El cacique blanco : costumbres de los araucanos en la pampa

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FÍLIBERTO DE OLIVEIRA OEZAR

EL

CACIQUE BLANCO COSTUMBRES DE LOS ARAUCANOS EN U PAMPA

ILUSTRADO POR F. FORTUNY

CASA EDITORA

J AC OB O P E U S E R B U E N O S A IB E S

1893

FILIBERTO DE OLIVEIRA CEZAR

EL

CACIQUE BLANCO COSTUMBRES DE LOS ARAUCANOS EN LA PAMPA

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F o to g rab a d o s de Jacobo Peuser.

ÍN D IC E

y o 33 b7

PÁGINAS A dvertencia ............................. -*............................................................. I — L a P am p a................................... 1.......................................... II — M ister W hite.......................................................................... III — L as carretas.................. ........................................................ IV — L os indios. .......... ................................... ......................... V — L a to ld e ría ........................................................................... VI — Brujo im provisado................ ............................................... VII — Confidencias nocturnas....................................................... VIII — Bajo los Caldenes................................................................ I X - E l m a ló n ................................................................................. X — L a R inconada........................................................................ XI — L a s prendas del m uerto.................................................... XII — Los perros cim arrones...................................................... XIII — L a caza del Peludo............................................................. X IV — Huircain y C alvucurá......................................................... XV — L a Chale - Kejaliue............................................................... XVI — L a boleada de avestruces................................................. XVII — L a piedra verde.................................................................... XVIII — El p e r d id o ........................................................................... X IX — Alto, ¿quién vive?................................................................. XX — L a cabaña m isteriosa......................................................... XXI — Botas peludas................................................................ . XXII — Juegos in d io s....................................................................... XXIII — L a s paredes tienen o íd o s................................................. XXIV — Zafarrancho de c o m b a te ................................................ XXV — L a historia de las c u e v a s ............................................... XXVI — Donde el inglés resulta carpintero................................ XXVII — Blondina la herm osa............................................................ XXVIII — Aventuras del asalto...........................................................

7 9 21 24 27 31 35 39 42 47 52 55 60 63 66 73 80 80 95 101 106 112 117 125 132 138 144 148 154

ÍN D ICE PÁGINAS

XXIX — Trem enda desg racia........................................................... XXX — A nte el serra llo .................................................................... XXXI — El amigo negro.................................................................. X X X II— Villegas y Pin cen ................................................................. XXXIII — Remedios indios.................................................................... XXXIV — R a n q u e -C u iá .. . ..............................•. ................................. XXXV — Se conviene la f u g a ..................................... XXXVI - E l a ltar del d ia b lo ......................................... XXXVII — L a h u id a ............................................................................ ... XXXVIII — Cautivos y lanceados . . . ............................................. XXXIX — L a fuga por a g u a ...........................................219 X L — Un lunar de fam ilia......................... ............................. X L I - F in a l.........................................................................................

I6o 165 109 175 185 190 197 202 207 213 226 230

L a lengua a r a u c a n a .......... ......................................................................... V ocabulario español-araucano.......................... .......................................

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ADVERTENCIA

Al dar á la imprenta este pequeño libro, un deber de equidad nos impulsa á poner en su primera página el nombre de los viajeros, sabios, militares y exploradores, que con sus interesantes obras anteriores, nos han sumi­ nistrado datos para ampliar esta reseña á propósito de los indios Pampas y Araucanos] ensanchando nuestros conocimientos y los consignados en la cartera de viaje del ingeniero inglés que figura en estas páginas. Barros Arana, Historia de Chile— Dr. Armaignac, Voyage dans les Pampas — Francisco P. Moreno, Viage á la Patagonia — General L. V. Mansilla, Los Ranqueles — Dr. Estanislao S. Zeballos, E l país de los araucanos — Capitan Prado, Guerra ie fr o n te r a s — F. Barbará, L a lengua Pampa — L. Hervás, Lenguas y naciones ame­ ricanas — Ameghino, Origen del hombre en el Plata — Ercilla, L a A ra u c a n a —Echeverría, La Cautiva — General Olascoaga, Varios escritos— R. L ista, Mis descubrimientos en la Patagonia — Humboldt, Cuadros de la naturaleza. A ellos corresponde el mérito, si hay alguno en lo que publicamos. Nuestra labor ha sido de simple entrete­ nimiento. Nos complacen los temas sencillos y naturales, dejamos á otros la penosa tarea de seguir la evolucion actual de la literatura, que busca el Jin de siglo, campeando tras los enojosos refinamientos del sensualismo. Hombres y costumbres primitivas, desiertos y selvas casi desconocidas, vida campestre y patriarcal; son los colores de que pretendemos hacer uso para presentar cuadros ó bocetos que reflejen la embrionaria sociabili­ dad argentina.

I

La Pampa Doquier cam pos y heredades del ave y bruto guaridas, doquier cielo y soledades de Dios solo conocidas que él solo puede sondar. Echeverría.

el centro y sur de la República Argentina, extién'mmmmk dense vastísimas llanuras limitadas por el Plata y el Atlántico al Oriente, y por los grandes contrafuertes de la Cordillera de los Andes, del lado occidental. A estas vastísimas tierras, que ocupan una superficie de más de veinte mil leguas cuadradas diéronle el nombre de Pampas en una época anterior á la conquista espa­ ñola, los Incas del Perú, que extendían sus legiones y el poder de su imperio por media América, en cuyo suelo se encuentra á cada paso en la época presente, en las ruinas de sus fortalezas, sus templos y sus ciudades, los vestigios de una civilización adelantada. L a palabra Pampa es de origen Quichua y significa, campo abierto y llano, como en realidad es el aspecto general de ese vasto país, que ha sido ocupado hasta la época actual por los indios Araucanos y sus hijos los Pampas, habitantes aborígenes que han defendido heroi­ camente con las armas en la mano, la integridad de sus

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tierras y la independencia de su nación, atacada constan­ temente por los ejércitos con que á nombre de la civiliza­ ción, se les iba estrechando y reconcentrando en las montañas y en las soledades de las tierras australes ó patagónicas. La defensa del suelo impidió la entrada á las huestes conquistadoras y las investigaciones científicas han sido limitadas hasta la conquista definitiva, á simples recono­ cimientos militares practicados por las fuerzas desta­ cadas sobre las tierras disputadas á la altivez del salvaje. Algunas serranías en la Provincia de Córdoba y otras al sur de la de Buenos Aires, limitan el territorio de que nos ocupamos, siendo raros los accidentes topográficos en medio déla inmensa llanura. Un río, un bosque virgen, una laguna ó un pajgnaL, suelen á veces encontrarse á la distancia, en medio*cíe las suavísimas ondulaciones cubier­ tas de variadas gramíneas, que sirven de alimento en la actualidad á rebaños numerosos y á millones de cabezas de ganado mayor. Los Araucanos habitaron en su origen, el país al sur de Chile, situado al lado occidental de la Cordillera, llamado Raullco (tierra pantanosa) y luego fueron exten­ diendo sus dominios por las faldas orientales de los Andes y el territorio de la Pampa, hasta llegar al Plata y al Atlántico. W (I) Por lo que puede interesar al lector el conocimiento más com pleto de las guerras con los A raucanos, dam os aquí p arte de un artículo etnográficohistorico, publicado en el Diccionario Enciclopédico H ispano-Am ericano que edita actualm ente la casa M ontaner y Simón de Barcelona. Dice así: « A m ediados del siglo XVI, Pedro Valdivia, g o bernador de Chile, despues de haber fundado la capital de Santiago y conquistado gran p arte de aquel país, decidió llevar sus arm as al S. del río Bíobío. En el año 1553 los españoles habían recorrido los territorios de la costa y aun los que. se ex­ tienden al S. del río T olten; pero en los com prendidos entre el Bíobío y sus afluentes al N., el Tolten al S., los A ndes al E. y la cordillera de la costa al O., aun no habían penetrado. E sta región, dice el historiador chileno B arros Arana, que mide sólo una extensión aproxim ada de mil leguas cuadradas, cubierta en gran p arte de bosques im penetrables, c o rtad a por numerosos ríos de difícil paso y por vastas ciénagas que favorecían su defensa y ro­ deada de ásperas serranías que con sus tapidas selvas facilitaban la guerra de em boscadas y de sorpresas, era tam bién la p arte m ás p o b lad a del te rri­

LA PAMPA

II

Los primeros historiadores españoles, que corrompie­ ron casi siempre las palabras indias, hicieron de R a ú l Ico, Arauco, y el inspirado Don Alonso de Ercilla, al escribir su poema la A raucanas dejó prevalecer el error á que nos referimos. El conquistador Valdivia, que viniendo del Perú en los torio chileno, y sus habitantes los m ás vigorosos y resueltos del país. H asta entonces se habían mantenido tranquilos, sin tom ar p arte apenas en las guerras que contra los soldados españoles sostuvieron las tribus de las vecinas com arcas Valdivia p re p a ró la invasión que proyectaba, fundando en la costa próxim a al citado país, que es hoy en su m ayor p arte el terri­ torio de Angol, el fuerte de Arauco, y luego otros dos más al interior, uno en la falda occidental de la cordillera de la costa con el nom bre de Tucapel. y el otro, llam ado Puren, m ás al .Sur, y en la falda oriental de la inisma cordillera. En los llanos de Angol, y á orillas de uno de los afluentes del Bíobío, m andó levantar la ciudad de los Confines. L o s indígenas com pren­ dieron que su libertad peligraba y se pusieron en arm as. E ran las tribus aguerridas á que los españoles dieron el nom bre de A raucanos, que deri­ van de las p alab ras peruanas aucca, hom bre de guerra, y are, ardiente. A la región que habitaban al S. del Bíobío, y que llegaba hasta el Tolten, ó según algunos autores hasta el C allacalla, comprendiendo por consi­ guiente, p arte de la provincia de Valdivia, se llamó A raucam ia. L a guerra que entonces comenzaron los altivos araucanos fuá larg a y sangrienta y jam ás se sometieron por completo al dominio español. En los prim eros días del mes de diciembre de 1553 atacaron y destruyeron el fuerte de Tucapel, y habiendo acudido Valdivia á so fo c arla rebelión, los araucanos, acaudillados p o r L autaro ó Leuteru, derrotaron á los españoles en la b a ta lla de Tucapel. Valdivia cayó p risio n ero ; los vencedores, tan crueles y feroces como bravos, le cortaron los brazos y los devoraron á su pre­ sencia. T res días vivió el conquistador de Chile, sufriendo horribles torturas. Tuvieron los españoles que despoblar la ciudad de los Confines y los fuertes de Puren y Arauco, y no pasaron de aquí sus desastres; Francisco de Villagran, proclam ado gobernador en V aldivia y en Concepción, fué también derrotado por L au taro en Marigueñu y los araucanos saquearon y destruyeron á Concepción, En el invierno de 1554 Villagran em prendió segunda cam paña y obtuvo algunas ventajas, porque en aquella época el ham bre y la peste acosaban á los indios rebelados. En 1556, se renovó la guerra; L a u t a r o salió o tra vez á operaciones, pasando al N. del río Maulé, fué derrotado p o r V illagran en la b a ta lla de M ataquito, y al año siguiente y en el mismo sitio sufrió una nueva derro ta en la que perdió la vida. L e sustituyó Zeupolicán, el Caupolican de Ercilla, contra quien en 1557 em ­ prendió activa y enérgica cam paña el nuevo gobernador de Chile, don G arcía H urtado de Mendoza . E ste ganó la b a ta lla de las Lagunillas ó de Bíobío, penetró en el interior del territorio araucano, venció de nuevo en Millarapue, donde tanto se distinguió el autor de L a Araucana, don Alonso de Ercilla, hizo reconstyiir el fuerte de Tucapel, fundó la ciudad de Cañete y repobló á Concepción. En los prim eros días del año de 1558 los araucanos sufrieron una nueva d e rro ta en el desfiladero de Cayucupil atacaron luego á Cañete, de donde fueron rechazados con gran pérdida, y el capitan don Pedro V elascoí sorprendió un cam pam ento enemigo en el que hizo prisionero á Caupolican, que conducido á C añete murió em pa­ lado. No terminó sin em bargo la guerra; los araucanos continuaban en su

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primeros tiempos, fundó los baluartes de Angol, VillaRica, Imperial, Valdivia, Concepción y otros sobre las tierras de R aullco. fué batido en Tucapel} á fines de Diciembre del año 1553, y su derrota y muerte espantosa marca la época del primer alzamiento de las huestes araucanas contra la dominación extranjera. actitud hostil, y don G arcía, salien d o ' de nuevo á cam paña, los batió por com pleto en la b a ta lla de Quiapo. L as victorias de los españoles solo sirvieron’p a ra que durante dos años escasos reinara m ay o r tranquilidad. En 1561 se renovó la guerra de Arauco, siendo go b ern ad o r don Francisco de V illagrán. L o s araucanos vencieron a los invasores en C atirai ó M areguano, C añete fué desp o b lad a y aquéllos pusieron sitio á la plaza de A rauco que defendió heroicam ente el capitán Lorenzo Bernal de M ercado. De 1563 á 1565, siendo gobernador interino Pedro de Villagran, los españoles viéronse forzados á evacuar la plaza de A rauco y sufrieron nuevas derrotas en Ita ta y Andalien, y aunque consi­ guieron ventajas en las inmediaciones de Angol, la insurrección de los arau­ canos fué tom ando m ayores propoiciones, y el desaliento cundía entre los españoles. Bajo el^ gobierno de Q uiroga, de 1565 á 1567, el ejército español se sobrepuso á sus enemigos, alcanzó varios triunfos, y C añete y A rauco fueron repobladas. E l doctor B ravo de Saravia, que le sucedió, se propuso d ar el último golpe á los rebeldes; m as su ejército sufrió gran d e rro ta en M areguano, y de nuevo fué preciso evacuar las citadas plazas. En 1575 volvió á encargarse del gobierno R odrigo de Q uiroga y en sus cam pañas de 1577 á 1578 logró escarm entar á los araucanos. E n los años siguientes continuó la guerra casi sin interrupción y sin resultados eficaces, y al term inar el siglo, to d as las ventajas habían quedado de p arte de los araucanos. En 1598 el g o b e rn a d o r Oñez de L o y o la fué d erro tad o y muerto en C uralava; en 1599 tuvo la m ism a suerte el corregidor A ndrés Valiente, y á p esar de los refuerzos que enviaba el virey del Perú, eran continuos los desastres qne sufrían los españoles, y la alarm a general al comenzar el año de 1600. En el siglo XVII, el sistem a de conquista gradual planteado p o rte l go­ bernador Alonso de R ivera y proseguido p o r Alonso G arcía Ram ón p ro ­ dujo buenos resultados en un principio, y aun p a ra evitar nuevos desastres se apeló á la guerra defensiva, de suerte qué los españoles lim itáronse á resistir las frecuentes correrías de los indios. En 1625 cesó ese sistem a de guerra; los araucanos, bajo el m ando de Lienfur, organizaron grandes ejércitos, y las arm as españolas tuvieron que lam entar nuevos desastres, entre otros la d erro ta de las Cangrejeras. L a victoria que en 1630 consi­ guieron éstos en L a A lb a rra d a tuvo escasos resultados, y tam poco los dieron las negociaciones de paz dos veces en tab lad as en Quillín; antes al contrario, el 14 de febrero de 1655 ocurrió un levantam iento general de los indígenas y los españoles tuvieron que rep leg arse en la ciudad de Con­ cepción. Nuevos triunfos consiguieron los araucanos en 1657 bajo las órdenes del mestizo Alejo, soldado español desertor. En 1671 el gober­ nador don Juan Henríquez celebró paz con aquellos; pero los indomitos araucanos no respetaban treguas ni paces m ás que cuando les convenía, y no había medio de reducirlos. F undáronse misiones, em prendiéronse nuevas operaciones m ilitares; pero todo fué inútil, y al comenzar el siglo XVIII aquel pueblo conservaba su independencia. Luchó tam bién p a ra de­ fenderla en ésta y en la presente centuria, y cuando Chile rompió los lazos

LA PAMPA

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El valeroso pueblo de esforzados guerreros, que tan bien pinta Ercilla en su poema, había ya antes probado su denuedo en las luchas que sostuvo contra los ejércitos del Inca en las orillas del río Maulé y Bío-Bío, donde se libraron batallas encarnizadas, en que por una y otra parte, figuraron más de cuarenta mil guerreros. Las luchas han continuado por espacio de tres siglos con esa raza no domada, y en el transcurso de ese tiempo se ha visto muchas veces á nuestros gobiernos, tener que pactar y someterse á las exigencias establecidas por los señores de la tierra. ■ Los habitantes de la Pampa, estaban antes divididos en dos grandes dinastías ó' cacicazgos. Los Chadiches (de chadi, sal y ches, hombres), y los Ranquelches, (de ranquel, maciegal ó cañaveral y ches, hombres ó gentes). Cada cacicazgo tenía su dinastía. Los Salineros eran de la dinastía de los Cui'á Piedra, y los Ranquelches ó del Cañaveral, pertenecían á la dinastía de los Zorros. W De los primeros, era la tierra comprendida en las Pampas, desde el río Diamante,de Mendoza, hasta el Río Negro en el Sur de Buenos Aires; y á los segundos correspon­ día, desde las Cordilleras hasta las fronteras militares. Los Picunches ó Pampas, reconocían por asiento de su gobierno el cacicazgo de Salinas Grandes, establecido según don Pablo Zizur, entre los 5o 10’ y 5o 27’ de lon­ gitud Oeste de Buenos Aires y los 37° 20’ de latitud Sur. que le unían con la metrópoli, los araucanos no distinguieron de señores y continuaron resistiendo á los chilenos, como habían hecho frente á los españoles. D urante la guerra de la Independencia tom aron partido á favor de los españoles contra los insurrectos. El gobierno de Chile intentó también en varias ocasiones som eterlos por la fuerza; n ada consiguió, y entonces apeló á otro procedimiento. Se atrajo por medio de regalos la buena voluntad de algunos jefes araucanos y logró así establecer algunos puestos avanzados cuyos jefes, con el nom bre de capitanes de amigos, hacían de intermediarios entre el gobierno y las tribus. En 1860 un aven­ turero francés se presentó en el país, se atrajo la am istad de algunos caci­ ques, se proclam ó rey de A raucania con el nombró de Orelio Antonio I, y organizó un gobierno semejante al de los pueblos civilizados. En enero de 1862 lo apresaron los chilenos, quienes lo entregaron al E n carg ad o de Negocios de Francia.» ■ (I) Dr. E. S. Zeballos. Viaje al país de los Araucanos.

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Los Ranquelches, considerable rama de los Puelches, habitaban al Norte del cacicazgo de Las Salinas, y tenían por centro principal el Leiivucó (de leuvu, arroyo y £