El Debate Brenner

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T.H. ASTON y C H E PH1LPIN, eds.

EL DEBATE BRENNER Estructura de clases agraria y desarrollo económico en ia Europa preindustrial

Traducción castellana de ISABEL M O L I y PAULINO IRADIEL

EDITORIAL CRÍTICA Grupo editorial Gnjalbo BARCELONA

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Título original: THE BRENNER DEBATE. AGRARIAN CLASS STRUCTURE A ND ECONOMIC DEVELOPMENT IN PRE-INDUSTRIAL EUROPE Cambridge University Press, Cambridge Cubierta: Enríe Satué © 1976, 1978, 1979, 1982, 1985: Past and Present Society © 1988 de la traducción castellana para España y América: Editorial Crítica, S. A., Aragó, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-369-0 Depósito legal: B. 29.374 -1988 Impreso en España 1988, — NOVAGRÁFIK, Puigcerdá, 127, 08019 Barcelona

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PREFACIO El debate Brenner, tal como se le denominar habitualmente, cons­ tituye una de las polémicas más importantes en el campo de la teoría histórica que se han planteado en los últimos años, a pesar de que sus argumentos básicos se remontan, por lo menos, a la época de Marx. Se trata de un debate que, por una parte y desde una pers­ pectiva amplia, evidencia el continuo interés de historiadores y uni­ versitarios en general por el tema de la transición del feudalismo al capitalismo; y por otra, en términos más concretos, se integra en la trayectoria editorial de Past and Present, dirigida a estimular y fo­ mentar la discusión sobre temas del pasado. En realidad, la publica­ ción en 1965 de Crisis in Europe, Í560-1660 * supuso no tan sólo el inicio de dicha trayectoria, sino el elemento catalizador de la misma. El debate Brenner lo forman un conjunto de artículos que fueron apareciendo en Past and Present de 1976 a 1982. Las dos fechas no significan una delimitación cronológica estricta, sino que correspon­ den a la publicación del primer artículo de Brenner — artículo que procedía de una comunicación presentada al seminario de ciencias sociales celebrado en el Institute for Advanced Study de la Univer­ sidad de Princeton en abril de 1974— y a la respuesta sistematizada y crítica a las aportaciones al debate aparecidas en la revista a lo largo de estos seis años, obra del mismo Robert Brenner. Por des­ gracia, dos de los autores que participaron en el debate — el profesor sir Michael Postan y J. P. Cooper— murieron antes de que éste con­ cluyera; sin embargo, sus contribuciones permanecen como ejemplos relevantes de unos enfoques al tema del debate que diferían del plan­ teamiento de Brenner, pero no por ello eran menos estimulantes. Posi*

Traducción castellana, Crisis en Europa, 1560-1660, Madrid,. 1983,

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blemente tanto Postan como Cooper — y suponemos que el resto de los autores que participaron en la polémica— plantearían sus argu­ mentos de manera un tanto diferente, pero con el fin de mantener el debate en su estructura original, se decidió que los trabajos se publicarían tal como aparecieron en Past and Present, salvo con al­ gunas alteraciones y correcciones de escasa importancia. Es indudable el interés que hasta el momento ha despertado el debate entre quienes en general se sienten atraídos por el tema del mismo y sobre todo entre los integrantes del mundo académico, tanto los que trabajan en demografía histórica, historia económica e histo­ ria social de la Edad Media o de la Edad Moderna, como los que están más implicados en el estudio de Francia, Inglaterra u otros países de Europa central y occidental; también ha sido muy bien aco­ gido por sociólogos, historiadores de las ideas, especialistas en histo­ riografía y estudiosos de sociedades campesinas, es decir, por quienes de una forma u otra están interesados por la civilización occidental considerada como un todo. Sin embargo y dada la magnitud del tema de la transición del feudalismo al capitalismo, no hay que considerar el debate Brenner como algo definitivo. Nada más lejos de nuestra intención. Creemos y esperamos, tal es nuestro objetivo, que suponga un avance en la discusión sobre la transición del feudalismo al capi­ talismo, que se materialice en trabajos más concretos y, a su vez, que constituya una lectura esencial para los historiadores en particular y los universitarios en general, cualesquiera que sean los temas y pe­ ríodos en que trabajen. Por último, queremos manifestar nuestro agradecimiento a todos los miembros de la Cambridge University Press que han contribuido • en la preparación del volumen, especialmente a Fiona Barr por su trabajo en la elaboración del índice. T. H . A. C. H. E. P,

R. H. Hilton

INTRODUCCIÓN El artículo de Robert Brenner, sin lugar a dudas provocador, sobre «Estructura dé clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial», publicado en el n.° 70 de Past and Present (febrero de 1976), inició un debate de gran interés, no sólo para historiadores, sino para todos aquellos interesados en las causas que originan las transiciones entre formaciones sociales sucesivas. En cierto sentido se le puede considerar como continuación de otro bien conocido, de­ bate sobre la transición del feudalismo al capitalismo, Suscitado por la crítica del economista norteamericano Paul Sweezy a la obra de Maurice Dobb 'Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Veto este debate, iniciado en la revísta norteamericana Science and Society en 1950, tuvo lugar entre marxistas.1 Y aunque, sin duda, su influen­ cia se extendió más allá de los límites estrictos del cenáculo marxista, erá inevitable que se considerara como un debate en el seno del marxismo, más que dirigido a un público más amplio. El denominado «debate de la Transición» apenas aparece en el «debate Brenner», aunque exista entre ambos una considerable coincidencia, de contenido y aunque el mismo Brenner — en una crítica a Paul Sweezy, André Gunder Frank e Immanuel Wallerstein— sé refiriera constantemente al debate de la Transición en las páginas de la New Left Reiew en 1. M. Dobb, Studies in the Devélopment of Capitalism, Londres, 1946, reirap,, Londres, 1963, 1972 (trad. cast.: Estudios sobre el desarrolló del capi­ talismo, Madrid, 1976). El debate de Science and Society se reeditó, con nuevas aportaciones, bajo el título de The Transition {rom Feudalism of Capitalismo con introducción de R. H. Hilton, Londres, 1976 (trad. cast.:' La transición d d feudalismo al capitalismo,, Barcelona, 1977).

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1977.2 Con todo, a quienes interesen los temas que se plantean y discuten en este volumen, también les puede interesar la polémica Dobb-Sweezy. Las respuestas al artículo de Brenner fueron de índole muy diver­ sa. Algunas de las primeras intervenciones procedían de historiadores a quienes Brenner calificaba de «neo-malthusianos», dado que Brenner criticaba desde un principio lo que consideraba como una forma de determinismo demográfico en la interpretación del desarrollo de las economías agrarias de la Europa pre-industrial (y en menor medida una interpretación mercantilista). Sin embargó, al margen de la crítica que estos historiadores hacen a Brenner y que se refiere a las deficien­ cias en el conocimiento de los hechos, el problema clave reside en la rivalidad entre teorías explicatorias del desarrollo histórico. Posible­ mente sea esta rivalidad en la comprensión del proceso histórico la que haya motivado las respuestas de M. M, Postan y John Hatcher y de Emmanuel Le Roy Ladurie. Pero otra importante crítica teórica a la tesis de Brenner procede de un crítico tan feroz del neomalthusianismo como el mismo Brenner: Guy Bois, quien en su — entonces— recién publicada Crisis del feudalismo (un estudio detallado de la Normandía bajomedieval) precisamente dedicaba una especial aten­ ción al movimiento de la población entre los siglos xrn y xvi.3 Otras reacciones diferentes procedieron de historiadores más inte­ resados en el fundamento factual de la argumentación de Brenner que en las cuestiones teóricas. Patricia Croot y Davis Parker pusieron en duda la comprensión de Brenner de las estructuras agrarias y del desarrollo de Francia e Inglaterra a principios de la Edad Moderna. Heide Wunder expresaba su desacuerdo por lo que se refería al mis­ mo tema relacionado con Alemania oriental y occidental. Los res­ tantes participantes en el debate estaban en realidad más al margen de la polémica. Mi propio trabajo se basó, en una conferencia que pronuncié en Alemania el año 1977 y no tenía relación alguna con el debate Brenner; se la incluyó en el simposium por su conexión con el tema del mismo. El artículo de J, P. Cooper (que no se ha revi­ sado a causa del fallecimiento de este historiador) no cabe duda que 2. R. Brenner, «The Origins of Capitalist Development: A Critique of Neo-Smithian Marxism», en N ew Left Kevieio, 104, 1977; (trad. east.: Bn Teoría, 3, Madrid, 1980). G- Bois, Crise 4% féodalisme, París, 1976,

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estuvo influido por el debate, pero obedecía más a su interés por la historia social y económica de la Europa moderna. Tampoco la cola­ boración de Arnost Klíma parece que sea una respuesta concreta a Brenner, sino unas consideraciones generales sobre la historia del ca­ pitalismo primitivo en Bohemia, fruto de sus propias preocupaciones Como veremos seguidamente, las contribuciones al simposium se refieren a las cuestiones planteadas por Brenner, pero de manera muy diferente entre sí. En su amplío y extenso resumen, Brenner integra la mayoría de estas contribuciones en cierta manera dispares, en una bien elaborada síntesis, pero se mantiene en su postura origi­ nal sin ceder un ápice a las críticas que le han sido planteadas. Da la impresión que las diferencias entre Brenner y sus oponentes tienen más que ver con sus planteamientos teóricos que con las pruebas presentadas. Brenner tiene en parte razón cuando se refiere ál neomalthusianismo (o determinismo demográfico) como la ortodoxia predominante en los estudios históricos sobre el desarrollo económico preindustrial, aunque esta ortodoxia no hay que contemplarla sólo como algo im­ puesto por los mandarines académicos. En realidad está muy ligada con el desarrollo de la demografía histórica a partir de la década de 1950 como una contribución indispensable al análisis histórico (aunque no como una disciplina independiente).4 Cierto es que M. M. Postan, a quien puede considerarse como el abanderado de ésta orto­ doxia en los estudios medievales, apenas menciona a Malthus en sus numerosos trabajos sobre historia económica medieval, aunque da prioridad a la expansión y al declive de la población como elementos explicatorios de los acontecimientos del período por él estudiado. Su contribución original, tal como hace notar Brenner en su primer ar­ tículo,5 fue su ponencia sobre historia económica medieval presen­ tada en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas que se celebró en París el año 1950,'5 en la que. rechazaba — ínter alia— la

4. Sobre este tema hay numerosos trabajos a nivel general. Así, T. H. Hollingsworth, Historical Demography, Londres, 1969; E. A. Wrígley, Population and History, Londres, 1969 (trad. cast.: Historia y población, Barcelona, 1985). 5. Véase infra, p. 27. 6. M. M. Postan, «[Sección 3, Histoíre économique:] Moyen Age»,, en IX ‘ Con gres International des Sciences Historiques, París, 1950, París, 19501951, 2 vols., I, Rapports. Est^ comunicación de P o ^ n íqe reeditada en su

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explicación monetarista del movimiento secular de los precios, incli­ nándose claramente a favor de la primacía del factor demográfico. Sin embargo, resulta interesante que confesara que su definición de la «base económica» de la sociedad7 «conllevara una cierta implicación del marxismo primitivo».8 A pesar de ello su tratamiento de los «asen­ tamientos de población» sin referencia alguna «al funcionamiento de las instituciones legales y sociales» o a «las relaciones entre las cla­ ses», se repite en sus trabajos posteriores, tanto como telón de fondo en los escritos sobre comercio, o, más concretamente, en relación con problemas demográficos, tal como se evidencia en su conocido artículo «Some Economic Evidence of Declining Populatíon in tbe Later Middle Ages».9 Por su parte, Emmanuel Le Roy Ladurie ya desde sus comienzos siguió firmemente el modelo malthusiano, según el cual la expansión de la población iba más allá de los medios de subsistencia disponibles en el momento, por lo que ocurría una regresión inevitable fruto del hambre, la peste y la guerra que obligaban a la población a retomar una «adecuada» relación con los recursos existentes. Le Roy Laduríe presenta este modelo en su magnífica y más importante obra, Les pay­ sans de Languedoc,10cuya segunda parte se titula «Renaissance malthusienne», y cuyo final consiste en una referencia a Malthus. En este trabajo no se ignoran las dimensiones políticas y sociales de la vida de los campesinos, ya que de hecho la tercera parte se titula «Prises de conscience et luttes sociales». Pero donde el malthusianismo de Le Roy Ladurie aparece de manera más destacada es. en la confe­ rencia que pronunció con motivo de la inauguración del curso en el Collége de France — «L’histoire ímmobile», 1973— ; en ella se afirma, entre otras cosas, que «la fuerza motriz de la historia hay que bus­ carla en la economía, en las relaciones sociales y, sobre todo, en los trabajo Essays on Medieval Agricultura and General Problems of ¿he Medieval Economy, Cambridge, 1973. 7. Citado por Brenner, infra, p. 27. 8. Postan, «Moyen Age», p. 225. 9. M. M. Postan, «Some Economic Evidence of Declining Populatíon in the Later Middle Ages», Econ. Hist. Rev., 2.a ser., ii (1949-1950). Reimpreso en Essays on Medieval Agriculture and General Problems of the Medieval Economy. 10. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc. SEVPEN, París, 1966, 2 vols. .

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hechos biológicos,-masilque;en la lucha de clases».11 Y además, ... «desde el siglo x i ^ l ^ i í , la economía funciona más como un siervo que como un amo^l^com pórta más como conducida que como con­ ductora ... en última término, fácilmente se rinde ante fuerzas ma­ yores como la vida y la muerte. Y por lo que se refiere a la política o a la lucha de clases su momento de fuerza está todavía por llegar»'.12 De lo dicho no se debeinferir que Postan fuera totalmente hostil a las interpretaciones históricas marxistas. Así por ejemplo, y a pe­ sar de mantener puntos de vista radicalmente opuestos, el histo­ riador soviético E. A. Kosminsky le agradeció su ayuda para trabajar en los Archivos Nacionales (Public Record Office), así como por pre­ sentarle a historiadores ingleses. Postan acogió a Kosminsky cuando éste visitó Inglaterra en los años 1950, un período nada propicio para este tipo de contactos. Postan solía referirse a Marx como «ese genio universal»,13 y en 1977 hizo, de forma muy cordial, la recensión del trabajo del historiador marxista polaco Witold Kula para la Neto Left Review.14 Con todo lo dicho, no pretendemos insinuar que Brenner, como marxista, haya querido exagerar, por razones polémicas, la distancia entre los neomalthusianos (o neorricardianos) y su propia postura; Pero creemos necesario que el lector de este debate comprenda que existen modos diferentes de entender la posición marxista. Como queda patente en los artículos que siguen, lo que diferencia de forma más clara a Postan y los de su escuela, de Brenner, es el rechazo de las «relaciones de clase» como tema básico de la historia económica. Para Brenner, igual que para muchos historiadores marxistas, el tema de la explotación y de la lucha de clases es fundamental para entender aspectos clave de la economía medieval. En la sociedad medieval, igual que en todas las economías precapitalistas, la producción agrícola predominaba sobre la industrial. Los campesinos, los principales productores de manera abrumadora, sin lugar a dudas, vendían parte de lo que producían para así con­ 11. E. Le Roy Ladurie, «L’hlstoire immoblle», A nudes E .S .C ., X X IX (1974), p. 675. 12. Ibid., p. 689. 13. Se trata de un comentario personal de Postan al autor. 14. M. M. Postan, «The Feudal Economy», N ew Left Review, 103 (1977), reseña del trabajo de W . Kula, -¡4» Economic Theory of the Feudd System, Londres, 1976.

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seguir dinero y con él adquirir productos manufacturados y sal, y pagar la renta y los impuestos; aunque la mayor parte de lo que producían lo destinaban a la autosubsistencia y a la reproducción de su economía. Los bienes suntuarios (procedentes del comercio inter­ nacional), las catedrales, los castillos u otro tipo de construcciones monumentales, las armas y armaduras para la guerra y el pillaje y todo tipo de bienes culturales dependían sobre todo de la demanda de la clase dominante. Las variaciones de la demanda de productos no agrícolas por parte de los campesinos como tgayoría de la población apenas tenían significado. Lo que en realidad era crucial eran las va­ riaciones en los ingresos de los terratenientes como clase dirigente. Pero ¿qué era lo que determinaba estas fluctuaciones? Puesto que el componente principal de estos ingresos era la renta, uno debe preguntarse qué era lo que determinaba su monto, su cantidad. Y es aquí donde la contribución marxista es fundamental. Los campesinos medievales no podían actuar libremente tomando o dejando la tierra según sus conveniencias. La mayoría de ellos vivía en comunidades tradicionales que con toda probabilidad existían antes que el señorío feudal. Una proporción elevada de estas comunidades estaba sujeta a lazos serviles legalmente establecidos; otras, aunque legalmente libres, estaban sometidas al poder del señor. Pata los historiadores ¡marxistas, el poder del señor era el elemento esencial para determinar el nivel de la renta, fuera cual fuera la influencia de la proporción , tierra/trabajo o del nivel tecnológico de la producción agrícola. La relación entre el señor y el campesino era más «política» que «eco­ nómica», de donde procede el concepto de «coacción extraeconómica» — que Marx comparó o contrastó con la libre negociación entre el capitalista y el trabajador asalariado en una economía capitalista— . Sin embargo, la coacción extraeconómica no tuvo un resultado unifor­ me. La exacción de la renta, tanto en forma de trabajo personal, como en especie o en dinero, significaba para el campesino una clara apropia­ ción de su producto. Y opuso resistencia, con más o menos fuerza,: mediante diferentes formas: de la insuficiente prestación de trabajé personal a la rebelión abierta. En esto consistía el conflicto de clases; núcleo central de la teoría marxista. Central pero no exclusivo. La contribución de Guy Bois al debate nos recuerda que existen importantes divergencias entre los historia­ dores que trabajan en la tradición marxista. Y para comprender estas divergencias es preciso conocer los principios fundamentales del ma-

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teríalísmo histórico. No hay una regla fija para esta comprensión, ya que se da una fuerte polémica en el seno del marxismo igual que entre los marxistas y no marxistas. Pero a pesar de ello, el concepto de «modo de producción» se acepta por parte de todos los historiado­ res marxistas como un instrumento esencial para iniciar cualquier tipo de investigación histórica. A partir del momento en que el mar­ xismo se define como una doctrina materialista, fray que entender el modo de producción como integrador, en primer lugar, de lo que Marx denomina las «fuerzas productivas», esto es, los recursos natu­ rales, la tecnología y la fuerza de trabajo: las relaciones entre, los seres humanos y la naturaleza en la lucha para existir y reproducirse. En segundo lugar o el segundo elemento de la definición lo constituyen las «relaciones de producción». Este concepto tan escueto describe básicamente las relaciones existentes entre los propietarios de los medios de producción y aquellos que, por medio de su trabajo, pro­ porcionan no tan sólo su propia subsistencia, sino incluso el ingreso de los propietarios. Las relaciones de producción naturalmente va­ rían de manera considerable de acuerdo con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Lo que para los marxistas constituye el modo de producción feudal consiste esencialmente en la relación entre campesinos y señores, o tal “vez habría que decir que se inicia con esta relación, ya que el proceso histórico genera otras clases y otras relaciones, en particular a causa del desarrollo de los mercados y de la urbanización. Los «modos de producción» constituyen tan sólo el esqueleto de un análisis marxista del proceso histórico. Un modo de producción consiste en la infraestructura de una sociedad, cuyas leyes, religión, formas de estado y cultura son o bien rasgos superestructurales estre­ chamente relacionados con la estructura económica o bien se han desarrollado a partir de ésta. Pero el tema no es tan simple como parece: una formación social determinada, aunque en principio esté configurada por un modo de producción dominante, puede contener elementos de otros modos de producción, como también de sus for­ mas superestructurales. Para dar un ejemplo basta con considerar las supervivencias feudales de las sociedades capitalistas desde el si­ glo xvm hasta nuestros días. Es preciso señalar que entre los márxistas no existe un completo acuerdo sobre lo que pertenece a la super­ estructura; la ley, ¿forma siempre parte de la superestructura? En este sentido hay quienes afirman que en la sociedad feudal la ley de

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la servidumbre constituye un componente fundamental del proceso de «extracción del excedente», por cuanto Hay que considerarla como parte de las relaciones de producción más que como parte de la superestructura legal, política o ideológica. Y también se puede defen­ der, quizá con más firmeza aún, que la ley de la esclavitud, al con­ vertir a hombres y mujeres en simples instrumentos de producción, constituye un elemento básico de la infraestructura económica. Este resumen, ciertamente incompleto, de algunos de los proble­ mas elementales de la historiografía marxista pretende servir de telón de fondo para un componente esencial del debate Brenner: compren­ der la causa de la evolución histórica. Brenner se inclina claramente por la primacía de la lucha de clases. Pero quienes le critican desde una óptica marxista creen que el mismo Marx, igual que buena parte de sus seguidores, considera más adecuado dar primacía al conflicto que se plantea entre el desarrollo de las fuerzas productivas —nuevas tecnologías, nuevas formas de organización laboral, consolidación eco­ nómica de nuevos grupos sociales— y las relaciones de producción existentes, así como con la superestructura legal, política e ideológica. Frente a esta doble interpretación, ¿qué partido hay que tomar?, ¿a cuál de los elementos que constituyen el modo de producción hay que darle primacía como causa del cambio de una formación social a otra? Acentuar el desarrollo de la técnica tal vez sería lo más ade­ cuado, ya que como señala Marx «el molino de sangre genera la sociedad del señor feudal; la máquina de vapor la sociedad del capita­ lista industrial».15 Lo que sí queda claro es que para quienes conside­ ran lá primacía de la lucha de clases conflictiva deben reconocer que, por muy crucial que en la sociedad feudal fuera la determinación del ingreso señorial por la lucha por la renta, esta lucha de ningún modo se daba en un contexto histórico inmutable. En particular, tal como indicaba Maurice Dobb hace ya bastantes años, la proporción tierra/ trabajo tiene una importancia crucial en una sociedad donde la pro­ ducción campesina es predominante. Cierto es que el conflicto en torno a la renta puede generar resultados diferentes si se da en un contexto caracterizado por una abundancia de tierras y una falta de 15. G. A. Cohén recurre con frecuencia a esta cita en Karl Marx’s Theory of History, Oxford, 1978, por ejemplo, pp.- 41, 144; cita que procede de la obra de Marx, The Poverty of Philosopby [1847], Moscú, s.f., p. 122. Cohén argumenta que Marx daba primacía a las fuerzas productivas.

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campesinos; o si se da, como sucedía en Europa occidental en tomo a 1300, en un contexto caracterizado por una elevadísima ocupación que implicaba una escasez de pastos y el cultivo de tierras marginales, lo que reducía de manera drástica la -productividad de la agricultura. Estas contradicciones no se pueden comprender de forma adecuada, a menos que se tengan en cuenta los elementos esenciales que definen el comportamiento demográfico de una sociedad -r-natalidad, fecun­ didad, mortalidad— que afectan el comportamiento de la fuerza de trabajo, sobre todo en una sociedad donde las unidades básicas de pro­ ducción —tenencias campesinas y talleres artesanales— provenían de una fuerza de trabajo basada en la familia. Brenner, como lo comprobarán quienes lean las páginas que si­ guen, considera que la lucha de clases, en mayor medida que la evolución de las fuerzas productivas, es la causa determinante de los cambios en las diferentes formas de desarrollo histórico que se dieron en varios países europeos durante la Baja Edad Media y la Edad Mo­ derna. Lo que genera, entre otras cosas, la conclusión de que un éxito en la lucha de los campesinos para proteger la integridad de la posesión de sus tenencias produjera una cierta regresión histórica, ya que una producción a pequeña escala, por su propia naturaleza, es incapaz de cualquier tipo de innovación en la técnica; la innovación únicamente se podrá llevar a cabo por parte de pequeños propieta­ rios acomodados (yeomen) o de propietarios protocapitalistas, quie­ nes sentarán las bases de una auténtica agricultura. capitalista. De todas maneras, si la agricultura a pequeña escala permite o no permite innovaciones es una discusión que merece un debate, no tan sólo entre historiadores, sino también entre quienes están interesados en la supervivencia actual de las sociedades campesinas (especialmente en el Tercer Mundo). El hecho de que Inglaterra, pionera del capi­ talismo industrial, consiguiera desarrollar un capitalismo agrario basa­ do en la destrucción del campesinado para dar paso a la industrializa­ ción, no significa que el tema de las transformaciones de las socieda­ des agrarias quede bloqueado con el ejemplo inglés. Como ya se ha indicado, hay historiadores marxistas que, sin negar la importancia de la lucha de clases en la sociedad feudal, dan más importancia a los factores económicos, lo cual (en términos mar­ xistas) subrayaría más la importancia de las «fuerzas productivas» que las «relaciones de producción». Algunos de estos historiadores ven una lógica interna en el modo de producción feudal similar a una 2 . — BRENNER

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afirmación sobre el desarrollo del capitalismo moderno no relacionada con la lucha de clases. Marx argumenta que el progreso tecnológico capitalista en una producción fabril a gran escala provocó un cambio en la composición orgánica del capital —un incremento de capital invertido en maquinaria y materias primas en perjuicio de la fuerza de trabajo— , un descenso de la tasa de beneficio y unas crisis periódicas de sobreproducción. Tanto Bois como Kula, aunque desde perspecti­ vas diferentes,16 enfatizan la fundamental contradicción estructural en el seno del feudalismo entre propiedad feudal a gran escala y la pequeña tenencia campesina que funcionaba'como unidad de produc­ ción. En el feudalismo medieval tuvo lugar una caída a largo plazo de la tasa de exacción feudal, la cual (de acuerdo con lo que afirma Bois) se inició durante la fase de expansión cuando un número cre­ ciente de familias campesinas se vieron abocadas a la situación de pequeños arrendatarios sin los medios adecuados para su subsistencia. Es evidente que esta lógica económica no era idéntica a la que Marx contempló en la producción capitalista, pero tampoco estaba deter­ minada, al menos en su totalidad, por el conflicto entre señores y campesinos a nivel político, en el sentido que Brenner da a este concepto. Es conveniente señalar que la divergencia entre los marxistas que destacan la función de la lucha de clases y los que prefieren con­ siderar el modo de producción en su conjunto sin dar prioridad a la lucha de clases, no es una característica particular de este debate; por ejemplo, también ha sido objeto de discusión entre los historia­ dores franceses marxistas por lo que se refiere a la crisis del mundo antiguo. Algunos aceptan la opinión, también mantenida por los no marxistas, que el modo de producción basado en la esclavitud se estaba convirtiendo cada vez en menos rentable debido a la escasez de esclavos y al atraso tecnológico, el cual era fruto del bajo costo del mantenimiento del trabajo esclavo. Otros insisten en que la esclavi­ tud en el mundo antiguo en sí misma era rentable, dado que podía asegurarse el control del trabajo esclavo, pero que fracasó a causa de los éxitos crecientes de las rebeliones de esclavos en la época del Bajo Imperio.17 Quienes destacan la primacía de la lucha de clases 16. La obra de Kula, An Economic Theory of the Feudal System, trata de Polonia en la Edad Moderna, 17. Véase P. Dockés, La libération m édiévde, París, 1979, y la discusión

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acusan de «economicismo» a sus críticos marxistas, y éstos a su vez acusan a sus oponentes de «politicismo». No es necesario señalar que cada uno de ellos niega rotundamente las acusaciones de las que son objeto. En el mismo sentido, los neomalthusianos niegan no dar im­ portancia a la estructura social, a las divisiones de clase y a la realidad del sistema de explotación. Los lectores del presente volumen tendrán muchas oportunidades para juzgar estas opiniones y para volver a recorrer los senderos que Brenner y sus críticos han ido desbrozando.

que aparece en comptes-rendus de Séances de la Soclété de Vétude du féoda­ lisme, diciembre de 1979.

Robert Brenner

1. ESTRUCTURA DE CLASES A G R A R IA Y DESARROLLO ECONÓMICO EN LA EUROPA PREINDUSTRIAL * Las interpretaciones generales de los procesos de cambio econó­ mico de larga duración en Europa durante el período comprendido entre el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, han continuado elaborándose casi exclusivamente en términos de lo que libremente podrían denominarse fuerzas económicas «objetivas», par­ ticularmente las referidas a las fluctuaciones demográficas y al creci­ miento del comercio y de los mercados. Algunos modelos se han construido centrándose en este tipo de fuerzas. Pero cualquiera que sea la naturaleza exacta del modelo, y que el impulso para el cambio proceda de la urbanización, del crecimiento del comercio o de un desarrollo demográfico autónomo, normalmente para proporcionar elementos teóricos básicos, se parte de un mecanismo de mercado de oferta y de demanda. Así, la respuesta de la economía agraria a las presiones económicas, cualesquiera que sean sus orígenes, da por sen­ tado que, considerada su aparición más o menos automática, se debe * El original de este artículo se. presentó a la convención anual de la American Historical Association, en diciembre de 1974. Una primera versión del mismo se discutió en el Seminario de Ciencias Sociales del Institute for Advanced Study, Princeton, en abril de 1974. Deseo expresar mi agradeci­ miento a Franklin Mendels, T. K. Rabb, Eleanor Searle y Lawrence Stone por el tiempo y el esfuerzo que dedicaron a comentar desde úna perspectiva crítica este trabajo. Tengo una deuda especial con Joel Singer por la gran ayuda que me ha proporcionado, tanto por su información como por suanáli­ sis, en el intento de entender el desarrollo o desarrollos alemanes.

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enfocar en una dirección económicamente determinada por las «leyes de la oferta y la demanda». En la construcción de estos modelos económicos, el tema de la estructura de clases suele tratarse de formas diversas. Es habitual el manifestar que, en principio, se hace abstracción de la estructura social o estructura de clases en virtud de un procedimiento analítico más conveniente.1 Pero el hecho es que la efectividad de la explica­ ción, es decir, de la aplicación del modelo a procesos histórico-económicos concretos, acostumbra a tratar de forma marginal la estruc­ tura de clases, o incluso se la supone. A veces, se introduce su trata­ miento en la medida que permite englobar cualquier aspecto histórico que el modelo no puede cubrir. Más a menudo, sin embargo, cons­ ciente o inconscientemente, la estructura de clases se integra en el modelo, definida esencialmente por fuerzas económicas objetivas en torno a las que el modelo se ha elaborado. En otras formulaciones más consistentes la estructura de clases tanto implícita como explíci­ tamente no se acepta, entendiéndose el desarrollo económico a largo plazo en términos de transformaciones de las relaciones de «intercam­ bio igual» institucionalizadas, relaciones que se establecen entre indi­ viduos que comercian con «factores» diferentes y relativamente esca­ sos bajo condiciones de mercado fluctuantes.2 El propósito de este trabajo consiste en argumentar que este tipo de intentos por. construir modelos económicos están necesariamente condenados al fracaso desde sus comienzos, ya que es la estructura de las relaciones de clase, del poder de clase, lo que determina el modo y el grado en que los cambios concretos que se operan desde una perspectiva demográfica o comercial afectan a la distribución de la renta y al desarrollo económico a largo plazo, y no lo contrario. La estructura de clases, tal como pretendo utilizar el término de aquí en adelante, presenta dos aspectos, analíticamente diferenciables, pero históricamente unificados.3 El primero de ellos consiste en las rela1. Véase, por ejemplo, infra, p. 27. M, M. Postan, «Moyen Áge» en X ‘ Congres International des Sciences Historiques, Parts, , 1950, 2 vols. (París, 1950-1951), I, Rapporis. 2. Para un intento reciente de aplicar este tipo de interpretación del cambio socioeconómico en los períodos medieval y moderno, véase D, C. North y R. P. Thomas, The Rise of the Western World, Cambridge, 1973. ■ 3. Estas definiciones provienen, desde luego, de la obra de Karl Marx, especialmente del «Prefacio» a la Contribución a la critica de la economía

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dones de los productores directos tanto entre sí como con la tierra y sus medios de producción, es decir, lo que se denomina «proceso de trabajo» o «fuerzas sociales de producción». El segundo reside en las de por sí conflictivas relaciones de propiedad, garantizadas directa o indirectamente por la fuerza; estas relaciones se definen porque se extrae de los productores directos una parte del producto que no se les paga, siendo los extractores la clas,e de: no productores o improductiva; este tipo de relación se califica como «relación de propiedad» o «relación de extracción del excedente». Es en función de la propiedad y/o a la relación de extracción del excedente como se definen las clases hegemónicas en una sociedad: por una parte, la(s) clase(s) de los productores directos y, por otra, la(s) clase(s) de los que extraen el excedente o clase dirigente.4 Mi argumentación se fun­ damenta en esta conceptualizadón y pretende defender qué las dife­ rentes estructuras de clase y más concretamente las «relaciones de propiedad» o de «extracción del excedente», una vez establecidas, tienden a imponer posibilidades y límites estrictos, verdaderos mo­ delos de larga duración del desarrollo económico de una sociedad. Por otra parte, pretendo argumentar que las estructuras de clase tienen una gran propensión a la elasticidad a causa del impacto de lás fuer­ zas económicas, puesto que por regla general no están determinadas, ni tampoco sufren alteración alguna, por cambios en los comporta­ mientos demográficos y/o comerciales. Por consiguiente, puede dedu­ cirse que los cambios económicos de larga duración, y más especial­ mente el crecimiento económico, no pueden analizarse convenien­ temente en función del surgimiento de cualquier constelación definida de «factores relativamente escasos», a menos que las relaciones de clase hayan sido previamente especificadas; claro está, que los hechos opuestos pueden conducir al impacto de condiciones económicas apa­ política, Madrid, 1970, ed. castellana; «Génesis de la renta capitalista del suelo» y «Relaciones de distribución y relaciones de producción» en el tomo III de El Capital, caps. XLVII y LI, ed. castellana, México, 1966; y la «Introduc­ ción» a los Grundrisse, ed. castellana, Barcelona, 1977, 4. Esto no supone necesariamente que las clases existan o hayan existido en todas las sociedades. Las clases, desde mi punto de vista, puede decirse que existen sólo cuando se da una «extracción de excedente» o relación de propiedad en el sentido específico que aquí se quiere decir, esto es, en el último análisis como formas no consensúales y garantizadas, tanto directa cómo indirectamente, por la fuerza.

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rentemente similares. En resumen, para comprender en su conjunto el desarrollo económico a largo plazo, el crecimiento y/o el atraso del período que vamos a estudiar, creemos necesario analizar el pro­ ceso relativamente autónomo que origina estructuras de clase con­ cretas, ~en especial las relaciones de propiedad o de extracción del excedente, y de forma más precisa los conflictos de clase que se origi­ nan (o no) en el seno de dichas estructuras. Precisamente lo que hay que investigar cómo el problema clave del desarrollo económico a largo plazo que se dio en Europa desde el período bajomedieval hasta principios de la Edad Moderna, es el resultado de tales conflictos de clase: la reafirmación de las relaciones de propiedad tradicionales o su destrucción, con el consiguiente surgimiento de una nueva estruc­ tura social, lo que de forma más amplia se conoce como la transición del feudalismo al capitalismo. Planteadas en términos tan generales, las proposiciones preceden­ tes resultan un tanto vagas. Mi interés se dirige a darles consistencia, relacionándolas con la crítica a aquellas cuestiones que han supuesto explicaciones básicas para la historiografía económica del período que nos ocupa, donde parece que el determinísmo económico de los mo­ delos previamente elaborados tiene una abrumadora posición domi­ nante. Por ello, mi atención se centrará en dos interpretaciones muy amplias y diferentes del cambio económico a largo plazo que tuvo lugar en Europa desde fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, una de las cuales la califico como «modelo demográfico», y la otra como «modelo mercantil». Desde un punto de vista historiográfico, la primera surge como una crítica a la segunda, pero lo que quiero resaltar es que ambas están sometidas a problemas aná­ logos.

I.

El

m o d e l o d e m o g r á f ic o

El origen de la preponderancia del denominado factor demográ­ fico en la historiografía económica europea, incluso durante la época de la industrialización, ya fue planteado en 1958 por H. J. Habakkuk en su bien conocido artículo «The Economic History of Modern Britain». Como dice este autor:

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Para aquellos que necesitan la referencia de un modelo domi­ nante es evidente que los elementos del mismo se encuentran ahí pata poder dar una versión heroica y simplificada de la historia inglesa antes del siglo xix, cuando los movimientos de los precios a largo plazo, la distribución de los ingresos, la inversión, los sala­ rios reales y los movimientos migratorios están dominados por los cambios en el crecimiento de la población. $.1 aumentar la pobla­ ción, aumentan los precios y los beneficios agrícolas y descienden los ingresos reales para el conjunto de la población, además de darse condiciones desfavorables de intercambio para la industria, con va­ riaciones que dependen de los cambios en las instituciones sociales. Éstas son las características que permiten describir los siglos xm, xvi y comienzos del xvn, así como el período que va de 1750 a 1815. En cuanto a los períodos intermedios, las características más importantes son una población estable o, en declive con un bajo nivel de beneficios agrícolas, aunque con ingresos más elevados en conjunto.5 Mucho antes del artículo de Habakkuk, M. M. Postan ya había presentado los perfiles fundamentales de lo que sería la interpreta­ ción habitual del cambio socioeconómico a largo plazo en el período medieval; su tratamiento demográfico ha sido recientemente reelaborado y compilado en el capítulo que sobre «Medieval Agrarian Society in its Prime: England» ha realizado para la Cambridge Eco­ nomía History of Europe.6 Aproximadamente el mismo tipo de argu­ mentación es el que aplica Peter Bowden en su reciente Agrarian History of England and Wales? Sin embargo, esta interpretación demográfica no es exclusiva de la historia económica inglesa, donde és comúnmente aceptada, ya que se ha aplicado de forma rigurosa en el que tal vez sea el trabajo más influyente de la historia económica francesa del período preindustrial: la monografía clásica de Emmanuel Le Roy Ladurie Les paysans de Languedoc:8 Con tan eminentes 5. H. J. Habakkuk, «The Economic History of Modem Britain», en Journal of Economic History, X V III (1958), pp. 487-488. 6. M. M. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», en The Cambridge Economic History of Europe, I, Cambridge, 1966®. 7. P. J. Bowden, «Agricultural Pnces, Farm Profits, and Rents», en J. Thirsk (ed.), The Agrarian History of England and Wales. IV: 15004640, Cambridge, 1967. 8. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, SEVPEN, París, 1966, 2 vols.

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representantes, cuya categoría no se pone en duda, resulta apenas sorprendente que lo que podría calificarse como malthusianismo secu­ lar haya alcanzado algo así como niveles de ortodoxia. Su dinámica cíclica ha reemplazado el unílinear «despegue mercantil» como la cla­ ve del cambio económico y social a largo plazo en la sociedad preíndustrial. No puede ponerse en duda que el modelo malthusiano en sí mis­ mo posee una cierta lógica. SÍ uno toma como «suposiciones», en primer lugar, la incapacidad económica para* mejorar la productividad agrícola y, en segundo lugar, la propensión natural de la población a aumentar con una oferta de tierra limitada, es evidente que se puede deducir y establecer una teoría de la distribución de la renta. Con beneficios decrecientes en la agricultura debido al descenso de la fertilidad del suelo y a la creciente ocupación de tierras margínales, resulta lógico inferir que la demanda supere a la oferta; unos térmi­ nos de intercambio de esta naturaleza son perjudiciales para la indus­ tria y beneficiosos para la agricultura, al originar un descenso de los salarios, una elevación de los precios de los alimentos y, lo que resul­ ta más importante para una sociedad fundamentada en la relación dominante señores/campesinos, una importante alza de las rentas. Por otra parte, el modelo posee un mecanismo fijo de autocorrección que determina de manera automática un cambio de dirección y en consecuencia una nueva dinámica a largo plazo. La creciente subdivi­ sión o sobrepoblación de las tenencias y el agotamiento correlativo de los recursos naturales, supone una superpoblación, que genera correctores malthusianos, especialmente hambre y escasez, lo que a su vez produce un descenso demográfico y consecuentemente un comportamiento opuesto por lo que se refiere a la distribución de los ingresos a partir de la primera fase del período. Como demuestra Habakkuk, este modelo en dos fases ha sido recientemente aplicado a todo el período que abarca desde 1050 a 1800. Parece como si la esencia de la «economía tradicional» haya sido aislada gracias a esta larga motion biséctdaire (movimiento de doble fase). Como sucinta­ mente afirma Le Roy Ladurie, «Malthus llegó demasiado tarde». De hecho, para este historiador francés el modelo resulta tan ineludible que incluso permite intentar analogías biológicas o psicológicas. La historia del Languedoc rural a lo largo de más de seiscientos años

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podría contemplarse, como dice Le Roy, como «la inmensa respira­ ción de una estructura social».9

a)

Demografía, distribución de la renta y crecimiento económico

El maltusianismo secular, en términos de sus premisas concretas y del pequeño número de variables que a ellas se vincula, semeja casi infalible. Lo que en realidad debe cuestionarse es su relevancia para la explicación del cambio histórico actual. Es decir, las suposi­ ciones y constantes del modelo, o sea su verdadera dinámica, ¿ilumi­ nan u oscurecen las condiciones y los procesos cruciales que subyacen en los diversos modelos de cambio económico secular en la época que nos ocupa? Postan, en su ya clásico artículo publicado en 1950, que inició su modelo demográfico para el desarrollo económico de la Europa medieval, asegura que a él tan sólo le interesa «la base eco­ nómica» de la sociedad medieval, definida por «los asentamientos de la población, las técnicas de producción y las tendencias generales de la actividad económica; es decir, todos aquellos hechos económi­ cos que pueden tratarse sin tener que recurrir al conocimiento de cómo funcionaban las instituciones legales o sociales, o las relaciones entre las clases».10 Postan argumenta que lo que «hizo posible y nece­ sario tratar conjuntamente este grupo de temas», dejando de lado las relaciones de clase, es que «son temas de reciente introducción en la discusión sobre la naturaleza de las tendencias generales de la activi­ dad económica o, utilizando un término más actual, en el “movimien­ to de larga duración” del ingreso social».11 Pero la cuestión que exige un planteamiento inmediato, precisamente cuando se intentan estudiar los «movimientos a largo plazo del ingreso social», es decir, las ten­ dencias seculares de la distribución de la renta y del crecimiento económico, consiste en plantearse si es totalmente admisible abstraerlos del «funcionamiento de las instituciones sociales y legales». ¿Es que los problemas del desarrollo de lo que . Postan denomina «base económica» pueden entenderse fuera de las «relaciones de clase»? 9. I b id .y «Introduction», en especial p. 8; también «Conclusión», en espe­ cial pp. 652-654. 10. Postan, «Moyen Age», p. 225, 11. Ibid.

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Por lo que se refiere a las tendencias seculares de la distribución de la renta, considero que el moHelo^lm^^ con proBlemas especialmente difíciles en relación con el siempre ambiguo y polémico carácter de la distribución de la tierra. Por una parte, la misma distribución de la propiedad de la tierra entre señores y cam­ pesinos supuso un elemento conflictivo constante a lo largo del perío­ do ya que uno se plantea sí la clase campesina podía, por su parte, establecer rentas fijas y transmisibles, es decir derechos de libre tenencia de la tierra. De ser ello posible, hubiera tenido lugar una transformación muy significativa de lo que suponía la renta, ponién­ dose en peligro la existencia de los señores como clase dominante. Por otra parte, donde los señores tenían el dominio pleno de la tierra, ¿podían establecer un poder extraeconómico sobre la persona de sus arrendatarios, controlando el matrimonio y de forma particular las transferencias de tierra y la movilidad del campesinado? Sí eso fuera así, se daría la posibilidad de exigir a los campesinos el pago de dere­ chos arbitrarios o extraeconómicos, los cuales irían más allá de las leyes consuetudinarias vigentes o sobrepasarían lo que podía dictar la escasez de factores. Cualquier explicación del proceso de distri-' bución del ingreso en la época bajomedieval y moderna debe, en consecuencia, posibilitar una interpretación no tan sólo del cambio en la distribución del producto inmediato de la tierra, sino sobre cuestiones más importantes en relación con la distribución de la propiedad entre el señor y el campesino, así como la aplicabílidad directa de la fuerza sobre la renta como relación de producción. Algunos historiadores de la economía han pretendido tratar este pro­ blema negando o ignorando su existencia, en particular describiendo la economía en término de relaciones contractuales entre los detenta­ dores del dominio útil con escasos recursos (destreza militar y arma­ mento, tierra, fuerza de trabajo agrícola, etc,).52 Otros intentan en­ 12. North y Thomas dicen que «la servidumbre en Europa occidental era, sobre todo, un arreglo contractual en el que los servicios de trabajo se inter­ cambiaban por una mercancía pública: protección y justicia» (D. C. North y R. P, Thomas, «The Rise and Fall of the Manotial System: A Theoretical Model», Journal of Economic History, X XX I (1971), p. 778, North y Thomas pueden establecer este argumento ya que presuponen: a) que el siervo estaba totalmente «protegido de cargas arbitrarias» y b) gue a causa de la ausencia de «una autoridad coercitiva central» los siervos eran básicamente libres, espe­ cialmente para poder cambiar de lugar, y como consecuencia de ello había un

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frentarse con el problema asimilándolo a sus modelos económicos básicos: insistiendo directa o indirectamente en que, a largo, plazo, la distribución de la propiedad y la aplicación de la fuerza sobre la relación que implica la renta, está sujeta al mismo tipo de presiones de oferta/demanda como la distribución del producto, manteniendo el mismo tipo de fluctuación. Intentaré demostrar empíricamente que éste no es el caso, y que de lo que se trata fundamentalmente es de la naturaleza de las relaciones y del poder de clase, determinadas de forma relativamente autónoma por las fuerzas.económicas. Las interpretaciones demográficas de las economías del período histórico objeto de nuestra atención, al intentar explicar las tenden­ cias generales de la producción total, crecimiento o estancamiento «rudimentario mercado de trabajo». Para mí estas suposiciones tienen cohe­ rencia entre sí, pero son inconsistentes con la realidad de la servidumbre porque precisamente la servidumbre, en su esencia, no era contractual. No había un «acuerdo m u tu ^ ^ e5 tre~ eT señ o r^ ~ H ^ íirv o T * ^ ^ á 5 T ^ rtlv ^ T h o mas era una característica definitoria del contrato, Al contrarío, son precisa­ mente las características interreladonadas de las exacciones señoriales del exce­ dente campesino y el control del señor sobre la movilidad campesina los-que daban a la economía servil medieval sus trazos específicos: extracción de exce­ dente por medio de la aplicación-directa de la fuerza, más que un intercambio igualitario vía contrato, como North y Thomas lo plantean. E l tipo de proble­ mas que se encuentran en la aproximación de North y Thomas se plasman en su exposición de los orígenes de la servidumbre. Dicen que «los individuos con des­ treza militar y equipamiento superior eran necesarios para proteger a los cam­ pesinos, los cuales no eran duchos en el arte de la guerra. Aquí nos encon­ tramos con un ejemplo clásico de mercancía pública, ya que resultaba impo­ sible proteger a una sola familia campesina sin también proteger a sus vecinos. En tales casos la coerción era necesaria para impedir que la incentiva del cam­ pesino individual supusiera el que su vecino tuviera que pagar los costos y el poder militar de los señores proporcionaba la fuerza, necesaria». North y Tilo­ mas, Rise of the 'Western W orld, pp. 29-30 (el subrayado es mío). Esta expli­ cación no tan sólo ignora un tema tan fundamental como es la clase (esto es, como ocurría la distribución de la tierra, de los instrumentos de coerción),. sino que también pone en duda su propio argumento sobre la naturaleza contractual de la servidumbre, ya que en esta cita lo que se admite explí­ citamente es que el siervo está coaccionado. Y no tan sólo en la cita pre­ cedente, sino que continúan con la misma idea cuando afirman que «el poder de los señores para explotar a sus siervos... no era ilimitado, sino restrin­ gido (en casos extremos) por la habilidad del siervo para evitarlo» (p. 30), lo que no elimina la dificultad fundamental, esto es, el intento de tratar a la servidumbre como una relación contractual, admitiendo al mismo tiempo su naturaleza coercitiva.

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económico, tropiezan con dificultades, incluso más serias que las que se encuentran respecto a la distribución del ingreso. Por supuesto que el pensar en un declive de la productividad agrícola es una idea razonable para la mayoría — que no todas— de las economías de la Europa preindustrial. De hecho, estos historiadores de la economía han podido profundizar en algunos de los fundamentos técnicos y económicos de la decadencia a largo plazo de la producción gracias a sus investigaciones sobre cuestiones relativas al mantenimiento de la fertilidad del suelo en situación de escasez de ganado y de abonos, especialmente cuando existe un atraso en la organización de la téc­ nica agrícola y unos bajos niveles de inversión.13 Pero el exponer las condiciones que generaron el estancamiento económico a largo plazo, no explica el fenómeno en sí, ya que no se proporciona un cálculo real del porqué estas condiciones persistieron. Por tanto, el expli­ car la «rigidez» económica como lo hace Le Roy Ladurie, en «fun­ ción de un estancamiento de la técnica, de una carencia de capital, de una falta de espíritu de empresa e innovación», es dar por sentado lo que se intenta probar.14 Es como pretender explicar el crecimiento económico como un simple resultado de la introduc­ ción de un nuevo, tipo de organización de la producción, de mu­ chas técnicas y nuevos niveles de inversión. Desde luego que estos factores no explican el desarrollo económico, sino que tan sólo des­ criben lo que es el desarrollo económico. El estancamiento continuado de la mayoría de las economías tradicionales europeas en la época que estamos estudiando no puede explicarse en su totalidad sin dar cuenta del crecimiento económico real experimentado por las pocas econo­ mías que efectivamente se desarrollaron. Desde una perspectiva más general, el atraso económico no puede comprenderse del todo sin una 13. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 548570; M. M. Postan, «Village Lívestock in the Thirteenth Century», Econ. Hist. Rev., 2.a ser., XV (1962-1963); J, Z. Titow, Engiish Rural Society, 1200-1350, Londres, 1969. 14. Le Roy Ladurie, op, cit., p. 634. A veces Le Roy Ladurie parece querer enfocar el desarrollo económico como el resultado directo de unos pro­ cesos aparentemente autónomos de innovaciones técnicas. En este sentido dice que «fue la debilidad tecnológica de la sociedad ... su falta de habilidad para aumentar la productividad, su incapacidad permanente y definitiva en elevar la producción la que creó la barrera que, al final del período, paró el creci­ miento (qmsi-biseculaire) de la población y de la pequeña propiedad campe­ sina, p. 639. Véase también la nota 37.

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teoría adecuada del desarrollo económico. Al describir el ciclo de dos etapas de la economía agraria, iniciado en algunas economías europeas a fines de la Edad Media y principios de la Edad Moderna a partir del declive de la productividad agraria, los teóricos malthusianos han establecido un importante modelo de desarrolló y estabilidad econó­ mica de larga duración. Pero este ciclo de doble fase no es univer­ sal, incluso para aquellas sociedades tradicionalme^te definidas como desarrolladas;15 y además, exige una interpretación y un análisis más minuciosos. Considero que el ciclo malthusiano de estancamiento secular, igual que otras formas de atraso económico, sólo puede entenderse en su conjunto como el producto de estructuras estable-, cidas de relaciones de clase (particularmente relaciones de extracción del excedente), igual que el desarrollo económico sólo puede enten­ derse de forma total como el resultado del surgimiento de nuevas relaciones de clase más favorables a la nueva organización de la pro­ ducción, a las innovaciones técnicas y al incremento de las inversiones productivas. Y estas nuevas relaciones de clase hay que entenderlas como el resultado de un proceso anterior, y en cierto modo autónomo, de conflictos de clase.

b)

El modelo demográfico comparado

Espero que la fuerza de estas objeciones quede más clara cuando se analicen casos históricos concretos. Considero que mí método críti­ co es sumamente obvio y a la vez simple. Consiste en observar si se dio un predominio de tendencias demográficas similares en toda Euro­ pa durante un período de seiscientos o setecientos años, entre los siglos xii y xvm , y mostrar que los resultados distintos de estas ten­ dencias proceden de la naturaleza de la estructura agraria y en par­ ticular de los modelos de distribución del ingreso y del desarrollo económico con los que hay que asociarla. En este sentido, comienzo mi explicación exponiendo los problemas que considero plantean los modelos de determinismo demográfico de Postan (para los siglos x n al xv) y de Le Roy Ladurie (para los siglos xvi al xvn) que se. com­ plementan perfectamente entre sí. De acuerdo con Postan, el crecimiento demográfico caracteriza a 15.

C£. C. Geertz, Agricultural Involution, Berkeley, 1963.

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los siglos x n y xm , y genera una ocupación de tierras marginales y la consiguiente reducción de la fertilidad del suelo: es decir, se produce un aumento de la demanda frente a una oferta algo rígida tanto de tierras como de alimentos, lo que supone un alza de precios y rentas. Sin embargo, y de ello Postan es consciente, en este período nos enfrentamos con una forma de renta bastante singular. Hay pocos arrendamientos y contratos directos, y en vez de ello nos encon­ tramos con una estructura teóricamente fija, pero realmente fluctuante, de derechos y obligaciones consuetudinarios que definen la tenen­ cia de la tierra y que consisten, en primer lugar, en pagos regulares (supuestamente fijos) que el campesino tiene que hacer al señor para poder continuar poseyendo la tierra. Pero con frecuencia sucede queestos derechos suponen, además, unas condiciones adicionales: como es el que el señor tenga la potestad de imponer exacciones extraordi­ narias (tallas y tasas), o de controlar la utilización, transmisión y herencia de la tierra, o la misma libre disposición de la persona del campesino, en particular su libertad de movimientos. El planteamien­ to de Postan consiste en que estas últimas condiciones, que en con­ junto definen la situación legal del campesino — su libertad o su sujeción— en la medida que son importantes para las tendencias eco­ nómicas a largo plazo, permiten — de forma más o menos directa— ser asimiladas por su modelo demográfico de oferta y demanda. Por tanto la cuestión central para Postan es que, dado el desarrollo de la población, el siglo x m es un período donde la posición del señor vis-a-vis con los campesinos mejora, no tan sólo en aquellas pocas zonas donde surgió lo que podría calificarse como formas de arren­ damiento moderno, sino también en el denominado sector consuetu­ dinario o tradicional. Así pues, la lucha por la tierra obliga a los cam­ pesinos a aceptar una seria degradación de su situación tanto personal como en relación con la tierra para poder mantener sus tenencias, lo que a su vez acentúa la deteriorada situación económica general a la cual están sujetos únicamente por las fuerzas de oferta y demanda. Por tanto, para conservar su tierra los campesinos tienen que some­ terse, primero, al incremento arbitrario de las exacciones (tasas, tallas), que se recaudan además de la percepción de la renta tradi­ cional; y segundo, al incremento de los servicios personales de trabajo en la tierra del señor. Este incremento de los pagos está origi­ nado por el poder del señor en controlar al campesinado y deter­ minar su condición legal. En otras palabras, para Postan las reía-

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ciones extraeconómicas entre el señor y el campesino —especialmente aquellos pagos asociados con el reforzamiento de la sujeción del cam­ pesinado— hay que entenderlas en los mismos términos que la «rela­ tiva escasez de factores», argumento únicamente aplicable a medidas contractuales regidas por las leyes del mercado y que en realidad no suponen más que el mismo resultado en términos de distribución de renta entre señor y campesino. Por ejemplo, como dice Postan, «la fluctuación de las prestaciones de trabajo personal no requieren más explicación que la que proporciona la acción recíproca entre la oferta y la demanda: demanda de prestaciones serviles y oferta de trabajo servil».16 Durante los siglos xiv y xv se produjo un descenso de la pobla­ ción como resultado de la caída de la productividad, del hambre y de la peste. En última instancia, las catástrofes demográficas origina­ ron una drástica inversión de la proporción hombre/tierra. Postan argumenta sólidamente que este cambio demográfico produjo una situación opuesta a la que se había dado en el siglo xm . Una dismi­ nución del número de los campesinos supuso un descenso no sólo del nivel de la renta, sino también de la capacidad del señor para limitar la movilidad del campesinado. La competéncia que surgió entre los señores para obtener los servicios de los escasos campesinos que quedaban implica que uno esté de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda, no tan sólo por lo que se refiere a una caída de las rentas en general y de las prestaciones de trabajo en particular, sino también en lo referente al abandonó por parte de los señores de sus derechos de control sobre el campesinado. Una catástrofe demográ­ fica determina la caída de la servidumbre.17 Le Roy Ladurie empieza el análisis del ciclo en el punto donde lo había dejado Postan, esto es, a finales del siglo xv. En este mo­ mento, la servidumbre ya no existe ni en Inglaterra ni en la mayor 16. M. M. Postan, «The Chronoíogy of Labour Services», Trans. Roy. Rist. Soc., ser. 4.”, X X (1937), p. 171. Para el párrafo anterior, Postan, «Me­ dieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 552-553, 607-609. 17. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime; England», pp. 608610. «Al final se produjo un afianzamiento de las fuerzas económicas y tanto los señores como los arrendatarios encontraron que el modo más efectivo para retener al trabajador era pagando salarios más elevados, igual que el modo, más efectivo para retener a los arrendatarios era el bajar las rentas y liberarles de obligaciones serviles» (p. 609). 3 . — BRENNER

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parte de Francia. En su lugar nos encontramos con una sociedad formada por campesinos libres en ambos países, algunos que poseían su tierra a partir de una primitiva base contractual, otros habiendo ya conseguido una situación legal equiparable a la libertad total (volveré sobre este punto más adelante). En cualquier caso, nos en­ contramos con una repetición del movimiento de doble fase que Postan trazó para los siglos x u y x m y más tarde para los siglos xiv y xv: un auge de la población durante el «largo siglo xvi», que originó una elevación de las rentas, una caída de los salarios y la desintegración de las posesiones campesinas. Una drástica caída de la productividad produjo catástrofes demográficas durante el si­ glo xvii, lo que supuso un cambio en el comportamiento de la ten­ dencia y la configuración opuesta en términos de la distribución del ingreso y de la tierra.18 La evidente dificultad que plantean estas explicaciones globales radica en su misma debilidad ya que puede desmontarse con relativa facilidad mediante un simple análisis comparativo. Distintas tenden* das demográficas similares en diferentes momentos y en diferentes áreas de Europa originan resultados diferentes. De lo que se deduce' que es predso cuestionar si los cambios^ demográficos pueden ser lícitamente considerados como una simpíéTcausa o como~Ta'variable clave deLdésárfolló económico. Es cierto que en el siglo x m se prodüjo'unTncremento délas rentas y un aumento del control señorial sobre el campesinado, no sólo en Inglaterra sino también en varias regiones de Francia, especialmente en el norte y en el este de la región parisiense (Vermandois, Laonnais, Borgoña).19 Aunque también sé da el caso de que en otros lugares de Francia (Normandía, Picardía) no se produjo un movimiento contrario a la tendencia secular que había provocado la desaparición previa de la servidumbre.20 Más aún, en 18. Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc, 19. P. Petot, «L’évolution du servage dans la France coutumíére du X I8 au XIVo siécle», Recueils de la Société Jean Bodin, II, 1937; C.-E. Perrin, «Le servage en France et en AHemagne», X Congresso internazionale di scienze storiche, Roma, 1955, 7 voIs: (Florencia, 1955), III, pp. 227-228; G. Fourquin, Les campagnes de la région parisienne a la fin du Moyen Áge, París, 1970, pp. 175-179; R. Fossier, Histoire sociale de VOccident médiévale, París, 1970, pp. 161-163. 20. R. Fossier, La teñ e et les kommes en Picardie ]usqu’a la fin du X III‘ siécles 2 vols., París, 1968, II, pp. 555-560. Véase también las referencias cita­ das en la nota 19.

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otras regiones de Francia (especialmente el área que rodea París) el proceso de deteriorización de la situación legal del campesinado fina­ lizó casi bruscamente y se inició un movimiento opuesto que establecía de forma concreta la libertad de aquél (y en cierto sentido la plena propiedad campesina) a finales del siglo xm .21 Estos diferentes proce­ sos de desarrollo tuvieron obviamente un efecto importante sobre las tendencias de la distribución del ingreso. Como el mismo Postan señala, los señores podían extraer rentas mucho más elevadas de los siervos (villeins) que de los campesinos libres, y pudieron incremen­ tarlas sustancialmente a lo largo del siglo xm .22 Pero Postan man­ tiene que, a pesar de ello «la razón por la que los señores no preten­ dían tan sólo incrementar el peso de las prestaciones laborales sino también “hacerlo a su manera” no es difícil de adivinar. Con una creciente escasez de tierra y un fuerte aumento de la demanda de este factor por parte de los campesinos, la fuerza económica del terra­ teniente sobre sus campesinos era mucho más difícil de resistir».23Parece claro que un crecimiento de la población que generara un aumento de la demanda de tierras tendería a aumentar el poder del señor para incrementar libremente la extracción de cualquier for­ ma de renta del campesinado; pero sólo en el caso de que el señor hubiera logrado imponer su derecho a obtener algo más que una renta fija. Pero el hecho es que a lo largo del período medieval los únicos campesinos sujetos al ejercicio de este tipo de poder «económico» por parte del señor (es decir, a la imposición de prestaciones labo­ rales adicionales y a pagos arbitrarios de otra naturaleza que los espe­ cíficamente derivados de la renta, en particular tallas y fianzas), no eran libres y estaban sometidos a la condición de siervos. El estatus de libre tenencia en el siglo x m (que comprendía a una parte impor­ tante de la población) implicaba por lo general la supresión de fuertes prestaciones personales en las tierras del señor y la exacción del pago de derechos adicionales.24 21. Fourquin, op. cit., pp. 160-172, 189-190. 22. Postan, «Medieval Agrarian Society Ín its Prime: England», pp. 552553, 603, 607-608, 611, en especial, p. 603: «las cargas monetarias obligatorias que pesaban sobre los customary, por ejemplo siervos, tenencias, etc., eran muy fuertes y no se podían comparar ... incluso con las de los campesinos libres». 23. Ibid., p. 608 (el subrayado es mío). 24. Véase supra notas 22, 23 y 16; R. H . Hilton, The Decline of Serfdom in Medieval England, Londres, 1969, pp. 18-19, 24, 29-31. Para un ; ejemplo

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Así para poder determinar el impacto de la presión de la pobla­ ción sobre la tierra. — quién iba a ganar y quién a perder en una situación de demanda creciente de tierra y una elevación de la renta y del precio de la tierra— era necesario determinar previamente cuál era la naturaleza de las relaciones de clase entre señor y campesina. Por ello, durante el siglo x m en la región parisiense, la tendencia a incrementar la talla sobre los campesinos por parte de los señores fracasó al originarse una contra-tendencia de emancipación del cam­ pesinado. Tanto en Francia como en Inglaterra el resultado fue que, una vez libres, los campesinos pagaron sólo un canon fijo, no pudien.do forzarles a que pagaran rentas adicionales y arbitrarias. Resulta altamente significativo, sin embargo, que esta tendencia hacia una limitación de la renta y un establecimiento de la libertad de tenencia en la región parisiense tuvo lugar en la zona más densamente pobla­ da de toda Francia.25 Por tanto, la misma presión ascendente de la población pudo, y así lo hizo, originar cambios en la distribución del ingreso favorables a los señores o a los campesinos, según la natu­ raleza de las relaciones sociales en tomo a la propiedad de la tierra y el equilibrio de las fuerzas de clase. El declive demográfico experimentado en toda Europa y que se inició en varias zonas durante el siglo xiv, plantea problemas aná­ logos. A largo plazo las tendencias paralelas de descenso de las rentas y la paulatina liberación del campesinado dominaron, por lo que se refiere a Inglaterra, durante el siglo xv. Pero, como contraste, los siglos xiv y xv también supusieron un agudizamiento de los con­ troles señoriales sobre el campesinado en Cataluña; y también se dio este caso, al menos de manera temporal, en algunas regiones de Fran­ cia (el centro, el Bordelais).26 Cierto es que en estas áreas al igual

más gráfico acerca de la habilidad de los campesinos libres para resistir los enormes esfuerzos (a veces incluso desesperados) de los señores extractores de renta incluso durante el siglo x m , cuando se da el alza de la población, véase E, Searle, Lordship and Community, Toronto, 1974, pp. 163-166. 25. Fourquin, op. cit., en especial pp. 170 ss. ■26. P. Vilar, La Catalogue dans l’Espagne moderne, 3 vols., París, 1962, I, pp. 466 y ss. (hay trad. catalana, 1968, 4 vols., y castellana, Barcelona, 1978); J. Vicens Vives, Historia de las remensas en el siglo X V , Barcelona, 1945, pp. 23-24 ss.; R. Boutruche, La crise d ’une société, París, 1963, pp. 321 ss.; I. Guérin, La vie rurale en Sologne aux X IV 6 et XV" siécles, París, 1960, pp. 202-215 ss.

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que en la mayor parte de Europa occidental, la servidumbre había «muerto» ya a comienzos del siglo xiv, mientras que en Europa oriental, y particúlarmente ■en Pomerania, Brandemburgo, Prusia oriental y Polonia, el descenso de la población desde fines del si-_ glo xiv se vio acompañado de un triunfo de los señores para imponer controles extraeconómicos — esto es, la servidumbre—- sobre lo q u e hasta entonces había sido uno de los campesinados más libres de toda Europa.27 Hacia 1500, el mismo tipo de tendencias que abarcaban toda Europa presentaba una trayectoria que iba generando una de las grandes divisiones de la historia del continente: el surgimiento de una clase de campesinos casi totalmente libres en el oeste y la degradación de la situación del campesinado a la servidumbre en el este. . Pero el período que va de 1500 a 1750 marcó otra gran división que pone en duda, una vez más, el valor explicativo del modelo malthusiano. Aquí lo que queda sin explicar no es tanto el fenómeno de la distribución de la renta, como el problema global de las vías fuertemente contrapuestas del desarrollo económico: un continuado estancamiento a largo plazo acompañado en dertas áreas de un cre’cimento *3e üTpdbiaaón y el surgimiento espectacular de un modelo enteramente huevó"''decrecimiento autosos tenido, ^acompañado tam­ bién del incremento de la' población, en otras zonas. Ello induce a Le Roy Ladurie a suponer que a lo largo de los siglos xvi y xvn en buena parte de Francia el incremento de la población produjo una fragmentación de tenencias, un alza de las rentas y un declive de la productividad, originándose las clásicas crisis de subsistencia en mo­ mentos diferentes y en lugares distintos, así como catástrofes demo­ gráficas y e n última instancia un «cambio de la tendencia».28 Pero 27. F. L. Carsten, The Qrigins of Prussia, Londres, 1954, pp. 80-84, 101116; M. Malowist, «Le commerce de la Baltique et le probléme des. luttes so­ ciales en Pologne aux XVo et X V P siécles», en La Pologne au X e Congres In­ ternational des Sciences Historiques h Rome, Varsovia, 1955, pp, 131-136, 145146; M. Blura, «The rise o£ Serfdom in Eastern Europe», Amer. Hist. Rev., LXII (1957), pp. 820-822. 28. Véase, por ejemplo, P. Goubert, «Le miíieu démographique», en L ’Anden Régime, 2 vols., París, 1969-1973, I, cap, 2 (hay trad. cast.: H anti­ guo régimen, 2 vols,, Madrid, 1979); también de P. Goubert, Beauvds et le Beauvaisis de 1600 ii 1730, París, 1960; J. Meuvret, Études d ’hhtoire économique, París, 1971; F. Braudel y E. Labrousse, eds., Histoire économique et sociale de la France, II: 1660-1789, París, 1970.

38

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resulta un tanto irónico que un crecimiento paralelo de la población en Inglaterra en este mismo período se haya utilizado para explicar precisamente lo contrario. Así, y de acuerdo con Bowden, «bajo el estímulo de una población en aumento, de una elevación de los pre­ cios agrícolas y de un alza del valor de la tierra, la demanda de ésta se intensificó, racionalizándose su utilización. Se amplió el área cul­ tivada, «constituyéndose las grandes propiedades a expensas de las pequeñas tenencias».29 Así, en Francia, mientras la población crecía tenía lugar una extrema fragmentación de las tenencias y un descenso de la productividad, mientras que en Inglaterra, al contrario, la ten­ dencia dominante consistió en crear unidades cada vez mayores, en concentrar tenencias y cederlas a un arrendatario que a su vez las cultivaba con ayuda de trabajo asalariado. Acompañando este cambio en la organización de la producción, se fue dando un mayor incre­ mento en la productividad agrícola, con resultados que en cierto sentido marcaron época. A finales del siglo xvn, la población inglesa había vuelto a alcanzar los mismos niveles del siglo x m , sin igualarse al modelo demográfico francés: ninguna «fase B» siguió inexorable­ mente a una «fase A». En vez de ello, nos encontramos con la crisis final del modelo malthusiano y la introducción de una asombrosa y original forma de desarrollo económico autosostenido.30

II,

E l MODELO MERCANTIL

Antes de presentar la alternativa que creo puede análisis comparativo precedente, es preciso resaltar que nentes más conocidos de los estudios de la población interpretativo del cambio económico de la sociedad

plantearse al los dos expo­ como núcleo preindustrial

29. Bowden, «Agricultural Pnces, Farra Profits and Rents», p. 593 (el subrayado es mío). 30. Sobre el cambio agrario inglés, sus caúsas y consecuencias, véase, por ejemplo, R. H. Tawney, The Agrarian Problem in the Sixteentb Century, Londres, 1912; Nueva York, 1967; E. Kerridge, T h e ' Agricultural Revolution, Londres, 1967; E. Kerridge, Agravian Problems in the Sixteentb Century and After, Londres, 1969, en especial el capítulo 6; W. G. Hoskíns, «The Leseestershire Farrner in the Seventeenth Century», Agricultural History, XXV (1951); Thírsk, ed., Agrarian History of England and Wales, IV: 1500-1640. Véase también infra, pp. 62 ss.

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—Postan y Le Roy Ladurie— desde un principio elaboraron sus modelos como oposición a una predominante ortodoxia historíográfica que asignaba a! crecimiento deí comercio y del mercado una fun­ ción en cierto sentido análoga a la que según Postan y Le Roy Ladurie tenía la población. Estos autores atacaron duramente las simples y unilaterales concepciones del cambio económico que sostenían que la fuerza del mercado determina, en primer lugar, el descenso de la servidumbre, que a menudo se identifica de'maniera un tanto burda con el cambio de la renta de trabajo por renta monetaria que ipso jacto origina el surgimiento de arrendatarios libres; y en segundo lugar, el auge de la agricultura capitalista, organizada en torno a la figura del gran arrendatario que funcionaba .sobre la base de inver­ siones y mejoras de capital y trabajo asalariado.

a)

Comercio y servidumbre

En particular, Postan opinaba que durante el período medieval la fuerza del mercado, lejos de producir automáticamente la disolución de la servidumbre, pudo haber coincidido con su intensificación. Demostró, por ejemplo, que en algunas de las zonas más cercanas al mercado londinense, la tendencia hacia el incremento de prestaciones personales y la reacción señorial del siglo x m se mostraron más intensas. Tal vez el ejemplo que puede ilustrar con más claridad la hipótesis de Postan nos lo dan las áreas situadas bajo la influencia del mercado parisiense durante el mismo período. Así, y a lo largo del curso del Sena, hay una serie de regiones •—diferentes entre sí— que producían para el consumo de París: el río cruza zonas de campesinos libres, campesinos semilibres y campesinos siervos. Más espectacular resulta el caso de Europa oriental, tal como lo demuestra; Postan, donde durante el período considerado, el fuerte y poderoso impacto del mercado mundial de granos dio un mayor ímpetu a la sujeción del campesinado, al mismo tiempo que estimulaba el desarrollo del capitalismo en el oeste.31 31. Postan, «Chronology of Labour Services»,, en especial pp. 192-193; Fourquin, Campagnes de la région parisienne, pp. 169-170, nota 71; véase también M. M. Postan, «The Rise of a Money Economy», Econ. Hist. Rey., X IV (.1944).

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Sin embargo, Postan nunca aclaró con precisión en qué consistía el defecto crucial de la hipótesis del comercio como base para expli­ car el desarrollo europeo; desde mi punto de vista, el fallo de la interpretación mercantil procede del hecho de que sistemáticamente se ignora que la servidumbre implicaba no tan sólo que las prestacio­ nes de trabajo personal se oponían a las prestaciones monetarias, sino que también suponía la existencia de los poderosos derechos de los señores para aplicar exacciones arbitrarias, asi como un grado más o menos estricto de falta de libertad del campesino. Así pues, la servi­ dumbre por sí misma suponía la capacidad del señor para controlar la persona de su arrendatario, en particular sus movimientos, y también la posibilidadjde fijar el nivel de la renta que podía exceder lo normaltnSfé'esHpulado^oTo”qué~po35"cfíctar el simple juego de fuerzas de la oferta y la demanda. Por esta razón, el declive de la servidumbre no podía conseguirse, como a veces se asegura, por medio de una simple alteración de los términos que definen el «inter­ cambio igual», es decir, el paso de renta/trabajo a la renta/dinero como resultado de la confluencia de intereses para conseguir una mayor eficacia por ambas partes.32 De hecho, y a pesar del cambio que supuso, la alteración del tipo de renta no implicó la finalización del poder del señor sobre el campesinado, sino más bien su continuidad, ya que el resultado altamente significativo de esta conmutación tíni­ camente podía realizarse por medio de un dictamen del señor y, en consecuencia, aboliría de acuerdo con su propia voluntad. En este sentido, Postan dice que la conmutación del tipo de renta tuvo una difusión muy amplia en Inglaterra a lo largo del siglo xii; pero e n , realidad no supuso la emancipación del campesinado, ya que en el siglo x m nos encontramos de nuevo con la exigencia por parte del señor de la prestación de trabajo personal. Y realmente, en el caso de que el señor no optara por exigir este tipo de prestaciones, reque­ ría al campesino el pago de unos derechos en metálico para poder librarse de las prestaciones personales, Y con todo, este campesinado permanecía sujeto a exacciones arbitrarias (tallas, fianzas) fuertemente

32. Pava una elaboración reciente ele este argumento, véase North y Tho­ mas, Rise of the Western World, pp. 39-40. Desde luego se trata de la conclu­ sión'de su argumento sobre la servidumbre como una relación contractual, más que como uní? relación coercitiva y explotadora. Véase supra, pp. 28-29, notg 12.

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ligadas a su condición de siervo.33 Pot tanto, y para poder poner fin a la servidumbre, lo que tenía que desaparecer era el tipo de «inter­ cambio desigual» que se manifestaba por medio de controles directos y extraeconómicos que el señor ejercía sobre los campesinos. Puesto' que la esencia de la servidumbre consistía en la capacidad del señor para introducir presiones extramercantíles sobre los campesinos y así poder, fijar el nivel de renta a su voluntad —-en particular impidiendo la movilidad del campesino que supondría un libre mercado de arren­ datarios— , apenas sorprende que las fluctuaciones del comercio, contando con cualquier tipo de factores de mercado, por sí mismas no fueran suficientes para generar la disolución dé la servidumbre. La servidumbre era una relación de podet que podía invertirse, como así ocurrió, tan sólo por sus propios medios: a través de un cambio en el equilibrio de las fuerzas de clase. Es evidente que hubo períodos en los que una creciente demanda de tierra ;—y por tanto de tenencias— , originada en Concreto por el aumento de la población, daba a los señores un cierto respiro en rela­ ción con la movilidad campesina (suavizando, de forma unilateral, las obligaciones que pesaban sobre la movilidad de sus siervos) ya que podían conseguir con mayor facilidad mano de obra en mejores con­ diciones. El último tercio del siglo x m fue uno de estos momentos. Pero la información con -que se cuenta no permite árgumentar a favor del fin de la servidumbre, o al menos de su debilitación.34 Puede decirse que la servidumbre sólo finaliza cuando el derecho y la capa-cidad del señor para controlar al campesinado, en caso de que quisiera hacerlo, ya no perduran. Es significativo que, incluso a lo largo del siglo xm , los campesinos que querían abandonar las tierras del señor tenían que conseguir permisos de salida y debían volver cada año para presentarse una o dos veces. En este período, como dice Raftis, «la intervención de la justicia señorial sólo era necesaria para impe­ dir que los campesinos abandonaran la jurisdicción señorial, no para hacerles volver». Sin embargo, lo que con ello se informa es de la 33. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 604608, 611. Para un análisis de las razones por las cuales la conmutación no se entiende si no se afirma qué significa un relajamiento de la servidumbre, véase en especial R ..H . Hilton, Decline of Serfdom in Medical England, pp. 29-31, así como su artículo «Freedom and Villeinage in England», Past and Presenta 31 (julio 1965), p. 11. 34- Como h^ce Titpw en Engiish Rural Society, 1200-1350, pp. 59-60,

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súbita modificación del control del señor sobre la movilidad de los siervos que siguió casi inmediatamente a la Peste negra y a la subsi­ guiente falta de arrendatarios. Para este período Hay documentación relativamente abundante sobre el embargo de siervos con el fin de impedirles que se convirtieran en arrendatarios y en consecuencia adquirir obligaciones distintas; o también sobre la aplicación de fian­ zas que gravaban con más fuerza los permisos para abandonar el terri­ torio del señor; o sobre el sustancioso incremento de las fianzas que debían depositar quienes tenían permiso para dejar el dominio seño­ rial; o sobre un endurecimiento de la actividad relativa a los fugiti­ vos; o sobre limitaciones del número de años que el siervo podía estar fuera de las tierras del señor.35 Cierto es que, desde el punto de vista del señor, la servidumbre estaba todavía vigente y no tenía intención ■alguna de un cambio de la situación. Si ello fue o no posible es una cuestión cuya respuesta hay que buscarla en los conflictos sociales que tuvieron lugar en el siguiente período.

b)

Mercantilismo y capitalismo agrícola

Al igual que Postan, Le Roy Ladurie también critica el argumento del comercio como base del desarrollo económico europeo, mostrando que, incluso después de la caída de la servidumbre, no tenía por qué suponerse una tendencia bacía el capitalismo (concentración de tenen­ cias cultivadas a base de inversión de capital y trabajo asalariado) bajo el impacto del mercado. Así el estudio de Le Roy Ladurie sobre el Languedoc rural se pensó, en buena medida, para modificar las prime­ ras aportaciones de bistoriadores como Raveau, Blocb y otros que habían planteado la idea de que durante la Edad Moderna, y bajo el estímulo del mercado, se dio una tendencia general hacia la concen­ tración de grandes tenencias, a cargo de arrendatarios de origen burgués con una mentalidad orientada hacia la inversión y una pro­ ducción dirigida hacia el mercado. En sentido opuesto, Le Roy La­ durie demostró que el surgimiento de la «renta capitalista» (funda­ mentada en el'incremento de la productividad de la tierra debido a las inversiones de capital) como alternativa a la extorsión del campe­ sinado (realizada a causa de la demanda creciente de tierra estimulada 35.

JV. A. Rafús, Tenure and M obiliíy, Toronto, 1964, pp. 139-144.

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por el aumento de la presión demográfica) no suponía que aquélla fuera Inevitable, ya que la fragmentación de las tenencias probable­ mente tuvo el mismo significado que la concentración. Pero, al igual que Postan, Le Roy Ladurie no llega a la raíz del problema que la tesis del comercio como origen del cambio agrario supone, puesto que ni siquiera intenta explicar por qué durante los siglos xvi y x v i i tuvo lugar en ciertas zonas un nuevo ciclo de frag­ mentación de la tierra y un descenso de la' productividad, mientras que en otras zonas ocurría lo contrario. Arguye que el morceílement (fragmentación) y el rassenzblement (concentración) en buena medida fueron tendencias compatibles, y demuestra que la «persecución des­ piadada de la fragmentación» de las tenencias «convertía en irrisorios los esfuerzos de quienes pretenían concentrarlas». El resultado,, según dicho autor, fue que la historia económica del Languedoc finalizó como «una pura historia del campesinado ... lejos de constituir el 'origen del capitalismo’ ...».36 Pero Le Roy Ladurie no explica el porqué (no tan sólo por lo que se refiere al Languedoc sino para toda Europa occidental) se produjo la victoria de una tendencia en vez de la otra,37 ni busca una respuesta, como yo me inclino a hacerlo, en el surgimiento de una estructura de la propiedad de la tierra que proporcionó a los campe­ sinos de la mayor p^rte de Francia (en contraste con Inglaterra y otros lugares de Europa) unos importantes derechos sobre extensas áreas- de tierra, lo que supuso un freno para quienes deseaban con­ centrar la tierra. Cualquiera que fuera la situación del mercado o del precio de la tierra, el campesinado, en general, no enajenaba fácil­ mente sus tenencias que eran la base de su existencia y la de sus herederos. Por ello, mi argumento sobre el atraso agrícola a largo plazo en Francia se fundamenta en el hecho del predominio, a prin36.

Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc; las citas están en el vol. 1,

P- 8.

37. Ibid., pp. 8 ss. Para explicar el fracaso del capitalismo agrario en Fran­ cia, Le Roy Ladurie, en su último análisis, se refiere a la persistencia de menta­ ntes atrasadas. Así el «estancamiento económico (immobilisme) estaba arropado y fundamentado por una serie d e ... bloqueos culturales» (pp. 640-641). Para Le Roy Ladurie «las fronteras espirituales invisibles» fueron las que más «limi­ taron» la economía (p. 11). Y de forma bastante consistente halla los gérmenes del verdadero crecimiento económico en las mentalités nouvelles de la época de la Ilustración (p. 652).

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cípios de la Edad Moderna, de la pequeña propiedad.38 Pero este atra­ so no fue debido tanto a los obstáculos técnicos, para todo tipo de mejoras en la organización de pequeñas tenencias (especialmente en los terrenos comunales), como a causa de que el sistema de propiedad en Francia históricamente estuvo ligado al desarrollo de un sistema de propiedad y/o a una estructura de extracción de excedente que desalentaba la inversión en la agricultura. Sobre todo el fuerte siste­ ma impositivo del Estado monárquico, la extorsión de los arrendata­ rios campesinos por parte de los señores y la subdivisión de las tenen­ cias por parte de los mismos campesinos.^9

III.

C o n f l ic t o

d e c l a s e s y d e s a r r o l l o e c o n ó m ic o

En definitiva, y a pesar de la fuerza destructora de sus ataques a las teorías unilineales del desarrollo económico centradas en el comercio, no creemos que ni Postan ni Le Roy Ladurie hayan llevado su crítica más allá de lo que ellos mismos querían poner en duda. Tanto uno como otro en vez de buscar las diferencias subyacentes que deberían de tenerse en cuenta a la hora de analizar las tendencias : opuestas de desarrollo en lugares distintos bajo constelaciones simi­ lares de fuerzas económicas, han optado por construir nuevos mode­ los, sustituyendo con una variable objetiva, la población, otra variable obsoleta y desacreditada, el comercio. Bajo mi punto de vista su error 38. Para las dificultades (aunque no la imposibilidad, especialmente bajo •• ciertas condiciones y a largo plazo) en concentrar grandes tenencias frente & la propiedad campesina diseminada, véase L. Merle, La métame et Vévólution agraire de la Gátine poitevine de la fin du Moyen Áge a la Révolution, París, 1958, pp. 70-72; A. Plajsse, La baronnie du Neubourg, París, 1961, pp. 583-585; también Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc, I, p. 237. Roger Dion enun­ ciaba la siguiente regla general para el impacto limitado del poder de la comu­ nidad campesina francesa en relación con la formación de grandes' tenencias: «Las regiones con grandes propiedades se definen de forma negativa: son aque­ llas que han podido escapar de las garras de la comunidad rural», citado en J. Meuvret, «L'agriculture en Europe aux X V IIe ef XVII Io siécles», en sus Études d ’histoire économique, p. 177. .Desde luego, y tal como Meuvret señala de acuerdo con Dion, las grandes propiedades se formaron en Francia tan sólo de forma muy limitada e incluso en las tierras de peor calidad, precisamenté porque las colectividades campesinas «fuertemente enraizadas y cohe­ sionadas» les impedían otro tipo de actuación». 39, Para una explicación más precisa, véase infra pp. 62 ss.

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consiste en no incluir el desarrollo de la estructura de clases y sus efectos, como elemento básico de sus análisis. De ahí que sus modelos cíclicos de cariz malthusiano tropiezan, como ya se ha visto, con el mismo tipo de dificultades a la hora de realizar una historia compa­ rativa que las que ellos mismos han criticado, esto es, el comercio como base del desarrollo económico. En particular su método les im­ pide plantearse lo que desde mi punto de vista son probablemente los dos problemas fundamentales para llevar a calbo un análisis del desarrollo económico a largo plazo centrado en la Europa de la época bajomedieval a fines de la Edad Moderna, o dicho de otro modo, «la transición del feudalismo al capitalismo»: 1) la decadencia versus'* la persistencia de la servidumbre y sus efectos* y 2) el surgimiento y subsiguiente estabilización de una pequeña propiedad campesina versus la consolidación de las relaciones señor/gran arrendatario. En^ términos históricos ello implica, como mínimo: primero, un análisis comparativo de la intensificación de la servidumbre en Europa orien­ tal en relación con el proceso de decadencia en Europa occidental; y segundo, un análisis comparativo de la ascensión del capitalismo agrario y el incremento de la productividad en la agricultura en Ingla­ terra, relacionándolo con su caída en Francia. Expuesta de forma tan ’ elemental mi argumentación, la discusión consistirá en que el paso de una «economía tradicional» a un desarrollo económico relativa­ mente autosostenido se fundamentó en el surgimiento de relacio­ nes de clase en el campo, esto es, relaciones de clase capitalistas. Este resultado dependió, a su vez, del Buen éxito de un doble proceso anterior de desarrollo y conflicto de clases; por una parte, la destruc­ ción de la servidumbre y, por otra, la rapidez en la consolidación de la pequeña propiedad campesina.40 J

40. Esta opinión se deriva de los argumentos de Marx sobre las barreras y las bases estructurales de clase para el desarrollo del capitalismo, especial­ mente tal como se presenta en «la llamada acumulación originaria» (trad. cast., Barcelona, 1977). El Capital, I, parte V III, y en Pre-capitalist Economic Formaiions, ed. E. J. Hobsbawm, Londres, 1964, pp. 67-120 (hay trad. cast., Forma­ ciones económicas precapitalistas, Barcelona, 1979).

46 a)

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El declive de la servidumbre

En principio estoy de acuerdo con Postan cuando afirma que hubo una propensión al surgimiento de crisis demográficas, propia de la economía medieval. Pero esta propensión no fue un hecho natural exclusivamente explicable por la disponibilidad de recursos humanos y naturales en relación con un nivel dado de técnica, sino que habría que integrarlo en una estructura que interrelacionaba} por una parte, una organización campesina de la producción, y, por otra, la servidum­ bre institucionalizada que permitía al señor la extracción de una renta feudal. Por tanto, la incapacidad de la economía agraria de base"v servil para introducir innovaciones y mejoras en la agricultura, inclu­ so bajo incentivos de mercado, es comprensible a la vista de los hechos interrelacionados, primero por la fuerte extracción de excedente por parte del señor y segundo por las barreras que frenaban la movilidad de hombres y tierra, que eran a su vez parte de la relación servil de extracción de excedente. Así pues, la extracción de excedente por parte del señor (renta) suponía no tan sólo la apropiación de la parte de la renta del campe­ sino que excedía su subsistencia (y potencialmente más) sino que también amenazaba las reservas necesarias para la reproducción dé las tenencias campesinas y para prevenir el declive a largo plazo de su productividad. Postan ha estimado que el señor se apropiaba aproximadamente de un 50 por 100 del producto total del campesino siervo.41 Éste era un beneficio totalmente improductivo, puesto que apenas parte del mismo se reinvertía en la producción; la mayor par­ te se derrochaba en gastos militares y en consumo suntuario.42 Al mismo tiempo, y además de lo que extraía de sus siervos, la mejor manera que tenía el señor para incrementar el producto de sus tierras no era por medio de inversiones de capital o introduciendo nuevas técnicas, sino a través de la «sobrecarga» de los campesinos aumentando tanto las rentas monetarias como las prestaciones perso41. Postan, «Medieval Agracian Society in its Prime: England», pp. 603-604. 42. M. M. Postan, «Investment in Medieval Agriculture», Journal Econo­ mic History, XXV II (1967); R. H. Hilton, «Rent and Capital Formation in Feudal Society», Second International Conference of Economic History, Aix-enPr o ven ce, 1962, 2 vols,, París, 1965, en especial vol. II, pp. 41-53. Hilton es-H tima que no más del 5 por 100 del ingreso total fue invertido por Jos "señores en inversiones productivas' durante el siglo x m (p:"53).

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nales. En particular la disponibilidad de arrendatarios no libres fre­ naba la tendencia de expulsarles o comprarles su parte de la tierra para poder establecer un dominio concentrado y sobre estas bases introducir mejoras. Los ingresos podían proceder de: un incremento de las rentas vía tallas, fianzas u otro tipo de exacción, por lo que no había mucha necesidad de iniciar el difícil y costoso proceso de consolidar grandes propiedades, realizar ímpofta'htes inversiones, ex­ pulsar a los enfiteutas e introducir nuevas técnicas. Por tanto, el argu­ mento a veces arriesgado de que las inversiones agrícolas de los se­ ñores medievales se adecuaban a las exigencias de sus tierras da por sentado lo que se trata de probar ya que acepta la posición de clase de los señores y la estructura agraria inherente a ella.43 De hecho se dieron mejoras provechosas en la agricultura —inclu­ yendo la posteriormente revolucionaría «producción agrícola capita­ lizada— que hubieran podido introducir mejoras importantes en la producción o en el producto del dominio señorial.44 En realidad, como Eleanor Searle ha demostrado recientemente «la producción agrícola capitalizada y autosostenida se fue adoptando sistemáticamente en el señorío de Marley de la abadía de Battle desde principios del si­ glo xiv. Es significativo que este señorío consistiera en un solo domi­ nio concentrado (sin ningún tipo de tenencias campesinas) que se cultivaba en toda su extensión a base de trabajo asalariado, marcando una ruptura total con la organización feudal de la producción y con las relaciones de clase establecidas. Resulta significativo que el señorío de Marley se formara por medio de la adquisición de tierras á los propietarios libres. A causa de que estos arrendatarios lo eran en franquicia, la abadía de Battle sostuvo una fuerte lucha para forzar .a los suyos a una situación servil, precisamente para posibilitar la extracción de derechos adicionales. Pero esto no ocurrió y la única 43. Titow, Engiish Rural Society, 1200-1350, pp. 49-50. Sí entiendo bien su argumento, Titow afirma que la caída de la tendencia a introducir mejoras fue en gran medida el resultado de una carencia de conocimiento técnico, la falta de disponibilidad de nuevas técnicas. En este sentido afirma que «las limi­ taciones técnicas de la agricultura medieval parecen que Han impuesto sus propias limitaciones en lo que se refiere a lo que podía gastarse útilmente en una propiedad» (p. 50). 44. Véase, por ejemplo, la utilización de un sistema de transformación agrícola en Flandes a principios del siglo x iv en B. H . Slichet van Bath, The Agrarian History of Western Europe. A. D. 500-1850, Londres, 1963; otra ed. 1966; pp. 178-179 (hay trad, cast., Barcelona, 1975).

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alternativa para aumentar los beneficios de dichas tierras consistió en comprarlas y así la abadía pudo cultivarías por sí misma.45 Es obvio que los métodos utilizados en el señorío de Marley no los conocían la mayoría de los señores ingleses, los cuales no tenían por qué mejorar — elevando la productividad del trabajo, rendimien­ tos y producto— con el fin de incrementar los ingresos; tenían otras alternativas mucho más provechosas: utilizar su posición de poder sobre el campesinado. Al mismo tiempo y a causa de la escasez de reservas debido a la extracción de renta por parte de los señdres y a la mala distribución tanto de la tierra como del capital, especialmente del ganado, el campesinado no podía utilizar la tierra que poseía de manera libre y racional. No podía invertir sus beneficios, por lo demás casi inexis­ tentes. Por tanto las relaciones de extracción de excedente de la servi­ dumbre generaban una baja de la producción per se; en particular la imposibilidad de adquirir animales de tiro que a su vez proporciona­ ban abono originó una deteriorización del suelo, lo que obligó a am-. pliar el cultivo a tierras que en principio estaban destinadas a pastos. Ello supuso el cultivo de tierras marginales y la reducción de posibi­ lidades para el mantenimiento del ganado, generándose un círculo vicioso que produjo la destrucción de los medios de sostenimiento del campesinado. La crisis de productividad condujo a crisis demo­ gráficas, apremiando a la población más allá del limite de subsis­ tencia * Por otra parte, las relaciones de propiedad de los señores con este pequeño grupo de campesinos que tenían tierra suficiente para generar un excedente comercíalizable y, por tanto, posibilidad de acumular — esto es: concentrar tierras, reunir fuerza de trabajo, intro­ ducir mejoras— , también eran una barrera para la elevación de la productividad.47 En primer lugar, la misma renta feudal limitaba el 45. Seai'le, Lordship and Community, pp. 147, 174-175, 183-194, 267-329. 46. Hilton, «Rent and Capital Formation in Feudal Society», pp. 53-55; Postan, «Medieval Agrarian Society in íts Prime*. England», pp. 548-570. E l producto neto de por lo menos un tercio de toda la tierra, incluyendo parte de la mejor, está directamente en manos de la restringida dase señorial (esto es, en el dominio señorial), E. A. Kosminslcy, «Services and Money Rents in the Thirteenth Century», Econ. H ist. Rev., V (1934-1935); Postan, op. cit., pp. 601-602. Véase también supra, p. 46 y nota 41. 47. Véase Hilton, Decline of Serfáom in Medieval England, pp. 30-31 ss.

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capital disponible para la acumulación. En segundo lugar, las restric­

ciones- sobre la movilidad del campesinado no solamente impedían el traslado de campesinos hacia aquellas áreas con mayores oportuni­ dades, sino que tendía a limitar el desarrollo de un mercado libre de trabajo.48 Finalmente, las restricciones feudales sobre la movilidad de la tierra tendían a impedir su concentración. Los campesinos no libres no podían traspasar sus tierras a otros sin el,permiso del señor. Éste tenía interés en impedir que los grandes arrendatarios recibieran más tierras, puesto que le sería más difícil obtener una mayor renta de tales arrendatarios, especialmente si gozaban de una situación de libertad.49 Dadas estas relaciones de propiedad o de extracción de exceden­ te, las crisis de productividad transformadas en crisis demográficas, no tardaron en llegar.50 Pero la cuestión que debe plantearse con­ cierne a los resultados económicos y sociales de estás catástrofes demográficas, en particular la de finales del siglo xiv que se extendió a lo largo del xv. Postan demuestra con buena lógica que los cam­ pesinos, por lo menos en apariencia, usaron su posición económica, su escasez numérica, para conseguir su libertad. Gomo demuestra B, H . Slicher van Bath para toda Europa: «el señor del señorío fue 48. En el siglo xux conseguir trabajo asalariado no era un problema, dada la «sobrepoblaclón» extrema; véase E. A. Kosminsky, Sttidies in the Agrarian History of England in the Thirteenth Century, Oxford, 1956, cap. VI. 49. Véase sobre todo Raftis, Tenure and Mobility, pp. 66-67 para com­ prender las acciones de los señores dirigidas a impedir una excesiva concen­ tración de tierra por parte de los enfiteutas, o impedirles que traspasaran tierra a hombres libres. Searle sugiere que una motivación clave para los intentos continuados por parte de la abadía de Battle desde mediados del siglo x m de reducir la situación de libertad de sus campesinos fue mejorar el control del mercado de tierra campesino para asegurarse más renta, véase Searle, Lordship and Community, pp. 185 ss. Véase también M. M. Postan, «The Charters of the Villeins», en M. M. Postan y C. N. L. Brooke, eds., Carie nativorum, Northants. Rec. Soc., XX, Northampton {1960), pp. xxxix x x i i ss. 50. En este caso, resulta de especial interés la observación de Postan sobre las rentas feudales de los campesinos: «éstas tienen que considerarse como cargas previas. N o pueden reducirse a una simple correlación con las cosechas o con las circunstancias personales del campesino ... D e hecho la necesidad de alimentos y forrajes del campesino debían de cubrirse con lo que quedaba des­ pués de haber satisfecho las cargas obligatorias», Postan, «Medieval Agracian Society in its Prime: England» (p. 604). 4.

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obligado a ofrecer buenas condiciones, puesto que de no hacerlo sus siervos abandonarían sus territorios».51 Aunque, curiosamente se ha utilizado otro tipo de lógica para explicar la intensificación de la servidumbre en la Europa oriental: la crisis de los beneficios seño­ riales que siguió a la caída de la población y a la disminución de los arrendatarios impulsó a los señores a asegurar su control sobre los campesinos y a sujetarlos a sus tierras con el fin de proteger tanto sus ingresos como su misma existencia.52 Es evidente que resulta difícil atacar esta doble lógica argumental desde una perspectiva de estruc­ tura de clases. Fue la lógica del campesinado que intentó utilizar su, aparentemente, mejor posición para regatear y conseguir su liber­ tad. Fue la lógica del señor que tuvo que proteger su posición redu­ ciendo la libertad del campesino. El resultado no puede explicarse simplemente en términos de oferta y demanda demográfico-económica puesto que hay que descender a una cuestión de poder e incluso de fuerza. De hecho se produjeron fuertes conflictos entre señores y campesinos en toda Europa a fines del siglo xiv, a lo largo del xv y principios del xvi y siempre por el mismo problema: en primer lugar, la cuestión de la servidumbre; en segundo lugar, ver quién iba a conseguir el control de la propiedad de la tierra — señores o campesinos— , sobre todo de aquellas extensas áreas abandonadas después del colapso demográfico. En Inglaterra después de 1349 y de la peste negra, hubo una reacción señorial: intentos por controlar la movilidad campesina, obligando a los hombres a pagar derechos imposibles para poder tras­ ladarse de lugar; establecimiento de una legislación para controlar los salarios y, en algunas zonas, poder incrementar la renta. Pero alrededor de 1400 ya estaba claro que la ofensiva señorial había fra­ casado; las luchas y revueltas, que continuaron a lo largo del siglo xv, originaron el fin de la servidumbre.53 En Cataluña, un caso particu­ larmente significativo, las Corís —cuerpo representativo de los seño51. Slicher van Bath, Agrarian History of Western Europe, p. 145. 52. Carsten, Origins of Prussia, pp. 103 ss; Malowist, «Le commerce de la Baltique et le probleme des luttes sociales en Pologne aux XVC et X V P siecíes», pp, 132-133 ss,; Guy Fourquin, Seigneurie et féodalité au Moyen Áge, París, 1970, pp. 215-216. 53. Sobre la reacción señorial y su caída, véase Hilton, Decline of Serfdom in Medieval England, pp. 36-59. Para un estudio más concreto, véase Raftis, Tenitre and M obility, en especial, pp. 143-144 ss.

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res, del clero y del patriarcado urbano— generaron una abundante legislación para limitar la movilidad de los campesinos y reducir su libertad personal, A principios del siglo xv, esta legislación se fue consolidando con un éxito aparente. Pero, curiosamente, produjo como respuesta una mayor coherencia en la organización del campe­ sinado y, en concreto, la concentración de bandas de campesinos armados. Bien pasada la mitad del siglo xv, parecía probable que la reacción señorial triunfase. Sólo una serie de-revueltas —violentas y sangrientas— decidieron al final la victoria campesina. La guerra armada finalizó en 1486 con la sentencia de Guadalupe, que-concedía la libertad personal total del campesinado, con el pleno derecho a perpetuar su tenencia, quedando sólo obligados al pago de unos censos fijos. Y, tal vez igualmente importante, con el pleno dere­ cho a acceder a las propiedades abandonadas (masos rbnecs) que ya habían anexionado en los años que siguieron a las catástrofes demográficas.54 Finalmente, en Europa oriental, al este del Elba, esta­ mos ya familiarizados con el dominio total de los señores sobre el campesinado, aminorando gradualmente la libertad personal del cam­ pesino gracias a una legislación adecuada y a la confiscación de una parte importante de su tierra que se integraba en la propiedad seño­ rial. En resumen, el tema de la servidumbre en Europa no puede reducirse a una simple cuestión de ciencia económica, ya que su auge en el este corresponde primero a una caída de la población y a un' estancamiento del comercio, pasando seguidamente a un alza de la población y del comercio (1400-1600); mientras que en el oeste, la- servidumbre tuvo un declive paulatino a lo largo de un período que contempla un alza de la población y una reducción del comer­ cio (1200-1500). En resumen, las contradicciones entre el desarrollo de la produc­ ción campesina y las relaciones de extracción de excedente que defi­ nían las relaciones de clase de la servidumbre produjeron una crisis de la acumulación y la productividad campesina y, en última instancia, de las mismas posibilidades de subsistencia campesina. Esta crisis se acompañó por una intensificación del conflicto de clases inherente a la estructura social vigente, pero con resultados distintos en jugares

54. Vicens Vives, Historia de las remensas en el siglo X V , pp. 23 ss.; Vilar, La Catalogue dans l’Espagne moderne, I, pp. 466-471, 506-509.

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diferentes: la ruptura de la antigua estructura o sü réforzamiento, dependiendo del equilibrio de fuerzas entre las clases contendientes. Así pues, en última instancia, la estructura de clases servil o feudal ofreció modelos de desarrollo limitado, ocasionó crisis predecibles y sobre todo produjo el estallido de conflictos de clase latentes. La duda surge cuando uno compara el carácter y los resultados de estos con­ flictos: diferentes según las regiones. Esto no significa que tales resul­ tados fueran incongruentes, sino que es preciso vincularlos con mode­ los históricamente específicos del desarrollo de los conflictos de cla­ ses agrarias, así como con el grado de asimilación en las diferentes sociedades europeas: su nivel de solidaridad interna, su autoconciencia y organización y sus recursos £ofíHcÓ?*géneHIes, especialmente su relación con las clases no agrafías —pfficularmente los grupos urba­ nos potencialmente’aliados— y con el Estado, especialmente si éste actuaba o no como un competidor de clase frente a los señores feuda­ les en lo referente a la extracción del excedente campesino. Resulta obvio que no es posible en este contexto saber con exac­ titud las diferentes posturas de fuerza de los señores ' vis-a-vis los campesinos, y los distintos modelos de conflicto de clase que se dio entre ellos a lo largo de toda Europa durante el período bajomedieval. Es necesario, de todos modos, poner en orden el problema para confrontar la cuestión fundamental del éxito o del fracaso de la «reacción señorial», que fue casi general en Europa durante la Edad Media, con especial atención a los resultados diferentes de las últimas crisis agrarias medievales y las confrontaciones de clases en Europa occidental y oriental, que generaron modelos divergentes en el desa­ rrollo económico y social que posteriormente se dio. Por último tendría que quedar claro que no se puede encontrar una explicación a toda esta problemática utilizando las fuerzas de oferta y demanda, cualquiera que sea su origen, demográfico o comercial, y sin importar la fuerza de su impacto. La servidumbre inició su ascensión en el este (y su definitiva caída en el oeste), en el período de declive demo­ gráfico bajomedieval; se consolidó durante el alza de la población en toda Europa durante el siglo xvi y principios del xvn, y se agudizó totalmente durante los desastres demográficos que se produjeron a finales del xvn. La presión del comercio no proporciona una respuesta más con­ vincente aunque resulta un tanto irónico que el auge a gran escala del comercio de exportación se ha utilizado a menudo para explicar el

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alza.de la servidumbre en el este53 (así como, análogamente, el del capitalismo en el oeste). No es mi intención el negar relevancia a las condiciones económicas —especialmente por lo que concierne al cre­ cimiento comercial— en el desarrollo de las relaciones de clase. Sin lugar a duda en el caso de Europa oriental, los ingresos cerealícolas, fruto de un sistema productivo basado en la servidumbre y en la venta de granos canalizados desde el Báltico bacía el oeste, acrecen­ taban el poder de clase de los señores del éste, ayudándoles a mante­ ner su ofensiva señorial. Pero el control de la producción de granos (y por tanto su comercialización), conseguido por medio de la servi­ dumbre, de .ninguna manera estaba asegurado, por el mero hecho del surgimiento de los mercados de granos. En las ricas áreas cerealícolas del noroeste de Alemania los campesinos habían conseguido e l.con­ trol de la circulación de granos precisamente cuando se estaba desarro­ llando la servidumbre en Alemania oriental; y parece que estos cam­ pesinos gozaban de tal libertad de actuación gracias al éxito que obtuvieron a lo largo de un prolongado período de resistencia anti­ señorial. De hecho la capacidad de los campesinos en controlar el" comercio de productos agrícolas (una participación en el comercio de exportación del Báltico, igual que de las rutas interiores) parece, haber sido un factor que les ayudó a consolidar la propiedad de la tierra y su poder frente a los señores.56 Desde una perspectiva más amplía, el crecimiento temprano en el occidente medieval ha . sido con frecuencia utilizado como una explicación del fortalecimiento del campesinado en Europa occiden­ tal y, en consecuencia* del declive de la servidumbre. Se argumen­ ta que el crecimiento del mercado posibilitó el surgimiento de un grupo significativo de grandes arrendatarios, quienes a través de las ventas de los excedentes agrícolas pudieron ir controlando propieda­ 55. Para una versión reciente de este planteamiento, véase I. Wallerstein, The M odem W orld System: Capitalist Agricultura and the Origins of the Buropean W orld Economy in the Sixteentb Century, Nueva York, 1974, pp. 9096 (hay trad. cast., El moderno sistema mundial, Madrid, 1979). 56. Friedrich Lütge, Deutsche Sozial- und Wirtschaftsgeschichte. Berlín, 1966, pp. 232-233. Véase el interesante material sobre el surgimiento de un cam­ pesinado libre altamente comercializado en las regiones de Dithmarschen y Fehmarn, con grandes tenencias, y firmemente relacionado con el comercio de exportación del Báltico durante el período bajomedieval y moderno, presentado en la obra de Christian Reuter, Ostseehandel und Landwirtschaft im sechzehnten und siehzehnten Jabrhundert, Berlín, 1912, pp. 18-29.

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des extensas, y gracias a ello amasar poder y tener una importante función en la organización de la resistencia campesina.57 El argumento que fundamenta el impacto del comercio como desintegrador del poder señorial parece tan convincente que incluso se utiliza para expli­ car lo contrario, es decir, reforzar el poder señorial. De ahí que nos encontremos de nuevo en el mismo punto de partida: la necesidad de interpretar adecuadamente los cambios en las fuerzas económicas y demográficas en términos de estructuras de relaciones de clase histó­ ricamente constituidas y especialmente jde diferentes equilibrios de poder de clase. Tal vez la explicación más ampliamente aceptada en lo que con­ cierne a la divergencia de los modelos de desarrollo que se dieron en Europa oriental y Europa occidental, se ha basado en que las ciuda­ des del este tuvieron un desarrollo más lento que originó una mayor vulnerabilidad de toda esta zona a la reacción señorial.58 Al ser las ciudades más pequeñas y estar menos desarrolladas, la nobleza tenía más facilidad en controlarlas, cerrando una importante vía para la movilidad campesina, al privar a los campesinos de importantes aliados. Pero esta línea clásica de razonamiento es difícil de aceptar en su totalidad porque los mecanismos reales por medio de los cuales las ciudades pudieron actuar como freno frente al control de los seño­ res sobre el campesinado en el oeste europeo todavía tienen que explicarse de manera más precisa. La viabilidad de las ciudades como alternativa potencial para la masa del campesinado no libre, debe ser puesta en tela de juicio utili­ zando tan sólo la problemática de su peso demográfico. ¿Podían los centros urbanos no excesivamente grandes — que no sobrepasaban el 10 por 100 de la población total en unas pocas regiones de Europa— ejercer suficiente atracción sobre las masas campesinas, y así tener­ las en cuenta como elementos cruciales para explicar la caída de la servidumbre en casi todo el occidente europeo en torno a 1500? 59 57. Véase, por ejemplo, R. H. Hílton, «Peasant Movements in England before 1381», en E. M. Carus-Wilson, ed., Ess&yp in Economic History, II, Londres, 1962, pp, 85-90; E. A. Kosminsky, «The Evolution of Feudal RentT in England from the Eleventh to the Fifteenth Centuries», Past and Present, n.° 7 (abril, 1955), pp. 24-27. 58. Véase Carsten, Origins of Prussia, en especial pp. 115-116, 135; Blum, «The Rise of Serfdom in Eastern Europe», pp. 833-835. 59. Para una información sobre el tamaño —relativamente pequeño— de

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Las verdaderas oportunidades económicas que ofrecían las ciudades a los emigrantes rurales también son cuestionables. Pocos eran los sier­ vos desertores con capital o habilidad suficientes para poder introdu­ cirse en los grupos de artesanos o pequeños comerciantes urbanos, y mucho menos entre los mercaderes. Por otra parte, la misma esencia de la economía urbana basada en la producción de lujo para un mer­ cado limitado, se fundamentaba en una regulación de la economía, y en particular en el control del mercado de trabajo. Cierto es que pocos de los centros urbanos medievales con ciudadanos organizados en corporaciones cerradas podían haber dado la bienvenida a los inmi­ grantes rurales. Es bien sabido que los hombres libres de las ciudades tan sólo eran una minoría de la población urbana, aunque ocupaban una posición que les permitía a menudo limitar las oportunidades que estos centros urbanos ofrecían.60 En general se admite que la fuerza de los gremios fue un factor importante para estimular un potencial capital industrial en el campo donde se podía encontrar trabajo libre. Por último, no es cierto que las ciudades medievales albergaran a los aliados «naturales» del campesinado no libre. Por muchas razo­ nes el patriciado urbano prefería una alianza con la nobleza. Ambas partes —nobleza y patriciado— tenían un común interés en mante­ ner el orden social, en defender la propiedad y en proteger sus bene­ ficiosas relaciones de intercambio comercial (materias primas por pro­ ductos de lujo). Más aun, el patriciado urbano era a menudo también propietario y, como tal, oponente de los campesinos en el mismo sentido de relación de clase que la nobleza.61 Por otra parte, es cierto que el artesanado de las ciudades se inclinaba hacia un antiaristocraticismo, pero ello no les conducía necesariamente a ayudar a los cam­ pesinos en sus luchas con los señores puesto que la libertad del campe­ sino suponía una amenaza para el control urbano del mercado de trabajo, al posibilitar una competencia cada vez más elevada. La documentación histórica relativa a las ayudas de grupos urba­

k población urbana en la Inglaterra medieval, véase R. H. Hilton, A Medieval Society, Londres, 1966, otra ed. Cambridge, 1983, pp. 167-168. 60. Para una visión general de la organización urbana en el período medie­ val, véase The Cambridge Economic History of Europe, III, especialmente los capítulos IV y V. 61. Véase, por ejemplo, P. Vilar, La Catalogue dans l'Espagne moderne, I, pp. 490-493;

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nos a las aspiraciones de libertad del campesinado europeo en la época medieval, no es muy abundante. Las grandes ciudades de Brandemburgo, Pomeranía y Prusia, que fueron escena de conflictos sociales constantes a lo largo del período bajomedieval, no se oponían a las exigencias de la nobleza en lo concerniente a la legislación contra los siervos desertores.62 Tampoco los ciudadanos de Kóenisberg ayudaron a los campesinos rebeldes de Prusia oriental en 1525 (el único gran levantamiento que tuvo lugar durante este período en Europa orien­ tal). El patriciado de la ciudad se opuso totalmente a la revuelta y el resto de los ciudadanos — a pesar de su propia situación de lucha con­ tra el patriciado— fracasaron en proporcionar la ayuda material reque­ rida por los campesinos rebeldes amenazados por una nueva servi­ dumbre sin límites.63 Paralelamente, en las grandes revueltas de la Baja Edad Media donde los lazos entre la ciudad y el campo eran más fuertes —por ejemplo, entre 1323 y 1328 en la zona costera de Flandes— el campesinado era casi completamente libre (o nunca había sido siervo), por tanto nunca se planteó una oposición urbana al orden social servil en la zona rural.64 Finalmente en la que quizá fue la revuelta más significativa contra la servidumbre —la de los remensas catalanes del siglo xiv— no se dieron alianzas bien definidas entre las clases bajas rurales y urbanas, a pesar de que en Cataluña se dieron conflictos de clase urbana, paralelamente a la gran rebelión rural. La revuelta campesina catalana fue probablemente la mejor organizada y a pesar de la carencia de apoyo por parte de las clases urbanas, la que tuvo más éxito en Europa, ya que consiguió la aboli­ ción de la servidumbre en Cataluña.65 En resumen, puede afirmarse' que las ciudades raramente ayudaron a los campesinos en su lucha contra su situación servil, e incluso el éxito de la resistencia parece que no dependió de tal ayuda. 62. Carsten, op. cit., p. 111. Véanse también pp. 83-88. 63. F. L. Carsten, «Der Bauernkrieg in Ostpreussen 1525», Int. Rev. Socid Hist., III (1938), pp. 400-401, 405407; G. Franz, Der Deutsche Bauernkrieg, Munich, 1933, p. 287; A. Seraphún, «Soziaie Bewegungen in Altpreussen im Jahre 1525», en AItpreussische M om tsscbrift, LVIII,(1921), en especial pp. 74, 82-83, 87, 92. 64. R. H. Hilton, Bond Men Made Free, Londres, 1973, pp. 114-115, 125-127 (hay trad, cast,: Siervos liberados, Madrid, 1984); H. Pirenne, Le soulévement de la Flandre m&ritime de 1323-1328, Bruselas, 1900, pp. i-v ss. 65. P. Vilar, La C a t a l o g u e .I, pp. 448-521, en especial pp. 449, 492-493, 497-499, 508-509.

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Si el significado todos ellos relevados en todo o en parte de las cargas principales de la «opresión señorial», ¿eran también inmu­ nes al malestar económico de la Edad Media? Postan y otros han defendido naturalmente que la servidumbre tuvo un efecto pauperizador en la existencia campesina, que la libertad personal podía llevar consigo ventajas económicas y que consecuentemente los campesinos libres con suficiente cantidad de tierras podrían vivir mejor que los siervos con posesiones de tamaño similar. Esto no significa, sin em­ bargo, que los campesinos libres, como grupo, fueran más prósperos y productivos que los siervos. La tenencia libre trajo como resultado tanto inconvenientes como privilegios. La libertad de enajenar la pro­ piedad, combinada a veces con la partición hereditaria, llevaba a la multiplicación de exiguas propiedades libres.10 Como dice sucintamen­ te un documento de Kent de 1276: A menudo ocurre que las tierras y las tenencias que ... indivi­ sas se acostumbra a cederlas amablemente para satisfacer la subsis­ tencia de muchos hombres ... se separan después y se dividen en 10. En grandes áreas de las regiones centrales incluidas en los Hundred Rolls de 1279, alrededor del 8 por 100 de los campesinos poseedores de tenen­ cias libres mantenían más de una virgate [la virgate comprendía alrededor de treinta acres esparcidos en campos arables o un cuarto de un híde. De todas formas, más que un término de medida o área fija de tierra, la virgate representa un conjunto de exigencias señoriales y obligaciones consuetudinarias del campesinado. N. del /.], y un 47 por 100 tenía menos de cinco acres. Para los siervos (villeim), estas proporciones eran del 1 por 100 y 29 por 100, respectivamente: Kosminsky, Studies in the Agrarian ‘History of England in the Thirteenth Century, especialmente cuadros de las páginas 216-223. La me­ jor y más completa prueba de las diferencias económicas entre los campesinos poseedores de tenencias libres (freeholders) y el gran número de pequeños poseedores (smallholders) pobres puede encontrarse en M. A, Barg, «Frigold tsentraFnoi Anglii v X II-X III v,», Srednie veka, n.° 9 (1957).

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tantas ... parcelas entre los coherederos que cada parte no es sufi­ ciente para la subsistencia de ninguno de ellos.11

Estas prácticas, junto con el rápido crecimiento de la población, fueron las que convirtieron las aldeas, en su mayor parte libres, de las zonas pantanosas del Lincolnshire en una de las áreas más densa­ mente pobladas de Inglaterra, y las que redujeron el conjunto de tierras arables disponibles, prados y pastos — exceptuando las tierras pantanosas improductivas y las señoriales—• a un promedio de 1-1,5 acres por familia.12 El profesor Brenner destaca también la desaparición de la servi­ dumbre en Normandía y en la región de París en el siglo s i n / 3 pero ninguno de estos dos casos confirma la interpretación que trata de imponernos. El movimiento hacia la libertad que tuvo lugar en mu­ chas zonas de Francia en los siglos xn y xnr, y la consiguiente ausen­ cia de «relaciones de extracción de excedente de la servidumbre», no pudo en ningún modo proporcionar inmunidad completa al campe­ sinado debido a la presión del aumento de población y a la escasez cada vez mayor de tierras. Las mismas regiones sobre las que Brenner concentra su atención son bien conocidas por los signos de la miseria que mostraron a finales del siglo x m y xiv. La multiplicación de familias y los estímulos monetarios a corto plazo que podían obte­ nerse de las transacciones de tierra llevó a una fragmentación de la propiedad, a menudo en parcelas extremadamente pequeñas. La insu­ ficiencia de las rentas campesinas produjo un desarrollo masivo de las deudas e incluso posteriores descensos de los ingresos debido a que muchos campesinos, y en algunas partes la gran mayoría de ellos, fue­ ron obligados a pagar un censo perpetuo sobre sus propiedades a cam­ bio de una suma de dinero. Pero incluso si no tenemos en cuenta los nuevos censos sobre las propiedades campesinas y consideramos sim­ plemente la relación hombres y tierra, la conclusión es que en Ñor-, mandía y en la región de París en torno a 1300 hubo «una fuerte presión sobre los recursos» y el predominio de «condiciones casi de hambre» incluso en años en los que la cosecha no era mala.14 11. 12. Density 13. 14.

Citado por Homans, op. c i t pp. 112-113. Hallam, Settlement and Society, pp. 197-222; Hallara, «JPopulatíon in Medieval Fenland». Véase supra, p. 34. N. J. G. Pounds, «Overpopulation in France and the Low Countries

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El hecho es que en el siglo x m en Normandía y en la región parisiense, como en el siglo x m en Inglaterra, tanto los campesinos libres como siervos sufrieron las consecuencias de la enorme, y cada vez mayor, escasez de tierras. Las consecuencias se manifestaron por lo general en los precios: el coste de adquisición de la tierra y las cargas monetarias influyeron en el fenómeno. Como demuestran los estudios de Títow y Postan, las cargas monetarias de las propiedades campesinas en el siglo x m eran extremadamente pesadas. Las princi­ pales exigencias de los señores, junto a las de la Iglesia y el Estado, podían llegar incluso hasta la mitad de la producción total campesina. Este porcentaje era a menudo más bajo en antiguas propiedades de tierra libre y en las de siervos cuyas deudas habían sido antiguamente conmutadas por una renta monetaria fija. Esta situación experimen­ taría un gran cambio en la mayor parte de las regiones a finales del siglo xiv y xv cuando el valor de la tierra bajó y, consecuentemente, disminuyeron también las cargas sobre ella. Pero, del mismo modo, la persistencia del alto volumen de las cargas durante el siglo y medio anterior reflejó las condiciones económicas de aquella época: la escasez de tierra y la abundancia de hipotéticos arrendatarios. Que los ele­ vados y crecientes pagos monetarios reflejaban las fuerzas del mer­ cado, y no solamente los excesos del poder feudal, lo demuestra tam­ bién el hecho de que, en el siglo xm , la mitad aproximadamente de la producción total (métayage) era exigida con frecuencia en los con­ tratos de arriendo — cid campipartem, ad meditatem o pro media vestura—, incluso en casos en los que el arrendador y el arrendatario eran campesinos libres y siervos.15

in the Later Middle Ages», Journal of Social History, III, (1969-1970), pp. 239, 246; J. R. Strayer, «Economic Conditions in the County of Beaumont-Ie-Roger, 1216-1313», Speculum, XXVI (1951); G. Fourquin, Les campagnes de la région parisienne a la fin du Moyen Age, París, 1962; G. Fourquin, Lordsbip and Feundalism in the Middle Ages, Londres, 1976, pp. 173-199 (trad. cast., Seño­ río y feudalismo en la Edad Media, Madrid, 1977); G. Duby: Rural Economy and Country Life in the Medieval W est, pp. 122-125, 255-259. 15. M, M. Postan, «The Charters of the Villeins», en Essays on Medieval Agriculture and General Problems of the Medieval Economy, pp, 135-143 passim (por ejemplo, pp. 135, 136, 140), (trad. cast., «Las cartas de los siervos», en Ensayos sobre agricultura y problemas generales de la economía medieval, pp. 136-192).

POBLACÍÓN Y RELACIONES DE CLASE

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III

La exclusiva consideración de las «relaciones de extracción de excedente de la servidumbre» por parte del profesor Brenner deforma su punto de vista tanto acerca de los señores como de los campesinos. Si, como él piensa, la explotación feudal era la única causa negativa de la agricultura medieval, ¿por qué entonces los mismos señores explotadores se vieron afectados por ella? Porque ciertamente sí que les afectó, aunque no es necesario recordar que, en éste como en otros aspectos, no había dos señores iguales. Los historiadores podríamos citar fácilmente ejemplos de señores progresistas que mejoraban con afán sus propiedades como Henry de Eastry, del Priorato de Ghrist Church, Richard de London y algún que otro abad de la abadía de Peterborough, Michael de Amesbury de la de Glastonbury y el conde de Lacy. La mayoría de estos ejemplos pertenece naturalmente al siglo x m en el que las mismas condiciones económicas que Brenner desconsidera favorecieron a los propietarios de tierras con espíritu emprendedor. Sin embargo, incluso en estos dominios, la agricultura medieval fue extremadamente pobre comparándola con otras épocas y lugares. Algunos dominios tuvieron quizás una proporción mayor de tierras buenas que los propietarios de las pequeñas comunidades aldeanas. Sin embargo, la producción era extremadamente baja en mu­ chos y quizás en la mayor parte de estos dominios.16 En nuestra opinión, tal como recapitularemos después, el bajo nivel de la agricultura señorial reflejaba el atraso y el estancamiento de las técnicas usuales y, sobre todo, la insuficiencia de la inversión señorial. En la perspectiva del profesor Brenner, la insuficiencia de la inversión señorial era consecuencia de los poderes de los señores sobre sus campesinos. La ilimitada capacidad de extraer rentas cada vez mayores de los siervos les liberaba de la necesidad de «entrete­ nerse en construir grandes tenencias —proceso costoso y difícil— y en invertir procediendo al despido de los antiguos siervos para intro­ ducir nuevas técnicas».17 Esta propuesta presupone certezas sobre cuestiones demasiado amplias como para ser abordadas en un artículo como éste. Sin embargo, algunas cuestiones asumidas como verdadeló. J. 2 . Titow, Winchester Yielcls: A Study in Medieval Agrie uUurd Productivity, Cambridge, 1972, 17. Véase supra, pp. 46-47.

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ras por Brenner son demasiado esenciales para dejarías sin respues­ ta. En primer lugar, su teoría implica. la afirmación de que la' renta feudal era invariablemente la fuente principal de ingresos de los señores en los siglos x n y xm . Sin duda, algunos señores, entre los cuales los condes de Cornwall y los Templarios podrían ser los casos más significativos, se habían convertido casi completamente en rentistas antes del siglo x m , pero muchos otros, y muy particular­ mente los señores eclesiásticos, continuaban obteniendo una parte muy importante de sus ingresos de la venta de. la producción domi­ nical. En 1298-1299, la producción dominical suponía el 40 por 100 de los ingresos del obispo de Ely; y en 1258, 1288 y 1317, la pro­ ducción dominical ascendía al 72 por 100, 47 por 100 y 65 por 100 respectivamente de los ingresos del obispo de Winchester. Natural­ mente, también existían ingresos «señoriales» muy sustanciales pro­ cedentes de la jurisdicción y de las multas feudales.18 En segundo lugar, Brenner exagera enormemente no sólo la rela­ tiva importancia de las rentas, sino también su elasticidad. A veces eran elásticas, pero nunca hasta el punto imaginado por él. Lo esen­ cial de las rentas pagadas, las rentas enfitéuticas, eran fijas por definición. Los señores podían naturalmente aumentar las rentas enfitéuticas, con imposiciones adicionales, pero estas imposiciones no ofrecían posibilidades ilimitadas de expansión. La definición esta­ ble del estatuto y obligaciones del siervo a finales del siglo x u y x m puede haber ayudado legalmente a endurecer al máximo la condición servil, pero también contribuyó a proteger a los siervos de las impo­ siciones arbitrarias. Como ha señalado Bracton, con cierta amar­ gura, «la autoridad de los señores ... que en un principio se exten­ día a la vida y la muerte, está ahora limitada por la ley civil».i9 18. Edwatd Miller, The Abbey and Bishoprtc of Ely: The Social History of an Ecclesiastical Estate from the Tenth Century to the Early Fourteenth Century, Cambridge, 1951, p. 93; J. Z. Titow, «Land and Population on the Bishopric of Winchester’s Estates, 1208-1350», Cambridge Univ., tesis doctoral inédita, 1961, especialmente pp. 10, 36-41, 55-88, 61-62. Dominios con una proporción menor de ingresos provenientes del señorío territorial {manorial incomes) son citados por R. H. Hilton, The Engiish P'easantry in the Later Middle Oxford, 1975, pp. 232-233. Pero algunas series de rentas e ingre­ sos jurisdiccionales que ofrece Hilton pueden haber sido «hinchados» con la incorporación de pagos de rentas y multas de los no siervos. 19. Bracton, De legibus et consuetudinibus Angliae, ed. G. E. Woodbine, rev. S. E, Thorne, II, Cambridge, Mass., 1968, p. 34.

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En. el siglo x m , los campesinos no libres resistían a menudo, bien' por la acción directa o bien por los debidos procesos legales, la reim­ posición de las viejas prestaciones personales ya conmutadas y la implantación de otras nuevas. Donde las prestaciones personales aumentaron de hecho en el siglo xm , este aumento fue por lo general relativamente pequeño. Los obispos de Ely, por ejemplo, consiguie­ ron aumentar únicamente alrededor del 10 por 100 el trabajo sema­ nal obligatorio del campesinado entre 1222 y 1251.20 La talla, teóri­ camente arbitraria en su distribución y cantidad, se convirtió en muchos feudos en un impuesto regular. Donde ocurrió esto, las cuo­ tas por el acceso a la posesión campesina adquirieron un significado especial porque reflejaban las fuerzas del mercado bastante mejor que otras cargas; y ésta es la razón por la que aumentaron en muchas zonas del país durante el siglo x m y principios del XIV. Sin embargo, ni siquiera las cuotas de acceso a la posesión confirman la interpretación de Brenner sobre la explotación mediante las «relacio­ nes de extracción de excedente» de la servidumbre. Las elevadas cuotas de acceso parecen haber sido mantenidas por las condiciones del mercado. En lugares donde ocurría que las cuotas eran bajas o estables, éstas reflejaban, bastante atípicamente, las restricciones con­ suetudinarias que persistían en algunos feudos o la abundancia local de tierra rentable.21 Más significativamente, encontramos que a los herederos de la familia se les cargaba con cuotas más bajas que a los de fuera y a los aldeanos más acomodados, frecuentemente propie­ tarios libres y que explotaban incluso posesiones adicionales, se les tendía a gravar con cuotas mayores que ninguno,22 lo que indica una vez más que las fuerzas del mercado eran las que estaban influyendo en el alza de los precios de la tierra. En general, las cuotas pagadas por aquellos sobre los que el señor podía ejercer completamente su coacción señorial eran a menudo más bajas que las pagadas por aque­ llos que no estaban sometidos a tales coacciones. De hecho, las ele20. J. A. Raftis, The Estates of Ramsey Abbey; A Study in Economic Growth and Organizaron, Toronto, 1957, p. 115, nota 68; Miller, Abbey and Bishopric of Ely, pp. 101-102. 21. Véase la discusión en Titow, English Rural Society, 1200-1350, pp. 73-78. . 22. Para una información del funcionamiento de estos procesos, véase E. King, Peterborough Abbey, 1086-1310: A Study in the Land Market, Lon­ dres, 1973, pp. 166-167 y 182-188.

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vadas tasas pagadas en el siglo x m y principios del xiv por posesio­ nes arrendadas sin las obligaciones de la costumbre señorial eran por lo general más elevadas que las tasas pagadas por posesiones en régi­ men de servidumbre.23 La insistencia del profesor Brenner en las relaciones feudales como el motor fundamental que impulsa las rentas más altas indica también hasta qué punto tergiversa las razones por las que se produjeron aumentos generales en el volumen de la renta feudal. Si estos aumen­ tos se produjeran principalmente como consecuencia del poder feudal del señor sobre sus siervos, habrían sido con seguridad más fuertes y más generales en los siglos anteriores, cuando este poder y la eco­ nomía señorial estaban en su apogeo. De hecho, la proporción ¿é ingresos señoriales derivados de la renta feudal crecieron más depri­ sa en la Baja Edad Media, cuando los dominios y las prestaciones personales estaban en proceso de disolución. En lugares donde los, componentes globales de la renta también crecieron en los siglos ante­ riores, este crecimiento procedía muy a menudo de nuevas tenencias, en su mayor parte nuevas tierras de cultivo conseguidas mediante roturaciones o mediante arriendo de parcelas del dominio. Sin duda, en muchos dominios del siglo xm , las rentas o las cargas en función de rentas de las posesiones más antiguas tendían también a aumentar, pero los estímulos a estos aumentos y las condiciones que los hacían posible no provenían de un aumento del poder de los señores como feudatarios —ya que estos poderes eran relativamente constantes— , sino de los cambios económicos del período anterior a la peste que

23. Ejemplos de tierras libres establecidas recientemente y tierras arren­ dadas sujetas a rentas o a tasas de capital más altas que las posesiones serviles de extensión y calidad comparable se pueden encontrar en un vasto número de informes de los siglos x m y xiv y son bien conocidos por los historiadores. El cálculo preciso del total de cargas que gravaban la tierra de los siervos es una tarea difícil, pero pueden verse, entre otros, Miller, Abbey and Bishopric of Ély, pp. 109-111; R. H. Hilton, A Medieval Society: Tbe W est Midlands at the Thirteenth Century, Londres, 1966, pp. 144-145;. Ancient Petitions Relating to Northumberland, C. M. Fraser, ed., Surtees Soc. Pubns., CLXXVI, Durham, 1966, n.os 96-97, pp, 119-121; H. P. R. Finberg, Tavistok Abbey: A Study in the Social and Economic History of Devon, Cambridge, 1951, pp, 249-250; R. H. Britnell, «Production for the Market on a Small FourteenthCentury Estate», Economic History Review, 2.a serie, X IX (1966), p. 386.

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hizo más fácil y más beneficioso para los señores el usar ampliamente de sus poderes.24 Finalmente, incluso en su mejor momento, estos poderes no per­ mitían como norma aumentar la riqueza y los ingresos de los señores desposeyendo a sus siervos, tal como harían los Junkers alemanes en los siglos xvi y xvn. Sin duda, Brenner manifiesta cierto descono­ cimiento de la época cuándo supone que el desahució masivo de siervos fue un hábito qué los señores practicaban con regularidad. Aparte de los conocidos desahucios producidos por las nuevas funda­ ciones cistercienses, hubo muy pocos ejemplos de desposesión arbi­ traria. El castigo corriente para un siervo que no cumplía en el pago de las rentas y prestaciones personales o que descuidaba su casa y la posesión era una multa. No es sorprendente, por tanto, que los sier­ vos trataran de hacer hereditarias sus posesiones logrando una situa­ ción que rivalizaba con la que disfrutaban los tenentes libres. En resumen, para probar que las crisis de subsistencia del si­ glo x m y principios del xiv fueron causadas por la estructura de clase existente y, en particular, por la excesiva explotación de los siervos por parte de sus señores más que por la escasez de tierra, Brenner tendría que demostrar, entre otras cosas, que el poder seño­ rial era mayor en el siglo x m que en el xil o en el xiv, y que la situación personal o legal de la tenencia campesina era paralela­ mente peor. Con todo, aunque la servidumbre expuso a los campe­ sinos a una mayor explotación por parte de los señores que la sufrida por los campesinos libres, es probable que la tenencia servil deí si­ glo x m pudiera proporcionar con frecuencia mecanismos de protec­ ción contra los rigores del mercado en un período de creciente inflación y hambre de tierra, protección que muchos campesinos ingle­ ses del siglo xvi hubieran deseado tener.

IV

La preocupación exclusiva por los poderes supuestamente ilimita­ dos de los señores es también responsable de los errores del profesor 24. El profesor Brenner, astutamente, se olvida de establecer una rela­ ción causal entre las relaciones de clase feudal y la aparición de la peste en la Europa de mediados del siglo xiv. 7 . — BRENNER

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Brenner sobre la inversión señorial. Permite esta confusión por medio de su propa fórmula de «procesos difíciles y costosos» de adquisición de tierras y de inversión que mezcla conjuntamente la compra de tie­ rras con inversión productiva. En lenguaje de economía moderna, la compra de tierras representa solamente una ampliación «extensiva» de empresas individuales, mientras que la ampliación de capital producti­ vo o la inversión «intensiva» tiene lugar solamente mediante gastos de mejora de las propiedades. Lo que caracteriza a los señores medie­ vales no es su desconfianza a comprometerse en la adquisición de tierras: los grandes señores que disponíañ de fondos de inversión — y no eran todos— iban aumentando sus posesiones durante el siglo x m y principios del xiv. Lo que no hicieron como norma fue dedicar una parte comparable de sus recursos a la inversión «inten­ siva».25 Este fracaso hay que achacarlo, en parte, a la insuficiente disponibilidad de nuevas posibilidades tecnológicas. Dejando aparte la recuperación de terrenos, la construcción de nuevos y mejores gra­ neros o la ampliación.de ganado donde el pasto era suficiente para este fin, éstas eran casi las únicas formas de capital en que era posi­ ble la inversión «neta» e «intensiva». Incluso en los dominios de los señores innovadores del siglo xm , las mejoras se efectuaban, como norma, no mediante grandes inversiones productivas de capital sino por una administración más eficiente, mejores sistemas de conta­ bilidad, una disposición más racional de la producción y, ocasional­ mente, ligeros cambios en los cultivos y en los sistemas de rotación. Ninguna de estas mejoras requería o absorbía mucho capital. Pero, naturalmente, algún capital tuvo que ser empleado por los señores del siglo xm-cuando incrementaban el área de cultivo, bien por reclama­ ciones legales o por compra. Como ya hemos sugerido, no se podía esperar que estas ampliaciones aumentaran la productividad de la agri25. Para una discusión sobre las inversiones de los señores [feudales], véase R. H. Hilton, «Reñí and Capital Formatíon in Feudal Society», en su obra English Peasantry in the Laier M idále Ages, y M. M, Postan, «Investment in Medieval Agriculture», Journal of Economic History, X X V II (1967). Las actividades de Adam o£ Stratton, analizadas por Hilton, prueban clara­ mente que, cuando un clérigo advenedizo, prestamista’ y asociado con financie­ ros judíos —y Stratton era todo eso— se encontraba a cargo de un gran domi­ nio, era capaz de comportarse él mismo como un verdadero especulador de tierras y empresario de nuestra época, incluso cuando las tierras que adminis­ traba (las de la condesa de Albemarle) eran tan «feudales» como cualquier otra gran propiedad de la época.

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cuitara señorial, aunque pudo haber aumentado el producto global dé los dominios individuales. Si estas ampliaciones acaparaban la parte principal de los ahorros de inversión de los señores, era porque en la Edad Media la adquisición de tierra constituía el tínico empleo de capital que hacían los señores, muy por encima de cualquier otro modo de utilización. Esta preferencia tenía profundas raíces en el mpdo de vida y en la escala de valores de la nobleza feudal. La posición de un noble o de un barón en su región o en el conjunto del país, el séquito que era capaz de reclutar y el poder que podía movilizar a veces en época de tensión política y militar, su habilidad para dotar a sus hijas o formar alianzas familiares e incluso asegurar la salvación mediante fundacio­ nes religiosas o caritativas :—de hecho todo señor feudal estimaba en gran manera cualquier beneficio o privilegio— eran medidos y esta­ ban mejor asegurados por el tamaño de su dominio señorial. Por estas razones, los señores fracasaron a la hora de canalizar en un uso pro­ ductivo el grueso de las ganancias que pudieron realizar. Muchos, quizá la mayoría de ellos, ni siquiera ahorraron, y este doble fracaso es una de las razones por las que los propietarios de dominios seño­ riales no pudieron escapar al desastre económico de la época.

Patricia Croot y David

Parker

3. ESTRUCTURA DE CLASES A G R AR IA Y EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO: COM PARACIÓ N DE FRANCIA E INGLATERRA La exposición que ofrece el profesor Brenner de la debilidad de las explicaciones tradicionales sobre el modelo de desarrollo económi­ co bajomedieval y de principios de la época moderna es positiva y bien recibida. Y también debe ser elogiada su insistencia en la necesi­ dad de examinar de manera comparativa las estructuras de clase de los diferentes países europeos. Pero, en el intento de hacer un número importante de observaciones, minimiza los movimientos económicos de larga duración de modo que algunas etapas cruciales de ellos que­ dan oscurecidas y, en particular, su explicación de los desarrollos dis­ pares de Inglaterra y de Francia presenta serias dudas. El centro de esta argumentación es que el fracaso del campesinado inglés por establecer unos derechos de propiedad segura fue lo que hizo posible la concentración de dominios en manos de señores capi­ talistas que los arrendaron a arrendatarios capitalistas, mientras que en Francia, el éxito del campesinado francés en obtener una libertad completa fue una barrera insuperable para el progreso económico. Las dos partes de esta argumentación son discutibles. En lo que se refiere a Inglaterra, se basa en una generalización y lectura «retrospectiva» de la historia económica desde finales del siglo xvn; en lo que res­ pecta a Francia, no se entiende la posición del campesinado. Brenner ha sucumbido a la tentación general de creer que el desarrollo agrícola sólo podía tener lugar en las grandes propiedades que hicieron posible y provechosa la inversión de capital a gran escala. Cualquier examen del desarrollo de la agricultura capitalista desde el

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punto de vísta de «grandes propiedades consolidadas, cultivadas para obtener un beneficio y medíante trabajo asalariado»,1 aparte de refe­ rirse más a los desarrollos del siglo xvm , necesita concentrarse nece­ sariamente en un amplio número de grandes terratenientes. Esto pro­ duce una visión limitada de los desarrollos reales en Inglaterra en la primera Edad Moderna, puesto que parece eliminar al «campesinado» de la participación en este desarrollo excepto por su desaparición. Debido a que Brenner cree que las grandes propiedades eran una condición sine qua non de un «avance real de la agricultura»,2 conden­ sa tres siglos de desarrollo agrícola y entonces generaliza partiendo de la existencia de grandes propiedades. Pero si los proyectos importantes: de utilización y puesta en valor de la tierra de regadío requieren fuer­ tes recursos financieros, otros adelantos tales como el abonado, nue­ vos cultivos e incluso una agricultura convertible podían ser llevados a cabo en cualquier tipo de propiedad y financiados por el mismo agricultor con recursos provenientes de beneficios o de préstamos.3 La verdadera revolución agrícola fue un largo proceso continuado de bue­ na administración agraria, difícil de detectar en aquellos sitios en que los agricultores no dejaron información; pero un cuidadoso escrutinio de los inventarios legados por los productores de cereales para ganado ovino en Sussex o los de los campos abiertos del Oxfordsbire lia reve­ lado adelantos significativos realizados en terreno de pasto y referen­ tes al incremento de ganado para procurarse más abono y la introduc­ ción de trébol y leguminosas en una rotación más amplia para reducir 1. Véase supra, p. 42. Estas «grandes propiedades» nunca quedan clara­ mente definidas —una idea de su extensión en acres ahorraría posiblemente un sinfín de disputas innecesarias— y las variantes regionales del tamaño de la propiedad idónea tampoco se tienen en cuenta. Probablemente, las «grandes»” tenencias formaban un porcentaje muy pequeño del área total sujeta a censos hasta bien entrado el siglo x v m . Incluso en 1830, las dos terceras partes de las tenencias inglesas estaban por debajo de los cien acres: L. A. Clarkson, The Pre-Indusíríd Economy in E n g la n d 1500-1700, Londres, 1971, p. 66; y esto después del período más importante de consolidación en el siglo xvni; 2. Véase supra, p. 66, n. 81. 3. La enorme cantidad de cargas y obligaciones de los inventarios mues­ tra la continuidad de un buen número de importantes prestaciones, algunas de las cuales muy bien pudieron ser utilizadas con este propósito. La semilla de trébol se vendía en Exeter en 1668 a 2 dineros o 3 dineros la libra, por lo que no habría requerido muchos gastos plantar unos cuantos acres: R. V. Lennard, «English Agriculture under Charles II», en W. E. Mincbínton, ed., £ ssays in Agram n History, 2 vols., Nextpn Abbot, 196$, I, p. 176,

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el barbecho e incrementar la producción triguera.4 E1- objetivo era evidentemente aprovecharse de los mejores precios, puesto que el grano daba mayores beneficios por acre que el ganado ovino, especial­ mente para el pequeño productor, y tal adaptación a la demanda del mercado, así como una conciencia del beneficio, aparecen claramente en cualquier lugar donde los productores han dejado cuentas o dia­ rios.3 Aunque todos los grupos de productores llevaron a cabo avan­ ces fundamentales/ éstos eran vitales para la supervivencia de los pequeños y más vulnerables productores de cereales para ganado ovino a quienes les faltaba la superficie o el capital necesarios para grandes rebaños de ovejas. De hecho, la necesidad predominante de una flexibilidad que les permitiera la adopción de nuevos cultivos les colocaría en conflicto con sus señores feudales. En Norfolk, los campe­ sinos cercaron sus tierras y plantaron forraje, lo que se oponía al siste­ ma de construcción de cercados para el ganado en el cual muchos señores tenían un interés económico mucho mayor y que requería extensas zonas de pastos.7 El campesino, lejos de ser un obstáculo 4. J. Cormvall, «Farming in Sussex, 15404640», Sussex Archaeol. Colls XCII (1954), p. 58; M, A. Havinden, «Agricultural Progress in Open-Field Oxfordshire», en W. E. Minchinton, ed., Bssays in Agrarian History, vol, I, pp. 147-159. 5. J. Cornwall, op. cit,, pp. 60-63; E. Kerridge, «Agriculture, c, 1500c. 1793», en The Victoria History of the Counties of England: Wiltshire, Lon­ dres, 1959, IV, pp. 54-55; Joan Thirsk, «Farming Techniques», J. Thirsk, ed., The Agrarian History of England and Wales, IV: 1500-1640, Cambridge, 1967, pp. 197-198; M. Campbell, The Engiish Yeoman under EUzabeth and the Early Stuarts, New Haven, 1942, pp. 171-176. Las contadísimas propiedades cuyos documentos sobreviven representan tan sólo una fracción de las que llevaron a cabo experiencias de cómo obtener el mayor beneficio de las condi­ ciones y de su tipo específico de suelo. Por ejemplo, los campesinos de Mudford y Hinton en 1554 decidieron dividir las tierras comunales ya que entonces «todo el mundo pondría mayor trabajo y diligencia en su propia tierra para conver­ tirla al mejor uso y propósito», Tudor Economic Documents, ed., R. H. Tawney y E, Power, 3 vols,, Londres, 1924, I, pp. 61-62. 6. J. Cornwall, «Agricultural Improvement, 1560-1640», Sussex Archaeol Colls., X C V III (1960), p. 123; W. G. Hoskins, Devon, Londres, 1954, pp. 93-94. 7. K. J. Allison, «The Sheep-Corn Husbandry of Norfolk in the Sixteenth and Seventeenth Centuries», Agricultural History Review, V (1957), pp. 26-28. Era la misma rigidez de la producción del cereal para ganado ovino (sheepcorn) lo que hizo el progreso tan vital y tan manifiesto en estas ¿reas, más que la existencia de grandes posesiones,

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para el desarrollo económico, puede haber constituido en realidad su incentivo al adoptar nuevas prácticas o nuevos cultivos o simplemen­ te al mostrar a los señores los beneficios que podía traer una buena administración.8 Del mismo modo, los cambios en la propiedad de la tierra y la estructura agraria en Inglaterra reciben una explicación centrada en el señor feudal. Mirado desde el punto de vísta del señorío territorial, los enfiteutas son vistos como el nivel más bajo de la escala campe­ sina, destinados a convertirse en trabajadores asalariados si les. va mal, pero se habla poco del enfiteuta como terrateniente o del desco­ nocido número de campesinos sin tierras y sin la provechosa tenencia líbre del enfiteuta que arrendaba pequeñas parcelas con contratos de corta duración. Los enfiteutas con rentas fijas, incluso aunque pudie­ ran aumentar las tasas, estaban en situación de capitalizar la demanda de tierra y el incremento de las rentas.9 Este subarriendo era, por supuesto, una relación puramente económica, sin elementos de feuda­ lismo o de «coacción» en ella, a diferencia de la enfiteusis.10 Por 8. M. A. Havinden, «Lime as a Means of Agricultural Improvement: The Devon Example», en C. W, Chalkin y M. A. Havinden, eds., Rural Change and Urban G rowíb, 1500-1800, Londres, 1974, especialmente pp. 127-128. Los campesinos independientes (yeomen) y los pequeños arrendatarios parecen de hecho haber anticipado el ínteres de los señores territoriales por la utilización de la marga caliza en más de cien años. Joan Tbirsk, «New Crops, and their Diffu­ sión: Tobacco-Growing in Seventeenth Century England», en ibid., p. 97, señala que los campesinos, utilizando sólo el mínimo trabajo asalariado o el familiar, adoptaron con rapidez cultivos de inmediata comercialización y económicamente idóneos, y que la falta de éxito en otras innovaciones podría ser atribuida pro­ bablemente a causas distintas que la resistencia de los campesinos al cambio. 9. Por ejemplo, Peter Bowden, «Agricultural Príces, Farm Profíts, and Rents», en Agrarian History of England and Wales, IV, p. 689. Posiblemente sería más preciso, por consiguiente, observar los documentos de los enfiteutas (customary tenants), no pata mostrar si un enfiteuta tenía suficientes acres para subsistir, sino como una indicación de un activo de capital individual. En cualquier caso, el estudio de un señorío aislado puede ser engañoso porque, mientras que un enfiteuta podía tener sólo una miserable posesión de siete acres en, un señorío individual, también podía poseer más acres en varios otros señoríos, haciendo inútiles los intentos de calcular el número de campesinos a nivel de mera subsistencia en señoríos aislados. 10. R. H. Hilton, The Decline of Serfdom in Medieval England, Londres, 1969, p. 44. El subarriendo es ignorado en gran medida cuando se estudian las relaciones generales, ya que. las pruebas son muy dispersas y no pueden ser esta­ dísticamente analizadas con facilidad, aunque normalmente se reconoce que el

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otra parte, el arriendo de dominios tenía todavía algunas veces una conexión feudal en forma de exigencias señoriales y no creaba necesariamente una perspectiva capitalista como sugiere el profesor Brenner. Una de las razones por las que Brenner exagera el papel del gran productor capitalista, en detrimento de la parte que representa el campesino, es que subestima la posición legal de este último. Aunque admite que la habilidad de los señores territoriales por liberarse de sus enfiteutas es aún una cuestión discutible,11 acepta en líneas gene­ rales las conclusiones de Tawney según las cuales las sanciones varia­ bles eran más corrientes que las tasas fijas y los tribunales no apoya­ rían las demandas de los arrendatarios contra los señores, en el caso de que la costumbre del señorío impidiera sanciones elevadas «poco razonables».12 De hecho, a principios del siglo xvn, los tribunales ha­ bían desarrollado principios concernientes a la admisión de la tenencia a censo enfitéutico en los tribunales de derecho común y una práctica «poco razonable» era considerada nula.13 Los tribunales desarrollaron también su propia idea de lo que constituía una sanción poco razona­ ble, y la costumbre señorial no tenía necesariamente que entrar en ello. Sin embargo, incluso si un señor territorial elevaba las sanciones, y de hecho lo hacía hasta un nivel considerable, esto no prueba por sí mismo que las sanciones más altas expulsaban a los campesinos de las tierras. También hay aquí una dificultad al utilizar el término «campesino» para referirnos a todos los enfiteutas, o incluso a todos aquellos que trabajaban la tierra, puesto que las variaciones económi­ cas dentro de estos grupos eran muy grandes. En consecuencia, por muy altas que llegaran a ser las sanciones, había normalmente alguien con el capital suficiente para comprar la tenencia a censo. Verda­ deramente en algunos señoríos territoriales había tenencias vacan­ tes dispuestas a la mayor oferta, lo que implicaba que el señor estaba

subarriendo puede alterar de manera sustancial el cuadro presentado por los registros. 11. Véase supra, pp. 64-65 y nota 76. 12. R. H. Tawney, The Agrartan Problem in the Sixteenth Century, Nueva York, 1967, p. 293. 13. A. W. B. Simpson, An Introducthn to the History of the Latid Law¡ JLondres, 1964, P- 161.

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obligado a aceptar el ofrecimiento más alto.14 El profesor Brenner atribuye la relativa libertad de los campesinos occidentales en la Baja Edad Media a la fuerza dejas instituciones de sus comunidades aldea­ nas para resistir los abusos deTsus señores. ^ r o T ^ p ^ ^ ^ ^ ñ o ^ s e aplica este mismo argumento al siglo xvi respecto a los señoríos for­ mados por tierras comunales cuando las instituciones todavía estaban vigentes? Los casos que pasaron por encima de las atribuciones del señorío para recurrir a los tribunales ordinarios muestran que la ac­ ción comunitaria podía ciertamente realizarse, y con cierto éxito. Más aún, el número de casos conocidos en que la acción de los señores territoriales era responsable de la expulsión de la mayoría o de todos los campesinos enfiteutas o de cualquier otro género, es bastante pe­ queño considerando el número de señoríos, y esta acción señorial; no parece ser el factor principal en el cambio de la estructura agra­ ria y en el desarrollo económico. . : Así como el profesor Brenner pasa por alto la contribución del campesinado inglés y minimiza su independencia, de la misma mane­ ra exagera la independencia del campesinado francés. Esto no es negar que los derechos del campesinado francés fueran un obstáculo a una producción más racional, particularmente los derechos comuní-, taríos, pero éstos no habrían sido un obstáculo insuperable si hubie­ ran existido los incentivos económicos y la determinación de anular tales derechos. Verdaderamente, durante los siglos xvi y xvn, la mayoría de los campesinos estaban tan oprimidos que no podían sobrevivir únicamente con los ingresos de sus tierras y estaban obli­ gados a buscar empleo suplementario.15 Una minoría insignificante llegó a una total desposesión y si no podían encontrar más que tra­ bajo o empleo intermitente, se unían a los vagabundos que tantos problemas causaban a las autoridades urbanas. Este proceso no sólo tenía lugar en regiones devastadas por la guerra, sino también en las cercanías de las grandes ciudades, donde la burguesía urbana acapa­ 14. Todavía no está claro si, cuando un enfiteuta moría sin dejar viuda, herederos o sucesores, el señor podía tomar la tierra para sí mismo y, erí el caso de proponer un censo, si podía arrendarla como quisiera y sin la reali­ zación del acto de. homenaje (que era la esencia de la situación legal de los enfiteutas del señorío). 15.- P. Goubert, Cent mille provinciaux au dix-septlhne siécle, París, 1968, pp. 210 ss.; Jean Jacquard, La crise ruraje en lle-de-France, V50-1670, París, 1974, pp. 358 ss.

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raba todas las propiedades del campesino desposeído e incluso de la nobleza, y en regiones donde el transporte ofrecía facilidad de acceso a lós mercados. Esto parece haber alcanzado proporciones excepcio­ nales en la región de Toulouse y en Lauragais, donde los parlementaires estaban consolidando su dominio sobre la tierra y donde, ya en el siglo xvm , la «propiedad» del campesino quedaba reducida a algo así como el 20 por 100 o menos.16 Aquí también había una tendencia a explotar la tierra utilizando el trabajo asalariado directo más que a través de la mediación de un jermier (arrendatario),17 Alrededor de otras ciudades, aparentemente era más corriente el arrendar el domi­ nio a un jermier, pero tenía lugar la misma constante expropiación de los campesinos dejándoles, para que las cultivaran, las áreas menos accesibles y frecuentemente menos fértiles.13 El sistema de aparcería{métayage), basado en el pago de rentas en especie y que constituía la forma predominante de explotación, también contribuyó a la des­ posesión del campesinado. Los pequeños arrendatarios llegaron a ser cada vez más dependientes del señor territorial en cuanto a material, equipamiento y financiación. La mayoría de los arriendos, tanto bajo el sistema de métayage como el de fermage, estaban limitados de cinco a nueve años y, como el profesor Brenner reconoce de for­ ma contradictoria, podían ser renovados con desventaja para el cam­ pesino.19 Comunidades enteras estaban abocadas al endeudamiento, y se pueden encontrar pruebas de una reacción señorial en más de una región de Francia.20 Donde las rentas disminuían, esto era debido e n ' gran medida a la incapacidad de los campesinos para pagar, más que a su capacidad de resistencia?1 De hecho, tanto en Francia como en Inglaterra, las reflexiones de tipo económico, más que las de tipo legal, son determinantes para la estructura de propiedad de la tierra. Los derechos legales de los 16. G. Fréche, Toulouse et la région Midi-Pyrénées au siécle des lumieres vers 1670-1789, Toulouse, 1974, p. 207. 17. Ibid., pp. 246-248. 18. J. Jacquart, op. cit., pp., 107-108, 19. P. Goubert, op. cit., p. 212; J, Jacquard, op. cit., pp, 129 ss.; G. Fréche, op. cit., p. 248. 20. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, París, 1969, pp. 311 ss.; J, Jacquart, op. cit., pp. 630 ss.; G. Roupnel, Les populations de la ville et la campagne dijonnaise au dix-septihne siécle: bihliographie critique, París, 1922, pp. 257 ss. ' ' 21. E. J,e Roy Ladurie, op. cit., pp. 309-31Q,

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pequeños propietarios libres ingleses que iban parejos a su indepen­ dencia económica hasta 1650, no les salvó de la crisis de las condicio­ nes económicas a fines del siglo xvn. Igualmente en Francia, el cam­ pesinado osciló al borde de la expropiación durante quizá tres siglos. Este proceso iba creciendo sobre todo alrededor de las ciudades y era menor en áreas donde el mercado no ejercía una influencia decisiva.22 Si los incentivos económicos hubieran sido mayores y las actitudes ' comerciales más generalizadas, hay pocas razones para suponer que el campesinado no hubiera resistido mejor su completa desposesión. Más aún, la paralización económica del sector no agrícola significa que e l campesino no tenía incentivos para renunciar a posesiones incluso totalmente inadecuadas y buscar cosas mejores, mientras que la caren­ cia correspondiente de un mercado diversificado reducía los incentivos para que otros miembros de la comunidad aldeana se hicieran cargo de las posesiones de los menos afortunados. En cualquier caso, a me­ dida que el tiempo pasaba, el número de campesinos arrendatarios que estuvieron en situación de aprovechar tal expansión se redujo enor­ memente. La falta de apreciación de este último punto por parte del profe­ sor Brenner deriva de su error para discernir cuál fue, en efecto, el contraste más notable entre las estructuras agrarias de los dos países durante los siglos xvi y xvn, esto es, la ausencia de cualquier equi­ valente en Francia a la famosa clase de los medianos propietarios, ríeos ■{yeomanry) ingleses, que era ella misma el producto de un proceso de diferenciación dentro de los niveles del campesinado, un proceso no experimentado en sus homólogos franceses. Por supues­ to, esta diferenciación no podía ocurrir, ni tuvo lugar, sin una reduc­ ción en el número de los enfiteutas.23 Pero, como se ha observado anteriormente, no fue sobre todo la acción de los señores territoriales lo que llevó a la absorción de las tenencias, sino que fueron respon-

22. Fréche observa también que: «En Armagnac, como en el Albigeois, la propiedad no campesina se fijaba en términos concernientes a (en fonction des) las posibilidades de exportación barata de la producción agrícola»: G. Fréche, op. cit., p. 193. 23. Sobre todo en las áreas de producción de grano para ganado ovino donde el grano era el producto principal del mercado; las áreas pastoriles parecen haber sido afectadas a finales del siglo x v n y rn^s tarde, pero de una Igrma un tanto diferente,

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sables de ello los mismos campesinos.24 Aquellos que ya tenían un. número de acres por encima de la media fueron capaces, dada una razonable buena fortuna económica, de beneficiarse del alza de los precios y acaparar tenencias a medida que iban quedando disponibles, ya fuera por inexistencia de herederos o por infortunio económico. El elemento crucial, sin embargo, no era que los enfiteutas fueran forzados mediante una operación económica o humana a renunciar a sus tenencias, sino que había otros que estaban dispuestos a ocu­ parlas, debido a los beneficios crecientes de la producción y al capital que podían acumular, mientras que en el siglo xv el señor buscaba por todos los medios nuevos campesinos e intentaba, con poca con­ vicción, imponer sanciones a aquellos que abandonaban la tierra.25 El valor creciente de la tierra se reflejaba también en las cantidades que los hombres estaban dispuestos a pagar .por una tenencia a cen­ so y significaba que sólo los aldeanos con recursos, o los forasteros ricos, podían beneficiarse de las tenencias vacantes: a los campesinos sin tierras se les impedía realizar una inversión segura en las tierras que ellos cultivaban.26 Lo mismo se aplicaba a grandes extensiones de tierra arrendadas: solamente una persona con algún capital podía aceptar la responsabilidad del arriendo. Por el contrario, en Francia este período se caracteriza no por la diferenciación dentro de los niveles del campesinado, sino, por una parte, por su depresión hacia una masa uniforme y empobrecida cuyas posesiones se hicieron cada ve£ más pequeñas y, por otra parte, por el crecimiento de algunos dominios (según los criterios ingleses) concentrados por aquellos señores laicos y eclesiásticos que estaban 24. Véase una discusión reciente en Margaret Spufford, Conlrasting Comm untiks, Cambridge, 1974, pp. 76-85. 25. J. A. Raftis, Tenure and Mobility, Toronto, 1964, pp. 34, 190 ss. 26. Los registros de los tribunales no recogen con frecuencia la cantidad de motivos por los que los enfiteutas cambiaban de señor, pero en un señorío de Somerset, una posesión de treinta y siete acres más los derechos comunes se vendió por 262 libras en 1631. Somerset Record Office, DD/CC 13191a/7. La tasa de venta recibida por el señor (el Deán y Cabildo catedralicio de Wells) fue sólo de 24 libras y 10 sueldos, y el registro parlamentario de 1650 fijó el justiprecio anual de la posesión en 28 libras, 17 sueldos y 9 dineros: Somerset Rec. Off., DD/CC 110.001/1. Esto se mantuvo en parte mediante copia docu­ mental durante tres generaciones que tenían similares intereses en la herencia de la tenencia para mantener a la familia o beneficiarse d? las alzas de los precios y de la? rentas.

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en situación cíe beneficiarse de la posición desesperada de los campe­ sinos. El crecimiento de abundantes propiedades de tamaño medio, que puede ser detectado a finales del siglo xv, se paralizó y nunca fue reanudado.27 Ciertamente, en algunas regiones la producción de laboureurs independientes respecto a humildes manouvrien conti­ nuó decreciendo hasta 1789.28 Aquellos que aún podían resistir eran invariablemente receptores de tierras o fermiers, pero, en muchas áreas los señores tenían dificultades para encontrar fermiers™ cosa que no se dio en Inglaterra. Comparar, como hace el profesor Brenner, al campesinado que poseía el 45-50 por 100 de tierra cultivable en Francia con propietarios autónomos que tenían alrededor de un 25-30 por 100 de la tierra en Inglaterra como si fueran dos tipos del mismo género, es bastante erróneo como muestra la comparación de la extensión de las posesiones del campesino individual en los dos países. En la Ile-de-France, por ejemplo, la inmensa mayoría de los campesinos rurales tenía menos de 10 hectáreas (25 acres), la ma­ yor parte de ellos menos de 5 hectáreas, y datos similares de todos los otros estudios regionales muestran que el 90 por 100 del campe­ sinado, después de satisfacer las exigencias de la Iglesia, del Estado, del propietario y del señor, se quedaba sin lo suficiente para la sub­ sistencia de sus familias, descontando la reinversión.30 En Inglaterra, por el contrario, a mediados del siglo xvn, a pesar de algunas variantes regionales, había un nivel mucho mayor de posesiones de grado medio31 que utilizaban trabajo asalariado y producían un exce­ dente para el mercado. En un sentido muy real, estas empresas eran las herederas económicas de las propiedades capitalistas pioneras que habían comenzado a aparecer en los siglos xiv y xv.32 Hasta la segun­ da mitad del siglo xvn no se pone en marcha la concentración de la 27. E. Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc, pp. 24 ss,, 97; J. Jacquart, La crise rurale en Ile-de-France, passm ; G. Fréche, Toulouse et la région MidiPyrénées, pp. 147 ss, 28. G. Roupnel, Populations de la ville et la campagne dijonnatse, p. 319. 29. J. Jacquart, op. cit., p. 203. 30. Ibid., p. 119; P. Goubert, Cent mille provinciaux, pp. 210 ss. 31. Para algunos ejemplos de dimensiones de propiedades, véase Clarkson, Pre-lndustrial Economy in England, p. 66; J. Thirsk, «The Farming Regions of England», en Thirsk, ed., Agrarian History of England and Wales, IV, pp. 30 y 32; Spufford, op. cit., cuadros 3, 7 y 9 de las pp, 69, 100, 138-139. 32. Tawney, The Agrarian Prohlem in the Sixteenth Century, pp, 81-82, 136-137; Campbell, The Engiish Yeoman, pp. 104, 160 ss.

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tierra característica del siglo xvm , y por entonces el capitalismo agrí­ cola estaba ya sólidamente establecido. La existencia de productores arrendatarios acaudalados hizo también posible un grado de coopera­ ción económica entre el señor territorial y el enfiteuta que el depri­ mido campesino francés era cada vez menos capaz de soportar.33 Sin embargo, el describir sólo la estructura agraria no explica por qué había un movimiento hacia la producción capitalista en Inglaterra en vez de una simple «presión» sobre el campesinado como en Francia. Aunque el desarrollo de la concentración de extensos dominios se ha visto quizás, y con razón, c&tno una forma de tran­ sición entre la producción feudal y la capitalista,34 su forma de explo­ tación nunca logró evadirse del viejo marco señorial¡rentier, a pesar de la existencia de una fuerza potencial de trabajo y a pesar de las tácticas por las que los campesinos recortaban las viejas juris­ dicciones: los grandes dominios no conducían necesariamente a la producción capitalista. Aunque es difícil calcular qué efecto tuvo la presencia de la clase media campesina (yeomanry) inglesa en el desa­ rrollo económico, probablemente fue más allá de la creación de un significativo mercado interno. ¿Sería demasiado aventurado sugerir' que los numerosos enfiteutas y grupos similares, con una actitud estrictamente comercial respecto a la tierra y a la producción, fueron el ejemplo que dio a los señores la idea de adoptar unas relaciones comerciales en vez de feudales, cuando las primeras llegaron a ser más prometedoras? Por lo que se refiere al mismo campesinado, el arrendamiento del dominio a uno o dos aldeanos en el siglo xv, en vez de distribuirlo entre todos los enfiteutas,35 deshizo la uniformidad medieval que habían mantenido las comunidades aldeanas y propor­ cionó un ejemplo alentador de riqueza individual y de espíritu de empresa, sobre todo cuando estos arrendatarios podían beneficiarse del alza de precios del siglo xvi. 33. Clarkson, op. cit., pp. 67-68; G. Batho, «Landlords in England: B. Noblemen, Gentlemen and Yeomen», en Thirsk, ed., Agravian History of England and Wales, IV, p. 304; H. J. Habakkuk, «Economic Futictions of English Landowners in the Seventeenth and Eighteenth Centuries», en Minchinton, ed., Essays in Agravian History, I, p. 199. 34. P. Goubert, «Le paysan et la terre: seigneude, tenure, exploitation», en F. Braduel y E. Labrousse, Hisíoire économique et sociale de la Franee, II, París, 1970-1980, II, p. 145; J. Jacquart, op. cit., pp. 348, 755 ss. 35. Raftis, Tenuve and M obility, p. 219; R. Hilton, Decline of Serfdom in Medieval England, p. 45.

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En Francia, por el contrario, las actitudes capitalistas del campe­ sinado medio, observables un poco por todas.partes, sucumbieron a la mentalidad rentista (rentier) de la burguesía que adquiría las tierras. Sin embargo, aunque ésta era despiadada en la explotación de los dominios, sus actitudes quedaban siempre atemperadas por un deseo de apoyar el sistema señorial y llegar a ser ellos mismos verdaderos señores. Ellos extrajeron al máximo el mayor provecho de la justicia señorial y la utilizaron para mantener su dominio sobre el campe­ sinado.36 Así pues, aunque estamos de acuerdo con el profesor Brenner en que la debilidad económica de Francia a principios de la época; moderna está directamente relacionada con la estructura de clases agraria y que, por el contrario, fue el desarrollo de las relaciones capi­ talistas en la agricultura inglesa lo que constituyó la clave del avancé económico en este país, la explicación que nos ofrece sobre el surgi­ miento o no-surgimiento de tales relaciones no es en absoluto convin­ cente. Sin duda, su concepción de las relaciones capitalistas es restrin­ gida y no puede hacer justicia al papel decisivo que jugó probable­ mente el pequeño productor capitalista, al menos desde principios del siglo xvi hasta mediados del siglo xvn. La raíz del problema es la suposición de que la pequeña tenencia campesina fue en sí misma un obstáculo al desarrollo del capitalismo y que esto explica la tragedia francesa. Por ello, la comparación con Inglaterra revela de hecho que la pequeña propiedad fue un elemento fundamental de las relaciones capitalistas en el período de su formación y «avance». El verdadero delito de la monarquía francesa no fue el apoyar la pequeña propie­ dad campesina, sino el haberla explotado tan brutalmente, junto con la acción de la Iglesia, los señores y los terratenientes. A consecuencia de ello, el campo perdió su fuerza más dinámica: una clase de cam­ pesinos verdaderamente independíente. Finalmente, aunque estamos de acuerdo con el punto de vista de que un análisis comparativo de estructuras de clase es un prerrequisito para la total comprensión del desarrollo económico, seguramente es también cierto que, en un momento dado, la posibilidad de un cambio en las relaciones de clase y en el equilibrio de fuerzas está relacionado con una pluralidad de factores que van desde las exigen­ cias de una política exterior hasta las actitudes sociales. Es difícil 36.

J. Jacquart, op. cit.y pp. 410 ss., 755; Roupnel, op. cit., p, 276.

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negar, por ejemplo, que la guerra interminable en la que se vio envuelta Francia durante la mayor parte de los siglos xvi y xvn no modificó profundamente el equilibrio de fuerzas de clases en desven­ taja del campesinado y de la burguesía, debido a las pesadas cargas que se les obligaba a soportar. La prodigiosa gama de oficios que vendía la corona para sufragar sus guerras, motivó también que el capital se apartara de la inversión productiva y creó un sistema ape­ tecido de movilidad social ascendente para quienes deseaban huir de la inseguridad de la vida comercial e integrarse en la jerarquía social existente. Por contra, la virtual inmunidad Hel pueblo inglés respecto a los impuestos en el siglo anterior a la guerra civil/ facilitó la apa­ rición de un grupo independiente de prósperos campesinos medios {yeomen), artesanos y mercaderes, contribuyendo así a la formación de un mercado interno cuya elasticidad y dinamismo los franceses fueron incapaces de igualar desde mediados del siglo xvi. La secuen­ cia de guerras civiles y externas en que Francia se vio envuelta pro­ longó también la supervivencia del espíritu militar/feudal que impe­ día de este modo el desarrollo del capitalismo. Por supuesto, es posible ver la guerra de este período como un aspecto de la crisis del feudalismo o como una parte de un conflicto más amplio de civilizaciones en Europa, generado por el surgimiento del capitalismo, para incorporarla de este modo en un modelo marxista.37 Pero esto implica ir más allá de la posición teórica expresada en la formulación del profesor Brenner de que «las estructuras de cla­ se ... una vez establecidas, tienden a imponer límites y posibilidades un tanto estrictos, verdaderas reglas de larga duración,, en el desarro­ llo económico de una sociedad» y que los procesos por los que las estructuras surgen son «relativamente autónomos».38 Como generali­ zaciones, estas afirmaciones no son ilógicas, pero la inclusión de pala­ bras calificativas como «un tanto» y «relativamente» indican de inme­ diato el problema que surge y que el profesor Brenner no logra hacerse con él. Su argumento básico de que el impacto de fenómenos particulares, como, por ejemplo, el cambio demográfico, puede pro* Es decir, de 1520 a 1640, aproximadamente. (N. del t.) 37. Véase J. V. Polisensky, The Thirty Years War, Berkeley y Los Ánge­ les, 1971; D . Parker, Europe’s Seventeenth Century Crisis, Our History Pamplijet, LVI, Londres, 1973. 38. Véase supra, pp, 23-24,

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ducír resultados radicalmente diferentes dependiendo del carácter de la estructura de clases, es inaceptable. Pero a no ser que pretenda sostener, cosa improbable, que la coyuntura de circunstancias y de fenómenos a corto plazo no puede afectar de una manera significa­ tiva la estructura preexistente, el reconocimiento de su interacción, lejos de probar la naturaleza autónoma de la evolución de las estruc­ turas de clase, de hecho la pone en cuestión. El profesor Brenner parece soslayar esta dificultad y explica el equilibrio de las fuerzas de clase en términos también de clase, haciéndose vulnerable al mismo tipo de crítica con la que él, de manera tan efectiva, ha presentado a los defensores de los modelos «demográfico» y «comercial», de desa­ rrollo económico.

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Heide Wunder

4. ORGANIZACIÓN CAM PESIN A Y CONFLICTO DE CLASES EN LA ALEM ANIA ORIENTAL Y OCCIDENTAL * El profesor Brenner, al relacionar la estructura agraria de clases y el desarrollo económico como explicación del desarrollo económico de larga duración en la Europa preindustrial, ha utilizado el caso alemán en varias ocasiones. Sin embargo, limitaré mí comentario a discutir la tesis de Brenner de que la «evolución divergente de la organización de la clase campesina es mucho más clara en lo que pro­ bablemente sea el eje del asunto: este versus oeste en la región ale­ mana del Elba.. -».1 El profesor Brenner tan sólo expone un breve esbozo sobre la or­ ganización de las comunidades campesinas en Alemania occidental. Sin embargo, describe con más detalle sus equivalentes al este del Elba con el fin de apoyar su tesis de que el fracaso de los campesinos del este del Elba en desarrollar una fuerte organización comunal duran­ te la Edad Media los redujo finalmente a la servidumbre a principios de la época moderna. Quizás el especialista de historia comparada tenga necesidad de fiarse de los libros de texto y de fuentes secunda­ rias, pero desafortunadamente Brenner ha sido víctima del mito pru­ siano (Hohenzollernlegende) con todas las contradicciones e inconsis­ tencias que éste tiene. Aunque ha tratado obviamente de evitar este peligro utilizando algunos estudios recientes especializados ha repro* Estoy en deuda con E. Krause y R. Tamchína, que se tomaron la moles­ tia de corregir mi inglés. 1. Véase supra, pp. 57-62; citada en la p. 57.

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duddo, sin embargo, la principal debilidad del Hohenzollernlegende al proyectar hacia el período medieval los aspectos negativos y posi­ tivos de la historia alemana más reciente. Por tanto, sin entrar en demasiados detalles, deseo en primer lugar examinar la base factual de la argumentación del profesor Brenner y, en segundo lugar, discu­ tir su concepto de estructura de clases a la luz del ejemplo alemán. Brenner sostiene que las comunidades de campesinos al este del Elba eran, en comparación a las del oeste, débiles ya que, al ser asentamientos coloniales tardíos dominados por los señores y sus agentes, no tenían tradición comunal. Su espíritu comunitario era débil porque no existían tierras comunales y la agricultura colectiva se basaba en el modelo colonial de W ddhufen o asentamientos «en cin­ ta» * y también porque las aldeas eran pequeñas y estaban disemina­ das. La falta de Weistümer (cuerpo de usos y costumbres) es consi­ derada también como una prueba adicional de ello. Y, sin embargo, el profesor Brenner ha caracterizado a los campesinos del este del Elba como «uno de los campesinados más libres de Europa».2 . Pero ahora ya está totalmente admitido que, desde el siglo x i i , se fueron fundando al este del Elba comunidades de campesinos inde­ pendientes en las que la injerencia de un sector jurisdiccional o terri­ torial en el ámbito jurídico y en los aspectos económicos de la aldea era muy limitada.3 Aunque los elementos básicos de la independencia comunal y de la libertad personal habían sido desarrollados en Alema­ nia occidental, las. comunidades colectivas de campesinos se encuen­ tran primero documentadas al este del Elba. La posición favorable de los campesinos no era ciertamente un don gracioso otorgado por el señor, sino más bien el resultado de una eficacia económica, de una organización comunal y de una sólida posición contractual. Este * Sistema de colonización que organiza la población a lo largo de un camino o de una calle y la roturación por estrechas bandas paralelas, perpen­ diculares al eje de la aldea, en una estructura llamada también «en espina de pez». La colonización germánica en el este se caracterizó por: aldeas de corti­ jos forestales {Waldhufendorf) que recuerdan el trato de favor concedido a los colonos en las regiones de roturación, quienes recibían un lote de tierra lla­ mado «manso forestal» (W aldbufe). (N, del i.) 2. Véase supra, p. 37. 3. T>te Anfange der Landgemeinde und ihr Wesen, 2 vols, (Konstanzer Arbeitskreis für mittelalterliche Geschichte, Vortrage und Forschungen, VIIV III, Stuttgart, 1964).

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grado de independencia comunal y de libertad individual fue logrado sólo en algunos territorios de Alemania occidental. La concreción de los intereses señoriales y campesinos en un doble juego de institucio­ nes, que era típico del desarrollo originario de la organización cam­ pesina, fue traspasado a la zona medía del Elba por los colonos de Turingia y de la Baja Sajonia y transformado en un proceso de colo­ nización planificada. El Lokator (contratista), que organizaba y a menudo financiaba esta colonización, alcanzaba en la aldea fundada por él una posición de privilegio e influencia considerables, la de Schulz. La tenencia del Schulz era más extensa que la del campesino corriente y estaba exenta de impuestos señoriales. Se le otorgaron derechos de autoridad pública (banalité) y también el derecho de here­ dar el cargo de Schulz/Richter (juez), lo que significaba que presidía el tribunal de la comunidad y recibía un tercio de las sanciones im­ puestas en el lugar. Al mismo tiempo, actuaba como colector de rentas y como supervisor de servicios obligatorios impuestos por el señor. Sin embargo, sería erróneo admitir que el Schulz, al combinar la auto­ ridad comunal y señorial, impedía el desarrollo de instituciones polí­ ticas independientes en la comunidad. Fue su estatus hereditario el que por sí solo le capacitó para resistir su conversión en un mero agente del señor. Por el contrario, el Schulz y la comunidad campesina aparecen como una unidad en la que el Schulz actúa como el portavoz de los intereses campesinos y dirigente de la protesta campesina du­ rante la Edad Medía y principios de la Moderna hasta la Reforma.4 La ausencia de 'Weistümer en la mayor parte de la Alemania al este dél Elba se explica fácilmente. Durante el período de coloniza­ ción se habían desarrollado instrumentos legales, que hacían innece­ sarias las Weistümer, y que recogían los usos y costumbres locales y especificaban los derechos señoriales y campesinos. El acta de fun­ dación se recogía en un documento denominado Handfeste (la carta puebla de la comunidad), que especificaba el área del pueblo, el estatus legal de los campesinos respecto a sus posesiones, sus tributos y pres­ taciones personales de trabajo, los diezmos, los derechos comunales, el tribunal de la comunidad y la posición del Schulz y del cura de la parroquia. Estas cartas pueblas de la comunidad llegaron a ser el pun­ to de referencia aceptado en el momento de disputas entre la comuni­ 4. J. Ziekursch, Hundert Jahre scblesiscber Agrargescbicbte vom Hubertusburger Fríeden bis zum Abschluss der Bauernbefreiung, Breslau, 1915.

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dad campesina y el señor. En aquellas regiones colonizadas con ante­ rioridad, la carta de fundación se convirtió en práctica común: el primer documento escrito que prueba la existencia de una comunidad campesina es con frecuencia el que recoge la existencia de una disputa entre señor y campesinos o la adquisición por parte de la comunidad de tierra adicional para uso comunal. El segundo componente de las Weistümer, las ordenanzas jurídicas de la comunidad, existía también en los territorios al este del Elba, pero allí se les conocía con los nom­ bres alternativos de Willküren, Beliebungen y Dreidingordming? Los argumentos que extrae el profesor Brenner de documentacio­ nes geográficas y demográficas también necesitan corrección.6 De hecho, al este del Elba deberíamos distinguir dos regiones con siste­ mas específicos de colonización: una relativa a las zonas de Sajonia y Silesia, donde predominaban ios asentamientos Wald bufen (y éstos son precisamente los que el profesor Brenner parece tener en cuenta) y otra, de una extensión mucho mayor, donde predominaban las pobla­ ciones concentradas. Éstas tenían campos abiertos (open fields), mien­ tras que los asentamientos Waídhufen tenían campos cerrados, aun­ que ambos se organizaban generalmente conforme al sistema de rotación de tres hojas.7 Cierto es que no había tierras comunales {Allmende) en los asentamientos Waídhufen, pero aún así, los cam­ pesinos tenían que arreglárselas para apacentar sus animales sobre la base de una ordenación comunal, ya que el Schulz, y a menudo también el señor, disfrutaban de ciertos derechos de pasto. Aunque no hubiera sido esencial una estrecha coordinación en el cultivo de los campos, existían instituciones que habrían facilitado el desarrollo de un espíritu comunal, en concreto, el tribunal de la comunidad y la Iglesia. En las poblaciones de campos abiertos, la cooperación campesina funcionaba en el mismo sentido que en Alemania occiden­ tal, tal como lo demuestra la existencia de artículos idénticos en los estatutos al este y al oeste del Elba.8 . 5. Por ejemplo, K. H. Quirín, Herrscbaft und Gemeinde nacb mittéldeutschen Quellen des 12. bis 18. Jahrhunderts, Gotinga, 1952. 6. Véase C. T. Smith, An Historical Geography of Western Europe befare 1800, Londres, 1967; A. Mayhew, Rural Settlement and Farming in Germany, Londres, 1973. 7. W. Abel, Geschichte der deutscben Landwirtschaft vom früben Mittelalier bis zum 19. Jahrhundert, Stuttgart, 1962, p, 200. 8. Hay también sorprendentes similitudes entre los estatutos ingleses y los

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En cuanto al tamaño de los pueblos, generalmente había marcadas diferencias entre los más pequeños, poblados por eslavos, y los de la población alemana, mucho más extensos. En Prusia oriental, los cam­ pesinos prusianos también vivían en pueblos mayores como resul­ tado de la organización señorial, mientras que los hombres libres prusianos preferían pueblos más pequeños. Admitiendo incluso las enormes variantes locales y regionales de Alemania oriental y occiden­ tal, esta última estaba sin duda más densamente poblada debido a que allí se podían llevar a cabo formas más intensivas de cultivo (horti­ cultura y viticultura) y era posible una producción más industrial por la existencia de recursos naturales que no se podían encontrar en las zonas llanas del norte y del este de Alemania. Por supuesto, la prueba decisiva de la solidaridad campesina es la fuerza de su resistencia frente a la influencia y explotación señorial. Los dos ejemplos más conocidos de la acción campesina al este del Elba — el «levantamiento» de los campesinos de Warmian en 1440 y el de los de Samland en 1525— no encajan en la situación «colo­ nial» tal como la concibe el profesor Brenner. A él le parecen excep­ cionales y, por consiguiente, deben ser considerados como desviacio­ nes del modelo general, explicables por la alta densidad de población en ambas regiones y, en Samland, por la persistencia de formas com­ parativamente poderosas de una comunidad campesina prusiana no afectada por la colonización alemana. Esta interpretación necesita algunas observaciones. En primer lugar, el «levantamiento» campe­ sino en W armian9 no fue una revuelta violenta de los campesinos. Al defender los derechos contenidos en las cartas de sus comunidades, varias comunidades del «tipo colonial», bajo el liderazgo de sus Schulz, protestaron contra algunas nuevas formas de explotación económica que había intentado imponer el cabildo de Warmian. Como la disputa no pudo ser solucionada ni por, las partes interesadas ni a través del arbitraje del obispo, fue tratada por la asamblea territorial como un proceso legal. A pesar de diversos intentos de diputados de la asam­ blea territorial para mediar entre las partes, los campesinos no estaban dispuestos a renunciar a sus reclamaciones de restitución de la «ley alemanes, véase W. O. Ault, Open-Fieíd Farming in Medieval En ¿an d, Londres, 1972. 9. V. Rohrich, «Ein Bauernaufruhr im Ermlande, 1440-42», Kónigliche Gymnasium zu Rossel. Bericbt über das Schuljahr Ostern 1893-94 (1894).

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antigua» tal como estaba establecida en sus cartas y finalmente, tras dos años de disputas legales públicas, el obispo arrestó a algunos de ellos. Los campesinos fueron liberados sólo mediante la intervención de los burgueses de la ciudad de Braunsberg, pero se les impuso una fuerte multa y tuvieron que hacer un acto de sumisión pública. Este «levantamiento» ilustra el poder de las comunidades campesinas «co­ loniales», la cohesión entre la comunidad y el Schulz, la relativa segu­ ridad proporcionada por las cartas de la aldea y el'sistema. legal exis­ tente, y la parcial solidaridad de las ciudades con respecto al cam­ pesinado. El segundo caso es el levantamiento de Samland en 1525. El Samland es la parte norte de Prusia oriental,10 y formaba parte: de los territorios del Báltico conquistados por la cruzada de los Caba­ lleros Teutónicos en el siglo xm . Cierto que esta parte de los domi­ nios de los Caballeros Teutónicos estaba en comparación densamente poblada por prusianos y que sólo podían hallarse pueblos alemanes en algunas áreas del bosque. El modelo tradicional prusiano de asen­ tamiento disperso fue modificado en torno a 1400 por una política de asentamientos concentrados. Hacia 1525, el Samland se había convertido en la zona más densamente poblada de Prusia, en parte debido a los esfuerzos realizados para defenderlo de las devastacio­ nes de las guerras y de las tropas mercenarias que mantenían al señor territorial residente en la cercana Konigsberg. Sin embargo, el levan­ tamiento campesino prusiano de 1525 no se puede considerar de ninguna manera como la manifestación del poder de las comunida­ des campesinas prusianas que habían permanecido sustancialmen­ te inmutables con la colonización alemana. Sin embargo, para lograr su objetivo, el profesor Brenner hace referencia a un artículo de Reinhard Wenskus,11 sin tener en cuenta el hecho de que Wenskus trataba fundamentalmente de los hombres libres prusianos, pero no de la mayoría de los campesinos prusianos. Los documentos demues­ tran que todos los sectores del campesinado de esta región multiétnica tomaron parte en el levantamiento: los campesinos alemanes, los campesinos prusianos, y también los hombres libres prusianos que, a la vista de su estatus económico, pueden ser clasificados como cam­ pesinos, aunque socialmente pertenecieran a una «casta» militar pro­ 10. 11.

H, Mortensen, Siedlungsgeographie des Samlandes, Stuttgait, 1923. Véanse supra, pp. 59-60, n. 71.

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movida por los Caballeros Teutónicos. Según muestran los documen­ tos, los líderes provenían de grupos privilegiados de poblaciones ale­ manas y de hombres libres prusianos, que ya habían proporcionado dirigentes a las «pacíficas» protestas legales antes de 1525. En reali­ dad, siguiendo la línea argumental del profesor Brenner, es difícil explicar por qué los campesinos prusianos se unieron al levantamiento y, más aún, por qué parecen haber constituido la parte más importante del ejército campesino. No hay duda de que había unos lazos cultura­ les y sociales fuertes entre los campesinos prusianos, pero éstos habían sido incapaces de conservar o desarrollar instituciones políticas en su comunidad. Debería añadirse que campesinos de otras regiones de la Prusia oriental intentaron unirse al ejército campesino de Sam­ land, pero el rápido establecimiento de una tregua impidió la exten­ sión del levantamiento más allá de Samland y Natangen,12 A pesar de su derrota final, los campesinos no fueron completamente sometidos como para abstenerse de protestar contra la presión señorial. Los do­ cumentos del siglo xvi están repletos de acciones campesinas y el problema campesino llegaba constantemente a la asamblea territorial de los estados regionales para ser debatido.13 El profesor Brenner ha intentado relacionar los diferentes cami­ nos hacia el capitalismo con las divergencias de las relaciones de cla­ se feudales que, como él diría, habían dividido ya la sociedad en Europa del este y del oeste en la Edad Media. Brenner intenta pro­ bar esto comparando la organización campesina (de clase) y los con­ flictos entre señores y campesinos en Alemania occidental y al este del Elba. Sin embargo, como he intentado demostrar, la base fac­ tual de su argumentación no resiste la prueba de un nuevo análisis y, por consiguiente, no garantiza sus conclusiones: no han sido pro­ badas ni divergencias esenciales en la organización campesina ni en la fuerza de la protesta campesina en la Alemania al este y al oeste del Elba durante la Edad Media. La división geopolítica moderna entre la Alemania al este y al oeste del Elba, y más generalmente entre Europa oriental y occidental, no encaja en la Europa medieval. 12, H. Wunder, «Zur Mentalitat aufstándischer Bauern», Geschichte und Geseüschaft, Sonderheft I*. Der deutsche Bauemkrieg, 1524-1526 (1975); H. Wunder, «Det samlandische Bauemaufstand von 1525», en R. Wohlfeil, ed., Der Bauerkrieg, 1524-1526. Bauemkrieg und Reformation, Munich, 1975. 13, N. Ommlei', «Die Landstande im Herzogtum Preussen, 1543-1561», Univ. Bonn, Phil. Diss., 1966,

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Al tratar de explicar el origen de esta división, Brenner apenas toma en consideración el área báltica y su significado cultural y económi­ co en el norte y en el este de Europa durante la Edad Media, un significado que puede compararse con el del Mediterráneo para el sur de Europa. Esto refleja también el hecho de que los historiadores de la Europa central no han tenido mucho éxito al presentar sus conclusiones a sus colegas británicos y franceses. Quizá, como ejem­ plo notable de este fracaso, podría citarse la obra de Wilhelm Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur, a la que el profesor Brenner ni siquiera cita.i4 Es demasiado difícil seguir la argumentación de Brenner a unnivel más general porque, en primer lugar, no considera con la sufi­ ciente profundidad los dos aspectos analíticos de la estructura de cla­ ses que él mismo distingue al comienzo de su artículo, es decir, el «proceso de trabajo» o las «fuerzas sociales de producción» y la «relación de propiedad» o «relación de extracción, de excedente»; y en segundo lugar, porque oscurece la distinción entre «relación de propiedad» (Eigentumsverhaltnisse) y «relación de extracción de exce­ dente» (Ausbeutungsverkdltnisse)«15 Con respecto a las relaciones de «propiedad»,16 en la Baja Edad Media, debemos recordar que los campesinos de toda Alemania habían adquirido gradualmente derechos a largo plazo o incluso hereditarios en el uso de la tierra y que los señores encontraron más provechoso vivir de rentas. Estas relaciones de propiedad permanecieron esencial^ mente inmutables hasta el siglo xix, incluso en extensas zonas al este del Elba.17 Los cambios económicos, sin embargo, afectaron a las relaciones de extracción de excedente y al proceso de trabajo. Si acep­ tamos que el sistema de extracción de excedente en su conjunto estaba 14. W. Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur. Berlín, 1935; Hamburgo y Berlín, 19783 (hay trad. inglesa,- Agricultural Vluctuatiom in Europe from the Thirteenth to the Tioentieth Centuñes, Londres, 1980). 15. Véase supra, p. 23. 16. D e acuerdo con la historia institucional alemana, el término «propie­ dad» (Eigentum) no se puede aplicar a las formas medievales de posesión. 17. Por supuesto, había regiones donde el señorío territorial (Grundherrschafí) no se había introducido — como en algunas reglones que bordean el mar del Norte— y había también regiones donde el señorío territorial estaba abolido casi totalmente en los dominios de la nobleza tras la Guerra de los Treinta Años, como sucedía en Mecklemburgo.

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basado en una coerción extraeconómica, de la misma manera debemos aceptar que algunos cambios en la vida económica influyeron profun­ damente en la relación de extracción de excedente entre señores y campesinos. Por ejemplo, la conmutación de rentas en especie por una renta monetaria fija, que fue significativa para el estatus del campe­ sinado colonial al este del Elba, resultó ventajosa para el campesino porque redujo la parte del excedente destinada al señor (Mehrprociukt). Sin embargo, la devaluación a largo plazo de la renta mone­ taria censitaria redujo los ingresos de los señores y los obligó a bus­ car nuevos métodos de extracción de excedente, Al principio trata­ ron de resarcirse de la pérdida utilizando las prestaciones personales de trabajo de los campesinos y explotando sus propios derechos de banalité. Esto queda ilustrado en el levantamiento campesino de Warmian en 1440-1442. Los campesinos se rebelaron contra los intentos de incrementar los ingresos señoriales mediante la explota­ ción intensiva de bosques y lagos, que para ellos significaba presta­ ciones personales adicionales para transportar miel y madera y pes­ car.18 Fue sólo más tarde, al extenderse los dominios señoriales, cuando también se reforzó el trabajo de los campesinos en el campo. Mientras que la devaluación de las rentas era una característica común en toda Alemania, la «reacción señorial» difería grandemente según las diversas oportunidades que se presentaban a los campesinos y a los señores. Muchos caballeros se empobrecieron, muchos otros se dedicaron al pillaje, algunos sobrevivieron como mercenarios, otros fueron capaces de desarrollar una carrera diplomática, algunos acu­ mularon dominios y «oprimieron» a sus campesinos, y otros se dedi­ caron a trabajar ellos mismos sus tierras (como en Brandemburgo). A la luz del impacto de las exportaciones de grano en la clase acomodada igentry) al este del Elba y la ausencia de incentivos agra­ rios más importantes para la clase de los señores en las 2onas más centrales de Alemania, la afirmación de Brenner de que las estructu­ ras de clase eran «altamente elásticas en relación con el impacto de las fuerzas económicas» 19 debe ser puesta en duda. Ya a mediados del siglo xvn, la forma tradicional de extracción de excedente en mu­ chas partes al este del Elba había pasado de la renta monetaria censitaria (Rentengrundherrscbaft) a prestaciones personales de 18,

19.

V. Rohrich, op. cit., p. II. Véase supra} p. 23.

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trabajo obligatorias en el dominio señorial (Gutsherrschaft). Así pues, los campesinos perdieron el control de sus recursos económi­ cos junto a su independencia económica. Tuvieron que acomodar su fuerza de trabajo, su ganado y su equipo técnico a las exigencias deí sistema de económía señorial (Gutsherrschaft) existente al este del Elba. La economía campesina quedó reducida a una variable de la economía señorial y la economía urbana se contrajo porque el cam­ pesino y el señor no utilizaron, o no pudieron utilizar, el mercado local. Mientras que la servidumbre (Erbuntertamgkeít), que había sido introducida recientemente en estos territorios, debe ser entendi­ da como una innovación radical en la relación entre campesinos y señores, la forma de servidumbre (Leibeigenscbaft) que había sido establecida tiempo atrás en muchos territorios al oeste y al suroeste de Alemania no afectó en general al proceso de trabajo, sino que fue utilizada como un medio para extraer una renta adicional en dinero o en especie. Como pueden haber demostrado estas breves notas, el problema fundamental es que Brenner no aplica de manera consistente sus cri­ terios analíticos de estructura de clase a los diferentes casos que desea comparar. Esto también sucede con su concepto de «poder». Es pro­ bablemente la concepción marxista de la «lucha de clases» (Klassenkampf) como fuerza conductora principal del progreso social lo que indujo al profesor Brenner a restringir «poder» a poder de clase, ya sea el poder de los campesinos o el de los señores como clase, mien­ tras que el poder político —interrelacionado y entretejido como puede ocurrir con la clase de los señores— no se puede concebir como uña entidad diferenciada. En todas las partes donde se menciona al Esta­ do, que es el representante más prominente del poder político cen­ tral, éste es recordado sólo como el instrumento de la clase gober­ nante o como un competidor «de clase» de los señores para extraer el excedente de los campesinos.20 Contrastar estas dos clases puede ser útil para definir las diferentes etapas de la evolución social (Gesellschaftsformationen), pero no nos ayuda mucho en el análisis del proceso histórico. Porque, de hecho, el interés común de los señores y del Estado en la explotación del campesinado generaba dife­ rentes actitudes hacia él: al Estado le interesaba conservar la clase campesina como su fundamento económico y militar, mientras que 20.

Véanse supra, pp. 52 y 73-74.

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los señores se interesaban sólo por una adecuada fuerza de trabajo que les asegurara el mayor beneficio posible. Además, el Estado no confiaba totalmente en el excedente de los campesinos ya que podía disponer de recursos adicionales como minas y derechos arancelarios. El equilibrio del poder de clase, por consiguiente, dependía también de la debilidad o fortalecimiento del poder político central, es decir, la relativa fuerza de los señores como poder local y del Estado como poder político central. En el contexto europeo occidental, el profesor Brenner considera los «mini-absolutismos» de la Alemania occidental como el ejemplo «prototípico» del Estado'que se desarrolla como un «extractor de excedente de clase» utilizando el instrumento de Bauernscbutz (la protección del campesinado por el Estado).21 Sin em­ bargo, apenas toca este asunto cuando se trata del desarrollo del poder de la clase campesina en Europa y su «ejemplo comparativo clave del este versus oeste en la región alemana del Elba», aunque es precisamente la experiencia prusiana la que demuestra la relevan­ cia del poder político en las relaciones de extracción de excedente y es precisamente el ejemplo de los monarcas absolutistas prusianos el mejor conocido por su política de Bauernscbutz, Pero el concepto de poder de clase tiene que ser también aplicado teniendo en cuenta a los campesinos. La organización de clase del campesinado medieval estaba enraizada en las instituciones comuna­ les de la comunidad competentes para ejercitar la «autoridad pública» en la aldea y en su territorio. Las comunidades campesinas participa­ ron en el sistema de poder «legitimado» y formaron parte y elemento de la vida política medieval.22 Esto Índica que el modelo medieval de distribución del poder difería esencialmente del modelo moderno. Cualquier intento de explicar el surgimiento del poder de clase de los Junkers al este del Elba tiene que considerar, por tanto, una serie de cambios en el equilibrio entre los poderes centrales y locales, tanto como el declive de la posición política, económica y social del cam­ pesinado.

21. 22.

Véanse supra, pp. 73-74. H. Wunder, Die bauerliche Gemeinde in Deutscbland, Gotinga, 1985.

Emmanuel Le Roy Ladurie

5.

UNA RÉPLICA AL PROFESOR BRENNER

Desearía hacer un breve comentario al artículo del profesor Bren­ ner siguiendo, quizá demasiado de cerca, el hilo conductor de su argumentación que aun siendo muy inteligente y estando bien infor­ mado, en ocasiones no es sólo superficial sino extremadamente estre­ cho de miras. Por mi parte, prefiero hablar de un modelo «neomalthusiano» y no simplemente «malthusiano». Hay que tener en cuenta que, desde Malthus, han aparecido muchos nuevos elementos com­ plicando tanto la postura factual como la intelectual. Aquí están, pues, mis consideraciones numeradas de uno a trece. 1. A pesar de lo que sugiere Brenner en la primera página de su artículo con un juicio completamente erróneo/ el modelo neomalthusiano no convierte en absoluto la estructura de clases en una abstracción. Al contrario, la incorpora de una manera muy simple, haciendo todos los esfuerzos por presentar a los grupos sociales con­ cretos (propietarios, simples arrendatarios, trabajadores del campo y otros similares) más allá y por encima de categorías económicas abs­ tractas (renta de la tierra, beneficios de administración, salarios). Por lo que se refiere a esta conexión puede verse mi Paysans de Langue­ doc? y pido disculpas por citar mi propia obra pero el profesor Bren­ ner me obliga a ello. 2. Brenner critica tanto la obra de Postan como la mía, pero 1. Véase supra, pp. 21-22. 2. E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedoc, 2 vols., SEVPEN, París, 1966; otra ed., Flammaríon, París, 1969.

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deja de mencionar —y esto es curioso tratándose de un erudito con un impresionante conocimiento de las fuentes— la extensa investi­ gación sobre la historia rural europea, y en particular la alemana, llevaba a cabo por Wilhelm Abel.3 Las conclusiones de Abel confir­ man plenamente la dirección neomalthusiana de la obra de Postan y de la mía. 3. El profesor Brenner habla de «clase de los que extraen el excedente o clase dominante».4 Es sorprendente que un profesor tan distinguido adopte una asimilación tan simplista entre poder (político) y valor del excedente (económico). ¿Habría*arriesgado el mismo Engels, a pesar de su falta de matices, una ecuación tan elemental? Difí­ cilmente me atrevería a pensarlo. 4. El modelo neomalthusiano y neorricardiano, esbozado por Habakkuk en 19585 y seguido por Postan y por mí, postula, en efecto, la existencia de un sistema homeostático o ecosistema dotado de un mecanismo incorporado de autocorrección.6 Este modelo pre­ senta mediante fluctuaciones seculares las principales interrelaciones que ponen en juego población, producción, renta de la tierra, precios agrícolas e industriales, salarios reales, propiedad de la tierra (frag­ mentada o concentrada en mayor o menor grado), etcétera. Ahora bien, este modelo ha sido muy recientemente verificado en todos sus aspectos por Guy Bois en su magistral y monumental estudio sobre Normandía del siglo xiv al xvi.7 El hecho de que Guy Bois se consí3. W. Abel, Die Wüstungen des ausgehenden Mittelalters, Stuttgart, 19552; W. Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur in Mitteleuropa vom IX bis zum 19. Jahrhundert, Berlín, 1935, Hamburgo, 1966a; Hamburgo y Berlín, 19783, (Trad. ing., Agricultural Fluctuations in Europe from the Thirteenth to the Twentieth Centuries, Londres, 1980.) 4. Véase supra, p, 23. 5. H. L. Habakkuk, «The Economic History of Modern Britain», Jl. Eco». Hist., X V III (1958). 6. M. M. Postan, Essays on Medieval Agriculture and General Froblems of the Medieval Economy, Cambridge, 1973 (trad. cast., Ensayos sobre agri­ cultura y problemas generales de la economía medieval, Siglo X X I, Madrid, 1981). M. M, Postan, The Medieval Economy and Society: An Economic His­ tory of Britain in the M iddle Ages, Londres, 1972 (trad. francesa, M. M. Pos­ tan, Ch, Híll, Histoire économique et sociale de la Grande-Bretagne, I: Des origines au X V IF siécle, Seuíl, París, 1977); E. Le Roy Ladurie, «L’histoire immobile», Aúnales ESC, X X IX (1974), reimpreso en E, Le Roy Ladurie, Le territoire de Vhistorien, 2 vols., París, 1973-1978, II, pp. 7-34. 7. Guy Boís, Crise du féodalisme, París, 1976.

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dere matxista no hace sino robustecer mi propio argumento. Yo mis­ mo he explicado mis puntos de vista sobre esta cuestión con cierto detalle en un largo artículo en la revista Am ales.8 Sin embargo, no niego que este modelo homeostático contenga también cierta tendencia unilineal hacia el capitalismo agrario, y esto constituye un punto de discusión y de acuerdo entre Guy Bois, el profesor Brenner y yo. 5. Pienso, y en este punto difiero de Postan, que la idea de un descenso de la fertilidad del suelo, aunque no absurda, no es en absoluto indispensable para la concepción y el funcionamiento multisecular de un modelo neomalthusiano. 6. Junto a los factores propia y tradicionalmente malthusianos (depauperación del campesinado y de las masas por la expansión de­ mográfica en el marco de un espacio cultivable limitado), creo que la historia debe conceder un mayor espacio a los factores específicamente epidémicos o, podríamos decir, «biológicos», con el fin de explicar situaciones de «bloqueo» neomalthusiano en los siglos xiv o xvn. He explicado mis opiniones al respecto en varios artículos.9 Por otro lado, Brenner subestima en gran manera los factores epidémicos (pla­ gas y otros semejantes) cuando intenta explicar la crisis de los si­ glos xiv y xv esencialmente en términos de explotación señorial.10 Esta causalidad estrictamente epidémica es, en realidad, la conside­ ración específica que justifica mi preferencia por el término «neomalthusianismo», más adecuado que las viejas denominaciones « m altu ­ sianismo» o «malthusiano» que utiliza Brenner al caracterizar mi posición.11 7. Yo he aplicado el término «movimiento en dos fases» sola­ mente a los siglos xvi y xvn y no, como parece dar a entender el profesor Brenner,32 a todo el período 1050-1800. En lo que concierne a este largo período, prefiero hablar en términos de una cronología de dos grandes ciclos agrarios, cada uno con su flujo y reflujo: 11001450 para el primer ciclo, y 1450-1720 para el segundo. 8. E. Le Roy Ladurie, «En Haute-Normandie: Malthus ou Marx?», Afína­ les ESC, X X X III (1978). 9. E. Le Roy Ladurie, «L’unification mícrobienne du monde», Revue suisse d ’histoire, X X III (1973), reimpreso en E. Le Roy Ladurie, Le territoire de I’historien, vol. II; E. Le Roy Ladurie, «L’hístoíre ímmobíle». 10. Véase supra, pp. 52-53. 11. Véase supra, p. 26. 12. Véase supra, p. 26.

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8. La intensificación de las prestaciones personales de trabajo en la Inglaterra del siglo x m , como piensa Postan, quizá se deba parcialmente a la desfavorable posición en que se encontraba la fuer­ za del trabajo local frente a los señores y grandes propietarios, posi­ ción motivada por la fuerte presión demográfica y el crecimiento regis­ trado en este período en el campo inglés (y francés). El aumento de las prestaciones personales de trabajo quizá fue también causado por factores institucionales y de poder político, como cree el profesor Brenner, pero no me corresponde a mí analizar aquí estos factores. En este período, la región que rodea a París era más «moderna» que Inglaterra (en el siglo xvn, por supuesto, el liderazgo habría pasado al norte del Canal y constituiría durante estos dos períodos, el medie­ val y el moderno, el elemento de la tendencia unilateral mencionada anteriormente). Siendo esto así, el efecto económico de la fuerte pre­ sión demográfica en los alrededores de París durante el siglo x m no se tradujo en una mayor incidencia de la servidumbre, que en reali­ dad disminuyó, sino de hecho, de modo perfectamente ricardiano y malthusiano, en un aumento muy preciso de la renta de la tierra.13 9. El profesor Brenner se equivoca con respecto a Bordelais, Sologne y Cataluña. En estas tres regiones, la despoblación de los siglos xiv y xv se vio acompañada, tras una interrupción, por el debilitamiento de los «malos usos», las prestaciones personales de trabajo y los censos en especie: tres tipos de imposición que pesa­ ban sobre los campesinos de diversas maneras. Algunas veces, una revuelta campesina favorecía estos comportamientos. Pero esto tam­ bién se produjo, entre otras razones, por una relación de fuerzas favo­ rable al campesino por la despoblación y que convertía a éste en res­ ponsable de la disminuida oferta de mano de obra. Por supuesto, no digo esto para minimizar en modo alguno la importancia de ios facto­ res puramente culturales, institucionales y sociales que culminaron frecuentemente en la extinción de la servidumbre en la Europa prerenacentista y renacentista. 10.. La teoría que acabo de esbozar es regional en el más amplio sentido de la palabra: Europa occidental. Además, al diseñar mi modelo ni he tenido en cuenta los problemas relacionados con los restos de servidumbre que quedaban en Francia en los primeros tiem­ 13. Véase en este sentido el interesante artículo de G. Fourquin, «Les debuts du íermage», Éludes rurales, pp. 22-24 (1966).

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pos de ía Edad Moderna, por ejemplo en Borgofía y en el Franco Con­ dado. Por lo tanto, es bastante insustancial establecer un argumento contra mi teoría a propósito de la «segunda servidumbre» en Europa oriental, como hace el profesor Brenner. Esta «segunda servidumbre» tuvo lugar en un contexto demográfico e institucional completamente diferente a l que yo he analizado para la Francia de los siglos XV al xvm . Si fuera absolutamente necesario establecer una comparación entre el este y el oeste, la «segunda servidumbre» me sugeriría más bien el aumento del colonato (una especie de «primera servidumbre») en la Galia del bajo Imperio romano y en el período de las invasiones (del siglo m al siglo v). 11. Estoy enteramente de acuerdo con el profesor Brenner en que Inglaterra escapó del ciclo infernal de desventuras malthusianas de tipo agrario a partir del siglo XVII en adelante: en cualquier caso, Inglaterra estuvo durante siglos menos densamente poblada que Fran­ cia y, desde este punto de vista, en una posición menos incómoda que las regiones al sur del Canal. Francia misma comenzaría a escapar de la inñexibilidad del gran ciclo neomalthusiano de tipo agrario en el curso del siglo xvm , aproximadamente después de 1720, es decir, ligeramente antes de lo que piensa el profesor Brenner. Y escaparía mucho más claramente en el curso del siglo xix: sobre este punto concreto estoy de acuerdo con Brenner, a pesar de la desconsideración que manifiesta hacia las actividades económicas y especialmente agrí­ colas de Francia durante este período.14 12. El profesor Brenner tiene una especie de visión agustiniana, calvinista o jansenista de la historia. Cree que para que nazca y se desarrolle la «modernidad», el campesino ha de estar abrumado, expropiado por la acción de los señores que se convierten así en agentes del triunfo capitalista, que la comunidad campesina se tiene que desintegrar, y así sucesivamente. Pero ésta es sólo una de las posi­ bles vías hacia la «modernización». Brenner infravalora completa­ mente el notable potencial de la economía familiar campesina descrita por Chayanov, Thorner y otros.15 Su función fue particularmente im14. Para tina apreciación más objetiva, véase Richard Roehl, «French IndustríalÍ2ation»J Explorations in Economic History, X III (1976), pp. 233-281. 15. A. V. Chayanov, Organizatsiya kresl'ymskogo khozyatstva, Moscú, 1925 (trad. cast., La organización de la unidad económica campesina, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1974); D. Thorner, «Peasant Economy as a 9 . — BRENNER

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portante en Holanda y en Bélgica, donde contribuyó con eficacia ál aprovisionamiento de una población obrera nacida del nuevo capita­ lismo industrial, y también fue bastante estimable en varias regiones de la Francia del norte y del sur, en Italia del norte, en Japón e incluso en Cataluña que en tantos aspectos se asemeja al Languedoc del siglo xvm . Es a Cataluña a la que el profesor Brenner, quizá por no haber apreciado todas las implicaciones del trabajo de Pierre Vilar,16 asimila (y yo no alcanzo a ver el porqué) a sus queridos modelos capitalistas ingleses, los únicos que él considera válidos para que una nación pueda desarrollarse. 13. Sin embargo, el profesor Brenner tiene razón al pensar que el capitalismo agrario en el sentido estricto del término muy a menu­ do tiene su origen en los grandes dominios señoriales, con tal de que se dieran también otra serie de circunstancias favorables. Pero esta «favorable» evolución del señorío al capitalismo no afecta sólo a Inglaterra. También se puede encontrar con formas ligeramente dife­ rentes en las grandes y relativamente modernas propiedades de la región de París e incluso en la Picardía de los siglos xvir y xvm ; áreas que han sido estudiadas tanto por los fisiócratas como, en años recientes, por Jacquart, Venard, Postel-Vinay y otros.17 Pero no me gustaría terminar con una nota puramente crítica. Como otros, yo también he encontrado el artículo del profesor Bren­ ner estimulante y provocativo. Sin embargo, espero haber esbozado algunas de las razones por las que no puedo aceptar su exposición ni en términos generales ni en varios de sus aspectos particulares.

Category in Economic History», en Teodor Shanin, ed., Peasants and Peasant Societies: Selected Readings, Harmondsworth, 1971, pp. 202-218. 16, P. Vilar, La Catalogue dans l’Espagne moderne. 17. J. Jacquart, La em e rurale en íle-de-Franee, 1550-1670, París, 1974; M. Venard, Bourgeoís et paysans au X V II‘ siécle, París, 1957; G. Postel-Vinay, La rente fonciére dans le capitalisme agricole, París, 1974.

Guy Bois

6.

CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA

El artículo de Robert Brenner tiene un doble mérito: en primer lugar, ataca enérgicamente el modelo malthusiano y, en segundo lugar, destaca el papel decisivo de la lucha de clases en la evolución eco­ nómica de larga duración, especialmente en la fase preindustrial de la historia europea. En estos dos puntos podría apoyar a mí distinguido colega, aunque no estoy de acuerdo con su razonamiento y discrepo totalmente de su orientación metodológica. Comenzaremos señalando los puntos en los que estamos de acuer­ do. Como él, lamento el hecho de que el modelo malthusiano se haya convertido en el único ortodoxo.1 Basándose en la reputación de los historiadores que lo defienden, este modelo está aprisionando nuestra historiografía. La mayoría de los investigadores de la época medieval y moderna, implícita o explícitamente, extraen su inspiración de él y ni siquiera sienten la necesidad de justificarlo. Si, por casualidad; se ofrece un análisis diferente que cuestione esta ortodoxia, inmediata­ mente se hacen los esfuerzos necesarios para reintegrar al intruso en la concepción malthusiana. De esta manera ha sido posible presentar mi Crise du féodalisme2 como una ilustración y confirmación del traL Por modelo malthusiano (o neomalthusiano) entiendo, en términos generales, cualquier modelo en que los determinantes fundamentales son, en última instancia, de orden demográfico. Naturalmente, sería aconsejable preci­ sar esta definición de tal forma que se tuvieran en cuenta las posiciones dife­ renciadas de W. Abel, M. M. Postan y E. Le Roy Ladurie, pero éste no es mi objetivo en estos momentos. 2. Guy Bois, Crise du féodalisme, París, 1976.

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bajo de Postan y de Le Roy Ladurie.3 Y en este caso concreto, el intento de «salvación» reside simplemente en el hecho de que obser­ vé en Normandía movimientos seculares de la población, producción, precios y salarios que, a su vez, son muy parecidos a aquellos obser­ vados en Inglaterra, Languedoc y Alemania. Un segundo punto de acuerdo entre nosotros radica en la impor­ tancia concedida a las relaciones sociales en la evolución de la Europa medieval y moderna. Es aquí, de hecho, donde se encuentra el punto débil del análisis malthusiano. No es que Postan y Le Roy Ladurie quieran convertir la dimensión social en una abstracción como deduce el profesor Brenner. De hecho, su trabajo abunda, entre otros temas, en discusiones sobre patrimonios, ingresos e impuestos de los diversos grupos sociales, y desarrolla además un papel pionero en este sector de la investigación. Pero en los modelos que ellos han establecido, ' las consideraciones sociales y políticas están en última instancia subor­ dinadas al elemento demográfico, al que le asignan un papel determi­ nante. El «ecosistema» de Le Roy Ladurie4 se basa en la idea de un equilibrio estable entre población y recursos, un equilibrio que se mantiene por un control «homeostático» que implica una gran per­ sistencia e inercia de las relaciones sociales.3 Con aparente exactitud puede responder de la alternancia de períodos de prosperidad y perío­ dos de depresión, pero es totalmente inadecuado para la comprensión de la génesis del capitalismo dentro de las antiguas estructuras. Cons­ ciente de la dificultad, no le queda más remedio a Le Roy Ladurie que asignar a su «ecosistema» un movimiento de «desplazamiento» hacia el- capitalismo agrario, sin una mayor especificación de este misterioso fenómeno. La fórmula está probablemente bien escogida, pero la explicación no tiene la suficiente consistencia. Para resumir, Brenner tiene razón en pensar que el determinismo 3. Véase la reseña de E. Le Roy Ladurie sobre mi Crise du féodalisme en Le Monde, 11 de marzo de 1977: este libro «tiene el espíritu de Postan y de W. Abel, pioneros de nuestra historia agraria. Y también tiene el espíritu de los viejos maestros que formaron el pensamiento de Postan y de A b e l... Me estoy refiriendo a Ricardo y a Malthus», 4. Véase E. Le Roy Ladurie, «L’histoire immobile», 'Am ales ESC, X X IX (1974), pp. 673-692. 5. «Con respecto a la política o a la lucha de clases — escribe Le Roy Ladurie—, el momento de su poder aún está por ven ir... En su perspectiva final, el sistema abarca su propio destino; el efecto del conflicto es puramente superficial», ibid.> p. 689.

CONTRA LA ORTODOXIA NEOMALTHUSIANA

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demográfico tiende a oscurecer el papel de las relaciones de clase y yo personalmente, en este punto concreto, me situó de su parte. Las cosas resultan menos sencillas a medida que abandonamos el aspecto crítico de este artículo y nos adentramos en las propuestas contenidas en él. Sin embarcarnos aquí en el análisis total de la con­ figuración de una teoría de la transición al capitalismo, podemos tomar como ejemplo uno de sus principales temas: la comparación entre el despegue capitalista en Inglaterra frente a una relativa inercia del caso francés. Brenner nos dice que es un problema de diferente equi­ librio de fuerzas entre clases. En la Francia del siglo xvi, los. campe­ sinos están demasiado sólidamente enraizados en la tierra como para ser expulsados de ella. De modo opuesto, los campesinos del: otro lado del Canal se muestran incapaces de resistir la presión señorial. De aquí que, en Inglaterra, el movimiento de expropiación favorezca” la aparición de las relaciones capitalistas en el campo que, a su vez, creará las condiciones para un proceso de industrialización. Por el momento, podemos pasar por alto el hecho, no muy claro en este análisis, de por qué un surgimiento similar del capitalismo agrario (aunque de diferente intensidad) apareció casi al mismo tiem­ po en toda la Europa occidental.6 Pero también es cierto que la hipótesis aportada por Brenner merece la más seria consideración. Lo que pude observar en Normandía concuerda enteramente con su análisis: desde 1520-1530 se pueden ver los comienzos de una ten-'" dencía hacia la expulsión de los arrendatarios (un débil eco del movi­ miento de enclosure inglés), que al final encontraría una feroz resis­ tencia por parte del campesinado y cuyo complejo desarrollo' habría que seguirlo durante todo el período de las guerras de religión. Se trata de la misma lucha de clases que tuvo lugar en Inglaterra, pero 6. Es detto que Brenner nos dice que el declive de la servidumbre y del trabajo obligatorio creó una situación nueva, pero esto es inaceptable. La tesis sobre la que se apoya, desafortunadamente defendida por los clásicos deí marxismo, es desmentida por toda la investigación reciente. Las bases económi­ cas del sistema son, en realidad, las diferentes formas de tenencia que pagan renta dentro del marco del señorío. Y cuando este sistema se desintegró en el norte de Francia en el siglo xiv , la servidumbre ya hacía tiempo que había cesado de jugar un papel destacado. Al buscar el origen de la ruptura, sería mucho más aconsejable, en mi opinión, que el profesor Brenner tomara en consideración la caída de los ingresos señoriales^ que llevaron a la clase dirí-' gente a buscar nuevas soluciones.

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el resultado es diferente porque los campesinos en Francia demostra­ ron tener mucha fuerza.7 Por desgracia, el análisis de Brenner se debi­ lita a partir de este punto. Habiendo puesto al principio la hipótesis de una desigualdad en la relación de las fuerzas sociales en Francia y en Inglaterra, debe entonces buscar una explicación satisfactoria a este fenómeno. ¿Qué es lo que sugiere? En primer lugar, un origen social (la larga historia de luchas de las comunidades campesinas en el continente); en segundo lugar, uno político (la conexión entre la fuerza de la clase campesina y el desarrollo del Estado absolutista en Francia). Naturalmente, no se puede negar la sealidad y la importan­ cia de estos dos fenómenos. No hay duda de que el papel del Estado monárquico poniendo obstáculos al desarrollo de la sociedad francesa desde finales de la Edad Media fue, de hecho, considerable. Pero ¿por qué privilegiarlo de esta forma?,8 ¿por qué considerarlo aisla­ do?, y ¿en virtud de qué específica predisposición habrían luchado mejor los campesinos franceses que los ingleses?, ¿por qué se desarro­ lló el absolutismo en Francia y no en Inglaterra? Para ser honrado, Brenner sugiere una respuesta que, como mucho, debe ser conside­ rada como parcial. La precisión que caracteriza el resto de su artículo muestra aquí extraños signos de debilidad. Habiendo comenzado con exigencias hiperteóricas (la síntesis del avance capitalista a escala continental) acaba con conclusiones que caen en el empirismo y en el positivismo (un hecho político aislado da respuesta a los destinos contrarios de dos sociedades). ¿Se trata simplemente de un paso en falso? Yo más bien lo veo como el inevitable resultado de un erró­ neo e incompleto planteamiento epistemológico. E l pensamiento de Brenner gira siempre alrededor de un único movimiento: la genera­ lización teórica precede inevitablemente a la constatación directa de las fuentes históricas materiales.9 Su punto de partida es el principio 7. De cualquier modo, yo suscribo de buen grado — sin tener espacio para justificarla— la tesis de Brenner por la cual la transformación fundamen­ tal de la transición del feudalismo al capitalismo tuvo lugar en el mundo rural. Ésta es ciertamente una de las claves del «misterio» de la transición, aunque iio se puede percibir fácilmente cuando uno se obsesiona con las manifesta­ ciones comerciales e industríales del naciente capitalismo.

8. En su forma extrema, tenemos aquí el mismo defecto de método por el que los historiadores malthusianos pueden ser criticados cuando ellos intro­ ducen subrepticiamente la primacía del factor demográfico. ?, A forliori cuando uno utiliza material recogido por otros.

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fundamental del materialismo histórico: el papel conductor de la lucha de clases. Y él intenta verificarlo mediante la abstracción reduc­ cionista confrontándolo con los datos empíricos disponibles. Esto es característico de un sistema de pensamiento cerrado, donde la ideolo­ gía triunfa sobre el racionalismo científico. Los diversos mecanismos por los que la lucha de clases es dominante en el proceso histórico son tan complejos e imprededbíes que es muy raro que un plantea­ miento tan unilateral conducta a otra cosa qüe no* sea elucubraciones ideológicas. En el presente caso, lo que resulta es una impresionante superestructura, atractiva a primera vista en virtud de su propio valor e incluso aceptable en ciertas de sus características generales (y pre­ cisamente ¡pqrque son generales), pero extremadamente frágil tan pronto como uno empieza a indagar cuáles son sus fundamentos. Esto no es una mera cuestión de detalle. Para mostrar las concre­ tas repercusiones de nuestra discrepancia metodológica, debemos vol­ ver al problema anterior -—la comparación de las sociedades francesa e inglesa— basándonos en un planteamiento paralelo al de Brenner.10 Este planteamiento no me conduce a una visión tan global como la suya, pero al menos me permite, creo yo, establecer unos nuevos fundamentos indispensables para la construcción de cualquier modelo global. Resumiré aquí las principales propuestas de una investigación que, partiendo del ejemplo de Normandía, se basa en el funcionamien­ to del feudalismo como un sistema socioeconómico o un modo de producción. En primer lugar, en el sistema feudal, la tasa de extracción de la ienta agraria señorial muestra una tendencia descendente que origina una contradicción estructural entre la pequeña producción y la gran propiedad. Cuando la expansión económica alcanza su fin >—hacía mi­ tad del siglo xiii— , la caída de la tasa de extracción no se compen­ sa con la aparición de nuevas tendencias por lo que la renta señó­ lo. Al formular esta hipótesis he asumido los dos siguientes principios: primero, «la preeminencia del método histórico mediante una investigación lo más detallada posible de los hechos económicos y mediante la confrontación permanente de las hipótesis teóricas parciales con la realidad, esto con el fin de evitar cualquier riesgo de especulación»; segundo, «el mantenimiento de la dirección de la investigación hacía su objetivo último: la comprensión global de un sistema socioeconómico; porque cuando uno se desvia de este objetivo, por poco que sea, el deslizamiento hacia el empirismo no tarda en Ilegal’». Guy Bois, Crise du féodalisme, pp. 18-19.

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rial, a su vez, tiende también a disminuir. La crisis del sistema feudal está en estrecha relación con este fenómeno: la clase dominante no consigue mantener la base económica de su hegemonía. Esto tiene lugar en una situación de confrontaciones políticas y sociales cuyo resultado es, por una parte, el fortalecimiento de un campesinado medio y, por otra, la hipertrofia de la maquiBaria del Estado (absolu­ tismo real). La consecuencia es una profunda reordenación de las_ relaciones de producción caracterizada por la adición a la extracción señorial directa de una extracción centralizada y organizada por la administración real en beneficio prácticamente exclusivo de la clase señorial.11 En segundo lugar, hay movimientqs_seculares, específicQS^de la economía feudal, que producen la alternancia de un crecimiento eco­ nómico (o demográfico) y un estancamiento o recesión y que son tam­ bién originados por la estructura del feudalismo (hegemonía de la pequeña producción y carácter extensivo del crecimiento). A estos movimientos van unidos otros fenómenos económicos y sociales: el aumento de los precios agrícolas y la relativa caída de los industriales, de los salarios y de la productividad durante los movimientos de crecimiento y viceversa. Esto es indispensable para comprender los"1 orígenes del capitalismo agrario porque todo movimiento de creci­ miento crea las condiciones económicas más favorables tanto para el aumento de las dimensiones de las unidades de producción como para una mayor utilización de la fuerza de trabajo asalariada, al mismo tiempo que aumenta el empobrecimiento de los jornaleros. En pocas palabras, existe una dinámica original de larga duración, una dinámica que lleva dentro de sí, en cada una de las fases de crecimiento, un movimiento de acumulación de la tierra que abre el camino a unas nuevas relaciones de producción, como en el paso del siglo x i i al xm y del siglo xv al xvm . En tercer lugar, la primera mitad del siglo xvi se caracteriza por un súbito auge del capitalismo agrario en Europa occiden­ tal: es el período en. que la clase señorial, que durante siglos había 11. A este respecto, no es posible aceptar el término «extractor indepen­ díente de excedente» que el profesor Brenner utiliza para describir al Estado monárquico (véase supra, p. 73). El Estado sigue siendo básicamente el instruí mentó del feudalismo, incluso cuando el uso al que se dedicó realmente este instrumento sirvió a la larga para debilitar el feudalismo compitiendo con la extracción señorial directa.

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hecho grandes esfuerzos por vincular el campesinado a sus posesiones, decidió aumentar el dominio a expensas de las tenencias campesinas y recurrir al reclutamiento de trabajo asalariado. ¿Por qué? Porque el nivel de las diversas rentas recaudadas de estas; tenencias era muy bajo; la tendencia de larga duración a la que nos referíamos anterior­ mente había alcanzado su punto crítico. El resultado fue el fuerte incremento de la acumulación de la propiedad de la tierra, un fenó­ meno que tuvo lugar con el inicio del Renacimiento. Estas tres propuestas, que no se derivan de un esquema preesta­ blecido, sino de una estricta observación de los hechos, constituyen en mi opinión las bases en las que se puede sustentar una hipótesis —y digo deliberadamente una hipótesis— sobre la divergente evolu­ ción de Francia e Inglaterra. La hipótesis es la siguiente: la raíz de la divergencia son las desigualdades en el ámbito de la producción feudal, y no tal o cual factor político o social. A finales del siglo xm , el norte de Francia era la región donde-el feudalismo estaba más avanzado. Por la densidad de su población, el volumen de su producción agrícola y su posición en el comercio inter­ nacional, influyó sobre el resto de la Europa occidental en la forma en que cualquier economía dominante lo hace. Pero, sobre todo, el siste­ ma feudal se muestra allí — donde tuvo sus orígenes-— en su forma más pura y avanzada, la pequeña producción se había establecido irre­ sistiblemente a expensas de los dominios señoriales y la erosión de las exacciones señoriales fue mucho más marcada: declive o desaparición del trabajo obligatorio, debilitamiento del valor real de las rentas fijas en dinero, etcétera. En el mismo período, Inglaterra mostraba un evidente retraso a este respecto. En Inglaterra, donde el feudalis­ mo había llegado más tardíamente y fue parcialmente importado, exis­ tían numerosos arcaísmos: un papel más importante del trabajo obli­ gatorio y de la economía señorial, una más reciente y débil afirmación de los derechos de los arrendatarios y, finalmente, un retraso en el nivel de crecimiento. En estas circunstancias, se puede considerar que, a grandes líneas, la crisis del feudalismo tiene su epicentro en el reino de Francia, aun­ que tenga también características europeas.- Fue allí donde el «blo­ queo» al crecimiento y la recesión de las rentas señoriales adquirieron sus formas más agudas. Convulsionado hasta sus mismos cimientos, el sistema tuvo que generar los remedios necesarios para su supervi­ vencia, y al frente de éstos figuraban el impuesto real y el desarrollo

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de esas instituciones monárquicas y principescas que garantizaban tanto el funcionamiento de la recaudación fiscal como el mantenimien­ to del tambaleante orden social. En Inglaterra, al contrarío, los efec­ tos de la crisis fueron menos graves, y ello por dos razones: en pri­ mer lugar, porque como resultado de su relativo retraso, la economía inglesa había alcanzado su techo de crecimiento menos brutalmente que la francesa; y en segundo lugar, porque la nobleza inglesa pudo, al menos temporalmente, resolver algunas de sus propias dificultades a costa de su homologa francesa12 mediante las convulsiones produ­ cidas por la guerra de los Cien Años que sim ó para debilitar e inclu­ so agotar el reino de Francia. Probablemente, los orígenes de la divergencia en el desarrollo de estas dos sociedades pueden ser aclarados a partir de este punto. Francia, una vez pasada la tormenta y haber efectuado la reestructu­ ración de su feudalismo (es decir, a mitad del siglo xv), se lanzó mediante el tradicional mecanismo de la economía feudal a una fase de nuevo crecimiento —o más bien, recuperación— que llevaba den­ tro de ella una expansión del capitalismo agrario, como ha sido dicho anteriormente. Además, gracias a la influencia que continuaba ejer­ ciendo sobre la economía europea,13 estímulo desarrollos hacia el capi­ talismo en regiones más allá de sus propias fronteras. Pero Francia, al buscar la expansión de nuevas relaciones capitalistas, había ido dema­ siado lejos en la lógica del feudalismo como para poder alcanzar, den­ tro de estos límites, ese punto óptimo a partir del cual la tendencia hacia el capitalismo resulta irreversible: los campesinos resistieron aquí la expropiación mejor que en cualquier otra parte porque los tenentes comenzaban ya a aparecer, como propietarios — una conse­ cuencia, en última instancia, de la caída a largo plazo de la tasa de extracción— , y los señores, que habían conseguido alguna forma de salvación en el servicio al Estado, estaban menos inclinados a explorar nuevas vías económicas. Con todo, la sociedad francesa cayó víctima de su propio nivel de desarrollo. En gran parte, a causa de haber llevado el liderazgo en la formación del feudalismo europeo y haber sido la primera en alcanzar el tope del crecimiento, 12, 13. cereales cambios

Lo que empeoró consecuentemente la crisis francesa. Nótese, por ejemplo, la significativa fluctuación del precio de los durante los siglos xv y xvi en Europa que refleja directamente los en el nivel de la población.

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su propia reestructuración fue obstaculizada. S in . embargo, quedó a la larga como principal fuerza motriz de una evolución capitalista cuyos efectos se desarrollaron más en las regiones periféricas que en sí misma. Por el contrario, Inglaterra era la mejor situada para sacar ventaja de estos desarrollos. Suficientemente cerca de las sociedades feudales más avanzadas como para tener un alto nivel de recursos técnicos a su disposición, estaba también lo suficientemente subdesarrollada como para escapar a las consecuencias de la fosilización de las relaciones sociales que Había provocado la reorganización feudal. La persistente crisis en los ingresos de,los señores, ejemplificada durante la guerra de las Dos Rosas, forzó a la nobleza a buscar nuevas soluciones eco­ nómicas a sus dificultades, tendencia estimulada por la situación eco­ nómica general europea, Y esta nobleza se encontró frente a un cam­ pesinado cuyos derechos estaban bastante bien establecidos como para frenar un retorno a la servidumbre, pero no lo suficientemente como para mantener el control sobre la tierra cuando se enfrentaban a la presión señorial. En otras palabras, el relativo retraso de su evo­ lución social, comparado con el de Francia, constituyó su razón de éxito en la transición del feudalismo al capitalismo. Como puede observarse fácilmente, la hipótesis aquí adelantada difiere de la del profesor Brenner en dos puntos importantes. En primer lugar, el nacimiento del capitalismo es considerado aquí como un producto del funcionamiento del sistema feudal en sus mecanismos socioeconómicos generales y debe ser analizado no en el marco de una específica investigación aislada, sino más bien a escala del desarrollo europeo del feudalismo como un todo, es decir, teniendo en cuenta los distintos elementos que están indisolublemente unidos.14 En se­ gundo lugar, la idea de la desigualdad de desarrollo dentro de este todo parece ser fundamental. Las variaciones tanto en el tiempo como en el grado de madurez del sistema feudal de un lugar compa­ rado con otro es posible que jueguen un papel determinante y cier­ tamente muy complejo en los ritmos que afectan a la génesis y desarrollo de las estructuras capitalistas.15 Además, éste es también 14. Por esta razón, el método comparativo del profesor Brenner no me parece muy convincentes acaba reteniendo únicamente los elementos internos de diferenciación en una sociedad particular, a costa de algunas relaciones exter­ nas como las que pueden existir entre sociedades vecinas. 15, Naturalmente, el mismo razonamiento podría aplicarse a la Europa

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un fenómeno que se encuentra, mutatis mutandis, en la evolución de las sociedades capitalistas contemporáneas. Finalmente, quedan por extraer unas cuantas conclusiones sobre la importancia y significado de las divergencias de análisis que nos separan al profesor Brenner y a mí. Podría ser tentador el minimi­ zarlas destacando los múltiples puntos en los que estamos de acuerdo y donde nuestros análisis coinciden, e incluso defender la idea de que las dos hipótesis, aunque parten de distintos métodos, se complemen­ tan una a la otra. Sin embargo, esto sería una respuesta falsa. Es mucho más consecuente resaltar las diferencias y estudiar detenida­ mente sus bases teóricas. Nuestras diferencias metodológicas son, en efecto, dos aplicaciones diferentes de la teoría del materialismo his­ tórico. El marxismo del profesor Brenner es un «marxismo político» como reacción a la ola de tendencias economicistas de la historiografía contemporánea. Ya que el papel de la lucha de clases es subestimado en gran parte, él lo introduce en grandes dosis en la explicación his­ tórica. No cuestiono los motivos que subyacen a esta reacción, sino más bien el carácter sumario y la forma puramente ideológica con que se expone. Esto lleva consigo una gran visión voluntarista de la historia en la que la lucha de clases está separada de todas las demás contingencias objetivas y, en primer lugar, de aquellas leyes de desa­ rrollo que pueden ser peculiares a un modo específico de producción. ¿Podría responder alguien de la naturaleza del desarrollo del capita­ lismo en los siglos xix y xx medíante la referencia exclusiva a los factores sociales, sin hacer referencia a la ley de la acumulación capi­ talista y a su principal instrumento, es decir, el mecanismo de la plus­ valía? De hecho, el resultado del planteamiento de Brenner es despojar de toda sustancia real al concepto básico del materialismo histórico, es decir, al modo de producción. A este respecto, es significativo que el concepto de feudalismo esté totalmente ausente en su artículo. Ca­ racterizar la sociedad «preindüstríal» únicamente por referencia a la servidumbre es al mismo tiempo limitado e impreciso. ¿Cuáles son los modos de producción característicos del feudalismo? ¿Existe una del este, donde k mucho más tardía aparición y consolidación del sistema feudal explica la vulnerabilidad particular del campesinado.

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economía política peculiar de este sistema? ¿Es necesario o posible investigar las leyes de su desarrollo? El planteamiento del profesor Brenner no tiene conexión, ni siquiera superficial, con ninguna de estas cuestiones. No es menos significativo el que Brenner silencie la obra del his­ toriador polaco Witold Kula que fue el primero en analizar el sistema feudal desde un punto de vista teórico y que logró^ abrir una amplia brecha en las posiciones del empirismo y del dogmatismo.16 Mientras persistan actitudes como la del profesor Brenner, es decir, mientras siga habiendo un rechazo a considerar el modo de producción feudal como un objetivo de investigación válido en sí mismo y a reconocer que las formas en que funciona permanecen enteramente incomprendidas, será imposible la penetración en el misterio de los orígenes del-capitalismo y se producirá una tediosa oscilación del empirismo a la especulación. El error de esta clase de «marxismo político» reside no sólo en el olvido del concepto más operativo del materialismo histórico (el modo de producción), sino también en su abandono del campo de las rea­ lidades económicas para provecho de la escuela malthusiana. No es suficiente con llevar a cabo una crítica teórica de la posición neomalthusiana o culpar a sus representantes por subestimar el otro nivel de análisis. Para ser convincente y decisiva, la crítica debe atacar el mis­ mo centro de la interpretación malthusiana y separar con absoluta precisión los elementos válidos y los no válidos. La fuerza total del modelo malthusiano reside en el hecho de que está confirmado am­ pliamente por una investigación detallada: la importancia del factor demográfico, la sucesión de las tendencias de larga duración, la exis­ tencia de límites del crecimiento, etcétera. ¿Por qué extraña perver­ sión del marxismo es posible rehusar la utilización y consideración de datos útiles, bajo el absurdo pretexto de que sobre ellos descansa otra construcción teórica? Tomemos el ejemplo del factor demográfi­ co. Es verdad que una tendencia hacía el deterninismo, con claros signos ideológicos, ha caracterizado muchos trabajos históricos. No obstante, también es verdad que la demografía es esencial para la comprensión de una sociedad feudal en su conjunto por razones que 16. Sobre todo en su Théorie économique du systéme féodaí, París-La Haya, Mouton, 1970 (trad. cast.,; Teoría económica del sistema feudal, Si­ glo X X I, Madrid, 1974).

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están implícitas en la misma naturaleza del modo de producción feu­ dal, es decir, porque la pequeña producción familiar es la unidad económica básica y porque la «reproducción» tiene lugar a escala según un proceso económico-demográfico. Postan o Le Roy Ladurie no deberían ser criticados por dar tanta importancia al factor demo­ gráfico. Por el contrario, deberían ser criticados por dejar la explica­ ción a medias y por no integrar el factor demográfico en ese conjunto omnicomprensivo que es el sistema socioeconómico. Lo mismo podría decirse respecto a las tendencias seculares. Los historiadores malthusianos han citado como evidencia una serie de correlaciones: precios, población, producto, etcétera. En mi opinión, su error está en no haber profundizado convenientemente esta temá­ tica con vistas a comprender el movimiento de otra variable que, cual­ quiera que sea el sistema socioeconómico, impregna profundamente las formas de crecimiento, esto es, la productividad del trabajo. Tam­ bién aquí, podría verse que un movimiento específico de la producti­ vidad del trabajo, que disminuye en las fases de crecimiento económi­ co y viceversa, corresponde necesariamente a las características es­ tructurales del feudalismo (hegemonía del pequeño productor familiar sobre la base de una técnica estancada), y que este movimiento es capaz de clarificar el de las otras variables: precios, salarios, etc. De este modo, mediante la clarificación progresiva de los meca­ nismos de la economía feudal y siguiendo un proceso de creciente abstracción y generalización, puede lograrse una visión global del sis­ tema. Y sólo de este modo podremos llegar finalmente a comprender mediante qué sutiles mecanismos la lucha de clases juega un papel determinante en el desarrollo de las sociedades feudales. En otras palabras, para evitar el excesivo énfasis sobre los aspec­ tos económicos, es necesario paradójicamente no darles menos impor­ tancia, sino más. El recurso a la explicación política no resuelve nada; al contrario, facilita que el determinismo económico o demo­ gráfico acapare el campo de estudio sin el debate debido. Un comentario más: el planteamiento que presento como alter­ nativa al del profesor Brenner me lleva a integrar algunos elementos del análisis malthusiano, tales como el concepto de la relación población-recursos.17 Esto puede hacer que las diversas líneas de demar­ 17. trabajo.

Enlazando con la tendencia a la disminución de la productividad del

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cación entre la interpretación malthusiana y la marxista sean más difíciles de establecer. Y puede incluso que, cuando la intención de polemizar es desmesurada, caiga sobre mí la acusación de neomalthu­ siano. Pero esto, sin embargo, no tiene demasiada importancia, por­ que más tarde o más temprano acabará admitiéndose que la integra­ ción de estos elementos en un modelo global, despojado de todo determinismo demográfico, les priva de su anterior peso-ideológico. De modo sucinto, éstas son algunas observaciones que me sugiere el artículo de Brenner. Su gran virtud es haber reavivado la discusión y haber cuestionado un gran número de ideas preestablecidas. Al hacer esto, ha motivado una respuesta franca. Por ello, he tratado de mos­ trar que, por encima de los pocos puntos en los que estamos de acuer­ do, existe un abismo metodológico que nos separa. Pero el problema excede con mucho el tema que trata su artículo y afecta a la natu­ raleza misma del materialismo histórico.

R. H. Hilton

7.

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La idea de que el sistema social de Europa occidental en la Baja Edad Media estaba experimentando una crisis ya fue planteada por Marc Bloch en Les caracteres originaux de Vhistoire rurale frangaise (1931).1 Desde 1949, cuando Edouard Perroy escribió «Les crisis du xive siécle» publicado en Armales? se consolidó la utilidad del concepto como medio para explicar una etapa en la historia de ese sistema. Pero las interpretaciones varían de forma considerable; para algunos la crisis era consecuencia de un mal ajuste de los factores de producción. Para Wilhelm Abel (1935) el elemento más funda­ mental fue un descenso demográfico, seguido de una crisis agrícola caracterizada por el bajo precio del grano.3 Esta opinión, o sus varian­ tes, se ha convertido en la ortodoxia predominante contra la que se han alzado ciertas críticas, siendo la de Brenner la más reciente.4 Otros historiadores y economistas, sin discutir la importancia de los aspectos demográficos, monetarios o de otro tipo defendidos por Perroy, Postan y otros, consideraban que la crisis abarcaba la totali­ 1. Bloch, Les caracteres originaux de Vhistoire rurale frangaise> Oslo, 1931; el capítulo 3 se titula: «La seigneurie jusqu’á la críse des XIVa et XV* siécles». 2. E. Perroy, «A rorigine d ’une économie contractée: les crises du XIVa siecle», Annales E.S.C., iv (1949). 3. W, Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur, Berlín, 1935; Hamburgo y Berlín, 1978a). 4. Mi artículo no es una respuesta específica a los argumentos de Robert Brenner ni a sus críticos. D e todas formas me gustaría aclarar que, aunque estoy de acuerdo con la tesis de Brenner sobre la función determinante de las relaciones sociales en la evolución de la sociedad feudal, considero que existen muchos otros aspectos que Brenner no ha tenido en cuenta.

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dad del sistema socioeconómico. Esta era ante todo una opinión marxista, ya esbozada por Maurice Dobb en Studies in the Development of Capitalismo Y que fue analizada detenidamente en la revista ame­ ricana Science and Society, llegando a conocerse como el debate sobre La transición del feudalismo al capitalismo.6 El último artículo desde un punto de vista marxista es Crise du féodalisme de Guy Bois, un profundo estudio sobre temas teóricos basado en la investigación empírica detallada.7 El concepto de una crisis general de un sistema social no era en absoluto ajeno a la experiencia de los historiadores desde el año 1930 en adelante. Muchos creían, temían o esperaban que las diver­ sas crisis políticas, económicas y sociales formaran parte de una única crisis de la que la sociedad capitalista no se repondría. La versión era algo apocalíptica y en esto coincidía en algunos aspectos con el pensamiento de la Baja Edad Media. Sin embargo, como ahora sabe­ mos, los sistemas sociales que están sólidamente establecidos, tienen un considerable poder de supervivencia gracias a su capacidad de adaptación. Las crisis son, por definición, momentos críticos en la historia de los organismos tanto sociales como naturales; el organis­ mo puede morir, también puede sobrevivir más o menos intacto o puede sobrevivir tras sufrir los cambios necesarios que le permitan enfrentarse a las circunstancias cambiantes. Después de la primera crisis de los siglos xiv y xv, el feudalismo tuvo una larga y proble­ mática historia en la que aparecen varias fechas clave: 1640, 1789, 1917, Ahora bien, si la primera crisis del sistema social no implicó la desaparición de éste, no hay razón alguna que impida suponer que la crisis no tuvo lugar. Si vamos a discutir de forma inteligente la crisis, o las crisis, de un sistema social, ante todo debemos saber de lo que estamos hablan­ do no sólo en el sentido de poseer los datos empíricos sino en el sen­ tido de estar de acuerdo con la definición del sistema. No me refiero simplemente a una descripción de sus líneas concretas en un mo­ mento dado, sino a una definición de su estructura fundamental. Habiendo definido la estructura debemos establecer cuál es su díná5. M. Dobb, Stadtes in the Development of Capitalism. 6. El debate de Science and Society fue publicado de nuevo bajo el título de The Tramition from Feudalism to Capitalism, Londres, 1976. (Trad. cast,, La transición del feudalismo al capitalismo, Barcelona, 1977.) 7. G. Bois, Crise du féodalisme, París, 1976.

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mica interna, si la hay; digo «si la hay» porque, como es bien sabido, algunos historiadores creen que el feudalismo medieval era un sistema estancado que requería estímulos externos .para ir evolucionando hacia el capitalismo. Debo añadir que si se logra establecer la dinámica interna, quizá se pueda establecer cómo este dinamismo se destruye.8 El análisis de la estructura del feudalismo debe empezar con el análisis de la base agraria. Por importante que fuera en un momento determinado el grado de urbanización de la Europa medieval, la gran mayoría de la población, del 80 al 90 por 100, se dedicaba a la agri­ cultura (en mayor proporción) o a la ganadería. En nuestro análisis de la estructura debemos buscar por lo tanto la unidad de producción en la agricultura, o mejor aún, en el sector económico de la agricul­ tura mixta, ya que, en el nivel alcanzado en la Edad Media, la pro­ ducción agrícola hubiera sido imposible sin un cierto número de animales. Es en la base agraria donde debemos buscar el elemento fundamental de la estructura del modo de producción feudal que determina su buen estado, crecimiento y decadencia. La base de la economía rural a lo largo de toda la Edad Media era la tenencia campesina. Su tamaño fluctuaba considerablemente según la proporción entre tierra y trabajo que predominaba, según las características geográficas, según el nivel tecnológico y según las características de la familia que constituía la fuerza de trabajo; aun­ que muchos de estos problemas son todavía un inagotable tema de debate, sobre todo en lo que se refiere a la estructura familiar. Tam­ bién se da el caso de que la mayoría de veces existe una considerable desigualdad en el tamaño de las posesiones familiares. El núcleo básico de la familia de campesinos, aquellos con tierra suficiente, utillaje y trabajo para mantener a la familia y sus ayudantes, capaz de reproducir su economía y pagar la renta, usualmente tenía por encima de ellos a unas pocas familias más prósperas, propietarios libres, allodiarii y similares. Un dato todavía más importante es que, por debajo, había un número fíuctuante de pequeños poseedores que se veían inevitablemente separados de la masa principal de campesi­ nos productores cuando los nacimientos superaban las defunciones y

8. El siguiente análisis se basa en una indicación hecha por Kohachiro Takahashi en The Tmnútion from Feuddism to Capttalism, pp. 72-73, pero también ha sido inspirado por el estudio de Bois, Crise du féodalisme.

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,

el excedente de población no era absorbido por las ocupaciones indus­ triales, urbanas o por la guerra,9 No es necesario insistir en que el producto de esta economía campesina, o más bien aquella parte del producto que la unidad doméstica campesina no podía conservar en su tenencia (ya fuera en trabajo, especies o dinero), era lo que proporcionaba el soporte nece­ sario a toda la superestructura social y política, de nobles, clérigos, ciudades y Estado. En consecuencia, esta superestructura dependía en primer lugar de la relación, en todo momento, entre la economía doméstica campesina y la naturaleza. Ésta era una relación inestable. En un determinado momento el amplio excedente generado por la economía campesina tuvo mucho que ver con determinadas mejoras técnicas, especialmente entre los siglos x y x m . Pero en conjunto, la tecnología no mantenía el ritmo de crecimiento de la población. Incluso con un crecimiento de la población del 0,5 por 100 por año bajo condiciones de estancamiento o de bajo rendimiento tecnológico, la única solución posible dentro de los límites de la economía domés­ tica campesina era la expansión de las tenencias hacia las, hasta entonces, tierras sin cultivar. Esto tuvo como resultado una dismi­ nución del tamaño medio de las principales tenencias familiares, un aumento en el número de pequeñas tenencias y, seguramente, una disminución general de la productividad laboral. A simple vista, y dadas las grandes áreas forestales que existían en la mayoría de países europeos cuando el aumento de población alcanzó las cotas más altas, no se entiende el porqué la expansión de la economía campesina tuvo que deteriorar las condiciones de vida de los campesinos; pero desde luego la economía campesina no se desarrolló en un vacío social. Las restricciones institucionales (como por ejemplo la ley fores­ tal) tuvieron un efecto decisivo sobre el crecimiento espontáneo de esta economía. Más adelante, la falta de desarrollo técnico que hubie­ ra podido mejorar los rendimientos fue también determinada social­ mente.10 9. Véase R. H. Hilton, «Reasons for Inequalides among Medieval Peasants», Jl Peasant Studies, V (1978). 10. R. H. Hilton, «Rent and Capital Formation ín Feudal Society», en Second International Conference o} Economic History, Aix-en-Provence, 1962, 2 vols., París, 1965, II, reimpreso en The English Peasantry in the Later Mid­ dle Ages, Oxford, 1975; M. M, Postan, «Investment ín Medieval Agricultura», Jl Econ. Hist., xxxvií (1967).

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¿Acaso la tendencia funesta de la economía doméstica campesina a entrar en un ciclo autodestructivo de expansión demográfica y em­ pobrecimiento puede darnos la respuesta a nuestro problema históri­ co? Algunos historiadores así lo han considerado, y, en efecto, no podemos pasar por alto este rasgo de la historia económica campesina. Pero si vamos a analizar no una «economía campesina» independiente (que probablemente nunca existió) sino la economía feudal de la Edad Media, debemos considerar otros elementos de la estructura social. Después de todo, la economía doméstica campesina era imper­ fecta; la tenencia individual y su fuerza d e‘trabajo familiar nunca formaron una unidad económicamente autosuficiente. Además de que tenían que adquirir varios productos como la sal, objetos de metal, etcétera, también su misma existencia dependía de ciertos recursos naturales y humanos que provenían de más allá de los límites de su tenencia; los prados, los pastos, la leña y la turba para el combus­ tible y las construcciones, la piedra de las canteras y las pesqueras no eran normalmente propiedades individuales. La ayuda mutua entre vecinos raramente suponía el arar conjuntamente, pero el trabajo fami­ liar se complementaba tomando un criado fijo a jornada completa que procedía generalmente de otras familias, sin mencionar el trabajo suplementario por horas en períodos difíciles, especialmente durante la siega y la recolección. El acceso a estos recursos suplementarios se organizaba por mediación de otro elemento de la estructura, situado a un nivel superior del de la familia individual, denominado la comunidaddel pueblo. Xas comunidades rurales variaban en el espectro de sus activida­ des colectivas y en el control de los recursos ya mencionados. Los núcleos rurales basados en el cultivo de tierras comunales, dada su firme integración, tenían una más amplia gama de poderes y respon­ sabilidades colectivas que las pequeñas aldeas o los centros ganaderos dispersos, pero incluso en los niveles menos organizados debía coor­ dinarse de algún modo el acceso colectivo a aquellos recursos que no eran de propiedad individual. Además, cuando se consideran las rela­ ciones entre el campesinado, por una parte, y otras clases sociales, por otra (sin mencionar instituciones como el Estado y la Iglesia), era normalmente el pueblo y sus representantes comunales locales (usual­ mente los cabezas de familia más poderosos), en vez de los campesi­ nos a nivel individual, quienes se enfrentaban con los poderes ex­ ternos.

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Cuando consideramos que, en fecha tan temprana como el siglo xi, la economía doméstica campesina. fue reconocida por el obispo de Laon como aquella sin la que «un hombre no puede vivir libre [es decir, noblemente]»,11 o que, en fecha'tan tardía como el siglo xv, fue definida por un poeta anónimo como aquella que «mantiene el mundo»,12 queda claro que una parte necesaria de la explicación de la dinámica del feudalismo radica en ella. Por otra parte, dada la ten­ dencia de la economía doméstica campesina a reproducirse en exceso en relación a los recursos disponibles, tenemos también una explica­ ción necesaria de la debilidad de la economía feudal. En el nivel más alto de la estructura, es evidente que la sólida articulación de las comunidades campesinas por las élites locales, o, por .el contrario, la disgregación de estas comunidades, son rasgos necesarios en nuestro análisis de los más amplios aspectos de este orden social de base campesina. No obstante hay que señalar que la economía, doméstica individual y la unidad socioeconómica representada por la comunidad del pueblo no son específicas del feudalismo. Se encuentran formando parte de otras formaciones sociales, más antiguas y más recientes que el feudalismo, Y aunque son elementos necesarios para una descrip­ ción de la dinámica del feudalismo, no son por sí mismas suficientes. Para proporcionar una explicación adecuada sobre el modo de pro­ ducción feudal, debemos analizar un nuevo elemento de la estructura socioeconómica; el señorío, en una de sus manifestaciones llamada feudo (feodum), de donde procede el término «feudalismo». El seño­ río es el rasgo más específico del feudalismo. En su seno abarca las distintas individualidades de las unidades domésticas familares y el más alto nivel de la organización campesina que es la comunidad del pueblo; asimismo es en el señorío donde las dos clases principales dé, la sociedad feudal se encuentran para la transferencia del exce­ dente (o mejor dicho de la parte no retenible del producto de la tenencia) y su conversión en la renta del señor. A pesar de la limitada competencia de la administración feudal y de los problemas de comu­ nicación, el señorío tuvo incluso un elemento de regularidad en su conformación aunque sufriera una gran fragmentación y reconstitu11, El texto de Adalbero de Laon, Carmen ad Robertum regem, ha sido publicado en francés en IJan mil, G. Duby, ed., París, 1967, pp. 71-75. 12. «God Spede de Ploug», W. W. Skeat, ed. (Early Eng. Text. Soc., oíd ser., xxx, Londres, 1867, p. 69.

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cíón de sus elementos. Incluso las grandes propiedades de los reyes y magnates tendían a ser agregaciones de señoríos más pequeños. La transferencia del trabajo excedente, o de los frutos del trabajo excedente, de los campesinos al señor tomaba diversas formas según la época y el lugar: podía consistir en trabajar de forma continuada durante todo el año en el señorío o trabajar ocasionalmente en la siega y la recolección, de forma análoga a la ayuda mutua entre cam­ pesinos. Las rentas podían también pagarse en especies, algunas veces como una supervivencia de antiguas formas tributarias, a veces como una parte de la cosecha de la tenencia. Podían también pagarse en dinero, que tenía la ventaja para el señor de que el campesino era el encargado de comercializar el producto, pero tenía la desventaja de que el dinero, como otras rentas, al estipularse una cantidad fija ten­ día a devaluarse al subir los precios. Los señores también recibían rentas en trabajo, especies y dinero provinientes de los derechos de dominio, tales como las tasas de curia y los derechos de monopolio de ciertos servicios esenciales (molino, panadería, lagar) a veces cono­ cidos como bandités. Fuera cual fuera la forma de la transferencia de la renta, estaba legitimada y garantizada por la jurisdicción, que era la principal expresión del poder en la sociedad feudal, más incluso que la fuerza armada aunque ésta siempre suponía una amenaza constante. Una forma adicional de legitimar la transferencia de la renta era, desde luego, la servidumbre, que puede generar una ambigüedad muy comprensible.13 La auténtica servidumbre jurídica, en la que el siervo éstaba totalmente privado de libertad a los ojos de la ley, era sólo el polo extremo de la dependencia campesina a una clase dominante de terratenientes. En el otro extremo estaba la tenencia del campesino libre o alodial. Entre ambos polos había una serie con­ siderable de deberes que reflejaban el grado de dependencia, el más importante de los cuales pretendía limitar la capacidad personal de desplazarse, restringir el libre traspaso de la tierra o del producto, y controlar la herencia, La gran variedad de formas específicas de depen­ dencia refleja y también determina el gran número,de historias distin­ 13. No podemos pasar por alto los textos de Marc Bloch sobre la servi­ dumbre, a pesar de haber sido muy criticados: M. Bloch, Mélanges historiques, 2 vols,, París, 1963, I,. 4.a parte. Véase también G. Duby, Rural Economy and Couníry Life in the Medieval W est, Londres, 1968, libro 3, cap. 1,3.

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tas que van a componer la historia general cíe la sociedad feudal. Pero la variedad de la experiencia no debería cegarnos: ante ciertas contra­ dicciones generales de esa sociedad. . La contradicción más sorprendente del feudalismo no fue comple­ tamente entendida por los contemporáneos aunque sí fue tenuamente vislumbrada por algunos escritores que no simpatizaban en absoluto con el campesinado. En sitios tan distantes entreoí como Normandía e Italia encontramos expresadas opiniones similares. Wace, el escri­ tor anglonormando del siglo x ii , au to r:de una historia en verso de los duques de Normandía, pone en boca de los campesinos sublevados las siguientes palabras; «Juramentémonos para defendernos, defender nuestros bienes y permanecer unidos. Sí ellos [los señores feudales] nos hacen la guerra, seremos treinta o cuarenta campesinos por cada caballero».14 El escritor italiano Tamassia dice sobre los campesinos: «Unidos pueden confundir a Carlomagno. Cuando están aislados no valen lo que otros tantos, pollos».15 Estos señores con sus secuaces armados y su jurisdicción privada o pública de largo alcance no podían ejercer un control completo ni siquiera sobre los siervos. En concreto, su capacidad para dirigir la economía agraria estaba en fran­ ca desventaja frente a su poder militar y político. Esto se debía esencialmente a la gran distancia que había entre los señores y el proceso productivo; esta distancia no era sólo imputable al contraste entre la inmensa escala de la propiedad feudal y la pequeña escala de la unidad de producción familiar, sino que también podía aplicarse tanto a los pequeños señores de un úníco pueblo como a los magnates poseedores de cientos. También se debía a que, en general, la inter­ vención efectiva del señor o de sus funcionarios en la economía de la tenencia campesina era muy limitada. Es cierto que el señor podía perjudicar la economía de la tenencia campesina al exigir las rentas y las prestaciones. También podía controlar (aunque nunca tanto como esperaba) los desplazamientos de la población dependiente. Pero no podía determinar el rendimiento laboral ni tampoco otros recursos de la economía de la tenencia; aunque tampoco se produjeron mu­ chos intentos de ejercer el control ni incluso cuando la tenencia enfi14. Wace, «Román de Ron», citado por L. DeKsle en Études sur la condition de la classe agricole et Védat de l’agriculture en Normandie au Moyen Age, Evreux, 1851, pp. 123-124. 15. Citado en G. Salvemini, Magnati e popolari in Firenze d d 1280 al 1295, Florencia, 1899, p. 215.

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téutica comenzó a desmoronarse a finales de la Edad Media, medíante la inclusión de ciertas condiciones en los contratos que especificaran un buen rendimiento agrícola. Había otro factor que distanciaba al señor de los campesinos, además de esta aparente impenetrabilidad de la economía: como se indicaba anteriormente, entre el señor y la tenencia familiar campe­ sina se alzaba la comunidad del pueblo. En la práctica, ésta estaba representada por los notables del pueblo, la élite de los labradores acomodados, sin cuya cooperación el señorío era incontrolable ya que el señor no sólo necesitaba poder coercitivo "sino que también necesi­ taba intermediarios. Ahora bien, hemos leído numerosos textos sobre burocracia estatal de administradores, alguaciles y similares, pero en realidad la •administración de las comunidades rurales no estaba en manos de estos representantes del señor. Las curias señoriales esta­ ban en gran parte en manos de los campesinos acomodados, quienes promulgaban las leyes, dictaban sentencias, formulaban los reglamen­ tos de las comunidades, excluían a los extranjeros y, en términos generales, mantenían las líneas esenciales de comunicación entre la administración del Estado, o del mismo señor, y la comunidad de familias campesinas. Hay qué subrayar que el elemento de la economía agraria sobre el que el señor parecía tener pleno control, es decir, el señorío, estaba también inserto en las prácticas consuetudinarias de la comunidad campesina. Aunque hubiera un grupo de jornaleros profesionales, libres o siervos, tales como aradores, carreteros, pastores, lecheras y similares, los recursos importantes de trabajo del señorío provenían directamente de la economía de la unidad doméstica! los aradores y grupos de aradores, los segadores, los cosechadores, los herreros e incluso los albañiles. El señorío estaba, por lo tanto, sometido al mismo ritmo de trabajo que la tenencia campesina o mucho peor, ya que las prestaciones laborales se desempeñaban de mala gana. En todo caso, el señorío era probablemente un elemento menor de la economía agraria medieval; su importancia es hasta cierto punto una ilusión documental ya que los mejores documentos sobre este período proceden generalmente de las grandes propiedades, mientras que gran­ des extensiones rurales, al no estar relacionadas con la economía del señorío por estar controladas por los campesinos, apenas están docu­ mentadas. Tenemos por lo tanto una clase terrateniente cuya supervivencia

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dependía de la transferencia del excedente de trabajo y del producto del excedente de trabajo de una clase, potencialmente independiente de ella, sobre la que ejercía poder político, militar y jurisdiccional, pero respecto de la- que no cumplía ninguna función empresarial. No debe sorprendernos la fuerte posición política de la clase dirigen­ te si tenemos en cuenta una serie de factores como por ejemplo la dispersión de las comunidades rurales y lo poeo dadas que eran a desplazarse (en comparación a los séquitos de los nobles que podían ser fácilmente movilizados), la obligatoriedad de la rutina agrícola, el rígido control de las costumbres y las poderosas influencias ideológi­ cas ejercidas por sacerdotes, monjes y frailes para aceptar la legitima­ ción del orden social. Sir, embargo, debido a que los ingresos seño ríales dependían directamente de la productividad y la explotación de la economía campesina, cualquier cambio que se producía en la base de la estructura social repercutía en los estratos superiores, lo que también se debía a que la propiedad feudal era por naturaleza pasiva en vez de activa. No sólo el sector agrario sufría tales repercusiones. La aristocra­ cia terrateniente, tanto laica como eclesiástica, constituía siempre el principal mercado para una serie de productos, principalmente sun- ( tuarios, que formaban parte del comercio internacional: las especias, las frutas y sedas que eran importadas del Mediterráneo oriental hacia el oeste; las costosas telas de lujo que producían los Países Bajos y las industrias de Italia central; los vinos del Mediterráneo, Bur­ deos, las tierras del Rin, Borgoña y la cuenca de París; las pieles de Europa oriental. El comercio internacional, desde luego, traficaba también con mercancías de gran volumen como grano y madera pero su demanda era principalmente urbana y dependía, en última instan­ cia, del éxito del comercio de lujo internacional; también la demanda de armamentos y la demanda para la construcción procedían princi­ palmente de la aristocracia. El comercio internacional estaba en gran parte dirigido por las élites comerciales capitalistas de las ciudades, ya que en ellas existía un considerable sector urbano de servicios que apoyaba sus actividades y necesidades de consumo. El Estado y las formaciones de tipo estatal existían gracias a los recursos obtenidos a través de los impuestos directos (principalmente de los productores rurales) o de los impuestos indirectos, que variaban según el volu­ men del comercio. En otras palabras, los sectores urbanos y comer­ ciales de la economía dependían de forma directa y en gran parte del

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poder adquisitivo de una aristocracia cuya renta provenía' más o me­ nos directamente de la producción campesina. Estas contradicciones dé la sociedad feudal son la base de la crisis de los siglos xiv y xv. Es casi seguro que, dadas las pruebas de que disponemos, hacía el final del siglo x m la productividad per cápita de la agricultura estaba estacionaria o en descenso. Esto no fue sim­ plemente una consecuencia del crecimiento de la población que, al presionar sobre las tierras que estaban institucionalmente restringidas, provocó, una reducción del tamaño medio de^la tenencia familiar de subsistencia, la proliferación de pequeñas tenencias y de trabajadores sin tierras y una reducción en la proporción entre ganadería y agri­ cultura. Fue también el resultado del apremio de los terratenientes para percibir la renta, las sanciones jurisdiccionales, los derechos de defunción y los derechos de registro, y de la presión del Estado sobre la fiscalidad y el control de los suministros, alimentarios; estas pre­ siones fueron aumentando durante el siglo x m y sustrajeron todo el excedente monetario, lo que impidió hasta la más elemental inversión. Aunque tampoco los propietarios actuaron como los paladines de la mejora agrícola de los señoríos; a pesar de demostrar cierto interés en la administración racional de sus posesiones, la utilización de la renta aristocrática para sufragar la guerra y para gastos suntuarios tuvo como resultado una pobre reinversión en la propiedad por lo que los rendimientos fueron bajos o se mantuvieron estacionarios.16 Esta interpretación pesimista de las tendencias del sector agrario de la economía a finales del siglo x m no es incontrovertible. Pero en lo que concierne a la renta señorial, podemos considerar otro factor aunque sea más de origen social que económico: la resistencia cam­ pesina a dejarse explotar. Las luchas de las comunidades campesinas para retener el máximo producto posible en sus tenencias y conseguir el mayor acceso posible a los bosques comunales, pastos y pesqueras, comenzaron muchos siglos atrás. Pero es casi indiscutible que en el siglo x m , y en especial en su segunda mitad, esta lucha se había intensificado y no con mala fortuna. Tanto los objetivos inmediatos por conseguir como los resultados obtenidos tuvieron una distribución geográfica desigual. En el norte y noreste de Francia se consiguieron formar comunidades rurales de autogobierno. En el este de Francia y en Alemania occidental, la publicación de los rapports de droits y 16.

Véase supra} p. 147, n. 10.

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del Wefctümer consiguió que las rentas y las prestaciones se estabi­ lizaran, lo que a largo plazo favoreció más a los arrendatarios que a los señores. En Inglaterra, los resultados no fueron tan notables. Los conflictos sobre los arriendos y las prestaciones entre los señores y los enfiteutas plantearon una cuestión mucho más amplia: Ja condición libre frente a la servil. Pero estos conflictos eran bastante frecuentes e incluso donde los demandantes no conseguían la ^condición de libre, o bien probar los privilegios del antiguo señorío, se tendía también en general a la estabilización de las prestaciones personales y de las exacciones arbitrarias tales como las tallas.17 El conflicto sobre la renta feudal debe entenderse en el marco de una sociedad en la que la producción de mercado estaba bien desarrollada, una sociedad en donde había un amplio intercambio de mercancías simples, pero en donde el mayor volumen del produc­ to, siempre en grano, se consumía en el seno de la economía familiar. En términos cuantitativos, la economía de la familia campesina rete­ nía la mayor parte del grano (y del ganado) para su propio consumo impidiendo de este modo su comercialización. Pero debe recordarse que la economía familiar de los señores retenía también grandes can­ tidades del producto del señorío, aunque de acuerdo con las conve­ niencias, grandes cantidades podían comprarse o venderse. La obliga­ ción del productor campesino de pagar rentas en dinero, sanciones e impuestos y las pruebas que tenemos sobre acumulaciones ocasionales en metálico por los campesinos ricos, dan a entender qué parte del producto se ponía a la venta. Sin embargo, no debemos imaginar que estos agricultores eran capitalistas a pequeña escala. Quedaba muy poco dinero después de pagar los derechos, y además la inversión laboral y en materiales provenía en gran parte de la economía familiar.' Sin embargo, la parte transferida de la producción campesina que se convertía en la renta de los terratenientes (incluida la Iglesia) y del Estado se pagaba en gran parte en dinero. De forma similar la transferencia del esfuerzo del campesino en cultivar el señorío, como ya hemos citado, se pagaba en gran medida en dinero. Ahora- bien,, hay buenas razones para suponer que la renta en dinero de muchos señoríos estaba estabilizada o en descenso en las primeras décadas del siglo xiv, ya fuera a causa de una crisis en los beneficios del señorío 17. He intentado resumir estos conflictos y sus resultados positivos én mi Bond Men Made Free.

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o debido a la dificultad de mantener los niveles de renta o quizás a ambas cosas a .la vez. A pesar de las variaciones, éste parece ser el patrón general en gran parte de Inglaterra así como en algunas partes de Francia como Normandía, la cuenca de París y la parte norte. Aunque esta renta señorial estabilizada o en disminución tenía que soportar el peso de las demandas crecientes, lo que era ineludible ya que era consecuencia de las tendencias intrínsecas de la sociedad feu­ dal contemporánea.18 Aunque resulta difícil realizar una cuantificación, como en todas las distribuciones de población medievales, parece probable que du­ rante este siglo se produjera un aumento' en el sector de la población que no se dedicaba a la producción de alimentos. En primer lugar, este aumento afectaría a la población urbana, no sólo a los grupos estable­ cidos de mercaderes al por mayor, los detallistas y los artesanos, sino a la masa de jornaleros no cualificados y a una proporción de gentes desposeídas procedentes, en su gran mayoría, de las zonas rurales. La creciente complejidad de la administración del Estado y de la Iglesia tuvo como consecuencia un aumento de la burocracia, aunque la ma­ yoría de sus integrantes procedía de familias que no estaban relacio­ nadas con el proceso de producción de alimentos. Un aumento gene18. Véase G. Fourquin, Les campagnes de la región parisienne a la fin du Níoyen Age, París, 1964, pp. 190-208; Bois, Crise du féodalisme, pp. 203 ss.; R. Fossier, La ierre et les hommes en Picardie jusqu’a la fin du X IIIe ñecle, 2 vols., París, 1968, II, pp. 623-652; H . Neveux, «Déclin et reprise: la flucíuation biséculaire, 1330-1560», en G. Duby y A. Wallon, ed., Histoire de la Franee rurale, 4 vols., París, 1975-1976, II, pp. 35-39. Hay diversos textos so­ bre las posesiones inglesas relacionados con el. tema, por ejemplo H. P. R. Finberg, Tavistock Abbey, Cambridge, 1951, pp. 261-262; J. A. Raftis, The Estates of Ramsey Abbey, Toronto, 1957, p. 228, «rendimientos agrarios depri­ midos»; I. Kershaw, Bolton Priory, Oxford, 1973, pp. 19-30, una caída de la renta en 1320; C. Dyer, Lords and Peasants in a Changing Society, Cambridge, 1980, pp. 79-83, una contracción de la propiedad después de 1280. A pesar de la mejora de las condiciones agrícolas en Cornualles a principios del si­ glo xiv, las rentas del ducado se paralizaron durante treinta años después de 1287: J. Hatcher, Rural Economy and Society in the Du,chy of Cornwall, 13001500, Cambridge, 1970, pp. 81 ss. En las posesiones de los obispos de Ely y Winchester, mientras las rentas en bruto se mantuvieron altas o aumentaron, la producción del señorío descendió fuertemente: E, Miller, The Abbey and Btshopric of Ely, Cambridge, 1951, pp. 98-111; J. Z. Titow, «Land and Population on the Bishopric of Winehester’s Estates, 1208-1350», Cambridge Univ., tesis doctoral, 1961, pp. 22-42.

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tal en los gastos de la superestructura política fue, no obstante, mucho más importante que una posible disminución en la proporción de alimentos; las casas reales y señoriales gastaban una gran can­ tidad de dinero en gastos de ostentación, en séquitos y patronazgo, gastos que, dado el carácter aristocrático y el elemento competitivo de las políticas feudales, probablemente iban a aumentar de forma constante y que contribuían al alza de los precios. La guerra tam­ bién se convirtió en una carga más pesada durante esta época; no se trataba de que en la Baja Edad Media se combatiera más que en épo­ cas anteriores, sino que cada vez resultaba más costoso, las campañas tendían a ser más largas y continuadas; un mayor número d.e solda­ dos de todos los rangos recibía los salarios en metálico; los pertre­ chos, desde los caballos hasta las fortificaciones, eran más costosos. Y dado el lento flujo monetario de las rentas y los impuestos pro­ cedente de la base agraria, estos costes se pagaban mediante los préstamos a alto interés que los mercaderes banqueros financiaban. Así se utilizaba principalmente el excedente procedente de la producción agraria. Aparte de cualquier otra característica, debe seña­ larse que no hemos encontrado el mínimo indicio de una forma de reinversión que aumentara la producción. La tecnología militar no proporcionó ningún aliciente productivo; de las elaboradas armadu­ ras, las fortificaciones complicadas o las hábiles máquinas de asedio, no se extrajeron los conocimientos necesarios que ayudaran a la pro­ ducción agrícola o abarataran los costes de la producción artesanal. Los impuestos eran casi por entero absorbidos por los gastos militares y los costes de gobierno (incluidos los gastos de ostentación y de patronazgo ejercidos por las casas reales). Los beneficios del capital comercial, aunque parte se invirtieran en la compra de señoríos y pro­ piedades feudales, ciertamente no se invertían en mejorar la produc­ ción agrícola. Tampoco hubo ninguna inversión importante en la pro­ ducción industrial, en gran parte debido a que ésta estaba organizada como una empresa familiar y era tan impenetrable para el capital comercial como la unidad de producción campesina para el señor feudal. Los beneficios del comercio permanecieron casi por entero en la esfera de la circulación. La crisis de la sociedad feudal del siglo xiv se asocia normalmente al colapso demográfico de mitad de siglo, atribuido —hay que decir­ lo— a una fuerza externa: la peste bubónica. Debería ser ciego el historiador que ignorara el factor demográfico en la formación del

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desarrollo económico y social de este período, ya que los movimientos demográficos en particular no están de ningún modo al margen de la determinación social. Sin embargo, es evidente que la crisis del feuda­ lismo había ya empezado antes de la llegada de la peste bubónica, incluso antes de las grandes épocas de hambre de la segunda década del siglo xiv. El caso es que, desde luego, la crisis del feudalismo,, como orden social no fue una crisis' de subsistencia o una crisis causada por el efecto de la subida de los precios industriales y la caída de los precios agrícolas. Por muy importantes que estos rasgos de la situación pudieran ser —y su significado no puede ser ocul­ tado— , el rasgo central era una crisis de las relaciones entre las dos clases principales de la sociedad feudal, que había comenzado antes del colapso demográfico y que continuó posteriormente aunque bajo formas algo distintas. Sí se había producido un estancamiento de la renta señorial proce­ dente de la renta campesina antes de la crisis demográfica, esta situa­ ción se agravó posteriormente. Una caída considerable en la cantidad de prestaciones personales, en la renta en especies y la renta en dinero que los campesinos pagaban a los señores, fue consecuencia de la fuerte alteración de la proporción entre tierra y trabajo. Sin embargo, esta caída de la renta no fue determinada simplemente por el aumento de la cantidad de tierra disponible. Como siempre, el nivel de la renta dependía parcialmente del grado de coerción no económica que los terratenientes podían aplicar; en consecuencia, las variadas, expe­ riencias que las comunidades campesinas en conflicto con sus señores habían ido acumulando durante los años anteriores al descenso demo­ gráfico no eran en absoluto irrelevantes. Los ingresos procedentes de la renta bajaron en una proporción desigual, como reflejo del cambio en el equilibrio de las relaciones de poder en el mundo rural, así como en la oferta y demanda de tierras. Se ha sugerido que el nivel de rentas en Inglaterra se mantuvo hasta la década de 1370 debido a que el grano se mantuvo a alto precio. También es igualmente proba­ ble que parte de la responsabilidad recayera en la fuerza y determi­ nación de la clase dominante, reflejada en la legislación laboral con­ tra las demandas de salarios altos; aunque también hay que destacar el hecho de que la presión ejercida por los campesinos para reducir las rentas tuvo buenos resultados después de la revuelta de 1381. Las dificultades experimentadas por las aristocracias de Europa occidental en mantener el nivel de ingresos procedentes de la renta

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después de 1348, hay que considerarlas en función de otras dificul­ tades con las que se enfrentaron. Las guerras continuaron, y supu­ sieron no sólo exigencias fiscales sino una destrucción progresiva de los recursos por parte de los ejércitos. Incluso si lograban mantener temporalmente los ingresos de la renta, el efecto del aumento de los precios afectaba más seriamente al señorío que a los campesinos, especialmente a aquellos campesinos que dependían del trabajo fami­ liar. Los beneficios del señorío, que anteriormente eran un suple­ mento importante en la renta señorial, estaban en vías de rápida desa­ parición, especialmente a partir de la década de 1370. Por lo tanto no es sorprendente que en la segunda mitad del siglo xiv, no sólo presenciemos el aspecto económico de la crisis sino también sus con­ secuencias políticas. Éstas, bajo la forma de luchas intensivas de facciones entre la aristocracia terrateniente motivadas en gran parte para conseguir el control del Estado y sü fondo de patronazgo; están obviamente conectadas con el descenso de la renta señorial. Tras haber observado un panorama más amplio, volvamos a las economías campesinas y .al señorío. Como hemos visto, la caída de la renta feudal significó una situación crítica para los terratenientes, el Estado y el sector urbano y comercial dependiente. Pero para, que el modo de producción feudal estuviera minado del todo, sería nece­ sario que los productores de base hubieran llegado a tal nivel de evo­ lución que existieran ciertas alteraciones viables que reemplazaran las anteriores relaciones socioeconómicas. En cuanto al aspecto polí­ tico, las viejas instituciones de dominación señorial deberían ser reem­ plazadas ya que, como hemos visto, lo que garantizaba la renta seño­ rial era la hegemonía política y jurídica más que la económica. ¿Qué pasó de hecho con la economía campesina? El caso inglés es particularmente interesante en parte debido a que existe una buena documentación para la historia agraria, en parte debido a la impor­ tancia de Inglaterra en el posterior desarrollo del capitalismo. Vamos a insistir en que uno de los rasgos más sorprendentes de la historia de los campesinos ingleses, especialmente después de la década de 1380, fue el éxito obtenido por los campesinos enfiteutas al reclamar la reducción de las rentas, especialmente de aquellas de tipo clara­ mente feudal. Este éxito se reflejó jurídicamente con la virtual desa­ parición de la servidumbre; y, además, permitió la retención del excedente en el seno de la tenencia familiar. La disminución del peso de la renta se acompañó de otros avan­

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ces que proporcionaron a k economía campesina un grado consi­ derable de prosperidad. Es evidente que hubo un reagrupamíento de los asentamientos, tanto dentro, como entre los pueblos, de este modo el peor suelo tanto desde el punto de vista de su fertilidad como de su fácil acceso (a la explotación y al mercado) se dejaba para pastos. Como es bien sabido, esto significó una considerable expansión de la ganadería y una mayor proporción de ganado^ dedicado a la agricultutura, del que se sacaba carne y lana para el mercado, así como abono para el suelo. Estas condiciones favorables para la producción fueron acompañadas, como era de esperar, por una considerable reducción en la proporción de las pequeñas tenencias y un aumento del tamaño me­ dio de las tenencias del campesinado medio. En lo alto de la escala social campesina, vemos que aparecen las tenencias de un tamaño considerable dedicadas a la agricultura y a la ganadería. Las condiciones eran evidentemente favorables para el crecimiento de la producción en el momento en que las cargas de la renta estaban disminuyendo, sobre lo que tenemos indicios evidentes que incluyen la caída del precio del grano y la subida de los salarios reales. No hay que dudar que los factores de la demanda constituían un elemento a tener en cuenta en ambos casos, pero las mejoras en la producción agrícola deben haber desempeñado un papel significativo. La carencia de mano de obra era obviamente un elemento importante en la subida de los salarios, pero el hecho de que un nivel tan alto de sala­ rios reales se mantuviera por tanto tiempo sugiere un crecimiento real de la productividad de la mano de obra. Debe también conside­ rarse que la cantidad de mano de obra familiar estaba disminuyendo cuando las tasas de reposición bajaron,19 de modo que los indicios del aumento de la productividad, en el momento en que k mano de obra era menos asequible globalmente, son bastante notables. Quizá me atrevería a sugerir que éste fue un aspecto de la oportunidad de pro­ ducir sin trabas mercancías menores que fue discutido en el debate de Dobb y Sweezy en la década de 1950. 19. S. L. Thrupp, «The Problem of Keplacement-Rates in Late Medieval Engiish Popuíation», Econ, Hist. Rev., 2." serie, xviii (1965), hace hincapié en el descenso de las tasas de reposición durante el siglo xv. Este hecho ha sido confirmado por T. M. Lorcín en Les campagnes de la región lyonnaise aux X IV ‘ et, X V ‘ siécles, Lyon, 1974; Z. Razi, Life, Marriage and Deatb in a Medie­ val Parish, Cambridge, 1980; Dyer, Lords and Peasanfs in a Changing Societyy aunque la explicación dada por Thrupp no ha sido confirmada.

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¿Era Inglaterra el único país en experimentar este desarrollo? La evolución de ia economía rural francesa fue similar, aunque la devas­ tación ocasionada por las invasiones inglesas motivaron que partes del país sufrieran cierto retraso durante años. Un hecho es cierto: la caída de las rentas que afectó los ingresos de la aristocracia terra­ teniente inglesa también tuvo lugar en Francia. La necesidad de los propietarios de reactivar los pueblos devastadas les obligó a ofre­ cer arrendamientos bajo condiciones especialmente favorables para los arrendatarios, un clásico ejemplo nos lo ofrece la corriente de inmi­ grantes de Entre-Deux-Mers.20 Pero ya que uno de los aspectos más serios de la güera fue la matanza del ganado, también es cierto que la agricultura francesa no gozó de las mismas mejoras en el ganado dedicado a la agricultura, en comparación al nivel alcanzado en Ingla­ terra. Quizás ésta es la razón de que los salarios reales no aumentaran en Francia tanto como en Inglaterra. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, la segunda mitad del siglo xv en Francia ha sido considerada como un período favorable para el campesino medio, pero siempre en el marco del poder señorial, una institución que había recuperado su poder hacia finales de siglo. Aunque sería un error exagerar la decadencia del señorío en Inglaterra durante el siglo xv, quienes consulten la documentación de las curias señoriales no pueden dejar de sorprenderse por la falta de vitalidad de la institución después de la mitad del siglo. ¿Cuál era el significado de este aparente declive del poder señorial respecto a las relaciones entre señores y campesinos? ¿Acaso puede considerarse como algo peculiar ese gesto de autoafirmación extraordinaria con que los arrendatarios del poderoso conde de Warwick, casi bajó las sombras de su castillo junto al río Avon, consiguieron con éxito lo­ grar una disminución en la renta que pervivió mucho más tiempo que la misma dinastía de los Beauchamp? 21 No podremos saberlo hasta que no se haya investigado más a fondo la oscura historia de los señores y sus campesinos. Podemos decir, sin embargo, que incluso disminuyendo el poder individual de coerción que los señores ejercían por medio de sus derechos jurisdiccionales, el poder colectivo de los aristócratas se veía reforzado por el nombramiento de sus miembros 20. R. Boutruche, «Les courants de peuplement dans l’Entre-Deux-Mers», Armales d 1histoire économique e t sociale, vii (1935). 21, Hilton, English Peasantry in the Laier M iddle Ages, pp. 66-67, 11. — BRBNN2S

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más activos como jueces de paz. Pero aunque éstos no sólo tenían competencias sobre la -ley y el orden sino que también controlaban la legislación laboral, ¿acaso esto les permitía meter baza en la transfe­ rencia del excedente campesino bajo forma de renta? Es evidente que no (y el asalto a la seguridad de la enfiteusis estaba aún por venir) aunque el campesinado vio reducida su anterior capacidad de resis­ tencia e iniciativa sobre la cuestión de la renta a causa de ciertos acontecimientos independientes. La decadencia del señorío se acom­ pañó por una disminución de la fuerza de cohesión de la comunidad campesina como consecuencia de la disminución de la población por una parte y debido a la extrema movilidad y a la diferenciación social por otra. Las familias de campesinos ricos, ahora convertidos en ganaderos y en grandes arrendatarios, ya no ejercían como inter­ mediarios entre los señores y las comunidades de enfiteutas. Ya no eran los líderes potenciales de la resistencia. ¿Podemos decir por lo tanto que a finales del siglo xv, si no antes, la primera crisis del feudalismo había finalizado? En Francia, se había restaurado el sistema señorial; en Inglaterra, la clase domi­ nante, con su característica flexibilidad, desplazó su centro local de poder de las curias señoriales a las sessions of the pe-ace, ya que la relación entre el señor y el campesino cambió de carácter. Pero estas conclusiones sólo pueden aplicarse a uno o dos países de Europa occidental y han surgido ante todo del estudio de la economía agra­ ria. ¿Qué ocurría en el sector comercial y urbano? ¿Cómo le afectó la fiuctuante distribución de los ingresos entre las dos clases princi­ pales, los señores feudales y los campesinos? Debemos señalar que la investigación, en su conjunto, no ha pro­ porcionado respuestas claras. Esto no es sorprendente dada la insufi­ ciencia de las pruebas cuantitativas sobre la población, la producción y el comercio. Dado el descenso general de la población, ¿qué suce­ día con los centros urbanos establecidos ya de antiguo, crecían o más bien disminuían?, ¿sufrió la industria (especialmente la textil) un desplazamiento desde la ciudad al campo?, ¿abastecía la industria rural a un nuevo mercado, es decir, satisfacía la demanda de aque­ llos que se beneficiaban del relajamiento de las exigencias señoriales y cuyos ingresos, como ya hemos sugerido, eran relativamente altos? La guerra y otros factores políticos afectaban muchos aspectos de la economía, tanto si contemplamos la producción de vino de Burdeos o el comercio de telas desde el oeste del estrecho hacia el Báltico.

UNA CRISIS EN EL FEUDALISMO

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Los antiguos centros y las antiguas rutas comerciales decayeron (por ejemplo, la que unía Italia con los Países Bajos); otras prosperaron (por ejemplo el eje Brabante-Frankfurt-Danubio y Alemania del sur). La complejidad y variedad de los acontecimientos en este sector im­ pide que nos atrevamos a generalizar, pero de todas formas podemos señalar ciertos aspectos. En primer lugar, diremos que ciertas ciuda­ des, con una organización municipal y gremial muy complicada, se veían propiciadas a desplomarse bajo el peso de la superestructura institucional (como en el caso de Coventry y muchas otras ciudades inglesas de provincias); otras sin embargo (como Nuremberg) que estaban situadas en una región en vías de desarrollo mantuvieron e incluso aumentaron los mismos elementos superestructurales. Esto son casos extremos, pero, de un modo general, podemos señalar que la tendencia hacia una producción textil más económica se caracterizó por la localización de la industria en pequeñas ciudades y pueblos aprovechando y, al mismo tiempo, reforzando el crecimiento de la* producción de mercancías a pequeña escala en las zonas rurales. Otros sectores industriales en crecimiento, como la metalurgia y, por supues­ to, la minería, tendieron a desarrollarse lejos de los pueblos. El des­ plazamiento de la producción textil a la de artículos de lujo salvó sólo algunas economías urbanas. En Inglaterra muchas de las ciudades de provincias que habían tenido actividades industriales, a finales del siglo xv, se habían convertido en mercados regionales para la produc­ ción agrícola y en centros de elaboración de alimentos para los provee­ dores institucionales. Sean cuales sean las implicaciones seculares de este desarrollo en los sectores rurales y urbanos de la economía de la Baja Edad Medía, está claro que el feudalismo, como formación social basada en último término en la transferencia del excedente de la economía campesina a la aristocracia terrateniente y sus propiedades, se había recuperado de su crisis a través de un proceso de cambios y reajustes. El sistema podía dar todavía mucho juego aunque había tenido que adaptarse a numerosos cambios. Los más importantes residían en el carácter de la producción de mercancías a pequeña escala, especialmente en la agricultura, pero también en el comercio industrial, lo que tuvo mucha más importancia que las espectaculares acumulaciones de ca­ pital de los comerciantes, banqueros y colonizadores aunque éstos acaparen más la atención.

J. P. Cooper

8.

EN BU SCA DEL CAPITALISMO AGRARIO *

En su artículo «La estructura de clases agraria y el desarrollo eco­ nómico en la Europa preindustrial», Robert Brenner se ha dedicado a analizar los principales problemas históricos de la transformación y modernización de las sociedades. Los efectos que tales procesos tie­ nen sobre los campesinos no sólo son de interés historiográfico y me­ todológico sino que también tienen repercusiones políticas y sociales en los debates actuales sobre las estrategias para el desarrollo. El tra­ bajo de Brenner, además de hacer una crítica general de los argumen­ tos de tendencia neomalthusiana sobre el desarrollo social y econó­ mico de Europa desde el siglo x i i se integra en una línea de análisis que comienza con los fisiócratas, quienes plantearon que la causa esencial del crecimiento desigual entre Francia e Inglaterra residía en las diferencias entre las estructuras agrarias y la productividad, dife­ rencias motivadas en gran parte por el predominio de las propiedades de gran tamaño en Inglaterra. Estoy de acuerdo con Brenner cuando sugiere que a causa de que los problemas y ciclos demográficos han sido considerados como los elementos determinantes de los cambios económicos y sociales, o por lo menos se Ies ha dedicado tanta atención y espacio, se ha dejado escaso margen para que otros factores fueran tomados en cuenta. Los

,

* [J. P. Cooper estaba finalizando este artículo para ser publicado en Past and Vresent cuando murió prematuramente en 1978. Sin duda, de haber vivido, hubiera aportado modificaciones a este texto. No obstante, con el ama­ ble consentimiento de su viuda hemos decidido reproducir esta importante contribución a los estudios históricos tal como estaba cuando falleció el autor.]

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historiadores franceses han convertido en su axioma favorito el argu­ mento de que en la Francia medieval y los primeros años de la Edad Moderna, una población de unos veinte millones de almas suponía un tope imposible de traspasar, dadas las técnicas agrarias existentes. Braudel cree que, alrededor del año 1600, esta cifra indicaba que la densidad de población en Francia era excesiva y que el país se había convertido en «una inmensa zona de emigración»; aunque cabe seña­ lar que Italia, con un área montañosa mucho'' mayor, presentaba una densidad de población de cuarenta y cuatro personas por kilóme­ tro cuadrado frente a„ísfsj:reíñta.y..euatro de Francia,1 Si tenemos en cuenta que más de un cuarto-de la superficie de Francia estaba ocu­ pada por bosques,2 no resulta fácil entender el porqué no se amplia­ ban las zonas de cultivo, aunque las técnicas agrarias permanecieran inmutables. Podría buscarse una explicación en los acuerdos políticos y sociales imperantes en aquella época, aunque considero que para realizar este tipo de análisis no es necesario estar de antemano com­ prometido, como Brenner aparentemente está, en utilizar la termi­ nología marxista; de todas formas estoy de acuerdo con él en que los argumentos que se exponen en lo que él denomina «el "modelo demográfico» no incluyen, en su mayor parte, los efectos del poder y la fuerza en la sociedad. Tanto Goubert como Le Roy Ladurie utilizan la imagen de un sistema estabilizado que oscila entre unos límites determinados, un equilibrio entre «la economía y el tamaño de la población que expe­ rimentó pocos cambios durante dos siglos, entre 1550 y 1750, con una densidad de cuarenta habitantes por kilómetro cuadrado, pro­ porción que Francia podía mantener dados sus hábitos físicos y men­

1. F. Braudel, Capitalista and Material Life, 1400-1800, Londres, 1973, pp. 23, 29. 2. Devéze, La vie de la forét franqaise au X V I siécle, 2 vols., París, 1961, I, pp. 268-269, calcula que treinta y un départements de la parte norte y de la parte oeste, que en 1912 tenían el 9 por 100 de su área ocupada por bosques (cuando el 18,6 por 100 del área nacional estaba ocupada por bosques), tenían en 1550 un 16,3 por 100 de área forestal. Extrapolando este porcentaje, Le Roy Ladurie ha sugerido que en 1550 18 millones de hectáreas de bosque constituirían un tercio o más del área total: E, Le Roy Ladurie, «Les masses profondes: la paysannerie», en F. Braudel y E. Labrousse, eds., Histoire économique et sociale de la France, 4 vols., in 7, París, 1970-1980, I, parte 2, pp. 594* 595. En 1789 el área forestal ocupaba cerca de 9 millones de hectáreas.

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tales de vida».3 Según Le Roy Ladurie, «la maldición malthusiana cayó sobre el Languedoc en los siglos xvr y xvir ... ya que invirtió la tendencia de un espléndido ciclo agrario, que después de un comien­ zo vigoroso se vio condenado a una inexorable fluctuación». Nos encontramos ante una sociedad sin ningún tipo de crecimiento debido a que nadie estaba interesado en la economía; el fracaso del protes­ tantismo, que no consiguió introducirse ni entre los campesinos ni en las zonas rurales, es un símbolo o una demostración de lo ante­ riormente expuesto. En el siglo xvn «el caudal de energía humana no se invertía en la economía sino que se disipaba en las guerras de religión. Después del año 1600 la victoria del catolicismo fue progre­ sivamente inseparable de un cierto resurgimiento de la sociedad “feu­ dal” (... en el amplio sentido con que los filósofos del siglo xvm utilizaban el término)». Los objetivos militares, sociales y teológicos del absolutismo de los Borbones gozaron del beneplácito de las élites francesas e impusieron cargas fiscales que imposibilitaron la recupe­ ración económica y un crecimiento real. Tales conclusiones generales, y sobre todo la invocación al feudalismo, tienen similitudes con los argumentos de Brenner: el sistema que se nos presenta excluye el aumento de producción y «el surgimiento del capitalismo agrario a gran escala»,4 y por lo tanto excluiría probablemente lo que Brenner considera que distingue el desarrollo inglés del francés, es decir, la aparición de las relaciones capitalistas de clase en las zonas rura­ les.5 Sin embargo, Le_Roy Ladurie ha afirmado además que cuando comenzó el verdadero crecimiento económico en el siglo_xym pro­ dujo «una Francia rural donde la mayoría de ía población había sido

3. P. Goubert, Uanden régime, 2 vols., París, 1969-1973, p. 39. Aunque Goubert está de acuerdo en que Francia .sólo podía mantener una población de veinte millones, calcula una densidad diferente a la de Braudel. 4. E. Le Roy Ladurie, «A Long Agrarian Cycle: Languedoc, 1500-1700», en P. Earle, ed., Essays in European Economic History, 1500-1800, Oxford, 1974, pp. 162, 151-152, 144-145, c£. E. Le Roy Ladurie, «Les paysans fran­ ea is du X V P siéde», en Conjoncture économique, structures sociales: Hom mage a Ernest Labrousse, París, 1974, pp. 350-351. Aquí el siglo x v i es con­ templado como «una reconstitución del ecosistema rural» que había sido alte­ rado por las fluctuaciones negativas de los siglos x iv y xv; «esta tendencia hacia la “restauración” era difícilmente compatible con la pronta aceptación de las innovaciones culturales». 5. Véanse supra, pp. 42-44.

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proletarizada»'y donde los señores eran los aliados temporales del capitalismo/ ~Por loT tanto las objeciones de Brenner no se dirigen al sistema de categorías con el que Le Roy Ladurie analiza la economía y la so-, ciedad francesas sino a su intento de explicar su naturaleza como pro­ ducto de las mentalités y de los obstáculos culturales que sólo podían cambiarse cuando aquellas cambiaran, proceso que Brenner preferiría que surgiera de los cambios en las relaciones de clase y de la lucha de clases. La concepción global de las mentalités, tal como la planteó Febvre, subraya, en determinados períodos, la ausencia o imposibili­ dad.de ciertos conceptos y actitudes vigentes en determinado período. Con ello se tiende a crear una uniformidad que niega u oculta la capacidad de los individuos y de las sociedades para mantener, de forma simultánea, ideas e ideales contradictorios e incompatibles. También implica que el cambio debe producirse como una transfor­ mación total tanto mental como psicológica, transformación que Le Roy Ladurie sitúa en el período de la Ilustración, cuando los campe­ sinos se convirtieron en disidentes políticos y religiosos después del ano 1 7 6 0 .7 Cabe preguntarse cómo fue posible el desarrollo agrícola y el aumento de la productividad en Flandes, Lodigiano, Cataluña o Brescia sin una transmutación previa de las mentalités. El principal valor del trabajo de LeJRoyJLadurie sobre el Xanguedoc radica en la demostración del impacto de la guerra a través de la presión fiscal^ en vez de tratarla como un aspecto secundario de las tendencias secu­ lares de la conjanciure, aunque, al justificarlo como un resultado de íoTobstáculos culturales o de las actitudes, lo convierte en un epife­ nómeno de la tendencia secular de ías mentalités. Prevalece uña aceptación de lo inevitable, que es comparable al sentido de la nación de Mousnier, y la misión del absolutismo de construir un Estado sin que pueda existir una alternativa viable. Según Brenner la ausencia de relaciones capitalistas de clase en las zonas rurales de Francia sería la causa de las diferencias entre 6. E. Le Roy Ladurie, «Pout un modéle de 1’éconornie rurale fran^aise au X V IIIo siecle», Cahiers d ‘his]oire,_XIX (1974), p. 24; Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la víaie croissance, 1660-1789», en G. Duby y A, Wallon, eds., Histoire de la France rurale, 4 vols., París, 1975-1976, II, pp, 568-570. ^'7- P- Le Roy Ladurie, «P e la crise ultime a la vraie croissance», p. 544.

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el desarrollo francés y el inglés. Esto implica un grado de concreción que podría compararse con la apelación a las mentalités de Le Roy Ladurie; aunque toda explicación que pretenda superar la mera des­ cripción implica cierto grado de abstracción y concreción, no debe dificultar el análisis de la evolución real. Por lo menos valdría la pena examinar, tanto como el nivel actual de conocimientos lo permita, qué significa para Brenner la agricultura capitalista, cuáles son las diferencias en cuanto a rendimiento y productividad entre ésta y la agricultura campesina, y cómo las estructuras agrarias de Francia e Inglaterra se vieron afectadas durante los períodos cruciales de los ciclos de Le Roy Ladurie desde el año 1400 hasta el año 1750. Aunque una larga tradición, que se remonta hasta Quesnay, ha elogiado la productividad de la agricultura inglesa en comparación a la francesa, quizás esto debiera considerarse como una ilusión en vez de un dato esencial que debe explicarse. P. K. O ’Brien reciente­ mente ha sostenido que la agricultura inglesa no tenía un nivel de producción tan sobresaliente como en general se ha dado por sen­ tado. A pesar de que en torno a 1700 su agricultura fuera más eficien­ te y productiva que la francesa, su tasa de crecimiento en el siglo xvra era más o menos igual a la francesa, alcanzando una pequeña.supe­ rioridad en la primera mitad del siglo xix. Por otra parte, durante el período crucial de 1650 a 1745, la comparación de las tendencias seculares de los precios indica que éstos en Inglaterra no descendie­ ron tanto como en el continente. O ’Brien señala que «... si las nuevas prácticas agrarias se extendieron más ampliamente en Gran Bretaña y si el. factor de la productividad global aumentó más rápidamente aquí que en la agricultura europea, ceteris paribus, la caída de los precios de los alimentos y de las materias primas debería haber sido más acusada en Gran Bretaña que en cualquier otro sitio de Euro­ pa»; esta conclusión, así como los cálculos aproximativos de la producción agraria (tomados de Deane y Colé), se basa en los cálcu­ los de Brownlee-Rickman sobre el crecimiento de la población ingle­ sa de 1700 a 1750.8 Sin embargo, los datos del grupo de Cambridge elaborados a par­ tir de más de cuatrocientos registros parroquiales.'dan, desde 1695, un

8. fí.ev,;

P. K. O ’Brien, «Agriculture and the Industrial Revolution», Eco?i. serie, XX)£ (J.977), en especial p. 174*

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índice proporcional de crecimiento mucho mayor al de estos cálculos.9 Como el índice de la producción agrícola se determina por un consumo per cápita de grano que se supone constante, esto quiere decir que la producción de cereales, en vez de permanecer virtualmente estancada entre 1700 y 1740 (con un crecimiento del 4 por 100) y con un crecimiento menor del 12 por 100 entre 1700 y 1750, en realidad creció cerca del 24 por 100 (hasta 1750). Aunque esto no modificaría el índice total de crecimiento desde 1700 hasta 1800, sí hace que la proporción de crecimiento sea mucho mayor que en la primera mitad del siglo, y particularmente importante entre 1695 y 1720, cuando era del 11,4 por 100, mientras que entre 1720 y 1750 era del 10,1 por 100.10 Según estos datos, Inglaterra experimentó un creci-" miento apreciable de la producción agrícola a finales del siglo x v n y principios del xvm , mientras que la producción francesa estaba esta­ cionaria o en decadencia y por lo tanto el índice de crecimiento inglés habría sido mucho más acusado que el francés hasta 1750 .u 9. D, C. Coleman, en The Economy of England, 1450-1750, Oxford, 1977, p. 16, presenta los gráficos de los datos para el período entre 1540 y 1750. Los cálculos de población utilizados proceden de los cálculos preliminares reali­ zados por R. D . Lee en una comunicación titulada «British Population in the Eighteenth Century» y presentada a un coloquio que, celebrado en el Emmanuel College (Cambridge) en diciembre de 1976, organizó el SSRC (Social Science Research Council) con vistas a poner en marcha una nueva historia económica de Gran Bretaña de 1700 a 1970. Las estimaciones, con una tasa de crecimiento del 0,37 por 100 por año durante el período de 1700 a 1740, están en la tabla 1, p. 8 tuna versión revisada de este trabajo fue realizada conjuntamente por R. D. Lee y R. S. Schofield y publicada por R. Floud y D. McCloskey, eds,, The Economic History of Britain since 1700, 2 vols., Cambridge, 1981, I, con la tabla 2.1 en la p. 21]. N. F. R. Crafts^ «English'Economic Growth in the Eighteenth Century», Econ. Hist. Rev.^~TF~seúe,'x xix (1976), pp. 226-227, 235, argumenta que una tasa de crecimiento del 0,7 por 100 por año entre 1710 y 1740 se adecuaría mucho mejor a los precios que ' los cálculos de Brownlee. 10. Revisado a partir de los datos ofrecidos por P. Deane y W. A. Colé en British Economic Growth, 1688-1959, Cambridge, 1962, pp. 62-68. 11. La tasa de crecimiento que O ’Brien calcula para la agricultura fran­ cesa sobre un 0,6 por 100 por año procede del cálculo global de J. C. Toutain y que es de un 60 por 100, aunque Le Roy Ladurie considera que es dema­ siado alto y lo reduce a un 25 a 40 por 100, calculando que la media del siglo está entre un 0,25 y un 0,4 por 100 por año: O ’Brien, «Agricultura and the Industrial Revolution», p. 173; Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la vraie croissance», p. 395; J. Goy y Le Roy Ladurie, eds., Les flacti(ation$ 4u prod{üt d? I# díme¡ Parí?, 1972, introducción, pp. 23-24-

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Eugen Weber, casi al mismo tiempo que O ’Brien presentaba sus consideraciones sobre las tendencias estadísticas, confirmaba con sus argumentos la teoría de Brenner según la cual la producción campesi­ na «no podía generar las bases agrarias para el desarrollo económico» y que «para un verdadero progreso agrícola que condujera al desarro­ llo económico ... se necesitaba cierta forma de agricultura a gran escala de tipo capitalista».12 Weber mantiene que una proporción impor­ tante de los franceses que trabajaban la tierra «no ajustaron su pro­ ducción a las necesidades del mercado hasta finales del siglo xix», de­ bido a que «... para todo el centro, el sur y el oeste ... el gran catastro de 1848 sugiere que, si se había producido algún progreso era debido a los adelantos del siglo xvm y que en general los métodos de trabajo eran los mismos que en el Antiguo Régimen, mientras que en las regiones pobres, entre 1860 y 1880, la forma de vida de los campe­ sinos era semejante a la de la “Edad de piedra”».13 Esto podría consi­ derarse como una confirmación sin lugar a réplica de la tesis de Brenner, pero si admitimos que la agricultura francesa estaba tan atrasada en 1880 ¿cómo pudo darse el desarrollo económico y la industrialización? En este sentido hay que señalar que los argumen­ tos de Weber no son aplicables al norte de Francia ya que en las llanuras del norte, Alta Normandía, íle-de-France, Picardía y Cham­ pagne era donde predominaba la producción cerealícola y las grandes explotaciones. Al sur y al oeste de esta zona, las tenencias eran más pequeñas y predominaba la ganadería. Fue en el área norte donde, durante los siglos xvi y xvii, se produjo la formación de las grandes propiedades por la absorción de las tenencias campesinas, a semejanza de lo sucedido en las zonas agrícolas de las tierras bajas de Inglaterra. Por supuesto, Brenner es consciente de la diversidad existente en Francia, aunque no es muy explícito definiendo las regiones agríco­ las; en su trabajo menciona «aquellas áreas relativamente restringi­ das donde se fueron creando las grandes tenencias» y comenta los trabajos de Jacquart y Venard sobre la región de París.14 Reconoce que las grandes fincas se crearon allí donde las comunidades campe­ sinas eran más débiles, pero parece que no valora en demasía hasta qué punto su debilidad se remonta a la época ele las grandes guerras 12. Véanse supra, pp. 67, y 66, n. 81. 13. E. "Weber, Peasants into Frcnchmen, Londres. 1977, pp. 117-118, 14* Véanse supra, pp. 80*81, n- 11.1.

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de religión en adelante.15 Su idea de que las grandes explotaciones-^ tan sólo ocupaban los huecos que les permitían las comunidades campesinas, no puede aplicarse a regiones como Beauce, donde los grandes arrendatarios dominaban las comunidades campesinas.16 En algunas zonas predominaban las explotaciones de más de cuatrocien­ tos acres, lo que en comparación con la media inglesa supone un tamaño muy grande.17 Aunque es evidente que el tamaño por sí solo no indica ni el rendimiento ni el valor de la propiedad.18 Con todo, cuando los fisiócratas defendían las grandes explota­ ciones como la única vía para realizar mejoras, pensaban que esta­ ban imitando el modelo inglés. Brenner comparte su idea de que en Inglaterra predominaban las grandes explotaciones de tipo capita­ lista que contaban con mano de obra asalariada. Sin embargo, Min-'' gay ha demostrado que esta teoría debe modificarse; aunque consi­ dera que el número de fincas entre 20 y 100 „acres descendio__desde 1660 hasta" 1750, señala que incluso en 1891 el número. ..de..tenen­ cias de este tamaño era todavía un 55 por 100.más elevado que. el de las de 100 acres. E n T 878, Caird creía que el 70 por 100 15. J. Jacquart, «Immobilisme et catastrophes, 1560-1660», en Duby y Wallon, eds., Hisíoire de la France rurale, II, pp. 294-296; P. de Saint-Jacob, «Mutations économiques et sociales dans les campagnes bourguignonnes á k fin du X V P siécle», Éludes rurales> I (1961). 16. J. M. Constan t, «La propriété et le probléme de la constitution des fermes sur les censives en Beauce aux XVI® et X V IIa símeles», Revue historique, c c x lix (1973), especialmente en las pp. 372-376; G. Lefebvre, is/ades oríéanai- ses, 2 vols,, París, 1962-1963, I, pp. 25-26. A l norte de París las grandes Bacas estaban en los pueblos, C. Devitry: «Recberches sur quelques grandes ferrnes dans la plaine de France» XVP-XVIII® símele», É coíe. Nationate des Charles: Voütions de th h es (1967). 17. O 162 hectáreas (un acre = 0,405 hectáreas; una hectárea = 2.471 acres). Para el Vexxn normando, véase G. Boís, Crise du féodalisme, París, 1976, p. 216; para el Soissonnais, véase G. Postel-Vinay: La rente fonáere dans le capitalisme agricole, París, 1974, pp. 26-29; para Bríe, véase E. Míreaux, Une province franqaise au temps du Grand Roi, París, 1958, pp. 97-116, 137-152. C. Bruñe t, Une communauté rurale au X V IIIe siécle, París, 1964, presenta un ejemplo espectacular sobre el proceso de concentración de fincas y la hegemonía de una familia de grandes arrendatarios sobre un pueblo. 18. Los siglos xvn y x v m contemplaron el crecimiento de las grandes fincas a expensas de las pequeñas en k Sologne, junto con el aumento del número de los locaturiers (arrendatarios) semiproletarizados y la progresiva degradación de los suelos más pobres de Francia: B. Edeine, La Sologne, 2 vols., París, 1 9 7 4 ,1, pp- 173, 186-207; G. Bouchard, Le vülage immobile, Patís, 1971.

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de Jas fincas en tenencia tenía menos de 50 acres y sólo el 18 por 100 superaba los 100 acres.19 Las variantes regionales eran enormes; el crecimiento de la población^lalntensificación de la explotación condujeron a la fragmentación de las tenencias en gran parte del Lancashire a finales del siglo xvm y principios del xix.20 La indus­ trialización hizo que las diminutas tenencias de Shropshire, Staffordshire y partes del West Riding crecieran en número,21 mientras que en las regiones de tierra poco densa del East Anglía aumentó el tama' ño de las fincas.22 En términos más generales, en 1831, el número de familias campesinas que no contaban con trabajo asalariado era un 10 por 100 inferior a aquellos labradores que sí empleaban mano de obra de este tipo.23 En 1801, Colquhoun creía que había 160.000 labradores en Inglaterra y Gales, 10.000 más de los que King calcu­ laba para 1688 y estimaba que sus ingresos eran de 120 libras, 19. G. E. Mingay, «The Size of Farms in the Eighteenth Century», Econ. Hist, Rev., 2.a serie, X IV (1961-1962); Sir J, Caird., The Landed Interest and the Supply of Füod, Londres, 1878, p. 58; «En 1800, Inglaterra era principal­ mente un país de fincas pequeñas»: Mingay, «Size of Farms in the Eighteenth Century», p. 488. 20. T. W. Fletcher, «The Agrarian Revolution in Arable Lancashire», Trans. Lañes, and Cheshire Antiq. Soc., LXXII (1962), pp. 93-96, 100, 119-121; T. W. Fletcher, «Lancashire Livestock Farming during the Great Depression», Agri. Hist. Rev., IX (1961), p. 19. En 1871, el 70 por 100_de la superficie dé" cultivo del país estaba ocupada pólTBñca^deT5ehos "delOO acres, cultivadas. predominantemente por''mano de obra familiar. "" ~ 21. J. R.'W ordte, «Social Change on the Leveson-Gower Esta tes, 17141832», Eco». Hist. Rev., 2 ’ serie, XXV II (1974); en el período entre 1759 y 1779 el número de poseedores de menos de 5 acres era de 537; entre 1809 y 1813 era de 1.014 y entre 1829 y 1833 era de 1,528; mientras que el porcen­ taje de tierra en las fincas de más de 200 acres aumentó de 34 durante el pri­ mer período hasta 55 en el último: B. Jenníngs, ed., A History of Nidderdale, Huddersfield, 1967, pp. 337-339. 22. Sin embargo, la proporción de fincas de más de 500 acres en Norfolk en 1851 era más baja que en Berkshire, Whütshíre, Hampshire y Dorset: D. B. Grigg, «Small and Large Farms in England and Wales», Geopraphy , XLVIII (1963), p. 278, tabla 2. Grigg concluye: «La distribución de las grandes fincas y las pequeñas fincas del momento actual [1958] es una herencia de principios del siglo xix e incluso puede provenir de ■‘un período mucho más temprano» (pp. 278-279), 23. J. H. Clapham, «The Growth of an Agrarian Proletariat, 1688-1832», Cambridge Hist. JL, I (1923-1925). Estas cifras corresponden a Gran Bretaña, La proporción de 2,5 a 1 entre el número de familias trabajadoras y e| de empresarios agrícolas es representativa para Inglaterra y Gales.

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calculando que el tamaño medio de las fincas estaba más próximo a los 100 acres que a los 2 0 0 24 Fue Cantillon el primero que afirmó que los labradores ingleses eran «en general más prósperos que en otros países, donde las fincas son pequeñas». También consideraba a los. grandes arrendatarios como empresarios arriesgados que utilizaban capital en su empresa.23 Quesn'ay, inspirado por los ejemplos ingleses, sugirió «un cultivo a gran escala realizado por ricos arrendatarios», quienes eran capaces de hacerla prosperar por medio de la inversión de capital, como el único modo de asegurar el aumento de la producción, mientras que los cam­ pesinos pobres y el «cultivo a pequeña escala» producían «un produc­ to neto casi nulo».26 Turgot generalizó el concepto de capitalismo pre­ cisando la idea de Quesnay sobre los progresos en la agricultura y haciéndolos extensivos al comercio y la manufactura. Para el momen­ to que nos ocupa, la exposición de Turgot sobre las etapas históricas de la evolución social, económica y del régimen de tenencia es incluso más importante. Turgot observa que las sociedades en general pasan de la etapa de cazadores a la de pastoreo y luego a la etapa de agricultores. Las sociedades primitivas cultivaban la tierra con mano de obra esclava; a los esclavos les sucedieron los siervos ligados a la tierra, que se convirtieron en propietarios libres pagando los derechos en dinero y especies. El métayage (aparcería) es una forma de transición que se encuentra en los países pobres; La última etapa, que se da sólo en los 24. P. Colquhoun, A Treatise on Indigence, Exhibiting a General View of the National Resources for Productive Labour, Londres, 1806, pp. 23-24. Sus ingresos son mucho mayores que los de los propietarios menores, que se calcula en noventa libras, mientras que King les concede unos ingresos ligera­ mente superiores que los de los labradores, cincuenta y cinco libras frente a cuarenta y dos libras y diez chelines según los datos utilizados por Colquhoun, cincuenta libras cuarenta y cuatro según el original. Esto implica que Colquhoun pensaba que los ingresos del labrador medio y de su explotación habían aumentado de forma relativa frente a los de los pequeños propietarios libres desde 1688. 25. R. Cantillon, Essai sur la nature du commerce en général, ed. H . Híggs, Londres, 1931, pp. 122-123, 4649; escrito antes de 1734. Sin embargo, Can­ tillon también habla de aquellos que «empleando su propio trabajo no nece­ sitan capital para establecerse» (pp. 52-53). 26. Que$nay‘s Tablean économique, ed. M. Kuczynski y R, L. Meek, Lon­ dres, 1972, pp. 8 n. (a), 17-18 n (a), 19-21 n. (a). -

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países ricos, consiste en que los propietarios ceden la tierra bajo contrato de arrendamiento y que las mejoras están a cargo del arren­ datario, quien puede pagar la renta y realizar las mejoras debido a que posee un remanente de capital. La competencia entre estos empre­ sarios capitalistas «establece el precio del arrendamiento según el mercado» y el cultivo rentable; la falta de estos empresarios implica el cultivo a pequeña escala y el métayage. «Por lo tanto ... la clase de los agricultores, como la de los fabricantes, se divide en dos cate­ gorías de hombres: los empresarios o capitalistas ... y los asalariados ordinarios ... sólo el capital es lo que establece y mantiene las gran­ des empresas agrícolas». Por lo tanto la agricultura a gran escala de tipo capitalista, que emplea mano de obra asalariada, es la única for­ ma de conseguir el crecimiento económico. Turgot compara las regio­ nes de grandes explotaciones del norte de Francia con los pobres aparceros del centro (Limusín, Angaumoís, Bourbonnais), mientras que Quesnay había comparado Francia en general con Inglaterra y había destacado que se conseguía una mayor eficacia si en la agricul­ tura se utilizaban caballos en vez de bueyes.27 Marx, que compartía esta idea del rendimiento de las fincas muy grandes de tipo capitalista, vio «una revolución agrícola» en la que los cercamientos, la cría de ganado, el aumento de precios y los arren­ damientos a largo plazo creaban a finales del siglo xvi «una clase de arrendatarios capitalistas» y de trabajadores a quienes se había expro­ piado la tierra.28 Este argumento fue inspirado por los pane­ gíricos en honor a la singularidad del yeoman inglés29 transmiti27. Turgot on Progress, Sociology and Economics, R. L. Meek, ed., Cam­ bridge, 1973, pp. 128-132, 145-156. 28. K. Marx, Capital, 2 vols. (Everyman, Londres, 1934), IX, pp. 794-801, 823-825, 844-845; K. Marx, Capital, III, Moscú, 1972, pp. 798-799, 801. 29. El comparar el estado de miseria en el que vivían los campesinos fran­ ceses se remonta a sir John Fortescue. [T, Gainsford], The Glory of England, Londres, 1618, pp. 304-309, donde se analiza la opresión de los campesinos en Alemania, Hungría, España e Italia, para realzar la prosperidad del yeoman inglés y «la vida feliz de nuestros campesinos y geni? del común». Thomas Fuller dijo lo mismo, contemplando la yeomanry como «una condición afortu­ nada ... entre la riqueza y la necesidad, una situación sólo peculiar a las gentes de Inglaterra», «un caballero en bruto, a quien el tiempo venidero hará refi­ nado», quien «mejora su tierra hasta duplicar su valor con su buena adminis­ tración», y cita la interpretación de Baeon del estatuto de Enrique V II sobre ios cercamientos: T. Fuller, The Holy State, Cambridge, 1642, pp. 116-119.

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dos a través de Harrington30 y de los economistas políticos. El reverendo Richard Jones (sucesor de Malthus en Haileybury) descri­ bió las rebeliones de 1549 como una consecuencia de los cercamientos, aunque: «el espíritu emprendedor de los aristócratas ingleses no se amedrentó ante estos signos inquietantes, o bien sus esperanzas sobre los beneficios se impusieron a sus temores ... el progresó de las manufacturas no tardó en ofrecer empleo a aquellos que al prin­ cipio había convertido en mendigos y vagabundos ... Creemos qué el reinado de Jacobo I marca la fecha de la ascensión de un grupo de capitalistas en Inglaterra, como son nuestros arrendatarios, en cuyas manos se encuentra todo el país».31 La cronología de Marx es algo más vaga; el número de campesinos variaba, pero a la larga dismi­ nuyó: «hasta que no apareció la industria a gran escala, provista de maquinaria, no surgió la base estable para el desarrollo de la agri30. Harrington también invoca a Bacon respecto al estatuto de 1488 que «amortizó tina gran parte de las tierras en favor de la yeomanry o pueblo me­ d ian o... desligados de la dependencia a sus señores», haciendo hincapié en el cambio de buscar mano de obra a buscar dinero como objetivo principal de los grandes terratenientes en el siglo xvr, mientras que el trasiego de tierras se veía beneficiado por la libertad de enajenar, supuestamente sobrevenida bajo Enrique V II y Enrique V III: The Oceana and Oiher Works of James Harring­ ton, Londres, 1737, pp. 69-70, 457. Esto último fue acompañado por el aumento del comercio a cargo de sus sucesores; así John Dalrymple explica cómo fracasó el alzamiento de los comunes en Escocia: «Inglaterra era un país mercantil y aunque originalmente la propiedad de la tierra pertenecía a los grandes nobles,; con el progreso de las transacciones, los comunes compraron a esos nobles gran parte de sus tierras: el poder sigue a la propiedad... En Escocia ...t u v i­ mos comercio escaso o nulo; la propiedad de la tierra era de la nobleza y con­ tinuó siéndolo en tanto tuvimos parlamentos»: J. Dalrymple, An Bssay towards a General History of Feudal Property in Great Britain, Londres, 1758a, p. 272. 31. Literary Remains, Consistmg of Lectures and Traéis on Political Eco­ nomy, of the Late Rev. Richard Jones, W. Whewell, ed., Londres, 1859, «A Short Tract on Political Economy», p. 224. Los componentes de una inter­ pretación similar de historia económica pueden encontrarse en sir F. M. Edén, The State of the Poor, 3 vols., Londres, 1797, I, pp. 73, 96, 107, 112, 115; «El lenguaje del estatuto [otra vez la ley de 1488 contra los cercamientos] es clara prueba de que el negocio de la agricultura comienza a ser cosa de las gentes con capital»; las abadías eran «señores tolerantes»; el período vio el avance de «capas medias» y de producción labriega, tinos pocos acres que requerían aún menos manos, en tanto que la transferencia de «una gran parte de las propiedades de la Iglesia y de la nobleza a las manos de caballeros rurales» significó la mejora de la agricultura, la decadencia de la «estirpe de los cottagers» y el creciente aumento de tamaño de las explotaciones agrícolas.

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cultura capitalista» que significó la destrucción de la industria domés­ tica rural y la expropiación de la población rural». La gran propiedad en manos de los arrendatarios es un «requisito y condición previa de la agricultura capitalista». El capital como fuerza conductora de la agricultura aparece de forma gradual y esporádica.32 Con todo en Escandinavia y la mayoría de países de Europa occi­ dental, la industrialización no había conseguido la concentración de tierras en grandes fincas ni siquiera en fecha tan avanzada como 1950. En esa fecha la tenencia mayoritaria tenía menos de 50 hectáreas, excepto en las tierras bajas de Inglaterra, partes del norte de Francia, partes del norte de Italia, Italia del Sur y el Centro y Sur de España donde predominaban las tenencias superiores a 100 hectáreas, mien­ tras que entre un tercio y un cuarto de las tierras de cultivo de Euro­ pa occidental estaba ocupado por parcelas dispersas.33 Aunque la verificación de las profecías de Marx fuera un tema candente en el seno de los partidos socialistas antes de 1914,34 no es necesario detenernos en ello. Debemos señalar que el esquema de Marx y Turgot sobre la evolución del sistema de tenencia hacia la renta monetaria y la agricultura capitalista ha sido aceptado incondi­ cionalmente por muchos historiadores, que no han tomado parte de forma explícita en los debates marxistas sobre la transición del feudalismo al capitalismo. El sistema de Marx formaba parte conscientemente de una tradi­ ción muy arraigada cuyo modelo era una evolución lineal por etapas hacia una economía comercial dominada por el mercado. El mismo Marx veía al capitalismo industrial como una etapa superior, aunque negaba que fuera el grado más alto en la evolución; sin embargo, lo consideraba como un progreso tanto cultural como económico: «uno de los aspectos civilizadores del capital es que emplea el excedente de trabajo en una forma y bajo condiciones que son más ventajosas para el desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones sociales y la 32. Marx, Capital (Everyman, ed./ Londres, 1934), II, p. 830; Marx, Capi­ tal, III (Moscú, 1972), pp. 8Ó1-821. 33. E. E. Evans, «The Ecology of Peasant Life in Western Europe», y G. Pfeifer, «The Quality of Peasant Livmg in Central Europe», en W. L. Thomas, ed., Man’s Role in Changmg the Face of the Earth, 2 vols., Chicago, 1970, figs. 71 (a), 72, pp. 235, 243; cf. fig. 74, p. 248. 34. D . Mitrany, «Marx v. the Peasant», en T. E. Gregory y H. Dalton, eds., London Essays in Economics in Honour of Edwin Cannan, Londres, 1927,

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creación de elementos para. una nueva y superior etapa, que bajo las formas precedentes de esclavitud, servidumbre, etc.».35 El que la tierra fuera propiedad privada hacía que la producción agrícola fuera ineficaz, su supresión era la última etapa en una evolución donde la agricultura controlada por los arrendatarios capitalistas era forzosa­ mente más progresiva y productiva que la agricultura campesina que «creó una clase de bárbaros ... al combinar to Chicago, 1969, pp. 37-39, presenta una forma de tratar la inversión de mano de obra que difiere de la distinción clásica que hacen los economistas entre mano de obra y capital como fuente de mejoras. 40. G. W. Grantham, «Scale and Organization ín French Farming, 18401880», en W. N. Parker y E. L, Jones, eds., European Peasants and their Markets, Princeton, 1975.

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era considerado degradante, sino por la mera posesión el riesgo era despreciable las inversiones eran casi completamente segu­ ras». Los propietarios franceses evitaban los riesgos; al contrario de los comerciantes y los industriales, no se interesaban por la pro­ ductividad sino sólo por aumentar sus rentas. Esto se demuestra por el hecho de que la renta «era el centro de todos los cálculos ... era lo que determinaba el valor de la propiedad»-41 ^También en Ingla­ terra el comprar tierra significaba una forma segura de inversión, mientras que los numerosos inversores en rentas, papel de estado e hipotecas asumían un riesgo mayor. La opinión de que la renta deter­ mina el precio de la tierra no es una peculiaridad de la psicología precapitalista, sino que todavía es una observación ciertamente váli­ da.42 Los propietarios franceses más importantes sí invertían en ja índuitnajyimmería^3 aunque existe una teoría, también compartida por Robert Forster, de que el tipo de relaciones que mantenían con sus campesinos impedía la inversión productiva y la consolidación de campesinos arrendatarios. Al contrario de Brenner, Forster acepta que la experiencia de los siglos xix y xx no demuestra en absoluto que las fincas pequeñas fueran improductivas y de escaso rendimiento, pero sostiene que los propietarios no estaban interesados en invertir en me­ joras sino en aumentar sus rentas. Aunque puede tener razón en cuan­ to al modo de cómo los propietarios se organizaban económicamente o de cómo esperaban que sus administradores se comportaran, sin duda exagera en el volumen de inversión en mejoras a cargo de los propietarios ingleses por cuanto al compararlo con los ejemplos fran­ ceses pierde validez.44 Por otra parte, Lavoísier (aunque lamenta que 41. G. V. Taylor, «Noncapitalist Wealth and the Origins of the French Revolución», A mer. Hist. Rev., LXXII (1966-1967), pp. 471, 474; cf. G. V. Taylor, «Types of CapxtaHsm in Eighteenth-Century France», Eng. Hist. Rev., L X X II (1 964). 42. C Clark y M. Haswell, The Economics of Subsistence Agriculture, Londres, 1967a, pp. 117-118. 43. G. Richard, La noblesse d ’affaires au XVIII* siécle, París, 1974, pp. 121-269. 44. R. Forster, «Obstacles to Agrícultural Growth ín Eighteenth-Century France», Amer. Hist. Rev., LXXV (1970), pp. 1.600.1.623, 1.610-1.612; R. Foster, The House of Saulx-Tavanes, Versátiles and Burgundy, 1700-1830, Baltimore, 1971, pp. 86-92. En 1780 el duque de Saulx-Tavanes no invirtió nada en mejo­ ras y -gastó un 4,3 por 100 de sus ingresos brutos en reparaciones; antes de esto, «la inversión neta en la tierra nunca había superado el "5 por 100 (p. 91).

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en Francia los arrendatarios carecieran de capital fijo), calculando que en las grandes fincas se invertían la mitad o un tercio del capital inver­ tido en Inglaterra, considera que los propietarios franceses invertían cantidades muy superiores en edificaciones.45 Si Forster tiene razón al afirmar que sólo los «gros fermiers junto con un pequeño número de propietarios medianos y de campesinos independientes» poseían los valores y actitudes apropiadas para máximizar la producción para el mercado,46 debemos analizar el porqué se produjo este contraste con Inglaterra, sea cual sea su alcance. Pri­ mero, podríamos intentar ver en qué se diferenciaba la distribución de la propiedad en Francia e Inglaterra en el siglo x v i i l Un cálculo aproximativo, que es aceptado comúnmente, indica que en Francia, alrededor de 1780, cerca del 40 por 100 de la tierra pertenecía a los campesinos, pero que en la parte norte el término medio era de un tercio.47 Los cálculos o conjeturas basados en Gregory King sugieren que los libres poseedores controlaban cerca del 30 por 100 de Ingla­ terra y Gales con uña medía de 50 acres de tierra de cultivo cada

Pero B. A. Holderness muestra que el gasto en reparaciones y mejoras- reali­ zado en un grupo de propiedades medianas en Norfolk y Sulfolk oscilaba entre un 8,6 y un 12,4 por 100 del arriendo bruto entre 1746 y 1780, mientras que la media para todo el período era de un 70,7, del que la mayor parte consistía en reparaciones. Pero en las grandes propiedades «la medía raramente superaba el 5 por 100 en 1780». A menudo se concedían subvenciones a los arrendatarios para realizar las reparaciones, pero también se les cobraba intereses sobre 3íis_ mejoras. B. A. Holderness, «Landlord’s Capital Formation in East Anglia, 17501870», Econ, Hisi. Rev., 2.a serie, X XV (1972), pp. 435-440, 442, eespecialmente la tabla 2, p. 439. 45. A. L, Lavoisier, «Sur l ’agriculture et le commerce de l ’Orléanais», en Oeuvres de Lavoisier, 6 vols., París, 1862-1893: «el mantenimiento y recons­ trucción de un número tan grande de edificios alcanzó una suma de dinero tan considerable que afectaba a la mayor parte de los beneficios del propietario». Adam Smith consideraba que se invertía muy poco en mejoras, exceptuando los grandes arrendatarios: «Después de los pequeños propietarios... los ricos y gran­ des arrendatarios, en todos los países, son los que principalmente invierten en mejoras. Hay muchos más en Inglaterra que en ninguna otra monarquía europea», Smith, Wealíh o} Naíions, III, cap. 2 (20), ed. E. Carinan, 2 vols. en 1, Chicago, 1976, p. 418. 46. Forster, «Obstacles to Agricultural Growth in Eighteenth-Century France», p. 1.613. 47. M. Vovelle, La chute de la monarchie, París, 1972, pp. 14-15.

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uno.48 Según Brenner, e l fracaso de las rebeliones campesinas en Inglaterra durante el siglo xvi supuso que en 1700 «los propietarios ingleses controlaban una abrumadora proporción del suelo cultivable, -quizá cerca del 70 al 75 por 100»,49 aunque ésta es casi la misma proporción que ocupaban los propietarios no campesinos en el norte de Francia. Un dato más importante es que King calcula la superficie media de cultivo de las fincas grandes en cerca, de 75 acres, lo que coincide con la serie de Jacquart sobre las explotaciones campesinas de tipo medio del sur de París, a las que calcula una superficie de 10 a 40 hectáreas con una yunta.50 Estos datos apenas encajan en lo qué' Brenner define como «agricultura capitalista a gran escala ... nece­ saria para que exista un avance agrícola real que conduzca al desarro­ llo económico durante este período», o si esto era lo que quería decir, las explotaciones de este tamaño eran frecuentes en el norte de Fran­ cia y además su número iba en aumento. Brenner considera, que «la única alternativa real al tipo de agricultura que denomina como “clási­ ca inglesa”, que combina propietario-gran arrendatario-trabajador asa­ lariado» es «un sistema igualmente de tipo capitalista basado en el campesino propietario que cultiva a gran escala», como se daba en Cataluña.51 Las grandes explotaciones de este tipo desempeñaron una función importante en Cataluña pero también la aparcería cumplió una

48. R. Floud, e d Bssays in Quantitative Economic History, Oxford, 1974, pp. 114, 118, 126; Seventeenth-Century Economic Documents, ed. J. Thirsk y J. P. Cooper, Oxford, 1972, p. 811. Los cálculos aproximativos de King im­ plican que 40.000 de los campesinos libres más importantes tenían entre 100 y 130 acres cada uno, y que 140.000 de los pequeños campesinos libres tenían entre 50 y 60 acres cada uno, dando una superficie total de 60 a 75 acres. Se produce un problema en cuanto a la definición, ya que los historiadores franceses incluyen a los enfiteutas como propietarios; también es posible que King haya incluido a algunos enfiteutas como propietarios libres, pero algunos de los pequeños deben estar en su categoría de labradores pobres y meneste­ rosos. También es importante señalar que F. M. L. Thompson ha argumentado que la cantidad de tierra controlada por los propietarios libres no descendió durante el siglo x v m , F. M. L. Thompson, «Landownership and Economic Growth in England in the Eighteenth Century», en E. L. Jones y S. J. Woolf, eds,, Agrarian Change and Economic Development, Londres,. 1969, pp. 42-43. 49. Véase supra, p. 65. 50. J. Jacquart, La crise rurale en tle-de-Eranee, 1550-1670, París, 1974, p. 349. 51. Véase supra, p. 66, r¡. 81.

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función importante e inmensurable en su avanzada agricultura.52 Esto es particularmente interesante ya que los fisiócratas, Adam Smith53 y Arthur Young consideraban que la aparcería era incompatible con las mejoras. Se ha insinuado que las crisis demográficas y de subsistencia fueron mucho más fuertes en Francia que en Inglaterra durante el siglo x v i i . SÍ las fluctuaciones demográficas y económicas eran ya mucho más importantes a partir del siglo xiv, ¿puede suponer una explica­ ción de las diferencias seculares de las estructuras agrarias y económi­ cas? De hecho, se sabe muy poco sobre* el movimiento de la po­ blación en Inglaterra antes de 1600 pero, si aceptamos las hipótesis de Hatcher, los cambios seculares eran parecidos a los de Francia aun­ que el impacto de la guerra fue allí más pronunciado.54 Bajo este punto de vista, los dos países experimentaron un crecimiento demo­ gráfico y económico desde finales del siglo xv, pero en Francia se produjo un rápido descenso hasta circa 1560, sobre todo a principios del siglo xvi. ¿Es posible que los cambios en la tenencia de la tierra puedan estar relacionados con estas variaciones? Cicely Howell indica que, en el centro de Inglaterra, la presión demográfica alrededor del año 1300 contribuía a reducir las tenen­ cias enfitéuticas a media yardland (lo que equivale a cerca de 12 acres, o 4,8 hectáreas); alrededor de 1500 estos tipos de tenencias eran escasas; en 1700 «en Leicestershire habían desaparecido todas estas tenencias». Aumentó el número de «explotaciones comerciales de tipo

52. P. Vilar, La Catalogne dans 1‘Espagne tnoderne, 3 vols., París, 1962, I, p. 578, y II, pp. 500, 505, 567, 576. 53. Smith, Wealib of Nations, III, cap. 2 (20), ed. Cannan, I, p. 414; el diezmo era un. «gran obstáculo para el progreso» y el métayage constituía «un impedimento eficaz contra él». 54. J. Hatcher, en Plague, Population and the English Economy, 1348-1530, Londres, 1977, pp. 68-69, figs. 1-2, sugiere que la población en 1450 era un 60 por 100 inferior a la de 1348. Hugues Neveux sugiere que la población rural tuvo un bajón general de alrededor del 50 por 100, alcanzando en las zonas devastadas por la guerra cerca del 70 por 100: H . Neveux, «Déclin et reprise: la fluctuation biséculaire, 1330-1560», en Duby y Wallon, eds,, Histoire de h France rurale, II, pp. 74, 101. lan Blanchard ha argumentado que tanto lí población como la renta no mostraron un aumento constante hasta 1520 I. Blanchard, «Population Change, Enclosure and the Early Tudor Economy» Econ. Hisi. Rev., 2.* serie, X X III (1970), pp. 433435.

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familiar» de 50 a 60 acres.55En Chíppenham, Cambridgeshire, durante 1279 la tenencia predominante tenía media virgate; en 1544, que­ daban sólo seis posesiones de este tipo y el 60 por 100 de la tierra se dividía en tenencias de más de 50 acres; en 1636, ya no quedaban más tenencias de media virgate y el 69 por 100 de la tierra estaba dividida en tenencias de más de 90 acres. Un modelo similar de con­ centración de tierras en grandes fincas se impuso^en el Chalk Country de Wiltshire; en el Cheese Country la pequeña tenencia y las explota­ ciones familiares continuaron durante el siglo xvm . En las tierras pan­ tanosas de Lincolnshire y Cambridgeshire las pequeñas tenencias se mantuvieron e incluso se multiplicaron.56 Los propietarios libres eran numerosos en Leicestershire y Warwickshire; en Leicestershire en el siglo xv, algunos de ellos lograron controlar propiedades más grandes que los enfiteutas. En 1500, se había consolidado una «pequeñadase formada por los campesinos ... hombres capaces de cultivar un área de 60 a 80 acres, mientras que en 1341 las tenencias campesinas ma­ yores no tenían una extensión cultivable superior a 30 acres». La caída de las tenencias enfitéuticas y el arrendamiento de los domi­ nios del señor desde 1349 en vez de producir una distribución de la >tierra más homogénea entre los campesinos provocó la formación 55. C, Howell, «Stability and Change, 1300-1700», Jl Peasant Studies, II (1974-1975), p. 474. Una finca de este tipo necesitaría mano de obra asalariada. 56. M. Spufford, Contrasting Communities, Cambridge, 1974, pp. 65-84, cuadtos 1, 3, pp. 90-92, 101404; E. Kerridge, «Agriculture, c. 1500-c. 1730», en V. C. H. Wiltshire, iv, pp. 57-59: «en los países ganaderos y cerealistas... a principios del siglo x v i la mayoría de la tierra estaba en manos de los grandres arrendatarios capitalistas... la familia y los labradores en dedicación par­ c ia l... ocupaban más de la mitad de la finca... [aunque a mediados del si­ glo x v i i ] no ocupaban más de un tercio»; Spufford, Contrasting Communities, pp. 160-161, 165-167; J. Thirsk, Fenland Farming in the Sixteenth Century, Leicester, 1953; J. Thirsk, Engiish Peasant Farming, Londres, 1957, p. 98, cua­ dro 19 (los catastros de principios del siglo x v n sobre unos 6.000 acres de las margas del Lincolnshire), implica que cerca del 59 por 100 de la tierra estaba ocupada por tenencias de más de 60 acres, el 43 por 100 en tenencias de más de 90 acres y un 12 por 100 lo constituían las tenencias de menos de 30 acres. Los poseedores de tenencias de 10 acres y más pequeñas constituían casi el 30 por 100 del número total de poseedores, pero tenían cerca del 4 por 100 de la tierra. El cuadro sólo ofrece las tenencias de tierra en cada categoría {de uno a cinco acres, etc.). Los porcentajes se calcularon suponiendo que todas las tenencias de cada categoría tenían el tamaño medio de cada categoría (es decir, 15 acres en la categoría de 10 a 20 acres, etc.). En cuanto a las cuatro explotaciones con más de 200 acres, se supuso que tenían 250 acres cada una.

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de tenencias mayores que utilizaban mano de obra asalariada para el cultivo. La dedicación de las fincas a la ganadería de forma exclu­ siva produjo una mayor concentración de tierras, que a menudo se arrendaban a los pujantes yeomen.51 Para comparar el curso de la evolución agraria en Francia, nece­ sitamos primero relacionarla con el ciclo de Le Roy Ladurie derivado del bajo Languedoc. Este ciclo también comienza con una situación de superpoblación e incluso con una fragmentación mucho más fuerte ■de la propiedad campesina alrededor del año 1300. El descenso de la población en el siglo xv acompañó la formación de las tenencias de tipo medio a cargo del yeoman con una extensión de una docena de hectáreas (lo que equivale a cerca de 30 acres, comparable aproxi­ madamente a una yardland inglesa), aunque también existían propie­ dades mucho más grandes. Estas propiedades medianas se vieron' mermadas de nuevo cuando la población y las rentas crecieron durante los siglos xvi y x v i i , debido a que se produjo un aumento en el núme­ ro de propiedades de gran tamaño. Al decaer las rentas y la población a finales del siglo x v i i , se produjo otra concentración de tierras en explotaciones más grandes, pero esta vez no fueron los yeomen rura­ les los responsables, sino las élites urbanas quienes propiciaron el proceso.58 Bois, cuya Crise du féodalisme no se publicó hasta después de la aparición del artículo de Brenner, observó un modelo similar al este 57.. 1\. H. Hilton, The Economic Development of Some Leicestersbire Estales in tbe Vourteentb and Fifteenth Centuries, Oxford, 1947, p. 105; R. H. Hilton, «Medieval Agrarian History», en V. C ..H . Leicestersbire, II, pp. 183196; W. G. Hoskins, «The Leicestersbire Farmer in the Sixteentb Century», en su Essays in Leicestersbire History, Liverpool, 1950. Hilton se refiere de modo más general a cuarenta pueblos situados en las grandes propiedades de las regiones occidentales del interior: «La tendencia de este período hacia la disminución del grupo de las pequeñas tenencias y el aumento del número de las tenencias más grandes [de 30 a 100 acres de tierra de cultivo] parece qua es bastante cierta», R. H. Xíilton, The English Veasaniry in the Later Middle Ages, Oxford, 1975, pp. 39-40. 58, E. Le Roy Ladurie, Les paysans de Languedpc, 2 vols. S.E.V.P.E.N., París, 1966, I, pp. 151-160, 580-581. Yeomen es el término que él utiliza. Una tenencia mediana se considera entre 20 a 100 selérées (de 3,6 a 18 hectáreas). En su «Masses profondes: la paysannerie», p. 518, Le Roy Ladurie sugiere que una doóena de hectáreas es la cifra más común. Como en el Languedoc se utilizaba un sistema de dos hojas, 30 acres de tierra de cultivo producirían menos que en el sistema inglés de tres hojas.

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de Normandía durante el período entre 1300 y 1520. Esto tiene especial interés por dos razones, primero, porque existe un parecido entre esta región y la Inglaterra del open-field, y también porque Bois, gracias a sus investigaciones, ha construido un modelo marxiste del feudalismo en crisis. Al comienzo encuentra que las tenencias cam­ pesinas presentan una fragmentación extrema ya que la mayoría de ellas tienen una superficie de dos hectáreas e incluso me­ nos, aunque existían algunas tenencias más grandes. En la segunda mitad del siglo xv, se produjo un crecimiento muy rápido de la población rural y también se produjo un aumento en el número de campesinos con propiedades de tipo medio (censi taires) entre 1397 y 1477, mientras que el número de propietarios muy pequeños des­ cendió. En torno a 1527 el constante crecimiento de la población originó una multiplicación de pequeñas propiedades y un descenso de las medianas. Sin embargo, la expansión de la mediana propie­ dad en el siglo xv fue mucho menos importante que en el Langue­ doc, o que en las tenencias más extensas de la región central de Ingla­ terra, y desaparece por completo si se define la propiedad «mediana» de otra forma.59 59. Bois, Crise du féodalisme, pp. 49-72, 148-150, 138-146. Estos resul­ tados proceden del 'análisis d d número de censitaires en St. Nicholas d’Aliermont (p, 140). En 1397, aquellos que poseían tenencias entre 6 y 15 hectáreas constituían el 34 por 100 del total; en 1477, constituían el 43 por 100; en 1527, el 32 por 100. Sin embargo, sí aceptamos la definición de Boís de la tenencia mediana de 10 a 20 hectáreas (p. 146) el porcentaje es de 25 en 1397, 26 en 1477, 19 en 1527; sí se considera que tenían de 8 a 20 hectáreas* los porcentajes son de 34, 40 y 27. En 1527, cerca del 47 por 100 del conjunto de la propiedad estaba en manos de 17 propietarios (11 por 100 del total) que tenían más de 20 hectáreas, un 25 por 100 estaba en manos del 32 por 100 de los propietarios que tenían de 10 a 20 hectáreas, un modelo parecido al de Chippenham (Cambridgeshíre) en 1544, donde 11 poseedores (un 18 por 100 del total) de tenencias de más de 50 acres tenían el 60 por 100 de la tierra. Bois cree que en Normandía la presión demográfica no afectó tanto a las grandes tenencias como en el Languedoc (pp. 157-158). Le Roy Ladurie también ha visto confirmadas las tendencias seculares del Languedoc en Neuburg y en Normandía: Le ilo y Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 518-519. Aunque, las fluctuaciones en el número de pro­ pietarios muy pequeños siguen los modelos del sur desde 1397 hasta 1775, no ocurre lo mismo con las tenencias medianas de cerca de doce hectáreas. En Normandía los que tenían de 10 a 30 acres (de 7,4 a 22,2 hectáreas) ocupaban el 34,1 por 100 del área total de mouvances en 1397, el 35 por 100 en 1497 y el 32,2 por 100 en 1775, mientras que los que tenían más de 30 acres

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Para Bois, la tenencia mediana en manos de campesinos que utili­ zan una yunta es la forma básica de producción, el fundamento del feudalismo. La proliferación de estas unidades significa la expansión de la producción; su descenso significa lo contrario, la contracción. Los precios bajan cuando la producción campesina aumenta y vice­ versa; la repetición de los ciclos y los mecanismos del crecimiento, estancamiento y regresión demuestran la existencia de un sistema cohesionado.60 Este sistema generaría, mediante sus propias contradic­ ciones, los ciclos de crecimiento y regresión, a los que contribuirían las epidemias, las guerras, los cambios climáticos y el estancamiento de las técnicas. Sin embargo, considera que las causas determinantes se originan en las relaciones sociales, el poder de los señores sobre los campesinos, la exacción de impuestos y la apropiación del excedente. Un descenso en la tasa de apropiación61 estimula a los campe­ sinos a aumentar la producción y el consumo. Dado que las técnicas permanecen estáticas, el crecimiento de la producción implica la ampliación del área de cultivo y el consiguiente uso de las tierras ocupaban más del 11 por 100, el 12,6 por 100 y el 17,1 por 100, en las mismas fechas. El área sobre la que disponemos de información para 1775 es inferior en un tercio a la de períodos anteriores. El número de propietarios entre 10 a 30 hectáreas, en la suposición de que el área conocida sea representativa de los otros dos tercios, es de 32 para 1496, 38 para 1397 y 31 para1775. Calcu­ lado sobre A. Plaise, La baronnie du Neubourg, París,1961,cuadro 9 en p. 44, cuadro 52 en p. 348 y cuadro 55 en p. 357. 60. . Bois, Crise du féodalisme, pp. 350-361. 61. Éste es un fenómeno secular básico, consecuencia de las tenencias a perpetuidad, que se produce donde los campesinos al ser productores indepen­ dientes pueden reducir sus deudas. La caída de la tasa de apropiación no encaja demasiado bien con la aseveración de Hílton sobre «el alto nivel de las rentas y de otras exigencias que los propietarios imponían a los arrendatarios», Hilton, Englisk Veasantry in the Later M tddle Ages, p. 213, cf. pp. 235-236. ¿Existe realmente una diferencia básica entre el desarrollo de Francia e Ingla­ terra antes de 1340, o es simplemente una cuestión de terminología? Los histo­ riadores franceses no distinguen de forma tan clara como los ingleses entre los propietarios libres y los enfiteutas, de modo que cuando el vüleinage desapa­ rece como una condición personal, el típico censitaire es .un estado más próximo al del propietario libre inglés que al del enfiteuta inglés o tenant at will. Si lo s ' derechos señoriales en especie eran más importantes en Francia que en Ingla­ terra, como sugiere Duby, su conmutación produciría un cambio secular que favorecería a los enfiteutas. Los campesinos libres con una renta fija eran más numerosos en algunas partes de Inglaterra que los campesinos en régimen de sujeción.

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marginales. Este proceso se acompaña por una subida de los precios agrícolas (en relación a los industriales) y por el aumento de la pobla­ ción. Esto conduce finalmente a la fragmentación de las tenencias y al descanso de la productividad, como consecuencia del cultivo de tierras de poca calidad. Hasta ahora, el crecimiento ha significado que la disminución de la tasa de apropiación puede todavía proporcionar muchos más ingresos a los señores porque aumenta el volumen de la producción. Ahora bien, el descenso de la productividad disminuye el volumen, mientras que los campesinos reducen su consumo e inver­ siones a niveles muy precarios. Los rentistas intentan mantener sus ingresos y por lo tanto aumentan la tasa de apropiación y así con­ vierten el crecimiento en regresión al arruinar las bases de la produc­ ción campesina. Bois acepta que los impuestos estatales fueron proba­ blemente la causa de la regresión durante el siglo xiv y que impidie­ ron que la expansión alcanzara los niveles anteriores de la población rural en el siglo xvi.62 La fase de regresión invierte el ciclo anterior. El área de cultivo se reduce a las tierras más fértiles, el tamaño de las tenencias campesinas aumenta, asi como la productividad. La tasa de apropiación aumenta, pero el volumen desciende junto con la produc­ ción total; la población y los precios agrícolas descienden; y los sala­ rios y los precios industriales aumentan. El proceso de declive se ve limitado por el crecimiento de la productividad en las tenencias más grandes lo que permite a estos campesinos aumentar su propio consumo, invertir y pagar sus impuestos. El proceso de crecimiento comienza de nuevo. Con una tecnología estancada, los ciclos podrían repetirse eterna­ mente. Pero de hecho, cada ciclo de crecimiento produce una acumu­ lación de recursos por parte de mercaderes y grandes arrendatarios, debilita las estructuras feudales originales y conduce a la proletarizacíón del pequeño campesino. En Normandía, los años que van de" 1495 a 1500 contemplaron los inicios de una industria rural de carácter textil y una expansión del comercio marítimo; todo ello acompañó un proceso de compra de tenencias enfitéuticas por parte de burgueses acomodados, En 1510, la actitud de los señores había cambiado: estaban «más interesados en la expulsión de los enfiteutas que en mantenerlos en sus tenencias», así como en agregar más tierras a sus dominios. A pesar de que las rentas procedentes det 62.

Bois, Crise du féodalisme, pp. 193, 336.

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señorío, bosques y bandités, aumentaron, los grandes señores no lograron restablecer el poder adquisitivo que sus rentas habían tenido en 1300; dependían de los cargos y favores reales para mantener su estilo de vida que era cada vez más costoso.63 Esto contradice la opinión de Brenner de .que los señores fran­ ceses, a diferencia de los ingleses, no podían expulsar a sus enfiteu­ tas.64 Bois acepta el modelo neomalthusiano de Le Roy Ladurie mu­ cho más que Brenner y habla de la «relativa autonomía del régimen demográfico en relación al sistema económico».65 El planteamiento de Bois se centra en las explotaciones campesinas de tamaño mediano y considera que su número, su inversión y productividad es lo que determina los precios agrícolas y los ciclos de crecimiento y regresión, •siempre que fueran lo suficientemente grandes para una yunta, esto es, entre diez y veinte hectáreas (es decir, de una a dos yardlands inglesas), «la explotación familiar constituía la unidad más renta­ ble». Las grandes explotaciones sólo podían superar su inferior ren-"' tabilidad por un acceso a los mercados urbanos o por unos precios elevados y unos salarios bajos. Se trataba de unidades marginales en una economía cuya dinámica se veía controlada por la explotación familiar.66 Existen algunos indicios de que las explotaciones campesinas pro­ ducían, durante los primeros años de la Edad Moderna en Europa oriental,67 cosechas mayores que las de los dominios señoriales con mano de obra servil, aunque también poseemos indicios de que ocu­ rría lo contrario en las explotaciones del occidente medieval que utili­ zaban mano de obra asalariada.68 Los rendimientos de la ganadería 63. Ibid., pp. 342, 246-247, 230-234. Lamentablemente se ofrece poca información detallada o datos sobre la expulsión de los enfiteutas, excepto en la p. 204. 64. Véanse supra, pp. 74-75. 65. Bois, Crise du féodalisme, p. 336. 66. Ibid., pp. 224-225, 352-353, 146. Aunque en la p. 226 Bois demuestra que la explotación del dominio señorial de la Bergeríe que tenía 50 hectáreas de cultivo y 550 ovejas (p. 220) producía unas cosechas( de cereales mucho mayo­ res que las explotaciones campesinas medias. 67. Z. Kirffly e I. N . Kíss, «Les exploitations paysannes en Hongrie», Anuales E .S .C ., X X III (1968), p. 1,236. Este punto de vista también lo comparten muchos historiadores polacos, por ejemplo W. Kula, Théorie economtque du systhne féodale, París, 1970, p. 87. 68. Bois, Crise du féodalisme, p. 336; P. F. Brandon, «Cereal Yields on

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y del cultivo cerealista en las zonas de campo abierto {open-field) se veían influidos por el número de cabezas de ganado, el cual podía ser un poco más elevado en las tenencias de dominio señorial. Ya hemos visto que el aumento del número de explotaciones medianas en Aliermont no era tan claro ni era tan decisivo como el modelo requería para el siglo xv, aunque el número y el área de las grandes propiedades sí descendió.69 Para 1527, el 47 por 100 del área estaba ocupada por propiedades de más de 20 hectáreas, y el 59 por 100 lo ocupaban las propiedades de 16 hectáreas, todo lo cual habría nece­ sitado grandes cantidades de mano de obra asalariada.™ Según Bois, las tendencias a debilitar «el modo de producción feudal» eran mu­ cho más fuertes en el siglo xvi que en el siglo x m , pero el sistema no sufrió cambios fundamentales y la acumulación se detuvo a media­ dos del siglo xvi. Desafortunadamente, Bois no prosigue su análisis; el proceso lógico de su modelo exigiría que la regresión fuera conse­ cuencia de un aumento en las tasas de apropiación a través de las rentas y los impuestos, lo que sería verosímil para el período entre Í550 y 1650, lo que produciría una remodelación de las explotacio­ nes familiares que inauguraría una nueva fase de crecimiento. Aun­ que nuestros conocimientos sobre el norte de Francia sean bastante imperfectos, de ellos se deduce que hubo una considerable pérdida de las propiedades campesinas desde 1550 hasta 1700 y un aumento

the Sussex Estates of BatUe Abbey duríng the Later Middle Ages», Econ. Hist. Rev., 2.a serie, XXV (1972). El tamaño de explotación que Bois menciona está relacionado con la agricultura del open-field-, no está pensando para el cultivo intensivo de tipo flamenco: véase supra, p. 178, n. 39. 69. Véanse supra, pp. 185-186, n. 59. Bois señala que en 1477 muchas de las tenencias (el 30 por 100 del área total) estaban desocupadas, y se arren­ daron con contratos temporales, aumentando el tamaño de las tenencias de muchos propietarios, de forma que 42 (58 por 100) de los 72 propietarios eran laboureurs; pero en 1397, 44 propietarios tenían más de 10 hectáreas, Boís, Crise du féodalisme, pp. 140-146. 70. Bois reconoce que la explotación familiar necesitaba algún tipo de mano de obra asalariada y que los laboureurs dependían de la disponibilidad de los manouvriers. También afirma que un gran número de manouvriers semiproletarizados, como en Aliermont en 1527, significaría una caída en la productividad media de la mano de obra, peto como ya había demostrado que la mayoría de ellos eran artesanos, es difícil ver cómo esto afectaría a la productividad agrícola. I b i d pp. 141, 168-169, 311, n. 2.

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relativo de la importancia de las tenencias de más de veinte hec­ táreas.71 Bois afirma que su modelo permite ser aplicado de forma general, pero cabe preguntarse si la situación normanda sobre la que se cons­ truyó presentaba rasgos particulares; Bois muestra que las tierras de los dominios señoriales (fuera del Vexin donde predominaban grandes explotaciones de 100 o 150 hectáreas) eran habitualmente ex­ plotaciones de 20 a 30 hectáreas y sólo ocupaban del 5 al 10 por 100 del área total de cultivo, una proporción que ya existía en el siglo x i i i o incluso antes,72 pero, en el siglo xvi, los •dominios señoriales de alre­ dedor de París ocupaban del 25 al 30 por 100 del área total y sobre el 18 por 100 del área de cultivo.73 En la región central de Inglaterra en 1279 los dominios señoriales ocupaban un cuarto de las grandes propiedades y un 41 por 100 de las más pequeñas.74 En Francia, a partir del siglo xv, pueden encontrarse modelos muy diferentes: en Gátine de Poitou, los señores crearon grandes métairies a costa de los enfiteutas; en la zona de Lyon los señores restablecieron ciertos derechos muy onerosos y aumentaron las rentas de las tenencias enfi­ téuticas, mientras que sus dominios siguieron consistiendo en unas pocas parcelas diseminadas; alrededor de Toulouse se produjo la concentración de fincas de 20 a 24 hectáreas, bajo régimen de apar­ cería.75 Después del año 1400, en algunos dominios señoriales flamencos, fincas de más de 15 hectáreas, que habían ocupado el 11,4 por 100 de la superficie total, desaparecieron, aunque la población estaba estacionaria o en descenso. En el siglo xvi, las fincas de más de 71. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la payssannerie», pp, 792, 795. 72. Bois, Crise du féodalisme, pp. 216-220. 73. Jacquait, Crise rurale en lle-de-France, pp. 65-66, 75, n. 27. En Ñorroandía los grandes señoríos tenían extensas 2onas forestales; un 40 por 100 de la baronía de Neuburg era bosque. Estas zonas eran las de más valor del señorío. Mientras que la Iglesia, la corona y la nobleza poseían la mayoría de las zonas forestales de los alrededores de París, los dominios señoriales ocupa­ ban una parte mayor del área de cultivo que en la 1-egión de Normandía. 74. G. Duby, Rural Economy and Country Life in the Medieval W est , Londres, 1968, p. 263, citando a Kominsky. 75. L. Merle, La métame e t Vevolution agraire de la Gátine poitevine, París, 1974, pp. 57-74; M. T. Lorcin, Les campagnes de la région lyonnais aux X IV C et X V e stécles, París, 1974, pp. 441-443, 462-463; G. Sicard, Le métayage dans le Midi toulousain a la fin du Moyen Age, Toulouse, 1956, pp. 25-31.

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7,5 hectáreas habían desaparecido virtualmente y las que tenían de 0,75 a 1,5 hectáreas, o incluso menos, aumentaron su preponde­ rancia, mientras que la población había aumentado fuertemente en las primeras décadas y había descendido incluso más en las últimas. Esta fragmentación se acompañó de una intensificación del área culti­ vada, la mejora de las técnicas y la productividad, lo que aumentó de nuevo la producción hasta unos niveles que nunca habían sido alcan­ zados antes del siglo xvi, y además se produjo'un aumento de la población.76 Este desarrollo no encaja en ninguno de los modelos ana­ lizados y mucho menos en la hipótesis de Bois sobre el estancamiento técnico o en la teoría de que los minifundios conducían a una produc­ tividad más baja. Le Roy Ladurie observa este proceso como «una revolución verde, lo que es aberrante en el desarrollo de cualquier otro lugar durante el período entre 1400 y 1600, excepto en algunas partes de Lombardía».77 En todas partes los señores, como consecuencia de la depresión, tuvieron que hacer concesiones para conseguir o mantener a sus arren­ datarios. Los enfiteutas a menudo se beneficiaron de esta situación ya que consiguieron condiciones más favorables.78 En aquellos lugares donde las rentas y los derechos enfitéuticos eran elevados, los enfiteu­ tas preferían convertir las tenencias enfitéuticas hereditarias en arren­ damientos a plazo con rentas más bajas.79 El siglo xvi presenció sin 76. E, van Cauwenberghe, «Les changements de la productivité, du revenu et des formes des exploitations paysannes aux Pays Bas XIVC-XVT ss.», Siudia historiae oeconomicae, X (1975); esto abarca tres grandes propiedades en Flandes y dos en Brabante. Véase también H. van der Wee y E. van Camvenberghe, «Histoire agtaíre et fínances publiques en Flandre du XIV* au XVII® siécle», Annales E. S. C., X X V III (1973); P. Deprez, «De boeren in de l6 dc, 17d0 en 18dc eemv», en J. L. Broecks, ed., Flandria nostra, 5 vols., Amberes, 19571960,1. 77. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysanneríe», pp. 512-513, 520-521. Atribuye esta situación a la densidad demográfica y a los grandes merr cados urbanos y a los relativamente pequeños cambios demográficos. Pero el hecho de que el porcentaje de tenencias de menos de una hectárea y media per­ manecía constante cuando la población iba aumentando, y que aumentara cuando la población bajaba a finales del siglo xvi, supone un sorprendente contraste con sus análisis del Languedoc. 78. Los edificios se reparaban a menudo costeando el propietario los gastos, las tenencias desocupadas y abandonadas podían ser restauradas y no se pagaba ninguna renta o bien una renta reducida durante un período inicial. 79. Van der Wee y Van Cauwenberghe, «Histoire agraire et fínances publi-

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duda un aumento de los contratos enfitéuticos a largo plazo, e incluso de por vida, en varias de las propiedades monásticas de Inglaterra.80 Dejando aparte las razones que lo motivaron, este proceso significó que durante la depresión el aumento de la tierra arrendada podía procurar un mayor beneficio a los señores cuando los precios y las rentas aumentaban de nuevo. En Neuburg y Aliermont, a pesar de que las tenencias enfitéuticas que estaban desocupadas se arrendaron durante el siglo xv, se convirtieron de nuevo en tenencias enfitéuti­ cas en el año 1500. En Inglaterra las parcelas de los dominios seño­ riales cedidas a enfiteutas podían convertirse en un tipo de tenen­ cia semejante a la posesión enfitéutica, mientras que en Francia, en algunos casos, el dominio señorial o el arrendamiento se con­ vertían en tenencias hereditarias a largo plazo o a perpetuidad. Hay que investigar si los aumentos relativos de tales cambios supusieron una continuidad tanto legal como económicamente. Si existía una diferencia en este tipo de desarrollo entre Francia, Inglaterra y los Países Bajos, el siglo xvi podría ser el período decisivo. Sin embargo^ estamos principalmente interesados en eljirrendamiento de los dominios señoriales, tanto en Francia como en Inglaterra, donde los seño­ res ofrecían como principales incentivos: adelantos, inversiones más importantes de capital y contratos de más larga duración; lo que diferencia a Inglaterra es que las condiciones de arrendamiento eran más favorables a los arrendatarios cuando aumentaban los precios. Tanto en Inglaterra como en Francia la documentación sobre cómo y a quién se arrendaban los dominios señoriales procede de forma abrumadora de las propiedades eclesiásticas. Inicialmente, los arrendamientos del dominio señorial consistían en arrendar la tierra y el utillaje. Desde el punto de vista del arrendatario, el utillaje suponía un adelanto del capital fijo; en cuanto ques en Flandre», pp. 1,057-1.058; G. Sivery, Stmclures agraires et vie runde dans le Hainaut de la fin du X IIP au début du X V P siécle, 3 vols., Lille, 1973, II, pp. 842-843. 80. El ejemplo más sorprendente lo encontramos en Durham, donde los enfiteutas se convirtieron en arrendatarios con plazos' entre cinco y quince años, R. B. Dobson, Durham Pnory, 1400-1450, Cambridge, 1973, pp. 282-283. El mismo proceso puede contemplarse en varios de los monasterios al este del país, aunque allí el arrendamiento generalmente se convirtió en un contrato por años y vidas, por ejemplo, H. P. R. Einberg, Tavistock Abbey, Cambridge, 1951, pp. 250-251, 256-257.

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al señor significaba que mantenía abierta la opción de reanudar el uso directo.81 En las propiedades de la abadía de W estminsterencontra­ mos una muestra de lo que parece la evolución lógica de la situación: las condiciones de arrendamiento que eran de doce años en 1400, aumentaron hasta treinta y cuarenta años en 1450, el utillaje dejó de incluirse en el contrato aunque los arrendatarios continuaron a cargo de las reparaciones. Sin embargo, un dominip señorial de cada veinte continuó arrendándose con el utillaje hasta 1525/2 y este tipo de arrendamiento todavía existía en las propiedades de muchos de los monasterios más importantes, mientras que llegó a ser una prác­ tica frecuente el optar por recibir las rentas en grano en vez de en dinero.83 En algunas propiedades, los arrendamientos se hicieron más largos sólo a comienzos del siglo xvi; esto fue especialmente notable en las propiedades del arzobispo de Canterbury, donde antes de 1500 la duración de los contratos era entre cinco y diez años, aumentando hasta quince y posteriormente, en la década de 1520, hasta treinta y cuarenta años.84 Aunque los obispos de Worcester arrendaban sus do­ minios por cuarenta años o más a mediados del siglo xv; para enton­ ces, o lo más tarde hacia 1500, los plazos de cuarenta o más años eran frecuentes en las propiedadeslñonlsticas.85 Al oeste del país, 81. Una variante, que convertía al utillaje en un adelanto retornable, se encuentra en algunos de los arrendamientos de finales del siglo xv y principios del xvr, en las tierras de East AngHa, donde el arrendatario recibía ganado y grano por valor de 20 libras, y las reembolsaba a 20 chelines por año durante un plazo de veinte años; por ejemplo, el señorío de Calcott Hall, Suffolk: Magdalen College, Oxford, archivos, Ledger B, pp. 93-95, 120-121. 82. B. Harvey, «The Leasing of the Abbot of Westminster’s Demesnes in the Later Míddle Ages», Eco». Hist. Rev., 2.a serie, X X II (1969). 83. J. Youings, «Landlords in England: C, The Church», en J. Thirsk, ed., The Agrarian Hislory of England and Wales, IV: 1500-1640, Cambridge, 1967, pp. 321-322. 84. F. R. H. Du Boulay, The Lorship of Canterbury, Londres, 1966, pp. 220-231; C. Dyer, «A Redístríbution of Incomes in Fifteenth-Century England?», Past and Presentan? 39 (abril 1968), pp. 14, 28-29. 85. Los plazos de cuarenta años sustituyeron a los plazos más cortos en Leicestershire y en las propiedades de Ramsey en Hüntingdonshire, pero plazos mucho más largos fueron concedidos por Buckland en Devon: Youings, «Land­ lords in England: C, The Church», pp. 319-321. D e los 18 arrendamientos concedidos en las propiedades monásticas de Seymour antes de 1533 dentro y alrededor de Wiltshire, 15 tenían un plazo entre treinta y setenta años; 3 eran de por vida. 1 3 , — BRENNER

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los arrendamientos de por vida eran frecuentes y, a comienzos del siglo xvi, el contrato por tres vidas determinables en anos estaba haciendo su aparición. Durante el siglo xvi, esta forma de tenencia se convirtió en predominante en Wiltshire y en la parte oeste dél país. Estos arrendamientos continuaban con una renta baja, pero se" imponían fianzas muy elevadas cuando se establecía un nuevo con­ trato, o cuando se cambiaba de arrendatarios, al incorporarse una nueva generación. El arrendamiento de los dominios señoriales no significaba que las grandes tenencias se perpetuaran; en algunos casos los dominios eran fragmentados o arrendados a un grupo de enfiteutas, o incluso a la larga se convertían en tenencias bajo arrendamiento a largo plazo. Con todo, la mayoría de los señoríos pertenecientes al clero que han sido estudiados se arrendaban en grandes tenencias, y la mayoría de los arrendatarios de Kent, Devon o Yorkshire eran o bien campesinos acomodados, o aspirantes a yeomen, o los mismos yeomen, aunque también había una minoría de gentry. En Leicestershire estos yeomen a menudo arrendaban también el diezmo eclesiástico, aunque los señores eclesiásticos normalmente no arrendaban los señoríos com­ pletos. Sin embargo, en Leicestershire, en las décadas anteriores a la disolución, los arrendamientos a la gentry eran cada vez más nume­ rosos; ésta reemplazaba a los yeomen>quienes al parecer habían mo­ nopolizado los arrendamientos de los dominios señoriales y de los diezmos a finales del siglo xv.86 Cabría preguntarse hasta qué punto estos arrendatarios aristócratas subarrendaron las tierras a los cam­ pesinos; en muchos casos se supone que no lo hicieron. Los arrenda­ tarios yeomen más prósperos alcanzaron un nivel social más alto, entrando a formar parte de la gentry. La documentación sobre los resultados del arrendamiento de las propiedades laicas e incluso sobre la duración predominante de los arrendamientos es mucho más escasa. Sin embargo, parece probable que la mayoría tenía una duración de 21 años o más a principios del 86. S. Jack, «Monastic Lands in Leicestershire and their Administration on the Eve of the Dissolutíon», Le tes. Archaeoh and Hist. Soc. Trans., XLI (1965-1966), pp. 14-17; los arrendamientos de una propiedad, Croxton Kerriall, «además de incluir la cláusula habitual concerniente al subarriendo sin el permiso del convento... incluía también una estipulación muy severa según la cual el contrato se anularía si a un caballero, o incluso a un criado de un caballero, se le permitía heredar los intereses» (p. 16).

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siglo xvi,87 y que 21 años y tres generaciones eran las condiciones predominantes durantejlos siglos xvT^Txvn. ÁuHque a^Ideram os" que ün"*éstudio más amplío de esta ültima íase puede ser aplazado ya que la cuestión principal, como señala Thorold Rogers, es que los arrendamientos ingleses a comienzos de la Edad Moderna se caracte­ rizaban por ser a largo plazo. Rogers observó que en el contexto de los siglos xvm y xix la defensa de los arrendamientos a largo plazo era esencial para alentar a los arrendatarios a invertir en mejoras. Por nuestra parte es necesario que analicemos esta cuestión en rela­ ción a la actitud que adoptaron los franceses. En Francia, los señores ofrecían mayores incentivos, aunque del tipo que ya hemos señalado, para alentar a los arrendatarios a hacer­ se cargo de las tenencias devastadas por la guerra o de las tierras cuyo suelo se había agotado. En general, los grandes señores debían adelantar el capital para la reconstrucción y abastecimiento tanto de los dominios señoriales arrendados como de las tenencias enfítéutícas,88 Otra forma de anticipar el capital fijo era el métayage (forma que apenas se encuentra en Inglaterra); este sistema se practicaba en la alta Normandía y en la región de París pero, excepto bajo forma de arrendamiento de ganado (bail a cheptel), no sobrevivió más allá 87. Los contratos por 21 años prevalecieron en las propiedades de Percy en Yorlíshíre, Sussex, Kent, Dorset, Somerset y Northumberland, aunque tam­ bién se percibían las fiamas; J. M. W. Bean, The Estates of the Percy Family, 1416-1537, Oxford, 1958, Oxford, 1958, pp. 54-56; los condes de Shrewsbüry concedían arrendamientos por 21 años en Shropshire desde finales del siglo xv, A. J. Políard, «Estate Management in the Later Middle Ages», Econ. Hisi. Rev., 2.“ serie, XXV (1972); de los 13 arrendamientos concedidos en las propiedades de Seymour entre 1514 y 1535, 8 eran desde 21 años a 36 afíos, 5 entre tres y cuatro vidas: catastro de las tierras de Seymour, c. 1540, Longleat, legajos Seymour, vol. X II; los condes de Rudand generalmente concedían arrendamien­ tos por 21 años desde 1540 y los condes de Oxford concedían plazos de 20 años, 21 años y tres vidas en 1550 aunque en los libros de cuentas generales a menudo no se especifican los plazos cuando se registran los pagos de las tasas: Essex County Record Office, DDpr/140-142. El que 21 años o tres vidas (ambos plazos eran equivalentes hasta finales del siglo x v n ) era una norma o el plazo mínimo se desprende del hecho de que los arrendatarios habían sido autorizados a fijar esos plazos por 32 (Enrique V IH , cap. 28). 88. G. Fourquin, Les campagnes de la région parisienne h la fin du Moye» Age, París, 1964, pp. 421-422, 430455, 474-483; I. Guérin, La vie rurale en Sologne aux X1VC et XV‘ s'tecles, París, 1960, pp. 254-262; R. Boutruche, Bordeaux de 1453 a 1715, Burdeos, 1966, pp. 31-59; Neveux, «Déclin et reprise», pp. 10-20.

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del año 1500; mientras que en el sur y el oeste de Francia el métayage aumentó probablemente en el siglo xv y seguramente en el siglo xvi.89Algunos labradores de la región de París y otros lugares gozaron de arrendamientos por tres generaciones, o por un largo período (hasta noventa y nueve años); pero a finales del siglo xv la gran mayoría de arrendamientos eran de seis a nueve años y"éstós eran los" plazos más frecuentes durante el siglo xvi. En Picardía y Normandíá, el plazo normal era de nueve anos aunque se encuentran plazos superiores en Soissonnais y Beauvaisis.90 De seis a nueve años era el plazo normal en Languedoc y probablemente para la mayor parte del sur. En la región de París y Normandía el área del dominio señorial y de las tenencias enfitéuticas había cambiado poco entre 1300 y 1500, pero desde finales del siglo xv aumentó la adquisición de tenencias enfitéuticas por los mercaderes y por los cargos de la administración de París y otras ciudades. En la región de París, después de 1500, cada vez más se arrendaban conjuntamente los derechos señoriales y las tierras del dominio señorial (y algunas veces se incluían los diezmos). Los que las arrendaban eran en su mayoría campesinos ricos, aunque también lo hacían los cargos de la administración y los burgueses.91 Si comparamos la situación de Francia e Inglaterra a principios del siglo xvi y recordamos que la mayoría de la documentación pro­ cede de las propiedades eclesiásticas, podemos constatar que el con­ traste entre la duración de los arrendamientos es asombroso. La ten­ dencia en Francia era de arrendamientos cortos después de la recons­ trucción. En Inglaterra, y aunque no en todas partes se tendía a los contratos largos, no hubo ninguna tendencia general a acortarlos después de 1530. Otra de las diferencias reside en que, en el norte de Francia, las rentas aumentaron rápidamente en la primera mitad 89. Bois, Crise du féod&ítsme, p. 221; Fourquin, Campagnes de la région parisienne, p. 355; Guérin, Vie rurale en Sologne, pp. 262-266; Jacquart, Crise rurale en lle-de-Franee, p. 130. 90. Jacquart, Crise rurale en lle-de-F ranee, pp, 47, 102, n. 3, 130; Fourquin, Campagnes de la région parisienne, p. 355; P. Deyon, Contribution a Vétude des revenus fonciers en Picardie, Lille, 1968, pp. 67-68; Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capitalisme agricole, pp. 18, 24; P. Goubert, Beauvais et le Beauvaisis de 1600 a 1730, París, 1960, p. 517. 91. Fourquin, Campagnes de la région parisienne, pp. 479-480; Jacquart, Crise rurale en He-de-France, pp. 83-85.

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del siglo xvi, aunque es probable que hubieran descendido a niveles mucho más bajos a mediados del siglo xv. En algunos lugares como Hurepoix, los niveles de las rentas de las grandes fincas en 1550 no se habían superado en términos reales durante unos doscientos años. En Inglaterra, la documentación para la primera mitad del siglo xvi es^escaslf, pero no cabe duda de que a partir de finales del siglo xvi los niveles de las rentas aumentaron rápidamente, alcan­ zando el punto más alto alrededor de 1640. Esta situación es pare­ cida a la que refleja el modelo del Languedoc, donde hubo pocos aumentos en las rentas hasta después de 1600.92 Otro aspecto que diferencia a Francia de Inglaterra es el gran p redominio dél lpago~de las rentas en. especie. Fourquin ha señalado que junto a la reconstrucción y repoblación de las zonas rurales se produjo una reconstitución del señorío rural que tomó un nuevo vigor, de modo que él considera que se dio una continuidad básica de las estructuras rurales desde el siglo x m duran­ te todo el Anclen régime.93 Esto desde luego concordaría con las opi­ niones de Bois y Brenner y contrastaría de nuevo con la situación en Inglaterra, donde por lo general se supone que las curias señoriales sufrieron una decadencia ininterrumpida desde finales de la Edad Media. Sin embargo, Le Roy Ladurie .ha indicado que en el siglo xvi 92. J. Jacquart, «La rente fonciére, Índice conjoncturel?», Revue historique, CCLIII (1975), pp. 363-364; Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», pp7”250-251; E. Kerridge, «The Movement of Rent, 1540-1640», Econ. Hist. Rev., 2.a serle, V I (1953-1954), p. 28, cuadro IV; el aumento de porcentaje en el índice de Kerridge sobre las nuevas rentas de las propiedades de Herbert deflactado por el precio deí trigo es más o menos el mismo (22 por 100). que la renta de cereales por acre de las ocho fincas de Desaives en Notre-Dame entre 1500 y 1600, pero Jacquart da otros dos ejemplos de subidas del 50 y 40 por 100. En cuanto al Languedoc, hay que señalar que los arrendatarios bajo forma de métayage pagaban la mitad después de 1540, mientras que anterior­ mente pagaban un tercio o incluso menos, Le Roy Ladurie, Paysans de Lan­ guedoc, II, p. 865. De las dieciséis series de renta de cereales que Le Roy Ladurie presenta, sólo dos comienzan antes de 1525; de las seis que comienzan en 1525 aproximadamente, tres muestran una subida apreciable del 25 por 100 o más alrededor de 1550 (pp. 1.022-1.023). Sin embargo, la proporción de renta por hectárea era mucho más alta en el siglo xvrr que antes de 1560. 93. Fourquin, Campagnes de la región parisienne, p. 530; G. Fourquin, Seigneuríe et féodalité au Moyen Age, París, 1970, pp. 222-224, 243; aquí co­ menta una «reacción señorial» y niega que los señores se hayan convertido mucho m^s en rentiers que alrededor de 1300,

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la sociedad rural comienza a adoptar un nuevo aspecto, precisamente a causa de la relativa debilidad del señorío; excepto en unas pocas regiones, sobre todo en Borgoña y Bretaña, lo que sucede es «un pro­ ceso de des-señorialización y des-feudalización de la sociedad». Si ex­ ceptuámose! diezmo, los derechos señoriales (en el sentido que seles dabTerTel siglo x v m ) constituían un porcentaje muy pequeño de los ingresos señoriales en la mayoría 3e~las zonas estudiadas. Al subra­ yar este aspecto, se resta importancia a la consicTérable'función que desempeñaba la justicia señorial en la vida de los campesinos. La clase dominante es una clase de propietMós”étT eF sentido que los fisiócratas dan al término, en la que las élites urbanas y los mercados ocupan un lugar cada vez más importante. El que una parte predo­ minante de los compradores de tierras de la Iglesia, en las áreas del open-field, fueran burgueses significa para Le Roy Ladurie una señal de una revolución abortada de la propiedad de la tierra (révolution fonáére), análoga en apariencia a los efectos de la disolución de los monasterios en Inglaterra.94 Aunque es cierto que los propietarios y ciudadanos adquirieron las propiedades monásticas, no tuvieron en absoluto tanta preponde­ rancia como sugiere la analogía de Le Roy Ladurie; la comparación podría incluso sugerir que las élites urbanas de Inglaterra eran menos activas en la compra de tierras. Aunque la imagen que ofrece Francia a mediados del siglo xvi, en la que los grandes arrendatarios y los campesinos no sólo no se vieron acosados por las rentas altas y los impuestos sino que además se beneficiaron con el descenso de los salarios reales después de 1500, encaja incluso mejor con la realidad inglesa donde los arrendamientos a largo plazo, los impuestos más bajos e incluso un aumento más lento de las rentas favoreció en mayor medida a los yeomen y a los grandes ganaderos. Sin embargo, como ya hemos visto, Le Roy Ladurie considera que los propietarios acomodados del Languedoc del siglo xv fueron eliminados a causa de la parcelación y de la presión demográfica durante el siglo xvi. No está de acuerdo en considerar a los laboureurs del open-field francés como una yeomanry numerosa, o como los abanderados de un «capitalismo 94. Le Roy Ladurie, «Paysans frangaís du xvi° síécle», p. 346; Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 633-636, 704-709. Contrasta Francia con Alemania occidental, donde hasta el siglo x v m las estructuras rurales estaban dominadas por un sistema «feudal» basado en los defecho;? señoriales y las bamlités,

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rural» que se desarrollaría posteriormente en Inglaterra en el si­ glo x v i i , aunque, en Francia este proceso no se daría hasta el siglo xvm o incluso hasta el siglo xix. Siguiendo el análisis de Jac­ quart sobre Hurepoix, la clase de los laboureurs ricos, los grandes arrendatarios del dominio señorial, los diezmos y los derechos seño­ riales, representaba una proporción muy pequeña, menos del 5 por 100 de la población campesina activa; incluso muchos de los que eran definidos como laboureurs no eran empresarios sino simplemente campesinos y «a menudo pequeños campesinos». Sin embargo, esta conclusión parece basarse en el análisis de la propiedad campesina de la tierra, en vez de analizar el tamaño efec­ tivo de las unidades de cultivo. Bajo este punto de vista y según el catastro analizado por Jacquart, el 68,5 por 100 (270) de los deno­ minados laboureurs' tenía menos de una hectárea, sólo 11 de 394 (el 2,8 por 100) tenían más de 10 hectáreas y sólo 5 de ellos tenían más de 15 hectáreas.95 Pero en 1550, un tercio de las tenencias enfitéuti­ cas pertenecía a los ciudadanos y la relación de Jacquart muestra que tales propietarios normalmente arrendaban la tierra (exceptuando los viñedos) en tenencias de 10 a 40 hectáreas, explotaciones que po­ dían ser cultivadas con una yunta. Por lo tanto, algunos de los que Le Roy Ladurie define como mim-laboureurs cultivaban más de una o dos hectáreas; constituían una minoría pero mucho más numerosa de lo que él sugiere.96 La proporción de propiedades de más de 10 hectá­ reas es un dato aún más importante en este tipo de análisis; en el ejemplo de Jacquart, Avraxnville puede ser una muestra típica de un pueblo con una agricultura mixta: casi dos tercios de la tierra estaban ocupados por fincas de más de 10 hectáreas y mucho más de la mitad de esta superficie estaba ocupada por fincas que deberían haber em­ pleado mano de obra asalariada. Como los parisienses y gentes de otras procedencias adquirieron más tierras de los campesinos durante los cincuenta años posteriores a 1550, el número de tenencias de esta categoría probablemente se fue incrementando.97 95. Le Roy Ladurie, «Masses profóndes: la paysannerie», pp. 651-658; Le Roy Ladurie, «Paysans frangís du x v ic siécle», pp. 345, 348-350. 96. Le Roy Ladurie, «Masses profondes, la paysannerie», pp. 625-626; Le Roy Ladurie sugiere que la tierra en manos de los burgueses constituía cerca dei 40 por 100. En el ejemplo de jacquart, los campesinos poseían el 69 por 100 de las viñas. 97. Jacquart, Crise rurale en lle-de-France, pp. 129-132, 349. En el casp

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Aunque esto no demuestra la existencia de un grupo de capita­ listas rurales en potencia, sí que presenta similitudes con la situación y la tendencia general de la Inglaterra del open-field como hemos ya observado en Chippenham (Cambrídgeshire) y en Leicestershire, y que, según Le Roy Ladurie, condujo al capitalismo rural a finales del siglo XVII. Si consideramos el porcentaje de explotaciones que contaban prin­ cipalmente con mano de obra asalariada, el ejemplo de Jacquart sobre Avrainville nos dice que constituían cerca del 25 por 100 alrededor de 1550; mientras que la talla general de 1524 indica que en Leices­ tershire y Lincolnshire constituían el 20 y el 30 por 100 respectiva­ mente.98 Lo que sí difiere de la situación inglesa es la cantidad de propietarios procedentes de las élites urbanas y las ventajas que ofrecían a sus arrendatarios, en particular en lo referente al ganado

de Avrainville, alrededor de 1650 las cinco fincas principales comprendían el 37 por 100 de la parroquia (p. 348, n. 59); el señorío tenía 116,5 hectáreas (p. 106); el cuadro (p. 133) muestra también c. 1560 una finca de más de 50 hectáreas, que se supone era de 60 hectáreas, 4 entre 25 y 50 hectáreas que, a una media de 37 hectáreas, resultan 108 hectáreas, de forma que el total de la superficie de más de 25 hectáreas serían 284,5 hectáreas, o el 43,6 por 100 del área total del señorío. Si se añaden las siete tenencias entre 10 y 25 hectá­ reas, con una media de 17 hectáreas cada una, el porcentaje sería de 61,8 del área total. En Trappes «terroir de concentraron précoce» (p. 134), el señorío y 11 propiedades de más de 25 hectáreas ocupaban el 71 por 100 del área de cultivo c. 1560, y el 69 por 100 en 1507 (p. 122). En Wissous el señorío tenía 94 hectáreas (p. 84); c. 1650 las seis fincas más grandes ocupaban el 47 por 100 de la superficie (p. 348, n. 59). 98. Tanto Chayanov como Thorner consideran que la economía campesina está dominada por las explotaciones familiares. El modelo global de Chayanov no es aplicable, ya que su dinámica depende de la relativa abundancia y disponibi­ lidad de la tierra. El criterio más fundamental de Thorner sobre la economía campesina es que la mitad o más de las cosechas son producidas por la unidad doméstica campesina y que la contribución a la producción de la mano de obra no familiar es mucho menor que la de la familia: D. Thorner, «Peasant Economy as a Category in Economic History», en T. Shanin, ed., Peasant s and Peasant Societies: Selected Readings (Harmondsworth, 1971), p. 205. Imagino que, en la agricultura del open-field, las fincas mayores de 60 acres, con una o dos yuntas, utilizaban más mano de obra asalariada que mano de obra fami­ liar. En el ejemplo de Jacquart, ni en Trappes ni probablemente en Wissous predominaba una producción campesina en este sentido; Avrainville estaba más o menos dividida por igual entre las unidades familiares y las de mayor tamaño. Véase, supra , b n. 97.

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con baux a chéptel. Potencialmente esto podía significar o bien una inversión productiva del capital urbano o una explotación usuraria de los campesinos por parte de los ciudadanos. Aunque los propieta­ rios campesinos fueran numerosos y las propiedades de un tamaño muy pequeño, el hecho de que supusieran la mayoría de la pobla­ ción rural no prueba que la economía estuviera dominada por los campesinos en el sentido utilizado por Chayanov o Thorner, como tampoco la presencia de propietarios burgueses o de grandes arren­ datarios significa que estuviera dominada por los capitalistas; en rea­ lidad estaba dominada por las exigencias del mercado, con tendencias y posibilidades que no parecían ser cualitativamente distintas a las de Inglaterra en el siglo xvi." Brenner correctamente señala que la corona francesa estaba inte­ resada en reconocer la identidad legal y la responsabilidad colectiva de los ayuntamientos de los pueblos para utilizar sus asambleas y cargos electos en la exacción de impuestos; lo que parece improbable es que, como él deduce, los ayuntamientos fueran como consecuencia más poderosos y estuvieran mejor organizados para ofrecer una mejor resistencia a los señores que en Inglaterra.100 En este país aunque algunos pueblos estuvieran dominados por un solo señor o una asam­ blea de notables, tanto las asambleas parroquiales como los miembros de las curias señoriales impulsaban de forma activa los intereses y la conciencia colectiva en muchos pueblos ya bien entrado el siglo xvii e incluso posteriormente.101 99. Jacquart, Crise rurale en íle-de-Frances, pp. 138-139; había 88 arren­ datarios, 14 vígnerons, 13 manouvriers; he excluido los 7 vignerons que tenían más de una hectárea de tierra (p. 153) y he incluido a dos artesanos. Estos terriers, aunque incluyen todos los habitantes (p. 137) no incluyen a los cria­ dos que residían allí, como lo hacía el apeo de 1524; también incluyen a los artesanos del pueblo: A. Everltt, «Farm Laboureurs», en Thirsk, ed., Agrarian History of England and Wales, IV, p. 397. En Wlgston, Leicestershire, de los 67 contribuyentes, 25 (el 37 por 100) se calcularon a partir de salarios, de los que 10, según Hoskíns, eran hijos de yeomen o campesinos ricos, lo que supon­ dría que un 22 por 100 eran trabajadores ordinarios, W . G. Hoskins, The Midland Peasant, Londres, 1957, pp. 143, 147. 100. Véanse supra, pp. 72-73 y 75. 101. C. Bridenbaugh, Vexed and Troubled Englishmen, 1590-1642, Oxford, 1967, pp. 240-249, puede que exagere los elementos de la participación demo­ crática, peto en general es todavía válido. Jacquart sostiene que los ayunta* mientas franceses, c. 1560, gozaban del máximo poder y que a partir de este

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Además, si el diezmo era mucho más oneroso que los derechos señoriales en la mayor parte de Francia, en Inglaterra se imponía a una tasa más alta que en Francia y un 18 por 100 se recaudaba toda­ vía en especies en 1813.102 Aunque la recaudación del diezmo provo-" caba constantes conflictos, no parece que durante el siglo xvi se pro­ dujera la amplia resistencia y el rechazo generalizado como sucedió en algunas partes de Francia a partir de 1520.103 Es difícil de creer, que el hecho de que la mayor parte del diezmo eclesiástico pasara a manos de seglares lo convirtiera én una carga más aceptable, A pesar de que la carga de los impuestos directos •era más continuada y más pesada en Francia, en 1520 un mayor número de ingleses fueron gra­ vados y posteriormente la tasa continuó ascendiendo hasta que en 1540 alcanzó cotas hasta entonces desconocidas, de forma que parecía que iba a convertirse en un acontecimiento constante de cada año. Hubo más rebeliones generalizadas provocadas por la resistencia a pagar los tributos en Inglaterra que en Francia después de 1548; las' revueltas en la zona rural inglesa en 1549 fueron consecuencia de las cuestiones religiosas, las rentas y los impuestos sobre el gana­ do, los cercamientos y la acumulación de tierras comunales, y, tanto en la rebelión que se dio en la parte occidental, para defender la antigua religión, como en la sublevación de Kett, de, signo protestante, en Norfolk, subyacía un odio general hacia la gentry. En Francia, durante 1560, el diezmo era el objetivo general contra el que luchaban tanto los campesinos hugonotes como los católicos, aunque en algunas partes del suroeste también se atacaba los derechos y privilegios señoriales. Las discrepancias sobre las car­ gas fiscales, la evolución política y las consecuencias del aumento de las rentas y de los precios se agravaron durante la segunda mitad deh siglo xvi; las protestas en el mundo rural culminaron a finales del siglo XVII. La primera situación que evidencia un proceso divergente la en­ contramos en 1560 cuando en Francia las rentas y la producción agrícola descendieron como consecuencia de la guerra civil y la pobla­ ción rural y las rentas permanecieron estacionarias para descender momento entraron en una fase de progresivo debilitamiento en relación con el Estado y los señores, Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», p. 284. 102. E. J. Evans, The Contentioas Titke, Londres, 1976, p. 22 y n. 35. 103. Le Roy Ladurie, «Masses profondes; la paysannerie», pp. 712-713.

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posteriormente. En 1590, los dos países se vieron afectados seriamen­ te por las malas cosechas y la subida de los precios, pero mientras para Francia esto significaba la culminación de una época de depre­ sión y de desastres, para Inglaterra significó una perturbación en una fase de crecimiento de la población y de las rentas, sin que motivara ninguna rebelión grave ni popular ni política, si se compara con las acaecidas antes de 1550. Aunque los costes de la guerra que Inglaterra mantenía en el continente en 1590 eran altos y tuvieron repercusio­ nes políticas importantes, eran de menor cuantía que los de 1540 y muy inferiores a los gastos provocados por la guerra civil en Francia, donde había que emprender una nueva fase de reconstrucción. Alre­ dedor de París y en general en todas partes los propietarios debían alentar a los arrendatarios pata que se hicieran cargo de las explota­ ciones, ofreciéndoles condiciones más ventajosas como había sucedido en el siglo xv. Estas ventajas consistían generalmente en rentas más bajas, adelantos en dinero, simientes y utillaje y en que la reconstruc­ ción corría a cargo del propietario; en algunos casos se daban arren­ damientos a más largo plazo pero parece que fueron casos excepcio­ nales. La mayoría de las dinastías de los grandes arrendatarios que encontramos en la obra de Jacquart, quienes también comerciaban con cereales, ganado y madera, sobrevivieron a la devastación e incluso aumentaron su propia fortuna.104 Sin embargo, aunque el conjunto de Francia se recuperara y la población aumentara, al norte del Loira la depresión continuó hasta cerca de 1640; Jacquart considera que ni la producción ni la pobla­ ción habían alcanzado, en la mayoría de regiones, los mismos niveles que en 1560 cuando descendieron de nuevo a causa de la crisis pro­ vocada por la Fronda.105 En el sur, la expansión continuó durante los años de la Fronda hasta 1670 y las rentas continuaron aumentando y alcanzaron en 1650 niveles, en su equivalente en grano, que dobla­ ban los alcanzados durante el siglo xvi. En la región de París, los grandes arrendatarios sobrevivieron los años' de crisis, aunque de forma mucho menos segura que antes, y se produjo una recuperación de las rentas hasta 1680. Parece ser que el proceso no fue en absoluto homogéneo ya que en el sur de París las rentas no excedieron el 104. Jacquart, Crise rurale en lle-de-France, pp. 186-187, 239-240, 265, 335, 341; Jacquart, «Immobilisme et catastrophe», pp. 200-202. 3-05. Jacquart, «Immobilisme et catastrophe», pp. 251-252.

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nivel alcanzado en 1560, mientras que en el norte sí (las rentas en grano por acre alcanzaron cerca de un 14 por 100 en 1680). En Picardía también se alcanzaron niveles de excepción después de 1662.106 Por otra parte, las rentas de las pequeñas parcelas de tierra alrededor de París aumentaron mucho más, cerca del 70 por 100, medidas en su equivalente en grano, para las tierras de cultivo e incluso más para las tierras de pastos, si se compara con sus valores para 1560 y 1675.107 La demanda de pequeñas parcelas de cultivo era siempre lo suficientemente alta para que sus rentas por acre fueran mucho más elevadas que las de las grandes tenencias. Pero lo más" importante, en comparación con Inglaterra, es que tanto para las grandes como para las pequeñas tenencias las rentas no bajaron junto con los precios después de 1663 sino que se mantuvieron hasta des­ pués de 1690 o incluso hasta 1700 para las parcelas pequeñas. Un dato incluso más importante es el descenso de la extensión de tierra en manos de campesinos y el aumento tanto de los dominios seño­ riales como de la propiedad urbana. En Avrainville la propiedad campesina había descendido del 47 por 100 al 20 por 100 desde 1560 hasta 1670; en los pueblos más alejados de París y otras ciudades el descenso fue menor. En el ejemplo global de Jacquart el número de campesinos que no poseían ninguna propiedad real, ni siquiera un cottage} había aumentado des­ de cero hasta un cuarto o un tercio de la población total.108 En Avrainville y en otros pueblos, más de la mitad de la tierra estaba ocupada por fincas de más de 50 hectáreas.109 Desde finales del si­ glo xvi, el endeudamiento de los ayuntamientos rurales condujo a la venta de las tierras comunales, lo que agravó aún más la ya difícil situación de los campesinos más pobres que a su vez se vieron obli­ gados a vender sus tierras. El acaparamiento de tierras por los señores 106. Jacquart, «Rente fonciére, índice conjoncturel?», pp. 364-366, 370; J.-P. Desaive, «A la recherche d’un indicateur de la conjoncture», en Goy y Le Roy Ladurie, eds,, Flucluations du produit de la díme, pp. 50-57; Deyon, Contributions a Véiude des revenus fonciers en Picardie, pp. 75-76; Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 637-638, 807-808. 107. B. Veyrassat-Herren y E. Le Roy Ladurie, «La rente fonriere autour de Paris au X V I? siecle», A nudes E. S. C., X X III (1968), pp. 549-555. 108. Jacquart, Crise rurale en íle-de-France, pp. 724-725. 109. Ibid., p. 740; el 52, 53 y 61 por 1Q0 en Ayr^inviile, Wissous y Trappes, respectivamente..

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y los ciudadanos no se limitaba a la región de París; en Borgoña condujo a la formación de explotaciones bajo régimen de aparcería, lo que también sucedió en las regiones pobres de la Sologne y en la región de pastos de la Alta Auvernia. En Borgoña durante todo el siglo xvii este proceso se vio acompañado poFlá^teafirmación y am­ pliación de los derechos señoriales y por un debilitamiento progresivo de las comunidades campesinas.110 En Beauce l§s propiedades que absorbieron las tenencias enfitéuticas tenían una media de 40 hectá­ reas en el siglo xvi, y en 1696 una media de 73 hectáreas; aquí, como en París, los comerciantes locales predominaron durante el siglo xvi y fueron reemplazados por los altos cargos de la administración en el siglo xvn.m En la Francia del open-field la tendencia a la formación' de fincas más grandes y al empobrecimiento y proletarización de los pequeños campesinos fue tan marcada como la que se atribuye a Inglaterra. En Inglaterra las rentas aumentaron más rápidamente que los precios desde 1560 hasta 1641, aunque se produjeron algunas inte­ rrupciones, especialmente durante la depresión de 1620. La tasa de crecimiento fue más rápida después de 1590 que anteriormente y fue superior en las regiones agrícolas que en las ganaderas.112 La guerra civil provocó un bajón en las rentas que perjudicó a los señores debido a que los atrasos en el pago de las rentas fueron acumulán­ dose, de forma que fueron irrecuperables; pero después de la guerra, en 1650, se produjo una nueva recuperación de las rentas hasta alcan­ zar los niveles anteriores a la guerra.113 Es posible que a principios 110. Saint-Jacob, «Mutations économiques et sociales dans les campagnes bourguignonnes á la fin du X VIo siéde»; M. Súnonot-Bouillot, «La métaitie et le métayer dans le sud du Chátiilormais du XVI® au X V IIIo siécle», Anuales de Bourgogne, X X X IV (1962); S. Dontenwill, Une seigneurie sous V'anden régifne} Ruán, 1973, pp. 141-165, 186-189; J. L. Goldsmlth, «Agricultutal Specia1iza don and Stagnation in Eatly Modem Anvergne», Agrie. Hisl,, XLVII (1973), pp. 221-223, 226-229. 111. Constant, «Vroplété et le próbleme de la. constítutíon des fermes», pp. 374-375. 112. Bowden, «Agricultura! Prices, Farm Profits, and Rents», en Thirsk, ed., Agrarian History of England and Walesf IV, pp. 689-694; L. Stones, The Crisis of the Aristocracy, 1540-1640, Oxford, 1965, p. 772; A. Simpson, The Wealth of the Gentry, 1540-1660, Cambridge, 1961, pp. 196-211; M. E. Finch, Tive Nothamptonshire Famlies, Northants. Rec. Soc., X IX , Northampton, 1955, pp. 200-201, 163. 113. C. Clay, «The Landowners and the English Civil W at» (artículo iné-

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de 1660 hubiera algunos aumentos, pero en 1668 había un clima de malestar general debido al descenso de las rentas; en la mayoría de regiones se mantuvieron estacionarias o descendieron, en algunas zonas, durante 1682; las rentas bajaron hasta un cuarto, recobrandose un poco a finales de 1690.114 Northumberland y Durham fueron casos de excepción en esta tendencia generalizada ya que las rentas aumentaron sustancialmente desde 1650 hasta 1700 y de nuevo en 1750.115 Desde 1550 hasta 1700 y en adelante, las estipulaciones de arren­ damiento más frecuentes que imponían los grandes señores fijaban una duración de 21 años y tres generaciones, que normalmente se fijaban en 99 años. Pueden encontrarse arrendamientos más largos y más cortos, pero en general obedecían a circunstancias especiales.116 dito presentado para un seminario, Oxford, 1977) [desde entonces ha sido publi­ cada como parte de su «Landlords and Estate Management ín England», cap. 14 de J. Thirsk, ed., The Agrarian History of England and Wales, V: 1640-1750, parte 2, Cambridge, 1985]. 114. Seventeenth-Century Economic Documents, ed. Thirsk y Cooper, pp. 68-88, 179, 304; C. Clay, «The Price of Freehold Land in the Later Seventeenth and Eighteenth Centuries», Econ. Hist. Rev., 2.a serie, X X VII (1974), pp. 181182; H. D. Turner, «George, Fourth Earl of Ñorthampton: Estates and Stewards, 1686-1741», Northamptonshire Past and Present, IV , n.° 2 (1967-1968), pp. 100-105; J. D. Chambers, The Vale of Trent, 1670-1800 (Econ. Hist. Rev., suplemento n.° 3, Londres, 1975), p. 42; R. A. C. Parker, Coke of Norfolk, Oxford, 1975, p. 4; las rentas de seis señoríos en la propiedad de Belvoir del duque de Rutland descendieron cerca del 12 por 100 durante el período entre 1671 y' 1692. 115. P. W. Brassley, «The Agricultural Economy of Northumberland and Durham, 1640-1750» (Oxfor. Univ., tesis de licenciatura, 1974), pp. 70-85. Al­ gunas de estas propiedades puede que durante el siglo x v n hayan tenido rentas muy inferiores. 116. Los acuerdos a corto plazo, o anuales, eran a menudo una alternativa para que el propietario controlara la explotación, cuando no podía encontrar un arrendatario dispuesto a tomarla a más largo plazo y con una renta más elevada. Los plazos más largos puede que hayan sido un modo de aumentar las rentas. Durante el siglo xv n los contratos por veintiún años no comportaban el pago de fianzas (por ejemplo, así lo hacían los condes de .Wanvick en Essex, los condes de Rutland en Leicestershire, Lincolnshire y Yorkshire, en las propie­ dades de Leveson-Gower en Shropshire y Staffordshire, los condes de Southampton en Hampshire, y los condes de Salisbuxy en Northamptonshire, Hertfordshire y Surrey), pero generalmente eran mucho menores en relación a la renta que las de los contratos de por vida en la parte occidental del país, el sur de Gales y Lancashire.

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Mientras que las generalizaciones sobre los acuerdos de los arrenda­ mientos son incluso más problemáticas, parece probable que a finales del siglo xvi las reparaciones en los edificios corrieran a cargo del arrendatario,117 aunque el propietario proveyera la madera y la piedra que era transportada por el arrendatario; éste tenía que cuidar las cer­ cas y limpiar las acequias, a menudo se le exigía qué plantara un nu­ mero determinado de árboles al año; cuando había que construir nuevos edificios o reconstruir los ya existentes, el arrendatario a me­ nudo se ocupaba de ello y se le descontaba de su fianza o de la renta; cuando el arrendatario abandonaba la finca se comprometía a dejaría en buenas condiciones. Es evidente que los señores sí invertían en los gastos de cercado y en la preparación de nuevas roturaciones, pero este tipo de organización de la propiedad parece que pretendía que el arrendatario realizara las mejoras que el mismo propietario hubiera costeado en el siglo xvm . Aunque los arrendamientos en sí pretendían asegurar un buen cultivo, los acuerdos del contrato a menudo incluían derechos seño­ riales ya bien entrado el siglo xvm : moler en el molino del señor, realizar trabajos adicionales no remunerados, especialmente el acarreo, ofrecer al señor capones o gansos y no destrozar la caza.118 La inclu­ 117. Anteriormente se exigía a los arrendatarios la realización de pequeñas reparaciones, como reparar la techumbre o enjalbegar, mientras el propietario costeaba los trabajos más importantes en los que se necesitaba madera, tejas, pizarra o piedra. Esta distinción permaneció en ciertos contratos, pero no en la mayoría de los que conozco. Parece ser que también se dio en un período más reciente como lo muestra el siguiente ejemplo: como el señor «ha tenido un gasto extraordinario para cubrir la granja y dependencias con pizarra y tejas, en lugar de techarlas con paja», el pacto obliga a los arrendatarios a mantener la techumbre en buen estado el tiempo que dure el contrato; E. Laurence, The D tity of a Steward to hts Lord, Londres, 1727, p. 130. Cuanto más corto era el plazo del arrendamiento, más reparaciones corrían a cargo del propietario: véase un ejemplo de arrendamiento por siete años en G. Jacob, The Compleat Court-Keeper, Londres, 1713, p. 485. 118. Laurence, The Duty of a Steward to hts Lord, pp. 129-132; el pacto n.° X V II estipula que el arrendatario no debe tener «ni lebreles ni armas de caza, ni poner lazos ni trampas que puedan destruir la caza del señor»; pacto n.° X IX , enviar un grupo de hombres «para llevar a la casa grano y forraje», de modo que quede provista, y piedras y madera para la construcción o reparaciones; pacto n.° X X II, regalar capones, pavos, ocas u otro tipo de aves al señor. Algunos arrendamientos de Sidney bajo el reinado de Jacobo I y Car­ los I exigían que un grupo de hombres realizaran trabajos de recolección durante uno o dos días y otros exigían el cuidado del terreno ,a lo largo del siglo.

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sión de tales pactos, especialmente los servicios de acarreo, era una práctica frecuente en Francia. Sin embargo, en lo referente a las reparaciones la actitud es mucho menos clara, aunque en la región de París las reparaciones principales corrían a cargo del señor: algún señor laico gastaba más en reparaciones que los magnates ingleses.119 En los contratos de aparcería, los trabajos de reparaciones y arreglo de tejados eran realizados por el arrendatario mientras que los mate­ riales, exceptuando el transporte, eran suministrados por el propieta­ rio.120 El proceso de absorción de las tenencias enfitéuticas y la aparición de grandes explotaciones necesariamente implicaba una fuerte inversión en la construcción de edificios agrícolas. Durante el Los arrendatarios de los Rutland en las propiedades de Belvoir en el siglo x v ii estipulaban que el arrendatario «prestara anualmente trabajos no remunera­ dos ... con sus carros, arados y demás aperos», moler en el molino de su señor, plantar árboles y desde 1648 tenía que costear la construcción o la ampliación de la mansión del conde en Leicestershire. Las relaciones muestran que los servicios adicionales no remunerados consistían en acarrear la madera, el car­ bón y las tejas (156 carretadas en 1614) y todavía se realizaban en 1712. El borrador de un arrendamiento fechado en 1814 para una finca recientemente construida por sir Thomas Hesketh exigía que el arrendatario debía tener alojamiento dispuesto y criar un lebrel o un gallo a exigencias del señor: Fletcher, «Agrarian Revolution in Arable Lancashire», p. 103; las, referencias a tributos por parte del arrendatario, alojamiento y uso del molino aparecen en los arrendamientos de Thynne del siglo xvn , y el ejemplo del contrato por tres vidas en Jacob, Compleat Court-Keeper, pp. 305-308. 119. Jacquart, Crise rurale en lle-de-F ranee, p. 343, señala, sin especificar demasiado, que grosses reparations eran realizadas por el señor, las menores por el arrendatario, quien también transportaba los materiales. Deyon, Contribution cl l’étude des revenus foncters en Picar die, pp. 67-68 y n. 11, cita los contratos de Picardía donde el mantenimiento de los edificios y el cercado y limpieza de las acequias corrían a cargo del arrendatario. Por otra parte, Mireaux, Province franq&ise au temps du Grand Roí, p. 113, al hacer un resu­ men del contenido de los contratos, no incluye las reparaciones a cargo de los arrendatarios; mientras que M. Fontenay, «Paysans et marchands ruraux de la Vallée de L’Essonnes dans la seconde moitié du x v n e stécle», Paris et íle-deFrance, IX (1958), p. 176, parece que señala que los trabajos principales eran costeados por el señor. Incluso antes de la Fronda, el barón d ’Auneau gastaba el 5 por 100 de sus ingresos brutos en reparaciones, mucho más que los con­ des de Rutland y Salisbury: J. M. Constant, «Gestión et revenus d’un grand domaine aux x v ic et x v ilc sxécles d’aprés les comptes de la baronnie d’Auneau», Revue d ’btstoire économique et sociale, 1 (1972), p. 199 120. Merle, Métairie et Vévolution agraire de la Gátine poitevÍne¡ pp. 212, 217, 220, 228, 233.

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siglo xvn no sólo se llevó a cabo la obligada reconstrucción a conse­ cuencia de la devastación provocada por la Liga y la Fronda, sino que también se produjo una inversión importante del capital urbano en las grandes explotaciones características del open-field francés, así como en las residencias campestres y en los cbáteaux de los officiers y los grandes financieros. Esta remodelación de la propiedad urbana ru­ ral no ocurrió en el bocage>que se caracterizaba pfor ser una zona de asentamientos dispersos y de un fuerte predominio de la propiedad campesina. Le Roy Ladurie considera estos cambios realizados en el open-field francés durante el siglo xvii como la base necesaria que per­ mitiría el aumento de la producción del siglo xv m y el consiguiente desarrollo según las directrices ideadas por Quesnay. En esta vía francesa, en contraste con la inglesa, hacia el capitalismo agrario, «la concentración de la propiedad irassembler la ierre] preparó el caminó para el capitalismo y la base para el aún lejano crecimiento rural de tipo moderno».121 Antes de valorar esta conclusión necesitamos comparar cómo se comportaron los propietarios más importantes durante los años críti­ cos de mediados del siglo xvn, cuando se vieron enfrentados a las consecuencias de la guerra civil e inmersos en un período de transi­ ción entre una etapa caracterizada por el aumento de los precios y otra caracterizada por el estancamiento o el descenso de los precios agrícolas. Los señores ingleses se vieron afectados por una gran acu­ mulación de cobros atrasados a consecuencia de la guerra civil, atrasos que fueron imposibles de cobrar; la continuidad de los impuestos di­ rectos provocó el que algunos señores intentaran que sus arrendatarios los pagaran a pesar de que existían decretos que estipulaban lo contra­ rio.122 Las diferencias entre Francia e Inglaterra son más marcadas 121. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysanneríe», pp. 796-799. Vale la pena señalar lo poco que se sabe sobre la Francia «central» del bocage y el métayage durante el siglo x v i i. La aseveración de Brenner sobre que « u n a propiedad campesina fortalecida y el Estado absolutista se desarrollaron en base a una mutua dependencia» (véase supra, p. 76) encajaría mejor en las suposiciones de Le Roy Ladurie sobre las regiones del bocage. 122. L. Stone, Family and Fortune, Oxford, 1973, pp. 146-152; el conde de Southampton consiguió que algunos de los arrendatarios pagasen parte de los gravámenes (pp. 235-236). John, conde de Rutland en los años 1640 y 1650, incluyó ciertas cláusulas en los arrendamientos que obligaban al arrendatario a pagar todos los impuestos y vivienda gratuita «pese a cualquier ley u ordena­ miento en contrario»: por ejemplo, Bottesford, escritura n.° 5371, 10 de marzo 14. —

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después de 1670 aunque hasta el momento se posee una información muy escasa sobre el comportamiento de los señores laicos en Francia. Una excepción de lo anteriormente expuesto, la presenta la propiedad del barón d’Aúneau en Beauce donde existía un clima de estabilidad entre los campesinos. El barón perdonaba el cobro de las rentas durante los años difíciles por lo que no se produjo una gran acumu­ lación de atrasos ni siquiera durante los años de la Fronda. Aunque muchas de las fincas grandes fueron subdivididas en los veinte años anteriores a 1650, posteriormente se dejaron indivisas. En 1640, hubo un cambio en la forma de pago de h renta que pasó a ser en dinero en vez de en grano; pero en 1653 el arrendamiento de las explotaciones.era un 31 por 100 inferior al de las rentas anteriores aunque el coste de las reparaciones había aumentado. El barón aumen­ tó sus ingresos incrementando el rendimiento de la venta de los bosques, los derechos señoriales y comprando fincas que proporciona­ ban unos intereses del 7 por 100.123 El que el barón lograra encontrar arrendatarios para sus grandes explotaciones nos recuerda que la crisis arruinó a muchas de las fincas medianas y que éste fue el momento en que se inició la época de los grandes arrendatarios. En 1663, los señores habían logrado aumentar las rentas hasta los mismos niveles o incluso superiores a los que impe­ raban antes de la Fronda, Como hemos visto, esto también sucedió con las rentas en Inglaterra en relación a la guerra civil. La diferencia estri­ ba en que los señores franceses intentaron mantener estos niveles de renta hasta 1680 e incluso posteriormente, lo que provocó que, tanto en él norte como en el sur, los labradores quebraran al verse atra­ pados entre los bajos precios del grano y las rentas altas, lo que motivó la consiguiente caída de las rentas en diferentes regiones hasta bien entrado el segundo cuarto del siglo xvm . La quiebra de los arrendatarios no sólo significaba que no se podían cobrar los atrasos y la cancelación de los arrendamientos, sino también el embargo y la venta del utillaje del labrador, las yuntas y el ganado, es decir, la

de 1649/50: Archivos de Belvoir Castle, El mismo riormente a los impuestos sobre la tierra en algunas Rutland. Mi agradecimiento al duque de Rutland por los archivos de Belvoir Castle. 123. Constant, «Gestión et revenus d’un grand

principio se aplicó poste­ de las propiedades de los haberme dejado consultar domaine».

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ruina del capital fijo.124 El resultado fue que muchas de las explotacio­ nes quedaron en manos de los propietarios a causa de-la falta de arren­ datarios; algunas fueron divididas en unidades más pequeñas, mien­ tras que otras pasaban a concentrarse en manos de los grandes arren­ datarios que también poseían los derechos señoriales y el diezmo: eran prestamistas y comerciantes. ¿Por qué los señores, que habían adelantado ^grandes sumas de dinero para restaurar las explotaciones y a los arrendatarios en sus propiedades después de Enrique IV y la Fronda, dejaban que los la­ bradores se arruinaran? La duración de los contratos se redujo de nue­ ve a seis años mientras que el número de propietarios aumentaba.12* Cuando el arrendamiento se renovaba, el arrendatario tenía que dar parte de la tierra para pagar los atrasos y como sus deudas continua­ ban aumentando, sus beneficios disminuían debido a que los precios permanecían bajos y al aumento de la presión fiscal,126 por lo que los atrasos seguían acumulándose. La única manera de que el señor recuperara parte del dinero consistía en el embargo del utillaje del labrador antes de que los atrasos debidos superaran notablemente su valor. En aquellos lugares donde se mantenía el pago de las rentas en grano, los beneficios del señor bajaron inmediatamente a causa de la caída de los precios. Se ha indicado que en el Soissonnais, incluso an­ tes de la Fronda, había un endeudamiento considerable y una discon­ tinuidad en la renovación de los contratos entre los grandes arrendata­ 124. Jacquart, Crise rurale en íle-de-F ranee, pp. 714-715; Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», pp. 254-255; M. Venard, Bourgeois e t paysans au XVII* ñecle, París, 1957, pp. 99-102; Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capítalisme agricole, pp. 23-25, 29; Mireaux, Province frangaise au temps du Grand R oí, pp. 138, 149; Goubert, Beauvais et le Beauvaisis de 1600 a 1700, pp. 526, 529-530; Fontenay, «Paysans et marchands ruraux de la Vallée de l’Éssonnes», pp. 254-255, 208, n. 2. 125. Lamentablemente la única relación sistemática de la incidencia de los atrasos es la presentada por Goubert, Beauvais et le Beauvaisis de 1600 a 1700, pp. 526, 529-530. 126. La taille aumentó a causa de la guerra con Holanda, pero las reformas en su administración llevadas a cabo por Colbert después de 1663 aumentaron de forma probable la carga impositiva de las grandes fincas. Aunque los atrasos prescribieron y ía exacción total se redujo, los gravámenes no siguieron favo­ reciendo a los grandes arrendatarios de los magnates y de los notables locales como había sucedido anteriormente. Postel-Vinay da ejemplos sobre los labra­ dores que hipotecaron su ganado a los burgueses para pagar su taille desdé 1669, Poste! Vinay, Rente fonáére dans le capitalisme agricole, p. 25.

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rios.127 En términos marxistas, el proceso en conjunto .puede contem­ plarse como el triunfo de la renta «feudal» y del orden social sobre un capitalismo rural incipiente, y así es como lo interpreta PostelVinay, mientras que Brenner valora en demasía la capacidad de la propiedad campesina, especialmente en el norte de Francia, para supe­ rar las presiones de la deuda y el proceso de absorción. Tales interpretaciones exigen, de forma implícita o explícita, su comparación con el caso inglés. Cuando Brenner nos informa sobre los beneficios de la relación entre los arrendatarios capitalistas y los señores no podemos dejar de compararla cbn un tory en defensa de las Leyes del Grano.128 Los predicadores habían denunciado con insis­ tencia a aquellos «codiciosos señores que aprietan sus rentas con la soga de una mala conciencia y llenan sus arcas con la miseria que llevan a sus arrendatarios».129 Los propietarios aspiraban a vivir «sin injuriar a hombre alguno, ni apremio de mis campesinos (pues) sé que gozo de sus afectos».130 Thomas Fuller nos dio su opinión sobre lo que debería ser un buen propietario, descripción que fue repetida durante siglos: el que cede su tierra a una renta razonable, de forma que su arrendatario, empleando sus aperos y asistido por su industria, pue­ da ganarse la vida honestam ente ... allí donde los señores se mues­ tran complacientes, los arrendatarios (. . . por su propia pereza) rara vez prosperan ...

Fuller denunció que los cercamientos provocaban la despobla­ ción aunque consideraba que eran beneficiosos, siempre que evi­ taran el despoblamiento, tanto para los individuos como para el bien común.131 Fuller escribió durante una época de alza económica, pero sus principios fueron invocados por Dudley —lord North— al exigir la disminución de las rentas en 1669.132 De forma más concre­ 127. Ibid.} p p . 16, 20, 24, 26. 128. Véanse supra, pp. 65-68. 129. The Workes of Thomas Adams, being the Summe of his Sermons, Meditalions Divine and Discourses, Londres, 1630, p. 53, 7 de marzo de 1612, 130. Sir C. Wandesforde, A Book of Instructions [1636], T. Comber, ed., 2 vols., Cambridge, 1777-1778, I, pp. 90-91. 131. Fuller, Holy State, pp. 99-102. 132. [Dudley, lord North], O'bservations an Advices Oeconotnical, Lon­ dres, 1669, pp. 105-106. Más que coger una explotación lejana, «hará mucho

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ta, las indicaciones de Fuller fueron citadas a menudo por los parti­ darios de mejorar la agricultura congregados alrededor de Hartlib bajo la Commonwealth; Blith y Hartlib también pidieron que se elaborara una legislación que estableciera compensaciones para los arrendatarios que llevaran a cabo mejoras en sus tenencias,133 De todas formas esto estaba aún lejos de ocurrir; en cambio se continuó insistiendo en que el deber de los señores era conseguir que sus arrendatarios realizaran las mejoras y se difundió la opinión de que la tierra dedicada al cultivo debía producir el triple de la renta sin contar las semillas. Pero de Hecho no parece que existiera un acuerdo sobre si la tierra de tipo medio podía producir el equivalente a dos rentas o a cuatro alrededor del año 1700.134 El comportamiento efec­ mejor en reducir la renta en proporción moderada... Siempre me ha ido muy bien allí donde he. fijado cantidades sensatas; de otro modo nuestros arrendata­ rios van de amo en am o... con lo cual se pierde más en un año que bajando la renta en muchos. Y eso plazca a los cíelos, pues las bendiciones de Dios no acompañan a las personas excesivamente duras con sus campesinos». 133. W. Blith, The Engiish Improver Improved, Londres, 1652, 3.* reimpr., sig. [C4r]-d, sig. CA 3r-4'3; Samuel Hartlib bis Legacie, Londres, 1652a, sig. B 2r: «De acuerdo con la costumbre habitual en Flandes, puede hacerse una ley de contratos y arriendos basados en la mejora... Que el granjero acepta por su parte mejorar la tierra hasta tal o cual renta, por medio de una orde­ nada y eficiente administración... El señor se compromete, al término del arrendamiento, a dar en proporción un número de años para la compra... nor­ malmente 3 o 4 años, o a veces más». 134. Gregory King en 1697 pensaba «que la forma usual de valorar» el producto de la tierra como el triple de la renta, exceptuando la simiente, era cierto para las tierras de muy buena calidad, pero para las tierras de escasa calidad debía calcularse en cuatro rentas, Harley había calculado que la tierra de cultivo medía producía cuatro rentas, Seventeenth-Century Economic Documents, Thirsk y Cooper, eds., pp. 796-797. J. Mortímer, The Whole A rt of Husbandry, 2 vols,, Londres, 1716*, I, p. 391 (1.* ed. 1707): «Normalmente producen tres rentas, una para el señor, otra para las cargas y otra para dis­ frute del arrendatario... pero pocas explotaciones proporcionan constantemente ese incremento o hacen frente a las cargas»; si tomamos una finca de 100 libras al año, si la tierra vale 20 chelines por acre, las 100 libras pueden sufragar los gastos, pero si sólo vale 10 chelines por acre, se necesitan entre 120 y 130 libras por año y se debe calcular unos 250 acres de este tipo de tierra a 100 li­ bras por año, «o se- pierde dinero a menos que sea tierra muy mej'orable». Laurence, en Duty of a Steward to bis Lord, p. 53, estima (1727) que un «arrendatario eficiente» necesita vender por lo menos por valor de dos rentas, mientras que la familia debía mantenerse con sus propias provisiones. Los la­ bradores de Kent, Essex y otros condados al sur de Londres «creen que deben

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tivo que se deduce de los pleitos de los grandes señores muestra que sí permitían que los atrasos se fueran acumulando durante los tiem­ pos difíciles; algunos señores como por ejemplo sir Richafd Newdigate estaban dispuestos a invertir en mejoras pero no consentían ningún tipo de atrasos en las rentas.135 Otros como lord Delamer querían incluso que sus arrendatarios costearan los gastos de las mejoras»136 con lo que coincidía el duque de Rutland, quien también estaba dispuesto a acumular grandes cantidades de atrasos.137 El duque venderse tres rentas como máximo». Si arrendaban por valor de 200 & 300 libras por año, pronto compraban propiedades y las arrendaban a los arrenda­ tarios, a los que obligaban a contentarse con dos rentas. 135. En 1680 escribió: «Nunca permitas que un arrendatario tarde más de seis meses en pagar por mucho que trate de convencerte, ya que si no puede pagar una renta menos podrá pagar dos, pero si (como a veces sucede) se. da una ocasión extraordinaria establece un préstamo sin interés a pagar tres meses después de una cláusula penal», y continúa aconsejando el embargo del ganado de «cualquiera que lo tenga bueno», para asegurar el pago de la renta. En 1696, consideraba realizar mejoras en Chilvers Coton desecando 400 acres y comprando fincas: «Poner una manufactura de lino en Coton para impedir el crecimiento de los pobres... Establecer, si se puede, un mercado en Chilvers Coton». Acababa de invertir 7.000 libras en mejoras en Long Itchendon, la mayor parte en la construcción de catorce fincas de las que sacaba un bene­ ficio de un 5 por 100, lo que no es superior al rendimiento normal que pro­ duce la compra de la tierra libre. Sir Richard también señala que «los que tienen grandes propiedades deben ofrecer su tierra más barata que los demás». Wanvicicshire County Record Office, Newdigate MSS., vol. 183, pp. 26, 147148, 43, 56, 84. 136. Tbe Works of tbe Honourable Henry Late L. Delamer and Earl of Warrington, Londres, 1694, pp. 28-29 (escrito en 1688), aboga por los contra­ tos con una duración de veintiún años con una fianza por valor de un año; «si vuestro aparcero se atrasa con la renta, sí no pasa de un año, la tasa os protegerá». La subida de la tasa demuestra la riqueza del arrendatario y la renta más baja le anima a realizar mejoras que asegurarán la renta y dejarán la finca en mejores condiciones: «Que vuestros arrendatarios hagan reparacio­ nes, ya que lo harán por seis peniques, mientras que a vos os costaría dieciocho». Como señala Habakkuk, la propiedad ideal era aquella en la que los arrenda­ tarios realizaban las mejoras: H. J. Habakkuk, «English Landownership, 16801740», Econ. Hist. Rev,, 1." serie, X (1939-1940), p. 14. 137. En 1693 los atrasos constituían cerca del 12 por 100 del total dé la renta. En las propiedades de Belvoir solamente los atrasos y las reparaciones eran de poca cuantía a principios del siglo xvm. Los atrasos aumentaron consi­ derablemente a finales de 1720, alcanzando las 9.339 libras en 1735 cuando, sobre un arriendo de 6.800 libras, sólo se recibieron 2.089 libras. Entre 1729 y 1742 las reparaciones constituían el 2 por 100 de los arriendos y no eran

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de Kingston, por otra parte, acosado por el bajo precio del grano y con una gran acumulación de atrasos, gastó bastante más en repara­ ciones, redujo las rentas, embargó a aquellos arrendatarios de los que no pudiera recuperar algo y arrendó algunas fincas en parcelas más pequeñas.138 La reacción de muchos de los grandes señores ante la disminución de las rentas a finales del siglo xvn y principios del xvm fue la de invertir más en reparaciones y mejora^ para así •atraer a arrendatarios acaudalados.139 En la medida que todo esto demuestra que las reacciones y el comportamiento de los grandes propietarios ingleses frente a los bajos precios cerealistas, desde finales del siglo xvn, fueron muy diversos, resulta difícil de creer que esto se debiera a que los propietarios ingleses, en comparación con los franceses, fueran más observantes de los preceptos establecidos por la enseñanza convencional del cristia­ nismo y de la propia utilidad. Puede que un modo de expli­ carlo sería contrastar las mentalités protestante y contrarreformista. En 1691, Richard Baxter mostró que la suerte de los pequeños arrendatarios de las regiones agrícolas inglesas era desesperante; con­ minó a los señores a reducir sus rentas en un tercio de forma que los arrendatarios pudieran vivir decentemente y criar a sus hijos, de otra forma «su empobrecimiento significa el empobrecimiento de todo el resto del país ... su empobrecimiento envilecerá el espíritu de la nación, como ha ocurrido entre los moscovitas, los polacos y entre gran parte de los franceses». El agricultor pobre vivía en peores con­ diciones que los artesanos o que los pequeños poseedores que tenían un trabajo adicional; estaba en peor situación que sus propios criados solteros y los jornaleros. Hay que señalar que Baxter no se refería a

superiores a principios del siglo xviii . En Belvoir, los atrásos fueron saldados en 1740, aunque en Haddon esto sucedió posteriormente. 138. G. E. Míngay, «The Agricultural Depression, 1730-1750», Econ. Hisi, Rev., 2.a sene, V IH (1955-1956), pp. 327-333. 139. Holderness, «Landlord’s Capital Formatíon in East Anglia, 17501870», pp. 442-443; E, L. Jones, «Eíghteenth-Centuty Changes in Hampshíre Challdand Farmíng», Agrie. Hisi. Rev., V III (1960), pp. 8-9. Para información sobre la propiedad de Naworth de los condes de Carlisle, véase Brassley, «Agri­ cultural Economy o£ Northumberland and Durham, 1640-1750», pp. 81-84, 88; durante los años próximos a 1740, el 15 por 100 de las rentas se gastaba; en reparaciones y nuevas construcciones: Habakkuk, «English Landownership, 1680-1740», pp. 14-15.

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los poseedores de tenencias minúsculas sino a hombres que pagaban veinte libras de renta. Según la estimación de Gregory King, la renta media de la parcela de cultivo era de unos seis chelines por acre, por lo tanto sus tenencias tenían cerca de sesenta y seis acres.140 Baxter está hablando de los campesinos que arrendaban de treinta a sesenta acres, los moyen laboureurs de la zona rural francesa que tenían por lo menos una yunta. Tomaremos un ejemplo específico; de los cerca de 26.000 acres de la propiedad de Belvoir según e t apeo realizado en 1692, 300 tenencias tenían menos de 21 acres y 297 los supera­ ban; de estas últimas 191 contaban entre 21 y 80 acres y ocupaban el 45 por 100 de toda la extensión; otro 40 por 100 de ella lo cons­ tituían granjas de más de 100 acres y un 53 por 100 granjas de 81 acres y más.141 Baxter indica que la competencia en conseguir las tenencias pequeñas hacía que las rentas se elevaran; en cambio eran los señores quienes competían para conseguir que los grandes arrendatarios arren­ daran sus fincas. Joan Thirsk ha señalado que en las regiones gana­ deras, los labradores eran relativamente prósperos y aumentaron en número durante el siglo xvii, mientras que en las regiones cerealistas se tendía a mayores explotaciones.142 Este contraste entre las re­ 140. R. Baxter, «The Poor Hasbandman’s Advócate to Rich Rackíng Landlords», en The Reverend Richard Baxter’s Last Treatise», F. J. Powicke, ed., Bull. Jobn Rylands Lib., X (1926), pp. 180, 184, 188, 197, 183(5). Baxter excluye de su descripción a los arrendatarios de los alrededores de Londres y a aquellos que poseían fincas ganaderas a cuarenta millas o más (pp. 184485)* En la revisión final de King a 5s. 6d. el acre en 1697 las tenencias tendrían de 36 a 73 acres. 141. Archivos de Belvoir Castle, el catastro de Barker, 1691-1692. Las tierras estaban principalmente en Leicestershire; se incluye uno de los señoríos de Warwickshire, Pillar ton. Aunque incluyen algunos cercamientos del si­ glo x v ii, eran principalmente tierras de campo abierto. Los arrendamientos del duque prohibían el subarriendo, aunque era costumbre permitida por un plazo inferior a un año en algunos señoríos. La medición total computó 26.563 acres, pero aproximadamente 786 acres en Croxton fueron excluidos del cálculo, Había también 300 tenencias, principalmente cottagers, de 20 acres o incluso más pequeñas, de las que aquellas que tenían de 10 a 20 acres ocupaban -el 10 por 100 del área total. Las tenencias entre 81 y 100 acres ocupaban el 12,5 por 100. 142. J. Thirks, «Seventeenth-Century Agriculture and Social Change», en J. Thirsk, ed., Land} Cburch and People: Essays Presented (o Professor H. P. R. Finberg, suplemento a Agrie. Hisí. Rev.} X V III (1970).

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giones cerealistas y las ganaderas es el mismo que señala Le Roy Ladurie cuando compara las regiones cerealistas de las regio­ nes del open-field francés (en Inglaterra la mayoría de regiones cerea­ listas eran también de open-field) y las regiones atrasadas del bocage donde predominaban los campesinos.143 Una de las diferencias radica en la cantidad de inversión en mejoras en las regiones agrícolas inglesas, como por ejemplo en la desecación de pantanos y en el aumento de las cabezas de ganado; otra de las diferencias es el desa­ rrollo de las industrias textiles rurales en las regiones agrícolas de Francia durante el siglo xvii, mientras que en Inglaterra las industrias rurales iban asociadas a las regiones ganaderas. Postel-Vinay y Le Roy Ladurie indican que el nivel de la renta en Francia imposibilitó la inversión y el crecimiento, lo que también coincide con el puntó de vista de Baxter acerca de la calificación de los arrendatarios a quie­ nes, de acuerdo con la referencia de Flandes, se les podría considerar como grandes arrendatarios. Le Roy Ladurie indica que la renta agrícola en los alrededores de París entre 1650 y 1670 equivalía a casi la mitad del grano producido por hectárea.144 Pero ya hemos visto que existían dudas sobre si las explotaciones inglesas producían mucho más que el equivalente a dos rentas, mientras que la cifra global estimada por Gregory King sobre la renta y la producción agrícola sugiere que la renta equivalía a la mitad del producto.143 Por lo tanto no está del todo claro que una renta excesiva pueda por sí sola cons­ tituir un elemento diferenciador importante. Uno de los sectores que aparentemente presenta diferencias consi­ 143. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 637, 573. 144. Ibid., p. 637; dadas sus otras suposiciones sobre la producción media, la proporción entre la renta y la producción de grano (descontando las semi­ llas) parece que sería un poco más del 40 por 100. 145. King calcula que las rentas constituyen irnos 10 millones de libras y el valor del producto agrícola 21,275.000 libras; Deane y Colé, Britísh Economic Growth, 1688-1959, p. 156, cuadro 35, calculan el producto en 19,3 mi­ llones de libras. Sin embargo, posteriormente argumentan que el producto de la tierra cerealista estaba más próximo a las cuatro que a las tres rentas. Por lo tanto los cálculos de King varían entre 25, 36 y 47 por 100, las dos primeras cifras son comparables a las de Le Roy Ladurie, Seventeenth-Century Economic Documents, Thírsk y Cooper, ed., pp. 782-783, 796-797. Lavoísier calculaba que los propietarios en general se quedaban con el 31 por 100 de la produc­ ción de grano, o el 38 por 100 que restaba al apartar las semillas, el 22 por 100 de la producción agrícola total y un 50 por 100 del producto neto (o impo­ nible), Lavoisier, Oeuvres, V I, pp. 426, 428.

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derables es el de la composición de los créditos rurales. Desafortuna­ damente la información de que disponemos no permite una compara­ ción estricta; las investigaciones francesas se han concentrado en el endeudamiento de los campesinos, utilizando fuentes que muestran cómo se hacían préstamos mediante un aumento de las rentas, o se empeñaban enseres y utillaje para vender tierra, o se embargaba o se forzaba la venta de mercancías. Hasta ahora los estudios ingleses se han centrado en los inventarios de los testamentos que contienen más información sobre los créditos concedidos que sobre las deudas. Todos' los estudios franceses hasta el momento evidencian que se da un cre­ ciente margen de endeudamiento entre los campesinos y los señores durante el período entre 1560 y 1720 y sobre todo después de 1640. En Inglaterra, el proceso análogo consistió en la compra de las' tenencias. libres alrededor de los grandes dominios. Las relaciones de Jacquart para 1580 y 1664 muestran que gran número de campe­ sinos pobres, vignerom y algunos grandes arrendatarios, estaban car­ gados de deudas aunque los verdaderos problemas para los grandes arrendatarios surgirían después de 1670.146 En términos más genera­ les, también muestran una escasez de ganado en manos de los cam­ pesinos. Las investigaciones de Holderness sobre el sureste de Lindsey muestran que los labradores aumentaron su riqueza, ganado y prés­ tamos en 1690 después de la depresión de 1670 y 1680, mientras que en íle-de-France y en Soissonnais muchos de los labradores se arrui­ naron. Por otra parte los períodos de baja de precios contemplaron una contracción de los préstamos de los labradores y un cierto núme­ ro de'ellos quebraron durante el período entre 1723 y 1745. Una gran parte de los prestamistas eran viudas (a quienes Jacquart ha excluido en su ejemplo), solteros y clérigos. En Inglaterra, los prés­ tamos se utilizaban para sufragar el propio consumo, incluso el dinero que procedía de las hipotecas, más que para utilizarlo en inversiones productivas; parece ser que en Francia ocurría lo mismo aunque las diferencias estriban más en una menor dependencia de las élites urbanas o de unos pocos grandes arrendatarios, así como en una cierta disponibilidad de crédito a nivel local a base de simples censa­ les, aunque por supuesto que buena parte del crédito procedía de las 146. Jacquart, Crise rumie en Íle-de-France, pp. 459-484, 715. Una de las mejores relaciones sobre el funcionamiento del sistema crediticio francés la encontramos en P. Deyon, Amiens, París, 1967, pp. 309-338.

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ciudades, sobre todo de abogados que utilizaban las hipotecas para adquirir tierra.147 La «difusión de los préstamos monetarios en la sociedad campesina inglesa tuvo una función importante para evitar el crecimiento de los monopolios usuarios»; los acuerdos eran a corto plazo, al contrario que la constitución de las rentes. «En el siglo xvni no se necesitaba crear un mercado monetario para lograr invertir el capital a bajo riesgo porque ya existía.» Las facilidades de crédito «se usaban para aumentar el capital en las comunidades campesinas preindustriales pero ... la distinción que los economistas modernos esta­ blecen sin esfuerzo [entre capital y consumo] era, en el mejor de los casos, bastante confusa durante los siglos xvii y xvm ».MS . Aunque en Inglaterra el dominio de la ciudad sobre las zonas rurales era menor que en Francia, debido en parte a que las élites urbanas eran menos poderosas y que gozaban de menos privilegios, el fenómeno urbano era menos importante en Francia que en Ingla­ terra; en este aspecto observamos que el norte de Francia presenta de nuevo más rasgos comunes con Inglaterra que las otras regiones.149 Patten ha demostrado que hubo un aumento apreciable de la pobla­ ción urbana en Norfolk y Suffolk, cerca de un 49 por 100, durante los primeros tres cuartos del siglo XVII.150 Chartres ha demostrado que hubo un considerable aumento del capital utilizado en la indus­ tria del transporte terrestre y los servicios agregados a finales del siglo x v i i ,151 además de los adelantos en el desarrollo del transporte 147. B. A. Holderness, «A Credit in a Rural Community, 1660-1800», Midland H ist,, III (1975-1976). Para más ejemplos de Dorset sobre una inver­ sión medía del 12 por 100 de la fortuna personal en créditos, véase Probate Inventories and Manorial Excepts of Chetnole, Leigh and Yetminster, R. Manchin, ed., Bristol, 1976, pp. 21-22, 148. B. A. Holderness, «Credit in Engiish Rural Society before the Nineteenth Century, with Specíal Reference to the Period 1650-1720», Agrie. Hist. Rev., X XIV (1976), pp. 105, 106, 108. 149. G. Rozman, Urban Networks in Russian and Pre-Modern Periodization, Princeton, 1976, pp. 222-236. En la Inglaterra de 1680 el porcentaje de población en las ciudades estaba entre un 20 y un 21 por 100; en Francia, era del 16 por 100 en 1760, pero en el norte de Francia (tle-de-France, Cham­ pagne, Picardía, Flandes, Artois y Boulonois) era del 25 por 100. 150. J, Patten, «Population Distribution in Norfolk and Suffolk duríng the Sixteenth and Seventeenth Centuries», Trans. Inst. Brit. Geographers, LXV (1975), pp. 48-49. 151. J. A. Chartres, «Road Carríyng in England in the Seventeenth Cen­ tury», Econ. Hist. Rev., 2.° serie, XXX (1977), pp. 84-88.

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marítimo. De nuevo esto se debe en parte a la excepcional prepon­ derancia de Londres y las ventajas de la situación geográfica de una isla y sus costas. Como también hemos visto, la economía ingle­ sa se veía favorecida por un aumento continuo, aunque no excesivo, de la población, particularmente después de 1720, mientras que en Francia los problemas ocasionados por los bajos precios agrícolas se entremezclaban con los efectos directos de la guerra y las crisis de subsistencias. En 1760 las diferencias entre la agricultura inglesa y la francesa eran mucho mayores que en 1560, incluso si'la comparación se limita a las regiones de predomino agrícola fundamentadas en el open-field en Francia; es en el siglo xvix, y sobre todo entre 1670 y 1720, cuando la situación evoluciona de forma divergente ya que en Inglaterra el capital y la producción se mantuvieron y en algunos casos aumentaron, mientras que en Francia es muy probable que dis­ minuyeran. Si a finales del siglo xvn los mercados, las comunicaciones, la demanda y la producción agrícola estaban aumentando en Inglaterra en mayor medida que en Francia, ¿acaso esto no significa que estamos repitiendo el viejo tópico de que los ingleses de las zonas rurales, especialmente los arrendatarios, tenían una posición económica mejor que la de los franceses de las regiones rurales? A pesar de lo que opina Baxter, creemos que esto es bastante verosímil. Es cierto que los señores franceses querían invertir para lograr la recuperación del país y que se realizaron nuevos cultivos en la región de París, pero los franceses tuvieron que enfrentarse y luchar con dos etapas de recuperación y reconstrucción, mientras que los ingleses sólo tuvieron una. Por otra parte los impuestos directos sólo se impusieron de forma continuada desde 1641 hasta 1661 y comenzaron de nuevo en 1690. En Francia la presión fiscal fue constante; la prórroga de 1660 puede que no ayudara a los grandes arrendatarios y la presión fiscal se reanudó después de. 1670 e incluso fue más fuerte después de 1688, cuando los ingresos agrícolas, especialmente en las regiones cerealistas, estaban bajando. Cuando la presión fiscal disminuyó y los impuestos directos fueron menos frecuentes se produjo una recupe­ ración e incluso un cierto crecimiento después de 1720 y hasta 1770. En Inglaterra el peso de los impuestos durante el siglo xvm era superior que en Francia. Mathias y O ’Brien han demostrado que la renta per cápita, en su equivalente en grano, era siempre mucho más alta que en Francia y con frecuencia era dos veces superior, y que la

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cuota cíe producción de mercancías a precios normales, entendida como impuestos, era superior en Gran Bretaña y continuó aumentando hasta 1750. El aumento en la proporción de los impuestos indirectos sobre los bienes de consumo era siempre superior en Inglaterra, mien­ tras que la subida de los impuestos directos era siempre más acen­ tuada en Francia. La mayoría de las poblaciones urbanas francesas pagaban menos impuestos que las inglesas; en cambio, los productores agrícolas en Francia estaban gravados con impuestos más altos.152 La importancia de la carga impositiva puede apreciarse en los cálculos aproximativos de Morineau, Spooner y Briggs quienes sugie­ ren que en el último cuarto del siglo x v i i casi un quinto de la pro­ ducción total de la agricultura francesa, o más dé un tercio del valor total de la producción cerealista, y en los últimos años del reinado de Luis XIV cerca de un cuarto de la producción agrícola, se desti­ naba a impuestos.153 En Francia las guerras a nivel internacional y la guerra civil tuvieron como consecuencia la falta de inversión en la agricultura durante todo el siglo y en especial después de 1635. Después de 1693, Boisguilbert, el precursor de Quesnay, y Vauban denunciaron al sistema fiscal francés de frenar el consumo de masas y el crecimiento de la producción agraria y de impedir que la mayoría de productores pudieran invertir, exceptuando los grandes arrenda­ tarios y los magnates,154 Las cargas fiscales, consecuencia de la guerra del período de la reina Ana, fueron recibidas como profecías conmi­ natorias sobre el perjuicio que suponían para los intereses territoria­ les y ciertamente afectaron al conjunto de propietarios menores pero los que controlaban el dominio útil no pagaban impuestos de propie­ dad. Los impuestos constituyeron cerca de un quinto de la produc­ ción agrícola en Inglaterra entre 1694 y 1697, y quizá cerca de un 152. P. Mathias y P. O ’Brien, «Taxatíon in Britain and France, 17151810», Jl. European Econ. Hist., V (1976). Agradezco el que los autores me hayan permitido ver sus cómputos antes de ser publicados. 153. M. Morineau, «La conjoncture ou les cernes de la croissance», en Braudel y Labrousse, eds., Histoire économíque et sockle de la France, X, parte 2, pp. 978-980; R C. Spooner, Tbe International Economy and Monetary Movements in France, 1493-1725, Cambridge, Mass., 1972, pp. 305-315; R. Briggs, Early Modern France, 1560-1715, Oxford, 1977, gráfico 5. Estoy en deuda con Robín Briggs por darme copias de sus gráficos antes de su publicación. 154. «Le détail de la France», en Fierre de Boisguilbert, ou la naissance de Véconomie politique, 2 vols., París, 1966, II, pp. 622-628; S. Le Preste de Vauban; Project d ’une dixme royale, ed. E. Coornaert, París, 1933, pp. 26-28.

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cuarto bajo el reinado de Ana, pero incluso entonces constituían e] 11 por 100 de ía renta nacional, mientras que la agricultura suponía un 40 por 100 y el comercio un 12 por 100. Incluso tuvo lugar una modesta redistribución a favor del consumo de masas ya que las tasas de los pobres suponían cerca del 22 por 100 de los impuestos sobre la tierra y similares entre 1694 y 1695 y alrededor de un tercio en 1748 y 1750.155 En términos marxistas, la carga de los impuestos puede entenderse como parte de la exacción «feudal», como lo hace Bois para el perío­ do precedente. Para esta época, Petry Anderson ve a las monarquías absolutistas como las aliadas de la nobleza. «El sistema del Estado absolutista era el mismo que el de la nobleza feudal en la época de la transición hacia el capitalismo.» 156 Aquí «la reacción señorial» es parte de un acuerdo tácito entre el Estado y la nobleza a costa del campesinado. De hecho la nobleza no era homogénea; la monarquía francesa favorecía a les Grands, a una parte de la «nobleza de toga» y a los financieros a costa de los intereses de la pequeña nobleza y las élites locales. El triunfo de los intereses de los magnates sobre la pequeña nobleza podía lograrse sin la colaboración del Estado absolu­ tista, aunque a expensas del poder militar como sucedió en Polonia. Mientras que en Francia los señores y las élites locales habían podido proteger, en distintos grados, a los labradores y campesinos contra los impuestos reales, a finales del siglo xvii la nobleza pro­ vincial y los administradores encontraban cada vez más difícil el cumplir con esta función. Tales favores eran de los magnates o de aquellos que estaban conectados con el fiscal general y los ministros ya fuera por relaciones de parentesco o de clientela. Esto significaba que la función que la nobleza desempeñaba como protectora y media155. B. R. Mitchell y P. Deane, Abslract of British Historical Slatís lies, Cambridge, 1962, p. 386; Deane y Colé, Britisb . Economic Growth, 1688-1959, p. 156; S. y B. Webb, English Poor Law History, parte 1, The Oíd Poor Lato, Londres, 1927, p. 153 y n. 1. 156. P. Anderson, Lineages of the Absolutist State, Londres, 1974, p. 42: «era un Estado basado en la supremacía social de la aristocracia y limitado por los imperativos de la propiedad de bienes raíces» (p. 41). Sean las que sean las deficiencias de tales generalizaciones, éstas presentan más puntos de con­ tacto con la realidad que la descripción de Brenner del Estado francés al pre­ sentarlo como «un fenómeno de clase... un extractor indepediente del exce­ dente», al proteger a los campesinos de los señores {supra, p. 73), aunque los administradores franceses quizá sí tuvieran esa ambición.

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dota entre los campesinos y las autoridades externas, y a pesar de la supervivencia de la justicia señorial, iba debilitándose. En Inglaterra, por el contrario, la administración de los impuestos territoriales daba oportunidad a los notables locales y permitía que los líderes de las comunidades locales participaran en la administración nacional sin que se produjera una excesiva tirantez a causa de los partidismos políticos o de la confusión social,157 Un resultado inesperado de la caída de las rentas y precios poste­ rior a 1670 y de la quiebra de tantos labradores fue la aparición o proliferación, en varias partes de Francia, de ciertas prácticas que permitían a los grandes arrendatarios dominar tanto a los señores como a las comunidades de campesinos. Esta práctica denominada dé mauvais gré (mala voluntad) consistía en que el señor no podía vol­ ver a subarrendar la finca al finalizar el plazo del contrato, sin el consentimiento del arrendatario* Si a pesar de todo el señor imponía otro arrendatario,,éste era boicoteado por los campesinos; se le ame­ nazaba con quemar los edificios de la explotación y a menudo las ame­ nazas se llevaban a término. Como consecuencia, y en desafío a repe­ tidos edictos reales que condenaban estas prácticas desde 1707 en adelante, los matrimonios entre dinastías de labradores aumentaron; trataban las fincas como si fueran de su propiedad, organizando intercambios- de tierras entre ellos, incrementando porciones, incluso las dividían entre sus herederos y algunas veces incluso ni se moles­ taban en renovar formalmente sus arrendamientos con los propieta­ rios. El giro más sorprendente en esta dirección tuvo lugar en el Soissonnais, donde los cambios de arrendatarios eran muy frecuentes incluso antes de los años de la crisis posterior a 1670; allí,, durante el siglo xvni, los señores estuvieron a merced de sus arrendatarios hasta una década antes de 1789 cuando, aunque. Pos tel-Vinay no explica las razones, pudieron aumentar sus rentas sustancialmente/ Postel-Vinay observa el hecho de que los pequeños y medianos cam­ pesinos tuvieran que pagar rentas mucho más altas como una forma de promover el predominio de los grandes arrendatarios para poder crear una fuerza de trabajo semiproletarizada para sus fincas. Sin em­ bargo, dada la demanda, las pequeñas tenencias estaban a menudo gravadas con rentas relativamente más altas sin que se produjera el 157. (1974).

C. Brooks, «Public Finance and Political Stabiiíty», Hist. Jl, XVII

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resultado antes señalado. Jacquart cree que en íle-de-France los gran­ des arrendatarios gozaban de un oligopolio similar debido a que no había una competencia real para conseguir los contratos ya que sólo un puñado de familias tenían los medios económicos necesarios.158 La práctica del mauvais gré quizá se remonte a finales del siglo xvi tanto en Cambrésis como en partes de la Picardía oriental; en estos lugares y en las zonas vecinas a las provincias valonas al sur de los Países Bajos los censiers (labradores que poseían tierras, derechos y diezmos) ya dominaban las comunidades.159 En el norte de Francia el dominio económico de los grandes arrendatarios sobre los señores y los campesinos se vio reforzado por la revolución y también durante la primera mitad del siglo XIX.160 Por lo tanto el predominio económico y social de los grandes arrendatarios capitalistas llegó a ser mucho más fuerte en el norte de Francia que en Inglaterra. Según los principios de Fuller y la eco­ nomía política clásica, una de las razones de la aparente ineficacia de la agricultura francesa podría deberse, no al conservadurismo de los compe sinos, sino a la falta de competítividad entre los arrendamien­ tos de las fincas y a que los señores no podían aumentar las rentas antes de 1780 y después de 1810. Laurence consideraba que uno de los deberes más importantes del administrador de un gran señor con­ sistía en evitar que los labradores se asociasen, lo que a menudo alentaba la gentry local para impedir que las rentas aumentaran.161 Quizá Postel-Vinay interpretaría este hecho como una forma de some­ ter a los arrendatarios a la renta «feudal». Hay que señalar que la gentry inglesa se convirtió progresivamente en terratenientes absentistas durante el siglo xvnx, permaneciendo la mayoría del tiempo gastando su dinero en la vida social de las ciudades de provincia y en 158. P. Deyon, «Quelques remarques sur l’évolution du régime seigneurial en Picardie, X VP-X VIIP siécles», Revue d ’histoire moderne et contemporaine, V III (1961), pp. 277-278; Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capitalisme agricolé, pp. 31-33, 90-92, 255-262, 43-53, 3 640, 64-70; Jacquart, «Rente fonciére, índice conjoncíurel?», pp. 374-375. 159. Neveux, «Déclin et reprise», pp. 149-151; H . Neveux, Les gratos da Cambrésis, Lille, 1974, pp. 661-667; S. Grazínski, «Recherches sur le monde rural dans les Pays Bas méridionaux, 1480-1630», Ecole Naliónale de Chartes: Position des théses (1973). 160. Postel-Vinay, Rente fonciére dans le capitalisme agricole, pp. 110-112, 128-138. 161. Laurence, D uty of a Steward to bis Lord, pp. 12-15.

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Londres, mientras que los asuntos del condado y la administración local permanecían en manos de magistrados pertenecientes al clero. Para conseguir una definición del capitalismo, la agricultura pre­ senta problemas terminológicos agudos. A menudo se ha acentuado el hecho de que el capital existía antes del capitalismo y esto es sobre todo verdad con referencia a la agricultura sedentaria donde se nece­ sita el utillaje y realizar algún, tipo de mejoras. Como hemos visto, el análisis de Turgot sobre el capitalismo industrial y comercial es una prolongación de su análisis sobre la agricultura, ya que en la agricultura europea anterior a la mecanización el ganado es el ele­ mento más importante; todo labrador bien estante es un capitalista y así vemos a Hoskins hablando de «los campesinos capitalistas» en el siglo xv, al referirse a los yeomen o la aristocracia campesina de Wigston.162 Una de las diferencias más importantes entre Francia e Inglaterra durante el siglo xvn reside en el hecho de que en la agri­ cultura inglesa la proporción de cabezas de ganado en relación al terreno de cultivo era mucho más alta y tendía a ir en aumento sobre todo en las regiones agrícolas. Pero tanto Brenner como otros histo-" riadores no sólo pretendían decir que Inglaterra era más próspera que Francia sino que querían ir más allá; para ellos se trata de un proceso teleológicó de la inversión en la productividad y en el que la expropiación de los medios de producción de la mano de obra constituye la base necesaria para el capitalismo industrial que sólo puede conseguirse si un capitalismo agrícola crea un proletariado. Lo que dificulta el> análisis comparativo es la suposición apriorística de que la agricultura campesina a pequeña escala no puede conseguir el aumento de la productividad necesario para sostener la industrializa­ ción, aunque el ejemplo de Flandes demuestra que en realidad sí fue posible.163 Uno se pregunta si los historiadores ingleses como Hoskins y Thirslc cuando escriben sobre la agricultura campesina están utili­ zando un concepto diferente al que utilizan los historiadores fran162. Hoskins, Midland Peasant. 163. Lavelaye, Essai sur Véconomie rurdle de la Éelgtque, pp. 55-56-, la productividad de la tierra era mayor en Flandes que en Inglaterra o cualquier otra parte de Europa, exceptuando algunas partes de Lombardía; también añade que «el capital fijo, más considerable en Flandes que en los demás países, no era suministrado por los ricos propietarios ni por los grandes arrendatarios»

(P. 95). 15, — BRENNER

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ceses. Según Mendras esto parece posible ya que: «Inglaterra nunca ha sido un país de campesinos si lo comparamos con el continente».164 Esta aseveración es más plausible si analizamos su modelo de econo­ mía campesina donde el capital no es en absoluto importante; el dinero forma parte de la economía externa que envuelve a la eco­ nomía campesina que se fundamenta en una situación de autosubsistencia y en el trueque; las ganancias de los campesinos a través de las transacciones monetarias externas no se consideran ni como capital ni como ingresos, sino simplemente como ahorros en su utillaje, que se utilizan para pagar los impuestos, comprar material o tierras y pagar censos; los ahorros se convierten en parte del patrimonio fami­ liar dando al dinero un carácter secundario, como parte de los bienes muebles de este patrimonio y no como parte del funcionamiento dia­ rio de su economía.165 Pero como las comunidades campesinas esta­ ban sometidas al pago de exacciones e impuestos en dinero, parecería que el dinero, aunque fuera un elemento externo a las aspiraciones autónomas de la economía campesina, era aún fundamental para el sistema de las unidades domésticas. Tanto en Francia como en Ingla­ terra las economías campesinas de las regiones ganaderas eran mucho más fuertes; pero aunque muchos de los campesinos franceses hayan dado prioridad al autoabastecimiento en su producción de cereales o sus sustitutos, deben haber vendido ganado y sus productos en los mercados locales e incluso en otros más distantes. Puede ser que las industrias rurales dependientes de mercados más lejanos fueran más importantes en las regiones ganaderas inglesas, mientras que las francesas sufrían una mayor emigración de mano de obra. No sería sorprendente (excepto para algunos sociólogos rurales o expertos en la conciencia proletaria) que los jornaleros de las fincas inglesas en el siglo xix, dadas las posibilidades de acceso a la tierra, dieran la misma prioridad a la autosubsistencia que los campesinos franceses,166 Como en 1700 la red de comercialización estaba mucho más desarrollada V menos localizada en Inglaterra que en Francia, la familia de campe­ sinos ingleses trabajaba más para el mercado que los franceses, quie­ nes posiblemente necesitaban el dinero ante t9do para pagar los impuestos. 164. 165. 166.

H. Mendras, Sociétés paysames, París, 1976, p. 194. Ibicl, pp. 4445. J. Obelkevich, Religión and Rural Socie¿y, Oxford, 1976, pp, 62-63.

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Algunas veces se ha señalado que existe capitalismo agrario cuando se considera a la tierra como un factor de producción, como un capital que produce un rendimiento como cualquier otro factor de produc­ ción o forma de capital. Una agricultura comercializada dominada por las grandes explotaciones de tipo capitalista no necesariamente ten­ dría esa capacidad casi mágica, que Brenner atribuye al capitalista agrario, de aumentar la productividad, como lo demuestra el ejemplo de la Andalucía del siglo xix.567 Por otra parte la agricultura flamenca durante el período entre 1750 y 1860, aunque dominada por un tipo de cultivo capitalista, sí demostró tener tal capacidad. Wallerstein nos presenta una variante excepcional del modo de enfocar la cues­ tión de la producción dominada por el mercado, al señalar que cual­ quier productor agrícola que trabajaba para el mercado se relacionaba con el comercio internacional como empresario capitalista, tanto si eran nobles polacos que cultivaban los dominios señoriales con mano de obra servil, como los encomenderos hispanoamericanos que utili­ zaban mano de obra india o las corporaciones religiosas de Italia.163 Mendras indica que la identificación entre tierra y capital es una forma de obstaculizar el análisis; no puede explicar cómo se pone precio a la tierra «ya que el valor varia más como resultado de la densidad demográfica que por su valor agronómico ... ni los que per­ ciben las rentas sobre la tierra ni los propietarios campesinos son capi­ talistas».169 Si bien históricamente hablando los hombres siempre han aceptado que la tierra produzca un rendimiento más bajo que otras formas de inversión, no sólo porque la tierra es una inversión segura sino porque invierten en beneficios que no se valoran en dinero. En el caso de los grandes propietarios, ya sean burgueses, señores, gentry 167. T. Kaplan, Anarchisls of Andalusia, 1868-1903, Prínceton, 1977, p. 39> toma el capitalismo agrario como indicación de que «la tierra era una mercan­ cía que podía venderse y comprarse; que los jornaleros perdieron progresiva­ mente el acceso a la tierra; y que la producción para una economía monetaria configuraba las relaciones sociales y políticas». 168. I. "Wallerstein, The Modern World-Sysíem, 2 vols., Nueva York, 19741980; I, pp. 90-102, 159-162; «no se trata de que dos formas de organización social, capitalista y feudal, existan una al lado de otra, o que pueda haber existido tal cosa. La economía mundial adopta una forma u otra. SÍ es capi­ talista, las relaciones que contienen un cierto parecido formal con las relaciones feudales deben volver a definirse según los términos de los principios rectores del sistema capitalista (p. 92). 169. Mendras, Sociétés paysam es, p. 96.

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o magnates, compraban, y todavía lo hacen, prestigio y autoridad. En el punto opuesto de la escala social, los campesinos compraban o buscaban su independencia al procurarse los medios pata su autosu­ ficiencia. Aunque esto demuestra que los rendimientos de la tierra no pueden sólo valorarse en dinero, no indica necesariamente que ni los propietarios ni los campesinos fueran capitalistas o p'recapitalistas o que estuvieran excluidos de desarrollar una agricultura comercial debido a un comportamiento de este tipo; si los campesinos permi­ tían que su deseo de asegurar su autosubsistencia impidiera la bús­ queda de la racionalización comercial y el maximizar sus beneficios, lo mismo hacían los propietarios ingleses del siglo xix al mantener diver­ siones como la caza del zorro. La identificación del concepto de capitalismo con la búsqueda del beneficio y de la racionalidad económica presenta también otros pro­ blemas. De Vries ha señalado que la caída constante de la tasa de interés durante los siglos xvii y xvill podría sugerir que la escasez de.capital no era un obstáculo importante.170 Si sir Richard Newdigate es un ejemplo característico de los propietarios partidarios de las mejoras de finales del siglo xvii, contentándose con un beneficio tan bajo como el 5 por 100, ¿hasta qué punto invertía en beneficios que no podían valorarse en dinero? ¿Acaso los ricos ciudadanos franceses que a menudo conseguían beneficios más altos al invertir en explota­ ciones bajo régimen de aparcería estaban actuando de forma que podía ser considerada como irracional en términos económicos? En Inglate­ rra, tuvo que suceder la «segunda revolución» de F. M. L. Thompson para que: «cerca de la mitad de la tierra y de la mitad del producto, aunque sin duda mucho más de la mitad de los labradores indepen­ dientes, quedara bajo el dominio de un sistema de cultivo comerciali­ zado, en el que los arrendatarios entendían sus actividades como un negocio que les exigía comprar las materias primas en el mercado más barato, elaborarlas en fábricas y vender sus productos a los pre­ cios más altos, exactamente como actuaría cualquier «señor del algo­ dón».171 Sabemos que los intereses del señor sobre el capital invertido en toda esta productividad eran extremadamente bajos; desconoce­ 170. J. de Vries, The Economy of Europa in an Age of Crisis, 1600-1750, Cambridge, 1976, p. 211. 171. F. M. L. Thompson, «The Second Agricultural Revolution, 1815-1880», Econ. Htsi. Rev., 2." serie, X XI (1968), p. 71.

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mos lo que los arrendatarios conseguían con su inversión creciente; sí lo supiéramos «podría resultar que las actividades de la empresa de los arrendatarios eran a menudo igualmente poco rentables».172 Así como los magnates de Lyon a mediados del siglo xix exigían a sus aparceros más prestaciones personales que la mayoría de señores hubiera exigido bajo el Anclen Régzme,m durante el siglo xix los seño­ res ingleses todavía invertían en «autoridad» y en. unos modos de vida social como habían hecho en siglos anteriores'' e incluso estaban más interesados en extremar sus rentas en este sentido que en la búsqueda de unas ganancias- mayores.

172. Ibid., p. 73. 173. G. Garrler, Paysans du Beaujolais et du Lyonnais, 1800-1970, Grenoble, 1973, pp. 148-149. Los notables invertían mas en parques y edificios que en la producción agrícola (p. 686).

Arnost Klíma

9. ESTRUCTURA DE CLASES AG RARIA Y DESARROLLO ECO N Ó M ICO EN LA BOHEMIA PREINDUSTRIAL * Con una sola excepción, quienes han participado en este symposium en tomo al artículo de Robert Brenner fundamentan sus argumentos en los procesos de desarrollo histórico de Inglaterra y Francia, y cuando hacen referencia a Europa central u oriental se limitan a plantear cuestiones generales. La única excepción es Heide Wunder, quien llega a la conclusión de que «los historiadores centroeuropeos no han tenido mucho éxito ... en presentar los resultados de sus investigaciones a sus colegas británicos o franceses».1 En el contexto del debate Brenner, el proceso histórico de Bohe­ mia tiene un significado especial. En primer lugar, por su localización geográfica, en el mismo centro de Europa, y su importancia económi­ ca para la Europa preindustrial considerada como un todo. En segun­ do lugar, porque proporciona el ejemplo de una variante de desarrollo que contrasta fuertemente con el desarrollo económico de Francia e Inglaterra. A partir de la segunda mitad del siglo xvii en adelante,' el desarrollo de Bohemia se canalizó por vías totalmente distintas de las que tuvieron lugar en los países de Europa occidental. Es por tanto un correctivo útil para cualquier estereotipo de la transición del feudalismo al capitalismo, y ofrece nuevas perspectivas de los dife­

* Quiero expresar mi agradecimiento a Josef Mftcek por leer- y comentar una primera versión de este trabajo. 1. Véase supra, p. \2 \.

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rentes aspectos y problemas que se integran en esta categoría historiográfica. . En su contribución al symposium, M. M. Postan y John Hatcher citan a Z. P. Pach quien afirma que en Hungría hasta fines delv siglo xv «los derechos de trabajo tan sólo tenían una función subsi­ diaria» y que «la economía rural seguía una línea paralela a la establecida en los países de Europa occidental»,2 Más adelante estos dos autores afirman que «conclusiones similares se pueden extraer de las investigaciones realizadas en Bohemia y Polonia que aparecen en los trabajos de Kula, Graus, Malowíst y otros».3 Esta afirmación es'* correcta, pero también es importante subrayar que la guerra de los Treinta Años tuvo una función absolutamente crucial en el desarrollo social y económico de Bohemia y que, como consecuencia directa de esta guerra, la segunda mitad del siglo xvn supone un punto de infle­ xión significativo para la historia del país. Por esta razón, cualquier intento de un planteamiento general de la transición del feudalismo al capitalismo en Bohemia no puede confinarse tan sólo a los aconte­ cimientos de la Edad Media, sino que hay que enfocarlo hácia proce­ sos mucho más tardíos. De hecho son los siglos xvn y xvm los que' constituyen la verdadera fase precapitalista de la historia de Bohemia. En su contribución a este symposium, Guy Bois dice que durante la primera mitad del siglo xvi en Europa occidental, la clase señorial «decidió incrementar sus dominios a expensas de las pequeñas tenen­ cias campesinas, y al mismo tiempo intensificar la utilización del trabajo asalariado», a causa «del bajo nivel de los diferentes tipos de rentas que generaban estas -tenencias». Para Bois, esta situación produjo «un súbito auge del capitalismo agrario en Europa occiden­ tal».4 Pero en Bohemia y desde la segunda mitad del siglo xvn en adelante lo que ocurrió fue totalmente lo contrario. Es cierto que los señores de Bohemia también ampliaron sus dominios, pero no a expensas de las tenencias campesinas como ocurrió en Europa occi­ dental, sino ocupando buena parte de la tierra que a raíz de la guerra de los Treinta Años se había dejado de trabajar. Otra consecuencia de 2. Véase supra, p. 86, citando a Z. P. Pach, «The Development o í Feu­ dal Rent in Hungary in the Fifteenth Century», Econ. Hist. Rev., 2.a serie, X IX (1966), p. 13.. 3. Véase supra, p. 86. 4. Véase supra, p. 13íj.

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la guerra fue la reducción de la oferta de trabajo que supuso un importante encarecimiento de este factor de producción. En vez de alquilar trabajo para cultivar sus tierras los señores optaron por car­ gar a sus siervos con más servicios de trabajo. Así, mientras que en Europa occidental el aumento de la extensión de las tierras implicó, por medio de la utilización de trabajo asalariado, el reforzamiento del auge hacia el capitalismo, en Bohemia, y a causa de la carencia crónica de fuerza de trabajo, la ampliación de las explotaciones señoriales supuso la consolidación de la servidumbre. La estructura económica y de clases en Bohemia a lo largo de este ^período continuó ba­ sándose en la relación económica fundamental: señores feudales y siervos. Las diversas características subrayadas por Witold Kula en sus trabajos sobre la Polonia de los siglos xvi al xvm también son aplicables al caso de Bohemia.5 La antes citada relación económi­ ca fundamental se reforzó a su vez por el hecho de que en Bohemia, como en cualquier otro lugar, el siervo estaba sujeto también, ■ desde una perspectiva político-legal, a la jurisdicción del señor quien por este motivo podía ejercer coerción y costreñir aún más al siervo, siempre y cuando las circunstancias así lo requirieran.6 La mayor parte de la población de Bohemia durante los siglos x v ii y x v iii, esto es cerca de un 80 por 10 0 , vivía en el campo y trabajaba en la agricultura; el resto vivía en las ciudades. Estas cifras corres­ ponden a las que da Paul Bairoch y que se suponen pueden generali­ zarse para todo el período.7 Pero muchos de los habitantes de las ciudades también participaban en las tareas agrícolas. Así y de acuer­ do con el catastro de 1748, en Bohemia los que vivían en las ciudades poseían aproximadamente unas 123.825 hectáreas que suponían un 10,3 por 100 de toda la tierra cultivable del país.8 Y en algunas

5. W. Kula, An Economic Theory of the Feudal System, Londres, 1976, p. 25. 6. Véanse supra, pp. 40-42, 48-50 y 153. 7. P. Baítoch, «Agricultura and the Industrial Revolution, 1700-1914», en C. M. Cipolla, ed., The Industrial Revolution, Fontana Economic History of Europe, III, Londres, 1976, pp. 452, 467 (hay trad. cast., Barcelona, 1983). 8. J. Krivka, Vyrobní a penezní vysledky mestanskeho zemedelstvt v 18. sto~ letí v severních Cechách [Producción y resultados financieros de la agricultura ciudadana en el norte de Bohemia en el siglo x v m ], Praga, 1975, p. 3. Véase también A. Míka, «On the Economic Status of Czech Towns in the Period of Late Feudalism», Hospodárské dejiny, II (1978), pp. 239, 247,

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regiones las ciudades tenían un carácter completamente agrario.9 En números, por tanto, el sector agrícola excedía de manera significativa el 80 por 100 de la población. De acuerdo con la Real Ordenanza Territorial (Verneuerte Landesordnung) de 1627, la mayoría de la población de las áreas rurales y de las ciudades en régimen de vasa­ llaje estaba vinculada a la tierra y no podía desplazarse a su antojo sin el permiso y la aprobación del señor. Esta limitación típicamente feudal de la movilidad de la población se abandonába con frecuencia durante la época de la cosecha, puesto que los habitantes de las zonas menos fértiles se trasladaban a las grandes explotaciones seño­ riales donde faltaba la mano de obra; pero estas personas estaban obligadas a volver a su domicilio cuando terminaba la cosecha. La movilidad del trabajo, definida por estas reglas tan parciales y estric­ tamente temporales, no tiene nada que ver con una supuesta «debili­ tación» del sistema feudal. En ningún sentido representaba un rela­ jamiento de las prestaciones u obligaciones feudales y, por tanto, tampoco supuso una tendencia hacia la emancipación.10 Para la historia del país es de crucial importancia el hecho de que, a lo largo de la guerra de los Treinta Años, la población de Bohemia se redujera en más de un 40 por 100, de un total de 1.700.000 habitantes existentes en el período anterior a la guerra,11 se pasó a 950.000 después de la misma.12 El impacto que esta caída de la población tuvo sobre la economía fue espectacular, ya que se abandonó un número considerable de tenencias y, en consecuen­ cia, buena parte de la tierra quedó sin cultivar. Uno de los efectos de esta situación fue que los campesinos sin tierra pudieron, de acuerdo con el beneplácito de sus señores, ocupar y cultivar las innumerables tenencias abandonadas, y el número de los que real­ mente no tenían tierra se redujo casi en su totalidad. A su vez los 9. Krlvka, op. cit., p. 12. 10. Como dice Brenner, igual que en Inglaterra en el siglo x n , «la con­ mutación era un fenómeno en extremo extendido'... pero ello no significaba la emancipación de los siervos», véase supra, pp. 4 0 4 1 , citando a M, M. Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», en Cambridge Economic History of Euro pe, I, 2.a ed., pp. 604-608, 611. 11.. O. Placht, Lidnatost a spolecenská skaldba ceskych zemí 16.-18.- slo letl [Población y estructura social en los territorios checos del siglo xvi al x v iu ], Praga, 1957, p. 39. 12. J. Pekar, Ceské katasíry, 1654-1789 [Catastros checos, 1654-1789], Praga, 1912) en las pp. 21-22 se da la cifra de 934.000 habitantes,

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señores se vieron atraídos por la relativa abundancia de tierras bal­ días, decidiendo tomar posesión de las mismas, bien añadiéndolas a sus antiguos dominios, o bien creando nuevas explotaciones; por este motivo a partir de la segunda mitad del siglo xvn en adelante el número de explotaciones señoriales se incrementó en Bohemia de forma espectacular. Por ejemplo en los años 1650 a 1680 los Trautmannsdorffs, en su gran estado del distrito de Litomysl situado al este de Bohemia, crearon un total de 11 nuevas explotaciones que añadieron a las dos ya existentes en aquella zona.13 Y esta situación se produjo prácticamente en toda Bohemia» Por ejemplo, al norte del país, en el estado de Frydlant, con una extensión de 69.000 hectáreas, el señor tenía 18 explotaciones,14 mientras que en 1631 tan sólo tenía 3.15 Estas 18 explotaciones ocupaban 1.700 hectáreas de tierra cultivable, lo que suponía una extensión de 100 hectáreas por explo­ tación.16 Pero debemos tener en cuenta que además del área de cultivo, un estado también incluía bosques, lagos y algunas empresas industriales, como cervecerías y tejares. Al sur de Bohemia el estado de Jindíichüv Hradec (Neuhaus) que comprendía 48 pueblos y una ciudad, contaba con 10 explotaciones que sumaban un total de 700 hectáreas de tierra cultivable, 6.000 hectáreas de bosques y 2,000 hectáreas de lagos que proporcionaban pesca abundante. La creación de nuevas explotaciones durante la segunda mitad del siglo x v i i , unida al descenso de la población ocasionado por la guerra y a la consiguiente escasez de fuerza de trabajo, tuvo unas consecuen­ cias económicas de por sí predecibles. Los campesinos sin tierra, que se establecieron en las tierras abandonadas después de la guerra, se vieron liberados de depender de un salario para poder vivir, lo que produjo tanto una agravación de la ya de por sí aguda escasez de mano de obra, como una elevación general de los salarios que tenían que pagarse si se quería seguir utilizando el trabajo de estos campe­ 13. A. Tomicek, Nás sedUky kazdy Udí [A los campesinos nos engañan siempre], Litomysl, 1927, p. 6. 14. E. j&nousek, Hisioricky vyvoj produktivity práce v zemedelsiví v období pobeloborskérn [E l desarrollo histórico de la productividad del trabajo en la agricultura después de la batalla de la Montaña Blanca], Praga, 1967, p. 83. 15. J. Kocí, Odboj nevolníku na Vrydlantsku, 1679-1687 [Las subleva^ ciones de los siervos en la región de Frydlant, 1679-1687], Liberec, 1965, p. 43, 16. Janousek, op. cti.y p. 104.

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sinos; A su vez, la demanda de productos agrícolas tuvo una caída espectacular como consecuencia del descenso de la población urbana que antaño fuera su mercado principal, sobre todo durante el si­ glo xvi. Bajo esta doble presión los señores buscaron medios para reducir en sus estados los costes de producción, y la mejor maneta de hacerlo fue incrementando la diversidad de servicios laborales (icorvée o Robot) que se exigían a los siervos, lo que no implicaba gasto alguno para los señores. La ampliación ele las prestaciones de trabajo en los dominios señoriales permitió a los señores vender sus productos a un precio más barato, tanto en el interior del país como en el mercado internacional, lo que estimuló — a partir de la segunda mitad del siglo xvii— un considerable incremento de las citadas pres­ taciones, facilitado por la jurisdicción politicolegal de los señores sobre sus siervos, así como por los amplios poderes de coerción nc* económica de que disponían. En Bohemia el aumento de la incidencia de las prestaciones de trabajo fue de gran importancia. De acuerdo con el Decreto de Pres­ taciones de Trabajo Feudal (Robot-patent) de 1680, un siervo tenía la obligación de proporcionar servicios laborales en la explotación señorial durante tres días a la semana; pero durante el tiempo de la cosecha y de la pesca el número de días podía verse incrementado «a voluntad» del señor.17 A lo-largo del siglo xvm nos encontramos con numerosos ejemplos dé señores que incluso exigían seis días a la semana de servicios de trabajo.18 A mediados del siglo xvii, en Bohemia, la tierra estaba en manos principalmente de la nobleza que se dividía en alta y baja nobleza. Este grupo social, juntamente con la Iglesia, las ciudades y la corona, poseían casi toda la tierra utilizable o disponible. Incluso en 1757 los campesinos con tenencias libres tan sólo controlaban un 0,5 por 100 del total de la tierra. Quienes trabajaban la tierra eran sobre todo los siervos, que podían dividirse en tres grupos de acuerdo con el tamaño de sus tenencias. Los que poseían tenencias de una extensión no superior a las 4,5 hectáreas y que pagaban tributos por valor de 17. Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal, 1680, párrafo 2. El texto de este decreto está impreso en alemán y checo en Archiv ceshj, X X III (1906), pp. 485-490. 18. A. Chalupa, «Venkovské obyvatelstvo v Cechách v tereziánsk^ch katastrech, 1700-1750» [La población rural de Bohemia en los Catastros Teresianos, 1700-1750], Sborník Národníbo Muzect, X X III (1969), pp. 320-321.

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14 guilders, 15 kreuzers o más por año, se clasificaban como siervos que ejercían servicios de trabajo con animales de tiro (Zugrobot). Aquellos con pequeñas tenencias y cuyos tributos superaban los 9 guilders y 30 kreuzers de impuestos anuales desempeñaban únicamente servicios de trabajo personal (Handrobot). El tercer grupo comprendía a los sin tierra. En 1656, las cifras que representaban la estructura de la propiedad feudal en Bohemia eran como sigue: un 59.5 por 100 de la tierra estaba en manos de la alta nobleza; un 9,6 por 100 correspondía a la baja nobleza; las ciudades controlaban un 13,1 por 100; la Iglesia un 12,3 por 100; y la corona un 5 por 100.19 Casi exactamente un siglo después, en 1757, la distri­ bución de la tierra había sufrido unos ligeros cambios: la alta noble­ za ya controlaba un 62,4 por 100 de la tierra; la baja nobleza, un 6,1 por 100; k s ciudades, un 12,2 por 100; la Iglesia, un 13,6 por 100; la corona, un 5 por 100; y los arrendatarios libres tan sólo controlaban un 0,5 por 100.20 Más aún, informes de la época mues­ tran que en 1650 el príncipe Eggenberg tenía en sus estados 5.540 siervos que poseían tierra; el conde Trautmannsdorf tenía 4.094; el conde Buquoy, 3.100; y el conde Gallas, 3.066. No existe documen­ tación disponible que proporcione información sobre el número total de siervos sin tierra.21 De acuerdo con el Catastro Teresiano, en el primer cuarto del siglo x v u re n Bohemia había 215.270 tenencias. De éstas un 5,5 por 100 tenían una extensión superior a las 17,5 hectáreas; un 17,4 por 100 tenían entre 8,5 y 17,5 hectáreas; y un 20,4 por 100 entre 4.5 y 8,5 hectáreas. Un 21 por 100 correspondía a pequeñas tenen­ cias cuya extensión oscilaba entre 1,5 y 4,5 hectáreas, mientras que el 35,7 por 100 restante eran tenencias cuya unidad de superficie no superaba las 1,5 hectáreas y sus ocupantes eran labradores po­ bres.22 Estas cifras muestran que, incluso en el primer cuarto del siglo xvni, los minifundistas y los labradores pobres en conjunto constituían la parte más numerosa del campesinado en Bohemia, En los cien años que van de la segunda mitad del siglo xvii a la segunda mitad del siglo xvm , las condiciones rurales cambiaron otra vez de forma espectacular. Durante este período la>población del país . 19. 20. 21. 22.

Pekar, op, cit., p. 456. Ibid. Placht, op, cit,, p. 222. Chalupa, op. cit., pp. 250-251.

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se duplicó: de los 950.000 habitantes que había a fines de la guerra de los Treinta Años, se pasó a 1.970.00 en 1754. Entre 1754 y 1776 la población se incrementó en más de un 20 por 100, alcanzando la cifra total de 2.400.000 habitantes.23 Este extraordinariamente rápido incremento de la población transformó la oferta de fuerza de trabajo en el campo: de una escasez manifiesta a comienzos de la época que aquí se analiza, se pasó a un excedente importante durante la segunda mitad del siglo xvm . Como consecuencia de ello se produjo un im­ portante aumento de las personas sin tierra que en el último cuarto del siglo xvm suponían entre un 40 y un 60 por 100 del total de la población rural, dependiendo de la zona o región del país. De acuer­ do con el Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal de 1738, se exigía a todos los siervos con o sin tierra que efectuaran servicios laborales para sus señores. Éstos se encontraron rápidamente con mucho más trabajo a su disposición que el que realmente necesitaban y podían utilizar. Frente a esta situación los señores optaron por estipular que aquellos siervos que vivieran en la misma localidad donde estaba situada la gran explotación debían continuar trabajando en la misma, de igual modo que lo hacían antes. Pero en el caso de quienes vivían a una distancia considerable, las prestaciones per­ sonales se podían conmutar por renta en dinero.24 Nos encontramos aquí con un fenómeno que también ocurrió en Inglaterra, aunque en una fecha mucho más temprana. Como dice Brenner, en aquellos lugares «en los que al señor no le interesaba utilizar prestaciones de trabajo, el campesino se veía obligado a pagar censos en dinero para conmutar sus servicios laborales aunque conti­ nuaba sometido al señor por medio de fianzas, derechos arbitrarios ... que implicaban una garantía para mantener su situación de depen­ dencia»25 De acuerdo con las cláusulas del Decreto de Prestaciones de Tra­ bajo Feudal de 1775,26 la jomada laboral por lo que se refería al pe23. L. Kárníková, Vtjvoj obyvatelslva v ceskijch zemích, 1754-1914 [El crecimiento de la población en los territorios checos, 1754-19143, Praga, 1965, p. 327. 24. JanouSec, op. cit., pp. 30-31. 25. Véase supra, pp. 4041; y Postan, «Medieval Agrarian Society in its Prime: England», pp. 604-610. 26. El texto del Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal de 1775 se imprimió en Archiv cesky, X X IV (1908), pp. 488-508.

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lío do de seis meses que iba del primero de octubre al 31 de marzo era de ocho horas de duración; y del primero de abril al 30 de septiembre era de i 2 horas. Durante el primer período el siervo y sus animales de tiro tenían derecho a una hora de descanso, y en el segundo perío­ do a dos horas. El decreto, sin embargo, permitía que durante la cosecha se prolongara la jornada laboral de una a dos horas, según las necesidades del momento. De acuerdo con el decreto los siervos que prestaban servicios de trabajo se dividían en once categorías. La categoría inferior compren­ día a los que sin tener tierra debían prestar servicios laborales. A es­ tos siervos (lnleute), que se ganaban la vida tanto trabajando para campesinos ricos como de cualquier otra manera, sólo se les exigían trece días de trabajo al año. La categoría inmediata estaba formada por aquellos siervos que poseyendo una cabana no tenían tierra y debían prestar 26 días al año de servicios laborales. Inmediatamente seguía la categoría de los siervos con pequeñas tenencias que reali­ zaban lo que se conocía como servicios de trabajo manual. Esta cate­ goría a su vez se subdividía en cinco grupos diferentes, definidos por el tamaño de las tenencias, de acuerdo con el cual se fijaban los días de trabajo que variaban de uno a tres a la semana. Los siervos, que poseían tenencias más grandes tenían que proporcionar trabajo y animales de tiro durante tres días a la semana. Los que poseían una extensión de tierra superior a las 4,5 hectáreas tenían que propor­ cionar servicios de trabajo con un animal de tiro. A los que tenían entre 4,5 y 8,5 hectáreas se les exigía, además de los servicios ante­ riores, otro animal de tiro, aunque a lo largo del período que iba del 15 de mayo al 28 de septiembre debían proporcionar, un día a la semana, una persona para realizar prestaciones de trabajo manual. Los siervos con extensiones de tierra entre 8,5 y 13 hectáreas tenían que suministrar servicios de trabajo con tres animales de tiro durante tres días a la semana, y del 15 de mayo al 25 de septiembre añadir una persona para trabajos manuales durante dos días a la semana. El último grupo lo formaban aquellos campesinos que poseían más de 13 hectáreas de tierra; a éstos se les exigían seryicios de trabajo con cuatro animales de tiro durante tres días a la semana, y del 15 de mayo al 28 de septiembre otra persona para trabajos manuales du­ rante otros tres días a la semana. De todo lo expuesto se infiere que el Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal de 1775 aumentó, de manera considerable, las cargas de servicios de trabajo sobre los

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campesinos más- acomodados, cuyas obligaciones a partir de este momento fueron ciertamente, onerosas; sin embargo, las obligaciones de los pequeños campesinos, de los labradores pobres y de los siervos sin tierra quedaron sensiblemente reducidas, al disminuir las presta­ ciones de trabajo que se les exigían. Existían diversas razones para este incremento de los servicios laborales, pero, én particular, el Es­ tado tenía un especial interés en conceder una mayor libertad a la oferta de trabajo existente en las zonas rurales' con el fin de canalizar­ la hacia la industria doméstica y las manufacturas. El decreto de ningún modo hizo peligrar la viabilidad económica de las grandes explotaciones señoriales, dado el considerable excedente, a nivel general, de mano de obra. La pesada carga que suponía el prestar servicios de trabajo con animales de tiro se debía a que los señores prácticamente carecían de ellos, por lo que las exigencias de acarreo y transporte derivadas de todo lo referente al sistema de cultivo y a la producción de campos, bosques, etc., tenían que conseguirlas por medio de estos mecanismos coercitivos. Sin embargo y pese a lo expuesto, en la práctica las obligaciones de servicios laborales no eran tan gravosas como en principio podían parecer. Los campesinos con explotaciones grandes o medianas (se entiende, desde un punto de vista comparativo) eran personas acomodadas que a menudo utilizaban trabajo asalariado, por lo que ellos mismos no prestaban los servicios exigidos, sino que mandaban en su lugar a uno o varios mozos de labranza; de este modo podían dedicar todo su tiempo a la organización y cuidado de sus explotaciones propias. : En el artículo 1, párrafo 15, del decreto de 1775 se estipulaba que «los siervos no tenían derecho a gratificación alguna ni por ser­ vicios de trabajo con animales de tiro nx por prestaciones de trabajo personal». Únicamente aquellos campesinos a quienes se les exigía no tan sólo proporcionar tres días de trabajo a la semana con anima­ les de tiro, sino una persona extra para prestaciones de trabajo manual del 15 de mayo al 28 de septiembre, tenían derecho a alguna recom­ pensa que consistía habitualmente en tres cuartos de kilo dé pan al día. Más adelante el decreto estipulaba que, como y cuando el señor quisiera, los siervos que prestaran menos de tres días de trabajo a la semana debían trabajar el tiempo necesario para cubrir estos tres días (Lohntag). El decreto establecía escalas de retribucio­ nes para este tipo de trabajos: 7 kreuzers diarios si el trabajo se

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hacía del primero de octubre al 28 de febrero; 10 kreuzers del pri­ mero de marzo al 30 de junio; y 15 kreuzers diarios del primero de julio al 30 de septiembre; la jornada laboral variaba de ocho a doce horas. Las diversas obligaciones de servicios laborales vigentes en la segunda mitad del siglo x v i i eran, sin duda alguna, considerables. En primer lugar los señores exigían servicios de trabajo ilimitados «dondequiera que el señor así lo ordenara». Después de la promulgación del primero de los decretos de Prestaciones de Trabajo Feudal, es decir, en 1680, se comenzó a exigir una prestación de trabajo tres días a la semana, pero durante el tiempo de la siembra o de la cose­ cha esta prestación se incrementaba a cinco e incluso a seis días a la semana. Esta exigencia permaneció vigente hasta el nuevo decreto de 1775. Esta explotación de los siervos, sin precedentes en el período an­ terior a 1680, en muchas zonas de Bohemia generó resistencias a rea­ lizar estos trabajos, ocasionó fugas e incluso originó rebeliones de siervos debidamente organizadas. La gran mayoría de estas agitacio­ nes se dieron en lugares muy concretos y tuvieron poca repercusión. Pero tanto en 1680 como en 1775 se extendió por todo el país una oleada de revueltas ciertamente importantes. Los levantamientos de 1680 afectaron a 129 estados; los rebeldes exigían la reducción o la abolición de los servicios de trabajo; atacaron los castillos y las grandes explotaciones nobiliarias, abandonando sus obligaciones. Las tropas acuarteladas en Bohemia fueron incapaces de sofocar los levan­ tamientos por lo que las autoridades se vieron forzadas a traer dos regimientos más — uno de infantería y otro de caballería— proce­ dentes de Silesia. Estas tropas fueron sofocando paulatinamente un levantamiento después de otro. Las revueltas estallaron no tan sólo en aquellos estados donde los siervos eran checos, sino también donde los siervos eran alemanes.27 Como consecuencia de los levantamientos 99 de sus líderes fueron sentenciados a muerte; de ellos, 55 fueron ejecutados.28 La revuelta de 1680 tuvo como consecuencia inmediata la promulgación del primer Decreto de Prestaciones de Trabajo Feu27. E. Strauss, Bauernelend und Baaernaufslande in den Sudetenldndern, Praga, 1929, p. 63. 28. K. Krofta, Dejiny selského stavu [La historia del campesinado], Praga, 1949a, p. 269.

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clal en Bohemia, ordenado por el emperador Leopoldo I el 28 de junio de aquel año. Este decreto supuso la primera intervención del Estado en la regulación de las relaciones entre siervos y señores, ya que con anterioridad los términos de estas relaciones los fijaban tan sólo los señores. La intervención del Estado supuso un apoyo total a los intereses señoriales. El decreto ratificaba virtualmente la situa­ ción vigente, y sus cláusulas, expresadas de forma harto vaga, dieron oportunidad a los señores de interpretarlas' del modo que les fuera más conveniente. De 1680 en adelante tuvieron lugar levantamientos similares, aunque se trataba de acontecimientos fácilmente controlables que no garantizaban mejora alguna de la situación de los siervos. En 1775, casi cien años después de la revuelta de 1680, otro gran levantamien­ to estalló en todo el país, produciéndose un importante cambio en el equilibrio de las fuerzas sociales. El foco principal de este levanta­ miento se localizó al noreste de Bohemia, en el estado de Náchod, donde se organizó un gubernium campesino, con la pretensión de centralizar y dirigir todas las operaciones de la revuelta. Casi inme­ diatamente se estableció contacto entre Náchod y los territorios cir­ cundantes y se planificó una marcha sobre la capital para mediados del mes de mayo. Pero la rebelión estalló de forma un tanto prema­ tura, el 19 de marzo de 1775, extendiéndose rápidamente de estado en estado. Ejércitos de siervos, que a veces sumaban varios miles, iban avanzando sobre la capital, saqueando los castillos de los seño­ res y exigiendo el establecimiento de acuerdos formales para reducir o abolir los servicios de trabajo. Pero el gubernium campesino de Náchod había perdido, en la práctica, el control total del levanta­ miento que pronto dejó de tener la cohesión necesaria que le hubiera permitido conseguir sus objetivos. Después de una serie de combates poco importantes se mandó contra los rebeldes un ejército de 40.000 hombres que en las afueras de Praga consiguió derrotar a las tropas rebeldes. Pero las lecciones del levantamiento no cayeron en saco roto, ya que el gobierno decidió intervenir y el decreto de Prestaciones de Trabajo del 13 de agosto de 1775 fue su resultado directo. El levan­ tamiento de 1775 significó la culminación de la lucha de clases en la zona rural de Bohemia, el punto álgido de una larga y dura contienda entre los siervos y sus señores que obligó al gobierno a tener más en cuenta la situación rural. Además del decreto, se elaboró un plan 16. — BRENNER

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de reforma agraria bastante radical que pretendía repartir las tierras de las grandes explotaciones entre los siervos. Para algunos, la ser­ vidumbre estaba poniendo un freno al posterior desarrollo de la economía, sobre todo en lo que se refería a la producción industrial, por lo que el futuro progreso económico del país exigía su abolición. Quienes han participado en este symposium además de analizar la situación de los señores y de los siervos en la economía feudal, han dedicado también su atención a las posibilidades que tenía el campesino de vender su excedente de producción en un mercado abierto.29 Igual que en Polonia, en Bohemia durante el siglo xvm la organización del trabajo en el sector agrícola no había sufrido ningún tipo de cambio sustantivo a lo largo de varios siglos, incluso los úti­ les y aperos empleados en las actividades agrarias eran virtualmente los mismos. Las grandes explotaciones de Bohemia se fundamentaban bási­ camente en la producción de cereales y en la mayor parte de ellas se utilizaba un sistema de rotación trienal, aunque en algunos estados — como por ejemplo en el Frydlant— operaba un ciclo quinquenal con tan sólo un 20 por 100 de la tierra en barbecho. Los rendimientos de las cosechas no diferían excesivamente entre las explotaciones de las llanuras y las situadas en las laderas de las montañas. En el estado de Frydlant, por ejemplo, situado al pie de una zona montañosa, los rendimientos por hectárea eran como sigue: trigo 10,7 centners, cen­ teno 9,5 centners, cebada entre 9,5 y 10 centners y avena entre 7,5 y 8,5.30 Por su parte, en el estado de Roudnice, situado en las fértiles llanuras del valle del Labe (Elba), los rendimientos por hectárea eran muy similares a los de Frydlant: trigo 10,2 centners, centeno 8 cent­ ners, cebada 10,7 centners, aunque la avena tan sólo alcanzaba 5 centners. En el estado de Jindrichüv Hradec, situado al sur de Bohe­ mia, en 1722, los rendimientos eran como sigue: trigo 9,4 centners por hectárea, centeno 7,7, cebada 5,6 y avena 4,6 centners por hectá­ rea; los rendimientos más bajos en este estado se debían a una cali­ dad inferior del suelo. Los cálculos muestran que en el estado de Frydlant el aumento de la cosecha cerealícola por hectárea exigía 29, Véanse supra, pp. 53-54, 121-123, 153, 155. 30. Janousek, op. d t., pp. 65-70. Un centner es una medida de peso ale­ mana que equivale aproximadamente a un quintal.

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aproximadamente ochenta días de trabajo, entendidos en términos de servicios laborales; pero en el estado de Melník, situado en las llanuras, tan sólo se necesitaban sesenta días. En el estado de Frydlant producir un centner de cereal suponía utilizar 15 días de presta­ ciones de trabajo, mientras que en el sur de Bohemia 10,8 días eran suficientes y en las llanuras del centro del país bastaban sólo 10 días. Por lo que se refiere a la utilización general de los servicios de trabajo de los siervos en Bohemia durante el siglo xvm , parece que en las grandes explotaciones donde se utilizaban servicios con anima­ les de tiro, además de los propios del señor, el rendimiento dé los primeros era la mitad del de los segundos.31 De hecho el artículo 11 del Decreto de Abolición de Servicios Laborales Remunerados del 4 de marzo de 1849 llegaba hasta el punto de tasar el trabajo de los siervos a un tercio del valor de la mano de obra «libre».32 Sin embar­ go, los checos que estudian la historia agraria no dudan en afirmar que los rendimientos de las cosechas en las tenencias campesinas durante los siglos xvix y xvm eran bastante más altos que los rendi­ mientos de las grandes explotaciones señoriales, en buena medida porque el sistema de cultivo utilizaba mucho más trabajo intensivo en las primeras que en las últimas.33 Casi toda la producción de cereales se vendía en el mercado inte­ rior aunque los señores utilizaban -una buena proporción de sus gra­ nos — particularmente trigo y cebada'— para producir cerveza y aguardiente. Los señores, como propietarios de las cervecerías, te­ nían un mercado seguro para la cerveza que ellos fabricaban puesto que sus siervos sólo podían comprar cerveza elaborada en el estado del señor; Al mismo tiempo cada centro de elaboración de cerveza podía contar con todas las tabernas de su zona, las cuales adquirían grandes cantidades de esta bebida dependiendo del tamaño de los municipios. Las rentas de las cervecerías constituían úna parte im­ portante del ingreso señorial. A principios del siglo xvm el 26 por 31. Ibid., p. 150. 32. A. Klíma, Revoluce 1848 v ceskycb zemích [La Revolución de 1848 en los territorios checos], Praga, 1974, p. 109. 33. E. Maur, «Genese a specifické rysy ceského pozdnSfeudálního velkostatku» [Orígenes y características principales de los dominios señoriales checos a fines del período feudal], Acta UniversUatis Carolinae: pbilosophica et histó­ rica (1976), p. 247.

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100 del ingreso total de los señores de Bohemia procedía de derechos feudales que los siervos tenían que satisfacer. Las entradas de la explotación suponían un 69 por 100 del ingreso total; un tercio de estas entradas era fruto de la venta de cereales, otro tercio de la venta de cerveza y una sexta parte de la cría de ganado.34 A mediados del siglo xvin y de acuerdo con el catastro dominical de 1757 (es decir, un amillaramiento de las tierras de la nobleza), los ingresos pro­ cedentes de la elaboración de cerveza suponían no menos del 43,1 por 100 del ingreso total de los señores.35 En algunos lugares la pro­ ducción de cereales de la misma explotación era insuficiente para la provisión de las cervecerías por lo que el señor o bien obtenía el trigo y la cebada que necesitaba por medio de la extracción de renta en especies de los siervos, o bien adquiría los granos en el mercado interior. Y esta cuestión nos introduce ya en el tema de la exporta­ ción de cereales. Ciertos historiadores opinan que en los países al este del Elba la servidumbre se originó por la exportación de cereales, en especial a Europa occidental.36 Brenner no comparte esta opinión ya que afirma que la exportación de cereales tuvo lugar por la falta de salida de este producto en el mercado interior, ocasionada por el bajo poder adqui­ sitivo de la población cuya causa era a su vez un declive económico general.37 Este era el caso de buena parte de los cereales producidos en Bohemia vendidos en mercados extranjeros, particularmente' en aquellos países vecinos cuya producción cerealícola era insuficiente para contentar la demanda interna, tal era el caso de Austria, el Tirol y Salzburgo, el Alto Palatinado, Nuremberg,38 Meissen y la Alta Lu34. J. PurS, «Struktur und Dynamík der industrieUen Entwicklung in Bohmen im letzten Viertel des 18. Jahrhunderts», / ahrbuch für Wirtschaftsgeschickte (1965), p. 174. ' 35. J. Krivka, «Príspevek k dejinám poddanského hospodárství první polovk i 18. století» [Contribución a la historia de las tenencias serviles en la pri­ mera mitad del siglo x v in ], Histoire a Mtizejnictví, XI (1957), p. 94. 36. Véase supra, p. 53. 37. Véanse supra, pp. 54-55 y 62. «Tal como señala Postan, lo más es­ pectacular fue el caso de Europa oriental, donde desde fines de la Edad Media y durante la Edad Moderna el fuerte impacto del mercado mundial de cereales dio un mayor ímpetu a la sujeción del campesinado» {supra, p. 39). 38. J. Janácek, «Export of Agricultura! Products from the Czech Lands and Transportation Expenses in the Sixteenth Century», Hospodárské dejiny, II (1978).

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sacia;39 también hay referencias de cereales de Bohemia exportados hasta Hamburgo.40 Como era de esperar, quienes en principio se vie­ ron envueltos en la exportación de granos fueron los señores.; Pero cuando la ocasión así lo permitía, también los siervos vendían sus ex­ cedentes en el mercado, donde a veces eran adquiridos por merca­ deres que los exportaban fuera del país, aunque cualquier excedente que los siervos pudieran obtener se destinaba» preferentemente al consumo local. De todos modos es más que probable que en Bohemia, igual que en Polonia, la exportación de productos agrícolas tan sólo represen­ tara una proporción relativamente pequeña del total de la produc­ ción, y que únicamente una minúscula parte de la población partici­ para en esta actividad comercial, igual que sólo un pequeño grupo de personas estaba implicado en la importación de productos del ex­ terior.41 Tal vez sería conveniente recordar que incluso en los Países Bajos, donde se importaban cantidades considerables de cereales, las importaciones tan sólo suponían un 13 o un 14 por 100 del consu­ mo total, mientras que los habitantes de este país únicamente repre­ sentaban el 3 por 100 de la población total de Europa.. A comienzos del siglo xix, las importaciones de trigo significaban sólo un 3 por 100 del consumo total de Inglaterra42Paul Bairoch extrae la conclusión de que «antes del siglo xvm menosdel 1 por100 de la producción total de cereales se dedicaba al comercio internacional».43 El some­ timiento a la servidumbre de la población rural de Bohemia fue un largo y complicado proceso originado por causas múltiples.44 Señalar la exportación de granos a mercados exteriores como la única causa, significaría simplificar en exceso un problema verdaderamente im­ portante. Por lo que se refiere a la cría de ganado, el señor dependía de las ventas que hacía en los mercados locales. En las grandes explotacio­ nes de Bohemia durante los siglos xvn y xvm la ganadería no era una 39. Maur, op. c i t p. 247. 40. A. Klíma, Manufakturni obáoní v Cechách [E l período manufacturero en Bohemia], Praga, 1955, pp. 73-77. 41. Véase Kula, op. cit., p. 132. 42. Bairoch, op. cit., p. 477. 43. Ibiá., p. 476. 44. A. Klíma, «Probleme der Leibeigenschaft ín Bohmen», Vierteljahrschrift für Sozid- und Wirtscbaftsgescbicbte, LXII (1975).

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actividad muy habitual, pero el ganado que se dedicaba a la venta era adquirido por los carniceros de las ciudades y municipios del pro­ pio estado del señor, no mucho más lejos. La escasez de carne proce­ dente de la cría de ganado en Bohemia se compensaba por la impor­ tación de bueyes de Hungría y Polonia. Una importante proporción del total de ganado en el seno del sector agrario procedía de los cam­ pesinos que en sus tenencias criaban tanto ganado bovino como cer­ dos, vendiéndolos en los mercados locales. Algunos estados contaban con grandes rebaños de ovejas. Por ejemplo, en el estado de Frydlant, que incluía dieciocho grandes ex­ plotaciones, había un total de tres grandes rebaños que en conjunto sumaban unas 3.000 ovejas. En el estado de Jindíichüv Hradec, con diez explotaciones, había cuatro rebaños que reunían 6.364 ovejas. Esta clase de ganado se tenía tanto por la carne que proporcionaba como por la lana. En las dieciocho explotaciones del estado de Fryd­ lant había 770 vacas lecheras, 136 bueyes, 26 toros y 346 terneros y novillos. La cantidad considerable de bueyes que había en el esta­ do de Frydlant era excepcional, ya que las grandes explotaciones de las zonas más fértiles del centro de Bohemia contaban con una canti­ dad mucho menor de animales de tiro. Por ejemplo, en el estado de Roudnice, que tenía catorce explotaciones y 2.200 hectáreas de tierra cultivable, tan sólo había 42 bueyes. De lo que evidentemente se deduce que los señores tuvieran una mayor necesidad de servicios de trabajo con animales de tiro. En el estado de Frydlant con sus 770 vacas lecheras — que re­ presentaban unas 38 vacas por explotación— la mayor parte de la leche, queso y mantequilla que se producía se consumía en el mismo estado y tan sólo una pequeña proporción de mantequilla y queso podía venderse como excedente. En Frydlant cada vaca tenía un ren­ dimiento anual de 1.000 a 2.000 litros de leche, de 20 a 30 kilos de mantequilla y de 35 a 50 kilos de queso.45 En las grandes explotaciones, la mayor parte del trabajo que allí se necesitaba estaba a cargo de siervos que lo realizaban bajo la forma de servicios personales. Para el funcionamiento normal de la explota­ ción, en particular por lo que se refería a la cría de ganado y a las aves de corral, se contaba con diez trabajadores fijos bajo las órdenes de un capataz. Estos trabajadores tenían sus habitaciones en la mis45.

Janousek, op. cit,, pp. 93-94.

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ma explotación y además de comida recibían un pequeño salario. Además de este conjunto de trabajadores, también se contaba duran­ te la época de la trilla con trabajadores asalariados que trillaban el grano desde principios de octubre hasta finales de abril. En el estado de Jindrichüv Hradec donde existían 560 hectáreas dedicadas al culti­ vo de cereales, había 91 trilladores que trabajaban durante toda la es­ tación, y recibían por ello salarios en especie equivalente a 1/16 del total de cereales que trillaban. El resto de trabajo en las grandes ex­ plotaciones se realizaba bajo la forma de prestación de seí vicios. Durante la época de la cosecha la jornada laboral tenía una duración de quince horas —de las cuatro de la madrugada a las nueve de la noche— , incluso más que lo que estipulaba el Decreto de Servicios de Trabajo de 1775. En realidad, todos los siervos de un estado estaban sujetos a algún tipo de prestación laboral para su señor, y los propietarios de los estados sabían exactamente con cuantos días de servicios de tra­ bajo contaban. Por ejemplo, después de la promulgación del decreto de 1775 el estado de Jindrichüv Hradec contaba con casi 110.000 días de trabajo con animales de tiro y con más de 51.500 días de ser­ vicios personales, El estado de Frydlant podía obtener más de 24.000 días de trabajo con animales de tiro, y más de 83.000 de prestaciones personales; estas cantidades superaban en mucho las necesidades del estado, y ésta era una situación similar en otros estados. Así en jindrichüv Hradec podían disponer de unos 110.000 días de tra­ bajo con animales de tiro, pero únicamente se necesitaban 67.200; y en cuanto a los 51.500 días de trabajo manual, sólo 47.500 les hacía falta. Por tanto, en cada sector de la economía del estado, in­ cluyendo el cultivo de granos, tan sólo se utilizaba una proporción del total de días de trabajo técnicamente disponibles. Por ejemplo; en el estado de Jindrichüv Hradec, únicamente un 57 por 100 del total de días de trabajo disponible se utilizaba para la producción de cereales, mientras que para trabajar en los bosques (tala y trans­ porte de madera) el porcentaje era de un 17,6 por 100 y, finalmen­ te, para trabajos de construcción, de un 14,3 por 100. Las cantidades considerables de servicios de trabajo de que po­ día disponer el señor le permitían suplir, sin dificultad alguna, las exigencias de mano de obra que requería el estado. Pero cualquier tipo de excedente representa desperdiciar algún recurso. Y una for­ ma de utilizar este recurso consistía en conmutar excedentes de pres-

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tacíones laborales por rentas monetarias; existen referencias de que en muchos estados de Bohemia durante el siglo xvm se optó por esta vía. La magnitud de esta tendencia queda bien ilustrada por el ejemplo del estado de Litomysl donde en 1732, en lugar de servicios laborales, los siervos pagaban una renta monetaria que alcanzaba la suma de 5.069 guilders, 15 kreuzers; en 1773, la cantidad se incre­ mentó a 12.329 guilders, 2 kreuzers?6 A mediados del siglo xvm una importante proporción de las exigencias de prestaciones labora­ les que pesaban sobre los siervos se había conmutado por rentas monetarias en cerca del 20 por 100 de todos los estados.. Este reemplazo de servicios de ‘trabajo feudal por una renta monetaria feudal tuvo un gran significado para el desarrollo de la agricultura en Bohemia. De acuerdo con Marx, «con el predominio de la renta monetaria la relación tradicional y legal entre el señor y los sujetos que poseían y cultivaban una parte de la tierra, obvia­ mente se transformó en una simple relación monetaria fijada por contrato de acuerdo con las leyes del derecho positivo. El campe­ sino que poseía la tierra y la cultivaba virtualmente se convirtió en un simple arrendatario».47 Si un siervo tenía que pagar a su señor una renta monetaria en vez de su obligación a prestarle un servicio personal, evidentemente tenía que poder obtener este dinero de alguna parte, y ello plantea la importante cuestión de la relación del campesino con el mercado. Lo que Witold Kula plantea con respeto a Polonia, es decir, que «el campesino mantenía por regla general un contacto regular con el mercado urbano, incluso cuando el sistema de la servidumbre era absolutamente dominante»,48 también es cierto por lo que se refiere a Bohemia. También aquí el campesino tenía que vender una parte de su producto para poder adquirir dinero tanto para pagar aquellos productos que por sí mismo no podía producir, como para pagar los derechos feudales al señor y los impuestos al Estado. Es evidente que el campesino acomodado podía vender más que el pequeño la­ brador. En las zonas más fértiles de Bohemia, pn los valles del Labe (Elba) y Ohre (Eger), un campesino con una tenencia de 11,5 46. 47. 48.

Klíma, Manufakíurní obdoní v Cechácb, p. 287. K. Marx, Capital, III (Moscú, 1972), p. 798. Kula, op. cit.y p. 68.

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hectáreas de tierra cultivable podía vender cerca de un tercio de su buena cosecha, las ventas podían suponer un 45 por' 100 de la pro­ ducción total. En 1732, este campesino rico utilizaba en su explota­ ción dos mozos de labranza, una criada y una niñera para sus hijos, y les pagaba anualmente los siguientes salarios: al primer mozo de labranza (nádvornik) 15 guilders; al segundo, también conocido como mozo de cuadra (volák), 8 guilders; la criada*recibía 8 guilders y la niñera 2. Estos salarios correspondían más o menos a los que recibían otros trabajadores en las grandes explotaciones vecinas. Este campesino solía obtener una cosecha de cereales que por término medio suponía 10,97 centners por hectárea, lo que implicaba unos rendimientos que, en esta época, raramente se conseguían en las grandes explotaciones.49 Ciertamente que se trataba de una tenencia muy rentable. Las referencias de otras áreas muestran que en las partes más fértiles del valle del Ohre (Eger) en el período de 1730 a 1742, un campesino podía vender en el mercado hasta un 46 por 100 de su cosecha de cereales.50 Un campesino con una tenencia de 8,5 hectáreas cerca de la ciudad de Podborany, en una zona fértil de la región del Zatec (Saaz) al noroeste de Bohemia, vendió cerca del 44 por 100 de los cereales (básicamente centeno y cebada) de su cosecha de 1782; además vendió frutos de sus dos huertos, así como ganado y lana. En los catorce años que van de 1777-1778 a 1791-1792 el ingreso total procedente de la venta de los productos de su explotación se componía de la manera siguiente: grano y paja un 41,2 por 100, frutos 41,4 por 100, ganado 14,4 por 100, lana 2,4 por 100. Tal vez puede sorprender que la proporción más elevada corresponda a la venta de frutos,51 aunque con pequeñas diferencias. La inmensa mayoría de pequeños campesinos se encontraba en abierto contraste con estos ejemplos de una cierta prosperidad. Sus tenencias apenas producían suficiente cebada para contentar las nece­ sidades esenciales de sus familias. En igual situación estaban la gran mayoría de los sin tierra, quienes para completar sus ganancias pro­ cedentes del sector agrícola (sin duda insuficientes para mantener a sus familias) se procuraban trabajo estacional en industrias domés­ ticas de hilados, tejidos, vidrio y similares. Para un amplío sector 49. 50. 51.

Krivka, «Príspevek k déjinam poddanského hospodárstvx», p , 304. Krivka, Vyrobni a penezni vysledky mestanského zemedelstvi^ p. 43 Ibid.

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de la población rural, este tipo de actividad seguía proporcionando ocupación a tiempo parcial hasta bien entrado el período capitalista. Aunque ya en la Bohemia del siglo xiv,52 igual que en el resto de Europa, habían tenido lugar parcelaciones de grandes propiedades y arrendamientos de tierras a campesinos, el impulso que se dio a este proceso a fines del siglo xvm tuvo un significado crucial para el pos­ terior desarrollo de la agricultura en el país durante el período preindustrial. El conde Josef Kinsky, propietario del estado de Sloup (Bürgstein) al norte de Bohemia, también se dedicaba a la producción de vidrio y tejidos para lo que construyó varias manufacturas. En parte, como resultado de sus actividades empresariales, Kinsky, a mediados del siglo xvm , empezó a repartir entre sus siervos las tierras de sus explotaciones, las cuales se tenían en régimen de renta monetaria previamente estipulada.53 Igualmente, el abad del monas­ terio de Teplá en 1768 también propuso la parcelación de las explo­ taciones entre sus siervos, señalando las considerables ventajas de este hecho ya que los señores tendrían un ingreso garantizado gracias a las rentas monetarias, y los siervos, eximidos de prestaciones labo­ rales, prosperarían y tendrían dinero para gastar en cerveza, aguar­ diente y madera, lo que a su vez significaba un ingreso adicional para su señor.5* Estos planteamientos, reforzados por la experiencia de otros países y por el temor a futuras revueltas en el mismo país, indujeron a los consejeros reales Koch, Blanc y Gainer a presentar al gobierno un proyectó para la parcelación de las grandes explotaciones y en conformidad con ello a la completa abolición en Bohemia de las pres­ taciones de trabajo. La ejecución parcial de este proyecto se confió, en 1775, al consejero real Francis Antón Raab el cual opinaba que la reforma tenía que realizarse de tal manera que quienes no tenían tierra o los pequeños campesinos fueran los más beneficiados. De acuerdo con el sistema de Raab los que recibieran tierra tendrían que pagar una renta monetaria y no laboral. Aquellos que hasta 52. Maur, op. cit., p. 238. 53. A. Püudler, Graf Josef Kinsky, Herr mis Bürgstein und Scbwoyka, Leipa, 1885. 54. Strauss, Baiternelend und Bauermufstande in den Síidetenlandern, pp, 82-83.

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el momento habían realizado servicios de trabajo manual se obli­ gaban a pagar 3 guilders; quienes habían realizado servicios con animales de tiro, 6 guilders^ En aquellos estados donde la reforma se llevó a cabo surgió un nuevo grupo de campesinos que construye­ ron los edificios de su explotación (casas, corrales, ...) en la tierra que con anterioridad había formado parte de la gran propiedad. Raab propuso que la tierra debería arrendarse a los siervos en térmi­ nos de contratos hereditarios. De acuerdo con sus cálculos esta me­ dida beneficiaría no tan sólo a los mismos siervos, sino, también a los señores. Utilizando el ejemplo concreto del estado de Brandys nad Labem (Brandys sobre el Elba), calculó que en los diez años anterio­ res el estado había ingresado un total de 286.262 guilders, lo que su­ ponía un promedio anual de 28.626 guilders. Después de la parcela­ ción de las grandes explotaciones y de la distribución de la tierra entre los campesinos, las entradas en concepto de contratos importa­ ban 18.763 guilders, las rentas monetarias que habían sustituido y los servicios de trabajo, conjuntamente con la percepción de pagos por derecho de laudemium, alcanzaban más de 17.507 guilders, lo que suponía un ingreso anual de 36.270 guilders,Só esto es 7.644 guilders más que en el período anterior (un incremento del 26 por 100). Más aún, la medida también beneficiaría al señor en cuanto que no tendría que mantener por más tiempo ni los edificios de la pro­ piedad ni el equipamiento, e incluso vendiéndolos a los nuevos arrendatarios podría ganar otros 20.000 guilders. En 1781, Raab presentó un informe sobre las realizaciones de la parcelación que ha­ bían afectado a treinta y nueve estados. El total de población de los mismos había aumentado cerca de un 20 por 100 —de 111.638 a 131.801 habitantes— , el número de cabezas de ganado también había sufrido un aumento de 17.500 y las entradas anuales de los señores se habían incrementado en unos 60.000 guilders. Como decía Raab, todo ello demostraba que el proyecto había sido ventajoso para am­ bas partes. Sin embargo, la mayoría de la nobleza de Bohemia se’mostró 55. V. Cerny, «Pozemková reforma v 18. století» [Reforma agraria en el siglo x v m ], Casopis pro dejiny venkova, X IV (1927), p. 45. 56. Ibid.y p. 48. Laudemium [laudemio] era un derecho pagado, al señor cuando una tenencia de un siervo cambiaba de manos. Para la transferencia de una tenencia en el seno de una misma familia este derecho suponía un 2,5 por 100 de su valor; en otros casos era del 5 por 100.

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hostil a la propuesta de reforma agraria presentada por Raab, a la que calificaban de «Raabización». En particular, se oponían a que los siervos accedieran a la tierra por medio de un contrato heredita­ rio, temiendo que cualquier tipo de inflación que pudiera darse en un futuro les supondría pérdidas cuantiosas, por lo que prefirieron el proyecto de Johann Paul von Hoyer que proponía contratos a corto plazo de tres a seis años.57 La división de las explotaciones señoriales en pequeñas tenencias ya había tenido lugar en fecha mucho más temprana en Inglaterra58 y en Francia. En Inglaterra, el proceso se inició en tiempos de la Reforma con el reparto de las tierras de la Iglesia, se optó en prin­ cipio por contratos a corto plazo, de unos cinco años de duración, Pero estos contratos se fueron gradualmente reemplazando por otros de duración más prolongada, y ya durante el siglo x v i i lo normal era un plazo de tres vidas. Estos contratos de larga duración tuvieron vigencia en Inglaterra a lo largo de los siglos xvm y xix y, de acuer­ do con Cooper, «alentaban a los arrendatarios a invertir en mejo­ ras».59 En Francia, por regla general la tierra se cedía por períodos cortos, los contratos eran de seis a nueve años, aunque en la región de París y en otras zonas muy concretas de Francia los contratos po­ dían alcanzar una duración de 99 años o tres vidas. No sería muy prudente extraer paralelismos excesivamente estrechos entre las con­ diciones de Francia e Inglaterra por una parte y las de Bohemia por otra. En este país la gran mayoría de arrendatarios todavía continuaba manteniendo su situación servil, y estaba sujeta, por lo que se refería a todo tipo de cuestiones politicolegales, a la jurisdicción de los se­ ñores. Sin embargo, se daban algunas similitudes ya que en Bohemia, igual que en Francia e Inglaterra, y a pesar de las cargas continuas de sus obligaciones feudales, el arrendatario producía tanto para sí mismo como para el mercado. La transición de la renta feudal bajo la forma de prestaciones de trabajo, a la renta monetaria, sin lugar a dudas proporcionó nuevos incentivos a los campesinos, recompensando su iniciativa y estimu­ lando el trabajo. La «liberación» de la población i;ural sin tierra de 57. E. Wright, Serf, Seigneur and Sovereign, Minneapolis, 1966, p. 97. 58. «En algunos casos, los dominios eran fragmentados, o arrendados a un grupo de enfiteutas» [supra, p. 194). 59. Véase supra, p. 195.

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las actividades agrícolas como resultado del Decreto de Prestaciones de Trabajo de 1775 se topó con una creciente demanda de fuerza de trabajo en las diversas empresas industriales que iban surgiendo, y supuso una gran ayuda para su desarrollo. A lo largo de los anos la coerción del siervo por el señor iba reemplazándose por una rela­ ción contractual entre el trabajador y el empresario, fundamentada más en un acuerdo mutuo que en una coerción no «económica. Un sín­ toma de este cambio importante fue la actitud del gobierno manifes­ tada en un decreto del 17 de julio de 1779, que declaraba que para asegurar una fuerza de trabajo suficiente para las manufacturas tex­ tiles «era conveniente que se dieran acuerdos mutuos realizados so­ bre las bases de convenios bilaterales que comprometieran a ambas partes ... ya que ño se podían imponer pactos unilaterales a los sier­ vos. En la industria siempre debía darse la menor coerción posible ... El subordinar muchos miles de siervos a un solo empresario (Fabriksunternekmer) no sería coherente ni con la libertad natural del indi­ viduo ni con los intereses del Estado».*50 Aunque, en teoría, seguían manteniendo su situación de siervos, los trabajadores de las industrias en desarrollo tendían, en la práctica, a asegurar una relación económica con el empresario, la cual era de naturaleza contractual y fundamentada en acuerdos bilaterales. El desarrollo industrial permitió una paulatina eliminación de las persis­ tentes sujeciones feudales y, en consecuencia, una transformación de la fuerza de trabajo: de estar sujeta, a ser libre. Después de la decla­ ración del gobierno del 17 de julio de 1779, no podía pasar mucho tiempo para que la servidumbre se aboliera completamente en Bohe­ mia y para que los siervos pudieran trasladarse libremente a lo largo del país en busca de trabajo, dondequiera que ellos quisieran. Y él paso se dio con la publicación del Decreto de Abolición de la Servi­ dumbre del primero de noviembre de 1781.61 Este decreto tuvo un significado importantísimo para el futuro desarrollo de Bohemia con implicaciones sociales y económicas. Supuso un hito crucial en el pro­ ceso de transición del feudalismo al capitalismo.

60. Státní Ustrední Archiv [Archivos Centrales, Praga], CG. com. 177383, A 19/28. 61. El texto del Decreto de Abolición de la Servidumbre de primero d enoviembre de 1781 está impreso en alemán y checo en Archiv cesky, X X V (1910), pp. 25-28.

Robert Brenner

10. LAS RAÍCES A G R AR IAS DEL CAPITALISMO EUROPEO * I n t r o d u c c ió n

En mi primer artículo partía de la idea de que los sistemas de dis­ tribución social de la propiedad, una vez establecidos, fijaban unos límites estrictos e. imponían pautas generales al curso de la evolución económica. Actuaban así para poder adjudicar a los actores econó­ micos opciones limitadas que suponían estrategias concretas, con el fin de autorreproducirse, esto es, de mantenerse en sus posiciones socioeconómicas establecidas. A pesar de estas premisas, mi argumen­ to básico consistió en exponer que las tendencias demográficas y mercantiles seculares, que basta el momento habían constituido el núcleo de las interpretaciones vigentes sobre el desarrollo económico a largo plazo en la Europa preindustrial, adquirían un significado económico para la distribución de la renta y el desarrollo de las fuerzas productivas sólo en el seno de sistemas concretos e histórica­ mente desarrollados, tanto de relaciones sociales de propiedad, como de un equilibrio específico de fuerzas de clase. En el seno de es­ tructuras de propiedad diferentes y de equilibrios de poder distintos, las tendencias demográficas o mercantiles, juntamente con el factor ■ * Estoy profundamente agradecido a Perry Anderson, Lawrence Stone y Geoffrey Symcox por el tiempo y el esfuerzo que han dedicado a criticar y sugerir modificaciones a este artículo. También quiero dar las gracias a Josh Cohén, Jon Elster, Franklin Mendels, Jon Wiener y Ellen Wood por sus estimu­ lantes comentarios.

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precios, presentaban diversas opciones y riesgos y, por tanto, impli­ caban respuestas dispares que tenían consecuencias desiguales para la economía como un todo. En realidad nos encontramos que en varias regiones de Europa, con estructuras de propiedad y relaciones de clase diferentes, las mismas tendencias demográficas y comercia­ les originaron comportamientos económicos distintos, no sólo con respecto a las tendencias a largo plazo relativas a la distribución de la renta, sino a las pautas generales del desarrollo* o no desarrollo de las fuerzas productivas. Por esta razón los procesos autónomos que originaron estas estructuras de'clase, las desarrollaron y las transfor­ maron, tienen que situarse en el centro de cualquier interpretación de la evolución a largo plazo de la economía de la Europa preindustrial. Iniciaba mi argumentación con la idea de que el sistema social de propiedad feudal establecía distintos mecanismos de distribución del ingreso y, en particular, generaba unas limitaciones para el desa­ rrollo de la producción que conducían a un estancamiento o involu­ ción de la economía. Esto era así porque imponía sobre los miem­ bros de las clases sociales preeminentes — señores feudales y cam­ pesinos— unas estrategias delimitadas para poder autorreproducirse, las cuales, al aplicarse a las bases de la economía en sentido amplio, eran incompatibles con las exigencias del crecimiento. En particular, la reproducción señorial por medio de la extracción de excedente por mecanismos extraeconómicos y la reproducción de los campesinos por la producción de subsistencias, impedía'cualquier intento de especialización' de las unidades productivas, de reinversión sistemá­ tica de excedentes o de innovaciones técnicas constantes. Para el sistema establecido la consecuencia más importante de esta estructura de reproducción —-en especial dada la tendencia a un crecimiento de la población a largo plazo— fue generar una tendencia secular hacia la caída de la productividad del trabajo y, en última instancia, una crisis económica a gran escala. Al mismo tiempo afirmaba que en Europa la irrupción de un pro­ ceso de crecimiento autosostenido dependió de la evolución paralela de dos aspectos de las relaciones de clase. En primer lugar, del derrumbe del sistema señorial de extracción de excedente por medio de mecanismos extraeconómicos. En segundo lugar, del debilitamien­ to de la posesión campesina, o mejor dicho, del fracaso de cualquier intento por parte de los campesinos en conseguir la propiedad plena

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de la tierra. La consecuencia de este proceso consistid en el surgi­ miento de un nuevo sistema social de propiedad, sobre todo de pro­ piedad de la tierra, donde, por primera vez, quienes organizaban la producción y los productores directos (a menudo las mismas perso­ nas) consideraron necesario y posible un sistema de autorreproducción a partir de acciones económicas que, a gran escala, favorecieron un desarrollo continuado de las fuerzas productivas. El hecho de que tanto los organizadores de la producción como los mismos producto­ res directos no tuvieran acceso directo a sus medios de reproducción o subsistencia (en especial de la posesión de'la tierra), hizo que no tuvieran más elección para poder sobrevivir que comprar y vender en el mercado. Esto supuso una exigencia de producir de forma com­ petitiva, reduciendo costes y obligando a una especialización, acumu­ lación e innovación óptimas. Desde una perspectiva general, los resul­ tados les favorecieron, dado el fracaso del sistema de extracción de excedente mediante exacciones extraeconómicas; lo cual, en conexión con la separación de los productores directos de sus medios de sub­ sistencia, generó un proceso de liberación de la fuerza de trabajo, de la tierra y de los medios de producción, que posibilitó combinarlos de la forma que más les beneficiara. En particular la consolidación del sistema de relaciones señor propietario/arrendatario capitalista/ trabajador asalariado supuso una de las bases para la transformación de la agricultura y el punto de partida del desarrollo económico que se dio en Inglaterra a partir de la Edad Moderna, mientras que en casi toda Europa durante el mismo período, la continuidad de diver­ sas formas sociales de propiedad, caracterizadas por la posesión cam­ pesina y por la extracción de excedente por vías extraeconómicas (estructura fiscal del Estado francés, servidumbre en Europa oriental), estaba en la raíz del estancamiento continuado de la agricultura y de la posterior involución que desembocó en una crisis económica gene­ ralizada. Finalmente, y de acuerdo con lo anterior, yo defendía la impor­ tancia de definir y analizar sistemáticamente los procesos seculares divergentes de formación de clase, específicos de varias regiones euro­ peas en la época feudal. Para mí estos procesos divergentes condicio­ naron fuertemente las formas y las consecuencias de los conflictos de clase que se dieron entre señores y campesinos, conflictos que, endé­ micos en la Europa bajomedieval, supusieron un preludio de las cri­ sis generalizadas de la producción feudal y de las ganancias señoría-

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les. Por todo ello se puede afirmar que la base de las importantes contradicciones regionales que caracterizaron la evolución económica europea en el período posterior la constituían las formas diversas de distribución de la propiedad de la tierra, que fueron surgiendo en zonas determinadas a partir de la última reacción señorial de la época medieval y de los conflictos de clase que la acompañaron. Sin embargo, los elementos fundamentales de esta interpretación han sido cuestionados. En primer lugar, lo que yo defino como diná­ mica interna de la economía feudal europea ha sido duramente cri­ ticado, ya que tanto M. M. Postan y John Hatcher como Emmanuel Le Roy Ladurie se han reafirmado en su interpretación demográfica del desarrollo económico a largo plazo de la Europa preindustriaL Por su parte Guy Bois, aunque crítico con la interpretación demo­ gráfica, encuentra que mi exposición del desarrollo económico feudal y de la formación de clases es excesivamente partidista, en particu­ lar porque no he realizado una exposición más detallada de lo que él conceptuaba como «leyes económicas del movimiento del feudalis­ mo», y de lo que se refiere al concepto -—crucial en la interpreta­ ción de Bois— de la «caída de la tasa de apropiación feudal». En segundo lugar, existen dudas sobre mi formulación de la di­ vergencia de los procesos de desarrollo, al margen de la última cri­ sis de las ganancias señoriales y de los conflictos de clase inherentes a ella, de los distintos sistemas de relaciones de propiedad en varias regiones europeas. Heide Wunder, igual que Postan y Hatcher, no acepta mi explicación del porqué la servidumbre surgió en el este, mientras que fue desapareciendo en el oeste. De igual manera, tanto Boís como Patricia Croot y David Parker han cuestionado mi con­ cepción de la diferente evolución de las relaciones de propiedad en Inglaterra y Francia, que consiste en la aparición del capitalismo agra­ rio enfrentado con la consolidación de la propiedad campesina, muy relacionada con el absolutismo estatal. Por último se ha polemizado seriamente sobre mi planteamiento del modo como los diversos sistemas de propiedad, una vez con­ solidados, estructuraron modelos de evolución económica a largo plazo cualitativamente diferentes en diversas regiones europeas du­ rante la Edad Moderna. Con todo, creo que se ha aceptado mi idea acerca de las consecuencias nefastas que la imposición de la servi­ dumbre tuvo para la evolución a largo plazo de la economía de Euro­ pa oriental. Pero Croot y Parker, Le Roy Ladurie y J. P. Cooper han 17. — BRENNER

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criticado mi idea relativa a que el reforzamiento en Francia de la pro­ piedad campesina en relación con el absolutismo estatal tuvo peores resultados para el desarrollo de la producción agrícola que el surgi­ miento de formas sociales de propiedad capitalista en Inglaterra. En las páginas que siguen voy a resumir cada una de las objecio­ nes previas con el fin de presentar una interpretación mucho más completa de los problemas de la evolución feudal europea y de la transición al capitalismo. En el apartado I intentaré» una vez más, demostrar cuáles creo que son los errores de base sobre los que se ha construido la interpretación demográfica. En el apartado II, pre­ tendo esbozar una aproximación general de la evolución socioeconó­ mica feudal a largo plazo, para poder demostrar que esta aproxima­ ción permite comprender mejor el proceso del desarrollo económico medieval, la distribución del ingreso y la crisis feudal, que tuvo lugar en las diferentes regiones europeas, que lo hacen las explicaciones tanto de la interpretación demográfica como del «declive de la tasa de apropiación feudal» de Bois. Finalmente, en el apartado I I I y como respuesta directa a las críticas planteadas, expondré cuál es mi opinión sobre los orígenes de los diferentes sistemas de propiedad que sur­ gieron en varias regiones de Europa a principios de la Edad Moderna, señalando que estos sistemas de propiedad constituyen los elementos clave para determinar las diferentes etapas del desarrollo económico.

I.

E L MODELO DEMOGRÁFICO Y LAS RELACIONES DE CLASE

Con el fin de establecer las bases que fundamentan mi propia argumentación, planteé una crítica de las interpretaciones predomi­ nantes en la explicación de las tendencias económicas a largo plazo que se dieron en Europa a lo largo de la Edad Media y principios de la Edad Moderna: me refiero al «modelo demográfico», de una pre­ ponderancia abrumadora en la actualidad, y al «modelo mercantil o de comercialización» que en estos momentos está pasado de moda. Para ello, pace Postan y Hatcher, no pretendía, «minimizar la fun­ ción de la población» como tampoco el crecimiento del comercio «para fomentar el cambio económico».1 Mi argumento se iniciaba aceptando, por lo menos en líneas generales, las más importantes tendencias eco1.

Véase supra, p. 89.

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nómicas a largo plazo descritas por los intérpretes demográficos, sin pretender dudar de la coherencia interna, de la lógica, de los mode­ los neomalthusiano/ricardiano dadas sus premisas altamente restric­ tivas. Ello me parecía evidente puesto que mi punto de partida explí­ cito eran los grandes ciclos agrarios de doble fase pero sin generar desarrollo, vinculados al cambio demográfico. Un crecimiento demo­ gráfico frente a una técnica estancada introduce úna fase de alza en el ciclo al incrementar los beneficios de la tierra en relación al trabajo, al incrementar los precios de los alimentos en relación a las manu­ facturas y al hacer descender el producto per cápita (que a veces se interpreta como una baja de la productividad del trabajo). Final­ mente, el exceso de población se autocorrige, tiene lugar una inver­ sión de la tendencia demográfica y, a su vez, aparece una fase de de­ clive caracterizada por tendencias opuestas en el cociente tierra/tra­ bajo y en los precios relativos de factores. Este modelo cíclico de doble fase permaneció vigente en la economía de la mayor parte de Europa a finales del período medieval (1100-1450) y continuó pre­ dominando en amplias zonas del continente a comienzos de la Edad Moderna (1450-1700). Mi intención no consistía tanto en negar la existencia de estos ciclos de doble fase, como en exponer las limita­ ciones de los modelos neomalthusiano/ricardiano presentados por los intérpretes demográficos como explicación actualizada de los modelos a largo plazo de la distribución del ingreso, de las fluctuaciones cícli­ cas y del no desarrollo económico relacionado con lo anterior.2

1.

Cambio demográfico y distribución del ingreso

Por lo que se refiere a la distribución del ingreso nadie pone en duda que en una economía donde el potencial para incrementar las fuerzas productivas es limitado, el crecimiento de la población pro­ ducirá un alza de los beneficios de la tierra en relación al trabajo y un alza de los precios de los alimentos en relación a las manufacturas (y viceversa). Postan y Hatcher van acumulando un hecho tras otro para «demostrar» que este tipo de relaciones tuvieron lugar en la Europa medieval, como si yo hubiera dicho lo contrario, cosa que realmente no hice. Lo que yo quería decir era que los intérpretes 2.

Véanse supra, pp. 21-38, en especial pp. 24-27 y 31.

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demográficos se habían equivocado al intentar aplicar este modelo de ganancias de factores demográficamente determinados para explicar la distribución del ingreso entre las clases sociales. Para poder hacer­ lo se han visto obligados a identificar — creo que ilegítimamente— la evolución de las relaciones de dase con el modelo demográfico. Por otra parte, cuando han podido evitar este peligro se han visto obli­ gados a introducir las relaciones de clase muy a su manera con el fin de explicar los procesos de distribución de ingresos que sus mode­ los no podían explicar. Pero hacer esto no es más que dar por sen­ tado lo que se intenta probar. Mi argumento consistía en que las modificaciones de la escasez re­ lativa de factores con efectos sobre los cambios demográficos tenían alguna consecuencia en la distribución del ingreso en la Europa me­ dieval únicamente si se refractaban, por así decirlo, a través del prisma de las oscilantes relaciones sociales de propiedad y de los equilibrios fluctuantes de las fuerzas de clase. Por tanto, cualquier consecuencia en la distribución del ingreso, ocasionada por cambios demográficamente inducidos de los precios o de la relativa escasez de factores, dependía estrictamente de la cantidad de tierra poseída libremente tanto por los señores como por los campesinos. Era esta distribución la que determinaba hasta qué punto los señores o los campesinos podían beneficiarse potencialmente de los cambios en el cociente tierra/trabajo. Por supuesto que a lo largo de casi todo el período medieval, ni los señores ni los campesinos poseían libremente la tierra^ sino que ésta era «poseída» por campesinos que estaban su­ jetos alas exacciones señoriales, las cuales, en teoría, eran fijas, pero en la realidad eran fluctuantes (éste era el caso de la tierra tenida en régimen enfitéutico por los campesinos). La consecuencia, si hubo alguna, de los cambios demográficos en la distribución del ingreso entre los señores y los campesinos enfiteutas dependía exclusivamen­ te de que los campesinos consiguieran establecer censos fijos o que los señores retuvieran el poder para modificarlos a su antojo. En el primero de los casos, los campesinos tenían algo similar a la propie­ dad plena de la tierra, apropiándose de la mayor .parte de sus frutos. En el segundo, los señores podían apropiarse de una renta que podía ser menor, igual o incluso mayor que la renta que se fijaba en el mercado por la misma cantidad de tierra, lo que dependía del poder que ejercían sobre sus enfiteutas y de la voluntad de ejercer este poder. Una vez más, un sistema de distribución previamente estable­

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cido —en este caso la capacidad de coerción— definía el significado, de las fuerzas de mercado demográficamente determinadas. Para dar cabida a las consideraciones anteriores, los intérpretes demográficos se han visto más o menos forzados a tratar la extrac­ ción de excedente o las relaciones de clase como una variable: depen­ diente de sus modelos de población. Para poder explicar las tenden­ cias en la distribución del ingreso en la Europa í^edieval en términos de comportamiento de la población, se han visto obligados, explícita o implícitamente, a defender que. el desarrollo demográfico no deter­ minó tan sólo la relación precios/escasez de factores, sino también la distribución del poder y de la propiedad. Afirman, tal como lo hacen Postan y Hatcher en su contribución, que el crecimiento de­ mográfico del siglo x m no provocó tan sólo un alza del precio de la tierra, con respecto al de la fuerza de trabajo, sino que contribuyó al incremento de la capacidad del señor para imponer derechos sobre sus colonos (intensificación de la servidumbre) y, desde una perspec­ tiva más general, a la prosperidad señorial en Inglaterra.3 Ai mismo tiempo plantean que el declive demográfico medieval determinó no tan sólo la oposición precios/escasez de factores, sino también el de­ clive de la servidumbre en Europa occidental.4 Por mi parte tan sólo quisiera replantear que esta línea argumental puede rechazarse demostrando, tal como lo hice en mi primer artículo, que los mismos comportamientos demográficos en —prác­ ticamente— el mismo período se vieron acompañados por tenden­ cias opuestas en la distribudn del ingreso en diversas regiones euro­ peas. Durante el cambio del comportamiento de la población á fines del siglo x i i y durante el siglo x m , en Inglaterra se dio una varia­ ción que, grosso modo, favoreció a los señores en perjuicio de los 3. «La razón por la que los señores no tan sólo' deseaban incrementar el peso de las prestaciones personales, sino también "salirse con .la suya”,'n o es difícil de entender. Con la creciente escasez de tierra y con una prolongada lista de espera por conseguirla, el poder económico del señor sobre sus colonos era difícilmente resistible.» M. M. Postan, «Medieval Agrarían Socíety in its Prime: England», Cambridge "Economic Hisíory of Europe, I, 2.” ed., p. . 265.

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Incluso donde se dio algún tipo de acumulación de la propiedad, la organización básicamente campesina de la producción no se vio en nada afectada. De hecho, el sistema de propiedad no permite eviden­ ciar las pocas posibilidades que había para la acumulación con el propósito de conseguir una más eficaz producción, con vistas a intro­ ducir mejoras y a cultivar para un mercado. La causa fue que las unidades de propiedad se dividieron, se atomizaron en una multitud de parcelas esparcidas por el territorio y que tenían un tamaño mi­ núsculo, lo que proporciona un testimonio bastante claro de la conti­ nuidad de un sistema de dominio campesino.%En uno de los siete señoríos estudiados por Jacquart, ni una sola parcela alcanzaba un tamaño superior a los 12,5 acres. Más aún, si excluimos el señorío de Trappes (donde tanto las unidades de propiedad como las de cul­ tivo estaban excepcionalmente concentradas), sólo existían diez par­ celas que excedieran los 12,5 acres en el conjunto de la zona. El monopolio actuaba aparte de — e incluso en conflicto con— las nece­ sidades de la producción. Curiosamente mayores unidades de propie­ dad podían significar menores unidades de cultivo.176 Está muy claro el contraste entre la evolución de esta región francesa desarrollada más tempranamente e .Inglaterra. En muchas zonas de este país —no todas, desde luego— tuvo lugar un proceso continuado de consolidación de grandes tenencias y unidades de cul­ tivo a expensas de las pequeñas, por lo menos desde mediados del siglo XV. En la bien estudiada comunidad de Chippenham (Cambridgeshire), en el siglo xm , predominaba la tenencia de unos 15 acres, igual que en todas partes. En el segundo tercio del siglo xv todavía sólo un quinto de las tenencias tenían más de 30 acres; pero sobre 1540, 22 de 42 tenencias tenían ya 27 acres o más. Más aún, 12 de estas tenencias (incluyendo el dominio) tenían más de 50 acres, abar­ cando 1.560 acres (de los que el dominio contaba con 780) de un total de 2.265 acres cultivados, o cerca de un 64 por 100 de los

176. Jacquart, Crise rumie en íle-de-Franee, pp. 123*124. Sobre la atomi­ zación de las unidades de cultivo como una barrera fundamental al progreso agrícola en Francia, véase J. Meuvret, «La vaine páture et le progres agronomíque avant la Révolution», en sus Éhides d ’hisioire économique, París, 1971, pp. 195-196. Sobre el aumento de la división de las tenencias, incluso frente a un peligro de acaparamiento, véase G. Gabourdín, T eñe et hommes e# t ó r r a m e 1550-1635 ¿ 2 vpls,; Nancy, 1977, II, pp. 640-641..

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terrenos de la comunidad.177 En las tierras calcáreas de la región del Wiltshire, sabemos que a «comienzos del siglo xvi, la mayoría de la tierra estaba en manos de agricultores capitalistas, y a mediados del siglo xvn las explotaciones capitalistas ocupaban la mayor parte de la tierra cultivada».178 Al oeste de los Midlands se ha visto que desde el siglo xv «la tendencia hacia la disminución del grupo de pequeñas tenencias y el incremento del número de grandes tenencias [de 30 a 100 acres de tierra cultivable] parece bastante evidente».179 Incluso en Leicestershire, un manifiesto baluarte de la agricultura de base campesina, la unidad media y típica era de cerca de 45 acres en la segunda mitad del siglo xvi.180 Esto supone casi cuatro veces el tama­ ño de la tenencia campesina característica del período medieval, o la tenencia normal francesa del siglo xvi. En época tan temprana como 1500, los half-yardlanders se estaban convirtiendo en algo extraño en el Leicestershire.181 Pues bien, a pesar de toda esta evidencia, Cooper mantiene que las estructuras agrarias de Francia e Inglaterra a finales del siglo xvr no presentaban grandes diferencias.182 Oponiéndome a Cooper, me gustaría concluir diciendo que mientras que el modelo de evolución agraria de Francia desde 1450 no presenta ninguna fisura importante con respecto al período medieval porque, como antes, continuaba dominado por poseedores campesinos, el de Inglaterra experimentó una ruptura crucial. Y esta diferencia tuvo importantes y decisivas consecuencias para el posterior desarrollo de la producción. h) Relaciones de propiedad y productividad. La divergencia que hemos señalado en lo que respecta a la estructura de la propie­ 177. M, Spufford, Contrasting Communities, Cambridge, 1974, cap. 3. Sin embargo Spufford niega que la falta de derechos de propiedad por parte de los campesinos fuera relevante para determinar su pérdida de tierra. 178. E. Kerridge, «Agrículture, c. 1500-c. 1793», en V. C. H. Wiltshire, IV,

P- 57. 179. R. H. Hilton, The Engiish Peasantry in the Later M íddle Ages, Ox­ ford, 1975, p, 40, citado por Cooper, supra, p. 184, n. 57. 180. W, G. Hoskins, «The Leicestershire Farmer in the Sixteenth Cen­ tury», en sus Essays in Leicestershire Hístory, Liverpool, 1950, pp. 137-138, aunque sus cifras no incluyan tampoco ni las numerosas cottagers’ farms ni las grandes propiedades, 181. Howell, «Stability and Change, 1300-1700», p. 474, 182. Véase supra, en especial, pp, 196-201,

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dad en Inglaterra y en Francia a finales del siglo xvi, se vio condi­ cionada no tan sólo por modelos contrapuestos en la evolución de la distribución de la propiedad, sino por diferentes pautas de desarrollo de las fuerzas de producción agrícolas. Croot y Parker, al igual que Cooper y Le Roy Ladurie, afirman que yo subestimo la capacidad del campesinado para incrementar la productividad agrícola, cuando yo de hecho insisto en que los sistemas de producción basados en un pequeño campesinado que posee sus medios de subsistencia suponían una barrera para el desarrollo cualitativo de la agricultura que exigía el crecimiento económico sostenido de principios de la Edad Moder­ na; mientras que el «sistema inglés», al contrario, en este momento preparaba el terreno para un cambio, que resultó radical y defini­ tivo. Realmente, por mí parte, considero que estas afirmaciones que­ dan bien demostradas por la realidad económica, tanto por lo que se refiere a Francia e Inglaterra, como a Europa occidental como un todo, durante la Edad Moderna. a)

Posesión campesina en Francia versus tenencia capitalista en Inglaterra Frente al crecimiento masivo de la demanda expresado en el alza de los precios de los alimentos que afectó a extensas zonas de Francia, especialmente al norte del país, desde comienzos del siglo xvi, el control campesino de la producción impidió un crecimiento del pro­ ducto total. Tal como se deduce de estudios locales sobre Normandía y el Cambrésis —que constituían zonas especialmente expuestas a fuertes-, presiones del mercado— , durante las dos primeras décadas del siglo xvi ya quedó consolidado el nivel de producción adecuado para poder acudir a un mercado, tanto nacional como exterior. A par­ tir de esta situación y debido al crecimiento de la población, los campesinos con parcelas cada vez más pequeñas se vieron forzados a dedicar una proporción de sus tierras, cada vez mayor, a la produc­ ción para la subsistencia cotidiana y así asegurar su supervivencia. En consecuencia, se originó una disminución del cultivo de productos tan comerciales como el lino, el cáñamo y otros similares. Es más, también fueron disminuyendo los productos animales para así incre­ mentar la producción dedicada al propio consumo de los campesinos. En torno a 1540, en ambas regiones, cada vez se llevaba menos grano al mercado, incluso aunque aumentaran con rapidez los precios de este producto. Al roistno tiempo, el potencial para mejorar la produo-.

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tividad agrícola, que en buena medida dependía del incremento de la producción animal, quedó definitivamente destruido.183 No hay indicio alguno de que se diera cualquier tipo de medida innovadora o de adelanto en la agricultura campesina durante el si­ glo xvi, e incluso hasta fines del xvn. Las técnicas de producción se estancaron en toda Francia, no menos en el norte que en otros luga­ res. Jacquart, resumiendo las investigaciones locales realizadas por toda Francia, afirma que «no se puede encontrar traza alguna de un progreso técnico decisivo y los resultados de la actividad campesina permanecieron virtualmente en la misma mediocridad».184 En conse­ cuencia, ya en las primeras décadas del siglo xvi y en casi toda Francia, empezó a decaer la productividad per cápita, generando nuevas crisis de subsistencia, precios elevadísimos y, como se ha expuesto, unos niveles de producción agrícola que no se alcanzaron de nuevo hasta el siglo xvnr.585 Mucho antes de la irrupción de los efectos devastadores de las guerras de religión, la agricultura fran­ cesa de base campesina ya se hallaba inmersa en una situación de estancamiento y declive. El contraste con Inglaterra resulta bastante claro, puesto que a lo largo de la Edad Moderna se contempla una revolución agrícola. Disponiendo de una tecnología dirigida a la producción agrícola mixta propia de la Europa medieval y moderna, las mejoras cualitativas, que abarataron ostensiblemente la producción de alimentos básicos, exigían un tipo de racionalidad agrícola y ganadera más integrado y mutuamente reforzado. En particular, la producción animal tuvo que incrementarse en relación a los cultivos y así proporcionar abono y tracción para contrarrestar la tendencia al declive de la fertilidad del suelo. La producción campesina de subsistencia tendió a conjugar las producciones agrícola y ganadera y hacerlas mutuamente competitivas, 183. H. Neveux, Les grains du Cambrésis, Lille, 1974, pp. 692-693, 697698; Boís, Crise du féoddtsme, pp. 337-340. 184. Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», p. 239; véanse también pp. 213, 216-221, 224-225, 237-239. Para unos resultados similares, véase Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 568-578, 185. Véase Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 576585. Bols ha observado que la producción en Normandía alcanzó su cota má­ xima sobre 1540 y puede que incluso antes: Boís, Crise du féodalisme, p. 337. Jacquart también sitúa el techo de la producción por lo que se refiere a íle-der Frunce sobre 1540-1550: Jacquart, Crise rurde en Ile-de-lrnmc?, pp. 49-50,

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ya que primaba la producción de alimentos de consumo inmediato y descuidaba el cultivo de plantas forrajeras y la producción ganadera. Esto suponía una barrera directa a todo tipo de transformación futu­ ra, mientras que el surgimiento del sistema de propiedad capitalista facilitó dicha transformación, no tan sólo consolidando una tendencia hacia la especialización y las mejoras, a su vez reforzada por la com­ petencia, sino generando mediante el ya citado proceso de diferencia­ ción (en vez de un proceso de parcelación) una clase de agricultores capitalistas que podían arriesgarse, invertir, y llevar hacia adelante la agricultura a gran escala que las circunstancias «requerían. Estos mecanismos se ponen al descubierto en el minucioso estu­ dio que Eric Kerridge ha hecho sobre las actividades agrícolas y el desarrollo agrario que tuvo lugar en el Wiltshire durante la Edad Moderna. En esta zona desde comienzos del siglo xvi ya empezó a funcionar un sistema de explotaciones capitalistas. El impacto del mercado también se dejó sentir desde época muy temprana. A esta situación siguió un proceso de diferenciación económica. con un pro­ ceso paralelo de especialización y mejoras. En todas las zonas de terrenos calizos se fue consolidando el predominio del cultivo de los cereales, dado que este tipo de tierras eran particularmente apropia­ das para ello. Y a mediados del xvii las grandes explotaciones ya se habían completamente especializado en la producción de granos, pues­ to que el pequeño agricultor no podía competir en la aplicación de métodos favorables a la producción ganadera (lanar) y cerealícola a gran escala. Por otra parte, si estos pequeños agricultores deseaban sobrevivir como colonos, se veían forzados a especializarse para el mercado. .Tuvieron que abandonar la producción de granos, pero en el llamado Cheese Country pudieron mantener su situación gracias a que se especializaron en la producción láctea, ya que en este sector el gran arrendatario disfrutaba de un margen relativamente pequeño de competencia.186 El desarrollo del Wiltshire representa un microcosmos del proce­ so que tuvo lugar en toda Inglaterra en la Edad Moderna. Joan Thirsk cita «el predominio de grandes arrendatarios en las zonas de especialización cerealícola» y concluye diciendo que; «en estas zonas, los hombres de éxito fueron siempre/ ; ¡ a r m e n o caballeros con importantes fortunas ... puesto güe-para el pequeño agricultor J.S6,

Kerridge, «Agriculture, c. J.500-c. 1793», pp. 61, 49, 54, 57-59, 63-64.

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de zonas cultivables, había pocas esperanzas de supervivencia».187 Las razones de esta situación no son difíciles de deducir. En primer lugar, y por lo que se refiere a la producción de granos, existían importantes economías de escala que podían utilizarse como infraestructura básica, como los animales de tiro y los instrumentos de labranza, y como el empleo de la fuerza de trabajo. En segundo lugar, y sobre todo debi­ do a las exigencias de los grandes rebaños de orejas, se exigía una cantidad considerable de capital. En tercer iugar, el coste de casi la totalidad de las posibles innovaciones aplicables a la zona tradi­ cional de cultivo de cereales y ganado lanar — es decir, desecación de las tierras pantanosas— estaba fuera del alcance de los pequeños agricultores.188 Igualmente en las tierras que pasaron del simple laboreo al siste­ ma más revolucionario de la agricultura racionalizada que favorecía el crecimiento interdependiente tanto de la ganadería estable como de la producción agrícola, siempre había agricultores capitalistas res­ ponsables de esta situación revolucionaria. Como señala Kerridge, «convertir una propiedad en una empresa no era algo que todo el mundo pudiera hacer. Para ello se exigía paciencia, audacia y mucho capital». Esto era así porque se necesitaban grandes cambios dirigidos a poner en marcha la empresa; sobre todo equipamiento y también tiempo suficiente para que la empresa proporcionara ganancias. Por tanto no resulta sorprendente que en aquellas áreas donde los agri­ cultores adoptaron una agricultura convertible desde finales del siglo xvi —meseta central, valles y tierras bajas del noreste— estos cambios se vieran acompañados por la paulatina desaparición de los pequeños productores.189 187. J. Thirsk, «Seventeenth-Ceníury Agriculture and Social Change», en J. Thirsk, ed., Land, Church and People : Essays Preseníed to Professor H. P. R. Finberg [suplemento de Agrie. B isi. Rev., XVIIX (1970)], pp. 151, 166; J. Thirsk, «The Peasant Economy ó£ England in the Seventeenth Century», Studia historiae oeconomicae, X (1975), p. 8 . Thirsk define a los yeomen como «labradores solventes con mucha tierra que cuentan con fuerza de trabajo asalariada» (ibid.} p. 7). 188. Thirsk, «Seventeenth-Century Agriculture and Social Change», pp. 1 5 1 ,1 5 3 ,1 5 5 ,1 6 6 ; Thirsk, «Peasant Economy of England», pp. 8, 1 0 ; Kerridge, «Agriculture, c. 1500-í. 1793», pp. 52, 54, 55-57; E. Kerridge, The Farmers of O íd Englandy Londres, 1973, pp. 75-77, 81. 189. Kerridge, Farmers of O íd England, pp. 106, 127, 128 y en general el capítulo 4.

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Los pequeños agricultores también, se encontraban en desventaja en las actividades ganaderas. Los dueños de pastos parece que fueron grandes capitalistas con suficientes fondos para invertir y con posibi­ lidades para afrontar una larga espera. Este fue el caso de las tierras que del simple laboreo pasaron a ser tierras de pastos permanentes, especialización que se llevó a cabo para adecuar los nuevos métodos agrícolas a la naturaleza y aprovechamiento del suelo. En estas zonas se realizó una importante inversión de capital en cercamientos y reestructuración de las explotaciones.190 Por otra parte, algunos pequeños agricultores pudieron —y lo consiguieron— sobrevivir en aquellas tenencias que podían rendir tan­ to como las grandes explotaciones, sobre todo en productos derivados de la leche, aunque también en productos hortofrutícolas dedicados a los mercados urbanos^ Los pequeños agricultores se mantenían fuer­ tes en las regiones de pastoreo, donde cultivaban diversos productos comercializables (por ejemplo, lino y cáñamo) y realizaban activida­ des industriales. Incluso así deben resaltarse las pocas posibilidades que se ofrecían a estos pequeños agricultores altamente comerciali­ zados; de hecho dependían fuertemente del incremento de la produc­ tividad en las zonas cerealícolas, lo cual permitía a estas zonas expor­ tar sus crecientes excedentes de alimentos y satisfacer las progresivas necesidades de importación en las zonas comerciales ganaderas.191 190. Thirsk, «Seventeenth-Century Agricultura and Social Change», pp. 155, 157; Thirsk, «Peasant Economy of England», p. 11; Kerridge, Farmers of Oíd England, pp. 62, 90-91. 191. En el contexto anterior, el término medio a nivel nacional del tamaño de las unidades de producción agrarias, como el que señala Cooper, esconden más de lo que aparentemente muestran sobre la transformación de la produc­ ción agrícola en Inglaterra, ya que, como hemos visto, ésta fue lo opuesto a un proceso homogéneo. Se caracterizó por una importante variación en el tamaño" de las unidades de producción agrícola de acuerdo con la región, clase de suelo y tipo de cosecha. La supervivencia de un importante número de pequeños campesinos (que implicaba un promedio bajo del tamaño de las explotaciones a nivel nacional) se explica de forma que de ninguna manera contradice mi plan­ teamiento: competítividad de los pequeños agricultores en regiones ganaderas y en la horticultura, desinterés de los grandes agricultores en áreas de terreno pobre, seguridad en la tenencia por parte de algunos campesinos en unas pocas regiones. Es más, es preciso subrayar que el peso del pequeño agricultor se exagera cuando se mide en términos de la proporción de pequeños agricultores en relación con el total; sería más razonable hacerlo en función del total del área cultivada, formada por pequeñas unidades de producción, o mejor aún,

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Por último, es necesario recalcar que las ventajas del sistema de la agricultura capitalista, en comparación con el sistema fundamen­ tado en la agricultura campesina, no consisten únicamente en las ven­ tajas de los grandes agricultores versus pequeños agricultores én acti­ vidades agrícolas concretas, en su superior capacidad para realizar «de una vez» determinadas espedalizaciones o mejoras. Tal vez sea más importante la tendencia de las relaciones de propiedad capitalista „ hacia la consolidación, por medio de la vía competitiva, de una direc­ ción constante hacia la especializacíón y la mejora, como un proceso hacia adelante en la economía como un todo, en dirección a la divi­ sión social y geográfica del trabajo. En este sentido vemos cómo en Inglaterra no se dio tan sólo un temprano desarrollo de un complejo sistema de especializacíón regional interdependiente, en el que el desarrollo de un área especializada se expandía y generaba desarro­ llo en zonas vecinas, sino una evolución y transformación continuada de este sistema a medida que’ se empezó a disponer de nuevas técnicas. Esto se puede ejemplificar con el surgimiento del pujante sistema de «la agricultura mixta, en el que, sintetizando, incrementar la producción de los cultivos forrajeros permitía mantener un ganado estable, que a su vez ayudaba a producir mayor cantidad de granos, haciendo desaparecer los barbechos. Este sistema se podía adaptar mejor a los suelos ligeramente arenosos que a los que contenían una fuerte proporción de cal, los cuales hasta aquel entonces habían pro­ veído a Inglaterra de buena parte de los cereales que el país necesi­ taba. A tenor de lo expuesto, durante el siglo xvn se contempla una transformación general de las áreas donde con anterioridad se habían producido granos, en particular la zona centro de Inglaterra, a favor de las actividades ganaderas. Al mismo tiempo, la «despo­ blación» y la liberalización del trabajo abrió el camino para el surgimiento de nuevas industrias en las zonas vecinas, entre las que caben destacarse los curtidos (muy relacionados con la actividad gana­ dera de la zona), cintas, géneros de punto y ropa de vestir. Mientras tanto, las zonas de suelos ligeros de la parte sur del país se dedicaron en su totalidad a la producción cerealícola. En consecuencia, se inten­ sificó la demanda de trabajo agrícola en las zonas de cultivo, mientras por la proporción de tierra dedicada a la producción de cereales que Integraba dichas unidades. Véanse supra, pp. 171-173. El mismo Cooper no deja de insis­ tir en estos temas.

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declinaba la producción industrial. En vez de ello, estás reglones se convirtieron en exportadoras de grano para mantener la industria y la agricultura comercial no alimentaria de todo el país.192 b)

Las explotaciones de los grandes arrendatarios en Francia e Inglaterra Frente a lo que acabamos de exponer uno se plantea qué es lo que se puede decir sobre el hecho, que tanto Croot y Parker como Cooper utilizan en mi contra, relativo a que las grandes explotaciones de arrendatarios utilizando trabajo asalariado Se convirtieron en pre­ ponderantes en algunas regiones de Francia, especialmente a finales del siglo xvn, sin que se las pudiera asociar con mejoras o con la introducción de un progreso en sus respectivas regiones. Uno se pregunta si este hecho invalida mi interpretación. En mi primer artículo, yo señalaba este fenómeno y avanzaba una posible explica­ ción: a pesar de su similitud por lo que se refiere a su apariencia externa, el sistema de producción caracterizado por los grandes domi­ nios, que surgió en alguna zona de Francia a comienzos de la Edad Moderna, reflejaba en realidad la existencia de relaciones sociales de producción muy diferentes de las que predominaban en Inglaterra.193 El tema fundamental que yo planteaba consistía en analizar las posi­ bilidades productivas en asociación con un determinado sistema de relaciones de propiedad; es más, yo intentaba una definición total de este sistema ya que no basta con enfocar el análisis hacia unidades individuales de producción puesto que su situación en el seno del sistema económico como un todo tiene necesariamente que aclararse. En este caso uno necesita entender las grandes unidades individuales en sus interrelaciones con otras unidades de producción agrícola e industrial. Durante el siglo xvu en Francia, la gran explotación con­ trolada por arrendatarios funcionaba de manera opuesta a su homó­ nima inglesa, no tan sólo porque evidenciaba el resultado de una evolución histórica muy diferente, sino en especial porque funciona­ ba en el seno de un sistema general de propiedad completamente dis­ tinto, con una dinámica determinada por el dominio campesino. ,192. E. L. Jones, ed., Agriculture and Economic Growth in England, 16601815, Nueva York, 1967, pp. 9-11, 36-37; E, L. Jones, «Agriculture and Eco­ nomic Growth in England, 1660-1750: Agricultural Change», Jl. Econ. H ist., XXV (1965), pp. 10-18. 193. Véanse supra, pp. 80-81, n. 111.

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Así las grandes explotaciones de los arrendatarios reflejaban por regla general el resultado de procesos que por primera ver permitie­ ron a los señores franceses afirmar su propiedad sobre lo que con anterioridad había sido tierra campesina- Exactamente lo mismo que en un principio ocurrió en Inglaterra, donde la estrategia para expoliar al campesinado dependió en buena medida de la operatividad del sistema de extracción de excedente por coacción extraeconómica (en especial, el derecho feudal de imponer o exigir derechos arbitrarios). Pero, en Francia, lo que ayudó a debilitar la propiedad campesina — que a su vez se autodebilitaba por la fragmentación de las tenen­ cias— por parte de quienes acumulaban tierra fue un incremento de la apropiación real de los impuestos, combinado con los efectos devastadores de los conflictos bélicos en las tierras de los campe­ sinos. Una primera oleada de expropiaciones tuvo lugar durante las guerras de religión y se concentró especialmente en aquellas áreas directamente expuestas a la lucha, sobre todo Borgoña y la región de París. Una segunda oleada acompañó a los conflictos internos y externos del segundo tercio del siglo xvii, especialmente los años de la Fronda. De nuevo lo que hizo que los campesinos se endeuda­ ran, obligándoles a vender sus tenencias a propietarios locales, fue el efecto pernicioso del alza de las presiones fiscales, exacerbada por las depredaciones militares.19* Las grandes propiedades que fueron apareciendo en Francia a partir de los procesos anteriormente citados parecen similares a las inglesas. Pero aparecieron en un contexto —y en él se mantuvieron— caracterizado por el predominio de un campesinado numeroso, aun­ que casi sin tierra. Como resultado, iniciaron una dinámica económica muy diferente de la de sus homónimos ingleses. La apropiación de tierra campesina por acaparadores rurales, que no hacía más que agravar los efectos de la subdivisión de tenencias, a consecuencia del crecimiento de la población campesina, dejó a muchos campesinos con tenencias demasiado pequeñas para poder subsistir, teniendo que buscar contratos y empleos complementarios para poder pasar con lo 194. N. Fitch, «The Demographíc and Economía Effects of Seventeenth Century Wars», Review [Fernand Braudel Cénter, S.: U. N . Y. Binghamton], II (1978-1979); P. de Saint-Jacob, «Mutations économíques et sociales dans les campagnes bourguígnonnes i la fin du XVI“ siécle», Études rurales, I (1961); Jacquart, Crise rurale en íle-de-France, pp. 213-227, 248-253, 691-707, 723 ss. 24. — BRENNER

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que se tenía,195 Mientras tanto, la debilidad de la productividad agrí­ cola vinculada a la producción de base campesina, limitó el mercado interno francés y el sector industrial, dejando pocas alternativas de empleo fuera de la agricultura. Un último análisis muestra que lo que continuó determinando el nivel de las rentas fue la demanda de tierra para subsistir por parte de campesinos confinados en zonas rurales, a pesar del surgimiento de grandes unidades de propiedad y produc­ ción.196Este hecho se puso de manifiesto en el alza secular de las rentas durante buena parte del siglo xvn y la progresiva disminución de la proporción de tierra en manos de los campesinos produjo un creci­ miento continuado de la demanda de tierras, incluso después de haber alcanzado la población su límite más alto.197 En el contexto económico que se acaba de exponer, las ganancias más elevadas se podían obtener sólo mediante una expoliación directa de los colonos a través de la subida de la renta. Al mismo tiempo es comprensible que los propietarios dejaran de invertir en capital fijo y desviaran sus ingresos hacia la compra de tierras. Un buen medio para la expoliación del campesinado era el dividir el gran dominio en pequeñas parcelas y arrendarlas a pequeños cultivadores. Pero a me­ nudo el dominio se arrendaba por un gran arrendatario, aunque estos grandes arrendatarios preferían actuar más como intermediarios finan­ cieros entre los señores y la masa del campesinado que como capita­ listas independientes. Proporcionaban fondos de inversión especíal195. Sobre el elevado número de pequeños productores campesinos junto a las grandes explotaciones, véase Jacquart, Crise rurde en lle-de-France, pp. 721, 724-727, 741-742; E, Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la vraie croissance, 1660-1789», en Duby y Wallon, eds,, Histoire de la Frunce rutóle, II, pp. 414, 428. 196. En relación con la tendencia alcista de las rentas procedentes de pequeños campesinos — a veces en situación inferior al nivel mínimo de subsis­ tencia— que, en proporción, pagaban rentas mucho más elevadas por acre que los grandes arrendatarios, véase J. Jacquart, «La rente foncíére, índice conjoncturel?», Revue bistorique, CCLIII (1975), pp. 372-374. También B. Veyrassat-Herren y E. Le Roy Ladurie, «La rente fonciére autoui* de París au X V IP siécle», A nndes E. S. C., X X III (1968), pp. 549-555; supra, pp. 203-204. 197. Sobre las fluctuaciones de la renta al norte dé Francia, su alza a lo largo del período de las guerras de religión, su caída después de dicho aconte­ cimiento, su recuperación a los elevados niveles anteriores a principios del siglo xvn y su incremento acelerado a partir de 1640, véase Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», pp. 251-252; Jacquart, «Rente fonciére, índice conjoncturel?», p, 365.

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mente para arados y animales; pero los gastos en capital fueron disminuyendo, lo que favoreció la continuidad de técnicas de trabajo intensivo. Parece que los grandes arrendatarios se convirtieron en subordinados de los señores: más o menos ligados a la tierra tenían pocas alternativas económicas y tan sólo se les dejaba un pequeño margen de acumulación de excedente. Sustituían a los señores en la organización de la producción agraria y a su vez iban llevando a cabo numerosas tareas en la administración señorial, tales como la recolec­ ción de impuestos y las actividades judiciales.198 Por su parte, los señores, que con más frecuencia procedían de las filas de los altos cargos públicos y de la burguesía urbana, adoptaron una actitud pasi­ va en relación con sus propiedades, realizando pocas mejoras y com­ prando cada vez más tierra. Pero esta «mentalidad de rentista» tenía una base real que suponía aprovechar los métodos de expoliación que facilitaba la renta debido a la situación endémica de hambre de tierra del campesinado. En realidad yo exponía que durante este período apareció una relación más productiva y más colaboradora entre el señor y el arren­ datario en algunas zonas de Inglaterra, lo que permitió asegurar un desarrollo continuado. Cooper considera que en mi exposición atri­ buyo a los señores ingleses una mezcla de motivaciones caritativas e intenciones productivas («Brenner parece un tory defensor de las Le­ yes del Grano»);199 pero nada de esto digo en mi trabajo, como tampoco sostengo que los señores franceses fueran algo así como antiemprendedores y atrasados. Lo que yo pretendía era simplemente manifestar que las diferentes condiciones socioproductivas, que se habían estabilizado en Inglaterra y Francia a finales del siglo xvn, generaban diferentes estrategias para proteger y mejorar los ingresos señoriales. En Inglaterra, especialmente en las regiones cerealícolas, los arrendatarios capitalistas controlaban una agricultura altamente capitalizada, habiendo disminuido drásticamente el número de tenen­ cias campesinas. Encesta situación los ingresos de los señores depen­ dían de la capacidad de los arrendatarios para cultivar la tierra a base 198. Véase el siguiente comentario de Jacquart: «los labradores no eran más que tnandataires [representantes] en el seno del mundo rural de quienes en realidad controlaban las riendas del poder»: Jacquart, Crise rurale en tlede-France, pp. 756-757. 199. Véanse supra, pp. 212 y 215.

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de inversión de capital. Es decir, la obtención de beneficios constituía el elemento central de las rentas señoriales, .hasta el punto de que los señores intentaron expoliar a sus propios arrendatarios impidiéndoles obtener cualquier tipo de beneficio razonable de sus propias inver­ siones; los arrendatarios podían renunciar a sus deseos de inversión, y, como último recurso, podían abandonar sus arrendamientos yéndo­ se a otra propiedad o incluso dedicándose a otra actividad productiva. En general, tampoco había una masa campesina semiproletarizada, aunque sí un pequeño grupo que podía permitirse el pago de una renta equivalente a la que pagaban los arrendatarios capitalistas. En resumen, el éxito económico dependió más de la acumulación y de la innovación y, en este contexto, cuando el arrendatario andaba escaso de recursos financieros, el señor realizaba la función de inversionista, en cuyo caso aumentaba sus propias ganancias en la forma de benefi­ cio. Por tanto, la simbiosis señor/arrendatario a la que me he refe­ rido tuvo una evidente racionalidad económica, condicionando en buena medida la dinámica del desarrollo agrícola. Cooper, al final, se ve obligado a aceptar que la existencia de esta relación ha sido reite­ radamente demostrada desde finales del siglo x v n y durante el si­ glo XVIII .200 La diferencia cualitativa entre las grandes propiedades inglesas y francesas —que presentaban una similitud «anatómica»— se mani­ festó abiertamente durante el período de baja de los precios del trigo a finales del siglo xvn. En este momento todavía podían obtenerse elevados beneficios en la agricultura inglesa, lo que evidenciaba que ya se habían dado los pasos apropiados para hacer más eficaces las grandes propiedades. En las tierras idóneas para cereales esto supuso la intensificación y expansión de formas avanzadas en la producción cerealícola y en la ganadería, una mayor utilización de forrajes, cercamientos, consolidación de explotaciones más grandes. En las anti­ guas tierras de labranza más apropiadas para pastos, se podían obte­ ner buenas ganancias si se dedicaban totalmente a pastos artificiales o a una agricultura convertible que normalmente exigía cercamientos y la construcción de nuevas dependencias en la explotación. La 200. Véanse supra, pp. 213-216 y n. 139. Véase Jones, «Agriculture and Economic Growth in England, 1660-1750: Agricultura! Change», igual que las fuentes citadas por el mismo Cooper. Véase también Coleman, Economy of England, 1450-1750, pp. 122-123.

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edificación de unidades de producción, la inversión de capital y la aceleración en las innovaciones era lo que se exigía en ambos casos; y esto fue lo que ocurrió y lo que proporciona pruebas convincentes de la existencia de relaciones capitalistas de producción en la agri­ cultura inglesa durante este período, y también la supremacía de estas relaciones.201 Las respuestas de los propietarios franceses a la baja de precios que tuvo lugar a partir de 1660 contrastaba abiertamente con lo que ocurrió en Inglaterra, como Cooper indica.202 Frente a la crisis del mercado de productos agrícolas, un mercado que .«indicaba» que las rentas «deberían» rebajarse y así mantener un equilibrio con el des­ censo de los precios, los franceses continuaron favoreciendo el alza de las rentas. Y así no es de extrañar que un gran número de arren­ datarios se vieran oprimidos por las elevadas rentas y los bajos precios; esta situación les condujo a un endeudamiento progresivo que, en última instancia, les obligó a devolver las tenencias a sus señores, así como buena parte de la propiedad acumulada, incluyendo las herramientas e incluso los muebles de la casa.203 Pero esto no significa que los señores franceses fueran más o menos coherentes, económicamente hablando, más o menos caritativos que sus homóni­ mos ingleses, sino que, simplemente, se enfrentaban con una situa­ ción muy diferente. A partir de 1660 los señores franceses dieron más facilidades a sus colonos ya que podían aguantar la crisis y enci­ ma beneficiarse de ella. Parece que las rentas se mantuvieron elevadas gracias a la demanda de tierras por parte de campesinos semidesposeídos de ellas, campesinos que pretendían intensificar su trabajo para poder pagar más a sus señores. Al parecer los grandes arrendatarios no pudieron evitar continuar pagando rentas elevadas, ya que no tenían otro lugar adonde ir. En muchos casos terminaron por ceder a los señores lo que les quedaba del capital que habían ido acumu­ lando, y así poder continuar con sus contratos, antes de caer en la ruina. Por ello Jacquart se refiere a la «estratificación» de labradores 201. Thírsk, «Seventeenth-Centuty Agriculture and Social Change», pp. 155-157; y supra, pp. 212-217. E l hecho de que muchos terratenientes adopta­ ran una política draconiana sobre sus pequeños colonos no contradice mi plan­ teamiento, como al parecer sugiere Cooper, sino, es más, le da soporte. 202. Véanse supra, pp. 203-204, 210-211 y 213-216. 203. Jacquart, Crise mrále en ile-de-Franee, pp. 742, 744-748; Jacquart, «Immobilisme et catastrophes», pp. 254-255, 261-265.

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y mercaderes rurales en este período.204 En última instancia las fuer­ zas del mercado se unieron para defenderse, pero esto ocurrió sólo a largo plazo. En muchos casos los señores pudieron mantener unas rentas elevadas frente a la baja de los precios, incluso durante una generación. Pero mientras que las rentas permanecieron estables al norte de Francia hasta 1700,205 la base agraria francesa continuó debi­ litándose. c)

Producción agraria: comparación de los resultados a largo plazo de Inglaterra y Francia El resultado a largo plazo de la opera ti vidad de los sistemas opues­ tos de relaciones de propiedad social en Inglaterra y Francia supuso únicamente intensificar la profunda divergencia de sus respectivos sistemas de producción agrícola. Esta conclusión ha sido contestada por una escuela revisionista (apoyada, aparente aunque inconsciente­ mente, por Cooper) que pretende negar lo que hace tiempo se viene aceptando como algo ortodoxo. Así Cooper afirma que lo que permi­ te explicar la inferioridad de la agricultura francesa con respecto a la inglesa durante los siglos xvi y xvii radica en la mayor vulnerabilidad de Francia frente a las devastaciones bélicas.206 Por su parte, otros historiadores afirman que, sobre todo desde comienzos del siglo xvin, cuando fueron desapareciendo los excesos del absolutismo, la agricul­ tura francesa experimentó un crecimiento impresionante que pudo compararse favorablemente con el de Inglaterra.207 La postura revisionista procede de los descubrimientos de J.-C. Toutaín que se contienen en un macroestudio sobre el ingreso nacio­ nal francés. Pero los datos de Toutam han sido ampliamente desacre­ ditados,208 a pesar de que algunos estudiosos de la historia agraria 204. Jacquart, Crise rurale en tle-de-France, pp, 747-748. 205. Jacquart, «Rente fonciere, índice conjoncturel?», p. 365. 206. Véase supra, p. 220. Me parece que la postura que toma Cooper sobre esta cuestión en su artículo es absolutamente contradictoria, y be utili­ zado la información que él mismo proporciona para presentar un plantea­ miento opuesto al suyo. 207. Véase especialmente P. K. O'Bríen, «Agrículture and tbe Industrial’ Revolutíon», Econ. Hist. Rev., 2? serie, X XX (1977); también R. Roehl, «French índustrialization», Explorations in Econ. Hist., X III (1976), p. 260. 208. E. Le Roy Ladurie, «Les comptes fantastiques de Gregory Kíng», Anuales E .S .C ., X X III (1968); D. Landes, «Statístics as a Source for the History of Economic Development in Western Europe», en V. Lorwin y

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francesa del siglo xv m los Hayan aceptado. Gracias a sus trabajos a base de los diezmos y de otras series documentales menos directas, casi todos ellos han llegado a la conclusión de que el estancamiento de la agricultura duró por lo menos hasta 1750,m La evidencia por lo que se refiere a Inglaterra es menos directa que en Francia, pero también es bastante clara. La población inglesa en torno a 1450 alcanzaba los 2,2 millones .y en* 1700 superaba los 5 millones. Con un total de población ídétitico durante el siglo xiv se había dado una situación de hambre crónica y de crisis; pero en torno a 1700 las crisis de subsistencia ya pertenecían al pasado. La última crisis de una cierta importancia tuvo lugar en 1597, pero incluso entonces no alcanzó los niveles continentales. Mientras tanto, en torno a 1700, incluso la mitad de la población ya no vivía de la agricultura, por lo que dependía sólo de los productores agrícolas. Por su parte, Inglaterra se había convertido en uno de los países europeos con una exportación de cereales más elevada.210 J. Price, eds., The Dimensions of the Past, New Haven, 1972, p. 74 (hay trad. cast.: Las dimensiones del pasado, Madtid, 1975); E. L. Jones, «Introduction: Industrial Pattems and thelr Rural Backgrounds» en la edición italiana de Agricultural History and Industrial Development (mecanografiado). Deseo agra­ decerle a E. L. Jones el que me permitiera consultar este manuscrito con ante­ rioridad a su publicación. 209. Le &oy Ladurie cree que en mi artículo no doy la suficiente impor­ tancia al progreso agrícola francés durante el período preindustrial, aunque en las actuales circunstancias creo preferible utilizar su propio resumen sobré el tema: «En conjunto y desde el siglo x iv hasta la primera parte del siglo x v in , la producción agrícola presentaba importantes fluctuaciones... aunque, a largo plazo, no generó un movimiento duradero de crecimiento ... El crecimiento real sólo empezó a manifestarse a partir de 1750 y de un modo no muy definitivo» (Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», p. 575). Véase también Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la vraie croissance», p. 395.' G. Grantham, en «The Diffusion of the New Husbandry in Northern Fxance, 1815-1840», Jl. Econ. H i s t X X X V III (1978), afirma que la productividad agrícola en Fran­ cia no empezó a crecer de manera significativa sino a partir de 1840. 210. Sobre la benignidad de las crisis de subsistencia en Inglaterra, incluso en el siglo xvi, en comparación con las francesas, véase A. Appleby, «Grain Prices and Subsistence Crises in England and France, 15904740», Jl. Econ. H is t, X X X IX (1979). Sobre ía exportación .de granos ingleses, véase D. Ormrod, «Dutch Commercial and Industrial Decline and Britísh Growth in the Late Seventeenth and Early Eighteenth Centuries», en F. Krantz y P. M. Hohenbergf eds., Failed Transitions to Modern Industrial Society, Montreal, 1975, pp. 37-40; J. A. Faber, «The Decline of the Baltic Grain-Trade in the Second

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¿Qué ocurrió en el siglo xvm ? En este período las aproximacio­ nes del crecimiento agrícola francés e inglés se fundamentaron esen­ cialmente en un consumo de grano per cápita constante. De acuerdo con esta suposición el crecimiento de la población puede proporcionar, grosso modo, un buen indicador de la tasa de crecimiento de la oferta de alimentos. Como explica Cooper, la opinión de los revisionistas sobre el hecho de que el crecimiento agrícola inglés en la primera mitad del siglo xvm no fuera mucho más elevado que el francés, se fundamenta en datos demográficos obsoletos (las estimaciones de Brownlee-Rickman). Datos más recientes proporcionados por el grupo de Cambridge, a partir de la información de los registros parroquia­ les, muestran que con unos precios de los alimentos relativamente estables, la población inglesa creció mucho más rápidamente de lo que indican estimaciones anteriores, lo que sugiere un crecimiento mucho más rápido de lo que en principio se creía de la producción agrícola a fines del siglo xvn y comienzos del xvm . Cooper finaliza afirmando que en Inglaterra «posiblemente se dio un crecimiento apreciable de la produdón agrícola a fines del xvn y principios del xvm , mientras que la producción francesa se hallaba estancada o en declive, por lo que la tasa de crecimiento inglés podría haber sido mucho más rápida que la francesa, al menos hasta 1750». Con­ tinúa diciendo que «sobre 1760 las diferencias entre la agricultura inglesa y la francesa eran mucho mayores que en 1560, incluso si la comparación se limita a las regiones de predominio agrícola funda­ mentadas en el open-jield en Francia».211

Half of the 17thCentury», Acta bistorhe Neerlandica, I (1966), pp. 125-126; A. H. John, «English Agricultural Improvement and Gratn Exports, 16601765», en D. C. Coleman y A. H . John, eds,, Trade} Government and Economy in Pre-lndustrial England: Essays Presented to F. }. Fisher, Londres, 1976, pp. 47-64. 211. Véanse supra, pp. 168 y 220. Contemplando el siglo x v m en su totalidad y utilizando métodos análogos, E. L. Jones llega a las mismas conclu­ siones. Afirma que mientras que en 1700 una persona empleada en una explo­ tación agraria alimentaba a 1,7 personas, en 1800 una persona alimentaba a 2,5 personas, lo que supuso un incremento del 47 por 100. En Francia, el cálculo equivalente indica que en 1701 una persona alimentaba a 1,2 personas, y en 1789 una persona alimentaba a 1,3 personas, un incremento sólo del 8 por 100: Jones, «Introduction: Industrial Patterns and their Rural Backgrounds», pp. 27-29.

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d) Las agriculturas francesa e inglesa en una perspectiva europea El desarrollo de la agricultura europea durante la Edad Moderna tiende a confirmar los sistemas de relaciones sociales y los modelos de comportamiento que acabamos de exponer. El caso holandés. Le Roy Ladurie utiliza la consolidación de la agricultura holandesa en los siglos xvi y xvii para ejemplificar su idea sobre las posibilidades que ofrecía una economía» agrícola de predo­ minio campesino a comienzos de la Edad Moderna para un cambio cualitativo en la agricultura.212 Pero lo que resulta más significativo de la estructura agraria holandesa a comienzos del xvi, es su absoluta diferencia con el modelo campesino feudal de Europa occidental. En Holanda nunca hubo una clase señorial fuertemente enraizada; capaz de extraer un excedente por medios de coacción extraeconómica. En torno a 1500, la clase terrateniente ya obtenía sólo rentas' económicas. De igual significación es el hecho relativo a que nunca hubo un campesinado tradicionalmente «patriarcal» y «poseedor» con acceso directo (no a través de un mercado) a sus medios de sub­ sistencia.213 Aparentemente la agricultura podía funcionar sobre la base de un sistema de ganadería estable y de productos lácteos; desde sus inicios y como resultado de esta situación, los agricultores no tuvieron más elección que especializar la producción para el intercam­ bio, ya que para subsistir debían adquirir grano en el mercado.214 Es más, desde fecha muy temprana el arrendamiento parece que se fue generalizando, reforzando posteriormente la tendencia hacia una pro­ ducción competitiva.215 Dado que esta estructura social de la propiedad no era ni feudal nx campesina, no sorprende que a partir del siglo XVI la agricultura holandesa no manifestara tendencia alguna hacia una evolución demo212. Véase supra, p. 130, 213. J. de Vries, «On the Moderníty of the Dutch Republic», Jl. Econ. H i s t X X X III (1973), pp. 194-195 ss.; J. de Vries, The Dutch Rural Economy in the Golden Age, 1500-1700, New Haven, 1974, pp. 2441. 214. D e Vries, «On the Moderníty o í the Dutch Republic», p. 194. Véase la importante función de la importación de granos en relación a la posibilidad de especialización ganadera e industrial: D e Vries, Dutch Rural Economy in the Golden Age, pp. 169-173; H . van der Wee, «The Agticultüral Development of the Low Countries as Revealed by the Tithe and Rent Staüstícs, 1250-1800», en H. van der Wee y E. van Cauwenberghe, eds,, Vroductivity o} Land Agricultural Innovation in the Low Countries, Lovaina, 1978, p, 12. 215. D e Vries, Dutch Rural Economy in the Golden Age, p. 33.

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gráficamente impulsada sobre la base de campesinos acomodados; es decir, el familiar modelo maltbusiano que producía subdivisión de la tierra y generaba un declive de la productividad y una tendencia a la crisis,216 En vez de ello y bajo la presión de un poderoso mercado urbano, se dio un proceso de crecimiento económico fundamentado en la diferenciación y en la competencia: una producción mercantil altamente especializada ayudó a eliminar a los pequeños colonos y a constituir grandes propiedades sobre la base de inversión de capital, transformaciones tecnológicas e introducción del trabajo asalariado.217 El caso flamenco. Por último, tanto Cooper como Le Roy Ladu­ rie señalan las tempranas modificaciones de la agricultura flamenca a principio de la Edad Moderna, que desde luego fueron realizadas por pequeños agricultores.218 Pero uno se pregunta si ello implica probar que los campesinos pudieron —y lo consiguieron— propor­ cionar la base para una transformación de la agricultura y, a su vez, poner en marcha un desarrollo económico a comienzos de la Edad Moderna. Como cuestión previa es preciso subrayar que, en general, los pequeños agricultores flamencos no poseían sus propios medios de subsistencia. De hecho, parece que durante el período de recupe­ ración del campo, justo después de la caída de la población en la época bajomedieval, se inició un importante proceso de separación de los campesinos de la «posesión» de la tierra — que condicionó, el mismo desarrollo agrícola— al reconvertir los señores las tenencias enfitéuticas en tierras de arrendamiento. En cualquier caso a comien­ zos del período moderno, la agricultura flamenca estaba bajo el con­ trol tanto dé arrendatarios comerciantes como de pequeños campe­ sinos libres cuyas tenencias eran demasiado reducidas para su propia «subsistencia». Ambos tuvieron que producir para un mercado y especializarse para poder sobrevivir.219 216. Es curioso que D e Vries conceptualice precisamente la singularidad del desarrollo agrario holandés como fruto de una esperializarión opuesta a un modelo campesino: ibid., passim. 217. J. de Vries, The Economy of Europe iu an Ag$ of Crisis, 1600-1750, Nueva York, 1976, p. 71. 218. Véanse supra, pp. 129, 178, n. 39, 190-191 y 188, n. 163. 219. H, van der Wee y E, van Cauwenberghe, «Histoire agraire et finances publiques en Flandre du XVI* au X VII' siécle», Anuales E .S .C ., X XV III (1973), pp. 1.056-1,058; F. M. Mendels, «Agriculture and Peasant Industry in Eighteenth-Century Flanders», en E. E. Jones y W. N. Parker, eds., European

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Lo que facilitó el éxito de este proceso de especializacíón y me­ joras en vista a un mercado fue sobre todo la disponibilidad de cerea­ les que se importaban de Europa oriental. Las importaciones masivas de este producto alimenticio procedentes de Alemania oriental y Polonia, proporcionaron.a los agricultores flamencos la posibilidad de librarse de las exigencias normales de orientar la producción a solventar las necesidades cotidianas. Sin embargo* esta posibilidad no era en absoluto accesible a la mayoría del campesinado europeo que, en general, se veía obligado a depender de sus propias fuer­ zas.220 A su vez la facilidad que tenían los campesinos flamencos para acceder a los grandes centros industriales —puesto que habitaban a la sombra de las grandes ciudades— Ies proporcionó mercados rela­ tivamente fáciles y seguros, lo que hizo menos arriesgada la especialización.221 Por último, la proximidad de los agricultores flamencos a las ciudades les permitió conseguir grandes cantidades de fertilizan­ tes (humanos y animales), que constituyeron la clave de las transfor­ maciones en la agricultura, casi imposibles de realizar de no haber mediado este elemento.222 De todos modos es importante subrayar que estos pequeños agri­ cultores no producían alimentos básicos, sino que se fueron especia­ lizando en todo tipo de cultivos industríales, en productos lácteos y en horticultura.223 Pero no fueron los pequeños agricultores flamencos quienes ayudaron a la expansión de los centros industriales. Al con­ trario, ni la agricultura altamente especializada, ni la industria en

Veasants and their Markets, Prínceton, 1975, pp. 194, 198-199; y supra, pp. 190-191. 220. A. Verhulst, «L’économie rurale de la Flandre et la dépression économique du bas Moyen Age», Études rurales, X (1963), pp. 76-77; A. van der Woude, «The A. A. G. Bijdragen and the Study of Dutch Rural History», Jl. European Econ. H i s t IV (1975), p. 235; B. H. Slicher van Bath, «The Rise of Intensíve Cultivation in the Low Countries», en J. S. Bromley y E. II. Kossman, eds., Britain and the Netherlands, I, Londres, 1960, p. 149. 221. Slicher van Bath, «Rise of Intensíve Cultivation in the Low Coun­ tries», pp. 145-146. 222. «El modelo sólo funciona totalmente cerca de las ciudades... que proporcionaban los complementos necesarios de fertilización»: Le Roy Ladurie, «De la crise ultime á la vraie croissance», p. 414. 223. Mendels, «Agriculture and Peasant Industry in Eighteemh-Century Fíanders».

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progreso hubieran podido prosperar sin la importación de granos del este de Europa. A la vista de estas peculiaridades específicas, no sorprende que el modelo de agricultura flamenca se expansionara más allá de las regiones en las que se originó. ¿Debemos pensar que en las zonas vecinas del norte de Francia los campesinos eran demasiado conser­ vadores para copiar a sus hermanos flamencos? ¿Debemos imaginar que la Ilustración apareció primero entre los campesinos católicos de Flandes y no afectó para nada a los campesinos menos favorecidos que vivían en Normandía, Cambrésis o Picardía, es decir, a unas pocas millas de distancia? El mismo Le Roy Ladurie, en uno de sus escritos, evita describir el desarrollo agrícola flamenco como «aberran­ te», y señala que parece que se desarrolló de manera un tanto aislada (en un «caso cerrado»), precisamente a causa de las condiciones pecu­ liares de la región: urbanización y posibilidades de importación de granos.224 ¿No resulta claro que ésta es la excepción que confirma la regla? Para concluir con estas consideraciones cabe una calificación del potencial de la agricultura campesina preinaustrial: lo que era «la regla» para la Europa medieval y moderna no puede utilizarse como norma general que pueda funcionar bien para todas las épocas y todos los lugares, ya que las relaciones entre determinados sistemas de propiedad y determinadas vías de evolución económica, especialmen­ te del desarrollo de las fuerzas productivas, no se gobiernan por leyes metahistóricas. En especial, una vez que se manifestaron las transfor­ maciones' de un desarrollo económico capitalista en varias regiones de Europa, éstas transformaron irremediablemente las condiciones y el carácter de los procesos análogos que iban a surgir con posteriori­ dad en otros lugares. Durante un cierto tiempo y sobre todo en el transcurso del siglo xix, el significado del avance ^económico de la agricultura, fundamentada en los pequeños propietarios, sufrió varias modificaciones. Los incentivos que estimulaban producir para un mercado aumentaron y fueron desapareciendo las obligaciones de orientar la producción hacia la subsistencia, así como también se incre­ mentó el potencial tecnológico de la pequeña unidad de producción 224. Le Roy Ladurie, «Masses profondes: la paysannerie», pp. 511-514, én especial p. 514; también citado por Cooper, p. 191, supra; Le Roy Ladurie, «De la crise ultime k la vraie croissance», pp. 414416.

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familiar. La industria, al proporcionar una mayor cantidad de pro­ ductos a bajos costes, incentivó a los campesinos a abandonar la producción doméstica para solventar sus necesidades, a especializarse y a acudir al mercado para adquirir sus medios de subsistencia. Con una creciente expansión de la oferta mundial de alimentos de primera necesidad y unas mejoras en los transportes que los hacían accesibles, el riesgo de una excesiva especialización fue reduciéndose. Por últi­ mo, con el desarrollo de los fertilizantes artificiales y el aumento d.e los conocimientos biológicos a finales del siglo xix, la pequeña unidad de producción familiar consiguió importantes mejoras en determina­ dos tipos de producción, especialmente en las nuevas formas de pro­ ducción animal en combinación con cultivos forrajeros (polycultureélevage), Las mejoras técnicas se podían aplicar tanto a pequeñas como a grandes unidades de producción y exigían poco capital. Es más, el pequeño agricultor debía dedicar una mayor atención al cui­ dado del ganado estable, lo cual normalmente era difícil que las gran­ des empresas capitalistas utilizando trabajo asalariado lo realizaran.225 Este tipo de desarrollo naturalmente facilitó una transición sin inci­ dentes de la agricultura campesina a la agricultura esencialmente capi­ talista, sin necesidad de mecanismos extraeconómicos para separar los productores directos de sus medios de subsistencia, es decir, por me­ dio de la continuidad de la unidad de producción familiar.

C o n c l u s ió n :

in d u s t r ia ,

a g r ic u l t u r a

y

d e s a r r o l l o e c o n ó m ic o

Lo que permitió que la economía inglesa iniciara una vía de desa­ rrollo imposible para sus vecinos continentales fue el crecimiento de la productividad agrícola como parte de la transformación de las cla­ ses agrarias o de las relaciones de propiedad. Esta vía se distinguió por un proceso de industrialización continuado y un crecimiento eco­ nómico general a lo largo de un período en que la «crisis general» azotaba al resto de las economías europeas, hasta la época de la revo­ lución industrial. 225. C. Servolin, «L’absortion de l’agriculture dans le mode de production capitaliste», en Y. Tavemier, M. Gervais y C, Servolin, eds,, L'univers politique des paysans, París, 1972, pp. 4 4 4 5 y passirn-, M. Gervais y C. Servolin, «Réflexions sur l ’évolution de l ’agriculture dans les pays développés», Cahiers dé VInstituí économique appliquéy ser. Ag. 3, n.° 143 (1963), pp. 102-106.

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Pues bien, es muy probable que el desarrollo espectacular de la producción textil inglesa dedicada a la exportación a partir de finales del siglo xv — que se complementó más tarde con un crecimiento de la población— fuera lo que puso en marcha el proceso general del desarrollo económico inglés en la Edad Moderna. Puede incluso que proporcionara el estímulo inicial de la demanda que originó un sistema de producción agrícola paralelo, pero es arriesgado atribuir a la industria de exportación de tejidos ingleses —igual que a los tejidos del continente-— una continuidad con y una semejanza a las grandes industrias medievales de tejidos en Ffandes y en el norte de Italia, ya que respondía a la misma dinámica feudal, y se veía sujeta a las mismas limitaciones de base feudal por lo que no pudo propor­ cionar el fundamento para un crecimiento continuado de la econo­ mía. Esta industria creció gracias a la capacidad de encauzar un am­ plio sector de la demanda en ascenso de productos de lujo, que tenía sus raíces en el aumento de los ingresos de las clases media y alta; y en última instancia se basó en el crecimiento de la economía europea iniciado ya desde finales del siglo xv. Pero como sus predecesores del período medieval, el crecimiento de la industria textil inglesa para la exportación estaba fuertemente condicionado por los límites del mercado europeo, el cual se vio restringido por la incapacidad del sistema para transformar la producción agrícola. Por tanto, la indus­ tria textil de exportación inglesa, igual que todas las del continente, empezó a flaquear cuando la población y la producción del continente alcanzaron sus límites máximos, iniciando un descenso que desem­ bocó en una crisis a finales del siglo xvi y durante el siglo x v i i . La intensificación de la competencia que experimentaron, no tan sólo la industria de exportación textil inglesa, sino todas las grandes indus­ trias textiles de exportación del continente, fue un indicador de que el mercado había alcanzado su punto de saturación; más allá de este nivel se tuvo que fijar un sistema de redistribución de la participación en el mercado entre las industrias textiles de exportación de los diversos países, pero la industria como un todo no pudo experimentar un crecimiento importante.226 De ahí que en adelante, tarde o tem­ 226. Coleman, Economy of England, 1450-1750, pp. 48-55, 61-65; F. J. Fisher, «London's Export Trade in the Early Seventeenth Century», Econ. Hist. Rev., 2 .° serle, III (1950-1951); B. Supple, Commercial Crisis and Change in England, 1600-1642, Cambridge, 1959; D. Sella, «The Rise and Fall of the

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prano, las regiones del continente se fueran hundiendo en la crisis conjunta de la agricultura y la industria que tuvo lugar en el si­ glo XVII. Lo que en realidad desmarca la economía inglesa del resto de las economías continentales en el siglo xvn consiste no tan sólo en su capacidad para mantener un incremento demográfico más allá de los antiguos límites malthusianos, sino también en su capacidad de aguan­ tar un crecimiento industrial y un crecimiento económico general, frente a la crisis y el estancamiento de las tradícionalmente predo­ minantes industrias textiles de exportación. Aunque tal vez la expan­ sión continuada de la industria inglesa se viera activada en un prin­ cipio por la exportación de tejidos, de hecho se fundamentó en un mercado nacional en expansión, el cual a su vez hundía sus raíces en la continuada transformación de la producción agrícola, Al contrarío, las limitaciones del mercado nacional — debilitado por un descenso de la productividad agrícola— fue lo que fundamentó la profunda caída de la producción manufacturera de Francia, Alemania occiden­ tal y Europa del este. El hecho de que el desarrollo industrial de Europa continental continuara condicionado por sus bases agrarias feudales a lo largo de la Edad Moderna se confirma en última instancia por el lento ritmo de desarrollo, incluso en sus regiones más avanzadas: las Provincias Unidas. A comienzos del siglo xvn, la marina mercante holandesa dominaba el sector de los transportes comerciales europeos y tuvo posibilidades de constituirse en el sector más dinámico de la econo­ mía. También existía una importantísima industria textil con vistas a la exportación localizada, sobre todo, en Leiden. Además durante este período fueron apareciendo importantes industrias de papel, de elaboración de cerveza, de blanqueo de lienzos, y de ladrillos y de ma­ terial de construcción, en parte por lo menos para la exportación. Mientras tanto se fueron rápidamente desarrollando unas actividades agrícolas que exigían una especializacíón regional y que en relación a la economía europea alcanzaron un nivel extremadamente elevado. Venetian Woollen Industry», en B. Puüan, ed., Crisis and Change in the Vene' fian Economy, 1550-1630, Londres, 1968; P. Deyon, «La concurrence interna-'' tionale des manufactures lainiéres aux XVICet XVTIe siécles», A m ales E. S. C., X X V II (1972); C. Wilson, «Cloth Production and International Competítion in the Seventeenth Century», Econ. Hist. Rev., 2 ‘ serie, X III (1960-1961).

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Sin embargo el problema se presentó porque todo este desarrollo se veía estimulado por, y dependía de, el crecimiento general de la economía europea durante los siglos xvi y x v i i . Los sectores indus­ triales y agrícolas, para poder sobrevivir, estaban fuertemente vincu­ lados a las importaciones de grano de Europa oriental. Es más, incluso la fabricación de textiles y la propia marina mercante, igual que otras industrias punteras holandesas, dependían de las exportaciones a mercados ultramarinos y, por tanto, de la producción ultramarina. Esto, en parte, también era cierto para la agricultura holandesa. En síntesis, el sistema de producción en Holarída apenas constituyó un sistema económico autóctono, ya que se fue desarrollando como parte integral de toda la economía europea y, naturalmente, tuvo que com­ partir sus riesgos. Era predecible, por tanto, que al estancarse la economía europea en su conjunto, desembocando en la crisis del siglo x v i i , la economía holandesa se viera profundamente afectada; la marina mercante fue tal vez el sector más sensible a la crisis, padeciendo un estancamiento . continuado a partir de 1650. También los textiles se vieron afectados y en Leiden la producción cayó un tercio entre 1650 y 1700, Por culpa de su total integración en el sistema económico europeo, la economía holandesa no pudo defenderse por sí misma cuando llegó la crisis. Los holandeses habían construido un edificio excesivamente elevado sobre unas bases demasiado frágiles. La avanzada organiza­ ción económica regional les había permitido dominar el mercado en desarrollo de la economía europea en la «fase A». Pero cuando este mercado alcanzó su límite inevitable, la economía holandesa tuvo que retroceder. Integrada en lo que continuaba siendo un circuito de pro­ ducción esencialmente feudal, la economía holandesa se fue gradual­ mente ahogando a medida que iba reduciéndose este circuito con la aparición de la «fase B».227 227. En relación a los párrafos anteriores, véase sobre todo Van der Woude, «A. A. G. Bijdragen and the Study of Dutch Rural History», pp. 227-241. Schoffer comenta que «en cierto sentido se puede calificar como de parasitaria la prosperidad económica de la República de Holanda [ya que] ... se encontraba estrechamente vinculada a Europa... Esta prosperidad fue decayendo a partir de 1660, cuando la República también se vio involucrada en la fase B del desarrollo económico europeo», I. Schóffer, «Did Holland’s Golden Age Co­ incide with a Period of Crisis?», Acta historiae Needandica, I (1966), pp, 100-

101.

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AI contrario cíe lo que ocurrió en Holanda, la economía inglesa durante la Edad Moderna vio cómo se iba consolidando una mutua interdependencia y un desarrollo conjunto de los sectores agrícola e industrial. A la vísta de lo poco que la crisis espectacular de la expor­ tación de tejidos afectó a la economía, se puede suponer que la pro­ ducción inglesa ya había iniciado una orientación hacia el desarrollo de un mercado interior, durante el segundo cuarto del siglo x v i i . La crisis económica sólo apareció en aquellas zonas directamente com­ prometidas en la fabricación de tejidos para la exportación, manifes­ tándose por un elevado nivel de desempleo en estas regiones.228 Pero al mismo tiempo (1615-1640) se produjo un aumento de todo tipo de artículos de importación, y no sólo de bienes de lujo para las clases acomodadas, sino una extensa oferta de bienes de consumo. como frutas de España, pasas de Corinto, especias de las Indias Orientales, tabaco de América.229 Todo ello parece indicar la existencia en el país de un importante mercado de clase media e incluso de clase baja. La excelente producción de cereales en estos años, acompañada de un descenso de los precios, parece haber aminorado los efectos de la crisis textil, proporcionando los íundamentos para un crecimiento continuado.230 El constante dinamismo de la economía inglesa a mediados del siglo x v i i , atestigua la transformación que había tenido lugar. Tal como explica Thirsk, durante este período se contempla el rápido crecimiento de un conjunto de industrias que se iniciaron en el perío­ do Tudor (y que abarcaban géneros de punto, encajes, tejidos de lino, etc...) igual que una multitud de otras «industrias de consumo» (cuchillos, sombreros, herramientas...).231 Es difícil asignar un peso cuantitativo a este desarrollo; sin embargo, las tendencias macroeconómicas parecen confirmar la impresión de que existía un mercado interior de productos industriales en ascenso. El crecimiento demo­ gráfico continuó hasta finales del siglo x v i i y bien entrado el x v i i i , 228. Suppie, Commercial Crisis and Change in England, 1600-1642. 229. H. Taylor, «Trade, Neutraiity and the “Engiish Road”, 1630-1648», Econ. HisL Rev., 2 .a serie, XXV (1972); A. M. Millard, «The ímport Trade of London, 1600-1640» (Univ. of London Ph. D. thesis, 1956), apéndices. 230. J. Thirsk, Economic Policy and Projects, Oxford, 1978, p. 161. Deseo expresar mi agradecimiento a Joan Thirsk por permitirme consultar su manus­ crito antes de que fuera publicado. 231. Ibid., cap. 5 y conclusiones. 25. —

ükea. v íír

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y la población siguió pasando de la agricultura a la industria y de las áreas rurales a las áreas urbanas, ya que hubo un importante creci­ miento no tan sólo de Londres sino también de Liverpool, Manchester y Birmingham. Incluso así los precios del grano dejaron de aumentar, lo que permitió un incremento de los salarios reales, una nueva edad de oro para los trabajadores. Con una agricultura que iba proporcio­ nando ingresos cada vez mayores, y un incremento del poder adquisi­ tivo, no tan sólo de las clases medias sino también de las clases bajas, el mercado interno continuó su ascenso. La industria vivía de la agri­ cultura y a su vez estimulaba futuras mejoras agrícolas. De este modo se fue consolidando una espiral ascendente que desembocó en la mis­ ma revolución industrial.232

232. En relación al desarrollo continuado, véanse Cóleraan, Economy of England, 1450-1750, caps. 6, 7, 9, 11; A. H. John, «Agricultural Productivity and Economic Growth in England, 1700-1760», JL Econ. Hist., X XV (1965); D . E. C, Eversley, «The Home Market and Economic Growth in England, 1750-1780», en E. L. Jones y G, E. Mingay, eds., Land, Labour and Population in the Industrial Revolution, Londres, 1967.

ÍNDICE ALFABETICO Abel, Wilhelm, 144; Agrarkrisen und Agrarkonjunktur, 121, 126 absolutismo, en Francia, 134, 166, 167, 222, 269; y propiedad campesina, 258, 325, 338-344 acaparamiento de tierras, en Francia, 204, 209, 369 acceso a la tierra, derechos de, 64, 95 acumulación política, 280-286; median­ te la fiscalidad, 343 Adam of Stratton, 98 n, 25 agrandamiento o ampliación de los do­ minios (monopolio), 360; en Fran­ cia, véase acaparamiento de tierras; en Inglaterra, 66; obstáculos al, 279 Agrarian History of England and Wales (Bowden), 25 Agrarkrisen und Agrarkonjunktur (Abel), 121, 126 agricultores, grandes, 68, 100, 164, 174, 364; capitalistas, 168, 350-351; en Francia; 170-171, 180, 190, ca­ pitalistas, 223-224, 228; en Fran­ cia e Inglaterra, explotaciones de los, 368-374; en Inglaterra: capita­ listas, 62-63, 361, 364-365, 371-372; comerciales, 354; relaciones con los señores, 45, 66; véase también arrendatarios agricultores, pequeños, 45, 67-68, 111, 177, 181; como base para el desa­ rrollo económico, 225-226, 362, 364366; estado o condición de los, en el siglo xvii, 215; familia de los,

146, 172, 188, 380-381; véase tam­ bién arrendatarios' agricultura; «convertible», véase pro­ ducción agrícola; desarrollo capitalis­ ta, 350, 353-381; disminución de los ingresos, 88; industria y des­ arrollo económico, 381-386; produc­ ción, véase producción agrícola; re­ volución agrícola, 101, 174, 353, 363 agricultura mixta, 146, 367; tamaño de las propiedades en Francia com­ parado con Inglaterra, 182-186, 199, 368-374; tamaño de las propieda­ des no es indicativo de eficiencia, 171, 381; véase también propieda­ des Alemania occidental: Bauernschutzpolitik, 74, 124; comparación con Ale­ mania oriental, 58-62, 114-124; granos, producción, en el norte, de, 53 Alemania oriental: colonización, 322, 327; comparación con Alemania oc- ■ cidental, 58-62, 114-124; Gesmdeztoang y Bauernlegen, 86 Aliermont, 189, 192 / alodial, allodiarii, 146, 150 Alta Auvernía, 205 Alta Lusacia, 244-245 Alto Palatinado, 244 Andalucía, 227 Anderson, Perry, 222 Annales E .S .C ., 127, 144

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EL DEBATE BRENNER

Baxter, Richard, 216, 217 antimercantilismo, en Europa oriental, Bélgica, 130 62 Belvoir, estado de, 214 n. 137, 216 aparcería (métayage), 92, 173-174; en beneficio capitalista, 228, 315-316 Cataluña, 181; en Francia, 106, 195Beauce, 171, 205 196, 205, 208 Beauvais, 196;. industria textil, 70 apropiación feudal, tasa de, 258, 275, bienes o productos suntuarios, 14; 336 mercado para los, 153; producción Armagnac, 107 n. 22 de, 385; véase también artículos de arrendamientos, 66, 272; duración de lujo; mercancías o productos de lujo los, comparación entre Francia e Inglaterra, 196-197, 252; en Fran­ Blanc (consejero real), 250 cia, 92, 106, 210, 211; en Inglate­ Blanchard,*1lan, 182 n. 54 rra, 103-104, 110, 192-195, 206Blith, Walter, 213 208, 350, 371-372; enfitéuticos, 192 Bloch, Marc, 42, 76; Les caracteres arrendatarios: capitalistas, explotación originaux de 1‘hist oiré rurale frande los trabajadores libres asalaria­ gaíse, 144 dos, 353; competición entre colonos Bohemia, 230-253; véase también cam­ para obtener tierra, 351; eníiteutas, pesinos; señores 103, 159, 191, 346; grandes, en Bois, Guy, 14-15, 18, 131-143, 189, Francia e Inglaterra, explotaciones 190; Brenner y, 257, 258, 275, 287de los, 368-374; productores, 62-63# 292, 299-301, 316-317, 335-338; Cri­ se du féodalistne, 10, 126, 131, 145, 108, 110, 174, 346; en Bohemia, 184-190; dominio señorial, aumento 251, 252; relaciones con los seño­ del, 137, 231; relaciones de propie­ res, 66, 68, 207, 212-214, 346-352, 371-372; véase también agricultores, dad, Francia comparada con Ingla­ terra, Brenner replica a, 257, 310, grandes y pequeños artículos de lujo, producción de, 163; 344; tasa de extracción, caída de la, véase también bienes o productos 135-139 Boisguilbert, Pierre de, 221 suntuarios; mercancías de lujo Bordelais, 36, 128 Auneau, barón d’, 210 Borgoña, 34, 205, 369 Austria,. 244 Bowden, Peter, 38; Agrarian History avances, en la agricultura, 66, 102; véase también mejoras; progreso of England and Wales, 25 Bracton, Henry de, 94, 295 Avrainville, 199, 204 Brandemburgo, 37, 56 Brandys nad Labem, estado de, 251 Braudel, Fernand, 165 Bairoch, Paul, 232 Braunsberg, 119 Baja Sajonia, 116 Brenner, Robert, 21-81, 254-386; Coo­ banalités, 122, 150, 188, 198 n. 94 per en, 164-170, 177, 178, 179, 188, Barg, M, A., 83 201, 212, 222 n. 156; crítica por Battle, abadía de: señorío de Marley, Croot y Parker, 100-101, 104, 105, 47-48, 49 n. 49 Bauernlege (expropiación de las pro­ 107, 109, 111-113; crítica por Pos­ tan y Hatcher, 82-88, 89-91, 93-97, piedades campesinas), en Alemania oriental, 86 98; crítica por Wunder, 114, 120124; réplica de Le Roy Ladurie a, Bauernschttlzpolitik (protección del campesinado por el Estado), en 125-130; y Bois, 131-133, 257, 287, Alemania occidental, 74, 124 289-291

ÍNDICE ALFABÉTICO Brescia, 167 Briggs, Robín, 221 Brownlee-Rickman, estimaciones . de población para Inglaterra, 168, 376 Buquoy, conde, 236 burguesía, 196, 371; urbana, acapara­ miento y compra de tierras, 105106, 111, 187, 198 Caird, sir James, 171 Cambrésis, 224, 362 Cambridge Group for the History of Population and Social Structure, 168, 376 Cambridgeshire, 183, 360 campesinos (campesinado), 151-152; ambigüedad del término, 104; autoorganización, 284; derechos de libre tenencia, 28; economía doméstica o familiar, 129, 147-149, 226; estatus, bajo, en el siglo x iii , 32; libres, 9091, 181, 348 (véase también pro­ pietarios libres); posesión y extrac­ ción de excedente, 255, 271-276; producción de los, 13-14, 51, 142; protección del, 74, 124, 272, 296, 338-340; resistencia al control feu­ dal, 50, 63-65, 118; revueltas, véase revueltas campesinas; tenencias, ta­ maño de las, 45, 146, 354; y agri­ cultura capitalista (1450-1750), 353381; véase también movilidad cam­ pesina campesinos (campesinado), en Alema­ nia: 120-122; comunidades indepen­ dientes del este de, 115, 327-330; organización de, y conflicto de cla­ ses, este versus oeste, 114-124, 327328 campesinos (campesinado), en Bohe­ mia: arrendatarios, 252; explota­ ción de los, 240; relaciones con el mercado, 248; rendían más que las explotaciones señoriales, 243; sier­ vos, grupos y categorías, 235-236, 238; sin tierra, 233, 234, 237, 249 campesinos (campesinado), en Francia: competir en el mercado, no lo ne­

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cesitaban, 356; desposesión, siglos xvi y x v ii, 105-106, 189, 369; es­ tatus (o situación) de libertad legal, 34-36, 75, 310; fuerza (o resisten­ cia) de los, 133, 134, 138, 321, 357, 358; lucha para resistir la explota­ ción, siglo x n i, 154,. 300, 307; po­ sesión de la tierra, 79, 106, 108-109, 287, 288, 336-337; propiedad, de­ rechos de, 43, 72-73, 78, 299, 336; protección por la monarquía, 338 campesinos (campesinado), en Ingla­ terra: de tipo medio, 160, 354; eco­ nomía, 159; posesión de la tierra, separados de la, 355; seguridad de la tenencia, 65, 139, 344-347; te­ nencias sujetas a todo tipo de de­ rechos, siglo xnr, 292, 294-299, 305; véase también yeomanvy canon enfitéutico {cens) fijo, 288 Canterbury, arzobispo de, estados, 193 Cantillon, Richard, 173 capital, 18, 163, 176, 225; fijo, anti­ cipo por los señores franceses, 173, 195; inversión de, 66, 366, 37-1372; tierra como, 227-228 capitalismo: agrario, véase abajo; agrí­ cola y mercantilismo, 42-44; como un subproducto de feudalismo, 136139; europeo, raíces agrarias del, 254-386; evolución en la agricultura; 130, 173-174, 176-177, 227; indus­ trial, 176, 225 capitalismo agrario: en busca del, 164229; en Cataluña, 36, 66 n. 81, 69 n. 88, 167, 181; en Inglaterra, 17, 62-81, 100-113, 351-353 cara d ir es origmaux de Vbistoiré rurale jran^aise, Les (Bloch), 144 Carey, H . C., 88 cargas, nuevas, 308; véase también exacciones; tasas cargos u oficios públicos, cesión de, 283, 342; impuesto sobre los (pau­ le t te), 342 castellanos (señores banales), 305 Cataluña, 128, 130; capitalismo agra­ rio, 36, 66 n, 81, 69 n. 88, 167,

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181; guerras campesinas (1486), 51; revuelta de los remensas, a finales del siglo x iv, 56. Catastro dominical (1757), en Bohe­ mia, 244 Catastro Teresiano, 236 catolicismo, romano, 166, 202 cens, censiers, 224, 288, 336, 348; fijo, 288; la monarquía confirma la consolidación de la integridad del cens, siglo xv, 75, 338 censo enfitéutico, véase enfiteusis censualista, 348-349 cercados, construcción de, sistema de,

102 cercamientos, 66, 77, 175, 212, 372; sistema de construcción de cercados,

102 cereales, véase grano cervecerías, en Bohemia, 243-244 cesión: de cargos u oficios públicos, 283, 342; de tierras, 283 ciclo agrario, gran, 31, 259, 265-267; movimiento de doble fase, o en dos fases (Le Roy Ladurie), 26, 34, 88, 127 ciudades, desarrollo de las, 54-57, 162163, 219-220, 286 clases, véase conflicto (o lucha); es­ tructura; relaciones coacción extraeconómica, 14, 158, 369; véase también coerción no econó­ mica; excedente, extracción de cociente {o proporción) tierra/trabajo, 16, 158, 260, 265 coerción no económica, 158, 253, 278; véase también coacción extraeconó­ mica; excedente, extracción de Colé, \V. A., 168 colonización: a la acumulación polí­ tica, 280-286; en Alemania oriental, 116, 322, 328, 330 colonos, véase arrendatarios; enfiteu­ sis (enfiteutas) Colquhoun, Patríck, 172 comercio: de lujo internacional, 153; desarrollo (o expansión) del, 278, 285-286, 324; en Inglaterra: expor­

taciones textiles, 70, 350, 382-384; importaciones, aumento de las, 385; marítimo holandés, expansión del, 383-384; normando, 187; y servi­ dumbre, 39-42, 52-54, 244-245 comunidades campesinas o rurales, 148, 152; en Alemania, 59 n. 69, 115118, 327-330; en Francia, 154455, 201, 204-205; en Inglaterra, 162,201 comunitarios, derechos, 57 concentración (rassemblement), 43; en Francia* 80 n. 111, 108, 170; en los dominios, 47, 62-63, 66, 77; , obstáculos a la, 279 conflicto (o lucha) de clases, 14, 17, 135, 325; y desarrollo económico, 24, 44-81; y modelos históricamente específicos de desarrollo, 52, 256, 257; y organización campesina en Alemania oriental y occidental, 114124; véase también revueltas cam­ pesinas conmutación: en Alemania, siglo x m , 122; en Bohemia, siglo x v m , 237, 247-248; en Inglaterra, siglo xn, 40, 233 n. 10, 279 consolidación, véase concentración ( rassemblement) construcción (edificios), 14, 153, 191 n, 78, 207; inversiones en Francia, 180, 208-209 contractuales, relaciones: en el traba­ jo, 28 n. 12, 177, 253; en la pro­ piedad, 28-29 Contrarreforma, 215 contratos enfitéuticos, 192; véase tam­ bién arrendamientos Cooper, J, P., 10-11, 164-229, 252; réplica de Brenner a, 361-362, 368, 371-374, 376, 378 copyholder ingle's, 346-349; véase también enfiteusis, enfiteutas Cornualles, 156 n. 18 Corts (en Cataluña), 50-51 créditos rurales, 218; véase también préstamos al agricultor Crise du féodalisme (Bois), 10, 126, 131, 145, 184-190

ÍNDICE ALFABÉTICO Croot, Patricia, 10, 100-1X3, 349; ré­ plica a Brenner, 257, 338, 346, 354356, 362, 368 cuotas de acceso a la tierra o pose­ sión campesina, 95 curias, presidiaux, 340

Champagne, 170 Chartres, J. A., 219 Chayanov, A. V., 129, 200 n. 98 Chippenham, Cambridgeshire, 183, 185 n. 59, 360

Deane, Phyllis, 168 «Debate de la Transición», 9 Decreto de Abolición de Servicios La­ borales Remunerados (1849), en Bo­ hemia, 243 Decreto de Abolición de la Servidum­ bre (1781), en Bohemia, 253 Decreto de Prestaciones de Trabajo Feudal (Robot-patent), en Bohemia: (1680), 235, 240, 240-241; (1738), 237; (1775), 237, 238-240, 241, 247, 253 Delamer, lord Henry, 214 demografía, 141-142, 164-165; distri­ bución de la renta y crecimiento económico, 27-31, 293-294; factores biológicos, 127; y desarrollo (11501300), 287-312, 315-316; y fluctua­ ciones económicas, Francia compa­ rada con Inglaterra, 11-12, 25-26; véase también población demográfico, modelo, véase «modelo demográfico» «Derecho Germánico», 322 derechos comunitarios, 57 desarrollo económico: industria, agri­ cultura y, 381-386; preindustrial, 11, 21-81; y conflicto de clases, 44-81 desarrollo industrial: agricultura y de­ sarrollo económico, 381-386; en Bohemia, 250, 253; en Inglaterra, 70-72, 172, 350, 381; europeo, 157, 176, 324

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desecación de tierras pantanosas, 67, 217, 365; véase también tierra de regadío determínismo demográfico, véase neomalthusianismo D e Vries, Jan, véase Vries,' Jan de diezmo, 182 n. 53, 198, 199, 202, 375 dinero: acumulado como capital, 163; papel en la economía campesina, 226, '248-249; préstamos en la so­ ciedad campesina inglesa, 219; ren­ ta monetaria, 155, 248-252 Dion, Roger, 44 n. 38 Dithmarschen, 53 n. 56 Dobb, Maurice: debate Dobb-Sweezy, 9-10, 160; proporción tierra/trabajo, 16; StucLies in the Development of Capitalism, 9, 145 documentos: de la economía campesi­ na inglesa, 159; ilusión documental de la importancia del señorío, 152 dominio señorial, véase señorío Douglas, D. C., 302 n. 68 Duby, Georges, 288, 293, 306 Dudley, lord North, 212 Durham, 192 n. 80, 206

East Anglia, 172, 349 Eastry, Henry de, del Priorato de Christ Church, 93 eclesiásticas, propiedades, 192-193, 196, 198 Eggenberg, príncipe, 236 Ely, obispo de, 94; posesiones, 156 n. 18 enajenación, 90, 273, 279 enfiteusis, enfiteutas, 64 y n. 76, 103, 104, 107-108, 110, 159, 191, 260, 274, 346, 348; exacciones arbitra­ rias, 262, 296; véase también copyholders En tre-Deux-Mers, 161 Escandinavia, 176 Escocia, 175 escuela revisionista, 374-376 especialización, para el mercado^ 285, 355, 364, 367

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EL DEBATE BRENNER

Estado (feudal), 284; como extractor de excedente, papel del, 73-75, 136, 153, 310 n. 86, 318, 319-320; en Alemania, actitud hacía el campe­ sinado, 123-124; en Inglaterra, se­ ñores independientes del, 351-353; fiscalidad, 340-344; véase también absolutismo en Francia estancamiento económico, 17, 30, 62, 170 estructura de clases, 22-24, 121, 125; agraria y desarrollo del capitalismo, 21-81, 100-113; desarrollo de la, 45, 255; diferencias entre Inglaterra y Francia, 75-78, 269; organización de clase y desarrollo feudal en la Eu­ ropa medieval, 270-323; véase tam­ bién reproducción social estructura familiar, 146 Europa: campesinado en, evolución en el oeste, 57, 176, 273-274; econo­ mía, siglo xvii , 383-385; feudalis­ mo en, 138-139; modelo demográ­ fico, siglos xii-xviii , 31-38; preindustrial, estructura agraria de cla­ ses y desarrollo económico en la, 21-81, 230; raíces agrarias del ca­ pitalismo en, 254-386; servidumbre, auge y declive de la: este frente a oeste, 37, 51, 325-335; servidum­ bre en el este, 39, 50, 51-52, 6162, 85, 244 n. 37 exacción feudal, tasa de, 18 exacciones, 18, 32, 278, 308; caída o descenso en los señores franceses, 135, 137, 275, 336; fijas, 260, 336; véase también diezmos, tallas, tasas excedente: descenso en la tasa de apropiación de, 186; retención por los campesinos, 159; transferencia del, 147, 149, 150, 153 excedente, extracción de, relación, 23, 31, 255, 270, 278 n.' 28; críticas a la, 89-93, 121-124, 126; en Inglaterra, 46-49, 320, 321; en los modelos de población, 261; estructura en Francia, 44, 309, 312; nuevo siste­ ma en Francia, 341; posesión cam­

pesina y, 271-276; producción y dis­ tribución, condicionadas por la, 266 explotaciones, grandes, véase señorío (dominio señorial) extracción de la renta agraria seño­ rial, tasa de, 135 familiar, estructura, 146 Febvre, Lucien, 167 Fehmarn, 53 n. 56 fertilizantes, 379 y n. 222; artificiales, desarrollo de los, 381 feudalismo, 144-154, 275-276, 284, 285; crisis (Bois), 137-140, (Brenner), 271-286, 312-323, (Hilton), 144-163; crisis feudal, resultado de la, y los diferentes modelos de de­ sarrollo, 324-381; funcionamiento del, 135-137, 140-142; población y relaciones de clase, 82-99; «resur­ gimiento», 166; véase también juris­ dicción feudal fiscálidad estatal, 275; acumulación política medíante la, 343; véase también impuestos fisiócratas, 130, 164, 171, 182 Flandes: ciudades, 285, 379; indus­ trias de tejidos, 382; productividad agraria en pequeñas unidades, 68 n. 84, 167, 178 n. 39, 191, 225, 227, 378-380; revueltas (1323-1328), 56 Forster, Robert, 179, 180 Fourquin, Guy, 197, 288, 311 n. 88 fragmentación o parcelación (morcellement), 45, 356; en Francia, 63, 91, 269, 357, 359 Francia: capitalismo agrario, estanca­ miento del, 72-81, 129, 137-138; economía, en el siglo x m , 262-263, 287-292; economía en el siglo xv, evolución rural, 161; estatus del campesinado, 33-37; estructura de clases agraria y desarrollo del capi­ talismo, comparados con Inglaterra, 100-113, 137, 164-229, 299-312; ex­ plotaciones de los grandes arrenda­ tarios, comparadas con Inglaterra, 368-374; feudalismo en el norte de,

ÍNDICE ALFABÉTICO

• en el siglo -xrn, 137; ingreso na­ cional, redistribución, 343, 374; po­ sesión campesina, comparada con la tenencia capitalista en Inglaterra, 362-368; producción agraria a largo plazo, 374-381; propiedad capitalis­ ta sobre la tierra, relaciones de, 335344; véase también absolutismo; campesinos; señores Frank, André Gunder, 9 Fronda, la, 203, 209, 344, 369 Frydlant, estado de, 234, 242, 246, 247 fuerzas: del mercado, véase mercado; productivas '(o de producción), 15, 16, 23, 121; «sociales de produc­ ción», 23 Fuíler, Thomas, 174 n. 29, 212, 213, 224

Gainer (consejero real), 250 Gallas, conde, 236 ganado, 217, 225; arrendamiento de (batí a cheptel), 195, 200-201; en Bohemia, 245; en Francia, produc­ ción de, 362, 381; véase también producción agrícola, animal Genét, J. P., 355 n. 168 Geremelc, Bronislaw, 323 n. 109 Gesideztoang (reclutamiento coercitivo de trabajadores), en Alemania orien­ tal, 86 Goubert, Pierre, 70, 165 gran ciclo agrario, véase ciclo agrario grandes agricultores, véase agriculto­ res, grandes grano (cereales): consumo por los cam­ pesinos, 155; economías de escala, 365-368; expansión del mercado in­ ternacional de, 86, 324, 333, 384; exportación: Alemania oriental, 122, 263 n. 9, 332, 379; Bohemia, 243244; Inglaterra, 375, 385; precios, 102, 158, 160, 385, 386; produc­ ción de, 53, 68, 102, 107 n. 23, 169; uso y exportación en Bohe­ mia, 243-245

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Graus, Frantisek, 231 Gray, C. M., 348 gremios, 55, 163 Guadalupe, sentencia de (1486), 51 guerra, 284, 323 n. 109 (véase tambien militar, organización); civil en Francia, 202, 221; civil, en Ingla­ terra, 209, 304, 345; del período de la reina Ana, 221; efectos so­ bre la economía, 159, 161, 162, 231-232, 318, 319; efectos sobre las propiedades campesinas, en Fran­ cia, 78, 79, 112, 167, 182, 343-344; renta de los señores para sufragar la, 154, 157 guerras: de las Dos Rosas, 139; de los Cíen Años, 138, 318, 321; de los Treinta Años, 231, 233, 344 Gutsberrscbaft (prestaciones personales de trabajo obligatorio), 123

Habakkuk, H. J., «The Economic History of Modern Britain», 24, 25, 126 Hallam, H. E„ 314 hambre, 26, 158 Hamburgo, 245 Handfeste (carta puebla de la comu­ nidad), 116, 328 n. 116 Harley, Robert, 213 n. 134 Hartlib, Samuel, 213 Harvey, B. H., 320 n. 105 Harrington, James, 175 ' Hatcher, John, 10, 82-99, 182, 257} refutación de Brenner, 259-264, 276280, 313-316; y Patch, 86, 231: véase también Postan, M, M. Henry de Eastry, del Priorato de Christ Church, 93 herencia, 32, 64 n. 76, 84, 150, 348, 349 Hilton, R. H., 9-19, 144-163, 164 n. 57, 294 n. 53, 300 n. 65, 304 n. 71 Hispanoamérica, 227 Hobenzollernlegende (mito prusiano), 114 Holanda, 130; agricultura, siglos xvi-

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EL DÉBATE BRENNER

xvii, 377; economía, 384; industria, 71, 383 Holderness, B, A., 180 n. 44, 218 «hombres libres de mejor suerte», 65 n. 80 horticultura, productos de, 366, 379 Hoskins, W. G., 225 Howell, Cicely, 182-183 Hoyer, Johann Paul von, 252 hugonotes, 202 Hundred Rolls de 1279, 90 n. 10 Hungría, 86, 231 Hurepoix, 199

Ile-de-France, 109, 170, 218, 224, 288 Ilustración, 167, 380 impuestos (fiscalidad estatal): después de la guerra, 78, 81, 318; directos e indirectos, 153, 157; en Alemania occidental, en las tenencias campe­ sinas, 74; en Francia, 73, 76 n. 101, 137-138; en Inglaterra: comparados con Francia, 202, 220-223, 320 n. 104; relativa inmunidad frente a los, 112, 209-210, 352; ruina de los campesinos, 187, 338, 359; sobre los señores, 309; territoriales, 223; véase también fiscalidad estatal industria de base urbana, 285, 385 industria textil, 162, 163, 275; en Bohemia, 249; en la Francia rural, 70, 187, 217; en Inglaterra, de ■ exportación, 70, 350, 382-383, 385 inflación, 308; en Francia, siglos x m y xvi, 289, 337, 343 Inglaterra: arcaísmos en el feudalis­ mo, 137; capitalismo agrario, auge comparado con Francia, 62-81, 129, 164-229; centralización feudal, 301305; economía, consolidación en el siglo x v ii, 385-386; economía en el siglo x m , 292-299; estatus del campesinado, comparado con Fran­ cia, 33-38; estructura de clases agra­ ria y desarrollo económico, compa­ rados con Francia, 100-113, 137,

299-312, 362-368; explotaciones de los grandes arrendatarios, compara­ das con Francia, 368-374; produc­ ción agraria a largo plazo, 374-376, 377-381; propiedad de la tierra, re­ laciones captialistas de, 344-353; tenencia capitalista,' comparada con la posesión campesina en Francia, 362-368; véase también campesinos; señores ingresos, distribución, 14, 259-264, 274, 281; véase también, renta, dis­ tribución instituciones campesinas: en Alemania occidental, 57-60; en Alemania oriental, 116-117, 124; en Inglate­ rra, 105; véase también Handfeste inversión: del capital urbano, 201; en Inglaterra, 178, 179, 215, 217, 364; en la agricultura, 66-67, 88-89; en la productividad, 225, 358, 371-372; señorial, insuficiencia de la, 93, 98, 157, 276-279 Italia, 71, 165, 227; norte de, 130, 285, 382

Jacquart, Jean, análisis sobre: Hure­ poix, 199; la «estratificación» de labradores, 373; la falta de progre­ so técnico, 201 n. 101, 363; estu­ dios sobre París (región), 130, 170, 181, 359; relaciones de (1580-1664), 218, 224 Japón, 130 Jindrlchüv Hradec (Neuhaus), estado de, 234, 242, 246, 247 Jones, E. L., 67 n. 83, 69-70, 376 n. 211 Jones, rev. Richard, 175 jueces de paz, 162 Junkers, 86, 97, 124 jurisdicción, feudal, 150-151, 272, 2 74/ 283, 298; en Bohemia, 232, 235; en Europa occidental, 329; en In­ glaterra, 94

ÍNDICE ALFABÉTICO

Kaplan, T., 227 n. 167 Kent, documento de 1276, 90 Kerridge, Eric, 348, 364, 365 Kett, rebelión o sublevación de (1549), 65, 202 King, Gregory, 180, 181 n. 48, 213 n. 134, 216, 217 Kingston, duque de, 214-215 Kinsky, Josef, conde, 250 Klíma, Arnost, 11, 230-253 Koch (consejero real), 250 Kónigsberg, 56 Kosminsky, E. A., 13, 83 Kula, Witold, 13, 141, 231; produc­ ción campesina, 18, 232, 248

Labe (Eíba), valle del, 248 laboureurs, 198, 199 Lacy, conde de, 93 Ladurie, Emmanuel Le Roy, véase Le Roy Ladurie lana, exportaciones de, 350 Lancashire, 172 Languedoc, 166, 184, 196, 198 Laon, obispo de, 149 Laonnaís, 34 laudemio, lauáemmm, 251, 288 Lauragaís, 106 Laurence, Edward, 213 n. 134 Lavelaye, E. de, 225 n. 163 Lavoisier, Antoine Laurent, 179, 180 n. 45 leche (y sus derivados), producción, 68, 364, 366, 379 Leicestershire, 183, 194, 200, 361 Leíden, 383, 384 Leopoldo I, emperador, 241 Le Roy Ladurie, Emmanuel, 10, 125130, 257; acusa a Brenner de con­ fusión política/económica, 126; eco­ sistema, 126, 132, 165-167, 268; fla­ mencos y holandeses, 191, 377, 378, 380; Les paysans de Languedoc, 12, 25, 43, 125; «L’histoire immobile», 12; modelo demográfico, 33-34, 37, 39, 45, 257, 267, 268-271; pequeño campesinado, 362, 377; progreso

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agrícola francés, 375 n. 209; répli­ c a ’a Brenner, 125-130; réplica de Brenner, 270-274; révoluiion fonciére, 198, 209; «rigidez» económi­ ca, 30, 217 ley forestal, 147 libre tenencia, 28, 348; véase tam­ bién campesinos libres; propieta­ rios libres V Lincolnshire, 91, 183 y n, 56, 200. Lindsey, 218 Litomysl, estado de, 234, 248 Lodigiano, 167 Lokator (contratista), 58, 116 Lombardía, 191 Londres, 220, 386 lucha de clases, véase conflicto de cla­ ses lujo, véase artículos de; bienes o pro­ ductos suntuarios; mercancías o productos de Lusacia, Alta, 244-245 Lyonnais, 190, 229 Malowist, Marian, 83, 86, 231 maltusianismo, 12-13, 26, 87-88; fra­ caso del reajuste malthusiano, 267269; véase también neomalthusianismo mano de obra asalariada, véase traba­ jadores asalariados manumisión, cartas de, en las aldeas de Francia, siglo x m , 87 marina mercante holandesa, 383 Marley, señorío de; abadía de Battle, 47-48, 49 n. 49 Marshall, Alfred, 88 marxismo, 14-19; de Brenner; 13, 16, 140; revolución agrícola, 174-177 materialismo histórico, 14-15, 135, 143 Mathias, Peter, 220 matrimonio, edad al casarse, 273, 358 mauvais gré (mala voluntad), 223, 224 mecanismos extraeconómicos,- 255, 270; véase también coacción extraeconómica; coerción no económica Mecklemburgo, 121 n. 17 Meissen, 244

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lidad de los señores, 302-304; legis­ mejoras, en la agricultura, 47, 79, 98, lación, 304-305 381; intento de compensar a los monopolio, 360; véase también agranarrendatarios por realizar, 213; véa­ damiento o ampliación de los domi­ se también avances; progreso nios MSlník, estado de, 243 morceüement, véase fragmentación o Mendras, Henri, 226, 227 parcelación mentalités, Í67, 168, 215 mercado: en Bohemia, productores di­ Morineau, Michel, 221 rectos independientes, necesidad de motion biséculaire, 26; véase también responder a los incentivos, 277-278, ciclo agrario, gran relación del campesino Con el, 248; Mousnier, Roland, 167 movilidad del campesino, 32, 41; en Francia, 107; en Inglaterra, 112, 293 n. 50, 383-386, comparado con oportunidades para la, 272, 321; Francia, 220, 226; fuerzas del, 92, restricciones o limitaciones de la, 95, 177, 358; impacto sobre los di­ 46, 49, 50, 150, 233 ferentes sistemas de propiedad so­ cial, 358; saturación de tejidos eu­ Náchod, estado de, 241 ropeos, 382; véase también «mode­ Natangen, 120 lo mercantil» neomalthusianismo, 10, 11, 125-127; mercancías o productos de lujo, 270, contra la ortodoxia neomalthusiana, 285, 382; véase también artículos 131-143; limitaciones, 259 de lujo; bienes o productos sun­ neomcardiano, modelo, 126; limitacio­ tuarios nes, 259 métayage, véase aparcería Neuburg, 185 n. 59, 190 n. 73, 192 Michael of Amsbury de Glastonbury, Neveux, Hugues, 182 n. 54, 315 n. 95 93 N ew Left Review, 9-10, 13 militar, organización, 14, 29 n. 12, Newdigate, sir Richard, 214, 228 112, 153, 283, 284; véase también Nivemaís, 339 guerra Norfolk, 102, 172 n. 22, 179-180 n. 44, Mili, John Stuart, 88 219 Miller, Edward, 295 n. 56, 297 n. 59 normanda, conquista, 302 Mingay, G, E., 171 Normandía: Alta, 170; aristocracia, «mini-absolutismo» de los príncipes 302 n. 68; Bois, 126-127, 133, 190; de Alemania occidental, 74 arrendamientos en, 196; desarrollo, mito prusiano (Hobenzollernlegende), 187-188; este de, 184-185; Jacquart, 114 190 n. 73; población, elevada en, «modelo demográfico», 24-38, 65-66 314, 362; renta estatal, disminución n. 2; crítica del, 85; y relaciones de de la, 156, 288; servidumbre, desa­ clase, 258-269 parición de la, 34, 91 «modelo mercantil», 38-44, 177 North, D. C., 28 n, 12, 177 modo de producción, 15, 18, 141-142, North, sir Dudley, 212 146, 149 Northumberland, .206 monarquía, en Francia: absolutista, Nuremberg, 244 222, 309-312; cens, confirmación del, 75, 338; explotación de campe­ sinos, 73, 111 O ’Brien, P. K., 168, 220 monarquía, en Inglaterra: dependen­ oficios o cargos públicos, cesión de, cia de la clase señorial, 76; fide­ 283, 342 '

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techo demográfico (límites a su cre­ cimiento), 266-267, 313-315, 324; y relaciones dé clase en la sociedad feudal, 82-99 Podborany, 249 Poitou, Gátine de, 190 Polonia: campesinos, relación con el mercado, 248; señores, 327, 333, Pach, Z. P., 86, 231 334-335; servidumbre en, 37, 232 Países Bajos, 245 Pomerania, 37, 56 , Palatinado, Alto, 244 posesión campesina, cuotas de acceso parcelaciones, véase fragmentación a la, 95; y extracción de exce­ {morceílement) dente por medios extraeconómicos, París (y su región): acumulación de 271-276 la propiedad (siglo xvi), 358-360, Postan, M. M., 10, 13, 82-99; «base económica» de la sociedad medieval, 369; capitalismo, emergencia del, 27, 126; el mercado lleva a una 130; dominios señoriales, propor­ mayor servidumbre,' 39, 40, 244 ción de, 190, 196, 288, 359; mer­ cado, 39, 358; reconstrucción des­ n. 37, 257, 325-326; estancamiento de la tecnología e insuficiente in­ pués de la guerra, 203; renta esta­ versión señorial, 93, 276-280; es­ tal, disminución de la, 156; resis­ tatus de los colonos villanos, 292tencia a la laille (talla),- siglo x m , 298, 314; «Medieval Agrarian So36, 74-75, 307; servidumbre, desa­ ciety in its Prime: England», 25; parición de la, 35, 91, 128 Parker, David, 10, 100-113, 349; ré­ «modelo demográfico», 31-33, 35, 39, plica de Brenner, 257, 338, 346, 35444, 257; poder de los señores, 261 n. 3, 281-282, 333; ponencia sobre 356, 362, 368 historia económica mundial (X Con­ parlamento, en Inglaterra, 352; parlementaireSy 106, 342 greso Internacional de Ciencias His­ parroquiales, registros, 168, 376 tóricas, París, 1950), 11; refutación de Brenner, 259-264; 276-280, 313Patten, John, 219 316; rentas feudales, 49 n. 50; paulette (impuesto sobre el cargo), 342 paysans de hanguedoc, te s (Le Roy «Some Economíc Evidence of •DeLadurie), 12, 25, 43, 125 clining Population in the Later Middle Ages», 12; y Pach, 86, 231 pequeños agriculotres, véase agricul­ tores, pequeños Postel-Vinay, Gilíes, 130, 212,217, 223 Perroy, Édouard, «Les crises du xive presidian}c, curias, 340 Prestaciones de Trabajo Feudal, de­ siécle», 144 peste: bubónica, 97 n. 24, 157-158, cretos de 1680, 1738 y 1775, véase 315, 316 n. 97, 317, 318, 319; ne­ Decreto de Prestaciones gra, 42, 50 prestaciones laborales, 235-243; aboli­ ción en Bohemia, 250; explotación Picardía, 34, 130, 170; arrendamien­ tos, 196; rentas, 204, 288 en Bohemia, 247 (véase también Pirenne, Henri, 177 servicios laborales); intensificación plagas, 127; véase también peste en Inglaterra, siglo x m (véase tam­ población: aumento en el sector no bién trabajo servil), 35, 128 productivo, 156; relación poblaciónPrestaciones personales de trabajo obli­ recursos, 142; tecnología y, 147; gatorias (Gutsherrschafts), 123 Ohre (Eger), valle del, 248 Orden Teutónica, 60, 119, 323, 330, 331 ortodoxia neomalthusiana, contra la, 131-143 . ' Oxfordshire, 101

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préstamos al agricultor, 108; véase también créditos rurales «proceso de trabajo», 23; véase tam­ bién producción, fuerzas de producción, 13-15; agraria, resultados a largo plazo, comparación entre In­ glaterra y Francia, 374-376; agríco­ la, véase abajo; capitalista, 373; competitiva, 356; (de mercancías) a pequeña escala, 163; fuerzas de (o productivas), 15, 16, 23, 121; modo de, 15, 18, 141-142, 146, 149; para la subsistencia, 280, 314, 363; rela­ ciones de, 15, 16, 136 producción agrícola: 363-366, 371-373; animal, 160, 363, 366 (véase tam­ bién ganado); «convertible» {capita­ lizada y autosostenida), 47, 67, 101, 365, 372; índice de la, 169; para la ganadería, 102, 364-365, 372; ra­ cionalizada, 365 productividad: agrícola inglesa, compa­ rada con la francesa, 168-190; del trabajo, 142, 147, 286; de los cam­ pesinos, 46-48, 51, 154, 188, 324; de los campesinos franceses, 78, 81; inversión en la, 225; mejoras en la producción agrícola inglesa, 160161, 381, 383; señores, campesinos y descenso de la, 276-280, 312, 317; y relaciones de propiedad, 361-381 productos: de lujo o suntuarios, véase artículos de lujo; bienes suntuarios; mercancías de lujo; hortofrutícolas, 366, 379; lácteos, véase leche (y sus derivados) progreso (mejoras) agrícola, efectos en el desarrollo económico inglés, 6870, 71-72, 98; retraso en Francia, 80; véase también avances; mejoras proletariado, 166-167, 225 propiedad: de la tierra, formas y evo­ lución, 354-361; modelos de con­ trol, 275-276; distribución de la, 28-29, 291; privada, 342, 352; re­ laciones de, y productividad, 361381 propiedades, tamaño de las, en Fran­

cia, comparado con Inglaterra, 182-, 186, 199, 368-374 propiedades eclesiásticas, 192-193, 196, 198 propietarios libres, 65 n. 80; 107, 146; véase también campesinos li­ bres; libre tenencia proporción (o cociente) tierra/trabajo, 16, 158, 260, 265 protección del campesinado, 74, 124, 272, 296, 338-340 protestantismo, 166, 202, 215 Provincias Unidas, 383 provincias valonas, 224 Prusia: comunidades campesinas, 330331; mito prusiano (Hobenzollemlegende)> 114; ordenanzas guberna­ mentales contra el campesinado, 326; oriental, 37, 330; revueltas campesinas (1525), 56, 59, 60, 118 120, 330-332

Quesnay, Frangois, 168, 173

Raab, Francis Antón, 250-252 Raftis, J. A., 41-42 rapports de droits, 154 rassemblement, véase concentración Raveau, Paul, 42 Real Ordenanza Territorial (Vemeuerte Landesordnung) de 1627, en Bo­ hemia, 233 Reforma, 252 reforma agraria en Bohemia, 242, 252 régimen de cesión, tierra en, 64 n. 76 registros parroquiales, 168, 376 relaciones de clase, 22, 27, 133, 264; crisis en las, 158; desarrollo diver­ gente entre Francia e Inglaterra, 36, 304, 317; evoluciones diferentes en Europa oriental y occidental, 325335; nueva cristalización en Fran­ cia, 341-342; nuevas relaciones ca­ pitalistas en Inglaterra, 45, 111, 138, 350-351, 381; y equilibrios de po­ der, 254-256, 260, 295; y el «mo-

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délo demográfico», 82-99, 258-269; véase también relaciones de pro­ piedad relaciones de producción, 15, 16, 136 relaciones de propiedad, 23, 24, 254258, 260; capitalista sobre la tierra, surgimiento de, Inglaterra versus Francia, 335-353; en Alemania, 121124; en la raíz de la crisis feudal, 276; y productividad, 361-381; véa­ se también extracción de excedente, íelación de; relaciones de clase renta, 48, 64, 84, 93-96, 210-211, 212; capitalista, 42; determina el predo de la tierra, 179; en Alemania, 122; en dinero (o monetaria), 155, 248, 250-252; en especie o en grano, 197, 211; en Francia, 287-288, 370-373; en Inglaterra, nivel en los siglos xví-xvn, 159-160, 205-206; fuerza sobre la, como relación de produc­ ción, 28-29, 155; nivel de la, deter­ minantes del, 14, 63, 158-159, 260, 272; teoría de la (Ricardo), 88; ti­ pos de, 150; véase también con­ mutación renta (ingreso), distribución, 26, 254; cambios demográficos y, 27-31, 259264; del campesino al señor, 150151, 293-294; véase también ingre­ sos, distribución renta monetaria, 155, 248, 252; censitaria (Rentengrundherrsckaft), 122 Rentengrundherrschaft (renta moneta­ ria censitaria), 122 reproducción social, 254-256; campe­ sinos, 271, 277; condiciones econó­ micas para la, 270, 276; señores, 277, 282-283, 292, 334 Reuter, C., 53 n. 56 revisionista, escuela, 374-376 revolución: agrícola,. 101, 174-177, 353, 363; industrial, 381, 386 révolution fonciére, 198 revueltas campesinas: diferencias en­ tre Inglaterra y Francia, 75, 307; en Alemania occidental, 332; en Bohemia (1680), (1775), 240-242;

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. en Cataluña, 56; en Francia, .si­ glo xvi, 337; en Inglaterra (1381), 158, (década de 1530,- en el norte), 65, (1549), 175, 202; en Prusia oriental (1525), 56, 59-60, 118-120, 330-332; véase también Samland Ricardo, David, 88-89; véase también neorricardiano, modelo Richard de London, 93 Rickman y Brownlee, estimaciones de población para Inglaterra, 168, 376 Rogers, J. E. Thorold, 195 roturación (de nuevas tierras), 28.7, 294 Roudnice, estado de, 242, 246 Rutiand, duque de, 214

Sajonia, Baja, 116 Salzburgo, 244 Samland, 326, 330, 331; levantamiento o revuelta de los campesinos (1525), 56, 59-60, 118, 1Í9-120 Saulx-Tavanes, duque de, 179 n. 44 Schulz/Richter (juez), 116, 117 Science and Society, 9, 145 Searle, Eleanor, 47, 276 sentencia de Guadalupe (1486), 51 señores: 149-153; acumulación de pro­ piedades, 137; autoorganización, 283* 284, 325; banales, 305, 312; com­ petencia, 272, 283; crisis en los in­ gresos, 139, 315-324; poder extraeconómico, 14, 28, 32-33, 41, 271; reacción a las condiciones demográ­ ficas, 50-51, 54, 63, 87, 268, 317; relaciones con los arrendatarios ; o colonos, 45, 261 n. 3; y agricultura capitalista (1450-1750), 353-381 señores, en Alemania occidental, 329, 333; en Alemania oriental,- 58, 59, 115-116, - 326-329, 330, 333-334; reacción señorial, 122 señores, en Bohemia, 231-232, 235-236 señores, en Francia: barreras a la con­ centración, 77-78; competencia, 305312; quiebra de los, 210, 223; posi­ ción frente a la tenencia campesina,;

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EL DEBATE BRENNER

290, 337, 342-343; reaccessments (tenencias hereditarias a censo fijo), 339; relación con el arrendatario, 371, 373; rentas, aumentarías, en vez de invertir en la tierra, 178-179 señores, en Inglaterra: arrendatarios capitalistas, 353; autoorganización y poderes, 344-350, 351-353; compe­ tencia, 355; preponderancia sobre los campesinos durante los siglos xíi y x m , 261-262, 292-299; pro­ gresistas, 93; proporción de tierra controlada por los, 65; reacción se­ ñorial, 300-301, 319-320, 345; rela­ ción (o simbiosis) señor/arrendata­ rio, 48, 66, 68, 212-214, 346-352, 372; terratenientes absentístas du­ rante el siglo x v in , 224 señorío (dominio señorial), 152, 274; aumento, 204, 279, 347; en Bohe­ mia, 231-232, 234, 242; en Francia, 288, 368-369, 370-371; en Inglate­ rra: 48 n. 46, 292, 294, 346, 347, decadencia, siglo xv, 161, 197, do­ cumentación de las curias señoria­ les, 161; reparto o división, 250-252 servicios laborales o de trabajo (cor­ vé’e, Robot): explotación en Bohe­ mia, 232, 235-243, 246; véase tam­ bién prestaciones laborales servidumbre (siervos), 41-42, 89, 90, 150-151; auge y declive: este frente a oeste, 45, 325-335; comercio y, 39-42; como acuerdo o relación con­ tractual, 28-29 n. 12, 40 n. 32; de­ clive o caída, 33, 46-62, 261, 262, 307 n. 79; en Alemania, 123; en Bohemia, 232-242, 245, 253; en el este de Europa, intensificación o auge de la, 51-53, 129, 257, 323, 325 Shropshire, 172 Silesia, 117 sistema de construcción de cercados, 102 Slicher van Bath, B. H,, 49-50 Sloup (Bürgstein), estado de, 250 Smith, Adam, 180 n, 45, 182

Soissonnaís, 196, 211, 218, 223 Sologne, 128, 171 n.- 18, 205 Spooner, F. C., 221 Staffordshire, 172 Studies in the Development of Capitalism (Dobb), 9, 145 suelo, fertilidad del, 30; descenso de la, 26, 48, 127, 363; véase también fertilizantes Suffolk, 179-180 n. 44, 219 Sussex, 101 Sweezy, 'Paul, 9-10, 160

taille, véase talla talla [taille), conflicto entre campesi­ nos y señores, siglo x m , 35, 36, 74, 95, 155, 288, 307; en el siglo xv n , 211 n. 126; reemplazada por la talla real, 339, 340 Tamassia, 151 tasa: de apropiación feudal, caída o descenso de la, 258, 275, 336; de exacción feudal, 18; de extracción de la renta agraria señorial, caída, 135 tasas, o cargas, 64 y n. 76; arbitra­ rias, 65, 95; fijas, 104, 288 Tawney, R. H., 104 Taylor, George, 178-179 tecnología, 89, 157; barreras a la in­ novación, 46-47, 276-277; estanca­ miento de la, 30-31, 93, 276, 363; y desarrollo económico, 16, 30-31; y población, 147; véase también me­ joras en la agricultura techo demográfico (límites al creci­ miento de la población), 266-267, 313-315, 324 tenencia a censo (cens), 336-347 (véa­ se también cens); a censo enfitéutico, 104, 108, 348; capitalistas en Inglaterra versus posesión campe­ sina en Francia, 362-368 (véase tam­ bién arrendatarios); división excesiva (;morceílement), 273, 280, 357 {véa­ se también fragmentación o parce­ lación); enfitéuticas, 292 (véase tam-

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Toulouse (región de), 106, 190 bién cens); libre, 28, 348 (véase también campesinos, libres; propie­ Toutain, J. C., 169 n. 11, 374 trabajadores asalariados, 49 n. 48, 63, tarios libres) 109, 189 n. 70, 273, 353 tenure chassée, 289 trabajo: división del, 285, 367; cos­ Teplá, abad de, 250 tos relativos del, 177-178; «proce­ terratenientes, véase señores so» de, 23; productividad del, 142, territoriales, impuestos, 223 147, 286; recursos, 151; servil in­ testamentos, inventarios de los, 218 tensificación er^ Inglaterra, siglo textil, industria, véase industria x in , 278-279,' 292-293 (véase tam­ Thirsk, Joan, 216, 225, 364, 385 bién prestaciones laborales) Thomas, R, P., 28 n. 12, 177 Transición del feudalismo al capitalis­ Thompson, F. M. L., 181 r¡. 48, 228 mo, La: Transition from Veudalism Thorner, Daniel, 129, 200 n. 98 to Capitalism, The, debate en Scien­ tierra, acceso a la, cuotas o derechos ce and Society, 9, 145 de, 64, 95; acumulación, véase aba­ transporte, 381, 383-384; marítimo, jo ; baldía después de la guerra, 231, 219-220, 384; terrestre, industria 234; cesión de, 283; de regadío uti­ del, 219 lización y puesta en valor de la, 101 (véase también desecación de Trappes, 360 traspaso libre de la tierra, 150 tierras pantanosas); de los enfiteu­ Trautmannsdorff, estado de, 234, 236 tas pasó al control por mecanismos contractuales, 64; en régimen de Turgot, A. R. J., 173, 225 Turingia, 116 cesión, 64 n. 76; escasez de, 92, 261 n. 3, 273, 281; identificación con el capital, 227-228; pantanosa, de­ secación de, 67, 101, 217, 365; pro­ urbano, sector: crecimiento industrial, 285-286, 385-386; élites, 55, 153, piedad de la, véase abajo; proyec­ 184, 198, 200, 218, 219; servicios, tos, 101; restricciones sobre su mo­ 153; véase también ciudades, desa­ vilidad, 49; traspaso . libre de la, rrollo de las 150; uso marginal de la, 148, 186187, 281; valor creciente de la, 108 tierra, acumulación de, 97-99, 137, 281, 290; en Francia, 358-359; en Van Bath, B. H. Slicher, véase Slicher Inglaterra, 372; véase también con­ van Bath, B. H. Vauban, Sébastien le Preste de, 221 centración; cercamientos Venard, Marc, 130, 170 tierra, propiedad de la, 27-29, 32, 43, 51, 260; distribución en Francia, Vermandois, 34 Vilar, Pierre, 130 comparada con Inglaterra, 179-181; Vries, Jan de, 228 formas y evolución de la, 354-361; modelos de control de la, 275-276; privada, producción ineficaz, 177; Wace, 151 véase también enfiteusis; señores, Waldhufern (asentamientos «en cin­ señorío ta»), 115, 117, 329 tierra/trabajo, proporción o cociente, Wallerstein, Immanuel, 9, 227 y n. 168 16, 158, 260, 265 Warnian, levantamiento campesino Tirol, 244 (1440), 118, 122 Titow, J. Z,, 47 n. 43, 92, 276, 314 Warwick, conde de, 161 n. 93 26. — BRENNER

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EL DEBATE BRENNER

Wafwickshire, 183 Weber, Eugen, 170 Weistümer (cuei-po de usos y costum­ bres), 58, 115, 116, 117 Wenskus, Reinhard, 119, 331 West Riditig, 172 Westminster, abadía de, 193, 297 n. 59 Wigston, 225 Wiltshire, 183, 194, 361, 364 Winchester, estados de, 156 n. 18; obispo de, 94

Worcester, obispos de, 193 Wunder, Heide, 10, 114-124, 230, 326 n. 112; Brenner y, 257, 327-333

yeomanry [yeomen), en Inglaterra, 107, 110, 112, 174-175 nn. 29 y 30, 184, 194, 225; surgimiento, 354, 364-365 Young, Arthur, 182

Zatec (Saa»), región del, 249

ÍNDICE Prefacio

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Introducción (R. H. Hilton) .

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Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial (Robert Brenner) . . . 2. Población y relaciones de clase en la sociedad feudal (M. M. Postan y John H a t c h e r ) .............................. 3. Estructura de clases agraria y el desarrollo del capita­ lismo: comparación de Francia e Inglaterra (Patricia Croot y David P ark er).................................................... 100 4. Organización campesina y conflicto de clases en la Ale­ mania oriental y occidental (Heíde Wunder) . . . 5. Una réplica al profesor Brenner (Emmanuel Le Roy L a d u r ie ) ............................................ 6. Contra la ortodoxia neomalthusiana (Guy Bois) . . 7. Una crisis en el feudalismo (R. H. Hiíton) . . 8. En busca del capitalismo agrario (J, P. Cooper) . . 9. Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Bohemia preindustrial (Arnost Klíma) . . . 10. Las raíces agrarias del capitalismo europeo (Robert .....................................................254 Brenner) . . .

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114 125 131 144 164 230