Os pido que recéis por mí: Inicio del Ministerio Petrino del Papa Francisco [Primera edición]
 9788494093753

Table of contents :
Bendición Apostólica «Urbi et Orbi» (13-03-2013)............ 7

Santa Misa con los Cardenales
Homilía (14-03-2013)......................................................... 9

Audiencia a todos los Cardenales
Discurso (15-03-2013)......................................................... 13
Encuentro con los representantes de los medios de comunicación Discurso (16-03-2013).........................................................19
Santa Misa en la Parroquia de Santa Ana, Ciudad del Vaticano
Homilía (17-03-2013)......................................................... 25

Ángelus (17-03-2013).......................................................... 29

Santa Misa. Imposición del Palio y entrega del Anillo del Pescador en el solemne inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma
Homilía (19-03-20139)....................................................... 33

Encuentro con los representantes de las iglesias y comunidades eclesiales, y de las diversas religiones
Discurso (20-03-2013)......................................................... 39

Audiencia al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede
Discurso (22-03-2013).......................................................... 45

Celebración del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor
Homilía (24-03-2013).......................................................... 51

Ángelus (24-03-2013).......................................................... 57

Audiencia general (27-03-2013).............................................. 59

Santa Misa Crismal
Homilía (28-03-2013).......................................................... 61

Santa Misa en la Cena del Señor
Homilía (28-03-2013).......................................................... 67

Via Crucis
Palabras finales (29-03-2013).................................................. 69

Ostensión extraordinaria de la Sábana Santa de Turín
Videomensaje (30-03-2013).................................................... 71

Vigilia Pascual
Homilía (30-03-2013).......................................................... 73

Mensaje Urbi et Orbi del Santo Padre Francisco
Mensaje y Bendición (31-03-2013)........................................ 79

Regina Ceeli (1-04-2013)........................................................ 85

Papa Francisco. Biografía...................................................... 89

índice....................................................................................... 93

Citation preview

OS PIDO Q]JE RECEIS POR MI Inicio del Ministerio Petrino del Papa Francisco

PAPA FRANCISCO

OS PIDO QUE RECÉIS POR Mí Inicio del Ministerio Vetrino del Papa Francisco

LIBRERIA EDITRICE VATICANA

ROMANA

Título original: «Vi chiedo di PREGARBjPpt|^É^Cfju* C| Papa Francesco Librería Editrice Vaticana, 2013

© Librería Editrice Vaticana, Cittá del Vaticano

© Romana editorial, S.L. 2013

Villanueva, 20 28001 Madrid (España)

FRANCISCUS 13 marzo 2013 : k->£»

Tf.: 34 915 357 533 [email protected] www.romana-editorial.com

Annuntio vobis gaudium magnum; habemus Faparn:

Ilustración de la portada: Papa Francisco Servicio fotográfico de L’Osservatore Romano

Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Georgium Marium

Reservados todos los derechos. Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, cualquiera que sea el medio empleado, sin el permi­ so previo y escrito del editor.

Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio qui sibi nomen imposuit Franciscum

Primera edición: abril de 2013 TSBN: 978-84-940937-5-3 Depósito legal: M-11327- 2013 Impreso en España - Printed in Spain

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BENDICIÓN APOSTÓLICA «URBI ET ORBI» PRIMER SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO Balcón central de la Basílica Vaticana Miércoles, 13 de marzo de 2013

Hermanos y hermanas, buenas tardes. Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obis­ po a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí esta­ mos. Os agradezco la acogida. La comunidad dioce­ sana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. (Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre)

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pue­ blo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que

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hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Carde­

SANTA MISA CON LOS CARDENALES

nal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora qui­

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

siera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un

Capilla Sixtina

favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido

jueves, 14 de marzo de 2013

que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de voso­ tros por mí.... * * * Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena vo­ luntad. (.Bendición)

En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la primera lectura, el movimien­ to en el camino; en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evan­ gelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edifi­ car, confesar. Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Esta es la primera cosa que

Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto.

Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi presencia y

Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches

y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar

y que descanséis.

intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía

sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, a Abrahán, en su promesa. Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.

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9

Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto que­

Quisiera que todos, después de estos días de gra­

ramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no

cia, tengamos el valor, precisamente el valor, de cami­

confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabare­

nar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de

mos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia,

edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derrama­

Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está para­

da en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo cru­

do. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando

cificado. Y así la Iglesia avanzará.

construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de León Bloy: «Quien

Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea.

no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confie­ sa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo,

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la mundanidad del demonio. Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa

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no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movi­ mientos que no son precisamente movimientos del

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camino: son movimientos que nos hacen retroceder. Este Evangelio prosigue con una situación espe­ cial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le

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dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando cami­ namos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y

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cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos dis­ cípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.

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AUDIENCIA A TODOS LOS CARDENALES

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO Sala Clementina Viernes 15 de marzo de 2013

Hermanos Cardenales, Este periodo dedicado al Cónclave ha estado car­ gado de significado, no sólo para el Colegio Cardena­ licio, sino también para todos los fieles. En estos días hemos sentido casi de manera tangible el afecto y la solidaridad de la Iglesia universal, así como la aten­ ción de tantas personas que, aun sin compartir nues­ tra fe, miran con respeto y admiración a la Iglesia y a la Santa Sede. Desde todos los rincones de la tierra se ha elevado la oración ferviente y unísona del pueblo cristiano por el nuevo Papa; y también ha sido muy emotivo mi primer encuentro con la multitud apiñada en la Plaza de San Pedro. Con la sugestiva imagen del pueblo alegre y en oración todavía grabada en mi mente, quiero expresar mi más sincero agradecimien­ to a los obispos, sacerdotes y personas consagradas, a los jóvenes, las familias y los ancianos por su cercanía espiritual, tan efusiva y conmovedora. Siento la necesidad de expresaros a todos mi más viva y profunda gratitud, venerados y queridos her-

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manos Cardenales, por la solícita colaboración en la

fortalecido a la Iglesia con su magisterio, su bondad,

guía de la Iglesia durante la Sede Vacante. Dirijo un

su dirección, su fe, su humildad y su mansedumbre.

cordial saludo a cada uno, empezando por el Decano del Colegio Cardenalicio, el Señor Cardenal Angelo

Seguirán siendo un patrimonio espiritual para todos. El ministerio petrino, vivido con total dedicación, ha

Sodano, a quien agradezco las expresiones de devo­

tenido en él un intérprete sabio y humilde, con los

ción y felicitación que me ha dirigido en nombre de

ojos siempre fijos en Cristo, Cristo resucitado, presen­

todos. Y, junto a él, agradezco al Señor Cardenal Tar-

te y vivo en la Eucaristía. Le acompañarán siempre nuestras fervientes plegarias, nuestro recuerdo ince­

cisio Bertone, Camarlengo de la Santa Iglesia Roma­ na, su trabajo diligente en esta delicada fase de transi­

sante, nuestro imperecedero y afectuoso reconoci­

ción; y también al querido Cardenal Giovanni Battista Re, que nos ha hecho de jefe en el Cónclave. Y pienso

miento. Sentimos que Benedicto XVI ha encendido

con particular afecto en los venerados Cardenales

tinuará ardiendo, porque estará alimentada por su oración, que sustentará todavía a la Iglesia en su cami­

que, por razones de edad o enfermedad, han asegura­ do su participación y su amor a la Iglesia a través del

una llama en el fondo de nuestros corazones: ella con­

ofrecimiento de las dolencias y la oración. Y quisiera

no espiritual y misionero. Queridos hermanos Cardenales, este encuentro

deciros que el Cardenal Mejía ha sufrido anteayer un

nuestro quiere ser casi una prolongación de la intensa

infarto cardiaco: está hospitalizado en la clínica Pío

comunión eclesial experimentada en estos días. Ani­

XI. Pero se cree que su salud es estable, y nos ha en­ viado sus saludos.

mados por un profundo sentido de responsabilidad, y

No puede faltar mi agradecimiento a quienes, en

apoyados por un gran amor por Cristo y por la Iglesia, hemos rezado juntos, compartiendo fraternalmente

sus respectivos cometidos, han trabajado activamente

nuestros sentimientos, nuestras experiencias y re­

en la preparación y desarrollo del Cónclave, favore­

flexiones. Así, en este clima de gran cordialidad, ha

ciendo la seguridad y tranquilidad de los Cardenales

crecido el conocimiento recíproco y la mutua apertu­ ra; y esto es bueno, porque somos hermanos. Alguno

en estos momentos tan importantes de la vida de la Iglesia. Y pienso con gran afecto y profunda gratitud en

me decía: los Cardenales son los presbíteros del Santo

mi venerado Predecesor, el Papa Benedicto XVI, que

Padre. Esta comunidad, esta amistad y esta cercanía nos harán bien a todos. Y este conocimiento y esta

durante estos años de pontificado ha enriquecido y

apertura nos han facilitado la docilidad a la acción del

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k.

15

Espíritu Santo. Él, el Paráclito, es el protagonista su­

valeroso y humilde, es Cristo quien guía a la Iglesia

premo de toda iniciativa y manifestación de fe. Es cu­

por medio de su Espíritu. El Espíritu Santo es el alma

rioso. A mí me hace pensar esto: el Paráclito crea to­

de la Iglesia, con su fuerza vivificadora y unificadora:

das las diferencias en la Iglesia, y parece que fuera un

de muchos, hace un solo cuerpo, el Cuerpo místico de

apóstol de Babel. Pero, por otro lado, es quien man­

Cristo. Nunca nos dejemos vencer por el pesimismo,

tiene la unidad de estas diferencias, no en la «igual­ dad», sino en la armonía. Recuerdo aquel Padre de la

por esa amargura que el diablo nos ofrece cada día;

Iglesia que lo definía así: «Ipse harmonía est». El Pará­

la firme convicción de que, con su aliento poderoso,

clito, que da a cada uno carismas diferentes, nos une

el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar

en esta comunidad de Iglesia, que adora al Padre, al

y también de buscar nuevos métodos de evangeliza-

Hijo y a él, el Espíritu Santo.

ción, para llevar el Evangelio hasta los extremos con­

no caigamos en el pesimismo y el desánimo: tengamos

A partir precisamente del auténtico afecto colegial

fines de la tierra (cf. Hch 1,8). La verdad cristiana es

que une el Colegio Cardenalicio, expreso mi voluntad

atrayente y persuasiva porque responde a la necesi­ dad profunda de la existencia humana, al anunciar de

de servir al Evangelio con renovado amor, ayudando a la Iglesia a ser cada vez más, en Cristo y con Cristo,

manera convincente que Cristo es el único Salvador

la vid fecunda del Señor. Impulsados también por la

de todo el hombre y de todos los hombres. Este anun­

celebración del Año de la fe, todos juntos, pastores y

cio sigue siendo válido hoy, como lo fue en los co­

fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la

mienzos del cristianismo, cuando se produjo la pri­

misión de siempre: llevar a Jesucristo al hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Ca­

mera gran expansión misionera del Evangelio.

mino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia

tros tenemos una edad avanzada: la vejez es -me gusta

y contemporáneo en cada hombre. Este encuentro

decirlo así- la sede de la sabiduría de la vida. Los vie­

lleva a convertirse en hombres nuevos en el misterio

jos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida,

de la gracia, suscitando en el alma esa alegría cristiana

como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo.

que es aquel céntuplo que Cristo da a quienes le aco­ gen en su vida.

Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús. Ofrezcamos esta sabiduría a los jóvenes: como

Como nos ha recordado tantas veces el Papa Bene­

el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos

dicto XVI en sus enseñanzas, y al final con ese gesto

esta sabiduría de la vida. Me viene a la mente aquello

16

Queridos Hermanos: ¡Ánimo! La mitad de noso­

17

que decía un poeta alemán sobre la vejez: «Es ist ruhig, das Alter, und fromm»\ es el tiempo de la tranquilidad y de la plegaria. Y también de brindar esta sabiduría a los jóvenes. Ahora volveréis a las respectivas sedes para continuar vuestro ministerio, enriquecidos por la experiencia de estos días, tan llenos de fe y de comu­

‘ < ENCUENTRO CON LOS REPRESENTANTES DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO Sala Pablo VI Sábado, 16 de marzo de 2013

nión eclesial. Esta experiencia única e incomparable nos ha permitido comprender en profundidad la be­ lleza de la realidad eclesial, que es un reflejo del fulgor de Cristo resucitado. Un día contemplaremos ese ros­

Queridos amigos Al comienzo de mi ministerio en la Sede de Pedro,

tro bellísimo de Cristo resucitado. A la poderosa intercesión de María, nuestra Ma­

me alegra encontrarme con vosotros, que habéis tra­

dre, Madre de la Iglesia, encomiendo mi ministerio y

bajado aquí en Roma en este momento tan intenso,

el vuestro. Que cada uno de vosotros, bajo su amparo

que comenzó con el anuncio sorprendente de mi ve­

maternal, camine alegre y con docilidad a la voz de su

nerado predecesor, Benedicto XVI, el pasado 11 de

divino Hijo, fortaleciendo la unidad, perseverando

febrero. Os saludo cordialmente a todos vosotros.

concordemente en la oración y dando testimonio de

El papel de los medios de comunicación ha ido

la fe genuina en la continua presencia del Señor. Con

creciendo cada vez más en los últimos tiempos, hasta

estos sentimientos -que son auténticos-, con estos

el punto de que se hecho imprescindible para relatar

sentimientos, os imparto de corazón la Bendición

al mundo los acontecimientos de la historia contem­

Apostólica, que hago extensiva a vuestros colabora­

poránea. Expreso, pues, un agradecimiento especial a

dores y cuantos están confiados a vuestro cuidado

vosotros por vuestro competente servicio durante los

pastoral.

días pasados -habéis trabajado ¡eh!, habéis trabaja­ do- en los que el mundo católico, y no sólo el católi­ co, ha puesto sus ojos en la Ciudad Eterna, y particu­ larmente en este territorio cuyo «centro de gravedad» es la tumba de San Pedro. En estas semanas, habéis tenido ocasión de hablar de la Santa Sede, de la Igle­

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sia, de sus ritos y tradiciones, de su fe y, sobre todo,

Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la

del papel del Papa y de su ministerio.

Iglesia. Sin él, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni ten­

Doy gracias de corazón especialmente a quienes han sabido observar y presentar estos acontecimien­

drían razón de ser. Como ha repetido tantas veces Be­

tos de la historia de la Iglesia, teniendo en cuenta la justa perspectiva desde la que han de ser leídos, la de la fe. Los acontecimientos de la historia requieren casi siempre una lectura compleja, que a veces puede in­

nedicto XVI, Cristo está presente y guía a su Iglesia. En todo lo acaecido, el protagonista, en última instan­ cia, es el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI por el bien de la Iglesia. Él ha orienta­ do en la oración y la elección a los cardenales.

cluir también la dimensión de la fe. Los acontecimien­

Es importante, queridos amigos, tener debida­

tos eclesiales no son ciertamente más complejos de los

mente en cuenta este horizonte interpretativo, esta

políticos o económicos. Pero tienen una característica

hermenéutica, para enfocar el corazón de los aconte­ cimientos de estos días.

de fondo peculiar: responden a una lógica que no es principalmente la de las categorías, por así decirlo, mundanas; y precisamente por eso, no son fáciles de interpretar y comunicar a un público amplio y diver­

De aquí nace ante todo un renovado y sincero agradecimiento por los esfuerzos de estos días espe­ cialmente fatigosos, pero también una invitación a

sificado. En efecto, aunque es ciertamente una institu­ ción también humana, histórica, con todo lo que ello

tratar de conocer cada vez mejor la verdadera natura­

comporta, la Iglesia no es de naturaleza política, sino

con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motiva­

esencialmente espiritual: es el Pueblo de Dios. El san­

ciones espirituales que la guían, y que son las más au­

to Pueblo de Dios que camina hacia el encuentro con

ténticas para comprenderla. Tened la seguridad de

Jesucristo. Unicamente desde esta perspectiva se pue­

que la Iglesia, por su parte, dedica una gran atención

de dar plenamente razón de lo que hace la Iglesia Ca­

a vuestro precioso cometido; tenéis la capacidad de

tólica. Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia

recoger y expresar las expectativas y exigencias de nuestro tiempo, de ofrecer los elementos para una

en la historia pasa a través de la libertad de los hom­

lectura de la realidad. Vuestro trabajo requiere estu­

bres: uno de ellos es elegido para servir como su Vica­

dio, sensibilidad y experiencia, como en tantas otras

rio, Sucesor del apóstol Pedro; pero Cristo es el cen­

profesiones, pero implica una atención especial res­

tro, no el Sucesor de Pedro: Cristo. Cristo es el centro.

pecto a la verdad, la bondad y la belleza; y esto nos

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leza de la Iglesia, y también su caminar por el mundo,

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hace particularmente cercanos, porque la Iglesia exis­

ción una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre

te precisamente para comunicar esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza «en persona». Debería quedar

que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre...

muy claro que todos estamos llamados, no a mostrar­ nos a nosotros mismos, sino a comunicar esta tríada

bres! Después, algunos hicieron diversos chistes:

¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los po­ «Pero tu deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador, y hace falta reformar...». Y otro

existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza.

me decía: «No, no, tu nombre debería ser Clemente».

Algunos no sabían por qué el Obispo de Roma ha

«Y ¿por qué?». «Clemente XV: así te vengas de Cle­

querido llamarse Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, también en

mente XIV, que suprimió la Compañía de Jesús». Son bromas... Os quiero mucho. Os doy las gracias por

Francisco de Asís. Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San

jo: os deseo que trabajéis con serenidad y con fruto, y

Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación

que conozcáis cada vez mejor el Evangelio de Jesu­

para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él

cristo y la realidad de la Iglesia. Os encomiendo a la

me confortaba. Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque el Papa había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmedia­ to, en relación con los pobres, he pensado en Francis­ co de Asís. Después he pensado en las guerras, mien­

todo lo que habéis hecho. Y pienso en vuestro traba­

intercesión de la Santísima Virgen María, Estrella de la Evangelización, a la vez que os expreso los mejores deseos para vosotros y vuestras familias, a cada una de vuestras familias, e imparto de corazón a todos mi Bendición. {Palabras en español)

tras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los

Les dije que les daba de corazón la bendición.

votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís.

Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia

Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este

bendición en silencio a cada uno de ustedes, respetan­

momento, también nosotros mantenemos con la crea-

uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga.

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católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta do la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada

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I

SANTA MISA EN LA PARROQUIA DE SANTA ANA CIUDAD DEL VATICANO

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO V Domingo de Cuaresma, 17 de marzo de 2013

Es hermoso esto: Jesús solo en el monte, orando. Oraba solo (cf. Jn 8,1). Después, se presentó de nuevo en el Templo, y todo el pueblo acudía a él (cf. v. 2). Jesús en medio del pueblo. Y luego, al final, lo deja­ ron solo con la mujer (cf. v. 9). j Aquella soledad de Jesús! Pero una soledad fecunda: la de la oración con el Padre y esa, tan bella, que es precisamente el men­ saje de hoy de la Iglesia, la de su misericordia con aquella mujer. También hay una diferencia entre el pueblo. Todo el pueblo acudía a él; él se sentó y comenzó a enseñar­ les: el pueblo que quería escuchar las palabras de Je­ sús, la gente de corazón abierto, necesitado de la Pa­ labra de Dios. Había otros que no escuchaban nada, incapaces de escuchar; y estaban los que fueron con aquella mujer: «Mira, Maestro, esta es una tal y una cual... Tenemos que hacer lo que Moisés nos mandó hacer con estas mujeres» (cf. w. 4-5).

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Creo que también nosotros somos este pueblo

no peques más» (Jn 8,11). Sólo te da ese consejo. Des­

que, por un lado, quiere oír a Jesús pero que, por otro,

pués de un mes, estamos en las mismas condiciones...

a veces nos gusta hacer daño a los otros, condenar a los demás. El mensaje de Jesús es éste: La misericor­

Volvamos al Señor. El Señor nunca se cansa de per­

dia. Para mí, lo digo con humildad, es el mensaje más

de pedirle perdón. Y pidamos la gracia de no cansar­

fuerte del Señor: la misericordia. Pero él mismo lo ha

nos de pedir perdón, porque él nunca se cansa de per­

dicho: «No he venido para los justos»; los justos se

donar. Pidamos esta gracia.

donar, ¡jamás! Somos nosotros los que nos cansamos

justifican por sí solos. ¡Bah!, Señor bendito, si tú pue­ des hacerlo, yo no. Pero ellos creen que sí pueden ha­ cerlo... Yo he venido para los pecadores (cf. Me 2,17). Pensad en aquella cháchara después de la voca­ ción de Mateo: «¡Pero este va con los pecadores!» (cf. Me 2,16). Y él ha venido para nosotros, cuando reco­ nocemos que somos pecadores. Pero si somos como aquel fariseo ante el altar -«Te doy gracias, porque no

Palabras del Santo Padre al final de la Santa Misa Una vez terminada la Santa Misa, el párroco de Santa Ana en Vati­ cano, Padre Bruno Silvestrini, O.S.A. y el Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, Cardenal Angelo Comastri, han dirigido un particular saludo al Papa Francisco. A continuación el Santo Padre ha concluido con las palabras siguientes:

soy como los demás hombres, y tampoco como ese que está a la puerta, como ese publicano» (cf. Le

Se encuentran entre nosotros algunos que no son

18,11-12)-, no conocemos el corazón del Señor, y

parroquianos, como este grupo de sacerdotes argenti­

nunca tendremos la alegría de sentir esta misericor­ dia. No es fácil encomendarse a la misericordia de

nos, uno de ellos es mi obispo auxiliar, pero hoy serán

Dios, porque eso es un abismo incomprensible. Pero

cerdote que viene de muy lejos, un cura que desde

hay que hacerlo. «Ay, padre, si usted conociera mi vida, no me hablaría así». «¿Por qué, qué has he­

hace tiempo trabaja con los chicos de la calle, con los

cho?». «iAy padre!, las he hecho gordas». «¡Mejor!».

cho tantísimas cosas por dar a conocer a Jesús a todos

«Acude a Jesús. A él le gusta que se le cuenten estas

estos muchachos y muchachas de la calle que hoy en

cosas». El se olvida, él tiene una capacidad de olvidar, especial. Se olvida, te besa, te abraza y te dice sola­

día trabajan gracias a los estudios realizados en este

mente: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante

en Jesús y aman a Jesús. Te pido, Gonzalo, ven aquí

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también parroquianos. Quisiera presentaros a un sa­

drogadictos. Ha abierto un colegio para ellos, ha he­

colegio, que tienen ahora capacidad de trabajo, creen

27

para saludar a la gente. Él desarrolla este trabajo en

ÁNGELUS

Uruguay, como fundador del Liceo Jubilar Juan Pa­ blo II: es él quien se dedica a este trabajo. Aún no sé

Plaza de San Pedro Domingo, 17 de marzo de 2013

cómo ha venido hoy aquí, ¡pero enseguida me lo con­ tará! Gracias. Rezad por él. é

Hermanos y hermanas, buenos días. Tras el primer encuentro del miércoles pasado, hoy puedo dirigirles nuevamente mi saludo a todos. Y me alegra hacerlo en el domingo, en el día del Señor. Para nosotros los cristianos, esto es hermoso e impor­ tante: reunimos el domingo, saludarnos, hablar unos con otros, como ahora aquí, en la plaza. Una plaza que, gracias a los medios de comunicación, tiene las dimensiones del mundo. En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera (cf. ]n 8,1-11), que Jesús salva de la condena a muerte. Con­ mueve la actitud de Jesús: no oímos palabras de des­ precio, no escuchamos palabras de condena, sino so­ lamente palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (v. 11). Y, her­ manos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tie­ ne con cada uno de nosotros? Ésa es su misericordia.

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Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos

¿desea confesarse?» Sí, me dijo. «Pero si usted no tie­

comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si

ne pecados...» Y ella me respondió: «Todos tenemos

sabemos volver a El con el corazón contrito. «Grande

pecados». Pero, quizás el Señor no la perdona... «El

es la misericordia del Señor», dice el Salmo.

Señor perdona todo», me dijo segura. Pero, ¿cómo lo

En estos días, he podido leer un libro de un carde­

sabe usted, señora? «Si el Señor no perdonara todo, el

nal -el Cardenal Kasper, un gran teólogo, un buen teólogo-, sobre la misericordia. Y ese libro me ha he­

mundo no existiría». Tuve ganas de preguntarle: Dí­ game, señora, ¿ha estudiado usted en la Gregoriana?

cho mucho bien. Pero no creáis que hago publicidad

Porque ésa es la sabiduría que concede el Espíritu

a los libros de mis cardenales. No es eso. Pero me ha

Santo: la sabiduría interior hacia la misericordia de

hecho mucho bien, mucho bien. El Cardenal Kasper decía que al escuchar misericordia, esta palabra cam­

Dios. No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de

bia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia

perdonar. Nunca. «Y, padre, ¿cuál es el problema?»

el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo

El problema es que nosotros nos cansamos, no quere­

menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien

mos, nos cansamos de pedir perdón. El jamás se cansa

esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso

de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de

que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta

pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos canse­

Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros pecados

mos nunca. El es Padre amoroso que siempre perdo­

fueran rojo escarlata, el amor de Dios los volverá

na, que tiene ese corazón misericordioso con todos

blancos como la nieve. Es hermoso, esto de la miseri­

nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser mise­

cordia. Recuerdo que en 1992, apenas siendo Obispo, lle­

ricordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de

gó a Buenos Aires la Virgen de Fátima y se celebró

Dios hecha hombre. Ahora todos juntos recemos el

una gran Misa por los enfermos; Fui a confesar du­

Angelus:

rante esa Misa. Y, casi al final de la Misa, me levanté, porque debía ir a confirmar. Se acercó entonces una

(Oración del Angelus)

señora anciana, humilde, muy humilde, de más de

Saludo cordialmente a todos los peregrinos. Gra­

ochenta años. La miré y le dije: «Abuela -porque así

cias por vuestra acogida y vuestras oraciones. Os pido

llamamos nosotros a las personas ancianas-: Abuela

que recéis por mí. Doy un abrazo nuevamente a los

30

31

fieles de Roma y lo hago extensivo a todos vosotros; y lo hago extensivo a todos los que habéis venido de diversas partes de Italia y del mundo, así como a los que se han unido a nosotros a través de los medios de comunicación. He escogido el nombre del Patrón de Italia, san Francisco de Asís, y esto refuerza mi víncu­ lo espiritual con esta tierra, donde, como sabéis, están los orígenes de mi familia. Pero Jesús nos ha llamado a formar parte de una nueva familia: su Iglesia, en esta familia de Dios, caminando juntos por los caminos del Evangelio. Que el Señor os bendiga, que la Virgen os cuide. No olvidéis esto: el Señor nunca se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Feliz domingo y buen almuerzo.

SANTA MISA IMPOSICIÓN DEL PALIO Y ENTREGA DEL ANILLO DEL PESCADOR EN EL SOLEMNE INICIO DEL MINISTERIO PETRINO DEL OBISPO DE ROMA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO Plaza de San Pedro Martes 19 de marzo de 2013 Solemnidad de San José

Queridos hermanos y hermanas

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio Petrino en la solem­ nidad de san José, esposo de la Virgen María y patro­ no de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la ora­ ción, llena de afecto y gratitud. Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y reli­ giosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su pre­ sencia a los representantes de las otras Iglesias y Co­ munidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de 33 32

Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países

te a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyec­

del mundo y al Cuerpo Diplomático.

't

to, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a

Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo

David, como hemos escuchado en la primera Lectura:

que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su

Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios

mujer» (Mi 1,24). En estas palabras se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser cusios, custo­

mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas

dio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una

marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» por­

custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha seña­ lado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amoro­

que sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su volun­

samente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su

personas que se le han confiado, sabe cómo leer con

cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es

rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él,

figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Gustos, 1). ¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción,

queridos amigos, vemos cómo se responde a la llama­ da de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero

con humildad, en silencio, pero con una presencia

vemos también cuál es el centro de la vocación cristia­

constante y una fidelidad total, aun cuando no com­ prende. Desde su matrimonio con María hasta el epi­

na: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, para salvaguardar la creación.

sodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce

Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a

años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos

nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corres­

serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a

ponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belle­

Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozo­

za de la creación, como se nos dice en el libro del

sas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Tem­

Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por

plo; y después en la vida cotidiana en la casa de Naza-

el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente,

ret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.

el preocuparse por todos, por cada uno, con amor,

tad, y precisamente por eso es más sensible aún a las realismo los acontecimientos, está atento a lo que le

¿Cómo vive José su vocación como custodio de

especialmente por los niños, los ancianos, quienes

María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constan­

son más frágiles y que a menudo se quedan en la pe­

34 j.

.

riferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del

nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es

otro en la familia: los cónyuges se guardan recíproca­ mente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y

de donde salen las intenciones buenas y malas: las que

con el tiempo, también los hijos se convertirán en

miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura. Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el

cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la

construyen y las que destruyen. No debemos tener

confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo,

preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José apare­

todo está confiado a la custodia del hombre, y es una

ce como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero

responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custo­ dios de los dones de Dios.

en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario:

Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad,

denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención,

cuando no nos preocupamos por la creación y por los

de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor.

hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las

No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura. Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el ini­

épocas de la historia existen «Herodes» que traman

cio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor

planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.

de Pedro, que comporta también un poder. Cierta­ mente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de

Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan

qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pe­

puestos de responsabilidad en el ámbito económico,

dro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta

político o social, a todos los hombres y mujeres de

mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos

buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardia­

que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más

nes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el cami­

en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz;

no de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar»,

debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para

también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Re­ cordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian

custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más

la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre

pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Ma­

36

%

37

teo describe en el juicio final sobre la caridad: al ham­

ENCUENTRO CON LOS REPRESENTANTES

briento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfer­

DE LAS IGLESIAS Y COMUNIDADES

mo, al encarcelado (cf. Mí 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.

ECLESIALES, Y DE LAS DIVERSAS

En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra

RELIGIONES

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza,

Sala Ciernen tina

contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cú­

Miércoles, 20 de marzo de 2013

mulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperan­ za y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada

Queridos hermanos y hermanas:

de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en Ante todo, agradezco de corazón lo que me ha di­

medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperan­ za. Y, para el creyente, para nosotros los cristianos,

cho mi Hermano Andrés [n. de la r. El Patriarca Ecu­

como Abraham, como san José, la esperanza que lle­

ménico Bartolomeo I]. Gracias. Muchas gracias. Me causa una especial alegría encontrarme hoy

vamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abier­ to en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.

con vosotros, Delegados de las Iglesias ortodoxas, las

Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la

Iglesias ortodoxas orientales y las Comunidades ecle-

creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un

siales de Occidente. Agradezco que hayáis querido

servicio que el Obispo de Roma está llamado a des­

mienzo de mi ministerio como Obispo de Roma y Su­

empeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos

cesor de Pedro. Ayer por la mañana, durante la misa, he reconoci­

con amor lo que Dios nos ha dado.

do espírítualmente presentes a través de vosotros a las

participar en la celebración que ha marcado el co­

Imploro la intercesión de la Virgen María, de san

comunidades que representáis. En esta manifestación

José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san

de fe me ha parecido vivir de manera aún más apre­

Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi mi­

miante la oración por la unidad de todos los creyentes

nisterio, y a todos vosotros os digo: Rezad por mí. Amén.

en Cristo, y ver en ella prefigurada de algún modo esa

38

plena realización, que depende del designio de Dio* y de nuestra cooperación leal. *t

Sí, queridos hermanos y hermanas en Cristo, sintá­ monos todos íntimamente unidos a la oración de

Comienzo mi ministerio apostólico durante este año que mi venerado predecesor, Benedicto XVI, con

nuestro Salvador en la Ultima Cena, a su invocación:

intuición verdaderamente inspirada, ha proclamado

vivamos plenamente esa fe que hemos recibido como

para la Iglesia católica Año de la Fe. Con esta iniciati­

un don el día de nuestro bautismo, y que demos de ✓ ella un testimonio libre, alegre y valiente. Este será

va, que deseo continuar, y que espero que impulse el camino de fe de todos, quería conmemorar el 50 ani­ versario del inicio del Concilio Vaticano II, propo­ niendo una especie de peregrinación a lo que es esen­ cial para todo cristiano: la relación personal y

Ut unurn sint. Pidamos al Padre misericordioso que

nuestro mejor servicio a la causa de la unidad entre los cristianos, un servicio de esperanza para un mun­ do todavía marcado por divisiones, contrastes y riva­ lidades. Cuanto más fieles seamos a su voluntad en

transformadora con Jesucristo, Hijo de Dios, muerto

pensamientos, palabras y obras, más caminaremos

y resucitado por nuestra salvación. En el corazón del mensaje conciliar reside precisamente el deseo de

real y substancialmente hacia la unidad. Por mi parte, deseo asegurar, siguiendo la línea de

proclamar este tesoro perennemente válido de la fe a los hombres de nuestro tiempo.

mis predecesores, la firme voluntad de proseguir el

Junto con vosotros, no puedo olvidar lo que aquel

camino del diálogo ecuménico y, ya desde ahora, agradezco al Consejo Pontificio para la Promoción de

Concilio ha significado para el camino ecuménico.

la Unidad de los Cristianos la ayuda que continuará

Deseo recordar las palabras que el Beato Juan XXIII,

ofreciendo en mi nombre para esta nobilísima causa. Os pido, queridos hermanos y hermanas, que llevéis

del que en breve recordaremos el 50 aniversario de su muerte, pronunció en el memorable discurso de inau­ guración: «La Iglesia católica considera deber suyo el

mi cordial saludo, junto con la seguridad de mi re­

esforzarse diligentemente en realizar el gran misterio de la unidad por la que Jesucristo, poco antes de su

cristianas que representáis, y os pido a vosotros la ca­

sacrificio, oró ardientemente al Padre celestial. Ella

que sea un pastor según el corazón de Cristo.

goza de esta apacible paz, porque se siente íntima­ mente unida a esta oración de Cristo» (AAS 54 [1962], 793). Así, el Papa Juan.

40

cuerdo ante el Señor, a las Iglesias y Comunidades ridad de una plegaria especial por mi persona, para Y ahora me dirijo a vosotros, distinguidos repre­ sentantes del pueblo judío, al que nos une un vínculo espiritual muy especial, pues, como dice el Concilio

41

Vaticano II, «la Iglesia de Cristo reconoce que, con­

amar y custodiar. Y podemos hacer mucho por el bien

forme al misterio salvífico de Dios, los comienzos de

de quien es más pobre, débil o sufre, para fomentar la justicia, promover la reconciliación y construir la paz.

su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriar­ Aetate, 4). Agradezco vuestra presencia y confío en

Pero, sobre todo, debemos mantener viva en el mundo la sed de lo absoluto, sin permitir que prevalezca una

que, con la ayuda del Altísimo, podamos proseguir

visión de la persona humana unidimensional, según la

con provecho ese diálogo fraterno que deseaba el Concilio (cf. ibíd), y que efectivamente se ha llevado

cual el hombre se reduce a aquello que produce y a aquello que consume. Esta es una de las insidias más

a cabo, dando no pocos frutos, especialmente a lo lar­

peligrosas para nuestro tiempo. Sabemos cuánta violencia ha causado en la historia

cas, en Moisés y en los profetas» (Declaración Nosira

go de las últimas décadas. También saludo y agradezco cordialmente a todos

reciente el intento de eliminar a Dios y lo divino del

vosotros, queridos amigos pertenecientes a otras tra­

horizonte de la humanidad, y nos damos cuenta del

diciones religiosas; en primer lugar a los musulmanes,

valor que tiene el dar testimonio en nuestras socieda­ des de la originaria apertura a la trascendencia, ínsita

que adoran al Dios único, viviente y misericordioso, y lo invocan en la plegaria, y a todos vosotros. Aprecio mucho vuestra presencia: en ella veo un signo tangi­

en el corazón humano. En esto, sentimos cercanos

ble de la voluntad de incrementar el respeto mutuo y

reconocerse en ninguna tradición religiosa, se sienten

la cooperación para el bien común de la humanidad.

sin embargo en búsqueda de la verdad, la bondad y la

también a todos esos hombres y mujeres que, aun sin

La Iglesia católica es consciente de la importancia

belleza, esta verdad, bondad y belleza de Dios, y que

que tiene la promoción de la amistad y el respeto entre

son nuestros valiosos aliados en el compromiso de de­

hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas

fender la dignidad del hombre, de construir una con­

-esto, lo quiero repetir: promoción de la amistad y del

vivencia pacífica entre los pueblos y de salvaguardar

respeto entre hombres y mujeres de diversas tradicio­

cuidadosamente la creación.

nes religiosas-, lo atestigua también el trabajo valioso que desarrolla el Consejo Pontificio para el Diálogo

Queridos amigos, gracias de nuevo por vuestra presencia. Un cordial y fraterno saludo a todos.

Interreligioso. También es consciente de la responsa­ bilidad que todos tenemos respecto a este mundo nuestro, respecto a toda la creación, a la que debemos

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43

AUDIENCIA AL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE

i

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO Sala Regia Viernes, 22 de marzo de 201 i

Excelencias, Señoras y señores: Agradezco sinceramente a vuestro decano, el Em­ bajador Jean-Claude Michel, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, y os acojo con gozo en este intercambio de saludos, simple pero in­ tenso al mismo tiempo, que quiere ser idealmente el abrazo del Papa al mundo. En efecto, por vuestro me­ dio encuentro a vuestros pueblos, y así puedo en cier­ to modo llegar a cada uno de vuestros conciudadanos, con todas sus alegrías, sus dramas, sus esperanzas, sus deseos. Vuestra numerosa presencia es también un signo de que las relaciones que vuestros países mantienen con la Santa Sede son beneficiosas, son verdadera­ mente una ocasión de bien para la humanidad. Efec­ tivamente, esto es precisamente lo que preocupa a la Santa Sede: el bien de todo hombre en esta tierra. Y precisamente con esta idea comienza el Obispo de

45

Roma su ministerio, sabiendo que puede contar con

Países considerados más ricos. Es lo que mí Predece­

la amistad y el afecto de los Países que representáis, y

sor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama

con la certeza de que compartís este propósito. Al

la «dictadura del relativismo», que deja a cada uno

mismo tiempo, espero que sea también la ocasión para emprender un camino con los pocos Países que

como medida de sí mismo y pone en peligro la convi­

todavía no tienen relaciones diplomáticas con la Santa

vencia entre los hombres. Llego así a una segunda ra­

Sede, algunos de los cuales -se lo agradezco de cora­

zón de mi nombre. Francisco de Asís nos dice: Esfor­ zaos en construir la paz. Pero no hay verdadera paz

zón- han querido estar presentes en la Misa por el

sin verdad. No puede haber verdadera paz si cada

inicio de mi ministerio, o enviado mensajes como ges­

uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede re­

to de cercanía. Como sabéis, son varios los motivos por los que

clamar siempre y sólo su propio derecho, sin preocu­

elegí mi nombre pensando en Francisco de Asís, una

dos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna a todo ser humano en esta tierra.

personalidad que es bien conocida más allá de los con­ fines de Italia y de Europa, y también entre quienes no profesan la fe católica. Uno de los primeros es el amor

parse al mismo tiempo del bien de los demás, de to­

Uno de los títulos del Obispo de Roma es «Pontí­ fice», es decir, el que construye puentes, con Dios y

que Francisco tenía por los pobres. ¡Cuántos pobres hay todavía en el mundo! Y ¡cuánto sufrimiento afron­

entre los hombres. Quisiera precisamente que el diá­

tan estas personas! Según el ejemplo de Francisco de

todos los hombres, de modo que cada uno pueda en­

Asís, la Iglesia ha tratado siempre de cuidar, proteger

contrar en el otro no un enemigo, no un contendien­

en todos los rincones de la Tierra a los que sufren por

te, sino un hermano para acogerlo y abrazarlo. Ade­

la indigencia, y creo que en muchos de vuestros Países

más, mis propios orígenes me impulsan a trabajar

podéis constatar la generosa obra de aquellos cristia­ nos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los

para construir puentes. En efecto, como sabéis, mi familia es de origen italiano; y por eso está siempre

huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los

vivo en mí este diálogo entre lugares y culturas distan­

marginados, y que, de este modo, trabajan para cons­

tes entre sí, entre un extremo del mundo y el otro, hoy

truir una sociedad más humana y más justa.

cada vez más cercanos, interdependientes, necesita­ dos de encontrarse y de crear ámbitos reales de autén­ tica fraternidad.

Pero hay otra pobreza. Es la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta gravemente también a los

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logo entre nosotros ayude a construir puentes entre

47

En esta tarea es fundamental también el papel de

junto con la Secretaría de Estado, para edificar la paz

la religión. En efecto, no se pueden construir puentes

y construir puentes de amistad y hermandad. Por

entre los hombres olvidándose de Dios. Pero también

vuestro medio, quisiera reiterar mi agradecimiento a

es cierto lo contrario: no se pueden vivir auténticas

vuestros Gobiernos por su participación en las cele­

relaciones con Dios ignorando a los demás. Por eso,

braciones con motivo de mi elección, con la esperan­

es importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo que en primer lugar con el Islam, y he

za de un trabajo común fructífero. Que el Señor To­ dopoderoso colme de sus dones a cada uno vosotros,

apreciado mucho la presencia, durante la Misa de ini­

a vuestras familias y a los Pueblos que representáis.

cio de mi ministerio, de tantas autoridades civiles y

Muchas gracias.

religiosas del mundo islámico. Y también es impor­ tante intensificar la relación con los no creyentes, para que nunca prevalezcan las diferencias que separan y laceran, sino que, no obstante la diversidad, predomi­ ne el deseo de construir lazos verdaderos de amistad entre todos los pueblos.

f-

La lucha contra la pobreza, tanto material como es­ piritual; edificar la paz y construir puentes. Son como los puntos de referencia de un camino al cual quisiera invitar a participar a cada uno de los Países que repre­ sentáis. Pero, si no aprendemos a amar cada vez más a nuestra Tierra, es un camino difícil. También en este punto me ayuda pensar en el nombre de Francisco, que enseña un profundo respeto por toda la creación, la salvaguardia de nuestro medio ambiente, que dema­ siadas veces no lo usamos para el bien, sino que lo ex­ plotamos ávidamente, perjudicándonos unos a otros. Queridos Embajadores, Señoras y Señores, gra­ cias de nuevo por todo el trabajo que desarrolláis, 49