Lectio Divina 16

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lectio divina para cada día del año : 1

Propio de los santos -I (enero-junio)

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Lectio divina para cada día del año

GIORGIO ZEVINI

y PIER

GIORDANO CABRA

(eds.)

Plan general de la colección

LECTIO DIVINA PARA CADA DÍA DEL AÑO *1. *2. *3. *4.

Adviento Navidad Cuaresma y Triduo pascual Pascua

*5. *6. *7. *8.

Ferial Ferial Ferial Ferial

- Tiempo - Tiempo - Tiempo - Tiempo

Ordinario Ordinario Ordinario Oidinario

- año - año - año - año

par par par par

*9. *10. *11. *12.

Ferial Ferial Ferial Ferial

- Tiempo - Tiempo - Tiempo - Tiempo

Oidiuario Onlinario Ordinario Ordinario

- año - año - año - año

impar impar impar impar

(semanas (semanas (semanas (semanas

1-8) 9-17) 18-25) 26-34)

(semanas (semanas (semanas (semanas

1-8) 9-17) 18-25) 26-34)

volumen 16

Propio de los santos - 1 (enero-junio)

*13. Domingos - Tiempo Oidinario (A) *14. Domingos - Tiempo Ordinario (B) *15. Domingos - Tiempo Ordinario (C) *16. Propio de los santos - Primera parte (enero-junio) 17. Propio de los santos - Segunda parte (julio- diciembre)

TRADUCCIÓN: MIGUEL MONTES

Publicados.

E D I T O R I A L V E R B O DIVINO Avda. d e P a m p l o n a , 41 3 1 2 0 0 Estalla ( N a v a r r a ) E s p a ñ a 2004

La liturgia de la Palabra en las celebraciones de los santos

1. El misterio de la vida humana

El editor agradece la amable concesión de los derechos de los textos reproducidos y permanece a disposición de los propietarios de derechos que no ha conseguido localizar.

Siempre que ha sido posible, el texto bíblico se ha tomado de la Biblia de La Casa de la Biblia.

© 2001 by Editrice Queriniana, Brescia - © Editorial Verbo Divino, 2003 - Es propiedad - Pnnted in Spain - Impresión: GraphyCems, Villatuerta (Navarra) - Depósito legal: NA. 2.938-2003 ISBN 84-8169-551-3

Nos encontramos viviendo en un segmento limitado de la historia y quisiéramos saber q u é sentido tiene nuestro vivir en el interior del mismo, a qué conduce. Vivimos a diario la experiencia de que nuestra vida no es un hecho estático, repetitivo, siempre igual a sí mismo, un fenómeno ya catalogado y encerrado en fórmulas y reglas obligadas. Hasta la vida m á s rutinaria, hasta el sucederse siempre igual de rostros, gestos, cosas, itinerarios, hasta el anónimo repetirse de encuentros, intercambios, demandas y ofertas, puede abrirse cada día a sentidos más recónditos, siempre nuevos. Nos damos cuenta de ello cada vez que celebramos la fiesta de un santo. Al leer su vida a la luz de la Palabra de Dios, aprendemos a leer nuestra propia vida, descubrimos el secreto del vivir cotidiano. Vemos que en la cotidianidad se oculta y a menudo surge una novedad insospechada, que la vida no se improvisa o se produce al azar, ni puede reducirse a respetar unas costumbres más o menos autoritarias. \\\ santo nos da testimonio de que la vida consistí' en res-

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ponder a las provocaciones que día tras día nos llegan al corazón y a la mente; es deseo de «existir» en este mundo, en un m u n d o original y, al mismo tiempo, útil y constructivo; es también superación de lo contingente e invocación-presentimiento del futuro, de lo eterno.

2. El misterio de la vida en Cristo, proclamado en el leccionario de los santos El leccionario para las celebraciones de los santos La Palabra de Dios nos ayuda a interpretar correctamente la vida de los santos, nos hace descubrir la fecundidad de la Palabra evangélica sembrada en u n terreno bueno, meditada en u n corazón bien dispuesto. La vida de los sanios, leída a la luz de la Palabra de Dios con el estilo de la «meditación» propio de la Madre de Jesús, nos ilumina y nos habla de u n modo absolutamente particular: se vuelve, en cierto modo, Palabra de Dios para nosotros hoy. Las ideas-guías del leccionario A través del leccionario, elaborado según las indicaciones de la constitución litúrgica del Vaticano II, nos ponemos a la escucha de la Palabra de Dios y somos guiados de una manera progresiva, antes que nada, a contemplar con alegría a la Madre de Dios, a verla «unida con un lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo», a contemplarla como «el fruto más espléndido de la Redención», «como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansia y espera ser» (SC 103). Las múltiples lecturas de las celebraciones de los santos nos llevan, a continuación, a proclamar «las mara-

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villas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles» (SC 111). Veamos, pues, de una manera más detallada las características de las lecturas de este leccionario. Las lecturas para las celebraciones de la bienaventurada Virgen María Para las celebraciones marianas nos referimos a las lecturas bíblicas de la colección de Misas de la bienaventurada Virgen. Éstas constituyen u n amplio y variado repertorio, que se ha ido formando a lo largo de los siglos, con la aportación de las experiencias de las comunidades eclesiales, tanto antiguas como de nuestro tiempo. «En este "repertorio bíblico" se pueden distinguir tres géneros de lecturas: 1) lecturas del Nuevo y del Antiguo Testamento que contemplan directamente la vida y la misión de la bienaventurada Virgen María o contienen profecías que se refieren a ella; 2) lecturas del Antiguo Testamento que son aplicadas a santa María desde la antigüedad. En efecto, las sagradas Escrituras, tanto de la antigua como de la nueva Alianza, han sido contempladas por los santos Padres como un conjunto único, lleno del misterio de Cristo y de la Iglesia; por este motivo, algunos hechos, figuras o símbolos del Antiguo Testamento prefiguran o evocan de modo admirable la vida y la misión de la bienaventurada Virgen María, gloriosa hija de Sión y Madre de Cristo; 3) lecturas del Nuevo Testamento que no se refieren directamente a la bienaventurada Virgen, pero que se proponen para la celebración de su memoria, a fin de poner de manifiesto que en santa María, la

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primera y perfecta discípula de Cristo, resplandecen de modo extraordinario las virtudes -la fe, la esperanza, la humildad, la misericordia, la pureza del corazón...- que son exaltadas en el Evangelio» 1 .

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OI su gracia» (Gal 1,15). Dios, quiere decir, le Manió por su virtud. Decía [el Señor] a Ananías: «lisie es mi instrumento elegido para llevar mi nombre a todas las naciones, a sus gobernantes» (Hch 9,15), es decir, es idóneo para ejercer el ministerio y para manifestar una obra tan grande. [El Señor] indica este motivo para la llamada, mientras que el apóstol afirma por doquier que todo deriva de la gracia y de la inefable bondad divina, expresándose en estos términos: «Y si encontré misericordia - n o porque fuera digno de ella y la mereciera- fue para que en mí, el primero, manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna» (1 Tim 1,16). ¡Fíjate en su inmensa humildad! Por eso, dice, obtuvo misericordia, a fin de que nadie desesperara, dado que el peor entre todos los hombres había obtenido beneficio de la bondad divina (Juan Crisóstomo, Commento alia lettera ai Galati, Roma 2 1996, pp. 55ss [edición española: Comentario a la Carta a los Gálatas, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1996]). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy estas palabras de san Pablo: «Para mí, la vida es Cristo, y el morir, una ganancia» (Flp 1,22).

Conversión de san Pablo

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PARA LA LECTURA ESPIRITUAL El edificio espiritual construido por san Pablo, con su profundidad profética y sus escarpadas ascensiones, emerge alto sobre el plano de nuestra apacible piedad cristiana. ¿Quién fue este grande, que obró a la sombra de Uno inmensamente más grande que él? ¿Quién fue este atrevido pionero, este «errante entre dos mundos»? Dos ciudades ejercieron una influencia decisiva en el ciclo de su formación: Tarso y Jerusalén. «Soy un judío de Tarso de Cilicio...»: así se calificó Pablo ante el comandante romano cuando fue encarcelado. Dos corrientes de antigua civilización afluían, pues, y se fundían en él: la educación judía en familia y la formación griega que absorbía en la capital de su provincia natal, dotada de universidad. Está escrito, ciertamente, en los designios de la Providencia que este hombre, destinado a que en su vida actuara como misionero en medio de los paganos, debería recibir su primera educación en un centro mundial del paganismo. Aquel para quien ya no debería existir diferencia alguna entre judíos y paganos, entre griegos y bárbaros, entre libres y esclavos [cf. Col 3 , 1 1 ; 1 Cor 12,13), no debía nacer entre las idílicas colinas de Galilea, sino en el tumulto de un rico emporio comercial donde afluían y se mezclaban gentes de todas las naciones sometidas al Imperio romano. «Soy de Tarso, una ciudad no oscura de Cilicio». Parece que se refleja en esta respuesta un sentimiento de genuino orgullo griego por su propia ciudad de nacimiento. Tarso competía, en efecto, con Alejandría y Atenas por la conquista del primado en el campo de la cultura; en ella se elegían los maestros para los príncipes imperiales de Roma, y es natural que un centro de cultura tan eminente influyera en la formación de la personalidad del futuro apóstol... En Tarso dominaban la espiritualidad y la lengua griega ¡unto a las leyes romanas y a la austeridad de la sinagoga judía (J. Holzner, ['Apostólo Pao/o, Brescia 2 1987 [edición española: San Pablo, Editorial Herder, Barcelona 1989]).

Santos Timoteo y Tito 26 de enero

Tanto los Hechos de los apóstoles como las cartas de san Pablo, en algunas de las cuales figura como remitente junto a Pablo, nos proporcionan noticias sobre Timoteo; en otras cartas se mencionan encargos que le habían sido confiados, entre ellos la responsabilidad de la Iglesia de Éfeso. Timoteo, nacido en Listra, hijo de madre judía convertida al cristianismo y de padre griego, fue un estrecho colaborador de Pablo en la evangelización. Estuvo unido a él por un profundo y afectuoso vínculo filial y por los mismos propósitos, según el testimonio del propio apóstol. De Tito, sólo habla Pablo en sus cartas. El perfil que de ellas resulta es el de un cristiano procedente del paganismo, firme en la fe, activo y generoso en la evangelización, hombre de paz que ama y se hace amar, dotado de buenas aptitudes de organización. La carta a él dirigida le presenta como responsable de la comunidad de Creta.

LECTIO

Primera lectura: 2 Timoteo 1,1-8 1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de la vida que está en Jesucristo, ' a

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26 de enero

Timoteo, mi hijo querido; gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo. ' Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia limpia, según me enseñaron mis mayores, y me acuerdo de ti constantemente, noche y día, en mis oraciones. 4 Al recordar tus lágrimas, siento un gran deseo de verte para llenarme de alegría, s pues guardo el recuerdo de la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvo primero tu abuela Loida y tu madre Eunice y que, estoy seguro, tienes tú también. 6 Por ello te aconsejo que reavives el don de Dios que te fue conferido cuando te impuse las manos. 7 Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación. 8 No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; antes bien, con la confianza puesta en el poder de Dios, sufre conmigo por el Evangelio.

**• La segunda Carta a Timoteo, que puede ser fechada a finales del siglo I y pertenece a la escuela paulina, se presenta como el testamento espiritual del apóstol en vísperas del martirio. El autor conoce bien tanto las cartas auténticas de Pablo como las llamadas «deuteropaulinas», y sentimos el eco de las mismas desde el saludo inicial (v. 1) hasta la repetición de motivos entrañables al apóstol: el «espíritu de temor» (v. 7) recuerda el «espíritu de esclavos» de Rom 8,15; se exhorta a Timoteo a no avergonzarse de dar testimonio del Señor (v. 8), del mismo modo que Pablo no se avergüenza del Evangelio (Rom 1,16). La carta se abre con expresiones de afecto y de estima, pero, sobre todo, de gratitud al Señor. Pablo reivindica para sí el título de «apóstol», que es consciente de merecer porque se ha hecho anunciador del Evangelio y porque ha sido fiel desde siempre al servicio de Dios «según me enseñaron mis mayores» (v. 3), subrayando la continuidad entre el seguimiento de Jesús y la fidelidad a la Ley judía. Es la misma continuidad señalada y aprobada con vigor en la experiencia de Timoteo, enca-

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minado a la fe por su abuela y su madre judías, antes ele ser cristiano. También es característico de las cartas pastorales poner el acento en el carisma del pastor de almas, personificado idealmente por Timoteo y transmitido por el apóstol a través de la imposición de las manos (v. 6). Domina sobre el conjunto el tema del testimonio, dado por Pablo en las tribulaciones y en la cárcel, hasta el martirio, y confiado al discípulo Timoteo para que continúe el servicio «con la confianza puesta en el poder de Dios» (v. 8).

Evangelio: L u c a s 22,24-30 En aquel tiempo, 24 se produjo entre ellos una discusión sobre quién debía ser considerado el más importante. " Jesús les dijo: -Los reyes de las naciones ejercen su dominio sobre ellas, y los que tienen autoridad reciben el nombre de bienhechores. 26 Pero vosotros no debéis proceder de esta manera. Entre vosotros, el más importante ha de ser como el menor, y el que manda como el que sirve. 27 ¿Quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy entre vosotros como el que sirve. 28 Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas. M Y yo os hago entrega de la dignidad real que mi Padre me entregó a mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa cuando yo reine, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

*» El fragmento, que se encuentra al final del evangelio de Lucas, sigue a la institución de la eucaristía y precede al relato de la pasión. Está situado entre dos predicciones de Jesús que forman una inclusión: el anuncio de la traición de Judas y el de la traición de Pedro. Son las últimas enseñanzas de Jesús, y resalta sobre lodo la incomprensión y la inadecuación de los discípulos ¡i l.i tarea que les va a ser confiada.

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La cuestión sobre la que discuten los discípulos debía ser un lema recurrente en sus conversaciones: el mismo I .ucas la había recordado ya al final del ministerio en Galilea (9,46), y los otros sinópticos {cf Me 9,34; Mt 18,1) la señalan en otros momentos de la vida de Jesús. La pregunta no está planteada directamente a Jesús, que, no obstante, capta -ciertamente con amargura- la preocupación de los discípulos y les responde recurriendo a tres imágenes de contraste: los reyes de la tierra, el señor y el siervo, el banquete del Reino. Los reyes gobiernan a los pueblos, poseen el poder y «reciben el nombre de bienhechores» , pero, en el seguimiento de Jesús, el nombre y el poder no tienen valor. El señor que está sentado a la mesa y el siervo corresponden a roles concretos en la sociedad: en el comportamiento de Jesús están subvertidas las distinciones sociales. Y, por último, la imagen triunfal del Reino, la alegría del banquete, la autoridad del juicio sobre las tribus de Israel, son inseparables de las «pruebas» a las que están llamados Jesús y los suyos.

MEDITATIO Muchos pasajes de los evangelios nos muestran a los discípulos, incluso en vísperas de la pasión y hasta después de la resurrección de Jesús, todavía incapaces de comprender su mensaje. Sin embargo, Jesús se muestra muy tolerante con ellos y les regaña de una manera suave. La inadecuación no da lugar al desaliento, sino que, al contrario, acentúa la confianza en la ayuda del Señor {cf. 2 Tim l,7ss). La sed de poder y el orgullo de las posiciones de presagio son una de las tentaciones más fuertes para la humanidad, y no es casualidad que fuera una de las tres .i las que fue sometido Jesús en el desierto. A lo largo de l.i historia, ha sido con frecuencia causa de pecado y ha provocado graves desgarros en la Iglesia. También no-

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Santos Timoteo y Tito

sotros caemos fácilmente en ella, porque nadie está inmune por completo a la pretensión de ser mejor que los otros. La perícopa evangélica nos muestra la respuesta de Jesús a esta codicia de sobresalir: existe verdaderamente u n primado que debemos ambicionar, y es el primado en el servicio; existe una grandeza que debe fascinarnos, y es la grandeza de los pequeños. Los discípulos están predestinados a la mesa del Reino y les está reservado el poder de «juzgar a las doce tribus de Israel». Sin embargo, la autoridad en la Iglesia procede de la gracia del Señor, no de la capacidad humana. Lo que habilita a ejercerla es haber «perseverado conmigo en mis pruebas» (Le 22,28), haber sufrido con el apóstol por el Evangelio «con la confianza puesta en el poder de Dios» (2 Tim 1,8).

ORATIO Señor, sabemos que somos siervos inútiles, incapaces de corresponder a tu amor por nosotros. Sin embargo, nos dejamos arrastrar por nuestro orgullo, pretendemos juzgar a los otros, nos jactamos como si por nuestro mérito, y no por tu misericordia, hubiéramos sido llamados a formar parte de tu Iglesia. Nuestra solicitud por los hermanos cede, con excesiva frecuencia, al deseo de sobresalir: hasta cuando estamos comprometidos en una actividad pastoral, en vez de compartir con sencillez y alegría las responsabilidades, queremos imponer nuestras decisiones y nuestros puntos de vista. Confiamos demasiado en nuestra habilidad, como si tuviéramos que hacer propaganda de u n producto comercial, y por eso es tímido nuestro testimonio. Señor, ablanda nuestro corazón. Ayúdanos a poner en el centro tu Evangelio y no nuestras convicciones. Pon orden y claridad en las motivaciones de nuestro obrar, para que gracias a ti podamos reconocer y vencer el orgullo in-

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cluso cuando se disfraza entre «las buenas intenciones». Haznos confiados y abiertos como los niños, que no se avergüenzan de pedir ayuda. Concédenos la alegría de reconocernos «pequeños». Sé tú nuestra única fuerza, y nada más podrá darnos miedo.

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ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy esta frase consoladora: «Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación» (2 Tim 1,7).

CONTEMPLATIO PARA LA LECTURA ESPIRITUAL El que, muriendo a todas las pasiones de la carne, vive ahora espiritualmente debe ser conducido de todas las maneras a convertirse en ejemplo de vida; ha pospuesto en todo el éxito mundano; no teme ninguna adversidad; sólo desea los bienes interiores. Plenamente conforme con su íntima disposición, no le contrarrestan ni el cuerpo, con su debilidad; ni el espíritu, con su orgullo. No se ve arrastrado a desear los bienes ajenos, sino que se muestra generoso con los suyos. Por sus entrañas de misericordia se pliega muy pronto al perdón, pero no se desvía de la más alta rectitud, considerando las cosas con más indulgencia de lo que conviene. No hace nada ilícito, pero llora como propio el mal cometido por otros. Compadece la debilidad ajena con todo el afecto del corazón, goza con los bienes del prójimo como si fueran éxitos suyos. En todo lo que hace se muestra imitable a los otros, de suerte que no tiene que avergonzarse ni siquiera por hechos pasados. Procura vivir de tal modo que esté en condiciones de irrigar, con las aguas de la doctrina, los áridos corazones del prójimo. Ha aprendido por propia experiencia, a través de la práctica de la oración, que puede obtener de Dios lo que pida, pues de él ha dicho de manera especial la palabra profética: «Mientras todavía estés hablando, diré: Heme aquí, aquí estoy» (Gregorio Magno, La regola pastorale, Roma 1995, pp. 58ss [edición española: La regla pastoral, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1993]).

Los obispos deben dedicarse a su labor apostólica como testigos de Cristo delante de los hombres, interesándose no sólo por l o s que ya siguen al Príncipe de los Pastores, sino consagrándose totalmente a los que de alguna manera perdieron el camino de la verdad o desconocen el Evangelio y la misericordia salvadora de Cristo, para que todos caminen «en toda bondad, justicia y verdad» (Ef 5,9) (Christus Dominus, decreto del Concilio Vaticano II sobre el ministerio pastoral de los obispos, n. 11). En la edificación de la Iglesia, los presbíteros deben vivir con todos con exquisita delicadeza, a ejemplo del Señor. Deben comportarse no según el beneplácito de los hombres, sino conforme a las exigencias de la doctrina y de la vida cristiana, enseñándoles y amonestándoles como a hijos amadísimos, según las palabras del apóstol: «Insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doctrina» (2 Tim 4,2). Por lo cual atañe a los sacerdotes, en cuanto educadores en la fe, procurar personalmente, o por medio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación según el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos liberó (Presbyterorum ordinis, decreto del Concilio Vaticano II sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, n. 6).

Santa Ángela de Mérici 27 de enero

Nació en Desenzano dal Garda hacia 1474. Fundó en Brescia, el 25 de noviembre de 1535, una compañía de vírgenes a la que puso bajo la protección de santa Úrsula y a la que llamó «Compañía de santa Úrsula». Animada por el espíritu de sabiduría y de profecía, ofreció a las mujeres de su tiempo (a las que sólo se les ofrecía dos caminos: el matrimonio o el monasterio de clausura) la posibilidad de consagrarse a Dios elegida libremente y vivida como «esposas del Hijo de Dios», abiertas a la maternidad espiritual, a pesar de seguir viviendo en su propio ambiente, sin estar ligadas a una actividad común, sino unidas «conjuntamente» como miembros de una familia espiritual. Angela, Sur Anzola, dejó a sus «hijas» una Regla, Recuerdos y Legados impregnados de la Palabra de Dios y de sabiduría humana. Murió el 2 7 de enero de 1540 en Brescia; fue sepultada en la iglesia de S. Afra (iglesia que será dedicada después a ella) y canonizada el 24 de mayo de 1807. En nuestros días, Angela Mérici es conocida y venerada en todo el mundo gracias a la difusión de la Compañía de santa Úrsula en su forma secular y de los diferentes institutos de hermanas ursulinas que se remontan a ella.

21 áe enero

08 LECTIO

Primera lectura: 1 Corintios 1,26-31 26

Considerad, hermanos, vuestra vocación, pues no hay entre vosotros muchos sabios según los criterios del mundo, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. " Al contrario, Dios ha escogido lo que el mundo considera necio para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes; 2S ha escogido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para anular a quienes creen que son algo. M De este modo, nadie puede presumir delante de Dios. 30 A él debéis vuestra existencia cristiana, ya que Cristo se ha hecho para nosotros sabiduría divina, salvación, santificación y redención. 3I De esta manera, como está escrito, el que quiera presumir que lo haga en el Señor. **• Dios h a demostrado su poder y su sabiduría salvando a los que creen con u n medio tan débil que ningún poderoso o sabio de este m u n d o habría considerado adecuado para la salvación: la cruz. Dios escoge a menudo a personas exentas de posibilidades y medios de los que p u e d a n jactarse y a los que puedan confiarse; las llama en Cristo Jesús sin ningún mérito por su parte y las convierte - p o r medio de su participación en la pasión de Cristo- en fuerza determinante para la salvación del m u n d o . Santa Ángela tuvo u n a vivísima conciencia de haber sido elegida por Dios, por su infinita bondad, como instrumento para una gran obra, «a pesar de su muy insuficiente e inútilísima sierva».

Evangelio: Juan 1 7 , l l b - 2 3 En aquel tiempo, elevó Jesús los ojos al cielo y oró diciendo: " Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno.

Santa Ángela de Mérici

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Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo guardaba, en tu nombre, a los que me diste. Los he protegido de tal manera que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse para que se cumpliera lo que dice la Escritura. B Ahora, en cambio, yo me voy a ti. Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría. 14 Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. ,5 No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. 16 Ellos no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. " Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. 18 Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. 19 Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan enteramente a ti, por medio de la verdad. 20 Pero no te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que creerán en mí por medio de su palabra. 21 Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado. 22 Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros. " Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado y que les amas a ellos como me amas a mí. *•• Jesús ora, en la plegaria sacerdotal, por aquellos discípulos que h a n vivido con él en el m u n d o y que ahora deben quedarse en el m u n d o sin él, porque los ha enviado a este m u n d o . Pide para ellos que la unidad existente entre él y el Padre también les caracterice a ellos. Por ellos se ofrece en sacrificio, a fin de que hagan como él: el criterio fundamental del amor a Dios es el a m o r a los hermanos. También santa Angela, al recomendar a sus «hijas» la caridad y la unidad fraterna, asegura esto: «Si os esforzáis por ser así, no cabe duda de que el Señor Dios estará en medio de vosotras» (Recuerdo último).

27 de enero

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MEDITATIO Actualidad del Evangelio y de las Escrituras; actualidad de santa Ángela, cuyos escritos son la encarnación de la Palabra de Dios en su vida. «Considerad, hermanos, vuestra vocación» (1 Cor 1,26). «Por eso, hermanas mías [...], os ruego y suplico a todas, a fin de que, habiendo sido elegidas para ser verdaderas e intactas esposas del Hijo de Dios, queráis conocer antes qué comporta tal elección» {Regla, Prol). Es u n a elección que tiene su raíz en el servicio de Dios por el Reino, una elección nupcial tan a la escucha del Espíritu del Esposo que Ángela en sus «escritos» sobreabunda en invocaciones a la Palabra de Dios. El poder de esta Palabra, que hace de ella la Esposa del Hijo del Altísimo, la convierte también en madre de una compañía de vírgenes y de cuantos recurran a su ayuda espiritual. La dimensión nupcial y la maternidad de Ángela están destinadas a u n a concreta misión de unidad y comunión entre las «hijas», por las cuales suplica «liasla con sangre» (Recuerdo último), y a una misión de paz y comunión entre los hermanos. «Sur Anzola», peregrina en los Santos Lugares y en su tierra, es sobre todo pelegrina de la Palabra cuando anuncia y cuando recompone la paz en las familias. Fue peregrina de paz también para gente noble, como Francesco Sforza; fue luz especialmente para el clero, que se remite a la sabiduría de Ángela respecto a la Escritura. Hoy, como en tiempos de Ángela, el maligno, que «no duerme nunca» (Legados X), siembra odio y división, egoísmo. Consagrados «en la verdad» que es Él, elegidos en Jesús, muerto y resucitado, queremos, como Ángela, que la última oración de Cristo al Padre se convierta en la realidad de nuestra vida, para que el m u n d o crea que el Padre ha enviado a su Hijo para acogernos, ya en esta tierra, en la infinita alegría de vida de la comunión tri-

Santa Angela de Mérici

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nitaria. Éste es el servicio por el Reino en la Iglesia. Que de cada uno de nosotros los cristianos pueda decirse lo que su secretario Gabriele Cozzano escribió de ella: «Quien no conozca la realidad de las virtudes, de los caminos de la santa Iglesia, así como de su verdadero sentir y de su espíritu, que dirija su mirada al espíritu de la madre sor Ángela y a su comportamiento y se configure con ella. Y será u n verdadero y fiel católico».

ORATIO Señor mío, ilumina las tinieblas de mi corazón y concédeme la gracia de morir antes que ofender hoy mismo a tu divina Majestad. Asegura mis afectos y mis sentidos, de suerte que n o se desvíen ni a la derecha ni a la izquierda, ni me distraigan de tu luminosísimo rostro, que pone contento a cualquier corazón afligido. ¡Ay! Miserable de mí, que, al entrar en el secreto de mi corazón, no me atrevo a levantar los ojos al cielo de vergüenza [...]. Dígnate, oh benignísimo Señor, perdonarme tantas ofensas y todas las faltas que haya cometido desde el día de mi santo bautismo hasta hoy. Dígnate perdonar también, ¡ay de mí!, los pecados de mi padre y de mi madre, y los de mis parientes y amigos, y los de todo el mundo. Te lo pido por tu sacratísima pasión y por tu sangre preciosa derramada por amor nuestro; por tu santo nombre: sea éste bendito sobre la arena del mar, sobre las gotas de las aguas, sobre la multitud de las estrellas. Señor, en lugar de esas miserables criaturas que no te conocen ni se preocupan de participar en los méritos de tu sacratísima pasión, se me rompe el corazón, y voluntariamente daría -si pudiera- yo misma mi sangre para abrir la ceguera de sus mentes (cf. Ángela de Mérici, Regla V).

27 de enero

72 CONTEMPLATIO

La última recomendación que os hago, y con la cual os ruego hasta con la sangre, es que seáis concordes, que estéis todas unidas con un corazón y u n a sola voluntad. Permaneced ligadas u n a con otra con el vínculo de la caridad, apreciándoos, ayudándoos, soportándoos en Jesucristo [...]. Porque Dios lo ha predispuesto ab aeterno así: que aquellos que son concordes en el bien por su honor, tengan toda prosperidad, y lo que hagan vaya a buen fin teniendo a su favor a Dios mismo y todas sus criaturas. Considerad, por tanto, cuan importante es tal unión y concordia, así que deseadla, buscadla. Abrazadla, conservadla con todas las fuerzas. Y yo os digo que, estando todas vosotras unidas así de corazón, seréis como una roca fortísima o u n a torre inexpugnable contra todas las adversidades, persecuciones y engaños diabólicos. Y os doy aún la certeza de que toda gracia que pidáis a Dios os será concedida infaliblemente. Y estaré siempre en medio de vosotros, ayudando a vuestras oraciones (Ángela de Mérici, Recuerdo último). ACTIO Durante la jornada de hoy, medita con frecuencia la enseñanza de santa Ángela: «Señor mío, única vida y esperanza mía» (Regla V). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Aquí está el núcleo del mensaje de Angela de Mérici: Cristo la ha prevenido con una iniciativa de amor: él es el «amador». Angela le llamará así tres veces en sus escritos. Nota específica de l a espiritualidad de Angela será la contemplación de este misterio de Cristo esposo en la tensión amorosa del ser y del obrar tendente hacia él.

Santa Ángela de Mertct

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Hacer presente en la Iglesia este misterio del Cristo-esposo y dar testimonio de él en eímundo, con la vida y con la palabra, será el carisma entregado a las herederas de Angela de Mérici a fin de que lo continúen a lo largo de los siglos. Aquí dejamos la palabra al padre Valentino Macea, teólogo de,Brescia: «En el clima de renovación de la Iglesia de su tiempo, Angela vivió en sí misma, de una manera excepcional, el misterio de la Iglesia "esposa". Esto es lo que constituye el eje de su pensamiento y de su acción, es la nota más vigorosa de su experiencia, de su espiritualidad, de su maternidad de fundadora. Esto es, al menos, lo que resulta de cuanto con mayor seguridad nos revelan la Regla, los Recuerdos y los Legados, auténtico espejo de su alma y revelación de su modo de "sentir" a Cristo, de "acoger" a Cristo, de "responder" a Cristo, a "nuestro dulce y benigno esposo Jesús" {Regla XII)». La espiritualidad «nupcial», en la línea de la vocación virginal, parte de la convicción teológica de una iniciativa del «Amador» (Recuerdos 9; Legados 11) en el «elegir» y «llamar» «a ser verdaderas e intactas esposas» del Señor (Regla I, Proi). Se trata de una magna gracia y dignidad (cf. /ib/a.), que pide la correspondencia del amor. Las exigencias de la Regla, en un clima de animosa y alegre ascesis, se proyectan hacia una mística que, abandonando a la virgen a la acción del Espíritu, quiere ayudarle a «agradar lo más posible a Jesucristo esposo» (Legados 4). Así es como él se convierte en el todo de la esposa, según un texto notable de la Regla (cf. XI). Puesto que sólo de este modo se vuelve «Cristo [para la virgen] el único tesoro, de modo que él sea también el Amor» (cf. Recuerdos 5). Sólo así, en la óptica de Angela, vive la virgen la plena fidelidad nupcial y «nace honor a Jesucristo, al que ha prometido su virginidad y a sí misma» (cf. Recuerdos 5). Se trata de la fidelidad del amor unitivo, con el que la virgen, como la Iglesia y con la Iglesia, es «santa, sin mancha o arruga o cosa semejante», y tiende de manera perenne al coloquio-comunión, cuyo eco es transmitido por las últimas palabras de la revelación, con el diálogo entre el Espíritu de Jesús y la Esposa: «Ven» (L. Mariani - E. Tarolli - M. Seynaéve, Angela Mérici. Contributo per una biografía, Milán 1986, pp. 233ss).

Santo Tomás de Aquino 28 de enero

Nació en el seno de la noble familia de Aquino en torno a 1225 y pasó los primeros años de su formación religiosa ¡unto a los benedictinos de Montecassino. Siendo estudiante en la Universidad de Ñapóles, entró en contacto con los dominicos, que acababan de ser fundados hacía pocos años. Fascinado por el estilo de éstos en Ñapóles, quiso abrazar este tipo de vida, pero tuvo que hacer frente a resistencias familiares. En Colonia (Alemania) fue alumno predilecto de san Alberto Magno (1248-1252). Cuando apenas contaba treinta años se le concedió el grado de maestro en Teología por la Universidad de París. Su actividad de profesor, predicador, consultor de obispos y papas y defensor de la fe fue enorme. Escribió muchas obras comentando la Sagrada Escritura, obras de teología -las más famosas son la Summa teológica y la Summa contra gentiles- y obras comentando los principales escritos de Aristóteles y de otros grandes estudiosos del pensamiento filosófico. Estas obras, maravillosa síntesis de armonía entre las conquistas más arduas del pensamiento humano y de la traducción genuino de la fe católica, continúan orientando todavía hoy eí estudio de la teología. Murió el 7 de marzo de 1274 en la abadía de Fossanova mientras iba de viaje para el Concilio de Lyon, en el que iba a tomar parte ¡unto con san Buenaventura, de quien era muy amigo. Fue canonizado el 18 de julio de 1323 por Juan XXII. San Pío V lo proclamó «doctor de la Iglesia» en 1567, y León XIII, patrono de las escuelas católicas en 1879.

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LECTIO

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duría de Dios, la misma que, cuando es acogida con una mente y con un corazón dóciles por parte del hombre, capacita para acercarse al Padre con plena confianza, mediante la fe.

Primera lectura: Efesios 3,8-12 Hermanos: 8 A mí, el más insignificante de todos los creyentes, se me ha concedido este don de anunciar a las naciones la insondable riqueza de Cristo 9 y de mostrar a todos cómo se cumple este misterioso plan, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todas las cosas. 10 De esta manera, los principados y potestades que habitan en el cielo tienen ahora conocimiento, por medio de la Iglesia, de la múltiple sabiduría de Dios, " contenida en el plan que desde la eternidad proyectó realizar en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 Mediante la fe en él y gracias a él, nos atrevemos a acercarnos a Dios con plena confianza.

*•*• El comentario más elocuente de la Palabra de Dios es la vida de los santos que en ella se inspiran. Con su ejemplo la hacen elocuente y nos sirven de apoyo a la hora de vencer las resistencias que a menudo trae consigo el configurar con ella nuestra propia vida. El Señor, el Creador del universo, lo hace todo «con sabiduría y amor», pero nosotros - a u n q u e sostenidos por la gracia- quisiéramos encontrar una legitimación que nos exima de pensar y de anunciar sus obras, con el pretexto de que son demasiado grandes para nosotros o bien de que somos demasiado pequeños para una vocación y una misión lan sublimes. Los santos, con la simplicidad de su vida, atestiguan a qué alturas lleva la gracia de Dios a las mentes y los corazones de las personas que se confían con humildad y sinceridad a él, quedando transformada su existencia por su entrega al Misterio. Este designio salvífico, revelado en Cristo, es manifestado ahora por medio de la Iglesia, madre y maestra de la Verdad. A través de ella irradia el Espíritu las bellezas de la multiforme sabi-

Evangelio: Juan 17,1 Ib-19 En aquel tiempo, elevó Jesús los ojos al cielo y oró diciendo: " Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno. 12 Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo guardaba, en tu nombre, a los que me diste. Los he protegido de tal manera que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse para que se cumpliera lo que dice la Escritura. " Ahora, en cambio, yo me voy a ti. Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría. 14 Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. ^ No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. '6 Ellos no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. " Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. 18 Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. 19 Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan enteramente a ti, por medio de la verdad.

**• La misión de dejarse configurar y consagrar en Cristo está potenciada y sostenida por la misma oración de Jesús. Las peticiones que él, en actitud orante, dirige al Padre por aquellos que han vivido con él revelan los vínculos profundos que quiere establecer con ellos y la plenitud de comunión en la que desea unirlos y vivificarlos. Su solicitud respecto a los discípulos, durante el tiempo de su presencia entre nosotros y ahora que se encuentra junto al Padre, está destinada por completo a consolidar los vínculos de comunión que unen al Padre con él y en los cuales quiere introducirlos.

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Jesús quiere que sus discípulos sean custodiados en el nombre santo del Padre, el nombre que él mismo ha revelado y en el que los ha conservado. Tras ser enviado por el Padre, nos ha dado su Palabra - a saber, él m i s m o y se ha convertido en fuente de aquella alegría que es la única que permite no sucumbir en las pruebas, no convertirse en víctimas del rechazo que el mundo le reserva a Jesús, a su palabra, a sus discípulos. Este compartir el rechazo es reflejo y expresión que hace resaltar el compartir que subsiste entre el Padre, Jesús, los discípulos. Jesús pide que este vínculo, con el que él y el Padre están unidos, sea duradero, creciente e intenso también en nuestra relación con él, que se convierta en fuerza de defensa que nos haga invulnerables al maligno que acecha en el camino, la presencia en el mundo de aquellos que han sido consagrados en la Verdad. El vínculo con el que él y el Padre son uno se extiende, en virtud de su misión, a los discípulos y es en ellos fuente de la misión que les ha sido confiada. Cuando le son fieles, los protege y los hace crecer en la alegría que acompaña al gusto de la Verdad de la Palabra que fundamenta la comunión con Jesús y, en él, con el Padre por el Espíritu. La luz de la mente y la paz del corazón alimentan el fervor en el anuncio que invita a vivir en la consagración y a irradiar su belleza.

MEDITATIO La Palabra escuchada ilumina con una luz cálida y transparente la misión que, en virtud del bautismo, consagra a todo cristiano a la Verdad persona que es Jesús y a la misión que él perpetúa en su Iglesia, misionera de paz y de unidad en el mundo. La vida cristiana es fruto de la participación en el amor que une a Jesús y al Padre, que tiende a hacer crecer injertados en él y a hacer brotar de él pensamientos, palabras y obras a fin de

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que cada persona se reconozca sumergida en la misma misericordia y quiera ser asociada a la comunión entre las Personas divinas, fuente y vértice de toda iniciativa sacramental y de todo compromiso apostólico. La consagración a la Verdad, o sea, a Jesús, Verdad del Padre, es la expresión más sublime de la dignidad h u m a n a y cristiana. Las personas humanas, que no han sido hechas para vivir una vida bruta, sino «para seguir la virtud y el conocimiento» (Dante), entran en Cristo en los horizontes en los que esta vocación-misión se sitúa y se expande: cultivar nuestra inteligencia y querer estar disponibles para la Verdad, sustraernos a toda mentira y doblez, liberar nuestra mente y nuestro corazón para que la Palabra de la Verdad no se contamine y no deba morar con el error. La virtud en la inteligencia es preparación y nostalgia de ver a Dios, es fuerza de consentimiento a la oración de Jesús al Padre, compromiso de no hacer vano el anuncio del «.misterio escondido desde el principio de los siglos», nuestra unión con Cristo, que ha resucitado como primicia de todos aquellos que en él viven, esperan y obran. Querer entender la Verdad, ser habitados por ella, liberados y libres por ella, ser ministros dóciles de la luz que ella es y que de ella irradia, no es ni un hobby ni una pretensión soberbia; es docilidad humilde, sencilla, perseverante, orante y amorosa ante el designio del Padre, que, en su Espíritu, capacita para conocerle, reconocerle y amarle en esta vida, para ser inundados de la plenitud de su luz en la gloria.

ORATIO ¡Oh, Santísimo Jesús, que aquí sois verdaderamente Dios escondido, concededme desear ardientemente, buscar prudentemente, conocer verdaderamente y cumplir perfectamente en alabanza y gloria de vuestro nombre todo lo que os agrada.

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Ordenad, ¡oh Dios mío!, el estado de mi vida; Concededme que conozca lo que de mí queréis y que lo cumpla como es menester y conviene a mi alma. Concededme, oh Señor Dios mío, que no desfallezca entre las prosperidades y adversidades, para que ni en aquéllas me ensalce, ni en éstas me abata. De ninguna cosa tenga gozo ni pena, sino de lo que lleva a vos o aparta de vos. A nadie desee agradar o tema desagradar, sino a vos. Séanme viles, Señor, todas las cosas transitorias y preciosas todas las eternas. Disgústeme, Señor, todo gozo sin vos, y no ambicione cosa ninguna fuera de vos. Séame deleitoso, Señor, cualquier trabajo por vos y enojoso el descanso sin vos. Concededme, oh Dios mío, levantar a vos mi corazón frecuente y fervorosamente, hacerlo todo con amor, tener por muerto lo que no pertenece a vuestro servicio, hacer mis obras no por rutina, sino refiriéndolas a vos con devoción. Hacedme, oh Jesús, amor mío y mi vida, obediente sin contradicción, pobre sin rebajamiento, casto sin corrupción, paciente sin disipación, maduro sin pesadumbre, diligente sin inconstancia, temeroso de vos sin desesperación, veraz sin doblez; haced que practique el bien sin presunción, que corrija al prójimo sin soberbia, que le edifique con palabras y obras sin fingimientos. Dadme, oh Señor Dios mío, un corazón vigilante que por ningún pensamiento curioso se aparte de vos; dadme un corazón noble que por ninguna intención siniestra se desvíe; dadme un corazón firme que por ninguna tribulación se quebrante; dadme un corazón libre al que ninguna pasión violenta le domine. Otorgadme, oh Señor Dios mío, entendimiento que os conozca, diligencia que os busque, sabiduría que os halle, comportamiento que os agrade, perseverancia

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que confiadamente os espere, y esperanza que, finalmente, os abrace. Concededme que me aflija con vuestras penas aquí por la penitencia, que en el camino de mi vida use de vuestros beneficios por la gracia y que en la patria goce de vuestras alegrías por la gloria. Señor, que vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén. {Oración al Santísimo Sacramento de santo Tomas de Aquino).

CONTEMPLATIO Es claro que no todos pueden dedicarse a la ciencia con esfuerzo, y por eso Cristo ha dado u n a ley sencilla que todos puedan conocer y nadie pueda excusarse por ignorancia de su cumplimiento. Ésta es la ley del amor divino: porque pronta y perfectamente cumplirá el Señor su palabra sobre la tierra (Rom 9,28; Is 10,23). Esta ley debe ser la regla de todos los actos humanos. Del mismo modo que sucede en las cosas artificiales, donde una cosa se dice buena y recta cuando se adecúa a la regla, de la misma manera, pues, cualquier acción del hombre se llama recta y virtuosa cuando concuerda con la regla divina del amor, mientras que cuando está en desacuerdo con ella no es ni recta, ni buena, ni perfecta. Esta ley, la del amor divino, realiza en el hombre cuatro cosas muy deseables. En primer lugar, es causa en él de la vida espiritual; es claro que ya en el orden natural el que ama está en el amado, y, del mismo modo, también el que ama a Dios lo tiene al mismo dentro de sí: Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4,16). Es pro-

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pió también naturalmente en el a m o r que el que a m a se transforme en el amado; así, si a m a m o s a Dios nos hacemos divinos: El que se une al Señor es un espíritu con él (1 Cor 6,15). Y como afirma san Agustín, «como el alma es la vida del cuerpo, así Dios es la vida del alma». Paralelamente, el alma obrará virtuosamente y perfectamente sólo cuando actúe por la caridad, mediante la cual Dios habita en ella; en cambio, sin caridad, no podrá actuar: El que no ama permanece en la muerte (1 Jn 3,14). Si alguien tuviera todos los dones del Espíritu Santo, pero no la caridad, no tiene la vida. Sea el don de lenguas, sea la gracia de la fe o cualquier otro, como el don de profecía, si no hay caridad, no dan la vida (1 Cor 3). Aunque al cuerpo muerto se lo revista de oro y piedras preciosas, no obstante siempre estará muerto. En segundo lugar, es causa del cumplimiento de los mandamientos divinos. Dice san Gregorio que la caridad no es ociosa: si se da, actuará cosas grandes, pero si no se actúa es que no hay allí caridad. Comprobamos cómo el que ama es capaz de hacer cosas grandes y difíciles por el amado, por ello dice el Señor: El que me ama guardará mi palabra (Jn 4,23). El que guarda el mandamiento y ley del amor divino cumple toda la ley. Lo que hace la caridad en tercer lugar es ser una defensa en la adversidad. Al que posee la caridad ninguna cosa adversa le dañará; es más, se convertirá en utilidad: A los que aman a Dios todo les sirve para el bien (Rom 8,28); aún más, incluso al que ama le parecen suaves las cosas adversas y difíciles, como entre nosotros mismos vemos tan manifiestamente. En cuarto lugar, la caridad lleva a la felicidad; únicamente a los que tienen caridad se les promete efectivamente la bienaventuranza. Todas las demás cosas, si no van acompañadas de la caridad, son insuficientes. Además, es de saber que la diferencia de bienaventuranza

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se deberá únicamente a la diferencia de caridad y no en comparación con otras virtudes («De los opúsculos leológicos de santo Tomás de Aquino, presbítero [In dúo praecenta...», Ed. J. P. Torrel, en Revue des Se. Phil. el Théol. 69, 1985, pp. 26-29]). ACTIO Durante la jornada de hoy, repite con frecuencia y ora con santo Tomás: «Sagrado banquete en el que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la vida futura».

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Puesto que me preguntaste, Juan carísimo en Cristo, de qué modo debes aplicarte para adquirir el tesoro de la ciencia, éste es el consejo que te doy: l e que por los riachuelos y no de golpe al mar procures introducirte, ya que conviene ir a las cosas difíciles a través de las más fáciles; 2 e por tanto, este es mi consejo y tu instrucción. Sé tardo para hablar e incorpórate tarde a los coloquios; 3° depura tu conciencia; 4 2 no abandones el tiempo dedicado a orar; 5 S ama permanecer en tu celda, si quieres ser introducido donde está el vino añejo; 6 S muéstrate amable con todos; 7° no pretendas conocer con todo detalle las acciones de los demás; 8q con nadie te muestres muy familiar, porque las familiaridades originan desprecios y suministran materia para sustraerse al estudio;

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9 a en lo que dicen o hacen los mundanos no te impliques de ninguna manera;

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10 a apártate del discurso que pretende explicarlo todo; 1 I a no dejes de imitar los ejemplos de los santos y hombres buenos;

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12 e encomienda a la memoria lo que se diga de bueno, sin importarte a quién oigas; 13 e esfuérzate en entender lo que leas y oigas; 14 a cerciórate acerca de los asuntos dudosos; 15 e y preocúpate de guardar cuanto puedas en el cofre de la mente, como quien ansia llenar un recipiente; 16 a no pretendas lo que es más alto que tú. Siguiendo esas indicaciones, echarás ramas y darás frutos útiles en la viña del Señor Altísimo mientras vivas. Si sigues estos consejos, podrás alcanzar aquello a lo que aspiras (santo Tomás de Aquino, Consejos para estudiar bien y plantear rectamente la vida).

Nació en Castelnuovo d'Asti en el año 1815, en el seno de una familia pobre. Dio muestras de poseer grandes dotes. Fue educado por su madre en la fe y en la práctica de las virtudes cristianas. A los nueve años intuyó por un sueño que debería dedicarse a la educación de la juventud. Siendo todavía un muchacho, fundó entre sus compañeros la «Sociedad de la alegría» para hacer la guerra al pecado. Ordenado sacerdote en 1 8 4 1 , escogió como programa de vida: Da mihi animas, cetera tolle (Gn 14,21) y dio origen al oratorio bajo la protección de san Francisco de Sales. Su estilo educativo y pastoral se basaba en el sistema preventivo y en la educación en la fe. Fundó la «Sociedad de san Francisco de Sales» (salesianos) y, con santa Maria Domenica Mazzarello, el «Instituto de las Hijas de María Auxiliadora». Creó también con laicos los cooperadores salesianos. El «padre y maestro de la juventud» murió en Turín el 31 de enero de 1888.

LECTIO

Primera lectura: Filipenses 4,4-9 Hermanos: 4 Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. 5 Que todo el mundo os conozca por vuestra bondad. El Señor está cerca. 6 Que nada os angustie; al

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contrario, en cualquier situación presentad vuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. 7 Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús. 8 Por último, hermanos, tomad en consideración todo lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de limpio, de amable, de laudable, de virtuoso y de encomiable. 9 Practicad asimismo lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y vislo en mí. Y el Dios de la paz estará con vosotros.

*» La invitación a la alegría, así como el mandato de que no lengan miedo -«Estad siempre alegres en el Señor» (v. 4) y de que «que nada os angustie» (v. 6)- tienen su fundamento, para el apóstol, en el hecho de que «el Señor está cerca» (v. 5). El término «Señor» se refiere aquí no sólo a Dios, sino a Jesús, porque en él se acerca Dios a la humanidad. Pablo muestra, en efecto, que la esperanza del cristiano es diferente de la esperanza de quien tercamente se obstina en ser optimista. La esperanza del cristiano no se fundamenta en un sentimiento de voluntad personal, en una disposición interior al optimismo, sino en la persona de Jesús, que es garantía de lo que esperamos para el futuro. Tres palabras expresan aquí el aspecto personal y comunitario de la esperanza: alegría, confianza y paz. La alegría deriva del hecho de vivir en comunión con Jesús y con los otros. El que afirma esto no es un vividor, sino un apóstol que sufre, encadenado, que pide repetidamente a los filipenses que se alegren, en la confianza: «en cualquier situación presentad vuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias» (v. 6). Abandonarse a Dios no es algo indigno del hombre, no es u n refugio en un m u n d o irreal, sino que forma parte de la verdadera sabiduría, porque «el Señor guarda los pasos de sus fieles» (1 Sm 2,9). La paz es el resultado de todo lo que precede. Como se ve a partir de las escasas palabras de Pablo, la paz no es ausencia de preocupaciones,

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sino fruto del poder de Dios, que custodia el corazón y los pensamientos de los creyentes en Cristo Jesús (v. 7), cosa muy diferente al simple «no tener pensamientos». La paz verdadera no es superficial, sino que toma al hombre allí donde éste decide por sí mismo, en la mente y en el corazón, porque de este modo sus acciones y relaciones serán también acciones y relaciones de paz.

Evangelio: Mateo 18,1-6.10 En aquel tiempo, ' se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: -¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos? 2 El llamó a un niño, lo puso en medio de ellos 3 y dijo: -Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. 4 El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. 5 El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge. 6 Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al fondo del mar. 10 Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial.

** El fragmento, que tiene como tema el «hacerse pequeño», está ligado al segundo anuncio de la pasión (cf. Mt 17,22ss). La enseñanza de Jesús a sus discípulos se refiere a una actitud fundamental de la existencia cristiana. En ella se subraya la necesidad de superar tanto la autosuficiencia de los grandes como el orgullo de grupo. Las palabras de Jesús van dirigidas ciertamente a la vida interna de la comunidad de los discípulos: «El mayor en el Reino de los Cielos» es el más pequeño (v. 4). Parece natural que, según la mentalidad mundana, los jefes de la comunidad civil sean los que sidistinguen por sus dotes y capacidades humanas o por

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su sentido de la responsabilidad a la hora de administrar los servicios comunitarios. Por otra parte, también es natural que el h o m b r e sienta deseos de sobresalir. De ahí que también los apóstoles se dejen llevar por discusiones interesadas sobre los puestos que van a ocupar y sobre quién de ellos es el más importante (v. 1). El Señor toma, entonces, a un niño y lo pone a su lado, en el centro, y responde con unas palabras precisas: «El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos» (v. 4). Sólo el pequeño es «grande», porque es inocente, sencillo y carece de pretensiones. El niño, en efecto, tiene necesidad de los otros, no tiene libertad de acción, se confía al que es mayor que él, consciente de su fragilidad y de su pobreza. El niño, para Jesús, es símbolo del verdadero discípulo, porque quien se hace pequeño está disponible, deja más espacio en él a la obra y a la acción del Espíritu. Se hace grande por la fe en el Señor y encuentra la fuerza en su nombre. El niño es también la imagen de Jesús, que se abandona con u n a total confianza y obediencia en manos del Padre; por eso dice aún: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre a mime acoge» (v. 5).

MEDITATIO La sociedad en la que vivimos ha creado barreras entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre el norte y el sur del mundo, entre grandes y pequeños. ¿Cómo hacer para romper esta barrera de la desconfianza? Considerando a cada hombre hermano nuestro, creando una familiaridad con él. Este principio es igualmente válido con los jóvenes. Decía don Bosco: «Sin familiaridad no se demuestra el amor, y sin esta demostración no puede haber confianza. Quien quiera ser amado necesita hacer ver que ama.

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Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras flaquezas. ¡He aquí el maestro de la familiaridad! El maestro al que se ve sólo en la cátedra es maestro, y no más, pero si va al recreo con los jóvenes se vuelve como hermano [...]. Quien sabe que es amado, ama, y quien es amado lo obtiene todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece una corriente eléctrica entre los jóvenes y los superiores. Los corazones se abren y dan a conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace soportar a los superiores las fatigas, las molestias, las ingratitudes, los estorbos, las carencias, la negligencias de los jovencitos. Jesucristo no rompió la caña quebrada ni apagó el pábilo vacilante. Éste es vuestro modelo» (de la Carta de Roma, 1884).

ORATIO Oh María, Virgen poderosa; tú, magna e ilustre defensa de la Iglesia; tú, ayuda admirable de los cristianos; tú, terrible como ejército en orden de batalla; tú, que has destruido por ti sola todos los errores del mundo, defiéndenos del enemigo en las angustias, en las luchas, en las necesidades, y, en la hora de la muerte, acógenos en los goces eternos. Amén. (Invocación de san Juan Bosco a María Auxiliadora).

CONTEMPLATIO Dos son los engaños principales con los que el demonio intenta alejar a los jóvenes de la virtud. El primero es hacerles pensar que servir al Señor consiste en una

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vida melancólica y alejada de toda diversión y placer. No es así, queridos jóvenes. Deseo enseñaros un método de vida cristiana que puede poneros al mismo tiempo alegres y contentos, señalándoos cuáles son las verdaderas diversiones y los verdaderos placeres, a fin de que podáis decir con el santo profeta David: «Sirvamos al Señor con santa alegría (Servite Domino in laetitia). Ése es precisamente el objetivo de este librito, servir al Señor y estar alegres. El otro engaño es la esperanza de vivir una larga vida con la comodidad de convertirse en la vejez o en la hora de la muerte. Llevad cuidado, hijos míos, pues muchos fueron engañados de este modo. ¿Quién nos asegura que llegaremos a viejos? Sería preciso llegar a pactos con la muerte para que nos espere hasta ese tiempo: ahora bien, la vida y la muerte están en manos del Señor, que puede disponer de ellas como le plazca. Y si Dios os concediera larga vida, oíd la gran advertencia que os da: el camino que el hombre empieza en la juventud, continúa en la vejez hasta la muerte. Y eso significa: que si empezamos u n a buena vida ahora que somos jóvenes, buenos seremos en los años de la vejez, buena será nuestra muerte y principio de una felicidad eterna [...]. Queridos míos, os amo de todo corazón, y basta con que seáis jóvenes para que os ame más. Puedo aseguraros que podéis encontrar muchos libros aconsejados por personas mucho más virtuosas y más doctas que yo, pero difícilmente podréis encontrar a alguien que os ame más que yo en Jesucristo y desee más vuestra felicidad. Así pues, que el Señor esté siempre con vosotros y haga que, practicando estas pocas sugerencias, podáis llegar a salvar vuestras almas y aumentar así la gloria de Dios (Juan Bosco, «Prologo al Giovane Proweduto», en J. Aubry [ed.], Giovanni Bosco. Scritti spirituali / 1, Roma 1976, pp. 111-113).

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Durante la jornada de hoy, repite con frecuencia y ora con san Juan Bosco: «Dame las almas y coge todo lo demás» (Gn 14,21). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL La Iglesia ama intensamente a los jóvenes: siempre, pero sobre todo en este período del 2 0 0 0 , se siente invitada por su Señor a mirarlos con especial amor y esperanza, considerando su educación como una de sus principales responsabilidades pastorales [...]. La situación juvenil en el mundo de hoy - a un siglo de la muerte del santo, a quien mi predecesor Pío XI no dudó en definir como educator princeps- ha cambiado mucho y presenta condiciones y aspectos multiformes, como bien saben los educadores y pastores. Sin embargo, también hoy subsisten las mismas preguntas sobre las que ef sacerdote Juan Bosco meditaba desde el comienzo de su ministerio, deseoso de comprender y determinado a obrar. ¿Quiénes son los jóvenes? ¿Qué quieren? ¿A qué tienden? ¿De qué tienen necesidad? Éstas, tanto entonces como hoy, son preguntas difíciles, aunque inevitables, a las que todo educador debe hacer frente. No faltan hoy entre los jóvenes de todo el mundo grupos genuinamente sensibles a los valores del Espíritu, deseosos de ayuda y apoyo en la maduración de su personalidad. Por otra parte, es evidente que la juventud está sometida a impulsos y condicionamientos negativos, fruto de visiones ideológicas diferentes. El educador atento sabrá darse cuenta de la concreta condición juvenil e intervenir con segura competencia y clarividente sabiduría [...]. Tal vez, hoy como nunca educar se ha convertido en un imperativo vital y social al mismo tiempo, que implica una toma de posición y una voluntad decidida de formar personalidades maduras. Tal vez, hoy como nunca el mundo necesita individuos, familias y comunidades que hagan de la educación su propia razón de ser y se dediquen a ella como finalidad prioritaria, a la que entreguen sin reservas sus energías, buscando colaboración y ayuda, a fin de experimentar y reno-

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var con creatividad y sentido de la responsabilidad nuevos procesos educativos. Ser educadores hoy comporta una verdadera y propia opción de vida, a la que es una obligación dar reconocimiento y ayuda por parte de cuantos tienen autoridad en las comunidades eclesiales y civiles (Juan Pablo II, carta Juvenum Patris, passim).

Presentación del Señor 2 de febrero

Esta celebración, a la que sería más propio llamar «fiesta del encuentro» (del griego Hypapánte), se desarrollaba ya en Jerusalén en el siglo IV. Con Justiniano, en el año 5 3 4 , se volvió obligatoria en Constantinopla, y con el papa Sergio I, de origen oriental, también en Occidente, con una procesión a la basílica de Santa María la Mayor que se celebraba en Roma. La bendición de las candelas (de donde proviene la denominación de «candelaria») se remonta al siglo X.

LECTIO

Primera lectura: Malaquías 3,1-4 Así dice el Señor: ' Mirad, yo envío mi mensajero a preparar el camino delante de mí, y de pronto vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis; el ángel de la alianza, a quien tanto deseáis; he aquí que ya viene, dice el Señor todopoderoso. 2 ¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién se mantendrá en pie en su presencia? Será como fuego de fundidor y como lejía de lavandera. 3 Se pondrá a fundir y a refinar la plata. Reñnará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata, para que presenten al Señor ofrendas legítimas. 4 Entonces agradarán al Señor las ofrendas de Judá y de Jerusalén, como en los tiempos pasados, como en los años remotos.

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**• Dos son los mensajeros presentados por el profeta, y el uno introduce al otro: el que prepara el camino al Señor que viene y el de la alianza, el Esperado. Ángel significa «mensajero» en griego: es interesante que la traducción se refiera al primero como mensajero y reserve el término «ángel», atribuido por lo general a u n a criatura celeste, al segundo. Con ello se pretende ayudar a distinguir entre el que es sólo precursor y el Mesías suspirado, de origen divino. A través de la sombra elocuente de la figura se pretende señalar, en perspectiva, al Bautista y a Cristo. Uno realizará la tarea del Redentor, el otro la de su Precursor. Uno entrará en el templo, el otro sólo le preparará el acceso. Y Aquel que entrará en el templo santificará en sí mismo los ministros y el culto mediante la ofrenda pura de la nueva alianza.

Segunda lectura: Hebreos 2,14-18 14 Y, puesto que los hijos tenían en común la carne y la sangre, también Jesús las compartió, para poder destruir con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo, 15 y librar a aquellos a quienes el temor a la muerte tenía esclavizados de por vida. I6 Porque, ciertamente, no venía en auxilio de los ángeles, sino en auxilio de la raza de Abrahán. " Por eso tenía que hacerse en todo semejante a sus hermanos, para ser ante Dios sumo sacerdote misericordioso y digno de crédito, capaz de obtener el perdón de los pecados del pueblo. ,8 Precisamente porque él mismo fue sometido al sufrimiento y a la prueba, puede socorrer ahora a los que están bajo la prueba.

*» «Carne» y «sangre» fueron reducidos por el enemigo al poder de la «muerte». Carne y sangre vienen de Cristo, Dios hecho hombre, divinizados y liberados de tal esclavitud. La raza de Abrahán queda así restituida a la vida. Y no sólo eso, sino que, como alianza perenne del misterio de la fe, misterio de la redención y misterio de la resurrección de la carne para la vida eterna, he

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aquí que el divino Hijo unigénito se presenta no sólo como el primero entre muchos hermanos, sino que se hizo para ellos también sumo sacerdote, mediador en su ser humano-divino de la fidelidad de Dios, Padre de la vida. El sumo sacerdote es definido, en efecto, como «misericordioso», porque viene y lo hace «por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación».

Evangelio: Lucas 2,22-40 22 Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita por la Ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, " como prescribe la Ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor. 24 Ofrecieron también en sacrificio, como dice la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones. 25 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él 26 y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el Señor.27 Vino, pues, al templo, movido por el Espíritu y, cuando sus padres entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley,2S Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: 29 Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar que tu siervo muera en paz. 30 Mis ojos han visto a tu Salvador, 31 a quien has presentado ante todos los pueblos, 32 como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel. 33 Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que se decían de él. 34 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: -Mira, este niño va a ser motivo de que muchos caigan o se levanten en Israel. Será signo de contradicción, 35 y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las intenciones de todos. 36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, que era ya muy anciana. Había estado casada siete años, siendo aún muy joven; " después había permane-

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cido viuda hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, dando culto al Señor día y noche con ayunos y oraciones. ,8 Se presentó en aquel momento y se puso a dar gloria a Dios y a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén. " Cuando cumplieron todas las cosas prescritas por la Ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía; estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.

**• Se presenta en el texto u n a secuencia interesante con el verbo «ver»: ver la muerte, ver al Mesías, ver la salvación. El anciano Simeón, iluminado por el Espíritu Santo, se convierte en testigo de que «todas las cosas se cumplieron» según la ley, para que surja el Evangelio. Un Niño «signo de contradicción», u n a Madre llam a d a a u n a maternidad mesiánica de dolor junto a su redentor, y u n anciano temeroso de Dios son los protagonistas del resumen de todo el Evangelio. Antigua y nueva alianza, Navidad y Pascua: aquí se encuentran en figura todos los misterios de la salvación, aquí se recapitula la historia, se le da cumplimiento en el tiempo, respondiendo a la colaboración y a la expectativa de los justos de todos los tiempos: José y Ana.

MEDITATIO Podemos considerar la fiesta que hoy celebramos como u n puente entre la Navidad y la Pascua. La Madre de Dios constituye el vínculo de unión entre dos acontecimientos de la salvación, tanto por las palabras de Simeón como por el gesto de ofrenda del Hijo, símbolo y profecía de su sacerdocio de a m o r y de dolor en el Gólgota. Esta fiesta mantiene en Oriente la riqueza bíblica del título «encuentro»: encuentro «histórico» entre el Niño divino y el anciano Simeón, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la profecía y la realidad y, en

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la primera presentación oficial, entre Dios y su pueblo. En u n sentido simbólico y en una dimensión escatológica, «encuentro» significa asimismo el abrazo de Dios con la humanidad redimida y la Iglesia (Ana y Simeón) o la Jerusalén celestial (el templo). En efecto, el templo y la Jerusalén antigua ya han pasado cuando el Rey divino entra en su casa llevado por María, verdadera puerta del cielo que introduce a Aquel que es el cielo, en el tiempo nuevo y espiritual de la humanidad redimida. A través de ella es como Simeón, experto y temeroso testigo de las divinas promesas y de las expectativas humanas, saluda en aquel Recién nacido la salvación de todos los pueblos y tiene entre sus brazos la «luz para iluminar a las naciones» y la «gloria de tu pueblo, Israel».

ORATIO ¿Por qué, oh Virgen, miras a este Niño? Este Niño, con el secreto poder de su divinidad, ha extendido el cielo como una piel y ha mantenido suspendida la tierra sobre la nada; ha creado el agua a fin de que hiciera de soporte al mundo. Este Niño, oh Virgen purísima, rige al sol, gobierna a la luna, es el tesorero de los vientos y tiene poder y dominio, oh Virgen, sobre todas las cosas. Pero tú, oh Virgen, que oyes hablar del poder de este Niño, no esperes la realización de una alegría terrena, sino una alegría espiritual (Timoteo de Jerusalén, siglo VI).

CONTEMPLATIO Añadimos también el esplendor de los cirios, bien para mostrar el divino esplendor de Aquel que viene, por el que resplandecen todas las cosas y, expulsadas las horrendas tinieblas, quedan iluminadas de manera abundante por la luz eterna; bien para manifestar en

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grado máximo el esplendor del alma, con el que es necesario que nosotros vayamos al encuentro de Cristo. En efecto, del mismo modo que la integérrima Virgen y Madre de Dios llevó encerrada con los pañales a la verdadera luz y la mostró a los que yacían en las tinieblas, así también nosotros, iluminados por el esplendor de estos cirios y teniendo entre las manos la luz que se muestra a todos, apresurémonos a salir al encuentro de Aquel que es la verdadera luz (Sofronio de Jerusalén, f 638). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra del Señor: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL ¿Cómo se comporta Simeón ante la grandiosa perspectiva que ve abrirse para su pueblo, en el despuntar de los nuevos tiempos mesiánicos? Con pocas palabras, nos enseña el desprendimiento, la libertad de espíritu y la pureza de corazón. Nos enseña cómo afrontar con serenidad ese momento delicado de la vida que es la jubilación. Simeón mira su muerte con serenidad. N o le importa tener una parte y un nombre en la incipiente era mesiánica; está contento de que se realice la obra de Dios; con él o sin él, es asunto que carece de importancia. El Nunc dimittis no nos sirve sólo para la hora de nuestra muerte o de nuestra jubilación. Nos incita ahora a vivir y a trabajar con este espíritu, a liberar la casa que construimos, pequeña o grande, de modo que podamos dejarla con la serenidad y la paz de Simeón. A vivir con el espíritu de la pascua: con la cintura ceñida, el bastón en la mano, puestas las sandalias, preparados para abrir al mismo Señor cuando llame a la puerta. Para poder hacer esto, es necesario que también nosotros, como el anciano Simeón, «estrechemos al niño Jesús en nuestros brazos». Con él estrechado contra nuestro corazón, todo es más

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fácil. Simeón mira con tanta serenidad su propia muerte porque sabe que ahora también volverá a encontrar, más allá de la muerte, al mismo Señor y que será un estar todavía con él, de otro modo (R. Cantalamessa, / misten di Cristo nella vita della Chiesa, Milán 1992, pp. 7 5 - 7 8 , passim [edición española: Los misterios de Cristo en la vida de la Iglesia, Edicep, Valencia 1993]).

San Blas 3 de febrero

San Blas fue obispo de Sebaste (Armenia, en la actual Turquía) en los comienzos del siglo IV. Aunque nos deja un tanto perplejos la incertidumbre histórica de lo que tiene que ver con su vida, nos habla de ella la fuerte densidad de la tradición relacionada con él. Su culto, en efecto, es popularísimo, y está ligado sobre todo a la tradicional bendición de la garganta. Se lee en su «pasión» que, mientras le conducían al martirio, salió una mujer entre la muchedumbre de los curiosos para poner a su hijito, que se estaba ahogando a causa de una espina de pescado que se le había clavado en la garganta, a ios pies del obispo Blas. Éste oró poniendo sus manos en la garganta del niño, que, de inmediato, quedó curado. Por otra parte, han florecido otras amenas leyendas en torno a la figura del santo. Este, en efecto, tras haber encontrado refugio en una cueva antes de haber sido hecho prisionero y conducido al martirio, habría curado también la garganta de un león y de otros animales salvajes, expresando así esa benevolencia universal -incluso cósmicaque brilla en el corazón de todo verdadero seguidor de Jesús. San Blas estaría incluido entre los mártires caídos bajo la persecución de Licinio. La fecha de su decapitación, el año 3 1 6 , oscila entre la historia y la leyenda. Estamos al final de la era de los mártires.

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LECTIO

Primera lectura: Sabiduría 3,1-9 1

Las almas do los justos están en las manos de Dios, V ningún tormento los alcanzará. Los insensatos piensan que están muertos, su tránsito les parece una desgracia, 1 y su salida de entre nosotros, un desastre, pero ellos están en paz. 1 Aunque a juicio de los hombres han sufrido un castigo, su esperanza estaba llena de inmortalidad, s y por una leve corrección recibirán grandes bienes. Porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él. 6 Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. 7 En el juicio de Dios aparecerá su resplandor y se propagarán como chispas en un rastrojo. 8 Dominarán sobre naciones, gobernarán pueblos y su Señor reinará sobre ellos para siempre. 9 Los que ponen en él su confianza comprenderán la verdad, y los fieles permanecerán junto a él en el amor, pues la gracia y la misericordia son para sus elegidos.

**• El texto del libro de la Sabiduría es una espléndida exaltación de los justos que, a pesar del ensañamiento de los impíos y de haber sufrido la muerte, en realidad, están a salvo «en las manos de Dios». Si traemos a la memoria otros pasajes bíblicos, se manifiesta toda la fuerza y la ternura de esta expresión: «Señor Dios, no destruyas a tu pueblo, a la heredad que has rescatado con tu poder y que sacaste de Egipto con mano fuerte» (Dt 9,26); «Soy yo; yo soy el primero y el último. Mi mano fundó la tierra, mi diestra extendió el cielo» (Is 48,12-13); «Te he cobijado al amparo de mi mano. Desplegué el cielo, cimenté la tierra» (Is 51,16).

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El autor sagrado puntualiza, a continuación, que la muerte del justo, considerada por los necios como el fin de todo, es, de hecho, la realización de u n «esperanza repleta de inmortalidad» (cf Sal 16,lss; 17,15). El contrapunto, también de gran valor literario, está representado por la brevedad del dolor, que ya está pasando, y por la eternidad de los inmensos bienes que consigue el justo. Esta verdad se hace más profunda y se ilumina ulteriormente en el Nuevo Testamento: «Porque momentáneas y ligeras son las tribulaciones que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e inconmensurable de gloria» (2 Cor 4,17). En efecto, en la economía del cristianismo, aquellos a quienes Dios «probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto» han vivido su martirio en unión con Cristo Jesús, que «se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios» (Ef 5,2). Esta realidad del misterio pascual otorga densidad y una luz todavía más vivida a las estupendas afirmaciones del autor veterotestamentario sobre los justos: que «en el juicio de Dios aparecerá su resplandor y se propagarán como chispas en un rastrojo», serán «Reino de Dios», teniendo poder, a su vez, sobre los pueblos y, sobre todo, ¡oh beatitud y reposo del corazón, «permanecerán junto a él en el amor».

Evangelio: Mateo 10,28-33 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 28 No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden quitar la vida; temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno. 29 ¿No se vende un par de pájaros por muy poco dinero? Y, sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. 30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. 31 No temáis; vosotros valéis más que todos los pájaros.

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Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial, " pero a quien me niegue delante de los hombres yo también lo negaré delante de mi Padre celestial.

*•• Jesús anima a los discípulos tras haberles invitado a ir a evangelizar como «ovejas en medio de lobos» (v. 16). Los convence de que le «sigan» no por recompensas humanas, sino por aquella plenitud de vida que «los que matan el cuerpo» (v. 28) no pueden matar. El fragmento es una joya de espléndida certeza evangélica engastada entre dos mandatos: «No tengáis miedo» (v. 28) y «No temáis» (v. 31). La tranquilidad consoladora procede además de dos imágenes: la de «¿no se vende un par de pájaros por muy poco dinero?» (v. 29) y la de «los cabellos de vuestra cabeza» (v. 30), dos realidades enormemente frágiles y pobres. Así pues, si Dios se ocupa también de estas realidades, ¡cuánto más a pecho se tomará la salvación de toda nuestra persona! A lo único que hemos de temer es al espíritu del mal, que, después de esta breve vida, puede matar -¡pero para siempre!- a todo el hombre en la Gehena, es decir, en el ambiente del antiamor.

MEDITATIO En esta época nuestra en la que se idolatra el cuerpo y se le hace objeto de una excesiva preocupación por su salud o es maltratado en el remolino de una vida superexcitada y de supcrempleo, la clara lección de san Blas traduce, en el orden concreto de los hechos, lo que dicen los dos fragmentos bíblicos. Sustancialmente, el espantajo, exorcizado continuamente de todas las maneras posibles en nuestros días, es la muerte. El mártir, por el contrario, no tiene miedo de esta ineludible «hermana nuestra muerte corporal», precisamente porque tiene en el corazón una «esperanza [...] llena de inmorta-

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lidad» y porque el «no temáis» de Jesús, unido a la persuasión de que «vosotros valéis más que todos los pájaros», les infunde una fuerza y una audacia que no son temerarias, sino serenas. San Blas, que se esconde en una cueva para escapar de las persecuciones, subraya el hecho de que el verdadero cristiano no está por el exhibicionismo heroico de la resistencia al dolor físico. El mártir no es alguien que desprecia el cuerpo y esta vida terrena. Ahora bien, ante a las decisiones en las que se trata de escoger entre Dios, con las alegres pero exigentes propuestas del Evangelio de Cristo, y las seductoras pero equívocas e ilusorias propuestas del que tiene poder para perder a todo el hombre en la Gehena, el mártir (¡testigo!) escoge a Dios. A u n precio elevado, es cierto, pero sólo el alborear ya de u n sol de ilimitada felicidad de amor para siempre, más allá del breve y fugaz padecimiento, puede decirnos cuánto vale la pena.

ORATIO Oh Señor, que nos has dado en el obispo san Blas no sólo un pastor, amigo de los hombres y ayuda benéfica incluso de los animales, sino u n animoso testigo de la fe, ayúdame a vivir a lo largo de este día dando testimonio de tu amor. Hazme fuerte en las pruebas grandes y en las pequeñas, para que las afronte como este mártir, unido a Jesús, en virtud de su misterio pascual. Por la intercesión de san Blas, bendíceme y líbrame de todo mal.

CONTEMPLATIO El Señor ha dicho: «Seréis como corderos en medio de lobos». Respondió Pedro: «¿Y si los lobos devoran a

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los corderos?». Pero Jesús dijo a Pedro: «Los corderos, después de su muerte, ya no tienen nada que temer de los lobos. Tampoco vosotros, pues, debéis temer a los que os maten pero no puedan, a continuación, haceros ningún otro daño. Temed, por el contrario, al que, después de vuestra muerte, tiene poder para echar vuestra alma y vuestro cuerpo a la Gehena del fuego. Sabed también [...] que la promesa de Cristo es grande, tanto como la bienaventuranza del Reino (Evangelio apócrifo de Tomás). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra del Señor: «No temáis; vosotros valéis más que todos los pájaros» (Mt 10,31). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL En las Actas del martirio de san Justino se cuenta que el prefecto Rústico puso a Justino y a sus compañeros ante esta alternativa: hacer sacrificios a los dioses o ser torturados y decapitados. Justino fue el primero en negarse a hacer sacrificios. Lo mismo dijeron todos los demás mártires: «Haz lo que quieras; nosotros somos cristianos y hacemos sacrificios a los ídolos». La condena fue la decapitación «con arreglo a la ley» ( P G ó , 1366-1371). La decisión de los mártires de morir antes que renegar de su fe y de su amor a Cristo es locura a los ojos de los hombres. Así la consideraba un hombre de gran envergadura moral, el emperador Marco Aurelio. Pero también puede hacer reflexionar sobre el valor de la fe, tan grande que a ella se sacrifica la vida. Escribe Blaise Pascal en sus Pensamientos: «Creo sólo en las historias cuyos testigos se dejarían degollar» (n. 593). Dicho con otras palabras, si la fe es para los cristianos un valor tan grande que por ella están dispuestos a morir, es algo que no puede

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no hacer reflexionar sobre la verdad del cristianismo. No v sacrifica la vida por una ilusión o por una fábula cuando lo que lo hacen no son unos ¡lusos o unos fanáticos, sino persono normales, razonables, de alta envergadura moral y, a menudo, incluso de elevada cultura y de sano juicio. El 7 de mayo de 2 0 0 0 , Juan Pablo II, en una ceremonia ecuménica desarrollada en el Coliseo, quiso que la Iglesia - n o sólo la Iglesia católica, sino también las otras Iglesias y comuniones cristianas- recordara que el martirio es una realidad que forma parte de la naturaleza de la misma Iglesia y que el siglo XX ha sido, más que otras épocas, «el siglo de los mártires». De este modo, quiso dar un «signo» tanto a los cristianos como a los no cristianos y a los no creyentes, para invitarles a reflexionar no sólo sobre la trágica realidad del martirio - e n lo que se refiere al siglo XX, se llegó a 12.692 mártires, de los que 2.351 eran laicos, 5.353 sacerdotes y seminaristas, 4.872 religiosos y religiosas y 1 26 obispos-, sino también sobre el significado que el martirio tiene para la vida de los cristianos e incluso para aquellos que no son cristianos pero dan culto a los valores que hacen la vida digna de ser vivida y, si fuere necesario, entregada (// senso del martirio cristiano, editorial de La Civiltá Cattolica del 15 de julio de 2000).

Santa Águeda 5 de febrero

Águeda nació en Catania alrededor del año 225. Su belleza atrajo la atención del cónsul pagano Quinciano, que la quiso como esposa. Águeda, prometida ya a Cristo, se negó. Entonces fue encarcelada y torturada: le cortaron los senos. Murió en torno al año 251. Un año después, durante una violenta erupción del Etna, los habitantes de Catania la invocaron para detener la lava exponiendo su velo. Su nombre figura en el canon romano.

LECTIO

Primera lectura: 2 Corintios 10,17-11,2 Hermanos: l 0 " Pues el que quiera presumir que lo haga en el Señor. ls Porque no es quien se alaba a sí mismo el que es aceptado como justo, sino aquel a quien alaba el Señor. 111 ¡Ojalá me disculpéis si desvarío un poco! Estoy seguro de que lo haréis, 2 pues mis celos por vosotros son celos a lo divino, ya que os he desposado con un solo marido, presentándoos a Cristo como si fuerais una virgen casta.

*+• La comunidad a la que se dirige el apóstol es una comunidad atribulada: Corinto es una ciudad de mar,

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de puerto, encrucijada de gente, usos y costumbres, pero también de inevitable corrupción y laxismo moral en medio de la relatividad de los valores puestos en juego. He aquí, pues, los «celos a lo divino» de los que se hace intérprete Pablo respecto a aquellos que han sido «pagados a un precio elevado», es decir, redimidos por la sangre de Cristo, a lin de que fueran y siguieran siendo «¡nievas criaturas». El apóstol se siente más que responsable de aquella Iglesia local, de su preparación para las bodas del Cordero, de presentarla a Cristo esposo después de haberla guardado como «virgen casta» en la lidelidad del amor por su Señor.

Evangelio: Mateo 10,28-33 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 2S No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden quitar la vida; temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno. 29 ¿No se vende un par de pájaros por muy poco dinero? Y, sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. 30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. 31 No temáis; vosotros valéis más que todos los pájaros. 32 Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial; 33 pero a quien me niegue delante de los hombres yo también lo negaré delante de mi Padre celestial.

*» «No tengáis miedo»: esta expresión evangélica resonó en la plaza de San Pedro de Roma el 22 de octubre de 1978, al comienzo del pontificado de Juan Pablo II. Fueron unas palabras que sacudieron al mundo adormecido, y, como una onda poderosa, han cambiado la historia del siglo XX. Y han derribado, además de muchos «muros» y lugares de martirio, el umbral del nuevo milenio. Esas palabras eran el eco intenso de aque-

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lias otras con las que el Redentor preparó a doce hombres para derribar, con la fuerza de la evangelización, los confines del mundo y de los corazones. Cristo derribó el más elemental miedo humano: la privación de la vida terrena. Para el hombre carente de perspectiva ultraterrena, esta vida lo es todo, mas para el hombre de la resurrección todo se relativiza aquí en nombre de una Verdad absoluta y perenne. MEDITATIO Se ha transmitido que la mártir Águeda dijo al verdugo que hacía estragos en su cuerpo: «Cruel tirano ¿no te avergüenza torturar en una mujer el mismo seno del que de niño succionaste la vida?». El respeto a la dignidad de la mujer educa al hombre en la humildad que estima los valores superiores de la vida y que le manifiestan el amor del que goza en Dios. Es estupenda esta reflexión del cardenal Wyszynski «Por voluntad de Dios estoy de nuevo en medio de un grupo de mujeres. Me repito: cada vez que una mujer entre en tu habitación, levántate siempre, aunque estés ocupadísimo. Levántate tanto si ha entrado la madre superiora o sor Cleofasa para encender la estufa. Acuérdate de que ella te recuerda siempre a la Esclava del Señor, a cuyo nombre toda la Iglesia se pone en pie Acuérdate de que de este modo honras a tu Inmaculada Madre, a la que esta mujer está más estrechamente unida que tú. De este modo pagas la deuda que tienes contraída con tu madre natural, que te ha servido con su propia sangre y con su propio cuerpo. Ponte en pie y no vaciles; vence tu presunción masculina y tu autoritarismo. Levántate aunque haya entrado la más desamparada de las magdalenas. Sólo entonces habrás imitado hasta el fondo a tu maestro, que se levantó del trono a la diestra del Padre para salir al encuentro de la Esclava del Señor

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Sólo entonces habrás imitado al Padre Creador, que envió a María en ayuda de Eva. Levántate sin vacilar: te hará bien» (S. Wyszynski, Appunti dalla prigione, Bolonia 1983, p. 240 [edición española: Diario de la cárcel, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1984]).

ORATIO Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser h u m a n o con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz [...]. Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura [...]. Te doy gracias, mujer, por el hecho mismo de ser mujer. Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del m u n d o y contribuyes a la plena verdad de las relaciones h u m a n a s (Juan Pablo II, Carta a las mujeres, Roma 1995, passim).

CONTEMPLATIO Esta mujer virgen, que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo. Una virgen que, con la sangre siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la

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muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos. De este modo, su mística vestidura es u n testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad. Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena». Ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su b o n d a d provenía del mismo Dios, fuente de todo bien (Metodio de Sicilia, «Sermón sobre santa Águeda», t en Analecta Bollandiana, 68, 76-78). ACTIO Durante esta jornada, medita y repite la exclamación de santa Águeda: «Mi coraje está arraigado en Cristo». PARA LA LECTURA ESPIRITUAL En el Espíritu de Cristo, la mujer puede descubrir el significado pleno de su femineidad y, de esta manera, disponerse al don sincero de sí misma a los demás y encontrarse también a sí misma. En el año mañano, la Iglesia desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el misterio de la mujer y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las maravillas de Dios que en la historia de la humanidad se han cumplido en ella y por medio de ella. En definitiva, ¿no se ha obrado en ella y por medio de ella lo más grande que existe en la historia del hombre sobre la tierra, es decir, el acontecimiento de que Dios mismo se ha hecho hombre?

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La Iglesia, por consiguiente, da gracias por todas las mujeres y por cada una: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas a Dios en la virginidad; por las mujeres dedicadas a tantos y tantos seres humanos que esperan el amor gratuito de otra persona; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, la cual es el signo fundamental de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social; por las mujeres «perfectas» y por las mujeres «débiles». Por todas ellas, tal como salieron del corazón de Dios en toda la belleza y riqueza de su femineidad, tal como han sido abrazadas por su amor eterno; tal como, ¡unto con los hombres, peregrinan en esta tierra que es la patria de la familia humana, que a veces se transforma en «un valle de lágrimas»; tal como asumen, juntamente con el hombre, la responsabilidad común por el destino de la humanidad en las necesidades de cada día y según aquel destino definitivo que los seres humanos tienen en Dios mismo, en el seno de la Trinidad inefable. La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del «genio» femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina (Juan Pablo II, Carta apostólica Mulieris dignitatem, n. 31).

San Pablo Miki y compañeros 6 de febrero

Pablo Miki, ¡esuita japonés, fue uno de los veintiséis mártires que, el 5 de febrero de 1597, murieron crucificados en la colina de Tateyama -llamada después «colina santa»-, cerca de Nagasaki, a causa de su fe católica. La evangelización de Japón había empezado con san Francisco Javier (1549-1551) y se había desarrollado gracias a la acción de sus hermanos de religión, hasta el punto de que, en 1587, los cristianos formaban ya una Iglesia numerosa de 250.000 miembros. Pocos años después empezaron graves dificultades, y el emperador, que al principio había favorecido a los misioneros, decretó la expulsión de los misioneros jesuítas, encarceló a seis franciscanos españoles -llegados entretanto- y a tres jesuítas japoneses. La represión fue dura. Pablo Miki era hijo de un oficial. Había sido educado en el colegio ¡esuita de Anziquaiama y en 1580 entró en la compañía de Jesús. Era conocido por la calidad de su vida y por su capacidad de comunicar el Evangelio. Todavía no era sacerdote. Murió crucificado ¡unto a otros veinticinco cristianos: seis misioneros franciscanos españoles, un escolástico y un hermano ¡esuita japonés y diecisiete laicos también de esta nacionalidad. Fueron los primeros mártires del Extremo Oriente inscritos en el martirologio. Fueron canonizados por Pío IX el 8 de junio de 1862.

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LECTIO

Primera lectura: Gálatas 2,19ss Hermanos: 19 La misma ley me ha llevado a romper con la ley, a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, 20 y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

*•• La experiencia vivísima de Pablo se inserta en la vida de la comunidad de la Galacia (1,2), que vive la lozanía de la fe pero es probada en su interior por hermanos que, para alcanzar la salvación, consideran necesaria la observancia de la Ley de Moisés, con todo lo que esto trae consigo: «Si no os hacéis circuncidar según el uso de Moisés, no podéis salvaros» (Hch 15,1). Son las pruebas a través de las cuales van descubriendo vitalmente los discípulos el verdadero origen de la salvación y alcanzan, por tanto, en su relación con Cristo Señor, una mayor claridad sobre su propia identidad, aprenden a reconocer la acción del Espíritu en el desarrollo de la Iglesia y encuentran su ubicación en la sociedad. Se traía, una ve/ más, de llevar a cabo una elección frente a Cristo y al único Evangelio, fundamentando la propia vida no en normas y prácticas, como sucedía en el contexto judío, sino en Cristo y en Cristo crucificado. Pablo no pretende proponer a los gálatas u n a doctrina para que sea debatida; quiere conducir a la comunidad, con la mediación de su propia experiencia vital (1,10-2,21), a reflexionar sobre la «verdad del Evangelio» (2,14), a reconocer que la justificación procede de la fe y no de las obras de la ley, a encontrarse con Cristo crucificado, a vivir la vida con la libertad de hijos guiados por el Espíritu.

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Pablo «sabe» quién es su Señor. «Estoy crucificado con Cristo» (2,20): es el nacimiento a la vida nueva y la plena identificación con Jesús. Su vida se desarrolla en la comunión profunda, única y misteriosa con Cristo, que le ha amado y ha dado su vida por él.

Evangelio: Mateo 28,16-20 En aquel tiempo, 16 los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. " Al verlo, lo adoraron; ellos, que habían dudado. ,s Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: -Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra. 19 Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 20 enseñándoles a poner en obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.

**• La comunidad de los discípulos ha sido convocada para recibir la revelación definitiva. El lugar está repleto de significado: Galilea, un monte. En Galilea se había anunciado por primera vez la venida del Reino (4,17); en un monte había vivido Jesús la prueba con el Tentador, que le había ofrecido el dominio sobre los reinos del mundo (4,8-10); en un monte había enseñado Jesús su nueva doctrina de vida (5,lss); en un monte había tenido lugar la transfiguración (7,1) y, ahora, en un monte se manifiesta el Resucitado a los suyos. Les revela que el Padre le ha dado pleno poder «sobre cielo y tierra» (v. 17). Les confía a los apóstoles la misión, que es la misión universal de la Iglesia y les promete su presencia continua y perenne: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo» (v. 20). El señorío universal del Resucitado es la fuente de la que brota la misión universal de la Iglesia: «Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos». El Señor no deja sola a

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la Iglesia en su fatigoso y largo caminar por la historia. Él está con sus hermanos y hermanas y les asegura su presencia como guía, apoyo, purificación y luz, para vivir en obediencia al Padre y en el amor activo a todos. MEDITATIO La elección del texto de la Carta a los Gálatas para celebrar la memoria de los mártires del Japón replantea hoy a la Iglesia la verdad del «Evangelio de Dios» (Rom 1,1) y la invita a una renovada opción por Cristo, tanto en las situaciones de serenidad y de paz, como en las de incomodidad, sufrimiento y prueba y, en particular, en las situaciones dolorosas de persecución violenta o solapada. «Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). El testimonio de los mártires japoneses y de sus comunidades cristianas es palabra y consuelo para los hermanos y es anuncio y luz transformadora para la humanidad. La vida nace de la vida que se consuma en la entrega de sí misma. En la raíz de la Iglesia está el martirio de la sangre y de la fidelidad, esto es, el amor. La Iglesia nace del agápe divino y vive de él. El agápe es el principio vital de su existir y de su obrar, y lo irradia y lo comunica. El Evangelio hace explotar gratitud y alabanza porque conduce a tocar con la mano la realización del mandato confiado por el Cristo resucitado a los suyos. La Iglesia lo contempla en las tierras de Japón, donde el Espíritu ha abierto corazones y mentes y ha agregado nuevos miembros al pueblo nuevo; todos, en efecto, «todos los pueblos comparten la misma herencia, son miembros de un mismo cuerpo y participan de la misma promesa» (Ef 3,6ss). Con esta mirada del corazón apasionado hemos de ver al hombre y a las sociedades de hoy. Abiertos a todos, entregados a todos.

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Las comunidades cristianas envuelven el m u n d o con el amor de Cristo crucificado, atestiguan el señorío de Cristo, la universalidad del mandato y del amor del Padre y son, a su vez, su imagen entre los hombres, porque son miembros de su cuerpo, animados por el mismo Espíritu.

ORATIO Padre, fuente de todo bien, con ánimo lleno de emoción nos dirigimos a ti por la belleza de nuestra vocación de hijos, por el atrevimiento y el amor de estos hermanos nuestros cuya vida es consuelo, sostén y luz gracias a la presencia operante del Espíritu, que transforma la debilidad h u m a n a en cátedra de amor y camino que conduce a ti. El ánimo calla ante estos mártires crucificados cómo tu Hijo y por él. Pausa sedienta, en la larga peregrinación de la vida, a fin de alcanzar la fuente pura y proseguir el camino con valor, movidos por el amor y por la pasión por el Reino. Infunde en nosotros la sabiduría de la cruz que iluminó el corazón de estos h e r m a n o s nuestros y de los mártires de todos los tiempos. Ven en ayuda de nuestra debilidad para que podamos adherirnos plenamente a Cristo, tu Hijo, y cooperemos con él en la redención del m u n d o .

CONTEMPLATIO «He sido condenado a muerte por haber difundido la noble enseñanza de Jesucristo. No tengo pecado alguno excepto éste. No tengo miedo de decir que he difundido la enseñanza de Cristo. Doy gracias de corazón con inmensa alegría por poder morir crucificado por este motivo. Declaro la verdad ante la muerte: creedme, no hay ningún camino mejor de salvación que el seguido por

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los cristianos. Soy siervo de Cristo, y le sigo; por eso, imitando a Cristo, perdono a todos los que me h a n perseguido. No odio a nadie. Dios tenga misericordia de todos. Deseo que mi sangre se convierta en una lluvia de gracias que dé fruto abundante en todos vosotros». Así habló Pablo Miki desde la cruz. Juan Soán, al ver a su padre junto a la cruz en la que había sido atado, se dirigió a él con estas palabras: «Estás viendo, padre, que hemos de preferir la salvación del alma a todo lo demás. Lleva cuidado en no descuidar nada para asegurártela». Y su padre le respondió: «Hijo mío, te agradezco tu exhortación. Y soporta tú también ahora con alegría la muerte, porque la padeces por nuestra santa fe. E n cuanto a mí y a tu madre, estamos dispuestos a morir por la misma causa». Juan le dio a su padre su rosario y, haciendo que le quitaran la faja que le cubría la frente, pidió que se la dieran a su madre. Tenía diecinueve años. ACTIO Repite con frecuencia con el corazón y con alegría a lo largo de la jornada: «Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20b).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda cundo, pero si muere da mucho fruto» (Jn 12, 24).

infe-

Con estas palabras, Jesús, la víspera de su pasión, anuncia su glorificación a través de la muerte [...]. Cristo es el grano de trigo que muriendo ha dado frutos de vida inmortal. Y sobre las huellas del rey crucificado han caminado sus discípulos, convertidos a lo largo de los siglos en legiones innumerables «de toda

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lengua, raza, pueblo y nación»: apóstoles y confesores de la fe, vírgenes y mártires, audaces heraldos del Evangelio y silenciosos servidores del Reino [...]. «Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5,11 -12). Q u é bien se apli can estas palabras de Cristo a los innumerables testigos de la fe del siglo pasado, insultados y perseguidos, pero nunca vencidos por la fuerza del mal. Allí donde el odio parecía arruinar toda la vida, sin posibilidad de huir de su lógica, ellos manifestaron que «el amor es más fuerte que la muerte». Bajo terribles sistemas opresivos que desfiguraban al hombre, en los lugares de dolor, entre durísimas privaciones, a lo largo de marchas insensatas, expuestos al frío, al hambre, torturados, sufriendo de tantos modos, ellos manifestaron admirablemente su adhesión a Cristo muerto y resucitado [...]. «El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna» (Jn 12,25). Hemos escuchado hace poco estas palabras de Cristo. Se trata de una verdad que frecuentemente el mundo contemporáneo rechaza y desprecia, haciendo del amor hacia sí mismo el criterio supremo de la existencia. Pero los testigos de la fe, que también esta tarde nos hablan con su ejemplo, no buscaron su propio interés, su propio bienestar y la propia supervivencia como valores mayores que la fidelidad al Evangelio. Incluso en su debilidad, ellos opusieron una firme resistencia al mal. En su fragilidad resplandeció la fuerza de la fe y de la gracia del Señor. Queridos hermanos y hermanas, la preciosa herencia que estos valientes testigos nos han legado es un patrimonio común de todas las Iglesias y de todas las comunidades eclesiales. Es una herencia que habla con una voz más fuerte que la de los factores de división. El ecumenismo de los mártires y de los testigos de la fe es el más convincente: indica el camino de la unidad a los cristianos del siglo XXI. Es la herencia de la cruz vivida a la luz de la Pascua: herencia que enriquece y sostiene a los cristianos mientras se dirigen al nuevo milenio [...]. Que permanezca viva la memoria de estos hermanos y hermanas nuestros a lo largo del siglo y del milenio recién comen-

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zados. Más aún, ¡que crezca! Que se transmita de generación en generación para que de ella brote una profunda renovación cristiana. Que se custodie como un tesoro de gran valor para los cristianos del nuevo milenio y sea la levadura para alcanzar la plena comunión de todos los discípulos de Cristo.

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Expreso este deseo con el espíritu lleno de íntima emoción. Elevo mi oración al Señor para que la nube de testigos que nos rodea nos ayude a todos nosotros, creyentes, a expresar con el mismo valor nuestro amor por Cristo, por Él, que está vivo siempre en su Iglesia: como ayer, así hoy, mañana y siempre (Juan Pablo II, Conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX, homilía del santo padre, tercer domingo de pascua, 7 de mayo de 2 0 0 0 , passim). Era hermana de san Benito, nació en Umbría a finales del siglo V y se consagró a Dios ya en la niñez. Su vida, envuelta de humildad y silencio, sería desconocida por completo si san Gregorio Magno no hubiera narrado en sus Diálogos el episodio que la hizo ser estimada por los místicos. Una vez al año iba al monasterio de Montecassino a visitar a su hermano y, en esta circunstancia, obtuvo con la fuerza de la oración prolongar el diálogo sobre las realidades celestiales durante toda la noche. Tres días después, Benito vio volar su alma al cielo desde su celda en forma de candida paloma y comprendió así que había entrado en la gloria eterna.

LECTIO

Primera lectura: 1 Corintios 12,31-13,13 Hermanos: 123' En todo caso, aspirad a los carismas más valiosos. Pero aún os voy a mostrar un camino que los supera a todos. 13

' Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como campana que suena o címbalo que retiñe. 2 Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar monta-

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ñas, si no tengo amor, nada soy. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve. 4 El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia. * No es grosero, ni egoísta; no se irrita, ni lleva cuentas del mal; fi no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. 7 Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. " El amor no pasa jamás. Desaparecerá el don de hablar en nombre de Dios, cesará el don de expresarse en un lenguaje misterioso y desaparecerá también el don del conocimiento profundo. 9 Porque ahora nuestro saber es imperfecto, como es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios, 10 pero, cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. " Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. 12 Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente; entonces conoceré como Dios mismo me conoce. 13 Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el amor.

*•• Tras haber presentado a la Iglesia como cuerpo en el que los distintos miembros cooperan para el bien común (cf. 12,12-27), el apóstol deja brotar un himno a la caridad. El fragmento comienza con u n a apremiante serie de «síes» condicionales y «aunques» que expresan el límite de u n comportamiento h u m a n o que, aunque heroico, no procede del amor gratuito. Después de este exordio, Pablo dice de u n a manera positiva - a través de quince términos- en qué se reconoce la caridad. No es un esfuerzo sobrehumano, y sus rasgos remiten al rostro de Jesús, que no buscó su propio interés, sino nuestra salvación y cargó con nuestro pecado. Por la gracia, la

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caridad se convierte en el rostro del verdadero cristiano, que no encuentra en ella ocasión para presumir, sino la alegría de hacerse don para los otros.

Evangelio: Mateo 11,25-30 En aquel tiempo, dijo Jesús: " Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos. 26 Sí, Padre, así te ha parecido bien. 2? Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y al Padre no lo conoce más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 2S Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. 29 Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y* humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

**- El capítulo 11 del evangelio según Mateo afronta, desde diferentes aspectos, el tema del conocimiento de Dios. En su punto culminante, afirma la insuficiencia de todo conocimiento racional y la necesidad de un conocimiento espiritual. Dios ha escondido «a los sabios y prudentes» y ha revelado «a los sencillos» (v. 26) todo lo que puede considerarse digno de ser conocido. Jesús declara de una manera clara que también la más elevada sabiduría h u m a n a está destinada al fracaso precisamente por ser sólo «natural». Por el contrario, la condición de la «infancia» -despreciable a los ojos del m u n d o - es, paradójicamente, la condición favorable para acoger el don del Espíritu. La «sabiduría humana» carga al hombre con un peso de muerte. El «yugo suave» del Señor -su cruz abrazada por la fe y con amor proporciona al alma paz y descanso. Jesús alaba al Padre por esta elección suya: todos, en efecto, si quieren, pueden llegar a ser «sencillos» siguiendo su invitación: «Venid a mí» (v. 28).

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Escolástica es una figura en la que se pone de manifiesto al máximo el primado de la contemplación y del amor. Su hermano Benito la vio entrar en las alturas del cielo en forma de paloma, símbolo de inocencia y de sencillez. En este paso suyo deja en quien la contempla desde la tierra una estela para seguirla: la nostalgia del Cielo, que se alcanza únicamente con las alas del amor. En efecto, sólo quien ama conoce a Dios, porque el verdadero conocimiento es comunión. El amor que brota de Dios nos hace partícipes de su misma vida. Por nosotros mismos nunca hubiéramos sido capaces de conocerlo, pero el Padre, en su gran amor, envió a su Hijo, que, entregándose hasta el extremo, nos hizo capaces de entregarnos y de amar. Escolástica vivió completamente de cara al cielo, esperando el encuentro definitivo con su Señor. Todos los creyentes están llamados a hacer cada día este itinerario, separándose de las orillas del río del tiempo, para entrar en el día sin fin, en la comunión de los santos. Que su ejemplo nos ayude a creer que el amor lo puede todo, incluso lo que parece imposible.

ORATIO Oh santa Escolástica, resplandeces cual estupenda flor de gracia e inocencia; seguiste fielmente las huellas de tu santo hermano Benito: os unió en vida la comunión espiritual, os unen ahora el sepulcro y la gloria. Cristo estipuló contigo, desde la tierna infancia, u n a alianza eterna, seguro de que habrías de corresponder al don de tanta predilección. Herida en el corazón, ardes de celo por la vida monástica y brillas por u n a m o r más ardiente. Paloma

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purísima, con rápido vuelo llegaste a las alturas del cielo, tú que con ánimo, mente y palabras anhelaste las eternas moradas. Obtennos también a nosotros llegar a la alegría de las bodas del Cordero y cantarle gloria. Amén.

CONTEMPLATIO Oh Dios amor, que me has creado, recréame en tu amor. Oh Dios amor, que me adquiriste para ti con la sangre de tu Hijo, santifícame en la verdad. Oh Dios amor, que me has adoptado como hija, haz que crezca según tu corazón. Oh Dios amor, que me has amado gratuitamente, concédeme amarte con todo el corazón, con toda el alma, con todas mis fuerzas. Oh Dios, amor infinitamente poderoso, confírmame en tu amor. Oh Amor sumamente sabio, concédeme amarte con sabiduría. Oh Amor infinitamente querido, concédeme vivir sólo para ti. Oh Amor eternamente fiel, consuélame en todas mis tribulaciones. Oh Amor siempre maravillosamente victorioso, concédeme perseverar en ti hasta el final. En la hora de la muerte, acógeme, llámame a ti diciendo: «Hoy estarás conmigo; sal ahora del exilio para entrar en el solemne m a ñ a n a de la eternidad; allí me encontrarás, verdadero hoy del divino esplendor» (Gertrudis de Helfta, Exertitia V, 363ss). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy estas palabras referidas a santa Escolástica: «Obtuvo más de su amado Señor porque amó más» (del responsorio del oficio de lecturas).

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128 PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

El rostro de santa Escolástica ha sido esculpido para siempre por estas últimas palabras del relato de san Gregorio: «Obtuvo más de su amado Señor, porque amó más». Amor, oración y deseo del Cielo constituyen el encanto espiritual de esta mujer. En el relato de los Diálogos, sorprende la personalidad de Escolástica. Es verdaderamente mujer, con todas las características de la feminidad: dulzura y afectividad, constancia y hasta audacia en el intento de obtener lo que desea. Pero presenta también una vena de simpática hilaridad, cuando del río de lágrimas pasa a la radiante sonrisa por el milagro acaecido. Dios, en efecto, obedece con prontitud a los que le han sometido totalmente su propia voluntad. Escolástica consumó su existencia en absoluta fidelidad a la vocación que le había brotado en el corazón desde la infancia. A h o r a , llegada a la plena madurez, demuestra que ha conservado la misma fe sencilla y segura con un ánimo fresco como el manantial de agua de donde surgía. En ella se encarna espléndidamente la tensión escatológica que recorre toda la Regla benedictina. Decir Escolástica es sumergir la mirada en las misteriosas profundidades azules del cielo donde su alma, bajo la candida apariencia de paloma, ha penetrado, atraída por la fuerza del Amor eterno. La vida de Escolástica concluye con el «milagro» signo de la «perfecta caridad» alcanzada. Caridad con Dios, ardientemente deseado, y caridad con los hermanos, tiernamente amados. La oración -escuchada de inmediato por el Señor- aparece como el puro y eficaz lenguaje del Amor. ¿No es acaso éste el mensaje esencial que nos viene, todavía hoy, de la santa hermana del patriarca de los monjes de Occidente? (A. M . Cánopi, Monachesimo benedettino femminile, Seregno 1994, pp. 21-27, passim).

Nuestra Señora de Lourdes 11 de febrero

La memoria facultativa en el misal romano denominada Nuestra Señora de Lourdes forma parte de las celebraciones «ligadas a razones de culto local y que han adquirido un ámbito más extenso y un interés más vivo» [Maríalis cultus, 8). Es la única memoria incorporada al calendario universal que hace referencia a una «aparición» mariana, la que recibió, en 1858, Bernadette Soubirous (1844-1879), en la que oyó este mensaje: «Yo soy la Inmaculada Concepción». La memoria litúrgica fue extendida, en 1907, a toda la Iglesia latina. La introducción en la liturgia no equivale a una declaración magisterial que le comprometa sobre la verdad histórica de la aparición con la presencia real de la Inmaculada.

LECTIO Primera lectura: Isaías 66,10- 14c 10 Alegraos con Jerusalén y regocijaos por ella todos los que la amáis; saltad de gozo con ella los que por ella llevasteis luto. 11 Pues mamaréis hasta saciaros de sus pechos consoladores y saborearéis el deleite de sus ubres generosas.

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Porque así dice el Señor: Yo haré correr hacia ella, como un río, la paz; como un torrente desbordado la riqueza de las naciones. Amamantarán en brazos a sus criaturas y las acariciarán sobre las rodillas. " Como un hijo al que su madre consuela, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén seréis consolados. 14 Al verlo, os alegraréis, vuestros huesos florecerán como prado. El Señor mostrará a sus siervos su poder.

** La lectura constituye uno de los últimos fragmentos del libro de Isaías y está tomada de la tercera parte de este libro o Tercer Isaías. El contexto inmediato es como un vaivén de avisos y consuelos. No constituye una extravagancia semejante estilo contradictorio: refleja al menos el realismo de la vida, la historia, los comportamientos y las consecuencias que de ellos derivan. En la perícopa seleccionada resuenan el consuelo y la alegría. El oráculo personaliza a Jerusalén, símbolo magmático de expectativas, utopías y certezas mesiánicas; emblema de fastos y nefastos del pueblo de Dios, de lutos y consuelos. Se filtra u n a convicción: la generosidad del Señor en términos de misericordia, bienestar, benevolencia y salvaguarda no cesará nunca; es más, se irradiará más allá de sus muros en beneficio de todos los pueblos. Y desde todos los pueblos se dirigirán miradas esperanzadas hacia el lugar santo y llegarán a la ciudad de Dios incesantes peregrinaciones suplicantes.

Evangelio: Lucas l,41b-55 En aquellos días, 41 Isabel, llena del Espíritu Santo,42 exclamó a grandes voces:

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-Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. 43 Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? 44 Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno. 45 ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. 46 Entonces María dijo: 47 Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, 48 porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, 49 porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso. Su nombre es santo, 50 y es misericordioso siempre con aquellos que le honran. 51 Desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. 52 Derribó de sus tronos a los poderosos y ensalzó a los humildes. " Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada. 54 Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, " como lo había prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y de sus descendientes para siempre.

**• La lectura lucana, tomada del episodio de la llamada «visitación», que es en realidad el encuentro de dos madres -María e Isabel- amadas por Dios y visitadas por el Espíritu, forma parte de los «evangelios de la infancia». «Infancia de Jesús», hijo dado a la Virgen María (y también infancia de Juan, hijo suplicado por la anciana pareja), y madurez de María. Tras el anuncio y la aceptación de su propia maternidad, tras la constatación de que «nada es imposible a Dios», está

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creciendo la conciencia de María, robustecida también por las exclamaciones de bendición y de bienaventuranza, anuncio ulterior que ilumina su identidad materna y que alienta su progresión en la fe. María vive esta m a d u r a conciencia atestiguada por la contemplación de las «cosas grandes» obradas en ella por el Omnipotente y de la misericordia que se extiende de generación en generación.

María custodia, como la fe y la confianza, la encarnación y la experiencia del Dios misericordioso y amoroso. La imagen de la abundancia se completa con la irradiación de los dones: la figura del oráculo y la persona del Evangelio se extienden, se mueven a un solícito y amoroso servicio. El servicio, recíproco de las dos madres es el hecho de compartir la experiencia de Dios y la oración.

MEDITATIO

ORATIO

La introducción de las dos perícopas en la misma celebración litúrgica nos autoriza a sondear recónditas consonancias. En una memoria mariana, la representación de Jerusalén en femenino, bosquejada en el oráculo de Isaías, deja espontáneamente su sitio a la figura y al acontecimiento de María. La perícopa lucana completa los rasgos de la personalidad de María con la elección de algunas palabras esenciales: bendita, o bien merecedora, junto con el fruto de su seno, de la benevolencia divina; dichosa, o sea, puesta entre los discípulos del Señor; humildad, a saber: reconocimiento de su propia identidad en relación con el Dios salvador; misericordia, o presencia de la justicia y del amor divinos que envuelven a las personas y guían la historia. La imagen profética y las palabras evangélicas son como una paleta en manos del devoto, inducido a describir con detalle su propia imagen mariana elaborada con pensamientos procedentes de la meditación. El núcleo focal de semejante imagen es la abundancia. Ambas lecturas manifiestan que tal abundancia es dada. El profeta entrevé la abundancia de los dones mediante imágenes de generosa maternidad y exuberancias de bienestar; el evangelista particulariza la realidad de la abundancia en dones auténticos, que

Salve, santa María, mujer humilde y pobre, bendita del Altísimo. Virgen de la esperanza, profecía de los tiempos nuevos, asocia a tu canto nuestras voces y acompáñanos en nuestro camino para anunciar la venida del Reino y la liberación total del hombre; para llevar a Cristo a los hermanos y alcanzar una comunión de vida más intensa con ellos; para engrandecer contigo la misericordia del Señor y cantar la alegría de la vida y la salvación. Virgen, arca de la nueva alianza, primicia de la Iglesia, acoge la oración de tus siervos.

CONTEMPLATIO Las imágenes y el lenguaje de las dos lecturas bíblicas, asociadas en la memoria litúrgica de nuestra Señora de Lourdes, nos elevan a la contemplación de la figura de María y sugieren interpretaciones de su iconografía. El retrato mariano que se eleva ante los ojos de la fe y de la devoción hace visible una efigie exterior aludida en la imagen de una exuberante maternidad y u n a representación de su identidad interior o espiritual iluminada por las palabras evangélicas o por la efigie de la visión

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de Lourdes. La abundancia del seno de María no es otra cosa que la maternidad del Hijo de Dios redentor; la imagen de los niños llevados en brazos repite la imagen tradicional de María que sostiene a su hijo, Jesús, y abre un escorzo sobre la contemplación de María madre de la Iglesia. Las palabras de bendición, de bienaventuranza, de una humildad visitada por el Omnipotente, de las grandes cosas realizadas por el Señor, perfilan la personalidad interior de la santa virgen y madre, que aparece en la visión de Lourdes como inmaculada, palabra que resuena en la catequesis en que se insistía en tiempos de este acontecimiento y confirmada en la oración litúrgica de la memoria de nuestra Señora de Lourdes, «María, madre inmaculada del Hijo de Dios Padre». ACTIO Repite con frecuencia y vive el cántico de la Virgen María: «Es misericordioso siempre con aquellos que le honran» (Le 1,50).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL El Magníficat se nos presenta como modelo de oración por sus contenidos y sus aspectos formales: es un cántico de acción de gracias y de alabanza; es memoria de las maravillas llevadas a cabo por Dios; expresión de concreción y de arraigo en la hora presente; mirada proyectada hacia el futuro. Es ejemplo de cómo, al dirigirnos a Dios, debemos conjugar el sentido de la trascendencia absoluta de Dios (él es el Señor, el Omnipotente, el Santo) con el de su sorprendente proximidad (dirige la mirada a los humildes, extiende su misericordia a los que fe temen, se acuerda de sus promesas). En el Magníficat, aquel a quien los teólogos llaman el «Totalmente Otro» se manifiesta muy próximo

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al hombre: el Dios inaccesible de la zarza ardiente se ha convertido ya en el Enmanuel, en el Dios-con-nosotros, en el seno de la virgen de Nazaret (Capítulo general de los hermanos Siervos de María, Serví di Magníficat, Roma 1996, n. 65 [edición española: Siervos del Magníficat: el cántico de la Virgen a la vida consagrada, Publicaciones Claretianas, Madrid 1997]).

Santos Cirilo y Metodio 14 de febrero

Los santos Cirilo y Metodio eran de formación bizantina. Ambos nacieron en Salónica (Cirilo, en el año 8 2 7 o en el 8 2 8 ; Metodio, entre los años 812 y 820) y se convirtieron en los apóstoles de los pueblos eslavos. Fueron enviados por el emperador de Constantinopla Miguel III a Moravia. Allí llevaron a cabo un maravilloso trabajo apostólico, emprendiendo las traducciones de las Escrituras y de los libros litúrgicos a la lengua paleoeslava y formando discípulos. Llamados a Roma para justificarse por esta novedad, fueron recibidos con honor por el papa Adriano II, que aprobó su método misionero. Sin embargo, Cirilo, enfermo, falleció allí mismo el 14 de febrero del año 8 6 9 y fue sepultado en la iglesia de San Clemente. Metodio, ordenado arzobispo en Roma, volvió a Moravia, y allí murió el 6 de abril del año 885. Sus discípulos, expulsados de este país, se refugiaron en Bulgaria. Desde allí pasaron la liturgia y la literatura eslava al reino de Kiev, a Rusia y a todos Tos países eslavos de rito bizantino.

LECTIO

Primera lectura: Sabiduría 9,1-6 1 Dios de nuestros antepasados, Señor de la misericordia, que con tu Palabra creaste el universo

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14 de febreto

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y con tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre toda tu creación, 3 para que gobernase el mundo con santidad y justicia e hiciera justicia con rectitud de espíritu, 4 dame la sabiduría que comparte tu trono y no me excluyas del número de tus hijos. 5 Porque yo soy tu siervo, hijo de tu esclava, hombre débil y de corta vida, incapaz de comprender el derecho y las leyes. 6 Pues aunque uno sea perfecto entre los hombres, sin la sabiduría que procede de ti será tenido en nada.

*•• Con estos primeros versículos de la oración con que concluye la segunda parte del libro de la Sabiduría, su autor nos pone en las coordenadas apropiadas para invocar a la misma sabiduría. Esta oración, atribuida a Salomón - u n a práctica usual para dar valor a los textos-, se dirige no a un Dios lejano, sino a u n Dios personal: el «Dios de nuestros antepasados», «Señor de la misericordia» (v. la). E n estas dos expresiones se encierran toda la historia y la experiencia del pueblo de Israel. Orar a Dios es, antes que nada, hablar de su obrar en la creación y en el gobierno del mundo: Dios crea con su Palabra; forma, juzga y domina todo a través de la sabiduría y con santidad y justicia. Éstos son los atributos principales de Dios. A continuación, con pocas palabras, el autor esboza la realidad del hombre frente a Dios: primero hijo, después siervo, «hombre débil y de corta vida, incapaz de comprender el derecho y las leyes» (v. 5), y, al mismo tiempo, recuerda la tarea confiada al hombre «para que dominase sobre toda tu creación» (v. 2b). Si el hombre está llamado a ser el lugarteniente de Dios en la tierra, sólo la sabiduría que estaba con Dios en la creación puede ayudarle en esta tarea: ésa es la invocación del v. 4: «Dame la sabiduría que comparte tu trono».

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Evangelio: Mateo 28,16-20 En aquel tiempo, ,6 los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. " Al verlo, lo adoraron; ellos, que habían dudado. Is Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: -Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra. 19 Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 20 enseñándoles a poner en obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.

**• Es el fragmento con el que concluye el evangelio de Mateo, y se trata de un pasaje que encierra lugares y temas importantes del acontecer de la vida de Jesús. Los lugares son Galilea {cf. Mt 4,12-16), donde comenzó la misión pública de Jesús; la montaña {cf 5,1; 17,1), en la que Jesús se mostró como Maestro y Señor. Y entre los temas están la llamada «misión universal» (w. 18-20) y el discipulado. Respecto al primer tema, debemos subrayar que el m a n d a t o de predicar y de bautizar (w. 18-20) les viene a los apóstoles de la autoridad de Jesús, a quien se le ha dado «autoridad plena sobre cielo y tierra» (v. 18), y de su señorío. La misión del Jesús «terreno», circunscrita exclusivamente al pueblo judío, se abre ahora, a través de sus discípulos, «a todos los pueblos» (v. 19). El discipulado se realiza, a continuación, con el bautismo y la palabra. La fórmula trinitaria del bautismo refleja la que se usaba en la comunidad de Mateo, una comunidad formada en su mayor parte por judíos, que encuentra en el v. 19 aliento para abrirse sin temor a los pueblos (aquí se hace referencia a las naciones paganas). El v. 20, con el que concluye el primer evangelio -«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo»- es una palabra de consuelo para

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los cristianos, porque es la consumación de la realidad del nombre de Jesús, el nombre que se le dio en el momento de su concepción (cf. 1,23): Enmanuel, «Dioscon-nosotros».

MEDITATIO San Cirilo eligió desde joven como esposa mística a la sabiduría divina, que se le apareció en sueños, y, como Salomón, la consideró más preciosa que los otros dones. Meditemos, pues, iluminados por las lecturas bíblicas y por el ejemplo vivo de estos santos, sobre quién puede ser considerado verdaderamente «sabio». Acostumbramos a llamar «docto» a quien conoce muchas cosas, consideramos «inteligente» al hombre que comprende lo que son las cosas; el sabio, sin embargo, es el que comprende el significado que las cosas y los acontecimientos deben tener para su vida. Ahora bien, las cosas y los acontecimientos pueden tener diferentes significados en la vida. Un comerciante adivina cuánto dinero puede ganar con ellas. Quien tiene como fin supremo su carrera busca cómo explotarlas para alcanzar el éxito en el trabajo. El sabio, por su parte, sabe aprovecharlo todo para ganar la amistad de Dios. «El comienzo de la sabiduría es el temor de Dios» (Sal 110,10). Todos observamos el m u n d o que nos rodea. Para u n curioso, esto es ocasión de distracción, porque ve muchas cosas diferentes. El hombre de ciencia está obligado a elegir en su «campo visual» lo que tiene que ver con su especialización. El sabio consigue ver todo como la única imagen de la sabiduría de Dios, como u n grandioso mosaico en el que cada piedrecita es preciosa, y, por consiguiente, todo lo que ve y aprende adquiere u n valor inmenso y se vuelve fuente de alegría.

III

Santos Cirilo y Metodio

ORATIO Haz que resplandezca en nuestros corazones, oh Señor, que amas a los hombres, la luz incorruptible de tu sabiduría: te lo pedimos en nombre de los santos hermanos Cirilo y Metodio. Abre los ojos de nuestra mente para que podamos entender tus preceptos evangélicos. A fin de que, aplastados los deseos carnales, podamos llevar una vida espiritual, pensando y realizando todo lo que es de tu agrado, e invoquemos la fuerza de tu Espíritu de la sabiduría.

CONTEMPLATIO San Cirilo escogió como patrono especial de su vida a san Gregorio Nacianceno, llamado «el Teólogo», quien abandonó sus cargos en el mundo para dedicarse a escribir sermones y poesías, a fin de que Cristo, a través de él, pudiera «hablar en griego».Por eso recibió el sobrenombre de «Boca de Cristo». San Cirilo, que le imitó, decidió ofrecer al Salvador su conocimiento de las lenguas, a fin de que Dios, por medio de él, hablara en el idioma de los pueblos eslavos. Ambos santos se daban cuenta de que la capacidad de hablar constituye un gran privilegio humano. El hombre, que expresa su pensamiento con las palabras, es imagen de Dios Padre, el cual -precisamente por la Palabra, que es su Hijo- crea y gobierna el universo. En consecuencia, constituyen una gran responsabilidad para nosotros las palabras que salen de nuestra boca. Con ellas podemos hacer un enorme bien, pero, desgraciadamente, en ocasiones causan también mal. Crean las amistades o las destruyen. Con la palabra somos capaces de dirigirnos en la oración a Dios, el cual nos escucha y a menudo se digna acceder a lo que le

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pedimos. Por otra parte, también Dios se dirige a nosotros por medio de su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura y en la predicación de la Iglesia. Escuchemos, pues, a Dios y Dios nos escuchará a nosotros. ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra de la Escritura: «Dame la sabiduría que comparte tu trono» (Sab 9,4).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Cuando el niño [Cirilo] tenía siete años, tuvo un sueño, que le contó a su padre y a su madre de este modo: «El alcalde de la ciudad, después de haber convocado a todas las muchachas de la ciudad, me dijo: "Elige entre ellas a la que quieres como esposa y como ayuda que te convenga" (Gn 2,18). Entonces, tras mirarlas bien a todas, vi una que era más bella que las demás: tenía un rostro luminoso y estaba toda ella adornada de collares de oro y de gemas, y revestida de toda belleza; se llamaba Sofía, es decir, Sabiduría. La elegí a ella». Tras oír estas palabras, dijeron los generosos padres: «Dice la Sagrada Escritura: "Di a la sabiduría: 'Tú eres mi hermana'" (Prov 7,4), y si la llevas ¡unto a ti, para tenerla como esposa, por medio de ella serás liberado de muchos males». Le enviaron a la escuela y progresaba más que todos sus condiscípulos. Pero muy pronto tuvo el muchacho otra experiencia. Un buen día, según la costumbre de los hijos ricos de divertirse saliendo de caza, se fue con ellos al campo, llevando un halcón con é. Ya le había hecho emprender el vuelo cuando un viento levantado por la Providencia divina hizo que el halcón se perdiera por completo. Al muchacho le entró tal disgusto y tal tristeza que, durante dos días, no tocó alimento alguno. Pero después se arrepintió, diciendo: «¿Acaso no es esta vida de tal género que a la alegría le sucede la tristeza? Desde hoy en adelante, toma-

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ré un camino mejor que éste». Se aplicó al estudio de las letras y aprendió de memoria los escritos de san Gregorio, el Teólogo. Y escribió sobre él la siguiente poesía: «Oh Gregorio, hombre en el cuerpo, te has mostrado ángel, porque tu boca glorifica a Dios como uno de los serafines e ilumina el mundo entero al explicar la fe. Acógeme también a mí, que a ti me acerco con amor y fe, y sé para mí maestro y fuente de luz» (de la Vida eslava de Constantino Cirilo).

Siete santos fundadores de la orden de los Siervos de la Virgen María 17 de febrero

La orden de los hermanos Siervos de María nació en Florencia en 1233 y fue aprobada en 1304. Su comienzo fue singular: los fundadores fueron siete laicos florentinos, conocidos por los nombres de Bonfiglio (Monaldi), Bonagiunta (Manetti), Manetto (de los Antella), Amadio (de los Amidei), Uguccione (de los Uguccioni), Sostegno (de los Sostegni) y Alessio (Falconieri). Su canonización tuvo lugar en 1888 -578 años después de la muerte del último de ellos- con la fórmula «a modo de uno solo», como ratificación del valor de la puesta en marcha y de la prosecución de un proyecto de vida en comunión fraterna. Su inspiración originaria fue el seguimiento penitencial del Evangelio, la fraternidad, el servicio y la consagración de cada uno y de la orden a santa María, la gloriosa Domina.

LECTIO

Primera lectura: Hechos, 2,42.44-48 Los hermanos 42 perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. 44 Todos los creyentes vivían unidos, y lo tenían todo en común. 4S Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. "6 Una-

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ni mes y constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; " alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo. 48 Por su parte, el Señor agregaba cada día los que se iban salvando al grupo de los creyentes.

*» El resumen de Lucas presenta u n cuadro «estándar» de la comunidad pospentecostal de Jerusalén. La koinonfa, o sea, la «comunión», representaba la inspiración espontánea de la vida en común de los discípulos de Jesús, manifestada en gestos - c o m o el hecho de compartir- que reforzaban la fraternidad evangélica y sorprendían a la gente de alrededor. Ese estilo y las soluciones existenciales eran fruto de la presencia del Espíritu Santo, el cual animaba y recordaba palabras de Jesús que incitaban al amor y al servicio recíproco, así como al compromiso en favor de la unidad. Con todo, esta koinonía queda en manos siempre frágiles de personas que caminan hacia una perfección como la del Padre de los cielos. Son muchos los santos y las comunidades que h a n fundado su propio proyecto de vida y de futuro en el mismo modelo de aquella comunidad primitiva eclesial y que siguen siendo testigos de la posibilidad de concretar - a u n q u e sea de una manera episódica y parcial- esa utopía. Éste es el caso de las comunidades basadas en la fraternidad y el servicio.

Evangelio: Mateo 20,25-28 En aquel tiempo, 25 Jesús llamó a los discípulos y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. 26 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, " y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. 28 De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos.

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**• Estos tres versículos son la réplica de Jesús a los discípulos que pretendían puestos preeminentes en el interior del grupo y a los que criticaban aquella disgregadora salida. El que está con Jesús, en vez de mandar, obedece; en vez de hacerse servir, sirve. El mismo se pone como primer testigo de esa actitud y esa mentalidad: Jesús cumple la voluntad del Padre (Jn 4,34; 17,4); es el siervo obediente hasta la cruz para entrar en la gloria (Flp 2,7); es el maestro que lava los pies a los discípulos (Jn 13,5). Y el discípulo, que no es más que el maestro, no puede dejar de asumir una mentalidad y unos gestos idénticos a los del maestro (Mt 10,24ss). El Evangelio del servicio a Dios y a todo hijo de Dios, del servicio a la construcción del Reino del Señor, ha exaltado proyectos como el de los siete santos fundadores, que ellos mismos y su orden se llamaron «siervos» inspirándose en María, la sierva del Señor.

MEDITATIO En el calendario litúrgico propio de la orden, la celebración de los siete santos fundadores se eleva a la categoría de solemnidad, y, por consiguiente, las lecturas, colocadas en dos series, son seis, todas ellas tendentes a interpretar las experiencias, los acontecimientos y las inspiraciones de los orígenes a la luz de la Palabra de Dios. La primera serie se dirige a los componentes de la orden - h e r m a n o s , monjas, hermanas, institutos seculares, laicos-, hermanados en una identidad de inspiración a través de la diversidad de la institución. A través de Si 44,1-2.10-15 se teje el elogio de los padres fundadores, hombres ilustres, sensatos y virtuosos, dignos de posteridad. Mediante Ef 4,1-6.15-16 se estimula a los seguidores de los siete santos fundadores a continuar las convicciones y la visibilidad de la unidad en la fe y en la caridad en el nombre de un único Señor, Jesucristo,

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y de un único Padre. En la perícopa de Jn 17,20-24, el proyecto de unión y de unidad se hace oración con las palabras de Jesús al Padre: el estar unidos es signo de que Cristo es el enviado y el testigo del amor paterno de Dios. En la segunda serie, más adaptada a las celebraciones fuera de los confines de la orden, se proponen otras tres lecturas, o sea, las dos que hemos comentado más arriba, a las que se añade Is 2,2-5: esta última es u n a perícopa que recuerda la ascensión de los siete santos al monte Senario, en torno a 1245, donde maduró su conciencia obediencial a la inspiración mariana de la prosecución de una comunidad dedicada al servicio del Señor y de la santísima Virgen María, Madre de Dios, y de donde bajaron y se hicieron también siervos de paz. La abundancia de lecturas bíblicas cubre el ámbito de una experiencia evangélica múltiple. Como un estribillo se manifiesta la centralidad de la unión y de la unidad, de la comunidad en la fraternidad y en el servicio a Dios y al prójimo: hasta tal punto que los siete santos fundadores figurarían óptimamente como protectores de toda empresa de unidad y de cuantos llevan a cabo juntos intentos de construir unidades benéficas en la Iglesia y en la ciudad secular.

ORATIO A vosotros acudimos, santos hermanos y padres antiguos, para aprender de vosotros, vivas imágenes de Cristo, cómo cantar juntos las alabanzas de Dios y romper el pan de vida, como hermanos reunidos en torno a la mesa del Padre; cómo se anuncia el Evangelio de la paz y cómo se vive, se sufre y se muere por la Iglesia. A vosotros acudimos para aprender cómo se ama a Dios por encima de todo y se da la vida por los hermanos; cómo el perdón vence a la ofensa y cómo se de-

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vuelve el bien por el mal; cómo se tiende la mano .il necesitado, cómo se alivia la pena al afligido, cómo se abre el corazón al amigo. A vosotros acudimos para aprender cómo se sirve a Dios en la alegría, con manos inocentes y corazón puro, día y noche, con amor vigilante; cómo servir a Cristo es seguirle: subir con él a la cruz para reinar con él en la gloria; cómo es una ley para nosotros llevar los unos el peso de los otros y prestarnos recíprocamente un libre servicio; cómo se repite el gesto de la humilde Sierva: convertir la vida en un servicio de amor al Hijo de Dios y a todos los hermanos. CONTEMPLATIO [Los siete fundadores], dado el temor que sentían por su imperfección, tomaron una sabia decisión: se fueron humildemente a los pies de la Reina del cielo, la gloriosísima Virgen María, con todo el amor de su corazón, para que ella, que es mediadora y abogada, les reconciliara y les recomendara a su Hijo y, supliendo con su generosísima caridad sus imperfecciones, obtuviera, piadosa, abundancia de méritos. Por eso, en honor de Dios, se pusieron al servicio de la Virgen, su Madre, y desde aquel momento quisieron llamarse Siervos de Santa María, con un estilo de vida sugerido por personas sabias (Legenda de origine Ordinis fratrum Servorum Virginis Mariae [año 1317], n. 18). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la palabra de- la liturgia: «Concédenos, Señor, la caridad ardiente de los siete smi tos fundadores».

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PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Bonfiglio te llamaron en la fuente bautismal, profetizando que te convertirías en el mejor de todos los hijos. Por eso te eligieron como primer guía de aquella familia religiosa de la que fuiste el primer siervo [...]. Vuestro programa era sencillo: «Ante todo y sobre todo, amar a Dios y, a continuación, al prójimo: éste es el mandamiento principal dado a cada uno». Primero Dios, porque Dios está dentro. Es él quien te lleva, el que te mantiene en pie, el que te hace caminar. A continuación, el prójimo, el otro, cada uno, que debe convertirse en otro «tú mismo». Pero se trata de un solo mandamiento, y tampoco en dos tiempos, sino en un solo tiempo [...]. Sencillo, pero sustancial, es vuestro mandamiento: «Id y predicad a todas las gentes la pasión de mi Hijo y mi dolor, de suerte que convirtáis al mundo». Era el mandamiento de la Madre que os había llamado, precisamente, en un día de viernes santo, el gran día en el que «se oscureció toda la tierra». Ésta era la razón de que os hubierais convertido en hermanos «Siervos de María»: el mandato de Cristo y la consigna de la Madre; a saber: el Evangelio (como ya lo fuera para Francisco) según la interpretación de la Madre; de ella, que había dado carne a la Palabra, convirtiéndose en imagen viva de la Iglesia. Evangelio y piedad : ésta es vuestra única regla. Como san Pablo, que no sabía más que de Cristo, «y éste crucificado» (D. M. Turoldo, Come i primi Trovadorí, Liscate-Milán 1 9 8 8 , pp. 15 y lóss).

Cátedra de san Pedro 22 de febrero

Un antiquísimo martirologio sitúa el nacimiento de la cátedra de Pedro exactamente el 2 2 de febrero. Esta fiesta litúrgica ha sido señalada por la Iglesia como una maravillosa oportunidad para hacer una memoria viva y actualizadora del primero entre los apóstoles, Simón Pedro. Simón, natural de Cafarnaún y pescador de oficio, se encontró con Jesús en el ejercicio de su profesión: lo abandonó todo, casa y padres, para seguir al Maestro de por vida. Su personalidad, tan sencilla como simpática, emerge de manera espontánea y clara en todo el relato evangélico. Jesús lo eligió, más allá de sus méritos, ¡unto con los Doce, y entre éstos lo eligió como el primero. La celebración de hoy, con el símbolo de la cátedra, da un gran relieve a la misión de maestro y pastor que Cristo confirió a Pedro: sobre él, como sobre una piedra, fundó Cristo su Iglesia.

LECTIO

Primera lectura: 1 Pedro 5,1-4 Queridos hermanos: ' Para vuestros responsables, yo, que comparto con ellos ese mismo ministerio y soy testigo de los padecimientos de Cristo y partícipe ya de la gloria que está a

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punto de revelarse, ésta es mi exhortación: 2 Apacentad el rebaño que Dios os ha confiado no a la fuerza, sino de buen grado, como Dios quiere, y no por los beneficios que pueda reportaros, sino con ánimo generoso; 3 no como déspotas con quienes os han sido confiados, sino como modelos del rebaño. 4 Así, cuando aparezca el supremo pastor, recibiréis la corona de la gloria que no se marchita.

*» El carácter autobiográfico de esta primera lectura es evidente: el apóstol habla en primera persona y se presenta como «responsable», «testigo de los padecimientos de Cristo», «partícipe ya de la gloria que está a punto de revelarse» (v. 1). De esta autopresentación podemos deducir la plena y perfecta identidad del discípulo-apóstol. Vienen, a continuación, algunas recomendaciones, con las que Pedro desea compartir con los responsables a los que dirige la palabra el peso y el honor de las responsabilidades que Jesús ha puesto sobre sus hombros. Las invitaciones a apacentar, a vigilar y a ser modelos para el rebaño (w. 2ss) se suceden con machacona insistencia: señal de que el apóstol no transmite algo de su propia cosecha, sino u n a misión que le ha sido confiada para ser compartida y participada. No es el interés, sino el amor, lo que debe animar y sostener a los «responsables», es decir, a los que han sido llamados en la Iglesia a ejercer u n ministerio de guía. Su espiritualidad es la del servicio total, la plena entrega y la fidelidad incondicionada. Las últimas palabras de esta lectura contienen u n a promesa: a los que permanezcan fieles hasta el final se les asegura «la corona de la gloria» (v. 4), y será el Pastor supremo quien corone a los pastores de la Iglesia.

Evangelio: Mateo 16,13-19 En aquel tiempo, 13 de camino hacia la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

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-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? 14 Ellos le contestaron: -Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elias; otros, que Jeremías o uno de los profetas. 15 Jesús les preguntó: -Y vosotros ¿quién decís que soy yo? 16 Simón Pedro respondió: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17 Jesús le dijo: -Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre, que está en los cielos. 18 Yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del abismo no la hará perecer. 19 Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

**• Esta página evangélica se subdivide en dos partes: en primer lugar, es Jesús quien quiere saber lo que la gente dice de él, y se lo pregunta a los discípulos (w. 13ss). Conocemos bien las diferentes respuestas que le dan: todas ellas son válidas en parte, pero ninguna es exacta. De este modo, Jesús ha abierto el paso a una pregunta ulterior (v. 15), pero esta vez la respuesta viene personalmente de Pedro (v. 16). La de Pedro es una profesión de fe plena, completa, que tiene todo el sabor de una fe pascual. Al mismo tiempo que define quién es Jesús, Pedro manifiesta plenamente también su propia identidad de creyente, y en esto nos representa a todos. La segunda parte de esta página evangélica contiene u n a serie de enunciados con los que Jesús define su relación personal con Pedro y el ministerio de Pedro respecto a la Iglesia (w. 17-19). La bienaventuranza de Pedro, solemnemente pronunciada por Jesús, está motivada por el hecho de que Pedro ha hablado bajo la inspiración de Dios: la profesión de fe de Pedro corresponde a u n a plena revelación divina. El nuevo nombre que

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Jesús da a Simón ya no es Simón, sino «piedra», firme y sólida, sobre la que el mismo Cristo pretende edificar su Iglesia, la comunidad de los salvados. Por último, Jesús dirige a Pedro una promesa absolutamente especial: a él se le entregarán las llaves del Reino de los Cielos, las llaves que sólo Cristo puede usar y con las que él mismo abre y cierra, ata y desata, entra y sale. Con Pedro y por medio de Pedro, es Cristo mismo el que lleva a cabo la salvación para todos.

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I

La tercera tarea de la que se encarga el apóstol IVtli < > es la de exhortar a todos los que le escuchan, a fin dr que cada uno se dé cuenta de la necesidad de respondí-i ;il mensaje revelado y de corresponder a él con la vida. De este modo, el apóstol Pedro se presenta a nosotros como el «evangelista ideal», con u n a predicación completa y paradigmática, a la que todos estamos llamados a configurarnos.

ORATIO MEDITATIO El apóstol Pedro, desde el primer gran discurso que pronunció el día de Pentecostés (Hch 2,14-41), se presenta en el escenario de la historia como testigo, intérprete y exhortador. Así es como ejerce su ministerio de guía de la primitiva comunidad cristiana. Ante todo, es testigo del gran acontecimiento pentecostal, en el que el Padre, por medio del Hijo, envió el don del Espíritu Santo sobre los primeros creyentes. Pedro tiene el derecho-deber de presentarse como testigo ocular de este acontecimiento, precisamente porque él, junto con otros, fue enriquecido con este don. El testimonio cristiano brota siempre de la abundancia del don recibido y se manifiesta como correspondencia generosa al mismo don. Pedro, en su predicación, se presenta también como intérprete del acontecimiento histórico de Jesús de Nazaret, especialmente de lo que Jesús hizo durante su ministerio público y de los grandes acontecimientos pascuales que consumaron su misión. A la luz de la Pascua-Pentecostés, Pedro se encarga de interpretar el valor salvífico de la Pascua de Jesús, explicitando para sus oyentes el significado actual, que no permite fugas ni evasiones.

Señor, aléjate de mí, que soy u n pecador, pero por tu palabra echaré las redes; porque sólo tú, Jesús, eres el Hijo del Dios vivo; sólo tú, Jesús, tienes palabras de vida eterna; sólo tú, Jesús, eres la roca y yo sólo la piedra; sólo tú, Jesús, eres el Señor y el Maestro. Soy débil, Jesús, mas por tu gracia daré mi vida por ti, porque tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. CONTEMPLATIO En Pedro vemos la piedra elegida [...]. En Pedro hemos de reconocer a la Iglesia. En efecto, Cristo edificó la Iglesia no sobre un hombre, sino sobre la confesión de Pedro. ¿Cuál fue la confesión de Pedro? «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Ésta es la piedra, éste es el fundamento, y es aquí donde fue edificada la Iglesia, a la que no vencerán las puertas del infierno (.i sus ovejas a Pedro, nos confiaba a nosotros. Cuando m >

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confiaba a Pedro, confiaba a la Iglesia sus miembros. Señor, encomienda, pues, tu Iglesia a tu Iglesia y tu Iglesia se encomienda a ti (Agustín de Hipona, Sermoni per i tempi liturgici, Milán 1994, pp. 371ss). ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy estas palabras del apóstol Pedro: «Dad gloria a Cristo, el Señor, y estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones» (1 Pe 3,15). PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Viene con facilidad a la mente de todos esta pregunta: ¿Quién era san Pedro? A esta fácil pregunta no resulta fácil darle una pronta y completa respuesta. La respuesta que parece dispuesta -era el discípulo, el primero que fue llamado «apóstol» con los otros once- se complica con el recuerdo de las imágenes, las figuras y las metáforas de las que se sirvió el Señor para hacernos comprender quién debía ser y llegar a ser este elegido suyo. ¡Fijaos! La imagen más obvia es la de la piedra, la de la roca: el nombre de Pedro la proclama. ¿Y qué significa este término aplicado a un hombre sencillo y sensible, voluble y débil?, podríamos decir. La piedra es dura, es estable, es duradera; se encuentra en la base del edificio, lo sostiene todo, y el edificio se llama Iglesia: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Pero hay otras imágenes referidas a san Pedro, que merecen explicaciones y meditaciones: imágenes usadas por el mismo Cristo, llenas de un profundo significado. Las llaves, por ejemplo - o sea, los poderes-, dadas únicamente a Pedro entre todos los apóstoles, para significar una plenitud de facultades que se ejercen no sólo en la tierra, sino también en el cielo. ¿Y la red, la red de Pedro, lanzada dos veces en el evangelio para una pesca milagrosa?

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«Te haré pescador de hombres», dice el evangelio de Lucas (5,10). También aquí la humilde imagen de la pesca asume el inmenso y majestuoso significado de la misión histórica y universal confiada a aquel sencillo pescador del lago de Genesaret. ¿Y la figura del pastor? «Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Jn 21,1 óss), dijo Jesús a san Pedro, para hacernos pensar a nosotros que el designio de nuestra salvación implica una relación necesaria entre nosotros y él, el sumo Pastor. Y así otras. Aunque - m i r a n d o mejor en las páginas de la Escritura- encontraremos otras imágenes significativas, como la de la moneda (Mt 17,25) [...], como la d é l a barca de Pedro (Le 5,3), como la del lienzo bajado del cielo (Hch 10,3), y la de las cadenas que caen de las manos de Pedro (Hch 12,7), y la del canto del gallo para recordarle a Pedro su humana fragilidad (Me 14,72), y la de la cintura que un día - e l último, para significar el martirio del apóstol- ceñirá a Pedro (Jn 21,18). Todas las imágenes, características del lenguaje bíblico y del evangélico, esconden significados grandes y precisos. Bajo el símbolo hay una verdad, hay una realidad que nuestra mente puede explorar y puede ver inmensa y próxima (Pablo VI).

San Policarpo 23 de febrero

Policarpo, discípulo de Juan evangelista, fue elegido por los apóstoles obispo de Esmirna. Recibió en su Iglesia a san Ignacio, que se dirigía a Roma para el martirio. Fue precisamente Ignacio quien le definió como «buen pastor de fe inquebrantable» y como «buen atleta de la causa de Cristo». Este juicio tuvo una plena confirmación en el año 155, cuando, a los 86 años, el intrépido obispo afrontó con valor el martirio en el estadio de Esmirna y, con su muerte, se volvió - c o m o su nombre indica- portador de «mucho fruto».

LECTIO

P r i m e r a lectura: Apocalipsis 2,8-11 8

Escribe al ángel de la iglesia de Esmirna: Esto dice el primero y el último, el que estuvo muerto y retornó a la vida: 9 -Conozco tu tribulación y tu pobreza. Sin embargo, eres rico. Conozco las calumnias de quienes se dicen judíos y solamente son una sinagoga de Satanás. 10 Que no te acobarden los sufrimientos que te esperan; es verdad que el diablo va a meter en la cárcel a algunos de vosotros para poneros a prueba, pero la tribulación durará poco tiempo. Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida.

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" El que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no será alcanzado por la segunda muerte.

**• El Cristo resucitado dicta al vidente del Apocalipsis siete cartas para las siete Iglesias de Asia menor, dirigiéndolas a sus obispos («ángel»: v. 2). El fragmento leído es el mensaje dirigido a la comunidad cristiana de Esmirna, que fue recogido por Policarpo, su obispo en la época inmediatamente posterior a la de los apóstoles. Éste hizo frente sin temor al sufrimiento, superó la prueba, lúe fiel hasta la muerte (v. 10). Así, se hizo partícipe del misterio pascual de Cristo (w. 8.11): tras haberlo celebrado durante muchos años en el sacrificio eucarístico, en la última hora lo hizo visible en su cuerpo. En verdad, recibió en su muerte la corona de la vida. Evangelio: Juan 12,24-26 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 24 Yo os aseguro que el grano de trigo seguirá siendo un único grano, a no ser que caiga dentro de la tierra y muera; sólo entonces producirá fruto abundante. 25 Quien vive preocupado por su vida la perderá; en cambio, quien no se aferré excesivamente a ella en este mundo, la conservará para la vida eterna. 26 Si alguien quiere servirme, que me siga; correrá la misma suerte que yo. Todo aquel que me sirva será honrado por mi Padre.

**• Jesús nos ofrece una enseñanza sobre la vida. Sin embargo, el suyo no es un discurso sapiencial: esta perícopa se sitúa en el umbral de la pasión, y el alma de Jesús esta «turbada»; se podría traducir «desconcertada» (v. 27). Él es el «grano de trigo» caído en nuestra tierra; semilla cargada de u n extraordinario potencial de vida, aunque sólo la muerte permitirá su desarrollo. Esta ley de la entrega de sí hasta el extremo (cf. 13,1) está inscrita asimismo en nuestra existencia como condición de la auténtica fecundidad espiritual (v. 25). Policarpo qui-

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so servir fielmente a Cristo y por eso le siguió en el sacrificio y en la muerte, y recibió como don entrar con él en la vida eterna y en la gloria del Padre (v. 26). MEDITATIO La espléndida figura de Policarpo manifiesta un aspecto particular del martirio: la dimensión eucarística. Vivió en acción de gracias por el don de la fe y de la llamada al ministerio sacerdotal, como se deduce de su respuesta al tribunal pagano: «Hace ochenta años que sirvo a Cristo y no me ha hecho nunca mal alguno: ¿por qué tendría que renegar de él ahora?». Una existencia vivida en fidelidad y gratitud irradia alegría y se atrae benevolencia: el santo obispo estaba rodeado de tanta veneración y atención que nunca consiguió quitarse personalmente los zapatos, porque los fieles rivalizaban para ayudarle. La eucaristía que celebraba en el altar le configuraba enteramente en la vida y en la muerte: condenado a la hoguera, convirtió su martirio en una celebración litúrgica. Como sacerdote y víctima, pronunció una gran plegaria de bendición y acción de gracias al Padre, por medio de Cristo en el Espíritu, ofreciéndose él mismo en holocausto. Entonces, tal como cuentan los presentes, la llama le envolvió de modo extraordinario, como para glorificar su persona, y su cuerpo, al arder, emanaba el olor del pan... Verdaderamente, Policarpo fue «grano de trigo» que, al morir, dio mucho fruto para la mies de la Iglesia, y su ofrenda sacrificial es perenne pan de caridad para la vida del mundo.

ORATIO Señor Dios omnipotente: Padre de tu amado y bendecido Siervo Jesucristo, por

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quien hemos recibido el conocimiento de ti, Dios de los ángeles y de las potestades, de toda la creación y de toda la casta de los justos, que viven en presencia tuya: Yo te bendigo, porque me tuviste por digno de esta hora, a fin de tomar parte, contado entre tus mártires, en el cáliz de Cristo para la resurrección de la eterna vida, en alma y cuerpo, en la incorrupción del Espíritu Santo. Sea yo con ellos recibido hoy en tu presencia, en sacrificio pingüe y aceptable, conforme de antemano me lo preparaste y me lo revelaste y ahora lo has cumplido, tú, el infalible y verdadero Dios. Por lo tanto, yo te alabo por todas las cosas, te bendigo y te glorifico por mediación del eterno y celeste Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu siervo amado, por el cual sea gloria a Ti con el Espíritu Santo, ahora y en los siglos por venir. Amén («Martirio de san Policarpo, XIV», en Padres apostólicos, ed. Daniel Ruiz Bueno, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2 1967, pp. 682-683).

CONTEMPLATIO Por eso, abandonemos los vanos discursos de las multitudes y las falsas doctrinas y volvamos a la enseñanza que nos ha sido transmitida desde el principio. Permaneciendo sobrios para la oración (cf. 1 Pe 4,7), constantes en los ayunos, suplicando en nuestras oraciones a Dios, que lo ve todo, que no nos introduzca en la tentación (Mt 6,13), pues el Señor ha dicho: «El espíritu esta dispuesto, pero la carne es débil» (Mt 26,41) [...].

San Policarpo

l*

Que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el mismo pontífice eterno, el Hijo de Dios, Jesucristo (cf. Heb 6,20; 7,13), os edifiquen en la fe y en la verdad, en toda mansedumbre, sin cólera, en paciencia y en magnanimidad, en tolerancia y en castidad. Y os den parte en la herencia de sus santos (Policarpo de Esmirna, Carta a los Filipenses, 7,2 y 12,2). ACTIO Durante la jornada de hoy, repite a menudo con san Policarpo: «Señor, Dios omnipotente, te alabo, te bendigo y te glorifico por todos tus beneficios».

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL Antes de morir, Policarpo eleva a Dios una oración: en este momento se constituye en «ofrenda agradable». El verdadero protagonista en el acontecimiento-martirio es, para el mártir y confesor de la fe, ante todo y una vez más Dios. El Omnipotente, «Dios de los ángeles y de las potencias», es aauel por quien Policarpo ha sido elegido, privilegiado, y no sólo por lo que pudo realizar en vida, sino sobre todo por la muerte con la que pudo coronar su «testimonio». Frente a Dios, Policarpo, a punto de morir, se limita a bendecir y a dar gracias, puesto que se siente elegido por Dios gratuitamente. Policarpo, obediente, como Cristo, hasta la muerte, quiere ser, también en estos últimos momentos de su vida, sólo bendición, alimentado por la esperanza de que sea agradable a Dios el holocausto que se va a consumar. Como Jesucristo, también Policarpo está ofreciendo su propio sacrificio. N o se trata de una liturgia expresada a través de una dimensión cultual y ritual exterior, sino de una liturgia nacida del corazón y celebrada con el don de la vida y, por consiguiente, con el más auténtico significado sacrificial. Policarpo, por medio

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de Jesucristo, recibió el «conocimiento» de Dios Padre y ahora, tal como hizo el Hijo, le entrega su vida, pero antes aún está su acción de gracias bendecidora, su alabanza, su gloria, su fe sin reservas, solemnemente proclamada y estigmatizada por el amén final, última palabra pronunciada por el mártir como perenne confirmación de su credo, de su absoluta pertenencia a Dios y sólo a Dios (C. Burini, «La preghiera di Policarpo, celebrazione del suo martirio», en Parole Spirito e Vita 25/1 [1992], pp. 193-198, pass/m).

Santas Perpetua y Felicidad 7 de marzo

Septimio Severo emitió un edicto por el que prohibía la propagación del cristianismo en el África romana. En el año 202 tuvo lugar una gran persecución, en la que, ¡unto con otros, fueron víctimas Perpetua y Felicidad. Perpetua escribió de su propio puño la historia de su martirio. Provenía de una familia distinguida y fue educada con gran esmero; fue dada como esposa a un ¡oven de alta condición. No renegó nunca de la fe en Cristo y fue martirizada precisamente porque no quiso hacer sacrificios a los dioses paganos, «como había sido ordenado por los inmortales emperadores». Felicidad, en cambio, era una esclava. Cuando fue detenida, estaba encinta y, según una ley vigente en aquel tiempo, las mujeres encintas no podían ser expuestas al suplicio. Felicidad dio a luz antes de tiempo a causa de las condiciones de vida de la prisión. La niña fue confiada a la custodia de una mujer cristiana. Su martirio conmovió a los presentes en la arena por la actitud absolutamente femenina con la que lo soportó. Los nombres de las dos mártires fueron incluidos en el canon romano.

LECTIO

Primera lectura: Eclesiástico 51,1-12 ' Te doy gracias, Rey y Señor, a ti te alabo, oh Dios, Salvador mío,

Ido

7 de marzo

doy gracias a tu nombre; 2 porque fuiste protector y apoyo para mí, y libraste mi cuerpo de la ruina, del lazo de la mala lengua y de los labios que traman la mentira. Frente a los que me cercaban, fuiste mi apoyo y me libraste, 3 por tu gran misericordia y por tu nombre, de las dentelladas de los que iban a devorarme, de la mano de los que amenazaban mi vida, de las muchas tribulaciones que soporté, 4 de las llamas sofocantes que me rodeaban, de un fuego que yo no encendí, 5 de las entrañas profundas del abismo, de la lengua impura, de la palabra mentirosa, 6 calumnia de una lengua injusta ante el rey. Estaba yo a punto de morir y mi vida tocaba ya el abismo; 7 por todas partes me cercaban y nadie me socorría; busqué un socorro humano y no lo había. 8 Entonces me acordé, Señor, de tu misericordia y de tus obras desde siempre, de que tú libras a los que en ti esperan y los salvas de las manos de sus enemigos. 9 Elevé desde la tierra mi plegaria y supliqué ser librado de la muerte. 10 Invoqué al Señor, padre de mi señor: «No me abandones el día de la tribulación, cuando me acosan los soberbios y estoy desamparado. Alabaré tu nombre sin cesar y te daré gracias con cánticos». 11 Y fue atendida mi plegaria: me salvaste de la ruina y me libraste del trance difícil. 12 Por eso te daré gracias y te alabaré y bendeciré el nombre del Señor. **• El texto de la primera lectura es el desarrollo de la experiencia vivida y sufrida por un h o m b r e que, constreñido por la mordaza de la violencia, la calumnia y la mentira (w. 2ss), no obtiene ayuda ni socorro de sus semejantes (v. 7). Se encuentra, a su pesar, rodeado por

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el mal, en u n a situación de terrible sufrimiento, particularmente expresada mediante la imagen de u n fuego encendido cuyo h u m o le sofoca (w. 4ss). Vuelve, entonces, con la mente a los momentos en los que ha actuado la misericordia del Señor liberando y salvando a los que h a n esperado en él (v. 8). Eleva desde la tierra su plegaria, recordando precisamente las palabras del salmista: «Él levanta del polvo al desvalido y alza del estiércol al pobre» (Sal 113). Este h o m b r e es escuchado y salvado de la pésima situación a la que las fuerzas contrarias al bien le habían reducido (v. 11). De su boca brota espontánea u n a plegaria de liberación y de alegría: después de tanta fatiga y tanto dolor, el corazón encuentra la fuerza necesaria para glorificar, dar gracias, alabar y bendecir al Señor (v. 12).

Evangelio: Mateo 10,28-33 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 28 No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden quitar la vida; temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno. 29 ¿No se vende un par de pájaros por muy poco dinero? Y sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. 30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. 31 No temáis; vosotros valéis más que todos los pájaros. 32 Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial; 33 pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre celestial. **• Si en la primera lectura se pone de relieve la persecución, Jesús, en el evangelio, saca a la luz el valor. Nos invita a no tener miedo de quienes con violencia pretenden quitarnos la vida, y a mantenernos alejados de aquellos que quieren arrancarnos de la verdad (v. 2H).

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El discípulo que comparte la vida de Cristo comparte asimismo su pasión y su resurrección. Todos estamos presentes ante los ojos y en el corazón de Dios, y todo lo que somos y hacemos está ante sus ojos misericordiosos, pero que también juzgan (v. 29). El valor del discípulo nace de la fe y de la libertad, de suerte que ya no tiene nada que defender y ya no se le puede hacer chantaje. Es un valor del que dependerá el juicio final: el discípulo que defienda a Cristo ante el tribunal de los hombres será delendido después por Jesús ante el tribunal de Dios (v. 33). Jesús repite con insistencia que no hay que tener miedo (v. 31) de los hombres, de los que nos harán mal, porque todo lo que nos pueda pasar, ya lo ha pasado él, por eso com-padece nuestro dolor (cf. Heb 4,15).

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ante el estupor de todos: «¿Cuándo seremos expuestas a esta vaca?». Si Perpetua se mostró tan fuerte y animosa, Felicidad no lo fue menos. El amor al Señor de la primera se comunicó tan radical y profundamente a la segunda que hizo de ambas un único pan partido por Cristo. Felicidad estaba deseosa de purificarse con el segundo bautismo del martirio; el día en que esto tuvo lugar, se sintió colmada de alegría, porque, por fin, consiguió la liberación. Ser de Cristo significa ser personas libres, capaces de hacer frente a cualquier situación con la cabeza alta y con una fuerza extraordinaria que ni siquiera es posible concebir con la mente. Nuestras dos santas mártires son el testimonio de que todo es posible en el Señor y de que «la gracia vale más que la vida», como canta el salmo 62.

MEDITATIO En la vida de estas dos mártires se reconoce la continua presencia y acción del Espíritu Santo, que suscita en el corazón de cada hombre el deseo de la verdad y da la fuerza necesaria para soportar hasta las penas más graves que el hombre es capaz de infligir a sus semejantes. La culpa de santa Perpetua y de santa Felicidad era ser cristianas, fieles cristianas que prefirieron a Cristo y no a los dioses paganos. ¡Y qué rabia hicieron brotar en sus perseguidores por el hecho de no obedecerles! Una vez que hubo dirigido la mirada al Señor, santa Perpetua recibió la gracia de tener tres visiones que dan respuesta a su fe y encontró tal fuerza para soportar el martirio que, tras haber sido agredida por una vaca que la había tirado al aire con los cuernos, se levantó y, al ver a Felicidad, que yacía en el suelo casi muerta (también ella había sido derribada por la vaca), se le acercó, le dio la m a n o y la levantó del suelo. Perpetua parecía una persona salida de u n profundo sueño -pero era u n éxtasis- y, mirando alrededor, preguntó,

ORATIO ¡Oh mártires fuertes y bienaventuradas! Habéis sido verdaderamente llamadas y elegidas para dar a conocer la gloria de Cristo, nuestro Señor. Nosotros miramos y aprendemos de vuestro ejemplo para la edificación de la Iglesia y para poder decir a todos los hombres de la tierra que el Espíritu Santo obra también en nuestros días junto con Dios Padre omnipotente y con su Hijo Jesucristo, el cual es gloria, luz y poder por los siglos de los siglos. Amén («Passione di S. Perpetua e Felicita e dei loro compagni», en I. Clerici [ed.], Atti autentici dei martiri, Milán 1927, pp. 178ss).

CONTEMPLATIO [Cuenta Perpetua:] Estando yo -dice ella- con los perseguidores, como mi padre, guiado por el amor natural,

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se esforzase por desviarme de mi propósito y perderme, le dije: «Padre mío, ¿ves en el suelo ese vaso o jarro, o como se le quiera llamar?» Y le respondió: «Lo veo». Entonces yo le dije: «¿Acaso se le puede llamar de otro modo?», y el me contestó: «No». De la misma manera, yo no me puedo llamar otra cosa que «cristiana» («Pasión de las santas Perpetua y Felicidad y sus compañeros mártires», traducción de J. Bollando, en Acta sanctorum, 6 marzo t. I.). ACTIO Repite con frecuencia y medita durante esta jornada con santa Perpetua: «Es mejor hacer sacrificios a Dios que a los ídolos».

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL En los antiguos relatos de martirio aparece clara la dimensión de éste como imitatio Christiy, aún más allá, en la misma línea, como momento que procura una presencia especial del Señor en quien sufre por él. De este modo, el testigo acerca lo humano a lo divino y se diferencia del héroe pagano o del filósofo que se oponen al tirano, que también siguen las huellas demostrando la misma fuerza en el sufrimiento. Como la muerte del héroe o del filósofo exalta al hombre, el martirio del cristiano exalta a Dios. Según las palabras de los documentos que nos han llegado, en el caso del cristiano se trata de una transformación antropológica radical, una transformación que da frutos incomprensibles: la serenidad y la compostura frente a situaciones alucinantes, convirtiendo el dolor en alegría; la insensibilidad a los tormentos, la victoria sobre la muerte, la visión beatífica. «Si ahora sufres así -le dice un guardián de la cárcel a Felicidad, presa de los dolores [del parto]-, ¿qué harás cuando seas echada como comida a las fieras, a las que también has despreciado cuando no has querido ofrecer sacrificios?». «Ahora -responde Felicidad-

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soy yo la que tiene que sufrir lo que sufro; allí, en cambio, será otro el que sufrirá por mí, porque también yo sufriré por él» (Passio perpefuae, 15). Lo que equivale a afirmar que el verdadero protagonista del acontecimiento no es el hombre, sino el mismo Cristo. En la visión religiosa que nos proporcionan las Actas y las Pasiones no faltan Ta presencia y la invocación, aunque menos relevantes, al Espíritu Santo. En el Martirio c/e Po/icarpo, el obispo de Esmirna bendice a Dios por haberle hecho digno de aquella hora, por tener parte en el número de los mártires en el cáliz de Cristo, por la resurrección en la vida eterna, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo [...]. De Irene, muerta en Tesalónica durante la persecución de Diocleciano, se dice que la gracia del Espíritu Santo la había protegido pura e intacta en el Señor y Dios del universo. Por consiguiente, el mártir cristiano de los primeros siglos es alguien que rechaza la idolatría, en cualquier forma que se presente, porque reconoce en Dios al omnipotente, al creador y al padre; en Cristo al Señor y al Salvador, Dios e Hijo de Dios, por eso le sirve y en él pone su única confianza; en el Espíritu Santo al que le conforta, protege e ilumina en el camino que conduce a la eternidad, hacia la casa última y pacificada de Dios [...]. Así, mucho más allá de las capacidades, los límites, las virtudes, las debilidades o los pecados del hombre - c o m o enseñan las palabras de Felicidad ae las que hemos hablado-, la gracia de Dios, acogida por el hombre que se convierte, marca con un carácter esencial el acto del martirio cristiano, lo corona y lo hace erfecto; éste, que es siempre un anuncio, se vuelve para los ombres manifestación de una dimensión escatológica (P. Siniscalco, «I martiri della chiesa primitiva», en A A . W . , Martiri, g¡udicio e don per la chiesa, Turín 1 9 8 1 , 19ss).

San Juan de Dios 8 de marzo

Juan nació en Portugal el año 1495. De ¡oven llevó una vida de juergas y aventuras y, después de una milicia llena de peligros, se entregó por completo al servicio de los enfermos. Desde entonces era en él habitual que, cuando se encontraba con un pobre, se despojara de lo que llevaba encima Dará dárselo. Finalmente, decidió quedarse en Granada y undó allí un hospital para los enfermos y abandonados de a sociedad. Vinculó su obra a un grupo de compañeros, que constituyeron después { a j a m a d a orden de los hospitalarios de san Juan de Dios. Destacó, sobre todo, por su caridad con los enfermos y necesitados. Murió en Granada en el año 1550.

LECTIO

Primera lectura: 1 Juan 3,14-18 Hermanos: 14 Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. 15 El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna.