La Resolucion Positiva De La Filosofia

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LA·RESOLUCION POSITIVA .

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DE LA FILOSOFIA

La edición inglesa fue publicada en Chicago, en 1887, con el t ítu lo The Positive Outcome of Pliilosophy Traducción de

Jem Cabanes Cubierta de

Enrie Satué

Prim.era edición: diciembre

1975

Propiedad de esta edición (incluida la traducción y el diseño de la cubi�rta): EDITORIAL LAIA, S. A. Constitución, 18-20, Barcefona- 14

Impreso y

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encuadernado en Romanya/Valls Verdaguer , 1 Capellades ( Barcelona) •·

Depósito legal: B. 984· - 1976 ISBN: 84-7222-308-6 Printed iri Spain

PROLOGO

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Como cuida de su hij o un padre, cuida sú obra un autor. Tal· vez logre añadir un aliciente comple­ mentario al contenido de este trabajo explicando cómo llegué a escribirlo. Nacido en 1828, ·no entré en 'mi propio · mundo hasta el «año loco» de 1848. Aprendía, por entonces, el oficio de mi padre. en la tienda paterna, cuando vi en la «Kolnische Zeitung» que el púeblo de Berlín había vencido al rey de Prusia y conquistado la «libertad». Esta «libertad» se convirtió en el objeto primero de mis cogitaciones. Lo·s partidos, agitado­ res y voceros de.la-época, armaron no poco alboroto al respecto. Pero cuanto m�s o�á hablar de ella, y me entusiasmaba p·or ella, tanto más.desvaído, nebu­ loso e indistinto se voivía su significitdo, hasta el punto de. trastornarme la cabeza. Los psicólogos sa­ ben, desde hace mucho- ti.empo, que .una cosa es entusiasmarse por algo y otra el comprenderlo. Com­ párese, por ejemplo, el celo con que los campesinos 7

católicos cantan sus-misas, sin entender ni pizca de latín. ¿Qué significa libertad política? ¿Cuál es su prin­ cipio, cuál su fin ? ¿ Cómo y dónde hallar un cono­ cimiento positivo y definido de la misma ? En los partidos del centro,. los llamados «co.nstitucionales », lo mismo que entre las filas de los demócratas· bur­ gueses, las disensiones no tenían &n. Nada había que aprender allí: Entre esas gentes, como entre los pro­ testantes, cada uno era un intérprete escogido del evangelio. Pese a ello, los periódicos de los movimientos ex­ tremistas, o sea, el - «Neue Preussische» con su . «por Dios, por la Patria y el Rey », y el «Neue Rheinische», el órgano de la « democracia», me permitieron vis­ lumbrar que la libertad tenía una especie de base material. En los años siguientes, mi vida en un me­ dio rural me dio la oportunidad de rastrear esa pis­ ta. Por µn lado estaba el trabaj o de hombres como Gerlach, Stahl . y Leo; por el otro, el de Mané y En­ gels, · que me proporcionaron un buen asidero. Aun cuando comunistas y ultraconservadores lle­ gasen a conclusiones muy diferentes, no dejé de sentir . y �eer entre lír.ieas qu� esos dos partidos ex­ tremistas basaban sus exigencias en una premisa fundamental . Sabían lo que querían; tenían unos principios. y un fin bien definidos, lo que autorizaba la hipótesis de que tenían un� filosofía común. La aristocracia terrateniente. . de. Prusia basaba la - cruz -que llevaban como emblema en sus sombreros8

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en el poder militar

y real ,

qistóricamente adquirido ,

así coino en la divina revelación de la Biblia, impresa en negro, ·y defendida por la fuerza de la Iglesia , vestida de negro . En cuanto al punto de partida co­ �unista era igualmente po�itivo , innegable y con­ creto, a saber, la supremacía creciente de la masa del pueblo con sus intereses proletarios basados en el poder de producción, histór�camente adquiriqo, de la clase o brera . El espíritu de ·esos dos campos ·

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hostiles derivaba de los resultados de la filosofía, principalmente de la escuela hegeliana. Am�o� esta-



han armados con los progresos filosóficos del siglo, progresos que no se habían limitado a ·�si_milar de forma mecánica, sino de los que se habían nutrido sin cesar, cual alimento fresco, como si de _un ser viviente se tratara . A principios de los cincuenta, Stahl, uno de los p .ortador�s de la ·cruz, publicó un panfleto baj o el título Contra Bunsen. Ese Bunsen era, por entoi:ic_es, el embaj ador prusiano -�n Londres� un íntimo del rey prusiano reinante, Federico Guillermo IV, -y, aparte de esto, no era más que un torpe liberal inte­ resado por la tolerancia política y religiosa. El panfleto ·del crucífero Stahl atacaba esa tole· rancia y demostraba valientemente que la tolerancia sólo podía s�r defe�dida por

un

hombre de cortos

alcances, �l que conceptos tales como el de religión y patria le eran indiferentes. La fe reljgiosa .-se de- .

cía en este panfl�t9-, al ser verdad, tiene un verd�

dero poder y puede desplazar mo�tañas. Una fe se-

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mejante no podía ser toler�nte . e indiferente, tenía que · imponer su propaganda a sangre y fuego. De la misma manera que Stahl defendía los inte­ reses de una aristocracia terratenient�, el filósofo Feuerbach hablaba en interés de los revolucionarios infieles. Ambos estaban de acuerd9 con el Manifiesto Comunista e.n que no consideraban a la Libertad como .una fantasmagoría, sino como uri. ser de, carne . y hueso..:. · · At darme ·cuenta de esto empecé a ver claro que toda concepción dilucidada por la . filosofía, · en . este. caso - la ·idea de libertad, . tenía. esta. prop.iedad: .la · Libertad· no pasa de . ser una idea- abstracta-. Para · que llegue. a ser algo , real, tiene que tomar una . forma concreta, espec�al. La libertad política como generalidad . deslum­ brante e� algo · carente de realidad. Bajo un ideal ,tan fantástico, :constitucionalistas y Hberales camuflan la libertad del talego de los dineros. ·En -.tales _circ�s. tancias, no les falta razón al exigir Ja unidad �e Alemania, con Prusia · como cabeza, . .- o una rep.ública . con un. gran düque. a su fre�te. No le· falta tampoco a I� ari.stocraci� terrateniente al pedir la libertad de esa · aris -tocracia. Y mucho menos· les · falta aún a los comunistas, por · cuánto piden . la libertad que-garan­ tizará. el pan de cada -día para la -masa del·puehlo y libert�rá plenamente las fuerzas de I� producción . . · ; Se �sigue de esta experiencia y conclusión · que la verdadera libertad y el derecho -b razón �supremos están . compuestos de las libertad.es y .derechos ·indi·

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viduales, op�estos entre sí, pero no inconcebibles. Fácil resulta pasar de esta premisa a la norma de pensamiento sentada en esta obra, que el pensamien­ to no tiene por qué adentrarse en �o trascendental para abrirse camino entre las contradicciones del mundo real. De esta forma pasé de la política a la filosofía, y de la filosofía a la teoría del conocimiento positivo que presenté al público en .1869 en mi opúsculo La natur0:leza del funcionamiento cerebral del. hombre. Mis ·conocimientos al respecto se han ampliado gracias a ulteriores estudios .sobre las capacidades gene­ rales del entendimiento, de modo que estoy ahora en condiciones de llenar con vino añejo un odre nuevo, en lugar de publicar una nueva edición. de mi antiguo trabajo . . La ciencia. que en las. páginas siguientes presento, no por ser muy .limitada en su radio deja de estar mucho· más cimentada, ni de ser mucho m·ás impor­ tante en sus consecuencias. Lo que, espero, se ten · drá en cuenta como excusa sufici�nte por las cons­ tantes repeticiones, bajo formas diferentes de las mismas afirmaciones·. No hay por qué justificar el: que -me haya limitado a un solo punto� Lo que mios dejan sin hacer, se lega como problema a otros. · Podría, discutirse el problema consistente en sa­ ber lo· que es propio del autor y lo que es propio de . sus predecesores, .en este progreso positivo de la .:filosofía. Pero es ésta una tarea tan interminable como ·de escaso interés. Poco importa saber quién -

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sacó el .buey del pozo, . mientras esté ya sacado. De todos modos, como. I� · obra: entera trata de la conca tenación e interdependencia de las cosas, no deja de arrojar una luz esplendorosa sobre el problema de lo mío y lo tuyo.

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Chicago, 30 de marzo de 1887 J. DIBTzGEN

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...l.· EL CONOCIMIENTO POSITIVO, · ··U N OBJETO ESPECIAL

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A lo que hoy en día llamamos ciencia nuestros ·

antepasados lo denominaban con un nombre que sonaba por aquellos tiempos a muy respetable y distinguido, pero que desde entonces ha adquirido· Ún . sabor algo. ridículo: el hombre de sabiduría. Esta transición gradual de la sabiduría a la ciencia es un · 1ogro p·ositivo de la filosofía que bien merece · nuestra ·atenci6n. · El término «antepasados» es muy indefinido. Comprende. tanto a unas gentes que vivieron hace más·. d� tres mil años como a aquellas que murieron hace apenas cien años. Y mientras, hace cien años, un sabio era todavía respetado. este título implica hoy. p�o menos que cierta ridiculez y falta de res· peto . . Tan antigua e s la sabiduría de nuestros antepa· sados que ni siquiera tiene fecha. Se remontaJ al igual que �l origen. del lenguaje, . al período �n que el hombre evolucionó a partir del mundo animal. ··13

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Pero si, en nuestro lenguaje actual, llamamos sabio

al filósofo, queda muy cl':lro que la . sabiduría deriva de los antiguos griegos. Esa marav illosa nación ·pro·duj o los primeros filósofos.

El que este término indique a un hombre amante de la sabiduría o . a un hombre amante de la ciencia, poca importancia tiene hoy; �ntiguamente no había tal distinción. Recordemos que, entre los griegos, no estaba decidido si un matemático, un astrónomo, un físico, un or-ador, o un. estudioso del arte de vivir, merecían el tí tulo de filósofos. Estas profesiones no esta"'an. claramente distinguidas. Estaban envueltas unas en otras, como el embrión dentro del · s�no ma­ tetno Cuando la · humanidad poseía unos conoci­ mientos aún menguados� muy bien podía .un hombre ser sabio. Pero hoy. en tlía s� impone la especializa­ ción, el consagrarse a una ciencia. especial, por cuan. to el campo .de' explorac�ón. se. ha .a.mpliado enorme­ mente . . El filósofo· de hoy no es ya un . sabio, sino un especialista. Los astros forman el objeto de · la astronomía, los anim 3:les el de -Ia zoología, las p lantas el. ele la. botá­ nica.: ¿Cuál y qué es el objeto de la filosofía actual­ mente? Lo que pue de .explicars� en una p álahra al experto , resulta harto: difícil cua�do ·se quiere informar al público ei;i general. ¿Qué sé de la industria · del zapato, si sólo sé ·que , pro