Pioneros De La Coca Y La Cocaina

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Pioneros de la coca y la cocaína Historia de la coca y la cocaína Coca (Erythroxylon coca) Las drogas que consumimos. La coca El efecto fisiológico y la importancia del cloruro de cocaína Sobre la coca La cocaína y sus sales Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo La coca erythroxylon y sus derivados La coca y sus aplicaciones terapéuticas Cocaína La coca: Una tradición andina Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta sustancia Efectos y riesgos de la cocaína

EL PEoN ESPiA

Pioneros de la coca y la cocaína Historia de la coca y la cocaína. J. C. Ruiz Franco Coca (Erythroxylon coca). Barón Ernst von Bibra Nuestra Señora de Yungas. Mordecai Cooke Las drogas que consumimos. La coca. Samuel Johnston El efecto fisiológico y la importancia del cloruro de cocaína. Theodor Aschenbrandt Sobre la coca. Sigmund Freud La cocaína y sus sales. E. Merck Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo. Karl Koller La coca erythroxylon y sus derivados. Compañía Parke, Davis & Company La coca y sus aplicaciones terapéuticas. Ángelo Mariani Cocaína. Aleister Crowley La coca: Una tradición andina. Movimiento Tupay Katari Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta sustancia. José Carlos Bouso y Jordi Riba Efectos y riesgos de la cocaína. Fernando Caudevilla Gálligo

Traducción Juan Carlos Ruiz Franco Director de la Biblioteca Letras Psicoactivas Juan Carlos Ruiz Franco Diseño Yago Gallach Pérez Ilustración de portada Zoraida Zaro © De los textos: J. C. Ruiz Franco, José Carlos Bouso y Jordi Riba, Fernando Caudevilla © De las traducciones de las obras originales: J. C. Ruiz Franco © 2011, El peón espía SL, Paiporta, Valencia Depósito legal: ISBN: 978-84-938716-3-5 Impreso por Publiberia El peón espía Apartado de Correos, 64 46200 - Paiporta, Valencia, España 961210548 Todos los derechos reservados. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información ni transmitir ninguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado — electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, etc.—, sin el permiso de quienes ostenten los derechos de la propiedad intelectual.

Índice de contenidos Presentación 9 Introducción. Historia de la coca y la cocaína. J. C. Ruiz Franco  11 Coca (Erythroxylon coca). Barón Ernst von Bibra  21 Nuestra Señora de Yungas . Mordecai Cooke  39 Las drogas que consumimos. La coca. Samuel Johnston  53 El efecto fisiológico y la importancia del cloruro de cocaína. Theodor Aschenbrandt  57 Sobre la coca. Sigmund Freud 61 La cocaína y sus sales. E. Merck  69 Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo. Karl Koller  75 La coca erythroxylon y sus derivados. Compañía Parke, Davis & Company  79 La coca y sus aplicaciones terapéuticas. Ángelo Mariani  85 Cocaína. Aleister Crowley  125 La coca: Una tradición andina. Movimiento Tupay Katari  137 Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta sustancia. José Carlos Bouso y Jordi Riba  145 Efectos y riesgos de la cocaína. Fernando Caudevilla Gálligo  153

Presentación

Este libro presenta textos clásicos sobre la coca y la cocaína, una planta con múltiples aplicaciones y su alcaloide. Sus autores son personajes tan célebres y respetables como el neurólogo, psiquiatra y escritor Sigmund Freud (fundador del psicoanálisis), el científico Ernst von Bibra, el doctor Karl Koller (descubridor de la anestesia) y el escritor Aleister Crowley, que, junto a Mordecai Cooke, Samuel Johnston, Theodor Aschenbrandt y Ángelo Mariani, forman el grupo de pioneros al que se refiere el título de esta obra. Incluye asimismo una introducción histórica de J. C. Ruiz Franco y una explicación neurobiológica escrita por el psicólogo José Carlos Bouso y el farmacólogo Jordi Riba, dos investigadores que nos ofrecen una excelente descripción de los mecanismos neuronales de la cocaína y una visión reveladora del fenómeno de la adicción. El punto y final lo pone el doctor Fernando Caudevilla, médico de familia y máster en drogodependencias, con un artículo sobre los efectos y riesgos de esta droga. Estamos seguros de que la obra será muy del agrado del lector no sólo por su contenido, sino también por el interés histórico de los escritos publicados por primera vez en español. Algunos incluyen pasajes de carácter técnico que harán las delicias de los especialistas en historia de las drogas, si bien en su mayor parte están destinados al público general. Los fármacos, en sentido amplio, forman parte de la historia de la humanidad, aunque desde comienzos del siglo xx se los haya dividido en ‘buenos’ (rebautizados como ‘medicamentos’) y ‘malos’ (calificados como ‘drogas’). Es difícil eliminar un prejuicio tan firmemente asentado en la mentalidad del común de los ciudadanos, máxime cuando en los medios de comunicación se habla de ‘la droga’ como sinónimo de ente diabólico. Resulta complicado acabar con una manipulación que nace en el lenguaje que empleamos día a día, el mismo que absorbemos inconscientemente desde que aprendemos a 9

hablar. En este sentido, con nuestras publicaciones esperamos contribuir a la ilustración farmacológica necesaria para acabar con el llamado ‘problema de la droga’, que fue originado por la prohibición y no por las sustancias en sí, que no son más que cosas neutras que los humanos podemos utilizar bien o mal. Uno de los pasos en el proceso de normalización de todos los psicoactivos es disponer de información objetiva, sin las moralinas y el maniqueísmo procedentes de los sectores interesados en que persista la ignorancia habitual en estos temas. La persona bien informada puede elegir por sí misma y decidir lo que es beneficioso o perjudicial para ella; en cambio, la que no posee conocimientos se deja llevar por lo que otros le marcan. Con este propósito nace la Biblioteca Letras Psicoactivas: dar difusión a los clásicos de la farmacofilia que tienen mucho que enseñarnos y que siguen conservando toda su actualidad, y con ello fomentar un ámbito de conocimiento que sin duda nos hará a todos más libres.

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Introducción. Historia de la coca y la cocaína J. C. Ruiz Franco

Los primeros tiempos

La hoja de coca, protagonista del libro que el lector tiene en sus manos, se obtiene de un arbusto originario de Sudamérica, de las zonas cálidas y húmedas de los Andes (Colombia, Bolivia y Perú). La historia del uso de la planta de coca es casi tan larga como la humanidad1. Existen restos arqueológicos que demuestran su consumo en la zona noroeste de Perú, en una fecha tan temprana como el sexto milenio antes de nuestra era. Las ruinas encontradas en lo que en otra época fueron casas contienen hojas de coca mascadas y piedras con alto contenido en calcio, con las que habrían obtenido la cal necesaria para liberar los alcaloides de la hoja. El consumo parecía estar limitado a ciertos individuos, como si hubiera sido un privilegio exclusivo de unos pocos. Esto casa bien con el conocido hecho de que, antes de la conquista española, durante el Imperio Inca, la hoja de coca estaba reservada a los nobles y a los sacerdotes. El emperador podía conceder el derecho a mascar coca a quien él quisiera, en pago por los servicios prestados2. Según cuentan varias fuentes, el consumo aumentó después de que los españoles destruyeran el Imperio Inca en el siglo xvi, puesto que las clases bajas, ya sin las restrictivas leyes tradicionales, comenzaron a utilizar coca. Poco después, los conquistadores la prohibieron por motivos religiosos, al considerarla una tradición pagana. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que podía ser una buena fuente de ingresos, hasta el punto de que incluso los impuestos llegaron a pagarse con hojas de coca. También observaron que, mascando las hojas, los indios eran capaces de realizar trabajos inimagina1 2

Para lo que viene a continuación nos hemos basado en Karch, Steven B., A Brief History of Cocaine, Taylor & Francis, 2006, y en Mortimer, Willam G., History of coca, the divine plant of the Incas, H. Vail & Company, 1901. Dillehay, Tom D. et alia, “Early Holocene coca chewing in northern Peru”, Antiquity, Volume 84, Number 326, Page: 939–953. 11

bles sin ella, entre otras cosas extraer el preciado mineral de las minas de oro y plata. En consecuencia, decidieron permitirla. Durante los dos primeros siglos de dominación española, la coca siguió siendo una costumbre exclusivamente propia de Sudamérica. El médico y botánico Nicolás Monardes habló sobre ella en uno de sus libros (Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, 1574) y trajo hojas a Europa a finales del siglo xvi (1580), pero no despertó mucho interés, a lo cual seguramente contribuyó que pierden sus propiedades con el paso del tiempo. La redacción de un poema dedicado a esta planta por parte del poeta inglés Abraham Cowley (“A Legend of Coca”, 1662) y la mención en las Institutiones rei medicae (1708) del doctor, químico y botánico holandés Herman Boerhaave tampoco hicieron mucho por su popularización en el Viejo Mundo. Ciertamente, la estimulación lenta y sostenida que genera la coca, y el hecho de tener que mascarla durante horas junto con alguna sustancia alcalina para que la hoja libere sus principios activos, no es muy propia de la mentalidad europea.

El boom de la coca

Fue a mediados del siglo xix cuando la coca despertó gran interés, coincidiendo con los viajes de algunos destacados naturalistas europeos por Sudamérica, que les permitió observar cómo la consumían los nativos y las proezas físicas que les permitía realizar. Su estudio fue acompañado por el intento de aislar el principio activo, que logró por primera vez en 1855 el químico alemán Friedrich Gaedcke (1828-1890), quien le dio el nombre de eritroxilina3, por la familia, el género y el nombre científico de la planta (Erythroxylum coca). Albert Niemann explicó en su tesis doctoral, publicada en 18604, los pasos necesarios para aislar el principio activo mediante un proceso más refinado que el empleado por Gaedcke, describió sus propiedades y le dio el nombre de ‘cocaína’. Las hojas necesarias para el trabajo se las proporcionó su profesor en la Universidad de Gotinga, Friedrich Wöhler, quien, a su vez, las había conseguido gracias al viaje del doctor Carl Scherzer alrededor del mundo. Bastantes años después —en 1898—, Richard Willstätter (1872

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Gaedcke, F., “Über das Erythroxylin, dargestellt aus den Blättern des in Südamerika cultivirten Strauches Erythroxylon Coca Lam”, Archiv der Pharmazie 132 (2): 141–150. Niemann, A., “Über eine neue organische Base in den Cocablättern”, Archiv der Pharmazie 153 (2): 129–256. 12

–1942) conseguiría describir su estructura y obtener la molécula mediante síntesis química. Buena muestra del interés que suscitó en los medios científicos en aquella época fue la labor del neurólogo y fisiólogo italiano Paolo Mantegazza (1831 – 1910), que viajó a Sudamérica y, tras observar el uso que los nativos hacían de ella, probó a consumir las hojas durante un tiempo. Tan entusiasmado quedó con sus cualidades que en 1858 escribió un artículo titulado “Sulle virtù igieniche e medicinali della coca e sugli alimenti nervosi in generale” (“Sobre las virtudes higiénicas y medicinales de la coca y sobre la nutrición nerviosa en general”), donde describió sus beneficios sobre el rendimiento físico y mental. También le dedicó un capítulo en su principal obra sobre drogas, Quadri della natura umana. Feste ed ebbrezze (Descripción de la naturaleza humana. Fiestas y ebriedades). Él mismo hizo un buen uso de esta y otras sustancias, y estaba convencido de que un hombre adulto puede utilizarlas en abundancia sin inconvenientes. La coca parecía una panacea que Europa acababa de redescubrir, y en medio de ese ambiente favorable y cargado de optimismo positivista, el burgués emprendedor con formación científica de finales de siglo no podía dejar pasar la oportunidad. Para aprovechar sus bondades y evitar tener que mascar las hojas junto con alguna sustancia alcalina aparecieron diversas presentaciones comerciales. La más conocida y prestigiosa fue, sin duda, el Vino Mariani, obra del corso Ángelo Mariani (1838 – 1914). Le ayudó en la tarea su primo, el doctor Charles Fauvel (1830 – 1896), un laringólogo que se dedicaba a tratar los problemas de garganta de los cantantes de aquella época mediante la aplicación de tintura de coca y a utilizarla como agente anestésico en las operaciones. Mariani —que siempre afirmó ser farmacéutico, aunque no constara que hubiese cursado la carrera en ninguna universidad—, como buen hombre de negocios, no podía entender que a nadie se le hubiera ocurrido la idea de combinar coca con vino. En aquel tiempo eran muy famosos los vinos tonificantes, ya que el alcohol es un buen vehiculante para muchos medicamentos, y de paso el vino lograba disimular el mal sabor de los principios activos de la coca.

El Vino de Coca Mariani

En 1863 Mariani creó el producto que le inmortalizaría, el Vino Mariani. Se lo administró a una actriz que sentía deprimida, quien mejoró tan rápidamente que lo recomendó a todos sus compañeros. Además de por sus excelentes cualidad tónicas y terapéuticas, el éxito de Mariani se debió al 13

uso de un vino de Burdeos de primera calidad y un sabor excelente. Aunque nunca quiso revelar la fórmula, ésta consistía en algo tan simple como sesenta gramos de hojas de coca pulverizadas, sumergidas durante diez horas en un litro de vino con una graduación alcohólica del 10% al 15%. Basándonos en el contenido medio en cocaína de las hojas de coca, su producto no podía contener demasiada cantidad del alcaloide. Un litro podía tener entre 150 y 300 miligramos de cocaína. Sin embargo, sus adeptos decían sentir una agradable sensación de bienestar y una estimulación positiva, nunca excesiva. La explicación se conoció a principios de los noventa del siglo xx, aunque se sospechaba desde hace mucho tiempo. Varios grupos de investigadores comprobaron que, en presencia de alcohol, la cocaína se metaboliza en el organismo en forma de una sustancia llamada cocaetileno, y de este modo los efectos se perciben como más positivos, más eufóricos y con mayor duración gracias a su acción sobre los neurotransmisores serotonina, noradrenalina y dopamina. El mecanismo parece consistir en la inhibición de los transportadores de la serotonina, la noradrenalina y la dopamina, con lo que aumentaría el nivel de estos neurotransmisores en las sinapsis neuronales5. El Vino Mariani se hizo muy famoso y su autor se convirtió en una figura célebre. Numerosas personalidades lo tomaron por razones terapéuticas y recomendaron su consumo al público, entre ellos escritores como Zola, Verne, Dumas y Conan Doyle, y actrices como Sarah Bernardt. También parte de la realeza europea fue cliente de Mariani: la reina Victoria de Inglaterra, el rey Jorge I de Grecia y el rey Alfonso XIII de España. Incluso dos papas, Pío X y León XIII, se declararon bebedores entusiastas del famoso vino de coca. No es necesario decir que el avispado empresario utilizó los nombres de estos usuarios para hacerse publicidad. También publicaba folletos que enviaba a los médicos y que insertaba en los periódicos. Escribió un libro como forma de dar a conocer las virtudes de la coca, que hemos incluido en este volumen por su gran interés. En él describió los otros productos que fabricaba, además de su vino, que siguió existiendo hasta 1963, casi cincuenta años después de su muerte. Como era de esperar, poco después del éxito comercial de Mariani surgió toda una legión de competidores que intentaron seguir sus pasos con otras preparaciones efectuadas con los mismos ingredientes, pero ninguno de ellos logró ni una pequeña parte de lo que él había logrado. Las marcas 5

Hearn, W. L. et alia, “Cocaethylene: a unique cocaine metabolite displays high affinity for the dopamine transporter”, J Neurochem. 1991 Feb; 56 (2):698-701. Landry, M. J., “An overview of cocaethylene, an alcohol-derived, psychoactive, cocaine metabolite”, J Psychoactive Drugs, 1992 Jul-Sep, 24:3, 273-6. 14

estadounidenses que le hacían la competencia contenían un poco más de cocaína, lo que indujo a Mariani a incluir más cantidad del alcaloide en la variedad norteamericana de su producto. En cualquier caso, nunca añadió el alcaloide directamente en sus preparaciones, sino hojas de coca de la mejor calidad.

Nace la Coca-Cola, una imitación del Vino de Coca Mariani

Uno de los imitadores del Vino Mariani fue John Pemberton (1831 - 1888), un honorable caballero del sur de los Estados Unidos que había luchado con el ejército confederado, que en su juventud había estudiado química farmacéutica en la universidad y que en 1869 se había establecido en Atlanta para dirigir un negocio de productos medicinales elaborados por él mismo. Después de haber inventado jarabes expectorantes, purificadores de la sangre y artículos de cosmética, habiendo leído sobre las virtudes de la hoja de coca e inspirado por el éxito que en Europa consiguió el Vino Mariani (que también se comercializaba en Estados Unidos), creó en 1884 su French Wine Coca, una imitación del producto original de Mariani, pero más potente, ya que contenía —además de las preceptivas hojas de coca y del vino como vehiculante— nuez de cola como fuente de cafeína y damiana, una planta con propiedades tonificantes y afrodisíacas. De acuerdo con la mentalidad norteamericana, su publicidad tenía un carácter más popular y sensacionalista que los vinos medicinales europeos, y los folletos incidían en que servía para tratar los problemas nerviosos, los digestivos, el agotamiento físico y mental, la jaqueca y la neuralgia. También se presentaba como vigorizante general y afrodisíaco, además de una ayuda para los adictos al opio, la morfina o el alcohol6. El negocio marchó moderadamente bien al principio, pero en 1886 un acontecimiento iba a decidir el destino de su producto. La ciudad de Atlanta aprobó la prohibición del alcohol por un período experimental de dos años. Era allí muy fuerte el movimiento defensor de la abstinencia, cuyo principal representante fue el reverendo Sam Jones, una especie de predicador integrista. A fin de evitar problemas, Pemberton realizó experimentos para obtener un producto similar sin vino, manteniendo la hoja de coca y la nuez de cola. La nueva bebida se vendió por primera vez en la Farmacia de Jacob, como preparado medicinal, el ocho de mayo de 1886. No se dispensaba en botellas, sino utilizando fuentes de refrescos (fuentes de soda, soda fountains 6

Pendergrast, Mark, For God, Country & Coca-Cola, Basic Books, 2000. Versión española: Dios, Patria y Coca-Cola, Vergara Bolsillo, Grupo Zeta. 15

en inglés), con el típico grifo que expulsa el líquido a presión. En el interior se colocaba el sirope concentrado, que después se mezclaba con dióxido de carbono y agua para formar la bebida que se vertía en el vaso y que consumía el usuario. De esta forma, al combinar la invención de Pemberton (eliminando el vino) con agua y dióxido de carbono (agua con gas), se obtuvo la CocaCola, que al principio se vendió a cinco centavos el vaso, y cuyo nombre, caligrafía y logotipo fueron idea de Frank Robinson, socio de Pemberton. La denominación fue bastante afortunada por hacer alusión al contenido (coca y nuez de cola), por ser fácil de recordar debido a su brevedad y por resultar llamativa gracias a su aliteración (repetición del sonido ‘k’). También fue Robinson el encargado de colocar el primer anuncio con el lema ‘Beba Coca-Cola’ en la marquesina de la farmacia. La Coca-Cola se publicitó al principio como preparado medicinal para tratar la dispepsia y los dolores de cabeza, pero pronto se presentó también como bebida refrescante. Esta tendencia se fue acentuando a medida que Asa Griggs Candler (1851 – 1929) —un ambicioso empresario que no reparaba en los métodos empleados con tal de conseguir sus objetivos— se fue haciendo con el control total de la empresa, lo cual conllevaba también ser el propietario de la fórmula original. Después de muchos embrollos legales, de los que Candler salió triunfante gracias a su falta de escrúpulos, a que Pemberton falleció el 16 de agosto de 1888, a que a su hijo Charley Pemberton le interesaban más las mujeres y las fiestas que los negocios, y a que disponía de dinero de sobra para pagar abogados —mientras que sus rivales, los primeros socios de Pemberton, no lo tenían—, el empresario se convirtió en dueño absoluto de la compañía. Tras varios años de expansión instalando fuentes de soda en bastantes ciudades, en marzo de 1894 la Coca-Cola fue embotellada por primera vez. Los inicios del siglo xx vieron cómo la bebida triunfaba a nivel internacional y se transformaba en símbolo del emprendedor estadounidense. Sin embargo, antes de conseguir todo eso, Candler tuvo que resolver dos problemas. El primero consistía en convertir un producto comercializado como remedio medicinal en bebida refrescante de consumo habitual. Esto no implicó mayores problemas gracias al cambio en el modo de hacer publicidad y en los eslóganes utilizados desde entonces (lo que actualmente llamaríamos ‘marketing’), tareas en las que era todo un experto. El segundo problema era más difícil. A medida que se aproximaba el cambio de siglo, en la sociedad norteamericana habían ido proliferando los movimientos que promovían la abstinencia del alcohol y de las demás drogas, a las cuales se culpaba de la 16

creciente delincuencia. A la Coca-Cola le creaba mala fama que su fórmula incluyera coca. De hecho, muchos clientes, al pedirla en algún establecimiento, utilizaban el nombre de dope (‘droga’); además, corría el rumor de que fomentaba la adicción a la cocaína. Candler defendió durante varios años la presencia de coca en su bebida, si bien todos los indicios apuntan a que en la década de los noventa rebajó sustancialmente la cantidad original de Pemberton. Sin embargo, a finales de siglo ya estaba convencido de que debía eliminar definitivamente todo rastro de la sustancia, pero con ello se exponía a que la bebida perdiera parte de sus propiedades estimulantes (y por tanto parte de las ventas) y a tener problemas legales por no cumplir con la denominación (la ‘coca’ de ‘Coca-Cola’). Convencido de la necesidad del cambio, en 1901 —mediante algún procedimiento que ignoramos— intentó suprimir la cocaína presente en la bebida; sin embargo, no lo consiguió, ya que un análisis de 1902 mostró que todavía contenía trazas. Por ello, en 1903 firmó un contrato con un laboratorio químico de Nueva Jersey para que eliminara toda la cocaína de las hojas de coca que utilizaba. A partir de entonces, la Coca-Cola conservó su denominación, pero la materia prima ya no incluía su alcaloide característico. Para redondear su plan, Candler hizo todo lo que pudo para borrar los testimonios que recordaran que su bebida había llevado cocaína alguna vez. Todavía debió aguantar varios juicios relacionados con el contenido en hojas de coca descocainizadas y en cafeína, pero los superó sin mayores dificultades. Y como suele decirse, el resto es historia. La compañía Coca-Cola se convirtió en una multinacional de gran relevancia y en símbolo de la cultura estadounidense. Allí donde llega la influencia de los Estados Unidos está presente la Coca-Cola; tanto que durante mucho tiempo se la ha asociado a los intereses internacionales de este país, con todo lo que esto conlleva.

La cocaína y su uso terapéutico

Volviendo a la cocaína, su uso fue bastante reducido hasta 1883, año en que un médico militar, Theodor Aschenbrandt, compró un suministro a la compañía farmacéutica Merck para utilizarlo en los soldados durante unas maniobras e informó sobre sus efectos beneficiosos a la hora de soportar la fatiga física, en un artículo que publicó poco después7. El joven doctor Sigmund Freud, que se encontraba en una etapa difícil de su vida —sufría melancolía y fatiga crónica— leyó el artículo, obtuvo más información sobre las hojas 7

Aschenbrandt T., “Die physiologische Wirkung und die Bedeutung des Cocains”, Deutsche medizinische Wochenschrift, December 1883;9:730-732. 17

de coca y se decidió a probar la cocaína. Todo un nuevo mundo se abrió ante los ojos de quien años más tarde sería el fundador del psicoanálisis. Se sintió como nunca se había sentido, recomendó tomar la droga a su novia y a sus amigos, la utilizó en su práctica médica y escribió varios artículos (“Über Coca”, “Beitrag zur Kenntniss der Cocawirkung”, “Nachträge Über Coca”, “Über die Allgemeinwirkung des Cocains”) que tuvieron amplia difusión y fueron en gran parte los responsables de la popularización de la sustancia. También llegó a sugerir su uso como anestésico, pero su colega Karl Koller se le adelantó y a él se atribuye esta aplicación en las operaciones oculares. Las aparentemente infinitas aplicaciones terapéuticas de la cocaína causaron una gran euforia en el ámbito de la medicina y la farmacología, lo mismo que había sucedido unos años antes con la hoja de coca. Las compañías farmacéuticas Merck y Parke, Davis & Company comenzaron a producirla. El optimismo reinaba por doquier, pero pronto surgieron problemas derivados del abuso, que se hicieron públicos y sirvieron para que los sectores más conservadores exigieran su control. Por ejemplo, se supo Freud quiso curar con cocaína la adicción a la morfina que su amigo, el profesor Ernst von Fleischl-Marxov, utilizaba para soportar el dolor neuropático que sufría desde hace años. Al principio proporcionó fuerzas al paciente y le permitió reducir la dosis de morfina, pero pronto creció su tolerancia a la droga y tuvo que aumentar considerablemente la cantidad consumida, con lo que acabó sufriendo una psicosis cocaínica y su salud quedó definitivamente arruinada. Es evidente que fue el abuso —en una persona predispuesta por la patología que ya padecía—, y no la sustancia en sí, lo que causó estos problemas, pero a los prohibicionistas nunca les han interesado estos pequeños —aunque importantes— detalles. Varias autoridades médicas, entre ellas el doctor Erlenmeyer, afirmaron que la cocaína era una droga perjudicial y que causaba adicción. De todas formas, se siguió vendiendo libremente en las farmacias, y el buen uso o el abuso se dejó al libre arbitrio de cada uno. El mismo Freud, después de haberla utilizado durante varios años, abandonó su consumo sin ninguna molestia.

Y llegó la prohibición...

Los prohibicionistas fueron sumando fuerzas, y en diciembre de 1914 Estados Unidos aprobó la Harrison Act, ley que regulaba el consumo de varias drogas, entre ellas la cocaína. Gran parte del mundo civilizado quiso seguir el ejemplo, y aunque la Conferencia de La Haya de 1912 no dejó nada decidido porque fue suscrita por pocos países, en 1913 y 1914 se convocaron 18

nuevos encuentros para que la firmaran más. La aplicación de las primeras leyes prohibicionistas podía haber sido bastante irregular a nivel internacional, pero Inglaterra sugirió incorporar los acuerdos de La Haya dentro del Tratado de Versalles —el que puso fin a la Primera Guerra Mundial en 1919—, con lo que a hurtadillas se consiguió que prácticamente todos los países suscribieran el acuerdo firmado por unos pocos en 19128. Los subsiguientes tratados internacionales sobre drogas han ido incrementando el control, hasta el extremo de que la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 decretó también la prohibición del uso de la hoja de coca, excepto para fines médicos y científicos.

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Escohotado, Antonio, Historia general de las drogas, Espasa-Calpe. 19

Coca (Erythroxylon coca)9 Barón Ernst von Bibra

Después del descubrimiento del Perú, cuando los españoles penetraron hacia el interior y conquistaron las regiones montañosas, a menudo observaron que la tierra estaba cubierta con una planta cuyo uso no entendían. Esta planta era cultivada cuidadosamente por los descendientes de los antiguos titicacas, o al menos por el pueblo que ocupaba el territorio de esa extinta raza. El arbusto, que se encontraba por todas partes, se parecía a nuestro endrino. Tenía flores blancas como el endrino y alcanzaba una altura de entre dos y dos metros y medio. Sus hojas estaban separadas y medían algo más de un centímetro de longitud; su forma era ovalada y su color oscuro, verde claro por la parte inferior, y no eran demasiado rígidas. Las semillas se germinaban en semilleros y después se plantaban en las laderas de las montañas. Estos criaderos, que se instalaban en los terraplenes, se parecían a nuestros viñedos. Ignorantes del propósito de esta planta tan difundida, los españoles se burlaban de su cultivo. No les acusaremos por ello, porque incluso hoy en día muchas personas se burlan o temen lo que no conocen. Pronto también los españoles comenzaron a temer lo que no conocían, ya que escucharon extraños rumores sobre los poderes milagrosos y mágicos de la planta y los mitos relacionados con su origen. En tiempos remotos, Manco Capac, el divino hijo del Sol, bajó de los barrancos del lago Titicaca y extendió la luz de su madre sobre los pobres habitantes de la tierra. Les dio el conocimiento de los dioses, les enseñó oficios útiles y difundió la agricultura. También les proporcionó la coca, la planta

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De la obra Die narkotischen Genussmittel und der Mensch, de Ernst von Bibra. Wilhelm Schmid, Nuremberg, 1855. Versión inglesa: Plant Intoxicants, Healing Arts Press, 1995. Traducción de Hedwig-Schleiffer. 21

divina que tiene el poder de saciar el hambre, de dar fuerzas a quien está cansado y de hacer que el apesadumbrado olvide sus penas. Ciertamente, los conquistadores pronto observaron todos los hechos que confirmaban ese mito. Los príncipes indígenas no sólo protegían los cultivos de coca, sino que también cuidaban de que el trabajo se efectuara con sumo cuidado. Los sacerdotes cubrían sus ofrendas con hojas de coca, rociaban sus sacrificios con ella, e incluso ofrecían la planta a sus dioses. Durante todos los ritos religiosos los sacerdotes mascaban coca, y los legos hacían lo mismo cuando adoraban a los dioses en los templos. La misma planta de coca era objeto de adoración, sus hojas se distribuían como artículo comercial e incluso se consideraban moneda de cambio. Era de esperar que los españoles pronto perseguirían a los usuarios de coca porque en aquella época se insistía en suprimir la vida nacional de las poblaciones conquistadas lo más rápidamente posible, y en destruir por la fuerza sus ritos religiosos. Considerado pagano e idólatra, el consumo fue prohibido y las plantaciones destruidas. En el año 1567, un concilio de la Iglesia Católica declaró que la coca no tenía ningún poder y que incitaba a la idolatría. Además, mediante un decreto, en 1569 fue de nuevo prohibida por considerarse una ilusión demoníaca. Se levantó un clamor contra la malvada creencia que afirmaba que podía proporcionar energía. Sin embargo, la situación cambió muy pronto. Muchos españoles se establecieron en las regiones de la coca, explotaron las minas y fomentaron la agricultura, para lo cual utilizaron a los nativos como esclavos. Sin embargo, a éstos no se les podía obligar a trabajar duramente sin dejarles mascar coca. De este modo, los españoles se volvieron más tolerantes con ese ‘consumo idólatra’ porque los trabajadores necesitaban menos comida y ofrecían mejores servicios gracias a ella que cuando tenían más comida y nada de coca. A partir de entonces, los españoles incluso la consideraron un don divino, lo cual demuestra que el beneficio económico es un excelente incentivo. Con todas sus bendiciones y maldiciones, el uso de la coca persiste actualmente en todos esos países. Antes de ofrecer más detalles sobre su empleo, quiero señalar que mascar coca pronto fue fomentado no sólo por los ambiciosos propietarios de las minas, sino también por muchos otros. Los padres jesuitas enseguida se dieron cuenta de la utilidad de esta planta, y el padre Antonio Julián publicó un libro titulado Perla de América, en el que alababa sus beneficios y recomendaba su inmediata exportación a Europa. Sugería que debía utilizarse en lugar del té y el café, y señalaba lo bien que podría proteger contra el hambre y la sed a los pobres de Europa. 22

Más adelante, en un panfleto publicado en 1793, don Pedro Rolasco Crespo, un médico ilustre, también elogiaba a la coca y la recomendaba especialmente para los marineros. En el libreto se narraba la historia de esta planta, que había sido utilizada desde tiempos inmemoriales y aparecía en todos los mitos. Actualmente se usa en las zonas montañosas de Perú, Titicaca, Bolivia y Arequipa, tal como se hacía miles de años atrás. Durante algún tiempo los españoles eliminaron o limitaron su consumo, pero nunca lo abolieron completamente, y pronto tuvo la misma reputación de que gozaba antes. La coca es un artículo necesario para los indios mineros, para los descendientes de los españoles y para los llegados de Inglaterra o Francia. Incluso los jefes más estrictos permiten que los mineros disfruten de tres o cuatro períodos de descanso de unos veinte minutos cada uno. En esos períodos, el trabajador se retira a un lugar tranquilo y solitario, donde saca algunas hojas de coca secas de una bolsa de cuero, las combina con unas cenizas vegetales que lleva en una botella pequeña, y forma una bola con la mezcla. Mete la bola en su boca y la masca o la chupa lentamente. Mientras produzca mucha saliva la mantiene en la boca. Escupe algo de su contenido, pero traga la mayor parte. Más tarde toma de nuevo cierta cantidad, y finalmente se fuma un cigarro. El hombre vuelve después a su labor, alegre y descansado, con sus fuerzas recobradas, sin haber tomado nada de comida. Igual que el minero, el trabajador del campo tiene sus períodos de descanso acordados para tomar coca; y el conductor de mulas, que viaja por los senderos montañosos más sinuosos de los Andes, también toma a intervalos regulares un descanso para reponer energías con su querida coca. Pero quien empieza a mascarla no se mueve del sitio, ni mediante promesas ni amenazas, hasta que termina. El verdadero adicto a la coca no puede moverse de donde está, aunque su vida esté en peligro. En las regiones de la coca aún pueden encontrarse en la actualidad restos de la mencionada superstición y deificación de la planta. El minero coloca hojas sobre una roca dura que parece imposible de romper porque en tiempos pasados se creía que los dioses harían la roca impenetrable si no se les ofrecía coca. Aún hoy en día, se pone coca en la boca de una persona muerta, y si un peregrino peruano encuentra un cadáver, le ofrecerá algunas hojas. Ahora quiero presentar al paciente lector los relatos escritos por algunos ilustres viajeros. Nos darán una excelente descripción del uso de la coca, aunque haya diversidad de opiniones en cuanto a si es beneficiosa o perjudicial. A estos relatos añadiré un informe procedente de mi propia experien23

cia, elaborado sobre el terreno, y después describiré su preparación y forma de uso, así como algunos experimentos químicos que hasta ahora no han dado resultados, lamentablemente. El profesor Pöppig, a quien debemos un gran número de los descubrimientos más valiosos realizados en Sudamérica entre 1827 y 1832, no habla muy bien de la coca. Nos dice: Las hojas de coca, cosechadas y secadas cuidadosamente, son objeto de trueque, y su uso es tan viejo como la más antigua tradición peruana. Los incas llevaron la coca a los pueblos que conquistaron. El espectáculo de una persona utilizando coca, sin embargo, no basta para explicar el mito de su origen divino. Cuando observamos su efecto, su consumo debe situarse al mismo nivel que las costumbres similares creadas por pueblos bárbaros. El consumo de la coca es compatible sólo con la persistencia del estado de barbarie. El indio permanece tumbado a la sombra, ingiriendo alternativamente hojas de coca y lima en polvo para aderezarla. En silencio, y tal vez molesto si se le interrumpe, disfruta de esto durante media hora, traga lo que tiene en la boca y, de vez en cuando, reemplaza las hojas mascadas por otras nuevas. Unos viajeros que tengan prisa, la impaciencia de alguien, e incluso una tormenta, no pueden despertar al indio de su insoportable apatía. Un sirviente indio se fugó del lado de su señor, que intentaba controlarle. Un indio preferiría no comer antes que no poder utilizar sus períodos de descanso para mascar coca. Si alguna obligación le impide satisfacer su deseo, nada puede evitar que lo haga en la primera ocasión en que pueda, ya que su ansia por la coca es similar a un apetito voraz. El pleno disfrute sólo es posible si hay una total tranquilidad, y el hecho de caminar o montar a caballo lo dificultaría. Si alguien viaja en barco o en mula, y quiere que la compañía sea buena, debe permitirle esos descansos para que consuma coca cuatro veces al día, e incluso un terrateniente debe hacer ese sacrificio. Nunca se ha podido acabar con el vicio de un coquero, el nombre que se da en Perú a los adictos a la coca. Todos los coqueros afirman que preferirían quedarse sin los bienes 24

más esenciales para la vida. El consumo de la hoja atrae en tal grado que el deseo por ella aumenta con el paso de los años, independientemente de lo perjudiciales que sean sus consecuencias. Sorprende ver una afición tan misteriosa por una hoja que, fresca o seca, tiene sólo un ligero olor, no es balsámica, y que tomada en pequeñas cantidades sabe igual que la hierba, o incluso un poco más amarga. Sin embargo, el misterio desaparece cuando, por observación o experiencia personal, averiguamos que es una sustancia estimulante que puede causar la misma acción sobre el sistema nervioso que el opio. No satisfechos con los estimulantes naturales, los pueblos bárbaros del mundo entero hacen todos los esfuerzos posibles por encontrar otros artificiales, que muy pronto demuestran ser perjudiciales por su carácter de violentos, perversos o repulsivos. Cuanto menores son las facultades mentales de un pueblo, más burdas son las sustancias de las que extrae placer, y de modo más brutal intenta liberar su conciencia del vacío interior. A pesar de los pueblos civilizados que los rodean, los indios sudamericanos, especialmente los de los Andes peruanos, son poco conscientes de sus propios defectos, y por ello se liberan rápidamente de sus tristezas y aflicciones mediante una estimulación violenta. Esto explica no sólo su consumo de coca, sino también su fuerte deseo por las bebidas alcohólicas, que ningún otro pueblo del mundo comparte hasta ese punto. La coca es la fuente de mayor alegría para el peruano. Bajo su influencia desaparece su habitual carácter melancólico porque su débil imaginación le engaña con visiones de las que no puede disfrutar en su estado normal. La coca no produce la horrible sensación de sobrestimulación que genera el opio; sin embargo, aunque es suave, coloca al usuario en un estado similar, pero doblemente peligroso, ya que dura mucho más tiempo. Sólo mediante una prolongada observación puede detectarse esto. Un novato en estos asuntos se sorprende de los diversos males que personas de distintas clases experimentan en Perú, pero no llega a achacar estos males a la coca. Un vistazo al coquero nos proporciona la explicación que buscábamos. Inútil para cualquier propó25

sito serio en la vida, más aún que un alcohólico, el coquero es esclavo de su pasión porque el hecho de disfrutar de la coca le expone a mayores daños que al alcohólico. En cuanto siente el deseo irresistible de embriagarse, se retira a un sitio sombrío y solitario o con árboles, ya que el poder mágico de esta planta sólo puede sentirse completamente cuando cesan por completo las exigencias cotidianas de la vida o la distracción de relacionarse con otros. Incluso al aproximarse la noche, el coquero continúa tumbado bajo el árbol que ha elegido. Sin fuego que le proteja, oye con indiferencia un lince cercano; no presta atención cuando las nubes, con fuertes truenos, rompen a llover con fuerza, ni cuando esa misma tormenta arranca los árboles más viejos. Por lo general, vuelve después de dos o tres días, pálido, temblando, con los ojos hundidos, mostrando las consecuencias de este hábito tan antinatural. Si nos encontráramos accidentalmente con el coquero en ese estado, a pesar de haberse escondido, y si se sintiera molesto por dirigirnos hacia él, se interrumpiría el efecto de la coca y medio embriagado expresaría su odio hacia nosotros. Cuando queda arrebatada por esta pasión, una persona estará perdida si cae en circunstancias que favorezcan su desarrollo. En Perú se pueden escuchar las historias más tristes sobre jóvenes de buena familia que fueron a algún bosque y comenzaron a consumir coca por aburrimiento. En muy poco tiempo le cogieron el gusto a la coca, y desde ese instante abandonaron la vida civilizada. Se negaron a volver a la ciudad, como si estuvieran bajo el influjo de la magia negra. A veces escuchamos cómo algunas personas descubren a un fugitivo de su familia en cierta aldea india aislada, y que, a pesar de sus lágrimas, le llevan de regreso a casa. Esa vida en la naturaleza se ha convertido en atractiva para ellos porque les resulta odiosa la disciplina que reina en las ciudades, y la opinión pública condena al coquero tanto como nosotros al bebedor disoluto. Por ello, a la primera oportunidad vuelve a escapar, deshonra su casta y abandona su posición social. Degradado hasta una existencia cercana a la barbarie, muere por un consumo excesivo de esta planta estimulante. 26

El principio excitante de la coca es de naturaleza volátil. Parece estar contenido en las hojas en pequeñas cantidades, porque para sentir el efecto, el coquero y el experimentador necesitan una gran cantidad de hojas. Es dudoso que la química de nuestra época pueda llegar a aislar este principio activo porque, incluso en las regiones donde se cultiva coca, la planta se considera inútil cuando han pasado más de doce meses después de la cosecha. Dejando a un lado la innegable influencia que mascar hoja de coca tiene sobre el sistema nervioso, sus cualidades estimulantes se derivan de propiedades secundarias. Los grandes fardos de hojas de coca recientemente secadas, especialmente si aún retienen el calor de los rayos del sol que han absorbido, desprenden un fuerte olor parecido al del heno que contiene una gran cantidad de meliloto. Ese olor causa dolor de cabeza en quienes no están acostumbrados, y por ello los nativos no les permiten dormir cerca. En pequeñas cantidades, o después de pasar varios meses, la coca ya no tiene este olor, y cuanto menos olor tiene menos efectiva es la hoja. La coca siempre se consume junto con óxido de calcio, y sólo cuando se hace así posee su olor característico. El consumo de coca es siempre perjudicial para la salud de las personas. Incluso la gente común se da cuenta de su maldad, que sólo más adelante se pone de manifiesto, y por ello no confían en los coqueros. Quien abusa tal vez no reciba su merecido castigo durante mucho tiempo, y si no llega a una toma por semana, el coquero puede alcanzar los cincuenta años con relativamente pocos problemas de salud. Sin embargo, cuanto más frecuente es el consumo y más cálido y húmedo —y en consecuencia más debilitante— es el clima, antes se evidencia el efecto perjudicial de la coca. Por eso hay más adictos entre los indios de las regiones secas y frías de los Andes que entre los habitantes de los bosques tropicales, donde seguramente también se utilizan otros estimulantes. La digestión débil es el primer síntoma detectado en casi todos los coqueros. El abuso aumentado o continuado se convierte en una enfermedad incurable llamada opilación. Uno de los primeros síntomas de esta 27

enfermedad es una ligera molestia que puede confundirse fácilmente con la indigestión; sin embargo, pronto empeora terriblemente. Aparecen dolores biliares, junto con todos los problemas que surgen en un clima tropical. El estreñimiento en particular se hace tan frecuente y molesto que debido a su prevalencia se le puso ese nombre a la enfermedad. Aparece la ictericia, y después, de forma gradual, los síntomas de destrucción se hacen más visibles en el sistema nervioso; hay dolor de cabeza y otros problemas similares. El enfermo se debilita más, a duras penas puede ingerir comida y adelgaza rápidamente. A menudo se detecta anemia. El color bilioso se convierte en pálido, lo cual se nota sólo en personas de piel blanca. Después aparece un insomnio incurable, incluso en quienes no consumen demasiada coca. Llega un momento en que no puede disfrutar de la planta que le ha causado el problema. Su apetito se vuelve irregular, ya que un fuerte rechazo por todas las comidas es seguido de repente por un apetito voraz, especialmente por la carne, que suele estar fuera del alcance de los pobres habitantes de los bosques. Los síntomas más comunes son los edemas, que después se convierten en ascitis, dolor en los miembros, y durante algún tiempo forunculosis. El enfermo se muestra extremadamente melancólico y taciturno, pero se excedería con el alcohol si tuviera la mínima oportunidad. El coquero puede de este modo arrastrar su penosa existencia hasta que, totalmente consumido, acaba muriendo. Por lo demás, no sufre psicológicamente tanto como el alcohólico, excepto en el sentido de que su tendencia al aislamiento hace que sus pensamientos sean negativos. Igual que los licores, la coca es elogiada por el ignorante que trabaja duramente en las minas o en el campo. Después de darse cuenta de todo el daño que hacía en la gente normal debido a su forma de vida más sencilla, los sabios incas les prohibieron consumirla, igual que el kava está prohibido para las clases bajas en las islas de la Polinesia. El juicio de Pöppig nos parece algo duro y severo, tanto en lo relativo a los efectos psicológicos como a los fisiológicos. El doctor Weddell, que ha via28

jado a Bolivia recientemente, está parcialmente de acuerdo con la opinión de Pöppig sobre el carácter de ese pueblo, pero cuando describe los efectos del acto de mascar coca, nunca lo hace de forma tan negativa como él. Weddel dice, entre otras cosas: «Quien ha vivido entre estas gentes durante algún tiempo no deja de percibir en sus caras una expresión de profunda melancolía, que indica un sufrimiento inexplicable, pero constante. Esto es especialmente evidente en los rasgos de los aymaras, que poseen un carácter más melancólico que los quechuas, con quienes habitan las tierras altas de los Andes». Weddel no detectó ninguno de los fenómenos patológicos mencionados por Pöppig, ni siquiera en las regiones donde la coca se consume en abundancia. Sólo pudo descubrir efectos perjudiciales en europeos no acostumbrados a ella desde la niñez. De este modo, Weddell detectó en algunos casos unas alucinaciones muy peculiares que se asemejaban a los delirios. Meyen tampoco habla favorablemente sobre el hábito de mascar coca, aunque en general observa demasiados problemas en las facultades mentales de los sudamericanos, y en algunas ocasiones llega a ponerse un tanto moralista. Meyen habla de la coca cuando menciona el camino que lleva al volcán Arequipa y a la ciudad del mismo nombre: Fue mucho después de medianoche cuando pasamos por ese lugar. La temperatura ambiente había caído tanto que no podíamos permanecer sobre los caballos. No obstante, tuvimos que proseguir nuestro viaje porque no teníamos leña para hacer fuego. Habría sido demasiado peligroso dormir con tanto frío. Al notar nuestros problemas y queriendo consolarnos, nuestro guía nos ofreció algunas hojas de coca que llevaba en una bolsa. El consumo de esta planta es común desde la frontera boliviana hasta aquí, especialmente en la región que rodea el lago Titicaca y en toda la provincia de Arequipa. Para los peruanos, las hojas de esta preciada planta son lo mismo que el opio para los turcos, el betel para los habitantes de la parte este de la India y el tabaco para otras naciones. Los peruanos siempre llevan encima estas hojas, en una pequeña bolsa hecha de material de lana o con pieles de pequeños animales mamíferos, que llevan sobre los hombros. Las hojas de coca tienen casi la misma forma que nuestras 29

hojas de cereza; su sabor es algo astringente y agradablemente amargo; su perfume es sutil y etéreo. Los indios mascan estas hojas durante todo el día, si les resulta posible. Suelen tener un efecto estimulante, que a nosotros nos parece narcótico, similar al del opio. La coca permite que el indio tenga buen humor cuando trabaja y le evita el cansancio. En las jornadas agotadoras elimina el hambre durante muchos días, y durante las noches frías proporciona calor. Puesto que la coca es un producto común, las cantidades consumidas son enormes. La Paz es el centro del comercio de la coca. Se transporta en fardos de entre nueve y catorce kilogramos, que se compran en La Paz por siete piastras (algo más de dos florines) cada fardo. Pudimos ver grandes cantidades de coca en los mercados de Chuquito, Puno, Arequipa e Islay. Las mujeres están sentadas con básculas y pesos cerca de los fardos y venden esta valiosa planta. Ya en 1772, Ulloa comentaba que los indios conceden un valor extraordinario a la coca, y que sin ella no les gusta trabajar. Ulloa añade que, antes de que los indios comiencen a trabajar, se sientan a preparar esta planta, acción que denominan ‘acullicar’. Meten una buena cantidad de la planta en sus bocas, junto con un pequeño trozo de tonra (una especie de material terroso), mascan todo junto y forman pequeñas bolas con la masa. Después de secarlas las ponen en una bolsita, en la cual guardan la coca. Después de eso cogen otra porción y la preparan de la misma forma. De este modo continúan hasta que disponen de una provisión de cinco o seis bolas, la cantidad que necesitan para dos o tres horas de trabajo. Cuando han consumido todas las bolas, vuelven a acullicar para proseguir su trabajo. El indio mantiene estas bolas en su boca mientras nota su sabor agrio y fuerte. Cuando ya no siente este sabor, tira la bola y coge otra. En las minas de la provincia de Puno, según cuenta el señor Rivero, la coca forma parte del salario que reciben los mineros. Es bien sabido que la coca es originaria de la parte este de las cordilleras de Perú, especialmente su ladera oriental, pero no se sabe mucho más. Sin embargo, nosotros dispo30

nemos de un interesante relato sobre el tema procedente de von Martius, quien vio esta planta en las llanuras del río Amazonas, por ejemplo en Ego, donde los indios la cultivan en grandes plantaciones. Los tallos medían algo menos de un metro de altura y se plantaban en filas dejando siempre la misma separación entre planta y planta. Las hojas se secan en un horno. Después de hacerlas polvo en morteros y de mezclarlas con las cenizas de las hojas de Cecropia palmata, se almacenan en fardos. Los indios de esa región llaman ‘ipadu’ a la coca y la utilizan para combatir la fatiga. Von Martius supone que la planta no es originaria de esa zona, ya que esas tribus tienen tabaco, que usan con más frecuencia para fumar y mascar. Finalmente, Tschudi, a quien debemos varias observaciones sobre el acto de mascar coca, describe el efecto de las hojas tomadas en forma de infusión: Cuando estuve en el Puna, a una altura de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, siempre bebía una infusión bien cargada de hojas de coca antes de salir a cazar. Entonces podía escalar las montañas y seguir a veloces animales salvajes todo el día sin experimentar más dificultades para respirar que si hiciera lo mismo a nivel del mar. Además, no sufrí los síntomas de excitación cerebral que otros viajeros han padecido. Quizá la razón sea que bebí esta infusión sólo en el frío Puna, donde el sistema nervioso se encuentra mucho menos sensible que en el clima de los bosques de las tierras bajas. Siempre tuve una sensación de saciedad después de tomar infusión de coca, y no sentía ganas de tomar mi comida siguiente hasta mucho tiempo después de la hora en que solía comerla. Finalmente, me gustaría narrar mi propia experiencia. Aunque no estuve en las regiones de la coca de los Andes y no se utiliza en Chile, tuve la oportunidad de verla gracias a los trabajadores de las minas de cobre de Algodón Bay, así como gracias a un viejo indio chileno. No sólo lo hice allí, sino que también probé el efecto de la coca en mí mismo recientemente.

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Los mineros de Algodón Bay habían bajado de regiones más altas de los Andes para encontrar trabajo (en estas empresas se puede encontrar gente de todos los pueblos de Sudamérica). No tenían nada especial en su apariencia y me recordaban simples trabajadores europeos que comen un bocado en su hora de descanso. Eran cuatro hombres en total, empleados de una mina que, como ya he mencionado, permitía a sus trabajadores esos períodos de descanso. No sé si otras compañías mineras hacen lo mismo. En esas minas, el transporte del metal se hace sobre las espaldas de los trabajadores, normalmente unos sesenta kilogramos por viaje. Se trata de una labor extenuante porque la ascensión se realiza por unos troncos de árbol ligeramente rotos, algo muy distinto de lo cómodo que es subir una escalera. Por esa razón, en el camino hay una pequeña cabaña donde los hombres pueden descansar. De los que se encontraban descansando en aquella ocasión, algunos comían guisantes, otros fumaban cigarrillos y otros se colocaban en cuclillas sin otra ocupación que mirarme fijamente, siguiendo todos mis movimientos con sus ojos negros, mientras los cuatro trabajadores mencionados permanecían sentado en bancos de madera y mascaban coca. Actuaban de la forma que describí antes. Se metían en la boca las hojas mezcladas con tonra, y diez minutos después sustituían las hojas usadas por otras nuevas, preparadas de modo similar. No vi que ninguno de ellos escupiera; parecía que tragaban toda la saliva. Sus caras no mostraban placer ni ninguna especie de bienestar especial. Parecían estar completamente apáticos, aunque de vez en cuando miraban alrededor. No hablaban, pero tampoco lo hacían los demás. La cabaña habría estado en completo silencio de no ser porque los gritos de los trabajadores de la mina se escuchaban claramente. Cuando está trabajando, el minero acompaña todas sus actividades con unos gritos desagradables, o con una especie de aullidos que comienzan con un tono grave y terminan con un tono más agudo. El propósito no se conoce, pero el efecto es horrible. Después de una media hora, los hombres se levantaron y volvieron al trabajo, en calma y en silencio. Sin embargo, unos minutos más tarde aullaban igual que los otros. Aunque yo tenía cierta cantidad de coca, intenté comprarles más a esos hombres, pero, como había imaginado, no se dignaron en contestarme. Los mascadores de coca comían a otras horas del día, como los demás. Yo ya había probado la coca. En varias ocasiones, en el transcurso de mis expediciones a la región de Valparaíso, vi que de las cordilleras venía gente para vender, a los habitantes de las tierras bajas y de la costa, plantas y otros artículos, como por ejemplo medicinas. De todas las sustancias que adquirí, 32

sólo llevé coca a Europa porque las demás se echaron a perder. Pude ver por primera vez coca y la tonra que se usa con ella en la cabaña de un indio viejo y sucio que estaba increíblemente cubierto de raíces y semillas secas. Hasta ese momento sólo conocía la tonra por su nombre. En Chile no se consume coca, o al menos no en las provincias del sur, pero la gente parecía conocerla y me dijeron que la usaban los indios de las cordilleras. Después de haber comido con ese viejo indio, más sucio que venerable, que deglutió una gran cantidad de carne de vaca —por supuesto a mis expensas—, se puso a la sombra de su cabaña y comenzó a mascar coca en lugar de tomar café. No noté ningún síntoma especial de felicidad en este viejo indio, igual que antes no la había observado en los mineros. Media hora después me marché tras comprarle toda la que tenía. Las hojas frescas tenían un color marrón verdoso y un perfume ligeramente aromático. La tonra consistía en varias bolas de material terroso de color verde azulado, del tamaño de un huevo de gallina, que olían a lejía, y que, si se metían solas en la boca, tenían un sabor desagradable. Como estando en Europa ya había oído sobre las propiedades anorexígenas de la coca, me resultaba útil, en caso de emergencia, tener una droga de ese tipo para mis largos y frecuentes viajes. Además, sentía curiosidad por conocer los placeres del verdadero coquero. Por eso el día siguiente cogí parte de mis provisiones de coca y me dirigí a las montañas para probarla. No comí nada por la mañana, excepto café solo sin azúcar, tal como solía hacer antes de comenzar mis agotadores viajes. Después de caminar varias horas a un ritmo moderado, me detuve y masqué coca de la forma en que había visto hacer al viejo indio el día anterior. Pronto descubrí cómo añadir tonra en proporciones adecuadas. Noté entonces un agradable sabor aromático, seguido por una abundante secreción de saliva. El resto del tiempo no estuve alegre ni triste, ni tampoco sentí el menor efecto sobre mi sistema nervioso. Si no tuviera experiencia en estas lides, seguramente no habría notado el efecto. Yo ya había experimentado con opio. En Europa estudié durante algún tiempo los efectos del éter sulfúrico y del cloroformo, y experimenté todos los tipos de narcosis producidos por estas sustancias. Cualquier persona que haya estudiado el tema sabe que la fuerza de voluntad puede ayudarle a valorar su estado, incluso cuando está muy embriagado. Parece como si hubiera dos personas: una que experimenta los efectos y otra que es consciente de ellos. Mascar coca no me produjo ninguna sensación que pudiera indicar una estimulación nerviosa. En cuanto a sus cualidades anorexígenas, pude com33

probarlas. Aunque no tenía comida, resistí muy bien hasta la tarde. Cuando volví a casa y me senté para comer, no tenía ninguna gana. Sin embargo, cuando empecé a comer, lo hice normalmente. Creo que podría haberlo hecho en el camino si hubiera surgido la oportunidad, pero la coca eliminó la sensación de hambre. Por poner un ejemplo, puedo comparar este fenómeno con el hecho de saltarse una comida habitual, una sensación que todos conocemos y que yo suelo hacer cuando viajo o realizo pruebas fisiológicas. Se nota el hambre en cuanto llega la hora habitual para comer, pero cuando pasa o se salta, desaparece hasta la hora de la comida siguiente. Si se le ofrece comida entre esas horas, una persona podría tomarla con buen apetito. El doctor Weddell hizo observaciones similares. Los indios que iban con él mascaban coca todo el día, pero ingerían raciones dobles por la noche, y consumir la hoja les permitió soportar el hambre durante un período de tiempo más largo. Tschudi, por otra parte, atribuye grandes poderes a la coca. Contrató a un indio para cinco días de trabajo agotador. Durante ese tiempo le observó detenidamente, y no tomó un solo bocado de comida; dormía sólo dos horas por la noche y mascaba coca constantemente, hasta el extremo de consumir por lo menos treinta gramos cada tres horas. Después acompañó a Tschudi en un viaje por las montañas que duró dos días; corría al lado de la mula y descansaba sólo para prepararse la coca. Se sentía completamente bien, tenía sesenta y dos años, y nunca había estado enfermo. En lo que a mí respecta, no hice más ensayos en Sudamérica. Sin embargo, aquí en Europa, he experimentado recientemente con la coca que traje. Cinco años después, al mascarla con tonra, su sabor seguía siendo aromático, con cierto parecido a la salvia; pero ha perdido su propiedad de suprimir el apetito. Mi salivación no aumentó. Al contrario, mi boca estaba seca. En dos ocasiones, cuando masqué una cantidad considerable, noté una somnolencia inusual media hora después. Puesto que es bien sabido que en las regiones de la coca la planta no es eficaz cuando pasa un año, surge la duda de si esta cualidad somnífera de la coca podría estar relacionada con algún proceso de descomposición que ocurre en la hoja, o si este fenómeno es accidental. Dejo esta cuestión sin decidir. Si consideramos la antigüedad del acto de mascar coca, que data de tiempos inmemoriales, y resumimos las experiencias y los informes de los viajeros, podemos concluir que, igual que sucede con el café, el consumo moderado de la hoja de coca podría retardar la digestión. Esto suprimiría el apetito durante cierto período de tiempo y produciría una agradable esti34

mulación nerviosa, un efecto evidente en los indios. La razón por la que no noté esta reacción cuando tomé coca en Chile puede deberse a la forma de vida de los europeos, tan diferente de la de los indios. No obstante, es posible que se necesite consumir continuamente coca durante un largo período de tiempo para notar las sensaciones. Además, es un hecho innegable que, cuando no se ingiere comida o sólo se hace pequeñas cantidades, mascar coca aporta al cuerpo humano fuerza procedente de varias fuentes. No se debe a algo que podamos llamar considerar estimulación momentánea, y no dura poco tiempo, sino días o semanas. Este efecto es único entre los producidos por sustancias similares; sólo el hachís se le puede comparar. Por tanto, este fenómeno es sorprendente y sólo podemos explicarlo en parte mediante el conocimiento del metabolismo, del consumo de energía y de la regeneración del cuerpo humano. Si quisiéramos encontrar una explicación, necesitaríamos experimentar con indios que utilicen coca de modo habitual. Por ejemplo, podríamos hacer lo que hizo J. Lehmann con el café e investigar esto en relación con el peso corporal del consumidor de coca, tal como sugirió Liebig en un comentario a la obra de Lehmann. Por ese método podrían obtenerse datos esenciales y una mejor comprensión de este fenómeno, hasta ahora totalmente misterioso. Sin embargo, se tardará en encontrar una explicación completa acorde con el actual desarrollo científico. Por otro lado, un consumo excesivo de coca conlleva trágicas consecuencias. La opinión de Pöppig se ve confirmada por otros, por ejemplo por Weddell, quien señala que el coquero adicto tiene mal aliento, los dientes verdes y cariados, y los labios y las encías de color claro. Además, las comisuras de su boca son negras, sus ojos apagados y hundidos, su rostro amarillento, y su forma de andar es inestable y tambaleante. Pero lo cierto es que el consumo excesivo de cualquier cosa puede causar efectos perjudiciales. No necesitamos recordar al lector las consecuencias del abuso del alcohol, tan desastroso entre nosotros como las consecuencias del abuso de coca entre los indios. Los ejemplos demuestran en ambos casos que un consumidor moderado puede llegar a la vejez con buena salud, y lo mismo puede decirse de quien toma bebidas alcohólicas. La coca no se ha introducido aún en la farmacopea europea. Aunque podríamos esperar beneficios de esa introducción, la principal dificultad consiste en que pierde rápidamente gran parte de sus propiedades originales, incluso cuando se conserva bien. Los indios toman coca en forma de té para combatir diversas enfermedades, con cierto éxito. Por ejemplo, la utilizan 35

para la indigestión, la hipocondría y los problemas de piel. Además, se dice que la hoja molida en polvo es eficaz para las heridas que curan mal. En la provincia de Yungas, al este de Bolivia, se cultiva coca en grandes extensiones de tierra. Las hojas se cosechan tres o cuatro veces al año. Se consideran maduras si se rompen al doblarlas. Las recolectan las mujeres y los niños, y después se secan al sol. La coca, cuando se está secando, desprende un fuerte olor parecido al del heno y causa dolor de cabeza. Se dice que en otras regiones las hojas de coca se secan sobre el fuego, como Martius observó en el Amazonas. Cinco acres de tierra dan, por término medio, unos trescientos cincuenta kilogramos de hojas secas. En ese estado, las hojas tienen un color amarillo verdoso que después se vuelve marrón o negro, especialmente al transportarla a otros países, o cuando se almacenan en un sitio húmedo. Un proceso de fermentación similar al que se somete al tabaco convierte a las hojas de coca en totalmente inservibles. La coca se usa y se cultiva en las regiones montañosas de Perú y Bolivia. Su distribución en las laderas orientales de los Andes también llega en algunas zonas hasta Brasil, y por eso es más amplia que en las laderas occidentales. La producción anual total no puede calcularse de forma exacta. Se estima que cada año se cosechan unos treinta millones de hojas secas, que son consumidas por unos diez millones de personas. Si cinco acres dan unos trescientos cincuenta gramos de hojas, eso nos indica que hay coca plantada en unos 185.000 acres de tierra. La importancia de este cultivo para la economía de esas regiones de Sudamérica puede deducirse de los informes del doctor Weddell, quien escribe que en 1850 el impuesto por la coca supuso unos tres millones de táleros españoles, teniendo en cuenta sólo Bolivia. En lo que respecta a la composición química de la hoja de coca, aún sabemos poco, lamentablemente. A pesar de su frecuente consumo en los países mencionados, es prácticamente desconocida en Europa, donde es difícil encontrarla. Como dijimos antes, la coca pierde sus propiedades en un año. Es sólo una hipótesis suponer que el peculiar efecto de la coca en el organismo lo produce un aceite esencial, similar al del café y el té. Esto no se ha demostrado mediante análisis. G. L. Schlechtendal llevó a cabo el análisis químico de las hojas de coca, pero sólo disponía de una pequeña cantidad. Tras obtener un gramo de extracto a partir de las hojas, primero en frío y después hirviéndolas en alcohol de 84°, destiló los extractos. Los residuos obtenidos fueron siempre de color verde. Fue posible detectar ácido tánico en los residuos. Tras la destilación alcohólica no se encontró nada que indicara la presencia de una sustancia 36

volátil. Al tratarlas con agua hirviendo, el extracto alcohólico de las hojas proporcionó el mismo resultado. Éste es el único análisis de las hojas que conozco, y no creo que se haya realizado ningún otro. Analicé en cierta ocasión la tonra, las cenizas que se utilizan junto con las hojas, y constan de cenizas vegetales; sin embargo, esto no excluye la posibilidad de que se añadan otros componentes similares. El ejemplar de tonra que me proporcionó Martius contenía: Carbonato cálcico  2,00% Carbonato magnésico  0,94% Óxido de aluminio  0,31% Un compuesto de silicio, óxido de aluminio y hierro, insoluble en ácido  1,70% Carbono  0,54% Agua  1,09% Cloro, fósforo, azufre, base carbonatada  3,42% Una sustancia destilable con éter  trazas Total  10,00% La sustancia alcalina consistía principalmente de potasio. El compuesto insoluble en ácido contenía un uno por ciento de óxido de aluminio y de hierro, mezclados con arena. El espécimen de tonra que me traje de Sudamérica parece tener distinta consistencia que el que había analizado previamente. Es más duro y tiene un color casi gris azulado. No he analizado esta tonra aún, pero lo haré más adelante junto con el resto de las hojas de coca que aún tengo. En Chile me dijeron que, para la preparación de la tonra, los indios utilizan leña de la planta de coca marchita. No obstante, no sé si usan otros tipos de madera o si añaden tierra. Su preparación parece realizarse sin mucho cuidado, ya que se valora menos que la hoja de coca. Su adición a la cocada sin duda disuelve su contenido alcalino, o libera ciertas sustancias contenidas en la hoja.

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Nuestra Señora de Yungas10 Mordecai Cooke

Y todos mis días son trances; Y todos mis sueños nocturnos Están donde tus ojos oscuros miran, Y donde tus pasos brillan: En qué danzas etéreas, Mediante qué corrientes eternas. E. A. Poe Para los peruanos, la provincia de Yungas de la Paz, situada al noreste de Bolivia, es una especie de El Dorado porque allí crece en gran cantidad y con toda exuberancia su coca favorita. Podemos pensar con deleite en la isla de Ceilán y, con nuestra imaginación, oler las fragantes brisas que pasan sobre los bosques de canela y las plantaciones de café; o bien dirigir la mirada de nuestros hijos por todo el mapamundi hacia Indochina, guiarles desde allí hasta los Estados Unidos, y decirles que desde aquel lugar sus honorables caballeros reciben la mayor parte de su tabaco. Pero las aficiones de los peruanos no están igual de dispersas; se localizan en un solo lugar, en la región de los ‘valles cálidos’, los Yungas de la Paz; allí vive su santo patrón y allí reciben las ‘llaves del Paraíso’. En la época de la conquista, la coca sólo era utilizada por los incas de sangre real, o más bien solar. Se cultivaba para el monarca y para las ceremonias religiosas; nadie podía llevársela a la boca a menos que se hubiera hecho merecedor, por medio de sus buenos sus servicios, a participar de este honor con su soberano. La planta se consideraba una imagen de la divinidad, y na10 De la obra The Seven Sisters of Sleep, de Mordecai Cooke. Primera edición publicada por James Blackwood, Londres, 1860. Existe versión española: Las siete hermanas del sueño, Ediciones Obelisco. La traducción que aquí ofrecemos se ha elaborado a partir de la obra original en inglés. 39

die entraba en los recintos donde se cultivaba sin ponerse de rodillas a fin de demostrar su respeto. Los sacrificios divinos que se hacían en aquella época no los aceptaban los dioses si las víctimas no estaban coronadas por las ramas de ese árbol. Los oráculos no contestaban y los augurios eran terribles, si el sacerdote no mascaba coca cuando los consultaba. Constituía un sacrilegio inaudito invocar las almas de los difuntos sin llevar la planta en señal de respeto, y los Coyas y Mamas, considerados los dioses del oro y la plata, hacían que las minas fuesen impenetrables si no se les ofrendaba sacrificios propiciatorios con coca. Con el paso del tiempo se extendió su uso, y gradualmente se convirtió en la compañera inseparable de toda la nación india. A esta planta recurría el nativo para aliviar sus dolores, independientemente del deseo o la enfermedad que le arrebatara; y si deseaba los favores de la Fortuna o el Amor, encontraba consuelo en la ‘planta divina’. La palabra con la que se conoce esta planta ha sido atribuida, por su etimología, a la lengua aymara, en la cual khoka significa ‘árbol’ o ‘planta’. Se sabe que al arbusto del que se extrae el mate o té paraguayo, la bebida favorita de muchas naciones sudamericanas, se le llama ‘la Yerba’, es decir, ‘la planta’. Puesto que en México al tabaco se llamaba yetl, y en Perú sagri —y en esas lenguas significa ‘hierba’—, podemos llamar hierba a este producto. Al ver que esas personas o pueblos han asignado esos nombres, triviales en sí mismos, a distintos artículos de consumo, estamos demostrando que esas plantas eran abundantes en la naturaleza, del mismo modo que —en otro ámbito distinto— hemos demostrado, siglo tras siglo, nuestra gran estima por un libro sobre todos los demás llamándole El Libro11. En Europa, los historiadores de la conquista ofrecieron los primeros informes sobre la planta sagrada de los peruanos; sin embargo, fueron muy superficiales. En 1569, Monardes, y en 1605 Clusius, escribieron sobre ella, pero las hojas de la planta no se vieron hasta que fue importada por uno de los compañeros de La Condamine, Joseph de Jussieu, que estuvo a punto de perder la vida en 1749 mientras cruzaba los Andes en busca de esta planta. Se vio obligado a cruzar a pie las montañas, cubiertas como estaban por la nieve, a descender por sendas que parecían escaleras y a pasar por terribles precipicios. La intensidad de los rayos del sol, al reflejarse en la nieve, le causaron un fuerte dolor en los ojos que casi le dejó ciego, pero el éxito de su empresa le consoló de las desgracias que tuvo que soportar.

11 Nota del traductor: El autor se refiere a La Biblia. 40

Este arbusto crece hasta alcanzar una altura de entre 1,2 y 2,4 metros. El tallo está cubierto por tubérculos blanquecinos que parecen estar formados por dos líneas curvas enfrentadas. Las hojas son oblongas, agudas en los extremos, y miden entre 4 y 5 centímetros de longitud. Las hojas son la única parte que se utiliza, y para este propósito son recogen y se secan. El arbusto crece de forma silvestre en Perú, según Pöppig, en los alrededores de Cuchero y en las cumbres pedregosas del Cerro de San Cristóbal. Se cultiva extensamente en el clima suave, pero muy húmedo, de los Andes del Perú, a una altura de entre 600 y 1600 metros sobre el nivel del mar; en climas más fríos suele morir, y en los más cálidos se pierde el aroma de la hoja. La planta de coca se germina en semilleros, donde se riega con cuidado. Cuando alcanza unos 40 o 45 centímetros de altura se trasplanta a plantaciones llamadas cocales, en pendientes situadas en las laderas de las montañas. Después de un año y medio la planta da su primera cosecha, y sigue dando cosechas desde ese momento hasta que tiene cuarenta años, o incluso más. Han existido casos de plantaciones de coca que han llegado a durar casi un siglo, pero las plantas que tienen entre tres y seis años son las que dan más abundancia de hojas. Hay cuatro cosechas durante la estación; la primera tiene lugar durante el período de floración, y consiste tan sólo en las hojas más bajas. Éstas son más largas, tienen menos aroma que las que se recolectan después, y en su mayor parte se consumen inmediatamente. La siguiente y más abundante recolección tiene lugar en marzo; la tercera, y más escasa, en junio o julio; y la última en noviembre. Las hojas se recogen de manera similar a las del té. Para ello se utilizan mujeres y niños. El recolector se pone en cuclillas, sujeta la rama con una mano y le quita las hojas, una a una, con la otra. Se depositan en una tela, y después se meten en sacos para transportarlas fuera de la plantación. Los sacos llenos de hojas se trasladan a las haciendas, donde se extienden sobre el suelo de pizarra negra para secarlas al sol. Después se empaquetan en fardos hechos con hojas de banano, muy comprimidas, y cada fardo contiene unos 11 kilogramos por término medio. El precio que obtiene el cultivador es de unos dos chelines por kilogramo. El doctor Weddell logró obtener información fidedigna sobre la cantidad de coca cultivada y recolectada en la provincia de Yungas, y afirma, como resultado de su investigación, que la producción anual es de unos 400.000 fardos, o unos 4.400.000 kilogramos. También se cultiva extensamente, no sólo en otras zonas de Bolivia y Perú, sino también en algunas regiones de Brasil, por lo que estas cifras no pueden representar más que la mitad de la cantidad del consumo anual de coca. Es cierto que Pöppig calculó que 41

la cantidad consumida era de unos 6.500.000 kilogramos, pero nos parece demasiado pequeña. Por otra parte, Johnston estima que el consumo es de unos 13.500.000 kilogramos, y seguramente se equivoque por el otro extremo. Calcula que el valor de esta cantidad es de un millón y medio de libras esterlinas, y concluye que unos diez millones de personas mascan coca. Se trata más bien de un cálculo por lo alto; el uso de la coca parece estar limitado a Perú, Bolivia y Brasil; en cualquier caso, se limita a Sudamérica y no existe mención alguna sobre su consumo en Chile, por el sur, o en Colombia, por el norte. Además, nos haría un gran favor personal quien nos convenciera de que la población masculina de Sudamérica que consume coca alcanza esa cifra. Nuestra impresión es que la población total se ha estimado en sólo 17.250.000 personas; ésta es al menos la media de las cifras ofrecidas por cuatro autoridades en la materia. Supongamos que la mitad sean niños, y la mitad del resto mujeres, y con ello tendremos sólo una población masculina adulta de menos de cuatro millones y medio en la mitad sur del Nuevo Mundo. ¡Vosotras, almas de Cocker y de De Morgan!12, explicadnos cómo podemos afirmar que diez millones de personas consumen coca, y quedarnos aún con cierta cantidad de abstemios. Sin embargo, nunca se ha dicho que se consuma coca fuera de Perú, Bolivia y Brasil. La población de estos tres países alcanza la cifra, según las autoridades más prestigiosas, de tan sólo diez millones; por lo tanto, todos los hombres, mujeres y niños deberían ser coqueros para llegar a la cantidad citada. Examinando este tema en otro de sus aspectos, Johnston afirma que la cantidad media consumida por un coquero está entre 28 y 42 gramos diarios, o, de acuerdo con la forma habitual de calcular, entre 10 y 15 kilogramos al año. Sin embargo, la producción estimada, que consideramos excesiva, es en realidad demasiado pequeña para todos los consumidores, puesto que sólo permitiría a cada coquero disponer de alrededor de 1,35 kilogramos por año. Con todos los respetos hacia tan alta autoridad, nos aventuramos a sugerir que si el número de los que se consumen coca se limitara a dos millones, y el suministro a 9.000.000 kilogramos, o 4,5 kilogramos anuales por persona, no habría problema. No obstante, para no hacer perder la paciencia a nuestros lectores, nos abstendremos de ofrecer más cálculos ni los fundamentos en los que se basan. Al principio, los españoles se opusieron enérgicamente al uso de la coca; la anatematizaron en todas partes, como hicieron con el tabaco sus adversarios en el Viejo Mundo, pero esta oposición sólo consiguió que se extendiera 12 Nota del traductor: Cocker y De Morgan fueron dos ilustres matemáticos. 42

el hábito. Posteriormente, los españoles, al pensar en los beneficios que podría generar para ellos el monopolio de esa planta, tomaron el control del cultivo y, empleando la fuerza, pusieron a su servicio a los indios de los Andes, para perjuicio de éstos, que sufrieron mucho a causa del cambio de clima. Al ser tan numerosas las quejas que se remitieron al gobierno, el virrey, don Francisco de Toledo, abrazó la causa de los indios, publicó setenta y un decretos a su favor y acabó con la especulación. Se dice que en 1583 el gobierno de Potosí obtuvo una suma no inferior a 100.000 libras, procedentes del consumo de entre noventa mil y cien mil cestas de esta hoja. El cultivo de la coca es, por tanto, una característica importante de la agricultura peruana, y tan sumamente lucrativa que una plantación de coca, cuyo coste original y gastos normales ascienden a unas 500 libras durante los veinte primeros meses, producirá, al cabo de otros diez meses, un beneficio neto de 340 libras. La coca posee un olor ligeramente aromático y agradable, y cuando se mastica desprende una agradable fragancia; su sabor es moderadamente amargo y astringente, y se parece en cierto modo al té verde; tiñe la saliva de un color verdoso. Sus efectos sobre el organismo son estomacales y tónicos, y se dice que es beneficiosa para prevenir las fiebres intermitentes, endémicas en esta región. El modo de empleo de la coca consiste en mezclarla en la boca con una pequeña cantidad de lima que se extrae de unas conchas, de forma muy parecida a como se utiliza el betel en el Este. Con esto, un puñado de maíz seco y una bola de arrurruz, un indio podrá viajar a pie casi quinientos kilómetros trotando delante de un caballo. Se dice que en los caminos más transitados los guías indios tienen ciertos sitios donde tiran sus cocadas, que se van acumulando formando montoncitos, los cuales sirven después como mojones para medir las distancias; por tanto, en lugar de decir que un lugar está a cierta distancia de otro, suele medirse por cocadas. El doctor Weddell afirma que los bolivianos tienen el hábito de añadir a las hojas, en lugar de lima, una sustancia llamada llipta, elaborada con cenizas de la planta quinoa; en otras zonas se usan las cenizas de otras plantas, como por ejemplo las de las hojas de guarumo en el Amazonas. Con estas cenizas alcalinas se elaboran tortitas que se venden en los mercados. Normalmente, el peruano guarda su coca en una bolsita llamada chuspa, que lleva colgada a un lado, y que coloca delante cuando quiere renovar su chique, lo cual hace a intervalos regulares, incluso cuando está de viaje. El indio 43

que se prepara para mascar, en primer lugar se coloca de la manera más cómoda que le permitan las circunstancias. Si lleva carga, la deja en el suelo; se sienta, colocándose entonces su chuspa sobre las rodillas y saca de ella, una a una, las hojas que van a constituir su nueva cocada. La atención que dedica a esta tarea es digna de elogio. La complacencia con la que el indio mete su mano en las hojas de una chuspa bien llena y el dolor que parece experimentar cuando la bolsa está casi vacía merecen ser contemplados, ya que estos pequeños detalles demuestran que para el indio el consumo de coca es una verdadera fuente de alegría, y no la simple consecuencia de una necesidad. Recordamos a una señora mayor13 que tenía el hábito de esnifar rapé con el mismo ceremonial. En primer lugar, se sentaba cómodamente, se arreglaba el vestido y se alisaba el delantal. En ese momento dejaba a un lado y olvidaba las ocupaciones más importantes. La siguiente operación consistía en extraer de un receptáculo grande, cuya entrada estaba tapada con los pliegues de sus prendas externas, un gran pañuelo marrón con pequeñas manchas amarillas —lo recuerdo a pesar de haber transcurrido muchos años— que colocaba sobre su regazo. Otro paso consistía en extraer del mismo receptáculo misterioso una caja negra de forma circular barnizada, del mismo diámetro que una caja de afeitar, pero de un grosor de apenas una pulgada; la limpiaba con cuidado con el pañuelo, y a continuación la sujetaba con la mano izquierda, la colocaba sobre la palma de la mano y presionaba con el pulgar por un extremo y con las puntas de los demás dedos por el otro. Un golpecito ligero —o dos—, pero repetidos, sobre la parte superior de la caja, constituía el comienzo de la cuarta operación, que terminaba al coger la parte superior de la caja con los dedos de la mano derecha de la misma forma que agarraba la inferior con la izquierda, elevarla con delicadeza oblicuamente, como si fuera sobre una bisagra —aunque no tenía ninguna— y dejarla, cuando estaba en posición casi perpendicular, a cargo de los desocupados dedos índice y pulgar de la mano izquierda, mientras la mano derecha quedaba libre por completo. ¡Qué radiante era su sonrisa cuando el polvo amarillo ocupaba al menos la mitad del interior de la caja abierta! ¡Qué triste era su expresión cuando no lograba la sagrada consumación! Observamos 13 ¿Por qué a las mujeres que tienen este hábito se las suele describir como ‘señoras mayores’? 44

a continuación los dedos extendidos, y la hábil destreza con la que el dedo índice y el pulgar recogen la dosis acostumbrada y la llevan hasta los órganos olfativos. ¡Con qué cuidado la lleva, primero al orificio derecho y después al izquierdo, y la introduce con dos enérgicas inspiraciones! Retira los dedos, que cierran la caja, la cual limpia y devuelve al receptáculo. Primero los dedos, y luego la nariz, se ven sometidos al mismo proceso purificador por medio del pañuelo marrón. Después, aunque no se vea ninguna partícula de polvo en ningún sitio, limpia toda la parte delantera de su cuerpo, desde la barbilla hasta las rodillas; vuelve a meter el pañuelo entre los pliegues del vestido; alisa el delantal con las dos manos, lanza un apagado gemido de satisfacción y reanuda el trabajo, que había olvidado durante todo este tiempo, hasta que otra ocasión parecida le exija detenerse. Pero volvamos a la coca, cuyos efectos se describen como de la más extraordinaria naturaleza, totalmente distintos a los generados por cualquier otra planta de ningún lugar del mundo. Se dice que el principio excitante es tan volátil que las hojas, después de haberse conservado durante doce meses, pierden completamente su poder y no sirven para nada. Los grandes montones de hojas recién secadas, especialmente cuando los cálidos rayos del sol caen sobre ellas, desprenden un olor muy fuerte que se parece al del heno cuando contiene una gran cantidad de meliloto. Los nativos nunca permiten a los extranjeros dormir cerca de ellas porque les producirían fuertes dolores de cabeza. Cuando se guarda en pequeñas cantidades y pasan algunos meses, la coca pierde su aroma y parte de su potencia. El novicio cree que el olor a hierba y la frescura se perciben igual cuando la coca es fresca que cuando no lo es. Los nativos aseguran que, si no se usa lima, que siempre erosiona la boca de los extranjeros, la coca no muestra su verdadero sabor, el cual sólo puede apreciarse después de haberse utilizado durante mucho tiempo. Tiñe de verde la saliva que el usuario traga con cuidado, y permite obtener una infusión de ese mismo color. Pöppig probó esa infusión y descubrió que tenía un sabor sin matices, parecido al de la hierba, pero experimentó toda la energía de sus principios estimulantes. Cuando se toma por la noche produce agitación, insomnio y, en general, sensaciones desagradables, mientras que si se expone uno a ella por la mañana, se da un efecto similar, aunque ligeramente menor, acompañado de pérdida de apetito. El doctor Archibald Smith, de Huanaco, cuando en cierta ocasión no disponía de té chino, probó la coca para sustituirlo, pero experimentó unas sensaciones tan molestas de excitación nerviosa que no se atrevió a utilizarla de nuevo. No es infrecuente este uso; y los indios hacen fiestas de té o ter45

tulias para tomar la infusión hecha con las hojas, y para mascarlas. Algunos afirman que el efecto de las bebidas de té de coca es agradablemente estimulante. Es normal en esas ocasiones decir: «Vamos a coquear y acullicar», es decir, «Vamos a consumir coca». Mascar coca se convierte prácticamente en una pasión para quienes se abandonan a ella; y se afirma que, cuando una persona se ha iniciado en el hábito, nunca se interrumpe, y que no se conoce ningún coquero que se haya regenerado. Para abandonarse al disfrute de este narcótico los peruanos se expondrán a los mayores peligros. Puesto que su estímulo se desarrolla de modo más completo cuando el cuerpo se encuentra exhausto por el esfuerzo, o la mente por la conversación, la víctima se apresura entonces a retirarse a un tenebroso bosque y, tirándose bajo un árbol permanece allí tendido, sin hacer caso de la noche ni de las tormentas, sin refugio ni fuego, sin ser consciente de las inundaciones, ni de la lluvia, ni de los tremendos vientos que barren el bosque; y tras entregarse durante dos o tres días enteros a la ocupación de mascar coca, vuelve a su morada, con los miembros temblorosos y el semblante pálido: el miserable espectáculo del disfrute antinatural. Quienquiera que se tope con el coquero bajo tales circunstancias, y que al hablarle interrumpa los efectos de esta intoxicación, seguramente atraerá sobre sí el odio de esta criatura medio enloquecida. El hombre al que en alguna ocasión le invada la pasión por esta práctica, si se halla en circunstancias que favorezcan su vicio, es un ser perdido. Pöppig se informó sobre muchos casos mientras estaba en Perú, donde jóvenes de las mejores familias, al visitar los bosques de manera ocasional, habían comenzado a utilizar coca para pasar el rato y habían ido adquiriendo el gusto por la misma, y desde aquel momento ya estaban perdidos para la civilización; como si se hubiera despertado en ellos algún instinto perverso, se negaban a volver a sus hogares y se resistían a los ruegos de sus amigos, que en ocasiones descubrían las guaridas de estos infelices fugitivos, quienes se retiraban a algún lugar alejado o aprovechaban la primera oportunidad para escapar, si se los había llevado de vuelta al pueblo. Tan seductor se vuelve este hábito —ya que no podemos dudar de la veracidad de estos testimonios— que ni su hogar, ni los amigos, ni la familia, ni la sociedad, ni el miedo, ni el amor, ni el respeto, ni ninguna otra criatura, ni la pasión, parecen tener el poder de recuperarlos de nuevo desde su monomanía a un estado racional de existencia. Las virtudes de la coca deben ser de lo más asombroso. Se dice que los indios habituados a su consumo, gracias a ella se ponen en condiciones de 46

resistir el trabajo en las minas, entre nocivos efluvios metálicos, sin descanso, comida, ni protección ante las adversidades climáticas. Corren cientos de kilómetros por desiertos, llanuras y agrestes montañas, manteniéndose sólo con coca y un poco de maíz seco; y también suelen actuar como mulas al transportar cargas por pasos por los que los animales no pueden andar. Hay quien atribuye esta frugalidad y este poder de resistencia a los efectos del hábito, y no al consumo de coca; pero el indio es voraz por naturaleza y se sabe que los españoles eran incapaces de realizar las hercúleas tareas de los peruanos hasta que se acostumbraron a consumir coca; además, se afirma que sin ella los indios pierden tanto el vigor como la capacidad de resistencia. Durante el sitio de La Paz de 1781, cuando los españoles estaban bajo constante vigilancia, privados de provisiones y sufriendo las inclemencias del invierno, según narran las crónicas, se libraron de la enfermedad y de la muerte al recurrir a esta planta. Algunos de los que niegan muchos de los efectos, que se dice que son producto de su consumo, admiten que la coca es útil medicinalmente como preventivo contra las fiebres propias de un clima como el de Perú. El consumo tanto de coca como de cáñamo narcótico produce alucinaciones, pero no en el mismo grado, como al principio podría parecer. El uso excesivo de esta planta, como ocurre con todos los narcóticos, se manifiesta a través de unos efectos terribles. Una descripción de la que hemos tenido noticia ofrece detalles no muy agradables. Afirma que ese abuso causa rápidamente enfermedades orgánicas y una disminución de las facultades intelectuales, pero que, aun así, se puede seguir con el hábito durante muchos años, sobre todo si el consumo ha sido intermitente, y el coquero a veces alcanza la edad de cincuenta años con relativamente pocas dolencias. No obstante, cuanto más frecuentes son las orgías, especialmente en un clima cálido y húmedo, más pronto se evidencian sus efectos destructivos. Por esta razón, los nativos de las zonas frías y secas de los Andes son más proclives al consumo de coca que los de los bosques cercanos, donde sin duda otros estimulantes ocupan su lugar. La debilidad de los órganos digestivos, la cual, como la mayoría de las enfermedades incurables, se incrementa progresivamente en mayor o menor grado, es lo que primero afecta al desgraciado coquero. Esta dolencia, que se denomina ‘opilación’, puede ser leve al principio, pero pronto se convierte en grave. Entonces se presentan las obstrucciones biliosas, junto con los miles de síntomas dolorosos que se agravan por culpa del clima tropical; a continuación aparecen la ictericia y la degeneración del sistema nervioso, además de dolores de cabeza y una debilidad tan fuerte 47

que el paciente pierde rápidamente todo el apetito. El blanco de los ojos adquiere un color plomizo y sobreviene una incapacidad total para dormir, lo cual agrava la depresión mental del pobre individuo, el cual, a pesar de todas sus enfermedades, no sólo no es capaz de abandonar el consumo de la hierba a la que debe su sufrimiento, sino que además desea tomar licores. El apetito se hace muy irregular, en ocasiones desaparece por completo y a veces es voraz como el de un lobo, en especial por alimentos de origen animal. Así se van sucediendo los años de sufrimiento, después de los cuales llega una dolorosa muerte. Esta característica de perturbar el sueño por culpa de un uso excesivo de coca fue observada por Weddell, como resultado del consumo moderado — en el marco de un experimento— de una infusión de las hojas, lo que le llevó a suponer que el principio químico del té, llamado teína, estaba presente en ellas. El profesor Frémy las estudió basándose en esto, pero no encontró en ellas esa sustancia, y todavía no conocemos sus propiedades completamente. A la coca se le atribuye el poder de mantener las fuerzas en ausencia de cualquier otro nutriente. Los indios afirman que, cuando la consumen, no sienten los dolores del hambre ni los de la sed, que pueden realizar los trabajos más difíciles con poco o nada de comida, insensibles al frio y al agotamiento; que con su uso pueden ascender los pasos escarpados de los Andes llevando pesadas cargas, y sin lasitud ni pérdida de aliento. Cuando Tschuddi estuvo en el Puna, antes de salir a cazar bebía siempre una potente infusión de hojas de coca. Después, afirma él, podía subir colinas durante todo el día y perseguir animales salvajes sin experimentar mayores dificultades respiratorias que las que habría notado haciendo eso mismo a nivel del mar. Según cierto relato, un nativo que se dedicó a hacer excavaciones fatigosas durante cinco días y noches no probó ningún alimento durante ese período, y sólo durmió dos horas por noche. Mascaba habitualmente hojas de coca, hasta el extremo de ingerir unos catorce gramos cada dos o tres horas, y siempre tenía una mascada en la boca. Cuando terminó el trabajo, hizo un viaje de ciento treinta kilómetros por terreno montañoso, llevando el paso de una mula y deteniéndose sólo para reponer la mascada. Al finalizar su labor se hallaba dispuesto a realizar muchas más sin comida, pero con una ración abundante de coca. Este hombre tenía sesenta y dos años, y nadie recuerda haberle visto enfermo en toda su vida. Por esta razón, que parece actuar como un sustituto de la comida, algunos ilustres e ingeniosos autores lamentan que no se haya sido en países como el nuestro, donde sería extremadamente valiosa para los pobres en épocas de escasez y penurias. 48

¿Qué dice la ciencia sobre este poder tan extraordinario? Una de estas dos afirmaciones es cierta: o bien la coca contiene algún principio nutritivo que permite mantener las fuerzas, o bien no lo contiene, y en consecuencia engaña al hambre cuando ejerce su acción estimulante sobre el organismo. En lo que respecta a la existencia de un principio nutritivo en la coca, no podemos rechazarlo en vistas del nitrógeno que contiene, además de los productos derivados del carbono que hay en la hoja; sin embargo, su proporción es tan pequeña comparada con su masa total, especialmente teniendo en cuenta la cantidad que un coquero consume cada vez, que prácticamente no se puede tener en cuenta. Además, también se ha afirmado que la coca, en la forma en que se toma habitualmente, no sacia el hambre. Los indios que acompañan a los viajeros mascan hojas durante el día, pero, al caer la noche, llenan sus estómagos como hambrientos, devorando, en una sola comida, cantidad suficiente para satisfacer a un hombre normal durante dos días. El indio de los Andes es como el buitre de estas montañas: cuando abundan las provisiones, engulle con avidez; cuando son escasas, su fuerte naturaleza le permite saciarse con muy poco. Éstos son los datos; ¿cuál es la conclusión? Que el uso de la coca tal vez ayuda a soportar la falta de alimentos; pero que este efecto se limita a una estimulación muy peculiar, diferente de la de los excitantes ordinarios, especialmente el alcohol. El licor proporciona fuerza, pero esa fuerza es tan sólo un préstamo a expensas de las fuerza reservadas para el futuro. El estímulo que produce la coca es lento y sostenido, lo cual se debe en parte a su modo de empleo, igual que la infusión actúa de forma distinta a la hoja cuando se toma igual que el té o el café, y en ese caso actúa sobre el cerebro produciendo un efecto antisoporífero; pero, aunque la coca produce este efecto en cierta medida cuando se toma en grandes dosis, no actúa de manera perceptible sobre el cerebro en pequeñas cantidades. Para explicar los efectos normales de la hoja, debemos suponer que su acción es difusa, en lugar de localizada, como sucede con el té y del café, y que se produce sobre el sistema nervioso en general, lo que produce un estímulo continuo, adecuado para proporcionar a quienes se encuentran bajo su influencia esa ayuda que se ha atribuido erróneamente a sus propiedades nutritivas. No obstante, la superstición y los prejuicios han ennoblecido a esta planta a los ojos de los peruanos, que la consideran un verdadero regalo de los dioses. Su influencia y sus efectos han sido magnificados en sus mentes hasta convertirlos en algo milagroso, y ciertamente se le han atribuido poderes milagrosos, ya que ¿de qué otra forma podemos explicar esa creencia corriente entre ellos, según la cual, si un minero tira las hojas masticadas sobre 49

las vetas duras e impenetrables de metal, el mineral se ablandará y podrá trabajarse más fácilmente? ¿O que cuando se meten las hojas en la boca de una persona muerta, le aseguran un recibimiento más favorable en el mundo de los espíritus? ¿O que cuando alguien encuentra un cadáver sin enterrar, el ofrecimiento de algunas hojas, consideradas una sagrada ofrenda, permite que se libere su espíritu? Gran parte de la fidelidad del indio hacia su coca, igual que la del fumador para con su pipa de tabaco, se debe al hábito, y en este caso la influencia del hábito es más poderosa, puesto que se ha ido transmitiendo a través de muchas generaciones, y es prácticamente el único que se ha conservado. Finalmente, su uso supone una distracción, y es la única que rompe la monotonía de su existencia. Los indios peruanos tienen un temperamento triste y sujeto a accesos de melancolía. Cuando no se encuentran ocupados en trabajos de exterior, se sientan en sus cabañas mascando coca y meditando tristemente sobre sus propios pensamientos; ciertamente, el testimonio de los viajeros nos permite afirmar que en sus facciones existe una expresión de melancolía concentrada, que parece indicar un sufrimiento indefinido pero constante; no podemos asombrarnos al descubrir que esas personas buscan alivio en el mejor sustituto del opio que su país les proporciona. La coca parece disfrutar de un reinado incuestionable en los Andes; ninguna otra droga puede disputarle el trono, y es prácticamente la única que no ha sido imitado, ni para la cual se ha propuesto o utilizado algún sucedáneo. Los nativos de este país poseen una planta que, si hubiera crecido libremente en otras partes del mundo, podría haber dado lugar a un consumo más extenso. En Siberia, sin embargo, parece utilizarse muy poco el pequeño rododendro propio de esa zona, que parece ser uno de los narcóticos más potentes del mundo. Steller, botánico ruso, tenía un ciervo domesticado que quedó tan intoxicado tras comer diez hojas que, después de tambalearse durante un rato, cayó en un sueño profundo pero inquieto durante cuatro horas, después del cual se despertó, aparentemente sin ningún daño, pero no volvió a tocar las hojas nunca más. Los sirvientes de Steller, después de esto, empezaron a embriagarse con las hojas sin sufrir ningún efecto perjudicial. También se nos ha informado de que a algunos rusos se les ha acusado de embriagarse con estas hojas, las cuales se han utilizado en forma de infusión, tal como afirma Pallas, con efectos beneficiosos en el tratamiento del reumatismo crónico. Las flores de otras especies de rododendro las ingieren como narcótico el pueblo Hill, de la India, pero este consumo está poco extendido, y las personas que lo practican son tan pocas que sólo se pueden considerar 50

narcóticos de escasa importancia que se utilizan ocasionalmente, cuando no pueden conseguir otras sustancias más apreciadas. Para elaborar contenido de este capítulo estamos en deuda con los viajes por Bolivia y Perú de ese gran trío que forman los doctores Pöppig, Weddell y Tschuddi, no muy famosos ni conocidos, pero cuya información sobre estos temas es totalmente fidedigna. Tal vez los devotos de Nuestra Señora de Yungas sean tan numerosos como se ha afirmado, o quizá sólo la cifra que hemos sugerido. Tal vez la influencia de esta planta sobre el sistema digestivo sea suficiente para aliviar los dolores del hambre y para que remitan las crueldades de la sed, o puede que se trate sólo de efectos debidos a la imaginación. Quizá posea la capacidad de ablandar las rocas más duras, o de fortalecer y proteger los pulmones al ascender a las cumbres de los Andes; o tal vez todo esto no sean más que fantasías inventadas por cerebros afectados por el calor. Sea como fuere, es cierto que esta planta es muy interesante, y que está tan asociada al país en el que florece que —igual que en los siglos pasados y venideros— la coca seguirá siendo la planta característica de la nación peruana, igual que el té lo fue, y lo sigue siendo, de China.

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Las drogas que consumimos. La coca14 Samuel Johnston

La coca, el narcótico de los Andes, tiene el mismo interés que los narcóticos de los países europeos y asiáticos, tanto en el ámbito fisiológico como en el social. Es poco conocida en Europa, y su consumo está mayormente limitado a los indios nativos de Bolivia y Perú. La Erythroxylon coca es un arbusto que alcanza una altura de 1,80 a 2,10 metros, y que se parece al endrino por sus pequeñas flores blancas y sus hojas de color verde brillante. Es originario de los valles tropicales que hay en las laderas orientales de los Andes, en Bolivia y Perú, y crece de forma silvestre en muchas regiones de esos países.

Efectos generales de la hoja de coca

La hoja de coca actúa de forma distinta según el modo en que se use. Cuando se prepara en infusión y se bebe como si fuera té, produce una ligera excitación, seguida por un marcado estado de vigilia. Si se toma más cantidad, retarda la aparición del hambre, evita la falta de aliento al escalar montañas y dilata las pupilas. Sin embargo, no suele utilizarse así, sino que su uso común es mascarla en bolas, a las que se da vueltas en la boca igual que se hace con el tabaco. De esta manera su acción es más gradual y prolongada que si se toma en infusión. Es también muy distinta en cuanto a sus propiedades porque el mascado constante, la acción continua de la saliva y la influencia de la lima y las cenizas que se utilizan junto a ella permiten extraer de la hoja ciertos principios activos que el agua no disuelve por sí sola cuando se prepara en infusión. 14 Johnston, Samuel, Chemistry of common life, Vol. II, D. Appleton & Co., Nueva York, 1859. Para evitar reiteraciones, hemos suprimido las partes de este capítulo que coinciden con lo expuesto por von Bibra y Cooke en sus respectivos libros.

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El cultivo y el uso de la coca se han extendido desde las laderas orientales de los Andes hasta algunas zonas de Brasil y del río Amazonas. Pero aquí se utiliza de una forma algo distinta. Las hojas se secan y se reducen a polvo en un mortero de madera junto con las cenizas de las hojas de la Cecropia peltata, y se guarda esta mezcla para usarla después. De vez en cuando se introduce en la boca un trozo de este polvo gris verdoso, especialmente cuando se desea aliviar el hambre o la somnolencia. Aumenta la secreción de saliva, produce una sensación de plenitud y de calor en la boca, reduce la sensación de hambre e incrementa la actividad corporal. No contamos con ningún informe detallado, elaborado por un consumidor real, de los efectos especiales que produce la hoja; pero deben ser muy seductores porque, aunque ha sido estigmatizada y aún es considerada como degradante, puramente india, y en consecuencia un vicio despreciable, muchos peruanos de raza blanca de Lima y de otros lugares en ciertos momentos del día se retiran a un lugar apartado para mascar coca. Incluso los europeos de distintas partes del país han adquirido el hábito. El mascador de coca habitual se denomina ‘coquero’, y se dice que se convierte en esclavo de la hoja, más que el bebedor habitual lo es de los licores.

Historia química de la hoja de coca

Conocemos poco sobre la química de esta planta notable. Sin embargo, se sabe que contiene al menos tres principios distintos, cuya acción conjunta seguramente produce los efectos observados. Se trata de una sustancia resinosa y aromática, un principio astringente y una especia de ácido tánico. La resina aromática. – Cuando llegan a nuestro país, las hojas están cubiertas por una sustancia resinosa o cerosa, sólo parcialmente soluble en agua, pero que se disuelve rápidamente en éter. Cuando se disuelve en éter con el objetivo de extraerla, se obtiene una bonita solución de color verde oscuro, la cual, al evaporarse al aire libre, deja una resina de color marrón que posee un olor peculiar y penetrante. Cuando se expone al aire durante mucho tiempo, esta materia resinosa va encogiendo y gradualmente pierde todo su aroma, dando lugar a un material fácil de fundir e inodoro. El éter extrae al menos dos sustancias de la hoja, una de las cuales es muy volátil y tiene un olor penetrante. Es probable que en esta sustancia volátil residan sus propiedades narcóticas. Y esto es consistente con el hecho de que las hojas pierden gradualmente su olor y sus propiedades y, después de doce meses, suele considerarse que no tienen valor alguno; de ahí se deriva la afirmación de quienes viven en las regiones de la coca, que sólo ellos co54

nocen las virtudes de esta planta. Es habitual formar grandes fardos con las hojas y cubrirlos con cuero fresco que los comprime mientras se secan. Pero, independientemente del envasado, las hojas pierden poco a poco sus ingredientes volátiles, y con el transporte y el almacenaje disminuye su valor. El material resinoso volátil extraído con el éter es, por tanto, uno de los ingredientes más importantes de la hoja de coca. El principio astringente. – El té y el café, además del ingrediente volátil al que deben su aroma, contienen una sustancia blanca, amarga y cristalizable conocida por el nombre de teína; y a ella deben sus notables propiedades. La coca también contiene un principio amargo que el alcohol puede extraer a partir de las hojas. Pero este compuesto no cristaliza y aún no se ha obtenido en estado puro ni se ha estudiado con detalle. No podemos dudar de que el efecto de la hoja en quien la masca se debe en parte a la presencia de este principio, pero aún no se ha investigado fisiológicamente la naturaleza exacta de su acción sobre el organismo. Otra sustancia. – Además de estas dos sustancias, la hoja de coca contiene también una parte de ácido tánico, el cual, igual que el presente en el té, proporciona un color negro. No se han determinado las proporciones en las que aparecen los distintos ingredientes de la hoja de coca.

Cómo actúa la hoja de coca

No conocemos el mecanismo por el que la hoja de coca produce sus notables efectos. No puede aportar demasiado al organismo; por tanto, debe actuar simplemente evitando o disminuyendo en gran medida el desgaste natural de los tejidos que suele derivarse de las labores propias del organismo. La hoja de coca se parece al cannabis porque también dilata la pupila, lo cual no hace el opio. Pero se parece a éste en la fuerza que proporciona al cuerpo agotado y desgastado.

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El efecto fisiológico y la importancia del cloruro de cocaína15 Theodor Aschenbrandt

(Observaciones clínicas realizadas durante las Maniobras de otoño del año 1883 por la II Compañía de Artillería de Bavaria, 4ª división, 9º regimiento, 2º batallón) En el Volumen xxi de la revista Arch. f. ges. Physiol., de 1880, von Anrep publicó un destacado artículo sobre el efecto fisiológico del cloruro de cocaína en los animales, basándose en estudios experimentales. Su trabajo tuvo lugar en el Instituto Farmacológico de Würzburg, donde von Anrep había sido asistente no mucho antes de mi llegada allí. Por ello, era inevitable que yo hablara sobre su trabajo con el profesor Rossach, director del instituto. Von Anrep afirma al final de su estudio que también había intentado examinar el efecto del cloruro de cocaína sobre los seres humanos, puesto que sus experimentos con animales no llegaron a conclusiones prácticas. Era mi intención retomar y continuar el trabajo de von Anrep, principalmente con seres humanos, pero en aquel momento no disponía del material necesario —como seguramente les sucedió a von Anrep y a otros— para confirmar las observaciones efectuadas por Mantegazza, von Bibra y otros autores. El material necesario habría consistido en contar con personas fuertes y saludables que se expusieran a un ejercicio agotador, a pasar hambre, sed y cosas de este tipo. Ernst von Bibra ya había experimentado en sí mismo en lo relativo a los efectos fisiológicos de las hojas de coca. Según él, dosis mínimas fueron suficientes para calmar el hambre, para alegrar a un hombre y animarle a trabajar, y para aumentar su fuerza durante cierto período de tiempo en tal grado 15 Aschenbrandt T., “Die physiologische Wirkung und die Bedeutung des Cocains”, Deutsche medizinische Wochenschrift, December 1883;9:730-732. Versión inglesa: “The Physiological Effect and Significance of Cocaine Muriate on the Human Organism”. Traducción de Therese Byck. Incluido en Cocaine Papers, edición de Robert Byck, The Stonehill Publishing Company, 1974.

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que pudiera hacer ejercicio intenso de cualquier tipo. Von Bibra observó en sí mismo el efecto obtenido mascando hojas de coca mientras realizaba largas caminatas. Al principio notaba un sabor ligeramente agradable en la boca y una secreción abundante de saliva, pero no percibió ningún efecto destacable en el sistema nervioso. A pesar de que no había comido, continuó sin problemas hasta la noche y después recuperó su apetito normal. Von Bibra no sabía qué sustancia de las hojas de coca podía ser la responsable del efecto, aunque tiene una opinión al respecto diferente de la de von Gaedecke, Johnston y von Gorup. Sin embargo, todos se muestran de acuerdo en que el efecto de alterar el metabolismo es propio de sustancias activas del tipo de la cafeína. El doctor Paolo Mantegazza realizó un estudio detallado de las hojas de coca y clasificó los estimulantes psíquicos y respiratorios. Incluyó la coca entre los euforizantes narcótico-alcaloideos, aquellos que tienen un potente efecto sobre el corazón y el sistema nervioso central, y la mayoría de los cuales incrementan la capacidad intelectual en mayor o menor grado, pero producen una disminución de la sensibilidad. Según su informe, el efecto fisiológico de la coca —en aquella época no existía ningún análisis de las hojas— consiste en un sentimiento de bienestar general, placer al efectuar actividades intelectuales y un efecto beneficioso sobre la digestión, el corazón y la respiración. El efecto sobre el sistema nervioso de mascar coca es muy peculiar: una sensación de calor inunda todo el cuerpo; notamos que tenemos más energía nerviosa; nos sentimos más fuertes y más capaces de realizar actividades. Pero las fases de la embriaguez propia de la coca son diferentes de las de la embriaguez con licores: en la primera, el placer consiste en una mayor conciencia de estar vivos, en una mayor inteligencia y en ser conscientes de tener más fuerza corporal. En América se cree que la embriaguez etílica puede eliminarse, o al menos reducirse, con coca. El mismo Mantegazza afirma haber observado esto en más de una ocasión. Al final de su estudio describe el efecto fisiológico de la coca en unas pocas frases, y citaré aquí una de ellas por ser de la mayor relevancia para nosotros: en dosis medias, la coca estimula el sistema nervioso de tal forma que nos resulta más fácil el ejercicio muscular, con una importante resistencia a que nos interrumpan influencias externas. Schildbach, que ha estudiado la obra de Mantegazza con todo detalle, concluyen diciendo que, aunque la coca no fuera más que un estimulante, y no —lo cual es improbable— un medio para nutrir el sistema nervioso, aun

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así sobrepasaría a todos los estimulantes comunes en ausencia de efectos adversos y en cordialidad; por ello no se le puede negar su utilidad. Niemann logró aislar de las hojas de coca una sustancia alcalina, la cocaína, similar a la teína y la cafeína, y Fronmüller publicó artículos sobre experimentos que efectuó con ella en varios casos clínicos. Sin embargo, no fue posible confirmar los ensayos de Mantegazza. Von Anrep, al final del estudio que hemos mencionado, concluye que el efecto de la cocaína y de las hojas de coca no es igual. No obstante, creo que debo indicar que von Anrep utilizó dosis demasiado grandes, y en cambio von Bibra hablaba de dosis muy pequeñas. Además, su preparado también debía ser distinto del mío porque su cocaína es difícil de disolver en agua, mientras que la mía lo hace sin problemas. El objetivo de mi estudio es demostrar que el alcaloide de la hoja de coca, la cocaína, es la sustancia que posee la cualidad milagrosa descrita por Mantegazza, Moreno y Maíz, el doctor Unanue, von Tschudi, etc: en pequeñas dosis, el cloruro de cocaína permite a un hombre resistir grandes esfuerzos, el hambre y la sed, de forma que la cocaína debería considerarse un nutriente beneficioso para los nervios. Conseguí cocaína de Merck gracias al farmacéutico de mi localidad, el señor R. Landauer. Utilicé soluciones de 0,01, 0,05, 0,1 y 0,5 gramos por gramo de agua. Caso 1. T., un voluntario, agotado dos días después de salir de Viena en una marcha; el tiempo era extremadamente cálido. Le di aproximadamente una cucharada de agua con veinte gotas de una solución de cocaína. Unos minutos después (cinco, aproximadamente), se levantó por sí solo y recorrió varios kilómetros fácil y alegremente, y con una mochila en su espalda. T. hizo el comentario, durante el camino, de que seguramente tomó demasiada cerveza. Al preguntarle si se sentía completamente bien de nuevo, contestó que se sentía mejor que por la mañana. No observé efectos adversos; no se quejó del sabor. T. tenía fama de ser un buen soldado. Caso 2. R., herido grave en la cara durante un ataque nocturno, tuvo que ser llevado al campamento a las 11:30 de la noche. No había hielo ni ninguna sustancia tranquilizante a mano. Perdía mucha sangre y se quejaba de mucho dolor, que cesó tan pronto como recibió un poco de cocaína. El sueño en el que cayó en poco tiempo fue inquieto, pero dejó de quejarse y de mostrarse excitado. Caso 3. Una observación realizada conmigo mismo. La mañana era fresca y me sentía un poco enfermo como resultado del esfuerzo y de la falta de 59

sueño de la noche anterior. Me estaba congelando y el hecho de que hubiera que hacer maniobras no era algo que me alegrara demasiado. En el campamento bebí café caliente con cocaína; no sentí en todo el día hambre, sed ni somnolencia, y pude aguantar hasta la tarde sin problemas. Debo insistir en que estoy acostumbrado a una vida rutinaria y no estoy acostumbrado a efectuar grandes esfuerzos. Caso 4. A., con ictericia desde hace ocho días, sufría un molesto estreñimiento a causa de un error dietético. Le di polvo de jalapa, a lo cual añadí 0,01 gramos de cocaína para fortalecer su sistema nervioso. Con la excepción de un día en que llovió, el hombre pudo seguir la marcha de los otros soldados cargado con todo el equipo. Caso 5. A K., un voluntario, le administré cocaína en una solución de tintura de opio para la diarrea grave. No aceptó mi ofrecimiento de acomodarle en un carruaje, sino que permaneció con su compañía y me dijo que, al contrario de otras ocasiones en que había tenido diarrea, se sentía alegre y fuerte. Caso 6. Mi sirviente, V., había bebido mucha agua con un amigo. Me dio un vaso de esa misma agua, y olía y sabía tan mal que la escupí. Poco después acudió quejándose de dolor de estómago, presión en la cabeza, vértigos y náuseas generalizadas. El otro soldado que había bebido también se quejaba, así que les di algo de opio con vino, sin resultados. Esa noche durmieron mal, y la mañana siguiente se encontraban más enfermos. Añadí 0,01 gramos de cocaína en el café de mi sirviente, y la misma cantidad unas dos horas después. V. pudo tomar parte en la marcha de ese día, aunque había llovido mucho la noche anterior y el suelo estaba enfangado. V. me dijo que se sentía mejor. Además de estos seis casos, he utilizado cocaína en personas que se quejaban de agotamiento, especialmente después de padecer diarrea, y los resultados fueron principalmente satisfactorios. Creo que el efecto de la cocaína sobre el organismo es más benigno que el del alcohol o el café. Por último, debo señalar que conseguí mantener la compañía en buenas condiciones. Creo que parte del éxito se debe al efecto estimulante de la cocaína. Espero, con este estudio —que, por supuesto, no es completo ni exacto en lo que respecta a las dosis, y que no pretende ser ninguna demostración de las propiedades de la cocaína— haber llamado la atención de los militares y animarles a efectuar más investigaciones. Creo que he ofrecido suficientes datos sobre la utilidad de la sustancia. 60

Sobre la coca16 Sigmund Freud

La planta de coca

La planta de coca, Erythroxylon coca, es un arbusto de cuatro a seis pies de alto17. Su cultivo está muy extendido en Sudamérica, especialmente en Perú y Bolivia. Las enormes dimensiones de la producción (se afirma que llega a treinta millones de libras al año18) convierte a la hoja de coca en un artículo importante tanto para el comercio como para los impuestos, en los países donde se cultiva. En las hojas de coca se ha descubierto, además de cocaína, un tipo especial de cera, el ácido cocatánico; y una base volátil, la higrina, que tiene un olor que recuerda al de la trimetilamina. Basándonos en los informes de los químicos, hay más sustancias en las hojas de coca que aún no han sido descubiertas. Desde el descubrimiento de la cocaína, numerosos observadores han estudiado los efectos de la coca en animales y en seres humanos sanos y enfermos; en algunas ocasiones han utilizado algún preparado descrito como cocaína, y en otras las mismas hojas de coca, en infusión o a la manera en que la toman los indios. En Austria, Schroff padre realizó los primeros experimentos con animales en 1862; otros informes sobre la coca tienen como autores a Frankl (1860), Fronmüller (1863) y Neudörfer (1870). En 16 Los artículos de Freud fueron los que crearon el ambiente necesario para la popularización y la investigación médica de esta sustancia, tal como hemos explicado en la introducción histórica. De sus escritos ofrecemos un extracto del más importante: “Über coca”, Therapie. 2, 289-314, julio 1884. Versión inglesa: “On coca”. Traducción de Steven A. Edminster. Incluido en Cocaine Papers, edición de Robert Byck, The Stonehill Publishing Company, 1974. El volumen Escritos sobre la cocaína, publicado por Anagrama, Barcelona, 1999, contiene, en español, los escritos incluidos en Cocaine Papers. Traducción de Enrique Hegewicz. 17 Nota del traductor: de ciento veinte a ciento ochenta centímetros. 18 Nota del traductor: unos trece millones y medio de kilogramos. 61

lo que respecta a los trabajos efectuados en Alemania, podemos mencionar las recomendaciones terapéuticas de Clemens (1867), los experimentos en animales de von Anrep (1880) y los experimentos de Aschenbrandt en soldados exhaustos por el ejercicio físico (1883). En Inglaterra podemos citar los primeros experimentos con animales de A. Bennett (1874) y la publicación, por parte de Dowdeswell, de los resultados de un experimento sin éxito realizado en el laboratorio del University College, después del cual parece que la coca no ha merecido más investigaciones. Entre los autores franceses que han tratado el tema podemos mencionar los siguientes: Rossier (1861), Demarle (1862), Moreno y Maïz (1868), Collins (1877) y Marvaud (1874). Las primeras investigaciones que hemos mencionado generaron una enorme desilusión y llevaron a creer que los efectos del consumo de la coca, tal como se habían relatado con tanto entusiasmo en Sudamérica, no podrían reproducirse de igual modo en Europa. No obstante, los experimentos efectuados recientemente con la cocaína sintetizada por Merck en Darmstadt justifican por sí mismos la afirmación de que es el verdadero principio activo responsable del efecto de la coca, y que pueden tener lugar tanto en Europa como en Sudamérica.

El efecto de la cocaína en el ser humano sano

He realizado experimentos y estudiado, en mí mismo y en otras personas, los efectos de la coca sobre el cuerpo humano sano; mis descubrimientos coinciden fundamentalmente con la descripción que Mantegazza hace de los efectos de las hojas de coca. La primera vez tomé 0,05 gramos de cloruro de cocaína en una solución acuosa al 1 %, en un momento en que me sentía cansado por la fatiga. Unos minutos después de tomar cocaína, se nota súbitamente euforia y ligereza. Durante mi primer ensayo experimenté un breve período de efectos tóxicos que no se repitieron en los experimentos siguientes. La respiración se hizo más lenta y profunda, y me sentí cansado y somnoliento. En pocos minutos comenzó la euforia propia de esta droga, e inmediatamente después sentí una ligera disminución del pulso y más tarde un moderado incremento. He observado estos mismos síntomas físicos en otras personas, en su mayor parte de mi misma edad. A menudo, al inicio del efecto de la cocaína, los sujetos afirmaban experimentar una intensa sensación de calor en la cabeza. Yo también lo noté en mí mismo en posteriores experimentos, pero en otras ocasiones no aparecía. Solamente en dos casos me produjo mareos. En general, los efectos tóxicos de la coca son de duración breve, y mucho menos 62

intensos que los producidos por dosis efectivas de quinina o de salicilato de soda; parecen debilitarse aún más con el uso repetido de la cocaína. Mantegazza menciona los siguientes efectos ocasionales de la coca: eritema transitorio, un incremento de la cantidad de orina, sequedad de las membranas mucosas conjuntival y nasal. La sequedad de la mucosa de la boca y la garganta es un síntoma habitual que se prolonga durante varias horas. Algunos investigadores (Marvaud, Collan) hablan de un ligero efecto catártico. Distintos observadores ofrecen informes muy distintos acerca del efecto sobre el pulso. Según Mantegazza, la coca produce rápidamente un considerable aumento del ritmo del pulso que se acelera más con dosis más altas; Collin también notó una aceleración del pulso después de tomar cocaína, mientras que Rossier, Demarle y Marvaud experimentaron, después de la aceleración inicial, un enlentecimiento más duradero. No encuentro complicado explicar esta ausencia de acuerdo; en parte se debe a las distintas preparaciones utilizadas (infusión caliente elaborada con las hojas, solución de cocaína fría, etc.) y a la vía de administración, y en parte a las diferentes reacciones individuales. Se dice que hay personas que no toleran la coca en absoluto; por otro lado, he conocido no pocos a quienes no les ha afectado una cantidad de 0,05 gramos, que para mí y para otras personas es una dosis efectiva. El efecto psíquico del cloruro de cocaína en dosis de 0,05 a 0,10 gramos consiste en optimismo y en una euforia prolongada, la cual no se diferencia en modo alguno de la normal en una persona sana. Se nota un incremento del autocontrol y más energía y más capacidad de trabajar. El sujeto se siente normal y le cuesta creer que se encuentra bajo los efectos de una droga. Esto último nos lleva a pensar que el estado de ánimo inducido por la coca a esas dosis no se debe tanto a la estimulación directa como a la desaparición de los elementos individuales que causan depresión. Se podría suponer que la euforia producida por la buena salud no es más que la condición normal de una corteza cerebral bien alimentada que ‘no es consciente’ de los órganos del cuerpo al cual pertenece. Durante la embriaguez de la cocaína aparecen los síntomas que se han descrito como el maravilloso efecto estimulante de la coca. Puede realizarse trabajo intenso, físico o mental, sin notar fatiga; parece como si la necesidad de alimento y descanso, que se convierte en algo perentorio en determinados momentos del día, desapareciera por completo. Estando bajo los efectos de la cocaína se puede, si uno lo desea, comer abundantemente y sin problemas; pero tenemos la sensación de que la comida es superflua. De igual modo, cuando el efecto está desapareciendo, es posible quedarse dormido si 63

uno se mete en la cama, pero el hecho de dormir puede omitirse sin consecuencias desagradables. Durante las primeras horas del efecto de la coca no se puede dormir, pero esto no resulta molesto de ningún modo. He comprobado varias docenas de veces este efecto de la coca, que consiste en suprimir el hambre, el sueño y la fatiga, y que me permite incrementar el esfuerzo intelectual; aún no he tenido oportunidad de efectuar trabajo físico. Un colega de profesión muy ocupado me dio la oportunidad de observar un sorprendente ejemplo de la forma en que la cocaína elimina la fatiga y la sensación de hambre. A las seis de la tarde, este colega, que no había comido desde las primeras horas de la mañana y que había trabajado mucho durante el día, tomó 0,05 gramos de cloruro de cocaína. Unos minutos después dijo que se sentía como si acabara de ingerir una copiosa comida, que no deseaba comer por la noche, y que se sentía con fuerzas suficientes para dar un largo paseo. Esta acción estimulante de la coca ha quedado confirmada más allá de cualquier duda por una serie de informes totalmente fiables, algunos de los cuales son muy recientes. El efecto de una dosis moderada de coca se disipa de modo tan gradual que, en circunstancias normales, es difícil determinar su duración. Si se trabaja intensamente bajo su acción, después de tres a cinco horas hay una disminución de la sensación de bienestar, y se necesita una nueva dosis para suprimir la fatiga. El efecto parece durar más tiempo si no se realiza trabajo muscular. Es unánime la opinión de que la euforia inducida por la coca no es seguida por ninguna sensación de lasitud u otra forma de depresión. Tengo la impresión de que, después de dosis moderadas (0,05 – 0,10 gramos), al menos parte del efecto se prolonga durante más de veinticuatro horas. En mi caso, he comprobado que incluso el día después de tomar coca, mi estado es algo mejor que el habitual. Creo que existe la posibilidad de que haya una ganancia duradera en fuerza, tal como se ha solido atribuir a la coca. Parece probable, basándonos en los informes de los que disponemos, que la coca, si se utiliza durante largos períodos, pero con moderación, no es perjudicial para el cuerpo. Me parece digno de señalar —y he comprobado esto en mí mismo y en otros experimentadores que pudieron juzgar el asunto— que ni la primera dosis ni dosis repetidas producen el deseo compulsivo de seguir utilizando el estimulante; por el contrario, se nota cierta inmotivada aversión a la sustancia.

Los usos terapéuticos de la coca 64

Era inevitable que una planta con esa reputación en su región de origen, gracias a sus maravillosos efectos, fuera utilizada para tratar los más diversos trastornos y enfermedades del cuerpo humano. Los primeros europeos que fueron conscientes de ello también recomendaron el empleo de la coca con entusiasmo. Basándose en la experiencia médica, Mantegazza elaboró una lista con las propiedades terapéuticas de la coca, las cuales han recibido el reconocimiento de otros médicos. El fracaso de la coca en Europa, que en mi opinión no es merecido, tal vez pueda atribuirse a los informes sobre las consecuencias perjudiciales de su uso que aparecieron poco después de su introducción en nuestro continente; o bien a la dudosa calidad de sus preparaciones, su relativa escasez y su consiguiente precio elevado. Algunas de las evidencias que pueden citarse en favor de su uso han demostrado su validez más allá de cualquier duda, mientras que otras merecen al menos una investigación sin prejuicios. a) La coca como estimulante. El uso principal de la coca es, sin duda, el mismo que los indios han hecho durante siglos: es de gran valor en todos los casos en que el principal objetivo sea aumentar las capacidades físicas del cuerpo durante un breve período de tiempo y mantener energía de reserva para cubrir futuras demandas, especialmente cuando las circunstancias externas excluyen la posibilidad de obtener el descanso y los alimentos necesarios para los grandes esfuerzos. La coca es un estimulante mucho más potente y mucho menos perjudicial que el alcohol, y su uso generalizado sólo lo impide su precio tan alto. Muchos médicos creen que la coca podría tener un papel muy importante y llenar un vacío en el arsenal farmacológico de la psiquiatría. Es un hecho bien conocido que los psiquiatras disponen de un amplio surtido de productos para reducir la excitación de los centros nerviosos, pero ninguno que les sirva para aumentar la reducción del funcionamiento del sistema nervioso. Por ello se ha prescrito coca para los más diversos tipos de debilidad psíquica: histeria, hipocondría, inhibición melancólica, estupor y problemas similares.En términos generales, la eficacia de la coca en los casos de debilidad nerviosa y psíquica requiere más investigación, la cual seguramente llegará a conclusiones parcialmente favorables. b) El uso de coca para los trastornos del estómago. Esta es la aplicación más antigua y con más fundamento de la coca, y al mismo tiempo la que mejor entendemos. De acuerdo con los testimonios unánimes tanto de las autoridades más antiguas como de las más recientes, la coca, en sus 65





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diversas formas, elimina los problemas de dispepsia y los trastornos y la debilidad asociados a ella, y tras un uso continuado produce una curación permanente. Yo mismo lo he comprobado. Igual que Mantegazza y Frankl, he experimentado personalmente cómo los síntomas dolorosos que aparecen después de las comidas abundantes —opresión y plenitud en el estómago, molestias y ausencia de ganas de trabajar— desaparecen al eructar después de tomar pequeñas dosis de cocaína (0,025 – 0,05 gramos). El efecto de la cocaína sobre el estómago es doble (Mantegazza también lo defiende): estimula el movimiento y reduce la sensibilidad. Mantegazza afirma haber logrado los éxitos más brillantes en el tratamiento de la gastralgia y la enteralgia, así como en todas las afecciones dolorosas del estómago y el intestino, lo cual atribuye a las propiedades anestésicas de la coca. En conclusión, puedo afirmar que la coca está indicada en los casos de debilidad por atonía del estómago y en los denominados trastornos nerviosos del estómago; en estos casos es posible conseguir no sólo el alivio de los síntomas, sino también una mejora permanente. La coca en la caquexia. El uso a largo plazo de la coca también se recomienda fervientemente —y por eso se ha probado con éxito— en todas las enfermedades que implican degeneración de los tejidos, como por ejemplo la anemia severa, la tisis, las fiebres prolongadas, etc.; y también durante la recuperación de esas enfermedades. La coca para tratar la adicción a la morfina y al alcohol. En América se acaba de descubrir que las preparaciones a base de coca tienen el poder de suprimir el ansia por la morfina de los adictos, y también de reducir hasta proporciones insignificantes los síntomas severos de colapso que aparecen mientras el paciente se libra del hábito. Hay alrededor de dieciséis informes de casos en los que el paciente ha logrado librarse de la adicción; sólo en un caso la coca no ha logrado aliviar la adicción a la morfina. En cuanto al procedimiento para retirar la droga, debemos decir que en la mayoría de los casos se efectuó una reducción gradual de la dosis habitual, acompañada por un aumento de la dosis de coca; sin embargo, también se ha probado una retirada inmediata de la droga. En este caso, Palmer recomienda administrar dosis de coca a lo largo del día, cuando surja el deseo de tomar morfina. La dosis diaria de coca se reduce después gradualmente hasta que es posible abandonar total66



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mente el antídoto. Desde el inicio, los ataques sufridos durante la abstinencia fueron leves o se suavizaron después de algunos días. En casi todos los casos, el mismo paciente realizó el tratamiento por sí mismo, mientras que la cura de la adicción sin la ayuda de la coca, tal como se practica en Europa, requiere vigilancia del paciente en un hospital. El tratamiento de la adicción a la morfina mediante la coca no consiste simplemente en cambiar una adicción por otra; no convierte al morfinómano en coquero, sino que el consumo de coca es sólo temporal. Además, no creo que sea su efecto energizante lo que permite resistir al organismo debilitado por la morfina, sino que me inclino a pensar que la coca tiene un efecto totalmente contrario a la morfina. La coca y el asma. Tschudi y Markham dicen que masticando hojas de coca se libraron de los síntomas habituales del llamado ‘mal de montaña’ cuando escalaron los Andes; este complejo de síntomas incluye dificultad para respirar, palpitaciones del corazón, mareo, etc. Poizat informa de que los ataques asmáticos de un paciente remitieron con el consumo de coca. La coca como afrodisíaco. Los nativos de Sudamérica, que representaban a su diosa del amor con hojas de coca en su mano, no dudaban del efecto estimulante de la coca sobre los genitales. Mantegazza confirma que los coqueros mantienen una gran potencia sexual en su vejez; incluso cuenta casos de recuperación de la potencia y de desaparición de las debilidades funcionales al utilizar coca, aunque no cree que produzca ese efecto en todos los individuos. Aplicación local de la coca. La cocaína y sus sales tienen un marcado efecto anestésico cuando entran en contacto con la piel y las membranas mucosas en solución concentrada; esta propiedad sugiere su uso ocasional como anestésico local, especialmente en afecciones de la membrana mucosa.

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La cocaína y sus sales19 E. Merck

C17 H21 NO4 (Wilhem Lossen)20 La cocaína es un alcaloide que se extrae de las hojas de coca (Erythroxylon Coca Lam.) y que Niemann consiguió aislar por primera vez en 1860. En el año 1862, Lossen encontró un segundo principio alcalino volátil, la higrina, que hasta ahora se ha investigado poco; no obstante, parece que es débil y que no tiene los efectos característicos de la cocaína. Otras sustancias que se han extraído de las hojas son la ecgonina, el ácido tánico de la coca y una cera especial. Los cristales de cocaína pertenecen al sistema monoclínico; funden a 98° C, se disuelven con facilidad en alcohol, y más fácilmente aún en éter, pero en agua sólo en una proporción de 1 a 704, y a 12° C. Las sales de cocaína, por el contrario, se disuelven fácilmente en agua. La primera vez que se conoció la acción de la coca, administrada en el interior del organismo, fue en el siglo xvi (doctor Monardes, Sevilla, año 1569). En 1749, la planta llegó a Europa, fue descrita por Jussie, y Lamarck le puso el nombre de Erythroxylon coca. Tschudi, Markham, Pöppig y otros investigadores que viajaron a Sudamérica observaron que los nativos mascaban hojas de coca cuando deseaban combatir los efectos del agotamiento. Los indios maceran las hojas con cenizas de Chenopodium quinoa21 para eliminar el ácido tánico gracias a sus propiedades alcalinas, y de este modo liberan el alcaloide. 19 Merck, E., “Cocain und seine Salze”, Klinische Monatsblätter für Augenheilkunde, Zeherder, Vol. 22, November 1884. Versión inglesa: “Cocaine and its Salts”, Chicago Medical Journal and Examiner 50:157-163, February 1885. Traducción de Wm. M. Smith. Incluido en Cocaine Papers, edición de Robert Byck, The Stonehill Publishing Company, 1974. 20 Nota del traductor: Wilhelm Lossen fue el descubridor de la fórmula de la cocaína. 21 Nota del traductor: Nombre común: quinua. Es una planta alimenticia originaria de América que puede cultivarse en zonas de montaña. 69

Yo produzco el alcaloide de cocaína puro, así como sus combinaciones con ácido muriático22, ácido salicílico, ácido bromhídrico, ácido tartárico y ácido cítrico. Desde que se consiguió producir cocaína, se cree que esta sustancia es el principio activo de las hojas de coca. Al principio parecía probable descubrir una acción similar a la de alguno de los alcaloides análogos, como por ejemplo la cafeína, la teína o la teobromina. Sin embargo, ningún hecho respalda esta idea. La cocaína actúa sobre el sistema nervioso central, pero también sobre otras regiones nerviosas; en pequeñas dosis es estimulante; en grandes dosis causa parálisis. Mata a los animales de sangre caliente al paralizar su actividad pulmonar, aunque les afecta menos que a los animales de sangre fría. En consecuencia, aunque no hay duda de que la cocaína es un veneno, sus propiedades tóxicas son relativamente ligeras y su acción no es acumulativa. Schroff, que en 1862 efectuó los primeros experimentos con este fármaco, observó que los cachorros de perro, después de una dosis de 0,05 gramos por vía oral, mostraban una respiración fluctuante y una midriasis transitoria. Si esa misma dosis se administraba por vía subcutánea, causaba la muerte del animal, que sufría convulsiones de tipo epiléptico y una fuerte midriasis que desaparecía en cuanto moría. En ranas, la aplicación de 0,001 gramos va seguida por una incapacidad total para moverse; la dosis letal es de 0,002 gramos. Según Fronmüller —quien en 1863 estudió la acción narcótica de la cocaína—, de 0,03 a 0,33 gramos, administrados internamente en un ser humano, no producían ningún efecto importante; en un caso el sujeto se durmió. El pulso y la respiración se aceleraban un poco al principio, pero después su ritmo era inferior al normal. En un caso de intento de suicidio, 1,5 gramos de cocaína no ejercieron ningún efecto perjudicial sobre la salud. En consecuencia, la dosis letal para el hombre debe ser muy elevada, a no ser que se demuestre que los preparados que se utilizaron no eran de cocaína pura. Basándonos en los experimentos efectuados hasta ahora con infusión de coca, podemos considerar que las hojas contienen de un 0,02 a un 0,2 por ciento de cocaína. De mi cloruro de cocaína, una dosis de 0,05 gramos parece ser eficaz para un ser humano. Un hombre, después de una inyección subcutánea de una solución atenuada de cocaína, siente al principio una sensación de calor, después pierde 22 Nota del traductor: Expresión antigua para designar el ácido clorhídrico. 70

la sensibilidad en la zona de la inyección; finalmente, enrojece la piel, y después de treinta minutos vuelve a su estado normal. Aplicada en la lengua, disminuye su sensibilidad nerviosa. Hace poco tiempo, el doctor Theodor Aschenbrandt, en el número 50 (1883) de Deutsche Med. Wochenschrift, se ha presentado como el paladín de la cocaína porque le atribuye cualidades muy beneficiosas cuando existe debilidad, especialmente la causada por la diarrea. Durante el mes pasado, el profesor E. v. Fleischl, de Viena, y el doctor Sigmund Freud, médico del Hospital General de Viena, han experimentado con esta preparación. El primero afirma que la cocaína, mediante inyección hipodérmica, ha demostrado ser una ayuda muy valiosa contra el uso continuado de morfina, y también para contrarrestar una dosis letal de esta droga. Este hecho, por sí solo, debería bastar para que este fármaco ocupara un lugar destacado entre los tesoros de la medicina. Los doctores que hemos mencionado dicen haber administrado el fármaco en forma de cloruro, en dosis de 0,05 a 0,15 gramos diarios, llegando en algún caso a un máximo de 0,5 gramos, en solución acuosa. El doctor Freud ha realizado varios experimentos consigo mismo y con otras personas y, además de un constante aumento de fuerza física, ha detectado una verdadera euforia generada por la coca. La sensación de hambre y el deseo de dormir desaparecen mientras dura su acción. En las líneas siguientes trataré la cuestión del valor terapéutico de la cocaína, y debo señalar que hasta ahora sólo podemos establecer los fundamentos para futuras investigaciones. Para tal fin se experimentará con el fármaco en diversos campos de la medicina, así que esperamos obtener resultados concluyentes sobre su valor real en breve. La cocaína es un estimulante especialmente adecuado para potenciar la capacidad de trabajo del cuerpo, sin consecuencias peligrosas. Su acción es más potente que la del alcohol. Su empleo para este propósito en marchas o ascensiones a montañas es evidente. En estos casos, la dosis debe estar entre 0,05 y 0,01 gramos, y se puede repetir cuando sea necesario. Sigue siendo una cuestión a debatir si se pueden efectuar tareas mentales durante más tiempo, o si se hacen más llevaderas con su uso. Incluso en ese caso, de momento no podemos concluir si el psiquiatra podrá utilizar cocaína para el propósito de inducir más energía en los centros nerviosos. La administración subcutánea de cocaína en dosis de 0,0025 a 0,1 gramos se ha utilizado durante meses en pacientes que sufren de melancolía, con algunos resultados positivos. 71

La cocaína es un remedio para los problemas estomacales porque después de comer y beber en exceso produce una rápida mejora en el estado del paciente, además de normalizar el apetito, cuando se utiliza en dosis de 0,025 a 0,05 gramos. En la debilidad de estómago por atonía y en los trastornos nerviosos del estómago, con el uso de cocaína se puede conseguir de vez en cuando una vuelta a la normalidad. También en la caquexia se recomienda el uso de cocaína de forma continua: tisis, anemias graves y fiebres consuntivas. Administrando cocaína se ha evitado la caquexia mercúrica que sobreviene con el uso continuado de mercurio. En cualquier caso, donde la cocaína tiene más futuro es en el asunto de la morfina, y tal vez también en los problemas derivados de la abstinencia del alcohol. Un americano, W. H. Bentley, publicó en 1878 la observación de que la coca puede paralizar el ansia del opiómano por la morfina. Si se confirma todo lo que se ha publicado en relación con este asunto, este fármaco tendrá un valor incalculable. No se producen recaídas; al contrario, se puede dejar de consumir coca en el momento adecuado sin volver a tener deseos de tomar morfina. No aparecen depresión ni náuseas durante la terapia; diarreas y constipados son los únicos síntomas observados. En caso de una retirada del opio gradual o a largo plazo, se administran dosis progresivamente menores de morfina y mayores de cocaína. En casos de crisis de abstinencia absoluta y repentina, se inyectan dosis de 0,1 gramos en cuanto se siente deseo por la morfina. Con este método se convierte en innecesario el confinamiento en un sanatorio. El doctor Freud, quien observó un caso en que el paciente pasó a la fase de convalecencia positiva después de diez días de tratamiento con cocaína (0,1 gramos por vía subcutánea, tres veces al día), cree que existe un antagonismo directo entre la morfina y la cocaína. El tratamiento del hábito del alcohol es mucho más complicado. Los primeros experimentos también proceden de América, y parecen haber concluido favorablemente. Este fármaco también se ha recomendado como afrodisíaco, y el doctor Freud ha observado, sin lugar a dudas, que aparece excitación sexual tras la administración de cocaína. Como ya se ha indicado, en cuanto la cocaína entra en contacto con la membrana mucosa, produce en ella una pérdida temporal de sensibilidad. Por ello, no sólo se han realizado intentos de curar ciertas afecciones de la 72

laringe y la garganta, sino que se espera que se emplee como anestésico local en las operaciones de laringe. En el campo de la oftalmología también parece estar asegurado el uso frecuente de la cocaína. El 15 de septiembre, en la reunión de la Sociedad Oftalmológica de Heidelberg, se habló sobre los experimentos del doctor Koller, establecido en Viena. El doctor Koller ha experimentado en ojos de animales —además de en los suyos propios— en varias ocasiones, y ha descubierto que, inmediatamente después de aplicar una solución de cloruro de cocaína al dos por ciento, se produce cierta quemazón que dura menos de un minuto, a la cual sucede una vaga sensación de sequedad. Los párpados del ojo quedan más abiertos; desaparecen la acción refleja que se produce cuando nos aproximamos a la córnea, el movimiento de la cabeza, el de los párpados y el retraimiento del globo ocular. En este estado, se puede frotar la córnea con una cucharilla sin que aparezcan sensaciones desagradables; incluso se pueden extraer los bulbos conjuntivales con fórceps. La anestesia del ojo dura unos diez minutos, aunque la falta de sensación puede persistir durante algunas horas. Entre veinte y treinta minutos después de la instilación, la pupila se dilata, y vuelve a su estado normal en unas horas (doce, aproximadamente). La única anormalidad observada en este período es una ligera parálisis de la acomodación ocular que se soluciona fácilmente. En cuanto al resto de las funciones, todas siguen intactas. El doctor Koller ha determinado el efecto anestésico de la cocaína en animales a los que había provocado una queratitis por irritación causada por cuerpos extraños. Él pronostica un gran futuro para la cocaína en la labor de eliminar cuerpos extraños de la córnea, así como en operaciones de más entidad (eliminación de cataratas, iridectomía), o como agente narcótico en afecciones de la córnea o la conjuntiva. En breve se determinará cuál es la sal de cocaína que puede utilizarse con mayor éxito en oftalmología. Falta decir que los experimentos cuyos resultados hemos descrito se han efectuado, sin excepción, con las preparaciones comercializadas bajo el nombre de ‘Solución de cloruro de cocaína de Merck’; sólo a ellas son aplicables las dosis y los efectos que hemos mencionado.

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Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo23 Karl Koller

Me gustaría informar sobre algunos experimentos que he realizado en el ámbito de la anestesia ocular. Es de conocimiento público que la cocaína, el alcaloide que Niemann, discípulo de Wöhler, extrajo de las hojas de Erythroxylon coca, posee la notable propiedad de anestesiar la punta de la lengua cuando se aplica localmente. Esta propiedad fue descubierta por el profesor Schroff, el primero en mencionarlo en 1862 ante esta sociedad. Se sabe también que la cocaína, por medio de la circulación sanguínea, contrae las arterias periféricas, y también que dilata la pupila tanto mediante aplicación sistémica como local. De esto se puede deducir que se ha instilado cocaína en el ojo durante los últimos años, y los fenómenos a los que no se ha prestado atención serán el objeto de mi comunicación. La aplicación interna de cocaína de forma repetida se ha abandonado. En el año 1880, el doctor von Anrep publicó un detallado artículo experimental sobre la cocaína, al final del cual señalaba que su acción anestésica local puede ser relevante. Para nosotros, los médicos de Viena, quien ha puesto de relieve la importancia de la cocaína ha sido mi colega del Hospital General, el doctor Sigmund Freud. Comenzando con el supuesto de que una sustancia que paraliza las terminaciones nerviosas de la mucosa de la lengua podría ejercer la misma acción en la córnea y la conjuntiva, he realizado, en el laboratorio del profesor Stricker, varios experimentos con animales, de los cuales he obtenido los resultados que describo a continuación. Unas pocas gotas de una solución acuosa de cloruro de cocaína, aplicadas en la córnea de una cobaya, conejo o perro, o instiladas en el saco conjuntival de la forma habitual, causan un breve parpadeo, consecuencia evidente 23 Koller, Karl, “Über die Verwendung des Kokains zur Anasthesierung am Auge”, Wien. Med. Wochenschr 1884;34:1276. Versión inglesa: “On the use of cocaine to anaesthetize the eye”. En: Knapp, H., Cocaine and its uses in ophthalmic and general surgery, G. P. Putnam’s Sons, New York & London, 1885. 75

de una ligera irritación. Después de medio o un minuto, el animal vuelve a abrir los ojos, que gradualmente adoptan una mirada fija. Si se toca la córnea con la cabeza de un alfiler (evitando rozar las pestañas), los párpados no se cierra por reflejo, el globo ocular no se mueve, el animal no retira la cabeza y permanece completamente quieto; con la aplicación de más gotas podemos observar que la córnea y la conjuntiva quedan anestesiadas completamente. En relación con el asunto de la anestesia, debo mencionar algunos puntos de interés práctico: 1. El efecto anestésico de la cocaína es acumulativo hasta cierto punto. Si cuando se está retirando el efecto se vuelve a instilar cocaína, se obtiene una segunda acción anestésica que dura más que la primera. De esta forma, mediante instilaciones cada cinco minutos durante un largo período, he llegado a lograr una anestesia completa de quince a veinte minutos de duración. 2. La anestesia es principalmente local, es decir, es más intensa en los sitios que han estado en contacto con la solución directamente y durante mayor tiempo. 3. Puesto que puede demostrarse que la cocaína se absorbe, y que con cada instilación penetra cierta cantidad en el interior del ojo, podemos suponer a priori que la estructuras más internas del ojo podrían anestesiarse si a ellas llegaran cantidades suficientes del fármaco. Pero, puesto que la absorción requiere algún tiempo, y la anestesia de la córnea es de duración breve, ésta habrá desaparecido antes de que aparezca en el iris y los cuerpos ciliares. Por tanto, debemos anestesiar de nuevo la córnea. Pueden cumplirse las dos condiciones mediante aplicaciones sucesivas. Con instilaciones de una solución al 5%, realizadas cada cinco minutos y continuadas durante media hora, he logrado verificar la acción sobre las partes más internas del globo ocular, en la medida en que su sensibilidad se redujo en gran medida. Estoy en deuda con la generosidad del doctor von Reuss, cirujano de la clínica del profesor von Jäger, por la posibilidad de probar, durante las últimas semanas, la acción de la cocaína en los ojos de sus pacientes. Desde el principio he pensado que la cocaína podría utilizarse terapéuticamente en dos direcciones: en primer lugar, como narcótico en afecciones que cursan con dolor, y en segundo lugar como agente anestésico en las operaciones oculares.

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En lo que respecta a la primera aplicación, espero que su acción sea beneficiosa en las enfermedades de la córnea y la conjuntiva que van acompañadas de dolor y fotofobia. He utilizado cocaína en numerosos pacientes que sufrían conjuntivitis linfática con erupciones y úlceras en la córnea, y una solución al 2% en un paciente afectado de eritema flictenular. Todos los pacientes tratados de esta forma dicen que unos minutos después de las instilaciones se sienten mejor, y que el dolor y la fotofobia disminuyen considerablemente. No obstante, con la misma unanimidad se quejan de que dos o tres horas después de la aplicación vuelven el dolor y la fotofobia. En consecuencia, podemos esperar que mediante aplicaciones repetidas a esos intervalos, el dolor y la fotofobia puedan eliminarse permanentemente, o al menos reducirse. Este modo de aplicación aún no se ha probado. Bajo las condiciones a las que me he limitado en mis experimentos no he observado influencia en los diversos procesos patológicos en ningún sentido. Paso a tratar la segunda forma de empleo de la cocaína: como agente anestésico en las operaciones oculares. Realiza un excelente servicio a la hora de eliminar cuerpos extraños de la córnea, que a menudo es una tarea muy difícil debido a la agitación que muestra el paciente. En numerosos pacientes (unos treinta) induje anestesia instilando dos gotas de una solución al 2% en la córnea, mientras el paciente miraba hacia abajo. Repetí la aplicación en un intervalo de tres a cinco minutos. Todos estos pacientes afirmaron haber perdido la sensación de cuerpo extraño; dejaban sus ojos totalmente quietos mientras se extraía el cuerpo extraño de la córnea con una aguja, y cuando se les preguntaba qué habían sentido, todos contestaban que no habían notado nada.

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La coca erythroxylon y sus derivados24 Resumen de su historia, origen botánico, producción y cultivo, composición química, aplicaciones terapéuticas; acción fisiológica y preparados medicinales. Incluyendo informes sobre su empleo en: cirugía general y secundaria, oftalmología, otología, laringología, ginecología, cirugía genitourinaria, nasal y dental, tratamiento de la adicción al alcohol y al opio, medicina general, etc.

Introducción

Pensamos que una narración sencilla de los hechos relacionados con el arbusto de la coca y sus derivados, y especialmente de su alcaloide —la cocaína— y del extraordinario papel que sus distintas preparaciones tienen en la práctica, constituye un capítulo de la historia de la medicina y de la cirugía lleno de interés no sólo para el médico, el cirujano y el terapeuta moderno, sino también para todos los que reconocen la importancia de una droga que, gracias a sus propiedades estimulantes, puede sustituir a la comida, convertir al cobarde en valiente, al silencioso en elocuente, liberar de su esclavitud a los adictos al alcohol y al opio; y, como agente anestésico, permitir a quien sufre ser insensible al dolor, y al cirujano elevar el nivel de lo que podemos llamar ‘cirugía estética’ hasta un punto antes inalcanzable. El propósito de esta recopilación es presentar estos datos para beneficio de la profesión médica, y con ello mostrar el amplio rango de aplicaciones de la droga y de sus derivados, así como describir algunos de los preparados más adecuados para el uso interno y externo que ya se han presentado a este gremio. 24 Extracto de un folleto publicitario de la compañía Parke, Davis & Company publicado en 1885. Compilado por el Departamento Científico de Parke, Davis & Co., Detroit y Nueva York, 1885. Incluido en: Cocaine Papers, edición de Robert Byck, The Stonehill Publishing Company, 1974. 79

Aplicaciones en medicina y cirugía. Preparaciones más adecuadas para uso interno, tópico e hipodérmico

Una enumeración de las enfermedades en las que la coca y la cocaína han demostrado ser útiles debería incluir casi todos los tipos de problemas de salud. La prensa médica está tan repleta de informes sobre su eficacia en tantas afecciones que un optimista podría pensar que no resulta exagerado suponer que la coca y sus derivados son la panacea universal contra los males de la humanidad. Dejando a un lado las exageraciones propias del entusiasmo, no podemos dudar de que la cocaína merece un lugar al lado del opio y la quinina en los ámbitos de la medicina y la cirugía, y se ha observado que la coca es mejor estimulante y energizante que el té y el café. Podemos resumir de este modo las aplicaciones terapéuticas de la cocaína: 1. Estimulante para realizar trabajos físicos o mentales no habituales. 2. Para los problemas de estómago. 3. En la caquexia. 4. Para combatir los problemas derivados del consumo de morfina y alcohol. 5. Contra el asma. 6. Como afrodisíaco. 7. Como anestésico local. Su utilidad como anestésico local ha sido más sobradamente demostrada que cualquier otra aplicación. Es, con toda seguridad, el mejor agente que el médico o cirujano tiene a su disposición para facilitar intervenciones quirúrgicas menores, exploraciones y operaciones de cualquier tipo. Ha demostrado su utilidad no sólo para el oftalmólogo, el otólogo, el laringólogo, el ginecólogo, el rinoscopista, el dermatólogo, el cirujano maxilofacial y el cirujano genito-urinario, sino también para el médico de familia.

Preparaciones de coca y cocaína disponibles en el mercado. Instrumentos para su correcta administración y aplicación

Entre los preparados existentes podemos mencionar los siguientes, que consideramos que incluyen todas las necesidades de los médicos y los cirujanos en los diversos ámbitos de la práctica médica: Extracto de coca fluido. Alcaloide de cocaína. Vino de coca.  Citrato de cocaína en solución al 4 %. 80

Tónico reconstituyente de coca.  Hidrobromato de  cocaína puro en cristales. Cigarros de coca.  Hidrobromato de  cocaína en solución al 4%. Cigarrillos de coca.  Cloruro de cocaína  puro, en cristales. Inhalador de cocaína.  Solución de  cloruro de cocaína al 2%. Oleato de cocaína al 5 %. Solución de cloruro de  cocaína al 4 %. Solución de salicilato de cocaína al 4%. Además de estas preparaciones, se ha comercializado un estuche muy completo de cocaína, que contiene todo lo necesario para la aplicación tópica de este fármaco, y que incluye una jeringa hipodérmica, un pincel de pelo de camello, una pipeta pequeña, un vial con una solución de cloruro de cocaína, cinco cápsulas con 0,065 gramos de cloruro de cocaína cada una, y una tarjeta con instrucciones para preparar soluciones de cloruro de cocaína al dos por ciento y al cuatro por ciento. Es evidente que el extracto fluido de coca, el vino de coca y el tónico reconstituyente de coca son las presentaciones más adecuadas para la administración oral; las soluciones en forma de sales, para el uso anestésico mediante administración tópica o hipodérmica; el oleato de cocaína, para el tratamiento de la neuralgia de los nervios superficiales así como para anestesiar un diente sensible que hay que empastar; los cigarros, cigarrillos e inhaladores de coca, para las afecciones respiratorias, la tos espasmódica, la bronquitis, etc.

Cigarros y cigarrillos de hojas de coca

Hemos experimentado durante algún tiempo con la hoja de Erythroxylon coca en forma de cigarro, en primer lugar para asegurarnos de si la droga produce efectos fisiológicos con esta forma de administración, y en segundo lugar en vistas a una nueva aplicación terapéutica. Aún es demasiado pronto para expresar una opinión positiva acerca de este último punto, pero tengo suficiente experiencia para decir algo sobre lo primero. Poco después de comenzar mis experimentos, descubrí que el doctor Louis Lewis utilizaba con éxito la coca, en forma de cigarrillo, para el tratamiento de las afecciones de la garganta, y como afirma que lleva utilizando 81

la droga de esta forma desde hace nueve años, podemos dar crédito a sus palabras. Los cigarrillos del doctor Lewis están elaborados en parte con coca, y en parte con tabaco. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Sin entrar en discusiones sobre el tema, yo utilizo un cigarro hecho de hoja de coca pura, con un envoltorio de tabaco suave de primera calidad, y un cigarrillo de hoja de coca, sin tabaco, envuelto con papel de arroz de primera calidad. Quienes no tienen problemas con el tabaco pueden utilizar los cigarros, y los que sí tienen problemas pueden consumir los cigarrillos; para quienes no les gusta el envoltorio también elaboro un tabaco con hoja de coca, sin ningún otro añadido, que puede fumarse en pipa. La coca es bien conocida por la profesión médica, por lo que no es necesario ofrecer más que una breve descripción de sus propiedades. Personalmente, creo que el efecto de fumar hojas de coca confirma que esta droga produce una estimulación general de los sistemas circulatorio y nervioso. Fumar e inhalar el humo de uno o dos cigarros eleva mi pulso en ocho o nueve latidos por minuto. También disminuye la sensación de fatiga. Al fumarlos por la noche, en mi caso y en el de varios de mis pacientes, produce un estado de vigilia similar al del café fuerte. La estimulación generada no parece conllevar después ninguna sensación de abatimiento o depresión. La considero beneficiosa después de una comida copiosa, igual que cuando fumamos un puro hecho con buen tabaco. Parece proporcionar más fuerza al sistema muscular y al intelecto, con un indescriptible sentimiento de satisfacción. Resumiendo, la coca fumada parece producir el mismo efecto sobre el organismo que la que se administra internamente en forma de extracto fluido, vino o elixir, pero en menor grado. La coca alivia la debilidad nerviosa y el agotamiento en todas sus formas, sean causados por enfermedades o por cometer excesos. La fatiga desaparece y sobreviene un sentimiento indescriptible de calma y satisfacción, mayor fuerza cerebral y muscular y un deseo por realizar actividades mentales y musculares. La coca se ha utilizado con éxito en el tratamiento de la adicción al opio. Es también un excelente sustituto del tabaco. Se ha empleado con éxito en casos de dispepsia, flatulencia, cólicos, gastralgia, enteralgia, histeria, hipocondría, irritación espinal, convulsiones idiopáticas, hipersensibilidad nerviosa, y en la debilidad subsiguiente a las afecciones agudas de carácter severo. Al ser un agente energizante muy valioso, es un fármaco muy útil en la consunción y en las enfermedades debilitantes en general. Es también de 82

gran valor en los dolores de cabeza de origen nervioso, las migrañas. También se dice que es afrodisíaco.

Uso hipodérmico de la cocaína

El uso hipodérmico de la cocaína ha sido perfectamente explicado por J. M. DaCosta en el artículo titulado “Algunas observaciones sobre el uso del clorhidrato de cocaína, especialmente su uso hipodérmico”, leído ante el Colegio de Médicos de Filadelfia y publicado en la revista Medical News el 13 de diciembre de 1884. Lo interesante de esta droga es su administración hipodérmica para determinar sus efectos sobre el organismo en general. Comenzamos con una solución de al menos un 2%, y después continuamos con otra al 4%. No detectamos cambios en el pulso, la respiración ni la temperatura; tampoco hubo anestesia local en el sitio de la inyección. En lo que respecta al efecto general del clorhidrato de cocaína por vía hipodérmica, tiene alguna, pero no demasiada, influencia sobre las sensaciones. La mayoría de los pacientes hablan de una sensación de calor por todo el cuerpo, que comienza en el sitio de la inyección y se generaliza en un período de cinco a diez minutos; sin embargo, no dura mucho tiempo. En términos generales, hay cierta reducción generalizada de la sensibilidad, aunque no muy marcada y de carácter transitorio. En cuanto a la temperatura, se eleva un poco, de medio grado a un grado y medio, y se mantiene durante varias horas. El efecto más notable de la inyección hipodérmica de cocaína tiene lugar sobre la circulación. El pulso puede acelerarse o ralentizarse un poco, pero siempre se hace más fuerte. El efecto sobre las pupilas es muy marcado. Se dilatan rápidamente, y con esta alteración la visión puede volverse algo borrosa. La dilatación de las pupilas después de la inyección hipodérmica no dura más de un par de horas, y en este período el examen oftalmoscópico queda facilitado en gran medida.

La cocaína en el tratamiento de las adicciones al alcohol y al opio, y como antídoto en casos de envenenamiento por opio

El extenso estudio de la cocaína y sus sales, consecuencia del descubrimiento de su acción anestésica, ha puesto de relieve el valor terapéutico de esta droga en el tratamiento de las adicciones al opio y al alcohol. Aunque se sabe desde hace mucho tiempo que los efectos tónicos y estimulantes de la coca y sus derivados son valiosos para contrarrestar la acción 83

depresiva del opio y el alcohol, han sido investigaciones recientes las que han demostrado que la cocaína es un buen remedio en estos casos. Su acción fisiológica y sus efectos terapéuticos no dejan duda en lo relativo a su gran eficacia en el tratamiento de la adicción al alcohol, su acción casi específica para aliviar a las víctimas de la adicción al opio, y su efecto como antídoto en en casos de envenenamiento por opio o sus preparados. El profesor von Fleischl y el doctor Sigmund Freud, de Viena, han estudiado con todo detalle la acción de la cocaína, y como resultado de sus observaciones han determinado que esta droga constituye una ayuda muy valiosa contra el uso continuado de morfina, así como contra una dosis letal. Estos experimentadores han administrado la droga en forma de cloruro, en solución acuosa, en dosis de 0,05 a 0,15 gramos diarios, llegando a 0,5 gramos. En los casos de retirada gradual del opio, se administran dosis decrecientes de morfina y crecientes de cocaína. En casos de abstinencia total y repentina, se inyectan subcutáneamente dosis de 0,01 gramos en cuanto se siente deseo de tomar morfina. Con este método se hace innecesario el internamiento en un sanatorio.

El uso de la cocaína en los trastornos nerviosos

En una reciente reunión de la Asociación Neurológica Americana, el doctor J. K. Bauduy, de San Luis, leyó un informe en el que narró su experiencia con el uso de la cocaína en el tratamiento de ciertas formas de trastorno físico. Una carta, remitida por el doctor L. Bremer, de San Luis, afirma que el doctor Bauduy ha utilizado cocaína en casos de melancolía, con excelentes resultados. El doctor Bremer tuvo la oportunidad de ver el rápido y maravilloso efecto que la inyección hipodérmica de 0,065 gramos produjo en un paciente de diecisiete años, internado por padecer hebefrenia. La administración de esta cantidad de cocaína produjo una transformación mágica. Cuatro minutos después de la inyección, el paciente comenzó a hablar; conversaba de forma abierta y sensata sobre la naturaleza de su problema. En otro caso, un joven padecía una forma grave de melancolía, además de un rechazo a recibir alimentos. Cinco minutos después de la administración de la droga, tenía una apariencia tranquila y comió todo lo que se lo ofreció. Por lo que sabemos, el doctor Bauduy ha sido el primero en probar cocaína para la melancolía.

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La coca y sus aplicaciones terapéuticas25 Ángelo Mariani

INTRODUCCIÓN Cada raza tiene sus modas y sus inclinaciones. Los hindúes mascan betel; los chinos aman con pasión la potente intoxicación de opio; los europeos pasan sus horas de ocio fumando, mascando o esnifando tabaco. Guiados por un instinto más feliz, los nativos de Sudamérica han adoptado la coca. Cuando son jóvenes, se la roban a sus padres; después dedican sus primeros ahorros a comprarla. Sin ella padecerían vértigo en las cumbres de los Andes y se sentirían más débiles en su duro trabajo en las minas. La llevan a todas partes, e incluso cuando duermen mantienen la apreciada mascada en su boca. Pero, ¿deberíamos considerar la coca un simple producto que se mastica? ¿Debemos aceptar como irrevocable la decisión de ciertos terapeutas, según los cuales la cocaína no tiene ningún valor y la coca es un producto superfluo? Durante varios años, laringólogos como Fauvel, de Francia, Morell Mackenzie y Lennox Browne, de Inglaterra, y Elsberg, de América, han defendido el uso de la coca. Bajo tal patrocinio, la coca y sus preparaciones no han tardado en hacerse populares. Charles Fauvel fue el primero en usarla como tónico general, con un efecto especial sobre la laringe, y en informar sobre sus cualidades anestésicas y analgésicas. La coca se recomendó, a partir de estudios empíricos, para la estomatitis, la gingivitis, los trastornos gástricos y la tisis (Rabuteau, en Eléments de thérapeutique et de pharmacologie). Aunque se obtuvieron potentes efectos con esta valiosa medicina, su valor completo era desconocido y existía diversidad de opiniones en cuanto a 25 Mariani, Angelo, Coca and its Therapeutic Application, segunda edición, Nueva York, 1892. 85

su modo de acción, hasta las comunicaciones de Koller, de Viena, sobre la coca y la cocaína, publicadas en 1884. Estas interesantes publicaciones generaron tal cantidad de discusiones entre los médicos que casi todos siguieron con entusiasmo su trabajo y observaron los espléndidos resultados conseguidos por el médico vienés (ahora profesor de Oftalmología en la Policlínica de Nueva York). Los estudios realizados con los principios activos de la coca han corroborado totalmente nuestras predicciones, y probablemente ningún otro asunto ha recibido mayor atención que las virtudes de este pequeño arbusto peruano, que anteriormente en Europa sólo generaba indiferencia. El estudio científico de los principios activos de la coca puede considerarse finalizado; y creemos que ha llegado el momento de resumir los datos relacionados con este agente terapéutico, de forma que el empleo de nuestras preparaciones pueda basarse en una experiencia clínica positiva. El propósito de este modesto trabajo es ofrecer a la profesión médica un breve informe sobre la historia de la coca, y sobre las investigaciones que ha inspirado hasta este momento. Proponemos dividir la materia en cinco partes. 1ª. Describiremos las características botánicas de la coca y hablaremos también de su cultivo y el método de recolección. 2ª. Su historia, propiedades y usos. 3ª. Las investigaciones fisiológicas realizadas con la coca, dedicando un apartado especial a la cocaína. 4ª. Sus aplicaciones terapéuticas. 5ª. Por último, citaremos algunas conclusiones y explicaciones generales relacionadas con el método de empleo de sus distintas preparaciones, basadas en observaciones realizadas por médicos competentes de Europa y América.

CAPÍTULO I Erythroxylon coca, sus propiedades botánicas

La coca es originaria de Sudamérica. Los botánicos difieren en cuanto a la familia en la que debe ser incluida. Linneo, De Candolle, Payer, Raymundi de Lima, Huntk y otros la clasifican en la familia de las Erythroxyleae, de las cuales sólo existe un género, el Erythroxylon, mientras que Jussien adopta otra clasificación y la incluye en la familia de las Malpighiaceae (género Se-

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thia). Lamarck, por el contrario, cree que esta planta debería ser clasificada en la familia de las Nerprem (Rhamneae). Erythroxylon Coca es un arbusto que alcanza una altura de 1,80 a 2,70 metros de altura, y cuyo tallo tiene el grosor de un dedo. En nuestro clima no puede desarrollarse, excepto en un invernadero, y en ese caso su altura no superaría un metro. La raíz, más bien gruesa, muestra múltiples divisiones uniformes. Su tronco está cubierto con una corteza estriada y rugosa, casi siempre sin pelillos y de un color blanquecino. Sus ramas, más bien numerosas, a veces quedan cubiertas por una especie de pinchos cuando la planta se cultiva en un suelo al cual no se adapta bien. Las hojas, que se pierden espontáneamente al final de cada temporada, son alternantes, pecioladas y con estípulas dobles intraaxilares en la base. Su forma es elíptica-lanceolada, y su tamaño varía de acuerdo con la naturaleza de la planta y del suelo en el cual crece. La hoja de coca recolectada en Perú es normalmente más grande y gruesa que la de la coca de Bolivia. Es también más rica en alcaloides, y en consecuencia mucho más amarga. La hoja de coca de Bolivia, más pequeña que la peruana, se valora igual que la anterior, aunque contiene menos alcaloides. Posee un aroma tan suave y exquisito que los coqueros la prefieren a cualquier otra. Las hojas de coca de Brasil y Colombia son mucho más pequeñas que las de Perú y Bolivia. Su color es mucho más claro. Al contener sólo trazas de alcaloides, no tienen un sabor amargo, y poseen un aroma agradable, pero muy volátil. Una de las características más importantes de la hoja de coca es la disposición de sus nervios. Se ven dos proyecciones longitudinales paralelas a la nervadura central, las cuales, comenzando desde la base de la hoja, se extienden hasta el vértice formando una ligera curva. La parte superior de estas hojas es de un color verde muy bonito. La superficie inferior es verde claro, excepto la parte cercana a la nervadura central. En ese lugar hay una tira de un verde más oscuro que el resto, que se convierte en marrón cuando la hoja está seca. Las flores, pequeñas, de tamaño regular y hermafroditas, de color blanco o amarillo verdoso, se encuentran solas o agrupadas, en pequeños haces situados en la bráctea de las hojas. Están sujetas por un pedicelo espigado, un poco hinchado en la parte superior, y cuya longitud no supera un centímetro. Los sépalos, unidos por la base y de forma lanceolada, son de color 87

verde y su parte superior es blanquecina. Los pétalos, de medio centímetro de longitud, en forma de punta, cóncavos y de color blanco amarillento, desprenden un olor agradable. Tienen un apéndice exterior del mismo color y la misma consistencia, a cuyos lados hay una hoja fimbriada ascendente, con la forma de un triángulo irregular. Los estambres, al principio unidos a un tubo en un tercio de su longitud, se separan después en una especie de cuerdas blancas subuladas, provistas de una antera ovoidal que se extiende un poco por encima de los pétalos. El ovario tiene forma ovoidal y color verde; se hace más grueso en la parte superior, formando una especie de tejido glandular amarillento. El estilo, que se levanta sobre él, se divide en tres ramas divergentes que incluyen cuerpos papiliformes orbiculares en el extremo, insertados oblicuamente en una fina pátina. El fruto es una drupa de forma ovoidal y elongada, de algo más de un centímetro de longitud, de un color rojizo cuando está fresco, y con una pulpa tierna y densa que contiene una semilla. Esta semilla muestra surcos longitudinales y proyecciones verticales alternantes que forman un hexágono irregular. Cuando el fruto está seco, su piel adquiere un color marrón, se marchita y forma moho en las protuberancias y partes irregulares de la semilla.

El cultivo de la coca

La Erythroxylon Coca parece proceder de Perú, desde donde se llevó el cultivo a Bolivia, Ecuador, Nueva Granada y Brasil, es decir, a toda la zona cálida de Sudamérica. Durante algún tiempo —a consecuencia de la extensión del consumo de coca, y por una razón aún más fuerte, ahora que se aproxima el momento en que el consumo de coca será mayor— se ha plantado coca en regiones en las que este arbusto era desconocido. Nos agrada recordar que los intentos han tenido éxito en las Antillas, gracias a los esfuerzos desinteresados de nuestro amigo, el doctor Bétancès. También presentamos con sumo placer una comunicación de este ilustre doctor a la Sociedad de Aclimatación de Francia, tal como apareció en Revue Diplomatique, el 17 de marzo de 1888. El doctor Bétancès ha logrado aclimatar la coca a las Antillas. Tras una considerable inversión, y después de numerosos envíos de semillas y transportar plantas (con gran dificultad) a Puerto Rico y Santo Domingo, el doctor Bétancès tuvo el placer de recibir una bonita rama de coca en plena floración, 88

que le fue enviada por monseñor Mereño, arzobispo de Santo Domingo. Esta ramita, que los miembros de la sociedad pudieron examinar, excitó una viva curiosidad y mereció los elogios de M. Geoffroy Saint-Hilaire. Procedía de una planta de sólo dieciocho meses [...] En Puerto Rico la planta alcanza una altura mayor que en Perú [...] El doctor Bétancès también ha recibido una caja llena de bonitas hojas, que fue enviada después al señor Mariani [...] Es por tanto evidente que la planta puede cultivarse en las Antillas, y que puede convertirse en una fuente de riqueza para ese país. Plantaciones de ese tipo seguramente prosperarían en Córcega o Argelia, regiones donde el clima, en algunas zonas, es similar al de los países tropicales. Es un hecho que este arbusto no se desarrolla completamente si la temperatura media no está entre quince y dieciocho grados centígrados. Pero no es suficiente que haga calor; también es necesario un alto grado de humedad. Por eso se encuentra principalmente en las laderas de las colinas y en la parte baja de los valles de los bosques que abundan a ambos lados de los Andes. Lamentablemente, estas regiones están muy distantes de la costa, y por ello carecen de buenos medios de transporte. Es principalmente a esto —la dificultad del transporte— a lo que se debe el precio relativamente elevado de las hojas de coca. El cultivo de los árboles de coca da comienzo plantando las semillas en lechos llamados almácigos. En cuanto la planta aparece, se la protege del calor del sol por medio de mallas y esterillas. Cuando alcanza una altura de entre cuarenta y cincuenta centímetros, se instala en surcos de dieciocho centímetros de largo y siete de profundidad, teniendo cuidado de que cada planta esté separada de su vecina por la distancia de un pie. Durante el primer año, en los espacios intermedios se siembra maíz, que sobrepasa rápidamente el arbusto y sustituye a las mallas. El crecimiento del arbusto es más bien rápido, y alcanza su altura plena en unos cinco años. Es productiva antes de alcanzar su altura máxima, que suele ocurrir unos tres años y medio después de haberse plantado. Después de eso, cuando la estación ha sido especialmente húmeda, da frutos hasta cuatro veces por año. Se ha intentado aclimatarla en Europa, pero hasta ahora sin éxito. Ya en 1869 se intentó cultivar en el Jardín Botánico de Hyères, pero no se obtuvieron resultados satisfactorios. En 1872 presentamos dos ejemplares al ilustre 89

director del Jardín de Aclimatación de parís, M. Geoffroy Saint-Hilaire, y a pesar de todos los cuidados a los que se sometió a las jóvenes plantas, no llegaron a desarrollarse completamente. Pueden verse algunas frágiles plantas de coca en el Jardín de las Plantas de París, en el Jardín Botánico de Londres, en el de Bruselas, etc., además de en los terrenos de algunos grandes horticultores de Gand, especialmente Van Houten. Como puede suponerse, estos ejemplares de Erythroxylon Coca están muy lejos de ofrecer una idea de la planta cuando crece al aire libre, en suelo y temperatura favorables para su desarrollo.

La cosecha de la coca

La planta comienza a dar cosechas cuando tiene alrededor de un año y medio de edad. La única parte que se utiliza de la planta es la hoja. Debe recogerse cuando el clima es húmedo; se suele encomendar la tarea a las mujeres, y simplemente consiste en arrancar las hojas con los dedos. Las hojas se colocan en mandiles, se llevan cuidadosamente cubiertas para protegerlas de la lluvia y la humedad, se secan y después se empaquetan. Citamos el siguiente pasaje de Viaje a la región del Titicaca, de Paul Marcoy (mayo de 1877): De todos los valles del grupo de Carabaya, el de Ituata es donde se cultiva coca a mayor escala. En ese momento estaban en plena temporada de cosecha, y los braceros iban en fila. Hombres y mujeres llevaban un hatillo sobre los hombros, en el cual colocaban las hojas, después de recogerlas de una en una. Estas hojas, extendidas sobre grandes telas, se exponían al sol durante dos o tres días, después se metían en sacos grandes y después se enviaban a todas partes. El día en que finaliza la cosecha de las hojas, los hombres y las mujeres que han tomado parte en la labor se reúnen y celebran, con danzas y libaciones, el placer que experimentan por haber terminado el trabajo. En 1851, la producción anual de Bolivia se estimó en más de 600.000 kilogramos de hojas de coca, de los cuales tres cuartas partes procedían de la provincia de Yungas.

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CAPÍTULO II Historia de la coca

En Sudamérica se conoce la coca desde tiempos inmemoriales. Cuando Pizarro llegó a la costa peruana, la hoja de coca era muy apreciada por los nativos. Se consideraba una planta divina, una representación viva de la deidad, un fetiche de cualidades maravillosas y sobrenaturales, y los campos donde crecían se adoraban como si fueran santuarios. No se permitía a todo el mundo utilizarla; era un privilegio de los nobles y los sacerdotes, y una de las mayores recompensas que el soberano podía conceder a sus súbditos, el privilegio de mascar hojas de coca, era muy valorado. Aunque pueda parecer una superstición extraña, es innegable y todos los autores que han publicado informes sobre la conquista de las Indias la corroboran. Nos bastará citar el testimonio de José Acosta, quien dice en las cartas de su Historia natural y moral de las Indias, tanto del Este como del Oeste, publicada en 1653: «Los indios la tienen en gran estima, y durante el reino de los incas a la gente común no se le permitía utilizar coca sin permiso del gobernador». La desaparición del imperio inca, lejos de disminuir la importancia de la coca, por el contrario la convirtió en mucho más popular. Los nativos se beneficiaron, con su libertad, de las restricciones impuestas por los legisladores en lo relativo al consumo de coca, y pronto el uso de esta hoja fue tan común que todos la han comparado con nuestro consumo de tabaco y, como se ha dicho recientemente, sin sus inconvenientes. No es más probable ver a un fumador embarcarse sin su tabaco que ver a un indio comenzar el trabajo o hacer un viaje a no ser que su chuspa (talega) esté llena de hojas de coca. Se sienta tres o cuatro veces diarias, coge algunas hojas, las mete de una en una en su boca y las enrolla formando un aculio (mascada), añadiendo un poco de llipta (lima), que coge de su siempre presente poporo. El poporo es una pequeña calabaza, agujereada en la boquilla de la parte superior, en la que el indio lleva su llipta. Esta llipta es un polvo blanco compuesto de cenizas de hortalizas y de conchas calcinadas y pulverizadas, con el cual los consumidores de coca se han acostumbrado, desde tiempos remotos, a aderezar su mascada. En realidad, se trata de una sustancia alcalina con la que se consigue aislar los principios activos de la hoja y que la acción de la coca sea más rápida. Entre los habitantes de Sudamérica, en los que el uso de la coca no se extendió a las clases bajas hasta que finalizó el reinado de los incas, quienes 91

se reservaron para ellos, como hemos visto, el derecho a mascar las hojas, el consumo de coca por parte de los niños está estrictamente prohibido. No se dan este placer si no es en secreto, y les parece la cosa más dulce del mundo porque está prohibida. Pero casi siempre su aliento, cargado con el legendario olor de la coca, les delata cuando están cerca de sus padres, quienes les hacen pagar con castigos muy severos el placer que han robado, y al cual no tienen derecho hasta que alcanzan la edad establecida. Sólo cuando crecen se les permite mascar coca y llevar el poporo, que no abandonan ni siquiera en la tumba. Al llegar a la edad establecida, el joven indio es asignado a una mujer anciana, que le retiene unas horas en su cabaña para iniciarle en los misterios de la condición masculina. Tras esta ceremonia, ella le da la chuspa (talega de coca), le hace entrega del poporo y le consagra como coquero. Es digno de ver con qué orgullo el joven indio cruza el umbral de la sagrada cabaña, en la que entró como niño unas horas antes y de la cual sale convertido en un hombre, es decir, portando la chuspa y el poporo, y con permiso para mascar sin problema, y delante de las personas mayores, esta valiosa hoja que le había sido prohibida hasta ese momento. ¡Ninguna felicidad es comparable con la suya! Hay que ver con qué aires de importancia saca las hojas de coca de su chuspa, las enrolla con los dedos para formar una buena mascada, la cual lleva a la boca, la moja con saliva y la coloca bajo la mandíbula, apretada contra la mejilla. Se le puede ver llevando con cuidado el pequeño bastoncito cuya extremidad humedece metiéndosela en la boca, y que sumergirá en el poporo para que la llipta se adhiera a la parte húmeda. Con mucho cuidado lleva a la mascada la parte del bastoncito cubierta con llipta, y de ese modo realiza la operación de mezclar el polvo alcalino con la hoja masticada. Es en ese momento cuando la coca proporciona al joven la sensación más placentera. Sus mandíbulas la mastican lentamente, su lengua la recoge y la enrolla contra la mejilla izquierda, y todas las papilas gustativas de su boca se refrescan deliciosamente con los jugos balsámicos y aromáticos de la preciada hoja, y mediante los lentos y controlados movimientos de deglución introduce los preciados jugos en la faringe y después en el estómago. Mientras realiza esta importante operación, sus ojos adoptan una expresión de beatitud, en su rostro se dibuja una expresión de alegría y gozo, y su mano derecha mueve lentamente el bastoncito alrededor de la parte alta del poporo, donde se van depositando poco a poco las partí-

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culas de llipta y coca masticada, que después de salir de su boca se adhieren al extremo. La única ocupación de sus primeros días como adulto es tomar la querida coca y formar una especie de costra alrededor de su calabaza, que podemos comparar con el revestimiento de la pipa, con la diferencia de que nuestros fumadores empedernidos ennegrecen cientos de pipas durante su existencia, mientras que los indios forran una sola calabaza en toda su vida. Tan es así que por el espesor de la costra formada alrededor de un poporo podemos saber la edad de su propietario. Esta costra, que raramente supera el espesor de un anillo en el poporo de un indio joven, termina alcanzando las dimensiones del sombrerillo de una seta grande en el de un anciano. La costra es producida por las partículas de coca y llipta, mezcladas con saliva, que se depositan poco a poco alrededor de la boca del poporo al utilizar el bastoncito. Estos sedimentos se van acumulando de forma casi imperceptible. Sólo con el paso de varios meses la superficie del poporo, sobre el cual el coquero gira continuamente el bastoncito, queda cubierta con una capa casi imperceptible de sustancia calcárea. Después de dos o tres años, las capas superpuestas forman un anillo que va creciendo año tras año, y que finalmente alcanza el espesor que hemos mencionado. Como ya hemos dicho antes, el indio nunca deja su poporo, esté despierto o dormido, en casa o de viaje: el poporo siempre está enganchado a su cinturón. Un indio se separaría de todo lo más querido en el mundo, excepto de su poporo. Tenemos la poco común y buena fortuna de poseer un poporo. Creemos que es el único ejemplar existente en Europa. Lo debemos a la amabilidad de M. Gauguet, que ha hecho numerosos viajes a Colombia, donde ha podido ganarse tal simpatía entre los nativos que uno de sus ancianos jefes, que le estaba especialmente agradecido, no tuvo problema en romper la costumbre y provocar el enfado de sus compañeros al ofrecerle, en prueba de amistad, el objeto de mayor valor para él: su poporo. De este modo demostramos la gran importancia que para el indio tiene la coca. Además, debemos reconocer que los primeros conquistadores vieron con buenos ojos la pasión de los conquistados por su planta nacional. De hecho, se dieron cuenta rápidamente de que el hábito de consumir coca podía convertirse en una excelente fuente de ingresos. Garcilaso de la Vega, un mestizo de primera generación, nos dice que en su época parte de los impuestos se pagaban al conquistador en forma de hojas de coca. Los beneficios obtenidos con el comercio de esta planta eran tales que en algunos 93

momentos las rentas del obispo y de los sacerdotes de la catedral de Cuzco procedían del diezmo impuesto sobre las hojas de coca. Además, había otro propósito para favorecer el consumo de la coca entre los indios. Éstos eran tratados como si fueran bestias de carga, y sus opresores no tardaron en darse cuenta de que trabajaban mucho mejor cuando tomaban coca. Mas adelante veremos que el reconocimiento de este hecho, cuya exactitud no puede ponerse en duda, y que sirvió para estimular la rapacidad de los salvajes conquistadores de aquella época, se ha convertido en la actualidad en el medio para obtener uno de los más valiosos recursos de la terapéutica contemporánea. La elevada estima en que se tenía a la planta en los inicios de la conquista iba a sufrir algún cambio. En el siglo xvii, por ejemplo, al tener más importancia las cuestiones religiosas en los asuntos públicos, algunos teólogos hicieron creer que la coca era un alimento, y que por ello su uso debería prohibirse a los jóvenes y antes de tomar la comunión. El asunto fue objeto de muchos debates, y no hay duda de que el consumo de coca habría sufrido un fuerte golpe si el príncipe don Alonso de la Pina Montenegro no hubiese declarado que la planta no contiene ningún principio alimenticio. Explicaremos esta cuestión desde una perspectiva científica. Aunque los habitantes de las Indias conceden mucha importancia al uso de la coca, este producto no puede aclimatarse en nuestro hemisferio, y nuestros antepasados, que adoptaron el uso del tabaco con avidez, se mostraron indiferentes ante la coca. Tal vez esta indiferencia debería atribuirse a las exageraciones de los primeros importadores, que, al llegar a Europa aún influidos por las leyendas que escucharon en el Nuevo Mundo, atribuyeron cualidades sobrenaturales a la nueva planta. La exageración de sus afirmaciones fue pronto evidente. De esto a negar incluso su existencia sólo había un paso. Y de este modo, durante más de dos siglos, nos vimos privados de los beneficios derivados del uso racional de esta planta. No obstante, no debemos creer que todos los escritores de esos dos siglos guardaron un silencio absoluto en relación con la coca. El estudio de las propiedades de la planta siguió siendo motivo de investigación para algunos hombres ilustres. Eran pocos, es cierto, pero sabían bien que, además de la ficción, que ellos rechazaban, existía una realidad que aceptar. Hacemos notar que Claude Duret, un magistrado de Moulins que escribió un libro, publicado en 1605, titulado Las Plantas Maravillosas y Sorprendentes de la Naturaleza, menciona la coca como una de las más valiosas de su colección. 94

Nicolás Monardes, en la Historia General de las Plantas, publicado en Lion en 1653, llama la atención sobre las propiedades de la coca. En el siglo xvii, el abad Longuerue, teólogo, historiador y filólogo, al hablar de las colonias españolas de Sudamérica, dice, respecto de las minas que vio en Perú: «Los negros no pueden trabajar en las minas, todos mueren. Difícilmente nadie, aparte de los nativos, puede soportar este trabajo, y es necesario relevarles con frecuencia y que masquen coca, sin la cual los vapores tóxicos les matarían». Linneo dice que la coca posee «el penetrante aroma de los estimulantes vegetales, las virtudes energizantes de un astringente, las cualidades antiespasmódicas de la cerveza amarga y las propiedades nutritivas mucilaginosas de los analépticos y las plantas alimenticias. Esta hoja demuestra enérgicamente su acción en todas las partes del organismo animal». El padre don Antonio Julián escribió: «Esta planta es un buen preventivo contra muchas enfermedades, repone las fuerzas perdidas y puede prolongar la vida humana. Es lamentable que tantas familias pobres no posean este preventivo para el hambre y la sed, que tantos empleados y trabajadores se vean privados de este recurso para mantener sus fuerzas en medio del trabajo duro y prolongado, que tantos hombres viejos y jóvenes implicados en la ardua tarea de estudiar no puedan extraer los beneficiosos resultados de esta planta para prevenir el agotamiento de la fuerza vital, la debilidad cerebral y el estómago, resultado frecuente del estudio continuado». Böerhaave afirma: «la saliva, cargada con todos los principios amargos y mucilaginosos de la coca, lleva al estómago, además de fuerza vital, una sustancia muy nutritiva que, una vez digerida y convertida en quilo abundante y nutritivo, entra en el torrente sanguíneo y se convierte en el material necesario para sostener el organismo humano». No nos detendremos a citar los diversos escritos de observadores que se han interesado por la coca. Puede inferirse de lo que ya hemos dicho que la coca posee esta característica peculiar, es decir, permitir a quienes la consumen soportar el mayor de los esfuerzos. Hombres que trabajan en minas, correos que deben atravesar países montañosos sin poder descansar demasiado; en pocas palabras, personas sujetas a sobreesfuerzos de cualquier tipo, todas ellas reconocen la acción fortalecedora y protectora de los nervios propia de la coca. Les ayuda, les permite ahorrar fuerzas y les evita caer en la lasitud: en resumen, aumenta su vitalidad. Cuando un indio tiene un buen suministro de coca, lleva a cabo, sin ningún miedo, los viajes más difíciles y largos, incluso a países afectados por las 95

fiebres. Cuando pasa delante de un apachecta (un montículo de forma cuadrangular que los nativos construyen en los bordes de los caminos para que sirva de lugar de parada), el indio se despoja de su carga, saca la mascada de su boca —siempre después de haberla aprovechando por completo— y, para ganarse las bendiciones de Pachacamac —el dueño y señor del mundo— la tira sobre la pequeña loma consagrada. De este modo, lo que caracteriza especialmente a estas especies de tumuli son las verdes salpicaduras de coca que las cubren literalmente. Se da el nombre de coqueros a los mascadores de coca. Parece que esta planta les procuraba sueños como los que genera el hachís. En la medicina aborigen, esta planta se utiliza para recubrir las heridas y todo tipo de úlceras. Los indios también la usan para combatir el asma, la ictericia, los cólicos, etc. La coca se consume principalmente en Perú, Bolivia, Colombia y Brasil. Desde 1863 —el año en que comenzaron nuestros esfuerzos por popularizarla— su uso se ha generalizado rápidamente, y podemos afirmar que en la actualidad es conocida y utilizada en todos los países civilizados.

CAPÍTULO III Fisiología de la coca

Debemos a la observación empírica nuestro primer conocimiento de la acción fisiológica de la coca. Esto no es de extrañar ya que el empirismo, en realidad, no es más que la observación inconsciente. Los indios, que desde tiempos inmemoriales consumían una gran cantidad de hojas de coca, no lo hacían simplemente debido a sentimientos religiosos que las convertían en divinas, sino porque obtenían grandes beneficios con su uso. Lo sabían muy bien, y a ello debemos atribuir los relatos legendarios ofrecidos por los primeros autores que escribieron sobre la coca. Esta veneración por la coca surgió, como hemos visto, de sus maravillosas cualidades. Ciertamente, en este sentido hay algunos relatos extraordinarios que no debemos omitir porque sus autores obraron con buena fe. Unanué, de Lima, cuenta que durante el asedio de La Paz, Bolivia, de 1781, sólo los habitantes que habían tomado coca pudieron soportar el hambre y la fatiga. Casi todos los soldados perecieron por privación debido a la ausencia de comida y a las marchas obligadas, excepto quienes habían tomado la precaución de proveerse de hojas de coca.

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No debemos creer que este ayuno prolongado, sostenido por el uso de coca, desgasta las fuerzas y es perjudicial para el apetito. En realidad, según dicen todos los autores, los indios que pasan un día completo sin comer, a pesar de la dureza del esfuerzo, se conforman con mascar hojas de coca y comen muy bien al caer la noche. «Los indios que me acompañaron en mi viaje», dice Weddel, «mascaban hojas de coca todo el día, sin beber, comer ni mostrar ningún indicio de fatiga. Pero por la noche llenaban sus estómagos como hombres que estuvieran muriendo de hambre, y puedo asegurar que a veces les he visto devorar en una sola comida más cantidad de alimentos que yo en dos días». Más adelante veremos que, en parte por excitar las funciones cerebro-medulares y musculares, y en parte por producir un efecto tranquilizante en la mucosa del estómago, la coca produce estos maravillosos resultados en lo que respecta a la conservación de energía, sin las torturas del hambre, a pesar de la privación de alimentos. Después de este resumen de las propiedades bien conocidas y reconocidas de las hojas de coca, procedemos al estudio médico del tema. En 1859, Niemann descubrió el principio activo de las hojas de coca, al cual le dio el nombre de cocaína, aunque, en realidad, el descubrimiento de este alcaloide debería atribuirse a Gaedcke, quien lo aisló en 1855 y le dio el nombre de eritroxilina. Ese mismo año apareció el trabajo de Demarle sobre la coca del Perú, en el cual señaló ciertas propiedades atribuidas al alcaloide y contenidas en las hojas de la planta, que él estudió. Insistió, entre otras cosas, en la dilatación de las pupilas, que había observado en sí mismo después de tomar una dosis de coca, y en la ausencia de sabor durante más o menos tiempo después de romper varias hojas con los dientes y mantenerlas en la boca. Mantegazza ha estudiado el efecto de la coca. Según este autor, actúa como estimulante sobre el sistema nervioso, la respiración y la circulación. Una dosis de quince a veinte gramos de coca produce una aceleración del latido del corazón y una elevación de la temperatura. Mantegazza observó en sí mismo que, bajo la influencia de esa dosis, su pulso pasaba de 65 a 124. Moreno, quien repitió el mismo experimento, obtuvo resultados similares. La temperatura y la respiración se elevan en la misma proporción que la circulación. La misma dosis, o incluso una menor, produce un notable efecto estimulante sobre el sistema nervioso. Es por este efecto estimulante por lo que la coca nos hace más activos y vigorosos, y permite trabajar más a quienes, sin 97

ella, pronto caerían presa de la fatiga. El uso de dosis mayores (60 gramos, por ejemplo) causa embriaguez, acompañada por cierta sensación de felicidad que hace que todo parezca tener un aspecto favorable. Mantegazza, que experimentó esta intoxicación, describe sus sensaciones en un estilo ameno que recuerda el de las leyendas orientales: «Con dos hojas de coca por alas, volé por el espacio de 77.438 mundos, cada uno más espléndido que el otro. Prefiero una vida de diez años con coca que otra de cien mil sin ella. Me parecía que me separaba del mundo por completo, y contemplé las imágenes más extrañas, y los colores y formas más bellos que se puedan imaginar». En 1868, Moreno y Maíz realizó algunos estudios sobre la acción fisiológica de la cocaína, y los describió en una interesante tesis que leyó en la Universidad de París. Por la misma época, Lippmann, de Estrasburgo, se dedicó al mismo asunto, pero sus investigaciones no dieron los mismos resultados. Él dice que no pudo comprobar las propiedades anestésicas de la planta. Después de Moreno y Maíz, el doctor Gazeau, en 1870, estudió el efecto estimulante de la coca sobre la nutrición, y descubrió que aumentaba el pulso y la respiración, ayudaba a la digestión, aumentaba la excreción de orina y fortalecía el sistema nervioso. Este autor llegó a la conclusión de que la coca prolonga la vida y aumenta la fuerza muscular. Recomienda su aplicación tópica para la estomatitis, la gingivitis y las aftas, y su aplicación sistémica para las digestiones dolorosas y difíciles, los trastornos gástricos en la tisis, y también para la obesidad. Charles Fauvel fue el primero en describir el efecto anestésico de la coca sobre la mucosa faríngea. Gracias a esta circunstancia ha podido beneficiarse del empleo de la coca en la faringitis granular, que no puede tratarse por ningún otro procedimiento. Fauvel también mostró que el efecto estimulante que ejerce la coca en todos los músculos esqueléticos parece manifestarse especialmente en los de la laringe. De aquí que clasifique esta droga como “un tensor por excelencia de las cuerdas vocales”. En 1880, Von Arep publicó los resultados de sus estudios fisiológicos sobre la cocaína. Habló de su doble efecto sobre los terminales nerviosos y el sistema nervioso central. Al sobrepasar esta época nos aproximamos a la era verdaderamente científica, es decir, la de los experimentos fisiológicos.

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Todos los experimentos se han realizado con cocaína, y de ella hablaremos en el siguiente apartado, que estará dedicado exclusivamente al estudio de este alcaloide. Antes de finalizar, debemos mencionar que se ha afirmado frecuentemente que la coca es afrodisíaca. El hecho de que la Venus peruana se representara cogiendo en su mano una hoja de coca se adoptó como prueba para apoyar esta opinión. El doctor Unanué habla de “ciertos coqueros, de ochenta años, o más, de edad, aún capaces de proezas de las cuales muchos jóvenes, en la flor de su vida, estarían orgullosos”. Permítasenos añadir que las denominadas consecuencias infelices del abuso de coca son en realidad mucho menos frecuentes que las producidas por el tabaco, el alcohol o el opio. Antes de que aparezcan tales resultados debe hacerse un uso completamente abusivo de la droga. El uso constante de cantidades razonables de coca parece producir un efecto diametralmente opuesto, y los autores que han tenido ocasión de ver numerosos consumidores de coca relatan ejemplos de sorprendente longevidad entre los indios coqueros (Tschudy, Campbell, Mantegazza, Unanué). Y añaden que esos ejemplos no son nada raros.

COCAÍNA I. Un estudio químico

La cocaína es un alcaloide cristalizado que Niemann, discípulo del profesor Woehler, logró extraer en 1859 a partir de las hojas de Erythroxylon Coca y para la cual dio la siguiente fórmula: C32 H2 O Az O2 Sin él saberlo, Wackenroder, Johnston, Gaedcke y Maclagan analizaron esta planta sin conseguir aislar su principio activo. También mencionaremos algunos trabajos importantes realizados sobre el tema por Lassen, Humann y R. Pérey. Propiedades. – La cocaína no tiene color ni olor, y es amarga al gusto. Cristaliza en forma de prismas romboidales oblicuos de cuatro a seis facetas. Es muy soluble en agua, algo menos soluble en alcohol y totalmente insoluble en éter. No se evapora por debajo de 98º, pero si la temperatura aumenta bastante se descompone. Tiene una reacción alcalina fuerte. Unida a ácidos forma sales que son muy difíciles de cristalizar. De ella se han obtenido las siguientes: salicilato, oxalato, hidrobromuro, sulfato, ace-

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tato, y finalmente clorhidrato, que supone una excepción a la regla general y se obtiene más fácilmente en forma cristalina que de ninguna otra forma. Las soluciones de sales de cocaína se precipitan con las bases cáusticas: carbonato sódico, carbonato amónico, bicarbonatos alcalinos, bicloruro de mercurio, protocloruro de estaño, bicloruro de platino y amoníaco, el cual, añadido en exceso, redisuelve el precipitado formado por él. El agua yodada, el yoduro potásico y el ácido pícrico precipitan las soluciones de sales de cocaína. Cuando se calienta cocaína hasta 100º en un tubo sellado que contiene ácido clorhídrico concentrado, se separa en forma de ácido benzoico y una nueva base, para la cual M. Woehler ha propuesto el nombre de ergonina. Lassen ha descubierto otra base nitrogenada obtenida de la separación de la cocaína, la higrina. Preparación. – El proceso empleado por Niemann para obtener cocaína es como sigue: Este químico disolvió hojas de coca, cortadas en trozos pequeños, en alcohol (de 55º), durante varios días, añadiendo ácido sulfúrico. La tintura que obtuvo con esta operación la separó mediante expresión, la filtró y la trató con hidróxido de calcio. Al líquido, que al principio tenía un color marrón verdoso, se le eliminó parte de su clorofila y de cierta sustancia cerosa. Niemann lo neutralizó después con ácido sulfúrico y lo puso al baño maría. Trató el residuo con agua, lo cual produjo la separación del resto de la clorofila y del sulfato de cocaína que contenía, y fue precipitado mediante carbonato sódico. Finalmente, lo separó con éter y lo purificó mediante varias recristalizaciones en alcohol. Este proceso fue modificado por Lassen, quien precipitó la solución acuosa con subacetato de plomo. De esta forma puedo obtener unos seis gramos de cocaína de un kilogramo de hojas de coca. Moreno y Maíz propuso un tercer proceso. Mezcló hidróxido de calcio con hojas de coca pulverizadas finamente, dejando reposar la mezcla durante casi veinticuatro horas, para que la lima pudiera reaccionar adecuadamente con el alcaloide, con lo cual imitó lo que hacen los indios al mezclar la mascada con llipta, que ya hemos explicado. Después lo lixiviaba con alcohol de 40º.

II. Estudio físico

Hemos revisado las obras de diferentes autores que se han ocupado de la coca. Sus trabajos, aunque muy interesantes, no llegaron a conseguir el famoso descubrimiento de la anestesia local. Koller, de Viena, tuvo el honor 100

de haber sacado a la luz este notable efecto de la cocaína cuando se aplica a la membrana conjuntival. Esto pronto despertó la curiosidad general. Hubo estudios sobre el tema en todas partes. Reuss, Koenigstein, Jellinck, Schrotter, Knapp y otros se apresuraron a ofrecer a la profesión el resultado de sus investigaciones. En Francia el entusiasmo no fue menos fuerte, y todos a quienes interesó este descubrimiento realizaron experimentos con cocaína. Entre los primeros investigadores debemos mencionar especialmente a los profesores Panas, Vulpian, Dujardin-Beaumetz, y a los doctores Terrier, Trousseau y Dehenne. El profesor Panas informó, en una comunicación efectuada ante la Academia de Medicina, sobre lo que observó. Afirma que en casi todos los aspectos sus ensayos personales confirman los de Koller. Unos cinco minutos después de instilarse unas gotas de una solución de clorhidrato de cocaína, compuesto por 0,5 gramos de esa sal en un gramo de agua destilada, comenzó a aparecer la anestesia de la membrana mucosa conjuntival de la córnea, y alcanzó las partes más profundas en unos quince o veinte minutos si las instilaciones se repetían cada cinco minutos. Al mismo tiempo aparece algo de midriasis, pero es menos pronunciada que la generada por la atropina. Esta dilatación pupilar, más perceptible en sujetos jóvenes y ausente cuando existe glaucoma, dura al menos veinticuatro horas. Con ella aparece una ligera parálisis del músculo ciliar. «Teniendo esto en cuenta», dice el profesor Panas, «la cocaína debería clasificarse entre las sustancias midriáticas suaves de las que se puede utilizar su efecto pasajero para exploraciones oftalmológicas de fondo de ojo, igual que se hace con la homatropina». Según M. Dujardin-Beaumetz, la cocaína no sólo causa insensibilidad, sino que también puede utilizarse en morfinómanos como sustituto de la morfina, sin que presente los inconvenientes de esta sustancia. Y añade que las inyecciones subcutáneas de este alcaloide no son irritantes (Bulletin de l’Académie de Médecine, sesión del 18 de noviembre de 1884). El profesor Vulpian comunicó a la Academia de Ciencias los resultados de estos interesantes estudios fisiológicos con clorhidrato de cocaína. Vulpian, tras observar efectos anestésicos y analgésicos similares en los ojos de animales —igual que se habían demostrado en el hombre—, resultado de una instilación entre los párpados de unas cuantas gotas de clorhidrato de cocaína, y al percibir también bajo esas condiciones la acción midriática de esta sal, detectó una protrusión del globo ocular cuando inyectó 0,10 centi101

gramos de hidrocloruro de cocaína, en una solución acuosa al uno por ciento, en la vena safena de un perro no anestesiado; y sucedía esto casi inmediatamente después de inyectar el líquido en la vena. De forma instantánea los párpados se separaron y el orificio pupilar se agrandó. «Esto», dice él, «es un efecto que recuerda de manera precisa los resultados de la faradización del extremo superior del nervio simpático cervical, cortado transversalmente». En este caso hubo una anestesia completa de las dos córneas. El profesor Grasset, de Montpelier, de forma casi simultánea a Vulpian, observó los mismos efectos de la cocaína, pero una mayor persistencia de la insensibilidad subsiguiente a la inyección intravenosa de la solución de hidrocloruro de cocaína. También casi al mismo tiempo, el doctor Laborde, de la Academia de Medicina, describió con mayor profundidad la acción de la cocaína en tres comunicaciones sucesivas a la Sociedad de Biología (22 y 29 de noviembre, y 27 de diciembre, de 1884). Este ilustre fisiólogo estudió la acción analgésica que generalmente resultaba de inyectar subcutáneamente 0,03 centigramos de hidrocloruro de cocaína, en tres dosis, en cobayas. Vio que también producía una hiperexcitabilidad general que forzaba al animal a moverse de manera incontenible, y que incluso producía convulsiones epilépticas. La anestesia general duró más de cuarenta y ocho horas. M. Laborde, al atribuir la analgesia periférica secundaria de las inyecciones intravenosas o subcutáneas de clorhidrato de cocaína a la insensibilidad cerebral al dolor, convirtió sin saberlo a la cocaína en un anestésico general. El profesor Arloing (Mémoire Soc. Biologie, 1885) ha realizado muchos experimentos para demostrar que la cocaína no es un anestésico general. En estos experimentos, el ilustre fisiólogo de Lion confirmó los resultados obtenidos por Vulpian en lo que respecta a las alteraciones producidas por la cocaína sobre la presión arterial. Él observó, igual que sus predecesores, el efecto excito-medular y convulsionante de las grandes dosis de cocaína, y el aumento de la secreción salivar. En cuanto a su efecto cerebro-espinal, lo comparó con el de la estricnina. No aparecía analgesia general, excepto con dosis mortales o cuando había convulsiones. El clorhidrato de cocaína, de acuerdo con M. Arloing, produce y puede producir nada más que anestesia local, al modificar de forma temporal las propiedades físicas del protoplasma de los elementos nerviosos terminales y fibrilares fácilmente accesibles a los agentes medicinales en la córnea y las superficies mucosas. A continuación explicaremos que los diversos hombres ilustres que se han dedicado a investigar el mecanismo de acción de los principios activos 102

de la coca no se han puesto de acuerdo en lo relativo al modus agendi de la cocaína a la hora de producir anestesia local. Mientras que M. Dujardin-Beaumetz compara la acción anestésica local de la cocaína con la del frío, y M. Laborde considera que disminuye el flujo sanguíneo por su efecto vasoconstrictor sobre el sistema nervioso simpático, M. Arloing la explica mediante una acción local sobre el protoplasma nervioso. Además, en 1886, Schilling, que apoyaba la teoría vascular, recomendaba inhalaciones de nueve gotas de nitrito de amilo, en tres dosis —inhalaciones que causaban dilatación de los vasos sanguíneos—, para revivir pacientes intoxicados por inyecciones de clorhidrato de cocaína. Al repetir estos experimentos en el laboratorio, el doctor Laffont ha logrado poco a poco ampliar su campo de experimentación, y finalmente ha presentado a la Academia de Medicina (sesión del 4 de enero de 1888) un informe completo y definitivo sobre la acción de los principios activos de la coca en las distintas funciones del organismo. Este trabajo, que consiste en investigaciones propias y revisiones de obras anteriores, servirá para explicar el uso metodológico y racional de nuestras preparaciones de cara a las distintas enfermedades en las que las predicciones anteriores ya nos habían inducido a recomendarla. En un trabajo anterior (Comptes-rendus, Société de Biologie, 3 de diciembre de 1887), el doctor Laffont, al estudiar la acción de la cocaína sobre el sistema nervioso simpático, descubrió que bajo la acción del principio activo de la coca se incrementaban las funciones de todas las fibras constrictoras del gran nervio simpático. El estómago se contrae. Los intestinos sufren un aumento de la peristalsis y se escuchan borborigmos. La vejiga se contrae invariablemente, como ha observado M. Laborde. La cápsula orbital del ojo (músculo liso) desplaza la bola del ojo hacia delante. La pupila se dilata. En resumen, todos los músculos lisos o encargados de la supervivencia, subordinados al sistema nervioso simpático, experimentan una mayor actividad. En un segundo ensayo (Comptes-rendus, Société de Biologie, 17 de diciembre de 1887), el mismo investigador estudió de forma más específica el mecanismo de la acción analgésica local o general de la cocaína y, lo mismo que M. Arloing, y en contra de M. Laborde, descubrió que la sensibilidad cerebral no quedó amortiguada por una dosis fisiológica, sino al contrario, aumentada.

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La acción de la cocaína en el sistema nervioso no tiene lugar por medio de la constricción vascular; se trata de una acción estimulante generalizada, además de un estado de falta de receptividad periférica de las impresiones externas en las extremidades nerviosas de los nervios sensoriales y los nervios de la sensación general. La cocaína, de acuerdo con M. Laffont, no es antagonista del curare, como afirma M. Laborde, sino todo lo contrario: es una especie de curare que actúa de la misma forma en la periferia y que no afecta a los centros nerviosos, con lo que su acción funcional se ve magnificada. El doctor Beugniès-Corbeau describe, en Revue hebdomadaire de Thérapeutique générale et thermale, las acciones internas de la coca, hasta ahora poco evidentes, tema sobre el que no se había formulado ninguna teoría concreta hasta que el doctor Laffont presentó sus estudios a la Academia de Medicina. Él muestra que la coca, gracias a sus principios activos, presenta estas acciones completamente diferentes: 1. Acción sobre el protoplasma de las extremidades nerviosas de los nervios sensoriales y sobre los nervios de la sensibilidad general, anulando la transmisión a los nervios de las impresiones dolorosas, con grandes dosis. 2. Acción excito-funcional sobre los centros nerviosos cerebro-espinales, produciendo un aumento de la actividad intelectual y muscular. 3. Acción excito-funcional sobre el nervio constrictor gran simpático, y en consecuencia un incremento de la acción funcional de todos los músculos no estriados, y de los músculos necesarios para la vida que están subordinados al citado nervio. Considerando estas diferentes propiedades de los principios activos, Laffont explica las virtudes de la coca que se conocen desde hace tiempo diciendo que preservan las fuerzas naturales a pesar de la falta de alimento, de la siguiente manera: «La acción estimulante cerebro-medular de estos principios causa un incremento de la actividad intelectual y física, al mismo tiempo que la acción analgésica sobre las extremidades de los nervios sensitivos y sensoriales evita las punzadas del hambre, y por tanto también la subsiguiente depresión física y anímica». Desde otra perspectiva, Laffont añade que la acción dinamogénica de los principios activos de la coca sobre los músculos lisos “indica que es recomendable su uso en las enfermedades gastrointestinales por falta de tono,

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en la dispepsia flatulenta, en la dilatación del estómago, en la parálisis de los intestinos, de la vejiga, etc.” Nos resulta imposible repasar aquí todos los ensayos realizados con cocaína. Sólo citaremos los nombres de los doctores Deneffe, Charpentier, Morell Mackenzie, Lennox Browne, Sajous, J. Leonard Corning, Beverly Robinson, Louis Elsberg, W. Oliver Moore, Vincenzo Cozzolino, Abadie, Galezowski, Meyer, de Wecker, Doléris, David Colombe, Rigolet y Brasseur, la mayoría de los cuales han estudiado este tema desde una perspectiva ocular, terapéutica, obstétrica, dental y laringológica.

CAPÍTULO IV La acción terapéutica de la coca

Ahora que conocemos las propiedades fisiológicas de la coca y de la cocaína, procedemos al estudio de los distintos estados patológicos en los que pueden emplearse estas sustancias.

Enfermedades de la boca

Gazeau recomienda el uso de coca para la inflamación de la boca y las encías. Alivia el dolor, elimina el exceso de salivación y favorece que remita la inflamación. Él cita, para apoyar su opinión, el uso que los peruanos hacían de la planta cuando tenían afecciones de la boca, y menciona casos de estomatitis mercurial tratados con este agente y curados en poco tiempo, en el transcurso de su práctica médica. Demarle, antes que él, se expresaba de esta forma: «He utilizado hojas de coca para la estomatitis mercurial. La afección desaparecía al tercer día de tratamiento; no administré nada más». En los casos en los que las encías estén blandas, con hongos, con úlceras o sangren, y estas alteraciones dependan de condiciones locales o constitucionales, la coca también está indicada. Gazeau la prefiere incluso al clorato potásico. Según el doctor Colombe, la coca es un potente tratamiento contra la sífilis. «Está demostrado que el yoduro potásico y el clorato potásico sufren una doble descomposición en el organismo, y de ese modo se interfieren el uno con el otro. La coca, al sustituir al clorato potásico en las mismas circunstancias, no presenta esa contraindicación. Por tanto, es aconsejable su aplicación cuando sea necesario el tratamiento combinado».

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Enfermedades de la garganta, la faringe y la laringe

En lo que respecta a las anginas, la inflamación aguda de la laringe y la faringe, podemos reiterar lo que se ha dicho sobre las inflamaciones de la boca. Especialmente el dolor, tan violento en algunos casos de anginas, requiere que se aplique este tratamiento. Lo mismo podemos decir sobre la disfagia que las acompaña. Charles Fauvel fue el primero en observar las virtudes de la coca para combatir la sensación de hormigueo de la angina folicular y los dolores en la laringe de los enfermos de tuberculosis. En esos casos él prefiere el extracto Mariani de hojas de coca a las soluciones de cocaína, que a veces pueden causar síntomas de intoxicación. El doctor Rouquette cuenta un caso de laringitis tubercular en el que hubo síntomas de intoxicación ya en el tercer día; a las partes afectadas se les había aplicado una solución de cocaína al cinco por ciento, dos veces al día. El doctor Paul Legendre acaba de mencionar de nuevo el peligro que puede suponer un uso excesivo de la cocaína. Hubo un caso de una persona internada en un hospital, enferma de difteria, a la que, a fin de que pudiera soportar la aplicación con spray de sustancias cáusticas, se le pintaba la garganta con una solución de cocaína. Hacia el séptimo día sufrió síntomas muy graves de envenenamiento, y se tuvo que suspender la aplicación de cocaína. En casos de este tipo, es mejor prescribir extracto de coca, que sirve para las mismas indicaciones y no conlleva los riesgos propios de la cocaína. Uno de los grandes méritos del extracto de coca es, sin duda, su acción sobre la disfagia y el vómito en quienes están muy delgados, así como sobre los vómitos propios del embarazo. Las dos primeras complicaciones son de la máxima gravedad porque condenan a la inanición a pacientes cuya única posibilidad de supervivencia consiste en una actividad adecuada de los órganos del aparato digestivo (Charles Fauvel y Coupard).

Enfermedades del estómago

Los autores que se han ocupado de la coca hablan muy bien de su empleo en la gastralgia y en la digestión lenta y laboriosa. Demarle dice sobre este asunto: «Personalmente, he descubierto que el uso de la coca, sea antes o después de comer, es excelente para la gastrodinia y el ardor de estómago, los cuales yo padezco; en cuanto trago un poco de saliva, todas las sensaciones desagradables desaparecen».

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Mantegazza habla del uso de la coca en términos parecidos. La congestión cefálica que acompaña a sus digestiones se ve aliviada; él puede trabajar después de comer sin tener ningún tipo de malestar. El doctor Charles Gazeau (Tesis Doctoral, París, 1870, Parent, páginas 61 y siguientes) resume así la acción fisiológica de la coca: «En el estómago, ligera estimulación, anestesia y probablemente un aumento de la secreción de jugos gástricos; en los intestinos, un aumento de las secreciones intestinales, etc. Estos múltiples efectos sobre el tracto digestivo se combinan en una acción específica sobre los numerosos problemas funcionales, tan variados y tan mal conocidos, de los órganos que lo componen». El mismo autor cita un gran número de casos de este tipo en los que la coca “nunca ha dejado de ejercer una acción admirable, a veces incluso maravillosa”. Y concluye (página 65): «Me parece que no necesito mencionar más ejemplos; éstos son suficientes para justificar esta conclusión general de carácter positivo: la coca es el remedio por excelencia para los padecimientos del tracto digestivo». Beugniès-Corbeau la recomienda en casos de cloro-anemia, no sólo para la gastralgia, sino por el frecuente deseo de comer que sienten los pacientes, el cual desaparece en cuanto toman el primer bocado y regresa poco después. El profesor O. Réveil finaliza su artículo sobre la coca de este modo: «Aún queda mucho por hacer en el estudio fisiológico y clínico de la coca. Se sabe que actúa sobre el sistema nervioso motor y sensorial. Esta sustancia está destinada a ocupar algún día un puesto muy importante entre los remedios terapéuticos». En casos de irritabilidad y diversas afecciones de los centros cerebrales, el doctor J. Leonard Corning utiliza la coca, que prefiere a los bromuros. En un notable ensayo sobre Erythroxylon coca, publicado en Ixelles, en 1885, que recomendamos leer a todos los interesados por el estudio de la coca, el doctor A. Feigneau dice (página 61): «No hay duda de que, hasta cierto punto, la coca estimula la actividad cerebro-espinal suprimiendo o retardando la destrucción de los tejidos orgánicos, y de que su acción puede modificar las funciones de los centros nerviosos, dado que no existen contraindicaciones a su uso, como por ejemplo congestión, inflamación o alteraciones en esos órganos [...] En consecuencia, está indicada en todas las situaciones en que haya una afección nerviosa que parezca depender de un estado de ataxia [...] En las irritaciones de la espina dorsal, en la aberración

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mental acompañada de melancolía, así como en las convulsiones idiopáticas (Mantegazza) y la paraplejia nerviosa». El doctor Beverley Robinson considera al Vino Mariani un tónico cardíaco: En diversas ocasiones, cuando la digital ha demostrado ser inútil o perjudicial, he obtenido resultados excelentes con la cafeína o la convallaria. Ciertamente, esta última droga es mejor tolerada por el estómago sensible que la digital; y siempre que los nervios del corazón están implicados, creo que su uso me aseguro unos efectos más tranquilizantes. Entre los tónicos cardíacos y los estimulantes conocidos para obtener efectos beneficiosos de carácter temporal, no conozco otra droga tan adecuada como la coca. Administrada en forma de vino o extracto fluido, hace mucho por devolver el músculo cardíaco su tono anterior. He conseguido muy buenos resultados usando el vino de Mariani. Por la información personal que me ha proporcionado este serio farmacólogo, los resultados se deben a la excelente calidad de las hojas de coca y del vino que utiliza en la fabricación. En casos de morfinomanía, el doctor Dujardin-Beaumetz ha señalado las ventajas del Vino Mariani; después de él, el doctor Palmer, de Louisville, y el doctor Sigmaux Treux, de Viena, han obtenido excelentes resultados con este agente terapéutico. Más adelante describiremos un caso del doctor Villeneuve, que muestra la curación de un morfinómano mediante el uso combinado del Vino Mariani y el Paté Mariani. El doctor H. Libermann recomienda el uso de la coca, en forma de Vino Mariani, contra la morfinomanía, el nicotinismo y el alcoholismo. En las enfermedades generales, el recurso más frecuente consiste en recurrir a las propiedades estimulantes de la planta. Estas propiedades la convierten en el tónico por excelencia, siempre que el objetivo sea recuperar un organismo que se ha debilitado por alguna causa. Se pueden prescribir sus preparaciones en la fase de convalecencia de fiebres graves, anemia y cloro-anemia; en todos los trastornos dietéticos, sea cual sea su causa (reumatismo crónico, gota, afección 108

genito-urinaria, cáncer, etc.); en resumen, en todos los casos en los que el organismo esté debilitado por cualquier causa. Pero es sobre todo en las enfermedades que ejercen una acción depresora sobre el sistema nervioso cuando el efecto de la coca es realmente maravilloso. Gubler, en sus Commentaires de thérapeutique, se erige en su mayor defensor. «La coca», dice, «igual que el té y el café, aporta al sistema nervioso la fuerza con la que está cargada, a la manera de un detonante; pero la suministra de forma gradual y no toda de una vez». La teoría de los detonantes, creada por M. Gubler, concuerda tan bien con los hechos observados, que Mantegazza, sin generalizar y sin pretender inventar una teoría —sino limitándose a describir mediante un símil lo que había visto—, de modo más cierto de lo que él mismo había supuesto, dijo: «Bajo la influencia de la coca, parece que se introduce una nueva fuerza en nuestro organismo, como el agua dentro de una esponja». (A. Dechambre). Esta opinión ha sido confirmada por todos los autores que han estudiado este asunto, y la sustancia puede considerarse una de los más seguras en terapéutica. Añadiremos algo muy importante: como tónico, la coca se muestra superior a la cinchona, el hierro, la estricnina, etc. Todo el mundo conoce la acción astringente de éstos, la cual causa un estreñimiento tan fuerte que algunos pacientes necesitan suspender su uso. En cambio, no hay objeciones al uso de coca; nunca produce estreñimiento, y su uso puede prolongarse indefinidamente.

CAPÍTULO V Nuestras diversas preparaciones de coca

Inmediatamente después de la introducción de la hoja de coca en Europa, concebimos el plan —a fin de atender las solicitudes de muchos médicos— de elaborar preparaciones de coca: Vino Mariani, Elixir Mariani, Paté Mariani, Té Mariani, Pastillas Mariani, etc. (El nombre del autor fue amablemente añadido a sus preparaciones por la profesión médica, en reconocimiento a la calidad de sus productos). Estas distintas preparaciones habían sido empleadas por nuestros mejores facultativos mucho tiempo antes de que se comenzara a utilizar la cocaína.

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Los resultados fueron maravillosos, y las innumerables cartas que recibimos de los médicos que experimentaron con nuestros productos y los utilizaron, y que publicaron informes en revistas médicas de todas las partes del mundo, llenarían un grueso volumen. Bajo el estimado patrocinio de las mayores eminencias médicas, nuestras preparaciones son conocidas por todo el mundo; han llegado a todas las clases de la sociedad y a todas partes: tanto en las grandes ciudades como en los pueblos pequeños, hombres, mujeres, niños, convalecientes de todas las edades, conocen ahora el nombre de la saludable planta, la cual hemos popularizado siguiendo estrictamente el código de la ética médica y mediante los procedimientos aprobados por toda la profesión médica. Ahora consideraremos las distintas formas en que utilizamos la coca del Perú, y que, bajo las bien conocidas presentaciones de vino, elixir, paté, etc., han recibido reconocimiento universal. También mostraremos la estima que las autoridades médicas muestran por estas preparaciones.

Vino mariani

Es la primera de las preparaciones de coca y la más utilizada. A la acción tónica y estimulante de la droga se le añade un vino de calidad superior. El Vino Coca Mariani contiene las partes solubles de la planta peruana. La combinación de coca con los taninos y la pequeña cantidad de hierro que este vino contiene de forma natural, constituye el más eficaz de los tónicos. Las hojas de coca que utilizamos tras una cuidada selección proceden de tres fuentes distintas y son de una calidad incomparable. Esto es lo que da a nuestro vino ese sabor especial y ese agradable aroma que lo hace tan atractivo para el enfermo. A la combinación de esas tres variedades de hojas de coca que hay en nuestro vino se debe este importante hecho: durante casi treinta años, independientemente de la cantidad de las dosis, el Vino Mariani nunca ha causado cocainismo. (Advertimos especialmente contra los numerosos vinos de coca elaborados con el alcaloide cocaína). El Vino Mariani es un tónico de uso general y su acción es inmediata. Esta acción, en lugar de localizarse en un solo órgano, el estómago, se extiende a todo el cuerpo. Cuando entra en el torrente sanguíneo va estimulando las funciones de todos los órganos, y eso se debe a la presencia de los principios volátiles de la planta en nuestro preparado. A diferencia de otros tónicos, cuyas propiedades astringentes causan calores y estreñimiento, el Vino Mariani no produce ningún trastorno de las 110

funciones digestivas. Las estimula, ejerce un efecto refrescante sobre la mucosa gástrica, y gracias a ello sustituye beneficiosamente las preparaciones de cinchona, hierro, estricnina, etc. Dice el doctor Mallez: Hay una forma de anemia que no ha despertado aún el interés de los médicos, y que remite en gran medida con el uso del Vino Mariani. Nos referimos al estado de profunda depresión del organismo, con un marcado empobrecimiento de la sangre, que también es causado por el abuso prolongado de sustancias balsámicas para tratar las enfermedades del tracto urinario. La cantidad de personas que, atacadas por la blenorragia, utilizan cubeba, copaiba, turpentina, etc., es considerable. Es tan cierto esto que, de cada cien jóvenes con dispepsia, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que al menos cuarenta lo son por culpa del uso de balsámicos [...] De igual modo, el número de pacientes afectados con piedras en la vejiga a quienes el uso prolongado y excesivo de los agentes mencionados ha vuelto dispépticos y después neuropáticos, es enorme. Igual que los anteriores, deben el profundo trastorno de sus funciones digestivas al uso excesivo de resinas y resinas oleosas. En consecuencia, es de la mayor importancia aliviar a esas personas haciendo que tomen —después de haberles administrado laxantes ligeros y ciertas preparaciones para fortalecer el estómago— no hierro, ni cinchona, ni tónicos locales, que serían de escasa utilidad, sino tónicos generales, es decir, que actúan sobre el problema local y al mismo tiempo sobre la condición general, y además no causan estreñimiento. Aquí es donde el Vino Mariani demuestra sus beneficios y tiene éxito donde otros tónicos han fracasado: en la tarea de estimular las funciones del estómago. Por una parte, por la pequeña cantidad de taninos que contiene; por otra parte, por los principios activos de la coca, asociados al vino —que sirve como vehiculante—, estimulan la vitalidad de cada órgano por separado después de haber ejercido su acción vivificante sobre el estómago. (Gazette des Hopitaux, 23 de noviembre de 1877).

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Las propiedades analgésicas del Vino Mariani han tenido una feliz aplicación en clínica laringoscópica por parte del doctor Charles Fauvel. Este eminente especialista lo ha utilizado durante los pasados veintiséis años con un éxito continuo en todas las afecciones de la mucosa laríngea, las vías aéreas y los órganos vocales. En la angina granular sustituye a los medicamentos tópicos y las cauterizaciones, tan perjudiciales cuando se realizan indiscriminadamente y en exceso. El uso del Vino Mariani alivia rápidamente a los pacientes de la sensación de calor y hormigueo, uno de los síntomas más molestos de esta enfermedad tan frecuente de la garganta. (Gazette des Hopitaux, 12 de mayo de 1877). El doctor Beverley Robinson recomienda el Vino Mariani como tónico cardíaco. El doctor W. H. Pancoast dice que el Vino Mariani es un producto valioso y un tónico muy apreciado. El doctor Jules Bouvyer, de Cauteretz, lo utiliza con éxito en ciertas afecciones de la laringe, como ayuda en el tratamiento con azufre. En 1875, en su Traitement rationnel de la phthisie pulmonaire, el doctor de Pietra Santa dijo, en la página 394: «Entre los facultativos más renombrados de París, Péan, Barth, G. Sée y Cabrol han adoptado rápidamente las preparaciones a base de coca. Charles Fauvel las prescribe en las afecciones de las vías respiratorias. Es también en estas enfermedades donde yo también he tenido ocasión de recomendar su uso diario en la forma más cómoda, agradable y activa: el Vino Tónico de Mariani». De esa forma se ha cumplido la predicción de Réveil: «Esta sustancia (la coca) está destinada a ocupar un lugar importante en terapéutica». En la Revue de Thérapeutique médicaux-chirurgicale, 11 de junio de 1876, página 381, el doctor H. Cottin concluye así su artículo: «En Francia estamos utilizando una gran cantidad de vino de coca, que tiende a sustituir a todos los otros vinos tónicos. El estómago lo soporta mejor y es más agradable al paladar. M. Mariani ha contribuido en gran medida a la popularización de la coca mediante la perfección de sus preparaciones, el vino, el elixir y el paté. Éstas son las más empleadas actualmente». El doctor Chapusot, de París, resume así sus observaciones personales: «Un vaso de este vino siempre ha sido suficiente para hacerme olvidar el hambre y preservar mis fuerzas. Siento un agradable calor y una estimulación general del organismo. La digestión de la comida siguiente siempre es más fácil que si no tomo el Vino Mariani y, aunque no tengo tanto apetito como cuando no lo tomo, como una buena cantidad y el estómago parece encontrarse más fuerte y más activo». 112

Fue el doctor Charles Fauvel quien dio a nuestro vino el muy llamativo y preciso título de ‘Tensor de las cuerdas vocales’. Él dice: «Gracias al Vino Mariani he podido recuperar la voz de muchos artistas líricos que sin este potente producto no habrían podido ofrecer sus actuaciones». El doctor J. Leonard Corning, en Brain Exhaustion, publicado en 1884, páginas 78 y 112, dice: «De todos los medicamentos que empleo en los numerosos casos de irritabilidad, el Vino Mariani me ha ofrecido el mejor de los servicios. Incluyo los bromuros porque esta preparación a base de coca posee las propiedades calmantes de esas sales sin la desagradable depresión que las caracteriza». El mismo autor continúa: «El Vino Mariani es el remedio por excelencia para el ánimo bajo. Al mismo tiempo, ejerce una acción fortificante sobre el cerebro y genera una sensación de bienestar». El doctor Morell Mackenzie, de Londres, recomienda el Vino Mariani como estimulante y tónico, y lo utiliza especialmente con cantantes y personas que usan mucho la voz. El profesor Sajous, de Filadelfia, que ha experimentado con el Vino Mariani en los trastornos de los órganos vocales, ha obtenido resultados excelentes con su uso, y lo recomienda no sólo para restaurar la voz, sino como tónico general. El doctor Libermann, cirujano jefe del ejército francés, comunica su experiencia como sigue: Tengo el honor de informarle sobre los resultados que he obtenido en mi larga carrera de práctica militar con el uso del Vino Mariani. Lo he utilizado con éxito para la grave anemia que resulta de las largas y tediosas campañas en los países cálidos, que va acompañada casi siempre por irritación gastrointestinal con pérdida de apetito y dispepsia. Dos o tres vasos de Vino Mariani al día eliminaron el problema rápidamente y restauraron el apetito y la tolerancia del estómago hacia los alimentos fortificantes. También lo he empleado en los raros casos de alcoholismo crónico que se han dado en nuestro ejército, consecuencia del abuso del coñac, la absenta o los licores fuertes. El Vino Mariani produjo toda la estimulación deseada por los bebedores, pero ejerció al mismo tiempo un efecto tranquilizante sobre su sistema nervioso. He visto a muchos bebedores inveterados renunciar a su fatal hábito y 113

recuperar la salud. También he utilizado Vino Mariani para liberar a los fumadores del nicotinismo. Unos cuantos vasos de Vino Mariani, tomado en pequeñas dosis, solo o mezclado con agua, actuaron como sustituto de las pipas y los cigarros porque los fumadores encontraron en él la estimulación cerebral que antes buscaban en el tabaco, y conservaron todas sus facultades intelectuales. También lo he utilizado con éxito en la bronquitis crónica y la tisis pulmonar. El Vino Mariani aumenta el apetito y disminuye la tos en estos dos estados patológicos. Para combatir la tos lo administro mezclado con agua en forma de tisana: un vaso de vino de coca en un vaso de agua. Además, lo he utilizado con excelentes resultados en la convalecencia de las fiebres tifoideas, cuando ningún tipo de vino, ni siquiera el Burdeos, era retenido por el estómago debido a la irritación gástrica que suele aparecer con este tipo de fiebres. Aunque me he limitado a dar un breve repaso a los resultados logrados, conservo los datos originales por si fueran necesarios. Puedo asegurar que el Vino Mariani es el arma más poderosa que puede ponerse en las manos de los médicos militares para combatir enfermedades, padecimientos e incluso malos hábitos engendrados por la vida en el campamento y la dureza de la vida militar. El doctor Villeneuve, entre diversos casos de morfinomanía combatidos con el uso combinado de Paté Mariani y Vino Mariani, nos comunicó en 1884 la siguiente observación: El señor X, abogado, de treinta y dos años de edad, comenzó hace cinco años a usar preparaciones de morfina como remedio contra una bronquitis crónica alarmante y granulaciones en la garganta, que estaba constantemente irritada por el consumo de tabaco. El paciente tomaba morfina al principio, pero sus médicos cometieron la imprudencia de tratarle con inyecciones hipodérmicas. Se produjo un notable cambio a mejor durante el primer mes, pero, lamentablemente, pronto se produjo un abuso del medicamento; tanto que, cuando comencé a tratar al paciente, estaba tomando de 1,5 a 1,8 gramos de morfina al día, inyectada bajo la piel. Cuando pa114

saba cuatro horas sin su dosis aparecían insomnio, alucinaciones y delirio; sufrió un estreñimiento que le duró quince días, lo que le causó una apendicitis alarmante, calambres musculares, terrores repentinos, dispepsia, y al final una terrible congestión facial siempre que bebía un poco de vino o licor. Después de un mes de tratamiento, logré reducir la dosis diaria sin causar síntomas alarmantes; las funciones fisiológicas parecían ir despertando. Sin embargo, la congestión, y especialmente la dispepsia, eran muy graves, y volvió la tos que la morfina había eliminado. Fue entonces cuando traté a mi paciente con fosfato cálcico, Paté Mariani y Vino Mariani. Al faltarle su estimulante habitual, cayó en una especie de estado semicomatoso que no siempre se aliviaba con pequeñas dosis diarias de morfina. El peligro que más temía era que hubiera una recaída en la bronquitis, y que la tos y la expectoración tuvieran un mal final. Pero en más o menos una semana, durante la cual tomó diez dosis de paté de coca al día, la tos se volvió menos fatigosa y desapareció por completo en el plazo de veinte días. El paciente entonces comenzó a tomar pequeñas dosis de Vino Mariani (dos vasos al día). Al principio hubo congestión, pero poco a poco, a medida que la digestión se hacía más fácil, mi paciente, que debido a su profunda anemia no toleraba ningún vino de mesa, tomó al principio un vaso pequeño, después dos, y después tres vasos en una comida. Ahora puede salir y comer en la ciudad, lo que no podía hacer desde hace tres años. Ha recuperado su fuerza anterior, puede llevar a cabo nuevas ocupaciones y ha abandonado por completo el hábito de la morfina. Concluiremos nuestras citas, ya excesivamente numerosas, con un artículo del doctor Scaglia, publicado en 1877 en la Gazette des Hopitaux, en el artículo “La coca et ses propriétés thérapeutiques”: En la anemia relacionada con las afecciones pulmonares crónicas sin fiebre, y en la anemia acompañada de gastralgia, el Vino Mariani ejerce un efecto excelente. Sus propiedades estimulantes pueden también utilizarse en los trastornos 115

de salud de gravedad media que aún no han llegado a la anemia grave, pero que al final suelen hacerlo: exceso de trabajo físico o mental, debilidad cerebral debida a exceso de trabajo o placer, el agotamiento que sufren los habitantes de las grandes ciudades por las irregularidades de la dieta y la mala higiene a causa de su trabajo o su entorno. El uso moderado del Vino Mariani es sin duda beneficioso para la gente de hábitos sedentarios agotada por el trabajo, para los convalecientes que, por un largo confinamiento en cama, han perdido fuerza muscular, para los pacientes que sufren diabetes o la enfermedad de Bright, cuyos músculos han perdido su vigor y su elasticidad. Permítasenos añadir que el sabor de Vino Mariani es exquisito, que no tiene relación con ninguna droga, y que su uso es aceptable hasta para los más exigentes. Dosis normal – Dos o tres vasos diarios, media hora antes, o inmediatamente después de las comidas. Ponche de coca – Mezclando un vaso de Vino Mariani con medio vaso de agua hirviendo y añadiendo azúcar a nuestra voluntad, conseguimos un ponche de exquisito sabor y capaz de ofrecer los mejores servicios, siempre que deseemos un efecto inmediato en los casos graves de resfriado con tos convulsiva (prescrito por el doctor Libermann).

Elixir Mariani

El Elixir Mariani contiene más alcohol, es muy agradable al gusto y tiene triple cantidad de los principios activos de la hoja de coca peruana que el Vino Mariani; por tanto, debería tomarse en dosis de un vaso pequeño, por la mañana al levantarse y después de las dos comidas principales. Puede utilizarse solo o mezclado con agua, en casi todos los casos en que se usa el Vino Mariani. Sus propiedades tónicas y digestivas, y su especial aroma, suave y penetrante a la vez, lo convierten en un licor agradable, muy valorado por los gourmets y las personas que cuidan su salud. Un vaso pequeño de Elixir Mariani después de una comida genera un ligero calor en el estómago y una buena secreción de jugos gástricos que se mezclan con la comida y facilitan la digestión. Se puede recomendar el uso del Elixir Mariani a los viajeros, cazadores, y en general a todos los que caminan mucho y están expuestos a la fatiga, a 116

la humedad y a la niebla, y les resultará muy beneficioso gracias al tono y la fuerza que proporciona al estómago y a los músculos. El doctor Collins, en Révue de Thérapeutique, señala que este licor funciona estupendamente en casos de anemia, clorosis y raquitismo. Los doctores Fauvel, Conqueret, Villenueve, Chapusot, Odin, Cintrat y otros declaran, como resultado de sus observaciones clínicas, que el Elixir Mariani ejerce un “efecto magistral” en la faringitis granular, la amigdalitis y la albuminuria, y que no pueden negarse sus propiedades estimulantes sobre todo el sistema nervioso. El doctor J. Leonard Corning, de Nueva York, recomienda el Elixir Mariani como fortalecedor del cerebro. El Elixir Mariani se suele prescribir en dosis de un vaso pequeño después de las comidas principales. Mezclado con agua fría, en proporción de dos vasos pequeños llenos por cada vaso grande de agua, constituye una bebida tonificante y agradable.

Paté Mariani (oblea de coca)

Con propiedades tónicas y pectorales, el Paté Mariani es muy agradable al gusto y lo prescriben con éxito los especialistas de garganta para la tos continua, el catarro granular de la garganta y diversas inflamaciones de las vías respiratorias y digestivas. Compuesto sólo de goma clarificada, azúcar y coca, sin nada de opio ni ninguna otra sustancia narcótica, puede tomarse sin problema a cualquier hora del día y en cualquier cantidad, sin miedo de alterar la digestión, sino que, por el contrario, ayuda a realizarla. La dosis normal es de seis a diez obleas diarias, pero se puede tomar más si es necesario. Su acción beneficiosa se debe a la feliz combinación de las propiedades emolientes de la goma arábiga y a las cualidades tónicas, astringentes y analgésicas de la coca. El Paté Mariani ejerce una potente acción tonificante sobre la laringe y, lo mismo que el Vino Mariani, es de gran valor en los casos de afonía producidos por debilidad o relajación de las cuerdas vocales. Esta propiedad es especialmente beneficiosa para los cantantes y los oradores. El Paté Mariani es un buen sustituto de las pastillas de clorato potásico y de las píldoras de opio en el catarro granular de la garganta y las afecciones de la garganta en general. Es agradable al pala117

dar y produce efectos anestésicos y calmantes (Gazette des Hopitaux).

Pastillas mariani (coca y cocaína)

Las Pastillas Mariani se utilizan en los mismos casos que el paté, del que se diferencian sólo en la adición de dos miligramos de clorhidrato de cocaína en cada pastilla. Su acción es mucho más intensa y más rápida que la de la pasta de coca. La tos convulsiva, tan frecuente y molesta en quienes abusan del tabaco, desaparece como por arte de magia con unas pocas pastillas. Dosis – De cuatro a ocho pastillas diarias. Esta cantidad puede superarse, según recomiende el médico.

Té mariani, o extracto concentrado de coca

Como el nombre indica, el extracto concentrado de coca Mariani, o Té Mariani, contiene en un volumen reducido todos los principios activos de la coca. Este extracto, preparado en aparatos especiales que evitan cualquier alteración y permiten conservar todas sus propiedades y aroma, es apropiado para todas las formas de uso de la coca y constituye una preparación escrupulosamente precisa en las dosis, la más cómoda y más activa posible. El Té Mariani puede conservarse indefinidamente y es fácil de llevar. Ofrece un buen servicio a las personas que suben montañas, hacen marchas fatigosas o largos viajes por países con malas condiciones de salud, y en realidad en todo trabajo o actividad de ocio que cause fatiga. El Té Mariani puede tomarse en dosis de tres a seis cucharadas soperas durante el día, solas o mezcladas con licor, vino, agua o leche; calientes o frías, y endulzadas con azúcar, si se desea. TÉ O INFUSIÓN DE COCA – Una cucharada sopera de Té Mariani, añadida a una taza de agua caliente, y endulzada con azúcar, con o sin leche, constituye una bebida muy agradable, más digestiva, más tonificante y menos excitante que el café o el té; además, tiene en mayor grado las propiedades tonificantes y estimulantes de las otras dos sustancias. Así es como se usa especialmente en Perú y Bolivia, donde se prefiere al té chino. Las personas que beben té chino en las comidas pueden sustituirlo ventajosamente por el Té Mariani. GARGARISMOS Y SPRAY DE COCA – Independientemente de su acción tónica y reconstituyente, la coca posee propiedades anestésicas y calmantes, por lo que la utilizan los laringólogos en forma de spray, en pro-

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porción de una cucharadita pequeña de Té Mariani por medio vaso de agua caliente. Un médico de Tonkin que ha experimentado con el Té Mariani nos envía el siguiente informe: El Té Mariani nos ha prestado un excelente servicio en los viajes y en la práctica hospitalaria. En agua hirviendo, con o sin azúcar, es una bebida muy agradable, tónica y estimulante. Es también una buena forma de preservar las fuerzas, sustituye a las bebidas alcohólicas y ayuda a soportar la fatiga más estresante. El agua de los pantanos, ríos o acequias, mezclada con unas cuantas cucharadas de Té Mariani, puede beberse sin problema, y calma la sed. El Té Mariani estimula el apetito, acaba con la atonía de los órganos digestivos y previene y combate la diarrea eficientemente. Mezclado en pequeñas cantidades con leche fresca o condensada, tiene un sabor agradable y es tolerado incluso por los estómagos más delicados; por tanto, es una valiosa ayuda en el tratamiento de la disentería y las diarreas de los países tropicales. Finalmente, su uso exclusivo o excesivo durante varios días no ha demostrado ejercer ninguna acción perjudicial sobre el organismo, como sí sucede con el abuso del café o de las bebidas alcohólicas en circunstancias similares. Los doctores Fordyce Barker, J. H. Douglas, Henry B. Sands y G. F. Shrady nos han autorizado a dar a conocer que gracias al Té Mariani, añadido a la leche (en la proporción de una cucharadita pequeña por cada taza de leche), fue como pudieron alimentar al general Grant, el expresidente, cuando no toleraba ninguna otra comida. Por este medio lograron prolongar la vida de su ilustre paciente durante varios meses. La coca, tomada en infusión, dio excelentes resultados a Tschudi cuando permaneció en el valle del Puna, el más alto de Bolivia, que ha dado su nombre al mal de montaña, conocido en Perú como Mal de Puna. La experiencia ha demostrado la utilidad de la coca contra la disnea y los vómitos, de forma que los indios que realizan ascensiones siempre llevan cierta cantidad de coca. El doctor Tschudi se encontró cómodo tomando nuestro té mientras cazaba en esos valles, a una altura de más de tres mil metros por encima del nivel del mar. 119

El doctor Salemi, de Niza, nos informa sobre un caso de epilepsia en una mujer de treinta y ocho años, curada con el uso diario y prolongado del Té Mariani, administrado en dosis crecientes (diez gotas diarias al principio y ochenta gotas diarias al final del mismo mes). Este caso no es el único.

“Nuevos remedios”

Así concluye este interesante artículo del doctor Henry Schweig: Cuando, hace dos años, Koller descubrió las propiedades anestésicas de la cocaína aplicada a las superficies mucosas, creció el interés por la planta de la que se extrae el alcaloide. No deseo extenderme detallando las diversas experiencias de quienes han estudiado los efectos de la administración de hojas de coca o de su extracto. Es suficiente decir que, mientras que algunos autores ensalzan las virtudes de esta planta, otros no encuentran nada en ella que justifique que tenga un lugar entre los medicamentos. La explicación de los distintos resultados obtenidos es la preparación inadecuada de la sustancia, así como la mala calidad de la materia prima (las hojas de coca, en este caso). En una serie de experimentos realizados por mí (en privado y en la práctica clínica de un sanatorio), con el objetivo de conocer mejor el valor de la coca en las complicaciones laríngeas, he llegado a una conclusión que me permite afirmar que no sólo es un valioso añadido a nuestra farmacología terapéutica, sino también un fármaco en el que podemos confiar para aprovechar su acción específica en ciertos trastornos del tracto respiratorio superior. En la molesta condición en que los tensores de las cuerdas vocales no funcionan, cuando hay problemas de voz y los tonos más altos se producen más difícilmente, podemos confiar en la coca para un rápido alivio; si no permanente, al menos temporal. Por supuesto, se entiende que me refiero sólo a aquellos casos en que se necesita cierta “fuerza nerviosa”, y no cuando hay parálisis debida a alteraciones orgánicas [...] Los vocalistas y los oradores públicos suelen quejarse de las molestas secuelas de la faringitis folicular que padecen cuando hacen un uso excesivo de la voz. La irritación de la 120

garganta en estos casos es bastante marcada. Los folículos dilatados, y las grandes placas donde se unen los folículos, se hinchan y se ponen de un color rojo profundo; aumenta la tos, y la voz, que antes era clara, se vuelve débil y temblorosa. Hay una sensación de constricción, dolorosa y alarmante para el paciente. En estos casos, la coca, cuando se utiliza de manera adecuada, hace efecto rápidamente y puede administrarse en cierta cantidad durante muchos meses, o incluso años, sin producir ninguno de los síntomas perjudiciales que a veces se le atribuyen [...] La disnea debida a los reflejos de la laringe suele aliviarse con la coca. La primera dosis debe ser completa, y después se administran pequeñas dosis a intervalos breves para mantener el efecto producido al principio [...] He observado con frecuencia que el esfuerzo constante por cantar, hablar en voz alta, etc., produce un estado de fatiga en la voz, en el cual no hay cambios aparentes en el aparato vocal, pero que perjudica el uso adecuado de la voz. Ya se deba a un uso excesivo de los músculos laríngeos o faríngeos, o a la irritación de los filamentos nerviosos terminales de las vías respiratorias superiores, la coca constituye el único remedio que ha aliviado estos trastornos. Si se desea un efecto rápido, debe administrarse una primera dosis elevada, y después mantener el efecto con dosis menores, repetidas con frecuencia [...] Los caprichos y delirios de los redactores (no profesionales, por supuesto) de la prensa diaria han contribuido a envenenar la opinión popular en lo que respecta a la coca, y eso suele ser un problema para el médico. Los pocos casos en que se ha abusado de la cocaína han servido para condenar por completo a una droga muy valiosa. Aún no ha llegado a mi conocimiento ningún ejemplo en que un preparado de coca —excepto de su alcaloide—, empleado racionalmente, haya producido el mínimo síntoma de toxicidad. Siguiendo el mismo criterio se debería evitar el uso de la morfina, el cloral, el cannabis y los bromuros, porque las víctimas de su abuso se cuentan por miles cada año. Todos los agentes medicinales potentes se ponen en nuestras manos para ser 121

utilizados de forma racional y moderada, no en exceso, y los médicos que dudan sobre el uso de una sustancia medicinal por culpa de su abuso, en mi opinión deberían ser clasificados junto a las hordas de fanáticos que desearían prohibir el consumo de bebidas alcohólicas basándose en que una minoría de la población abusa de ellas. New York Medical Monthly, octubre de 1886.

Advertencia importante

Debido al éxito logrado por nuestras preparaciones de coca a lo largo de los años, algunos imitadores y falsificadores han intentado aplicar a sus productos sin valor los comentarios manifestados sobre nuestros productos especiales. Estos hechos, repetidos con cierta frecuencia, han generado protestas procedentes de muchos médicos, entre ellos los doctores W. Oliver Moore, Sir Morell Mackenzie y Charles Fauvel. Al director del New York Medical Journal: Estimado señor: En su número del 3 de enero de 1885, página 19, en un informe sobre un artículo leído en la Sociedad Médica de Nueva York, con el título “Los efectos fisiológicos y terapéuticos de la hoja de coca y sus alcaloides”, aparece lo siguiente: “Durante más de veinte años, el doctor Fauvel la ha utilizado, internamente —en la presentación de Vino Mariani—, en aplicaciones locales en la faringe y la laringe, en spray o aplicadas con pincel, en forma de extracto fluido o, más recientemente, utilizando una preparación concentrada sin alcohol que en realidad es un tónico cardíaco (preparado por Mariani & Co.)”. Varios fabricantes de preparaciones de coca han aprovechado la ocasión para citar este artículo, colocando el nombre de su producto, en lugar del mencionado en el original. Puesto que las preparaciones de coca mencionadas en mi artículo fueron comprobadas personalmente y las considero las mejores entre todas las que probé, deseo llamar su atención sobre estas citas erróneas y alteraciones del texto. Sinceramente Doctor Oliver Moore

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Nota del director: Nos hemos tomado la molestia de comparar el informe del doctor Moore con el breve libro sobre la coca redactado por el señor Mariani, así como con los folletos publicados por ciertos fabricantes de productos elaborados con coca, y ciertamente pensamos que algunos de esos fabricantes se han tomado la libertad de apropiarse de un trabajo que sin duda costó al señor Mariani una gran cantidad de tiempo y de dinero. New York Medical Journal, 24 de octubre de 1885 En otra columna publicamos una carta del doctor W. Oliver Moore, en la que llama la atención sobre una injusticia que ciertos competidores han hecho al señor Mariani al publicar informes “modificados”, que originalmente hablaban sobre el exitoso uso de los productos de coca de Mariani. En ellos hacen creer que esos informes hablan sobre sus propios productos. Es lamentable que una compañía que siempre ha respetado la cortesía propia del libre mercado sea ahora tratada de forma tan degradante por algunos fabricantes rivales. Al director del New York Medical Journal: Señor - ¿Me haría usted el favor de anunciar en su revista, haciéndome justicia ante la profesión médica, que las diversas noticias que han aparecido en algunas revistas y folletos citando mi nombre en relación con la coca son completamente falsas y constituyen un delito de prevaricación? El único producto de coca que he utilizado con éxito continuo ha sido el famoso Vino Mariani, que, desde 1865, he tenido ocasión de prescribir a diario en mi clínica, así como en mi práctica privada. Mi opinión sobre este valioso fármaco, durante muchos años, ha sido bien conocida por mis colegas de profesión gracias a varios escritos, y es justo que este valioso producto reciba el honor que merece. Le agradezco que cumpla mi solicitud. Charles Fauvel 123

El señor Mariani ha recibido su merecido premio por la alta calidad y excelencia de sus productos, no sólo por las numerosas menciones honoríficas efectuadas por algunos destacados miembros de la profesión médica y por quienes han tenido ocasión de utilizar sus preparaciones a base de coca, sino por estos galardones recibidos recientemente: Medalla de Oro y Medalla de Plata de la Academia Nacional de Francia; Medalla de Oro y Gran Diploma de Honor en la Exposición de Vinos de Burdeos, Francia; Medalla de Oro y Diploma de Honor en la Exposición de Higiene de Amsterdam, Holanda; y Medalla de Oro y Diploma en Leamington, Inglaterra, donde el jurado puso al Vino Mariani el sobrenombre de “Vino para los Atletas”. Solicitamos a los médicos que confían en nuestros productos que los prescriban bajo el nombre de Mariani, y que insistan en que se cumplan escrupulosamente sus prescripciones.

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Cocaína26 Aleister Crowley

Este escrito fue redactado en los Estados Unidos poco después de aprobarse la Harrison Act27, una ley que prohibió la venta de cocaína y otras drogas a quien no tuviera una receta que justificara su consumo. En él Crowley presenta sus argumentos contra la prohibición: el tráfico se convierte en ilegal, la droga se encarece y el adicto puede convertirse en un delincuente para poderse costear su hábito. Crowley fue un consumidor habitual de drogas, y a lo largo de su vida utilizó, además de cocaína, alcohol, opio, cannabis, éter, morfina y peyote. Durante varias etapas de su vida tuvo dependencia de la heroína, después de que un médico se la recetara para sus problemas respiratorios. Además de en el texto que ofrecemos a continuación, relata sus experiencias con las drogas en Diary of a Drug Fiend (Diario de un drogadicto), publicado en 1922. “Hay una tierra feliz, lejos, muy lejos” Himno

I De todas las gracias que se agrupan alrededor del trono de Venus, la más tímida y evasiva es la doncella a la que los mortales llaman felicidad. Ninguna es perseguida con tanto ahínco, pero ninguna es tan difícil de conseguir. De hecho, sólo los santos y los mártires —por lo general desconocidos para sus semejantes— la han hecho suya; y la han alcanzado extinguiendo en sí mismos el sentido del Ego con el ardiente acero de la meditación, disolvién26 Publicado originalmente en la revista La Internacional, octubre de 1917. 27 Nota del traductor: 17 de diciembre de 1914. Esta ley supuso el primer intento estadounidense de controlar, a nivel estatal, el comercio de opiáceos y derivados de la coca. 125

dose en ese divino océano de la Conciencia cuya espuma es desapasionada y constituye el perfecto éxtasis. Para los demás, la Felicidad sólo llega por casualidad; cuando menos se busca, tal vez se nos aparezca. Buscad, y no la encontraréis; pedid, y no la recibiréis; llamad, y no se os abrirá. La Felicidad es siempre un accidente divino. No es una cualidad definida, sino el cúmulo de todas las circunstancias. Es inútil combinar sus ingredientes; podemos repetir sin cesar los experimentos vitales que la han producido en el pasado, y con habilidad y variedad infinitas. Pero todo es en vano. Parece un cuento de hadas que una entidad tan metafísica surja en un momento determinado sin intervención de la sabiduría, sin ninguna fórmula mágica, sino mediante una simple planta. El más sabio de los hombres no puede incrementar la felicidad de los demás, aunque sean bendecidos con los dones de la juventud, la belleza, la riqueza, la salud, el ingenio y el amor. El rufián más canalla, vestido con andrajos, indigente, enfermo, cobarde, estúpido, todo él envidia, puede conseguirla con una simple y rápida aspiración. El asunto es tan paradójico como la vida, tan místico como la muerte. ¡Mirad ese deslumbrante montoncito de cristales! Son Clorhidrato de Cocaína. Al verlos, el geólogo pensará en la mica; para mí, que asciendo a las cumbres más altas, son iguales que esos brillantes copos de nieve que florecen principalmente donde las rocas sobresalen por encima del hielo, en las grietas de los glaciares que el viento y el sol han ido desgastando con sus besos. A quienes no conocen las grandes colinas, tal vez les sugieran la nieve que adorna los árboles con brillantes flores. Ese tipo de joyas es propio del país de las hadas. A quien las pruebe con sus fosas nasales debe parecerle como si el aliento de algún gran espíritu de la Inmensidad quedara congelado por el frío del espacio que hay sobre su barba. Nunca ha existido un elixir con una magia tan instantánea como la cocaína, independientemente de a quién se proporcione. Escoged al mayor fracasado que haya sobre la tierra; dejadle sufrir todas las torturas propias de la enfermedad; arrebatadle la esperanza, la fe y el amor. Después mirad el dorso de su mano marchita, su piel descolorida y arrugada, tal vez inflamada por un doloroso eczema, quizás podrida por culpa de una úlcera maligna. Poned sobre ella esa nieve brillante, sólo unos granos, un pequeño montoncito de polvo estrellado. El brazo consumido se levanta lentamente hacia la cabeza, que es poco más que una calavera; la débil respiración absorbe ese polvo radiante. Ahora tenemos que esperar un minuto, o tal vez cinco.

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Entonces ocurre el milagro de los milagros, tan seguro como la muerte, pero tan natural como la vida; una cosa más milagrosa aún por su rapidez, tan alejada del transcurso normal de la evolución. Natura non facit saltum: “la naturaleza nunca da saltos”. Cierto, y por eso mismo este milagro parece ir contra natura. La melancolía se desvanece; los ojos brillan; la triste boca sonríe. Prácticamente vuelve el vigor viril, o así parece. Al menos la fe, la esperanza y el amor se unen en una danza; se recupera todo lo que se ha perdido. El hombre es feliz. A una persona la droga le puede proporcionar vivacidad, a otra tranquilidad; a unos fuerza creativa, a otros energía sin límite, a otros glamour, y a otros deseo. Pero todos son felices a su manera. ¡Pensad en ello! ¡Tan simple, y a la vez tan trascendental! ¡El hombre se siente feliz! He viajado por todos los rincones del planeta; he contemplado tales maravillas de la Naturaleza que mi pluma aún echa humo cuando intento contarlas; he sido testigo de muchos milagros que son obra del genio humano; pero nunca he visto una maravilla como ésta.

II ¿Acaso no hay una escuela de filósofos, fríos y cínicos, que considera a Dios un estafador? ¿Que cree que le da placer despreciar la insignificancia de sus criaturas? ¡Sus tesis deben estar basadas en la cocaína! Demuestran una amargura, una ironía y una crueldad inefables. Este don de la rápida y segura felicidad se pone a nuestra disposición sólo para que caigamos en la tentación. Ni la historia del santo Job contiene un trago tan amargo. ¿Hay algo más odioso y endemoniado que ofrecernos tal bendición y decirnos que no podemos tomarla? ¿No se nos podría permitir soportar las miserias de la vida, tan malas como son, sin la angustia de saber que tenemos el máximo placer a nuestro alcance, y que el precio de esa alegría consiste en multiplicar por diez nuestra ansiedad? La felicidad de la cocaína no es pasiva ni plácida como la propia de las bestias, sino que es autoconsciente. Le dice al hombre lo que él es y lo que podría ser; le ofrece la semblanza de la divinidad, aunque con ello tal vez se dé cuenta de que es un gusano. Despierta el descontento de una manera tan aguda que nunca volverá a apaciguarlo. Genera hambre. Dad cocaína a un hombre que ya sea sabio, instruido en los saberes del mundo, moralmente fuerte, un hombre inteligente y con autocontrol. Si realmente tiene dominio 127

de sí mismo, no le hará daño. Sabrá que se trata de una trampa: tendrá cuidado si repite esos experimentos, y vislumbrar su objetivo puede incitarle a conseguirlo por los medios que Dios reserva a Sus santos. Pero dadla a un ignorante, a un individuo autocomplaciente, a un indolente —es decir, al hombre normal— y estará perdido. Él dirá, y su lógica es perfecta: «Esto es lo que quiero». Él no conoce, ni puede conocer, el verdadero camino; el camino equivocado es el único para él. Hay cocaína a discreción, y la toma una y otra vez. El contraste entre su vida de larva y su vida de mariposa es demasiado amargo para que su alma antifilosófica lo soporte; se niega a coger el toro por los cuernos. Y de este modo no puede ya soportar los momentos de infelicidad, es decir, de la vida normal: así es como la llama. Los intervalos entre sus consumos disminuyen. ¡Ay! El poder de la droga disminuye a un ritmo rapidísimo. Las dosis aumentan; el placer disminuye. Aparecen los efectos secundarios, que al comienzo eran invisibles; son como demonios con tridentes llameantes en sus manos. Un simple ensayo con la droga no conlleva ninguna reacción destacable en un hombre sano. Se va a la cama a su debido momento, duerme bien y se despierta descansado. Los indios sudamericanos suelen mascar esta droga en su forma original cuando hacen marchas a pie, y consiguen verdaderas hazañas desafiando al hambre, la sed y la fatiga. Pero sólo la utilizan en casos extremos, y un prolongado descanso y una comida abundante permiten al cuerpo recuperar fuerzas. Asimismo, los salvajes, al contrario que la mayoría de los habitantes de las ciudades, tienen sentido y fuerza moral. Lo mismo puede decirse de los chinos y los hindúes en relación con su uso del opio. Todos lo utilizan, y sólo en muy pocos casos llega a convertirse en un vicio. Existe entre ellos como el tabaco entre nosotros. La naturaleza pronto avisa a quien abusa de la cocaína por placer; pero éste no la escucha. Los nervios se encuentran agotados por la constante estimulación; necesitan descanso y alimento. Hay un momento en que el caballo cansado deja de responder al látigo y la espuela. Se tambalea, cae como una mole temblorosa y exhala su último suspiro. Así perece el esclavo de la cocaína. Con todos los nervios rebelándose, todo lo que puede hacer es renovar el azote del veneno. El efecto farmacológico ya no existe; los efectos tóxicos se han acumulado. Los nervios enloquecen. La víctima comienza a tener alucinaciones. «¡Mirad! Hay un gato gris sobre esa silla. No he dicho nada, pero ha estado allí todo el tiempo». 128

También pueden verse ratas. «Me encanta verlas subir por las cortinas. ¡Si, ya sé que no son ratas reales! Pero la del suelo sí es una rata real. Casi la mato en cierta ocasión. Es la primera rata que vi; es una rata real. La primera vez la vi sobre el alféizar de mi ventana, una noche». Todo eso, dicho con toda la tranquilidad, es manía. El placer desaparece muy pronto y le sustituye su contrario, igual que a Eros le sucede Anteros28. «¡Oh, no! ¡Nunca se me acercan!». Pasan unos días y se arrastran sobre su piel, roen de forma interminable e intolerable, odiosamente y sin parar. No es necesario describir el final, sin importar cuánto se prolongue la situación porque, a pesar de la desconcertante destreza desarrollada por el ansia por la droga, el estado de locura trastorna al paciente, y su frecuentemente obligada abstinencia no puede apaciguar los síntomas físicos y mentales. Después consigue un nuevo suministro, y con un entusiasmo diez veces mayor, el maníaco, cogiendo el bocado con los dientes, galopa hacia la oscura orilla de la muerte. Y antes de esa muerte llegan todos los tormentos de la condenación eterna. Queda destruido el sentido del tiempo, de forma que una hora de abstinencia puede conllevar más horrores que un siglo de dolor en un tiempo y un espacio normales. Los psicólogos no entienden cómo el ciclo fisiológico de la vida y la normalidad del cerebro convierten a la existencia en algo insignificante, tanto para lo bueno como para lo malo. Para comprender esto, podemos pasarnos uno o dos días sin comer; veremos cómo la vida conlleva un constante dolor subconsciente. Con el hambre por la droga, este efecto se multiplica por mil. El tiempo mismo queda abolido; el verdadero y eterno infierno metafísico se hace presente en la conciencia, que ha perdido sus límites sin encontrar a Aquel que no tiene límites.

III Gran parte de todo esto es bien conocido; el sentido dramático me ha obligado a insistir en lo que ya conocemos gracias a la altura de la tragedia; o de la comedia, si uno tiene esa capacidad de distanciamiento de la humanidad que atribuimos sólo a los mejores hombres —Aristófanes, Shakespeare, Balzac, Rabelais, Voltaire, Byron—, ese poder que permite a veces a los poetas 28 Nota del traductor: Hermano de Eros, dios del amor. Según la mitología griega, castigaba a quienes no correspondían al amor que se les daba. 129

compadecerse de las penas de los hombres, y otras veces les lleva a despreciar su turbación. Pero yo debí haber insistido de forma más sensata en el hecho de que los mejores hombres pueden usar esta y otras muchas drogas con beneficios para ellos mismos y para la humanidad. Igual que los hindúes que mencioné antes, la utilizarán sólo para realizar algún trabajo que no podrían hacer sin ella. Puedo citar como ejemplo a Herbert Spencer, que tomaba morfina diariamente y que nunca excedió cierta dosis. Wilkie Collins también se sobrepuso a la agonía de la gota reumática gracias al láudano, y nos ofreció obras maestras aún no superadas. Otros llegaron demasiado lejos. Baudelaire se crucificó a sí mismo, en cuerpo y alma, en su amor por la humanidad; Verlaine al final se convirtió en esclavo, cuando durante tanto tiempo había sido el señor. Francis Thompson se mató con opio; lo mismo le pasó a Edgar Allan Poe. James Thomson hizo lo mismo con el alcohol. Los casos de de Quincey y F. H. Ludlow son de menor entidad —pero similares—, con láudano y hachís, respectivamente. El gran Paracelso, que descubrió el hidrógeno, el zinc y el opio, empleó deliberadamente el estímulo del alcohol, equilibrado con ejercicio físico enérgico, para extraer toda la energía de su mente. Coleridge dio lo mejor de sí mismo bajo los efectos del opio, y nos perdimos el final de Kubla Khan debido a la interrupción de un inoportuno ‘hombre de Porlock’29, ¡maldito sea para siempre en la historia del género humano!

IV Considerad la deuda de la humanidad con el opio. ¿Está pagada por la muerte de unos cuantos derrochadores que se sobrepasaron? La relevancia de este ensayo reside en la discusión de la siguiente pregunta: ¿deberían las drogas estar disponibles para el público? En este momento me detengo para pedir perdón al pueblo americano. Me siento obligado a tomar un punto de vista alarmante e impopular. Me veo obligado a proferir ciertas terribles verdades. Estoy en la posición poco 29 Nota del traductor: El escritor y filósofo Samuel Taylor Coleridge, en el transcurso de un sueño que tuvo bajo los efectos del opio, compuso mentalmente un poema que tituló Kubla Khan. Se dispuso a redactarlo antes de que le abandonara la inspiración o lo olvidara, pero en ese momento llegó a su casa un visitante que procedía de la ciudad de Porlock, en el suroeste de Inglaterra. Debido a la interrupción nunca pudo terminar el poema, que en lugar de tener la extensión visualizada en su mente (entre doscientos y trescientos versos) se quedó en sólo cincuenta y cuatro versos. 130

envidiable de quien pide a otros que cierren los ojos a lo particular para poder contemplar lo general. Sin embargo, creo que, en materia de legislación, América está partiendo de una premisa totalmente falsa. Estoy convencido de que la moralidad constructiva es mejor que la represión. Creo que la democracia, más que cualquier otra forma de gobierno, debe confiar en el pueblo, como precisamente finge hacer. Me parece una táctica mejor y más audaz atacar la teoría contraria por su punto más fuerte. Debemos demostrar que, ni siquiera teniendo en cuenta los usos más discutibles, un gobierno tiene justificación para restringir el uso por culpa del abuso. No obstante, admitiendo esta justificación, discutamos sobre su conveniencia. Vayamos al grano: ¿deberían las drogas ‘que causan dependencia’ ser accesibles al público? La cuestión es muy actual porque el admitido fracaso de la Harrison Act ha dado lugar a una nueva propuesta, que empeora aún más la situación. No utilizaré la gran tesis de la libertad. Los hombres libres la han adoptado hace mucho tiempo. ¿Quién defenderá que el sacrificio voluntario de la vida de Cristo fue inmoral porque privó al Estado de un contribuyente? No; la vida de un hombre es propiedad suya, y él tiene derecho a destruirla a su antojo, a no ser que coarte los derechos de sus vecinos. Pero justamente eso es lo más importante. En la actualidad toda la comunidad es nuestro vecino, y no debemos causarle perjuicio. Muy bien; entonces hay puntos a favor y puntos en contra, y debemos alcanzar el equilibrio. En América, la idea de la prohibición en todas las cosas es llevada hasta un extremo que roza el fanatismo, principalmente por periódicos de carácter histérico. “Sensacionalismo a cualquier precio el próximo domingo” es el equivalente, en la mayoría de los editoriales, a la supuesta orden alemana de capturar Calais. De ahí que los peligros de cualquier cosa sean celebrados ditirámbicamente por los Coribantes de la prensa, y el único remedio es la prohibición. A dispara a B con un revólver; el remedio, la Ley Sullivan. En la práctica, esto funciona bastante bien porque el propietario que tiene un revólver para protegerse no está obligado a cumplirla, es una buena arma contra los gángsters y ahorra a la policía el trabajo de demostrar que se cometió un delito. Pero lo inapropiado es la idea. Hace poco, un hombre disparó contra su familia y a sí mismo con un rifle equipado con un silenciador Maxim. ¡El 131

remedio sería una ley que prohíba los silenciadores Maxim! Sin tener en cuenta que, si el hombre no hubiese tenido un arma, habría estrangulado a su familia con sus manos. Los reformadores americanos no parecen saber, en ninguna época ni en relación a ningún asunto, que el único remedio para lo incorrecto es lo correcto; que la educación moral, el autocontrol y los buenos modales salvarán el mundo; y de que las leyes no son solamente inútiles, sino contraproducentes. Además, un exceso de leyes va contra sus propios fines. Criminaliza a toda la población y convierte a todos en policías y soplones. La salud moral de un pueblo de esas características queda arruinada para siempre; sólo la revolución puede salvarlo. Ahora en América la Harrison Act imposibilita teóricamente al lego, y dificulta al médico, obtener ‘drogas narcóticas’. Pero, en la práctica, una de cada dos lavanderías chinas es un centro de distribución de cocaína, morfina y heroína. Los negros y los vendedores ambulantes también hacen buenos negocios. Algunas personas se imaginan que uno de cada cinco habitantes de Manhattan es adicto a una u otra de estas drogas. Yo no puedo creerme ese cálculo, aunque el deseo de divertirse sea una constante entre esta gente que aprecia tan poco el arte, la literatura y la música; que no tiene, por decirlo en pocas palabras, ninguno de los recursos que poseen los pueblos de otras naciones en sus cultivados espíritus.

V Era una persona muy fatigada, en esa calurosa tarde de verano de 1909, la que vagabundeaba por Logroño. Hasta el río parecía demasiado perezoso para seguir su curso normal, y se estancaba en pequeñas charcas sacando la lengua, podríamos decir. El aire rielaba suavemente; en la ciudad, las terrazas de las cafeterías estaban llenas de gente. No tenían nada que hacer, ni tampoco ganas. Sorbían el fuerte vino de los Pirineos, o el Rioja del sur bien aguado, o bien jugaban con sus vasos de cerveza. Si alguno de ellos pudiera haber leído el discurso del general O’Ryan dedicado al soldado americano, habría pensado que su mente estaba trastornada. «El alcohol, sea cerveza, vino, whisky o cualquier otra cosa, genera ineficacia. Aunque afecta de distintas formas a los hombres, los resultados son los mismos, en el sentido de que todos los afectados por él dejan de ser normales durante algún tiempo. Algunos se vuelven olvidadizos, otros se

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ponen enfermos, otros somnolientos, y otros notan que sus pasiones se ven estimuladas en gran medida». En cuanto a nosotros, íbamos de camino a Madrid. Nos vimos obligados a darnos prisa. Una semana, un mes o un año como mucho, y teníamos que abandonar Logroño obedeciendo el toque de atención del deber. Sin embargo, decidimos olvidarlo de momento. Nos sentamos e intercambiamos opiniones y experiencias con los nativos. Por el hecho de tener prisa nos tomaban por anarquistas, y se sentían aliviados al explicarles que éramos “locos ingleses”. Todos juntos éramos felices, y aún lamento la tontería de marcharnos a Madrid. Si uno se encuentra en una cena en Londres o Nueva York, se hunde en el abismo de la monotonía. No hay ningún tema de interés general; no hay gracia; es igual que esperar un tren. En Londres uno se sobrepone al ambiente bebiendo una botella de champán lo más rápidamente posible; en Nueva York se toma cóctel tras cóctel. Los vinos ligeros y las cervezas de Europa, ingeridos en cantidades moderadas, no son buenos; no hay tiempo para ser feliz, así que uno debe estimularse. Cenando solo o con amigos, al contrario de lo que sucede en una fiesta, uno puede sentirse a gusto con un Borgoña o un Burdeos. Se dispone de toda la noche para ser feliz, y no hay por qué tener prisa. ¡Pero el neoyorquino medio no tiene ni tiempo para asistir a una cena! Prácticamente lamenta la hora en que cierra su oficina. Su cerebro está aún ocupado con sus planes. Cuando quiere placer, calcula que puede emplear en él sólo media hora. Tiene que echarse a la garganta los licores más fuertes a la máxima velocidad posible. Imaginad a este hombre —o a esta mujer— con su tiempo libre reducido al mínimo. Ya no puede perder diez minutos en obtener placer; ni tampoco se atreve a beber por culpa de otras personas. Bien, la solución es simple: puede conseguir la acción inmediata característica de la cocaína. No huele a nada, y puede ser tan discreta como podría desearlo el feligrés de cualquier iglesia. El problema de la civilización es su vida tan intensa, que exige una estimulación también intensa. La naturaleza humana necesita placer; los placeres saludables requieren ocio; debemos elegir entre la embriaguez y la siesta. No hay cocainómanos en Logroño. Además, en ausencia de un ambiente idóneo, la vida exige conversación; debemos elegir entre la embriaguez y el cultivo de la mente. No hay drogadictos entre personas que están principalmente ocupadas con la ciencia, la filosofía, el arte y la literatura. 133

VI No obstante, aceptemos las afirmaciones prohibicionistas y partamos de ellas. Admitamos que el argumento defendido por la policía, que consiste en que la cocaína y las demás drogas son utilizadas por criminales que sin ellas carecerían de fuerza para delinquir. También aseguran que los efectos de las drogas son tan letales que incluso los ladrones más listos dejan de hacer bien su trabajo. Entonces, por el amor de Dios, ¡abrid almacenes donde puedan conseguir cocaína gratis! No se puede curar a un drogadicto; no se le puede convertir en un ciudadano útil. Nunca ha sido un buen ciudadano porque, de haberlo sido, no habría caído en esa esclavitud. Si le reformamos de manera temporal, a costa de enormes gastos, peligros y problemas, todo el trabajo se esfumará como la neblina de la mañana cuando en su camino se cruce la siguiente tentación. El remedio apropiado consiste en dejar que haga lo que quiera y que se lo lleven los demonios. En lugar de darle menos droga, dadle más y acabad con él. Su destino será una advertencia para sus iguales, y en un año o dos sabrán evitar el peligro. Los que no, dejad que mueran también y así salvaremos el estado. Los débiles morales son un peligro para la sociedad, independientemente de su defecto. Si son tan amables que se quieren eliminar a sí mismos, será un crimen interferir en su tarea. Tal vez digáis que, mientras esas personas se matan a sí mismas, cometerán malas acciones. Tal vez, pero ya las están haciendo ahora. La prohibición ha generado un tráfico ilegal, como siempre sucede; y los problemas que esto conlleva son innumerables. Miles de ciudadanos se agrupan para derrotar a la ley; en realidad, la misma ley les incita a hacerlo porque los beneficios del comercio ilícito son enormes, y cuanto más fuerte es la prohibición más irracionalmente grandes son. Podéis erradicar el uso de pañuelos de seda de la misma forma, y la gente dirá: «De acuerdo, utilizaremos los de lino». Pero el cocainómano quiere cocaína, y no podéis quitársela de la cabeza con sales de Epsom30. Además, su mente ha perdido toda proporción; pagará lo que sea por su droga; nunca dirá «no puedo permitírmela»; y si el precio es elevado, robará, atracará y matará para conseguirla. Repito: no se puede rehabilitar a un drogadicto; todo lo que conseguiremos al evitarle obtener droga es crear una clase de criminales sutiles y peligrosos; e incluso si los encarcelamos a todos, ¿habremos mejorado algo? 30 Nota del traductor: Sal de magnesio utilizada como laxante y depurativo. 134

Mientras los distribuidores ilegales puedan obtener beneficios tan grandes (entre el mil y el dos mil por ciento), les resultará beneficioso disponer de nuevas víctimas. ¡Y con los beneficios actuales de pasar de contrabando una cantidad no superior a la que cabe en el forro de mi abrigo podría comprar un billete de primera clase a Londres, de ida y vuelta! ¡Todos los gastos pagados, y una bonita cantidad en el banco al final del viaje! Y sin importar la ley, los soplones y demás, podría vender mi material, sin prácticamente arriesgarme, en una sola noche en los barrios bajos. Pasamos a comentar otro punto. No se puede llevar la prohibición hasta el extremo. Es imposible, en última instancia, arrebatar las drogas a los médicos. Ahora los médicos, más que cualquier otra clase, son drogadictos; y también habrá muchos que trafiquen con drogas para conseguir dinero o poder. Quien posea el suministro de la droga será el señor, en cuerpo y alma, de cualquier persona que la necesite. La gente no entiende que una droga, para su esclavo, es más valiosa que el oro o los diamantes; una mujer virtuosa tal vez pueda pasar sin rubíes, pero la experiencia médica nos dice que no hay mujer virtuosa que necesite droga que no se prostituiría a un trapero por una sola dosis. Y si llegara el momento en que la quinta parte de la población consumiera alguna droga, entonces a esta pequeña y errática isla le esperaría un futuro bastante agitado. La falacia de los argumentos prohibicionistas queda demostrada por la experiencia de Londres y otras ciudades europeas. En Londres, cualquier cabeza de familia o persona de apariencia formal puede comprar cualquier droga tan fácilmente como si fuera queso; y Londres no está lleno de maníacos ansiosos que esnifan cocaína en las esquinas cuando descansan de robar, violar, incendiar, asesinar, sobornar y ocultar delitos, tal como nos dicen que sucede si a un pueblo libre se le permite ejercitar una pequeña parte de su libertad. Si la postura prohibicionista no fuera absurda, constituiría un indicio del nivel moral de los ciudadanos de los Estados Unidos, que se habrían sentido ofendidos con toda la razón por los cerdos de Gadara después de que los diablos entraran en sus cuerpos31. 31 Nota del traductor: Crowley se refiere a la historia de Marcos 5:1-13, del Nuevo Testamento, en la que se narra que Jesús conoció a un hombre poseído por demonios. Jesús, para liberarle, ordenó a los demonios que salieran del cuerpo, a lo que contestaron que se les permitiera entrar en los cuerpos de los cerdos de una piara que se encontraba cerca de aquel lugar. Posteriormente, los cerdos se arrojaron al mar desde un acantilado. 135

No es mi tarea protestar aquí en su nombre, si admitimos la pertinencia del comentario. Sigo diciendo que la prohibición no es ninguna solución. El remedio consiste en dar a la gente algo en lo que pensar; desarrollar sus mentes; llenarlas con ambiciones, en lugar de con dólares; establecer ciertos objetivos que puedan medirse en términos de realidades eternas; en una palabra, educarles. Si esto parece imposible, tanto mejor; es otro argumento más para animarles a tomar cocaína.

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La coca: una tradición andina

El escrito que ofrecemos a continuación es una encendida defensa del cultivo y el consumo de la hoja de coca por parte de un grupo que representa los intereses de los habitantes de las regiones de donde es originaria. Ensalza a la hoja de coca en detrimento de su alcaloide, la cocaína, e incluye argumentos de carácter político cuya valoración dejamos en manos del lector. Fue inspirado por el movimiento Tupay Katari, y lo presentó, en julio de 1993, a la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos - Subcomisión de Prevención de Discriminación y Protección a las Minorías, el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas. La traducción al español la ha realizado el recopilador y editor del presente volumen.

Antecedentes

La planta de coca es tan antigua como el hombre. El cultivo y el consumo de sus hojas, consideradas sagradas por las civilizaciones precolombinas, se remontan a más de 4.000 años. Es de la mayor importancia el hecho de que, con el paso del tiempo, el arbusto se convirtiera en parte integral de la cultura andina, y que tanto en la actualidad como en el pasado represente la fuerza material y espiritual de la identidad de los pueblos indígenas. En los Andes no hay ninguna planta más apreciada y valorada por los indios que la de coca. Los nativos del Imperio Tahuantinsuyo, que incluyó Perú, Bolivia, Ecuador y el norte de Argentina, la cultivaron de la misma manera que la vid se cultiva en Europa. Los registros históricos han demostrado que la planta de coca —cultivada desde tiempos inmemoriales— siempre ha sido algo omnipresente en el universo indígena, y que no sólo ha enriquecido sus tradiciones ancestrales, sino que simboliza su vigorosa resistencia a la dominación colonial y al sometimiento.

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Desde que los conquistadores españoles la identificaron como uno de los elementos esenciales de los rituales mágicos, religiosos y medicinales de la tradición andina, y como un factor que permitió a los indios conquistados mantener su cohesión y su resistencia, la coca siempre ha sido perseguida y combatida como una “planta diabólica”. Bajo la visión etnocéntrica de los colonizadores europeos, la misteriosa hoja empleada en rituales y ofrendas al Sol y a la Madre Tierra impidió la conversión de los pueblos indígenas al cristianismo. Surgieron los primeros adversarios de la planta de coca y propusieron su eliminación inmediata, con el pretexto de asegurar la salvación de las almas indígenas. A lo largo de los siglos, la hoja de coca ha sido atacada y defendida por diversas partes. Fue atacada por los colonizadores como parte de un proceso de alienación cultural, y por la Inquisición, detrás de la cual se escondía el voraz apetito por el oro, la plata y todas las riquezas que esperaban en las profundidades de los Andes. A pesar de la contribución inestimable de las civilizaciones precolombinas a la vieja Europa, mediante varias plantas muy valiosas, como por ejemplo la patata, el maíz, el tomate, el quingombó, el algodón, el chile, la quinua y ciertas variedades de legumbres, paradójicamente, la coca es objeto de discriminación. Sin embargo, los pueblos indígenas se identifican con la planta de coca —viva expresión de la cultura andina— y protegiéndola han defendido siempre los derechos de los pueblos andinos por conservar sus tradiciones y valores milenarios.

Tradiciones andinas

En el marco de la forma de vida de los pueblos aborígenes, la hoja de coca no es ninguna mercancía en la región andina. El papel fundamental del arbusto, con todas sus connotaciones mitológicas, es servir de nexo de integración y garantizar la cohesión social de las familias y las comunidades indígenas; a lo largo de sus vidas está presente como símbolo de fraternidad, solidaridad, espíritu comunitario, comprensión mutua y tolerancia recíproca entre los miembros del vasto imperio de Tahuantinsuyo. La coca también ha desempeñado y sigue desempeñando un importante papel en la solución de los conflictos, como agente de reconciliación en vistas a la paz y el trabajo en común y, finalmente, como instrumento para el trueque y el pago. En relación con su función espiritual, la hoja sagrada de los Incas la han utilizado los indios durante milenios en sus actos ceremoniales y rituales

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para expresar respeto y gratitud a sus dioses y a la Madre Tierra, por haberles proporcionado los medios necesarios para la vida. En la cosmovisión indígena, la hoja de coca también actúa como un nexo entre la naturaleza y el pueblo de los Andes; entre el trabajo —el medidor de su dignidad humana— y la explotación racional de sus recursos naturales. El armonioso desarrollo, por parte de estos pueblos, de una sociedad que era la más avanzada y mejor organizada de su tiempo, es actualmente una fuente de inspiración para todos los que luchan por la supervivencia de la Tierra y de su diversidad vegetal y animal. Entre las múltiples funciones sociales propias de la coca, se incluye la hospitalidad y la generosidad de los nativos. Es la compañera del indio, sea minero u obrero, desde la cuna hasta la tumba. En momentos de agotamiento físico y moral, desesperación y sufrimiento, las pequeñas hojas verdes no sólo alivian las punzadas del hambre, la tristeza y el sufrimiento, sino que, igual que un tentempié o un tónico, refuerzan la resistencia de los indios a las inclemencias, al duro trabajo en el árido suelo y en las minas, y les proporcionan energía para soportar su estatus de pueblo vencido, discriminado, explotado y ofendido en su dignidad. Además, en la tradición milenaria de las civilizaciones andinas, la planta de coca ha servido como agente espiritual y material, como una fuente de conocimiento e intuición para las poblaciones indígenas, y gracias a ella fueron capaces de diagnosticar y curar numerosas enfermedades, así como de predecir el destino y los fenómenos naturales (granizo, heladas, etc.) para estar preparados y adaptados a los rigores del clima. En consecuencia, es imposible imaginarse a los indios nativos andinos sin su planta, que les inspira gran respeto y veneración. En virtud de su profundo significado místico y mítico en la religión, la cultura, la salud y el trabajo, la hoja de coca es un poderoso símbolo de la identidad indígena, y por ello imposible de sustituir por ningún cultivo alternativo. Quienes tratan de erradicar la coca son culpables de socavar los fundamentos mismos de la herencia cultural andina, de desarraigar tradiciones ancestrales y de promover la invasión de la llamada ‘civilización’ occidental.

Las virtudes de la coca

A la luz de las investigaciones realizadas y confirmadas por la experiencia cotidiana, podemos afirmar que la planta de coca es fundamentalmente una planta medicinal por excelencia, cuyas propiedades preventivas y terapéuticas han demostrado su eficacia a lo largo de los siglos. 139

Según los estudios científicos, la composición química de la hoja de coca es más completa y rica en calorías, proteínas, grasas, carbohidratos, fibra, cenizas, minerales (calcio, fósforo, hierro, potasio, magnesio, sodio, ácido ascórbico, etc.), y en las vitaminas A, C y E, que otras plantas alimenticias e infusiones de uso común, como por ejemplo el café, el té, la manzanilla, etc. Gracias estas investigaciones, actualmente sabemos que la hoja de coca contiene más proteínas (19,9 por ciento) que la carne (19,4 por ciento), y mucho más calcio (2,191 por ciento) que la leche condensada, y que es más rica en vitamina B1 (276 por ciento más) que las zanahorias frescas (véase Carter y Mamani, “Coca en Bolivia”, 1980). No es casual que esta planta haya adquirido una amplia y diversa gama de aplicaciones en la medicina tradicional de los pueblos indígenas. Sus cualidades insustituibles se han demostrado a lo largo del tiempo y en numerosos ámbitos. La hoja de coca se ha convertido en el remedio tradicional para el tratamiento de ciertas enfermedades fisiológicas y psicológicas, y en virtud de su composición es un potente vigorizante para curar dolencias estomacales y digestivas, aliviar las afecciones de la laringe y de las cuerdas vocales, prevenir el vértigo, regular la presión arterial y el metabolismo de los hidratos de carbono, e incluso para aumentar la potencia sexual. Por último, se ha establecido una relación directa entre el apetito, la fatiga física e intelectual y el uso tradicional de la coca, que puede consistir en mascarla, en tomarla en infusiones o en aplicarla en forma de cataplasmas. Bajo condiciones de extrema pobreza, caracterizada por la malnutrición y las enfermedades que surgen debido a la falta de calorías y vitaminas, la composición química de la coca no sólo permite a los indígenas soportar el hambre y el frío, sino que también les proporciona una valiosa fuente de vitaminas y energía. En este sentido, los turistas extranjeros son más conscientes que los propios indios del valor de la coca a la hora de elaborar un excelente té de hierbas para evitar el mal de altura (soroche) y adaptarse al clima del fascinante altiplano de los Andes. Es significativo que, durante una visita a Bolivia, el Papa Juan Pablo II aceptara beber mate de coca, con lo que reconoció implícitamente las virtudes de la hoja sagrada de los Incas.

Confusión entre la coca y las drogas

En primer lugar, es necesario destacar y distinguir la diferencia fundamental entre la masticación de coca en el entorno de los Andes y el uso ilícito de cocaína en los países desarrollados. En un discurso pronunciado en 1992 140

ante la asamblea anual de la Organización Mundial de la Salud, el Presidente de la República de Bolivia, Paz Zamora, se refirió a estas interpretaciones confusas y contradictorias y afirmó que “la coca es una tradición andina, mientras que la cocaína es una costumbre occidental” (Tribune de Genève, 7 de mayo de 1992). Sin duda, los países consumidores identifican deliberadamente la hoja de coca con esa droga estigmatizada, condenada por los pueblos indígenas, pero ávidamente consumida por los occidentales, y cuyos perversos efectos están destruyendo la salud de las generaciones presentes y futuras en la sociedad de consumo. En opinión de los adversarios de la coca, atrapados por su propia lógica de la oferta y la demanda, la coerción es suficiente para controlar la adicción a las drogas; es decir, la erradicación de la planta en detrimento de la supervivencia de una ancestral tradición andina. En segundo lugar, en virtud de sus propiedades en medicina, salud y trabajo, el modo de consumo tradicional de la hoja de coca no es perjudicial para el organismo, a diferencia de la cafeína y la nicotina, que se han extendido y han logrado reconocimiento universal. En contraste con el creciente consumo de tabaco y alcohol, el uso tradicional de la coca, en sus múltiples formas, no es ni ha sido nunca una forma de adicción a las drogas, sino una costumbre indígena natural que es posible abandonar sin sufrir síndrome de abstinencia. Nadie puede afirmar, en ausencia de pruebas científicas, que los indios quechuas y aymaras, especialmente en Perú y Bolivia, que han mascado la hoja sagrada de sus antepasados ​​desde tiempos inmemoriales, hayan sido adictos a las drogas. En consecuencia, las poblaciones indígenas productoras de coca tienen numerosas razones para estar indignadas por la incoherencia de los argumentos contradictorios de los países occidentales, que aseguran que los efectos perjudiciales de la droga en sus opulentas sociedades pueden controlarse sin erradicar los factores económicos, sociales y morales que han generado uno de los mayores azotes de Occidente. Los adversarios de la cultura andina, que condenan la planta de coca con un vaso de whisky en una mano y un cigarrillo en la otra, que exigen su destrucción y tratan a sus productores como parias, deben responder a las siguientes preguntas. Si el alcoholismo es uno de los mayores azotes de Europa y responsable del lento exterminio de las poblaciones indígenas americanas, ¿por qué no se erradica el cultivo de la vid, a pesar de que representa uno de los elementos de la identidad del viejo mundo? Dado que el hábito del tabaco es responsable de un gran número de víctimas en la sociedad de 141

consumo, ¿por qué es imposible prohibir el cultivo de tabaco? Obviamente, no habrá tales respuestas. Sin embargo, hay una observación irrefutable que debemos destacar: ¿no era el gringo, el hombre blanco, para quien el oro, las plantas, e incluso la cultura, representan valores mercantiles y monetarios, quienes desembarcaron en tierras indias y transformaron la hoja de coca, que contiene un 1 por ciento de cocaína entre sus catorce alcaloides, en una mercancía ilícita? El tratamiento químico de las hojas de la planta, con todas sus propiedades terapéuticas, para formar una pasta dura, y la preparación y el consumo de cocaína en los países occidentales, forma parte de la lógica de la economía de mercado y, como cualquier otra mercancía, está regida por las leyes capitalistas de la oferta y la demanda. A la luz de la realidad económica, tenemos todo el derecho a afirmar que la causa de esta plaga actual no se encuentra en los países andinos, ni es achacable a los indios, que suelen ser culpados por ello. Las verdaderas causas hay que buscarlas en los enormes mercados de drogas, en los insaciables intereses económicos y financieros a cargo de mafias internacionales y multinacionales. Por último, debemos plantear ciertas preguntas sobre la actitud y la complicidad de las clases gobernantes de los países dominados, cuyos líderes antes consideraban a la coca un medio para pervertir a los indios, y después aceptaron descaradamente parte de los enormes beneficios generados por el tráfico ilegal de drogas en los países occidentales. Es paradójico que los Estados Unidos de América, que declararon la guerra a las plantaciones de coca, respaldaran el golpe de estado llevado a cabo en la década de 1980 en Bolivia por los militares traficantes de droga, y que actualmente, en nombre de la democracia, apoyen la política de gobiernos corruptos y derrochen generosidad con regímenes dirigidos por verdaderas mafias. En este contexto, los países consumidores de cocaína se han visto atrapados en la telaraña de su liberalismo económico y son víctimas de su propia forma de vida, por la cual todo está permitido, excepto la preservación de la dignidad humana. A consecuencia de ello, no pueden responder a la pregunta de cómo erradicar de un cuerpo social enfermo esos perniciosos hábitos que antes aceptaron, y son incluso menos capaces de encontrar un remedio para restaurar el equilibrio social y moral de los excluidos de la sociedad de consumo. Mientras tanto, las poblaciones indígenas han sufrido durante siglos una maldición causada por su propia riqueza: en el pasado sufrieron la maldi142

ción del oro y la plata, y actualmente son víctimas en mayor grado a causa de la planta de coca, del crimen organizado a nivel internacional, del saqueo de sus plantaciones de coca, de la ocupación militar de sus territorios y de la violación de su soberanía nacional, además de sufrir continuamente represión y afrentas a su dignidad. Por esta razón, los pueblos indígenas condenan sin vacilar los actos criminales que violan la integridad física y moral de todas las naciones del mundo.

Contra la erradicación y por la legalización

Por la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, firmada en Viena en 1988, está prohibido sembrar, cultivar, cosechar, procesar y comercializar hojas de coca, contra la cual se libra una guerra no declarada para conseguir su total erradicación, con la excepción del consumo legal, como por ejemplo el uso medicinal en infusiones y cataplasmas. A los ojos de los occidentales, la solución más adecuada para el tráfico ilegal de la pasta de cocaína que se exporta a los Estados Unidos de América y Europa sería la erradicación total de las plantaciones de coca en los países andinos, en un periodo de unos seis años, lo cual conllevaría un coste de millones de dólares. Esta estrategia, adoptada por la Drug Enforcement Administration (DEA) del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, incluye un amplio programa para erradicar el arbusto andino mediante el uso de abusivo e ilegal de herbicidas como la hexozinona y el tebutiuron, los cuales ejercen efectos devastadores sobre la vida vegetal. Además, desde la erradicación definitiva de las plantaciones de coca, el uso arbitrario y unilateral de defoliantes y otros productos químicos convertiría en estériles grandes extensiones de tierra de los Andes y las transformaría en desierto. Aún más significativa, por sus efectos perversos, esta medida coercitiva constituye una violación de facto del espíritu de la Conferencia de Río sobre protección de la biodiversidad. Además de la campaña para la erradicación y sustitución de cultivos milenarios, que va mucho más allá de lo que imaginamos, hay otros planes y métodos de destrucción. Los “científicos” de la DEA de los Estados Unidos llegan a recomendar el uso de “enemigos naturales”, como por ejemplo algunos insectos y hongos. Este pernicioso plan, inspirado por investigaciones científicas, prevé el uso de la larva de la mariposa Eloria noyesi, cuya voracidad la convierte en una de las armas más eficaces para eliminar los arbustos. 143

Según varios estudios, esta mariposa, que habita en zonas productoras de coca y que, según parece, únicamente se alimenta de sus hojas, es capaz de consumir más de cincuenta hojas en un mes de vida, y de destruir incluso los brotes de los arbustos, lo que conlleva que incluso las plantas más resistentes sucumben a su ataque. Independientemente de qué armas se utilicen para controlar el cultivo de la coca, cualquier campaña de erradicación resultará ilusoria y utópica en el contexto de la economía de mercado y del neoliberalismo económico incontrolado —la ideología de las sociedades modernas—, cuya inspiración reside en el irracional deseo de producir y consumir más y más.Lejos de poner fin a la extracción, cristalización, purificación y síntesis química de la coca, los actos criminales ilegales que representan una amenaza directa para la salud y el bienestar de los consumidores —la erradicación de plantas ancestrales y la destrucción de costumbres y tradiciones indígenas— podrían generar conflictos sociales con consecuencias irreparables. A la luz de lo que hemos mencionado, es imprescindible legalizar la siembra, cultivo, explotación, comercialización y consumo de hojas de coca para permitir la rehabilitación de sus propiedades medicinales y la reevaluación de sus propiedades farmacológicas, que también deberían ser objeto de investigación científica. A los ojos de las poblaciones indígenas, ésta es sin duda la única manera de tomar el control progresivo de las regiones dedicadas a la coca, absorber el excedente de producción, planificar y organizar la comercialización sujeta a regulaciones especiales, con el objetivo de equilibrar la oferta y la demanda para que el consumo sea legal. No hay otra solución para el constante crecimiento y expansión del comercio de drogas en los países industrializados, a menos que los gobiernos demuestren la voluntad política de destinar los excedentes de producción a la fabricación de medicamentos, alimentos, infusiones, etc. Ahora es responsabilidad de los gobiernos de los países consumidores y productores otorgar un trato justo y equitativo al cultivo de la coca y luchar de forma expeditiva contra las mafias internacionales que se han infiltrado en todas las esferas de la vida económica, política y social.

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Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta sustancia32 José Carlos Bouso y Jordi Riba33

I La cocaína (benzoilmetilecgonina) es un alcaloide psicoactivo que se encuentra presente de forma natural en las hojas de las plantas del género Erythroxylum coca. La cocaína supone entre un 0,5 y un 1% del peso total de la hoja seca, encontrándose presentes allí también otros compuestos biológicos, principalmente vitaminas, minerales y oligoelementos. De ahí que en los ecosistemas en los que la planta de la coca crece silvestre (altiplanos andinos principalmente), sus habitantes utilicen sus hojas desde tiempos inmemoriales tanto como alimento (aprovechando sus propiedades nutricionales), con fines mágico-religiosos (aprovechando sus propiedades psicoactivas) y como medicamento (principalmente para combatir los efectos del soroche, o mal de altura, dolores y malestares estomacales y problemas gastrointestinales). En 1860 el químico Albert Niemann aisló y purificó por primera vez la cocaína de la hoja, y en 1902 el premio Nobel Richard Willstätter la sintetizó por primera vez en un laboratorio y describió definitivamente su estructura química. Desde entonces, y hasta su prohibición en 1915, la cocaína fue profusamente utilizada como euforizante, como anestésico local, como remedio contra el morfinismo y el alcoholismo, y como tratamiento para una amplia gama de síntomas psicológicos inespecíficos que incluían ligeros malestares físicos agrupados bajo el nombre de ‘neurastenia’ (consecuencia, según los psiquiatras de la época, de la represión sexual), para la debilidad nerviosa y para la fatiga en todas sus formas. De hecho, a finales del siglo xix la cocaína 32 Una versión preliminar de este capítulo apareció en “Algunas notas sobre la neurobiología de la cocaína”. En: AA.VV.: Cocaína, Amargord Ediciones, 2010. 33 Neuropsicofarmacología Humana Experimental. Instituto de Investigaciones Biomédicas Sant Pau. Hospital de Sant Pau, Barcelona. 145

se podía comprar sin restricciones de ningún tipo en forma de preparados alcohólicos (como el famoso Vino Mariani), cigarrillos, aerosoles, ungüentos, barritas y en soluciones ya preparadas para ser inyectadas. La cocaína, de hecho, es activa por vía oral, aunque es la vía menos eficaz porque se destruye en su mayor parte, y también puede inyectarse e inhalarse (en su forma de clorhidrato) y fumarse (en forma de base libre). Hoy día, después del cannabis, es la droga ilegal más consumida en España34.

II Nuestro sistema nervioso comparte con el de otros mamíferos un circuito llamado de ‘recompensa’, que se encarga de dirigir la acción del organismo con el fin de conseguir metas que incrementen su probabilidad de supervivencia. El circuito de recompensa tiene su propia localización neuroanatómica, llamada vía meso-córtico-límbica, y que llamaremos aquí ‘circuito de emoción-motivación-acción’. Se trata de un circuito con dos vías, compuesto de fibras nerviosas dopaminérgicas, que, como el propio nombre del circuito indica, por una parte se proyecta desde áreas del cerebro medio o mesencéfalo (área tegmental ventral) hacia áreas límbicas (amígdala, núcleo accumbens e hipocampo), y por otra, hacia áreas frontales y prefrontales (corteza orbitofrontal y cingulado anterior). Las áreas límbicas se ocupan de reaccionar de manera placentera o displacentera ante un estímulo (emoción), las áreas mesencefálicas de responder a esa emoción iniciando o no un proceso de búsqueda de repetición de experimentación de dicho estímulo (motivación), y las áreas frontales de evaluar conscientemente si esa emoción determinada merece o no la pena perseguirse en función del balance entre esfuerzo, riesgos y beneficios que su búsqueda le aportará al organismo (acción)35. Este circuito, pues, es el encargado de mantener activada la gestión en la búsqueda activa de recompensas (y evitación de castigos) que favorezcan la supervivencia de un organismo, constituyendo la base neurobiológica del aprendizaje: la liberación de dopamina en el circuito de recompensa hace que se fije en el plano neuronal la relación entre la presentación 34 Informe 2009 del Observatorio Español sobre Drogas. Disponible en: http://www.pnsd. msc.es/Categoria2/publica/pdf/oed-2009.pdf. 35 Si bien este es el modelo clásico de entender las bases neurobiológicas del aprendizaje, hoy día se sabe que el cerebro evalúa las respuestas de placer y de evitación de manera no únicamente restringida a dicho circuito, sino en todo el cerebro en su conjunto. Ver: Vickery TJ, Chun MM, Lee D., 2011, “Uniquity and specificity of reinforcement signals throughout the human brain”, Neuron, 72 (1): 166-177. 146

de un estímulo potencialmente gratificante y la estrategia desarrollada por el organismo para conseguirlo, quedando instaurada dicha asociación, así como las claves contextuales en la que dicho fenómeno se ha producido. Este proceso neurológico supone, en definitiva, la base neuronal de la instauración de un hábito. Frente a lo que más comúnmente se piensa, este circuito, que utiliza como neurotransmisor principal la dopamina, no solo se activa cuando se obtiene una gratificación proveniente de un estímulo placentero, sino, y sobre todo, ante la expectativa de conseguirlo36. El que un organismo le asigne significado a un determinado estímulo es lo que le permite asociarle una recompensa y con ello aprender a anticipar su consecución, manteniéndose así el sistema reverberando. Es esta anticipación, en definitiva, la que está siendo modulada por el sistema dopaminérgico de recompensa y no tanto la obtención del estímulo en sí. Una de las consecuencias más inmediatas que se desprenden de este fenómeno es que las claves contextuales juegan un importante papel en el proceso de mantenimiento del consumo de una sustancia. Las implicaciones que se derivan de este fenómeno son claves a la hora de explicar el mantenimiento del consumo de drogas de abuso en general, y del consumo continuado de cocaína en particular: es la instauración de un hábito en relación al consumo lo que hace que se mantenga la conducta, y no tanto la consecuencia directa de los efectos puramente farmacológicos de la sustancia, algo que tiene implicaciones claras de cara al tratamiento de las personas dependientes. Por otra parte, que los psicoestimulantes en general, y la cocaína en particular, actúen liberando dopamina, es lo que puede explicar que muchos los consideren herramientas útiles para realizar actividades que requieren motivación, tal y como nos muestra tanto el uso contemporáneo que hace de ella un amplio segmento de la población, como el uso tradicional en poblaciones indígenas para soportar largas jornadas de trabajo.

III La cocaína actúa inhibiendo la recaptación de dopamina, de serotonina y de noradrenalina, y al igual que la mayoría de las drogas de abuso, actúa

36 Hyman, SE y Malenka RC, “Addiction and the brain: the neurobiology of compulsion and its persistence”, Nature Reviews Neuroscience, volumen 2, 2001: 695-703. Disponible en: http://www.sacklerinstitute.org/cornell/summer_institute /2005/paper /hyman2001.pdf. 147

activando el sistema dopaminérgico de recompensa37. Nuestro sistema nervioso, nuestro cerebro, funciona sirviéndose de sustancias químicas endógenas llamadas neurotransmisores, que sirven para establecer comunicación entre unas células nerviosas y otras. En el cerebro las células nerviosas se llaman neuronas. Las neuronas tienen unas proteínas, llamadas receptores, que son las estructuras a las que se unen los neurotransmisores cuando viajan de una célula a otra. Una vez que el neurotransmisor se acopla al receptor, esta célula transmite el mensaje a la siguiente célula, secretando igualmente nuevos neurotransmisores. Hay varias formas de poder activar el circuito de emoción-motivación-acción. Las dos más obvias son la comida y el sexo, pero como animales culturales, todo aquello que nos motiva sigue los mismos circuitos neurales (y adolece, por tanto, a su vez, de las mismas vulnerabilidades)38. Un estímulo proveniente del medio ambiente puede ser percibido como algo potencialmente placentero, como algo displacentero o como algo neutro. En los dos primeros casos se produce una liberación de dopamina que hace que el organismo se ponga en marcha para conseguirlo (o evitarlo). Entonces es la expectativa basada en el aprendizaje la que produce un incremento de dopamina y esa expectativa es la que pone en marcha todo el sistema de emoción-motivación-acción para conseguir la meta propuesta (o evitarla). Las bajas tasas de adicción en roedores a los que se les deja libremente autoadministrarse cocaína hacen pensar que las propiedades farmacológicas de la cocaína son una condición (obviamente) necesaria, si bien no suficiente, para el desarrollo del hábito39. Aun así, se sabe que los roedores a los que se ha dejado acceso a cocaína de manera ilimitada presentan síntomas parecidos a los humanos, en relación a la compulsión del consumo, en contraste con los roedores a los que se les ha limitado el acceso. Sin embargo, hay pocos estudios en los que a estos animales se les haya dado la oportunidad de realizar otro comportamiento que no sea el consumo de cocaína, y cuando esto ha ocurrido, generalmente han preferido esa otra conducta a la cocaína, por muy adictos que fueran. Por ejemplo, cuando a ratas de laboratorio se les da a elegir entre una solución rica en cocaína y otra rica 37 Camí J y Farré M, “Drug addicition”, New England Journal of Medicine, 349, 2003: 975-986. Disponible en: http://content.nejm.org/cgi/reprint/349/10/975.pdf. 38 FRASCELLA, J. et al., “Shared Brain Vulnerabilities Open the Way for Nonsubstance Addictions: Carving Addiction at a New Joint?”, Annals of the New York Academy of Sciences, n.c 1187, 2010, pp. 294.315. Disponible en: http://www3.interscience.wiley.com/cgi-bin/ fulltext/123268544/PDFSTART. 39 Ahmed SH., 2011, “The science of making drug-addicted animals”, Neuroscience (in press). 148

en azúcar, éstas prefieren el azúcar tanto si se trata de ratas adictas como de ratas naïve; incluso prefieren el azúcar por encima de diferentes rangos de dosis40. Las ratas de laboratorio son también muy susceptibles a la presencia de claves relacionadas con la cocaína, que incrementan los comportamientos de búsqueda41, si bien este fenómeno no está tan claro en humanos. La explicación no puede ser otra que la de que los efectos de la expectativa de conseguir cocaína van por separado de los efectos puramente farmacológicos y subjetivos, y que hay reforzadores mucho más atractivos para la mayoría de los animales que los que ofrecen las drogas en sí, por mucho que estas activen el sistema de recompensa. De hecho, de las 184 ratas utilizadas en los estudios de preferencia cocaína versus azúcar, tan solo 16 individuos (el 8,7%) siguieron prefiriendo cocaína, un porcentaje similar al de personas que se hacen adictas. Una última prueba a favor de este fenómeno es que la cocaína no induce un proceso llamado sensibilización, según el cual el sistema de recompensa, tras las primeras dosis, ha quedado ‘marcado’ de tal forma que subsecuentes dosis bajas inducen los mismos efectos que las dosis iniciales. Esta es al menos la explicación al uso más asentada que relaciona el consumo de drogas con una posterior adicción. Las pruebas para el caso de la cocaína van más bien en sentido inverso, y aparece un fenómeno de tolerancia en lugar de sensibilización. Si pasamos al plano humano, es sabido que para un consumidor de cocaína, sea esporádico o habitual, es difícil volver a casa con algo de cocaína: más bien hay una especie de axioma popular que dice que todo lo que se tiene se terminará por consumir. Probablemente la razón de ese fenómeno es que la cocaína, al mantener el sistema rico en dopamina inhibiendo su recaptación hacia el interior de las neuronas, está manteniendo activo el circuito de emoción-motivación-acción; es decir, en estas condiciones se está manteniendo activo un sistema de búsqueda de una experiencia, y no tanto el disfrutar de una experiencia en sí (la de los efectos subjetivos de la cocaína, que por otra parte, utilizando la vía esnifada, no sólo van diminuyendo, sino que además van incrementándose los efectos secundarios como el de rigidez muscular, el clásico fenómeno de quedarse ‘enzarpado’, causado por un excesivo bloqueo de los canales de sodio responsables de la transmisión 40 Lenoir, M. et al., “Intense Sweetness Surpasses Cocaine Reward”, PLoS ONE 2(8): e698, doi:10.1371/journal.pone.0000698. Disponible en: http://www.plosone.org/article/ info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0000698. 41 Kearns DN, Weiss SJ, 2011, “Extinguished cocaine cues increase drug seeking when presented simultaneously with a non-extinguished cocaine cue”, Drug Alcohol Depend. (in press). 149

del impulso nervioso). De hecho, estudios de neuroimagen en humanos han demostrado que, al menos en consumidores habituados, la expectativa de recibir cocaína libera más dopamina en áreas del circuito de recompensa que la liberación de dopamina que produce la cocaína en sí misma42. El hecho de que la cocaína también inhiba la recaptación tanto de serotonina como de noradrenalina es lo que hace que se mantengan unos efectos emocionales placenteros (serotonina), a la vez que un estado de alerta y vigilia (noradrenalina). Por cierto, el proceso de inhibición de la recaptación es un fenómeno fisiológico consistente en lo siguiente: cuando hay un número determinado de neurotransmisores que ya se han acoplado a los receptores neuronales, el neurotransmisor sobrante vuelve a la célula original de la que se liberó. Si este proceso de recaptura se interrumpe bloqueando esa vuelta a la célula origen, que es lo que hace la cocaína, la cantidad de neurotransmisor es mayor, y por tanto su acción estará siendo más duradera que en condiciones normales, ya que hay más cantidad de neurotransmisor disponible para las neuronas receptoras. Así actúan también los antidepresivos de nueva generación tipo Prozac, pero siendo selectivos únicamente sobre la serotonina (inhibidores de la recaptación de la serotonina).

IV Cuando el sistema dopaminérgico se mantiene permanentemente activado se termina produciendo un fenómeno llamado de desensibilización: los receptores dopaminérgicos están tan sobresaturados de dopamina que pierden su sensibilidad y el circuito de emoción-motivación-acción pierde, por tanto, reverberación, lo que hace que los grandes consumidores vayan perdiendo motivación de cara a la persecución de placeres habituales que les ofrece el medio (búsqueda de comida, sexo y placeres en general). Ya hemos dicho que la expectativa de recibir una dosis de cocaína, en consumidores crónicos, libera más dopamina que la dopamina que libera la cocaína en sí. Estudios de neuroimagen han encontrado que la densidad de receptores D2 (un subtipo de receptores dopaminérgicos) es menor que en grupos de no consumidores. Este fenómeno puede explicar que consumidores crónicos se involucren en comportamientos de más riesgo, como mecanismo biológico para tratar de compensar el déficit dopaminérgico, y que esto se pueda tra42 Volkow ND et al., 2011, “Quantification of Behavior Sackler Colloquium: Addiction: Beyond dopamine reward circuitry”, PNAS 108 (37) 15037-15042. 150

ducir, en el plano social, en el involucrarse progresivamente en los ambientes típicos por donde circula la droga. Y, como venimos postulando aquí, pueda explicar además un mantenimiento del consumo, no tanto basado en los efectos de la cocaína, como en la formación de un hábito cada vez más compulsivo, y por tanto cada vez más difícil de erradicar. Hay abundantes pruebas que demuestran que el impedir a alguien la realización de un hábito puede producir una serie de manifestaciones somáticas y psicológicas que en nada tienen que envidiar al peor de los síntomas de abstinencia a opiáceos. Esto se ha demostrado tanto en jugadores compulsivos como en pacientes con TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) a los que se les ha impedido desarrollar sus hábitos compulsivos y se les ha medido sus respuestas psicofisiológicas en un laboratorio. El ejemplo más cotidiano de este fenómeno podemos verlo en muchos fumadores de tabaco que son capaces de salir a horas intempestivas de sus casas a comprar tabaco, en el peor de los tugurios imaginables, ante la perspectiva de poder sufrir un síndrome de abstinencia que, por lo demás, nada tiene de causa fisiológica perspectiva y sí mucho de consecuencia.43 Este fenómeno puede cursar además con déficits cognitivos que suelen ser reversibles tras la interrupción del consumo. Psicológicamente, un consumo continuado de cocaína puede inducir una psicosis tóxica caracterizada por ideación paranoide debida a una acción continuada de la cocaína sobre los receptores D2 de la dopamina. La peor de las posibles consecuencias del consumo, sin embargo, es que la continua vasoconstricción a la que están sometidos los vasos del cerebro puede dar lugar a microinfartos cerebrales que pueden llegar producir ictus de gravedad variable.

V En resumen: no se sabe nada acerca de por qué solo un 10 por ciento de los animales, humanos o no, que prueban la cocaína, se hacen adictos. Lo que sí es evidente es que la explicación no viene dada por las propiedades farmacológicas de la cocaína de activar el así llamado circuito de recompensa. Es posible que la adicción no se deba a los efectos de la sustancia en sí, sino al hábito que acompaña su consumo, así como a las asociaciones que establece el organismo entre la conducta de consumir y las claves contextuales de los ambientes en los que habitualmente este se produce. Toda 43 Frenk H y Dar R., 2000, A critique of nicotine addiction, Massachussets: Kuvler Academic Publishers. http://books.google.com/books?id=xaU2bonNDxgC&printsec=frontcove r&dq=nicotine&lr=&ei=anI8SPqmCIPitgPN2tmdAw&sig=TMA81t3KpWyCgYEQ_ qbrtedXR_Y#v=onepage&q&f=false. 151

experiencia potencialmente placentera, desde escuchar música hasta tener relaciones sexuales, induce liberaciones de dopamina, y no lo es menos la experiencia de consumir drogas. Del mismo modo, también induce liberación de dopamina la expectativa de disfrutar de una experiencia placentera, muchas veces más incluso que la que libera la experiencia placentera en sí. Este fenómeno tiene mucho sentido desde un punto de vista evolucionista, ya que supone para el organismo un procedimiento eficaz para el aprendizaje de hábitos que aumenten las posibilidades de supervivencia. De ahí que la extinción de un hábito sea tan difícil de erradicar: porque va en sentido contrario a lo que la selección natural ha diseñado para nuestra supervivencia. Que el mecanismo de acción de muchas drogas sea similar al mecanismo neurobiológico de instauración de hábitos por aprendizaje es la razón del sesgo que ha confundido a la investigación en drogadicción durante los últimos cincuenta años, que sigue basando el modelo de adicción en el efecto farmacológico de una sustancia, en lugar de en los hábitos instaurados en torno a su consumo.

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Efectos y riesgos de la cocaína44 Fernando Caudevilla Gálligo

En el año 1992 la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) puso en marcha una de sus campañas más brillantes, destinada a prevenir el consumo de cocaína. Con el eslogan “Ten cerebro, pasa de la coca”, se utilizaba la terrible e impactante imagen de un gusano entrando por la nariz de un consumidor con el objetivo de mostrar los efectos de esta sustancia. El bichejo en cuestión generaba también un inquietante ruidillo, parecido al que oímos cuando amasamos, a medida que ascendía por la fosa nasal en dirección al cerebro... Para toda una generación de adolescentes españoles, el anuncio de la FAD constituye un trauma sociológico colectivo de consecuencias comparables a la muerte de Chanquete, el viejo marinero de la serie Verano Azul, o a la escena en la que Diana, la malvada y atractiva lagarta de la serie V, se tragaba un ratón, de un solo bocado y sin masticar. Pero —podemos preguntarnos— ¿de verdad son comparables los efectos o los riesgos de la cocaína al acto de introducir un gusano por la nariz? A la hora de describir los efectos de una droga conviene diferenciar con claridad los buscados por el usuario de los que son neutros y de los que son obviamente negativos. Por otra parte, hablar de riesgos, que el diccionario define como “probabilidad de que suceda un daño”, implica diferenciar los problemas más frecuentes (probabilidad alta) de aquellos que son más bien raros o anecdóticos (probabilidad baja). Además, los efectos y los riesgos no dependen sólo de la droga en sí, sino del uso que se haga de ella... Sin explicitar bien estos conceptos cualquier aproximación al tema será confusa y poco objetiva. No obstante, tal como sucede con el gusano de la FAD, la mayoría de la información sobre sustancias psicoactivas destinada al público general procede del ámbito de la prevención clásica. Veamos otro ejemplo, tomado 44 Una versión preliminar de este capítulo apareció en “Cocaína: efectos y riesgos”. En: AA.VV.: Cocaína. Amargord Ediciones, 2010. 153

de la definición que hace un folleto de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, en concreto en el epígrafe “efectos de la cocaína”: Tras la inhalación de cocaína los consumidores suelen experimentar una sensación de euforia, excitabilidad, hiperactividad, sociabilidad, un estado de alerta y el deterioro de la capacidad de enjuiciar las cosas. Además de estos cambios de tipo psicológico y del comportamiento, los consumidores experimentan, después del consumo, distintos efectos de tipo físico como taquicardias, dilatación de las pupilas, aumento de la presión arterial, sudor, fiebre, vómitos, pérdida de apetito, etc... Después de una rápida y breve subida, siempre llega un considerable bajón (Los jóvenes y la cocaína, Lorenzo Sánchez Pardo, Agencia Antidroga, 2004). Si inhalar cocaína se parece a meterse un gusano carnívoro por la nariz, o si los efectos son tan poco atractivos como los describe el señor Sánchez Pardo, no se puede entender que la cocaína sea la segunda droga ilegal más consumida en España y que el 5,2% de las personas entre 15 y 34 años la hayan consumido durante el año 2009. Tampoco se comprende que, en el año 2005, 23.000 consumidores demandaran tratamiento por reconocerse incapaces de dejar de tomar esta sustancia por sí mismos. Mucho menos se entiende el mercado negro que mueve billones de euros en todo el mundo. Puede que los consumidores de drogas ilegales sean todos unos viciosos o unos degenerados, pero es poco probable que sean tan estúpidos como para pagar 60-80 euros por un gramo de algo que produce “una rápida y breve subida, pero luego siempre un considerable bajón”. La explicación es muy simple: desde el ámbito de la prevención se considera que el objetivo principal no consiste en ofrecer información veraz y objetiva, sino en evitar cualquier consumo de drogas. Y por eso, para definir sus efectos suele emplearse un refrito de efectos agudos de dosis habituales, efectos adversos, efectos tóxicos por sobredosis y efectos del consumo crónico destinado a “elevar la percepción del riesgo”, independientemente de cuáles sean los hechos. Este tipo de definiciones olvidan que todas las drogas tienen efectos agradables, y que estos son el motivo fundamental de su consumo. Por supuesto, con cierta frecuencia surgen problemas, algunos de ellos muy leves y otros de extraordinaria gravedad; pero nos parece esencial

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diferenciar lo agradable de lo no deseado, y dentro de este último apartado lo frecuente de lo ocasional. Por otra parte, algunos investigadores, sobre todo los que trabajan con modelos animales, describen los efectos de la cocaína con razonamientos del tipo “es una droga muy peligrosa porque sus efectos son como el orgasmo más intenso de tu vida multiplicado por siete y una vez que empiezas ya no puedes parar”. Estos estudiosos suelen justificar este tipo de argumentos basándose en sus ensayos con ratas, monos o perros, quienes, cuando tienen acceso libre e ilimitado a la cocaína (a veces por vía intravenosa o intracraneal), se administran dosis sucesivas hasta que sufren convulsiones y, finalmente, mueren. Independientemente de la calidad de los orgasmos de estos científicos, resulta evidente que aspectos como la motivación, los valores, el autocontrol, la inteligencia, la capacidad de diferir el placer, la planificación del futuro o la conciencia moral no están igual de desarrollados en los perros o en los ratones que en los humanos. No parece sensato extraer conclusiones directas sobre el comportamiento sexual de los humanos observando a los perros o a los caballos (que, por lo general son promiscuos, poco selectivos y bastante exhibicionistas). Del mismo modo, casi nunca es posible trasladar directamente a la especie humana datos sobre drogas extraídos de investigaciones con animales. Por supuesto, los humanos también somos mamíferos y los datos de los experimentos con animales señalan o sugieren cuáles son los problemas que pueden aparecer en nuestra especie, como se detallará con posterioridad. Pero conviene no dejarse llevar por simplificaciones excesivas que, por su capacidad de producir el ‘orgasmo cósmico’, pueden resultar atractivas o apetecibles para muchas personas. Los riesgos de la cocaína pueden ser de muy distintos tipos. Para alguien que trapichea en una discoteca, incluso en pequeñas cantidades, el riesgo más inmediato puede ser acabar en la cárcel si se le ocurre ofrecer un gramo a un secreta disfrazado de macarrilla. En cuanto al consumo, el ocasional conlleva menos riesgos que el habitual, pero el esporádico también puede ser peligroso si se superan las dosis razonables o no se toman las debidas precauciones. Cada vía de administración conlleva sus propios riesgos, y la oral y la intranasal (hacerse una raya) suelen causar menos problemas que la intravenosa o la fumada. Tampoco es lo mismo utilizar cocaína en ámbitos de ocio que hacerlo en el ámbito laboral... Por tanto, vemos que para hablar de los riesgos de la cocaína siempre debemos considerar factores que tienen que ver con el usuario (edad, estado de salud, motivaciones para el consumo, 155

experiencias y problemas previos con drogas...), pauta de consumo, forma de administración (intranasal, inyectada, fumada...), dosis, contextos... Abordaremos los aspectos farmacológicos y los efectos agradables, deseados y neutros de la cocaína en el epígrafe “efectos deseados y farmacológicos”. En “efectos adversos” describiremos los efectos indeseados más comunes que pueden aparecer con las dosis habituales, y en “efectos tóxicos” aquellos efectos adversos muy graves, pero poco frecuentes, o los que surgen con más probabilidad en consumidores habituales. A los aspectos relativos a la salud mental y la dependencia les dedicaremos epígrafes propios. Mientras no se señale lo contrario, el “uso de cocaína” hace referencia a la forma más frecuente de consumo: el uso intranasal de clorhidrato de cocaína. Las vías fumada e intravenosa suponen efectos y riesgos específicos que explicamos a lo largo del texto.

1.- Efectos deseados y farmacológicos de la cocaína:

En el último tercio del siglo xix, Sigmund Freud experimentó con cocaína para tratar, entre otros trastornos, la dependencia a los opiáceos. Su defensa de la cocaína, a la que consideraba casi inocua, generó muchas críticas y polémicas con otros colegas de profesión, quienes llegaron a considerarla “el tercer azote de la humanidad, junto al alcohol y los opiáceos”. El transcurso del tiempo ha demostrado que los críticos llevaban la razón en muchos aspectos. No obstante, merece la pena detenerse en la descripción subjetiva que hace en uno de sus escritos sobre los efectos psicológicos de la cocaína: El efecto psicológico de la cocaína consiste en la excitación y la euforia retenida, que no se diferencia mucho de la euforia de las personas sanas. Falta totalmente el sentimiento de alteración que acompaña a la excitación por alcohol, también falta el efecto característico inmediato del alcohol de ansiedad. Se tiene la sensación de incremento del autocontrol, se siente gran vigor y de capacidad de trabajo. (...) Se es simplemente normal y cuesta creer que se está bajo el efecto de algo (Sigmund Freud, “Über Coca”, 1889). Sus palabras son muy acertadas al describir los efectos deseados de la cocaína a las dosis habituales (que, para una persona de peso normal y sin tolerancia farmacológica, podría oscilar entre los 25 y 75 mg de clorhidrato de cocaína para administración intranasal). Las observaciones de Freud han 156

sido corroboradas en encuestas a consumidores y estudios con voluntarios. En estas investigaciones se administra cocaína en condiciones de laboratorio, y posteriormente se realizan distintas pruebas clínicas y test psicométricos. Mediante estos estudios sabemos que la cocaína puede causar locuacidad, sensación de energía, disminución del apetito, mayor rendimiento en la producción de tareas, hiperactividad motora, verbal y de ideas, incremento de la confianza y el autocontrol... Otro efecto característico de esta sustancia es la anestesia local que produce. La aplicación de cocaína sobre la mucosa oral, nasal, oftálmica o genital elimina la sensación de dolor durante un periodo de entre treinta y sesenta minutos. De hecho, la cocaína permitió que a partir de finales del siglo xix se desarrollara la cirugía oftalmológica, y se empleó como anestésico dental hasta mediados del siglo xx. Posteriormente se desarrollaron otros anestésicos locales (lidocaína, novocaína, xilocaína...) sin los efectos orgánicos y psicoactivos de la cocaína. A nivel farmacológico, los efectos de esta droga se caracterizan por su rapidez y brevedad. Es metabolizada rápidamente por las enzimas del organismo y se degrada al cabo de 45-60 minutos. Por vía intranasal, los efectos comienzan pocos minutos después de la administración y se mantienen durante ½ - 1 hora. Por administración fumada o intravenosa tienen un inicio de acción mucho más rápido (unos pocos segundos) y mantienen sus efectos durante 5-10 minutos. A nivel cerebral, la cocaína actúa sobre las neuronas del sistema dopaminérgico-mesocorticolímbico. Es una zona del cerebro que existe en todos los vertebrados y que está relacionada con los mecanismos del placer y la recompensa en actividades como comer, beber o la actividad sexual. Las modificaciones que puede producir el consumo habitual de cocaína en este sistema constituye la base neurofisiológica de los problemas de abuso y dependencia, tal como explicaremos más adelante. La cocaína estimula también un sistema de neuronas distribuido por todo el cuerpo, llamado sistema autónomo simpático (que no tiene que ver con el buen humor, sino con la regulación de funciones vitales básicas). Esta activación ejerce efectos principalmente sobre el aparato cardiovascular, con lo que causa vasoconstricción (disminución del diámetro de las arterias), aumento de la tensión arterial y aumento de la fuerza de contracción del corazón y de su velocidad (taquicardia). Este mismo mecanismo también puede producir dilatación pupilar, temblor y sudoración, así como incremento de la temperatura corporal. 157

2.- Efectos adversos:

La cocaína no sólo genera efectos agradables. En este epígrafe comentaremos los efectos no deseados que pueden aparecer si se consume de forma frecuente o con las dosis habituales. En general, cuanto más frecuente sea el consumo y/o más elevadas sean las dosis administradas, mayor será la probabilidad de que aparezca este tipo de efectos. Comprender el fenómeno de la tolerancia es importante antes de hablar de los efectos adversos. Algunos fármacos utilizados en medicina y muchas drogas legales o ilegales pueden dar lugar a este fenómeno: el uso repetido o habitual de la droga lleva a la necesidad de incrementar la dosis para alcanzar los mismos efectos o, dicho de otra forma, si una persona toma de forma repetida las mismas dosis, al cabo del tiempo los efectos son menores. En relación con la cocaína, la tolerancia se produce de una forma algo distinta a lo que sucede en otras drogas. En la mayoría de las personas que consumen cocaína de modo más o menos habitual, el desarrollo de tolerancia no implica tanto el incremento de cada dosis, sino una mayor frecuencia de administración. Además, la tolerancia no se desarrolla por igual frente a los efectos deseados y los efectos indeseados, ya que la primera es más rápida. Es decir, con el consumo habitual/frecuente (incluso en una misma sesión), los efectos desagradables se terminan manifestando con más rapidez e intensidad que los efectos agradables o deseados. Esto también es válido para el consumo crónico de cocaína, en el que muchas veces los efectos negativos terminan predominando sobre los efectos positivos. Otro fenómeno característico de la cocaína es el de la tolerancia inversa: pequeñas dosis dan lugar a efectos muy marcados, tanto agradables como, sobre todo, no deseados. Este último fenómeno es poco frecuente y aparece sobre todo en consumidores crónicos. Algunos de los efectos no deseados constituyen la magnificación de los efectos deseados: en lugar de lucidez y sensación de autocontrol, pueden aparecer otros como inquietud, irritabilidad, ansiedad, angustia, agresividad, incremento en la velocidad de los pensamientos, ideas de grandiosidad con deterioro de la capacidad de enjuiciar la realidad... A nivel orgánico, los efectos de la hiperestimulación pueden manifestarse en forma de sudor, temblor, contractura en la mandíbula, palpitaciones... La aparición de estos efectos indica de forma inequívoca que las dosis administradas han sido excesivas. Algunas personas cometen el error de esnifar más cocaína para evitarlos. De forma inicial es posible conseguir cierto alivio, pero al cabo de

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pocos minutos los efectos adversos se habrán multiplicado, con el riesgo de entrar en una espiral de consecuencias peligrosas si se sigue consumiendo. En ocasiones pueden aparecer preocupaciones, obsesiones o pensamientos de tipo paranoide que pueden dar lugar a comportamientos agresivos (del tipo: “la gente por la calle se da cuenta de que he tomado mucha cocaína”, “mis amigos se ríen de mí”, “todo el bar me está mirando”, “ese chico con tan mala pinta que va por la calle me va a atracar”...). Este tipo de reacciones pueden aparecer incluso con dosis medias, si bien la personalidad de ciertos consumidores facilita su aparición. Los consideraremos como efectos adversos si son de tipo leve, desaparecen después de unas horas del último consumo y son congruentes con la realidad. Si son persistentes en el tiempo o, sobre todo, carecen de una base lógica y real, hablaríamos de cuadros de tipo psicótico que se abordarán con más detalle de forma específica. La alteración en el patrón del sueño es otro efecto adverso que se presenta con frecuencia. Por vía intranasal, los efectos de la cocaína se mantienen durante una hora, pero la activación del sistema nervioso puede prolongarse durante varias horas más, aunque el usuario no llegue a percibirlo. Si se dan varias administraciones sucesivas, estos efectos residuales pueden mantenerse durante bastantes horas e impedir el descanso nocturno. A veces no llega a producirse insomnio de forma completa, sino un patrón de sueño fragmentado con varios despertares a lo largo de la noche. El uso de cocaína por la tarde o por la noche facilita la aparición de este tipo de problemas. Este efecto acumulativo de la cocaína también se observa en las alteraciones del apetito. La cocaína produce sequedad de boca y faringe, y a nivel cerebral actúa sobre los centros que regulan la ingesta de alimento, con lo que disminuye las ganas de comer. Tanto el insomnio como la anorexia pueden prolongarse varias horas después de la última administración. La irritación de las mucosas nasales, la sensación de taponamiento nasal o la aparición de moco mezclado con sangre son frecuentes después de la administración mediante esta vía. El uso frecuente, el hecho de introducir cocaína mal pulverizada y la presencia de adulterantes o contaminantes facilitan la aparición de este tipo de problemas. En lo que respecta al sexo, los datos son contradictorios. Para algunas personas la cocaína puede actuar como estimulante sexual, incrementando la libido, la intensidad del orgasmo y, en el caso de los varones, retardar la eyaculación y facilitar la erección. Esto es posible al utilizar dosis bajas y muy espaciadas en el tiempo. Pero para la mayoría de las personas, y con dosis medias-altas, la cocaína dificulta la erección e inhibe la capacidad de eya159

cular en los varones. Además, el supuesto efecto afrodisíaco de la cocaína es difícil de valorar de forma objetiva sin tener en cuenta el factor contextual.

3.- Efectos tóxicos:

La cocaína puede dar lugar a efectos tóxicos sobre muy distintos órganos y aparatos del organismo. En este capítulo se consideran tóxicos los efectos indeseados graves, pero poco habituales, al utilizar dosis y frecuencias de consumo moderado, así como aquellos que son más probables ante dosis muy altas o patrones de uso intensivo. También existen casos en los que una dosis pequeña puede causar un efecto tóxico grave, pero ocurren muy raramente. Para otras drogas existen métodos estadísticos y epidemiológicos para estimar el riesgo a partir de una determinada dosis, pero para la cocaína no existe este tipo de estimaciones y no es posible recomendar un límite seguro de consumo basándonos en criterios científicos.

Sistema cardiovascular:

La cocaína incrementa la fuerza y velocidad con la que se contrae el corazón y disminuye el diámetro de las arterias, con lo que puede producirse una elevación de la tensión arterial. Si ésta es muy brusca, puede aparecer un cuadro llamado “urgencia o emergencia hipertensiva”, caracterizado por dolor de cabeza, náuseas y vómitos y alteraciones en la visión. Una toma de tensión alta sin ningún otro síntoma no constituye en principio una urgencia; si además hay cualquiera de los otros síntomas señalados, debe buscarse ayuda médica de forma inmediata. El incremento de la velocidad del corazón (taquicardia), así como las alteraciones que la cocaína produce en las células que modulan su contracción, puede dar lugar a la aparición de arritmias. En su estado normal el corazón late siempre al mismo ritmo, lo que puede percibirse al tomar el pulso o apoyar el oído sobre la caja torácica. Hablamos de arritmia cuando el ritmo del corazón deja de ser regular. Existen decenas de arritmias distintas, pero todas ellas deben ser valoradas por un médico, ya que algunas (por ejemplo, la fibrilación ventricular asociada a cocaína) pueden ser mortales. Los episodios de angina de pecho e infarto de miocardio son una complicación que puede aparecer en consumidores habituales o con dosis muy elevadas. Su manifestación más típica es el dolor en el pecho. Las molestias o sensaciones de dolor torácico son relativamente frecuentes tras el consumo de dosis medias-altas de cocaína, y a nivel estadístico suelen relacionarse más con ansiedad que con daño cardíaco. El consumidor debería estar alerta 160

si el dolor es intenso o si produce un malestar significativo, es de tipo opresivo, se desplaza hacia la mandíbula o el brazo izquierdo, o si se acompaña de otros síntomas como sudoración, náuseas y vómitos. En esos casos es conveniente realizar una serie de pruebas (electrocardiograma, seriación de enzimas...) para descartar una patología cardiológica urgente. En personas jóvenes y sanas, el infarto de miocardio asociado a cocaína suele tener un buen pronóstico, ya que no se produce por taponamiento de las arterias, sino por un espasmo súbito. En caso de tener que acudir a un hospital, es importante no ocultar que se ha consumido cocaína anteriormente, ya que los tratamientos farmacológicos a aplicar son más específicos. Algunas personas utilizan fármacos antiimpotencia (Viagra®, Cialis®, Levitra®) asociados con cocaína para mejorar su rendimiento sexual. En este caso también debe informarse al personal sanitario, ya que algunas de las medicaciones que se utilizan habitualmente en el tratamiento de problemas cardiológicos y circulatorios pueden producir reacciones adversas graves en presencia de estos fármacos. La combinación de alcohol y cocaína da lugar a la aparición de un metabolito, llamado cocaetileno, que facilita la aparición de problemas de tipo cardiovascular y hepático. La mayoría de estos datos proceden de la investigación en animales de laboratorio y su repercusión real en humanos es dudosa. En cualquier caso, conviene conocer este hecho y ser moderados a la hora de combinar ambas sustancias. Es posible la aparición de otras complicaciones cardíacas: infección de las válvulas del corazón, inflamación del músculo cardiaco o del pericardio, entrada de aire al tórax... Este tipo de efectos tóxicos es casi exclusivo de la vía intravenosa.

Sistema nervioso:

Las crisis convulsivas son, dentro de los problemas poco comunes, la complicación neurológica más frecuente asociada al consumo de cocaína. Suelen aparecer en relación con grandes intoxicaciones de cocaína, como las que produce la rotura de las bolsas en personas que transportan cocaína en su intestino, o tras fumar o inyectarse cantidades elevadas. En ocasiones pueden aparecer con la administración intranasal. Si una persona ha padecido convulsiones en algún momento previo de su vida o está diagnosticado de epilepsia, es más probable que padezca una convulsión tras tomar cocaína. Una convulsión aislada no implica necesariamente un mal pronóstico médico, pero hay otros problemas (infartos, hemorragias cerebrales) que pueden 161

manifestarse como una convulsión, por lo que siempre deberá ser valorada por un médico. Si alguien sufre convulsiones, conviene tumbarlo en un lugar lo más seguro posible, retirar todos los objetos peligrosos que pueda haber alrededor y no meter ningún objeto dentro de la boca. La elevación brusca e intensa de la presión arterial, la existencia de arritmias en el corazón o un espasmo de las arterias que riegan el cerebro pueden dar lugar a accidentes cerebrovasculares en forma de hemorragia cerebral. Hasta en un 50% de los casos de estas alteraciones se producen como consecuencia de una malformación o dilatación en las arterias del cerebro que no se había detectado previamente (en este sentido, la cocaína sería un estresante agudo que desencadena el cuadro como, por ejemplo, un esfuerzo físico brusco). En otros casos aparecen en personas sin alteraciones previas. Los síntomas pueden ser muy variados dependiendo de la zona cerebral afectada (hormigueo en medio cuerpo, torpeza al hablar, visión doble, dolor de cabeza, pérdida de conocimiento, parálisis de media cara...).

Aparato respiratorio:

Las pequeñas heridas que se producen en el tabique y las fosas nasales tras esnifar cocaína pueden llegar a complicarse y causar grandes ulceraciones que lleven a la destrucción del tabique nasal, o del tabique que comunica las fosas nasales con el paladar. Debemos tener en cuenta que las fosas nasales contienen gran cantidad de microorganismos, es una zona de difícil acceso y no está preparada anatómicamente para absorber sustancias. El estrechamiento de las arterias que riegan las fosas nasales disminuye el aporte de oxígeno, lo cual favorece la infección y dificulta el trabajo del sistema inmunológico del organismo. El uso de una técnica correcta a la hora de esnifar o limpiar bien las fosas nasales después del consumo disminuye de forma muy importante la probabilidad de que suceda este tipo de problemas. Casi todas las infecciones nasales pueden resolverse si se tratan a tiempo con antibióticos específicos y cuidados locales, pero si se dejan evolucionar de forma natural pueden dar lugar a perforaciones. Existen distintas técnicas de cirugía que permiten reparar estas alteraciones... pero el “tabique de platino” no es una de ellas: se trata de una de las leyendas urbanas más comunes sobre la cocaína. Los problemas pulmonares aparecen de forma casi exclusiva en personas que utilizan cocaína por vía fumada. Se ha descrito un síndrome caracterizado por fiebre, infecciones pulmonares que no responden a los tratamientos 162

habituales y picor en el cuerpo al que se conoce como “síndrome del pulmón por cocaína o crack lung”. Las hemorragias, infartos pulmonares o el edema agudo de pulmón (pulmón encharcado) son rarezas que sólo aparecen en fumadores habituales de crack o base.

Alteraciones endocrinológicas:

Se han descrito en los varones alteraciones hormonales que pueden manifestarse como ginecomastia (aumento del tamaño de las mamas) o impotencia con dificultad para la erección y la eyaculación. En mujeres, puede retirarse la regla, existir dificultades para quedarse embarazada o aparecer secreción láctea en las mamas. Se trata de alteraciones poco frecuentes, que aparecen en consumidores crónicos de grandes cantidades.

Alteraciones digestivas:

La cocaína puede producir daños importantes sobre el sistema digestivo. Los casos más frecuentes tienen que ver con personas que transportan bolsas de cocaína en su aparato digestivo dentro del contexto del narcotráfico. La rotura de alguna de estas bolas puede dar síntomas digestivos muy importantes, desde dolor abdominal hasta úlceras, pancreatitis, obstrucción intestinal o perforación de vísceras, así como a intoxicaciones orgánicas graves. Las úlceras de duodeno perforadas son una complicación relativamente frecuente, pero aparecen de forma casi exclusiva en fumadores de cocaína en base. La cocaína también puede producir alteraciones del hígado, sobre todo en personas que beben alcohol simultáneamente. Algunas tienen un patrón de consumo que consiste en alternar cocaína con grandes cantidades de alcohol, sobre todo en entornos de ocio. Este patrón de consumo es particularmente perjudicial por sus efectos sobre el hígado. En la mayoría de estos casos aparecerán alteraciones en una analítica rutinaria de sangre (elevación en las transaminasas) que indican daño hepático.

Alteraciones obstétricas:

La aparición de efectos tóxicos en las mujeres embarazadas consumidoras de cocaína está perfectamente documentada. Facilita el desprendimiento de la placenta y la mala implantación del embrión, y se asocia a un mayor número de abortos espontáneos, incluso en fases avanzadas del embarazo. También se ha descrito un incremento en la frecuencia de malformaciones fetales, en hijos de consumidoras habituales de cocaína. 163

La cocaína puede ser tóxica para el feto incluso a dosis en las que no lo sería para la madre. También se puede excretar en la leche materna, aunque en este caso sus efectos tóxicos no son bien conocidos. En cualquier caso, las mínimas normas éticas (no perjudicar a la salud de terceros) hacen que el consumo de cocaína durante el embarazo y la lactancia esté contraindicado y debe ser desaconsejado de forma taxativa.

Complicaciones infecciosas:

La relación más evidente de la cocaína con las enfermedades infecciosas tiene que ver con el uso intravenoso de la sustancia. Una técnica de inyección deficiente puede producir complicaciones infecciosas locales (úlceras en la piel, celulitis, tromboflebitis...) y, con menor frecuencia, infecciones pulmonares o cardiacas. Además, el hecho de compartir el material para la inyección (agujas, principalmente) sitúa al usuario en riesgo de transmisión e infección por virus como el del VIH/SIDA o el de la hepatitis (B y C), así como por otros patógenos que se transmiten por vía sanguínea. Existe otra posible asociación que ha sido sugerida en los últimos años y que tiene que ver con el uso intranasal de cocaína. El VHC se transmite hasta en un 70-80% de los casos por vía sanguínea o sexual. Pero en un 20-30% de los casos diagnosticados no se encuentran factores de riesgo clásicos (múltiples parejas sexuales, sexo sin protección, transfusiones de sangre, inyección de drogas...). En el año 2004, investigadores norteamericanos comunicaron la presencia de virus de la hepatitis C (VHC) en los fluidos nasales de personas que utilizaban drogas por vía intranasal. En un estudio francés publicado en el año 2006, se sometió a un extenso cuestionario a 450 personas infectadas por VHC en las que no se conocía la ruta de infección. El consumo de cocaína por vía intranasal en estas personas era 4,5 veces más frecuente que en personas de características similares no infectadas. En el momento actual no se puede afirmar son seguridad si el VHC puede transmitirse o no al compartir cilindros de inhalación (turulos). De hecho, algunos autores son críticos con estas investigaciones y creen que se trata de una exageración. Pero los datos disponibles invitan a la precaución y a tomar unas medidas higiénicas mínimas. En cualquier caso, la forma de evitar estos problemas es muy económica y sencilla: usar dispositivos de inhalación individuales y/o desechables (pajitas, un pequeño papel limpio enrollado...).

4.- Riesgos para la salud mental: 164

El uso de dosis muy elevadas de cocaína, tanto en personas que consumen habitualmente como en usuarios ocasionales, puede dar lugar a un cuadro típico de síntomas llamado psicosis tóxica, que se caracteriza por la pérdida de contacto con la realidad. Las ideas que aparecen en las psicosis tóxicas por cocaína (y otros estimulantes como las anfetaminas) son muy parecidas en la mayoría de las personas: ideas paranoides con contenido de perjuicio (sentirse rodeado, vigilado o espiado por otras personas que quieren hacer daño al paciente), celos patológicos (sin que existan indicios racionales de infidelidad)... así como alucinaciones relacionadas con este tipo de ideas, principalmente auditivas (ruidos de pasos, voces de los perseguidores) y a veces visuales... Son también clásicas, aunque muy poco frecuentes, las sensaciones corporales y las alucinaciones visuales consistentes en insectos que se mueven debajo de la piel, lo que puede inducir a autolesionarse. Éstas se conocen como “alucinaciones de formicación” (del latin formica: “hormigas”; es importante no confundir con “fornicación”, que, de existir, serían un tipo de alucinaciones bastante más apetecibles). Las psicosis tóxicas son, por definición, reversibles y limitadas al tiempo que tarda el organismo en eliminar la sustancia. La mayoría de los cuadros desaparece al cabo de unas horas, pero el hecho de que la percepción de la realidad se encuentre alterada facilita la aparición de conductas impulsivas, violentas hacia los demás o hacia uno mismo. Ante la aparición de cualquiera de estos síntomas la conducta más prudente es la observación y el tratamiento en un hospital. También es importante saber que está demostrado que la aparición de un episodio psicótico hace que sea mucho más probable que éste pueda repetirse al volver a tomar cocaína, incluso en dosis menores. Existen otros riesgos asociados al consumo de dosis elevadas o frecuentes. Cuando una persona hace un consumo de cocaína suficientemente repetido en el tiempo (por ejemplo, utilizar la sustancia durante todo un fin de semana de forma continuada), al suspenderlo puede sobrevenir un síndrome de abstinencia agudo o crash. Esto sucede con más frecuencia en personas con problemas diagnosticados de dependencia, pero también puede presentarse en consumos elevados esporádicos. El crash se caracteriza por un estado de agotamiento físico, y sobre todo psíquico. Los síntomas de tipo depresivo son muy importantes, y a nivel clínico se puede confundir con una depresión mayor, incluyendo ideas de suicidio que pueden ser potencialmente letales. A diferencia de la depresión mayor, los síntomas del crash desaparecen completamente con la normalización de la pauta de sue-

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ño, aunque pueden persistir durante 3 o 4 días. Muchas veces es necesario el apoyo farmacológico con benzodiacepinas para conseguir esto. El uso de cocaína puede asociarse con muchos otros tipos de trastornos psiquiátricos (crisis de pánico, trastornos de ansiedad, problemas depresivos, conductas estereotipadas, trastornos del sueño, anorexia nerviosa...). Es importante tener en cuenta los mismos elementos que hemos considerado durante todo el capítulo (patrón de consumo, vía y frecuencia de administración, motivaciones para consumir...). Pero en este caso las características de la personalidad del usuario son muy importantes. Los problemas de agresividad, angustia o paranoia son mucho más frecuentes en personas que presentan este tipo de rasgos en su personalidad. En ese sentido, la cocaína como muchas otras drogas no hace aparecer los problemas de la nada sino que exacerba o agudiza aspectos ya existentes. Esta cuestión puede complicarse aún más ya que, en ocasiones, los problemas con la cocaína no son la causa de la enfermedad mental, sino su consecuencia. Esto puede suceder, por ejemplo, en personas con problemas de atención, concentración o timidez patológica que descubren que funcionan mejor con cocaína y la utilizan a modo de automedicación, sin darse cuenta de los problemas asociados a su uso frecuente. En este tipo de personas es más importante una correcta valoración y tratamiento del problema de base que centrarse exclusivamente en el consumo de cocaína. El uso de cocaína en personas diagnosticadas de algunas enfermedades mentales graves como la esquizofrenia o los trastornos bipolares es frecuente y muchos autores opinan que este fenómeno de automedicación esté subyacente a estos consumos.

5.- Dependencia a cocaína

El potencial de dependencia de la cocaína ha sido una cuestión sometida a discusión durante décadas. Ya hemos señalado cómo Freud consideraba que la cocaína era superior a otras drogas porque su uso sólo producía problemas de dependencia en adictos a los opiáceos o personas con psicopatología grave. De hecho, el diagnóstico de dependencia a cocaína aparece por primera vez registrado en las clasificaciones psiquiátricas en el Manual DSMIIIR, publicado en 1987. Los manuales de medicina y psiquiatría publicados con anterioridad consideraban que el potencial de abuso y dependencia de la cocaína era poco importante. El manual de Kaplan, tratado de psiquiatría más prestigioso de la especialidad, afirmaba, hasta su edición de 1980, que el consumo no era peligroso si no superaba las 3-4 veces por semana, y otro manual afirmaba que algunas personas adquirían hábito pero que éste era 166

más parecido a comer pipas que a una verdadera adicción. Sin embargo, la existencia de patrones de consumo en los que se pierde el control sobre el uso de la sustancia ya se observa en revistas médicas del siglo xix: La cocaína alivia la sensación de agotamiento, disipa la depresión mental y produce una sensación deliciosa de alegría y bienestar. Con su uso los efectos secundarios aparecen en principio de una forma suave, casi imperceptible. Pero si su consumo continua y se incrementa se crea un deseo que debe satisfacerse. A partir de ese momento el individuo a partir de ese momento se vuelve febril, insomne, inapetente, quedando al final la sensación de neurastenia lastimosa (Medical Record, Oct 24, 1885). La dependencia a alcohol, tabaco o opiáceos suele implicar el consumo continuado de la droga durante semanas o meses. Esto lleva a una serie de cambios en estructuras y neurotransmisores del cerebro del consumidor de forma paulatina, de forma que este se acostumbra a funcionar con la sustancia. Si la administración de la droga cesa de forma brusca, estos cambios cerebrales producen una serie de síntomas y signos que producen lo que se conoce como “síndrome de abstinencia”. Los síndromes de abstinencia a alcohol o heroína se caracterizan por una serie de signos objetivos que pueden ser observados y medidos (cambios en el tamaño de las pupilas, diarrea, fiebre, convulsiones...). El síndrome de abstinencia a cocaína no produce este tipo de cambios cuantificables, lo que ha dificultado su identificación. Sin embargo, en el momento actual existe consenso en que la cocaína puede producir un síndrome de abstinencia si se administra de forma continuada durante suficiente tiempo. Pero sus manifestaciones no son orgánicas sino exclusivamente de tipo psicológico, con alteraciones del sueño, ansiedad y, sobre todo, síntomas depresivos. Estos síntomas duran 48-72 horas, pero pueden ser extremadamente graves, en ocasiones con potencial suicida. No se debe caer en la tentación de menospreciar lo psicológico frente a lo físico (al fin y al cabo, la mayoría de las personas preferiríamos partirnos un tobillo, o los dos, antes de tener un trastorno psicológico en condiciones). La otra controversia en relación con la dependencia a la cocaína se encuentra en el patrón de consumo. En la adicción a sustancias clásicas (alcohol, benzodiacepinas, opiáceos, tabaco...) la dependencia tiene como una 167

de sus características la administración continuada y diaria de varias dosis al día de la droga. Existen muchos consumidores problemáticos de cocaína que no toman la droga de forma continuada todos los días y esto ha llevado a algunos autores a desestimar la existencia de la dependencia a cocaína. Pero el elemento fundamental que define la dependencia en el caso de la coca no es tanto la administración diaria como la pérdida del control sobre la sustancia, que pasa a convertirse en un elemento central de la vida del usuario: consumos en mucha mayor cantidad, gasto económico o tiempo del previsto, uso de la droga en momentos y circunstancias en las que no es razonable hacerlo, persistencia en el uso de la sustancia a pesar de haber tenido problemas importantes debidos a ella (perder el trabajo, problemas de relación, ingresos hospitalarios...), preocupación excesiva por disponer de la sustancia, incapacidad para diferir en el tiempo el consumo... Las discusiones científicas sobre un síndrome de abstinencia de características exclusivamente psicológicas y la posibilidad de dependencia sin administrar la droga de forma ininterrumpida han dificultado el diagnóstico de “dependencia a la cocaína”. Podríamos extendernos mucho en estos aspectos y en las controversias, diferencias y matices entre dependencia, abuso o consumo problemático... pero estos son aspectos más conceptuales que prácticos. Lo importante es que no existen dudas sobre el hecho de que la cocaína puede llevar a un patrón de consumo crónico, compulsivo y descontrolado que tenga consecuencias negativas importantes sobre la persona. Una vez más tendremos que repetir que la probabilidad de que esto suceda no tiene sólo que ver con la sustancia, sino con otros factores como la vía de administración (la vía intravenosa o fumada es más peligrosa que la vía intranasal), frecuencias y contextos de consumo y, sobre todo, la persona (edad, sexo, grado de impulsividad y autocontrol, características psicológicas, motivaciones para utilizar la sustancia...). El problema fundamental en relación con la dependencia a cocaína es la falta de tratamientos eficaces. Para otras dependencias existen fármacos que han demostrado eficacia a distintos niveles. En el caso de la heroína es posible la sustitución a otros opiáceos con características farmacológicas distintas y menor potencial euforizante (metadona, codeína...). Para el alcohol, hay fármacos que tratan los síntomas del síndrome de abstinencia, e incluso la persona puede utilizar aversivos (disulfiram) para asegurarse de no consumir... Pero ninguno de los fármacos ensayados para la dependencia a cocaína ha demostrado un grado de eficacia razonable. Desde hace veinte años 168

se han llevado a cabo ensayos clínicos con antidepresivos, antipsicóticos, benzodiacepinas, neurolépticos, estimulantes, antiepilépticos, estabilizadores del ánimo... casi todos los nuevos psicofármacos son ensayados en el tratamiento de la dependencia a cocaína con pésimos resultados. Sólo en el caso de que exista otro trastorno asociado (esquizofrenia, hiperactividad, dependencia al alcohol...) ciertos fármacos han demostrado una discreta eficacia. Con respecto a los tratamientos psicológicos, los tratamientos de tipo conductual y los grupos de autoayuda parecen las estrategias más eficaces. La realidad es que la dependencia a cocaína puede tener consecuencias devastadoras sobre la salud física, mental y social de las personas. Pero también es un hecho objetivo que los patrones de consumo más frecuentes son el ocasional, esporádico o intermitente. Diversos estudios y estadísticas estiman que entre un 10-15% de las personas que prueban la cocaína pueden desarrollar un problema de dependencia. Y esta probabilidad no se distribuye de forma aleatoria, ya que la actitud del usuario (reflexionar sobre si uno tiene el patrón de consumo que dice quiere tener, controlar frecuencias, dosis, tiempo y dinero, observar qué papel desempeña la cocaína en la vida diaria del usuario, programar y respetar periodos de abstinencia, saber pedir ayuda si aparecen problemas...) es fundamental para hacer que este riesgo sea más o menos importante. Para las personas que deciden consumir cocaína, conocer los efectos y los riesgos de la forma más objetiva posible es una de las mejores estrategias para evitar problemas.

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