Las ciencias humanas y la filosofía
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Lucien Goldmann

Las ciencias humanas y la filosofía

Ediciones Nueva Visión

Título del or iginal en francés: "Sciences humaines et philosophie". Traducción de Josefina Martínez Alinari.

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I.S.B.N. 950-602-084-1 © 1984 por Ediciones Nueva Visión SAIC

Tucumán 3748, Buenos Aires, República Argentina Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en la Argentina I Printed in Argentina

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Introducción

Al comenzar este trabajo queríamos titularlo Introduc­

ción a los problemas de método en la sociología del esp íritu. Al redactarlo nos dimos cuenta de que tenía como centro las relaciones entre las ciencias humanas y la filosofía. Esto era una cosa lógica. Si la filosofía es algo más que una simple expresión conceptual de las diferentes visiones del mundo, si aparte de su carácter ideológico, nos trae ciertas verdades fundamen tales referentes a las

relaciones del hom bre con los o tros hombres, y de los hom bres con el universo, entonces estas verdades deben hallarse en la base misma de las ciencias humanas, y

notablemente en sus métodos. Toda filosofía es, entre otras cosas, una filosofía de la

conciencia y del espíritu (sin ser por eso necesariamente idealista). Las filosofías de la naturaleza, desde el Renacimiento hasta Schelling y Hegel, trataron de introducir el espíritu y la conciencia en el universo físico. El desarrollo de las ciencias fisicoquímicas parece haber probado que tal pretensión era errónea. Este desarrollo se ha hecho en detrimento de la filosofía de la naturaleza, que ha tenido que ceder terreno. De esta experiencia histórica se desprendió una idea, valedera

hasta n ueva orden para el m undo físico: la ciencia positiva adquiere un dominio del conocimien to en la medida en que se libera de toda ingerencia filosófica. El cientificismo ha tratado de extender esta afirmación y humanas, preconizando una

a las ciencias biológicas

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biología mecanicista, una psicología objetivista, una historia empírica y una sociología cosista y descriptiva. Si tiene razón, la filosofía es una supervivencia ideológka que ya no tiene razón de ser, y de la cual hay q'•e liberarse.1 Pero si, por el contrario, la filosofía aporta realmente verdades acerca de la naturaleza del hombre, entonces toda tentativa de eliminarla altera necesariamente la comprensión de los hechos humanos. En este caso, las ciencias humanas deben ser filosóficas para ser cientificas. Así, el estudio del método en ciencias humanas coloca, en el mismo plano de la ciencia positiva, el problema de la inutilidad o, por el contrario, del valor actual de la filosofía. Se comprenderá que dicho problema está en el segundo plano de nuestro estudio. Antes de terminar esta introducción, debemos dar las gracias al profesor Émile Bréhier, que nos ha incitado a reflexionar acerca de los problemas de métdo, y sin cuyas observaciones este estudio proba­ blemente no se habría p ublicado nunca.

1 En la secretaría de un Instituto de Psicología, hemos oído una vez a una empleada decir a una joven estudiante que venía a inscribirse que ta estadística figuraba en el programa de estudios "para evitar que la psicología degenerase en filosofía".

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El pensamiento histórico y su obje to

Tddo hecho social es un hecho histórico, y a la inversa. Por consiguiente, la historia y lá sociología estudian los mismos fenómenos, y si cualquiera de ellas capta un aspecto real, la imagen que da de él tiene que ser parcial y abstracta si no está completada por los aportes de la otra. Pero la transformación de lo abstracto en concreto no se obtiene adicionando dos imágenes parciales. No se puede obtener un conoci­ miento real de los hechos humanos reuniendo los resultados parciales y deforman tes de una sociología cosista o psicologista con los de una historia política o simplemente positivista. El conocimiento concreto no es una suma, sino una síntesis de abstracciones justifica­ das. En el caso de que hablamos, como las abstracciones no están justificadas, su síntesis es imposible. No se trata, pues, de reunir los resultados de la sociología y de la historia, sino de abandonar toda sociología y toda historia abstractas para llegar a una ciencia concreta de los hechos humanos, que sólo puede ser una sociologz'a histórica o una historia sociológica. Ésta es la tesis que trataremos de sostener en el curso del presente estudio. La sociología sólo puede ser concreta cuando es histó­ rica: igual que la historia, si quiere ir más allá de la simple recopilación de hechos, tiene que ser necesaria­ mente explicativa, lo que quiere decir, en una medida mayor o menor, sociológica. Historia, sociología histórica, filosofía de la historia, todo esto supone un problema epistemológico previo.

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¿Por qué el hombre se interesa por ciertos hechos únicos y localizados en el tiempo? 2 ¿Por qué el hombre se interesa por el pasado, y sobre todo, qué le interesa del pasado? A primera vista, la respuesta parece sencilla: el objeto de la historia es el conocimiento, todo lo riguroso y preciso posible, de los acontecimientos, en lo que tengan de especzfico, y de particular, y esto sin ninguna consideración de interés individual o colectivo ni de utilidad práctica. El historiador es un sabio que busca la verdad y siendo ésta un fin y no un medio, no hay razón de preguntarse el porqué : Adequatio rei et intellectus es el fin general de toda actividad científica; en cuanto a los medios: desinterés, erudición, espíritu crítico, consagración a la tarea, sin hablar de la penetra­ ción y de la inteligencia necesarias. Sin embargo, si se mira más de cerca, las cosas resultan mucho más complejas. Habiendo tenido que imponerse en los siglos XVI y XVII, mediante una lucha encarni­ zada contra las intromisiones teológicas y sociales de toda naturaleza, la física moderna ha defendido con vehemencia la necesidad de una investigación desintere­ sada. Así ha contribuido a crear una ideología cientifi­ cista, que hacía un valor de toda investigación y de todo conocimiento de los hechos y miraba con .cier­ to desprecio las tentativas de relacionar el pensamiento científico con la utilidad práctica y las necesidades del hombre. Se diría que la sociedad moderna purgaba las faltas del pasado compensando las dificultades de los precursores de la ciencia mediante una veneración y un respeto tanto más pronunciados por todos los continuadores o los que pretendían continuar su obra. Los resultados extremos de esta ideología han sido, especialmente en fas ciencias humanas, los numerosos eruditos puros que pasan su vida acumulando un máximo de conocimientos, en un dominio limitado i Creemos q ue la historia comprende los hec hos pasados, presen tes y futuros. Pero para evitar una discusión que correría el riesgo de alejarnos demasiado del tem a que. nos preoc u p a actualmente, p o r ahora preguntamos s ó l o por q u é el hombre se interesa por el pasado. La respuesta valdrá a fortiori para los hechos históricos p resentes o futuros.

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y parcial, y se creen antropólogos, historiadores, lin­ güistas, filósofos, etcétera. No obstante, y hasta en sus excrecencias, esta actitud ha tenido su utilidad y su justificación. El trabajo de investigación científica necesita libertad e indepen­

dencia con respecto mente exige que el ideología, sino que para subordinar en

a toda ingerencia extraña. Igual­ investigador no renuncie a toda haga todos los esfuerzos posibles su trabajo dicha ideología a la

realidad de los hechos que estudia. Pero éstas son necesidades que se experimentan en la exigencia de una investigación desinteresada. En cuanto a la valorización de la erudición como tal, se justifica también, y desde un doble punto de vista: primero, siempre que la erudición, condición indispen­ sable de toda investigación seria, se convierta, natural­

mente, por consecuencia, en un valor social y que esta valorización de la erudición en sí, la exigencia de que los escritores conozcan a fondo los temas sobre los cuales escriben, tenga, entiéndase bien, una influen­ cia saludable sobre el nivel del trabajo científico; y segundo, porque no se puede conocer de antemano ni el interés cientzfico ni el interés práctico que puede presentar un conjunto de hechos aún insuficientemente explorados. Hay, sin duda, en ciertas investigaciones puramente eruditas, un desperdicio de tiempo y de energía, pero éstos son los inevitables gastos extraordi­ narios del trabajo de exploración, y la experiencia ha probado que el apoyo y la libertad completa de toda investigación, sin tener en cuenta las perspectivas de utilidad práctica que presente desde el principio, siguen siendo

la

actitud

más

conveniente

desde el

plano

mismo de la utilidad. Sin embargo, todo esto no debe ocultar una realidad

epistemológica fundamental, afirmada desde 1 846 por Marx en las Tesis sobre Feuerbach y sacada nuevamente a la luz por las investigaciones psicológicas y epistemo­ lógicas de Jean Piaget. El pensamiento humano, en general, e, implícitamente, el conocimiento científico,

que es un aspecto particular de él, están estrechamente unidos a la conducta humana y a los actos del hombre

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en el mundo a m biente. Último fin del investigador, el pensa m ien to cie n t í fico no es más que un medio para el grupo social y para la humanidad entera. Pero, d esde este punto de vista, la u t ilidad práctica · de las ciencias fisicoquímicas es evidente. Éstas c ons­ tituyen el fundamento de toda técnica; el m edio, no sólo de prever, como quería A. Com te, sino también de producir, dominar y transformar el mundo.3 Pero esta misma evidencia presenta e l problema del funda­ mento de las ciencias históricas. ¿ D e qué puede servir el conocimiento de acontecimientos únicos, irre m e dia­ blemente localizados en el tiempo y el espacio, espe­ cialmente cuando se trata de acont ecimientos pasados? Elimin e m os enseguida la idea de que la principal u tilidad de la historia podría estar en el hecho de procurar enseñanzas, de enseñar a los hom bres el modo de obrar, ahora o en e l porvenir, para realizar los Jl"nes que se proponen. Es evidente que con frecuencia las circunstan ci as cam bian comple tam ente y que en la historia de las guerras púnicas no se aprende a ganar una batalla actual, ni en la historia de la revolución francesa o inglesa cóm o resolver los pro blemas que presentan las revoluciones contemporáneas. Desde este punto de vista, el valor pragmático de las ciencias históricas es casi n u l o , y se podría ver en ellas el caso t í pico de desinteresada.

una

ciencia

puramente

erudita

y

Sin embargo, nos parece que al hacerlo se confundiría e l carácter necesariamente desinteresado de la investi­ gación individual con el carácter, por el con trario , necesariamente ligado a la práctica y a l a vida, de todo sistema de conocimientos concebido en su función social. Pero lo que los hombres y el grupo social buscan en la historia son especialmente los valores y los fines y sólo accesoriamente los m e dios, es decir, los procedimientos y las técnicas. 3 Hay que añadir que en ciertas épocas , en E uropa Occidental, en los siglos XVII y XVII I , p or eje mplo, tenían también otra función, la de establecer valores ideológicos, y p or ello eran tan importantes para la filosofía de aquel período.

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El pro ble m a de los fundamentos ontológi,cos y episte­ mológicos de la historia es un aspecto particular del problema ontológico general de las relaciones del hom bre con sus semejantes, que ciertos filósofos contemporáneos, partiendo de una posición cartesiana, han designado con el nombre de· problema "Ajeno", pero que sería más preciso designar como problema de "Nosotros". Este no es un simple j uego de palabras, sino uno de los puntos de partida más importantes de la filosofía m oderna.

"Ego sum, ego existo", escribía D escartes, ponien do de relieve ese Ego que quedará como fun damen to de toda filosofía racionalista o e mpirista, a través de las mónadas de Leibniz, de la sensación de los empiristas, delyo de Fichte, e, incluso, de los atributos radicalmente separados los unos de los otros de Spinoza, hasta nuestros d ías, en que en una gramática de 4° curso, hem os p o dido leer, como lógica, la afirmación de: "Yo no tiene plural. Nosotros es yo y tú. "4 En esta perspectiva, el Ego, por ser e l primer dato fundam e n tal, e l punto de partida, el problema de las relaciones entre los hom bres, cuando se presenta, se convierte n a turalmente en el problema "Aj eno". Los "o tros" h o mbres se hallan asimilados a la realidad física y sensible. No son más que seres que yo veo y oigo, como veo una piedra que cae y com o oigo su caída. No es sorprendente, pues, que se com pru e be q ue aunque haya una historia ex terior, racionalista o em pi­ rista, no hay, en el cuadro de estas dos perspectivas, una filosofía de la historia. Para ellas el pasado es radical y sencillamente pasado, y no tiene ninguna importancia existencial, ni para e l presente ni p ara el porvenir. Por el contrario, el pensamiento dialéctico com ienza con una frase quizás exagerada, pero que e s casi un 4 Bruneau y Heullu y , Gramática francesa, IV. Los autores se dan

cuenta de que esta afirmación no tiene un valor absoluto porque añaden: " Pero nosotros puede ser un verdadero p lural ". Todos los alumnos respondieron : "Preferimos componer el lunes por la n oc h e ". Debemos añadir que el ejempl o no es fel iz. Componer no es, en el sistema escolar actual, una acción común c uy o tem a sería u n a verdadera comunidad.

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manifiesto:

la

proclamación

del

cambio radical que

acaba de operarse en el pensamiento filosófico. Al Ego de Montaigne y de Descartes, responde Pascal diciendo: "El yo es odioso", y de Hegel a Marx, los "otros" hombres se harán cada vez más, no seres · que yo veo y oigo, sino seres con los cuales obro en común. Ya no están del lado del objeto, sino del lado

del sujeto 1 del conocimiento y de la acción. El "Nosotros" se convierte así en la realidad fundamental con relación a la cual el "yo" es posterior y derivado. En nuestros días, uno de los más grandes poetas revolucionarios, B. Brecht, ha formulado esta posición en términos que, sin querer, toman de nuevo la frase de Bruneau cambiando los acentos. Al capitalista colonial que le pide que se sacrifique por su empresa, que le presenta como una obra civilizadora común, el coolí responde: "Nosotros y Yo y Tú, no es la misma cosa". Lo que significa: sólo hay Nosotros donde existe una comunidad auténtica. Pero en la empresa que se dice común, el obrero busca su salario, el capitalista su beneficio. El paso de la falsa situación del "Yo y Tú" al "Nosotros" auténtico y consciente, es la cuestión de los fundamentos epistemológicos de la historia. A partir de ahí se debe considerar el problema del cual hemos partido. El fundamento ontológico de la historia es la relación del hombre con los otros hombres, el hecho de que el "yo" individual sólo existe en el segundo plano de la comunidad. Lo que buscamos

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psicología social que d e forma tan to m ás los hech porq u e , al eliminar todo factor histórico y social de la vid a p s í q uica de los individuos, trata, en cambio, de h a c e r de esta últi � a la clave explicativa d e los fen ó me n os glo bales. En l a obra ya citada, Konig l o d i c e abiertamente ; después d e haber explicado q u e s é



1

p u e d e h o y reunir " e n el mismo plan o " a Tarde y a D u rk h e i m , reempl azand o la distinción en tre rep resen­ taciones individuales y colec t ivas por una " psicología social " y por la "distinció n más sencilla entre los



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contenidos de conciencia puram en te individ uales y Jos orien t a d os hacia l o social (sozialausgerich te t) " , nos enteramos d e q u e estos últim o s sobre todo "se dis tin­ guen p o r un cierto apremio que se convierte, al mismo tiem p o , en la causa de su repe tición infin i tesimal, de

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suerte q u e al final la realidad histórica y social a p arece com o una re lación moral de procesos psíquicos y mo­ rales individ uales.

Nada de ex traño hay , p ues, e n que

prosiga d e finiendo claramente su métod o :

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"De la mis­

el problema de la crisis de su rrin tex to his tórico ·filosófico gen eral (gesch ich tsph ilo­ soplzisch ) ( s u brayado por noso tors ) , se le concreta y se le une ( wird überbunden ) a los fen óm enos indivi­ ma

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se

separa

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señaladas. E l infinitesimal d e cisivo que h al l a m os al fin de nuestros desarrollos será el fen ómeno de la adap­

Las l í neas q ue acabamos de citar no son sin e m bargo una e x ageración individual . K onig simplem e n te d e fine, de una m a nera que se distingue por lo clara y abierta, el m é t o d o d e sociólogos tan conocido s como von Wiese en A l e m ania o Moreno en los Estados Unidos.

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tación ( respectivamen te la falsa o la no adap tación ) " ( pág. 2 3 ) .

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Von Wíese tiene, p or o tra p arte, en este plano, el mérito de ser · un precursor. Hace m ucho tie m p o q u e h a elimin a d o de la sociología todo con tenido concre to de la vid a h u mana. Para él , la sociología se reduce al est u di o de l os fenó m e n os de alejamiento o de acerca­ miento p s í q u ico entre los individuos. Lo comprend e­ mos m u y bien cuando encabeza gran número de infor­ mes so bre o bras con te m p oráneas ( muy benévolos, p o r otra parte ) c o n l a compro bación d e q u e él había dichc lo mismo hace ya treinta o cuarenta años.

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En los Estados Unidos ha creado Moreno la socio­ metría que es, en el fondo, un esfuerzo p ara desarrollar, sobre las m ismas bases antihistóricas que von Wiese, una ciencia más o menos "cuantitativa" (el cientificis­ mo siem pre ha tenido la superstición de lo "cuanti ta­ tiv o " y de las me trías")3 4 . M oreno cree haber hallado con eso una especie de p anacea universal que p ermi­ tirí a term inar con los movimientos reivind icadores de los obreros y resolver casi todos los problemas sociales. E n uno de sus art í culos escribe : "Los investigadores que e m plean técnicas sociodramáticas de ben, p ara em­ pezar, organizar asam bleas preventivas, didác ticas y tera­ péuticas en e l gru p o donde viven y trabajan ; organizar, cuando se les pida, asambleas del m ismo género en to d as partes donde se presenten proble mas sociales urgentes o crónicos, mezclarse en las reuniones organi­ zadas por los huelguistas, en los disturbios de diferentes géneros, e n las asam bleas y manifestaciones poi í tic as, e tc . " 3 5 " La dificultad que encuentra e l marxismo se puede resumir en u na sola frase : su ignorancia de la estru ctura socio-dinámica autónoma de la sociedad m oderna" ( pág. 76). " La experimen tación sociométrica tiende a trans­ formar en un orden nuevo el antiguo orden social" ( pág. 5 1 ) . "Como un niño de pecho, la hum anidad sólo madurará p aso a paso ; sólo en la medida en que una conciencia sociométrica remodele gradualmente nu estras institu ciones sociales, la hum anidad hallará una estruc34 No queremos, en t i é n d ase bien, negar la i m p ortancia de toda mensura n i d e t o d a e s ti m ación cuan ti ta tiva, si n o solamen te c ri ticar cierto fe tichism o d e la medida, como se e x p resa, por eje m p l o , e n u n estudio sociológico acerca del "cien t i fisi s m o soc i a l " e n l os Esta d os U n idos. En ese trabaj o , s u s au t o res, al estud iar los m óviles del c o m p órtamie n to de l os soc iéJlogos norteameri c a n os , escri b e n : " Aq u í n o tom a m os en c onsiderac ión las m o t ivaciones ' p e rson ale s', como el amor a la verd a d , o l a s e d d e c o n o c i m i e n t o , p ue s no ex isten d atos vale deros en esta m a t e ri a , y no es p r ác ticamente posible as ignarles hoy n i n gú n lugar, i n c l us o aprox im ativo, e n l a escala calibrada d e distribución nacional . " Les sciences de la politique aux Etats- Unis, C ol i n , 1 9 5 1 , p á g . 2 6 6 . Es t u d i o d e R . Merton y D . Li:rner: L e "social scien tist" en A mériq ue. 35 Cahiers Internationaux de Sociologie, vol . VI, 1 94 9 . L . M ore n o , "Sociomé trie e t marxis m e ", p ág. 7 3 . E n o tro lugar d e l m i s m o a r t í c u l o , M oreno habla " d e los dos M arx : el h o m b re de c ie n ci a q ue represen t a la soci o m e tr ía y el pol ítico" (pág. 6 6 ) .

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tura social capaz de servir como cuadro d e u n a so­ ciedad universal" (pág. 7 4 ) .

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De este modo compro bamos en el gran vuelo c on­ tem poráneo de la m icrosociologí a , el fenómeno exac­ tamente con trario al que caracterizaba l a sociologí a de los años 1 8 80- 1 9 3 0. Entonces h a b ía una tendencia a reemplazar la psicología individual por e l estudio de los grupos sociales; hoy vem os que la sociología vuelve a la psicología individual y en el caso de ciertos inves­ tigadores casi se identifica con ella en la me dida en que la psicología considera al h o m bre en relación con su prójimo. No se trata, por otra part e , de negar toda u tilidad a las investigaciones de la "ciencia de las rela­ ciones" que desarrollan von Wiese y sus discípulos, e incluso a ciertos estudios sociomé t ricos. P ero, aún en el mejor de los casos, son estu dios de psico log1'a social, que eliminan conscientemente todo an álisis concre to de los hechos humanos en su con tenido y en su reali­ dad historica y que, a causa d e esto mism o, se hacen ideológicos y deformantes desde que se p resen tan como "sociologías" o como "cien cias de la vida social". La mi cro sociología no es, por o tra part e , la ún ica manera de crear una "sociol ogía" ahistórica. En Francia, Gurvi tch ha desarrollado una sociologí a "hiperempirista­ supe rrelativista" que reconoce la u tilidad de las o bras m acro-sociológicas pero se a bstiene d e establecer una jerarqu ía objetiva y concreta de los agru p am ien tos indis­ pensables para un análisis real y concreto de las estruc­ turas de la vida social. 3 6 36 Es cierto que, a veces, parece reconocer, en principio, la necesidad de una jerarq u í a ; así, c u an d o en la página 270 de su obra La vocation actuelle de la sociologie, escribe : "La u n idad de l a sociedad global con relación a la m ul titud de los agrup a­ mientos p articulares que se c o m b aten, se eli m in an , se tienen a raya mutuamente, o que se c o m bi n a n , se com p en etran o, fin al m e n te , forman en su seno conjun tos m asivos, se a firma por el p re d om inio d ad o a la nación sobre sus segmentos Y se e x p resa · mediante una jerarqu ía variable de agrupamien tos c u y a estabilización relativa constituye la estructura social global La jerarq u ía específica de los agru p a m ientos p u e d e servir de criterio objetivo para el estudio de tipos sociales globale;;". Pero si n os referimos, de acuerdo a sus p rop ias indicacion,; s. a la obra en q ue h a abordado el estu d i o de esta jerarqu 1 a, lee m os, desde el comienzo del cap ítulo c onsagrado a este ·

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Rechaza. no solamente el m aterialismo histórico , sino que se conter.ta, cuando menciona la o bra de M ax Weber, con la obse rvación lacónica : "M ucho ruido y pocas nuece s " . 3 7 E n um era 1 5 criterios no jerarq u izados para la clasificación de agru p am ientos y 3 formas de socialización y disc u te en abstrac to múl tiples teorías sociológicas ( reprochán doles, frecuentem en te con jus­ ticia, su carácter unilateral) sin j am ás relacionar ni una sola con su infraestructura histórica y social . Lógicamente, todo con tenido concreto desaparece esta noche de l a a bstracción "superre lativista ".

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Al psicologism o y al relativismo se añaden las defor­ maciones ideológicas en el con ten ido de la inves tigac ión. Citare m os un caso particularmente t í pico. En un artículo • consagrado a los mé todos de estudio de la población industrial, 38 B rephol, uno de los m ás cono cidos soció­ logos de la nueva generación en Ale rtl an ia, después de haber subrayado con mucha insistencia la ne cesidad de problema, q ue "la complej i d ad infinita, la riq ueza de los aspectos

Y de los con tenidos de toda sociedad global. . . im piden establecer

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los tipos sociológicos sin tomar com o punto de mira una actividad soc i al p articular. . . La clasificación de los t i p os de sociedades gl o b al es dará, por lo tan to, resultados muy diferente'S según se la conside re de acuerdo a sus efec t os sobre los fenóm e n os económic os, religiosos, m orales, jurídicos, etc . " ( G . Gurvitch, Elémen tr de sociologie juridique, Aubier. 1 940, pág. 2 1 O). " Dándonos cuen t a del carácter esencialmente p ragmático de toda c lasificación de los tipos de los fenóm enos sociales totales, clasificación q ue adm i te m ú l ti ples variantes según el fi n perseguido, n os lim itare m os a señalar algunos tipos esq ue m áticos de sociedades glo bales en fu nción del estudio de los fenóme n os jurídicos " (ibid. , pág. 2 1 1 ). En esas condiciones, el " c ri terio más objetiv o " q ue varía con las sociedades y, sobre todo, con las perspectivas, n o n os p arece p articularm e n te adecuado para destacar la estru c t u !"a de la realidad histórica y social. Queriendo conciliar una forma altamen te sistem ática con un con tenido " h i p e r-re lativista", G urvitch se hace e xtraordinari a­ mente sensible a las flaquezas de las diferentes teorías sociológicas que critica, p e ro corre el peligro, c u an d o desarrolla su propio pensamiento, de reunir las desven t ajas del sistema (la abstracc ión) y del relativism o (falt a de estructura), sin conservar sus respec­ tivas cualidades eve n tu ales : visión sintética y estructurada, Y p roximidad de lo real i n m ediato.

37 G. Gurvitch , La vocation actuelle de la socio/ogie, p ág. 40.

38 W. Bre p h o l , " Industrielle V ol kskunde ", Soziale Wel t, IIº año,

cuaderno 2, enero 1 9 5 1 , p á g. 1 2 3 .

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En su esquema de estu dio "objetivo " y sin preJ u 1 c 1 os de la población industrial, B rep hol simplemen te ha "omitido" la clase social.

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( Voraussetzungslus), u n estudio obj e tivo, sin pre1uic1os e tc . , pre se nta, a guisa de con clusión , el esquema J6 un estudio sem ej a n te, esquema dividido en 4 párrafos : las estructuras (Gebilde), las normas, las formas y los valores. E l párrafo 1 prevé "la familia, el individuo la gen s (die Sippe), la comunidad de empresa, el m � ni­ cipio, el grupo religioso, los grandes espacios : país y p u e blo".

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As í , las teorías psicologistas y microsociológicas, el s u perrelativismo, las deform aciones ideológicas, los mé­ todos descriptivos con tribuyen a deformar en el mismo sen ti do la realidad human a ocultando su carácter his­ t órico y transform ando los verdaderos problem as, el de las leyes de la evo lución y del signi ficado del hecho in dividual· en el conju n to espacio-temporal, en descrip­ ció n de un detalle sin con t e x to , en el seno de un con­ j u n to que se rec o noce implí citamen te rígido y suscep­ tible ( e n el mej or de los casos) sólo de cam bios im per­ cep tibles. Como dice Konig, se " arranca el fenómeno de su con tex to histórico " y se estudia lo "in finitesimal", no y a desde el ángulo de la filosof í a de la histori a, si­ no desde el de la "adaptación " (a la sociedad capitalista, en tiéndase bie n ) . Una sociología que no quiere com­ pre n der, sin o "domesticar". Hue lga decir que aquí estamos ante las repercusiones del hecho de que la socie dad capitalista de la Europa occidental ha entrado en su fase de decadencia. Aún nos permitiremos citar algunas apreciaciones so bre la sociolog í a con temporánea por sus propios representan­ tes en los Estados U::lidos, en cuyas apreciaciones el eleme n t o de autocrí tica ha sido posible p recisam en te porque el capitalism o de los Estados Unidos está todav ía vivo e , incluso, e n su apogeo, aunque su fre las repercu­ siones de la situación de conjunto del capitalismo m u n dial. En el volumen colectivo titualdo l a sociologie au xxe siecle, el primer artí culo , escrito por Huttington Claim s .

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lleva el t í tulo "Sociología y ciencias sociales". Por él nos e n teramos de que : "La sociología h a sido y sigue siendo hoy una ciencia descriptiva; ella no e x p lica, y desde el pun to de vista lógico sus enunciados son todos de igual importancia y no pueden servir de base los unos a los o tros. Es una ciencia fundada directamen te sobre hechos dispersos que. no están unificados por l a aplicación d e u n a hipótesis general, y, como observó Aristóteles, incluso con esos hechos todo p odría haber sido diferente. Cuando en la sociología se ace pten hipótesis verificables, ella se convertirá en una ciencia explicativa y sus hechos y enunciados se int egrarán en un conj u n t o . H asta que ello ocurra, la tarea espec í fica de la sociología se reducirá a las clasificaciones".39 En o tro artícu lo del mismo volumen, Sorokin, hablando de la Dinám ica socio-cu ltural y el evolucion ismo, com­ prueba la rup t ura radical entre la sociolog ía del siglo XIX y la del XX. La primera estaba dominada por la idea de una evolución lineal (así llama Soro kin a la idea de progreso) ; este "dogma" lo ha descu bierto Sorokin en todas las cien cias humanas, in cluso en la arqueologí a y en la prehistoria, baj o la forma de "fases standardizadas del p aleolí tico, neolítico, edad del cobre, edad del bronce, edad del hierro y edad de la m áquin a " . 40

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Felizmente, en el siglo XX, la sociología se ha liberado de las teorías del progreso "que demostraron ser poco productivas'', y "los investigadores han d edicado su atención a otros aspectos de las transform aciones socio­ culturales y, ante to do, y principalmente, a sus carac­ teres constantes y repetibles: fuerzas, procesos, rela­ ciones y uniformidades". 4 1 Pasando revista a los soció­ logos que se han dedicado a poner de relieve los rasgos esenciales de la vida social, nos enteramos de que hay 39 . Sociologie au xxe siecle, ( P. U. F. ) , p ág. 1 4 . La primera "ley soc i ológica" concreta mencionada en este volumen se anuncia así, en la págin a 2 3 : " E l número de personas q u e recorren una cierta distancia es directamente p ro porcional al n ú me ro de e m p leos q ue esperan encontrar alejándose de su p u n to de p artida e inversamente proporcional al número de obstáculos q ue se pueden interponer en su búsqueda". La segun d a está e n la p ágina 1 3 S y afir m a que h a y una dismi nuc ión de la nupc ialidad durante los p e r íodos de crisis económ i c a.

40 Loe. cit., p á g. 1 03 . 4 1 Loe. cit. , p ág. 1 08. 60

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algunos que han llegado h as t a a buscar las "constan tes variab les ( su brayado por nosotros), como la densid?.iÍ y el volumen de la población ".42 En cuanto a la estad ística y a la monografía, dej em os hablar a E. W . Burgess que, en el volumen citado, trata de los m é todos d e investigación en sociología. " ¿Cuál es, en l a investigación sociológica, l a importancia de estos dos método s fundamentales : estad ística y mono­ grafía? " He aqu í el problema que desea estudiar. Des­ pués de h a ber enumerado las dificultades con que tro­ piezan estos m étodos, nos en teramos tle que ciertos investigadores " h an admitiLlcl , abierta o tácitamente, que esos o bstáculos no pueden ser vencidos y se han lanzado a l a investigación de los dominios donde no surgen " ; 4 3 son los que estudian "ecología humana" y "no se han in teresado por los pro blemas de comuni­ cación y de civilización ". "Una segunda so lución" fue adoptada por los que "en una serie de estudios des­ crip tivos . aportan m a teriales concret os, in teresantes y convincentes; pero no estamos seguros de que un se­ gun do o bservador haría el mismo inform e, o llegaría a la misma conclusión ".44 O tros, en fin , h an recono­ cido que "la ecuación personal del investigador, si bien difícil de eliminar en las ciencias físicas y biológicas, era casi imposible de dominar en las ciencias sociales". 4 5 . .

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Fuera del m é to d o "nomo té tico" de los ti pos ideales, que une especialmente a los sociólogos de la época clásica, "Simmel , Tonnies, Durkheim, M arce! M auss, Max We ber y varios o tros sociólogos franceses y norte­ americanos de la generación siguiente",46 B urgess cita el método "ideográfico " "que estudia los casos indivi­ duales en todo lo que tienen de individualizado y de completo'',4 7 método introducido en sociología por Thomas y Znaniecki ; "sólo que", escribe, "éstos no han 42 Loe. cit., pág. 1 09 . 43 Loe. cit. , pág. 22. 44 Loe. cit. , pág. 2 3 .

4 5 Loe. cit., p á g. 26. 46 Loe. cit., p ág. 3 0 .

47 Loe. cit., p á g . 2 9 .

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alcanzado enteramente su objetivo . . . Su esquema conceptual no estaba e n teramente, ni siquiera en su mayor parte, sacado de los d atos que habían reunido, y , por o'tra parte, sus datos no compro baron sus conceptos y sus hipótesis de m an e ra precisa y convenient e " . 48 Finalmente , después de haber verificado que "los m é­ todos estadísticos especialmente adaptados a las exi­ gencias sociológicas n o están aún disponibles",4 9 Burgess indica una obra que habría logrado revelar "las princi­ pales transform aciones económicas sociales y políticas de la socie dad norteamericana de 1 900 a 1 929", s o la R ecen t Social Trends. No cabría mej or confirmación para lo que ya hemos dicho en las páginas precedentes. La investigación em­ p írica ( m onografías, estad ísticas, encuestas, e t c . ) , de­ pende de un sistema de conjunto y sólo responde a las preguntas que le hace e l sociólogo. Tam poco de­ cide · la importancia de los diferentes factores de la vida social. La enorme mayoría de las investigaciones de este género, en tre las que hemos podido leer en las revistas de lengua alemana o francesa (y los informes de los trabajos en idioma inglés que hemos hallado all í ) , están hechas de tal m anera que impiden la com­ prensión de los grandes procesos sociales e históricos y llevan, en el m ejo r - de los casos, el interés de los lec­ tores hacia los p ro bl e m as generales de psicología inter­ individua l : dist an ci a socia l , integració n, sen timie nto de responsabilidad , etc. En la mayoría de los estudios, teóricos o e m p í ricos, de l a sociología contemporánea, toda la realidad concreta, social e histórica, tiende a desaparecer completamente. Y a en 1 92 3 , Lukacs escri­ bía: "El método m onográfico es el mejor medio de cerrarse el horizonte ante un pro blema". E l pensamiento burgués en decadencia es in compatible con teor í as sociológicas que penetre n , por poco que sea, la realidad hum ana. Los investigadores que alcanzan 48 Loe. cit., pág. 2 8 . 4 9 Loe. cit. , págs. 3 3- 3 4 .

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Loe. cit., pág. 3 5 .

lo real , incluso los conservadores, qued an sin eco. El reconocimie n to social lleva, en el plano m oral, a las filosofías de la desesperación ; en el plano cie n t í fico, a las teorías "formales", a los investigadores "constan'­ tes" y al "hiperemp irismo superrelativista". D etrás de l a intención cien t í fica no es difícil entrever el renun cia­ mien to y la confesión de impotencia.

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Por e s to e s importante recordar, una vez más, que , e n el dominio de las ciencias human as, el deseo d e c o m­ prender la realidad exige, de parte del inv estigador, e l valor de romper con los prejuicios conscientes o im­ p l í citos y de recordar siempre que la ciencia se hace, no en la perspectiva de tal o cual gru p o p articular, ni en una posición exterior y pre tendidamente o bj e tiva, que supone la ete rnidad de las estructuras fundamenta­ les de la sociedad actual, sino en la perspe ctiva de l a libertad y la comunidad humana, la p erspectiva del hom bre y de la humanidad. Pasamos ahora a l estudio de la sociología m arxista, y desde ya acl aramos que apenas vamos a referirnos a algunos j alo nes esque m áticos, pues la historia d e l m arxis­ mo e xige un enorme trabajo de documen tac ión y de s í n t esis. No es, pues, de asom brarse que, por lo q ue sabemos, ese t rabaj o no haya sido emprendido, o a l menos, intenta do en s u conjunto. s ' U n a m ul titud de pro ble mas especiales podría esclarecerse gracias a u n estudio t al . N o s parece evidente, p o r eje m plo, q u e e n l a discusión en tre Lenin y Rosa Luxemburgo, e l primero reflej a, frecuen temen te, la experiencia rusa, mie n t ras que Rosa Luxem burgo desarrolla sus teorí as a l a luz de l a experiencia ale m ana. Si Lenin insiste acerca de la i m p ortan cia del p artido revolucionario en la Revolución, mien tras R osa Luxemburgo desconfía del p artido y consi dera como factor esencial la esp o n taneidad de las masas, esta div ergencia se aclara p articularmente si se recuerda q ue en R usia, en aquella época, había un p artido revolucionario organizado, m ientras que e n Ale mania e l único partido socialista e r a reformista, y q u e s 1 H ay sin embargo, en Len in. estudios notables sobre las teorías m arxistas del Estado, y en Rosa Luxemb urgo hay estudios acerca de las teorías de la acumulac i ón. ,

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Rosa Luxemburgo se apoyaba en el rad icalismo de ciertas capas proletarias para luchar con tra la dirección de ese partido . Se compre n de n mejor las críticas de Rosa Luxem burgo, en 1 9 1 8 , contra l a reforma agraria de Rusia, sí se recuerda que en Alemania, p a ís ind us­ trializado, la cuestió n campesina ten í a mucho menos importancia que en R usia. Finalmen te, la céle bre contro­ versia sobre la acumu l ación , en la cual R osa Luxem burgo sosten í a la existencia de un l ím i te econ ó m ico para el desarrollo del capi t alismo, l í mite que nega ban los teóricos rusos, se explica tam bién p or estas consi­ deraciones: a) Que Alemania era u n país en el cual el capitalismo esta b a en su apogeo y se acercaba a d icho l í m ite económico, mientras que en Rusia apenas si h a b í a comenzado s u desarrollo. b) Que los l ímites po líticos del desarroll o capi talista estaban muy cercanos en R usia y muy alej ados en Alemania. ruera de este ejemplo particular, n os con tentaremos con su brayar dos hechos que nos p arecen particularm en te importantes. El pensamien to dialéctico pone el ace n to en el carác ter total de la vida social. A firm a la im posibilidad de separar su lado m aterial de su lado espiritual. Sin embargo, si se sigue la historia del pensamien t o marxista, se hallan siem p re discusiones entre las corrientes idealis­ tas, m e canicistas, ort odoxas. Dej an do de lado las posi­ ciones que se apartan consciente o inconscie n temente del marxismo ( Bernstein, De M an , etc . ) , sigue siendo cierto que en el interior mismo d e lo que se puede llamar la orto doxia hay, perpe tu amen te, oscilaciones entre las corrientes que p on e n el acento en la acción de los hom bres, en sus posibilidades de transformar el mundo o, inversament e , en la inercia social, en las resistencias del medio, en las fuerzas materiales. Es tas oscilaciones, que no se deben al azar, e xpresan , también, las transformaciones sociales, los cam bios en las condi­ ciones de acción del m ovimiento o brero. Todas las grandes o bras m arxistas, que ponen el acento en las



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fuerzas del hom bre , L' n sus posibilidades de transformar, mediante su acción, la sociedad y el mun do, se si túan en las grandes é p o cas revolucionarias, en los añ os 1 848, 1 8 7 1 , 1 905, e n Rusia, y 1 9 1 7 . B asta mencio n ar lo� escritos filosóficos del j oven M arx ( 1 84 1 -46 ) , su fo­ lleto sobre la guerra civil en Francia ( 1 8 7 1 ) , El. Estado y la R e volución de Lenin { 1 9 1 7 ) , la Juniusbroschüre de Rosa Luxem burgo ( 1 9 1 6 ) , His toria y con ciencia de clase, de G eorg Lukacs ( 1 9 1 7- 2 2 ). Invers amente, las é pocas en que el movimiento o brero tiene que defenderse con tra el adversario potente, a veces amenazador y, en todo caso, sólidamente instalado en el poder, pro ducen naturalmente una literatura socialista que pone el acento en el elemento "material" de la realidad, en los o bstáculos que hay que superar, en la poca eficacia de la conciencia y de la acción human a. Confesamos que, al leer el art í culo sobre el joven M arx, de G urvitch ( artículo que revela una o posición donde nosotros solo v e í am os una diferen ci a de acen to en tre los escritos de la j uven tud de M arx y los de la segunda p arte de su vida), nos ha sorpre n dido ver que las únicas exp licaciones " históricas" de esta diferencia son, p ara G urvitch, la "polémica con Proudhon" y el "am bien te intelectu al " e n e l cual l a h a colocado "el estudio profundo d e la econo m í a pol í ti c a clásica y especialmente de Ricardo". Las esperan zas d espertadas por la Revolución de 1 8 4 8 , el cam bio de la situación resultan te de l a derrota del movimiento prole tario, durante el curso de la Revolución, nos p arecen tener, de todos modos, una imp ortan cia totalmen te diferen te. s 2 5 2 G . G u rvitch : La voca tion act"..1elle de la sociologie, págs. 6 00- 1 .

No m e n os aso m broso es q ue se d i ga : S ól o J orge Plejanov, Ed. Berns tein y , parcialmente , Bujari n , acabaron ac eptando este pun to de vista" (El h u m a n ism o activista del joven M ar x . c o m p ar ti d o p or E n gels). Por un l a d o , G urvitch o m i t e a Len i n , a R. L u x e m b u rgo y , e n e l p l a n o filosófico, a G. Lu kacs q u e , e n 1 9 1 7- 1 8 , si n conocer los m a n uscritos, todavía inédi t os , tlel joven M arx, h a b í a encon trado su contenido ; sin hablar de Materialismo dialéctico, de L e febvre , de Marxismus und P11iloso­ phie, de Korsch , y de otras obras de menor importancia. Por otro lado, l a obra de Bujarin , c i t a d a p or él, h a sido considerada p or los marx istas como m e c an ícista y le h an señalado que sube stima l a i m portancia de la conciencia y de la acc ión h u mana. Lukacs dec ía, hacia 1 92 5 , e n un informe del c u al nos permitimos c i t ar algunas l íneas: " El objeto de Bujarin, q ue era escribir un manual de divulgac i ó n , debe hacer que la crítica

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Finalme n te, p ara terminar estas observaciones, cuy o carácter esquemático no ignoramos, m en cionemos aún que , e n un pun to importante, el hecho de haber estudiado so bre todo el aspecto económico de la vida social y de haber descuidado el estudio de las ideologías parece haber tra í d o consigo un importan te error d e apre ci ación. Se trata de la ideología del capital financiero y del imperialismo. En el p lano económico, los estudios de Hilferding y de Lenin e ran no tables. Pero nos parece que es el hecho de ha berse limitado al asp ecto e conóm ico de la realidad lo que h a incitado a los p ensadores del m ovimiento o brero a ver, en el imperialismo europeo de los años 1 90 0- 1 9 1 5 , "la última etapa del cap italismo". Un análisis de la vida ideológica de esa época probable­ mente habría permitido ver mejor la realidad y, espesea i n d ulgen te c o n sus c o n cl usiones de d e talle, espec i al m e n te cuando se trata de d o m i n ios periféricos. Este obj e t o , y l a difi c u l t a d de p rocu rarse en Rusia las obras que necesitaba, excusa n , p o r eje m p lo, el hecho de que, hablando d e arte, d e literatura y d e filosofía, s e refiere casi Ú n icamen t e a obras d e segu n d a c a tegoría, y e n general n o tiene en c ue n t a l a l i tera t u r a m ás avan z a d a . E l c onsigui e n te peligro au m e n t a p o r el h e c h o de que a l tratar de esc ri b i r u n l i bro fác i l de c om pren der, B . . . se inclina a simplificar excesivamen te los problemas mismos. . . Luego de cri t i c ar a l g u n os p u n tos con cretos, L u k acs c o n t i n ú a : " Pero n o dese a m os d e t e nernos en de tal les, porque m uc h o m ás i m porta n te q u e esta fal t a de profu n d i d ad y estas desvi a c iones es el h e c h o d e q ue B . . . se sep ara, en algunos p u n tos fu n da­ men tales ( n i c h t unwese n t l i c h e ) , d e l a verdadera trad i c i ón del m a te ri al is m o h i s t órico, y e l l o si n tener obj e tiv a m e n t e razón, sin sobrepasar o siqu iera alcanzar el n ivel d e sus predecesores . . . L a c on ce p c i ó n d e B . . . se ap rox i m a as í , de m a ne ra i n q u ie tan te, al m a teri alism o b u rgués ( c o n te m p l a t ivo, para e m p lear p a l a b ras de M ar x ) . A u n sin h ablar d e M arx y E n gels, la c rí t i c a d e esta doc t ri n a d e b i d a a M e h r i n g y Plej a n ov , l a d is t i n c i ó n rigu rosa en tre su i m p o te n c i a p a ra com prender l a h istoria y el c arác t e r específi c a m e n t e h is t órico d e l m at e ri alismo d i aléctic o n o p arecen exis tir p a ra B . . . En sus c o n si deraciones filosóficas B . . . eli m in a tác i tamen te, sin siqu iera c o m batirl os, todos los e l e m e n tos q u e , en el m é t o d o m arxis t a , p rovien e n de l a fi losofía clásica al e m a n a. La teo ría de B . . . , que se ap rox i m a mucho al m ateri a l is m o burgués inspirado en las ciencias fisico-qu Ím icas, a d q uiere as í e l carác ter d e u n a "ciencia" ( e n el sen ti d o francés d e l tér m in o ) y oculta a veces (zwe i le n ) , en sus aplicaci ones c o n cretas a l a soc iedad y a l a h is toria, l o ese n c i al d e l m é t od o m arxista: la reducción de todos los fenómenos de la economía y de la "sociología " a las relaciones sociales y humanas. G. Lu kacs, I n forme de Buj a ri n . Teoría d e l m aterial ism o h istórico, en A rchiv für Gesch. des Sozialismus und der A rbeiterbewegung, t. 1 1 . Ldpzig, 1 9 2 5 , págs. 2 1 7- 2 1 8. "

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cialmente, la vitalidad que el capi talismo de la Euro p a Occidental pose ía aún hasta en 1 9 2 5 , 1 93 0 e, incluso, has ta en 1 93 9, cuando comenzó e l verdadero período de decadencia. E l paso, en e l p la n o ideológico, de Nietzche y Bergson a H e idegger, Jaspers y Sartre, el descubrimiento de Kafka y de Kierkegaard , son s í ntomas que aclaran la evolución d e la vida económica y social, aunque, a su turno, el significado de ellos sólo pueda com prenderse a través de esa evolución. Añadamos,, por último, que hoy en día el d esarrollo de la filoso fía y de la sociología marxista se halla también, al menos en Europa, limitado por un conjunto de factores eqonómicos y sociales. El aspecto económico que, en nuestros d í as , adquiere l a luc h a entre el prole tariado y la burguesía, las dificultad es con que tro pieza, desde 1 9 2 5-26 ( ép o c a en que el régimen capitalista venció la crisis de 1 9 1 7- 1 8 ) , el movimiento revolucionario, la importancia que en la U . R . S . S. ha adquirido el p roblema m ilitar y el de las relaciones con los p a í ses capitalistas, la in fluencia de la U . R . S . S. en la vida ideológica del movimiento o brero europeo, todo esto ha desarrollado, en el prole tariado, un esp íritu de disciplina rígido, extremadamente desfavorable a la investigación y a la vida in telectual. Por esta razón, aparte de las grandes obras clásicas del m arxismo, anteriores a 1 9 20, el número de análisis y de investiga­ ciones nuevas y verdaderamente importantes es extre­ madamente reducido. Con frecuencia p roceden de inves­ tigadores no regimentados o de pensadores que , como Lukacs y V arga , concluyen p or renegar de sus propias obras. Esta crisis de las ciencias sociales que, aunque de naturaleza difere n te, existe, en uno y o tro lado de l a barricada, crea u n a situación t a n p aradójica como lamen table que nos p arece suficientemen te ilustrada por el hecho de que, entre o tros, u n fen ó m eno social tan importante eomo el fascismo no ha sido aún analizado suficientemente, ni por la sociología m arxista, ni por los sociólogos no dialé c ticos. Ello, a pesar de los doce años del régimen de los nacional-socialistas en Alemania, a pesar de la guerra y a pesar de la actualidad del pro blema en nuestros d í as.

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Esperamos que las consideraciones precedentes hayan puesto suficientemente de relieve la diferencia entre el · · método de las ciencias físicoqu í micas y el de las ciencias sociales humanas. Hay que añadir, solamente, que vistos baj o el aspecto de las relaciones más gen erales entre la teoría y la acción, estos dos dominios de la investiga­ ción científica se acercan de nuevo porque, si las ciencias físicoqu ímicas pueden ser independientes de todo juicio particular de valor, es porque all í se ha logrado la unanimidad acerca de la necesidad de acrecentar los poderes del hom bre sobre la naturaleza. Como en ese plano es una realidad el acuerdo entre los juicios de valor, entonces la unidad entre el pensam iento y la acción es real tam bién y ya no tiene que ser explícita­ mente discutida. Está claro , para todos, que las ciencias físicoqu í micas y naturales, aun desinteresadas, sirven para dominar y transformar el mundo.

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Por el contrario , en las ciencias sociales, el hecho de que importante� grupos sociales tengan interés en man tener el orden existen te y en impedir toda transformación social, actúa sobre la naturaleza misma del pensamiento histórico y sociológico. Al exigir una ciencia social libre de todo prej uicio, al afirmar, consciente y abiertamente, el carácter histórico y pasajero del orden sociai actual, al expresar la esperanza de someter la vida social a la conciencia y a la acción del hom bre, de dar al hom bre los instrumentos intelectu ales p ara realizar los valores humanos universales, se trata simp lemente de realizar, en ese dominio, una relación ciel pensador con el conjunto de la vida social tan desprovista de ingerencias extrañas y tan objetiva como la que ya existe realmente en el dominio de las ciencias naturales, y que no puede designarse m ás que con un solo nombre : la unidad del pensamiento y de la acción . Preguntar si las ciencias sociales deben ser o no dialécticas, es simplemente pregun tar si deben comprender o defor­ mar y ocultar l a realidad : es, a pesar del aspecto diferente y, en aparien cia, incluso con trario, la misma lucha que en el siglo XVI I libraban los físicos contra los intereses particulares de las fuerzas unidas al pasado y a l a Iglesia, la lucha contra las ideologías particulares por una conciencia libre, o bjetiva y humana.

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Las grandes leyes de estructura

l ) D eterminismo eco nómico 2) F u n ción histórica de las clases sociales

3 ) Conciencia posible

El conocimie n to de la vida histórica y social es una tom a de con cien cia, por el suj e to de l a acción, d e la comun idad hum ana. L a deformación cien tificista no comienza sólo cuando se trata de aplicar al estu dio de esta comunidad los métodos tomados a las c ie ncias físicoqu í m icas , p u es tal deformación se halla ya en el hecho de considerar esta co munidad como un o bjeto de estudio. Las otras consecuencias del cientificismo se d espre n d e n , m ás o menos necesariam e n te, de este e rror e pistem ológico fundamental. Esto n o signi fica, sin em bargo, que e n el dominio d e las ciencias hum anas haya que renunciar a toda o bj e tividad. Porque allí existe, no sólo una verdadera ciencia, sino tam bién una concien cia 11erdadera o falsa, y el esfuerzo de rea lizar, en el plano de la sociologí a y de la histori a , la adequatio rei 5 3 et in tellectus exige tan to esp í ritu crí tico y tanto rigor como en las ciencias fisicoquímic as . S ó l o q u e l a s condiciones en las cuales s e ejercen este rigo r y este esp íritu crítico son diferen tes, so bre todo porque no puede h a ber allí conciencia verdadera y parcial al mismo tiem p o , y porque el predominio de la c at egorí a d e totalidad e s e l portador del prin cipio cien tífico e n el conocimiento de la vida sociaJ . 5 4 El segundo precepto del m é t o do cartesiano : "dividir cada una de las dificul53 A condición d e interpretar la palabra "res" no c o m o " objeto" o " c osa", sino c o m o realidad en e l sentido más vasto. 5 4 Esto, en tre o tros m otivos, porque la toma de conciencia (el desarrol l o de una corriente de pensamiento verdadera o falsa� c a m bi a ya p or sí m isma la estructura de la sociedad y no sólo por sus aplicaciones "técnicas".

tades. . . en tantas parcelas como sea p osible y se requiera p a ra su mejor resolució n " , valedero, hasta cierto p u n t o , en las matemáticas y e n las cien cias fisicoq uímicas, resu l t a inútil en las ciencias humanas, en las que el progreso del conocimiento no va de lo simple a lo complejo, sino de lo abstracto a lo concret o m ediante una oscilación con tinua en tre el conj unto y sus p artes. Habiendo abordado ya, en el cap í tulo pre cedente, las condiciones fundamentales del pensamient o histórico, el pro bl e m a de las deform aciones ideológicas y el de la unidad e n tre el p ensamiento y los o tros aspe ctos de la actividad humana, trataremos ahora de esbozar, en l í n e as generales y esquemátic as, tres grandes ele m entos de estructura de la vida social : la importancia particular de la vida económ ica, la función histórica predominan t e de l a s clases sociales y l a noción de con cien cia posible.

1 Ha habido, al pare cer, m arxistas que han afirmado l a import an cia "única", "ex clusiva" d e los factores econó­ micos o, al menos, de los factores materiales en el co njunto de la vid a social. A decir verdad, n o l os hemos hallado n un ca , p ero tam bién debemos agregar que estamos lejo s de h aber leído toda la literatura marxista. Autores i m p ortan tes, entre los que conocem os, y que han concedido m ás peso a los fac tores económicos y sociales, H . Piren n e y Max Weber, por ej e m plo, eran frecue n t e m en te ex traños, e incluso hostiles al marxis m o . Ciertos m arxistas "m ecanicistas" como L afargue, N . B uj arin , han · subestimado, sin duda, la import an cia d e l o s factores in telectuales, pero e llos s o n m ás bien raros y, desde la a parición de sus obras, las reacciones, en el m ismo c a m p o del m arxismo , no se han hecho esperar. 5 5 55 Ver el i n forme, y a c i t a d o , q ue h i z o L u kacs del l i b r o de

Buj ari n . Mencione m os tam bién que un largo p árrafo del cono­ cido m an u al de Plej a n ov Las cuestiones fundamen tales del marxismo está consagrad o a l a crítica de dos pensadores q u e h a b ían sobreestimado, e l p rimero, l a importancia d e l os fac t ores económicos, e l segu n d o , la i m portancia de la l u c h a d e c l ases: eran Esp i n as y Ele u therop u l os , profesores de París y d e Zurich.

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1

se is ta cias , en le a ,nte tes. las ico, e la de en ttos .i lar .nte ble.

) la 1nó­ t el nos que s t a. que :ran no. N.

de tras 1 el s5 .

, de >nO· del q.u e ores �ra n ·ich.

Conocemos, en cam bio , u n gran nú mero de obras que com baten u n marxismo imaginario, afirmando siem pre contra él la importancia de los factores ideológicos que ningún pensador serio nunca h a b í a negad o . Esta s ituación e s t an comp re n si b le c o m o paradójica y ante ella se nos perm i tirá no con tinuar u n a polémica estéril y abordar de lleno e l tem a en s í .

1

¿ H a y , en l a vida d e los h o m bres, no u n a importan cia "única ", "decisiva ", etc ., sino algú n p rivilegio unido a los factores econ ómicos? De derecho : NO : de hecho, y en la historia tal como se ha desarro llado hasta nuestros d í as : SI, y esto precisamente porque el in divi duo humano y la so cie d ad son hechos tota les en los que no se p ueden recortar capas p rivilegiadas. El hom bre es un se r vivo y conscie nte, colocado en un medio ambiente de real idades econó m icas, sociales, pol í ticas, in telec tuales, religiosas, e tc . Su fre la acción glo bal de este m u n do y reacciona, a su vez, sobre é l . Trá tase de u n a relación que llamamos dialéctica. N o hay en la conciencia del individuo - salvo raras e x cepciones - com p arti m ie n tos estancos sustraídos a las in fluencias del re sto de su person alidad . Precisa mente por eso el indi viduo cons­ tituirá siem pre una unidad más o m enos coh erente. 5 6 Esto basta p ara exp licar y confirmar e l priv ilegio d e la acción de los factores econ ó m icos en la historia pasada y contem poránea. Porqu e los hom bres e stán constituidos de modo que para am ar, pensa r o crear d e ben vivir, n u trirse y vestirse. E stos dominios de la actividad humana pueden , sin duda, tener poca acción sobre el pensamiento y las otras activid ades, pero ello a condición de q u e la sa tisfacción de las n ecesidades a las cuales corresponden sea cu mplidamen te asegurada y de que los h o m b res consagren a ella una parte rela tivamen te redu­ cida de su ac tividad global. Pero nos congratulemos o no, éste no ha sido e l caso de la enorm e mayoría de los hom bres. El pueblo, las clases oprimidas, los miem bros de las sociedades primitivas, h a n vivido siem pre necesi56 La c oherencia total es, lógica m e n t e , tan e xcepci onal como la ausencia total de cohere n c i a. Pero la existe n c i a : a) D e algunos individu os que ganan a la lotería; y b ) D e algu n os individuos que juegan con frecuencia sin gan ar nunca n o invalida la comprobación de q u e los q u e juegan regularmente a la lotería pierden gran parte de su dinero. 71

tados, obligados a dedicar al tra baj o la mayor p arte de su tiem po y -en el mundo m odern o -- presa de la inseguridad y con el miedo permanente d el p o rvenir. Indud a blemente existen excepciones individuales, pero son ex tremadamen te raras y, a menos que se introd uzca el milagro en la explicación de la his toria, hay q ue reconocer q u e , para la enorm e m ay or í a del género human o , la actividad económica ha tenido siem pre una im portancia capital p ara la manera de sen tir y de pensar. Quedan las clases dominan tes : pero tam bién éstas han consagrado siempre una gran parte de su tie m po y de su ac tividad a organ izar su vida económica y a defender sus p rivilegios. Por otra p arte, h uelga señalar que la ausencia de preocupaciones económicas ( especial m ente en un m undo en el que ello es un privilegio y en el cual, gracias a la miseria de la m asa, la riqueza confiere un poder efectivo sobre los hombres) crea un gén ero de vida que, salvo excepciones, actuará potentemen te sobre la moral y el pensamiento de los que se encuentran en esa situación . B as ta pensar, a t í tu lo de ejemplo, en la nobleza de corte bajo el reinado de Luis XIV, clase que no participaba en la pro ducción , cu yas ren tas proce d í an , e n parte, d e tierras y privilegios feu dales, e n p arte de sueldos por funciones más o menos ficticias , de o bsequios del rey y de pensiones reales. Su manera de pen sar, n a tu ral mente, habrá de estar i n fluida por ese género de vid a , en el cual, por así decirlo, predo m ina el consumo y no existe el tra bajo. La no bleza de corte será, en general, epicúrea, o, a veces , m ística. E s to quiere decir que su vida m oral, orien tada hacia los placeres o asqueada de ellos, se organizará, naturalmente, con relación a ellos y no, por ejemplo, con relación al trabaj o o al de ber. Por o tra p arte , en lo concernien te a las relaciones en tre los se xos, la m oral d e la n o bleza ( que se expresa, en tre otras, en las comedias de M oliere ) será m ucho más libre y avan z a d a que la de las o tras clases, pues en ella la actividad económica del hom bre, l a disponi­ bilid ad exclusiva de ingresos y de medios m ateriales fun d a ban su supremacía y sus privilegios. En

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la Corte,

donde

ni los hom bres ni las m uj e res

> arte d e t de la J rvenir. :s, pero �oduzca ay que género ·iem pre ir y de im bién de su 1ómica h uelga á rn icas es un m asa, rn bres) .c tuará de los

:za de le no e d í an , rte d e s, de tan e ra la por �cirio, ). La o, a nora!, os, se r no, .e ber. i o nes )resa, .ucho pues poni­ riales

.je res

trabaj a ban, donde para procurarse el favo r real o e l d e los n o bles c o n las ven taj as sociales y e c onómicas que supo n ía n , la mujer era fre cuentemente más eficaz e im portan te que el hom bre, se creaba una situac ión cuyas repercusiones sobre la m an e ra d e j uzgar y de considerar la vid a conyugal y ex t ra-co n yugal son fáciles de imaginar. ·

¿Es esto materialismo histórico? Se nos podría o bj e tar que precisa m e n te la ausencia de actividad económica de la no bleza es, en nuestra d escri pción , el fac tor decisivo para la ex plicación d e su m an era de p ensar. La o bj e ción , en cuan to se dirija con tra el m a terialismo histórico, no nos parece fu n dada. Porque el término "económico " d e be tomarse en su sen ti do m ás vasto : manera de procurarse los ingresos mediante el t ra bajo, la fuerza, la explo tación, el disfru te de ciertos privilegios, etc. La estruc tura que analizamos está, en todo caso, d e acue rdo con l a célebre afirmación d e M a r x d e q u e "la existencia social dete rmina l a conciencia", afirmación en la que pensamos que es preciso dar a las pala bras "existencia social " su sen ti do m ás am plio , a condición, entiéndase bie n , de no tornarlo vago y d e c onservarlo siem pre en relación con una estructura social precisa, c on­ cordante con la realidad histórica del lugar y de la época. En cuanto a los factores propiamen te i d eo lógicos, en el sen ti do estrecho de la palabra, nadie podría negar seriam e n te su importancia. En el éaso que aGabamos de ci tar, es pro ba ble que los in tereses econó m icos d e l a nobleza francesa l a orientasen hacia u n a p articipación en la vida económica, como ocurrió en Inglaterra. Todos l os esfuerzos de Richelieu , en este senti do , pro ba ble m e n te han sid o vanos y h an tropezado con los preju icios d e una cl;ise que cre í a que el i n troducirse en el co m� rcio y en la industria significaba para ella u n desce n so. Pero el que estos prej uicios h ayan p erma­ necido tan fue rtes y vivos, se explica, a su vez, a n uest ro j u icio, por el carácter amplio y tenaz que tuvo en I · r a ncia la lucha secular en tre el tercer estado Y la n o bleza y, tam bién, por una pol í tica real que , a Par t i r del siglo XVII, asegura ba grandes posi bili dad:s eco n ú rn ic as de existencia a una nobleza cada vez m as deco ra tiva y parasi taria.

O tro ej emplo céle bre es el del paso del mun do an tiguo al mundo feu dal. A pesar de la enorm e cqmplej idad de un proceso que se extiende durante v arios siglos, el sociólogo se ve, sin em bargo, im pulsado a destacar dos transformaciones primordiales: A) El paso de los trabaj adores agr í colas de la esclavi tud al colonato y B ) La transformación de los colonos en siervos. El primero se debió pri n cipalmen te al de bili t am ie n to de la po tencia militar romana que secó la fue n te de los esclavos baratos, que alim en taban la econo m í a esclavista. E s e hecho obligó a l o s propie tarios romanos, que y a no podían comprar en los mercados esclavos adultos a un precio suficie n t e m e n te b aj o , a li berar a l os que ya ten í an , es decir, a darles ciertos derechos y , \· n especial, un peculio propio, mien tras los manten í an unidos a la tierra. El fon d o de esta li mita da "li beración" era, en gran medida, la preocupación de dar a los esclavos la posibilidad de fu ndar u n a familia, de tener y educar hijos para compensar la pen uria de los m ercados. De este modo, la esclavitud se transform ó en colonato. La iglesia pudo apro bar y favorecer este movimiento. pero, por sí so la, no habría podido asegurarle el éxito, como no pudo hacerlo, en los estados sudistas n orteame­ ricanos, antes de la guerra de S ecesión. 5 7 Sin em bargo, u n colono n o e s u n siervo. E n tre los dos hay una diferencia, especialmen te por la exis ten cia de un poder cen tral, ejecutivo y j u dicial , al cual el propie­ tario está o bligado a someterse . ¿Qué fue lo que dio lugar a la desaparición de l poder central ? Es, eviden­ temente, la decadencia de la econo m í a monetaria y la vuelta a la econom í a n a tural. Un estado que, fal to de dinero , tie n e que pedir a sus fu ncionarios que se paguen a sí mismos, n o puede im pedir que se m ili tari cen ( de be n estar armados para o bligar a los campesinos 57 A ñ ad a m os que, d e trás d e la S\,l perestruc t u ra i d e ológi c a de la guerra de Secesi ón, estaba tam bién l a n ecesidad d e l os Esta dos i n dus tri alizados del N orte, de asegurarse u n a m an o de obra l i bre y u n mercado i n terior.

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a pagar l os im puestos y a realizar el trabaj o ), ni que se indepen dicen d el poder cen tral (ya que éste, falto de dinero , no puede mantener un ej érci to propio) ni el concen trar, en sus manos, el poder ejecu tivo y j udicial y hacer hereditarios sus cargos. Ahora hemos de pregun tamos : ¿Cuáles han sido los factores determi­ nan tes del paso de una economía parcialm ente monetaria a una econom ía na tural en el siglo V I I I ? Si Pirenne tiene razón , hay que atri buir una importancia particular a la conquista ára be del Africa del Norte, y a la negativa de los conquistadores de tolerar, en el Medi­ terráneo, un intercam bio de pro d uc tos entre mus ulmanes y cristianos. Ahora bien , si esta hipótesis es justificada ( al menos es verosí m il , y ello permi te tomarla co mo base para un análisis metodológico ) volvemos a encon­ trarnos con los factores ideológicos. Sin em bargo, es al tame n t e pro b able que en una investigación más com­ ple t a de las razones y las causas de la hostilidad radical en tre los árabes y los cristianos ( que se d ebilitó después de las Cruza d as) se hallará, a su vez, que la crearon y la man tuvieron duran te largos añ os factores econ óm icos y sociales . Los que están fam il iarizados con los princ ipales an álisis materialistas hallarán , en todo eso, un esquema conocido. 5 8 Hay , sin duda, ma tices personales d e cada historiador, pero e l mate­ rialismo dialéc tico, com o tal, no ha negado, sin em bargo, la influencia de los fac tores ideológicos. S i mplemente ha com batido toda tentativa de separarlos del resto de la vida social concreta, y d e atri buirles una evolución au tónoma e inman e n te co n relación a lo que habitual­ men te se llama in fraestructuras. Esto nos con duce a dos p ro blemas que aún tene­ mos que encarar: l ) El de las "in fluencias " ; y 2) el de la "autono m í a relativa" d€ los diferentes dom inios intelec tu ales. l ) Conviene decir, de una vez por todas, que en la histo­ ria del esp íritu las influencias de toda naturaleza explican poco, por no decir nada, y esto a causa de dos realidades evi de ntes : la elección y las deformaciones. Precisemos: 58 S u p o n e m os que las h i p ótesis son justas, lo q ue n o tiene i m p ortancia lógica.

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En cualquier momento de la historia, todo escri tor o pensador e, igual me n te, todo grupo social, halla, en torno d e sí, un número considerable d e ideas, de posiciones religiosas, m o rales, pol í ticas, etc . , que cons­ tituy e n o tras tantas influencias posibles, y entre las cuales elige uno solo o u n pequeño número de sistemas de los cuales sufrirá realmente la influencia. E l p ro bl e m a q u e se presen t a a l historiador y a l sociológo n o es el d e saber si Kant h a sufrid o la influencia de H u m e ; Pascal la de M o nt aigne y Descartes ; e l tercer estado francés, antes d e la Revolución , la de los pensadores pol í ticos ingleses, sin o pvr qué han sufrido precisa m en te esta influencia y por qué ello o currió en determ inada época de su h istoria y de su vida. Por o tra p arte, la actividad del sujeto individ u al y social se ejerce n o sólo en la e lección de un p ensamiento con el cual se encuentra, sino tam bién en las transfor­ maciones que le hace su frir. Cuando hablam os de la influencia d e Aristóteles sobre el tomis m o , de la de Hume so bre Kant , o de l a de Mon taigne so bre Pascal, no se trata c asi nunca del Aristó teles, Hume o M o n t aigne reales e histó ricos, y de todo lo que han escrito, visto o pensado efe c tivamente, sino del p e nsam ien to de Aristóteles, H u m e y Mon taigne, tal como lo leyeron y com prendieron Santo Tomás, Kan t y Pascal, lo cual es una cosa c o m p letamenct diferen te . Hemos a n alizado, nosotros mismos, u n caso de este género m os trando l a profun d a m o dificación que los neo-kantianos h a b í a n hecho sufrir al pensamiento de K a n t ( y co ntra l a cual se defe ndió el mism o Kant de antemano en la declaración contra Fichte, que l o invocaba). Ni Fic hte, n i los neo-kanti an o s h an c o mpre ndido j am ás esta declaración, clara sin e m bargo, l o c u al ha acre ditado, entre ellos, la leyen d a tenaz de que Kant la escribió sin h a ber l e í do jamás l os escritos de Fichte . 5 9 5 9 E l m is m o Fic h te l o afirmó u n a p ri mera vez e n u n a c a r t a a J acobi. Rickert lo h a rep e t i d o : " E n esta ocasió n , q u iero destacar que apruebo c o m p l e t am e n t e lo q ue dijo Medicus a propósit o de la decl aración de Kant contra la Wissensch aftsleh re en agosto de 1 79 9 . Es casi seguro que éste n o ha estudiado j a m ás a fondo a Fic hte. C u a n d o ten ía ya 74 años, escribió a Tie ftrunk ( 5 de abril de 1 7 9 8 ) q ue "no conoc ía la Wissenschaftslehre m ás q ue por el i n forme de la A llgem. Litteraturzeitung '' , y nadie

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or a, je lS­ as as :la

je :al �s , os ta ca

y to >r­ ia fo

11, rie o, to )n .al o, io rn ,al )n os n, la io

a :ar de to do de ue lie

Es, pues, en la estructura económica, social y p s í quica del grupo que sufre la influen cia donde hay que buscar las causas principales de e lla, de suerte que los análisis materialistas tienen aún que e xp licar las influenc i as, y n o é stas reemplazar, en la explicación, la acción de los factores económicos y sociales. Tomem os, a título de ejem plo, dos m omentos im portantes e n la acción de la cultura antigua sobre e l pensamiento occidental : la pene tración del pensamiento aristotélico en el siglo XIII y el hum anismo del Renacimiento. Habitu almen te se explica la profunda transformación de la filosofía cristiana en el siglo XIII, el paso del agustinismo al tomismo, por la traducción y la pene tra­ ció n , en Europa, de los escritos de Aristóteles y por la influencia que ej ercieron so bre el esp í ri �u d e los pensa­ dores cristian os. Esta explicación nos p arece insufi ciente porque n o nos dice n i : '

1 . Por qué estos escritos fueron traducidos precisa­ mente en aquella époc a ; ni 2. Por qué, a pesar de las resis tencias inici ales, adqui­ rieron tan rápid amente una tal importancia en la filosofía cristiana. En c am bio todo se aclara particularmente si nos referimos a las profundas transform aciones sociales que su frió Euro p a a fines del siglo XII y al comienzo d e l siglo XIII, cuyos rasgos principales son el desarrollo de las c iu da d es a p artir de un sector relativamente reducido, de la econom ía monetaria, y del p oder monárquico. El ace p tara q-u e l a h a y a l e ído después. S u " d e c l ar ac i ó n " n o t i e n e , pues, n i n g u n a i m p ortancia c i e n t ífic a y h a y q ue l am e n tar, desde e l p u n to d e vista h u m a n o , q ue se h a y a e x p resado en p ú b l ic o contra Fic h te p recisam e n t e d urante la q u e r e l l a d e l ate ís m o . E s i n d u d a b le q ue s e p u e d e excusar esto , d e b i d o a su avanza d a e d a d , p e ro si c iertos kantianos se han serv i d o recien te­ mente fu n d á n d ose en es t a d e c l arac ión, de l a a u tori d a d de Kan t � o n tra Fichte, h a y q ue rec h az ar eso d e la m an e ra m ás d e c i di d a" ( Ri c ke r t , " La quere l l a d e l ate ísm o y l a fi l osofía kan tiana", en Kritizismus, colección de estud i os n e o k a n t ian os. editad o por Fr. M y r h o , Berl ín , 1 92 5 , ed. Kolf Heise, p ág. 5 3). Y n oso tros l o h e m os o íd o ta-i b i é n en u n c urso d e l p ro fesor F. M ed ic us , sobre Kant.

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1



agustinismo era una fil osofía perfectamente adaptada a una econom í a natural en la cual no h a b í a ni p o der cen tral, n i separación rad ical entre los poderes temporal y espiritual. El crecimiento de las ciudades y el fort ale­ cimien to del p o der central hacían dicha filosofía en te­ ramente inadecuada a la realidad vivida y creaban la necesidad de un pensamien to q u e hiciese u n l ugar, limitado pero real, al poder y a la vida temporales e, implícitamente, a la razón. La ascensión de la realeza es la que creó las condiciones p ara el triunfo de la filosofía del maestro de Alej an dro con tra la filosofía aristocrática del platonismo agusti niano. 6 0 ( Ex agerada­ men te se podría decir que el agustinismo es l a fil oso fía de Canossa, igual que e l tomismo a bre el camino de Agnani).

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J '1. 1

Igualm ente, el humanism o del Renacim iento y la enorme importancia que tom ó la ·cultura griega para el pensa­ miento de Europa occiden tal , se e xp lican p or el hecho de que una sociedad b u rguesa orientada, y a no hac ia el más all á, sino hacia el hom bre y la tierra, había surgido del seno de la an tigua sociedad feu d al , y hallaba, en los escritos y las o bras de la An tigüe