El capital de la esperanza : la experiencia de los trabajadores en la construcción de Brasilia
 9789871238125, 9871238126

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El capital de la esperanza La experiencia de los trabajadores en la construcción de Brasilia Gustavo Líns Ribeiro

Fotos de M ario F on ten elle La prim era m isa de B rasilia. P ág in a 27. C am ino al tra b a jo , P ág in a 134. Obreros d esfilan .. . , P á g in a 176. Com edor en el obrador, P ág in a 197. H abitaciones de tra b a ja d o res próxim as, Página 217. Sacolandia, P ág in a 218 T rabajador construyendo su casa, P ágina 220.

C opyright. Lins Ribeiro 2006. La traducción del te x to fué posible gracias a recursos aportados por el C N Pq - Conselho N acional de Désenvolvimento Científico e Tecnológico do Brasil,

Lins Ribeiro, G ustavo El capital de la esperanza - Ira. ed. - Buenos Aires : A ntropofagia. 2006. 256 p. ; 15x22cm ISBN 987-1238-12-6 1 . investigación. 1. T ítu lo CDD 001.432 Hecho el depósito que m arca la ley 11.723. No se perm ite la reproducción parcial o to ta l sin el consentim iento de los editores. Este libro esta hecho con L'TgX sobre G N U /Linux.

André M alraux llam ó a B rasilia «La capital de la esperanza

Dedico este libro: A 1a. m em oria de Eric Wolf, quién lo leyó en su versión original y me estimuló a com parar la construcción de Brasilia con obras como el canal de Suez y el de P anam á. A Leopoldo Bartolom é, quién me abrió las puertas de la A rgenti­ na.

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Indice general P refacio

1

Introd u cción

7

C ap itu lo 1. Los trabajadores

51

C ap ítu lo 2. El cam pam ento

107

C ap ítu lo 3. El trabajo

129

C apítulo 4. Los conflictos

185

C onclusión

239

B ibliografía

243

B ibliografía

243

Prefacio Dobles memorias El capital de. la esperanza fue originalm ente escrito hace más de mi cuar­ to de siglo a trás y se m antuvo inédito hasta ahora. Inédito, pero no por eso dejó de ser leído como disertación de m aestría, orientada por Lygia Sigaud y p resen tad a al Program a de Post-G rado en A ntropología de la U niversidad de B rasilia en 1980. De hecho, ha sido densam ente u s a d o por quien se interesa por una m irada diferente de aquella que caracteriza la m atriz discursiva sobre Brasilia. Tal interés quizás se deba a su carácter de estudio de la construcción de la C apital Federal brasilera que se aleja del p u n to de v ista de los poderosos, de los políticos, de los arquitectos, ingenieros y adm inistradores, y se basa en la experiencia cotidiana de millares de trab ajad o res inm igrantes, anónimos, que construyeron la ciu­ dad a tiem po p a ra ser inaugurada el 21 de abril de 1960. Este estudio se tra ta , en verdad, de un .cruce entre antropología e historia, una historia v ista por la óptica de las cam adas populares como actores principales. Es un tra b a jo antropológico en la m edida en que se preocupa por absorber la p erspectiva de los que estuvieron efectivamente involucrados en la ac­ ción, a pesar de que sus versiones puedan parecer inverosímiles p ara los otros. Y un estudio de historia porque reconstruye la cotidianeidad de unas decenas de m illares de personas, cuyo tra b a jo definió una realidad hoy vivida por millones. Creo que es esa com binación entre una postura antropológica y u na perspectiva histórica lo que hace que El cap ¡.tal de

la espem nza conserve su vitalidad h a sta hoy. E sa feliz com binación se expresa sobre todo en la riqueza del habla de los trab ajad o res, que lleva al lector a situarse en medio de los 60.000 inm igrantes que se dirigieron al P lan alto C entral brasilero para, entre 1956 y 1960, construir la nueva C apital Federal. M ás allá de un registro de la mem oria de los trab ajad o res, El capital de la esperanza tam bién es un índice del m om ento en que fue escrito, del contexto m ás amplio que caracterizaba la antropología y la vida académ ica brasileras, así como de mi propia inserción en ellos. Veo do­ bles m em orias en este libro, que encarna p arte del pasado de Brasilia y del mío propio. En la década de 1970, buena p a rte de los antropólogos brasileros se dedicó a estudiar las clases populares, cam pesinos, tra b a ­ jadores rurales, operarios, el sector informa!, etc. A diferencia de otros países sudam ericanos, que en esa época atravesaban d ictaduras m ilitares, en Brasil el m arxism o no fue totalm ente prohibido en las universidades. A pesar del riesgo, ser m arxista era p ara muchos una opción teórica y m etodológica, pero tam bién política, una dem ostración de oposición al régim en autoritario. Yo mismo, joven, barbudo y pelilargo estudiante de postgrado en A ntropología, en 1977, fui preso y procesado por la tristem ente fam osa Ley de Seguridad Nacional. Más allá del propio Karl M arx, A ntonio G ram sci y Louis Althusser eran fuentes de inspiración frecuentes. A ntropólogos brasileros como Lygia Sigaud, José Sérgio Leite Lopes, Eunice D urham y muchos otros, hicieron estudios mem orables con una orientación m arxista, en mayor o menor grado heterodoxa. Puede decirse que ia antropología brasilera hizo «estudios subalternos», ta n celebrados posteriorm ente por la rique­ za de los trab ajo s de científicos sociales indios, avant la letire. No se decía que era preciso «dejar hablar a los subalternos», pero era común, en los trab ajo s de antropología, encontrar la transcripción de los relatos, discursos, de los sujetos etnográficos. En verdad, se tra ta b a de atravesar la «ideología dominante* para revelar las contradicciones de clase que estru ctu rab an la realidad social, política y económica, encontrando los verdaderos sujetos de la historia. El m arxism o proveía un a certeza que, en tiem pos pos-posm odernos, ap u n ta a una cierta nostalgia al mismo tiem po que a un d istan d am ien to crítico de los m eta-relatos salvíficos del siglo XIX. M ientras tanto, y creo que este libro es un trib u to a esto.

la capacidad heurística del m arxism o produjo, y continúa produciendo, muchos proyectos de conocim iento que ciertam ente revelaron más de lo que distorsionaron. El capital de la esperanza se inserta plenam ente en esta coyuntura intelectual. El presente volumen es u n a versión modificada de ía disertación de m aestría escrita en un período en el cual obtener el título representaba una tarea mucho m ayor que en la actualidad. Es un esfuerzo por revelar las ideologías dom inantes sobre la transferencia de la capital a Brasilia, una epopeya que se p restab a, como pocas, a la construcción de ideologías nacionalistas. E n las páginas que siguen los trabajadores presentan sus versiones. A p a rtir de ellas, percibí que era posible ir más allá de un estudio sobre ideologías, noté que estaba ante un sistem a, hecho que me llevó durante u na década a estudiar una forma de producción que deno­ miné «proyectos de gran escala». Al term inar E l capital de la esperanza pensé, como se ve en la conclusión dé este libro, que en el futuro com pa­ raría la construcción de B rasilia con la de la hidroeléctrica de Tucuruí. en la Am azonia brasilera. No p o d ía im aginar que, en realidad, escribiría una tesis de doctorado sobre otro gran proyecto, Y acyretá, ía hidroeléctrica argentino-paraguaya- E sta experiencia, a mediados de los años 80, me convirtió en el único antropólogo brasilero que hizo su investigación de doctorado en la A rgentina, algo que me brindó tam bién muchos colegas y amigos con quien continúo teniendo excelentes relaciones. Tal vez deba a ello el hecho de que O Capital da Esperanga se publique prim ero en español a través de la E ditorial Antropofagia, que se consolida cada vez más como difusora de la antropología en la Argentina. Me siento feliz de que así sea, va eme h abla de un interés antropológico mayor por el trab ajo , un interés que va m ás allá de su propia validez como relato de la historia de Brasilia. Agradezco entonces a los colegas de Antropofagia, en especial a San­ tiago Alvarez. por acercar este libro al público de lengua española. D u­ rante la preparación del mismo resolví incluir fotografías de la época, algunas de ellas tom adas por M ário Fonteneile. fotógrafo de la P resi­ dencia de la R epública, a cuya verdadera visión etnográfica se debe ia existencia de muchas de las m ejores fotos de la construcción de B rasi­ lia. Las fotos form an p arte del acervo del Archivo Público del D istrito Federal en el cual tra b a ja n personas como Flávía Cohén, cuyo entu-

si asmo por la histo ria de la ciudad se percibe inm ediatam ente y facilita mucho el tra b a jo del investigador. Agradezco al Archivo Público del Dis­ trito Federal el perm iso p a ra utilizar este m aterial. El m apa del D. F. y los croquis que ilu stran el libro fueron am ablem ente preparados por Levi B a tista de C arvalho, pionero de la construcción de la ciudad, que tam bién se entusiasm ó con el libro. Por iniciativa propia, Levi B a tista de Carvalho se transform ó en investigador y consiguió croquis de otras áreas, como uno en donde se localizaba la N O V A C A P , y que están re­ producidos m ás adelante. D uran te el período en el que me dediqué a esta publicación, continué como profesor del D epartam ento de A ntropología de la U niversidad de Brasilia y como Investigador deí Consejo Nacional de D esarrollo Científico y Tecnológico (CN Pq) de Brasil. A ndré M alraux. el célebre escritor francés, en su visita a las obras de la ciudad llamó a B rasilia «La capital de la esperanza». Felices las lenguas, que por un m ero cam bio de artículo perm iten a un a u to r alterar todo el significado de u na designación. Brasilia, abril de 2006.

V ista aérea del P lan P iloto (1957/58?)

P laza de los Tres Poderes y E xplanada de los M inisterios, 1957.

E x p lanada de los M inisterios y Congreso Nacional, septiem bre de 1959.

DISTRITO FEDERAL

Introducción E n este tra b a jo estudio la construcción de Brasilia entendida como la concreción de un gran proyecto de construcción civil. La reflexión sobre la historia de esta obra llevó a ver un conjunto de especificidades que se articulaban y a p u n tab an a la existencia de una forma de producción cuya recurrencia es posible identificar en otros lugares y momentos. A p a rtir de un caso paradigm ático, busco configurar una totalidad com­ pleja dom inada básicam ente p o r la ta re a de llevar a cabo un tra b a jo de volumen excepcional. U na distinción inicial básica para diferenciar la construcción de B rasilia de o tras grandes obras realizadas en el medio urbano (como ei subterráneo, por ejem plo), es el hecho de ser un tra b ajo realizado en áreas relativam ente aisladas. Es común que un gran proyec­ to sea ejecutado obedeciendo m ás a decisiones políticas que económicas. E n el caso de Brasilia, u na de sus funciones era interiorizar una porción de la población brasileña a trav és de su m udanza a un área del territorio nacional, en vista de su integración con el resto del país. E sta pretensión produjo reflejos ideológicos. En realidad, es com ún tam bién que un gran proyecto sea visto como algo que salvará a una determ inada región. No obstante, lo que generalm ente ocurre es que ese relativo aislam iento del territorio de la construcción se constituye en una m arca fundam ental que determ ina varias otras. Un tra b a jo de este tipo es norm alm ente organi­ zado por una em presa e s ta ta l que p asa a ser representante del E stado en el área, de ta l forma que el territo rio de la construcción adquiere as­ pectos de enclave, tales las p articu larid ad es de la cotidíaneidad de los

individuos que allí residen som etidos a los intereses de las com pañías constructoras y no. en térm inos generales, a las leyes de la nación. Un gran proyecto implica una articulación de varias obras parciales cuyo resultado es el producto final operando como un todo. Como se da en áreas relativam ente aisladas, los prim eros trab a jo s son generalm ente dedicados a crear las condiciones p a ra la llegada de los millares de tra b a ­ jadores que se dirigen al lugar. Siendo m uy grande el volumen de la obra que será realizada, surge casi repentinam ente una gran oferta laboral y, claro, salarial. Acuden, así, m illares de trab ajad o res p a ra desem peñar un tra b a jo tem porario. El marco de esta tran sitoriedad es la fecha de inauguración de la obra. Los trab ajadores se som eten entonces a u na selección que prácticam ente explícita el tipo de operario que se requiere y que irá a vivir en alojam ientos colectivos de grandes campamentos: hombres jóvenes, sanos y sin familia. E ste es el ruare o que define el per­ fil de los trab ajad o res presentes en el gran proyecto, cuya necesidad de trab ajo lleva a la instauración de un ritm o de producción que se concreta a través de u n a explotación in éd ita de la fuerza de trabajo. Lo más visible en la construcción de un gran pro 3'ecto es la situación extraordinaria que en él se vive. En un territorio cuya cotidianeidad es dom inada por la actividad p roductiva llevada al extrem o están tra b a ­ jando a un ritm o intenso m illares de hom bres sin fam ilia y sin mujeres. P rácticam ente no existen opciones de ocio y los operarios se to rn an clien­ tes de una floreciente zona de prostitución. Tener que reunir u n a gran población de trab ajad o res p a ra realizar una obra estructura una situ a­ ción donde podem os ver cómo éstos son tra tad o s en una determ inada sociedad. Hay que resolver problem as fundam entales p ara el funciona­ m iento de la producción como la alim entación y las viviendas p ara los trabajadores. Es justam en te aquí que surgen las fases m ás negras de la situación de gran proyecto, a tal p u n to que los conflictos más serios que se presentan son por mejores condiciones de vida. No es la cuestión salarial el foco de tensión en el territorio de la construcción. En térm inos generales, se puede afirm ar que los tra b a ja ­ dores en un gran proyecto reciben salarios relativam ente mayores que los que recibían en sus empleos anteriores por som eterse a formas de explotación necesarias al ritm o intenso de los trabajos. Estas formas de explotación im plican el pago de una cantidad de horas adicionales al sa-

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lario individual. Es una obra donde se gana m ás, pero se tra b a ja mucho m ás tam bién. La inauguración del gran proyecto es el m om ento en que ocurre, re­ p e n tin a o gradualm ente, la desmovilización de la form a de producción anterior. Así, o tra característica central del gran proyecto es su tem po­ ralidad, M ientras dura, se produce u n a situación social que involucra a m illares de personas d urante algunos años. Tal situación no puede com­ pararse m ecánicam ente con em prendim ientos realizados en áreas que cuentan con un desarrollo económico y social m ás am plio y diferencia­ do. Hay que destacar que el sector de la construcción civil es la ram a in­ du strial m ás propicia para a p artar de un lu g ar a m illares de tr a b a ]adores y concentrarlos en un punto determ inado. E sto se debe básicam ente a dos razones relacionadas entre sí: el bajo nivel de calificación necesario en general p a ra la mayor p arte de las actividades, v el gran número de operarios que se requieren p a ra obras de gran porte. En cierto modo, podem os pensar que en la construcción de un gran proyecto como B ra­ silia se verifican, en una escala am pliada, las formas de producción del sector de ia construcción civil (tal vez llevadas al paroxism o), escala que se com bina con las especificidades del hecho de estar construyendo una obra fuertem ente m arcada por razones y decisiones políticas, una obra de la dim ensión de una nueva C apital Federal en el interior del país. P a ra arm ar el cuadro relativo a la com prensión de la construcción de B rasilia intentando percibir la perspectiva de los agentes que esta­ ban d irectam ente al servicio de la producción, elegí la experiencia de los operarios de la construcción civil en la edificación de esta ciudad. E sta opción se debió al hecho de ser los tra b a ja d o res el mayor contingente poblacional involucrado en el proceso, La elección de este camino de in­ vestigación llevó a ver que, en térm inos generales, lo que se sabía de la histo ria de Brasilia era sólo el relato oficial dom inante. Sucede que en la h isto ria oficial, que expresa con to d a evidencia su contenido ideológico, el proletariad o nunca aparece como fuerza presente o, cuando lo hace, aparece desem peñando u n papel subordinado a las iniciativas y las in­ terpelaciones de los sectores dom inantes. La historia de la construcción de la C ap ital Federal confirma la regía. Así, buscando tam bién revelar las construcciones ideológicas existentes sobre el tem a, se ha vuelto mí

intención recuperar las grandes líneas de la experiencia de los tra b a ja d o ­ res en la construcción de Brasilia. P a ra ello delim ité el período de 1957 a abril de 1960, cuando se inauguró la ciudad.

La investigación de la historia de los operarios de ia construcción civil en Brasilia A m ediados de 1977, en el inicio de mi estudio de la historia de la cons­ trucción de Brasilia pasó a quedar clara, después de la lectura de la literatu ra entonces existente y de acceso m ás inm ediato sobre el tem a, la gran m anipulación ideológica en torno a la construcción de la ciudad, así como tam bién en torno de aquellos que form aran el mayor contingen­ te poblacional inm ediatam ente involucrado en tal proceso: los operarios. Al tiem po que los relatos llegaban mezclados de ideas nacionalistas, ha­ ciendo que la construcción de Brasilia tom ara aires del gran proyecto de la nacionalidad, el papel desempeñado por los obreros de la construcción civil en trab a, cuanto mucho, en un contrapunto de cara a las iniciativas de las elites. sobre todo de los miembros que tenían el poder en el Estado. Juscelino K ubitsckek, en su libro P or qué construí Brasilia proporciona varios fragm entos que ilustran esta afirmación. C itaré sólo el siguiente: Llegaban operarios de todas las regiones del país en búsqueda de trab ajo . E ran los candangos, que venían del Nordeste, del interior de Goíás y de los municipios de las fronteras de M inas y de M ato Grosso, a fin de «dar una m ano» en la obra de preparación del terreno en la m eseta (K ubitschek, 1968: 6 8 , el resaltado es mío). Pero, la construcción de Brasilia surgió en determ inado m om ento histórico (1956-57) y para concretarla era necesario un gran núm ero de trabajadores. Sin embargo, ¿dónde estaba la historia de estos tra b a ja ­ dores 7 La historia de su vida cotidiana, de sus condiciones concretas de transcurso de la vida, de las luchas de una población que estab a en­ tonces em inentem ente form ada por los trab ajad o res de la construcción civil. La h istoria de trabajadores que, en buena m edida im pulsados por los sueños nacionalistas que recubrían to d a la motivación ideológica de

la construcción de la ciudad, se identificaban con los diversos discursos de los políticos de ese m om ento que, desde el Presidente de la R epúbli­ ca íiasta los asesores de la com pañía gubernam ental encargada de las obras (NOVACAP). cam inaban «dem ocráticam ente» por las calles pol­ vorientas o enlodadas del am ontonam iento de casillas que era la llam ada Ciudad Libre (hoy, Núcleo B andeirante). La historia de trab ajad o res que vivían en habitaciones con precarias condiciones de alim entación y vi­ vienda. enfrentando a u n a policía reclu tad a en la calle y com puesta por ex com pañeros de tra b a jo por el solo m otivo de ser físicamente más fuer­ tes. La resp u esta a nuestras preocupaciones es sencilla: esta historia no estab a en ningún lugar. E n efecto, la m ayor parte de la lite ra tu ra existente h asta la déca­ da de 1970 sobre la ciudad estaba conform ada por testim onios desde perspectivas cargadas de u n a visión idealizada del proceso. Tal vez los ejemplos más típicos de este tipo de registro puedan ser considerados, como el libro P or qué construí Brasilia de Juscelino K ubitschek y el D íaiio de Brasilia, una colección de varios volúmenes organizada y edi­ ta d a en 1960 por el Servicio de D ocum entación de la Presidencia de la República del Brasil. E stos form arían el eje principal que se seguía de otros como: Brasilia: diálogo con el fu tu ro , de Antonio Carlos Osório; La m udanza de la C apital de Adirson Vasconcelos; La historia de B ra­ silia, de E rnesto Silva; Taguatinga: pioneros y precursores, de A lberto B ahouth Júnior, p a ra dar solo estos ejemplos. De los libros, digamos, no académicos podem os contar con uno que colocó la historia de la ciudad en u na perspectiva crítica: Brasilia y su ideología, de Geraldo Joffily. Paralelam ente, la escasa lite ra tu ra académ ica existente sobre Brasilia al m om ento de mi investigación era aún insuficiente de cara a la extensión del objeto. H asta donde pude con statar, la m ayoría de las publicaciones de urbanism o ab o rd ab a Brasilia como una ru p tu ra para el desarrollo de la arquitectu ra. Por otro lado, sólo en la disertación de la. m aestría de Nair Bicalho, Operarios y política (1978), y en la tesis del doctorado de David E pstein, Brasilia: plan y realidad (1973), encontré la perspectiva de la clase tra b a ja d o ra. Pero no eran trab ajo s to talm ente dedicados a la época de la construcción de la ciudad. H abía aún una tesis de m aestría de la socióloga M aría Teresinha Ribeiro, Naturaleza de clase de los sindi­ catos en Brasil - Un estudio de caso (1977), que se destinó básicam ente a

intentar p ro b ar la natu raleza burguesa del sindicato de la construcción civil en B rasilia. Tam bién estaba un estudio hecho por el antropólogo Orlando P íla tti como disertación de m aestría, titulado Representación urbana: el caso de Brasilia (1976). En él. el autor se atiene principal­ m ente a la cuestión de la «representación espacial». Por últim o, podem os recordar el análisis formal de José Pastore en su libro Brasilia - La ciu­ dad y el hombre (1969). E n fin, quedaba mucho por hacer en térm inos de registro y análisis de la historia de la ciudad, sobre todo desde la perspectiva de los trabajadores. ¿Por dónde com enzar, entonces? A mediados de 1977 realicé una rápida búsqueda en el Núcleo B andeirante (ex C iudad Líbre), donde estaba la m ayor aglomeración de población en la época de la construc­ ción. E ntrevisté a hab itan tes que residían allí desde ese entonces. E sta ciudad siem pre fue destin ad a m arcadam ente al comercio. Así, encontrar inform antes com petentes p a ra proporcionar relatos desde la perspecti­ va de la experiencia de los trabajadores, aunque posible, resultó una tarea b a sta n te ardua. E n esta búsqueda, adem ás de com erciantes, en­ trevisté tam bién a un juez de trabajo. Fue una prim era aproxim ación en la cual pude form ar un cuadro inicial que sirvió de guía p a ra otros lugares donde era m ayor la probabilidad de encontrar' trabajadores que hubieran p articipado en la construcción de la ciudad antes de su in au ­ guración. M ás allá de esto, a p artir de aquella búsqueda inicial pasé a contar con u n a serie de informaciones que apuntaban hacia varias espe­ cificidades relativas al período de la construcción y que serían objeto de posteriores investigaciones. El próximo paso se dio en los últim os meses de 1979, cuando entrevisté a trabajadores que en su m ayoría residían en antiguos cam pam entos que h asta ese entonces existían (como la Vi­ lla P lanalto y la C andangolandia. véase m apa al final del Prefacio). Fui varias veces, d u ran te aproxim adam ente 6 meses, a algunos cam pam en­ tos, generalm ente realizaba entrevistas informales que fueron de gran utilidad al grab ar los testim onios de los trabajadores. E stas entrevistas fueron registradas sólo cuando supuse ya poseer un marco que perm itie­ se controlar las idiosincrasias de los entrevistados o los problem as como la idealización del pasado. E sta precaución, m ás allá de deberse al hecho de estar tra b a ja n d o con las expresiones de los operarios como fuente, era doblem ente necesaria en tan to lo que buscaba era la reconstrucción

de u n a experiencia que, si bien fue extrem adam ente im portante para los individuos, h abía ocurrido hacía cerca de 20 años. El tem a de las posibles distorsiones individuales en los relatos siem ­ pre se colocó como un p u n to al cual le dediqué la m ayor atención. De esta form a, entre ia p rim era investigación de? cam po y la últim a, realicé in­ vestigaciones en la literafcurí? existente sobre la historia de la ciudad y en diarios. Hice una lectu ra m ás ab arcativ a del m aterial encontrado, recu­ rriendo inclusive a la lectu ra de periódicos de arquitectura y urbanism o. En el mes de agosto de 1979. leí en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, diarios de la época, incluyendo una colección del diario La Tribu­ na. editado en el Núcleo 13ancle ir ante duran te el período de ia construc­ ción. Este periódico fue una fuente prim ordial ya que en él encontré in­ formaciones relativas a la cotidianidad del territorio de la construcción. Como el eje del tra b a jo p asab a por la experiencia de los trabajadores, leí tam bién aquel mes en la B iblioteca Nacional los periódicos La Voz Obrera, y Nuevos Rum bos, del P a rtid o C om unista Brasilero, en busca de registros sobre la situación de los trab ajad o res en la construcción de la capital federal. Sin em bargo, ios trab ajad o res que estaban al servicio de la construcción de B rasilia raram en te eran el objeto de estos periódicos. Solamente con la proxim idad de la inauguración, Brasilia y sus tra b a ja ­ dores aparecen en sus páginas con mayor frecuencia. El próximo paso, en térm inos de fuentes escritas a las que recurrí, fue en febrero de 1980 cuando, en la sede del Sindicato de los T rabajadores en la In d u stria de la Construcción y del M obiliario de B rasilia, busqué las actas de las asam ­ bleas de los prim eros años de actuación de la entidad. En marzo de 1980 pasé u n a sem ana en la ciudad goiana de Anápolis, la de mayor porte m ás próxim a a B rasilia, p a ra estu d iar los diarios de la ciudad en el m u­ seo local, sabiendo de su im p o rtan cia p ara la construcción de la capital federal. Registré entonces principalm ente las noticias publicadas en El Anápolis. La últim a fuente escrita que utilicé fue tal vez ía más rica de to das y, lam entablem ente, la que se en contraba m ás destruida (estudiar nuestra historia dejó ver de inm ediato la precariedad de nuestras biblio­ tecas y museos, principalm ente en lo que respecta a la conservación de los docum entos). Se tr a ta de u n a gran colección de recortes de diarios del país entero con noticias sobre la construcción de Brasilia antes de la inauguración, que fue organizada p o r la División de Divulgación, sector

de D ocum entación de la C om pañía U rbanizadora de la Nueva C apital (NOVACAP). E studié la colección d u ran te el mes de abril de 1980 en el archivo del In stitu to Histórico y Geográfico del D istrito Federal que, por falta de recursos, ya h abía perdido varios volúmenes de la colección comidos por polillas. E sta colección aparecerá en este trabajo bajo el títu lo de COM PILACIÓN NOVACAP, E n ese conjunto de recortes de diarios se destacan, en térm inos de denuncias, las noticias publicadas en La Tribuna de la Prensa, diario de la oposición udenista al gobierno de Kubitschek. A pesar de que expresaran, en general, efectivamente a los grupos de interés que representaban, estas fuentes escritas ayudaron a form ar un cuadro más preciso que perm itió ubicar mejor las form ula­ ciones de los trab ajad o res que entrevisté, calm ando mis preocupaciones por distorsiones como la idealización del pasado. Fue posible aún ad ju n tar al m aterial de la investigación una fuente fundam ental para entender y confirm ar varias especificidades relativas a la construcción de la ciudad: el Censo E xperim ental de 1959 realizado en Brasilia por el In stitu to Brasilero de Geografía y Estadística. Este Censo lleva el nombre de «experimental» porque fue hecho como prueba para la realización del Censo Nacional de 1960. Es así como algunos ítem s que por prim era vez serían investigados en un censo brasilero aparecen en relación al cuadro poblacional del territo rio de la construcción de Brasilia en 1959. Tal vez pocas regiones podían contar con im cuadro censual de la calidad de éste. Hay que incluir tam bién como fuentes las películas y fotografías de la época, en la m edida en que esa información fue de gran utilidad para com poner un pan o ram a más detallado. Como menciono anteriorm ente, et período sobre el cual concentré mí atención com prende entre 1957 y el 21 de abril de 196Ü1. La elección no es casual. Los primeros trab ajo s p a ra la construcción de la ciudad se iniciaron en los prim eros meses de 1957. El año 1.956 fue dedicado casi exclusivamente a operaciones p a ra construir un esquem a en el plano político y jurídico que posibilitase la edificación y la transferencia de ía capital federal. En aquel año se produjo, por ejemplo, la promulgación xEventualm ente algún acontecim iento; como ei desenlace de la cuestión de ia tra n ­ sí toriedac! del Núcleo B andeirante, puede extenderse m ás allá de este período. Sin embargo, sus determ inaciones se encuentran vinculadas a la época anterior a la inau­ guración y son, por lo tanto, p arte relevante p a ra su entendim iento.

de la ley que creaba-la N O V A CA P-Com pañía U rbanizadora de la N ueva C ap ital de B rasil y le concedía poderes p a ra disponer la construcción sin consultas previas ai Congreso Nacional; se crearon articulaciones p ara que los políticos de la región C entro-O este asum ieran el proyecto de la construcción independientem ente de la filiación partidaria; se realizó la estructuración del concurso público p a ra la elección del P lan Piloto de Brasilia, etc. P a ra tener u n a idea, fue sólo en octubre de 1956 que el Presidente de la R epública estuvo por p rim era vez en el área donde se iban a desarrollar las obras. Com enzaré, por lo tan to , con los prim eros grandes m ovimientos efectuados en vistas de propiciar las condiciones iniciales concretas p a ra tra b a ja r en el lugar. ' : Ya el térm ino d eí período, abril de 1960, engendra otros razonam ien­ tos. Privilegiar un determ inado periodo histórico es tam bién preguntarse por qué no ir m ás allá de él. C iertam ente, no fue sólo el hecho de que hubiera u n a definición del período ya m arcada por ei día de la inaugu­ ración lo que llevó a tom ar ese período como el centro del análisis. M ás que a ello, la opción se debió a la constatación de que la fecha de inau­ guración, al definir un plazo p a ra el térm ino de las obras, pasa a tener implicaciones concretas en la m archa de ios trabajos y, por consiguiente, acaba confundiéndose en diversos aspectos con las especificidades de la producción del gran proyecto. El día de la inauguración es un rito de pasaje al cual subyace, a nivel económico, el pasaje del gran proyecto desde la esfera de la producción hacía la esfera del consumo. De aquí de­ riva u n a consecuencia fundam ental para la comprensión de este estudio; la inauguración, o el hecho de dar por term inados los trab ajo s (ya que el producto final está listo p a ra operar y p asa a necesitar de trab ajo s de m antenim iento u obras com plem entarias), implica un cambio en la form a anterior de producción, característica del gran proyecto. Es un m om ento im portante, dado que de la m ism a forma en que en los inicios del tra b a jo se necesitaban repentinam ente millares de trabajadores, al finalizar, igualm ente de m anera repentina, m illares de trab ajad o res son liberados. P a ra la construcción de Brasilia hay que situar y eventualm ente relativizar un poco estas afirmaciones ya que se tra ta de la construcción de u n a ciudad. De hecho, el 21 de abril de 1960 1a ciudad estab a lis­ ta p a ra operar, con algunas deficiencias, pero su trazado urbano y las

grandes construcciones características de su función de sede del P oder de 1a. R epública estaban básicam ente listos. Más allá de eso, luego de la inauguración sobrevino un elevado desempleo en el va D istrito Federal. M ientras tan to , a pesar de esta significativa crisis, aún restab a realizar millares de construcciones que se fueron haciendo en el tra n sc u rrir de la existencia de la ciudad (incluso hoy en la p a rte norte existen pro­ yecciones de cuadras vacías). De cualquier modo, ciertam ente la ciudad después de su inauguración no asistió más al desem peño del ritm o de tra b a jo que la hizo notable: el ritm o Brasilia, El presente estudio es tam bién una contribución p ara pensar la cons­ trucción de B rasilia m ás allá de la mitología que la recubrió. D ebe quedar claro que cuando realicé la investigación, desde una perspectiva relativa­ m ente nueva, se im puso la necesidad básica de precisar el conocimiento al nivel del sentido com ún, perforándolo. En ese contexto, cabe destacar una contradicción que perm aneció como una de las m ás englobantes p a­ ra la com prensión de la realidad del D istrito Federal: la ausencia de los operarios en el espacio urbano referente al Plan Piloto. Dicho de otro modo, la cuestión del porqué aquellos que construyeron la ciudad no tu ­ vieron derecho a perm anecer en ella. E sta contradicción es generalm ente entendida como el hecho de que los trabajadores, grosso modo, habi­ tan las ciudades satélites, m ientras el P lan Piloto perm aneció intacto y la exclusividad de la pequeña burguesía, ligada a la adm inistración gu­ bernam ental federal. U na expectativa forjada por el plan original de la ciudad, según la cual los operarios com partirían el mismo espacio urbano que los funcionarios federales, originó, incluso en la lite ra tu ra académ ica, un extrañam iento en cuanto a la ausencia en el P lan Piloto de aquellos que lo construyeron (ver, por ejemplo, Oliveira, 1976: 87-88). H asta m ismo la respuesta más inm ediata, que p o d ría buscarse en el hecho de que en el capitalism o aquél que produce no es aquél que se apropia del producto del trab ajo , precisa ser reforzada. E n cierto modo, suponer que la construcción de Brasilia ocurriría, o debería haber ocurrido, en moldes diferentes es dejarse sobrepasar por la pretensión urbanística que supuestam ente tendría que orientar la construcción y el uso de la ciudad, y a que suponía una convivencia dem ocrática en tra las clases sociales en un mismo espacio urbano. No obstante, responder únicam ente que este hecho, rotulable como contradicción entre el P lan

Piloto y las C iudades Satélites, obedece a la lógica del capitalism o es un paso, pero un paso m arcadam ente ab stracto en el sentido de que serviría p a ra entender la cuestión de la vivienda de los trab ajad o res de la construcción civil en B rasilia ta n to como, digamos, en muchos otros lugares. P o stu lar la com prensión del problem a de Brasilia en estos térm inos no p erm itiría entender la especificidad de su concreción local. P a ra ello, la historia de los tra b a ja d o res de la construcción civil en el D istrito Federal, sobre to d o en el período anterior a su inauguración, ap u n ta a la am pliación del problem a, al mismo tiem po que dem uestra su desarrollo, en la m edida en que nos deja ver los diversos puntos de ru p tu ra que determ inaron básicam ente que el D istrito Federal tenga el actu al tip o de ocupación social del espacio (ver Ribeiro, 1980). M ontar un cuadro de la histo ria deí tra b a ja d o r de la construcción civil en Brasilia hizo surgir u n a faceta tan im p o rta n te como desconocida de la historia contem poránea del Brasil que, ciertam ente, p erm itirá repensar una serie de personajes y hechos. Veamos rápidam ente los principales aspectos de la coyuntura nacio­ nal de la época y en seguida dediquém onos a colocar dos especificidades im p o rtan tes ligadas a la construcción de la ciudad: la ideología de gran proyecto y la am bigüedad jurídica.

Principales aspectos de fa coyuntura Desde el B rasil colonial h a s ta el presente, la interiorización del país ha sido efectuada obedeciendo a las especificidades de diversas coyunturas históricas, pero teniendo como guía un hilo conductor: la lógica de pe­ netración del capitalism o en el sentido de transform ar tierras im produc­ tivas en valores económicos utilizables en térm inos de mercado. Desde el B andeirantísm o a la T ransam azónica nos enfrentam os con un movim ien­ to que aún 110 se agotó. La transferencia de ia C apital Federal del país al interior viene en el meollo de este gran movimiento. La idea, de las más antiguas, to m a form a con m ayor fuerza en el siglo XIX. a tal p u nto que pasa a figurar en la p rim era C onstitución republicana (1891) como p arte de las atribuciones del Congreso Nacional (ver Joffily. 1977). P aralela­ m ente a tentativas, en m ayor o m enor grado organizadas, de diversos gobiernos en el sentido de prom over el traslado del eje económico del

país hacia el interior, perm aneció la norm a constitucional de transferir ia C apital al C entro-O este. De esta forma, varias comisiones y grupos de trab ajo se form aron y se sucedieron en pos de lograr tal objetivo. D u­ rante la d ictad u ra de G etulio Vargas más de u n a iniciativa fue forjada en eí sentido de interiorizar el país. La M archa hacía el Oeste dejó claro que entonces el objetivo prioritario p ara la interiorización era el CentroOeste. Brasilia, en cierto modo, pretende cerrar este ciclo en la m edida en que, incluso, se p o stu lab a que su construcción sería el «tram polín hacia la Amazonia». En resum en, la construcción de Brasilia se inserta en uno de los procesos fundam entales para ia comprensión de la histo­ ria brasileña: la interiorización económica del país. La construcción de la C apital Federal más que ser un antiguo proyecto manifiesto en varias coyunturas, encarnaba sobrem anera los grandes movimientos por los que pasó y aún pasa Brasil. Además, se m ostraba como el inicio de dos e ta ­ pas: la integración del C entro-O este a la economía nacional y ei inicio de la penetración de la Am azonia a gran escala. La construcción de la nueva capital se iba a desarrollar en un contex­ to b astan te dinám ico, ta n to política como económicamente. El suicidio de Getulio Vargas en agosto de 1954, si bien impidió un golpe de E stado, instaló en el poder el gobierno transitorio de Café Filho que mal pudo esconder sus conexiones con ia Unión D em ocrática Nacional (UDN) y con intereses extranjeros. Es, en efecto, con la cuestión de la sucesión presidencial para el período 1956-61 que los conflictos entre las diversas fuerzas político-económ icas emergen intensam ente. G anada la elección por JK y Jango. sobreviene en noviembre de 1955 un intento de golpe identificado con fuerzas políticas y militares ligadas a intereses ex tranje­ ros en un m om ento en que el nacionalismo era una im portante cuestión ideológica. G racias a la intervención del General L ott, la legalidad, con el consecuente derecho de tom a de posesión de los electos, es m antenida (ver por ejemplo Skidmore, 1975, especialmente las páginas 188 a 198. y Benevides. 1976: 23-24). Skidmore liega a afirmar que «pocos presiden­ tes brasileros asum ieron bajo condiciones políticas tan poco auspiciosas como Juscelino Kubitschek» (1975: 203). Rem arquemos ei hecho de que la asunción del nuevo gobierno fue asociada a la movilización de las -fuerzas nacionalistas, anti-golpistas y anti-im perialistas». P a ra la iz­ quierda, el nacionalism o era u na form a de lucha contra el im perialism o.

La polém ica entre «nacionalistas» y «entreguistas» era de tai orden que en el Congreso Nacional se form ó un Frente Parlam entario N acionalista apoyado por las llam adas «fuerzas populares» (sindicatos. Unión Nacio­ nal de E studiantes, p o r ejem plo), que fiscalizaba cuestiones como la pe­ netración deí capital extranjero, la autorización del territorio de Fernao de N oronha p a ra transform arse en base de teledirigidos norteam erica­ nos, las exportaciones de m inerales (en especial los atómicos), la defensa de P E T R O B R A S, entre otras. La im p o rtan cia de la cuestión tam bién se reflejaba en el núm ero de artículos escritos en los diarios, así como en revistas de intelectuales. P or ejemplo, la Revista Brasiliense en los núm eros 12. 14, 23 y 24, de julio-agosto de 1957, noviembre-diciembre de 1957, mayo-junio de 1959, julio-agosto de 1959 respectivam ente, en los cuales h abía contribuciones sobre el tem a de autores com o.Fem ando Henrique Cardoso, O távio laim i y Caio Prado. Desde el pun to de v ista económico, fue un período de grandes tran s­ formaciones. La im plem entación del P ro g ram a de M etas de Kubitscheck, en el cual Brasilia era llam ada la M eta Síntesis, promovió un crecimiento de la econom ía nacional b a sta n te significativo; El período K ubitscheck se hizo conocido por sus resultados económicos (...) La base p a ra el progreso fue una extraordina­ ria expansión de la producción industrial. Entre 1955 y 1961 la producción industrial creció 80% (en precios constantes), con sus porcentajes más altos registrados por las industrias de acero ( 1 0 0 %), in d u strias m ecánicas (125%), industrias eléctricas y de com unicaciones (380% ) e industrias de equi­ pam iento de tra n sp o rte s (600% ). De 1957 a 1961 la tasa de crecim iento real fue del 7% anual y aproxim adam ente 4% per oí pita (Skídm ore, 1975; 204). Según Leoncio R odrigues fue ju sta m e n te en esta época que la nación «casi abru p tam en te (...) tom ó conciencia de la necesidad de industriali­ zarse a cualquier costo (...) La industrialización pasa a ser percibida no sólo como un proceso económico, sino como un modo de \áda, como el camino a través del cual la nación lograría su independencia económica, m arcaría su soberanía. El desarrollo se afirm a como ideología nacional» (Rodrigues, 1966:178). E n resum en, éste es considerado como un período

de desarrollo d urante el cual se produjo un gran crecimiento económi­ co, fundam entado en buena p a rte en la internacionalización de sectores básicos de la economía. Es un período propicio p a ra la llam ada ideología nacional / desarroilista2.

La ideología def gran proyecto Es en un universo dividido entre «nacionalistas» y «entreguistas», «legalistas» y «golpistas». en que tom a dim ensión m ás concreta el anti­ guo proyecto de interiorización de la capital del país, ahora parte de un proyecto desarroilista bajo el rótulo de M eta Síntesis. C abría preguntar: ¿por qué síntesis? Porque, de hecho, pocas realizaciones podrían estar tan recubierí'as de la densidad ideológica desarroilista como la construc­ ción de Brasilia. Ver la construcción de la ciudad como un gran proyecto lleva a la necesidad de entenderlo en el contexto de una decisión de or­ den político-económico del E stado, en u na determ inada coyuntura. La gran obra es fruto de u na decisión de E stado que acaba por implicar una articulación ideológica legitim adora de la necesidad de su construc­ ción. Todo gran proyecto tiene su historia en térm inos ideológicos. Pero, las diferentes versiones relativas a cada caso poseen al menos un pun­ to en común: una ideología de redención regional o nacional, conforme al proyecto. Así, pasa a ser como si el tiem po p a ra una región o p ara u na nación fuese definido como antes o después del gran proyecto, cuya presencia, de hecho, implica una serie de transform aciones. Hay que des­ tacar que la decisión to m ad a por el E stado no es necesariam ente guiada por ia ten tativ a de implementax un proyecto ecqnómjco «rentable» a corto plazo. La prim er pregunta hecha puede tam bién venir acom pañada de un a indagación correlativa: si la construcción de B rasilia se inserta «n el ám bito de un movimiento que viene ocurriendo históricam ente en el país, que es la penetración hacia el interior en busca de tierras p a ra ser incorporadas a un gran m ercado nacional (su strato , además, de to d a la 2La literatura a este respecto es razonablem ente extensa. R em ito al lector, como ejemplo, al libro ya m encionado de M aría V ictoria de M. Benevides (1976) y a los libros Ideología del desarrollo. B rasil JK -JQ (1977), de M iriam Limoeiro Cardoso; y ISEB: Fábrica de ideologías (1977). de Caio N avarro de Toledo.

p ro p ag an d a gubernam ental que rezan los principios de interiorización e integración), ¿por qué, del lado opuesto de este tip o de em prendim iento, no fueron realizados o tros grandes proyectos de ag ro industria o de colo­ nización del C entro-O este (como fue ei caso de la b asta n te m alograda M archa hacia el O este de G etulio Vargas, llevada a cabo más o menos dos décadas antes)? 3 D estaquem os que, en un prim er m om ento, la explicación de K ubits­ chek p retende hacer creer que la ciudad fue construida gracias a una interpelación hecha por un hom bre dei pueblo du ran te su cam paña para la P residencia de la R epública en la ciudad goiana de ja ta í: Todo se inició en la ciudad de J a ta í, en Goiás, el 4 de abril de 1955. durante mi cam paña como candidato a la Presiden­ cia de la R epública (...) E n el discurso que allí pronuncié, refiriéndome a la agitación política que in q uietaba a Brasil y contra la cual sólo había un rem edio eficaz -ei respeto inte­ gral a las leyes-, declaré que si era electo, cum pliría rigurosa­ m ente con la C onstitución. Sin em bargo, era rni costum bre... establecer un diálogo con los asistentes una vez concluido el discurso de presentación de mi c a n d id a tu ra (...) Fue en ese m om ento que u na voz fuerte se impuso para interpelarm e: «Usted dice que, si es electo, cum plirá rigurosam ente con ía Constitución. Deseo saber, entonces, si pretende poner en p ráctica el dispositivo de la C a rta M agna que determ ina, en sus Disposiciones Transitorias, la m udanza de la C apital Fe­ deral a la M eseta Central» (...) La p reg u n ta era em barazosa. Ya poseía mi P rogram a de M etas y en ninguna p a rte existía referencia a aquel problem a. R espondí, no obstante, corno me parecía adecuado hacerlo en la ocasión: «Acabo de pro­ m eter que cum pliré íntegram ente la C onstitución }• no veo razón por la cual ese dispositivo sea ignorado. Si soy elegido, 3 Juscelino K ubitschek, com entando y concordando con el tra b a jo sobre Brasi­ lia realizado po r el em bajador J. O. de M eira P en a, dijo que: «Los objetivos de la construcción de la nueva capital son unidad, eficiencia adm inistrativa, descentraliza­ ción, aproxim ación de las fronteras continentales, desarrollo económ ico y social del interior y exploración de las vastas, in h ab itad a s y fértiles áreas de Goiás y M ato Grosso, donde m ad u ra el fu tu ro de la nacionalidad» (1975: 17).

construiré Ja nueva capital y haré la m udanza de la sede de Gobierno» (K ubitschek, 1975: 7-8).

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De esta forma, la necesidad de construcción de la ciudad surge del pueblo en su afán de ver los principios constitucionales -todos- respe­ tados, incluso aquél transitorio que determ inaba la transferencia de la C apital Federal al interior. Brasilia, entonces, en el cuadro del desarrollism o de JK es incorporada a su P rogram a de M etas. Uno de los caminos p a ra entender por qué la construcción es denom inada como M eta Síntesis es recordar, siempre en el cuadro del im pulso desarrollista del período, que la ciudad inm ediatam ente pasaría a ser considerada como el trampolín para la Arnazonia, situándose de hecho en el centro de un proyecto vial que. bautizado «cruz vial», situ ab a la base de la cruz­ ea ia «virgen» Porto Seguro de los años 1500 y en la «virgen» M eseta C entral de los años 1950. conectando por el interior el norte y nordes­ te con el centro-sur (véase Belém-Brasilia, B r as i1i a -Fo r t ale z a . BrasiliaAcre. Brasilia-Belo Horizonte-Río de Janeiro, Brasilia-San Pablo-Porto Alegre). Más tarde, Kubitschek diría: «La construcción de la capitai y los frecuentes viajes que yo em prendía sobrevolando todo nuestro te­ rritorio hacían am pliar el plan que tenía en m ente de promover una auténtica integración nacional. Brasilia sería la base -el punto de irra­ diación- de esa política» (Kubitschek, 1975; 73). Aquí está uno de los principales elementos siempre puesto en acción por el E stado al expli­ car la construcción de Brasilia: su funcionalidad p ara 1a interiorización e integración nacional. Ante una decisión política y económica de tal dim ensión -que no ta rd a en tornarse uno de los objetivos de la oposición udenista, parcialm ente cooptada por JK al transform ar la transferencia en un proyecto regional (de los estados interiores o periféricos), pasible de ser asum ido por todos los partidos- el E stado la legitim a recurriendo a una elaboración ideológica. Como ya mencioné, los Diarios de Brasilia, relativos a la construc­ ción de la ciudad, como tam bién el libro de Kubitschek, P or qué cons­ tru í Brasilia, constituyen un precioso m aterial de análisis en tan to son una especie de m atriz cuyas evaluaciones, juicios de valor, encadena­ miento y ordenam iento de hechos históricos, así como sus artificios legi­ tim adores se repiten parcial o casi to talm ente en la literatu ra de acceso

m ás inm ediato que re la ta la construcción de la ciudad o hace su apo­ logía. E n gran m edida, expresan cómo el poder encaraba, elaboraba y legitim aba todo un sistem a de explicaciones respecto de la necesidad y viabilidad de la construcción de la capital. El libro de JK es el discurso del padre fundador, verdadero héroe mítico. Y los D ían o s de Brasilia fueron encom endados a un órgano del gobierno directam ente ligado al Ejecutivo (Servicio de Docum entación de la Presidencia de la R epúbli­ ca). Así, la selección de lo que era relevante p ara hacer p a rte del Diario es un índice de la orientación que presidió e informó su confección. Los problem as cotidianos enfrentados por los trabajadores, por ejemplo, o hechos trascendentes p a ra el territorio de la construcción (como un san­ griento conflicto que involucró a la policía y a operarios en febrero de 1959. ver capítulo 4) no están, evidentem ente, registrados en este lla­ m ado Diario. E s ta obra, ciertam ente, puede ser considerada un diario, pero un diario del poder. De cualquier m anera, privilegiaré la utilización de estos datos, no por considerar que la Presidencia de la República expresara por sí sola el cuadro ideológico relativo a la construcción de la C apital Federal, sino principalm ente por encontrar, como y a referí, recurrencia del contenido y forma de esos elementos en otros trabajos, inclusive en algunos de perspectiva más crítica. El diario de izquierda N uevos Rum bos, p o r ejemplo, publicó: B rasilia es u n a ciudad torbellino. D ía y noche se tra b a ja . Es im posible aplacar un sentim iento de orgullo al contem plar esta o b ra grandiosa. Allí está lo mejor que produjo la arqui­ te c tu ra brasilera: desde el P lan Piloto de Lúcio Costa, hasta los p r o y ^ o s sa ld o s del cerebro prodigioso de O scar Niemeyer. Y todo esto hecho realidad por el candanga, sinónimo de brasilero. Sí, porque los hombres que están creando Brasilia de la nad a no son otros que los simples cam pesinos brasile­ ros, sobre todo del Nordeste. Muchos nunca h abían agarrado u n a pala, cuanto mucho un soldador eléctrico p a ra estruc­ tu ra m etálica. Es im presionante su capacidad de adaptación a la técnica m oderna de la construcción civil. Por encim a de cualquier consideración, la construcción de Brasilia es un testim onio irrefutable de la inteligencia y de la capacidad

realizadora del tra b a ja d o r puesto ai servicio de u n a arqui­ te c tu ra de vanguardia (Nuevos Rum bos, Río de Janeiro. n° 54, del 11 al 17.3.60). Todo el esfuerzo hecho en el discurso del E stado y en su propaganda de la época, tom ado aquí en sus reflejos presentes tam bién en la obra de uno de los autores de Brasilia, desemboca en la legitim ación de la construcción de la ciudad como un objetivo de la nacionalidad brasile­ ra, indistintam ente. O bjetivo que el Estado, sensible a las ansias de los brasileros, iba a im plem entar inm ediatam ente. En ese sentido, se desta­ can dos intenciones: 1 ) neutralizar la actuación de la oposición política en ta n to ésta, abogando contra la construcción, estaría en contra de un proyecto nacional y sería antibrasilera; 2 ) aum entar la dedicación de los trabajad o res, a través del aum ento de ía intensidad de trab ajo (lo que queda m ás claro cuanto m ás inm ediata la fecha de inauguración), algo que sería resu ltan te del reconocimiento de estar participando de un gran proyecto de redención nacio n al P a ra d ar sustancia a ese cuadro el m aterial más útil fue la historia oficia! del país, una vez que la propia historia de ía idea de transferencia de la capital hacia el interior era fácil de ser rem itida, por lo menos, al siglo X V III con los Inconfidentes y su intención de m udar la capital a la ciudad de B arbacena, en el estado de Minas Geraís. Veamos cómo se dio esto.

De la Primera Misa de Brasil a Brasilia vía Bandeirantismo y la Marcha hada el Oeste Como el gran su strato de este movimiento es la frontera en expansión en dirección al interior del país, es frecuente la recurrencia a analogías con m om entos históricos que im plicaban interiorización e integración, o sus corolarios tales como m odernización y civilización. Los portugueses como elem ento colonizador, «civilizador» desde su llegada al país, pasan a gozar de u na posición privilegiada que puede ser percibida en contex­ tos diversos, en diferentes discursos y tam bién en actos concretos. JK insistió en que el presidente de Portugal, Craveiro Lopes, fuese el prim er jefe de E stado en visitar la construcción de Brasilia el 2 de junio de 1957.

prim er em bajador en p resen tar credenciales en Brasilia fue tam bién intencionalm ente el em bajad o r portugués, el 30 de junio de 1958. inm e­ diatam ente después de la inauguración del Palacio de la A lborada. E l significado de este «privilegio» sugiere que, habiendo sido los portugue­ ses los prim eros en llegar a Brasil, deberían ser tam bién los «primeros» en llegar o f i c i a l m e n t e a B rasilia (ver al respecto en el Diario de Brasilia 1956/1957, página 97. el discurso de despedida oficial hecho por JK para Craveiro Lopes en Recife el 26 de m ayo de 1957; ver tam bién en el Diario de Brasilia 1958, página 72 y siguientes, la entrega de credenciales del em bajador portugués y los consecuentes discursos). En esta perspectiva, existe un acontecim iento que indica nítidam en­ te el intento de recom posición de un hecho del pasado, la Prim era Misa de Brasil, trasponiendo su valor simbólico dentro de la m itología de la historia brasileña a u n a P rim e ra M isa de Brasilia, realizada el 3 de mayo de 1957. Se in ten ta reco n stitu ir el pasado, esta vez dram atizado en rito de nacionalidad, com binando la propia organización real de la cerem o­ nia con los efectos simbólicos y evocaciones im aginarias que se p retendía producir. Subrayem os que esta m isa no era realm ente la prim era reali­ zada en el territo rio de la construcción, ya que antes hubo por lo menos otras dos misas celebradas en mayo o junio de 1956 (Diario de B rasi­ lia 1956/1957, pp. 31 y 32) por el Obispo Don Abel Ribeiro y el 24 de m arzo de 1957 en. el S antuario Don Boseo. E sta últim a aparece en el Diario de Brasilia bajo el eufemismo de prim era misa vespertina de B rasilia (idem, p. 74). Reproduzco a continuación un fragmento en que Juscelino describe la P rim e ra Misa; El

H abiendo establecido las bases m ateriales y hum anas de la ciudad (Núcleo B andeirante), juzgué que había llegado el m om ento de proporcional’ a los pioneros un poco de consue­ lo espiritual, prom oviendo la realización de la primera misa en el lugar donde se erigiría la nueva capital. Elegí la fe­ cha del 3 de mayo por parecerm e la m ás expresiva, ya que recordaba la m isa encom endada por Pedro Alvares Cabra!. Las dos cerem onias se igualaban en simbolismo. La prim era señalaba el descubrim iento de la Nueva T ierra; y la segunda,

cuatrocientos años m ás tard e, recordaría la tom a de posesión efectiva de la to talid ad del territorio nacional (1975: 76-77). Y continúa: Después de la ceremonia, tuvo lugar el hom enaje que los indios carajás (tran sp o rtad o s de la Isla del B ananal por la Fuerza Aérea Brasileña) deseaban ofrecerme. Fue un es­ pectáculo emocionante y digno de registro. Los habitantes de la selva me ofrecieron lanzas, bodum as, lampes y flechas. El cacique me hizo una salutación llam ándome «Gran Jefe» y, m ientras los asistentes aplaudían, los demás indios gri­ taban. M irando alrededor, me deslum bré con el contraste ofrecido por aquella concentración hum ana. De un lado, los carajás vestidos con plum as, y de otro, las elegantes perso­ nas de la sociedad carioca exhibiendo las últim as creaciones de los costureros de París. B rasilia ya nacía como un factor de aglutinación de los desniveles nacionales. Los dos polos de la vida se encontraban allí dando origen a la nueva etap a en la evolución del país. Y. envolviendo a todos, proyección dem ocrática de nivelación, se enm arañaba la polvareda roja, una característica del mundo nuevo que estaba en gestación (ídem: 78). Claro que cuando la dem ocrática polvareda descendió, las elegantes cariocas ya se encontraban en Río de Janeiro y los carajás de vuelta a laisla fluvial del B ananal. La presencia de estos «dos polos de la vida» en la ceremonia ap u n ta al significado que se deseaba dar ai acontecimiento: construir la ilusión de que las diferencias sociales y culturales serían neu­ tralizadas, homogeneizadas. a través de u na categoría común e indistinta -la nacionalidad brasilera que se expresaba en una obra común a todos. No obstante, la presencia de los carajás parece estar revestida de otro significado fundam ental. Ellos son los elementos más tangibles de iden­ tificación entre la cerem onia realizada por los portugueses en 1500 y por la '' nacionalidad brasileras- en 19-57. E stán allí para recordar a los indios que habrían asistido a la Prim era Misa de Brasil. Tenemos, entonces, un elemento hum ano concreto vinculado al simbolismo de la penetración y

establecim iento dei cristianism o (que aquí puede ser sustituido por cual­ quiera de los siguientes térm inos: civilización, m odernidad, desarrollo) en las tierras «vírgenes», ta n to de B rasil del 1500, como de la M eseta C entral en los últim os años 50.

La Prim era M isa de Brasilia Veamos o tra n arrativ a p erm anentem ente utilizada y vinculada a la idea de interiorización e integración. Tal vez más im portante que los portugueses (vistos corno elem ento colonizador) -hecho sugerido por la mayor recurrencia num érica de analogías construidas con esos elementos- sea la utilización del B andeirantism o. Sirve incluso tam bién como p arám etro de com paración in m ed iata p a ra la formación de las ca­ tegorías de pioneros o candangos, categorías indistintas que podían des­ ignar desde el Presidente de la R epública h a sta el operario de una firma cualquiera. Llega a ser m onótona la repetición de alusiones y analogías hechas entre el proceso histórico de las B anderas según -siempre- el re­ lato histórico oficial y el período del gobierno de JK . principalm ente, claro, en lo que se refiere a B rasilia. Me lim itaré a las dos siguientes citas extraídas de discursos de K ubitschek:

Perdonadm e la inm odestia, pero no hay que ocultar la rea­ lidad: el papel que mi gobierno está representando con la continuación del viaje de la nacionalidad hacia Brasilia, lo que se está realizando, lo que tengo la h onra de impulsar para que sea ejecutado en estas horas es continuar lo hecho por vuestras (se dirigía a estudiantes de San Pablo) banderas retom ando el cam ino heroicam ente recorrido por vuestros ex­ ploradores, es extender Brasil, con el poder de 3a técnica del m undo de hoy h asta donde lo condujo vuestro A nhanguera (...) Me pongo de pie para anunciar con vosotros que reco­ menzó la E ra de las B anderas (Diario de Brasilia, 1956/1957: 200 ). Lo que nosotros ahora estam os haciendo es fundar la nación que los bandeirantes conquistaron. El esfuerzo que Brasilia representa es exactam ente el de integrar, en la comunión bra­ silera, a brasileros con territorios que hoy nada influyen en el progreso y la riqueza de este país (...) Y lo que les quie­ ro decir es que la m entalidad que ellos (los Bandeirantes) dejaron, felizmente no desapareció de Brasil, y aquellos que quisieran recorrer millares de kilóm etros para conocer lo que el Gobierno está realizando en pleno corazón de Brasil, en­ contrarán allí el mismo espíritu y la m ism a decisión de aque­ llos que, hace más de tres siglos, comenzaron a desafiar eí misterio insondable de este inm enso continente [Diario de Brasilia, 1959: 23). Kubitschek (1975: 73) tam bién deja entrever que hubo cierta inten­ cionalidad en la elaboración de esas analogías cuando hizo afirmaciones del tipo «releí la historia de los B andeirantes». «anoté el itinerario de esos exploradores», «examiné el argum ento de Fernao Dias», etc. E n efecto, ios B andeirantes como elementos relacionados con la expansión de las fronteras del país hacia el interior se vuelven un punto central en la a rti­ culación del discurso propagandista del E stado relativo a la explicación y legitimación de la construcción de la C apital Federal. Su eficacia, real o imaginaria, ya había sido com probada en m ovimientos que una vez más tenían como objetivo traslad ar porciones considerables de población ha­

cia el interior. E s u n hecho que la eficacia del B andeirantism o como u na form a de m ovim iento histórico utilizable en la formulación de un proyec­ to ideológico de interiorización ya se h abía expresado anteriorm ente en el proyecto vaxguista de la Marcha hacia el Oeste. Neide Esterci (1971). en su tra b a jo sobre el tem a. El m ito de la democracia en el país de las B anderas, a p u n ta b a lo siguiente con respecto a la utilización de las B an­ deras p a ra la articulación de un discurso legitim ador, tan to del orden político vaxguista, como de la necesidad de interiorización: L a B an d era es un operador sem ántico adecuado porque ya es p a rte de la m em oria social del brasilero como fenómeno un ta n to mitológico. Lo que el au to r (se refiere a Cassiano R icardo y su libro M archa hacia el O este-la influencia de la Bandera en la form ación social y política de Brasil) pre­ cisa hacer en ese sentido es solam ente reforzar ese carácter de fábula, de grandioso, reconstruyendo el modelo ideal que convence, no por el razonam iento crítico, sino a través del lla ­ m am iento al carácter de excepcionalidad, a imágenes y a un sím bolo ya interiorizado. En este sentido la narrativ a asocia el b an d eiran te al «héroe»... B andera es un operador adecua­ do tam bién en otro sentido: rem ite a la m ovilidad espacial (p. 46). E s im portante expíicitar la semejanza del discurso de Juscelino K u­ bitschek con el vaxguista. Paso la p alabra una vez más a Esterci: «Vargas recorrió, entonces, varios estados de Brasil, siem pre estim ulando las m i­ graciones hacia el O este y hacia la Am azonia: De este modo, el progr ama deí ‘R um bo hacia el O este' es la renovación de la cam paña de los cons­ tru cto res de la nacionalidad, de los bandeírantes y de los serranistas, con la integración de los m odernos procesos de c u ltu ra [discurso pronuncia­ do por V argas en G oiánia el 8 de agosto de 1940j» (ídem, p. 26}. La M archa hacia el O este es realm ente la ú ltim a munición del arsenal de la reutilización de la histo ria de los grandes m ovimientos de interiorización e integración en el m ontaje del discurso del E stado sobre la construc­ ción de Brasilia. Sin embargo, este vastísimo arsenal aún proporcionaba varias arm as estratégicas: héroes de la nacionalidad y los contextos en que actuaron, sobre todo cuando estaban explícitam ente vinculados de

alguna form a al antiguo proyecto de m udanza de la. capital. Citarem os sólo los m ás frecuentes. E ntran en escena entonces, repetidam ente, los Inconfidentes Mineiros (el movimiento por la independencia del Brasil en el siglo X V III), entre otras razones por el proyecto de m udanza de la capital a B arbacena; José Bonifácío, ei P atriarca de la Independencia, cuando por ejemplo sugiere a los constituyentes del Im perio el traslado de la capital con el nombre de Petrópolis o Brasilia; los C onstituyentes de 1891 que establecen la m udanza de la capital como principio c o n sti-. tucional. El u rb an ista Lucio Costa parece haber percibido bien la. articula­ ción de los elementos referentes a la interiorización/integración con los m itos de la nacionalidad. Haciendo una lectura de lo'que-se requería, comienza la exposición de su proyecto de P lan Piloto, ganador.de un concurso nacional, con un epígrafe donde recuerda que José Bonifacio sugirió en 1823 la m udanza de la capital con el nom bre de Brasilia, re­ firiéndose inm ediatam ente a continuación a la toma de posesión de un territorio, gesto que inspiraría la forma básica ad o p tad a por el P lan Pi­ loto: «dos ejes cruzándose en ángulo recto, o sea. la propia señal de la cruz» ( Diario de Brasilia, 1956-1957: 213-214). E pstein tam bién llam a la atención hacia algunas implicaciones ideológicas de la construcción de la ciudad, como ei ajuste del Plan Piloto de Lucio C osta a este universo: «Las actitudes oficiales en Brasilia pueden haber sido influenciadas por la función ideológica de la nueva capital como un símbolo de la nacionali­ dad brasilera y dei progreso socioeconómico» (1973: 16-17). Y continúa, en o tra parte: «Ei deseo real de com andar, 'to m ar posesión', como dice C osta, inspiró el simbolismo del plan (...) En todos sus escritos C osta parecía preocupado con las funciones especiales de Brasilia como capital y símbolo. Brasilia puede ser analizada en térm inos de esas suposiciones y de ios im perativos políticos y culturales subyacentes-a su construcción:? (1973: 51). ' ■ ' ■ ■ ■ ■ En síntesis, las narrativas vinculadas ’a la transferencia y edifica- ción de la capital deben ser entendidas como resultantes de una fusión, una condensación, de elementos resultantes ta n to de la coyuntura nacional/d esarro llista que se atravesaba, como de la rearticulación explícita de m om entos, procesos y personajes de la historia brasilera que posibili­ ta b a n arm ar un cuadro legitimador. El estado se convirtió en un amplio

divulgador de esas formulaciones y el Presidente de la República, en. su mayor vocero. Conferencias, exposiciones, seminarios, caravanas de in­ tegración nacional, son algunas de las prom ociones oficiales cine tenían como leitm otiv la «nueva era que in stau raría Brasilia», la realización de la «nacionalidad brasilera». E ntre los pioneros es común encontrar dem ostraciones de la persistencia de estos discursos. Me dijo un.albañil: B rasilia probó la capacidad de nuestro pueblo, la capacidad de nuestro pueblo de realizar una obra, una obra... incluso en el plazo en que fue realizada, con u n a técnica nuestra, con nuestra tecnología sin im p o rtar la tecnología de afuera, una obra m onum ental, construida con gente pasando hambre. Un com erciante, ai com entar el ritm o de tra b a jo que él presenció du­ rante la construcción, respondió: Todo el m undo tenía mucho entusiasm o. Les parecía real­ m ente que estab an p articipando en una cosa grande y de hecho así era. Digamos, instalar la capital del país aquí, en esa m eseta central donde no existía nad a anteriorm ente, era, una cosa arriesgada.

Ambigüedad jurídica B rasilia fue construida con un enorm e capital que el Estado decidió in­ vertir en determ inado punto política y económicamente estratégico del territorio nacional. E n realidad, p ara efectuar los trabajos de un gran proyecto es común que se establezca u na gran com pañía estatal que ge­ rencia to d a la obra y tom a los servicios de diversas compañías particu ­ lares que p articip arán de la construcción. E stas obras, que generalmente son destinadas, al menos hipotéticam ente, a promover el desarrollo del país o de u n a región, se realizan en puntos relativam ente aislados del territorio nacional, incluso porque una de sus funciones, como sabemos, es estim ular con su presencia la integración de un área a sistem as regio­ nales y nacionales más amplios. Un órgano federal, entonces, recorta el terreno y p asa a realizar los trabajos concretos p a ra la instalación de los requisitos necesarios p a ra el desempeño de la obra. Dado su volumen,

la compañía gubernam ental al ser creada ya nace con cierto gigantism o. Posee u na e stru c tu ra adm inistrativa y jerárquica de tal porte, que la dis­ posición de su composición y organización se to rn a evidentem ente una cuestión de estado y necesariam ente política, teniendo en cuenta incluso el capital que m anejará y la relación con otros órganos gubernam en­ tales que sus adm inistradores, en puestos jerárquicos elevados, ten d rán cotidianam ente. No obstante, la configuración del territorio de la obra, decidida por planificadores, se to p a con otros recortes concretos existentes en la rea­ lidad de aquella región que recibirá el gran proyecto. Un órgano federal, generalm ente con u n a e stru c tu ra de poder resultante de combinaciones políticas próxim as a los llam ados «altos escalafones» del Ejecutivo, se confronta repentinam ente con municipios y autoridades m unicipales bas­ tan te distanciadas de esos escalafones y en general positivam ente im pre­ sionados con la presencia del proj'ecto que irá a redimirlos de su histórico atraso (visión de fácil difusión frente a la eficacia de las ideologías típi­ cam ente redentoras de los grandes proyectos). E s'com ún, entonces, la subordinación de los intereses locales, dado que no es difícil im aginar tina tendencia de p a rte de la población local a desear el gran provecto que trae consigo calles, casas, m ovim iento, en fin, desarrollo. Y, sobre todo, una gran oferta de salarios que norm alm ente son mayores de los que se pagan en la región. Problem as como la expropiación de tierras, la ru p tu ra de la e stru c tu ra agraria, de formas cam pesinas e indígenas de producción, son llevados por los tractores o por las aguas de la obra. De la confrontación entre el recorte arbitrario del territorio de la construcción con la realidad del área, m ediatizada por el poder de la gran com pañía estatal, surge lo que designamos ambigüedad jurídica, que disem ina sus consecuencias en diversos niveles. T ratarem os ahora de delim itar lo que entendem os por ambigüedad jurídica y cuáles son sus implicaciones, enfatizando su funcionalidad como una form a extraeconómica m ás, típica de la lógica interna de un gran proyecto, que acaba por redundar en u n a m ayor explotación de la fuerza de trabajo. En Brasilia, la entidad creada fue la Com pañía ITrbanizadora de la Nueva C ap it al - N OVA C A P . L a aprobación de la Ley N° 2874, el 19 de septiembre de 1956. que la constituyó, fue fruto de articulaciones políti­ cas para poder contar con u n a em presa vinculada al Poder Ejecutivo con

la m ayor autonom ía posible. El responsable por la rápida salida de esta ley en el Congreso N acional fue un d ip u tad o de la oposición, de la UDN de Goiás (estado b a sta n te interesado en la transferencia de la capital). Por otro lado, es bueno n o ta r, como señala M aría V ictoria Benevides (1976, ver, por ejemplo, cap ítu lo V) en su trab ajo sobre el gobierno de K ubitschek, la existencia de u n a tendencia concentradora de poder en el Ejecutivo a través de la creación de varias em presas y grupos de tra b a ' jo relativam ente autónom os del P o d er Legislativo. Según Benevides hay que acentuar «el p apel del Ejecutivo, que asum e gradualm ente todas las funciones referentes a la p o lítica económica, en detrim ento del Legisla­ tivo principalm ente, el cual prácticam en te no particip a del proceso de decisión» (Benevides, 1976: 208). No obstante, se aseguró estratégicam ente la participación en la em­ presa de la oposición u denista. Veamos lo que dice la ley: A rtículo 12 - La ad m inistración y fiscalización de la Com ­ p añía serán ejercidas por un Consejo de A dm inistración, una Dirección y un Consejo Fiscal con un m andato de 5 años y el ejercicio de los respectivos cargos se h a rá por designación del Presidente de la República, con observancia de los párrafos siguientes:

(...) # 6 o ~ Un tercio de los m iem bros del Consejo de A dm inis­ tración, de la Dirección y del Consejo Fiscal será elegido en lista triple de nom bres indicados por la Dirección Nacional del mayor p a rtid o político que integre la corriente de oposi­ ción en el Congreso Nacional ( Diario de Brasilia. 1956/1957: 171). A pesar de aseg u rad a la influencia directa de la Presidencia de la República y la m ayoría ab so lu ta de votos en la composición de los órga­ nos con mayor poder de decisión adm inistrativa, la oposición udenis­ ta actuó varias veces. La fru stra d a iniciativa udenista de instaurar una Comisión P arlam en taria In d ag ato ria, siem pre bloqueada por la eficaz pe­ ro eventualm ente vacilante alianza P S D /P T B . preocupaba al Gobierno y aparece en el libro de K ubitschek en el capítulo denom inado «Tentativa p a ra paralizar las obras». Sobre eso escribió el ex presidente:

(...) Brasilia, con menos de dos años de edad, ya se había transform ado en objeto de u n a b a ta lla a ser tra b a d a entre la aplastante mayoría gubernam ental y una pequeña, pero aguerrida, oposición. Al contrarío de lo que se podría prever dada la desigualdad de las fuerzas en conflicto, las perspec­ tivas no eran anim adoras. Ello se debía a que, de cara a las sucesivas desavenencias entre el PSD y ei P T B -los dos p arti­ dos de sostén del gobierno en las dos casas del Congreso-, era de tem er que las divergencias ocasionales surgidas en la apre­ ciación de cuestiones aisladas pudiesen transform arse con el tiem po en actitudes de franca hostilidad, agrietando de arri­ ba a abajo la alianza que m e llevara a la Presidencia de la R epública (1975: 201). De hecho, durante todo el período del gobierno de JK , el tem a B ra­ silia fue constante, llegando al punto de que un diputado federal del propio partido dei Presidente de ia República (PSD) realice, por mo­ tivos personales, un discurso en sesión extraordinaria nocturna de la C ám ara de D iputados (3 de noviembre de 195.9), con varías denuncias por irregularidades com etidas en la construcción. Las acusaciones, he­ d ías en una sesión bastante agitada, como se desprende de los registros, posteriorm ente fueron respondidas form alm ente por el propio presiden­ te ele NOVACAP, Israel Pinheiro (cf. Dto.no de Brasilia, 1959: 226 y siguientes). En la ley que creó ¡a NOVACAP fue igualm ente im portante estable­ cer la autonom ía financiera para liberar a la com pañía de las trabas que ciertam ente aparecerían en el desarrollo de la obra por iniciativa de la oposición. Así. uno de los artículos de la ley que autorizó al gobierno a constituir la NOVACAP le asegura, en dom inio vital, un amplio margen de libertad: A rtículo 21 ~ En los contratos de obras y servicios, o en la adquisición de m ateriales a personas físicas o jurídicas de de­ recho privado, la Com pañía deberá: ajdeterm inar una licitación pública p a ra los contratos de va­ lor superior a Cr$ 1.000.000,00 (un m illón de cruzeiros) hasta

CrS 10.000-000.00 (diez millones de cruzeiros), siendo facul­ ta d o el Consejo de A dm inistración, p o r pro puesta de la Di­ rección. de dispensar de ia exigencia en decisión fundam en­ ta d a que constará en actas; b )d eterm inar licitación pública p a ra los contratos de más de CrS 10.000.000,00 (diez millones de cruzeiros), quedan­ do perm itido al Consejo de A dm inistración la dispensa de la form alidad, con las reservas del parágrafo anterior, dándo­ se conocim iento de esa decisión dentro de los 5 (cinco) días al P residente de la R epública, que p o d rá ordenar realizar la licitación (op.. cit,, p. 173). E ra ta l la flexibilidad de este docum ento, que Kubitschek llegó a afirm ar; •«Como se ve, el tra b a jo (elaboración de la ley) de Santiago D antas era perfecto. L a Dirección de NOVACAP, a ser designada por m í. disponía de poderes amplios asistiéndole el derecho de disponer todo p a ra la construcción de la nueva capital sin nueva consulta ai Congreso» (1975; 41). M ás adelante K ubitschek escribe: «La ley 2874, que au to ri­ zara la transferencia de la capital, me d ab a lib ertad para actuar como entendiera quedando excluida de su texto sólo la fecha que se daría a la m udanza, sobre lo que el Congreso deliberaría oportunam ente» (op, cit., P- 44)Con esta ley, estaba lista p a ra p asar a o p erar la Com pañía guberna­ m ental que decidiría los caminos de la im plantación de aquel gran pro­ yecto, la «obra del siglo», ia nueva cap ital federal. La Unión, a través de u na poderosa em presa pública federal, intervenía firmemente en munici­ pios relativam ente aislados. E sta intervención se hizo con tal intensidad que el poder de E stado pasa a ser ejercido en la práctica por la estructu­ ra de la com pañía federal adm in istrad o ra de la obra, que no encuentra apoyo concreto suficiente, o com petencia posible, en los aparatos de Es­ tad o p o r caso existentes en el área. Recordem os que el actual D istrito Federal es un resultado del desm em bram iento de parte de los munici­ pios goianos de Luziárña, P ia n a ltin a y Form osa (cf. CÓDEPLAN , 1976: 25) todos entonces b astan te aislados inclusive de la c a p ita ld e l estado, Goiánia.

En la construcción de Brasilia, ei poder de la com pañía gubernam en­ tal adquiere grados superlativos por estar construyéndose u n a obra de alcance nacional, la fu tu ra C apital Federal del país: y porque la cons­ trucción de esta ciudad, debido a las cualidades propias de sus funciones, im plicaba el establecim iento de u na unidad especial de la Federación, el futuro D istrito Federal. La constitución de éste, en realidad, sólo se re a­ lizaría cuando la ciudad atravesara el rito de pasaje de su inauguración. E ntiendo la inauguración como un rito de pasaje u n a vez que las cere­ m onias que la com ponen, m arcadas p ara ocurrir el 21 de abril de 1960. transform aran radicalm ente la cualidad institucional del territorio de la construcción de Brasilia. Éste, si antes se debatía con la am bigüedad de ser el territo rio de la construcción de la C apital Federal sujeto en diver­ sos niveles a la tu te la de municipios goianos, después de la inauguración pasa a ser u na nueva y especial unidad federativa, el D istrito Federal, con todo un s ta tu s jurídico y político que lo distanciaba radicalm ente de la situación anterior. Creemos que la comprensión de las cerem onias realizadas el día m ism o'de la inauguración (misas, desfiles m ilitares y civiles,- fiestas de gala y populares, piezas de teatro , etc.) constituyen por su diversidad y contenido un objeto de reflexión a ser desarrolla­ do. La concepción clásica de rito de pasaje puede ser encontrada en el libro de Van G ennep (1978). En esta obra, según el autor, se in tenta «agrupar tod as las secuencias ceremoniales que acom pañan el pasaje de una situación a o tra, y de un m undo (cósmico o social) a otro» (1978: 31). Así, a p a rtir del 21 de abril de 1960, existiría el nuevo D istrito Fe­ deral y el territo rio de la construcción encontraría su verdadero destino jurídico institucional. Sin embargo, en tanto esta fecha aún era un acon­ tecim iento en el futuro, el territorio de la construcción se encontraba sujeto a la cerrad a polém ica sobre su estatu to jurídico en el sentido más amplio posible. E n el caso de Brasilia, la ambigüedad jurídica es todavía m ás notable una vez que la Constitución'del E stado de Goiás estipulaba la separación del área del futuro D istrito Federal desde prom ulgada la ley que fijara la m udanza de la capital (JK sancionó esta ley el I o de octubre de 1957). E n su edición del 25 de mayo de 1958 (en C om pila­ ción NOVACAP) el Dio,rio de Comercio de R io de Janeiro, publicó el siguiente artículo:

No se tienen debidam ente focalizadas en el problem a de la m udanza de la capital las cuestiones transito rias relacionadas con la situación juríd ica actual de Brasilia. En efecto, de acuerdo con la C onstitución del E stado de Goiás, hecha la delim itación del área respectiva y decretada la transferencia de la capital, lo que se h ab ría verificado por fuerza de la ley que le fijó la fecha, era considerarse aquella franja de tie rra desligada de la jurisdicción estatal y consecuentem ente dentro de los lím ites de la com petencia de las autoridades de la U nión. L a n a tu ra le z a de esa integración aparentem ente aún no fue convenientem ente exam inada. No obstante, de ella derivan im p o rtan tes consecuencias tanto teóricas corno prácticas. Si es evidente que la Constitución de Goiás no podría h a ­ b er creado territo rio federal alguno, tam poco hay d uda que el citado dispositivo h ab rá tenido m ás de un acto jurídico de orden patrim o n ial con el objeto del extenso latifundio. El p atrim onio de la U nión, regulado por los principios del Derecho Privado, no recibió aum ento en el conjunto de sus bienes dom inicales. E staríam os frente a una sim ple o p era­ ción inm obiliaria si, por ejemplo, la Unión adquiriera tierras p a ra construir su C apital, y desaparecería el problem a, con­ tinu an d o el área que sirviera al futuro D istrito Federal h asta su ascenso a sede de Gobierno, bajo la misma jurisdicción estatal. Todo, pues, comienza a tornarse problem ático del p u n to en que se acepte la interpretación corriente en cuan­ to a la aplicación del dispositivo de la C onstitución goiana, esto es, desde que se ad m ita que Brasilia no integra m ás el territo rio de Goiás. E ntonces corresponderá indagar, en be­ neficio de algunas situaciones de derecho, en qué condición juríd ica o bajo qué régim en de com petencia esa área se en ­ cuen tra actualm ente. La cuestión, como es fácil com prender, no es m eram ente teórica; desde el punto de vista práctico urge que se resuelvan ciertos problem as ya expuestos y liga­ dos al orden público, como por ejemplo el del juicio a que

se atribuya com petencia para resolver los litigios allí ocu­ rridos y que ocurran en ese período intermedio: los de los Tribunales a los cuales se interpondrán los recursos; el de los m agistrados y procesos relativos a las futuras elecciones del 3 de octubre. Los problem as fueron tra ta d o s en diferentes ocasiones, como indica el episodio de una reunión realizada en el Palacio Pao Negro en Petxópolis (Río de Janeiro) específicamente convocada p a ra tra ta r el tem a: Invitados a cenar ayer con el presidente en el Palacio Río Ne­ gro en Petrópolis. comparecieron eí diputado Emival Caiado y varios ju ristas para cam biar los rum bos con referencia a la legislación suplem entaria de Brasilia p t Se sabe que el . profesor Santiago D antas defendió la tesis de creación del te ­ rritorio de Brasilia hasta que se opere el 21 de abril de 60 la m udanza de la C apital Federal p t Contra ese punto de vista se rebeló ei diputado Emival Caiado con apoyo de constítucionalistas de renom bre, Prevaleció finalmente la tesis del parlam entario goiano quedando decidido por el presidente Juscelino que el Ejecutivo d ictará decreto regulando la ad­ m inistración del área de Brasilia y entregándola al Dr. Israel Pinheiro cuidando así de la instalación allí de órganos federa­ les, Quedó convenoionado tam bién que la unión acordará con el Estado de Goiás para éste continuar allí ejerciendo la Ju s­ ticia, Tal acuerdo deberá ser rectificado (sic) oportunam en­ te por la A sam blea Legislativa y el Congreso Nacional. Por último, defendió el diputado Emival Caiado la necesidad de una enm ienda constitucional que discipline la adm inistración dei futuro D istrito Federal después de la m udanza destaca­ dam ente cortando ia posibilidad de llevar a Brasilia la Ju s­ ticia de Río de Janeiro. Fue acogida tam bién esa idea del parlam entario goiano y éste encargado de ofrecerla al Con­ greso. Dichas m edidas derivan del dispositivo de la consti­ tución goiana que considera autom áticam ente desm em brada deí E stado al área elegida para C apital a partir de la fecha de decreto de la m udanza. Ley Emival Caiado que decretó la

m udanza p a ra 60 la región de B rasilia quedó excluida del E stado de Goiás hace varios meses (Telegram a publicado en El Anápolis, 20 de febrero de 1958, Anápolis- GO; el mismo tex to se encuentra en La Tribuna, Núcleo Bandeirante, del 28.2.58). Em ival C aiado es el m ismo parlam en tario udenista goiano responsa­ ble de la labor de la ley que constituyó la NOVACAP. Se enroló tam bién en otros m ovimientos de apoyo a la transferencia como líder del Bloque P arlam entario M udancista, de carácter interpartidario. Se ve que en la p ráctica ios encam inam ientos de las soluciones re­ dun d ab an en el fortalecim iento intencional del poder de la Com pañía U rbanizadora de la N ueva C ap ital que, órgano vinculado al Ejecutivo, dom inaba to talm ente el área en d etrim ento de los otros poderes de la República, ahora m arcadam ente el Judicial. P ara los problemas de or­ den jurídico, desde crímenes y asesinatos h a sta cuestiones laborales, el territorio de la construcción estab a subordinado concretam ente a la tu ­ tela de las pequeñas ciudades vecinas de Luziánia y Pianaltina (sobre todo esta últim a) que, como sería de suponer, no estaban preparadas adecuadam ente p a ra dar cuenta de ese volum en de problemas. G eraldo Joffiiy (1977) dice que: Teóricam ente la organización judicial del municipio goiano de P ian altin a debería a m p arar a los habitantes de todo el cuadrilátero de B rasilia h a sta ia m udanza de ia Capital Fe­ deral; lo que, de m odo alguno, se po d ría realizar debido al increm ento de la población y a la precariedad del personal y m aterial de que disponía aquella com arca. Los casamientos y las defunciones eran registrados en las oficinas adm inistrati­ vas de P ian altin a o Luziánia. Algunos procesos criminales o civiles iniciados en aquella época eran de ta l modo deficientes que no se podían identificar corno elementos del Poder Ju d i­ cial. ¿Y qué hacían los 30 abogados encontrados en la Ciudad Libre en 1959? La respuesta sim ple es que desempeñaban una de las más delicadas y valiosas funciones, parlam entando con los delegados, suplicando influencias, am enazando llevar los casos a la prensa, red actan d o sospechosísimas escrituras de

tierras, orientando a los com erciantes en la obtención de los «comodatos» concedidos por la NOVACAP p a ra la edifica­ ción de establecim ientos de m adera a títu lo precario, en fin, mil y u n «negocios» jurídicam ente absurdos y todavía válidos (p. 54). Reproducirem os a continuación un fragm ento de una entrevista con un Juez de T rabajo de la región: A ntes de la inauguración, el territorio estaba bajo la juris­ dicción del Juez de Derecho de P lan altin a, que era de la m ag istratu ra goiana. El hacía las veces de Juez de Trabajo. Quiere decir, desde el punto de v ista legal, que la ley civil era aplicada por el Juez de Derecho. Casam ientos, cuestiones de..., en fin, cualquier otra cuestión sería dirim ida o decidida por la Justicia goiana h asta el 21 de abril de 1960. cuando fue creada la Justicia ordinaria. A hora, lógicamente la Jus­ ticia de Goiás debía que tener jurisdicción sobre el D istrito Federal, bajo p en a de quedar esa región enteram ente acéfala, sin ninguna prestación jurisdiccional. -Y eso de hecho ocurrió o no? -O cu rrió de hecho (...) Se creó aquí, la NOVACAP es quien lo adm inistró aquí. En realidad, en el estado de derecho... -C reó incluso una policía, ¿no? -T en ía una policía propia (...) A hora la NOVACAP, que era adm inistradora de la construcción, se atribuyó para sí, por . así decir, el poder de policía. Ella tenía u na guardia, tenía policía, tenía cárcel y dirimía incluso los conflictos laborales. Posteriorm ente, con la instalación vinieron guarniciones del Ejército, h asta que esa fuerza fue extinta, no, sustituida por-tropas del Ejército, de la Policía del Ejército, En la p ráctica los problem as ligados a la seguridad pública fueron tratados obedeciendo al poder concentrado en manos de la NOVACAP. lo que dem uestra la creación de la policía vinculada a esta empresa estatal, que fue responsable de la inseguridad de la población:

Con la organización de la NOVACAP fue creado un organis­ mo para-m ilitar que se llamó G u ard ia Especial de Brasilia, conocida con la sigla C EB . especie de grupo de seguridad o guardia policial que infundía m ás tem or que respeto. Era com andada p o r un general retirad o 3' algunos oficiales mi­ litares, actuando de hecho por la orientación rutinaria de algunos delegados o comisarios provenientes de las policías de M inas G erais o Goiás. Los soldados eran elegidos entre los candangos de mayor po rte y algunos feroces elementos de la policía goiana. En el inicio, aproxim adam ente 300 hombres que usaban uniform e am arillo aprovechado de las sobras del antiguo uniform e de la Fuerza A érea B rasileña (...) Una vigi­ lancia policial organizada de un m odo ta n prim ario represen­ ta b a los poderes del propio E stad o (acep tada o im puesta. 110 corresponde ahora, discutirlo) con un m ínim o de estabilidad y equilibrio p a ra el único objetivo que se ten ía en la mira: construir B rasilia (...) Como era de esperar, estos primitivos m étodos favorecerían to d a suerte de abusos de autoridad, propiciando la violencia, extorsiones, sobornos y prevarica­ ciones... (Joffily, 1977: 52-53). Inicialm ente es la necesidad de salvaguardar los depósitos de m aterial de construcción lo que lleva a NOVACAP a atribuirse el poder de policía, según la explicación de su prim er com andante: E n el mes de enero del 57 conversaba con el Dr. Israel Pinheiro en su ^oficina de tra b a jo en Río de Janeiro, cuando surgió la idea de instalar una seguridad policial de oficio en B rasilia para m antener u n a vigilancia sobre el m aterial pe­ sado de las com pañías que se en co n trab a disem inado por el cam pam ento, pues ya habían ocurrido algunos casos de hur­ to. Quedó establecida entonces la creación de la «División de Seguridad Pública de la NOVACAP», eso ocurrió el día 20 de febrero de 1957 (Jornal de B rasilia, 23.4.78, p. 28). En un universo donde el alcohol y la prostitución se constituyen en «alternativas» de ocio, resalta la necesidad de establecer una vigilancia

policial eficaz para controlar, en todo sentido, a una población predom i­ nantem ente m asculina y adulta. E stá claro que el E stado de Goiás no disponía de los medios concretos de vigilar un área cuya población crecía a un ritm o inusitado. Trasladar policías goíanos al área en número sufi­ ciente para la cantidad de h abitantes sin d u d a perjudicaría la vigilancia de otras regiones del estado. La Com pañía U rbanizadora de la Nueva C apital entonces, como se mencionó, resolvió crear la GEB, G uardia Especial de Brasilia. La violencia policial fue harto registrada por la prensa: ««.Ambiente de Esbirros y P repotencia en Brasilia» (sigue un texto que reproduce fragm entos de una c a rta enviada al dia­ rio por un ingeniero): O bien B rasilia comienza desde ahora a civilizarse, o no soportarem os por más tiem po ese am biente de esbirros y prepotencia que favorece a algunos poderosos en detrim ento de los trabajadores. Que la voz de la pren­ sa moralice Brasilia (...) La NOVACAP, encargada de pro­ porcionar incluso la vigilancia policial de la fu tu ra capital del país... está em pleando en la función policial a individuos com pletam ente desprovistos de condiciones para ello, anal­ fabetos, puede decirse valentones, que están com etiendo una serie de arbitrariedades ( 0 Globo, Río de Janeiro, 20 de mayo de 1958, en Compilación NOVACAP). Los criminales de Brasilia son enviados a la ciudad de Luziania. Se afirma que, apresados en flagrante delito y enviados a aquella comarca, al día siguiente aparecen tranquilos en las calles de la Ciudad Libre, conversando con 1a policía. E sta es la llam ada G uardia de la NOVACAP. Tiene 51 integran­ tes de los cuales sólo 3 son goianos y 6 mineiros. El resto está compuesto por nordestinos. C ada uno gana 5 mil cru­ zeiros,. además de los adicionales. E xtrem adam ente violenta, envía casi todos los días a sus víctim as al hospital y dicen como brom a, naturalm ente, que en el examen de selección el com andante -un coronel retirado de la policía carioca- sólo exige que el candidato levante una bolsa de 70 kilos p a ra pro­ bar si tiene o no fuerza. Uno de los últim os actos violentos de

la G u ard ia de la NOVACAP fue la golpiza a un trab ajad o r. T erm inaron perforándole los ojos (La Hora. San Pablo. 14 de junio de 1958, ídem). Agrego algunos titu lares que indican la intensidad del problem a: Novacap T ercera R epública de Brasil. La policía de la Novacap a ta c a el derecho constituido de la dem ocracia hum ana. D ictad u ra im p lan tad a p o r u na corporación inconstitucional (La Tribuna, Núcleo B andeirante, 27 de julio de 1958). La Policía de la Novacap está extralírnítando sus funciones. Y propina golpizas a jóvenes y menores (El Andpoh.s, GO, 26 de m arzo de 1959). Todos nuestros entrevistados, cuando recordaban la actuación de la GEB, se referían siem pre a su violencia y arb itrariedad: Pegaba con un com pañero. Los vi pegarle a un cearense (per­ sona del E stad o de Ceará) que robó en la V ila A m auri y corrió m ás allá de aquella orilla deí lago y ellos le pegaron m ás allá de la calle y ahí fueron a rodearlo cerca del Palacio de la A lborada. Y el hom bre enfrentó a la policía, la policía lo enfrentó a él, sacó la porra, lo ataron, y vinieron tirando de él atad o h asta aquí en la seccional que... le dieron una paliza, lo vi (m antenim iento de m áquinas). F ijate en la policía de acá antiguam ente, ellos crearon aquí un dep artam en to que se llam aba GEB, la vigilancia policial de acá te n ía el nom bre de GEB (...) La policía llegaba, el suje­ to estab a peleando, la policía llegaba y m etía el garrote, la policía. D isparaba, m ataba, era de este estilo (carpintero). ¿U sted fue invitado a tra b a ja r en la GEB? -Sí. Pero no quise. El personal llegaba del N orte, porque aquí ten ían pocos candidatos p a ra GEB, él (un capitán) invi­ ta b a al pueblo a venir. Más gente que fuera... que no tuviera miedo de n ad a, que fuera m ala en serio, y no tu v iera miedo de nad a. P orque eso era p a ra pegar y el garrote p a ra comer.

Porque en los cuarteles estaba escrito: es un m entiroso el preso que entró acá y dice que no le pegaron (auxiliar). De esta m anera, había una policía que ejercía u na represión violenta e im pune, encubierta por ía necesidad de «m antener la paz» en el terri­ torio de la construcción, por la am bigüedad ju rídica que caracterizaba al área, por el gran poder concentrado en m anos de la NOVACAP, por la necesidad de inaugurar la obra en ei plazo previsto. La represión policial es uno de los hechos más preem inentes en la m em oria de los obreros que entrevisté. E sta actuación policial llevó incluso a una atm ósfera de terro r que se cristalizaba siempre en la am enaza de «ir a buscar a la GEB». M uchas veces, esta simple m ención era suficiente p a ra disolver un conflicto. En ese clima, la G uardia Especial de Brasilia se convir­ tió en un interm ediario constante en las relaciones entre los individuos y el «Estado», es decir, la NOVACAP.

Soldados de La GEB frente a la adm inistración de la NOVACAP En esta situación, la am bigüedad jurídica produjo los resultados m ás variados. E n el período anterior a la inauguración encontram os desde

estelionato h a sta abusos policiales cotidianos4. U n gran golpe fue d a­ do p o r am ericanos encargados de u n a serie de m ontajes de estructuras m etálicas (cf El Sem inario, n° 192, del 9 a 15 de enero de 1960, artículo de la últim a página con el siguiente titu lar; «Los norteam ericanos de la R aym ond Concret P ille p e rp e tra ro n u n a estafa a los cofres de Brasilia»), El comercio de m aterial de construcción tam bién era propicio para cierto tip o de negocios sospechosos como el siguiente: con apenas un viaje de cam ión de arena, se d ab a e n tra d a de 3 a 4 notas de entrega (cf. La Tribuna, n° 62, del 18 de o ctu b re de 1959; ver tam bién Epstein. 1973: 62-63). El dipu tad o federal Elias A daim e (PSD ), en un polémico discurso en el Congreso N acional (3 de noviem bre de 1959) al cual y a me referí., señalaba una serie de denuncias que van desde el caso de la arena («Hay cuestionam ientos en NOVACAP sobre el consumo de arena. Las facturas acusan un núm ero de 40 mil rn3. Lo em pleado y lo encontrado en stock fueron 8 mil. ¿Dónde e stán los 32 mil m 3 de arena que costaron 760 cruzeiros el m etro? ¡¿Son 25 millones de arena desviados?!», en el Diario de Brasilia 1959: 258, 259), h a sta enriquecim iento con fondos públicos, pasando por ia dilapidación inusitada de m aterial. La d etallada respuesta elabo rada por la NOVACAP y publicada el 10 de noviembre de 1959 (el discurso del diputado p esedista era a propósito de los requerim ientos udenistas de in stau rar u na Comisión P arlam en taria de Cuestionam iento y tu vo grandes repercusiones) p retendía cubrir todos los ítems. Sobre el reclam o que mencionó el d iputado, señaló Israel Pinheiro: Es claram ente u n a dem ostración de la vigilancia de la A dm i­ nistración de la NOVACAP, castigando a los responsables y reduciendo cuanto es posible la acción inevitable de los aven­ tureros de todo orden, que proliferan atraídos por las activi­ dades pioneras. Esos procesos son apresurados e instruidos po r el D epartam ento de Seguridad (...) y enseguida dirigidos al D epartam ento Jurídico, que después de las instrucciones finales en la esfera ad m in istrativ a de la NOVACAP. los rem i­ 4El D iario de la N oche, de Río de Janeiro, el 28 de mayo de 1958 publica un artículo con el siguiente titu lar: «Brasilia, un P araíso de E stelionato» (en Com pilación N O V A CA P). Las im plicancias de ia am bigüedad ju ríd ic a relacionadas a cuestiones laborales serán vistas en el c ap ítu lo 3.

te a la Policía de Goiás. E n cada uno de los tres procesos los culpables fueron debidam ente castigados {Diario de Brasilia, 1959, p . 289). No obstante, en el libro de un ex director de la NOVACAP sobre la historia de la ciudad encontram os el siguiente pasaje: D urante la construcción de Brasilia, la NOVACAP no tenía D epartam ento Jurídico. Para hablar con franqueza» el De­ p artam en to fue organizado a fines de 1959, pero sólo fun­ cionó realm ente después de la m udanza. La NOVACAP dis­ ponía sólo de un abogado (...) que ganaba una gratificación de veinte mil cruzeiros y un consultor (...) Cierto día (el abo­ gado) consultó a Israel sobre cierta cláusula de determ inado contrato. El Dr. Israel retrucó: «Mire. (...) yo quiero un abo­ gado para que me ayude y no para que complique las cosas. P ara hacer lo que dice la Ley no preciso abogado; voy ha­ ciendo sin la opinión de ustedes. Si preciso abogado es para justificar lo que no está claro en la Ley». Y así, sin las filigra­ nas de largos dictám enes jurídicos, fue construida la ciudad [Silva, 1971: 259). La am bigüedad jurídica tam bién implicó problem as en otras áreas como en lo tocante al proceso electoral de 1958, cuando se dem oró la definición de la situación de los electores existentes en el territorio de la construcción: Al m om ento la situación jurídica y política de Brasilia aún está condicionada a las fronteras del E stado de Goiás, lo que ha suscitado diversas controversias principalm ente aho­ ra. cuando se perfila el movimiento político tendiente a 1a sustitución de los puestos electivos del E stado m editerráneo. La posición de Brasilia aún no está definida (La Tribuna, Núcleo B andeirante, n° 5, 16 de marzo de 1958). M ientras no se define la situación jurídica de Brasilia dentro del plano federal, los residentes de esta capital se inscribie­ ron como electores en ios municipios goianos de P ian altin a

y Luziánia. Ejercieron su deber 4.081 ciudadanos, quienes com parecieron a urnas instaladas en la NOVACAP y en ei Núcleo B andeirante p a ra elegir gobernador, diputados, re­ presentante de Goiás en el Senado Federal, intendentes y cam aristas de am bas localidades a las que nos referimos (La Tarde, Salvador, BA, 7.10.58, en Com pilación NOVACAP), No es difícil im aginar lo que significó p ara esas ciudades goianas tener como electores y eventuales candidatos p a ra sus cám aras municipales e intendencias a individuos sin mayores vínculos anteriores con la realidad cotidiana de íos municipios. O tra cuestión que luego surgiría, y que tendría repercusiones más inm ediatas p ara el día a día en el territo rio de la construcción, era aque­ lla respecto del pago de im puestos por el comercio en el área. Como se verá, el no pago de im puestos fue u na de las m aneras encontradas para incentivar la afluencia de com erciantes, así como su establecimiento en la C iudad Libre o Núcleo B andeirante. No obstante, debido al gran volu­ men de negocios realizados, se tornó interesante tasar esas transacciones comerciales y el gobierno del E stado de Goiás, intentando m anipular la am bigüedad ju ríd ica del territorio, intentó ejercer derechos fiscales en el área. Los com erciantes del Núcleo B andeirante, que ya contaban con una Asociación Comercial, p ro testaro n vigorosamente, amenazando in­ clusive con realizar huelgas. Veamos lo que dice sobre el tem a uno de los diarios citadinos de la época: En un acuerdo establecido entre el E stado de Goiás y el go­ bierno federal, quedó resuelto que no se cobrarían impues­ tos a las m ercaderías que se destinaran a Brasilia, lo que infelizmente no viene sucediendo. C oa la ru p tu ra de la pro­ mesa, varios trasto rn o s h an surgido, desde que los camiones tran sp o rtad o res de artículos p a ra el m ercado de Brasilia son detenidos en los puestos fiscales cuando no efectúan el p a­ go exigido, perjudicando enorm em ente ei abastecim iento de Brasilia («Los com erciantes del Núcleo B andeirante son con­ siderados vendedores ambulantes»-, La Tribuna. n° 1 1 , 30 de junio de 1958).

C ontinúa causando conmoción la cuestión del cobro de im­ puestos en Brasilia. Los com erciantes aquí establecidos, am ­ parados por la Asociación Comercial de esta ciudad, han lu­ chado en el sentido de conseguir la exención de impuestos pa­ ra las m ercaderías destinadas a la nueva capital, acto que ha encontrado repercusión entre todas las clases aquí instaladas (...) Si Brasilia estuviese de hecho líbre del cobro de im pues­ tos, las ciudades de P ia n a ltin a y B razilándia (sic), situadas en terrenos del nuevo D istrito Federal, estarían auto m áti­ cam ente libres de cualquier pago similar. Pero al m omento, el comercio de aquellas ciudades paga el im puesto para los cofres del gobierno goiano. Existe, sin embargo, una solución acertad a p a ra ta n crucial problem a. Si el comercio de Brasi­ lia efectuase el pago de im puestos, autom áticam ente podría exigir el cum plim iento de ley en lo referente a los dere­ chos que ta l pago otorga, jurídicam ente hablando, el trab a jo bien hecho de la Asociación Comercial de Brasilia p o d rá no encontrar apoyo en las entidades de otras ciudades de esta­ dos diferentes por ser u n a Asociación que, empero tra b aje y luche en provecho de la clase comercial de Brasilia, hecho que merece irrestrictos aplausos, está aún bajo la autoridad del Gobierno del E stad o de Goiás. porque como dijimos esto todavía es Goiás (...) Las huelgas program adas, que tienen el apoyo de la Asociación Comercial, no constituyen el me­ dio adecuado p ara la solución del problema. Estas huelgas no afectarán a la : NOVACAP ni al Gobierno^ de Goiás. y sí al pueblo de Brasilia, a los habitantes de esta ciudad que sufrirán las consecuencias de tales actos (...) Hacemos un lla­ m ado en nom bre del pueblo a los dirigentes de la Asociación Comercial de B rasilia, en el sentido de que sea prontam en­ te norm alizada esta situación p a ra que la población pionera no sufra las consecuencias de las huelgas program adas (La Tribuna, Núcleo B andeirante, nü 16. 25 de agosto de 1958), .Una huelga de carniceros llegó a llevarse a cabo. La Asociación Comercial tom ó entonces m edidas legales p ara asegurar la exención de impuestos a los com erciantes del Núcleo Bandeirante:

La Asociación Com ercial ya interpuso un recurso de am paro contra el E stad o de Goiás, el día 16 del corriente por in­ term edio del Dr. ... No hay razón de ser... p a ra el cobro de im puestos en Brasilia... Pi'ocuram os escuchar la p alabra de varios juristas... que fueron unánim es en apoyar nuestra re­ solución. Según la Constitución Federal, sería designado un día p a ra la transferencia de la capital a la M eseta Central y. de acuerdo con la C onstitución del E stado, artículo 54, Goiás p erd erá los derechos sobre el área donde está sien­ do construida Brasilia. La fecha de m udanza ya fue fijada p a ra el 21 de abril de 1960, por lo tanto, el estado va per­ dió los derechos sobre este área (...) Por derecho... solam ente la Unión p o d rá efectuar legalm ente la cobranza de los im­ puestos en Brasilia, y no el estado de Goiás. como pretende el actual gobierno (La Tribuna., Núcleo B andeirante, n° 18, 2 de octubre de 1958, declaración al diario del presidente de la Asociación, Gileno M endes de A ndrade). E l propio carácter tem porario del período en el cual existió la am ­ bigüedad jurídica hizo que surgieran «soluciones» ad hoc y paliativas, y por ello mismo- se transfieran las soluciones definitivas para cuando el te­ rritorio de la construcción encon trara su definición jurídico-instituciona), después de la inauguración. En ta n to esto no ocurre en la práctica. «La Ju sticia de Brasilia es la NOVACAP» (titu la r del Jornal do Brasil, del 11 de septiem bre de 1959, en Com pilación NOVACAP). Estarnos, en­ tonces, ante una situación aparentem ente contradictoria -la presencia de u na poderosa com pañía estatal federal y 1a ausencia de una definición institucional sobre el territorio de ia construcción-, cuya funcionalidad p a ra la ejecución de un gran proyecto sólo puede ser entendida en el ám bito de una polaridad p erm itid a por la am bigüedad jurídica: de un lado, el máximo control que se po d ía ejercer sobre la población, del otro, la desobediencia de la legislación laboral (ver capítulo 3).

Capítulo 1 Los trabajadores Un paso inicial p a ra com prender m ejor la composición de la clase obrera de un gran proyecto es situar el territorio donde se lleva a cabo la cons­ tru cció n 1. Es característico de este tip o de trab ajo s el hecho de que se tra te de obras de proporciones gigantescas desarrolladas en áreas relati­ vam ente aisladas. El territorio de la construcción de Brasilia, y su área m ás am plia .que en el futuro se convertiría en el D istrito F ederal tenía u n a densidad poblacional de 1.0 h a b ita n te por K m 2 en 1956 (IBGE, 1959: 4), se localizaba en un área que se extendía por tres municipios de Goiás, Formosa, P lan altin a y L uziánia (C odeplan. 1976: 25), todos b a sta n te aislados, incluso de la cap ital del estado, Goiánia. Según el Censo de 1959, «aún en 1950 1a población del territorio se revelaba es­ casa; adm itiendo que ei área com prendida había perm anecido invariable desde 1890» (IBG E, 1959: 3). La densidad demográfica en el período 1956/1959 evolucionó de la siguiente form a (ídem: 4):

1P a ra sim plificar, aclaro que lie designado al á rea de construcción de B rasilia com o «territorio de la construcción». Utilizo tam bién frecuentem ente los térm inos «en la época de la construcción» p a ra designar el período anterior a la inauguración de Brasilia- E videntem ente, debido al hecho de que se tr a ta de la edificación de una ciudad (aún con un traza,do urbano cerrado, com o es en este caso), es im posible afirm ar que la construcción haya finalizado algún día.

Julío/1957 M a rz o /1958 M a y o /1959

1.0 2.1 4,9 11,0

h a b ./K m 2 h a b ./K m 2 h a b ./K m 2 h a b ./K m 2

Un carpintero relata su experiencia de viaje por precarios caminos, desde G oiánia (cerca de 200 kms.) h asta el territorio de ía construcción, a principios de 1957: Yo vine de allá de Goiánia p ara acá p ara construir el cam pa­ m ento del aeropuerto. Salimos de Goiánia con los camiones de m adera y vinimos para acá. Entonces acá, cuando llega­ m os acá, veníamos por Corumbá, Braslánclia, C am po Limpo (lugares de la región). Tardam os cinco días de G oiánia h asta acá p a ra venir con el camión. No había caminos, no había n ada. E ra un tem a medio complicado venir. Se tra ta b a , así, de un área prácticam ente desprovista de tra b a ja d o ­ res y m ateriales en cantidad como p a ra soportar la presencia repentina de un em prendim iento tan grande como la construcción de una ciudad. E sta carencia tiene dos implicaciones fundam entales estrecham ente rela­ cionadas entre sí: 1) se vuelve im perativo crear las condiciones concretas p ara la realización del trabajo (por ejemplo, construcción de caminos p a ra acceder al lugar de los trabajadores y los m ateriales, construcción de predios destinados a residencias de trabajadores, alm acenaje de m a­ terial y prestación de servicios; 2) aglomerár e inmovilizar en el territorio a un gran núm ero de trabajadores que presten sus servicios en la obra. Fue necesario atenuar o term inar con el aislam iento relativo de la re­ gión lo antes posible. U na de las prim eras obras realizadas fue, una pista de aterrizaje p a ra aviones, que en aquellos m om entos iniciales'eran el medio de tra n sp o rte que podía asegurar la vía m ás ráp id a de acceso al área, con el m enor esfuerzo posible. Por otro lado, tam bién es evi­ dente que es inviable construir una ciudad usando como único medio el tran sp o rte aéreo. De este modo, la necesidad de construir accesos por tie­ rra para, hacer llegar la cantidad necesaria de m ateriales y trab ajadores lleva a com enzar 1a construcción de vías, principalm ente la estratégica

Brasilia-A iiápolis. E sta ciudad goiana. localizada a cerca de 140 kilóme­ tro s de B rasilia, desem peñó im po rtan tes funciones frente al territorio de la construcción, y a que era la de mayor po rte próxim a al lugar. Además, era el p unto final de la vía de hierro que llevaba al sur del país, siendo; p o r ío tan to , vía privilegiada de tran sp o rte de m ateriales y trabajadores.

C onstrucción de un «puente» p a ra llegar a Brasilia. 1956 P o r Anápolis se llegaba a San Pablo, quedando entonces como p rio ri­ dad construir una vía h asta Belo Horizonte que conectaría el territo rio tam bién con Río de Janeiro. La de B rasilia/A nápolis fue la prim era ca­ rre te ra asfaltad a que conectó el área de la construcción con o tras áreas del país (la inauguración de su pavim entación fue en junio de 1958). No cabe d u d a que representó la principal vía de conexión efectiva entre eí territo rio de la construcción y otros centros del país. Los tra b a jo s destinados a proveer las vías de acceso necesarias no se dan aisladam ente, en el sentido de que no se espera que estén te r­

m inados para iniciar otros. En realidad, se van utilizando los caminos precarios existentes que reciben algunas mejoras provisorias para conte­ ner el tráfico. Paralelam ente a este tipo de trab ajo (realizado por grupos de operarios que en general tienen la tarea de crear las condiciones para la llegada de los otros), es necesaria la ejecución de varios otros ligados a la provisión de vivienda y servicios para quienes comienzan a llegar en corrientes considerables. Según el Censo de 1959, «la población se habría m ultiplicado diez veces en menos de tres años» (IBGE, 1959: 3). La Com pañía U rbanizadora de la Nueva C apital divide entonces el territorio de la construcción en tres grandes áreas con atribuciones es­ pecíficas para el desarrollo de cada trabajo: una destinada a la iniciativa privada, o sea. principalm ente a los comerciantes que pasarían a servir a la población trabajad o ra: otra para el cam pam ento central de la propia NOVACAP, con alojam ientos diversos, almacenes, depósitos, oficinas y otros equipamientos; y finalm ente áreas para los cam pam entos de las com pañías constructoras particulares. Este es el recorte inicial realizado para dar cuenta de los diversos problem as básicos de los prim eros m o­ mentos de la obra: a) instalación de millares de trabajadores que irían a emplearse en la construcción: b) provisión de servicios para esa po­ blación: c) instalación de la adm inistración que controlará el área y su población; d) alm acenaje del m aterial de construcción que será utilizado. El área destin ad a a la prestación de servicios provistos por la inicia­ tiva. privada se convierte en la C iudad Libre o el Núcleo B andeirante. El gran loteo que dio lugar a la C iudad Libre se inicia a fines de 1956 destinándose en general a recibir y establecer a los particulares, es de­ cir. principalm ente a los com erciantes y residuahnente a los trabajadores que llegaban al territorio sin ningún vínculo inm ediato con la construc­ ción. Se llam aba C iudad Libre justam ente por ser iniciahnente el único sector a donde se podía ingresar librem ente para establecer residencia o desem peñar una actividad, y por ser un área para actividades privadas en la cual se incentivaba el establecim iento de comerciantes a través de la exención de impuestos. La intención era formar un núcleo de comercio para la asistencia de la población inm igrante. Los lotes eran distribuidos en régimen de com odato debido al carácter tem porario que se p retendía para el asentam iento. Se planeaba transfe­ rir a la población de la C iudad Libre a partir dei día de la inauguración

de Brasilia, cuando p asaría a ser ilegal la perm anencia en el i ligar. De este modo, sólo se p erm itía construir casas de m adera, lo que le dio a la ciudad u n a apariencia de gran cam pam ento, de -«ciudad del farwest», acarreando problem as diversos de in fraestru ctu ra urbana, como gran­ des incendios que se p ropagaban fácilmente. P a ra im pedir que el fuego alcanzara grandes proporciones era preciso d estru ir alas enteras de ca­ sillas, term inando así con la continuidad de las estructuras de madera. En 1959 este núcleo poblacional co n tab a con 11.565 habitantes (IBGE, 1959: 40).

Avenida C entral de la C iudad Libre La C iudad Libre estuvo m arcada desde el comienzo por su función de ciudad comercial. Siendo la única localidad del territorio de la construc­ ción que se consideraba de ocupación libre, era allí donde se buscaba alojam iento (de ahí el gran núm ero de hoteles que hasta hoy existen), placer (proliferan los bares, restau ran tes, boites y u n a zona de p ro stitu ­ ción), así como servicios en general (correo, bancos, médicos, abogados, feria libre, comercio m inorista y m ayorista con sus depósitos, iglesias,

escuelas, etc.). Con un m ovim iento perm anente relativo a todo el te­ rritorio de la construcción, m ás la presión proveniente de la continua inmigración masiva, la Ciudad Libre enseguida pasó a ser un problem a por su prácticam ente absoluta ingoher¡labilidad.

L a segunda área que nos interesa es aquella d estinada a las instala­ ciones de la C om pañía U rbanizadora de la N ueva C apital. Se situó en las proxim idades de la Ciudad Libre y. conocida como Velhacap, centra­ lizaba los servicios necesarios p a ra el ejercicio de las actividades de la com pañía y p a ra las viviendas de sus funcionarios e ingenieros. Allí esta­ ban, adem ás de los diversos departam en to s ligados a la adm inistración de la com pañía, ei mayor hospital del territo rio de la construcción (el H ospital del IA P I), un gran re stau ran te del S A P S (Servicio de Alimen­ tación de la Previsión Social) que aten d ía a m illares de trabajadores., las instalaciones policiales, etc. Inm ediatam ente próxim a a este conjunto de predios con funciones adm inistrativas o de residencia para ingenieros fue construida C andangolándia, que como su nom bre indica, se destinó a las viviendas y alojam ientos de tra b a ja d o res de la N O V A C A P . La po­ blación to ta l de la Velhacap en 1959 era de 4.186 habitantes (ÍBGE. 1959: 40). Ju n to con la Ciudad Libre, la Velhacap form aba el núcleo central de organización de ja vida en el territorio de la construcción. Es­ tas localidades intercam biaban sus funciones en térm inos de orientación de los tra b a jo s de la construcción: una. como sede de las transacciones comerciales y. a p a rtir de cierto m om ento, como un m ercado de com pra y venta de fuerza de trabajo.; la otra, como sede del poder del Estado, representado por la N O V A C A P .

V ista parcial de la C andangolándia 1957-1959

E n las márgenes de estas localidades se localizaba el tercer conjunto que definía la ocupación te rrito rial del área de la construcción: los cam ­ pam entos de las com pañías privadas. E stos eran, hasta cierto punto, dispersos. Podían encontrarse próxim os a la C iudad Libre, así como en algunos puntos de lo que sería en el futuro el P lan Piloto, Brasilia. Sin em bargo, en térm inos de representatividad num érica, la aglomeración m ás im p o rtan te fue la que se conoció como Vila Planalto. Su localiza­ ción era intencionalmesnte próxim a al área central, el Eje M onum ental, donde se construía la P laza de los Tres Poderes y la E xplanada de los M inisterios, obras que concentraban tra b a jo s de relleno y de edificación de gran volumen, ligados a la construcción de palacios, bloques minis­ teriales, la Term inal de colectivos y el T eatro Nacional, por ejemplo. Del conjunto mayor de la V ila P lan alto form aban parte cam pam entos de em presas como la C onstructora R abelo, Pacheco Fernandes D antas L tda., C onstru cto ra Pederneiras y C o n stru cto ra Nacional. Allí se. ins­ ta laro n millares de trab ajad o res vinculados a la forma de vivienda del cam pam ento que, como veremos en el próxim o capítulo, es característica central de los grandes proyectos. Las tres áreas que rápidam ente describim os fueron el resultado de la división establecida por la NOVACAP p ara recibir la afluencia de tra b a ­ jadores que se dirigió al territo rio de la construcción apenas se conoció la noticia de la construcción de B rasilia y sus atractivos fueron divulgados. El esquem a de viviendas p a ra trab ajad o res de grandes cam pam entos no preveía residencias suficientes p a ra familias. Así, prácticam ente sólo los operarios m ejor posicionados en la jerarq u ía del ram o de la construcción civil obtenían viviendas que p o sibilitaban traer a sus familiares. D e.es­ te modo, la C iudad Libre ínicíalm ente era el único núcleo habitacional donde las familias podían instalarse. Teniendo en cuenta que estaba des­ tin ad a a ser básicam ente un centro de comercio, con el correr del tiem po la afluencia de com erciantes conjugada a la de operarios rápidam ente tornó dificultosa la obtención de u na vivienda, especialmente para estos últim os. Recordemos tam bién que, de acuerdo a las intenciones iniciales, este núcleo habitacional era de carácter provisorio, destinándose su área a otras funciones. La NOVACAP intentó contener el crecimiento de la ciudad prohibiendo nuevas construcciones en el área a p artir del 31 de diciembre de 1958, no obstante, no consiguió detener el proceso.

P a ra los operarios que continuaban llegando quedaban las alterna­ tivas de som eterse a los altos alquileres existentes en la Ciudad Libre, dividiendo muchas veces u n a casa entre varias familias; intentar conse­ guir, a través de la m anipulación de relaciones personales con políticos o adm inistradores, un terreno p a ra construir pasando por encima de prohibiciones formales; o la solución más común que inaugura un proce­ so existente h asta hoy, ocupar áreas no destinadas a residencia. El pro­ blem a de la vivienda inm ediatam ente encuentra su clímax. Comienzan a surgir soluciones del tipo de construcción de ciudades satélite (como T aguatinga en junio de 19-58) o villas Ubres para operarios como Vila Am auri (tam bién en 1958) en un área que en el futuro sería cubierta por las aguas del Lago Paranoá. El surgim iento de una gran obra acaba atrayendo gran número de trabajad o res. Los viajes hacia el área eran agotadores y básicam ente se hacían en transportes precarios como camiones de nordestinos. H asta Anápolis, Goiás. se podía llegar en trenes repletos y en m alas condiciones de higiene y alim entación2. Debido al estado de relativo aislamiento del territorio de la construcción, el tiem po empleado en el trayecto podía variar entre 16 días, desde el lejano Ceará por ejemplo, y 5 días en época de lluvias desde la próxim a Goiánia (antes de ser inaugurado un camino asfaltado el 30 de junio de 1958). M ás allá de la existencia del gran proyecto provocar corrientes de grandes cantidades de trabajadores que vienen en busca de mejores sa­ larios, se tra tó , en el caso de Brasilia, de divulgar form alm ente por todo el país el volumen de la obra y lo que eso representaba en térm inos de oportunidades p a ra quien en ella buscara trab ajo . Juscelino Kubitschek afirma: «Divulgándose la n oticia de que había tra b a jo p a ra todos en B ra­ silia, aum entaban cada sem ana las levas de trabajadores que llegaban. Venía gente de todas las regiones del país. E ra un verdadero torrente hum ano que los camiones canalizaban hacia el P lanalto. Pobres de to ­ 2Ver por ejem plo los siguientes artículos: «Sertanejos con las valijas listas rum bo a Brasilia», de la Gazeía de N oticias ¡ Fortaleza, 6 de enero de 1959, en la Colección NOVACAP; «INIC encam ina centenares de trab a ja d o re s a Brasilia, A parentem en­ te, aún no dispone de dotaciones p a ra atender debidam ente a los inm igrantes», y «R epresentantes del IN IC dan explicaciones», en O Anápolis. del 21 de m arzo de 1960 y 25 de m a « o de 1960. respectivam ente. El cálculo de tiem po que sigue se basa en testim onios de inform antes.

das las latitu d es en busca de la T ierra Prom etida» (Kubitschek, 1975: 81). La articulación de u n a p ro p ag an d a que estim ulaba la corriente ha­ cia el territo rio de la construcción queda clara en el siguiente pasaje de E pstein (1973: 140): E n los prim eros días de B rasilia, los grandes gastos guber­ nam entales en un área donde v irtu ah nente no existía oferta de tra b a jo estim ularon a u n a gran y creciente corriente de inm igrantes. E ntidades oficiales ta n to como medios de comu­ nicación contribuyeron para, a tra e r a muchos inm igrantes a la nueva capital. R e la ta el antiguo director de la NOVACAP. E rnesto Silva: «El INIC (In stitu to Nacional de Inm igración y Colonización), de acuerdo a sus obligaciones, en todas las esquinas de Brasil m arcaba el camino para B rasilia v facilitaba el transp o rte» ( Correio Braziliense, 4 de junio de 1967). El flujo de trab ajad o res, este «torrente humano» de que habla K u­ bitschek, si en principio ap aren ta ser una m asa informe, a! analizar las formas a través de las cuales los trab ajad o res lo com ponían, eran reclu­ tados y seleccionados p ara el trab ajo , surgen contornos que apu n tan a una. caracterización específica de la fuerza de trab a jo que se empleó en la gran obra. De hecho, las especificidades relativas a la composición de la población en Brasilia aparecen constantem ente en el Censo de 1959. Específicam ente acerca de las características del m ercado de trab ajo , el Censo llam a la atención sobre lo que clasifica como «condiciones anor­ males»: «El territorio está siendo poblado con vistas a la construcción de un gran centro m etropolitano; to d as las actividades de la población con­ fluyen, en consecuencia, en la in d u stria de la construcción, de la que la m ayoría de la población obtiene rendim ientos d irecta o indirectam ente» (IBGE.. 1959: 57).

Llegada, reclutamiento y selección Las trayectorias realizadas por los trab ajadores individuales que se di­ rigían al territo rio de la construcción son relevantes, pues expresan in­ tenciones subjetivas. Son sociológicam ente m ás im portantes aun cuando

se im brican con las formas de reclutam iento y selección que term inan por com poner la fuerza de trab ajo que participo de la obra. Es fundam enta! establecer una distinción entre lo que designo flujo desorganizado y flujo organizado, a los efectos del análisis de la formación y composición del personal que se empleó en la construcción de Brasilia. El flujo desorganizado es aquél en que la decisión de ir al territorio de la construcción futí tom ada por el individuo sin la presencia de un reclutador de mano de obra. Al mismo tiem po, esta categoría significa que el tra b a ja d o r tomó conocimiento de la construcción por o trás vías diferentes a !a propaganda gubernam ental, lo que relativiza la im portan­ cia de la mism a y llam a la atención sobre las redes sociales establecidas entre los trabajadores. Además de eso, y tal vez sea más. im portante, significa que la trayectoria de los trab ajad o res individuales no fue orga­ nizada, orientada, por ningún órgano del E stado o por ninguna em presa particular vinculada a los intereses del planeam iento de la producción dei gran proyecto.

Hombres llegando a Brasilia, enero de 1959 Ya ei ñujo organizado se define básicam ente por oposición a la cate­ goría, anterior. En él, el trab ajad o r tiene como m ediador de su trayectoria

un requerim iento de m ano de obra, u na em presa particular o un órgano gubernam ental con las mism as funciones. Es encam inado al territorio de la construcción por un órgano del E stado que tiene las funciones explíci­ tas de regularizar la form ación y composición de 1a fuerza de trabajo, dentro de lím ites aju stad o s a las necesidades de la producción del gran proyecto, y b ajo cuyo control el tra b a ja d o r puede perm anecer desde la salida de su lugar de origen h asta la llegada e ingreso a ia actividad productiva. M ás allá de eso, el individuo se en tera de la existencia de la construcción y de sus oportunidades ju n to a los órganos gubernam enta­ les o a las em presas de construcción particulares, en las cuales ya tra b a ja o no, que lo traslad an hacia el área. E sta diferenciación debe ser entendida como un recurso analítico, pues si en los prim eros m om entos de la construcción de la nueva Ca­ p ital Federal todo el flujo se aproxim aba m ás a la caracterización de flujo desorganizado, con el transcurso del tiem po y sobre todo por sur­ gir en el territo rio un incipiente y propio m ercado de trab ajo localizado básicam ente en la C iudad Libre, el flujo desorganizado pasa a ser relati­ vam ente reprim ido y a convivir cada vez m ás intensam ente con un flujo organizado. E sto indica u n a ten tativ a de los responsables del territorio de controlar u n a superpoblación, tan to en térm inos de cantidad necesaria para la obra, como en térm inos de la posibilidad de proveer alojam iento p ara los que llegaban.

El flujo desorganizado Todo indica que este tip o fue predom inante en los prim eros momentos de la construcción de B rasilia, cuando el área aún se encontraba bas­ tan te aislada. El acceso al lugar era en ese entonces ta n difícil que los prim eros trab ajad o res, al dirigirse ai territo rio p a ra realizar los trabajos iniciales de la construcción de alojam ientos, depósitos, pista de aterriza­ je, venían casi exclusivam ente de áreas vecinas, sobre todo del E stado de Goiás. E stos tra b a jo s iniciales no im plicaban la presencia de un núm ero muy grande de trabajad o res. E ra necesario construir, adem ás de algu­ nos prim eros predios vinculados a las actividades de la NOVACAP, las prim eras calles de servicio internas en el territo rio con sus obras relacio­ nadas, como pequeños puentes.

Recordemos tam bién que en esta época (fines de 1956, comienzos de 1957) no se conocía cuál sería el trazado de la ciudad, ya que el Pian Piloto sólo sería definitivam ente elegido en concurso público nacional, cuyo resultado fue decidido recién en marzo de 1957. A esta altura, los trabajos ligados a la construcción de ia ciudad propiam ente dicha sólo habían comenzado en el aspecto logístico. El Censo de 1959, en relación al «lugar y situación del domicilio anterior», deja ver claram ente que la composición de la población del territorio fue m arcada desde el principio por la contribución de avasalladora predom inancia de goianos e, inm ediatam ente después, de inm igrantes de Minas Gerais (IBG E, 1959: 98, 99 y tam bién p. 52). Son los prim eros operarios que vienen al territorio p a ra tareas es­ pecíficas que pasan a. ser los divulgadores de la existencia del gran pro­ yecto en sus lugares de origen y, por consiguiente, de la gran necesidad de trabajadores para su realización. Así. muchos operarios no se inform an del inicio de las obras a través de los mecanismos formales de divulgación y propaganda articulados por el Gobierno, ni son persuadidos a dirigirse al lugar de la construcción por captadores profesionales u órganos gu­ bernam entales vinculados a la obra. Lo que opera en esos casos como canales inform ativos son bis redes sociales establecidas por Jos tra b a ja ­ dores, vinculadas tan to a la actividad productiva en que están insertos como a su vida social más amplia: Porque él (un amigo) ganó mucho dinero ahí, la com pañía le pagó muy bien, mucho dinero. Bueno, él se quedó allá en Goiánia, él era carpintero muy bueno. Volvió. Cuando un día llegó al taller: ‘Pibe. aquella Ciudad Libre empezó y yo volví para allá, estoy tra b a ja n d o allá, allá hay mucho trab ájo . ¿Vos querés ir a tra b a ja r allá?' Yo le dije: yo.voy (carpintero). Nosotros estábam os en C entralina. en la frontera de Goiás. Ahí un paisano mío, viejo amigo, de chicos, muy conocido, mi amigo, vino p a ra acá en febrero. Yo le pedí que cuando volviera me cuente cómo era que estaba la cosa. Fue cuando estuvo aquella m isa acá, en mayo. Ahí, después de la misa él fue p ara allá y me contó todo. Cómo era acá y todo. Fue y me informó. Yo me vine p ara acá (peón).

E stos trab ajad o res individuales no llegaban al territorio de la cons­ trucción vinculados a un empleo, y estaban por un tiem po en busca de uno. Como h abía una gran necesidad de trabajadores, generalm ente no se ta rd a b a mucho p a ra en contrar u n a ocupación. Un com erciante del Núcleo B andeirante que e sta b a en Brasilia desde los primeros días de 1957, cuando se le preguntó a dónde se dirigían los trabajadores cuando llegaban, afirmó; Aquellos que eran operarios, digamos, mano de obra sin pro­ fesión calificada, iban p a ra las compañías. Y tam bién los operarios especializados que no querían dedicarse a la vida, comercial, era sólo llegar y tenían trab ajo en las compañías. P odían elegir una u o tra com pañía. H abía varias. La oferta d ab a la o p o rtu n id ad de elegir. La que pagaba mejor salario, la que ten ía m ejor alojam iento. E sa era la razón por la cual llegaban continuam ente grandes grupos de personas a Brasi­ lia. Porque llegaban y acá tenían oportunidad de comenzar a tra b a ja r. O en el comercio particular, o en la profesión, o como sim ple operario. H abía tra b a jo de to d a especie. Es cla.ro que la afirm ación «sólo llegar y tenían tra b ajo en las com ­ pañías» necesita ser relativizada sobre todo porque, como veremos más adelante, existían requisitos que, por medio de formas de reclutam iento y selección, coaccionaban las cualidades del conjunto de operarios que en térm inos generales eran em pleados en la obra. Si era alta la dem anda de peones, los trab ajad o res menos calificados dentro de la construcción civil,la búsqueda de profesionales era mayor, lo que facilitaba aún más p a ra esos trab ajad o res la búsqueda de empleos. C uando yo llegué a Brasilia me quedé com pletam ente sor­ prendido con la d em anda principalm ente de profesionales. Albañiles, carpinteros, arm adores. Esos llegaban ahí y no tenían problem a p a ra conseguir empleo (albañil). E n esa época era fácil conseguir empleo. Me em plearon como ap u n tad o r fiscal. Al que supiera leer y escribir en esa época lo tom ab an como ap u n tad o r, fiscal, como fiscal. Q ue tuviera

una cierta facilidad, facilidad p a ra escribir cualquier cosa. H abía mucha falta de m ano de obra y falta de encargados de obra, que conociera de obras, todas esas cosas (apuntador). Los carpinteros que hacían entarim ados de peroba eran sólo algunos. Porque había muchos hombres que trabajaban pero que no sabían hacer un entarim ado de peroba bien hecho. El (un patrón) me m andó a hacer uno. Dijo: vos vas a hacer eso para mí, sos el único que lo puede hacer porque todos los que mandé a hacerlo acá no pudieron. Y me quedé haciéndolo (carpintero). Es común, en los mercados de trab ajo , que haya una superabundan­ cia de trabajadores no calificados. En el caso de las grandes obras, la escasez de profesionales puede ser mayor debido a que el mercado de trabajo está en formación y tiene una necesidad enorme de trabajadores calificados. De hecho, por ser muy elevado el número de profesionales repeM inamente requeridos para em plearse en los trabajos, aum enta la desproporción entre la presencia de trab ajad o res calificados y no califi­ cados, ya existente regularm ente en los m ercados de trabajo. Hay que considerar tam bién que la necesidad de profesionales es diferente en el sentido de que. por ejemplo, se requiere un núm ero mayor de albañiles que de electricistas. Así. puede haber una situación en la que encontrar determ inado tipo de profesional sea más difícil que encontrar otro. Vien­ do también que la situación salarial de un profesional es mejor que ia de un peón, va que el precio de su hora de trab ajo es más alto, se puede suponer ojie su decisión de dirigirse ai territorio de ia construcción invo­ lucre mayores cálculos individuales, dado que en términos de su carrera dentro de la construcción civil este profesional puede ya encontrarse en una situación más estable. Los trabajadores que iban al territorio de la construcción en el flujo desorganizado, por no estar aún vinculados a empleos, llegaban inicialmente a la Ciudad Libre, que luego se transform ó en un punto privile­ giado para ser el locus principal del m ercado de trabajo. A p artir de una determ inada dem anda de trabajadores, las transacciones entre em plea­ dores y trabajadores pasaron a producirse tan to en los térm inos de las formas más comunes de reclutam iento, como en formas más próxim as a

las especificidades de la cotidianidad de u n a población em pleada en una gran o b ra que extiende sus intereses a to d as las esferas de la vida social, llevándolos hasta la oscuridad de las salas de cine3. U na indicación de la d isp u ta que h ab ía por la fuerza de trabajo eran las form as de reclutam iento por medio de anuncios publicitarios, que las firm as hacían en sesiones de cine en la C iudad Libre. Allí aparecían los salarios ofrecidos por hora p a ra las d istin tas categorías, así como el núm ero de trab ajad o res que se requería. E n el cine ellos hacían aquella p ropaganda de búsqueda de operarios, era la m anera p ráctica que ellos tenían de hacer ei anuncio: propagandas de las firmas, de casas de comercio, invitaban al personal al trab ajo , cam ión p a ra registrarse, esas cosas (m antenim iento de m áquinas). Un m étodo b astan te utilizado fue la divulgación de las necesidades de las firmas a través del servicio de altoparlantes: «A cada instante, altoparlantes colocados en las esquinas dei £Núcleo B andeirante' o 'C iudad L ibre’ reclam an la presencia de albañiles, carpinteros, ebanistas, e indican las oficinas que deben buscarse» (D iáno do, N oüe. San Pablo, 26 de enero de 19G0; en la Colección NOVACAP). Este m étodo podía tam bién ser utilizado en otros lugares, como por ejemplo en las proxim idades de las canteras de la obra: Cosa que 110 faltó aquí fue trab ajo . Faltaron trabajadores, pero trab ajo 110. Veíamos en las obras, en los altoparlantes al personal anunciando que se precisan trab ajad o res y eso. Esos altoparlantes de parque, de cine, encim a del auto justam ente para hacer esa invitación (m antenim iento de m áquinas). J Según C üutínho, existen en la construcción civil básicam ente tres m odalidades de reclutam iento: «a) reclutam iento directo, hecho por el m aestro de obra a través de anuncios pegados en la p u e rta de la obra o de indicaciones personales; b) hecho por las firm as especializadas, m ediante anuncios en diarios: c) hecho por la c onstructora o por las em presas (co n tratad as p ara la ejecución de las d istintas fases de la obra a trav és de em presas especializadas en con tratació n de m ano de obra)» (C outinho, 1975: 31).

No obstante, progresivam ente la escasez de operarios, especialm ente de peones, dism inu 37ó. Se pasa así a un control de la afluencia de per­ sonas hacia el área. Los trab ajad o res individuales que se encam inaban para Brasilia sin encontrar mayores ordenam ientos en sus trayectorias de viaje, se enfrentaban entonces con un órgano del E stado con funciones explícitas de regularizar la composición del personal del área.

El flujo organizado Este tip o de flujo, con sus formas propias de reclutam iento, conducción, selección y control de los operarios, por su contribución decisiva en la formación de la población del área, acaba por definir los trazos básicos de las características de la fuerza de trab ajo que se empleó en la cons­ trucción de Brasilia. Tenemos que entender las funciones desem peñadas por el órgano del Estado, que ten ía las atribuciones de regularizar ei flujo, la llegada y la selección de operarios, como su inserción en la ac­ tividad productiva. Se tra ta b a del In stitu to Nacional de Inmigración Colonización (INIC), que se situaba en la Velhacap, en las proximidades de la C iudad Libre. El INIC se instala en el territorio de la construcción recién al final de 1957, cuando ya había un m ercado de trab ajo relativo a una población de cerca de 18.000 personas (IBGE, 1959: 3-4). El núm ero de tra b a ja ­ dores que afluía al lugar hacía obligatoria su presencia p a ra atender «al creciente movimiento de candidatos a emplearse en las obras de cons­ trucción de la fu tu ra capital»- (Diario de Brasilia 1956/1957, 1960: 132). O perando a nivel nacional, contaba con u n a estru ctu ra de Puestos de Contratación, Puestos de D istribución y H ospedajes de Tránsito, que form aban cadenas de recepción y conducción de trab ajadores y se lo­ calizaban preferenciahnente en lugares estratégicos, como intersecciones de autopistas y ferrocarriles. P ara desem peñar sus funciones reguladoras en lo relativo a la formación de la población tra b a ja d o ra en Brasilia, el INIC, en actuación conjunta, con la NOVACAP, contaba con un Puesto Auxiliar en Anápolis, ciudad que desem peñaba im portantes funciones frente al territorio de la construcción. Aquellos que llegaban a través de esta ciudad goiana ya habían pasado por una selección inicial y venían en cierto modo encaminados.

E sta b a el IN IC que nos d ab a acá (A nápolis) u n a ta rje ta de presentación. Vos llegabas allá y la presentabas en el INIC de allá de Brasilia. Y allá de acuerdo a tu profesión ellos te m an d aban a determ inados lugares de servicio de determ ina­ d a obra. -¿Entonces usted ya salió de acá con empleo? -No, no es bien em pleado. Pero es prácticam ente con la perspectiva de llegar allá y ubicarse. Entonces el INIC de allá m an d ab a a alguien a buscar ia profesión. Ahí vos ibas, en la. p a rte b u rocrática de allá h abía un lugar donde el tipo te vacunaba, hacía exam en de sangre, te sacaba radiografías de los pulm ones. Pero vos tenías que tener el perm iso de tra ­ bajo. El que no ten ía lo ten ía que sacar allá. Ahí mismo lo sacaba. Entonces ten ía que pasar o tra hora en Luziania. en la ciudad m ás cercana. Entonces ahí del INIC ibas a la policía, te identificabas en la policía, una burocracia. De ahí ellos te dab an una ta rje tita m andándote p ara la obra tal. -¿Q uiere decir que no fue usted el que eligió en trar en una com pañía? -No, el INIC me m andó. Entonces llegué allá a la obra y presenté la ta rje ta (albañil, entrevista realizada en AnápolisGoiás). El testim onio de ese albañil está m arcado por la perspectiva de los profesionales. La dem anda de carpinteros, plomeros, albañiles y otros, siendo proporcionalm ente mayor que la de peones, hacía, que aquellos en­ co n traran tra b a jo m ás fácilmente. Por otro lado, por su propia condición profesional, esos trab ajad o res se som etían a la selección más rigurosa, a través del IN IC o de la propia com pañía que los co n tratab a, con pruebas prácticas p a ra com probar su identidad profesional: Llegué y fui a ver dónde había vacantes allá en el INIC. Todo el m undo tenía que sacar esa ta rje ta . Todo era rápido. D en­ tro de tres chas ya estab a listo. El IN IC era en la Velhacap. El camión nos dejaba enfrente. Yo dije: m ira, llegué de Río ahora. ¿Cómo está ahí? ¿U sted tiene vacante ahí p ara car­ pintero? Allí él me dijo: Sí. ¿Quiere hacer el exam en allá? Yo

le dije: Sí. Tenía que agarrar una tab la de cedro to d a torcida y dejarla lista. Dejé todo listo, ¿Usted ya tiene el perm iso? Puede arreglar su alojam iento y de ahí a dos días viene para acá (carpintero). Cabe d estacar que tan to los trabajadores que vinieran a través del finio desorganizado, como del flujo organizado, se som etían igualm ente al In stitu to Nacional de Inm igración y Colonización en sus funciones de selección, docum entación e inserción de los trabajadores a la actividad productiva. Esas atribuciones del INIC, por lo tanto, repercutían por igual sobre las dos categorías analíticas que construí, salvo en los ca­ sos de trab ajad o res individuales que venían a Brasilia transferidos por com pañías en las cuales ya habían trabajado anteriorm ente.

Cola en el Servicio de Identificación de la NOVACAP El peón, o mejor, el aprendiz de peón, es decir, el trab aja d o r que en general llegaba directam ente de una condición cam pesina para insertarse en este m ercado de trab ajo , también encontraba trabajo pasando por el

INIC. Pero atrav esaba un proceso m ás lento y menos seguro que el de los profesionales, básicam ente p o r form ar un contingente mucho m ayor y por no contar aú n con atrib u to s, ni en térm inos de entrenam iento, ni en térm inos jurídicos p a ra colocar mejor su fuerza de trab ajo en el m ercado: No, yo no te n ía (perm iso de trab ajo ). Nosotros cuando veníamos de la ag ricu ltu ra no traíam os nada. Acá sacamos todo. T rajim os sólo el registro de nacim iento, de casam iento ( . . . ) C uando yo llegué sacábam os una ta rje ta de la INIC, u n a ta rje tita de identidad, nos dab an esa ta rjetita. La iden­ tid ad n u estra era aquello (risa). Y de ahí después íbamos a arreglar los docum entos m ás tranquilos ( . . . ) Porque nadie nos explicaba nada, y era uno que tenía que buscar, ¿sa­ be? Seguir buscando el empleo que uno quería. Pero si uno quisiera cualquier tip o de trab ajo era sólo llegar y em pezar (peón). En algunos fragm entos de los testim onios anteriores aparecen indica­ dores de la actuación co n ju n ta del INIC con la NOVACAP. Siendo dos órganos del E stad o vinculados directam ente al desempeño de la obra, a r­ ticulaban sus servicios en térm inos de las necesidades de la construcción de la nueva capital. Los indicadores a que nos referimos están vincula­ dos al problem a de la docum entación de los operarios en el territorio de la construcción, que se realizaba a través de la policía, o sea, de la División de Seguridad de 1a, NOVACAP. El control de los trabajadores, que pasaba por el poder de la policía, del cual estaba investida la pro­ pia NOVACAP y que ciertam ente com enzaba por la docum entación e identificación de los individuos, era realizado en este contexto bajo un doble argum ento: prepararlos legalm ente p ara el trab ajo y proteger el territorio de la construcción de los aventureros y posibles contraventores que com únm ente (Diario de Brasilia, 1959: 289) aparecían en el área buscando sacar provecho de u n a situación donde la ausencia de redes sociales m ás profundas im plicaba po ca información sobre el pasado de las personas. Sin embargo, la articulación en el control de los trab ajad o res entre la NOVACAP, com pañías particu lares y el INIC apareció claram ente con

la gran sequía de 1958 en el N ordeste del país, que expulsó a millares de flagelados, al mismo tiem po que facetas relativam ente ocultas del re­ clutam iento y selección realizados por este órgano ocuparon el prim er plano. Con la sequía se inicia una reubicación de esa fuerza de tra b a ­ jo nordestína en los diversos frentes de trab ajo existentes entonces. por ejemplo en la construcción de la Represa de Tres M arías, en M inas Gerais. y en Brasilia, que refuerza su condición de punto de convergencia m ás buscado. A p a rtir de este m omento, la función de reclutam iento de­ sem peñada por el INIC comienza a confundirse cada vez más con la de represión del flujo que llegaba al lugar y con una exacerbación en la se­ lección de los m igrantes y posibles trabajadores en Brasilia. Queda cada vez más claro el tipo ideal de trab ajad o r que se dem anda p a ra actuar en grandes obras: joven, sin problemas de salud, sin familia y cuanto más calificado mejor. Es lo que inform aban algunos diarios de ía época hasta el cansancio: Los 220 retirantes nordestinos que continúan en la Isla de las Flores (Río de Janeiro) deberían seguir para Brasilia. Pero el INIC resolvió m andarlos p a ra San Pablo porque el ‘mer­ cado en Brasilia está muy saturado por la inm igración es­ p o n tán ea’. Las com pañías que están haciendo las obras de la fu tu ra C apital inform aron al In stitu to Nacional de Inm i­ gración y Colonización que por lo menos por el momento las obras de Brasilia no precisan mayor número de m ano de obra. Las com pañías constructoras de la nueva C apital exí. gen tam bién que los retirantes enviados sean solteros, ya que no disponen de alojam ientos p a ra casados (Jornal do B rasil Río de Janeiro, 10 de junio de 1958, «Otros 1.500 retiran ­ tes van a P aran á este mes: Brasilia ya está saturada», en Colección NOVACAP. el resaltado es mío). N oticia de G oiánia anuncia que no se. está perm itiendo la en trad a de evacuados nordestinos en Brasilia ( . . . ) E sa me­ dida busca prohibir la avalancha de personas y la formación de favelas, así como la invasión de lotes de la NOVACAP. C entenas de familias están a la intem perie, im pedidas de in­ gresar en el área de B rasilia ( . . . ) Los evacuados llegan a las

proxim idades del área de ia NOVACAP y encuentran solda­ dos arm ados que les im piden la e n tra d a (.4 Hora, San Pablo, 14 de junio de 1958, en la Colección NOVACAP). G eneralm ente, los que vienen a la nueva C apital lo hacen atraídos por la necesaria publicidad en torno a Brasilia. Para ello ya contam os incluso con una em isora de radio de llega­ da a todo Brasil. Y no son pocos los forasteros que llegan aquí diariam ente, principalm ente operarios procedentes de regiones castigadas del país, que esperan encontrar en B rasi­ lia el am paro que les falta en los estados de origen. Sucede que to d a esa m asa hum ana que se dirige hacia la Obra del Siglo está siendo espantada. Sí, esp an tad a con la excusa de que no poseemos aún condiciones de alojam iento p a ra los contingen­ tes de trab ajad o res que se dirigen a Brasilia. De esa forma, es m uy com ún ver a la policía de la NOVACAP impidiendo la e n trad a de familias tra b a ja d o ras en la nueva capital, con explicaciones que verdaderam ente no son satisfactorias (A Tribuna, Brasilia-Núcleo B andeirante, 2 de octubre de 1958, resaltado nuestro). Telegram a de Río de Janeiro llegado a la Dirección del INTC de esta capital pide la suspensión inm ediata de todos los pasajes a Brasilia em itidos por medio de ese Institu to de In­ migración. L a m edida, según la versión oficial, fue tom ada buscando que no lleguen personas que no tengan profesión o que tengan pero que no dispongan de empleo seguro en la C apital del P lanalto. E n efecto, el rep o rte se realizó hoy en las dependencias de la H ostería G etulio Vargas (del INIC), y se recogió que la orden se m antiene a pedido de elementos de la adm inistración de la NOVACAP («El Gobierno m anda a cerrar los caminos a Brasilia», Tribuna do Ceará. Fortale­ za, 16 de enero de 1960, en Colección NOVACAP, resaltado n u estro ). A p a rtir del m om ento en que grandes contingentes de trab ajad o r acom pañados por sus familias hacen presión sobre la capacidad de a sorcíón de fuerza de tra b a jo del territo rio de la construcción, el criter

de reclutam iento y de selección aparece nítidam ente con los trazos de­ finidores de las necesidades de producción del gran proyecto. Varios de ellos ya surgieron en los artículos transcritos arriba, como: requerir tra ­ bajadores con alguna experiencia previa y libres de impedim entos como una familia (básicamente por las implicaciones relativas a vivienda, ali­ m entación y establecim iento de estos grupos). A ún en este contexto, existe un artículo periodístico en el cual declaraciones de un director de la oficina dei INIC en Anápolis explicitan varios aspectos relativos al flujo organizado, especialmente aquellos que definen la franja etaría que constituía el intervalo óptimo p a ra el reclutam iento: De acuerdo con las determ inaciones de la NOVACAP, en Brasilia sólo podrán tra b a ja r las personas mayores de 18 años y menores de 45. La oficina auxiliar bajo su dirección no pue­ de, actualm ente, enviar familias hacia la futura capital del país, dada la absoluta falta de com odidades que se observa ailí (el diario transcribe una nota distribuida a la prensa por el INIC): ;Con el fin de esclarecer a la opinión publica con res­ pecto al problem a de los evacuados nordestinos. informamos lo siguiente: I o) La oficina del INIC en Anápolis es una ofi­ cina auxiliar de la oficina de Brasilia; 2o) Fue instalada para atender el re-direccionamiento de trabajadores procedentes de Río y de Minas Gerais (conducidos por el INIC) hacia las obras de la Nueva C apital y de Brasilia (accidentados, an­ cianos y menores) hacia el lugar de procedencia; 3o) El INIC tra b a ja en articulación con las autoridades de la NOVACAP, quienes establecieron los límites de edad, fuera de los cuales el Servicio de Seguridad P ública no perm itirá que se registre ningún operario en cualquier firma que opere en el área de la Nueva C apital: 4o) En apenas 18 meses de actividades en Goiás, las oficinas del INIC en Brasilia y Anápolis presta­ ron asistencia a más de 20.000 trab ajad o res m igrantes' (O Anápolis, Anápolis-GO. 5 de febrero de 1959). El Censo Experim ental de Brasilia (1.959), en el tópico referente a la edad de la población, ap u n ta «sensibles distorsiones» con la «elevada participación de personas adultas en detrim ento de chicos y adolescentes

y de personas ancianas», configurando u n a «distribución absolutam ente anorm al en las condiciones brasileras». L a interpretación de los datos afirm a que ia «acentuada m igración de trab ajad o res responde, de hecho, por la divergente distribución por edades de la población relativam ente a la brasilera. Por eso, la curva distributiva, fuertem ente ascendente entre los 20 y los 39 años, sufre una progresiva inflexión después de los 40 años». El prom edio de edad encontrado p a ra la población m asculina fue de 23,7 años (IBGE, 1959: 10 y ss.). E n cuanto a la cuestión de la buena salud como u na de las carac­ terísticas buscadas en la conformación de la fuerza de trabajo para la construcción de Brasilia, a pesar de los exám enes médicos realizados du ran te la selección y del hecho que el IN IC devolvía a sus puntos de origen a los accidentados y viejos ya indicaran la búsqueda de una fuerza de tra b a jo en condiciones óptim as de producir, el siguiente discurso de un ap u n tad o r m uestra que este factor continuaba operando en el seno mismo de la producción: E ra un ritm o de trab ajo acelerado que exigía lo máximo, del . hombre, no querían saber si él tenía condiciones físicas o no. Aquellos que tuvieran menos condiciones y que no aguanta­ ban, la em presa los m andaba a otro lado. Los diferentes niveles de dem anda de fuerza de trabajo, dentro del territo rio de la construcción como un todo, y las diversas compañías en m om entos distintos de la producción de obras parceladas regulaban, a trav és de ia actuación del IN IC y de la NOVACAP, tanto el acceso de los trab ajad o res al territorio de la construcción, como su inserción en el proceso de edificación de la ciudad. De esta forma, cuando el núm ero de trab ajad o res en busca de empleo pasó a ser excesivo se buscó frenar el flujo hacia el lugar. E ste control se vinculaba tam bién al problemade la escasez de viviendas p a ra familias operarlas, que hacía que los trab aja d o res recién llegados y acom pañados de sus familiares invadieran las áreas previstas para otras funciones dentro del esquem a de la futura ciudad, llevando el problem a de la vivienda a u n a situación límite. P ara orden ar el flujo m igratorio, como se vio, se echaba m ano incluso de la represión en barreras policiales, lo que no im pedía el surgim iento de estrateg ias eficaces como que el camión de nordestinos tom ara desvíos o

que los mismos trabajadores y sus familias se b ajaran de los vehículos escondiéndose en el m onte tra ta n d o de evitar el encuentro con las fuerzas policiales (ver Tribuna da Imprensa, Río de Janeiro. 5 de febrero de 1960, en Colección NOVACAP). Por otro lado, de acuerdo a la necesidad de un mayor núm ero de trab ajad o res -esto bajo la óptica de la necesidad de u na u o tra com­ pañía en un determ inado mom ento de su producción-, eventualm ente el flujo organizado de trabajadores podía ser provocado por las propias firmas constructoras. E stas, cuando no com petían entre sí a través de la oferta de salarios más altos, lo que obviam ente tenía límites, hacían un reclutam iento de operarios fuera del territorio de la construcción: En cuanto a los inm igrantes conducidos a Brasilia, el Sr. A níbal Teixeira (jefe del D epartam ento de Migraciones del INIC) declaró que son incontables los que prefieren la fu tura C apital del país. Y agregó: ‘Hay mucho interés por los inm i­ grantes en Brasilia, al punto que ciertas firmas prestan sus camiones p ara el tran sp o rte de hombres que irán a tra b a ja r en construcciones como albañiles, ebanistas, etc.’ (Correio da Marihá, Río de Janeiro. 30 de diciembre de 1958, en la Colección NOVACAP). Ahora, vinieron 30 y pico de camiones de cearenses (inmi­ grantes del E stado de C-eará) p ara tra b a ja r acá en Brasilia. La Espiral (nombre ficticio de una constructora) m andó a buscar, el ingeniero de la Espiral, que era el dueño de las obras, que era cearense, y m andaba los camiones. Y el que no podía venir, él lo tra ía p a ra tra b a ja r acá’en Brasilia (peón). E sta participación directa de las compañías en el reclutam iento fue­ ra del territorio de la construcción revela los intereses de las empresas, especialm ente por trabajadores calificados. Es evidente que el freno al flujo de trab ajad o res se dirigía, casi exclusivamente al contingente de trabajadores no calificados. La búsqueda de trabajadores fuera del te­ rritorio de la construcción pudo haber sido el m otor de la m odalidad de flujo organizado, el tráfico de trabajadores, que implica la mediación concreta de captadores profesionales. Una forma en que los captadores

realizaban sus transacciones consistía en un circuito donde la fuerza de tra b a jo aparecía como u n a «extraña m ercadería» pasible de ser com pra­ da a precios m ucho m ás bajos y som etida, en la circulación y venta, a una subordinación ta n extrem a que hacía a trab a jad o res «Ubres» com­ parables con esclavos. N otem os que los fragm entos de noticias de diarios que reproducim os a continuación se refieren a las conexiones entre cap­ tadores y hacendados, ta n to en el m om ento inicial del tráfico, como en eventuales p arad as en el trayecto, antes de la llegada al territorio de la construcción: El tráfico y a se convirtió en un comercio común en las ciuda­ des vecinas a B rasilia, tales como Luziánia, C ristalina, Posto Fiscal, A lexánia, etc. C o ntratistas, hacendados o incluso fa­ milias, cuando quieren com prar nordestinos. se dirigen a los camiones procedentes del N ordeste y hacen la transacción. Los precios varían de CrS 500 a Cr$ 2.000, de acuerdo con el estado físico de cada uno. Los pocos alfabetizados cues­ ta n m ás. E n el acto de venta, el chofer entrega al com prador los docum entos de la ex trañ a m ercadería (perm iso profesio­ nal, p a rtid a de nacim iento, etc.) y los nordestinos pasan a ser esclavos de sus com pradores. C uando reclam an salarios a sus dueños, éstos dicen haber pagado el pasaje al chofer que los tra jo v que te n d rá n que tra b a ja r p ara am ortizar la deu­ da que no se salda nunca (fragm ento del artículo «Bahiano vende y cam bia esclavos en Brasilia» de A Tribuna da ím prensa. Río de Janeiro, 5 de febrero de 1960, en la Colección NOVACAP). El Correio da M anhá, de Río de Janeiro, en la m ism a fecha hacía la m ism a denuncia con m ás detalles y bajo el siguiente título: «C uadrilla ne­ gocia retiran tes nordestinos en la fu tu ra Capital» (en Colección NOVAC A P). Más tard e, el sem anario Liga en su sección «Brasil por dentro», núm ero del 21 de agosto de 1963, en un artículo titu lad o «Candangos*. definía el térm ino de la siguiente m anera: Vocablo que se volvió m ás vulgar a p a rtir de la construcción de B rasilia, pues en esa fase de la nueva capital la an ato m ía

del comercio de esclavos se presentó al desnudo ( . . . ) La ca­ rencia de brazos en el Centro-Oeste se volvió más aguda con la construcción de Brasilia ( . . . ) El im pacto infraestructura! sería violento, trayendo como consecuencia inm ediata, evi­ dentem ente. el im pacto poblacional en el área vecina al nue­ vo D istrito Federal ( . . . ) Surgía así de m anera clara -no ya clandestina- el comercio de esclavos. No solam ente camiones, sino tam bién m odernos ómnibus «Mercedes Benz» de asien­ tos acolchados y redimibles, se dirigieron al Nordeste, donde los agentes, anticipadam ente, captaban a los pobres cam pesi­ nos. Deshaciéndose en propósitos «hum anitarios», los dueños de las tierras, los «coroneles», se apuraban en «financiar» los seis u ocho mil cruzeiros del pasaje de quien quisiera ir a «probar suerte» a Brasilia, Para el campesino cargado de deu­ das. la oferta «generosa» del latifundista era u na bendición o una orden accionada en el encargo financiero que después le pesaría. Y, llevando una vianda, subía al óm nibus dejando a la esposa con el hato de hijos ham brientos como garan tía de la nueva deuda que ten d rá que pagar, en partes, a m edida que el nuevo patrón fuera descontando en hojas de pago los pagarés que el infeliz em itiera al latifundista. El señor feudal realiza ahí un negocio altam ente rentable. Recibe de. veinte a trein ta rail cruzeiros' por persona físicamente a p ta para tra ­ bajo de fuerza, de cualquier naturaleza,, sin excluir a los me­ nores. Y no satisfecho con el lucro del negocio, el «coronel», adem ás extorsiona con el precio del pasaje al «candango». Éste, en su miseria e ignorancia secular, en nom bre de Dios, incluso agradece al «coronel» por haberle facilitado el viaje y al em pleador de Brasilia por haberle reservado un empleo (Juliao, 1969: 381-382).

Ya contam os con una visión suficientemente am plia de las formas de reclutam iento y selección. Los tipos de coacción objetivos que éstas im ­ plicaban derivaron en las cualidades específicas de la formación y compo­ sición de la población del territorio de la construcción en Brasilia. D esta­

quemos algunos aspectos centrales provistos por el Censo E xperim ental de 1959. E n u na población de to ta l de 64.314 habitantes, aproxim ada­ m ente 90% eran inm igrantes. El núm ero de personas económicamente activas (35.201). m ayor que el de las económ icam ente no activas, según el Censo, constituyó «un fenóm eno peculiar a las condiciones de Brasilia en esta fase de su desarrollo» (IB G E, 1959: 54). De este contingente, 19.149 personas estab an ocupadas directam ente en la construcción civil. Aquí cabe citar un fragm ento del tex to del Censo: Como era de esperar, los datos del censo afirm aron la im­ po rtan cia de la in d u stria de la construcción en la economía territorial, m ostrando que m ás de la m itad (54,5 %) de ías personas económ icam ente activas tra b a ja en esa actividad. E n realidad, la construcción civil ocupaba el mayor contin­ gente de m ano de obra, teniendo en cuenta que las personas em pleadas en la NOVACAP -en su g ran mayoría, ligadas a la actividad- fueron registrad as en el grupo - O tras activida­ des». La contribución de servidores de la NOVACAP en la constitución de ese grupo residual alcanzaba más del 80%. D ada la finalidad prim ordial de la C om pañía U rbanizadora, sería tam bién aceptable incluirlos en la industria de la cons­ trucción. que de esa m anera alcanzaría una cantidad equiva­ lente a dos terceras p artes de la m ano de obra del territorio (IBGE, 1959: 58). E ntre estas 19.149 personas clasificadas como directam ente ocupadas en la construcción civil, encontram os u n grupo de 8.084 profesionales típicos (albañiles. 2.274; arm adores, 1.042; carpinteros, 3-253; electri­ cistas, 451; plomeros, 427; operadores de m áquinas, 314; pintores, 220; soldadores y herreros, 103). correspondiente al 42.2% de esta pobla­ ción trab ajad o ra. La mayor contribución individual para la formación del conjunto era. evidentem ente, la de los peones de la cantera en una proporción de 36,9% , equivalente a 7.066 operarios. Sumados los pro­ fesionales a los peones, encontram os un porcentaje de 79,1% de estos trabajadores d entro de la población to ta l em pleada en la construcción ci­ vil. Los controladores de la producción típicos (apuntadores y capataces,

381; ingenieros. 105; inspectores y fiscales, 23; m aestros, 216) com pleta­ ban apenas el 3,7 % del total. El resto de la población estaba com puesta por categorías residuales que p odían ser clasificadas como profesionales o peones, o estaban ligados a sectores específicos de los cam pam entos de entonces (como mozos, am as y reposteros, panaderos, etc.) (IBG E 1959; 95). El hecho de que en el cóm puto general el conjunto de profesionales sea num éricam ente superior al de los peones, tiene implicaciones p a ra la comprensión de la situación de la población trabajadora. E n reali­ dad, el aprendizaje de u n a profesión se hace internam ente a la propia actividad productiva que, en escala industrial, es típicam ente urbana. De este modo, pese al hecho de que varios pudieron haber pasado a la categoría de profesionales luego de su inserción en la actividad pro­ ductiva en Brasilia, es razonable pensar que en la composición de la población trab ajad o ra em pleada en la construcción había un predom i­ nio de individuos con alguna experiencia urbana anterior. De hecho, al presentar los datos relativos a la procedencia de la población to tal del territorio de la construcción, luego de varias salvedades p ara resguardar la calidad afirm ativa (como cuestionar la concepción de «urbano» que podría incidir en las respuestas), el Censo nos m uestra que: «la gran m ayoría de las personas em igradas a Brasilia provenía de áreas urbanas. La proporción entre las personas procedentes de ciudades o pueblos y las del medio rural era de 4 a 1. sin contar la cantidad residual (1,8% del total) correspondiente a las que nada declaran al respecto» (IBGE, 1959: 49). Es evidente que en la composición to tal de la población de 64.314 h abitantes (considerando tam bién los económicamente no acti­ vos) hay que com putar el peso relativo de la contribución de otros ram os de actividades extra-construcción civil, que podrían im plicar un núm ero considerable de individuos con experiencia urbana anterior.,E jem plifi­ quemos: en la clasificación del censo de «industrias de transform ación» estaban ocupadas 1.770 personas; en «comercio de m ercaderías» 1.634; en «prestación de servicios» 3.579: en «transportes, comunicaciones y logística» 785; en «actividades sociales» (básicamente profesores y ac­ tividades adm inistrativas relacionadas). 482; en «profesiones liberales». 113; en «servicios adm inistrativos gubernam entales» 198; en «defensa nacional y seguridad pública». 342 (ídem : 94-95). De cualquier forma,

es clara la experiencia u rb a n a p revia que tuvo u n a razonable cantidad de trab ajad o res de la construcción civil presente en el territorio. Vistos estos aspectos centrales de las características de la población en el territo rio de la construcción, paso ahora a enfatizar dos que son reflejo directo de la eficacia de las formas de control, llevadas a cabo vía reclutam iento y selección, en ia form ación de esta población.

La ausencia relativa de familias y mujeres La construcción civil es un ram o de la producción que utiliza casi en form a absoluta fuerza de tra b a jo m asculina. En ios grandes proyectos, las formas de reclutam iento acaban por crear una situación de despro­ porción entre el núm ero de h ab itan tes presentes con familias y aquellos sin familia. Hay u n a ausencia relativa de familias en el territorio (IBG E. 1959: capítulo 10). Como es de suponer, esta situación se traduce en una desproporción entre el núm ero de hom bres y el de mujeres (IBG E, 1959. capítulo 2). E n las grandes obras, entonces, se rom pe con la proporción entre la cantidad de familias y la cantidad de personas de sexo opuesto a que estab an sujetos los individuos en sus experiencias anteriores. Tal ru p tu ra se convierte en u n a serie de particularidades de la vida social del área. Como ya sabem os, las form as de reclutam iento y selección estruc­ tu ra n los contornos básicos que definen el tipo de trabajadores que se requiere: hom bres jóvenes, fuertes, solteros, o que hayan dejado a sus familias en los lugares de origen. L a combinación de estos factores, en especial de los dos últimos, configura una situación donde la ausencia de mujeres se vuelve una fuente de conflictos determ inados básicam ente pol­ las dificultades p a ra m antener relaciones con el sexo opuesto -noviazgos, casam ientos, relaciones sexuales- y para obtener las prestaciones de ser­ vicios desem peñados por las m ujeres en el ám bito de una división sexual del trab ajo , especialm ente p a ra el operario casado que dejó a su familia en el lugar de origen. De este modo, u n a esfera im portante p a ra la repro­ ducción de la vid a social y p a ra 1a reproducción de la fuerza de trab ajo -la esfera dom éstica- se encuentra reprim ida o p rácticam ente inexistente. El encadenam iento entre la ausencia relativa de familias y la ausencia relativa de m ujeres son fases del mismo problem a y aquí son presentadas separadam ente sólo a los efectos de la exposición.

«Los casados la pasaban bien. Los que tuvieron buena vida acá fueron los casados porque tenían su casa» (m antenim ien­ to de m áquinas) La ausencia relativa de familias en el territorio de la construcción de B ra­ silia surgió desde el comienzo de los trab ajo s y atravesó todo el período estudiado. En los momentos iniciales de la obra esta ausencia se debía al hecho de ser prácticam ente imposible pretender venir al área acom­ pañado de la familia, ante la casi com pleta inexistencia de alojam iento y servicios urbanos que atendieran a una población que no fuera básica­ m ente adulta, m asculina y, principalm ente, que no estuviera directam en­ te vinculada a los trabajos. Recordemos que prim ero llegaron operarios e ingenieros que acam paban en carpas de lona y comían a la intem perie con la tarea de construir las prim eras casillas, tanto p ara las oficinas de la NOVACAP, como para los depósitos de m aterial de la construcción, residencias, adem ás de efectuar otras tareas como comenzar a construir un sistem a vial, el aeropuerto, reservorios de agua e instalar’ generado­ res de energía. Después de estos momentos iniciales, entraron en escena formas de contener el flujo de trabajadores con familias. Este control se expresó tan to por medio de las formas de reclutam iento y selección, como por la escasez {deliberada o no) de viviendas para familias. De esta m anera, pasó a existir en el territorio de la construcción u na situ a­ ción que para gran p arte de la población trab ajad o ra podría ser definida como de no-familia. La im portancia de la familia para el trab ajad o r h a sido blanco de abordajes diferentes. Pero es incuestionable el carácter com plem entario y estratégico del trab ajo doméstico para el m antenim iento de la familia trab ajad o ra como un todo. Según Euniee D urham : La familia puede ser definida como unidad social donde se realiza la reproducción del trabajad o r. Decir unidad de re­ producción implica decir unidad de consumo -no el llamado consumo productivo, pero sí el consumo propiam ente dicho, aquel a través del cual ei trab ajad o r repone la energía consu­ mida por el capital y en el cual la m ercadería se realiza como valor de uso. La familia asegura el consumo de dos formas distintas: por un lado, colocando en el mercado de trab ajo

a algunos de sus m iem bros, que venden su fuerza de trab ajo a cambio de salario con el cual com pran m ercaderías. Como es común en las fam ilias proletarias, en la m edida en quedas necesidades de consum o 110 pueden ser satisfechas sólo con el salario dei jefe de la familia, sino que exigen tam bién el em­ pleo de la esposa o de los hijos. ía fam ilia se organiza como unidad de rendim iento, es decir, como un grupo en el cual la formación de un fondo colectivo a través de la sum a de sa­ larios individuales perm ite asegurar un determ inado patrón de consumo. P o r otro lado, el consumo es asegurado a través de una actividad productiva auxiliar que se d a fuera de los moldes de la producción cap italista y que consiste, esencial­ mente, en p rep arar, modificar¡ preservar y arreglar m erca­ derías adquiridas en el m ercado, de modo de adecuarlas a la satisfacción de necesidades definidas socialmente. Cocinar, lavar, planchar, coser, cuidar chicos son actividades que no producen m ercaderías pero perm iten su utilización en tanto valores de uso y son indispensables, a corto y largo plazo, p ara la reposición de la fuerza de trab ajo consum ida en el proceso productivo ( . . . ) La familia, se estru ctu ra a p artir de la articulación entre la producción dom éstica de valores de uso y la venta de la fuerza de trab ajo (D urham . 1980: 5-6). Véase tam bién F austo N eto (1977), Leite Lopes (1976, 1979), Leite Lopes y M achado d a Silva (1979). Por lo tan to , es preciso entender la situación de rio-familia en la pers­ pectiva de los tra b a ja d o res em pleados en la construcción de Brasilia. La diferenciación m ás com ún, solteros/casados, es imposible de ser m ante­ nida aquí, ya que existía un gran núm ero de trabajadores casados, que 110 eran solteros, pero se en co n trab an sin sus familias. E star con o sin familia se vuelve u n a polarid ad básica. Es lo que define estrategias variadas para la obtención de viviendas; la rem esa del salario o de una parte del mismo, efectuada por el operario hacia fuera del territorio de 1a construcción, o su uso en la reproducción del grupo doméstico dentro del territorio; el acceso a servicios fem eninos en el interior del grupo doméstico: la función de otros miem bros dei grupo dom éstico como fuente com plem entaria dei

presupuesto; la frecuencia, o no de las relaciones sexuales con p ro stitu ­ tas, con implicaciones tan to en el salario del trab aja d o r como en su salud (enferm edades venéreas). De esta polaridad básica surgían tres grandes líneas de experiencia distintas, conforme a la situación fam iliar en que se encontraban los individuos: la de] trabajador soltero; la del trabajador casado sin fam ilia, cuya familia perm anecía en su lugar de origen; la del trabajador casado con familia. Veamos algunos com ponentes co n stituti­ vos de estas experiencias. Los trabajadores solteros, el contingente que en térm inos de situación familiar sufría relativam ente menos lim itaciones en su afluencia al territorio, tenían como residencias básicam ente aque­ llas provistas por las compañías en los cam pam entos (IBGE, 1959: 14). Existieron soluciones residuales como alquilar un cuarto en la C iudad Li­ bre (lo que pesaba sobre el salario del trab ajad o r) o, cuando era posible, agregarse a algún grupo doméstico con ei cual la persona m antuviera re­ laciones de parentesco o ele am istad definidas anteriorm ente, en su lugar de origen. E sta últim a opción se vinculaba a la form a de reclutam iento por la cual había pasado el operario. Si su acceso al área había sido m ediado por sus redes sociales originarias, el individuo podía contar con algún apoyo en el lugar. Pero la gran mayoría se encontraba aislada, es­ pacialm ente de.las redes sociales de donde provenía. Estos trabajadores, conjuntam ente con los casados que se encontraban sin familia, consti­ tu ían el contingente «ideal» par-a emplearse en la construcción del gran proyecto. Recordemos que en diversos mom entos la «liberación» familiar fue explícitam ente un requisito p ara acceder al m ercado de trab ajo de la obra en Brasilia. Antes de detenernos sobre los trabajadores casados sin familia, ha}* que explicar que p ara los trabajadores casados sin fam ilia y p a ra los casa­ dos con fam ilia, la familia podía transform arse en un problem a m ás que tenían que resolver. Traerla o m antenerla en el territorio de la construc­ ción im plicaba problem as no siempre fáciles de solucionar. P ara aquellos que, siendo casados, se encontraban sin sus familias y pretendían traerlas a la región, la cuestión era resolver el acceso a las escasas viviendas. P a ra aquellos casados y con sus familias en ei territorio, la cuestión era velar por la seguridad de los miembros femeninos (indiferentem ente si residían en cam pam entos o no) que, como veremos m ás adelante, dada la gran cantidad relativa de hombres, podían hasta ser agredidas físicamente en las calles.

D i r i j a m o s el foco a los trab ajad o res casados sin familia. La contri­ bución de este contingente p o d ría ser sentida ta n to en la formación del segmento de peones (en núm ero relativam ente m enor que los solteros, supongo), como m ás m arcadam ente en ia composición deí segmento de profesionales, por ser individuos de más ed ad con más experiencia dentro de la construcción civil, lo que al principio les posibilitaría una califica­ ción mayor. E ste tra b a ja d o r com partía varias características propias de la situación del soltero., como por ejemplo la residencia en alojam ientos colectivos, la ausencia de la esfera dom éstica y el envío hacia fuera del territo rio de la construcción de p arte sustancial de su salario. No obstan' te, por ser «jefe» de u n a familia nuclear, ten ía expectativas distintas en cuanto a su experiencia en el territo rio de la construcción. Sus cálculos individuales eventualm ente podían incluir la transferencia de su familia al área. El testim onio de un albañil trae varios elementos pertinentes a sus expectativas relativas a 1a. transferencia, de su familia a Brasilia.

N unca llevé a mi familia allá (entrevista realizada en A nápo­ lis, Goiás). porque nunca me pareció que había am biente. En principio, era un lugar difícil para que uno tuviera familia. No había condiciones p ara hacer una casilla. Después que em ­ pezaron las invasiones, para construir una casilla tenías que tener m ateriales, tenías que tener m adera, o no sé qué otras cosas. Porque p a ra el casado es así, si no conseguía un alo­ jam iento en la com pañía, como había allá, alojam iento para casados de la com pañía, tenía que en trar con una invasión de esas. Y para, entrar con u n a invasión tenía que tener el m a­ terial p ara construir todo. Entonces el que se arriesgó más y tuvo coraje, llevó a la familia, y vivía de cualquier m anera. -¿Pero era m ás fácil llegar allá sin familia? -E ra m ejor llegar sin familia. E ra m ejor llegar sin familia. Porque si hubiese llegado allá con mi familia, ¿dónde me iba a quedar? No tenía lugar p ara quedarm e, ni había buenas condiciones. Incluso los que llevaron a la familia, prim ero iba él y tra b a ja b a un tiem po, después es que llevaba a la fam i­ lia. Pero para llegar ahí con la familia no había condiciones. Llegar con m ujer e hijo y encim a conseguir empleo. El tipo llegaba a fin de mes. Entonces ag u an tar un mes sin cobrar, él

comía solo en el comedor. Pero con la familia no tenía dónde vivir y no tenía dónde comer (albañil). La situación del trab ajad o r casado con familia residiendo en cam pa­ mentos de constructoras era menos problem ática en el sentido de que la perm anencia del grupo doméstico en el territorio de la construcción estaba, al menos en lo inm ediato, asegurada. Pero sólo a partir de la con­ dición de profesional el tra b a ja d o r tenía acceso a residencias no colectivas para él y su familia. Así y todo, el número de profesionales que tenía la posibilidad de recibir casas era pequeño en com paración con el de los controladores de la producción que tenían acceso a este bien tan escaso en el área (véase el capítulo siguiente sobre ei cam pam ento). Son estos trabajadores, en la posición donde la experiencia se com binaba con m a­ yor calificación, quienes tenían más estabilidad en su situación familiar en el territorio de la construcción. Como es evidente, muchos operarios estaban fuera de esta caracte­ rización. P ara ellos restaba básicam ente someterse a los altos alquileres de la Ciudad Libre, del Núcleo Bandeirante, iniciar una ocupación de nuevas áreas o incorporarse a una ya existente. El trab ajad o r casado con familia residiendo en ia Ciudad Libre o en «invasiones» podía ser un trab ajad o r que se dirigió a ia obra inicialmente solo, pero con planes de traer a su familia, y que por algún medio consiguió un área para construir su casilla, o un trab ajad o r que ya llegó acom pañado por su familia. Este tipo de circunstancia se hizo más frecuente con ia sequía de 1958. que expulsaba familias del nordeste del país. Es en realidad a partir de este momento que el problem a de ia vivienda en el futuro Distrito Fedei'al alcanza puntos dram áticos. La creación de la prim era Ciudad Satélite del D istrito Federal. Taguatinga, en junio de 1958, es una expresión de esa coyuntura (ver capítulo 4). Este tipo di? inm igrantes fue el que encontró las mayores dificultades para establecerse. Era común tener que acam par con la familia en el monte, protegidos apenas por precarias estructuras de cartón o de bol­ sas de cemento y, como mucho, lona. Esas familias tuvieron experiencias variadas de realización de «invasiones» en el área periférica de la cons­ trucción de la ciudad, sobre todo en las proxim idades de la C iudad Libre, hasta que como una ten tativ a más de solucionar el problem a de la vi­

vienda, las autoridades locales perm itieron, e inclusive incentivaron, su concentración en la denom inada V ila A m auri, localizada en el área que iría a desaparecer con el llenado del lago artificial de Brasilia, el Lago de P aranoá. Uno de los puntos principales del problem a familiar de los trab ajad o ­ res pasaba por la perspectiva de poder asegurar u n a residencia para su grupo dom éstico. T raer a la familia p a ra el territo rio de la construcción era un problem a a ser resuelto, pero no configuró una desvalorización de la familia a los ojos del tra b a ja d o r. Por el contrario, en esta situación de no-familia, los trab ajad o res que estab an con las suyas eran considerados privilegiados. Al co n trastar la experiencia de ios «solteros» con la de los casados esto aparece claram ente: Yo sentí que la vida de soltero aquí en aquella época sería mucho mejor pero muy difícil. El tipo soltero no tenía con qué divertirse. E sta b a todo dem asiado Heno, m ultitudinario. Entonces creo que p a ra el tipo casado era más interesante. El tip o casado te n ía su casa p ara comer, p a ra dorm ir. Hogarfeliz. E n cambio, el soltero tenía que enfrentar ei comedor, ese horario, la comida. A veces faltaban lavanderas y uno tenía que lavarse la ropa (operador de m áquinas). Las declaraciones de este operario apun tan a varios significados de la ausencia de ia esfera dom éstica. No poder contar con un «hogar feliz» implica no poseer un espacio donde el individuo no esté inm ediatam en­ te subordinado a la esfera de la producción, a los controladores de su producción. E^ta es central para entender mejor el porqué de la represión a la familia en un gran provecto, donde se subordina a los trab ajad o res a un intenso ritm o de trab ajo . Los adm inistradores de la obra inten tan a ju sta r las características de la fuerza de trab ajo a las necesidades de la producción, a través de mecanismos diversos que van desde las formas de vivienda en alojam ientos colectivos, la represión ha­ cia los trab ajad o res p e rp e tra d a por u n a policía violenta, la preferencia por trab ajad o res sin fam ilia y otros mecanismos. La familia establece un universo cotidiano p a ra el individuo en el cual puede desligarse del poder inm ediato del control sobre su vida ejercido por el p atró n o sus

interm ediarios. Por ello, no es apropiada para una forma de producción que requiere de una subordinación casi to tal del trabajador. Este fragm ento de ia entrevista ap u n ta tam bién al hecho de que, des­ de el punto de v ista individual, estar sin familia im plicaba la pérdida de una. serie de servicios desem peñados por los miembros femeninos dentro del grupo doméstico, para los cuales eí trab ajad o r no fue socialmente entrenado, o se tratab a, en su perspectiva, de trabajos, hablando grose­ ram ente, socialm ente destinados a las mujeres, como cocinar y lavar la ropa. Además, con la ausencia de la familia deja de existir la posibilidad de producir en tan to unidad que desem peña actividades y estrategias económicas p ara su propia reproducción como un todo. Hay que consi­ derar tam bién toda una dimensión afectiva que envuelve a las relaciones de parentesco. La familia es u n a institución ambivalente. Es tanto fuen­ te de placer como de conflicto y castigo. No obstante, sí la comparamos con la situación de alojam ientos colectivos masculinos, sometidos a reglas que les quitan a los individuos la posibilidad de ser sujetos de parte de su cotidianidad extra a la actividad productiva, aparece más claram ente la dimensión de afectividad que envuelve a las relaciones de parentesco, así como a la familia como centro de actividades de ocio- De esta forma, no poder contar con este idealizado «hogar feliz», además de quitar a los individuos una considerable porción de sus relaciones sociales cotidianas, acaba por subordinarlos casi com pletam ente a los intereses y controles de la esfera de la producción4. 4P a rte del razonam iento anterior se inspira en el ya m encionado tra b a jo de Eunice D urham , que tam bién presenta a .la familia, como un núcleo de actividades colecti­ vas en oposición a ia individualidad de las actividades laborales: «Centro de vida colectiva y de 'lib e rta d 1, grupo en el cual las necesidades individuales son satisfechas (aunque precariam ente), la fam ilia es. por lo tanto, no sólo núcleo de tensiones y conflictos (pese a que tam bién lo sea), sino asim ism o institución dentro de la cual las personas obtienen placer: alim entación, sexo y diversión. Si, desde la óptica de la producción, la familia constituye el núcleo de reproducción de la fuerza de trab a jo y, por lo tan to , condición de la producción; p ara ei trab a ja d o r, por el contrario, ella es el ñn para el cual el trab a jo es un medio» (op. cít.: 11). Para ia autora, la fam ilia es todavía una «institución privada por excelencia, es decir, donde las personas están m ás resguardadas de la injerencia directa del E stado y donde encuentran un pequeño espacio de m aniobra ante las presiones del sistem a económico*, y «el lugar donde se concentran informaciones sobre la sociedad y donde se elabora una interpretación de esas informaciones» (ídem: 13-14). Agrega, m ás adelante, que ^aunque sea obvio que

De hecho, la situación de no-fam ilia tenía efectos directos en la ex­ plotación a la que era som etido el operario, principalm ente en lo relativo a la subordinación m ás intensa a que era propenso el trab ajad o r sin fa­ milia, con implicaciones como mayor disponibilidad para su empleo en jornadas de tra b a jo extensas; Las peores horas de tra b a jo eran de las diez a las seis de la m añana porque con lluvia o sin lluvia había que tener las m áquinas p a ra dárselas a los operadores a las siete y media. ■ ocho de la m añana. Ellos p arab an a las diez de la noche. ■ En cambio, la gente de m antenim iento de m áquinas no tenía horario, era de corrido. El carpintero era de corrido también. Los que eran casados se iban todos a: dorm ir. A las diez, se iban todos a dorm ir. En cambio, los solteros se quedaban debajo de la lluvia. Los casados la pasaban bien acá. Los que tuvieron buena vida acá fueron los casados porque tenían sus casas (m antenim iento de m áquinas). Pese a que el operario sin familia estab a sujeto a una subordinación m ayor (lo que aparecerá más claram ente con el conocim iento de los cam ­ pam entos en el próxim o capítulo), ciertas declaraciones de trabajadores que explican los privilegios de algunos operarios por el hecho de tener fam ilia necesitan ser relativízadas. La situación familiar se cruza con la lógica interna del ram o de la construcción civil en el sentido de que los peones son nuevos trab ajad o res que ingresan al sector (pudiendo supo­ nerse, grosso modo, una coincidencia entre la juventud del operario y su condición de peón) y en sus trayectorias individuales de envejecimiento social van subiendo en la jerarq u ía in tern a a través del aprendizaje de profesiones dentro de las obras. Este paralelism o entre el crecimiento interno a la actividad productiva y el envejecim iento social del indivi­ duo en todas las esferas de su vida (constitución de un grupo doméstico y todo lo que esto im plica, por ejemplo) puede llevar a confusiones de la fam ilia es una in stitución in adecuada p a ra la elaboración de una visión in te rp reta ­ tiv a de ia sociedad, en el caso brasilero, donde !a industrialización es aiin reciente y la movilidad laboral m uy grande, la convivencia fam iliar reúne personas cié experien­ cia laboral b astante diversa. De este m odo, p erm ite el intercam bio de experiencias diferentes y am plía el ám bito de conocim iento sobre la sociedad» (ibídem : 15).

interpretación entre algunos operarios, en el sentido de que pueden vin­ cular ei relativo bienestar de una persona de m ás edad, ya en la condición de profesional, encargado de un grupo, o m aestro de obra, con el hecho ele tener familia, y no con el hecho de estar en una posición de jerar­ quía de la construcción civil que le d a mayor poder de negociación con la adm inistración de las constructoras, poder definido en la esfera de la producción. No es casualidad que este análisis sobre la cuestión familiar privilegie las vinculaciones con el problem a de la vivienda. El hilo conductor del sostenim iento de esta situación familiar de los trabajadores parece ser un diálogo entre la perspectiva de los operarios y la de los interesados en la producción de la gran obra, corno NOVACAP y compañías particulares, une oscila entre dos tenias básicos: el problem a de la vivienda para las familias proletarias y su implicación lógica que es el establecimiento de ese contingente en el territorio de la construcción (con sus consecuen­ cias. como por ejemplo el aum ento del volumen de los servicios urbanos, la creación y oferta variada de empleos, etc.). Sin embargo, el telón de fondo de todo esto es la tran sitoriedad im plícita en la producción de un gran proyecto, que siempre posee su mom ento de cierre, generalm ente m arcado por la inauguración. Ahí. entonces, la gran cantidad de empleos existentes deja de existir en las proporciones en que -repentinamente sur­ gió. Estos trabajadores, ahora excedentes, no encuentran más empleos en el territorio de la construcción. P a rte de ellos vuelve a su lugar de origen, parte se dirige a otros grandes proyectos en ejecución, m ientras otros se encaminan en busca de distintos m ercados de trabajo que ios absorban. De todas m aneras, un segm ento perm anece en el área consti­ tuyendo un problema social, que com prende un número considerable de desempleados presionando por empleos o, en el caso concreto de Brasilia, invadiendo áreas rurales periféricas (ver. por ejemplo, en el semanario Liga, del 23 de enero de 1963. página 6. el artículo «Invasores de tierras públicas de T aguatinga enfrentan ai IN IC en la justicia y lo enfrentarán con la violencia -, en Juliáo, 1969). El desinterés por la sedentarización de la masa de trabajadores que p articip a de un gran proyecto, característi­ ca de esta forma de producción, se expresa y se lleva a cabo a través de las restricciones a la presencia de familias, pues éstas son un factor de sedentarización en tan to actú an como unidades de reproducción de la fuerza de trab ajo y de la vida social.

«Pero en el comienzo no h ab ía m ujeres. E ran sólo hombres. Sólo había hombres» (carpintero) Un resultado inm ediato de este tip o de situación familiar fue la ausen­ cia relativa de mujeres que m arcó todo el período de la construcción en Brasilia. U na ausencia n a rra d a jocosam ente por los operarios que, con frecuencia, parecían rem emorar' algunos m om entos que se reservaban, pero cuyos rasgos más generales pod ían ser confiados, ya que teníam os ias mismas identidades de género. Com encemos registrando lo que nos informó la m ujer de un carpintero, residente en la C iudad Libre, p a ra después ceder la p a la b ra a un peón: «En el 57 fue que comenzó a venir m ucha gente. En el 57 no se podía ni salir a la calle (se ríe) (-¿Por qué?) Ah, los hom­ bres nos ag arraban (se ríe) Sí. E n esa época había unas tres m ujeres acá en B rasilia, viste. E ntonces nos juntábam os las tres mujeres y nos íbam os de noche ahí a la orilla del arroyo, de noche, a lavar ropa, pero los hom bres se tenían que quedar ahí cerca p o rq u e ... (se ríe), nos atacab an , viste. A veces yo salía ahí a la p u e rta de calle, había un restaurante, era justo en la esquina, salía así a la p u e rta p ara m irar, para tom ar un poco de aire. A hí los hom bres venían y me agarraban del brazo y me tironeaban p o r la calle (se ríe). Ahí una grita­ b a y los hom bres salían corriendo p a ra socorrernos, te voy a contar una cosa (se ríe). Un lugar terrible». Sólo peones. Acá solam ente vivían peones. Cuando venía una m ujer acá (al cam pam ento) todo ei m u n d o ... E ra la gritería m ás grande dei mundo, un escándalo, gritos, silbidos, eso y de lo otro. Las mujeres no querían venir p ara acá. Las fami­ lias no querían venir p a ra acá. No h abía mujeres, no había nada. No h abía nada de m ujeres. Venían unas negras viejas de allá de Luziánia. de Forillos a (ciudades goianas próximas) a aquel 28 (rótulo operario p a ra el anexo del Congreso Nacio­ nal), a aquel m inisterio que se e sta b a haciendo. Y hacían fila. A garraban de la m ano a uno. uno encim a y otro esperando. E ra en el m onte, porque aquello era todo monte.

En general, en to d a sociedad existe cierta relación .entre el número de individuos de cada sexo. La alteración de estas proporciones tiene im ­ plicaciones específicas p a ra u n a serie de relaciones sociales. Es conocida la contribución presente en la lite ra tu ra antropológica, generalm ente a través del estudio de sistem as de parentesco, en lo relativo a las rela­ ciones cualitativas y cuantitativas entre los hom bres y las mujeres de sociedades indígenas y otras. Roque de B arros L araia (1963) presenta el caso de una despoblación causada por una gripe que alcanzó básicam en­ te a los miembros femeninos de la sociedad Suruí. Según Laraia. «por este motivo la sociedad indígena intentó crear un mecanismo capaz de satisfacer a los hombres solteros y viudos, evitando que se repítan graves conflictos ocurridos en el pasado» (op. c ít.: 72). En algunas áreas de la construcción de Brasilia, la proporción de m ujeres solteras era de 17 por cada 100 hombres solteros (IBGE, 1959: 13 y ss.). Éstos, en gran parte, se encontraban residiendo en alojam ien­ tos colectivos y sometidos a largas jornadas y a una d u ra disciplina. Lo que po d ría llamarse «el problema femenino» se volvió obviamente fuen­ te de conflicto, interna y externam ente a los trabajadores. Millares de individuos se encontraron con una situación anorm al en térm inos de la proporción entre hombres y mujeres con respecto a sus experiencias so­ ciales anteriores. De cara a ello, surgió una gran y concurrida zona de prostitución en la C iudad Libre que por fuerza de su propia dinámica interna fue palco de varias peleas. Bajo el efecto del alcohol, los opera­ rios com petían disputándose a las p ro stitu tas atraídas por aquel gran mercado: Acá, en el final de la Avenida Central había una zona de pros­ titución. A pesar de que era un mal. era un m al necesario. Porque una gran cantidad de operarios, y ciertos operarios especializados que tra b a ja b a n en las com pañías, no trajeron a sus familias. La gran ma\*oría de operarios eran hombres solos. Por eso ha.bía necesidad. Ahí, a veces, se daban confu­ siones porque, mujeres, juego, cachaga, siem pre había alguna confusión (comerciante de la Ciudad Libre)’.’ Entonces venían esas mujeres de Anápolis. Goiánia. Llega­ ban y hacían allá en la Ciudad Libre u n ... sólo de esas mu­

jeres. Pero esas m ujeres eran inteligentes,, porque nunca vi n in g u n a que se la llevaran presa. De P araíb a. de B ahía, de Pernam buco. Ib a allá sólo los días domingos, del sábado pa­ r a el dom ingo cuando estab a de franco. Y allá me robaban, o g astab a todo el dinero en bebida, y volvía el lunes para tra b a ja r (peón). P ero la ausencia relativa de m ujeres no se expresó solam ente con la existencia de esa gran zona, de prostitución que era controlada con rigor por la policía de la NOVACAP. Fue tam bién parcialm ente fuente de legi­ tim ación de la violencia policial cuyo objetivo era controlar una situación donde m illares de hom bres adultos estab an prácticam ente im pedidos de tener relaciones como noviazgos y relaciones sexuales con mujeres que no fueran p ro stitu ta s. E ste hecho llevaba a la población trab ajad o ra m asculina de la «licenciosa Brasilia» a presionar al lím ite a la población fem enina que se veía, p o r consiguiente, im pedida de realizar una serie de actividades que en otros contextos sociales p o d ría desem peñar, dado que h a sta salir a la calle podía representar un peligro. U n diario carioca llegó a publicar el siguiente artículo con el titular: «Falta, de respeto a las señoras» y «U na ciudad licenciosa». Hace poco, hubo un caso de un candango que se dirigió a una joven que pasaba, hija de un com erciante. U n guardia de la NOVACAP lo oyó, lo arrestó al candango y le dio una paliza trem enda, fue directo al hospital a que lo curen. La verdad es que Brasilia es una ciudad licenciosa, inm oral (O Globo, Río de Janeiro, 16 de junio de 1958, en la Colección NOVACAP). La ausencia relativa de mujeres se reflejaba tam bién en la falta, de prestación de los servicios domésticos por ellas desem peñados. Los ope­ rarios, sobre todo aquellos que eran casados y se en contraban sin sus familias, se co ntrariaban por no poder contar, por ejemplo, con el lava­ do de la ropa, lo que los obligaba a gastar p arte del poco tiem po libre o del salario en esta actividad. Si consideramos que era. com ún que no hubiera uniform e de trab ajo , quedando ese gasto b ajo la responsabilidad

del propio operario, y tam bién que el m aterial con el cual se tra b a ja ­ ba (cemento, arena, tablas con vigas y clavos expuestos, etc.), así como las condiciones naturales de trab ajo (sol, lluvia) destruían o exponían la vestim enta a un desgaste rápido, podrem os evaluar mejor lo que sig­ nificaba para un operario no contar con los servicios de conservación y m antenim iento de su ropa. Algunos reclam aban incluso por tener que atenerse, al estar solos, a la com ida de pésima calidad producida en los grandes comedores. Finalm ente, un carpintero que en la época de su relato buscaba salir de la condición de operario para pasar a la de com erciante, deja ver que 1a ausencia de actividades y saberes femeninos tenía implicaciones mayores que las lim itadas a la intim idad de la casa: Aquí en Brasilia era muy difícil trab ajar, había dem asiada gente, no encontrabas ninguna persona que te ayudara, una -.mujer, por ejemplo. Porque las mujeres ahí eran contadas. El que tenía una mujer ahí era un rey. M ujeres había? la mía. ia m ujer de Pereira, la del viejo de G uará, que llegó en esa época. Doña Teca, -y . .. eran pocas. Y cada una se ocupaba de lo suyo. Entonces, mira, yo empecé a com prar capados en Luziánia para venderle al SAPS (restaurante colectivo) de la N O V A C A P... Yo m ataba tres, cuatro, de cielito cincuen­ ta. ciento ochenta kilos. Yo buscaba a alguien que quisiera, quedarse con las achuras, p ara lim piar todo, p ara quedarse con las achuras, y no encontraba. Las tiraba. Mire. (-¿Por qué?) Porque n a d ie .. .no había mujeres. No había nadie que hiciera eso. La mujer que había ahí era una lavandera. Ves, la panza de un chancho de ciento ochenta kilos da m edia la ta de grasa, viste, y todavía quedan las achuras para comerlas. Yo lo ju n ta b a y lo tiraba. ¿Entendés? P a ra aprehender el perfil general de los trab ajadores en el territo ­ rio de la construcción hay que proseguir exponiendo otras distinciones básicas.

Algunas diferenciaciones internas entre los trabajadores La m ás fundam ental de las distinciones que conducía a experiencias dife­ renciadas en la construcción de Brasilia provenía de la jerarquía interna del ram o de la construcción civil, definida por u n a oposición básica: peones y profesionales. Como se sabe, es en la categoría peón que el nuevo tra b a ja d o r va aprendiendo, en tareas auxiliares, los m étiers que le perm iten hacer carrera: U na buena articulación entre los peones y el profesional es u n a m anera de in ten tar u n a ‘carrera’. La vía informal para obtener: el 'a rte ', acen tú a el papel de la cantera como una ‘escuela profesional’ de la construcción (Bicalho, 1978: 74). El ‘ap rendizaje’ de un semi-oficial lleva, en promedio, dos ; años, período correspondiente a la duración de una obra. E n determ inados casos, puede llevar menos tiem po. La valora­ ción del tra b a jo como ‘oficio’ surge en el propio proceso de aprendizaje, ya que cuanto más rápido y mejor él aprenda; mayores oportunidades ten d rá de salir de aquella obra como ‘oficiaI’ (C outinho, 1975: 57). En B rasilia, la d em anda repentina de un gran número de profesiona­ les hizo que la característica de «escuela profesional», típica de ia activi­ d ad productiva en sí, adquiriera una dim ensión mucho mayor. La escasez de trab a ja d o res especializados llevaba a las com pañías a estim ular a sus profesionales a en trenar peones que individualm ente dem ostraran estar inm ediatam ente m ás aptos a convertirse en albañiles, carpinteros, elec­ tricistas. De esta, form a, muchos operarios aprendieron sus profesiones en la construcción de la ciudad que. en ese m om ento, significó un ascenso social p a ra buena p arte de ellos: -Se formó a m uchos profesionales en Brasilia. -¿Cóm o es que se form aban los profesionales? -Vos tom abas a aquellos peones, aquellos ayudantes m ás in­ teligentes, los de m ás tiem po ahí, gente que ya estaba hacía cu atro o cinco meses trab ajan d o . Ahí en la obra donde yo

estaba trab ajan d o un día faltaron albañiles. Llegó'una com­ pañía que se instaló nueva allá y pagando un salario me­ jor. Salieron muchos albañiles de allá y vinieron p a ra acá. Entonces, el m aestro de obras, yo estaba sin albañil, dijo: hacé albañiles ahí. E ntonces él nos entregó a cada uno de nosotros un peón p ara enseñarle. Se hizo a muchos profesio­ nales; Brasilia tuvo ese lado tam bién, se aprendía, fue una escuela de aprendizaje. Formó a m ucha gente técnicam ente en la construcción civil (albañil). Acá en Brasilia el 95 % de la gente aprendió acá mismo, tra ­ bajando como peón pasaron a profesionales.. . El problem a es que la persona sea inteligente (peón). E star en la condición de peón es estar en ia condición más subor­ dinada dentro y fuera de la actividad productiva. Los peones, ál estar sometidos a todos los demás miembros de la jerarquía del sector de la construcción civil, se veían obligados a vivir en los peores alojam ientos de los cam pam entos, así como a comer en los comedores una comida de calidad inferior a ia de los profesionales. Podía ser un contingente de trabajadores recién salido de la condición cam pesina o personas con experiencia urbana anterior mucho m enor a la del profesional, que presu­ miblemente ya había pasado por el proceso de aprendizaje que se realiza en las obras corno una actividad, en general, urbana. Así, muchas veces los peones no se encontraban preparados p ara vender mejor su fuerza de trabajo, sea por falta de la alfabetización que los capacitaría en ciertas instancias p ara acceder a informaciones útiles para contraponerse a la adm inistración en determ inados conflictos (principalm ente con respecto al cálculo de las horas adeudadas), sea por la ausencia de un saber sindi­ cal, laboral. que los calificara p a ra u na mejor defensa colectiva. É n este sentido, no es casualidad el hecho de que la Asociación Profesional de los Trabajadores en las Ind u strias de Construcción Civil y del Mobiliario de Planaltina. Luz i am a y Formosa, prim era denominación del futuro sin­ dicato de Brasilia, haya sido form ada en julio de 1958 por profesionales con gran experiencia anterior. Probados en la p ráctica cotidiana del trabajo, algunos de los peo­ nes consiguen rom per las fronteras de su categoría pasando a la de los

profesionales. Es interesante cómo la p a la b ra «inteligencia» aparece con recurrencia como un sinónimo de m ayor entrenam iento en la actividad pro d u ctiv a o mayor entrenam iento en térm inos sociales más genéricos (educación formal, por ejemplo). Como en to d a lógica de pasaje a través de u n a e stru c tu ra jerárquica, el em budo se va estrechando en los inicios del trá n sito a encargado de grupo y m ás aún en el ápice de la carrera del operario de la construcción civil, cuando se llega a la posición de m aestro de obra. A estas posiciones el operario puede llegar a través de la dem ostración de su habilidad individual en la práctica productiva, a trav és de relaciones personales con otros trab ajad o res que se encuen­ tre n en puestos m ás elevados o con adm inistradores. La eficacia de las relaciones personales extra-esfera de la producción, sobre todo lazos de am istad o de origen regional, puede haber sido determ inante del reclu­ tam ien to y de la trayectoria personal del operario en el territorio de la construcción; -¿Cómo fue que usted pasó a encargado? -Yo tenía un chico que construyó la iglesia de mi ciudad y que era un m aestro de obra m uy bueno. En ese viaje cuando fui a Río, lo conocí allá, tra b a jé con él tres meses. Ahí, fue con 6 meses y 28 días que él me encontró en esa obra (ya en Brasilia). A hí él me habló: ¿de qué estás trabajando? Yo le dije: de peón. Y él dijo: no, te voy a pasar a encargado. Y ahí él me pasó a encargado. -U sted estab a diciendo que B rasilia para algunos fue una rosa, p ara otros fue una espina, ¿por qué fue una rosa? -Porque muchos llegaron aquí por interm edio de conocidos. Entonces h abía gente acá que nunca había visto una lám para encendida. Llegaban acá, y como eran paisanos de fulano de tal, entraban de electricista o encargado, apuntador fiscal. P a ra registrar. Ahí el tipo g anaba m ás dinero (capataz). Al pasar a la categoría de profesional, el operario de inm ediato re­ cibe tratam ien to diferenciado como alojam iento distinto y. en algunos casos, comidas especiales en los comedores. A dem ás, comienza a gozar de contacto más estrecho con la adm inistración y con los trabajadores

superiores, ya que es interm ediario en ia relación, entre el encargado del grupo y los peones. P ara cada nueva categoría a que se acceda (profesional, encargado, etc.), las relaciones entre los trab ajad o res se to rn an más complejas ya que la trayectoria de ascenso puede acom pañar la transform ación del operario hasta en controlador de producción, caso típico de ascenso a posiciones por encim a de la categoría de profesional. Así, los trabajado­ res en jerarquías más altas traban contacto m ás frecuente con ingenieros, m aestros de obra, adm inistradores. Además de eso, en cada nivel en que se encuentre un operario, a m edida que va ascendiendo, el número de trabajad o res a su cargo va aum entando y, en consecuencia, su im portan­ cia en la actividad productiva y su prestigio en térm inos del peso para la negociación con la adm inistración. El tra b a ja d o r va gradualm ente volviéndose alguien que puede designar trab ajad o res en categorías infe­ riores para pasar a categorías superiores, que puede hacer profesionales, por ejemplo. Teniendo el trab ajad o r un nivel de entrenam iento de su fuerza de trabajo que le perm ite venderla más cara, así como negociar ventajas extra-m onetarias, comenzaba a recibir los rendim ientos de esa condición. Es así que los alojam ientos para profesionales eran construidos tenien­ do ya en consideración un respeto hacia la individualidad del operario. Era frecuente que los alojam ientos de profesionales fueran cuartos para­ dos personas m ientras que los de los peones eran galpones colectivos sin divisiones. En Brasilia, dependiendo del valor estratégico de un deter­ minado operario, éste podía negociar una casa para él y su familia. A p artir de la jerarquía de encargado de grupo, el trab ajad o r estaba en un determ inado momento del ciclo de desarrollo de su grupo doméstico en el cual, presumiblemente, ya tenía form ada una familia y estaba posibi­ litado de acceder a residencias que daban cuenta de su vivienda y de sus dependientes en los cam pam entos. Las ventajas extra-m onetarias podían ser conseguidas e instrum entalizadas a través del contacto establecido con trabajadores en rangos m ás altos en la jerarquía. Además de eso, a través del manejo de su po­ sición. algunos trabajadores podían tener ciertos beneficios como entrar en el cam pamento sin someterse a ser revisado en la puerta de entrada. De esta forma podían introducir, por ejemplo, la tan buscada, como tan

p rohibida cachaba e incluso negociarla con otros operarios (lo que refor­ zaba el prestigio individual del eventual d istribuidor de la bebida a los ojos de los o tros trabajadores): Los guardias (vigilantes del cam pam ento) te sacaban las bo­ tellas de cachaba. A hora había unos tipos allá que tom a­ b an que eran de rango alto, v is te ... Esos entraban. Entonces nosotros entrábam os a través de esos. H ab ía un encargado, el señor R oberto, que tom aba cachaba. Le d ab an a él para vender (albañil). E sta form a de diferenciar a los trab ajad o res particulariza el tra ta ­ m iento individual, haciendo que ellos deseen encontrarse en posiciones privilegiadas donde puedan m anejar relaciones personales p a ra obte­ ner beneficios. La particularización de los operarios, su diferenciación a través de las relaciones personales m antenidas con 1a adm inistración de las com pañías, pasando por un sistem a de «favores» concedidos in­ dividualm ente a éste o aquel operario, podía servir como instrum ento legitim ador de la ideología dei ascenso individual, ai mismo tiem po que dificultaba la asociatividad entre los trab ajad o res. E sta situación au­ m enta la com petitividad interna entre los trab ajad o res en la m edida en que ellos, como categoría, se enfrentan con la adm inistración de las com­ pañías como un todo que m edia en su relación de com pra-venta de su fuerza de tra b a jo . En síntesis, en todos los niveles, asum ir el papel de buen operario es u na m anera de som eterse a la particularización definida por la com pañía y una m anera de facilitar por interm edio de ese artificio el ascenso en la carrera, así como el bienestar in m ediato5. La particularización de los operarios (a través de una e stru c tu ra de «favores-/), que conduce a u n a com petencia interna entre ios tra b a ja d o re s, fue e stu d ia d a por Lei­ te Lopes en la in d u stria del azúcar: «Tomemos aquí lo que los h o m b r e s dan como 'u n a m an o ’ a los operarios, a través de esa e stru c tu ra de ‘favores’. De e sta m anera, 3a ad m inistración incita a una com petencia entre los operarios por ios ‘favores', ge­ n eralm ente b ajo la form a personalizada de un determ inado em pleado concreto. La ad m in istración tie n d e así a interponerse en la relación en tre los operarios, dificul­ tan d o las relaciones horizontales y favoreciendo las relaciones verticales con ella- Es así como la asociatividad espontánea entre los operarios se ve perjudicada» (Leite Lopes, 1976: 182).

No podem os olvidar que se tra ta b a de trab ajad o res'm ig ran tes. El traslado efectuado no es sólo espacial. P ara el m igrante im plica separarse de u n a red social extensa y sedim entada con la cual m antenía relaciones cotidianas y definitorias para su vida. Al llegar al nuevo lugar de trabajo, sobre todo en los momentos iniciales que se pueden prolongar en forma variable, está contradictoriam ente suelto, en el sentido de que ahora se subordina no a una red en la cual fue socializado, sino casi exclusiva­ m ente a las relaciones pertinentes a la esfera de la producción. De este modo, se encuentra en un mundo dividido donde, aislado de su red social V carente de su esfera doméstica, se refuerzan básicam ente las determ inaciones y necesidades de la actividad productiva que desem peñará. En el caso de u n a gran obra, nos parece que las divisiones determ inadas por las necesidades de la actividad productiva alcanzan niveles superlativos, ya que la propia composición del conjunto de trabajadores, obedeciendo a las necesidades inherentes a la obra, está m arcada por cualidades como la desproporción entre la cantidad de hombres de mujeres, la ausencia relativa de la familia, la inmovilización en cam pam entos con residencias colectivas y disciplinas propias, etc. Al encontrarse en esta situación nue­ va. carente de una red social que lo apoye y que interprete el m undo en otras dimensiones que no sean las del trabajo, el tra b aja d o r m igrante construye un artificio que en cierto modo repone la ausencia de su ex­ tensa red originaria. Surge así el regionalismo. E ste es el prim er camino que el m igrante sigue para establecer relaciones de am istad y form ar un grupo de solidaridad con el fin de enfrentar situaciones adversas. Específicam ente en relación al operario de la construcción civil, sector que absorbe gran número de migrantes, encontram os en la literatu ra referencia a la existencia del regionalismo: Las vinculaciones con el lugar de origen se m antienen du ran ­ te mucho tiem po en las prim eras etapas de Su incorporación al centro urbano, porque la migración se hace dentro de un universo de referencia organizado a p a rtir de la comunidad en que vivieron. Casi ia"totalidad' de los operarios entrevis­ tados confirm an que vinieron a Río o N iterói por indicación de parientes o amigos que les arreglaron, directa o indirec­ tam ente. una ocupación inicial, generalm ente en el mismo

lugar en que tra b a ja b a n ellos. Es interesante n o tar que esos lazos con la com unidad de origen son reforzados en la obra, donde invariablem ente los grupos se form an en función de los coterráneos. E n verdad, la p rim era estratificación de !a obra, establecida antes que las otras se evidencien, es la es­ tratificación regional (C outinho, 1975: 42)6. Tam bién encontram os referencia a las relaciones de parentesco como camino recorrido por el m igrante p ara establecerse en el nuevo lugar. En el caso de Brasilia, o de cualquier o tra gran obra cuya existencia en el tiem po aún no haya perm itido la presencia o desarrollo de redes m ás o menos extensas de parentesco, la ausencia relativa de parientes, siendo un hecho, al m enos iniciaim ente, deja al m igrante más propenso a utilizar su identidad regional como estrategia. Epsteín constata: C uando tales redes (de parientes p ara d ar apoyo y asisten­ cia en m om entos de dificultades) no están presentes o son relativam ente débiles, es común que las personas intenten im provisar redes su stitu ía s de cooperación recíproca. Un ins­ tru m en to ideológico poderoso p ara crear tales relaciones es ei regionalismo. E n la sociedad de Brasilia, el estado o ciudad de origen de los inm igrantes es una parte im portante de la identidad social (E pstein, 1973: 135). En realidad, el regionalism o aparece como una construcción del tr a ­ b ajad o r m igrante p a ra escapar, en alguna m edida, de las divisiones im ­ puestas por la esfera de la producción. Ser paraíba, bahiano. carioca o goiano es b astan te diferente a ser peón, carpintero o encargado. Eí ró tu ­ lo estatal/reg ió n al lleva a u n a homogeneización en ios atributos diferen­ ciales definidos en la esfera productiva, pudiendo ser e s tr á b ic a m e n te utilizado en situaciones de conflicto o carencia. Se podría decir que ei regionalismo es el prim er paso en el sentido de reconstruir una red social (’P ara mí, la prim era estratificación de la o bra con la cual se enfrenta el tra b a ja d o r es la e stru c tu ra o bjetiva d e te rm in a d a por la división del tra b a jo propia del sector, que ya e stá d a d a y en la cual se inserta com pulsivam ente el operario ■■antes que la* o tras se evidencien».

que sustituya, al menos en parte, aquella abandonada en el lugar de ori­ gen y que pueda contraponerse a la situación encontrada. E n el caso de Brasilia, no nos parece trivial el hecho de que una de las prim eras fiestas populares surgidas en el territorio de la construcción fuera una en que las personas se organizaban en torno a sus estados de origen, en carpas, para consum ir comidas y bebidas típicas y recordar nostálgicam ente sus tierras natales; Entonces nosotros estando aquí resolvemos hacer la fiesta también para divertir a nuestro pueblo y que tuviera alguna utilidad. Entonces empezamos acá la F iesta Ja n in a con tres carpas: la carpa de San Pablo, la carpa de Goiánia y la carpa de Piauí. -¿Por qué tenían esos nombres? -Porque las personas que estaban patrocinando esas carpas tenían ese am or por su tierra. Entonces creían que estaba bien poner el nombre de los estados que representaban en las carpas. Y la recaudación de la prim er fiesta fue para dis­ tribuir. para colchas para la gente que venía del N ordeste que necesitaba esas cosas. -¿.Cómo es que realmente organizaron esa fiesta? -Esa fiesta, justam ente eso. fue ei prim er año organizada con esas tres carpas, y el año siguiente aum entó el núm ero de adhesión de cada estado y eso fue durante unos cinco o seis años más o menos. Esa fiesta era realizada aquí en la Ciudad Libre, que después se transformó en el Núcleo Bandeirante. Pero en el año del Congreso Bucarístico, el 63 o 64, ellos resol­ vieron hacer la misma fiesta allá en el Plan Piloto (la C apital Federal). Entonces pidieron colaboración aquí en el Núcleo B andeirante que ya estaba, digamos, tenía experiencia para hacer la fiesta y nosotros, la mayoría, fuimos a colaborar. Y después em pezaron a hacerla solamente allá en el Plan Piloto (com erciante del Núcleo Bandeirante). Est amos delante del surgimiento de la F iesta de los E stados, incorpo­ rada al calendario de festejos de Brasilia y tradicionalm ente prom ovida

con fines asistenciales en el mes de junio, con ia influencia y colaboración directa del Gobierno del D istrito Federal. Como si eso no fuera suficiente, el prim er gran movimiento popular político que se dio en B rasilia, el M ovimiento Pro-Fijación y U rbani­ zación del Núcleo B andeirante, cuyas raíces rem iten al problem a de la perm anencia de la C iudad Libre en el lugar donde hasta hoy se encuen­ tra, ten ía por estrategia reunir a la población por estados de origen. De estos grupos salían representantes, líderes que, respaldados por sus coterráneos, presionarían a los parlam entarios de los estados que repre­ sentaban. E s u n a indicación clara de la eficacia del regionalismo y de cómo fue percibido e im plem entado por p arte de ia población en un m om ento de lucha política (ver m ás sobre este asunto en el capítulo 4). O tra distinción que rápidam ente expondré, que implicaba igualm en­ te experiencias distintas p a ra los operarios, es aquella existente entre ei tra b a ja d o r de la C om pañía de U rbanización de la Nueva Capital, NOVACAP, y el tra b a ja d o r de firmas particulares. La NOVACAP, como com­ pañía gubernam ental que c o n tratab a a com pañías particulares, ejecuta­ ba m ás obras de infraestru ctu ra y ofrecía ai trab ajador una expectativa de empleo m ás estable. La seguridad que proporcionaba trab ajar p a ra ei E stado era el principal factor de atracción hacia esta compañía, a pesar de que eventualm ente pagara menos que las firmas particulares: -¿Y cuál era la diferencia entre tra b a ja r en la NOVACAP y tra b a ja r en una em presa particular? -En las empresas par­ ticulares se g anaba m ás debido al 'seráo' (extensión de ia jo rn ad a laboral) y debido al mejor salario. La NOVACAP p agaba menos por la razón de ser una autarquía. ¿O no era a u ta rq u ía en esa época? Entonces parece que en la NOVAC A P ten ían m ás derechos así, referentes a los derechos labo­ rales (apun tad o r). Ahí eran los funcionarios de la NOVACAP, era el personal que tra b a ja b a más en la topografía, tra b a ja b a en el servicio de la NOVACAP. E ra un servicio m ás general. Pero ten ía mu­ chos funcionarios de la NOVACAP. Y existía mucho amiguismo, sabés, eso existió. El funcionario de la NOVACAP era considerado como funcionario público, y el de la com pañía

era considerado un tipo, un tipo particular. La NOVACAP no estaba en condiciones de emplear a todos los que llegaban y no se tocaban las obras. Y ella delegó las obras, o las dio pa­ ra gerertciar. E lla no e stab a en condiciones de tocar las obras. Casi no tenía ingenieros, solam ente había para la fiscaliza­ ción. La NOVACAP contrataba a alguien para el servicio y fiscalizaba, así. T rab ajar en la NOVACAP era mejor porque la NOVACAP sería u n a perspectiva de empleo a largo plazo. No iba a extinguirse. El tip o que entró en la NOVACAP, des­ pués pasó a ser funcionario del Gobierno del D istrito Federal. Y lo de la construcción civil, de la compañía, term inó la obra y quedaba sin servicio (albañil).

Adm inistración de la N O V A C A P Ser funcionario (es interesante notar la sustitución ■de los térm inos trabajador u operario por éste) de la NOVACAP implicaba tam bién vi­ vir en otra área residencial: en Candangolándia. campamento próximo a la Ciudad Libre. Como vimos, par a algunos operarios era más positivo

tra b a ja r en la NOVACAP que en firmas, sobre todo por la estabilidad, ya que por las propias características de esta com pañía, al térm ino de una obra sus trab ajad o res no eran despedidos en m asa (como sucedía generalm ente con la mayor p a rte de los trab ajad o res en em presas p a rti­ culares). Por el contrario, eran reubicados en otras obras o actividades, lo que les perm itía tener una expectativa de futuro más segura. P ara otros, el cálculo económico continuaba determ inado básicam ente por la posibilidad de aum entar sus salarios a través de horas extra y viradas (extensión de la jorn ad a laboral d u ran te to d a la noche) dentro de las constructoras particulares. Hay datos que indican que los tra b a ja d o res de la NOVACAP eran m ayoritariam ente aquellos con familia. Todos los trabajadores de la ' NOVACAP que entrevistam os eran casados en la época de ida a la construcción. El Censo E xperim ental a p u n ta a C andangolándia, el cam ­ pam ento de «funcionarios» de la NOVACAP, como el lugar con mayor tasa de casados del territo rio de la construcción (IBGE, 1959: 13 y ss.). Además de eso, un carpintero nos informó: «Quienes más se quedaron en la NOVACAP fueron los casados que vinieron con familia. Porque en la NOVACAP había m ás seguridad que en cualquier o tra firma». Por otro lado, la NOVACAP, en ta n to responsable por el avance de las obras y como em presa del Gobierno, estaba sujeta al menos for­ malm ente a ciertas reglas definidas ex tra-territorio de la construcción que podían term inar por beneficiar a sus «funcionarios», y a las cuales no necesariam ente se som etían las com pañías privadas. Pese a la rela­ tiva debilidad del p artid o de la oposición, Unión D em ocrática Nacional (UDN), en el control del desarrollo de los trab ajos, tal vez aquélla haya sido la fiscalización más im p o rtan te a que se som etía la NOVACAP, la que se expresaba políticam ente a través de la oposición udenista en la construcción de la nueva capital. E n gran m edida, contra la transferencia de la capital, la UDN denunciaba con frecuencia en el Congreso Nacional irregularidades com etidas por la com pañía gubernam ental, cuya adm i­ nistración estaba com puesta principalm ente por miembros de confianza de la alianza en el poder en esa época (P artido Social D em ócrata-PSD y P artid o T rabajador B rasilero-PT B ). La UDN perm aneció largo tiem po intentando articular una Comisión P arlam entaria de Investigación p a­ ra estudiar la actuación de la NOVACAP, ta re a en la cual era siempre

obstaculizada por la situación política de entonces, que se expresaba en la alianza P S D /P T B . Es probable que la utilización de esta empresa gubernam ental para emplear correligionarios tuviera una am plitud que superara el nivel de la a lta adm inistración, como insinúa el testim onio del albañil que habla de amiguismo.

Los operarios vinculados a las diversas com pañías particulares contra­ tadas por la NOVACAP eran quienes conform aban el cuadro numérica­ mente más significativo de la composición de la fuerza de trabajo de la const rucción. Se som etían a los grandes cam pam entos adm inistrados por las empresas privadas, o recurrían a las otras áreas residenciales como la Ciudad Libre y a las «invasiones». Fueron ellos, por lo tanto, el blanco privilegiado de la investigación y de la reflexión. E ntre los trabajadores de compañías privadas encontram os diferencias según la compañía para la cual se trab ajab a (condiciones de alojam iento y alimentación, pago correctam ente efectuado o no, disciplina más o menos rígida en los cam­ pam entos, etc,.). Las diferentes formas de actuar de las compañías con los operarios apuntan a diferentes estrategias de las adm inistraciones de las empresas. No obstante, todas com partían un área de actuación idéntica en lo relativo a las condiciones generales de explotación de la fuerza de trabajo. De este modo, persisten los rasgos comunes que disipan los m a­ cices ante el hecho de que, en últim a instancia, la estructura utilizada fue la misma: la explotación intensa de una fuerza de trabajo masculina, li­ gada básicam ente a un único ram o de la producción y que se encontraba en un territorio relativam ente aislado, sin sus familias y sin mujeres, su­ je ta en su mayor parte al confinam iento en residencias colectivas dentro de cam pam entos rígidam ente controlados por sus patrones. Con el cuadro general de que ahora disponemos, con las característi­ cas centrales relativas a la formación y composición de la fuerza de tra ­ bajo que participó en ia Obra del Siglo, dirijám onos a un punto más nuclear para la comprensión de la experiencia de los trabajadores: el cam pam ento.

Capítulo 2 El campamento La necesidad de movilizar m illares de personas p ara que participen en la construcción de un gran proyecto es uno de ios factores que torna al tem a de la vivienda una de las cuestiones principales que caracterizan la im piem entación de este tipo de exnprendimiento. En los capítulos an­ teriores vimos los circuitos básicos p a ra entender el tem a de la vivienda en el territorio de la construcción como un todo. A hora pasaré a tra ­ ta r específicamente uno de los corolarios centrales de la ecuación de un gran proyecto, que es la presencia obligatoria de grandes campamentos p a ra dar cuenta de la vivienda de m illares de trab ajadores que acuden al lugar. Proporcionaré un cuadro que p e rm ita percibir el cam pam ento como un a forma de vivienda que contribuye a una mayor explotación de 1a fuerza de trab ajo en la m edida en que, siendo u n a forma ajustada a la lógica de la actividad productiva, im plica una efectiva subordinación de casi la totalidad de la vida cotidiana del tra b a ja d o r que en él reside a los intereses de la esfera de la producción. Gomo este tipo de gran proyecto es realizado en áreas prácticam ente desiertas en térm inos poblacionales, atrayendo trab ajadores migrantes, la construcción de cam pam entos es obligatoria. De o tra m anera, habría que dejar a los que llegan la decisión de construir sus -viviendas donde quieran, lo que acarrearía un sinnúm ero de problem as, dado que la relati­ va dispersión poblacionai que presum iblem ente o curriría p odría implicar

la ocupación de áreas destinadas a la edificación de la obra. Es más, la dispersión de los trabajadores im plicaría no poder efectivam ente subor­ dinarlos a un control cotidiano ajustado a los intereses de la actividad productiva, lo que se garantiza con la inmovilización de la fuerza de trab ajo a través del cam pam ento. Podemos im aginar tam bién que la no concentración de los trabajadores en puntos estratégicos, im plicaría un aum ento de la necesidad de trabajos y servicios para m antener a la po­ blación en el área. Por ejemplo, un mayor núm ero de calles conectando los principales puntos del territorio de la construcción, m ás depósitos de agua, generadores de energía, seccionales de policía (y por consiguien­ te más policías); restaurantes colectivos, etc. La dispersión implicaría, incluso, que un único núcleo destinado al sum inistro de servicios sería insuficiente. De este modo, serían necesarios diversos núcleos menores, más difíciles de controlar por la propia dispersión, y cuya edificación costaría más. Así, vemos que la concentración de la población en puntos estratégicos para el desarrollo de la construcción es altam ente funcional en un gran proyecto. La obligatoriedad del cam pam ento, que en un prim er m om ento puede ser considerada como una inversión de capital fijo de tipo no producti­ vo (Leite Lopes, 1976: 110), en el desarrollo de los trabajos dem uestra su gran funcionalidad para el m antenim iento de las características más am plias necesarias para la explotación inusitada que se verifica en el interior de un gran proyecto. Recordemos que, en el caso de la construc­ ción de Brasilia, los capitalistas individuales representados por diversas em presas de construcción, no tuvieron que com putar en sus gastos los costos de la construcción de cam pam entos ya que fueron asumidos por e l : E stado vía NOVACAP. El presidente de esta com pañía gubernam ental, al explicar la relación entablada por ésta con las com pañías privadas; afirmó: A um enta aún el rendim iento, por las condiciones peculiares de las construcciones en Brasilia, el hecho de que los cam pa­ m entos, que representan un porcentaje apreciable en el costo de las obras, son de propiedad de la NOVACAP, que los utili­ za p ara otros servicios, sin necesidad de nueva inversión para ese fin (D iario de Brasilia, 1959: 271).

Leite Lopes y M achado d a Silva (1979: 13-14), al analizar lo que de­ signan situación de fábrica con villa obrera, ap u n tan a u na situación de com pleta dependencia del capital, que se refiere «no solam ente a aquélla que se establece entre el productor directo v su p atrón al nivel del tra ­ bajo, sino tam bién a la que se establece entre esos mismos actores al nivel de la vivienda; por consiguiente, no sólo en relación a 1a produc­ ción. sino al capital que controla tam bién la propia m aterialización de la reproducción del tra b a ja d o r» . La construcción civil, y principalm en­ te ios grandes proyectos, son actividades productivas que acaban por dem andar u na inmovilización de la fuerza de trab a jo , pasible de ser clasificada como «situación de com pleta dependencia del capital». Sin em bargo, esta dependencia no se realiza en la form a de villa obrera (da­ do el propio carácter itinerante de este ram o de la producción) sino en form a de alojam iento provisorio, o de su forma más grande y compleja, cam p am en to 5. Si los alojam ientos son formas com únm ente encontradas en las can­ teras de las obras de construcciones individuales, una obra grande, un complejo articulado de varias construcciones parceladas nos depara la presencia de diversos cam pam entos considerables. Estos, adem ás de te­ ner básicam ente ía función de proveer la residencia para los tra bajadores, incluyen tam bién otras instalaciones ligadas a la reproducción de la vida en el territo rio de la construcción, por ejemplo comedor, sala de prim eros auxilios, alm acén, etc. ya que son grandes aglomeraciones localizadas en territorios carentes de mayores prestaciones de servicios. J Es conocida la presencia de los alojam ientos coma form a de vivienda de tr a b a ja ­ dores relativ a al ram o de ia construcción civil. Leite Lopes en su artículo «F ábrica y villa obrera: consideraciones sobre una form a de esclavitud burguesa*, al m encionar la presencia de grupos dom ésticos en el poblado de tra b a ja d o ves afirm a: