Panfleto contra la democracia realmente existente

Table of contents :
2004 - Gustavo Bueno - Panfleto contra la democracia realmente existente. (segundo avance)
2004 - Gustavo Bueno - Panfleto contra la democracia realmente existente. (segundo avance)
2004 - Gustavo Bueno - Panfleto contra la democracia realmente existente. (primer avance)
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2004 - Gustavo Bueno - Panfleto contra la democracia realmente es¡xistente (segunda entrega)
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fNuce

Primera edició¡r: enero de 2004

Colección dirigida por

GABRIELALBIAC

PRU-uoIo QuÉ nNreNoEMos EN ESTE LIBRo PoR «DEMOCRAC I A REALMENTE EXISTENTE>) ...............

15

Todo el mLmdo busca la democracia ............ La democracia procedimental no es una democracia política Dos perspectivas para hablar de la democracia: fundamentalismo y funcionalismo Ideología y política real ...........

15

2l z!9

JJ

CapÍruro I EL rrnrroaN4eNTALISMo DEMocRÁTICo. Quedan rigurosamente prohibidas, sin 1a autorización escrita de 1os titulares áe7 copyright, bajo las sanciones establecidas en 1as leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cual-

FrrNt»aN,mr.rrALISMo E INTEGRISMo ...................

quier método o procedimiento, comprendidos la reprografia y el fratamiento informático, y

Sobre el fundamentalismo en general

la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

La definición del fundamentalismó supone alguna clasifi-

O

35 35

38 Fundación Gustavo Bueno,2004

@ La Esfera de los Libros, S.L.,2004 Avenida de Alfonso

XIII,

El

y «social» de los partidos -Las «aristocracias políticas» reclasificación de los partidos políticos según los po-

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los derecha-izquierda -Nación política como principal referencia objetiva del concepto de izquierda ..............' -La unidad de la nación constituida como criterio de adscripción a los polos Políti"óos Reconstrucción de un concepto objetivo de la oposición izquierda y derecha Política [,as contradicciones de la igualdad ante la ley 'lirlcrar cs of cndcr: democracia y tolerancia

232

-La

l0

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239 241

Ltr lolcllrrrr'ilt lro r's vilttttl (lr'lll()('ll'llit'it. ltrllt t.'ttltlltltr ills ' " ' ltttctllt cstltt. 1tt'r:st'ltlc cll ll¡s tIe lltot't;rt N()vetlutl tlc lu irlcir tlc kllcr¿tncia c()l'11() virtutl cs¡rccíficit tlatl¿t ctr cl sistctlla dc las virtuclcs --L¿r tolcrancia prcsupone la situación de intoleranci¿t: es sLr negación ............ intolerancia y tolerancia -Operaciones sintácticas entre de tolerancia -Las características de la relación dice causalidad """"' -Tolerancia, además de relación, el espacio antropológico " -Tres tipos de tolerancia en -Tolerancia circular: su historia como impotencia y pseudo-Tolerancia como desprecio, tolerancia cero """"" -Tolerancia negativa, tolerancia primer tipo """""" del -Los tres géneros de tolerancia A) Tolerancia de primer género (entre instituciones) políticas -Tolerancia entre instituciones lTolerancia entre un Estado y partes de este Estado -Tolerancia entre las iglesias y la Iglesia -Tolerancia entre el E,stado instituciones cultu-Tolerancia del Estado ante rales, morales, estéticas"'

B)Toleranciadesegundogénero:entreinstitucionese individuos sus súbditos o ante -Tolerancia del Estado ante sus ciudadanos ...'......"' sus fieles """"""" -Tolerancia de la Iglesia con padres, de maestros

-Tolerancia de empresa, de C) Tolerancia de tercer género: tolerancia entre individuos pseudotolerancia en la relación entre indi-

-La

viduos El tributo democrático ..'........... -Tributo y confiscación ........... político -Estructura tributaria y sistema justo» como imposi-La idea de un > tlcscorrtunrltl algttttos tttillrlttes tlc ttttlsttltltlt¡qi o dc hindúrcs- habla por tanto de democracia, y la invoca desdc una determinad a ldea de democracia. Y desde esta Idea pura los más creen que la democracia ya ha sido alcanzada por ellos, aunque no lo haya sido plenamente, porque quedan sin duda prácticas o instituciones residuales de los tiempos del autoritarismo o del fascismo. Sin embargo, y a pesar de este reconocimiento, los más creen que la democracia ya existe sobre la tierra, y están orgullosos de pertenecer a una democracia, o bien quieren llegar a pertenecer a ella, aunque sea atravesando como inmigrantes ilegales las fronteras de la democracia, en las condiciones más duras. Porque, aun con sus defectos (que los expertos llamarán déficits),las democracias nos preservan de las dictaduras o del hambre, y nos per,,.

miten vivir >, lo que hubiera hecho posible, en una nueva votación, que fueran elegidos los señores Francisco Cabaco y Rafircl Simancas, como presidentes del Parlamento y del gobierno de la comunidad madrileña. respectivamente (otra cosa es que postcri()r'mente el señor Simancas, por motivos coyunturales, declarase quc n() aceptariael voto, no ya de los «traidores>>, pero ni siquiera el de sLrs eventuales sustitutos). El señor Caldera, portavoz del Grupo Parl¿rmentario Socialista, dijo más: «El no proceder de este modo fen notnbre de la ética] beneficiaría al PP>>, insinuando, acaso por mecánicil aplicación del principio quid prodest, qte, puesto que este episoditr (producido en las filas del PSOE) terminaría benef,rciando al PP, óstc habría tenido que tener parte en el comportamiento de los desertorcs' La consecuencia es obviamente inadmisible, y sólo la conlusi(rn tlc ideas, alimentada por los intereses partidistas, puede haber mt'rvitlo lrt boca del señor Caldera. Que el Partido Popular obtiene un bctlcf icirr político del escándalo socialista es evidente, pero su causa pro¡rirr y en la a¡Irriencia, puede medirse si tenemos en cuenta que, a través de ella. sc tambalea toda la doctrina de la democracia partitocrática y de la rcpresentación popular, en virhrd de aquel mecanismo que spencer lla-

mó el >, si su deserción contribuye a desmo-

-

i'ltr.lrs. l't,1. lt.1l.t t'll, lrlrY t¡tlt't'9tt,..lrlll (lllt^ltltlo tr'rtlll'o tttotltl ¡rtt' l:t S.l)()t)(' lirl lltlrlttleltlt' cl tespt'Io ;t llts ttttl ltllts i'lttlts: llltsllt t-ecoltllrt irrslitrrciírn tlc llr rrrtr/¿,iltt Y.srlbr-c Ioclo, [ltsla t'ccol'tlltr llts [l¿ttlcllts lltltIrtls¡s tlc nt-lcstros días clLto, plra subsistir ctltntl talcs, trcccsitalt ltllttltcncr con rigttr sus pro¡lias normas lnorales, las estrictas norlll¿ls qLlc rcgulan la lealtad de los bandoleros a la banda, y castigan cotr lrt nruerte fulminante (y no sólo con la expulsión del grupo) la traici(rrl de los militantes (como ocurre con ETA o con las bandas de narcotraficantes). Las normas morales de las bandas mafiosas no son nor«levatrmas éticas, sino normas orientadas a asegurar la eficacia (a tar la moral» de los individuos que constituyen el grupo) de lils tr actividades más homendas, como son el asesinato por |a espaldrt las masacres con coches bomba. Lo que no quiere decir que la c,ollpr-rcdenación de los responsables de estos asesinatos o masacres sólo los dcda fundarse formalmente en motivos éticos (en la «violación de rechos humanos»). Porque la condenación ha de fundarse en motivps políticos. Así, en el caso de España, hay que tener presente que E'TA no sólo asesina a ((Seres humanos>>, sino que, selectivamente, lo c1t'tc asesina son ((seres humanos españoles», por lo que E'TA no es tanttr

il¡()s ntinllr()s s('r'\ i( i()s ltlttltl()s (¡ror t'jctttlllo. clt cttltttttl lr sLrcldos. clictirs y pr ivilcgit)s. Ireccsi-rrianlctttc hottltlIogl[rlcs al nlargcrr clc los cnficnl¿tnticntos políticos; tarnbién en cuanto a cortesías y que groseraf avores personales: «Hoy por ti y mañana por mí»; lo ntcnte es percibido por la plebe frumentaria en la sentencia: >, los

dentro, en vifiud de su estructura interna. Si estos procedimientos democráticos aun aplicados a materia política (por ejemplo, a la elección de representantes parlamentarios) fuesen impuestos desde fuera (por ejemplo, desde la metrópoli a las colonias), a una sociedad política determinada, cuya estructura material no estuviese preparada, el resultado no podría considerarse como democracia política, ni siquiera como ((democracia formal» (concepto ambiguo en tanto que implica que puede existir una forma actuando sin materia); estaríamos simplemente ante una pseudodemocracia, ante una pseudomórfosis, del mismo modo a como diríamos, ante una pella de sal común que haya sido tallada según la forma de un cubo, que se trata de una nos referimos a las sociedades políticas que se organizan, o dicen organizarse, según el «modelo socialista (comunista)», por ejemplo, la Unión Soviética. También cabría hablar de un «comunismo procedimental>> referido al grupo de excursionistas de nucstro anterior ejemplo, cuando compartían sus víveres o >, puesto que sus procedimientos pueden encontrarse ajustados a la estructura jerárquica descendente más rigurosa del poder político militar (que reclam a, de vez en cuando, caballos, realiza levas, demanda tributos especiales, etc.); un poder jerárquico quc muchas veces verá con satisfacción que esa «autorregulación democráficaaldeana» le descarga de enojosas responsabilidades ante asuntos de menor cuantía. De minimis non curat praetor. Walter Ullmann se aproxima, casi hasta identificarse con é1, a este esquema dualista en su importante obra Principios de gobierno y política en la Edad Media(1961), en la que intentó mostrar de qué manera muchas de las raíces del populismo (democrático) modemo habría que situarlas ya en la época feudal. Sin duda, el esquema dualista (> sc lurlrrri itl. strstitLryendo, tras 7a caída de la Unión Soviética, ¡-ror- lrr ()l)()si(-r()rl enlrc los : la autoorganizaci1n democrática se derivaría inmediatamente del encuentro entre individuos que son racionales, como materia políticamente amorfa que

políticas y, con ello, al «fin de la historia», tal como lo entendió

hargo, en cuanto individuo podría eventualmente estar mejor infbrmado de los intereses generales que el individuo, que actúa en ll democracia inorgánica. Desde la olocracia los partidos políticos tcnderán a ser considerados como accidentales, como meros expcrlicntes prácticos, y de ahí la tendencia al asambleísmo de tantas dcrnocracias. El fundamentalismo no explica, en efecto, fácilmentc cl ¡rrirrcipio de la democracia de partidos. Si todos ellos conducen a lit sociedad política libre, las discrepancias de objetivo habrían dc scr nrínimas, y no afectarían a su constitución (que nosotros denominur-cnros con el término estoico systasis a fin de difL'-

Fukuyama.

rr:r'rciar la constitución social, económica e histórica de la mera corrs-

comienza a conformarse políticamente. Aquí situamos las teorías del pacto social, desde Rousseau hasta Rawls.

b) La alternativa del «género final>>: la autoorganización democrática se alcanza después de superar, a veces de modo turbulento, la aristocracia, la oligarquía, la monarquía y la tiranía. pero la génesis final es 1a que dará lugar a la plenitud de las sociedades

lrl lundamentalismo democrático,

así definido, no es unívoco, por-

r¡rrc «la dcmocracia se dice de muchas maneras»; no es unívoco, al nlctlos cn cualtto a los métodos o canales de su desarrollo práctico. En

cfccltl, los ciLldatlatttls podrían contrihtrir a lu c:onstitt¡cir'rn clc l¿r srl.t,l

-constitutio-

titrrci(rn escrita). Dicho de otro modo, los partidos democrirticos lrirbrían de dejar de ser revolucionarios cuando tomemos cclm«r rcf crcncia r"lna constitución cleurocrática.

lrl lirrrrl¡tutnll¡rli¡rrro

Cr¡,tlrtr,o Ilrl,.rtrr

Sobl'c la «f r¿rnsicirill» tlc¡lrocl-¿iIicu trs¡lalrola

un lugar privilegiado para medir el alcance y la presencia

del fundamentalismo nos lo depara la ideología «políticamente cor:recta>> de la democracia derivada de la constitución española de 197g. Es un secreto a voces que si la transición democrática española (1975-1978) fue posible no se debió tanto a las virhrdes terapéuticas formales atribuidas a la estructura democráticaparacurar la enfbrmedad política atribuida a la dictadura, sino a que en los años de la dictadura franquista se habían desarrollado ya los gérmenes de una sociedad de mercado de consumidores, que simbolizamos en el «utilitario seat 600», que había alejado a la sociedad española de la situación prerrevolucionaria en que se encontraba en los años de 1934 y de 1936. Sin embargo, la doctrina oficial der fundamentalismo democrático reconstruirá de este modo su historia inmediata: España llevaba durante cuarenta años soportando el peso de una dictadura cruel, anacrónica y arcaica; una dictadura que se había impuesto tras romper la legalidad republicana, instaurada er 14 d,e abril de 1931, que puso punto final a la monarquía borbónica de Alfonso XIII. La dictadura franquista era ilegal, y éste fue su vicio de origen. por ello habrá que saludar con alborozo el hecho de que la democracia que se instauró tras la muefte de Franco devolviese a España a la legalidad y, con ella llegaran la libertad y el progreso. Esta condenación, más bien jurídica (como ilegal), de la dictadura, aunque se considera asentada sobre bases «científicas>> firmes, es sin embargo superficial por no decir hipócrita. sobre todo cuando se acepta la legalidad franquista como punto de partida de la nueva legalidad («de la ley a la ley»), pues no puede olvidarse que muerto Franco, aldía siguiente del 2a de noviembre de 19i5, fue proclamado sucesor suyo, a título de rey, don Juan carlos de Borbón, y en nombre de las mismas leyes franquistas. Portanto, ennombre de la legalidad de las cortes de la dictadura. Durante los años de la transición las cortes y la oposición intema, exiliada."o encarcelada, prepararon la nueva constitr,rción; después vino el referéndum de 1978 que restableció la legitinridad del nuevo régirnen. Pero la constitución, ¿habíarestableciclo la legitimidad de la República que el alzamiento conculcó? ('u:rlc¡uicra cliría c¡r-rc cn lc)78 volvió a restablcccrse el ordcn lcgíti,l(r

rlcntrtt't'ñlir'o. Iitttttl¡ttttellltlllHlll() e llltcgrlftlllo

llr,, rlt. l() i l. (lut.l)t('( l-lllllr('nlt'lrrrlrrlr rlcll,,tlltlo ll l:t lttoltlttt¡ttilt tlt' .\ll,rllso \lll. y (lttt'll stl V('/ ¡lt.,luetlill tlt'ttlt t'ol¡re tlt' l.s(lrtlo, lit "slt l,r¡rlrrrlrrr>, tlc Mlu'tilrcz ('lrnr¡los colllt'lt cl tlt-tlctl lcg,ítillro, l)illil lllLl ,lros (¡rt.l'o rlrtlu cvir,lerrtc tlrnr¡-lrlco ¡titra ltts pttristtts tlc lll cicltcilr ¡rolilrt'rr constituciortal), clc la I ItcpÚrblica. l-o clLrc lcgitirn(1, 1-rot-trtrt t,r. lrr rrllr'«rbacitin de la nueva Cclnstitucitin, ¿,no lire, entrc otras co:irs. unll sitLracirin que era, de hecho, ilegítima en su origen, pcro lcl rlinLrrlu -luríclicamente en su proceso, a sabeq la sucesión a título cle r,..y tlc clon .luan carlos de Borbón? Pero, además, ¿hasta qué pr-rnt0 de la II RepÚrblicl'1 ¡,rrctlc decirse que era ya legítima la instauración I rrs clccciones que la trajeron eran municipales, y la marcha dc A Ionso XIII fue debida a la presión popular y no a un ploceso tlcttrot rirticu regular. Sólo después fue legitimada en unas Cortes cotrsli I

ycntes. Frente Populitr' ¿,Y qué pasó en la II República? Que en 1934 el ( I ll lP) inició la Revolución de Octubre, suponiendo que el nuevo gol,icrno de la CEDApreparaba un golpe fascista al estilo Dollfuss. l.l :;rrlrosición podría estar en 1o cierto, pero la izquierda que se apoy(r ctt (.sl sullosición no tenía ya ningún derecho para n0 leconocer quc los (luc sc alzaronen 1936 podían estat suponiendo que se avecinab¿t clt I spaña una revolución comunista no democrática. Aferrarse a la lcIrr

yitilniclad republicana, constituida para ocultar lo que realmentc cstrrhu en litigio, a saber, la revolución comunista o anarquista no dcrrrocrática (en sentido homologable), era sólo una ficción juríclica. rrtil ¡"rara legistas, y a efectos propagandísticos" Sobre todo porque todo el mundo que tenga dos dedos dc f r-cntc tomaron posicirr ¡rrrcclc saber hoy que si las potencias democráticas ncs t3n la guerra civil española no fue, en modo alguno, para rcst:.tttrrrr la legalidad republicana, sino para luchar contra el comurlisrrto. l,or.cllo, Inglaterra prestó desde el principio su apoyo a Franctt, trtrr t.l'ic,¿rz o más como el que Alemania o ltalia le prestaron. Est¿rllatll lrr lrucrr¿t civil, como dos años antes había estallado la Revoluci(rlr tlc ( )cf rrbrc, toclo clependía del resultado de las armas. La dilcrcncirr cs {rrvo, lcgitirnid¿rdes apafte, en que en 1934 las izquicrdas filcrott tlcrr-otutlas y cn 193(t gan(l la derccha, ya lircra ayttdada por Ittullttct't'it y LIt IJlJ tallto o nrhs cluc por l{rrsia o ntl: Ias aliatlzas cttetttlttt tltltlrr (,¡ ¡¡¡ vict¡l'i¡ rnilit:rr conlo lus fitcrzlts itttcl-ltits. l)cs¡rtri's vilto llt

Uuttñv0 ñu6t10

((t:xllt'csii(itl dcl ¡tuc[tlo>> legitirtriurtlo irl vcltccrlrlr (r'clL'rónclurn clc 1947 , rel'eréndum de 1966). La ldea, mantenida por la izquierda vencida (sobre todo por el PCE) de un pueblo sojuzgado por Franco y dispuesto a levantarse en arrnas en cualquier momento, en cuanto el fascismo europeo fuese derrotado, como lo fue en1945, eraunapura fantasía. El «pueblo» (por adaptación alarealidad, aunque ésta fuera debida al miedo muchas más veces que debida al fervor) prefirió el régimen franquista a las propuestas de alzamiento contra é1. y el Parlido Comunista, inspirado sin duda por Stalin, retiró el principio de la lucha armadaproclamando el principio de la >

4B

fTtlr$fvn

cillil'lilr c()ttlo t'csl)ut:stlt tlc los rf c'cflrrk)s (luLr lus socicd¿rrlcs rlclllrlcr'h1icas con las c¡r,rc cllos se identillcan no son, desde luego, democracias perf-ectas, sino democracias reales, con déficits, corrupciones, errores o desviaciones más o menos importantes; es decir, reconocerán que la sociedad democrática que defienden no es una democracia idealmente existente, pero sí es una democracia (o un comunismo en su caso) realmente existente, esto es, que ha sido posible llevar adelante, incluso mucho más adelante de lo que admiten sus críticos, que sólo son capaces de tomar como referencia una democracia (o un comunismo) irrealmente existente, o sea, dotado de una mera de un proycoto que mantenía los esquemas de la producción capitarista (reglarncntismo, sobretrabajo) y que sólo podía reconducirse tras una «rcvtl I uc i«in cultural» que, aprovechando la > (llamados con eufemismo «de información»), que atenorizan a los demás ciudadanos mediant e amenazas, gritos, interposiciones fisicas, petardos, etc. (y la presencia de estos piquetes de trabajadores no se justifica por la acción de los llamados metafóricamente «piquetes de empresarios»), es una huelga en la que ¿no muchos de los huelguistas están movidos por recuerdos de antiguas huelgas revolucionarias que buscaban no ya soluciones dadas en el ámbito de una democracia burguesa sino en el ámbito de la dictadura del proletariado? Los problemas suscitados por estas huelgas con una intención objetiva revolucionaria, ¿pueden considerarse como contingencias de la democracia? Sólo en el supuesto, que pide el principio, de que el mo_ vimiento revolucionario antidemocrático esté conjurado de antemano. Y las medidas policiales para reprimir los piquetes, interpretadas como simples medidas de ordenpúb ico (porque las medidas cántra los piquetes de empresarios, corren a cargo, si se demuestran, de los tribunales de justicia), sólo de un modo muy lato pueden interpretarse como medidas democráticas. Esto se advierte más claramentc en el

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,,1,,,r1,'llrs lrut'll,lrs (llr('ir(r'ntiul irurtr'tlirrllurtcr)lr'r'ortlr-ir llt slrltttl ¡rt'rlllr (.r('n sllts(r'ic(tl sclrlirkl sanitaIirl: rrrLr hrrclgu tlc [Irsrrrcros, ¡Irre'jr'rn lil(l- s()slt:nitlu lt ltl largo dc días es una cotttingcncia qttc convicrtc llt , rr¡rl;rtl crr rur cstcrot¡lcrcl de máximo riesgo; pero los vecinos t.to ticncrr r.r r¡ui' tolcrar cclnvivir con el estercolero, y si las autoridadcs tnurr i¡ ( rl)irlt's, en nombre del respeto al derecho de huelga, no intervicncn, krs ( u r(lil(lunos recurrirán a un servicio altemativo que será consiclcrirrlo ¡xrr' 1,,:-, lrrrclguistas como esquirol, o como un golpe bajo y no tlcnt«rcllrlir () il su derecho de huelga.

N

¡¡cstro Panfleto, como antipanfleto lt,l PanJleto contra la democracia realmente existenÍe c¡uc

cl k't'lot

Irr.rrc cr"r sus manos podría considerarse en realidad como urr r.rnti¡rrrrr

ll,'(o clel panfleto fundamentalista continuamente pronunciado ¡ror los .,,leruócratas convencidos» (que se reclutan muy especialmente cntrc l,rs > del procedimiento democrático utilizado por nuestros cxr'rrrsionistas, y la «materia política» del procedimiento democrhtico rrli I izado por nuestros parlamentarios. lis prccisarrcnte la materia, y no el mero proccdirnicnto, lu r¡rrc tlcllnc urt¿r clcnrocracia ¡-rarllnrcnl¿rrit. O, dicho clc rur nlocl«r nr¿is rir rrL:i¿ls

t;rt.,l,t\¡ lll(.trrr

guroso: lo que dil'crencia un¿l lncri-r dcnrocr-uciir 1'ltlcecl intcrrtlrl dc una dernocracia política es la dif'erencia entre el tipo de conex ión clue media entre la materia no política y los procedimientos democráticos y la materia política y sus procedimientos democráticos. La naturaleza de la conexión entre el grupo de excursionistas que decide cambiar su itinerario y el procedimiento democrático de la votación a mano alzada que ha utilizado es muy distinta de la naturaleza de la conexión entre la asamblea democrática de una sociedad política y el procedimiento que ha adoptado para tomar una decisión política. Ante todo, porque la propia asamblea ya había sido elegida a su vez democráticamente, y sus decisiones políticas no se producen del mismo modo a como se producen las decisiones de una .

Aunque no sea la diferencia entre el procedimiento democrático directo y el indirecto o por representantes lo que distingue la mera democracia procedimental de la democracia política, es evidente que para que una sociedad política adopte, en determinadas circunstancias, los procedimientos democráticos, ha de reunir condiciones materiales mucho más complejas que las que necesita reunir un grupo de excursionistas o de deportistas. Yno es nada fácil, si no queremos pedir el principio, determinar cuáles son estas condiciones. Por ejemplo, pedir el principio es af,rrmar que la razón por la que una sociedad política asume los procedimientos democráticos, en todo cuanto concierne a su estructura polÍtica, no es otra cosa que la de llevar adelante y litrremente su > del lenguaje ordinario); pero no por ello lrr grrr' rru'rtica de una lengua es ur¡mero pleonasmo de la misma. Stt obit'ltr ..'s li jar un sistema de normas frente a otras lenguas, o frente a lrt 1'rl'tr ¡rirr lcngua oscilante, a fin de preservar lo que se considerc itnporlltltle i t'sllhlecer un canon lingüístico. De la misma mancrll. tlllil c()l)sl¡lrrcirin.jurídica no crea la constitución política o syslrrsi s, pcro litrtt l)()co cs tm mero «sombreado)) suyo, puesto que su ob-ictivo c:s f i.¡lrr un sistcrtt¿t de norrnas, /rente ct otros (por ejemplo, las clcl pt't,¡ri., ¡rrt rrrtlo inlncdiato) y clc lhícl clu'lrclcr-guranlistu ¿rtri[rtritlo rt lrts cotlsli , ,'¡rltr dc .r

en nuestro futuro, pero no de qué modo). El c,rso de las sociedades políticas puede decirse, de algún modo, que es gobernado «desde dentro» por los hombres que las constituyen, y no por los dioses; pero el gobierno que los hombres pueden ejercer desde dentro en las sociedades políticas no es omnímodo, y por ello no puede afirrnarse que mediante la vida política madura los hombres

«se determinan y aun dirigen su propia evolr-rción>>, ni menos aún puede decirse que «los hombres eligen su propio destino». Dicho de otro modo: las sociedades políticas se organizan de al-

gún modo mediante el conocimiento, en cuanto vinculado a la voluntad consiguiente, que sus miembros tienen de sí mismos; pero este conocimiento no agota la realidad de la vida política que se desenvuelve en gran medida por encima de las voluntades humanas.

cJe

rt,st

,

influirá. decisivamente

za systasis o «constitución material»

t

la socieclacl política

El conocimiento político culmina en el establecimiento de leyes escritas, porque sólo de este modo las nomas por las que se rige la sociedad política pueden alcanzar un significado eutáxico a escala secular, es decir, más allá de ia escala de las vidas individuales o etológicas, dotadas también de sus norrnas particulares. Las leyes escritas, emanadas del poder capazde estableceilas cle hecho (un rey di'ino, una asamblea), no sólo incorporan las cosfumbres de un pueblo sino que las reintelpretan desde la perspectiva de la eutaxia. Las leyes (que habrá que defender, como decía lleráclito, t¿rnto o n,is c¡ue las nrurall¿rs),.jurrkr co,

ll

Itltlortt's.¡

itlrtlr,..:t l)iltll tlt. llr (irtur l(t.rolut,ton. l;r (,r)nsltllt(.t()ntL. I)ubliciut¿l ['¡usc¡.r uscgut-lt-llrs r]ltr.iullílrs.¡ rl itlit.rrs (letlrlcs) rle ltrs nol. mas reconocidas fiente a o1r¿rs norm¿ls, y espccialn-lcntc ficlrtc a las normas del Antiguo Régimen; pero también frente a otras ruentes de normas capaces de alterar la estabilidad del sistema de nonnas establecidas. rrr

La Constitución

es

tlt' ¡roltltt'lt.,\"('ll (':lPr't lltl tlt':lll \l',\/¡/\i \, l)('lo si lllill. il ll;ttt"l rrr I t'\ f r¡nrlluttr'lllltl. tolrsitlt'rrtl;r trlrrro llrl. un ('iurort ttl t¡rlt'tlt'l't' r rr,rlrrsliuse lotllts lrls tlertuis lcyes, cet-t'r.trlrkr e I llttio, ¡r.,t t'ictll¡rlo' tlcl potlcr lcuis'1, t,', ltt¡ ¡rrtlit itrl»> y distingLricndti ¡ror tttnto, lttt s(rlo cl I rlrw rlr'l ¡roclcr,iuclicial, que aplica las nornras tundalncnt¿tlcs' siltt' r ¡rrrl,ri'r) lirnilando el poder creador ilimitado del Parlanrcnto' I rr ('onstitución escrita asume de este modo la funcitin dc crtttorr ,, l(.\ ('lnónica meta-nómica (re-flexiva), paralela a las rcglrts tttt'lrt lrr¡r,riisticas propias de la gramática de un , galénicas, del organismo agradecerán una

tlll lll¿'(lic() tle itts¡rit'lteitllt r,lrlcrr(ir, (oruo rilrlt'rritlrs luL.r'()¡ l;rs t.¡¡ cepciones cartesianas ctt tonro lr I lrorrr[rr-e nriir¡Lr irlr, (lue sisur¡.r'()n. aun sin nombrarlo, al libro de aquéI, Anktnianu Murguriltr. No faltan algunos neoescolásticos que hayan intentaclo encontr¿lr en santo Tomás, en su análisis (Suma teológica,2,2, g. 49, a. 6, ad. 3) de las fases implicadas en el proceso intelectual (individual) de la ordenación resultante de ciertas cosas a un fin (a título de providencia o prolepsis), el origen de la doctrina de los tres poderes, por cuanto la rectitud de estas prolepsis o providencias imporlarían la rectitud del consejo, la rectitud del juicio y la rectitu d del precepto, «sin las cuales no es posible ia recta ordenación al fin». pero ¿no es más bier-r la aplicación de la doctrina política de los tres poderes, o alguna similar, lo que permite reinterpretar la doctrina de las prolepsis tomistas como una teoría de los tres poderes y no, en modo alguno, recíprocamente?

Los modelos artificiales son los modelos arliñciales (o culturales), más que los modelos naturales, aquellos que de un modo más plausibie podrían servirros para aproximamos a la extraña reestructuración trimembre de la sociedad política. Y ello debido a que los modelos arlificiales, en su sentido más amplio, son a su vez un resultado, al menos parcial, de las mismas operaciones racionales o lógicas que sin duda intervienen necesariamente en la constitución de una sociedad política. Acaso el modelo artiflcial de mayor solera en el curso de la teoría científica sea el de la nave, porque es este modelo el que ha dado origen nada menos que al mismo concepto de «gobiern o» (kvberne/es, timón). La rnetáfora se apoya en la visión histórica, dinámica, «en marcha>>, de una sociedad política que rodeada por otras (ya sea en disposición cooperativa, ya agresiva, ya neutra) necesita encontrar y mantener un rumbo en el océano que, softeando los obstáculos, le permita seguir navegando. Es obvio que er timonel (o el «Gran Timonel»), junto con sus ayudantes, se corresponde con el poder ejecutivo; no es muy forzada la correspondencia entre el legislativo y el código de compoftamiento al que han de ateners,e ros tripulantes y los It0

\l,tl(.t()s,ltilisrlilit.rlr.'sr-'slltlrlr'tt'l llllll('()ll('iil).'lttlt'ttttlttottttll¡l.tlt't (lll('t'SltlVlt'St-'st'lllttlttlo tlt'l ''it'trtlir't' (l,el t'ottst'itt lrr,lrr ritl rlt'llr nilVC ,1,, rl rt'iltlt's'/ ¿,cl clr¡lclll'rrr tlcl hlrt't:o'?)' t¡Ltc I I lrl()rle:10 tlcl burco ticnc, sitt 0tll[rargrl, tattLtl illLcrós ¡rtlt'ltl ((cll l.l-llll'(las Lros lunciones o podcres dcl [lstadtl

l,,rrt.t,r.tlctcr-lilinrr el caráctcr ult's, lr,r,,) t'otltt) llor su capacidad inmediatapara advertir proyectado en é1, es dccir' dc tl , tt tt )rrc cstc sistema de tres funciones los tres poderes' E'n cf ccl,r ¡rroyccción en el barco de la doctrina de perlccllttttt:ttte l, r t s e vidente que sin perjuicio del funcionamiento' ni sic¡ttictlr st' ,,,,,rtlirrado, de esos tres poderes la nave no avaÍrza' sin vívct'cs y sirr ,.,rricrc f'lotante, sin coÁbr-,stible (o sin viento), a otros barcos clLlc llilvt'lr'illl ,rrl..tlitls de defensa o de ataque respecto establcccr corr'('s , rr ,';rr vecindad. Dicho de otro modo: parapoder política sct'r't pl t' ,,,rrtlcncias pertinentes entre el barco y la sociedad ¡ desde la nave olros l¡ttt , ,,,,, lrasladar al modelo político conformado considerados ooll)() , lrtrs coÍlponentes del barco que puedan ser (como pudieran ser las velas' los motorcs tr ¡r.rrtcs formales suyas etc'' para lets l.:. r-clrlos, así como alrt"*u de señales, de cañones' "t conceder' por tanto' rrrtcracciones con los barcos vecinos)' Podemos sobre el bar,luc las tres funciones o poderes políticos proyectados modelo canónico const r ) cn rllsrcha y «corroborados» por él como la nave' pero que sólo trluyen solamente una capa «conjuntiva>> de con otras capts de órganos y de funcioncs ¡,rrccle existir entretejida constituida por ,,,,. .o*ponen e1 barco, como puedan ser la capa constituida por las sc,,,,,1,r."r,^"ombustibles, víveres, etc', y la capa mantener 1a relación con otros rrrlr-:s, artillería, etc., disponibles para

llrrcos. Ds evidente en efecto que la

reducción dela constitución (rvs/rrr i r)

tlelanavealacapaconjuntiva,constituidaporlos«trespoderos))'ll()s

política, puesto qllo Por' visión puramente idealista de la realidad rrrtryrigurosoquefueraelfuncionamientodelasórdenesdeltirlrorlcl, juicios sumarísimos que llcvtttr rt tlcl acatamiento de las reglas, de los calabozos o arrojzidoS itl ttgttit' Ios transgresoles a ser encerrados en los funcionamiento dcl >: por tanto, el poder porítico podría venir o bien der pa_ 0..,_: bien del Hijo, o bien jelE.fion, s*,o. Yno parecerá gratuito estabrecer la coordinación entrc cstas tres

il2

lut trlt s tlt l ¡rorlt'r torr lo,.r lrt':; ¡rotlt'r(':r (llt(' l;r rlor lritr;r ¡rolillt';r luo ,li rrr.r tr'(()tl()('(' |,l ¡rotlct lr'lisllrlito lutlr ilt r¡rrt ¡lolrr'r lo e n (()uL's l,rrrtlt nr'i;r r'tlrl el l'rrtlr.e, e l r¡rrc lurccrr las lcycs scríul'r rcllc.jos strytls). l,l Ili.io, rr lur('n se lc lur clrcttn'tcndado la prcsidcncia en cl Juicio lri¡rlrl, ((lllt.l tr./i,iu. a los v ivos y a los muertos>>, no podría dejar de malttc¡tcl'sc e n ( ()r ('sl)()udencia con el poder judicial. Y el Espíritu Santo, cu r:urrrrt. ¡rrrrrcipio activo y viviñcador, se correspondería con cl ptlrlt:l.r'ic , rrtir,,ri. clue es (según dice Montesquieu) a quien corrcspotrtlt' lrr ini ( l vi r necesaria para mantener en movimiento el orglr n islr r o ro l i l co ¡('iirno no advertir que la doctrina de la Santísinrr 'l'r'initlrrrl ¡,. t ,o¡'1li¡1¿ mejor con la concepción galénica (platónicu) rlr.'l crr..r¡r,r 1,,,1ílico, así como la doctrina del unitarismo teológico lirtlit.;rl (t.l ,,rrlilrinitarismo de Servet o de Newton) de estirpe arislolú'lit'rr. rr l;r ,lrrr.' sc atuvieron las sociedades islámicas, que con una concc¡rci(rr lri ¡,, rt'r'ritica (aristotélica) del cuerpo político, como entidad cor.r.r¡rucslrr lrrlt'nrórficamente de una materia (el Pueblo) y una única./itt'ttrtr ,,t I'otlcr (la autoridad)? El Dios trinitario, cabría decir, es un Dios -qulirrrico galénico fue también Montesquieu- mientras c¡Lrc , l I )ios-como del unitarismo era un Dios hipocrático. Lo que no quie rc dc( r (lue la doctrina trinitaria de los tres poderes políticos, distilttos y ,nrr separados (aunque en la Trinidad las personas sean inscparlrlrlcs), a layez que están unidos en un cuerpo político real, lejos dc scr' rrrrr cloctrina «científica>>, ofrezca un misterio tan profundo cotno cl l)r()pio misterio de la Santísima Trinidad. [)or otra parte se suele admitir la tesis de Dumézil segrin la crrrl Ios rlioses indoeuropeos también se podían agrupar en tres catcgoliirs, ',t'r¡rrn las «funciones)) que tuvieran asignadas en su relaci(ln crln l,rs lrornhres: funciones iegisladoras, funciones relacionadas corr lrr tl.' It'rrsrr del orden y funciones relacionadas con la produccirin () r('l)r ( ,lucci(rn de la vida natural y social. Habría, por tanto, «clioscs tlr' l:r ¡rrirncra función» (Zeus" Júpiter, Odín), «dioses de la scgrrnrLr lirrr i rrirr>> (AreS, Mafte, Thor) y «dioses de latercera funci(tn» (l)ltrlirrr. Irrrro, lircyrL). No es posible demostrar, sin entbargo, clLlc. sin ¡rcriui , r,r tlc cnlretejimientos bien docr-rmentados (oracioncs c()nto , así como también que las funciones pttcclctt ,lr.,,t.rrr¡rcñálfse por diversos órganos (en la Constitución de 1c)71i, «Pojudicial, mientras que el pode r c-iccttlivo r lr'r ¡, SC aplica sólo al poder llr lrllt rrU r;t.identif,rca con el Gobierno, a quien, eso sí, se asiglll't I r(,il L.iocutiva, y no en exclusiva, puesto que también se lo rcc()ll()('(' rr, r:,

( Aclministración, en la parte en la que es independientc tli'l irr l,rt'r r)o y con personalidad jurídica propia). l,rr ningún caso puede afirmarse que Montesquieu ofrecc tlttit lt'rr trtrrr rr,r tlcrnocrática de la sociedad política. Montesquieu del'e ntli(r ,l('t.lr.ina monárquica (sin repudiar siquiera la monarquía horctlitrrrr.r). cabría afirmar que la doctrina de Montesquieu es claratncntc (1o que tampoco qtric1,r,'«lcmocrática, por no decir no democrática ,,' tlccir que sea antidemocrática). Ahora bien, entre lasfunciones puras y las partes integrantes cttl,r.rr distintos tipos de coordinación. Cabe establecer una coordinacititt l,ttutit¡oca 1a cada función una parte morfológica), cabe una coortii,r:rcitin concentrada (de diversas lirnsioues en una misma partc nltlrt,,l«igica) y cabe, porúltimo, una coordinación dispersa (de r-rrla firn-

,

ll

t rr)n

cr diferentes

partes morfológicas)'

Scgún hemos mostrado en otro lugar («Crítica a la constittlcitilr como Estado de derecho». lil ll,t lrr,.r,/zrsrs] de una sociedad política jugado co n stit n I c tt.t c t I t' ¡ t I i,s t. r t. num. 22, lg9 6) Montesquieu habría ,,»rr las formas de «encarnación>» de las tresfunciones (c¡uc sirllholi ./lnr()s por sus iniciales mayúsculas L, E, J) en diversats pttttcs lttot' l,rlrigicas del cuerpo político; pero de tal suerte que estas partcs rnot'lir t

l,lp io¿ts, recogidas de

diferentes socieclades políticas

(.

,,('ollricios)>, , "'), aparcccn rccl¿rsilicl 'qr'r'r(lirs por él precisamente en las tres partes de las que constabit

y la rcpirblicil (o tlcrrrocracia). Si denorninalnos respectivamente (m, u, r) a cstos tt'cs

ttrr,s

¡.termixtun't: la monarquía, la aristocracia

rr¡ros dc ¡tartcs, podremos

concluir

que

I l()

El espíritu tlc

Lu,s

/t't't',r', y es-

lrr;,1,rrr,,,','t,,;;ñ*.1---,11ffi a,¡i,,"itrr;r.)

l)('('tilllll('lll('srl l¡lrl , \1. st'tlt's¡llr('i,,ir ('lslrylrrrtl. un st.c.r,l srrliciertlctllclltc ltltt¡lli. tlc l.s ccttlcrlrres tle c,.l'trirlrc.r.l)cs r¡trc clt[re cstlrblecer entre las partes determinanles (L, rt, .r) y ras partcs integranlcs (m, a, r) de la sociedad política, y esto sin haber fbr,rulado clara_ mente las diferencias entre ,"porrrión, concentración y crispersión cre Ios poderes. si representamos ra dispersión mediante barras inter_

puestas entre ros símbolos correspondientes concentración fl anqueando los términ

(1,

E)-,

-

por

"j-";j" L/J-.t

ra

o#'J:iffi:ffFffifr::i.l;

dejando ro_s corcher". ejemplo [L, E, J]-, podremos anarizir Er espírifu de ras reyes -por a partir de una rica combinatoria (que Montesquieu por supuesto no ha agotado) en la.que, por ejemplo, lu fór*rla [(L, E, J) (m)] del ta_ blero combinatorio .orÁpto de «despotismo horroroso)) lecoge "t absoluta) qle Monterqui., atribuye al sultán otomano !mo1]9eía (podría haberlo atribuido también ul or bizantino y, quitan_ do el adjetivo horroroso, en cuanto "mp..ad católico, alpapa.*uno, a quien muchos «acusan» O:.1.:T* en su puño los t es poO*.1, mientras que la formula r(L,E,J) (a)r simbori)ará a la aristácra tuformu"iu,-y !al(L, E, J) (r)l la democracia, también presente en fórmulas como t(Etf r/L(m)l y [(E, J)r /L(a)]. . Montesquieu, por tanto, naarliiprocedido como si hubiera seleccionado, entre los centenares de combinaciones que se abrían a su método (muchas de las cuales habría que considárar, desde luego, utópicas), aquellas que satisficiesen, ar menos, ciertos principios que él sin duda ef ercitó, pero que nosotros podemos representar valiéndonos de los principios de Newton (y hay que tenlr qr" Montesquieu ros conocía perfectamert", "., "r.rtu .. ha dicho por algún «his_ toriador del pensamiento» que, «si Newton estableció ra ley de la gravitación de los

breciorur"yá"i;;_Hi;il:Jl;'ffiliÍJll;XiXil:'ffiH;,l] Newlon y Monresquiett

De este modo, e.l principio más general de Ia sociedad política sería el principio de ra libertad políticl, principio que podemos poner en relación con el principio de inercia. pr., u.i .oil;;;;;:;;;;_ I20

utt('nl() ¡lro¡lio tutillrlo n() ( //// ¡,, 'lr,l,r. rtltli,q¡¡rl,¡ o L',¡'/t¡t'lttttlrl l)()r ()lr'lls litel-zlts (cs tlccir-, t'ul¡tttlo se (,,lnl)()ltc liltra> sociares (en er terreno der eje circ,ular del espacio antropokigico); sólo in«lirectarnente tocarán los componentes económi cos basares, 10s procesos tributarios, las rera_ ciones diplomáticas, las sociedades militares, etc., cornponentes cuyo significado formalmente porítico no c-s posibre ignorar. p".o.ro es po_ sible, por ejempro, c.ncebir una sociedad porítica sin tributaciü1; cluso existen algunas teorías políticas (que podríamos agmpar bajo la rubrica de «teorías tributaristas der Estado») que defieiden el ori_ gen tributario decir- del Estado (desar:rollamos este -podríamos punto más ampliamente en «Er tributo en la dialéctica sociedad po_ lítica/sociedad civil», El Basilisco, núm. 33,2002). Es imprescindible, por tanto, estabrecer un ,rrád"r.-, de socieclacr política suficiente,rente complejo com. para poder serl,ir de cct,ott (de nrodelo he.terológico-distributivo) en el análisis de toda soc:ie_ dad política. En cuanto canon, el modelo no es propuesto con la intención de verif,rcar todas sus ríneas o puntos en cuarquier s.ciedad política concreta, p,esto que argunas rineas pueden aparL.c-er reft¡n_ didas, otras distorsionadas y r.,u. terceras en estado dc pura potencialidad (como ocurre, por lo demás, en los modelos canónicos utilizados en la anatomía comparada, cuando por ejempro ras diversas especificaciones de las crases de veftebrados nos lrevan ar anárisis de las homologías y analogías entre peces y rnan¡íféros).

I

otras ciencias cittcgo, que supondremos siempre rodeada de rrlr.:;. n() puede servir de modelo para el análisis de una socictlrrtl

l rr \

t,,,lrlrerr

y de modelo tanto más próximo como puedan haberlo sitlrr

clc lrr rrrorlclos de la nave, del ordenador o del dogma teológico , espacio ¡'ro,,rrrtisirna Trinidad? El espacio gnoseológico es tan afin al existencia de la «Ciencia políLicrr>> I rl r( ( ) (colIo se prueba por la misma

t,,

mcllos' , , ,n ro l)ueda serlo el espacio cibemético o el espacio teológico' Srrpondremos,enresolución,unacienciacategorialinmersaenun tridimensional, en cuanto cot¡rl,rrt:io gnoseológico de estmctura rc,l( ilil(lo po, ,r, eje sintáctico (en el que se inscriben los términos, rlll por l,,,,,ncs y operaciones propias de cada ciencia categorial)' los fenómenos, las referc-ne irts ¡,. scrránticl (en el que se inscriben pragmático (c¡tro tr .rr llistas y las esencias o estructuras)y por un eje y a las normas)' Cruzatl, ,nl¡cne los autologismos, los dialogismos figurers clLlc ,1, r r.slOS ejes se obtiene una representación de veintisiete , ,,rrstituyen la estructura canónica de una ciencia categorial' l,s éste el modelo que utilizamos en el análisis de la socieclacl ¡Irlltr Irlrt rr cn general; y es obvio que, en cuanto modelo heteromorlil' puntuzrlcs y tli r, rr('nros por qué esperar encontrar correspondencias gnoseológico rl r.rllil rr t tirs, seiá preciso además someter al modelo que 1o haga capaz de conveftirse cn cllll()lr ,r I ,,lU nda reintetpretación

, rr ( Uliltto entrañada en

la sociedad política misma), por

l(

1o

un sistema Político. en corresponc'lollciit cttlt I )e cste modo, al eje sintáctico lo pondremos a las que pueda atriburirsc rlll l)ilr( lr lclllls lunciones o ramas del poder y eje semántico lo ptlndrctl'tos cll co¡,,:l ,1" n¿tturaleza sintáctica; al tle ,',.'r¡r.r,,.I"'.ci¿t cot-l las capas del pode¡ sobretodo en lit pcrs¡-lcctivlt stls (:()l'l'cs ,ilrr, \rect()rc:s dcsccnclcntcs- tll cic pragmátictl tllatrtctrdrlt

,

,

t'

(-ill,illt

t.r

I Ilr rr'rlo

I,r.,,

lx)n(lcncilts en ()ll) ()t(lr,n (l)l lt(.tl)itlnt(.lrlr., t.l tlr.. Ios lt.t,lorr.s llsct.nrlt.tr tes)' a saber, r't)lt I()s pl'occs()s vincLrllrrlos lr lus lrctivitllrtles rlc l,s srrjr-. tos que están ir,¡rlicados en las socieclades porílicas. Utiriz¿rr.c',os, c, todo caso, una presentación parciar der modero obtenida por r.g."gr.i,;,, del eje pragmático, atenici,cr...s i,-ricanrentcar eje sintáctico y sc-

l,.r r r,,, I,t,'

i

rlt r,lrr¡litli, ¡r¡ t'ai ¡ rr'',il i r',r',

)

,(r .ll,,llrrit (1,(.se lr.ttt.l.rl, lr¡r,, tl, ltltt ¡t tlt'sl'l)illll( l()ll )/, lll(' L , uur tle tl isge iitciirlr. Asi. l)ol ( l( llll)lo. llt r'rr¡ttt t'rttr.i trtrli t'rr y llt . ,¡,, r l,rrs.,rli¡tc¡lrcci¡rrlrtt tl¡tuuttltll)lÜlltC, ittlL't'ttlitt. ¡ltlr itlicilrtivlt tlcl ell cl (i0bicrntl (attttt¡ttc tlo iclcnlillt:lrtltr 1,,,,1, I ,.lr,er¡tivtt, cl-lclrrnatltl ,,,l| i l (.ot))() hcntos dichrl). tlue a trArels de ltls t-tlillisterios dc Iior! rrl0. ,r tlc'lbcnología o de Etlucación, incide mediante reglamcltlLr,

mántico. El modelo bidir¡c,si.,ar (si,tácti.o 1, ,"Áántico) sera sLrti_ ciente para colregir el estado cle abstracción de la croctrira d" io, tres p._ deres, en tanto que ésta pueda ser asignada al eje sintáctico. Nuestro modero quiere servir paia mostrar, sobre todo, la razó, por la cual atribuimos un estado de abstracción cuasi metafisico a ra teoría política de los tres poderes, y quicre .rieccr .n r:a¡rc), que sir_ vapara componer esta teoría política abstract¿r cr-rn ros (ltros compo_ nentes de la teoría p.ríticarepresentad.s e, r.s cjes sintáctico y semántico dr- nuestro c-spacio.

barrrtlt'ncS. instituciones, circttlares. etc', en la gestión de la capa t¡ttc lcycs 1t " ¡rr,r rrrici:rtira del ¡'r6tler legislatiyo. cttttlt1lo cstablcce

r

.,,, r,,

jr

rc. ¡rli*il-rcacit)ncs

r) prograrlas de desamollo energético

.

,lrr, rtt\(). rllte at-ectan inmediatflnlentc a ltr capa basal. Pero cstas r-.1'.s/tlsi r ,r r, r,ri (.i(.)ncs r-t6 bon'¿tn l¿rs clil-ercnci¿rs en cl ctlnrplc-i garantiz_ase la sociedad política crenrocrática (Lerbrr parece presuponer, co*ro fundamento de esta unidad, la unidad orgánica, prurar, ¡l.opia de una sociedad civil que no estuvies e mediati)ada por el autócrata). Ahora bien, la sociedad plurar no es por sí misma una democracia: también son plurales las oligarquías y las aristocracias. v cn to_

II)

I

t', ,l,'tlt,rr'l'lttrlliii r'rt'irllÍlii'rrr (rr 1rrr''i1i1 '¡'¡

tl:ttl t lt 11,,. I ltllt toslt cs (l(lt' llrs tlifi' r(.nlr's lxrrlcs tlc la r tle sisll'r st' , rirl(l.'¡l(ict-¡tir. lil concc¡tto rro ya clc ilctntlcrltcilt sillrl tlc tlcsll,,listtt,' rrllir itltlrll (trlilrz'lrtlo ¡lor llltIttttitt t:¡t ll"i7'l t:lt l"'sltttltt t'(ttt(tt(lttittl' .l ,

7

(ittrllrro Ililr.nl clcspotisltto tlc lirs lninol-íi¡s r¡rre llrrlu.o \e (.()¡)() I)r()l)r() tlcl le¡i¡isllr«l y el estalinismo; ra sumisiónder súbdito ar pocrcr.p,,rí,i.,,, irrtcrprct,_ da no como un concepto originario sino como un momento der proceso del despliegue de la estructura misma delpoder, una estructura que aparece en todas ras partes de la vida sociai (la > c¡rrc hcrn0s cl.lurncraclo (y clc otras muchas

ti/

7

TIII illll-Vli Ri

¡''',,

li¡rrr r

r-lrgr'rrrtr. tr'r.¿'ltc I¿rs tr,s ir Irirrlrs trt't'rrtll¡s trcr ¡rlrslrrl, sigr, rx. r.jr¿r doctrina inspiracra por una pcrspectivtr icrcrrt.rgica (rLrc ¿rc¿rso p.crría cs_ tar determinada por la interseáción de un decidido liberarismo eco_ nómico (que sin embargo no quiere prescindir del Estado, sino antes bien, colaborar con él en cuanio se mantenga en ros límites del «Es_ tado subsidiario>>: es el liberalismo f

r

A dm in i strac i ón c on s erva d ora

y d" M :: riormente en 199,9 por los p.i-"ro. *inistros europeos socialdemó_ cratas' Blair y Schróder), y de un internacionarismoiumanístico muy próximo a las posiciones más abiertas de las democracias cristianas católicas o a las directrices propias de algunas organizaciones firan_ trópicas. La clave de esta doctrina de los tl habría que ponerra en las dos siguienres dicorom,",

":;;::;+fff}. :lXlTffi

"rJ;:j;;;:res

l) La (supuesta) dicotomía dad civ i I hipostasiada.

entre la sociecrad porítica y ra socie-

2) La (supuesta) dicotomía dentro de ra sociedad civil entre ciedades lucrativas y socieclades no lucratiyas.

so_

Ahora

bien' mientras. que er concepto de sociedad porítica se Tiza con referencias rerativament. fij;J y positivas

uti-

(«todo cuanto cae bajo el control de u.na constitución,ln sentido porítico»), en cambio, el concepto de sociedad civ, es ¿"r,,i¿o, de hecho, de un modo negativo, como si se tratase de una crase complementaria de la sociedad política'Asimismo, en ra subdivisión de este concepto negativo de so_ ciedad civ, figura,. rol0 criterio positivo de conceptuación, er carácter de , tanto si es bueno como si es maro, para evifar designar er todo por la parte. Hablaremos de monoarquías con dos versiones: moárquías y tiranías. otro tanto tendremos que hacer con las sociedades en las que el gobiemo es depocos; las lramaremospaurqrquías,que o bien serán aristocracias o bien oligarquías. La diferencü poHtica entre las monoarquías y las paurarquías ra pondremos en que, aunque en ambos casos son los grupos y no los individuos quienes gobieman, en las monoarquías el grupo estará necesariamente dotado de unicidad, debido a la estructura jerárquica que le asignamos. La monoarquía puede también realizarse bajo la forma de una diarquía, cuando en el gobiemo actúan dos grupos jerarquizad,os que en rearidad constituyen una sola unidad (como si fueran dos fácos de una elipse cuyos centros se aproximan hasta la distancia cero), si es que cada uno (como si fuera un hemisferio cerebral) depenáe siempre del otro. En cambio las paurarquías no impricarían r*i"idud, debido a que su estructura no jerarquizada conduce por lo menos a la coexistencia de tres grupos (a, b, c) o coariciones (oligárquicas o aristocráticas) que abren, por tanto, ra posibilidad de siete versiones diferentes: t.es se basan en la solidaridad doble: c) / a) [(a, b) / c], y [(a, c) / b]; otras tres en las acciones independienies [(b, ifu)1, tfUll , 1

A,1

[r,

, ,t tampoco de todos' sino En cuanto al gobierno, no de pocos pero (o bien de minorías capaces de r1e muchos, es decir, de las -uyoiíu' terceras)' hablaremos convertirse en mayorías por coalición con de muchos) antes que de dede poliarquías (¡totliarchiá, gobiemo pueden ser demagémocracias. Y esto tanto porque las poliarquías que gobiernan «adulando gicas (hoy decimos: goUi"*ot populistas' por ejemIt prr"ttor, tratando áe satisfacer sus caprichos relativos' ende drogas, de juegos, de deportes o de mirsieas .

ffá, "f .orrrrr*o tontecedoras)comoporqu"lasdemocraciasnuncalosonenelscn-

tidodelfundamentulir*o(oloarquías)'sinoalosumoatítulodc

oligarquías o las aristocraciits democracias materiales. Y así como las etc')' así también la* podían serlo de grupos múltiples (tres, cuatro' en ias democracias con partidos politiccls' ioliarquías 1po.

"1"*p1o, ysobretodoconpartitocracias)puedensermúltiples.Recapitulando, estableciendo tres la clasificación de Aristóteles quedaría reexpuesta tipos de sistemas Políticos:

I) Monoarquías (monarquías o tiranías) II) Paurarquías (aristocracias y oligarquías)

IIIj fotarquías

(democráticas o demagógicas)

Retorno a la clasificación dicotómica Desdeelnivelquehemosalcanzadopodríamosdecirqueelprinfundamentalistas estricipal sofisma de Páricles y de sus sucesores baenlaambigüedaddelosconceptosdeesasmayoríasquegobiermayorías (o por el propio nan, y de ese lodo qtees tutelado por las tuvo en cuenta Montestodoi.Pues si tenemos en cuenta (como los genuinas qoi"í; los criterios aristotélicos, que distinguen las especies en el sodegeneradas, ya no podremos mantenernos y tu, "rp".ies a la democracia la tutela frsma pericleo que atribuye-en exclusiva isonomía corp criterio para hadel demos total (atr*ltÍr'o¡ y uu" la ceratodos(distributivo)igualesantelaley.Tambiénlasaristocracias yaunlasmonarqulasnotiránicaspuedentutelaratoda(atributivoy r45

(

iilrlrrvo llrruto

distri[¡trtivtl). y tirl l'Llc cl ¡rroyccto tlcl «rlcs¡rof isrrro ilLlst¡lrtlo>> rlcl siglo xvrrr. Fórmul¿r destinada ¿lcaso a rcctillc¿lr o nroclerar cl propio concepto que Montesquieu presentó de despotismo, como sinónimo de degeneración de la monarquía por acumulación o concentración de poderes. Todo procede de la ambigüedad de la idea de poder político: pues el poder político no se reduce simplemente al plano delfinis operantis del príncipe orientado al dominio global, indiferenciado, sobre el pueblo. El poder político no se resuerve en el poder de los sujetos que lo detentan, considerados desde losfines operantium,.tal era la idea políticamente vacía (psicologista) que critias, y luego Maquiavelo (y después Foucault) contribuyeron a propagar. El poder político, según sufinis operis, es la eutaxia. por consiguiente, debe ser un poder necesariamente especificado por el > a las que aquellas ideologías pueden ir referidas. Por ejemplo, designando por Xi, yi y Z,alos tipos de poder (capa x rama) correspondientes a los cuadros de las columnas que representan las capas de la sociedad política (x : conjuntiva, y: basal, z: cortical), cruzadas por las filas que representan las ramas de esa sociedad: X, : [Xe, X,,, X,]; y, : [yc, yr, y*] y Zi: lZya, Zp, Zrl,ha_ bría que desarrollar estos nueve «tipos de poden> -"¿iurrtá to, tipo, de distribución de potestades (o poder asignado a las partes morfológicas de las sociedades poríticas). como partes morfológicas tomaremos las uniarquías (I), las paurarquías (II) las -parusimplificar: aristocráticas- y las poliarquías (IIf las demo-

-parasimplificar: cráticas-. Estos desarrollos pueden representarse por fórmulas como (X, + I), (X, -+ II) o bien (y, -+ II), &c. por supuásto, nos referimos

a poderes o potestades efectivas y no meramente intencionares. Hay que tener en cuenta que el concepto de » se equivoca, es «injusto» con un Gobierno o ro-, el partido m,ayoritario del parlamento), aun_ que tampoco tienen ros resultados erectorales por qué carecer de todo tipo de correlación con otros resultados derivables de criterios objetivos de tal gestión. Entre otras cosas, y principalmente, porque uno de los objetivos del , en orden a tu es mantener o suscitar ra mayor cantidad posible "rtaxia, de conformidades, incruso de entusiasmos, en el cuerpo electoral, aun cuando esta confbrmidad o enfusiasmo sean puros «efectos de imagen>> (como ocurre, por lo demás, en general, con los procedimierio. ,iilirudos para vender bienes o servicios ante er priuti.o de una sociedad de mer_ cado pletórico). sólo en situaciones muy excepcionales, aquellas que se dibujan mediante arternativas sencilras, .L.u. y distintas, da_ das en determinadas coyunturas (corrupción escandalosa, torpeza manifiesta), la ceremonia erectoral puede considerarse como una > de una

F' clttt'it ¡t0líliclr l't:tie tllt¡t' tle f ircl-tc cslr.uctur.ircrtin .icr.lir"r¡urr.:lr, stilrl lr lr.lr-

vés de una uniarquílt. ctlll el crlrtrjo tlc rrnltarisl,rcrrrci,r l¡icu r.tlnstrIidada, capazde mantener la disciplina de unas legiones aclccuarjamente equipadas, que actuan en la capa cortical o reprimen, en ocasiones excepcionales, las rer,ueltas de los esclavos, sólo entonces esa sociedad

civil compuesta de terratenientes, pequeños propietarios, mineros,

pescadores, herreros, artesanos, armadores de baicos, maestros, registas, sacerdotes, hechiceros, matemáticos, etc., podría asegurar su recurrencia; es decir, sólo entonces esa sociedad política podría mantener su eutaxia.

La armadura política reticurar no es, por tanto, una mera superestructura de la sociedad civil; es la misma estructura política de la sociedad civil según la armadura característica de su capa basal (en nuestro ejemplo constituida por la confluencia de unas clases sociales dominantes y muy repartidas en diferentes círculos, y otras clases dominadas) la que «necesita dotarse>>, para mantener su equilibrio, de esa armadura política reticurar aeiipo uniárquico-aristocrático (u oligárquico). pero bien entendido que la coe_ xistencia pacífica de las clases dominantes y las crases áominadas (pacífica precisamente en la medida en la que los estallidos de sus tensiones quedan sofocados por la armaduia reticular) no significa que tales clases hubieran preexistido como tales anteriormen_ te a la constitución del Estado esclavista, ni que ese Estado hubiera surgido como la institución mediante la cuar , puesto que la demtlcrltl,ill lll('lll('ll se se había hecho surgir de la «madureztaciofial¡> dc los lroltrlrtt'r. individuales. Los esclavos, en defrnitiva, no Se explic¿lrr clcstlc lrt rtlt'rt de democracia; constituyen un componente de la capa bitsitl, (ltlc si' da por Supuesto,

y no se les hacía intervenir fbrnralmclttc clt lrt t's

tructura de la democlacia. A lo sumo quedarían redLlciclos, cotlto tlt' cimos, a la condición de una ((inoonsecuenci¿t» clc l¿r tltllttoctltt'ilt. que los tiempos ulteriores acabarán de corregir. otras vcccs lit r's clavitr.rd se jLrstil'icará conro c¿rLtsA oc¿tsional: cl csclltvisrlto ltrtlrt ilt hcclrg ¡-losiblc cl clcl c¡uc ¡-rtttlo sttt'gil'llt vitlit ¡rrttrr

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iuslirlo Ilut.rto

del diálogo cntrc los igr-ralcs. Lo c1uc, ¿r su vcz, iru¡rrica ulm idc:r cspiritualista de la libertad, como si ella se expresase precisarnente en el diálogo. Desde una perspectiva materialista las cosas se organizan de otro modo. Los esclavos sólo son una inconsecuencia desde la teoría fundamentalista de la democracia, pero en realidad son la premisa formal de la propia democracia ateniense. En efecto, los esclavos, que son parte integrante de la sociedad civil ateniense (incluso de sus sociedades domésticas, económicas), constituyen uno de los contenidos más importantes de ese tertium respecto al cual la solidaridad entre los ciudadanos atenienses pudo conformars e para dar lugar a 1a igualdad democrática. No cabe hablar, como lo hace Musti, de ese «espacio luminoso>> de los principios que desborda ros límites mismos impuestos por los esclavos. La democracia ateniense sigue siendo una oligarquía esclavista que utiliza procedimientos democráticos para que las minorías mantengan precisamente su solidaridad frente a los esclavos, entre otros enemigos.

El animal político comenzó anÍes de la democracia una igualdad, por tanto, que no puede ser explicada directamente a partir de la naturalezahumana, ni siquiera de esta nattraleza concebida en los términos aristotélico s del zoon politikon. porque el animal político no comenzó con la democracia; comenzó conel despotismo, con la tiranía, con las oligarquías o con ras aristocracias. En el caso de Atenas, conocemos bastante bien la prolija historia de los acontecimientos políticos, sociales y económicos que desembocaron en la efimera democracia ática. Desde la época cuasimítica de Teseo (a quien se atribuye la administración centrar de Atenas y la di-

visióndelpuebloenlastresclasesconsabidasdeloseupátridas bles-, geómoros y demiurgos que -labradoressignificó la ruina de la organización gentilicia) y-arlesanos-, las medidas ineficaces de Dracón (hacia el-620), con la consolidación de las naucrarias (circunscripciones territoriales, doce por tribu, que debían atender a armar los barcos de guerra) hasta llegar a la constitución de Solón (hacia -595), que muchas veces ha sid«l cor-lsiclcratlu conro l¿r

I.lt:l rlcttl,l, t¡tt i,t', ,'ttlIlt t( itti ((r ¡r,r';ilir:r'.)

pritncra preligLrr-ncitin rIr: utrlr r.c¡rrrhliclt dcnltlct'iiticit, t:olt su s,.'llrttlo ejecutivo de los cuatrocicntos, y la asamblea Iegislativa de I pttcblo, sin contar el areópago, como tribunal que entendía de la ctlttcrtcirirl y de la religión. Una república en la que Solón había introclucido" yl cxplícitamente, una división del pueblo en cuatro clases, en litncitirr tlc la fortuna, pero con obligaciones contributivas y militarcs (los ttritgistrados, por ejemplo, sólo podrían ser elegidos entte las olascs lltas, pero era el pueblo quien decidía en las elecciones y juzgaba a los magistrados). La revolución de Pisístrato (-56i) que instaura un régimcn tlc ti rania, en su sentido populista o demagógico, se preocupó princi¡rrrl mente de la política exterior de Atenas, es decir, de atender lt lrts Ite cesidades de su capa cortical. Los pisistrátidas, Hipias c lliprtrco, continuaron la política de la tiranía pero la reacción de los alcrllcír nidas no se hizo esperar y latirania de Hipias fue derroc¿tda t:lt cl -510. Ahora bien, ¿acaso puede decirse que los tiranicidas institttt'rtron la democracia grac,ps al encauzamiento del movimiento dcl pttcblo contra los tiranoff¿,Se olvida que lságoras, que encabczti la rcbelión contra latirania, intentaba restaurar el gobierno aristocrirticr¡, y por ello acudió ala aytda de Esparta, gracias a la cual logtri cxpulsar a más de setecientas familias que consideraba inconrpittiblt:s con su proyecto?

Maduración externa de la democracia: la solidariclucl frente a terceros Cuando Clístenes se hizo de nuevo con el podcr. restlltlt;ttttlo t'tt el año -509 la constitución de Solón (aunque continrtunt|r lrrs lirt,';r' políticas de Pisístrato, el tirano),logró frenar la prclcttsiritt tlt' lrt ¡to bleza, y borró definitivamente la organizaciln todavíit lttfcrrte tlt' l;t:r cuatro tribus. Sustituyó la organización heredada ¡rrccctlcntc ¡xrt utur organización basada en las naucrarias, que suponía urna tliviEiirrt t[' los ciudadanos según el lugar de su residencia: las dicz tribtrs tct'r.ilt,tirt les sustituyeron a las gentilicias. Lo que importaba ahom yit tto sttirrtt las gentes sino el suelo; los habitantes de Atcnas ¡'rltsrrittt rt sct.¡roli Iicanrcntc rrrr lpúlrdicc clcl (crritorio, c¡t-lc cluccllrii tlivitlitlo ctt ,. it'rt

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lilslIt,o llUr.rrrl

lnullicipios o demos (la base clc la llucv¿r dcnrocr¿rcia) y los t/t,¡tr/r,,y (ciudadanos) elegirán a su demarcr: (una especie de arcar«1e), ar tesorero y a treinta jueces. Diez demos formarán una tribu local, no gentilicia; pero esta organización local desempeñará las funciones de un cuerpo militar con sufirarca (que manda ra cabalrerí a), su taxiarca (la infantería) y su estratego. cada tribu rocal tenía que arnar cinco barcos de guerra y eregía a cincuenta miembros del consejo de los Quinientos; es decir, la estructura de la solidaridad de los atenienses tenía lugar, muy principarmente, frente a ros enemigos exteriores. En la Asamblea cada ciudadano ateniense tenía entrada y voto, pero los atenienses no desarrollaron un cuerpo depositario del poder ejecutivo supremo. crearon, sí, una especie policía, de pero reclutando a esclavos (a los atenienses les pareció indftno ser guardia de sus propios vecinos, y distinguían bien a ros porilías de los soldados). Ésta es la misma democracia positiva, incipiente, instaurada por clístenes, la que madurará a lo largo de un sigro en ra democracia de Pericles. Pero esta maduración no fue un proceso meramente interno sino un proceso en er que tuvieron importancia decisiva ros acontecimientos sucedidos enla capa cortical,acontecimientos que conocemos como «gueras médicas», gracias a las cuales se estableció una solidaridad especial entre los ciudadanos y entre los escravos frente a los persas. una solidaridad que dio rugár a la hegemonía de Atenas sobre el Mediterráneo oriental. Pero antes de referirnos ara capa corticar conviene profundizar sobre los mecanismos intemos (basates) que dieron luga. a ra igualdad de la democracia de crístenes. Estos mecanismos tienen que ver, según nuestro análisis, con ra formación de una solidaridad , cada vez más fuerte, entre los miembros de un «bloque histórico» (para decirlo a la manera de Gramsci), entre ra nueva clase pruto crática (de empresarios, mercaderes, partes reconvertidas de la antigua aristoc rucia) y los ciudadanos rasos (artesanos, pequeños agricultores, pescadores, plebe urbana, los penetai o pobres). ¿solidaridad contra qrier: ¿cuár era el tertium de esta soridaridad democrática? principalmente, desde el exterior el tertium estaba constituido por los espartanos o por los persas. Y en el interior el tertium estaba constituido, ((por arriba>>, por los tiranos y por antig,os aristócratas de sangrc. pcr. turnbién,

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«¡rrlr a[ririo>>. ¡ror los t:st'llr\',rs. ('uylt [)()[)litcitlll llcgti tr ltlt'ttltz;rl t'lt t'l siglo v, scgún ltoslovtzcll, hasta cl 46 por ciclllo clc lrt pohlrrciritt ateniense. Esto demuestra que la igualdad democrática de los ¿ttcllicttscs rrrr surgió de las «tendencias naturales de la condición humalla>>, tlttc todavía ((no se habían extendido a los esclavos»; surgió dc [a solitllli-

dad de ios hombres libres (del pueblo) frente a otros pucblos t¡tte amenazaban cof] dominados, de la solidaridad frente a los esclitvos. cuyo trabajo hacía posible la forma de vida y el diálogo fbctrrrtlo t'tt el ágora de los hombres libres. Una solidaridad activa, firrlllct'itlrr dia a dia, no tanto por la «pasión por el diálogo racional» dc l0s r'irr dadanos en el ágora, que se habían decidido, vueltos de esplltlrrs rrl campo, a formar un coffo dialogante (el ágora, tal como la vio ( )r'tr' ga hablando acaso > tlt' lrr lt' r'r¡lt'rlt|rt influyen án 1a «elección» u

tanto como (lrr(' propia dc: los ltonrlrt('i' La libertad ,"",rru, (no ya religiosa), fueronliberándosedelasmedievales(corlltll.ltct.tlll'.:,.1,1(' mios,meroadoslimitadosyescasos'nopletóricos'nicncslrtt'tt':'tl'" a partit tle los especie) pooriu entenderse bienes ni en número J" "udu paril Pllindividuos liberados del ten-uño mismos *..ur,ir*os. Los las nuevas n¿lvcs equipos de trabajadores de sar a formar putt" J" los

industrialesseencontrabannotanto«antesupropiasubjetividadin. dividual»,ri,tou"t"''-'acantidadvariabledealtemativasdetrat"ritio ttrcrLos inffiiduos liberados dcl entre las que tenían que «elegir»bicttc's dc ofrecía un nú*$ero muy escaso cado limitado que sóio les crecictttcs' cttante mercados pletóricos específicos se encontraban tlien cuantt tuvieran ltls trtcclios elegir que tenían bienes tre cuyos sc sitlclicabilrr' corr

para e1lo se asociaban' nerarios i*p'""i"áib1es: o t'ctlttcincrementos en sus salarios el fin de obtener, sobre todo' de trabajo' Por aqui t" ,t'ttll'1"'::ll:::l ción en ..r..¡o*ud's laborales

susdeseos¿etiu",ta¿.E1«individualismol'lltlclcrntl»ttcttc,st''¡,tttt t'.trt i'"tt" t't la maduración clc Ulur sr.lptlcstrt esto, poco qr" ;;;;; metafísicadela«libertad»;esunproccsot:irettllsct.il.llrlitttlrrttlrl.t lismopropiodelosconsumidoresqucsciclcrltil.it.itllt'trttlt,l,l,t..lt.,, pletórico' q.t" ¿i"u" adquirir en el mercado Laverdadera«libertaddeelección»habría,lltlt.tltttttt"(l(l(.1)() libertutl Trrt|rr e lcgit e ttltt' nerla en ta «tiuertaJáe especificación>>,

lasdiferent",utt.*utl,u,q.,.ofrecíaelmerca>), así como los tipos de conducta más perlinentes ante ellas (incluyendo los «tipos delictivos»). La ampliación del sufragio universal en las sociedades desarrolladas, premisa imprescindible para la consolidación de las sociedades democráticas, fue un proceso estrictamente correlativo al proceso de ampliación de los mercados pletóricos, y con ellos, de la ampliación del «cuerpo de compradores solventes>>, es decir, del incremento de la demanda eficaz (y no sólo de la demanda intencional). Ampliaciones que debían desbordar muy pronto las fronteras nacionales. Son estas ampliaciones, progresivas y acumulativas, de los mercados pletóricos y de los compradores solventes las que conducían y conformaban la constitución y consolidación de las sociedades democráticas mediante el desarrollo de la libertad objetiva de los ciudadanos, compradores, consumidores, usuarios o electores. La ampliación encontró la posibilidad de un desarrollo sobre bases sólidas cuando en los años de la segunda gueffa mundial comenzó a tomar cue{po, como proyecto político (plan Beveridge), la ldea del Estado de bienestar, que había sido sugerida, sin duda (aunque esta observación no agrade al fundamentalismo capitalista), por la Revolución soviética, en tanto se orientaba a conferir el pleno empleo, la seguridad social, la educación gratuita, etc., de los ciudadanos, si bien dentro del orden comunista. El Estado de bienestar aseguraba a los ciudadanos la satisfacción de las necesidades mínimas, y permitía la inundación de los mercados por bienes o trabajos con ofertas cadavezmás abundantes. rrá cristalizando así la Idea de un «Estado al servicio de los ciudadanos>>, es decir, de los consumidores capaces de elegir libremente. una libertad de elección que habrá de aplicarse inmediatamente tanto a los bienes basales, es decir, a los bienes de mercado (incluyendo el >, anteriores a su inserción en cualquier tipo de sociedad política, o irr dependientes, en todo caso, de esta inserción. > meta-político, t¡ut, trata de desbordar, abriendo unas lineas que seguirá el anarr¡rrisrrr. utópico, los límites del Imperio,tomará la forma, despr-rós crc ('«rnstantino, de ciudadano de la ciudad de Dios, de la Iglesia ronuurr. l,rr contradicción entre el ciudadano de Roma, como ciudad tcrrcrur, y r.l ciudadano de la ciudad de Dios, empujó a sanAgustín y ar rr¡,usri nismo político en la dirección del anarquismo (que si lirc. ¡lr-.rrr parte, refrenado, lo fue por motivos «sobrenaturales»). Alrorir hir'rr. los que viven fuera del Imperio ya no serán bárbaros sino pas.ros. , quienes será preciso bautizar: «Id y predicad a todas las gcntcs.>> Situémonos ahora en la tesis, antes defendida, segúrrr l., cu,l l¿r clave política más profunda de la Revolución francesa firc Ir > o >. Por el contrario, suscitrt cadavez en más electores la desconfiat:.za en los argumcnttts y rttrt el aborrecimiento de los debates, como si las contradicciones est'(' nicas de los partidos en su lucha por el gobierrro repercuticnttt r.'rttlrt vez más profundamente en el cuerpo electoral. Lo clue tttut lrttlc cadavez más grande del pueblo advierle es que el particlo tlc lu o¡ro sición descalifica sistemáticamente cualquier actuación clcl ( iolrit'r no y de su partido; y se sabe que esos griteríos, esos gcslos hiprit'r-i tas de rasgarse las vestiduras por decisiones cuyo alcanco tttl 1'rttctlt'tt juzgarse a priori (antes de que prtedan ser juzgaclos sus cll'cIos). están impulsados por el deseo de desprestigiar al particlo o¡'rttcsto. it I'ln de abrirse c,anrino hacia cl podcr" De cstc lnocltt. ntl cstltl'elltos muy lc.f os clc ullnnar qLlL: cs la pro¡lia dctnocraci¿t par"larncrttlu'ilt, trtl r

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de la detnocraci¿r parlanrcnLrría. Los debates que sobre todo en ra República rrecrerarArcnrana (ra que instituyó por primeta yez ra financiación de los partidos en Europa, en 1957) han tenido lugar a propósito de ros «fundamentos ju_ rídicos» de la financiación estatal de los partidos políticos demues_ tranla oscuridad teórica der estatus de ros particlos .rr rru democracia. En todo caso, los debates, que pueden anarizarsecon toda precisión desde las líneas de nuestro modelo canónico, versaron en torno a la distinción entre dos funciones (correspondientes a ra capa reticurar y ala capa basal) que cabe asignar a los partidos políticos:

ra función «política» considerada como «formación de la voluntad estatal» (Staatswillensbildung) y la función «civil» de la «formación de la voluntad popular» (Vo tksw il tens b ildung). Una sentencia del Tiibunal constitucional aremán de 19 rJe julio d,e 1966 declaraba esenciar_

mente inconstitucionar er sistema de financiación pública de los par_ tidos, en tanto que suponía una injerencia ilegítima en ra formación de la «voluntad popular>>, lo que implicaba,

desde luego, la concep_ ción de un modero de «partido porítico independierrt" á"iEstado>>, e incardinado en la realidad social. La contradicción entre ros dos modelos de partido político (er estataly el social) no es una contradicción meramente conceptuar; es ra expresión de la contradicción real, en ra sociedad democrática, entre los vectores de una sociedad civil que se mueve por impulsos independientes (incluso previos y sobre todo potencialmente J..uoraurr_ tes de la constitución) y ros vectores de una sociedad política democréúica cuyo impulso no puecle ser otro sino la p.....uu"ión del Estado de derecho ya constituido. La contradicción se que necesitan el consenso que pueda encubrir ra farta de acuerdo. 1iá aistrncion entre consenso y acuerdo está desarrollada en nuestro urti"uto «La de_ mocracia como ideología», Áboco,núms. I2_13, lgg7.) uno de los efectos más repugnantes derivados de ra dialéctica .' entre los partidos políticos mayoritarios es la tendencia a las desca_ lificaciones sistemáticas mutuas, acompañadas de insultos graves entre sus jefes. Esto es debido a que en una democracia los partidos constitucionalistas, al no poder reconocer una oposición «de fondo>>, tienen que atribuirse diferencias fingidas para justificar su intento de sustituir al partido en el Gobie*o, o d" mantenerse en el Gobiemo en su caso. El remedio a esta situación se encuentra en el sistema de gobierno por turnos; sistema que tiene también muchas dificurtades, sobre todo cuando se tienen en cuenta ros partidos minoritarios. En este punto podemos encontrar una difbrencia importante entre el mercaclo de bienes y el rnercado de candidatos: en tu, pubricitarias es casi una regla ética, o simplemente "u-funas de estilo, que, sin per_ juicio de encarecer el producto anunciado en los términos más hiperbólicos, y aun engañosos, sin embargo no se descarifique a ra competencia, al menos de un modo explícito: ras descarificaciones tendrán lugar en un ter:reno muy sutir, que incruso pasa inadvertido a los compradores. pero en 1as campañas electorales, sobre todo en ras legislativas, los insurtos y las deslalificaciones ert . rou partidos en competencia son la regla y no la excepción.

La reclasificación de los partidos políticos según los polos derecha-izquierda En cualquier caso, er prano más nítido para advertir ra contradicción de los partidos políticos en er seno de ra constiturción democrática cs aquél en el que se dibujan las re-crasificaciones («de segr_r,do gracro») 232

tlc lt,s ¡xtt.l itlos ¡rolitic«rs s,."l.,,ill su l)t ()\ir¡ritlltrl lr los tl,rs ¡rolos r.onslrllr clos: izt¡tliertll y clcrcch¿t, si cs Lluc eslil ¡rollrrirlltl r-cnrucvc los r- nrrir.rr. tos misnros clc la propia oonstitr-rcirilt (s'[y/¿¿s¡j,). Sc tr¿rt¿l rlc ¡rirrlir.tlcl hecho de la rnultiplicidad de oposiciones, establci:idas a csc¿rl¿rs rrrtry tliferentes y a niveles muy distintos, entre diferentes grupos soc:ilrlt:s o políticos de una sociedad democrática, y de reclasificar cstas o¡-rosiciones según el criterio de la izquierday la derecha. La diflcLrlt¿rtl, sr'g(rr esto, no estaríatanto en el momento de explicary ar-ur clc jrrs(ilicirr llr existencia de partidos políticos, de cualquier tipo quc scl, cn unr §() ciedad democrática, sino en el momento de reclasificar csros ¡rrr ritkrs políticos en los dos grupos consabidos de izquierda y dr:r"etlur. \, t.llo precisamente porque esta > En cualquier caso, la confrontación de las oposiciones izquierdalderecha y democracia/origarquía da rugar a u.a parado¡u qr" podríamos rotular como «paradoja democrática de ra rzquieria». se supone que la izquierda representa al pueblo ilano, que es er más desfavorecido; por consiguiente, debería esperarse qrr" el mo_ mento de su expresión más solemne, la mayoría habríade "n dar siem_ pre el voto a los candidatos de laizquierd* pero esto no sucede siempre y, sobre todo, no sucede en ras proporciones que debieran esperarse. con frecuencia,laizquierd,aen ras sociedades democrátic as ayanzadas pierde las elecciones, como ocurrió en España.r lqqO, o Francia en 2002. ¿Cómo se explica, por "n otra parte, que Lula no ob_ tuviese mayoría absoluta en la primára vuelta de las elecciones de 2002 en Brasil? parara izquierda, esto debería ser ocasión para meditar sobre las posibilidades mismas que la democracia ti"r", ., cuanto tal, como inshumento de lucha reivindicativa. y en todo caso, la izquierda tendrá que reconocer que las elecciones democráticas, aun siendo limpias, no representan rearmenre ar puebro, por lo que la paradoja intenta ser explicada apelando ar estaáo de alienación der pueblo, al engaño, o a la espeÍanzade que en ras próximas elecciones vuelva a su estado de plena conciencia. No nos detendremos en er anárisis de ras disfunciones, que no dejan de ser una forma de contradicción, derivadas de ra práctica parlamentaria de los debates entre partidos políticos. Debates que, revistiéndose o encubriéndose o simplemente envorviendo sus dire2-ilJ

lcttt'ilts lrostlr\,rrs r'ort llts llrt¡ttlr'r';rr,,ltlosr'rlt(ir:i), (l('l;t tzt¡trtt'r th ct'tt.,/ trrl o tlcl centlo tk't'et'llr, cjett'itlut" rt l¿t vis(lt tle lorlo e I t1tt,.'rltrr('r'il s!' gLrirlos cn la tclcplultull¿r, los ¡'lroccclinricntos rlc lir ttuis vulgrtt' cr isli ca. Como gallos clc pclca conlbaticntcs ctt cl l'ltt'llttltcltto. los portavoces de los parlidos de izc¡uierda cnlicntaclos a los ¡rot'[itvot't's de la derecha no sólo se insultan con frecuencia, conro ytt ltctttos tli cho, sino que se dedican a negar sistemáticamente los proycctt)s ('()tl' cretos del adversario. Acaso porque en la democracia, y ctt llt ittt¡rtr sibilidad de deflnir filosóficamente la diferencia cntrc lits izc¡tti,"'ttlirs y las derechas, sólo queda una manera de establcccr t¡tlit tlt'l'ilrlt'irirr operatoria de la izquierda: > (t'ottto lo concede Iring Fetscher, en su libro La toleranci¿l, (ietlisa, lJrtlr.'t' lona, 1994) recuerda a aquella muchacha que reconocía «cstitt- tul poco embaraza>. Esto no significa que en las socicdades tlctttrr cráticas no podarnos cr-rcontrar, incluso inslituciona l izltlus, lirt'nurs dc tr¡lcrancia; srilo rprc cstas filt'nras tlc tolcrancia ya no cor'r-csl)()n ).ll

(l('lilll'l l;ltlt'lllo(1,¡(lil.(tt(ll.illlol;¡1.l.rr(,.r(r('rr()\(()fnJ)()fl(,il1(.sr,(. sottt'tllrrl ¡r,lilrtlr. t¡ut'l)ur'(liur sul)sisrl¡'..,¡ ¡¡il socicclacl dcnrocl-litica y Llttc llo cntr-clr cn conllict() cou otros co,ponentes democráticos especíllcos. si consideramos específica de ra democracia ra pruralidad de partidos políticos, su contraposición a los regím rn", intrruranÍes respecto a esta pluraridad de partidos moverá a interpretar aqueila pluralidad como un efecto de la supresión de la intoleáncia, y, , como tolerancia. pero esta interpretación es ingenua, porque quien la mantiene se sitúa en ra perspectiva der tirano, y no dei demócrata. Y para el demócrata, la pluraridad de partidos no es un efecto de la tolerancia democrática sino de ra propia estructura democrática (ella no tiene poder para reprimir ta pturátidad de paftidos, sin destruirse a sí misma). El reconocimientq por parte de un partido político, incluso er mayoritario, de ros demás partidos, incluso de los minoritarios, no es tolerancia, sino simplemente acatamiento de la constitución. Ni siquiera es necesario que este acatamiento vaya acompañado de magnanimidad o megalopsiquia (virtud que también es propia de ras minorías), es decir, ¿" ampritud de ánimo "su propia de quien rebasando su estrecho subjetivisruo .."orro"" la rea_ lidad de otros partidos y de sus potencialidades. podríamos por tanto aplicar al caso la máxima de Goethe: >. Lo cierto es que it ¡ritrtil' tlr" Irr (t' lerancia, por sí sola, y en virtud de estas reglas algebraicrrs o sirrlrit' ticas, no puede definirse la intolerancia, sino sólo la lolcrltrrt'irt. St' pueden construir las siguientes combinaciones: «La tcllcritrlcirr tlt' lrr tolerancia es la tolerancia>, o bien «la tolerancia de la intolcl'itrte irt e s la intolerancia>>, o bien «la intolerancia de la tolerancia es la illtolt:rancia». Como se ve, por tanto, solamente apartir de la intolcrlllcilt se puede definir la tolerancia, sin petición de principio: «La intolcrancia de la intolerancia es la tolerancia'>> En todo caso, estas reglas sintácticas, al no contener > [ricrt

o:r ) Una toler ancia circular, como relación entre sLr j c:tos t r r r 2')Una tolerancia radial, como es el caso de la inltllclttltt'llt ll I

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r rr r r

siológica del organismo respecto a una droga o rcs¡-rcc:lo:t ttt¡ rtll mento, o incluso de la tolerancia dei cilindro al pislón. 3) Una tolerancia angu.lar, en la que incluircmtls tlttrtlrit:tt lrt intolerancia religiosa. Una intolerancia que algunos cscrif orcs (;trrr mados por Ia teoría de Freud) han atribuido, como si a¡rliclscrr trrr t'li ché, a 1as religiones monoteístas. Pero estos escritores clcbcrilut

rr-r-

corda¡ por 1o rnenos, la intolerancia ala que se refiere iróniciuncrtlc Hume en sus Diálogos sobre la religión natural, cuando habla tle lrt intolerancia que en las religiones de los egipcios habrían dc suscitru st' entre el culto a los perros y el culto a los gatos. En cualquior oaso, cl concepto de tolerancia o intolerancia angular cubre el amplio cittttpo de las relaciones de tolerancia o intolerancia de Ios hcitrl-rrcs t.cspecto a los animales, especialmente ante los animales sagrados ( lit irr-

tolerancia de Moisés ante el culto al Becerro de Oro. acilrj() tllt trasunto del buey Apis) y también intolerancia contra los aniur¿tlcs ll mwndos, cuya consecuencia será su persecución y nrucrtc l¡ lltl tlc . Se opone esta intoleratrcia it lll . religión natural. Ill «tolcrantisnro ilustrado» dc ['cssirrg cottslilttyc .,, rig,rt. rrn tlcsltrcci(). () ulul sttbcslinraci(ltl inatltllisilllc llor los itlL'c

llltltls' ell t'tollllrl'c tlc los vltlolcs urril,r:r.slrlt.s, tlr. los r,,lrlor.cs l)iu.tir:ularcs cluc para las rcligittncs pusitivas son los irutúnticos v¿rlor-cs rcligiosos (el Dios de Abraham, el Dios cle Jacob, Jesús o Alá, pero ncr el «Dios de los filésofos», ante quien nadie puede postrarse para orar ante É1, porque tampoco Ét pu"á" decirnos nada). El desprecio sobre el que voltaire fundamentaba su tolerancia ante las religiones positivas iba mucho más allá que el de Lessing: esperaba que Ia tolerancia haría posible el enfrentamiento mutuo y abierto de las «supersticiones)), y que este enfrentamiento tendría como resultado la destrucción mutua de esas religiones positivas.

V

f ,nx

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oltlrntllee lottes rle In tletnocrncln

(ltlr-. t'll llt 'rt'plllptr prcsitirr g¡lrrr¡rticlrl itt-(¡lct-¿tllci;.r, sirr ¡rct'irtici.l tle itltgltt'rttlciit llt tlc dcl ltsinlilaci(irl ltt tnts 1lt'otlucto sioión algcbraica>>, por intolerancia, al caso dol prodr-u;to dc las cantitladcs ttcgrttivrts, s. pudiera pensarse otra cosa.) Por todo ello, y para cvitar cotrlitsiolle >, c¡ttc patlc tli'l supuesto de que un individuo, como si fuese una mónada lcibrricirrtrrr, puede pensar o hacer algo sin interferir en la libertad dc los tle trtlts Además, en todo caso, tenemos que referimos aquí, en ptllíl.icit. ttp yir a un hipotético pensamiento íntimo, privado, sino a un pcltsrtttti,.'ttlt, público o publicado, por medio del lenguaje. La dificultad aparece entonces en la suposición dc clttc cl > de su espíritu, etc'

Peroesteconceptoesambiguo.Porqueobieneserespetosclirlrgenerosidad (es el caso tlc lrt da, desde el punto de vista ético, en la

que tolera las objecior.rcs ir«tálerancia pedagógica», la del maestro

genuasdelalumnoparanodestruirlaconfianzadelobjetorCl):il'ls y aquí la tolerancia tiene que vcr nrrrclr0 [.oplu, fuerzas dialácticas, basarse en cl rccotlot'i con la paciencia), o bien el respeto puede 'lirlct.rr o me supcrcmientoie la posibilidad de que el otro me cor:rija tol"'u'cia basada en el reconocitttit'tr sus objeciones, y esto es

"'u

todemiimpotencia,cuantoalaflerzadeconviccióndcniisllt.rt¡ri.ls su pl-()l)il \('l argumentos, o incluso cuanto alaf'¡erzaparaprobar dad.Aquímásquehablardetoleranciahabríaquehablardcittlttlcl-i tica de mi PrePotencia' no pueda scr tllttltelll Pero cuando el respeto ante otros sujetos do en estos términos,

.oto,,"",la liamada tolerancia

pucclc. cc¡ttivitlt.t.

prácticamenteotraveZaUnvicio,aunacorrupcióndcIltltllcl.ltttt.ilr

obligará a tto tolet'rtt'lt' Porque es elrespeto al otro el que precisamentc

gravcs; y llo yil ct-t gcltct'ltl sitt" sus opiniones si éstas se consideran yo ¡-lt'tctltl t0lct'itt-(cs tl'.'r'it' ttfcnsivas pilftt ttli pro¡-rilt pcrs()l-lil. Pttcs )(r7

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itrsltrvo llrtt.rrtr

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,ttr t'ottll'rttllt't'lotlcs rle l¡t tleltt,tt't'ttcltt

iullr'sl¡ ,,lilrctlrrtl tl,.'1,t'ttlltlttir'tllo,,, l)ll('s (':i t't itlt'tt{r.'t¡ttt'lo / t's t¡tlt' ¡-l¡i¡tcro r¡rrc hirr,c llltlr ¡lrllr t¡rrr'llrylr liher.tltl tle 1tt'tts;tlttiettto haya pensallicnltt. Y rro ¡-xrcdcn conliulrl it'sc los 1'tcltsitttticttlos t'lr

Ill¿llltcllcl'llt ¡ritcicttcitt rl llt ¡r'rrrlcucir)(lrrc olrr pel'souir c\l)r .:st.l ()l)r niones inof bnsívas para rni l)cl's()nir (¡rrrcs si lúcnur .f r..nsir rs l)lrr una institución estaríamos en el segundo género de tolerancia). pcro

Itos ltiilt

si alguien expresa ante mí afirmaciones «apofanticas>> ante las que yo, como sujeto corpóreo, tengo que tomar posición en el caso de que las

cionales con las crecncias delirantcs. [-u ¡rscLtclololcritrtcirt tlcltloctit tica ante individuos que expresan una y otra vez alttc ntlstltros ((('l'ccrrcias» delirantes se basa, a 1o sumo, en un repliegue c1c las rclrtciotrt's interindividuales a la zona en la que todos nos igualalllos cl1 cttlltltr I consumidores de un mercado. A la zona en la que las opiniptrcs tltrtl bién se venden como en el mercado, en la forma de o¡ritlioltcs tl,'' adivinos, lectores de horóscopos, reencalalados que aparcccll ctt lrt lt' lepantalla, chamanes, predicadores o simplemente gcutcs (luc ((\(^n visiones>> de la Virgen o de sanAntonio, exigiendo , en el acto de introducir el voto secreto en la uma, se transforman en voluntad general y pública al abrirse las urnas para su escrutinio. Y así como los votos de los ciudadanos, aunque > condenadas en la Dccl¿trrtc:itirr Universal de los Derechos Humanos. si alguien no quiere reconocer el carácter objetivo de csta corrtradicción (es decir, si supone que la incompatiblidad entrc las corrientes de inmigración y las leyes que la limitan derivan de la lilitllt qlrc csvoluntad subjetiva o del egoísmo de los privilegiados) y cree corricrrlcs tas contradicciones, producidas por la convergencia de proPitr opuestas (la de los inmigrantes y las de los ciudadanos del pui, a" acogida), podrían resolverse «huyendo hacia adelantc». Pot' crr y catábasis, abriendo de par en par las puertas fronterizas, dejailrclo tfar, en nombre de la ética y de los derechos humanos, a todos ctt;ttttos quisieran asentarse en el país («y que sea lo que Dios quiera»)' éficr¡s ct'ttteste alguien tendría que saber también que sus remedios ducirían ala ruina políticct y económica, y desde sus mismas bascs' los del Estado acogedor y, con ella, a la ruina personal dehnitiva dc llCt-C"

propios inmigrantes, legales o ilegales' Y finalmente, nos limitaremos también a nombrar los conflictos ctt derivados de la confluencia de los poderes del E,stado que actúarl lL'podcr y la capa cortical. Los conflictos entre eI poder militar el derativo (los repliegues y reorganizaciones del ejército anle dclct'O'l'AN. minados pactos entre potencias, como el pacto de Varsovia, la jcritrt¡tticirs el encuadramiento de un ejército nacional en estructuras militares que desbordan el ámbito del Estado, la abolición dcl c'i('r'cito entre cl ¡rotlt't de reclutamiento obligatorio); los conflictos recíprocos

dt' militar y el poder diplomático (la cuestión de los arcon.a intltt'r'ii. y los corr los que habló Claudio, pero aplicados a las democracias); t¡tte flictos entre el poder federativo y el poder diplomático. Se supotlc cs la ONU es la institución que el «Género humano» ha conscguitlo lrt tablecer, después de la segunda guerra mundial, para ascgLlrar ¡xtz, tlclttrr intemacional, por encima de los conflictos entre los Eslaclos lr[ ¡rotlcr cráticos. Pero semejante supuesto es meramente idcológico^

ll)lllrlrrr efectivo de la ONU no se nutre de fuentes distintas clc llrs tlLlc de los listatl¡s ¡sor:ilrtl6s. Y cuando utr llsladtl, tlllil gr¿lll ¡rotcttcirr.

(

lilTl¡tt/o lltte,l(l

Iicltc t'cltltltelllc ¡rtlis ¡rtltlct.r¡ue lotllrs lrrs l.csllurtes.j urrllrs. cl ¡r.¡tler.rlc la oNU será simplc,cnte u, po«1cr su¡rorcstr-uctural. L.s .r.vi-

mientos intemacionales en favor de la pazque se dirigen contra la potencia hegemónica y sus aliados no derivan de una única fuente. A estos movimientos se suman tanto los defensores de su propio modelo de paz (islámico, hindú, chino, germánico, mal ilamado «europeo»...¡ y los movimientos indefinidos, extravagantes o divagantes (por ejemplo los movimientos orientados por el papa).

Final Las democracias de mercado de consumidorcs y usuarlos

Confianza en el lector de este panfleto

Ni siquiera enumeraremos las confluencias diagonales entre los

poderes de diferentes capas (por ejemplo, los conflictos entre el poder legislativo de la capa conjuntiva y el poder tributario de la capa basal). confiamos en que algún lector pueda continuar este análisis con mucho más espacio y sutileza de ras que por su parte el autor podría disponer aquí.

Economía y democracia Las democracias actuales, las democracias , rr,r son sociedades cuya estructura pueda ser considerada como cnrlulll más primitivas- de las socicdarlcs da de las mismas raíces -las humanas o, acaso, como resultado definitivo de su evolución histri: rica. Cuando nos distanciamos del fundamentalismo democr/rtico. las democracias actuales se nos presentan como «estados dc cc¡uilibrio dinámico)> que han podido ser alcanzados por un gran núulc,ro tlc sociedades políticas, entretejidas, además, entre sí, y que harr rcorgutizado de un modo muy profundo sus , y sus arnaduras políticas básicas, pero sin que ello autoricc rr concluir que las nuevas constituciones dernocráticas represenlan rrrur re-fundición de la sociedad política, apartir de sus elementos (dcsile sus raíces o sus fundamentos). Por el contrario, las democrac:i¿rs homologadas son reorganizaciones llevaclas a cabo sobre estrrrclrrllrs históricas heredadas, que tienen que ver con el Estado moclcnto lt'rritorial (nacional o mullinacional). )', por consiguiente- conro rrri dades sociológicas que se asientan sobre los intereses coticliarlos t[' los grupos y de los individuos que integran cada una dc cslas soe ir'dades. Interacción que presupone y determina, ante todo, lu ¡'rost'sión de un idioma característico, y casi siempre propio dc cutlrr [ct't'itorio inglés, alemán, italiano, ruso, espitñol l«r r¡rri' -francés, explica qr-re cualquier proyecto de autodeterminaci(rn polílicrr y, so bre toclo, clc scccsirin, haya de comcnzar por rcivintlicll rl pot' fitlrrr cílr un irlionrlr ¡rrrr¡lio. lrsí cror.r.rr-l llnr[rión sislcnlrs tlc ntlnnlrs lrrrlrirlcs"

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tcctttiltigiclts o -jttt'íilit'rts, tlurrhii'rr elu'lrt'lt'r isl it':rs, l)r'r'() ((l)()llr()l() gables».

Por ello, no cabe deflnir con precisión la nat¡lraleza de las relaciones que los individuos (en cuanto miembros del «conglolnerado>> de grupos o comunidades familiares, municipales, profesionales, de clase, etc.) que se engloban, con gran peligro de sustantivación de su unidad, bajo el rótulo de la «sociedad civil», han de mantener con la armadura política reticular que envuelve a ese «conglomerado civil»; a tal «armadura» habrá que adscribir, por 1o demás, no sólo la «clase política» variable función, precisamente, del ejercicio -en democrático de su eleccién por el cue{po electoral- sino también al funcionariado permanente de laAdministración, a la burocracia, sobre todo, a través de Ia cual se mantiene la continuidad >. scrr como herencia de tradiciones históricas, sea por delegaciótr r'.r'7rru feso del pueblo, cabe justificar la propia abstención precisantcrrlc alegando su confianza en la profesionalidad de los administr¿rclorcs. En todo caso, su abstención se confundirá de hecho con ll tlc quienes se abstengan de votar, no ya en virtud de la desconflrurzrt que le merecen deterrninados administradores sino sencillan-rcnlc ¡'ror la aversión a delegar en otros para que hablen en mi propio rtonrh¡'r.'. Gabriel Albiac ha formulado con luminosa claridacl esta uctilutl: «Nunca voto. Que alguien hable en nombre mío me da tritrrscas. l',s una fobia respetable, pienso. Si no lo es, rle da igual. Lo rcs¡rctrthlr' siempre se me dio un ardite. Nunca voto. Pagar a alguicrr por- r'cl)r'r' sentarme (no amo el teatro) se me hace, de entre los dcspillirt't'os, r'l más bobo. Sigo la norna epicúrea (que es, pienso, únicu n.tot'rtl trrrr terialista) y trato de mantenerme 1o más alejado del afiin ¡.rolítico. r's eso, sólo eso, 1o que me permite analizarlo.» Ahora bien, la eliminación teórica en l¿r socicclatl políticrr tlc srr capa corlicul (rnccliunlc la llcci«ln cle t¡uc lir 1'xrz ¡-rcrpcturr errf t'r'lrrs rr;r rt)

I

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ciottcs es _yit un llct'llo, -\,(lu('los t'j('r.t rlos sr. llrur (-{)ll1¡'¡lrrlo tlr. luti tivittt-lctttc ctt c()r[]()r¿rcitlncs ol'ie ntildils i.l irlllt:iu' irrccrrdiris () ¿r ayudar en las inundaciones, es decir, en corporacior-lcs intcnrcdias entre un Cuerpo de Bomberos y la Cruz Roja) como constitutivo esencial de la sociedad política, por un lado, y la sustantivación de la capa conjuntiva, como ámbito de la sociedad política emanada por delegación de una sociedad civil que quiere mantener su libertad e independencia, por otro, es 1o que explica esta disociación fundamentalista entre la socieclad política, reducida ala capa conjuntiva, y la sociedad civil (que incorpora la capa basal y la cortical). Esta disociación es la que desencadena la ideología según la cual la constitución democrática es un sistema de normas que la sociedad civil «se ha dado a sí misma» mediante la creación de una clase política de administradores, al servicio de los ciudadanos (más que orientada a la eutaxia del Estado, que se supone con existencia perdurable), que la propia sociedad civil renueva periódicamente, delegando en ella las tareas políticas, precisamente para poder entregarse a la «vida privada» (a la manera como el propietario del latifundio renueva a sus contables cuando le conviene). La imagen de un gobierno en sentido amplio (de una capa conjuntiva) que es renovado periódicamente por la «sociedad civil» es el elemento principal de la ideología de ese constitucionalismo democrático que afirma que la sociedad civil es la que se ha dado a sí misma la Constitución. Las ideas de soberanía y de autodeterminación aplicada al caso proceden de la misma fuente. Paradójicamente, una gran cantidad de aquellos que están integrados en Ia sociedad civil de una democracia y sienten con entusiasmo la necesidad de defender la democracia, proclamando con cualquier motivo su condición de demócratas, como valor supremo, no lo hacen tanto en el terreno de la sociedad política cuanto en el tereno de la sociedad civil (puesto que para ellos «sociedad civil» equivale a «Estado democrático»). Porqtre lo que no está claramente definido es el significado de la clase política respecto de la sociedad civil. El «perfil» ordinario de quien se proclama demócrata en estas condiciones es el perfil propio de un pequeño comerciante, de un empleado, de un empresario grande o pequeño, que dispone de un pasar suficiente, aunque sea modesto, de un joven que dispone, sin embargo, de dincle2

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rlr' lnr'rt'lrrlo tlt. r'ottsrIttitl,ur.:,i Y l.¡ulu itir

nr clc bolsillo, que Ie confierc la lit¡crtacl dc clc!.il l¡icrrcs en r.l nrt.r cado, de viajar, de mantenerse lejos de la vigilanci¿r t¡ contrrrl tlcl I ri tado, y que no quiere ni ser rnandado ni tampoco parcccr rlucrcr nriur dar, sin contar con los demás demócratas. Se trata paracl(r-iic,iullt'ltlr.rlt, una visión apolítica de la democracia, vuelta a los del llamado «Primer Mundo», c()n un nivel relativamente alto de renta, y con una proporción dc grul)os .y clases que permite una solidaridad estrecha de ellos antc los tkrs lt.r cios, por lo menos, de las poblaciones menos favoreciclas. l,,slo rro puede ser debido a ia casualidad, ni tampoco es muy satislirctolirr l;r «teoría del bloqueo>>, según la cual la sociedad democrhticu cstri .1,;r virtualmente presente en las sociedades del Tercer Munrlo, o tlcl «Oriente igualitario», si bien sus condiciones econónricas, socillcs o religiosas bloquean el ejercicio normal de la democracia, ll ir¡"xrrlrrr l;r atención de los ciudadanos hacia problemas personalcs y nrctcrlos cn senderos peiigrosos de droga o terrorismo. La realidad es diferente: si una sociedad alcanza cl cstatlo r[' tlt. mocracia homologada no es porque, a partir dc cicrto trivcl tle rlt.r.rr mollo, se produzca un cn políticu; lo r¡uc lrirct. t¡rr..' el incremento de nivel económico de una socicclad Ia contluzcr rr Irr tlt' mocracia honrologacla cs la crc¿rci(rn clc tuur solidlrritllrtl clltrc los t,ru pos socirtles nuis tlivct-sos, 1'lor clrrsc ti ¡-ror prrllL'sitil, llclrso cnlit'nllr

tlos cnll-c si, ¡rctrr Uttttlos tlt'rttot'nttrtlurrr.'ttlt'(('n unirrlt'ntor't:tt tlt sot'tltl) ante los tcrccros cluc por)cn cr) l)cligr'(). pt'ccisluttentc, su tlcslu't'ollti

-1r

bienestar. Esto lo veía ya hace un siglo, clesdc sLl particul¿tr pct's¡rcctiva, el gran teórico de la sociedad democrática alemana Eduarclo Berstein, al definir ia > Según los principios democráticos, ¿podría pedirse que una parte de un cueryo electoral establecido (por ejemplo, una ciudad, una regi ón) estuviera capacitada para decidir autodeterminarse respecto a ese cuerpo electoral, a fin de constituirse como una sociedad política soberana? Es evidente que no, porque el proyecto de de una ciudad o de una región pediría ya el principio de su independencia (en el supuesto de que la autodeterminación se continuase por una reivindicación de independencia o secesión) del resto del Estado del que forma parte. Tendría que ser el pueblo entero quien, como volviendo sobre su antigua Constitución, decidiera la autodeterminación, independencia y segregación en su caso de una parte suya, y de este modo cabría pensar en la trans194

lirt'ttt¿tciirl tlr'rrrr l',stlttlo tlc tlittlctlsiolles rttt'tlnts (¡rot t'it'trt¡r1,,. r'itr ,, cucnta milloncs clc ha[¡itantcs) en citrcr-rcntu o cicrt l',strrtlos itrtl,,'pctt dientes que ulteriormente podrían estableccr cntrc sí ltliunzus o lt' deraciones. Sólo de este modo tendría sentido transfonnar un llslrrtkr históricamente unitario en un Estado federal: fraccionánclolo ¡rt',.'r'i;t mente, con todas las dificultades.jurídicas que se planlcat'íun ¡rtrt proceder legalmente en los tiempos de interregno. Pero no cs ¡-rosiblc decidir, de los principios de una Constitución democrática, ningírrr criterio relativo a los ritmos temporales según los cuales habríln rlt' tener lugar las revalidaciones de la Constituciórr por el pLrcbkr. li'tiricamente, no cabe deducir criterio alguno: al día siguiente clc lu ¡rtoclamación dó una Constitución, el pueirlo podría volver sobt'e sus acuerdos, es decir, tratar de rcalizar la Idea del «plebiscito cotirliiutr,,, del que metaforicamente habló Renan. Pero, en todo caso, hubt'ri t¡trt' explicar por qué esos acuerdos no se revalidan una vez quc hlttt tlt' saparecido las generaciones que votaron la Constitución, por ciern¡rkr. cada treinta o cuarenta y cinco años. ¿Por qué unas generutciottes nuevas habrían de considerarse atadas por las Constitucioncs cstrt blecidas por hombres que ya no existen? Sin emtrargo, estas consecuencias lógicas no tienen ningúttt t'orrelato real y son meras ilaciones abstractas. Ningún Estado, ni linttt cia, ni ltalia, ni Alemania, ni Estados Unidos..., sopoflaría un t'clL' réndum de autodeterminación para una de sus partes cada c¡uirtcc, rti cada treinta, ni cada cuarenta y cinco años, para consultar al pucblo si desea mantener los límites de su soberanía, o dividirla en clos o v'rt rias partes; menos aún podría establecerse la fecha de cinco lrños. o incluso anualmente, como según la pura lógica podría hacerlo. ¿,Y ¡ror. qué no es posible hacer esto? Como respuesta general poclríutttos ofrecer la siguiente: porque la sys/asis de la sociedad c'lcnroct'riticrr no es lo mismo que su Constitució¡'¡ escrita. En plimer lugaE porque 1a parte (ciudad, región, conr¿trc:a ) t¡ttc llt' vase la iniciativa de la independencia no aceptaría los rcsultittlos tlr' una consulta a todo el cuerpo electoral; esta parte, piclicrttlo e I ¡rrirt cipio de su soberanía, exigiría que el ret-eréndum sc tt"l¿ttltttvicse tl,.'lt tro de lospropios límites deseados. Y eslt¡,signifi« qrrc ltr tlt'liutit,t ción que define el ¡tropio cuerp(., alcck¡rttl tlcnot'rúlit'() tt() l)ut'tlt' t'ttn:;irlt't'ttt',\'(' t'(t ('()ttt() tttl clt:t'/tt tlc ltt t.lctttot't'ttt'itt ttti,s'ttttt. tlellitlt, lt

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(ltl('l()(lil s()('l('(lil(l tlt"lltot'l:iltt'lr ¡rrrtt'rlt'rlt'rfrrr sot'rt.rl,¡tl ¡r,lilit.lt c.tt.ylr ,\.1:\'/(/.\'i,§ esl;tlllt l)t(.\ tiUll(.lllt. r..sll¡ltlt.t.ltl;r. ¡ ¡r,]t (.s() (.s f lilt lll..,llsis_ tente la doctrina (en rearidacr, mctalisica) der pacb s.ciar. r_a dcri_ mitación viene ya dada por motivos históricos, económicos y sociales y por la realiclad misma der cuerpo político. cuando se preparó en España la constitución de 197g, ros impugnaron el procedimiento de la consulta al puebl0 español íntegro, porque este procedimiento prejuzgaba (pedia el princrpio) la defini_ ción del sujeto de la soberanía; los nacionaristas áor"ui.. p"dían que la consulta tuviera lugar por ras regiones que ellos ,amaban >, lo que también constituiría una petición de principio). Los representantes vascos der Partido Nacionarista vasco no suscribieron ra constitución, aunque luego entraron