El fantasma de la máquina de lenguaje: por qué el lenguaje no es un autómata 9788499409658, 8499409652

¿Es el lenguaje un sistema de información que emplea un código digital de cifras 0 y 1? ¿Tiene fundamentos biológicos y

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El fantasma de la máquina de lenguaje: por qué el lenguaje no es un autómata
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EL FANTASMA DE LA MÁQUINA DE LENGUAJE
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1. EL LENGUAJE HUMANO EN EL PUNTO DE MIRA
2. DE ARISTÓTELES A DESCARTES: EL GIRO CARTESIANO
3. DE DESCARTES A CHOMSKY: DESAPARECE DIOS Y APARECEN LAS MÁQUINAS DE DARWIN
CAPÍTULO PRIMERO EL LENGUAJE Y LA NATURALEZA HUMANA
CAPÍTULO 2 EL LENGUAJE (LA MENTE) Y EL HABLA (EL (...)
1. ¿SON EL LENGUAJE Y EL HABLA COMPONENTES COMPLETAMENTE (...)
2. ¿ES EL ESTÍMULO ACÚSTICO INSUFICIENTE PARA CONSTITUIR LA PERCEPCIÓN DE LOS (...)
3. ¿ES EL LENGUAJE DE NATURALEZA ENTERAMENTE NO (...) 4. ¿SON LOS SONIDOS DEL HABLA CONVENCIONALES O ESPECÍFICOS PARA EL (...)CAPÍTULO 3 EL ENFOQUE BIOLÓGICO DEL LENGUAJE
CAPÍTULO 4 LA MÁQUINA DE LENGUAJE Y LOS GENES
CAPÍTULO 5 SAUSSURE, CIEN AÑOS DESPUÉS
CAPÍTULO 6 LA REVOLUCIÓN COGNITIVA
CAPÍTULO 7 LENGUAJE, COGNICIÓN E IMITACIÓN
1. REGRESO A LA IMITACIÓN
2. PAPEL DE LA IMITACIÓN EN LA ADQUISICIÓN DEL (...)
3. CONCLUSIONES
CAPÍTULO 8 HOMO SYMBOLICUS
CAPÍTULO 9 IDEOLOGÍA Y LENGUAJE
CAPÍTULO 10 CHOMSKY EN CUESTIÓN
CAPÍTULO 11 FORMALISMO Y FUNCIONALISMO EN EL (...)
1. ESTRUCTURA FRENTE A FUNCIÓN 2. ARBITRARIEDAD FRENTE A ICONICIDAD DEL SIGNO3. COMPETENCIA FRENTE A ACTUACIÓN
4. ATOMISMO FRENTE A HOLISMO
5. SINCRONÍA
6. PREDOMINIO DE LA TEORÍA EN EL FORMALISMO
7. PARA EL FORMALISMO, LOS UNIVERSALES DEL LENGUAJE
8. CONCLUSIONES
CAPÍTULO 12 DONDE LA TEORÍA COMPUTACIONAL DE (...)
BIBLIOGRAFÍA
COLECCIÓN ESTUDIOS CRÍTICOS DE LITERATURA

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EL FANTASMA DE LA MÁQUINA DE LENGUAJE Por qué el lenguaje no es un autómata

COLECCIÓN ESTUDIOS CRÍTICOS DE LITERATURA CONSEJO ASESOR Carlos Alvar (Universidad de Ginebra) Alberto Blecua (Universidad de Barcelona) Francisco Javier Díez de Revenga (Universidad de Murcia) Germán Gullón (Universidad de Amsterdam) José-Carlos Mainer (Universidad de Zaragoza) Francisco Marcos Marín (Universidad Autónoma de Madrid) Evangelina Rodríguez Cuadros (Universidad de Valencia) Fanny Rubio (Universidad Complutense de Madrid) Andrés Sánchez Robayna (Universidad de La Laguna) Ricardo Senabre (Universidad de Salamanca) Jenaro Talens (Universidad de Ginebra) Jorge Urrutia (Universidad Carlos III de Madrid) Darío Villanueva (Universidad de Santiago de Compostela) Domingo Ynduráin (Universidad Autónoma de Madrid) (†)

ÁNGEL ALONSO-CORTÉS

EL FANTASMA DE LA MÁQUINA DE LENGUAJE Por qué el lenguaje no es un autómata

BIBLIOTECA NUEVA

Diseño de cubierta: José María Cerezo

© Ángel Alonso-Cortés, 2013 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2013 Almagro, 38 28010 Madrid ISBN: 978-84-9940-965-8 Edición en formato digital: 2013 Conversión a formato digital: Fotocomposición Márvel, S. L. Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Índice INTRODUCCIÓN ....................................................................................

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CAPÍTULO PRIMERO.—EL LENGUAJE Y LA NATURALEZA HUMANA ......

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CAPÍTULO 2.—EL LENGUAJE (LA MENTE) Y EL HABLA (EL CUERPO) ..

29

CAPÍTULO 3.—EL ENFOQUE BIOLÓGICO DEL LENGUAJE ......................

45

CAPÍTULO 4.—LA MÁQUINA DE LENGUAJE Y LOS GENES ....................

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CAPÍTULO 5.—SAUSSURE, CIEN AÑOS DESPUÉS ..................................

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CAPÍTULO 6.—LA REVOLUCIÓN COGNITIVA ........................................

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CAPÍTULO 7.— LENGUAJE, COGNICIÓN E IMITACIÓN ...........................

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CAPÍTULO 8.—HOMO SYMBOLICUS ..................................................

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CAPÍTULO 9.—IDEOLOGÍA Y LENGUAJE ..............................................

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CAPÍTULO 10.—CHOMSKY EN CUESTIÓN ...........................................

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CAPÍTULO 11.—FORMALISMO Y FUNCIONALISMO EN EL ESTUDIO DEL LENGUAJE ......................................................................................

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CAPÍTULO 12.—DONDE LA TEORÍA COMPUTACIONAL DE LA MENTE FALLA ............................................................................................

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BIBLIOGRAFÍA

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Y era verdad que desde hacía algunos meses, no se dudaba en el teatro de la Ópera de este fantasma vestido de negro que se paseaba como una sombra de arriba abajo del edificio, que no dirigía la palabra a nadie, a quien nadie se atrevía a hablar, y que, por lo demás, desaparecía cuando se le había visto, sin que pudiéramos saber dónde ni cómo. Al irse, no hacía ruido, como conviene a un verdadero fantasma. Habíamos empezado por reírnos de él y por mofarnos de esta aparición vestida como un hombre de mundo o como un enterrador, pero la leyenda del fantasma, rápidamente había adquirido proporciones colosales entre la compañía de ballet. Todas pretendían haberse topado más o menos con este ser supernatural y haber sido víctimas de sus maleficios. Y las que se reían de él con más fuerza no eran las que se sentían más seguras. Cuando no se dejaba ver, señalaba su presencia o su paso por acontecimientos burlescos o funestos de los que la superstición casi general le hacía responsable... Todo era culpa del fantasma, del fantasma de la máquina de Turing; perdón, de la Ópera. Gaston Leroux, Le Fantôme de l’Opera.

Introducción 1. EL LENGUAJE HUMANO EN EL PUNTO DE MIRA Como rasgo exclusivo de los seres humanos, el lenguaje ha estado siempre en el punto de mira de la reflexión intelectual. Su origen, su estructura, su historia, sus usos, su papel en las actividades del hombre forman parte de las preocupaciones intelectuales que interesan en cada época. El siglo XX ha sido testigo de un desarrollo extraordinario y vertiginoso en el estudio del lenguaje. Comienza con las ideas formalistas de Ferdinand de Saussure (1857-1913) que afirma que la lengua, producto de la facultad del lenguaje, es un sistema de signos, donde el signo lingüístico (una asociación arbitraria entre sonidos y conceptos) se entiende como la totalidad1 de diferencias con todos los signos de una lengua. Y termina con las audaces propuestas matemáticas y biológicas de Noam Chomsky (1928-) que proclaman que el lenguaje es una máquina diseñada por la evolución biológica para producir ciega y automáticamente palabras y frases. La incidencia en la sociedad de toda esta peripecia intelectual ha sido indirecta, a diferencia del impacto enorme que ha tenido la biología con el descubrimiento de los secretos de la vida, el ADN, etcétera. Pero no por ser indirecta la pertinencia es menor. —————— 1 F. de Saussure, Curso de lingüística general, 1916, Cap. IV, § 4. La totalidad (o el holismo) es una propiedad del signo que constituye un límite a la formalización de la gramática. Véase el Cap. 12, donde se considera la tesis del holismo esgrimida por J. Fodor. [11]

Las preguntas que se hacen los estudiosos del lenguaje afectan a la imagen del hombre y tendrán algún día respuesta: ¿Es el lenguaje un sistema de información que emplea un código digital de cifras 0 y 1? ¿Tiene fundamentos biológicos y una base genética? ¿Existe una gramática universal? ¿Está el pensamiento determinado por el lenguaje? ¿Cuál es el origen del lenguaje? ¿Tienen lenguaje los animales? Las respuestas a estas preguntas, y a otras que en este libro sólo se sugieren, tienen un alcance antropológico importante, pues afectan a nuestra imagen del hombre. La lingüística del siglo XX ha dejado estas preguntas en herencia para todos los que acepten el reto de estudiar y de interesarse por el lenguaje. Orientada hacia el estudio del lenguaje como un saber o capacidad intelectual del hombre, la lingüística aspira a convertirse en el paradigma de la ciencia del hombre. Pues el lenguaje es lo más humano del ser humano, es a la vez un saber y un órgano del saber. Y el saber guía el comportamiento y las actividades humanas. Saber algo es tenerlo en la consciencia (con- scientia), a la que podemos acceder. El lenguaje, entonces, se constituye en órgano del saber, porque (i) está en la consciencia, (ii) posibilita el razonamiento, el juicio, y la abstracción, y (iii) simboliza la experiencia humana.

2. DE ARISTÓTELES A DESCARTES: EL GIRO CARTESIANO El estudio del lenguaje como capacidad cognitiva o intelectiva tiene su origen en Europa. El primer giro en la dirección cognitiva lo protagonizó Descartes (1596-1650). Hasta Descartes, la concepción del lenguaje más influyente era la de Aristóteles, a la que se puede etiquetar de concepción comunicativa. Para Aristóteles el lenguaje (diavlekto~, Historia Animalium, 535a) es voz articulada vinculada a un significado. Las palabras son símbolos (De sensu, 437a15), pero el significado del símbolo se origina en la imaginación o fantasiva (De anima, 420b), no en el pensamiento (novhsi~). Lo distintivo del lenguaje humano frente a la voz de los animales es que la voz del hombre (o habla) es articulada (Historia Animalium, 535a30-35), pues también los animales pueden asociar la voz que producen a un significado (De [12]

Anima, 435b24-26). El lenguaje, en suma, no está asociado al pensamiento. El pensamiento (nou¯~) es una parte del alma (yuchv), pero ésta no es una sustancia independiente, pues, como las pasiones, está ligada a un cuerpo, con el cual forma una sustancia única (De Anima, 403a). Al separar el pensamiento de la imaginación, y atribuir esta a los animales, Aristóteles no puede evitar que los animales no tengan lenguaje, aunque sólo el hombre tenga lenguaje articulado (Política, 1253a8-15). La idea de que los animales puedan disponer de lenguaje (voz no articulada asociada a significado imaginativo) como lo entiende Aristóteles, sería aceptada por algunos filósofos actuales. Así, John Searle2 concede que la danza de la abeja y las destrezas lingüísticas de los chimpancés son genuinamente lingüísticas, pero sin llegar a ser lenguaje. Argumenta, además, que desde su punto de vista, la consciencia es un fenómeno biológico, y que como tal puede presentarse en los animales. Descartes, sin embargo, destacó (Discurso del método, Tratado del hombre) la idea de que el hombre, como cuerpo-máquina, sólo se distingue del animal por el pensamiento y el uso del lenguaje, definido este como declaración del pensamiento. Los animales, afirma Descartes en el Discurso del Método, no piensan y por ello no declaran su pensamiento con el lenguaje. Los animales son, en su consideración, autómatas incapaces de estados de consciencia y de pensamiento. Sólo responden mecánicamente a los estímulos o a la disposición de sus partes. En Generatio Animalium3 (ca. 1648) dice: Los animales tienen memoria como nosotros, pero no tienen ni pensamiento ni mente; el movimiento de su cuerpo actúa por la fuerza de los diferentes sentidos.

La respuesta mecánica cartesiana es el origen de lo que la psicología del ruso Pavlov (1849-1936) ha llamado reflejo, y luego en la psicología del norteamericano Skinner (1904-1990) recibe el nombre de condicionamiento. La psicología animal de hoy, sin embargo, está empeñada en demostrar que los animales (monos, simios, y delfines, por ejem—————— 2 J. Searle, «Animal minds», en Midwest Studies in Philosophy, vol. XIX, 1994, págs. 206-219. 3 Vol. XI, pág. 519, de Oeuvres de Descartes, edición de P. Adam y C. Tannery, París, Vrin, 1996. [13]

plo) tienen estados mentales (y pensamientos) sobre los que, además, serían conscientes, es decir, que estos animales dispondrían de metacognición o consciencia («sé que sé»), como los humanos. El especialista en comportamiento animal Donald Griffin ha sido uno de los defensores más destacados de la tesis discutida y discutible de que los animales piensan y tienen estados mentales4. Si la psicología animal demostrara esta tesis, volveríamos al paradigma de la psicología aristotélica, y el paradigma cognitivo que inició Descartes sufriría un golpe letal. En sentido opuesto, el lenguaje humano, afirma Descartes, es la manifestación y la prueba del pensamiento (Discurso del método)5, pues el pensamiento está unido al lenguaje. En carta a Chanut del primero de febrero de 1647 escribe Descartes6: Así, cuando aprendemos una lengua, juntamos las letras o la pronunciación de ciertas palabras, que son cosas materiales, con sus significaciones, que son pensamientos.

El pensamiento es todo lo que está en la consciencia: entender, desear, imaginar, percibir (Principios de Filosofía)7. El lenguaje surge, ésta parece la conclusión natural, en cuanto hay estados conscientes de pensamiento. Además, Descartes afirma que el lenguaje es independiente del medio vocal o del habla en que se manifiesta, porque los mudos también tienen signos (manuales) equivalentes a la voz, que prueban que tienen pensamiento y por tanto lenguaje. Así, en carta al Marqués de Newcastle de 23 de noviembre de 1646 escribe8: En fin, no hay ninguna de nuestras acciones exteriores que pueda asegurar a los que la examinan que nuestro cuerpo no es solamente una máquina que se mueva por sí misma y que hay —————— 4 D. Griffin, Animal Minds: Beyond Cognition and Consciousness, The University of Chicago Press, 2001. 5 Descartes, Oeuvres, vol. VI, ed. de P. Adam y C. Tannery, París, Vrin, 1996, págs. 56-57. 6 Descartes, Oeuvres, vol. IV, ed. de P. Adam y C. Tannery, París, Vrin, 1996, pág. 604. 7 Descartes, Oeuvres, vol. VIII, ed. de P. Adam y C. Tannery, París, Vrin, 1996, pág. 7. 8 Descartes, Oeuvres, vol. IV, ed. de P. Adam y C. Tannery, París, Vrin, 1996, pág. 574. [14]

también en él un alma que tiene pensamientos, excepto las espresiones verbales [paroles] u otros signos hechos a propósito de los temas que se presentan, sin relacionarse con ninguna pasión. Digo expresiones verbales [paroles] u otros signos porque los mudos se sirven de signos de la misma manera que nosotros de la voz.

Afirmación de Descartes sobre los sordomudos bien distinta a la de Aristóteles, que en su concepción puramente vocal y comunicativa del lenguaje afirma (Historia Animalium, 536b) que: El lenguaje (diavlekto~) es propio del hombre. Todos los [animales] que tienen lenguaje tienen también voz, pero no todos los [animales] que tienen voz tienen lenguaje. Los que son sordos congénitos son todos también mudos: dejan escapar algún gemido, pero no tienen lenguaje (diavlekto~).

El giro que protagoniza Descartes es vertiginoso, pues establece, por un lado, la absoluta prioridad del pensamiento independiente del cuerpo (lo que para Aristóteles sería absurdo), de la sociedad y del universo. Y por otro, establece que el lenguaje sólo declara el pensamiento. Esto constituye el primer pilar de la revolución cognitiva de Descartes que eleva el lenguaje a categoría cognitiva, o ligada al pensamiento. El segundo pilar en que se cimenta el edificio cartesiano es el de la percepción indirecta, hoy conocido bajo la expresión de «insuficiencia del estímulo». Para Descartes percibimos a través de ideas que la mente contiene innatamente. La llamada segunda revolución cognitiva chomskiana retoma directamente este argumento, muy distinto del aristotélico, pues se opone a la psicología aristotélica, que afirma que entre el yo percipiente y el mundo hay relación directa. La razón de ello (De anima, 429b) la encuentra Aristóteles en que si pensar es estar afectado por algo, encontrarse en un estado mental (pavscein), para estar afectado el pensamiento por el objeto, ambos deben tener algo en común. Por eso (De anima 430a) afirma Aristóteles: La mente (nou¯") puede ser como los objetos pensados. Es como en una tablilla de escribir en la que no hay elemento alguno escrito.

Descartes niega esta relación directa y afirma que parte del saber que está en la consciencia sólo es posible a través de las ideas innatas. Se apoya el innatismo cartesiano en que los estímulos del [15]

mundo exterior no contienen información suficiente sobre los objetos. Así, en Le Monde ou Traité de la Lumiere9 (de 1664) afirma que la percepción de la luz es similar a la manera en que las palabras, que son signos arbitrarios, hacen concebir las cosas en el que los percibe (o siente): Sabemos suficientemente que las expresiones verbales [les paroles], aunque no tengan ningún parecido con las cosas que significan, no dejan de hacérnoslas concebir, y a menudo incluso sin que prestemos atención al sonido de las palabras ni al de sus sílabas; de tal manera que puede suceder que después de haber oído un discurso, del que hayamos comprendido bastante bien su sentido, no podríamos decir en qué lengua hubiera sido pronunciado. Entonces, si las palabras, que no significan nada sino por la institución de los hombres, bastan para hacernos concebir las cosas, con las cuales no tienen ningún parecido: ¿por qué la Naturaleza no podría haber establecido también cierto signo que nos haga concebir el sentimiento de la luz, aunque ese signo no tenga nada en sí, que sea parecido a ese sentimiento? ¿No es así como aquélla ha establecido las risas y las lágrimas para hacernos leer el gozo y la tristeza en el rostro de los hombres?

Por tanto, en el chorro de cuantos de energía o fotones (o en el movimiento de partecillas del fuego, como dice Descartes) que nos llega al ojo, no está la luz. La luz es una percepción que necesita un signo (el movimiento de las partículas del fuego, los fotones) que hace concebir la percepción de luz. El estímulo no es, por tanto, suficiente para concebir la percepción, como no es el gozo las risas ni la tristeza las lágrimas. El estímulo es un signo que da ocasión a que la mente conciba o se represente el objeto. De esta insuficiencia del estímulo nace, sin embargo, un problema insuperado, que es el de cómo las ideas innatas se acomodan a las cosas, al mundo externo. Este problema Descartes lo resuelve diciendo que las ideas innatas han sido establecidas por Dios y es él quien ha establecido el acomodo entre ideas y cosas. Éste es el Deus ex machina. Las ideas innatas cartesianas son, en expresión de Cassirer10, los signos que el arquitecto divino imprime en el —————— 9 Descartes, Oeuvres, vol. XI, ed. de C. Adam y P. Tannery, París, Vrin, 1996, pág. 4. 10 E. Cassirer (1932), La filosofía de la Ilustración, México, FCE, 1972. [16]

hombre como obra creada por Él. Por eso, ideas innatas y mundo no divergen, pues ambos son creaciones divinas. Un siglo después, Voltaire (Éléments de la Philosophie de Newton11, 1738) se sentía aplastado por el peso de las dificultades que surgen de este escenario cartesiano. Porque, se preguntaba Voltaire, ¿cómo el hombre puede actuar con libertad? ¿cómo es capaz por sí mismo de volición, pero no pensar por sí mismo? Cuenta Voltaire el testimonio de Newton, transmitido por amigos del físico, según el cual «no tenemos suficiente conocimiento de la naturaleza para atrevernos a decir que a Dios le sea imposible dar el don del pensamiento a otro ser extenso de la naturaleza». O de otro modo dicho, no sabemos o no podemos saber si el pensamiento (y el lenguaje) es una propiedad única del hombre. Además de estas dificultades, no resueltas en los siglos XVII y XVIII ni ahora, Voltaire discute el cartesianismo con argumentos pertinentes para ponderar las tesis innatistas que hoy sostienen los partidarios de la máquina de lenguaje (Chomsky y su escuela). En efecto, Voltaire rechaza el innatismo cartesiano, apoyándose en el experimento que realizó en Inglaterra el doctor William Cheselden (1688-1752), destacado representante de la anatomía y cirugía de la Ilustración12. La historia es, en síntesis, la siguiente. Locke y Berkeley sostenían teorías contrarias sobre la percepción visual, una capacidad que hoy llamamos cognitiva. Para Locke las nociones espaciales, como forma, extensión y movimiento eran cualidades que el sujeto percibe inmediatamente. Es aquí donde Locke es innatista, en lo que se refiere a la existencia de operaciones cognitivas innatas, no en cuanto a ideas preformadas que puedan ser activadas por estímulos externos. Berkeley, por el contrario, sostenía que las nociones espaciales procedían de la experiencia visual. La ocasión de poner a prueba estas teorías de la percepción llegó con la operación de Cheselden en 1729 a un joven de 14 años, ciego de nacimiento por unas cataratas congénitas. La tesis de Locke (convergente con la tesis innatista) predecía que el ciego, al recuperar la vista, automáticamente tendría una representación de la distancia, la magnitud, la —————— 11 Aparecido en Amsterdam, E. Ledet, 1738. Sigo la edición de Oeuvres completes de Voltaire, tomo V, Chez Firman Didot freres, París, 1843. 12 Véase P. Laín Entralgo, Historia de la medicina moderna y contemporánea, Barcelona, Editorial científico-médica, 1963, pág. 300 y sigs. [17]

forma etc. Por el contrario, la tesis empirista de Berkeley predecía que si un ciego de nacimiento recuperase la vista, no tendría automáticamente una idea o representación de la distancia entre objetos ni de la magnitud de los objetos, sino que pasaría por un aprendizaje de estas nociones. El resultado de la operación corroboró la teoría de la percepción visual de Berkeley. El niño no fue capaz de distinguir durante mucho tiempo ni la magnitud ni la figura de los objetos. Todo lo que veía le parecía estar en sus ojos y le parecía que tocaba los objetos con los ojos como los objetos del tacto tocan la piel. No distinguía lo que con las manos había juzgado que era redondo de lo que había juzgado que era angular, ni discernir con los ojos lo que las manos habían sentido que estaba en lo alto o en lo bajo. Después de dos meses de experiencia pudo apercibir que las figuras representadas en un cuadro eran cuerpos sólidos, no sólo superficies pintadas. Se sorprendió cuando tocaba los cuadros y no encontraba cuerpos sólidos, y preguntaba cuál era el engaño del sentido del tacto o del sentido de la vista. La consecuencia que extrajeron los filósofos es que se aprende a ver como se aprende a hablar. También dedujo que la idea —opuesta a lo sostenido por el innatismo actual— de que los juicios instantáneos sobre la percepción visual o el hablar son el resultado de una capacidad que los determina automáticamente (el autómata o la máquina de Turing) es engañosa. Esta idea de que lo que se juzga automáticamente procede de un dispositivo (que hoy algunos llaman computación Turing) es como si pensáramos que porque todos los que hablan español comparten los mismos signos (atribuyen el mismo significado a las mismas secuencias de sonidos) y automáticamente juzgan si ciertos sonidos corresponden a cierto significado, hubiese una conexión necesaria entre el sonido y el significado de un signo. Si toda la humanidad compartiera los mismos signos, nos parecería que la conexión entre sonidos y significado sería necesaria, y nuestros juicios automáticos y universales. Basta saber que un significado tiene asociados otros sonidos en francés o en swahili para darnos cuenta de que no hay conexión necesaria entre significado y sonidos. Algo parecido podría ocurrir con los juicios de la percepción visual y el lenguaje. El problema de Molyneux, como así se conoce el caso del ciego operado por Cheselden, que fue decisivo en la discusión filosófica de su época, ha dejado indiferente al maquinismo moderno, [18]

pues Chomsky13 (1965), que ha discuitdo las tesis semiempiristas de Locke, las empiristas de Berkeley, y las innatistas de Descartes y Leibniz lo ha omitido paladinamente. El caso de Cheselden sugiere que los datos externos (o estímulos perceptuales) no han activado un mecanismo interno, pues el joven era «engañado» por los estímulos visuales, que debían ser correctamente interpretados, de acuerdo con las convenciones del mundo en que se desenvuelve14. 3. DE DESCARTES A CHOMSKY: DESAPARECE DIOS Y APARECEN LAS MÁQUINAS DE DARWIN Después de Descartes, la psicología de la Ilustración hizo desaparecer el Deus de la machina, y en consecuencia sólo dejó la máquina, o mejor, una megamáquina o conjunto de máquinas sin un piloto que las gobierne. La unidad de mente y cuerpo que proporcionaba Dios (pero sólo un Dios epistemológico) en Descartes y Leibniz, ha sido sustituida por este conjunto de máquinas autónomas sin aparente relación entre ellas, pero que fantasmalmente forman una unidad, conocida por el alias de «la mente». El pensamiento mecanicista no fue una actitud pasajera. Perduró en la ilustración y cautivó a muchos científicos europeos. La gran ciencia alemana15 del siglo XIX, Helmholtz, du Bois-Reymond, Ludwig y Virchow, se esforzó en la segunda mitad del siglo romántico en reducir la fisiología a física, siguiendo «el modo de explicación mecánico» que el Kant de la Crítica del Juicio, de 1790 (§§ 76 y siguientes) había establecido como principio rector en la explicación de la naturaleza, aunque no como principio único de esa explicación. —————— 13 N. Chomsky, Aspects of the Theory of Syntax, Cambridge Mass., MIT Press, parte del innatismo del lenguaje (la gramática universal o máquina de lenguaje), y afirma que el estímulo exterior sólo activa la máquina. En el Capítulo 6 consideraremos de nuevo los argumentos del innatismo. 14 El caso de Cheselden disconfirma aparentemente la existencia de un período diacrítico, es decir, de un período característico y diferenciado pasado el cual si el sujeto no recibe estímulos, no tendría capacidad para la percepción visual. La falta de estímulo puede retrasar el desarrollo, pero no impedirlo. Véase B. Kolb y I. Whishaw, Fundamentos de neuropsicología humana, Barcelona, Labor, 1986, pág. 584 y sigs. 15 El reflejismo pavloviano enlaza también con la tesis cartesiana del animal máquina. [19]

Este modo de explicación «considera la materia como un producto de las partes y sus fuerzas», independientemente de su fin. La extensión del modo mecanicista al lenguaje humano ha reavivado la cuestión de si al lenguaje se le aplica el modo de explicación mecánico o bien el modo de explicación finalista. Pues éste es un tema aún discutido en la teoría de la evolución, donde aparece bajo los nombres de «canalización», «direccionalidad», «ortogénesis», o «isotropía de la variación»16. En ninguna otra parte de la naturaleza, empero, se manifiesta mejor la finalidad kantiana que en el lenguaje, que satisface la idea kantiana de una «totalidad17 —establecida por Saussure— como fin del que dependen la constitución misma y el modo de efectuar de las partes» (Crit. del Juicio, § 77), fin ejecutado por una masa de hablantes que actúa intencionalmente y en el que el órgano requiere no sólo comida y bebida sino la presencia de una comunidad de hablantes. En el siglo XX, el conductismo de Skinner, en línea con el reflejismo de Pavlov18, ha sido una psicología atomista y mecanicista. Vigente sobre todo en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo, negaba la mente, el fantasma dentro de las máquinas, y concebía el lenguaje como una máquina de Estímulo-Respuesta: un estímulo no verbal (la sed) podía suscitar una respuesta verbal (¡agua!), simplificando un poco. Así, el conductismo llegaba a la conclusión de que el lenguaje es también un sistema de señales. Sólo la psicología de la Gestalt (o psicología de la Forma), vigente en Alemania desde principios del siglo XX hasta 1933 ha trascendido el atomismo y mecanicismo en el estudio de la mente. No es de extrañar que ahora, a través de la lingüística funcionalista19 de A. Martinet, S. Dik, G. Lakoff, R. Langacker, y otros, esta psicología haya sido fuente de inspiración para los que estudian el —————— 16 Remito a Stephen Gould, The Structure of Evolutionary Theory, Cambridge Mass., Harvard University Press, 2002. Buena parte de la biología se enmarca en el modo de explicación mecánico, aunque el dogma darwiniano de la selección natural o máquina de la evolución no permite explicar satisfactoriamente la forma o estructura de algunas especies. 17 Kant emplea la expresión «das Ganze». Véase aquí el Cap. 12 sobre el holismo en el lenguaje. 18 Para I. P. Pavlov (Conditioned Reflexes: an Investigation of the Physiological Activity of the Cerebral Cortex, Nueva York, Dover, 1960, pág. 14) el habla es un sistema de señales secundario. 19 Véase sobre funcionalismo y formalismo (computacional) el Cap. 11. [20]

lenguaje tratando de superar las limitaciones e insuficiencias del atomismo y del mecanicismo. Luego vino la segunda revolución cognitiva, inducida por el estudio matemático del lenguaje de N. Chomsky, en la década de 1950-1960, que aplica al lenguaje y a la cognición en general, el modo de explicación mecánico. La mente existe, pero es una máquina sin dios ni fantasma. Pues el lenguaje, sostiene, es un autómata para producir ciegamente, mecánicamente palabras y frases. Para el moderno cognitivismo, además, la mente (una etiqueta provisional para un fenómeno biológico del cerebro) contiene de forma innata esta máquina combinatoria. Según el maquinismo contemporáneo, tanto la percepción del habla como la intelección del significado de las frases y palabras está mediatizada por la máquina de lenguaje, que traduce los estímulos externos a representaciones internas simbólicas o de información y forma representaciones internas para hablar ¿Cómo sin dios ni fantasma funcionarían las máquinas de la mente en armonía? Ahora entra en escena Darwin y su revolución biológica, que ha consagrado el modo de explicación mecánico del que habla Kant. Las máquinas, y el lenguaje, que se alojan en el cerebro funcionarían por las acomodaciones aleatorias que ha experimentado el cerebro a lo largo de la evolución de la especie por selección natural, tesis de Pinker aquí discutida (Capítulo primero). Las capacidades humanas o máquinas se han ido sintonizando por azar sin necesidad de fantasma y en el momento evolutivo actual estarían ya prefijadas en el organismo. El escenario que resulta es el de una especie humana rígidamente superespecializada: para el lenguaje, para el razonamiento, para el comportamiento egoísta o bien altruista, etc. La imagen del hombre que ofrece el maquinismo es la de un ser parecido al koala, que está especializado en comer sólo un tipo de hojas de eucaliptus con una garra en forma de gancho sólo adaptada para agarrarse a este árbol. No es ésta la imagen del hombre que se presenta empíricamente: un ser abierto al entorno, inacabado, impulsado por rasgos antropológicos juveniles (la neotenia), y, en consecuencia, de posibilidades no limitadas a priori, y en permanente aprendizaje. En fin, los enfoques maquinistas de la cognición son atomistas, pues conciben la mente y el lenguaje no sólo como una serie de máquinas o módulos sino también porque cada unidad del lenguaje es considerada sin relación con ninguna otra. Aquí se ha consumado [21]

subrepticiamente y sin esquela la defunción de Saussure y todo el estructuralismo y funcionalismo del siglo XX. El atomismo es una propiedad de la máquina de lenguaje, que combina y computa arbitrariamente palabras para formar frases independientemente de la intención del locutor y de la situación comunicativa. La máquina de Chomsky, que equipara a la Gramática Universal, excluye el uso del lenguaje. Si los humanos usan el lenguaje es por accidente; ésta es la excéntrica conclusión del programa maquinista. Pero si en Descartes el uso del lenguaje, que es un uso creativo en cuanto no está determinado por ninguna disposición de los órganos del cuerpo-máquina, o por ninguna pasión, es la prueba de la existencia de la mente, en Chomsky el uso del lenguaje sólo prueba que existe una máquina tonta, que deja enteramente fuera el discurso humano. Esta desconexión entre saber un lenguaje y saber usarlo es el aspecto más desconcertante del modelo computacional de la mente, pues es un lugar común afirmar que el uso de una capacidad está determinado por esa capacidad. La desconexión, justificada sólo por razones metodológicas, se hace insostenible cuando no alcanza un objetivo natural, como el de explicar el uso del lenguaje. Los Capítulos 1, 5, 6, 8, 9, 10 y 12 han aparecido en Revista de Libros. Agradezco a Álvaro Delgado-Gal, su director, el interés que ha tenido en ellos así como las observaciones que han precedido su publicación. Los Capítulos 3 y 11 aparecieron respectivamente en Investigación y Ciencia / Scientific American y en Homenaje a J. Bustos, Madrid, UCM, 2003. Los Capítulos 2, 4 y 7 aparecen ahora por vez primera. Para este libro los originales han sido revisados y en su caso ampliados Finalmente, agradezco a Biblioteca Nueva y a su director Antonio Roche, la buena acogida que tuvo el proyecto de reunirlos todos en un solo libro.

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CAPÍTULO PRIMERO El lenguaje y la naturaleza humana1 El pato Donald recién nacido puede zambullirse en el agua, nadar sin más preámbulos y al salir sacudirse las plumas para quitarse el agua; la fiera y solitaria Moby Dick surcaba el océano en el mismo instante de su alumbramiento, pero Jaime, mi hijo, después de un año de vida y habernos oído centenares de conversaciones, es incapaz de decir «¡por favor, no más biberón!». Ni Donald ni Moby Dick necesitan ver nadar a sus respectivas madres para poder nadar a la primera y sin equivocarse en los movimientos. Jaime necesitará seguir oyendo más parlamentos y todavía casi otro año para decir algo así como «cheche no» y quizá otro más para decir «no jugamos más». Todo esto no sin antes haber lanzado un «juegamos» o «el pato está morido». Las capacidades natatorias de Donald y Moby Dick son un ejemplo claro de instinto, pero ¿lo es de la misma forma el acto de hablar de Jaime? Steven Pinker, psicólogo y lingüista de la universidad de Harvard, argumenta a lo largo de las páginas de este libro que el lenguaje es un instinto como lo es nadar para los patos y las ballenas. Con ello no hace más que llevar hasta el final las opiniones de uno de los más afamados intelectuales de este siglo: Noam Chomsky. En los últimos cuarenta años, este infatigable y combativo sabio americano ha esgrimido su poderosa y temible argumentación, salpicada a veces de soflamas, a favor del carácter innato del lenguaje2. La vuel—————— 1 Sobre Steven Pinker, El Instinto del Lenguaje, Madrid, Alianza Editorial, 1995. 2 Sobre los modos de argumentación de N. Chomsky, véase ahora P. Postal, Skeptikal Linguistic Essays, Oxford University Press, 2004. [23]

ta al innatismo fuerte de Descartes, facilitada por el fracaso del conductismo, ha sido acogida con entusisasmo en algunos psicólogos de estos últimos años. Este innatismo se extiende no sólo al lenguaje, sino al conocimiento humano en general. También sostiene que nacemos sabiendo la geometría euclídea, la aritmética, la armonia de Bach etc. Este saber, dicen, viene a ser una conquista de la naturaleza humana. La pregunta del millón es ¿cómo es esto posible? ¿Puede en verdad ser que el concepto de número «1», las armonías de la Pasión según San Mateo y el espacio de Euclides estén prefijados en el cerebro? (Nota bene: la mente queda aquí reducida a masa cerebral). La respuesta millonaria de Pinker sale de la boca de Charles Darwin (1859): el lenguaje, como las otras capacidades del conocimiento, se ha debido gestar en el útero de la evolución mediante selección natural. La respuesta no menos millonaria de Chomsky está en la del enfant terrible S. J. Gould, que sostiene que a veces hay carambolas en la evolución. Así, en el lance de billar de la evolución a uno le puede tocar un cerebro y a la vez lenguaje. Este emparrillado de ideas apuntala una concepción del hombre según la cual éste sólo tiene naturaleza y esencias («ideas innatas»). El libro de Pinker es un entusiasmado alegato a favor de una naturaleza humana forjada en la selección natural. Dicho por lo menudo: todos somos iguales, todas las lenguas son la misma lengua; no hay hablar bien ni mal, porque hablar es al hombre como nadar es a las ballenas... Puede que a algunos este discurso les suene a ejemplo de lo «políticamente correcto», pues si antes se podía decir que alguien hablaba bien, según normas, (o mal, infringiendo normas) y si antes el griego, el latín y el alemán servían para la expresión científica y filosófica, ahora es incorrecto (políticamente) decir que alguien habla mal o que el comanche no es apto para la expresión filosófica. Sin duda que el perfil que he trazado del libro de Pinker no hace completa justicia a las ideas y argumentos que desarrolla a lo largo de su libro con gran conocimiento y erudición. Este naturalismo en la concepción del hombre resulta tan simplificador como sus contrarios ya se llamen conductismo o reflejismo. Pues, en efecto, no se puede negar que hablar español o comanche no requiera un órgano, el cerebro. No se puede razonablemente rechazar que el lenguaje humano tiene un sustrato biológico. Lo que sigue siendo un proyecto es que el lenguaje tal como lo presenta el innatismo fuerte de Pinker está fisiológicamente motivado, como lo está la natación en el pato Donald. O dicho de otro modo, está sin demostrar [24]

que pueda reducirse enteramente lo que es super-orgánico, la actividad lingüística, una actividad que trata con el significado, a lo orgánico. A modo de ejemplo: en español hacemos una pregunta y decimos ¿quién crees tú que se fue? El sujeto de esta frase, tú, aparece detrás del verbo al concurrir con el pronombre quién; pero esa frase en inglés, who do you think left?, no pone el sujeto you detrás del verbo. Sin entrar en detalles técnicos sobre este problema concreto, ¿hay una base fisiológica fija (es decir, instintiva) y localizada en el cerebro para esto? Supongamos que Pinker dijera que sí. Para ello habría hecho un experimento con hablantes mediante una técnica muy sofisticada, por ejemplo, la resonancia magnética o un aparato que sólo exista en Harvard que detecta que cuando alguien dice aquella frase inglesa la neurona 75. 420. 300 en las coordenadas x, y, z se encabrita. ¡Ajá! ¡Ahí está la fisiología de la pregunta! Bien. Ahí está quizá la disposición de símbolos, pero no el acto intencional de un hablante que quiere saber algo sobre una creencia de otro hablante. Pues esa disposición de símbolos no es nada, es decir, no es nada lingüístico, desprovista de su relación con la intención significativa del preguntar. La intención, desde luego, está en el cerebro, como cuando quiero levantar un brazo. Y esta relación entre la intención significativa del hablante y la disposición de los símbolos de la frase, que es la chicha del lenguaje, no es un acto biológicamente programado. El sustrato biológico en que se apoya el lenguaje no explica por sí solo los actos intencionales de significado que acompañan a la pura sintaxis. Pero concedamos a Pinker que la sintaxis o la gramática universal está preformada en el cerebro y que eso ha sido posible por selección natural. ¿Se deduce de ahí que esa gramática universal sea un sistema computacional, es decir, una disposición y manipulación de símbolos? No necesariamente. Al situar un órgano en el marco biológico de la selección natural, estamos preguntando por la función, que se dirige, en la gran mayoria de los casos, a optimizar el órgano. Por tanto, si el lenguaje se obtiene por selección natural, y es una adaptación filogenética, lo más probable es que nos encontremos con propiedades funcionales (o de diseño), propiedades que le impone el ambiente al organismo, y que ayudan a un organismo a sobrevivir y a reproducirse con eficacia3. ¡Bienvenido al funcionalismo, profesor Pinker! En —————— 3 M. Ruse dedica un libro al diseño de los seres vivos en Darwin and Design. Does evolution have a purpose?, Cambridge Mass., Harvard University Press, 2003. [25]

la medida en que esto es así, hay que concluir que siendo coherentes con Pinker el lenguaje no podría ser un sistema computacional, por más que se empecine en sostener que el lenguaje lo es. En este punto Chomsky es más coherente, porque para él el lenguaje es un sistema computacional que no sirve realmente a ninguna función, es inmune al ambiente, y ha surgido por carambola; en suma, no sería una adaptación filogenética. Para justificar en el lenguaje adaptaciones filogenéticas habría que buscar, por ejemplo, en el sistema de conceptos lingüísticos que utilizamos, sistema que en muchos casos es metafórico. La metáfora sí «refleja» el ambiente en el lenguaje; pero de esto Pinker no quiere saber nada. El innatismo fuerte de Pinker presenta al hombre como «hombre natural», como organismo con instintos (en forma de máquinas) especializados. A menos que ampliemos el concepto de instinto, un uso restringido de este concepto aplicado al hombre, y en concreto, al lenguaje, o es una figura retórica o un caso de unión hipostática, como la unión de la naturaleza humana con el verbo divino. La disposición natural a aprender una lengua difícilmente encaja en pautas motoras fijas endógenamente determinadas para satisfacer un impulso. Además, estas pautas («instintos») tienen valor de supervivencia para el individuo y para la especie. Es difícil imaginar una medida realista del valor de supervivencia del lenguaje y de su eficacia reproductiva (fitness). Por eso E. O. Wilson, el creador de la sociobiología, no tiene más remedio que reconocer que «el lenguaje es una conducta culturalmente sensible, donde el paisaje, dice, se disuelve en un vasto delta de intrincadas curvas y pequeños obstáculos». En fin, el hombre natural de Pinker nos lleva a una forma de hombre superespecializado, que, como el koala, estaría pronto en peligro de desaparecer. Creo que este enfoque de la naturaleza humana es demasiado simple. Pues algo que ha llamado la atención a algunos filósofos como Herder y Feuerbach es precisamente la falta de especialización biológica del hombre, una especie que puebla todas las partes de un hábitat tan diverso como este planeta. No es extraño que Konrad Lorenz, por otros riscos, haya calificado al hombre como «el especialista de la no especialización». Hay en el hombre algo más que naturaleza y que trasciende a ésta, que es el trabajo y sus productos. El trabajo del hombre (que empieza en la formación de herramientas y se proyecta en su lenguaje) produce más allá de lo meramente necesario, de modo que la naturaleza del hombre ya no está volca[26]

da en la satisfacción de los instintos sino en un dominio progresivo de la realidad de los objetos. El lenguaje, que ha debido de surgir a partir del trabajo y la cooperación del grupo humano, también está descargado y por eso es culturalmente sensible. El hombre se ha soltado de la rigidez del instinto, como afirma Max Scheler4, y esto es lo que le permite adaptarse a situaciones nuevas. Las capacidades intelectuales tampoco escapan a esa liberación instintual, pues son flexibles. Esta flexibilidad cognitiva tiene al menos dos fundamentos. Uno se halla en la plasticidad cerebral: en el desarrollo ontogenético se producen muchas más neuronas de las necesarias (P. Rakic) para una función, de modo que si una parte de la corteza cerebral aparece destruida, enseguida hay neuronas que se ocupan de suplir esa función. La plasticidad, por tanto, es un contrapeso a la fijeza. El segundo es que la información que contiene un organismo no es estacionaria, sino de naturaleza aumentativa. Esto quiere decir que en el curso del desarrollo ontogenético el organismo es capaz de obtener nueva información que no estaba presente en el estado inicial del organismo. Es el caso de los sistemas estudiados por Elman («Incremental learning», Thirteen Annual Conf. Of the Cogn. Sc. Soc., Hillsdale, LEA, págs. 443-448) donde un sistema aumenta su información a lo largo del tiempo partiendo de unas limitaciones muy estrictas. Dicho en otras palabras: los sistemas aumentativos muestran que es posible el aprendizaje, algo inesperado para la tesis innatista. Feuerbach insistía en que los sentidos del hombre se constituyen en los objetos humanos. Así sucede en el lenguaje humano. Y quienes aprendieron la lección de Feuerbach concluyeron que la naturaleza que se desarrolla en la historia es la verdadera naturaleza humana.

—————— 4 M. Scheler (1928), El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires, Losada, 1938. [27]

CAPÍTULO 2 El lenguaje (la mente) y el habla (el cuerpo)1 El lenguaje humano en relación con los sistemas de comunicación que se encuentran en el mundo animal, destaca por varias propiedades sorprendentes. Es un sistema flexible, que permite posibilidades indefinidas de expresar significados que se adaptan a situaciones no conocidas. Así, la palabra cabeza no significa sólo «parte superior del cuerpo de un animal». También la empleamos en cabeza de ajo, cabeza de puente, cabeza de turco, y otras más para significar cosas que no son «la parte superior del cuerpo...». El signo lingüístico cabeza es, además, arbitrario, pues los sonidos c-a-b-ez-a no tienen relación con el concepto al que está asociado. Cuando una comunidad de hablantes produce una masa de estos signos y los somete a unas reglas y convenciones para formar frases, se dice que hay un lenguaje concreto, el español, el inglés, o se dice también lengua española, lengua inglesa etc. Un acto particular hecho por un hablante de producir una frase es un acto de habla que se hace patente por los sonidos que emplea, que son así sonidos del habla. Se ha formado, entonces, el par < lenguaje, habla >, que se presenta como una oposición, cada uno con propiedades específicas. Mientras que el lenguaje es interno e inobservable, el habla es externa y observable. —————— 1 Este capítulo desarrolla un breve texto que apareció en ABC cultural, 5 de octubre de 2002. [29]

El contenido del término habla no es el mismo para todas las teorías del lenguaje. Para Saussure y sus seguidores, el habla incluye además de la producción y percepción de los sonidos lingüísticos, todo lo que es individual en el hablante: la dinámica, el estilo, y la expresión en general. En Chomsky y su escuela, el generativismo, el término inglés speech, que es el equivalente del habla (en francés parole) de Saussure, no se encuentra. El concepto más parecido en el lingüista norteamericano es el de forma fonética de la expresión generada por la gramática (o por el lenguaje). Esta forma fonética, que no es una pronunciación, viene a ser una representación abstracta previa del habla, de los sonidos realmente pronunciados. La relación del lenguaje con los sonidos del habla, o en sentido estricto, habla, afecta tanto al diseño saussuriano como al chomskiano de la facultad del lenguaje. Una y otra teoría afirman, sin embargo, que los sonidos del habla no son parte del sistema del lenguaje. El examen de la relación entre lenguaje y habla constituye un aspecto paradójico de esta relación. Revela, además, los orígenes intelectuales de la teoría del lenguaje, que se remontan de forma inmediata a la psicología cartesiana, que es iniciadora de la primera revolución cognitiva. La concepción idealista del lenguaje, que parte de Descartes y continúa con Guillermo de Humboldt (1767-1835), ha sido revitalizada tanto por el funcionalismo de Saussure como por el enfoque chomskiano de la cognición y el lenguaje. Establece este enfoque que un lenguaje concreto, el español, el inglés, etc., es una posibilidad que permite una hipotética facultad del lenguaje, de naturaleza biológica (universal). Para Saussure, esta facultad permite la creación de signos lingüísticos, mientras que para Chomsky contiene una gramática universal, que es un procedimiento que permite producir un número ilimitado de frases2 que expresan el pensamiento. Para Sassure el signo es una entidad enteramente incorpórea, mental, dotada de una imagen acústica del sonido asociada por convención a un concepto. Esta entidad incorpórea o encubierta se hace abierta, esto es, puede manifestarse, como observó Descartes, —————— 2 La cantidad de frases o expresiones que permite una gramática (generativa o computacional) no es una cuestión sin importancia. En el Capítulo 12 valoramos la importancia de la infinitud en el lenguaje. [30]

tanto en los sonidos del habla como en señas manuales, como lo hacen los sordomudos. Los sonidos no forman parte necesaria del signo, del lenguaje3, pues pueden realizarse o transferirse a otros procesos motores, como el movimiento de las manos en el lenguaje de señas de los sordos, que actualizan el signo como imagen visual. Por su parte, afirma Chomsky (1965 y 1995), la facultad del lenguaje contiene un sistema cognitivo de información donde una máquina computa, calcula o genera arbitrariamente expresiones dotadas de sonido y significado. La máquina computa la sintaxis, la semántica y la fonología de una expresión. El sistema cognitivo computacional es encubierto, pero la fonología, que se ocupa de la forma sonora de la expresión calculada, constituye el input o entrada para los procesos motores de los sonidos lingüísticos, manifestación del lado abierto de la expresión o signo. La realización fonética-articulatoria de la expresión no forma parte del sistema cognitivo del lenguaje. El lenguaje humano es, en este enfoque, previo e independiente de la forma en que se hace sensible, como son los sonidos del habla en el caso normal. En resumen: en esta arquitectura diseñada por la lingüística dominante del siglo XX, el lenguaje es un componente de la mente que tiene dos lados. Uno, que es inobservable en sus operaciones, es el lado encubierto, y otro, el lado abierto, del que los procesos motores del habla, ya sean sonidos del habla, ya sean señas manuales, forman parte. En cualquier caso, los procesos motores, o bien los perceptuales del habla, no tienen relación con el lado encubierto. Tanto en el funcionalismo saussuriano como en el cognitivismo computacional reaparecen los dos problemas planteados por la psicología cartesiana, que llegan hasta hoy. • El primero es el problema de cómo la parte encubierta o mental, inextensa, inmaterial, se conecta con el habla, que forma parte del cuerpo extenso y material. Este problema es conocido como el de la conexión mente-cuerpo. Una variante de este problema es el de la comunicación entre dos mentes/cuerpos o cómo el lenguaje en un cuerpo/mente se comunica con otro cuerpo/mente con lenguaje. —————— 3 Saussure sigue en esto al lingüista norteamericano Whitney, a quien Saussure menciona en el Curso de lingüística general de 1916. [31]

• El segundo es el de la percepción del mundo, es decir, del habla de otra persona y del significado de palabras y frases. En una concepción innatista de la mente, como la que sostiene el cognitivismo de la gramática computacional4, la percepción de los estímulos es indirecta e inconexa con las ideas innatas. En el caso del lenguaje, esto quiere decir que la percepción del habla y del significado necesitan una traducción de los estímulos verbales que recibe un oyente al sistema de representación mental innato, también llamado «lenguaje del pensamiento» por el filósofo J. Fodor, siguiendo ideas de Descartes, como vimos en la Introducción. Esto es así porque la psicología cartesiana, donde se ha inspirado parte de la lingüística del siglo XX, considera que el estímulo es insuficiente para contener una representación de los objetos, de las cosas. Por eso el estímulo necesita ideas innatas. Este problema es conocido como el problema de la percepción. • Para el problema de la conexión, el cognitivismo computacional afirma que el lenguaje, entendido como sistema de computación de representaciones mentales abstractas, es decir, el lenguaje como un componente encubierto, no necesita, un componente abierto dotado de expresión sensible, vocal o manual. Así, el lenguaje existente, nos dice, tiene expresión vocal o manual más como una contingencia de la historia biológica del hombre que por una propiedad de diseño, a saber, como una propiedad útil para la vida. Por tanto, el cognitivismo se zafa del primer problema negando que el habla tenga que ver con el lenguaje. El habla en suma, es una implementación contingente del sistema de representación de información, que es el verdadero lenguaje. El habla, dicho con más claridad, no tiene carácter linguístico. Esta conclusión es compartida también por uno de los padres fundadores de la lingüística del siglo XX, como es el funcionalista Edward Sapir (1921)5, y ha persistido en todas las direcciones del estructuralismo del siglo XX. Así, Hjelmslev (1963) también ha mantenido la tesis general de que el len—————— 4 También es conocido en la ciencia del lenguaje con el nombre de formalismo. 5 En el Capítulo 7, pueden leerse textos de Saussure y Sapir sobre el carácter no lingüístico del habla. [32]

guaje es un sistema de funciones totalmente independiente de la sustancia que las realiza. El lingüista danés afirma6: Carece también de importancia el medio de producción de las ondas [de los sonidos del lenguaje]: un fonógrago, una banda cinematográfica, una máquina parlante, un silbato o la boca y la garganta humanas... El alfabeto manual de los sordomudos es otro ejemplo de una designación o denominación especial de los elementos de expresión de una lengua... cada hombre puede encontrar una multitud de nuevos medios de expresión para poner en práctica una misma estructura lingüística, para hablar una misma lengua.

Hay en esta tesis común al estructuralismo y al cognitivismo computacional una continuación de la tesis cartesiana (Descartes, Meditations, II) que sostiene que la mente, que contiene el lenguaje, es una sustancia pura que se instala en un cuerpo extenso del que es independiente. Pues para Descartes el lenguaje declara el pensamiento, pero no comunica una mente con otra. El lenguaje no es un instrumento de comunicación, sino de declaración y representación del pensamiento. • En cuanto al problema de la percepción del habla, el cognitivismo computacional se enfrenta a él afirmando que la señal acústica es insuficiente para identificar en ella algo específicamente lingüístico, tal como afirma Descartes en Le Monde ou Traité de la Lumiere7 (1664). Por tanto, los sonidos del habla que llegan a un perceptor deben ser traducidos a un código (de información digital que comprime la información en bitios de ceros y unos) que permite su interpretación lingüística. El estructuralismo ha mantenido también que el habla es interpretada mediante un procedimiento no digital sino analógico de descodificación. Así, el lingüista B. Malmberg8 (1966) afirma que «toda percepción... constituye un proceso de selección e interpretación, cuyo resultado no depende de la forma física de la onda sonora, sino de la pauta o el patrón con el que experimentamos o interpretamos ésta». —————— 6 L. Hjelmslev, El Lenguaje, Madrid, Gredos, 1971 (original de 1963), pág. 54. 7 Descartes, Oeuvres, vol. XI, ed. de C. Adam y P. Tannery, París, Vrin, 1996, pág. 5. 8 B. Malmberg, La Lengua y el hombre, Madrid, Istmo, 1970, pág. 81. [33]

Un patrón no es una secuencia digital, sino una configuración total. En suma: la relación del lenguaje con el habla en la lingüística del siglo XX, representada mayoritariamente por el estructuralismo y el generativismo es indirecta, pues necesita un código que traduzca el estímulo a información, o bien requiere la interpretación de un patrón. En uno y otro caso el habla no tiene carácter lingüístico, pues no hay relación necesaria entre habla y lenguaje. Con este escenario, la lingüística se ha encontrado con dos paradojas: (i) que el lenguaje, que no necesita el habla o expresión sensible, se manifiesta de hecho en el habla, y (ii) que el lenguaje, que no es un sistema de comunicación, se usa para comunicar. Las paradojas son resultado de la psicología cartesiana, que las resolvía recurriendo al Deus ex machina: el lenguaje se adapta a la realidad porque Dios así lo quiere. La psicología científica expulsó a Deus de la máquina, y el problema de la relación entre la mente inextensa y la realidad subsiste; en nuestro caso, la relación entre el significado y los objetos así como el problema de la comunicación entre hablantes usando el lenguaje. Para disolver las paradojas hay que reexaminar los componentes que en ella intervienen. 1. ¿SON EL LENGUAJE Y EL HABLA COMPONENTES COMPLETAMENTE DIFERENTES?

Tanto el lenguaje (sistema de información, sistema de signos) como el habla, son articulados, es decir, contienen elementos discretos que se componen para construir unidades mayores. Esta es la propiedad de articulatoriedad o doble articulación del lenguaje9, ya destacada por Humboldt en el siglo XIX y modernamente por Saussure (Curso de lingüística general, 1916), C. Hockett (Curso de lingüística moderna, 1957) y A. Martinet (1960). En el esquema siguiente aparecen en forma abreviada y en paralelo las unidades del lenguaje y del habla. El nivel I contiene unidades discretas, unidades que tienen un umbral estricto de variación —————— 9 Últimamente, algunos especialistas sostienen que el lenguaje está regido por «el principio de particulación» (Abler, 1989). [34]

continua, pasado el cual se produce (o se percibe) otra unidad. Así, los gestos «labios cerrados» y «glotis sin vibrar» permiten producir el sonido o segmento oclusivo [p]; una abertura mínima de ese gesto produciría otro sonido, el bilabial fricativo [f], que puede adquirir un valor de diferenciación de signos. La variación del sonido [p] al sonido [f], que puede el lector comprobar por sí mismo, es discreta, porque el sonido producido es percibido como algo distinto a [p]. El nivel II es resultado de combinar las categorías de I, pero esa combinación es una articulación o composición, de manera que surgen unidades con propiedades distintas a las de partida. Un nombre combinado con un adjetivo puede formar una frase; varios gestos articulatorios pueden formar un segmento o sonido de habla. Así, «labios cerrados», «glotis vibrando», «velo del paladar subido» producen el sonido [b]. Lenguaje

Habla

I Categorías discretas: N, V, A10, ...,

I Categorías: gestos articulatorios discretos LABIOS CERRADOS, VELO BAJO GLOTIS ACTIVA, ...

II Categorías compuestas: Frase Nominal, Frase Verbal, Frase Adjetiva

II Segmentos, Sílabas, Pies métricos,

Las unidades articuladas discretas tienen otra propiedad importante, que es la de poder ser permutadas. La permutabilidad permite que las unidades de una secuencia puedan cambiar su lugar. Así, los sonidos de la palabra saco pueden aparecer como caso, asco, cosa, ocas, ... Con 4 unidades se podrían formar 4! = 16, con 5 unidades 5! = 80, con 6 unidades, 6! = 480, etc. La permutabilidad de unidades discretas hace posible un sistema abierto y productivo. Desde luego, no todas las permutaciones son posibles, pues las reglas de una lengua imponen restricciones; así, permutando los sonidos de la palabra saco obtenemos scao, que no lo permiten las reglas fonológicas del español. Con ello es posible producir un número indeterminado de palabras, obteniéndose así un lexicón, que es un componente esencial del sistema del lenguaje. Pues la palabra es la unidad que almacena —————— 10 N = nombre, V = verbo, A = adjetivo. [35]

información sobre cómo se pronuncian los sonidos de una lengua, los significados, que luego articulan o componen el significado de las frases, y las propiedades sintácticas de las frases. También la permutabilidad es una propiedad de la sintaxis, un componente del lenguaje. La frase Tres lobos mataron seis corderos admite la permutación de tres lobos y seis corderos y se obtiene Seis corderos mataron tres lobos. También son permutables hombre pobre, persona simple, amigo viejo, y se obtienen frases distintas pobre hombre, simple persona, viejo amigo, etc. La articulación de una secuencia sonidos del habla se realiza con frecuencia de tal manera que algún gesto articulatorio se extiende a los sonidos contiguos. Así, al articular la sílaba tus, el gesto de abocinar los labios de la vocal [u] se anticipa en la articulación de la consonante [t] y se prolonga en [s]. Se conoce este fenómeno como coarticulación. También en el lenguaje hay extensiones de rasgos gramaticales, lo que podríamos llamar coarticulaciones gramaticales. Así, cuando el núcleo de una frase contiene el rasgo PLURAL, éste puede extenderse a los miembros dependientes de la frase. En el siguiente ejemplo, el rasgo plural del núcleo se extiende al artículo y al adjetivo: Lo-s [NÚCLEO árbole-PLURAL s] frondoso-s Otro caso de extensión de este rasgo aparece cuando un nombre l establece una relación de concordancia con el verbo. El verbo también aparece en plural: Lo-s [NÚCLEO árbole-PLURAL s] frondoso-s ardía-n El fenómeno de la concordancia, como así se conoce estas extensiones, es general en las lenguas. Estos paralelismos entre lenguaje y habla no son casuales, y sugieren principios comunes a ambos, lo que apunta a que el habla tiene propiedades del lenguaje. [36]

2. ¿ES EL ESTÍMULO ACÚSTICO INSUFICIENTE PARA CONSTITUIR LA PERCEPCIÓN DE LOS SONIDOS LINGÜÍSTICOS?

La afirmación de la insuficiencia del estímulo forma parte de la caja de instrumentos del idealismo cartesiano, que en su versión chomskiana conduce al innatismo de la Gramática Universal o procedimiento generativo desconectado de la acción comunicativa del hablante. La insuficiencia del estímulo ha sido cuestionada por la teoría de A. Libermann (1985), bien sustentada experimentalmente. Esta teoría sostiene que la percepción de los sonidos lingüísticos produce en el cerebro del perceptor una resonancia idéntica a la de la fuente que produce el sonido. Dicho más directamente: la percepción del habla es un proceso de imitación. Quien percibe el sonido [p] en la palabra pasa del español es porque ya es capaz de reproducir ese sonido, porque sabe articular [p]. Admitir la resonancia o imitación de los sonidos lingüísticos trae como consecuencia que los sonidos lingüísticos percibidos no necesitan ser traducidos o representados en términos de un código de información digital. Saber articular sonidos lingüísticos es un proceso donde la imitación actúa de forma directa. Las experiencias de Libermann apuntalan la tesis de que las propiedades acústicas de los sonidos lingüísticos son producidas por gestos articulatorios discretos. La percepción de estos sonidos es específica y bien diferenciada de otros sonidos no lingüísticos. Esto sugiere que los gestos articulatorios que producen los sonidos del habla son gestos específicos para el habla, y sólo para el habla. Por tanto, los sonidos lingüísticos deben tener carácter lingüístico, y no meramente convencional. 3. ¿ES EL LENGUAJE DE NATURALEZA ENTERAMENTE NO COMUNICATIVA? El lenguaje no es un «instrumento» de comunicación porque no es un sistema de señales, sino de signos arbitrarios. Pero el lenguaje se usa para comunicar cuando transmite información de un destinador a un destinatario. Es aquí donde la lingüística que se ocupa sólo del lenguaje se ve incapacitada para explicar el uso comunicativo del lenguaje. [37]

La comunicación entre hablantes usando el lenguaje consiste en la transmisión de la información almacenada en el cerebro. Los sonidos del habla constituyen el dispositivo preferente que emplea el lenguaje para transmitir información. Un tal dispositivo de comunicación está bien diseñado cuando las unidades no son ambiguas. Los sonidos del habla cumplen bien este requisito porque sirven para distinguir los signos unos de otros. Así, los sonidos iniciales de cada palabra en la serie pata ≠ bata ≠ lata ≠ mata ≠ rata ≠ chata distinguen signos, y tienen, por tanto, valor distintivo. El sistema de información también satisface la propiedad de distintividad, pues permite al hablante formar representaciones no ambiguas. Pero esto es así con alguna modulación importante. Así, la frase Vi a tu padre saliendo del cine puede ser ambigua, y significar: (a) yo vi a tu padre mientras yo salía del cine, o bien (b) vi a tu padre mientras tu padre salía del cine. Pero aunque puede ser ambigua para el oyente, no lo es para el hablante que emite esa locución. El hablante sabe lo que quiere decir. El diseño del lenguaje, sin embargo, permite que esta frase aparezca sin las marcas distintivas del hablante que la ha producido. La vaguedad del significado de muchas palabras, su multiplicidad de significados o polisemia, y la ambigüedad de la percepción son algunas de las propiedades que hacen del lenguaje, pero no del habla, un poco eficiente medio de comunicación. Los sonidos del habla contienen otra propiedad interesante como transmisores de la información. Esta propiedad es la redundancia. Al pronunciar cualquier sonido del español, consonante o vocal, se emplean en realidad más gestos articulatorios de los que son necesarios para que la señal acústica sea distintiva. Así, al pronunciar la u en palabra uno, la parte posterior de la lengua se eleva un poco y se retrae y se coloca cerca del velo del paladar, a la vez que los labios se abocinan algo. Si se suprime el gesto de abocinar los labios, se sigue teniendo el gesto esencial de esta vocal, y entendemos perfectamente que queremos decir uno, y no otro signo. Este gesto es, entonces, redundante. El sistema de información también muestra redundancias propias de un sistema de comunicación. [38]

La frase nominal Pedro en Juan ha golpeado a Pedro es el paciente, lo que hace el agente, Juan. Si permutamos la posición de Pedro y Juan y colocamos en el lugar de Pedro a Juan, las funciones semánticas cambian. Ahora Juan es el paciente. Luego la posición indica si una frase es agente o paciente. Pero además, la preposición a señala que Pedro (o Juan, si hacemos la permuta) es paciente. Luego, la información de que Pedro es paciente es redundante. El francés y el inglés significan esta misma frase sin preposición alguna. Sólo el orden es suficiente. La preposición a en este caso es más redundante de lo parece, porque el español emplea esa preposición para indicar que el paciente es animado, ¡pero el nombre Pedro es ya inherentemente un nombre animado! La respuesta a la pregunta que hacíamos antes es negativa. El lenguaje no es enteramente no comunicativo. El lenguaje parece que ha adquirido algún rasgo propio del habla. Pues el lenguaje contiene, de hecho, signos que funcionan como señales puramente comunicativas. Son todos los signos que configuran lo que Bühler (1934) llamó el campo mostrativo del lenguaje, como pronombres y demostrativos, que dirigen la atención del oyente hacia otras cosas. Contiene, además, formas gramaticales enteramente comunicativas. Así sucede con el imperativo, que sirve para modificar la conducta del oyente. Mostrativos e imperativos son universales del lenguaje. La existencia de señales e imperativos sugiere que en su origen el lenguaje humano pudo tener una raíz comunicativa. Pero las raíces comunicativas del lenguaje podrían ser en el momento evolutivo actual fósiles. La comunicación humana que emplea el lenguaje requiere para ser eficiente de todo el cuerpo: las variaciones del tono de la voz, los gestos faciales, manuales, y los movimientos del cuerpo en general. El lenguaje es, además, sensible al «flujo de la información». Esto quiere decir que a medida que un hablante transmite información a un oyente, la información fluye linealmente a lo largo del tiempo formando una cadena, donde se puede señalar un principio, un intermedio, un fin, etc. En la mente, que es donde se ubica el sistema de información, no tiene sentido decir que la información está [39]

ordenada. La mente, aceptémoslo ahora, es inextensa, no hay derecha ni izquierda, ni principio ni fin. Pero al hablar el orden se impone necesariamente. Por eso el orden patente de los elementos de la oración, sujeto, complemento y verbo, puede estar determinado por el estado del que emite la información. Si lo que se quiere informar es sobre algo conocido por los interlocutores, la información (o el tema de que se habla) suele ir al principio de la cadena de flujo; si es nuevo, suele colocarse al final. 4. ¿SON LOS SONIDOS DEL HABLA CONVENCIONALES O ESPECÍFICOS PARA EL LENGUAJE? Esta pregunta disyuntiva es más difícil de responder, pero es probable que la respuesta recoja afirmativamente la segunda parte, como ya sugerimos al final de la pregunta 2. Si esto es así, los sonidos del habla son adaptaciones específicas para el lenguaje. Una de las cuestiones batallonas que dividen a la lingüística actual es la del papel que tiene la comunicación en el sistema del lenguaje. Una idea clásica sobre este sistema es la que proviene de la psicología cartesiana, que antes hemos discutido. En ésta, el lenguaje declara el pensamiento, es su código etc. Para quienes afirman esto, el lenguaje no tiene relación con la comunicación. Representantes eminentes de esta idea son Saussure y Chomsky, como hemos visto. Otra idea extendida sobre el lenguaje afirma que es un instrumento de comunicación, y sólo es inteligible así. Es la tesis más frecuente entre los funcionalistas. A veces se añade que, además, el lenguaje refleja la experiencia sensible de los hablantes, cómo clasifican los objetos, la distinta manera de percibir el mundo, etc. El representante que más desarrolló estas ideas en el siglo XX fue el polígrafo y polifacético lingüista norteamericano Edward Sapir (1884-1939), para quien «La esencia del lenguaje consiste en el hecho de tomar sonidos convencionales articulados de manera voluntaria, o sus equivalentes, como representantes de los distintos elementos de la experiencia»10. Una tercera idea, que, sin ser ecléctica, toma de las dos anteriores es que el lenguaje pudo surgir históricamente (filogenéticamen—————— 10 E. Sapir (1921), El lenguaje, México, FCE, 1971, pág. 18. [40]

te) de la comunicación, y que evolucionó hasta llegar a ser un componente intelectual de la mente11. Si esto es así, habría dos estratos o componentes en el lenguaje: uno comunicativo y otro intelectivo, o cognitivo. Este último no tiene por qué adquirir la forma de máquina de lenguaje. Lo importante es que lo comunicativo y lo intelectivo pueden coexistir en el lenguaje. Dando como firme la existencia de una función comunicativa para el sistema del lenguaje, podemos hacer frente a la pregunta de si los sonidos del habla son convencionales, como afirman Saussure y Sapir, o bien son específicos del lenguaje. Para que la comunicación entre organismos sea viable, los organismos tienen que saber que una determinada señal pertenece a su código. Así, las llamadas del loro que habita en el jardín desde donde escribo, sé que no forman parte de mi código, pues por mucho que he tratado de imitarlas he sido incapaz de hacerlo; y tampoco he descifrado su significado. En consecuencia, el loro y yo somos incapaces de comunicarnos, a pesar de que el loro me repite «Hola» imparablemente. Ni sus llamadas ni mis palabras son intercambiables: yo no puedo hacer de loro ni él puede ocupar mi lugar. Esta situación es un ejemplo en que no se cumple una condición esencial de la comunicación, la de que los organismos deben poseer un código intercambiable. La intercambiabilidad en los sistemas de comunicación del mundo animal emplean señales naturales, específicas para cada especie, que, con pocas excepciones, no son articuladas (no son doblemente articuladas, como los signos lingüísticos), y que el propio organismo produce sin aprendizaje. Saussure, Sapir y Chomsky han negado algo parecido en los sonidos del habla. Suponen que los sonidos del habla no poseen la naturalidad de las señales animales. y en consecuencia no son sonidos propios del lenguaje, sino que son convencionales. Luego, estos sonidos convencionales necesitan ser traducidos a categorías cognitivas, o rasgos distintivos fonético-fonológicos, proporcionadas de forma innata por la facultad del lenguaje. Esta idea está presente también en la concepción de Jakobson (1941) sobre la adquisición de los fonemas por el niño. Jakobson sostiene que los fonemas de la lengua materna que adquiere un niño —————— 11 La hipótesis contraria es admisible; de un componente intelectual pudo adquirir un valor comunicativo. [41]

no tienen relación con las vocalizaciones y sonidos de la etapa del balbuceo infantil, que nada tendrían que ver con «el habla convencional» (Jakobson, 1941, pág. 215) de los fonemas del lenguaje concreto que finalmente adquirirá. La adquisición de los fonemas a partir del habla convencional, estaría, en consecuencia, determinada por algún factor de maduración biológica del niño. En términos más recientes, habría unas categorías cognitivas innatas que impondrían la constitución de un sistema fonemático al niño. Por tanto, la tesis de la discontinuidad entre balbuceo y fonología infantil está entrelazada con la afirmación de que los sonidos del habla son convencionales y que no proceden directamente del balbuceo. La tesis de discontinuidad ha sido reexaminada y revisada recientemente (en particular por Oller, 2000) en el intento de afirmar la continuidad entre el balbuceo (vocalizaciones y protosonidos no convencionales) y el habla convencional. Esta continuidad apoya claramente la afirmación de que los sonidos del habla no son convencionales, sino surgidos de las vocalizaciones y protosonidos que tienen función comunicativa. Si esto es así, como parece, los sonidos de habla deben ser específicos para el lenguaje y no son convencionales, como supone gran parte de la lingüística del siglo XX. En suma: en la explicación favorecida por Saussure y los que afirman la convencionalidad de los sonidos, para que se cumpla la condición de intercambiabilidad, los hablantes tienen que o bien aprender esos sonidos o bien disponer de algún procedimiento que les permite identificarlos. Los niños que adquieren el español tienen que aprender o identificar que los sonidos de la sílaba pa son sonidos del español, pero que la carraspera y el estornudo no lo son. Pero la tesis de la convencionalidad de los sonidos del habla tiene que duplicar las entidades, pues los sonidos convencionales deben ser traducidos a un código informacional. Por tanto, la tesis convencionalista no es una explicación económica... Una explicación más económica supone que los sonidos del habla no son convencionales, sino específicos del lenguaje, pero fundamentados en la función comunicativa, no en categorías cognitivas o intelectivas. El primer argumento que apoya esta afirmación es que los sonidos del habla son naturales (no cognitivos) porque surgen del balbuceo infantil de forma natural, como sostienen Oller (2000). Si los sonidos del habla son algo natural, propio del lenguaje, entonces no son convencionales. [42]

El segundo argumento se refiere a la percepción. La explicación de cómo percibimos los sonidos del habla es, entonces, más simple, porque el estímulo acústico que llega al oído, siendo específico, no necesita ser traducido a una categoría cognitiva. El estímulo acústico, como sugieren las experiencias de A. Libermann, produce una resonancia directa en el córtex cerebral que activa los gestos articulatorios del sonido de habla percibido. El hecho de que la percepción de los sonidos del habla pueda ser un proceso de imitación o de resonancia causado por el estímulo, que activa en el oyente la reproducción de los gestos articulatorios necesarios para producir esos sonidos, es la base de la intercambiabilidad que exige toda comunicación entre organismos, no solamente en la especie humana. Los sonidos del habla son así enteramente comunicativos y constituyen un código fonético natural. El lenguaje y el habla, por tanto, no deben constituir ámbitos separados, pues uno y otro participan de propiedades comunes. La lingüística de nuestros días, sin embargo, insiste en la separación metodológica de lenguaje y habla, y no sin motivo, pues la lingüística se ocupa del lenguaje como sistema de signos que posee mentalmente un hablante. Sólo como sistema es posible entender el mecanismo del lenguaje, y sólo como sistema el lenguaje es aprendible. Tal sistema es lo que se conoce como gramática. El habla, sin embargo, no es sistemática. El habla somete el sistema a deformaciones individuales, a su estilo, y a su intención comunicativa. El cerebro impone limitaciones al uso del lenguaje y del habla, en particular la memoria a corto plazo, que restringe de forma decisiva tanto la complejidad de los signos como el diccionario mental de un hablante.

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CAPÍTULO 3 El enfoque biológico del lenguaje1 El lenguaje puede considerarse una capacidad (o mejor, un conjunto de capacidades) específica del género humano consistente en la creación de signos (o símbolos) generalmente arbitrarios. Así, palabras como mesa, toro, sol, correr, etc. y locuciones como ¡Abre la puerta!, Hoy llueve, etc. cumplen una variedad de funciones: representan conceptos, dan forma y sentido a la experiencia del hablante, y apelan o actúan sobre otro hablante y transmiten información. Esta capacidad que, por ser productora de signos, debe llamarse semiótica, es compleja como lo es el signo mismo. El signo lingüístico es una relación entre una imagen mental (acústico-articulatoria o visual) y un concepto. En un signo puede haber sonidos específicos, los sonidos lingüísticos (por ejemplo los sonidos [p], [b], [f], [s], [i], [u], [o], del español) que sirven para representar conceptos simples (azul, amargo, rugoso...) o complejos (silla, espejo, león...). Cada sonido de un signo es a su vez una intrincada estructura de elementos físicos, como el sonido [p] de espejo. Para articular el sonido [p] de la palabra espejo la glotis permanece inactiva, los labios cerrados, el aire sale de los pulmones hacia la boca y es retenido en la cavidad bucal para explotar abruptamente. Todos estos gestos articulatorios empleados en la producción de este sonido —————— 1 Publicado en «Temas 5» con el título de El lenguaje humano, de Investigación y Ciencia/Scientific American, 1996. [45]

ejercitan músculos y órganos dirigidos desde el cerebro. Por su parte, los conceptos, como los representados en el signo silla («artefacto, con patas, con respaldo, para sentarse») también se componen de manera compleja. Además, los signos no se combinan de forma arbitraria sino de acuerdo con unos patrones; así, los signos están bien dispuestos en la frase tráeme la silla, pero no en la disposición me silla la trae. El signo sintetiza propiedades sonoras, sintácticas, y semánticas que son exponente de la complejidad del lenguaje. Los conjuntos de signos propios empleados por una determinada comunidad de hablantes son las lenguas o idiomas. Una lengua es una forma particular de representar los conceptos y de dar forma y sentido a la experiencia de un grupo de hablantes. El lenguaje, se ha argumentado a veces, es real porque existe en el individuo como una capacidad; las lenguas, por el contrario, tendrían una «realidad platónica», abstracta, similar a la que tiene la especie en biología (Mayr). Pero tanto el lenguaje como las lenguas son reales. Las lenguas o idiomas, como en general todas las entidades abstractas, colectivas u holísticas2, sólo son reales en la medida en que puedan ser puestas en una situación individual. En el caso de las lenguas, la situación se presenta en los actos de habla que los individuos efectúan con signos particulares en situaciones determinables. En el siglo XIX, el alemán Guillermo de Humboldt (1767-1835), a quien se suele conceder el título de fundador de la lingüística general, sostuvo que el lenguaje era un atributo de la naturaleza física y espiritual del género humano. «Todos los niños», escribe Humboldt, «a menos que una organización anómala se oponga a ello, aprenden a hablar más o menos a la misma edad y con el mismo grado de perfección». Esta observación de los hechos le pareció suficiente al escritor alemán para asentar su tesis. También el lingüista alemán August Schleicher (1821-1868), autor del Compendium der vergleichenden Grammatik der indogermanischen Sprachen (1861), afirmó que el lenguaje, y no las lenguas, es lo real, porque «el lenguaje es la manifestación perceptible al oído de un conjunto de condiciones que se encuentran realizadas en la conformación del cerebro y de los órganos del habla». Schleicher apuntaba la existencia de un principio mate—————— 2 Sobre el holismo en el lenguaje, véase el Capítulo 12. [46]

rial del lenguaje capaz de explicar su diversidad. Hasta tal punto el lenguaje depende del cerebro, insistía el lingüista alemán en un exceso de determinismo, que incluso la diversidad de lenguas es efecto de la diversidad de cerebros. Por los mismos años, escribe Charles Darwin su obra The Descent of Man (1871). En ella considera el lenguaje como una disposición natural del género humano, aunque no un instinto. Para apuntalar su afirmación aporta varias pruebas. Así, indica Darwin que los sordomudos disponen de signos. También, añade Darwin, algunas vocales son expresión de ciertos sentimientos, como el dolor y la sorpresa. Pero sobre todo aporta la prueba del lenguaje infantil, que surge como un instinto: el hombre tiene tendencia instintiva a hablar, como puede observarse en esa singular charla usada por los niños... Por lo que respecta a los niños de diez u once meses, así como a los sordomudos, me parece increíble que sean capaces de conexionar, con la prontitud que lo hacen, ciertos sonidos a ciertas ideas generales, a menos que no se diga que éstas existen formadas en el espíritu.

Estas observaciones de Humboldt, Schleicher y Darwin vienen a establecer la afirmación de que el lenguaje es una propiedad biológica universal de la especie humana, afirmación que algunos lingüistas de hoy proclaman como piedra de toque para la teoría del lenguaje. Otra observación importante que contribuiría a establecer esta afirmación se refiere al hecho de que la gramática de una lengua surge en un proceso de adquisición individual llevado a cabo en un tiempo más o menos fijo, denominado período diacrítico. Durante este período, que se inicia en una edad temprana, alrededor del primer año de vida y se fija básicamente hacia el cuarto año de la vida, el niño internaliza inconscientemente los signos y sus propiedades. Esta forma de aparecer el lenguaje tiene su análogo en el comportamiento instintivo de otras especies animales, como el canto en las aves. El canto se inicia y termina en un cierto momento del desarrollo (período diacrítico), y necesita estimulación exterior para obtener la forma óptima. Lo más llamativo del proceso de adquisición del lenguaje es la forma inconsciente en que se desarrolla este proceso, donde no existe aparente condicionamiento. Esto ha hecho pensar a algunos psicólogos (Eimas, Miller y Gildea) y lingüistas [47]

(Chomsky y su escuela) que deben existir restricciones biológicas internas al individuo hablante que lo conducen necesariamente a fijar la forma y el contenido de los signos y de sus propiedades sintácticas y semánticas. Restricciones que, sin embargo, no han sido determinadas con precisión, salvo las restricciones que impone la memoria al almacenamiento de información en el cerebro, o las que imponen los órganos sensoriales, como límites a la perceptibilidad auditiva. La universalidad del lenguaje junto con su modo de adquisición parecen sustentar firmemente el carácter biológico del mismo. La universalidad del lenguaje no es incompatible con la diversidad de lenguas. Hay que pensar que las capacidades lingüísticas permiten una cierta variación y diversidad relativamente amplia en la constitución de los signos y sus combinaciones. Aceptado que el lenguaje sea una propiedad biológica, el examen científico de esta propiedad suscita inmediatamente cuestiones importantes y de no fácil respuesta como son (i) la cuestión anatómica: ¿Dónde está localizado con precisión este órgano?, ¿Hay estructuras anátomicas y fisiológicas especializadas?; (ii) la cuestión filogenética: ¿Cómo se ha originado en la especie?; (iii) la cuestión ontogenética: ¿Cómo surge en un individuo?; (iv) la cuestión genética: ¿Está genéticamente determinado?3, y finalmente (v) la cuestión evolutiva: ¿Tiene el lenguaje una historia evolutiva? La cuestión anatómica en la actualidad puede responderse en términos amplios y no suficientemente precisos, ya conocidos desde la segunda mitad del siglo XIX a partir de los descubrimientos del francés Paul Broca. Este médico descubrió que las lesiones en el hemisferio izquierdo del cerebro producen trastornos relativos a los aspectos motores del habla (por ejemplo, alteran la producción de palabras). Hoy sabemos que también estas lesiones hemisféricas pueden afectar a la estructura de las frases, por ejemplo, en ciertas ocasiones estos enfermos pierden la concordancia de número entre sujeto y verbo Pero hay que notar que en cualquier caso estas lesiones afectan a la actuación lingüística del hablante, y no al saber lingüístico o competencia lingüística, la capacidad que permite formar una representación mental de palabras y oraciones así como de hacer juicios sobre el sentido y la forma de las palabras y frases. En —————— 3 Véase Capítulo 4. [48]

fin, Geschwind ha precisado que el giro supramarginal del cerebro es una estructura que se encuentra más desarrollada en el hombre que en otros primates, lo que pudiera ponerse en relación con la especificidad del lenguaje humano. Otras estructuras cerebrales, como el cerebelo pudieran estar involucradas en aspectos lingüísticos, pero su papel en el lenguaje no es todavía suficientemente conocido. A pesar de estos esfuerzos de la neurología por localizar las funciones lingüísticas, un teoría de la localización estricta de las propiedades del lenguaje parece inviable, como ya indicó Edward Sapir (1921) porque «el lenguaje como tal no es y sin duda no puede ser localizado, pues está hecho de una peculiar relación simbólica, fisiológicamente arbitraria, entre todos los elementos de la conciencia y los otros tractos cerebrales y nerviosos». En cuanto a las estructuras no cerebrales que intervienen en el habla, como la laringe, algunos investigadores sostienen que la posición baja de la laringe en el hombre (en comparación con la posición alta en otros primates) y la lengua libre dentro de la boca constituyen adaptaciones específicas para producir sonidos lingüísticos. Más bien parece tratarse de preadaptaciones empleadas secundariamente para la producción del sonido Aunque ninguna de las cavidades y órganos que intervienen en la producción de los sonidos lingüísticos es propia para ese fin, los gestos articulatorios son tan precisos que parece increíble que no sean específicos para el lenguaje. En otra dirección, la percepción del sonido lingüístico es categórica, esto es, un estímulo físico continuo es percibido de forma discreta. Pero esta característica de la percepción tampoco parece ser exclusiva del hombre. La cuestión filogenética o de los orígenes del lenguaje fue debatida apasionadamente durante el siglo XVIII (por Rousseau, Diderot, Condillac así como por los alemanes Hamann y Herder, entre otros) y parte del XIX (entre ellos el alemán Fichte), antes de la aparición de la teoría darwinista. La inexistencia de cualquier forma de consenso aceptable debió de obligar a los estudiosos a olvidar el tema y en 1866 la Societé de Linguistique de Paris prohibió cualquier comunicación sobre él. A partir de los años 70 del siglo XX se ha vuelto a reabrir la cuestión. Así, la New York Academy of Sciences celebró en 1976 un extraordinario simposio sobre los Orígenes y la Evolución del Lenguaje, además de los que periódicamente celebra la Language Origins Society. Ahora la cuestión de los oríge[49]

nes puede ser discutida con datos aportados por la paleontología, la arqueología, la biología molecular, la anatomía comparada, la psicología animal y la lingüística. Todas estas disciplinas se aúnan y se enfrentan al hecho de la evolución biológica y a su teoría más aceptada, la de la selección natural de Darwin (1859) dentro de la denominada teoría sintética de la evolución (T. Dobzhansky, Ayala, G. Stebbins y J. Valentine, 1980). Se han propuesto dos hipótesis, una dentro del marco estricto neodarwinista y otra alejada de él. La primera, tiene su origen en el propio Darwin, a propósito de los instintos animales. El lenguaje, según esta hipótesis que llamaré hipótesis seleccionista, es una capacidad sobre la que ha actuado la selección natural y en consecuencia es un rasgo de adaptación al ambiente, tiene propiedades funcionales y eficacia biológica. La segunda hipótesis (Chomsky y su escuela) sostiene que el lenguaje es sólo un sistema computacional que ha surgido por una única mutación, como una propiedad emergente en un momento dado de complejidad biológica. Este sistema computacional es, según esta hipótesis, inmune al ambiente, no tiene propiedades funcionales y carece tanto de valor adaptativo como de eficacia biológica. En suma, el lenguaje sería una capacidad surgida de forma casual. Llamaré a esta hipótesis emergentista. La valoración de las dos hipótesis es un tema que en la actualidad mantiene divididos a psicólogos y lingüistas en dos campos: el campo funcionalista y el campo formalista. En efecto, una y otra hipótesis contienen pruebas de apoyo. Ciertamente, a favor de la hipótesis emergentista está el hecho de que el lenguaje es un sistema de representación objetivo (lo que la lengua alemana expresa con la palabra Darstellung) de los objetos: con los signos presentamos vicariamente la realidad, y en consecuencia, el lenguaje puede considerarse como un órgano de conocimiento. Ésta es la idea de toda la epistemología racionalista y aun empirista, y en estos años ha sido ardientemente defendida por Karl Popper. Pero el lenguaje no sólo es representación conceptual, ni en sus orígenes ni en su actual momento evolutivo. También es una forma particular de representar la experiencia humana y un medio de apelar o actuar en el oyente, pues todo acto de habla es un intento de influir en otro hablante. Además, la hipótesis emergentista provoca una aparente dificultad al neodarwinismo, y se alinea con las frecuentes críticas que se hacen al (falso) panseleccionismo que se atribuye a Darwin (por [50]

ejemplo Gould4, Eldredge, Lewontin y otros, partidarios de la teoría de la evolución del equilibrio puntuado). La hipótesis emergentista favorece la idea de que el lenguaje es sólo un sistema individual de representación, poco eficaz para su empleo en la apelación y en la cooperación de grupo. El lenguaje, en suma, es una propiedad rara y en cierto modo arbitraria en la constitución biológica del individuo. Pero esta arbitrariedad que se atribuye al lenguaje es contraria al sentido común antropológico. ¿Cómo, entonces, evaluar ambas hipótesis? Un modo frecuente de abordar la evaluación de hipótesis es el de sopesar la mayor o menor simplicidad así como su compatibilidad con otros marcos teóricos que hayan sufrido una contrastación empírica. Me parece que la hipótesis emergentista presenta tantas o más complicaciones que la hipótesis seleccionista y en estas páginas voy a argumentar en este sentido. La hipótesis emergentista supone que el lenguaje (aunque en realidad bajo este término quieren referirse a un componente complejo del lenguaje como la sintaxis) se ha producido por una mutación genética reciente, concomitante a una estructura cerebral notablemente diferenciada en un cerebro hipertrófico, de más volumen en relación con los otros órganos del cuerpo. Pero esta mutación no resulta verosímil. Una capacidad compleja como el lenguaje no es probable que sea resultado de una sola mutación. Además, es sumamente difícil que «el lenguaje» se haya producido en una mutación beneficiosa, porque (i) las mutaciones surgen independientemente de si son beneficiosas o dañinas para el portador, y (ii) las mutaciones recién aparecidas es probable que sean más nocivas que beneficiosas (Ayala y Kiger). La hipótesis seleccionista, por su parte, presenta dificultades menos insuperables que la emergentista, aunque no es fácil precisar el ambiente que favorece la aparición del lenguaje ni cuantificar su eficacia biológica tal como demanda la teoría biológica. En general, Darwin notó las dificultades que las disposiciones y los instintos animales (que definía como acciones que no requieren experiencia) suponían a la teoría de la selección natural. Las dificultades radican en (i) casos en que no podemos ver cómo se ha originado el instinto, (ii) casos de discontinuidades, donde no dis—————— 4 S. Gould, The Strucuture of Evolutionary Theory, Harvard University Press, 2002. [51]

ponemos de restos fósiles intermedios, (iii) casos en que la poca importancia del instinto no hace pensar que la selección haya podido actuar, y (iv) casos en que el mismo instinto aparece en especies tan remotas que la presencia de un progenitor común no los explica. Los casos (i) y (ii) están bien ejemplificados por el lenguaje humano. ¿En qué medida, entonces, puede la selección natural explicar la aparición del lenguaje? La respuesta podría ser que la selección natural explica la filogénesis del lenguaje en la medida en que pueda mostrarse que el lenguaje posee propiedades funcionales de diseño el (y no sólo computacionales) y propiedades formales. Esto implica que una capacidad (o un conjunto de ellas) compleja como es el lenguaje difícilmente puede ser resultado de la selección natural a menos que se haya producido por una acumulación lenta y gradual de variaciones favorables. Puede bien decirse a los que rechazan la teoría de la selección natural para el lenguaje lo mismo que respondió Darwin a Moritz Wagner a propósito de un órgano «bien diseñado», como el ojo: si no hay selección natural no se puede explicar la formación del ojo en un organismo. Se puede aducir en relación con la objeción segunda de Darwin que las líneas evolutivas colaterales al hombre pueden apoyar la idea de que debieron de existir individuos con pre-lenguaje. Esto se deduce de la investigación de antropólogos y psicólogos en las tres décadas pasadas (Premack, Gardner, Rumbaugh y otros) sobre las capacidades de los póngidos (en concreto del chimpancé Pan Paniscus o bonobono) que pueden aprender (si bien con bastantes limitaciones) un lenguaje con propiedades lingüísticas del lenguaje humano5. El sustrato común al hombre y a estos primates, que permitiría esta posibilidad en Pan Paniscus, es que comparten categorías semánticas como Agente y Paciente. La categorización es una función común a las especies animales, y es en este terreno (y no en el de las señales animales) donde ha de verse la común ascendencia cognitiva entre hombre y animal. Pero además el lenguaje humano convierte esas categorías semánticas en categorías sintácticas que permiten, por ejemplo, la productividad lingüística. Seguramente sea la presencia de las categorías sintácticas el paso novedoso que distingue el lenguaje humano de otras formas de cognición; pero las categorías sin—————— 5 R. y B. Gardner, Sobre el lenguaje de los antropoides, Madrid, Siglo XXI, 1976. [52]

tácticas deben verse como continuación de las semánticas y no suponen un «salto de la naturaleza». Algo que pasa por alto sin explicar la hipótesis emergentista, pero sí explica la hipótesis seleccionista es que el lenguaje no es un atributo arbitrario de la especie. El lenguaje tiene un sentido antropológico sólo cuando se considera al individuo humano evolucionando y formándose dentro de un grupo. En efecto, un lenguaje humano privado (un mero órgano de representación para el pensamiento individual) tal como sostiene la hipótesis emergentista es una noción contradictoria, porque los signos lingüísticos de un lenguaje humano son representaciones efectivas dentro de un grupo humano. La actividad de entender y razonar sólo se desarrollan en el intercambio social. El lenguaje o la razón, que para los filósofos griegos venía a ser lo mismo, no es una actividad privada, sino una actividad dentro de una tradición social. O dicho de otra manera, el verdadero sentido del lenguaje, como insitía G. de Humboldt, es el diálogo, no el monólogo. ¿Qué valor biológico puede tener entonces al lenguaje? Este valor puede hallarse en las tres operaciones básicas que permite el lenguaje, las cuales se dan en grado diverso en otras especies: (i) la representación de los conceptos, (ii) la clasificación o conceptualización de las cosas y (iii) la apelación o comunicación. El lenguaje es un sistema de representación semiótica que permite formar imágenes mentales de los objetos exteriores. Esta «cartografía» es una forma del comportamiento exploratorio del animal que hace posible anticiparse a acciones futuras. Pero el lenguaje representa los objetos mediante signos, nunca el signo es representación directa del objeto, sino que el signo remite a otros conceptos más generales y básicos que permiten aplicar el signo a todos los casos posibles. Por ejemplo, la palabra «silla» representa el objeto silla al evocar los conceptos antedichos (artefacto, con respaldo, con patas, para sentarse, ...) que permiten a un hablante identificar un objeto nuevo o no conocido previamente. Segundo, la categorización lingüística permite aumentar la velocidad y la precisión de las operaciones mentales así como dar sentido al mundo. Finalmente, la apelación al oyente hace posible la cooperación entre individuos esencial en la supervivencia y desarrollo de grupos amplios. Este valor biológico se hace patente en la presencia de propiedades de diseño, es decir de propiedades funcionales y pragmáticas en el signo lingüístico. Una primera propiedad de diseño, es la do[53]

ble articulación. Consiste ésta en que el signo es analizable en unidades mínimas sin significado (los sonidos) que se combinan para representar un número indefinido de unidades dotadas de significado. Por ejemplo, con los sonidos [s], [o], [c], [a] construimos palabras como saco, caso, cosa, ocas... La eficiencia de un sistema doblemente articulado es clara, pues con un conjunto finito de elementos constituimos un conjunto potencialmente ilimitado de palabras. Además, un valor añadido a esta dualidad de articulación reside en que pueden almacenarse en la memoria muchos más signos que si éstos no fuesen articulados. En efecto, un signo se hace distinto de otro con sólo cambiar una unidad de sonido en una determinada posición, como por ejemplo casa, gasa, tasa, masa, rasa... Las señales animales, que no son signos, no son articuladas, y en consecuencia, su repertorio es muy limitado. También pueden considerarse «propiedad de diseño» las categorías gramaticales como artículo, nombre, adjetivo, verbo, etc. que permiten la formación de patrones o tipos de frases y oraciones. Las oraciones gramaticales como Pedro lee y El sol brilla son copias del tipo de oración formado por las categorías gramaticales N V y Art. N V. Las categorías gramaticales permiten formar patrones abstractos que sirven como modelos para la formación de un número potencialmente indefinido de copias. Las categorías gramaticales, en número mucho más limitado que los sonidos lingüísticos, suponen una economía decisiva para el almacenamiento de unidades en la memoria. En efecto, una oración gramatical o una frase —que son categorías gramaticales— no son entidades únicas e individuales que el hablante tiene que memorizar, sino copias de un tipo. Pero no sólo a esto sirven las categorías. Las categorías gramaticales permiten establecer generalizaciones (o reglas gramaticales) con diversas funciones. Una propiedad formal de las reglas gramaticales es su productividad, que permite crear un número potencialmente ilimitado de frases mediante la inserción de una frase dentro de otra. Esta propiedad se denomina recursividad6. Así, al nombre instrumento que forma una categoría gramatical «frase nominal» o FN se le pueden añadir un número potencialmente ilimitado de frases complementarias del tipo FP («frase preposicional»), una «dentro de otra». Por ejemplo, la frase nominal Un instrumen—————— 6 La recursividad es una propiedad fundamental de la lingüística formalista de Chomsky. [54]

to de metal de las minas de América tiene tres categorías FP de metal, de las minas, de América. Las dos últimas frases preposicionales están insertadas dentro de la frase (instrumento de metal), que es una FN, por medio del nombre metal (instrumento de (metal de las minas)), y la tercera FP dentro de la segunda por medio del nombre minas (instrumento de (metal de (las minas (de América)))). Este tipo de construcción gramatical es posible gracias a la sustitución recursiva («repetida») que tienen las estructuras gramaticales. En este caso, la categoría FN está constituida por la combinación de dos categorías N y FP (instrumento de metal), y a su vez la categoría FP está constituida por las categorías P y FN. Así pues, una FN contiene una FP, y esta FP contiene una FN, que a su vez contiene una FP, y así indefinidamente. Las categorías gramaticales permiten desde el patrón FN = N FP y FP = P FN (donde el signo «=» significa «está constituido por») producir por sustitución recursiva un número ilimitado de frases. Sin duda, esta es una propiedad formal de la gramática con una eficacia enorme, pues permite producir un conjunto ilimitado de copias sin ningún costo para la memoria del organismo. Los signos lingüísticos, que son las unidades constitutivas del lenguaje, están formados por sonidos lingüísticos que se emiten en un continuo temporal como si fuese una cadena, pero se perciben categóricamente. Hay varias posibilidades lógicas de encadenar los sonidos, por ejemplo las cadenas [pft], [pttk], [pls], [pla], [pal]. Las dos primeras cadenas parecen ser excluidas universalmente, la tercera es posible y las dos últimas existen en el español, como en otras lenguas no relacionadas. La diferencia entre estas cadenas fónicas unitarias (o sílabas) radica en que no todos los sonidos que las forman son igualmente perceptibles. Para que se forme un racimo de sonidos en cadena fónica al menos debe haber un sonido más perceptible que los otros. Este principio de perceptibilidad relativa, debido al lingüista alemán Edward Sievers (1901) y elaborado por el danés Otto Jespersen (1904), es un rasgo funcional y casi necesario en un medio fónico dirigido a un receptor, porque establece que los signos deben ser claramente percibidos por otro oyente. En general, las unidades fónicas están sometidas al principio de polaridad (Jakobson y Halle, 1956). Este principio recoge el comportamiento de las categorías fónicas que componen los signos. Al percibir un signo como pata el hablante percibe el sonido [p] como distinto de otros sonidos posibles en ese contexto, bata, mata, chata, lata, etc. La distinción entre [b] y [m] se debe a la ausencia de [55]

resonancia nasal en [b] frente a su presencia en [m]; la distinción entre [p] y [b] se debe a que las cuerdas vocales vibran mientras se cierran los labios en [b], pero no vibran en [p]. Estas distinciones implican un elección entre dos términos polares, es decir, términos que se oponen por una propiedad o rasgo diferencial. Esta elección es, además, distinta de otras oposiciones. El principio de polaridad muestra un claro sesgo de diseño, porque restringe a una elección sólo binaria las posibilidades de distinción entre signos. Como consecuencia, la percepción de los sonidos lingüísticos por el oyente resulta facilitada. También la morfología y la sintaxis del lenguaje muestran propiedades de diseño que hacen que las palabras y las oraciones estén a veces sometidas a facilitar al oyente el significado y la comprensión de aquéllas. Un principio de diseño que rige la forma de palabras y oraciones es la iconicidad7. Un signo (o una serie de ellos) es icónico cuando hay un parecido material entre el vehículo del signo (por ejemplo, los sonidos o la disposición de los signos) y el objeto o situación que representa. Por ejemplo, algunas lenguas forman conceptos plurales repitiendo la palabra. Así en el idioma quechua, hablado en Perú, una sola palabra runa, «el hombre», expresa el singular, pero repetida runa runa, expresa el concepto «mucha gente»; sacha, «bosque»; sacha sacha, «boscaje», etc. El yoruba, lengua del África occidental expresa el singular como afa buruku, «una mala costumbre» y en plural afa buruku buruku, «malas costumbres», mediante repetición. El nahuatl (o azteca), lengua americana hablada en México, dice tlania, «pedir», pero si es pedir con insistencia repite la primera sílaba tlatlania. También la disposición de los signos en la oración puede ser icónica, y en este caso constituyen lo que el filósofo Peirce denominó un diagrama. Por ejemplo, es general que el sujeto de la oración declarativa transitiva preceda al objeto, como por ejemplo en la frase Pedro escribe un libro. El sujeto gramatical de estas oraciones es a menudo tanto un agente que inicia una acción como una entidad especialmente significativa para el hablante (lo que se denomina tópico o tema), mientras que el objeto es el término de la acción. Así toda palabra o frase que el hablante quiere destacar o realzar al oyente, el tópico de la oración, se disponen en primer lugar, como —————— 7 Véase Capítulo 11. [56]

por ejemplo A Pedro le duele la cabeza (frente a Le duele la cabeza a Pedro), El tren no ha llegado todavía (frente a Todavía no ha llegado el tren). Otro rasgo icónico de las frases es la disposición del objeto respecto del verbo, que en la mayoría de las lenguas van siempre adyacentes, bien detrás del verbo como en la oración Pedro escribe una carta, bien delante del verbo como en Pedro la escribe. Esto se debe a que el verbo y el objeto forman una unidad de significado, que la disposición sintáctica preserva por iconicidad que mantiene unidos lo que es unidad semántica. Además, el objeto se sitúa preferentemente delante del verbo, porque el objeto constituye el centro o foco del contenido que se dice del sujeto; mientras que el verbo introduce un fenómeno o sirve de fondo para la relación entre sujeto y objeto. En suma: el orden natural y más general de los elementos de la oración declarativa transitiva es el que coloca primero el sujeto que inicia la acción, después el objeto o término de la acción y en tercer lugar el verbo: S O V. Este orden natural, regulado por principios de iconicidad y expresividad, es el orden más frecuente y lo encontramos en varias familias lingüísticas como la altaica, caucásica, dravidiana, chinotibetana, la familia papúa de Nueva Guinea, la familia atabascana, la familia uto-azteca y en el vasco, que es un islote lingüístico. No hay que pensar sin embargo que las propiedades de diseño del lenguaje operan en el hablante de modo independiente. Por el contrario, todas están integradas en una totalidad o principio energético (en el sentido de la palabra griega ejnevrgeia, actividad) conducente a dar significado a toda la actividad lingüística del hablante, que es lo que verdaderamente constituye el lenguaje. En conclusión, podemos afirmar las palabras del biólogo Francisco J. Ayala (1980) acerca de la filogénesis del lenguaje humano en la que ha habido «un desarrollo progresivo que probablemente duró cientos de miles o millones de años... La aparición gradual de propiedades funcionales... es una característica de la evolución, que es un proceso más o menos continuo». La cuestión ontogenética o cómo surge el lenguaje en el individuo admite también dos amplios planteamientos: el cognitivista computacional y el funcionalista. Para los primeros (Chomsky y su escuela), la máquina de lenguaje es innata, pues, afirman, se desarrolla paulatinamente en el niño hasta que se fija. El lenguaje se adquiere y no es aprendido. El ambiente estimula la adquisición, pero no la determina. Este programa de investigación innatista supone que no hay más que un lenguaje humano (y por tanto una sola [57]

gramática universal, que es un procedimiento de computación o máquina de Turing)8 y que la variación en la forma externa de las lenguas es irrelevante. Las variaciones de la estructura lingüística de las lenguas se deberían a variaciones mínimas compatibles con la máquina de lenguaje o gramática universal. Para el innatismo no hay, ni puede haber, una teoría del aprendizaje de la lengua. La tesis innatista se basa en el «método de la defensa», es decir, es una manera favorable de considerar un punto de vista sobre la ontogénesis del lenguaje y de las capacidades humanas en particular. Esgrimiendo el argumento cartesiano de la insuficiencia del estímulo, los innatistas defienden que el lenguaje sólo es posible entenderlo como propiedad innata específica de los individuos. Por su parte, el enfoque funcionalista del lenguaje (véase Capítulo 11) se fija en las propiedades que pueden hacer que el lenguaje sea aprendible, sin emplear un aparato teórico tan insatisfactorio como el de la máquina de lenguaje. Las propiedades funcionales o «cognitivas naturales» del lenguaje son un apoyo decidido a la aprendibilidad del lenguaje. Por ejemplo, la cadena de sonidos del habla se agrupa en sílabas, que son grupos de sonidos donde uno es más perceptible que otros; los signos se diferencian por el principio de polaridad; el orden natural de las palabras en la oración se rige por principios icónicos etc. El programa innatista no tiene en cuenta ni la capacidad de imitación (véase Capítulo 7) ni que en el aprendizaje de una lengua el estímulo verbal es frecuentemente controlado por el ambiente, por ejemplo por los cuidadores de los niños, que emplean un lenguaje especial para dirigirse al niño, el llamado «lenguaje aniñado». En fin, un procedimiento cognitivo como la analogía, cuando actúa en condiciones determinables, explica que los niños produzcan expresiones nuevas «incorrectas» y no oídas a sus cuidadores, como El perro se ha morido, El gato comiba un ratón, etc. En estos casos la mayor frecuencia de un paradigma (conjunto de formas que sirven de modelo) se impone a otras formas menos frecuentes. La cuestión genética ha sido explícitamente planteada por la hipótesis emergentista que acompaña al cognitivismo computacional. Para la hipótesis emergentista, la capacidad del lenguaje es única y es la misma (invariante) para todos los individuos hablantes norma—————— 8 Véase Capítulo 12. [58]

les, y hay un gen que la determina. Esta hipótesis no es cierta en sentido estricto, pues de hecho la capacidad lingüística puede no ser la misma en todos los individuos; hay diferencias (es decir, variación) entre los individuos hablantes, diferencias biológicamente esperables. Por ejemplo, hay diferencias en la percepción de los sonidos dentro de hablantes de una misma lengua, en la interpretación de las oraciones hay distintas velocidades en la adquisición del lenguaje, o distintas pronunciaciones de los sonidos. Pero esta variación dentro del genotipo no falsa la hipótesis, la de una capacidad lingüística genéticamente determinada. La invariancia que se propone para esta capacidad no es sino una idealización de la cuestión. En otros términos, es como decir que una persona tiene sólo dos piernas y dos brazos (y no alas, por ejemplo), pero las piernas y los brazos no son idénticas para todo el mundo. Sin embargo, la hipótesis emergentista exige además una sola gramática universal. Esto implica otra idea más fuerte, y ésta es que sólo hay un genotipo normal (invariante) para el lenguaje, que da origen a un solo tipo de gramática. Dentro de este genotipo normal invariante no se podrían dar variaciones que den origen, por ejemplo, a gramáticas distintas. Las variaciones que se encuentran en las gramáticas de las lenguas observables no se deben, según la hipótesis, a variación genética. Por ejemplo, que las lenguas difieran respecto de la posición del objeto del verbo, V O o bien O V. Por el lado de la genética, esta exigencia no es compatible prima facie con el hecho de que los genotipos humanos son múltiples. En efecto, en el año 1990 se ha informado tanto por J. A. Hurst y cols. como por M. Gopnik de la existencia de una patología del desarrollo del lenguaje que apoya la existencia de otro genotipo para la adquisición del lenguaje. Se trata de la existencia de una disfasia evolutiva que afecta a varios miembros de una misma familia. El término disfasia9 cubre cualquier deficiencia (evolutiva o adquirida) cognitiva que impide entender, hablar, leer o escribir. Esta alteración daña un aspecto de la competencia lingüística e impide adquirir reglas de la morfología (en este caso del inglés) y ha sido denominada «ceguera para los rasgos morfológicos». Esta alteración genética autosómica (que no está ligada al sexo) confirmaría que la capacidad para —————— 9 Su pertinencia para los mecanismos de adquisición/aprendizaje del lenguaje es elevada. Véase H. Clahsen, Child Language and Developmental Dysphasia, Amsterdam, J. Benjamins, 1991. [59]

adquirir la gramática está genéticamente determinada, pero también probaría la existencia de otro genotipo, junto al genotipo normal. Esta variación entre genotipos no se ajusta a la hipótesis emergentista, que sólo prevé variación dentro de un genotipo. Si hay al menos dos genotipos, uno de los cuales afecta a un aspecto de la adquisición de la gramática (la concordancia de número y la de tiempo en el verbo) es posible que haya otros genotipos que contengan otros aspectos de la gramática e incluso que puedan dar lugar a algunas propiedades observables que diferencian las gramáticas humanas. Para concluir, ¿Tiene el lenguaje humano una historia evolutiva?, ¿hay en la actualidad lenguas o familias de lenguas que reflejen una fase más antigua que otras? La respuesta a esta cuestión depende de la reconstrucción hecha mediante la comparación de las distintas familias que existen en la actualidad. La reconstrucción puede llegar hasta una fecha razonable de entre 4000 y 8000 años antes del presente. La comparación de lenguas es capaz de encontrar en las lenguas actuales pruebas que hacen pensar en la existencia de reliquias de los más antiguos estratos del lenguaje. Por ejemplo, el orden de palabras más natural y frecuente, como hemos dicho arriba, es el que sitúa primero el sujeto agente, S, (que es normalmente el tópico de la oración), luego el objeto, O, (el término de lo denotado por el verbo) y finalmente el verbo, V. Este orden es además el que aparece en algunas lenguas mixtas (pidgins o lenguas «pichin»), como el pidgin de Hawai, que es una forma lingüística simplificada. Este orden de palabras es plausible considerarlo como el históricamente más antiguo de todos los órdenes posibles de las palabras. Pero este orden ha sido con alguna frecuencia modificado. Algunas familias lingüísticas han ido adquiriendo a lo largo de varias centenas o miles de años el orden S V O, como sucede con el pidgin de Hawai cuando se hace estable en su forma de lengua criolla. Esto es lo que ha sucedido en algunas lenguas descendientes de la familia lingüística Indo-Europea. El verbo, que en el orden más antiguo estaba en tercer lugar pasa a ocupar el segundo lugar en las lenguas germánicas. Este salto puede obedecer a una intención de realzar el predicado (o su parte principal) para dar viveza a la acción del verbo. En algunos casos el verbo puede situarse en primer lugar, dando origen al orden V S O, que es el que aparece en algunas pocas lenguas actuales, como las lenguas célticas que descienden también de la familia Indo-Europea. La evolución del lenguaje en este caso se mueve en la dirección SOV > SVO – VSO. [60]

Puede decirse también de algunas formas gramaticales que son más antiguas que otras. Como sucede en algunas lenguas americanas actuales, parece que el antiguo Indo-Europeo tuvo un modo particular de establecer la relación entre el sujeto y el predicado basado en la clasificación de los nombres. Los nombres clasifican la realidad en seres animados o inanimados y se combinaban con verbos que denotaban acción o estado respectivamente. Esto es parecido a lo que sucede cuando el nombre animado gato es sujeto del verbo beber en la frase El gato bebe leche, pero no La leche bebe el gato, mientras que el sustantivo inanimado leche es sujeto del verbo hervir en La leche hierve. Este procedimiento caracteriza un tipo de lenguas que se denominan activas-estativas de la tipología de Klimov (1974) y caracteriza a varias lenguas aborígenes de América, como el grupo de lenguas Algonquinas. Por ejemplo, la frase de la lengua algonquina fox eh-kiwi-n-a-m-oht-ati-wa-ch(i) «entonces ellos juntos mantuvieron (a él) en vuelo desde ellos», que aparece con sus elementos constituyentes entre guiones, tiene el verbo —kiwi—, que indica movimiento indeterminado, concurriendo con las formas —wachi— que indican tercera persona sujeto personal animado. El antiguo Indo-Europeo parece que fue una lengua activa, pero en un momento posterior de su desarrollo abandona este sistema de concordancia sujeto-predicado en favor de un sistema que marca el sujeto del verbo transitivo y el del intransitivo con el caso nominativo y el objeto con el caso acusativo10. En este sistema, denominado acusativo, el verbo rige o determina los nombres que forman la frase, como en la frase latina Puer puella-m (Ac.) amat «el niño quiere a la niña», donde la marca -m señala el caso acusativo. Esta marca del objeto acompaña casi simultáneamente la aparición de la voz pasiva, construcción gramatical que sirve para realzar el objeto, Puella amatur, «la niña es querida». Los cambios en el orden de las palabras y en el sistema de marcas del sujeto y el objeto no parecen ser fortuitos. Es posible que al realzarse el verbo en el orden SVO, VSO colocándose en la posición primera o segunda, y alejarse el objeto de su posición de relevancia hasta el último lugar, se necesitase una marca en el verbo. El cambio de una lengua activa en una lengua «acusativa» donde el verbo «manda» a sus argumentos ha debido de tener lugar en —————— 10 El español continúa esta tendencia y diferencia el nominativo (yo, tú, él) del acusativo (me, te, lo). [61]

un período de tiempo grande y parece indicar una dirección en la evolución del lenguaje, desde una fase previa donde la clasificación era una operación relevante y sensible hasta una fase alejada de la clasificación y con predominio de una relación formal entre los elementos de la frase. Otra aparente reliquia es la inexistencia en algunas lenguas de unidades de subordinación (como por ejemplo la forma que del español, en Digo que voy), que encontramos en algunas familias lingüísticas. Así, la lengua caribeña pemon, de la familia de lenguas americanas hablada en Venezuela, señala el subordinante con una pausa (representada aquí con «:»), Te-pai pra edai: taure-da expresión que literalmente es «no quiero ir: digo», es decir, «digo que no quiero ir». Esta estructura sin subordinante también aparece en lenguas que tienen subordinante, por ejemplo, en español Creo no pueda ir mañana. El subordinante es una marca que aparece en un desarrollo posterior a partir de una etapa en que no hay subordinación. Estos hechos no se compaginan con la hipótesis emergentista, para la que el lenguaje no tiene historia evolutiva. La hipótesis emergentista sostiene que el lenguaje humano está fijado genéticamente. La diversidad lingüística que encontramos en el mundo se debería, según la hipótesis, a causas accidentales como la arbitrariedad del signo lingüístico que asocia así sonidos con significados, o bien a restricciones, llamadas parámetros (que sobrepasan la gramática computacional innata) como la necesidad o no de que la oración tenga un sujeto léxico, la posición del verbo en la oración y otras. Estas modificaciones observables en el tiempo, ¿son o no reversibles? ¿Evoluciona el lenguaje en los grupos humanos o son alteraciones superficiales de las unidades lingüísticas?, ¿tiene la evolución del lenguaje alguna dirección? En algunos casos parece posible afirmar que los cambios que se producen a lo largo del tiempo son irreversibles. Por ejemplo, sonidos consonánticos como [k], [p], [s] pueden mutar en el sonido [h], que se articula como el sonido inicial de la palabra inglesa hill «colina», pero la mutación inversa es extremadamente rara. También se ha observado el cambio de un sistema activo a un sistema acusativo con voz pasiva, pero no el cambio en sentido contrario. Esto hace suponer que algunos cambios lingüísticos no son sólo alteraciones superficiales de un sistema, sino modificaciones profundas que pueden ocasionar tipos de gramáticas con propiedades opuestas como presencia de voz pasiva frente a su ausencia, indicación de tiempo en los verbos de la frase [62]

frente a indicación del modo en que se desarrolla una acción, etc. Algunos cambios manifiestan una dirección hacia la simplicidad, como la mutación de una consonante como [t], donde hay articulación bucal, en [h], que carece de articulación bucal; otros cambios, sin embargo, constituyen una aparente complejidad, como la adquisición de unidades de subordinación. En fin, no es descabellado suponer la hipótesis de que las gramáticas de las lenguas evolucionan modificando a veces de forma radical la estructura previa, aunque siempre en períodos extensos de tiempo miles de años.

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CAPÍTULO 4 La máquina de lenguaje y los genes La lingüística1 y la biología2 actuales afirman que «la máquina de lenguaje», que, como hemos visto en el Capítulo 2, es considerada distinta del habla o de los sistemas de actuación verbal, tiene una realidad mental, y neurofisiológica en el individuo. Es, se cree, un componente biológico más del hombre. La justificación de esta creencia es sin embargo indirecta, no inmediata. Guillermo de Humboldt3 insistía, dentro de sus afirmaciones y especulaciones a veces contradictorias, en el lenguaje como órgano del pensamiento, y también como parte de la naturaleza humana. El siglo XIX pareció dar la razón a Humboldt cuando el médico francés Broca, a quien Saussure4 menciona en su Curso, descubrió que un daño en la zona del cerebro que hoy lleva su nombre daba lugar a perturbaciones motrices en el habla. Poco después el médico alemán Wernicke descubrió que el área del cerebro que hoy lleva su nombre, estaba involucrada en perturbaciones de la comprensión, que es habla, no lenguaje. —————— 1 N. Chomsky, «Rules and Representations», Behavioral and Brain Sciences, 3, 1980, págs. 1-61. 2 J. M. Smith y E. Szathmary, The Origins of Life, Oxford University Press, 1999; N. Jerne, «The Generative Grammar of the Immune System», Science, 229, 1985, págs. 1057-1059. 3 G. de Humboldt, Sobre la diversidad de la construcción lingüística humana (1836), edición española, Barcelona, Anthropos, 1991. 4 F. de Saussure, Cours de linguistique générale, 1916 [ed. esp.: Curso de lingüística general, Madrid, Alianza Editorial]. [65]

La afasiología nació de esta manera, y hoy es un campo de especialización de la neurología que ha descrito alteraciones en la gramática abierta o patente de los sujetos. Así, hay perturbaciones cerebrales que causan la eliminación de las unidades de la flexión, como el plural y la persona en verbos, y del género en los sustantivos. De acuerdo con estas afirmaciones y descubrimientos, psicólogos y biólogos de hoy han dirigido su atención hacia la genética. Si el lenguaje, afirman, se origina en el cerebro, deben existir genes que se expresan en las áreas cerebrales del lenguaje. Pero el dogma de la lingüística distingue lenguaje de habla. En el habla hay procesos motores y perceptuales. En el órgano del lenguaje ¿qué hay? Supongamos que el órgano del lenguaje es la gramática universal, una máquina o puro autómata cuya función es combinar palabras. La exigencia de una base genética para el lenguaje (para la gramática universal) establece que la capacidad de la máquina para «construir» expresiones está codificada en el DNA de los cromosomas humanos. Niels Jerne5, premio Nobel de medicina por su teoría inmunológica, estableció una analogía entre una gramática generativa y el sistema inmunológico, y afirmó que si la hipótesis de la base genética se confirmaba, la lingüística sería una rama de la biología. La hipótesis de la base genética afirma, en suma, que la capacidad psicológica que requiere el dominio de una gramática se halla en los genes. El lingüista Roman Jakobson sugirió6, además, que el isomorfismo entre el código genético y el código verbal podía ser resultado bien de una mera convergencia o bien de que las estructuras lingüísticas se modelaran sobre las genéticas. Más tarde, el biólogo Antonio García-Bellido7 en su discurso de recepción en la Real Academia de Ciencias en Madrid en 1984, abordó de nuevo la relación entre genética y lingüística. Como ciencias, afirma, ambas admiten el enfoque estructural donde se distinguen niveles de complejidad que interactúan. Pero García-Bellido no concluye en ningún caso que porque ambas ciencias admitan un común enfoque estructural, y ocupando la genética un nivel previo a la lingüística, haya genes para el lenguaje. Sólo podría afirmarse que las —————— 5 «The generative grammar of the Immune system», Science, 229 (1985). 6 R. Jakobson, Main Trains of Research in the Social and Human Sciences, París, The Hague Mouton, 1970 [edición española en Alianza Editorial]. 7 A. García-Bellido, Hacia una gramática genética. Discurso de recepción en la Real Academia de Ciencias, Madrid, 15 de febrero de 1984. [66]

estructuras lingüísticas se modelan sobre las genéticas mostrando que hay una relación directa y causal entre genotipo (suma total de la información genética contenida en un organismo)8 y fenotipo (características observables de un individuo que resultan de la interacción entre el genotipo y el ambiente)9, lo que hasta ahora no ha sido probado10. Después del discurso de García-Bellido, Abler (1989) ha acuñado11 el principio de particulación, que desarrolla esencialmente el enfoque estructural de García-Bellido. Este principio establece que tanto las estructuras genéticas como las gramaticales, ambas en número indefinido, se construyen a partir de unidades discretas o partículas. Tampoco concluye Abler de tal principio la existencia de genes para el lenguaje. Pero las analogías entre las estructuras jerárquicas gramaticales12 y las estructuras genéticas moleculares han sido aprovechadas por los biólogos y constituyen hoy un activo campo de trabajo para éstos13. En fin, la idea de que las estructuras jerárquicas aparecen en dispares dominios del conocimiento persiste desde los inicios del pensamiento filosófico occidental: la ordenación por rangos de las ideas platónicas, la jerarquía angélica del Pseudo Dionisio, el árbol de Porfirio, hasta el importante trabajo de Herbert Simon (1962), que parte de que «la complejidad toma con frecuencia la forma de jerarquía», pero añade algo pertinente al problema que nos ocupa, y es que «los sistemas jerárquicos poseen ciertas propiedades comunes que son independientes de su contenido específico»14. Por todo esto, el principio de particulación, común a la genética y a la lingüística, no garantiza que el lenguaje esté genéticamente determinado15. Si hay genes específicos para el lenguaje debe ser demos—————— 8 F. Ayala y J. Kiger, Genética moderna, Barcelona, Omega, 1984. 9 F. Ayala y Kiger, ob. cit. 10 Véase H. Noll, «The digital origin of human language. A synthesis», BioEssays, 25-5, págs. 489-500. 11 W. Abler, «On the particulate principle of self-diversifying systems», Journal of Social and Biological Structures, 12, págs. 237-248. 12 Una estructura jerárquica de una frase es el diagrama en forma de árbol donde se representan las relaciones y los constituyentes de una oración. 13 D. Searls, «The language of genes», Nature, 420, 2002, págs. 211-217. 14 H. Simon, «The Architecture of Complexity», Proc. Amer. Phil. Soc., 106, 1962, págs. 467-482. 15 A. López García, en Fundamentos genéticos del lenguaje, Madrid, Cátedra, 2002. [67]

trado por pruebas que relacionen el genotipo (biología) con el fenotipo (gramática), como se ha hecho para probar que la corea de Huntington o el daltonismo (fenotipos) son alteraciones de un gen. Así, los lingüistas, psicólogos y biólogos que proclaman la base genética tendrían que probar antes que nada la variación de la capacidad para el lenguaje, de la competencia gramatical, en los individuos normales, pues si la capacidad para el lenguaje no varía, ¿cómo o cuáles son los factores mendelianos de la heredabilidad? Mendel descubrió las leyes de la herencia debido a la variación de los caracteres de los guisantes: lisos, rugosos, amarillos, verdes, etc. Hasta ahora sólo se han aportado pruebas indirectas de que exista algo parecido en el lenguaje, es decir, de la variación en la gramática a la que llega un aprendiente o su competencia. Es un hecho que las capacidades psicológicas varían entre individuos normales, como en el caso de la percepción visual. Las capacidades que intervienen en la percepción visual pueden variar en el reconocimiento de caras familiares, en la percepción del color, en la separación de la figura y el fondo16, etc. Para el caso del lenguaje, la determinación de la variación es complicada porque el dogma de la lingüística actual distingue con nitidez entre la capacidad (competencia) y el uso de la capacidad a través de los sistemas externos de actuación verbal. La variación que se conoce se refiere a los sistemas de actuación, motores o perceptuales, a la variación de la «conducta verbal» como la fluidez verbal17, y al procesamiento de oraciones18, es decir, la ejecución de operaciones mentales de comprensión de oraciones. También hay variación en la escritura y la lectura (caso de la dislexia), aunque ambas están lejanas al sistema del lenguaje. En fin, los estudios de la heredabilidad del «lenguaje» lamentablemente se centran en investigaciones que sólo contienen alteraciones clasificables ampliamente como alteraciones del habla19, y que no pueden ayudar en la discusión. —————— 16 B. Kolb y I. Q. Whishaw, Fundamentals of Human Neuropsychology, San Francisco, Freeman, 1985, Cap. 9. 17 R. Day, «Verbal fluency and the language-bound effect», en C. Fillmore (ed.), Individual differences in language ability and language behaviour, Nueva York, Academic Press, 1979. 18 T. Bever y cols., «Language processing and familial handness», en A. Galaburda (ed.), From reading to neurons: issues in the biology of language and cognition, Cambridge, MIT Press, 1989. 19 K. Stromswold, «The heritability of language», Language, 77-4, 2001, págs. 647-723. [68]

Para defender la existencia de genes del lenguaje y su heredabilidad, el argumento más contundente que se ha esgrimido proviene de alteraciones patológicas en una misma familia, la disfasia de la familia KE, estudiada por Gopnik y Crago (véase Capítulo 3). Una alteración en el desarrollo o fomación de un órgano probablemente es genética cuando se puede heredar y en consecuencia se supone la existencia de uno o varios genes con alguna anomalía. Una de estas patologías es la disfasia evolutiva diagnosticada en la familia KE20. La disfasia constituye, entonces, un candidato a fenotipo, que en el caso descrito por Gopnik está caracterizado por una «ceguera para los rasgos» morfológicos y sintácticos. Por ejemplo, los sujetos afectados no marcan el morfema del plural del inglés (They put present under the Christmas tree, «Ellos ponen regalo bajo el árbol de Navidad»; I was make 140 box «Yo tenía que hacer 140 caja»); tampoco flexionan el tiempo verbal (refiriéndose a una acción pasada dicen I wait in the Berri-de-Montigny [un estación] «Yo espero en...») ni marcan la tercera persona del singular del Presente de Indicativo del verbo inglés con -s (The ambulance arrive «La ambulancia llega»). Los sujetos afectados no diferencian entre nombres contables (bicicleta, perro, ...) e incontables (música, oro, ...), lo que tiene repercusiones en su dominio de la gramática. Así, juzgan como gramaticales las oraciones «I play musics» («Yo toco músicas») y «We are gonna ride some bycicle» («Vamos a montar en alguna bici»). El déficit gramatical afecta, pues, a los rasgos morfosintácticos. Por eso las reglas gramaticales que hacen intervenir estos rasgos morfosintácticos no funcionan correctamente. Se ha presentado esta disfasia como una incapacidad para adquirir reglas y estructuras gramaticales, es decir, como una variación por alteración de la competencia o del lenguaje. Si esto es así, se trataría de algo inesperado en el cognitivismo computacional de Chomsky, porque éste supone que la competencia es invariante. En términos genéticos, la competencia es discreta: se tiene siempre de forma innata o no se tiene. La competencia para el lenguaje es, entonces, una propiedad invariante del organismo que todo el mundo tiene por herencia, como dos ojos o cinco dedos en cada mano o cada pie21. Cuando se altera un componente genético invariante, en—————— 20 M. Gopnik y M. Crago, «Familial aggregation of a developmental language disorder», Cognition, 39, 1991, págs. 1-50. 21 N. Chomsky, «Rules and Representations», Behavioral and Brain Sciences, 3, 1980, págs. 1-61. [69]

tonces una persona puede nacer con 6 dedos en una mano, caso de la polidactilia, una alteración genética22. En consecuencia, el fenotipo que se esperaría es de carácter categórico o discreto, no continuo como aparece en el caso de la familia KE, donde aparecen alterados selectivamente unos rasgos morfosintácticos como el plural de nombres y verbos, por ejemplo. La disfasia de la familia KE ha sido recientemente sometida a análisis genético por Cecilia Lai y su equipo. Éstos afirmaron (Nature, 4 de octubre de 2001) que este déficit tiene su origen en una anomalía de un solo gen autosómico dominante. Hay que notar que la relación entre genes y capacidades cognitivas es indirecta. Los genes no actúan directamente en la conducta o en las capacidades cognitivas, sino que codifican proteínas que regulan la estructura y función de los órganos. Lai y colaboradores, aportaron un análisis genético en que mostraban que el gen FOXP2 en el cromosoma 7 de la familia KE sufría una mutación. Esto les llevó a proponer que la mutación del gen FOXP2 es responsable de «una insuficiencia en el cerebro en una fase clave de la embriogénesis que conduce a un desarrollo anormal de las estructuras que son importantes para el habla y el lenguaje», concluyendo finalmente, que es el primer gen involucrado en esas vías cerebrales en la confirmación del buscado gen del lenguaje. El problema con la afirmación de Lai surge, primeramente, en la constitución del fenotipo lingüístico, es decir, del conjunto de propiedades observables del lenguaje que sirvan de marcadores inequívocos para establecer el ligamiento (o linkage) con el gen. Adoptando el punto de vista de que la competencia contiene elementos invariantes, la «ceguera para los rasgos morfosintácticos» no puede ser un candidato a fenotipo lingüístico porque no es evidente que los rasgos morfosintácticos de número, persona y tiempo sean invariantes, y que por tanto aparezcan en todas las gramáticas. El birmano, una lengua de la familia chino-tibetana, carece de rasgos temporales y las distinciones son puramente modales23. En la lengua inglesa, además, los rasgos morfosintácticos han ido desapareciendo a lo largo de su historia24. Así, los verbos modales del —————— 22 Ayala y Kiger, Genética, Barcelona, Omega, 1984. 23 John Okell, A reference grammar of colloquial Burmese, Londres, Oxford University Press, 1969. 24 Albert Baugh, A History of the English Language, § 112 y sigs., Londres, Routledge, 1959. [70]

inglés (must, may, need, etc.) no reciben flexión de número/persona, y muchos verbos no flexionan para el pasado como cut «cortar», beat «golpear», split «partir algo», ... Además, el fenotipo de «ceguera para los rasgos morfosintácticos» presenta similares o idénticas características a las de la afasia25 de agramatismo. También en esta afasia desaparecen los rasgos de número, persona y tiempo. Esto sucede, por ejemplo, en vasco26, cuyo sistema verbal es muy flexivo y se ve dañado en casos de afasia de Broca. Segundo, en la familia KE las alteraciones de la gramática están unidas también a alteraciones motrices del habla, a perturbaciones del aprendizaje no verbal, y a un Coeficiente Intelectual más bajo27. En esta conjunción de perturbaciones están unidos la gramática y el habla o los sistemas de actuación. Pero de acuerdo con el dogma del cognitivismo computacional, gramática y habla constituyen dos dominios nítidamente separados: mientras que la gramática (el lenguaje) es un dominio cognitivo, el habla, o bien la actuación verbal, no lo es, pues los sistemas de actuación verbal son considerados externos al lenguaje. El análisis genético de Lai ha localizado en la banda 31 del cromosoma 7, 7q31, es decir, en el brazo largo (simbolizado por q) del cromosoma 7 el sitio del alelo afectado. Sin embargo, en otra familia con una perturbación similar a la familia KE, la familia MN28, no ha podido establecerse el ligamiento con 7q31. La zona 7q31, además, está asociada a perturbaciones neuropsiquiátricas, como el autismo y el síndrome de Tourette (tics vocales y motores)29. En suma, podemos concluir que (1) la variación genética para el lenguaje esperada no es la que encontramos en la patología de las —————— 25 Afasia es la perturbación cerebral en las que el sujeto afectado es incapaz de hablar o comprender o ambos. En el agramatismo se ve afectada la construcción de la frase, perdiéndose las marcas de concordancia, perdiendo la flexión del verbo, etc. 26 I. Laka y L. Erriondo Korostola, «Aphasia manifestations in Basque», en M. Paradis (ed.), Manifestations of Aphasia Symptoms in different languages, Amsterdam, Pergamon, 2001, págs. 49-73. 27 Vargha-Khadem y cols., «Praxic and nonverbal cognitive deficits in a large familiy with a genertically transmitted speech and language disorder», Proc. Nat. Aca. of Sciences, 92, 1995, págs. 930-933. 28 J. Cholfin y cols., «A dominantly inherited speech and language disorder not linked to the SPCH1 locus on chromosome 7q31», Annals of Neurology, 48, 2000. 29 Barret y cols., «An autosomal genomic screen for autism», Amer. J. of Med. Gen. 88, 1999, págs. 609-615. [71]

familias KE y MN; (2) la unión de aspectos gramaticales y del habla en esta patología impide el ligamiento del gen con un fenotipo; y (3) el locus 7q31 es heterogéneo en su relación con la conducta lingüística. Podríamos adoptar otra alternativa en el enfoque genético del lenguaje y pensar que la competencia para el lenguaje es como la altura o la gordura de una persona. La talla o el peso están genéticamente determinados, pero puede existir variación individual en la altura o gordura. Si el lenguaje es como la talla, se puede esperar que los factores ambientales influyan decisivamente, así como un fenotipo continuo como el de la disfasia. Esperaríamos también distintas velocidades en los niños para la adquisición del lenguaje, distintas cronologías en la adquisición de las estructuras gramaticales. En consecuencia, el gen FOXP2 no puede ser ligado con exclusividad a un fenotipo lingüístico. Por el contrario, la alteración de FOXP2 no revela la modularidad del funcionamiento lingüístico, sino su molaridad o afectación al entero funcionamiento lingüístico: gramática, habla, lectura, escritura, y aun a otros comportamientos, como el autismo. La determinación del gen o genes para el lenguaje constituye todavía un objeto que todavía y en parte es especulativo para la biología. La British Academy30 reunió el 28 de marzo de 2000 a un grupo de especialistas (paleontólogos, arqueólogos, linguistas y biólogos) para discutir el origen de la especie humana. Allí, Carol Sargent defendió la hipótesis, ya avanzada por el psiquiatra británico T. Crow31 en varias publicaciones. Crow sostiene que es en los cromosomas sexuales X, Y, donde se halla un único gen que determina la asimetría cerebral, que habría dado origen a la capacidad del lenguaje. La hipótesis de Sargent32 abunda en la propuesta de Crow y sostiene que es en aquellos cromosomas donde hace 137.000 años se ha producido una única mutación del gen protoca—————— 30 T. Crow (ed.), The Speciation of Modern homo sapiens, The Proc. of British Academy, vol. 106, British Academy/Oxford University Press, 2002. 31 T. Crow, «Sexual selection, Machiavellian intelligence and the origins of psychosis», Lancet, 342, págs. 594-598. 32 C. Sargent y cols., «Do the hominid-specific regions of X-Y homology contain candidate genes potentially involved in a critical event linked to speciation?», en T. Crow (ed.), The Speciation of Modern homo sapiens, The Proc. of British Academy, vol. 106, British Academy/Oxford University Press, 2002. [72]

derina XY que ha podido producir de forma instantánea la asimetría cerebral. Pero que la asimetría cerebral en el hombre es reciente no es algo evidente. Gannon, Holloway, Broadfield y Braun33 mostraron la existencia de asimetría del plano temporal izquierdo (dentro del área de Wernicke) en el chimpancé como en los humanos, y Cantalupo y Hopkins34 han presentado igualmente pruebas de que los otros grandes simios (Pan paniscus y Gorilla gorilla) muestran una asimetría similar a la humana. Sus hallazgos apuntan a que el sustrato neuroanatómico para la dominancia del hemisferio izquierdo estaban presentes al menos hace 5 millones de años. El criterio de la asimetría cerebral lleva el origen del lenguaje a mayor antigüedad de la que afirma Crow. A la vista de las homologías35 entre Homo sapiens y grandes simios, hay que preguntarse si la asimetría cerebral es la base del lenguaje, como afirma el dogma de la biolingüística. El gen o genes del lenguaje nos esperan todavía.

—————— 33 Gannon, Holloway, Broadfield y Braun (1998), «Asymmetry of Chimpanzee Planum temporale: humanlike pattern of Wernicke’s brain language area homolog», Science, 279, págs. 220-222. 34 C. Cantalupo y W. Hopkins, «Asymmetric Broca’s area in great apes», Nature, 414, 2001, pág. 505; S. Carroll, «Genetics and the making of Homo sapiens», Nature, 422, 2003, págs. 849-857. 35 Las estructuras homólogas son las que resultan de un ascendente común. [73]

CAPÍTULO 5 Saussure, cien años después1 El suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913), es considerado como el fundador de la lingüística moderna. En concreto, de la concepción conocida como estructuralismo lingüístico, que dentro de los hechos del lenguaje sólo se ocupa de la lengua. El lenguaje y su uso quedan a las afueras. Pues el lenguaje, afirma Saussure, es un hecho biológico heterogéneo e individual. Es la actividad mental de formar signos lingüísticos, entidades que asocian unos sonidos (lingüísticos) a unos conceptos. El núcleo del lenguaje humano es para Saussure la actividad de un locutor que proyecta la impresión acústica de los sonidos ([b], [o], [l], [a]) en un significado conceptual (el concepto «esfera») y la almacena en su cerebro. Los sonidos del lenguaje no son para Saussure lenguaje, por paradójico que parezca. Como afirma Descartes2, los sordomudos disponen de lenguaje también, y para manifestarlo inventan señas por las que expresan los pensamientos. El lenguaje, según esto, sólo tiene que ver con la sustancia inextensa del pensamiento que utiliza un cuerpo (los órganos de la voz o las manos) para expresarse. Estas tesis son las que defendió Saussure y que buena parte de la lingüística del siglo XX adoptó. Pero a Saussure le interesa la lengua. Sólo cuando el signo es utilizado públicamente por una masa de hablantes es cuando se for—————— 1 Sobre Ferdinand de Saussure, Écrits de linguistique générale, texto editado por Simon Bouquet et Rudolf Engler, París, Gallimard, 2002, 353 págs. 2 Descartes, Oeuvres, vol. IV, edición de P. Adam y C. Tannery, París, Vrin, 1996, pág. 575. [75]

ma la lengua, algo, afirma, que es objetivo por ser un hecho externo al individuo y ser un hecho social. El acto de hablar es individual. No es un hecho social. Pero esto no le interesa. La lengua está formada por una masa de signos convencionales usados por una comunidad de hablantes. Lo que le interesa es este fenómeno de masa, la lengua, considerada en sí misma, y como sistema formal de signos. Los signos forman una estructura —un conjunto de relaciones o funciones— al formar combinaciones lineales o sintagmas. Así es un sintagma el adjetivo anti-constitucion-al. Hay al menos tres signos /anti-/, /constitución/ y /-al/. Cada uno de ellos tiene un significado. Pero también esos signos se relacionan con otros virtualmente. El primer signo puede ser sustituido por /pre-/, y forma el sintagma preconstitucional; el segundo signo puede ser sustituido por /colonia/ y forma el sintagma anticolonial. Y así sucesivamente. Estas relaciones constituyen la esencia de la lengua. Como no se tiene en cuenta para ellas el significado, son relaciones puramente formales. Formal quiere decir esto: sin relación con el significado. La lengua de Saussure no es, sin embargo una máquina. Es un producto que resulta de la actividad consciente del hablante y que está sometida a convenciones. El estructuralismo funcional de Saussure fue desarrollado por el ruso Roman Jakobson (1896-1982), que ejerció desde 1940 en los Estados Unidos. En los años 60 del siglo pasado, los franceses Lévi-Strauss, Balandier, Barthes, Greimas y Derrida lo extendieron a la antropología, la historia, la estética y la filosofía. Palabras como fonema y sintagma, que se incorporaron al bachillerato español de los años 70 tienen su origen en la teoría del lingüista ginebrino. Esto es un índice del alcance de las teorías saussurianas, que constituyen ya una parte nada desdeñable del acervo cultural del siglo XX. Saussure es caso poco frecuente de la historia intelectual europea. Nacido en una familia aristocrática de científicos y políticos suizos, comenzó estudios de física y química en Ginebra en 1875, para dejarlos en 1876, cuando marcha a Leipzig, centro de la lingüística del siglo XIX. En Leipzig estudia sobre todo con los filólogos Curtius y Leskien, y frecuenta menos a Osthoff y Brugmann, los más duros del programa de la lingüística neogramática, que dirigió la marcha de la ciencia del lenguaje en la segunda mitad del siglo XIX. Es en este ambiente en ebullición y lleno de rencillas, como es habitual en las universidades, donde en diciembre de 1878, a los veintiún años, aparece su tesis doctoral, la célebre Mémoire sur le [76]

systeme primitif des voyelles dans les langues indoeuropéennes. Esta tesis expone la teoría de las laringales, poco después confirmada, y puntal de la lingüística indoeuropea. Los sabios alemanes no calibraron la importancia de esta tesis, que fue acogida desfavorablemente. El autor, convencido como estaba de su aportación, se refería a la actitud de aquéllos como «la monstrueuse stupidité des Allemands». En 1880 escribe otra tesis en Ginebra, menos ambiciosa, pero donde sigue mostrando la necesidad de sobrepasar el enfoque neogramático al atacar directamente un problema de sintaxis, algo que con frecuencia se olvida. Desde 1881 hasta 1891 enseña en París el gótico y el alto alemán antiguo, y en este último año, por insistencia de su familia, vuelve definitivamente a Ginebra donde obtiene una cátedra de sánscrito y lenguas indoeuropeas, y se casa con Marie Faesch, una aristócrata que aporta al matrimonio el château Vufflens, donde muere en 1913. Desde 1880 hasta su muerte Saussure publicó muy poco, y todo ello en el campo de la etimología y la comparación lingüística. Y lo que es más sorprendente, se interesa por cosas tan peregrinas y ajenas a la lingüística como los anagramas3 en la poesía latina o el espiritismo que practicaba el doctor Flournoy. Nada indicaba, por tanto, el impacto del libro póstumo, las notas que sus pocos estudiantes recogieron a lo largo de varios años académicos, y que aparecieron póstumamente en 1916 con el título de Cours de linguistique générale. En este libro, Saussure acomete una tarea epistemológica, la de ofrecer una teoría del conocimiento objetivo de la lengua. ¿Por qué Saussure acomete esta empresa y qué tesis establece? La respuesta a la primera cuestión me parece clara: la insatisfacción con la lingüística neogramática de Leipzig. Saussure descubre que los neogramáticos carecen de una teoría lingüística, porque mezclan varios puntos de vista: el histórico (la etimología) con el punto de vista del estado presente; porque no tienen idea de cuáles son las unidades de que se ocupa la lingüística, y sobre todo porque para los neogramáticos cada objeto lingüístico es un átomo4 independiente de los otros, omitiendo que la lengua es una totalidad. —————— 3 Un anagrama es la transposición de letras de una palabra o frase para formar otra palabra o frase. 4 Atomismo que curiosamente comparte con los maquinistas modernos. Véase luego el Cap. 12. [77]

La segunda cuestión puede sintetizarse en varias afirmaciones. Primera: Saussure establece la prioridad de adoptar un solo punto de vista temporal sobre el objeto, que es el presente, ya sea el presente actual o el presente de una época pasada; en la segunda, afirma que existe la entidad lengua, constituida por unidades de forma, los signos, cuya propiedad esencial es el de ser valores (en el sentido de la teoría económica, como valor de cambio), y en la tercera, que tales unidades forman una estructura (o conjunto de relaciones), que es independiente de su historia y de otros sistemas de valores. Estas tres afirmaciones, caracterizan al estructuralismo funcional de Sassure. La primera tesis es el pivote de la discusión mantenida en Francia hace cuarenta años entre marxismo y estructuralismo. Niega la historia, la acción humana consciente o no, y afirma la existencia de elementos invariantes en el pensamiento y el comportamiento humanos, a los que el hombre estaría sometido. Parte de la segunda tesis, y toda la tercera, el formalismo, constituye el núcleo dogmático de la lingüística de Chomsky, hoy dominante. El Curso de 1916 constituye una de las versiones del pensamiento de Saussure, que nunca escribió una teoría lingüística acabada. Por eso, la aparición de nuevos escritos suyos resulta un acontecimiento. Los escritos que ahora se publican, se encontraron en el invernadero de la villa ginebrina de la familia Saussure, situada cerca de la place Neuve de Ginebra, unos manuscritos de lo que el autor quería que fuese un libro de lingüística general donde expondría toda la complejidad de sus reflexiones. De este libro Saussure había hablado, pero las páginas escritas estaban, según él, extraviadas, y, al parecer, no estaba dispuesto a rehacerlas. Ahora aparecen pulcramente editadas por Simon Bouquet y Rudolf Engler. Este último, un reconocido especialista en la edición del Cours. El valor que tienen es, antes que nada, historiográfico, pues revelan el modo como el autor ha ido depurando sus conceptos y poniendo cerco a su objetivo, el de apoyar la lingüística en una sólida cimentación. Las páginas ahora editadas dan la impresión de que el autor mantenía una titánica y hasta tantálica lucha por delimitar qué constituye la arquitectura de la lengua y a fortiori por tratar de ofrecer un asidero firme a la lingüística. El resultado, como no podía ser de otro modo, presenta un aspecto inconcluso, fragmentario: unas veces parece que tiene el pájaro en la mano, otras ha volado. [78]

Para pisar en firme, viene a decir el autor, la lingüística debe contener dos componentes: uno matemático5, y otro de idealización. En cuanto al primero, Saussure insiste en el aspecto algebraico de la lengua, consistente en términos y relaciones. Los términos básicos son el sonido (representado en letras mayúsculas A, H, R, ...), o la figura vocal de las palabras y la idea o significado que representa (representado en minúsculas, a, h, r, s...). La lengua (el signo) es la relación a/AHZ, una idea asociada a una figura vocal. Esta relación básica idea/sonido entabla otra relación diferencial, de oposición necesaria con otro signo abc/A, que es el valor (de cambio) del signo6. Una y otra relación, según Saussure, formarían un cuaternio, estructura algebraica. No es muy seguro de que un espacio vectorial de cuatro dimensiones (R4) hubiera llevado al autor más allá de la mera necesidad de mostrar el carácter formal de la lengua, y de la necesidad de someterla a un tratamiento matemático, como hacían los economistas de su época. Su convencimiento, expresado en la pág. 43 del libro de Saussure, de que el sistema de la lengua se vería un día reducido a fórmulas se ha visto en parte cumplido en el programa chomskiano. La idealización consiste en abstraer de la infinita variedad de ejemplares de los signos. El estatuto ontológico del signo es paradójico: por un lado, es el producto de un acto de habla individual, pero por otro se desvanece una vez realizado. ¿Cómo existe el signo? Saussure responde: de la misma manera que existe la música: en la ejecución del intérprete. Es decir, el signo existe en cada una de las ejecuciones posibles consideradas como una clase de cosas idénticas, como una identidad abstracta. —————— 5 La consideración algebraica de la lingüística es compartida por los estructuralistas/formalistas, como Hjelmslev (1963) y Chomsky. 6 Toda la concepción saussuriana del signo está inspirada en la teoría económica, y a ella hace referencia en el Cours de 1916. Seguramente, Saussure, de quien sus coetáneos hablaban como persona interesada en temas de historia, sociología y economía, conociera los escritos de Walras, que ocupó la cátedra de economía política en Lausanne entre 1870 y 1892, y de Pareto, su sucesor. Algún comentarista ha sugerido la influencia de Menger en la Methodenstreit de 1883. No obstante, la distinción entre valor de uso y valor de cambio, que subyace a la distinción saussuriana, se encuentra ya en Aristóteles y de ella se han ocupado muchos economistas. Marx (El capital, vol. I, cap. I) discute la doble significación de las mercancías, como utilidades y como valores de cambio. Véase Joseph A. Schumpeter, History of economic analysis, Nueva York, Oxford University Press, 1955, pág. 98. [79]

Es en este punto donde Saussure rechaza frontalmente la lingüística alemana del siglo XIX, y en passant su cultura. El fragmento siguiente no puede ser más elocuente: Imaginarse que podamos evitar esta sana lógica matemática [la de los términos y las relaciones], con el pretexto de que la lengua es una cosa concreta que «llega a ser» y no una cosa abstracta «que es», creo que es un error profundo inspirado desde su inicio por las tendencias innatas del espíritu germánico.

También llama la atención en estos fragmentos descubiertos en 1996 la frecuente apelación a la conciencia del sujeto hablante: la forma de la lengua, insiste Saussure, está determinada en la conciencia del sujeto que habla, pero ésta no es condición suficiente para la existencia de signos. Aquí afirma rotundamente la imposibilidad de considerar un «lenguaje privado» como lengua (pág. 94 del libro de Saussure publicado en 2002), como hizo Wittgenstein más tarde. La lectura de estos fragmentos constituye una invitación a pensar de nuevo en el Saussure de 1916, y a contrastar el programa inaugurado hace ya casi un siglo con el desarrollo de la lingüística actual, que no ha perdido su vínculo con la obra de aquel joven suizo de lengua francesa que deshizo post mortem la vieja lingüística alemana.

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CAPÍTULO 6 La revolución cognitiva1 Hace pocos meses, el filósofo John Searle2 anunciaba el fin de lo que en 1970 él había llamado la revolución chomskiana. Afirma Searle que después de treinta años del inicio de la revolución (para otros la revolución estalló en 1957, o incluso antes, en 1951), las metas que se había fijado no se habían cumplido; por el contrario, se habían alterado, y, en último lugar, abandonado. No resulta fácil disentir de esta opinión, cuando se contempla la trayectoria de los treinta años que fija Searle para la evaluación del programa chomskiano. Las modificaciones de las teorías originales de 1957, 1965 y 1981 han sido tales que estas últimas fechas son hoy casi una referencia arqueológica. No es extraño que el escritor británico Peter Watson en su relato de la ciencia del siglo XX, The Modern Mind. An Intellectual History of the 20th Century, aparecido en 2000, destaca a Chomsky sólo como el autor de un célebre ataque a la psicología conductista de B. F. Skinner. Se trata de una reseña que Chomsky publicó en 1959, en la que trituraba el enfoque skinneriano del lenguaje, en el que éste es sólo considerado como conducta verbal sometida a la presión de estímulos ambientales y respuestas socialmente condicionadas. Tal como sostiene Watson, —————— 1 Sobre N. Chomsky, Una aproximación naturalista a la mente y al lenguaje, Barcelona, Editorial Prensa Ibérica, 1998; The Architecture of Language (The Delhi Lecture, 1996), N. Mukheri, N. N. Patnaik y R. K. Agnihotri (eds.), Oxford University Press, 2000; On Nature and Language, A. Belletti y L. Rizzi (eds.), Cambridge University Press, 2002. 2 J. R. Searle, «End of the Revolution», The New York Review of Books, 28 de febrero de 2002, págs. 33-36. [81]

Chomsky produjo una revolución en la psicología al destacar las propiedades estructurales del lenguaje humano y el proceso de su adquisición mediante la propuesta de una gramática universal biológicamente determinada, concebida como una máquina de lenguaje. Todo ello bien lejos de los muy simples mecanismos skinnerianos. La revolución3 expulsó de la psicología al conductismo, puso en su lugar el cognitivismo y la lingüística paso del dominio de la filología (o de las humanidades, y la antropología en otros casos) a los dominios de la psicología cognitiva y de las ciencias de la computación, que es donde se encuentra ahora en muchos lugares. Curiosamente, Watson no menciona en su voluminoso libro las peripecias de la revolución cognitiva, en particular, las que se refieren a la teoría del lenguaje protagonizadas por Chomsky. Es ahí donde Searle, como diré luego, ha contribuido a debilitar los cimientos de la revolución, aunque no siempre haya seleccionado los más sólidos para su crítica. Pero después de los treinta o cuarenta años de revolución, si contamos desde la aparición de su «manifiesto» en 1957, ésta ha pasado no sólo por la toma del Palacio de Invierno, sino por su Termidor y ahora por una fase bonapartista estable. La revolución chomskiana descansaba esencialmente (y aún lo hace) sobre la base de que la estructura gramatical de una lengua, es decir, el conjunto infinito de frases, es computable (en el sentido de computable por una máquina de Turing) por derivación, es decir, que cada frase es representable por una secuencia de estructuras jerárquicas. Además, la forma de la derivación está determinada por propiedades innatas de la mente humana, o lo que Chomsky llama «el órgano del lenguaje». La estructura gramatical comprende tres componentes derivatorios: (1) la combinación de palabras en frases —————— 3 Otra figura de esta revolución, el psicólogo de Harvard J. Bruner, Acts of meaning, Harvard U. Press, 1990 (versión española, en Alianza Ed., Madrid, 1991) ofrece el relato de su experiencia personal en ella. Para Bruner, pág. 19, «esa revolución se ha desviado hacia problemas que son marginales en relación con el impulso que originalmente la desencadenó». Bruner (pág. 25) destaca que la mente y el significado, objetivos prioritarios de la revolución, al adoptar la computación Turing como modelo «era o un epifenómeno que surgía del sistema computacional bajo determinadas condiciones, en cuyo caso no podía ser causa de nada, o no era más que una manera en que la gente hablaba sobre la conducta...». Y finalmente afirma que [la ciencia cognitiva]... «ha dejado sin explicar precisamente los problemas fundamentales que inspiraron originalmente la revolución cognitiva» (pág. 27). En efecto, en las nuevas exploraciones de Chomsky, el sistema conceptual-intencional es exterior al lenguaje. [82]

(sintaxis, en sentido estricto); (2) la combinación de sonidos para formar palabras (fonología), y (3) la combinación de conceptos (o semántica) en la frase. Dado que 1-3 son componentes combinatorios, todos son sintaxis en sentido lato. Los sistemas computacionales son internos o mentales y generan descripciones estructurales de frases o expresiones, E, de forma automática, independientemente de la intencionalidad que pretenda el locutor al usar E. El sistema computacional SCOMP caracteriza el saber lingüístico del hablante o competencia lingüística universal, que permite al locutor producir e interpretar un número infinito de expresiones, E, que es por lo que se llama gramática generativa4. SCOMP es una necesidad conceptual para caracterizar el lenguaje humano, según Chomsky. Pero por una contingencia biológica, una expresión E «se asoma» al exterior: es pronunciada (y oída) y es interpretada semánticamente. Este asomarse de la computación sintáctica constituye las interfaces de E con el sistema de actuación articulatorio-perceptual SART-PERC. y con el sistema semántico-conceptual e intencional SSEM. -INT. Uno y otro imponen restricciones a E, lo que Chomsky llama condiciones de «legibilidad». Es así como queda perfilada la actual teoría del lenguaje de N. Chomsky. No conviene omitir que un aspecto esencial de esta teoría continúa la teoría del signo iniciada por Saussure, que concibe el signo como una asociación arbitraria y autónoma entre sonidos lingüísticos y el significado al que éstos representan5. El punto de partida de la nueva teoría es, una vez más, el signo lingüístico, al que se caracteriza como —————— 4 La propiedad de «infinitud» no puede fundar enteramente el programa chomskiano, como insiste una y otra vez. De hecho las investigaciones generativistas se han concentrado en la estructura de la frase y en la relación entre frases, establecida por transformaciones. A diferencia de la teoría de Aspectos, de 1965, que exigía un algoritmo para enumerar el conjunto infinito K de las oraciones de una lengua y una gramática G que asignase a cualquier oración, O, una estructura, e, es decir que K fuese un conjunto recursivo, hoy la teoría no sólo no exige el primer requisito, sino que sostiene que no hay algoritmo que genere las oraciones [frases] de una lengua; simplemente, porque para el minimalismo actual no existe el concepto «oración [frase] de una lengua L». Es más, las restricciones de complejidad computacional introducidas por el minimalismo posiblemente permitirán que las gramáticas que describan las estructuras de frase sean equivalentes a un autómata de estados finitos. 5 La concepción del signo lingüístico como una asociación de sonido con significado proviene de Aristóteles, como se dijo en la Introducción. Sin embargo, en Saussure el significado del signo lingüístico es conceptual, mientras que en Aristóteles el significado es la imagen o fantasía. [83]

una combinación de rasgos por medio de un sistema autónomo de reglas que relaciona indirectamente los rasgos del sonido con su interpretación semántica. Chomsky coincide con las tendencias de la mayor parte de la lingüística computacional, que también descompone el signo en conjuntos de rasgos sintácticos, morfológicos y semánticos. Las reglas o principios computacionales ensamblan rasgos en piezas léxicas. A continuación actúa la computación propiamente sintáctica uniendo (o fusionando) palabras y formando árboles sintácticos como en (2). Así, la frase (1) Pedro come pan se computa, formando primero el árbol (2) a partir de la fusión de piezas léxicas come, pan: (2) come

carne

a continuación (2) se funde con Pedro formando el árbol (3): (3)

Pedro ↓ (computación fonológica)

come

carne ↓ (computación semántica)

Para la evaluación de la teoría, hay que tener en cuenta dos puntales que la soportan. El primero es que la fusión así como otras operaciones que emplea la computación sintáctica para especificar las estructuras jerárquicas (los árboles sintácticos) son equivalentes a lo que en etapas anteriores de la teoría generativista eran las reglas de estructura de frase. La diferencia con las antiguas reglas de estructura de frase es que éstas construyen el árbol «de arriba abajo», mientras que la fusión construye el árbol «de abajo arriba»6. Por —————— 6 Este modo de computación es original de la teoría de las gramáticas categoriales del matemático Ajdukiewicz, de 1935, continuado por R. Montague en 1969, y luego por las gramáticas de adjunción de árboles, desarrolladas por A. K. Joshi, «An Introduction to Tree Adjoining Grammars», en A. Manaster-Ramer, Mathematics of Language, Amsterdam, J. Benjamins, 1987, págs. 87-114. [84]

razones de que luego hablaremos, a las operaciones computacionales (o reglas) las llama ahora principios. La estructura jerárquica del lenguaje, que es el eje del programa computacional, representa el principio de integración que rige las unidades lingüísticas: los sonidos lingüísticos se integran en sílabas, las sílabas en palabras, y las palabras en frases. El neurólogo Karl Lashley destacó en un influyente artículo de 1951 que el córtex cerebral impone necesariamente la integración temporal de las unidades lingüísticas para que puedan realizarse en la actividad verbal7. La estructura jerárquica sería la consecuencia necesaria de la actualización de una representación lingüística mental que se materializa en el acto de habla. Pero insistía Lashey en que la integración en series de las secuencias de acción es también propia de sistemas nerviosos primitivos, como el de los insectos (que integran el movimiento de sus patas) o menos primitivos como el de las aves, cuyos cantos están también organizados. El segundo, que las piezas léxicas, que sirven de input a la computación sintáctica, no son más que conjuntos de rasgos (fónicos, morfológicos, sintácticos y semánticos), y que, en consecuencia, son los rasgos los que llevan el peso de la computación. Una vez realizada una computación sintáctica estricta, que hace intervenir rasgos sintácticos, se produce la separación de rasgos8: los del sonido van a la computación fonológica y los semánticos van a la computación semántica. La razón de la separación de rasgos se apoya en que unos y otros rasgos tienen un funcionamiento independiente. Las reglas computacionales o principios invariantes constituyen la Gramática Universal. Se les atribuye la propiedad de invariancia y son entendidos como elementos de los sistemas de computación que determinan la asociación del sonido con su significado para un número infinito de E. Así establecida la gramática universal, el lugar que queda para la variación de la estructura lingüística observable en las lenguas es poca. La diversidad estructural de las lenguas se atribuye a ciertas propiedades fijas como el orden de palabras en la oración transitiva universal: agente, paciente y verbo de acción, que pueden variar mí—————— 7 Karl Lashley, «The Problem of serial order in behaviour», en L. A. Jeffress, Cerebral mechanisms in behaviour, Nueva York, Wiley, 1951, págs. 112-136. Esta integración sería similar a lo que la actual teoría chomskiana llama una condición de legibilidad de las expresiones. 8 Esta separación se hacía en la teoría anterior al programa minimalista en el nivel de representación de la estructura subyacente, que ahora no existe. [85]

nimante. Tales propiedades fijas son los parámetros. Así, el orden básico de palabras del vasco muestra la disposición agente-pacienteverbo, frente al español agente-verbo-paciente. La computación sintáctica está modulada por los parámetros. Principios y parámetros constituyen el núcleo duro del programa de investigación chomskiano. Y así es conocida también la empresa generativista actual. Este diseño del lenguaje humano descansa enteramente en su intrínseca computacionalidad Turing del signo que, según Chomsky, hace de él, un órgano biológico9 de la especie humana, como aparece expuesto en el libro On Nature and Language. Este órgano constituye, según Chomsky, un sistema perfecto para la computación de las expresiones. Además, añade su autor, la computación está sometida al principio intrínseco de economía que impone o trata de imponer la computación óptima de la frase (es decir, el mínimo de complejidad computacional) desde la selección de piezas léxicas (que Chomsky llama numeración léxica). De aquí que el programa de investigación reciba el nombre de programa minimalista10, emulando así un programa alternativo, el de la teoría de la optimidad, que selecciona y computa como óptima la frase que menos restricciones sintácticas infringe. Es en esta persecución de la computación óptima —claramente expuesta en The Architecture of Language— donde descansa la primera novedad del programa minimalista, en relación con la anterior teoría de rección y ligamiento vigente hasta finales de los años 80. La computación óptima pretende especificar o computar las frases que menos carga computacional presenten a partir de las frases posibles que permite el conjunto de la numeración léxica. La complejidad computacional es, sin embargo, una medida que tiene en cuenta el conjunto de otras posibles frases computables a partir de la numeración léxica. Por eso la teoría introduce la segunda novedad: el conjunto de referencia a partir del que se mide la complejidad. Ésta es otra novedad radical respecto de la teoría. anterior, la de régimen y ligamiento. Estamos, por tanto, ante una aparentemente nueva teoría dentro del marco de principios y parámetros. —————— 9 En consecuencia, un niño no aprende una lengua, pero tampoco la adquiere. El «órgano» del lenguaje produce, o mejor, selecciona una lengua a partir de los estímulos verbales que recibe el niño. El proceso sería muy parecido al de la producción de anticuerpos cuando un organismo recibe antígenos tal como fue descrito por N. K. Jerne en 1955. 10 Minimalista no es un anglicismo tan vitando como parece. El diccionario académico contiene maximalista, maximalismo, y no hay razón aparente contra su paralelo minimalista, mientras que ese diccionario recoge minimista como un arcaísmo. [86]

Esta nueva teoría se sustenta en la conjetura de que el lenguaje está bien diseñado para la computación óptima de las expresiones y su «lectura» por los sistemas de actuacion. Esta conjetura es, al menos a primera vista, algo excéntrica, teniendo en cuenta que Chomsky ha insistido siempre en que el lenguaje es un órgano mental/biológico. Supone enfocar el estudio del lenguaje desde el punto de vista del ingeniero, no del biólogo. Los ingenieros empiezan pensando en una función óptima y diseñan una estructura que satisfaga esa función. Los biólogos, por el contrario, empiezan por la estructura y se preguntan qué función la ha originado. El planteamiento, en palabras de Chomsky, es: ... cómo es de bueno el diseño [del lenguaje]. ¿Qué perfección ofrecen las leyes de la naturaleza para una solución óptima a un cierto problema de ingeniería, el impuesto por las condiciones de legibilidad a las expresiones? [generadas por el sistema computacional] (The Architecture of Language, pág. 18).

Chomsky coloca al lenguaje humano, dicho en sus propias palabras «bastante más allá de un entendimiento serio de los procesos evolutivos». Lo que sorprende no es tanto esta afirmación, que debería suscitar una respuesta de los biólogos, sino que ni siquiera discute los puntos de vista de quienes sí sitúan al lenguaje humano dentro de los procesos biológicos evolutivos habituales, los neodarwinistas, algo que en buena lógica parece que debería hacer. Entre los que han hecho propuestas teóricas11 se cuentan tanto sus discípulos (Pinker y Jackendoff) y sus simpatizantes (Bickerton), como sus adversarios (Phil Lieberman) y los independientes (Mithen, Noble y Davidson; Dunbar). Mucho menos aún tiene en cuenta Chomsky las reconstrucciones paleoantropológicas de Tobias, que sostiene razonablemente la presencia de la capacidad para el lenguaje nada menos que en la especie Homo habilis, aparecido hace 2,2 millones de años. Todos ellos discuten el lenguaje ya dentro de la selección natural ya desde mecanismos compatibles con ella, como el efecto Baldwin. Pero Chomsky o rechaza sin argumento cualquiera de estas propuestas o las ignora. Que el diseño del lenguaje humano sea la computación óptima de una expresión independiente de la intención del locutor y de su signi—————— 11 Véase el Cap. 10 de Cela Conde y Ayala, Senderos de la evolución humana, Madrid, Alianza Editorial, 2001. [87]

ficado no es nada obvio. La computación Turing considera el lenguaje como información12, o lo que es lo mismo, que el lenguaje (sintaxis, semántica y fonología) es de naturaleza discreta (o no continua). Sólo con este supuesto puede el lenguaje caracterizarse como un código que emplea bitios, o secuencias de 0 y de 1. Este punto de vista introduce más problemas de los que pretende resolver (en el caso del lenguaje, el de la infinitud) en el dominio de las ciencias cognitivas. Entre los que no resuelve, está el propio concepto de mente, que al ser construido como un puro mecanismo de información autosuficiente la convierte en un autómata tonto. Este paso introduce, además, una ruptura evidente con la teoría anterior, que siendo informacional, destacaba más el carácter representacional13 de algunos de sus componentes. Paso que, como he dicho, otorga al sistema computacional del lenguaje el carácter de un autómata tonto14. Pues al separar la computación lingüística de la intencionalidad propia de esas representaciones15 la computación deja de ser una representación mental, dado que es lo intencional lo propio de las representaciones mentales16. La teoría vigente hasta los años 80 afirmaba: —————— 12 César Gómez, «La caverna de Platón», en Revista de Libros, julio-agosto de 2000, págs. 26-27 explica cómo para ciertos dominios, la física emplea el concepto de información como algo intrínseco a la naturaleza de los eventos físicos. 13 Donde había una representación simbólica esencial, la estructura subyacente (o estructura «profunda»). Contribuye poco a la claridad que Chomsky emplee el término «representación» de manera ambigua, con preferencia a evitar su denotación filosófica. 14 La actuación verbal es intencional, salvo en expresiones espontáneas o hechas, o en acciones verbales puramente fáticas. Sánchez de Zavala hace algunas precisiones en este sentido; véase, Hacia la pragmática, Madrid, 1997. 15 Las representaciones son representaciones de algo. 16 Véase entre otros J. Levine, Purple Haze. The puzzle of consciousness, Oxford University Press. Al separar Chomsky el sistema computacional del lenguaje del sistema intencional, los principios del lenguaje que fundan la competencia carecen de poder causal para explicar la actuación verbal. En la teoría de 1965, la competencia es uno de los elementos que causalmente explica el uso real del lenguaje, de la misma manera, sostenía en 1965, que una teoría de la percepción visual intenta describir lo que una persona ve realmente y los mecanismos que determinan. En el programa minimalista, la computación está escindida de la acción verbal, aunque se reconoce que el problema de la acción es real. Sin duda que lo es, hasta el punto de que las investigaciones computacionales de la visión cada vez se fijan más en sus aspectos funcionales, en tareas concretas de la percepción visual, que tienen en cuenta tanto al percipiente como a su entorno, y menos en aspectos del mecanismo. Véase Aloimonos y Rosenfeld, «Computer Vision», Science, 253 (1991), págs. 1249-1254. [88]

Saber una lengua es estar en un cierto estado mental, que persiste como un componente relativamente constante de estados mentales transitorios... Continuaré suponiendo que es correcto analizar el saber lingüístico (knowledge of language) en términos de estructuras mentales de reglas y representaciones17.

En el programa minimalista las representaciones de etapas teóricas anteriores han desaparecido, como las de estructura latente (o «profunda») y estructura patente (o «superficial»). Las únicas representaciones que quedan son las que exige la constitución del signo lingüístico: la del sonido y la del significado. Pero son, más que representaciones, en realidad niveles de interfaz con los sistemas «externos» al sistema cognitivo, el final de la computación sintáctica que opera sin niveles de estructura «profunda» y de estructura «superficial». Pero sorprendentemente, el enfoque ingenieril del lenguaje choca directamente con el carácter biológico entendido en términos neodarwinistas. Esto es algo que a Chomsky le gusta porque piensa que pone en notables dificultades a la teoría de la evolución por selección natural18 y porque hace todavía más exótico al lenguaje humano, y en suma, a la mente humana, que es su verdadero interés de conocimiento19. ¿En qué medida la naturaleza del lenguaje es derivacional, o Turing-computacional? La usual caracterización computacional de Chomsky empleaba reglas. Ya desde los inicios del programa generativista hasta mediados de los años 80, la gramática de una lengua aparece descrita como un sistema de reglas que computan, es decir, forman por derivación frases a partir de palabras20. Como la idea de regla gramatical es consustancial a la gramática tradicional europea, en especial desde el Renacimiento, el programa generativista se presentaba como un desarrollo formalizado de la vieja gramática. —————— 17 Chomsky, Rules and Representations, Oxford, Blackwell, 1980, págs. 48- 49. 18 Esto es llamativo en algún sentido. De hecho, la teoría de la selección clonal iniciada por N. K. Jerne en 1955 (expuesta persuasivamente en «Antibodies and Learning: Selection versus Instruction», en G. Quarton y cols. (eds.), The Neurosciences, vol. 1, Rockefeller University Press, 1967, págs. 200-205), que propone un mecanismo selectivo, sería extensible de forma natural al caso de la adquisición de un lenguaje. 19 Pero véase el libro de Bruner citado. 20 Véase el Capítulo 11 para un ejemplo elemental de computación Turing. [89]

El punto de partida originario de Chomsky en 1965 y continuado muchos años, es que una gramática (generativa) es un sistema de reglas que especifican (o computan) las secuencias bien formadas de unidades gramaticales a la vez que asignan una estructura a tales secuencias. Este sistema de reglas (sintácticas, semánticas y fonológicas) constituía la competencia o saber lingüístico del hablante, que entraba como un elemento esencial en la explicación del uso del lenguaje, es decir, en la actividad de hablar. Al sostener esto, sin hacer más distinciones sobre las reglas, la teoría chomskiana se situaba de forma natural en el ojo de los filósofos, que han elaborado el concepto de regla del lenguaje y de regla de gramática. En efecto, Wittgenstein en las Investigaciones Filosóficas, aparecidas en 1953, §§ 198-208 y 496-500, entre otros, caracterizaba el lenguaje como la actividad de seguir reglas. Siguiendo esta senda, los filósofos Searle y Kripke son quienes han sometido a una crítica demoledora la concepción chomskiana de las reglas. Las reglas de la gramática, insisten los filósofos desde Wittgenstein, guían la actividad verbal del hablante, que es una actividad intencional: alguien habla de algo. Las reglas intervienen como un factor causal en la actuación verbal de los hablantes, que son agentes voluntarios en los actos de habla concretos. Por eso mismo, deben ser accesibles a la consciencia o saber del hablante. Las reglas, en suma, forman parte de una actividad social y de una actividad psicológica intencional. Ni una ni otra son actividades mecánicas. Como actividad psicológica, las reglas (y el lenguaje en general) tienen que ver más con los objetos estéticos y con la naturaleza orgánica, tal como Kant (Crít. del Juicio) la entendía, es decir, en términos de su función y de su finalidad básicas21: el corazón de un mamífero bombear la sangre al organismo, y el lenguaje representar las cosas y comunicar la intención del hablante. En consecuencia, si las reglas de una gramática generativa no cumplen estas exigencias, y son reglas de un autómata tonto, no puede afirmarse que la gramática sea un sistema de reglas. Las reglas computacionales de una gramática generativa no satisfacen las demandas de las re—————— 21 El darwinismo introdujo un principio de explicación mecánica de la vida: mutación genética, recombinación y selección natural. Pero esto no explica todo, y la idea kantiana, de origen antiguo, sigue siendo pertinente. La idea de una finalidad en los procesos de la vida —en su diseño— acecha a la biología. Véase M. Ruse, Darwin and design. Does evolution have a purpose?, Harvard University Press, 2003. [90]

glas entendidas como Wittgenstein-Searle-Kripke. Por eso, éste ha sentenciado el fin que en su origen persiguió la revolución chomskiana. No es posible afirmar que esta crítica haya tenido un efecto directo o reconocido en el programa generativista. El hecho es que las reglas de una gramática generativa han dejado de ser reglas y son ahora llamadas por Chomsky principios invariantes de la gramática universal. Y aunque la crítica de Searle y Kripke puede no acertar enteramente, el blanco a que apunta no anda lejos. Pues las reglas intentaban, en el antiguo programa, caracterizar aspectos esenciales de la capacidad lingüística de los hablantes, actuando como criterios de buena o mala formación. Así, un soporte básico del programa chomskiano como he indicado antes, era la distinción entre frases (secuencias de palabras) sintácticamente mal formadas como (1) Sinceridad la asustar puede chico al y bien formadas como (2) La sinceridad puede asustar al chico. Las reglas de una gramática generativa recogían precisamente estas distinciones entre frases generables por la gramática interna o mental de un locutor (frases gramaticales) y frases no gramaticales, frases que infringen las reglas que generan frases gramaticales22. Así, la frase (1) infringe dos reglas (que satisface (2)): la que especifica el orden de la colocación del artículo y la que especifica el orden de los verbos. Hoy23, sin embargo, afirma que el concepto de frase bien formada y gramatical carece de caracterización precisa, dentro de la teoría computacional de la gramática, naturalmente. Esta afirmación constituye otra novedad, y bien radical; la tercera, en mi opinión, en el programa minimalista, porque, además, sanciona (i) la posibilidad de que sintaxis y semántica no tengan una delimitación tan clara en el momento de aplicar las restricciones que deben satisfacer las frases; y (ii) que por eso mismo no exista una tajante distinción entre competencia (o saber lingüístico del hablante) y actuación, como se ha venido haciendo hasta ahora. —————— 22 Chomsky, Aspects of the theory of syntax, 1965, pág. 32: «Asumamos provisionalmente que los datos lingüísticos primarios consisten en señales clasificadas como oraciones y no oraciones...». Esta distinción es la que permite la modelación matemática de la gramática. En la teoría de los lenguajes formales, las reglas generan secuencias (o catenas) de símbolos que pertenecen a un conjunto, pero no genera las que no pertenecen a ese conjunto. La eliminación de la distinción gramatical/no gramatical no permite la modelación matemática en la forma en que se venía haciendo. 23 Chomsky, The Minimalist Program, MIT Press, 1995, pág. 213. [91]

De este modo, las restricciones, aparentemente sintácticas, que incumple (1) se seguirían del principio de que las frases nominales denotan un sentido o concepto, mientras que «sinceridad la» y «chico al» no denotan concepto alguno en español. Todo lo que hacen las frases es satisfacer o infringir restricciones. Así, en español las frases (i) Se detuvieron a los ladrones, y (ii) Se detuvo a los ladrones son usuales. La primera, sin embargo, infringe la restricción de que sólo el sujeto concuerda con el verbo en número, mientras que la segunda respeta esta restricción. La primera no es tenida como normativa, pero la segunda sí. Esto vendría a dar de nuevo la razón a los filósofos para quienes una regla establece también un criterio normativo, además de constitutivo, establecido por convención. Así, pues, la gramática generativa carecería de reglas en el sentido de Wittgenstein-SearleKripke. Por eso, al llamar Chomsky principios a las reglas se quiere zafar de las críticas de los filósofos. Aun aceptando el viraje, el giro en la dirección de eliminar las reglas y de reconocer la inexistencia tanto de reglas gramaticales para construcciones concretas como de una caracterización de frase gramatical es sustancial. Tanto que hasta el programa minimalista, la gramática generativa se sustentaba en la tesis de Chomsky de que «si no se suponen distinciones de gramaticalidad, a una gramática no le queda nada por describir, excepto las “regularidades de un corpus”»24. La razón de esta condición se halla en que permitía el empleo de modelos matemáticos en la descripción de la estructura gramatical en el sentido de establecer la pertenencia (o no pertenencia) de una frase a un cierto conjunto generable. Sorprendentemente, el viraje lleva a la teoría chomskiana en la dirección que desde hace años, antes del programa minimalista, persiguen otro conjunto de teorías computacionales. Todas ellas eliminan las reglas gramaticales concretas por un conjunto de restricciones generales que satisfacen o no las frases25. La apuesta que a continuación de este giro hace Chomsky consiste en proponer que las reglas o principios invariantes operen de —————— 24 Chomsky, Topics in the theory of Generative Grammar, La Haya, Mouton, 1966, pág. 32, nota 8. 25 Teorías restrictivas son la gramática léxico-funcional de Bresnan (1982); la gramática de estructura frase generalizada de Gazdar (1985), y la gramática de estructura de frase nucleoimpulsada, de Pollard y Sag (1987). Estas teorías no emplean medidas de economía global, sin embargo. [92]

acuerdo con una economía intrínseca. Como son principios computacionales, la economía con que actúan es economía computacional26. Como he dicho, junto a la medida de economía global, la teoría minimalista emplea restricciones derivatorias en la generación de las frases. En consecuencia, una gramática generativa no es, ahora, en lo esencial, más que un conjunto de restricciones derivatorias que permiten generar todo tipo de frases27: óptimas, aceptables, poco aceptables, no aceptables, etc. Algunas de estas restricciones, en especial las que se refieren a la complejidad computacional del tipo que afectan a las construcciones autoincrustadas28, corresponden a los sistemas de actuación, lo que socavaría la distinción entre competencia y actuación, uno de los puntales que sostienen el modelo chomskiano de gramática. Cuando Chomsky mantuvo una acre discusión con los semanticogenerativistas hace treinta años, quienes pretendían modificar la teoría lingüística en este sentido, aquél afirmó29: «Quien mantiene —————— 26 Lo que es sorprendente es que cuando en 1969, Lakoff introdujo una medida de este tipo, como el concepto de regla global, que comparaba derivaciones restringiéndolas de tal manera que la derivación sólo podía continuar si tenía en cuenta una fase no inmediatamente anterior de la misma, Chomsky («Some empirical issues in the theory of transformational ggrammar», en su libro Studies on Semantics, La Haya, Mouton, 1972, págs. 120-199) rechazó la propuesta de Lakoff argumentando que la globalidad incrementa el poder descriptivo de la teoría lingüística hasta hacerla inviable como teoría del lenguaje. 27 El efecto de las teorías lingüísticas restrictivas es que son infalsables, porque no excluyen nada. Si esto es así, el contenido informativo de estas teorías es irrelevante o nulo. No carecía de razón el antiguo generativismo cuando demandaba que una frase era gramatical si y sólo era generada por alguna(s) regla(s) de la gramática, lo que permitía que las reglas funcionasen como hipótesis empíricas que excluían (o predecían) ciertas secuencias de la gramática. Para que aquéllas fuesen falsables se necesitaría una teoría de qué restricciones son posibles y cuáles son imposibles en el lenguaje. 28 Un ejemplo de estas construcciones es «La señora que el chico que el hombre insultó vio vive en Madrid». 29 Chomsky, «Some empirical issues...», pág. 127. Desde luego, algunas propuestas de la semántica generativa reaparecen en el programa minimalista en 1969. Lakoff («On derivational constraints», Chicago Ling. Soc., pág, 117), afirmaba: «Parto de que la gramática de una lengua es un sistema de reglas que relaciona los sonidos de una lengua con sus correspondientes significados.» Y Chomsky (The Minimalist Program, MIT Press, 1995, pág. 220) afirma: «Una lengua concreta L es un procedimiento generativo [derivatorio] que construye pares (p, l)...p» es una representación fonética y l es una representación de la forma lógica...» Para no ser injusto, Lakoff repetía lo que Chomsky sostuvo en sus conferencias de Indiana de 1964 (Topics in the theory..., pág. 12, aparecidas en 1966), que corregían al [93]

sólo que una gramática es un conjunto de condiciones sobre las derivaciones, carece del peso de la prueba porque no está diciendo virtualmente nada.» La razón de por qué después de treinta años la economía de conjunto (o «economía global») juega un papel determinante en la teoría se encuentra en la decisión epistemológica que toma Chomsky y que establece que el lenguaje es un mecanismo óptimo para generar expresiones (y ser «leídas» por los sistemas de actuación) regido por «el menor esfuerzo» computacional. Reaparece aquí la célebre medida (interna a la teoría) de evaluación para gramáticas (o teorías) compatibles con unos mismos datos propuesta en 196530. Tal medida era concebida como la determinación de una constante física31. Pero nótese que, a diferencia de lo que ocurre con las constantes físicas, la medida de evaluación de la teoría, la «constante lingüística universal», viene aquí determinada por la propia teoría, algo excepcional. En física las constantes aparecen como datos empíricos, algo que el físico mide e introduce como input en la teoría de tal manera que la simplicidad de una teoría física (y su carácter más o menos fundamental) depende del número de constantes físicas que aparecen en su formulación32. Las constantes permitirían seleccionar así la mejor teoría. Resulta, entonces, que la teoría lin—————— Chomsky de 1957. Es destacable que algunas afirmaciones de esas conferencias no aparecen en Aspectos de la teoría de la sintaxis, de 1965, que era el canon teórico de referencia de Lakoff. En 1969 el modelo imperante era el de Chomsky 1965, que sostenía que una gramática generativa es «un sistema de reglas que asigna descripciones estructurales a las frases». Y todavía más: el que fue concepto nuclear de la gramática generativa, el de estructura subyacente (deep structure) ha sido eliminado, como ya lo hizo la semántica generativa... en 1969. 30 La medida que desde 1965 se exploró fue la «longitud», en términos del (menor) número de símbolos necesarios para expresar generalizaciones lingüísticas. La longitud obligaba a emplear formalismos que restringieran la forma de las reglas que expresaran aquellas generalizaciones. El número de símbolos empleados en una regla enunciada con cierto formalismo en relación con el número de símbolos empleado en una lista era la medida de evaluación interna. Esta medida no fue capaz de restringir las gramáticas en el sentido de que el poder descriptivo de las reglas así formuladas se demostró enorme, incapaz de llegar a una teoría restringida o explicativamente satisfactoria. 31 Que en efecto intervienen en medir la economía/simplicidad de una teoría física. Agradezco a César Gómez, del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de Madrid, esta información. 32 Debo estas precisiones a César Gómez. Esto es válido siempre que la fundamentalidad se defina como la ausencia de constantes numéricas o materiales, como indica Bunge, The Myth of Simplicity, pág. 62. [94]

güística minimalista no sigue la norma de las ciencias duras, que buscan medidas empíricas para sus teorías. Es como si la lingüística estuviese en una Arcadia epistemológica, de modo que los datos empíricos son lo suficientemente ricos como para determinar que la constante empírica buscada es la economía computacional, lo que en una teoría basada en restricciones derivatorias no podía ser de otra manera. Pero si esto es así, y es lo que a fin de cuentas persigue la empresa generativista, la lingüística ocuparía un lugar único en las ciencias de la naturaleza, que es donde pretende ubicar Chomsky a la lingüística en todos estos libros33. Para obtener pruebas que confirmen la decisión de Chomsky sería necesaria una comparación entre teorías lingüísticas que empleando una medida de evaluación, una constante lingüística, que permita hacer predicciones que puedan ser contrastadas por los datos. La única prueba que se ofrece para la economía computacional es que su aplicación en algunos casos produce oraciones aceptables para un hablante de un cierto lenguaje. Pero esto, aplicando el propio criterio de Chomsky, sólo hace que una gramática sea descriptivamente satisfactoria, no que sea una teoría explicativa, máximo nivel de satisfacción teórica. La decisión que eleva la economía computacional a principio de la naturaleza del lenguaje no deja de ser otra conjetura excéntrica al estar asociada a la idea de que el diseño del lenguaje es perfecto. Es como si la física elevase a principio de la naturaleza el de simetría porque se supusiera que el universo constituye un diseño perfecto. El objeto más simétrico imaginable, afirma el físico Richard Feynman34, es seguramente una esfera, y la naturaleza, prosigue, está llena de esferas: estrellas, planetas, gotas de agua, pompas de jabón, etc. Pero lo único que esto quiere decir es que los objetos son con frecuencia simétricos, no que hay una ley de la naturaleza que impone la simetría sobre las cosas. Es cierto que la simetría actúa de forma persistente no ya en los objetos, incluidos los seres vivos, sino en las leyes de la física. En el caso de los seres vivos la simetría contiene bastantes excepciones, una bien conocida es la del cerebro: hay un cerebro izquierdo distinto en muchas cosas —————— 33 Si los datos lingüísticos son ricos, no parece haber lugar para el argumento habitual en Chomsky que sostiene precisamente lo contrario, la «insuficencia del estímulo» que recibe el niño que adquiere una gramática. 34 R. Feynman, The Feyman Lectures on Physics, vol. I, Nueva York, Addison-Wesley, 1963. Las ideas sobre la simetría están sugeridas por este texto. [95]

del derecho. Para el caso de las leyes de la física, y dependiendo de la escala en que operen, la simetría se produce de forma general. Pero, insiste Feynman, el mundo no tiene por qué ser simétrico. No está contra las leyes de la física el que algo no tenga izquierda y derecha simétricamente. Si queremos sacar alguna moraleja de estos casos, ésta sería que el lenguaje no tiene por qué ser económico ni su diseño perfecto, por más que la economía computacional o funcional en otros casos puedan encontrarse en alguna parte de su diseño. La exposición y discusión del nuevo programa chomskiano que aquí hemos hecho parece la crónica de un gran científico que hace casi cincuenta años contribuyó a establecer el nuevo paradigma de lo que hoy se conoce como ciencia cognitiva, y cual ermitaño se empeña en perseguir unas metas que sus contemporáneos han abandonado hace tiempo. La realidad es distinta. El programa minimalista, que constituye un cambio aparentemente radical en relación con la teoría anterior, la de rección y ligamiento, vigente hasta 1984 aproximadamente, arrastra de manera incondicional a un número importante de investigadores. Quienes hasta ayer se afanaban en perseguir las metas de la teoría de 1979-1984, abandonan repentinamente esta teoría y se esfuerzan ahora en perseguir las nuevas metas de la economía computacional, metas que son resultado de una decisión metodológica insuficientemente justificada más que de una contrastación empírica de la teoría o de la introducción de un un nuevo formalismo computacional. No se han ofrecido pruebas empíricas decisivas que justifiquen el cambio teórico ni se ha introducido un nueva teoría de la computación de la estructura gramatical. El seguimiento del programa minimalista obedece más a razones de prestigio y autoridad35 científica que detenta Chomsky que a razones surgidas en el desarrollo de la teoría. Esto no es nuevo. Huck y Goldsmith36, que han historiado la polémica de Chomsky con los semanticogenerativistas entre 1966 y 197337, comienzan así su relato: —————— 35 Un ejemplo de ello es el libro de J. Uriagereka, Rhyme and Reason: An introduction to minimalist syntax, MIT Press, 1998, más parecido a las imposturas e incoherencias de Sokal que a un texto de introducción al minimalismo. 36 Huck y Goldsmith, Ideology and Linguistic Theory, Londres y Nueva York, Routledge, 1995, pág. 8. 37 Este último es antiguo estudiante de Chomsky y autor de una fructífera teoría fonológica. [96]

Ha sido normal en la ciencia intentar separar las ideas de los que las sostienen. Los historiadores de la ciencia han argumentado que es engañoso hacerlo, que lo que a menudo se cree que son factores sociales y personales juegan un papel nada trivial en la investigación científica. Si esto es verdad de la ciencia en general es con seguridad verdad en la lingüística, donde durante más de tres décadas la escena académica ha estado dominada por la imponente personalidad de Noam Chomsky.

Huck y Goldsmith aportan el testimonio de Paul Postal (pág. 161) sobre un incidente público entre John R. Ross y Chomsky, sobre el que no vamos aquí a entretenernos, que justifican sus razones (de Huck y Goldsmith) sobre factores personales en la lingüística. A propósito de este incidente Postal38 percibió «el deseo de Chomsky de sacar partido de su dominio profesional/académico y del control temporal del auditorio para tratar a alguien (a Ross) con desdén», y concluye que «... una clara implicación [de este incidente] era que estar en desacuerdo con Chomsky, incluso entonces [en 1966] la persona más influyente y de más renombre en el campo [de la lingüística], tendría un alto precio...». Otro factor, el institucional, parece contribuir a esta actitud de la comunidad científica. Indican Huck y Goldsmith la atracción que el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde se ubica el Departamento de Lingüística y Filosofía en que trabaja Chomsky, ejerce sobre los estudiantes más inteligentes. Pero como subraya Postal en el libro de Huck y Goldsmith, pág. 134, «[los estudiantes] salen de allí sin cuestionarse mucho» porque, prosigue Postal, «se les transmite la noción de que lo que básicamente tienen que hacer es poner pequeños parches en un esplendoroso edificio ya existente». En las ciencias duras, sin embargo, una situación como la de la lingüística parece excepcional. Quizá se pueda aducir el caso de Niels Bohr, que después de la Primera Guerra Mundial atraía en Copenhage a muchos e inteligentes estudiantes de doctorado a los que entusiasmaba y seducía iniciándolos en el «espíritu de Copenhague». Bohr, según cuenta J. L. Heilborn («The Genesis of the Bohr Atom», Hist. Stud. In the Physical Sciences, I ([1969], págs. 210-219), —————— 38 Remito al lector al reciente libro de P. Postal, Skeptical Linguistic Essays, Oxford University Press, 2004, en especial su segunda parte, que titula «estudios de lingüística basura», donde encontrará un estudio de los puntos débiles y de las estrategias argumentativas de Chomsky. [97]

hablaba en acertijos y parábolas y empleaba argucias y retórica persuasiva para suprimir a los disidentes y combatir las interpretaciones no ortodoxas. Es bien conocido el caso de Einstein, que después de haber contribuido (entre otras fundamentales aportaciones) a la formación de la nueva mecánica cuántica, en los años 20 del siglo pasado, desde 1932 se empeñó inútilmente en perseguir una teoría unificada de campos y en imponer el principio de causalidad clásico en la física de partículas. Apenas tuvo seguidores, y hasta su muerte en 1955 permaneció solitario en Princeton, escribiendo teorías inviables. En 1932 Pauli escribió de él: «su inventividad inagotable así como su energía tenaz en la prosecución de la teoría de unificación nos garantiza en los últimos tiempos, una teoría al año, como promedio»39. Mutatis mutandis, son sorprendentes los paralelismos entre Einstein y Chomsky. También de éste se puede decir que muestra una tenacidad inagotable en la prosecución de sus empresas. A Einstein, como a Chomsky, le guiaba el principio de «que en la naturaleza se realiza el ideal de simplicidad matemática»40, aunque al final de su vida Einstein reconocía que la simplicidad de una teoría «no significa que la naturaleza no pudiera obedecer una teoría [de campo] más compleja»41. También Chomsky se precave, con más prudencia que sus estudiantes, cuando afirma: «está lejos de la obviedad que el lenguaje tenga algo parecido al carácter que postula el programa minimalista, que sólo es un programa de investigación...»42. Y como ocurrió con Einstein43, pero en otro terreno, hay un interés en mantener y proteger el prestigio del gran científico. No deja de ser llamativo que la comunidad de investigadores, en vez de recordar la historia de Einstein, que prueba que los más grandes científicos pueden estar equivocados, es arrastrada por el prestigio y la autoridad científica hasta el punto de que quienes practican el programa minimalista confirman sistemáticamente su validez en artículos, tesis universitarias y congresos científicos. Parece como si milagrosamente la comunidad de investigadores se pusiera de acuerdo para aceptar las decisiones de un gran científico. —————— 39 Citado por A. Pais, Subtle is the lord. The Science and the Life of Albert Einstein, Oxford University Press, 1982, pág. 347. 40 Einstein, On the Method of Theoretical Physics, 1934; cit. por Pais, pág. 467. 41 Pais, pág. 349. 42 Chomsky, The Minimalist Program, pág. 221. 43 Reseñando dos biografías de Einstein, Rosemary Dinnage indica cómo la reputación de Freud y de Einstein estaba protegida por poderosos intereses, Times Literary Supplement, 17 de diciembre de 1993, pág. 8. [98]

Ésta es una diferencia no banal entre las tradiciones intelectuales de la física y de la lingüística, todavía lejos de la primera en seguir tanto normas científicas como metacientíficas. Como ejemplo de las primeras, poner a prueba las teorías, más que corroborarlas; presentar hipótesis falsables44, y no eludir la falsación; aducir datos empíricos consistentes y lo más completos que se pueda, y evitar las metáforas innecesarias, en las que el programa abunda. De las segundas, la historia de la ciencia sería suficiente. Para concluir. A pesar de que las conjeturas que guían al último Chomsky pretenden constituir una nueva teoría del lenguaje (en relación con las que compite en estos años), el núcleo del minimalismo aprovecha las aportaciones que desde hace treinta años vienen haciendo los especialistas en lingüística computacional y lógica matemática, que Chomsky incorpora en su esfuerzo por construir una teoría del lenguaje y de la mente. El minimalismo presenta unos desafíos y unas apuestas a la teoría del lenguaje y de la mente similares a los que ya presentó el generativismo en épocas pasadas, pero que no se ganaron. Y aunque como ya ha sucedido en las cuatro últimas décadas, esta nueva teoría fenezca inexorablemente, no cabe dudar de que la ciencia se mueve por conjeturas y refutaciones ni de que de las actuales conjeturas saldrán refutaciones que probablemente conseguirán resultados no desdeñables para la lingüística y la psicología del siglo que acaba de entrar.

—————— 44 Escrito este ensayo, incide en lo mismo, con un desarrollo pormenorizado P. Postal, Skeptical Linguistic Essays, Oxford University Press, 2004. [99]

CAPÍTULO 7 Lenguaje, cognición e imitación1 1. REGRESO A LA IMITACIÓN El programa computacional en las ciencias cognitivas mantiene que el lenguaje es un sistema de información computacional (Chomsky, 1995) o máquina de lenguaje. Las pretensiones de un sistema cognitivo computacional (es decir, un sistema de información digital constituido por símbolos 0 y 1) para el lenguaje convierten a tal sistema en un código cuya función es la traducción de la información2 en acciones lingüísticas del hablante o del estímulo en representaciones lingüísticas. En este paradigma tanto las acciones fonéticas motrices o perceptuales como las puramente gramaticales (entender y producir frases) necesitan estar cifradas en tal código, que envía la información al sustrato neuronal que soporta y ejecuta tales acciones o bien logra la percepción de los sonidos lingüísticos y la comprensión de las frases. Investigaciones neurofisiológicas recientes realizadas en primates no humanos apoyan, sin embargo, un paradigma alternativo para las ciencias cognitivas, de acuerdo con el cual el procesamiento, o mejor, la ejecución de algunas de esas acciones, no demandan la presencia de un sistema cognitivo de intermediación o transducción, sino la presencia de esquemas figurativos, o bien de esquemas cognitivos, tal como proponen para la sintaxis, Lakoff (1987), Langacker (1983), Talmy (2000), entre otros, y para la fonología, ges—————— 1 Publicado aquí por vez primera. 2 La jerga informática diría «transducción». [101]

tos articulatorios intendidos (A. Liberman, 1996). Tales esquemas figurativos, o bien los gestos articulatorios, requieren, como muestran las experiencias que expondremos abajo, la actividad imitativa de los sujetos. La imitación es un concepto que no admite, sin embargo, una caracterización precisa. Baldwin (1894) en psicología, Tarde (1904) en sociología, y Dawkins (1976) en biología han empleado la imitación para fundamentar comportamientos de distinta índole. La idea de que un organismo A emite un estímulo (visual, verbal, motor, comportamental) que es replicado por otro organismo B con mayor o menor precisión ya en presencia o en su ausencia, puede ser una primera caracterización, aunque aproximada. El componente de réplica o repetición del estímulo puede sugerir, por otra parte, que el acto imitativo es incompatible con el aspecto creativo del lenguaje. Salvo el caso de la autorrepetición de unidades de movimiento, se puede afirmar que la imitación contiene aspectos creativos. La imitación diferida, de que hablaremos en el epígrafe 2, que introdujo Piaget (1945), es frecuente en los niños en la edad que adquieren el lenguaje. En este tipo de imitación, en la que el niño reproduce palabras y frases en ausencia del estímulo originario en una situación nueva, se contiene ya un elemento de creatividad. En un dominio distinto, pero no alejado del que aquí nos ocupamos, el estilo literario, Auerbach (1942) desarrolló su bien conocida tesis de que el arte verbal se sustenta en un escaso repertorio de estilos que son reproducidos y reelaborados con algunas variantes a lo largo de la historia de la literatura. Tal reproducción es considerada como una mímesis creativa. 1.1. Las acciones significativas del mono y el código cognitivo Las investigaciones llevadas a cabo en estos últimos años por Rizzolatti y colaboradores (1988 y 2002) ha demostrado que en el córtex del macaco se produce una descarga neuronal cuando se presentan ciertos estímulos visuales que representan acciones significativas. El interés de estas experiencias para el estudio del lenguaje radica en que (1) estas acciones se corresponden con patrones lingüísticamente significativos, y (2) que tales acciones son imitativas, como sucede en las acciones motrices de la percepción del habla (Liberman, 1996), como hemos expuesto aquí en el Capítulo 2. [102]

Las acciones significativas que desencadenan una respuesta neuronal en el mono son de dos tipos: a) las que se refieren sólo a la aprehensión de un objeto pequeño por el propio animal, y b) las que se refieren tanto a la aprehensión por el propio mono cuanto a la observación de una acción por otro (mono o experimentador) de una acción específica de aprehensión como manipular, romper o sostener un objeto. Las acciones del tipo a) corresponden a la ejecución de una acción, es decir, situaciones en que un sujeto coge con la mano un pequeño objeto tridimensional, como una uva. Observar esta acción activa en el mono la descarga de neuronas canónicas en el área F5 del córtex ventral premotor. Las acciones del tipo b) corresponden a la réplica o imitación de una acción de aprehensión. En este caso las neuronas que se activan son llamadas neuronas espejo (mirror neurons), porque éstas responde al reconocimiento de una acción que pertenece al repertorio conductual del animal. La observación de una acción resuena en el córtex cerebral del animal de modo que el animal reconoce la acción observada de aprehender algo. Esta resonancia de una acción vista no es otra cosa sino la imitación de esta acción. Las neuronas espejo, son las que activan esta resonancia. Rizzolatti y Arbib (1998) describen estas acciones de aprehensión de los monos por medio de lo que ellos denominan una «gramática de la acción». Esta gramática de la acción no puede, desde luego, considerarse como una descripción de una estructura gramatical, sino más bien como una descripción pregramatical. La descripción de las acciones significativas del mono de Rizzolatti y Arbib (1998) descansa en la teoría de casos de Fillmore (1968). Esta teoría analiza una oración en dos componentes: modalidad y contenido proposicional3. La razón por la que emplean la gramática de casos es que, para ellos, esta gramática organiza las oraciones en torno a «marcos de acción». La descripción de Rizzolatti y Arbib distingue dos tipos de «marcos de acción»: (1) Marco imperativo o de instrucciones para hacer algo. Corresponde a las neuronas canónicas, es decir, a acciones significativas que desencadenan una respuesta neuronal que se refieren —————— 3 La propuesta de Fillmore (1968) de descomponer una locución en modalidad y contenido proposicional es común a varias teorías gramaticales desde Frege, donde aparecen por vez primera. [103]

sólo a la aprehensión de un objeto pequeño por el propio animal. La representación de este marco es: Instrucción: aprehender-A (uva) donde «aprehender-A» es una instrucción específica dirigida a un objeto pequeño. (2) Marco declarativo: corresponde a las neuronas espejo del área F5. Su representación es: Declaración: aprehender-A (Agente, Meta). Este marco describe tanto la aprehensión por el propio mono cuanto la observación de una acción por otro (mono o experimentador) de una acción específica de aprehensión como manipular, romper o sostener el objeto. La teoría de los casos de Fillmore (1968) tenía como meta elaborar una teoría de la oración con sólo dos niveles de representación: un nivel de estructura semántica y un nivel de estructura sintáctica patente, eliminando así el nivel de representación de estructura sintáctica intermedia o subyacente (o profunda) de Chomsky (1965). Eliminación que Chomsky (1995) ha llevado a cabo. Posteriormente, Fillmore (1976) derivó en una semántica de marcos (frame semantics) donde los «marcos casuales» de Fillmore (1968) pasan a ser marcos cognitivos, pero no en el sentido computacional o de información. Estos marcos cognitivos eran entendidos como «esquemas cognitivos», «escenarios», o «figuras gestálticas»4. Por tanto, los marcos (1-2) que describen las acciones significativas del mono deben entenderse así, como esquemas cognitivos no informacionales, lo que recoge las acciones significativas del mono como expresión de categorías cognitivas de agente, meta y movimiento. Esta apreciación teórica es congruente con el tipo de experiencias sobre el comportamiento estudiado por los neurofisiólogos citados. En efecto, estas acciones significativas del mono —como la aprehensión de un objeto— no requieren una transducción cognitiva o de información, porque estas acciones no son (i) generalizaciones que resulten de un número indeterminado de ensayos y errores —————— 4 Véase López García (1989), pág. 185 y Talmy (2000). [104]

ni de (ii) un aprendizaje conceptual ni de (iii) una decisión entre varias acciones. Ni, en términos generales, estas experiencias son un caso de formación de hipótesis y contrastación ulterior. Tanto estos tres procesos como la formación de hipótesis han sido los argumentos empleados para justificar un código computacional (informacional), que J. Fodor (1975) llamó «el lenguaje del pensamiento» o «mentalés». Este lenguaje del pensamiento también era necesario, según J. Fodor (1975), para explicar la cognición animal. Los procesos (i-iii) no pueden aplicarse a las acciones significativas del mono. Por el contrario, las acciones significativas del mono se encuadran dentro de esquemas cognitivos no informacionales, como los marcos (1-2). Así sucede de manera obvia con el marco (2). Pero estos marcos de acción, en particular el marco (2), son en realidad un caso de esquema cognitivo conceptual, general en el lenguaje. Se trata de la realización de dos funciones cognitivas básicas: la de Figura y la de Fondo. Pues los casos fillmorianos no son una colección aleatoria de funciones cognitivas. Son, como argumenta Talmy (1975 y 2000), representativos de esas dos macrofunciones cognitivas conceptuales. Las funciones de fuente, meta, trayectoria, y locativo tienen en común la propiedad de pertenecer a objetos que se mueven o que constituyen un punto de referencia del movimiento. Representan la macrofunción de Fondo, distinguidos así de la función de agente, que en el evento dado representa la macrofunción de Figura. El marco de acción (2) corresponde al esquema cognitivo de Figura y Fondo (3) (3) aprehender-A (Agente, Objeto) |

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Figura, Fondo |

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El esquema cognitivo conceptual de Figura y Fondo podría caracterizar decisivamente al lenguaje humano (Talmy, 2000), y permitiría delimitar por sí mismo la facultad del lenguaje, aunque postular esta facultad no es una necesidad para quienes entiende la cognición como no informacional. Una razón es que el esquema cognitivo de Figura y Fondo focaliza la atención en aquellos elementos que constituyen las unidades funcionales primordiales de la sintaxis, sujeto y predicado. [105]

Las neuronas espejo, que fundan las acciones imitativas del mono y están presentes en los humanos (Rizzolatti y cols., 2002), permiten postular, por tanto, que el esquema cognitivo común al hombre y al macaco es no computacional. 1.2. Las neuronas espejo y los procesos motores del signo Las acciones significativas del mono revelan, además, que tienen carácter simbólico, puesto que el signo lingüístico es un par , constituido por una imagen , acústica, o bien visual (como sucede con el lenguaje de señas de los sordomudos) y por un concepto, , o lo que es igual, un esquema cognitivo conceptual. También, las neuronas visuomotoras del macaco sugieren que los procesos motores asociados al signo, es decir, producción y percepción, están vinculados a neuronas específicas, como las neuronas espejo. Tal vinculación sugiere que se trata de procesos motores específicos, y no periféricos o irrelevantes para la caracterización del lenguaje, como pretende la teoría cognitiva computacional, siguiendo así el modo de pensar de los fundadores de la lingüística moderna, como Saussure (1916) y Sapir (1921). En efecto, el concepto de signo lingüístico adoptado por los fundadores de la lingüística moderna, se caracteriza por relegar los aspectos motores que intervienen en su producción y percepción. Así, Saussure (1916, Cap. IV, entre otros) insiste en que el sonido lingüístico y el habla en general no son parte del lenguaje. El lenguaje articulado del hombre, afirma, es únicamente la facultad de constituir signos lingüísticos, es decir, significados o conceptos: Consideremos, por ejemplo, la producción de los sonidos necesarios al habla: los órganos vocales son tan exteriores a la lengua como los aparatos eléctricos que sirven para transmitir el alfabeto Morse son ajenos a este alfabeto; y la fonación, es decir la ejecución de las imágenes acústicas, no afecta en nada al sistema mismo. Bajo este aspecto, se puede comparar la lengua a una sinfonía, cuya realidad es independiente del que la ejecuta... (Saussure, 1916, Cap. IV).

También Sapir (1921, Cap. I) mantiene una caracterización de este tipo. Afirma Sapir que el lenguaje es, primordialmente, «un sistema auditivo de símbolos». En cuanto es articulado es también un sistema motor. Pero, para Sapir el aspecto motor del habla es [106]

algo secundario en relación con el aspecto auditivo. Los procesos motores, dice, son tan «sólo un instrumento, una palanca mediante la cual se provoca la percepción auditiva». Esta caracterización del signo en la que los procesos motores son irrelevantes es hoy discutida por lingüistas y psicólogos, y está directamente relacionada con los dos enfoques de la cognición y el lenguaje de que nos ocupamos: el cognitivo computacional y el cognitivo funcional. Si los rasgos fonéticos son concebidos como información computacional, entonces esta información media entre los procesos motores del habla y el sustrato neurológico que los activa. En este modelo, los procesos motores no son específicos del lenguaje. Esta presunción es la que ha mantenido y mantiene el cognitivismo computacional. Su más reciente expresión es la de Chomsky (2000, págs. 90-91), que continúa ideas ya enunciadas por Halle (1983). Chomsky (2000) postula que los rasgos fonéticos son «instrucciones» o información (computacional) sobre la parte fónica del signo lingüístico dirigida a los sistemas sensoriomotores, una parte de los sistemas de la acción verbal. Pero los rasgos fonéticos, afirma, no establecen vínculo directo con los gestos articulatorios, no tienen la forma de «subir el dorso de la lengua», «bajar el velo del paladar», etcétera. Estas acciones fonéticas no resultan, en esta concepción, específicas del lenguaje. Podría resultar que los procesos motores fueran realizados con otros medios (las manos, por ejemplo). Pero frente a esto se puede afirmar que los procesos motores empleados por los sordomudos son también específicos para el lenguaje, y quizá filogenéticamente previos a la modalidad vocal, en la media en que están controlados por la misma área del córtex cerebral que los sonidos, como han probado Pizner, Klima y Bellugi (1987). La presunción del cognitivismo computacional lleva a complicaciones hasta ahora no resueltas en el establecemiento de la relación entre fonología, o computación fonológica, y la implementación fonética de la información fonológica, es decir, de los rasgos. distintivos de la fonología. El postulado de que los rasgos fonéticos son una transducción a un código cognitivo de las propiedades articulatorias de los sonidos lingüísticos no tiene apoyo empírico. Ladefoged (1980) ha señalado que ciertas diferencias sistemáticas entre representaciones fonéticas de distintas lenguas, expresadas en rasgos fonéticos, son insatisfactorias. En ese mismo lugar, Ladefoged pone en evidencia que el funcionamiento físico de los rasgos requiere escalas físicas muy [107]

distintas de los rasgos, algo que contradice la propuesta de Chomsky y Halle (1968) de que las escalas físicas de los rasgos y los parámetros de los rasgos son idénticos. Clements (1992) resume así el problema de la transducción cognitiva de los parámetros fonéticos: El resultado es que la relación entre los componentes fonéticos y fonológicos [la información fonológica] es bastante irrestricta. Puesto que hay poco parecido entre ellos, no importa mucho para los propósitos de la interpretación fonética cuál sea la forma del input fonológico: cualquier descripción fonológica puede servir virtualmente para sus propósitos igualmente bien5.

Esta irrestrictividad que señala Clements, como la que acosaba a la sintaxis computacional de hace tres décadas, es una trampa letal para la fonología. Si, por el contrario los rasgos fonéticos no son de naturaleza informacional, debe haber un vínculo directo entre los procesos motores y los rasgos fonéticos, como se desprende de la existencia de las neuronas visuomotoras. En un modelo no informacional, los procesos motores son caracterizados como específicos del lenguaje. La proposición de que las acciones fonéticas de producción y percepción del habla son específicas del lenguaje y mantienen un vínculo directo (es decir, sin codificación informacional) con el sustrato neurológico es la conclusión empíricamente fundamentada de la teoría motriz de la percepción del habla de Liberman (1996). La teoría motriz establece resueltamente la prioridad absoluta de los gestos fonéticos articulatorios6. Establece, además, la existencia de un enlace directo y de naturaleza innata entre percepción y producción del habla. De acuerdo con ella, la percepción del habla es en realidad un proceso motor específicamente lingüístico activado por la producción verbal de otro hablante. La producción del sonido lingüístico —pero no de cualquier otro tipo de sonido— resuena así en el perceptor, activando en éste los mismos procesos neuromusculares que en la producción del sonido lingüístico, de la misma manera en que la observación por el macaco de una acción —————— 5 Véase Clements (1992). 6 La Fonología generativa de Chomsky y Halle (1968) emplea un marco de rasgos fonéticos articulatorios, pero la articulación del signo es resultado de una conversión de lo computacional, los rasgos fonéticos fonológicamente considerados, a lo físico. [108]

de aprehensión —y no la de golpear un objeto con un pie, por ejemplo— resuena en el córtex premotor del mono activando el sistema neuromuscular. La percepción del habla sería, por tanto, una forma de imitación, es decir, una identificación y reproducción del estímulo distal7, la fuente que produce el sonido, en el perceptor. Conviene insistir en que tal proceso de resonancia o imitación es concebido por la teoría motriz como específico del lenguaje humano, lo que otorgaría tanto a los procesos motores (fonéticos) como a los perceptuales un carácter estrictamente lingüístico, y no periférico o puramente auditivo, al lenguaje. Aunque la teoría motriz8 no está enteramente corroborada9, hay que destacar aquí dos consecuencias, o predicciones en línea con la exclusión del postulado de transducción cognitiva computacional: (1) Debe haber un locus neuronal para la percepción y producción del habla. Este locus podría estar formado por neuronas visuomotoras10, en particular, neuronas espejo. (2) Los gestos articulatorios reales son actividad motriz producida por la intención comunicativa del hablante, y son percibidos como gestos intentados, de naturaleza abstracta, invariante, y discreta11. (1-2) excluyen, por tanto, que las unidades fonológicas necesiten una codificación cognitiva en términos de información computacional. Es importante destacar que tanto en la producción del gesto articulatorio como en la percepción, el gesto articulatorio es un —————— 7 Estímulo distal es el que procede de un objeto de n dimensiones del entorno, por ejemplo, la luz reflejada por el objeto. Se opone al extímulo proximal, que es la representación del objeto; por ejemplo, la imagen del objeto en la retina. 8 La teoría ha sido reexaminada en Mattingly y Studdert-Kennedy (1991). 9 En cuanto a los parámetros acústicos de los sonidos lingüísticos, no se han recuperado los gestos articulatorios intendidos (véase Jenkins, 1991). Pero la propuesta esencial de la teoría resulta corroborada. Kerzel y Bekkering (2000), en una reciente prueba de la teoría, concluyen que la percepcioón visual de los movimientos de los labios interfiere en la producción de sílabas. 10 Que las neuronas visuomotoras podrían constituir el locus neuronal de la percepción/producción se desprende del hecho de que los niños ciegos infringen los estadios de Jakobson sobre el desarrollo fonético. En efecto, en los niños ciegos, los sonidos labiales no aparecen en primer lugar, como en los niños no ciegos; véase Jenkins en Mattingly y Studdert-Kennedy (1991). 11 Un importante desarrollo lingüístico de estos hallazgos es la fonología articulatoria de Browman y Goldstein (1986, 1989). [109]

acto motor, o una serie de ellos, que resulta de la intención del hablante, o en el caso de la percepción, del reconocimiento por el oyente de la intención del hablante, lo intentado. No es el reconocimiento de la articulación un caso aislado en el desarrollo cognitivo humano. Meltzoff (1995; 2002) ha comprobado cómo niños de 18 meses pueden reconocer los actos intentados, aunque fallidos, de un adulto. Se trata de una equivalencia entre lo visto y lo realizado, que es congruente con la equivalencia entre la articulación intentada abstracta y la articulación realmente producida, que establece la teoría motriz de la percepción del habla. El descubrimiento de las neuronas espejo viene a reforzar estas conclusiones. Pues las neuronas espejo son congruentes con la teoría motriz de la percepción del habla y por tanto, vienen a apoyarla12. Las neuronas espejo, que soportan acciones de imitación o de resonancia, son congruentes con la teoría motriz en, al menos, dos puntos esenciales: (1) Establecen una relación directa entre la percepción del estímulo distal y el reconocimiento y reproducción de ese estímulo. (2) Las acciones significativas que soportan estas neuronas son acciones de resonancia, o de imitación. En consecuencia, no necesitan una transducción en términos de información computacional. 2. PAPEL DE LA IMITACIÓN EN LA ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE Las neuronas visuomotoras, y las neuronas espejo en particular, son, por tanto, el sustrato de acciones de resonancia o de imitación. La prueba de un sistema neuroespecular en el hombre ha sido ofrecida por Fadiga y cols. (1995) y Rizzolatti y cols. (2002), cuyos de—————— 12 Stevens y Halle (1967) presentaron una variante de la teoría motriz en la forma de «análisis por síntesis» de la señal acústica, pero aquí los gestos fonéticos —el aspecto abierto del lenguaje— afirma Halle (2002) «son resultados de ejecutar instrucciones asociadas a los rasgos fonológicos» —el aspecto encubierto o cognitivo del lenguaje. Salta a la vista que gestos y rasgos son una duplicación de las entidades articulatorias. Si los gestos recogen la función de los rasgos, como parece, no se ve la necesidad de los rasgos, puesto que los gestos articulatorios son imprescindibles. [110]

talles técnicos aparecen ahí. En síntesis: hay testimonios de que las neuronas espejo, es decir, un sistema de reconocimiento de gestos, se encuentra tanto en el macaco (área F5) como en el hombre, en el área cerebral de Broca, una de las involucradas en el habla. Se puede situar ahora de forma natural el mecanismo de las neuronas espejo, común al hombre y a otros primates, dentro del aprendizaje por imitación, en el sentido de que ciertas acciones son propulsadas en un organismo A por la resonancia que produce la acción de otro organismo B. La imitación puede entenderse, por tanto, como un modo, una técnica, o una facultad de representación de las acciones humanas que interviene tanto en el reconocimiento de éstas como en su producción y reproducción. En ningún caso, la imitación parece estar vinculada a refuerzo o condicionamiento del entorno. En esta sección examinaremos cómo interviene la imitación en la adquisición del lenguaje, revisitando los argumentos ofrecidos desde el pasado próximo a la actualidad. El papel de la imitación en la adquisición del lenguaje ha sido aducido como un elemento impulsor de éste por la mayor parte de los estudiosos del lenguaje infantil tanto psicólogos como lingüistas. Pero ha constituido y constituye un factor de peso variable. Stern y Stern (1907) es uno de los primeros trabajos sistemáticos sobre el lenguaje infantil. En él, los Stern atribuían la ampliación del vocabulario y de las frases en el desarrollo del lenguaje a la imitación, de la que distinguieron dos variantes: directa e indirecta. Aducen, además, el papel de la imitación visual en la adquisición del lenguaje, y aportan observaciones donde la ausencia de imitación visual retrasa la adquisición del lenguaje, como en algunos niños ciegos. Para estos psicólogos, la imitación actúa en la adquisición del lenguaje como una posesión pasiva, mientras se produce una convergencia entre el lenguaje del niño y el de su entorno. Jespersen (1922) es uno de los pocos lingüistas que atribuye a la imitación un papel destacado en varios aspectos del lenguaje. El primero es el de la adquisición, en el que la «ecoicidad», que posteriormente engloba como imitación, o repetición de las locuciones que se dirigen al niño, impulsa el curso de la adquisición. La repetición puede ser o bien de la totalidad de la locución o del final. La razón de esta conducta se encuentra en la limitación de la memoria a corto plazo13. Así se explicarían formas apocopadas del inglés —————— 13 El locus classicus sobre la memoria a corto plazo es G. A. Miller (1956). [111]

como chine (de machine), gar (de cigar), o la supresión del verbo decir en la pregunta interrogativa: (Tell me) why you smoke, father? Dime por qué tú fumas, padre? Estas y otras formas ya convencionalizadas procederían, en suma, de la imitación recíproca (véase más abajo), donde el modelo adulto las incorpora en su gramática. En el desarrollo del lenguaje en el niño, la imitación recíproca es omnipresente. Ejemplos del español infantil son éstos, tomados de la base de datos de López Ornat (1994): (4) Padre: ¿Tienes pupa, hija? (pupa, palabra infantil incorporada en el léxico). Madre: A ver, dile a papá dónde tienes pupa. Niña: Huy, e tete (ombligo). Madre: No, e tete. ¿Dónde tienes pupa? ¿Dónde? (edad de la niña: 1: 07). (5) Niña: Este a o pi (pi = lápiz = a pintar). Madre: ¿Dónde está el pi? Niña: Notá (no está). (edad de la niña: 1: 07). La imitación recíproca es considerada por Jespersen como el motor de la evolución del lenguaje. El segundo aspecto donde Jespersen recurre a la imitación es la difusión de las leyes fonéticas, que como cualquier cambio adoptado, así los préstamos, obedecen a una imitación consciente del modelo14, y sobre el que no nos detendremos. El psicólogo francés Paul Guillaume (1926) dedicó una importante monografía a la imitación en el niño. En ella, la imitación es concebida como un proceso de asimilación de actos y comportamientos de modelos, entre ellos el lenguaje. Éste permite la asimilación del yo [del niño] y de los otros. Sostiene, además, que la asimilación del lenguaje por el niño sería un obstáculo insuperable si no —————— 14 Filólogos y sociolingüistas, en lugar de imitación, emplean el concepto de prestigio de una norma de habla, que es seguida por cierto grupo de hablantes. [112]

fuera imitado. De este estudio merece destacarse el concepto de auto corrección, de que hablaremos abajo. Similar, pero no idéntico al de imitación, es el concepto de conducta verbal ecoica de Skinner (1957, pág. 55 y sigs.). Esta conducta se produce cuando un sujeto (niño o adulto) adopta como respuesta los estímulos verbales de otro individuo. Palabras y frases del destinador son, en suma, repetidas por el destinatario. Es una conducta controlada por estímulos, no por instrucciones o «mandos», y puede aparecer en ausencia del estímulo, de forma diferida. De esta manera se introducen, según Skinner, un repertorio ecoico de palabras y frases mediante el refuerzo de los individuos (padres, maestros, cuidadores) que emiten los estímulos verbales. El propio Skinner (1957, pág. 59 y sigs.) se encargó de precisar que la conducta verbal ecoica no depende ni demuestra instinto alguno o facultad de imitación... La conducta ecoica, como toda la conducta verbal está configurada y mantenida por ciertas contingencias del refuerzo... La ventaja de la conducta ecoica puede explicarse de otra manera [que no es una facultad imitativa].

Las contingencias del refuerzo no son especificadas por Skinner, y el concepto mismo de refuerzo es tan general que carece de todo contenido sustantivo. La conducta ecoica entra bien en el concepto de autoimitación de Piaget (1945), favorecida por la tendencia de la actividad motriz neuromuscular a establecer patrones rítmicos trocaicos en el caso menos marcado. No es de extrañar, por tanto, la universalidad de los procesos verbales donde interviene la autoimitación, como es la reduplicación silábica o bien fonemática. Su génesis está en aquella actividad motriz que se manifiesta en el lenguaje infantil. Las palabras formadas por reduplicación son omnipresentes en las lenguas, como observó Sapir (1921), que menciona, como prueba de universalidad, reduplicaciones en lenguas de familias no emparentadas. La imitación del movimiento y el tamaño de las cosas en el lenguaje constituye una categoría de palabras, conocida con diversos nombres: palabras imitativas, onomatopeyas, y fonosimbolismo. Todas ellas obedecen a lo que Ohala (1984) ha llamado el Código [113]

de Frecuencia. Este código, universal, establece que los tonos altos, las vocales con el F2 (formante)15 alto (especialmente [i]), y las consonantes de frecuencias altas (fricativas alveolares y palatoalveolares) reproducen sonidos naturales de alta frecuencia, el tamaño pequeño, o el movimiento rápido16. Aunque el código es universal, las lenguas difieren en su utilización. El japonés, por ejemplo, cuenta con centenares de palabras imitativas, pero el español con algunas decenas. No se trata, por tanto, de una zona marginal al lenguaje. Otro ejemplo que indica que no se trata de un fenómeno marginal es el huasteco (lengua maya), donde existen unas 200 bases léxicas que codifican objetos en movimiento (Kaufman, 1994). En la ontogénesis del lenguaje, la autoimitación actúa de forma persistente. Algunos ejemplos de una biografía lingüística española son los de (6-7), que aparecen en la base de datos de López Ornat (1994). En (6-7) aparecen en variación la flexión correcta (chupes) y la incorrecta (supa). La niña tantea hasta que ella misma da con el uso correcto: (6) Niña: (con el perro). No supa, no supa eso. Madre: No le gusta que chupe nada. ¿Cómo es el Aíto? Niña: No supa, no supes. (edad de la niña: 1: 11). El siguiente diálogo muestra la variación sento-siento (sentarse). (7) Niña: ¡Ah! Sento (siento). Madre: Te va a comprar mamá una silla para que te sientes en la terraza, ¿quieres? —————— 15 Formante es un concepto de la fonética acústica, y se define como una determinada forma de la concentración de la energía acústica que refleja la forma en que el aire empleado en los sonidos lingüísticos vibra en el tracto vocal a medida que cambia de configuración. Son las vocales las que esencialmente se caracterizan por tener formantes. Para la fonética lingüística son pertinentes los dos primeros formantes F1 y F2. 16 El hecho de que las neuronas espejo sean el sustrato de acciones motrices del habla sugiere que el lenguaje tenga un origen motor, es decir, que pudo haber una transferencia de las acciones motrices hacia esquemas conceptuales. El concepto prototípico de transitividad, que contiene una idea de movimiento, pudiera ser un ejemplo. [114]

Niña: Sí. Madre: María, ¿Con qué quieres jugar? Niña: Siento, siento (edad de la niña: 1: 09). Cuando Chomsky (1959) escribió su crítica implacable al libro de Skinner arriba mencionado, esgrimió precisamente la imitación como un argumento contra la teoría conductista del lenguaje, en particular contra el concepto de refuerzo17. De forma similar, parece sin lugar a duda que los niños adquieren buena parte de su conducta verbal y de la no verbal a través de la observación e imitación ocasionales de los adultos y de los otros niños.

La imitación actúa, según esta afirmación, en el aprendizaje de las palabras, no en el de la estructura sintáctica, ... la imitación reproduce la muy compleja configuración de los rasgos de los sonidos lingüísticos que constituyen la estructura fonológica de una lengua.

La imitación es concebida en este temprano y esencial ensayo de la psicología cognitiva como una forma de «aprendizaje sin instrucción», que actúa como una «fuerte tendencia» y como «un factor importante» en la adquisición del lenguaje, y que es por sí misma un componente de la estructura del organismo facilitadora de la adquisición de capacidades cognitivas18. Podría, además, afirmarse que en la medida en que el léxico contiene información sintáctica, como la valencia o la estructura argumental, la imitación del léxico es un propulsor de la adquisición de la estructura gramatical. Esto es lo que algunos estudiosos del lenguaje infantil han comprobado; véase Ninio (2003). —————— 17 Como el concepto de refuerzo es compatible con casi cualquier conducta, según argumentaba Chomsky (1959), su valor explicativo es prácticamente nulo. 18 Años después, la imitación ha desaparecido en los estudios generativistas de adquisición del lenguaje, como en los de Pinker (1984) y Wexler y Culicover (1980). La razón de esta desaparición podría deberse a la insistencia en el argumento chomskiano de la «insuficiencia del estímulo» en la adquisición del lenguaje. La imitación, sin embargo, presenta el estímulo como (parcialmente) suficiente. [115]

Pero después de estas apelaciones iniciales a una idea inespecífica de imitación, el generativismo lo eludió completamente. A cambio, recogió de Braine (1971) la tesis de la escasez y debilidad de «información (o testimonio) negativa»19 (negative evidence) en el aprendizaje/adquisición del lenguaje. La tesis de Braine es que en la adquisición no existirían correcciones al niño sobre qué oraciones son no gramaticales o qué pronunciaciones son inadmisibles. Al testimonio negativo contrapuso el generativismo cognitivismo computacional el «testimonio positivo», que en palabras de Chomsky y Lasnik (1977) es «la observación del habla gramatical»; o lo que es lo mismo, la imitación directa del habla. Este testimonio positivo, afirman Chomsky y Lasnik basándose en un conjunto de casos del inglés, le serviría al niño que adquiere un lenguaje para construir su gramática. Así, para un cierto dialecto inglés, donde se dan todas las variedades de construcciones relativas de infinitivo, la observación del habla (que ellos suponen gramatical) es suficiente para informarle de que son gramaticales. Por tanto, la información positiva o imitación es input necesario para la adquisición de construcciones gramaticales. La imitación directa, sin embargo, es imperfecta. El niño reproduce el habla que observa con un cierto grado de desviación. En este testimonio, obtenido de la base de datos de López Ornat (1994), la niña no reproduce fielmente la palabra pies: (8) Madre: ¿Por qué me quitas el pie, María? Niña: Caca pes (pie/s). Madre: Sí hombre, te acabo de bañar y vas a tener caca. Niña: S’tá pes (está en el/los pie/s). (edad de la niña: 1: 07). El testimonio negativo ha sido utilizado por el generativismo de forma variable. La teoría lingüística de Chomsky (1965, pág. 31), —————— 19 Las expresiones «información positiva» e «información negativa» aparecen en Braine (1971), pág. 156. Esta última, sin duda, está inspirado por el concepto de «audiencia negativa» de Skinner (1957), pág. 178, que «castiga», corrige, etc., la conducta del hablante. [116]

considera que para el aprendizaje lingüístico (language learning) «las señales podrían ser aceptadas como oraciones propiamente formadas, mientras que otras serían clasificadas como no-oraciones, como resultado de la corrección (por parte de la comunidad lingüística) de los intentos del aprendiente». Por tanto, aquí se admite que puede haber corrección20, y que, en consecuencia, hay un lugar para el testimonio negativo en la adquisición/aprendizaje. Pero la corrección que hace la comunidad de las «no oraciones» del aprendiente, cuya intensidad es variable y controvertida, constituye también un caso de imitación, donde la comunidad reproduce las no-oraciones del aprendiente para corregirlas. La situación en que el aprendiente imita al modelo (padres, cuidadores, comunidad lingüística) reproduciendo sus locuciones, y el modelo a su vez imita al aprendiente reproduciendo las locuciones de este aprendiente es el caso que Piaget (1945) llama imitación recíproca. Este tipo de imitación interviene en el aprendizaje lingüístico, como insiste Piaget (1945), y da lugar tanto al «lenguaje aniñado» que utilizan padres y cuidadores para dirigirse a los niños en algunas ocasiones como a lo que Bloomfield (1933) calificó de jergas, de las que luego hablaremos. Por otra parte, hay que destacar una forma de testimonio positivo, nunca considerado por el cognitivismo computacional, que en el estudio longitudinal de un caso de adquisición del español (López Ornat, 1994) aparece con frecuencia. Se trata de una modalidad casi explícita de aprendizaje lingüístico, que, en nuestra opinión, es una forma de facilitación (inglés, priming). Este concepto fue introducido por Meyer y Schevaneveldt (1971), y originalmente se refiere a que los hablantes reconocen con más rapidez o precisión el significado de una palabra si aparece en un contexto lingüístico semánticamente relacionado, mientras que en un contexto lingüístico no relacionado la velocidad y la precisión del reconocimiento es más lento. Así, la palabra MÉDICO es reconocida en esas condiciones si está precedida de ENFERMERA, pero no de AUTOMÓVIL. En el caso de la adquisición de la primera lengua, la introducción del contexto lingüístico por el modelo (padres, comunidad) permite la repetición (o bien la producción) de la palabra o frase —————— 20 También G. A. Miller (1964) sostiene que el niño recibe información negativa. [117]

relacionada con el contexto21. La facilitación se observa en este diálogo-prueba: (9) Padre: Vas a cenar un poco de JAMÓN María, ¿verdad María? Niña: Sí. Madre ¿Qué vas a CENAR? Díselo a papá. Niña: JAMÓN. (edad de la niña: 1: 10). (10) Madre: Papá está encantado con lo que dices, es que eres muy LISTA. ¿Cómo es mi niña? Niña: LISTA. (edad de la niña: 1: 11). (11) Tío: Es un hipo, HIPOPÓTAMO. Madre: ¿Cómo se llama, hija? Niña: HIPOCÓNTANO. (edad de la niña: 2: 00). La facilitación reiterada de contextos específicos (así, cenar jamón, ser listo, se llama hipopótamo) conduce al establecimiento y descubrimiento por el niño de marcos sintácticos (véase Bock y Loebell, 1990). Este diálogo es un ejemplo característico de facilitación (edad de la niña: 3: 07). (12) Madre: ¿Cómo se llama el que tiene CABALLOS? Niña: Caballero. Madre: ¿Y el que tiene PESCADOS? Niña: Pescadero. Madre: ¿Y el que tiene LIBROS? Niña: Libradero. Madre: ¿Y el que tiene MONOS? Niña: Monero. —————— 21 La ampliación del concepto de facilitación a otras tareas psicolingüísticas es natural. Así, Bock (1986) y Chang (1997) la han ampliado a la sintaxis, y establece la facilitación estructural, que se refiere a la tendencia de los hablantes a repetir la estructura de la locución previa. Se trata, en realidad, de una estrategia de imitación, que también facilita la producción de frases; véase Speidel y Herreshof (1989). [118]

Madre: ¿Y el que tiene FRUTAS? Niña: Frutero. Madre: ¿Y el que tiene CARNE. Niña Carnero. Madre: ¿Y el que tiene PESETAS? Niña: Pesetero. Si el testimonio positivo, observación lingüística o imitación directa es un requisito lógicamente necesario, el testimonio negativo en forma de correcciones directas no está ausente. Veamos algunos ejemplos de la biografía lingüística del español (López Ornat, 1994). (13) Madre: ¿Qué es eso? Niña: Pato (= plato). ¿Éste? (dando en la mesa). Madre: ¿Es la silla? Niña: A paiés (= la pared), a parés. Madre: No, eso es el techo. (edad: 1: 10). (14) Niña: A ancas (= las mangas) a soubá (= a subir) [bajándose las mangas]. Madre: No, eso es bajarlas. (edad: 1: 10). (15) Madre: Trae el pie. ¿Cómo se llaman estos chismes? Niña: No sé. Madre: Se llaman calcetines. (edad: 2: 02). (16) Niña: Escúchame un cuento. Madre: ¿Cuál quieres que te cuente? No se dice escucha, se dice cuenta. (edad: 2: 03). La corrección no es siempre explícita. En este fragmento de la misma base de datos, la corrección es inmediata, pero indirecta: (17) Niña: Mira. A tomá una copa. Parese. Madre: Me parece. (edad: 2: 03). [119]

(18) Madre: ¿Cómo se llama mamá? Niña: Mániam. Madre: Marian. (edad: 2: 05). La locución de la madre corrige la del niño añadiendo los morfemas ausentes en ésta última. Esta corrección constituye un nuevo input para el niño. Pero la valoración de la imitación recíproca ha sido nula en el cognitivismo computacional en todas las épocas. Así, Braine (1971), en uno de los primeros estudios sobre este tema, concluye que es probable que las correcciones tengan un efecto débil en la adquisición del lenguaje. Braine (1971) junto con el estudio de Brown y Hanlon (1970), que consideran irrelevantes las correccciones de los padres, han sido el pilar en que se apoyó el cognitivismo computacional para mantener la pretensión de que el testimonio negativo no dirige en modo alguno el desarrollo del lenguaje en el niño, y afirmar así la tesis innatista. El locus classicus de esta tesis es Pinker (1984). Pinker emplea una y otra vez el argumento de que un aprendiente no es corregido, y que si un hablante no produce una oración interrogativa como *¿Qué aceptó Pedro [___]de viajar? (que toma como oración básica Pedro aceptó la idea de viajar) no puede saber que esa oración interrogativa (donde la palabra interrogativa qué se ha movido desde la posición indicada [___]) no es gramatical. La razón sería que otra oración aparentemente similar, donde también la palabra interrogativa qué se ha movido al principio de la oración, es gramatical, como ¿Qué aceptó ___ Pedro de Juan? que toma como base Pedro aceptó la tarta de Juan. Actualmente, el argumento contra la inexistencia de testimonio negativo ha perdido buena parte de su fuerza. Así, Chomsky (1979, pág. 9) justifica el concepto de testimonio negativo indirecto. Precisa que si hay buenas razones para pensar que el testimonio negativo directo (las correcciones que hace el modelo) no es necesario [120]

para la adquisición, sí puede pensarse que el testimonio negativo indirecto es pertinente para la adquisición. Un caso de testimonio negativo indirecto es aquel en que ciertas reglas, o bien ciertas estructuras que la gramática supergenera22, no logran materializarse. Así sucede en la oración del inglés *The man met you is my friend El hombre se encontró contigo es mi amigo. En este caso afirman que «es difícil creer que a todos y cada uno de los hablantes que saben los hechos descritos se les ha corregido explícitamente —o han observado correcciones de— esa infracción». La conclusión a la que llegan Chomsky y Lasnik es que el hablante sabe excluir de forma innata esa oración, porque para tal oración no hay ni testimonio negativo ni, desde luego, positivo. Pero la autocorrección, que es una actividad observable, y no un dispositivo innato, que es una suposición de partida, permite dar razón de la inexistencia de éste y otros casos similares. La inexistencia de casos predichos por la gramática se debería ahora a que actúa un testimonio negativo indirecto, es decir, sin correcciones o reacciones adversas patentes. Se trata, en suma, de que la corrección sea hecha por el mismo niño, o dicho de otro modo, de autocorrección, o imitación negativa. La supergeneración de una gramática produce una gramática no óptima. Esto ha constituido un problema que el cognitivismo computacional no ha resuelto. Un ejemplo de gramática supergenerante no óptima sería aquella que generase participios superregulares del español (participios analógicos), como *morido, *rompido, *escribido, o de presentes superregulares como *sabo (sé), *cabo (quepo), etc., que aparecen tempranamente en el lenguaje de los niños23. Si no hay información negativa directa ni positiva, un factor plausible para eliminar las formas superregulares es el de la autocorrección, o imitación negativa. El psicólogo Paul Guillaume (1926) justifica con numerosos ejemplos que la autocorrección es una «ley» que rige la adquisición —————— 22 Se dice que una gramática supergenera cuando produce estructuras que en un lenguaje no son consideradas gramaticales. 23 Formas frecuentes en el corpus de López Ornat (1994). [121]

del lenguaje, pues lo adquirido (sonidos, palabras, frases) está sometido a reconstrucción por el niño. Una prueba de tal reconstrucción (luego corroborada en los estudios del lenguaje infantil) es la observación de Ronjat (1913), de que un niño de 16 meses elimina en un cierto momento los sonidos que articulaba el mes anterior. El desajuste entre sonidos producidos y sonidos oídos al modelo permite suponer que los sonidos de la etapa anterior son eliminados por comparación con los del modelo. Otro argumento lo ofrece la observación de G. Marcus (1992), de que cuanto más emplean los padres (que son normalmente el modelo del lenguaje del niño) una forma irregular, menos superregulariza o analogiza el niño. La autocorrección pertenece a la imitación: es una imitación negativa, pues el niño elimina lo que no observa. Veamos algunos ejemplos de la base de datos de López Ornat (1994): (19) Madre: ¿Qué cenaste anoche, te acuerdas? Niña: Eh... cuando has decío Joseantoniete, um, um, cuando has dicho, Jo, cuando has dicho que... cuando has dicho Joseantoniete... (edad: 2: 03). (20) Niña: Quie (r) o i (r) a casa de mi abuelita y el bo (j) d se la comía ... e... e bo (j) que... y bolo... el bo (j)que feroz... el bolo... el lobo feroz se ha comío a Caperucita. (edad: 2: 05). (21) Niña: A ver tú, dime las vacaci... cuando has estao de vacaciones. (edad: 3: 09). Una objeción que puede presentarse a la autocorrección es que la capacidad cognitiva del niño tendría que ser enorme para comparar formas y proceder a la eliminación de las no deseadas. La objeción pierde peso si se considera que el porcentaje de formas superregulares es escaso, porque un «ruido»24 excesivo impediría obtener la gramática óptima G. Caben otras soluciones. Una es que el —————— 24 Ruido en sentido de la teoría de la comunicación, es decir, estímulos añadidos a la señal que no son producidos intencionadamente por la fuente de información. [122]

modelo, imitando al niño, un caso de imitación recíproca, recoja las formas superregulares y las incorpore a la gramática G. Así ha sucedido con los participios proveído, imprimido, etc.; otra, que la forma superregular sustituya a la regular, como arrepentido, que sustituye a repiso25, etc. El bajo número de formas superregulares indica, además, que las superregularizaciones, ofrecidas como argumento a favor de la formación de reglas por el niño, no constituyen la actividad más inmediata en la adquisición del lenguaje. El estudio longitudinal de López Ornat (1994) confirma la escasez de superregularizaciones, al menos hasta los 4 años. Chomsky (1979), en un nuevo giro, afirma que, junto al testimonio negativo indirecto, es necesario el testimonio positivo para fijar los parámetros con que el aprendiente consigue obtener la gramática de la comunidad correspondiente. Si en el curso de la adquisición el aprendiente no recibe testimonios de ningún tipo, selecciona la opción no marcada. No es extraño que con estos virajes teóricos haya habido propuestas que mantienen que los niños adquieren/aprenden el lenguaje sólo mediante testimonio positivo, es decir, por imitación. Esta tesis ya fue propuesta por Braine (1971) en un estudio experimental que no ha sido rectificado, y luego ha sido seguido por otros teóricos, como C. L. Baker (1979). La necesidad del testimonio negativo indirecto, es decir de autocorrección, tiene otro apoyo en la desaparición de la distinción que Chomksy ha hecho desde 1957 entre el conjunto de oraciones gramaticales y el conjunto de «no oraciones» que arriba hemos mencionado. Esta distinción se ha desplomado después de los sucesivos fracasos para encontrar reglas y condiciones o restricciones sobre las reglas que seleccionen la gramática que tiene como objetivo el aprendiente. Ahora, Chomsky (1995) ha eliminado esa distinción, y adopta la tesis, que en fonología inició la teoría de optimidad (Kager, 2000) según la cual la gramática genera todo tipo de expresiones. Oraciones y no oraciones son luego sometidas a condiciones de interfaz26, y son aceptadas o eliminadas, según pasen o no las condiciones de interfaz. —————— 25 Véase Randall (1987) con datos del inglés. 26 Interfaz es, en el diseño computacional, el lugar donde una clase de información se comunica con otra clase de información. Así la información sintáctica se comunica con la información fonológica; en este caso se trataría de la interfaz sintaxis-fonología. [123]

En consecuencia, si la gramática genera todo tipo de expresiones, queda la posibilidad teórica, al menos, de que la autocorrección (o la corrección por otros) intervenga en la selección de qué expresiones son aceptadas o son rechazadas por la comunidad lingüística, por la razón de que las restricciones de marcado sólo permiten un subconjunto de las estructuras sintácticas de una lengua, el otro subconjunto hay que aprenderlo. Como se ha podido comprobar, la imitación ya como testimonio negativo indirecto, ya como testimonio positivo, ha sido empleada por el cognitivismo computacional, sólo que eludiendo llamarla por su nombre27. Parece, entonces que la imitación constituye una condición inevitable en la adquisición tal como propuso la psicología genética de Piaget (1945). Piaget ha constatado la existencia de imitación en la adquisición y ha otorgado a aquélla el caracter de estadio en el desarrollo intelectual del niño. En esta importante investigación de 1945, Piaget desarrolla la idea de que «la adquisición del lenguaje está subordinada al ejercicio de una función simbólica que se apoya en el desarrollo de la imitación y del juego, tanto como en el desarrollo de los mecanismos verbales». Piaget ofrece numerosos ejemplos de imitación verbal (sonidos y palabras) hasta los dos años del niño. La imitación es para el psicólogo suizo el acto por el que se reproduce un modelo, ya sea en los movimientos, como el de aprehensión, en los gestos o en sonidos y palabras. De la tipología de actos imitativos de Piaget nos interesan dos que intervienen en el desarrollo lingüístico: (i) la imitación recíproca, que ya hemos mencionado, y (ii) la imitación diferida, en la que la primera reproducción del modelo no se hace en presencia de éste, como sucede en estadios anteriores hasta el sexto y último estadio de la imitación, sino que la reproducción se hace en ausencia del modelo y después de pasado un tiempo más o menos largo. La imitación diferida es ya un acto creativo. Este segundo tipo de imitación es, además, el inicio de las representaciones simbólicas, porque ya no hay modelo presente. Piaget ofrece varios ejemplos en que el niño reproduce palabras, no en el momento en que las pronuncia el modelo, sino en la situación que corresponden a su em—————— 27 P. Postal, estudia otras estrategias de opacidad en la argumentación de Chomsky en Skeptical Linguistic Essays, Oxford University Press, 2004. [124]

pleo. Esto es, las palabras emitidas en la imitación diferida son independientes del estímulo y apropiadas a la situación, lo que el generativismo considera dos de los tres constituyentes de la «creatividad» del lenguaje (Chomsky, 1968). En otros casos referidos por Piaget, la imitación diferida reproduce sonidos que el niño ni siquiera ha ejercitado o imitado en presencia del modelo. La imitación diferida culmina finalmente en imitación representativa o simbólica y es entonces cuando se desencadena la veloz adquisición del lenguaje. Esta convergencia no parece, desde luego, que sea casual. La imitación recíproca, que juega algún papel en la adquisición/aprendizaje, interviene como forma de hablar los adultos a los niños en lo que se ha llamado «lenguaje aniñado» (expresión de Sánchez de Zavala, 1981), que, como sabemos por experiencia común, se emplea en las etapas tempranas del aprendizaje lingüístico del niño. Así lo confirma Jakobson (1960), que hizo una comparación transidiomática de los términos para «padre» y «madre». Resultado de esa comparación es la constatación de que los parecidos entre lenguas no relacionadas de esas palabras son una manifestación del lenguaje aniñado, empleado por los adultos para hablar a los niños, calificando tal lenguaje de lengua pidgin o lengua mixta. En este pidgin, fruto de la imitación recíproca, los destinadores (los adultos) intentan acomodarse a la forma de hablar de los destinatarios (los niños) de forma que se establece así un código común entre ellos (Ferguson, 1977). Sánchez de Zavala (1981) también destacó la importancia de este lenguaje aniñado, y afirma que en la resolución del problema lógico de la adquisición del lenguaje «el lenguaje aniñado es imprescindible... [de modo que] el investigador del desarrollo infantil tiene mucho que decir en este punto y, por ello, mucho que aportar...». En efecto, un factor que han destacado los psicólogos evolutivos en el desarrollo del lenguaje en niños con síndrome de Down es el lenguaje que la madre dirige al niño, y la imitación que hace el niño (Rondal, 1984; Rondal y cols., 1980). Estos estudios indican que el input de la madre incide en el desarrollo lingüístico de los niños deficientes, que por otra parte pasan por las mismas etapas del desarrollo lingüístico que el niño normal. El lenguaje aniñado es omnipresente en las culturas de que se tiene noticia, como sugiere el estudio de Ferguson (1964). Estudios recientes siguen confirmando su valor en el aprendizaje, aunque no son capaces de establecer la relación entre el lenguaje aniñado y la [125]

estructura gramatical, como revelan Gleitman (1986) y Toda, Fogel y Kawai (1990). Aun así, no se puede despreciar la importancia de la imitación recíproca, la cual queda patente en el número de palabras que registra el léxico usual de las lenguas, procedente de esta modalidad de lenguaje, que da lugar así a un estrato de léxico infantil en cada lengua normativa. Bloomfield (1933, Cap. 26) ha referido un caso particularmente llamativo de lenguaje aniñado, empleado precisamente para el aprendizaje lingüístico. Se trata de la situación excepcional en que un grupo de hablantes —los aprendientes— emplea una lengua A que en esa situación excepcional tiene el estatuto de no normativa en contacto con una lengua B —el modelo— que sí tiene el estatuto de normativa. La lengua A puede ser una lengua africana o filipina, por ejemplo, mientras que B es el español o portugués. Los hablantes de A no progresan en el aprendizaje de la lengua B. Los hablantes de B, entonces, recurren al lenguaje aniñado. Este lenguaje aniñado, dice Bloomfield, es un caso de imitación (es decir, de imitación recíproca) que hacen los hablantes de B del habla incorrecta de los hablantes de A. Cuando los hablantes de A carecen del modelo normativo de B, adquieren la forma aniñada. Si esta forma aniñada se convencionaliza, entonces se obtiene lo que Bloomfield llama una jerga de la que cita una española, que existió en Filipinas. Después de haber reexaminado la imitación en las teorías psicológicas, no es de extrañar que muy recientemente, Chomsky vuelva una vez más a hablar, ahora sí, paladinamente de imitación. Así lo hacen en un reciente artículo, Hauser, Chomsky y Fitch (2002), afirmando: «la imitación es obviamente un componente necesario de la capacidad humana para adquirir un lexicón compartido, que es por sí mismo central para la capacidad del lenguaje»28. —————— 28 A pesar de lo cual, afirman que las «llamadas neuronas espejo no son suficientes para la imitación en los monos macacos», porque, «no hay pruebas convincentes de mimetismo vocal o visual en los monos». Las experiencias de Rizzolatti y Fadiga prueban —en los monos— la existencia de imitación o resonancia de acciones significativas realizadas con la mano, no otra cosa. Los antropoides cercopitecos, como los macacos, imitan en condiciones experimentales, el uso de instrumentos; Visalberghi y Fragaszy (1990) exponen el tema de la imitación por observación en los monos; los antropoides humanoides (chimpancé, orangután y gorila) imitan de forma general: véase Haimof (1981), Russon y cols. (1995), Lawick-Goodall (1973), Gardner y Gardner (1969, 1971, 1975), Tomasello (1990), Snow (1981), Visalberghi y Fragaszy (1990), Whiten y cols. (1996). [126]

Estudios llevados a cabo en el último cuarto de siglo evidencian que la imitación juega un papel en la adquisición del lenguaje (Bloom, Hood y Lightbrown, 1974), aunque el consenso no es completo entre los investigadores sobre su peso en ese proceso. La tendencia general es, en cualquier caso, la de conceder a la imitación verbal un papel en la adquisición global del lenguaje, no sólo en la adquisición del léxico. Así lo hacen Locke (1993) y Bloom (1991). Éste aporta datos que revelan la tendencia de los niños a imitar verbalmente, aunque piensa, como en general los psicólogos estadounidenses, frente a Piaget, que la imitación verbal no es un estadio cognitivo necesario para la adquisición del lenguaje. En la misma dirección apuntan Tager-Flusberg y Calkins29 (1990), mientras que los datos de Stine y Bohannon (1983) apoyan decisivamente el papel de la imitación en la adquisición. Estas divergencias pueden deberse a la metodología empleada en la obtención de los datos, de tal modo que según el enfoque adoptado parece que los niños normales (sin minusvalía alguna) admiten una clasificación en dos grupos: (i) niños que imitan sistemáticamente, y (ii) niños que imitan más o menos aleatoriamente. Todas estas investigaciones no han podido, por tanto, eliminar la presencia de imitación en la adquisición. Y aunque el estadio piagetiano no ha sido corroborado, tampoco ha sido falsado por estos resultados. Los psicolingüistas indican que la adquisición del lenguaje muestra diferencias notables entre niños (López Ornat, 1994). Esa variabilidad, ceteris paribus, puede deberse también a las diferencias individuales en su capacidad imitativa, lo que es psicológicamente plausible. La imitación, cuando alcanza objetivos creativos, puede ser calificada de actividad cognitiva —representadora— en la medida en que produce las primeras representaciones simbólicas no condicionadas por el entorno. Es cuando se convierte en un método de descubrimiento por el que el niño se apropia de palabras y de forma concomitante, de estructuras gramaticales de la lengua que terminará por adquirir. La imitación, en fin, consigue estos objetivos sin requerir de un mecanismo computacional o un lenguaje del pensamiento. Hace —————— 29 Quienes afirman, contra toda obviedad, que Skinner (1957) atribuye un papel clave a la imitación. [127]

más de un siglo, Baldwin (1894), pionero en la teoría biológica de la mente, concluía que «... si aceptamos un desarrollo filogenético de la mente, la imitación puede considerarse la ley y la única ley de interacción progresiva del organismo con su entorno». 3. CONCLUSIONES La tesis de que el lenguaje humano es un sistema cognitivo de información computacional lo concibe como procesamiento de información en un código digital. La información, en este modelo, es enviada luego a los sistemas sensoriomotores, que están aislados del lenguaje propiamente dicho, la computación fonológica, sintáctica y semántica, que constituye un componente de la mente. Ésta es en realidad una concepción completamente cartesiana de la mente y de su relación con los sentidos. Como en Descartes, los sistemas sensoriomotores están aislados del alma o de la mente. En su Traité de l’homme, de 1650, Descartes sostiene que los estímulos aferentes llegan al cerebro y allí el alma, que está en la máquina del cuerpo, tiene ocasión de concebir la idea. Es decir, el estímulo distal ni el proximal son suficientes, no informan sobre el objeto. Son necesarias operaciones mentales para pasar el estímulo aferente al alma, que de forma innata, concibe, juzga, etc., el estímulo. Este fragmento del Traité lo ilustra: el aire del exterior empuja una cierta piel bastante suelta, que está extendida a la entrada de estas concavidades, que no pueden ser tocadas por ningún otro objeto más que por el aire que está por debajo de esta piel, porque estas pequeñas sacudidas, que pasando hasta el cerebro por los intermedios de estos nervios, darán ocasión al alma de concebir la idea de los sonidos y de las campanas cuando suenan, mientras que estas pequeñas sacudidas compondrán un sonido, que el alma juzgará más dulce o más rudo (Traité de l’homme, edición Bridoux, págs. 828-829).

El programa cognitivista computacional moderno no ha conseguido superar los problemas surgidos en los temas que se planteó, como la relación entre la computación fonológica y las acciones fonéticas así como tampoco ha resuelto el problema lógico de la adquisición del lenguaje. O dicho en una forma general: aislando los [128]

sistemas sensoriomotores30 de acción de los sistemas de representación ha introducido problemas que complican extraordinariamente la relación inevitable entre unos y otros. Mientras que para el primer problema (relación fonología-fonética) no ha proporcionado ningún modelo viable, para el segundo (el de la adquisición) recurre dogmáticamente al innatismo de la gramática. Frente al paradigma del cognitivismo computacional, puede sostenerse que la imitación o la resonancia de los estímulos de un organismo en otro permite explicar la percepción del habla uniendo representación y acción, y facilitar la adquisición del lenguaje en sus distintos niveles y etapas. El descubrimiento de las neuronas espejo permite fundar empíricamente las acciones imitativas, y pensar que la imitación de acciones motrices constituye el punto de partida filogenético (en la especie) y ontogenético (en el individuo) de la capacidad del lenguaje31. La imitación, como resonancia y reproducción de estímulos no es meramente un acto repetitivo. La imitación diferida es un acto creativo. La imitación, en fin, no es información computacional, y sugiere una alternativa al paradigma cognitivo computacional uniendo representación y acción.

—————— 30 Lo que Chomsky (1995, pág. 221 y 227) reconoce como un problema, que conduce a otro problema: el de las condiciones escuetas de output/salida «(bare output conditions), las condiciones específicas al lenguaje impuestas por los sistemas de acción». Problemas como el aislamiento de la fonética respecto de la computación fonológica hace que ésta sea especial, pues la uniformidad o monotonicidad de la computación no es satisfecha por la fonología, que incrementa la información, etc.; Chomsky, ibíd., pág. 229. 31 Rizzolatti y cols. (2002) proponen de hecho la existencia de un mecanismo de resonancia a través del cual la percepción de la acción distal se ajusta a los esquemas motores del observador. [129]

CAPÍTULO 8 Homo Symbolicus1 A lo largo de este siglo XX, el lenguaje humano ha seducido irresistiblemente a filósofos, psicólogos y antropólogos. En estos últimos años algunos biólogos se han dejado cautivar por el tema y han iniciado su acoso. En contraste con aquellos enfoques, el de la biología dispone de un marco teórico, el (neo)darwinismo y su axioma de la selección natural, donde pueden explicarse con éxito en bastantes casos, los problemas que suscitan las funciones y las estructuras de los seres vivos. Otra cosa sucede con el comportamiento y la cognición de los humanos, y en particular, con las facultades mentales, entre las que se puede incluir el lenguaje. Terrence Deacon, un biólogo de Harvard experto en neurofisiología, estrenó sus primeras armas científicas con un estudio sobre los orígenes de la neurofisiología del lenguaje. Ahora lanza un ensayo de más calado antropológico sobre la esencia del lenguaje. Y lo hace desde una perspectiva neodarwinista, donde el papel de la selección natural y las adaptaciones son los pivotes que sostienen el edificio que construye. Su tesis se basa, resumidamente, en lo siguiente: lo esencial del lenguaje es estar constituido por símbolos referenciales. Deacon entiende por símbolo lingüístico (es decir, signo lingüístico) una asociación arbitraria y convencional entre los sonidos (como los cuatro sonidos del signo «casa») y el significado (que se —————— 1 Sobre Terrence Deacon, The Symbolic Species, Allan Lane/The Penguin Press, 1997. Harmondsworth Middlessex England, 527 págs. [131]

aplica a un referente) que todo el que sabe la lengua evoca. El carácter simbólico del lenguaje presenta, sin embargo, un problema aparentemente insuperable para el evolucionismo. Simplemente dicho, no hay forma de encontrar las adaptaciones biológicas a las que se ajusta, con la posible excepción del medio o sustrato vocal en que se apoyan los símbolos. Pero el lenguaje no se explica sólo por la voz, como afirmaba Aristóteles, sino por su impronta puramente simbólica, dice Deacon. Para salir de este atascadero, Deacon presenta su segunda y original tesis: el lenguaje, aun siendo de naturaleza social, dadas las propiedades de arbitrariedad y convencionalidad (de «contrato» entre partes) que contiene el signo lingüístico, ha hecho cambiar la estructura del cerebro, de modo que ambos han coevolucionado. Así, un sistema complejo como el lenguaje ha hecho del cerebro un órgano complejo. En suma, el lenguaje es una entidad del mundo tres de Popper, una entidad objetiva y abstracta (como sostenía Saussure de la lengua), como si fuese parte de la cultura espiritual (los mitos, las teorías, las sinfonías, las narraciones, etcétera) que se acaba ubicando en el cerebro, porque sostiene el edificio entero de la especie humana y le otorga ventajas adaptativas. Para sustentar esta tesis, Deacon apela a un hecho antropológico poco discutible, y es el siguiente. Una vez que los homínidos constituyen familias monógamas, es decir, constituyen el matrimonio, éste requiere una promesa de estabilidad entre las partes. El hombre que caza invierte su tiempo para alimentar a «su» familia. La mujer, por su parte, solicita la seguridad del alimento y la protección de los hijos. En suma, se crean las condiciones para un contrato matrimonial. La garantía del contrato debe ser un acto público (o que afecta al «orden público» en sentido jurídico, podríamos decir) en que las partes se comprometen. El símbolo convencional, público, y arbitrario establece el contrato. De hecho, el acto de prometer es un acto verbal, y la promesa adquiere una dimensión fundadora de obligaciones jurídicas, como sucede en la stipulatio del derecho romano donde un hablante, el estipulante o acreedor, pregunta solemnemente a otro, que promete un pago, que por la promesa se hace deudor2. Hasta aquí el autor se mueve en un terreno neutral y poco polémico. Pero no se queda aquí. Deacon aspira a decapitar uno de los fundamentos de la teoría del lenguaje de Noam Chomsky, el más —————— 2 A. d’Ors, Derecho privado romano, Pamplona, Eunsa (varias ediciones). [132]

influyente teórico de este siglo en temas lingüísticos. Si el lenguaje es de naturaleza a la vez social y biológica porque han coevolucionado, no hay lugar para un órgano del lenguaje innato al hombre como quiere Chomsky o para un instinto del lenguaje como quiere S. Pinker, de la escuela de Chomsky. Aquí la argumentación de Deacon se mueve en un terreno más inseguro, aunque no por ello menos interesante. Este enfoque, sin embargo, no es gratuito, y suscita problemas que la lingüística y la psicología se afanan por resolver. El principal problema a que se enfrentan las tesis de Deacon es el del aprendizaje de la primera lengua por los niños. Para Chomsky y su escuela, en este problema no se trata de aprendizaje, sino de adquisición por medio de la gramática universal innata o máquina de lenguaje, un órgano, que según ellos madura en su desarrollo. Esta gramática universal permite la selección de la lengua que recibe un niño en sus primeros años de vida. El fundamento de esta gramática universal se encuentra esencialmente en la «rapidez»3 con que se domina un sistema lingüístico, en la inexistencia de aprendizaje explícito, y en la insuficiencia del estímulo verbal4. En pocas palabras: un organismo que domina una gramática G con un conjunto de propiedades abstractas P ausentes (aparentemente) en el estímulo en un tiempo límite t es prueba de que dispone de una gramática universal. La insuficiencia del estímulo es, quizá, el argumento más empleado, pero raramente se ha discutido críticamente. Deacon responde de forma indirecta: ese planteamiento chomskiano, dice, establece unos supuestos radicales sobre el cerebro y la evolución que son inverosímiles. Y así es. No hace mucho el biólogo británico John Maynard Smith protagonizó una confrontación con Chomsky a propósito de estos supuestos radicales5. Dicho en pocas palabras: para Chomsky y su escuela el lenguaje es producto de una mutación que ha favorecido una organización neurológica específica del hombre. No es, por tanto, resultado de la selección natural. El lenguaje sería un órgano al margen de la evolución darwiniana. A Maynard Smith (y a otros muchos) estos supuestos le —————— 3 La rapidez abarca un lapso de tiempo de los 0 a los 4 años, aproximadamente. 4 Argumento que, como hemos visto en las páginas precedentes, procede directamente de Descartes. 5 John Maynard Smith, «Genes, memes, and minds», The New York Review of Books, XLII, 19 (1995), págs. 46 y sigs. Respuesta de Chomsky en la misma, vol. XLIII, 2 (1996), pág. 41. [133]

parecen desconcertantes. Si la capacidad para aprender una lengua es innata, dice M. Smith, está genéticamente programada y tiene que haber evolucionado. Pero el lingüista norteamericano niega tozudamente cualquier papel a la selección natural darwiniana en el lenguaje. Deacon, por su parte, trata de pulverizar estos supuestos atacando la idea de una gramática universal fija. Para ello se enfrenta directamente al supuesto de la gramática universal en el terreno donde la escuela de Chomsky está poco pertrechada. Ese terreno es el del cambio lingüístico. Las lenguas, sostiene Deacon, no sólo cambian sino que evolucionan (evolución que la escuela de Chomsky niega), y a un ritmo mayor que la evolución biológica. A pesar de este desajuste entre la tasa de cambio biológico y lingüístico, una lengua acaba por fijarse en el cerebro inmaduro del niño que, al fin, la posee. Para que esta posesión se produzca deben de haberse producido adaptaciones al lenguaje, que serían a la postre asimiladas genéticamente por el organismo que domina una lengua6. ¿Es esto otra forma de denominar la gramática universal o el instinto para el lenguaje? Para el autor, estas adaptaciones permitirían el aprendizaje de una lengua y en ningún caso constituyen el saber lingüístico o competencia gramatical de un hablante. No puede haber nada específicamente gramatical en el cerebro porque hay discontinuidad entre los estímulos verbales y su referencia simbólica, que impedirían su fijación en la dotación genética humana. En otras palabras, la variabilidad patente de las lenguas y de las operaciones gramaticales patentes no son constantes en relación con su referencia simbólica. En consecuencia no puede trasladarse la gramática a una base neurológica fija y específica. Como ya observó E. Sapir en 1921 no tiene mucho sentido decir, por ejemplo, que el sonido aislado [p] está localizado en tal parte del cerebro, porque ese sonido no tiene valor lingüístico más que como representante de un elemento de experiencia o significado; el sonido [p] como tal no tiene valor simbólico. Por eso, la cuestión de la localización concreta del órgano del lenguaje se hace evasiva para quienes mantienen tesis innatistas y la remiten cada vez con más frecuencia al nivel de circuitos neuronales. Deacon concluye que el saber lingüísti—————— 6 Este proceso por el que la conducta de un organismo (en este caso, el uso de símbolos) produce a la larga adaptaciones en él es conocido como selección de Baldwin. También Popper apoya este tipo de selección, aunque no con este nombre, en su libro The Myth of the framework, Londres, Routledge, 1994, nota 12, y las referencias allí mencionadas. [134]

co o competencia gramatical no puede tener una base neurológica específica. Los datos e investigaciones que aporta, relativos a la localización de las funciones lingüísticas, señalan una distribución amplia en el cerebro, lo que equivale a decir que el lenguaje es función de todo el cerebro, lo que por otra parte es una verdad de Perogrullo. La teoría del lenguaje es un terreno donde han florecido y florecen aún propuestas y especulaciones, muy legítimas, pero fantásticas. Esto sucede especialmente cuando se cruzan lingüística y biología. En el siglo pasado esto ocurrió con Schleicher. El libro de Deacon combina la especulación y los resultados empíricos con una argumentación clara y precisa. Y aunque no se detiene siempre en propuestas concretas (lo que debilita su credibilidad) constituye una crítica seria al dogmatismo de la tesis innatista de Chomsky y su escuela.

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CAPÍTULO 9 Ideología y lenguaje1 Desde que se produjo la derrota del nazismo, hace poco más de medio siglo, cada año se va sabiendo un poco más la composición de la argamasa que sostenía el tinglado nazi. Las indagaciones abarcan desde el célebre libro de Theodor Adorno sobre la personalidad autoritaria hasta el más reciente de Goldhagen sobre los verdugos voluntarios de Hitler. Sabemos, sin más, que casi todo el mundo, es decir, casi todos los alemanes colaboraron. Y lo que casi todo el mundo se pregunta ahora es por qué aquellos alemanes cultivados o no, científicos o legos, ricos o pobres, contribuyeron al diseño del edificio nacionalsocialista. En fin, el asunto de que se ocupa el libro, el papel de las ideas lingüísticas y de la filología en la ideología nazi, constituye la crestería del edificio. No es más que un ornamento, pero que ilustra hasta qué punto la ideología nazi puede resultar un escollo difícil de salvar en el análisis global del fenómeno nazi. La formación de una ideología tan compacta como la nacionalsocialista es un hecho que hasta hoy no se deja explicar de forma contundente ni simple. Ni la historiografía marxista ni la psicología social ni los enfoques fenomenológicos de Arendt han dado explicaciones de las que se deduzca globalmente la forma en que una sociedad europea industrial del siglo XX se convirtió en una sociedad de alienados (como ahora nos lo parece) en la que el campo de con—————— 1 Sobre Christopher Hutton, Linguistics and the Third Reich. Mother-tongue fascism, race and the science of language, Londres, Routledge, 1999, 416 págs. [137]

centración con horno crematorio se ubicaba en la bucólica campiña germana. Barbarie y civilización parecían convivir sin causarse fricciones. El nacionalismo es uno de los ingredientes principales del nazismo. En la formación del nacionalismo se afirma el componente de lo diferente y específico entre los humanos. Y dentro de los componentes diferenciales humanos están las lenguas o idiomas. En Alemania, el Romanticismo destacó siempre la importancia del lenguaje en la constitución de las representaciones mentales, de la personalidad y también en el ámbito de lo objetivo, en la formación de la nación. Se va formando así una tradición que se consolida con Herder y Guillermo de Humboldt. Y es ésta una de las hebras del ovillo que conducen al nacionalismo lingüístico, pero no lo hace en un recorrido directo. Esta tradición intelectual, conocida como idealismo lingüístico, se caracteriza en su versión alemana por (i) el relativismo lingüístico y cultural, llamado hoy multiculturalismo, y en consecuencia, por una actitud antiuniversalista2; (ii) la afirmación de las lenguas particulares frente al lenguaje, y en particular de la lengua materna del hablante, frente a la idea biológica y abstracta de lenguaje; y (iii) la afirmación de la realidad de los pueblos, frente a la idea ilustrada de Humanidad, de tal modo que es el pueblo (Volk), entidad biológica, quien hace el idioma, no el individuo. No cabe duda de que estos tres puntales del idealismo lingüístico de corte germánico se bastan por sí mismos para sostener el edificio nacionalista de cualquier época. Pero Christopher Hutton acude siempre que puede al idealismo lingüístico como ancla que sujeta la nave del nacionalismo lingüístico de la Alemania nazi de que se ocupa en su libro. De este nacionalismo destacan tres lingüistas: Jost Trier (Cap. 4), Leo Weisgerber (Cap. 5) y Heinz Kloss (Cap. 6). Trier y Kloss fueron miembros del partido nazi, mientras que Weisgerber lo fue de la Nationalsozialistischer Leherbund, una organización académica nazi. Trier (1894-1970) es conocido en el campo de la lingüística como uno de los creadores de la semántica estructural, a la que hizo importantes contribuciones en la década de 1930. —————— 2 Lo universal del lenguaje en Humboldt viene dado por la convergencia de soluciones que los hombres dan al problema de la expresión lingüística. [138]

Weisgerber (1899-1985) también hizo una aportación destacada en la semántica estructural a finales de la década de 1920, y promovió un programa de investigación basado en algunos conceptos de Guillermo de Humboldt, como el de «forma interior del lenguaje», que también inspiraron tanto el cognitivismo computacional chomskiano3 como el funcionalismo de Sapir4. Las reflexiones de Humboldt pueden considerarse un precedente de lo que hoy se llama el enfoque intelectivo (o cognitivo) al lenguaje. Kloss (1904-1987), que destacó en el campo de la sociolingüística, es un importante teórico de la planificación lingüística y de los derechos lingüísticos. Trier y Weisgerber, curiosamente, han sido lingüistas que al recoger la tradición idealista reaccionaron contra el paradigma de la lingüística positivista alemana de los neogramáticos, que en el siglo XIX se extendió por toda europa como paradigma oficial de la lingüística5. Y por otra parte su enfoque estructural, como explica Hutton, que parte de Humboldt, va más alla del positivismo de Saussure (que al fin y al cabo, se formó como un neogramático), porque no suprime la historia ni la cultura en la descripción de la lengua. El enfoque de Trier asume que el significado de las palabras cambia cuando cambia la cosmovisión de los hablantes. Pero ¿hubo realmente una lingüística nazi? De la investigación de Hutton no se deduce una respuesta afirmativa. Hubo, sí, un uso interesado y un prejuicio ideológico a favor del origen nórdico de las lenguas indoeuropeas. Por eso el libro de Hutton, más que una historia de la lingüística nazi, cuenta la historia del nacionalismo lingüístico nazi y de quienes lo impulsaron. Los filólogos y lingüistas alemanes que contribuyeron a la ideología nazi no fueron capaces de identificar los conceptos de raza y lengua porque la tradición idealista humboldtiana en que se movían hacía prevalecer el pueblo (Volk) y el espíritu del pueblo (Volksgeist) sobre el idioma. El racismo lingüístico no se llegó a desarrollar porque al partir del concepto de lengua (o idioma) como —————— 3 El concepto de estructura latente (también llamada «profunda»), que es la inicial de una derivación computacional de una oración (véase Cap. 12) fue equiparado por Chomsky (Aspectos de la teoría de la sintaxis, 1965, Cap. 1, nota 12) al humboldtiano de «forma interior». Equiparación controvertida, como le han señalado a Chomsky varios críticos. 4 E. Sapir (1921), El lenguaje, México, FCE, 1971, pág. 129. 5 Sobre los neogramáticos, véase aquí el Capítulo 5. [139]

una actividad espiritual que desarrolla un pueblo, como afirmaba Guillermo de Humboldt, no es determinado por la biología. El nacionalismo lingüístico nazi necesitaba, sin embargo, afirmar la lengua alemana como una propiedad del ser alemán, al cual sí se atribuyen características raciales. Hablar alemán por sí mismo no hace a nadie alemán. Así, los judíos alemanes hablaban alemán, pero no eran considerados alemanes. Pertenecer a una comunidad lingüística no abre la puerta de la comunidad popular (Völkische). La lengua alemana es distintiva para quien habla alemán como consecuencia de nacer de una madre que pertenece al pueblo alemán, que recibe el testigo de la sangre y que continúa una tradición de hablar y una cosmovisión particular (Weltanschaung) que le da el hablar esa lengua. La lengua materna transmite esa cosmovisión de generación en generación. El lenguaje no es, entonces, un instrumento de comunicación, ni mera forma, sino el espejo del Geist o Espíritu a la vez que su historia; es un modo de captar y organizar la realidad6. El nacionalismo lingüístico descubre así la importancia de la lengua como Muttersprache, como lengua materna, que vincula al individuo con una comunidad racial o nacional, que es un modo de ver el mundo, etc. El nazismo lingüístico ata la lengua con la nación, como entidad étnica (no política), pero reconoce que la lengua es autónoma. Por eso, y como destaca Hutton, el nazismo alentó los derechos lingüísticos de los pueblos (bretones e irlandeses). Pero lo hacía pensando en los derechos lingüísticos de los veinte millones de alemanes dispersos por la Europa oriental. Y así, como efecto colateral, el estudio científico de las lenguas minoritarias europeas, como las célticas, tuvo un desarrollo importante en la alemania nazi. La importancia atribuida a la Muttersprache considerada como un componente del espíritu conduce al nacionalismo lingüístico a la —————— 6 Amado Alonso, destacado miembro de lo que se ha llamado «escuela lingüística española» se hace cargo de buena parte de la tradición idealista cuando escribe en 1935, en El problema de la lengua en América, pág. 185, que: «miriadas de esfuerzos individuales han plasmado y fijado en cada símbolo idiomático un modo particular de apercepción». Y en 1955 Catalán Menéndez-Pidal, en La escuela lingüística española y su concepción del lenguaje, pág. 15, escribe: «nuestra lengua materna, al ser a la vez el instrumento y el material con que y en que se forjan nuestros pensamientos y sentimientos, ejerce una influencia fundamental sobre nuestro espíritu... al imponerles su forma interior peculiar...». En la pág. 16 de este libro recuerda el autor con una cita del conocido texto de Humboldt de 1835 el concepto de innere Sprachform. [140]

ejecución de proyectos de planificación lingüística, en suma, a la intervención del Estado, en este caso, para proteger los derechos lingüísticos de los alemanes fuera de Alemania. Y ahora viene una ironía de la historia. El libro de Hutton muestra que en los estudios lingüísticos y filológicos la ideología nazi ha precedido en el tiempo a los movimientos actuales en favor de las minorías lingüísticas y de la diversidad cultural, alias multiculturalismo. Y no sólo eso: el idealismo lingüístico (o parte de él), que parecía haber muerto a manos del estructuralismo ahistórico en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, ha revivido de forma efímera y menos romántica en el cognitivismo computacional.

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CAPÍTULO 10 Chomsky en cuestión1 Desde 1957 —cuando apareció el «manifiesto» chomskiano fundador del cognitivismo computacional— hasta la actualidad han transcurrido más de cuarenta años, en los cuales este programa cognitivo ha pasado por períodos de esplendor y decadencia, donde el liderazgo —en algunos casos, seducción—, de su creador ha sido el impulso determinante. El principal componente de este programa afirma que la gramática es un sistema computacional, o máquina de lenguaje, independiente del significado y del uso que hacen los hablantes de él. Junto a este núcleo duro, el programa contiene otras propuestas radicales, como la que sostiene que el lenguaje tiene un fundamento biológico, que es una facultad innata. Propuesta que arranca de la conjunción de racionalismo con romanticismo de Guillermo de Humboldt. El programa chomskiano ha sido en las últimas tres décadas el paradigma de prestigio de una lingüística de nuevo cuño, ajena a los intereses tradicionales de las humanidades; una lingüística, que dotada de un modelo estructural matemático, es entendida como una forma de indagar en la psicología de los conocimientos humanos o psicología intelectiva (cognitiva). Estos dos componentes —el computacional y el biológico de la gramática— han dado materia suficiente para desarrollar la lingüís—————— 1 Sobre Frederick J. Newmeyer, Language Form and Language Function, Cambridge Mass., MIT Press, 1998, 428 págs, y William H. Calvin y Derek Bickerton, Lingua ex Machina. Reconciling Darwn and Chomsky with the Human Brain, Cambridge Mass., MIT Press, 2000, 298 págs. [143]

tica y la psicología de forma casi hipertrófica, aunque no siempre efectiva. Pero este paradigma, o empresa, como a veces es conocido, ha mostrado su fragilidad de distintas maneras: desde el lado del enfoque computacional (no toda la gramática es computable) y desde lo puramente gramatical (algunas propiedades gramaticales están determinadas por el significado o por el uso, o por otras razones no computacionales). Otro aspecto llamativo de la empresa chomskiana, aunque en un orden distinto, lo constituye la forma en que se ha desarrollado el programa: su creador ha ejercido (y ejerce) una dirección férrea sobre la marcha de la investigación, de tal forma que los giros que ha experimentado son de su exclusiva responsabilidad2. La crítica interna, cuando la hubo, fue diligentemente excluida; véase aquí Capítulo 6. Por esto algunos prefieren denominarse antes que nada chomskianos, como hubo o hay marxistas y freudianos. Como la crítica interna al programa no consiguió cambiar su rumbo, tuvo que apartarse de la matriz de éste. De los heterodoxos al programa chomskiano surgió en los Estados Unidos hacia 1966 una variante de esta empresa llamada «semántica generativa», que proponía que la representación sintáctica de las oraciones era de naturaleza semántica. Por otra parte, mediados los 70, las aspiraciones de universalidad (la Gramática Universal es un componente de partida de la empresa) del programa computacional (también conocido por formalista, por su empeño en aislar la forma y estructura de las locuciones de su significado y de su uso) convencieron a algunos de que para buscar universales lingüísticos había que ir directamente a las lenguas: la diversidad de éstas se abrió de manera incontenible a la lingüística moderna; este enfoque ha dado lugar a la moderna tipología del lenguaje3. De la antigua semántica generativa y de la moderna tipología ha surgido básicamente —————— 2 No deja de ser chocante que la revista científica Linguistic Inquiry, del MIT, que publica básicamente artículos del programa chomskiano, apenas haya registrado ningún artículo de crítica interna a ese programa. 3 A la tipología lingüística dedica Newmeyer el Cap. 6 («La tipología lingüística y sus dificultades»). Como es obvio por el título de este capítulo (que recuerda las explicaciones de un catedrático de la Universidad de Madrid de los años 50 del siglo XX, que titulaba una lección del programa: «Kant: su refutación»), Newmeyer destaca en la tipología su inconsistencia y su aparente falta de criterios homogéneos en la comparación transidiomática. [144]

lo que se puede llamar enfoque funcional de la gramática o simplemente funcionalismo4. El resultado con que nos encontramos es el de dos programas de investigación: por un lado, el formalismo/computacionalismo chomskiano (o parachomskiano) y por otro, el funcionalismo, que presenta por su parte una pluralidad de orientaciones. Algo así como el Papa, por un lado, y las iglesias protestantes por el otro. El libro de Newmeyer, destacado generativista norteamericano, es una honesta confrontación entre formalismo (o cognitivismo computacional) y funcionalismo, su programa alternativo, que es una etiqueta-paraguas que recoge todo lo que no es formalismo, incluidos quienes prefieren llamarse «cognitivistas», rama funcional. Que Newmeyer haya dedicado este extenso libro a ello es el reconocimiento de la existencia del adversario, de que tal es digno de lid. ¡El funcionalismo existe!, exclamarán algunos alborozados. Pero, ¿qué es el funcionalismo? Desde luego no es ninguna novedad. La antropología y la sociología han empleado con frecuencia enfoques funcionales5. En lingüística, el funcionalismo intenta explicar la forma de las locuciones y de los textos o discursos a partir de principios como el menor esfuerzo, la economía de medios de expresión (como la doble articulación de las unidades lingüísticas en un pequeño conjunto de sonidos asociados a signifcados), la iconicidad (reflejo de lo representado en el representante verbal, la «pintura» que puede hacer el lenguaje de la realidad), y, de forma decisiva, la comunicación eficiente del hablante, para lo que las formas del lenguaje muestran propiedades especiales, como el contraste máximo; por ejemplo, no es casual que (casi) todas las lenguas conocidas dispongan al menos de las vocales a-i-u, que representan un máximo de contraste y de perceptibildad. Pues bien, Newmeyer reconoce que el funcionalismo ha obtenido generalizaciones interesantes y ha abierto vías nuevas de investigación, pero que unas y otras pueden ser recogidas en el programa chomskiano, y que, en suma, no falsan la empresa formalista, sobre la que él está convencido de que es la dirección correcta en el estudio del lenguaje. —————— 4 Independientemente de estos orígenes, hay otros funcionalismos relevantes como el del británico M. A. K. Halliday y el holandés S. Dik. En el Capítulo 12 nos ocupamos de la comparación entre formalismo y funcionalismo. 5 Como funcional puede ser considerada la teoría del lenguaje del segundo Wittgenstein. [145]

¿Se puede afirmar que las generalizaciones y vías nuevas del funcionalismo pueden traducirse o explicarse en el modo formalista? En nuestra opinión no, pues el dominio del funcionalismo no es conmensurable con el dominio del formalismo. Los falsadores posibles de uno y otro programa no son los mismos. Hay un dominio de estructura gramatical que los formalistas o cognitivistas computacionales piensan que es irreducible a explicaciones funcionales; por ejemplo, el conocido movimiento de las palabras interrogativas como quién desde la posición ∆ a la posición inicial de la frase: Luis me preguntó qué ∆ quién vio la película → ¿Quién me preguntó qué vio la película?, frase no gramatical. El formalismo ha ido reduciendo a lo largo de su historia el dominio de su explicación para que su modelo computacional se ajustara como un traje a la medida a su dominio de datos. Por eso la falsación del formalismo debe ser interna a su programa. Un modelo computacional sólo es falsable por otro modelo computacional, no por un programa funcionalista; y por el mismo argumento, un modelo computacional difícilmente puede incorporar un dominio funcionalista6. Si así fuera, habría que pensar que los formalistas han sido ingenuos, porque habrían estado durante lustros cegados por un estrecho dominio datos. Sin duda, la base empírica del formalismo ha sido estrecha; pero esto no ha sido por ingenuidad, sino porque el modelo encajaba bien con ese dominio, y sobre todo, con los intereses de Chomsky: el innatismo de la gramática (que trata de fundamentar la existencia de una naturaleza humana), la autonomía de la sintaxis respecto de la semántica, la existencia de un saber lingüístico autónomo, etc., todo ello muy bien expuesto y discutido por Newmeyer. En el momento actual, parece difícil que después de los bandazos del cognitivismo computacional, éste pueda producirse un giro que permita incorporar el funcionalismo El cognitivismo computacional ha constituido una empresa intelectual de una extraordinaria envergadura y ha supuesto tanto una refundación de la lingüística como una renovación de la psicología en el siglo XX. Pero con él pueden coexistir otras empresas que den paso a perspectivas distintas e igualmente interesantes y productivas, aunque el interés de co—————— 6 De hecho, el nuevo modelo computacional de Chomsky (de 1995) recoge paladinamente procedimientos de otros modelos computacionales como los de las gramáticas matemáticas de adjunción arbórea de Joshi y cols. (en circulación desde 1975). [146]

nocimiento de esas empresas no es el interés de conocimiento del formalismo. El otro puntal en que descansa la empresa chomskiana es la fundamentación del lenguaje/gramática en la biología. En este sentido el programa afirma que el sistema computacional tiene un sustrato neurológico genéticamente determinado. Esto, se dice, permitiría explicar la adquisicíón del lenguaje de forma temprana con las propiedades que le suponen: insuficiencia del estímulo de entrada, datos borrosos, desarrollo inconsciente de las estructuras gramaticales en el niño, etc. Ha sido el propio Chomsky el que ha señalado que esta proclama afecta directamente la base de la teoría darwinista. Esto es así porque el sistema computacional (la sintaxis, en particular) no recoge, según él, propiedades funcionales o determinadas por el uso. En los últimos años se ha venido discutiendo esta propuesta, siempre en la dirección de evitar un conflicto con la teoría darwinista o intentando conciliar computación y con la selección natural. Este es el caso de Calvin (un teórico de la neurofisiología) y de Bickerton (un lingüista que ha contribuido al estudio de las lenguas criollas). La misión de Calvin y Bickerton es reconciliar a Chomsky con Darwin. Podemos decir que lo han conseguido cortándole las manos y los pies al primero para introducirle en el lecho de Procusto que ellos han diseñado. Pues, en efecto, Chomsky no quiere reconciliarse con Darwin, más bien todo lo contrario. Sus fugaces opiniones sobre su teoría en relación con el darwinismo (con la teoría de la selección natural) son desalentadoras, y apuntan a la línea de flotación del darwinismo. Lo que debe corregirse es la teoría darwiniana, no la suya, viene a decirnos el lingüista del MIT. Pues bien, a pesar de ello, Calvin y Bickerton se lanzan a una discusión especulativa de largo calado. Lo que proponen (en particular, Calvin) es lo siguiente: el Homo sapiens sapiens dispondría (como los otros primates) de códigos en el cerebro con los que representa los conceptos que expresan las palabras; por ejemplo, la palabra manzana es una asociación de los códigos «color verde», «forma redondeada», «sabor dulce», etc. Nombres y verbos tienen distinta codificación y distinta ubicación en el cerebro. Cada código debe asociarse, entonces, con los otros. Para ello tiene que establecerse una coherencia entre los códigos. El córtex neuronal se encargaría de hacerlo. Pero para que se lleguen a establecer las asociaciones de forma correcta deben producirse muchas asociaciones, lo que Calvin llama «un [147]

coro». A partir de ahí, la coherencia que da origen a los conceptos verbales (incluyendo palabras y oraciones) es el resultado de una selección darwiniana supuesto que las muchas asociaciones que se establecen compiten entre sí y son seleccionadas sólo las de más calidad. Esto es la máquina darwiniana de la que se originaría la maquina de lenguaje: la lingua ex machina. Una vez que se han establecido los códigos, Bickerton reconstruye el origen del lenguaje. En primer lugar fue el protolenguaje. Éste es un artefacto que contiene sólo palabras (nombres y verbos) y todo lo más oraciones de dos palabras; no habría propiamente sintaxis o estructuración de las palabras en grupos de frases y oraciones. Bickerton opina que el lenguaje infantil de los dos-tres años, el lenguaje aprendido por los simios a partir de los signos de los sordos, y los «pichin» o pidgin (lenguas simplificadas) son formas de este protolenguaje. Lo que permite el paso al lenguaje, es decir, a la sintaxis computacional de Chomsky es lo que los autores llaman la inteligencia social. Esto supone que los antiguos Homo sapiens empezaron a formar sociedad y a desarrollar las formas maquiavélicas de inteligencia así como teorías de la mente que permiten a un hablante imaginar la intención de su interlocutor, mentir, etc.; en suma, representar los estados de cosas subjetivamente. Así, las categorías esenciales de una oración (el Agente y el Paciente) serían reflejo de los participantes sociales. En particular, piensa Bickerton que estas dos categorías son resultado del altruismo recíproco que debió de practicarse entre los Homo sapiens. Una vez que éstos alcanzan el estado social, la mayor necesidad de conceptos provocaría que la máquina darwiniana que llevan incorporada produjese nuevas y sorprendentes asociaciones. Estas complejas asociaciones constituirían la sintaxis, que presenta propiedades formales, como la recursividad (propiedad que consiste en repetir una categoría sintáctica un número indefinido de veces) y la jerarquía de frases (la agrupación de palabras formando árboles; véase Capítulo 6). Pero no todo está resuelto en esta especulación razonable. Las asociaciones corticales no se crean de la nada. El hablante que profiere una locución lo hace con contenido y propósito intencionales. Hay un plan o fin. ¿Qué papel tiene en esto la máquina de lenguaje darwiniana? No se sabe. Y así el dualismo está servido; por un lado el cerebro y por otro el fantasma que decide sobre las asociaciones corticales. Por eso el planteamiento de Chomsky sigue siendo cartesiano, y nada darwinista: conviven a un lado el sistema computacional y al otro el fantasma de la máquina de lenguaje. [148]

Es precisamente el elemento intencional o plan de actuación verbal que precede a toda locución lo que Calvin supone que está en el origen de la estructura jerárquica de las frases y oraciones. Esta estructura que presenta la forma de los conocidos diagramas arbóreos (que aparecen con frecuencia en los textos escolares de gramática) la considera Calvin como similar al plan de actuación que precede al lanzamiento de un objeto con la mano (págs. 160 y sigs.). El movimiento de la mano en un lanzamiento supone una intención de imprimir una determinada velocidad para impactar en un objetivo. Los movimientos del hombro, el codo, la muñeca y los dedos forman un conjunto de movimientos integrados de forma jerárquica al servicio del plan de acción del lanzamiento. Tanto en el habla como en el lanzamiento hay dos niveles de análisis: el plan que organiza y el acto de lanzar o hablar. Estas ideas que rematan la propuesta teórica de Calvin, sin embargo, no son nuevas. Ya en 1931 Oswald Spengler en su Der Mensch und die Technik7 afirma con rotundidad que «el hombre se ha hecho por la mano» (pág. 26), y ello, porque «distingue lo caliente y lo frío, lo sólido y lo líquido... y sobre todo, el peso, la figura, el lugar de las resistencias, en suma las cosas en el espacio»8. La mano es lo que ha liberado al hombre de la coacción de la especie. En cierto modo, el hombre piensa por la mano, porque, como remacha Spengler «la mano trabaja según los principios del medio y del fin». Pues bien, para Spengler el acto verbal reproduce la distinción que se establece entre la mano que crea una herramienta y el uso de la herramienta, pues: la finalidad del lenguaje es la ejecución de un acto, según propósito, tiempo, lugar y medios. La concepción clara e inequívoca del acto es lo primero, y el hacerse comprender produce la técnica de la gramática, la técnica de la formación de oraciones y cláusulas... sobre la base de propósitos y fines prácticos (págs. 41-42)9. —————— 7 Publicado en Múnich por la editorial C. H. Beck, 1931. 8 La primacía del tacto es afirmada también por Condillac y Diderot. 9 También hay que recordar que fue el neurofisiólogo K. Lashley quien a principios de los años 50 estableció convincentemente que las palabras de una oración deben estar integradas de forma holística antes de ser pronunciadas como una serie lineal-temporal. Véase, «The problem of serial order in behaviour», en I. P. Jeffers (ed.), Cerebral Mechanisms in Behaviour. The Hixon Symposium, Nueva York, John Wiley, págs. 112-136. [149]

Con independencia de este bello paralelismo entre la mano y el lenguaje, ya preludiado por el filósofo alemán, la reconstrucción del origen del lenguaje que hacen Calvin y Bickerton, como no puede ser de otra manera, no deja de ser especulativa y un verdadero tour de force del pensamiento de Chomsky, que nunca ha mencionado la idea de Bickerton, aunque lleva en circulación casi veinte años. Presenta, además, obvias dificultades biológicas porque su reconstrucción del origen del lenguaje apela a la desacreditada ley de Häckel: el lenguaje infantil y los pidgins son entendidos como restos del protolenguaje por los que se debe pasar para llegar a la sintaxis y a las lenguas criollas. Después de la lectura de este libro, todavía son validas las palabras de Max Müller10 de que «el lenguaje es nuestro Rubicón, y ningún bruto se atreverá a cruzarlo». Mientras, la opinión de Darwin11 de que «el lenguaje articulado se ha desarrollado a partir de gritos inarticulados» no lleva a ninguna parte. La pelota sigue en el tejado.

—————— 10 Lectures on the Science of Language, Nueva York, Charles Scribner, 1862, pág. 354. 11 Carta de Darwin a Max Müller (3 de julio de 1873), en More Letters of Charles Darwin, vol. 2, F. Darwin y A. C. Seward (eds.), Nueva York, Appleton, 1903, pág. 45. [150]

CAPÍTULO 11 Formalismo y funcionalismo en el estudio del lenguaje1 La actual lingüística teórica gira en torno a dos ejes que dan sentido a la explicación de los fenómenos gramaticales: el eje de la forma y el eje de la función. La forma puede caracterizarse como un conjunto de propiedades estructurales abstractas (no siempre observables), independientes del significado y de su valor comunicativo, y expresables en un modelo estructural (el de diagramas arbóreos, por ejemplo), mientras que la función puede caracterizarse como un conjunto diverso de propiedades semióticas y comunicativas concretas (generalmente observables) que permiten obtener la forma, y expresables en distintos modelos, como el de redes neuronales (Fausett, 1994) o el de sistemas dinámicos (Lünberger, 1979). Ni el estudio de la forma ni el de la función ha dado origen a programas completamente homogéneos. El formalismo tiene su referente en el generativismo o cognitivismo computacional, cuyo exponente actual más destacado es el programa de principios y parámetros (Chomsky, 1995), pero no es el único. Junto a él y procedentes de él son formalistas la gramática léxico-funcional (Bresnan, 1982), las gramáticas de estructura de frase (Pollard y Sag, 1994), y las gramáticas categoriales (Steedman, 1997; en español, Solias, 1996). —————— 1 Publicado en Homenaje a J. Bustos, Madrid, UCM, 2003. [151]

El funcionalismo no tiene un punto de referencia destacado, sino varios. Como se ha dicho con cierto sarcasmo, se trata de un conjunto de infieles que se oponen al Papa. El funcionalismo no es una sola teoría, sino un conjunto diverso de proposiciones que describen la forma de las unidades gramaticales de acuerdo con su valor comunicativo o también, su función semiótica. Son funcionalistas: la gramática funcional de Dik (1997), Givon (1995), la gramática cognitiva de Langacker (1987-1991) y la de Lakoff (1987), la gramática funcional de Halliday (1985), la de Kuno (1987), la escuela de Praga (Danesˇ , 1974), y en España, la Gramática española de A. López (1994-1998) y la Oración y sus funciones de S. Gutiérrez (1997). Agrupar estos autores bajo el rótulo de funcionalismo2 o de formalismo no ofrece dificultades, a la vista de sus programas. Presentar un conjunto de rasgos comunes que compartan es, sin embargo, tarea arriesgada. El listado de conceptos y temas que presento abajo es un intento de comparar aquellos que encuentro más generales y pertinentes para el análisis de ambos programas: FORMALISMO

FUNCIONALISMO

1. La estructura es previa e independiente de la función. 2. El signo3 es arbitrario. 3. Competencia separada de actuación. 4. Atomismo. 5. Sincronía separada de la diacronía. 6. Predominio de la teoría. 7. Universales del lenguaje resultado de la configuración interna del cerebro.

1. La función es anterior a la estructura, que deriva de aquélla. 2. El signo es también icónico. 3. No separación de competencia y la actuación. 4. Holismo. 5. Continuidad de la diacronía en la sincronía. 6. Predominio de la descripción. 7. Universales resultado de restricciones de fuerzas funcionales exteriores al cerebro.

Por razones de espacio, me limitaré a desarrollar los tres primeros de estos conceptos y temas. —————— 2 El funcionalismo admite una subdivisión en externo e interno. El primero se fija en las funciones comunicativas, mientras que el segundo lo hace en las funciones semióticas. Véase Croft (1995). 3 Signo es abreviatura de gramática o cualquier forma convencionalizada. [152]

1. ESTRUCTURA FRENTE A FUNCIÓN Mientras el formalismo reconoce dos dominios de explicación autónomos el formal-estructural y el del uso del lenguaje, el funcionalismo o bien considera que la estructura está asociada a una cierta función o bien demanda que la estructura resulta de la función. La primera actitud estaría representada por Kuno (1987), mientras que la segunda lo estaría por Hopper (1987). El punto de vista del formalismo «oficial» es, en este caso, claro: la estructura precede a la función: «Donde se pueda mostrar que las estructuras sirven a una función particular, eso es un valioso descubrimiento» (Chomsky, 1975, pág. 58). Pero Chomsky niega una y otra vez que la función del lenguaje sea la función comunicativa, aunque sus argumentos son anecdóticos: Podemos organizar nuestra indagación siguiendo estas líneas: a) función, b) estructura, c) fundamento físico, d) desarrollo en el individuo4, e) desarrollo evolutivo5. ¿Cuál es la función del lenguaje? Se afirma con frecuencia que la función del lenguaje es la comunicación, que su propósito esencial es capacitar a la gente a comunicarse... Supongamos que en la paz de mi estudio pienso en un problema, usando el lenguaje... consideremos la conversación informal... Parece que o despojamos a la noción de comunicación de toda importancia, o en otro caso tenemos que rechazar el punto de vista de que el propósito del lenguaje es la comunicación (Chomsky, 1980, págs. 229-230).

A pesar de ello, admite que las reglas gramaticales pueden tener un valor funcional: Una sugerencia más productiva es que las consideraciones funcionales determinen el carácter de las reglas lingüísticas. Supongamos que puede mostrarse, por ejemplo, que alguna regla de la gramática inglesa facilita una estrategia perceptual para el análisis de la oración. Entonces tenemos el fundamento de una explicación funcional de una regla lingüística (Chomsky, 1980, pág. 231). —————— 4 Es decir, ontogenético. 5 Es decir, filogenético. [153]

Lo sorprendente es que tal explicación funcional es admitida solamente en la historia de una lengua concreta, o bien en la filogénesis del lenguaje, pero nunca, afirma Chomsky, un niño que adquiere esa regla gramatical lo hace por su valor funcional: ¿Es la regla lingüística un verdadero universal? Si es así, entonces el análisis funcional es pertinente sólo en el nivel evolutivo; las lenguas humanas tienen que tener esta regla o una como ella, en virtud de una propiedad de la especie. Supongamos, por el contrario que la regla lingüística es aprendida. Aun así podríamos mantener la explicación funcional, pero entonces tendrá que ver con la evolución del inglés. Es decir, el inglés ha evolucionado de tal manera que está en consonancia con este principio. En cualquier caso, la explicación funcional se aplica al nivel evolutivo —ya sea la evolución del organismo o de la lengua. El niño no adquiere la regla en virtud de su función como no aprende a tener ojos por las ventajas de la vista (Chomksy, 1980, pág. 231).

Estas afirmaciones, sin embargo, tienen poca fuerza probatoria, pues constituyen una petición de principio: se parte de que la evolución del lenguaje (o de un lenguaje) es un proceso inconexo con su adquisición/aprendizaje, y que la evolución histórica de la gramática es un dominio autónomo y distinto de la gramática sincrónica. La restricción del valor funcional de una regla a la historia de la lengua o a la filogénesis del lenguaje es, por tanto, un recurso para salvaguardar el sistema del lenguaje de cualquier infiltración funcional externa a él6. Esto podría justificarse si al menos el formalismo dispusiese de una teoría formal del cambio lingüístico histórico, lo que hasta ahora no ha conseguido. La inexistencia de tal teoría, y quizá su improbabilidad dentro del formalismo, es consecuencia de la estricta separación de sincronía y diacronía, que el funcionalismo afronta en otros términos. Opiniones más recientes (Chomsky, 1985, 1998), se reafirman en la tesis de que el saber lingüístico (la gramática lato sensu) surge de un estado inicial, SO, cognitivamente impenetrable a la función «esencial» del lenguaje, la comunicación. Lo que es más, sostiene que no es posible decidir si la comunicación es la función esencial: —————— 6 El horror a las explicaciones funcionales le lleva a Chomsky (1991), pág. 14, a afirmar que si el lenguaje tuviese un origen evolutivo o funcional, la gramática universal no tendría interés. [154]

En cuanto a la idea de que la función básica de los lenguajes naturales es hacer posible la comunicación, es difícil establecer de modo absoluto la función básica de un sistema biológico; y aun cuando pueda resolverse este problema, todavía cabe preguntar por qué es la comunicación la función básica (Chomsky, 1998, pág. 100).

No es necesario acudir a la biología, que difícilmente puede ayudar en la cuestión planteada por Chomsky sobre las funciones del lenguaje, para sostener que la comunicación (la apelación de Bühler) no es la función esencial del lenguaje. La observación etnográfica de Malinowski (1930), que inspiró la teoría del lenguaje del segundo Wittgenstein, es suficiente para afirmar que el lenguaje funciona como un modo de acción sin el cual es imposible la acción social unificada. Los usos en que el hablar está desprovisto de todo contexto de situación son tan llamativas que Malinowski categorizó tales usos es como la función fática del lenguaje, tan relevante como la comunicativa7. Algunos funcionalistas, por el contrario, sostienen de forma más o menos intensa la primacía del discurso. Un ejemplo, extremo, pero a tono con el otro extremo que hemos expuesto es el de P. Hopper (1987) que afirma lo siguiente: La noción de Gramática Emergente quiere sugerir que la estructura, o la regularidad, surge del discurso y es configurada por el discurso tanto como aquella configura el discurso. No hay que entender por tanto la gramática como un prerrequisito del discurso, una posesión anterior atribuible de idéntica forma tanto al hablante como al oyente. Sus formas no son patrones fijados, sino negociables en la interacción cara a cara en maneras que reflejan la experiencia pasada que los hablantes tienen de esas formas... (Hopper, 1987, pág. 142).

Ilustraremos estas afirmaciones funcionalistas con los valores de /un (o, a)/, que en las gramáticas del español suele a veces clasificarse como artículo indeterminado. Los valores de este artículo8 —————— 7 La lectura de Ulysses de J. Joyce, plena de faticismos, prueba la importancia del lenguaje desprovisto de finalidad práctica. 8 El artículo indeterminado posee propiedades distintas del artículo determinado. Por un lado, la categoría [+ Determinado] subclasifica nombres abstractos no contables: religiosidad, paciencia, prudencia: la religiosidad/paciencia/prudencia de Pedro, pero son agramaticales * una religiosidad de Pedro, * una paciencia de Pedro, mientras que los nombres contables concretos como niño, mesa, libro, etc., pueden ser subclasificados tanto por [+ Determinado] como por [– Determinado]. [155]

no vienen especificados de antemano, sino según el discurso y el contexto gramatical en que intervienen. Los tres valores básicos más frecuentes son: (i) cardinal, (ii) rematizador (no genérico), y (iii) genérico. El valor cardinal le viene directamente del latín unum, el cual ha ampliado su campo funcional hasta adquirir dos nuevos valores: rematizador, es decir, presentador de información nueva o afirmador de la existencia de algo9 (Quine, 1960), y como genérico, es decir, designando una clase de cosas o propiedades. El valor cardinal puede solaparse con el valor rematizador o con el de genérico nominal. El discurso junto con el contexto gramatical permite asignar un valor determinado. Esta polivalencia indica que /un (o, a)/ no está plenamente gramaticalizado como artículo indefinido (no genérico), como ilustran los ejemplos que siguen. Así, la frase nominal de la oración (1) fluctúa entre un valor cardinal y un valor genérico, patente en dos posibles respuestas: (1) P: ¿Quieres un canapé? R1: No, quiero dos (/un/ cardinal en oposición a /dos, .../). R2: No, quiero jamón (/un/ gen (Genérico). La primera frase nominal de la oración (2) puede tener un valor rematizador, como respuesta a la pregunta ¿Qué ha pasado?, pero su valor es cardinal, en (3), como respuesta a la pregunta ¿Cuántos se llevaron el millón de pesetas? (2) (Que) un ladrón se ha llevado un millón de pesetas esta mañana. (3) (Sólo) un ladrón [se ha llevado un millón de pesetas]. La segunda frase nominal de la oración (2-3) no admite otra interpretación natural sino como cardinal. Algunos contextos gramaticales sólo admiten el valor genérico: (4) El solomillo es una carne. (5) Actúa como un tirano. (6) Un torero es siempre valiente. —————— 9 Este valor es el que suele considerarse prototípico de la categoría artículo indefinido (Greenberg, 1978). [156]

No parece, por tanto, que pueda justificarse de una vez por todas una sola función o una sola categoría. Si un gramático afirmase que /un (o, a)/ es un artículo simétrico al artículo /el/, lo que entraña notables dificultades10, dada la dependencia discursiva, no paradigmática, de /un/ respecto de /el/, la categoría gramatical obtenida, «artículo indeterminado», sería una categoría emergente, es decir, transitoria. 2. ARBITRARIEDAD FRENTE A ICONICIDAD DEL SIGNO El valor icónico del signo ya fue objeto de atención y discusión en la teoría funcionalista de Bühler (1934). El funcionalismo posterior a Bühler ha destacado que la iconicidad del signo es mayor de lo que se suponía. Frente a Bühler (1934, pág. 153 y § 13), que negó la posibilidad de un campo pictórico (alemán, Malfeld), Jakobson (1965 y 1966), entusiasmado con la obra semiótica del filósofo norteamericano C. S. Peirce11, a quien dio a conocer a los lingüistas, abrió una puerta por la que ha penetrado una intensa fuerza de revisión del concepto saussiriano de la arbitrariedad del signo. El lingüista ruso reconoció inmediatamente la pertinencia de la semiótica peirceana para la concepción funcionalista del lenguaje. Sin las reservas del psicólogo alemán, que ceñía el campo pictórico a la representación semiótica de lo puramente sensible, Jakobson detectó la existencia de iconicidad tanto en el significante como en la morfología y en la sintaxis. Así, en uno de los más tempranos estudios funcionales del verbo ruso (Jakobson, 1966), caracteriza la oposición perfectivo/imperfectivo en términos de iconicidad: el perfectivo, que señala una cota del evento narrado, contiene menos fonemas que el imperfectivo, que no señala una cota del evento narrado. Otras propiedades fonológicas que allí se exponen obedecerían también a propiedades icónicas. Como parece natural, el formalismo, que sostiene la impenetrabilidad cognitiva del sistema del lenguaje, es reacio a la motivación icónica, en particular, cuando se aplica a propiedades abstractas de la estructura, como la dependencia estructural de las reglas grama—————— 10 Dificultades que han originado discusión en la gramática española. 11 Parece que su conocimiento de Peirce se produce con su llegada a Estados Unidos hacia 1940. La obra de Peirce comenzó a tener mayor audiencia cuando se inició la publicación de sus Collected Papers, a partir de 1930. [157]

ticales12, o bien cualquier restricción sobre el movimiento de las categorías. Pero no rechaza la presencia de iconicidad en otros niveles. Tan temprano como en 1964, año en que se escribe Aspectos de la teoría de la sintaxis, Chomsky afirma: Las oraciones gramaticales inaceptables a menudo no se usan, por razones que tienen que ver, no con la gramática, sino más bien con limitaciones de memoria, factores estilísticos y de entonación, con elementos «icónicos» del discurso (por ejemplo, la tendencia a colocar el sujeto y el objeto lógicos en seguida y no al final), etc. (Chomsky, 1965, pág. 11).

Esta apelación a factores icónicos es fruto de la influencia de Jakobson13 sobre Chomsky, como el propio autor de Aspectos... reconoce: ... Grice ha sugerido que el orden temporal implicado en la conjunción puede ser considerado como un rasgo de discurso y no parte del significado de «y», y Jakobson ha tratado también rasgos «icónicos» del discurso que incluyen relaciones entre el orden temporal de la estuctura latente y el orden de importancia, etcétera (Chomksy, 1965, págs. 224-225).

Pero el funcionalismo ha ido ampliando imparablemente el dominio de la iconicidad en la sintaxis (como prueba la cada vez más numerosa atención que este concepto tiene en la literatura especializada, de la que destaca Haiman [1985]). A tal punto ha llegado a constituir la omnipresencia de la iconicidad un factor pertubador para la explicación sintáctica formalista que un destacado generativista, F. Newmeyer (1992), se ha visto forzado a ajustar la iconicidad con la sintaxis generativa. Su tesis es que ciertos mecanismos formales de la gramática14 generativa ya incorporan aspectos de la iconicidad15. —————— 12 La dependencia estructural de las reglas significa que las reglas dependen de una descripción estructural particular. 13 Véase Jakobson (1961), reproducido en Jakobson (1975), pág. 585. 14 Véase Newmeyer (1992) y (1998). Croft (1995), pág. 494, nota además que «Newmeyer no distingue con claridad las dos pretenseiones [del formalismo: la autonomía de la sintaxis y la autonomía de la gramática]: en su argumento de que la gramática generativa ya es consistente con los principios icónicos funcionales, argumenta que la gramática generativa ya incluye un componente semántico, lo que no nos dice sobre la autonomía de la gramática». 15 Remito a Newmeyer (1998), §§ 4.3 y 7.2. [158]

Esta confrontación entre iconicidad y gramática generativa resulta en una arriesgada pirueta para esta teoría. Y Newmeyer, como si del doctor Pangloss se tratara, se dispone a considerar la iconicidad como hecha para la gramática generativa. La muy apretada argumentación de Newmeyer, que ciñe la iconicidad al nivel de estructura profunda —cuya desaparición oficial es de 1995— corre el riesgo de evaporarse como lo ha hecho la misma estructura profunda. Sería más plausible delimitar el dominio de lo icónico y de lo formal. El dominio de lo formal es la computación gramatical (fonológica, morfológica, sintáctica), mientras lo icónico actuaría como factor causal externo que determinaría la disposición y la configuración patentes de las unidades gramaticales. La iconicidad, sin embargo, afecta a la tesis de la impenetrabilidad cognitiva del sistema del lenguaje, y en consecuencia, a la autonomía del saber lingüístico del hablante, que el programa formalista sostiene dogmáticamente. El desafío que plantea la iconicidad al formalismo consiste en que las propiedades externas del referente del signo como configuración, tamaño, distancia, orden, y otras pueden afectar directamente a la forma del signo. Si esto es así, el sistema cognitivo de Chomsky (1995) no sería impenetrable. Es en este punto donde funcionalismo y formalismo presentan un sendero que se bifurca en direcciones opuestas. Sólo el futuro dirá si el peso de la iconicidad es suficiente para desplazar principios formales. 3. COMPETENCIA FRENTE A ACTUACIÓN El concepto de competencia gramatical, que aparece por primera vez en Chomsky (1965), recoge el tradicional de saber lingüístico, tal como aparece en estudiosos como Gardiner (1932), Russell (1940), Pagliaro (1951) y Coseriu (1958), pero no es idéntico a él. La competencia, de acuerdo con el enfoque formal, es representable por medio de un modelo, que es una gramática formal. La competencia o gramática le permite al locutor emitir juicios sobre un determinado producto verbal (palabras, oraciones), así como entender y producir un número ilimitado de oraciones, y asignarles una clasificación como bien formado, mal formado, relativamente bien formado, etc. El locutor emite esos juicios porque, se dice, sabe su lengua. [159]

Saber una lengua permite distinguir, juzgar la actividad verbal en esa lengua, hecha por el mismo locutor o por otro. Lo novedoso del concepto de competencia es la demanda de autonomía del saber lingüístico, según la cual la capacidad lingüística (sea ésta concebida como reglas, principios, condiciones o restricciones sobre reglas) es una «caja hermética», o una mónada «sin ventanas». La competencia, además, permite la actuación verbal, que es conceptualmente considerada posterior y distinta de ésta. La actuación está limitada por parámetros psicológicos como la memoria, y el tiempo y acceso computacionales, pero también gramaticales, de tipo estructural, como la complejidad formal de la oración, o por propiedades del discurso, o por propiedades puramente semióticas, como la iconicidad. La distinción conceptual entre competencia y actuación, sin embargo, útil como punto de partida metodológico, no acaba de adquirir un lugar firme dentro de la propia teoría formalista. Un motivo de esta debilidad se encuentra en que la caracterización de la competencia por medio de reglas16 está enredada en un sinfín de complejidades filosóficas (tratadas por buena parte de la filosofía anglosajona desde Wittgenstein [1953] hasta Kripke [1982]), que el formalismo no ha podido desenredar. Así, Chomsky (1985, capítulos 1 y 4) discute) y reelabora el concepto de competencia, que en su temprana formulación era una habilidad o capacidad (Chomsky, 1965, pág. 15) hasta ubicarlo en el terreno puramente biológico: Pero la determinación de la competencia es descriptiva: se ocupa de la configuración y estructura de la mente/cerebro y escoge un elemento de la mente/cerebro, el componente L [facultad del lenguaje], para evidenciar un cierto sistema general que es una parte de la constitución biológica humana (Chomsky, 1985, pág. 238).

Este paso, sin embargo, no deshace de ningún modo las dificultades de la determinación de la competencia, porque el modelo que sigue empleando para su caracterización sigue siendo el de las gramáticas formales, constituido por reglas que, siendo formales, añaden la dificultad de no estar ancladas, por así decirlo, en ninguna —————— 16 Chomsky (1965), pág. 127, sostiene que la actuación verbal también puede estar caracterizada por reglas si se atribuye a aquélla ciertos fenómenos gramaticales, como el orden «libre» de las palabras en lenguas como las filipinas. [160]

base empírica, pues se les atribuye meramente la tarea de describir una «configuración de la mente/cerebro», o como se decía en 1965, de «caracterizar en la forma más neutral posible el saber lingüístico». Es decir, la competencia es una entidad ficticia que no interviene en una explicación causal del comportamiento verbal del locutor, como cabría esperar. Tal forma de entender la competencia recuerda bastante la forma en que el físico Ernst Mach (1838-1916), inspirador de Einstein, pensaba sobre la relación entre las leyes de la física y los hechos físicos. Mach tampoco quería comprometerse con la realidad de la teoría física, es decir, con el establecimiento de una relación causal entre las leyes físicas y los fenómenos físicos. Para el físico austriaco: la física... admite una diferencia fundamental entre una descripción [Beschreibung] científiconatural, por ej. entre un desarrollo embrionario [el de un evento individual] y una explicación [Erklärung] física... Cuando Newton «explica causalmente» los movimientos de los planetas... se describen de nuevo o se constatan hechos que se derivan de la observación [Beobachtung]17 (E. Mach, 1911: 274-275).

Algunas teorías gramaticales, por el contrario, como la de la teoría de optimidad en fonología18, fundamentan las «reglas» (en este caso, las restricciones) empírica y neuropsicológicamente en factores funcionales como el contraste y la percepción, y se comprometen con modelos concretos, como el de redes asociativas neuronales. En consecuencia, no es de extrañar que algunos funcionalismos omitan paladinamente la distinción entre competencia y actuación, o directamente identifiquen el saber lingüístico con el uso del lenguaje (véase abajo el texto de Langacker). Otra distinción conceptual, paralela a la anterior y salida de ella, es la de oración gramatical frente a oración aceptable. La distinción supone una separación tajante entre uno y otro tipo de oración, y se espera que la teoría de la gramática sea capaz de ofrecer —————— 17 Nótese, por cierto, cómo los conceptos epistemológicos de observación, descripción y explicación de Mach son los mismos establecidos por Chomsky (1965) para establecer los niveles de satisfactoriedad de la teoría lingüística. 18 Prince y Smolensky (1995). [161]

reglas gramaticales que permitan explicar el juicio de aceptabilidad de los locutores sobre las oraciones. La explicación del juicio de aceptabilidad mediante reglas gramaticales es satisfactoria para los casos claros, y ello se corresponde con el juicio de aceptabilidad de (7) frente a (8): (7) El pez aletea. (8) Aletea la noche (Neruda)19. Pero los casos que no son claros constituyen un conjunto nada desdeñable de tipos gramaticales, y que deben formar parte de la descripción gramatical. Así sucede con las oraciones (9-11), donde la explicación gramatical de su aceptabilidad no es tan inmediata. En las oraciones (I) el juicio que muchos hablantes de español peninsular efectúan es sistemático y de total aceptabilidad, sancionado por el uso: I

II

(9a) Se detuvieron a los ladrones frente a (10a) Habían fiestas en el pueblo frente a (11a) Me se olvidó el libro frente a

(9b) Se detuvo a los ladrones (10b) Había fiestas (11b) Se me olvidó

Resultaría extraño que un juicio sistemático esté siempre correlacionado con una infracción sistemática de una regla gramatical, es decir, con un fallo en la actuación. La anomalía que suponen las oraciones de (I) para una teoría gramatical formalista llevaría a adoptar soluciones poco satisfactorias para mantener la distinción gramaticalidad/aceptabilidad20. También se podría proponer que las oraciones de (I) y (II) caracterizan dos dialectos, o bien normas diferentes, o quizá estilos. Pero ni dialecto ni norma ni estilo forman parte del núcleo duro de la teoría de la gramática formal. La complicación que permite introducir en la descripción gramatical la distinción conceptual entre gramaticalidad y aceptabilidad ha llevado a algunos funcionalistas a prescindir de ellas. Así lo hace Langacker (1987, pág. 57; nótese los entrecomillados del autor) que afirma: —————— 19 Esta oración infringe las restricciones de selección del sujeto. 20 Así sucede con la regla ad hoc de concordancia con el objeto y la ordenación ad hoc de los clíticos. [162]

El presente modelo identifica esta gramática «interna» como su objeto descriptivo, concibiéndola dinámicamente, como un conjunto de rutinas cognitivas configuradas, mantenidas y modificadas por el uso. El «saber» lingüístico de un hablante es procedimental y no declarativo21, y la gramática es equiparada con ciertas habilidades lingüísticas (mentales, perceptivas, físicas) que no constituyen necesariamente una entidad psicológica autónoma o bien delimitada. Más concretamente, la gramática de una lengua se define como aquellos aspectos de la organización cognitiva [no computacional] donde reside la aprehensión que hace el locutor de las convenciones lingüísticas establecidas.

La equiparación de habilidades perceptivas y físicas inespecíficas con la gramática niega a radice la distinción competencia/actuación, la no autonomía del sistema del lenguaje, y una clara preferencia por descargar el peso de la explicación gramatical en el uso del lenguaje.

4. ATOMISMO FRENTE A HOLISMO Para el formalismo, la oración es la unidad máxima de descripción gramatical. Una oración es concebida como un conjunto de partes —palabras o morfemas— que se van constituyendo unas con otras hasta alcanzar un cierre, que es lo que dependiendo de las tradiciones gramaticales, se denomina oración, sentencia, frase o cláusula. Esta tradición pervive en el formalismo actual. En la teoría de Chomsky (1957, 1965) hasta Chomsky (1995) exclusive, las partes o constituyente de la oración se descomponen en un árbol «de arriba abajo», comenzando por el símbolo inicial O(ración) hasta llegar a las unidades terminales. Así, la oración El soldado tiró el fusil es analizada según este árbol, en el conjunto de partes o unidades C= {O, FN FV, Det N, V FN, Det N, el, soldado, tiró, el, fusil,} Recientemente (Chomsky, 1995) el procedimiento empleado es «de abajo arriba», seleccionando el léxico, combinándolo hasta lle—————— 21 Un lenguaje procedimental establece cómo se obtiene el resultado de una operación, concepto dinámico, frente a lenguaje declarativo, que establece qué propiedades tiene el resultado, concepto estático. [163]

O FN Det

FV N

V Det

El soldado tiró el

FN N fusil

gar al nudo más alto del árbol. Hay un requisito implícito en este modo de análisis. El requisito de un modelo computacional Turing exige que toda la información sobre la sintaxis y la semántica de una oración está ya contenido en el subconjunto de unidades léxicas o vocabulario de partida. Se trata de una propiedad exigida por el modelo de computación Turing (véase el cap. siguiente). Esta propiedad es la monotonicidad de la operación de cómputo. Esto quiere decir que la computación no añade nueva información a medida que se va formando el árbol. Chomsky ha operado siempre con esta idea, como era lógico, pero nunca la ha hecho explícita. En términos de gramática lógica, se dice que la información de la oración está contenida en el verbo, en su estructura argumental y en su semántica. El verbo es cero-, mono-, bi- o tri-argumental, selecciona tal sujeto, asigna papeles semánticos a sus argumentos, etc. En la historia de la gramática generativa la monotonicidad aparece como «condición de recuperabilidad de las deleciones o elisiones», «condición de preservación de la estructura», y otras más. Sólo Chomsky (1995, pág. 229) exige explícitamente esta propiedad, que llama «condición de uniformidad»; algo verdaderamente sorprendente, cuando en un modelo matemático, como el formalista, esta propiedad computacional es bien conocida de antiguo. Hay, sin embargo, oraciones donde hay más información que la que proporciona el verbo. Goldberg (1995), entre otros, se ha fijado en ellas para argumentar que la oración puede contener más información de la que se contiene en las unidades léxicas. Esto ocurre con ciertos verbos que tienen alternancias sintácticas como lavar, vender, que necesitan otra información (los adverbiales) no contenida en la estructura argumental del verbo: [164]

La plaga ha disminuido el árbol ≈ *El árbol ha disminuido El árbol ha disminuido de ancho El aire seca la gabardina ≈ *La gabardina seca La gabardina seca bien, rápidamente, ... Esto implica que debe haber un esquema oracional global u holístico donde la oración adquiere todos sus constituyentes. De hecho, estas alternancias eran intratables en la teoría de Chomksy (1965, Cap. 2, nota 15), y dieron origen, entre otros problemas, al desarrollo de la semántica generativa, que insistió en un tratamiento transformativo, abstracto y de base semántica de ellas. Todo lo cual disgustaba profundamente a Chomsky, que, sin embargo, nunca ofreció una teoría alternativa. La idea que está tras estos ejemplos es que la oración es mucho más que la suma de sus partes, que la oración es una totalidad, no siempre derivable de un conjunto fijo de partes. El recurso a un análisis más fino del verbo en términos de su estructura eventiva traspasa con mucho los límites de la computación Turing, como deja ver implícitamente la discusión de estas alternancias en Aspectos de la Teoría de la Sintaxis.

5. SINCRONÍA (COMPETENCIA DE UN HABLANTE EN UN MOMENTO DADO) SEPARADA DE LA DIACRONÍA O HISTORIA DE UN LENGUAJE FRENTE A CONTINUIDAD DE ÉSTA EN LA SINCRONÍA

El formalismo adopta del estructuralismo surgido de Saussure el principio metodológico de la estricta separación entre sistema del lenguaje y la historia del sistema. En términos de competencia lingüística esto quiere decir que un hablante que sabe su lenguaje no accede necesariamente por ese saber a la historia de ese lenguaje, y que en el proceso de adquisición/aprendizaje del lenguaje el niño no accede a información pasada del lenguaje que adquiere/aprende. Esta tesis es consecuente con el carácter psicológico, de estado mental, de la competencia lingüística. La separación estricta entre sistema e historia introduce, no obstante, dificultades serias en la explicación del cambio lingüísti[165]

co fonético-fonológico, morfológico y sintáctico entre períodos históricos del lenguaje. Esta dificultad es una herencia del estructuralismo, que tampoco ofreció una teoría completa del cambio histórico, aunque sí ofreció explicaciones convenientes para los cambios fonético-fonológicos. Así, la teoría de Jakobson (1931) y la de Martinet (1955) se encuentran entre las más destacadas. Estas teorías emplean un concepto holístico, el de sistema de la lengua, y dentro de él, el principio de oposición entre fonemas, junto con otros postulados funcionalistas, como (i) el de homeostasis o equilibrio del sistema, (ii) optimidad o rendimiento funcional de las oposiciones fonológicas, y (iii) frecuencia de fonemas, y otros más. La transcategorización o cambio de categoría de una clase de morfemas, el paso de un morfema libre a ligado, la uniformización de paradigmas, el cambio de orden de palabras OV a VO, todo esto en general ha carecido en el formalismo de desarrollo teórico y empírico; otras veces su desarrollo ha estado sesgado por el dogma del momento: en términos de reglas unas veces (supresión de regla, adición de regla normalmente), otras en términos de activación o supresión de parámetros (movimiento del verbo o ausencia de tal movimiento). El cambio lingüístico es un escollo espinoso para todas las teorías lingüísticas que escinden sistema e historia. Y en ese escollo suelen dejarse la piel los enfoques que sólo recurren a principios cognitivos computacionales que dejan en el cajón la analogía clásica, la metáfora, la nivelación paradigmática, la frecuencia de usos y otros más. El funcionalismo omite esa separación y recurre a la génesis histórica de una forma o una construcción, a su motivación semántica y pragmática. Así, el estatuto de un signo no es siempre el de la monosemia y la discretidad (o Nombre o Verbo, sólo, etc.) sino el de la polisemia y el de la policategoricidad. Así, en el formalismo se ha establecido (desde la gramática inglesa) que el artículo determinado establece una Frase Determinativa cuando concurre con un nombre común. El argumento parte de que el artículo es (desde el punto de vista lógico-semántico) un funtor u operador de cuantificación que liga un operando o agumento (el nombre a que determina), como en El libro contiene 250 páginas. En consecuencia, el operador da nombre a la categoría resultante de esa operación. Pero ésta es una de las propiedades del artículo; en otras, el artículo no cuantifica sino que es [166]

puro prefijo marcador nominal (Las Alpujarras, El Bierzo, ...). La gramática formal se vería obligada a establecer dentro de la clase de determinativos dos subcategorias con las mismas formas: I) Artículo operador (cierta subclase de nombres comunes) y II) Artículo prefijo marcador (cierta subclase de nombres propios, subclase de nombres continuos, ...) = {el, la, ...} Todo ello pierde una generalización lingüística: que el artículo subcategoriza al nombre y que es un dependiente del nombre, como un adjetivo. La oscilación de categoría del artículo determinado es un proceso histórico vivo de esta clase de palabras que desde una función deíctica y referencial en sus orígenes ahora se encamina a funciones puramente gramaticales, clasificatorias, combinando deíxis y clasificación nominal. Todo esto forma un continuo con un punto de partida: la deíxis y un punto de llegada: el artículo clasificador. Proceso relativamente bien conocido por los tipólogos y comparatistas.

6. PREDOMINIO DE LA TEORÍA EN EL FORMALISMO FRENTE A PREDOMINIO DE LA DESCRIPCIÓN EN EL FUNCIONALISMO

Si por teoría entendemos «sistemas formales» o «sistemas de computación», el formalismo descansa el peso de su programa en la teoría, mientras que el funcionalismo recurre de forma secundaria al empleo de sistemas de formalización, y se fija en la descripción de base semántica y pragmática de los datos lingüísticos. Por eso, el formalismo ha desarrollado una variedad de métodos (y no teorías) matemáticos computacionales para la generación de las estructuras gramaticales. Desde las tempranas gramáticas de estructura de frase o gramáticas formales, estudiadas en todos los cursos de teoría computacional, hasta las más actuales gramáticas de adjunción de frase, el interés del formalismo es la computación del lenguaje natural. Pero si por teoría entendemos un conjunto de proposiciones falsables en el sentido de Karl Popper que intentan caracterizar el lenguaje desde algún punto de vista (por ejemplo, el psicológico-biológico de Chomsky y su escuela), la amplitud de la palabra teoría se reduce notablemente. [167]

Para el formalismo actual, el método es grosso modo la teoría. Por tanto, el empleo de métodos computacionales equivale a proponer que el lenguaje humano es un dispositivo, módulo, o máquina para generar el conjunto infinito22 de expresiones de un lenguaje. Esta meta supone una impresionante relajación de su empresa porque no propone generar todas y solas las expresiones gramaticales, sino el conjunto, cuya cardinalidad no dice, de expresiones de un lenguaje. Ninguno de los sistemas formales empleados por el formalismo ha podido satisfacer este objetivo cuando lo somete al requisito de que el dispositivo computacional tiene que ser biológicamente viable. Esto quiere decir: que explique la adquisición del lenguaje y que cumpla otros requisitos de la biología, como que sea compatible con la teoría de la evolución, como hemos visto en el Capítulo 6. La teoría formalista actual se resume en esta proposición básica: el lenguaje es un sistema de computación perfecto, sólo que está sometido a las impurezas de estar metido en el cerebro humano y de ser usado para hablar por los humanos a través de órganos sensoriomotores. Pero en lugar de considerar las imperfecciones como una falsación del modelo, la teoría elude la falsación, y las insuficiencias de la teoría (la computación) se las atribuye a los sistemas de actuación y a su uso. Por eso afirma el programa que el lenguaje humano, aunque perfecto para la computación, no está diseñado para ser usado. El funcionalismo dispone de menos teoría que el formalismo y no propone métodos formales, porque su interés de conocimiento no es la computación. Sería difícil expresar una proposición que resumiese el credo funcionalista y que a la vez satisficiese a todos los funcionalistas. Quizá esta: «el lenguaje es un órgano funcional o de representación semiótica, es decir, de significado, es externo al hombre (se introduce en el cerebro, no sale de él) y su forma está parcialmente determinada por esa función y por sus otros usos». Por tanto, la amplitud de esta proposición fija su interés epistemológico en la descripción de usos y funciones, y no en la teoría. —————— 22 Pero véase el capítulo siguiente donde se precisa el concepto de infinito del lenguaje natural. En realidad, se trataría de un conjunto más que infinito, transfinito, lo que supone un cambio de perspectiva que presenta un nuevo escollo a la gramática computacional. [168]

7. PARA EL FORMALISMO, LOS UNIVERSALES DEL LENGUAJE SON PRODUCTO DE LA CONFIGURACIÓN INTERNA DEL CEREBRO; PARA EL FUNCIONALISMO, LOS UNIVERSALES DEL LENGUAJE SON PRODUCTO DE RESTRICCIONES FUNCIONALES EXTERNAS AL CEREBRO

Un elemento común a formalistas y funcionalistas es la afirmación de universales del lenguaje. La existencia de éstos permite desarrollar teorías del lenguaje en uno u otro marco, a la vez que favorece la comparación entre ellas. Pero los universales del lenguaje existen de forma distinta en uno y otro caso. Para el formalismo hay universales formales (el procedimiento computacional), y sustantivos (el conjunto de rasgos distintivos de base fonética, independientes de cualquier lenguaje; también las categorías léxicas N y V, etc.) que proceden de la configuración interna del cerebro humano y que no tienen que ver con factores externos a él. Para el funcionalismo, los universales son resultados de las fuerzas externas que se imponen al uso del lenguaje. Por ejemplo, las articulaciones que son posibles o la percepción auditiva (que selecciona sonidos perceptibles por humanos) imponen restricciones a los sistemas fonemáticos (sonidos lingüísticos que sirven para representar conceptos). Como hemos visto en el Capítulo 3, Saussure (como Sapir) sostiene que los sonidos lingüísticos son convenciones que no tienen que ver con el sistema del lenguaje. Esta afirmación es hoy interpretada por algunos lingüistas en el sentido de que sólo algunos de los varios miles de sonidos23 que puede producir el aparato articulatorio son empleados en las lenguas. Concluyen que esa restricción procede de un programa biológico que favorece la presencia de ciertos sonidos, pero no de otros24. 8. CONCLUSIONES De esta comparación entre formalismo y funcionalismo apenas si cabe extraer conclusiones firmes. El funcionalismo ha ido vigorosamente extendiéndose en paralelo con el formalismo en los últi—————— 23 Véase P. Ladefoged en el vol. 3 de los vídeos, The Human Language Series, de G. Searchinger. 24 Véase las declaraciones en este sentido de L. Gleitman en el vol. 3 de los vídeos, The Human Language Series, de G. Searchinger. [169]

mos veinte años. Hay razones tanto internas a la teoría lingüística como externas a ella que explican esta extensión del funcionalismo. Entre las razones internas se encuentra la insatisfacción epistemológica con los conceptos fundamentantes del programa formalista, programa que a pesar del inmenso desarrollo que ha tenido desde su comienzo no ha conseguido constituirse en la teoría lingüística aceptada y definitiva.

[170]

CAPÍTULO 121 Donde la teoría computacional de la mente falla Los programas científicos, como los programas y partidos políticos, son obra de personas con intereses y designios, con líderes que pugnan por llevarse la dirección del programa (o del partido), los becarios, las ayudas financieras de las agencias públicas, y todo lo demás. El resultado probable de esta situación es que los programas ganadores deriven en una escolástica estéril, y al final, se desplomen como un guiñol. Jerry Fodor es un teórico de la ciencia cognitiva y seguidor del programa chosmkiano sobre la organización modular y computacional de la mente —que aquí hemos criticado en el Capítulo 6— desde finales de los años 60 del siglo pasado. Fodor, sin embargo, ha escrito un libro magro, pero robusto y valiente. Después de examinar concienzudamente los argumentos de otros miembros de la escuela, como Steven Pinker (véase el Capítulo 1), que ha encolado el neodarwinismo con el programa computacional de Chomsky (lo que Fodor llama «la Nueva Síntesis»), concluye así su libro: «De momento, lo que nuestra ciencia cognitiva ha descubierto sobre la mente es, ante todo, que no sabemos cómo funciona» (pág. 135). ¿Cuáles son las razones que ofrece Fodor por las que el programa cognitivo-computacional, que él llama modularidad masiva (MM), no es un modelo de la estructura de la mente humana? —————— 1 Sobre el libro de J. Fodor, La mente no funciona así. Alcance y límites de la psicología computacional, Madrid, Siglo XXI, 2003. [171]

La idea de que un modelo computacional es un modelo real de la mente humana nació con las ideas del matemático británico Alan Turing (1915-1952). A él se refiere Fodor continuamente, destacando que el tipo de computación que ha servido para modelizar los procesos cognitivos (lenguaje, razonamiento, percepción, entre otros) es la computación Turing. En 1937 este matemático2 estableció los fundamentos de una máquina lógica que permitía computar números y funciones matemáticas. Una computción Turing es un conjunto de operaciones que combinan los símbolos o componentes atómicos paso a paso, formando una línea de símbolos Ln, a partir de una línea anterior Ln-1. La línea Ln-1, formada a partir de Ln no tiene relación con Ln-1. Esto quiere decir que las líneas o computaciones son operaciones locales, pues no tienen en cuenta líneas que no sean inmediatamente adyacentes. Pero además de locales, las operaciones computacionales son cerradas. Una operación es cerrada, en el sentido matemático, cuando al combinar elementos de un conjunto C (o vocabulario) el combinado o compuesto resultante pertenece siempre a C. Esta condición implícita en los primeros trabajos de Chomsky (Syntactic Structures, 1957, pág. 13, y en el más reciente The Minimalist Program, 1995, pág. 120) surge de la afirmación de que un lenguaje natural consta de un procedimiento computacional y un léxico finito. El procedimiento computacional, como ya se expuso en el Capítulo 6, selecciona unidades del léxico y forma expresiones. El léxico de un lenguaje es sin duda una lista finita, el conjunto C de arriba. La computación del lenguaje, por tanto, no permite salirse del conjunto C: de las unidades de C o de la combinación de unidades de C, que pertenecen a C. Pero el lenguaje humano no es cerrado en este sentido, porque hay expresiones como las que produce Bastida, el personaje de Torrente Ballester (La saga/fuga de J. B.): (1) «Una vez empecé un “Soneto a las apariciones matutinas de Julia”, aquel que decía: Volgá panora bi colmán tan daire» donde la cita contiene vocabulario que no está en C. No hay ninguna razón para afirmar que (1) no es una expresión de la gramática —————— 2 A. Turing, «On computable numbers, with an application to the Entscheidungsproblem», Proc. of the London Mathe. Society, 42-2 (1936-1937), págs. 230-265. [172]

LA MÁQUINA DE TURING Éste es un ejemplo simplificado de máquina de Turing M. M parte de un vocabulario V (que pueden ser números, palabras, letras u otros símbolos). M contiene un inicio o estado inicial s y un conjunto finito de estados K: q0, ... ., qn; además M dispone de unas reglas o instrucciones para manipular los símbolos. Las reglas son de esta forma: si M está en el estado qj viendo el símbolo ak, entonces cambia al estado pr. Por tanto la máquina M = (K = {q0, q1}, V = {a, #}, s = q0). Las reglas son estas: q (un estado)

s (símbolo que mira)

Reglas

s q0 q1

a a #

s=a R1 (q1, #) R2 (q0, #)

M funciona así: M empieza viendo el símbolo a; ahora R1 dice: cuando el estado inicial mira el símbolo a, reemplaza a por # y pasa al estado q1; ahora el símbolo # es mirado por q1 que ordena reemplazar a por #. La máquina M se alimenta del símbolo en número indefinido, y del que sólo ve un ejemplar, el que tiene inmediatamente a su derecha, que aparece subrayado, el cual cambia de acuerdo con las reglas; el símbolo  indica que la secuencia de símbolos de la derecha se obtiene por una operación de M a partir de la configuración de símbolos de la izquierda: (q0, aaaa)

M (q1, #aaa) M (q0, # aaa) M (q1, ## aa) M (q0, ## aa) M (q1, ### a)

Línea 1, Regla 1 L 2, R 2 L 3, .......... L4 L5

En 5 pasos M computa la secuencia «###a». L 5 no tiene en cuenta L 1. La computación es local. Las máquinas de Turing emulan las gramáticas formales que describen los lenguajes naturales en términos de operaciones cerradas. [173]

de alguien que habla español, aunque la cita de Bastida sea de otro lenguaje. Si el lenguaje humano fuese cerrado en el sentido matemático que contiene el modelo computacional del lenguaje, la expresión (1) sería imposible, lo que no sucede. La apertura del lenguaje natural —la propiedad contraria al cierre o clausura— permite que los nombres de ruidos, variedades efímeras del lenguaje, puedan insertarse como expresiones del lenguaje no contenidas en C. Lo mismo ocurre con expresiones en las que se inserta un gesto manual: «Hizo así _____» donde el espacio vacío puede ser ocupado por el gesto de señalar con el índice u otro gesto significativo3. Si esto es así, la capacidad expresiva de un lenguaje humano traspasa los límites del conjunto infinito de frases construidas a partir de C, y apoya la tesis propuesta por Langendoen y Postal4 de que el conjunto de expresiones de un lenguaje humano es transfinito, más que infinito, o mayor que a0 (alef 0, de la jerga matemática de Cantor), y en consecuencia no computable por una máquina de Turing. Una vez inventada la máquina, en 1950, Turing5 diseñó unas pruebas (conocidas como el Test de Turing) para demostrar cómo esta máquina lógica, que sólo manipula símbolos paso a paso, aunque no sus significados, era indistinguible en su actuar, del razonamiento humano. Nació así la inteligencia artificial. Pocos años después, entre 1955 y 1960, N. Chomsky (1928-), desarrolló las gramáticas formales que permiten formalizar la estructura gramatical de los lenguajes naturales. Los lenguajes (formales) generados por estas gramáticas (consensibles, inconsensibles, etc.) se demostró que eran (débilmente) equivalentes a distintos autómatas, y éstos que podrían ser emulados por máquinas de Turing. Chomsky, ya desde 1959, exigía, como hemos expuesto en el Capítulo 6, que las gramáticas formales que describen la estructura del lenguaje natural fuesen, además de métodos de formalización, psicológicamente —————— 3 El carácter cerrado de un conjunto no quiere decir que sea finito, pues con un vocabulario finito se puede construir un conjunto infinito, o a lo menos, ilimitado. Por el contrario, el lenguaje natural constituiría un conjunto abierto en el sentido en que es abierto en R —conjunto de los números reales— (0, 1) tal que hay algún x: 0 < x < 1. 4 T. Langendoen y P. Postal, The Vastness of Natural Languages, Oxford, Blackwell, 1984. 5 A. Turing, «Computing machinery and intelligence», Mind, 59-236 (1950), págs. 433-460. [174]

reales, y en último caso, que tuviesen realidad psicológica. Cuando a esto se le añade que la capacidad del lenguaje es completamente autónoma de cualquier otra y que constituye un módulo del edificio cognitivo se obtiene la primera columna de la psicología cognitiva computacional. En los últimos diez años, esta idea de autonomía o modularidad cognitiva del lenguaje humano ha sido ampliada a otras capacidades cognitivas: el razonamiento, la percepción (visual y musical), la memoria, y la toma de decisiones. Se obtiene, así, la modularidad masiva, donde la mente resulta en un conjunto de módulos «sin ventanas». Además, algunos biólogos y psicólogos (Pinker, Cosmides y Tooby) afirman que esos módulos son una adaptación biológica, resultado de la selección natural darwiniana. Se obtiene ahora la segunda columna en que descansa el programa cognitivista computacional, que a lo largo de estas páginas hemos llamado el maquinismo computacional. La conjunción de la modularidad masiva con el adaptacionismo es lo que Fodor llama la Nueva Síntesis. El principal contraargumento que esgrime contra el modularismo masivo es que el razonamiento humano, un módulo cognitivo esencial, no realiza operaciones locales o computacionales tipo Turing. Por el contrario, el razonamiento humano, esgrime el autor, es también holístico (o abductivo, como también lo llama). Esto quiere decir que es un razonamiento que tiene en cuenta el conjunto total de creencias del que razona, y en consecuencia no se ajusta a operaciones de computación local, del tipo Turing. La inferencia holística, sostiene Fodor, no resulta de la combinación sintáctica de átomos o componentes, sino de un sistema de creencias del razonador. A esto se pueden añadir otros dos tipos de razonamiento que no satisfacen la computación local de Turing: la inferencia bayesiana (o probabilista) y el razonamiento borroso, que el autor no menciona. La inferencia bayesiana no es estrictamente holística, sino que está en función del grado de creencia subjetiva en una proposición, mientras que el razonamiento borroso se basa en que los conceptos que emplea el razonador son vagos; por ejemplo, el concepto «bajo» en la proposición «Frodo es bajo». Y desde luego se pueden aportar argumentos contra la modularidad masiva desde el módulo del lenguaje, que Fodor mantiene intocado como paradigma de la modularidad de la mente. Así, un efecto holístico se obtiene en el reciente programa minimalista de Chomsky, pues en él se seleccio[175]

na una derivación computacional de entre un conjunto total de computaciones. También el fenecido programa de la semántica generativa (activo entre 1965 y 1975, que argumentó y falsó el programa del cognitivismo computacional de aquellos años) descubrió que algunas derivaciones de estructuras gramaticales necesitan información transderivacional, es decir, que se necesitaba información no local en esas computaciones. Pero además del holismo, en el módulo computacional del lenguaje intervienen otras limitaciones que hacen de la computación del lenguaje un extraño objeto. En la computación Turing, las reglas se aplican mecánica y ciegamente. En el lenguaje, la computación está sometida a restricciones del tipo «No muevas de la posición en que se encuentra un símbolo S-1 (una frase, por ejemplo), si hay otro símbolo S-2 (otra frase) entre la posición que se va a mover y el lugar al que se mueve S-1». Otra limitación de la computación gramatical transgrede palmariamente el modelo clásico de computación local, que Fodor asume para el módulo lingüístico. En la computación Turing no se obtiene más información de la que contiene el vocabulario de símbolos iniciales. Esto quiere decir que no se obtiene información nueva ni se elimina información, es decir, que las operaciones computacionales son, en términos matemáticos, monótonas. Pero el lenguaje humano transgrede continuamente esta propiedad (que Chomsky, 1995, pág. 225 y sigs., bautiza con el nombre de condición de inclusividad), como sucede en la elipsis. Y también la forma sonora del lenguaje, o fonología, incrementa el vocabulario de partida de la computación lingüística creando estructuras donde no las hay. Intentar someter estas propiedades del lenguaje en este modelo computacional requiere un modo de computación distinto al que postula el cognitivismo que apoya Fodor. La componencialidad del lenguaje, axioma de los programas computacionales asegura que la forma y el significado de una frase están determinados por la combinación de rasgos primitivos (fonológicos, sintácticos y semánticos) que se componen o articulan como un mecano. Este axioma, sin embargo, deja a la intemperie numerosas construcciones gramaticales, o si no, requiere una complejidad en la gramática que se aviene mal con la computación Turing. Pensemos en frases como (1) Dime la hora, y (2) Sé ir a su casa. La frase (1) es una pregunta (Dime qué hora es). La mera combinación de «la hora» con «di(me)» no resulta en una composición semántica de la que se obtenga la pregunta indirecta. De forma [176]

parecida, el significado de (2) no se obtiene con la composición de «saber» con «ir». El significado de esta frase es «saber el camino a, saber por dónde hay que ir», significado que contiene más que la suma de las partes. De nuevo, el holismo omnipresente en el lenguaje y en el universo. En el cuento «La escritura del dios», contenido en El Aleph, Borges acusa la presencia del holismo en el universo como una dificultad insuperable. El narrador se encuentra en una cárcel, esperando la muerte. En la celda vecina había un jaguar, cuyas manchas contienen un mensaje, que el narrador es incapaz de descifrar porque las cosas, el universo, forman una trama total: ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y las tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra de que fue madre el pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de hechos, y no de un modo implícito, sino explícito...

Finalmente, aparece en el módulo del lenguaje la teleología o finalismo. Esto quiere decir que en este modelo computacional de la gramática, las reglas o instrucciones que llevan desde los componentes iniciales al resultado final (del sonido a la sílaba, de la palabra a la frase) parecen estar no ya ordenadas sino guiadas por una forma ideal que impone la mente (o un esquema cognitivo, o como se quiera llamar) tanto a los sonidos como a los conceptos y a la combinación de los componentes. Así, la forma sonora de las palabras prefiere sílabas con la disposición C(onsonante)-V(ocal), y prefiere palabras, como sucede en español, que tengan un ritmo trocaico (CV_CV, con la primera sílaba CV acentuada: (Fonte-frida, Fonte-frida/Fonte-frida y con amor...), y prefiere frases que tengan el objeto contiguo al verbo del que dependen, y así otras muchas preferencias universales, donde la computación Turing no ilumina las propiedades de un lenguaje. Es posible que si, como concluye Fodor, no sabemos cómo funciona la mente (y el lenguaje), la causa de esta ignorancia sea el modularismo computacional, incapaz de alcanzar el Aleph. Y a pesar de la valiente crítica a que Fodor lo somete, se aferra a aquél, como Moisés a las tablas de la ley. [177]

Mientras tanto, podemos decir como Cipión, Pero sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así no hay para qué ponernos a disputar nosotros cómo y por qué hablamos; y pues... no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche...

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COLECCIÓN ESTUDIOS CRÍTICOS DE LITERATURA TÍTULOS PUBLICADOS

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Correspondencias. Los orígenes del arte epistolar en España, GONZALO PONTÓN GIJÓN. Razones retóricas para el Lazarillo. Teoría y práctica de la paradoja, VALENTÍN NÚÑEZ RIVERA. El intelectual adolescente: Ramón Gómez de la Serna (1905-1912), ELOY NAVARRO DOMÍNGUEZ. Hoffmann en España. Recepción e influencias, DAVID ROAS DEUS. La pasión del desánimo. La renovación narrativa de 1902, JORGE URRUTIA. El jardín interior de la burguesía. La novela moderna en España (18851902), GERMÁN GULLÓN. Idea de la estilística. Sobre la escuela lingüística española, ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR. La tradición áurea. Sobre la recepción del Siglo de Oro en poetas contemporáneos, FRANCISCO J. DÍEZ DE REVENGA. Nuevos géneros discursivos: los textos electrónicos, COVADONGA LÓPEZ ALONSO y ARLETTE SÉRÉ (eds.). Sobre el sentido de «La vida es sueño», ENRIQUE MORENO CASTILLO. Teorías del realismo literario, DARÍO VILLANUEVA. La Numancia de Cervantes y la memoria de un mito, FRANCISCO VIVAR. Un Lorca desconocido. Análisis de un teatro «irrepresentable», CARLOS JEREZ FARRÁN. Retorno al futuro: amor, muerte y desencanto en el Romanticismo español, FRANCISCO LA RUBIA PRADO. Las luces del crepúsculo. El origen simbolista de la poesía española moderna, JORGE URRUTIA. El humor en la obra de Julia Camba. Lengua, estilo e intertextualidad, JOSÉ ANTONIO LLERA. El fantasma de la máquina de lenguaje. Por qué el lenguaje no es un autómata, ÁNGEL ALONSO-CORTÉS.

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