El amor es como un historia: una nueva teoría de las relaciones 9788449307485, 8449307481

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Spanish, Pages 253 [248] Year 1999

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El amor es como un historia: una nueva teoría de las relaciones
 9788449307485, 8449307481

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Robert J. Sternberg

El amor es como una historia Una nueva teoría de las relaciones

�1� PAIDÓS Barcelona Buenos Aires México

T ítulo original: Love Is a Story Publicado en inglés, en 1998, por Oxford University Press, Nueva York Traducción en castellano publicada con permiso de Oxford University Press, Inc. T his translation originally published in English in 1998 is published by arrangement with Oxford University Press, Inc. Traducción de Paula García Segura

Cubierta de Víctor Viano

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprograña y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alqwler o préstamo públicos

© 1998 by Oxford University Press, Inc. Nueva York © 1999 de la traducción, Paula García Segura © 1999 de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires http://www.paidos.com ISBN: 84-493-0748-1 Depósito legal: B. 27.305/1999 Impreso en Hurope, S.L. Lima, 3 - 08030 Barcelona Impreso en España - Printed in Spain

A Alejandra

Sumario

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Primera parte LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS

1. 2. 3. 4. 5.

El amor como historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nuestras múltiples historias de amor . . . . . . . Elementos de la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . Algunos tipos de historias . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿De dónde vienen y adónde van las historias ?

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Segunda parte HISTORIAS DE AMOR

6. Historias asimétricas . . . . . . . . . Historia profesor-estudiante Historia de sacrificio . . . . . . . Historia ....... . . de gobierno , H1s t oria po lº1ciaca . . . . . . . . . Historia pornográfica . . . . . . Historia de terror . . . . . . . . . 7 . Historias objeto . . . . . . . . . . . . . La persona como objeto . . . . . . Historia de ciencia-ficción . . Historia de la colección . . . . Historia de arte . . . . . . . . . . . La relación como objeto . . . . . . 9

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Historia de casa y hogar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia de recuperación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia de juego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. Historias de coordinación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia viajera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia de coser y tejer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia del jardín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia de negocios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia de adicción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9. Historias narrativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia fantástica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia histórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia del libro de cocina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 . Historias de género . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia bélica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia teatral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia de humor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Historia misteriosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Tercera parte CONSECUENCIAS

1 1 . Evaluemos la perspectiva de la historia . . . . . . . . . . . . . . . 12. ¿Qué es el amor? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Índice analítico y de nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Prólogo

Como la mayoría de las personas, he pasado mucho tiempo intentando descubrir por qué algunas de mis relaciones amorosas han funcionado y otras no . Como muchos de nosotros, también he leído sobre ellas, he recibido información a través de los dife­ rentes medios de comunicación y he acudido a la consulta de es­ pecialistas en el tema que prometían ayudarme a entenderlas. He pasado parte de mi carrera de psicólogo intentando comprender qué cosas podían ayudarme y cuáles no. Pero, curiosamente, ni mis propias teorías parecían darme la respuesta que andaba bus­ cando, ya fuera en el ámbito personal o en las relaciones de otras personas. Empecé a estudiar el amor a principios de la década de los ochenta, centrándome inicialmente en su estructura. Presenté, junto a la licenciada Susan Grajek, una teoría del amor basada en la psico­ metría. 1 El objetivo de la misma era descubrir si el amor se podía en­ tender partiendo de los propios ladrillos que forman su estructura y, en caso de que así fuera, tratar de identificar la naturaleza de dichos ladrillos. De acuerdo con esta teoría, el amor se podía entender co­ mo un amplio número de emociones, pensamientos y motivaciones diferentes; cosas tales como cuidar de otra persona, tener una buena comunicación y prestar apoyo a los demás. El problema era que este conjunto de «ladrillos» describía los elementos del amor sin siste­ matizarlos y sin dar una idea de por qué nos enamoramos de unas personas y no de otras. 1 . Sternberg, Robert]. y Grajek, Susan, «The nature of !ove», en fournal o/persona­ lzty and social psychology 47, 1 984 , págs. 3 12-329.

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A finales de los ochenta, planteé una nueva y triangular teoría del amor de acuerdo con la cual el amor podía entenderse como un compuesto de tres elementos: intimidad, pasión y compromiso. Los diferentes tipos de amor constarían de las distintas combina­ ciones de dichos elementos. Por ejemplo: el amor romántico se ca­ racterizaría por la intimidad y la pasión, el amor necio o banal esta­ ría compuesto de compromiso sustentado únicamente por pasión, y el amor consumado o completo contaría con la combinación de los tres elementos : intimidad, pasión y compromiso.2 A pesar de que esta teoría sistematizaba los tipos de amor de un modo en que no lo hacía la anterior, seguía sin explicarse por qué nos enamora­ mos o podemos tener una relación amorosa con determinadas per­ sonas y con otras no. A mediados de la década de los noventa, comencé a ver las co­ sas bajo otro punto de vista. Me di cuenta de que necesitaba com­ prender y sistematizar las muchas historias que había escuchado so­ bre las relaciones amorosas. Las historias diferían mucho unas de otras aun cuando formaban parte de una misma relación: los miem­ bros de una misma pareja podían tener concepciones muy diferen­ tes de su relación en común y, cuanto más se alejaban sus historias, más insatisfechos parecían. Así fue como empecé a ver el amor co­ mo una historia. 3 Punto de vista que aquí presento. La idea princi­ pal del mismo es que tendemos a enamorarnos de aquellas personas cuyas historias o concepciones del amor son parecidas a las nuestras pero representan un papel complementario al que desempeñamos nosotros en las mismas. Es decir, esas personas se nos parecen en ciertos aspectos, pero son potencialmente diferentes en otros . Si nos enamoramos de una persona cuya concepción del amor difiere mu­ cho de la nuestra, la relación y el amor que la sustenta se encontra­ rán en peligro.

2 . Sternberg, Robert J. , «A triangular theory of love», en Psychological rewiew 93 , 1 986, págs. 1 1 9 - 1 3 5 ; Sternberg, RobertJ. , The triangle o/ !ove, Nueva York, Basic Books, 1 988. 3. Sternberg, RobertJ. , «Love is a story», en The general psychologist 30, nº 1, 1 994, págs. 1 - 1 1 ; Sternberg, Robert J., «Love as a story», en ]ournal of social and personal rela­ tionships 1 2 , 1 995 , págs. 54 1 -546; Sternberg, Robert J. , «Love stories», en Personal rela­ tionshzps 3 , 1 996, págs. 1 .359- 1 .379.

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Hemos recabado información, que describirnos en este libro, pa­ ra poder analizar el amor corno una historia; sin embargo, todavía no hemos conseguido obtener conclusiones definitivas y parece ser que tardaremos tiempo en hacerlo. Este libro, por lo tanto, constituye el informe de un trabajo que va progresando, más que una conclusión definitiva sobre una teoría completamente probada. He escrito este libro para todas aquellas personas que estén in­ t�resadas en el amor, es decir, prácticamente para todo el mundo. Este no es un libro que dé pautas concretas, ni tampoco un manual que intente recuperar un determinado tipo de mentalidad. Me he esforzado en hacer un trabajo serio a la vez que accesible, que pueda servir de ayuda tanto a los lectores profanos en el terna corno a los profesionales del mismo. Espero que este nuevo enfoque del amor consiga aclarar aquellas cuestiones a las que las antiguas teorías entre las que se incluyen las mías- eran incapaces de responder. Preguntas tales corno por qué nos enamorarnos de determinadas personas y por qué conseguirnos mantener vivo el amor con ciertos individuos y con otros no. Hay varias personas que han contribuido directa e indirectamen­ te a la elaboración de este libro. Mis primeros colaboradores en mi in­ vestigación sobre el amor, Susan Grajek y Michael Barnes, jugaron un importante papel en el desarrollo de mi pensamiento. Más adelante, mis colaboraciones con Anne Beall me ayudaron a ampliar mis ideas sobre el amor, sobre todo en lo referente a su construcción social.4 Mahzad Hojjat ha sido un inestimable colaborador a la hora de desarrollar los cuestionarios que se presentan en este libro con el fin de evaluar las diferentes historias de amor. Hojjat también ha cola­ borado en la validación de la teoría, incluyendo un estudio en el que se analizan las relaciones amorosas narradas por un amplio grupo de personas. También ha sido de gran valor la colaboración de Neil Wechsler a la hora de recopilar y presentar las historias que aquí aparecen. Él fue quien me sugirió la historia del profesor-estudiante. Estoy muy agradecido a todos estos colaboradores que me pres­ taron su ayuda durante las diferentes fases del desarrollo de mi tra-

4 . Beall, Anne E. y Sternberg, Robert]. , «The social construction of love», en]o urnal o/ social and personal relationshzps nº 12, 1995 , págs. 4 1 7-43 8.

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bajo sobre el amor. Gracias a Sai Durvasula por pasar tantas horas con el procesador de textos. Por último, quiero mostrar mi gratitud a J oan Bossert por haber adquirido los derechos del libro para Ox­ ford University Press, a Sue Warga por transcribir y corregir el ma­ nuscrito, a Kim Torre-Tasso por editar el libro en Oxford University Press y a todos los miembros de mi familia, que tanto me han ense­ ñado acerca del amor. Las historias de este libro están basadas en casos reales indivi­ duales o en combinaciones de casos que se han desarrollado en el transcurso de los años. Sin embargo, todos los nombres y detalles de los hechos aquí relatados se han cambiado con el fin de mantenerlos en el anonimato. R. J. S . New Haven, Connecticut Agosto de 1 997

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PRIMERA PARTE

LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS ¿Qué significa que el amor es una historia? ¿Cuáles son las carac­ terísticas de las historias? ¿Cómo tienen lugar las historias? Tratare­ mos estas cuestiones en esta parte. Os mostraré qué son las historias de amor, explicaré por qué son tan importantes y también demostraré que el hecho de que las entendamos puede cambiar nuestras vidas.

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El amor como historia

Zach y Tammy se casaron hace veintiocho años. Sus amigos siempre habían augurado su divorcio y parecía no faltarles razón. Tammy amenazaba constantemente con dejar a Zach quien, por su parte, le decía que nada le haría más feliz en esta vida. Zach y Tammy se peleaban continuamente y sus peleas resulta­ ban muy embarazosas para sus amigos, ya que las disputas eran ma­ yores cuando estaban en público. Sus amigos no conocían a ninguna pareja tan desavenida y habían llegado a la conclusión de que lo úni­ co que podía mantener unidos a Zach y a Tammy era la pura inercia. Valerie y Leonard, por otra parte, están divorciados. Ninguno de sus conocidos es capaz de imaginar la causa de su divorcio. Parecían la pareja perfecta. Claro que también lo parecen todos aquellos que se limitan a ocultar los problemas y el dolor existentes en su relación. Pero lo más extraño de este caso es que Valerie y Leonard también creían tener un matrimonio perfecto. Eso comentaban entre ellos y también con sus amigos. Sus hijos solían decir que casi nunca discu­ tían y que cuando lo hacían eran discusiones sin importancia. Finalmente, Valerie y Leonard rompieron cuando éste conoció a una mujer en su trabajo y abandonó a su esposa por ella. Leonard se sentía algo incómodo y avergonzado por su conducta y sólo podía justificarla alegando que por fin había encontrado el amor verdade­ ro. Sin embargo, él mismo admitía que antes de que el tedio se apo­ derara de su relación, pensaba que Valerie era su amor verdadero. Finalmente, acabó realizando una terapia que le ayudara a com­ prender lo que había sucedido. Según mandan los cánones, Zach y Tammy se debían haber sepa­ rado y Valerie y Leonard deberían haber permanecido juntos y felices 17

por siempre jamás. Parece que sus destinos escaparon a cualquier pre­ dicción razonable, fuera cual fuese el argumento de dicha predicción. ¿Hay alguna forma de comprender lo que les pasó a estas dos parejas? HISTORIAS DE AMOR

Podemos entender la conducta de estas parejas si tenemos en cuenta qué concepción del amor tenía cada uno de sus miembros dentro de su relación amorosa y cuál era su idea sobre el amor ideal. Las historias o concepciones de lo que es el amor y de lo que debe­ ría ser pueden coincidir o no dentro de una misma pareja. Me plan­ teé si la supervivencia de una pareja podía estar relacionada con este hecho. Por ejemplo: si alguien quiere vivir un romántico cuento de hadas pero en realidad está viviendo una historia bélica, lo más pro­ bable es que se encuentre insatisfecho. Otros, por el contrario, pre­ fieren la historia bélica y se encontrarían totalmente desubicados si vivieran un «aburrido» y romántico cuento de hadas. El punto más importante que hay que subrayar en la historia de Zach y Tammy es que ambos concebían el amor como una historia bélica. No importa cuán extraña o ridícula resultara su relación al resto de la gente, lo verdaderamente remarcable es que a ellos les funcionaba. Ambos tenían la historia que querían y coincidían en sus preferencias. Por otra parte, Valerie y Leonard mantenían una relación calificada por los demás de satisfactoria. Sin embargo, no se ajustaba a la historia que deseaba Leonard. Lo que él quería y lo que quería su esposa eran cosas bastante diferentes. Siempre habían tenido distintas concepciones del amor. Todos desarrollamos nuestra historia de amor. Años atrás, cuando era mucho más joven, Erich Segal escribió un best-seller al que dio un título muy sencillo, Love Story. El título fue un gran acierto y el libro tuvo un enorme éxito y también su adaptación cinematográfica. ¿Aca­ so nuestras propias relaciones están influidas por historias de ese tipo? Siempre se nos ha dicho que debemos ser realistas y separar las historias que tenemos en nuestras mentes de las que estamos vivien­ do, con el fin de distinguir la ficción de la realidad. Se supone que lo que pretendemos cuando intentamos conocer mejor a una persona es descubrir exactamente cómo es; debemos ir más allá de lo que 18

podemos percibir o imaginar acerca de la misma, ya que estas apre­ ciaciones sólo nos dan una idea de cómo podría ser. Sin embargo, la separación de la ficción y la realidad, en el con­ texto de las relaciones personales, es prácticamente imposible ya que utilizamos la realidad de la relación para conformar nuestras ficciones personales. Como decía Immanuel Kant en su Crítica de la razón pura, si existe una realidad objetiva ésta es incognoscible. Lo cognoscible es la realidad que nosotros mismos construimos . Dicha realidad adquiere forma de historia. En realidad, el amor es una historia cuyos autores somos noso­ tros y no William Shakesperare, Gabriel García Márquez, Erich Se­ gal o Barbara Cartland. 1 Las historias o concepciones del amor han existido a través de los tiempos y los principales temas y argumentos de las mismas han cambiado muy poco. Pero lo que sí ha cambiado es el modo en que dichas historias influyen en nuestra vida cotidia­ na, puesto que la importancia que les damos no es la misma. Nos identificamos más con las historias de amor que encontramos en li­ bros , obras de teatro, culebrones, etc . , que con el material de los libros de autoayuda o de artículos de ciertas revistas en los que se nos ofrecen listas de pasos que hay que seguir para comprender y mejorar nuestras relaciones amorosas. El problema de estas listas no es la falta de racionalidad, sino de efectividad, aunque se presenten como parte de un procedimiento psicoterapeútico. Las terapias convencionales para mejorar nuestras vidas no son válidas si se basan únicamente en las conclusiones que sacamos de nuestras propias historias; en otras palabras, en nuestra interpreta­ ción personal de por qué no funciona la relación. Tenemos que estu­ diar las historias en sí mismas.2 Podemos acudir a muchos terapeutas l. Sternberg, Robert]. , «Love is a story», en The general psychologist 3 0 , nº 1 , 1 994 , págs. 1 - 1 1 ; Sternberg, Robert J., «Love as astory», en Journal o/ social and personal rela­ tionshzps 1 2 , 1995 , págs. 54 1 -546; Sternberg, Robert J., «Love stories», en Personal rela­ tionshzps 3 , 1 996, págs. 1 .359-1 .379. 2. Sternberg, Robert]., «Love stories». Véase también Cohler, B. J., «Personal narrati­ ve and the life course», en Li/e span development and behavior, Baltes, Paul y Brim, Orville Jr. (comps.), Nueva York, Academic Press, 1 979, vol. 4, págs. 205-24l; Josselson, R. y Lieblich, A. (comps.), The narrative study o/ lives, Newbury Park, California, Sage, 1 982 ; Murray, S. L. y Holmes J. G. , «Storytelling in close relationships: the construction of confidence», en Per­ sonality and social psychology bulletin 20, 1 994 , págs. 650-663 ; Sarbin, T. (comp. ) , Narrative psychology: the storied nature o/human conduct, Nueva York, Praeger, 1 986.

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y consejeros matrimoniales y no mejorar en nada nuestra relación. El motivo de ello es que se tratan los síntomas y no las causas, del mismo modo en que una aspirina ayuda a calmar los síntomas de una enfermedad pero no erradica la causa que la produce. Una aspirina logrará bajar la fiebre provocada por un virus, pero no conseguirá arrancarlo de raíz. Lo peor es que la fiebre asociada con un virus nun­ ca es provocada por ese virus. Esa fiebre es una reacción del cuerpo que intenta subir su temperatura con el fin de eliminar al virus. Por lo tanto, si sólo tratamos los síntomas empeoraremos las cosas. En el caso de las relaciones amorosas, los síntomas de fracaso ya sean depresión, inquietud o ansiedad- son señal de que algo va mal. Si recurrimos a la ayuda de un psicoterapeuta o de los antide­ presivos podremos aliviar los síntomas de la depresión o ansiedad, pero eso no contribuirá en modo alguno a mejorar la relación cau­ sante del problema. Corremos el riesgo de acabar tolerando una re­ lación que continúa siendo errónea y que no coincide en absoluto con nuestra concepción del amor ideal, cuando lo que realmente ne­ cesitamos es cambiar la relación o la concepción del amor. La película Cuando Harry encontró a Sally tuvo bastante éxito porque contemplaba la idea de las concepciones o historias sobre el amor y, especialmente, la diferencia entre las historias de amor y las amistosas. La relación que Harry mantenía con Sally, así como la imagen que tenía de ella, se basaba en su concepción de la amistad y no del amor. A pesar de que mantenían una estrecha relación, Harry pasó muchos años buscando el amor en otra persona. Finalmente terminó cambiando su concepción del amor, influido, en parte, por su relación con Sally. Pero hasta que no cambió dicha concepción, no consiguió concebir una relación amorosa con Sally. Cuando Harry cambió su historia, la relación entre ambos mejoró e incluso le transformó. Todos tendemos al romanticismo y por ello siempre habrá per­ sonas intentando comprender, mejorar y transformar sus relaciones amorosas. Hacen todo lo posible para conseguirlo: hablan del pro­ blema entre ellos, con sus amigos, con sus familiares y con profesio­ nales especializados . También compran libros, asisten a charlas y ven videos que les puedan ayudar. Pero, ¿ cuántas personas han con­ seguido realmente que sus relaciones funcionen ? El porcentaje de divorcios que, en Estados Unidos y en otros muchos países, oscila 20

en torno al 5 0 % , nos puede dar una idea de ello, aunque no debe­ mos generalizar. Todos conocemos a parejas que mantienen su rela­ ción a pesar de que ésta no es satisfactoria. Es más, la mayoría de nosotros puede contar con los dedos de una mano las relaciones en las que las parejas son realmente felices. Quizás las relaciones íntimas son extremadamente difíciles y, de alguna manera, nuestros intentos por comprenderlas y mejorarlas fallan y no podemos saber qué es lo que nos hace seguir mantenién­ dolas. En este caso la concepción del amor como una historia puede resultar de gran ayuda: cada uno de nosotros tiene su historia o con­ cepción del amor ideal y a través de ella podemos aprender mucho sobre nosotros mismos. LAS RELACIONES COMO HISTORIAS

Cuando conocemos a alguien queremos, de forma natural, inti­ mar más con esa persona para saber si congenia con nosotros. Que­ remos que nuestras primeras impresiones se conviertan en realidades para así reemplazar la realidad por la ficción, la verdad por las histo­ rias. Cuando intentamos conocer a alguien, imaginamos que cambia­ mos la «ficción» por la «realidad» de la no ficción. Pero si reflexiona­ mos sobre nuestras primeras impresiones, sobre los rituales que rodean al cortejo y al matrimonio, nos daremos cuenta de que esta sustitución no siempre tiene lugar. Antes de establecer una relación de pareja tenemos ya unas ideas preconcebidas. Estas ideas o histo­ rias no son correctas o equívocas en sí mismas, sin embargo, pueden ajustarse más o menos a la situación; es decir, ser más o menos salu­ dables a la hora de potenciar una buena adaptación al entorno. Lo que se considera adaptable puede variar según el tiempo y el lugar. Por ejemplo: una determinada cultura verá el amor como una parte indispensable del matrimonio, mientras que otra cultura lo conside­ rará algo irrelevante. En ambas culturas, estos valores no se tratarán como simples cuestiones arbitrarias dependientes de las costumbres culturales, sino que se darán a entender como lo correcto y lo inco­ rrecto. Las consideradas «realidades» son más bien percepciones de las realidades: historias. La historia hace que la relación cobre signifi­ cado en el contexto de nuestras vidas . A veces, cada miembro de la 21

pareja interpreta de forma diferente las mismas acciones o aconteci­ mientos porque cada uno lo hace en referencia a una historia o con­ cepción del amor distinta.

Mi historia, tu historia Cuando Tyrone conoció a Samantha pensó que había encontra­ do el amor de su vida. Había cometido errores con anterioridad, pe­ ro no esta vez. Samantha parecía tener todo lo que él andaba bus­ cando, incluso aquello que había pensado que jamás encontraría. Era una chica guapa, elegante, sexy, extrovertida, lista y además le gustaban los deportes y tenía un gran sentido del humor. Y lo mejor de todo es que estaba interesada en él. Tyrone la invitó a un partido de alevines y ella aceptó. Al cabo de un mes Tyrone y Samantha salían con regularidad. A los dos meses eran una sola persona. Después de tres meses de rela­ ción, Tyrone empezó a tener dudas. Estaba prácticamente convenci­ do de que Samantha se estaba viendo con otro hombre en secreto, o quizás con más de uno. La historia empezaba a estar rodeada de un halo de inquietante desconfianza: una mujer en quien no se puede confiar porque pretende ser sincera, pero engaña a la primera opor­ tunidad que se le presenta. Tyrone se alegraba de haberse dado cuen­ ta de cómo era Samantha antes de que fuera demasiado tarde. Tras algunas desagradables escenas, la relación desembocó en un frío fi­ nal que Tyrone celebraba. Pero también Samantha se alegraba de ha­ ber roto con Tyrone ya que no había estado viendo a ningún otro hombre a sus espaldas y, por otra parte, ya no deseaba estar con esa persona que tanto le había decepcionado. Tyrone puede parecer una persona decepcionante ya que siem­ pre está pensando que todas sus parejas le engañan; sin embargo, todos somos como él en cierto sentido. Cuando conocemos a una persona, empezamos a proyectar nuestros pensamientos y senti­ mientos -tanto los conocimientos adquiridos, como el equipaje emocional de nuestro pasado- sobre ella. El resultado es que, a pe­ sar de que creemos que estamos conociendo a esa persona cada vez mejor, no conseguimos acercarnos a ella. Al contrario, quizás esta­ mos creando una historia que nada tiene que ver con nuestra pareja 22

y sí con lo que nosotros imaginamos sobre ella. En realidad, sólo co­ nocemos a esa persona a través de nuestras percepciones sobre la misma. Seguramente pensamos que no somos como Tyrone; pero qui­ zás nos parecemos a él más de lo que creemos. En cierta ocasión, es­ taba hablando con un famoso investigador en el tema del amor so­ bre la relación que éste mantenía con su esposa. Dicho señor es toda una eminencia en el campo de las relaciones humanas, un personaje destacado entre los profesionales que tratan de dar una respuesta psicológica a tantas parejas. Pues bien, me contaba que un día esta­ ba conversando con su mujer en la sala de estar. La chimenea estaba encendida, anochecía . . . en fin, el ambiente no podía ser más román­ tico. Pero su mujer hizo un comentario desagradable y, de repente, la perspectiva de la relación cambió completamente para él. Se dio cuenta de que el modo en que los dos habían estado viviendo la mis­ ma situación no tenía nada en común. Más de veinte años juntos y no se había dado cuenta de ello. Posteriores conversaciones confir­ maron, al menos para él, su nueva hipótesis. Finalmente, su matri­ monio se rompió. Este estudioso del amor no era Tyrone, aunque fue tan suscepti­ ble a las ilusiones como cualquiera de nosotros. ¿Acaso sus percep­ ciones coincidían con la realidad? La verdad es que no hay ningún modo de averiguarlo. Al igual que Tyrone, empezó una historia pero la reemplazó por otra. Su mujer, como Samantha, contaba con una historia diferente. No existe una historia objetiva o «correcta» sobre una relación o, al menos, no podemos conocerla. Si tenemos alguna duda sobre ello, bastaría con hablar con dos personas que estén divorciándose. Lo más seguro es que tengamos la impresión de que están hablando de matrimonios diferentes. La descripción de la relación hecha por uno de los miembros de)a pa­ reja no tendrá casi nada que ver con la descripción del otro. Esta es la razón principal de su divorcio: las historias o concepciones acerca de la relación que mantenían han ido divergiendo hasta no tener ningún punto en común. Sin embargo, la divergencia de historias no acaba siempre en la ruptura de la pareja. Realicé un estudio, junto a Michael Barnes, en el que se pedía a un determinado número de parejas rellenar unos cuestionarios en los que debían decir qué opinaban de su pareja y 23

también qué creían que su pareja opinaba sobre ellos.3 En algunas de las preguntas, cada uno de ellos debía adivinar cómo contestaría su compañero. En una escala del O al 1 , en la que el O indicaba que la per­ sona había acertado por casualidad la respuesta de su compañero y el 1 indicaba que siempre daba la respuesta correcta, la correlación entre lo que el compañero respondía en realidad y lo que se imaginaba su pareja que contestaría se limitaba a un simple 0,3 . En otras palabras, apenas existía una pequeña relación entre lo que los individuos res­ pondían y lo que sus parejas imaginaban que responderían. Los in­ dividuos tenían una idea confusa de lo que sus parejas pensaban realmente acerca de ellos. No olvidemos que esta prueba se realizó en­ tre parejas que mantenían una relación estable. Imaginémonos cuáles habrían sido los resultados si se hubiese llevado a cabo el experimento con parejas de relaciones tambaleantes. Según he podido observar, en la mitad de los casos, cuando un miembro de la pareja muestra su insa­ tisfacción o incluso pide el divorcio, al otro la noticia le pilla completa­ mente por sorpresa. Pero si preguntáramos a la persona que quiere el divorcio si la decisión ha sido repentina, probablemente nos contesta­ ría que se lo había insinuado a su pareja docenas, incluso cientos de ve­ ces. Las historias de los mi�mbros de la pareja sobre su propia relación son tan distintas que su comunicación se ha convertido en una com­ pleta ilusión. Por otra parte, las relaciones que tienen más posibilida­ des de llegar a buen puerto son aquellas cuyas historias comparten puntos de vista, responsabilidades e interpretaciones de los aconteci­ mientos; elementos básicos para establecer una buena comunicación. El hecho de que los individuos tengan diferentes historias o concepciones sobre el amor pone de relieve un importante punto sobre este tema: intentar imaginarnos «qué» es el amor puede ser un esfuerzo fútil y frustrante, puesto que ni siquiera dos personas coin­ ciden en su opinión sobre el mismo. Es una historia para todo el mundo, pero los componentes de la misma varían mucho de unos individuos a otros. Sin embargo, dos personas que mantienen una relación necesitan crear una especie de historia compartida que se sume a sus historias individuales.

3 . Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L., «Real and ideal others in romantic rela­ tionships», en Journal o/personality and social psychology 49, 1 985 , págs. 1 .586- 1 .608.

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Nuestra historia Cada individuo, además de contar con una historia personal so­ bre la relación amorosa, tiene también una concepción de la historia que comparte con su pareja. Esta historia compartida puede coinci­ dir o no con la historia individual y, por supuesto, los miembros in­ tegrantes de la pareja pueden tener concepciones diferentes sobre la misma. Observemos el caso de Beth y Blake. Beth y Blake llevaban juntos veinte años y ambos se sentían sa­ tisfechos de su relación. Estaban orgullosos de haber salido a flote durante estos años, a pesar de sus más y sus menos mantenidos, nor­ malmente a causa de sus dos hijos, y consideraban que su matrimo­ nio apenas había tenido problemas . Eran el modelo de pareja feliz, aunque no en todos los sentidos. Beth estuvo saliendo con David durante seis, casi siete meses. David era divorciado y no tenía intenciones de volverse a casar. Beth no podía imaginar dejar a Blake. Realmente se sentía feliz con él, aunque su relación era tranquila y algo así como carente de entusias­ mo. Descubrió que sus citas con David le daban esa especie de entu­ siasmo que no conseguía junto a su esposo. Beth se sentía culpable por su relación con David. Sabía que, en realidad, carecía de sentido y, además, si Blake la descubría no dudaría en abandonarla. No habría posibilidades de reconciliación, al menos por parte de Blake. Era demasiado orgulloso para ceder ante algo así. Por una parte, Beth quería finalizar su relación con David de forma in­ mediata, antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, otra parte de ella -que parecía coexistir con la primera- no le permitía hacerlo. Beth mostraba una extraña ambivalencia ante tal situación. La misma historia sobre su relación con Blake era un rasgo positivo de dicha ambivalencia. La historia que ambos compartían era muy po­ sitiva, pero, ¿cuál era exactamente esa historia compartida? Beth sa­ bía que su concepción y la de su marido acerca de la historia com­ partida no podían ser la misma. Era consciente de que, cuando estaba con Blake, estaba fingiendo. Su historia real con Blake estaba muy lejos de su historia ideal. Tarde o temprano, algo tendría que suceder, aunque no estaba segura de qué sería. El caso de Beth y Blake era todavía más complicado de lo que pa­ recía ya que, sin que Beth lo supiera, Blake también estaba saliendo 25

con otra persona y tenía casi los mismos pensamientos que su mujer. Si hubieran hablado y compartido el sentimiento de estancamiento que les invadía, seguramente hubieran podido salvar su relación. Sin embargo, cada uno optó por mantener al otro en la oscuridad. Beth y Blake parecían estar fingiendo, cuando en realidad tenían en común más de lo que ellos creían. A veces, las historias compartidas por las parejas están tan gastadas que ni siquiera pueden superar con éxito el más fácil de los test. Un artículo que apareció recientemente en un periódico norteamericano hablaba sobre una pareja que había roto a causa de un décimo de lotería. La mujer había comprado el décimo y le había pedido a su marido que lo guardase. El número resultó pre­ miado y la mujer reclamó el décimo a su marido, ya que lo quería para ella sola. Pero resultó que el esposo no era de la misma opinión: el dé­ cimo era de los dos, y como hombre de la casa, él era quien debía ad­ ministrar el dinero. Ahora el asunto está en manos de los tribunales. Ambas personas descubrieron, aunque demasiado tarde, que las con­ cepciones que tenían de su relación tenían muy poco en común. A menudo se suele decir que con el tiempo los miembros de la pareja tienden a parecerse más el uno al otro, a tener más cosas en común. Parte de esta valoración se debe a que las personas no sólo intentamos elegir compañeros cuyas historias sean iguales a las nues­ tras, sino que tratamos de imitar la conducta de nuestra pareja con el fin de acercarnos más a su historia. En otras palabras, si nuestra pa­ reja no encaja lo suficiente en el papel deseado, nosotros actuaremos -ya sea consciente o inconscientemente- adaptando nuestro com­ portamiento a su papel. El resultado puede ser que nos encontremos desempeñando un papel en la relación que nunca habíamos imagina­ do, lo cual puede parecernos desagradable e incluso inaceptable. En caso de que nos resulte inadmisible, tal vez nos demos cuenta de que la relación está ejerciendo un poder negativo sobre nosotros. Las relaciones amorosas son muy poderosas y absorbentes y pueden cambiarnos de manera no deseada. No es sólo nuestra his­ toria la que nos empuja a actuar de cierto modo, sino también la de nuestra pareja. Así pues, la situación resulta bastante complicada, ya que cada uno de nosotros tiene múltiples historias o concepciones sobre el amor. ¿Cómo interpretamos dichas historias ? ¿Somos cons­ cientes de ellas? En el próximo capítulo daremos respuesta a éstas y a otras preguntas. 26

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Nuestras múltiples historias de amor

Normalmente todos tenemos múltiples historias de amor. Esto pone de manifiesto el hecho de que, además de ser diferente para todos, el amor representa varias cosas a la vez para cada uno de no­ sotros. Observemos el caso de Aaron y Lucy. Aaron y Lucy salieron durante siete meses. Era la segunda oportunidad para ambos y los dos actuaban en consecuencia. Des­ cubrieron que querían las mismas cosas de la vida y que eran com­ patibles. Cuando estaban juntos, el ambiente era completamente tranquilo y relajado. ¡Por fin lo habían conseguido ! Ambos proce­ dían de matrimonios conflictivos en los que la tranquilidad y el re­ lax no tenían lugar. ¡Vaya cambio ! Con el tiempo, empezaron a ha­ blar del matrimonio y los hijos, de la vida en común. Esas conversaciones que, en un principio, tenían carácter de futuro hi­ potético, iban adquiriendo un sentido de futuro inmediato. Lucy mostraba desconfianza ante la rapidez en que esas simples especu­ laciones se transformaban en algo más. Al menos, eso parecía estar sucediendo. Pero desgraciadamente sucedía algo más. Tres semanas atrás , Aaron ni siquiera se había preocupado por Dottie. Pero ahora es­ taba pensando que quizás sí debería haberlo hecho. La había co­ nocido durante un viaje de negocios de una semana de duración. Ella era uno de los directores adjuntos de la fábrica que estaba vi­ sitando. A medida que la semana iba transcurriendo, aquello pare­ cía convertirse en una historia sobre Dottie más que en un viaje de negocios. Empezó intentando venderle maquinaria industrial y acabó intentando venderse a sí mismo. Aaron estaba totalmente confundido . 27

Tenía una buena relación con Lucy y no buscaba otra relación. Al contrario, pensaba que tanto él como Lucy formaban parte de una pareja estable. Ambos eran personas serias y habían logrado te­ ner una vida en común libre de pro � lemas y preocupaciones pro­ pias de sus anteriores matrimonios. Ese había sido su objetivo co­ mún. Pero su creciente relación con Dottie no tenía nada que ver con eso. Es más, era mucho más parecida a la relación mantenida en su matrimonio. Debería haber huido de Dottie, escapar tan lejos co­ mo sus piernas le pudieran llevar; sin embargo, ni siquiera podía moverse. La relación con Dottie era divertida la mayor parte del tiempo y carecía totalmente de un carácter serio. Pero si alguna vez se peleaban -cosa que ya habían hecho dos veces- tenían graves enfrentamien­ tos, después de los cuales Aaron se quedaba completamente tenso y se sentía incapaz de hacer las cosas bien. Entonces pensaba que esta­ ba loco por haberse liado con Dottie, pero siempre volvía con ella. En realidad, Aaron no le había hablado a Lucy de Dottie, ni vi­ ceversa. A finales de la semana empezó a pensar que debería tomar algún tipo de decisión. Debía romper con una de ellas y regular su situación con la otra. Quizás debía hacer algo que todavía no se le había ocurrido . . . Lo único que sabía con certeza es que no quería mantener dos relaciones simultáneas en dos ciudades diferentes . Se sentía como un canalla. No conseguía entender cómo podía sentirse atraído por dos mujeres tan diferentes; pero así era. Al final, Aaron rompió con Dottie y volvió con Lucy. Pero al po­ co tiempo su relación con ésta también se vino abajo. No había fun­ cionado para ninguno de los dos. En opinión de ambos, su unión había sido un intento de distanciarse lo más posible de sus relacio­ nes anteriores. Sin embargo, el hecho de pasar de un extremo a otro es algo que no suele funcionar. Es una estrategia para evitar el pasa­ do y no un modo de afrontar el futuro. La situación de Aaron no era extraña. Todos tenemos varias his­ torias que intentamos unir cuando vivimos una relación amorosa. Normalmente no somos conscientes de cómo son dichas historias, ni tampoco de que cada una de ellas tiene un significado especial y nos afecta de forma diferente. En otras palabras, siempre tenemos nuestras historias favoritas. Las diferentes parejas hacen que des­ pierten en nosotros distintas historias. 28

El resultado de ello es que lo que, en un momento dado, califica­ mos como una satisfactoria o incluso maravillosa relación puede con­ vertirse rápidamente en una relación inadecuada si aparece otra po­ sible pareja que empieza a desempeñar un papel importante en una determinada historia por la cual sentimos preferencia. Cuando cono­ cemos a una pareja potencial que forma parte de una historia que ocupa el lugar más alto en la jerarquía de nuestras historias, la pareja con la que estamos manteniendo la relación actual quizá nos resulte, , de inmediato, carente de atractivo. Este cambio repentino hasta nos puede resultar muy molesto y suele tener lugar cuando desconoce­ mos nuestra jerarquía de historias y su efecto sobre nosotros. Dado que, normalmente, ignoramos el contenido de nuestras preferencias e incluso la existencia de tal jerarquía, podemos estar tan sorprendidos como cualquiera cuando nos encontramos anali­ zando nuestra relación actual desde un punto de vista completa­ mente nuevo. Esto es lo que le sucedió a Aaron. Las dos mujeres le ..atraían, puesto que cada una podía desempeñar un papel en una de sus historias. Aaron estaba muy confuso y no sabía lo qué quería. En realidad le gustaban las dos historias de amor, pero no quería mantenerlas de forma simultánea. Así que, al igual que la mayoría de nosotros, tuvo que elegir entre una de ellas o quedarse sin ninguna. Seguramente Aaron tuvo suerte al perder las dos relaciones, ya que ninguna correspondía a una historia que le llenara plenamente. Lo mismo le ocurrió a Leonard, en la historia que relaté en el capítulo anterior. En un principio, Valerie parecía reunir todas las cualidades que Leonard buscaba. Leonard pensaba que Valerie era todo lo que quería, hasta que conoció a otra persona que se acerca­ ba más aún a su ideal. Claro que todavía podría haber encontrado una persona más afín o también haber cambiado su historia ideal. En algún momento, todos tenemos que decidir si la relación que mantenemos es lo suficientemente fuerte o si corre el riesgo de rom­ perse en poco tiempo. ESCALEMOS UNA MONTAÑA

Imaginémonos que nos encontramos en la falda de una monta­ ña. Queremos subir hasta arriba, pero está oscuro y nublado y no 29

podemos ver la cima ni tampoco mucho más allá del suelo que esta­ mos pisando. La única forma de subir la montaña es tantear con el pie a nuestro alrededor y dar pasos que nos hagan ascender. Sin em­ bargo esos pasos deben ser pequeños ya que, de lo contrario, podrí­ amos caer. Estamos escalando la montaña lentamente, sin saber a ciencia cierta a dónde nos dirigimos. Finalmente alcanzamos un pico; cual­ quier lugar donde ponemos el pie está por debajo de donde estamos nosotros. No hay ningún sitio al que dirigirnos, sólo podemos des­ cender. Así que llegamos a la conclusión de que hemos alcanzado la cima de la montaña, ¿verdad? Pues no, dicha afirmación es errónea. Realmente no sabemos si estamos en la cima de la montaña. Puede que simplemente hayamos llegado al punto más alto del ca­ mino escogido, pero no a la cúspide. Y puede que este punto esté emplazado en un lugar relativamente bajo y creamos que estamos en la cima. Todo el terreno que nos rodea es de bajada, pero por lo que sabemos, puede que, a tan sólo cuatrocientos metros de distancia, haya un sendero que nos guíe hacia un pico más alto. Tenemos, por tanto, dos opciones: considerar que hemos esca­ lado lo suficiente y queda_rnos donde estamos , o descender hacía al­ gún otro punto de la montaña y empezar todo el proceso de nuevo, con la esperanza de alcanzar un punto más elevado. Puede que lo encontremos y puede que no. No tenemos ninguna forma de asegu­ rarnos de ello. Por eso tenemos que decidir si queremos correr ese riesgo. En el mejor de los casos , encontraremos ese punto más alto, aunque no sabremos si se trata de la cima absoluta. En el peor de los casos, nunca conseguiremos alcanzar un punto tan alto como el que nos encontramos ahora. En otras palabras, quizá nunca podamos llegar hasta donde hoy hemos llegado. Lo mismo sucede con las historias de amor. En realidad, nunca sabemos si la relación que mantenemos y la historia que ésta repre­ senta son las mejores que podemos encontrar. Quizás nos esté espe­ rando una historia mejor. O quizás exista una mejor representación de la historia que estamos viviendo. Dicho de otro modo, la relación con otra persona puede responder a otra historia que para nosotros es muy importante, o convertirse en una versión mejorada de la mis­ ma historia que estamos viviendo. En el amor nos sentimos igual que el montañero que escala entre la oscuridad y la niebla y no sabe 30

exactamente dónde debe parar; tenemos la sensación de haber sido abandonados en la penumbra. Pero también nuestras parejas se en­ cuentran a oscuras, lo cual nos crea a ambos una sensación de inse­ guridad que difícilmente nos permite alcanzar la «verdad».

Relación entre historias y acontecimientos Las parejas a menudo discuten sobre cuáles de sus opiniones re­ presentan mejor la «verdad»; pero si partimos del punto de vista que considera que el amor es una historia nos resultará difícil, sino imposible, descubrir alguna verdad sobre las relaciones. Esto es de­ bido a que la información que poseen los miembros de la pareja, así como la información que ellos dan a otras personas, siempre es fil­ trada a través de las historias de sus relaciones. Cada uno de los inte­ grantes de una pareja puede estar convencido de que el otro le está mintiendo cuando, de hecho, ambos están diciendo la verdad. Consideremos, por ejemplo, un problema común en las relacio­ nes entre hombres y mujeres: Dean opina que una relación amorosa debe ser tranquila y transcurrir sin problemas ni complicaciones. Piensa que si dos personas se quieren de verdad deben aceptarse tal como son, lo cual quiere decir que no deben existir enfrentamientos ni ataques verbales entre ellas. Susan, sin embargo, cree que dos personas enamoradas deben hacer frente a sus diferencias y forjar una trayectoria común. Susan está convencida de que si una pareja no se comunica, especialmente en lo que hace referencia a sus dife­ rencias, no puede avanzar unida. El resultado es que Susan siempre se enfrenta a Dean, sobre todo cuando ve que les acechan los pro­ blemas. Dean interpreta estos enfrentamientos como ataques, algo que no deben hacer las personas que se aman. En consecuencia, huye de ellos. Susan, frustrada por la huida de Dean, se vuelve más autorita­ ria, lo que hace que éste se aleje cada vez más. La relación se va dete­ riorando y no a causa de que estas dos personas vean la realidad de forma diferente o porque no se quieran, sino porque sus diferentes historias o concepciones sobre lo que debe ser el amor les llevan a in­ terpretar los acontecimientos de forma distinta. La relación se puede romper porque ninguno de ellos ha comprendido la concepción del 31

amor que tiene su pareja. No importa cuántas experiencias hayan vi­ vido juntos, sus diferentes historias les mantienen separados. Si el hecho de compartir las experiencias no nos conduce hacia la «verdad», ¿ cómo podremos llegar a conocernos? ¿Vale la pena preocuparnos por ello ? En realidad, existe una buena razón para llegar a conocer a los demás , aunque no sabemos cómo hacerlo exactamente. Para conocer mejor a alguien, podemos intentar ver nuestras re­ laciones como un reflejo de la historia que estamos compartiendo y del papel que cada uno de nosotros juega en dicha historia. Como ya he dicho anteriormente, Kant dijo, hace mucho tiempo, que nunca podemos llegar a conocer las cosas en sí mismas, en su propia esen; cía. Sin embargo, sí podemos conocer nuestras percepciones de las ' cosas, que van aumentando y enriqueciéndose a medida que lo ha­ ¡ cen nuestras experiencias. Esto no quiere decir que se conviertan en algo más válido o de mayor consistencia. Al contrario, cuanto más conseguimos saber sobre nuestras parejas, más contradictorias nos parecen. Aunque también puede ser que nuestras impresiones sean más contradictorias de lo que en realidad lo son nuestras parejas. La idea de que nunca conseguiremos conocer nada en sí mismo, ya se trate de personas o cualquier otro objeto de la naturaleza, puede ser bastante frustrante. Sin embargo, es un concepto importante ya que nos ayuda a darnos cuenta de que, en cierto modo, nuestras relaciones con los demás no son más subjetivas que otras cosas que experimenta­ mos en la vida. Tomemos como ejemplo los colores. Miremos la ropa que llevamos puesta. ¿Qué colores vemos? ¿Existen tales colores? Los colores , por supuesto, parecen formar parte de las cosas que vemos. Pero no es así: lo único que hace la ropa es absorber ciertas bandas de radiación electromagnética y reflejar otras. La in­ teracción entre las bandas reflejadas y nuestros ojos produce lo que nosotros conocemos como colores.1 Algunas personas, y muchas clases de animales, son parcial o totalmente daltónicos. Y según sa­ bemos, la cuestión que se plantean los niños: «¿ El azul que tú ves es el mismo que veo yo?», puede que tenga algo que ver con esto. No existe ninguna forma de saber si los conos de tus ojos (las células l. Coren, Stanley, Ward, Lawrence M. y Enns, James T., Sensatzon and perception, 4ª edición, Ft. Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 994.

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que perciben el color) funcionan exactamente del mismo modo que los conos de los míos. No existe un modo de saber si todos vernos del mismo modo el color azul. Puesto que podríamos discutir si todos percibirnos los colores del mismo modo, no es de extrañar que no veamos de igual manera los colores del amor. É sos sí son diferentes. Las personas siempre interpretarán los acontecimientos de forma diferente, cuando del amor se trate. Lo que para un individuo es un criticismo constructi­ vo, para otro supone un ataque; corno en el caso de Dean y Susan. Lo que puede ayudar a un in g ividuo a salvar la relación, quizá con­ tribuya a destruir la de otro. Este es el caso de Kate y Ernest. Kate se había marchado a Francia de nuevo. Su negocio de im­ portación-exportación marchaba bien, lo cual era motivo de satis­ facción y alivio ya que Ernest estaba sin trabajo desde hacía seis me­ ses . Víctima de una reducción de plantilla, se había quedado en el paro y era incapaz de encontrar cualquier tipo de trabajo relaciona­ do con su anterior puesto directivo en una importante empresa de telecomunicaciones. Ernest se sentía avergonzado de no conseguir un nuevo trabajo. También estaba muy enfadado porque pensaba que, con treinta y tres años de experiencia a sus espaldas, las compañías deberían de rifárselo. Se veía a sí mismo víctima de la discriminación por la edad, pero no podía probarlo de ningún modo. Es más, conocía bien el mundo de los negocios; él mismo había despedido a gente en el pasado. ¿Por qué había que pagar más a alguien cuando una per­ sona con las mismas características trabajaba por mucho menos? A pesar de que Ernest se alegraba de que a Kate le fueran bien los negocios, estaba algo resentido de que ella siempre estuviese fue­ ra. Era consciente de que, durante los primeros años de matrimo­ nio, Kate nunca se quejó de que él trabajara sesenta horas a la sema­ na. Pero ahora eran mayores y él necesitaba tener a Kate a su lado. Ella argumentaba que si no viajaba mucho podían caer en la mise­ ria. Para Kate sus numerosos viajes eran la única forma de mantener a flote la relación, además de ser su medio de supervivencia. Ernest no la creía. Se imaginaba que Kate no disfrutaba de su compañía y que por ello nunca le había dicho nada cuando él ocu­ paba tanto tiempo en su trabajo. Los acontecimientos pueden inter­ pretarse de forma tan diferente . . . 33

Ernest veía como un sabotaje aquello que para Kate significaba salvar el matrimonio y la situación económica. ¿ Quién tenía razón? ¿ Kate, Ernest, ambos, o ninguno de los dos ? Lo único que podemos afirmar con toda seguridad es que, independientemente de quien tuviera razón, ambos se sentían ansiosos e inseguros de su relación.

Una sola relación y muchas historias que compiten por ella La historia de Kate y Ernest nos muestra que las relaciones están compuestas por muchas historias, no sólo de amor, sino de varios ti­ pos: historias económicas, sexuales, sobre los hijos y sobre muchos otros temas. Las personas incluso pueden tener historias sobre sus propias historias, lo que explicaría por qué, por ejemplo, sienten ce­ los de su pareja («Siempre estoy preocupado pensando dónde estará mi novia, quizás esté con otro tío», o: «Hace veinte años que encon­ tré al que consideraba mi mejor amigo durmiendo con mi mujer»). Las personas con tendencia a los celos deben darse cuenta de que les resultará muy difícil estar con alguien a quien no le gusta dar explicacio­ nes sobre a dónde va y con quién pasa el tiempo. Eso es lo que le sucedió a Julio. Siempre necesitaba saber dónde estaba María. No es que tuviera nada personal contra ella. Es más, su relación contaba con muchos aspec­ tos positivos. Pero Julio tenía que saber que su mujer le era fiel y la única manera de averiguarlo era sabiendo cómo pasaba su tiempo. María interpretaba la necesidad de Julio como una falta de con­ fianza hacia ella. Su relación satisfacía muchas de sus necesidades y le gustaba otros aspectos de la misma. Pero María sentía que pasaba su tiempo en una prisión y no quería que eso sucediese. Sin embargo, ese sentimiento iba creciendo cada vez más. Julio calificaba su necesidad de curiosidad; ella la calificaba de celos enfermizos. María quería mar­ charse, pero no era tan fácil. Julio no quería que lo hiciese y María esta­ ba realmente preocupada por las represalias que éste pudiera tomar. Acudió a varios consejeros matrimoniales, a un abogado, a un sacerdo­ te, a sus amigos. Pero nadie parecía capaz de ayudarle, fundamental­ mente porque Julio no había hecho nada ilegal. Se sentía atrapada. Es­ taba atrapada. La historia, que se había desarrollado en el tiempo, no hacía más que empeorar. ¿De qué modo se desarrollan las historias en el tiempo? ¿Cuáles son los elementos que componen estas historias? 34

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Elementos de la historia

Nuestra historia sobre la relación amorosa, así como los elemen­ tos que la conforman, pueden cambiar; sin embargo, la historia con­ tinúa siendo nuestra historia. Aun cuando nuestra pareja nos haya ayudado a «escribirla», ésta seguirá siendo fruto de nuestra propia creación y por mucho que lo intente la persona que esté a nuestro lado nunca conseguirá comprenderla totalmente. Esta historia tien­ de a ser muy resistente. Las historias suelen cambiar con el tiempo, pero no desapare­ cen. Constantemente vamos elaborando viejas historias y gradual­ mente las vamos cambiando por nuevas. Las nuevas historias pue­ den ser mejores o peores , pero, en cualquier caso, siguen siendo historias. Desarrollamos nuestras historias sobre la marcha, aña­ diendo nuevos capítulos a. medida que se van incorporando a nues­ tras vidas acontecimientos inesperados o nuevas direcciones que to­ mar. Las historias retrospectivas , aquellas que creamos una vez finalizada la relación, reflejan nuestros intentos posteriores para comprender lo que sucedió en la relación. É stas pueden ser bastan­ te diferentes a las historias prospectivas: aquellas que creamos antes de iniciar la relación. Cuando una relación ha terminado, podemos cambiar su comienzo con objeto de que encaje mejor con el final. Las historias sobre las relaciones amorosas son iguales que to­ das las historias : tienen un principio, un desarrollo y un final. Estos tres estados de la historia cuentan con diferentes propiedades. Los comienzos son, en gran manera, la parte más excitante de las historias . ¿ Quién sabe lo que va a ocurrir? Los principios pare­ cen basarse, en buena parte, en la persona que conocemos: cómo es, cuál es nuestra reacción hacia ella, etc. Normalmente tendemos a 35

sustituir aquellos aspectos que desconocernos en nuestra pareja por lo que nosotros esperarnos que sean. Por ello, en muchas ocasiones estarnos proyectando la persona que esperábamos conocer en la persona que realmente hemos conocido. Parte del entusiasmo del principio de la relación reside en esa proyección. Aún cuando la relación no ha hecho más que empezar, la mayo­ ría de nosotros le darnos un final imaginario. Los finales siempre re­ sultan tentadores porque, aunque las relaciones se acaban, nosotros no nos cerrarnos a ellas. Por lo general, seguirnos desarrollándolas y adornándolas en retrospectiva y, a veces , cambiando sus historias. A pesar de que el divorcio puede acabar legalmente con una relación, la historia quizá se siga desarrollando y cambiando con el tiempo, aunque no tengamos ningún contacto con nuestro ex compañero. De este modo, son muchas las personas que descubrirán que la his ­ toria que contaban a los demás y a sí mismos sobre la relación que terminó, es muy diferente diez años después del divorcio que el día posterior al mismo. Los finales no tienen lugar sólo en el momento en que darnos por concluida la relación amorosa con otra persona. Nosotros, corno au­ tores que somos, trazarnos parte de nuestras historias por adelantan­ do y dejarnos que la otra parte la escriban las propias historias. Pue­ de que, consciente o inconscientemente, tengamos poder para prever el final de la relación aunque ésta no haya hecho más que em­ pezar, o incluso antes de que haya comenzado «oficialmente». Es ob­ vio que el curso de los acontecimientos puede cambiar nuestras pre­ dicciones y, por consiguiente, el desarrollo de la historia. Sin embargo, la previsión del final por nuestra parte puede determinar la relación, del mismo modo que la relación tal vez determine el final real. El final previsto puede predeterminar el tipo de tramas o argu­ mentos que permitiremos que nuestra historia desarrolle. Las historias de amor constan de argumentos, ternas y rasgos o caracteres. Estos elementos, que combinan aspectos de la relación con aspectos de nuestra historia personal, son, en gran medida, fru­ to de nuestra creación. El argumento de una historia de amor responde a lo que está su­ cediendo en una relación. Consta de un nivel externo (lo que parece haber sucedido) y un nivel interno (lo que nosotros creernos que realmente ha sucedido). Podríamos pensar que el argumento es algo 36

objetivo, pero no es así. Por ejemplo : imaginémonos a una parej a que acaba de efectuar el pago correspondiente a la entrada de una vivienda, algo en lo que ambos estaban de acuerdo . Pero, ¿ qué han hecho en realidad ? Para uno de ellos eso significa que se han com­ prado un sueño, un refugio . El otro , sin embargo, lo ve corno una forma de meter sus ahorros en un saco sin fondo. Podernos asegurar que estos individuos interpretarán de forma diferente los aconteci­ mientos que tengan lugar después de la compra. Hay muchas ocasiones en que las parej as no se pueden poner de acuerdo en los acontecimientos físicos y, por tanto , mucho menos en las interpretaciones de los mismos. Una vez , Zach le preguntó a Tarnrny quién era el p rotagonista de una película, que recordab a que habían visto juntos . Tarnrny le respondió diciéndole que segura­ mente había ido al cine con otra persona. El hecho en sí mismo tie­ ne menos importancia que las tramas que giran a su alrededor; en este caso , una trama en torno a una cita secreta de Zach para ir al ci­ ne con otra persona (a saber si esa cita escondía algo más . . . ) a espal­ das de Tarnrny. El argumento da lugar al terna. El terna nos dice lo que significa la historia. Los ternas son las lecciones que creernos aprender de las relaciones. Por ejemplo , en el caso de la compra de la casa, uno de los miembros de la parej a interpreta el hecho corno una señal de que su compañero es un derrochador, mientras que el otro piensa que su compañero no tiene ni idea de los que significa tener una casa, un refugio. Pero , en realidad, construirnos estos ternas a medida que crearnos el argumento . Dos personas pueden partir del mismo hecho y desarrollar te­ rnas completamente diferentes , pensando que han aprendido cosas distintas de la misma relación . Así pues , dos personas pueden finali­ zar su relación y, mientras que una de ellas renuncia para siempre a cualquier tipo de compromiso serio con otra persona, la otra empie­ za inmediatamente a buscar una parej a estable . Ambos pensarán que han aprendido la lección que su relación en común les debía en­ señar. Sin embargo , actuarán de forma muy diferente en un futuro . Aun cuando pensemos que el carácter de nuestras historias es bastante obvio , veremos que siempre existen algunas complicacio­ nes. Por ejemplo : las relaciones entre dos personas siempre inclu­ yen a los compañeros actuales y del pasado. La relación que rnante-

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nemos con otra persona se ve afectada por caracteres pasados y presentes, independientemente de que seamos o no conscientes de ellos. Es más, al igual que en la literatura, la realidad de estos carac­ teres adquiere un tono u otro dependiendo del tipo de historias que aportamos a nuestra relación. Dos personas que mantienen re­ laciones con el mismo individuo lo pueden ver de forma completa­ mente distinta salvo en lo que se refiere a sus características físicas (y aun así éstas se pueden percibir de forma diferente). Nosotros mismos «construimos» a las personas que habitan en nuestras men­ tes, del mismo modo en que construimos nuestras relaciones con ellas. Nuestras construcciones son, en su mayor parte, intuitivas. Al igual que el amor, las historias funcionan fundamentalmente en el ámbito intuitivo o en base a la experiencia. Aquellos que ver­ daderamente intentan mejorar sus relaciones suelen acudir a los psi­ cólogos en busca de ayuda. Pero los psicólogos a menudo se olvidan de que el amor está más relacionado con las historias que se crean en torno a él, que con los análisis científicos. El amor es más sintético que analítico. Sintético porque tende­ mos a sintetizar la historia en el transcurso de nuestras experiencias. Las historias se confor�an de acuerdo con las normas intuitivas y las que obedecen a la experiencia, no a las lógicas y racionales. Por ello, necesitamos comprenderlas como tales (como relatos) , no como sis­ temas lógicos que están obligados a encajar. El psicólogo Seymour Epstein comparó las características de lo experiencia! o narrativo con las del pensamiento racional. 1 Veamos lo que descubrió. El pensamiento narrativo tiende a ser holístico, intuitivo, ilógi­ co, concreto, de rápida consecución, lento en lo que a cambios se refiere y manifiestamente válido («ver para creer»). Por otra parte, el pensamiento racional tiende a ser analítico, racional, lógico, abs­ tracto, de lenta consecución, rápido a la hora de cambiar y requiere ser justificado a través de la lógica y la evidencia. Examinemos el ca­ so de Brian y Sylvia. Cuando Brian le preguntó a Sylvia por qué le dejaba, ésta le expu­ so sus motivos. Sin embargo, esos argumentos pertenecían al pasado. Consistían en una serie de explicaciones, aparentemente racionales, l. Epstein, Seymour y Brodsky, Archie, You're smarter than you think, Nueva York, Simon and Schuster, 1 993 .

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que alumbraban el motivo de que su relación no funcionase, al menos para Sylvia. La comunicación era cada vez más pobre, las relaciones sexuales ya no eran satisfactorias, no pasaban juntos el tiempo sufi­ ciente. Sin embargo, estas razones eran meros síntomas de un proble­ ma subyacente; Sylvia se basaba en el pensamiento narrativo: argu­ mentaba unos hechos pero no la razón por la que se producían. ¿Por qué había disminuido la comunicación? ¿Por qué las relaciones se­ xuales no eran satisfactorias? Lo que Sylvia pensaba en realidad era que, a medida que sus carre­ ras profesionales habían ido adquiriendo importancia, su relación se asemejaba más a un asunto de negocios que a un romance. Para Sylvia la historia de una relación de amor no debía asemejarse a una relación comercial. Por ello, se sentía incapaz de comunicarse con Brian y había perdido el interés en las relaciones sexuales. La relación fracasaba por­ que, desde un nivel intuitivo, narrativo, Sylvia no sentía estar viviendo una relación amorosa. El hecho de que no quisiera vivir una relación de amor semejante a una relación de negocios no obedecía a ninguna ra­ zón particular; simplemente, no era lo correcto para ella. A menudo, el problema de una relación amorosa no responde al propio pensamiento de las personas, sino a las presuposiciones de dicho pensamiento: al contenido de las historias que las personas crean en torno a las relaciones. En el próximo capítulo estudiare­ mos el contenido de dichas historias con más detenimiento.

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Algunos tipos de historias

Durante nuestras vidas , oímos hablar de diferentes tipos de his­ torias . En muchas de ellas, el amor es el protagonista principal. To­ dos , por tanto , conocemos una serie de historias a las que podemos recurrir para conformar la nuestra. Aquellas que seleccionamos para desarrollar en nuestra vida son el reflejo de nuestros intereses . Las historias se pueden clasificar atendiendo a sus contenidos, del mismo modo en que los libros se agrup an por secciones en las librerías . Es­ tas historias constituyen el corazón de este libro. La segunda parte del texto se fundamentará en ellas. La lista de las veinticinco historias que aquí aparecen repre­ senta una amplia variedad de los conceptos del amor. Son las his ­ torias que surgieron con más frecuencia en nuestras entrevistas . Sin embargo, es prob able que existan muchas más (la mayoría de ellas en el subconsciente) historias de amor que las personas guar­ dan con recelo . Por tanto , calificaremos a nuestra lista de p rovisio­ nal: una insinuación de los tipos de historias que aquí nos ocup an . Algunas de las concepciones (por ej emplo : el amor como un j ar­ dín ) nos resultarán más comunes que otras ( el amor como porno­ grafía) . Cada historia responde a un modo de pensar y de conducta ca­ racterístico. Por ejemplo: una persona que ve el amor como un jue­ go entre dos concursantes se comportará con el ser amado de forma m uy distinta a como lo haría alguien que ve el amor como algo reli­ gioso. La primera persona puede pensar que los acontecimientos son atribuibles al destino, pero no lo hará así la segunda, que pensa­ rá lo contrario. Es probable que estos dos in dividuos reaccionen de forma diferente ante los acontecimientos. 41

Una historia de amor concreta, con sus suposiciones sobre lo que es o debe ser una relación amorosa, puede funcionar casi del mismo modo que los «pensamientos automáticos» ( aquellos que surgen sin esfuerzo alguno) . 1 Tal vez no seamos conscientes de que esas suposiciones son inherentes a nuestra historia particular sobre el amor. No obstante, consideramos que nuestras suposiciones res ­ ponden a una caracterización más o menos «correcta» de lo que debería ser el amor, y a menudo desaprobaremos a aquellas p arejas que , de algún modo , consideremos que no están a la altura de las circunstancias. Pero también nosotros podemos autoconsiderarnos no aptos si no conseguimos adaptarnos a los papeles que pensamos que debemos desempeñar en nuestras relaciones . Así, si alguien ve el amor como un arreglo económico, pero no puede establecer este tipo de relación a pesar de intentarlo, sentirá que no es válido para establecer una relación amorosa, aun cuando podría establecer un tipo de relación amorosa diferente. Por otra parte, puede suceder que la persona posea la historia adecuada pero desempeñe un p apel erróneo en la misma . L a s historias d e amor tienen p apeles complementarios . Somos más felices con alguien . que comparte nuestra historia o, al menos, cuenta con una historia compatible que puede adaptarse más o me­ nos a la nuestra. Sin embargo, esa persona no tiene por qué ser como nosotros mismos. Al contrario, buscamos a alguien que comparta con nosotros una historia similar, pero el papel que deba desempe­ ñar en la misma será complementario . Consideremos , por ejemplo, la llamada historia de adicción o dependencia (que describiré más adelante) , en la que uno de los miembros de la parej a es adicto a la relación y al amor que emana de ella. Puede que ambos miembros sean adictos a la historia, pero pa­ ra que la relación funcione necesitan asumir papeles complementa­ rios. Uno de ellos sería el adicto, en el sentido más estricto de la pa­ labra, y el otro el codependiente, que «ayudaría» al adicto a superar las adversidades. La adicción puede ser a la parej a , pero también al alcohol, las drogas o cualquier otra cosa. El elemento decisivo es la presencia de la adicción y, prob ablemente, no sea tan importante la naturaleza de la misma . Por otra parte, si el adicto es capaz de supel.

Beck, Aaron T., Lave is never enough , Nueva York, Harper and Row, 1988.

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rar su adicción, la relación puede fracasar dado que ya no está sus­ tentada por la historia que la pareja compartía. Tal vez el ex adicto ya no necesite e incluso rechace al codepen­ diente porque, en cierto modo , éste le recuerda su anterior adic­ ción. El codependiente, por su parte, ya no tiene ningún papel que desempeñar puesto que la adicción ha desaparecido. Por tanto, ve­ mos que una historia que funciona en un determinado momento de nuestra vida puede dejar de hacerlo en otro; lo mismo sucede con las historias válidas para unas personas y no para otras. Lo que funciona para una persona o en una determinada situa­ ción quizá no funcione para otra persona o en otra situación. Por ejemplo, una historia de amor en la que el humor es el tema princi­ pal -en la cual las bromas y el hecho de ver las cosas con un gran sentido del humor constituyen la parte más importante de la rela­ ción amorosa- puede ayudar a construir una relación divertida e interesante para una pareja, ya que ésta considera que el hecho de bromear frecuentemente mantiene la relación viva y fresca. Al mis­ mo tiempo, el hecho de bromear se puede utilizar para evitar la ver­ dadera intimidad, para ocultar los problemas o para actuar agresiva­ mente hacia el compañero de una forma encubierta y negativa. Por ello, una historia que funciona para algunas parejas bajo determina­ das circunstancias, tal vez no funcione bajo otras. Para comprender si una relación funciona o no, necesitamos comprender la historia que la sustenta. Algunas historias parecen tener más probabilidades de éxito que otras, pero de nuevo hay que decir que lo que convierte a la his­ toria en potencialmente exitosa son las personas, su situación y la cultura en la que se desarrolla. También cuenta la fe que las perso­ nas tengan en ella. Una historia quizá tenga éxito sólo para la persona que cree en ella. Leonard, cuya historia hemos descrito anteriormente, vivía una relación que muchas personas hubieran calificado de idónea. La historia que compartía era lo que yo denomino del jardín, una histo­ ria que, generalmente, funciona. El objetivo de esta historia consiste en cuidar muy bien de la relación y de la pareja, del mismo modo en que cuidaríamos de un jardín. El problema era que Leonard pensa­ ba que quería esta historia, pero existía otro tipo de historia que lla­ maba poderosamente su atención. Y así se desveló en su siguiente 43

relación: su historia ideal era más bien misteriosa. A Leonard le gus ­ tab an el misterio y la intriga, sin embargo Valerie era para él como un libro abierto. El problema que tienen el misterio y la intriga es que, normalmente, van asociados con el comienzo de las relaciones . Las personas que necesitan misterio en sus historias amorosas aca­ ban , tarde o temprano, decepcionadas. Lo que en un principio pue­ de provocar felicidad, más tarde tal vez se convierta en el principal causante de la infelicidad. Las historias son causas y efectos ya que interactúan con nuestras vidas . Las historias que incluimos en las relaciones pueden hacer que nos comportemos de un modo determinado e incluso provocar que unas conductas den lugar a otras . Al mismo tiempo, nuestro propio desarrollo y nuestras interacciones con los demás pueden dar forma y modificar las historias que aportamos a las relaciones , a través de las cuales intentamos alcanzar el éxito en las mismas. La posibilidad de éxito de cada tipo de historia depende de que lo que entendamos por éxito . Zach y Tammy, cuya historia he expuesto anteriormente, alcanzaron el éxito cuando todo el mundo esperaba que fracasaran , puesto que la historia que compartían comprendía el amor como una guerra . El hecho es que , con todos sus insultos y peleas , Zach y Tammy eran felices y prob ablemente no hubieran sabido qué hacer si esos enfrentamientos no hubieran existido. Ambos procedían de hogares muy conflictivos , muy pare­ cidos al que juntos habían formado. ¿Es ésta una relación «satisfac­ toria» ? Sí, si calibramos la compatibilidad de sus historias de amor. Sí, si valoramos que permanecían juntos. No, si tenemos en cuenta que se quejaban constantemente el uno del otro o si tuviéramos que valorarla por el grado de satisfacción expresado por la parej a, que alcanzaría una de las cuotas inferiores en una escala numérica de sa­ tisfacción . No existe un criterio unitario para expresar el éxito o la satisfacción . Es más, los miembros de una misma parej a pueden de­ finirlo de forma diferente, del mismo modo que lo harían terceras personas que observaran la relación desde un punto de vista más le­ j ano. Las diferentes definiciones del éxito pueden derivar de histo­ rias diferentes. Las relaciones funcionan mejor cuando las personas cuentan con tipos de historias compatibles . Examinemos el ejemplo de Jane y Don . Jane se sentía muy desgraciada por su relación con Don. Pa-

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ra ella, la historia de su relación era policíaca. Si a Don no le gustaba la ropa que Jane llevaba puesta pretendía que ella se la cambiara. Le decía que la hacía gorda o que iba anticuada o desaliñada. Don con­ trolaba lo que ella comía y, cuando estaban en un restaurante, inclu­ so hacía que le trajesen otro plato si no le gustaba lo que Jane había pedido . Tras muchos esfuerzos, Jane había conseguido que Don la dej ara trabaj ar, aunque no le permitía desarrollar ningún trabajo que le ofreciera la posibilidad de promocionarse profesionalmente . La necesidad de control de Don estaba destruyendo la relación , ya que Jane no quería vivir el resto de su vida como un preso en liber­ tad condicional. No había versión alguna de la historia policíaca que pudiera satisfacerla. Su historia ideal era la del j ardín ; una historia en la que tanto ella como Don hubieran cuidado con cariño su relación, del mismo modo en que un probo j ardinero cuidaría su j ardín. Probablemente Jane hubiera estado mejor con una persona que hubiese querido cuidar el j ardín de su relación. Por ejemplo, alguien cuya historia es la del «libro de recetas de cocina» tiende a buscar fórmulas para que la relación funcione. Jane hubiera podido convencer a ese alguien para que buscara una fórmula que hiciera florecer su j ardín . Jane no tenía sitio en su corazón para un policía que le había construido una cárcel o una vida en la que se sentía constantemente vigilada. Las personas escriben sus propias versiones de todas las histo­ rias que aquí aparecen y sus historias pueden ser totalmente diferen­ tes a las que describiremos en la segunda parte del libro. Es más , nuestras historias cambian con el tiempo . Así pues , el tipo de histo ­ rias que se tratan en la segunda parte deberá servir simplemente de orientación ; no hagamos de ellas una ley.

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¿ De dónde vienen y a dónde van las historias ?

¿De dónde proceden las historias ? Con nuestras percepciones construimos lo que consideramos una historia perfecta. Pero las ex­ periencias, emociones, motivaciones y cogniciones afectan a nues­ tras historias. Además, los rasgos inherentes de nuestra personali­ dad pueden llevarnos a percibir las cosas de diferentes maneras. Estas experiencias constituyen la base de los temas de nuestras his­ torias e influyen mucho en las mismas a la hora de determinar su ca­ rácter (una historia feliz o triste, larga o corta, heroica o infame). Cuando construimos historias nuevas, solemos seleccionar cier­ tas partes de otras viejas a las que añadimos material nuevo con el fin de adaptarlas a la nueva relación. Si nuestra historia es de recha­ zo (en cuanto a sentimientos se refiere) tenderemos a ser muy sensi­ bles hacia el mismo e interpretaremos la conducta como un rechazo, aun cuando no lo sea. El rechazo se convertirá en el tema principal de nuestras historias de amor y formará parte de todos los argumen­ tos de las mismas. Si siempre hemos desconfiado del ser amado, in­ tentaremos encontrar signos de desconfianza en nuestro amor ac­ tual y, probablemente, incluiremos el tema de la decepción en nuestras historias puesto que cualquier conducta se puede interpre­ tar de infinidad de maneras, entre las que se incluye también el he­ cho de ser mentiroso. Veamos el caso de Allan y Dale. Allan constituye el ejemplo de persona que incluye el tema del rechazo en casi todos los argumentos. Durante su adolescencia, Allan sufrió el doloroso rechazo de las chicas de su edad. En la ac­ tualidad tiene veintiocho años, pero esos duros días de instituto si­ guen vivos en su interior. Si un día su novia Dale está distraída, Allan interpreta que está perdiendo el interés. Si Dale hace planes 47

en los que no incluye a Allan, entonces él piensa que ha sido exclui­ do deliberadamente. Cuando Dale rechaza el restaurante que su no­ vio ha elegido, éste lo interpreta como un rechazo hacia su persona. Como individuo inteligente que es, Allan suele reconocer que su respuesta no es racional . Sin embargo , el hecho de reconocerlo no le ayuda porque p ara él ese rechazo le produce el mismo dolor que sentiría si Dale realmente no le quisiera. La historia de Allan so­ bre lo que le podría suceder a su amor, distorsiona sus percepciones sobre la realidad. No puede ver las cosas con claridad. Todos nos decimos de vez en cuando: «Ahora veo las cosas con claridad». Pero siempre las vemos asociadas a nuestras historias . Siempre estamos influidos por los temas que las componen, y es me­ jor que nos demos cuenta de ello y no intentemos ignorarlo o nos ne­ guemos a creerlo. Los temas provienen de nuestras infancias, de las interacciones con nuestros padres , con nuestros hermanos, con nuestros amigos; de nuestras experiencias durante la adolescencia (a menudo, de las más dolorosas ) . Y nunca nos abandonan . Los ternas que más nos afectan son los que proceden de nuestras experiencias que, en interacción con nuestras personalidades , tienen un mayor significado para nosotros. Si desconocernos estos ternas no podernos precisar su influencia y tampoco veremos de qué forma alteran nuestras percepciones de los acontecimientos . De ahí deducirnos que tenernos una importan­ te labor que realizar: comprender los ternas que conforman nuestras historias , tales corno la vulnerabilidad al dolor, el sentimiento de que tenernos derecho a beneficios ilimitados , el miedo a la pérdida del control, la creencia de que no podernos ser amados y muchos otros rnás . 1 Si somos conscientes , por ejemplo , de que tendernos a sentirnos vulnerables ante los demás , es más probable que reconoz­ camos que nuestros sentimientos particulares de vulnerabilidad provienen de la propia disposición a sentirnos vulnerables y no de un agravio a nuestra persona. De acuerdo con el tipo de historia determinamos el ambiente, al menos del mismo modo en que el ambiente nos determina a noso­ tros. No nos limitarnos a reaccionar ante cualquier situación que se l.

Young, Jeffrey E. y Kiosko, Janet S., Remventzng your lzfe, Nueva York, Dutton ,

1 993 .

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nos presenta.2 Al contrario, a través de las historias que introduci­ mos en el mundo del amor y también de otros elementos , creamos un mundo determinado y sólo reaccionamos ante él . Sin embargo , no solemos reconocer o tener conocimiento de ese papel activo que constituye el principal motivo de que muchas veces oigamos decir: «Esto sólo me podía pasar a mí». Por ejemplo , una mujer puede buscar repetidamente compañe­ ros autoritarios y groseros y luego quej arse de que siempre se junta con perdedores . Tiene razón , pero tal vez se equivoque a la hora de darse cuenta de que ella misma ha desempeñado un papel activo pa­ ra crear esa situación . Si Zach y Tammy hubieran roto , seguramente hubieran acabado metidos en una nueva relación de características bélicas similares a la que ellos mantenían . Más tarde se habrían que­ j ado de su mala suerte . Nuestras historias no sólo determinan nues­ tro modo de actuación en las relaciones , sino también el ambiente que creamos y el modo en que éste ayuda a mantener o a extinguir la relación.

LAS HISTORIAS DETERMINAN EL DESARROLLO DE LA RELACIÓN

Nuestras historias , influidas tanto por nuestro pasado como por las personas con las que nos relacionamos en la actualidad, determi­ nan el carácter que toma nuestra relación . Una vez hemos creado la historia sobre una persona y sobre la relación que mantenemos con la misma, hacemos lo mismo que haría el autor de cualquier historia que se pudiera calificar de buena: intentamos que adquiera cohe­ rencia. A nadie le gusta leer un libro lleno de contradicciones. Del mismo modo, a nadie le gusta vivir una relación amorosa que carece de sentido en un contexto previamente establecido. Es más, percibi­ mos los nuevos acontecimientos del mismo modo que las viejas his­ torias. Imaginémonos a una señora que quiere comprar una cama arti­ culada muy cara. Su marido puede interpretar ese deseo pensando que su mujer se preocupa mucho por la salud, que siempre quiere es-

ne,

2. McAdams, Dan P. , Stories we lzve by , Nueva York, Morrow, 1 993 ; Wolkstein, Dia­ The/zrst !ove storzes, Nueva York, HarperCollins, 1 99 1 .

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tar a la última moda, que quiere arruinarle, que es una hipocondríaca o un montón de cosas más. El modo en que el marido interprete las acciones de su mujer dependerá, en gran manera, de su historia de amor y del papel que su mujer desempeñe en la misma. Así, vernos que nuestra historia controla el modo en que perci­ birnos las acciones de los demás que nos ayudan a confirmarla. De hecho, la misma acción o serie de acciones puede ratificar un deter­ minado número de historias. Una vez que hemos creado la historia, podernos interpretar ciertos acontecimientos corno elementos ratifi­ cadores de la misma. Nuestras historias no tienen por qué volverse más exactas con el tiempo, pero sí resultan más elaboradas. Influyen en el modo en que percibirnos todo lo que hace nuestra pareja y también en sus reac­ ciones. Con frecuencia, las historias se convierten en profecías que se cumplen: hacernos que nuestras acciones y reacciones conduzcan a los demás a actuar tal y corno nosotros esperarnos que lo hagan, aunque no siempre conseguirnos darnos cuenta de nuestra influen­ cia a la hora de manipular su conducta. La historias no sólo influyen en el desarrollo de las relaciones, sino también en el tipo de relaciones que elegirnos. Algunas perso­ nas piensan que cuando escogernos a un amante o esposo/a de entre un numero potencial de candidatos, lo hacernos partiendo de una lista de cualidades elaborada racionalmente y luego elegirnos al ga­ nador/ a que reúne la mayor cantidad de atributos. Pero no es así; a menudo elegirnos a la persona que nada tiene que ver con ese con­ texto racional que hemos creado. A veces, nos enamorarnos de una persona que hubiéramos rechazado de inmediato si hubiésemos atendido a la razón. El motivo de ello es que, en la mayoría de oca­ siones, nos influyen las historias y no la razón. Esto no quiere decir que las consideraciones racionales no for­ men parte de nuestras elecciones amorosas. Algunos de nosotros preferirnos las historias basadas en el amor eterno, otros las que se basan en el dinero, y los hay que prefieren aquellas en las que preva­ lece la amistad, el control o el castigo. Los ternas que preferirnos pueden ser racionales o irracionales, socialmente aceptables o no. Pero en última instancia, nos sentirnos atraídos hacia compañeros potenciales que nos permitan crear historias conjuntas en las que encaje nuestra noción de lo que queremos que sea el amor, sin tener 50

muy en cuenta lo que los demás puedan decirnos sobre lo que debe ser. Cuando alguien nos atrapa o, dicho en otras palabras, consigue encandilarnos no lo hace a través de la pasión, el dinero o el poder, sino invitándonos a compartir una historia pasional, de dinero, de poder o de cualquier otro tipo. Quizás sería más correcto decir que nos enamoramos de la historia de una persona, que de la persona en ¡ concreto. Podemos casarnos o no con la persona de la que estamos enamo­ rados. A veces, decidimos casarnos atendiendo a la elección más ra­ cional, aunque la persona elegida tal vez no sea la que mejor encaje en nuestra historia. Sin embargo, si hacemos lo que la sociedad y la familia consideran como lo correcto o racional corremos el riesgo de sufrir las malas consecuencias de nuestras acciones: lo normal es que no seamos felices cuando nos demos cuenta de que no sólo no quere­ mos a la persona con la que nos hemos casado, sino que nunca la po­ dremos amar. Podríamos plantearnos si el matrimonio siempre tiene que ser una respuesta al amor. Pero si así lo creemos, el amor tiene que ser el elemento principal del mismo. Si las historias son incompati­ bles, el amor será difícil aunque no imposible. En ocasiones se nos plantea el problema contrario: conocemos a más de una persona cuyas historias son compatibles, en cierto mo­ do, con la nuestra. El hecho de vernos involucrados emocionalmente con dos per­ sonas al mismo tiempo no es algo extraño; constituye el tema princi­ pal de muchas historias y canciones de amor. Una de ellas encaja perfectamente en el papel: tiene todos los atributos que considera­ mos necesarios en la esposa o marido perfecto. La otra no le llega ni a la suela del zapato, en cuanto a la lista de atributos ideales se refie­ re. Sin embargo, estamos enamorados de ésta y la queremos, aun­ que no estamos enamorados, a la primera. Si consideramos que el matrimonio debe de ser una historia de amor y nos viéramos forza­ dos a hacer una elección, seguramente elegiríamos a la segunda per­ sona. Veamos el caso de Maria. Maria estaba saliendo con dos hombres al mismo tiempo. Sam tenía todo lo que ella siempre había querido: era inteligente, atractivo, triunfador, atento y estable. Los amigos de Maria le veían como el candidato perfecto. Kurt, sin embargo, no encaj a­ ba nada en el papel. Era más astuto que inteligente. Era atracti51

vo, pero no h abía triunfado demasiado en el trabaj o . El compor­ t amiento de Kurt h acia Maria era irregular: a veces b ebía los vientos por ella y otras no le h acía ni caso y s alía con otras muj e ­ res . Era una persona tremendamente inestable. S i n emb argo , Maria le quería . No s abía por qué, pero le quería . También era cons ciente de que debía elegir a S am , pero no podía. Kurt en c a­ j ab a en su con cep ción d e l amor, e n su historia. Además, Maria había crecido vien do historias de amor que s e asemej aban más a su relación con Kurt que a su relación con S am . Hubiera podido cambiar su historia aunque, claro , resulta mucho más fácil decir­ lo que hacerlo. ¿Por qué es tan difícil que las historias cambien ? Considere­ mos lo que los psicólogos denominan tendencia a la confirmación . Normalmente las personas tendemos a confirmar aquello en lo que creemos . Hacemos todo lo posible para ignorar la informa­ ción contradictoria. Así pues , no resulta sorprendente que intente­ mos , a toda costa , evitar cambiar nuestra historia sobre una rela­ ción amorosa . El hecho de cambiar una historia real resulta muy incómodo. S upone reorganizar un importante número de infor­ mación , lo cual significa que tenemos que reconocer que estáb a ­ m o s equivocados , q u e tenemos dudas sobre nuestra actual rela­ ción y que la nueva historia también es susceptible a los cambio s. Podemos llegar a dudar de nuestros sentimientos, de nuestras cre­ en cias , incluso de la confianza en nuestra p arej a . Por todo ello, nos inclinamos a mantener viva la viej a historia, aun cuando ésta ya no encaje en la situación actual. Ex aminemos un ejemplo: la aventura amorosa. ¿ Por qué siempre resulta tan difícil reconocer que nuestra pare­ j a tiene un «affaire» con otra persona? Hace cinco años , Jim tuvo una aventura amorosa. Ellen se enteró por un amigo de ambos. Al principio Jim lo negaba pero luego lo admitió, abandonó esa rela­ ción extramatrimonial y no ha tenido otra desde entonces . Sin em ­ bargo , para Ellen la relación había cambiado. La historia de amor que tenía ahora con Jim era totalmente diferente a la anterior: Jim siempre había sido su Romeo , pero ahora se había convertido en un Don Juan. A pesar de que antes Jim estaba perdidamente enamora­ do de Ellen , ahora ella le consideraba capaz de seducir a otra mujer en cualquier momento.

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El comportamiento de Jim era básicamente el mismo que el que tenía antes de la aventura. Ellen , quien anteriormente pensaba que Jim sólo se interesaba por ella, veía ahora a su esposo como a un hombre que intentaba resultar atractivo a otras mujeres , aparte de a ella. ¿ Cómo podía Jim demostrarle que estaba equivocada? Ellen estab a atrap ada en la historia del Don Juan . Ya no se conseguía ver en la historia de Romeo y Julieta; sin embargo, tampoco podía enca­ minar la historia hacia un argumento que funcionase mejor. No po­ día cambiar su historia y Jim apenas podía contribuir a ello. Resulta muy difícil cambiar las historias de los demás . Si procu­ ramos hacerlo, utilizarán nuestros esfuerzos para confirmar la histo­ ria presente, sea cual sea el carácter de la misma (interpretarán que intentamos manipularlos y controlarlos , y que sólo tenemos en cuenta nuestro punto de vista) . De este modo, nuestros intentos tie­ nen muchas probabilidades de fracasar; es más, es posible que con­ tribuyan a consolidar la viej a historia en lugar de ayudar a crear una nueva. La mayoría de las tentativas para cambiar las relaciones fracasan porque tratan de modificar los conocimientos, los sentimientos o la conducta sin enfrentarse a la historia que es el origen de todos ellos . Pero también resulta difícil enfrentarse a l a historia cuando n o l a co ­ nocemos con exactitud. La relación b ásicamente no cambia si no cambia la historia. Los esfuerzos por mejorar las relaciones nunca van encaminados a la historia en su glob alidad, sino a temas o fragmentos aislados de la misma. Aun cuando intentemos modificar esas partes de nuestra historia de amor, todos los elementos nuevos que introduzcamos se incorporarán a la viej a historia.

LAS HISTORIAS PUEDEN MEJORAR O EMPEORAR

Las historias , así como el papel que desempeñan en nuestras re­ laciones, cambian con el tiempo ya sea para mejorar o empeorar. Mejoran cuando vamos descubriendo más cualidades agradables en la otra persona. Curiosamente, también pueden empeorar si no des­ cubrimos nada nuevo en esa persona. Esto se debe a dos fenómenos psicológicos .

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El primero es el denominado «efecto de información negativa».3 La información negativa tiene un poder muy superior a la positiva. Por ejemplo, si en la carta de recomendación de un candidato a un puesto de trabajo encontramos un rasgo aislado de información nega­ tiva, seguramente la rechazaremos por este motivo, sin tener en cuen­ ta todos los aspectos positivos que se resuman en ella. Un ápice de in­ formación negativa puede hacer más daño que el bien que puedan ejercer cien piezas de información positiva. La información negativa influye en nuestras evaluaciones mucho más que la información posi­ tiva. Y por supuesto, la información negativa no puede ser, en ningún modo, calificada como tal desde un punto de vista objetivo, sino sólo si partimos del punto inicial de la historia que nos ofrece tal informa­ ción. Así pues, podemos sobrevalorar la información negativa hacien­ do que una persona parezca peor de lo que es en realidad. El segundo fenómeno se denomina «error de atribución bási­ ca».4 Tendemos a ver una conducta desfavorable en los demás co­ mo si fuera algo inherente a ellos (por ejemplo: un rasgo de la per­ sonalidad que no nos agrada) , mientras que si observamos en nosotros un comportamiento desfavorable lo atribuimos a una de­ terminada situación. Si nuestra pareja grita es debido a que es una persona que tiene muy mal humor, mientras que si somos nosotros los que gritamos será porque nos han provocado o porque tene­ mos un mal momento. Si nuestro compañero/a hace algo descon­ siderado lo atribuiremos a que es una persona desconsiderada, mientras que si lo hacemos nosotros lo atribuiremos a una distrac­ ción momentánea. Resumiendo: los demás hacen las cosas. mal porque son malos, mientras que si nosotros hacemos las cosas mal es porque no nos encontramos bien o porque la situación nos ha obligado a actuar así. Observemos el ejemplo de J ack y Sandy. J ack y Sandy parecen compatibles, si creemos que la similitud engendra compatibilidad. La similitud puede conducirnos, en de­ terminadas ocasiones, a la mutua comprensión. Pero éste no era el 3 . Nisbett, Richard E. y Ross, Lee, Human inference. strategies and shortcomings o/ socialjudgment, Englewood Cliffs, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1 980. 4 . Ross, Lee, «The intuitive psychologist and his shortcomings: distortions in the at­ tribution process», en Advances in experimental social psychology, Berkowitz , Leonard (comp. ) , Nueva York, Academic Press, 1 977, vol. 1 0 .

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caso. J ack y Sandy tenían el genio vivo. J ack solía ver sus salidas de tono como una justificación a la inaceptable conducta de Sandy. Ella interpretaba su fuerte temperamento como un defecto básico de su carácter. Desgraciadamente, sus modos de pensar e interpre­ tar la relación eran idénticos. El resultado: constituían un modelo de conflicto en permanente ascenso. Su relación hubiese mejorado bastante si se hubieran aplicado a sí mismos los principios que se aplicaban mutuamente o viceversa. Con el tiempo, tanto el efecto de información negativa como el error de atribución básica van haciendo que las historias de nuestras relaciones sean cada vez más desfavorables hacia nuestra pareja. Da­ do que resulta tan difícil cambiar la historia de forma consciente, es probable que el cambio se realice de forma paulatina aunque in­ consciente: ni siquiera nos damos cuenta de lo que está sucediendo. Poco a poco la historia agradable se va convirtiendo en todo lo con­ trario. Finalmente, la historia inconsciente va adquiriendo conscien­ cia; en ese momento nos damos cuenta de que no somos felices. La historia ya no es lo que queríamos que fuera; si hubiera sido así des­ de el principio no habríamos entrado en esa relación. Una vez alcan­ zado este punto, sea cual sea la actitud de nuestro compañero ten­ deremos a interpretarla de forma negativa. Sin embargo, si somos conscientes de los temas de nuestras his­ torias y del modo en que procesamos la información, éstas pueden cambiar de forma positiva. Si comprendemos que el efecto de infor­ mación negativa y el error de atribución básica pueden hacer que nos equivoquemos, y si nos damos cuenta de que no son sólo las re­ laciones las que afectan a las historias, sino que también las historias afectan a las relaciones, conseguiremos dar un paso adelante en la mejora de nuestra relación reconociendo que los defectos que atri­ buimos a nuestra pareja residen, en realidad, en nuestro procesa­ miento de información sobre la misma y no en su persona. POR QUÉ FALLAN A MENUDO LOS INTENT OS CONVENCIONALES DE C :AMBIAR NUESTRAS RELACIONES

¿Por qué los intentos de cambiar las relaciones, ya sea a través de los propios esfuerzos de la pareja o a través de la terapia matri55

monial, fallan tan a menudo ? Fallan porque se ignoran las historias que cada persona utiliza p ara enfocar la relación. La mayoría de nosotros nos hemos visto envueltos es más de una relación que no ha funcionado . Suele ocurrir que la decisión de acabar con la relación no es mutua, y que la persona abandonada in­ tenta averiguar el por qué del fracaso teniendo en cuenta el punto de vista de su ex p arej a y dej ando a un lado la relación . La persona que ha dado por finalizada la relación , a veces se siente en la obliga­ ción de encontrar una respuesta que justifique el fracaso de la re­ lación no sólo ante su parej a, sino también ante sí misma. También puede sentir lo mismo el que ha sido abandonado. Ambos están ha­ ciendo lo correcto. Lo que ambos consideran las causas del fracaso de su relación son, en realidad, los efectos. Creamos motivos para la ruptura, del mismo modo que al principio buscamos razones para estar juntos . Estos motivos son más aparentes que reales y pueden ser múltiples: quizás el compañero era demasiado exigente, o la re­ lación no iba a ninguna parte, o la comunicación no era completa. Resumiendo : creemos que estamos pensando de forma racional cuando, de hecho, el pensamiento nos está haciendo actuar de un modo narrativo o intuitivo. Esas «razones» o «motivos» rara vez constituyen la «causa» de la ruptura . Las utilizamos p ara justificar nuestras acciones ante los demás y ante nosotros mismos. La verdadera razón de la ruptura es que ya no nos gusta el carácter que ha tomado nuestra historia. Es muy difícil que las historias cambien , pero lo harnn con el paso del tiempo. Por tanto , lo que había comenzado como una historia de nuestro agrado se puede convertir en algo que no nos complace. El hecho de que no toleremos una conducta que antes sí admití­ amos , no se debe a que esa conducta haya cambiado , sino a que la historia ha cambiado. Todas las cualidades de la persona amada que nos agradaban han dej ado de hacerlo debido a que la historia desa­ gradable ha entrado en acción . Para cambiar la relación , necesita­ mos comprender la historia en que se basa y encaminarla correcta­ mente. También necesitamos entender nuestra historia ideal y la de nuestra parej a, ya que seguramente constituyen el motivo principal de nuestra unión . Veamos la historia de Gary y Carla. Al principio, cuando Gary estaba intentando recuperarse de su problema con el alcohol, estaba encantado con los cuidados de Car-

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la. Ella había hecho todo lo posible por él, había estado siempre a su lado cuando la necesitaba y su deseo de que Gary se recuperara era totalmente desinteresado. C arla no había cambiado , pero sí la acti­ tud de Gary hacia ella. Gary se sentía agobiado por Carla . Necesita­ ba espacio y pensab a que Carla no se lo daría. S abía que ella le que­ ría bien ; sin embargo , ahora Carla formab a parte de su historia de rehabilitación , una historia que, por supuesto , prefería olvidar. To­ das las conductas que tanto había admirado en ella se habían con­ vertido en una fuente de ardiente rencor. Lo que una vez fuera la historia ideal de Gary había dej ado de existir.

COMPRENDAMOS LAS HISTORIAS IDEALES

Para comprender los sentimientos de nuestra parej a hacia noso­ tros , debemos comprender su historia sobre las relaciones ideales. La historia reside en el sub consciente, lo que motiva que, con fre­ cuencia, nuestra parej a no sea totalmente consciente de ella, del mismo modo que nosotros no somos plenamente conscientes de la nuestra. Creo que las historias particulares que desarrollamos están cons­ tituidas por una amalgama de atributos pertenecientes a determina­ das personas que, de algún modo, quisimos en el pasado pero no fui­ mos capaces de conseguir. La pérdida de uno de nuestros padres , el rechazo en nuestra infancia por parte de otros niños que se burlaban de nosotros, los ídolos y desengaños propios de la adolescencia . . . Los ejemplos son múltiples. Cada vez que perdemos a alguien o algo, in­ teriorizamos los atributos que nos atraen y terminamos construyen­ do, a menudo de forma inconsciente, una mezcla formada por las cualidades de las que carecimos en el pasado. Nuestra investigación en la Universidad de Yale demostró que l as personas tienen ideales en cuanto a las relaciones amorosas se re­ fi ere , y esos ideales son tan importantes como la relación real en sí misma.5 Los ideales controlan la formación de nuestra historia y también la felicidad que emana de ella. Además, cuando nos damos 5. Sternberg, Robert ]. y Barnes, Michael L., «Real and ideal others in romantic rela1 1onsh1ps», en ]ournal o/personality and soeza! psychology 49, 1 985 , págs. 1 .5 86 - 1 .608.

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cuenta de que existe una similitud entre una historia real o potencial y nuestra historia ideal nos sentimos verdaderamente emocionados. Por tanto, podemos decir que el hecho de encontrar similitudes ge­ nera emociones positivas, como la felicidad y la alegría. Las emocio­ nes negativas como la tristeza, el miedo y la frustración pueden sur­ gir cuando esperamos hallar esa similitud y, sin embargo, no aparece.6 En ocasiones intentamos forzarla. Cuando conocemos a al­ guien, determinamos cuán cerca o lejos se encuentra esa persona de nuestro ideal. Si no tiene nada que ver con éste, nos podemos limitar a descartarla. Sin embargo, si sucede lo contrario intentaremos por todos los medios acercar cada vez más a esa persona a nuestro ideal. En otras palabras, interpretaremos sus acciones de modo que enca­ jen perfectamente con nuestros deseos más anhelados. Queremos que nuestra historia ideal se convierta en realidad. Muchos de nosotros hemos vivido relaciones en las que hemos sentido que el modo en que nos implicábamos tanto nosotros como nuestra pareja no era más que un intento de perpetuar nuestro amor ideal y que, verdaderamente, esa forma de actuar no tenía nada que ver con la realidad. Finalmente la ilusión -el intento de hacer reali­ dad el ideal- puede venirse abajo cuando las acciones y comporta­ mientos de la pareja ya no pueden sustentar nuestros esfuerzos por alimentar la ficción. Veamos el caso de Liz y Larry. Liz siempre se había sentido atraída por los tipos callados y de carácter fuerte. Cuando conoció a Larry se pasaba horas intentando averiguar sus pensamientos. Larry no era una persona de muchos halagos, pero bastaba un solo cumplido para que Liz se sintiera en el séptimo cielo. La relación resultaba de lo más excitante, ya que la historia ideal de Liz se basaba en el misterio: casi todos los aconteci­ mientos quedaban bajo la superficie. Ahora, hace tres años que Larry y Liz se casaron y Liz ha descubierto algo terrible: bajo el si­ lencio de su esposo se esconde el vacío. Larry no es como una alca­ chofa que esconde un corazón bajo sus hojas, sino como una cebo6. Berscheid, Ellen, «Emotion», en Clase relatzonshzps, Kelley, H. H. (comp.) y otros, Nueva York, W. H. Freeman, 1 983 , págs. 1 1 0- 1 68 ; Berscheid, Ellen, «Interpersonal rela­ tionships», en Annual Review o/psychology 45 , 1 994 , págs. 79- 129; Mandler, G., «T he ge­ neration of emotion: a psychology theory», en Emotion - theory, research, and experience, vol. 1 , Theories o/ emotion, Plutchik, R. y Kellerman, H. (comps . ) , Nueva York, Academic Press, 1 980, págs. 2 1 9-243 .

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lla: una vez que le quitas las capas de reticencia no encuentras nada. Larry era callado porque no tenía nada que decir y Liz se dio cuenta de que lo había idealizado en algo que no era. El problema es que ahora ya es demasiado tarde, la única solución sería que ambos cam­ biasen sus vidas de forma radical. Algunas parejas potenciales encajan de forma inmediata en nuestras historias ideales obedeciendo a nuestros caprichos; mien­ tras que otras no lo hacen en modo alguno. Del mismo modo en que la amistad se va convirtiendo poco a poco en amor, podemos cam­ biar lentamente nuestra historia ideal para que se ajuste a la que es­ tamos viviendo. La nueva historia no tiene por qué reemplazar a la anterior, sino que puede coexistir junto a ella. En este caso, siempre existe la posibilidad de que más tarde conozcamos a alguien que en­ caje mejor con nuestra historia original. Si hemos conservado esa historia puede que cambiemos de relación o nos veamos envueltos en dos relaciones de forma simultánea. Los ideales, claro está, cambiarán o no; sin embargo, las relacio­ nes siempre lo hacen. A medida que van cambiando, pueden con­ ducir a las parejas que las viven a experimentar mayor o menor satis­ facción. A menudo las personas que comienzan sus relaciones con historias poco realistas o que, en última instancia, son más difíciles de mantener en las relaciones a largo plazo, como las historias fanta­ siosas o misteriosas, descubren que dichas historias se empiezan a deshacer a medida que aumentan las responsabilidades como man­ tener un hogar, criar a los hijos y pagar los impuestos. Estos elemen­ tos encajarían mejor en una relación de negocios, por ejemplo; sin embargo, tendrían mucho menos que ver con la historia del cuento de hadas: aquella en la que el príncipe busca a su princesa o vicever­ sa. El resultado es que las personas cuyas historias resultan más difí­ ciles de mantener se pueden desilusionar más rápidamente que aquellas cuyas historias son más viables. A veces esa desilusión nos lleva a cambiar de pareja. Por lo gene­ ral, la historia ideal se mantiene e intentamos cambiar la historia real. Por ejemplo, un hombre o una mujer con una historia artística -al­ guien que busca una obra de arte en su compañero/a- se siente a disgusto con la edad de su pareja. A veces los hombres de mediana edad se fijan en mujeres más jóvenes; eso hace que al hombre le re­ sulte más fácil mantener la historia artística. Del mismo modo, una 59

historia de gobierno ( en la que se impone el mando) tiende, en este sentido , a ser más factible ya que el hombre mayor es propenso a sentir que tiene el poder sobre la mujer joven. También hay otras his­ torias que conducen a los hombres a unirse a mujeres más jóvenes o a las mujeres con otro tipo de hombres . Por ejemplo: una mujer tiene más posibilidades de encontrar un compañero de negocios en un hombre de reconocido prestigio. Las historias juegan un importante papel a la hora de cambiar de parej a , pero también es importante el contexto cultural en que están inmersas.

LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS : LA MATRIZ CULTURAL

Las historias que contarnos responden a prototipos únicos , ade­ cuados al tiempo y al lugar en que vivirnos,7 que se encuentran in ­ mersos en una matriz cultural . 8 Las culturas aprueban ciertas histo­ rias y desaprueban otras . Por ejemplo : actualmente en los Estados Unidos se considera que el matrimonio es una historia de amor ver­ dadero. Históricamente, eso es algo poco común. Los norteamerica­ nos contemporáneos consideran que casarse por dinero o por alcan ­ zar una determinada posición social demuestra falta de aplomo ; sin embargo , este hecho ha sido calificado de aceptable, incluso de de­ seable durante la mayor parte de la historia. Así pues , crearnos nuestras propias historias atendiendo al con­ texto de nuestras costumbres culturales . Nos encontrarnos bajo una constante, aunque ligera presión para crear aquellas historias que

Aron, Arthur y Westbay, Lori, «Dimens10ns of the prototype of love», Journal o/per­ págs. 53 5 -55 1 ; Barnes, Michael L. y Sternberg, Ro­ bert J., «A hierarchical model of love and its pred1ction of sat1sfaction in close relationsh1ps», en Satts/actton in clase relat10nsh1ps, Sternberg, Robert ]. y Hojjat, Mahzad (comps . ) , Nueva York, Guilford, 1 997 , págs. 7 9- 1 0 1 ; Fehr, Beverly, «Prototype analysis of the concepts of love and commltment», en Journal o/ personaltty and soeza! psychology 5 5 , 1 98 8 , págs. 5 5 7 - 5 7 9 ; Fehr, Beverly y Russell, James A., «The concept of love viewed from a prototype perspecti­ ve», en Tournal o/personalzty and soeza! p rychology 60, 1 99 1 , págs. 425 -43 5 . 8 . Ackerman, Diane, A natural history o/ lave, Nueva York, Random House, 1 994 ; Dion, Kenneth L. y Dion , Karen K . , «Cultural perspectives on romantic !ove», en Personal relat10nsh1ps 3 , 1 99 6 , págs . 5 - 1 7 ; Hunt, Morton M . , The natural history o/ lave, Nueva York, Knopf, 1 95 9 ; Singer, Irvmg, The nature o/ lave, 3 vols. , 2' edición, Chicago, Univer­ sity of Chicago Press, 1 984 . 7.

sonaltty and soeza! psychology 7 0 , 1 996,

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sean culturalmente aceptables . Por ejemplo : en una determinada época o lugar, alguien podría ser ejecutado por una historia de adul­ terio, mientras que en otro contexto esa historia apenas provocaría el movimiento de una de nuestras cej as . Más aún, nuestra historia d e amor n o e s más que una d e las mu­ chas historias que creamos . 9 También creamos, como es natural, his­ torias sobre otros tópicos como pueden ser el trabajo o la familia. Imaginamos cómo preferiríamos vernos en el trabajo y en relación con otros miembros de nuestra familia. Estas historias pueden ser complementarias , pero también competir con nuestras historias de amor. Por ello, a veces resulta difícil que las historias de amor y las de trabajo se complementen , lo cual nos crea un estado de constante tensión . Algunas personas prefieren aunar los diferentes tipos de his­ torias que componen su vida y tener una sola, mientras que otras prefieren mantenerlas separadas . Por ejemplo: alguien a quien le gusta combinarlas tal vez se decante por mantener una relación ínti­ ma con alguna persona de su trabajo ; la persona que prefiere mante­ nerlas separadas jamás establecería ese tipo de relación . Pero la ma­ yoría de las personas se inclinan por la coherencia cognitiva: procuran que las historias convivan cuidadosamente unas con otras . Para comprender completamente nuestra historia de amor necesita­ mos darnos cuenta del modo en que ésta se adapta al contexto global de nuestras vidas . He aquí el caso de Ben y Lisa. Ben amaba a Lisa, pero lo que Lisa ignorab a es que él nunca se casaría con ella. Incluso al propi0 Ben le molestaba reconocerlo . Ben trabaj aba como adjunto al vicepresidente en un importante b anco. Todo el mundo sabe que para ascender en un banco, sólo es posible casarse con un determinado tipo de personas : aquellas que dan la talla en los acontecimientos sociales del banco. Deben ser in ­ dividuos de aspecto agradable, que sepan mantener una conversa­ ción , relacionarse y entretener. En definitiva, alguien que encaje con el fondo de un hermoso cuadro . Nadie habla de ello porque se su­ pone que, actualmente, éstos no son los valores que más se aprecian ; pero así sucede en el mundo bancario . Lisa era maravillosa, pero ca­ sarse con ella suponía comprar un billete al olvido para la carrera de Ben . Así que Ben dejaba pasar el tiempo, consciente de que debería 9.

McAdams, Dan P. , Stories we lzve by , Nueva York, Morrow,

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1 993 .

cambiar de pareja. Sin embargo, su corazón no se lo permitía. Lisa no encajaba en la historia que Ben necesitaba para triunfar en el tra­ bajo. Si Lisa hubiera comprendido la historia de Ben, jamás hubiese establecido una relación con él. La comprensión de nuestras propias historias, así como de las de nuestra pareja, juega un papel sumamente importante tanto a la hora de forjar la relación como a la de cambiarla. Esa comprensión nos ayuda enormemente a encontrar el compañero idóneo desde un principio. Limitémonos ahora a considerar cómo son las historias y el modo en que operan en el contexto de nuestras vidas cotidianas.

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SEGUNDA PARTE

HISTORIAS DE AMOR

Las historias de amor se pueden agrupar de diversas maneras. Da­ do que no existe un conjunto de historias que podamos calificar de defi­ nitivo, tampoco existe la agrupación definitiva de las mismas. A medi­ da que surgen nuevas historias, los conjuntos o grupos cambian. La clasificación aquí utilizada tiene como base las características internas de las historias. Es más bien una clasificación a priori y no el fruto de un análisis estadístico. Nos ayudará a comprender mejor las exigencias que los diferentes tipos de historias plantean en las relaciones. Existen cinco tipos de historias. Las historias asimétricas se fundamentan en que la idea de la asi­ metría (o conducta complementaria) entre los miembros de la pareja de­ be ser la base de la relación. En una historia profesor-estudiante, uno de los individuos proporciona la estructura e información, mientras que el otro se encarga de recibirla. En la historia de sacrificio, un individuo re­ aliza concesiones voluntariamente, mientras que el otro se encarga de recibirlas y beneficiarse de las mismas. En una historia de gobierno, un individuo ejerce su poder sobre el otro. (La historia de gobierno tiene una derivación, que describiremos más adelante, consistente en una his­ toria de coordinación en la que los individuos comparten el poder.) En una historia polidaca, uno de los miembros se encarga de llevar a cabo la vigilancia y a menudo también suele proporcionar una estructura al otro miembro. En una historia pornográfica, un individuo degrada al otro. En una historia de terror, un individuo es el torturador y el otro la víctima de sus vilezas. En este tipo de historias, los papeles que los indi-

viduos tienden a desempeñar pueden cambiar con el tiempo y las cir­ cunstancias. Sin embargo, la relación siempre tenderá a ser asimétrica, independientemente de quién desempeñe cada papel. Las historias objeto son aquellas en las que se supone que uno de los miembros de la pareja o la relación constituye el medzo para conse­ guir algo que se encuentra Juera de la relación. Hay dos tipos principa­ les de historias. En el primer tipo, la persona es un objeto. En todas es­ tas historias, la pareja no es valorada por sí misma, sino por el papel que juega su compañero. En una hzstorza de cienciajicción se valora la excentricidad o el misterio de la pareja. En la historia de la colección, se considera a la pareja como parte de una gran colección. En una his­ toria de arte, se valora la apariencia física de la pareja En el segundo tipo, la relación es el objeto. En ella, la relación es un medio para con­ seguir o encontrar algo importante que se encuentra fundamentalmen­ te Juera de la relación. En una historia de casa y hogar, la relación es un medio para conseguir una hermosa casa y un ambiente hogareño. En una historia de recuperación, la relación es el medio para recupe­ rarse de un determinado trauma. En una historia religiosa, la relación sirve para ayudar a uno o a ambos miembros de la pareja a sentirse más cerca de Dios, o incluso la propia relación se acaba convirtiendo en una especie de religión. En una historia de juego, los miembros de la pareja quieren ser vencedores y la relación les proporciona un juego para conseguirlo. Las historias de coordinación se basan en la idea de que ambos miembros de la pareja trabajan juntos para crear, hacer o mantener al­ go. En la historia viajera, el amor es un viaje y la pareja trabaja unida para elegir y llegar a su destino común . En la historia de coser y tejer, la pareja teje o cose la base de su relación conjuntamente. En la historia deljardín, la pareja cuida de su relación del mismo modo en que un jar­ dinero cuida su jardín. En una historia de negocios, la pareja crea ,o es­ tablece un negocio en el que hay una división de /unciones. En la histo­ ria de adicción, uno de los integrantes de la pareja no puede vivir sin el otro o, como mínimo, necesita ese contexto de dependencia que le pare­ ce indispensable para la vida de la pareja Las historias narrativas parten de la idea de que existe algún tipo de texto, Juera de la relación, que funciona como una norma indicativa del camino que debería seguir la relación. En una historia fantástica, el texto se basaría en un cuento de hadas que incluye a un príncipe y a una princesa, o a un caballero y a una princesa. En la historia científica, el texto hablaría del modo en que las relaciones se pueden analizar de acuerdo con unos principios y fórmulas científicas ya existentes. En la 64

historia del libro de cocina, el texto consiste en una receta que, si se si­ gue al pie de la letra, nos conducirá hacia una relación exitosa. En las historias de género se da importancia al modo o forma de ser en la relación y no tanta a los objetivos y principios que subyacen en la misma. En una historia bélica, lo que importa realmente son las ba­ tallas y la guerra que las genera, no el objetivo de las mismas. En una historia teatral, es importante que uno de los miembros de la pareja es­ té siempre desempeñando su papel, sea éste cual sea (además, ese papel puede cambiar con el tiempo). En la historia de humor, lo importante es que la relación sea alegre y desenfadada y que nunca se convierta en algo demasiado serio. Y en la historia misteriosa, uno de los individuos debe ocultar constantemente información al otro, sin importar el tipo ni la importancia de la misma. En esta parte del libro, voy a tratar cada una de las historias de amor de forma individual, describiéndolas brevemente, presentando unos cuestionarios que utilizamos para evaluar las historias de amor, dando ejemplos de cada historia de amor, describiendo los modos de pensamiento y conducta característicos de las mismas, explicando los papeles que desempeñan las personas en ellas y estudiando sus ventajas e inconvenientes. Los cuestionarios han sido elaborados con el objetivo de que cada persona pueda identificar su historia de amor. En nuestros estudios, los individuos fueron evaluando todas las cuestiones utilizando, en la ma­ yoría de las ocasiones, una escala del 1 al 9. El 1 significa que la perso­ na no se identifica en absoluto con ese punto y el 9 que la define con to­ da perfección. (A veces hemos utilizado otras escalas, como la del 1 al 7.) Las puntuaciones son el resultado de la media de todos los puntos otorgados a las diferentes cuestiones y nos dan una idea del impacto que cada historia tiene en cada persona. Por lo general, una media de puntos entre 7 y 9 se considera alta y demuestra una atracción hacia la historia. Las puntuaciones del 1 al 3 se consideran bajas y son el indica­ tivo de que la historia no nos interesa en absoluto. Las puntuaciones medias, del 4 al 6, indican cierto interés, aunque no el suficiente como para llegar a lo romántico. Dado que la descripción de cada historia incluye los puntos del cuestionario que utilizamos en nuestra investigación, vosotros mismos podréis responder a ellos utilizando una escala del 1 al 9, descubriendo así cuáles son las características de vuestras relaciones amorosas. En­ tonces descubriréis cuáles son vuestras historias favoritas y podréis cal­ cular hasta qué punto os sentís identificados con ellas. Os daréis cuenta de que algunos de los puntos son muy parecidos y entre ellos sólo exis65

ten unas pequeñas diferencias. Esta coincidencia obedece a tres razo­ nes. La primera es que los test largos tienden a dar resultados más fide­ dignos. La segunda es que los más sutiles cambios a la hora de redactar los cuestionarios pueden influir en las respuestas, incluso de forma drástica. Por último diremos que las personas que se ven más refie1adas en la historia tienden a dar las mismas puntuaciones (normalmente al­ tas) a todas las preguntas, aunque éstas varíen en su redacción y el sig­ nificado no sea el mismo; algo que no les ocurre a las que no se identifi­ can con la historia.

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Historias asimétricas

Como hemos dicho anteriormente, las historias asimétricas son aquellas en las que el concepto de asimetría entre los miembros de la pareja constituye la base de su relación. Existen seis tipos de his­ torias asimétricas: la historia profesor-estudiante, la historia de sa­ crificio, la de gobierno, la policíaca, la pornográfica y la historia de terror. H ISTORIA PROFESOR-ESTUDIANT E

La asimetría es inherente a la historia profesor-estudiante. En este tipo de historia, uno de los miembros de la pareja disfruta en­ señando y el otro aprendiendo. En ocasiones, la pareja puede inter­ cambiar sus papeles dependiendo de las circunstancias que la rode­ en. Por ejemplo: una persona puede ejercer de profesor en cuanto a su relación de pareja se refiere, es decir, de puertas adentro; mien­ tras que la otra asume ese papel a la hora de enfrentarse al mundo exterior. En este tipo de relaciones, normalmente uno de los indivi­ duos es mayor que el otro, en cuanto a edad se refiere, o más madu­ ro profesionalmente hablando. Por eso no es de extrañar que se den entre profesores y estudiantes o entre supervisores y supervisa­ dos . En estos casos, existen diferencias de poder y, generalmente, de experiencia intrínsecas a la relación, lo cual suele tener como re­ sultado la adquisición del papel de profesor por parte del miembro de la pareja de mayor edad. En cualquier caso, lo realmente impor­ tante en este tipo de historia y en otros tipos de relaciones es la atri­ bución, es decir, el modo en que las personas implicadas delimitan 67

sus p apeles . 1 La asimetría forma parte de la atribución , no de nin­ gún hecho real. Además , la persona calificada de profesor quizá tenga poco o nada que enseñar, o sus enseñanzas carecer completa­ mente de sentido .

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA PROFESOR-ESTUDIANTE

Profesor 1 . Me doy cuenta de que desempeño el papel de profesor en mis relaciones íntimas. 2 . Suelo enseñar muchas cosas de la vida a mis diferentes parejas.

A veces siento que las personas en las que me implico en una relación íntima son como mis estudiantes. 4. Me gusta que las personas que comparten una relación conmigo tengan mucho que aprender de mí. 3.

Estudiante 1 . Me doy cuenta de que desempeño el papel de estudiante en mis relaciones íntimas. 2. Procuro aprender bastante de mis parejas.

A veces siento que las personas con las que me implico en una relación íntima son profesores para mí. 4. Me gusta que las personas que comparten una relación conmigo tengan mucho que enseñarme. 3.

David y Jessica Era casi la una de la madrugada, pero David y J essica seguían hablando por teléfono . Bueno, en realidad David hablaba y J essica escuchaba. Horas antes , por la tarde, ambos habían asistido a la ce­ remonia de entrega de premios a los mejores vendedores de su em­ presa. David le explicaba a su novia cuánto odiab a este tipo de eventos, comentándole el elitismo que representaban esas ceremo­ nias : la empresa reprendía a todo aquel que no llegaba a su estándar arbitrario de excelencia. La empresa se erigía como defensora de todas las personas -listas y tontas, guapas y feas- que vendieran . Sin embargo , eso l. Bradbury, T homas N. y Fincham, Frank D., «Attributions in marriage: review and critique», en Psychological bulletin 107, 1 990, págs. 3 -3 3 .

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no era más que una forma hipócrita de rechazar a todo aquel que no encajara en su molde. La empresa defendía, b aj o un velo de liber­ tad e individualidad, las leyes del movimiento eugenésico. David mos­ trab a su total desacuerdo ante la fiesta de aquella tarde y lo que sig­ nificaba. Argumentaba que la idea de que el alto rendimiento de ventas supusiera alcanzar el éxito , no era más que un caramelo ima­ ginario que la empresa ponía ante los ojos de sus empleados para que se convirtiera en su único objetivo y no les dej ara ver el resto del mundo. Debían vivir para vender. Desde que David y J essica empezaron a salir hacía seis meses, habían pasado muchas tardes así: David filosofaba sobre la vida y Jessica se empapaba de su filosofía. Podríamos pensar que la actitud de Jessica h acia la casi magistral postura de David era condescen­ diente, pero no era así. De hecho, ella disfrutaba escuchando la inte­ ligente y nueva perspectiva que David tenía del mundo y creía que había aprendido mucho desde que estaba con él. Es más, no sólo pensaba que había aprendido muchas cosas de la vida en general, si­ no que también creía que había aprendido a conocerse mejor a sí mISma. Además, los debates de David no eran simples lecturas imperso­ nales que hubiera podido impartir con facilidad a los alumnos de una clase, sino que, en su mayoría, iban dirigidos a Jessica específica­ mente. Por ejemplo: antes de conocer a David, J essica siempre había querido ser jefe de ventas. Creía que un trabajo así le proporcionaría una vida confortable y le brindaría la oportunidad de ayudar a la gente. En numerosas ocasiones, David le había descrito otros aspec­ tos que entrañaba un cargo de tal envergadura. Le había hablado so­ bre cómo h abía visto infiltrarse la hipocresía, la codicia y el egoísmo en los puestos más altos de la empresa y sobre lo difícil que era as­ cender en la compañía sin manipular a los demás. J essica se había da­ do cuenta de que la mayoría de lo que decía David era cierto. Huelga decir que David apoyaba una postura extrema y polémi­ ca; sin embargo , sus palabras habían tenido un gran impacto en los planes de J essica. Ahora ella creía que acabaría encontrando un tra­ bajo por el que no necesitaría sacrificar su integridad personal . A pesar de que la relación que mantenía con David era sólida, Jessica creía que existían algunos p roblemas . Por lo pronto, pensa­ ba que las constantes filosofadas de David, a veces les quitaban 69

tiempo para hacer importantes cosas juntos. A menudo David esta­ ba tan ocupado hablándole de la vida que parecía no tener tiempo para vivir la presente. Pero así era David.

]enny y Jonathan Jenny estaba sentada con su mejor amiga, Paula, en un banco del parque. Le estaba contando los problemas que tenía con su no­ vio, Jonathan. Hacía casi seis meses que salían juntos y empezaba a estar muy preocupada porque él escuchaba con excesivo entusias­ mo todas y cada una de sus palabras; era como si cada vez que ha­ blara, dijese una especie de verdad divina. Para explicarlo mejor, re­ lató a su amiga un incidente que tuvo lugar la noche anterior. Estaban viendo una película en el apartamento de Jenny, cuan­ do Jonathan empezó a preguntarle sobre el significado metafórico de la misma. Al principio ella le dio una opinión sincera. Él asentía y aprobaba todos sus argumentos. Pero Jenny comenzó a sentirse in­ cómoda por la infatigable aquiescencia ante todos sus puntos de vis­ ta. Deseaba que Jonathan discutiera con ella, rebatiéndole sus opi­ niones y expresando las suyas propias. Esforzándose para que esto ocurriera, Jenny comenzó a cambiar todos sus argumentos convir­ tiéndolos en una sarta de comentarios irrelevantes. A pesar de que al principio se mostró algo confuso, J onathan continuó dándole la razón en todo. Resultaba increíble... Al principio de su relación con Jonathan, Jenny realmente aprecia­ ba que él la escuchara con atención y le diera la razón. Pensaba que ha­ bía encontrado su alma gemela: alguien que estaba de acuerdo con su insólito punto de vista del mundo. Pasaban muchas horas hablando de las creencias y opiniones de Jenny; algo que no parecía cansar a ningu­ no de los dos. Si alguna vez debatían con un grupo de amigos o con al­ gunas personas durante una fiesta, Jonathan siempre salía en defehsa de Jenny si se rebatía alguno de sus puntos de vista. En gran medida, ambos habían asumido los papeles de profesor y probo estudiante; de hecho, uno de los amigos de Jenny comparaba su relación con la exis­ tente entre Sócrates y Platón: Jenny impartía su sabiduría filosófica a un Jonathan deseoso de aprender. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Jenny se daba cuenta de que David, a diferencia de Platón, 70

·

no presentaba ninguna teoría propia; se limitaba a ser su eco, imitando sus palabras y acciones siempre que estaban juntos. A veces, incluso se sentía agobiada por su presencia. Jenny le contaba a Paula que, en cierta manera, se sentía respon­ sable del modo en que había evolucionado su relación con Jonat­ han. Creía que si no hubiera sido tan insistente a la hora de contarle todos y cada unos de sus puntos de vista filosóficos sobre el mundo, él no hubiera asumido con tanta facilidad el papel de servil estu­ diante. Además, creía que el entusiasmo que mostraba cuando él coincidía con sus opiniones, no hacía más que potenciar la aquies­ cencia de su pareja. De ahí que, a pesar de que había empezado a preocuparse por la conducta de imitación de J onathan, también re­ conocía que parte de la culpa la tenía ella.

Modos de pensamiento y conducta En una relación profesor-estudiante, la asimetría es el fruto de la asunción del papel de profesor por uno de los miembros de la pa­ reja y del papel de estudiante por parte del otro. Las personas que mantienen este tipo de relación tienen problemas para alcanzar la igualdad o algún tipo de simetría. O bien una persona ejercerá el pa­ pel de profesor en todos los aspectos de la relación, o se irán alter­ nando los papeles en función del área de que se trate. En cualquiera de los casos, siempre existirá una asimetría inherente a las interac­ ciones de la pareja. A veces, estas relaciones son las derivaciones de papeles reales desempeñados en la escuela o en el trabajo. Este tipo de relaciones son de difícil desarrollo, no sólo por el inherente poder diferencial entre profesor y estudiante o entre jefe y empleado, sino porque ge­ neralmente están mal vistas tanto en el centro de estudios como en el trabajo. Hay algo que nos impulsa a creer que el profesor saca partido a su poder y que el «alumno» aprovecha la relación para avanzar profesionalmente. Las personas que viven estas relaciones suelen hacer todo lo posi­ ble por ocultarlas; sin embargo, casi nunca lo consiguen. Son tantos los indicios que señalan que están juntos, que el menor de ellos se les pue­ de escapar incluso a los más cuidadosos. Cuando la relación se hace 71

pública, el resto de compañeros de trabajo o estudios se sienten trai­ cionados, no sólo porque existe tal relación , sino porque han intenta­ do ocultársela. Además, el hecho de ocultar apoya la hipótesis, que emana del mismo, de que la pareja realmente tiene algo que esconder. La situación se complica aún más cuando este tipo de relación se suma a la relación principal de uno o ambos miembros de la pareja. Las relaciones extramatrimoniales no son algo fuera de lo común, pero cuando tienen lugar en el puesto de trabajo llevan un peso adicional, ya que tienden a ser interpretadas como relaciones de poder y aprovecha• miento, más que como relaciones amorosas. Las personas que cuentan con esta historia pueden sentir que se hallan entre dos fuegos; es más, quizá desempeñen unos papeles que les resultan muy incómodos ya que intentan mantener una relación que es cada vez más insostenible. En definitiva, las personas que viven estas relaciones y deciden seguir adelante con ellas, harían muy bien si pidieran trabajar en diferentes secciones o departamentos , ya que con ello reducirían, o incluso elimi­ narían totalmente las tiranteces que surgen cuando dos personas del trabajo mantienen también una relación personal.

Papeles complementarías: profesor y estudíante Los papeles de profesor y estudiante son complementarios , abarquen una o todas l a s áreas d e una relación . Si los miembros d e la parej a comparten los papeles de profesor y estudiante, pueden aprender mucho uno del otro e incluso mantener un equilibrio de poder en su relación . Si uno es siempre el profesor y el otro el estu­ diante, es probable que exista un desequilibrio de poder en la rela­ ción , a favor del profesor.

Ventajas e ínconveníentes La principal ventaj a de las relaciones profesor-estudiante es que cumplen por completo los obj etivos de la pareja: uno Jisfruta sien ­ do el profesor y el otro aprendiendo. También es posible que gocen de ambos papeles intercambiándolos según el área de la relación en que se encuentren . 72

Sin emb argo , estas relaciones llevan consigo un número consi­ derable de inconvenientes . Si la parej a comparte el mismo trabaj o , e s probable que ocasione problemas a sus compañeros y puede que también ella los tenga. Si no comparten el mismo puesto de trabajo, la diferencia de poder será incómoda para algunas personas. Más aún: el estudiante dej ará de sentirse identificado con su p apel, lo cual hace que la relación caiga por su propio peso ; si no por parte de ambos miembros , sí al menos por parte del que sufre esa crisis de identidad.

HISTORIA DE SACRIFICIO

Todas las relaciones íntimas implican sacrificios ocasionales por parte de uno de los miembros de la pareja en favor del otro . Sin em­ bargo , en la historia de sacrificio un individuo se sacrifica de forma repetida y consistente o se ve a sí mismo sacrificándose por el otro . Ese individuo es una muestra de lo que J ohn Lee denominó amor abnegado.2 El amor consiste en dar parte de uno mismo y el indivi­ duo no es realmente feliz a menos que desempeñe, en la mayoría de las ocasiones , el papel de dador.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE SACRIFICIO 1 . Disfruto sacrificándome en favor de mi pareja. 2 . Creo que el hecho de estar preparado para sacrificarme por mi pareja es el símbolo

del amor verdadero. 3 . No dudaría en sacrificarme por el bien de mi pareja.

4. Renuncio a algo que me gustaría hacer por el bien de mi pareja. De hecho , soy feliz sabiendo que él/ella es feliz.

5 . Creo que las relaciones personales no se basan únicamente en el amor, sino tam-

bién en los sacrificios que se hacen por amor.

6. Creo que el sacrificio es una parte clave del amor verdadero. 7 . Hago sacrificios para agradar a mi pareja. 8 . Renuncio a mi bienestar para satisfacer las necesidades de mi pareja.

2.

Lee, John Alan, Colors o/ lave, Toronto, New Press, 1 973 .

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El amor hacia Dios puede contar con estas características; una persona entenderá su relación con Dios o con otra deidad a través del sacrificio. El individuo también se siente amado por la deidad, aunque tenga que sacrificarse en su favor. Al mismo tiempo, la dei­ dad puede haber hecho o seguir haciendo sacrificios, como en el ca­ so de la historia de Jesucristo. Los padres e hijos también se suelen ver implicados en las relaciones de sacrificio.

Wanda y Derek Wanda creció en un hogar integrado por un padre dominante y una madre muy sumisa. No había duda alguna respecto a quíen te­ nía el mando. En los años cincuenta, las cosas eran así, o al menos eso era lo que pensaban los padres de Wanda. É sta se mostraba muy reacia al servilismo de su madre hacia su padre. Wanda estaba decidida a hacer las cosas de forma diferente. Te­ nía por delante una prometedora carrera empresarial y quería as­ cender en el escalafón de la compañía tan alto como le fuera posi­ ble. Derek, su novio, le brindaba todo su apoyo en sus planes . Wanda podía sentirse realmente feliz: tenía una buena carrera y un novio que la quería. ¿Qué más podía pedir? En realidad, había otra cosa que también deseaba. Derek estaba acabando la carrera de Medicina y realizaba los trámites de las soli­ citudes para cursar las prácticas pertenecientes al final del ciclo. El problema era que los lugares cercanos a su hogar donde podía reali­ zarlas no gozaban de demasiado prestigio. Derek, al igual que las personas que tenía a su alrededor, consideraba que tenía un futuro prometedor. Por ello, no debía limitarse a realizar las prácticas en su localidad. Sin embargo, hacerlas en un sitio mejor significaba cam­ biar de lugar de residencia. Derek le comentó a Wanda que todas las ciudades donde él te­ nía posibilidad de realizar las prácticas contaban también con un importante mundo empresarial en el que ella podría realizarse pro­ fesionalmente. Con ello le planteaba la posibilidad de trasladarse con él. Por supuesto, también le comentó que podían vivir separa­ dos durante los años que durasen las prácticas, ya que ambos sabían que una pareja no siempre estaba unida, aunque sus miembros vi74

viesen en una misma ciudad. La separación podía ser el beso de la muerte: algo que ninguno de los dos quería experimentar. Wanda era reacia a irse a vivir a otra ciudad, pero sentía que no tenía elección. Realmente quería que Derek llevara a cabo su bri­ llante carrera y, después de todo, él estaba en lo cierto al indicar que las posibles ciudades de destino le brindarían importantes oportuni­ dades empresariales. Ella quería triunfar y Derek también deseaba su triunfo. Su historia era la misma que la de sus progenitores, en la que su madre siempre se había sacrificado por su padre. En reali­ dad, no tenía nada que ver. Wanda sabía que se mudaría de ciudad y al mismo tiempo sentía que algo estaba mal. Pero no sabía qué era ...

Vince y Eva Vince tenía treinta y dos años y se sentía frustrado. Quería casar­ se con Eva, pero no estaba seguro de que ella quisiera hacerlo. Lleva­ ban cinco años saliendo juntos y Eva le había dado infinidad de ulti­ mátums. Algo realmente asombroso si tenemos en cuenta que él le había propuesto matrimonío una docena de veces, por los menos. Está claro que los ultimátums de Eva no tenían nada que ver con el matrimonio, sino con el modo de vida de Vince. Quería saber cuál sería su futuro: dónde vivirían y qué vida en común les espera­ ba, en caso de que contrajesen matrimonio. Vince vivía con su madre de ochenta y ocho años, quien tenía problemas de salud desde hacía diez años. Sus amigos, y ya no ha­ blemos de sus médicos, no se explicaban que siguiera viva. Sin em­ bargo, ella parecía dispuesta a enfrentarse a todos ellos. Vince comprendía que Eva no quisiera trasladarse a vivir con él y su madre. No era el ideal para una pareja de recién casados. Pero tampoco se veía capaz de dejar a su madre sola o de meterla en una residencia de ancianos. Cuidar de su madre no era nada fácil: supo­ nía dedicarle tres o cuatro horas diarias que, sumadas a las que dedi­ caba a su trabajo, no le dejaban demasiado tiempo para Eva. Le de­ cía que su madre no iba a vivir eternamente, pero esa afirmación no hacía más que desembocar en la misma pelea de siempre. Ella res­ pondía que llevaba cinco años escuchando la misma canción y, sin embargo, su madre seguía viva. En realidad, se alegraba de que así 75

fuera , pero no podía irse a vivir con Vince y con su madre, sobre to­ do teniendo en cuenta las muchas horas de cuidados que éste le de­ dicaba. Vince se daba cuenta de que estaba a punto de perder a Eva, pe­ ro no podía hacer nada. La idea de perderla le deprimía. Exceptuan­ do las peleas por su futura vida en común, su relación había sido ma­ ravillosa y Eva se había mostrado muY, cariñosa con él, incluso con su madre. Pero no quería vivir con ella. El debía cuidar de su madre, no había otra alternativa. Si Eva no era capaz de darse cuenta de ello, entonces debería buscar a otra persona que le comprendiera.

Modos de pensamiento y conducta Las personas que cuentan con una historia de sacrificio suelen dar y no esperan recibir. Para ellos lo recibido (si es que reciben) es el fruto de lo que han dado. Por ejemplo: se sienten más felices dan­ do un regalo de cumpleaños que recibiéndolo. También sienten que reciben mucho a cambio , aunque lo recibido no sea tangible u obvio para los demás. . Un rasgo clave de la historia de sacrificio es que las personas que la sustentan la ven como una necesidad y no como una elección. En cierta manera, Wanda podía elegir entre irse con Derek o no hacerlo. Sin embargo, ella no vivía su experiencia como una elección . Creía firmemente que el traslado era algo que debía hacer y si no lo hacía, se equivocaría. Nosotros podríamos mostrarnos a favor o en contra de ese traslado; sin embargo el modo clave de pensar que se despren­ de de esa situación , se basa en la ausencia de la elección ( aunque ésta existe ) . En este sentido, Wanda imitaba el comportamiento de su madre quien, probablemente, también pensaba que hacía lo debía. Del mismo modo, Vince hubiera podido pensar que tenía el de­ recho de elegir, pero no lo hizo . En realidad, no había contemplado todas las posibles opciones en cuanto al problema de su madre se refería, y probablemente no lo haría. Se sentía atrapado en su deci­ sión : pensaba que hacía lo correcto y que cualquier otra cosa que pudiera hacer estaría mal . Lo mismo le sucedía a Wanda. Quizás pensemos que las personas que viven una historia de sa­ crificio dan demasiado , lo cual es cierto en cierto sentido . Sin em -

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bargo , debemos recordar que su historia se fundamenta en el hecho de dar, aunque puedan quej arse de ello o reprochárselo a la persona a la que están dando. Su historia de amor siempre les llevará a de­ sempeñar ese papel, independientemente de las circunstancias que la rodeen . En los casos más extremos, podemos pensar que estas personas tienen «complejo de mártir», ya que parecen disfrutar dando y no piden nada a cambio .

Papeles complementarios: el sacrificado y el bene/táartó En la historia de sacrificio, encontramos los papeles complemen­ tarios del sacrificado y el beneficiario, es decir, el que se sacrifica y el que se beneficia de estos sacrificios . Normalmente, uno de los indivi­ duos desempeña siempre el papel de sacrificado y el otro el de bene­ ficiario. También puede suceder, aunque no es tan común, que los dos individuos se sacrifiquen pero en áreas diferentes . Por ejemplo: un marido puede sacrificarse por su mujer en el campo profesional, mientras que ella lo hará por él en el terreno económico. La mujer puede dejar que el marido gaste todo lo que quiera, ya que ha conse­ guido lo que ella quería en el terreno profesional.

Ventajas e inconvenientes La historia de sacrificio puede desembocar en una relación feliz cuando ambos miembros de la parej a están satisfechos con el papel que desempeñan ; especialmente cuando ambos se sacrifican (nor­ malmente en áreas diferentes ) . Esta historia tiende a desencadenar tiranteces cuando la pareja esta desempeñando papeles que cons­ cientemente no quiere desempeñar, pero que su subconsciente le obliga a asumir. Las investigaciones demuestran que las relaciones, sean del tipo que sean, tienden a ser más felices cuando son más o menos equita­ tivas . 3 Sin embargo, los individuos no se limitan a interpretar las re3. Walster, Elaine, Walster, G . Boston, Allyn and Bacon, 1 978.

W

y Berscheid, Ellen, Equity theory and research,

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laciones exitosas corno simples tira y afloja, en los que se lleva un ri­ guroso recuento de lo que cada uno ha dado y recibido.4 El mayor factor de riesgo de la historia de sacrificio es que el «dar y recibir» suele desequilibrarse mucho, de tal manera que uno de los miem­ bros de la pareja empieza a sentirse incómodo. El hecho de que la historia de uno o ambos individuos tienda a perpetuar este desequilibrio, aún hace más difícil la situación. Así pues, alguien se puede mostrar resentido por tener que dar siempre y, sin embargo, continúa dando, independientemente de que su pa­ reja se lo exija o no. Da porque en eso se basa su historia de amor. Del mismo modo, el que recibe se puede mostrar incómodo por es­ tar siempre recibiendo y al mismo tiempo ser incapaz de cambiar la conducta del sacrificado, aun cuando este último se siente cansado de ejercer ese papel. Cuando se alcanza un punto en el que no se está a gusto, es ne­ cesario restaurar el equilibrio, pero primero los miembros de la pa­ reja deben reconocer la historia que les conduce a adoptar esa con­ ducta de sacrificio. HISTORIA DE GOBIERNO

Las historias de gobierno pueden presentarse de diferentes ma­ neras, aunque todas tienen un terna común: el poder. La diferencia estriba en la forma en que se distribuye el poder entre los miembros de la relación. En una relación autocrática, uno de los individuos asume todo el poder, torna las decisiones y decide cuándo, cómo, dónde y quién tiene que llevarlas a cabo. Existe un gobernador o autócrata y un gobernado o sometido. Las relaciones se convertirán en autocráticas por un determina­ do número de razones. Una de ellas es religiosa. Algunas religiones confieren todo el poder al hombre, en cuanto a las relaciones de pa4 . Milis, Judson y Clark, Margaret S . , «Communal and exchange relationships: con­ troversies and research», en Theoretical frameworks for personal relationshtps, Erber, R. y Gilmour, Robin (comps. ) , Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 994 , págs. 29-42 .

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reja se refiere. Ejemplo de ello es lo que sucedió cuando los taliba­ nes, fundamentalistas islámicos, conquistaron gran parte de Afga­ nistán en 1 996: las mujeres y niñas fueron expulsadas de sus puestos de trabajo y colegios de forma inmediata. No existía ningún atisbo de duda sobre quién debía dirigir esa sociedad. Una relación también se puede convertir en autocrática cuando uno de los miembros de la pareja tiene una gran necesidad de po­ der.5 Algunas personas sienten dicha necesidad y utilizan las relacio­ nes íntimas como el medio para expresarla. Hay personas que tie­ nen grandes deseos de poder y que se ven obligadas a reprimirlos en el trabajo; dichas personas se vuelven especialmente tiranas en el hogar, puesto que es el medio que utilizan para compensar la frus­ tración que experimentan en el trabajo. El consentimiento mutuo constituye una tercera vía hacia la autocracia. La pareja se siente más cómoda si uno de sus miem­ bros toma las decisiones y asume las responsabilidades. Normal­ mente, el otro miembro integrante de la relación se muestra muy sumiso y prefiere no tener responsabilidades a la hora de tomar decisiones. Las relaciones de gobierno también pueden ser democráticas e igualitarias , en cuyo caso el poder se reparte de forma más o menos equitativa entre la pareja. En una relación democrática, algunas de las decisiones las suele tomar principal o exclusivamente cualquiera de los miembros de la pareja. La base de las mismas es la distribu­ ción igualitaria del poder, lo cual no quiere decir que todas y cada una de las decisiones las deban tomar ambos miembros en común. Cuando la relación de gobierno se desarrolla de este modo, su mo­ do de funcionamiento se parece más a la historia de coordinación (véase pág. 153 ) . Una cuarta forma de reparto del poder, probablemente menos común que la autocrática o la democrática, es la anarquía. En ella, nadie se hace con el mando para solucionar problemas o tomar de­ cisiones; cada uno de los integrantes de la pareja espera que el otro asuma las responsabilidades. Este tipo de relaciones suelen ser de­ sorganizadas y por tanto desembocan en un modo de vida caótico. 5. Murray, Henry A., Explorations in personalzty , Nueva York, Oxford University Press, 1938.

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La pareja tiende a descender en la escala socioeconómica ya que se ignora por completo cuáles son las necesidades que hay que cubrir y cuáles están ya cubiertas. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE GOBIERNO

Autocrática (gobernador) 1 . Para mí es muy importante ser la única persona que tiene el control a la hora de to­

mar decisiones en mis relaciones de pareja. 2. Creo que las relaciones de pareja se b asan fundamentalmente en quién controla a

quién y, desde luego, no me gusta en absoluto ser la persona controlada. 3 . Creo que es muy importante dejar bien claro a mi parej a, desde el p rincipio, que yo

seré quien esté al mando de la relación.

4. Me gusta ser la única persona que toma las decisiones; de otro modo, surgiría la anarquía.

Autocrática (gobernado) l . Creo que las relaciones son como gobiernos: alguien debe ser el responsable de to­

mar todas las decisiones . La verdad es que prefiero dejar esa responsabilidad en manos de mi pareja. 2. No me preocupa que mi pareja tome la mayoría de las decisiones, puesto que creo

que es mejor que una sola persona esté al mando de la nave. 3 . Creo que es necesario que una persona sea la responsable de tomar las decisiones im­

portantes para la pareja; normalmente prefiero que sea mi compañero/a quien lo haga.

4. Creo que, realmente, resulta más eficiente que una sola persona asuma el control a la ho­ ra de tomar decisiones importantes en una relación, aunque a mí no me gusta hacerlo.

Democrática 1 . Creo que las relaciones, como gobiernos que son, se deben basar en el reparto del poder. 2 . Creo, contrariamente a mucha gente, que los temas referentes al amor y al poder se

pueden resolver, dado que la pareja desea compartirlos. 3 . Creo que, desde un principio, es muy importante para la pareja aprender a tomar

las decisiones conjuntamente.

4. Es importante que mi pareja y yo compartamos el proceso de toma de decisiones.

5. Creo que una relación sólo puede ser armoniosa si se comparte el poder.

6. Creo que el reparto de poder es la única forma de mantener la igualdad entre los miembros de la relación .

7 . Creo que las relaciones se deben basar en aprender a compartirlo todo, incluso el poder: 8. Creo que, al igual que en un gobierno, el reparto del poder es fundamental en una

relación .

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Jerry y Kristen J erry y Kristen llevab an saliendo casi dos años y parecía que las cosas les iban bien . Además, todos los que les conocían estab an con­ vencidos de que algún día se casarían . Sin embargo , algunos de los amigos de Jerry estaban preocupados porque pensaban que Kristen le controlab a. Ya no salía con ellos como antes y, cuando lo hacía , parecía que Kristen estaba allí con él, dispuesta a llevárselo sin pre­ vio aviso . Una noche, Jerry y sus amigos estaban viendo un importante partido de b aloncesto, cuya celebración habían esperado ansiosa­ mente, cuando de repente, Kristen apareció por la puerta. Faltaban sólo seis minutos para el final de la contienda y los marcadores esta­ b an empatados, así que lo último que deseaban era que se les inte­ rrumpiera. Kristen (ue directamente hacia Jerry y le dij o que tenía que hablar con él. El le preguntó educadamente si podía esperar hasta el final del partido, pero ella le contestó que era muy impor­ tante . Los amigos de J erry continuaron viendo la televisión , pero al mismo tiempo se mostraban interesados en saber qué estaba suce­ diendo entre Jerry y Kristen , así que tampoco prestaban demasiada atención al partido . Cuando Jerry se levantó y abandonó la habita­ ción junto a Kristen , sus amigos empezaron a mirarse unos a otros y a mover sus cabezas con incredulidad. J erry regresó justo cuando el p artido acababa de finalizar, comportándose como si no hubiera pa­ sado nada fuera de lo normal. Hasta entonces , los amigos de Jerry no estaban seguros de si de­ bían hablar con él sob re su relación con Kristen. Después de todo, Jerry nunca se había quej ado de lo que ellos consideraban una rela­ ción que dej aba bastante que desear. Sin embargo, la anécdota del partido les pareció motivo suficiente para hablar del tema. Así pues, los amigos de J erry decidieron que tenían que exponerle sus preo­ cupaciones ; quizás Jerry tuviera verdaderos problemas con Kristen y le resultara muy difícil contarlos . J erry respondió a las inquietudes de sus amigos diciéndoles que coincidía con ellos al reconocer que Kristen le controlaba, pero que eso no le molestaba en absoluto. Les agradeció su preocupación y les dijo que para él no representaba ningún problema el hecho de que Kristen tomara la mayor parte de las decisiones concernientes a la re-

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ladón . Él ni siquiera quería molestarse asumiendo ese tipo de deci­ siones mundanas y triviales : tenía cosas más importantes que hacer. Era consciente que muchas personas calificarían su situación de de­ safortunada, pero él se sentía a gusto con ella. Sus amigos se queda­ ron algo confusos, sin embargo se dieron cuenta de que Jerry era fe­ liz en y de que eso era lo verdaderamente importante.

Nancy y Ted Tanto Nancy como su marido, Ted , sentían que el poder era una parte integrante de su relación . Sin embargo, reconocían que si no compartieran ese poder, correrían el riesgo de vivir una relación ti­ ránica. Por ello creían que Ted debía ocuparse de ciertos temas y Nancy de otros. Nancy podía hacer sugerencias en las áreas que es­ taban a cargo de Ted , pero sería éste quien tomase las decisiones fi­ nales. Resultaba comprensible que surjieran ciertos problemas a la hora de decidir sobre determinados temas. De hecho, Ted y Nancy habían tenido recientemente una discusión acerca de su hij a Julia, de quince años . Ken, u n chico de dieciséis años, se presentó una noche e n su ca­ sa para recoger a Julia y llevarla al cine. A Ted ese chico le pareció un insensato que además vestía -llevaba unos vaqueros ajados y una camiseta raída- de forma completamente inaceptable. Cuando Julia regresó del cine, le dijo que no le permitiría volver a salir con Ken . Julia pensó que el planteamiento de su p adre era completa­ mente absurdo ; acudió a su madre y le pidió que razonara con Ted. Nancy estaba de acuerdo con l o s argumentos de su hija e intentó convencer a Ted de que había tomado una decisión demasiado drás­ tica. Nancy decía que aunque la ropa de Ted no era apropiada para acudir a una comida de etiqueta, sí lo era para ir al cine. A pesar de la indumentaria de Ken , Nancy opinaba que Ted no debía j uzgarle ya que sólo le había visto una vez . Ted escuchaba a su mujer pero no estaba de acuerdo con sus argumentos, por lo que manifestó que su decisión era irrevocable. N ancy únicamente pudo mostrar su decep­ ción . Al fin y al cabo, Ted era el encargado de supervisar la vida so­ cial de Julia. Nancy podía dar su opinión sobre el tema, pero era él quien tenía la última palabra.

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Dos días después, Julia se enfrentó a la decisión de su padre di­ ciéndole que le parecía injusto que no le permitiera ver a Ken. En un tono directo y tranquilo, Ted le dijo que era intolerable que al­ guien como ella saliera con un chico tan desaliñado e insensato co­ mo aquel. Julia le pidió a su madre que la respaldara, pero Nancy se limitó a decirle que la decisión de Ted era definitiva. Julia corrió a su habitación, reprochando a su madre su conducta conformista. Las palabras de Julia tuvieron un efecto casi instantáneo sobre su ma­ dre. Nancy se giró hacia Ted y, en un tono muy serio, le recordó que si daban tanta importancia al reparto del poder en su relación era precisamente para evitar que ésta se convirtiera en una tiranía. Al principio, Ted se sintió amenazado por el hecho de que Nancy cues­ tionara su decisión. Sin embargo, se dio cuenta de que existía la po­ sibilidad de que, en alguna ocasión, él se opusiera fuertemente a las decisiones de su esposa y pensó que, en ese caso, a él también le gus­ taría ser escuchado. Como resultado, Ted decidió ceder ante Nancy y le dijo a Julia que podía salir con Ken.

Modos de pensamiento y conducta Los individuos que poseen una historia de gobierno suelen te­ ner relaciones basadas en el poder. Así pues, aunque el reparto de poder esté presente en todas las relaciones, lo está con mayor rele­ vancia en aquellas que cuentan con una historia de gobierno. Dado que existen muchas variantes sobre la distribución del poder, también hay muchos posibles tipos de historias de gobierno. En el caso de Nancy y Ted, por ejemplo, un reparto del poder que casi siempre había funcionado bien, se rompió cuando uno de ellos pensó que el otro había tomado una decisión arbitraria. En este ca­ so, Ted cedió a los deseos de su mujer, algo que no hace todo el mundo y que nos conduce al conflicto. Jerry y Kristen no contaban con la misma distribución del po­ der que Nancy y Ted. Al contrario, casi todo el poder de la relación estaba en manos de Kristen. El propio Jerry admitió ante sus ami­ gos que se encontraba demasiado ocupado para molestarse en to­ mar decisiones en su relación. Puede que así lo sintiera, o que se hubiera convencido a sí mismo de ello. También cabe la posibili83

dad de que hubiera dich o a sus amigos algo que realmente no pen­ s aba. En este último caso , quizá Jerry tuviera la necesidad de sentir sumisión ante su novia, lo que permitiría que su relación fuese tan duradera corno era. 6 Algunas veces , en las primeras etapas de una relación , las perso­ nas toleran ciertas conductas que, más adelante, no serán capaces de admitir. En el caso de J erry y Kristen el desequilibrio era tan grande que nadie era capaz de imaginar cómo acabaría la relación. El hecho de que terminase o no dependía de si Jerry se quería sentir realmen­ te dominado, o de si adoptaba esta conducta porque estaba muy enamorado de Kristen y prefería no discutir el terna. Si no nos enfrentarnos al problema, en el caso de que éste exista, sentarnos u n precedente: una vez que hemos cedido el poder, difícil­ mente podremos recuperarlo . Por eso no tiene demasiado sentido cederlo con la esperanza de recuperarlo. La recuperación tal vez sea muy dura y, además, nuestra p arej a puede opinar que debíamos ha­ ber manifestado nuestra insatisfacción desde el principio.

Papeles complementarios: gobernador y gobernado, personas que comparten el poder y personas que rehuyen al mismo Los tres tipos principales de papeles compartidos son bastante diferentes según las versiones de la historia de gobierno. En la rela­ ción gobernador-gobernado ( autocrática) , un individuo tiene casi to­ do el poder de la relación, independientemente de que su parej a le dé o no su consentimiento. En la relación del reparto del poder ( demo­ crática) , el poder se distribuye de forma más o menos equitativa en los diferentes aspectos de la misma (por ejemplo: tener el control finan­ ciero a cambio de que el otro disponga del control sobre los hijos) . En la relación de rechazo al poder, se produce una situación de anarquía en la que nadie quiere asumir ni el poder, ni ningún tipo de responsa­ bilidad. En los ejemplos citados anteriormente, Kristen es el goberna­ dor y Jerry el gobernado ; Nancy y Ted comparten el poder, pero la decisión de Ted les llevó a redefinir ese reparto.

6.

Ibid.

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Ventajas e inconvenientes La mayor ventaja de la historia de gobierno es que deja explícito un tema que es implícito a cualquier relación : todas las relaciones implican un reparto de poder.7 Estos repartos quedan mucho más claros en las relaciones regidas por una historia de gobierno. Si el te­ ma del poder se trata abiertamente, se pueden evitar muchos pro­ blemas a los que se enfrentan otras relaciones en las que la cuestión del reparto del poder permanece oculta. El principal inconveniente en las relaciones de gobierno es que el tema del poder puede acabar absorbiendo por completo la rela­ ción . La pareja quizá se obsesione demasiado con el poder, dejando de lado otros temas sin disfrutar de los demás aspectos de la relación. Las relaciones autocráticas son potenciales puentes hacia el abuso, especialmente si el autócrata empieza a sentirse todopodero­ so. Si el poder corrompe , no es de extrañar que el poder absoluto corrompa absolutamente; ése es el riesgo que corren las parejas que están envueltas en una relación autocrática . En muchos casos de abusos , las personas que los cometen creen que tienen todo el dere­ cho de actuar tal como lo hacen . Existen sociedades que aún apoyan este punto de vista. En las relaciones anárquicas, las cosas también se pueden des­ controlar, debido a que nadie quiere asumir ninguna responsabili­ dad. El resultado: economías totalmente destruidas, niños comple­ tamente incontrolados y relaciones caóticas . Las relaciones anárquicas nos demuestran que las relaciones ne­ cesitan estar regidas por ciertas bases de gobierno. El hecho de ig­ norarlas no hace que desaparezcan .

HISTORIA POLICÍACA

No hace falta ser agente de policía para tener una mentalidad de este tipo. Las personas que viven una historia policíaca piensan co­ mo los policías, aunque de un modo algo especial. Su modo de pen7 . Huston, Ted L., «Power», en Close relationshzps, Kelley, Harold y otros (comps. ) , Nueva York, W. H . Freeman, 1 983 , págs. 1 69-2 1 9 .

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sar se asemeja al del policía interpretado por J avert en Los misera­ bles. J avert veía las cosas en blanco y negro. Existían el bien y el mal, y J avert creía que representaba al bien. Finalmente, cuando se .dio cuenta de que no era capaz de adecuar los acontecimientos a su vi­ sión del mundo, decidió suicidarse antes que cambiar su punto de vista. Los protagonistas de las historias policíacas se sienten responsa­ bles de reforzar las leyes de la relación, que consideran procedentes de algún tipo de ley natural o social pero que, en la mayoría de los casos, son fruto de su propia creación. Estas leyes se corresponden, en mayor o menor medida, con las leyes de la sociedad (como lo son la prohibición de la bigamia, el incesto, el adulterio, etc. ) o pueden ser extrañas creaciones de los propios «policías» (por ejemplo: prohibir totalmente a una mujer que se relacione con los hombres en cualquier sentido, prohibir que un hombre trabaje con mujeres aunque eso forme parte de sus responsabilidades profesionales). La persona que se ve envuelta en este tipo de relación sólo se da cuenta de dónde se ha metido cuando las cosas ya han ido bas­ tante lejos. Las que, en un principio, le parecían pequeñas rarezas de su pareja, empiezan a incrementarse y, con el paso del tiempo acaba dándose cuenta de lo que está sucediendo realmente. Para entonces, puede que le resulte muy difícil reducir o debilitar al policía, del mis­ mo modo que le sucedió a Javert con Jean Valjean. El policía inventa­ rá castigos por infringir las leyes y, en caso de percibir una infracción extrema de las mismas, la seguridad de su pareja quizá se vea seria­ mente amenazada. En las relaciones, lo mismo que en la vida real, la línea que separa al que se encarga de hacer cumplir la ley y al que se encuentra fuera de ella se puede volver bastante borrosa. El policía tal vez abuse de su poder y traspase esa línea. La persona que recibe el control excesivo que supone esta rela­ ción, puede comparar la historia policíaca con la historia de terror, tema que trataremos más adelante. La diferencia principal estriba en que el agente de policía se cree en posesión de una total justifica­ ción moral. El protagonista de la historia de terror se puede ver a sí mismo como una persona de «gustos extraños». El policía se ve co­ mo un agente de la ley encargado de hacer que ésta se cumpla, aun­ que en ocasiones llegue a cometer serios errores por conseguir ese objetivo. 86

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA POLICÍACA

Agente de policía l . Creo necesario controlar todos y cada uno de los movimientos de mi pareja con el

fin de mantener un cierto grado de orden en la relación . 2 . Creo que siempre debemos dormir con un ojo abierto para controlar a nuestra pa­

reja. 3. Considero una completa locura bajar la guardia y confiar ciegamente en mi pareja.

4 . Nunca me fiaría de mi pareja si trabajase junto a una persona de su sexo opuesto. Sospechoso l . Mi pareja me llama varias veces al día para preguntarme qué estoy haciendo exac-

tamente. 2. Mi pareja me vigila. 3. Mi pareja necesita saber todo lo que hago.

4 . Mi pareja se enfada muchísimo si no le digo exactamente dónde he estado.

Walter y Tracy A Walter le resultaba prácticamente imposible hacer algo sin que su mujer, Tracy, lo supiera y aprobara. Durante el almuerzo, Tracy comprobaba si su marido comía correctamente; antes de que se marchara al trabajo, se aseguraba de que fuese vestido de forma apropiada; antes de que saliese con sus amigos, quería saber a dón­ de iba y cuánto tiempo tardaría en volver. Los amigos de Walter creían que estaba loco al permitir que su mujer le tratase de este modo, sin embargo, había algo en él que le despertaba la necesidad de sentirse estrechamente vigilado. Quizás fuera porque tuvo una madre muy estricta o porque siempre había padecido cierta inseguridad y el hecho de que alguien se interesase de modo exagerado por su vida le hacía sentirse mejor. De cualquier modo, Walter no interpretaba la persistente vigilancia de su mujer como un aspecto negativo de su relación, aunque a veces se sentía demasiado reprimido. En algunas ocasiones, Walter sentía un gran deseo de libertad y le pedía a Tracy que dejara de controlarle. Normalmente, Tracy cedía an­ te esas infrecuentes súplicas de libertad pero, a veces, se volvía aún 87

más desconfiada. Sin embargo, cuando cedía lo hacía durante un corto período de tiempo o, lo que es peor, lo hacía con el fin de poder obser­ var los movimientos de Walter cuando éste no se creía vigilado. Tras una de estas súplicas por recuperar su propio espacio, Tracy empezó a pensar que Walter tenía un lío con alguien de su tra­ baj o . Esa sospecha se vio alimentada por un programa de televisión en el que un marido engañaba a su mujer. Durante las horas que si­ guieron al programa, Tracy no hizo más que incrementar el senti­ miento de verdad sobre su sospecha. Cuando Walter llegó del traba­ jo, estaba tan convencida de que se estaba acostando con otra mujer que decidió lanzarle algún objeto nada más verle cruzar el umbral de la puerta. Cuando Walter vio a su mujer en tal estado, no supo qué hacer. Tracy le acusaba de engañarle con otra mujer y él lo negaba de for­ ma vehemente; después de todo, nunca h abía hecho nada ni remo­ tamente parecido. Sin embargo , Tracy seguía gritándole, describien­ do con horripilantes detalles su interpretación de la relación. Walter le repetía una y otra vez que podía llamar a cualquier persona de su trabajo para verificar su inocencia, pero finalmente se dio cuenta de que las sospechas de Tracy no obedecían a la razón . Ya había sospe­ chado de él otras veces , pero nunca de ese modo. En situaciones como ésta, Walter perdía casi por completo la paciencia. Sin embargo , eso no sucedía frecuentemente ya que las súplicas de libertad por parte de Walter eran muy escasas. Es más, la exhaustiva vigilancia de su mujer le proporcionab a una extraña sa­ tisfacción ya que sentía que nadie podía p reocuparse tanto por él. En gran parte , Walter disfrutaba del control que su mujer ejercía so­ bre él. Así que, a pesar de la incredulidad de sus amigos , Walter opi­ naba que no había nada malo en tener a alguien que vigilase sus co­ midas , su forma de vestir y su horario de llegada a casa.

Becky y Dan Hace tres años , cuando Becky empezó a salir con Dan pensó que había encontrado al hombre p erfecto. Era guapo, inteligente y, lo más importante: parecía p reocuparse mucho por ella. Desde el principio se interesó por su apariencia y _también intentaba inculcar-

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le ciertos intereses y aficiones. En un primer momento, Becky se sin­ tió halagada por el gran interés que Dan sentía por su vida, aunque a veces se riera de su forma de vestir o se burlara de alguna de sus aficiones. Normalmente se mostraba muy atento. Sin embargo , las cosas comenzaron a cambiar. Al cabo de un tiempo , las bromas ocasionales de Dan empeza­ ron a ser más frecuentes y, algunas veces, se convertían en críticas mordaces . De forma casi inmediata, Becky comenzó a ser extrema­ damente cauta con sus palabras y acciones . No quería cometer ni el más mínimo error. A medida que fue pasando el tiempo , Dan empezó a criticar a Becky cada vez más, sacando defectos a todos los aspectos de su vi­ da. Es más , siempre parecía querer controlar todos y cada uno de sus pasos, incluso los detalles más insignificantes . Para entonces, Becky y Dan habían empezado a vivir juntos y, en algunos momen­ tos , Becky se sentía como en una prisión en la que Dan era el carce­ lero . Sin embargo , siempre que ella expresaba su inquietud al res­ pecto, D a n le decía que para él e r a muy importante saber lo que ella estaba haciendo. Además, argumentaba que lo hacía por el propio bien de Becky y añadía que si la criticaba demasiado era porque la quería mucho y deseaba que fuese la mejor persona del mundo. Becky sabía que Dan era sincero al expresarle sus opiniones , no obstante le costaba comprender que sus duras críticas fueran el re­ sultado del amor que sentía por ella. Le sugería que perdiese peso y que vistiera mejor; incluso la reprendía por ver demasiado la televi­ sión diciéndole que se atontaría y que no podría ser una buena ma­ dre. Así era su exacerbado criticismo. Sin embargo , Becky seguía to­ lerando la conducta de Dan porque, a pesar de todo, aún le amaba. Quería convencerse a sí misma de que las críticas de su novio eran fruto del amor que sentía por ella. Pero en los últimos tiempos, las severas inspecciones sobre la apariencia y comportamiento de Becky estaban completamente fuera de lugar. Dan mostraba un interés excesivo por la vida de Becky. Ar­ güía que ésta tenía una actitud «insinuante» e incluso «promiscua» en público . Cada vez que mostraba interés por lo que decía un chico, Dan parecía pensar que estaba a punto de fugarse con él. Becky siem­ pre tenía que estar en guardia para asegurarse de que no cometía nin­ guna acción que Dan pudiera interpretar como insinuante.

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Una noche en la que Dan y Becky se estaban acicalando para ir a cenar con los J ohnson, Becky se ponía su vestido más recatado al mismo tiempo que se repetía que no debía mostrar demasiada con­ fianza con Doug J ohnson. Sin embargo, sentía que nunca podría adivinar qué sería lo que sacaría de quicio a Dan en aquella ocasión. A pesar de que Becky se preparó y esforzó por tener la más ade­ cuada de las conductas durante la cena, Dan acabó regañándola por haber tenido una actitud insinuante. Ella insistía diciendo que se ha­ bía comportado correctamente, pero Dan no la escuchaba y se afe­ rraba a la creencia de que Becky estaba pensando abandonarle. Dan estaba rojo de ira y le amenazó diciéndole que futuras actuaciones como ésa iban a tener muy malas consecuencias para ella...

Modos de pensamiento y conducta El rasgo clave de la historia policíaca es la incesante vigilancia a la que es sometido un miembro de la relación por parte de su pareja. Ese control va más allá del normal interés por las actividades del compañero/a y más allá de cualquier tipo de interés razonable por su bienestar. El interés existente en esta relación es el fruto de una aparentemente insaciable necesidad de controlar al compañero/ a hasta el punto de humillarlo. Estudios realizados en la Universidad de Stanford demuestran que si a las personas se les asignan arbitrariamente papeles de carce­ leros y encarcelados y posteriormente se les pone en situación para desempeñar estos papeles, los individuos cuyo papel es el de carce­ leros se van volviendo cada vez más autoritarios hacia sus «prisione­ ros», mostrando una actitud muy poco humanitaria. Los prisione­ ros, por su parte, empiezan a sentir la humillación y degradación propias de su situación.8 La historia policíaca puede empezar siendo la historia de un so­ lo miembro de la pareja y terminar siendo la historia de ambos, aun cuando el segundo de los miembros no sepa realmente qué está su­ cediendo. A medida que éste comienza a desempeñar el papel de 8. Zimbardo, Philip G . , «Psychology of imprisonment», en Transition/society, 9 (6) , 1 972, págs. 4-8.

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sospechoso, o incluso de prisionero, también lo reafirma, creando así una extraña realidad: es como si mereciera ser sospechoso de va­ rios crímenes. A medida que la historia adquiere cuerpo, se va dis­ tanciando de cualquier tipo de realidad, impregnándose de un halo imaginario que sólo puede compartir la pareja que la vive y del cual resulta muy difícil escapar. Algunas personas, como Walter, pueden disfrutar de verdad desempeñando el papel de sospechosos, ya que eso les produce la satisfacción de gozar de algo de lo que carecen en otros aspectos de su vida. Otras, como Becky, se sentirán incómodas en el papel, pero no pueden hacer nada para escapar del mismo.

Papeles complementarios: el agente de polida y el sospechoso Los papeles complementarios en la historia policíaca son el de agente de policía y el de sospecho (quien, a veces, se convierte en pri­ sionero). Aunque estos papeles pueden intercambiarse, normalmente una persona adquiere el rol de policía y la otra el de sospechoso. Estos papeles se intensifican y amplían con el tiempo, lo cual significa que aumenta la desconfianza hacia la conducta del sospechoso e incluso puede llegar a ser calificada de «ilegal». Los intentos del sospechoso por escapar de su papel se interpretan como nuevos crímenes: el pri­ sionero intenta escapar a su castigo. Para el agente de policía el inten­ to de escapar a la relación supone el crimen máximo. El comportamiento del autoproclamado agente de policía pue­ de fomentar la parte de la conducta de su pareja que, en realidad, está intentando reprimir. El sospechoso, sea tratado como tal o co­ mo culpable de un crimen que no ha cometido, ya no aprecia el va­ lor de no cometerlo. Después de todo, se le tacha de culpable, inde­ pendientemente de que lo sea o no. Entonces, ¿por qué no hacerlo? Puede que el individuo reaccione asimilando la imagen que el poli­ cía tiene de él, o que empiece a actuar de la forma en que se espera que lo haga. Del mismo modo que sucede en el mundo real, los policías qui­ zá se sientan por encima de sus propias leyes. Pueden llegar a pensar que el abuso es una forma legítima de castigo y que el asesinato es una forma legítima de ejecución. Equivocadamente, tal vez se sien­ tan perseguidos por los crímenes de su víctima. 91

Algunos casos destacados que han acabado en los tribunales tie­ nen elementos de la historia policíaca. Un ejemplo de ello es la rela­ ción entre O .J . Simpson y su mujer, Nicole Brown Simpson . Parece ser que este caso contaba con ambos elementos : la vigilancia conti­ nuada y el castigo . Sin embargo , no podemos emitir juicios de base partiendo únicamente de la información procedente de los informes aparecidos en los medios de comunicación.

Ventajas e inconvenientes Las historias policíacas no cuentan con pronósticos demasiado favorables ya que son susceptibles de aumentar y escapar a cual­ quier tipo de realidad. Para algunas personas esta historia puede contar con un cierto aspecto positivo . Ese era el caso de Walter: sen­ tía que alguien se preocupaba y cuidaba de él. Las personas que son muy inseguras pueden disfrutar de la atención que serían incapaces de recibir de otro modo. Sin embargo , tal vez acaben pagando un precio excesivo por ello. La historia es apasionante, pero puede vol­ verse muy peligrosa. El m ayor inconveniente es que a medida que la historia se vuel­ ve interesante, el sospechoso va perdiendo la libertad, la dignidad y, por último, el respeto a sí mismo. Finalmente, tanto el bienestar físi­ co como el bienestar psíquico del individuo se pueden ver amenaza­ dos . Mientras , el policía va escapando cada vez más de la realidad y quizá pierda por completo la noción de la misma. Lo que empieza como una simple rutina y una inofensiva historia policíaca puede degenerar con el tiempo y convertirse en una fantasía paranoica que daña a los dos protagonistas de la historia.

HISTORIA PORNOGRÁFICA

La historia pornográfica es una historia de degradación y deca­ dencia. El individuo que cuenta con ella ve el amor como una degrada­ ción y le resulta difícil, si no imposible, amar a alguien sin humillarle o sin ser humillado. La pasión de la relación se basa en la degradación. Normalmente, las personas que tienen estas historias no conocen otra

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forma de amor, aunque a la mayorí� de nosotros nos resulte difícil aso­ ciar este sentimiento con su comportamiento y actitudes. La degradación puede surgir en el contexto de una relación úni­ ca o principal, o en el contexto de una o varias relaciones de menor importancia o secundarias. Si por alguna razón, el individuo no es capaz o no quiere degradar a su pareja estable o, en el caso de los pa­ peles complementarios, no es degradado por su pareja, buscará esa degradación fuera de esa relación, aunque seguirá manteniéndola. A pesar de que nuestras investigaciones demuestran que son pocas las personas que admiten este tipo de relaciones, lo cierto es que esta historia es más frecuente de lo que parece.9 El próspero ne­ gocio de la prostitución, los numerosos libros y películas basados en esta historia y el mercado creado sobre las formas de sexo que de­ gradan a la pareja (las amenazas, los azotes, los encadenamientos, las mutilaciones, etc. ) son una prueba de que esta historia está más extendida de lo que nos imaginamos. Esto no quiere decir que viva­ mos en un mundo decadente. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA PORNOGRÁFICA

Objeto l . En realidad, no me importa que mi pareja me trate como un juguete sexual. 2. Admito que para mí es muy importante ser capaz de satisfacer los deseos sexuales

de mi pareja, aun cuando los demás consideren que me estoy degradando.

3. Me aburro cuando estoy con alguien que no se atreve a introducir algún tipo de

historia o ritual pornográfico durante nuestras relaciones sexuales .

4 . Me gusta que mi parej a quiera probar conmigo nuevas, extrañas e incluso doloro­ sas técnicas sexuales.

Sujeto l . Me gusta practicar una amplia variedad de técnicas sexuales, especialmente aque­

llas que los demás consideran extrañas o degradantes hacia mi pareja.

2. Lo que realmente me importa en mi relación es que mi pareja sea un excelente ju­

guete sexual que haga todo lo que yo quiera.

3 . Nunca podría ser feliz con alguien que no sea atrevido, en el sentido pornográfico

de la palabra, en su vida sexual.

4. Me gusta que mi parej a se sienta como un objeto sexual.

9. Sternberg, Robert J . , «Love stories», en Personal relationshtps 3 , 1 996, págs. 1 .359- 1 .379.

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Ray y Ti//any Ray empezó a mirar fijamente a Tiffany desde el otro extremo de la barra, hasta que su mirada insistente y seductora la puso ner­ viosa. Tiffany se sentía incómoda, así que se giró hacia otro lado. A pesar de que estaba nerviosa, se sentía atraída por él y se vio obliga­ da a mirarle de nuevo. Cuando lo hizo, Ray aún seguía mirándola, al mismo tiempo que agitaba su bebida con una pajita. La mirada de Ray hacía que Tiffany se sintiera vulgar; podía sentir que su interés era puramente sexual. Parecían el cazador y la presa que esperaba ser capturada. Aunque esos sentimientos no le agradaban, no podía negar que una parte de sí misma deseaba ser cazada por él y some­ terse a todos sus caprichos. Ray se había dado cuenta de la inquietud y el espíritu de sumi­ sión que emanaban de Tiffany. Se dirigió hacia ella lentamente, cla­ vándole la mirada. Cuando Tiffany se dio cuenta de que él se acerca­ ba, se giró de cara a la pared, pero no se movió. A medida que él se iba aproximando, su respiración se agitaba cada vez más. Para cuan­ do se dio cuenta, él ya estaba sobre ella y, sin mediar palabra, empe­ zó a recorrer con dos .de sus dedos sus mejillas y su pelo. Ella tragó saliva nerviosamente pero no fue capaz de decir ni una sola palabra. Ray seguía deslizando sus dedos por el cuello y los hombros de Tif­ fany. El hecho de sentir su cuerpo tembloroso le excitaba muchísi­ mo. Luego, empezaron a besarse apasionadamente, sus respiracio­ nes eran cada vez más agitadas; de vez en cuando, Ray la provocaba con su sonrisa maliciosa. Finalmente, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. Después de subir algunos escalones, se giró para mirar a Tiffany y movió ligeramente su cabeza indicándole que le siguiera. Tiffany avan­ zó lentamente por el local, preguntándose si alguien les estaría miran­ do; una parte de ella deseaba que así fuera y la otra se sentía avergon­ zada por ese deseo. Salieron del lugar y entraron en el coche de Ray. Se dirigían al apartamento de Ray y seguían sin intercambiar una sola pa­ labra. Cuando llegaron, se encaminaron directamente a la alcoba. Ray empezó a desnudar a Tiffany y luego la lanzó sobre la cama, aunque no se colocó junto a ella. Se limitaba a observar cómo se estremecía y vigi­ laba todos sus movimientos. El corazón de Tiffany empezó a latir aún más fuerte cuando vio que Ray abría un cajón y sacaba unas esposas. 94

A la mañana siguiente, Tiffany se despertó sola en la cama de Ray. Estaba avergonzada de sí misma, pero era consciente de que no tenía ningún tipo de control sobre su necesidad de ser tratada de ese modo. Se sentía atraída por los hombres corno Ray, por aquellos que no se preocupaban por su persona sino que simplemente la veían corno un objeto sexual que debía ser capturado y degradado. Vio que sobre la mesilla de noche, situada junto a la cama, había un tro­ zo de papel; no había ningún nombre o número de teléfono, sólo una dirección. Seguramente se trataba del lugar donde Ray quería volver a encontrarse con ella. Tiffany se levantó, se duchó, se vistió y se fue. Aun después de haber tornado una ducha, seguía sintiéndose sucia. Tiffany, que se conocía a sí misma, se daba cuenta de que proba­ blemente acabaría yendo al lugar que Ray le había indicado pero, al mismo tiempo, sabía que era mejor no hacerlo. Había vivido situa­ ciones similares con anterioridad y sabía cómo se desarrollaban. Este tipo de relaciones nunca iba más allá de los aspectos impersonales y puramente físicos. Además, el miedo que surgía corno fruto de las primeras experiencias sexuales desaparecía rápidamente y para man­ tener un alto nivel de excitación, el sexo tenía que ser cada vez más duro. La necesidad de degradar, por una parte, y la de ser degrada­ do, por otra aumentaban hasta alcanzar niveles potencialmente peli­ grosos que pronto se adueñarían de la relación y que eran lo único que la mantenía. Tiffany era perfectamente consciente de ello. Tiffany nunca quería que las relaciones se le escapasen de las manos . Pero sabía que una vez inmersa en una de ellas, perdía por completo la razón . Se sentía arrastrada por lo que parecía ser su ins­ tinto básico. Tiffany miró el trozo de papel que tenía en su mano y deseó romperlo con todas sus fuerzas; sin embargo, algo le impulsó a guardarlo. Se encontraría con Ray en el lugar y a la hora que él le había indicado.

Caro/ y Tim Carol estaba cansada de desempeñar el papel de trofeo: la bella mujer que siempre va acompañada de hombres ricos que la tratan corno un objeto. Estaba decidida a cambiar la situación por el sirn95

ple placer de experimentar qué se sentía estando al otro lado. Así que aquella noche iría a la ciudad y se ligaría al chico más sexy , ino­ cente y vulnerable que pudiera encontrar. Tras pensárselo bastante, decidió ir al Dean's Place, una sala de baile famosa por su ambiente libidinoso. Nada más llegar, se fue di­ rectamente a una esquina con el fin de tener una buena panorámica de todo el lugar. Hizo caso omiso a todos lo hombres que se le acerca­ ron; de hecho, era ella quien quería tomar la iniciativa en todos los sentidos. Por fin, vio a un tipo que estaba sentado junto a la barra; era joven y guapo y, lo más importante, tenía esa mirada vulnerable que Carol tanto deseaba. Se dirigió hacia él y le invitó a una copa. El joven se sentía algo desconcertado, pero decidió aceptar la invitación y le dijo que se llamaba Tim. Carol dedujo, por su forma de vestir, que no era una persona muy rica, lo cual le agradaba pues­ to que imaginaba que una persona perteneciente a una clase social baja se adaptaría mejor al papel de objeto. Decidió invitar a Tim a cenar y éste, a pesar de que se sentía algo desconcertado ante la si­ tuación, aceptó de buen grado. Dos días después, Carol fue a recoger a Tim a su casa y se alegró de que éste vistiera vaqueros y una camiseta de franela. Ella lucía un traje muy caro y creía que ese contraste haría que Tim se sintiera más vulnerable. Fueron a un restaurante que ella misma eligió: un lujoso local italiano cuyo dueño era conocido suyo. Nada más en­ trar, Carol vio al dueño del restaurante, se dirigió hacia él y le dio un beso y un abrazo, al mismo tiempo que prestaba especial atención a la incómoda actitud de su acompañante. ¡ Por fin estaba gozando con la experiencia ! Se sentaron y Carol le dijo a Tim que ella pediría por ambos. No quería que él dijera nada, sólo quería tenerle allí sentado: ver esa ca­ ra bonita e indefensa. A medida que la noche iba avanzando, Carol se daba cuenta de que sus esfuerzos por aumentar la inseguridad de Tim iban dando sus frutos. El hecho de pensar que había conseguido degradarle y que todavía quedaba mucha noche por delante, le excitaba mucho. Al final de la cena, Carol se brindó a pagar la cuenta y luego le pre­ guntó a Tim si le gustaría ir con ella a su casa. Tim se limitó a asentir con la cabeza. Abandonaron el restaurante y se encaminaron al apartamento de Carol. 96

Mientras conducía, Carol deslizaba su mano por el muslo de Tim, quien no podía más que esbozar una leve sonrisa. Después de todo, Tim tenía serias dificultades por descubrir si estaba viviendo una fantasía o una pesadilla camuflada. Cuando llegaron al piso de Carol, se dirigieron directamente a su habitación. Carol le- sedujo hasta la cama. Cogió un pañuelo de un cajón y le preguntó, mejor di­ cho, le dijo a Tim que lo usara para taparse los ojos. Cuando Tim y Carol llevaban tres semanas saliendo juntos, �ste empezó a tener dudas respecto a su relación. A pesar de que estaba de acuerdo con el papel que desempeñaba en la misma, no se sentía de­ masiado orgulloso. Sin embargo, una parte de él siempre había deseado ser humillada de ese modo. Carol mostraba interés por él, pero Tim sabía que ese interés procedía únicamente del placer que experimentaba al degradarle. Es más, sabía que si la relación conti­ nuaba, Carol le querría degradar más aún y que eso no les conduci­ ría a ninguna parte. Tim reconocía que debía cortar esa relación, pe­ ro no estaba preparado para hacerlo y no sabía cuándo lo estaría.

Modos de pensamiento y conducta En esta historia, para amar hay que degradar o ser degradado. El amor es algo sucio y no surge si no hay suciedad. Este punto de vista es, al mismo tiempo, apoyado y rechazado por la sociedad. Así pues, las personas que tienen una historia pornográfica se encuen­ tran en una extraña situación, ya que su historia es calificada de ina­ ceptable y, al mismo tiempo, de excitante y divertida por diversos medios de comunicación. La atracción y repulsión simultáneas que despierta esta historia en la sociedad es, en parte, lo que la provee de ese carácter tan excitante a la vez que ambiguo. Las personas con una historia pornográfica pueden casarse con alguien que también comparta esta historia, pero lo más normal es que se casen con personas que se mantienen totalmente al margen de la misma. De esta manera, consiguen ganarse el respeto de la socie­ dad y buscan desarrollar su historia en cualquier otro lugar. Este res­ peto social no debe significar, necesariamente, la justificación de su conducta ante los demás, sino ante uno mismo. Quizás cuentan con una doble opinión y piensan que el matrimonio es sinónimo de res97

petabilidad (algo muy importante para ellos) y que las relaciones fue­ ra de éste van asociadas con la idea de suciedad (algo a lo que todavía dan mayor importancia) . Pueden darse otros casos en los que sean capaces de encontrar, en la misma relación, el respeto social y la de­ gradación (en la privacidad de la alcoba, claro está) . Esta historia, al igual que la policíaca y la de terror, tiende a ali­ mentarse por sí misma. Lo que un día es suficiente para saciar cierto tipo de excitación, tal vez no baste al día siguiente. Por eso, las per­ sonas corno Tirn se preocupan por saber a dónde les va a conducir todo esto. Una vez que nos hemos acostumbrado a la relación y el aburrimiento se apodera de ella, no queda más que darla por finali­ zada. La pérdida de interés y el aumento del contenido pornográfi­ co son un claro síntoma de que algo va mal. Además , el contenido pornográfico puede escapar a nuestro control. Así lo demuestran ciertas crónicas de sucesos aparecidas en los periódicos que narran el asesinato de uno de los miembros de la pareja debido a la pérdida del control. Tiffany reconocía que su relación con Ray sólo podía ir a peor pero, corno se suele decir en estos casos, una cosa es ser cons­ ciente de algo y la otra actuar en consecuencia.

Papeles complementarios: sujeto y objeto La historia pornográfica cuenta con dos tipos de papeles: el su­ jeto y el objeto, que pueden intercambiarse (corno en la historia de Carol y Tirn) . Carol, harta de ser objeto, pasó a ser sujeto. Un rasgo curioso de estas historias es que sus papeles son muy ambiguos : cuando alguien degrada a otra persona también se degrada a sí mis­ mo y el que es degradado también está degradando a su pareja. En cierto modo, existe una dualidad en los papeles desempeñados en esta historia. Las personas que interpretan la historia pornográfica hacen que su pareja se sienta despreciable lo que, normalmente, constituye un intento vano de sentirse, en cierto modo, despreciables ellos mismos. Pero nunca tienen suficiente, ya que la degradación no les conduce a sentirse despreciables. El hecho de maltratar a la pareja significa ad­ quirir desprecio hacia uno mismo. Sin embargo, aunque los deseos de degradación de estas personas tienden a aumentar, los resultados 98

siguen siendo los mismos, por lo que siempre se muestran insatisfe­ chos al no poder satisfacer completamente sus deseos.

Ventajas e inconvenientes La verdad es que las ventajas de la historia pornográfica no son demasiado obvias, en caso de que existan. Sin embargo, los inconve­ nientes quedan mucho más claros. En primer lugar, las personas consiguen alcanzar la excitación a través de su propia degradación o la de los demás . En segundo lugar, esa necesidad de degradar y ser degradado va en progresivo aumento. En tercer lugar, una vez que se adopta este tipo de historia, resulta muy difícil pasarse a otra. En cuarto lugar, la historia se puede volver física y psíquicamente peli­ grosa. Por último cabe decir que, a pesar de que se intente, resulta muy difícil adaptar la historia a términos de bienestar tanto físico como psíquico. Pero las historias son historias y no debemos buscar en ellas ninguna lógica racional. Además, la mayoría de las personas que cuentan con la historia pornográfica van en busca de ella aun sabiendo todos los inconvenientes que representa para ellas y para sus pare1as. HISTORIA DE TERROR

La historia de terror resulta muy atractiva al individuo que dis­ fruta aterrorizando a su pareja o siendo aterrorizado. Le gusta pasar miedo o hacerlo pasar. La novela Buscando al señor Goodbar (más tarde adaptada a la gran pantalla) narraba la historia de una mujer cuya historia de terror la conducía a la muerte. En algunas ocasio­ nes, las personas se sumergen en las historias de terror sin darse cuenta. Este sería el caso de la película Atracción fatal. Normalmente, las personas que tienen historias de terror sólo consiguen verse a sí mismas viviendo este tipo de historias. Aquellos que prefieren el papel de aterrorizar se consideran individuos a los que les gusta divertirse, o que desean hacer más interesante su vida y la de sus parejas, o que les gusta el sexo duro, o que se enamoran de otros individuos a los que les gusta esto. Aquellos que prefieren de99

sempeñar el papel de víctimas tienden a autoconsiderarse desafortu­ nados -individuos que, de alguna manera, siempre acaban con la persona equivocada- o personas buenas por naturaleza que consti­ tuyen fáciles presas. Pero ni la imagen que tiene de sí mismo el que aterroriza ni la que tiene de sí misma la víctima suelen tener que ver con la realidad conductual. El hecho de que ciertas personas siempre se vean envueltas en estas relaciones nos hace pensar que el azar no es el único factor que interviene en las mismas. ¿Qué factores inducen a determinados individuos hacia las histo­ rias de terror? La agresión y el abuso en el hogar materno se cuentan entre ellos. También suelen ser comunes los modelos de conducta que obedecen a altos niveles de agresión incontrolada o de vil sumisión. Los guiones de cine y televisión pueden ayudar a reforzar estos mode­ los, ya que a través de ellos se llega a una forma de aprendizaje social mediante el cual los individuos quieren imitar o imitan los comporta­ mientos observados.10 Otro factor bastante común es la necesidad de poder por parte del que aterroriza, o la necesidad de sumisión o degra­ dación por parte de la víctima. 1 1 Los factores ambientales interactúan con los factores de personalidad dando como fruto esta historia. Lo mismo sucede con los .demás tipos de historias. Pero el hecho de que la historia de terror surja en una relación no sólo depende de la interacción del medio que nos rodea con nuestra personalidad, sino también del modo de interactuación de la relación en particular con estos factores. Alguien a quien una histo­ ria de terror le resulta muy lejana se puede ver involucrado en ella si se une a un individuo para el que este tipo de historia es muy impor­ tante. Ese individuo puede tener una conducta insultante que su pa­ reja no hubiera tenido que experimentar si se hubiese enamorado de otra persona. Cuando esta conducta sale a flote eclipsa a las de­ más historias puesto que resulta muy dominante. Las investigaciones de Stanley Milgram demostraron que las personas normales y corrientes pueden ser manipuladas para actuar de forma parecida a como lo hicieron los nazis en la Segunda Gue10. Bandura, Albert, Agression. a social learning analysis, Englewood Cliffs, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1 973 ; Bandura, Albert, Social learning theory, Englewood Cliffs, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1 977. 1 1 . Murray, Henry A . , Explorations in personality, Nueva York, Oxford University Press, 1938.

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rra Mundial. Condujeron a diferentes personas a un laboratorio y allí las incitaron a acatar ciegamente las órdenes de uno de los indi­ viduos que intervenían en el experimento, que no hacía más que maltratar a otro individuo (que era desconocido para los participan­ tes y formaba parte del equipo de experimentación) . 12 A pesar de que esas personas consideraban que los actos del individuo al man­ do eran dolorosos y potencialmente letales, obedecieron sus manda­ tos . El trabajo de Milgram puso de manifiesto que incluso las perso­ nas que piensan que nunca se implicarán en relaciones basadas en los malos tratos o en el terror, se pueden ver envueltas en ellas. Ade­ más, este tipo de relaciones quizás acabe siendo su modelo de con­ ducta en la vida. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE TERROR

El que aterroriza 1 . Me gusta dejar claro ante mi pareja que yo soy quien está al mando de la relación ,

aunque ello suponga tenerla algo atemorizada.

2. En realidad, me resulta excitante sentir que mi pareja me tiene cierto miedo.

3 . No creo que sea nada malo que mi pareja sienta algún miedo hacia mí.

4. A veces , hago cosas que asustan a mi pareja ya que pienso que eso es realmente bueno para la relación.

La víctima l . Me resulta excitante sentir cierto miedo hacia mi pareja. 2 . Me gusta que mi parej a despierte el miedo en mí.

3. Siempre tengo relaciones con personas que parecen recién salidas de una historia

de terror.

4. Siempre acabo saliendo con personas que me asustan .

Sally y Mark Sally era camarera en un restaurante. Una noche, ya bastante tarde, se dio cuenta de que alguien la estaba mirando fijamente des­ de un reservado. Desde el primer momento en que puso sus ojos so12. Milgram, Stanley, Obedzence to authorzty an experimental view, Nueva York, Harper and Row, 1 97 4 .

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bre ese hombre, notó que había algo diferente en él, aunque no po­ día adivinar exactamente de qué se trataba. Se sentía algo incómoda al verse observada de ese modo, pero el individuo parecía inofensi­ vo y, además, le resultaba muy atractivo. Cuando fue a cobrar la cuenta, vio que en uno de los billetes había anotado un nombre y un número de teléfono. El hombre se llamaba Mark. Antes de salir del trabajo, Sally le llamó. Mark le preguntó si quería ir a ver con él La matanza de Texas. Sally hubiese preferido ir a ver otro tipo de película, pero le dijo que le apetecía mucho y que aceptaba su invitación. Durante la película, se dio cuenta de que cada vez que ella apartaba la vista de una escena violenta, él sonreía. Tenía la impresión de que Mark ya había visto esa película anteriormente, quizás en múltiples ocasiones. También creía que su miedo le divertía; lo que no sabía es que le excitaba. Sólo se dio cuenta de ello cuando ya llevaba tres semanas salien­ do con él. Una noche, cuando los dos se dirigían a casa de Mark después de pasar la velada en la ciudad, Sally le dijo que quería pa­ sar el fin de semana con algunos de sus amigos en la playa. Después de esto, Mark se quedó muy callado y las manos le empezaron a temblar. Sally se asustó mucho ante tal reacción y no sabía qué ha­ cer. Finalmente, Mark rompió el silencio y le preguntó por qué que­ ría dejarle. Sally le respondió que únicamente iba a estar fuera du­ rante el fin de semana y que a su regreso podrían hacer algo juntos. Mark parecía todavía más disgustado ante esa respuesta y le dijo que le prohibía irse. Sally empezó a darle una respuesta, pero antes de que pudiera decir una sola palabra, Mark la agarró por los hom­ bros y comenzó a zarandearla. Sally le rogaba que la dejara ir. Él, con los ojos muy abiertos y brillantes de ira, le advirtió que jamás le dijera nada que le pudiera hacer enfadar. Sally, que sentía la presión incontrolada de las manos de Mark sobre sus hombros, balbuceó que nunca lo volvería a hacer. El hecho de que Sally sintiera miedo hizo que Mark se excitara y empezara a besarla en el cuello, respi­ rando de forma muy agitada. A pesar de este incidente, Sally no rompió con Mark. Quizás fuera porque tenía miedo a sus represalias o quizás porque, de un modo algo extraño, se sentía atraída por él: por un hombre para el que una relación sólo puede ser interesante si su pareja siente miedo de él. Sea cual sea el motivo, la relación entre ambos continúa. 1 02

Keith y Elise Keith conoció a Elise en un bar. Estaba solo, sentado en una mesa, cuando ella se le acercó y le preguntó si quería ser su pareja en la pró­ xima partida de billar. Keith le respondió que no era un buen jugador y ella dijo que no importaba. Keith se sentía atraído por la forma fría y tranquila en que Elise se dirigía a él, así que decidió aceptar su oferta. A pesar del mal juego de Keith, fueron derrotando a todas las parejas. Elise era una gran jugadora. Keith estaba muy impresionado y se dio cuenta de que estaba empezando a enamorarse de ella. Se citaron para el día siguiente y, al poco tiempo, ya se veían de forma regular. A Keith le gustaba pasar el tiempo junto a Elise pero, al cabo de un tiempo, empezó a sentir que había algo en ella que le incomoda­ ba. La calma y frialdad que transmitía la noche en que la conoció, esa forma de actuar que le atrajo, no era una simple fachada; Elise era ca­ si imperturbable, no se alteraba por nada. En realidad, era como si nunca se enfadara o se pusiera triste, pero tampoco parecía feliz. Días atrás, una noche en la que Elise y Keith se estaban besando sobre la cama de ésta, Elise se levantó de repente y cogió una vela del tocador. Con su inalterable tono de voz, le pidió a Keith que pusiera su mano sobre la llama. Keith no podía imaginar que ella hablase en serio y se limitó a sonreír levemente. Sin ningún temor, ella cogió su brazo y dirigió su mano hacia la llama. Keith no era un hombre de­ masiado fuerte por lo que no fue capaz de escapar a la sujeción de Elise. Empezó a gritarle, pero ella hizo como si no le oyera y siguió acercando su mano a la llama cada vez más. Cuando la llama empezó a quemarle la mano, Keith utilizó su otra mano para quitarle la vela a Elise. Se fue al otro extremo de la habitación y Elise se dirigió lenta­ mente hacia él. Aterrorizado por esa figura que se le acercaba, Keith huyó despavorido hacia la sala y salió de la casa. Entró en su coche y se dirigió a su casa a toda velocidad. Cuando llegó a su apartamento, se fue directo a la cama y se escondió entre las sábanas. A la mañana siguiente, Keith se despertó al oír sonar el teléfono. Descolgó y escuchó la voz de Elise, quien se disculpaba por lo suce­ dido la noche anterior y le pedía que se viesen en un restaurante. Keith estaba seguro de que las disculpas de Elise no eran completa­ mente sinceras y pensaba que el comportamiento que había tenido la noche anterior volvería a repetirse en un futuro. Después de todo, 1 03

no era la primera vez que vivía una relación en la que su pareja dis­ frutaba asustándole y, por tanto, sabía a qué atenerse. Aceptó cenar con Elise porque, por alguna extraña razón, parecía sentirse atraído por este tipo de relaciones. Keith se descubrió a sí mismo deseando volver a ver a Elise e imaginando qué le haría la próxima vez.

Modos de pensamiento y conducta Las personas que se sienten atraídas por la historia de terror pueden tener diferentes percepciones sobre el tipo de historia que representan sus relaciones. Los individuos maltratados, en su mayo­ ría mujeres, tal vez sientan la historia de terror como tal y, como en el caso de Sally, tengan miedo de abandonarla por las consecuencias que eso pueda acarrear, ya que pueden ser potencialmente más peli­ grosas que las que entraña la relación en sí misma. Dado el carácter débil y superficial de las leyes existentes para luchar contra las per­ sonas que cometen los malos tratos y la debilidad de los mecanismos de aplicación de su cumplimiento, desgraciadamente, las víctimas demuestran tener razón al actuar de ese modo. Por lo general, las diferentes historias son eso: diferentes. No es que sean «buenas» o «malas». Sin embargo, la historia de terror se encuentra más cerca de la mala historia por un determinado número de razones. Primera: cuando la historia no es mutua, el individuo que no la comparte suele quedar atrapado en ella; probablemente éste fuera el caso de Sally. El motivo de seguir en esa prisión quizá se deba al miedo a los malos tratos físicos, a que las costumbres sociales permi­ ten este tipo de aberraciones, a la dependencia económica o a la presión familiar. Sally, por ejemplo, se sentía atrapada e incapaz de escapar a lo que para ella se había convertido en una relación espan­ tosa, porque tenía miedo de las posibles represalias de Mark. Segunda: las historias de terror no son capaces de controlar su in­ tensidad y a menudo desembocan en malos tratos físicos para uno o ambos miembros de la pareja. Keith, por ejemplo, se estaba buscando problemas y lo más probable es que se metiera en ellos. Sin embargo, la víctima no sale siempre perjudicada. En algunas ocasiones, la vícti­ ma pasiva pasa a ser quien aterroriza, haciendo que se intercambien los papeles. El caso de John y Lorena Bobbitt sería un claro ejemplo 1 04

de ello: Lorena Bobbitt, después de soportar los malos tratos de su marido durante años, acabó rebelándose contra él y le cortó el pene. Tercera: en algunas ocasiones, las relaciones empiezan atendiendo a determinadas historias que acaban convirtiéndose en historias de terror. Esto se debe a un proceso degenerativo de la relación. Los miembros de la pareja pueden descubrir que cada vez son más diferentes o, como suele ocurrir a menudo, uno de ellos quizá se niegue a aceptar el deseo del otro de acabar con la relación (eso es lo que sucedía en Atracción Jata/). En este caso, el individuo introduce una historia de terror en la que su pareja pro­ bablemente no desea participar. Además, en tales casos la pareja no quiere formar parte de ninguna historia en la que intervenga su ex compañero/a. Cuarta: las historias de terror pueden arrastrar elementos de de­ gradación que aumentan progresivamente. A medida que pasa el tiempo, las personas que aterrorizan quizá descubran que las degra­ daciones que antes producían miedo a sus parejas ya no lo hacen porque éstas se han habituado al nivel de terror que provocaban y necesitan incrementarlo para satisfacerse a sí mismas.

Papeles complementarios: el que aterroriza y su víctima Los papeles complementarios en la historia de terror están con­ formados por el que aterroriza y la víctima del mismo. Los que ate­ rrorizan buscan en sus parejas potenciales a individuos que sientan miedo de ellos y que sucumban a sus malos tratos. Las víctimas bus­ can en sus parejas potenciales a individuos que les den miedo. Nor­ malmente, estos papeles no son intercambiables: los que aterrorizan no quieren convertirse en víctima y viceversa. En general, las personas que acaban inmersas en las historias de terror suelen contar con una historia oculta que les induce a sumer­ girse en las mismas. El que aterroriza dice que la víctima tiende a te­ ner lo que él o ella (a menudo, ella) «busca» o «merece», a pesar de que la víctima se considere desgraciada o vea a todas las personas del sexo opuesto como presuntos cabrones o putas , que aprovechan la mínima ocasión para aterrorizar a su pareja. Como pueden ratificar las personas que se han visto implicadas en una relación de este tipo, las historias de terror atienden más a la si­ tuación que a la predisposición. Los psicólogos han descubierto que 1 05

determinadas situaciones pueden tener importantes efectos en la con­ ducta; de este modo, personas que se consideran normales y corrien­ tes o incluso más tranquilas que la mayoría, se ven envueltas en una espiral de degeneración. 13 En dicha espiral, las acciones de uno de los miembros de la pareja conducen a la represalia, que aumenta cada vez más hasta que la situación queda completamente fuera de control. Dado que las historias ejercen fuerzas tan poderosas, las personas a las que la historia de terror no les resulta particularmente atractiva quizá consideren que la misma cobra significado cuando uno de los miembros actúa de forma progresiva arrastrando al otro a desempe­ ñar el papel del que aterroriza o de víctima. Para parar esta progre­ sión es necesario que este último se dé cuenta de lo que esta pasando, que quiera hacer algo al respecto, que sepa qué hacer exactamente y, por último, que lo ponga en práctica, que actúe, aun arriesgándose a las imprevisibles consecuencias. Por ejemplo: una persona que consi­ dera que la historia de terror es algo horrible puede acabar, sin darse cuenta, manteniendo una relación con alguien que le aterroriza e identificarse cada vez más con su papel de víctima. Poco a poco, ese papel se irá apoderando de ella, sumiéndola en un miedo del que no puede escapar. También hay que decir que esto no siempre sucede.

Ventajas e inconvenientes Probablemente la historia de terror sea la que cuenta con menos ventajas de todas las historias que se tratan en este libro. Para algu­ nos, tal vez sea excitante. Sin embargo, las formas de terror necesa­ rias para mantener esa excitación pueden ir aumentando y alcanzar niveles peligrosos . Las historias de terror suelen escapar a cualquier forma de control, por lo que sus integrantes e incluso las personas próximas a los mismos, corren riesgos tanto físicos como psíquicos. No estaría de más decir a aquellas personas que digan que tienen es­ ta historia o que viven una relación que responde a ella, que bus­ quen ayuda terapéutica e incluso protección policial. 13 . Mischel, Walter y Shoda, Y. , «A cognitive-affective system theory of personality: reconceptualizing situations, dispositions, dynamics, and invariance in personality structu­ re», en Psychological revzew, 1 02 , 1 995 , págs. 246-268.

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Historias objeto

En las historias objeto, tanto las personas como las relaciones son valoradas por su función como objetos y no por sí mismas. Pare­ ce ser que las personas o relaciones no son tan importantes como ciertas funciones que desarrollan. LA PERSONA COMO OBJETO

En las historias de las personas como objeto, el individuo de­ sempeña el papel de objeto. En una historia de ciencia-ficción, la persona es valorada por su extraño carácter o conducta. En una his­ toria de colección, la persona es considerada como una parte de una gran colección. En una historia de arte, la persona es valorada por su apariencia física. HISTORIA DE CIENCIA-FICCIÓN

Las personas que viven una historia de ciencia-ficción o bien se juntan con otras que son sumamente extrañas o complicadas, o bien se consideran a sí mismas muy raras y diferentes de los demás y de­ sean estar con alguien que valore sus extremas rarezas . En el primer caso, se suelen dar dos tipos de guiones. Aunque ambos pertenecen a las historias de ciencia-ficción, juegan papeles muy diferentes. En uno de ellos, el individuo elige de forma cons­ ciente y deliberada a personas que parecen extrañas. Parte del entu­ siasmo de la relación reside en elegir a la persona más misteriosa que 1 07

se pueda encontrar. El individuo que hace esto puede o no aceptar la existencia de esta tendencia, pero es consciente de que existe. En el segundo, la persona muestra su perplejidad cuando se da cuenta de que siempre acaba con personas extrañas. El individuo quizá crea que sus elecciones son acertadas y que luego se transforman en todo lo contrario. Por ello, en un principio está asombrado pero luego se siente desilusionado, ultrajado o incluso amargado. Puede llegar a pensar que sus parejas le decepcionan intencionadamente o que están reprimiendo su propia naturaleza. La comunicación es su­ mamente importante en las relaciones, pero resulta muy difícil co­ municarse con alguien tan extraño. 1 También es posible que se consi­ dere una persona con muy mala suerte, puesto que siempre acaba con los individuos más raros que nadie pueda imaginar. En el segundo guión, así corno en la totalidad de los guiones de todas las historias, los individuos no sólo seleccionan a las personas con el fin de crear su historia preferida, sino que también determi­ nan de un modo activo su conducta. Así, las personas que viven una historia de ciencia-ficción pero no son completamente conscientes de ella, tal vez acaben orientando el comportamiento de sus parejas hacia lo extraño y luego se desesperen por ello. En este segundo caso, el individuo piensa que ha nacido en el planeta equivocado. Se siente completamente alienado por la socie­ dad y por las personas que la conforman. Corno consecuencia, bus­ ca a otra persona que se sienta atraída por estos sentimientos tan ex­ traños. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE CIENCIA-FICCIÓN l . Me atraen los individuos de características extrañas e inusuales, que son considera­

dos como seres de otro planeta por el resto de la sociedad.

2. A veces el comportamiento de mi pareja es tan extraño e impredecible que me

cuesta creer que es de este planeta.

3 . Me asombran las personas que pretenden conocer a sus p arej as como a un libro

abierto, ya que a veces siento que la mía es un ser completamente extraño a mí.

l. Noller, Patricia y Ruzzene, M . , «Communication in marriage: the influence of af­ fect and cognition», en Cognition and close relationshzps, Fletcher, Garth J. O. y Fincham, Frank D. (comps. ) , Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 99 1 , págs. 203 -23 4 .

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4 . Mi p areja es tan extraña e impredecible que a veces no tengo ni la menor idea de cómo actuará; incluso dudo que sea human a , en el sentido más estricto de la pa­ labra. 5. En ciertas ocasiones, las actuaciones de mi pareja escapan a los límites de mi com­ prensión : parece que hubiera salido de un libro de ciencia-ficción. 6. Mi pareja me desconcierta de tal modo que a veces pienso que podría ser de otro planeta. 7. Mi pareja es un ser extraño para mí; soy incapaz de entenderle.

Alexis y Ned Alexis miraba perpleja a Ned; intentaba comprender el indes­ cifrable discurso que éste farfullaba al tiempo que conducía su co­ che a través de Sunset Boulevard, con el fin de llevarla a casa. Hacía quince minutos que le había preguntado qué opinaba acerca de la relación que mantenían y él estaba a punto de finalizar su respuesta. El hecho en sí no representaba un gran problema, lo malo era que la respuesta de Ned, que tenía muy poco o nada que ver con la pre­ gunta de Alexis (al menos desde la perspectiva de ésta) , no era más que otro signo de la extrema peculiaridad de este individuo. Cuando ella formuló la pregunta, esperaba que él expresara de algún modo sus sentimientos hacia ella, o realizara cierto tipo de predicción sobre hacia dónde se dirigiría su relación. Sin embargo, él le hablaba de la complejidad de la psique humana y sus emocio­ nes y de su propia incapacidad para saber exactamente qué espera­ ba del mundo. Citaba pasajes de sus novelas preferidas, intentando con ello que Alexis le comprendiera mejor; pero no hacía sino con­ fundirla todavía más. Si Ned hubiera utilizado este tipo de respuesta para eludir la pregunta de Alexis, ésta sólo lo habría considerado un mero inci­ dente. Sin embargo, sabía que eso que ella no entendía eran los ver­ daderos sentimientos de su novio. Ned le estaba dando lo que él ho­ nestamente consideraba una respuesta válida a su pregunta. A menudo, parecía estar hablando de misterios indescifrables. Alexis y Ned llevaban tres meses saliendo juntos y, durante ese tiempo, ella nunca le había entendido. Al principio, Alexis creyó que no era lo suficientemente inteligente para entender los comple1 09

jos procesos de pensamiento de Ned. Sin embargo, después de mantener innumerables conversaciones con él en las que había in­ tentado, sin éxito alguno, comprender sus palabras, se dio cuenta de que estaban en ondas completamente diferentes. Ahora estaba con­ vencida de que nunca lograría entenderle, ni siquiera contando con una inteligencia superior. Todo eso hacía que la comunicación entre ambos no fuera nada fácil. Incluso a veces le resultaba difícil com­ prender cómo pudo entrar este hombre en su vida. Además, el he­ cho de sentirse alienada por él le impedía hacer de su relación algo más íntimo. Alexis deseaba poder entender mejor a Ned ya que, a pesar de tener este problema, había muchas cosas de él que le gustaban real­ mente. A veces , incluso podía ser extremadamente romántico. Una noche, condujo más de doscientas millas para ir a recogerla por sor­ presa a la salida de una conferencia de trabajo y la invitó a una ro­ mántica cena junto al mar, a la luz de las velas. Además, a menudo la sorprendía con flores o con algún regalito. Era como si contara con un sexto sentido que le dijera cuándo debía sorprenderla para le­ vantarle el ánimo. Alexis sólo deseaba que, en alguna ocasión, la pu­ diera sorprender dem9strándole que intentaría cambiar.

Albert y Frieda Albert y Frieda se encaminaban hacia el aparcamiento, entre miles de fans de Neil Young. El concierto acababa de terminar y Frieda estaba intentando explicarle a Albert el significado de la mú­ sica de Neil Young. La describía como «algo espiritualmente tras­ cendental, que va más allá de lo humano y que desprende un esplen­ dor que sólo se puede percibir a través de la imposición propiciatoria del alma». Albert asentía a sus palabras con notable confusión. Una vez más, no tenía ni la menor idea de lo que Frieda quería decir. Sin prestar atención alguna a la respuesta de Albert, ni a nada que tuviera a su alrededor, Frieda empezó a describir la canción de Young titulada «Heart of Gold» como «la búsqueda del artista enca­ minada a olvidar los placeres terrenales y a elegir, en su lugar, una vi­ da de tormento con el fin de alcanzar la identidad sobrenatural con 1 10

la muerte». Albert, a quien le divertía ligeramente esta incomprensi­ ble interpretación, comentó jocosamente que él intentaría evitar el encuentro con la muerte durante el mayor tiempo posible. Inmedia­ tamente, Frieda se giró hacia él y le advirtió que si continuaba ha­ ciendo esos comentarios tan necios, no volvería a dirigirle la palabra. Albert llevaba casi dos meses y medio saliendo con Frieda pero, al igual que el primer día en que la conoció, seguía sin entenderla. Es más, quizás ahora estuviera todavía más asombrado ante su con­ ducta ya que había tenido más tiempo para observarla. La anécdota de Neil Young no era más que una de las múltiples ocasiones en que las que Albert se sentía como si hablase con alguien de otro planeta. Al principio, Albert disfrutaba de la compañía de Frieda; sus ra­ rezas le intrigaban y divertían a la vez y pensaba que era una mujer muy interesante que cualquiera desearía conocer. Después de todo, no era muy corriente conocer a una persona tan diferente a las de­ más. Más aún, nunca sabía qué esperar de ella y, durante una tem­ porada, esa incertidumbre le había dado agradables sorpresas. Una noche se dirigían a la ciudad para ir a ver una película cuando se dieron cuenta de que empezaba media hora más tarde de lo que pensaban. Sin mediar palabra, Frieda cogió un desvío a Bear Rock, una altiplanicie desde la que se podía ver una completa panorámica de la ciudad. Cuando llegaron, Frieda se inclinó hacia Albert, recli­ nó su asiento y empezó a besarlo. Al principio, Albert se sentía un poco incómodo ante tal situación pero, después de ver que estaban solos en la zona, decidió relajarse y disfrutó de aquel maravilloso momento. Sin embargo, la incapacidad de comprender a Frieda hacía que Albert se sintiera frustrado . La comunicación resultaba casi impo­ sible. Era como si hablasen lenguajes diferentes, incluso peor, ya que si así fuera, Albert al menos podría utilizar un manual de con­ versación que le orientara. Aunque en un principio sentía curiosi­ dad por las rarezas de Frieda, ahora estaba desconcertado; nunca sabía cuáles serían sus reacciones. Pongamos un ejemplo: ya habían pasado treinta minutos desde que había terminado el concierto de Neil Young y Frieda todavía seguía enfadada por la broma que Al­ bert había hecho acerca de su análisis de la canción «Heart of Gold» . Albert no sabía si disculparse, sacar otro tema a colación o no hacer nada. Sabía que un simple cambio en la conversación po111

día desatar las iras de Frieda. Ahora pensaba que jamás podría comprenderla y, al mismo tiempo, estaba frustrado, ya que sentía una absoluta curiosidad hacia ella y realmente no quería dejarla.

Modos de pensamiento y conducta Las personas que viven una historia de ciencia-ficción ejercen cierta atracción sobre aquellas que las consideran extrañas e incom­ prensibles. Cuanto más lo sean, mejor. Ser «extraño e incomprensi­ ble» es un juicio totalmente subjetivo, claro está. Otros individuos pueden considerarlos bastante normales o no muy normales, pero sí fáciles de comprender. Las personas con esta historia tienden a ver a sus parejas corno visitantes de otro planeta. Pueden sentir a la vez atracción y repul­ sión hacia las mismas, o preguntarse por qué se sienten atraídas por alguien tan extraño. También se da el caso de que elijan a este tipo de pareja y se encuentren cómodas con su elección, puesto que les gustan sus rarezas y reconocen que eso es exactamente lo que bus­ caban. Cabe la posibilidad de que los individuos que viven la historia de ciencia-ficción la hayan desarrollado, en parte, para rebelarse contra la sociedad. Normalmente las parejas que eligen son las últi­ mas que sus padres o amigos quisieran ver con ellos. Además, di­ chas parejas tienden a ir en contra de las normas y comportarse de un modo que las personas con la historia de ciencia-ficción desea­ rían imitar pero no pueden hacerlo. En la mayoría de los casos, la persona considerada corno «extra­ terrestre» no es consciente de la historia de ciencia-ficción, ya que no se ve a sí misma corno tal. Además, su pareja puede pensar que los demás e incluso la sociedad en su globalidad no tienen sentido y que ellos son los únicos seres normales.

Papeles complementarios: el extraterrestre y el humano Los papeles complementarios en la historia de ciencia-ficción son el de «extraterrestre» y el de «humano». El humano piensa que 1 12

su pareja es un extraterrestre, pero el extraterrestre no se considera a sí mismo corno tal.

Ventajas e inconvenientes Las historias de ciencia-ficción tienen corno rasgo positivo la sor­ presa y la constante investigación de la pareja. La persona que de­ sempeña el papel de humano nunca termina de entender a la que de­ sempeña el papel de extraterrestre y puede que a este último le agrade este hecho. El inconveniente, por otra parte, reside en que la historia se vuelva aburrida. El «humano» acaba pensando que el «extraterrestre» no se esfuerza por hacerse entender, que nada de lo que hace tiene sentido o que no vale la pena entenderle. El «extrate­ rrestre» quizá se sienta alienado por la sociedad que no le compren­ de y llegar a la conclusión de que a su pareja, corno a todo el mundo, le sucede lo mismo. Así pues, vernos que el potencial de frustración para ambos miembros de la pareja es bastante elevado. Otro inconveniente es que si alguien realiza la elección aten­ diendo únicamente a las rarezas de su pareja y no a la compatibili­ dad con la misma o a la valoración de otras cualidades, tiene muchas posibilidades de acabar junto a una persona con la que apenas tiene nada en común. HISTORIA DE LA COLECCIÓN

En esta historia se elige a la pareja corno parte de una colección. El individuo seleccionado pasa a engrosar esa colección del mismo modo en que lo haría un sello, una moneda o un cromo. La pareja es vista con cierta indiferencia, igual que un objeto que forma parte de una serie. Quizá la pareja encaje perfectamente en la vida del indivi­ duo que la ha elegido, pero casi nunca pasa de ser un mero elemen­ to de la colección. Claro está que a los demás elementos de la colec­ ción se les puede o no tratar del mismo modo que a la pareja. Incluso puede ocurrir que la pareja no tenga conciencia de la exis­ tencia de los demás elementos. 1 13

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE LA COLECCIÓN l . Me gusta salir con diferentes personas a la vez ; cada una de ellas cubre una necesi­

dad concreta.

2. Me parece muy bien tener múltiples parejas que satisfagan mis diferentes necesi­

dades . 3 . A veces me gusta pensar con cuántas personas podría salir al mismo tiempo.

4 . Creo que el amor es como una colección de monedas: cuánto mayor es su variedad, mayor interés despierta en mí. 5. No creo que una sola persona me pueda dar todo lo que yo necesito. Además, pre­

fiero tener varias parejas para satisfacer mis necesidades.

6. Me gusta tener muchas parejas simultáneamente; cada una de ellas ocupa un único lugar en mi vida. 7. Me parece muy difícil ser feliz estando con una sola persona. 8 . Tengo tendencia (y me gusta que así sea) a tener varias parejas a la vez; cada una

desempeña un papel diferente.

Jan y Jenni/er A Ian todas las cosas le salían muy bien. Aquel semestre, al igual que en los dos anteriores, había obtenido unas calificaciones excelentes, era capitán del equipo de baloncesto y su vida social se podía calificar como más que aceptable. Sin embargo, parecía que le faltaba algo: era su último año en la universidad y no había teni­ do ninguna novia formal. La mayoría de sus amigos había tenido al­ guna y, a pesar de que antes les preguntaba cómo podían atarse a una sola persona, ahora sentía que le había llegado el momento de hacerlo. Además, una novia sería el complemento perfecto para su vida. Pero existía un pequeño problema: Ian no sabía a quién elegir como pareja. Muchas mujeres estaban coladas por él y algunas de ellas habían intentado establecer una relación seria, pero él no sen­ tía nada especial por ninguna. Sin embargo, creía que algunas mu­ jeres podían ser peores compañeras que otras. Kathy, por ejemplo, podía ser demasiado posesiva y J anet parecía excesivamente de­ pendiente; cualquiera de las dos le hubiera quitado demasiado tiempo. Por otra parte, Sarah estaba muy ocupada con su música, lo cual significaba que no la tendría siempre que la necesitara. Pam 1 14

tenía una gran personalidad, pero no era todo lo guapa que a él le hubiera gustado. Amy y J ennifer parecían independientes y no tan ocupadas como Sarah. Además , las dos eran guapas y extroverti­ das, por lo que se sentiría a gusto estando con ellas en público. Tras analizar la situación, Ian decidió que J ennifer era la candidata per­ fecta puesto que también se encontraba en el último año de univer­ sidad y así podría acompañarle a todas las actividades que se reali­ zaran durante el mismo. Además, Jennifer era una de las mujeres que habían intentado tener una relación más seria con él y eso le hacía pensar que no tardarían mucho tiempo en consolidar su no­ viazgo. Una vez tomada la decisión, Ian llamó a Jennifer y le preguntó si todavía seguía interesada en mantener una relación seria con él. J en­ nifer se quedó algo desconcertada ante su proposición. Después de todo, Ian nunca había demostrado verdadero interés por ella y su actitud le parecía extraña. Sin embargo, se sentía halagada y aceptó empezar a verle con regularidad. Después de colgar el teléfono, Ian se sentía bastante satisfecho. Aunque demasiado exuberante, Jenni­ fer no era más que el eslabón perdido que completaba la cadena de su vida. Las primeras semanas de relación fueron bastante tensas. No había intimidad entre ellos y apenas encontraban temas comunes de los que hablar. Sin embargo, a Ian le gustaba la idea de tener a Jen­ nifer como novia. No sólo porque era atractiva y siempre estaba ahí cuando la necesitaba, sino porque sus amigos siempre le comenta­ ban la suerte que tenía de estar con ella. Pero cada vez que J ennifer mencionaba la falta de intimidad, Ian intentaba convencerla de que las cosas cambiarían y de que era normal tener este tipo de proble­ ma al comienzo de una relación. No obstante, a medida que pasaba el tiempo Ian se preguntaba si su vida estaba completa en realidad; quizás todavía faltara algo. No es que ya no quisiera que J ennifer fuese su novia, pero echaba en falta ciertas cosas de las que gozaba cuando no estaba atado a nadie. Días atrás había tonteado en una fiesta con una chica de su clase de biología y le había resultado muy difícil rechazar la invitación de és­ ta para que le acompañara a su casa. Sabía lo que significaba ese ti­ po de petición y si Jennifer no hubiera estado en la fiesta, segura­ mente habría accedido a ella. 1 15

Martina y Chad Martina llegó a casa y se dirigió rápidamente a la sala de estar. Sin preámbulo alguno, preguntó a su compañera de piso , Sharon, si alguien la había llamado. Ante tal pregunta, Sharon movió su ca­ beza con incredulidad. Después de todo, Martina recibía una me­ dia de quince llamadas diarias y ese día no había sido la excepción. La mayoría de esas llamadas eran de hombres que pretendían con­ seguir una cita con ella. Normalmente, esto no tendría que resul­ tamos chocante y más si tenernos en cuenta que Martina era una chica guapa y extrovertida. Pero Martina tenía novio. Lo más ex­ traño de la situación es que Martina daba su número de teléfono a todos los hombres atractivos que se lo pedían, aun cuando no te­ nía intenciones de salir con ellos . Simplemente quería tener una larga lista de hombres que se interesaran por ella. Así, siempre te­ nía a alguien con quien salir. Además, Chad, su novio, un hombre atractivo y de dinámica personalidad, encajaba perfectamente en el papel. Sharon estaba completamente anonadada por el modo en que Martina trataba a los hombres de su vida, especialmente a Chad. Quedaba bastante claro que Martina no se sentía emocionalmen ­ te atada a Chad y que lo veía corno un objeto inanimado que podía mostrar a todos sus amigos, más que corno a una persona. Dadas las circunstancias, Sharon siempre preguntaba a su compañera de piso por qué sólo salía con Chad si contaba con todos esos hombres que la deseaban. Martina le respondía que le parecía maravilloso tener a alguien con quien poder contar siempre y que pensaba que ver a más de un hombre le ocuparía demasiado tiempo. Entonces Sharon le preguntaba por qué siempre daba su número de teléfono a tantos hombres; después de todo, si su único propósito era llamar la aten­ ción de montones de tipos atractivos, ¿no le bastaba con que ellos le pidieran insistentemente su teléfono? Martina comprendía el punto de vista de su compañera, pero le hizo saber que le gustaba recibir esas llamadas; de este modo, si algo fallaba en su relación con Chad, tendría muchos hombres para elegir y uno de ellos desempeñaría el papel de novio del mismo modo en que lo hacía Chad. Sharon esta­ ba desconcertada por el modo en que Martina llevaba su relación con Chad. 1 16

Después de devolver todas las llamadas, Martina se cambió de ropa y acudió a su cita con Chad. Cuando llegó al restaurante, Chad ya la estaba esperando. Ella siempre lo planeaba así: le gustaba ha­ cerse esperar, pero no lo contrario. Le dio un agradable aunque bas­ tante modoso beso en la mejilla. Cuando miró a su novio de cerca, se dio cuenta de que su labio inferior estaba algo hinchado. Se lo hi­ zo saber y él le comentó que tenía una infección y que debían practi­ carle una intervención quirúrgica de poca importancia. Martina ni siquiera le preguntó si se encontraba bien o si la intervención sería dolorosa; sólo quería saber cuánto tiempo estaría con el labio de ese modo. Quedó bastante aliviada cuando Chad le dijo que en un par de días todo habría vuelto a la normalidad. Después de todo, siem­ pre quería que su novio tuviera un aspecto excelente . . .

Modos de pensamiento y conducta En la historia de la colección, las parejas (ya que normalmente no se cuenta con una sola) son consideradas piezas de un esquema global; son tratadas como piezas de arte, sellos o cromos que com­ pletan una colección. La pareja o parejas son tratadas con cierta in­ diferencia, ya que cuentan con muchas de las características que po­ seen los objetos de una colección. De entre todas las historias tratadas en este libro, la historia de la colección es la que muestra una tendencia más explícita hacia la poligamia. Es extraño que una persona que vive este tipo de historia quede satisfecha con una sola relación , como raro sería que un co­ leccionista tuviera una única pieza de arte o una sola moneda en su colección. Las relaciones suelen diferir unas de otras, es más, tien­ den a hacerlo; lo mismo sucede con los elementos de una colección, que resultan más interesantes cuando se observan ciertas diferencias entre ellos. De este modo, una persona puede satisfacer la necesidad de intimidad, otra la necesidad de pasión y así sucesivamente. Los coleccionistas descubren que su mejor amigo no es su amante, ni la persona que más admiran, ni tan siquiera la persona con quien pre­ fieren pasar su tiempo libre. Los coleccionistas como Ian o Martina suelen reaccionar de for­ ma negativa ante una relación formal, aun cuando hayan decidido 1 17

establecerla ellos mismos; creen que pierden parte de su libertad.2 Incluso se pueden sentir atrapados. Por ello, es posible que decidan cortar esa relación o conciban estrategias (como verse con otras per­ sonas) que les permitan continuar disfrutando de sus mentalidades de coleccionistas.

Papeles complementarios: el colecdonista y el coleccionable Los dos papeles complementarios en la historia de la colec­ ción son, por llamarlos de algún modo, el coleccionista y el coleccio­ nable. Una persona forma parte de la colección de otra. También se puede dar el caso de que los dos miembros de la parej a sean coleccionables ; cuando esto sucede ambos desempeñan los dos papeles de forma simultánea, aunque a menudo lo hacen sin darse cuenta. Por ejemplo: si Ian y Martina hubieran salido juntos, ha­ brían estado tan ocupados encargándose de que su compañero/a desempeñara el papel deseado , que ni siquiera hubieran sido conscientes de que estaban recibiendo el mismo trato que ellos daban. El coleccionista suele sentir cierta indiferencia hacia su compa­ ñero/ a quien, después de todo, no es más que una pieza de su colec­ ción. Por ello, este individuo tiende a mostrar una actitud que a ve­ ces es conocida como actitud de efusión al compromiso: prefiere mantener una distancia emocional respecto a sus parejas.3

2 . Brehm, Jack W. , A theory o/psychological reactance, Nueva York, Academic Press, 1 966; Brehm, Sharon S. y Brehm, Jack W. , Psychological reactance · a theory o//reedom and control, Nueva York, Academic Press, 1 98 1 . 3 . Hazan, Cynthia y Shaver, Philip R. , «Romantic love conceptualized as an attach ­ ment process», en Journal o/personality and social psychology 52, 1 987 , págs. 5 1 1 -524; Sha­ ver, Philip R. y Hazan , Cynthia, «Adult romantic attachment: theory and evidence», en A d­ vances in personal relationships, Jones, Warren H. y Perlman, Daniel (comps. ) , Londres, Jessica Kingsley, 1 987 , vol. 4 , págs. 29-70; Shaver, Philip R. , Hazan, Cynthia y Bradshaw, Donna, «Love as attachment: the integration of three behavioral systems», en The psycho­ logy o/ !ove, Sternberg, Robert }. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, págs. 68-99.

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Ventajas e inconvenientes Cabe observar algunas ventajas en la historia de la colección. Por una parte, el coleccionista suele cuidar bastante de la apariencia física de su compañero/ a, ya que ésta es un factor importante que da «brillo» a la colección. El coleccionista siempre encuentra el modo para crearse múltiples necesidades. Normalmente, da con esas nece­ sidades de forma paralela (teniendo varias relaciones íntimas a la vez) , pero también puede establecer serias relaciones monógamas si éstas satisfacen una necesidad o una serie de necesidades que no lo­ gran satisfacer las demás . En una sociedad donde se valora la monogamia, las historias de colección funcionan mejor cuando no se convierten en algo serio, o cuando los miembros de la colección se consideran clara y cualitati­ vamente diferentes en función de las necesidades que satisfacen (al­ guien puede satisfacer la amistad y otra persona la estimulación in­ telectual) . Los inconvenientes de la historia de la colección quedan paten­ tes cuando las personas intentan establecer relaciones serias y no li­ mitarse a salir con múltiples parejas. Al coleccionista le puede resul­ tar muy difícil establecer la intimidad o algo parecido a una relación completa que implique la pasión y el compromiso hacia una sola per­ sona. Si la persona que desempeña el papel de coleccionable descu­ bre que no es una pieza única para su coleccionista, puede tener pro­ blemas emocionales, a no ser que también prefiera una relación menos comprometida. Las colecciones también suelen resultar caras, consumir demasiado tiempo y, en algunos casos, ser ilegales (cuando un individuo se casa con varias personas a la vez). HISTORIA D E ARTE

En la historia de arte, el individuo considera a su pareja una obra de arte, basándose principalmente en su apariencia física o en determinados aspectos de la mist;na (los ojos, el torso, las manos, etc. ) . La admiración que el individuo siente por su pareja se podría comparar, en cierto modo, con la que se siente hacia una obra de ar­ te de valor incalculable. 1 19

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE ARTE

l . Uno de los placeres de mi vida consiste en poder disfrutar de la belleza física de mi

pareja. 2. Debo admitir, con toda sinceridad, que el atractivo físico es una de las característi­

cas esenciales que busco en una pareja.

3 . Normalmente no me planteo como posibles parejas a las personas cuyo atractivo fí-

sico no es suficiente para mí.

4. Me gusta estar rodeado de cosas hermosas , especialmente de personas atractivas. 5. Me gusta poder mirar y admirar a mi pareja, como si de una obra de arte se tratase.

6. No consigo imaginarme comprometiéndome con alguien que no sea físicamente atractivo. 7 . Considero muy importante que mi pareja siempre tenga buen aspecto. 8 . Es muy importante que mi pareja tenga una belleza física por encima de la media

Stan y Ellen Stan llevaba apenas tres minutos en el Bill's Sports Ernporiurn y Ellen ya se había fijado en él. Parecía una estatua que había cobrado vida después de permanecer inmóvil durante miles de años en un museo. Tenía las mandíbulas perfectamente esculpidas y sus ojos eran corno dos turquesas . Sus amplias espaldas, su altura y su cuer­ po perfectamente estructurado hacían que su presencia en una tien­ da de deportes resultara de lo más natural. Ellen, que trabajaba en la tienda, se acercó a él y, con una sugerente sonrisa, le preguntó si podía ayudarle en algo. Él le dijo que buscaba un balón de balon­ cesto y mientras ella le encaminaba hacia la sección adecuada, le iba contado lo mucho que le gustaba ese deporte (a pesar de que nunca había tenido un balón en sus manos) . Después de escoger un balón, Stan le comentó que jugaba todos los sábados en el centro sociocul­ tural de su barrio y que debería acudir a ver algún partido, ya que solían disputarse bonitos encuentros. Ella le contestó que iría y, con otra sugerente sonrisa, le dijo que le haría el 20 % de descuento que efectuaba a todos sus amigos. Cuando Stan abandonó la tienda, Ellen se giró hacia su compa­ ñera, Beth, quien acababa de oír toda la conversación. Ellen apenas podía contener su excitación, mientras que Beth se limitaba a mover la cabeza con resignación. Ellen, sorprendida ante la reacción de 120

Beth, le preguntó si se había revisado la vista en los últimos tiempos. Beth admitió que Stan era realmente atractivo, pero también reco­ noció que no le había parecido nada inteligente; pensaba que no ha­ bría conseguido pasar de sexto curso. Ellen reconoció que la inteli­ gencia no era un rasgo destacado en Stan. Sin embargo, lo que realmente le interesaba era su atractivo físico y Stan era el hombre más guapo que jamás había visto. Llegó el sábado y Ellen acudió al partido de Stan. Disfrutaba viéndole avanzar con el balón por toda la cancha driblando a todos los jugadores, pero no le gustaba verle defraudado tras haber perdi­ do el balón o un rebote. Después de todo, no quería que ese perfec­ to especimen sufriera daño alguno. Afortunadamente, Stan terminó de jugar el partido ileso y, después de una reconfortante ducha, se fueron a almorzar. Beth tenía razón en cuanto a la escasa inteligencia de Stan; pare­ cía tener problemas para construir la más simple de las frases y apenas comprendía la conversación si no trataba de baloncesto. Sin embargo, Ellen conseguía ignorar su insignificante capacidad intelectual y se concentraba en su cara perfectamente esculpida. Stan y Ellen llevaban cuatro semanas saliendo juntos y Beth to­ davía no se lo podía creer. Mientras ambas hacían inventario en la tienda, Beth le repetía a Ellen una y otra vez que nunca podría tener una conversación seria con Stan y que sólo le podría querer por su apariencia. Ellen no le rebatió sus argumentos y le dijo que, en ese momento de su vida, lo único que deseaba era salir con el tío más guapo que pudiera encontrar.

Steve y Alana Steve no podía creer que ya había vuelto a la universidad. Sabía que el verano había sido más largo que los que tenía cuando iba al instituto, pero no se lo había parecido. Cuando se sentó en el aula para asistir a la primera clase de su segundo curso universitario, sólo podía pensar en el ramillete de hermosas mujeres que había visto en las playas durante sus vacaciones. Sin embargo, los sueños de Steve se interrumpieron bruscamente cuando una hermosa chica rubia de ojos azules y cuerpo perfecto entró en la habitación. Al principio, 12 1

Steve pensó que quizás todavía estuviera sumergido en aquellos días de ensueño. Su aspecto increíble y su piel bronceada la hacían pare­ cer una de aquellas chicas por las que había bebido los vientos du­ rante el verano. Afortunadamente, fue capaz de guardar la compos­ tura cuando ella se sentó a su lado. Aprovechando la oportunidad, inició una conversación mientras esbozaba la mejor de sus sonrisas. Se llamaba Alana y era su primer año en la universidad. La ver­ dad es que, durante los primeros minutos, su conversación no fue de lo más estimulante y Steve tuvo la impresión de que Alana era al­ go arrogante. Sin embargo, seguía embelesado por su físico y estaba convencido de que era la chica más hermosa de toda la universidad. Así pues, finalizada la clase, la invitó al cine. Ella aceptó y quedaron en verse durante el fin de semana. Dos meses después, Tim, el mejor amigo de Steve, seguía sin creer que éste siguiera saliendo con Alana. Tim pensaba que, ade­ más del físico, Alana no tenía ningún otro atractivo. La encontraba engreída, egoísta y despreciable. Steve no estaba de acuerdo con su amigo. Aunque comprendía que Tim pensara de ese modo, argu­ mentaba que, a pesar de que la primera impresión que causaba Ala­ na era algo decepcionante, una vez que se la conocía mejor, se des­ cubría a una gran persona. Tim opinaba que Steve realmente no creía lo que estaba diciendo; es más, pensaba que se sentía tan atraí­ do por ella que se negaba a reconocer su horrible personalidad. Ste­ ve también negaba tal afirmación. Tim sacudía su cabeza y advertía a su amigo de que, en cuanto llegara el invierno, Alana perdería su intenso bronceado y debería ocupar todo su tiempo estudiando en la biblioteca y no en el gimnasio, con lo cual ganaría algunos kilos. Le decía que, cuando esto sucediera, entonces le daría la razón. Mientras seguía en sus trece, a Steve le resultó casi desagradable pensar en una Alana sin su piel morena y sin su fabulosa figura.

Modos de pensamiento y conducta En la historia de arte, los individuos quieren a sus parejas por su atractivo físico. Sin embargo no pueden y, a menudo, no quieren re­ conocer dicha tendencia. Ven el atractivo físico de su pareja como una ventaja adicional y no como una prioridad que se antepone a 122

sus sentimientos. También puede ocurrir, como en el caso de Ellen y Steve, que reconozcan su tendencia a enamorarse de personas atrac­ tivas y que la justifiquen diciendo que obedece a su propia satisfac­ ción. Sin embargo, si el atractivo físico de sus parejas se ve perjudi­ cado por alguna razón, sus sentimientos perderán intensidad de forma rápida e incluso inmediata. Si Stan hubiera tenido un acci­ dente jugando al baloncesto, seguramente Ellen le hubiera dejado sin pensárselo. Dado que siempre se nos ha enseñado que la belleza es algo su­ perficial, las personas se muestran muy reacias a admitir que el des­ vanecimiento de sus sentimientos se debe a un cambio en la apa­ riencia física de su pareja y, normalmente, lo atribuyen a algo más, como puede ser el descubrimiento de que la personalidad de su pa­ reja no es lo que parecía ser.

Papeles complementarios: el admirador y la obra de arte Los dos papeles complementarios en la historia de arte son el de admirador de la obra de arte y la obra de arte en sí misma. En las historias que acabamos de relatar, los admiradores son, sin duda al­ guna, Ellen y Steve. El admirador busca la obra de arte más hermo­ sa que pueda encontrar. Las bases de la psicología evolucionista sostienen que la belleza física no es considerada del mismo modo por hombres y por muje­ res. Aunque la belleza es algo subjetivo, en general los hombres se sienten atraídos por mujeres más jóvenes cuya belleza es reflejo de salud y, por tanto, de su capacidad para darles hijos sanos. Por otra parte, las mujeres se suelen sentir atraídas por hombres mayores que ellas, de los que puedan aprender y que, al mismo tiempo, pueden . cuidar de ellas y de sus hijos.4 Pero las investigaciones de J udith Langlois y sus colegas de­ muestran que existe una constante en la que todo el mundo coinci4 . Buss, David M . , The evolution o/ desire. strategzes o/ human matmg, Nueva York, Basic Books, 1 994; Fisher, Helen E. , Anatomy o/ !ove, Nueva York, Norton, 1 992 ; Small, Meredith F. , What's !ove got to do with it?, Nueva York, Anchor Books, 1 995 ; Wilson, Glenn, The Coolidge effect, Nueva York, Morrow, 1 98 1 .

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de a la hora de reconocer el atractivo físico de alguien. Dicha cons­ tante no es exactamente lo que muchos se imaginan. A menudo considerarnos que el individuo más atractivo de un grupo es aquel que destaca por sus rasgos e incluso resulta bastante exótico. Sin embargo, las investigaciones de Langlois demuestran lo contrario: lo que realmente nos atrae es el conjunto de unos determinados ras­ gos físicos comunes a muchas personas.5 Langlois y sus colegas re­ currieron al análisis computarizado para mostrar a las personas que participaban en el estudio una serie de rostros generados por orde­ nador que contaban con determinados rasgos comunes. Langlois descubrió que cuanto mayor era el número de rasgos físicos comu­ nes que representaba la imagen, mayor era el número de personas que la consideraba atractiva. En otras palabras, el atractivo es una especie de punto o término medio hallado entre todas las caras que hemos conocido. Aquel que busca la obra de arte intenta encontrar a alguien que, en definitiva, reúne las mejores características físicas comunes a todos sus conocidos.6 El objeto u obra de arte puede o no ser consciente de lo que re­ presenta para el admirador. Algunas personas se sienten halagadas al ver que se les aprecia por su apariencia física y otras pueden ofen­ derse por ello. Alguien corno Stan podría creer que es valorado por sus dotes deportivas y no por su aspecto físico. Lo cierto es que la sociedad favorece a las personas que encajan en sus prototipos y que las personas que son físicamente atractivas suelen tener más éxito en casi todas sus ernpresas.7 Nos guste o no, el atractivo físico es un condicionante en la vida según el cual nuestro paso por la misma puede tener resultados muy diferentes. Aquellos individuos que reconocen y aceptan que son obras de arte suelen hacer todo lo posible para conservar su atractivo físico. A pesar de que son muy pocas las personas que reconocen dar una gran importancia a la apariencia física, la buena salud financiera de la industria de cosméticos -y no hablemos ya del negocio de la ci5. Langlois, Judith H. y Roggman, L.A., «Attractive faces are only average», en Psy­ chologzcal science 1 , 1 990, págs. 1 15 - 12 1 . 6 . Ibid. 7. Hatfield, Elaine y Sprecher, Susan, Mi"or, mzrror the importance o/ looks in every­ day lzfe, Albany, Nueva York, State University of New York Press, 1986.

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rugía plástica- nos demuestra que valoramos el aspecto exterior mucho más de lo que realmente admitimos. Lo mismo sucede en los primeros encuentros o citas con una potencial pareja. Un estudio realizado por Mark Snyder y sus cole­ gas demostró que un grupo de individuos que querían encontrar pa­ reja a través de un programa de ordenador o una agencia matrimo­ nial (pero que en realidad, fueron emparejados al azar) , únicamente disfrutaron de su primera cita o quisieron tener una segunda cuan­ do el atractivo físico de su pareja fue de su agrado.8

Ventajas e inconvenientes Un rasgo positivo de la historia de arte es que las personas que cuentan con ella, o por lo menos el admirador, suelen sentir una fuerte atracción física por sus parejas que les impulsa a entablar una relación con las mismas . Naturalmente, esa atracción va acompañada de una preocupa­ ción por si la pareja seguirá manteniendo su alto nivel de atractivo físico. Esa inquietud suele tener dobles consecuencias. Por un lado, el individuo tiene que soportar el continuo deseo de su pareja de es­ tar siempre atractivo, cueste lo que cueste. Por otro lado, el interés por el atractivo físico puede eclipsar cualquier otro tipo de interés y ser una preocupación obsesiva a medida que la persona va enveje­ ciendo. Un peligro obvio que entraña este tipo de relación es que uno de los miembros de la pareja perderá el interés cuando el proceso normal de envejecimiento vaya robando su belleza a la «obra de arte». Los hombres, suelen cambiar sus viejas obras de arte por nuevas adquisi­ ciones. Estos cambios pueden ser consecuencia de diferentes moti­ vos, como por ejemplo el deseo de reforzar la autoestima demostrán­ dose a sí mismo (y posiblemente a los demás) la habilidad para atraer a personas jóvenes. Claro que este proceso puede resultar intermina­ ble. Tomemos como ejemplo al hombre de edad que tiene mucho éxi8. Snyder, Mark, Tanke, E. D. y Berscheid, Ellen, «Social perception and interperso­ nal behavior: on the self-fulfilling nature of social stereotypes», en ]ournal o/ personaltty and social psychology 3 5 , 1 977, págs. 65 6-666.

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to en la vida. Tal vez se dé cuenta de que la última de sus esposas, que es mucho más joven que las anteriores, quizás está con él por su bue­ n� posición social -después de todo, es asquerosamente rico- y no porque desea estar con un hombre mayor que ella.

LA RELACIÓN COMO OBJETO En estas historias, la relación es un medio para alcanzar un fin que tiene poco o nada que ver con la misma. En la historia de casa y hogar, la relación es el medio para conseguir un hogar conforta­ ble y atractivo. En la historia de recuperación, la relación se utiliza para ayudar a alguien a recuperarse de un trauma o de una difícil experiencia. En la historia religiosa, la relación es un medio para estar más cerca de Dios e incluso se puede convertir en la encarna­ ción de los sentimientos religiosos del individuo. En la historia de juego, la relación es el vehículo que nos conduce a participar en un juego, a menudo complejo, que suele contar con unas determi­ nadas reglas y, normalmente, con un ganador y un perdedor, aun­ que a veces sus papel€s se intercambian en las diferentes partidas . HISTORIA DE CASA Y HOGAR

En la historia de casa y hogar, el hogar es el centro de la rela­ ción. Las personas centran gran parte de su atención en el hogar procurando que las condiciones del mismo sean las mejores. Nor­ malmente, estos individuos están muy orgullosos de su casa y la con­ sideran el centro de sus vidas. En algunas ocasiones el hogar, que comienza siendo un mero símbolo de la relación, pasa a ser lo más importante, anteponiéndose a la misma. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE CASA Y HOGAR

l . Una relación ideal es como una casa bien cuidada: bonita, inmaculada y ordenada,

de la que se puede estar orgulloso.

2. Nuestro hogar es la «hase de operaciones» de nuestra relación . Ahí es donde em­

pieza y acaba todo.

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3 . La casa donde vive una pareja es como una extensión de la misma y de su relación.

4 . Cuando hago cosas para mi casa siento que también las hago para mi relación.

5 . Lo cierto es que las personas que descuidan su casa hacen lo mismo con su re­

lación.

6 . Se puede saber mucho sobre la relación de una pareja viendo la casa en que vive. 7 . Siento que el hogar que hemos creado juntos es una parte importante de nuestra

relación .

Arnold y Betsy Si vamos conduciendo por la carretera de Amtach, sin duda nos fijaremos en la residencia de Arnold y Betsy, ya que destaca entre el resto. El césped de la parte delantera del jardín es de un verde relu­ ciente y está perfectamente cortado. Unas hermosas flores circun­ dan el mismo y no hay ningún hierbajo que manche ese abanico de color. Un sendero de gravilla recorre el jardín y llega hasta un garaje recién pintado, con los cristales relucientes, en el que se almacenan cuidadosamente los utensilios de jardinería. Justo a la izquierda se encuentra la casa, con un tejado de tejas españolas, paredes estuca­ das y una puerta de estilo antiguo. No es de extrañar que, en una ocasión, el personal de una tienda que se dedica a iluminar casas les preguntara si podían pasar a comprobar si el interior era tan bonito como el exterior de la casa. A medida que entraban, sus ojos iban observando esa casa impecable, llena de muebles de artesanía, her­ mosos cuadros y con una maravillosa chimenea. Inmediatamente preguntaron si podían fotografiar la casa y exponer las fotos en su tienda. Arnold y Betsy llevan casados treinta y seis años . Arnold se en­ carga de la mayoría del mantenimiento de la casa, especialmente del jardín y del garaje. Betsy se ocupa de que el interior de la casa esté limpio y reluciente, pero es Arnold quien decide lo que hay que comprar, dónde colocarlo y la frecuencia con que se tiene que lim­ piar. En este momento, Arnold está ocupado trabajando en la parte delantera del jardín : corta el césped, riega las flores y pone especial cuidado en eliminar los hierbajos. Esa zona constituye el orgullo y la alegría de Arnold. Suele dedicarle dos horas diarias -aunque los fi­ nes de semana pasa algunas más- ocupándose de que todo esté 127

bien. Sabe que un solo día de descuido puede conducir al desastre y eso es algo que quiere evitar a toda costa. La relación entre Arnold y Betsy siempre se ha centrado en su hogar. Piensan que la vida sana y productiva empieza por un hogar confortable. La excelente salud física y el éxito de los que goza toda la familia avalan su creencia. En cierto modo, todos los esfuerzos consumidos por mantener la casa y el jardín en perfecto estado se han restado a la relación de Betsy y Arnold. A veces da la sensación de que pasan todos y cada uno de los minutos de que disponen cui­ dando la casa y de que apenas tienen tiempo que dedicarse el uno al otro. Betsy siempre había imaginado que las cosas serían diferentes cuando sus hijas se marcharan de casa. Cuando vivían con ellos, Ar­ nold y Betsy pasaban la mayor parte de su tiempo cuidándolas e in­ tentando procurarles un hogar limpio y tranquilo. Cuando las chi­ cas se marcharon, Betsy pensó que ya no sería necesario mantener esos altos cánones de perfección, sin mencionar el hecho de que sin la ayuda de sus hijas sería casi imposible seguir con esos elevados ni­ veles de mantenimiento de la casa. Pensaba que reducirían los es­ fuerzos dedicados a la casa y esto le parecía lo más natural; por lo menos podrían eliminar lo innecesario, como los aspectos relativos a la decoración. Sin embargo, Arnold estaba decidido a mantener los mismos niveles de perfección. Betsy intenta hacerle entender que no se debe preocupar tanto por eso, pero él se niega a escucharla. Ella no le culpa; después de todo, sabe que es muy difícil romper con treinta y seis años de costumbres. Además, cree que su marido tra­ baja para su hogar: para la casa que han compartido durante más de la mitad de sus vidas.

Sandi y ]ack Por primera vez en su vida, los niños estaban jugando a balon­ cesto en el patio de su casa. Su padre, J ack, acababa de instalar una cesta y un tablero encima del garaje. Le había llevado mucho tiempo hacerlo porque quería estar seguro no sólo de montarlo correcta­ mente, sino de situarlo a la altura reglamentaria. Después de todo, tanto él como su mujer, Sandi, querían que quedase perfecto, como el resto de la casa. Hablando del resto de la casa: Sandi y Jack siem128

pre estaban ocupados cuidando de que todo cumpliera sus altos cá­ nones de perfección. Sandi estaba en la parte trasera del jardín, cui­ dando con todo mimo sus flores y árboles frutales . Mientras, J ack se encontraba en el interior de la casa construyendo una librería para toda la familia. Ambos hacía varias horas que trabajaban, pero nin­ guno había mostrado el menor signo de cansancio o disgusto; de he­ cho, parecían disfrutar de sus quehaceres. Los hijos de Sandi y J ack habían estado jugando al baloncesto durante una hora y su madre se había acercado hasta ellos para de­ cirles que tenían que empezar a realizar sus tareas domésticas antes de que se hiciera demasiado tarde. Primero tenían que recoger las hojas secas de la parte delantera y trasera del jardín y luego debían cortar todo el césped. Al principio los niños se quejaron un poco, pero sabían lo importante que era para su madre que el césped estu­ viera bien cortado, así que dejaron la pelota y se dispusieron a traba­ jar. También comprendían que no debían trabajar con desgana y acabar rápidamente; por ello, como siempre hacían, tratarían de no dejar una sola hoja y de cortar el césped a la perfección. Después de acabar con sus tareas en el jardín, Sandi entró en la casa y empezó a encerar toda la madera. Jack acababa de terminar la librería y, después de que Sandi le diera su aprobación, se sentó en el sofá para descansar unos minutos . Movió la cabeza con asombro cuando vio que su mujer seguía realizando las tareas del hogar. Ha­ cía tiempo que J ack pensaba que su mujer dedicaba demasiadas ho­ ras a los quehaceres domésticos, y que todo el esfuerzo que deposi­ taba en esos menesteres lo extraía de la relación que compartían. Además, en aquel momento ya habían hecho todo el trabajo y toda­ vía les quedaba algo de tiempo para ellos. Por un momento, J ack pensó que el mantenimiento de su hermosa casa era más importante que su relación. En muchas ocasiones había intentado convencer a su mujer de que no debían pasar tanto tiempo ocupándose de su ca­ sa y de que debían ocuparse más de su relación. Pero Jack cambió de opinión respecto a la persistente dedica­ ción al hogar de su mujer. Ese cambio surgió después de reprochar­ le una vez más que dedicaba demasiado tiempo a la casa, sacrifican­ do parte del tiempo que podían disfrutar juntos. Primero Sandi le preguntó si había algo malo en su relación; a pesar de que intentó encontrarlo, J ack no fue capaz de decir nada realmente importante. 129

Luego Sandi le preguntó si había algo malo en querer vivir en un ambiente confortable; J ack le respondió que no al mismo tiempo que veía que sus argumentos iban perdiendo fuerza. Sandi conclu­ yó diciendo que pasaban más tiempo en su casa que en cualquier otro sitio y que la consideraban el centro de sus vidas y de su rela­ ción. Por ello, debían hacer las cosas del mejor modo posible. Jack quedó más o menos convencido por los argumentos de su mujer y, desde entonces , dedica más tiempo a la casa que antes . Al mismo tiempo se lamenta de que el cuidado de la casa se pueda convertir en sustituto del cuidado mutuo si no se esmeran en que esto no ocurra.

Modos de pensamiento y conducta Para las personas con la historia de casa y hogar, la casa cons­ tituye el centro físico de sus relaciones y, a veces , también el cen­ tro emocional. Estas personas suelen invertir mucho en su hogar, ya se trate de sus recursos económicos o de su tiempo e incluso compromiso emocional. Pueden cambiar constantemente la de­ coración de su casa, añadir cosas, mudarse a casas mejores e in­ cluso competir con otras personas para ver quién tiene la casa más bonita. En la historia de casa y hogar, la casa es algo más que un simple lugar donde vivir. Se utiliza como centro de canalización de las aten­ ciones y afectos que, de algún modo, son desplazados de la relación. Los miembros de la pareja que, por alguna razón, son incapaces de centrar su atención en la relación que mantienen, la centran en su hogar que, en cierto modo, forma parte de ellos. Los desplazamientos de este tipo no son exclusivos de la histo­ ria de casa y hogar. Se pueden reflejar en una mascota, en los niños, en un barco, en un coche o en cualquier aspecto tangible que forme parte de la vida de los individuos. Una cosa es amar el hogar en sí mismo y otra trasladar el amor de la pareja hacia el hogar. Se trata de averiguar quién está recibiendo más atención: la casa (barco, coche o lo que sea) o la pareja. Las personas que viven la historia de casa y hogar pueden ser bastante felices con ella. A pesar de que la relación que mantie130

nen no es todo lo que podrían esperar, la casa les ayuda a com­ plementarla proporcionándoles una satisfacción que sin ella no tendrían . También se puede dar el caso de que el individuo que vive esta historia tenga dificultades para mostrar su afecto hacia los demás. Sin embargo , no hay que descartar la posibilidad de que tenga verdadero interés por conseguir un lugar confortable donde vivir y, como consecuencia, centre todas sus energías en ello .

Papeles complementarios: el cuidador el receptor de cuidados

y

Los papeles complementarios en la historia de casa y hogar sue­ len estar representados bien por dos cuidadores (de la casa) , o bien por el cuidador y la persona que vive con él quien no es el destinata­ rio principal de sus atenciones y cuidados. En este segundo caso, el cuidador no suele obligar a su pareja a pasar todo su tiempo cuidan­ do de la casa; incluso puede darse el caso de que quiera hacerlo to­ do él solo, sin nadie que le ocasione problemas dentro de su orden perfecto de las cosas. Es probable que las historias de casa y hogar funcionen mejor cuando ambos individuos asuman el papel de cuidadores, ya que comparten el mismo centro de atención. Cuando sólo uno de ellos asume este papel, el otro se puede sentir algo excluido. En este caso, el objeto que constituye el centro de atención no tiene por qué ser necesariamente la casa, puede ser una mascota, un coche antiguo o una colección de monedas . Sin embargo, siempre es algo tangible y que parece recibir más atención que la propia pareja.

Ventajas e inconvenientes La ventaja de la historia de casa y hogar es el reconocimiento explícito de que un ambiente confortable en el que vivir puede in­ fluir de forma decisiva en la relación. Las investigaciones han de­ mostrado que las personas suelen tener una actitud positiva hacia los demás cuando sus experiencias en presencia de éstos son positi13 1

vas.9 Así, si los individuos se sienten a gusto en su hogar, esos senti­ mientos positivos se extenderán a la relación que mantienen. Más aún: una vivienda confortable suele producir menos estrés que una que no lo es. Las personas que viven estresadas pueden re­ vertir su estrés en la relación, sin darse cuenta de ello. Normalmente, los individuos que tienen una historia de casa y hogar sienten que su casa es una fuente de confort y no de estrés, a no ser que lleguen a ob­ sesionarse tanto que les resulte imposible estar en armonía con ella porque piensen que nunca está completamente perfecta. Es probable que ahora ya tengamos bastante claros los posibles inconvenientes de esta historia. La atención y cuidados dedicados al compañero y a la relación pueden desviarse hacia la casa o cualquier otro objeto. Arnold, por ejemplo, parecía estar casi obsesionado con su hogar y eso preocupaba a Betsy, su mujer. A pesar de que J ack aceptó la preocupación de Sandi por su hogar, seguía preguntándose a dónde podría conducirle aquella situación. La relación se deteriora a medida que la casa mejora. Finalmente, la casa se convierte en algo más importante que la propia relación. En una sociedad que fomenta la importancia de lo material, los individuos que la integran deben es­ forzarse por no perder su relación puesto que cada vez centran más su atención en la adquisición de los bienes terrenales. HISTORIA D E RECUPERACIÓN

La historia de recuperación es una historia de supervivencia. El individuo ha sufrido algún tipo de trauma: toxicomanía, trato injusto o discriminatorio, la cárcel, la guerra u otras formas de violencia, y busca recuperarse a través de la relación. Abraham Maslow habla de la carencia amorosa. 10 El objetivo de la carencia amorosa es encontrar en otra persona lo que no somos capaces de encontrar en nosotros mismos. La metáfora de la carencia es particularmente apropiada en 9. Lott, Albert J. y Lott, Bernice E., automática que nos permita crear prendas idénticas. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE COSER Y TEJER

1 . Pienso que el amor es como nosotros queremos o lo creamos.

2. Todos creamos el tipo de relación que nos gustaría vivir. 3 . Creo que el tipo de relación que vivimos es consecuencia del tipo de amor que bus­

camos .

4 . Creo que el modo de implicarse en una relación es parecido a coser un vestido: ha­ cerlo bien está en nuestras manos .

5 . Creo que elegir a la pareja es como tejerse un jersey: encontrar el modelo que nos

siente mejor depende de nosotros mismos.

6 . Creo que el hecho de establecer una relación depende única y exclusivamente del

propio individuo.

7. Puedo hacer que mi relación se convierta en lo que yo quiero. 8. Soy capaz de construir cualquier tipo de relación.

2. Beall, Anne E. y Sternberg, Robert J., «The social construction of love», en Journal of social and personal relationshzps 1 2 , 1 995 , págs. 4 17-43 8.

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]esse y Nicole Jesse y Nicole salían cogidos de la mano de la clase de inglés del se­ ñor Peterman. Era la última clase del día y, como era viernes, tenían la tarde y la noche completamente libres. Mientras se encaminaban al co­ che de Nicole iban haciendo planes para la tarde. Probablemente no fueran al cine o a alguna fiesta, como la mayoría de las parejas. Al poco de empezar su relación, decidieron no dejarse arrastrar por los conven­ cionalismos. Jesse y Nicole preferían crear una relación exclusiva. Después de considerar varias opciones, decidieron ir de picnic a la playa. Llevaron algunas velas, bocadillos y una manta para sentar­ se encima. Estaban sentados en un lugar entre las dunas, protegido del viento, y miraban cómo las oscuras olas rompían en la orilla. Mientras comían sus bocadillos, levantaron sus vasos de soda y brin­ daron por su relación. Luego, tumbados en la manta, miraron las es­ trellas y comenzaron a filosofar sobre su lugar en el mundo, sobre lo insignificantes que eran en el universo y lo importantes que eran el uno para el otro. Comentaron lo maravilloso que era que hubieran sido capaces de alejarse de los cánones del amor convencional, con sus flores y elegantes c;enas. Si los hubieran seguido, no hubiesen disfrutado de momentos como el que vivían ahora: un picnic en la playa bajo las estrellas. Minutos después , Jesse y Nicole empezaron una extraña discu­ sión . El baile del instituto era dentro de dos semanas y J esse no quería ir; lo consideraba una auténtica farsa en la que un montón de jóvenes de dieciocho años se vestían de forma elegante, se em­ borrachaban y bailaban en un gigantesco y pretencioso salón, para luego perder el conocimiento sobre las camas del hotel. Creía que él y Nicole debían hacer algo especial esa noche, algo que ninguna pareja hubiera hecho antes . Nicole no tenía demasiadas ganas de asistir al baile, sin embargo pensaba que debían ir, por lo menos para complacer a sus padres. Opinaba que si acudían no tenían que hacer lo mismo que todo el mundo. Jesse y Nicole eran conscientes de que manteniendo una rela­ ción convencional no habrían tenido discusiones de este tipo en las que podían decidir cómo querían que fuese su amor. Por otra par­ te, si hubieran seguido el orden natural de las cosas , no hubieran discutido sobre el tema. Después de todo, ¿no acudían todas las 1 60

parejas a esos bailes ? Pero las acciones de las demás parejas no les interesaban. Jesse y Nicole reconocían que el amor que se profesaban estaba por encima de cualquier disputa ocasional que pudieran tener sobre el modo de repartir su tiempo. Normalmente sus discusiones eran bastante cortas y casi nunca alcanzaban un tono demasiado elevado. La mayoría de las veces, llegaban a un acuerdo con el que ambos se sentían satisfechos. En este caso, J esse accedió al deseo de Nicole de asistir al baile, pero le dijo que se negaba a vestir de esmoquin y que no pondría un solo pie en la pista de baile. Nicole empezó a reír al oír las condiciones de su novio, quien decía que acudiría al baile vestido con unos amplios pantalones cortos y una camiseta ajada. A pesar de todo, le dijo que podía ponerse lo que quisiera y que ella también se vestiría de forma nada convencional. Sin embargo, le ad­ virtió que quizás le pediría un baile . . . La decisión de aceptarlo o no estaba en su mano.

Susie y Arnold Susie y Arnold estaban intentando decidir dónde irían a pasar el fin de semana. Tenían claro que no querían ir a uno de esos sitios convencionales, abarrotados de gente. Lo único que deseaban era escapar para dejar atrás su monotonía y el vivir cotidiano; para ellos el hecho de ir a un lugar al que acudía todo el mundo sólo significa­ ba cambiar el emplazamiento de su existencia. Susie y Arnold no querían que su relación se convirtiera en una serie de rituales estere­ otipados; preferían hacer las cosas a su manera. Sin embargo , tenían problemas para encontrar ese lugar es­ pecial al que huir. Arnold miraba a través de la ventana de la ha­ bitación en la que se encontraban él y Susie cuando, de repente, se le ocurrió una idea . Con una sonrisita de complicidad señaló algo con su dedo y le dijo a Susie que había encontrado el lugar ideal. Susie se acercó a la ventana y miró hacia donde él estaba señalando. Era un sórdido motel. Al verlo, ella se echó a reír. Sin embargo , le gustó la idea y admitió que era una buena elección . Después de todo, cumplía con sus expectativas de hacer algo di­ ferente. 161

Arnold y Susie se registraron en el motel Sunshine, uno de los mu­ chos moteles atestados de cucarachas que había en su barrio. Cuando entraron en su habitación, Arnold no pudo resistir tirarse en plancha sobre la cama. Susie empezó a reír de forma histérica al ver a su novio de veintisiete años simulando zambullirse en una piscina. A los dos les gustaba la elección que habían hecho, aunque sabían que muchos la considerarían una forma ridícula de malgastar el tiempo y el poco dine­ ro que les había costado. No obstante, ellos pensaban que lo que con­ vertía una relación en algo de lo que disfrutar no residía únicamente en la actividad que se podía realizar, sino en el modo de llevarla a cabo. Hubieran podido divertirse igual yendo a otro lugar; lo impor­ tante es que eran conscientes de la amplia gama de actividades en las que podían elegir y de que no debían ceñirse a las formas habi­ tuales de comportamiento. Lo que realmente hacía que su fin de se­ mana en el motel fuese tan divertido era que ambos reconocían que era algo poco común y fuera de lo normal. Su relación era tan espe­ cial porque siempre estaban creando nuevas situaciones para vivir, nunca se sentían inmersos en la rutina. A medida que iba anocheciendo en el motel Sunshine, Susie y Arnold empezaron a pensar en una actividad nocturna. Hubieran podido limitarse a quedarse en la habitación, pedir una pizza y ver una película; sin embargo, la noche era espléndida y decidieron ir a la playa y dar un paseo por la orilla del mar. Así que se metieron en el coche de Arnold, que estaba aparcado en la calle que separaba su apartamento del motel, y se dirigieron a la playa. Cuando llegaron a la playa, se quitaron los zapatos y empezaron a caminar por la orilla. Dieron un paseo por la arena cogidos de la mano y se estremecían cada vez que las olas salpicaban sus pies y tobillos. Ar­ nold sugirió que se desnudasen y se diesen un chapuzón. Susie le dijo que estaba loco, que iban a coger una pulmonía porque el agua estaba helada. Arnold le contestó que una vez dentro del agua se habituarían a su temperatura, pero ella no cedía a su proposición. Los pocos problemas que enfrentaban a Arnold y a Susie surgí­ an cuando discrepaban sobre el nuevo escenario que podían crear en sus vidas. Afortunadamente, solían solucionarlo llegando a una especie de acuerdo. Sin embargo, en esta ocasión Susy se negaba a hacerlo. Arnold aceptó su negativa, pero decidió cogerla en brazos y tirarla vestida al mar. 1 62

Modos de pensamiento y conducta La clave de la historia de coser y tejer reside en que el amor es algo que construye la pareja. Cada pareja crea su propia relación de un modo distinto. Las parejas que viven la historia de coser y tejer se sienten aleja­ das de lo convencional, independientemente de que se encuentren cerca o lejos de los convencionalismos. Si su comportamiento es convencional es porque ellos así lo han decidido y no porque lo ha­ yan adoptado de forma totalmente costumbrista sin reflexionar so­ bre ello. La historia de coser y tejer cuenta con muchas opciones vá­ lidas y las parejas que la viven consideran que su objetivo principal es elegir entre todas esas opciones o crear una nueva. J esse y Nicole no tenían las mismas preferencias que Susie y Arnold, pero ambas parejas mantenían relaciones que ellos mismos habían tejido y que eran únicas.

Papeles complementarios: los sastres (tejedores) o el sastre y su cliente Las relaciones de coser y tejer las pueden integrar dos sastres (tejedores) o un sastre (tejedor) y un cliente que se contenta con que el sastre (tejedor) cree la mayoría de los diseños. En ambos casos, las parejas se sienten alejadas de los convencionalismos. Este tipo de relaciones probablemente sólo tengan éxito cuando ambos miembros de la pareja deseen crear una relación única y ex­ clusiva. Si uno de ellos se siente atraído por lo convencional y el otro no, la pareja se verá invadida por la frustración.

Ventajas e inconvenientes La historia de coser y tejer es una de las más creativas, o por lo menos cuenta con las características para serlo. Permite a la pareja realizar las elecciones pertinentes que determinen su relación. Existen dos posibles peligros. El primero tiene lugar cuando sólo uno de los miembros cuenta con la historia y el otro se decanta por lo convencio1 63

nal. En este caso, el sastre (tejedor) puede rechazar esos convenciona­ lismos. El segundo se da cuando ambos miembros de la pareja son sastres (tejedores) pero quieren crear prendas diferentes. Puede que ambos crean que la libertad y la creatividad son importantes, pero no sean capaces de ponerse de acuerdo en tejer juntos su relación. HISTORIA DEL JARDÍN En la historia del jardín la relación se compara con un jardín que necesita ser continuamente abonado y cuidado. Este tipo de re­ lación es, en algunos aspectos, la cara opuesta de ciertas versiones del cuento de hadas que obedece al: « . . y fueron felices por siempre jamás», en el que se considera que, una vez iniciada la relación, no hay que hacer nada para asegurar la feliz continuidad de la misma. En las historias del jardín, uno o ambos miembros de la pareja creen que la relación sólo sobrevivirá y prosperará si se riega con cuidado, si tiene el sol necesario, si no se dejan crecer los hierbajos y si se pro­ tege de las plagas. Las historias del jardín suelen ser muy positivas, porque casi to­ do -ya se trate de objetos o personas- lo que es bien cuidado sue­ le dar un buen resultado y, en este tipo de historias, el cuidado es el principal objetivo. .

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DEL JARDÍN

l . Creo que sólo se puede lograr una buena relación si se desea gastar tiempo y ener­

gía en cuidarla del mismo modo en que se cuida un jardín. 2 . Creo que las relaciones desatendidas no sobreviven. 3 . Creo que las relaciones se deben abonar constantemente p ara sobrevivir a los alti­

bajos de la vida.

4. Creo que el secreto del éxito de una relación reside en los cuidados que se le brin­ dan y en el amor que la sustenta. 5. Creo que ningún tipo de amor puede sobrevivir si no se cuida y alimenta.

6. Creo que una relación amorosa entre dos personas es como una delicada flor: si no la cuidan , se muere. 7. Para mí es muy importante cuidar y atender adecuadamente mi relación. 8. Dedico gran parte de mis cuidados y esfuerzos a mi relación

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]im y Elaine Jim acababa de llegar del trabajo bien entrada la noche y estaba completamente exhausto. Su mujer, Elaine, le saludó y le preguntó si se encontraba bien. Antes de que pudiera responder, llamaron a la puerta. Era Barbara, la nueva secretaria de Jim. É ste se había olvida­ do unos documentos en la oficina y a pesar de que Barbara había corrido en su busca, no había conseguido alcanzarle antes de que llegara al aparcamiento. Ella creía que esos documentos eran impor­ tantes y por ello había decidido ir a entregárselos. Jim se mostró bastante complacido por la diligencia de Barbara y le dio las gracias repetidas veces. Elaine, que había presenciado el desarrollo de la escena, pensó que Barbara era muy cariñosa con su marido y que quizás le consi­ deraba algo más que un jefe. Inmediatamente, hizo un repaso men­ tal de las dos últimas semanas intentando recordar si la relación en­ tre ella y su marido había transcurrido sin complicaciones. ¿Habían hablado lo suficiente? ¿Habían salido bastante? Ambos creían que si no cuidaban lo suficiente su relación tendrían que enfrentarse a ciertos problemas. Jim y Elaine llevaban casados quince años. Al igual que la mayo­ ría de las parejas, tenían sus problemas, pero siempre habían sabido salir airosos de los mismos. Atribuían la razón de su éxito a la aten­ ción que prestaban a su relación. Hacía mucho tiempo que habían comprendido que la intensa atracción inicial existente entre los dos probablemente no duraría siempre y que tendrían que trabajar mu­ cho para seguir manteniendo su amor. Por ello, siempre que tenían un problema hablaban de él sin tapujos; nunca lo eludían, ya que luego habrían tenido que enfrentarse a uno mayor. Además, siempre procuraban hacer algo especial varias veces al mes, con el fin de no caer en la rutina. También solían sorprenderse el uno al otro con pe­ queños obsequios: recordatorios de lo mucho que se querían y pen­ saban el uno en el otro. Después de que Barbara se marchase, Elaine le expuso sus du­ das. Jim le aseguro que ella era la única mujer en su vida. Admitió que Barbara era atractiva, pero dijo que nunca permitiría que nin­ guna otra mujer se interpusiera en la maravillosa relación que ellos compartían. Elaine también sacó a colación su preocupación de que 1 65

quizás no habían atendido su relación como lo hacían normalmente. Jim reconoció que Elaine tal vez tuviera razón y añadió que posible­ mente los cuidados que habían brindado a su relación durante las últimas dos semanas habían carecido de espontaneidad. Después de todo, el hecho de hacer algo improvisado les ayudaría a reavivar la llama de la pasión. Siendo consecuente con sus pensamientos, Jim sugirió que podrían tomarse unas pequeñas vacaciones. Elaine estu­ vo completamente de acuerdo y juntos empezaron a planear a dón­ de ir.

Kelly y Martín Kelly y Martín habían tenido dificultades para decidir cómo de­ bían redecorar su sala de estar. Normalmente ninguno de los dos se hubiera preocupado tanto por algo tan trivial. Ambos eran cons­ cientes de que su indecisión quizás tenía algo que ver con la tensión subyacente que existía entre ellos. Los dos habían tenido unas sema­ nas muy duras en el trabajo y estaban algo irritables . Kelly sugirió que dejaran el tema de la sala a un lado, ya que creía que era más im­ portante que se sentaran a hablar y reflexionaran sobre sus preocu­ paciones. Kelly y Martín opinaban que debían hablar y hacer todo lo posible para resolver juntos cualquier problema que surgiese en­ tre ellos. Comparaban su relación con un hermoso rosal que necesi­ taba ser cuidado y abonado para sobrevivir. Kelly y Martín no siempre habían tenido ese concepto de su rela­ ción. Durante sus primeros años de matrimonio, cuando tenían algún problema, se limitaban a ignorarlo y esperar que pasara. Sin embargo, después del nacimiento de su segundo hijo, habían empezado surgir dificultades en su matrimonio. Pasaban muy poco tiempo juntos y ha­ bía demasiada tensión entre ellos. Para colmo, no disfrutaban de ese poco tiempo que compartían. Ambos se dieron cuenta de que si que­ rían volver a los días felices de su relación, debían dedicarle más tiem­ po. Ninguno de los dos quería que su matrimonio se convirtiera en al­ go destructivo, especialmente por el bien de los niños, y por ello decidieron que siempre discutirían los más mínimos problemas o te­ mas que les preocupasen. Además, dado que sabían que si cuidaban de su relación conseguirían algo más que superar sus problemas, in1 66

tentaron planificar algunas tardes de entretenimiento, siempre que sus trabajos se lo permitieran, y también se repartieron el cuidado de los niños. Querían convertir su matrimonio en algo más agradable. Comprendieron que prevenir los problemas era tan importante como subsanarlos cuando éstos ya eran patentes. La decisión de Kelly y Martín de cuidar su relación regularmen­ te había dado buenos resultados y la había convertido en algo mara­ villoso. Ambos reconocían que no sólo habían salvado su matrimo­ nio, sino que habían establecido una fantástica relación. Aun después de haber superado las dificultades iniciales que tuvieron lu­ gar después del nacimiento de su segundo hijo, creían que debían seguir cuidando de su matrimonio del mismo modo. Ambos sabían que siempre surgirían nuevos problemas y que, aunque las cosas marcharan bien, les resultaría difícil mantener una fuerte relación si no cuidaban de ella. Cuando Martín y Kelly se sentaron para discutir el problema que les preocupaba en ese momento, se callaron durante unos ins­ tantes y se dedicaron una sonrisa. Era una sonrisa de reconocimien­ to: del reconocimiento de lo importante que era su amor para am­ bos . Por supuesto que habían tenido problemas y sabían que todavía quedaban muchos por venir, pero también eran conscientes de que si seguían dando la importancia merecida a su relación, siempre serían capaces de superarlos .

Modos de pensamiento y conducta En la historia del jardín, la pareja reconoce que una relación ne­ cesita ser alimentada y atendida de forma continua, del mismo mo­ do en que alguien cuidaría las flores de un jardín. En consecuencia, la pareja no da las cosas por sentadas, sino que hace todo lo posible para reforzar su relación tratándola como un jardín, intentando que florezca y sobreviva a las diferentes adversidades que la vida conlle­ va inevitablemente. Las historias del jardín suelen adaptarse bastante bien a las cir­ cunstancias , ya que las relaciones que cuentan con ellas necesitan el cuidado y atenciones que los jardineros desean dedicarles. Cuando los miembros de la pareja se consideran mutuamente sus mejores 1 67

amigos, estas relaciones tienden a convertirse en lo que a veces se de­ nomina compañerismo.3 John Lee usaba el termino griego storge para referirse a la forma amistosa del amor.4 A pesar de que estas relacio­ nes quizá carezcan de pasión, tienden a ser más duraderas.

Papeles complementarios: los jardineros o eljardinero y la flor Normalmente las personas que tienen esta relación se ven a sí mismas corno dos jardineros que cuidan un jardín. Sin embargo, a veces un individuo se puede considerar jardinero y ver en su pareja el jardín o la flor del jardín que hay que cuidar. En este último caso, la mayoría de los cuidados van dirigidos de un compañero que los da a otro que los recibe. La historia del jardinero-jardín no es corno la del coleccionista-coleccionable, ya que el jardinero no tiene el sentido de posesión del coleccionista; además la flor es considerada corno un ser vivo, mientras que los elementos de la colección tam­ bién tienen las características de los objetos.

Ventajas e inconvenientes La mayor ventaja de la historia del jardín es el reconocimiento de la importancia de cuidar y alimentar. Ningún otro tipo de histo­ ria supone ese constante cuidado y atención que encontrarnos en es­ tas relaciones. El principal inconveniente es que, con el tiempo, puede surgir la falta de espontaneidad y el aburrimiento. Las personas que viven estas relaciones no son inmunes, por ejemplo, al atractivo de las re­ laciones extrarnatrirnoniales y, a veces, las viven con el fin de experi­ mentar algo excitante, aunque tengan en alta consideración la rela­ ción con su pareja estable. Sin embargo, al establecer este tipo de 3. Hatfield, Elaine, «Passionate and companionate love», en The psychology o/ !ove, Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale Uni­ versity Press, 1 988, págs. 1 9 1 -2 1 7 . 4. Lee, John Alan, Colors o/ !ove, Toronto, New Press, 1 973 .

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relaciones corren el peligro de perder las que realmente tienen un verdadero significado para ellas . Otro inconveniente potencial es que la relación se convierta en algo agobiante, debido al exceso de atención que se presta a la mis­ ma. Del mismo modo en que podemos ahogar una flor regándola demasiado, también podemos ahogar una relación. Por tanto, debe­ mos ser conscientes de hasta dónde podemos llegar y dejar que la lluvia y la naturaleza hagan el resto. HISTORIA DE NEGOCIOS

En la historia de negocios , la relación funciona como un ne­ gocio . El individuo se siente atraído por otro al que ve como un futuro «compañero de negocios» y al que evalúa para comprobar si realmente encaj a en ese papel. Así pues , el peso de las condi­ ciones económicas , el estatus social y el sentido del negocio jue­ gan un papel muy importante a la hora de establecer este tipo de relación ; papel que no adquiere tal relevancia en las demás rela­ ciones . DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE NEGOCIOS

l . Creo que las relaciones íntimas, al igual que las relaciones de negocios, son socie­

dades .

2 . Creo que las relaciones íntimas no sólo se basan en el amor, sino también en la eco­

nomía doméstica.

3 . Creo que uno de los temas más importantes en una relación íntima es el relaciona­

do con la ganancia y el gasto del dinero.

4 . Creo que en una relación romántica, al igual que en el trabajo, la pareja debe cum ­

5. 6. 7. 8.

plir con sus obligaciones y responsabilidades de acuerdo con sus «características laborales». Siempre que me planteo tener una relación con alguien , tengo en cuenta el terreno económico. Cuando todo ya está dicho y hecho , creo que las consideraciones económicas son el punto clave de una relación. Creo que las relaciones son , en muchos sentidos, como los negocios que funcionan bien . Creo que una buena relación es la base de una proposición de negocios .

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David y Meredith David y Meredith llevaban seis años casados. Casi todo el mun­ do que les conocía calificaba su matrimonio de perfecto. Siempre tenían las cuentas al día, casi nunca discutían y su hija, Mary, era un angelito. Era domingo, lo cual significaba que estaban ocupados re­ pasando facturas y planificando la semana siguiente. David se en­ cargaba de los temas económicos. Primero, pagaba las facturas y re­ alizaba un repaso a los gastos de la semana anterior procurando que las cuentas cuadrasen perfectamente; luego, teniendo en cuenta es­ tos desembolsos, calculaba una determinada cantidad de dinero pa­ ra ingresar en la cuenta para la universidad de Mary y hacía un cál­ culo aproximado del dinero que gastarían durante la semana venidera. Meredith, mientras, se ocupaba de otros asuntos familia­ res. Primero, se encargaba de decidir quién se haría responsable de las diferentes necesidades de Mary; luego, hacía una lista de los que­ haceres domésticos y asignaba una persona a cada tarea, indicando la fecha y el tiempo que se debía dedicar a esos trabajos. Por supues­ to, a veces surgían imprevistos durante la semana que interferían en sus planes. Cuando esto ocurría, David y Meredith se sentaban y de­ cidían las diferentes formas de afrontar el problema. Quizás la única persona que no pensaba que este matrimonio era perfecto era el hermano menor de David: Jimmy. É ste se inclina­ ba por las relaciones románticas y solía preguntarle a su hermano cómo podía tolerar una relación tan aburrida e impersonal. David le contestaba que él veía su matrimonio como algo que funcionaba de forma eficiente y, además, no le resultaba aburrido. No obstante, admitía que entre él y su esposa existía muy poco romanticismo. David afirmaba que su relación de negocios le aportaba cosas grati­ ficantes: le ayudaba a mantener la estabilidad económica de su fami­ lia y aseguraba el completo bienestar de Mary. David le explicaba a Jimmy que, en las primeras etapas de su ma­ trimonio, Meredith y él habían decidido renunciar a las frívolas nece­ sidades, como la excitación y la aventura, y dedicar todas sus fuerzas a cubrir necesidades más importantes, como la seguridad económica y la planificación familiar. Este modo de enfocar la vida afectaba a toda la relación, incluida la vida sexual; se veían a sí mismos como socios más que como marido y mujer. Podrían haber encontrado que su re170

lación era antinatural y cambiar los patrones de su matrimonio; pero se habían acostumbrado demasiado a su eficiente y metódico modo de vida. David creía que el amor de su matrimonio residía en el inte­ rés que compartían él y su esposa por el bienestar familiar y no en un interés apasionado o de cualquier otro tipo.

Warren y Kathy Warren estaba sentado en su lado de la cama, cortándose las uñas de los pies . Llevaba puesto su pijama azul, del mismo estilo que los que había usado durante la mayoría de las noches de los últi­ mos quince años. Su mujer, Kathy, estaba sentada en el otro lado de la cama; en una mano sostenía un espejito y con la otra se ponía cre­ ma hidratante en las mejillas y en la frente. Llevaba puesto un cami­ són rosa a cuyo estilo también había sido fiel durante años. Después de que ambos acabaran sus respectivos quehaceres nocturnos, se dieron las buenas noches de una forma tan agradable como carente de pasión. Warren apagó la luz de su lado de la cama y Kathy hizo lo mismo. Se durmieron sin mostrar ni un mero signo de afecto, mi­ rando en direcciones opuestas . Warren y Kathy llevaban veintiún años casados. Warren era un importante ejecutivo en una empresa de marketing y Kathy una prestigiosa abogada. Huelga decir que su situación era muy acomo­ dada y que, cómo no, ambos pensaban que no había nada como la seguridad económica. Además necesitaban grandes cantidades de dinero ya que, aparte de tener que adapatrse al elevado coste de la vida y pagar las universidades (tenían dos hijos que pronto irían a universidades privadas) , querían jubilarse relativamente jóvenes. A pesar de sus elevados ingresos, eran extremadamente prudentes con el dinero y organizaban sus vidas en torno a determinadas necesida­ des y deseos económicos. Pasaban mucho tiempo manejando e in­ virtiendo su dinero, planeando los gastos y llevando un estricto con­ trol de los mismos a lo largo del mes. Con el fin de que estas actividades se desempeñaran con la máxima eficiencia, Warren y Kathy se dividían las responsabilidades equitativamente. Su relación se asemejaba más a un acuerdo económico. Ambos se dedicaban a afianzar la estabilidad económica de su familia, que 17 1

para ellos era lo más importante. Esta relación de negocios, que fun­ cionaba también en lo que a temas financieros se refería, no tenía nada que ver con una relación romántica. Warren y Kathy valoraban más otras cosas que el romanticismo, algo que quedaba totalmente demostrado con los rituales que realizaban antes de acostarse. El te­ ma del romanticismo quizás hubiera surgido una o dos veces en los veintiún años que llevaban de matrimonio. Para ellos el bienestar económico era más valioso que el romanticismo y la pasión y consi­ deraban que así les iba bastante bien.

Modos de pensamiento y conducta Las personas que viven una historia de negocios ven las relacio­ nes íntimas como asociaciones financieras. Warren y Kathy, y David y Meredith, veían sus relaciones de este modo. Para ellos, una relación es un negocio y una historia de amor es la historia de un negocio exi­ toso. La relación se suele caracterizar por contar con lo que John Lee denominó estilo storge de interrelación: la pareja se profesa un tipo de amor amistoso.5 Estas relaciones suelen ser más bien cálidas (y no ca­ lientes) y en ellas predomina el compañerismo en lugar de la pasión.6 Todos evaluamos a nuestra posible pareja para descubrir si es lo que estamos buscando. Pero las personas que buscan una historia de negocios, tienden a buscar desde un principio aquellas cualidades que podrían calificar a un compañero de negocios o socio, incluida su situación financiera. Lo que para unos puede resultar aburrido y sin aliciente alguno, otros lo considerarán de vital importancia, como era el caso de Warren y Kathy. Una historia que empieza de otro modo puede convertirse en una historia de negocios, aunque sus miembros no sean completa5 . Lee, John Alan, «Love-styles», en The psychology o/ !ove, Stemberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1 988, págs. 3 8-67 . Véase también Hendrick, Clyde y Hendrick, Susan S . , «A theory and method of lo­ ve», en Journal o/personality and social psychology 50, 1 986, págs. 3 92 -402 . 6. Hatf1eld, Elaine, «Passionate and companionate love», en The psychology o/ !ove, Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale Uni­ versity Press, 1988, págs. 1 9 1 -2 1 7 ; Hatfield, Elaine y Rapson, Richard L., Lave, sex, and in­ timacy thezr psichology, biology, and history, Nueva York, HarperCollins, 1 993 .

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mente conscientes del cambio. A medida que las exigencias de la vi­ da diaria se introducen en la relación -las exigencias económicas, la organización del hogar, el saber compaginar la casa con el traba­ jo- los aspectos relativos a la economía cobrarán importancia en la relación, hasta apoderarse completamente de ella. Algunas personas luchan contra esta tendencia buscando formas de mantener o, si es necesario, reavivar la llama de la pasión. Otras se sienten a gusto con el cambio y lo consideran parte del curso natural de la relación.

Papeles complementarios: los compañeros de negocios o eljefe y el empleado Los papeles más comunes en la historia de negocios son el de los compañeros de negocios o socios, que intentan maximizar lo que es importante para ellos: el dinero, para la mayoría, y la fama o un estilo de vida atractivo, para otros. En una sociedad cada individuo contribuye de igual manera al plan acordado. También se puede dar la circunstancia de que un individuo se convierta en el jefe y el otro en su empleado. En tal caso el jefe do­ mina la relación, es decir, uno de los miembros de la pareja puede tener mayor poder financiero y llevarse la mejor parte de los benefi­ cios económicos. El peligro de esta relación es bastante evidente: sentimientos de explotación fácilmente justificados. También se pueden desempeñar otros papeles. Por ejemplo: un individuo asume el papel de presidente, de jefe del departamento fi­ nanciero o de jefe del departamento de operaciones. David, por ejem­ plo, había asumido el papel de jefe del departamento financiero y Me­ redith el de jefe del departamento de operaciones. Lo más importante para que este tipo de relaciones tenga éxito es que los individuos que las integran estén satisfechos con los papeles que desempeñan, es de­ cir, que estén de acuerdo con el reparto de poder y responsabilidades.

Ventajas e inconvenientes La historia de negocios cuenta con varias posibles ventajas entre las cuales se encuentra, en primer lugar, la del pago inmediato de las 173

facturas. Esto sucede porque siempre hay alguien que está vigilan­ do, asegurándose de que todo se pague y de que el dinero esté ahí para poder hacerlo. Otra posible ventaja es que en este tipo de rela­ ción los papeles suelen estar mejor definidos que en otras. Los indi­ viduos se encuentran en una buena posición para «adelantarse» a conseguir lo que quieren y también para enfrentarse a posibles ame­ nazas, corno pueden ser otros «negocios» que califican de competi­ tivos, independientemente de que lo sean o no. Estos otros «nego­ cios» serían, por ejemplo, otras parejas que intentan conseguir mayores logros materiales u otros individuos que intentan dar es­ quinazo a uno de los miembros de la sociedad. Un inconveniente potencial se presenta cuando sólo uno de los componentes de la pareja ve la relación corno una historia de negocios. El otro puede aburrirse con este tipo de relación y bus­ car el interés y el entusiasmo fuera de ella. La historia también se volverá algo amarga cuando la distribución de la autoridad o de los papeles en general, no satisface a uno o ambos individuos. Si los miembros de la pareja no desempeñan papeles compatibles, quizá pasen mucho tiempo luchando por tornar la posición deseada en el negocio. En estas relaciones es importante mantener la opción de la flexibilidad, de manera que si uno de los miembros de la pa­ rej a se cansa de la distribución de los papeles , también pueden asumirse otros. Los problemas surgen de forma inevitable cuando uno de ellos es feliz con el papel que desempeña y el otro quiere cambiarlo. HISTORIA DE ADICCIÓN

En la historia de adicción, un individuo es adicto a su compañe­ ro/a, del mismo modo en que lo sería a una droga. La pérdida de la pareja tal vez motive el síndrome de abstinencia, el mismo que se tendría después de dejar los estupefacientes. Pero el miedo a la sole­ dad no nos lleva a la adicción, sino más bien la necesidad de una de­ terminada pareja. La pareja, por otra parte, puede disfrutar al saber­ se necesitada de forma extrema e intransigente.

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DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE ADICCIÓN l . No puedo imaginar mi vida sin mi pareja.

2 . Me convertiría en un ser desesperado sin mi pareja. 3 . Necesito tener a mi pareja a mi lado, del mismo modo que necesito el aire para res -

pirar.

4 . No creo que pudiera vivir sin mi pareja. 5 . Mi vida carecería de sentido sin el amor de mi pareja. 6 . Si mi pareja me dejara, mi vida estaría completamente vacía.

7 . No podría sobrevivir sin mi pareja.

8 . Mi felicidad está en manos de mi pareja.

Amanda y Kevin Por fin parecía que Amanda iba a dormir un poco. Había esta­ do varias horas hablando por teléfono con Kevin, su novio, quien estaba pasando dos semanas en casa de su abuela, en Louisiana. Amanda y Kevin se encontraban en el primer año de universidad y salían juntos desde los dieciséis años . Cuando estaban en el institu­ to, o en cualquier otro lugar, eran prácticamente inseparables. De hecho, ésta era la primera vez en casi tres años que se separaban du­ rante más de una semana. La separación había sido dura para los dos, pero lo había sido más para Kevin. Kevin siempre necesitaba estar junto a Amanda y, cuando no era así, le atormentaba la idea de poder perderla. Durante los últimos diez días, la había estado lla­ mando constantemente. Hablaban de muchas cosas pero Kevin siempre acaba la conversación pidiéndole a Amanda que le dijera que nunca le dejaría. Aunque Amanda también lo había pasado mal en ausencia de Kevin, en varias ocasiones se había sentido bastante incómoda con algunas de las cosas que éste le había dicho por teléfono. Por ejem­ plo: se había sentido muy mal cuando él le dijo que no sobreviviría sin ella. Cuando estaban juntos, Amanda reconocía el fuerte apego que Kevin tenía hacia ella, pero su dependencia no era tan obvia ya que ella estaba siempre presente cuando él la necesitaba. Por eso, Amanda interpretaba ese apego como signo de su fuerte amor por ella y no como una necesidad de tipo neurótico. 175

Sin embargo, a través del hilo telefónico no podía ignorar esa dependencia y no sabía cómo manejarla exactamente. Realmente quería estar con Kevin y esperaba que su relación fuera para siem­ pre; sin embargo reconocía que existía la posibilidad de que llegara el día en que ya no deseara permanecer a su lado. El simple hecho de pensarlo la hacía sentirse muy culpable, y se imaginaba lo que le pasaría a Kevin si ella decidía acabar con la relación. Al día siguiente, Amanda se despertó pasadas las doce y descu­ brió con sorpresa que Kevin todavía no la había llamado. Se pregun­ tó si todo iría bien e intentó ponerse en contacto con él. No había na­ die en casa y se imaginó que habían salido un ratito. Se dirigió hacia su escritorio y miró una fotografía de Kevin que tenía expuesta sobre el mismo; empezó a echarle mucho de menos y se dio cuenta de que no sólo era él quien sentía esa dependencia. Siempre había pensado que pasaba tanto tiempo con él porque le quería y que lo mismo le sucedía a él. Sin embargo, ahora reconocía que ella dependía tanto de él como él de ella y pensó que la reacción adversa que había teni­ do hacia los comentarios telefónicos de Kevin quizás se debía al mie­ do que tenía a que a él le pudiera suceder lo mismo. Antes de que Amanda pudiera seguir autoanalizándose, sonó el teléfono. Lo cogió rápidamente y se tranquilizó bastante al oír la voz de Kevin al otro lado del hilo telefónico. É ste le explicó que él y su abuela habían ido a dar un paseo en barca. Amanda y Kevin estuvie­ ron hablando durante varias horas pero, en esta ocasión, Amanda no se sintió incómoda cuando Kevin le dijo lo mucho que la necesi­ taba. De hecho, ella le dijo lo mismo.

Melanie y Jasan Ya en el andén de la estación, Melanie le dijo a su marido, J ason, que reconsiderara su decisión de visitar a un viejo amigo en Nueva York. Jason le explicó que tenía que ir, ya que era la última oportu­ nidad que tendría de ver a su amigo en bastante tiempo. Sin embar­ go, le recordó que sólo estaría fuera durante seis días y que la llama­ ría todas las noches. Consciente de que no le podía hacer cambiar de opinión, Melanie empezó a sudar de forma exagerada explicán­ dole todas las cosas horribles que podían sucederle mientras él estu176

viese en Nueva York y le dijo que pensaba en lo que le ocurría a ella si algo iba mal. Él le aseguró que todo marcharía bien, la besó y le dijo adiós. Ella, con lágrimas en sus mejillas, vio como él subía al tren y le siguió con la mirada hasta perderlo de vista. Esperó en el andén hasta que el tren no fue más que un insignificante punto en la distancia. Melanie conducía camino a casa, preguntándose cómo conse­ guiría pasar esos seis días sin él. Sólo se sentía a gusto cuando J ason estaba a su alrededor; sin él, se sentía insegura y le parecía difícil realizar la más simple de las tareas. Además, para empeorar las co­ sas, ya se había imaginado un montón de situaciones que impedirían el regreso de J ason: desde su asesinato a tiros en la boca del metro, hasta su total enamoramiento de otra mujer por la que le abandona­ ría. En cualquiera de los casos, se vería obligada a vivir sin él, algo de lo que ella no se creía capaz. Dependía completamente de él: no sólo necesitaba la seguridad que le aportaba y su compañía, sino que también se encargaba de cubrir todas las necesidades de la fa­ milia. Cuando Jason llegó a Nueva York, estaba entusiasmado con la idea de ver a su viejo amigo. Ambos salieron a cenar. La verdad es que, por una parte, se sentía feliz de estar lejos de Melanie durante unos días. La amaba pero, en algunas ocasiones, la gran dependen­ cia de ella, le agobiaba. Tenía que pasar demasiado tiempo con ella y siempre debía cuidar sus palabras para evitar decir algo que le hicie­ ra pensar que quería dejarla. El simple hecho de querer ver un parti­ do de béisbol con un amigo era interpretado como un signo de de­ samor. En pocas palabras , estando en Nueva York, Jason sentía una libertad que raramente experimentaba en su hogar. Sin embargo, había una parte de J ason que no quería estar lejos de Melanie. A pesar de que la conducta de dependencia de su espo­ sa a menudo le resultaba opresiva, había algunos aspectos de la mis­ ma hacia los que, con el paso de los años, sentía cierta dependencia. Por ejemplo: la ansiosa dependencia de Melanie hacía que se sintie­ ra amado y querido; cuando no la tenía alrededor ya no se sentía tan importante. Aun cuando estaba cenando con su amigo, empezó a sentir la necesidad de que su mujer estuviera allí para decirle lo mu­ cho que le amaba o pedirle consejo a la hora de elegir el menú. Ya no volvió a disfrutar como lo había hecho al principio de la cena y 177

sólo pensaba en llamarla. J ason hubiese preferido que él y su mujer no dependiesen tanto el uno del otro, pero pensaba que peor sería que no se sintiesen atados en modo alguno.

Modos de pensamiento y conducta La característica principal de la historia de adicción es la fuerte ansiosa dependencia hacia la pareja, o la necesidad de tener esa dependencia. Una vez que la persona adopta esa dependencia, lo hace para toda la vida. La idea de perder a la pareja puede hacer que la persona se derrumbe presa del pánico y la desesperación. El adic­ to tiende a sentir que no puede sobrevivir sin su pareja y si la pierde experimentará el síndrome de abstinencia. Por ello, los psicólogos intentan prevenir a sus pacientes sobre este tipo de relaciones.7 Me­ lanie sufrió el síndrome de abstinencia a pesar de que su marido se acababa de marchar pero regresaría a los pocos días. Mi «teoría triangular del amor» -de acuerdo con la cual los diferentes tipos de amor suponen diversas combinaciones de inti­ midad, pasión y compromiso- interpreta la pasión como algo im­ pulsado por la excitación sexual psicofisiológica, que tiende a con­ vertirse en una especie de adicción.8 De acuerdo con esta teoría, la pasión puede presentarse de forma inmediata, justo después de ha­ ber conocido o visto a una persona. Existe una gran fuerza positiva que nos inclina a sentir pasión hacia una persona; esta fuerza suele denominarse amor a primera vista. Sin embargo, a medida que el tiempo va pasando, otra fuerza comienza a entrar en acción y la pa­ sión empieza a disminuir. El proceso es parecido al de cualquier adicción (al café, al alcohol, etc. ) , a medida que el tiempo pasa, la cantidad que inicialmente nos provocaba una gran estimulación ape­ nas nos afecta. Como resultado, buscamos una especie de equilibrio, en el que la adicción permanece pero la pasión se modifica. Richard Solomon propuso una teoría generalizada de la motivación de acuery

7. Peele, Stanton, «Fools for love: the romantic ideal, psychological theory, and ad­ dictive love», en The psychology of love, Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1 988, págs. 159- 1 88; Peele, Stanton y Brodsky, A., Love and addiction, Nueva York, New American Library, 1 976. 8. Sternberg, Robert J., The trzangle o/ love, Nueva York, Basic Books, 1 988.

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do con la cual todas las adicciones se pueden entender en los térmi­ nos que aquí se exponen. Además, el mecanismo aquí descrito sobre la adicción a las personas es una derivación de la teoría de Solomon.9 Las personas que tienen una adicción no quieren experimentar el síndrome de abstinencia. Por ejemplo: las personas que beben mucho café pueden haber empezado a hacerlo con el fin de reani­ marse pero, con el tiempo, acaban descubriéndose a sí mismas be­ biendo café de forma rutinaria con el fin de poder mantenerse des­ piertas. Del mismo modo, el individuo que es adicto a una pareja tal vez no sea consciente de esta adicción en la vida diaria, pero puede empezar a sentir miedo cuando su pareja se va o con la simple idea de poder perderla. Lo que ha empezado siendo un sentimiento po­ sitivo se ha convertido en el intento de evitar uno negativo: el sín­ drome de abstinencia, razón por la cual el pronóstico de la relación de adicción no suele ser demasiado bueno.

Papeles complementarios: el adicto y el codependiente Al igual que todas las historias, la historia de adicción tiene dos papeles complementarios. El primero y más dominante es el del adicto: el que busca la relación y luego no puede dejarla, aunque no funcione bien. El adicto es adicto a la relación del mismo modo en que alguien lo puede ser a las drogas. Además, el adicto puede tener otras adicciones, algo normal en individuos de personalidad adictiva. El segundo papel es el del codependiente. Esta persona apoya el papel del adicto. El codependiente siente que está ayudando al adicto, aunque el tipo de ayuda que se ofrece no siempre es útil. El problema surge porque, normalmente, el codependiente necesita al adicto del mis­ mo modo en que el adicto necesita al codependiente. Esta necesidad era obvia en los casos de Amanda y Jason. Ambos se identificaban con el pa­ pel de codependientes, pero eran conscientes de que necesitaban al adicto del mismo modo en que éste los necesitaba a ellos. Además se dieron cuenta de que, en cierto sentido, ellos también eran adictos. 9. Solomon, Richard L . , «The opponent-process theory of acquired motivation: the costs of pleasure and the benefits of pain», en American psychologist 3 5 , 1 980, págs. 69 1 7 12 .

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El adicto proporciona al codependiente la sensación de estar ha­ ciendo algo significativo en la vida, algo importante para alguien. Des­ pués de todo, el codependiente es consciente de que el adicto siente que no podría vivir sin él. Esto es lo que experimentó Jason en su viaje a Nueva York. Sin Melanie a su lado, su vida parecía carecer de sentido. El problema surge cuando las necesidades del codependiente -como eran los casos de Aman da y J ason- se adaptan y sustentan la adicción. El codependiente ayuda de forma inconsciente a mante­ ner una conducta que, conscientemente, considera inadecuada para ambos miembros de la pareja. Este apoyo o mantenimiento puede adoptar varias formas: el codependiente alimentará la adicción, ac­ tuará halagado por la misma o intentará mostrarse insatisfecho cuando, en realidad, siente satisfacción. Cuando ambos miembros de la pareja son felices con la relación, no existe ningún peligro. Pero si la relación empieza a degenerar, riesgo que corren todas las relaciones adictivas, los papeles comple­ mentarios tratarán de mantenerla, cuando lo mejor sería acabar con ella. Normalmente, este tipo de relaciones no tienen grandes posibi­ lidades de éxito a largo plazo, ya que las adicciones de cualquier tipo tienden a caer en espirales de comportamiento destructivo. Por ejemplo: el adicto quizá necesite cada vez más al codepen­ diente, haciendo que este último se sienta oprimido. El codepen­ diente intenta crear cierta distancia y espacio entre él y el adicto, con el fin de gozar de cierta libertad. Sin embargo, esto no hace más que incrementar el ya elevado nivel de ansiedad del adicto, quien empieza a estar preocupado por la posible pérdida del codepen­ diente. Por tanto, la actuación del adicto agobia todavía más al co­ dependiente, lo cual hace que la espiral degenerativa funcione a ple­ no rendimiento. Si Kevin fuera cada vez más posesivo con el tiempo de Amanda, ésta quizás no podría soportar la situación y empezaría a perder su interés por él.

Ventajas e inconvenientes La historia de adicción cuenta con algunas ventajas para ambos miembros. El adicto puede sentir, a través de la relación íntima, algo que casi nadie experimenta. Para el adicto la relación es como una 1 80

droga y podría tener los mismos efectos psicológicos que algunas de ellas. La relación aporta al codependiente un sentido de utilidad y ayuda. Alguien que nunca se ha sentido imprescindible encontrará el papel de codependiente especialmente atractivo, ya que le ofrece la oportunidad de poder hacer algo por alguien.

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Historias narrativas

En las historias narrativas, la pareja cree que existe una especie de texto real o imaginario fuera de la relación que, en cierta manera, prescribe el modo en que ésta se debe desarrollar. En la historia fan­ tástica, el texto es un cuento de hadas en el que un príncipe o un ca­ ballero rescatan a una princesa con la que viven felices por siempre jamás. En la historia histórica, el texto es una historia en la que el pasado nos proporciona las pautas o directrices que hay que seguir en el futuro. En la historia científica, las leyes y principios científicos rigen la relación así como los sentimientos, los pensamientos y las acciones de las personas que la integran. En la historia del libro de recetas de cocina, existe una receta que contiene todos los ingre­ dientes necesarios para que una relación sea feliz y tenga éxito; para conseguir la dicha no hay más que seguir esa receta al pie de la letra. HISTORIA FANTÁSTICA

La historia fantástica es quizás la historia de amor más clásica; aquella en que el príncipe (o el caballero enfundado en su brillante armadura) busca el amor de la princesa y viceversa. Una vez que ambos consiguen estar juntos, se supone que serán felices por siem­ pre jamás. Las personas que tienen esta historia suelen ver a su pare­ ja como un sueño convertido en realidad. Las historias fantásticas, al igual que el resto de historias, tam­ bién pueden acabar mal. El príncipe o el caballero se convierten en hechiceros o truhanes, o tal vez la princesa sea una bruja disfrazada. Aquellos que cuentan con este tipo de historia deben descubrir es1 83

tos disfraces antes de que sea demasiado tarde. Tienen que asegu­ rarse de que lo que han encontrado es lo que realmente andaban buscando. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA FANTÁSTICA

l . Creo que las relaciones de cuento se pueden hacer realidad. 2. Creo que las personas deben esperar a la pareja con la que siempre han soñado. 3 . Creo que las relaciones casi perfectas existen ; todo consiste en encontrar a la per­

sona idónea.

4 . Todavía creo en la idea de vivir feliz por siempre jamás, siempre que encuentre a

mi Don/Doña Perfecto/ a.

5. Creo que ahí fuera está mi p areja ideal esperándome.

6. Creo que los cuentos de hadas se convierten en realidad también hoy en día; ¿por qué no puede sucederme a mí? 7. Me gusta ver en mi p areja al príncipe o la princesa de antaño. 8 . Creo que las mejores relaciones son como verdaderos cuentos de hadas .

Greg y Heather Greg no podía esperar más. Quería contarle a su mejor amigo, Mickey, lo que le había sucedido. Así que le llamó y, sin preguntarle si estaba ocupado, le dijo que iría a verle en cinco minutos. Al prin­ cipio Mickey quedó algo desconcertado ante el entusiasmo de Greg. Sin embargo, no era la primera vez que le oía hablar de ese modo, por lo que imaginó lo que su amigo le quería contar. Cuando Greg llegó, las intuiciones de Mickey se fueron confirmando a medida que su amigo le hablaba de la nueva chica de sus sueños . Greg estaba paseando a s u perro por el parque cuando, d e re­ pente, esa preciosa mujer se dirigió hacia él y empezó a acariciar al perro. Se llamaba Heather y, sólo con verla, supo que era la mujer de su vida. Habían tenido una conversación muy interesante y, antes de marcharse, ella le había dado su número de teléfono. Al día siguien­ te él la llamó y habían quedado para cenar. Ahora Greg estaba a punto de ir a recogerla y apenas podía contener su emoción. Creía que Heather era la mujer con quien se casaría y hasta se había imagi­ nado la boda. 1 84

Después de escuchar la historia de Greg, Mickey esbozó una sonrisa incrédula y le preguntó a Greg si sabía cuántas veces le había contado la misma historia. Greg insistía en que esta vez era diferen­ te. Era consciente de que ya había sentido esto con otras mujeres y que ninguna de sus relaciones había sido tan buena como imaginaba al principio de las mismas . Sin embargo, afirmaba que había apren­ dido de esas experiencias y creía que ahora sabía manejar mejor la situación. Estaba cansado de sus cortas historias e innumerables fra­ casos; esta vez, intentaría con todas sus fuerzas que todo funcionara y estaba seguro de que Heather lo merecía. Michey seguía manteniendo su postura de incredulidad y le dijo a Greg que el único modo de conseguir una relación buena y duradera era dejar de fantasear y poner los pies en la tierra. Intentaba hacer compren­ der a su amigo que nadie se adaptaba a su historia de cuento de hadas en la que él encontraba a su princesa. Greg no le escuchaba. Esta vez estaba seguro de haber encontrado a la princesa que andaba buscando. Greg siguió describiendo cuán hermosa era Heather. Habló a Mickey de la labor que ésta desempeñaba en el centro social de su barrio y de lo mucho que le gustaban los niños. Greg estaba conven­ cida de que Heather sería la madre perfecta. Mickey iba a respon­ derle pero, antes de que pudiera decir una sola palabra, Greg le dijo que se le había hecho tarde y que debía dejarle pues no se quería re­ trasar en la cita. Además, todavía tenía que ir a la floristería para comprar las mejores rosas que pudiera encontrar; después de todo, la mujer de sus sueños se merecía lo mejor.

Alexis y Cory Era sábado por la noche y Alexis estaba en casa. Quería salir, pero había tenido un día espantoso. A su jefe no le habían gustado sus informes de marketing y había recibido no una, sino dos multas por exceso de velocidad. Así que, como no estaba de muy buen hu­ mor, había decidido quedarse a ver una película. Se dirigió a su vi­ deoteca y escogió el vídeo de La Cenicienta. Era su película preferida y, aunque la había visto docenas de ve­ ces, todavía no se había aburrido de ella. Le gustaba verla siempre que estaba algo deprimida; se imaginaba que era Cenicienta quien, a 1 85

pesar de su baja clase social y aparente insignificancia en el mundo, conseguía vivir feliz con su príncipe. Desde pequeña, Alexis soñaba con tener un romance de cuento de hadas como el de Cenicienta. Cada vez que iniciaba una relación, se imaginaba que el hombre con el que estaba era un mítico príncipe. Al­ gunas de sus amigas le habían dicho que no era realista al pensar que existía una persona de esas características. Para demostrárselo, le de­ cían que ninguno de sus novios o relaciones anteriores había respondi­ do a los cánones del cuento de hadas. Cuando Alexis reflexionaba so­ bre ello de forma racional, coincidía con las ideas de sus amigas. Sin embargo, una parte de ella seguía convencida de que el príncipe encan­ tado estaba en algún lugar y que un día vendría para probarle el zapato. Mientras veía La Cenicienta, Alexis comenzó a fantasear con Cory, un nuevo empleado de la oficina donde trabajaba. Alexis sólo había ha­ blado con Cory en una ocasión, pero tenía una excelente impresión de él. A medida que la película iba avanzando, los sentimientos de Alexis hacia Cory se intensificaban. Empezó a pensar que él podría ser su ca­ ballero enfundado en una brillante armadura y también imaginaba có­ mo sería la relación que mantendrían. Cory, por supuesto, sería el novio perfecto: romántico, car.iñoso y protector. Siempre estaría a su lado cuando ella estuviese deprimida y haría que todos sus problemas desa­ parecieran. La apoyaría en todo momento y la defendería cuando lo ne­ cesitara. Nunca discutirían y su amor no tendría fin. A medida que Alexis seguía soñando despierta, la imagen que ha­ bía creado de Cory parecía volverse cada vez más real. Estaba casi con­ vencida de que él era el príncipe encantado que había buscado desde pequeña. Se lo imaginó entrando en la oficina el lunes y confesándole su amor por ella. Le diría que ella era demasiado especial para trabajar en esa oficina. Juntos, dejarían el trabajo y emprenderían una nueva vi­ da. Vivirían en una idílica casita en el campo y tendrían unos hijos ma­ ravillosos. Y por supuesto, serían felices por siempre jamás. Era una fantasía, pero Alexis creía que su sueño se haría realidad.

Modos de pensamiento y conducta Muchas de nuestras historias fantásticas sobre el amor tienen sus orígenes en la mitología. En la leyenda sobre Eros y Psique, por 1 86

ejemplo, el dios Eros elegía a un mortal: Psiql}e, como su amante, pero no quería que ésta descubriera quién era. El la llevó a vivir a un maravilloso palacio, pero insistió en el hecho de que siempre que es ­ tuvieran juntos estarían a oscuras y Psique nunca intentaría ver su aspecto o tan siquiera imaginarse cómo era. Psique era completamente feliz con Eros, pero sus hermanas la convencieron de que realmente sucedía algo extraño que tenía que descubrir. ¿Por qué no quería Eros que Psique la viera? ¿Acaso era tan feo o deforme? ¿Y si se trataba del diablo? Psique cogió una ve­ la y miró a Eros mientras éste dormía pero, accidentalmente, una gota de cera caliente cayó sobre él y le despertó. Eros huyó al sentir­ se traicionado. Entonces, Psique tuvo que enfrentarse al reto más grande de su vida: dar con su amado, a pesar de los muchos obstá­ culos que se encontraría en el camino. Finalmente, Eros perdonó a Psique, se reconciliaron y ella se convirtió en diosa para vivir eterna­ mente junto a él en el Olimpo. 1 El tema de la historia de Psique y Eros es la búsqueda y ésta constituye a menudo el tema principal de las historias fantásticas . Las historias fantásticas tienden a ser lo que Francesco Alberoni, un sociólogo italiano, denomina estado naciente de las relaciones: las relaciones acaban de empezar y la pareja está profundamente ena­ morada (o una persona está enamorada de otra, independientemen­ te de lo que esta última sienta por ella) .2 Resulta más difícil, aunque no imposible, mantener el papel de príncipe o princesa una vez que conocemos mejor a la pareja. A veces, incluso se conserva la imagen inicial, independientemente de que la pareja se ajuste o no a ella.

Papeles complementarios: el príncipe y la princesa Los individuos que viven una historia fantástica buscan un prín­ cipe (caballero) o una princesa. A veces consiguen encontrar a la persona de sus sueños , aunque casi nunca sucede; o puede que enl. Wolkstein, Diane, The /irst !ove stories, Nueva York, HarperCollins, 1 99 1 ; véase también Sternberg, Robert J . , In search o/ the human mznd, Ft. Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 995 . 2 . Alberoni, Francesco, Falling in !ove, Nueva York, Random House, 1 983 .

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cuentren a una persona a la que inicialmente califiquen de idónea y luego descubran que no es así. Aun cuando encuentren a la persona con la que habían soñado y sean relativamente felices, pueden em­ pezar a fantasear de nuevo, ya que los cuentos de hadas no se basan en el « . . . fueron felices por siempre jamás» (recordemos que cual­ quier cuento clásico sólo cuenta con una línea dedicada a esta frase) , sino en la búsqueda de la pareja luchando contra las adversidades. El príncipe, la princesa o ambos pueden estar más enamorados de la idea fantástica que de cualquier forma real que pueda adquirir la misma. Las desilusiones, por tanto, suelen ser bastante frecuentes ya que casi ninguna relación responde a este criterio. El príncipe y la princesa tal vez se conviertan en rey y reina cuando ya llevan algún tiempo juntos. El problema es que los pape­ les de rey y reina nunca conllevan el mismo entusiasmo que los de príncipe y princesa. Por eso, cuando los papeles comienzan a cam­ biar, los miembros de la pareja quizá se muestren insatisfechos con ello. Irónicamente, ese malestar no se siente hacia la pareja, sino más bien hacia los nuevos papeles que les ha impuesto la relación a largo plazo.

Ventajas e inconvenientes La historia fantástica es particularmente poderosa. El individuo se siente presa de la emoción que le provoca la búsqueda de la pareja perfecta o del hecho de desarrollar una relación perfecta con la pare­ ja que ya ha encontrado. La fantasía quizás dure siempre, pero lo más normal es que permanezca viva mientras la relación se sienta co­ mo algo que está por llegar, y desaparezca una vez hecha realidad. Probablemente no sea fruto de la casualidad el que, en la literatura, la mayoría de las historias fantásticas se desarrollan fuera del matri­ monio: las fantasías son difíciles de mantener cuando hay que pagar las facturas, llevar a los niños a la escuela y convivir con los malos hu­ mores que nos invaden de vez en cuando. Para mantener ese maravi­ lloso sentimiento fantástico deberíamos ignorar, al menos en cierta medida, los aspectos mundanos de la vida. Los miembros de la pareja que vive una historia fantástica suelen profesarse respeto y admiración mutua y hacen todo lo posible por 1 88

conservar la felicidad de su compañero/a. Su forma de sentir el amor es tan intensa que pocas parejas que cuentan con otras historias lo pueden sentir de forma semejante. El amor, sin embargo, quizás no sea tan pro­ fundo corno parece, ya que el sentimiento de profundidad, al igual que la relación en sí misma, puede ser tan sólo una fantasía. Las posibles desventajas de la historia fantástica son bastante obvias. La mayor de ellas es la desilusión que surgirá cuando uno de los miembros de la pareja descubre que nadie cumple con las expec­ tativas creadas. La falta de realismo puede hacer que la pareja se sienta insatisfecha con una relación con la que otros serían bastante felices. En nuestra investigación, hemos distinguido dos clases de ideales: los ideales idealistas, que se corresponderían con los que leernos en los cuentos o vernos en las películas de Hollywood, y los ideales realistas, que corresponden a las expectativas más terrenales posibles en una re­ lación.3 Si una pareja crea una historia fantástica basada en ideales más realistas que idealistas, tendrá más posibilidades de éxito; si decide crear un mito, lo más probable es que sólo consiga eso: un mito. HISTORIA HISTÓRICA

En la historia histórica, el presente queda definido, en gran par­ te, en función del pasado. Las parejas con una historia histórica ven el presente corno una acumulación de acontecimientos del pasado y el pasado corno un tiempo presente. Las personas que viven una historia histórica son auténticos «ar­ chivadores». Los archivos que conservan pueden tener forma física o simplemente estar en sus mentes. Por ejemplo: estas personas suelen ser particularmente propensas a guardar muchos álbumes de fotos, cintas de vídeo de acontecimientos importantes y se interesan por los árboles genealógicos. También se da el caso de que sólo sienten inte­ rés por la historia de su relación. Cuando es así, pueden centrar su cu3 . Beall, Anne E. y Sternberg, Robert ] . , «Love and science: can the two be ma­ rried?», en Journal of NIH research 2 , 1 990, págs. 57-6 1 ; Sternberg, Robert ]. y Barnes, Mi­ chael L., «Real and ideal others in romantic relationships», en Journal ofpersonalzty and so­ cial psychology 49, 1985 , págs. 1 .586- 1 .608.

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riosidad en la «consanguineidad», en los árboles genealógicos de sus futuras parejas o en las parejas en sí mismas. Por ejemplo: estarán es­ pecialmente orgullosos de que ellos o sus parejas sean descendientes de un determinado individuo, o sentir vergüenza por uno de los ante­ pasados de su familia o de la familia de su pareja. Las sociedades en las que predomina el sistema de castas tien­ den a fomentar la historia histórica y a considerar determinadas re­ laciones corno simples y únicos nudos de una compleja cadena de interrelaciones. Algunas parejas se rechazan simplemente por su li­ naje histórico. Los Royalty, por ejemplo, sólo se casaban con perso­ nas pertenecientes a su misma estirpe. El precio de esta endogamia resultaba bastante caro ya que, normalmente, los descendientes su­ frían retrasos mentales u otros defectos genéticos. Estos defectos ge­ néticos se suelen producir cuando se unen dos personas que son portadoras del mismo peligroso gen recesivo.4 La mayoría de las parejas que cuentan con la historia histórica no tienen este problema. Ven su unión y su progenie corno la continua­ ción (o por lo menos, el comienzo) de la «reserva» de la línea de des­ cendientes cuya historia constituye una importante parte de lo que ellos son en la actualida9-. Las organizaciones corno las Daughters of the American Revolution (DAR) representan la idea de una larga y dis­ tinguida línea familiar con unas profundas e importantes raíces históri­ cas. Algunas personas que viven una historia histórica no consideran a la persona elegida corno el factor determinante de su felicidad, sino al linaje histórico que esa persona representa. N aturalrnente, no todas las personas que cuentan con la historia histórica dan tanta importancia al linaje. Puede que la historia que realmente les preocupe sea la suya propia, en lugar de la de sus antecesores. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA HISTÓRICA l . A menudo pienso en todos los momentos compartidos con mi pareja y en lo mu­

cho que significa esa historia en común .

2 . Creo que para conocer el futuro de una relación hay que mirar hacia el pasado de

la misma.

4. Sternberg, Robert J. y Grigorenko, Elena L. (comps. ) , Intellzgence, heredity, and environment, Nueva York, Cambridge University Press, 1 997 .

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3 . Para mí es muy importante conservar los objetos y fotografías que me recuerdan

los momentos especiales compartidos con mi pareja.

4 . Creo que el pasado es una parte muy importante de nuestras relaciones y que nun ­ ca se debe olvidar. 5 . Creo que los aniversarios son especialmente importantes, ya que constituyen el re­

cordatorio de la historia que compartimos.

6. Me gusta recordar algunos acontecimientos importantes de nuestra relación por­ que creo que nuestro pasado es una parte importante de nosotros. 7 . No puedo separar nuestra historia del presente o del futuro ya que, al igual que el

pasado, éstos forman parte de nosotros.

8 . Creo que el pasado compartido por una pareja tiene una gran importancia en el

presente de su relación .

Allison y Eric Allison estaba extremadamente preocupada porque su novio, Eric, había aceptado trabajar durante cuatro meses en el proyecto de una película en Milán. Habían estado discutiendo durante toda la semana y, en un intento de acabar con sus discusiones, habían decidido ir al Inspiration Point en el Roger State Park, donde ha­ cía dos años que Eric había pedido a Allison que saliera con él. El lugar no sólo les recordaría uno de los momentos más felices de su vida. Los tranquilos alrededores y la maravillosa panorámica de toda la ciudad les proporcionarían el ambiente idóneo para recor­ dar muchos de los acontecimientos que habían configurado su re­ lación. Eric y Allison siempre habían pensado que el hecho de reflexio­ nar sobre su pasado les permitía mejorar la perspectiva de sus actual relación; y no sólo eso: si la situación actual era difícil, eso les ayuda­ ría a superar los duros momentos. Sentados sobre el Inspiration Point, Allison y Eric empezaron a recordar todo lo que habían pasado juntos. Eric se levantó y se acer­ co al borde del precipicio. Se giró hacia ella y señaló una minúscula manchita en la lejanía argumentando que creía que ése era el lugar a donde fueron a cenar el día de su primera cita. Allison le respondió que el restaurante estaba mucho más a la izquierda de lo que él se­ ñalaba. Al final, acabaron riéndose de su ridícula discusión, ya que se dieron cuenta de que era imposible identificar el lugar desde un 191

sitio tan lejano. Allison se giró hacia él y le preguntó si se acordaba del modo en que había terminado la noche. Eric asintió sonriendo abiertamente, pues sabía con toda seguridad que Allison se refería al momento en que él le pilló a ella la mano con la puerta del restau­ rante. De repente cambiaron de tema y pasaron a hablar de su actual situación. Allison le pidió a Eric que no se marchara a Milán. Com­ prendía que era una gran oportunidad para él, pero las cosas le iban bastante bien estando donde estaba. Eric le respondió que era algo más que una gran oportunidad; estaba seguro de que si hacía un excelente trabajo en Milán le darían un ascenso a su regreso. Allison se alejó durante un minuto; Eric sabía que ella estaba pen­ sando en la primera vez que él se marchó a realizar un proyecto. Eric estuvo fuera durante sólo tres semanas pero, en ese corto tiempo, tuvo un pequeño romance con otra persona. Allison tenía miedo de que eso volviera a suceder. Eric caminó hacia ella y le sugi­ rió que se sentaran. Le explicó que lo que había sucedido la primera vez que se marchó no volvería a pasar nunca má�. Después de todo, en aquella época llevaban poco tiempo saliendo juntos y él aún no es­ taba seguro de sus sentimientos. Ahora estaba convencido de que la quería y creía con todas sus fuerzas que acabarían casándose; le dijo que nunca volvería a hacer lo que hizo en el pasado porque no quería echar por tierra una relación tan maravillosa como la que mantenían. Allison apreciaba sus palabras pero hizo hincapié en el largo tiempo de su ausencia y en las muchas y maravillosas personas que conocería. Reconocía que la relación se encontraba en un nivel diferente que la última vez que él se marchó, pero también era consciente de que ha­ bía sido menos tiempo. Esta vez eran cuatro meses de ausencia y ella no estaba segura de que, él la seguiría queriendo del mismo modo du­ rante todo ese tiempo. El le aseguró que sí lo haría y le dijo que creía firmemente que, en algunas ocasiones, ella tenía que ser capaz de no mirar al pasado y darse cuenta de que, en una relación a largo plazo, siempre se cometían errores. Añadió que a pesar de que era impor­ tante reflexionar sobre los errores y utilizarlos para comprender y en­ frentarse a las situaciones actuales, no debían permitir que éstos con­ trolaran sus opiniones. Allison reflexionó durante unos instantes y luego asintió con la cabeza. Se disculpó por no haber confiado en él y le dijo que nunca 1 92

se perdonaría a sí misma haberle prohibido ir a Milán. Después de abrazarse durante largo tiempo, se despidieron de su lugar preferi­ do sintiendo, de algún modo, que no era la última vez que estarían en él.

Len y Cecilia Cecilia, la novia de Len, había estado en Sudamérica durante casi seis meses. Cecilia, arqueóloga de profesión, estaba trabajando en un importante proyecto sobre la civilización inca. Debía regresar pronto a casa, pero nada era seguro. Antes de marcharse a Sudamé­ rica, ella y Len habían planeado casarse a finales de año. Su marcha había sido motivo de muchos conflictos; Len comprendía que ese proyecto era una gran oportunidad para su novia, pero creía que tendría otras oportunidades en el futuro y que lo más importante para ellos era casarse. Sin embargo, Cecilia argumentaba que sólo habría otros proyectos en el futuro si aprovechaba los que le surgí­ an. Reconocía que sería difícil para Len estar solo durante tanto tiempo, pero le dijo que se casarían en cuanto ella regresara. Final­ mente, Len se dio cuenta de que Cecilia no cambiaría de opinión y decidió dejar de discutir con ella para que, al menos, pudieran sepa­ rarse felizmente. Los últimos seis meses habían sido particularmente difíciles pa­ ra Len. Sólo había sido capaz de olvidar las punzadas de la soledad -además de con las cartas que recibía de Cecilia (no había teléfono donde ella estaba)- mirando las cajas llenas de fotografías que constituían un amplio recordatorio del tiempo que ambos habían compartido juntos. Las fotografías no sólo le servían como recorda­ torios físicos del pasado, sino como recordatorios mentales y emo­ cionales. Cada fotografía constituía para Len una historia de los per­ sonajes que reflejaba, repleta de pensamientos y sentimientos. Len siempre había pensado que él y Cecilia debían tener un recuerdo del tiempo que pasaban juntos. Creía que eso les permitía tener una me­ jor perspectiva de su relación, ya que podrían comprender su actual situación en función del pasado. Len acababa de encontrar una fotografía en la que aparecía Cecilia junto a su mejor amiga: Melissa. Entonces recordó un acontecimiento 1 93

que casi acabó con su relación con Cecilia. Hace algunos años, él y Ce­ cilia acompañaron a Melissa a una extravagante fiesta de celebración del Cuatro de Julio. Tanto él corno Melissa bebieron mucho; Cecilia no lo hizo, ya que no se encontraba de humor. Al poco tiempo, les dijo que se iba a casa. Después de que se marchara, Len y Melissa comen­ zaron a besarse. Momentos después, Cecilia, que había pensado que quizás necesitasen su ayuda y había vuelto atrás, los descubrió. Quedó completamente destrozada por lo que vio. Len y Melissa le explicaron que no era nada serio; estaban borrachos y habían actuado de forma estúpida. Cecilia sabía que lo que le estaban contando seguramente era cierto, pero se sentía muy herida. Consideró la idea de acabar su rela­ ción con Len pero, finalmente, decidió que no tenía sentido que una locura de Len acabara con los fuertes vínculos afectivos que les unían. Hoy, mientras Len recordaba ese episodio de sus vidas, se dio cuenta de que él también debía ser capaz de ver más allá de la decisión de Ce­ cilia de marcharse a Sudamérica. Después de todo, si ella había sido capaz de perdonarle lo que le había hecho, él debía perdonarle algo que era mucho más inocente. Len cogió otra fotografía. Era una instantánea en la que él y Ce­ cilia posaban en el Gr�n Cañón. Llegar hasta la cumbre les había ocupado todo el día y estaban completamente exhaustos. Len recor­ daba la maravillosa sensación que tenía en el momento en que fue tornada la fotografía. Estaba cansado pero eufórico por haber llega­ do a la cumbre y el hecho de haberlo conseguido junto a Cecilia le hacía sentirse aún más feliz. Recordaba que había pensado que que­ ría pasar el resto de su vida con ella. Al mirar esa fotografía, se dio cuenta de que recuerdos corno ése eran los que le habían ayudado a soportar esos seis meses de ausencia.

Modos de pensamiento y conducta Las personas que viven una historia histórica piensan mucho en los eventos del pasado y en las continuidades y discontinuidades existentes entre el pasado y el presente. En una relación, la historia puede desempeñar una papel importante. Las historias de Allison y Eric y de Len y Cecilia nos muestran cómo la historia puede reforzar o poner en peligro el futuro de una 1 94

relación. En ambos casos, los recuerdos de algunos momentos muy felices ayudaron a las parejas a superar difíciles situaciones del pre­ sente. Dado que todas las relaciones serias atraviesan momentos di­ fíciles, el hecho de recurrir a los recuerdos felices puede tener una gran importancia. En algunas ocasiones, estos recuerdos son el úni­ co motivo que lleva a la pareja a permanecer unida. En estos casos, la pareja puede prever, o por lo menos, esperar que el futuro les brinde momentos tan felices como los vividos en el pasado. Los malos recuerdos suelen seguir ejerciendo un efecto tóxico so­ bre la relación, aún años después de que el problema que los generó se haya resuelto. Muchos de nosotros hemos estado con personas que no quieren olvidar lo que ellas consideran un error o una falta por parte de su pareja. No importa cuántas veces se haya dado una solución al tema, éste tiende a salir a flote una y otra vez. No importa lo que uno intente hacer, la pareja es incapaz de olvidar lo sucedido. A menudo se utiliza la memoria para manipular a la pareja y así conseguir una con­ ducta dócil: «Todavía estás en deuda conmigo por lo que me hiciste en el pasado, así que yo puedo hacer lo que quiera en el presente». Estos continuos recuerdos en tono de reproche no sólo son tóxicos por ser incorrectos, sino porque no permiten que el individuo aprenda de los errores cometidos en el pasado. Después de todo, una vez cometido el error es como si se hubiera hecho para siempre. Los historiadores saben que no sólo los acontecimientos pasa­ dos constituyen la historia. La historia también reside en la selec­ ción, la interpretación y el análisis íntegro de esos acontecimientos. Del mismo modo, en las relaciones no importa tanto lo sucedido, si­ no lo que se ha aprendido de ello, lo cual puede ayudarnos a recons­ truir o romper la relación. Las parejas que aprenden de sus historias enriquecen su relación; aquellas que no lo hacen quedan estancadas o incluso retroceden en la misma.

Papeles complementarios: los historiadores o el historiador y el personaje histórico Normalmente, los individuos que viven la historia histórica bus­ can a otros individuos para los que la historia sea algo importante. De este modo pueden crear una historia compartida. 1 95

A veces una persona desempeña el papel de historiador y la otra el de personaje histórico. En este tipo de relaciones existe una asime­ tría natural; además, pueden entrar en juego algunos de los elemen­ tos de las historias asimétricas (véase pág. 67 ) . Normalmente se con­ sidera al personaje histórico como el más importante de la relación. Esa importancia puede derivar del significado que la pareja dé a sus orígenes familiares, a sus habilidades o a la trayectoria de su vida. El papel que desempeña la historia en la relación cambiará con el tiempo. Por ejemplo: cuando los miembros de una pareja empie­ zan a salir juntos pueden tener tendencias históricas, es decir, entrar en un sinfín de detalles de las historias de sus vidas con el fin de co­ nocerse mejor. O también compartir, de forma íntima, lo que han aprendido sobre los errores cometidos en relaciones anteriores. Pe­ ro una vez superadas las primeras etapas, cabe la posibilidad de que uno o ambos miembros de la relación consideren más oportuno ha­ blar sobre los errores más recientes (y menos históricos) cometidos en la actual relación. Como resultado, las discusiones sobre lo que se va aprendiendo de los errores desaparecerán. Quizás la pareja no haya sabido enfrentarse a sus fallos, lo que dará lugar a tensiones y hostilidades que quedarán sin resolver. Otras parejas pueden volverse más históricas con el paso del tiempo, especialmente si han tenido hijos. En algunas ocasiones, el nacimiento de un hijo hace que la pareja se de cuenta de que algún día contará con el recuerdo del aumento y posterior desarrollo de su unidad familiar. Así, la pareja empieza a orientar su vida de un mo­ do más histórico.

Ventajas e inconvenientes La principal ventaja de la historia histórica es la capacidad para recordar los momentos felices y utilizarlos para superar las situacio­ nes críticas. La historia histórica también puede resultar de gran ayuda a la hora de restar importancia a lo que, en el momento ac­ tual, parece ser una gran catástrofe. La visión histórica permite que la pareja se dé cuenta de que un acontecimiento aparentemente ca­ tastrófico dejará de tener tanta importancia con el paso del tiempo e, incluso, carecerá totalmente de ella. 1 96

El principal inconveniente de la historia histórica es la capaci­ dad de sacar a flote repetidamente los errores del pasado. Los indi­ viduos que tienen esta tendencia rara vez olvidan y siempre están dispuestos a recurrir a los conflictos del pasado, asegurando que se repetirán una y otra vez. Las relaciones en las que las personas son incapaces de perdo­ nar, olviden o no, suelen acompañarse de ansiedad y sentimientos de culpabilidad. Es muy difícil ser feliz pensando que los errores del pasado se pueden repetir en cualquier momento. HISTORIA CIENTÍFICA

Los individuos que viven una historia científica creen que el amor en general se puede y debe comprender, analizar y examinar minucio­ samente como cualquier otro fenómeno natural. Además arrastran es­ ta creencia hasta los aspectos cotidianos de su relación, realizando un examen exhaustivo de casi todo (o de todo) lo que sucede en su rela­ ción. Por ello, pasan mucho tiempo explicándose a sí mismos o a su pareja lo que piensan que está sucediendo en lo más profundo de sus vidas. Este comportamiento quizá sea práctico, a menos que se llegue a un punto en el que el analista hable pero no escuche o incluso interfie­ ra en la relación analizándola excesivamente. Este último efecto refleja, en cierto modo, el principio de incerti­ dumbre o indeterminación de Heisenberg aplicado a las relaciones ínti­ mas, según el cual el acto de observarlas continuamente acabaría cam­ biándolas. Por ejemplo: el hecho de analizar las relaciones sexuales mientras se están manteniendo hace que éstas (las relaciones) se alteren o se vean afectadas, aun cuando está no sea la intención del analista. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA CIENTÍFICA 1 . Creo que entender una relación amorosa es igual que entender cualquier otro fenó­

meno natural; necesitamos descubrir las reglas que lo gobiernan. 2. Creo que para comprender una relación amorosa necesitamos estudiarla desde una

perspectiva científica. 3 . Me gusta analizar los diferentes aspectos de mi relación; además considero que es

muy útil hacerlo.

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4. Creo que el mejor modo de conseguir el éxito en una relación consiste en enfocar los problemas de la misma desde un punto de vista lógico y científico . 5 . Creo que las personas tienen mayores posibilidades de éxito en sus relaciones si en ­

focan sus problemas desde una perspectiva lógica y no emocional.

6. Me gusta sentarme con mi pareja y discutir de forma objetiva y analítica los dife­ rentes aspectos de nuestra relación . 7 . Creo que las relaciones pueden mejorar a través del análisis racional y el examen

minucioso. 8 . A mí me es posible analizar y comprender a mi pareja casi por completo .

Alisa y Gary Alisa creía que comprendía de forma bastante amplia las rela­ ciones íntimas. Creía que el amor se podía examinar exhaustiva­ mente como cualquier otro fenómeno natural. Cada vez que Alisa se enfrentaba a una relación -ya fuera ella quien la viviese u otra persona- la quería analizar de forma inme­ diata. Gary, un ingeniero químico y marido de Alisa desde hacía die­ ciocho años, había contrastado opiniones sobre el enfoque científi­ co que su mujer daba a las relaciones íntimas. Estaba fascinado por el conocimiento y comprensión que ella demostraba tener sobre las mismas. A pesar de que normalmente se mostraba escéptico ante sus complicados análisis, casi siempre acababa estando de acuerdo con ella. Después de todo, coincidía con su mujer a la hora de afir­ mar que casi todo el comportamiento humano y muchas de las emo­ ciones humanas, entre las que se encuentra el amor, se podían anali­ zar científicamente. Sin embargo, Gary opinaba de diferente manera cuando él se convertía en el objeto de análisis. A Gary le estimulaba que Alisa analizara su mente y su comportamiento, pero a veces deseaba que no fuera tan rápida cuando lo hacía. Además, Alisa creía que siem­ pre podía predecir el modo en que Gary respondería a una determi­ nada conducta que ella adoptara y utilizaba este supuesto conoci­ miento para dominar distintas situaciones. En algunas ocasiones , Gary se ponía bastante a la defensiva ante los análisis de su esposa, especialmente cuando ella acababa afirmando algo sobre él y él no coincidía en su afirmación. 1 98

Es más, aun cuando Gary coincidía con el análisis de Alisa, de­ seaba que ésta no fuera tan cerebral a la hora de analizarle a él y a su relación. Gary creía que el enfoque de Alisa estaba falto de romanti­ cismo, lo cual le hubiera dado un toque de sorpresa y de falta de previsión a su relación. Claro que ambas cosas no podían formar parte de un enfoque científico. No obstante, a pesar de los problemas que Gary tenía con algu­ nos de los aspectos del enfoque analítico que su esposa daba a su re­ lación, consideraba que existían muchos rasgos positivos. Por un la­ do, el hecho de que Alisa intentara imaginar el modo en que él reaccionaría ante sus diferentes acciones, significaba que Alisa sen­ tía un gran interés por él y por la relación que ambos mantenían. Por otra parte, Gary creía que el enfoque científico de Alisa era de gran utilidad cuando ambos querían comprender e interpretar los problemas que surgían en su relación y les permitía encontrar la so­ lución más apropiada y mejor para los dos.

Colin y Anita A Colín siempre le había gustado la ciencia. Cuando iba al insti­ tuto solía hacer experimentos en el patio trasero de su casa. En la universidad, había obtenido una doble licenciatura en Física y Quí­ mica. Ahora trabajaba como profesor de Física en una importante universidad. Sin embargo, el interés científico de Colín iba más allá de las aulas . Creía que las leyes de la naturaleza se podían aplicar a las personas del mismo modo en que se aplicaban a las cosas. Como consecuencia, siempre que se relacionaba con otras personas inten­ taba obtener conclusiones científicas y causales del comportamiento de las mismas. En las relaciones íntimas, Colín ponía especial interés en intentar comprender a su pareja. Creía que el amor se podía rom­ per y recomponer pieza a pieza, siempre y cuando fuera capaz de imaginarse el modo de respuesta de su pareja a determinadas accio­ nes, emociones y circunstancias. Intentaba aprender el modo en que su pareja reaccionaría ante ciertas situaciones y luego utilizaba esa información para actuar de forma adecuada en el futuro. A primera vista, podría parecer que el enfoque científico que Colín daba a las relaciones íntimas era muy impersonal. Sin embar1 99

go, a pesar de que su actitud era bastante científica, también contaba con un rasgo personal: el enfoque científico no era general, sino de su propia cosecha. Además, Colín bus5=aba comprender a su pareja para conocerla mejor corno persona. Ese era su objetivo principal. Quería llegar a comprender sus deseos y necesidades. Es más, su análisis buscaba que su relación funcionara lo mejor posible. La actual novia de Colín, Anita, no se preocupaba demasiado por el enfoque analítico que éste daba a la relación. De hecho, creía que este enfoque era muy ventajoso. Por una parte, quedaba patente el interés de Colín por acercarse más a ella y a la relación que mantenían. Además, la actitud de Colín, que ponía especial hincapié en estudiar todas y cada una de las partes del terna, le pa­ recía muy útil a la hora de solucionar los problemas a los que te­ nían que enfrentarse, pues tenía la seguridad de que la escucharía con total atención. Sin embargo, a veces Anita deseaba que su no­ vio no intelectualizara tanto su relación. Comprendía que el enfo­ que de Colín era un reflejo de su personalidad, pero muchas veces se sentía corno una rata de laboratorio. Por otra parte, estaba segu­ ra de que Colín se preocupaba por ella y que, a pesar de que su modo de conducir la r�lación podía parecer impersonal, él no lo consideraba así.

Modos de pensamiento y conducta La persona que vive una historia científica cree que el amor se puede comprender a través del análisis y el examen exhaustivo. La persona confía en su habilidad no sólo para comprender, sino para predecir e incluso controlar la conducta de su pareja. El científico observa con bastante atención las regularidades de su conducta y las de los demás y hace generalizaciones basándose en las mismas. Pero la objetividad de los científicos, ya sea respecto a los demás o a sí mismos, no es la misma para todos ellos. Eso pone de manifies­ to el hecho de que no todos los científicos realizan buenos experi­ mentos. Un científico puede pasar todo el día analizando el compor­ tamiento de otras personas y equivocarse al sacar las conclusiones. El papel del científico sólo asegura la existencia del interés en el análisis científico, no la calidad del mismo. 200

Algunos individuos, como Colín, trabajan en el campo de las ciencias e intentan dar un enfoque científico a la mayoría de los as­ pectos de sus vidas. Otros individuos, como Alisa, son científicos en lo que se refiere a las relaciones amorosas, pero aplican la ciencia a otros aspectos de su vida. Existen varios puntos que cabe tener en cuenta en la historia científica: primero, una persona que puede aplicar con éxito el aná­ lisis científico en un campo determinado (biología o física) no tiene por qué hacerlo de igual modo cuando lo ejerce en otro campo.5 Así pues, vemos que el hecho de que alguien sea un gran científico en su trabajo no significa que lo sea en sus relaciones más íntimas. Segundo: la persona puede realizar con éxito los análisis de las relaciones de otras personas y no el de su propia relación. En este caso, se establece una diferenciación entre la inteligencia interper­ sonal y la inteligencia intrapersonal. La primera hace referencia a la inteligencia de una persona en relación con los demás y la se­ gunda a la inteligencia de esa persona en relación consigo misma.6 Los dos tipos de inteligencia tienen muy poca relación entre sí, ya que el hecho de que uno pueda analizar con éxito el comporta­ miento de los demás no implica que haga lo mismo con el suyo prop10 y viceversa. Además, los psicoterapeutas tienen los mismos problemas que los demás en sus relaciones. Tercero: todos analizamos nuestras relaciones pasta cierto pun­ to, pero son relativamente pocas las personas que viven la historia científica. La historia científica entra en juego cuando la persona se detiene a analizar y no se contenta dejando que las cosas pasen sin más. Los científicos no son realmente felices en sus relaciones a me­ nos que sientan que las comprenden. Por lo tanto, la comprensión es un elemento fundamental para los científicos a la hora de alcan­ zar la felicidad.

5. Gardner, Howard, Kornhaber, Mindy L. y Wake, Warren K., Intelligence: mu/tiple perspectives, Ft. Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 996; Sternberg, Ro­ bert J. , Successful intelligence, Nueva York, Simon and Schuster, 1 996. 6. Gardner, Howard, Frames o/ mind: the theory o/ mu/tiple zntelligences, Nueva York, Basic Books, 1 983 .

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Papeles complementarios: el científico y el objeto de estudio Los dos papeles complementarios más comunes en la historia científica son el del científico y el de otra persona que, a medida que transcurre la relación, se convierte en el objeto de estudio. Algunas veces, aunque no muy a menudo, ambos miembros de la pareja adoptan el papel de científicos. Este tipo de relaciones serán difíci­ les a menos que los individuos coincidan en las conclusiones de sus análisis.

Ventajas e inconvenientes La principal ventaj a de la historia científica es que nos puede ayudar realmente a comprender la relación y a las personas que la integran y, en el mejor de los casos, también nos permite reali­ zar un cambio positivo de nuestra conducta. Muchas parejas fra­ casan al intentar mejorar su relación porque son incapaces de descubrir qué es lo que realmente tienen que cambiar. El cientí­ fico formula hipótesis sobre los puntos débiles y fuertes de la re­ lación con el fin de abrir un camino que le permita realizar un cambio positivo . Sin embargo, existe la posibilidad de realizar un análisis inco­ rrecto y eso constituye uno de los inconvenientes de la historia cien­ tífica. La equivocación puede dar lugar a los enfrentamientos o a un cambio de conducta que, en lugar de mejorar la relación, la empeo­ ra. Las personas que viven una relación con un científico son reacias al análisis o piensan que merecen algo más que ser tratadas como un objeto de estudio. Otro de los posibles inconvenientes es que el hecho de analizar la relación puede hacer que se pierda un factor fundamental en la misma: la espontaneidad. Cuando las personas se sienten analizadas constantemente, dejan de comportarse del modo en que lo harían de forma normal. Además, también se sienten agobiadas y buscan la forma de escapar al control del analista.

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HISTORIA DEL LIBRO DE COCINA

La historia del libro de cocina parte de la idea de que si dos per­ sonas, que comparten una relación íntima, realizan las cosas de cier­ ta manera -es decir, siguen una receta- contarán con muchas po­ sibilidades de éxito. En esta historia, la clave del funcionamiento de la relación reside en seguir unos determinados pasos y enlazarlos de forma efectiva. Esta historia es la que predomina en la mayoría de los libros que explican cómo hacer que una relación funcione. El problema, claro está, es que estos libros sólo funcionan para aquellas personas que cuentan con la historia del libro de cocina. Algunas de estas perso­ nas dan mayor importancia al hecho de contar con una serie de pa­ sos que deben seguir, que al contenido de los mismos . Pero existen personas a las que no les sirven estas recetas y eso tal vez se deba a que la vida media de los libros de autoayuda, en lo que a las relacio­ nes se refiere, tiende a ser muy corta. Los libros desaparecen y pron­ to son reemplazados por otros que dicen lo mismo pero de un modo más enérgico. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DEL LIBRO DE COCINA l . Creo que existe una forma correcta y una forma incorrecta de enfocar las relacio­

nes. Si elegimos la correcta obtendremos el éxito en las mismas .

2 . Creo que para mantener una buena relación hay que seguir uno a uno todos los pa­

sos necesarios .

3 . Creo que la receta para una buena relación es igual que la receta para cocinar un

buen plato: necesita los ingredientes idóneos y mucha atención.

4. Creo que las personas que tienen éxito en sus relaciones son aquellas que han des­ cubierto cómo actuar correctamente. 5. Creo que tener éxito en una relación es igual que saber cocinar bien; si abusamos o

prescindimos de los elementos necesarios podemos fracasar.

6. Creo que una buena relación debe seguir determinados pasos para lograr el éxito .

7 . Creo que conseguir que una relación funcione es igual que seguir los pasos de una

receta para cocinar un buen plato. 8. Creo que hay una receta para conseguir el éxito en las relaciones y que algunas per­

sonas la encuentran y otras no.

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Fred y Pauline Fred y Pauline no tenían intenciones de casarse a corto plazo. Ambos habían pasado por sendos divorcios y no querían complicar­ se la vida. Sin embargo, esperaban que su relación fuera buena y du­ radera. Además, si las cosas iban bien tampoco descartarían el ma­ trimonio. F red y Pauline querían disfrutar de una larga relación y para conseguirlo sabían que tenían que ser felices y aprovechar el tiempo que pasaban juntos. Reconocían que encontrar la felicidad no sería nada fácil para ellos . A Fred le gustaban los deportes, disfrutaba practicándolos y viéndolos. Pauline, sin embargo, prefería el cine y salir a bailar. Con el fin de superar este problema, decidieron poner en funcionamiento un sistema mediante el cual ambos pudieran ha­ cer lo que quisieran. Para satisfacer a Fred, irían a correr juntos dos veces por semana y por lo menos una vez al mes asistirían a algún evento deportivo. Para hacer feliz a Pauline, irían al cine una vez a la semana y también saldrían a bailar. Habían decidido buscar solu­ ción a sus problemas llegando a un acuerdo y eso es lo que hicieron a la hora de distribuir el .tiempo que pasarían juntos. Fred y Pauline creían que si seguían su fórmula al pie de la letra conseguirían llevar a buen puerto su relación. Pocos meses después, todo parecía indicar que Pauline y F red habían acertado en su predicción. Seguían su fórmula de forma con­ tinuada y disfrutaban de su mutua compañía. A Pauline incluso le gustaba correr y, por primera vez en su vida, había gritado durante un partido de béisbol. Fred, por su parte, había aprendido algunos impresionantes pasos de baile y se había autoproclamado crítico de cine. Pauline había decidido irse a vivir con Fred y a pesar de que ambos determinaron esperar bastante tiempo antes de pensar en el matrimonio, ya empezaban a sonar campanas de boda. Fred y Pauline comprendían que no debían ser demasiado rígi­ dos a la hora de seguir su receta para la felicidad. Reconocían que no existía ninguna fórmula que pudiera aportar todas las garantías de éxito a una relación y que debían estar dispuestos a cambiar sus actividades si las circunstancias así lo requerían. Por ejemplo: a me­ dida que se acercaba el invierno, Fred se dio cuenta de que habría días en los que les resultaría imposible ir a correr. Por otra parte, 204

Pauline sabía que habría noches en las que a Fred no le apetecería salir a bailar. F red y Pauline coincidían al admitir que se podían dar estas circunstancias y decidieron que buscarían nuevas actividades para satisfacer sus respectivas necesidades. Creían que si siempre conseguían llegar a algún tipo de acuerdo, su relación seguiría sien­ do maravillosa.

Elizabeth e Isaac Todos los jueves, a las seis de la tarde, Elizabeth e Isaac se reuní­ an en el apartamento de éste para cenar y ver una película. La comi­ da, que preparaban ellos mismos, era bastante elaborada: un par de aperitivos , una ensalada y un delicioso plato principal. Después de cenar, iban paseando hasta el video-club y elegían una película que ninguno de los dos hubiera visto. De regreso a casa de Isaac, ponían la película, apagaban las luces, se sentaban en el sofá abrazados y se tapaban con su manta preferida. No había nada tan idílico en su relación como aquel ritual de los jueves por la noche. De hecho, las actividades de esa noche eran de las pocas que les gustaban a ambos. Por lo general, sus gustos eran com­ pletamente diferentes: a Isaac le gustaba ir a escuchar a los grupos de rock independientes que tocaban en algunos bares del centro de la ciudad; a Elizabeth le gustaba curiosear en las tiendas de libros anti­ guos. Elizabeth pensaba que la música que le gustaba a Isaac era inso­ portable e Isaac opinaba que no había nada más aburrido que pasar el día hojeando libros mohosos. Los apretados horarios laborales y sus diferentes aficiones hacían que Isaac y Elizabeth pasasen menos tiem­ po juntos del que querían. Por eso Elizabeth había sugerido tomar medidas al respecto y dedicar parte de su tiempo a compartir una ac­ tividad de la que ambos disfrutasen. Como consecuencia, intentaban aprovechar al máximo su noche de los jueves, llenándola de romanti­ cismo. Claro que no sólo pasaban juntos esa noche, pero era el único momento en que ambos se sentían completamente compenetrados. Creían que si seguían teniendo esa noche especial cada semana, con­ seguirían que su relación fuese por el buen camino. A pesar de su optimismo, tanto Elizabeth como Isaac eran cons­ cientes de que no podían ser demasiado estrictos en el ritual de su 205

noche de los jueves. Comprendían que era una locura pensar que una fórmula determinada podía garantizar el éxito de su relación. En varias ocasiones, Elizabeth había expresado su preocupación di­ ciendo que temía que llegara un momento en el que la combinación de la cena, el helado y la película ya no funcionara tan bien como lo había hecho hasta el momento. Ambos sabían que si llegaba ese mo­ mento tendrían que cambiar la noche de los jueves o quizás buscar otras actividades que también fueran de su agrado. Lo importante era que habían encontrado una receta que les gustaba a ambos y que serían capaces de cambiarla cuando llegara el momento de hacerlo. Elizabeth e Isaac creían que si seguían fieles a sus principios su rela­ ción continuaría siendo feliz.

Modos de pensamiento y conducta La historia del libro de cocina, siempre presente en los libros de psicología popular, es una historia muy conocida. Además, la mayo­ ría de nosotros hemos crecido pensado que debe existir un modo «adecuado» para manejar las relaciones íntimas correctamente y que la clave está en descubrirlo. Los psicólogos suelen distinguir entre los «problemas bien es­ tructurados» y los «problemas mal estructurados».7 La diferencia entre ambos es que los bien estructurados cuentan con una vía clara y correcta para llegar a la solución, mientras que los mal estructura­ dos no cuentan con ella. Por ejemplo: un problema de álgebra sería uno bien estructurado, mientras que el problema sobre los argu­ mentos que hay que presentar a la hora de defender una determina­ da postura política sería uno mal estructurado. Los consejos que ofrecen los libros de psicología popular para mejorar las relaciones íntimas parten de la base de que crear una relación es un problema bien estructurado. Para aquellos que viven una historia del libro de cocina, como Fred y Pauline, y Elizabeth e Isaac, sí lo es. Sin embar­ go, para la mayoría no es así. 7. Sternberg, Robert J. con Whitney, Catherine, Lave the way you want tt, Nueva York, Bantam, 1 99 1 ; véase también Sternberg, Robert ] . , Cognitzve psychology, Ft. Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 996.

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¿Por qué podernos pensar que un problema está bien estructu­ rado cuando no es así? Existen varias razones. Por una parte, desde nuestra más tierna infancia se nos ha enseñado que todos los proble­ mas deben estar bien estructurados. Los libros de texto suelen pre­ sentar los problemas de forma autoritaria, con respuestas correctas e incorrectas. Muchos de los manuales que caen en nuestras manos tienen preguntas con respuestas correctas e incorrectas . La religión también nos enseña que existen respuestas correctas e incorrectas. Los políticos también dicen estar en posesión de la verdad, de la respuesta correcta y acusan a sus oponentes de no tenerla. Existen muchas fuerzas en nuestro entorno que se unen para hacernos creer que debe haber una única respuesta o solución correcta a los pro­ blemas de la vida.8 Por tanto, no resulta extraño que la historia del libro de cocina sea la más popular. El hecho de que los individuos crean o no en la existencia de ese tipo de respuestas correctas depende de su forma de pensar.9 Una vez planteé una teoría sobre las formas de pensar según la cual, por ejemplo, algunas personas prefieren llegar por sí solas a la solución de sus problemas, mientras que otras prefieren que se les indique lo que tienen que hacer. Muchas de las parejas que cuentan con la his­ toria del libro de cocina prefieren que se les diga lo que tienen que hacer y, una vez que se les ha señalado el camino que hay que seguir, no quieren desviarse del mismo ni una sola vez. Pero también existen parejas, corno Elizabeth e Isaac, que ela­ boran su propia receta. Sin embargo, una vez que han conseguido que ésta sea perfecta, pueden ser tan estrictas a la hora de seguirla corno las otras parejas que la tornan prestada. Probablemente las pa­ rejas que cuentan con esta historia y obtienen mayor éxito en sus re­ laciones son aquellas que tienen capacidad para ser flexibles y cam­ bian su receta con el paso del tiempo o cuando comienzan una nueva relación.

8. Sternberg, Robert J . , Success/ul zntelligence, Nueva York, Simon and Schuster, 1 996; Sternberg, Robert J. y Spear-Swerling, Louise, Teaching /or thznking, Washington, DC, American Psychological Association, 1 996. 9. Sternberg, Robert }., Thinking styles, Nueva York, Cambridge University Press, 1 997 .

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Papeles complementarios: los cocineros, los chefs y el cocinero y el chef Los dos principales papeles complementarios siempre implican a dos personas que trabajan juntas para elaborar un plato (su rela­ ción) con una determinada receta. El origen y la elaboración de la receta hacen que las relaciones sean diferentes. Los cocineros toman las recetas prestadas y los chefs elaboran las suyas propias. En el ca­ so del chef y el cocinero, uno de ellos asume la mayor parte de res­ ponsabilidad para idear la receta y el otro acaba cocinándola. En las relaciones cocinero-cocinero, ambos miembros toman «prestadas» las pautas que se deben seguir. Suelen ser personas que leen libros de autoayuda, ven programas televisivos basados en las relaciones de pareja o escuchan programas de radio en los que se discuten estos temas. También pueden imitar los comportamientos que han visto en sus padres o en otras parejas. Las relaciones chef cocinero pueden funcionar bastante bien, ya que en ellas las responsabilidades quedan claramente distribuidas: un individuo es el responsable de inventar la receta y el otro de pre­ pararla. Elizabeth e Isaa_c contaban con este tipo de relación en la que ella desempeñaba el papel de chef Si nos fijamos en sus formas de pensar, nos daremos cuenta de que a uno de ellos le gusta decidir lo que hay que hacer, mientras que al otro le gusta que se le diga lo que tiene que hacer. El mayor factor de riesgo en este tipo de rela­ ción es que el chefpuede llegar a aburrirse con el cocinero, ya que es él quien tiene que plantear las ideas. También suele suceder que el cocinero comienza a sentirse molesto con el chef porque siempre es éste quien determina el camino a seguir. La relación chefchef constituye una tercera posibilidad. Fred y Pauline mantenían este tipo de relación. Ambos tenían el mismo ni­ vel de responsabilidad a la hora de confeccionar su receta personal. Estas relaciones son más igualitarias que las del che/cocinero. Al igual que en la relación cocinero-cocinero ambos individuos inter­ pretan el mismo papel. Sin embargo, si la pareja no se pone de acuer­ do con la receta que hay que seguir, surgirán bastantes posibilidades de conflicto en este tipo de relaciones. En tales casos, haría falta una buena estrategia para resolver el conflicto o los individuos deberían buscar otra relación en la que las recetas fuesen más parecidas. 208

Ventajas e inconvenientes La principal ventaja de la historia del libro de cocina consiste en que cuenta con una estrategia más o menos definida para hacer que la relación funcione. Fred y Pauline, y Elizabeth e Isaac contaban con esa estrategia. Los individuos saben lo que tienen que hacer y, normalmente, lo hacen. Estas relaciones también cuentan con cierto tipo de idealismo que hace que estas personas mantengan la esperanza; aun cuando no encuentren la receta adecuada pensarán que, en un futuro, la con­ seguirán. De este modo, algunas parejas que cuentan con esta histo­ ria y que son conscientes de que su relación no funciona como de­ bería hacerlo, están dispuestas a buscar ayuda terapéutica, a hacer ejercicios o cursillos o cualquier otra cosa que pueda orientarles en su búsqueda de la receta ideal. Las parejas que comparten este tipo de idealismo se parecen, en cierto modo, a aquellas personas que se pasan la vida siguiendo diferentes regímenes dietéticos con la espe­ ranza de encontrar el que realmente les permita perder peso. Siem­ pre están dispuestas a comprar el último libro que les indique un nuevo método para adelgazar y les permita hacerlo de forma defini­ tiva. Algunos individuos dan con la receta, pero la mayoría no. El principal inconveniente de la historia del libro de cocina es la falta de flexibilidad: la pareja queda bloqueada por una receta que no les funciona o tal vez les funcionó antes, pero ya no lo hace en la actualidad. La historia del libro de cocina tiende a tener mayores probabilidades de éxito cuando la pareja que la comparte es flexible a la hora de crear o realizar sus recetas. Otro posible inconveniente, que acabamos de mencionar, se da cuando los individuos no saben cuándo deben dejar de usar la rece­ ta. Imaginémonos una pareja a la que las cosas no le funcionan de­ masiado bien y decide acudir a un terapeuta que puede aconsejarles adecuadamente. Sin embargo, la terapia no funciona. La pareja piensa que el terapeuta al que acudió quizá no era demasiado bueno y decide visitar a otro. De nuevo, vuelve a fracasar. ¿Pueden estar seguros los componentes de esta pareja de que la terapia no funcio­ na estando, como están, abocados hacia el más absoluto de los fra­ casos? No, ya que el problema no está en el número de terapeutas que visiten sin éxito alguno, dado que siempre existe la posibilidad 209

de que alguno les dé una solución que funcione. Puede que sea el tercero, el quinto o el número ciento setenta; no importan los fraca­ sos, siempre queda la esperanza. Sin embargo, las personas que cuentan con la historia del libro de cocina tienen que asumir la res­ ponsabilidad de admitir que la esperanza que mantienen viva es tan insignificante como un grano de arena en la inmensidad del desier­ to. Deben darse cuenta de que ya no existe receta alguna que les pueda ayudar.

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Historias de género

En las historias de género, el modo o forma de ser en la relación ; constituye la clave de la existencia y mantenimiento de la misma. Existe algún rasgo vigente en la relación que domina los demás aspec­ tos de la misma. En la historia bélica, existe una guerra y todas las ba­ tallas que derivan de la misma dominan la relación. La guerra nunca se gana o se pierde, no puede finalizar ya que si la relación quiere so­ brevivir atendiendo a este tipo de historia necesita de ella. En la histo­ ria teatral, uno de los miembros de la pareja (o, a veces, ambos) de­ sempeña/n cierto papel. La relación es como el teatro: el papel o papeles pueden cambiar, pero no los aspectos teatrales. En la historia de humor predominan las bromas, el desenfado y el saber ver la cara alegre de las cosas. Cualquier intento de mantener una conversación seria o, incluso, conflictiva se desvía directamente hacia el humor. En la historia misteriosa, uno de los componentes de la pareja parece es­ tar envuelto continuamente por un halo de misterio. La historia se va desarrollando a medida que el otro componente intenta cruzar aun­ que nunca con total éxito, por ese halo misterioso. Cuando lo consiga, siempre habrá un nuevo misterio que descubrir. HISTORIA BÉLICA

En la historia bélica la pareja interpreta el amor como una gue­ rra, normalmente larga y devastadora, en la que se producen múlti­ ples batallas o enfrentamientos. Lo más curioso es que si ambos indi­ viduos comparten el mismo punto de vista, serán bastante felices con esta historia que resultaría dolorosa para la mayoría de las personas. 211

Del mismo modo en que algunos individuos eligen ser soldados de profesión, algunas parejas se convierten en soldados en sus rela­ ciones y son verdaderamente felices peleando y, sobre todo, después de tener lo que ellos consideran una buena pelea. Al igual que los individuos que luchan en una guerra, cuando la batalla finaliza la pareja quizá no esté muy segura sobre lo que debe hacer consigo misma. Cuando sólo uno de los componentes de la pareja tiene la historia bélica, lo que uno considera bastante aceptable puede ser considerado odioso por el otro. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA BÉLICA l . Creo que discutir constituye un buen ejercicio de salud para la relación. 2. Realmente creo que las peleas hacen más vital la relación. 3 . Creo que las relaciones en las que la pareja no discute a menudo están acabadas. 4. Creo que resulta más interesante discutir que transigir. 5. Creo que las peleas frecuentes dan lugar a que se aireen los temas conflictivos y mantienen la relación limpia y saludable. 6. Me encanta pelearme con mi pareja para seguir manteniendo el interés. 7. Todos los enfrentamientos que generan las relaciones son muy buenos para las mismas. 8. Realmente me gusta pelearme con mi pareja.

Bob y Dierdre Las cosas siempre eran así para Bob y Dierdre. Estaban senta­ dos cenando, cuando Bob preguntó a su mujer, Dierdre, si había re­ considerado su decisión de seguir llevando a su hijo a la escuela pú­ blica. Dierdre cerró los ojos y respiró profundamente para no perder la calma. La pareja llevaba semanas discutiendo si debía de­ jar o no a su hijo John en la escuela pública y, tras varias semanas de fuertes peleas, Dierdre había llegado a la conclusión de que ella y su marido tenían que ponerse de acuerdo. Sin embargo, sentía que se avecinaba una nueva pelea y era consciente de que el tema estaba to­ davía sin resolver. Bob ya había visto otras veces esa expresión en la cara de Dier­ dre y sabía cómo interpretarla. Inmediatamente, la acusó de actuar 2 12

de forma condescendiente hacia él; argumentaba que sus opiniones eran tan importantes como las de ella y que ella debía ser consciente de eso. Ella estaba de acuerdo con él pero decía que la decisión de mantener a John en la escuela pública no obedecía a ningún tipo de opinión. Lo único que importaba era conseguir lo mejor para su hi­ jo. Ante tal comentario, Bob dio un puñetazo sobre la mesa y le pre­ guntó a su mujer si creía que lo mejor para su hijo era tener que en­ frentarse a las bandas y a las drogas durante todos y cada uno de los días de los próximos cuatro años. Bob gritaba y Dierdre se limitaba a mover la cabeza con resignación. Su hijo se fue corriendo a su ha­ bitación. Bob y Dierdre habían mantenido este tipo de peleas durante los últimos quince años . Dierdre había jurado que intentaría mantener a flote su matrimonio al menos hasta que John hubiera terminado el instituto; sin embargo, no sabía cuántas batallas más sería capaz de aguantar. Bob siempre había pensado que uno tenía que luchar por aquello en lo que creía y opinaba que los temas familiares no tenían que ser una excepción. Dierdre siempre había preferido discutir las cosas con más calma; sin embargo, con el paso de los años había descubierto que el único modo de soportar las peleas con su marido era adoptar la misma actitud que él; así que luchaba contra todas las dificultades que se encontraba en el camino. Por lo demás, solía ce­ der a los deseos de su marido con el fin de escapar a las iras de éste. Desgraciadamente se había dado cuenta de que, si imitaba la con­ ducta de Bob, éste todavía se enfurecía más y por ello siempre inten­ taba evitar las peleas con él. Sin embargo, consideraba que el tema de la educación de su hijo era muy importante y después de haberlo tratado con sus amigos, parientes e incluso con profesores y directo­ res tanto de la escuela pública como de la privada, había llegado a la conclusión de que la escuela pública era la mejor opción para su hi­ jo. Por ello creía que debía enfrentarse a todos y cada uno de los ata­ ques de su marido. El tema de la educación de John era algo muy importante y dis­ cutir sobre él resultaba inevitable, pero las luchas que solían mante­ ner Bob y Dierdre no siempre eran de tal magnitud. Hacía apenas una semana, habían discutido sobre si debían cambiar o no el sofá de la sala de estar. Bob pensaba que estaba viejo y mugriento y Dier­ dre consideraba que tenía mucho encanto. Bob acusó a Dierdre de 2 13

ser una dejada y le recriminó ser un mal ejemplo para John. Acaba­ ban de mantener una discusión sobre el colegio al que debía ir su hi­ jo y ya estaban peleando por algo sin importancia. Dierdre no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Sin embargo, Dierdre reconocía que su relación siempre se ha­ bía caracterizado, y probablemente se caracterizaría, por las conti­ nuas discusiones. No importaba cuál fuera el tema, siempre habría una pelea esperándoles a la vuelta de la esquina.

Natasha y Marcus Aquella gran noche de lunes, ya bastante tarde, se estaba dispu­ tando el cuarto tiempo entre los Pittsburgh Steelers y los Kansas City Chiefs. Marcus , un seguidor incondicional de los Steelers, ca­ minaba preocupado de un lado a otro de la habitación, mientras su equipo favorito se preparaba para realizar un ensayo. Natasha, la novia de Marcus durante los dos últimos años, irrumpió en la habitación y le preguntó si todavía no había termi­ nado el partido. Marcus, que estaba demasiado absorto en el juego para escuchar las palabras de Natasha, se limitó a hacer un rápido movimiento con la mano indicándole que quería estar solo . Muy enojada, Natasha murmuró que no toleraría más esa ridícula con­ ducta y se encamino directamente hacia el televisor. Con los ojos llenos de dolor, Marcus se llevó las manos a la cabeza y soltó un grito. N atasha respondió chillando que le parecía absurdo que él se preocupara tanto por un estúpido partido de rugby, cuando ella acaba de lograr un ascenso. Intentando mantener la calma, Marcus le dijo que celebrarían ese ascenso al día siguiente; luego le rogó que le dejase ver los últimos minutos del partido en paz. Natasha salió furiosa de la habitación y al mismo tiempo rasgó uno de los pósters de los Steelers que Marcus tenía colgado en la pared. Minutos después, los Steelers se habían proclamado vencedo­ res de forma gloriosa, pero la celebración por parte de Marcus duró muy poco ya que Natasha entró en la habitación y continuó con su asalto verbal. Marcus intentaba tranquilizarla, pero sabía que una vez que empezaba, era imposible pararla. Le explicó, co2 14

mo había hecho muchas veces , que reconocía lo absurdo e irra­ cional de su pasión por los Steelers; sin embargo , le dijo que eso no era ningún delito y que ella debería ser considerada y dejarle disfrutar de las tres horas semanales que jugaba su equipo favori­ to. Natasha le contestó diciendo que su estado de ánimo no tenía nada que ver con el tiempo que Marcus pasaba viendo a los Stee­ lers , sino con la idea de que él se preocupaba más por su equipo que por ella. Marcus quiso darle una respuesta, pero ella no quería escucharle; salió de la habitación, se fue directa al dormitorio y cerró la puerta con llave. Marcus se sentó en el sofá y puso su cabeza entre los brazos. Esa escena se había convertido en algo demasiado común en su rela­ ción con Natasha; cuando no eran los Steelers, se trataba de otra cosa. Fuera cual fuese el tema, Natasha siempre estaba dispuesta a discutir sobre lo que ella consideraba correcto. Y seguiría haciéndolo hasta que Marcus le diera la razón; si no lo hacía, se limitaría a marcharse y se negaría a hablar con él. Mientras Marcus meditaba sobre su relación, Natasha irrumpió de nuevo en la habitación. En un tono de voz bastante cruel, le dijo que le comunicaría a su jefe que ya no necesitaba el pase de tribuna que le había prometido a Marcus para ver a los Steelers. El corazón de Marcus se paró por un momento, pero se repuso rápidamente y se limitó a sacudir la cabeza con resignación.

Modos de pensamiento y conducta La historia bélica concibe el amor como una guerra y, por tanto, define las buenas relaciones como aquellas en las que se producen frecuentes peleas o enfrentamientos. Las personas que cuentan con esta historia siempre están dispuestas a luchar por aquello en lo que creen. Es más, la necesidad de pelearse surge siempre que la pareja mantiene un punto de vista diferente sobre cualquier tema que se esté tratando. Aquellas personas que no comparten esta historia pueden pen­ sar que es increíble que alguien se sienta bien manteniendo este tipo de relación. ¿Cómo es posible que alguien quiera pelear? Después de todo, los conflictos están asociados con la disolución, no con la 2 15

construcción de las relaciones . 1 Pero el hecho de plantear esta pre­ gunta supone lo mismo que preguntarse por qué alguien quiere in­ gresar en el ejército. Las personas guerreras, encuentran la satisfac­ ción en la batalla. Y para las personas que viven una historia bélica, las verdaderas batallas se encuentran en sus relaciones.

Papeles complementarios: los guerreros vencedores y los guerreros vencidos La historia bélica que funciona con éxito cuenta con dos per­ sonas que desempeñan el papel de guerreros. Se suceden las esca­ ramuzas y las batallas de mayor importancia y, en cada una de ellas , hay un vencedor y un vencido, un conquistador y un con­ quistado. Los individuos que mantienen este tipo de relación ex­ perimentan la mayor satisfacción cuando desempeñan, durante el máximo tiempo posible, el papel de conquistadores. Pero cuando se pierde la batalla queda la esperanza de que siempre habrá una próxima y de que en ella quizás se podrá reconquistar lo perdido en la anterior.

Ventajas e inconvenientes Está historia presenta ventajas umcamente cuando ambos miembros la comparten y tienen los mismos objetivos. En estos ca­ sos, las amenazas de divorcio y también de otro tipo suelen ser muy comunes; sin embargo, la pareja nunca piensa hacerlas realidad, simplemente se divierte actuando de este modo. El principal incon­ veniente de la historia bélica surge cuando uno de los miembros de la pareja no comparte esa concepción del amor. Esto da lugar a un conflicto continuo e intenso que genera un gran sentimiento de frus­ tración en ese individuo. 1 . Gottman, J ohn M . , What predicts dzvorce? The relationships between marital pro­ cess and marital outcomes, Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 994 ; Markman, Howard J., «Prediction of marital distress: a five-year follow-up», en ]ournal o/ consulting and clínica! psychology 49, 1 98 1 , págs. 760-762 .

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Las personas pueden vivir una relación bélica sin que ésta forme parte de sus historias favoritas. En tales casos, las constantes peleas harán que los componentes de la pareja se sientan muy mal y si no son capaces de escapar a ellas no conseguirán ser felices. HISTORIA TEATRAL

En la historia teatral, uno o ambos miembros de la pareja se ven a sí mismos desempeñando un determinado papel en una función. El amor sigue un guión prestablecido que cuenta con una perfecta estructura de escenas, actos y personajes.2 El comportamiento de la pareja puede ser histriónico o carente de entusiasmo, aunque, una vez que se ha fijado la escena, es predecible. Algunas de las parejas que comparten las relaciones basadas en la historia teatral son conscientes de ello y se sienten satisfechas. Sin embargo, también existen casos en los que uno de los componentes de la pareja descubre, después de un tiempo de relación, que su compañero está actuando en el sentido más estricto de la palabra, siguiendo una especie de guión. Las emociones y el comportamien­ to que parecían verdaderos, en realidad son y han sido artificiales independientemente de quién fuera el público. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA TEATRAL

Actor 1 . Creo que mis relaciones son como obras de teatro: algunas son comedias y otras

dramas. 2. A menudo actúo para mi pareja. 3. A menudo me encuentro a mí mismo desempeñando un papel en mi relación, co­ mo si de una obra de teatro se tratase. 4. Mis relaciones son como una obra de teatro en la que yo creo el final.

Público 1 . Suelen atraerme las parejas que son capaces de desempeñar diferentes papeles, co ­

mo los actores en el teatro.

2. Goffman, Erving, The presentation o/ sel/ in everyday lz/e, Garden City, Nueva York, Doubleday, 1 959; Schank, Roger C. y Abelson, Robert P. , Scripts, plans, goals, and understanding, Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 977.

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2 . Me gustan las personas que pueden desempeñar diferentes papeles en pocos minu­ tos, cambiando con facilidad. 3. Me gustan las personas que se autoconsideran actores . 4 . Me gusta salir con individuos que sean capaces de cambiar su conducta según el contexto, como los actores en una obra de teatro .

Robert y Cindy Todo el mundo no hacía más que decirle a Robert lo mucho que le gustaría la nueva compañera de piso de su hermana: Cindy. Esa noche, ella había organizado una fiesta y Robert tendría la oportuni­ dad de descubrir si a él también le gustaba tanto como a los demás. Robert pasó varias horas acicalándose para esa noche: en el caso de que se enamorara de Cindy, quería estar seguro no sólo de tener un buen aspecto, sino de contar con un amplio abanico de temas de conversación. Robert sabía, por experiencias anteriores, que la dife­ rencia entre el éxito y el fracaso podía depender de algo tan simple como la cantidad de emoción expresada al mirarla a los ojos o cual­ quier otro detalle de este tipo. Completamente preparado, Robert se dirigió al apartamento de su hermana y llamó a la puerta. Una hermosa mujer, que se pre­ sentó como Cindy, le abrió la puerta. Robert se sintió muy atraído por ella, pero intentó no parecer demasiado interesado desde un primer momento; le estrechó la mano educadamente y enseguida fue a saludar a su hermana. Sabía que si expresaba lo que sentía en aquel momento, Cindy le rechazaría; nadie querría algo tan fácil de conseguir. Robert conversó con diferentes personas en la fiesta, aunque en todo momento controlaba los movimientos de Cindy. Quería asegurarse de que cada vez que hacía sonreír a alguien, ella era testigo de su acción. A medida que la noche avanzaba, Robert empezó a establecer contacto visual con Cindy. Ya había guardado las distancias duran­ te bastante tiempo; era el momento de hacerle saber que estaba in­ teresado en ella. Cuando la fiesta comenzaba a decaer, se acercó hacia ella y entabló una conversación . Empezó a hablar de lo rara que era la vida, con sus azarosas secuencias de emociones y acon218

tecimientos . Ella parecía mostrarse interesada y él utilizaba ese in­ terés para llevarla a su terreno. Minutos después de que todos se hubieran marchado, la hermana de Robert les anunció que se iba a dormir. Aprovechando la ocasión, Robert decidió dar un sutil giro a su conversación y comenzó a hablar de las relaciones íntimas. Tras unos incómodos minutos de silencio, realizó la mejor de sus imita­ ciones de James Dean y con voz dulce le susurró que creía que ella realmente le gustaba. Luego le dijo que debía marcharse, pero que le gustaría salir a cenar con ella algún día. Cindy aceptó y, antes de que se fuera, le besó suavemente en los labios. Dos días después, Robert y Cindy tenían su primera cita. Al igual que en la primera noche que se conocieron, Robert estaba fin­ giendo bastante. Le contaba divertidas historias y realizaba comple­ jos análisis psicológicos de las parejas que estaban sentadas a su al­ rededor. Todo ello prestando especial atención a las reacciones de Cindy para poder determinar cuál debía ser el próximo acto. Todo parecía indicar que Robert no podía equivocarse. Cindy estaba dis­ frutando del momento. Sin embargo, pensaba que Robert era dema­ siado perfecto y que quizás le estaba ocultando algo. A medida que transcurrieron las semanas, Cindy empezó a pre­ guntarse si Robert había fingido en alguna de sus anteriores relacio­ nes. En algunos momentos, le parecía que tenía una vibrante y tea­ tral personalidad; sin embargo, en otros momentos le parecía que se limitaba a seguir un determinado guión. Por ejemplo: un día encon­ tró en su monedero una caja de caramelos Pez envuelta por una cin­ ta roja. Obviamente, Robert la había puesto ahí. Su primera impre­ sión fue que aquello era un bonito detalle pero, mientras estaba hablando por teléfono con Robert sobre lo sucedido, se dio cuenta de que la hermana de Robert movía la cabeza al tiempo que sonreía ligeramente como si estuviera pensado: «De nuevo lo de la caja de caramelos Pez en el monedero, ¿ eh?». La verdad es que a Cindy le habría parecido bastante penoso que el sentido del humor y los ges­ tos románticos de Robert sólo formaran parte de una comedia que ya había representado ante innumerables mujeres. Pero, ¿era eso cierto?

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Kellen y Peter Nada más entrar en el Wayfarer, un bar del lugar, Peter se fijó inmediatamente en los ojos de la mujer que estaba junto a la mesa de billar. En su mano izquierda sostenía un cigarrillo con elegancia. Cuando fumaba, aspiraba lentamente y espiraba con mucho garbo, separando los labios ligeramente para evitar que el humo saliera rá­ pidamente y le diera en la cara. En la mano derecha sostenía lo que parecía ser una margarita; sujetaba la parte superior del vaso con dos dedos y tornaba pequeños sorbos con una pajita. Su belleza ha­ cia resaltar su elegancia y a pesar de que Peter tenía ganas de hablar con ella, se sentía insignificante a su lado y pensaba que ella desearía estar con alguien que estuviese a su altura. Sin embargo decidió intentarlo y, finalmente, se le acercó. Ella ni siquiera había notado su presencia. No obstante, él reu­ nió todo su valor y le preguntó cómo se llamaba. Con una ligera o, al menos, condescendiente sonrisa le dijo que se llamaba Kellen. Por raro que parezca, ella no le preguntó su nombre y se limitó a desear que Peter se marchara. Sin embargo, hubo un momento en que se giró hacia él y le miró; parecía indicarle que tal vez le gustaba, así que Peter decidió quedarse. A medida que la noche avanzaba, Kellen empezó a hablar a Robert de manera ocasional aunque, en todo momento , guardó las distancias . Peter estaba bastante intrigado ante la actitud indi­ ferente de Kellen. Quería pedirle su número de teléfono pero, an­ tes de que se decidiera a hacerlo, Kellen sacó un trozo de papel de su monedero, escribió en él su teléfono y le dijo a Peter que la lla­ mara. Él se quedó más perplejo todavía, aunque estaba muy emo­ cionado por el modo en que había ido evolucionando la noche. Peter llamó a Kellen y quedaron para salir a cenar. El encuentro resultó muy bien; el comportamiento fue igual al de la noche en que se conocieron. Acordaron verse de nuevo y Kellen sugirió la idea de que podían ir de picnic al lago que se encontraba a las afueras de la ciudad. Peter accedió y, desde aquel momento, no dejó de pensar en el futuro día de la excursión. Por fin llegó el momento: era un día precioso en el que Peter se sentía completamente deslumbrado por la arrebatadora presencia de Kellen. Se comportaba corno una es­ trella de cine y, en algunos momentos, Peter se imaginaba que esta·

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ha viviendo una romántica escena del celuloide hollywoodiense. To­ dos y cada uno de los movimientos de Kellen parecían hipnotizarle. Peter y Kellen empezaron a verse regularmente y él seguía sin salir de su asombro. No obstante, había empezado a preguntarse cómo era posible que alguien estuviera siempre tan sereno y consi­ guiera guardar la compostura en todas las ocasiones. También había pensado preguntárselo a ella pero, antes de hacerlo, recibió una in­ formación un tanto extraña. Una noche, en la que describía a un amigo cómo era Kellen, al­ guien oyó lo que estaba diciendo. Esa persona había tenido una cor­ ta relación con Kellen y, ante el asombro de Peter y su amigo, resul­ tó que las experiencias que Peter había tenido con Kellen eran casi idénticas a las que esa persona había compartido con ella. Todo coincidía: desde la escena inicial en el bar, hasta el modo en que se habían dado el primer beso. Peter sonrió amargamente y se dio cuenta de que todo había sido puro teatro.

Modos de pensamiento y conducta En la historia teatral, todo parece obedecer a un guión. Todos seguimos unos guiones hasta cierto punto; lo que distingue a esta historia de las demás es la intensidad de ese seguimiento. En la his­ toria teatral, casi todo, excepto los pequeños detalles fruto de la in­ teracción, se planea anticipadamente no sólo para conseguir lo de­ seado, sino para que parezca improvisado. En la mayoría de los casos, los individuos no se dan cuenta de que forman parte de una representación teatral hasta tiempo después de que haya empezado la relación. A veces no son conscientes de ello. A la persona que desempeña el papel de espectador, la relación le puede parecer, de repente, algo artificial e hipócrita. Sin embargo, el actor siente que los guiones forman parte de la relación y cree que lo que está haciendo es lo correcto y apropiado para que ésta trans­ curra por el camino adecuado. Quizás el actor siga modelos de rela­ ciones anteriores que obedecían a estrictos guiones o puede que tiempo atrás intentara improvisar y esa improvisación le llevase al fracaso y por ello ahora cree que es mejor ceñirse a una estructura predeterminada. En cualquier caso, las personas que actúan de este 22 1

modo no se sienten hipócritas o artificiales en absoluto. Y en algu­ nas ocasiones puede que no sean conscientes de que están siguiendo un guión.

Papeles complementarios: el actor y el público Los papeles más comunes en la historia teatral son el de actor y el de público. En algunos casos, ambos individuos quizás interpre­ ten una escena en la que el público esta constituido por otras per­ sonas .

Ventajas e inconvenientes La relación teatral puede llegar a buen puerto cuando ninguno de los componentes de la pareja es consciente de que se está siguien­ do un guión. En la mayoría de los casos, sólo hay un actor y la rela­ ción fracasará cuando su pareja le descubre. Sin embargo, la re­ lación suele tener éxito cuando el actor no es consciente de su papel. En este caso, la persona que hace el papel de público reconoce que lo que parece una escena teatral es, simplemente, la forma de com­ portamiento que le resulta más cómoda adoptar a su pareja en las relaciones íntimas. HISTORIA DE HUMOR

La historia de humor suele ser bastante desenfadada y las per­ sonas que la comparten buscan la cara alegre de las cosas . Uno o ambos componentes de la pareja bromean con asiduidad, lo cual se puede convertir en un ritual. Cuando surge un problema, in­ tentan resolverlo desdramatizándolo, procuran encontrar el lado divertido del mismo y luego siguen adelante. Las personas que vi­ ven una historia de humor se encargan de que nada tome un cariz demasiado serio en la relación y, cuando una conversación ad­ quiere ese aire la desvían o acaban bromeando. Si uno de los miembros de la pareja no comparte la historia de humor, puede 222

quedar bastante desconcertado ante el aparente ritmo inapropia­ do de bromas. DIAGNÓSTICO D E L A HISTORIA D E HUMOR

El público 1 . Me gusta tener un compañero/a que sepa encontrar la cara divertida de los conflictos. 2. Me gusta que mi pareja sea capaz de ver el lado humorístico de las cosas . 3 . Creo que si una relación adquiere un aire demasiado serio se puede estropear; por eso me gusta que mi parej a tenga sentido del humor. 4. Me gusta que mi pareja me haga reír siempre que tenernos que enfrentarnos a una situación de tensión en nuestra relación .

El humorista l . Reconozco que, en ocasiones, utilizo el humor para escapar a ciertos problemas de ·

mi relación . 2 . Me gusta bromear cuando mi parej a está enfadada conmigo , principalmente por­ que creo que, aun cuando atravesarnos momentos difíciles, tenernos que conservar el sentido del humor en la relación. 3 . Me gusta usar el humor cuando tengo un problema con mi pareja porque creo que todas las situaciones conflictivas de una relación tienen su lado divertido. 4. Cuando me enfado con mi pareja, siempre intento desdrarnatizar el terna.

Dolores y Wally Desde el primer momento en que Dolores empezó a salir con Wally, supo que, por lo menos, en su relación no faltarían la risa y el sentido del humor. El primer día que salieron juntos, tuvieron algu­ nas dificultades de comunicación: ambos se hacían las preguntas que suelen hacerse las parejas en la primera cita y ambos contesta­ ban del mismo modo: con respuestas estándar. Era una conversa­ ción aburrida y carente de inspiración. De repente, Wally sugirió que diesen fin a esa apasionante conversación que mantenían argu­ mentando que su cerebro estaba estimulándose demasiado. Fue muy oportuno, ya que sus palabras sirvieron para acabar con la tensión reinante y eso les permitió conocerse mejor. Inmedia­ tamente, Wally empezó a fijarse en las parejas del restaurante que parecían tener dificultades de comunicación y empezó a hacer co223

mentarios humorísticos de sus relaciones . Dolores tuvo un ataque de risa y ella también empezó a analizar a algunas de las parejas del local. Pronto ambos estaban riéndose sin control alguno y sólo deja­ ron de hacer payasadas cuando notaron que la gente los miraba. La predicción de Dolores que aseguraba que Wally y ella com­ partirían muchas risas parecía haberse cumplido. Su habilidad por ver la parte humorística de todos los acontedmientos de su vida les hacía disfrutar de momentos muy divertidos y también les permitía superar momentos difíciles. El único problema existente era que, en determinadas ocasiones, Dolores pensaba que Wally no se tomaba en serio la relación. Normalmente ella se unía a su estado jocoso; sin embargo, en ciertos momentos le gustaba estar seria, como cuando le preguntaba hacía dónde les conduciría su relación. Wally siempre respondía a estas preguntas con una broma. En una ocasión, ella le preguntó si se había planteado el hecho de casarse con ella y él le contestó que sí lo había hecho, pero que ponía como condición que no viviesen juntos. Esa respuesta no divirtió demasiado a Dolores; Wally dijo que sólo estaba bromeando, pero siguió esquivando el te­ ma. Situaciones como ésta llevaban a pensar a Dolores que Wally te­ nía miedo a la intimidad y que intentaba disimularlo con sus conti­ nuas payasadas. Sin embargo, la mayor parte del tiempo Dolores no se planteaba el enfoque que Wally daba a la relación. Normalmente adoptaba su misma actitud y le seguía la corriente. Pensaba que el humor era una parte muy importante de su relación y que tanto Wally como ella se preocupaban mucho el uno del otro. No encontraba razón alguna para poner fin a la diversión provocada por las gracias de su novio.

Nelson y Emily Emily lo había vuelto a hacer. Su novio, Nelson, le había pre­ guntado si había pensado alguna vez irse a vivir con él y, como siem­ pre, ella se había limitado a realizar comentarios divertidos en torno al tema sin decir nada serio. Primero hizo referencia a los inconve­ nientes de la convivencia en pareja, como las peleas que surgen cuando personas de diferente sexo comparten el mismo cuarto de baño. Entre los aspectos positivos, mencionó el hecho de que existía 224

menos riesgo de quedarse sin poder entrar en casa después de ha­ berse olvidado las llaves dentro; añadió que compartir su cama con otra persona significaba que había dos oídos más que escucharían el despertador por las mañanas y que así nunca llegaría tarde al traba­ jo. A pesar de que Nelson no pudo evitar reírse con algunos de los comentarios de Ernily, se daba cuenta de que éstos constituían su modo de evadir la cuestión. Deseaba que dejara de intentar ser tan divertida y que empezase a tornarse más en serio su relación. Ernily siempre había enfocado el amor y las relaciones bajo un punto de vista humorístico. Decía que las personas nunca se para­ ban a pensar cuán absurda era la vida y cuán incontrolables eran las emociones y la conducta humana. Argumentaba que si lo hicieran, también se darían cuenta de la importancia de bromear y de reírse de sí mismas y de las relaciones que vivían. A pesar de que Nelson deseaba que Ernily no se tornara siempre a broma las situaciones problemáticas o las decisiones importantes, compartía sus ideas has­ ta cierto punto. Es más, creía que el hecho de enfocar las relaciones con humor tenía muchas ventajas. Además de la diversión y las car­ cajadas que le provocaban la interminable lista de divertidísirnas bromas e ingeniosos comentarios de Ernily, sentía que también eran muy beneficiosos para ver el lado bueno de la vida, especialmente cuando todo parecía ponerse en contra. Por otra parte, había podi­ do superar algunos momentos de tensión gracias a la habilidad de Ernily para saber encontrar la cara divertida de toda situación. Por ejemplo: Una noche que salieron, al poco tiempo de haber iniciado su relación, bebieron mucho y se emborracharon. A la mañana si­ guiente se despertaron en la misma cama y ninguno de los dos re­ cordaba realmente lo que había sucedido. Huelga decir que fue un momento muy incómodo en el que ambos se preguntaron si aquello podía significar el fin precipitado de su reciente relación. Hubiera podido serlo, pero no fue así gracias al debate que inició Ernily so­ bre los encuentros sexuales en estado de embriaguez. Su análisis có­ mico incluía un complejo diagrama, repleto de conejitos, de un ro­ cío con alcohol que bebían esos conejitos y, por supuesto, del adecuado dormitorio parra conejitos. Cuando acabó, Nelson se sin­ tió más unido a ella de lo que nunca se había sentido hacia otra per­ sona; probablemente este episodio sirvió para fortalecer su estatus de pareja. 225

Modos de pensamiento y conducta La historia de humor se caracteriza por considerar el amor co­ mo algo extraño y divertido a la vez. Todos tenemos opción de ver la cara seria o la cara divertida del amor. Pero las personas que viven una historia de humor prefieren ver la cara divertida. Utilizan el hu­ mor para estimular el mutuo interés, para minimizar los problemas y, en ocasiones, para evadir los temas serios y mantener cierto grado de distancia con la pareja. El estancamiento es uno de los principales riesgos que corren las relaciones íntimas; los individuos se llegan a aburrir. La historia de humor es un modo de evitar la monotonía, ya que las posibilida­ des de vivir divertidas aventuras en una relación son infinitas. Sin embargo, hay que decir que el hecho de limitarse siempre a ver la cara divertida de las cosas tambíen puede acabar en aburrimiento.

Papeles complementarios: el humort'sta y el públt'co Los dos papeles complementarios en la historia de humor son el de humorista y el de público. Los miembros de la pareja pueden in­ tercambiar o alternar estos papeles pero, en determinados momen­ tos, el humorista necesita del público para interpretar con éxito su papel. Todos hemos descubierto, más tarde o más temprano, que la diversión, al igual que la belleza, es algo subjetivo que se encuentra en el ojo del que mira. Por tanto, si no se aprecian las bromas o co­ mentarios de un humorista, éste puede dejar de hacerlos o, si se trata de alguien que ve el amor desde un punto de vista humorístico pue­ de que, al sentir que su humor no es apreciado, se distancie mental o emocionalmente de la relación que esté viviendo.

Ventajas e t'nconvent'entes La historia humorística presenta una gran ventaja: la mayoría de las situaciones cuentan con una cara desenfadada y el individuo que vive esta historia tiene muchas más posibilidades de descubrirla. No hay nada mejor que un poco de humor dentro de la propia relación 226

cuando ésta atraviesa por momentos de tensión o cuando la pareja se siente algo agobiada. Las historias de humor permiten que las relaciones sean creati­ vas y dinámicas y que la pareja pueda disfrutar de las experiencias positivas de la vida. Los individuos tal vez encuentren en el aspecto humorístico de su relación una fuente de felicidad y un constante recordatorio de que existen algunas cosas que no son tan serias co­ mo aparentan ser en realidad. La historia de humor también cuenta con algunos inconvenien­ tes. Probablemente el mayor de ellos es aquel que surge cuando se intentan eludir temas de vital importancia haciendo uso del humor. Las conversaciones que deben mantenerse por el bien de la pareja, como la que mantuvieron Nelson y Emily sobre su proyecto de vida en común, son relegadas a un segundo plano ya que lo que impera es el sentido del humor. Dicho humor también representa un obstá­ culo a la hora de intimar de un modo más profundo.3 Finalmente, la persona que desempeña el papel de espectador se puede cansar de tener que reír siempre las gracias a su pareja. Otro inconveniente es que el humor se puede utilizar para ser cruel de un modo pasivo-agresivo. Por ejemplo: el humorista tal vez use las bromas para reírse de su pareja, quien se enfada y le llama la atención; entonces el humorista le explica que simplemente estaba «bromeando» y le pregunta dónde está su sentido del humor. Tam­ bién se puede dar el caso de que la pareja sea extremadamente sen­ sible. No obstante, cuando el humor se utiliza para degradar a una persona, aunque el autor de la degradación no quiera reconocerlo («sólo estaba bromeando») , la relación corre un serio peligro. Por último, cabe decir que el humor se puede utilizar para unir a las personas y crear intimidad, pero también para lo contrario: estable­ cer distancia entre ellas y eludir la intimidad. Debemos darnos cuenta de que algo que en cantidades moderadas tiene excelentes resultados en una relación, tal vez sea destructivo cuando su uso es abusivo. 3 . Harvey, John H., Odissey o/ the hearth: the search /or closeness, intimacy, and !ove, Nueva York, W H. Freeman, 1 995 ; Levinger, George y Raush, H. L. (comps. ) , Close rela­ tionships: perspectives on the meaning o/ intimacy, Amherst, Massachusetts, University of Massachusetts Press, 1977; Reis, Harry T. , «The role of intimacy in interpersonal rela­ tions», en fournal o/ social and clínica! psychology 9, 1 990, págs. 15-30.

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HISTORIA MISTERIOSA

En la historia misteriosa predominan los aspectos misteriosos de la relación. Históricamente siempre se ha asociado un cierto aire de misterio al romance.4 Además, lo desconocido de una relación es lo que hace que sea tan misteriosa en sus primeras etapas . Cada día aprendemos algo nuevo de nuestra pareja. Los individuos que viven una historia misteriosa desean que esta excitación no tenga fin. Sin embargo, la mayoría de las personas esperan que los aspectos más misteriosos de sus relaciones tiendan a desaparecer a medida que éstas se van fortaleciendo y que la verdad acabe sustituyendo al mis­ terio. DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA MISTERIOSA

El detective 1 . Me atraen los individuos que tienen un aire misterioso. 2 . Me gusta tener dificultades para averiguar cómo es mi pareja. 3. Siempre me siento atraído por individuos que ocultan algún misterio. 4. Siempre tengo parejas misteriosas cuyos secretos ocultos forman parte de su atrac ­ tivo.

El personaje misterioso l . No creo que sea absolutamente necesario dejar que mi pareja sepa demasiadas co­

sas sobre mí. 2. Me gusta establecer cierto aire de misterio en torno a mi persona en mis relaciones íntimas. 3 . Tengo muchos secretos que no comparto con mi pareja y eso me gusta. 4. Creo que es bueno que mi pareja siempre trate de averiguar nuevas cosas sobre mí.

Laura y Darrel Laura llevaba seis semanas saliendo con Darrel y las cosas pare­ cían marchar bastante bien. No sólo era atractivo e inteligente, sino que tenía una personalidad dinámica que hacía que uno se divirtiera 4. De Rougemont, Denis, Lave in the western world, Nueva York, Random House, 1 983 .

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estando a su lado. Sólo le preocupaba una cosa: se había dado cuenta de que las relaciones en las que ella había revelado todos sus secretos de forma inmediata, habían acabado muy pronto. Laura creía que el amor consistía en intentar conocer mejor a la otra persona y pensaba que si uno mostraba demasiado de sí mismo, la relación corría el ries­ go de apagarse puesto que no quedaba nada por descubrir. Laura sentía algo muy fuerte por Darrel y no quería que eso sucediera. Quería asegurarse de que Darrel estuviera todo el tiempo intentando descubrir algo nuevo de ella. Por eso le ocultaba muchas cosas de sí misma, incluidas muchas de sus emociones. El comportamiento de Laura estaba dando los resultados que ella quería. El hecho de esconder a Darrel muchos de sus sentimien­ tos y algunos aspectos de su vida, hacía que éste nunca estuviera se­ guro de lo que ella sentía o pensaba. Aunque a menudo se sentía frustrado por el comportamiento de Laura, le atraía la aventura de desvelar su misterio. Pasaba todo el tiempo intentando averiguar qué le ocultaba y ella, a veces, le revelaba parte de su secreto, pero nunca la historia completa. Por ejemplo: Darrel se había dado cuen­ ta en varias ocasiones de que Laura garabateaba algo en un pedazo de papel. Cuando le pregunta qué había escrito, ella le contestaba que nada o que anotaba un recado que tenía que hacer. Sin embargo, en algunas ocasiones Laura sentía que debía re­ compensar a Darrel por sus esfuerzos y le decía algo sobre sí misma que él ignoraba. Por ejemplo: que algún día le gustaría llegar a ser una buena escritora y que cuando escribía cosas en un papel, nor­ malmente eran frases o ideas interesantes que le gustaría incorporar a su futuro libro. Al hacerle estas revelaciones, abría a Darrel una parte de sí misma; sin embargo, se reservaba cosas tales como que una parte de su persona pensaba que había algo malo que la impul­ saba a escribir sus sentimientos más recónditos y después venderlos. Aunque Laura no pensaba ocultarle esta información para siempre, creía que aún debía esperar antes de hablar del tema con él. Normalmente Darrel creía que su intrépida búsqueda de la cara oculta de Laura le conduciría a interesantes descubrimientos. Pero en otras ocasiones pensaba que quizás Laura no tenía nada que ocultar y que sus esfuerzos por saber más de ella eran inútiles. Tam­ bién pensaba que quizás estuviera escondiendo algo que le haría cambiar su opinión sobre ella. Aun cuando dejaba estos problemas 229

aparte, el misterio de Laura hacía que la comunicación entre ambos fuese muy difícil, especialmente cuando Darrel no se sentía identifi­ cado con el papel de detective y lo único que deseaba era conocerla mejor. Además, en determinados momentos sentía que lo único que hacía que su relación funcionase eran sus esfuerzos por descubrir los secretos de Laura. Afortunadamente, Laura era consciente de que Darrel podía te­ ner todas esas dudas y preocupaciones. Se dio cuenta de que le tenía que revelar cada vez más cosas sobre sí misma si quería que la rela­ ción tuviera posibilidades de éxito a largo plazo. Así que estaba in­ tentando encontrar un punto medio para no pasar sin más de un ex­ tremo a otro. Deseaba que Darrel empezase a descubrir nuevos aspectos de su personalidad. De este modo, Laura esperaba salvar la relación y, al mismo tiempo, convertirla en algo más sólido e íntimo.

Martín y ]en Martín y su mejor amigo, Spencer, estaban cenando en su res­ taurante favorito pero, desgraciadamente, no estaban de muy buen humor. Martín y su novia, J en, tenían problemas. Spencer estaba atónito porque pensaba que su amigo podía resolver esos proble­ mas fácilmente. Pero Martín se negaba a revelar todos sus senti­ mientos y emociones a J en. Había muchas ocasiones en las que Jen se daba cuenta de que algo preocupaba a Martín, pero cuando le preguntaba qué le pasa­ ba, él se limitaba a encogerse de hombros y decía que todo marcha­ ba bien. Sin embargo su rostro no expresaba lo mismo. Jen se sentía muy frustrada cuando Martín se encerraba en sí mismo, ya que pen­ saba que nunca lograría conocerle si seguía comportándose de for­ ma tan misteriosa. Martín ocultaba a Jen algunos hechos de su vida que hubieran hecho mucho más fácil la comunicación entre ambos. Por ejemplo: J en era pintora y siempre que se quedaba bloqueada en su obra le decía a Martín que él no era capaz de comprender sus sentimientos porque no era artista. Lo que ella ignoraba es que Martín era un magnífico pintor que había expuesto varias de sus obras en una ga­ lería de arte. 23 0

A Spencer esta situación le parecía insólita; no podía compren­ der por qué Martín no había abierto completamente sus sentimien­ tos y emociones a Jen. Spencer pensaba que Martín se deleitaba ocultando parte de sus facetas, incluso aquellas que J en hubiera querido conocer, como sus habilidades pictóricas. Ambos se que­ rían mucho, pero Martín se negaba a ser sincero con ell a, aun en las cosas más simples, y eso influiría mucho en el futuro desarrollo de su relación. Esa noche habían discutido porque J en había empezado a sos­ pechar que la extraña actitud de Martín se podía deber a que le esta­ ba ocultando algo realmente serio, como una relación paralela. Mar­ tín le podía haber dicho que no existía otra relación. Pero no lo había hecho. Martín explicaba su conducta partiendo de su punto de vista sobre las relaciones íntimas. Creía que nunca hay que abrirse com­ pletamente al otro y que el amor consiste en intentar descubrir có­ mo es la pareja. Sentía que abrirse completamente a J en, revelándo­ le todos sus sentimientos y emociones, tendría el mismo efecto que inculcarle a la fuerza a un estudiante el significado de un libro deter­ minado. El estudiante acabaría conociendo los aspectos del libro, del mismo modo en que J en conocería los aspectos de su personali­ dad, pero ninguno de los dos conseguiría comprender el significado de esos aspectos. Martín pensaba que para comprenderlos era nece­ sario que J en averiguara ciertas cosas por sí misma. Por eso no le había hablado a Jen de su faceta artística. Hubiera podido limitarse a decírselo y entonces J en se hubiera dado cuenta de que podía hablar con él de su pintura. Sin embargo, Martín pre­ fería que, de algún modo, ella consiguiese llegar por sí misma a esa conclusión puesto que eso significaría que la comprensión entre am­ bos era cada vez más profunda. Entonces hubieran podido hablar de su afición por la pintura, no sólo como artistas, sino como dos personas que se conocían muy bien. Spencer estaba de acuerdo, hasta cierto punto, con las palabras de Martín, pero le advirtió que cabía la posibilidad de que Jen nun­ ca fuera capaz de descubrir todas sus facetas. Martín era consciente de eso, pero seguía diciendo que si Jen hacía un esfuerzo por com­ prenderle mejor, seguramente descubriría muchas cosas sobre él hasta el momento desconocidas. Añadió que no creía que la pelea 23 1

que habían tenido significase el fin de su relación. Después de todo, }en le había dicho en varias ocasiones que le atraía la aventura de in­ tentar descubrir cómo era. Martín atribuía el enfado de su novia a lo mucho que le estaba costando desenmascararle. Sin embargo, reco­ noció que debía prometerle a J en que su secretismo no tenía nada que ver con otra mujer.

Modos de pensamiento y conducta Las personas que viven una historia misteriosa creen que el mis­ terio es un componente importante del amor y que nunca hay que dejar al descubierto demasiados aspectos de uno mismo. Las revela­ ciones deben hacerse, en última instancia, de forma gradual y nunca a la ligera. Las personas que viven una historia misteriosa piensan que tanto ellas como los demás tienen muchos secretos y l�s gusta que así sea. De hecho, el aspecto detectivesco del amor puede generar mu­ cha excitación. Descubrir cosas sobre la persona amada es una ex­ periencia sumamente satisfactoria. Al principio de las relaciones los individuos disfrutan desempeñando el papel de Sherlock Holmes y prestan atención a todas y cada una de las palabras y acciones de su pareja, con el fin de descubrir sus misterios. Normalmente el aspec­ to misterioso de la relación queda relegado a un segundo plano con el paso del tiempo. Pero los individuos que viven una historia miste­ riosa nunca quieren que el misterio se desvele completamente.

Papeles complementarios: el detective el personaje misterioso

y

Los dos papeles complementarios en la historia misteriosa son el de detective y el de personaje-misterioso. Estos papeles a veces se alternan; sin embargo, lo más frecuente es que una persona desem­ peñe el papel de detective y la otra sea el personaje misterioso. Las historias misteriosas, en el sentido más estricto de la pala­ bra, pueden llegar a ser casi góticas ya que el argumento de muchas novelas románticas consiste en desvelar los misterios de uno de los 232

miembros implicados en la relación. Por otra parte, a veces son bas­ tante tristes cuando uno de los componentes de la pareja oculta in­ formación relevante y posiblemente importante para el otro.

Ventajas e inconvenientes La ventaja de la historia misteriosa reside en la excitación que genera. La historia misteriosa convierte la relación en una continua aventura en la que uno o ambos protagonistas intentan descubrir in­ formación interesante acerca del otro. Muchas personas adoran las historias de misterio y, por tanto, disfrutan de las relaciones miste­ riosas ya que en ambas impera el mantenimiento del interés. Por otra parte, cuando hemos leído unas diez historias misterio­ sas escritas por el mismo autor, podemos empezar a predecir las co­ sas. Después de leer varias novelas de Perry Mason, llegamos a la conclusión de que el culpable suele ser quien menos lo parece. Del mismo modo, las historias misteriosas de las relaciones a veces se tornan predecibles y pierden su carácter misterioso. La historia misteriosa se puede utilizar para manipular o incluso analizar a la pareja. Eso sucede cuando se le oculta información que verdaderamente debería conocer. Por ejemplo: a nadie le gustaría demasiado estar con alguien que tiene una seria y contagiosa enfer­ medad y que se niega a revelarla con el pretexto de que eso forma parte del misterio y la diversión de la relación. La pareja de esa per­ sona no pensaría que la diversión del misterio justificase en modo alguno la ansiedad y el mal rato que le provocarían descubrirlo. La historia misteriosa también se usa para ocultar el hecho de que la persona no tiene nada que esconder, ni tampoco nada que re­ velar. Por ejemplo: Darell temía que Laura utilizase el misterio para ocultar su superficialidad. Las personas consideran muy excitante el hecho de intentar descubrir lo que esconden los demás y acaban completamente decepcionadas al darse cuenta de que no había na­ da interesante que desvelar.

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TERCERA PARTE

CONSECUENCIAS ¿PODEMOS CAMBIAR NUESTRAS HISTORIAS Y MEJORAR NUESTRAS RELACIONES? En este último apartado, describiremos cómo el hecho de ver el amor como una historia nos puede ayudar a mejorar nuestras relaciones amorosas.

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Evaluemos la perspectiva de la historia

Hace dos años, Karen se dio cuenta de que estaba jugando con fuego. Frecuentaba bares de alterne, estaba metida en drogas y le gustaban los hombres destructivos. Después de recibir una brutal paliza, vio que su vida no tenía sentido; se había metido en un calle­ jón sin salida y se sentía atrapada. Karen empezó a comprender que su historia influía en sus decisiones y que estaba reviviendo la vida de su madre. Su madre se había casado con un hombre violento que abusaba de ella, y Karen, en lugar de escapar de eso, estaba hacien­ do lo mismo. Esperaba revivir las mismas experiencias que su ma­ dre, aunque con un final diferente. Pero después de la agresión de la que fue víctima, llegó a la conclusión de que si no cambiaba acaba­ ría igual que su madre. No le había resultado fácil dar por concluida su vieja his­ toria, pero ahora se daba cuenta de que ésta estaba abocada al desastre. Ahora, cuando le veía de nuevo los cuernos al diablo , escapaba de él. Todavía sentía tentaciones , pero sabía que debía evitarlas . La mayoría de nuestros deseos no valen demasiado. Es como si tuvieran su base en lo que creemos que debemos querer y no en lo que realmente queremos. Sólo podemos saber lo que realmente que­ remos si comprendemos cuál es nuestra historia ideal y quizás lo averigüemos a través de las puntuaciones obtenidas en los test que se encuentran al final de cada una de las historias de este libro. Sin embargo, los libros y guías sobre las relaciones amorosas no resultan completamente útiles, pues en ellos se enumeran infinidad de carac­ terísticas que responden a modelos con los que deberíamos identifi­ carnos si todos fuéramos perfectos e iguales. El problema es que no 237

lo somos. Para saber lo que queremos, necesitamos tener en cuenta todas nuestras relaciones del pasado. Debemos preguntarnos cuáles son las características comunes en las personas que nos atraen en la actualidad, y cuáles eran esas características en las personas que nos atrajeron en el pasado. Estas características son diferentes según las personas. Si conseguimos saber cuál es nuestra historia ideal, podremos comprender mejor qué es lo que no funciona en nuestra relación y qué podemos hacer para mejorarla. A veces nos damos cuenta de que nuestra pareja reúne todos los ingredientes necesarios para que la relación funcione, lo cual nos brinda la oportunidad de comenzar una nueva relación (en caso de que ésta estuviese deteriorada) con la misma persona. Pero para cambiar nuestras relaciones radical­ mente, tenemos que ser plenamente conscientes de nuestras histo­ rias de amor y trazar de nuevo sus finales. 1 Podemos adquirir con­ ciencia de nuestras historias analizando nuestras respuestas a los test que acompañan a las historias de este libro (aunque ningún cuestionario puede representar todos los posibles tipos de historias que las personas podemos construir) . El hecho de preguntar a los demás cuáles son sus historias no nos ayudará, ya que, normalmen­ te, las personas no son conscientes de ellas. Si las relaciones atraviesan malos momentos, los esfuerzos por superarlos fracasarán si no tenemos en cuenta el modo en que se de­ sarrollan nuestras historias en ellas. Si creemos que nuestras histo­ rias de amor son la fuerza dominante de nuestras relaciones, pode­ mos confundir la causa con el efecto de disolución de las mismas. En otras palabras, la historia genera el comportamiento destructivo y ese comportamiento es la causa de la disolución. Cuando las rela­ ciones están a punto de romperse, la decisión de acabar definitiva­ mente con ellas no suele ser mutua. Después de todo, si las cosas no funcionan, ¿por qué la pareja tiene que seguir unida? ¿Cómo es po­ sible que las cosas hayan empezado tan bien y terminado tan mal? ¿Por qué suele ser siempre así? Una vez más, la perspectiva de la historia nos obliga a fijarnos en las historias en las que se adopta la conducta y no en la conducta l. Sternberg, Robert J., «Love stories», en Personal relationshzps 3, 1 996, págs. 1 .359- 1 .379.

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en sí misma. Lo que importa en realidad no es la acción, sino el mo­ do en que ésta se plasma en nuestras historias y en el contexto en el que vivimos. ¿Por qué hay personas que toleran los abusos sexuales y los malos tratos ? Creo que esto sucede porque las historias ejercen un poder muy importante en nuestras vidas y son muy difíciles de cambiar. Podemos continuar con una relación que no funciona en muchos aspectos, simplemente porque para nosotros es el símbo­ lo del amor. Y también pensar que la cultura apoya el tipo de amor que vivimos. Por ejemplo: muchos de nosotros podríamos considerar enfermizos los juegos de Richard Burton y Elizabeth Taylor en ¿ Quién teme a Virginia Wol/?, sin embargo, a ellos les satisfacían plenamente pues se adaptab an a la historia de juego que ambos compartían. Sin los juegos, los personajes y aquellos que tienen este tipo de historia en la vida real se aburrirían muchísi­ mo. La cultura en la que vivían les permitía mantener ese tipo de historia. Una vez que comprendemos las ideas que están detrás de las historias que aceptamos como propias, estamos en condiciones de plantearnos ciertas cuestiones. Podemos preguntarnos qué es lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nuestra actual (o pasada) relación y cómo cambiarlo. Entonces nos plantearemos de qué modo pode­ mos reconstruir la historia. El hecho de reconstruir puede significar cambiar las historias o transformarlas para que se adapten mejor a las circunstancias. Por ejemplo: es más común fantasear con las his­ torias de terror cuando se desarrolla una actividad sexual o cual­ quier otro tipo de actividad, que interpretarlas físicamente. Necesi­ tamos conocer los factores originarios que determinan y establecen los temas de nuestras historias. También hemos de entender el con­ texto cultural en el que vivimos . Al mismo tiempo, debemos com­ prender la historia de nuestra pareja y el modo en que a ella le gusta­ ría cambiarla. Los cuestionarios de este libro podrán servir de ayuda a las parejas a la hora de determinar cuál es su historia y también pa­ ra saber en qué punto se encuentran exactamente y qué dirección deben tomar. A veces necesitamos escapar temporalmente de nuestra historia o de la de nuestra pareja para poder comprenderla mejor. Consegui­ mos mantenernos al margen cuando somos capaces de analizarla, 23 9

como se hace en este libro. Para intentar recomponer las relaciones hace falta algo más que listas racionales. Necesitamos narradores, personas que cuenten su propia historia. Todos necesitamos probar nuevas historias, descubrir cuáles van con nosotros y cuáles no. En algunas ocasiones, tenemos que dejar que los demás nos ayuden a reconstruir nuestras historias, en lugar de hacerlo nosotros solos. Observemos el caso de Louise y J ohn. Louise y J ohn llevaban mucho tiempo intentando mejorar su re­ lación. Habían leído libros, asistido a consultas terapéuticas y a gru­ pos de encuentro. Nada parecía funcionar. Entonces, casi por ca­ sualidad, Louise le contó a John una fábula que ella misma había inventando. Trataba de un príncipe y una princesa que, en contra de todas las expectativas, no habían sido felices por siempre jamás. Por supuesto, ésa era su propia historia. Unos días más tarde, John le contestó con otra historia de su propia invención. Hablaba de un príncipe y una princesa que habían vivido felices por siempre jamás tras superar una etapa no tan feliz. El intercambio de historias se fue sucediendo. Permitía que Louise y John comprendieran sus propias historias sin enfrentamientos directos, sin amenazas, sin ansiedad. Al poco tiempo, intenta.ron vivir la historia que ellos mismos habían creado. Actualmente la están viviendo. Ellos son el príncipe y la princesa que viven felices por siempre jamás. No tenemos que ser siempre racionales. Las relaciones no lo son: son historias. Aceptar este hecho supone ir más allá del concep­ to del bien y el mal y llegar a la comprensión y el cambio de histo­ rias, que no son ni buenas ni malas, sino reales, muy reales. Sólo po­ dremos comprender y cambiar las relaciones si las aceptamos tal como son, en lugar de imaginar cómo desearíamos que fuesen en un mundo hipotético. ¿La perspectiva de la historia está basada en cuestionarios empíricos ? Partiendo de la base de que el amor es una historia, Laurie Lynch y yo elaboramos un cuestionario compuesto por se­ tenta y cinco puntos, con el fin de valorar la importancia que ca­ da una de las veinticinco historias tenía en las impresiones perso­ nales de los individuos sobre el amor.2 Cada una de las historias 2 . Hudson O'Hanlon, Patricia y Hudson O 'Hanlon, William, Rewrltin'g !ove stories, Nueva York, Norton, 1 99 1 .

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contaba con tres sentencias o afirmaciones que la definían (por ejemplo : «Las relaciones son divertidas cuando una persona siente verdadero miedo hacia otra» [terror] ; «Cuando todo está dicho y hecho , los factores económicos tienen una importancia clave en la relación» [negocios] ; y «Siempre acabo con personas que necesitan que alguien las ayude a superar malas experiencias o a abandonar malos hábitos» [recuperación] ) . Las sentencias (diagnósticos) que se han presentado junto a cada una de las his­ torias de este libro pertenecen a una versión actualizada de este cuestionario. Las personas que participaron en este estudio puntuaron cada una de las sentencias atendiendo a una escala del 1 («completa­ mente en desacuerdo») al 7 («completamente de acuerdo») , en la que el 4 era el valor intermedio («no estoy ni de acuerdo ni en desa­ cuerdo») . En un trabajo posterior situamos la escala entre el 1 y el 9. Cada sentencia recibía una doble calificación: una para la rela­ ción en la que la persona se encontraba implicada y otra para la re­ lación ideal que la persona esperaba tener. Los participantes tam­ bién respondieron a un cuestionario demográfico y a otro de relación-satisfacción. Participaron en este pequeño estudio sesenta estudiantes uni­ versitarios (mitad hombres y mitad mujeres) cuyas edades oscilaban entre los diecisiete y los veintidós años (edad media: 18,8 años ) . To­ dos tenían que haber vivido al menos una relación íntima (pasada o presente) . Cuatro de las veinticinco historias utilizadas en el estudio mostraban una diferencia de sexo significativa: los varones prefe­ rían la historia de arte, la del coleccionista y la pornográfica, mientras que la historia viajera era deseada por un mayor núme­ ro de mujeres . También había diferencias significativas en las puntuaciones obtenidas : la historia de terror obtuvo la puntua­ ción más b aj a ( 1 ,56) y la historia del jardín la más alta (5 ,68 ) . Los hombres eligieron como historias ideales la de arte, la del colec­ cionista y la pornográfica, y las mujeres la historia de negocios . La media d e todas l a s puntuaciones también dio la m á s b aj a a l a historia d e terror y la m á s alta a l a del jardín , l o cual significa que la historia de terror es la menos popular y la del jardín la más po­ pular. 24 1

En otro estudio que realizamos Mahzad Hojjat y yo con cuaren­ ta y tres parejas, descubrimos que los hombres tenían mayor ten­ dencia a contar con la historia de arte, la pornográfica y (ante nues­ tra sorpresa) con la de sacrificio. Así pues, vimos que los hombres eran más propensos a tratar a sus parejas como objetos, pero que al­ gunos de ellos se mostraban dispuestos a sacrificarse por su rela­ ción. Las mujeres mostraban una mayor tendencia hacia la historia viajera. Los perfiles de las historias compartidos por las parejas eran similares; es decir, normalmente las parejas eran compatibles en cuanto a sus historias preferidas. Así, se demostraba lo que predecía nuestra teoría: las personas se suelen unir a parejas cuyos perfiles de las historias son similares. Algunas historias se asociaron a un menor nivel de satisfacción en las relaciones: la de negocios, la del coleccio­ nista, la de gobierno (autocrática) , la de terror, la misteriosa, la poli­ cíaca, la de recuperación, la de ciencia-ficción y la de teatro. Ningu­ na de ellas garantizaba la felicidad, aunque sí podía facilitarla. Y lo más importante: cuánto más diferentes eran los perfiles de las histo­ rias de la pareja, menos feliz se mostraba ésta dentro de su relación. En otro estudio, en el que tomaron parte veinticinco parejas, Hojjat y yo descubrimos que si realizáramos una distinción entre dos tipos principales de historias, veríamos que la distribución del poder en las mismas podría realizarse de forma equitativa o no. Los individuos que se implican en una relación se deben preocupar des­ de el principio de la distribución del poder, ya que una vez que ésta se ha establecido resulta muy difícil de cambiar. Nuestras investigaciones nos hicieron llegar a la conclusión de que la perspectiva desde la que se considera que el amor es una historia, sirve para explicar por qué los individuos se sienten atraídos por determinadas personas y no por otras, y por qué unas relaciones tienen éxito, mientras que otras fracasan . Tam­ bién nos dimos cuenta de que incluso las relaciones que no son vistas con buenos ojos por terceras personas pueden funcionar si las historias de las personas que las viven son compatibles , y que las relaciones que son bien vistas por terceras personas pueden fracasar si las historias de las personas que las viven no son com­ patibles. En general, la durabilidad de las relaciones es propor­ cional a la capacidad de la pareja para asumir los papeles de sus mutuas historias. 242

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¿ Qué es el amor?

No existe una fórmula mágica para conseguir el estado ideal del amor; esto es algo que debería estar bastante claro a estas alturas. Los libros de autoayuda que nos dan una serie de pasos para seguir, sólo son útiles para aquellas personas que cuentan con la historia del libro de cocina y realmente pueden y quieren seguir una receta, o para aquellos que sinceramente quieren intentar probar la fórmu­ la de otra persona. Sin embargo, y dado que las personas cuentan con una gran diversidad de historias de amor, no existe una fórmula que funcione para todo el mundo. La variedad de las historias de amor no queda limitada a las veinticinco que se describen en este libro. En primer lugar, hay que decir que el número potencial de historias es infinito y, aunque en ellas se incluyen las aquí descritas, existen múltiples combinaciones de las mismas. En segundo lugar, cabe comentar que los individuos cuentan con una jerarquía de historias, lo cual significa que proba­ blemente se sientan atraídos por todas ellas. En tercer lugar, hay que dejar constancia de que las historias de los individuos pueden cam­ biar con el paso del tiempo. Y, por último, podemos decir que aun cuando las historias siguen siendo las mismas, los individuos las pueden adaptar a su vida personal. Las historias se encuentran en un constante estado de desarrollo. Sin embargo, la perspectiva de las historias cuenta con una serie de implicaciones que nos ayudan a mejorar el amor. Estas implica­ ciones no nos ofrecen fórmulas mágicas para hacerlo, sino que nos ayudan a replantearnos el concepto del amor y, a partir de ahí, noso­ tros mismos podemos hacer que éste sea más satisfactorio. Al mis­ mo tiempo, debemos ser conscientes de que el amor es una parte 243

importante de las relaciones íntimas, pero no lo es todo . 1 El apoyo externo, las amistades, el bienestar económico, el bienestar espiri­ tual y los intereses y valores similares son factores muy importantes a la hora d� encaminar la relación hacia el éxito. •



Comprender y apreciar el papel de las historias en el amor. Si las personas comprenden el papel que las historias desempe­ ñan en el amor, habrán encontrado un buen punto de partida para mejorarlas. La mayoría de los individuos ignoran el pa­ pel que juegan las historias y por ello repiten los mismos erro­ res una y otra vez, ya que no cambian ni sus pensamientos, ni sus sentimientos, ni sus acciones. El hecho de conocer qué papel desempeñan las historias nos ayuda a darnos cuenta de que éstas pueden contar con elementos positivos y negativos , y d e que debemos hacer todo l o posible por potenciar los po­ sitivos y reducir el impacto de los negativos. Intentar deducir cuál es nuestra propia jerarquía de historias. Existen varias maneras para averiguar nuestra jerarquía de historias y así comprenderlas mejor.

Un modo de averiguar la jerarquía de nuestras historias consiste en pensar en las cuestiones planteadas en este libro y evaluar nues­ tras puntuaciones. Una segunda manera de hacerlo consistiría en pensar en el tipo de personas que nos atraen y en los acontecimientos sucedidos en nuestras relaciones con esas personas. ¿ Con qué tipo de historias identificaríamos a esas personas y acontecimientos ? En algunas de las investigaciones que realicé junto a Mahzad Hojjat, nos limitamos a pedir a las personas que nos contaran aspec­ tos, anécdotas de sus relaciones amorosas. Las historias relatadas eran bastante superficiales y casi todas ellas hablaban de los mo­ mentos iniciales de su relación y de las actividades que realizaban l . Beck, Aaron T. , Love is never enough, Nueva York, Harper and Row, 1 988; Stem­ berg, Robert J . , The trzangle o/ love, Nueva York, Basic Books, 1 988; Sternberg, Robert J . , «Triangulating !ove», e n The psychology o/ love, Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1 988, págs. 1 1 9 - 1 3 8 ; Sternberg, Robert J., «What's !ove got to do with it?», en Omni 1 0 , 1 988, pág. 27.

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juntas. Para descubrir cuáles son nuestras historias, debemos con­ centrarnos en el significado de estos acontecimientos (o actividades que realizamos con la pareja) , no sólo en lo que son objetivamente, sino en lo que nos aportan como personas. Un tercer modo de averiguar cuáles son nuestras historias con­ siste en preguntarnos qué tipo de historias nos atraen más en la lite­ ratura, la televisión o en el cine. Aunque estos medios de comunica­ ción no representen todas las historias descritas en este libro, seguro que sí acogerán algunas de ellas. Dado que las personas tienden a proyectar sus sentimientos en los personajes de las historias, el tipo de historias por el que se sienten atraídas nos puede dar una idea del que les gusta vivir en la realidad. Una cuarta vía para averiguar nuestras historias se consigue pre­ guntando a los demás qué opinan sobre nosotros. Con toda seguri­ dad los demás podrán percibir ciertos rasgos que nosotros mismos no percibimos o, por lo menos, no lo hacemos del mismo modo. •







Descubrir la jerarquía de historias de nuestra pareja. Es algo tan importante como comprender la nuestra. Las técnicas que acabamos de describir se podrán aplicar también a nues­ tra pareja. Nuestro juicio sobre la jerarquía de historias de nuestra pareja puede ser tan útil como el suyo propio. Considerar las similitudes entre nuestra historia ideal y la his­ toria que vivimos. Los individuos contamos con una jerarquía de historias ideales. Si la comparamos con la historia real que estamos viviendo e intentamos comprobar cuáles son las si­ militudes entre ambas , podremos averiguar si la relación ac­ tual cuenta con la historia adecuada para ella. Intentar maximizar las características positivas de las historias y minimizar las negativas. Junto a las descripciones de las his­ torias de este libro se incluyen algunas de sus ventajas e in­ convenientes. Si somos conscientes de ambas podremos to­ mar las medidas oportunas para mejorar nuestras historias. Ser conscientes de que a pesar de que las historias nos condicio­ nan a la hora de escoger a nuestras parejas y mantener relacio­ nes, en ningún momento las controlan (ni las parejas, ni las re­ laciones). Está en nuestras manos decidir quién será nuestra pareja o con quién mantendremos una relación. Las historias 245







sólo pueden dar forma y guiar las relaciones de los indivi­ duos; pero son ellos quienes toman las decisiones en última instancia. Por ejemplo: un individuo tal vez se sienta atraído por la historia de terror pero decida no vivirla. Comprender que las historias influyen tanto en los aconteci­ mientos que tienen lugar en las relaciones, como en las inter­ pretaciones de los mismos. Los individuos tendemos a ver tan­ to los acontecimientos como sus interpretaciones como algo determinado. Normalmente, asumimos que los aconteci­ mientos tienen lugar más o menos por sí solos y que existe una correcta interpretación de los mismos: su propia inter­ pretación. La perspectiva de la historia sugiere que demos forma activa a los acontecimientos de nuestras relaciones pa­ ra adquirir conciencia de nuestras historias e interpretar el significado de esos acontecimientos en función de las mismas. No existe una interpretación «correcta» de los hechos o, al menos, no la conocemos. Por ello, es muy importante que comprendamos las cosas desde nuestro punto de vista y el de nuestra pareja. Ser conscientes dtt que las historias se escriben y reescriben constantemente. Nuestra historia no termina cuando cumpli­ mos dieciocho, veintiún, cincuenta u ochenta años. Escribi­ mos la historia de nuestra relación a medida que ésta progre­ sa. Aun cuando la relación ha terminado, podemos volver a escribirla varias veces, de tal manera que nuestra opinión so­ bre la misma cinco o diez años después de que terminara, puede ser muy diferente a la que teníamos nada más finalizar. Por eso es importante tener en cuenta, a la hora de interpre­ tar nuestras relaciones y las de los demás, que nunca hay un final, sino un trabajo en progresión. Darse cuenta de que un determinado tipo de historia puede contar con muchas variaciones. No existe una sola forma de escribir una determinada historia; diferentes recetas funcio­ nan para diferentes relaciones basadas en la historia del libro de cocina y, en algunas ocasiones, la receta cambia con el de­ sarrollo de la relación. Del mismo modo, existe un número infinito de variaciones de la historia del viaje; los destinos que cabe elegir son múltiples, así como las rutas para llegar a 246



ellos. Todas las historias cuentan con esa variedad. Así pues, aunque nos mostremos claramente partidarios de un deter­ minado tipo de historia, debemos saber que se pueden dar diferentes versiones de la misma. Y como siempre estamos escribiendo, esas versiones pueden aparecer en cualquier mo­ mento. Comprender que es difícil pero no imposible cambiar las histo­ rias. Es difícil cambiar las historias; sin embargo, lo hacemos constantemente. Dado que todas las historias tienen sus más y sus menos, si nos centramos en los más de aquellas que con­ sideremos más ventajosas y dejamos a un lado los menos, con­ seguiremos encaminarnos hacia las que funcionen mejor. Y si nuestros esfuerzos por conseguir esto fracasan, debemos sa­ ber que una buena psicoterapia siempre nos ayudará a encon­ trar aquellas historias que mejor se adapten a nuestra perso­ nalidad.

El hecho de considerar que el amor es una historia, hace que se­ amos conscientes de la infinidad de opciones que podemos crear cuando escribimos las historias de nuestras vidas y nuestros amores.

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Índice analítico y de nombres

Abuso, 85 , 1 00- 1 0 1 , 1 04 , 22 1 Acontecimientos, percepción de, 3 1 -3 4 , 248 Actuar, véase Historia teatral Agresión , 1 00 Alberoni, Francesco, 1 87 Amor, 2 4 , 5 1 carencia, 1 3 2 - 1 3 3 jerarquía histórica , 3 0-3 1 , 245 -247 mejorar, 245 -249 naturaleza sintética de, 3 8-3 9 percepción de acontecimientos, 33 suposiciones sobre, 42 teoría triangular de, 1 2 , 1 7 8 - 1 7 9 Archivadores d e recuerdos, 1 89 Argumento, de la historia, 3 6-37 Atracción fatal, 99, 1 05 Atractivo físico, búsqueda de, 123 124 Barnes, Michael, 23 , 24n. , 57n. Bobbit, John y Lorena , 1 04 - 1 05 Burton, Richard, 1 45 , 2 3 9 Buscando al señor Goobar, 9 9 Buscar, véase Historia fantástica Cambiar, véase Historias , cambios Carácter, de las historias , 3 7 - 3 8

Carencia amorosa, 1 3 2 - 1 3 3 Casa, véase Historia d e casa y hogar Celos, 34 Clark, Margaret, 1 45 , 145n. Codependiente historia de adicción , en la, 42 -43 , 174- 1 8 1 historia d e recuperación, en la, 1 32 - 1 3 9 Coherencia cognitiva, 6 1 Colores, percepción de, 3 2 -3 3 Comienzos, d e las historias , 3 5 -3 6 Compañerismo, relación de, 1 67 1 68 Competitividad, véase Historia de juego Cuando Harry encontró a Sally, 2 0 Cuestionarios, véase Historias indi­ viduales Cuestionarios, sobre las historias , 65 -66, 237 -23 8 De edad, 1 25 - 126 Desplazamientos, del afecto, 1 3 0 Diagnóstico Dios historia de sacrificio, en la, 73 historia religiosa, en la, 1 3 9- 144

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Divorcio, 2 0 , 2 4 , 3 6 , 144 Efecto de información negativa, 54-55 Efectos de amor abnegado, 73 Elusión al compromiso, 1 1 8 Emociones , 5 7 -5 8 Epstein , Seymour, 3 8 , 3 8n . Eros, 1 86- 1 87 Error de atribución básica, 5 4 -55 Estrés, 1 3 2 É xito , e n las historias, 43 -44 Finales, de las historias, 3 6 Fracaso , síntomas de, 2 0 Historia bélica, 4 4 , 65 , 2 1 1 -2 1 7 diagnóstico de, 2 12 Historia de adicción, 42 -43 , 64 , 174- 1 8 1 diagnóstico de, 175 Historia de arte, 5 9 , 64 , 1 07 , 1 1 9126 diagnóstico de, 1 2 0 Historia d e casa y hogar, 64 , diagnóstico de, 126- 127 Historia de ciencia-ficción , 64 , 1 07 - 1 1 3 , 242 diagnóstico de, 1 08- 1 09 Historia de coser y tejer, 64 , 159- 1 64 diagnóstico de, 1 5 9 Historia d e gobierno, 6 0 , 63 , 7 8 85 , 242 diagnóstico de, 80 Historia de humor, 43 , 65 , 2 1 1 , 222-227 diagnóstico de, 223 Historia de j ardín , 43 , 45 , 64 , 1 64 1 96 diagnóstico de, 1 64 Historia de juego, 64 , 1 2 6 , 144- 15 1 diagnóstico de, 1 45 - 1 4 6

Historia d e la colección, 64 , 1 07 , 1 1 3 - 1 1 9 , 24 1 , 242 diagnóstico de, 1 14 Historia de negocios, 5 9 , 63 , 1 691 7 4 , 24 1 diagnóstico de, 1 69 Historia de recuperación, 56-5 7 , 64 , 1 2 6 , 1 32 - 1 3 9, 24 1 , 242 diagnóstico de, 1 3 3 Historia de sacrificio , 63 , 73 -78 diagnóstico de, 73 -7 4 Historia de terror, 63 , 99- 1 06 , 23 7 , 24 1 , 242 diagnóstico de, 1 0 1 Historia del libro d e cocina, 65 , 1 83 , 203 -2 1 0, 245 diagnóstico de, 203 Historia fantástica, 5 9 , 64 , 1 83 - 1 8 9 diagnóstico d e , 1 84 Historia histórica, 65 , 1 83 , 1 89- 1 97 diagnóstico de, 1 90- 1 9 1 Historia misteriosa, 43 -44 , 5 9 , 65 , 2 1 1 , 228-23 3 , 242 diagnóstico de, 228 Historia policíaca, 44 -45 , 63 , 85 -92 diagnóstico de, 87 Historia pornográfica, 63 , 92 -99 diagnóstico de, 93 Historia profesor-estudiante, 63 , 67-73 diagnóstico de, 68 Historia religiosa, 64 , 126, 1 3 9- 144 diagnóstico de, 1 4 0 Historia teatral, 65 , 2 1 1 , 2 1 7 -222 , 242 diagnóstico de, 2 1 7 -2 1 8 Historia viajera, 64 , 153 - 15 9 diagnóstico d e , 1 5 4 Historias cambios, 5 2 -5 7 , 23 7 -249 divergencia de, 23 -24

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elementos de, 3 5 -3 9 jerarquía de, 29, 245 -247 Historias asimétricas , 44 -45 , 5 9-60, 63 , 67 de gobierno, 60, 63 , 7 8 - 85 , 242 de sacrificio , 63 , 73 -78 de terror, 63 , 99- 1 06, 23 7, 24 1 , 242 policíaca, 44 -45 , 63 , 85 -92 , 242 profesor-estudiante, 63 , 67 -73 Historias de coordinación, 64 , 153 adicción, 42 -43 , 64 , 1 7 4 - 1 8 1 coser y tejer, 64 , 159- 1 64 jardín, 43 , 45 , 64 , 1 64 - 1 69 negocios , 5 9 , 64 , 1 69- 1 7 4 , 24 1 viajera, 64 , 153 - 15 9 Historias d e género, 65 , 2 1 1 bélica, 44 , 65 , 2 1 1 -2 1 7 humor, 43 , 65 , 2 1 1 , 222-227 misteriosa, 43 , 59, 65 , 2 1 1 , 228233 , 242 teatro, 65 , 2 1 1 , 2 1 7 -222 , 242 Historias ideales, véase Historias Historias inconscientes , 55 , 5 7 Historias narrativas , 64 -65 , 1 83 científica, 64 , 1 83 , 1 97 -2 02 fantástica, 59, 64 , 1 83 - 1 89 histórica, 64 , 1 83 , 1 89- 1 97 libro de cocina, 65 , 1 83 , Historias objeto, 64 , 1 07 arte, 5 9 , 64 , 1 07 , 1 1 9- 1 26 casa y hogar, 64 , 1 2 6 - 1 3 2 ciencia-ficción, 64 , 1 07 - 1 1 3 , 242 colección, 64 , 1 07 , 1 1 3 - 1 1 9 , 24 1 , 242 juego , 64 , 126, 1 44 - 15 1 recuperación, 56-5 7 , 64 , 1 2 6 , 1 3 2 - 1 3 9 , 24 1 , 242 religión, 64 , 126, 1 3 9- 144 Historias retrospectivas, 35 Hojjat, Matizad, 242 , 246

Hombres , historias preferidas por, 24 1 -242 Infancia, 48 Inteligencia, tipos de, 2 0 1 Jerarquía d e historias, 2 9 , 245 -247 Juego de suma nula, 145 Juegos dirigidos externamente, 1 5 0 Juegos dirigidos internamente, 149- 1 5 0 Kant, Immanuel, 1 9 , 3 2 Langlois , Judith, 123 - 12 4 , 124n. Lee, John , 73 , 73 n . , 1 44 , 1 44n . , 1 68 , 1 68n . , 1 7 2 , 172n. Libros de autoayuda, 1 9, 2 06 Los miserables, 86 Lave Story ( Sega!) , 1 8 Lynch , Laurie, 240 Maslow, Abraham, 132, 132n. Matrimonio, 5 1 , 60, 144 Matriz cultural de las historias, 2 1 , 60-62 , 2 3 9 Milgram, Stanley, 1 00- 1 0 1 , l ü l n . Mills , Judson , 1 45 Mujeres, historias preferidas por, 24 1 -242 Múltiples, 27-34 compartidas , 25-26 comprender la propia, 5 8 - 60 , 23 7 -249 origen de, 47-49, 57, 60-62 poder de, 3 1 -3 3 , 3 5 , 49-57 sin amor, 6 1 -62 Véase también Historias indivi­ duales Múltiples parejas, 5 1 -52 en la historia de la colección, 1 13 - 1 19

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Ovidio, 1 4 4 , 144n. Papeles complementarios, en histo­ rias , 42 , 63 Véase también Historias indivi­ duales Papeles en las historias , 25 -26, 29 complementarios , 42 , 63 Véase también Historias individuales Pelear, véase Historia bélica Pensamiento narrativo, 3 8 -3 9, 5 6 Pensamiento racional, 3 8-3 9, 5 0 , 56 Pensamiento, tipos d e , 3 8 -3 9 Percepciones, 3 1 -3 3 , 5 O Persona como objeto, en la histo­ ria, 64 , 1 07 - 126 Poder, 242 historia de gobierno, en la, 78-85 historia de terror, en la, 99- 1 06 Problemas, estructura de, 206-207 Profecías cumplidas, 5 0 Proyección , 22 , 3 6 Psique, 1 86- 1 87 Puntos del cuestionario, 65 -66, 23 7 -23 8 , 240-243

¿Quién mató a Virginia Woolf?, 1 45 , 150, 23 9, 126- 1 3 2 Rebelión, 1 12 Rechazo, 47-48 Reconstrucción de las historias, 23 7 -240 Recuerdos , véase Historia histórica Reik, Theodore, 143 , 1 4 3 n . Relación anárquica, 7 9 - 8 0 , 85 Relaciones : autocráticas, 78-79, 80, 83 - 84 , 85 cambios en, 53 -57 , 5 9-60

como historias , 2 1 -26 compañerismo, 1 67 - 1 68 democráticas, 7 9 , 80, 84 efecto de las historias en, 49-53 fracaso de, 2 0-2 1 origen de, 1 86- 1 87 sobre historias retrospectivas, 3 5 -3 6 y percepción d e acontecimien ­ tos, 3 1 Relaciones autocráticas, 78-79, 80, 83 -84, 85 Relaciones como objeto, 126- 15 1 Relaciones democráticas , 79, 80, 8;t Relaciones extramatrimoniales , 5 2 53 , 7 2 Religión, 7 8 - 7 9 Salvación, véase Historia religiosa Segal, Eric, 1 8 Sexo, véase Historia pornográfica Simpson, O. J. y Nicole Brown, 92 Snyder, Mark, 1 25 , l25n. Solomon , Richard, 1 7 8 - 1 7 9 , 1 7 9n . Sternberg, Richard ] . : investigación de, 24n . , 5 7 n . , 93 n . , 1 89n . , 240-243 , 246n. modos de pensamiento, 206n . , 207n. teorías del amor, 1 1 - 13 , l l n . , 12n. , 1 3 n . Storge, 1 68 , 172 Suposiciones sobre el amor, 42 Taylor. Elizabeth, 1 45 , 23 9 Temas de las historias , 3 7 , 3 8 , 55 origen de los, 47-48 Tendencia a la confirmación, 52 Terapia convencional, 1 9-20 Universidad de Yale, 57

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