Que Es La Ciencia

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¿Qué es la ciencia?

Una visión interdisciplinaria Klaus Jaffé

Traducción: Manuel Bemporad

 

© Fundación Empresas Polar, 2007 Hecho el Depósito de Ley Depósito Legal lf ISBN:

Coordinación Editorial: Renato Valdivieso Autor: Klaus Jaffé Traducción: Manuel Bemporad Corrección de estilo: Violeta Rojo y Manuel Bemporad Corrección de textos: Teresa Casique Diseño gráfico: Rogelio Chovet Producción editorial: Litografía ImagenColor S.A.

Contenido Presentación

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Prólogo

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Introducción Advertencia En busca de una heurística transdimensional Sobre este libro

1. El ascenso del Homo sapiens scientiarum Proceso negentrópico de la evolución: La supervivencia del afortunado Historia natural de la ciencia Creatividad e imaginación Orígenes del conocimiento: El impulso por saber Emergencia y evolución de la mente humana Evolución de la racionalidad: La mente modeladora Los límites de la percepción y del pensamiento Filosofía de la ciencia Desplazamientos de paradigmas

2. El ascenso de la ciencia empírica Las raíces de la lógica Inducción, deducción y pensamiento racional Niveles de lo conocible Definición de ciencia La arrogancia puede conducir a la ignorancia El experimento y la observación científica Elementos de la ciencia: Observación, descripción y co­mu­ni­­cación Tecnología Límites de los científicos, de la ciencia y de sus aplicacio­nes

3. La ciencia moderna Multidimensionalidad y lo transdimensional

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Ciencia de la complejidad La perspectiva interdisciplinaria Consiliencia Modelos y simulaciones Emergencia de la metaciencia Estudio de la dinámica social De la conciencia individual al conocimiento social Preguntas futuras para la metaciencia

4. Lo que no es ciencia  ¿Qué caracteriza a la seudociencia? El arte de la charlatanería Los límites de la razón ¿Cómo hacer ciencia con una mente limitada y defectuosa? Intuición, reduccionismo y generalizaciones sintéticas

5. Ciencia y sociedad Ciencia moderna, sociedad y crecimiento económico Ciencia y arte Ciencia y ética Las ciencias sociales y los excesos del positivismo

6. Los peligros futuros Entalpía Dogma, mitos y religiones Otros enemigos del progreso científico Meritocracia vs democracia Reflexiones sobre la meritocracia Progreso social: ¿Ficción o realidad? Patentes, creatividad y una actitud científica

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Presentación

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Prólogo Dentro de la bibliografía sobre filosofía de la ciencia publicada durante el siglo XX se registran numerosos libros y artículos que se proponen responder a la pregunta ¿qué es la ciencia?, formulada en términos explícitos o de manera implícita. Las estrategias de respuesta han sido muy diversificadas. Algunas han optado por decirnos lo que es la ciencia a partir del análisis del método de investigación científica, de la lógica de la investigación o de las características identificatorias del lenguaje científico. Otras han elegido dar respuesta a través del análisis de la estructura de las teorías científicas, de la naturaleza peculiar de la explicación cien­tí­fica, de los fundamentos lógicos de la ciencia o de las carac­terísticas que singularizan la predicción científica. En otra orien­tación se cuentan estudiosos dedicados a encontrar los oríge­nes culturales de la ciencia en las fronteras con el mito y el pensamiento mágico religioso. Una variante dentro de esta perspec­tiva histórica la representan quienes como Jean Piaget han intentado explicar lo que es la ciencia remontándose a las etapas tempranas del surgimiento y desarrollo de los conceptos en el psiquismo humano. Considerando el contexto anterior, la peculiaridad del libro de Klaus Jaffé es que se propone decirnos lo que es la ciencia inten­ tando encontrar sus raíces en un nivel más remoto constituido por la evolución biológica de las especies y sus mecanismos de supervivencia tendientes a mantener la vida sobre nuestro planeta el máximo tiempo posible. Si bien Piaget sorprendió a la comuni­dad filosófica internacional al calificar a la epistemología de dis­ci­ plina experimental, en este caso encontramos la propuesta de una em­pre­sa aún más audaz que pretende entroncar el cono­ci­miento hu­ma­no, en sus orígenes, con estrategias de supervivencia o auto­ ma­tismos, que se presentarían inclusive en las formas más simples de vida, las mismas que el autor denomina genéricamente algo­ rit­mos, dotando a este término de un significado heterodoxo si tomamos como referencia el uso originario que tiene en lógica Fundación Empresas Polar



matemática y el uso derivado aportado por las ciencias asociadas a la computación y a las ingenierías de sistemas. En el pensamiento contemporáneo se encuentran clasificaciones que reconocen epistemologías evolucionistas. Las tesis poppe­ria­ nas que sostienen, como conjeturas plausibles, que aprendemos de nuestros errores y que en la lucha por la supervivencia hemos aprendido a sacrificar hipótesis en lugar de vidas son inter­pretadas como tipificadoras de una etapa superior a la ley de selección natural, la misma que sanciona la supervivencia del más apto para dar respuestas acertadas a los retos azarosos de la naturaleza y para transmitir tal capacidad a sus descendientes. Sin embargo, en este caso, lo anterior no es suficiente en tanto que el autor en su condición de investigador científico de laboratorio y de cam­ po arriesga hipótesis que intentan conectar lo inorgánico a lo orgánico, lo biológico a la aparición del sistema nervioso cortical, para luego explicar el origen de un proceso de cerebración que da paso al surgimiento del psiquismo, del lenguaje y de la escritura. Así se entendería la instauración de un largo período signado por el pensamiento mágico religioso, el cual muy recientemente daría lugar al pensamiento causal, al conocimiento métrico y expe­ rimental y a la metaciencia. Adicionalmente, en armonía con un proyecto explicativo que intenta conectar los orígenes biológicos del conocimiento con sus eslabones más avanzados en el ámbito de la comprensión del cosmos, como son la Teoría general de la relatividad de Albert Einstein y la Mecánica cuántica de Max Planck, Niels Böhr y Werner Heisenberg, Klaus Jaffé necesita una hipótesis, ciertamente no ex­ pe­rimental, de gran envergadura, que ligue los diferentes estratos que sirven de soporte al conocimiento científico de tal manera que éstos se conviertan en casos particulares segmentados en fases de magnitudes temporales y espaciales de no menos de once enteros positivos. Esta hipótesis totalizadora, usada en el texto, es la que sostiene que existe un proceso evolutivo que tiene, por ahora, su máxima expresión en el conocimiento científico y que se caracteriza por avanzar en la flecha del tiempo de lo más simple a lo más complejo. Dicha conjetura, que es frecuentemente ¿Qué es la ciencia? 

mencionada en la literatura como teoría de la complejidad, juega el rol en este libro y en otros de diferente orientación, entre los que podemos contar las obras de Teilhard de Chardin, de hipótesis que describe un proceso de sentido contrario al establecido por la segunda ley de termodinámica debida a Clausius y Carnot, la misma que inicialmente fue enunciada para medir la entropía de calderos pero que, habiendo incrementado su generalidad con la axiomatización de las teorías cosmológicas, tiende a te­ner actualmente el estatuto de ley universal de todo lo que mate­rial­ mente ocurre. De esta suerte el escenario global para representar el periplo del conocimiento científico parece estar dado por dos procesos con sentidos opuestos: el de la tendencia, más probable, del cosmos o universo físico hacia la uniformidad y nivelación de toda forma de energía en un estado de entropía máxima que significa, en otros términos, la desorganización maximal de todo sistema físico existente; y el de la tendencia, altamente improbable, de la vida, el psiquismo, la sociedad y el conocimiento que tienden a asumir progresivamente mayores grados de organización y diferenciación que se definen en términos de una complejidad creciente, sin lími­ tes previsibles, excepto los de su soporte material sujeto irre­me­ diablemente a la segunda ley de termodinámica. A través de la caracterización antes descrita, el autor nos sugiere que el desarrollo de la ciencia es una especie de contracorriente dentro del río avasallador de la entropía. Sin embargo, este proceso anti­entrópico no sólo funciona incrementando y mutando sus nive­ les de organización y complejidad sino también transmitiendo es­ta capacidad al cuerpo social, proceso que se materializa en el desarrollo económico y tecnológico que produce bienestar y más altos estándares de supervivencia y de calidad de vida en los miem­bros de la sociedad. A lo anterior se suma el hecho de que la racionalidad científica crea en la sociedad condiciones favorables de gobernabilidad y de equidad a través de la instauración de una ética meritocrática que estimula los esfuerzos de los individuos en función del aporte de los mismos al conocimiento que perfecciona y potencia los bienes y servicios sociales al alcance del colectivo. Fundación Empresas Polar



Asimismo, para evitar que se ponga en peligro lo ganado en tér­ minos de organización, complejidad y permanencia, la ética cientí­ fica podría considerar la inequidad como un factor entrópico que debe mantenerse necesariamente bajo control para evitar que el incremento del grado de desigualdad ponga en peligro la orga­ nización y con ello la existencia del cuerpo social, diluyéndolo en el torrente de la entropía cósmica. Un riesgo inherente al proceso anterior estaría constituido por el hecho de que los grandes servicios que presta la ciencia a la gene­ ración de una sociedad desarrollada y de bienestar pueda con­ver­ tirla en una actividad hegemónica que se infiltre en todos los espa­ cios o nichos libres o no de la sociedad, limitando o desalojando a otras formas de acción distintas que podrían gozar de menos confianza y expectativas que las que inspira la ciencia. Este proceso de homogenización de la diversidad es conceptualizado por Klaus Jaffé como entalpía, el mismo que finalmente incrementaría la entropía entendida como homogeneidad paralizante. Por esta ra­ zón, la acción científica debería estar acompañada de una nega­ entalpía que deje espacio a la diversidad representada por otras acti­vidades como el arte, la religión o las humanidades, de tal suer­ te que el sistema social cuente con los niveles tolerables de dese­ quilibrio que hagan posible la creatividad y la renovación reque­ ridas por el desarrollo antientrópico del cuerpo social. De manera complementaria, las diferentes teorías que integran el cuerpo cientí­fico deberían sujetarse al principio de consiliencia que se ma­ te­ria­liza en el hecho de que la diversidad de las hipótesis no debe con­ducir a la incompatibilidad o contradicción de las teorías entre sí. El libro presentado es accesible para personas no versadas en epistemología pero es también muy interesante para los espe­ cialistas no sólo por su pretensión de proporcionar una concep­ ción integral de lo que es la ciencia en su devenir histórico y en su presencia e impacto en la sociedad contemporánea sino, principalmente, por las reflexiones, problemas y debates que seguramente suscitará en sus lectores. Y es que aunque es un libro escrito por un científico experimental en ejercicio no es propia­men­te una obra científica sino una propuesta filosófica elaborada ¿Qué es la ciencia? 10

por un investigador en ciencias básicas, llamadas metafóricamente duras, cuya capacidad de analizar y problematizar lo ha llevado a transponer largamente las fronteras de la actividad de laboratorio y las seguridades de las afirmaciones que pueden sustentarse razo­nablemente en resultados experimentales. Esto explica que la fecundidad de su trabajo filosófico en el quehacer universitario y de formación de nuevas generaciones de investigadores pueda evaluarse, tal vez, en mayor medida por los disensos y agendas o programas de investigación y debate que genere para el logro de saludables esclarecimientos conceptuales de frontera. En armonía con este punto de vista, me permito precisar tres de las cuestiones problemáticas que son, a mi juicio, de especial interés. En primer lugar, todo esfuerzo por proporcionar concepciones tota­lizadoras, denominadas frecuentemente holistas, afronta las difi­cultades generadas por la apelación a hipótesis que exceden des­medidamente el control de la experiencia, razón por la que tradicionalmente han sido calificadas como metafísicas. Es verdad que toda ley científica en el ámbito de las ciencias básicas tiene una for­ma lógica que imposibilita su confirmación completa bajo la suposición de que denota un conjunto infinito de casos u objetos que es inviable que recorra exhaustivamente un observador con órganos de percepción finitos y con un tiempo de vida finito. Sin embargo esto no significa que leyes científicas como la de dila­ tación de los cuerpos por acción térmica sean metafísicas porque, como lo precisó Popper, son refutables en un sentido relevante aunque no tan unívoco como se pensó inicialmente. Así mismo, son parcialmente confirmables en términos estadísticos. A lo anterior se suma el hecho de que dichas leyes pueden ser some­tidas a pruebas estrictas debido a que están formuladas en lenguaje matemático. En cambio, principios como el de la com­ plejidad o hipótesis como la del modelo mental o cerebral de la realidad en humanos y animales o la hipótesis de la consiliencia tienen tal plurivocidad que hacen inescrutables los hechos que son interpretables como sus confirmadores o refutadores. Esto con­du­ce a conceder que toda filosofía holista de la ciencia y toda teoría científica factual de magnitud está enmarcada y, presu­ Fundación Empresas Polar

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mi­blemente, traspasada por hipótesis metafísicas que pueden reclamar poder explicativo pero que es necesario controlar con herra­mientas que no pueden ser empíricas sino analíticas o ló­ gi­cas. Es el caso de la hipótesis de la consiliencia que para ser preci­sada obligaría a diferenciar teorías reducibles lógicamente entre sí de teorías con ontologías diferentes, semánticas distintas, formalmente contradictorias, independientes entre sí, etc., lo que no se puede decidir a priori pero tampoco experimentalmente. En segundo lugar es sostenible calificar al experimento como la herramienta más potente para decidir la aceptación o el re­ cha­zo de una hipótesis de investigación adecuadamente for­ mu­lada y contextualizada dentro de una red nomológica pre­ via­mente definida. Lo que resulta cuestionable es obviar o subes­timar los condicionamientos teóricos y lógicos a que está some­tida la construcción de todo diseño experimental y la inter­ pre­tación de sus resultados a la luz de un hipotético control sufi­ ciente de las variables investigadas. En breve, un experimento descontextualizado es ininteligible. Sólo es comprensible e inter­ pretable dentro del contexto teórico, lógico y metodológico que ha posibilitado su construcción. Por tanto, la tesis que sitúa al experimento en la posición de juez supremo de la ciencia parece cuestionable y pasible de un debate esclarecedor que puede remi­ tirnos a aprender de los errores de quienes en un supuesto plan rigorista creyeron ingenuamente hacer ciencia sin hipótesis ni inter­pretaciones como Francisco Bacon e Isaac Newton. Y en tercer lugar, lo que son la lógica y la matemática y el rol que juegan en las ciencias fácticas son temas preocupantes para los filó­sofos desde la antigüedad. En lo personal sostengo que las teo­rías lógicas y matemáticas son lenguajes creados para dar expre­sión a la estructura y funcionamiento del razonamiento rigu­ roso y demostrativo y para formular descripciones precisas de las relaciones invariantes que creamos e interpretamos como si fueran reales. En ese sentido considero que la génesis de los llamados objetos matemáticos no es esencialmente diferente a la de El Quijote o a la de Otelo. Se trata de creaciones culturales. Comparto la tesis que sostiene que los resultados experimentales pueden ¿Qué es la ciencia? 12

ser interpretados en términos que rebasen la lógica si por ésta se entiende la familia de sistemas estándar de origen aristotélico que incluye la Principia Matemática (PM) de Whitehead y Russell. Pero lo que no me parece admisible a priori es que los resultados experimentales, normalmente previstos en el contexto de algún sistema lógico preexistente, contradigan a la lógica a secas, lo que equivaldría a contradecir todo tipo de sistema lógico, o que primen sobre la lógica, pues a la luz de la investigación del siglo XX siempre ha sido posible crear sistemas lógicos adecuados que expresen la estructura interna de las nuevas teorías científicas y lo mismo puede afirmarse de la matemática. Es el caso de las lógicas polivalentes y del álgebra no-conmutativa. Naturalmente esto no significa que estén resueltos los roles de la lógica y de la matemáti­ ca en la ciencia considerando que se trata de idealizaciones que han inclinado a muchos, como Galileo o el primer Wittgenstein, a sostener hipótesis metafísicas como las que afirman que la naturaleza habla en lengua matemática o que el mundo tiene una estructura lógica como la de PM. Finalmente, es oportunidad de expresar mi complacencia por el hecho de que en América Latina resurjan indicios alentadores de que los científicos de laboratorio se interesan por hacer epis­te­ mología seriamente, disciplina filosófica que tiene un alto expo­ nente, de presencia global, en el profesor argentino Mario Bunge, graduado de doctor en física en la Universidad de la Plata en 1952; y que posee antecedentes europeos notables en físicos como Philipp Frank, Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Hans Reichenbach y Hans Hahn, miembros del grupo de estudiosos que generó la corriente fundacional de la epistemología contemporánea cono­ cida como positivismo lógico o Círculo de Viena. Creo que el efec­ to enriquecedor y dinamizador de la epistemología seria en el pensamiento científico y filosófico así como en el desarrollo social puede ser evaluado con pretensiones de objetividad tomando como referente histórico el reconocido efecto transformador que operó sobre la filosofía de Estados Unidos de Norteamérica la presencia en sus universidades de los miembros del Círculo de Viena. Ellos fueron perseguidos por el nacionalsocialismo Fundación Empresas Polar

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a causa de su ideas humanistas y tolerantes, motivo por el que tuvieron que refugiarse apresuradamente en las universidades norteamericanas poco después de que fuera asesinado Moritz Schlick, el 22 de junio de 1936, por el militante nazi Johann Nel­ böck, pese a ser un “ario puro”. Los representantes contemporá­neos más valiosos de la filosofía norteamericana en vigencia, ligados a las uni­versidades de Harvard y Princeton, Willard O. Quine, Hilary Put­nam, Richard Rorty, entre otros, fueron discípulos directos de Car­nap y Reichenbach y tuvieron como colegas al sobresaliente mate­mático Kurt Gödel, miembro del Círculo de Viena, y a Albert Einstein debido a que sus universidades brindaron hospitalidad a estos notables perseguidos por el régimen de Hitler. En circunstancias en las que la epistemología y sus orígenes en las ciencias duras han estado presentes como mar de fondo, he conocido en enero de este año a Klaus Jaffé, investigador en bioquímica, en Caracas, con motivo de la realización de un even­to internacional conectado directamente con nuestras preo­­­cupaciones por la calidad y productividad de la educación uni­­­versitaria en nuestros países y en la región. Pienso que pro­ ba­blemente no hubiéramos llegado a este punto de encuentro si no fuera por el horizonte amplio y diversificado que abren las inquietudes epistemológicas que, felizmente, no son muy res­ petuosas de las fronteras disciplinarias y profesionales. Celebro dicho encuentro y le agradezco profundamente a Klaus que me haya concedido el privilegio de redactar este prólogo, el mismo que he elaborado con el deseo ferviente de que disfruten de este libro y que guerreen cordialmente con él todos los lectores que tengan oportunidad de acceder a sus páginas con vocación de exactitud y verdad. Luis Piscoya Hermoza

Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos Lima, junio 2007

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Introducción Advertencia Este texto tiene tres peculiaridades que podrían influir en la per­ cep­ción, comprensión y asimilación del mensaje que pretendo transmitir: 1- No intenta ser un tratado completo y exhaustivo de la ciencia o de sus métodos. Desea analizar viejas y nuevas ideas sobre el tema desde una perspectiva transdisciplinaria amplia, ex­ plo­rar nuevos panoramas y estimular al intelecto, apuntan­ do a encontrar una definición unificada de la ciencia fáctica o experimental. Muchos aspectos tratados superficialmente aquí han sido revisados más profundamente en otros sitios. Lo que intento hacer es dar cuenta de una visión holística, más que empeñarme en un análisis reduccionista detallado del tema. Este enfoque tiene limitaciones importantes, puesto que muchos detalles relevantes tienen que ser omitidos, pero per­mite alcanzar niveles de abstracción que no serían posibles mediante exploraciones de una sola disciplina. Intentar un análisis extenso tiene un costo en cuanto a la profundidad del conocimiento. Como dice la sabiduría popular, o bien sabemos mucho sobre muy poco, o muy poco sobre mucho. Aquí he elegido la segunda opción, pero reconociendo la relevancia de la primera. 2- El término ciencia, tal como es usado aquí, se basa en la heren­ cia de Galileo Galilei y muchos otros. Defino a la ciencia como el método de búsqueda del conocimiento que subor­di­na la teoría a la observación empírica y a los resultados expe­ri­men­ tales. Hay muchos usos de la palabra ciencia (ciencia fun­da­­ mental, ciencia social, ciencia jurídica, etc., que no debe­rían ser confundidos con la ciencia en su versión empírica-expe­ ri­mental moderna. Por lo tanto, cuando me refiero a ciencia, me refiero al concepto galileano (también presentado a ve­ces como ciencia fáctica, experimental o “dura”), mientras que

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cuan­do uso el término “ciencias” me refiero a otras formas de búsqueda del conocimiento. Por ejemplo, las llamadas cien­ cias fundamentales, que incluyen a la matemática, la lógi­ca, etc., no son consideradas aquí como ciencias fácticas o experi­ mentales. 3- Los autores y obras a las que me refiero en el texto no son cita­dos siguiendo reglas tradicionales. Las referencias fueron dise­ñadas para ayudar al lector a buscar en Internet mediante la introducción en motores inteligentes de búsqueda (co­mo por ejemplo Google) la frase relevante, nombre o pala­bra, esti­ mulando así una nueva manera de explorar el conoci­mien­to.

En busca de una heurística transdimensional ¿Qué es la naturaleza? ¿Qué es la realidad? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la conciencia? ¿Cómo funciona nuestra mente? ¿Cómo adquirimos nuevo conocimiento? ¿Cómo exploramos mejor la realidad? ¿Có­ mo incrementamos nuestro conocimiento? ¿De dónde vie­ne la tecnología? ¿Qué es la ciencia? Estas son las preguntas que sue­ len plantearse filósofos, teólogos e intelectuales. La heurís­tica, esto es, la búsqueda de técnicas para descubrir nuevos conoci­ mien­tos, se ocupa de estos temas. Los científicos pocas veces se molestan en intentar responderlas. Ellos alegan que están ocupa­dos respondiendo preguntas reales y concretas y que no tienen tiempo para esas preocupaciones más bien filosóficas. Sin embargo, las respuestas a estas preguntas son importantes si queremos asomarnos al futuro de la humanidad y es relevante la formación profesional de quien intenta responderlas. Los cientí­ ficos tienen una experiencia directa de la ciencia y de la adqui­sición de nuevo conocimiento mediante exploraciones de la reali­dad que no tienen los filósofos. Científicos y filósofos tienen por tanto visiones divergentes y estas diferencias son de importancia pues afectan las respuestas de las preguntas planteadas. Hasta ahora la mayor parte de la filosofía de la ciencia y de nuestra com­prensión de cómo funciona la ciencia ha sido una actividad princi­palmente de filósofos y no de científicos. Tal vez ha llegado el momento de revertir esta tendencia. ¿Qué es la ciencia? 16

Entre los pocos científicos que con cierto éxito han intentado reflexionar sobre el estudio de la ciencia se encuentran los físicos. Los biólogos, o incluso científicos dedicados a investigaciones interdisciplinarias, rara vez lo han intentado. Aquí trataré de rom­ per este monopolio y aspiro a arrojar alguna luz sobre áreas que se mantienen misteriosas y oscuras en nuestro panorama del co­ no­­cimiento. La teoría de la complejidad, la biología evolutiva y la etología comparada, han desarrollado herramientas analíticas y nuevos conceptos que podrían ayudarnos a entender mejor el valor adaptativo (o de adecuación) de la ciencia, aclarando anti­ guas contradicciones relacionadas con la ciencia y sus métodos, lo que podría permitirnos continuar el trabajo de varios filósofos, empezando por los clásicos griegos, Immanuel Kant (Crítica de la razón pura), Ludwig Wittgenstein y muchos otros. Quienes han tenido el privilegio de vivir en ambientes propicios para la adquisición de una visión amplia y profunda del mundo y que han contado con el genio suficiente para producir nuevas ideas, no siempre han desarrollado habilidades lingüísticas para transmitirlas al gran público. No son frecuentes los genios con capa­ ci­dades comunicacionales extraordinarias como Galileo, Darwin, Huxley y Tyndall. Más aún, cuando las nuevas ideas no usan la lógica subyacente del lenguaje, es aun menos probable la feliz pero rara coincidencia entre el genio científico y las habilidades comunicacionales. Las condiciones intelectuales que permiten las exploraciones de la realidad intangible, no lineal, compleja, multidimensional y difusa, que es la frontera actual de la ciencia moderna, son muy diferentes de las requeridas para desarrollar magníficas construcciones lineales de ideas. No es posible penetrar en estos nuevos y sorprendentes mundos sin un esfuerzo intelectual del lector. Sirva este comentario como una excusa anticipada, ya que me hubiera gustado haber escrito este libro usando un lenguaje más sencillo o por qué no, poesía. En cambio, compenso mis limitaciones lingüísticas usando imágenes que espero ayuden a comunicar el mensaje. El uso de imágenes, sin embargo, tiene sus deficiencias. Las imágenes pueden ser potentes mensajeras de ideas, mas no siempre transmiten exactamente lo Fundación Empresas Polar

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que se pretende, y personas diferentes pueden recibir mensajes diferentes con la misma imagen. Las imágenes servirán aquí como metáforas que ayuden a comunicar un mensaje. Considero que la emergencia de la ciencia ha sido el evento más importante para la humanidad en el último milenio y el final de la revolución científica todavía no está a la vista. Trataremos de entender mejor este proceso histórico a fin de incrementar las posibilidades de cosechar sus posibles beneficios para la huma­ nidad. Este trabajo, por tanto, aspira a abrir aspectos nuevos a la discusión y sugerir nuevos rumbos de investigación, y no pue­de ser, en consecuencia, un trabajo terminado. Esta empresa requerirá comprender la estructura de la realidad, su interacción con nuestra conciencia y la dinámica del proceso de adquisición de nuevo conocimiento. El espacio multidimensional donde ocurren estas interacciones será llamado, a falta de un nombre mejor, lo transdimensional. Por lo tanto, nuestro objetivo aquí será explorar una heurística de lo transdimensional.

Sobre este libro Las historias de la ciencia y de la filosofía de la ciencia han extraído los datos sobre los que basan sus argumentos principalmente de la historia de la física. Fueron aquéllas las que mostraron el modesto lugar que nuestro planeta ocupa en el cosmos, las que revelaron leyes impactantes de la naturaleza, y las que condujeron a la elaboración del más potente medio de destrucción humana jamás construido: la bomba atómica. Otras armas de destrucción masiva, como las armas biológicas y químicas, compiten con la bomba atómica en cuanto a efectividad para alcanzar su propósito mortal, lo cual pone de manifiesto el avance de otras disciplinas diferentes de la física que estaban relegadas en la mente del público. A pesar de la importancia de la física, no es la única disciplina representativa de la ciencia, y en el futuro podría tener un peso muy disminuido comparado con otras más recientes como la biología, la ecología evolutiva, la economía, la psicología y la sociología. ¿Qué es la ciencia? 18

Al analizar los fenómenos científicos a través del lente de la físi­ ca, la filosofía de la ciencia ha iluminado el funcionamiento de la misma ciencia. Ha identificado componentes diferentes del método científico (Mario Bunge: Epistemología), que el progre­so científico no es un proceso continuo (Thomas Kuhn: The Struc­ tu­re of Scientific Revolutions), que demostrar que una teoría es incorrecta es más importante para el progreso científico que demos­trar que es correcta (Karl Popper: Logik der Forschung), que la dinámica científica no puede ser planeada ni controlada desde afuera (Paul Feyerabend: Against Method), y que ésta es impulsada por metodologías propias de las áreas específicas de investigación (Imre Lakatos: Proofs and Refutations). Muchas de las nuevas disciplinas académicas no han sido todavía reconocidas como totalmente científicas, pues basan sus fuentes de conocimientos en descripciones verbales de fenómenos pobremente entendidos. Por ello es de suponer que una mejor comprensión del funcionamiento de la ciencia podría ser de ayuda en la maduración de esas disciplinas. Este es uno de los objetivos explícitos de este libro. Una sociología, una economía y una psicología con raíces firmes en la ciencia, se beneficiarían así de manera profunda, permitiéndonos una visión más predecible y cuantificable de los humanos y sus sociedades. Los beneficios de tales resultados serían enormes e inimaginables para nuestras mentes actuales. Por lo tanto, mientras la ciencia se desarrolla para nuevas disciplinas, parece justificado un paseo por el sendero que podría llevar hacia su mejor interpretación, aun cuando estemos seguros de que nos tropezaremos con obstáculos teóricos, morales, conceptuales o ideológicos. Sirvan las limitaciones del presente libro para motivar a que otros continúen en esta labor de ampliar nuestra comprensión del funcionamiento de las institu­ cio­nes fundamentales. No tenemos una propuesta completa y perfecta para el estudio de la ciencia y cualquier exploración general necesariamente limita un análisis profundo. Pero, cualquier análisis profundo dificulta una visión general del tema. La naturaleza multidisciplinaria de la realidad permite infinitos enfoques diferentes para su análisis, Fundación Empresas Polar

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pero el espacio limitado de cualquier libro sólo admite la presen­ tación de una pequeña fracción de ellos. Por lo tanto, pido al lec­tor que juzgue cualquier enfoque analítico de la realidad por sus méritos heurísticos y su capacidad de lograr una síntesis inter­ disciplinaria, más que por su completitud y presentación rigurosa de los detalles. Por supuesto, mi experiencia personal impregnará las visiones exploradas aquí. Ruego al lector que tolere mis limi­ taciones al tiempo que le prometo un viaje interesante, aunque a veces incómodo, a través de cuestiones filosóficas y prácticas.

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1 El ascenso del Homo sapiens scientiarum El menor de los hechos presupone el inconcebible universo e, invers­ amente, el universo necesita del menor de los hechos. J.L. Borges

Proceso negentrópico de la evolución: La supervivencia del afortunado Sin duda alguna, todos los organismos vivientes en nuestro plane­ ta, incluyendo el Homo sapiens, son el producto de la evolución biológica, propulsada por tres diferentes fuerzas o sistemas: 1- Transmisión de información (desde progenitores a vástagos a través del código genético). 2- Producción de variación (por mutaciones y la recombinación genética). 3- Selección natural (con una saludable dosis de azar). La evolución biológica es ciertamente un proceso complejo, pues involucra la acción y la interacción de muchos componentes dife­rentes, teniendo su dinámica una naturaleza irreversible. Des­­de un punto de vista matemático no es posible actualmente –y puede nunca serlo, incluso en principio– la imitación de orga­ nismos reales que son el producto de una combinación ópti­ma de características genéticas alcanzada por mecanismos evolu­ti­ vos que actúan sobre un conjunto de genes. Además, sabe­mos que procesos estocásticos (o al azar) y caóticos influyen en el producto final de la selección natural. Por lo tanto, una com­ prensión completa y detallada de la evolución biológica po­dría ser imposible. La selección natural no siempre selecciona la solu­­ción óptima disponible, sino que a menudo favorece la más sortaria. Es decir, las soluciones evolutivas se deben a menudo más a la casualidad, por accidentes de la historia, a la geografía y por las restricciones de un proceso biológico particular, que a la parsimonia y eficiencia de la alternativa seleccionada. Es el azar junto con la adaptación, lo que permite a las especies establecerse

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entre los seres vivientes. Es decir, vivimos en un mundo para los afortunados o sortarios. El resultado práctico de la supervivencia del más apto en la lucha por la vida es operacionalmente equivalente a una fuerza o empuje por trascender. En otras palabras, la principal razón de ser de todos los seres vivientes es alcanzar una permanencia en el planeta tan larga como sea posible, bien por su propia supervivencia, o por la de sus descendientes o de sus parientes. Expresado esto en términos evolutivos clásicos, se diría que el valor de adaptación de cualquier comportamiento o característica de un organismo, es su aumento en adecuación (fitness) lo cual puede ser logrado por mayores probabilidades de supervivencia, de reproducción o ambas. Esto puede ser alcanzado por medio de tres simples meca­ nis­mos, dinámicas o algoritmos (en la concepción de las ciencias de la computación): 1- Transmisión de información: principalmente vertical por he­ ren­cia genética, aunque existen varios mecanismos genéticos y culturales de transmisión horizontal. 2- Variación: principalmente por mutaciones y recombinaciones genéticas causadas por la reproducción sexual. 3- Selección natural: que actúa sobre los genes, gametos, orga­ nismos, grupos, poblaciones y/o especies. El nivel más impor­ tante de selección ocurre en el de organismos que inter­ac­túan en poblaciones y con su medio ambiente. Al tener la evolución biológica sus mecanismos de transmisión de información, el conjunto de algoritmos, comportamientos, es­truc­ turas y dispositivos bio-fisiológicos evolucionó para tras­­cender me­jor, acumulándose en muchos organismos vivos, dan­­do lugar a que ocurran interacciones evolutivas y ecológicas inte­re­santes. Cuan­to más numerosos sean tales mecanismos y cuanto más sofis­­ticadas sus interacciones, más amplio será el alcance de la tras­­cendencia. Para controlar lo impredecible y asegurar un con­ trol efectivo del medio ambiente se requieren herra­mientas aun más sofisticadas. Podemos suponer que la evolución biológica ¿Qué es la ciencia? 22

producirá al final órganos aun más avanzados, capaces de proveer a sus poseedores medios todavía mejores para aumentar su buena suerte en la batalla por sobrevivir. En otras palabras, no es probable que mecanismos complejos intrincados evolucionen hacia unos más simples e indiferenciados (aunque ello podría ocurrir, por ejem­plo, entre los parásitos) sino que, muy probablemente, ellos hayan evolucionado a partir de los más simples. De este modo, la evo­lu­ción biológica (y la cosmológica) muestra una clara direc­ ción en el tiempo, partiendo de lo simple e indiferenciado hacia lo complejo. Esta tendencia es llamada en termodinámica negen­ tropía. La tendencia opuesta, que conduce de lo complejo a lo simple y desorganizado, es llamada entropía. Estas tendencias negentrópicas no siempre son evidentes cuando observamos los procesos evolutivos. Aparecerán claramente si consi­deramos el tiempo desde una perspectiva suficientemente dis­tante.

Historia natural de la ciencia Es fácil perder la perspectiva cuando se analizan ventanas tempo­ rales mucho mayores que las del período de vida humano. Nues­ tros cerebros no están adaptados a pensar en estos marcos de tiem­po. Así, al analizar, por ejemplo, el milenio pasado, parecería útil tener una visión a vuelo de pájaro del mismo, expandiendo nues­tro análisis tan lejos como sea posible en el tiempo. Trataré de hacer esto utilizando diferentes ventanas de tiempo para analizar nues­tro último milenio (ver figura). La ventana más grande imaginable, que comprende decenas de millones de milenios, nos permite mostrar nuestros últimos mil años. Esta ventana sirve para colocar en perspectiva la formación del planeta Tierra y la emergencia de la vida. Si el evento que creó nuestro universo, el Big Bang, ocurrió hace unos 15.5 millones de milenios, entonces el desarrollo de la vida en el planeta Tierra representa alrededor del 25% de la historia de nuestro universo.

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El uno por ciento de esta gran ventana produce una segunda ven­ ta­na que cubre 200 000 milenios, en la cual se observa la evolu­ ción de los animales y plantas existentes, la emergencia de los prima­tes y la de los homínidos. El análisis de estos intervalos de tiem­po muestra procesos evolutivos discontinuos. Catástrofes geo­­­­ló­­gicas, como la que creó el límite jurásico-cretáceo, marcan la evolución de la vida. Un uno por ciento de esta última ventana temporal produce una terce­ra ventana, de unos 2000 milenios. En ella la inventiva humana comien­za a ser aparente. Nuestros predecesores empezaron a utili­ zar herramientas de piedra y el fuego fue domesticado, antes de la for­mación del fósil más antiguo conocido del Homo erectus, y de la ¿Qué es la ciencia? 24

emergencia del Homo sapiens, lo cual muestra que la creatividad, el desarrollo tecnológico y la inventiva, son características que per­tenecieron, por lo menos, a algunos de los australopitecos y otros homínidos mucho antes de que apareciera el Homo sapiens. La creatividad de los homínidos que heredamos los humanos, se desa­rrolló lentamente a lo largo de los últimos 5000 milenios. Es de interés observar en estos intervalos de tiempo la extinción de otras criaturas humanoides (Homo erectus, por ejemplo). La ex­tin­ ción de otros homínidos y mamíferos (los mastodontes, por ejem­ plo) se debió probablemente a los crecientes poderes técni­cos del Homo sapiens tales como la utilización de trampas, lanzas y pro­yec­tiles. Una cuarta ventana temporal que cubre el uno por ciento de la anterior, enfoca nuestro pasado utilizando una lente de 20 milenios. Esta ventana muestra que la creatividad humana (y la extinción de criaturas compañeras en nuestro planeta) continúa acelerándose. Fueron tejidas vestimentas para proteger al cuerpo humano del medio ambiente antes de la última Edad de Hielo. El final de esta época promovió la domesticación de animales y plantas, lo cual condujo al desarrollo de tecnologías –hoy las llamamos agri­cultura y ganadería– desde hace 10 milenios hasta nuestro pre­sente. El desarrollo de la cerámica, la rueda, hierro, bronce, acero y escrituras, siguieron a intervalos cada vez más cortos. Un avance fundamental durante este período fue el desarrollo de la escritura. El uso de la escritura nos permite disponer de una visión más directa del pensamiento de nuestros ancestros. Homero, Lao Tse, Buda, Aristóteles, Cristo, Ptolomeo, Mahoma y muchos otros pensadores nos son accesibles a partir de sus escritos o por trans­ crip­ciones de sus conversaciones. Finalmente, un cinco por ciento de esta ventana de 20 milenios enfoca nuestro último milenio. La característica principal de este milenio pare­ce ser la emergencia del método científico. La ciencia, defi­ni­da como el método que funda la teoría en los resultados expe­ri­mentales, fue promovida, entre otros, por Galileo y acepta­ da como una forma superior del pensamiento sólo durante los últi­ mos tres siglos. Otro aspecto interesante de este último milenio Fundación Empresas Polar

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es un desplazamiento de la capacidad creativa desde China hacia Occidente. Las políticas nacionalistas y xenófobas de la dinastía Ming (comenzadas por Chu-Yuan-Chang en 1368) dificultaron la conti­nuidad de intentos como los del almirante Zheng He. Los esfuer­­zos de este almirante en la exploración marítima y en la cons­trucción de barcos fueron tan exitosos entre 1406 y 1433, que produjeron una cantidad de adelantos en conocimientos, tecno­ logía y poder y los descubrimientos de África y Oceanía (quizás tam­bién de América) por parte de los chinos. El miedo a la tecno­ lo­gía motivó la orden del emperador chino de destruir la flota del almi­rante He. Al abandonar las exploraciones marítimas se abortó el comer­cio internacional de China y se detuvo su desa­rrollo, que esta­ba siendo propulsado por la exposición a ideas y tecnologías extran­jeras. En el mundo cristiano se detecta una corta pausa (de unos pocos siglos) en el crecimiento de la creatividad, que va desde el primer milenio de nuestra era (después de Ptolomeo y el emperador roma­ ¿Qué es la ciencia? 26

no Juliano) hasta el Renacimiento, en superposición con algu­­nos bro­tes en el mundo islámico de la época. El último milenio no muestra signos de que la expansión expo­nen­ cial de las capacidades mentales humanas se haya estabili­za­do. El aná­lisis de la evolución de otras especies animales, sugie­re, sin embar­go, que todo desarrollo evolutivo exponencial del com­por­ tamiento o de rasgos morfológicos se detiene en última instancia. Incluso la creatividad humana podría comenzar a hacerlo en el ter­­cer milenio de nuestra era. La consecuencia más importante de la aparición del método cientí­ fico experimental fue el acelerado desarrollo de la tecnología que a su vez disparó la Revolución Industrial provocando un creci­mien­ to económico exponencial. La historia nos enseña que la cien­cia define victorias. Las batallas de Austerlitz, Trafalgar e Hiro­shi­ma fueron ganadas por quienes manejaban el conocimiento científico más avanzado del momento y con mayor efectividad. Este dilatado recorrido histórico muestra que la emergencia de la ciencia, así como la emergencia de cualquier rasgo biológico, es el producto de la evolución y que vista en una escala de tiempo logarítmica (escala que aumenta o disminuye en forma acelerada), se atrapa mejor su contexto histórico. De manera similar, las conse­ cuen­cias de la emergencia de la ciencia desatan una serie de even­ tos que sólo pueden ser entendidos con una visión amplia dentro de una escala de tiempo logarítmica.

Creatividad e imaginación Los protagonistas de la historia natural de la ciencia son las fuer­ zas creadoras de lo novedoso. Pero, ¿qué son estas fuerzas y cómo funcionan? No sabemos mucho sobre el detalle de los meca­ nismos que promueven la creatividad pero sí que, después de la emergencia de la ciencia, la inventiva tecnológica se ha acelerado de manera notable. Si enfocamos los últimos cuatro mil años de nuestra historia obser­ vamos al menos tres períodos diferentes de imaginación creativa

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con características subyacentes distintas (ver siguiente figura). Un período centrado en la antigua Grecia, fundado en el conocimiento acumulado por los estudiosos egipcios y persas, dominó hacia el segundo milenio a.C. Este período fue seguido por otros donde la creatividad se enfocó en el desarrollo de las religiones nuevas y en maneras de promover el pensamiento místico. Es sólo en los últimos 400-500 años cuando podemos hablar propiamente de ciencia. millones 4

2

1

0,5

0,25

110

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30

15

8

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mil 220

mil 16 Última glaciación

Agricultura

Cerámica

Religiones meta grupales Rueda

Bronce

Hierro

Escritura

Clan

Reino

Imperio

Este último período de avance de la creatividad centrado en la cien­ cia, ha demostrado ser enormemente más productivo en ideas, tecnología y crecimiento poblacional que cualquier otro período anterior. Por supuesto, es difícil saber si el método científico fue descubierto antes en algún lugar de la Tierra. Pero si tratamos de resumir los adelantos principales del conocimiento humano y de las habilidades tecnológicas en los últimos 16 milenios (ver figura) y los comparamos con innovaciones de los últimos 400 años (ver figura siguiente), resulta difícil no reconocer el efecto específico de la ciencia, aunque esté escondido en otras similitudes y diferencias entre ambos períodos, y pese a la falta de herramientas analíticas cuantitativas para comparar estas dos ventanas temporales. ¿Qué es la ciencia? 28

Este tipo de perspectiva nos ayuda a plantear preguntas sobre lo que es tan especial en relación con la ciencia. Los sumerios fue­ ron muy imaginativos, y en la antigua Grecia se dieron logros inte­ lectuales asombrosos desarrollándose tecnologías importan­tes y duraderas. Pero la frecuencia de las nuevas invenciones era esca­ sa y la velocidad con que la humanidad inventaba y creaba nue­ vas cosas era mucho más lenta en comparación con los tiem­pos posteriores a la Revolución Industrial. ¿Cuáles son las diferencias entre los sabios de la antigua Grecia y un científico moderno? ¿Son estas diferencias relevantes para expli­car las variaciones en el progreso tecnológico? Antes de res­pon­­der a estas preguntas debemos resolver y clarificar otros temas y concep­tos.

Orígenes del conocimiento: El impulso por saber Todos los organismos han desarrollado algoritmos o series de com­portamientos para interactuar con el medio ambiente a fin de aumen­tar sus probabilidades de supervivencia y aumentar su éxito repro­­ductivo. Tales algoritmos han sido seleccionados mediante la evolución biológica y están codificados en las moléculas de ADN del genoma. La concentración de tal conocimiento ha sido logra­­da por evolución biológica mediante la acumulación de genes con mutaciones exitosas en el genoma del organismo. Otra ruta importante para la acumulación de conocimiento ha sido

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mediante la adopción de moléculas de DNA de otros organismos y por la fusión de dos moléculas de DNA. Un caso famoso que conocemos es la unión de genomas diferentes por simbiosis entre organismos unicelulares que condujo a la formación de células modernas o eucariotas (células complejas con núcleo diferenciado). Las eucariotas fueron formadas por la fusión de diferentes organismos unicelulares, cada uno con su propio genoma rico en información. Algunos de los organelos dentro de una célula eucariota todavía se reconocen como bacterias primitivas, cada uno de ellos suministrando funciones que se asocian con las de otros organelos. Otro modo de incremento de la complejidad biológica se pro­du­ce históricamente mediante la fusión de los organismos uni­ce­lu­lares, pero conservando intactos sus cuerpos y genomas origina­les, agregándose para formar organismos multicelulares. La emer­ gen­cia de los organismos multicelulares permitió que células indi­ viduales, por la agregación en tejidos especiales o en órganos en el organismo, se especializaran en ciertas funciones, in­clu­yendo captación, almacenamiento y análisis de nueva información. Los organismos más sofisticados tienen órganos, comportamien­ tos y sistemas elaborados, lo cual les ayuda a acumular más cono­ cimiento. Por ejemplo, las proteínas en la membrana de la bacteria reci­ben señales, y en el plasma celular se acumulan meta­bolitos como respuesta. Algunas especies de peces que viven en aguas panta­nosas reciben y procesan estímulos eléctricos variados y recuer­­dan un tipo de señal que correlacionan con presas apetito­ sas. Una garrapata usa su memoria genética para producir algo­ rit­mos de comportamiento que hacen que se deje caer sobre su vícti­ma cuando los vapores de dióxido de carbono y ácido láctico llegan a sus receptores. Todos estos sistemas trabajan, por lo tanto, con modelos simplificados de la realidad. Los seres vivientes que interactúan activamente con su medio ambiente, como los animales, requieren de un dispositivo que les permita filtrar los estímulos relevantes del medio ambiente, simplificar la complejidad de la información que les llega, construir ¿Qué es la ciencia? 30

una versión simplificada del entorno que los rodea, ubicarse en el mismo y explorar las posibles consecuencias de diferentes accio­ nes en ese mundo “virtual” antes de arriesgar el cuerpo real a las interacciones en la vida real. La manera en que los animales han resuelto estas tareas es desarrollando su sistema nervioso cen­tral. Es así que, antes de que los humanos existieran como ta­les, las fuerzas evolutivas ya habían instalado una poderosa herra­mienta para construir modelos y para explorar la naturaleza circun­dante. Esta herramienta ha sido perfeccionada en algunas especies sociales por la emergencia de la cultura (un conjunto de reglas elaboradas y almacenadas por sociedades) que fomenta el surgimiento de sinergias entre varias mentes, interactuando con experiencias complementarias del mundo. Los mecanismos para acumular conocimiento y los sistemas pa­ ra la implementación de soluciones apropiadas, no parecen ser suficientes para que un organismo acumule conocimiento con éxito. También se requiere un instinto o impulso por saber cada vez más. En muchos organismos avanzados este impulso es es­ pe­­­­cialmente fuerte cuando el animal es joven. Sin embargo, en algunos primates evolucionados, como los humanos, parece ac­ tuar una mutación que mantiene el impulso por aprender y sa­ ber más, incluso entre miembros adultos y de edad avanzada. Esta tendencia por mantener caracteres juveniles aun en etapas adultas se llama neotenismo, y puede explicar en buena medida muchas conductas.

Emergencia y evolución de la mente humana Flinn, Geary y Ward en su artículo "Ecological Dominance, Social Com­pe­tition, and Coalitionary Arms Races: Why Humans Evolved Extraordinary Intelligence" (Evolution and Human Behavior, Volu­ me 26, Pages 10-46) afirmaron: Las habilidades cognitivas humanas son extraordinarias. Nues­ tros grandes cerebros son modificaciones significativas de los de nuestros parientes más cercanos, lo cual sugiere una historia de intensa selección natural. Las condiciones que favorecieron

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la evolución de las adaptaciones cognitivas humanas, siguen sien­do un enigma. Las hipótesis basadas en las demandas eco­ ló­gicas tradicionales, tales como la caza o la variabilidad climá­ tica, no han suministrado explicaciones satisfactorias. Mode­los recientes, basados en la solu­ción de problemas sociales vincu­ lados con condiciones ecológicas, ofre­cen escenarios más convin­ centes. Pero ha sido difícil identificar un conjunto de presiones selectivas que hayan sido suficientemente específicas para el lina­je humano. ¿Qué fue aquello tan especial en los ambientes evolutivos de nuestros ancestros que les hizo –y sólo a ellos– divergir de manera tan asombrosa de sus parientes más cer­ca­ nos y de otras formas de vida? Richard Alexander propuso una expli­cación integrada extensa. Él argumentó que a medida que nuestros ancestros homínidos se volvían cada vez más capaces de dominar las tradicionales "fuerzas hostiles de la naturaleza", las presiones selecti­vas resultantes de la competición entre indi­ viduos de la misma espe­cie se volvían cada vez más impor­tantes, parti­cularmente en relación con competencias sociales. Dada la pre­con­dición de competitividad dentro de coaliciones basadas en parentesco y reciprocidad (com­par­tidas con chimpancés), se inició una "carrera armamentista" autoca­talizadora, que al final resultó en los rasgos característicos de la especie humana, tales como la ovulación oculta, cuidado extensivo por ambos progenitores, sociabilidad compleja y una colección extraordinaria de habili­ dades cognitivas. Llamamos a este escenario el modelo EDSC ("eco­ logical dominance–social competition") y valoramos la viabili­dad del modelo a la luz de desarrollos recientes en paleoantro­ pología, psicología cognitiva y neurobiología. Noso­tros con­clui­ mos que, pese a que las comprobaciones fuertes y directas son difíciles con los datos disponibles, el modelo de Alexander provee una ex­pli­­cación integrada de largo alcance para la evolución de las habi­lidades cognitivas humanas. Varios autores han afirmado que la mente humana evoluciona y que esta evolución es responsable de los fenómenos del a­gregado humano proporcionando el Volksgeist (Espíritu de un pueblo) de una era. Hegel, Compte y Marx meditaron sobre ¿Qué es la ciencia? 32

esta posibilidad y la consideraron central en sus teorías. A la luz de nueva información sobre la evolución y la neurofisiología de los humanos, podemos identificar varias etapas evolutivas y transiciones que han ocurrido a lo largo de los últimos 50 000 años en la historia de Homo sapiens. Otras etapas pueden detectarse en la aún más larga historia evolutiva de los homínidos. Gracias a la decodificación del genoma humano y el de otros primates, podemos ahora identificar un número importante de caracteres genéticos, que emergieron evolutivamente en tiem­pos muy recientes, y que siguen en proceso de evolución. Varios de estos caracteres están relacionados con el desarrollo de nuestro cerebro, otros con receptores gustativos, y para muchos otros no hemos podido asignar todavía una función específica. Al analizar la historia evolutiva de los primates, podemos reco­no­­ cer algunos hitos importantes en la evolución de nuestra propia inteligencia. Uno es la emergencia de lo subjetivo: el reco­no­ci­ mien­to de que el yo es parte del todo pero diferente del otro. La intro­ducción del sujeto en los modelos elaborados por nuestras mentes, mejoró su precisión y eficiencia y se piensa que ello ha representado una piedra angular en la evolución humana (el descubrimiento del yo puede haber ocurrido en otras especies no-humanas en la Tierra). Otros hitos incluyen la aceptación de reglas lógicas; la construcción y uso de modelos mentales; la inclusión del sujeto en el modelo; la habilidad de tener empatía, de imaginarse a uno mismo dentro de la piel de otros; la conciencia de que otro sabe lo que yo sé; el análisis de las acciones del sujeto y las de otro individuo mediante modelos; la formalización de estos fenómenos y la descripción taxonómica del mundo; la for­ ma­lización analítica de modelos utilizando matemáticas y el uso de computadores para resolver modelos numéricos y realizar si­ mu­­la­ciones en mundos virtuales. Lo que estas percepciones implican es que las capacidades cogni­ tivas humanas han surgido y crecido como un produc­to de la evo­ lu­ción humana y como un rasgo adaptativo necesario. El ca­mi­­no exacto de este desarrollo nos quedará oculto por muchos años.

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Sin embargo, en la figura de arriba, esbozamos un esquema de la emer­gencia de la ciencia que podría suministrar algunas ideas heurís­ticamente útiles. El lenguaje, los contactos sociales y la comunicación han sido de especial importancia para la evolución del cerebro y para el desa­ rrollo de nuestras capacidades mentales. Ignoramos los deta­lles de esta evolución, pero cualquiera que haya sido la ruta precisa que tomó, una habilidad fundamental que tuvimos que adquirir en un momento dado es la de modelar y representar una versión abstracta y simplificada de la realidad en nuestras mentes. La inteligencia humana, sin embargo, como cualquier otra función orgá­nica, tiene sus limitaciones. Ella se desarrolló por una larga evo­lu­ción biológica y refleja las necesidades y limitaciones del mundo macro-físico con el cual interactuaron nuestros antece­ ¿Qué es la ciencia? 34

sores. Estas dos características causan un desfase continuo entre las adap­taciones conductuales y los requerimientos del ambiente físi­co y sociocultural. Por ejemplo, el cerebro, junto con nues­ tros sentidos para la detección de la fuerza de gravedad, está adaptado a manejarse dentro de un rango pequeño de inten­ sidades de gravedad, las que existen sobre la superficie de la Tie­rra. Sin embargo, el desarrollo tecnológico reciente expone a seres humanos a fuerzas gravitacionales mucho más intensas (las que sentimos en aviones veloces o en barcos navegando en mar bravo) , o muy débiles (en las estaciones espaciales). Otro ejemplo lo podemos encontrar en el manejo de nuestro sistema nervioso en cuanto a la percepción de la luz. Estamos familiarizados con una ventana pequeña de la radiación electromagnética (luz visi­ ble) y un pequeño rango de tamaños de objetos (los visibles para nuestros ojos). No vemos los rayos ultravioletas ni infrarrojos y nuestra vista no detecta objetos mucho menores de un milímetro. En cier­to sentido, la mente refleja el mundo con el cual el organis­ mo ha­bía interactuado en el pasado (ver: Die Ruckseite des Spiegels –De­trás del espejo– de Konrad Lorenz), y usa esa percepción para mode­larlo con éxito. Nuestra mente se ha beneficiado de las interacciones evolutivas con las de otros humanos, y aún lo hace. Es un producto social y no sólo de la interacción con el ambiente físico. Pero las mentes de otras especies vivientes también han influenciado a las nuestras. El progreso de la evolución humana puede ser visto como el desa­rro­llo de nuevas simbiosis entre las plantas y animales domestica­ dos y nosotros. El establecimiento de la agricultura y la cría de ganado produjeron cambios en el comportamiento humano y afectaron a la cultura humana de maneras fundamentales. Por su­ puesto que esta simbiosis con plantas y animales también afectó los carac­teres de los organismos domesticados.

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Evolución de la racionalidad: La mente modeladora

...En aquel Imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo, esos mapas desmesura­dos no satisfacieron y los Colegios de cartógrafos levantaron un mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía pun­tual­­mente con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las ge­ne­­raciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inú­til y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas. Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658. Del rigor de la ciencia. J.L. Borges

Atrapar la realidad objetiva no es una tarea simple. Como escribió Hermann Weyl (1885-1955) en su Filosofía de las matemáticas y de las ciencias naturales: “El mundo objetivo simplemente es, no ocurre. Sólo para la mirada de mi conciencia, reptando a lo largo de mi horizonte corporal, es que una sección de este mundo adquie­re vida como una imagen flotante en el espacio que cambia continuamente con el tiempo”. El pensamiento racional se ha desarrollado como una adaptación para atrapar la realidad objetiva en la cual vivimos y con la que inter­actuamos. Este no es monopolio de los humanos. El diseño de una estrategia de caza por un león, o la concepción de una ruta de escape en el dosel de la selva por un mono, requiere percepción, cálculo y planificación. En la Edad de Piedra y aun mucho antes, la mente humana ya tenía la habilidad de reconocer ciertas regularidades en su entorno y fue capaz de producir abstracciones de la realidad. Las evidencias más antiguas sobre esto, como la habilidad de reconocer y utilizar reglas básicas, están en los dibujos de animales y par­tes corporales en las antiguas pinturas rupestres, muchas de ellas pinta­das hace más de 70 000 años. En ellas se muestran exquisitas abstrac­ciones de animales, que de manera perfecta informan, con unas pocas líneas, sobre el tipo de especie y su comportamiento. ¿Qué es la ciencia? 36

Pinturas de la cueva de Altamira, España, de aproximadamente 15 000 años de antigüedad

Estos mismos dibujos rupestres sugieren que un paso importante en la evolución de la racionalidad humana fue imaginar una abs­ trac­ción o modelo del mundo, o al menos del entorno inmediato que incluía animales de caza y otros. Este modelaje permitió ense­ ñar, comu­nicar, diseñar y planificar la preparación de la cace­ría en grupos. La habilidad de realizar cacerías cooperativas bien afina­ das, unida al diseño racional de instrumentos de caza dio a los huma­­nos la supremacía sobre todas las bestias cazadoras en la natu­­raleza. Estos dibujos también pudieron haber servido a los habi­­tantes de la cueva como un simple ejercicio de empatía o para apren­der a copiar normas de organización social de los animales. De allí en adelante, los modelos mentales crecieron y aumentaron en complejidad, creando y perfeccionando, entre otras cosas, el len­guaje, la gramática, las religiones y las visiones del mundo. Otro paso más, logrado por la filosofía más antigua que conocemos, la de Sumeria en la antigua Mesopotamia, llevó inclusive a exage­rar la importancia de los modelos mentales. Los sumerios asignaban más importancia a los modelos que a la realidad. Esto se refleja en el hecho de que los modelos verbalizados de la realidad se Fundación Empresas Polar

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vuelven más importantes que la realidad misma. Las palabras co­ mienzan a tener un poder capaz incluso de cambiar la realidad, al menos según es percibida por sus modelos verbalizados, en la mente de los humanos. La palabra crea realidad o, como se afirma en la Biblia, al principio fue la palabra. Los sumerios, como en la actualidad lo hacen muchos humanos, supusieron que la palabra de los dioses era suficiente para crear vida y seres en general. Es el verbo expresado en leyes y decretos, a veces decretado por dioses y reyes, el que construye la realidad social. Sin embargo, aun en la antigua Sumeria, algunos humanos escép­ ticos se resistían a creer sólo en las palabras y extrajeron sabi­duría de la experiencia, la observación y los experimentos. Pero no fue sino hasta los tiempos de Galileo cuando el experimento cons­ cien­temente se colocó por encima de los modelos verbales y del pen­sa­miento humano. Esto marcó el verdadero comienzo de la cien­cia como una fuerza social impulsora. Un modelo, si se lo conceptualiza como una herramienta del pen­­sa­­­­miento, es un mecanismo por el cual se somete a prueba la consistencia de un conjunto de suposiciones y se exploran las conse­cuencias de sus posibles interacciones. En el ejemplo visual de modelado que vemos en la siguiente página, la esfera de la dere­cha muestra que puede ser construida con los componentes representados en la parte izquierda de la figura. Sin embargo, para comprobar y explorar las propiedades de esta esfera, tales como su dinámica cuando rueda, o las propiedades de flotación, no es suficien­te conocer las de las partes que la componen, dado que muchas de sus propiedades “emergerán” de las interacciones de esas partes. De esta manera, el modelado, en el sentido de construcción en el espacio virtual, nos permite explorar por lo menos algunas de estas propiedades emergentes con mucho menos esfuerzo, en menos tiempo y a menor costo que el requerido para construir efectivamente la esfera con componentes reales. Los modelos pueden ser considerados, por lo tanto, como herramientas con las cuales es posible materializar y poner a funcionar las ideas, guiando nuestras acciones futuras y reduciendo riesgos y costos. ¿Qué es la ciencia? 38

Dibujo de Alida Ribbi

El mundo es complejo y es necesario desarrollar, con mayor o menor éxito, modelos mentales que ayuden a entenderse con esa complejidad. Estos modelos mentales, de acuerdo con Kenneth Craik (The Nature of Explanation), constituyen o bien una manera de pensar, o bien son una manipulación interna de representaciones de cómo funciona el mundo. Dado que no somos suficientemente inteligentes como para asir, en nuestras imaginaciones, la realidad existente, debemos trabajar con representaciones simplificadas o modelos. Los buenos modelos representan, entonces, una per­ cepción mejorada de por qué los sistemas reales, mucho más com­ ple­jos, se comportan de la manera como lo hacen.

Los límites de la percepción y del pensamiento El pensamiento moderno y especialmente la ciencia, nos demues­ tran que nuestras percepciones son muy limitadas, distorsionadas y que con frecuencia conducen a errores. Somos ciegos a las altas frecuencias de la luz (por encima del ultravioleta) y a las bajas frecuencias de las radiaciones (infrarrojo y radio); somos sordos al ultrasonido y a los sonidos de baja frecuencia; somos anósmicos (no percibimos el olor) de una cantidad de sustancias volátiles; so­mos incapaces de entender eventos infrecuentes de gran im­­pac­­to y compararlos con los riesgos asociados con eventos muy probables de bajo impacto (por ello nos hacemos adictos

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al juego del azar); insistimos en asignar relaciones causales a even­tos aleatorios y somos muy malos para analizar un mundo en el que sentimos que somos el jugador principal. Dicho de una forma simple, no somos muy objetivos en nuestras visiones racionales. Estas limitaciones y muchas más, moldean nuestras mentes y restringen nuestros pensamientos, sobre todo cuando analizamos aspectos de la realidad que no están relacionados con la alimentación, reproducción u otras actividades seleccionadas biológicamente por su valor de supervivencia. Son numerosos los ejemplos de cómo nuestras limi­tadas habili­ dades para percibir y procesar la realidad afectan a nuestra vida dia­­ria. El jugar a la lotería, por ejemplo, no puede ser justificado por ningún argumento racional, y sin embargo una gran cantidad de gente se involucra en juegos, compra de lotería y otras actividades irracionales, aun cuando las probabilidades están en contra. Otro ejemplo es reír o poner cara de enojo cuando uno habla por teléfono. Si bien nuestra cara no puede ser percibida por el inter­lo­ cutor, nuestra conversación no puede disociarse de nues­tras emo­ ciones y expresiones faciales. La economía está llena de ejemplos del comportamiento irra­ cio­nal humano. Herbert Simon, Daniel Kahneman, Ernst Fehr y muchos otros han dedicado sus vidas al estudio y comprensión del comportamiento económico irracional de los seres humanos. Por ejemplo sabemos que le damos más importancia a la pérdida económica que a la ganancia y que preferimos cosechar beneficios inmediatos ya que tenemos dificultad en calcular los beneficios a futuro. Una limitación famosa del pensamiento humano es la curva de aprendizaje. Esto es, todo individuo necesita un tiempo para poder aprender algo y ese tiempo puede variar entre individuos. Ello implica que también existe una curva de olvido. Esto es, existen diferentes niveles de conocimiento y, además, debemos descartar lo que pensamos que ya sabemos para saber más. Y cuanto más profundamente escarbamos en el campo del conocimiento, más ¿Qué es la ciencia? 40

difícil resulta mantener coherencia con la información recordada. Un término psicológico clásico llamado “ceguera de desatención” ilustra el punto. Proviene de un experimento donde se pide a la gente que mire un video de un juego de basket-ball y que cuente el número de pases. A mitad del juego un gorila entra por una puerta y sale por otra, pero la mayoría de los televidentes no lo ve. Cuando se le dice a la gente que se concentre en una cosa, con frecuencia no ve algo que no estaba en el plan original. Este experimento psicológico clásico ilustra el punto de que cuando la gente ha adquirido una cierta cantidad de conocimiento, se vuelve ciega para vistas y hechos nuevos, pues todo es filtrado por la experticia. Los “gurús” de la gerencia llaman a esto incapacidad educada. Mientras más sabe alguien, más difícil le resulta ver al­ go nuevo. Por tanto, la experticia y la especialización limitan el descubrimiento de nuevas características y nuevas leyes de la na­ tu­raleza. Aunque la ignorancia también impide adquirir nuevo co­ no­cimiento.

Filosofía de la ciencia Lo que encontramos en la filosofía de la ciencia es trivial; ella no nos enseña hechos nuevos, sólo la ciencia lo hace. Pero la sinopsis apropiada de estas trivialidades es enormemente difícil y tiene una inmensa importancia. La filosofía es, de hecho, la sinopsis de trivialidades... En filosofía no estamos, como el científico, constru­ yendo una casa. Ni tan siquiera echando las fundaciones de una casa. Estamos meramente “arreglando un cuarto". Ludwig Wittgenstein, 1930

¿Cuánto más rápido y eficiente sería el arreglo del cuarto si fuera hecho por alguien que viviera en él? Aunque la ayuda externa es siempre bienvenida, arreglar un cuarto multidimensional no es tarea fácil. Es quizás el momento en que investigadores ex­pe­ ri­mentales de diferentes disciplinas incursionen un poco en filo­ sofía. Como se mencionó en la introducción, al analizar los fenómenos científicos a través del lente de los descubrimientos de la física, la

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filosofía de la ciencia ha tratado de entender el funcionamiento de ésta última. Sus contribuciones más importantes son las siguientes: el progreso científico es discreto más bien que continuo (Thomas Kuhn: The Structure of Scientific Revolutions); demostrar que una teoría científica es errónea es mucho más importante, para el progreso científico, que mostrar su validez (Karl Popper: Logik der Forschung); la dinámica científica no puede ser planeada con antelación ni controlada desde fuera de ella (Paul Feyerabend: Against Method). Curiosamente, estas percepciones son análogas a lo que conocemos como los principios impulsores en la evolu­ ción biológica: la evolución sufre catástrofes y se caracteriza por interrupciones, a las que siguen estallidos de diversificación (Ste­phen Jay Gould); la evolución es propulsada por la selección natu­ral que descarta las soluciones o formas de vida no exitosas (Char­les Darwin); los eventos al azar y la naturaleza aleatoria de las mutaciones son los motores del progreso evolutivo (Gregor Mendel). Los intentos de los filósofos Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Imma­ nuel Kant, Francis Bacon, George Berkeley, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, entre otros, para comprender a la ciencia, han tenido éxito en modelar el Zeitgeist (Espíritu de su tiempo) y la perspectiva humana del mundo, pero poco impacto en la implementación instrumental de la ciencia. Estos filósofos intenta­ ron comprenderla basados en la pura capacidad mental más bien que en la aplicación del método científico y por eso fracasaron en comprender la heurística subyacente de la ciencia. Parecería que hace falta un vaquero tejano para comprender con suficientes detalles al Lejano Oeste y un verdadero marinero para entender los sutiles y diferentes desafíos de la navegación por un océano. Sin embargo, la experiencia (o la falta de ella) no ha significado una limitación para la humanidad. La falta de conocimiento de Texas no impide a personas sin experiencia como vaqueros, escribir sobre éstos; ni a escritores, que nunca han puesto el pie en un barco, especular sobre los peligros de navegar en alta mar. La fantasía es importante y juega su papel en cualquier búsqueda del conocimiento puesto que facilita la construcción de modelos ¿Qué es la ciencia? 42

mentales de nosotros mismos y de nuestras interacciones con el mundo. Pero sin ninguna otra ayuda mental, la fantasía es limita­da. Este mismo razonamiento debería ser aplicado, con mayor fuer­ za lógica, a empresas humanas complejas tales como la ciencia. Es decir, es improbable que la filosofía por sí misma, sin el aporte de la experimentación o comprobación empírica, llegue alguna vez a una comprensión profunda de la ciencia. Sociólogos, filósofos y pensadores de la ciencia, a menudo no escriben sobre la ciencia y su método, sino sobre el análisis que hicieran otros acerca de ésta. Sorprendentemente, se ha escrito tan poco sobre el método científico, que pareciera que muchos estudiosos suponen que la ciencia y su método constituyen un tema cerrado y terminado, que no requiere agregados. Una buena manera para comprender a la ciencia es a través de su historia y muchas han sido escritas desde los tiempos de Gali­ leo (ver, por ejemplo, Kuhn, Popper, Shumpeter, Feyeraben, Laka­ tos). No deseo explorarlas aquí y aconsejo al lector que busque a estos autores y a otros para un análisis extensivo de la historia de la ciencia. Aquí quiero comprender a la ciencia desde el punto de vista de un científico moderno. Quiero que el lector mire a la ciencia desde un mesón de laboratorio y no desde las alturas de constructos intelectuales elaborados sin contacto con la cotidia­ nidad del investigador científico.

Desplazamientos de paradigmas Las ideas son importantes como guías del pensamiento y de la acción humana. Éstas persisten por largo tiempo, de manera que muchas ideas viejas se encuentran todavía entre nosotros. El siglo XIX fue fuertemente influenciado por ideas expresadas por primera vez en el siglo XVIII. Hume, Voltaire, Adam Smith y Kant marcaron el liberalismo del siglo XIX. De la misma manera Hegel, Comte, Feuerbach y Marx influenciaron el ascenso del tota­ litarismo en el siglo XX. Otras ideas que moldearon nuestra cultura fueron de un tipo más fundamental y, por lo tanto, más lentas en impregnar el pensamiento. El hallazgo de Galileo sobre las limi­

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taciones de nuestros sentidos y la necesidad de experimentos para evitar las trampas y restricciones que la mente impone a nuestra comprensión de los fenómenos que nos rodean, todavía no ha cala­do en muchas personas. Lo mismo sucede, por ejemplo, con la comprensión de la evolución biológica, obtenida por los esfuer­zos intelectuales de Jean-Baptiste Lamark, Alfred Russell Wallace, Charles Darwin y muchos otros, y a través de la evidencia experimental de genios como Leonardo da Vinci. Repito, el funcionamiento de la ciencia ha sido estudiado en gran parte por filósofos y sociólogos y, más recientemente, también por antropólogos. Los científicos alegan que la ciencia no puede ser aprendida a través de libros de texto, sino que requiere un entrenamiento largo e intensivo en el laboratorio o en el campo, para que sus practicantes adquieran una visión preliminar del método científico y se inicien en su práctica. Espero que éste sea el momento propicio para intentar lo que parece una redundancia: un análisis más científico de la ciencia. Analicemos la ciencia utilizando su propio método. Imaginemos que los humanos fueran estudiados por un biólogo marciano. Es probable que se preguntase cuál es el valor adaptativo de la ciencia para los humanos. Podría intentar investigar si ésta aumen­ ta la adecuación biológica (fitness) del individuo. Si encuen­tra una correlación positiva, podría indagar si este incre­men­to en ade­cuación biológica es alcanzado por medio de fuerzas selec­ tivas que actúan sobre el individuo o sobre el grupo. Esto es preci­ samente lo que deseamos responder a continuación. La adecuación biológica puede ser medida de muchas maneras diferentes. Para un biólogo que estudia la evolución, los compo­ nentes más importantes a tomar en cuenta son la fertilidad y la longevidad. Sin embargo, la fertilidad, en una situación ecológica de sobrepoblación es de poca utilidad y no es apropiada para medir la adecuación biológica en poblaciones humanas densas y superpobladas. La longevidad parece ser el mejor indicador para la adecuación biológica en poblaciones humanas modernas. El gráfico siguiente muestra cómo la longevidad, medida como la ¿Qué es la ciencia? 44

esperanza de vida de niños nacidos en 2000-2005 (de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas pu­ bli­­cado en 2005) en un determinado país, está correlacionada con la actividad científica de ese país (medida por el número de publicaciones per cápita para 2003 según informa el SCI-Thom­ son Scientific). Cuanta más actividad científica se evidencia en un país, más larga es la vida de sus ciudadanos, aun cuando incre­ mentos muy pequeños de la longevidad promedio de una na­ción se corresponden con grandes incrementos del desarrollo cientí­ fico. Podemos, entonces, afirmar que el grado y extensión de la actividad científica se relaciona de forma neta, aunque no lineal con la longevidad, el componente más relevante de la adecuación biológica para los humanos modernos. Muchos otros factores en la sociedad humana moderna se correla­ cionan con la adecuación biológica. La correlación clásica es, por supuesto, con la riqueza individual promedio. El grado de desa­

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rrollo científico en una sociedad está relacionado fuertemente con el ingreso promedio per cápita, como ocurre con otras acti­ vi­dades intelectuales humanas tales como la investigación en ciencias sociales y humanidades, la producción de películas, edu­ca­ción, etc. Puede suponerse que todas estas características son indicadores directos o indirectos de la adecuación humana. La ciencia, sin embargo, es la que muestra, entre todas ellas, la correlación más fuerte con la riqueza individual promedio. En la tabla siguiente presento los coeficientes de correlación entre los indicadores per cápita para la riqueza económica suministrados por el Banco Mundial. Éstos son: Producto Interno Bruto en Capa­ cidad de Compra (Purchasing Power Parity) o PIB, Índice de Desa­ rrollo Humano, Inversión en Investigación y Desarrollo como por­ centaje del PIB, e índices para la productividad científica y artística para cuarenta y cuatro países seleccionados. Los índices para la productividad científica fueron: número de publicaciones que pro­ duce cada país en las cien­cias biológicas y médicas regis­tradas en la base de datos Pub­Med de la Biblioteca Nacional de Medicina en los Estados Uni­dos; el número de artículos científicos que los investigadores publican en cada país, recolectados por Thomson ISI en ciencias naturales, ciencias sociales y en artes y humanidades, y el número de películas de todo tipo producidas en el país según registro de la base de datos International Movie Data Base. Estos números fueron recabados para el año 2003 y divididos por el número de habitantes de cada país para obtener un índice per cápita. (Los coeficientes de correlación marcados en negro son significativos para el nivel p