Obras completas

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JAN 1 8

R¡"CITTO«

2012

THEOLOOlCAL SEMÍNAWY

PQ6639 .N3 1958 v.9 Unamuno, Miguel de, 1864-1936. Obras completas. Novela, II y Monodia logos

UNAMUNO OBRAS COMPLETAS

MIGUEL DE UNAMUNO

OBRAS

COMPLETAS Tomo JX NOVELA,

II

Y MONODIALOGOS

tlBRARY OF PRIS^CcTON

JAN 1 8

2012

THE0L001CAL SEMÍNARY

AFRODISIO AGUADO, EDITORES LIBREROS

S.

A.

Todos los textos incluidos en este volumen, titulado "Novela, ii y Monodiálogos", se publican EN segunda edición Y FORMAN EL TOMO IX DEf LA NUEVA Colección de "Obras Completas de don Miguel de Unaml^no", dirigida por don Manuel García Blanco, catedrático de la Universidad de Salamanca. Tanto éste, como el editor y los herederos de Unamuno garantizan la integridad de LOS QUE aquí se REPRODUCEN.

Prólogo, edición y notas de

Manuel García Blanco

reservados todos los OEIUXIIOS

Pepósito legal: M. 298



1958.

Printed in Spain

Impreso en España edita

VERGARA,

S. A.,

DE BARCELONA

por concesión especial de Afrodisio Aguado,

@

by Afrodisio Aguado,

S.

S.

A.

A. Madrid. España.

PROLOGO

"Si quieres crear, lector, por el arte, personas, agonistas trágicos, cómicos o novelescos no acumules detalles, no te dediques a observar exterioridades de los que contigo conviven, sino trátalos, excítalos si puedes, quiérelos sobre todo y espera saquen a la luz y desa que un día —acaso nunca nuda el airaa de su alma, el que quieren ser, en



,



un grito, en un acto, en una frase, y entonces toma ese momento, mételo en ti y deja que como un germen se te desarrolle en el personaje de verdad, en el que es de veras real. de aquí, del choque de esos hombres reales, unos con otros, surgen la tragedia y la comedia y la novela y la nivola. Pero la realidad es la intima. La realidad no la constituyen las bambalinas, ni las decoraciones, ni el traje, ni el paisaje, ni

Y

el

mobiliario,

ni

las

acotaciones,

(Unamuno. Del prólogo

ni..."

Tres novelas ejem-

a

plares.)

"No

soy hombre de monólogos; no sé hablar, y no sé pensar, pues ya te digo que mi pensamiento es verbal; no sé hablar si no veo unos por

lo tanto

ojos que ritu

que

me miran y no me atiende."

(Unamuno.

Se incluyen en

este

"Desde

la

soledad",



espí-

1904.)

volumen nuevas muestras

mundo novelesco unamuniano, que en



un

siento tras ellos

del

otro de los a/n-

teriores el II iniciamos con Paz en la guerra, 1897. e interrumpimos con Abel Sánchez, 1917. Veinte años de fecundo novelar que en los cuatro que

siguen se adensa con algunos títulos

menos

representativos.

Aunque

las

más y no fechas

de los en que

PROLOGO

in

vieron la luz sea preciso hacerlas retroceder para alguno de ellos, según se detalla más adelante. Por eso, y para darles cabida en un lugar adecuado, liemos hecho preceder a los libros conocidos de nuestro autor una serie de relatos novelescos breves, de los que él mismo nos brindó una muestra en el titulado El espejo de la muerte. Detengámonos en ellos algunos momentos.

Los RELATOS NOVELESCOS.

Cuando en 1950 reuní en volmnen una treintena de en el tomo II de la colección De esto y de

ellos,

tomo V de la anterior edición de Obras Completas, me permití llamar la atención hacia esta olvidada porción del quehacer novelesco de don Miguel. Parcela que hoy se acrece con las adiciones que en el índice señalamos al lector. El más remoto de dichos relatos es de 1882, lleva por título "Ver con los ojos'\ y vió la luz en El Noticiero Bilbaíno, firmado con el expresivo seudónimo de "Yo mismo". El líltimo de esta serie apareció en el semanario argentino Caras y Caretas, en 1923, 3' es el titulado "Una tragedia". aquello, ineorporados luego al

No me

es posible detenerme en el análisis de todo

novelesco, ni establecer la necesaria y obligada relación, que mt día habrá que trazar, con el resto de la producción unamuniana de este tipo. Pero sí me creo obligado a destacar ciertas observaciones sobre algunos de los escritos ahora- reunidos. "Nerón tiple o el calvario de un ingles", fechado^ en 1890, es una primera redacción del titulado "¿Por qué ser así?", ampliada ocho años después en lats coe.ste

co/udal

lumnas de Madrid Cómico, y definitivamente incorporado al volumen El espejo de la muerte, en 1913. En cambio, el titulado "La venda" fué planeado como obra dramática, según nos descubre el siguiente pa-

,

U

K

f

o

L

o

(j

saje de una carta de don Miguel a su

11

amigo Jimé-

nez Ilundain:

"Y La

ya

me

tiene usted haciendo otro

principal escena es

cuando

:

La

ciega.

ciega de nacimiento, que conocía la ciudad toda y con su bastón la recorría toda yendo sola, a los dos días de curada sabe que está muriéndose su padre. Se lanza a la calle pero no conoce el camino, porla

;

que

estorba la visión, y tiene que vendarse los ojos y coger un palo para poder ir derecha a la casa paterna. Su mundo es el de las tinieblas, en él ve y en él vive.» (Carta de 16-VIII-1899.) le

)

en resumen, el contenido de dicho relato novelesco, publicado pocos meses más tarde en Los Lunes de "El Imparcial", y convertido en drama vió la luz en 1913, junto con la farsa La princesa doña: Lambra, en una colección denominada El Libro Popular. En el prólogo que redacté para el Teatro comenMadrid, Aguilar, 1959 pleto de don Miguel contrará el lector amplias consideraciones sobre todo Este

es,





ello.

Igualmente están relacionados con el teatro ummnniano otros relatos novelescos agrupados en este volumen, pero con la diferencia de que la versión dramática no llegó a prosperar y del tema sólo nos queda la traza novelada. Es el caso, por ejemplo, de los que llevan por título ^'El maestro de C arrasque da" "En manos de la cocinera", "Los hijos espirituales" y "Gárcia, mártir de la ortografía fonética". El primero de ellos iba a titidarse "El maestro de escuela" y el último no llegó a tener título. A todo ello me he referido en el prólogo citado al volumen de Teatro completo, reproduciendo los guiones o bocetos de estas dramatisaciones. Mención aparte en esta misma dualidad formal me-

. .

PROLOGO

12

rece el cuento íittiJado "El que se enterró", cu el qud mi amigo y compañero Luis S. Granjel, y luego Armando Zuhisarreta. han visto vn posible germen del

drama El

otro.

En

otroí occisiones no es difícil descubrir ciertas semejanzas temáticas entre distintos relatos novelescos. Una de ellas se contiene en el que lleva por título el

"Don Martín o de la gloria", que las guarda con que, incluido en el volumen El espejo de la muerte.

se titula allí

"Una

visita al viejo poeta".

Y

otra

nos aparece entre "La redención del suicidio", que es de 1901, y "El hacha mística", quince años posterior. Y en "Artemio, lieautontimaróumenos", aunque posterior a la novela Abel Sánchez, publicada en 1917 vuelve a abordar el tema de la envidia, que el autor promete ampliar, considerada ahora en el héroe del cuento, que es un autoenvidioso.

Temas por

los

que don Miguel sintió una innegable

atracción, tienen albergue en algunos de estos relatos novelescos, y aunque estamos seguros de que a sus lectores les será fácil identificarlos o percibir sus resonancias, vayan algunas observaciones sueltas, me-

En

el titulado "Don Catalino. burla de la Ciencia, escrita con mayúscula, que trae a nuestra memoria el clima de la novela Amor y pedagogía lo mismo que el coprotagonista de "Don Bernardina y doña Etelvina". nos recuerda al don Avito Carrascal, y el matrimonio de ambos personajes el de don Fulgencio, de la misma novela. Incluso en "Batracófilos y batracófobos" aunque la división en bandos de sus personajes aparezca influida por la contienda europea de 1914-1918. que tuvo su repercusión en la vida española de entonces, suscita el recuerdo de otra polémica más tras-

ramente orientadorois.

hombre sabio", hay

tina

;

cendente : la de los poetas y los científicos. Y aquí de nuevo se hace inevitable considerar el clima de Amor y pedagogía, o cuyo don Fulgencio no deja de

PROLOGO parecerse

el

hombre Apurando

co,

13

héroe del cuento '^Don Silvestre Carrasefectivo".

las resonancias, "Robleda, el actor", con su temor a ser aplaudido, con su aversión, que bordeen a veces el odio, por el teatro, huye de su realidad íntima y humana, o si se quiere la encubre, sepultándose en los persona jes de las obras que representa. De todos estos relatos novelescos son muy pocos aquellos de los que podemos ofrecer noticias, suministradas por el propio don Miguel. Al caso de "La[ venda", al que anteriormente nos hemos referido, aña-

diremos esta parva información que encontramos en una carta dirigida a su amigo el escritor catalán Pedro Corominas, a quien el 17 de mayo de 1900 le dice: "Trabajo en otra novela corta, nouvelle y no román", "Abuelo y nieto". Lo mismo ocurre con una de las novedades de este volumen que el lector tiene en sus manos: el cuento para niños "El derecho del primer ocupante" corresponde a una preocupación unamuniana de la que se descubren bastantes ecos en su correspondencia con el poeta catalán Eduardo Marquina la de escribir relatos acomodados a mentalidades infantiles. He aquí el pasaje de una de dichas cartas: :

"Cierto es que hace años deseo hacer algo para niños, y así lo dije en mi discurso de Orense. [Lo encontrará el lector en el tomo VII de estas Obras Completas.] Tengo hechas, y publicadas, dos cosillas, un cuento —que le remitiré "Las aventuras de Susín" y lo que no publicó la revista comercial de ésa, Mercurio. [Se refiere justamente a este relato que ahora sacamos del olvido.] La cosa no es fácil. Hay que valerse de un vocabulario restringido y preciso, excluyendo términos abstractos, y de una sintaxis algo monótona, de coordinación y no de subordinación.

14

li

O

L

O

G

O

al modo de la homérica y la bíblica. Siempre me ha chocado cuánto desconocen el lenguaje infantil los que escriben libros para niños. Esto lo intentaré en seguida." (Carta de ll-VI-1904.)

Tales revelaciones son necesarias para la lectura de "El derecho del primer ocupante". Y éstas son las noticias directas de este quehacer ttnamuniano del relato novelesco breve, que como se habrá apreciado no son muy abundantes. En cambio, menudean, y algunas reprodujimos en el tomo II de estas Obras Completas, las alusiones a tareas en prolia conservado el tíun boceto del tema. Es el caso de una caria de Unamuno a sii bvtimo amigo y paisano Juan Arzadun, al qiie en 1890 le hace saber esto:

yecto, de las que apenas se nos tulo o

"Te prometí un cuento, pero aún no le he dado Tengo tres en tela; aquél, otro y un tercero

fin.

para niños. El uno te expuse de prisa el otro es uno que se casa, creyéndose muy enamorado, con una mujer hermosí.^ima a los ojos de todos; la ;

pasea en triunfo, la goza en delirio, y se extasía contemplando todas sus perfecciones (no falta ni una de las que pide el canon tradicional). Pero sucede que el cariño hacia su mujer se enfría, y se apaga, y se enamora perdidamente de la criada, una mocosuela con carucha de mico, feúcha a los ojos de los demás, que dicen de ella "Es fea pero tiene un no sé qué que atrae" y al cabo se separa de la mujer y va a vivir con la criada, con la que vive toda su vida. acaba con un diálogo entre el héroe y un amigo suyo en que vierto mi estética, mi inquina contra el ideal prescrito, contra la mujer descrita en libros contra toda esa broza necia y estúpida de la boca fina y pequeña, la nariz recta, el cuello :

;

Y

;

PROLOGO

15

etc. Contra toda esa precepha hecho tener por hermosas a esperpentos hueros y fofos como estas afamadas

mórbido,

etc.,

etc.,

tiva imbécil que

hermanas Castejón, rostros muertos, estupidez burguesa."

llenos

de

(Carta de 18-VII-1890.)

de los que más informó Una^ de una novela titulada En el campo, al que en 1900 se refiere en sus cartas at uruguayo Rodó, al catalán Pedro Coraminas, a Bernardo G. de Candamo y a Carlos G. Amésaga, sin dejarnos transparentar nada de su contenido. Y en la misma carta a Candamo se refiere a otro proyecto de novela que se titularía Villafranca, a la que añade "historia de un municipio, emeste eshozo temático pezando desde que no había más que selva bravia; el persomje será la villa misma" No es improbable que el escenario, aunque bien conocida es la repugnancia unamuniana por las localizaciones topográficas, se lo brindase la villa salmantina de Ledesma, frecuentemente entonces visitada por nuestro autor. Pocos años después, en 1903, reseñando en la rev^ista Tnadrilena La Lectura el libro Nuestra América, del escritor argentino Carlos Octavio Bunge, se lee esto que sigue:

Uno de los proyectos muño a sus amigos es

el

:

.

"Merece leerse, por su exactitud y por la perspicacia que en el autor denota, lo que nos dice éste en la división XVIII acerca de que la arrogancia es el orgullo de la pereza, y de cómo el arrogante es de ordinario un pobre diablo que finge superioridad para defenderse asi de sus enemigos, simulando órganos defensivos de que carece, "hinchándose como si erizase púas, abriendo sus desdentadas mandíbulas como si poseyese venenosos colmillos". este respecto recuerdo un cuento, titulado Don Lucas, Moloch liorridus, que tengo hace tiempo escrito, y que versa sobre

A

PROLOGO

16

mismo fenómeno de quien finge una superioridad en que no cree para defenderse así de los que le tienen por majadero." (Véase el texto completo de esta reseña en el tomo VIII de esel

tas

Obras Completas.)

A un relato sin título se refiere el propio Unaniuno en un escrito volandero de carácter autobiográfico, el titulado "Pepachu", que es de 1915, del que reproduje el pasaje que hace a nuestro objeto en el prólogo al tomo II de estas Obras Completas. Dicho' relato remontaría, según allí se lee, a 1890. Y en el mismo lugar reproduje un extenso fragmento de la carta que don Miguel le dirigió al poeta andaluz Juan Ramón Jiménez, en el otoño de 1916, en la que, accediendo a una invitación que aquél le hacía para que colaborase en Revista española, le habla de una novela corta o cuento largo que por entonces planeó, de la que le da el título La gran celestina o La^ celestina de piedra, anticipándole un esbozo de su contenido. Como ambos textos los tiene el lector a mano, me considero relevado de insertarlos de nuevo ahora. De todos estos proyectos unamunianos y alguno más pudiera añadirse a esta relación, el único que ha sido analizado a fondo, aun siéndonos desconocida la traza original, es el de una novela, coetánea de Paz en la guerra, indudablemente autobiográficct, para lo que barajó todos estos títulos: Nueco Mundo y El reino del hombre. Conocemos tainbién el nombre del protagonista : Eugenio Rodero, apellido que don Miguel utilizaría años más tarde para su drama El pasado que vuelve, en el que intervienen hasta cuatro generaciones alternantes de esta fami,

lia

(1).

1 Véase el estudio de Armando Zubizarreta "Desconocida novela de Unarauno: Nuevo Mundo", incluido en el libro Tras las huellas de Unamuno, Madrid, Taurus, 196Ü, págs. 47-109.

PROLOGO

17

Volviendo al acervo novelesco reunido cu este volumen, no quisiera omitir algo referente al relato titulado "Las peregrinaciones de Tiirismundo" Cuando reuní por vez primera estas muestras del quehacer de don Miguel, utilicé el texto dado a conocer en Los Lunes de "El Imparcial", de Madrid, correspondiente a los primeros días del año 1921, y respeté eh subtitulo o ladillo que seguía al título, que era el dé "La ciudad de Espeja". Una circunstancia fortuita .

ha puesto en mis manos

el

autógrafo de un III ca-

pítulo o parte de dichas peregrinaciones, el que bajo

original de "Tumicoba, gupimboda y fafiloincluimos en el lugar pertinente de este volumen. Debo dicho autógrafo, y por ello me complazco en darle públicamente las gracias, a mi buen amigo el doctor Arnaldo Bascone, agregado cultural de la Embajada de Italia en Madrid y director del Instituto Italiano de Cultura en dicha capital, a quien se lo envió la viuda del hispanista Ettore de Zuani. Lo primero que traté de puntualizar es si dicho relato, incluso su segunda parte o capítulo habían sido publicados o no en España, pero la colección del diario El Imparcial que he consultado, la de la Hemeroteca Municipal madrileña, no me ha sacado de dudas, si el

título

ria",

bien es verdad que hay lagunas en ella. Acudí entonces al archivo epistolar del propio don Miguel, y allí he encontrado hasta cuatro cartas del propio Zuani, fechadas entre el 17-11-1920 y el l-IX-1921. He aquí las noticias que estas fuentes me han brin-

dado.

Según

primera de ellas, nuestro hispanista itaya por entonces dos novehs de "Las Peregrinaciones de Turismundo", que en esos días han aparecido en II Monle hace saber do", refiriéndose a la revista milanesa de este título. Posteriormente, el 15-XI-1920, le da cuenta del proyecto de la casa editorial "II Pri^naito" de publicar la

liano había traducido





:

f

18

una colección de

o

n las

o

L

,

G

o

mejores novelas antiguas y mo"

dcrms

de todas las literaturas de Europa. "En el volumen de las novelas españolas le puntualiza yo, que tengo el encargo de hacer la selección y Id traducción, he incluido algunas de sus "Peregrinaciones de Turismundo" ya editadas en la revista II Mondo." Las dos cartais restantes aluden a este título y nos concretan dos cosas: que la versión italiana apareció en 1919 o a lo tnús en 1920, y que bajo





,

hay "una serie di novcUe", serie que por que hasta ahora sabemos hay que reducir a tres: las dos que aquí reproducimos y una II, acaso perdida en su versión original. De ella lo iinico que a ciencia cierta conocemos es lo que el propio Unamuno escribe al comienzo de la III parte: "Al poco de haber dejado las ruinas de la Cartuja del rosaí encontráronse Tnrismundo y Quindofa en un páramo desolado y raso." Según esto, tras de "La ciudad de Espeja", título de la I parte, debió haber otra, acaso denominada "La cartuja del rosal", y la III, que ahora se da a conocer utilizando el autógrafo indicado. Tampoco nos aclara más la reseña que el propio Zuani dedicó a la versión italiana de algunos cuentos y novelas cortas de El espejo de la muerte, titulada "Per ché esser cosi?" Tan sólo este juicio sobre las "Peregrinaciones" este titulo

lo

"...

le

quali,

piü che novelle, parvero ai critici

delle bizarre divagazione filosofiche contenuti nei limiti di brevi

racconti fantastici. Paesaggi uni-

formi, intristiti da melanconici sfondi di conventi e di cimiteri, pianure aconfinate dentro le quali gli uomini si muovevano come figure di sogno

dialoghi che si svolgevano in un mondo irrealc attraverso labirinti di paradossi e d'immagini stravaganti fino a demostrare le piíi assurde proe, da posizioni contro ogni lógica tradizionale ;

;

:

H

O

li

L

U

O

O

19

per tutto, un desiderio inquieto c un'ansia tordi semprc nuove avventure spirituali, che toglievano ogni determinatezza ai personaggi, i quali a poco a poco perdevano loro caratteri umani per divenire fantastici viandanti di paesi

mentosa

i

ultraterreni."

Y más

adelante, este pasaje parece referirse a esa

II parte que no

conocemos

"Nelle Peregrinazioni di Turismundo, che abbiamo giá ricordato, si racconta, per esempio, di un moñaco certosino che, tuto preso nell'esaltazione del suo morboso misticismo, sentiva la morte sempre in aguato e non osava neppure pregare, perché nella stessa orazione alia

Madonna

tuo ventre" gli davano brividi di strana sofferenza." ("Miguel de Unamuno novelliere", en // Tempo, sin le

parole

"benedetto

il

frutto

del

fecha.)

En cuanto a la primera parte, la titulada "La ciudad de Espeja''' , quizá no esté de más recordar cierta semejanza que existe con otro relato de los aquí y ahora reunidos: el que lleva por título "Mccanópolis", dedicado a expresar el odio por las viáquinas y el progreso, cuyo escenario es también el de una ciudad solitaria y mecanizada hasta límites inhumanos. Como apéndice a estos relatos novelescos, y es una de las novedades de este volumen, incluímos hasta nueve cuentos, tal vez inéditos, y que proceden de un cuaderno con tapas de hule negro, de los que solía emplear don Miguel, trascritos de su mano en el mismo orden que los reproducimos, y cuya fecha no nos ha sido posible determinar. Solamente, y teniendo en cuenta que el último allí albergado es el que se titula "Las tribulaciones de Susín", apare-

PROLOGO

20

cido en El Nervión, de Bilbao, en 1892, y reproducido luego en El Nacional, de Madrid, en 1896, tal vez sea l-a primera de dichas fechas la que mejor con-

venga a este conjunto, aunque los trazos de no pocos d^ ellos permitan asignarle una anterior, la de los primeros escarceos unamunianos en este campo de la novelística abreviada. Lo que desde luego debemos consignar es que careada la versión autógrafa de este relato, con la que figura en El espejo de la muerte, tiene aquélla todas las apariencias de una primera redacción en este relato.

Una novela convertida en

drama.

Nos

referimos a la titulada Tulio Montalbán y JuMacado, que, formando parte de la colección La Novela Corta, vió la luz en Madrid a fines de 1920, y que su propio autor convirtió, andando el tiempo, en un drama en cuatro actos, con el mismo título hacia 1926 título que fué sustituido por el de Sombras de sueño, al ser estrenado, cuatro años después. Por esta dramatización de una novela anterior suya, creí conveniente reproducir ésta, pues no lo lio





,

había sido desde

la

fecha de su aparición, en

el

vo-

lumen de Teatro Completo, Madrid, Aguilar, 1959, redacté

al

he referido. Y del prólogo que para él entonces, proceden las noticias que ahora

que antes

me

puedo ofrecer. "El ambiente es

lo primordial en esta obra declaraba el autor a José Forns en HenEste drama es la escenificación daya en 1928 de un cuento que escribí hace ocho o diez años. Entonces surgió de las cosas que me contara



le



.

un muchacho canario, muy

inteligente,

quien,

por cierto, murió electrocutado al golpear, con un vicio nervioso en él habitual, un poste de

o

H

H

o

L

G

o

21

cliicu era de la Gomera; amde esas islas que yo he recorrido luego, palmo a palmo, y dentro de cuyos caserones he comprendido por primera vez en mi vida la verdadera amplitud de la palabra "aislamiento" (1).

un

caiuiiiu.

biente de

Aquel

isla,

Hedías estas declaraciones en 1928, el "yo he recorrido luego" resulta extemporáneo, ya que las dos estancias de

Unamuno en

las Islas

Canarias remon-

a 1909, la primera, y a 1924, la segunda. Y el joven gomero en ellas mencionado es Manuel Macias Casanova, muerto trágicamente en el primero de dichos años, al que don Aíigiiel llamó "el mozo trágico del islote soñando en el reino de lo infinito", y numerosas veces citado en sus escritos de aquellos años; el mismo que reseñó el estreno del drama unámuniano La Esfinge, en el teatro Pérez Galdós, de Las Palmas; el recordado en el prólogo que don Miguel puso al libro de un poeta coetáneo de aquél Rafael Ro^ mero dado a conocer con el seudónimo de "Alonso Quesada" y bajo el títido de El lino de los sueños (2). En cuanto al contenido de esta novela, a cuya dramatización por el propio don Miguel, creo que no fué ajeno el lisonjero éxito logrado por la que Julio dé Hoyos llevó a cabo de la titulada Nada menos que todo un hombre, no son muchas las noticias que podemos ofrecer. No así del drama, que suscitó varias reseñas al tiempo de ser estrenado. Dada la identidad tan



^



,

"Los planes

José Forns:

muno", entrevista que se destinaba

al

fechada diario

a autorizar la censura.

don

He

teatrales de don Miguel de Unaen Hendaya, en setiembre de 1928, Heraldo de Madrid, pero que no llegó visto las galeradas en la biblioteca de

Miguel.

Para las estancias de don Miguel en Canarias, véanse estos dos trabajos: Alfonso Armas Aayala, "Unamuno y Canarias", en los Ctiadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, X, 1960, páginas 66-99, y Sebastián de la Nuez Caballero, "Unamuno eil Fuerteventura", en Anuario de Estudios Atlánticos, Madrid-Las Palmas, 1959, págs. 133-236. '

22

í'

U

R

[)

I.

del tema, elijo de aquéllas la que considero

0

O

más am-

y autorizada, la que el poeta y crítico, Enriqué Díez-Canedo, publicó en las columnas del diario madrileño El Sol. A ella pertenecen estos pasajes: plia

"\

"Elvira vive junto a su padre, hundido en la historia, dedicado a registrar sus rincones, a revolver el polvo de su linaje ella tiene también su alma en la historia, pero en la historia singular y concreta de un hombre contada en un libro: la historia de Tulio Montalbán, el libertador de una pequeña república de América, desaparecido en un combate a orillas del río sagradjD de su patria. En el personaje misterioso arribado a la isla ven al punto Elvira y su padre a Tulio Montalbán (que tal es el nombre de dicho libertador). Pero él a Elvira no se le presenta sino como el matador de éste. es, en reatal es su nombre Julio Macedo lidad, Tulio Montalbán, convertido de héroe, de personaje de la historia, en hombre, en ser de ;





En hombre que, al hallarse otra vez héroe que dejó de ser, vivo en el amor de Elvira de Solórzano, sólo sa]>e morir ante el mar que le abrió el camino de la liberación para traerle de nuevo a combate sin salida. Otra Elvira, la hija del que fué su biógrafo más tarde, en el libro que cautivó el alma de la Solórzano, dió con su amor y su muerte prematura impulso a la vida heroica de Tulio Montalbán, en defensa de las libertades patrias. Si en la hora del triunfo desapareció dándosele por muerto, fué para no convertirse en el tirano que hubiera llegado a ser, porque "allí es así". Y cuando j'a se creía olvidado de todos, hombre a secas, su arribo fortuito a la isla y su

pasión.

con

el

PROLOGO

23

encuentro con otra Elvira, que ama en él, no hombre, sino al héroe, decide su destino".

al



escribí en "Como se ha apreciado comiínmente reaparece en la entraña de esta obra otra ocasión el planteamiento de un problema en torno a la per-



En este de ahora se enfrentan y luchan un hombre de carne y hueso con un ser de ficción,

sonalidad.

pirandelianamente , acaba por vencer éste, mienque aquél, el que pudo y no quiso ser tirano, sucumbe ahora víctima de la tiranía del personaje.''^ Estos son los personajes, "sombras de sueño", como uno de ellos dice y don Miguel en el título definitivode su versión dramática, personajes brotados de esa realidad íntima en la que aquél cifró su mundo novelesco. Y a la parva galería de ellos: Elvira y su padre, más el Tidio-Julio de la historia y de la vida, es preciso añadir otro, tan importante y decisivo que Unamuno le incluyó en el reparto de los que llevaron a las tablas su ficción novelesca. Me refiero a "la mar", camino por el que llega el héroe y cinturóú que rodea a la isla en la que la ficción se desarrolla; ese mismo mar que arrulló al propio don Migiiel en sus meses de proscrito en una isla atlántica, y qué tan presente está también en su libro De Fuerteventura a París, diario poético, en sonetos, de sus soley,

tras

dades.

Las novelas ejemplares y su prólogo. Creo que la primera mención pormenorizada de este nuevo propósito unamuniano es la que se contiene en una carta que le dirige al poeta portugués Tei.veira da Pascoaes, poco después de mediado el mes de junio de 1920. Hela aquí:

"Ahora preparo Cuatro novelas ejemplares.

Una

de las novelas será

el

Prólogo, tragedia

o

R

24

L

G

o

O

Un

concepto (símbolo) es una le sabe hallar voluntad. La elipse quiere tener dos focos. un personaje, cuando no se le halla la voluntad la voluntad de ser o la de no ser no pasa de concepto. El realismo es algo íntimo. No hay realidad más que en el querer. Querer ser o querer no "no querer ser" y "no queser. (Hay también rer no ser". son tres cosas. Como "creer "no creer que hay Dios" que hay Dios" "no creer que no hay Dios"). Yo siento los hay quien conceptos trágica y volitivamente. nos describe personajes que no viven porque no quieren vivir, ni quieren no vivir". (Carta de 19-VI-1920) (1). de

conceptos.

persona cuando se

Y





,

:

Y



:



Y

El pasaje es revelador, y no sólo por lo que tiene bien que con título de enunciación de un propósito sino por fo) distinto al que lia llegado a nosotros , importancia que don Miguel concedió a su prólogo. Es más, los conceptos anticipados a su amigo portugués acababan de pasar, o pasarían a las págiua^^ de éste, cuya fecha es la de publicación del volumen,





1920. _

m¡r

son anteriores, y la única cuya fecha nos consta es la tercera, que es también la más conocida, la titulada Naaa menos que todo un hombre, firmada en Salamanca en abril de 1916, y dada a conocer en la colección La Novela. Corta en el mes de julio del mismo año. Las dos restantes. Dos madres y El marqués de Lumbría, contribuyen con aquélla a forjar esa que el crítico y poeta español Eugenio de Nora ha llamado la "trilogía de la voluntad", sentimiento unánime que mueve

Las

tres novelas en él albergadas

Incluida en el volumen Epistolario ibérico. Cartas de Pose Unamuno, prefacios de Joaquín de Carvalho y Manuel García Blanco, Nova Lisboa (Angola), 1957. 1

coaes

I'

R

o

L

o

G

(I

¿5

a los protagonistas de cada una de estas obras: Raquel, la viuda estéril sedienta de •maternidad que a

toda costa quiere satisfacerla en el hijo; Carolina, reivindicando los derechos a la nobleza de un título y de un linaje para su propio hijo a expensas del de su hermana y de las exigencias sociales, y Alejandró Gómez, cuyo querer ser aquí de la terminología unamnniana le lleva a vencer las trabas que pueda crearle la sociedad a la que tiene acceso por su di-





nero y por su vmtrimonio, desentendiéndose de un pasado misero y oscuro. A los tres años de ser publicada Nada menos que todo un hombre, ctt la edición suelta a que antes nos referimos, recibió su autor una carta de varios lectores suyos en la que le pedían les aclarase si Julia, la belleza oficial de Renada a la que rinde y domina] Alejandro Gómez, el indiano enriquecido, le había guardado fidelidad a éste, a pesar de su coqueteo táctico con el conde de Bordaviella para ganar por celos a su marido. La contestación de don Miguel, que no hemos conocido hasta hace pocos años, me^ rece ser reproducida, al menos en sus extremos esenciales, porque la estimamss básica para una recta comprensión y entendimiento de esta novela. Dice así:

"No presa,

me ha causado sorvez gusto, su carta. Podría yo

debo negarles que

y a

la

ahora contestarles, y sería lo más sencillo, que habiendo muerto los personajes de mi relato Nada menos que todo un hombre, y no teniendo yo ni cartas ni documentos de ellos más que los que me sirvieron para aquella relación, ni nadie que supiese de su vida íntima, no me hallo en situación de poder aclarar la duda. Pero prefiero contestarles en serio y maravillarme de que se discuta si en una ficción, en un relato

F

H

novelesco, pasaron

o las

o

L

G

o

cosas que se callan de

un modo o de otro. Es como si discutieran ustedes si Sancho Panza murió loco o cuerdo, de pulmonía o de cólico, o si don Quijote tuvo o no hermanos que murieran jóvenes. Ni el autor de una ficción, que no es historia, tiene

más autoridad que otro cualquiera para fingir de un modo o de otro lo que no se le ocurrió al

forjar aquélla.

Por mi pensé

parte, al idear aquella

mi novela no

Julia se entregó o no al conde de Bordaviella, ni eso me interesaba. Lo dejé así, en si

suspenso y sin declararlo, por creer que esa omisión le daba más interés como en efecto veo que le da al relato, pues si en la historia verdadera una puerta de misterio o de secreto añade valor en vez de quitárselo, en la ficción novelesca ha de pasar lo mismo. Ni es ello cuestión de cultura ni de profundidad filosófica. Es, a lo sumo, cosa de penetración psicológica que un hombre que ha vivido y observado y conoce a mujeres y hombres puede adivinar, por poca cultura que .tenga y aun siendo analfa-





beto.

Si estuviese yo ahí lo que sí les explicaría es el caso de espíritu que quise revestir en mi

Alejandro Gómez, el plebeyo lleno de cinismo, henchido de confianza propia, locamente enamorado de una mujer, pero, en el fondo, tímido que es orgullo—, y vergonzoso, y por timidez no queriendo confesar, como si de una debilidad se tratase, toda la violencia de su pasión. Como verán, no puedo menos de dejarles en la duda, ya que ella les espolea a bucear en un problema de conocimiento del corazón de la mujer. Sólo he de decirles que crean que por fuerte que sea el corazón del hombre, el de



PROLOGO

27

una mujer lo es más aún, y que la perfidia y engaño es tanto o más del hombre que de

el la

mujer. Sentiría que tuviesen ustedes, y más siendo jóvenes, una pobre idea de] corazón femenino". (Carta a Francisco Bermejo y compañeros, de 8-VII-1919) (1).

A esta carta se refirió el propio don Miguel en uno de sus escritos públicos olvidados, y que en otro volumen de estas Obras Completas encontrará el lector. He aquí el pasaje que ahora nos interesa: "Cuando publiqué, primero en una publicación semanal, mi novela Nada menos que todo un hombre, que

figura ahora en el tomo de Tres novelas ejemplares y un prólogo, recibí, entre otras cartas, una de un grupo de lectores ingenuos, obreros, pero no niños, que me preguntaban si la Julia de mi relato se había o no entregado al conde de Bordaviella. Admiré la ingenuidad de aquellos buenos lectores, pero su carta me produjo una gratísima impresión y no dejó de halagarme en mi amor propio de novelista. No así otra en que se me preguntaba qué es lo que me había propuesto al escribir aquella novela y qué lección moral o social Peste así, social se había de sacar de ella. a punto estuve de contestar de sociología al autor de esta carta que para él no había allí, que no podía haber, lección alguna, y que sería tiempo perdido el dárselas."





!

Y

esto que sigue,

¡

Y

y que se refiere a otra de

las

novelas contenidas en este volumen:

"Más Publicada

Camino, 1954.

en

recientemente, cuando he publicado mi la

revista

V alverdc

en

fiedlas.

Valverde del

PROLOGO :

28

otra novela La tía Tula, no ha faltado botarate que me ha venido con una larga disertación para contambién sociológica o cosa así vencerme de que la Gertrudis de mi relato debió de haberse casado con su cuñado Ramiro apenas éste enviudó. A lo que no pude contestarle sino esto "Resucítele usted a ella y convénzale de ello, porque es a ella, y no a mí, a quien tiene usted que convencerle." ("¡ Un público de niños !", en Caras y Caretas, Buenos Aires, 6-VIII-1921.) :





:

Lo que no

es tan conocido es que esta

famosa no-

vela fué planeada primitivamente por su autor como obra dramática. Un breve texto público que ha solido pasar inadvertido nos lo descubre. Se titula "De) pequeneces literario-mercantiles" y vió la luz en la revista España el 5 de mayo de 1923. Dice así ,

"De unas notas que teníamos para hacer un drama, hicimos luego nuestra novela Nada menos que todo un hombre, y luego nos hemos encontrado con un escritor especialista que nos propuso adaptar ésta para el teatro. Y hasta parece que tenía ya cómico que se la representase, el cual, si le presentáramos nuestra versión dramática de ese argumento, ni siquiera se dignaría examinarla. Como que no le permitiríamos intervenir en ella" !. ¡



Las notas a que don Miguel se refiere son así menos lo creemos las que se conservan entre sus papeles bajo el título Una mujer. Drama. Hay



al

escenas sin terminar correspondientes a actos y del diálogo se deducen ciertas semejanzas con el comienzo de la novela Nada menos que todo un hombre, aunque parece ser que en aquél iba a ser una mujer la heroína: Sofía, que como la Julio

en

ellas

distintos,

:

o

R

L

Ü

G

U

29

de la novela se resiste a un matrimonio de conveniencia con un hombre rico para salvar a su propio padre de la ruina y del deshonor. Hasta en los apuntes para una escena del tercer acto, los términos en que el novio forjado se expresa, la seguridad

con que el rico caballero se manifiesta en cuaifito al logro del amor de quien se le entrega sin ser dueña de su voluntad, permiten descubrir en su brevedad una cierta semejanza con el modo en que el Ale^ jandro Gomes de la novela se conduce. 31 a ello me reSi mis conjeturas son acertadas ferí más por extenso en el ya citado prólogo al volumen de Teatro completo unamuniano , este primer esbozo teatral de la que luego sería famosa novela; remonta a 1905. Este origen dramático frustrado tal vez no estuviese ausente del ánimo de don Miguel, cuando veinte años más tarde Julio de Hoyos escenificó Nada menos que todo un hombre, de lo que encontrará el lector más noticias en el referido prólogo al que me tomo la libertad de encaminar sus





pasos.

En cuanto al adjetivo "ejemplares" , de tan clara resonancia cervantina, que don Miguel utilizó para calificar a las novelas reunidas en este volumen, todo lo cual aclara él mismo en el prólogo, bastará reproducir este pasaje del mismo "De

que se colige primero, que Cervantes la ejemplaridad que hoy llamaríamos estética que no la moral de sus novelas, buscando dar con ellas horas de recreación donde el afligido espíritu descanse; y segundo, que lo de llamarlas ejemplares fué ocurrencia posterior a haberlas escrito. Lo que es mi caso." lo

:

más buscó

El más reciente estudio sobre obra novelesca de

Unamuno

este

volumen de

la

del que tengo noticia es

PROLOGO ,

30 el

los

de

mi amigo y

colega Angel del Río, quien señala

motivos de tmidad en

los tres relatos que lo inpersonaje central, un "agonista", como dice Unamuno, dotado de una voluntad férrea V destinado a someter o destruir a todo el que se oponga a su designios. 2) Estos "agonistas" son ajenos a todo convencionalismo , sea moral o social. 3) Carencia, casi completa, de ambiente en términos de tiempo y espacio, coordenadas tradicionales en toda la literatura narrativa" Falto de espacio para detenerme como quisiera en este sugestivo y agudo estudio, no renuncio a trascribir lo que casi a su final nos dice el profeson Del Rio:

tegran:

"1)

Un

"Por su fuerza tanto como por la absoluta desnudez de todo artificio literario sería difícil encontrar en la novela española de su tiempo nada comparable a estos tres breves relatos de Unamuno. De hecho, en estructura y ritmo de la acción están más cerca del drama que de cualquier forma narrativa (convendría quizá recordar que el titulado Dos madres está todo él escrito en forma dialogada), aunque tampoco en la literatura dramática española sea fácil encontrarles paralelo. Podría pensarse en la comedia bárbara de Valle Inclán o en la tragedia de Lorca; pero tanto en Valle Inclán como en Lorca, el elemento poético, lírico o, en cierto modo la localización, la atmósfera, nos trasportan a un diferente clima estético. No nos parece en cambio descaminado recordar los nombres de Strindberg o Eugenio O'Neill, ambos muy influidos por Ibsen como lo fué Unamuno en su juventud. La misma aspereza, el mismo ambiente sofocante de pasión. Hablamos, claro está, de afinidades no de in:

PROLOGO Pero también

— 31

diferencias aquí

son

considerables, ya que, en otro sentido, nada

más

flujos.

las

alejado del naturalismo del sueco y del norteamericano que el arte y los propósitos de Unamuno. Sus novelas ejemplares no son estudios



odio, lujuria, soberbia, envidiade pasiones ni analizan nada. Son tragedia pura, con un mínimum, como hemos dicho, de ambientación, de realismo externo y con un fondo predominantemente filosófico y hasta religioso. Son, podría decirse extremando los términos, pura fenomenología de la pasión. No le interesa a Unamuno ni la comprensión de los motivos de la conducta, ni dar lección alguna, sea moral o social, sino, como él mismo diría, hacernos entrever "el profundo misterio del alma y del ser" donde se forjan las pasiones primordiales del

hombre, tanto

las

más destructoras"

las

sublimes y positivas

La figura m.aternal de la Aunque

como

(1).

tía Tula!

esta novela, última de las incluidas en este

volumen de Obras Completas, no vió la luz hasta 1921, su primitiva redacción, su germen inicial, remonta a muchos años atrás: los primeros de este

Ha sido en la correspondencia de Unamuno con sti gran amigo el poeta catalán Juan Maragalt donde se nos ha ofrecido tal noticia. He aquí lo que] desde Salamanca le hace saber el 3 de noviembré de 1902:

siglo.

"Ahora ando metido en una nueva novela, La tía, historia de una joven que rechazando novios se queda soltera para cuidar a unos soAngel del Rio, "Las "novelas ejemplares" de Unamuno", Revista de la Universidad de Buenos Aires, V, 1960, págs. 22-34. '

PROLOGO :

32

una hermana que se le muere. cuñado, a quien rechaza para marido, pues no quiere manchar con el débito conyugal el recinto en que respiran aire de castidad sus hijos. Satisfecho el instinto de maternidad, ¿ para qué ha de perder su virginidad ? Es virgen madre. Conozco el caso (1). brinos, hijos de

Vive con

el

Casi fres años después, en carta fechada el 5 de de 1905, le hace saber don Miguel a otro de sus amigos catalanes, el también poeta Eduardo Marquina, que continúa trabajando en su novela La tía. Este era entonces el titulo imaginado. Y así aparece en un autógrafo conservado en el archivo de Don Miguel. Ocupa casi dieciséis folios de su letra clara y mentida, y es tina primera redac-

mayo

ción al capítulo VII. Por cierto que al comienzo del primero, de su mano también, pero en lápiz, pue-f de leerse esta anotación "Hay que empezar antes. Véase papel A". No hemos encontrado éste, pero en el último de aquellos folios hay utia serie de notas :

esquemáticas y apresuradas a las que encabeza la palabra "Prólogo'' He aquí lo que de ellas ahora nos interesa .

"Añado una novela más a la lista de mis desgraciadas. Nivolas y no novelas. No imaginación. Abstracciones. El hombre es idea, la idea hombre. Pasión. El de Nitjla. Las notas de hace esta novela y trozo de ella, cap. años durmiendo, incubándose. Entre tanto, pedagogía. Niebla Nada menos, etc., fin, en la Peña. La Peña de la gran Tia maternal, Tieescrito en rra, entre roca?, bajo el padre Sol

Amor y

Abel Sánchez. Por Francia, pecho de

;

Carta incluida en el volumen Epistolario eniie Miiji'el Unamuno y Juan MaragaU. Barcelona, Edimar, S. A., 1951.

PROLOGO aulla

celda,

Juan

II,

silencio,

viento.

Santuario,

33 fortaleza,

Virgen Madre, Simón Vela. Altura, no pájaros ni ladridos (los perros no

zumbar moscardones, Abajo, mosaico en tapiz..."

ladran), ni mugidos, lencio, águilas.

si-

Y

prosigue una descripción en este tono del escedon Miguel tan querido, de la Peña de Francia, en el límite meridional de la provincia de Salamanca ron Cáceres; escenario en que redacta dichas notas y en el que acaso retoca y perfila suá novela. Que es La tía Tula, sin duda. Repásese la lisia de las que da y repárese en la visión de la tierrd> como la gran Tía maternal. Lo que viene a coincidir con lo antes dicho, a saber, que había comenzado, a trabajar en ella en 1902. Antes que en Amor y pedagogía, la primera de sus novelas citadas. Hacia 1920 debía hallarse en estado casi definitivo el manuscrito de esta novela, y debió leérselo don Miguel a algunos de sus amigos José María dé Cossío, desde luero ya que en carta que dirige al hermano de éste, Francisco, le hace saber esto que sigue nario, para





,

:

"Dígale también que he empezado a corremi novela La tía Tula muy

gir las pruebas de

ampliada, corregida, enriquecida e intensificada desde que él la leyó, casi en boceto. (Carta de 15-1-1921.)

personas que casi seguramente conoció menos en sus líneas generales, antes) de ser publicada, es la novelista gallega Emilia Pardo Bazán. Nos autoriza a suponerlo el testimonio que sigue, extraído de un articulo que don Miguel le dedicó al tiempo de fallecer aquélla. Lleva por título "Recuerdos personales de doña Emilia" , está fechado en mayo de 1921 y a él pertenece este pasaje:

Otra de

las

esta novela, al

TTNAUUNO.

IX

2

PROLOGO

34

"A ella, que en el abanico de una paisana mía, casada con un buen hombre, pero algo casquivano, y sin hijos, escribió esto: "Tres cosas le deseo un marido discreto, muchos hi:

mucha

leche para criarlos", le presentaba yo siempre el problema por el lado de la maternidad y hasta de la maternidad virginal o de la virginidad maternal, a lo que ella me contestaba que se sentía un poco pagana. A cuyo propósito recuerdo cuando hace ya años le hablé del asunto y argumento que he desarrollado luego en mi última novela [el subrayado es nuestro] La fía Tula y lo que de ello me dijo y la discusión de etnología feminista o de feminismo etnológico en que con tal motivo nos enzarzamos. Claro está que doña Emilia no cayó en la sandez de decirme que esa tía Tula de ni podía caer en ella mi novela está al margen de la vida, y no podía caer en eso porque sabía bien todo lo que jos y

— es



la

vida y

cómo

la

corriente arrebata

del

centro, con sus cascadas y sus crecidas y sus turbias y los remansos de las orillas, y hasta sabía

que es en

el

agua quieta de

los

reman-

sos y no en el caudal más corriente y más corrido donde florecen las ovas, y sabía que es

tan vida la de un Espinosa que la de un Napoleón, y... sabía, además, que nadie, en rigor, inventa nada, aunque acaso no llegase a saber

que

hay un realismo más

real,

mucho más

de más cosa, de más res, que defendió en La cuestión palpitante" real,

el

que

ella

(1).

Esto es cuanto me ha sido posible allegar en tomo ^ Encontrará el lector este escrito en mi edición de escritos de Unamuno titulada Mi vida y oíros recuerdos personales. Buenos Aires. Losada, 1959, tomo 11. págs. 68-70.

PROLOGO :

35

a esta novela, que la casa Renacimiento, de MaHñd) lanzó al público en 1921, precedida de un prólogo de su autor, fechado en Salamanca el año anteriof para el que no utilizó las notas que antes hemos trascrito.

Esta interpretación del sentimiento maternal, que don Miguel adensó y simbolizó en su heroína Gertrudis, "toda maternidad, pero maternidad de espíritu", como él mismo escribió en sus páginas, no alcanzó resonancia en España. De eUo se le quejaba al profesor puertorriqueño José A. Balseiro, en carta que le dirigió desde Hendaya el 18 de enero de 1928, cuando ya había sido traducida y celebrada en Alemania, Holanda y Suecia. la critica contemporánea ha valorado y otras heroínas de Unamuno ordenando con ellas una teoría de figuras extraordinarias. Como un reflejo, un solo reflejo, pero de calidad, de esta sensibilidad actual, he aquí unos pasajes del reciente libro de mi amigo y compañero Carlos Blanco Aguinaga

Pero hoy,

esta

"Madres violentas o tiernas, mujeres frustradas en su deseo de maternidad, esposas o tías que podían haber sido madres, que no lo son y que luchan aún por serlo: la presencia de la mujer-madre (lograda, en potencia, o frustrada) es una de las constantes básicas de la obra de Unamuno, en la trama y el ambiente de sus novelas, en los cuentos, en el teatro y hasta en los ensayos, desde las primeras obras hasta las últimas. La "furiosa hambre de maternidad" es, generalmente el rasgo que une a todas estas mujeres, y corresponde, en la sensibilidad y el pensamiento de Unamuno, al "hambre de inmortalidad" que tenía él mismo y de que hacen gala tantos de sus personajes masculinos. En

PROLOGO

:

36

toda la obra de Unamuno, tal vez sea el caso de esta hambre de maternidad el de Raquel, la viuda estéril de Dos madres... En su furor maternal no le van mucho a la zaga, aunque g^riten menos y no demuestren tan malsana inteligencia, la mayorazga de Lumbría (de El marques de Ltimbría) o la bondadosa v tier-

más extremo

na

tía

Tula"

(1).

Leánse también estas palabras de otro amiqo v compañero mío Fernando Lazara, en las que al referirse al tema de la maternidad insatisfecha, aun limitando su pesquisa al teatro de don Miguel, no puede menos de recordar la figura tierna y humana de la tía\ Tula "La más noble, la más generosa forma de realizarse, de sustantivarse en el mundo, piensa Unamuno, es dejar en él algo de nosotros mismos, de nuestra sangre y espíritu, mediante los hijos. Estos no es que nos den la ilusión de pervivir, no es que nos creen el espejismo de perdurar es que perduramos y pervivimos realmente en ellos. De ahí que, como el amor, el instinto paternal o maternal sea también de necesidad ontológica, sea imprescindible para constituir ese todo sustancial que llamamos hombre o mujer. En la memoria de todos está el extraordinario papel que este problema juega en la obra unamuniana. Recuérdese, si no, una de sus más admirables novelas: La tía Tula. En el teatro aparece en dos obras nacidas casi gemelamente, hacia 1920; Soledad y Raquel encadenada. Las dos no son sino dos vasiaciones sobre el tema de la maternidad" (2). :

Carlos Blanco ARuinaga, El Unamuno contemplativo, MéxiEl Colegio de México, 1959, págs. 123 124. ' Fernando Lázaro, "El teatro de Unamuno", Cuadernos ¡I» la Cátedra Miguel de Unamuno, Salamanca, VII, 1956. págs. 5-29. 1

co,

PROLOGO

.

37

El monodiálogo, creación unamuniana. Cuatido en 1954 ofrecí reunidos por primera vez en en volumen una cincuentena larga de escritos el tomo IV de la edición argentina De esto y de aqueal ordenarlos para ser publicados resumí en mi llo título, largo quizá en exceso, las denominaciones que don Miguel les había dado a medida que salían a luz: "Meditaciones, soliloquios, diálogos y monodiálogos" Hoy he elegido para titularlos la última de dichas designaciones. Y he logrado incrementar su caudal con una veintena larga de ellos.





Señalé también entonces la pasión unamxinesca por el diálogo, su búsqueda insaciable de interlocutor, que tantas veces le llevó léase el segundo de los textos que encabezan este prólogo a encontrar unos ojos que le mirasen y espíritus que le atendiesen. P'' para saciar tal anhelo vital, nada mejor que crear los personajes que su incesante afán de coloquio requi-





Esos dialogantes aparecen, en ocasiones, bajo diálogos entre A y B, o ende una letra tre P y R o encarnados en un pronombre perso-\ nal conversaciones entre Yo y El ; si es que no> prefiere convocar a sus propios personajes, a sus riese.

el disfraz









como esos coloquios con AugusPérez, el héroe de su novela Niebla, o con don Fulgencio, el filósofo de Amor y pedagogía. Y hay ocasiones en que sin acudir a estos recursos prefiere don Miguel volver a modalidades tan queridas/ como el soliloquio, la conversación o meditación en' voz alta, y, claro es, al monodiálogo, termino feliz que creo que los resume a todos. Porque, naturalmente, parece que huelga advertirlo, toda esta galería de dialogantes más o menos entreverados, son el mismo Unainuno de carne y criaturas de ficción, to

PROLOGO

38

Ya

lo dejó escrito de un modo certero e inimigran amigo el poeta Antonio Machado, doti Miguel "conversa con el hombre que siempre va conmigo^', y como él también, hablando solo, "espera hablar a Dios un día". Tal diversidad de interlocutores cubre, ampara y diferencia al propio autor, yá que en el hombre que escribe, y nunca mejor que erí este tipo de escritos llamémoslos "hablados" se nos brinda y alienta todo el hombre. Un hombre en-} tero y verdadero, que, en un plano dialéctico, hace decir a los dos seres que dialogan lo que él piensa^ dividiendo entre ellos las actitudes opuestas y aun contradictorias que los problemas de su tiempo, su

hueso.

table su



propia e irrefrenable actividad de pensador,



le

obli-

gan a adoptar. Monodiálogo pites, y, como tal, una creación unamuniana. No había sido otro el esquema adoptado para alguno de sus libros, como el titulado Soliloquios y conversaciones, aparecido en 1911, del que podemos considerar antecedente y continuación los escritos reunidos en este volumen, cuyas fechas extremas son las de 1892 y 1936. Casi desde su llegada a Salamanca hasta su muerte en ella. Son, pues, cuarentc^ y cuatro años de monodiálogo los que van a desfilan ante los ojos del lector. Y ha sido la fonna, su apariencia exterior, la que ha facilitado nuestra tarea de seleccionarlos, puesto que su temática es tan amplia, variada y numerosa, que hubiera resultado difícil tratar de establecer agru-

paciones siempre falaces. Baste anticipar que a lo largo de estas páginas viven y pululan todo géneró imaginable de temas, todos los que herían e impresionaban su sensibilidad siempre tan despierta. No es mi propósito, no debe serlo, anticipar wy e.ramen de un contenido tan vario como el ordenado en estas páginas, y por eso debo limitarme a señalar la importancia de algunos de ellos. Sean, por ejem-

PROLOGO

39

agrupados bajo el epígrafe "Diálogos que datan de 1908. En eH segundo de ellos, el titulado "El guía que perdió el camino", nos parece descubrir un anticipo de la ideo dorsal de su novela San Manuel Bueno, mártir, aparecida veinticinco años después. Léase este pasaje "Si el apóstol pierde su fe en sí mismo, su fe en sus ideas, esa fe de tantos otros que en sagrado depósito guarda, ¿le es lícito declararlo? ¿Tiene derecho a sumir a miles de almas en la desesperación espiri* íual, aunque él pueda vivir de la rebusca de la verdad ya que no de su posesión?" Si tratásemos de subrayar alguna característica común a estos escritos elegiríamos sin vacilar estas dos: su pasión por la verdad y el valor autobiográfico se lee en de casi iodos ellos, "Acaso la verdad uno es algo pavoroso e inhumano, y presintiéndolo, jugamos para que no nos agarre y haga presa. ¿Y ¡Poesía, con^ qué quieres a cambio de la verdad? pío, los cinco

del escritor

y

el político",

:









Ya dice él mismo en otro de eüos' que si el filósofo hace trivial lo sublime, el poeta, en cambio, hace sublime lo trivial. Y rara es la página en la que no sale a nuestro en-¡, cuentro el yo unamuniano. "Pero tú deja que te bus~ puede leerse en una de ellas quen y que no té encuentren, porque el día en que te encontrasen no eres ya tú. Sé siempre una esperanza, o lo que eá igual, sé siempre un desengaño. El día en que secWi recuerdo serás engaño". Y en las que integran el titulado "Oración" , que es de 1916, late una íntima y musitada congoja que se expresa en estos términos: suelo de la vida!".





"No me dejes descansar ni detenerme para tomar un ligerísimo huelgo en mi senda, Señor. No me dejes descansar. Visítame de continuo con los apretones de tu diestra y estruja en

ellg

PROLOGO

'40

a mi corazón hasta que suelte sangre. Porque yo sé, Señor, que cuando la conciencia descansa, que cuando la congoja nos deja, cuando no nos angustiamos, mirando a lo lejos donde se pierde, en lontananza y bajo tu cielo, entre tinieblas, nuestro sendero, caemos en cobardía

y mendiguez".

Y trasfiriendo su congoja intima al dolor por España, en ese mismo escrito pueden leerse también expresiones como las que siguen: Mira,

Sefior,

que

ésta

tu

España, nuestra

España está dejada de manos de los hombres, de tus hombres; está dejada de tu mano. Señor, sólo Tú sabes a dónde las y la van llevando





Y

mira. Señor, que fuerzas ciegas de las cosas. hasta tus hombres, cuando se ponen a querer dirigirla, se convierten en cosas. Tú sabes que las cosas son de la materia tenebrosa y que se ahoga la libertad en ellas".

Y

Esta preocupación por España, de la que don Miguel llegó a decir que le dolía, a la que quiere porque le irrita y le irrita morque la quiere; esta España, a. la que llegó a considerar más como hija que como madre, está en estos monodiálogos con una presencia obsesionante. Acaso se exacerba más en los años de su destierro en Hendaya, cuando llegó a sentirla "tantálicamente" según decía, y reaparece en los últimos de su vida, a medida que la realidad nacio^ nal iba dejando su poso de desilusión y de amargura. Pero está siempre en el primer plano de su atención, en lo más agudo de su dolorido sentir.

Por esto y por otros motivos que el lector irá des-' cubriendo por sí viismo, estos monodiálogos unamunianos han de ser pieza esencial para la tarea de

PROLOGO

41

sus biógrafos. No les brindarán el pormenor recortado de un dato, pero sí el latido humano, la impo ardía en las venas la sangre. Al cabo de diez minutos volvió María a alzax SU .jbim'v .«n-j s mueíj ' cabeza: del pecho,

ma

otohus

:

!

:

OBRAS COMPLETAS

327

— En qué piensas -¿Y tú?_ —Las mujeres no pensamos. ?

¿

El filósofo cría e impertinente despertó en el hombre y replicó con viveza ¡Es imposible!, ¡absolutamente imposible! La vida es la continuidad del pensamiento, vivir es pen-



""j

sar...

Por curso,

tenor se despachó en su pedantesco disque María apenas entendió, ni falta que le

este

hacía.

Cuando acabó,

le

contestó calmosa su

— Pues mira, Juan, muchas veces po sin pensar en nada. — Oh no puede no puede —No puede pero Miró Juan reló: — Adiós ser,

!,

¡

ser...,

se

amada

me va

tiem-

el

ser.

es.

al

i

Y

se fué

murmurando: "¡Extraño hechizo!"

Algún tiempo después del suceso recién narrado escribió Juan una carta en que, entre otras cosas,

me me

decía: "Ella ante mí calla, se convierte en autómata. Una mañana salimos de paseo en dirección a B. y yo, como no conocía el camino, le dije: "¡Guía tú!" Echamos juntos a andar hablando de mil cosas indiferentes y más del prójimo que de nosotros mismos. Llegamos a un crucero y señalando a la izquierda la dije: '

'

|

"¿Por aquí?" "Sí", me contestó maquinalmente, y seguimos andando.

En

otro crucero volví a pregun-

Por aquí ?" Y me dió idéntica contestación. Ya habíamos andado más de una hora cuando la pretarla

:

"¿

gunté: "Di, María, ¿cuánto dijiste que había a B.?, ¿media hora?, pues ya hemos andado una." "¡Ah!,

:

MIGUEL DE

328 es verdad, al

hemos equivocado todo

U N A

O

camino y vamos

el

mismo

revés... (a todo esto se reía), lo

M U N

da, sigue,

que ya llegaremos, y sobre todo la cuestión es andar, ;qué importa a dónde?" "Aquella noche me retiré a casa con toda la cabeza llena de ideas que bailaban una mágica danza, acompañadas de alaridos y extraños cánticos, en torno de la hoguera de mi amor, que me abrasaba las venas y me iluminaba con el resplandor rojizo de su llama."

Hasta aquí

la carta.

* * *

La

un

dijo

día

— ¿Quieres casarte —Ya sabes.

conmigo?

lo

Entonces por vez primera creyó Juan ver en fondo de la vida.

el

brillo de sus ojos el

— Cuándo —Cuando tú ?

¿

quieras. * * *

Era

el

tiempo de

los nidos

cuando

se casaron.

No

volví a verles, pero supe de ellos por cartas de Juan.

En una

me

de ellas

decía:

"¿Por qué me gustaba tanto María?, ¿para qué? Era callada como una noche de otoño, casi vegetativa y sabe Dios sólo si soñaba. Ella sólo deseaba vivir, vivir mucho y nada más que vivir. Qué extraño caQué momento, amigo, qué momento rácter el suyo Se animó el animal, el instinto se transformó en fuego ¡

!

¡

!

como vibran las olas en los quemaban sus mejillas y en la oscuridad lucían sus ojos. Yo sentí un nudo apretadísimo en el cuello... ya no me acuerdo. ¡Qué genio! ¿Era lógica p no I9 era? Donde buscaba yo razonavivo, los nervios vibraron

días de tormenta,

!

OBRAS COkPLEkTAS

329

miento, hallé vida. Después de haber yo preparado apretadas filas de mis inducciones, las falanges de mis silogismos, con sus besos las echaba a rodar como un soplo los castillos de naipes. las

"He quedado como empecé, un pobre abogadillo con aficiones filosofescas me ha hecho sentir lo dulce que es vegetar y la delicia que experimenta la sensitiva cuando el aire la besa. ¿ En qué piensan las flores ? ella tampoco la creí yo capaz de pensar, me había dicho que se pasaba las horas largas sin pensar en nada, pero ella pensaba sin saberlo. Una mañana la pregunté: "¿Por qué me quieres, María?", y abrazándome fuertemente me contestó: "¡No seas ;

A

tonto !"

Este trozo es de cuando Juan quedó viudo. Vuelvo

un poco hacia

atrás.

* *

Al año de haberse casado María dió a luz un moy rubio, de naturaleza sanguíneo-nerviosa y aficionado a mamar. cetón, coloradote, fresco

Juan publicó una Psicogenia que llamó mucho la atención hacia él y puso entre los primeros su nombre. Es fama que María tuvo la paciencia de leer aquel libróte erizado de fórmulas y terminachos, ganglios cerebrales, nervios, etc., y que al acabar cada capítulo

beso



le ¡

tomaba a su hijo en brazos y dándole un decía:

Qué

cosas hace tu padre

También Juan,

al terminar de escribir cada uno de sus estudios, dejaba aquel hervor de ideas, tomaba en brazos a su hijo y se ponía a cantarle para que se "¡ Me has hecho haciéndome animal y padre

durmiera.

feliz,

decía a su mujer,

!"

Al niño pusieron por nombre Juan-María.

330

M

I

Q ü E L

Aquí debía empezar

el

DE

ü N A

cuento, pero a

M

ü N O

mí me place

que aquí concluya. Recomiendo al lector que sobre esta base se entretenga, cuando otra cosa no tenga que hacer, en construirlo o en soñarlo. El mayor favor que puedes hacerme, amigo lector, es no olvidar a Juan-María.

LA

PROMESA

Mateo de Zalbidea y Pérez era un hombre como los

demás, y no es poco

ser.

se había enamorado a los quince años y dos meses cumplidos de Luz de Sagastieta y Urquijo, una excelente muchacha como pocas, buena, bonita y barata. He sabido de buena tinta que la chica sintió en su pecho el cosquilleo correspondiente, mezclado de algún tantico de agradecimiento a quien primero puso los ojos en perla escondida entre tantas y tan buenas como las hay. No hay que decir lo mucho que se querían, baste saber que jamás andaban a la greña por quítame allá esas pajas, como suelen algunos presuntos enamorados. La verdad es que tal arte de quererse que no se puede pasar sin riñas, morros y rabietas es una ridicula comedia que arguye en ella tontería y mayor tontería en él. Al cuento me vuelvo. En éstas y las otras, pian pianito, llegaron a los veinte años. Una noche de luna llena, del mes de diciembre, el 19, a las ocho y dieciséis minutos, con un frío de chuparse los dedos, a dos bajo cero del termómetro centígrado, estaban mis dos tortolillos pelando la pava en un banco de piedra que hay en las afueras del pueblo. En aquella noche memorable y a la luz de la luna que les miraba sonriendo con sus grandes ojos juró Mateo a Luz serla fiel mientras viviese y le dió promesa solemne y formal de casar

Digo que

este

Mateo

MIGUEL DE

332

ü N A

M U N

O

con ella en cuanto pudiese hacerlo. Heme aquí llegado al tuétano del hueso de mi historia, que su miga tiene.

Separáronse, Mateo gozoso y resuelto firmemente a sostener su promesa contra viento y marea, y Luz esperanzada, conteniendo con su manecita los furiosos asaltos de su alborotado corazón.

No

quiero detenerme en lo superfluo y paso sobre mismo que pasó un año y otro tras él, de aquellos amores Luz desesperada de esperar y Mateo en sus trece. Pero tenía tanta fe y tan ciega en su amante!, ¡era éste tan constante amador! Atados en el corazón de Luz a estos tres primeros años vinieron otros tres de aquel largo esperar. Tras los seis primeros años corrieron mansa y sosegadamente otros seis sin que saliera a superficie la corriente, ya Luz resignada a la eterna esperanza que sostiene la vida y ni al borde de ella se cierra, y Ma-> teo más que nunca resuelto a dar fin y cima a su promesa. Luz había desechado por su Mateo más de una buena proporción que se le había ofrecido y él sólo en ella ponía su afecto. Se le iba todo arreglando de manera que pronto arribarían a las costas del paraíso desde tan enfadoso purgatorio. Había a esta sazón Luz alcanzado la edad de jamona y se hallaba como la luna llena, en la plenitud de su creciente, robusta y sólida. Pero sucede como todos sabemos que el fin del creciente es el principio del menguante. Acortaré los hechos y diré que así fué pasando el tiempo, como pasa cuando no hace más ello lo

;

j

que pasar.

Empezó doña Luz, que ya la cuadraba el doña, de pronto a adelgazar, perdió los frescos colores que la habían adornado y fué de día en día decayendo. Término fatal y último de esta decadencia fué su muerte. Y no se crea que murió de amor ni camaada quiá !, tenía más correa que todo eso de esperar, ¡

OBRAS COMPLETAS

333

y era su amor purísima esperanza sin mezcla de otro cualquier afecto desarreglado; murió de una afección al pecho que había tenido origen en un pasmo que pescó cierta noche en el balcón esperando ver pasar a su Mateo. Se satisfacía con verle pasar, cierto es que a buen hambre no hay pan duro. Mateo se encontró desconsolado y sólo consolable por el prudente tiempo, que porque calla sin cargarnos con palabras vanas nos consuela. Ju'"ó e hizo solemne promesa Mateo de vivir célibe dedicando sus facultades todas, memoria, entendimiento y voluntad, a la que fué luz y esperanza de su vida. "Ahora qué iba yo a cumplir en ella mi promesa se la ocurre morirse", solía decir, y le sobraba razón que es peor que si

le faltara.

Otras veces, acometido de mortal angustia, exclamaba parodiando al Cristo: "¡Dios mío!, ¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" Vivía nuestro Zalbidea solo, disfrutando una no menuda renta, con una muchachuela su criada, vivaracha y lista, hermosa pieza de ojos garzos y labios bermejos que servía lo mismo para un fregado que para un barrido, y alegraba la vecindad con sus canciones. Que si quiero, que si no quiero, por fas o por nefa&> tuvieron amo y criada sus trapícheos y el pobre Mateo hizo tales diabluras que salió la chica mal librada, pues esto no se oponía en la elástica conciencia de mi hombre a su promesa de celibato. Llegó el re-

mordimiento y la fama pública, Mateo no pudo resistir a uno y otra, cedió a su deber el sostenimiento de su palabra y como buen caballero sacrificó su promesa y suspirando a la memoria de su Luz casó con la criada.

No

hizo poco.

Pocos años llevaban de matrimonio cuando Mateo enfermó y cada vez más delgaducho acabó por dejar aquí su cuerpo para ir a unirse con su Luz en el cielo de las eternas esperanzas. No murió de pesar por ha-

334

MIGUEL DE

V N A

M ü N

O

ber tenido que ceder en su promesa, sino que muirió de un padecimiento del hígado. Tal es la historia de Mateo Zalbidea y Pérez, que dejó a su viuda un hijo, una buena renta y libertad para volver a casar si le apetecía, y de Luz Sagastieta y Urquijo. Esta es la verdad del cuento, sin quitarla ni ponerla una tilde; aviso a quien corresponda... y no digo más.

PRINCIPIO

FIN

Y

El pobre Serafín tenía maceradas las rodillas de como se pasaba sobre ellas. Pensaba entrar jesuíta cuando tuviera edad para ello, y sus modelos eran Luis Gonzaga, Estanislao de Kostka y el beato Berchmans, todos tres S. J. Qué sueños de ventura sus ensueños Viviría en un mundo aéreo, espiritual, donde la carne fuese tan sólo sutilísima vestidura terrena de la criatura divina. Indiferente al gozo y al dolor, dejaría a Dios posesionarse del yo satánico y conforme con la voluntad de El, fuente viva de vivísimo amor; desfilaría a sus ojos el panorama del mundo como desfilan por el cielo azul las nubes de formas caprichosas y dentro de su alma, en el más recóndito y callado rinconcillo, a solas, se solazaría en dulcísimos coloquios con el corazón ardiente de Jesús. Allí le contaría sus cuitas, desahogaría en lágrimas dulcísimas el dolor de tener que vivir en la cárcel oscura y triste de este cuerpo mortal, allí sentiría el exquisito goce de sufrir por El este martirio.

tantas horas

¡

!

;

Cuándo llegaría la hora en que se desciñera de este vestido impuro y libre de él volara a apagar la abrasadora sed de su amor al infinito Amor De Oh ¡

!

¡

!

¡

amar, amar a un amante que nos dé amor infinito, amar al Amor que nunca acaba y se renueva siempre... E inclinando el pobre sobre el pecho su cabeza, quedaba en éxtasis para acabar por dormirse. !

Hacíanle

ir

a las noches a casa de unos amigos a

MIGUEL DE

336

jugar a

la lotería

un

rato,

U H A

M VN

O

y aunque desligado de es-

mundanas ocupaciones, iba sólo por obedecer madre, que se lo mandaba para curar sus ocultas tas

melancólico y con

a su tris-

baja colocaba con gravedad mística las alubias sobre los Allí

tezas.

números

callado,

la

vista

del cartón.

Juanita (ya apareció aquello...) que era una muchacha vivarachita y francota, tenía decidido empeño en cantar siempre los números el ocho !, la edad de Cristo!, ¡los anteojos de Quevedo!, ¡el pollito!... ,

:

¡

— ¡Terno! —decía Serafín. — Bueno, números. —Ocho... —Habla más hombre, siempre

¡

'

di los

alto,

hablas para

el

cuello de tu camisa.

"Esta chica, se decía Serafín, es un manojo de pero tiene un fondo excelente, es muy buena..."; y luego, meditando más, añadía para sí: "¿Y a mí qué?" Mira, Serafín, no haya en esto complacencias mundanas... algo de afecto desarreglado... San Luis ni siquiera miraba a las mujeres..." Y conervios...,

locaba

la alubia.

—Ahora

canta

tú,

Serafín, y hazlo

más

claro que

otras veces.

Una

noche, mientras jugaba, dióle a Serafín

como

el

éx-

dijéramos el hipo, y se desmayó. Acudieron a él todos, acudió también solícita Juanita, y cuando el muchacho volvió en si, la joven le humedecía los ardientes labios con agua fresca. ¿ Qué tal ?, ¿ qué tal te sientes ? Y con inefable sonrisa contestaba el santito mirando al techo: Bien, Juana; he recibido grande alivio... ¡Qué Juana ni qué ocho cuartos! ¡Juanita! tasis,

si



— — — Como

gustes, Juanita.

El lector supone el resto del cuento, pero no basta. Juanita andaba todavía de corto, y como Serafín

OBRAS COMPLETAS usaba

la vista

337

baja por no querer ver las caras, veía

las pantorrillas.

A

fe

que

las tales pantorrillas le cos-

taban pellizcos y maceraciones. Había que oír al acercarse ella

cómo

él

se ponía

a recitar oracioncillas y a decir muy bajito: "i Madre de misericordia, ayudadme!", y en tanto, sin querer, seguía mirando lo que no quería. Por las pantorrillas

agarró el demonio. Retirado en un rinconcillo del templo, se daba a pensar en todo aquello de la mística unión con Dios,, y es el caso que así pasaba las horas. Había visto los grabados con que Gustavo Doré ilustró la Divina Comedia, y le parecía este mundo aquel infierno con sus hombres sombras, su nublado cielo y aquellas cortadas asperezas y revueltos vericuetos. Cerraba los ojos, inclinaba la cabeza sobre el pecho y allí era el meditar en el tristísimo paso de la muerte y ver después como un mundo negro, muy negro, sin cielo ni suelo, sin calor ni frío, sin aire ni agua, y allí se veía a sí mismo, solo, perdido en la inmensa y solitaria oscuridad. Pasaban mil ensueños agujereando su frente y veía con embeleso aquellos corredores del conle

y tan oreados, tan solitarios y padormidos en la luz del crepúsculo, alumbrados a trechos por la luz tenue que filtra'ba al través

vento, tan limpios cíficos,

de las ventanas de cristales pintarrajeados. Luego veía abiertos los cielos de luz cuajada, y se despepitaba en imaginar la visión beatífica. ¿ Quién sabe los remolinos que formarían en su espíritu aquellas anticipaciones de la esencia y los atributos y las personas de Dios? revuelto con todo ello pasaba de vez en cuando la vivaracha chicuela de ojos hermosos y cuerpo bien torneado. El pobrecillo entonces se pellizcaba y hacía mil esfuerzos de espasmódica con-

Y

Pasaba con las rodillas pegadas a tierra el tiempo hasta que salía. Salía a la calle y aspiraba con delicia bocanadas de aire fresco. tracción.

!

MIGUEL DE

338

A

muy

!

M

U N A

U N O

venía Juanita, su tentación, propósito de pasar por su lado sin la vista cuando ella pasó, riéndose de él a carcajada limpia. El pobrete se pellizcó y con tal turbación marchaba, que hubo de tropezar con lo que quería evitar. Tú habías de ser Mira dónde pisas, hombre dijo Juanita. Sin querer alzó Serafín la vista, y sus ojos se encontraron. Aquí te quiero ver, escopeta Oh, aquélla no era sombra del Dante seguramente Perdona contestó Serafín, y siguió su camino. En él le siguió la sombra de aquella realidad. "La verdad es, se decía Serafín, que a Dios se puede servir de mil modos y que hay placeres lícitos." Volvió entonces, no en sí, sino en el otro, y se lo lejos,

formó mirarla. Desvió

y Serafín

— —

se

lejos, el

¡

!

\

!

¡



¡



pellizcó.

Tenía por las noches en la cama, antes de plegar sus párpados al sueño, terribles asaltos de tentadoras imaginaciones. Recreábase, sin querer, en mil fantasías enervantes y sólo interrumpía el curso de tales pensamientos para dolerse amargamente de lo que él juzgaba su desenfrenada concupiscencia, y se aquietaba luego diciéndose "Es involuntario, es involunSeñor! Señor!, el tario, yo peleo, pero soy vencido. espíritu está pronto, pero la carne es flaca." Dábase unos pellizcos, poníase a pensar en cualquier paso divino y volviéndose al otro lado se aquietaba. Como moscas en tropel que espantadas huyen de la colmena, pero vuelven pronto, así volvían a su cabeza aquellas imágenes demoníacas vestidas de carne y exhalando fuego. Cuánto sufría el pobre Serafín :

¡

¡

Mas

¡

i

he aquí que dió Serafín en un remedio singular y eficacísimo. Había observado que cuando pensaba en la Juanita no era para deleites sucios, sino que siempre se imaginaba escenas de encanto idílico y de inocentísima ventura. Lo más, lo más... ¡pshé!,

OBRAS COMPLETAS

339

¿qué importa? "No es pecado, se decía Serafín, imaginarse escenas en circunstancias lícitas." Este escape casuístico vale un mundo y sirve para aliviar de escrúpulos las conciencias más meticulosas. Juanita fué el antídoto a su concupiscencia, el ángel de su guarda. Con qué ansia esperaba que la noche viniese, para acurrucarse bien, y cuando tenía calentitos los pies, echarse a imaginar escenas en eso...

¡

circunstancias lícitas Hizose la reflexión de que Dios le llamaba por otro camino, que hay en el cielo lugar para todos, y lo que sigue se lo figura cualquiera. Años más tarde Serafín y Juana se casaron. En un principio vivieron felicísimos y nada alteró la calma tranquila del encantado hogar. Pero luego el cielo se nubló, los !

relámpagos le cruzaron y tras los relámpagos los truenos nuncios de tempestad. La pobre Juana se ha tornado triste, preocupada y melancólica, come poce, cavila demasiado y se pasa largas horas en la iglesia pidiendo a Dios por el masonazo de su marido, que es un hereje de los mayores y un incrédulo de tomo y lomo. Cuándo mucho, cuándo nada. Ab invntico' malo,

libera nos.

Domine!

I

í

LA CARTA DEL DIFUNTO

I

Jorge y Juana se querían mucho y se querían desmuy niños. Yo no me precio de saber describibr el amor y así me bastará decir al lector de este verosímil cuento que se querían Jorge y Juana tanto y tan bien como se quieren un joven y una joven rayanos en los veinte años, cuando bien se quieren. Era Juana una muchacha sencilla y natural, positivamente idealista, que se levantaba a las seis, tomade

ba chocolate, iba a misa, volvía de misa, hacía la cama y se ponía a trabajar. Leía el Año Cristiano y creía a pies juntillas todo cuanto enseña y cree nuestra santa madre la Iglesia Católica, Apostólica Romana, aunque es lo cierto que ella ignoraba la mi. tad de lo que enseña, y creía también otras muchas cosas que nuestra santa madre la Iglesia Católica, Apostólica Romana no enseña, como son que de los matrimonios entre parientes nacen hijos sordos, que los judíos son feos y tantas otras cosas más. Teníaí sus puntas y ribetes de idealismo y sus trencillas de misticismo bordando un fondo positivista a carta cabal. Rezaba mucho y dormía más, creía querer a Dios sobre todas las cosas y al novio como a sí misma y quería en realidad a sí misma sobre todas las cosas y a su novio como a Dios. Basta de datos psicológicos, que con los que preceden tendrá bastante todo lector de buena voluntad.

OBRAS COMPLETAS Jorge era otro que

tal,

341

genio alegre y sombrío,

fantástico y franco, idealista y práctico, que vivía en prosa y soñaba en verso. Cuando el sol más vigoroso cosquilleaba a la madre Tierra, se estaba él metidito

en su casa pasándose el tiempo y cuando la lluvia torrencial inundaba los campos recorría a pie y solo los montes envuelto en su ancho impermeable. Todo lector discreto conoce ya a mi Jorge. Jorge y Juana se querían mucho y porque sí. Aseguro a mis lectoras, si alguna tiene este cuento, que se querían tanto por lo menos como cada una de ellas quiere a su novio. Jorge enfermó del pecho y el médico anunció la tempestad en cuanto vió los relámpagos y oyó los ;

más

truenos. Jorge se moría

como

si tal

cosa.

Días antes de su muerte tuvo la extraña ocurrencia, a despecho de su familia y contra sus consejos, de pasarse escribiendo las horas muertas, y escribió más que ciento veintitrés escribamos en cuatro años. Y se murió sin que su muerte tuviera nada de diferente de las

demás muertes.

II

Cuando Juana supo

la muerte de Jorge creyó que moría también, pero no murió; "la tenía el Señor reservada para nuevos destinos". No murió, pero sí pasó en la cama unos días en los brazos ardienteá de la fiebre. El doctor Tiempo la curó admirablemente

se

sin emplastos

ni

potingues.

Juana sanó y fué poquito a poco recobrando sus colores.

Quieren decir estos puntos suspensivos que han pasado ya dos años. Juana tiene un nuevo novio, Erai-

MIGUEL DE

342

U N A M ü N O

mucho, se querían Jorge y Juana. Jorge quiso a Juana y fué por ella amado, y ésta quería ahora a Emilio, que la quería. Este argumento se llama sorites. lio.

Juana y Emilio

tanto

como

querían

se

se habían querido

Pero Emilio no murió,

ni

Juana tampoco; Jorge ya

estaba muerto.

Pidió Emilio a la familia de Juana la mano de ésta, y de común acuerdo se concertó la boda para el día 5 de junio del año de 1...

Llegó

5 de junio jadeante, pisando los talones víspera de la boda, es decir, el 4, Juaní\ se' hartó de rezar y en el hermoso horizonte de sus venideros goces veía de tiempo en tiempo la sombra negra de sus memorias viejas. ¡Pobre Jorge!, murmuraba, y era la verdad, pobrecillo Les casó el cura en la iglesia y se fueron con los parientes y convidados, que sólo deseaban zambullir a la salud de los novios, como si la felicidad futura (como quien dice lo absoluto relativo) de éstos consistiera en la panza de sus parientes y allegados. al 4.

el

La

¡

!

III

Llegaban a los postres cuando llegó como postre una carta para Juana. La que fué novia de Jorge y era mujer ya de Emilio se sobrecogió de espanto y quedó lívida. Los rasgos de la letra de aquel sobre eran los rasgos de la letra del difunto, aquellos palos de las eles, las haches y las ges, sus palos, aquellos puntos de las íes, sus puntos.

Todo el cuerpo le sacudió y se le fué la cabeza creyendo ver la huesosa mano del difunto que trazaba aquellos renglones. Volvió en sí y más muerta que viva rompió el sobre. Los convidados esperaban como

;:

OBRAS COMPLETAS palominos atontados de comer.

Y

leyó

Juana

el

fin

343

del suceso, pero sin dejar

esta

Carta.

Desde

la

tumba, 4 de junió de

1...

"Cuando leas esta carta creerás ver la mano descarnada y huesosa de mi cadáver trazando sus muerDalas vida con tu mirada Quién lo tas líneas. hubiera dicho Yo me morí y tú vives, yo te quise y tú quieres, no a la sombra de tu Jorge sino a otro... no sé a quién. ¿ Conque te casas ? Haces bien, y que sea enhorabuena. Pero te escribo no para reprocharte, ni para burlarme de ti, ni para pedir tus oraciones, sino para aconsejarte. Si llegas a ser feliz, como espero, piensa que conmigo lo hubieras sido más si alguna vez tu marido te falta, piensa que yo no te hubiera faltado, y si le faltas tú y lo comprendes y te arrepientes, piensa y cree que a mí no me hubieras faltado y piensa siempre en mí para compararme con tu marido. !

¡

¡

!

Aunque nazca alguno de tus hijos, si es que los San Jorge, no le pongas por nombre

tienes, el día de el

en

mío, renuncio a la parte (espiritual se entiende) que el angelito pueda yo tener.

No

reces por mí, estoy bien y nada deseo; otros, habrá que necesiten más de tus oraciones. Cuando algo te eche en cara tu marido, replícale

vivos,

i

Ay, Fulano, otra cosa hubiera sido mi Jorge

cómo

le

!

Verás

escuece.

Piensa también a menudo que como mueren los amantes pueden morir los maridos. Por lo demás, mis consejos en otras menudencias nada tienen de nuevo: lee la Higiene del matrimonio, el Arte de ser buenos

MIGUEL DE

344

ü S A

M ü N

O

felices, el Arte de Jtocer maridas, el de cocina, la Guia de los casados y la Imitación di Cristo y asiste de cuando en cuando al oficio de difuntos. Cuando te halles en las horas de mayor deleite, no olvides que duerme lleno de frío y con la cabeza de hueso apoyada en almohada de piedra, solo y en un

y

nicho estrecho, húmedo y oscuro, sin sentir lleo de los gusanos, tu

el

cosqui-

Jorge."

Juana inclinó la cabeza sobre el pecho, perdió la color y cayó desplomada al suelo presa de un terror pánico estrujando en sus manos convulsas la carta maldita. Los convidados la acostaron, se fueron a sus casas cariacontecidos, aunque no sin haber llenado antes sus bolsillos de yemas, bizcochos, hojaldres y otras golosinas.

IV Juana pasó

los primeros días de recién casada hoen el delirio de la fiebre veía ante su cama la imagen viva de Jorge el muerto, y a las veces daba un grito y quería saltar de la cama viendo en ella el esqueleto blanco y helado de su antiguo novio. No prosigo en esto porque no trato de hacer un cuento

rribles

;

terrorífico.

Sanó del accidente, pero es lo cierto que toda la vida vivió presa de horribles pesadillas y de manías tristes. Ni la solicitud de su marido, ni las mil diverlas noches en siones que la procuraba daban juego.

A

daba a las veces un grito agudo y se abrazaba a su marido diciéndole: Emilio Guárdame Mírale cómo se Emilio el

silencio solemne



¡

!

¡

!

!

¡

ríe.

No

podía ver ni pintados

la

Higiene del matrinw-

OBRAS COMPLETAS niOj el

dos y

345

Arte de ser buenos y felices, el de hacer maride cocina, la Guía del matrimonio y la Imi-

el

tación de Cristo.

Le parecían

mismísimo demonio, siendo

así

libros escritos por el que son lecturas sanas

y alguna de ellas insuperable.

V Jorge había tenido un solo amigo, Perico, con quien hablaba, paseaba, reía y lloraba. Dos días antes de morir le llamó

una carta

le

y entregándole

dijo:

—Júrame cumplir Perico juró. —Toma esta carta

lo

que

te

encargo.

abierta si algún día sabes que Juana se casa, ábrela, llena los huecos de la fecha poniendo el día y el año de la víspera de la boda y ese mismo día echa al correo la carta, pero sin mirar antes ni una jota de su contenido. Perico juró cumplirlo y lo cumplió tan fielmente como suele un buen amigo y debe un buen cristiano. ;

1

•b

p

RAZON DE SER

LA

Capítulo

I

EN ÉL SE DA PRINCIPIO CON UN MONÓLOGO

"¿Tengo yo razón de tro

mientras

el maesmaquinalmente un bocado

ser?", se preguntaba

mascullaba

de pan.

"Razón de ser... ser...

ser...

razón de

ón de

ser...

ser...

de

er", repetía sin darse cuenta de ello.

"¿ Si tendré razón de ser ?", se volvió a preguntar,

y deglutió el bolo alimenticio. "¿Por qué como?", y seguía comiendo... "porque tengo apetito. Y ¿por qué tengo apetito? Porque tengo necesidad; y ¿por qué tengo necesidad?, porque no he comido hace unas horas... es decir, que como porque no he comido... ¡comer por no haber comiah, caramba!, ¡psché!, ¡psché!", y se puso do!, a silbar mirando al techo. Cojió una tajadita de carne caliente y mientras la soplaba volvió al tema: "¿Para qué como?, para vivir, y ¿para qué vivo?, sí, ¿para qué vivo?, ¿pa-ra qué vi-vo?, ¡ah!, ¡ah!, aquí está el clavo... ¡

Mi corazón lo \

¡

que

ves y no

zamba le

da

!

I

|

|

a tus pies lo

que

que

le

levantas, le

da

da

I

I

que

|

le

da

t

E^ta es música... ¿de qué zarzuela es?...; en fin, ¿para qué vivo?...; para muchas cosas..., ¡oh!, ¡oh!,

!

OBRAS COMPLETAS yo descubriré

el

problema..."

Y

se

347

acomodó mejor en

la silla.

— Juanita Juanita — Señorito —Tráeme tintero con !,

¡

!

¡

¡

tinta, pluma de escribir y rayado o sin rayar. Anda lista La criada, que era fea, se lo trajo. Tomó la pluma, mojóla en tinta y se quedó pensando. "Vivo para muchas cosas, para andar y pasear, para comer y beber, para divertirme, para rabiar con esos malditos hijos del prójimo, para hacer el coco a

papel...

mi novia, para enseñar... ¡oh!, ¡para enseñar!, ¡para dormir!, esto me lleva media vida, para... conjunción... digo, ¡no!, preposición que rige dativo..., pero en resumen, en resumen, ¿para qué vivo?; todo esto, ¿qué constituye? la vida..., es decir, que vivo para vivir."

Escribió en el papel rayado: "Como para vivir y vivo para vivir también; círculo vicioso." Mañana seguiré, ahora voy a dar un paseito. Dobló cuidadosamente el papel, se lo guardó en el bolsillo y salió a la calle.



Capítulo SIGUE CON

II

UN DIÁLOGO '

aorb

dió de narices con José Juan de Cámbara e Ibáñez, hijo de don Antonio de Cámbara y

En

la calle

Oteiza y de doña Josefa Ibáñez y Borreguero. Hola, maestro de paseo, ¿eh? Sí, de paseo. ¿Cómo va eso?, ¿cómo va eso? ¿Eso?..., ¿qué es eso? Pues hombre...! Que cómo está usted. ¡Ah!, bien... ¿y usted?

— — — — — —

¡

i

!

;

!

!

MIGUEL DE

348

Ü N A

At

ü N O

— Bueno. ¿Se trabaja? — ya se trabaja — Bien, bien. —Un poquillo... un po-qui-llo... — Pero, hombre de Dios, ¿y piensa ¡

Sí,

usted estarse toda la vida sepultado en este rincón usted, con su.»; facultades e ilustración...? ¿ Qué quiere usted, don José Juan ? ;

,

— —Usted necesita más mundo. — pero mundo no necesita más de mí. —Ya verdad, ya, que como me decía un amigo, el

Sí,

es

por cierto, a los maestros les falta mundo le sobran maestros. Ay, ay, ay Pero hombre Usted debe salir de aquí, usted aquí no tiene razón de ser... ¿ Que no tengo razón de ser ? El pobre maestro quedó aturullado. Usted debe salir, debe buscar campo, más campo Eso pienso..., ir a Madrid, y allí, en ratos libres, dedicarme a escribir... Tengo varias obras en pro-

muy

y

al

— — — — —

listo

mundo

!

¡

!

¡

!

¡

yecto.

— ¡Hola, hola! Y ¿sobre qué? — Una... sobre origen lenguaje... —i Ahá — Otra..., sobre fatalismo; sobre el

el

del

otra...,

los

me-

de mejorar la educación...; otra..., sobre economía doméstica, para las muchachas casaderas, y dios

otras varias...

— Ah Usted vale mucho, pero mucho. pero me pagan poco. — señor, — Eso es que cuesta usted menos de i

Sí,

!

sí...;

lo

que

vale...

¿Qué

quiere usted?, la oferta excede a la demanda... todavía no he olvidado la economía política.

— Bien

se ve.

Así siguieron conversando, de modo y manera que José Juan de Cámbara Ibáñez Oteiza y Borreguero

OBRAS COMPLETAS

349

le puso al pobre maestro en la cabeza que aquel reducido pueblecito no era suficiente campo para él. Estaba la cabeza del pobre maestro en mareas vivas.

Capítulo III ANGUSTIAS Y AMARGURAS

Acaso vaya fastidiando

al lector

el

'

cuento.

Si

puede dejarlo; pero una vez empezado ruego que lo concluya de leer. le

gusta,



¡

Dios mío

puedo mía...,



vivir célibe...



le

no me pobre maestro ay ¡Angela, Angela sí misma... Tengo que vivir para vivir y comer... ser o no se decía el

no puedo..., no!, ¡mía no!, es de

casar...,

no

¡

,

!

que decía Hamlet..., el solterón es el hombre que reduce la vida a comer... Yo quiero mujer, sí, la quiero..., pero no puedo tenerla... querer y no poder..., la voluntad y la potencia en lucha y yo cogido en medio soy aplastado como entre dos peñascos que chocan un pobre sapo... "y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. el espíritu de Dios incu"y un baba sobre las aguas", que otros traducen viento fortísimo era llevado sobre las aguas." Cuántos sentidos encierra el Génesis!..., ¡no!, no puedo casarme, no puedo mantenerla, no puedo tener hijos legítimos, de lex legis, la ley... no puedo hacer hombres animales, yo que hago hombres racionales a los hijos del prójimo... Dios mío! ¡Dios Dio!, ¿para qué no has hecho de modo que el hombre se propague por brotes o vivisección? ¡La generación sexual...! El eterno dualismo Uno por uno siempre es uno, uno más uno, dos. Yo por mí siempre yo ¡El instinto y la razón que luchan! Ormuz y Arhiman. Un Dios uno se aburriría..., ¡es un absurdo! Dios padre. Dios hijo, Dios Espíritu Santo... El amor, el ser,

Y

:

¡

;

i

!

¡

i

!

:

!

!

MIGUEL DE

350

M

ü N A

U N O

el amado..., enredos..., ¡nada más que enAngela, Angela mía De los ojos del pobre maestro corrió una lágrima a borrar una cifra de un papel que, lleno de colum-

amante y redos

!

¡

tenía ante los ojos.

nas,

Apretándose

sienes,

las

se

decía



Dios mío! Yo no puedo casarme y sin embargo puedo querer a una mujer... y soy demasiado honrado para no querer perderla... Tú, Dios, Diablo, Naturaleza, casualidad, educación o lo que seas, ¿ por qué i

habéis i

puesto este

Juanaaa Apareció

sentimiento

en mí?...

la criada.

—¿Qué quiere, señorito? —Tráeme pluma, papel y —¿Qué señorito?, —Nada. la

el

el tintero.

tiene usted,

La

¡Juanita!

¿qué

le

pasa?

criada se fué tarareando: Cuatro camaroncitos

me

dieron de cenar

una sardina arenque...,



¡

tener

No

etc.

puedo casarme No puedo. La dificultad no es mujer e hijos, sino poder mantenerlos... Mu!

con jota por venir del latín mudier, como ajeno de alienus... ¡Mujer! ¡Dios mío!, ¿por qué la pusiste ante mis ojos?, ¿por qué la quiero?, ¿por qué vivo ?, ¿ por qué nací ?, ¿ tengo razón de ser ? El maestro hundió en el pecho la cabeza y siguió en su mudo monólogo: Esto..., esta figura de mujer que se me aparece jer...,



en

la imaginación...,

me

me

quiere...,

Que en

i

me

quiere!

¿Qué

en su interior, como en el mío la suya, mi imagen es el centro de mil imágenes de ventura y dicha, que quiere tenerme junto a sí, identificarme con ella, que soy la sombra de la sombra de su sueño... ¿Me conoce?, ¿puede significa este

quiere?

ella,

:

OBRAS COMPLETAS

351

conocerme? Tan sólo mi exterior, mis hechos, lo que de ahí pasa le está cerrado, finge mis intenciones, no las conoce. ¿ Es algo más que una forma rica en color y en líneas, que se mueve y habla y engarza pensamientos? Soy yo algo más? Pero... ¿qué es una forma? ¿Dios, no es acaso la forma de las formas? ^:

Qué

sé yo..., ¡ni

Algo más

me

importa!

tranquilo, se puso a escribir

Qué extraña impresión

y

escribió

pensar en el hecho desnudo, en ella tal como se presenta a mis sentidos, libre del alma que la he forjado Su alma está en mi idea, yo sólo la conozco por sus hechos y atribuyendo a éstos mis intenciones he forjado su alma... ¿Qué es su alma sino una idea mía? ¿qué no es idea? "¡Yo te quiero mucho...! Es cosa de analizarlo: te quiero mucho..., querer, ¿y qué es querer? Aquí tropiezan todos y se dan de hocicos contra el suelo. Querer, dice Schopenhauer, es el hecho primitivo, la "¡

se

siente

al

!

Y

sustancia universal, el fondo, Dios... Querer es inclinarse a aquello que se juzga bueno... ¡no!, es bue-

no aquello que se quiere.

Ah

¡

amor y dicha y qué poco y no se explica

se siente

dulce que analizarlo?

el

Todo

!

\

Cuánto

reflexiona

se

se habla de !

Dirán que

amor..., ¿qué cosa

más

que quiere, para algo quiere, hace del prójimo alimento de su vida. ¿:Qué busca en la mujer el hombre y en el hombre la mujer? Se buscan a sí mismo, la quiere él para sí, para sí ella. Si se dice la verdad, huye espantado el hombre culto y os cae encima la maldición del tonto y del hipócrita. Las aves se unen y construyen el nido... El nido Aquí concluye todo." El maestro levantó la pluma y murmuró "No hay ave más infeliz que la que empolla huevos ajenos." ¡

el

!

:

Y el

prosiguió escribiendo.

"Tras de todo esto queda el hartazgo del instinto, desencanto del sueño, la forma se evapora. Y más

MIGUEL DE

352

U N A

M

U N O

tarde dejamos el nido vacio y vamos a transformarnos en berzas y luego acaso en la cola de un bo-^ rrico."

El pobre maestro dejó la pluma y quedó pensativo,.' tomó un libro y empezó a hojearlo, pero siempre zumbaban sobre su cabeza aquellos pensamientos incoherentes. Abrió el balcón; era de noche y estaba el cielo sereno... Miróle, a la tierra luego y murmu-'

rando

:

¡

bah

!

¡

bah

!

se

retiró.

Capítulo IV Cuentan

Guadiana que en

cierto lugar ocul. arena y sólo a trechos se le ve aparecer mezclado a ella. Así la vida del maestro... ¿ se casó ?, ¿ no se casó ? Como el lector guste, a mí me es indiferente. Así pasaron un año, y dos, y tres, y cuatro, y seis..., y hasta n-1 años. ta

del río

su curso bajo

la

Capítulo

V

FINIS CORONAT OPUS

Era un viejecito, arrugadito el pobre, encorvado y apoyándose en un bastón. A la caída de la tarde salió con el fresco y fué a sentarse en un banco de madera colocado al pie de un árbol que se alzaba sobre una eminencia que domina al pueblo. ¡Je, je! Aquí leeré estos papelotes mugrientos que he encontrado entre los restos del naufragio de mi juventud... ¡qué hermosa tarde!, ¡qué doradito está el cielo! Lo mismo, lo mismito morían las tardes cuando yo era un muchacho, pero entonces no hacía tanto frío; estos últimos inviernos han sido atroces... ¡Cuando yo era muchacho!..., ¡yo hubiera



OBRAS COMPLETAS

353

podido ser algo... hubiera podido! ¿Estaría acaso a A lo hecho, pecho... [pobre don José Juan de Cámbara !, pronto iré a visitarle... ¡Caracoles en salsa! Ya bajan por la alameda los hombres del día, ¿ se acordarán de mí ? Verdad es El maestro!, a, be, ce, que yo no soy del día... de, etc., ¿cuántos dioses hay?... Aquí viene Tomasito López... Este sí que era travieso..., la mismísima piel del demonio, qué arte tenía para cojer moscas y ponerlas un rabito de papel!, ie, je! Ahora es todo un señor abogrado..., ¡caramba!, ¡caramba! Allí viene aquel otro chissfaravís, qué palmetazos me ti^ne llevados!, ése siemore camorrista... no sé lo que hace..., y aquél, y el otro..., y el otro..., ¡cuántos retoños nue regó el maestro y el sol se ha encargado de madurar o de secar! Aquél..., aquél es el estas horas tan tranquilo?

i

i

¡

¡

hijo de Angela...

Los

—El

del maestro se moiaron de lágrimas. pobre maestro no deja su sangre en este

oio

ocasión para que se cumpliera su sino...



Pero pude impedirlo... ¡Qué torpe, qué ciega estuve! Trunqué su vida y he truncado para siempre la mía. Porque esto es peor que el suicidio... Bueno bueno, hija, que no te dé... No, nada temas, padre, tengo la cabeza firme sé que te gusta soñar y que no estás muy Sí, si

— — —

i

;

!

:

OBRAS COMPLETAS

407

segura de que los muertos sueñen. Te gusta soñar en la muerte, que no es sino vivir... ¿Vivir? ¿Y llamas vivir a esto que hacemos en

— —El

esta isla?

mundo todo, hija mía, no es más que un isLlevo en él ya cerca de sesenta años y voy convenciéndome de aue si los hubiese vivido en el eje mismo del torbellino de la historia, no habría a la hora de hoy atesorado más saber que el que poseo sueño por sueño, ¿ qué más da ? Y estoy también convencido de que si tú hubieras llegado a ser la segunda Elvira de aquel hombre y en él se hubiesen continuado, aunque con otro nombre, los Solórzanos, no estaría hoy más consolado de haber tenido que nacer de lo que estoy. aquel hombre le preguntó su hija son¿ Y si riendo tristemente hubiese renunciado a nombre propio, pues que huía del que hizo resonante en su patria y aun fuera de ella, y adoptando el nuestro, el de los Solórzanos, lo hubiese hecho resonante también en la isla y aun fuera de ella? ¿Qué habrías dicho entonces? ¿Lo ves, hija, lo ves? Eso le mató. No quiero revelarte, pues que me lo tienes prohibido que lo haga, la extraña filosofía que llenaba las hojas de las "Memorias" de aquel suicida pero te aseguro que eso, eso que acabas de decir le mató. Ah Si pudiéramos irnos, emigrar, escaparnos, padre, para ir a perdernos en el ancho mundo, a no sentirnos, a no conocernos. El aislamiento no nos deja gozar de la soledad... Ay, hija mía !, la tragedia aquí es la necesidad. Fuera de aquí tendríamos que vivir casi de limosna y sin la seguridad del mañana. Es nuestra discreta pobreza la que nos hace soñar así... Trabajaré ¿Tú, hija mía, tú? No sabes lo que es trabajar; lote.









;



¡



— —

¡

i

!

!

!

MIGUEL DE

408

U

N A M U N

!

O

no babemos lo que es trabajar. Nos pasamos la vida en un sueño... Si fuese al menos un sueño como la vida de Tulio Montalbán

— — Siempre ¡

lo mismo, hija mía; deja que otros hagan historia y nosotros la contemplaremos. ¿ Por qué empeñarnos en ser actores todos ? Algunos han de contentarse con ser espectadores... ¡Esa historia..., Toda la ciudad, esa terrible historia de ese hombre !

pueblo nos señala con el dedo apenas podemos salir ya; ésta es la casa de la tragedia misteriosa, de la tragedia del hombre misterioso que se suicidó en el umbral antes inmaculado, de nuestro hogar solariego, el de los Solórzanos ahora ¿ O es que hay en nuestro ¿ Antes ?

todo

el

— hogar —

;

¡

i

Y

!

mancha ?

¡Sí, de sangre!, ¡de su sangre!, ¡de la sangre Desde aquel día no cruzo ese umde ese hombre bral sin cerrar los ojos; entro y salgo en nuestra casa, en el solar isleño de los Solórzanos, tanteando las paredes para no tropezar. Acabaré por quedar!

me

ciego...

— ¡Padre!, ¡padre!, ¡padre! — Es todo que he llegado

a ver de la historia lo único documento vivo que he visto con mis ojos! No, no puedo. Aun cerrando los ojos le veo de rodillas atravesándose con un pedazo de plomo el i

¡

Es

el

seso que forjó tantas locuras... Cállate, padre, cállate

— — No,

!

i

no debo callarme aquí donde nadie nos oye, no debo callarme. Donde he de callarme es fuera, en la calle, entre los demás. Y son ellos los que se callan al verme llegar. No, no me callaré, aquí donde nadie nos oye.

— Nadie? —¿Y quién ¿

nos oye?

!

!

!

1

!

OBRAS COMPLETAS

— Quién Don Diego de Solórzano, que está sala —Tú has vuelto hija mía, loca como ha vuelto Y menos mal no diera — ¿Para qué? ¿Es que acaso vivimos, padre? ¡No ?

¿

en

el

¡

la

te

él

4U9

te

loca,

él;

loca.

si

por...

te

merece la pena! -Ahora me acuerdo de aquello tan terrible que me contaste que te había dicho él, aquello de que (leseó volver al seno de la madre de que había salido. Es una idea diabólica No lo veo yo así... ¿Y tú, padre, no has deseado alguna vez volver a ser lo que eras cuando don Diego de Solórzano conquistó y pobló esta isla y nos amarró, ya desde entonces, a ella? Pero qué cosas se te ocurren hija mía Lo extraño es que no se te hayan ocurrido a ti que vives en papeles viejos, si no de ellos. No se De ellos, no, hija mía, de ellos, no vive de pergaminos Ni de historia, según parece. La historia mata... A los que la hacen, no a los que la contemplan...



!

¡



— — — — — —A ¡

!

¡

¡

todos, padre, a todos. Al final desaparece la persona y queda la cosa, como dices que decía el lema de esas "Memorias" que reduje a cenizas sin leerlas. cenizas es ya mi memoria... ¡Ceniza después de Carnaval ¡Y nosotros... cosas! La sombra de la noche arropó al viejo y callado hogar solariego isleño de los Solórzanos coloniales. en su umbral lamía los muros, como una llama lenta, un recuerdo de sangre.

Y



Y

Publicada en diciembre 1920.

La Novela

Corta.

Año V,

núra.

260,

Madrid,

1

111

TRES NOVELAS EJEMPLARES Y UN PROLOGO (i

920)

PROLOGO 1

Tres novelas ejemplares y un prólogo Lo mismo pude haber puesto en la portada de este libro Cuatro novelas ejemplares. ¿Cuatro? ¿Por qué? !

¡

Porque este prólogo es también una novela. Una novela, entendámonos, y no una nivola; una novela. Eso de nivola, como bauticé a mi novela y tan Niebla, y en ella misma lo explico, fué novela ¿críticos? una salida que encontré para mis... Bueno; pase críticos. Y lo han sabido aprove!







¡



char porque ello favorecía su pereza mental. La pereza mental, el no saber juzgar sino conforme a precedentes, es lo más propio de los que se consagran a críticos.



Hemos

de volver aquí, en este prólogo novela más de una vez sobre la nivolería. digo hemos de volver, así en episcopal primera persona del plural, porque hemos de ser tú, lector, y yo, es decir, nosotros, los que volvamos sobre ello. Ahora, pues a lo de ejemplares. o nivola



,

Y

¿Ejemplares? ¿Por qué?

Miguel de Cervantes llamó ejemplares a

las noveque publicó después de su Quijote porque, según en el prólogo a ellas nos dice, "no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso". Y luego añade: "Mi intento ha sido poner en la glolas

MIGUEL DE

414

U N A M V N O

ria de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda lleg-ar a entretenerse sin daño de

barras, digo, sin

daño

del

alma

ni

del

cuerpo, por-

que los ejercicios honestos y agradables antes aprovechan que dañan." en seguida: "Sí; que no siempre se está en los templos, no siempre se ocupan los oratorios, no siempre se asiste a los negocios por calificados que sean; horas hay de recreación donde el afigido espíritu descanse para este efecto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestiones y se cultivan con curiosidad agrega: "Una cosa me atreveré los jardines." a decirte que si por algún modo alcanzara que la lección de estas novelas pudiera inducir a quien las leyere a algún mal deseo o pensamiento, antes me cortara la mano con que las escribí que sacarlas en público; mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano."

Y

;

Y

:

De lo que se colige: primero, que Cervantes más buscó la ejemplaridad que hoy llamaríamos estética que no la moral en sus novelas, buscando dar con ellas horas de recreación donde el afligido espíritu descanse, y segundo, que lo de llamarlas ejemplares fué ocurrencia posterior a haberlas escrito. Lo que es mi caso. Este prólogo es posterior a las novelas a las que precede y prologa, como una gramática es posterior a la lengua que trata de regular y una doctrina moral posterior a los actos de virtud y de vicio que este prólogo es, en con ella tratan de explicarse. cierto modo, otra novela; la novela de mis novelas. a la vez la explicación de mi novelería. O si ee

Y

Y

quiere, nivolería.

Y

llamo ejemplares a estas novelas porque las doy

!

,

OBRAS COMPLETAS —

como ejemplo y de realidad.

De

¡

realidad

!

así,

¡

De

como suena



,

415

ejemplo de vida

realidad, sí



Sus agonistas, es decir, luchadores o si queréis son reales, realísimos, los llamaremos personajes y con la realidad más íntima, con la que se dan ellos mismos, en puro querer ser o en puro querer no ser, y no con la que le den los lectores.



,

II

Nada hay más ambig^io que lismo en

el

arte literario.

eso que se llama rearealidad es ¿ qué

Porque

de ese realismo?

la

Verdad

es que el llamado realismo, cosa puramente externa, aparencial, cortical y anecdótica, se refiere al arte literario y no al poético o creativo. En un poema y las mejores novelas son poemas en una creación, la realidad no es la del que llaman los críticos realismo. En una creación la realidad es una realidad íntima, creativa y de voluntad. Un poe-









criaturas criaturas vivas por llamado realismo. Las figuras de los realistas suelen ser maniquíes vestidos, que se mueven por cuerda y que llevan en el pecho un fonógrafo que repite las frases que su Maese Pedro recogió por calles y plazuelas y cafés y apuntó en

nos

ta

los

saca

modos

sus

del

su cartera. ¿

Cuál es

realidad

la

eterna,

realidad la

íntima,

realidad

la

realidad

poética

o

real,

creativa

la

de

un hombre? Sea hombre de carne y hueso o sea de lo que llamamos de ficción, que es igual. Porque Don Quijote es tan real como Cervantes Hamlet o Macbeth tanto como Shakespeare, y mi Augusto Pérez tenía acaso sus razones al decirme, como me ;

:

MIGUEL DE

416

U N A M U S O

—véase

mi novela (¡y tan novela!) Niebla, vez no fuese yo sino un pretexto para que su historia y la de otros, incluso la mía misma, lledijo

que

tal

guen

al

¿Qué real de

mundo. es

lo

más

un hombre

más

íntimo, lo

más

creativo, lo

?

Aquí tengo que referirme una vez más a aquella ingeniosísima teoría de Oliver Wendell Holmes en sobre su The autocrat of thc brcakfast table, III es que nos los tres Juanes y los tres Tomases. dice que cuando conversan dos, Juan y Tomás, hay seis en conversación, que son





Y

Juan

El

real;

conocido

para

su

nunca

el

sólo

Hacedor.

Juan

El

real,

Tres

Juanes

te

El

de

ideal

a

y

de

Juan;

menudo muy desemejan-

él.

Juan ideal de Tomás; nunca el Juan real ni el Juan de Juan, sino a menudo muy deseméjame de ambos.

Tomases

Tres

l

1.

(

2.

'

3.

El El El

Tomás Tomás Tomás

real.

iaeal de ideal de

Tomás. Juan.

que uno es, el que se cree ser y el Y Oliver Wendell Holmes pasa a disertar sobre el valor de cada uno de ellos. Pero yo tengo que tomarlo por otro camino que el intelectualista yanqui Wendell Holmes. Y digo si para que, además del que uno es para Dios Dios es uno alguien y del que es para los otros que y del que se cree ser, hay el que quisiera ser. éste, el que uno quiere ser, es en é!, en su seno, el creador, y es el real de verdad. Y por el que hayamos querido ser, no por el que hayamos sido, nos salvaremos o perderemos. Dios le premiará o castigará a uno a que sea por toda la eternidad lo que

Es

que

le

decir,

el

cree otro.



quiso

ser.



Y

OBRAS COMPLETAS

417

Ahora que hay quien quiere ser y quien quiere ser, y lo mismo en hombres reales encarnados

no

en carne y hueso que en hombres reales encarnados en ficción novelesca o nivolesca. Hay héroes del querer no ser, de la noluntad.

Mas plicar

antes de pasar más adelante cúmpleme exque no es lo mismo querer no ser que no

querer

ser.

Hay, en

efecto, cuatro posiciones, que son dos poa) querer ser; b) querer no ser; y dos negativas: c) no querer ser; d) no querer no ser. sitivas

:

Como

se puede creer que hay Dios, creer que no hay Dios, no creer que hay Dios y no creer que no hay Dios. Y ni creer que no hay Dios es lo mismo que no creer que hay Dios, ni querer no ser es no querer ser. De uno que no quiere ser difícilmente se saca una criatura poética, de novela pero de uno que quiere no ser, sí. Y el que quiere no ser, no es, claro !, un suicida. El que quiere no ser lo quiere siendo. ¿ Qué ? ¿ Os parece un lío ? Pues si esto os parece un lío y no sois capaces, no ya sólo de comprenderlo, mas de sentirlo y de sentirlo apasionada y trágicamente, no llegaréis nunca a crear criaturas reales, y por tanto no llegaréis a gozar de ninguna novela, ni de la de vuestra vida. Porque sabido es que el que goza de una obra de arte es porque la crea en sí, la re-crea y se recrea con ella. Y por eso Cervantes, en el prólogo de sus Novelas ejemplares, hablaba de "horas de recreación". Y yo me he recreado con su Licenciado Vidriera, recreándolo en mí al re-crearme. Y el Licenciado Vidriera era yo mismo. :

;

¡

0NAUUNO.

IX

14

MIGUEL DE

418

U ^ A

M

U \ O

III

Quedamos, quedado en

más

realis,

—digo, me — en que más obra — que pues

ello...

cosa, es

res,

existe lo que

,

quiere no ser,

el

za



es el



quiere ser o el que

creador. Sólo que este

podríamos llamar,

hombre

que hemos hombre más real decir, más causa sólo parece

el

,

al

volitivo e

modo

ideal

tiene que vivir en

en



hombre que

kantiano, numénico, este de idea-voluntad o fuer-

un mundo fenoménico, apa-

mundo

de los llamados reade aquí, del choque de esos hombres reales, unos con otros, surgen la tragedia y la comedia y la novela racional,

rencial,

Y

listas.

el

tiene que soñar la vida que es sueño.

Y

y la nivola. Pero la realidad es la íntima. La realidad no la constituyen las bambalinas, ni las decoraciones, ni ni

el

traje, ni el

paisaje, ni el mobiliario,

acotaciones, ni...

las

Comparad a Segismundo con Don Quijote, dos soñadores de la vida. La realidad en la vida de Don Quijote no fueron los molinos de viento, sino los gigantes. Los molinos eran fenoménicos, aparenciales los gigantes eran numénicos, sustanciales. El sueño es el que es vida, realidad, creación. La fe misma no es, según San Pablo, sino la sustancia de las cosas que se esperan, y lo que se espera es sueño. la fe es la fuente de la realidad, porque es la vida. Creer es crear. ¿O es que la Odisea, esa epopeya que es una novela, y una novela real, muy real, no es menos real cuando nos cuenta prodigios de ensueño que un realista excluiría de su arte? ;

Y

!

OBRAS COMPLETAS

419

IV Sí, ya sé la canción de los críticos que se han agarrado a lo de la nivola; novelas de tesis, filosóficas, símbolos, conceptos personificados, ensayos en forma dialogada... y lo demás. Pues bien; un hombre, y un hombre real, que quiere ser o que quiera no ser, es un símbolo, y un símbolo puede hacerse hombre. Y hasta un concepto. Un concepto puede llegar a hacerse persona. Yo así, creo que la rama de una hipérbola quiere quiere llegar a tocar a su asíntota y no lo logra, y que el geómetra que sintiera ese querer desesperado de la unión de la hipérbola con su asíntota nos crearía a esa hipérbola como a una persona, y persona trágica. Y creo que la elipse quiere tener dos focos. Y creo en la tragedia o en la novela del binomio de Newton. Lo que no sé es si Newton



!



\

la sintió.

A

cuaquier cosa llaman puros conceptos o entes de ficción los críticos Te aseguro, lector, que si Gustavo Flaubert sini

tió, como dicen, señales de envenenamiento cuando estaba escribiendo, es decir, creando, el de Bovary, en aquella novela que pasa por ejemplar

Emma

de novelas, y de novelas realistas, cuando mi Augusto Pérez gemía delante de mí dentro de mí más bien "Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero vivir, quiero vivir..." Niebla, página 908, to-

— —





:

mo

II

sentía

yo morirme.



"¡Es que Augusto Pérez eres tú mismo!..." se dirá Pero no Una cosa es que todos mis

me



.

¡

!

personajes novelescos, que todos los agonistas que he creado los haya sacado de mi alma, de mi reali-

— 420 dad íntima

MIGUEL —que es todo

ü E

U N A



M U N

O

un pueblo y otra cosa que sean yo mismo. Porque ¿ quién soy yo mismo? ¿Quién es el que se firma Miguel de Unamuno? Pues... uno de mis personajes, una de mis criaturas, uno de mis agonistas. ese yo último e íntimo y supremo, ese yo trascendente o inmanente ¿quién es? Dios lo sabe... Acaso Dios mismo... ,

es

Y

Y



ahora os digo que esos personajes crepusculaque ni de mediodía ni de medianoche quieren ser ni quieren no ser, sino que se dejan llevar y traer, que todos esos personajes de que están llenas nuestras novelas contemporáneas españolas no son, con todos los pelos y señales que les distinguen, con sus muletillas y sus tics y sus gestos, no son en su mayoría personas, y que no tienen realidad íntima. No hay un momento en que se vacien, en que desnuden su alma. A un hombre de verdad se le descubre, se le crea, en un momento, en una frase, en un grito. Tal Shakespeare. Y luego que le hayáis así descubierto, creado, lo conocéis mejor que él se conoce a sí misres

—no

mo

acaso.



Si quieres crear, lector, por el arte, personas, ago-

cómicos o novelescos, no acumules no te dediques a observar exterioridades de los que contigo conviven, sino trátalos, excítalos si puedes, quiérelos sobre todo y espera a que un saquen a luz y desnuda el alma acaso nunca día de su alma, el que quieren ser, en un grito, en un acto, en una frase, y entonces toma ese momento, mételo en ti y deja que como un germen se te desarrolle en el personaje de verdad, en el que es de veras real. Acaso tú llegues a saber mejor que tu amigo Juan o que tu amigo Tomás quién es el que quiere ser Juan o el que quiere ser Tomás o quién es el que cada uno de ellos quiere no ser. nistas

trágicos,

detalles,





OBRAS COMPLETAS

421

Balzac no era un hombre que hacía vida de munni se pasaba el tiempo tomando notas de lo que veía en los demás o de lo que les oía. Llevaba el mundo dentro de sí.

do

V Y

que todo hombre humano lleva dentro de y sus siete opuestos vicios capitales: es orgulloso y humilde, glotón y sobrio, rijoso y casto, envidioso y caritativo, avaro y liberal, perezoso y diligente, iracundo y sufrido. Y saca de sí mismo lo mismo al tirano que al esclavo, al criminal que al santo, a Caín que a Abel. No digo que Don Quijote y Sancho brotaron de la misma fuente porque no se oponen entre sí, y Don Quijote era sanchopancesco y Sancho Panza era quijotesco, como creo haber probado en mi Vida de Don Quijote y Sancho. Aunque no falte acaso quien me salte diciendo que el Don Quijote y el Sancho de esa mi obra no son los de Cervantes. Lo cual es muy cierto. Porque ni Don Quijote ni Sancho son de Cervantes ni míos, sino que son de todos los que los crean y re-crean. O, mejor, son de sí mismos, y nosotros, cuando los contemplamos y creamos, somos de ellos. yo no sé si mi Don Quijote es otro que el de Cervantes o si, siendo el mismo, he descubierto en su alma honduras que el primero que nos le descubrió, que fué Cervantes, no las descubrió. Porque estoy seguro, entre otras cosas, de que Cervantes no apreció todo lo que en el sueño de la vida del Caballero significó aquel amor vergonzoso y callado que sintió por Aldonza Lorenzo. Ni Cervantes caló todo el quijotismo de Sancho Panza. sí

es

las siete virtudes

Y

MIGUEL DE

422

O

N A

¡1

O N O

Resumiendo: todo hombre bueno lleva dentro de virtudes capitales y sus siete vicios opuestos, y con ellos es capaz de crear agonistas de todas sí las siete

clases.

Los pobres sujetos que temen la tragedia, esas sombras de hombres que leen para no enterarse o tendrán que matar la eterpara matar el tiempo nidad al encontrarse en una tragedia, o en una comedia, o en una novela, o en una nivola si queréis, con un hombre, con nada menos que todo un hombre, o con una mujer, con nada menos que toda una mujer, se preguntan "¿ Pero de dónde habrá sacado este autor esto?" A lo que no cabe sino una respuesta, y es: "¡de ti no!" Y como no lo ha sacado uno de él, del hombre cotidiano y crepuscular, es inútil presentárselo, porque no lo reconoce por hombre. Y es capaz de llamarle símbolo o ale-





,

:

goría.

Y de

la

ese sujeto cotidiano y aparencial, ese que huye tragedia, no es ni sueño de una sombra, que

como Píndaro llamó al hombre. A lo sumo será sombra de un sueño, que dijo el Tasso. Porque el que siendo sueño de una sombra y teniendo la cones

ciencia de serlo sufra con ello y quiera serlo o quiera no serlo, será un personaje trágico y capaz de crear y de re-crear en sí mismo personajes trági-

—o



capaz de ser novelista, esto es, cómicos y capaz de gustar de una novela, es decir, de un poema. cos

,

poeta,

VI ¿Está claro?

La

lucha, por dar claridad

es otra tragedia.

a nuestras

creaciones,

!

!

OBRAS COMPLETAS

423

Y este prólogo es otra novela. Es la novela de mis novelas, desde Paz en la guerra y Amor y pedagogía y mis cuentos que novelas son y Nieésta, acaso, la más trágica de bla y Abel Sánchez todas hasta las Tres novelas ejemplares que vas a leer, lector, si este prólogo no te ha quitado las ganas de leerlas. ¿Ves, lector, por qué las llamo ejemplares a estas novelas? ¡Y ojalá sirvan de ejemplo! Sé que en España, hoy, el consumo de novelas lo hacen principalmente mujeres. Es decir, mujeres, no !, sino señoras y señoritas. Y sé que estas señoras y señoritas se aficionan principalmente a leer aquellas novelas que les dan sus confesores o aquellas otras que se las prohiben o sensiblerías que destilan mangla o pornografías que chorrean pus. Y no es que huyan de lo que les haga pensar huyen de lo que les haga conmoverse. Con conmoción que no sea la que acaba en... ¡Bueno, más vale









,

¡

;

;

callarlo

Esas señoras y señoritas se extasían, o ante un traje

montado sobre un maniquí,

si

el

traje es

moda, o ante el desvestido o semidesnudo; pero desnudo franco y noble les repugna. Sobre todo desnudo del alma.

Y

de el

el

anda nuestra literatura novelesca sí, literatura. Y nada más que literatura. Lo cual es un género de subsistencia, sujeta a la ley de la oferta y la demanda, y a exportación e importación, y a registro de aduana y a tasa. ¡

así

Literatura...

Allá van, en fin, lectores y lectoras, señores, señoras y señoritas, estas tres novelas ejemplares, que aunque sus agonistas tengan que vivir aislados y desconocidos, yo sé que vivirán. Tan seguro estoy de esto como de que viviré yo.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Dios

sólo lo sabe...

DOS

MADRES

I

Cómo

pesaba Raquel al pobre don Juan La con la tormenta de no tener hijos en el corazón del alma, se le había agarrado y le retenía en la vida que queda, no en la que pasa. en don Juan había muerto, con el deseo, la voluntad. Los ojos y las manos de Raquel apaciguaban y adormecían todos sus apetitos. aquel hogar solitario, constituido fuera de la ley, era como en un monasterio la celda de una pareja enamo¡

viuda

le

!

aquélla,

Y

Y

rada.

¿Enamorada? ¿Estaba él, don Juan, enamorado de Raquel ? No, sino absorto por ella, sumergido en ella, perdido en la mujer y en su viudez. Porque Raquel era, pensaba don Juan, ante todo y sobre todo, la viuda y la viuda sin hijos; Raquel parecía haber nacido viuda. Su amor era un amor furioso, con sabor a muerte, que buscaba dentro de su hombre, tan dentro de él que de él se salía, algo de más allá don Juan se sentía arrastrado por ella de la vida. a más dentro de la tierra. "¡ Esta mujer me matará!", solía decirse, y al decírselo pensaba en lo dulce que sería el descanso inacabable, arropado en tierra, después de haber sido muerto por una viuda

Y

como

aquélla.

Hacia tiempo que Raquel venía empujando

a

su

!

OBRAS COMPLETAS don Juan

al

425

matrimonio, a que se casase; pero no

como habría querido hacerlo el pobre hombre. Raquel. ¿Casarte conmigo? ¡Pero eso, mi gati-

con

ella,



no tiene sentido!... ¿Para qué? ¿A qué conduc' que nos casemos según la Iglesia y el Derecho Civil ? El matrimonio se instituyó, según nos enseñato,

ron en el Catecismo, para casar, dar gracia a los casados y que críen hijos para el cielo. ¿Casarnos? ¡Bien casados estamos! ¿Darnos gracia? Ay, michino y al decirlo le pasaba por sobre la nariz los cinco finísimos y ahusados dedos de su diestra ni a ti ni a mí nos dan ya gracia con bendiciones. ¡Criar hijos para el cielo..., criar hijos para !





¡

,

el cielo

Al decir esto

se

le

quebraba

la

voz y temblaban

en sus pestañas líquidas perlas en que se reflejaba la negrura insondable de las niñas de sus ojos.



Don Juan. Pero ya te he dicho, Quelina, que nos queda un recurso, y es casarnos como Dios y los hombres mandan... Raquel. ¿ Tú invocando a Dios, michino ? Don Juan. Casarnos así, según la ley, y adoptar un hijo... Raquel. ¡Adoptar un hijo!... ¡Adoptar un hijo!... Sólo te faltaba decir que del Hospicio!... Don Juan. Oh, no Aquel sobrinillo tuyo, por









i

ejemplo...

¡

!



Raquel. Ya te he dicho, Juan, que no hables de que no vuelvas a hablar de eso... Mi hermana, visto que tenemos fortuna... Don Juan. Dices bien, tenemos... Raquel. Claro que digo bien ¿ O es que crees que yo no sé que tu fortuna, como tú todo, no es sino mía, enteramente mía? Don Juan. Enteramente tuyos, Quelina Raquel. Mi hermana nos entregaría cualquiera eso...,







!

¡



¡

!

!

MIGUEL DE

426

de sus hijos, lo sé; nos

U N A M U N O

Y

entregaría de grado. nunca podría tenerlo por propio. Oh, no poder parir No poder parir morirse en el parto Don Juan. Pero no te pongas así, querida.

como nada me

lo

costaría obtenerlo,

!

¡

!

¡

Y

Raquel. seguir

¡

!

— —Eres

así...

Un

tú,

Juan, eres tú

el

que no debes

hijo adoptado, adoptivo, es siempre

un hospiciano. Hazte padre, Juan, hazte padre, ya que no has podido hacerme madre. Si me hubieras hecho madre, nos habríamos casado; entonces sí... ¿Por qué bajas así la cabeza? ¿De qué te avergüenzas ? Don Juan. Me vas a hacer llorar, Raquel, y yo... Raquel. Sí, ya sé que tú no tienes la culpa, como no la tuvo mi marido, aquel... Don Juan. Ahora eso... Raquel. ¡Bien! Pero tú puedes darme un hijo. ¿Cómo? Engendrándolo en otra mujer, hijo tuyo, y entregándomelo luego. Y quiéralo ella o no lo quiera, que lo quiero yo y basta Don Juan. Pero cómo quieres que yo quiera a









¡



otra mujer...



es eso de quererla ? ¿ Quererla ? ¿ Qué ha hablado de querer a otra mujer? Harto sé que hoy ya tú no puedes, aunque quieras, querer a otra mujer. ¡Ni yo lo consentiría! Pero ¡no se trata de quererla; se trata de empreñarla! ¿Lo quieres más claro? Se trata de hacerla madre. Hazla

Raquel.

¿Quién

te

madre y luego dame el hijo, quiéralo ella o no. Don Juan. La que se prestara a eso sería una... Raquel. ¿Con nuestra fortuna? Don Juan. ¿Y a qué mujer le propongo eso?

— — — Raquel. — Proponerle Don Juan. — Eso... Raquel. — Lo que has ¿

monio...

qué

?

de proponerle es

el

matri-

!

OBRAS COMPLE'TAS Don



427

Raquel Juan. Raquel. ¡El matrimonio Sí, Juan, sí Tienes que casarte, y yo te buscaré la mujer; una mujer que ofrezca probabilidades de éxito.... Y que sea bien parecida, ¿eh? Al decir esto se reía con una risa que sonaba a



llanto.

;

!

¡

!



Raquel. Será tu mujer, y de tu mujer, claro podré tener celos... Don Juan. Pero ella los tendrá de ti... Raquel. Natural Y ello ayudará a nuestra obra. Os casaréis, os darán gracia, mucha gracia, muchísima gracia, y criaréis por lo menos un hijo... para mí. Y yo le llevaré al cielo. Don Juan. No blasfemes... Raquel. ¿ Sabes tú lo que es el cielo ? ¿ Sabes lo que es el infierno ? ¿ Sabes dónde está el infierno ? Don Juan. En el centro de la tierra, dicen. Raquel. O en el centro de un vientre estéril ¡

está!, no





¡



!







acaso...

Don



Juan. ¡Raquel!... ¡Raquel!... Raquel. Y ven, ven acá...



Le hizo

sentarse sobre las firmes piernas de

apechugó como a un niño,

ella,

acercándole al oído los labios resecos, le dijo como en un susurro: Raquel. Te tengo ya buscada mujer... Tengo ya buscada la que ha de ser madre de nuestro hijo... Nadie buscó con más cuidado una nodriza que yo

se

lo

y,



esa madre...

Don



Juan. ¿Y quién es? Raquel. La señorita Berta Lapeira... Pero ¿por qué tiemblas ? Si hasta creía que te gustaría ¿ Qué ? ¿No te gusta? ¿Por qué palideces? ¿Por qué lloras así? Anda, llora, llora, hijo mío... ¡Pobre don Juan! Don Juan. Pero Berta... Raquel. Berta, encantada Y no por nuestra



¡



!



¡

!

¡

MIGUEL DE

V

M

A

N-

U S O

fortuna, no Berta está enamorada de ti, perdidamente enamorada de ti!... Y Berta, que tiene un heroico corazón de virgen enamorada, aceptará el !

papel de redimirte, de redimirte de mí, que soy, se-

gún

ella,

sé!

Sé cuánto

que

le inspiro...

Don

condenación y tu infierno,

tu

Raquel.





— Pero

Ju.\n.

i

Oh

!

i

Lo

compadece Berta... Sé

te

lo



el

!

¡Lo

horror

que dice de mí...

¿y sus padres...? Sus padres, sus cristianísimos pa-

Y

unos padres muy razonables... conocen la importancia de tu fortuna... Don Ju.\n. Nuestra fortuna... Raquel. Ellos, como todos los demás, creen que es tuya... ; no es acaso legalmente tuya? dres, son





Y

Don

Ju.an.



R.\QUEL.

— Sí;

pero...

hasta

Sí,

eso lo

tenemos que arreglar

no saben cómo tú eres mío, michino, y cómo es mío, mío sólo, todo lo tuyo. Y no saben cómo será mío el hijo que tengas de su hiia... Porque lo tendrás, ¿eh, michino? ¿Lo tendrás? bien.

Y

Ellos

aquí las palabras

del oído al pobre tigo.

Raquel.

Don

cosquilleaban en

—¿Lo tendrás, Juan, —Me vas a matar,

Juan.

R.\QUEL.

— Quién

¿Lo oyes? Ahí gelical!

le

don Juan, produciéndole

sabe...



tendrás?

lo

Pero antes dame

el hijo...

está la angelical Berta Lapeira.

Y

fondo

Raquel...

¡Ja..., ja..., ja!...

Don

el

casi vér-

¡An-



gritó el homJuan. tú, demoníaca poniéndose en pie y costándole tenerse así. Raquel. El demonio también es un ángel, mi-

bre,

¡

!



chino...

— Pero un ángel caído... —Haz, pues, caer a Berta; ¡hazla caer!... Don Juan. — Me matas, Quelina, me matas... Raquel. — ¿Y no estoy yo peor que muerta?... Don Juan. R.^QUEL.

OBRAS COMPLETAS

429

Raquel tuvo que acostarse. Y ir don Juan a hacerlo junto a ella, al juntar sus labios con los de su dueña y señora, los encontró secos y ardientes como arena

Terminado

cuando más

esto,

tarde,

al

de desierto.

¿

—Ahora

sueña con Berta y no conmigo Sueña con nuestro hijo El pobre don Juan no pudo soñar.

Raquel. no, no

O

!

!

¡

II

proponerle ¿ Cómo se le había ocurrido a Raquel para esposa legítima a Berta Lapeira? ¿Cómo había descubierto, no que Berta estuviese enamorada de él, de don Juan, sino que él, en sueños, estando dormido, cuando perdía aquella voluntad que no era suya, sino de Raquel, soñaba en que la angelical criatura viniese en su ayuda a redimirle ? si en esto había un germen de amor futuro, ¿buscaba Raquel extinguirlo haciéndole que se casase con ella para hacer madre a la viuda estéril ? Don Juan conocía a Berta desde la infancia. Eran relaciones de familia. Los padres de don Juan, huérfano y solo desde muy joven, habían sido grandes amigos de don Pedro Lapeira y de su señora. Estos se habían siempre interesado por aquél, y habíanse dolido como nadie de sus devaneos y de sus enredos con aventureras de ocasión. De tal modo, que cuando el pobre náufrago de los amores que no del amor recaló en el puerto de la viuda estéril, alegráronse como de una ventura del hijo de sus amigos, sin sospechar que aquel puerto era un puerto de tormentas. Porque, contra lo que creía don Juan, el sesudo matrimonio Lapeira estimaba que aquella relación

Y





:

M

430

f

G ü E L

DE

ü S A

modo

M U N O

de un matrimonio que don Juan de una voluntad que supliera a la que le faltaba, y que si llegaban a tener hiios, el de sus de esto bablaban con freamisros estaba salvado. cuencia en sus comentarios domésticos, en la mesa, a la traeicomedia de la ciudad, sin recatarse delante de su biia. la anarelical Berta, que de tal modo fué interesándose por don Juan. Pero Berta, cuando oía a sus padres lamentarse de que Raquel no fuese hecha madre por don Juan y que luego se anudase para siempre y ante toda ley divina y humana o mejor teocrática y democrática aquel enlace de aventura, sentía dentro de sí el deseo de que no fuera eso, y soñaba luego, a solas, con poder llegar a ser el ángel redentor de aquel náufrago de los amores y el que le sacase del puerto de las tormentas. ; Cómo es que don Juan y Berta hablan tenido el mismo sueño? Alguna vez, al encontrarse sus miradas, al darse las manos, en las no raras visitas que don Juan hacía a casa de los señores Lapeira. hasta había sucedido había nacido aquel sueño. pí\ vez, no hacia mucho, que fué Berta quien recibió al compañero de juegos de su infancia y que los padres tardaron algo en llegar. era

ya a

:

necesitaba

Y





Y

.

,

Don Juan

previó el peligro, y dominado por la voRaquel, que era la suya, fué espaciando cada vez más sus visitas a aquella casa. Cuyos dueños adivinaron la causa de aquella abstención, luntad de

Cómo

dominado

Le

aisla de todo el a la hija, a la angelical Berta, un angelito caído le susurró en el silencio de la noche y del sueño al oído del corazón "i

mundo!",

"Te

Y

le

tiene

!

¡

se dijeron los padres.

Y

teme..."

ahora era Raquel, Raquel misma, la que pujaba al regazo de Berta. ¿Al regazo?

le

em-

n

OBRAS COMPLETAS

431

El pobre don Juan echaba de menos el piélago encrespado de sus pasados amores de paso, presintiendo que Raquel le llevaba a la muerte. Pero si él no tenía ningún apetito de paternidad!... ¿Para qué iba a dejar en el mundo otro como él? ¡

Mas

¡qué iba a hacer!... empujado y guiado por Raquel, a frecuentar la casa Lapeira. Con lo que se les ensanchó el alma a la hija y a sus padres. Y más cuando adivinaron sus intenciones. Empezando a compadecerse como nunca de la fascinación bajo que vivía., Y lo comentaban don Pedro y doña Marta.

Y

volvió,

Don Pedro. sufre



¡

Pobre

chico

!

¡

Cómo

se

ve

que

!...

—Y

DoÑo Marta." para menos...

— — Pedro. —Y

no

es para menos, Pedro,

no

es

Don Pedro.

Nuestra Tomasa, ¿ te recuerdas ?, haun bebedizo... Doña Marta. Sí, tenía gracia lo del bebedizo... Si la pobre se hubiese mirado a un espejo...

blaría de

Don

dejado sus tan duro...

hubiese visto cómo le habían el tener que trabajar hubiese sido capaz de ver bien a la si

nueve partos, y

Y

si

otra...

—Así hombres... Unos puerDon Pedro. — ¿Todos? Doña Marta. — Perdona, Pedro, no! ¡Tú... Don Pedro. — Pero, después de comprende bebedizo de viudita Doña Marta. — Ah, picarón! Conque... Don Pedro. —Tengo ojos en cara, Marta, y ojos siempre son jóvenes... Doña Marta. — Más que nosotros. Don Pedro. — Y qué será de chico ahora Doña Marta.

sois los

cos todos...

¡tú...

todo, se

el

ésa...

la

j

la

¿

este

los

?

432

Doña yo

le

MIGUEL DE U N A M Marta. — Dejémosle venir, Pedro...

U N O Porque

veo venir.

Don Pedro.— Yo ¿ Y ella ? Doña Marta. A ella ya iré !

¡

— preparándola por acaso. Don Pedro. —Y esa Doña Marta. — Pero no hombre de Dios, que que busca romperla No conoces Don Pedro. — Sin duda... Pero esa ruptura tendrá que costarle Doña Marta. — Y aunque Tiene mucho, mucho, y aunque Don Pedro. — Es verdad... Doña Marta. —Tenemos que redimirle, Pedro. Nos piden sus padres... Don Pedro. — Y hay que hacer que nos pida yo,

si

relación...

ves,

¿

es

lo

? ¿

lo

?

al¿[ún sacrificio...

así

sea.

sacrifique algo...

lo

lo

también nuestra

hija.

La cual estaba, por su parte, ansiando la redención de don Juan. ¿La de don Juan, o la suya propia? se decia: "Arrancarle ese hombre y ver cómo

Y

hombre de ella, el hombre que ha hecho ella, que se le ha rendido en cuerpo y alma... ¡Lo que le habrá enseñado !... ¡Lo que sabrá mi pobre Juan !... Y él me hará como ella..." De quien estaba Berta perdidamente enamorada era de Raquel, Raquel era su ídolo. es el el

III

El pobre Juan, ya sin don, temblaba entre las dos mujeres, entre su ángel y su demonio redentores. Detrás de sí tenía a Raquel, y delante a Berta, y ambas le empujaban. ¿Hacia dónde? El presentía que hacia su perdición. Habíase de perder en ellas. Entre una y otra le estaban desgarrando. Sentíase

OBRAS COMPLETAS

433

como

aquel niño que ante Salomón se disputaban dos madres, sólo que no sabía cuál de ellas, si Raquel o Berta, le queria entero para la otra y cuál quería partirlo a muerte. Los ojos azules y claros de Berta, la doncella, como un mar sin fondo y sin orillas, le llamaban al abismo, y detrás de él, o mejor en torno de él, envolviéndole, los ojos negros y tenebrosos de Raquel, la viuda, como una noche

las

sin fondo abismo. ,

y

sin

estrellas,

empujábanle

al

mismo



Berta. Pero ¿ qué te pasa, Juan ? Desahógate de una vez conmigo. ¿ No soy tu amiga de la niñez, casi tu

Don

hermana

— — — — — —

?

Juan. Hermana... Hermana... Berta. Qué, ¿no te gusta eso de hermana?... Don Juan. No la tuve; apenas si conocí a mi madre... No puedo decir que he conocido mujer... Berta. Que no, ¿eh? Vamos... Don Juan. Mujeres..., sí. ¡Pero mujer, lo que se dice mujer, no! Berta. ¿Y la viuda esa, Raquel?... Berta se sorprendió de que le hubiese salido esto sin violencia alguna, sin que le temblara la voz, y de que Juan se lo oyera con absoluta tranquilidad.



Don Juan. Esa mujer, Berta, me ha salvado; me ha salvado de las mujeres. Berta. Te creo. Pero ahora... Don Juan. Ahora sí, ahora necesito salvarme de





ella.

Y

al

decir esto sintió

tenebrosos ojos viudos

Juan que la mirada de los empujaban con más vio-

le

lencia.

— — Berta. —Vamos,

Berta. ¿Y puedo yo servirte de algo en eso?... Don Juan. ¡Oh, Berta, Berta!... sea

yo quien me

sí.

Tú, por

declare...

lo visto,

quieres que

!

434

Don ¿

!

!

MIGUEL DE Juan. — ¡Pero, Berta...!

U

N'

A

M U N

O



Berta. ¿Cuándo te vas a sentir hombre, Juan? Cuándo has de tener voluntad propia ?

— — — — conmigo Don Juan. — Claro Berta. — Claro Quieres Oscuro migo Don Juan. — Sí Berta. — De propia voluntad Don

Juan. Pues bien, sí, ¿ quieres salvarme ? Berta. ¿ Cómo ? Don Juan. Casándote conmigo Berta. Acabáramos pues, casarte ¿ Quieres, ¡

!

!

¡

?

¡

?

¿

!

¡

¿

casarte con-

?

¡

¿

?

percatar tinieblas en el fondo de los ojos azules y claros de la doncella. "¿Habrá adivinado la verdad?", se dijo, y estuvo por arredrarse pero los ojos negros de la viuda le empujaron

Juan tembló

al

;

dicíéndole: "Digas lo que dijeres, tú no puedes tir."

Don

men-

— —

De propia voluntad Juan. Berta. ¿Pero la tienes, Juan? Don Juan. Es para tenerla para lo que quiero hacerte mi mujer. Berta. Y entonces... Don Juan. Entonces, ¿qué? Berta. ¿Vas a dejar antes a esa otra? Don Juan. ¡Berta..., Berta!...



¡

— — — — Berta. — Bien.

No hablemos más de ello, si quieres. Porque todo esto quiere decir que, sintiéndote impotente para desprenderte de esa mujer, quieres que sea yo quien te desprenda de ella. ¿ No es así ? Don Juan. Sí, así es y bajó la cabeza.

— — — — —



Berta. Y que te dé una voluntad de que careces. Don Juan. Así es... Berta. Y que luche con la voluntad de ella. Don Juan. Así es...

COMPLETAS

OBRAS — — — — —

435

Berta. Pues así será Juan. ¡Oh, Berta... Berta!... Berta. Estate quieto. Mírame y no me toques. Pueden de un momento a otro aparecer mis padres. Don Juan. ¿Y ellos, Berta? Berta. ¿ Pero eres tan simple, Juan, como para no ver que esto lo teníamos previsto y tratado de !

¡

Don

ello?...

Don



Juan. Entonces... Berta. Que acudiremos todos a salvarte.



IV El arreglo de la boda con Berta emponzoñó los cimientos todos del alma del pobre Juan. Los padres de Berta, los señores Lapeira, ponían un gran empeño en dejar bien asegurado y a cubierto de toda contingencia el porvenir económico de su hija, y acaso pensaban en el suyo propio. No era, como algunos creían, hija única, sino que tenían un hijo

que de muy joven se había ido a América y del que no se volvió a hablar, y menos en su casa. Los señores Lapeira pretendían que Juan dotase a Berta antes de tomarla por mujer, y resistíanse, por su parte, a darle a su futuro yerno cuenta del estado de su fortuna. Juan se resistía, a su vez, a ese dotamiento, alegando que luego de casado haría un testamento en que dejase heredera universal de sus bienes a su mujer, después de haber entregado un pequeño caudal y en esto sus futuros suegros estaban de acuerdo a Raquel. No era Raquel un obstáculo ni para los señores Lapeira ni para su hija. Aveníanse a vivir en buenas relaciones con ella, como con una amiga inteligente y que había sido en cierto modo una salva-

Y

— —

MIGUEL DE

436

U N A

M U N

O

dora

de Juan, seguros padres e hija de que ésta sabría ganar con suavidad y maña el corazón de su marido por entero y que al cabo Raquel misma contribuiría a la felicidad del

nuevo matrimonio.

¡

Con

de que se le asegurase la vida y la consideración de las gentes decentes y de bien!... No era, después de todo, ni una aventurera vulgar ni una que se hutal

mejor postor. Su enredo con Juan fué obra de pura pasión, de compasión acaso pensaban y querían pensar los señores Lapeira.

biese nunca vendido al



Pero lo grave del conflicto, lo que ni los padres de la angelical Berta ni nadie en la ciudad y eso podía presuque se pretendía conocer a la viuda mir, era que Raquel había hecho firmar a Juan una escritura por la cual los bienes immuebles todos de éste aparecían comprados por aquélla, y todos los otros valores que poseía estaban a nombre de ella. El pobre Juan no aparecía ya sino como su admiesto supo la astuta mujer nistrador y apoderado. mantenerlo secreto. a la vez conocía mejor que nadie el estado de la fortuna de los señores Lapeira. !





¡

Y

Y



Raquel. Mira, Juan. Dentro de poco, tal vez anque os caséis, y en todo caso poco después de vuestra boda, la pequeña fortuna de los padres de Berta, la de tu futura esposa..., esposa, ¿eh?, no tes de

mujer, ¡esposa!,

la

de tu futura esposa, será mía...,

es decir, nuestra...

Don



Juan. ¿Nuestra? Raquel. Sí. Será para el hijo que tengamos, si es que tu esposa nos lo da... Y si no... Don Juan. Me estás matando, Quelina... Raquel. Cállate, michino. Ya le tengo echada la garra a esa fortuna. Voy a comprar créditos e hipoOh, si: después de todo, esa Raquel es una tecas... buena persona, toda una señora, y ha salvado al que ha de ser el marido de nuestra hija y el salvador de





i



!

nuestra situación y lo será,

Don

!

!

!

:

COMPLElTAS

OBRAS vaya Juan.

lo

si



el

437

amparo de nuestra vejez! ¡Y ¿ Por qué no ?

será

!

Raquel Raquel gimas así, Juan, que pareces un cor!

¡

¡

—No dero que están degollando... Don Juan. — ¡Y Yo voy a hacerte hom— No, no es bre yo voy a hacerte padre Don Juan. — ¿Tú? Yo, Raquel Raquel. — yo, Juan como en agonía. Juan deDon Juan. — Pero dime, Quelina, dime —y enamoraste de lloraba voz— ¿por qué Raquel. al

así es!...

R.-vQUEL.

así

¡

!

¡

;

Sí,

¡

!

¡

se sintió

al

la

cirlo le

,

te

mí? ¿Por qué me arrebataste? ¿Por qué me has sorbido el tuétano de la voluntad? ¿Por qué me has dfyado como un pelele? ¿Por qué no me dejaste en vida que llevaba?... Raquel. A estas horas estarías, después de arruinado, muerto de miseria y de podredumbre

la



¡



Don Juan. ¡Mejor, Raquel, mejor! Muerto, sí; muerto de miseria y de podredumbre. ¿No es esto miseria? ¿No es podredumbre? ¿Es que soy mío?... ¿Es que soy yo?... ¿Por qué me has robado el cuerpo y el alma? El pobre don Juan se ahogaba en sollozos. Volvió a cojerle Raquel como otras veces maternalmente,

sentó sobre sus piernas,

le abrazó, le contra sus pechos, henchidos de roja sangre que no logró hacerse blanca leche, y hundiendo su cabeza sobre la cabeza del hombre, cubriéndole los oídos con su desgreñada cabellera suelta, lloró entre hipos sobre él. le decía Raquel. ¡Hijo mío, hijo mío, hijo mío!... No te robé yo; me robaste tú el alma, tú, tú. me robaste el cuerpo... ¡Hijo mío..., hijo mío..., hijo mío!... Te vi perdido, perdido, perdido. Te vi busle

apechugó a su seno



estéril,

Y

Y

!

MIGUEL DE

438

cando

lo

Y

hijo...

darías

el

Don

i

M U N

:

O

que no se encuentra... Y yo buscaba un creía encontrarlo en ti. Y creía que me hijo por el que me muero... Y ahora quie-

me

ro que

U S

lo des...

Juan.

Raquel.



— Pero,

Quelina, no será tuyo. será mío, mío, mío... Como lo eres

Sí,

¿No soy Don Juan.

tú...

tu

— Sí:

Raquel.

—Y

mujer?

ella

tú eres mi mujer... será tu esposa. ¡Esposa!,

así

Y

zapateros: "¡Mi esposa!" yo seré tu madre y la madre de vuestro hijo..., de mi hijo...

dicen los



Juan. ¿Y si no le tenemos? Raquel. ¡Calla, Juan, calla! ¿Si no le tenéis? ¿Si no nos lo da?... Soy capaz de... Don Juan. Calla, Raquel, que la ronquera de tu

Don





me

voz

da miedo.

Raquel.



Sí, y de casarte luego con otra Juan. ¿Y si consiste en mí?... Raquel le echó de sí con gesto brusco, se puso en pie como herida, miró a Juan con una mirada de taladro pero al punto, pasado el sablazo de hielo de su pecho, abrió los brazos a su hombre, gritándole ¡No, ven; ven, Juan, ven!... ¡Hijo R.'\ouEL. niio Hijo mío ¿ Para que quiero más hijo que tú?... ¿No eres mi hijo? tuvo que acostarle, calenturiento y desvanecido. ¡

Don



;



!

!

i

Y

V No. Raquel no consintió en asistir a la boda, como Berta y sus padres habían querido, ni tuvo que fingir enfermedad para ello, pues de veras estaba enferma. Raquel. No creí, Juan, que llegaran a tajito. Co-



OBRAS COMPLETAS

439

nocía su fatuidad y su presunción, la de la niña y de sus papás pero no los creía capaces de disponerse a afrontar así las conveniencias sociales. Cierto es que nuestras relaciones no han sido nunca escandalosas, que no nos hemos presentado en público haciendo alarde de ellas pero son algo bien conocido de la ciudad toda. al empeñarse en que me convidaras a la boda no pretendían sino hacer más patente el triunfo de su hija... ¡Imbéciles! ¿Y ella ? ; Tu esposa ? Don Juan. Por Dios, Raquel. Mira que... la

;

;

Y





Raquel. ¿ Qué ? ¿ Qué tal ? ¿ Qué tal sus abrazos ? ¿Le has enseñado algo de lo que aprendiste de aquellas mujeres ? Porque de lo que yo te he enseñado no puedes enseñarle nada! ¿Qué tal tu esposa? Tú..., tú no eres de ella... Don Juan. No, ni soy mío... ¡





Raquel. Tú eres mío, mío, mío, michino, mío... Y ahora ya sabes vuestra obligación. A tener juicio, pues. Y ven lo menos que puedas por esta nuestra casa.

Don



Juan. Pero, Raquel... Raquel. No hay Raquel que valga. Ahora



bes a tu esposa.

¡

Atiéndela

te

de-

!



Don Juan. Pero si es ella la que me aconseja que venga de vez en cuando a verte... Mentecata Y hasta —Lo Don Juan. — imita en cuanto puede en peinado, en ademanes, en Raquel.— cuando a verme Raquel.

sabía.

!

¡

se

pone

a imitarme, ¿no es eso? Sí,

vestir,

te

los

el



;

vinisteis

el

la

:

en

el

aire...

prime-

ra vez, en aquella visita de ceremonia casi, observé

me estudiaba... Don Juan. Y dice

que



que debemos intimar más, ya que vivimos tan cerca, tan cerquita, casi al lado...

!

:

MIGUEL DE

440

U N A M U N O



Raquel. Es su táctica para sustituirme. Quiere que nos veas a menudo juntas, que compares...

Don

Juan.



—Yo —

creo otra cosa...

Raquel. ¿ Qué ? Don Juan. Que está prendada de

ti,

que

la

sub-

yugas...

Raquel dobló al suelo la cara, que se le puso de intensamente pálida, y se llevó las manos pecho, atravesado por una estocada de ahogo. Y

repente al

dijo:

Raquel.

—Lo

que hace

falta es

que todo

ello fruc-

tifique...

Como Juan se le acercara en busca del beso de despedida beso húmedo y largo y de toda la boca otras veces la viuda le rechazó, diciéndole: Raquel. No, ahora, ya no Ni quiero que se lo lleves a ella, ni quiero quitárselo. Don Juan. ¿Celos?

— — — — Raquel. — ¿Celos? ,

!

¡

¡Mentecato!

Pero ¿crees, mi-

chino, que puedo sentir celos de tu esposa?... ¿De tu esposa? yo, ¿tu mujer?... ¡Para casar y dar gra-

Y

y que críen hijos para y para mi Que eres mi cielo.

cias a los casados ¡

Para

el

cielo

Don

— — — —

el

cielo!

Juan. Otras veces dices que tu infierno... Don Juan. Es verdad. Raquel. Pero ven, ven acá, hijo mió; toma...

Raquel.

Le cogió la cabeza entre las manos, le dió un beso seco y ardiente sobre la frente, y le dijo en despedida :



Raquel. Ahora vete y cumple bien con ella. Y cumplid bien los dos conmigo. Si no, ya lo sabes soy capaz...

!

OBRAS COMPLETAS

441

VI

Y

era verdad que Berta estudiaba en Raquel la a su marido, y a la vez la manera de ganarse a sí misma, de ser ella, de ser mujer. así se dejaba absorber por la dueña de Juan y se iba descubriendo a sí misma al través de la otra. Al fin, un día no pudo resistir, y en ocasión en que las dos, Raquel y Berta, le habían mandado a su Juan a una partida de caza con los amigos, fué la esposa a ver a la viuda.

manera de ganarse

Y

— — Berta. — Esperarla Raquel. — La esperaba,

Berta. Le chocará verme por aquí, así sola... Raquel. No, no me choca... Y hasta esperaba su visita...

?

¿

sí. Después de todo, algo parece haber hecho por su esposo, por nuestro buen Juan, y acaso el matrimonio...

me

— yo sé que usted, con su amistad, no — Berta. —Y he sabido apreciar también su generoRaquel. — Generosidad Por qué Ah, ya Berta.

le

si

Sí,

hubiese salvado de las mujeres... Raquel. ¡Bah! De las mujeres...

sidad...

?

¿

¿

?

¡

sí,

Pues no, no ¿ Cómo iba a ligarle a mi suercaigo te? Porque, en efecto, él quiso casarse conmigo... !

!

i

Berta.

—Lo suponía... —Pero como estábamos

Raquel.

dición del párroco,

a prueba y la benaunque nos hubiese casado, no

hecho que criásemos hijos para el cielo... se ruboriza así, Berta ? ¿ No ha venido a que hablemos con el corazón desnudo en la mano?... Berta. Hábleme así Sí, sí, Raquel habría ¿

Por qué



¡

!

¡

!

!

!

MIGUEL DE

442

!

M V N

U N A

O

—No podía a mí egoísmo. logrado, que logre Berta. — Oh, gracias, gracias Raquel. — Gracias Gracias, no ¡Lo he hecho por Berta. — Pues por haberlo hecho por ¡graRaquel. — Ah Berta. — ¿Le choca? Raquel. — No, no me choca pero ya usted aprendiendo... Berta. — ¿A qué? ¿A fingir? Raquel. — No a sincera Berta. — ¿Cree que no soy? Raquel. — Hay fingimientos muy sinceros. Y matrimonio una escuela de Berta. — Cómo... Raquel. — Fui casada Berta. — Ah, cierto que usted viuda! Raquel. —Viuda... Viuda... Siempre Creo Raquel.

¡

sacrificarle así

Lo que yo no he

lo

él

¡

¿

él

?

!

¡

1

él...,

cias

!

¡

!

irá

;

;

¡

ser

lo

el

es

ellos.

?

¿

¡

sí;

¡

es

es

lo

fui.

que nací viuda... Mi verdadero marido se me murió antes de yo nacer... Pero ¡dejémonos de locu-

y desvarios ¿ Y cómo lleva a Juan ? Berta. Los hombres... Raquel. No, el hombre, el hombre Cuando me dijo que yo le había salvado a nuestro Juan de las mujeres, me encogí de hombros. Y ahora le digo, Berta, que tiene que atender al hombre, a su hombre. Y buscar al hombre en él... Berta. De eso trato; pero... Raquel. Pero ¿qué? Berta. Que no le encuentro la voluntad... ras

!

— —

!

¡

— — — Raquel. — ¿Y viene usted buscarla aquí acaso? Berta. — ¡Oh, no! Pero... Raquel. — Con esos peros no usted ninguna a

no,

irá

parte...

a

!

!

!

OBRAS COMPLETAS —¿Y a dónde he de —¿A dónde? ¿Quiere

Berta. Raquel. a dónde?

443

ir?

usted

que

diga

le

Berta, intensamente pálida, vaciló, mientras ojos de Raquel, acerados, hendían el silencio.

Y

cabo: Berta.

— —

Sí.

¿A

los al

dónde?

Raquel. A ser madre Esa es su obligación, Ya que yo no he podido serlo, séalo usted Hubo otro silencio opresor, que rompió Berta exclamando Berta. Y lo seré ¡

!

i

:

— Raquel. — ¡

Gracias a Dios le pregunté si ¿ No Pues la venía acá a buscar la voluntad de Juan ? voluntad de Juan, de nuestro hombre, es ésa, es hacerse padre !

¡

¡

— La suya suya. !La suya, porque mía! — Berta. —Ahora más que nunca admiro su generosidad. Y cuenten siemRaquel. — ¿Generosidad? No, pre con mi firme amistad, que aún puede Berta. — No Berta.

?

¿

R.'VQUEL.

es la

Sí, la

no...

serles útil.

lo dudo...

Y le

al

despedirla,

acompañándola hasta

la

puerta,

dijo:

— — —

Raquel. Ah Diga usted a sus padres que tengo que ir a verlos. Berta. ¿ A mis padres ? Raquel. Sí, cuestión de negocios... Para consolarme de mi viudez me dedico a negocios, a empre¡

!

sas financieras...

Y

después de cerrar

bre esposa I"

la

puerta,

murmuró: "¡Po-

:

MIGUEL DE

^44

!

U N A

M U S

O

VII fin, una mañana de otoño le anunmarido que iba a hacerle padre, sinsobre la carne de su alma torturada el do-

Cuando, por

ció Berta a su tió

éste

loroso roce de las dos cadenas que

Y

empezó a

le

tenían preso.

pesadumbre de su voluntad muerta. Llegaba el gran combate. ¿ Iba a ser suyo, de verdad, aquel hijo? ¿Iba a ser él padre? ¿Qué es ser padre

sentir

la

?

por su parte, sentíase como trasportada. Había vencido a Raquel Pero a la vez sentía que tal victoria era un vencimiento. Recordaba palabras de la viuda y su mirada de esfinge al pronunciarlas. Cuando Juan llevó la buena nueva a Raquel, palideció ésta ¡ntensísimamente, le faltó el respiro, encendiósele luego el rostro, se le oyó anhelar, le brotaron gotas de sudor, tuvo que sentarse, y, al cabo, con voz de ensueño, murmuró Berta,

!

¡

Raquel.

Y



¡

Al

fin te

tengo, Juan

cogió y le apretó a su cuerpo, palpitante, frenéticamente, y le besó en los ojos y en la boca, y le apartaba de sí para tenerle a corto trecho, con las palmas de la mano en las mejillas de él, mirándole a los ojos, mirándose en las niñas de ellos, pequeñita, y luego volvía a besarle. Miraba con ahinco su propio retrato minúsculo, en los ojos de él, y luego, como loca, murmurando con voz ronca "¡ Déjame que me bese!", le cubrió los ojos de besos. Y Juan creía enloquecer. Raquel. Y ahora, ahora ya puedes venir más que antes... Ahora ya no la necesitas tanto... Don Juan. Pues, sin embargo, es ahora cuando más me quiere junto a sí... le

:





!

:

OBRAS COMPLETAS riño al

—Es

Sí, sí, ahora se está haTienes que envolver en capobrecito... Pero pronto se cansará ella de

Raquel. ciendo...

445

Es

posible...

verdad...

le estorbarás...

ti...,

Y

En los primeros meses, Berta le quería y sentirse mimada. Pasábase las horas muertas con su mano sobre la mano de su Juan, mirándole a los ojos. Y sin querer, le hablaba de asi fué.

junto a



Raquel.

— — — — — no? Don Juan. — ¿Y a ha dado, Juan Berta. — Qué bebedizo Don Juan. —Ya Berta. — Pero ahora serás mío, sólo mío... "¡Mío! ¡Mío! — pensó Juan— ¡Así dicen dos Berta. —Tenemos que a Don Juan. — ¿Ahora? Berta. — Ahora, ahora. ¿Por qué no? Don Juan. — ¿A vea? o a que Berta. — A verla que me vea A ver cómo

Berta. ¿Qué dice de esto? Don Juan. Tuvo un gran alegrón al saberlo... Berta. ¿Lo crees? Don Juan. ¡Pues no he de creerlo!... Berta. ¡Yo no! Esa mujer es un demonio..., un demonio que te tiene fascinado. ti

te

¿

salió

?

aquello...

las

.

!"

ir

verla.

si,

verla,

¡

te !

¡

me ve

Y

Berta hacía que su Juan la pasease, e ibase colgada de su brazo, buscando las miradas de las gentes. Pero meses después, cuando le costaba ya moverse con soltura, ocurrió lo que Raquel había anticipado, y fué que ya su marido le estomagaba y que buscaba la soledad. Entró en el período de mareos, bascas y vómitos, y alguna vez le decía a su Juan "¿Qué haces, hombre; qué haces ahí? Anda, vete a tomar el fresco y déjame en paz... ¡Qué lástima que

MIGUEL DE

446

no paséis estas cosas vosotros

ü N A

M U N

los hombres!...

O

¡Quí-

de ahí, que me mareas!... ¿No te estarás quieto? ¿No dejarás en paz esa silla ? ¡Y no, no, no me sobes Vete, vete y tarda en volver, que voy a acostarme Anda, vete, vete a verla y comentad mi pasión... Ya sé, ya sé

tate

de ahí,

hombre

;

quítate

!

¡

!

que quisiste casarte con quiso por marido..."

Don

ella,

y sé por qué no te



Juan. ¡Qué cosas estás diciendo, Berta!... Berta. Pero si me lo ha dicho ella, ella misma, que al fin es una mujer, una mujer como yo... Don Juan. ¡Como tú..., no!







Berta. No, como yo, no Ella no ha pasado por lo que estoy pasando... Y los hombres sois todos unos cochinos... Anda, vete, vete a verla... Vete a ver a !

¡

tu viuda...

Y

iba de su casa a casa de Raquel contaba todo lo que la esposa le había dicho, la viuda casi enloquecía de placer. Y repetíase lo de los besos en los ojos. Y le retenía consigo. Alguna vez le retuvo toda la noche, y al amanecer, abriéndole la puerta para que se deslizase afuera, le decía tras del último beso: "Ahora que no te espera, vete y consuélala con buenas palabras... Y dile que no la olvido y que espero..."

y

cuando Juan

le

VIII

como enajenavacío sobre su cabeza y su corazón. Los gemidos y quejumbres de Berta le llegaban como de otro mundo. No veía al señor Lapeira, Juan

do.

se paseaba por la habitación

Sentía pesar

el

a su suegro, sentado en un rincón oscuro, a la escomo el pobre Juan creía soñar, pera del nieto.

Y

!

OBRAS COMPLETAS no se sorprendió al ver que entraba por ella... ¡Raquel!

—¿Usted?... —exclamó en

la

don

447

puerta

se

Pedro,

poniéndose

abría

y

pie.

— Yo, yo Pedro. — ¿Usted,

Raquel.

sí,

i

Vengo por

!

si

puedo servir

de algo...

Don

usted?

servir

¿Y

en

este

trance?

Raquel.— Sí, para ir a buscar algo o a alguien... ¡Qué sé yo!... No olvide, don Pedro, que soy viuda...

Don Pedro.

— —

Viuda, sí; pero... Raquel. No hay pero Y aquí estoy Don Pedro. Bueno; voy a decírselo a mi mujer.



¡

!

Y luego se oyó Marta.

conversación de Raquel y doña

la

— Pero,

Doña Marta. Raquel.— Qué

!,

¡

casa?

Doña Marta. no

por Dios señora...

¿no soy una buena amiga de pero que no

Sí,

sí;

me

oye,

la

lo

sepa...,

que

más

bajo...,

que

oiga...

le

Raquel.

—Y

si

Doña Marta. no



!

¡

—Por

¿

qué

?

Dios, señora,

más bajo... momento se oyó un

le oiga...;

En aquel Doña Marta quedó

Luego

grito

desgarrador.

corrió al lado de su hija, y Raquel se escuchando el silencio que siguió al grito. se

sentó.

Y

al

sentir,

al

poco,

que pasaba

Juan a su lado, le detuvo, cogiéndole de un brazo, y le interrogó con un "¿ qué ?" de ansia.

Don



Juan. Una niña... Raquel. Se llamará Raquel

Y



j

desapareció la viuda.

!

MIGUEL DE

448

ü N A

M U N

O

IX En

la entrevista que Juan tuvo con sus suegros, abuelos de la nueva mujercita que llegaba al mundo, le sorprendió el que al insinuar él, lleno de

los

temores y con

los ojos de la viuda taladrándole desde la espalda el corazón, que se la llamara Raquel a su hija, los señores Lapeira no opusieron objeción alguna. Parecían abrumados. ¿ Qué había pasado allí ? Do.ÑA Marta. Sí, sí, le debemos tanto a esa señora, tanto..., y, después de todo, para ti ha sido



como una madre...



Don Juan. Sí, Doña AIarta.

es verdad...

—Y aún creo más, y es que debe niña. pedírsele que sea madrina de Don Pedro. — Tanto más, cuanto que eso saldrá paso a odiosas habladurías de Don Juan. — No dirán más murmuraDon Pedro. — No; hay que afrontar la

las gentes...

al

bien...

la

Y

más cuando va extraviada. ¿O es ción pública. que en esto no puedes presentarte en la calle con la cabeza alta?

— Sin duda — Bástele, pues,

Don Juan. Don Pedro.

¡

a

cada cual su con-

ciencia.

Y miró don Pedro a su mujer, como quien ha dicho una cosa profunda que le realza a los ojos de la que mejor le debe conocer. Y más grande fué la sorpresa que se le elevó del pobre Juan cuando oyó que, al prod terror ponerle todo aquello, lo del nombre y lo del madri-





nazgo, a la madre de la niña, a Berta, ésta contestó tristemente: "i Sea como queráis!" Verdad es que

:

OBRAS COMPLETAS

449

consecuencia de grandes pérdidas de sancomo trasportada a un mundo de ensueño, con incesante zumbido de cabeza y viéndolo todo como envuelto en niebla. Al poco, Raquel, la madrina, se instalaba casi en la casa y empezaba a disponerlo todo. La vió la la pobre, a

gre,

estaba

nueva madre acercársele, y la vió como a un fantasdel otro mundo. Brillábanle los ojos a la viuda con un nuevo fulgor. Se arrimó a la recién parida y dióle un beso, que, aunque casi silencioso, llenó con su rumor toda la estancia. Berta sentía agonizar en sueños un sueño de agonía. Y oyó la voz de la viuda, firme y segura como de ama, que decía: Raquel. Y ahora, Berta, hay que buscar nodriza. Porque no me parece que en el estado en que se queda sea prudente querer criar a la niña. Co-

ma



rrerían peligro las dos vidas...

Los ojos de Berta se llenaron de lágrimas. Raquel. Sí, lo comprendo, es muy natural. Sé lo que es una madre; pero la prudencia ante todo... Hay



que guardarse para otras ocasiones...

— —

Berta. Pero, Raquel, aunque muriese... Raquel. ¿Quién? ¿La niña? ¿Mi Quelina? No, no...

Y

fué y tomó a la criatura y empezó a fajarla, y luego la besaba con un frenesí tal, que la pobre nueva madre sentía derretírsele el corazón en el pecho.

Y

no pudiendo resistir la pesadilla, gimió Berta. Basta, basta, Raquel, basta. No vaya a molestarle. Lo que la pobrecita necesita es sueño...,



dormir...

Y

entonces Raquel se puso a mecer y a abrazar a la criaturita, cantándole extrañas canciones en una lengua desconocida de Berta y de los suyos, así como de Juan. ¿Qué le cantaba? se hizo un silencio espeso en torno de aquellas canciones de cuna que

Y

UNAMITNO.

I3t

15

MIGUEL

450

U E

U

N A M U S O

parecían venir de un mundo lejano, muy lejano, perdido en la bruma de los ensueños. Juan, oyéndolas, sentía sueño, pero sueño de morir, y un terror loco le llenaba el corazón vacío, i Qué era todo aquello ? ¿ Qué significaba todo aquello ? ¿ Qué significaba su vida ?

Y

-¿i.U....

r

X

f,

Más adelante, cuando Berta fué reponiéndose y empezó a despertarse del doloroso ensueño del parto y se vió separada de su hijita, de su Quelina, por Raque] y por la nodriza que Raquel buscó y que la obedecía en todo, apercibióse a la lucha. Al fin vió claro en la sima en que cayera al fin vió a quién y a qué había sido sacrificada. Es decir, no vió todo, no podía ver todo. Había en la viuda abismos a que ella, Berta, no lograba llegar. Ni lo intentaba, pues sólo el asomarse a ellos le daba vértigo. Y luego aquellas canciones de cuna en lengua extraña. Berta. Pero ¿ qué es eso que le canta ? Raquel. ¡Oh, recuerdos de mi infancia!... Berta. ¿ Cómo? Raquel. No quieras saber más, Berta. ¿ Para qué ? No ella, Berta, no podía querer saber más Sabía ya demasiado! ¡Ojalá no supiera tanto! ¡Ojalá no se hubiera dejado tentar de la serpiente a probar de la fruta del árbol de la ciencia del bien y Y sus padres, sus buenos padres, parecían del mal como huidos de la casa. Había que llevarles la nietecita a que la vieran. ¡Y era la nodriza quien se. la ;

— — — —

I

!

;

¡

!

llevaba!...

Lo que

'

Berta fué encendérsele en el pecho una devoradora compasión de su hombre, de ;su pobre Juan. Tomábale en sus brazos flacos sintió entonces

!

OBRAS COMPLETAS

451

como para ampararle de algún enemigo oculto, de algún terrible peligro, y apoyando su cabeza sudorosa y desgreñada sobre el hombro de su marido, lloraba, lloraba, lloraba, mientras su pecho, agitado por convulsos sollozos, latía sobre el pecho acongojado del pobre don Juan. Y como una de estas veces la esposa madre gimiese "¡Hijo mío! ¡Hijo mío...! Hijo mío... !", quedóse luego como muerta de terror al ver la congoja de muerte que crispó, enjalbegán¡

dola la cara de su Juan.



i

Berta. ¿Qué te pasa, hijo mío? ¿Qué tienes? Don Juan. Calla, Quelina, calla, que me estás 'n^J- ''/ ^ i '"^-'-l matando... Berta.- Pero si estás conmigo, Jjiaíií/ÍGonmigo, con





tu Berta...

-

loilr?

— — —

Juan. No sé dónde estoy..'. Berta. ¿Pero qué tienes, hijo...? Don Juan. No digas eso..., no digas

Don

digas eso... Berta adivinó todo

propuso

irlo

Aunque para

ello

tregar a la hija.

Y

el

ganando,

'-^u-g rrl

eso...,

tormento de su hombre. ahijándolo,

Y

r

no se

rescatándoselo.

hubiese que abandonar y que enSu hombre Quería su hombre. ¡

hombre, Juan, iba sintiéndose por su parte hombre, hombre más que padre. Sentía que paja Raquel no fué más que un instrumento, un medio. ¿ Un medio de qué ? ¿ De satisfacer una furiosa hambre de maternidad ? ¿ O no más bien una extraña venganza, una venganza de otros mundos ? Aquellas extrañas canciones de cuna que en lengua desconocida cantaba Raquel a Quelina, no a su ahijada, sino a su hija ¿hasu hija, sí, la de la viuda blaban de una dulce venganza, de una venganza suave y adormecedora como un veneno que hace dormirse? ¡Y cómo le miraba ahora Raquel a él, a su Y le buscaba menos que antes mí Juan él, el



!

¡



!

,

;

MIGUEL DE

452

Pero cuando

le

buscaba y

antiguos encuentros, sólo que frenéticos.

Raquel.

—Y

ahora

más a tu Berta, a Es menester que le



le

le

U

i\

A M U N ü

encontraba eran los

más sombríos y más

dijo

una vez

tu esposa, entrégate



dedícate

más a

ella.

des un hijo, que ella lo merece, porque ésta, mi Quelina, ésta es mía, mía, mía. tú lo sabes. Esta se debe a mí, me la debo a mí misma. Poco me faltó para hacerle a tu Berta, a nuestra Berta, parir sobre mis rodillas, como nos contaban en la Historia Sagrada, j Entrégate ahora a ella, hijo

Y

mío

!

Don

Juan.

—Que

,

me

L

I

i

matas, Raquel.



Mira, Juan, son ya muchas las veces vas saliendo con esa cantilena, y estoy segura de que se la habrás colocado también a ella, a tu esposa, alguna vez. Si quieres, pues, matarte, mátate pero no nos vengas a culparnos de ello. Pero yo creo que debes vivir, porque le haces todavía mucha falta a tu Berta en el mundo. Y como Juan forcejease entonces por desprenderse de los brazos recios de Raquel, ésta le dijo abra-

Raquel.

que

me

;

zándole

:

— —

Raquel. Sí, ya lo he visto...; ¡que nos vea! Entró Berta. y recalcó el te Raquel. Te he visto, Berta te he visto que venías.

,

Y





poniendo su mano, como un yugo, sobre el cuede Juan, de quien se apartó un poco entonces, prosiguió: Raquel. Pero te equívocas. Estaba ganándote a tu marido, ganándolo para ti. Estaba diciéndole que se te entregue y que se te entregue sin reservas. Te lo cedo. Pues que a mí me ha hecho ya madre, que te haga madre a ti. Y que puedas llamarle a boca llena ¡hijo! Si es que con esto de llamarle hijo no llo



OBRAS COMPLETAS

! :

453

estamos matando, como él dice. Ya sabrás la hismadres que se presentaron a Salomón reclamando un mismo niño. Aquí está el niño, el... don Juan de antaño! No quiero que lo partamos en dos, que seria matarle como él dice. Tómalo le

toria de las dos

i

todo entero.

— —

Berta. Es decir, que tú... Raquel. Yo soy aquí la madre de verdad, yo Entonces Berta, fuera de sí, cogió a su marido, que se dejaba hacer, del brazo, arrancándolo de bajo ¡

yugo de Raquel, se lo presentó a ésta y le gritó Pues bien, no La madre soy yo, yo,

el

Berta. yo...

Y

— le

!

¡

quiero entero,

quiero

le

Tómalo y acaba de matarlo. hija, devuélveme a mi hija! Raquel. ¿Qué hija? tú.

— Berta. — Le quemaban Raquel. — ¿A

¡

más entero que

Pero dame a mi í

A..., a..., a... los labios el

nombre.

¡Que es yo misma, ¿Que me entregue yo? ¿Que te entregue a mi Quelina, mi Raquel, para que hagas de ella otra como tú, otra Berta Lapeira, otra como vosotras las honmi Quelina?

yo...!

radas esposas? ¡Ah!, también yo fui esposa; sí, esposa; también yo sé... Berta. ¿ qué culpa tengo yo de que ni tu marido ni luego Juan pudiesen contigo lo que éste conmigo ha podido, lo que he podido yo con él?



Raquel. repartir?

Y

—¿Y ¿O

tú,

Juan, tú, hi-jo mí-o, te vas a

estás para tu esposa entero?

Juan huyó de

las dos.

XI 1

Juan huyó de ello?

sión

las

dos,

y algo más. ¿Cómo fué

Sólo se supo que, habiendo salido de excurhacia la sierra, en automóvil, lo volvieron a

MIGUEL DE

!

454

U N

!

lA

M

U N O

SU casa moribundo y se murió en ella sin recobrar conocimiento. Ni el chauffeur, ni el amigo que

el

acompañaba supieron explicar bien lo ocurrido. Al bordear un barranco le vieron desaparecer del carruaje no sabían decir si porque cayó o porque se tirara le vieron rodar por el precipicio, y cuando luego le recogieron estaba destrozado. Tenía partida la cabeza y el cuerpo todo magullado. Qué mirada la que Raquel y Berta se cruzaron sobre el cuerpo blanco y quieto de su Juan Berta. Ahora lo de la niña, lo de mi hija, está le

— —

,

¡

— Raquex. — Claro.

claro...

de qué va a vivir ? ¿ Quién ¿ Y va a mantener ? ¿ Quién la va a educar ? ¿ Y cómo ? tú, ¿de qué vas a vivir? ¿Y de qué van a vivir

la

Y

padres? Berta. ¿Y la fortuna de Juan? Raquel. ¡Juan no deja fortuna alguna...! ¡Todo Y si no lo sabías, ya lo que hay aquí es mío

tus

lo

— —

!

sabes

Berta.

— Ladrona — ¡

!

¡

¡

Ladrona

!

¡

Ladrona

!

Raquel. Esas son palabras, y no sabes quién le lia robado a quién. Acaso la ladrona eres tú...; las ladronas sois vosotras, las de tu condición. Y no quiero que hagáis de mi Quelina, de mi hija, una ladrona como vosotras... Y ahora piénsalo bien con tus padres. Piensa si os conviene vivir como mendigos o en paz con la ladrona. Berta. ¿En paz? R.\quel. ¡A los ojos del mundo, en paz!

— —

Berta tuvo largas conversaciones con sus padres, señores Lapeira, y los tres, con un abogado de mucha nota y reputación, informáronse del testamento de don Juan, en que aparecía no tener nada propio; del estado de su fortuna, toda ella en poder los

OBRAS COMPLETAS

455

de Raquel, y al cabo aceptaron el compromiso. Los sostendría Raquel, a la que había, a cambio, que ceder la niña. El único consuelo era que Berta volvería a ser madre y que Raquel consignaría un capitalito a nombre del hijo o hija postuma del pobre don Juan. Pero ¿cómo se criaría esta desdichada criatura? Raquel. Si te vuelves a casar le dijo Raquel te dotaré. Piénsalo. No se está bien de a Berta







viuda.

FIN DE DOS M.-\DRES

A

MARQUES DE

EL

La casona

L U

MBR

I

de los marqueses de Lumque es como se le llamaba en la adusta ciudad de Lorenza, parecía un arca de silenciosos recuerdos del misterio. A pesar de hallarse habitada, casi siempre permanecía con las ventanas y los balcones que daban al mundo cerrados Su fachada, en la que se destacaba el gran escudo de armas del linaje de Lumbría, daba al mediodía, a la gran plaza de la Catedral y frente a la ponderosa y barroca fábrica de ésta; pero como el sol la bañaba casi todo el día y en Lorenza apenas hay días nublados, todos sus huecos permanecían cerrados. Y ello porque el excelentísimo señor marqués de Lumbría. don Rodrigo Suárez de Tejada, tenía horror a la luz del sol y al aire libre. "El polvo de la calle no hacen más que dessolía decir y la luz del sol lustrar los muebles y echar a perder las habitaciones, y luego las moscas..." El marqués tenía verdadero horror a las moscas, que podían venir de un andrajoso mendigo, acaso de un tiñoso. El marqués temblaba ante posibles contagios de enfermedades plebeyas. Eran tan sucios los de Lorenza y su cobría,

el

solariega

palacio,





marca...

Por la trasera daba la casona al enorme tajo escarpado que dominaba al río. Una manta de yedra cubría por aquella parte grandes lienzos del palacio Y aunque la yedra era abrigo de ratones y otras

OBRAS CüMfLETAÜ

457

alimañas, el marqués la respetaba. Era una tradición de familia. en un balcón puesto allí, a la umbría, libre del sol y de sus moscas, solía el marqués ponerse a leer mientras le arrullaba el rumor

Y

del río, que gruñía en el congosto de su cauce, for-

cejeando las

con espumarajos por

abrirse

paso entre

rocas del tajo.

El excelentísimo señor marqués de Lumbría vivía con sus dos hijas, Carolina, la mayor, y Luisa, y con su segunda mujer, doña Vicenta, señora de brumoso seso, que cuando no estaba durmiendo estaba quejándose de todo, y en especial del ruido. Porque así como el marqués temía al sol, la marquesa temía al ruido, y mientras aquél se iba en las tardes de estío a leer en el balcón en sombra, entre yedra, al son del canto secular del río, la señora se quedaba en el salón delantero a echar la siesta sobre una vieja butaca de raso a la que no había tocado el sol, y al arrullo del silencio de la plaza de la Catedral.

El marqués de Lumbría no tenía hijos varones, y ésta era la espina dolorosísima de su vida. Como que para tenerlos se había casado, a poco de enviudar con su mujer, con doña Vicenta, su señora y la

señora

La vida

le

había resultado

estéril.

marqués trascurría tan monótona y cotidiana, tan consuetudinaria y ritual como el gruñir del río en lo hondo del tajo o como los oficios litúrgicos del cabildo de la Catedral. Administraba del

y dehesas, a las que iba de visita, siempre corta, de vez en cuando, y por la noche tenía su partida de tresillo con el penitenciario, consejero íntimo de la familia, un beneficiado y el registrador de la Propiedad. Llegaban a la misma hora, cruzaban la gran puerta, sobre la que se ostentaba la plaza del Sagrado Corazón de Jesús con su "Reísus fincas

MIGUEL DE

458

U N A

M U N

O

naré en España y con más veneración que en otras partes", sentábanse en derredor de la mesita en invierno una camilla dispuesta ya, y al dar las diez, como por máquina de reloj, se iban alejando, aunque hubiera puestas, para el siguiente día. Entretanto, la marquesa dormitaba y las hijas del marqués hacían labores, leían libros de edificación acaso otros obtenidos a hurtadillas o reñían una con





,





otra.

Porque como para matar desde

salón cerrado

el

tedio que

se

corría

moscas, hasta los muros vestidos de yedra, Carolina y Luisa tenían que reñir. La mayor, Carolina, odiaba al sol, como su padre, y se mantenía rígida y observante de las tradiciones de la casa mientras Luisa gustaba de cantar, de asomarse a las ventanas y a los balcones y hasta de criar en éstos flores de tiesto, costumbre plebeya, según el marqués. "¿ No tienes el jardín ?", le decía éste a su hija, refiriéndose a un jardincillo anexo al palacio, pero al que rara vez bajaban sus habitantes. Pero ella, Luisa, quería tener tiestos en el balcón de su dormitorio, que daba a una calleja de la plaza de la Catedral, y regarlos, y con este pretexto asomarse a ver quién pasaba. "Qué mal gusto de atisbar lo que no nos importa...", decía el padre; y la hermana mayor, Carolina, añaya la tenían dió: "i No, sino de andar a caza!" el

al

sol

y a

las

;

Y

armada.

Y

los asomos al balcón del dormitorio, y el riego de las flores de tiesto dieron su fruto. Tristán Ibáñez del Gamonal, de una familia linajuda también y de las más tradicionales de la ciudad de Lorenza, se fijó en la hija segunda del marqués de Lumbría, a la que vió sonreír, con ojos como de violeta y boca como de geranio, por entre las flores del balcón de su dormitorio. Y ello fué que, al pasar un

:

!

o H H A S

COMPLETA

S

459

día Tristán por la calleja, se le vino encima el agua del riego que rebosaba de los tiestos, y al exclamar Luisa: "¡Oh, perdone, Tristán!", éste sintió como si la voz doliente de una princesa presa en un castillo encantado le llamara a su socorro. se hacen Esas cosas, hija le dijo su padre Chiquilladas, no en forma y seriamente. exclamó Luisa. ¿ Pero a qué viene eso, padre ? Carolina te lo dirá. Luisa se quedó mirando a su hermana mayor, y

— — —





¡

,



ésta dijo

—No

me

parece, hermana, que nosotras, las hijas

de los marqueses de Lumbría, hemos de andar haciendo las osas en cortéjeos y pelando la pava desde el balcón como las artesanas. ¿ Para eso eran las flores

?

— Que



pida entrada ese joven

— —Yo —

— sentenció

,

Y

dijo ésta

pa-

el

dre y pues que, por mi parte, nada tengo oponerle, todo se arreglará. ¿Y tú, Carolina?

que

— tampoco me opongo.

hizo a Tristán entrar en la casa como pretendiente formal a la mano de Luisa. La señora se

le

tardó en enterarse de ello. mientras trascurría la sesión de tresillo, la señora dormitaba en un rincón de la sala, y, junto a

Y

ella,

Carolina y Luisa,

haciendo labores

de punto

o de bolillos, cuchicheaban con Tristán, al cual pro-

curaban no dejarle nunca solo con Luisa, sino siempre con las dos hermanas. En esto era vigilantísimo el padre. No le importaba, en cambio, que alguna vez recibiera a solas Carolina al que debía ser su cuñado, pues así le instruiría mejor en las tradiciones y costumbres de la casa.

Los contertulios tresillistas, la servidumbre de casa y hasta los del pueblo, a quienes intrigaba

la el

M

460

l

a U

E'

L

U

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.\

A

M u

.\

o

misterio de la casona, notaron que a poco de la admisión en ésta de Tristán como novio de la segundona del marqués, el ámbito espiritual de la hierática familia pareció espesarse y ensombrecerse. La taciturnidad del marqués se hizo mayor, la señora se quejaba más que nunca del ruido, y el ruido era mayor que nunca. Porque las riñas y querellas entre las dos hermanas eran mayores y más enconadas que antes, pero más silenciosas. Cuando, al cruzarse en un pasillo, la una insultaba a la otra, o acaso la pellizcaba, hacíanlo como en susurro, y ahogaban las quejas. Sólo una vez oyó Mariana, la "Pues lo sabrá vieja doncella, que Luisa gritaba Saldré toda la ciudad, sí, lo sabrá la ciudad toda al balcón de la plaza de la Catedral a gritárselo a todo el mundo!" "¡Calla!", gimió la voz del marqués, y luego una expresión tal, tan inaudita allí, que Mariana huyó despavorida de junto a la puerta donde escuchaba. A los pocos días de esto, el marqués se fué de Lorenza, llevándose consigo a su hija mayor, Carolina. en los días que permaneció ausente, Tristán no pareció por la casa. Cuando regresó el marqués solo, una noche se creyó obligado a dar alguna explicación a la tertulia del tresillo. "La pobre no dijo mirando fijamente al peniestá bien de salud cosa de nervios!, a constenciario ello la lleva, tantes disensiones, sin importancia, por supuesto, con su hermana, a quien, por lo demás, adora, y la he llevado a que se reponga." Nadie le contestó nada. :

!

¡

¡

Y





;

i

Pocos días después, en familia, muy en familia, celebraba el matrimonio entre Tristán Ibáñez del Gamonal y la hija segunda del excelentísimo señor marqués de Lumbría. De fuera no asistieron más que la madre del novio y los tresillistas. Tristán fué a vivir con su suegro, y el ámbito de se

;

OBRAS COMPLETAS

46?

casona se espesó y entenebreció más aún. Las dormitorio de la recién casada se ajaron por falta de cuidado; la señora se dormía más que antes, y el señor vagaba como un espectro, taciturno y cabizbajo, por el salón cerrado a la luz la

flores del balcón del

del sol de la calle. Sentía que se le iba la vida, y se agarraba a ella. Renunció al tresillo, lo que pareció su despedida del mundo, si es que en el mundo vivió. "No tengo ya la cabeza para el juego le dijo a su confidente el penitenciario me distraigo a cada momento y el tresillo no me distrae ya; sólo me queda prepararme a bien morir."





;

Un día amaneció con un ataque de perlesía. Apenas si recordaba nada. Mas en cuanto fué recobrándose, parecía agarrarse con más desesperado tesón a la vida. "No, no puedo morir hasta ver cómo queda la cosa." a su hija, que le llevaba la comida a la cama, le preguntaba ansioso: "¿Cómo va eso? ¿Tardará?" "Ya no mucho, padre." "Pues no me voy, no debo irme, hasta recibir al nuevo marqués hace aquí porque tiene que ser varón, un varón falta un hombre, y si no es un Suárez de Tejada,

Y

¡

!

;

será un Rodrigo y un marqués de Lumbría." "Eso no depende de mí, padre..." "Pues eso más faltaba, hija

—y

le

temblaba

la

voz

al decirlo



,

que después

de habérsenos metido en casa ese... botarate, no nos diera un marqués... Era capaz de..." La pobre Luisa lloraba. Tristán parecía un reo y a la vez un

Y

sirviente.

La excitación del pobre señor llegó al colmo cuando supo que su hija estaba para librar. Temblaba todo él con fiebre expectativa. "Necesitaba más cuidado que la parturiente" dijo el médico.

— — Cuando dé a luz Luisa — dijo marqués a yerno— marqués, tráemelo en le

,

si

es hijo,

si

es

el

su se^t

Miau

462

t

1.

I>

K

li

S A M U S o

guida, que lo vea, para que pueda morir tranquilo;

tráemelo tú mismo.

Al

¡'-"b

íinoíl

marqués aquel grito, incorporóse' -^ri la cama y quedó mirando hacia la puerta del cuarto, acechando. Poco después entraba Tristán, compunoír el

gido, trayendo bien arropado al niño, "¡Marqués!'"

—gritó

el anciano— "¡ Sí!" Echó un poco el cuerpo hacia adelante a examinar al recién nacido, le dió un beso balbuciente y tembloroso, un beso de muerte, y sin mirar siquiera a su yerno se dejó caer pe-

sadamente sobre la almohada y siq sentido. haberlo recobrado murióse dos días después.

Y

sifl

Vistieron de lutOi con un lienzo negro, el escudo la fachada de la casona, y el negro del lienzo empezó desde luego a ajarse con el sol. que le daba un aire de luto de lleno durante casi todo el día. pareció caer sobre la casa toda, a la que no llevó

de

Y

alegría ninguna el niño.

to.

La pobre Luisa, la madre, salió extenuada del parEmpeñóse en un principio en criar a la criatura,

pero tuvo que desistir de ello. "Pecho mercenario.wí pecho Tiiercenario...". suspiraba, "¡Ahora. Tristán, le repetía a su marido. a criar al marqués!"



Tristán había caído en una tristeza indefinible y se sentía envejecer. "Soy como una dependencia de desde la ca^la casa, casi un mueble"' se decía lleja solía contemplar el balcón del que fué dormitorio de Luisa, balcón ya sin tiestos de flores.



— Si volviésemos a — se

sai£iJ5

Y

poner flores en tu balcón, Lui-

atrevió a decirle una vez a su mujer.

^Aqüí no 1lay más teíló ella.

.

.flor llegó a pegarme! ¡

;

no

esto

se

;

:

!

¡

— Qué —No con —A ¡

bárbaro

lo

sabes

!

Y

bien.

dijo

que

te

ibas

a

ver

él...

ver, que

¡

venga

!

Pues no faltaba más.

"Hay que acabar con por lo bajo se dijo esto, porque ese ogro es capaz de cualquier atrocidad si ve que le van a quitar su tesoro; y como yo no puedo sacarle de trampas..." Di, Enrique, ¿ tú me quieres ? ¡Vaya una pregunta ahora...! Contesta: ¿me quieres? Con toda el alma y con todo el cuerpo, nena ¿ Pero de veras ? Y tan de veras ¿ Estás dispuesto a todo por mí ? Mas

:

— — — — — — — — A todo, —Pues ¡

¡

¡

!



bien,

parnos; llegar

pero

róbame, llévame. Tenemos que escamuy lejos, adonde no pueda

lejos,

mi padre.

!

!

!

MIGUEL

476 i'-'cfr^l



¡

!

¡

ü N A

ü E

M U N

O

Repórtate, chiquilla

No, no, róbame si me quieres, róbame Róbale a mi padre su tesoro, y que no pueda vender•

lo ¡

;

No

quiero

!

vendida

ser

quiero

:

¡

robada

ser

Róbame

Y

se pusieron a concertar la huida.

Pero al día siguiente, el fijado para la fuga, y cuando Julia tenía preparado su hatito de ropa y hasta avisado secretamente el coche, Enrique no compareció. "¡Cobarde, más que cobarde! ¡Vil, más que vil se decía la pobre Julia, echada sobre la Y decama y mordiendo de rabia la almohada cía quererme! No, no me quería a mí; quería mí



!

hermosura. ante



Y

¡

esto

ni

!

Lo que

Renada de que

toda

yo,

.

¡

quería es jactarse

Yáñez,

Julia

¡

nada

aceptado por novio. Y ahora irá diciendo cómo le propuse la fuga. ¡Vil, !" vil como hombre vil, vil Vil como mi padre cayó en mayor desesperación. que eso le dijo su madre Ya veo, hija mía ha acabado, y doy gracias a Dios por ello. Pero mira, tiene razón tu padre si sigues así, no harás

menos que yo !

Y

le

!,

había

;

¡







,

:

más que

desacreditarte.

— Si sigo cómo —Así, admitiendo primero que quirirás fama de coqueta —Y mejor, madre, mejor. Así acudirán ?

¿

te

al

solicite.

Ad-

y...

bre todo, dado.



¡

mientras no pierda

Ay, ay

Y, en

!

De

la

que

lo

más. SoDios me ha

casta de tu padre, hija.

poco después admitía a otro pretendiente a novio. Al cual le hizo las mismas confidencias, y le alarmó lo mismo que a Enrique. Sólo que Pedro era de más recio corazón. Y por los mismos pasos contados llegó a proponerle lo de la fuga. le dijo Pedro yo no me oponMira, Julia



efecto,





,

!

!

!

OBRAS COMPLETAS

477

go a que nos fuguemos; es más, estoy encantado con ello, figúrate tú Pero, y después que nos hayamos fugado, ¿adonde vamos, qué hacemos? Eso se verá Hay que verlo ahora. No, eso se verá, no Yo, hoy por hoy, y durante algún tiempo, no tengo de qué mantenerte; en mi casa sé que no nos admi!

¡

— —

!

¡

!

¡

¡y en cuanto a tu padre...! De qué hacemos después de la fuga ? Qué ? ¿ No vas a volverte atrás ?

modo

tirían;

dime,

que,

¿

— — Qué hacemos — No vas a acobardarte — Qué hacemos, — Pues... ¡suicidarnos! — Tú estás Julia —Loca, loca de desesperación, ¿

?

¿

¿

?

di ?

¿

loca,

¡



!

;

me

loca de horror a este padre que

Y

estuvieses



si

loco,

amor por mí,

de

loco

loca de asco, quiere vender... te

suicidarías conmigo.

— Pero

que tú quieres que esté para suicidarme contigo, y no dices que te suicidarás conmigo por estar loca de amor por mí, sino loca de asco a tu padre y a tu casa.

¡

No

— Ah ¡

curre

Y

advierte,

amor por

loco de

Julia,

ti

mismo Qué bien

es lo

!

¡

discurres

!

¡

El amor no dis-

!

rompieron también sus relaciones.

"Tampoco

decía:

éste

me

quería

a

Y

mí,

Julia

éste. Se enamoran de mi hermosura, no de mí. doy cartel!" Y lloraba amargamente.

—¿Ves, hija mía — Ya va otro —E irán mamá;

decía

?

el

mío,

el

que

venderme Eso díselo a



dijo

su

madre



;

¡

no

Yo lo

¡

cien,

tre

le

se

tampoco

me

ciento, liberte

tu padre.

sí, hasta que encuende vosotros. Querer ¡

!

;

MIGUEL DE

478

Y

U N A

M

U N O

fué doña Anacleta a llorar a su cuarto, a

se

solas.

— Mira, —

hija



mía

le

dijo,

al

fin,

a Julia su pa-

dre he dejado pasar eso de tus dos novios, y no he tomado las medidas que debiera; pero te ad,

no voy a tolerar más tonterías de ésas. Conque ya lo sabes. Pues hay más exclamó la hija con amarga sorna y mirando a los ojos de su padre en son de

vierto que





¡

desafío.

— ¿Y qué hay? —preguntó amenazador. —Hay... ¡que me ha salido otro novio! — Otro Quién — ¿Quién? ¿A que no aciertas quién? —Vamos, no burles, y acaba, que me estás hapaciencia. ciendo perder —Pues nada ménos que don Alberto Menéndez de Cabuérniga. — Qué barbaridad —exclamó madre. Don Vicéste

?

¿

?

¿

te

la

la

!

¡

Don Alberto Menéndez de Cabuérniga era un riquísimo hacendado, disoluto, caprichoso en punto a mujeres, de quien se decía que no reparaba en gtistos para conseguirlas; casado, y separado de su mujer. Había casado ya a dos, dotándolas espléndidamente. ¿ Y qué dices a eso, padre ? ; Te callas ? torino

palideció,

sin

decir nada.

— — Que estás loca Pasea —No, no estoy loca veo entienda contigo? ¿Le digo que ronda — Me voy, porque no, esto acaba mal. Y levantándose, padre fué de — Pero hija mía, hija mía —Te digo, madre, que esto ya no parece mal ¡

ni

la

visiones.

casa.

la calle,

se

si

el

¡

casa.

se

!

le

digo que era capaz de venderme a don Alberto, La voluntad de la pobre muchachas se iba quebrantando. Comprendía que hasta una venta sería te

OBRAS COMPLETAS ana redención. Lo esencial era de su padre, fuese

como

salir

479

de

casa,

huir

fuese.

I

Por entonces compró una dehesa en las cercanías una de las más ricas y espaciosas dede Renada hesas un indiano, Alejandro Gómez. Nadie sabía bien de su origen, nadie de sus antecedentes, nadie le oyó hablar nunca ni de sus padres, ni de sus parientes, ni de su pueblo, ni de su niñez. Sabíase sólo que, siendo muy niño, había sido llevado por sus padres a Cuba, primero, y a Méjico, después, y que allí, ignorábase cómo, había fraguado una hablábase enorme fortuna, una fortuna fabulosa antes de cumplir de varios millones de dufos los treinta y cuatro años, en que volvió a España, resuelto a afincarse en ella. Decíase que era viudo y sin hijos, y corrían respecto a él las más fantásticas leyendas. Los que le trataban teníanle por hombre ambicioso y de vastos proyectos, muy voluntarioso, y muy tozudo, y muy reconcentrado. Alardeaba de plebeyo. Con dinero se va a todas partes solía decir. No siempre, ni todos le replicaban. Todos, no pero los que han sabido hacerlo, sí Un señoritingo de esos que lo han heredado, un condesito o duquesín de alfeñique, no, no va a ninguna parte, por muchos millones que tenga ¿ pero yo? ¿Yo? ¿Yo, que he sabido hacerlo por mí mis-







— — —



,





i

;

!

;

mo, a puño? ¿Yo? Y había que oír cómo pronunciaba "yo" ¡

afirmación personal se ponía

el

hombre

!

En

esta

todo.



Nada que de veras me haya propuesto he dejado de conseguir. ¡Y si quiero, llegaré a ministro! Lo que hay es que yo no lo quiero.

A

Alejandro

le

hablaron de Julia,

la

hermosura

,

MIGUEL DE

480

U N A

M

U N O

— —

"¡ Hay que ver eso !" se luego que la vió: "¡Hay que conseguirla!" le dijo un día al suyo Julia ¿ Sabes, padre que ese fabuloso Alejandro, ya sabes, no se habla más que de él hace algún tiempo..., el que ha com-

monumental de Renada.

Y

dijo.





prado Carbajedo

?...

— sé quién es? ¿Y qué? — Sabes que también ése me ronda —¿Es que quieres burlarte de mí, Julia? — No, no me va en serio; me ronda. — ¡Te digo que no su carta — Ahí ¡Sí,

sí,

?

¿

burlo,

te burles!...

tienes

i

Y

!

sacó del seno una, que echó a

la

cara de su

padre.

—¿Y qué piensas hacer? — — ¡Pues qué he de

le

hacer!...

dijo éste. ¡Decirle que se vea

contigo y que convengáis el precio. Don Victorino atravesó con una mirada a su hija

Y

se salió sin decirle palabra. hubo unos días de lóbrego silencio y de calladas cóleras en la casa. Julia había escrito a su nuevo pretendiente una carta contestación henchida de sarcasmos y de desdenes, y poco después recibía otra con estas palabras, trazadas por mano ruda y en letras grandes, angulosas y claras "Usted acabará siendo mía. Alejandro Gómez sabe conseguir todo lo que se propone." Y al leerlo, se dijo Julia "¡ Este es un hombre ¿Será mi redentor? ¿Seré yo su redentora?" A los pocos días de esta segunda carta llamó don Victorino a su hija, se encerró con ella y casi de rodillas y con lágrimas en los ojos le dijo:

y

:

:

!

— Mira,

hija

mía, todo depende ahora de tu re-

solución: nuestro porvenir y mi honra. Si no aceptas a Alejandro, dentro de poco no podré ya encubrir mi ruina y mis trampas, y hasta mi.s...

— No

lo digas.

!

;!

:

OBRAS COMPLETAS

481

—No,

no podré encubrirlo. Se acaban los plazos. echarán a presidio. Hasta hoy he logrado parar el golpe... ¡Por ti! ¡Invocando tu nombre! Tu hermosura ha sido mi escudo. "Pobre chica",

Y me

.se

decían.

—¿Y — Pues

le

si

acepto?

voy a decirte la verdad toda. Ha sabido mi situación, se ha enterado de todo, y ahora estoy ya libre y respiro, gracias a él. Ha pagado todas mis trampas; ha liberado mis...

— — Que

bien;

no digas.

Sí, lo sé,

dependo de

¿Y

ahora?

que dependemos de él, que vivo a sus expensas, que vives tú misma a sus exél,

pensas.

—Es que me has vendido ya —No, nos ha comprado. —¿De modo que, quieras que no, soy ya suya? — No, no exige eso no pide nada, no exige nada — Qué generoso — Julia he comprendido todo. Dile que, por — decir,

?

¿

;

i

!

¡

¡

Sí,

sí,

lo

mí, puede venir cuando quiera.

Y tembló después de decirlo. ¿ Quién había dicho esto ? ¿ Era ella ? No era más bien otra que ;

llevaba dentro



¡

y

la tiranizaba.

Gracias, hija mía, gracias

!

El padre se levantó para ir a besar a su hija pero ésta, rechazándolo, exclamó No, no me manches

— — Pero, — Vete

!

¡

hija.

a besar tus papeles O mejor, las cenizas de aquellos que te hubiesen echado a presidio. i

—¿No

!

le dije yo a usted, Julia, que Alejandro sabe conseguir todo lo que se propone? ¿Venirme con aquellas cosas a mí? ¿A mí?

Gómez

!

!

!

!

MIGUEL DE

482

ü N A M V N O

Tales fueron las primeras palabras con que el joven indiano potentado se presentó a la hija de don Victorino, en la casa de éste. Y la muchacha tembló ante aquellas palabras, sintiéndose, por primera vez en su vida, ante un hombre. Y el hombre se le ofreció más rendido y menos grosero que ella esperaba.

A

tercera visita, los padres los dejaron solos.

la

Julia temblaba. Alejandro callaba. cio se prolongaron

'

un

Temblor y

silen-

rato.

— Parece que está usted mala, Julia —dijo — ¡No, no; estoy bien! —Entonces, ¿por qué tiembla así? —Algo de —No, sino miedo. —¿Miedo? ¿Miedo de qué? — Miedo... a mí —¿Y por qué he de tenerle miedo? — me miedo

él.

frío acaso...

¡

tiene

Sí,

¡

Y

miedo reventó deshaciéndose en llanto. Julia lloraba desde lo más hondo de las entrañas, lloraba con el corazón. Los sollozos le agarrotaban, falel

tándole

el

respiro.

—¿Es que soy algún ogro? —susurró Alejandro. — Me han vendido Me han vendido Han con mi hermosura! ¡Me han vendido! —¿Y quién dice eso? — Yo, digo yo! ¡Pero no seré de sino muerta serás mía... ¡Y me querrás! — Serás mía, !

i

!

¡

tra-

¡

ficado

no,

lo

i

usted...

Julia,

¿Vas taba

Y cortó

a

no quererme a mí?

¿A mí? ¡Pues no

fal-

más hubo en aquel a

Julia

la

a

un acento

vií

fuente

de corazón.

que se le paró el hombre, mientras una voz

hombre!"

^

las

tal,

que se

lágrimas,

Miró entonces le

decía

:



le

y como a

aquel

Este es un

!

!

OBRAS COMFLÉTAS

483

— Puede usted hacer de mí que quiera —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó sistiendo en seguir tuteándola. que me digo... No sé —No que —¿Qué es eso de que puedo hacer de quiera — que puede... — Pero que que yo —y este yo resonaba triunfador y pleno — quiero es hacerte mi mujer. lo

¡

él,

in-

lo

sé...

ti

lo

?

Sí,

es

lo

A

Julia se le escapó un grito, y con los grandes ojos hermosísimos irradiando asombro, se quedó mirando al hombre, que sonreía y se decía: "Voy a te-

ner la mujer

— Pues —Yo

más hermosa de España."

qué creías

¿

?

yo creí... volvió a romper el pecho en lágrimas ahoganSintió luego unos labios sobre sus labios y una creí...,

Y tes.

voz que



Sí,

decía:

le

mi mujer,

la mía...,

jer legítima, claro está!

luntad



!

i

O

mi voluntad

¡Mi mumi vo-

ley sancionará

la ley

tuya!

¡Sí...,

Estaba rendida.

¿Qué

mía..., mía...

¡La

Y

se concertó la boda.

hombre rudo y hermético que, daba miedo, se le imponía ? Y, lo que era más terrible, le imponía una especie de extraño amor. Porque ella, Julia, no quería querer a aquel aventurero, que se había propuesto tener por mujer a una de las más hermosas y hacer que luciera sus millones; pero, sin querer quererle, sentíase rendida a una sumisión que era una forma de enamoramiento. Era algo así como el amor que debe encenderse en el pecho de una cautiva para con un arrogante conquistador. No la había comprado, no Habíala conquistado. tenía aquel

a la vez que

le

¡

!

,

484

"Pero ras

?

¿

él

Me

MIGUEL

ü E





> se decía Julia quiere a mí ? ¿A

U ¿

,



me

?,

N A M V N O quiere de vesuele decir

como

él. ¡Y cómo lo dice! ¡Cómo pronuncia yoj ¿Me quiere a mí, o es que no busca sino lucir mi hermosura ? ¿ Seré para él algo más que un muoble

enamomi encanto ? De todos modos va a ser mi marido, y voy a verme libre de este maldito hogar, libre de mi padre. Porque no vivirá con nosotros, no Le pasaremos una pensión y que siga insultando a mi pocostosísimo y rado de mí ?

rarísimo

¿

No

se

?

¿

Estará

de veras

saciará pronto de

!

¡

bre madre, y que se enrede con las criadas. Evitareseré rica, muy

mos que vuelva a entramparse. rica,

inmensamente

Mas esto vidiada por suerte loca, cido cuanto

no

la

rica

¡

Y

!"

satisfacía

del

todo.

Sabíase en-

y que hablaban de su y de que su hermosura le había produpodía producirla. Pero ¿la quería aquel las

renatenses,

hombre? ¿La quería de veras? "Yo he de conquisNecesito que me quiera de decíase amor veras; no puedo ser su mujer sin que me quiera, tar su





.

pues eso sería la peor forma de venderse. ¿ Pero es que yo le quiero ?" Y ante él sentíase sobrecogida, mientras una voz misteriosa, brotada de lo más hondo de sus entrañas, le decía: "¡Este es tu hombre!" Cada vez que Alejandro decía yo, ella temblaba. Y temblaba de amor, aunque creyera otra cosa o lo ignorase.

Se casaron y fuéronse a vivir a

la corte.

Las

re-

laciones y amistades de Alejandro eran, merced a su fortuna, muchas, pero algo extrañas. Los más de los que frecuentaban su casa, aristócratas de blasón

no pocos, antojábasele a Julia que debían ser deudores de su marido, que daba dinero a préstamo con sólidas hipotecas. Pero nada sabía de los negó-

o B



COMPLETAS

A S

485

A

ella nunca de ellos. podía satisfacer hasta sus menores caprichos pero le faltaba lo que más podía faltarle. No ya el amor de aquel hombre a quien se sentía subyugada y como por él hechizada, sino la certidumbre de aquel amor. "¿ Me quiere, o no me quiere ? se preguntaba Me colma de atenciones, me trata con el mayor respeto, aunque algo como a una criatura voluntariosa hasta me mima ¿ pero me quiere ?" era inútil querer hablar de amor, de cariño, con aquel hombre. Solamente los tontos hablan de esas cosas solía decir Alejandro"Encanto..., rica..., hermosa..., querida..." ¿Yo? ¿Yo esas cosas? ¿Con esas cosas a mí ? ¿A mí ? Esas son cosas de novela. ya sé que a ti te gustaba leerlas. me gusta todavía.

cios de él ni éste le hablaba

no

le

faltaba

nada

;

;





.

;

;

Y







.

Y

—Y — Pues

lee cuantas quieras. Mira, si te empeñas, hago construir en ese solar que hay ahí al lado un gran pabellón para biblioteca y te la lleno de todas las novelas que se han escrito desde Adán acá.

— ¡Qué

cosas dices!... Vestía Alejandro de la manera más humilde y más borrosa posible. No era tan sólo que buscase pasar, por el traje, inadvertido; era que afectaba cierta ordinariez plebeya. Le costaba cambiar de vestidos, encariñándose con los que llevaba. Diríase

que el día mismo en que estrenaba un traje se frotaba con él en las paredes para que pareciese viejo.

En

cambio, insistía en que ella, su mujer, se vistiese la mayor elegancia posible y del modo que más hiciese resaltar su natural hermosura. No era nada tacaño en pagar; pero lo que mejor y más a gusto pagaba eran las cuentas de modistos y modistas, eran los trapos para su Julia. Complacíase en llevarla a su lado y que resultara

con

!

MIGUEL DE

486

O N A

M

ü S O

diferencia de vestido y porte entre uno y otra. Recreábase en que las gentes se quedasen mirando a su mujer, y si ella, a su vez, coqueteando, provocaba esas miradas, o no lo advertía él, o más bien fingía no advertirlo. Parecía ir diciendo a aquellos que la miraban con codicia de la carne: "¿Os gusta, eh? Pues me alegro; pero es mía, y sólo mía; conque... ¡rabiad!" Y ella, adivinando este sentimiento, se decía "¿ Pero me quiere o no me quiere este hombre ?" Porque siempre pensaba en él como en este hombre, como en su hombre. O mejor, el hombre de quien era ella, el amo. Y poco a poco se le iba formando alma de esclava de harén, de esclava favorita, de única esclava pero de esclava la

:

;

al

fin.

Intimidad entre ellos, ninguna. No se percataba de qué era lo que pudiese interesar a su señor marido. Alguna vez se atrevió ella a preguntarle por su familia.



¿

más

Familia

?

—dijo Alejandro—

familia que tú, ni

me

.

Yo no

importa.

Mi

tengo hoy

familia soy

que eres mía. tus padres ? que no los he tenido. Mi familia empieza en mí. Yo me he hecho solo. -Otra cosa querría preguntarte. Alejandro, pero yo,

yo y

tú,

— Pero y —Haz cuenta ¿



no me



¿

atrevo...

Que no

te atreves ? ¿ Es que te voy a comer ? Es que me he ofendido nunca de nada de lo que

me

¿

hayas dicho?

— No, nunca, no tengo queja. — Pues no faltaba más —No, no tengo queja; — Bueno, pregunta y acabemos. pregunto. — No, no — Pregúntamelo !

¡

pero...

te lo

¡

:

OBRAS COMPLETAS

:

!

XXIV ¿Murió la tía Tula? No, sino que empezó a vivir en la familia, e irradiando de ella, con una nueva vida más entrañada y más vivífica, con la vida eterna de la familiaridad inmortal. Ahora era ya para.^ sus hijos, sus sobrinos, la Tía, no más que la Tía, ni madre ya ni DUimá, ni aun tía Tula, sino sólo la Tía. Fué este nombre de invocación, de verdadera invocación religiosa, como el canonizamiento doméstico de una santidad de hogar. La misma Manolita, su más hija y la más heredera de su espí- , ritu, la depositaría de su tradición, no le llamaba [

,

.

sino la Tía.

Mantenía

la

unidad y

la

unión de

la

familia,

y,„

MIGUEL DE

ü N A

M ü N

O

si al morir ella afloraron a la vista de todos, haciéndose patentes, divisiones intestinas antes ocultas, alianzas defensivas y ofensivas entre los hermanos, fué porque esas divisiones brotaban de la vida misma familiar que ella creó. Su espíritu provocó tales disensiones y bajo de ellas y sobre ellas la unidad fundamental y culminante de la familia. La tía Tula era el cimiento y la techumbre de aquel

lugar.

Formáronse en éste dos grupos de un lado, Rola hija mayor de Rosa, aliada con Caridad, con su cuñada, y no con su hermano, no con Ra:

sita,

miro

de otro, Elvira, la segunda hija de Rosa, con Enrique, su hermanastro, el hijo de la hospiciana, y quedaban fuera Ramiro y Manolita. Ramiro vivía o más bien se dejaba vivir, atento a su hijo y ai porvenir que podría depararle a otros y a sus negocios civiles, y Manolita atenta a mantener el culto de la Tía y la tradición del hogar. Manolita se preparaba a ser el posible lazo entre cuatro probables familias venideras. Desde la muerte de la Tía habíase revelado. Guardaba todo su saber, todo su espíritu; las mismas frases recortadas y aceradas, a las veces repetición de las que ;

oyó a la otra, la misma doctrina, el mismo estilo y hasta el mismo gesto. "¡ Otra tía !", exclamaban sus hermanos, y no siempre llevándoselo a bien. Ella guardaba el archivo y el tesoro de la otra; ella tenía la llave de los cajoncitos secretos de la que se fué en carne y sangre ella guardaba, con su muñeca de cuando niña, la muñeca de la niñez de la Tía, y algunas cartas, y el devocionario y el breviario de don Primitivo; ella era en la familia quien sabía los dichos y hechos de los antepasados dentro de la memoria de don Primitivo, que nada era de su sangre; de la madre del primer Ramiro; de Rosa; de ésta de su propia madre Manuela, la hospiciana ;

:



,

OBRAS no dichos ella

era

la

ni

COMPLE\TAS hechos,

sino

silencios

y

627 pasiones



historia doméstica; por ella se continua-

ba la eternidad espiritual de la familia. Ella heredó el alma de ésta, espiritualizada en la Tía. ¿Herencia? Se trasmite por herencia en una colmena el espíritu de las abejas, la tradición abejil, el arte de la melificación y de la fábrica del panal, la abejidad, y no se trasmite, sin embargo, por carne y por jug-os de ella. La carnalidad se perpetúa por zánganos y por reinas, y ni los zánganos ni las reinas trabajaron nunca, no supieron ni fabricar panales, ni hacer miel, ni cuidar larvas, y no sabiéndolo, no pudieron trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos a sus crías. La tradición del arte de las abejas, de la fábrica del panal y el laboreo de la miel y la cera, es, pues, colateral y no de trasmisión de carne, sino de espíritu, y débese a las tías, a las abejas que ni fecundan huevecillos ni los ponen. todo esto lo sabía Manolita, a quien se lo había enseñado la Tía, que desde muy joven paró su atención en la vida de las abejas y la estudió y meditó, y hasta soñó sobre ella. una de las frases de intimo sentido, casi esotérico, que aprendió Manolita de la Tía y que de vez en cuando aplicaba a sus hermanos, cuando dejaban muy al desnudo su masculinidad de instintos, era decirles: "¡Cállate, zángano!" zángano tenía para ella, como lo había tenido para la Tía, un sentido de largas y profundas resonancias. Sentido que sus hermanos adivinaban. La alianza entre Elvira, la hija del primer Ramiro que le costó la vida a Rosa, su primer mujer, y Enrique, el hijo del pecado de aquél y de la hospiciana, era muy estrecha. Queríanse los hermanastros más que cualesquiera otros de los cinco entre sí. Siempre andaban en cuchicheos y secreteos. esta a modo de conjura desasosegábale a

Y

Y

Y

Y

>

MIGUEL DE

628

No

Manolita.

salido

rino,

que

le

M V N

O

que su hermano utevientre de donde ella salió,

doliera

mismo

del

ü N A

más apego a hermana nacida de otra mano; sentía que a ella no había de apegársele ninguno de sus hermanos y complacíase en ello. Pero aquel afecto más que fraternal le era repulsivo. tuviese dre,





Ya estoy deseando -—les dijo una vez que uno de vosotros se enamore que tú, Enrique, te eches novia, o que a ésta, a ti, Elvira, te pretenda alguno... ¿Y para qué? preguntó ésta. —Para que dejéis de andar así, de bracete por la casa, y con cuentecitos al oído y carantoñas, :





arrumacos y lagoterías... Acaso entonces más

— —¿Y cómo — Porque

su novio, está

!,

los

—dijo

Enrique.

así?

ésta vendrá a contarme los secretos de verdad Elvira ?, y yo le contaré, claro de mi novia. ¿

¡

—exclamó Elvira a punto de palmotear. — otro novio y de —Y os uno y otro otra novia, ¿no ¡qué bonito! Tía? —preguntó esto — Bueno, ¿y qué Elvira mirando Manolita — Diría que no debe jugar con cosas sanunos y que — Pues no repitas con Tía — argüyó EnriEvangelio de que hay que hacerse que — aquello reino de niño para entrar en — Niño, Chiquillo, no distingue niño —¿Y en qué —¿En qué? En manera de jugar. —¿Cómo juega chiquillo? —El chiquillo juega persona mayor. Los niños Sí, sí...

del

reiréis

la

es así?...,

diría a

la

a los ojos.

a

las

se

sois

tas

chiquillos... la

le

del

los cielos...

el

¡



!

!

¡

se le

al

del chiquillo?...

la

el

a

no

son,

como

sino que son oido decir a

los

mayores, ni hombres ni mujeres,

como la

los

ángeles.

Recuerdo haberle que hay len-

Tía que había oído



OBRAS COMPLBTAS en

írtias

qtie el

niño no es ni masculino

:.

629 femenino,

ni

sino neutro...

— —añadió Enrique — en — Pues esta señorita —dijo Si

,

alemán.

Y

la

señorita

es neutro...

sin conseguirlo, teñir de

Manolita, intentando,

una sonrisa estas palabras

no es neutra... Claro que no soy neutra; pues no faltaba más... Pero bueno, nada de chiquilladas

— — eso? ¿no — Chiquilladas, no; niñerías, — Eso — Bueno, ¿y en qué conoceremos? — Basta, que no quiero deciros más. ¿Para qué? i

¡

!

eso,

es

¡

es

!

las

Porque hay cosas que nen más oscuras...

— Bien, — — — Si —Lo

bien,

tiíta



tratar

de decirlas se po-

—exclamó

Elvira abrazándola

al

no te enfades así... y dándole un beso ¿Verdad que no te enfadas, tiíta?... No; y menos porque me llames tiíta... ,

lo hacía sin



;

intención.

pero eso es peligroso. Porque

la

inten-

ción viene después... le hizo una carantoña a su hermana comy cojiendo a la otra, a la hermanastra, por debajo de un brazo, se la llevó consigo. Y Manolita, viéndoles alejarse, quedó diciéndose "¿Chiquillos? ¡En efecto, chiquillos! Pero ¿he hecho bien en decirles lo que les he dicho ? ¿ He hecho bien, Tía?" e invocaba mentalmente a la Tía "La intención viene después... ¿No soy yo la que con mis reconvenciones voy a darles una intención que les falta? Pero ¡no, no! ¡Que no jueguen así! ¡Porque están jugando!... ¡Y ojalá les salga pronto !" el novio a ella y la novia a él

Enrique

pleta





!

!

MIGUEL DE

U N A

M U N

O

XXV lo formaban en la familia, no RoRamiro, sino la mujer de éste, Caridad, y y aquella su cuñada. Aunque en rigor era Rosita la que buscaba a Caridad y le llevaba sus quejas, sus aprensiones, sus suspicacias. Porque iba, por lo común, a quejarse. Creíase, o al menos aparentaba creer, que era la desdeñada y la no comprendida. Poníase triste y como preocupada en espera de que le preguntasen qué era lo que tenía, y como nadie se lo preguntaba, sufría con ello. Y menos que los otros hermanos se lo preguntaba Manolita, que se decía: "¡Si tiene algo de verdad y más que gana de mimo y de que nos ocupemos especialmente en ella, ya reventará!" Y la preocupada sufría con ello. A su cuñada, a Caridad, le iba sobre todo con quejas de su marido complacíase en acusar a éste, a Ramiro, de egoísta. Y la mujer le oía pacientemente y sin saber qué decirle. Yo no sé, Manuela le decía a ésta Caridad, su cuñada qué hacer con Rosa... Siempre me está viniendo con quejas de Ramiro; que si es un orgulloso, que si un egoísta, que si un distraído... Llévale la hebra y dile que sí

El otro grupo

sita

;







,

— —-Pero ¿cómo? ¿Voy a darle alas? —No, sino a —Pues no entiendo. Y, además, eso no Ramiro no dad muy —Lo Sé que Ramiro como todo hombre, sus —Y como toda mujer. ¡

cortárselas.

lo

es

¡

;

sé,



lo

bien.

tener,

— —

¡

podrá

defecto?...

Claro,



!

Pero

de

los

bre... i

es ver-

así

De

zángano, vamos

!

él

son defectos de

hom-

!

OBRAS COMPLETAS — Como

quieras

hombre, o

;

Ramiro son

de

los

631 defectos

de

quieres, pues que te empeñas, de zán-

si

gan,o...

—¿Y míos? —¿Los tuyos, Caridad? Los tuyos... ¡de reina! — ¡Muy bien! ¡Ni Tía!... que defectos de Ramiro no son — Pero los

la

los

los

Rosa

Ni

dice.

es orgulloso, ni es egoísta, ni es dis-

traído.

—Y entonces, dices — Porque eso

como

muy

¿por qué voy a llevarle

hebra,

la

?

La

bien.

será llevarle conozco.

la

contraria.

Cierta mañana, encontrándose las tres, Manuela y Rosa, comenzó ésta el ataque.



Rosa. maridito

¡

Vaya unas horas

de

Lo

Caridad,'

anoche

llegar



tu

Nunca hablando con su cuñada le llamaba a Ramiro "mi hermano", sino siempre: "tu marido". Caridad. ¿ Y qué mal hay en ello ?

— —Y

Manuela.

tú,

Rosa, estabas a esas horas des-

pierta...

—Me despertó su — eh Caridad. — Pues mí apenas me despertó... Rosa. — Vaya una calma Manuela. —Aquí Caridad duerme confiada y hace Rosa. — ¿Hace ¿Hace No comprendo. Manuela. — Pues yo Pero tú parece que Rosa.

llegada.

Manuela.

¿

Sí,

?

a

si

!

¡

bien.

bien?...

bien?...

lo

te

sí.

complaces en eso, que es un juego

muy

feo...

— —

muy

Caridad. Por Dios, Manuela Rosa. Déjale, déjale a la tía... Manuela. Con el acento que ahora tía aquí eres ahora tú... ^



peligroso y

!

\

'

le •

pones,

la

MIGUEL DE

632

V N A M V N O

—¿Yo? ¿Yo tía? Rosa. ¿A qué viene querer — provocar celos en tu hermana Caridad. — Pero Rosa no quiere hacerme Manuela... Manuela. —Yo sé que me digo, Caridad. Rosa. — aquí sabe que Manuela. —Aquí sabemos todos que queremos Rosa.

la

Manuela.

Sí,

tú,

tú,

?

celosa,

si

lo

ella

Sí,

se dice...

lo

lo

decir y yo sé, además, lo que des,

me

digo,

¿me

entien-

Rosa?

Rosa.

— El — Sea.

estribillo

de

Y

te

Manuela.

la

Tía...

digo que serías capaz de aceptar el peor novio que se te presente y casarte con él no más que para provocarle a que te diese celos, no a dárselos tú... Rosa. ¿ Casarme yo ? ¿ Yo casarme ? ¿ Yo novio ?



¡

Las ganas

!...

Manuela.



aunque no sé si no quieque andas en si te vas o no a

ya sé que

Sí,

dices,

piensas, que no te has de casar, que tú

lo

Ya

res novio...



meter monja... Caridad. ¿Y cómo

— —

lo has sabido, Manuela? pero vosotras creéis que no percato de vuestros secretos ? Precisamente por

Manuela.

me

¡

Ah

!,

¿

ser secretos...

Rosa.

— Bueno,

si

pensara yo en meterme monja, ello? ¿Qué mal hay en

¿qué? ¿Qué mal hay en servir a Dios?

Manuela.

— En

servir a Dios, no, no hay mal nin-

guno... Pero es que por servir a Dios...

si

tú entrases

monja no

sería

—¿No? ¿Pues por qué? hombres... — Por no servir a mujeres... Caridad. — Pero por Dios, Manuela, qué cosas mías... sus cosas y yo Rosa. —

Rosa.

Manuela.

ni

los

a

las

tie-

nes...

Si, ella tiene

las

¿Y

OBRAS COMPLETAS

633

quién te ha dicho, hermana, que desde el convento no se puede servir a los hombres? Manuela. Sin duda, rezando por ellos... Pues claro está Pidiendo a Dios que les Rosa. libre de tentaciones... Manuela. Pero me parece que tú más que rezar "no nos dejes caer en la tentación", vas a "no me dejes caer en la tentación..." Rosa. Sí, que voy a que no me tienten... Manuela. ¿ Pues no has venido acá a tentar a Caridad, tu hermana ? ¿ O es que crees que no era tentación eso ? ¿ No venías a hacerle caer en ten-





¡

!





tación

?





Caridad. No, Manuela, no venía a eso. Y, además, sabe que no soy celosa, que no lo seré, que no puedo serlo... Rosa. Déjale, déjale, Caridad, déjale a la abejita, que pique..., que pique...



— — — Rosa. —Y dime

Manuela. Duele, ¿eh? Pues, hija, Rosa. Hija ahora, ¿ eh ? Manuela. Y siempre, hermana.

rascarse...

tú, hermanita, la abejita, ¿tú no has pensado nunca en meterte en un panal así, en una colmena?... Manuela. Se puede hacer miel y cera en el



mundo.

—Y — — para Manuela. —Yo Rosa.

picar...

Manuela. Y Rosa. Vamos, ¡

picar, exacto sí;

que

tú,

!

como

tía

Tula,

vas

tía...

no sé para lo que voy, pero si ejemplo de la Tía, no habría de ir por mal camino. ¿O es que crees que marró ella el suyo? ¿Es que has olvidado sus enseñanzas? ¿Es que trató ella de encismar a los de casa? ¿Es que habría ella nunca denunciado un acto de sus her-

siguiera

manos ?

el

:

:

MIGUEL DE Caridad. — Por Dios, Manuela.

634

U

A M ü N O

N'

Por la memoria de Tula, cállate ya... tú, Rosa, no llores así..., vamos, levanta esa frente..., no te tapes así la cara con las manos..., no llores así, hija, no llores así... Manuela le puso a su hermanastra la mano sobre el hombro y con una voz que parecía venir del otro mundo, del mundo eterno de la familia inmor-

^,

Y

tía

tala, le dijo

— ¡Perdóname,

tu conducta

me he excedido!..., pero herido en lo vivo de la familia que creo que habria hecho la Tía en hermana,

me ha

y he hecho

lo

este caso...,

¡perdónamelo!

Y

Rosa, cayendo en sus brazos y ocultando su cabeza entre los pechos de su hermana, le dijo entre sollozos



¡

tú...

Quien tiene que perdonarme eres tú, hermana, Pero hermana... no, sino madre..., mi madre...

¡Tía! ¡Tía!



Es la Tía, la tía Tula, la que tiene que perdonarnos y unirnos y guiarnos a todos concluyó Manuela. ¡

!



V

MONODIALOGOS (1892-1936)

ELECCIONES Y

CONVICCIONES

(Diálogo divagatorio.)

^¿ Cómo vamos

de elecciones, señor don Cándido

?

— Mal, señor don Miguel, muy mal. Nunca logro momento me deciden. decidirme hasta que llegado —¿Y no sabe usted a quién favorecerá con su sufragio año? amigo, de un círculo — Soy víctima, — De un círculo vicioso — señor. El círculo que, so pena de que el

este

^

que,rido

vi-'

cioso.

?

¿

es

tal

Sí,

mi voto sea perdido, no puedo menos que darlo a uno cualquiera de los candidatos, y, por otra parte, no quiero votar a ninguno de ellos, porque en el mero hecho de presentarse candidato o dejar que lo presenten, no merece mi confianza. Esta es una doctrina que yo solo he sacado de mi cabeza...

— No

deja de tener su miga. pienso demasiado, amigo don Miguel, y esto me pone en gran cuidado, porque me acuerdo de un sobrino que se aprendió él solo, sólito, las letras y

—-Yo

se

murió de puro

listo.

— Extraña enfermedad Además, yo soy — Mueren aún algunos de hombre de principios y de convicciones... — Arraigadas —Arraigadas, señor. Y como digo a usted, '

¡

!

'q

ella.

¿

?

le

sí,

me

gustaría votar a un Cincinato.

..

.-i.

MIGUEL DE

638

ü

MA M

ü N O

— ¿Qué es eso? —A uno a quien — Y usted cree

sorprendiera el ser elegido. que hay mortal elegible a quien pueda sorprender que le elijan para algo ? ¿ Por qué no forman ustedes, los hombres de principios y de convicciones, una sociedad secreta y se ponen de acuerdo y designan sus candidatos sin que éstos lo huelan y les sorprenden? Quedóse mi interlocutor mirando al suelo con una expresión que me inquietó bastante, porque me acordé de su sobrinillo, muerto de puro listo. Al cabo i

levantó la cabeza.

— Se

me ocurre una dificultad. ¿Y si los candidaespontáneos se colaran en la sociedad secreta? Porque ríase usted, o no es sociedad o no es secreta... Si se colaran, digo, e hicieran que se les declarara candidatos sin saberlo ellos y... en fin, que yo cavilo

tos

demasiado



—me

dijo.

señor don Cándido, me temo que de seguii así le mate a usted esa cabeza como a aquel su sobrino que aprendió a leer antes de tiempo. Le aconseje que se deje de candidatos y de elecciones y de líos, se meta en su casita, ¡y a vivir! Jamás, señor don Miguel, jamás. Esas son doctrinas egoístas y disolventes. No me sorprenden en usted, pero yo, que soy hombre de principios y de convicciones, creo un deber ejercitar mis derechos, y puesto que se presentan varios candidatos, aunque todos sean para mí malos en cuanto todos son candiSí,



me parece menos malo y así cunimi deber de ciudadano. Pero no sabe usted, señor don Cándido, que el

datos, elijo el que

pío con

— — —

¿

peor de los candidatos es siempre el elegido? Chifladuras de usted. El humorismo no resuelve... Qué humorismo ni qué chanfaina Le digo a usted que el peor de los candidatas es siempre el !

¡

!

OBRAS COMPLETAS

639

misma razón por

la que el peor de que se tiene y la enfermedad más mortal aquella de que se muere.

elegido, por la los dolores

de muelas es

el

— Sofismas, sofismas, don —Y también sofisma

Miguel

¡

que aquel a quien uscoadyuva con su voto a sacarle avante porque ¿

ted se

es

presentó

el

como candidato pardo,

ustedes una vez elegido, azul

se

les

vuelva a

?

— Dejar

de votar por temores como ése, es como pegara usted un tiro por miedo a tener que morirse. ¿Quién está libre de un vividor? Ante todo y sobre todo son los principios, las personas después, i Qué sería de las personas sin los principios? Cierto. Los principios viven y llevan en su cabeza las personas los principios son el alma del mundo, que gira en torno del sol desde que Copérnico los pueblos esperan a que se ponle señaló su ruta gan de acuerdo los pensadores para hacer las cosas y el día en que un pueblo perdiera su fe en el libre aibedrío, se dejarán sus hombres asesinar y robar. Por las ideas hay que juzgar al hombre. así se ve que siempre profesan puras y levantadas ideas los vividores, y que son inquebrantables en sus principios los hombres piedra. Le felicito a usted, señor don Cándido, por su robusta fe en los principios. si

se



;

;

Y

— — Me gusta más

¿Y por qué, amigo don Miguel, no se esfuerza en adquirirla? correr la liebre que comerla. Tengo siempre presentes aquellas palabras de Lessing, y dispénseme la cita, "no es la verdad que un in-

dividuo posee o cree poseer, sino el esfuerzo leal por lo que constituye el valor del hombre. Porque no es la posesión, sino la investigación de la verdad, lo que extiende nuestras fuerzas. La posesión nos hace apáticos, perezosos, arrogantes. Si Dios tuviera encerrada en su diestra la verdad toda,

alcanzarla,

MIGUEL DE

640

U

N

A

M U N

O

y en la izquierda tan sólo el instinto siempre vivaz que la persigue, aun añadiendo a él para nosotros condena al error permanente, y si Dios me dijera: ¡escoge!, me precipitaría humildemente a su izquierda y le diría Padre, dámelo la pura verdad no es más que para ti solo". ;

:

—Muy bonito, conducta —¿Usted

para „

la

don Miguel, de

la

cree, señor

muy

bonito.

Pero ¿y

vida?

don Cándido, que

la fisiolo-

gía enseña a digerir?, ¿ o la lógica a pensar?, ¿o la moral a ser bueno ? ¿ Cree usted que el río vivo de nuestra conducta brota del arco iris de la mente? Le falta a usted fe en los principios.

— —¿Fe?

en

La

las ideas

dido, cosas

tengo, porque no se reduce la fe a fe los principios. Hay, señor don Cán-

y en

más

altas,

las doctrinas, los

más vivas y más fecundas que

dogmas,

las ideas, los principios

y

todo lo que brota de la cabeza. Más noble y más santo que el producto del trabajo es el trabajo mismo. Es mucho más fecunda la gota de sudor del sembrador que el grano que recoge. El cerebro, señor don Cándido, tiene de apéndice más de lo que se cree. Pobres espíritus los que creen que las ideas mueven al mundo Menguadas inteligencias las que juzgan que todo el espíritu se reduce a lo que la conciencia refleja, que la sombra guía al cuerpo, que el grave son del toque de oraciones voltea a las campanas de la torre de la aldea La fe más viva es aquella cuyo objeto no se formula en proposiciones analizables. No por programas, por lemas vagos, se es que el lema, que flota dejan matar los pueblos. al viento como la bandera, recoge aspiraciones oscuras y sacude los bajos fondos del espíritu de los pueblos, esas vivas corrientes que fluyen poderosas por debajo de las fórmulas de los charlatanes. "¡ PoNo saben por qué van a matarse !", bres hombre? ¡

!

¡

!

Y

!

¡

OBRAS COMPLETAS

641

dicen las gentes apestadas de intelectualismo cuando contemplan a los hombres sin programas afrontar la muerte. Pero esto va demasiado en serio. Rectifico mi consejo, señor don Cándido; puesto que está usted encasillado en un partido político y figura usted en él con su correspondiente etiqueta, vote usted al

candidato del partido. Eso tendré que hacer al cabo, aunque a decir verdad el candidato que menos me gusta es el de



mi

partido.

— ¿Y

los principios, señor don Cándido? Si fuera que creo más en las personas que en los principios, pero usted... Usted es un escéptico, señor don Miguel. Vaya, adiós !, hasta más ver Vaya con Dios, señor don Cándido, y cuídese mucho, no sea que la cabeza le mate, como al sobrinito aquel que aprendió a leer antes de tiempo. Nos separamos, y quedé pensando que jamás, ni

yo,

— —

¡

!

¡

ni yo, podremos asomarnos sobre conciencia ajena, para ver cómo ve cosas en que concordamos todos.

él

Salamanca,

junio

de

el el

brocal de la

prójimo

las

1892.

[Suplemento Bilbao,

literario

3-VII-1892.]

de

El Nervión,

!

HAY QUE HACERSE NIÑO

Fui a tener una entrevista con Gedeón para que diese su parecer acerca del parlamentarismo.

me







Soy parlamentarista me dijo y además parlamentario, eminentemente parlamentario, y creo con firmeza en los brillantes destinos del parlamentaris-

mo

y del Parlamento.

tos todos, los

no

lo

Aún no ha dado

más maduros y

dudemos,

éste sus fru-

suculentos, pero los dará,

los dará.

—Dicen — insinué— que mado a desaparecer... —¿Cómo? No sucederá le

el

Parlamento está

lla-

tal cosa mientras haya Soformalidad, amigfo mío. Formalidad ante todo bre todo formalidad ¿Y la fundamentalidad, amig^o Gedeón? no puede haberla sin Formalidad he dicho. en punto formas. Formas ante todo las formas de éstas, dos son las columnas de nuestro parlamentarismo: la chistera y la señoría. Una vez me hicieron salir del Congreso por no !

¡

— —

¡

Y

¡

;

— — Bien hecho. La ley

'

Y

llevar chistera...

fija un tiempo para cada mayor edad; un día antes de cumplir los veintitrés o los veinticinco años (según los casos) no puede hacerse lo que se puede hacer al día siguiente de cumplirlos. Es una imprescindible ficción jurídica, amigo mío. Así la chistera, imprescindilile ficción social en forma de chimenea para retener, no para dejar paso al humo. Sírvenos en ocasiones para distinguir

OBRAS COMPLETAS

643

a los graves de los leves, a los formales de los informales, y el llevarla es muestra de humildad no luego la señoría, porque, dígame, ¿qué pocas veces. sucedería, ay !, si los que en la calle se tutean se tuteasen en el taller de las leyes, en plena sesión solemne? Solemne, no lo olvide su señoría, la sesión

Y

¡

me

es solemne... ¡solemne! Permítame, amigo, que gusta paladear esta palabra... ¡solemne!

— —

¡

Solemne

Solemne mantendrá ¡

!

!

—exclamé poder contenerme. — Gedeón prosiguiendo — sin

repitió

.

Y

parlamentarismo, sí, se mantendrá, ilustre interlocutor y querido amigo particular, a quien b. 1. m., se mantedrá el parlamentarismo, digo, mientras obedezcan a las acotaciones los señores dipuse

el

tados.

— ¿A acotaciones? — Esperaba su extrañeza —me contestó Gedeón con equívoca sonrisa— yo mismo tardé en darme las

,

cuenta de ellas. Usted habrá visto, sin duda, en los relatos de las sesiones todos aquellos paréntesis de "rumore s", "sensación", "risa", "expectación", "asombro", "protestas", "señales de asentimiento", etcétera, etc. Estas son las acotaciones,

amigo mío, que voy a decirle reserva y en secreto, un gran secreto

quese,

Me

y

esto...

al oído,

acér-

con toda

del Parlamento...

acerqué y él prosiguió en voz baja: Esos rumores, risas, sensaciones y protestas obedecen a una señal del apuntador, invisible para el público; está en el papel y en los precedentes. ¡Los precedentes sobre todo La mayor parte de las veces el profano no acierta a comprender de qué se ríen los señores diputados o por qué rumorean o se sensacionan pero es porque no ven al apuntador ni conocen los precedentes. Todo eso es cosa del papel, Oh, las acotaciones



!

;

i

!

MIGUEL DE

644

U N A

M

U N O

Siguió hablando Gedeón y me dijo muchas cosas que no hace al caso referirlas aquí.

Cuando

más

de su casa iba por el paseo, delante seis años, y de pronto, sin que yo viese el motivo, dió una pirueta el niño. yo, que sentía unas ansias locas de dar otra pirueta, tuve que contenerme, porque me tienen por persona formal y grave y no puedo ser niño ni dar piruetas cuando me entren ganas. Eso está contra mis precedentes. salí

mío, un niño

como de unos

Y

No podemos

ser niños he aquí nuestra desgracia, de los españoles sobre todo. Los extranjeros que nos visitan se hacen lenguas de nuestra solemne gravedad, Solemne !, y no pocos franceses hablan del monie castillan. De todos los síntomas que me hacen a las veces dudar de la posibilidad de nuestra redención, el más terrible síntoma es ese de nuestra gravedad, una gravedad moruna. Hasta los que pasan aquí por chirigoteros son graves, gravísimos, si bien se les observa. Los excéntricos son muy raros; los concéntricos, harto frecuentes. ;

la

¡

Jamás olvidaré la gracia con que uno de mis más queridos amigos, al presente enchisterada señoría, quiero decir diputado a Cortes, nos contaba en cierta ocasión cuál es el colmo del flamenquismo. El supremo flamenco, el flamenco solemne, torero de ordinario, no habla. Se está las horas muertas en la acera de la calle de las Sierpes, en Sevilla, rodeado de sus admiradores, viendo pasar la gente y dando con el bastón en el suelo. De vez en cuando alguno de los admiradores exclama: "¡loh hombreh!", hacen eco los demás: "¡loh hombreh!", volviendo a sumirse en el mutismo, o bien: "¡qué toreraso!", y los otros: "¡qué toreraso!" Viene una garrida moza calle arriba y exclaman: "¡ya zube!"; a la hora o las dos horas vuelve, y ellos: "¡ya baja!"

OBRAS COMPLETAS Esto

me

645

que a otro amigo mío, que llamó más la atención al entrar por primera vez en tierra alemana, y fué el ver en una ciudad a un señorón de aspecto solemne y enchisterado ir por medio de la calle, delante de una charanga, llevando el paso a compás de la música y con un niño de cada mano. Aquí no se ve esto, ni que un hombre, no siendo por acaso un obrero, lleve en brazos a una criatura por la calle, recuerda

lo

ni es señoría ni gasta chistera, le

en los domingos soleados vemos en las praderas o en los sotos de junto a las ciudades y villas a personas de respetabilidad y viso merendando sobre el césped con su familia, o jugando al marro o a la gallinita ciega con sus hijos. Somos, por lo común, estúpidamente graves estúpidamente, tal es el adverbio que aquí mejor cuadra; estúpidamente grani

;

ves,

o

si

queréis,

gravemente estúpidos.

Supongamos que va de gobernador

a una provinun sujeto diestro en prestidigitación, ¿por qué no ha de dar un día una sesión de juegos de manos en el Casino? O si tiene buena voz, ¿por qué no ha de salir al escenario en una función benéfica, o no benéfica, a cantar un aria o un dúo con, el fiscal Es que la autoridad pierde así de la Audiencia ? Y esto en un país en que va prestigio se dirá la autoridad a presidir las corridas de toros, donde la insultan, a presidir esa fiesta nacional, odiosa, no por lo bárbara, sino por lo grave, por la gravedad y hasta solemnidad con que los buenos aficionados la toman, no tolerando de buen grado las mojigangas,

cia



— —

-.

juguetees y payasadas que en ella caben, esos aficionados que son capaces de leerse un Diccionario de tauromaquia y que discuten con toda formalidad si tal suerte fué aguantando o recibiendo. (Advierto al lector que puede aquí escapárseme algún dislate, pues

646

MIGUEL DE

U N A

en mi vida me he degradado en aprender cismo tauromáquico.)

M el

U N O tecni-

Y

no se crea que es el asunto éste baladi, coino cualquier persona grave pudiera creerlo, como lo juzgarían los que vituperaban a Esopo el que se pusiese a jugar en la plazuela con los niños. Esa rigidez que nos distingue, esa tiesura que ni aun al bromear perdemos, todo eso que hace insoportables a los más de nuestros escritores festivos gravísimos en el fondo es un triste síntoma de anquilosis espiritual, de senilidad colectiva. Con ella se relaciona la en España casi general incomprensión del humorismo. Apenas se siente aquí más que la sátira, la burla enderezada a corregir tal o cual vicio, la burla didáctica





{Ridcndo corrigitur mores), la ironía tal vez. Por lo que a Quevedo respecta, estoy con Maeztu; no logro tragar al grave satírico castellano. Le encuentro grave, tiesamente grave, anquilosado, hasta solemne. Sus chistes me parecen didácticos retruécanos escolásticos. Cuando me habla del Gran Tacaño, oigo la voz campanuda y solemne del de los discursos de Marco Bruto. No se ríe libre e infantilmente, a carcajadas, por reírse, por alegría, por tomar el mundo en juego como los bienaventurados niños lo toman. Hace ingenio y no alegría. Y así en general tenemos escritores satíricos y a lo sumo festivos, no liumoristas, si se exceptúa acaso a Cervantes, y éste a ratos. Supo crear Cervantes, nuestro casi único hu. morista, a aquel Quijote que, sin haberse reído, tanto ha dado que reír aquel grave hidalgo manchego, que lo tomó todo, más que en serio, en grave. ;

"¡Siempre sois niños, griegos;", cuenta que dijo un sacerdote egipcio a Solón. Es natural que el pueblo que vivió bajo la obsesión de la muerte tuviera por pueblo niño al que se bañó en la contemplación y goce de la vida.

OBRAS COMPLETAS ¡

Niños,

sí,

siempre niños

es el reino de los cielos

;

!

647

Niños, que de los niños

niños juguetones, niños que

no nos avergoncemos de dar de pronto, sin aparente motivo, una pirueta en público; niños que ríen mienDestras lloran, como luce el sol tras de la lluvia. graciado de quien no sepa reír y jugar, reír con toda el alma, libremente, de alegría, por derrame de sa¡

lud espiritual, sin propósito de corregir nada, sin

El que así no sepa poco sabrá llorar con toda el alma. satírico moralizador!

reír,

fin

tam-

Esa nuestra solemne gravedad delata una verdadera dolencia moral, una sequedad de corazón, una tristísima osificación de la conciencia, falta de ternura, en fin. La risa franca y libre, a diafragma suelto, la del alma que respira a sus anchas alegría de salud, la risa sin propósito, ¿ cuándo la habéis oído? En cambio oiréis a diario esta lamentable pregunta: y ése, ¿qué se propone con eso? Pues no se propone nada más que jugar, jugar como los niños.

La falta de infantilismo es un síntoma de senilidad y de degeneración. Ya el gran filósofo Burdach decía que "es un gran error el de suponer que el aumento en edad sea aumento en la escala de perfección." Por su parte, Havelock Ellis nos dice que el niño presenta en forma exagerada los caracteres distintivos de la especie humana la cabeza grande, la cara pequeña, la lampiñez, el sistema óseo delicado. "Desde el punto de vista de la adaptación al ambiente añade es indudable que el grosero gorila, adulto peludo, de largas extremidades y pequeño cerebro, es más apto para abrirse camino en el mundo que su delicada cría, pero desde un punto de vista zoológico, no observamos progreso alguno. En el hombre, desde eso de los tres años en adelante, el desarrollo, aunque de adaptación absolutamente necesa:





ria al ambiente, es, hasta cierto punto,

un desarrollo

648

MIGUEL DE

en degeneración y senilidad."

Y

U N A el

niño,

el

M U N

O

niño que

marca en nuestra ascensión al sobre-hombre un punto más alto que el adulto adaptado a la dureza del ámbito en que vivimos, el niño juega, y se ríe, y se goza, y se recrea en recitados incoherentes y sin sentido, se regocija cuando quebranta momentáneamente la lógica. Y se ríe, no para corregir las costumbres, no como nuestros insoportables satíricos, sino que se ríe por reírse, porque le entran ganas de ello, y si no hay motivo, lo inventa, y se ríe de todo, de lo que más quiere.

Nuestros niños tienen cierto vislumbre del humotal punto que nuestro linico teatro hu-

rismo, hasta

el teatro Guiñol. Las chocarrerías de los payasos de circo les refrescan el alma. Luego, cuando se hacen grandes, se les seca el manantial, van muy graves por la calle, no se descomponen, no juegan, aspiran a señorías enchisteradas 5' celebran la moralizadora sátira a lo Quevedo. ¡Desgraciados! Acaso conviniera que usáramos como libro de edificación el de los dichos, agudezas y ocurrencias de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno.

morístico es

Me han contado de un obispo que muchas veces, después de haber tenido que soportar latas solemnidades litúrgicas, se encerraba con sus familiares a tocar las castañuelas. Si ese obispo hubiera sido santo, habría tocado las castañuelas en público, y tendría por abogado celestial y patrono de su más particular devoción a San Junípero, el bufón de la compañía del pobrecito de Asís, el Bertoldo del Año Cristiano. David fué un gran rey, porque era capaz de bailar delante del arca. Casi todos los libros ascéticos tratan de los estragos y estropicios que en las almas hacen los "respetos humanos". Bajo su acción, deléznanse los espíritus a inercia mortal. Y el más funestp de esos

OBRAS COMPLETAS

649

respetos es el temor al ridículo que se hace apareciendo en público como un niño informal y juguetón. Mas hay algo muy triste, y es que no basta querer ser niño; preciso es, además, poderlo ser. Los más de nuestros graves, si no se ríen y juegan no es porque ahoguen las ganas de hacerlo, sino por no sentirlas ni de reír ni de jugar, y no las sienten por falta de salud de espíritu padecen de esclerosis moral, se les ha agotado la ternura, fuente lo mismo de la risa que de las lágrimas. ¿ No será que en el fondo son tristes, con tristeza seca, inlágrime ? ¿ No será que en este gran convento de nuestra España nos consume la enfermedad que consumía en las claustros medievales a las almas de los monjes, aquella terrible enfermedad del espíritu, la "acedía", que casi todos los místicos conocieron? Paréceme ver en el fondo de esta nuestra gravedad una enorme tristeza, y en el fondo de esta nuestra tristeza una marcada senilidad, y en el fondo de la senilidad, lo diré por su nombre, salvajismo o barbarie. Porque el progreso de la humanidad es progreso en juventud, y los pueblos más cultos son más jóvenes que los ;

incultos.

La vejez es una desgracia inevitable e incurable; "aquel a quien los dioses aman muere joven", dijo Menandro. Aspiremos a morir jóvenes cerca de los cien años. Hay que sustituir con el culto al niño el acatamiento al viejo, y acabar con esa mentira de que los años dan experiencia. Desgraciado el pueblo regido por los viejos sobre todo, que las cunas no dejen sitio a las tumbas. Desgraciados Imitemos al Apóstol, exclamando de nosotros! ¿Quién nos librará de esta gravedad de ¡

!

Y

:

muerte

¡

?

[El

Imparcial,

Madrid,

15-111-1902.]

DE

VOCACION

LA

(Diálogo)







No dijo Ensebio no, nada nuevo, nada que de nuestros hábitos y costumbres se salga, sino lo mismo que de siempre venimos haciendo, pero a conciencia...

— —

¿

Y

,

— replicó León — que con eso sólo acaso — replicó aquél — que envuelve

tú crees

le

habremos de regenerarnos

?

Sabes lo eso de hacerlo todo a conciencia, procurando darnos cuenta de por qué lo hacemos ? ¿

—Algo entreveo. — Mira, León,

en que, en vez de

lo capital estriba

convertirlo todo en rutina, vivifiquemos nuestras viejas rutinas. Cumple cada cual su oficio como de compromiso, para salir del paso; es nuestra vida pura-

mente somnambúlica. Diríase que una potencia oculta, que en- común dafw impera, que dijo Leopardi, nos

tira

de los

hilos...

—¿Y cómo hemos de rido Eusebio? —Mira, tú conoces

a

hacer todo a conciencia, que-

Ramón y

toria de su elección de carrera, cirse que la haya elegido. Fué

sabes bien

la

his-

es que

puede desu padre, primero

si

juez, y magistrado luego; oyendo hablar de autos y sentencias y pleitos creció el muchacho; cuando de niño se le preguntaba: "¿Tú qué quieres ser, Ramoncito?", contestaba: "¡Cómo papá!" ¡Es natu-

:

OBRAS COMPLETAS

65!

ral Viole un día con su toga y su birrete, y ta! impresión produjo esto en la tierna imaginación del muchachuelo, que entonces recibió casi inconscientemente la vocación (la. llamaremos así) que a la ju!

dicatura le ha llevado. Y hoy, ya lo ves. él se dice "El Estado me paga para juzgar... y juzgo." ¿Se ha preocupado alguna vez, dime. del alcance de su función fuera del servicio que al Estado rinde? ¿Piensa en su papel social?

—Me —Así

parece que no.

me

parece también. Mira a Terreros. Mepadres en un seminario cursó varios años de Humanidades, Filosofía y Teología ahorcó los hábitos, y encontróse con que de no ordenarse de sacerdote apenas habían de servirle para ganarsus

tiéronle

;

;

mente encaPara aprovechar sus estudios de latín se hizo licenciado en Letras, oposicionó una cátedra de latín, la ganó, y ahí le tienes explicando esa lengua. El se dice "Me dan mi sueldo para explicar latín... y lo explico; es un contrato con el Estado, él me paga y yo doy mis lecciones; cumplo con mi obligación." ¿ Crees tú que con ella cumple ? Según se entienda eso de obligación y eso de se la vida los conocimientos que en su

jonara,

i

Y

qué hizo

?

:

— — Créeme,

cumplir.

León, que el que sólo cumple su comeque por tal entendemos, no justifica ante la sociedad su vida. No ha de ser un hombre, un caballo de noria, que, obediente al amo, saca agua del pozo sin pararse a pensar para qué haya de servir tal agua. Y créeme que si Terreros pensase en la utilidad o inutilidad social que su enseñanza reporte, habría de modificarla en consonancia. Estamos perdidos porque cada cual hace las cosas como ha visto hacerlas, según el patrón recibido, que es, después tido,

lo

MIGUEL

652

ü E

y A M U N ü

U

de todo, lo más cómodo. Todo se convierte en cere. monial; a tal hora tal cosa y de tal modo. que pretendes acaso que seamos originales ¿ Es todos ?

— —Todos

debemos serlo, porque todos podemos, cada cual en su medida, ser originales. No se trata de innovar, sino de hacer lo viejo como si siempre fuese nuevo. Te encargan de algún cometido de rúbrica, de algo que viene haciéndose pues bien, en vez de consultar los precedentes, debes decirte: "¿Y esto para qué sirve?, ¿qué utilidad social reporta?. ¿ a qué conduce ?" Porque cuando algo se estableció, se estableció para algo. Si crees dar con la raíz de la tradición, remózala, sácala a flor de tierra más jugosa, riégala a tu manera y harás progresar a la tradición. Si el cometido que te encomendaron lo crees del todo baldío e inútil, renuncia a él si en algún modo crees que puede renovarse, renuévalo. Pero nunca, jamás, nunca lo lleves a cumplimiento por salir del paso, porque hay que hacerlo, por rutina, en fin. El que habla de deberes penosos padece de pereza moral, que es, con la pereza mental, la más terrible de todas. ;

;



¡

Oh

!

No

des vueltas

le

;

todas tus sutilezas de

nada sirven. Hay deberes penosos, penosísimos hay funciones que son pesadas cargas. La educación del ;

individuo, como la del pueblo, es algo muy duro, algo a que nuestra rebelde naturaleza se resiste.



Pobre naturaleza humana, y cómo la calumniáis que de la vida y del mundo tenéis concepción tan lúgubre Nada más alegre y llevadero que el deber social, cuando es deber social y no artificioso con¡

los

!

cepto.



Oh, no, Eusebio, no ¿ Cuántos y cuántos hay que arrastran su vida cumpliendo su obligación cual H un deber penoso !

¡

!



OBRAS COMPLETAS —Es que no hacen —Aunque no sea de — aunque no sea

lo

65i

que debieran, aunque no sea

de ellos la culpa.

ellos la culpa...

de ellos la culpa. Porque no es culpa del pobre obrero que fabrica objetos de mero lujo o de evidente fin dañoso, si con ellos, tienen que ganarse el pan. ¿ no has visto con cuánto más ímpetu y arrojo, con cuánta más alma trabaja un alSí,

Y

bañil en un incendio, donde ve la finalidad hondamente humana de su labor, que no en obras que acaso se emprendieron sin objetivo claro? ¿No has visto cómo hacen que hacen, sin hacer apenas nada, esos a quienes los municipios ocupan para darles que comer? Van los unos desempedrando las calles para que otros tengan que volverlas a empedrar y sea así

decorosa

la

—Eso —Pues

limosna municipal.

se ve a

menudo.

a esos pobres jornaleros me recuerdan los como Ramón y Terreros, sustancian pleitos o

que,

dan lecciones para justificar el sueldo con que el Estado les provee. ¿ Pero tú crees, Ensebio, que podrían hacer otra

— —Todo hombre puede hacer

cosa?

otra cosa; pero no

como

lo

mismo que

lo hace,

hace, no

sino a conciencia,

vuelvo a repetírtelo, a conciencia social, puesta la vista, no en el Estado ni en el sueldo, sino en la sociedad y la vida. El que así no hace, gana lo que come, pero no lo merece. ¿ Y el modo de llevar las gentes a que cumplan su obligación a conciencia?

— —

Ah De eso he de hablarte otro día. Por de pronto, te diré que es el más poderoso factor la opinión pública, esa opinión pública a que acusan de ¡

!

extraviada cuantos en la pereza moral y en la mense adormilan. Toda corporación cerrada es nido

tal

MIGUEL DE

654

U S A

M U N

O

de muerte, es pantano anidador de agotadora fiebre

Hay

que orearla. Es menester que a ella vaho y las voces de la calle, el rumor de las muchedumbres, la presión del ambiente, exterior, Ay de esas estufas cuyos termómetros no van de palúdica.

lleguen

el

i

Ay de los prestigios de par con los de la calle incubadora Es señal terrible la de afrontar la opinión pública, la de fingir despreciarla... !

i

!



Pero ¿ crees que existe tal opinión pública ? ¿ A qué llamas asi? ¿A la que se arrogan cuatro papeles que circulan más o menos ? ¿ Crees que puede el público formar opinión de cosas que no conoce? Peor las conocen, dígase lo que se quiera, los que dentro de ellas viven. Créense en plena luz dentro de su antro pero salgan fuera, mirenlo desde bajo el cielo abierto, y verán qué escondrijo de som-



;

Bueno es recogerse, pero después de haberse derramado y para derramarse. No sé qué es peor, si el enajenamiento o el ensimismamiento; con ser opuestos, conducen a lo mismo. bra.

— Con —Que

todo

lo cual

es ésta que

quieres decir...

usamos una manera de cumplir

deber que en autómatas nos convierte. La sociedad un convento ni un cuartel. Ay del que ejecuta una orden sin meditar en ella Ay del que llena las obligaciones de su cargo sin reflexionar en el fin social hondo y eterno, en la finalidad íntima de lo que hace El carro de Yagernaut, del Progreso, le aplastará, por no haber querido molestarse en subir a él, donde caben todos, absolutamente todos. ¿ Has oído el cuento del banco aquel en que no se permitía sentar ? el

ni es, ni puede, ni debe ser ¡

!

¡

!

— No — Pues

lo

recuerdo.

caso que, paseando cierto sujeto por cuartel, se encontró al ir a sentarse en un banco de madera con que el centifué

el

una alameda contigua a un

!

OBRAS COMPLETAS

655



se dijo el homnela se lo impidió. "Pero, señor si este banco está aquí para que los paseantes bre



,

¿por qué me lo impiden?" Y como con un de su obligación, fijate bien en esto, esclavo y no dueño de ella, no cabe discusión, llamó al cabo de guardia. Del cabo subió al oficial, del oficial a otro superior, y así hasta el comandante. Ninguno sabía la razón de tan extraña orden; habían todos recibido de su antecesor la consigna. Insistió nuestro hombre en buscar la razón del mandato entre aquellos esclavos de la disciplina, y averiguó al cabo que hacía más de un año se había pintado el banco, y que el comandante que lo vió, por un sentimiento laudabilísimo y medida altruista, ordenó que se prohibiera sentar a nadie para impedir que se manchara la ropa. Olvidóse de retirar la orden al secarse el banco y desaparecer así la razón de aquélla, y siguió prohibiéndose que se sentara nadie en un banco que para que los paseantes se sentaran se se sienten,

centinela,

esclavo

puso.

— —

¡

Sugestivo suceso

Y

!

tan sugestivo Porque, son tantos y tantos los qu,e, esclavos y no señores de su obligación, hacen de centinelas para, impidiendo que el prójimo se sien¡

!

¡

manche en un banco arcliiseco saben por qué no le dejan que se siente La consigna !, la consigna en todo Aquí está al margen, mira, lee: "traje de etiqueta, corbata y guantes blancos". ¿Te acuerdas?, ¿te acuerdas de don Baldomero ? "¿ Cómo viene usted sin corbata?" El pobre don Baldomero era de lo más ordenancista y escrupuloso en su cometido; te acordarás que no faltaba un día a clase, que tomaba lista escrupulosamente, y que, si nadie entraba, estaba allí solo la hora y media, ante los bancos vacíos. Y don Baldomero, esclavo de su obligación toda la vida.

te,

¡Y

evitarle el que se

siquiera

ni

!

¡

¡

!

656

MIGUEL DE

M U N

U N A

jamás supo cumplir su deber, su deber

social.

O

Como

jornaleros municipales de los inviernos duros, trasportó tierras de un sitio a otro sin utilidad social alguna, para justificar ante el Estado su sueldo. La cosa creo, amigo Eusebio, que es algo más complicada de lo que te figuras. Todo es más complicado de lo que nos figuramos, lo cual no obsta para que nos determinemos a obrar. Malo es cubrir con el pretexto de la pereza la impotencia; pero no es mejor con el pretexto de impotencia encubrir la pereza, la pereza moral y la

los



mental. [La Ilurtración Española Madrid, 30-XI-1900.]

y

Americana.

ESTETICA

MONTESINA-ij

Erame ya familiar el monte mantenía con él comunicación amigable. Trataba personalmente a cada encina, a cada fresno, a cada espino. Hablábame ya el monte, hasta entonces para mí mudo o yo para él sordo, o ambas cosas a la vez. Había yo cobrado en la Naturaleza sociedad, yo que tuve hasta entonces a la sociedad por Naturaleza. Y los hombres me parecían mejores trayéndomelos a las mientes y contem;

plándolos en

mi imaginativa,

allá,

entre las encinas,

lejos de sus viviendas.

Aquella tarde desperté de mi siesta al pie del mesdescortezado a trechos para no sé qué remedio medicinal. Durante el sueño habíanseme subido efluvios subterráneos, mientras descendían a mi espíritu en calma los del ambiente sereno, abrazándose así en mi alma dormida el alma de la tierra con el alma del cielo. Desperté adoctrinado, preñado mi ánimo de vagas ideas que pedían luz, expresión y libertad. Miré en torno, y al tropezar mi vista con un lampazo, me levanté para marcharme. Es una planta que me repugna, parece el sapo de las plantas. Nada tenía que hacer el tiempo era mío. Estaban las encinas encandeladas, en flor. Me dejé ir a la fresnada, junto al regato, donde vivía buena copia de flores en trato con muchedumbre de insectos. Volví a tenderme en tierra, entreteniéndome en ayudar a una hormiga a llevar su carga a la boca del hormiguero. Y recordé lo que he oído decir a un amigo respecto,

;

MIGUEL DE

658

ü N A

M

V N O

leyenda de la hormiga, que goza de fama de laboriosa cuando no hace de ordinario más que pasearse de acá para allá, de la Ceca a la Meca, sin to a la

objeto alguno; pero eso sí, muy de prisa, para hacer creer que va en busca de algo. "Me molestan las gentes que presumen de atareadas suele decir mi





creyendo que por mucho madrugar amanece más temprano; ¡cuánto tiempo pierden los ocupapados, los activos, los laboriosos Cuán poco evangélica es la hormiga, con todo y vivir al pie de los

amigo

,

!

lirios del

Y

campo

!

Un

¡

ser neutro, sin sentido estético,

¿Qué va ganando con ello? Pobre esclava del instinto, sin instante de sueño ni de goce !" Recordando estas doctrinas de mi amigo, me entraban ganas de aplastar a la hormiga para i

para qué trabaja?

i

descargarle del peso de tan inútil vida

como

la suya,

cuando un abejorro que pasó zumbando llevó mi mirada a la flor sobre que fué a posarse, y a las demás. Qué gran variedad de formas reviste el deseo de vivir !, pensé mirando a la estrella de florecillas de una clavellina. Y bien: ¿para qué sirven estas bellas formas? ¿Para qué este esplendor de colores? ¿Para qué esta riqueza de matices ? El monte no respondía a mis para gncs, esperando sin duda a que me respondiese yo mismo. La Naturaleza no hace más que preguntarnos, sin respondernos nunca; lo que tomamos por respuestas suyas no son sino nuevas preguntas que nos dirige. Y como nada ella me respondiera, hube de responderme yo mismo; ¿qué reme¡

dio?

Y me dije: No sirven para nada estas bellas formas, estos brillantes colores, estos ricos matices el deseo de vivir culmina en belleza, y en belleza rebasa cuando se satisface. Toda estas formas, estos colores, estos perfumes son su satisfacción de vivir, es la plenitud de la vida, el derrame de exceso vital, es ;

OBRAS COMPLETAS contemplación

del

vida, su ensueño, su

Y

recordé

al

inútil

de

Universo, es

su

meditación

lo qvie sobra, es la

su

659 la planta, es

himno

a

la

colmo de energía.

punto

la

disensión

Darwin y Wallace. Conocida

es

la

doctrinal

entre

teoría de la se-

lección sexual qne propus^nó Carlos Danvin.

La

se-

sexual depende, seg-ún él, de "las ventajas que unos individuos tienen sobre otros del mismo sexo v especie, no más que en el respecto de la reproducción". La selección sexual entra en juego cuando los machos "han adquirido su presente estructura, no por ser más aptos para sobrevivir en la lucha

lección

vida, sino por haber cobrado ventaja sobre machos". Las hembras han ido eligiendo los machos más hermosos, y así. "por larga selección de los más atractivos, han añadido a su belleza sus

por

la

otros

otras

cualidades atrayentes".

las objeciones y reparos que se han puesenseñanza del gran naturalista. Supone un agudo sentido estético en las hembras ¿ de dónde lo han adquirido? ¿Por qué atrae a la pava el vistoso plumaje del pavo real? "La mariposa, a la que se supone tan extraordinario desarrollo de sutileza psicológica dicen Geddes y Thomson en su libro The evolntion of scx vuela a un pedazo de papel blanco en la pared y le atrae el primario impulso estético de un viejo papel, por no decir nada de la monótona brillantez de alguna de nuestras flores de jardín." Los hechos, por otra parte, no confirman siempre las suposiciones darwinianas a este respecto.

Recordé

to a esta

:





,

Y

me vino a las mientes la doctrina de Wallace, el digno rival de Darwin. Los fenómenos de ornato se deben "a las leyes generales del desarrollo y crecimiento". "Si el ornato es el producto natural y el resultado directo de una salud y vigor superabundantes dice Wallace no hace falta otro modo de ,





MIGUEL DE

660

U N A

M V N

O

selección para darnos cuenta de la presencia de semejante ornato." Las hembras no eligen al más hermoso, sino que los machos combaten y el más fuerte se lleva como de botín a la hembra. Los más hermosos son a menudo los más resueltos y fuertes en el combate, pero es porque su hermosura arranca, como su resolución v fuerza, de superabundante salud.

Recordé nuestro dicho de el hombre y el oso manmás feo más hermoso, dudando de que se le hubiera ocurrido a mujer alguna. ¿O es que eso que el proverbio llama fealdad no es precisamente la hermoto

sura?

'

me

presentaron a la retentiva aquellas dos feas palabras de catabolismo y anabolismo, y lo de que el macho es predominantemente? catabólico y predominantemente anabólica la hembra. Me parecieron tan ridiculas en el monte, entre las sencillas encinas, que me volví a mirar las flores. Pero las impertinentes teorías de los hombres no querían dejarme en paz. Dicen que estas formas y estos colores son para atraer a los insectos, y que éstos las agitan provocando la caída del polen de los estambres sobre los pistilos; pero, ¿por qué les atraen con formas bellas y no con otras que no lo sean, para nosotros, al menos? ¿Por qué con perfumes, y no con olores de jugos más nutritivos? ¡La vida! Ah, sí! Un cambio de materias albuminoideas, algo que surgió allá, en la última edad de la incandescencia terrestre, de los compuestos cianados, del cianógeno o biógeno, algo que brotó del fuego y se perpetúa por el agua; pero la vida, ¿ para qué ? ¿ Para qué ? ¿ Para qué todo ?

Se

¡

El silencio del monte recibía en su regazo mi para prosequé y se callaba. ¿Es que no hay para qué? guía yo ¿y entonces esta hermosura? ¿No es la belleza misma un para qué?





;

!:

OBRAS COMPLETAS V'olvi

andado

661

a mirar la clavellina, y me dije: Aquí ha naturaleza a tanteo, buscando camino, a

la

capricho, por azar puro, jugando, de la Ceca a la Meca como la hormiga. Sigue un camino cualquiera, el primero que se le presenta, y cuando no puede

por

ir

él

más

allá,

se

vuelve, y esta vuelta

sobre

sus pasos es la que produce la belleza, al darse ella

cuenta de lo que recorrió. Todo poeta ama el pasado toda belleza es tradición, legado de salud y de energía. No hay más allá en el camino de esta clavellina, en su dirección es término y acabamiento, y vuelve en ella la vida sobre sí, y al encontrarse consigo misma se recrea en su obra y se hace bella. ;

Me

tendí cara arriba mirando al cielo y proseguí aquí la virtud liberadora de la belleza, de aquí, de su inutilidad, de su santa inutilidad, de que para

De

nada ulterior y de fuera de ella misma sirve, de que no es en sí medio alguno para cosa alguna. No tiene para qué por ser ella misma su propio para qué. De Santa inutilidad nada le sirve la cresta al gallo. Mas... ¿no es un cebo? ¿No es un cebo engañador para atraernos a la vida y en ésta retenernos ? ¿ Es la vida para la belleza o ésta para aquélla ? Y la vida, la vida misma, ¿por qué? Tal vez un círculo vicioso, la una para la otra, y las dos, ¿ para qué ? ¿ Es que son en el fondo distintas ? La vida pura, la vida libre de todo lo que no es vida, la vida libre de la muerte que de continuo la acompaña, ¿no es acaso la belle¡

za

misma? ¿No

eternidad neidad ? la

Al

?

¿

es la belleza la eterna aspiración a

No

ocurrírseme

es la eternización de la

tales

me

terminachos,

momentavolví

de

mi ánimo en la contemplación de una encina. Era toda ella un ornato su vigor no

lado a apacentar

;

rebasaba en vistosas flores, ni en apéndices ni flecos de ninguna suerte. Colgaba su flor, la candela, sin

MIGUEL DE

662 atraer

a

los

abejorros;

la

brisa

U N A

M U N

O

no lograba agitar

sus rígidas hojas. Su quietud era solemne. No la agita el viento, ni el invierno le arranca su

verdura. Vive siglos dando sombra a las flores de día, a las que cae la gracia del sol cernida por su follaje. La encina callaba y yo me levanté para retirarme. En el camino, mientras volvía a la casa, iba diciéndome Todo eso podrá ser pura fantasía desde el punto de vista de una estética científica, pero, vamos a ver !, ¿no es una bella explicación de la belleza ? si el fundamento de la bondad ha de ser bueno más que verdadero, ¿no ha de tener que ser ante todo bello el fundamento de la belleza ?

un

:

¡

Y

ILa Ilustración Española e Iberoamericana, " Madrid, 22-IV-1902.] '

UN

PARAISO

TERRENAL

Entre los papeles que al morir me dejó mi amigo L... había un paquete de cartas de su amigo P..., muerto hacía tiempo, y cuya rápida carrera literaria tanto nos había dado que hablar siempre. Porque P...j había cruzado el cielo de nuestro no muy vasto territorio de la república de las letras como una estrella errante, como un "meteoro fugaz", según decía de él, siempre que le mentábamos en nuestras conversaciones, uno de sus más ardientes admiradores, S... solía decir-No me explico todavía lo de P... me S... publica una novela, y se agota al poco tiempo la edición da a luz un tomo de versos, y queda el público anhelando otro segundo tomo se k representa un drama, y recordarás bien cuál fué su triunfo. cuando todos esperábamos que, aguijoneado por la más natural y legítima ambición, se pusiese a escalar el más alto peldaño de nuestro Parnaso, y hasta aspirase a hombrearse con el reducido coro de los verdaderamente universales y perdurables, se nos retira el hombre a eso que llaman vida privada, a trabajar, pro pane lucrando, en las más prosaicas tareas, y no hay modo de arrancarle de su retraimiento. Qué razón tienes al decir que es la falta de ambición lo que nos trae a peor traer Ve ahí un hombre que por falta de ambición no ha dado a su patria cuanto debió darle. sabe si es que él se sentía por dentro ¿ Quién





;

;

;

Y

¡

!



agotado?



!

MIGUEL DE

664



U S A

M U S

O

Y

No lo creo. en todo caso, quien de seguro conoce los verdaderos móviles de tan extraña conducta es nuestro amigo L..., pues ellos han sido siempre uña y carne, amigotes inseparables, y siempre han tenidd sus secretos y sus cuentos. Pero no hay modo de que L... nos declare lo que pudo arrojar a P... a aquel' su funesto retraimiento. ¿Crees tú que L... lo sabe? Pues no ha de saberlo Murió L..., me dejó, como dejo dicho, sus papeles y entre ellos un grueso paquete de cartas de su amigóte P..., el que renunció a la gloria; las he leídd todas de la cruz a la fecha, y ésta es la hora en que todavia ignoro qué fué, en concreto, lo que le llevó, af "fugaz meteoro", a enterrarse en la vida privada. digo en concreto porque en abstracto algo de ello'

— —

¡

Y

adivino.

Las cartas de

son en general de una vaguedad no para que las lea un sujeto determinado, en tal lugar y a tal hora del día, sino para que sean leidas por cualquiera, en cualquier lugar y a cualquier tiempo. Contienen buen número de reflexiones más o menos filosóficas, y de considéraciones morales, pero apenas nos dicen cosa alguna respecto a quien las escribió. La más personal acaso os la voy a reproducir, y, como se verá, se saca de P...

notable, parecen escritas,

ella

muy poco que

esclarezca

la

conducta del "meteo-

ro fugaz".

Dice

así esta carta:

"Villanueva, 3 de abril de

"Mi querido

L...:

Me

pregunta cómo

me

18...

va, y

en

inquietud que respecto a mi estado se delata en til carta toda, veo muy claro que me crees presa de alguna perturbación mental. Tranquilízate; nunca he estado más sano que ahora, ni me he sentido mejor. la



OBRAS COMPLETAS

665

y, como sabes, muy atareado en pan para mis hijos. "He aquí lo que me ha salvado y redimido: la preocupación del pan de cada día, del pan con que he de llenar mañana las bocas de los hijos que Dios y mi mujer me han dado. "Sí, esa preocupación que ahoga y consume a muchos, desahoga y liberta a otros; es una pesadilla que nos ahorra sufrimientos de lujo. Abate la vanidad y acaba por destruirla. "Si a alguno de esos desgraciados que se agitan y revuelven en la conquista del pan que suda y sé desespera buscando un mendrugo con que acallar el hambre; si a alguno de esos infelices que no pega ojo pensando en cómo sacará mañana con qué llegar a pasado mañana; si a uno de ellos le dijese que hay tormento más crudo y más áspero que el de ludhar por conservar la vida material, es seguro que me mandaría a paseo con muy malos modos. Y haría bien. Y, sin embargo, tengo la convicción de que el hastió hace más víctimas que el hambre, y que la vanidad es un móvil más fuerte que la indigencia. Más crímenes se cometen por vanagloria que por hambre. "El decía hombre entrega antes la vida que la bolsa" creo que Maquiavelo pues bien, yo te añado qué entrega la bolsa por la vanidad. "Cuando vuelven a mí las viejas mal vencidas tentaciones cuando los anhelos de gloria y de renombre me asaltan, suele ocurrir que entra entonces en mi

Vivo contentísimo, ganar

el

;





;

;



gabinete, trayéndonie de la mano ángel redentor la cuenta del zapatero. "¡ Pero cuánta bota rompen estos chicos!", exclamo, me sonrío luego, y me pongó !

¡

a trabajar por las botas de mis hijos y no por legar mi nombre a la posteridad. Y me siento aliviado de nuevo, y no temo ya volver a caer en aquellos furiosos celos, en aquella ojeriza a todos los genios que en el mundo han sido.

;

MIGUEL DE

666

U N A

M

U N O

"Porque tú sabes la mala voluntad que tuve a Shakespeare, Esquilo, Schiller, Calderón y demás gigantes del teatro en la época en que di a éste mi famoso drama. Me pasaba lo que a esas personas falsamente piadosas y honradas que se desazonan al pensar que pueda salvarse un redomado picaro, y se entristecen si les asalta la duda de que no hay infierno, y es porque temen que el cielo sea angosto y reducido, y que no quepamos cómodamente y a nuestras anchas todos en él. "Cuantos más entremos, piensan, nos tocará a menos." Esto mismo pensaba yo del cielo del arte, que cuantos más entremos en él nos tocará a menos gloria a cada uno. Cuanto se hable de Esquilo, de Shakespeare, de Schiller, de Calderón, quitará ocasiones de que se hable de mí. aquí tienes la verdadera razón de no pocos de los ataques que los literatos y artistas de hoy, sobre todo si son jóvenes,

'

Y

dirigen a los astros literarios y artísticos de ayer. El pasado hace sombra al porvenir. "¿ Qué sería de los hombres si no tuviesen que ganarse la vida con el sudor de su frente? Algunos ilusos soñadores nos pintan como un paraíso venidero una tierra en que, redimidos todos de la obsesión de

asegurarse el sustento de mañana, nadie luchara por arrancar al prójimo un pedazo de pan; un paraíso en que a nadie sobrase lo que faltara al prójimo^; un paraíso en que con poquísimo trabajo, y éste llevadero y grato, satisficiéramos todos nuestras necesidades corporales. Ese paraíso me parece el más horrendo •'•1

infierno.

i

1;

"Rotas las cadenas de la indigencia y del trabajo abrumador, alzaríase la vanidad de una manera formidable, y en poco tiempo el horrible monstruo ensombrecería el mundo. La lucha por la notoriedad, por

la

fama, por ser tenido

más nombre to,

más

como más guapo, más

lis-

lucha por legar el a los venideros, y que de uno se hablase en los fuerte o

original

;

la

;

!

OBRAS COMPLETAS siglos futuros, adquiriría en ese paraíso

667 unas propor-

ciones en que ni siquiera quiero pensar. "¡No, no, querido L...; no, no y mil veces no! Que me dejen en este purgatorio; que no me traigarí

a ese paraíso de donde se ha expulsado a la indigencia y a la redentora lucha por el pan de mañana. Que me dejen luchar con el que, hambriento como yo, quiere arrebatarme para sus hijos el pan de los míos; que me dejen luchar con el que, queriendo vivir sin trabajar, me obliga a que trabaje yo para que él viva; pero, por Dios, que no me vuelvan a aquel mundo dé envidiosos y vanidosos, a quienes el resplandor que empezaba a cobrar mi nombre les hacía daño que no me vuelvan al mundo de aquellos que temían qué cuanto de mí se hablara era tanto menos que se ha;

blaba de

ellos.

"Ponme en medio de un camino, frente a frente de otro padre como yo; entre los dos una hogaza de pan; detrás de él una caterva de niños que lloran de hambre y otra caterva de niños hambrientos detrás de mí acaso tenga yo que matarle o tenga lucharemos que matarme él, pero después, satisfechos sus hijos, se apiadará de mí, no guardará rencor a mi memoria, y sobre mi cadáver rezará un padrenuestro por ef eterno descanso de mi alma. Pero no me pongas frente a uno de esos fracasados que se recomían las entrañas cada vez que mi nombre volaba en alas dé la fama, porque sé que cuando haya yo muerto nó respetarán mi memoria y ensuciarán mi nombre siempre que puedan. "Ve aquí por qué bendigo las apremiantes necesidades que me han obligado a desertar del campo a que mi demonio de la guarda me empujaba. Ni envidiado ;

ni envidioso...

¡qué hermosa frase! ¡Bendito

el

ham-

bre que encadena a la vanidad "Hay quien dice que no encuentra apetecible la gloria celeste y tradicional que la fe de nuestros ma-

668

MIGUEL DE

yores nos promete

A

;

que no

le

U N A

M U N

O

atrae la visión beatífica. terrenal qué

mi me atrae mucho menos ese paraíso

nos prometen los últimos soñadores revolucionarios. Afortunadamente he de morir sin alcanzarlo no he de ver esa tierra de donde se haya desterrado la inquietud del pan de mañana, donde no haya que luchat* a brazo partido para dar de comer a los hijos. ;

"Tengo miedo ta

a tanta felicidad, a tanta paz, a tan-

concordia; tengo miedo a que, aquietada

la bestia

y satisfecha, se rebele el ángel, ateniéndome a lo de Pascal, de que el hombre es un compuesto de ángel y de bestia. Prefiero que el ángel esté atado y sujetó a la bestia y no que pueda espaciarse por su cuenta y riesgo.

"Entre la suerte del hombre caído, expulsado del paraíso y teniendo que ganarse el pan con el sudor de su rostro, y la suerte del ángel rebelde arrojado a hombre. "Mientras a uno le advierten las tripas con retortijones que tiene que comer, no se le ocurre ser más que los demás la cuenta del zapatero me libra dé preocuparme si Fulano o Mengano goza de más o menos consideración social que yo. "Y nada más por hoy. "Sabes que de veras te quiere. P..." los infiernos, prefiero la del

;



Me abstengo de comentar esta carta, así como creo que tampoco hace al caso el que manifieste aquí si estoy o no conforme, y hasta qué punto lo estoy o nó lo estoy, con las consideraciones en ella desarrolladas. Me basta con presentar al lector las reflexiones qué sugería al "fugaz meteoro" P... ese paraíso terrenal con que nos brinda en lontananza un revolucionarid soñador. Lo único que he de añadir aquí es que de la lectura de posteriores cartas de P... he sacado en limpio que no estaba curado, ni mucho menos, de la enfermedací

OBRAS COMPLETAS

669

de que se creía libre y que todas esas reflexiones suyas que acaba de leer el lector no eran más que razones que se daba a sí mismo para persuadirse y aquietarse. Allá, en lo más íntimo de su conciencia, suspiró siempre por los días en que la pesadilla de la gloria mundana le había atormentado, y hasta tengo razones para creer que en cierta ocasión en que le jugaron una mala pasada por cuestión de intereses pecuniarios, y para lucrarse a su costa, echó muy de menos los tiempos en que se le zahería, mortificaba y hasta se le calumniaba por pasiones de ángeles despechados y no de bestias hambrientas. Y sigue siendo un misterio por qué se retiró P... a la vida privada y por qué renunció a la fama vocinglera, cuya vanidad es el mayor encanto que acasó tiene. [Lo Ilustración Española y Americana, Madrid, 22-XI-1902.]

DESDE

I

.Fué, por

murrias,

LA

SOLEDAD

mi amigo al campo a curarse de sus y como le aconsejé, y desde allí me es-

fin,

tal

cribe esto:

"Mi querido Miguel: No puedo más; pasado mañana me vuelvo a la ciudad. Es lo que ya te había repetido cien veces o el campo no es para mí, o yo no soy para el campo. No has logrado convertir:

me; esta soledad me despersonaliza y siento dentro de mí el vacío. El ensayo ha fracasado en este sosiego se exacerba, en vez de aquietarse, mi dolencia ;

moral. Esto es inútil me vuelvo. "Te tengo dicho y repetido muchas veces que soy un hombre esencial y radicalmente social, que sin una sociedad lo más copiosa y rica que sea posible de semejantes míos, ni vivo ni descanso. El trato de pero las gentes podrá ser veneno para mi corazón no conozco para ese veneno otra triaca que el ve;

;

neno mismo.

"Tú sabes que pienso en voz alta, que para mí pensar es hablar, y el silencio equivale en mi espíritu al sueño. Y no quiero dormir. Las cosas que se me ocurren, valgan lo que valieren, ocúrrenseme al hablar, al hacer esfuerzos por trasmitir al prójimo mis impresiones o mis sensaciones. Más de una vez me ha sucedido tener en la mente algo así como el informe esbozo de una idea, un germen de ella, una noción oscura y confusa que no se había destacado del fondo compacto de mi pensamiento, de esa especie de nebulosa en que se mueven nuestras ideas, haciéndose y deshaciéndose dentro de ella, y al es-

OBRAS COMPLETAS

671

forzarme por comunicar a otro ese concepto en formación, ha acabado de formarse merced a tal esfuerzo, al constreñir mi mente a dar expresión verbal a semejante esbozo o germen, es decir, a encarnarlo en lenguaje, ha surgido distinto y claro en mi conciencia. Y ello es natural, pues lo que llama Romanes un percepto llega a concepto en cuanto encarna en

nombre

nombrar algo es clasificarlo, esto es, conoTodavia me acuerdo la intensa alegría que experimenté al contestar a una objeción con que me apuraba un amigo con quien discutía, y cómo al ver él mi gozo me preguntaba de dónde provenía, y le dije: De que esto que acabo de decirte es para mí tan nuevo como para ti ha surgido ahora a mi conciencia, desde el oscuro fondo de ella, al hacer yo :

cerlo.

:

esfuerzos por contestar a tu objeción.

"No soy hombre de monólogos no sé hablar, y, por lo tanto, no sé pensar, pues ya te digo que mi pensamiento es verbal no sé hablar si no veo unos ojos que me miran y no siento tras de ellos un espíritu que me atiende. Enciendo mi pensamiento en el combustible de mis palabras, pero con el fuego de un alma hermana, asomada a unos ojos humanos. No he aprendido a hablar a los árboles, a las rocas, a los arroyos, a las nubes, a los pájaros, y, lo que están es peor, todas esas cosas no me dicen nada para mí mudas. La Naturaleza que me rodea se me presenta sorda y muda, y me da sueño esto es lo peor, me da sueño, mucho sueño. Aquí no hago sino dormir; me acuesto a eso de las nueve y media; siempre antes de las diez, y son muy cerca de las diez cuando me levanto. Además suelo echar siesta. Y esto no puede seguir así, porque tal vida no es ;

;

;

:

vida.

"Recuerdo a menudo lo que cuando en nuestras discusiones

me

sueles

respecto

contestar al

campo

;

M

672

y la ciudad, que también

la la

I

DE

G U B L

U S A

M U N

O

soledad y el trato de gentes, te digo sociedad es Naturaleza, y tú sueles

replicarme: 'Y

la Naturaleza es sociedad.' Sí, no te podrá haber hombres para los que sea sociedad la Naturaleza, tú uno de ellos, por lo visto; pero a mí no me pasa eso me encuentro absolutamente solo en el campo, tan solo, que hasta mi pensamiento acaba por abandonarme y me duermo. Ya sé que me dirás que el sosiego que necesito es ése, no pensar ni tener más contenido de conciencia que el espectáculo que ante mí se despliegue no pensar, sino ver desfilar las cosas. Pero esto me mata.

lo niego,

;

:

"Para poder encontrar sociedad en el retiro de la Naturaleza y conversar con árboles, pájaros, arroyos, rocas y nubes, y que éstos nos digan algo, es preciso llegar a cierta comunión con ellos, descender a la raíz de nuestra semejanza, buscarlos como semejantes y prójimos. Como animales que somos, tenemos de común con los pájaros la animalidad; pero yo no consigo despertar en mí esa animalidad y gozar con el goce de los jugueteos de los pájaros en torno al nido, ni dolerme con el dolor de un pajarillo al que atrapa un gato. Tenemos un fondo común con árboles, rocas y nubes pero yo no logro bajar a mi vegetabilidad, a mi materialidad, a lo que me hace cosa soy, sin duda, demasiado específicamente hombre, demasiado intelectual. ;

;

y ya te estoy oyendo tronar pues que no pierdes ocasión en privado de protestar de que haya quien te califique de intelectual. Los que te conocemos bien, sabemos que, en efecto, tienes más de afectivo, de volitivo, de imaginativo, como dice nuestro buen Eduardo, de imagimcional, que no de intelectual pero, por más que hagas, ni lograrás aparecer a los ojos do los más sino como eso que han dado en lia-

"Llegué a

contra

el

la palabra,

intelectualismo,

OBRAS COMPLETAS mar ahora

intelectual,

ni

673

conseguirás que dejen de

aplicarte ese dictado de sabio, que tanto te encocora

y molesta y que lectualismo

te

parece un mote feo. Sí

sin duda,

;

enfermedad que

el

inte-

me

devora, y tal vez la que te devora, a pesar de los forcejeos que haces para sacudirte de ella pero mi es,

la

;

intelectualismo no se cura en la soledad. Prefiero el delirio a la imbecilidad, y si continúo en el campo

acabaré en imbécil, te lo aseguro. Prefiero el baile de San Vito a la perlesía, aunque en el fondo sean cosas análogas, que no lo sé. No sigo aquí me vuelvo, me vuelvo a la ciudad. En ella buscaré naturaleza, y ya que no puedo hacer de los árboles hombres, haré de los hombres árboles. ;

"Me decías que necesito fe y no ciencia, voluntad y no razón, y que aquí, en el campo, ante el silencio de los hombres y la voz de las cosas se robustecería mi voluntad y con ella la fe, que es volitiva, acallándose la razón. no ha sido así. Dejo de lado esa tu idea de que la fe debe tener la menor mezcla posible de raciocinio; que un obsequio que quiera

Y

que intentar demosDios es matar la experiencia directa de Él y de su obra. Dejo todas estas faramallas místicas o pseudomísticas no quiero meterme a inquirir qué sea misticismo y me limito a decirte que ni se me ha robustecido la voluntad, ni se me ha despertado la fe aquí en el campo. Todo lo contrario al languidecérseme el pensamiento, se me ha languidecido con él la voluntad, aquel impulso de hablar, de pensar, de idear, de inquirir y en cuanto a la fe, hoy es el día en que no sé bien qué queréis expresar con ese vocablo. Mi voluntad es voluntad de pensar, de discurrir, de hablar y como no encuenser racional acaba por apagarse

;

trar la existencia de

— — ,

;

;

;

tra resistencia, lo>;

como

ni los árboles, ni las rocas, ni

pájaros, ni las nubes

me

replican ni

me

contra-

— MIGUEL DE

674

U N A

M U N

O

me veo obligado a callarme, es decir, en fin de cuenta, a dormirme. "Dirás que soy incorregible: ¿qué le voy a hacer? Mi torpeza fué hacerte caso cuando me decías que estaba enfermo, enfermo de la voluntad, enfermo del sentimiento. No, no lo estoy; mejor dicho, no sé si lo estoy, no sé qué es eso de estar enfermo, ni sé cuál es el criterio de la salud. Cada vez me parecen más necias las distinciones ésas de sano y enfermo, normal y anormal, equilibrado y desequilibrado, loco y cuerdo. Uno que viva veinte años tísico, y en esos veinte años lleve a cabo obras que sean útiles o gradicen,

para los demás, es preferible a un sano que no haga cosa de provecho. Cuando me entero de algún descubrimiento que alivia un mal o facilita un pro. greso en industria cuando sé de alguna nueva verdad descubierta, no me pongo a averiguar si el descutas

;

bridor estaba sano o enfermo. No soy de los desgraciados que creen haber condenado las ideas de uno diciendo de él que es un místico, o un materialista, o un ateo, o un borracho, o un estafador. No sé si esito es salud o enfermedad, pero necesito vivir. Me vuelvo, pues.

"Siempre

Ya

lo sabes.

tuyo.

Rogelio." * * *

he contestado a esta carta de mi amigo pero prometo a mis lectores publicar la contestación que dé a ella, lo mismo que publico aquí su carta. Contiene ésta, como todo lo humano, una porción de verdades mezcladas a porción de sofismas, aunque, si he de decir verdad, me vería apurado para desintrincar los unos de las otras. Vale,

Aún no

Rogelio

pues,

;

más

dejarlo. [Lo Ilustración Española Madrid, 30 VI1904.]

t

Iberoamtricana,

LA

—^Es

MINISTRA

SEÑORA

cosa, Antonio, que

no

me

cabe en

la

cabeza'

eso de que un hombre que no esté encendido por ef anhelo de servir a su patria o a sus conciudadanos ponga su conato entero en llegar a ministro, como no sea por codicia, o bien por ambición, para dejar un

nombre a la historia. Por una de esas dos cosas suele abrigarse ese conato, amigo Tomás, cuando no se vive en el puro desinterés de servir a un ideal. No, no suele ser así. Hay quien se zambulle de hoz y de coz en eso que llamamos la política activa, derrochando una fortuna o echando por la borda una halagüeña posición económica, y no lo hace por am-

— —



bición tampoco, ya que su ansia se colma en llegar a ministro, no más que en llegar a ministro, sin que el ministerio le sirva para sellar con la cifra de su sello su patria. Y convendrás conmigo, mi buen Antonio, en que en lengua de hombres no puede llamarse ambiciosa la aspiración de llegar a un mi-

la historia de

nisterio.



En lengua de hombres, tal vez no pero ¿ y en lengua de mujeres?... Descubre tu pensamiento. Esa que ni a ti ni a mí nos parece ambición digna de hombre ambicioso, cuando ese cargo se toma por fin y no por medio, suele ser ambición de mujer. Es ésta la que, soñando en llegar a ser la señora min nistra, arrastra a un hombre a desdeñar o derrochar una fortuna, y acaso a renunciar a ambiciones más





altas.

;

MIGUEL DE

U

A

M

l'

N O



Sí, tienes razón; con harta frecuencia la mujer apaga en su marido o en su amante el fuego de las ambiciones grandes, de las únicas que merecen ser

llamadas ambiciones, para atizarle el de las chicas. el hombre muchas veces la soberbia, pero es para excitarle la vanidad. V no lo comprendo.

Ahogan en



Pues yo sí, y lo encuentro natural. La mujer, cuando no ha elevado su espíritu, la mujer ordinaria, nuestra mujer, en fin, vive en el presente; ella debió de inventar el proverbio de "más vale pájaro en mand que ciento volando". Prefiere entrar en un baile o en una recepción del brazo galoneado de su marido, a no la esperanza de dejar su nombre unido al de él.

— —Y

Sí,

quiere dar

más

la

el nombre. nombre. ¿Cuántas

cara que no

además sabe que no dará

el

veces se habla de las mujeres de aquellos hombres que han iluminado la historia? Muchas menos qué aquellas en que las señoras ministras entran en un salón del brazo de sus rendidos esposos. La mujer ordinaria prefiere en el hombre lo que representa a no lo que es. Y ello es natural. La mujer del marqués la del conde, condesa es marquesa y hasta las del ministro, gobernador y alcalde pueden ser las señoras ministra, gobernadora o alcaldesa; pero la mujer deí héroe no es heroína, ni la del filósofo filósofa, ni poetisa la del poeta. Es, pues, muy natural que entre la ambicioncilla mezquina y pobre de figurar, de eso que llamamos figurar, durante la vida, y la ambición satánica y fuerte, por muy pecaminosa que pueda parecerte, de vivir más o menos años o siglos en la his;

;

toria, prefiera aquélla.

— ¿Y —¿A

no acertará? qué llamas acertar en

En

esto,

amigo Tomás?

estas cosas de apreciación individual, y que caen fuera de la moral, si es que no están contra ella, ¿a

qué llamas acertar

?



!

OBRAS COMPLETAS — —Tengo

Buscan mejor ?

una

satisfacción

;

¿

cómo

677

lo

consiguen

yo para mi que si una mujer le cree a hombre capaz de más altos desíinos, jamás le empujará a los más bajos; si es que le quiere de veras, se entiende. Cuando le empuja a ministro, es que su

"no sirve para más". parece, sin embargo, que hay muchas que en el estado de incultura y de ñoñez en que entre nosotros viven, no conciben nada más alto que un ministerio. Los nombres de los ministros los leen a diario en los papeles públicos, y apenas leen más. Porque sí conocen nombres de santos hay que tener en cuenta que la mayor parte de éstos fueron solteros, y que ninguna mujer gustaría unir su suerte a la de un hombre que va para santo canonízable. Esto me recuerda aquella salida de Carducci cuando, escribiendo de Santa Teresa que acostumbraba a llorar un día cada semana así dice el poeta porque el infeliz Satanás no puede amar, agrega: "y acaso pensaba en la felicidad de ser amada por semejante naturaleza". Y el hecho es que, sea lo que fuere de si aciertan o no las que aspiran a señoras ministras, haciendo que sus maridos renuncien para conseguirlo o a una fortuna o a más altas ambiciones, a verdaderas ambiciones, el hecho es, digo, que con eso perjudican a la sociedad en que viven, a la qué sirven más y mejor los grandes ambiciosos. piensa

:

—Me







i

Valiente cosa se

les

da a

ellas

de

la tal

socie-

dad La mujer, por regla general, es un ser familiar, pero antisocial, y por esto precisamente cultiva eso que llaman la vida de sociedad. Paradoja tenemos Vaya, no te me vuelvas también tú mentecato La mujer necesita la sociedad para arañarla, para satisfacer en ella los instintos antisociales. ¿ Concibes tú al anarquista de acción viviendo solo, sin amo, en !

— —

i

¡

!

MIGUEL DE

678

U N A

M

U N O

medio del bosque? ¿Va a arrojar bombas a los árboles? Pues así la mujer que es apolítica, antisocial, busca la sociedad para corroerla con murmuraciones' por eso, porque es y otros ingredientes corrosivos. apolítica, empuja a eso que llamamos política a su marido. No es éste para el ministerio, sino que el ministerio es para él, o mejor dicho, para ella. El ministerio es sencillamente una cosa que se viste, o se baila. la probabilidad de cruzar la palabra con los reyes, de darles la mano, ¿no vale nada? Recuerda cuando éramos niños lo que envidiábamos a Pascualillo porque "Lagartijo", que era amigo de su padre, le dió una vez un beso cuando vino a unas corridas de ferias. al chico, que se quedó tan satisfecho, ¿quién le quitó aquella pura e inocente delicia infantil? Creo que no se lavó en quince días aquella mejilla. Bienaventurados los pobres de espíritu y los niños. Y bienaventuradas las señoras ministras... Cuando no son pura y sencillamente la señora

Y

Y

—Y

— — ministro... — Eso por descontado; entre mujer del señor señora alcaldesa hay diferencia. calde y — Alto! Ahí viene señora ministra... —Apresurémonos a saludarla, siquiera en desdel

al-

la

la

la

i

agravio.

La señora ministra, sonriente, blandiendo el abanico con un gesto de burlesca amenaza, se adelanta a Antonio y Tomás, y les dice jovialmente: Ustedes, como de costumbre, murmurando lo mismo que nosotras. Está visto que se van borrando las diferencias de sexo. Ya no hay sexo, señora dice Tomás sentencio-







samente

Los

e inclinándose.

tres se ríen ILos

y

se

Lunes de

manos.

dan

las

"El

Imparcial",

Madrid.

1

X

1906.]

UN DIALOGO MISERABLE

P.

— Pero,

hombre,

me he preguntado muchas

veces

cuál puede ser la razón de que guardes esa ojeriza

contra esta nuestra deliciosa corte, siendo,

que con tan buenos amigos cuentas en

ella

;

como

es,

pues aquí,

perfectamente, se te quiere. vez, pero he de protestar de que por contar con buenos amigos y encontrarme, cuando vengo, envuelto en la consideración de los compañeros, haya de acallar y ahogar la afección de ánimo que esta sociedad me produce. Pudiera ser que dependiese tal afección de la facilidad liviana que hay aquí para hacerse amigo, y de la blandura y afabilidad mismas de trato con que se nos rodea. Permíteme que no quiera comprenderlo. P. R. Comprendo muy bien que no lo quieras, ya que eres uno de los muchos que se han propuesto como norma de conducta el hacerse agradables a los lo sabes

R.

—Tal

— —

demás. P.

R.

—"Ama a tu prójimo como — Precepto que no implica

a el

ti

mismo",

dijo...

de hacernos agra-

Es precisamente nuestro amor al prójimo lo que puede y debe llevarnos muchas veces a serle desagradable. No me pesa el saber que soy antipático a muchos así debe ser para mi bien, ya que no me compadezco con ellos. El deseo de agradar que aquí domina es una de las cosas que me hacen menos grata esta corte. Merced a esta tolerancia de trato, parece ella una casa de tolerancia. Estoy harto de dables.

;

MIGUEL DE

U N A M U N O

oh- decir aquí a hombres: "Si yo hubiera nacido mujer, lo sería pública." Y públicos son de hecho, en igual sentido, aunque en el orden del espíritui P. ¿No €s acaso mejor vivir así, agradándose mutuamente, de una manera agradable ? R. Ni es siquiera vivir. En ello prende la raigambre de toda esta ramplonería y toda esta oquedad en que nos sofocamos. Ponderabas las facilidades con que aquí se encuentra el forastero, y cómo se le abren muy pronto de par en par las puertas, y yo te digo que donde tan abiertas están es porque no guardan interior alguno. Tú mismo has venido a corromperte en tu oficio de escritor público. ¡Y

— —

tan público

!...

—Puesto que de R. — Vivir para P.

él

vivimos, justo

es...

puede ser deber de patriotismo y de humanidad, pero tener que vivir de él es triste servidumbre de la que nadie debe gloriarse. Quien de él vive, rara vez le sirve como para su mejor bien debe servírsele. Casi todas las lacerias y miserias de nuestras letras vienen del desdichado afán de agradar. A Lope de Vega debieron haberle cortado la mano derecha después que escri. bió aquello que sigue a lo de "el vulgo es necio". Comprendo, sí, que tú, que pescas tu pan con la pluma, no te cuides en cuanto escribas más que de dar gusto a tus lectores... el

P, así,



¡

Y

público

qué divertido

tan gravemente

!

resultas

cuando moralizas

Créeme que conozco yo pocas

cosas más cómicas; para actor de carácter no tendrías precio...



Bah Ya sé que esto no se lleva, pero ¿qué R. quieres? Hay un sentido en que no conozco la vergüenza, así como en el otro no la conocéis vosotros, y estimo un deber el de hacerme antipático y otro el de ponerme en ridículo. Por lo menos, intentarlo. ¡

!

OBRAS COMPLETAS

681



Va en gustos o va en modales. Yo me hago un P. deber de lealtad para con los que me favorecen leyéndome: el de distraerlos... genLas más de —En para no enterarse. P. — Paradoja tenemos... R. — No seas imbécil viniéndote con gansadas. Ese efecto,

R.

los

las

distraes.

leen

tes

un término que aplican sin ton ni son los menque llames humorismo al mal humor. Te repito que las más de las gentes leen para no enterarse. Cada cual alimenta su oculto gusano de carcoma en el corazón éste se cree presa de un cáncer o de una angina, a aquél le abruman las deudas, al otro le da disgustos el hijo o la mujer se la pega, el de más allá va de mal en peor en sus negocios y hay tal que vive bajo el bochorno de ser esclavo de algún vicio innoble más fuerte que su voluntad. Y así casi todos. Y cuando uno de ellos^ coge en la mano un papel y pone la vista en letras, ocurre que todo cuanto sea intenso o sincero, sin es

tecatos. Sólo falta

;

le despierta, por simpropia dolencia, y lo deja. A la hora del desayuno agarra el periódico cotidiano, y se pone a leer en él cosas que olvidará apenas leídas, en las que no le va provecho alguno y que le importan menos que un comino. La cosa es matar el rato y distraerse; no oír, por algún tiempo, el afán de aquel día. Lee para no enterarse, para no empaparse por entero en lo que lee. así va, con este propósito, al teatro, esta entre nosotros suprema escuela de vaciedad espiritual.

importar cuál fuere

el

asunto,

patía, la intensidad de su

Y



Sí, sería mejor y hasta más cómico que fueun sermón. Y digo cómico, porque el Quevedo Marco Bruto es más chistoso aún, sin él querer-

P.

se a del

que el de no fuera otra

lo,

los

Sueños. Todo esto sería risible si Y no te digo que parece que te

cosa.



MIGUEL DE

682 has

propuesto

entenebrecernos

M

U N A y

ü N O

entristecernos

la

vida...

R.

—Haces

modo

te

bien

en

no decírmelo,

pues

repetiría que no seas imbécil.

de

Con

otro

ese es-

túpido estribillo de que hay que alegrar la vida y todas esas sandeces de la alegría de vivir, con paganismo o sin él, y demás monsergas de anteúltimo

cuño, lo único que estáis haciendo es entontecer la Recoge los rumores del oleaje de tu alderredor y dime si no te agobia el vivir sumergido en un se-

vida.

mejante mar de tontería colectiva. Es tontería, no es más ni menos que tontería. Y ella se alimenta merced a ese vergonzoso deseo de agradar. Para

hay que hacerse uno de achaque de que el estómago público no recibe manjares más fuertes, se le tiene a dieta de papilla más o menos azucarada. Está organizada la adulación a la tontería pública y una cofradía a su servicio. Muy bien lo de ridendo castigat mores, pero acaece lo que con aquello otro de enseñar deleitando, y es que en el un caso el deleite impide la enseñanza y en el otro las costumbres se disuelven ser agradable a los tontos, ellos.

Con

en

risa.

la

el

que el ¿ Pero es poniéndome a tu tono. P.

—Es

no basta

deleite

?



te

diré

nos privamos de deleites más no¿ Sabe acaso lo que es descansar quien nunca se cansó de veras, o lo que son los goces de la inteligencia quien no ejerció esfuerzos mentales por forzar la puerta de los misterios? La vaciedad de espíritu que huye de las R.

bles,

que

así

más puros y más hondos.

más complicadas inquietudes al

así

espirituales

huir, de la fuente de las

Y

se

más grandes

aleja, satis-

de ello tenéis la culpa en no pequeña parte cuantos como tú, en vez de ahincaros en azu-

facciones.

OBRAS COMPLETAS

683

ponéis vuestro

empeño en

zar e irritar

público,

al

serle agradable dándole



por

el

gusto.

P. Por el gusto? Aunque no con la cómica gravedad estoica que tú, también yo trato, a mi modo, de administrarle vomitivos, bien que se los dé en pildoras y bien dorados para que se los engulla mejor. Verdades más amargas que yo...



R. Sí, te entiendo, vuestras miserias ésa, cosa que llamáis una infecundo escepticismo. ;

es acaso la mayor de de esa despreciable quisi-

y ésa la

amable ironia, hija del más Odio vuestra ironía, odio la ironia los mentecatos la helenizan un poco más, llamándola eironeia nada encuentro más pobre ni más cobarde que eso que creéis flechas envenenadas y cuyo veneno se reduce a un poco de ortiga que no hace sino levantar un leve sarpullido, y esto en los tontos. Los que no lo son se ríen de vuestros venenos diciéndose así me los apliquen todos Vuestros mordiscos no son sino caricias mal disfrazadas, pues dicen que hay mozas que gustan de que su hombre las pegue, pero sin romperles ninguna costilla. Y como estas mozas es vuestro público. No quiero la amable sonrisa irónica del escéptico, y ante ciertas malignidades profesionales no se me





:

— Sin R. — No

!

i

ocurre sino decir P.

:

¡

embargo,

me

,

imbéciles

!

tú...

insultes no me supongas un ironista cuando os llamo cobardes y ramplones y "públicos", os lo llamo en un sentido recto y más riguroso, como cuando digo que vuestro público está infestado de tontería quiero decir que le aqueja un degradante rebajamiento mental. No hay ironía ni

más.

No

;

;

humorismo alguno; me parecéis sencillamente des-

Me parece despreciable vuestra cofradía a la busca de los favores del público y me parecéis vosotros, los cofrades, unos buscones. Afeitáis y aci-

preciables.

MIGUEL DE

6S4

N A M U N O

11

vuestras obras como vuestras colegas femeninas afeitan y acicalan sus cuerpos venales. Uno caláis

más desgraciados de

de los

entre vosotros tiene un

que no deja caer de la boca, y es que no hay más que una manera de tener talento y es tener estilo. Y es de saber luego lo que el hombrezuelo entiende por estilo, una porquería que se reduce a badurnes, unturas y drogas de olor fuerte. Sois los profesionales, y con esto queda dicho todo. Los profesionales El payaso es un profesional de la risa la mujer pública es una profesional de la lujuria. Tú no eres ya un hombre que escribe, con más o menos frecuencia y en uno u otro sitio, en tal o cual forma, sino que eres ya un escritor profesional. Hay novelistas de profesión, cronistas de profesión, maestros de profesión, abogados de profesión, dramaturgos de profesión, sacerdotes de profesión... ¡carroña y podre! Y hay quien vive en el mundo sin ser de él y quien siente la esclavitud de su propia profesión y no se gloria, sino que se avergüenza de ella y la soporta como una prueba. A la moza de partido resignada y humilde, que comprende la situación, se le perdona su extravío. Pero a vosotros... Si aciertas a escribir un saínete que gusta al público, hete ya sainetero; si con una novela le diste gusto, novelista para siempre si fué un cantar, has de ser cantarero de por vida. Esclavitud y nada más. estribillo

!

¡

;

;

—Y R. — No;

P. otra cosa soberbia. Nadie mejor que público sabe aquello para que mejor le sirves.

el

mi público no me conoce. Y yo he de que me pide, sino lo que yo creo ser lo mejor mío. Intentaré darle corazón y no carne. darle,

P.

R.

no

lo

— margaritas a puercos. — ¡Exacto! ¡Margaritas a puercos! Sí,

Y

si

las

OBRAS COMPLETAS

685

pisotean y si las ensucian, lo mismo da. Todo nos ese trato degradante en que andáis metidos...

—¿Y no has pensado acaso R. — Basta; en mí, ¿no eso? pero, en P. — Hombre, yo no quise P.

la

si

está

me,

tontería...?

es

decir...

Y

además no tengo la de ponerme en ridículo,

fin,

sea.

soberbia de tratar sin conseguirlo acaso, que

ridicula

ya algo indecible...

es



El temor a ponerse en ridículo es el compañero inseparable del deseo de agradar a todo trance y tan repugnante como él. Ya sé que todos los agradadores públicos interpretáis lo otro como una comezón de singularizarse contraponiéndose a los demás, como un delirio egolátrico, pero cada cual tiene su alma en su almario, y debe dejar correr al mundo. Siga cada uno su camino, tú el tuyo y el mío yo, y al cabo se pondrá en claro todo. R.



Bueno, ¿has acabado? Pues mira, la caridad impide decirte todo lo que pienso respecto a tu actitud y a tu estado. Te he oído con harta paciencia y una educación que ni conoces ni sabes apreciar; he oído todo el estallido de mal humor y de despecho te lo digo también yo sin retintín ni ironía, sino llana y sinceramente, como sabemos a las veces hablar los honrados profesionales de tu soberbia humillada y herida he soportado con caridad tus impertinencias en consideración a tu estado, pero ahora me toca a mí. P.

me





;

R.—

¡

Ah!,

i

conque ahora te toca a ti ?, Pues entonces... ¡adiós!

¿

conque

os toca a vosotros?

Y

más, R. dió las espaldas a P. y se porque R. es de los que dicen su palabra y no oye las que ella provoca, y cuando llega el caso es el silencio su arma de combate. creo que hace bien. sin

despidió

oír

de

él,

Y

;

686

MIGUEL DE

U N A M U N O

De lo más hondo del cenagal de la i Miserias ? miseria moral puede el hombre levantarse a gracia estamos de la tontería no hay redención posible. mascando en el ámbito esta irredimible dolencia.

Y

[Los Lunes de "El Imparcial", Madrid, 4-XI-1907.]

DIALOGOS DEL ESCRITOR* Y EL POLITICO'

I

Palabras y actos.

— — — — E. —Y

P. Ay, amigo, tú no haces sino predicar a otros que hagan, sin hacer cosa por tu propia parte. E. ¿A qué llamas hacer? ¿Ya qué predicar? ¿Es que quien predica no hace algo? P. Sí, pero una cosa es predicar y otra dar trigo.

la

¿no es trigo? ¿No es pan? ¿No no sólo de pan vive el hombre sino

palabra,

está dicho que

de toda palabra... ? Que sale de la boca de Dios, pero no de la P. del hombre. Las palabras divinas son palabras sustanciales, son cosas las del hombre no son más que pasajeras conmociones del aire versátil. Esto te lo he oído a ti mismo otras veces. E. Sí, y de ahí aquello de que en el principio ,

[



;



^ Esta serie de diálogos comenzó a pi'blicarse el 2 de noviembre de 1908, en Los Lunes de "El Imparcial" , de Madrid, y en el correspondiente al 26 de octubre, una semana antes, fué anunciada su publicación, en forma destacada, en estos términos: "En Los Lunes de "El Imparcial" correspondientes al dia 2 de noviembre comenzaremos a publicar Diálogos del escritor y el político, de nuestro colaborador don Miguel de Unamuno. Este trabajo literario del ilustre Rector de la Universidad de Salamanca, está dividido en cinco capítulos que publicará El Imparcial en Lunes consecutivos." Y anticipaba el titulo de cada uno de los cinco diálogos. (N. del E.)



;

MIGUEL DE

688

U N A

M,

U N O

la Palabra, por quien fué hecho el mundo, y que Dios hizo éste con su palabra. P. Así es, aunque Goethe lo corrigiera en el prin-

era

— acción... fué presumo yo, que E. — Es que Goethe sabía acción y palabra son una misma cosa. en hombre, no P. — En Dios, hombre también. O es que has E. —Y en :

cipio

la

bien,



¡

;

el

!

el

vidado le

las

palabras del centurión

decía que

dados

él,

ol-

¿

Cristo cuando

al

con una sola voz, movía a sus

sol-

?

voz, pero — Con una toda voz que E. — De mando P. — Obras son amores... E. —Y no buenas razones, P.

sola

con una voz de

sí;

mando.

es

sale del

cierto.

corazón.

Pero hay pala-

bras cordiales, calientes, con el calor de la sangre, que son más que razones. Acaso no sea el oficio supremo del lenguaje el razonar. de aquí la fatalidad de tener que razonar con un instrumento que no hizo sólo el raciocinio. La voz sale de más cerca del hígado que no de la cabeza, y en el hígado asentaba Platón el don adivinatorio. Antes de ser raciocinio o comentario de profeta fué acaso la palabra oráculo de vate.

Y



P. Vuelvo a mi bras sin actos.



tema

;

de poco valen las

La

pala-

palabra acto en boca de un poeres, quiere decir casi siempre llamáis llevar a cabo un acto suele reducirse de ordinario a pronunciar un discurso. Pues todos sois centuriones; es de soldados ir al combate en que se pega y se reciben golpes. P. Un acto, sí, puede llegar a ser una palabra un acto decisivo, un "hágase" creador pero es cuando el que la pronuncia se compromete por ella y E.

¿

Actos

?

como tú palabra. Lo que lítico,

lo



;

!

OBRAS COMPLETAS

689

por ella empeña su porvenir. Pero tú, el escritor, palabras escritas ? ¿ en qué te comprometes con tus Si, manejar la pluma es algo así como maE. nejar la rueca, ¿no es eso? La cuestión es dar la cara como el orador, que le vean a uno, so'bre todo si es guapo; el punto está en la presencia personal,



¿

no es

así

?

—Vuestros de E. — Y

P.

escritos se deshacen en nubes...;k2T¡-:

ella llueve y se riegan los campos y brotan con el riego de la lluvia flores, ¿qué más dicha? Vosotros, en cambio, encerráis las nubes en férreas máquinas y mueven artefactos... Y sacan agua que también riega los campos. P. E. Las aguas de bombas y artefactos son para regar hortalizas de ordinario las flores brotan del agua del cielo, por lo común... Quédate con tus flores. P. E. Te dejo con tus hortalizas. Y en todo caso, ¿no puede uno recrearse y P. restregarse la vista con su verdura? E. Sí, como, llegado un aprieto, puede uno comerse las flores. De ellas sacan miel las abejas, y la miel es tan sustanciosa y nutritiva como dulce al si

— —

;

— — — —

paladar.



P. Por este camino, amigo, llegaremos a que todo es uno y lo mismo, como dice nuestro amigdi el

filósofo.

— Eso —Y un

que es una palabra en cuanto le permite no comprometerse encogiéndose de hombros ante todo. Un acto, pero un acto negativo. E. P.

¡



acto,

—Esto de acto negativo que —Tampoco yo. Lo como decís E. — palabras E.



P.

no

lo entiendo.

dije...

las los políticos, para hueco de los actos. Y eso del filósofo es una de sus mayores tonterías. Pues ya sabes lo que Sí,

cubrir

el

!

;

MIGUEL DE

690

V N A

M

U S O

de los filósofos decía Almeida Garrett, el portugués que son tan locos como los poetas, y además tontos, cosa que los poetas no son.

P.—



¡

Hm

hm a eso de que no haya E. También yo dije poetas tontos. Pero dejando esto, te diré que lo de decir que todo es uno y lo mismo sólo puede refe-l rirse al fondo de las cosas. En el fondo, sí, todo es

¡

uno y

lo

!

mismo; pero como jamás llegaremos a como si no el más cómo-

ese fondo, por ser él inasequible, es fuese así. Llevar las cosas al fondo es do medio de dirimir las disputas.

—¿Y

P.

fondo,

que

sabes las

que yo cosas

sospecho que no hay tal no tienen fondo alguno, que

están huecas, que les falta sustancia?

— Si

no pensases así, no me explico que pudieun regular político. El político que crea en el fondo de las cosas, y por consiguiente, que todo es uno y lo mismo, está perdido. Para el político no puede haber más que apariencias, accidentes. Las sustancias se le escapan. Una ley de administración municipal nada tiene que se toque con la sustancia de la vida de un pueblo. E.

ras hacer

—Y —A —

P. tus palabras, ¿acaso tocan a la sustancia de algo? E. la sustancia de las almas, si es que de la sustancia de mi alma brotaron. P. Pero vuelvo a lo mismo ¿ en qué te comprometes tú escribiendo? ¿En qué empeñas tu porvenir? ¿En qué pones en ello tu alma de hombre? :

OBRAS COMPLETAS

691

II

El guía que perdió el camino.



E. Pues bien, amigo, sí, tienes razón yo con mis escritos no me comprometo a nada, no empeño mi palabra ni mi porvenir. ¿Y qué? Mi acción termina así que escribo. ¿Te conviene lo que dije? Tómalo. ¿Te parece mal? Déjalo. ¿Qué te importa que me contradiga, si es que de hecho me contradigo y no sucede, como es lo ordinario, que la contradicción está en tu mente y no en la mía ? El fin del escritor es escribir e influir con sus escritos en los demás. ¿ Qué importa que hoy influya de un modo y mañana de otro, si es que influye? Tu posición es distinta tú tienes que atenerte a tus palabras, porque tus palabras son promesas, pero las mías no. Yo no prometo nada a nadie, y como a nadie prometo nada, no me comprometo. Tú no puedes variar de criterio porque fiados en el que sustentas se te han adherido muchos y siguen tus pisadas tú con tus palabras has encadenado los intereses de muchos en torno tuyo y no te es licito ;

;

;

destruirlos.

Pero

yo...

—Y tú también. Muchos que leyéndote han aficionado a E. —A mí a ideas con que leerme estaba yo jugando. P- — Bueno, pues muchos que han aficionado ideas con que tú jugabas, creyéndote E. — Y soy; juego muy en P- — Creyéndote han hecho a penP.

se

ti...

no,

las

ellos al

a

se

las

serio...

lo

serio.

serio, repito, se

sar por ti, a reposar en tu pensamiento, o si quieres en tu juego, y si les sales sosteniendo algo que de ti no esperaban se ven defraudados les engañaste. ;

MIGUEL DE

692

U N A

M.

U N O



E. Ya, si, te entiendo. Delegaron en mí su pensamiento; me nombraron, por aclamación tácita, su administrador intelectual. Así es; así es en todas partes, y así es más aquí donde propendemos todos a delegar nuestro pensamiento. Don Pánfilo, el honrado burgués, se ha acostumbrado a pensar sobre las cosas políticas por cabeza del que hace los fondos de El Diario, que lee todas las mañanas, alternando cada párrafo con una sopa de chocolate bien encanelado. Si ese fondista, fondero o como quieras llamarle, se contradice un día, don Pánfilo sufre en la integridad lógica de su pensamiento delegado, y ese sufrimiento puede perturbarle la digestión del chocolate. Pues bien, yo no he aceptado nunca administraciones intelectuales yo nunca me he comprometido a pensar por cuenta ajena. Pienso por la mía propia, y ¿ qué importa que hoy lo haga así y mañana asá ? ;

P.

— Poco

mos impedir

a poco, amigo, poco a poco. No podeel que los otros descansen en nosotros,

que nos fíen su criterio. Los fieles reposan en el le creen a él más bien que a sus palabras, porque vieron que éstas son un hombre, un hombre siempre el mismo. Si el apóstol pierde su fe en sí

el

apóstol;

mismo, su fe en sus ideas, esa fe de tantos otros que en sagrado depósito guarda, ¿le es lícito declararlo? ¿Tiene derecho a sumir a miles de almas en la desesperación espiritual, aunque él pueda vivide la rebusca de la verdad, ya que no de su posesión ? Recuerda al Brand de Ibsen. Un general que comprende ha perdido la batalla no puede declararlo si con esta declaración provoca una desastrosa retirada de sus soldados; está obligado hasta a fingir una victoria, si con