Historia De La Arqueologia Del Peru En El Siglo XX

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Henry Tantaleán César Astuhuamán (editores)

Historia de la Arqueología en el Perú del siglo XX

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Lima, diciembre de 2013

IF E A INSTITUTO FR A N CÉS DE ESTUDIOS ANDINOS UMIFRE 17 MAE/CNRS-USR 3337 AMÉRICA LATINA

Historia de la Arqueología en el Perú del siglo XX

Henry Tantaleán & César Astuhuamán (Eds.)

IAR Institute o f Andean Research

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2013-16273 Ley 26905 - Biblioteca Nacional del Perú ISBN: 978-9972-623-83-7

Derechos de la primera edición, diciembre de 2013

©Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNRS/MAE Av. Arequipa 4595, Lima 18 - Perú Teléf.: (51 1) 447 60 70 Fax: (51 1) 445 76 50 E-mail: [email protected] Pág. Web: http://www.ifeanet.org Este volumen corresponde al tomo 34 de la colección Actes & Mémoires de l’Institut Fran^ais d’Études Andines (ISSN 1816-1278) ©

Institute of Andean Research, New York

Imprenta Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156 - Breña

Foto de la carátula: Reconstrucción del lado oeste del Ushnu, Huánuco Pampa, agosto de 1965 Foto: Craig Morris, cortesía de la División de Antropología, American Museum of Natural History Composición de la carátula: Iván Larco Cuidado de la edición: Anne-Marie Brougere, Vanessa Ponce de León

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Indice

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Figura 3 - Itinerario de la primera Expedición Científica de la Univ. de Tokyo a los Andes (Izumi, 1959b: 53)

insuficiente trabajar con la visión micro, cuando los Andes era una área tan extensa en la que todavía quedaba por descubrir gran número de yacimientos arqueológicos. En cuanto al (3), este se justificaría porque Izumi habría notado una mayor dependencia a esta metodología, ya que en esos momentos acababa de introducirse la tipología de cerámica, metodología procedente de Europa, en la arqueología americana y especialmente se aplicaba mucho en la costa del norte, donde había concentración de excavaciones. Izumi recomendaba dar más atención también a los materiales metálicos y textiles. Esto suena irónico en la arqueología americana actual donde muchos estudios dan menor importancia al análisis de la cerámica. Referente al (1), es importante desarrollarlo con mayor detalle. Como ya se ha visto, antes de que los japoneses comenzaran la investigación en el Perú, los investigadores occidentales, especialmente los arqueólogos estadounidenses le concedían gran importancia a la cerámica, especialmente en la costa del norte peruano y habían definido la cronología limitando el área. Se trataba de

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una escala minuciosamente establecida, a base de la estratigrafía, la datación radiocarbónica y el análisis de patrón de asentamiento. Aunque Izumi no lo ha citado, en aquel entonces Rafael Larco Hoyle, arqueólogo que había iniciado investigación con su base en la costa peruana del norte, planteaba una cronología tras clasificar cerámicas completas encontradas como ajuares funerarios en las tumbas (Larco Hoyle, 1948). De todas formas, Izumi tenía reserva para aplicar esas cronologías establecidas en unas áreas de la costa septentrional a todo el territorio peruano y sentía la necesidad de verificar en cada zona, una por una, la relación cronológica entre diversas culturas. Incluso sentiría cierto rechazo ante un movimiento que intentaba buscar en la costa el origen de las civilizaciones de los Andes, a base de los datos minuciosos que podían remontarse a una gran antigüedad (Izumi, 1959b: 50, 51). Al parecer, la hipótesis del origen de las civilizaciones de los Andes con la que se simpatizaba más Izumi era la de Amazonía, promovida por un gran arqueólogo peruano: Julio C. Tello. De todas formas, Izumi creía que la cuestión de la cronología se podría discutir en el esquema de la «hipótesis de la costa del norte sostenida por los estadounidenses» contra «la hipótesis de la Amazonia de Tello». En realidad, la cuestión del origen cultural es mucho más compleja de lo que suponía Izumi y no se puede captar su realidad si no se le acerca desde varias visiones sin limitarse a la arqueológica. Por consiguiente, vamos a reconstruir los tiempos en los que la Expedición de la Universidad de Tokyo participaba en la arqueología de los Andes, exponiendo la posición de Julio Tello y las condiciones sociales peruanas.

6. El desarrollo de las teorías sobre el origen de las civilizaciones

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La Expedición Científica de la Universidad de Tokyo a los Andes tenía como meta final «describir científicamente el proceso de desarrollo cultural desde finales del Período Arcaico hasta el Período Formativo» y el estudio general de 1958 se consideraba como trabajo preparatorio para dicha meta (Izumi, 1971c: 43). Este objetivo se mantiene en líneas generales durante más de cincuenta años hasta la misión actual. Desde los tiempos en que trabajaba Izumi, ya había consenso académico de que el Período Arcaico se iniciaría aproximadamente en el año 5000 a. C. y dominaba la posición de que este finalizaría alrededor del año 1500 a. C.: se consideraba como una era cuando la recolección, la caza y la pesca eran principales medios de supervivencia, y que a finales del período, nació una agricultura primitiva, se comenzó la elaboración de los

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tejidos y surgieron cerámicas en algunas zonas (Izumi, 1971c: 42). Entrando al siguiente Período Formativo, creció la población formando comunidades, en cuyos centros se construyeron los templos. Después se inició la irrigación intensiva, observándose la urbanización de comunidades y la aparición del estatus y de la jerarquía social (Izumi, 1971c: 42-43). Entre las definiciones que hizo Izumi sobre el Período Formativo, la urbanización es un argumento que actualmente pocos investigadores compartirán, pero todos estarán de acuerdo con la importancia que daba a los templos y a los albores de una sociedad más compleja. De todas formas, la atención de Izumi estaba en el hecho de que no estuviera clarificado el aspecto de los primeros momentos de la civilización, es decir, la transición del Período Arcaico al Formativo en los Andes, a pesar de que los investigadores estadounidenses hubieran esclarecido esto parcialmente en la costa norte. Especialmente en la sierra, como se ha referido ya, había muchas cosas por conocer. En este sentido, lo que llamaría la mayor atención de Izumi fue la teoría de formación de la civilización promovida por Julio C. Tello, estudioso que hizo reconocimiento de sitios arqueológicos en gran extensión para intentar obtener una visión panorámica de la arqueología de los Andes en una época con poca facilidad de movilidad como los primeros años del siglo XX. La excavación que hizo en 1934 y 1940 en Chavín de Huántar, yacimiento ubicado en la parte alta de la ladera oriental de los Andes que desciende hacia la cabecera del río Amazonas, en la región montañosa del norte del Perú, dio un impacto especial a la definición de su teoría de la formación de civilización.

7. Chavín de Huántar y el origen de la civilización Julio C. Tello no solo hizo el estudio del sitio arqueológico Chavín de Huántar. También descubrió muchos sitios en la costa y en la sierra, con íconos similares a los de Chavín de Huántar representados en pinturas murales, relieves o cerámica, por lo que supuso un escenario en el cual Chavín de Huántar funcionaba como centro cultural y que influenciaba a otros sitios, como la civilización o cultura madre para dar a luz a otras civilizaciones de los Andes (Tello, 1960). El arqueólogo peruano argumentaba que la perfección artística de la cultura Chavín llegó a un nivel incomparable y fue en ese momento cuando se integraron los pueblos y los cultos. Chavín fue una cultura realmente de

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apogeo, tanto en su arquitectura como en la representación de la ideología (Tello, 1960: 41). Luego una discípula suya, Carrión Cachot, defendió el establecimiento de un imperio religioso y llegó a argumentar que Chavín de Huántar fue su capital (ver Novoa en este volumen). Tello no supuso, sin embargo, que todos los elementos hubieran surgido en Chavín de Huántar, aunque ese lugar podría haber sido un centro en algún momento. Murió sin probarlo, pero creería que el origen de Chavín estaba en la selva, región de aguas arriba del Amazonas (Tello, 1960). Se basaba en que la fauna y flora representadas en los monolitos de Chavín tenían elementos selváticos y que los shuar o jívaros, pueblo indígena de la selva amazónica, conservan la tradición del corte de cabeza del adversario como trofeo de guerra, práctica que se confirma en las figuras de Chavín (Kaulicke, 1998: 74). La hipótesis del origen de las civilizaciones en Amazonía que señalaba Izumi significa que Chavín fue un centro y que los elementos originales procedieron de Amazonía.

8. La teoría del origen de civilizaciones y el indigenismo La visión de Julio C. Tello tiene que ver con la situación política de aquellos momentos. En los primeros años del siglo XX cuando Tello desarrollaba su profesión, comenzaba a ponerse de manifiesto en la sociedad peruana el conflicto contra la modernización con la entrada del capital extranjero, por lo que se promovía el indigenismo, movimiento que defendía los derechos de los indígenas marginados y explotados. En esa situación, el gobierno de Augusto Leguía, que pretendía integrar a los indígenas como mano de obra para impulsar la modernización y buscar la unidad nacional, nombró a Julio C. Tello, descendiente de indígena, como director del Museo Nacional de Arqueología. El hecho de que Tello hubiera podido estudiar en la Universidad de Harvard en EE. UU. también fue el fruto de esa tendencia de la época. Podría decirse que la Arqueología fue politizada como una ideología para sostener la unidad nacional y la misión de Tello era encontrar el fundamento de esa unidad nacional en las culturas antiguas. Para tal fin, era necesario negar el difusionismo promovido en esos momentos en el que las culturas antiguas del Perú habían procedido del exterior. Se trata de la teoría de Max Uhle, alemán invitado por el gobierno peruano, antes de que Tello ocupara cargos importantes, para crear un sistema científico en la arqueología peruana y transmitir la metodología de estudio. Cuando Uhle desarrollaba

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sus actividades, no estaban identificados todavía los templos gigantescos del Antiguo Perú como el de Chavín, y únicamente se habían descubierto unas pequeñas aldeas pesqueras como asentamientos correspondientes a los primeros momentos de la civilización. Por consiguiente, el investigador alemán no podía suponer una posible sociedad precursora del ya conocido sitio Moche y que sugiera su enorme templo, por lo que buscaba el origen de la civilización andina en América Central como entre los mayas, aplicando el difusionismo que defendía. De modo que, para Tello, quien intentaba establecer un modelo integral propio del Perú, primero debería desmentir la hipótesis del origen en América Central promovida por el alemán. En la época de Tello y la siguiente de sus discípulos, la búsqueda del origen de la civilización era uno de los objetivos más importantes de la Arqueología, y por lo tanto, se incrementó el interés por estudiar el Período Formativo. Cuando la misión japonesa participó por fin en ese círculo académico, todavía había mucho interés por el tema del origen de civilización. Izumi mismo conocía el difusionismo de Uhle y entendía desde la Arqueología el choque académico entre Tello y Uhle (Izumi, 1962: 147-148). Incluso, tuvo suficiente conciencia de que el descubrimiento de Kotosh sirvió para verificar el argumento de Tello (Izumi, 1971c: 50). No obstante, por lo que a la relación con el indigenismo se refiere, ha dejado poco comentario. En el epílogo de su gran obra Im perio Inca, Izumi pone un subtítulo «indigenismo» y explica este término de la siguiente forma: El arqueólogo peruano Julio C. Tello dedicó sus esfuerzos en las excavaciones para rescatar científicamente el espíritu del Antiguo Perú de los indígenas. Sus sucesores, con la misma voluntad, incluso excelentes estudiantes más jóvenes, están trabajando en la investigación de las civilizaciones de los Andes motivados por dicho interés realista (Izumi, 1959a: 267-268). Desde luego, este comentario señala que el estudio de Tello se puede relativizar en el marco del indigenismo, pero no hay indicios de que Izumi haya comparado desde esta visión los estudios de Uhle y de Tello. Cuando llegó la Expedición japonesa al Perú, ya había fallecido Tello, pero su teoría todavía estaba vigente. Sería más razonable pensar que los investigadores de la Universidad de Tokyo se vieron obligados a involucrarse en el debate de las teorías del origen de civilizaciones detrás de las cuales se vislumbraba un trasfondo social complejo, aunque se daban cuenta de que la idea de Tello provenía del indigenismo, sin llegar a relativizar las teorías.

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9.La excavación de Kotosh y la teoría del origen de las civilizaciones 9. 1. Respuesta a la teoría del origen de la civilización La cuestión del origen de las civilizaciones, presente desde la primera expedición, rápidamente se pone de relieve en la segunda expedición, también gracias a la prevención de Izumi. Digo que se atribuye a su prevención, porque el líder de la misión supo escoger un yacimiento ideal entre los reconocidos en la primera expedición. Kotosh, ubicado en las afueras de Huánuco, ciudad cabecera del departamento de Huánuco, centro norte del Perú, fue el sitio arqueológico donde la Expedición hizo excavación en tres períodos: 1960, 1963 y 1966. En realidad, Tello mismo reconocía su importancia y lo incluía entre los posibles sitios claves precedentes a Chavín de Huántar que podrían ser origen de otras civilizaciones. Al visitar este complejo arqueológico, Izumi decidió trabajar allí, recomendado también por el arqueólogo peruano Julio Espejo Núñez, que le había acompañado en el estudio general de 1958 (Izumi, 1971c: 45). Si se toma en cuenta que Julio Espejo Núñez fue uno de los principales discípulos de Tello, la selección de Kotosh debería considerarse como algo influido por las circunstancias de la investigación en el Perú que rodeaban a la misión japonesa, sin atribuir la selección solo a una buena decisión de Izumi. La segunda expedición de 1960 cuando se inició la excavación de Kotosh fue liderada por Izumi con los siguientes miembros: Líder: Seiichi Izumi: Profesor asociado de la Universidad de Tokyo Miembros • Fumio Maekawa: Catedrático de la misma (Botánica) • Hisashi Sato: Profesor asociado de la misma (Geografía) • Naotsune Watabe: Profesor asociado de la misma (Antropología) • Toshihiko Sono: Profesor asosiado de la misma (Arqueología) • Kazuo Terada: Profesor asociado de la misma (Antropología cultural) • Takaji Sadasue: Profesor asistente de la misma (Arqueología) • Shuko Iwatsuka: Profesor asistente de la misma (Geografía) • Chikasato Ogyu: Posgraduado de la misma (Antropología cultural) • Yoshio Onuki: Posgraduado de la misma (Antropología cultural)

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Participación local: Nobuyuki Miura: Posgraduado de la misma (Antropología cultural) Participantes peruanos: Pedro Rojas Ponce Aparte de los geógrafos, se integró un botánico. Pero en realidad, estos académicos hicieron estudio en otras zonas, más que participar en la excavación de Kotosh. El costo total del proyecto ascendió a 12 millones de yens (aprox. 33 333 dólares americanos), de los cuales 3 millones escasamente fueron cubiertos con el subsidio para la investigación científica concedido por el Ministerio de Educación, por lo que el resto fue sufragado por donaciones (Izumi, 1971c: 46). El complejo Kotosh es un montículo de unos 14 m de altura, y durante el reconocimiento previo pudieron recoger piezas de cerámica llamada estilo Chavín, que tenían un acabado excelente, sobre la superficie del yacimiento. Además encontraron esparcidas otras en las excavaciones ilegales. El líder de la Expedición las consideró Chavinoides y esperaba que la excavación aclarara la relación cronológica entre el estilo Chavín y el Chavinoide (Izumi, 1971c: 44-45). Chavinoide, según Julio Tello, es una variación de la cultura Chavín con elementos locales al difundirse la Chavín, y era un término que se usaba con frecuencia en esos momentos en la arqueología de los Andes. De hecho, en la excavación de 1960 identificaron no solo la cerámica del estilo Chavín y el estrato que contenía la arquitectura que acompañaba esos artefactos, sino también detectaron por encima de ese estrato la cerámica y arquitectura de lo que Izumi llamaba Chavinoide, y por debajo, hicieron lo propio correspondiente al período anterior a Chavín. No solo esto, sino que también dieron con una arquitectura en estado de conservación excelente sin acompañamiento de cerámica en un estrato inferior, justo cuando estaban terminando la excavación de 1960. Al principio, hubo fuerte discusión entre los miembros de la expedición para saber si realmente pertenecía al Período Precerámico, aunque sí se dieron cuenta de que se atribuía a una fase anterior a Chavín. Por no contener ninguna pieza de cerámica, podría corresponder al Período Precerámico, pero tampoco podía negarse la posibilidad de haberse hecho limpieza por ser un edificio con funciones especiales. Finalmente llegaron a la conclusión de que era del Período Arcaico o del Período Precerámico, y lo identificaron como arquitectura ceremonial o templo tras descubrir una escultura que representaba un par de brazos cruzados en una

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pared interior del edificio, denominándolo por tanto «Templo de las Manos Cruzadas». Por primera vez en la historia de la arqueología americana se confirmó así una arquitectura pública construida en el Período Precerámico (Izumi & Sono, 1963; Izumi & Terada, 1972). El edificio no es muy grande, con forma casi cuadrada con cada lado midiendo 9 m aproximadamente (fig. 4). Los muros y el piso tienen una capa superior fina y en las paredes interiores se encuentran nichos grandes y pequeños. La parte central del piso tiene un nivel inferior donde se ubica un fogón circular. Por debajo del piso pasa una chimenea que parte de dicho fogón hasta llegar al exterior. Justo debajo de dos nichos interiores, descubrieron sendos pares de brazos humanos cruzados, modelos en barro. Uno tenía el brazo izquierdo encima del derecho y el otro, viceversa.

Figura 4 - Excavaciones del «Templo de las Manos Cruzadas» en 1963 © E x p e d ic ió n C ientífica de la Univ. de Tokyo a los A ndes

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El fundamento del carácter ceremonial del «Templo de las Manos Cruzadas» no está solamente en la capa superior fina en los muros y el piso o en la presencia de una escultura simbólica, sino también en el proceso de remodelación y reconstrucción al que había sido sometido el edificio. Las excavaciones realizadas en 1963 y 1966 revelaron que en el sitio de Kotosh hay varios edificios parecidos al «Templo de las Manos Cruzadas» y además construidos uno encima de otro en un determinado sitio. Manteniendo un edificio íntegro o tras destruirlo parcialmente, rellenaron de una vez

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su espacio in terio r con gran vo lum en de gravas y tierra com o si quisieran sellarlo y co n struyero n por en cim a de él otro nuevo p rácticam en te de la m ism a estructura. Esto sign ificaría la renovación p erió d ica de la edificación. S i h u b iera sido u n a residencia, h ab ría sido u n trabajo realm ente in ú til, o m ejo r dicho, esto m o straría p recisam en te la religio sid ad que representaba la arq u itectu ra de Kotosh. A l p rin cip io , los investigadores occidentales veían con cierta friald ad el descub rim ien to del recién llegado equip o japonés, pero G ordon W illey, de la U n iversidad de H arvard, con q u ien Izum i h ab ía aprendido, le felicitó y reconoció el trabajo, acto que prob ab lem ente co n d u ciría a u n a valoración gen eral (Izum i, 1971c: 4 0 -4 1 ). Luego se ib an id en tifican d o edificios tipo Kotosh no solo en la cercan ía de este sitio sino tam b ién en otros yacim ien to s ubicados en la sierra sep ten trio nal. Los estudiosos com o R ich ard B urger y L u cy Salazar h an llegado a llam ar la «trad ició n religio sa de K otosh» a estos edificios peculiares y su expansión religio sa asociada (B urger & Salazar, 1980). V isto esto, uno se da cu en ta que la excavación del sitio de Kotosh p erm itió id en tificar cien tíficam en te la cerám ica y edificios perten ecientes al período an terio r a la cu ltu ra C h avín , no en la costa, sino en la lad era occiden tal de los A ndes. Es m ás, con dujo al descub rim ien to de u n tem plo del período anterior, el A rcaico. Esto, al m ism o tiem po, lleg aría a cotejar la hipótesis de Tello del origen de las civilizaciones en la A m azonía. H ubo m ayo r reco nocim iento de este descub rim ien to en el Perú que en el O cciden te porque, aparte de que los arqueólogos n orteam erican os defen dían la costa com o origen cu ltu ral, estaba el hecho de que esta visión estab a m ás cercan a a la de Tello.

10. La posición antropológica del estudio de los Andes Es b astan te d ifícil decir la posición cien tífica que o cup aría Izum i, q u ien ten ía interés por el origen de las civilizaciones de los A ndes. Esto se debe a que los artículo s científicos e inform es que redactaron Izum i y los m iem bros de la exp ed ició n dedican la m ayo ría de sus págin as a describir los yacim ien to s y sus artefactos excavados, lo que sigue siendo u n a info rm ació n sum am en te valiosa, pero no h ay m en ció n que sugiera la teoría cu ltu ral en que se basaba. Por supuesto, to davía estaría m u y in m ad u ra la id ea base. Yoshio O n uk i, discíp ulo directo de Izum i, cree que no estab a preparado para fo rm ular u n a teoría, puesto que «la teoría del origen de las civilizaciones de Izum i era poco m a d u ra b asada sim p lem en te en su experien cia» (O n u ki, 1988: 4 2 9 ).

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N o obstante, se asom an algunos aspectos en libros y ensayos. Para trabajar en el origen de las civilizaciones, Izum i p arecía tener com o p rem isa la visión d el evolucionism o cu ltu ral, posición que con sidera com o algo co n tin u o el proceso de form ación de u n a civilizació n. En su ob ra Im p erio In ca describe u n bosquejo general de las culturas de los A ndes y divide en cuatro el proceso de form ación de la civilizació n an d in a de la sigu ien te form a: Los cazadores-recolectores que aparecen h acia el año 10 m il a.C . in ician el cultivo com o m ed io co m p lem en tario de sub sisten cia a p artir del año 2 5 0 0 a.C . M ien tras la pesca ju eg a u n p ap el m ás im p o rtan te que la agricu ltu ra, alrededor del año 1200 a .C , co m ien zan la fabricación de cerám ica y el cultivo del m aíz. A pro xim adam ente h acia el año 50 0 a.C ., de repente ocurre la cu ltu ra C h avín en m edio de la zona m o n tañ o sa del norte, llegan d o a d o m in ar los A ndes. H iciero n tem plos, esculturas de p ied ra y artículos de oro, todo de excelencia, pero, esta expansión no ten ía aspecto po lítico n i m ilitar, sino era fruto de las actividades religiosas de los seres h um ano s. (Izum i, 1959a: 14) A lrededor del año 50 0 a. C ., C h av ín desaparece y em erge el localism o. Esto se debe al cam b io de con ten ido del culto y detrás de esto está el desarrollo de la agricu ltu ra in ten siva bajo riego. Este período se lo d en o m in a el Período de Florecim iento. En M o ch ica, cu ltu ra de la costa n o rte, aparecen los estatus sociales y la división laboral; y ocurren guerras, pero en la cu ltu ra N asca de la costa sureñ a no se form a u n a so ciedad d o m in ad a por u n a au to rid ad fuerte. En el altip lan o sureño, m ien tras tanto, nace la cu ltu ra T iahu an aco , ciu d ad religio sa (Izum i, 1959a: 45). C u an d o las culturas del Período de F lorecim iento en tran en d ecadencia, la cu ltu ra T iah u an aco , o rig in aria del A ltip lan o , se expande por toda la zona an d in a. Esto im p u lsa a que se conviertan los pescadores de la costa del sur en agricultores. U n a vez hom o geneizada la cu ltu ra an d in a así, nace el Im perio C h im ú en la costa norte. Es u n a sociedad con jerarq u ía social y burocracia, y la d ivisió n labo ral p erm ite p ro d ucir m asivam en te la cu ltu ra m aterial. Al sur de C h im ú , se form an las culturas C h ancay, P achacám ac y L im a (Izum i, 1959a: 8 2). Y después de todo esto, el que sale fin alm en te al escenario es el Im perio Inca.

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El curso de las culturas an din as que describe Izum i, exceptuando la in terp retació n de la cu ltu ra T iah u an aco , es válid o por lo general incluso ahora, e Izum i se fija en la agricu ltu ra com o elem en to del cam b io cu ltu ral. A socia la ap arició n de la cu ltu ra C h avín con el cultivo del m aíz, m ien tras el

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cam b io de cu lto en el Período de F lorecim ien to lo relacio n a con el cam bio económ ico. D e alg u n a form a se p o d ría llam ar u n a teoría del desarrollo social m arxista ortodoxo. S in em bargo, parece que Izum i no quiso seguir adelante con esta teoría de la evo lución cu ltu ral basada en el cam bio de m edios de supervivencia. U na de esas razones está en los datos recuperados de la excavación de Kotosh. Esto se deb ería a que la fase m ás an tig u a de Kotosh corresponde al anterior a la fase C h avín , sin enco ntrar h uellas claras de la agricu ltu ra, y en cuanto a los restos de anim ales excavados, se detectab an los silvestres (Izum i, 1968: 11). El hecho de que se con struyeran tem plos cuan do to davía no h ab ía un a ag ricu ltu ra defin itiva n i clara do m esticación de anim ales fue, por u n a parte, u n descub rim ien to m u n d ial, pero por otra, no era coherente con la im agen co n ven cion al de la sociedad que crecería y se h aría m ás co m p leja gracias al desarrollo de la agricultura. O tra razón fue qu e la ap arició n de elem en to s cu ltu rales en S u d am érica v aría según el lugar. Por ejem p lo , la cerám ica m ás a n tig u a no se encon tró en el P erú , sino q u e se sab ía de piezas an tig u as ta m b ién en otros países vecin o s com o E cuado r y C o lo m b ia. A n te estos nuevos datos no clasificables d en tro de u n esq u em a sen cillo , Izu m i p arece h ab er in ten tad o n u evam en te reestru ctu rar la fo rm ació n de las civilizacio n es. C o m o tie n e ind icad o y a O n u k i, «p ara Izu m i, el o rigen de las civilizacio n es es u n proceso de aso ciació n de diversos elem en to s qu e co m p o n en u n a cu ltu ra co n sid erad a u n a civ ilizació n » (O n u k i, 1 988: 4 2 9 ). So n m u y d em o strativas las siguien tes frases de Izu m i citad as p o r O n u k i: N o se p o d ría explicar la form ación de la civilizació n, si los elem entos cruciales de la civilización no se in v en taran en varios lugares y no en uno solo y se in tegraran fuertem en te. E ntonces, lo que q u ed a pen diente es la p reg u n ta de cu ál será la su stan cia de esa en ergía que in teg ra esos elem entos culturales. (Izum i, 1968: 10) L a su stan cia que se n o m b ra aq u í p ara Izum i era la cu ltu ra C h av ín , pero no in d ica en n in g ú n lado la perspectiva de por qu é los elem entos se fueron integran do. Se asom a prob ab lem ente aq u í un conflicto entre su base del evo lucio nism o cu ltu ral co nvencio nal y el deseo de m an ten er u n a coherencia con los datos p ro piam ente obtenidos, pero esto sería el lím ite de la investigación de aqu el entonces. Posteriorm ente, cuan do m uchos investigadores de varios países, in clu yen d o la m isió n japonesa, desarrollaban excavaciones, surgieron dudas sobre la p resen cia de la cu ltu ra C h avín y fue tom an do m ayo r fuerza la

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hipótesis de que la realid ad no fuera la in tegració n sino u n v ín cu lo flexible de pequeñas sociedades a través de intercam b io s económ icos e ideológicos (Kato & Seki, 1 9 98 ). D e todas form as, Izum i falleció sin llegar a u n a conclusión sobre el debate de las civilizaciones de los A ndes.

11. Transformación de la misión de la investigación general a la Arqueológica H a y que tocar tam b ién los tem as de la m eto d o lo gía de estudio. En el p rim er período que dirigió Izum i, se in ten tó hacer investigació n cien tífica gen eral con la p articip ació n de geógrafos y botánicos. E ra u n a época de m ayo r pro m o ció n de estudios in terd iscip lin ario s e, incluso , en el Jap ó n se o rgan izab a la investigación por la U n ió n de N ueve A sociaciones A cadém icas. Es m ás, en la U niversidad de H arvard donde h ab ía estudiado Izum i se observaba la fusión entre la A rq u eo lo gía y la A n tro p o lo gía C u ltu ral com o y a se h a m en cio nado . A llí estab a C lyd e K luckhohn, pro bab lem ente ú ltim o personaje que prom ovió la an tro p o lo gía general. La U n iversidad de Tokyo, m ed ian te el dep artam en to de A n tro p o lo gía C u ltu ral, tam b ién se orien tab a h acia la an tro p o lo gía general. V isto todo esto, no extrañ a la com posición tan in terd iscip lin aria de la E xpedición (G am ou, 1981: 142). N o obstante, excepto el info rm e del estudio general de 1958 (E xpedición C ien tífica de la U n iversid ad de Tokyo a los A ndes, 1 9 6 1 ), apenas se co n stata en realid ad la co n trib u ció n de esos científicos de otras especialidades en pub licacio nes de los resultados com o inform es. En la evaluación de los restos arqueológicos de K otosh solo aparecen los nom bres de los arqueólogos y antropólogos cu ltu rales que p articip aro n en la excavación, por lo que en realid ad el estudio se iría d ivid ien d o m ás que fusionando. Esto lo co m p rueb a la com posición de los m iem bros. Los com ponentes de la tercera exp edición de 1963 eran (fig. 5): Líder: S eiich i Izum i: Profesor asistente de la U n iversid ad de Tokyo M iem bro s • H isashi Sato: C ated rático de la m ism a (G eografía) • T oshihiko Sono: Profesor asociado de la m ism a (A rqueología) • K azuo Terada: Profesor asociado de la m ism a (A n tropología cultural)

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• H isashi T ajim a: Profesor ayu d an te de la m ism a (G eografía) • T suguo M atsuzaw a: O ficial técnico de la m ism a (A rqueología)

La expedición japonesa: la época d irigida p o r Seiichi Izumi

• Yoshio O n u k i: Posgraduado de la m ism a (A ntropología cultural) • H iro yasu T om oeda: Posgraduado de la m ism a (A n tro po lo gía cultural) • C h iak i Kano: Posgraduado de la m ism a (A rqueología) • Yasushi M iyazak i: Posgraduado de la m ism a (A ntrop ología cultural) P articipantes peruanos: A ugusto C ruzatt, E nrique G onzáles C arré, M ario B enavides.

Figura 5 - Excavaciones de Kotosh en 1963 (desde la izquierda, Izumi, T. Mejía Xesspe, Y. Onuki, C. Kano, T. Sono, C. Huapaya Manco, K. Terada) © E x p e d ic ió n C ientífica de la Univ. de Tokyo a los A ndes

Ya no está aq u í el nom bre del botánico que p articip ó en la expedición de 1960. El bo tán ico Fum io M aekaw a, después de p articip ar en la de 1960, realizó la investigación b o tán ica de los A ndes en A m érica del Sur en 1965 y 1 9 68, con el sub sidio p ara la investigació n cien tífica del m in isterio. No trabajó solo en el Perú, sino en la R egió n S u d am erican a en general, com o el Ecuador, B olivia, C h ile, A rg en tin a y Brasil, lo cu al m u estra que se trata de un estu d io separado e ind ep en d ien te de la E xpedición a los A ndes que ten ía un enfoque p rin cip alm en te arqueológico. Los geógrafos de la expedición de 1963 ejecutaron estudio incluso de varias áreas del Perú, separados del grup o de excavación. A h ora se ve m ayo r p articip ació n de posgraduados y

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se n o ta la in ten ció n de form arlos com o ayudan tes de excavación y futuros investigadores arqueólogos. L a cu arta exp ed ició n de 1966 estaba fo rm ad a por los siguien tes m iem bros: Líder: S eiich i Izum i: C ated rático de la U n iversidad de Tokyo (A n tropología cultural) M iem bro s • Shozo M asud a: Profesor asistente de la m ism a (A n tro po lo gía cultural) • K azuo Terada: Profesor asistente de la m ism a (A n tro po lo gía cultural) • T suguo M atsuzaw a: O ficial técnico de la m ism a (A rqueología) • Yoshio O n u k i: Posgraduado de la m ism a (A n tropología cultural) • H iro yasu T om oeda: Posgraduado de la m ism a (A ntrop ología cultural) • C h iak i Kano: Posgraduado de la m ism a (A rqueología) • T atsuhiko F u jii: Posgraduado de la m ism a (A rqueología) • H iroyoshi Y am am oto: Posgraduado de la m ism a (A ntropología cultural) • Suyo sh i U eno: Posgraduado de la m ism a (A rqueología) • Yasushi M iyazak i: Posgraduado de la m ism a (A n tro po lo gía cultural) • Shiro K ondo: C ated rático de la m ism a (A n tropología física) • Reizo H arako : Profesor ayu d an te de la m ism a (A n tro po lo gía física) P articipantes peruanos: Lorenzo Sam an iego, A rturo R uiz, C arm en Rosa R ivera, Fernando C h au d , C arlos C h au d A h o ra se rom pe la relación con la geografía m an ten id a desde el in icio del estudio. Parece estar interru m p id o el estudio geográfico financiado por el subsidio del m in isterio h asta 1970 cuando m urió Izum i. A dem ás, el estudio geográfico realizado en 1970 fue d irigido por la U niversidad M etro p o litan a de Tokyo y el Instituto de Investigación Sism o lógica de la U niversidad de Tokyo y posiblem ente ten d ría relación con el terrem oto ocurrido en ese m ism o año.

En lugar de la geografía, las especialidades que se integran en la de 1966 son la etnología y la antropología física. Con todo, sus investigaciones se llevaron a cabo con la visión de los Andes en general sin limitarse al área de Kotosh y no tuvieron relación directa con la excavación arqueológica. Especialmente Kondo y Harako se encargaron del tema de la adaptación del cuerpo humano en la sierra y se dedicaron a otro estudio en el altiplano central peruano (Terada, 1971: 409). También se incluía el estudio de los inmigrantes japoneses apoyado por el Ministerio de Asuntos Exteriores (llevado a cabo por Masuda y Tomoeda), sin

La expedición japonesa: la época d irigida p o r Seiichi Izumi

que la Expedición tuviera un tema común que atravesara todas las disciplinas participantes. Como señala Terada, no se juntaron todos los miembros en el lugar de excavación como lo hacían antes, sino cada uno se movía por separado (Terada, 1971: 409-410). D u ra n te la in v estig ació n arq u eo ló g ica d e 1 9 6 6 , se co n tin u ó p o r u n a p arte la excavació n d el sitio d e K otosh y p o r o tra, se estu d ia ro n otros ase n tam ien to s cercan o s com o S h illa c o to y W a ira jirc a . Esto sirvió p ara re co n firm ar la ev o lu ció n d el p erío d o a n te rio r a C h a v ín y el P recerám ico d etectad o s en K otosh, d an d o así p o r c o n c lu id a la in v estig ació n d e K otosh (T erad a, 1 9 7 1 : 4 1 0 ). P ara el estudio de 1 9 69, que ib a a ser el ú ltim o p ara Izum i, se elegieron los siguien tes m iem bros: Líder: S eiich i Izum i: C ated rático de la U n iversid ad de Tokyo M iem bro s • K azuo Terada: Profesor asistente de la m ism a (A n tro po lo gía cultural) • T suguo M atsuzaw a: O ficial técnico de la m ism a (A rqueología) • Yoshio O n u k i: Posgraduado de la m ism a (A n tropología cultural) • T atsuhiko F ujii: Posgraduado de la m ism a (A rqueología) • C h iak i Kano: Profesor ayu d an te de la m ism a (A rqueología) • T suyoshi U eno: Posgraduado de la m ism a (A rqueología) • T am otsu O gata: C ated rático de la U n iversid ad de N iig ata (A ntropología física) • M asan ao M u rai: Investigador de la m ism a (A n tropología física)

Aquí el estudio etnológico también se ha separado. La mayoría de los miembros eran los que se dedicarían básicamente a la excavación, independientemente de su procedencia, sea la antropología cultural, sea el Departamento de Arqueología de la facultad de Letras. Como el estudio de Kotosh se había dado por terminado con la expedición anterior, en 1969 algunos hicieron un nuevo estudio general para identificar posibles objetos de estudio futuro. La mejora en la capacidad de estudio de los miembros permitió realizar varias excavaciones de menor escala paralelas dividiéndose en grupos: Kano la hizo en Shillacoto y Onuki y Fujii, en La Pampa, Áncash, mientras Matsuzawa y Ueno excavaron en Las Haldas, cerca del valle Casma, norte de la costa central. D e todas form as, a p artir de la segun d a m ita d de los años 1 9 60, se p ro m o vía m ayo r especialización cien tífica y la expedición a los A ndes se organizaba

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exclusivam ente p ara la investigación arqueológica. Los ún ico s especialistas de otro cam po eran de la an tro p o lo gía física y p o d ían establecer un trabajo co n ju n to en el análisis de los restos h um ano s encontrados. En realidad, sin em bargo, iden tificaro n ú n icam en te los restos h um an os de Las H aldas (correspondencia personal de O n u k i), y no estaba m u y claro el rol que les co rresp o n día dentro de la expedición. En definitiva, a p artir de este m om ento, h ab ría que esperar h asta la segun d a m ita d del tercer período de la E xpedición p ara volver a co n tar con especialistas de otras disciplinas. En conclusión, la an tro p o lo gía general que p reten d ía Izum i te n d ría ahora m ayores dificu ltades p ara establecerse com o u n cam po científico y académ ico. N o se d escartaría la p o sib ilid ad de engen drar algo nuevo m ed ian te la asociación de varias disciplinas, pero sería m u y d ifícil su in tegració n o un ificació n sin contar con u n a visión in terd iscip lin aria. N o obstante, esa posición ha aportado en gran m e d id a a la E xpedición de los A ndes en térm in os de la form ación de investigadores. Esto es así puesto que varios grupos científicos co n tin ú an actividades, adem ás de la A rqueo logía, de otros cam pos com o la B o tán ica, la E tn ología y la A n tro p o lo gía Social, y n atu ralm en te fue Izum i q u ien estableció su base.

En cuanto a la expedición de 1969, escasean documentos como ensayos y libros generales que describieran la tendencia del estudio de Izumi, excepto su informe. Sin embargo, en una conocida colección de ensayos de Izumi Montañas lejanas (1971d), hay un párrafo titulado «El pésimo año 1968», en que comenta sobre la situación del año anterior. Mientras estaba sumamente ocupado por las tareas como secretario general del octavo Congreso Internacional de Antropología y Etnología a ser celebrado en 1968 en Tokyo y Kyoto, se intensificó el movimiento estudiantil en la Universidad de Tokyo y el consejo estudiantil bloqueó el departamento de Antropología Cultural. A esto se agregó la muerte de Toshihiko Sono, jefe de la excavación de Kotosh en 1960 y 1963, seguido del fallecimiento, en el mismo año, de Eiichiro Ishida, líder de la primera expedición. Debió ser un año penoso y duro para Izumi y la noticia de la muerte de Ishida la recibió en Guatemala. Izumi se encontraba en el país centroamericano vía México, tras acompañar como asesor del club estudiantil de exploración de la Universidad de Tokyo a un grupo que hacía travesía longitudinal de América Latina, después de asistir a un simposio celebrado por la Fundación Dumbarton Oaks en Washington, EE.UU. Se p u b lic ó u n lib ro sobre esta e x p ed ició n en 1971 cu an d o y a h a b ía fallecid o Izu m i. F ue Shozo (Y oshiro) M a su d a co lega d e Izu m i en el d e p artam en to ,

La expedición japonesa: la época d irigida p o r Seiichi Izumi

q u ie n en su lu g a r escrib ió su celeb re p ró lo go titu la d o «Im p resió n ». A llí M a s u d a con fiesa su p esar d e no h ab er p o d id o d eten er a Iz u m i q u ien se m a rch ab a ab an d o n an d o el lu g a r de trab ajo en m ed io d el con flicto q u e afro n tab a la u n iv e rsid ad p o r el m o v im ien to e stu d ia n til, au n q u e sí m a n ifie sta m a y o r sim p a tía con los jóv en es q u e ib a n d e ex p lo ració n q u e co n los estu d ia n tes m etid o s en el co n flicto u n iv ersitario (M asu d a, 1 9 7 1 : 1 9 -2 6 ). Izu m i m ism o afirm a «q u e se m a rc h ab a co n m u ch o d o lo r en esa o casió n », pero se e n tie n d e q u e fu e p o r el estad o p reo c u p an te de la salu d de Ish id a m ás q u e p o r el co n flicto u n iv ersitario (Izu m i, 1 9 7 1 c: 3 3 3 ). P ro b ab lem e n te Izu m i qu iso v ia ja r fu e ra, p o r sup uesto p ara asistir al co n greso en W a sh in g to n . S i aco m p añ ó a la ex p ed ició n e stu d ia n til, tal vez es p o r escap ar d el co n flicto u n iv e rsitario , a p arte de ser e m p u jad o n a tu ra lm e n te p o r u n a p u ra an sia ac a d é m ic a d e co n o cer otros p aíses la tin o a m e ric a n o s p o r estar d ed ican d o to d o s los esfuerzos solo al P erú (Izu m i, 1 9 7 1 c: 3 3 2 ).

12. Exposiciones y medios de comunicación A parte de los resultados del estudio, se tratab a de saber cóm o estos ib an a ser co m un icado s a la so ciedad en general. L a m eto d o lo gía m ás trad icio n al será la p u b licació n de libros, las conferencias y la co laboración en los periódicos. N o es algo exclusivo de la E xpedición de la U n iversid ad de Tokyo, sino eran m eto do logías generalizadas entre los equipos de investigació n de otros países, y según palabras de Iida, se trata de u n a estrategia basada en la fran q u icia de m edios (Iida, 2 0 0 7 : 2 6 2 -2 6 3 ). En este sentido, lo relevante de Izum i fue que p u b licara num erosos libros generales instructivos. O tra repercusión social provocada por Izum i fue la p lan ificació n y celebración de exposiciones. En ese sen tido, la E xpedición d irig id a por Izum i organizó desde su in icio , varias exposiciones p ara presentar las an tiguas civilizaciones de los A ndes. S egú n T erada, Izum i y a abrazaba proyectos de exposición antes del in icio de la p rim era expedició n, aun cuando estab a en EE U U (Terada, 1971: 4 0 2 ). Lo que p royectab a Izum i era exh ib ir en el Jap ón las piezas de cerám ica y tejid o recolectadas por Yoshitaro A m ano q u ien h ab ía con tagiado a Izum i el en can to por los A ndes y que servía de líd er de la m isió n japonesa, a fin de despertar el interés por las civilizaciones de los A ndes entre el pueblo japonés. A ctu alm en te y a co n stituye u n a especie de o bligación devolver a la so ciedad los frutos de los estudios y esforzarse en co nseguir m ayo r com prensión p ú b lica sobre esas actividades científicas. A un q ue no ten d ría esta m ism a visión, Izum i

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y a in tu iría que no h ab ría fondos n i sistem a que sostuvieran la investigació n cien tífica cuan d o no h u b iera com prensión general de los ciudadan o s. En fin, en m ayo de 1958, antes del envío de la p rim era expedición, Yom iuri Sh in b u n sh a, ed ito ra del diario Y om iuri S h in b u n , organizó la «E xposición de la C u ltu ra Incaica, llen a de m isterio s y m ilagro s: B ú sq u ed a de la C ivilizació n A n d in a» en Isetan, uno de los grandes alm acenes m ás conocidos en S h in ju k u , Tokyo (Y om iuri S h in b u n sh a, 1 958). Se tratab a de la p rim era exh ib ició n a gran escala de las civilizaciones de los A ndes en el Japón, despertando tanto interés entre los japoneses que n ació u n a especie de «m ito» de que «la co la de visitan tes llegó a dar siete vueltas al edificio de Isetan» (Ishida, 1971: 142). En el salón de exh ibición de Tokyo, Izum i, A m an o y T erada desm ontaron u n fardo fun erario com o u n a especie de espectáculo. El cuadro 1 m u estra las exposiciones en que p articip ó la E xpedición. La de 1971 está in c lu id a en la lista, p orque el proyecto se desarrollaba antes de la m u erte de Izum i y su no m b re está en la co m isión organizadora, aun difunto. C o m o m u estra el cuadro, se celebraron o p lan ificaron ocho exhibiciones d uran te catorce años desde que com enzó la expedició n en 1958 h asta 1971, año sigu ien te d el fallecim ien to de Izum i. N o rm alm en te cuan do se organizan exposiciones de gran escala, se requiere u n sin fín de arreglos com o trám ites para so licitar el préstam o de los objetos arqueológicos a otros países, elaboración de catálogos y reunion es p ara definir el con ten ido del proyecto y m étodo de exh ib ició n , por lo que d eb erían in v ertir enorm es esfuerzos y tiem po en la p rep aració n de cad a u n a de estas exposiciones. Sobre todo, estam os h ab lan d o de u n a época cuan do to davía no h ab ía agentes especializados para tal fin. T am bién el cuadro m u estra que la organización de las exhibiciones ten ía m u ch a relación gen eralm en te con Y om iuri Sh in b u n sh a que em pezó apoyando a la exp edición de 1 9 58, au n que p osterio rm ente o tra ed ito ra del periódico, A sahi Shin b un sh a, tam b ién p artic ip aría en los proyectos. A u n qu e no salen en el cuadro, en m uchas ocasiones se crearon sendas com isiones organizadoras de exposiciones. Por ejem plo, para celebrar la

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E xh ib ició n de Tesoros de las C u ltu ras Pre-incaicas en 1 9 64, la com isión fue p resid id a por el p rín cip e M ik a sa y la asistían com o asesores honoríficos el P rim er M in istro , el M in istro de A suntos E xteriores y el de E ducación. El p residente honorífico fue el p residente de Y om iuri Sh in b u n sh a y el director y com isionados honoríficos fueron: el em b ajado r p eru an o en el Jap ón , el em b ajad o r jap o n és en el Perú, el director general del M in isterio de A suntos E xteriores, el gobernador de Tokyo, el rector de la U n iversid ad de Tokyo, los

Cuadro 1 - Exposiciones en que ha participado la Expedición Científica de la Universidad de Tokyo a los Andes Nom bre de la exposición

Organizadores

1958

Exposición de la Cultura Incai­ ca, llena de misterios y milagros: Búsqueda de la Civilización An­ dina

Yomiuri Shinbunsha Chubunippon Shinbunsha (Nagoya) y Yukan Fukunichi (Fukuoka)

1959 —1960

Colaboradores

Patrocinadores

Lugares de exposición por orden de celebración

Ministerio de Asuntos Exteriores, Minis­ terio de Educación, Museo Nacional de Tokyo, Osaka, Nagoya, Fukuoka Tokyo, Embajada peruana y Asociación Nippon-Peruana Ministerio de Asuntos Exteriores, Ministerio de Educación, Embaja­ Tokyo, Sendai, Osaka, Yokohama,Yada peruana, Consulado de Bolivia y magata, Niigata, Nagoya, Hiroshima, Expedición Científica de la Univ. de To­ Fukuoka, Shizuoka, Hakodate , Otara kyo a los Andes

Exposición de Sitios Arqueológi­ cos Andinos: Explorando áreas Yomiuri Shinbunsha más secretas de Inca

1961

Comisión del Museo de Exposición de Antiguas Culturas Bellas Artes de la Facultad Expedición Científica de de Artes y Ciencias de la Univ. de Tokyo a los Andes en los Andes Univ. de Tokyo

1961

Exposición de Oro del Imperio Yomiuri Shinbunsha Incaico

Ministerio de Asuntos Exteriores, Minis­ terio de Educación, Museo Nacional de Tokyo, Osaka, Nagoya Tokyo y Embajada peruana

1964

La Exhibición de Tesoros de las Yomiuri Shinbunsha Na­ Culturas Pre-incaicas goya TV (Nagoya)

Ministerio de Asuntos Exteriores, Ministerio de Educación, Expedición Científica de la Univ. de Tokyo a los Andes, Embajada de Perú, Museo Nacional de Tokyo y Nippon Televisión Network (Tokyo); Gobernaciones de Aichi, Mié y Gifu y Municipalidad de Nagoya y la comisión de educación de cada gobierno local (Nagoya); Yomiuri TV (Osaka)

1968

Exposición de Artes de Oro Co­ lombianos: Tesoros Secretos de Asahi Shinbunsha las civilizaciones de los Andes

1969

Exposición del Imperio Inca: Ex­ Expedición Científica de la ploración de las culturas antiguas Embajada de Perú Univ. de Tokyo a los Andes de los Andes

00

vo

la

Museo de Bellas Artes de la Facultad de Artes y Ciencias de la Univ. de Tokyo

Tokyo, Nagoya,Osaka

Oficina de la Expedición Cientí­ Ministerio de Asuntos Exteriores y Em­ fica de la Univ. de Tokyo a los Tokyo, Osaka, Nagyoya, Hiroshima bajada de Colombia Andes Ministerio de Educación

Tokyo, Fukushima, Yamagata, Miyagi, Niigata, Ishikawa

La expedición japonesa: la época dirigida por Seiichi Izumi

Año

Yuji Seki

presidentes y los ejecutivos de Y om iuri S h in b u n sh a, de N ip p o n Television N etw o rk C o rp o ratio n y de los grandes alm acenes M atsu zak aya que ofrecía el espacio de exposición. E ntre los com isionados se en con traban funcionarios de los M in isterio s de A suntos E xteriores y de E ducación, al ig u al que Izum i y los investigadores de la expedición. Para la «E xposición de O ro del Im perio Incaico» de 1961, se tiene u n a estru ctu ra sim ilar. Esto in d ic a claram en te que las p rim eras exposiciones se organizaban con pleno apoyo del Estado in v o lu cran d o h asta la C asa Im perial. La acep tación de la p resid en cia de la co m isión por parte del p rín cip e M ik asa te n d ría que ver con su gran co n o cim ien to sobre las civilizaciones de A sia O ccid en tal y con el vínculo que sen tiría con la m isió n de la U niversidad de Tokyo, pues la p artid a de la p rim era exp edición a los A ndes co in cid ió con la v isita oficial a B rasil y al Perú d el p rín cip e M ikasa, por lo que su líd er E iichiro Ishida y el sub líder S eiich i Izum i le acom pañaron en el avión especial. C o m o se h a m en cio n ado antes, in d u d ab lem en te Izum i esperaría que esas exposiciones d espertaran interés por las civilizaciones andinas a los visitantes y que apo yaran social y eco nó m icam en te a las investigaciones, y finalm en te parece haber acertado. N o obstante, m e p erm ito in d icar cierto tipo de problem a: las exposiciones llevaban el térm in o «Inca» en los título s, pero no co n ten ían artículo s sustanciales del Período Incaico. C o n otras que llevaban el no m b re «los A ndes», pasab a lo m ism o. Sabem os que el Período Incaico fue corto y antes de esto, la región an d in a h ab ía exp erim entado vicisitudes de u n a larg a h isto ria p rein caica de m ás de cuatro m il años. Lo Inca m u estra efectivam ente alto nivel en la arq u itectu ra com o lo ev id en cia su m am p o stería suntuosa, pero en cuan to a otras cu ltu rales m ateriales, las civilizaciones anteriores tien en m ayo r d iversidad y gozan gen eralm en te de m ayo r p o p ularid ad . Por co n siguiente, en cu alq u ier exh ib ició n de los A ndes o rgan izada en cu alq u ier rin cón del m u n d o , los p rin cip ales objetos de exposición son preincaicos y en m uchas ocasiones se lim ita a presentar el Período Incaico sim p lem en te con paneles sencillos. En la exposición celeb rada en 1 958, se ven detalles im p o rtan tes, al clasificar los períodos incaico y p reincaico, adem ás de presentar el Perú contem poráneo, pero el co n ten ido p rin cip al de exposición fue preincaico. N o se puede descartar la posible estrategia de los patrocinadores del evento, que esperaban

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m ayo r n ú m ero de visitantes, al in c lu ir «Inca» en el títu lo del evento. N o se p o d rá cu lp ar solo a las exposiciones, pero este m odo de difusió n cu ltu ral p o d ría co n trib u ir a que se creara en el Jap ó n u n a im agen an d in a que oscurece

La expedición japonesa: la época d irigida p o r Seiichi Izumi

a las otras civilizaciones an din as, especialm en te la diversidad del período p rein caico con el térm in o «Inca». Ju n to con las exposiciones, Izum i p articip ab a activam ente en los m edios visuales. Iida in d ica que en u n a época de la posguerra jap o n esa hubo asociación entre las expediciones al exterior y la in d u stria cin em atográfica in fo rm ativa o p arte de la televisión. L a investigación de los A ndes no era u n a excepción y el video de la p rim era expedición en 1958 fue tran sm itido por la red de N ip p o n T elevisión en un p ro gram a titu lad o «Inca L an d» (Iida, 2 0 0 7 : 2 5 7 ). N o acom pañó a la m isió n n in g ú n cam arógrafo profesional del can al e Izum i m ism o film ó con los equipos de video prestados por Y om iuri Sh in b u n sh a. Incluso los videos y fotos archivados de la E xpedición guard an h uellas de p articip ació n activa del líd er y su equip o en la p rogram ación de televisión. Según esos datos, Izum i y T erada salieron en u n p ro gram a del canal F uji «Sh ow de M aravillas del M u n d o » tran sm itid o el 11 de ju lio de 1969, ju n to con el arqueólogo p eru an o Jim énez B orja, haciendo dem ostración d el d esm ontaje de un fardo fun erario (Y om iuri S h in b u n , 10 de ju lio de 19 69 ). N o fue un evento relacio nado con algu n a exposición, sino que la delegación p eru an a del C lu b de Leones, que asistía al 52 C ongreso M u n d ial d el club, h ab ía sacado u n a m o m ia del país bajo la auto rizació n especial del gobierno peruan o con la fin alid ad de prom over la am istad in tern acio n al y fue tran sm itid o en el p ro gram a m ás p o p ular de esos tiem pos. Este auto r tam b ién h a oído a T erada co m en tar que algunos m iem bros de la E xpedición salieron en otros program as de televisión com o tertulias y concursos. L a p articip ació n en la televisión estaría m o tivad a m ás por la recaudación de fondos p ara el estu d io que por la co laboración en la p roducció n de docum entales, pero al ig u al que las exposiciones, co n stituye p arte de las actividades de difusión. Izum i y su gente p arecían saber responder sen sib lem ente a u n a in d u stria m e d iática con gran p o ten cial de crecim iento futuro com o la de la televisión.

Conclusión H em os visto que la exp edición d irig id a por Izum i em pezó com o u n estudio gen eral con u n a visió n p an o rám ica de la región an d in a en general; y que p udo lograr u n a especie de verificación cien tífica al acertar con u n yacim ien to tan decisivo com o Kotosh, aun en m ed io de los debates sobre las teorías d el origen de las civilizaciones en tre los investigadores occidentales y los peruanos, basadas en la situació n arqueo ló gica y p o lítica del Perú. Izum i

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ap ostaba por la antro p o lo gía general y por la organ izació n de un equip o de inv estigació n in terd iscip lin aria, pero acabó com o u n a m isió n arqueológica. Por o tra parte, in d ep en d ien tem en te de la teo ría del origen de las civilizaciones, Izum i falleció antes de establecer u n a teoría sobre el proceso de civilización. Q u ed ó com o u n a de las tareas p en dien tes p ara los investigadores posteriores a Izum i. H em os visto tam b ién que las actividades de difusió n prom ovidas por Izum i a través de exposiciones y m edios de co m un icació n co n trib uyero n a p o p ularizar el nom b re de las civilizaciones andin as por todo el Japón.

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Introducción Los testim onios m ás lejanos sobre el interés de científicos italian o s h acia el Perú se deben a la co n trib u ció n de un viajero in fatigab le, u n hom bre que to d avía sigue siendo u n a figu ra m u y q u erid a y estim ada, el m ilan és A ntonio R aim o n d i. En el siglo X IX to d avía no estaban bien delineadas las figuras del arqueólogo, del botánico o del antropólogo, puesto que el interés por las an tiguas cu ltu ras am ericanas se resu m ía a exploraciones d irigid as a recuperar el m ayo r n úm ero posible de datos. R aim o n d i, después de su llegad a en 1850, recorrió todo el territo rio p eru an o , clasificando p lan tas, anim ales, m in erales, levan tan do m apas y do cum en tan do num erosos sitios arqueológicos y elem entos etnográficos; a él se debe el h allazgo de la E stela R aim o n d i en C h av ín de H uántar. Tuvo que pasar m ás de un siglo, d uran te el cu al se dieron las bases de la m o d ern a investigació n arqueo ló gica, antes que, en 1 962, la U n iversidad de R o m a p lan eara un pro gram a de investigaciones en el sitio de C ajam arq u illa. En el cam po histórico cabe m en cio n ar a A nto nello G erbi que, debido a las leyes raciales de 1 9 38, se transfirió a L im a, trab ajan d o en el D epartam ento de Investigaciones del Banco Italiano , donde p erm aneció diez años. Su exilio fue ocasión para desarrollar estudios d etallados de la h isto ria p eruana, que se

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concretizaron en su obra m ás conocida, La d isp u ta d e l N u ovo M on d o. S toria

d i u n a p o lém ica , 1 7 5 0 -1 9 0 0 (G erbi, 1 9 55; 1960 ed. española). Es necesario explicar cu ál fue el m otivo del interés de varias m isiones extranjeras y, en este caso, europeas, h acia las an tigu as culturas precolom binas. In icialm en te esto se debió a la cu rio sid ad q u e despertó en los m useos la presencia de hallazgos q u e eran considerados productos de civilizaciones poco docum entadas. Esto im p u lsó estudios q u e deb ían tener en cuen ta los resultados de las investigaciones q u e se estaban increm en tan d o en los países de origen. Sucesivam ente, el desarrollo de las investigaciones antropológicas y etnográficas llevó a tom ar en co nsideración tam b ién la p roducción cu ltu ral de los pueblos estudiados y, con secuentem ente, los procesos evolutivos q u e d eterm in aro n su diferenciación. Se form aron así las secciones especializadas en los m useos, la enseñanza en las universidades, las asociaciones de am erican istas e, in m ed iatam en te, se determ in ó la d iferen ciació n entre los intereses respecto al territo rio , cu ltu ra y p eriodo cronológico. D esde el siglo pasado h asta la fecha, operan en el P erú varias m isiones extranjeras, cuyos proyectos están articulado s según program as p lu rian u ales, con objetivos en periodos cu lturales o cronológicos b ien precisos (C eru lli, 1 9 67; 1969).

1. Los proyectos arqueológicos italianos en el Perú C o m o y a se m en cio nó , la p rim era activ id ad cien tífica italian a en el ám bito arqueo ló gico se debe a u n a expedición del M useo Prehistórico E tnográfico «L u ig i P igo rin i», d irig id a por C lau d io Pellegrino Sestieri en 1 962, en C aja m arq u illa (Provincia de H u aro ch irí, dep artam en to de L im a, en la m argen derecha del río R ím ac). En el proyecto p articip aro n estudiosos que luego se ded icaro n a la investigació n de las culturas peruanas, entre ellos M a rio Polia, C lau d io C av atru n ci y E rnesta C eru lli. El pro gram a de excavaciones a largo plazo co n tin u ó h asta 1971 y, debido a su duració n y a la c an tid ad de m aterial recuperado, la M isió n A rq u eo ló gica Italian a (M A I) b rin d ó resultados que fueron básicos p ara el desarrollo de las investigaciones sucesivas. A pesar de algun as opiniones sobre la brevedad de los inform es, h ay descripciones exhaustivas de las evidencias (C avatru n ci, 1 9 72; 19990; S estieri, 1 97 1). In icialm en te el proyecto in tervin o en varios sectores (C o n ju n to L aberinto y C o n ju n to Sestieri), pero m u y pronto se concentró en lo que es conocido com o C o n ju n to Ju lio C . Tello, que pertenece a un

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grup o en el que p red o m in a u n a estru ctu ra p iram id al. D e estas excavaciones sobresale el hallazgo de num erosas tum bas que fueron asociadas cron oló gica y estilísticam ente al H orizonte M ed io 1B y 2A , quedan do dem o strada una m arcad a correspo ndencia con las excavaciones de M ax U h le en el cem enterio de N ievería y p erm itien d o com p arar los resultados obtenidos con varios centros del área m ayo rm en te investigados, com o el de P achacam ac y otros correspondientes a la cu ltu ra L im a. S i b ien falta to davía u n a m ayo r in fo rm ació n sobre la to talid ad del sitio, las investigaciones en C aja m arq u illa fueron m otivo de varias interpretaciones respecto a la n atu raleza de la ocupació n del asentam iento y sobre la h ip o tética in flu en cia que tuvo la cu ltu ra H u ari en su desarrollo, cuestiones que todavía están en fase de debate, au n que las indagacio nes recientes están aclarando la secuen cia de ocupación del lu g ar con datos com probados (Sestieri, 1963; Sestieri & C eru lli, 1967). L a M isió n A rqueo ló gica Italian a finalizó sus trabajos en C aja m arq u illa en 19 7 1; en 1973 y 1974 em p rendió un proyecto en A yp ate (P iura), trabajo que fue co n tin u ad o por C lau d io C avatru n ci y M ario Polia, debido al fallecim ien to p rem aturo de Sestieri en 1974. M a rio Polia, después de su exp erien cia en C aja m a rq u illa y A yp ate (Polia, 1 9 7 2 a), co n tin uó su activid ad en el cam po arqueológico con especial énfasis en las cu lturas que se desarrollaron en el área sep ten trio n al de los A ndes y en el dep artam en to de P iura, bajo los auspicios de la U n iversidad de Piura. F ue n o m b rado tam b ién docente de A n tro p o lo gía M é d ic a en la P ontificia U n iversidad C ató lica del Perú de L im a. En 1 9 8 7 d irigió el «Proyecto A ndes Sep ten trio nales» en la C o rd illera de W am an í, p atro cin ado por el C en tro S tudi R icerch e L iga b u e de V enecia y por el M in istero d e g li A ffari E steri italian o . In icialm en te ten ía com o objetivos el análisis de u n a de las m ás im p ortantes áreas con arte rupestre en la P rovincia de A yab aca (Sam anga) (Polia, 1972b) y la in d iv id u ació n de los restos de u n a co m p leja cu ltu ra en la P rovincia de H u an cabam ba, cu ya existen cia y desarrollo están atestiguados por los restos de co n juntos cerem oniales y necrópolis. La cu ltu ra W ayaku n tu r, que contaba con u n a m u y escasa do cum en tació n arqueológica, recuperó su deb ida d im en sió n h istó rica gracias a las investigaciones intensivas de M ario Polia. D u ran te las excavaciones de 1 9 93, en la zona de A huayco fue h allad a una necrópolis atrib u ib le a la clase popular, caracterizada por la p resen cia de in h u m acio n es en urnas, colocadas al in terio r de tum bas en fo rm a de b o tín y en fosas, cub iertas por piedras. E sta tip o lo gía co n stituye u n a no vedad en

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el contexto de la sierra, y a que ejem plos sim ilares de sep ultura se h ab ían do cu m en tad o h asta la fecha solo en la costa ecu ato rian a, en E sm eraldas. Las tum bas p erten ecían m ayo rm en te a in d ivid uo s adultos colocados en posición acu clillad a, m ien tras que, en el caso de entierros en u rn a de infantes, fue observado que se tratab a de gem elos; basándose en fuentes españolas de los siglos X VI y X VII, Polia observó que h ab ía testim onios de prácticas funerarias sim ilares en el caso de m ellizos (k uri o h ijo s del rayo). El ajuar funerario in c lu ía ofrendas de cerám ica e instrum en tos líticos, especialm ente botellas de form a len tic u lar y hachas de p ied ra tallada. En 1994 se am plió la investigación incluyen d o u n a alta co lin a frente a la necrópolis. A h í fue h allad a la tu m b a de u n cu ra ca conteniendo u n rico ajuar con objetos de oro, u n a colección de artefactos de cobre (tu m i, cu ch illo s, etc.) atrib u ib les, estilísticam ente, a M och e 1, es decir correspondientes al Período Interm edio T em prano, confirm ando la in flu en cia sign ificativa de esta cu ltu ra en u n a región m u y lejan a de su área nuclear. Este hallazgo im puso u n más atento análisis cronológico de todo el contexto y de las influen cias qu e el territorio tuvo desde el norte y el sur. T am bién fue posible registrar la evidencia de u n a sociedad estratificada en categorías sociales diferenciadas tam b ién en la m uerte. El curaca o «Seño r de O lleros» fue enterrado en decúbito dorsal, con las m anos apoyadas en su pecho y al oeste de la fosa fueron sepultados tres «aco m p añ an tes», expresam ente sacrificados, tam b ién inh um ados en posición extendida. S egún Polia, el aju ar del personaje hace resaltar los gustos de un gobernante local qu e h ab ía adoptado u n a m o da cu ltu ral ajen a a su m undo , im p o rtan d o del área M o ch e toda u n a serie de instrum en tos m etálicos de tipo q u irú rgico , entre los cuales sobresalen los tum is felínicos con incrustaciones de m ad rep erla o nácar. Entre las otras ofrendas no com unes cabe señalar un co llar de jad e, quizás procedente del área co lom b iana, con u n a lo n g itu d de 1,50 m y com puesto de cuatros hilos unidos por elem entos con el em b lem a de la serpiente bicéfala en form a de espiral. O tro carácter distin tivo fue registrado en el sistem a de relleno de las sepulturas. M ien tras las fosas de la gente co m ún co n ten ían aren a recolectada en el lugar, la tu m b a del cu raca h ab ía sido rellen ada con aren a de río traíd a de u n sitio d istan te de varias horas de cam ino. Los tres acom pañantes tam b ién fueron in h u m ad o s según u n ritu a l no co m ú n : debajo de u n a co bertura superficial de arcilla h ab ía u n a capa de piedras de río seleccionadas de form a alargada. A l lado de las inh u m acio n es se h alló tam b ién la tu m b a de u n sham án con

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ofrenda de cristales de cuarzo.

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Las investigaciones de Polia son apoyadas actualmente por la Asociación Perigeo, una ONG que actúa a favor de la tutela y valorización del patrimonio cultural de los pueblos. Los hallazgos de Mario Polia abren nuevas perspectivas sobre el origen de la antigua población del territorio, favoreciendo la hipótesis de su probable procedencia de la cercana área alto-amazónica (Polia, 1989; 1995). El arqueólogo C lau d io C avatrun ci, uno de los prim eros colaboradores del Prof. Sestieri, fue durante m uchos años el C urador R esponsable de la Sección A m érica del M useo Prehistórico-E tnográfico «L u igi P igo rin i» de Rom a. Siguien d o la im p ro n ta de la vocación p eru an ista del M useo, desde 1 9 8 9 dirige la M isió n A rqueoló gica y E tnológica en los A ndes M eridio n ales del Perú, d en o m in ad a «Proyecto Tam bo». La M isió n actú a en el territorio ubicado entre los departam entos de A requip a y M o quegua, gracias al apoyo del M in istero p e r i B en i e le A ttivith C ultu rali y del M in istero d e g li A ffari E steri italian os, en colaboración con el otrora Instituto N acio nal de C u ltu ra de A requipa. En la fase in icial, la m isió n se propuso ub icar un área que p u d iera ofrecer suficientes evidencias arqueológicas p ara p erm itir la elaboración de un cuadro cronológico gen eral y, al m ism o tiem po , garan tizar co ndicio nes de seg u rid ad que co n sin tieran el desarrollo de un proyecto de larg a duración. El territo rio escogido fue el valle del río T am bo, el curso de agu a m ás largo de la costa peru an a, un área cu ltu ral to davía poco do cum en tada, si no se tien e en co nsideración algunos estudios sobre los conchales, recolecciones de superficie en la zo na de la lag u n a de S alin as y unas excavaciones realizadas en Ich uñ a, a p ro xim id ad de las n acientes del río. Este valle tien e gran im p o rtan cia h istó rica y cu ltu ral p o rque fue el m edio de co m u n icació n p rin cip al en tre el árido desierto costanero y el altip lan o del C o llao , som etido a lo largo del tiem po a las influen cias procedentes de las m ás desarrolladas sociedades de la sierra (T iw an aku , W ari, Inka). En los años 1 9 9 0 -1 9 9 1 se llevó a cabo u n a prospección arqueológica co m p leta de todo el valle, desde los conchales de M a tara n i, las estructuras arq uitectó n icas de San Ju an de M o ro y la necrópolis de Frisco, h asta el extenso asen tam ien to de P oroqueña, en el valle alto, que resultó ser el sitio de m ayo r interés p ara realizar excavaciones. Se tom aron com o referencia los datos p ublicado s por el p ro gram a C o n tisu y u del F ield M u seu m de C h icag o , que desde años está trabajando en el valle de O sm ore (M o q u egu a). Fueron registradas las h uellas de u n a an tig u a p resencia de cazadores-recolectores y de m ariscadores en la p arte superior del valle (en Ich uñ a), en su tram o m edian o

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(lagu n a de Salinas) y en la p ro xim id ad del d elta del río (conchales de P unta de B om bón y de M ataran i). T om ando en cu en ta los datos conocidos del valle de O sm ore, la hipótesis de trab ajo se concentró en averiguar si la cu en ca del T am bo, p erten eciente a un área geo gráfico -cultural con excelentes recursos m arin os y agrícolas (a pesar de la aridez del clim a, están presentes los p rin cip ales cultígeno s, com o m aíz, algodón, frijoles, calabaza, etc.), p u d iera representar u n a ap licació n evidente y fu n cio n al del concepto de co m p lem en taried ad ecoló gica sostenido por M u rra (1 9 7 5 ). Por ende, gracias a la investigació n arqueo ló gica coo rdinada por Pablo de la V era C ruz, del entonces IN C de A requip a, que se propuso d efin ir la p resen cia en el valle de los rasgos típicos del altip lan o al in terio r de los desarrollos cu lturales locales y averiguar el efectivo fun cio n am ien to del m odelo «m u rrian o », fue posible tener m ayores datos sobre los lím ites y la efectiva con sisten cia de la co lonización T iw an aku. Las excavaciones en la necrópolis de T am billo (valle de Sihuas) y en los sitios de Q u elap i y M a u k allak ta (cerca de U b inas) h an p erm itid o conocer m ás en detalle algunos elem entos característicos de la cu ltu ra C h u q u ib am b a y del desarrollo urbano en la zona. Q u elap i es u n asentam iento con estructura nuclear, cron o lógicam en te atrib u ib le al H orizonte T ardío que presenta estructuras de v ivien d a y andenes en la su m id ad y en las vertientes de un cerro que d o m in a el valle de U b in as h acia el N -W . M a u k allak ta es u n centro h ab itacio n al con am p lias estructuras arquitectó n icas de form a rectangular, edificadas con piedras no labradas y que encierran u n patio central. A quí se excavaron dos pequeños sectores y 13 co njun to s funerarios en un a necrópolis u b icad a en el lado m ás abrupto de la colin a. Las tum bas tenían u n a m o rfo lo gía cu ad ran gu lar con form ada por gruesas lajas de p ied ra y con dos cám aras superpuestas. Los trabajos co n tin u aro n h asta 1994, realizándose tam b ién un estudio de la superficie de los sitios de San M ig u e l y Poroqueña, lu gar donde se h allaro n grandes estructuras cuadran gulares recubiertas por u n a espesa vegetación, con fragm entos de cerám ica del estilo U binas e In ka provincial. Incluso fue h allad a u n a co p a en tera del estilo T iw an ak u E xpansivo, que testim o nió la presencia en el valle de elem entos culturales del altip lan o y a en el H orizonte M edio. En Poroqueña, edificadas en las orillas del río, se registraron im ponentes

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estructuras de piedra, chullpas y am p lias plazas o recintos con funció n cerem onial. C o m o resultado de esta cam p añ a fue posible reconocer un estilo U b in as, típ ico del valle, caracterizado por recipientes de variad a m o rfo logía

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(m ayo rm en te jarras y cuencos), con un a p ecu liar decoración p in tad a con m otivos geom étricos sobre engobe rojo. Este estilo tien e fuertes influencias que se rem o n tan a la época po stiw an aku, presentes en gran can tid ad en la p ro d ucció n alfarera de las culturas que se desarrollaron p aralelam en te en los valles cercanos, com o la C h irib aya y la C h u rajó n , propias de sim ples agriculto res y pastores de cam élidos. Estas sociedades obviaron la constante caren cia de terrenos de cultivos a través del uso d ifu n d id o de andenes y de un inten so com ercio d irigid o al in tercam b io de bienes p rim ario s, tanto con las poblaciones del C o llao , com o entre ellas m ism as. A l m ism o tiem po, la m isió n d irig id a por C avatru n ci se dedicó tam b ién a u n an álisis etnográfico en la co m u n id ad de U b in as, pueblo que vive en la p arte alta del valle, a los pies de u n volcán (5 63 2 m ) que lleva el m ism o nom bre. D u ran te un m es de p erm an en cia al in terio r del p ueblo, fue posible do cum en tar y p rofundizar algun os de los aspectos esenciales de u n a sociedad en su m ayo ría m estiza y en su m ayo ría b ilin g ü e (castellan o -quech ua), aspectos vin culad o s con el p ro blem a de la pro p ied ad de la tierra, la d isp o n ib ilid ad de agu a p ara el riego, la religió n , las tradiciones orales sobre la activ id ad de seres m íticos y p o ten cialm en te peligrosos y, fin alm ente, las relaciones con la ciu d ad de A requip a e, incluso , los fenóm enos conexos con la m igració n . En u n a segunda etapa de la investigación el interés se concentró en la que es co n sid erada la fiesta p rin cip al de la pob lación , la In m acu lad a C o ncepción , d o cu m en tan do exhaustivam ente cada aspecto de este evento, an alizan do en m o do especial la figura del «devoto», el personaje sobre el cu al gravan los gastos, la organización y el éxito de la fiesta. U n o de los program as de investigació n italian o s con m ás años de p erm an en cia en el Perú es el «Proyecto N asca», d irigid o por el auto r y patro cin ado por el C en tro Italiano S tu d i e R icerche A rcheologiche Precolom biane (C ISR A P) de B rescia. Esta m isió n arqueológica form a p arte, desde hace varios años, de los proyectos p atrocinados por el M in istero d e g li A ffari E steri y por ende se h a renovado su in clu sió n en los Protocolos E jecutivos del C on venio C u ltu ral entre el gobierno de la R ep ú b lica Italian a y el gobierno de la R ep úb lica del Perú. El pro gram a de investigació n, to davía en fase ejecutiva, se ap oya en los datos recuperados en los años anteriores, desde 1982 h asta la fecha, en los sitios de Pueblo V iejo (1 9 8 3 -1 9 8 8 ), C ah u ach i — el centro cerem onial en adobe existente m ás grande— (1 9 8 4 -2 0 1 1 ), E staquería (1 9 9 7 -2 0 0 2 ) y H u ayu rí (1 9 8 4 -1 9 8 5 ), peq u eñ a ciu d ad del Período Interm edio T ardío, u b icad a en la m argen izq u ierd a del río S an ta C ruz, cerca de Palpa.

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En u n a p rim era etap a (1 9 8 2 ) el Proyecto se propuso d eterm in ar la relación en tre los p rin cip ales sitios h ab itacio n ales con el gran centro cerem o n ial de C ah u ach i y los geoglifos de la Pam pa, in clu yen d o el catastro y relevación de las prin cip ales estaciones de arte rupestre ubicadas en los valles secundarios. H asta 1985 las excavaciones fueron con ducidas en San José (Ingenio), Pueblo V iejo , C ah u ach i y H u ayu rí. E ntre los p rin cip ales resultados obtenidos en esta fase se p uede co n tar: el descubrim ien to , en Pueblo V iejo , de u n a serie de estructuras h ab itacio nales aterrazadas de época P aracas-N asca; u n im p o rtan te p atrim o n io de datos sobre la a n tig u a p o blació n del valle, ob tenido del estudio de los hallazgos óseos encontrados en las n ecró po lis; la determ in ació n , en C ah u ach i, de diferentes m om entos de rem o delación arq u itectó n ica de las estructuras; la p o sib ilid ad de proponer u n a n u eva y m ás correcta seriación cerám ica ju stificad a por la p osición estratigráfica de los hallazgos. E ntre 198 6 y 1988 las investigaciones se concentraron ú n icam en te en Pueblo V iejo y C ah u ach i, efectuando p aralelam en te im p o rtan tes obras de conservación y p uesta en valor de los sitios (letreros de señ alizació n, recorridos p ara los visitan tes, tres casas p ara los guardian es, obras de cercado). En esta fase la investigació n asum ió un carácter pred o m in antem en te p lu rid iscip lin ario , in tegran d o el personal científico de la m isió n con num erosos especialistas italian o s y extranjeros. Eso h a p erm itid o an alizar los sitios y los m ateriales no solo desde u n pun to de v ista arqueológico de la cu ltu ra m aterial, sino tam b ién b ajo el perfil arquitectón ico, botánico, antropológico-físico, geológico, arqueo-astronóm ico, arqueo-zoológico, arqueo -m usicológico , etc., realizan do estudios específicos en estos cam pos. En el curso de estas excavaciones, en C ah u ach i h a sido descubierto un tem p lo con la fach ada d eco rada por un friso geo m étrico escalonado, único ejem plo en to da la región. A dem ás h a sido encon trado un yacim ien to arqueológico del Período P recerám ico, co n siderablem en te an terior a la edificació n de los tem plos, que se rem o n ta al 4 2 8 2 a. C. D espués de u n a cam p añ a de prospección en los valles cercanos, a p artir de 1989 el Proyecto h a enfocado sus investigaciones en C ah u ach i, con el objetivo de estu d iar con m ás esm ero el destino de las d istin tas áreas tem plarias y el trazado urb an ístico original. S in em bargo, el hallazgo de estructuras arq uitectó n icas m u ch o m ás an tiguas (1 7 0 0 a. C .) respecto al contexto urbano

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de época Paracas-N asca (4 0 0 a. C .-5 5 0 d. C .), abre nuevas perspectivas sobre la co n tin u id a d de o cupación del sitio y la im p o rtan cia que puede haber ten id o com o lu g ar de culto m ilen ario (O refici, 1 9 92; 1993).

La arqueología italiana en e l Perú d el siglo XX

En 1 99 4 las excavaciones han co n tin u ad o en C ah u ach i, operando tanto en el co n jun to tem p lar cen tral (Z ona A) com o en el sector m ás o ccidental (Z ona B) donde, en 1 9 91, h a sido descub ierta u n a ofrenda-sacrificio de 64 cam élidos (llam a) en u n único recin to cerem onial. D esde 1 9 9 7 se am pliaron las excavaciones h acia el oeste, en la que den om in am o s Z ona C , in clu yen d o el sitio de E staquería. El Proyecto h a excavado en total 156 áreas, ubicadas en 23 diferentes conjuntos tem plares, d eterm in an d o en C ah u ach i la existen cia de 5 fases arquitectón icas y u n a secuen cia estratigráfica co n tro lad a por m ás de 80 dataciones absolutas (C 1 4 ). Toda la ú ltim a fase del Proyecto h a sido d ed icad a a la p rofundización d el co n o cim ien to de las actividades desarrolladas al in terio r del centro cerem o n ial de C ah u ach i, de la d in ám ica de los eventos que antecedieron su abandono y de la ub icació n del lu gar elegido p ara establecer la ú ltim a «cap ital» N asca, que fun cio n ó entre el 3 5 0 y el 55 0 d. C . aproxim adam ente. D esde 1 9 9 1 , el estudio geológico co m pleto del área p erm itió in d iv id u ar los dos factores p rin cip ales y m ás p robables que d eterm in aro n el ab an don o del gran cen tro cerem o n ial: u n terrem oto de in a u d ita v io len cia p aralelam en te a u n alu vió n catastrófico. Se h a co m p ro bado que, en la fase an terior al ab an d o n o fin al, todos los sectores de C ah u ach i fuero n el escenario de u n a serie de ritu ales con sacrificios h um an o s y de an im ales y con el uso de m ateriales cerem o niales (entre los que h ay u n a gran can tid ad de in strum en tos m u sicales) en la fase an terio r al abando no fin al. E n esta fase, la élite sacerdotal N asca desarrolló u n proyecto destructivo de d im en sio n es m acroscópicas, que tuvo com o sujeto la m ism a c ap ital teocrática. D espués de u n a activid ad cerem o n ial intensa, fuero n in cen d iad as las estru ctu ras lig n arias de la m ayo r p arte de los tem plos, an iq u ilan d o así siglos de h isto ria de u n a civilizació n n acid a con todas las p rerrogativas de quererse renovar cíclicam en te, m ás allá de la fu n ció n del tiem po. S in em bargo, las investigaciones del Proyecto N asca h an p erm itid o recon struir tam b ién los m om entos sucesivos a los actos destructivos. En efecto, sobre las an tiguas ru in as tem plares, to davía incandescentes, han sido ubicadas las bases de arcilla de las nuevas estructuras, con h uellas de cocción en su p arte inferior, debido al calor de las brasas subyacentes. Esto co n firm aría que ya d uran te la fase fin al del in cen dio , se estaban erigien d o aquellas estructuras a utilizarse de form a provisional, para realizar ofrendas y ulteriores sacrificios. Luego los con jun to s p iram id ales fueron cubiertos con un relleno procedente de la d estrucción del centro cerem onial, m ezclándolo con u n a gran

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can tid ad de ofrendas que provenían de las actividades anteriores. A todas las construcciones fue d ada un a form a de edificio escalonado, o cultan do las an tigu as bajo la cob ertura del m aterial aportado. El ú ltim o acto, que costó un esfuerzo económ ico y h u m an o inm enso , fue el sellado final de las estructuras con u n a capa de arcilla de espesor variab le que transform ó C ah u ach i en un m o n u m en to perenne, que to davía ho y se enfrenta al deterioro p roducido por el tiem po. D esde 1 9 9 7 h asta 2 0 0 2 , el «Proyecto N asca» desarrolló cam pañ as de excavaciones en el área de E staquería, 4 k m al oeste de C ah u ach i, con el fin de conocer la d in ám ica cu ltu ral que se desarrolló en el valle, en co n co m itan cia con el ocaso de C ah u ach i, entre el 4 0 0 -5 5 0 d. C . A ntes de las excavaciones de 1 9 9 7 solo se co n o cía u n a p lataform a perten ecien te al H o rizonte M ed io (5 5 0 ­ 1 00 0 d. C .), sobre la cu al se ergu ían los restos de las colum n as de un tem plo. Pero, exam in ad o m ás esm eradam ente el territo rio dem ostró ser m u cho m ás rico en construcciones m o n um en tales, con tem plos en intervalos asociados con plataform as y plazas, co m p letam en te recubiertos por el catastrófico aporte aluvial de finales del I m ilen io d. C .; u n evento de dim ensiones aún m ayores de aq u el que afectó a C ah u ach i en su fase final. Los nuevos sectores ind agad o s ofrecieron nuevos datos sobre la cron o lo gía del sitio. A ctualm en te no cabe d u d a algu n a sobre el hecho que este centro fue un n úcleo im p o rtan te y a en época Paracas, pero tam b ién se pudo d eterm in ar que la ocupación del m ism o se realizó en form a co n tin u a y que se reforzó aú n m ás después del ab an d o n o de C ah u ach i. La ab u n d an cia de tiestos cerám icos de las fases 5, 6 y 7 de N asca, asociada a estructuras de tipo m o n u m en tal, testim o n ia a favor de la hipótesis que este centro fuese p rob ablem en te la ú ltim a «cap ital» N asca, antes de la co n q u ista por parte de W ari, en el H orizonte M edio .

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D esde el 2 0 0 2 hasta la fecha el Proyecto está llevando a cabo u n program a que tien e el objetivo de realizar excavaciones arqueológicas con el propósito de la p uesta en valor final de C ah u ach i. El p rim er grup o de m o num entos, en los cuales se está trab ajan do , com prende la G ran P irám ide (fachada N orte), el M o n tícu lo 1 (deno m inado Y 1), el T em plo del E scalonado (sorprendente ejem p lo de arq u itectu ra m o n u m en tal de origen Paracas, con frisos que p resentan incision es de m otivos escalonados especulares), la adyacente p irám id e N aran ja, que h a sido el co n jun to do nde se h an encon trado ofrendas extrao rd in arias, in clu id o el h allazgo de u n a n iñ a de alto rango con un aju ar fun erario que co m p ren d ía u n a n arigu era de oro p lateada, collares de varia n aturaleza, ofrendas cerám icas, de anim ales, de cestería (O refici, 2 0 0 9 ; O refici & D ru sin i, 2 0 0 3 ).

La arqueología italiana en e l Perú d el siglo XX

L a co laboración entre el Proyecto del C ISR A P y las autoridades m u nicip ales de N asca es un hecho concreto, tan to así que la M u n ic ip a lid ad de N asca ha co ncedido un terreno de 4 2 0 0 m 2 sobre el cu al se h a edificado u n a filial d el C en tro, con laboratorios, sala de conferencias, un m useo arqueológico d id áctico (M useo A n to n in i), en el cu al se conserva y estu d ia el m aterial procedente de los trabajos de investigació n en C ah u ach i, Pueblo V iejo, H u ayu rí, E staquería y otros im p ortan tes yacim ien to s del valle del río N asca. En tiem pos m ás recientes otros proyectos italian o s han em prendido investigaciones en el territorio peruano. E ntre ellos, la «M isió n R aim o n d i», con fines arqueológicos y antropológicos, que opera en la regió n de C hacas, en la sierra de A ncash. En p rin cip io , la m isió n tuvo los auspicios de la U n iversid ad de B o lo n ia, to m an do com o base a unos trabajos realizados por L aura L auren cich M in e lli entre 1996 y 1999. Luego, en tre 2 0 0 3 y 2 0 0 4 , la d irecció n de este proyecto fue asu m id a por C lau d io Salsi y C aro lin a O rsini, con el auspicio de las R accolte Extraeuropee y C iviche R accolte d i Arte Applicata d el Castello Sforzesco de M ilá n , ju n to al p atro cin io del M inistero degli Affari Esteri de Italia. H asta la fecha h a realizado un trabajo de m apeo de la región y h a co n d ucid o varias cam pañas de excavaciones que h an llevado al hallazgo d el sitio de T ayp ucru (O rsin i, 2 0 0 7 ). D esde 2 0 0 1 , en el sitio de C h an C h an , la M isió n Italian a en el Perú (M IPE) d el C N R -IT B C (Istituto p e r le Tecnologie applícate ai B eni Culturali d el Consiglio N azionale delle R icerche ) está realizando trabajos sistem áticos de relevam iento, d irig id a por Francesca C o lo si y R oberto O razi. L a m isió n ha realizado el relevam iento con G PS diferen cial de todo el tejido urbano de la m etrópolis C h im ú , in clu yen d o cam inos, palacios, huacas, hum edales, etc. U n o de los objetivos es la realización de u n Parque A rqueológico y, p aralelam en te, se está efectuando el levan tam ien to trid im en sio n al de las estructuras m ás im p o rtan tes, para contrastar el crecim iento inco ntro lado de los barrios periféricos de T ru jillo y recoger los datos p ara la conservación y restauración del Palacio R ivero (C o losi et al. , 2 0 0 6 ). U n proyecto que difiere de los anteriores es un pro gram a b in acio n al de la U n im i (U n iversita d egli S tu d i de M ilá n ) que opera en el m arco del Proyecto Prodesipán financiado por el FIP (Fondo Italo -peruan o), con el com prom iso de varias in stitu cio n es (C aritas del Perú, M useo Tum bas R eales de S ipán ). Este p ro gram a h a finalizado en 2 0 0 9 , después de haber co n trib u id o a m ejo rar las condiciones de v id a de la p ob lación de S ip án , con infraestructuras destinadas a recib ir un turism o responsable (sistem as de agu a potable, desagües, cursos

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de form ación). E ntre los aportes m ás significativos a nivel arqueológicos, cabe señalar la excavación de la T um ba 14 de Sip án y la realización del M useo de Sitio . Las actividades de la U n im i, b ajo la d irecció n de A n to n io A im i y E m ilia Perassi, se h an d irigid o a la cu rad u ría de las p ublicacio nes que h an divulgado el proyecto (A im i e t al., 2 0 0 8 ) y los hallazgos arqueológicos y al proyecto del M useo luego realizado con W alter A lva y Q u irin o O livera.

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La arqueología británica en el Perú en los siglos XIX y XX Colin McEwan Bill Sillar

Introducción Luego de la in d ep en d en cia del Perú, d uran te el transcurso del siglo X IX, un n úm ero cada vez m ayo r de viajeros británico s arribó al Perú, ju n to a quienes se asentaron en b ú sq u ed a de intereses agrícolas y de n ego cio s. A lgunos se avocaron a la colección y co m p ra casual de an tigüedades p eruan as, y esto co n tin u ó d uran te los inicio s del siglo XX, ju n to con la ocasional excavación in fo rm al a m ayo r escala. U n creciente interés en la arqueo lo gía p recolom bin a por p arte de G ran B retañ a se refleja en los libros pioneros de C lem en ts M ark h am (1 8 5 6 ; 1910) y T ho m as Joyce (1 9 1 2 ). A un que la creciente exh ib ició n de an tigüedades peruanas en Londres a in icio s del siglo X X generó cu rio sid ad especulativa, no fue sino m uchas décadas después que historiadores y arqueólogos profesionalm ente preparados com enzaron a estud iar las culturas p recolom binas del Perú y a involucrarse en trabajos de cam po serios y científicos. U n destacado ejem p lo de u n esfuerzo de investigación in terd iscip lin ario a gran escala fue el del Proyecto C usichaca, d irigid o por la D ra. A n n K endall desde finales de 1970 en adelante. La prospección y excavación del terreno llevada a cabo por el equip o del proyecto fue u n id a al trab ajo de la co m u n id ad p ara restaurar y reactivar antiguos sistem as de irrigació n . D e esto em ergió u n fuerte énfasis en p aleoecolo gía y en m ayores

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estudios acerca de arq u itectu ra y m ed io am b ien te, que tam b ién reflejaban la in flu en cia de la enseñanza y preparación en el In stituto de A rqueología, Londres. C o n secuen tem en te, u n a varied ad de proyectos a m eno r escala, que in c lu ían prospección, excavación y ocasionales estudios etnoarqueológicos h an sido llevados a cabo tan to en los A ndes com o en la costa peruana. H acia fines d el siglo X X, existía un sostenido com prom iso por p arte de proyectos arqueológicos dirigido s o financiados por el R ein o U n id o , que h an co n trib u id o con innovadoras aproxim aciones teóricas y h an aplicado nuevas m etodologías de cam po. Esto, en paralelo a investigaciones acerca de colecciones arqueológicas peruanas, realizadas tanto por m useos nacionales com o regionales a lo largo del R ein o U n id o . En sum a, las p rincip ales co n trib ucio n es por parte de los arqueólogos britán icos se h an concentrado en estudios acerca del p aisaje y m ed io am b ien te, análisis de m ateriales, y en investigaciones de colecciones en lu g ar de excavaciones a gran escala o de d escub rim ien to s espectaculares.

1. La llegada de antigüedades peruanas a Gran Bretaña L a co n trib u ció n b ritán ica a la investigació n arqueo ló gica p eru an a del siglo X X es m ás n o tab le d uran te los ú ltim o s 30 años del siglo, pero p ara ubicar este desarrollo en un contexto m ayor, iniciarem o s n u estra discusión con algun as consideraciones acerca del siglo XIX. E sta fase es p rin cip alm en te caracterizad a por u n deseo de ad q u isició n con poco o n in g ú n interés por registrar el contexto o pro venien cia arqueológica. H a tenido , sin em bargo, consecuencias significativas que acu m u lativam en te h an llevado a la creciente exh ib ició n de antigüedades peruan as en colecciones b ritán icas y al interés por la p reh isto ria peruana. L a in terven ció n b ritán ica en la arqueo lo gía p eru an a es in icialm en te bastante lim ita d a, y m ejor co m p ren d id a bajo el contexto del colo nialism o europeo en general. Las discip lin as de A rqueo lo gía y A n tro p o lo gía surgen cuan do los colonizadores buscaban caracterizar, exp licar y con tro lar la diversidad cu ltu ral

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que h allab an (Sto ckin g, 1 987; Trigger, 1 9 89; Jones, 1 9 97; G osden, 1 999). La inv estigació n arqueológica b ritán ica fue la m ás efectivam ente p racticad a y tuvo el m ayo r im p acto en an tiguas partes del Im perio B ritán ico , com o Á frica (in clu yen d o E gip to), A sia del Este, In dia, A ustralasia, y N o rteam érica. En contraste, el interés p o lítico y económ ico de G ran B retañ a en L atin o am érica tuvo lu gar a través de negocios, in tercam b io y d ip lo m acia, en lu gar de u n a ad m in istració n co lo nial directam en te im p uesta; y la in tervenció n de G ran

La arqueología británica en e l Perú, siglos XIXy XX

B retañ a en la arqueo lo gía p eru an a estab a p rin cip alm en te caracterizada por la ad q u isició n in fo rm al y expo rtació n de antigüedades del Perú en lu gar de u n a p ro fun da investigació n científica. M ien tras G ran B retañ a co n trib uyó sign ificativam en te al tem prano desarrollo de m étodos arqueológicos y teorías a través de figuras com o el G eneral P itt-R ivers (1 8 8 7 ), Flinders Petrie (1 9 0 4 ), G ordon C h ild e (1 9 3 6 ; 1 9 42; 1956) y M o rtim er W h eeler (1 9 5 4 ), sus ideas y m etodologías de cam po no fueron prom ovidas a través de n in gú n com prom iso personal con el Perú o con L atin o am érica en general. A l haber apoyado a los libertadores durante la G uerra de Independencia, el interés p olítico y com ercial de G ran B retaña en L atin oam érica pronto se hizo evidente. Tanto antes com o después de la G uerra del Pacífico (1 8 7 9 ­ 1 8 8 3 ), la m arin a b ritán ica y los barcos m ercantes frecuentaban las costas del Pacífico, y u n a n o ta en el Jou rn a l o f the A nthropological Institute, de febrero de 1889 nos proporciona info rm ación acerca de los resultados de tales viajes. En u n reporte titulad o «E xhibición de las A ntiguas arm aduras peruanas», el presidente del Royal A nthropological Institute, Francis G alton Esq., FRS, registra q u e «el presidente exhibió u n a arm ad u ra dorada, de 9 1/2 por trece pulgadas de largo, toscam ente repujada, que h ab ía sido h allad a sobre el cuerpo de u n peruano cu ya tu m b a h ab ía sido acciden talm en te descubierta en 1824, m ien tras se rem ovían unos m o ntículos de tierra en el valle de C am an á, en la costa m arítim a del Perú, a u n a latitu d de 16 grados y 8 m in utos al sur. Junto con este cuerpo fueron hallados m uchos otros, pero no ig u alm en te adornados, cad a uno bajo un m on tículo distinto. Este ejem plar, de su p ertenencia, fue traído a casa por un parien te suyo, C ap itán , después A lm iran te M alin g , y luego a cargo de la E stación del Pacífico. El interés por el ejem p lar yacía en que el acto p ara el que fue em pleado h ab ía sido observado y descrito. E xistían dos lám in as de oro sim ilares en el M useo B ritán ico ; pero a llí él h ab ía sido inform ado por el Sr. Franks1 que su uso era desconocido, y que la inform ación provista por el presente ejem p lar era m u y aceptable. Los adornos peruanos, que estaban elaborados en oro que, en su m om ento, eran faciles de obtener, pero ahora, debido a la largam en te establecida p ráctica de saquear las tum bas y derretir todo el oro h allado en ellas, los ejem plares de cu alq u ier tipo rara vez eran conocidos, y uno de la ta lla del ah o ra exhibido era excesivam ente excepcional» (G alton, 1 8 8 9 : 174 citado en M cE w an & H aeberli, 2 0 0 0 ; M cE w an, 2 0 0 1 ). Las prim eras etapas de esta colección de ‘curiosidades’ es d ifícilm en te d o cum entada de m odo sistem ático, pero otro ejem plo se puede

• 1 Augustus Wollanston Franks, Curador del área medieval y de etnografía entre 1866 y 1896.

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hallar en una serie de dibujos de buena parte de piezas arqueológicas mexicanas recopiladas en la ciudad de México por el artista Francks durante los años 1830. Un dibujo incluye una vasija Chimú, lo que sugiere que ya existía cierto interés internacional por la adquisición de estos artefactos.

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Luego de la Independencia del Perú, durante el curso del siglo XIX, un número cada vez mayor de viajeros británicos visitó al Perú, mientras muchos otros se asentaron en el Perú en busca de cumplir sus intereses agrícolas y de negocios. Los empresarios británicos comenzaron a proveer capital y conocimientos prácticos para la construcción de los primeros ferrocarriles, con la Peruvian Corporation formada como una compañía británica para dirigir las vías férreas peruanas. Esto fue seguido por inversiones en la minería de nitratos y de cobre, así como en empresas de agricultura comercial, como las plantaciones de azúcar. Algunos de estos visitantes y residentes británicos desarrollaron una afición por las culturas precolombinas de Perú a través de la colección y compra informal. Esto formó parte de una creciente circulación de objetos arqueológicos que dejaron las costas peruanas en las manos de emigrantes de diferentes nacionalidades, principalmente con Europa y Norteamérica como destinos. Las compañías británicas fueron pioneras en la explotación de los depósitos de guano en las islas costeras y miles de toneladas del mismo fueron exportadas como fertilizante. En la isla Macabi, estas operaciones revelaron artefactos Moche, incluyendo esculturas de madera que representaban a prisioneros atados y desnudos, que ahora forman parte de la colección del Museo Británico. Hacia fines del siglo XIX, arqueólogos como Pitt-Rivers (1887) y Flinders Petrie (1904) estaban desarrollando métodos para la excavación y el registro detallado de la estratigrafía arqueológica; no obstante, existe una mínima aplicación de estos principios en la excavaciones británicas en Perú (fig. 1). De hecho, mientras algunas primeras adquisiciones eran realizadas por diplomáticos y viajeros británicos, hacia finales del siglo XIX y durante los inicios del siglo XX la mayoría de artefactos eran adquiridos en grandes colecciones como bienes exóticos, a través de intermediarios que alimentaban una creciente demanda del extranjero por llamativas curiosidades. Es en este momento en que numerosos sitios arqueológicos en los valles del norte, centro y sur de la costa del Perú fueron «explorados» por dueños de hacienda, y comenzaron a sufrir la primera explotación sistemática por huaqueros. Esta se convirtió en la fuente de muchas grandes colecciones privadas y de museo, tanto al interior del Perú como en el exterior. Algunas de estas fueron importadas a Gran Bretaña por barcos navales y mercantes que trabajaban a lo largo de la costa del Pacífico en Perú. Posteriormente, aquellas

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fueron distrib uidas a través de u n a red de barcos m ercantes, interm ediarios, casas de subasta y an ticuarios. En G ran B retaña, u n a can tid ad de este tipo de colecciones de m aterial arqueológico fue ad q u irid a m edian te la com b in ació n de co m p ra y donaciones por diversos m useos, in cluyen d o el B ritish M useum , el M useu m o f A rchaeo lo gy an d A nthro po logy de la U niversidad de C am b ridge, el H o rn im an M useum , la K elvingrove A rt G allery, y el M useo de Glasgow, la N atio n al M useu m o f Sco tlan d en E dim burgo y el M an chester M useum , así com o algunos otros m useos regionales y locales. U n factor clave dentro de esto es el papel qu e jugaro n las casas de subasta en la ad quisició n y distrib ució n de colecciones. La poten cial gan an cia a través de la venta en estas casas de subasta era claram en te co m prendida, tal com o reportó T h e N ew York T im es (26 de agosto, 1 901), Spenser St. Jo hn , u n ex em bajador b ritánico en el Perú, se h allab a p lanificando vender 4 0 0 piezas de cerám ica p eru an a que h ab ía adquirido en una subasta en Londres. U na investigación m ás detallada del m aterial que desfiló por las salas de venta P u ttick y Sim p so n y por las de la Stevens A uction así com o por institucio nes sim ilares en Estados U nidos y A lem an ia, podría ayu d ar a revelar la historia de este saqueo y, quizá a recuperar una inform ació n m ás detallada sobre la procedencia del m aterial que proviene en gran parte de sitios arqueológicos y cem enterios en los alrededores de T rujillo, A ncón y Paracas. U n personaje im p o rtan te p ara este m om ento fue Louis C larke, quien h ab ía viajado por Sur y C en troam érica antes de sus labores com o curador del m useo de A rqueolo gía y A n tro po logía en C am b rid ge desde 1922 (hasta que se convirtió en director del F itzw illiam M useum en 1937). C larke hizo uso de sus am plios contactos para ad q u irir m aterial de Suram érica para el M useo de C am b rid ge, el P itt R ivers y el M useo B ritánico. P ara in icio s del siglo X X algunos artefactos ten ían orígenes m ás claros y eran específicam ente buscados por los m useos. Por ejem plo , u n b ien conservado k hipu de 3 0 0 cuerdas fue ad q u irid o por el P itt R ivers M u seu m en O xford, por H e n ry O g g Forbes. E xiste cierta corresp on den cia co ntem p o rán ea en relació n a la ad q u isició n de este k hipu en el Perú d u ran te 1 9 28; en ella se m en cio n a la n ecesidad de auten tificació n debido a la existen cia de khipus falsos elaborados en A lem an ia. El k hipu fue com prado en el Perú por el Sr. H ope-Jones, q uien los ad q u irió de «u n hom bre pro fun dam en te interesado en la investigación arqueo ló gica, bajo su p ro p ia m ano fue excavado en L urín cerca de Pachacam ac, a no gran d istan cia de L im a». Luego este fue au ten tificado antes de su exportación de Perú por Ju lio Tello. L a co n trib u ció n b ritán ica m ás valiosa a la investigació n p eru an a en este m o m en to fue realizad a por C lem en ts M a rk h am (1 8 3 0 -1 9 1 6 ). M ark h am

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in icialm en te p artió a Su ram érica com o cadete en la B ritish R oyal N avy en 1 844. Luego de buscar el consejo de W . H . Prescott decidió dejar la m arin a p ara viajar n u evam en te al Perú, en 1 8 5 2 -1 8 5 3 , explorando los sitios Inca y las selvas de los A ndes orientales, que p u b licó en 1856 com o Cuzco, a Jou rn ey to the A ncient Capital o f Peru, info rm an do sobre la h isto ria, geografía y arq ueo lo gía de la región. S in em bargo, desde 1854 M a rk h am trabajó en la «In d ia O ffice» y fue co m isio nado p ara exportar sem illas del árbol de cinchona, la fuen te de q u in in a, del Perú. Su viaje tuvo éxito y proveyó la sem illa para establecer p lan tacion es en In d ia y C eilán . En retrospectiva, este acto de «biop iratería» p uede ser com p arado con el p aralelo proceso de depredació n cu ltu ral im p licad o en la extracción de las antigüedades de los sitios arqueológicos d el Perú. D esautorizó el control del Perú sobre el com ercio de q u in in a y se enco n tró con la ju stificad a h o stilid ad de las auto ridades peruanas, lo que p uede explicar por qué M a rk h am n u n ca m ás regresó al Perú. A pesar de ello, co n tin uó p u b lican d o libros populares acerca del Perú, com o Travels in Peru a n d India (1 8 6 2 ) e Incas o f Peru (1 9 1 0 ). Esto luego co n trib u yó en gran m e d id a a despertar el interés en G ran B retaña y fuera de ella por la arqueo lo gía y cu ltu ra p eru anas, y fue extensam ente citado por H iram B in gh am con quien M a rk h am in tercam b io co rrespo ndencia p reviam en te al descub rim iento de M a cch u P icchu. Los diccion ario s de Q u ech u a elaborados por M ark h am (1 8 6 4 ; 1907) y su trad ucció n de Ollanta (1 8 7 1 ) son unos de los prim eros trabajos ingleses en len g u a Q u ech ua. Luego de d ejar la In d ia O ffice, M ark h am aten d ió tan to de secretario (1 8 6 3 -1 8 8 8 ) com o de p residente (1 8 9 3 -1 9 0 5 ) de la R o yal G eographical Society, transform ando y reavivando las reuniones y p ub licacio n es de la sociedad. A sim ism o , fue tam b ién secretario (1 8 5 8 -1 8 8 6 ) y luego p residente (1 8 8 9 -1 9 1 0 ) de la H a k lu y t Society, de la que editó unos trein ta volúm enes, gran p arte de ellos traducciones de las crónicas españolas relacio n adas a la co n q u ista y co lonización del Perú. A pesar de las fuerzas co m b in ad as de su interés por el pasado del Perú y de su posición en el centro de la v id a in stitu cio n al b ritán ica d uran te los inicio s del siglo X X, M ark h am no parece haber apoyado algu n a o tra exp edició n o investigació n en el Perú.

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El 4 de d iciem b re de 1909, la Illustrated London N ews an un ció la llegad a a Londres de u n a exótica colección de an tig u a cerám ica p eruana. E sta h ab ía sido excavada algunos años antes por T h o m as H . M y rin g , un inglés que in ició su paso por Su ram érica trabajando en los altiplan os bolivianos. A llí sufrió co m p licacion es por u n caso severo de m al de altura, y en u n in ten to por sanar su m alestar, aceptó la in v itació n de u n am igo p ara visitar u n a gran p lan tació n de cañ a de azúcar en el valle de C h icam a, en la C o sta N orte del Perú. En

La arqueología británica en e l Perú, siglos XIXy XX

tanto recuperab a su salud, M y rin g organizó u n a expedición p ara buscar el así llam ad o tesoro «In ca» de oro, que se ru m o reab a haber sido en terrado en u n lu gar oculto. Lo que h alló en su lu g ar fue un gran cem en terio M oche. L a p resentación en Londres de estos asom brosos objetos venidos de lejos

Figura 1 - Excavaciones en el valle de Chicama (detalle)

generó u n a m ín im a reacción en el m o m en to (fig. 1). El I llu stra ted L ondon N ew s m u estra fotografías y dibujos de

la excavación realizados por M y rin g y expresa su asom bro por este arte prehistórico que, com o lo info rm a el artículo , fue p roducido por «u n pueblo altam en te civilizado que vivió y floreció alrededor de los 5 0 0 0 a. C ., cuando n u estra In glaterra era h ab itad a, si acaso, por u n a raza de desnudos salvajes.» (de B o ck & M cE w an, 2 0 0 5 ). Este, por supuesto, era un m o m en to en el que

Extraído de Illustrated London N ew s

no ex istía n in g ú n tipo de m arco cronológico objetivo p ara com prender la evolución de la civilización in d íg en a en los A ndes. M ás aún, si las culturas no occidentales p o d ían p ro d ucir «verdadero arte» era en érgicam en te debatido en ciertos círculos culturales. L a cu rio sid ad d esp ertad a po r la lleg ad a de las an tigü ed ad es p eru an as a L ondres p ro b ab lem en te estim u ló o quizás d irectam en te insp iró los esfuerzos de T h o m as Jo yce cuan do escrib ió su sín tesis p io n era T he A rch a eolo gy o f S ou th A m erica (1 9 1 2 ). Él hizo uso de u n a exten sa lite ra tu ra arq u eo ló gica y de u n a crecien te red de co n tacto s, in clu yen d o a M a x U h le , en el P erú . Su lib ro fue p u b licad o en 1 9 1 2 y la p o rtad a m u estra u n a v ív id a representación en acuarelas de u n a v asija N asca, provista, a p edido de Joyce, p or M a x U hle, el p rim er d irecto r del recién creado M useo N acio n al de A rq u eo lo gía, en L im a (fig. 2). Los intereses com erciales británico s por el Perú com enzaron a decaer alrededor de la P rim era G uerra M u n d ial, cuan do m uchos de los prim eros inversionistas fracasaron y con secuentem en te la inversión eco n ó m ica de N o rteam érica aum en tó . C o n la llegad a de la S egu n d a G uerra M u n d ial, los m useos en G ran B retañ a dejaron de ad q u irir objetos directam en te de S uram érica, au n q u e seguían aceptando m aterial donado de algunas personas particulares, quienes h ab ían ofrecido sus colecciones, in clu yen d o la no tab le colección

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fíki; wrrrlR Y

iim í w

Figura 2 - Acuarelas de vasijas Nasca de la portada del libro The

Archaeology of South America (1912) de Thomas Joyce

de H e n ry W ellcom e. A pesar del crecim iento de la en señanza u n iversitaria de la A rq u eo lo gía desde 1940 h asta 1 9 70, por m uchos años, la arqueo lo gía su ram erican a no fue im p artid a en n in g u n a u n iversid ad britán ica. La p rin cip al excepción a esto fue G eoffrey B ushnell, quien representa una suerte de p uente entre los dos periodos discutidos aquí. B ushnell había excavado e investigado con an terio rid ad en E cuador (B ushnell, 1 951), antes de convertirse en curador del M useo de A rqueología y A ntropología en la U niversidad de C am b rid ge (19 48 a 1970). El M useo de C am b rid ge posee una gran colección de m aterial del R eino U nido y de alrededor del m u ndo , y esta ya in clu ía una n otable colección de m aterial de Suram érica que Louis C larke había previam ente custodiado. B ushnell em pleó sus contactos con arqueólogos peruanos y norteam ericanos (in cluyendo u n a estrecha relación con Larco H oyle) para obtener ventajas en la ad quisició n de una m ayo r can tid ad de m aterial de Suram érica. C om o M arkh am , y com o Joyce antes que él, el am plio conocim iento de B ushnell y sus excelentes contactos facilitaro n su útil síntesis del conocim iento contem poráneo y de la investigación en desarrollo en la arq ueo lo gía peruana, que fue p u b licad a en la serie A n cien t P eop le a n d P la ces S eries de la in fluyen te edito rial T ham es & H udson (B ushnell, 1967). B ushnell hizo las colecciones de C am b rid ge m ás accesibles para cualquiera que

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m ostrara interés, au n que solo im p artió algunas clases ocasionales a estudiantes de arqueología, incluyen do a W arw ick B ray y N orm an H am m o nd. A un que

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algo im p erceptible, su in flu en cia desencadenó u n a nueva era de investigación, m ás rigurosa; así tam b ién , m arcó el final de las adquisicion es en el Perú.

2. Contribuciones británicas a la arqueología peruana El legado del periodo co lo nial esbozado arrib a sign ifica que h asta fines d el siglo XX la in stitu ció n acad ém ica en G ran B retañ a p rivilegió estudios acerca de E uropa, Á frica, A sia del Este e India, dejan do a L atin o am érica palid ecer ante ellos. Esto es ilustrado, por ejem plo, por el trabajo de G ordon C h ild e (1 9 2 5 ), cuyo con o cim ien to de la cu ltu ra m aterial arqueo ló gica a lo largo de E uropa y el C ercan o O rien te proveyó u n a am p lia perspectiva acerca del cam bio cu ltu ral, que le p erm itió desarrollar sus conceptos de las revoluciones n eo lítica y urbana. A un así, su lim itad o interés en los sitios y culturas de A m érica significó que estos fueran escasam ente m en cion ados en sus p ub licacio n es; au n que com o m arxista y m aterialista histórico, las ideas de C h ild e (1 9 5 1 ) influ en ciaro n u n a n ueva gen eració n de arqueólogos peruanos y m exicanos (ver L um breras en este v o lum en ). A fo rtun ad am en te esta situación com enzó a cam b iar progresivam ente y, desde m ediados de la década de 19 7 0, las entidades becarias se tornaron m ás dispuestas a aceptar propuestas de investigación latin o am ericanas, y m ostraron un renovado interés por la arq u eo lo gía suram ericana. G ran B retañ a h a co n tin u ad o desem peñando u n im p o rtan te p ap el en el desarrollo de m étodos arqueológicos y teorías, in clu yen d o avances en investigació n m ed io am b ien tal, análisis de m aterial, arq u eo lo gía del p aisaje y arqueo lo gía teórica. Estos avances h an orientado las aproxim aciones desarrolladas por los arqueólogos britán ico s trab ajan do en el Perú; y com o respuesta a ello, algunos aspectos de la arqueo lo gía p eru an a, com o la s A rq u eo lo gía So cial de L um breras (1 9 8 4 [1 9 7 6 ]) tam bién h an generado im p acto en los latin o am erican istas británicos. P aralelam ente, talentosos investigadores com o B arbara P ickersgill trab ajaro n com o parte del equ ip o arqueo bo tán ico en el proyecto de M acN eish en A yacucho, con un p articu lar interés en la do m esticación del ají (P ickersgill, 1969). W arw ick B ray fue designado en 1967 com o profesor de A rqueo logía L atin o am erican a en el In stituto de A rqueo lo gía de la U n iversid ad de Londres (llegan do justo en el m o m en to en que G ordon C h ild e se retirab a del cargo de director del in stitu to ). Este fue el p rim er cargo lab o ral de este tipo en G ran B retaña, y es así com o desarrolló su p ro p ia investigación (p articu larm en te en C o lo m b ia); W arw ick se con virtió tam b ién en u n agudo y dedicado g u ía para

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m uchos investigadores, con u n significativo núm ero de alum n os trab ajan do en el Perú. U no de los prim eros entre ellos fue G eorge B ankes — q u ien trabajó en el gran proyecto de C h an C h an d irigid o por M ich ael M o seley y C aro l M ackey, y com pletó su doctorado acerca de M o ch e (B ankes, 1 971; 1 9 7 2 )— . E ntre los estud iantes posteriores se in c lu ían : A n n K endall, en 1974 acerca de la arq u itectu ra Inca en la región del C uzco; Jan e Feltham en 1 9 83, acerca de los periodos Interm edio T ardío e Inca en el valle de L u rín ; F rank M edden s en 1 9 85 , acerca de la ocupación d uran te el H orizonte M ed io en el valle de C hicha/Soras (M eddens, 1 9 9 1 ); S ara L unt en 1 987, acerca de la cerám ica Inca y p re-In ca en C u sich aca (L unt, 1 9 8 8 ); G ill H ey en 1 9 99, acerca de la o cup ació n d uran te el periodo Form ativo del valle de C u sich aca (H ey, 1984); T im H o ld en en 1999, acerca de los contenidos estom acales preservados y las p rácticas alim en ticias en A tacam a; y A lexan d ra M o rgan en 1996 acerca d el estilo, cron o lo gía y fun ción de las figurin as de arcilla a lo largo de la costa p eru an a (M o rgan , 1 9 88; 2 0 0 9 ). En 1993, B ray (1 9 9 4 ) realizó una só lid a p etició n para am p liar y desarrollar el estudio de las A m éricas, y en este sen tid o , se n o m b raron profesores en el Instituto de A rqueo lo gía (José O liver y m ás recien te E lizabeth G raham y B ill S illar) (véase tam b ién B ray & Glover (1 9 8 7 ) acerca de la ética en las investigaciones en Suram érica). Las décadas de los años 19 80 y 1990 fue un periodo de expansión de los departam entos de arqueo lo gía en G ran B retaña, y num erosas universidades com enzaron a d esignar estudiosos p ara d ictar arqueo lo gía latin o am erican a e h isto ria del arte. Esto in c lu ía a Jo an n e Pillsbury, Steve B ourget y luego a G eorge L au (U n iversity o f East A n g lia); V alerie Fraser (Essex U n iversity); P enn y D ran sart (U niversity o f W ales en L am peter); E lizabeth D eM arrais (U n iv ersity o f C am b rid ge) y, m ás recien tem en te José Iriarte y M a risa Lazzari (Exeter U niversity). Luego d el W o rld A rch aeo lo gy C ongress de 1990 en V enezuela, T im H o ld en y G ill H ey, prom ovieron u n Sem in ario de A rq u eo lo gía Suram erican a en Londres, p ara presentar y d iscutir trabajos actuales. Estas reuniones co n tin ú an b rin d an d o u n espacio ú til p ara el desarrollo de u n a co m u n id ad in tern acio n al de investigadores acerca de Suram érica. El destacado ejem plo de un esfuerzo por u n a constante investigació n a gran escala fue in iciad o por A n n K endall a m ediados de la década de 1 970. El doctorado de K endall (1 9 8 5 ) h a com parado detallados planos de

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sitios arqueológicos con descripciones históricas acerca de las institucio n es Inka, tenien d o a C u sich aca com o su p rin cip al área de estudio. El Proyecto A rqueo ló gico C u sich aca (1 9 7 8 a 1986) fue concebido en parte para evaluar

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y exam in ar sus interpretacio nes acerca del uso del espacio por los in k a, a través de prospecciones m ás detalladas y excavaciones a gran escala. U na p reo cup ación ad icio n al era el desarrollo a largo plazo de la regió n C u sich aca, desde el Form ativo en adelan te, p ara en ten der el contexto social dentro del que la activ id ad Inca se ubicó. U n objetivo específico fue el aterrazam iento a gran escala y la con strucció n de canales, que increm en taro n significativam en te la p ro d ucció n agríco la en la zona, para en ten der la in ten sificación agrícola p reh istó rica, y p ara reh ab ilitar el canal Inca y m ejo rar la calid ad de v id a de los ocupantes actuales. El proyecto unificó u n am p lio grupo de voluntarios p eruanos y b ritán ico s, estudiantes y especialistas p ara trab ajar com o un equip o integrado con u n fuerte énfasis en estudios paleoecológicos y m ed io am b ien tales, reflejando la in flu en c ia de las nuevas tendencias en teoría y m eto d o lo gía de cam po, in clu yen d o la aplicación de la m atriz de H arris p ara el registro de contextos particulares dentro de excavaciones en área (H ay, 1 9 9 9 ), h id ro lo g ía de canales (F arrington, 1979; 1984; 1 9 8 5 ), p etro lo gía cerám ica (Ixcr & Lunt, 1 9 9 1 ), arqucob otánica (H o ld en ), y análisis de suelo (Keeley, 1 9 8 4 ); así com o reconocim ientos y prospección m ás tradicionales (D rew, 1984) y la d istrib u ció n de infraestru ctu ra de aterrazam ien to e irrigació n (K endall, 1991) (fig. 3). U n gran núm ero de estudian tes y vo lun tario s fue em p leado du ran te los 8 años en que el proyecto dem andó apoyo logístico ; desde 1978 a 1981 este apoyo logístico fue provisto por la arm ada b ritán ica en la M alvin as. M uch os de los estudian tes que trab ajaro n en el proyecto co n tin uaro n en busca de desarrollar sus propios proyectos de cam po en el Perú, entre ellos están Fernando A stete, B rian Bauer, F ran k M edden s, B ill S illar y Ju lin h o Z apata. Figura 3 - Excavaciones de 1981 en un sistema de regadío prehispánico por el Proyecto Cusichaca Foto: Equipo del P royecto C u s ic h a ca

U n objetivo im p o rtan te del Proyecto C usich aca o rigin al fue trabajar con las co m un idades locales p ara restaurar

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algunas partes útiles de los an tiguo s aterrazam ientos y sistem as de irrigació n com o m edio para am ino rar la pobreza en las com unidades andinas del presente. Es necesario considerar el contexto po lítico de este trabajo duran te los prim eros años del proyecto cuando las reform as agrarias llevadas a cabo por el gobierno m ilita r de Velasco (1 9 6 8 -1 9 7 5 ) perm itieron a los cam pesinos locales obtener el control sobre sus tierras frente al hacendado. En la parte baja del valle de C usichaca, la recientem ente co n stituida co m u n id ad de C h am ana estaba m ayo rm en te conform ada por antiguos trabajadores de hacien da, m uchos de los cuales no eran oriundos de la zona. Esto significó que la co m un id ad tuviera un especial interés en trab ajar unidos en busca del m ejoram iento de su p ro d u ctividad (fig. 4). Inicialm ente, la investigación arqueo ló gica se concentró en el estudio del sistem a de regadío de Q u ishuarp ata, y su desarrollo a lo largo de un periodo de m il años (K endall, 1991b). El reconocim iento y excavación arqueológicos fueron com binados con estudios agroecológicos, de vegetación y de suelos, y estos resultados revelaron cóm o las terrazas de los periodos Interm edio Tardío e Inca fueron elaboradas en base a una selección del terreno adecuado, al control de la velocidad del flujo de agua en los canales, el escoger cuid ado sam en te las rocas para la construcción, arcilla para sellar bajo el agua, y arena y gravilla para un adecuado drenaje que facilite la producción de dos cosechas al año. A un que estos tipos de estructuras poseen una larga h istoria en los A ndes, o rigin alm en te fueron construidos y m an tenido s m edian te una buen a organización del trabajo y para los años 1970, m uchos sistem as de canales h ab ían caído parcialm ente en desuso o incluso en el com pleto abandono. N um erosos aspectos de la investigació n arq ueo ló gica fueron específicam ente diseñados p ara investigar la an tig u a tecn o lo gía agrícola, in clu yen d o los estudios de la ru ta del can al p rin cip al, de in g en iería h id ráu lic a y topografía, de °

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manera a través del análisis de los materiales y las técnicas empleadas para darle forma, y que esto puede proveer enfoques útiles acerca de la organización social de sociedades pasadas. El continuo desarrollo de habilidades, equipos y aproximaciones teóricas requeridas para el detallado análisis de artefactos, combinado con la oportunidad de trabajo integral que relacione las colecciones de museo con una mayor cantidad de material recientemente excavado y con un mejor conocimiento de las arqueologías regionales, puede brindar grandes oportunidades de trabajo a futuro en los Andes.

5. Metodologías de campo interdisciplinarias E studios etnográficos de la p roducció n con tem p o rán ea de cerám ica tam b ién h an sido em pleados com o un m edio p ara obtener un m ejo r co n o cim ien to de la an tig u a tecn o lo gía y contexto social andinos. Este trabajo tuvo un sólido in icio con el registro que G eorge B ankes realizó acerca del uso de la p ro d ucció n de la p aleta y el y u n q u e en la C o sta N orte del Perú, y com paró esto con la cerám ica M o ch e (Bankes, 1 985; 1 9 88; 2 0 0 3 ). B ill S illar co ntinuó realizando estudios etnográficos en el dep artam en to de C uzco, Perú, acerca de las variaciones en la p roducción cerám ica, in tercam b io , y uso en relació n a la o rgan izació n de las estructuras fam iliares y com unales. H a registrado m étodos de p rep aració n de arcilla, técnicas de dar form a y de cocción, la o rganización de las co m un id ades con diferentes especializaciones en m an u factu ra, y los cam bios estacionales en las actividades de m an u factu ra y agrícola. D istintos tipos de bienes (v.g. cerám ica, pro ducció n agríco la, u objetos rituales) son p ro ducido s e intercam b iados de m odos diferentes, depen diendo del m om ento d el año y las o b ligaciones sociales locales, y esto tien e im p lican cias p ara los m odelos etnohistóricos que los arqueólogos em p lean (1 9 9 6 ; 1997b ; 2 0 0 0 ; 2 0 1 0 ). A sim ism o, él an aliza el p apel de la cerám ica en la p reparación y servido de la co m id a y b eb id a en las com idas diarias y en los festivales anuales, en torno a las relaciones sociales que estas actividades generan. El trabajo etnográfico de cam po h a sido ú til tam b ién p ara el estudio del pap el de las m in iatu ras y p rep aració n de ofrendas, al analizar las im p lican cias del an im ism o an d in o en las interp retacio nes arqueológicas (Sillar, 1 9 97; 2 0 0 4 ; 2 0 0 9 ; D ransart, 1995; 2 0 0 0 ). M ás recien tem ente, el trabajo doctoral de G abriel R am ó n (2 0 0 8 ) (en la U n iversity o f East A nglia) em pleó u n estudio etnográfico de los ceram istas

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en los alrededores de P iura, co ncentrándose en la id en tificació n de diferencias en los m étodos de elabo ración de cerám ica al utilizar distintos conjuntos de h erram ien tas y técnicas en diferentes co m un idades; y cóm o estos «estilos

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técnicos» reflejaban u n largo proceso de apren dizaje en torno a las arcillas y herram ientas, p erm itien d o u n a m ejo r com prensión de la distribució n espacial de la p ro ducción cerám ica. Esto se co m p lica aún m ás por el p ap el de los ceram istas itin eran tes (deno m in ados com o ceram istas golondrinos, por su m igració n estacio nal de sus hogares para elaborar cerám icas en co m un idades m ás distantes), y por las im p lican cias de esto p ara los estudios de cerám ica y d istrib u ció n en arqueo lo gía (R am ó n, 2 0 1 1 ). Se h an desarrollado u n a can tid ad de proyectos de cam po dirigido s por investigadores británico s, especialm en te con la in flu en cia del In stitute o f A rch aeo lo gy de Londres, donde existe u n a fuerte trad ició n de enseñanza y en tren am ien to en estudios paleoecológicos y m ás am plias investigaciones acerca de arq u itectu ra y paisaje. H acia fines del siglo X X h a generado un fuerte com prom iso por parte de los proyectos arqueológicos d irigid o s o financiados desde el R eino U n id o , que h a co n trib u id o con innovadoras aproxim aciones teóricas y aplicado nuevas m eto do lo gías de cam po. Ian F arrington, por ejem plo, desarrolló en los años 1980 la arqueo lo gía del p aisaje y el estudio de las fincas Inca, que luego fue desarrollado m ás am p liam en te por el trabajo de K en H effernan (19 96) en la zona de L im atam b o, e in flu en ció el posterior trab ajo de Farrington acerca del concepto de C uzco (F arrington, 1998; 2 0 1 0 a; 2 0 1 0 b ). M ás recientem ente, Sim o n H illso n (2 0 0 4 ) h a venido trab ajan d o con S o n ia G u illén en la investigación de la salu d y n u trició n m ed ian te el análisis de los restos hum anos, p articu larm en te el estudio de los dientes, en el valle de Ilo y la regió n de C h achapoyas. E lizabeth D eM arrais fue d esign ad a com o cated rática de A rq u eo lo gía de la A m éricas en la U n iv ersity o f C am b rid ge. En tanto, su propio trabajo de cam po se h ab ía enfocado en el N oroeste argen tin o; ella supervisó un grupo de estudiantes de doctorado que trab ajab an en el Perú, in clu yen d o a M elissa G oodm an, cuyo trabajo tratab a acerca de los aterrazam ientos y la fertilid ad d el suelo en el valle del M an taro . T am bién asesoró a A lexander H errera (20 05; 2 0 0 7 ), q u ien trató acerca del paisaje y los patrones de asen tam ien to en el A lto M arañ ó n ; y a K evin Lane (2 0 0 6 ; 2 0 0 9 ), quien se centró en las adaptaciones agropastoriles, in clu yen d o el m an ejo del agu a y de las terrazas en los A ndes del n o rte; tam b ién h an trabajado ju n to s p ara prom over u n a m ayo r in tegració n en la inv estigación de la región de A ncash (Lane e t al., 2 0 0 6 ). En la C o sta Sur, D av id Beresford-Jones (U n iversity o f C am b rid ge) ha d irigid o u n grup o que inv estiga la in teracció n h om b re-paisaje en el valle de Ica d u ran te la ocupación N asca. Las ideas de «colapso» h an im p regn ado las

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interp retacio n es arqueológicas a nivel m u n d ial, pero q uizá en n in g ú n lu gar en m ayo r grado que en los A ndes C en trales. A q u í, el cam bio cu ltu ral h a sido largam en te explicado por el m odelo de «eq u ilib rio in terru m p id o », afectado p o r las p erturb acion es clim áticas de El N iño. La investigación de BeresfordJones aborda el caso de N asca, que floreció a lo largo del oasis ribereño en la h ip e rárid a costa sur del P erú, h asta el 5 0 0 d.n .e. ap roxim adam en te (fig. 6). En tan to él h a lla m ayo r evid en cia de u n a gran in u n d ació n causada por El N iñ o alrededor del tiem po

Figura 6 - Vista de un sector del valle de Ica sobre el cual se dieron estudios de paisaje paleo-ambiental

del colapso y fragm entació n de los nasca, su investigación trata tam b ién u n a secuen cia de eventos m ás p aulatin o s, indu cido s p or el h om bre, que se im p lican bajo este supuesto colapso catastrófico: en

p articular, la deforestación del bosque ribereño para gen erar espacio p ara el m aíz, algodón y otras cosechas. Beresford-Jones argu m en ta que los valles costeros del sur del P erú p erm an ecieron densam ente forestados h asta b ien entrado el periodo N asca, aten uan d o el im pacto de

Foto: D avid B ere s fo rd -J o n e s

los eventos causados p or El N iño , y p erm itien d o adaptaciones agroforestales h asta ah o ra m enospreciadas. La deforestación grad u al eventualm en te p erm itió la crisis am b ien tal, a pesar del increm en to dram ático del nivel del río y la erosión del viento, y p recipitó la desertificación radical. M ás aún, este proceso grad u al generó y cu lm in ó , d uran te el posterior H orizon te M ed io (c. 7 5 0 A D ), en u n periodo de m arcado cam bio cu ltu ral en la C o sta S u r (Beresford-Jones, 2 0 1 1 ; Beresford-Jones e t al., 2 0 0 9 ; 2 0 1 1 ). P aul H e g g arty y D av id Beresford-Jones (2 0 1 0 ; 2 0 1 2 ) h an colaborado al

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explorar la relació n entre la eviden cia arqueo ló gica y lin g ü ística en relación al cam bio cu ltu ral y el m ovim ien to de p o blación en la p reh istoria, proponiendo sus propios argum en tos acerca de que el cam bio lin gü ístico p uede ser relacionado con las expansiones C h av ín y, p articu larm en te, W ari; sugiriendo que estos horizontes se relacio n an con cam bios m ayores en la p ro d u ctivid ad

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agríco la y aum ento de la població n, así com o su aproxim ació n al m om ento señalado por las propuestas lin gü ísticas p ara la expansión, p rim ero , del A im ara, y luego del Q uech ua. Q uizá, m ás im p o rtan te que sus propias interp retacio nes han sido la serie de conferencias que h an organizado en C am b rid ge, Londres, L im a y Leipzig, que h an servido p ara an im ar un fuerte debate in terd iscip lin ario y p ublicacio nes acerca de estos tem as (H eggarty & Pearce, 2 0 1 1 ; K aulicke et al., 2 0 1 2 ; H eggarty & Beresford-Jones, 2 0 1 2 ). En los A ndes Sur-centrales, F rank M ed d en s in ició la investigació n acerca de las plataform as Inca en los picos de m o n tañ a alrededor de la cu en ca de A yacucho, ju n to con su colega peruan o C irilo V ivanco, q u ien h ab ía in iciad o la id en tificació n de estos sitios en el m arco del proyecto Q h ap ac Ñ an (M edden s, 1 997). Posteriorm ente, se un ió a él el esp ecialista en suelos, N ick B ranch (R ead in g U n iversity), y C o lin M cE w an (M useo B ritán ico ), quienes h an d irigid o en co n jun to el registro sistem ático y estudio in terd iscip lin ario de esta n u eva catego ría de estructuras Inca en elevadas alturas (fig. 7) (M eddens

etaL, 2 0 1 0 ).

Figura 7 - Plataforma Inca de altura, Cuenca del Ayacucho Foto: Colin M cE w a n

Conclusiones N uestro en ten d im ien to de la arqueo lo gía p eru an a se h a desarrollado sign ificativam en te en años recientes, y los investigadores britán icos han sido capaces de co n trib u ir con este desarrollo. Estas co ntrib ucio nes han

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sido m ás im p o rtan tes para los cam pos de estudios del paisaje, investigació n m ed io am b ien tal, y análisis de m aterial, antes que p ara excavaciones a gran escala o d escub rim ien to s asom brosos. En la p rim era p arte de este trabajo, posicionam os el p ap el de G ran B retaña en la ad q u isició n de antigüedades p eruan as, no solo dentro del am p lio contexto p o lítico y económ ico del periodo, sino tam b ién en relació n a un grupo de personajes (M ark h am , Jo yce, B ushn ell), quienes sintetizaro n el co no cim ien to y la lite ratu ra que se en co n trab a dispo nible p ara ellos al p ro ducir sus propios e innovadores estudios. Las colecciones de m useo conform adas durante finales d el siglo X V III h asta los inicios del siglo X X poseen u n p o ten cial de inv estigació n que recién h a com enzado a ser asim ilado en años recientes. E xisten o p o rtun idades p ara recon struir las historias ocultas de estas colecciones, de rastrear la b io grafía de artefactos en particular, curadores y coleccionistas, con la fin alid ad de id en tificar dónde y cuán do el m aterial fue ob ten ido en el Perú. Estas tam b ién p ueden ser analizadas ju n to con el m aterial recien tem en te excavado, p ara tratar tem as que abarquen desde iconografía, tecn o lo gía y análisis de m aterial. En tanto se h a m arcado un p u n to de p artid a, claram en te q u ed a m u ch o por hacer. L a fase de ad q u isició n de m aterial del Perú llegó a su fin d uran te el descenso económ ico entre las dos guerras m u n d iales, pero no fue sino h asta fines de la d écad a de 196 0 que arqueólogos profesionales de G ran B retaña com enzaron a inv estigar en el Perú. Estos investigadores se han un id o a colegas peruanos p ara explorar la ap licació n y adap tación de investigaciones m edio am b ien tales, an álisis de m aterial, G IS, aproxim aciones p aisajísticas y teóricas en diferentes configuraciones am b ientales. Es im p o rtan te enfatizar que este no h a sido u n proceso u n ilateral, en m e d id a que los descubrim ientos e ideas de Tello, así com o la arq u eo lo gía social de L um breras, entre otros h an tenido un sign ificativo im p acto en el pen sam ien to b ritán ico . Es de esperarse que dentro de los próxim os 100 años podam os com enzar a reportar la in flu en cia de la arq u eo lo gía p eru an a en G ran B retaña, y deseam os, recib ir u n a exp edició n p eru an a p ara realizar investigació n arqueo ló gica en el R ein o U nido.

Agradecimientos Los autores deseamos extender un agradecimiento especial a Henry Tantaleán y César Astuhuamán por su invitación a contribuir al simposio y a este volumen. También estamos agradecidos por los comentarios y sugerencias ofrecidas generosamente por

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Warwick Bray y George Bankes así como también la información adicional sobre los proyectos individuales suministrada por Ann Kendall, Frank Meddens, George Lau y David Beresford-Jones. También queremos agradecer a Cristiana Bertazoni por su asistencia con las imágenes. Los autores somos los únicos responsables por cualquiera de los errores involuntarios de omisión o comisión.

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La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008) Racso Fernández Ortega Anderson Calzada Escalona

Introducción Poco o nada se conoce sobre los trabajos de especialistas cubanos en tierras peruanas. Sin embargo, desde la década de 1950, se han ido sucediendo las incursiones de algunos colegas en campañas e investigaciones arqueológicas en esas tierras. Sus obras han tenido una repercusión favorable dentro del ámbito académico de la disciplina no solo en el área suramericana, sino también en otras regiones del orbe. No caben dudas de que los científicos cubanos más conocidos en el terreno de la arqueología peruana fueron los Drs. Ernesto E. Tabío Palma (1911-1984) y Antonio Núñez Jiménez (1923-1998), aunque no fueron los únicos que brindaron su aporte a estos estudios, pues otros también lo han hecho como miembros de diversos proyectos internacionales cooperando con instituciones investigativas y docentes del Perú. Este breve escrito es un reporte sobre los estudiosos cubanos que, en su afán por develar a la ciencia los misterios ocultos de la arqueología, traspasaron las fronteras geográficas de su propio país para contribuir con su esfuerzo y constancia al conocimiento, también atrayente, de la arqueología peruana. Pero antes, se impone hacer un recuento sucinto de los avatares históricos de

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la región andina, así como del desarrollo de los estudios arqueológicos en esta zona geográfica. Cuando en 1526, en la isla del Gallo, situada junto a la actual ciudad colombiana de Tumaco, Francisco Pizarro, advirtiendo el descontento de la tropa que comandaba hacia la conquista de «El Birú» —como se conocía al Perú en esa época—, y las infructuosas tentativas que realizó para que los soldados siguieran adelante, trazó con su espada sobre el suelo la raya que garantizaba —según él— fama y riquezas para los que la cruzaran y todo lo contrario para los que decidieran regresar. Entonces solo trece aguerridos compatriotas suyos —los Trece de la Fama—, decidieron cruzar la línea. Este acontecimiento tan baladí en apariencia, selló la suerte del Imperio incaico. Tras la conquista y ocupación del territorio peruano, la España imperial de Carlos V estableció en 1548 el Virreinato del Perú que duró hasta 1824 cuando, tras la batalla de Ayacucho —último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas—, se sentaron las bases para la consolidación del poder republicano en el Perú, que ha llegado hasta nuestros días. Dentro de este marco cronológico el interés, conocimiento y estudio del Perú antiguo, a través de sus restos materiales, así como de los descubrimientos, exploraciones e investigaciones arqueológicas, se han ido acrecentando. Los primeros interesados en transmitirnos datos, a veces no tan fidedignos, sobre el proceso cultural de los antiguos pueblos del Perú, fueron los cronistas de Indias, entre los que podemos mencionar a Pedro Cieza de León y al Inca Garcilaso de la Vega. Aunque nos legaron datos en sus obras de sumo interés etnográfico, con respecto a los monumentos indígenas de específico valor arqueológico se limitaron —y esto es comprensible dado el nivel de conocimientos que poseían sobre los mismos— a detalles circunstanciales o descriptivos. Sin embargo, cabe destacar que en este período los primeros registros de interés arqueológico lo constituyen las «Actas de fundición, quilatación y reparto del Rescate de Atahualpa y Tesoros del Cusco», de 1533, así como las noticias e inventarios de las piezas enviadas al rey de España como parte del quinto real, en 1534. Al ser confeccionadas con fines totalmente ajenos al interés científico, su valor, aunque real, es testimonial más que arqueológico.

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Andando el tiempo, el desconocimiento del tesoro patrimonial peruano se convirtió en curiosidad. El siglo XVIII y la primera mitad del XIX, hicieron gala de esta cualidad, cuando al volver la vista hacia épocas anteriores, se quiso

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inquirir sobre civilizaciones desaparecidas e interesarse por los objetos de los antiguos. Fueron sobre todo los viajeros quienes motivaron a «curiosear» sobre el pasado indígena. Si bien en sus obras hay datos útiles para la Arqueología, estas no son textos de carácter arqueológico, pues dichos viajeros, ante todo fueron naturalistas y como tales observaron el país. Por ejemplo, el naturalista alemán Eduardo Federico Poepigg escribió una obra geográfica impresionante entre 1835 y 1836, Viajes p o r Chile, Perú y e l Amazonas; y el geógrafo italiano Antonio Raimondi, que vivió durante cuarenta años en el Perú, desde 1850 hasta su muerte en 1890, publicó en 1876 una descripción geográfica general del Perú, resultado de sus exploraciones en esta área (Raimondi, 1876). La proclamación de la Independencia y el inicio de la República no tuvieron mayor significado en cuanto al desarrollo formal de las investigaciones arqueológicas propiamente dichas. Sin embargo, entre 1824 y 1860, se marcó un nuevo concepto en cuanto a la valoración de las antigüedades peruanas como necesidad de identificación nacional y de contribución a la formación del nuevo Estado que surgía como nación independiente. Corresponde a la segunda mitad del siglo XIX la cabal iniciación en la investigación arqueológica. No obstante, conviene señalar que las primeras excavaciones de interés arqueológico se realizaron en el siglo XVIII y las condujeron Louis de Feuillée entre 1709 y 1711, Fran^ois Amadeo Frezier, entre 1712 y 1714 y Joseph Dombey, entre 1778 y 1785, quien salvo unas centenas de vasijas de cerámica y un tejido que envió como presente al rey de Francia, Luís XVI; de su trabajo no queda nada sustantivo. La publicación de H istoria d e la conquista d el Perú de W illiam H. Prescott en 1847, constituyó un verdadero estímulo intelectual que condujo a diversos investigadores extranjeros a emprender la exploración sistemática del Perú, sea para conocer la vida de sus antiguos habitantes, sea para reunir colecciones de objetos prehispánicos, destinadas a los grandes museos europeos y de los Estados Unidos que, por entonces, se formaban. La nueva conciencia sobre el pasado peruano se revelaba muy lentamente. A mediados del siglo XIX los hallazgos realizados durante los trabajos de expansión agrícola, así como de construcción vial y tendido de líneas férreas permitieron la formación de colecciones arqueológicas privadas, a la vez que dieron pábulo a que buscadores de tesoros y anticuarios se lanzaran con gran acuciosidad sobre cementerios y huacas en busca de tesoros fabulosos. Muy poco eran entonces los interesados en la información científica que pudiera obtenerse de tales repositorios.

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En este punto debe destacarse la obra inicial de Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz, culminada en 1851 con la publicación del primer manual de arqueología del Perú, A ntigüedades Peruanas. Otros investigadores comienzan a hacer aportes a la arqueología peruana: Sir Clements R. Markham establece la primera periodización del Perú prehispánico: incaico y preincaico; Ephraim G. Squier hace la primera exploración arqueológica de todo el territorio, practica las primeras excavaciones científicas y registra las asociaciones de las tumbas; Ernst Middendorf señala la importancia de los estratos Chavín; entre otros. Pero los trabajos arqueológicos propiamente dichos se inician con las excavaciones en Ancón por Wilhelm Reiss y Moritz Alfons Stübel. Su libro Das Todtenfeld von Ancón in Perú. Ein B eitrag zur K enntnis d er K ultur u n d Industrie des Inca-R eiches (1880-1887) (El cem enterio d e Ancón en Perú. Un aporte a l conocim iento d e la cultura y la industria d el Im perio inca), es en la arqueología del país andino el primer informe sistemático sobre una excavación a gran escala. Deben mencionarse además a Charles Wiener, Thomas Joseph Hutchinson y Knut Hjalmar Stolpe; este último fue el que creó en 1871 la técnica moderna para la excavación de tumbas. Lamentablemente, de sus excavaciones en los cementerios de Ancón en 1884, lo único que queda son las colecciones depositadas actualmente en el Museo Etnográfico de Estocolmo, pues sus notas de campo desaparecieron. Dirigida por George Amos Dorsey se realizó la primera expedición arqueológica al Perú, entre 1891 y 1892, cuando se excavó en Ancón, Chancay, Santa, Cusco y Tiahuanaco; bajo los auspicios del primer programa de investigaciones arqueológicas organizado en los Estados Unidos con motivo de la Exposición Mundial Colombina de Chicago, que estaba dirigida por Frederic W. Putnam. Posteriormente, entre 1892 y 1898, Adolph F. Bandelier, con los auspicios del American Museum of Natural History trabajó en el Perú y Bolivia. Por su parte, entre 1893 y 1903, Max Friedrich Uhle, ayudado primero por la Universidad de Pennsylvania y luego por la Universidad de California, Berkeley, excavaría en Pachacamac, Ancón, Moche, Chancay, Ica y Nazca, sentando las bases definitivas de la arqueología peruana.

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De 1905 a 1939 fueron numerosas las expediciones extranjeras que realizaron investigaciones arqueológicas en el país. Cabe destacar entre otras las dirigidas por Hiram Bingham —el descubridor para la ciencia de Machu Picchu en 1911—, Alfred L. Kroeber, Samuel K. Lothrop, y entre los peruanos la figura cimera de Julio C. Tello, a quien se le reconoce como el iniciador

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de los estudios arqueológicos peruanos. A lo largo de estas investigaciones, las contribuciones realizadas dan cuenta del desarrollo sistemático de la disciplina arqueológica, que logró una técnica rigurosa de excavación, índice de su gradual perfeccionamiento. Algunas de las contribuciones más importantes realizadas durante el primer tercio del siglo XX fueron, entre otras, el estudio sobre los tejidos antiguos del Perú, realizado por Lila M. O’Neale y Alfred L. Kroeber y publicado en 1930, que establece el primer sistema cronológico para los tejidos prehispánicos; la identificación, en 1934, del estilo Cupisnique por Rafael Larco Hoyle; la identificación de la cerámica Kotosh, en Huánuco, por Julio C. Tello, en 1935 y la inauguración en 1938 del Museo Nacional de Antropología y Arqueología, organizado por Julio C. Tello. Válido es decir que gracias al Instituto de Investigaciones Andinas de Nueva York, creado en 1937, se organizó un programa de exploraciones arqueológicas en Centroamérica y países andinos donde cuatro de los proyectos de los que se componía dicho programa, correspondían al Perú. Como resultados de esos proyectos se hicieron excavaciones en Huamachuco y Cajabamba; en la costa central del Perú: Ancón, Chancay, Pachacamac y Supe, explorándose además el Cusco. Unos de los problemas a los cuales se enfrentaron los arqueólogos que estudiaron el Perú, fue el de la secuencia cronológica de sus distintas culturas. Entre los que trataron de resolver esta cuestión se encuentran Sir Clements R. Markham, al cual mencionamos anteriormente, Max Uhle, que sustentó en 1900 la primera secuencia cronológica de las culturas antiguas del Perú; Julio C. Tello, entre 1919 y 1942, trató afanosamente de explicar el desarrollo de las civilizaciones prehispánicas andinas con una interpretación eminentemente histórico cultural y evolucionista. En 1925 Alfred L. Kroeber, elaboró el primer esquema cronológico de las culturas andinas, con el propósito que el cuadro de estilos alfareros pasara a ser una narración cronológica de acontecimientos. A partir de estos esquemas, en la Mesa Redonda de Chiclín, celebrada el 7 y 8 de agosto de 1946, Rafael Larco Hoyle estructuró un cuadro cronológico para la costa norte siguiendo un patrón eminentemente evolutivo. A partir de entonces, la sistematización de los datos arqueológicos y su ordenamiento en una secuencia cronológica relativa caracterizan y definen los años posteriores, teniendo como base los datos procedentes de los trabajos realizados en los valles de Chicama-Virú (1946-1947) e Ica-Nasca (1952-1953).

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El Proyecto Virú, del Instituto de Investigaciones Andinas, con la participación de las Universidades de Columbia y Yale, y de los Museos de Historia Natural de Chicago y Nueva York y de la Smithsonian Institution de Washington, planteó por primera vez la necesidad de elaborar una secuencia maestra, que permitiera en un área geográfica limitada la ubicación temporal y la interpretación del proceso cultural, a la vez que sirviera para correlaciones cronológicas. Por primera vez, los arqueólogos disponían de datos que les permitían examinar e inferir sobre aspectos tecnológicos, sociológicos y religiosos a través de un largo período y observar la historia de varias instituciones sin la necesaria presencia de las propias sociedades indígenas. A finales de la década de 1940 y comienzos de los años 1950, dos acontecimientos marcaron la historia del arqueología peruana: los trabajos de la Misión Etnológica Francesa a los Andes Septentrionales, realizados entre 1947 y 1948, bajo la dirección de Henry Reichlen (ver Lavallée, en este mismo volumen), y la expedición de la Universidad de Columbia en Nasca e Ica entre 1952 y 1953, bajo la dirección de W illiam D. Strong. La Misión Francesa culminó con el establecimiento de una primera cronología relativa para un valle de la sierra: Cajamarca; y la expedición norteamericana estableció la primera secuencia relativa para los estilos Paracas y Nasca.

1. Se inicia la colaboración Precisamente, es en los años cincuenta, cuando el arqueólogo cubano Ernesto E. Tabío Palma, comienza sus trabajos científicos en el Perú. Tabío se encontraba en este país como funcionario de la Organización Internacional de Aviación Civil de las Naciones Unidas, en calidad de Subdirector Regional de la Oficina Sudamericana de ese organismo, con sede en Lima, luego de que en junio de 1953 renunciara al cargo de Meteorólogo de la Aviación del Ejército cubano.

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Ernesto E. Tabío Palma desde finales de los años 1940 era miembro del Grupo Arqueológico Guamá integrado por figuras de gran prestigio en el ámbito arqueológico cubano y caribeño. Es considerado uno los fundadores de la Comisión de la Academia de Ciencias de Cuba (1962), luego del triunfo de la Revolución en 1959. Desde su creación en 1964, es nombrado Director del Departamento de Antropología de la propia academia, función que desempeñó hasta 1969. Realizó excavaciones arqueológicas durante más de 30 años, destacándose por sus aportes teóricos en el diseño y discusión de

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esquemas de periodización, así como en la adopción de una posición teórica de base marxista que abrió nuevos caminos en el campo de la arqueología latinoamericana, donde sostuvo importantes y enconadas polémicas de índole teórica con algunos de los fundadores de la Arqueología Social Latinoamericana (ver Lumbreras, en este mismo volumen). Con una extensa obra publicada se destacó por su actividad docente y como asesor científico dentro y fuera de nuestro país. Su deceso se produjo en el año 1984. Durante el mes de marzo del año 1954 Tabío emprendió una amplia prospección del valle del río Chillón, reconociendo la Quebrada de Huanchok en la que visita junto a Francisco Iriarte, un sitio de población en Tembladeras, con construcciones domésticas de piedra y adobe en bastante mal estado de conservación; también aprecian sepulturas saqueadas y gran cantidad de cráneos dispersos en superficie. Otros sitios observados fueron el cementerio de Quillca, con un deplorable estado de conservación con numerosos restos óseos humanos aborígenes al descubierto. Por último, en esa campaña recorrieron en Collique, la conocida fortaleza de Pukara en lo alto de un cerro, en el que aún se conservaban segmentos de los paramentos que la conformaban, de considerables dimensiones. En el año 1955 había sido designado Miembro Honorario del Instituto de Investigaciones Antropológicas de Lima, Perú. Su estancia de casi ocho años en este país, sería decisiva y trascendental para su reconocimiento como arqueólogo, pues años después —en 1971— defendería su tesis doctoral precisamente con el tema de sus excavaciones en la costa central peruana, ante el Consejo Científico del Instituto de Etnografía de la Academia de Ciencias de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) «Miklujo Maklai», en Moscú. A mediados de 1955 la Dirección de Arqueología e Historia del Perú, que dirigía el doctor Jorge C. Muelle, teniendo conocimiento de que se iba a proceder a la urbanización de la hasta entonces despoblada zona de Playa Grande, decidió efectuar un estudio completo de dicha área antes de que las evidencias arqueológicas que pudieran existir allí fueran destruidas por los trabajos que proyectaba llevar a cabo en la playa la Compañía Urbanizadora «Santa Rosa, S.A.». Es en esta oportunidad que Tabío fue invitado por el Dr. Muelle a colaborar activamente en el proyecto general de investigación mencionado anteriormente, donde supervisó la excavación de un pozo estratigráfico y practicó diversos cateos en el área bajo estudio.

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Además de la zona de Playa Grande, Tabío estuvo involucrado en los trabajos arqueológicos que se llevaron a cabo en un basural depositado por culturas de los periodos Cultista y Experimental en las Colinas de Ancón (figs. 1, 2). Esta área está situada a unos 30 kilómetros al norte de La Punta, extremo sur del Puerto del Callao, en Lima y a 3 kilómetros al norte de Playa Grande. En septiembre de 1955 se hizo una exploración superficial en esta zona donde se localizó un sitio en el que aparecían a simple vista gruesas capas de basura arqueológica que contenían una apreciable cantidad de fragmentos de cerámica de la cultura temprana denominada Chavinoide/Ancón o «fase Colinas 2». Por tal motivo, el Dr. Muelle encomendó hacer allí, por cuenta del Instituto de Investigaciones Antropológicas del Perú, una excavación de tipo estratigráfico.

Figura 1 - El Dr. Ernesto E. Tabío observa el perfil arqueológico en Playa La Horadada, Ancón Foto: expediente Ernesto Tabío P alm a (E .T .P ). A rchivo del Instituto C ubano de A ntropología

Figura 2 - Perfil estratigráfico en la necrópolis de Playa Grande, Ancón Foto: expediente Ernesto Tabío P alm a (E .T .P ). A rchivo del Instituto C ubano de A ntropología

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Por diversos motivos, los trabajos no pudieron ser llevados a cabo sino hasta julio de 1956 en cuya oportunidad, con la gentil colaboración de los señores Edward Lanning, a la sazón joven arqueólogo de la Universidad de California, y Frederic Engel, laborioso investigador francés a quien mucho se le debe en el conocimiento de las culturas precerámicas del Perú, Tabío inició

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la excavación de un pequeño pozo estratigráfico que denominaron pozo 1, aunque más tarde Lanning en sus trabajos lo denominó pozo A. Los trabajos se interrumpieron de nuevo por circunstancias ajenas a los investigadores y no se reanudaron hasta agosto de 1957. Por haber existido cierta infortunada confusión por parte del personal del laboratorio que marcó los fragmentos y demás testimonios colectados en la primera fase de la nueva excavación, que hacía imposible el estudio sistemático de ese material, se decidió hacer un nuevo pozo estratigráfico, al que denominaron pozo 2 y que Lanning llamó pozo B. A Tabío le fue imposible continuar trabajando en este pozo, por cuya razón Lanning se hizo cargo por completo de la excavación, que se pudo completar entre los meses de junio y julio de 1958, con la colaboración de Dwight Wallace, también arqueólogo de la Universidad de California. Tabío también participó en el descubrimiento de una tumba tardía del Período Urbanista en un cementerio localizado junto al Museo de Sitio de Puruchuco, Lima, junto al doctor e investigador peruano Arturo Jiménez Borja. Desde 1953 este investigador había estado a cargo de los trabajos de restauración de las ruinas de estructuras de adobe que aparecieron en la Hacienda Vista Alegre, cerca de Lima. Entre estas ruinas se destacaba la de Puruchuco, denominada así por Jiménez Borja. Allí apareció en 1956 una tumba, donde se encontró un fardo que contenía un entierro cuádruple: los cuerpos momificados de dos adultos y dos criaturas. Durante estas excavaciones, Ernesto Tabío tuvo el apoyo y la colaboración de distintos arqueólogos, además de los ya mencionados que, como él, estudiaban la arqueología peruana. Podemos mencionar a Toribio Mejía Xesspe, subdirector del Museo Nacional de Antropología y Arqueología; al arqueólogo norteamericano Louis M. Stumer; al arqueólogo alemán Hans Horkheimer y a su amigo y arqueólogo Duccio Bonavia. En otro instante en el año 1957 realiza un recorrido de inspección a las huacas del Cerro Campana, nuevamente en el valle del río Chillón; en esta ocasión viajaron junto a él los arqueólogos peruano Luís Guillermo Lumbreras y el norteamericano Edward Lanning, el primero del Museo de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima y el segundo de la Universidad de California, con los cuales mantuvo estrechos lazos de amistad personal y profesional (figs 3, 4, 5). Como resultado de estas exploraciones y excavaciones por la costa peruana pudieron colectar miles de evidencias —mayormente cerámicas— que se

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Figura 3 - Recorrido por las huacas del Cerro Campana en el valle del río Chillón Foto: expediente Ernesto Tabío P alm a (E .T.P ). A rchivo del Instituto C ubano de A ntropología

Figura 4 - Recorrido por las huacas del Cerro Campana en el valle del río Chillón Foto: expediente Ernesto Tabío P alm a (E .T.P ). A rchivo del Instituto C ubano de A ntropología

Figura 5 - En este recorrido Tabío es acompañado por los arqueólogos Luís Guillermo Lumbreras, peruano y Edward Lanning, norteamericano Foto: expediente Ernesto Tabío P alm a (E .T.P ). A rchivo del Instituto C ubano de A ntropología

depositaron en distintas instituciones peruanas, principalmente en el Museo de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología, ambos en Lima, así como también en el Museo Regional de Ica. A su regreso a Cuba y ya conformado el Departamento de Antropología, se dedicó a la formación profesional de los jóvenes especialistas que, procedentes de los grupos de aficionados a la Arqueología o integrantes de los grupos de la Sociedad Espeleológica de Cuba, se incorporaron a la nueva institución. En

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el currículo de la especialidad se había incluido un curso de arqueología del Perú, que él mismo impartía con 26 sesiones de una hora por espacio de tres meses entre octubre y diciembre de 1967.

2. Registro y documentación de los petroglifos del Perú Hubo que esperar hasta después del triunfo de la Revolución para que otro investigador cubano pisara el territorio peruano para estudiarlo. Entre 1972 y 1979 se exploraron muchas localidades peruanas en busca del dibujo rupestre existente en esos lugares, situados entre las fronteras de Chile y Ecuador y entre el Océano Pacífico y las estribaciones orientales de la Cordillera de los Andes. El honor le correspondió al Dr. Antonio Núñez Jiménez, al mismo tiempo que se desempeñaba como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Cuba en el Perú. Antonio Núñez Jiménez fundó en 1940 la Sociedad Espeleológica de Cuba y en 1945 organizó la Expedición Geográfica a la entonces provincia del Oriente. Es considerado como el «Padre de la Espeleología cubana» por el vasto legado en estudios y publicaciones que dejó. Entre sus obras destacan el Mapa Carsológico de Cuba, dirigió la realización del Atlas Nacional de Cuba así como unos diez títulos de geografía, historia y arqueología. Después del triunfo revolucionario de enero de 1959 se desempeño como Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Reforma Agraria, Presidente del Banco Nacional de Cuba y Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, entre otras responsabilidades. Fue promotor y director de la expedición «En canoas del Amazonas al Caribe», por el V Centenario del encontronazo entre las culturas americanas y europeas, en la que participó un numeroso colectivo de especialistas latinoamericanos de las ciencias naturales y sociales. La misma se inició en el río Napo y concluyó con el arribo de la expedición a la isla de Guananí o San Salvador en Las Bahamas. Aquel trabajo descomunal emprendido entre 1972 y 1979 para registrar los petroglifos peruanos y en el cual colaboraron prestigiosos especialistas peruanos como los Dres. Eloy Linares Málaga1 y Rogger Ravines (fig. 6),

• 1 El recientemente fallecido Dr. Eloy Linares Málaga, fue Catedrático y Profesor Emérito de la Universidad de San Agustín de Arequipa y fue considerado por muchos el «mejor rupestrólogo peruano».

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Figura 6 - El Dr. Núñez Jiménez en compañía de Rikard Holmbert (izq.) y Rogger Ravines en la urbanización Santa Felicia en Lima Foto: to m a d a de (N ú ñ e z 1 9 8 6 a , t. 2: 1 1 )

fue coronado con una obra emblemática sobre el dibujo rupestre peruano y universal: Petroglifos d el Perú. Panorama m un dial d e l arte rupestre (Núñez, 1986a), que no estuvo exenta de serias dificultades en su realización, ya que, después de varios años de investigaciones, el laboratorio donde se encontraba mucho de ese material recolectado —fotos, manuscritos, diapositivas, etc.—, y en el que se llevaba a cabo la realización de aquella obra, quedó sepultado por las inundaciones acaecidas al este de La Habana a inicio de los años 1980. Esto obligó a los investigadores a iniciarlo nuevamente para dar culminación a esta labor, lo que felizmente se logró en 1986. En sus páginas se recoge parte del universo del registro rupestre peruano, pero exclusivamente los ejecutados por la técnica del grabado; el estudio sistemático de los petroglifos condujo a los investigadores hasta los muros de las fortalezas y templos preincaicos, donde sus constructores tallaron glifos que constituyen las fronteras finales del dibujo rupestre, representados por altos y bajos relieves. El Dr. Antonio Núñez Jiménez constató la existencia de dos tipos de localidades petroglíficas en el Perú: las que aparecen en sitios donde existen decenas de rocas talladas, como por ejemplo Cochineros, en el valle de Mala (fig. 7), y aún miles de ellas, como en Toro Muerto; mientras que en otros sitios solo se halla una sola roca, con una o numerosas figuras. En este caso constituye un muestrario de muy diversos temas como en Sillustani, en el departamento de Puno y en la Piedra de Challatita, en el de Tacna.

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Figura 7 -En la piedra 4 del sitio Cochineros en el departamento de Lima (Núñez, 1986a, t. 2: 11 y 50) Foto to m a d a de (N ú ñ e z 1 9 8 6 a , t. 2: 5 0 )

El gran valor de estas investigaciones es que rescató de la destrucción constante a que eran sometidas —y aún lo son— estas importantísimas manifestaciones del dibujo rupestre, al reproducirlas y legarlas a la posteridad. Fue precisamente por las depredaciones a que era sometida esta relevante manifestación de la ideología y el pensar de los pueblos originarios —a menudo denunciada en los diarios limeños— que el Dr. Núñez Jiménez se motivó a comenzar una labor que en nada le resultaba ajena, pues las investigaciones del registro rupestre cubano las inició en los años 1940 junto con los Dres. Manuel Rivero de la Calle y José M. Guarch, así como los arqueólogos Ramón Dacal, Eduardo Queral y Orlando Pariente, entre otros. Al Dr. Antonio Núñez Jiménez, por su relevante actividad en defensa y salvaguarda del recurso patrimonial peruano e internacional se le concedió en 1974 el título de Investigador Honorario del Museo Nacional de Antropología y Arqueología del Perú. En el año 1986, por su incalculable valor documental de registrar un total de 72 estaciones rupestre a lo largo de prácticamente todo el territorio peruano como en los distantes departamentos de Puno y Cajamarca, el proyecto Regional de Patrimonio Cultural y Desarrollo PNUD/Unesco, en colaboración con el Instituto de Cooperación Iberoamericana y el Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, deciden publicar una separata de la obra P etroglifos d el Perú: Panorama M undial d el arte Rupestre bajo el título de El libro d e piedra d e Toro M uerto (Núñez, 1986b) debido a la necesidad, aún urgente, de proteger ese valioso tesoro de la humanidad descubierto en la década de los años 1950 por el Dr. Eloy Linares Málaga, quien acompañara a su amigo Núñez Jiménez durante su recorrido para

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registrar y documentar una parte importante de los cientos de piedras grabadas que conforman este repositorio.

3. Una momia Wancho visita La Habana En el segundo semestre del año 1975 visitó La Habana una amplia muestra arqueológica de las culturas prehispánicas del Perú, que recibió el título de «Tesoros del Perú»; la exposición tuvo lugar en la sede del Museo Nacional de Cuba (en este sitio actualmente se ubica la Colección Cubana del Palacio de Bellas Artes). Entre el material exhibido se encontraba un fardo funerario de la cultura Wancho (ahora a esta cultura se le denomina como Ychma) de entre los siglos XIV y XV d.n.e., extraída junto con otros trescientos en el período de julio-agosto de 1974 —n.° de Catalogación T-74 del Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Perú (MNAAP)— , durante las excavaciones de rescate efectuadas por el arqueólogo peruano Alfredo Sandoval, en la urbanización «El Sol de la Molina» en Monterrico hacia el este de la ciudad, en las afueras de Lima, muy cerca del valle de Rímac (fig. 8). Gracias a la colaboración y los estrechos lazos de amistad que durante años han mantenido los pueblos de nuestras dos naciones, durante la muestra un grupo de los más destacados investigadores de diferentes especialidades, tuvo la posibilidad de realizar las labores de desenfardelamiento de la pieza mencionada, actividad que se realizaba por primera vez en suelo cubano (Guarch, 1976). Para desarrollar las labores se conformaron dos equipos: uno denominado «De trabajo» que contó con una parte peruana y otra cubana, y uno «Asesor»; de esta manera los equipos estuvieron conformados como sigue:

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Equipo de Trabajo, parte peruana: Dr. Luis Figura 8 - Radiografía de la momia Guillermo Lumbreras y Arqla. Marcela Ríos, femeninade la cultura Wancho que se incorporan a las dos últimas jornadas. La FAo t° :. M ° m Í£ ! W a "cho ^ r ; A rchivo del Instituto C ubano de parte cubana: José M. Guarch (arqueólogo, fig. A ntro p o lo gía

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9), Caridad Rodríguez (dibujante), Zaida Sarol (dibujante), Alberto Quevedo (auxiliar), Sergio López (auxiliar), Pedro Jiménez (fotógrafo) y José J. Vidal (fotógrafo) todos de la Academia de Ciencias de Cuba. El Equipo Asesor estuvo compuesto solamente por personal cubano: Dr. Ernesto E. Tabío (arqueólogo), Dr. Pedro P. Duarte (botánico), Dr. Alaín Ruiz de Zarate (microbiólogo), Lic. Ángel Vizoso (microbiólogo), Lic. Giraldo Alayón (entomólogo), Luis R. Hernández (aux. de entomología), todos de la Academia de Ciencias de Cuba. También integraban el equipo el Dr. Manuel Rivero de la Calle (antropólogo) y el Lic. Ramón Dacal (arqueólogo) del Museo Antropológico «Montané» de la Universidad de La Habana; el Dr. Rolando Pereira (radiólogo) Figura 9 - El Dr. José M. Guarch durante y el Téc. Jorge Perera (rayos X) del Instituto de las labores de desenfardelamiento Foto: expediente M o m ia W a n c h o A rchivo Investigaciones y Cirugía Cardiovascular; y el del Instituto C ubano de A ntropología Téc. Amer Campos (restaurador de tejidos) de la Dirección Nacional de Museos y Monumentos del Ministerio de Cultura (fig. 10). El desenfardelamiento se efectuó durante 7 días en jornadas de 4 horas que se iniciaron el 2 de diciembre y concluyeron el 10 del propio mes, con un receso de las actividades entre los días del 5 y 8. Es oportuno destacar que durante dos de las sesiones se permitió la entrada del público y la prensa a la sala, mientras se ejecutaba el proceso. El resultado de la operación arrojó la presencia de un fardo funerario femenino de una edad aproximada de 40-50 años al fallecimiento, sin deformaciones patológicas, traumáticas, congénitas o culturales visibles; ciertas bandas coloreadas de azul en los brazos, sugirieron la posibilidad de tatuajes. Por el tipo de ofrendas que la acompañaban y la gran cantidad de las mismas, se asumió que debía corresponder a una tejedora relevante, máxime si considerábamos la presencia de un «calero», así como de la laminilla de plata que guardaba entre los sudarios.

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Figura 10 - Los arqueólogos Núñez Jiménez y Ramón Dacal preparando condiciones para el desenfardelamiento

Figura 11 - El arqueólogo Ernesto Tabío durante el proceso investigativo en la 6ta Jornada Nacional de Arqueología en 1976

Foto: c o rte s ía del A rql. A lfredo Rankin

Foto: c o rte s ía del Arql. A lfred o Rankin

S an tander

S an tan d er

4. El Guerrero de la cultura Chancay En 1976 durante la 6ta Jornada Nacional de Arqueología, celebrada bajo los auspicios del Museo Arqueológico «Guamuhaya» de la ciudad colonial de Trinidad, se efectuó por segunda ocasión en el país el desenfardelamiento de una momia peruana, pero en esta oportunidad de la cultura Chancay oriunda del valle de este mismo nombre, en la costa central de Perú, a unos 60 km al noroeste de la actual ciudad de Lima, que floreció aproximadamente durante el siglo XIV (fig. 11).

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Para realizar esta interesante intervención también se conformó un equipo asesor en el que nuevamente estarían presentes destacados especialistas cubanos de la talla del Dr. Ernesto E. Tabío (arqueólogo), Dr. José Manuel Guarch (arqueólogo), Lic. Giraldo Alayón (entomólogo) todos de la Academia de Ciencias de Cuba; así como el Dr. Manuel Rivero de la Calle (antropólogo) y el M.Sc. Ramón Dacal (arqueólogo) del Museo Antropológico «Montané» de la Universidad de La Habana, y el Dr. Antonio Núñez Jiménez, Presidente de la Comisión Nacional de Monumentos del Ministerio de Cultura.

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Entre otros colegas que participaron de la experiencia se encontraban los arqueólogos M.Sc. Alfredo Rankin Santander, Director de la institución anfitriona, y Ercilio Vento Canosa, médico forense, actual presidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Es oportuno destacar que de las islas vecinas del Caribe nos honraban con su presencia el Sr. Manuel García Arévalo Jr. y el Dr. Ricardo Alegría de República Dominicana y Puerto Rico respectivamente, quienes habían asistido en calidad de ponentes al evento. Las labores de desenfardelamiento pusieron en evidencia que la momia chancay pertenecía a un individuo masculino adulto, que había sido decapitado. Junto a la osamenta los especialistas encontraron una ofrenda consistente en una punta metálica de lanza, por lo que fue bautizado con el sobrenombre de «El guerrero chancay». Esta valiosa y singular pieza de la arqueología peruana, se exhibe en la actualidad en la sala museo de la filial de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre en la provincia de Sancti Spíritus, al centro del país.

5. Excavaciones en el valle de Nazca No es hasta el año 1996 que arqueólogos cubanos vuelven a encontrarse con el fascinante mundo de las culturas prehispánicas peruanas. En esta ocasión la suerte recayó en la investigadora Lic. Sandra Camila Rodríguez Pérez, de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, que fue invitada a prestar su colaboración en las labores que se efectuaban en el valle de Nazca. La estudiosa Sandra Camila Rodríguez Pérez, es graduada de Licenciatura en Historia de la Universidad de La Habana, era miembro colectivo de la Sociedad Espeleológica de Cuba y trabajaba como especialista en arqueología histórica y Jefe de Grupo de Investigaciones, en el Gabinete de Arqueología. Es así que por invitación del Dr. Giuseppe Orefici — quien dirigía la Misión Arqueológica Internacional sobre Investigaciones y Estudios Precolombinos— participó en una campaña de excavaciones por un período de un mes en el Centro Ceremonial Cahuachi, ubicado a 530 km al sudoeste de la capital peruana y considerado el más grande del mundo construido con ladrillos de adobe, con una extensión territorial de 24 km2 (también ver Orefici en este volumen).

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6. En busca del Qhapaq Ñan en la sierra de Huancabamba Durante el año 1998 se emprendió el proyecto de investigación «El Camino Real Inca en la Sierra de Huancabamba, Piura» de la Universidad Nacional de Piura dirigido por la Arqla. Rosa Palacios Ramírez, y la colaboración directa de la también Arqla. Lorena Zúñiga Saavedra; el mismo se pudo realizar gracias a los auspicios de la Empresa Eléctrica de Piura S. A. (E. E. P S. A.). Durante su ejecución estaba prevista la exploración de los territorios comprendidos entre los caseríos de Pulún y Santa Rosa en el distrito El Carmen de la Frontera (fig. 12).

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Figura 12 - Ubicación del Qhapaq Ñan en Huancabamba y el área de las estaciones rupestres de San Miguel de El Faique, Piura, Perú M o d ific a d o de Palacios et al., 1 9 9 8

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Conocida la posibilidad de registrar y documentar numerosas estaciones rupestres durante las labores de prospección en el área señalada, es que se decide invitar para que participe como miembro del equipo de investigación al arqueólogo cubano Racso Fernández Ortega, especialista en dibujo rupestre, con el fin de que se encargara fundamentalmente de estas actividades. El Ing. Racso Fernández Ortega es graduado de Ingeniería Industrial en el Instituto Superior Politécnico de Tashkent en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y es Master en Antropología de la Universidad de La Habana. Es Director del Departamento de Arqueología del Instituto Cubano de Antropología (ICAN) y de la Disciplina La Arqueología en el Patrimonio de la titulación «Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico-cultural» que se imparte en el Colegio de San Gerónimo de La Habana, facultad extra campus de la Universidad de La Habana. Es el Coordinador General del Grupo Cubano de Investigaciones de Arte Rupestre (GCIAR) y es miembro de la Subcomisión de Arqueología de la Comisión Nacional de Monumentos de Cuba. La provincia de Huancabamba se ubica al SE del departamento de Piura, limitando por el norte con el Ecuador, al noreste con la provincia de Ayabaca, al oeste con Morropón y al sur con Lambayeque. Esta provincia conocida internacionalmente por sus lagunas sagradas (Huaringas) guarda un importante legado patrimonial compuesto por numerosas estaciones con registros rupestres, sitios de habitación, funerarios y ceremoniales con destacados representantes de la arquitectura prehispánica como el Qhapaq Ñan o Real Camino Inca de la Sierra, que permanecía sin ubicar. En la campaña emprendida entre los días 29 de noviembre y 9 de diciembre de 1998, se localizó un tramo de aproximadamente 1000 m del Qhapaq Ñan conformado por una calzada empedrada de entre 6-7 m de ancho con sus dos muros perimetrales laterales, el del lado W con una altura de 1,50 m y el del lado E de 0,90 m; en el área entre los cerros Sural y Pico de Loro, a 3100 metros sobre el nivel del mar, flanqueando al distrito de El Carmen de la Frontera (Palacios et al., 1998, Neyra, 1999b) (figs 13, 14). Además se ubicaron las ruinas de numerosas estructuras domésticas lo que fue considerado en el momento, como evidencias de la antigua existencia de un tambo o ciudadela estructurada con muros de roca granítica unidos por mortero de barro, que formaban recintos, plataformas y terrazas (Palacios et al., 1998; Expreso, 8 de marzo de 1999, El Tiempo, 20 de enero de 1999).

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Figura 13 - Limpieza de uno de los muros perimetrales del Qhapaq Ñan Foto: c o rte s ía de la A rql. Lorena Z u ñ ig a S aa v e d ra

Figura 14 - Vista del lecho del camino entre los cerros Sural y Pico de Loro, a 3 100 metros sobre el nivel del mar Foto: c o rte s ía de la A rql. L orena Zu ñ ig a S aa v e d ra

7. Las estaciones rupestres de San Miguel de El Faique En la ruta hacia Huancabamba se localiza un pequeño poblado bautizado con el patronímico de San Miguel de El Faique, a 1 050 metros sobre el nivel del mar. Allí se encuentra el valle Villaflor que está rodeado por los cerros Huayanay Grande y Chico, Huando y San Antonio; se encuentran ubicados en el piso ecológico conocido como yunga ubicado entre los 500 y 2 300 metros de altura.

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Este fue el paraje que motivó la permanencia por espacio de una semana en el mes de diciembre de 1998, de los especialistas Racso Fernández, Lorena Zuñiga y Rosa Palacios, para el estudio de numerosas estaciones petroglíficas que habían conocido de forma oral durante su presencia en el pequeño poblado tras las huellas del Qhapaq Ñan de la sierra, y por que la investigadora Rosa Palacios ya había visitado dos de las estaciones con anterioridad.

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Desde mediados de la década de 1990, se conocían en esta área las estaciones rupestrológicas de Tres Mangos y La Línea (Palacios & Morales, 1994); así como La Casa de Agustín Salvador y Los Alamos (Guerrero, 1998). La mayoría de los petroglifos fueron ejecutados con la técnica del percutido y rayado en surco profundo realizado con un instrumento de mucho mayor dureza, técnica descrita y denominada como T4 por el Dr. Antonio Núñez Jiménez (Núñez, 1986a). Estos guardan una homogeneidad morfológica formando retículas, zig-zag, círculos concéntricos, figuras geométricas y, en ocasiones, imágenes antropomorfas que muestran el cuerpo completo o solo el rostro (Neyra, 1999a; 1999b; Fernández et al., 2005). En la generalidad de los casos los petroglifos suelen estar en rocas aisladas a lo largo de los cursos de agua sean lagunas, cañadas, pequeños arroyos y acequias. Este interesante conjunto de condiciones naturales propiciaron que el hombre antiguo le concediera propiedades mágicas y sagradas al valle reconociendo a los cerros Huayanay Grande y Chico como apus destinados a proteger a este apacible espacio (figs. 15A, 15B). Durante el trabajo de prospección, registro y documentación se censaron un total de 24 sitios arqueológicos por información oral. De ellos, trece son estaciones rupestres de las que se documentaron un total de siete mediante

Figura 15A, B - Petroglifos de las estaciones Los Álamos I y II, San Miguel de El Faique, Huancabamba, Piura, Perú S ac a d o de Fernández et al., 2 0 0 5 . Foto de R acso Fernández O rtega.

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el «tizado»2 de los petroglifos para realizar los calcos in situ con celofán o papel mantequilla y marcadores o plumones; también se empleó la toma de fotografías en negativo de las cuales se obtuvieron las diapositivas para corregir los calcos (Neyra, 1999b; N uevo Correo, 13 de marzo de 1999; Fernández et a l., 2005).

8. Prospección arqueológica en Sorochuco, Celendín, Cajamarca La presencia cubana en esta región peruana, destacada como tantas otras por las reconocidas culturas que la poblaron antes de la llegada del conquistador europeo, estuvo motivada por la necesidad de realizar las labores de prospección arqueológica por la licitación otorgada a la Empresa Minera Placer Dome del Perú S. A. C. para la explotación del área denominada La Carpa de aproximadamente unas 3 000 ha en el distrito de Sorochuco de la provincia de Celendín en el departamento de Cajamarca. Las áreas visitadas estaban prácticamente inexploradas hasta la ejecución del estudio de prospección emprendido por el Museo «Horacio H. Urteaga» de la Universidad Nacional de Cajamarca. Las labores fueron dirigidas por la Arqla. Alicia Narro León, Directora de dicha institución, con la participación de los investigadores Lorena Zuñiga, Rosa Palacios y Racso Fernández. Entre los objetivos perseguidos se encontraban, además de la prospección arqueológica, la elaboración de una secuencia cronológica de la zona estudiada, la propuesta de identificación de las funciones sociales de cada uno de los sitios prospectados y registrados, así como la realización de una evaluación del estado de conservación de los mismos. De esta forma se emprendieron las labores previstas en el área La Carpa durante dos campañas de campo, la primera en diciembre del 1998, y la segunda en enero 1999. La prospección realizada permitió identificar un total de 24 sitios, de los cuales dos constituían centros ceremoniales, cuatro eran espacios de habitación, trece funerarios y el resto plataformas, aterrazamientos y caminos de herraduras (Narro et al., 1999a; 1999b) (figs 16, 17).

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2 Por esa fecha aún se empleaba este método invasivo de documentación que ya se encuentra en desuso.

La relación d e los investigadores cubanos con la arqueología p eru a n a (1953-2008)

Figura 16 - Paramento del Centro Ceremonial del Cerro Collona Foto: R a c s o Fernández O rte g a

9. La presencia cubana en el tercer milenio Ya entrado el tercer milenio, la participación cubana no se produce hasta la segunda mitad de su primera década. En el año 2008 el Instituto Cultural RVNA y el Centro de Estudios Huarinos de la Región Ancash en Huari, habían recibido el encargo por parte de los gobiernos provincial de Huari y municipal de Huachis de ejecutar las labores de diagnóstico, prospección y puesta en valor de sitios arqueológicos con vistas al desarrollo de proyectos de turismo regional. Es de esta manera que el estudioso cubano Daniel Torres Etayo, fue invitado a unirse al grupo de investigadores conformado por Ricardo Chirinos, Lucía Borba, Bebel Ibarra, Nilton Ríos Palominos, Arturo Noel Espinoza, Leonel Hurtado y Cristián Vizconde. El investigador Daniel Torres Etayo es graduado en Licenciatura en Historia por la Universidad de La Habana y es Master en Arqueología por el Instituto Cubano de Antropología, institución perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medioambiente. En la actualidad se desempeña como Director del Grupo de Arqueología del Centro de Conservación, Restauración y Museología de La Habana (Cencrem), subordinado al Consejo Nacional de

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Patrimonio Cultura. También es miembro de la Subcomisión de Arqueología de la Comisión Nacional de Monumentos de Cuba. Con el equipo de investigadores antes señalado el M.Sc. Daniel Torres Etayo, participó en la realización de la prospección arqueológica del sitio preincaico Ñaupamarca ubicado a más de 4 000 m de altitud, en la región de Ancash en la municipalidad de Huari en los Andes peruanos. Este sitio correspondiente al horizonte cultural Huari, posee una cronología que corre desde 900 d.n.e. hasta el período Inca (1500 d.n.e.). Durante las labores encomendadas, el investigador cubano estuvo a cargo de la prospección geoquímica de suelos de las estructuras arquitectónicas, planteándose el objetivo de identificar la funcionalidad de las diferentes áreas de habitación localizadas en la ciudadela. Entre los resultados obtenidos se pudo identificar la existencia de al menos cuatro tipos de actividades bien definidas correspondientes a su vez a cuatro tipologías constructivas presentes en el sitio: estructuras circulares de habitación preincaica; estructuras circulares ceremoniales preincaicas, patios de producción y habitaciones rectangulares de ocupación inca. Su activa colaboración le permitió realizar así mismo estas actividades en el sitio María Jiray, también correspondiente al período Huari (Torres, 2008).

10. A manera de resumen No resultaría ocioso apuntar que a lo largo de los cincuenta años transcurridos desde la primera colaboración entre los arqueólogos de nuestras dos naciones en 1958, son muchas las esferas que se han beneficiado con las labores de exploración, prospección, documentación, excavación y análisis de los resultados obtenidos.

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La presencia de la colaboración cubano peruana que fue iniciada con los destacados arqueólogos Dres. Ernesto Tabío Palma y Antonio Núñez Jiménez, fue continuada en el tiempo por otros especialistas, lo que ha permitido que se haya manifestado en casi toda la geografía del Perú y en particular en la zona central —Lima, Ancón, etc.— y noreste —Piura y Cajamarca— . Las investigaciones realizadas no se circunscribieron al suelo andino, sino que también en dos ocasiones en ciudades cubanas, de manera excepcional, se efectuaron las labores de desenfardelamiento de momias de las antiguas culturas peruanas, permitiéndoles a los arqueólogos antillanos una particular experiencia y un inigualable intercambio de saberes con los colegas peruanos.

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En un futuro no muy lejano esperamos concretar el anhelo de desarrollar un Encuentro Cubano-Peruano de Arqueólogos con el auspicio del Instituto Cubano de Antropología y alguna entidad académica o docente peruana, donde realizar el balance de estos 50 años y ampliar los marcos de la cooperación trazando nuevas metas investigativas para el futuro reciente.

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P arte I V

P e r so n a je s d e la ARQUEOLOGÍA EN EL PERÚ DEL SIGLO X X

Entre el Perú antiguo y el Perú moderno: los trabajos de Uhle en el Perú y su impacto Peter Kaulicke En la opinión general, Julio C. Tello (1880-1947) no solamente merece el epíteto de Padre de la Arqueología del Perú con lo que se convierte en el primer representante destacado de una profesión en ciernes. Aún, a más de seis décadas de su muerte, sigue siendo considerado como el arqueólogo peruano más destacado o «popular», lo cual no se limita a un fenómeno «nacional», sino que va más allá de las fronteras del Perú (véase Burger, 2009). Aparentemente, es producto de una mitificación y, en el caso del propio Tello, de una eficaz automitificación. Se enfatiza la imagen del indio reivindicado, del «primer arqueólogo indígena» a nivel panamericano (Burger, 2009). Es el artífice del autóctono origen glorioso de la nacionalidad peruana y lo defendió ante un extranjero al que el mismo Tello le concedió el título de Padre de la Arqueología científica en el Perú (Tello, 1921: 1): el alemán Friedrich Max Uhle (1856-1944). La reputación de este último cuyo «pecado» principal fue el de proponer un origen «importado», por ende, se convierte en algo contradictorio. Se le concede, en el Perú, un cierto mérito por haber propuesto una periodificación que sigue siendo básicamente válida, pero esta, en la opinión de muchos arqueólogos peruanos, es de un valor algo reducido y casi prescindible. Menos halagadoras son calificaciones como expoliador de antigüedades, antipatriota, imperialista

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recalcitrante, desinteresado en la relación del pasado con el presente, etc. Estas, a menudo, se deben a reacciones irritadas de colegas de otras disciplinas cuyos aportes fueron criticados por Uhle (véase Kaulicke, 2010b). Cabe señalar, sin embargo, que su fama es bastante más positiva en otros países como Estados Unidos, Chile o Argentina (véase Kaulicke, 2001; Nastri, 2010; Núñez, 2010; Santoro et al., 2010). Evidentemente, el caso de Uhle en el Perú es la cara opuesta de la mitificación de Tello, teñida de xenofobia al servicio de variados intereses como lo es el racismo benevolente y no tan benevolente en el caso de Tello. Son estas actitudes estereotipificadas que provocan la exclusión y, por tanto, ignoran de modo enteramente intencional las complejas interrelaciones entre los arqueólogos peruanos y extranjeros. Estas interrelaciones, sin embargo, son esenciales hasta el punto que sin ellas no existiría una arqueología en el Perú, al menos en el sentido que ha adquirido en la actualidad. Estereotipificaciones o calificaciones simplificadas y, de ahí falsificadoras, presentan un problema fundamental que también se observa en otros aspectos de la práctica de los arqueólogos que valdría la pena especificar pero que tomaría demasiado tiempo para discutirlas en detalle en este contexto. Obviamente, esta actitud produce estas mitificaciones politizadas que son más longevas que el reconocimiento y el análisis pormenorizado de los particulares logros específicos y notables de Tello y Uhle los que, a menudo, resultan desconocidos por la mayoría de los no arqueólogos e incluso de muchos arqueólogos (Kaulicke, 1998: 70). El resultado es esta contraposición que no se debe a evaluaciones y discusiones críticas de las posiciones originalmente planteadas por ambos sino a reinterpretaciones posteriores basadas en opiniones personales de segunda mano. De esta problemática quiero destacar algunos puntos que requieren un análisis más detenido. Un problema básico son las definiciones de lo que es la Arqueología y de aquellos que se llaman arqueólogos. ¿A partir de qué situación se puede hablar de Arqueología y cómo podría imaginarse una situación «prearqueológica»? Otra pregunta sería la de reflexionar sobre la evolución en esta disciplina. Aplicado a nuestro caso ¿qué es lo que se convierte en obsoleto, como quizá la «periodificación» de Uhle y en qué reside la sorprendente «actualidad» incólume de Tello tomando en cuenta, con ambos, se inicia la arqueología? Relacionado con ello cabe reflexionar sobre el hecho que ambos se convierten en arqueólogos después de haberse formado en otras disciplinas: Tello en el campo de la medicina y Uhle en el de la lingüística lo que es un fenómeno bastante común aún después de ellos. Si nos concentramos primero en un intento de definición del término arqueología sería conveniente partir de la situación europea o más específicamente alemana,

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de la que proviene Uhle. En el siglo XIX la Arqueología estaba relacionada con el estudio de la Antigüedad Clásica. De ahí no es casualidad que el Instituto Arqueológico Alemán fuera fundado en Roma, en 1829, y en la terminología alemana actual esta asociación se mantiene tanto como disciplina académica como en el uso popular, aunque una definición más general también existe. Por tanto, su campo está restringido al Mediterráneo y a aquellas áreas influenciadas directamente en base a la presencia de fuentes escritas y/o evidencias materiales pertinentes. El estudio de los restos materiales en países fuera de este ámbito se debe a evidencias que anteceden a fuentes escritas por lo que se llama Prehistoria. Esta también se limita al Mediterráneo y a la Europa moderna por lo que «el resto del mundo» corresponde al campo de la Etnología o Antropología. Esta separación arbitraria es producto de un eurocentrismo abierto ya que abarca sistemas sociales comparables (Kaulicke, 2000: 165-166). Este concepto de antropología se parece al de los Estados Unidos y otros países anglófonos donde la Arqueología forma parte de un conglomerado de disciplinas cuyo objetivo es tanto el estudio de sociedades modernas como de las del pasado. De ahí resulta otro problema enfocado en la frase categórica atribuida a Willey, pero aparentemente algo mal entendida, que «la arqueología es antropología o no es nada» en un sentido diferente al que se mencionó para Alemania. El término antropología (física) también se aplica al estudio de la anatomía moderna del hombre moderno o de homínidos extinguidos. En el Perú, la situación es algo diferente ya que, en los inicios, esfuerzos correspondientes de parte de los intelectuales criollos se caracterizaban por fuertes influencias desde Europa. Emergen en un ambiente colonial y, por tanto, en relaciones de fricción entre diversos intereses internos y externos con un cierto paternalismo europeizante frente a los llamados indígenas. Estos intereses, entre los que se sitúan los de situaciones y vestigios materiales pre-europeos, se inician ya en la colonia temprana. Se centran en la relación entre el «Viejo» y el «Nuevo Mundo» que, por razonamientos jurídicos y teológicos tiende a inclinarse por un origen externo, opuesto y revertido en una lógica basada en la autodefensa por el indigenismo mestizo que cuenta con simpatías de algunos europeos. En este ambiente, el interés en el pasado materializado se limita básicamente a la expoliación, pero hay algunos, como Pedro Cieza de León, un observador agudo de la diversidad de sociedades andinas de su tiempo que conservan condiciones pre-europeas pero consciente de un pasado diferente y más lejano por lo que algunos entusiastas no dudan en otorgarle el título de Padre de la Arqueología. No sorprende

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que Tello prefiera a Guamán Poma con sus visiones del pasado lo que incluye la cronología prehispánica propuesta por el último. De ahí se produce, por tanto, una controversia longeva en la que el pasado pre-europeo es utilizado para fomentar politizaciones europeizantes o imperialistas (véase Ganger, 2006, para un caso particular como el de Rivero-Tschudi véase Kaulicke, 2003) e indigenista-nacionalistas que lleva a la que nos ocupa. Dentro de esta lógica es evidente que el «indio» Tello goza de un reconocimiento mucho más elevado que el «teutón» Uhle. Se observa, por tanto, que la definición de la Arqueología en un sentido amplio de la preocupación o utilización del pasado es difícil debido a sus complejas interrelaciones entre lo expresamente arqueológico (en el sentido de la obtención de datos empíricos, su análisis y su interpretación) y las disciplinas afines, tanto de las ciencias humanas como sociales y las ciencias naturales. Es esta interrelación, hoy llamada interdisciplinariedad, la que caracteriza (o debería caracterizar) a la Arqueología, y por ende, al arqueólogo profesional. Esta interdisciplinariedad es a menudo considerada como un logro o mejor dicho una meta reciente, ya que sigue siendo un postulado pocas veces realizado en el Perú, pero esta más bien ha sido, desde los principios, una actitud casi natural en la mayoría de los arqueólogos pioneros. Uhle no solamente era un lingüista dotado y bien formado como lo reconocen muchos lingüistas de la actualidad (véase Cerrón-Palomino, 1998; 2010), sino que se destacó por aportes significativos en el campo de la (etno)historia y de la etnografía (véase Kaulicke, 2010; Kaulicke (ed.), 1998). Sus estudios no solo se dirigieron hacia un ordenamiento cronológico del pasado: Como en el mundo antiguo en la arqueolojía ejipcia, babilónica, prehelénica, etc., no solo se buscan i describen nuevos restos no conocidos, sino se los usa al mismo tiempo para la reconstrucción del desarrollo de las civilizaciones... de los factores que han contribuido a formarlas, de su migraciones... de las causas que sirvieron a producirlas i después de perderlas... (Uhle, 1917: 387-388). En esta visión histórica, con cierto aire procesualista, la «cultura tradicional» de las comunidades andinas actuales es vista como una especie de herencia viva y, por ende, indispensable en un estudio «holístico»:

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Todo lo que todavía podemos oir, ver y observar en el Perú... hasta la antigua organización gentil, existe todavía en la sierra, como también el título y el oficio de los Incas. (Uhle, 1906: 413)

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Es este afán «holístico» que no solo se percibe en Uhle, sino también en Tello. Cabe señalar que la diferenciación marcada entre las ciencias sociales y las naturales que se ha hecho común en la actualidad era esencialmente desconocida en la percepción de ciencia de buena parte del siglo XIX y solo hace poco vuelve a cuestionarse. Desde un punto de vista epistemológico la Arqueología y otras disciplinas involucradas tienen como meta la descripción y la explicación (o interpretación) sistemáticas y empíricamente controladas del modo de la vida humana como un total que está originado y sostenido por la acción o el comportamiento social interindividual que se expresa en forma específica como patrones de interacción, grupos, organizaciones o sociedades cuya existencia y evolución se debe a leyes específicas. Pero, en general, la definición de Sociología (y, por ende, de la Arqueología) se complica por las controversias y problemas relacionados con el materialismo histórico, los principios metodológicos cambiantes, las relaciones con el objeto de estudio y los conceptos teóricos que incluyen el amplio campo del saber común. Seres humanos, el objeto del estudio, tienen posiciones propias de sus propias actividades y, por ende, influencian indirectamente las investigaciones y las convierten en subjetivas. A ello se suma el estudio de lo ajeno, del «otro» que es estrictamente incomprensible y de ahí anticientífico, lo cual constituye un problema central de la Antropología. La complejidad de los fenómenos sociales además dificulta la abstracción, de modo que se debe abandonar la posibilidad de llegar a generalizaciones a modo de leyes para concentrarse en la comprensión interpretativa a menudo concentrada en la hermenéutica. Vista de esta perspectiva teórica, la Arqueología se constituye como tarea aún más compleja ya que se enfrenta a enormes dimensiones de tiempo que desafían la interpretación. Tenemos que concluir también que, en este sentido, los aportes de Uhle y de Tello no se excluyen mutuamente, tampoco son superados por más que la base empírica se haya ampliada de manera sustancial. Los trabajos de Uhle en muchos sitios del Perú aún sirven de guía para proyectos llevados a cabo en la actualidad tal como fue expuesto en un simposio de 2006 cuyas actas fueron publicadas recientemente (Kaulicke et al., 2010). Si se emplea la hermenéutica en la comprensión interpretativa, es preciso reconocer una amplia gama de enfoques válidos pese a sus diferencias. Es precisamente la abundancia de significados que enriquece la interpretación. Esta abundancia refleja una enorme dinámica fluida entre lo sincrónico y lo diacrónico que no se resuelve por la multidisciplinariedad o

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una especialización extrema. Estas últimas contribuyen significativamente a la ampliación de bancos de datos, pero no necesariamente a la formulación de nuevas interpretaciones de orden más teórico. De lo expuesto queda claro que existe también una interrelación estrecha entre la práctica y la teoría. Es la primera la que está ocupando cada vez más espacio e involucra a muchas personas más que a los arqueólogos inscritos en el RNA (Registro Nacional de Arqueólogos). Esta tendencia está tan marcada que los arqueólogos-investigadores pueden convertirse en una especie en peligro de extinción. Prioridades dictadas por el mercado como el turismo, la divulgación o venta de la arqueología a modo de Indiana Jones y el impacto ambiental requieren servicios como técnicos de diversa índole o promotores/ empresarios. Esto lleva, por un lado, a la reducción del arqueólogo académico —y todos los arqueólogos peruanos todavía lo son— a técnico de mando medio o menos que medio y, por otro, a una especie de negociante. La eficiencia del último depende de sus habilidades por generar recursos y presentarse como promotor de su propia imagen que, a su vez, depende de una imagen del pasado materializado tanto en forma de sitios vistosos como de material de alto valor estético apto para exhibirse en museos, con el fin de atraer el interés del turista. El material exhibido, sin embargo, a menudo no proviene de excavaciones controladas sino son productos de otra clase de «arqueólogos» que se dedican a destruir y enriquecerse con el patrimonio, guiados por el afán de beneficiarse del insaciable mercado de antigüedades. De ahí, existe otro grupo de arqueólogos (y no arqueólogos) que se especializan en la protección del patrimonio arqueológico. Este es un tema particularmente agobiante por básicamente dos razones: a) la legislación nacional e internacional es deficiente por la inexistencia de un eficiente aparato controlador que permita reconocer destrucciones a tiempo y disponer de contramedidas eficientes salvo en contadas excepciones; b) la naturaleza del trabajo arqueológico que también destruye contextos. En los frecuentes casos en que estos no se documentan debidamente y se hacen asequibles a colegas y al público interesado, la diferencia entre ellos y los huaqueros no resulta tan nítida como se quiere creer. Quizá esto tenga relación con un control cada vez más estricto de los arqueólogos que trabajan en el campo cuyo efecto positivo es mínimo ya que favorece a otros grupos menos controlados y castiga a los que se rigen por el interés científico en su disciplina. Evidentemente, a Uhle y Tello también les preocupaba la destrucción del patrimonio. En un trabajo poco conocido de Uhle (Uhle, 1917, reeditado

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en Kaulicke [ed.], 1998: 301-335), el autor fundamenta una ley, después de presentar un balance bastante lúgubre de la situación del patrimonio y del poco interés en protegerlo de modo eficaz y de recomendaciones que merecen citarse: Ya es hora de que todos los países americanos se acuerden del deber que tienen para con los restos del pasado precolombino de su propio suelo, para hacer renacer de ellos la historia del pasado como mejor panacea de su propio porvenir. En cada estado debería haber al menos un museo de antigüedades nacionales, con un personal en parte científico, en parte técnico adecuado. No debería faltar la dotación necesaria para su administración i para expediciones con que se hubieran de solucionar las cuestiones del desarrollo de las civilizaciones pasadas. Los museos deberían abrirse al público gratuitamente, porque la dilucidación del pasado no es una ciencia con fines esotéricos sino para el uso del pueblo mismo, i si es posible, debería ofrecérsele la ocasión de conocer este pasado por conferencias, explicación de las colecciones, i orientación expositiva por las ruinas no muy apartadas. Presenta otras recomendaciones que suenan bastante modernas, todo para sustentar un ju s historiae antiquae am ericanae es decir una ley que sea compartida por todos los países americanos como un necesidad vital para la consolidación de sus respectivas identificaciones con su pasado como historia que justifica el presente y lo orienta. Queda evidente que esta visión de Uhle no se ha podido realizar hasta la actualidad por lo que se mantienen muchos de los problemas ya observados por él hace casi cien años.

Conclusiones Pese a las orientaciones e intereses personales que difieren en las vidas y obras de Uhle y Tello debe haber quedado claro que, entre ambos, hubo muchos puntos en común por lo cual las mitificaciones y automitificaciones, positivas y negativas, crean innecesarias imágenes contraproducentes. Es por ello que habría que destacar los méritos de ambos en aspectos más directamente ligados a la Arqueología. De este modo se contesta también las preguntas planteadas al inicio. La cronología establecida por Uhle es un aporte fundamental, en palabras de Rowe (1998: 18) «una hazaña intelectual de primer orden». Está muy lejos de la arbitrariedad que algunos peruanos sospechan en cualquier intento de «periodificación», sino la columna vertebral si se entiende la Arqueología como una disciplina histórica, la que evidentemente es —y tanto

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Uhle como Tello estaban convencidos de ello—, tanto en el Perú como en cualquier otra parte del mundo. Solo que esta historia se basa en mecanismos de definición de tiempo que requieren evidencias temporales materializadas. No es, por tanto, la especulación teórica con préstamos libres de otras disciplinas como Sociología, Antropología, Filosofía o Ecología que se imponen sobre lo material, sino es precisamente al revés. Cualquier teoría arqueológica requiere el sustento en las evidencias materiales para servir de un medio de comprensión fundamentada del pasado en situaciones y circunstancias concretas en vez de difusos procesos generalizantes. La construcción de estas cronologías es complicada y no se resuelve por la aplicación irreflexiva del 14C que algunos toman como la solución «elegante» del fastidioso trabajo que implica su construcción (Kaulicke, 2010a). Uno de los aportes más relevantes de Tello no es tanto su concepto de «origen reivindicador» o la nacionalización de un origen glorioso, sino el hecho de haber consolidado, casi en forma unipersonal, la base empírica del Formativo. Descubrió y excavó la mayoría de sitios principales en la costa lo que resulta particularmente evidente en los complejos de los valles de Casma y Nepeña. Publicó el único catálogo de piezas líticas de Cerro Sechín (Tello, 1956: 146-228) hasta 1995 cuando se produjo otro más completo (Samaniego & Cárdenas, 1995). Publicó asimismo el único catálogo de piezas líticas en Chavín de Huántar (Tello, 1960: 172-304) pese a que se considera que estas piezas definen el estilo Chavín (en el sentido del arte del Formativo en general). También es el que más ha contribuido a la interpretación del trasfondo religioso de este arte en una serie de trabajos poco conocidos o considerados en la actualidad (Tello, 1923; 1942 entre otros). El material de excavación pertinente (particularmente la cerámica) solo publicada por él en forma muy seleccionada no ha sido reubicado y reanalizado hasta la actualidad; un destino parecido sufrió el cuantioso material de Uhle pese a que mucho de ello es perfectamente asequible en museos de universidades estadounidenses. Reconocer la enorme complejidad de los pasados exige una actitud respetuosa de sus relictos materiales y el diseño de enfoques holísticos que requieren la colaboración estrecha y sostenida de muchos expertos, entre los que se encuentran los arqueólogos.

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Respeto significa también la accesibilidad al material en forma de catálogo y análisis respectivos. Enfoques de este tipo deben aplicarse de manera comparativa lo que implica colaboración más allá de las fronteras modernas de los estados nacionales.

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De todo lo expuesto debe haber quedado claro que hasta los llamados Padres de la Arqueología del Perú, en efecto, tienen mucho de vigente y poco de obsoleto. El caso de Uhle es al menos tan apropiado en este respecto como el de Tello y los aportes de ambos se complementan en vez de representar «pilares opuestos de la arqueología peruana» (Morales, 1993: 19).

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Tras los pasos perdidos de Julio C. Tello, 1909-1919 César W. Astuhuamán Gonzáles

Julio C. Tello nos es familiar con los temas de Chavín, Paracas, Moche, Museos, Orígenes de la Civilización Andina, Chavín la Cultura Matriz, Etnografía, Arqueología Indígena; pero esta es la imagen del Tello maduro, en la plenitud de su obra. En este trabajo nos interesa abordar la etapa del joven Julio C. Tello, y tenemos dos objetivos al hacerlo; primero, aproximarnos a la biografía, real, de Julio C. Tello; además, entender la formación de posgrado de Julio C. Tello, sus primeras expediciones científicas, y las implicancias futuras que ello tuvo en su obra. Para la realización de esta investigación hemos recurrido a la revisión de documentos publicados (biografías oficiales) e inéditos (correspondencia y documentos administrativos); estos últimos han sido consultados en el Archivo Tello de la UNMSM y en los archivos de la Universidad de Harvard, del Instituto Iberoamericano (Berlín), y el de la Universidad de Londres. Asimismo, se ha realizado trabajo de campo (reconocimiento) para identificar los lugares descritos en los documentos consultados. Hemos elegido algunos hechos relevantes en la biografía del joven Tello; empezamos con su tesis acerca de la antigüedad de la sífilis en el Perú (1909); seguimos con sus años de becario en Estados Unidos y Europa (1909-1911); continuamos con su participación en las primeras expediciones (1913-

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1916); luego, destacamos sus primeras obras; y finalmente, concluimos con la importancia de los años formativos de Julio César Tello Rojas y su transformación en Julio C. Tello, considerado años más tarde como el Padre de la Arqueología Peruana.

1. La antigüedad de la sífilis en el Perú (1909) A comienzos de marzo de 1900, Tello ingresó a la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos, y hacia fines de marzo de 1902, fue promovido a la Facultad de Medicina de San Fernando. Luego, a inicios de mayo de 1906, Tello, alumno ya del quinto año de Medicina, ofreció una conferencia titulada «La craniectomía en el Perú Prehistórico». A mediados de mayo de 1907, luego de ganar la plaza por concurso, Tello empezó su internado en el Hospital Dos de Mayo de Lima (Tello, 1906); se dedicó también a terminar su investigación para graduarse con tesis (Mejia, 1948: 8-9; Daggett, 1992: 3-5). El 16 de noviembre de 1908, Julio C. Tello sustentó exitosamente su tesis «La antigüedad de la sífilis en el Perú», para optar el grado de Bachiller, la misma que fue aprobada por aclamación, distinción otorgada excepcionalmente. En una carta del 12 de marzo de 1909, Ricardo Palma escribe al respecto: ... La tesis de Tello es la primera, en los tres siglos de existencia que lleva la Universidad de Lima, que se aprueba por aclamación. (Palma & Rodríguez, 2006 [1909]: 57).

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Su tesis, que tenía por objetivo conocer las motivaciones que ocasionaron las trepanaciones craneanas, es un trabajo pionero de los estudios interdisciplinarios, pues integra información arqueológica, etnohistórica, médica y antropológica. Tello contrastó dicha información con su hipótesis:

Figura 1 - El joven Julio César Tello Rojas Foto: A rchivo Tello. U niversidad N acio nal M a y o r de San M arc o s

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la sífilis sería autóctona y una de las causas de las trepanaciones (Espejo, 1959: 10, 28-40). Se dispuso la publicación de su tesis por acuerdo de la Facultad de Medicina; la misma que también solicitó al gobierno nacional que comprase la colección de quince mil cráneos en propiedad de Tello, reunida durante varios años, con el propósito de crear el Museo de Anatomía y Patología. La mayor parte de esta colección sería adquirida por la Universidad de Harvard en 1911 (Espejo, 1959: 28-29; Mejía, 1964: 77; Miró, 1969: 23, 170; Daggett, 1992: 3, 13). En la dedicatoria de la tesis, Tello le agradece a Don Ricardo Palma por el ejemplo y los consejos que contribuyeron a la formación de su carácter, y por la valiosa ayuda brindada (Espejo, 1959: 22). Palma fue la persona que más influyó en la formación universitaria de Tello, a quien consideraba un «... hijo de la dicha...» (Miró, 1969: 168). Es precisamente en su tesis de 1908, donde Tello planteó la siguiente disyuntiva «... O la sífilis es exótica, importada de un lugar americano más ó menos, distante ó de otro continente, ó es autóctona de nuestro suelo.» (Tello, 1909: 176-177), la cual retomará en sus trabajos de 1921 y 1929, al plantear el problema de los orígenes de la Civilización Andina, estableciendo un paralelo entre ambas. En enero de 1909, Tello asistió a una cena en honor a los recién graduados, en especial a García Calderón, quien había publicado El Perú C ontemporáneo en 1907 (García Calderón, 2001 [1907]. En la reunión, Don Ricardo Palma declaró que los homenajeados, Tello y Riva Agüero, eran los mejores de su generación, posteriormente denominada d el N ovecientos. Todos ellos seguirían rumbos distintos y asumirían diferentes posiciones frente a los indígenas y el pasado prehispánico (Tealdo, 1942: 75; Espejo, 1959: 40; Flores Galindo, 1987: 227, 237-239; Castillo & Moscoso 2002: 166, 181). A fines de abril de 1909, Tello recibió el grado de Médico y Cirujano, y por un tiempo tuvo su consultorio y ejerció la profesión, pero vivía en un modesto apartamento en la calle Chillón n.° 145 (Mejía, 1967: viii; Espejo, 1959: 50). En el primer semestre de 1909, se publicó su tesis como un libro (Tello, 1909; Mejía, 1967: viii). Convertido en una celebridad por sus méritos, Tello fue premiado durante las Fiestas Patrias con una medalla de oro por la Municipalidad de Lima, siendo alcalde Billinghurst, debido a la excelencia de su grado académico (Miró, 1969: 23). El 21 de agosto, una resolución suprema del gobierno de Leguía, a solicitud de la Facultad de Medicina, le otorgó una beca de perfeccionamiento por dos años para estudiar Antropología en la Universidad de Harvard; aunque primero Tello tuvo que decidir entre

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Francia y Estados Unidos (Lohtrop, 1948: 51; Espejo, 1959: 50; Mejía, 1967: vi). Así, luego de renunciar a sus dos trabajos, en la biblioteca y el hospital, partió el 14 de setiembre rumbo a Nueva York vía Panamá a bordo del vapor Loa (Mejía, 1964: 80; Mejía, 1967: viii; Miró, 1969: 39). En 1910, el Gobierno de Perú lo nombró su representante a d honorem ante la Junta de la Asociación de Cirujanos del Ejército de los Estados Unidos de América, con sede en Richmond, Virginia (Mejía, 1948: 30). A fines de ese año fue elegido miembro de la Asociación de Antropología Americana (Mac Curdy, 1911: 100), y participó en los encuentros anuales de 1910 y 1911­

2. El becario Julio C. Tello (1909-1911) Desde octubre de 1909, Tello fue alumno becario en la Escuela de Graduados de la Universidad de Harvard, en la Facultad de Artes y Ciencias (ver fig. 2). Esto le permitió completar la beca del gobierno peruano «... para que perfeccione sus estudios antropológicos.» (Palma & Rodríguez, [1909] 2006: 86), pues Harvard asumió los costos de la enseñanza. En el Departamento de Antropología participó, según Mejía, en los cursos de Antropología General y Americana, Arqueología, Etnología, Sociología y Lingüística (Mejía, 1967: viii-ix); aunque contrastando el certificado de notas de Tello con la relación de cursos que se enseñaron entre 1909 y 1911 es más probable que haya participado en los cursos de Arqueología Americana y Etnografía (Dixon), Lenguajes Indios Americanos (Dixon), Etnografía General (Dixon), Somatología (Farabee), y Arqueología y Etnografía de México (Tozzer), entre otros. En el certificado de notas de Tello figura que durante el primer año (1909-1910) él participó en un curso de Zoología y cuatro de Antropología; en el segundo año (1910-1911), en cuatro cursos de Antropología. Sin embargo, no se especifican los nombres de los mismos, y de la relación de cursos y participantes se deduce que en varios de ellos solo hubo uno o dos alumnos.

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El Departamento de Antropología de la Universidad de Harvard se fundó en 1886 y formó a muchos antropólogos. En aquellos años era notable el crecimiento de la profesionalización en Arqueología en Estados Unidos. La Antropología norteamericana estaba fuertemente influenciada por los planteamientos difusionistas, el particularismo histórico y el concepto de cultura de Franz Boas. Este formó a dos generaciones de antropólogos en la Universidad de Columbia y era opositor de las teorías racistas. Boas consideraba que la principal tarea de la Antropología era recolectar y sistematizar la

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Figura 2 - Plano del campus de la Universidad de Harvard a comienzos del siglo XX, observar el Museo Peabody y el Museo Universitario hacia la derecha

información acerca de las culturas, y luego teorizar; también, que existían cuatro campos de aproximación y especialización: Lingüística, Antropología Física, Arqueología y Antropología Cultural (Eriksen & Nielsen, 2001: 39­ 41). El planteamiento boasiano de reunir la mayor cantidad de información en el campo y solo después plantear conclusiones y teorías, influiría mucho en Tello (Carrión, 1948: 20-21). En Harvard, el idioma inglés (Lothrop, 1948: 51) y el exigente nivel académico fueron, inicialmente, sus principales dificultades, las cuales superó gradualmente en los cursos en los que participó. Tello extrañaba mucho su tierra natal, tal como lo expresa Ricardo Palma en una carta del 7 de octubre de 1909: «... En su carta se revela nostálgico como los puneños que van a París. Vamos a ver si se aclimata y connaturaliza...” (Miró, 1969: 45), y en otra del 17 de noviembre, Palma escribe: «... Tello se muere de n o stalgia.»

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(Miró, 1969: 60). Finalmente, él superó sus problemas, así lo comenta Palma en una carta del 10 de enero de 1911: Recibí una carta muy interesante de Tello sobre sus adelantos en los estudios universitarios. (Miró, 1969: 143) Fueron maestros de Tello mientras estudió en Harvard, William Farabee, especialista en la Amazonía peruana y metales; Alfred Tozzer, especialista en Arqueología mesoamericana; y Roland Dixon, quien planteaba que el movimiento poblacional explicaba el cambio en el registro arqueológico; además lo ayudó a mejorar su inglés, por lo cual Tello siempre lo recordó con gratitud (Espejo, 1959: 51; Mejía, 1967: ix; Ravines, 1989: 115; Trigger, 1989). Mientras estudió en Estados Unidos, el interés de Tello continuó orientándose hacia el estudio de restos óseos humanos, la lingüística y los museos. Viajó por el país; asistió a certamenes académicos; visitó museos, en especial los que tenían colecciones de material óseo provenientes del Perú. Tello, ya menos nostálgico, tuvo muy gratos momentos mientras estudió en Harvard, participaba en las tertulias semanales organizadas por las familias de sus profesores, según relata en una carta, fechada el 5 de diciembre de 1909, enviada al tradicionalista Ricardo Palma: Entre más de mil personas que Figura 3 - Julio C. Tello el día de su graduación como se reunen, japoneses, chinos, Master of Arts en la Universidad de Harvard alemanes, latinos, yankees y Foto: M u s eo N acional de A ntropología, A rq u e o lo g ía e H istoria sudamericanos, todos se tratan con cariño verdaderamente democrático, y las niñas se acercaban a mí con una naturalidad y llaneza como si me conocieran de mucho tiempo. He pasado, como muy pocas veces en mi vida, ratos verdaderamente de expansión. (Miró, 1969: 71)

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A fines de junio de 1911, Tello obtuvo el grado de M aster o f Arts con especialización en Antropología (Mejía, 1948: 10; Espejo, 1959: 51-52; Mejía, 1967: ix); en 1911 solo hubo dos graduados en M aster o f Arts (fig. 3).

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Tello esperaba continuar con sus estudios de doctorado en filosofia en la Universidad de Harvard e incluso planificó su viaje a Alemania desde enero de 1911 para aprender el idioma alemán, tal como consta en su formulario de postulación para obtener un grado en Artes, y en un reporte de Tozzer de mayo de 1911 en el que recomienda la obtención de su grado. A comienzos de setiembre de 1911, previa intermediación de Ricardo Palma (Miró, 1969: 161-162, 164-166, 168), el gobierno de Leguía le otorgó a Tello otra beca para estudiar Antropología en Europa. Partió de Nueva York a Alemania a mediados de setiembre, para asistir a los cursos de Antropología General a cargo de Felix von Luschan, experto en Antropología Física, en la Universidad de Berlín, y estudiar las colecciones peruanas del Museo Etnográfico (Mejía, 1967: ix) (ver fig. 4). Luego, viajó a Inglaterra para participar en el XVIII Congreso Internacional de Americanistas, que se desarrolló en Londres, para el cual el gobierno peruano le encargó presentar una ponencia y lo nombró su delegado a d honorem , junto a Ricardo Palma (hijo) y Sir Clements Markham (Palma, 2006 [1913]:

Figura 4 - El Museo Etnográfico de Berlín, a la derecha, a comienzos del siglo XX Foto: L andesarchiv, Berlín

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293; Espejo, 1959: 52; Mejía, 1964: 81-82). En mayo de 1912, expuso en dicho congreso su ponencia «Trepanaciones prehistóricas entre los Yauyos de Perú» (ver fig. 5). Tello informó que parte de su colección de restos óseos se encontraba depositada en el Museo Warren de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Tello, 1912: 76). Durante el debate que siguió a la ponencia, Tello fue felicitado por el Dr. Ales Hrdlicka, del Smithsonian Institution, quien había estudiado el material de aquel en Harvard (Editor, 1912: xxxix; Espejo, 1959: 66; Daggett, 1992: 3, 13).

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Figura 5 - Ponencia de Tello en 1912 «Trepanaciones prehistóricas entre los Yauyos de Perú»

T o w a r d s the east of the province of Lima exfceuds a zuñe of intricate deep

valleys and gullies, extensive table lands, inaccessible sumniits and punn, bounded by the western branch of the Cordilleras of the Andes. This región was the habitat of the Yauyos and .the Huarochiris wbo had been incorporated with the Chinchaysuyu by the Inca Pachaeutec, and whose territorv, in conformity with the Inca administration, had been divided into Anan-Yauyos aud Lorin-Yauyos, at the present time the provinces of Yauyos and Huarochiri respectively. The ruins existing to this day in that territory are still unexploreody na o»M*l eortenlendo algunas espeales enuiae ¿adas an l a ilo t a gua a4JMNMU¿MR I''oelGr CT.roíi obj^Vtía ¡li|é líütüi.tire jjOr 'jríise o Míívmtg

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Figura 6 - Carta del 13 de octubre de 1914 de Julio C. Tello a Profesor Putnam

de Chala, Atico, Sabandia, Yauca, Acarí, Río Grande de Nasca, Ica, Pisco y Chincha. Principalmente registró tumbas y cementerios Nazca (Tello, 1959: 44-47; Mejía, 1964: 87-91; Mejía, 1967: xvii); estudió la colección de cerámica Nazca de Enrique Fracchia (conformada por dos mil cuatrocientos artefactos) y compró una colección de textiles por encargo. Los artefactos recuperados durante esta expedición integraron posteriormente el Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos (Carrión, 1947: 5-6; Lothrop, 1948: 51; Mejía, 1967: xviii; Daggett, 1992). Gran parte de los materiales de Nazca se encuentra actualmente en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard, y se puede consultar online (ver fig. 7). También en 1915, Tello publicó diversos artículos periodísticos acerca de la Arqueología de Lima y trepanaciones craneanas en diarios de la capital, como era usual en esos tiempos, ante la falta de revistas especializadas (Espejo, 1948b: 14; Valcárcel,

1966: 87).

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Figura 7 - Lista de materiales de Nazca; se encuentra actualmente en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard

A fines de diciembre de 1915, asistió como representante del Perú, y con apoyo de la Fundación Carnegie, al XIX Congreso Internacional de Americanistas desarrollado en Washington D.C., donde presentó una ponencia y exhibió los materiales recolectados en su exploración en el sur del Perú (Hodge, 1917: xviii, lii; Palma, 2006 [1916]: 339). En enero de 1916, Tello expuso su ponencia «Los antiguos cementerios del valle de Nasca» en el II Congreso Científico Panamericano, que se realizó en Washington D.C., y también ayudó a realizar algunas transacciones con el Museo de Bellas Artes de Boston (Tello, 1917; Gutiérrez de Quintanilla, 1922: 134-137; Daggett, 1992: 8). Hrdlicka asistió al certamen y elogió su trabajo (Tello, 1917: 291). A inicios de abril de 1916, Tello fue nombrado Socio Correspondiente de la Academia Nacional de Historia de Colombia (Mejía, 1948: 30); y a mediados de año, exploró diversos sitios arqueológicos en los valles del Santa, Virú, Moche, Chicama, Jequetepeque y Lambayeque, en la costa norte (Mejía, 1964: 93). En el mes de julio de 1916, Tello se unió en Piura a la Expedición Peruana de la Universidad de Harvard, auspiciada por el Museo de Zoología Comparativa

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y la Escuela de Medicina Tropical de dicha universidad. La expedición fue dirigida por el Dr. William Moss. Tello fue el antropólogo de esta exploración, a la cual se había comprometido en apoyar en su reciente viaje a Estados Unidos. El principal objetivo de la Expedición de 1916 fue «... realizar un reconocimiento zoológico y antropológico de una de las regiones menos conocidas del país...» (Noble, citado en Daggett, 1992: 8). Sus integrantes tenían diversos intereses, desde el arqueológico y antropológico hasta la investigación de los grupos sanguíneos y las enfermedades tropicales, además de recolectar especímenes de reptiles, serpientes, anfibios y aves (Noble, citado en Daggett, 1992: 8-9). En una de sus últimas referencias a Tello, Ricardo Palma escribió el 13 octubre de 1916: ... está ahora en viaje de exploración por las montañas en misión de varios profesores enviados por la Universidad de Harvard... (Palma 2006 [1916]: 354) Integrando la expedición de 1916, Tello exploró la costa piurana, las provincias de Huancabamba, Ayabaca y Jaén; registró cerámica monocroma con decoración incisa (Mejía, 1967: xv), que después consideraría una de las primeras evidencias de cerámica Chavín. De Huancabamba, la expedición partió hacia Tabaconas, y de allí a Perico, donde estableció otra base de operaciones. Tello realizó investigaciones etnográficas y lingüísticas acerca de los aguaruna (Daggett, 1992: 16, nota 27). Prosiguieron a Tutemberos (Amazonas) y Bellavista; descendieron luego a la costa por Querocotillo, Huambos, Chongoyape y llegaron finalmente a Chiclayo a mediados de octubre donde se alojaron en el antiguo Hotel Royal. La reconstrucción del itinerario que siguió la expedición de 1916 se puede realizar a partir de las publicaciones de Moss y Noble (Daggett, 1992); de la relación de una parte de los materiales arqueológicos recolectados y enviados al Museo Peabody de la Universidad de Harvard; y de los siete cuadernos de campo de Tello, de 1916 (ver fig. 8). La expedición llegó a Sullana a fines de julio de 1916 y luego partió hacia Huancabamba. Durante la travesía, Tello describe las colecciones y sitios arqueológicos, también los problemas logísticos derivados de la conducción del proyecto. Al llegar a su primer destino, a mediados de agosto, establecieron su primera base de operaciones en una casona de Huancabamba y exploraron los alrededores durante casi un mes en un radio de 40 km. Tello registró evidencias arqueológicas en una cueva de cerro El Burro, Baño del Inca (Caxas), laguna Warinja, Sondor, Huancabamba y cerro Pariakaka (Astuhuamán & Daggett, 2005); recolectó

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aproximadamente siete fardos funerarios del cerro El Burro, cubiertos de textiles con diseños Inca y Chancay o Chimú. Del cerro San Antonio, al norte de Huancabamba, Tello también recuperó fardos funerarios, vestimentas y utensilios (Ramírez, 1966: 34). En base a los asentamientos y cementerios reportados, él planteó la fuerte presencia Inca en la región. En la laguna Shimbe, en las Huarinjas, registró las prácticas y rituales curanderiles, así como las creencias acerca de las deidades que moran en los cerros y lagunas, en lo que podría considerarse uno de los primeros registros de Antropología médica y etnografía religiosa.

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Augusto Cardich y su contribución a la arqueología d el Perú y d e la Patagonia argentina

foliáceas, correlacionables con A yam p itín (y por supuesto con Ichuñ a). D ada la p ro fu n d id ad tem po ral, que sup eraba los 10 0 0 0 años y llegab a al periodo co lo n ial (pasando por niveles con cerám ica ch avin o ide e inca) C ard ich no dudó en afirm ar que L aurico ch a era «el yacim ien to sudam erican o de m ayo r seriación en co ntrado h asta ahora» (1 9 5 8 : 8 6), cosa que reafirm ó 25 años después en u n artículo co nm em orativo (C ard ich , 1983: 157). Es im p o rtan te m en cio n ar que los estudios arqueológicos estuvieron acom pañados por investigaciones glacio lógicas, u n a de las disciplinas que tam b ién atraían la atención de C ardich . D e hecho y a h ab ía p articip ad o en varias expediciones glacio lógicas y geográficas, descubriendo que el río M arañ ó n se o rigin ab a en el N evado Y arupá y era m iem b ro de las C om isiones de G lacio lo gía y del D iccio nario G eográfico de la So cied ad G eográfica de L im a. C ard ich fue pro bab lem en te el p rim ero en proponer u n a secuen cia de avances y retroceso glaciales basándose en el estudio de las m orrenas en la zona de L au rico ch a (ver León C anales, 2 0 0 7 ). D e algu n a m an era, estos estudios paleo clim áticos y su co rrelación con las poblaciones h um an as tuvieron un carácter pionero en el Perú. Los esqueletos de L aurico ch a fueron luego estudiados por M arcelo B órm ida, u n joven italian o que h ab ía llegado tam b ién a A rgen tin a luego de la S egu n d a G u erra M u n d ial y se h ab ía convertido en uno de los alum n os dilectos de M en g h in . B ó rm id a (1 9 6 4 -1 9 6 6 ) con cluyó que «el hom bre de L auricocha» co rresp o n día al tipo L águido de Im b ello n i y que el cráneo «ofrece un a con fo rm ació n dolicocéfala». U no de los esqueletos, el n .o 6, presentaba deform ación tab ular erecta. De esta m anera, el esqu em a del «precerám ico» an din o lograb a tam b ién un a ap roxim ación b io -an tro p o ló gica dentro del esqu em a racial de la m ism a escuela h istórico cu ltu ral (ver por ejem plo Im b ellon i, 1948). P ara esta época C ard ich tam b ién revisitó algunos lugares en la zona cordilleran a d el dep artam en to de Pasco, en los cuales h ab ía estado años antes. A hora, y y a con las «valiosas indicacio n es» de M en g h in , com o lo d eja m u y claro en el segundo párrafo del artícu lo , se concentró en los num erosos abrigos rocosos en el flanco surocciden tal de la C o rd illera R au ra (C ard ich , 1962). En d iciem bre de 1958 estudió los sitios de R an racan ch a en donde realizó tres excavaciones y relevó p in tu ras rupestres en num erosos bloques caídos. En base a la info rm ació n o b ten id a y tom an do com o referencia L auricocha, el autor interp retó que la secuen cia de los niveles cerám icos era sim ilar a la de este sitio y en térm inos generales, concordante con lo que se estaba proponiendo

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p ara los A ndes peruanos. C o n respecto a los niveles precerám icos, tam b ién se co rrelacio n ab an con los de L aurico ch a (en especial a los horizontes II y III) «au n q u e con m eno r riqueza en artefactos y residuos óseos». Luego de u n a som era descripción de los hallazgos y de u n a ráp id a discusión, el autor co n cluyó que: ... la serie en co n trad a en R an racan ch a h ab ría em pezado d uran te el P ostglacial m edio (O p tim u n clim aticu m ) y co rrespo n dería al gran co m p lejo L auricochense, el que de acuerdo a los varios hallazgos recientes, estaría eviden cián dose com o u n a de las culturas básicas del precerám ico peruano. (C ard ich [1 9 6 2 ] 2 0 0 3 : 128) L a ad scripció n a las categorías y conceptos m en gh in ian o s era plena. C o m o su m aestro, usaba la com p aració n tip o ló gica com o la estrategia an alítica p rin cip al, la correlación con eventos p aleoclim ático s p ara in ferir u n a crono logía ap roxim ada, la asim ilació n de los hallazgos a u n a u n id ad arqueo ló gica m ayo r p reviam en te d efin id a por él (el «gran co m p lejo L auricochense») y, por ú ltim o , el esencialism o inh eren te a la p ostulación de «culturas básicas» tal com o M e n g h in (1 9 5 7 ) lo h ab ía propuesto p ara la Patagonia, la P am pa y el resto de A m érica.

4. Después de Lauricocha: el Toldense, la Caverna de Huargo y el Complejo Cumbe A p artir de su consolidación profesional y y a afianzado acad ém icam en te com o profesor un iversitario en la U N L P (está a cargo de un curso a p artir de 1 9 6 1 ), luego del retiro de M e n g h in h acia 1968, C ard ich tom ó su legado y se transform ó en uno de sus m ás fieles y leales

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discípulos. D e hecho, en 1971 con u n sub sidio del C onsejo N acio n al de Investigaciones C ien tíficas y T écnicas de

Figura 2 - Foto de la excavación de la cueva 3 de Los Toldos T o m a d a de C ardich et al., 1 9 7 3

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A rg en tin a (C o n icet), retom ó la excavación de la cueva 3 de los Toldos (fig. 2 ), u n sitio que y a h ab ía excavado M e n g h in en 1951 y 1952 que le h ab ía servido p ara p ro p on er sus «fun dam en to s cronológicos de la p reh isto ria de P atagonia» (M en gh in , 1 9 5 2 ). Esto im p licó un paso m ás en su fo rtalecim ien to p rofesional, y a que era el C o n icet, la p rin cip al agen cia cien tífica de A rgen tin a la que lo fin anciaba, y m arcó adem ás el in icio de u n equipo de investigaciones d entro del cual se fueron form ando varios arqueólogos de la UN LP. En esta o p o rtu n id ad lo acom pañó el estudian te avanzado A d am H a jd u k (fig. 3), q u ien no solo p articip ó en los trabajos de cam po sino que tam b ién fue luego co auto r del artícu lo en do nde se diero n a conocer los resultados obtenidos (C ard ich e t al., 1 9 7 3 ). Este artícu lo es uno de los m ás citados de la arqueo lo gía p atagó n ica, sobre todo fuera de A rgen tin a. En sus investigaciones en esta cueva, adem ás de co nfirm ar y d atar con 14C la secuencia prop uesta po r M en g h in (las ind u strias T oldense-C asapedrense y otras tardías de los niveles 1 a 4 ), C ard ich detectó u n co njunto lítico en el

Figura 3 - Augusto Cardich con Adam Hadjuk en 2003 en un homenaje en el Museo de La Plata Foto: c o rte s ía Laura M iotti

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n ivel m ás profundo de la cueva al que d en o m inó N ivel 11. El m aterial lítico de este n ivel era diferente al n ivel su p ra yacentes (el Toldense, con p untas y con tecn o lo gía b ifacial) e im p licab a u n a «in d u stria» sup uestam ente anterior sin p un tas. C o n algunos carbones dispersos de este nivel basal C ard ich obtuvo u n a d atació n rad io carb ó n ica que procesó su h erm ano Lucio (en ese tiem po estab a h acien d o u n a especialización en el L aboratorio BVA A rsenal de V iena) y que dio u n a ed ad de 1 2 6 0 0 ± 6 0 0 años AP. L a datació n tuvo un carácter exp erim en tal, la m u estra no era m u y adecu ada y adem ás no poseía código de laboratorio: el F R A -98 que se le agregó luego entre paréntesis significa Fechados R adiocarbónicos A rgen tino s, u n listado de dataciones que se creó en A rgen tin a en la década de los años 1970 y que tuvo u n a v id a m u y corta. C u an d o los resultados llegaron a m anos de C ard ich , tal com o h ab ía sucedido unos años antes con los de L auricoch a, los dio a conocer a la prensa y tom aron estado público. L a foto de C ard ich en el fondo de la trin ch era ju n to con dos jóvenes en la cueva 3 de Los Toldos (fig. 2) y la n o ticia de que era uno de los sitios «m ás an tiguo s de la A rgen tin a» recorrió el país. A p artir de ese m o m en to , C ard ich se aferró a la datació n del N ivel 11 y la presentó u n a y o tra vez com o la m ás an tig u a de A rgen tin a y u n a de las m ás an tiguas de A m érica. Siem pre se m ostró renu en te a hacer nuevas dataciones de este n ivel, e incluso rechazó varios ofrecim ientos que le h iciero n arqueólogos n o rteam erican o s (i.e. A lan B ryan , Rob B o nn ichsen y Tom D illehay) p ara red atar el sitio. A pesar de las varias críticas que se hiciero n sobre la fiab ilid ad de esta datació n (por ejem p lo Politis, 1 9 9 9 ), la fecha — con poco cuestion am ien to s— estuvo presente en m uchos de los m odelos y discusiones sobre el p o b lam ien to de A m érica y de A rgen tin a (ver por ejem p lo A nderson & G illm an , 2 0 0 0 ), au n que en los últim os años fin alm en te h a quedado en u n a especie de lim b o y su m en ció n y a es m u ch o m enos frecuente. En estos años, C ard ich (1 9 7 3 ) co n tin ú a sus investigaciones en otro sitio d el Perú: en las cavernas de H uargo en su p ro vin cia n atal. En 1970 efectúa excavaciones en la cueva 1, las que tuvieron un carácter p relim in ar y que n u n ca com pletó m ás tarde. Los hallazgos eran pred o m in antem en te en los niveles cerám icos en la capas superiores (1 a la 6) y p in tu ras rupestres; a am bos registros el auto r le dedicó u n a b u en a descripción y efectuó un a in terp retació n in icial. S in em bargo, lo que m ás atrajo su aten ció n fueron los

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restos óseos de fau n a ex tin ta (determ inados en L a P lata por el paleontólogo R osendo Pascual) que h alló en los niveles m ás profundos en algunos de los cuales id en tificó u n a señal hum an a. C ard ich propuso que la eviden cia

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de ocup ación de la cueva se en co n trab a d éb ilm en te presente en la cap a 8 en donde h ab ía algunos probables artefactos de hueso: u n a co stilla de S celid o th eriu m «m o d elad a por el desgaste por uso h u m an o luego de ser p artid a en u n extrem o», y u n a p u n ta h ech a con el extrem o de un hueso largo. Para este n iv el 8, C ard ich presentó u n a datació n sobre hueso tam b ién realizada por su h erm ano Lucio en el L aboratorio BVA A rsenal de V ien a que dio un a ed ad de 1 3 4 6 0 ± 7 0 0 años AP. A pesar que la com paració n in icial de estos hallazgos la hizo con los niveles m ás profundos de la secuencia de A yacucho que M a c N eish (1 9 7 1 ) em pezaba a p u b licar (la sim ilitu d con los supuestos artefactos de hueso era m u y tentad o ra), no se p uede negar que la som bra de M en g h in , au n q u e esta vez sin n om b rarlo estaba atrás: esta in d u stria ósea no era o tra que la del «p ro to lítico del hueso», creado por su m aestro 4 0 años antes (M en gh in , 1931). En los años siguientes M a c N eish y a estab a p u b lican d o los m ateriales de la cueva de P ik im ach ay en el departam ento de A yacuch o y proponiendo dataciones entre 2 0 0 0 0 y 11 0 0 0 años A P p ara las fases Pacaicasa y A yacucho (M ac N eish, 1 979). La conform ación de estas fases fue siem pre dudo sa y desde los prim eros tiem pos fueron criticadas sobre todo por la am b igüed ad en el carácter h um an o de las piezas líticas y cierta confusión en la presentación de las dataciones (L ynch, 1 974; R ick, 1 987). C ard ich (com . pers.) m iró siem pre con desconfianza los hallazgos de M acN eish en P ik im ach ay a pesar de haberse en tusiasm ado luego de las p rim eras p ub licacion es cuan do él estaba excavando las cuevas de H uargo. En esos tiem pos, en los A ndes C entrales, Jo h n R ick (1 9 8 0 3 ) estab a hacien do sus trabajos en la cueva de P ach am achay y o b ten ía dataciones de 11 800 años A P p ara los niveles inferiores. R ick tam b ién criticó los resultados y las dataciones de L auricoch a (ver León C an ales, 2 0 0 7 ). L ynch p resentaba sus datos de la cueva del G uitarrero con algu n a dataciones m u y an tiguas (12 560 años AP) y Pires Ferreira e t al. (1 9 7 6 ) dab an a conocer el sitio tem prano de U chcum achay. En la costa tam b ién com enzaron a proliferar las investigaciones de sitios tem pranos. L a datación de L aurico ch a y a no era la m ás an tigu a. El «precerám ico» p eru ano se h u n d ía en el tiem po , tan to en los A ndes com o en la costa pacífica. D u ran te estos años, C ard ich tuvo su p rim er espaldarazo in tern acio n al: en 1 97 4 recibió la B eca de la Jo h n Sim o n G u ggenh eim F oundation. Este im pulso cristalizaría en la década sigu ien te la que m arcó su proyección m ás allá de A m érica del Sur. N o solo de su trabajo, que y a era reconocido y considerado

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en la acad em ia n orteam erican a, sino de él com o científico y arqueólogo. A pesar que la p o p u larid ad de L aurico ch a se estab a perdiendo en tre críticas varias (ver por ejem plo , R ick, 1983) y por otros sitios m ás antiguos que se iban p u b lican d o , el im p ulso que le dio la datació n del N ivel 11 de Los Toldos y la p u b licació n de algunos otros trabajos de en vergadura en la década siguien te (tales com o «T h e flu ctu atin g U pper L im its o f C u ltiv atio n in the C en tral A ndes an d th eir Im pact on Peruvian P reh isto ry», p ub licad o en A dva n ces in W orld A rch a eology en 1985 y «N ative A gricu ltu re in the H igh lan d s Peruvian A ndes» p u b licad o en N a tio n a l G eogra p h ic R esearch en 19 8 7 a), generaron un repo sicio n am ien to de C ard ich en el escenario am ericano. Esto se reflejó en varias d istin cio n es y subsidios intern acion ales: 1980, 1984 y 1 9 8 7 G rants de la N a tio n a l G eogra p h ic F ou n d a tion ; 1988 C o n deco ració n del G obierno d el Perú las P a lm a s M a gisteria les y en 1989 es inv itad o a la F irst S u m m it C o n feren ce sobre el p o b lam ien to de A m érica, o rgan izada por Rob B onnichen en la U n iversid ad de M ain e. E sta ú ltim a conferencia in tern acio n al, quizás la m ás grande en su tipo en las ú ltim as décadas, reun ió a u n a gran can tid ad de especialistas de A m érica d el N orte, A m érica del Sur, A sia y E uropa. C ard ich fue el ún ico peruan o presente. S o rp ren dentem en te, a pesar de su ed ad (ten ía y a 66 años) y de su gan ad o p restigio , fue p ara él su p rim er congreso in tern acio n al fuera del Perú, de A rgen tin a y C h ile. Le fue d ifícil in teractu ar con la gran can tid ad y varied ad de arqueólogos presentes, no solo deb ido al id io m a (no hab la inglés) sino tam b ién a su n atu ral retraim ien to . S in em bargo, se reunió con su colega y am igo , el arqueólogo co lom b iano G onzalo C orreal U rrego, con q u ien co m p artió el C ongreso. A m bos se profesan u n a ad m iració n m u tu a y ten ían en aqu el entonces visiones sim ilares sobre el p ob lam ien to de A m érica. A fines de la d écada de 1970 C ard ich consolidó su equip o de investigación con la in co rp o ració n de varios graduado s jóvenes de la UNLP. Sus alum n os, estud ian tes avanzados o jóvenes arqueólogos h acien do el doctorado bajo su d irección, realizaron análisis m ás com pletos y actualizados de los m ateriales lítico s y óseos, y llevaron a cabo nuevos trabajos de cam po con técnicas m ás precisas en el C añ ad ó n de Los Toldos y en sitios cercanos, en la p ro vin cia de S an ta C ru z (fig 4 ). E ntre los alum n os, ahora y a arqueólogos profesionales, que m ás estrecham ente se vin cu laro n con C ard ich se en con traban N ora

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Flegenheim er, E stela M ansur, L au ra M io tti, A lic ia C astro, R afael Paunero, A ndrés L aguens, V ícto r D u ran y E duardo M o ren o (C ard ich & F legenheim er, 19 7 8; C ard ich e t al., 1 9 82; C ard ich & M io tti, 1 9 83; C ard ich & Laguens,

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Figura 4 - Excavación de la cueva 3 de Los Toldos en 1986 Foto: c o rte s ía Laura Miotti

19 8 4; C ard ich & Paunero, 1 9 9 1 -1 9 9 2 ; C ard ich e t al., 1 9 9 3 -1 9 9 4 ) (ver fig. 5). Todos ellos están investigan do actualm en te en la arqueo lo gía de los cazadores-recolectores de Pam pa, P atagonia, «Sierras C en trales» y C uyo. Es im p o rtan te destacar que el equip o form ado y d irigid o por C ard ich dio cab id a y co n ten ció n a estudian tes y becarios d uran te u n a época d ifícil de A rgen tin a d uran te la ú ltim a d ictad u ra m ilita r (1 9 7 6 -1 9 8 3 ). En su lab oratorio y bajo su asesoram iento toda u n a generació n de arqueólogos de la U n iversid ad de La P lata interesados en la arqueo lo gía de los cazadores-recolectores (sobre todo de Patagonia) encontró u n am b ien te p ropicio p ara desarrollar sus investigaciones, a p artir de inicio s de los años 1 9 70, in clu yen d o un período d uran te el cu al las posib ilidades de form ación cien tífica eran m u y lim itad as. A pesar que la in tegració n de u n equip o con jóvenes investigadores produjo un salto cu alitativo de los estudios en P atagon ia y u n a actualizació n m eto d o ló gica y an alítica, C ard ich siguió aferrado a la datació n m ás an tig u a de Los Toldos. Él estaba convencido de que el N ivel 11 representaba u n a en tid ad cu ltu ral discreta (ver por ejem plo C ard ich , 19 8 7 b ), algo an terior a las puntas «co la de pescado», u n a especie de horizonte «p re-puntas de p royectil». Esto sesgó p ro fun dam en te sus interpretacion es sobre el tem p rano po blam ien to A m ericano.

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Figura 5 - Parte del grupo de excavación de Los Toldos en 1986. De izquierda a derecha: Rafael Paunero, Eduardo Moreno, Augusto Cardich, Rubén Beltrán y Guillermo ... Foto: c o rte s ía R afael Paunero

En 1978 C ard ich form ó parte de la C o m isió n D irectiva de la So ciedad A rg en tin a de A n tro p o lo gía (SA A ), prim ero com o vocal y luego, h asta 1989 com o Secretario. Esto lo integró aún m ás a la co m u n id ad arqueoló gica arg en tin a y significó u n cam bio en su estrategia de p ub licacion es. H asta fines de los años 1960 las dos revistas del C en tro A rgen tin o de Estudios Prehistóricos (S tu dia P ra eh istorica y A cta P ra eh istórica ) h ab ían sido los m edios elegidos p ara dar a conocer sus trabajos m ás im p o rtan tes. D isuelto el C en tro, a p artir de 1973 com enzó a p u b licar en R ela cion es d e la S o cied a d A rgen tin a d e A n trop ología (la revista de m ás larga trayecto ria en la d iscip lin a), ten d en cia que se acentuó cuan do ingresó a la C o m isió n D irectiva de la SAA. D esde m ediados de los años 19 70 y d uran te to da la d écada de 1 9 80, C ard ich p ub licó en casi todos los tom os (de frecuen cia anual) algú n artícu lo , solo o con m iem bros de su equip o , sobre todo de arqueo lo gía de P atago nia (por ejem p lo , C ard ich & Flegenheim er, 1 9 78; C ard ich , 1 9 8 4 -1 9 8 5 ). Para dar a conocer sus ideas sobre los lím ites del cultivo o sobre los orígenes de la civilizació n an d in a prefirió en gen eral otras revistas argen tin as (siendo la R evista d e l M u seo d e La P la ta una de las m ás frecuentes) o peruanas y norteam ericanas.

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En 1 9 8 7 C ard ich abrió otro «frente precerám ico» en el extrem o N orte de los A ndes peruanos en C ajam arca y com enzó la excavación de varias cuevas en

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la lad era sep ten trio n al del cerro C o n d o rgaga (C ard ich , 1 9 9 1 ). El sitio m ás im p o rtan te y m ás estudiado fue la cueva 1 de C u m b e, la que le dio el nom bre a u n a n u eva en tid ad arqueológica: el com plejo C um b e. B ásicam ente este co m p lejo estaba caracterizado por u n a «in d u stria lític a sim ple, con predom inio de lascas irregulares, chicas, obtenidas por percusión, . .. aprovechando los filos n aturales» (1 9 9 1 : 4 4 ). Se asociaba a restos de cérvido (O d ocoileu s) y roedores (C a via y L a gid iu m ). L a in d u stria lític a no ten ía variaciones en las 4 capas precerám icas e, incluso , llegab a h asta los niveles cerám icos. Su co lab o rado ra en aquellos tiem pos, A licia C astro (U N L P ), efectuó un análisis de rastros de uso con m icroscopio. O btuvo datació n sobre carbón en los niveles m ás profundos que dio 10 505 años AP. En base a la m orfo lo gía lític a y a su persisten cia tem po ral, asoció al com plejo C u m b e con el A briense de C o lo m b ia, datado en 12 4 5 0 años A P por C orreal U rrego y con la in d u stria A m o tap e (R icharson, 1978). En la d écada de 1990 u n resum en de M ato s M e n d ieta del «precerám ico de Ju n in » expresaba sus dudas sobre la an tigü ed ad de 2 0 0 0 0 años del hallazgo de M a c N eish (1 9 7 5 ) en P ik im ach ay (M atos M en d ieta, 1992: 3 2 7 , pero ver d iscusión recien te en León C anales & Yataco C ap ch a, 2 0 0 8 ). Para las punas de Ju n ín este territorio no h ab ría sido h ab itab le antes de los 14 0 0 0 años (M ato s M en d ieta, 1992: 3 3 1 ). E ntre tanto, Lavallée (1 9 8 5 ) desarrollaba sus investigaciones tam b ién en Ju n ín en Telarm achay. En esta discusión, las evidencias h um anas propuestas por C ard ich para la caverna de H uargo estab a ausente. L aurico ch a y a no estaba solo. Las evidencias de ocupaciones tem p ranas del territo rio peruano se m u ltip licab an a lo largo y ancho del país. A ño tras años, la datació n de L aurico ch a se alejab a de ser la «m ás an tigua»: los dudosos artefactos de hueso de la caverna de H uargo y la datació n del pob rem en te pub licado C o m p lejo C um b e no le devolvían el protagonism o perd id o en el escenario del estudio de las p rim eras ocupaciones andinas.

5. Su modelo de poblamiento americano A n clad o en la datació n del N ivel 11 y en la «sim pleza» tecno ló gica de este co n ju n to lítico , C ard ich p lan teó u n m o delo de po b lam ien to desde A ustralia v ía A n tártid a au n que n u n ca de m an era m u y co m p leta n i desarrollado fo rm alm en te (ver por ejem plo , C ard ich , 2 0 0 1 ; 2 0 0 4 : 2 1 -3 9 ). Él m ism o viajó a A u stralia a fines de 1998 p ara revisar p erson alm en te los artefactos lítico s m ás an tiguo s de ese co n tin en te. S igu ió la m eto d o lo gía de M en g h in : u n a tip o lo gía in tu itiv a (en base a la cu al su m aestro le asign ab a a ciertos

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artefactos lítico s u n a p erten en cia a algunos de los círculos cu lturales creados por la escuela h istórico cu ltu ral austro alem ana) y u n a co m p aración técnico m o rfo ló gica entre artefactos de procedencias distantes. L a sim ilitu d en la fo rm a y en la tecn o lo gía no p o d ía explicarse de otra m an era que no fuera por u n a relació n gen ética entre am bas, siendo obviam ente la m ás an tigu a, en este caso A ustralia, el pun to de origen (fig. 6). A l respecto, C ard ich expresaba: G rande

fue

n uestra

im p resió n al en con trar [en A ustralia] piezas líticas m u y sim ilares sobre todo las del Pleistoceno tardío fin al que observam os deten id am en te en las colecciones del A ustralian M u seu m , entre las que encontram os tam b ién las de T asm ania, asim ism o en las colecciones de la Sid n ey U n iv e rsity ... Se encontró tam b ién en algunos sitios de P atagon ia grabados rupestres algo sim ilares a los de A u stralia (C ardich, 2 0 0 4 : 3 2 -3 3 ). C ard ich se fue convenciendo de la conexión australiano p atagó n ica y p ara eso sugirió tam b ién sim ilitu d es en el arte rupestre, o tra de los cam pos de su interés arqueológico.

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H ace diecisiete m il años h ubo un im p o rtan te avance de los hielos en am bos polos. Es probable que co m unidades del Pacífico h ayan llegado a

Figura 6 - Tapa de la publicación Lecturas Emilio Choy Nro. 23 en donde se traduce al castellano una entrevista a Cardich publicada originalmente en inglés en The Mammoth Trumpet 16

esta p arte del territorio

entrevista

(2) (marzo de 2001) En el dibujo de la ta p a se es q u e m a tiza n las posibles vías de entrada a A m é ric a del S ur desde A ustra lia tal cual su g ería C ardich en la

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p atagón ico con em barcaciones pequeñas que p o dían navegar u tilizan ­ do los hielos com o costa (R evista P erú p a r a e l a u to co n o cim ien to d e l pa ís, 2 0 1 0 ). L a u tilizació n de los hielos polares com o costa para favorecer u n a m igració n lito ral tam b ién estaba siendo usada (y aún lo es) por B rad ley & Stan ford (2 0 0 4 ) p ara proponer un p ob lam ien to am erican o So lutren se desde la costa C an táb rica. U n a de las bases m etodológicas p ara sostener esto era la sim ilitu d m o rfo ló gica y la falta de in strum en to s sim ilares en otras partes del m undo. Pero esto seguía tam b ién u n a m eto d o lo gía que se basaba en la o p in ió n de los expertos. Los pocos trabajos sobre este m odelo son básicam en te conferencias o entrevistas p ub licad as, alg u n a de las cuales son luego trad ucid as (ver por ejem p lo C ardich , 2 0 0 1 , luego p ub licad o en 2 0 0 3 : 6 7 1 ; C ard ich , 2 0 0 4 ). En estas desarrolla la m ism a secuencia argum en tal: él lleva los artefactos del N ivel 11 a la reun ió n de P aleoindio de A n to fagasta en 1978 y los especialistas dicen que no vieron m ateriales sim ilares en A m érica del Sur. N ora F legen heim er (en ese entonces su alu m n a) a fines de los 1970 le m u estra a D on C rabtree las piezas del N ivel 11 y este dice que no h ab ía visto artefactos parecidos en A m érica del N orte. Luego el m ism o C ard ich los lleva a la W orld S u m m it C o n feren ce de M ain e en 1989 y especialistas de A sia afirm an que no h ab ía n ad a sim ilar en el Este A siático. C live G am ble en su v isita a L a P lata en 1995 le co m en ta que son piezas «equivalen tes al M usterien se europeo, tip o L a Q u in a». La p alab ra del experto tien e siem pre en él un peso im p o rtan te, au n q u e en este caso eran sim ples opiniones al pasar y no el resultado de análisis detallados. U sando estos argum entos, b astante d iscutibles por cierto, propone que si no h ab ía n ad a parecido en A m érica del N orte n i en A sia, los m ateriales de los Toldos en el extrem o sur am ericano apoyaban su id ea de que A u stralia p o d ía ser el origen de la an tig u a y m erid io n al in d u stria del co n tin en te: el N ivel 11. E sta id ea es la que cierra un vo lum en ho m enaje (C ard ich , 2 0 0 3 : 6 8 1 -6 8 6 ), con sus artículo s y cap ítulo s m ás im p o rtan tes, pub licado por la U n iversidad N acio n al de L a P lata en 2 0 0 3 . En este vo lum en , que es prologado por el prestigioso arqueólogo argen tin o A lberto R ex G onzález, se reúnen las co n trib ucion es de C ard ich a la arqu eo lo gía de A m érica del Sur, pero en especial, com o lo expresa el su b títu lo , a las «culturas tem pranas de los A ndes C en trales y de P atagonia». El h om enaje in clu yó tam b ién la presentación del lib ro , con u n a con ferencia de C ard ich en el au d ito rio del M useo de La Plata, en donde L aurico ch a no p o d ía estar ausente.

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6. Consideraciones finales C o m o fue expresado por m uchos investigadores (Lavallée, 1985; C h au ch at 1 98 8; B o n avia 2 0 0 4 ; León C an ales, 2 0 0 7 , etc.), los estudios de C ard ich en las cuevas de L au rico ch a m arcaro n u n m o m en tu m en el estudio del p ob lam ien to tem p rano de los A ndes C entrales. P ara C h au ch at « a fter A ugusto C a r d ich ’s

fir s tp u b lic a tio n o f th e L a u ricoch a ca v e seq u en ces h a d g i v e n th e a n tiq u ity o f m a n in P eru w id e a ccep ta n ce» (1 9 8 8 : 4 3 ). C om o com entó B o navía (2 0 0 4 : 2 6 7 ) al referirse a la p resentación de la datació n de L aurico ch a m uchos años después « This w a s a rev o lu tio n a ry a n n o u n ce m e n t f o r P eru v ia n a rch a e o lo g y a t th e tim e». R ecordem os que la n o ticia salió in m ed iatam en te en el no ticiero «El R eporter Esso» de R ad io A m érica (D eza R ivasp lata, 2 0 0 4 : 11). S in d u d a, uno de los m éritos de C ard ich reside en haberse sustraído al im án del estudio de las «grandes civilizaciones an din as» (aun que se refirió tam b ién varias veces a este tem a, ver por ejem p lo C ard ich , 1 988) y enfocarse en un período m u ch o m enos atractivo p ara la época. Para esto co n trib uyero n dos hechos decisivos. U no era que los hallazgos estuvieran en la h acien d a de su fam ilia, en las laderas que él escalaba de joven visitan d o glaciales; eviden tem en te h ab ía causas em otivas y de p erten en cia que m arcaron sus intereses científicos. El segundo fue la fuerte in flu en cia de M en g h in , su m entor, quien ráp idam en te vislum bró la im p o rtan cia de los artefactos lítico s h allados por C ard ich . En su b atalla co n tra el evolucionism o ahistórico n orteam erican o , M en g h in estaba m ás interesado en los círculos cu lturales antiguos que en las «grandes civilizaciones» y esto se lo trasm itió a C ardich . D esde L aurico ch a entonces, él construyó u n a p latafo rm a p ara p articip ar en u n debate en donde h ab ía pocas voces peruanas. L uego, siguien d o el derrotero de M en g h in , co ntinuó sus investigaciones en P atagonia, com enzando por Los Toldos, el m ism o sitio que h ab ía excavado su m aestro.

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A dem ás, por lo m enos desde C ard ich en adelan te y en parte gracias a él, los estudios del p o b lam ien to tem prano en los A ndes estuvieron fuertem ente ligados a la d iscusión sobre las glaciacio nes y la articu lació n entre los avances glaciales y los pulsos de o cupación h u m a n a tem p ran a (ver León C an ales, 2 0 0 7 ). Esto se n o ta claram en te en la m o n o grafía de L aurico ch a (C ardich, 1 9 6 4 -1 9 6 6 ) en don de las p rim eras 4 0 págin as están dedicadas al tem a. Luego, el tem a de las glaciacio nes y de las fluctuacio nes clim áticas para en ten d er el p o b lam ien to de los A ndes C en trales se hizo m ás frecuente (ver por ejem p lo M ato s M en d ieta, 1 9 92, p ara la P una de Ju n ín ) y él m ism o lo d iscutió in ten sam en te p ara an alizar la variació n de los lím ites superiores de la agricu ltu ra an d in a (C ardich , 1985).

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O tras influen cias m en gh in ian as discurren claram en te a lo largo de la obra de C ard ich . En el prólogo que el m ism o M e n g h in hizo a la p rim era p ub licación de L auricocha, el cam in o a seguir estaba p lanteado: Estas ideas [el p o b lam ien to tardío de A m érica] — desde u n p rincipio atractivas solam ente p ara espíritus de pen sam ien to ahistórico— están actualm en te desprestigiadas. El nuevo cuadro de la preh isto ria am erican a, es m u cho m ás co m p licado, pues hace rem o n tar los p rin cip io s del p o b lam ien to por lo m enos al ú ltim o in terglacial, es decir, a m uchas décadas de m ilen io s, tien e en cu en ta in m igracio n es de cazadores inferiores y superiores en posesión de m u y diversas culturas proto y m io líticas y ad m ite fuertes influen cias de culturas agrícolas tan to neo líticas com o po stneolíticas, de A sia suro rien tal y o riental por el Pacífico, sin cu ya interven ció n el arribo a las altas culturas cen tro am erican as y an dinas no h ab ría p odido realizarse. (M en gh in , 1958) S in form ación profesional sistem ática (com o dijo varias veces «hice la carrera de arqu eo lo gía en un año», to m an do cursos con M e n g h in [ver tam b ién Falcón H u ayta, 2 0 0 6 ]), con dificultades para leer en inglés (se h acía traducir los trabajos que m ás le interesaban) y poco proclive a las reuniones científicas y a los congresos supo lograr un lu gar de prestigio en la arq u eo lo gía am erican a y u n a posición acad ém ica im p o rtan te com o profesor un iversitario en La P lata, A rgen tin a. A llí tam b ién creó u n equip o de investigaciones dentro del cu al se form ó toda u n a generación de arqueólogos p atagónicos y brindó generosam ente un espacio p ara el desarrollo de estudiantes y becarios, incluso d uran te la d ictad u ra m ilita r argen tin a. En el Perú es siem pre respetado com o u n p ionero de los estudios de los cazadores-recolectores andino s y recibió varias d istin cio n es (desde la C o n deco ració n del G obierno del Perú Las P a lm a s M a gisteria les en 1988 h asta la ú ltim a en 2 0 0 4 com o D o cto r H onoris

C ausa de la u n iversid ad p rivad a A las Peruanas). S in em bargo, la form ación al lad o de M e n g h in y su fuerte in flu en cia teórico m eto d o ló gica lo acom pañó to d a la v id a y perm eó sus investigaciones tanto en los A ndes com o en la P atagonia. Esto co n dujo a que sus m odelos de p ob lam ien to am ericano fueran dem asiado difusionistas y esencialistas, basados excesivam ente en las sim ilitu d es m orfoló gica y tecnológicas de las piezas líticas y al uso acrítico de las dataciones radiocarbónicas. A sim ism o, sus m étodos de excavación no fueron m u y sofisticados (B onavia, 2 0 0 4 ), especialm en te en los prim eros estudios de L auricoch a y Los Toldos. S in em bargo, con virtudes y defectos,

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con aciertos y errores, su nom bre estará siem pre ligad o a la arqueo lo gía de la o cup ació n h u m an a m ás an tig u a de los A ndes centrales y de P atago n ia y será u n a referencia o b ligad a en la h isto ria de las arqueologías p eru an a y argentina.

A gradecim ientos A H enry Tantaleán y César Astuhuamán por la invitación a participar en el Simposio Internacional «Historia de la Arqueología del Perú en el Siglo XX» y en la publicación que derivó del mismo. A Elmo León Canales y a Laura M iotti por la lectura crítica de este trabajo. Laura y Rafael Paunero cedieron gentilmente algunas de las fotos que ilustran este capítulo.

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Últimas reflexiones y nuevas propuestas M argarita Díaz-Andreu

1. Historias de la Arqueología Es un sín to m a de la m adurez de u n a d iscip lin a la realización de reflexiones d iscip lin ares sobre su co nstrucción profesional. En A rq u eo lo gía la p rim era fue la del alem án A d o lf M ich aelis, q u ien en 1906 escribió D ie A rch a eologisch en E n tdeck u n gen d es N eu n z eh n ten Ja h rh u n d erts, trad u cid a al inglés dos años m ás tarde com o A C en tu ry o f A rch a eo lo gica l D iscoveries. E ntonces co m entaba el cated rático de O xford Joh n M yres que desen trañ ar u n a m arañ a «tan co m p licad a com o es la de u n a n ueva cien cia, poner en perspectiva adecu ada los logros de los trabajadores que apenas acaban de fallecer o incluso todavía viven, requiere u n a rara com b in ació n de co n o cim ien to especializado con u n a actitu d filosófica e im agin ació n histó rica» (M yres, 1907: 3 1 7 )1. Pero si M yres se q uejab a de que M ich aelis h ab ía ten dido a enfatizar lo hecho por los alem anes y no por otros («en todas las actuaciones alem anes poco im portantes parecen in v ad ir el cu ad ro ; desapareciendo de la v ista los grandes arqueólogos ingleses» (M yres, 1907: 3 1 9 ]) — nótese que p ara M yres «otros» significaba «ingleses»— ), cuan do les tocó el turno a ellos de escribir las historias de la A rq u eo lo gía supuestam en te generales, replicaron lo que antes h ab ían criticado . N i M ich aelis n i, después de él, el sigu ien te gran h isto riado r de la

1Todos los textos cuyo original está en inglés han sido traducidos por la autora.

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M argarita D íaz Andreu

A rqueo lo gía, G lyn D an iel (D an iel, 1 9 50; 1 9 7 5 ), repararon en L atino am érica, puesto que este área q ued ab a lejos de sus intereses particulares, la A rqueolo gía clásica en el caso del p rim ero , y la A rq u eo lo gía prehistórica euro pea (junto con la b íb lica) en el del segundo 2. D e las grandes historias escritas en estas ú ltim as dos décadas (D íaz-A ndreu, 2 0 0 7 ; G ran-A ym erich, 1 998; Schnapp, 1 9 93; Trigger, 1 9 89; 2 0 0 6 ), solo en la p rim era de ellas, la escrita por m í m ism a, se trata la arqueo lo gía latin o am erican a con cierto deten im ien to . U n o p o d ría decir que esto se debe a que yo soy española, pero esta o p in ió n no v ald ría p ara explicar por qué tam b ién hablo del L ejano O rien te y de Á frica en m i libro. Q u iz á el hecho de trab ajar en un país tan n acio n alista com o es G ran B retañ a m e hizo com prender los sesgos de los otros y al em pezar m i relato m e propuse hacer algo que resp on diera con ju stic ia al título . U n a h isto ria m u n d ial debe ser tal. S i la m ad u rez de u n a d iscip lin a se p uede m ed ir por las reflexiones historiográficas sobre ella realizadas, se p o d ría decir que la A rq u eo lo gía en el Perú y a lo está, y lleva estándolo desde al m enos hace unas dos décadas. N o conozco su ficientem en te la b ib lio grafía de Tello p ara saber si él inten tó escribir algo en este sentido, pero no sería de extrañar que no reparara en ello. L a p rim era p u b licació n que he rastreado sobre esta tem ática es la de Federico K auffm ann D o ig (1 9 6 1 ), y tras el lib ro de D uccio B on avia & R oger Ravines (1 9 7 0 ) y de este ú ltim o (R avines, 1 9 7 0 ), es y a en los años 1980 cuando em pezaron a surgir u n m ayo r n úm ero de reflexiones (A lcin a F ranch, 1988; 1 9 95; B onavia, 1 9 84; Burger, 1 9 89; C ab ello & M artín ez, 1 9 87; C hávez, 1 9 92; C o lo m a Porcari, 1 9 94; L um breras, 1 991; Patterson, 1 9 89; Schaedel & S h im ad a, 1 9 8 2 ), u n a lista que co n tin ú a en años posteriores y en la que este vo lu m en represen ta la co n trib u ció n m ás reciente. Se p u ed en ofrecer varias razones p ara explicar por qué se escriben las historias de la A rqueología. E n p rim er lu gar hem os de alu d ir a la fun ció n de m an ten er el recuerdo sobre los logros de generaciones anteriores y enten der en qué co n sistían sus propuestas p ara poder así seguir avanzando en la investigació n futura. A sí T rigger sugiere que:

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2 Aunque Glyn Daniel incluyó un libro sobre la arqueología del Perú en la serie que organizaba en Ancient Peoples an d Places (Bushnell, 1956).

Últimas reflexiones y nuevas propuestas

La historia de la arqueología debe combatir en dos frentes. Por una parte, los arqueólogos necesitan entender cómo el descubrimiento continuo de datos arqueológicos y la aparición de nuevas técnicas para analizarlos han influido en la comprensión de los tiempos prehistóricos. Por la otra, es necesario investigar todos los factores que influyen en la interpretación de los datos arqueológicos: la fundación y organización de la investigación arqueológica, las perspectivas en arqueología, las tradiciones culturales más amplias en las que operan los arqueólogos, las condiciones económicas, políticas y sociales, y el impacto de los estudios arqueológicos en otras partes del mundo, especialmente en aquéllos países con una larga tradición investigadora. (Trigger, 1985: 233) V alérie P in sky por su p arte ap u n ta a o tra ju stificació n altern ativa para la H isto ria de la A rqueo lo gía, la que nos perm ite entender las estructuras teóricas contem poráneas. E lla lo expresa de la sigu ien te m anera: D o cum en tan d o las experiencias pasadas de la d iscip lin a y dando lu z a los procesos de la p ro ducció n del co n o cim ien to arqueológico, se puede articu lar la h isto ria con los problem as teóricos y m etodológicos y ju g ar un papel activo y con structivo en reo rien tar la p ráctica arqueo lógica presente y fu tu ra (Pinsky, 1989: 90). L a com prensión de las razones por las que los investigadores que nos h an precedido en la d iscip lin a h an aceptado o rechazado determ in adas propuestas nos p erm ite en ten der m ejor el contexto de las preocupaciones actuales de esta (G ustafsson, 1998: 2 8 8 ). V olviendo a la cita de Trigger, es posible ver en los dos frentes de los que él h ab lab a u n a cierta co rrespo ndencia con las perspectivas in tern alista y extern alista. El objetivo de la perspectiva in tern alista es describir q u ién hizo qué cu án do y exp licar el desarrollo de la A rq u eo lo gía a través de, en p rim er lugar, la en u m eració n de los nuevos descubrim ientos y técnicas, seguido del rastreo de la transform ación in telectu al de las ideas y en tercer lu gar del análisis d el proceso eru d ito de aceptación o rechazo de nuevas propuestas. C asi todos los cap ítulo s de este lib ro se p o drían clasificar dentro de este enfoque. S in em bargo, la creciente im p o rtan cia del análisis co ntextual que p rop orcio na la perspectiva extern alista — la que m ira a la in flu en cia de los factores externos al propio pen sam ien to científico , a las circun stan cias que le rodean, para exp licar su evo lución — h a llegado a que sea frecuente enco ntrar elem entos de esta en estudios que sin ellos h ab rían sido co m p letam en te intern alistas. Este

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vo lum en d a buenos ejem plos de esta co m b in ació n de las dos perspectivas, con alusiones al in d igen ism o que se m en cio n a en un tercio de los capítulos (los de Luis Ja im e C astillo B utters, Jorge E. Silva, Jo h n W . R ick, Yuji Seki, Peter K aulike, C ésar A stu h u am án , H e n ry T an taleán y M ig u e l A guilar) y del contexto co lo n ial de m u ch a de la A rq u eo lo gía llevad a a cabo en el Perú, que se cita en varios trabajos in clu yen d o el de C o lin M cE w an y B ill Sillar, adem ás d el de K aulicke, em plean do el térm in o de «en d o n acio n alism o crio llo » en el caso de T an taleán y A guilar. Por otra parte, la b io grafía sobre Tello que nos ofrece D aggett nos info rm a con detalle de u n tipo de factores extracientíficos que m arcan y poderosam ente in flu yen en la investigació n: las dificultades p rácticas con las que los investigadores se enfrentan co n tin u am en te en la p ráctica d iaria de su quehacer arqueológico, m arcado por las envidias, las zan cad illas in stitu cio n ales y los grupos de poder que llevan a que los actores que se m ueven en estas áreas pantanosas tom en decisiones que afectan en gran m an era al rum bo que to m a la pesquisa arqueológica.

2. Propuestas para la investigación futura sobre la Historia de la Arqueología en el Perú L a lectu ra d el interesan te co n jun to de trabajos reunido s en este vo lum en m e h a p ro d ucid o interro gan tes que convertiré aq u í en propuestas de posibles áreas de inv estigació n fu tu ra que pienso que sería deseable que afrontaran los investigadores e investigadoras que se dedican a aho n dar sobre la H isto ria de la A rq u eo lo gía en el Perú. Estos se refieren a análisis sobre el contexto social e id en titario (étnico y de género), las ideologías políticas com o el n acion alism o y el co lo nialism o , el m arxism o o el lib eralism o , así com o al n ivel académ ico las alianzas po líticas institu cio n ales o en tre grupos de interés. Por ú ltim o se p ued en observar tam b ién los cam bios tecnológicos habidos y su influ en cia en el desarrollo de la A rqueo logía. D e los citados arrib a un p rim er aspecto que m e p arecería interesante desarrollar sería la pro cedencia social de los arqueólogos, em pezando por la clase social con la que se iden tifican . Los estudios realizados en otras partes del m u n d o sobre estos tem as in d ican que h ay u n p red o m in io casi to tal de las clases m edias, au n que h ay cierta variación depen diendo de las circun stan cias del país (Kehoe, 1 9 98; K ristiansen, 2 0 1 1 ; Levine, 1986;

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M itch ell, 1 9 98 ; O ulebsir, 2 0 0 4 ; Patterson, 1 995). En el caso del Perú la p ro ced en cia social se entrecruza con la étn ica — ¿cuántos «indio s» com o

Últimas reflexiones y nuevas propuestas

Tello se h an co nvertido en arqueólogos? ¿C uáles son las indefin iciones y com p lejidades en la percepción de lo que sign ifica ser «in d io » p ara los que se co nsideran com o tal y los que califican a otros com o tal? E n p articu lar resulta curioso que Tello, tan celebrado com o arqueólogo «in d io », se casara con un a b ritán ica, por lo que sería interesan te an alizar cóm o en su m u n d o personal él en te n d ía su «in d ian id ad » y la p ráctica del indigen ism o . Es m u y posible que salieran a re lu cir las con tradiccio n es que h ab itu alm en te se pro ducen en la viven cia p ro p ia de la id en tid ad , y lo que un h isto riado r o h isto riad o ra de la A rq u eo lo gía te n d ría que ver es cóm o esto pudo in flu ir en su quehacer arqueológico. ¿C óm o afectó su id en tificació n com o «in d io » en la selección de las áreas sobre las que trabajó? Es decir, ¿dio preferencia a los lugares de donde provenía, o en los que se h ab lab a aym ara, o en los que la len g u a h ab itu al era el quechua? ¿A lentó a otros estudiantes «indio s» jóvenes p ara que estudiaran A rq u eo lo gía y les ayudó de fo rm a especial? S in d ejar la com posición social del colectivo de arqueólogos, u n aspecto en el que m e parece esencial p rofundizar en la H isto ria de la A rqueo lo gía d el Perú es el del género. M e h a sorprendido el b ajo núm ero de m ujeres citadas, y entre los ocho cap ítulo s de carácter biográfico solo uno se ded ica a u n a arqueóloga, R ebecca C arrió n C ach o t, escrito por Pedro N ovoa Bellota. T am bién m e h a parecido sign ificativo que solo u n a au to ra (D aniele Lavallée) d ijera que no le gu stab a h ab lar de ella m ism a y que esta m ism a exp licara al relatar su exp eriencia profesional en el Perú que fu eran m ujeres las que la acogieran y/o aco m pañaran en su trabajo de cam po. E stoy co nven cida de que u n a lectu ra crítica de las lim itacio n es de género en el propio colectivo arqueológico nos p e rm itiría tam b ién com prender ciertos sesgos de género en las interpretacion es arqueológicas. Los únicos análisis de este tip o para la arqu eo lo gía latin o am erican a que conozco se en cu en tran referidos a M éxico (R uiz M artín ez, 2 0 0 6 ; 2 0 0 8 , R utsch, 2 0 0 3 ), au n que es cierto que tam b ién existen otras obras todas de carácter biográfico m ás convencionales. L a b ib lio grafía sobre esta tem ática en otras partes del m u n d o em p ieza a ser ab u ltad a, y solo citaré aq u í unos pocos trabajos (C laasen, 1994; C o h en & Joukow sky, 2 0 0 4 ; D íaz-A ndreu & Sorensen, 1998; E ngelstad & G errard, 2 0 0 5 ; M a lt, 2 0 0 5 ). El tem a de las ideologías p o líticas se h a tocado en este vo lum en , a veces con perspectivas interesantes com o la de T an taleán de explicarnos su percepción com o estud ian te en u n m o m en to m u y conflictivo y violento vivido en el Perú en los años 1990. En el libro adem ás varios de los artículos h ab lan de

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n acio n alism o , pero en varias ocasiones las im p licacio n es sobre su efecto en la A rq u eo lo gía qu edan m ás bien im p lícitas en el trabajo o lo que se dice queda, a m i entender, corto y no perm ite reflexiones m ás aguzadas. Es im p o rtan te ser crítico con lo que es la id eo lo gía n acio n alista que, lejos de ser m o n o lítica, p resenta en cad a país form as alternativas de entender la nación. U n a am p lia lite ratu ra sobre este tem a h a dem ostrado creo suficientem ente que existe un a conexión en tre n acio n alism o y la A rq u eo lo gía (A tkinson e t al., 1 996; D íazA n d reu, 2 0 0 7 ; D íaz-A n dreu & C h am p io n , 1 9 96; K ohl e t al., 2 0 0 7 ; M eskell, 19 98 ). C o n su trabajo, lo qu ieran o no, los arqueólogos y arqueólogas cim en tan el discurso de los orígenes de la nación. Dos tem as asociados al n acio n alista son el del transn acio n alism o y el del uso del p atrim o n io . En cuan to al prim ero, es interesan te recordar, com o ap u n tan A n n H . Peters y L. A lb erto A yarza, la in flu en cia de la form ación de Tello en los Estados U n id o s (y en E uropa). Es decir, Tello adaptó form as de hacer arq ueo lo gía form uladas en otros contextos a la re alid ad peruana. U n segundo ejem p lo sería el de Jo hn M urra, q uien pasó de co m b atir en la G u erra C iv il española (se supone que con el bando repu blican o ) a trab ajar en la arqu eo lo gía ecu ato rian a y fin alm en te p eruana, según nos exp lica M ó n ica Barnes. M i p reg u n ta sería: ¿influyeron sus experiencias en u n país en lo que hizo en los siguien tes? ¿Sirvió de transm isor de ideas o form as de hacer? Por o tra parte, la p atrim o n izació n del pasado es u n a tem ática candente en la actualid ad . El discurso n acio n alista necesita de estos nuevos datos p ara m an ten erse vivo, au n que en estos ú ltim o s años la progresiva especialización de la labor arqueo ló gica y de los resultados que se o btienen h an llevado a u n m ayo r alejam ien to entre lo que quiere el p úb lico y lo que la d iscip lin a p ien sa que h a de hacer. Los investigadores que se dedican a cuestiones de p atrim o n io h an plan teado debates sobre el uso social de la A rq u eo lo gía y los retos que supone el acercar la A rq u eo lo gía al gran p úblico, in clu yen d o tem as com o los de la au ten ticid ad , la ética arqueológica, la p ro p iedad de los restos arqueológicos, el derecho a beneficiarse de su explotación eco n ó m ica etc. Sobre esto h ay u n a creciente lite ratu ra b ib lio gráfica en la que sé que están co n trib u yen d o peruanos (A guilar D íaz, 2 0 1 1 ; H errera, 2 0 1 1 ; T antaleán, 2 0 1 0 ) y en la que quizá co n ven dría tam b ién realizar algu n a visión h istórica. En este sentido, m e parece acucian te que desarrollos actuales en el

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p atrim o n io peruano, que son tan cruciales p ara el futuro de la investigació n arqu eo ló gica com o la recien te creación de las U n idades E jecutoras de C usco, L im a, L am b ayeque y las dos de L a L ib ertad se estudien y se co m p renda su

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origen y desarrollo. M e atrevería a sugerir que su ap arició n supone u n antes y u n después en la arqueo lo gía p eru an a que los arqueólogos profesionales no deben ignorar. A dem ás del n acio n alism o (y la id eo lo gía del pasado co n vertid a recien tem ente en un p roducto de consum o), otra id eo lo gía p o lítica que se b en eficiaría de u n análisis m ás sistem ático sería la del co lonialism o científico. M e parece interesan te observar, por ejem plo, cóm o los autores n o rteam ericano s parecen ign o rar que h a h ab ido arqueo lo gía de otros países adem ás del suyo en el Perú. L a falta de referencias a autores peruanos es sorprendente, pero significativa, en autores com o Jo h n W . R ick, quien puede escribir u n a sección sobre qué aspectos de la N u eva A rq u eo lo gía llegaro n al Perú olvidándose de citar — y por tan to silen cian d o — a aquéllos que p resum ib lem en te absorbieron la revolución arqueológica p ro d u cid a en N o rteam érica (nótese adem ás que su o p in ió n se opone a la expresada por B urger en su cap ítulo , q u ien m in im iz a en gran m an era tal in flu en cia). M e h a asom brado la p resencia de arqueólogos y arqueólogas de otras n acio n alid ad es que la estado unidense en el Perú que nos exp lican los cap ítulo s sobre la arq u eo lo gía francesa (L avallée), alem ana (León C an ales), jap o n esa (Seki), ita lia n a (O refici), b ritán ica (M cE w an y S illar), cu b an a (Fernández y C alzada) y argen tin a (Politis), a la que h ab ría que añ ad ir la de otros países cuyos cap ítulo s por diversas circunstan cias no se h an p odido in c lu ir com o E spaña (pero ver C iu d a d R uiz & Iglesias Ponce de León, 2 0 0 5 ). Es adem ás revelador que los otros autores extranjeros o que h ab lan de arqueólogos foráneos no estadounidenses suelan citar en este libro a éstos, lo que p e rm itiría un análisis sobre la fluidez de la h egem o n ía y de la catego ría de sub alterno , cu ya co n sideración es relativa a la situació n en la que se en cuen tre el in d iv id u o y q uien sea su interlocutor. Es decir, creo que sería m u y en riquecedo r que algu ien se atreviera a an alizar la h isto ria de la arqueo lo gía p eru an a en térm inos poscoloniales. O tros trabajos de este tipo h an sido realizado por varios autores (D íaz-A ndreu, 2 0 0 7 ; Fernández M artín ez, 2 0 0 5 : cap. 6; F unari & V ie ira de C arvalh o , 2 0 1 1 ; G necco & A yala, 2 0 1 1 ; H arriso n & W illiam so n , 2 0 0 2 ; L ydon & R izvi, 2 0 1 0 ; S ch m id t, 2 0 0 9 ). U n aspecto m ás dentro de las ideologías po líticas sería la conexión con la teo ría arqueo ló gica que, pese a haber nacido h acia la II G uerra M u n d ial, y tenien do u n cierto desarrollo en los años 1 950, explotó com o novedad en la época de las revoluciones estud ian tiles. Es así com o surgió de form a p aralela en varias partes del m u n d o las propuestas teóricas m arxistas, siendo el Perú p io n era en el área latin o am erican a con el trabajo de Luis G u illerm o

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L um breras (1 9 7 4 ). El relato autobiográfico in clu id o en este vo lum en es m u y revelador y p erm itirá a m uchos entender m ejo r las propuestas realizadas en aquellos años que tanto h an influ id o a la arqueo lo gía no sólo latin oam ericana, sino tam b ién española, pero que tuvieron tan poco eco en la p rim era edició n de la H istoria d e l P en sa m ien to A rq u eológico de B ruce T rigger (1 9 8 9 ). A dem ás, q u ería ap u n tar que algu ien ten d rá que desm ontar la evo lución lin eal de la teoría arqu eoló gica (evolucionism o, escuela h istó rico -cu ltu ral, N ueva A rq u eo lo gía y Posprocesualism o) en gran p arte p o p u larizad a por el autor canadiense. C o m o b ien dice G abriel R am ó n Joffré en su cap ítu lo sobre la E scuela de B erkeley, las etiquetas aplicadas a las diversas tendencias de la A rq u eo lo gía «no reflejan la v ariab ilid ad in tern a de cad a u n a de ellas» y «ni siq u iera ayu d an a explicar los cam bios en el m odo de aproxim arse al pasado, esp ecialm en te en contextos com o L atin o am érica», o com o, d iría yo, en todas partes, in clu yen d o los Estados U nidos o G ran B retaña. Las «revoluciones» de K ühn, in clu yen d o las arqueológicas, pertenecen a u n m o m en to histórico m u y concreto y reflejan la so cio lo gía de la cien cia m ás que el pensam iento arqueológico. Si G arth B aw den se au to d en o m in a posprocesual, com o nos dice R afael V ega-C en ten o, m ás tien e que ver con u n a form a de tribalism o académ ico (Becher, 2 0 0 1 ), de colegios invisibles (Z uccala, 2 0 0 6 ), que de verdaderas agrupaciones teóricas que fu n cio n an , com o cu alq u ier ideo lo gía, com o u n a co m u n id ad im ag in ad a (cf. A nderson, 1 9 91, q uien h a desarrollado este concepto p ara el nacio n alism o ). A parte de la p o lítica con P grande alu d id a en los dos párrafos anteriores, está la de la p p equeñ a, las po líticas dentro de los colectivos de arqueólogos, de las que h ay bastantes com entarios en el vo lum en — los enem igos académ icos cuyas d isputas tien en u n a in flu en cia clara en las teorías arqueológicas, la fo rm ació n de «clanes» o «tribus» o «redes sociales» (netw orks o grupos de interés) que in flu ye en la com posición de los grupos de investigació n y por tan to tam b ién en las ideas que se im p o n en o no y que suelen ser las únicas que luego se trasladan a las historias de la A rq u eo lo gía (Faria & G oel, 2 0 1 0 ; R eim o n d , 2 0 1 1 ). D esde u n a perspectiva m u y co ncreta h a abordado cóm o

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afecta la so cio lo gía in tern a de cad a grup o, y la relació n con los objetos con y sobre los que se trab aja, el afam ado B runo L atour con su A ctor N etw ork T h eory (T eoría del A ctor-R ed) (Latour, 2 0 0 5 ). L a reflexión de Latour, que le d a p rio rid ad a la im p o rtan cia de lo tecnológico, en nuestro caso p ara ver la evolución de la d iscip lin a arqueológica, h a ten ido to d avía pocos seguidores en la A rqueo lo gía, au n que h ay excepciones (G illberg & Jensen , 2 0 0 6 ).

Últimas reflexiones y nuevas propuestas

T erm inaré m i exposición reflexionando sobre los m étodos de la H isto ria de la A rqueo lo gía, de los que existen p rin cip alm en te tres. El prim ero se refiere a la reco p ilación , estudio y análisis crítico de las fuentes im presas, siendo este tipo de estudio el que con casi exclusividad se h a em pleado en el presente vo lum en . El segundo m étodo, el em pleo de do cum en tació n de archivo, solo parece haberse em p leado en u n p ar de capítulo s, el de C ésar A stu h u am án y el de Peters y A yarza. Los archivos son u n a fuente in estim ab le p ara la realizació n de estudios históricos sobre u n a d iscip lin a. Las p ublicacio nes no lo con tien en todo, y h ay veces que las negociaciones que h an llevado a u n a id ea o h an p o sib ilitad o la creación de in stitucio n es y de alian za entre los p racticantes de la d iscip lin a solo h an quedado reflejadas en la do cum en tació n de toda ín d o le h o y d ep o sitada en archivos. Presentan varias ven tajas con respecto a las fuentes im presas: nos exp lican las negociaciones n u n ca p ub licad as que llevaron a los que nos precedieron a determ in adas decisiones y no otras. Las historias que los docum entos revelan son raram en te u n ilin iales pues, m ás b ien al co ntrario, nos descubren los entresijos de la p ráctica arqueológica. Por ú ltim o , la h isto ria oral es sin d u d a u n a asign atu ra p en d ien te en los estudios sobre la H isto ria de la A rq u eo lo gía casi en todos los países, y el Perú no es u n a excepción. O b viam en te este m étodo no p erm ite aho ndar m ás que unas décadas y recoge la info rm ació n que h a seleccionado la m em o ria del entrevistado, pero en todo caso nos ofrece u n a visión p erson alizada de lo que sucedió en el pasado disciplinar.

Las ideas aquí expuestas son como bolas tiradas al vacío que espero que alguien recoja; van en muchas direcciones entrecruzándose en ocasiones y no pretenden cubrir todos los vacíos en la investigación. Se resumen en varias temáticas y proyectos metodológicos donde creo que los futuros historiadores de la Arqueología peruana podrían en un futuro realizar propuestas novedosas que complementarían con éxito la visión expuesta en las páginas de este volumen.

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MICHAELIS, A., 1906 —Die Archaeologischen Entdeckungen des Neunzehnten Jahrhunderts, viii + 328 pp.; Leipzig: Seeman. MITCHELL, P. J., 1998 —The South African stone age in the collections of the British Museum: content, history and significance. South African Archaeological Bulletin, 53: 26-36. MYRES, J. L., 1907 —The Making of Modern Archaeology. The Burlington M agazine fo r Connoisseurs, 10: 317-319. OULEBSIR, N., 2004 —Les usages du patrim oine: Monuments, musées et politique coloniale en Algérie (1830-1930), 441 pp.; París: Fondation de la Maison des sciences de l’homme. PATTERSON, T. C., 1989 —Political Economy and a Discourse Called “Peruvian Archaeology”. Culture and History, 4: 35-84. PATTERSON, T. C., 1995 — Toward a Social History o f Archaeology in the United States, x + 181 pp.; Fort Worth: Hartcourt Brace College Publishers, Texas. PINSKY, V., 1989 — Commentary: a critical role for the history of Archaeology. In: Critical Traditions in Contemporary Archaeology. Essays in the philosophy, history an d socio-politics o f archaeology (V. Pinsky & A. Wylie, eds.): 89-91; Cambridge: Cambridge University Press. RAVINES, R. (ed.), 1970 — Cien años de arqueología en el Perú, 608 pp.; Lima: IEP. REIMOND, G., 2011 —Des cercles académiques aux réseaux savants de la primiere moitié du XXe siecle. Stratégie, apport et devenir des réseaux d’archéologues en Espagne (1900-1936). In: Connattre l ’A ntiquité. Individus, réseaux, stratégies du XVIIIe au XXe siecle (C. Bonnet, V. Krings & C. Valenti, eds.): 231-262; Rennes: Presses Universitaires de Rennes. RUIZ MARTINEZ, A., 2006 —Zelia Nuttall e Isabel Ramírez: Las Distintas Formas de Practicar y Escribir Sobre Arqueología en el México de Inicios del Siglo XX. Cuadernos Pagu, 27: 99-133. RUIZ MARTINEZ, A., 2008 —Eulalia Guzmán y la imposibilidad de excavar en suelo nacional. Cuicuilco, 15: 137-157. RUTSCH, M ., 2003 —Isabel Ramírez Castañeda (181-1843): una antihistoria de los inicios de la antropología mexicana. Cuicuilco. Revista de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, 10: 99-117. SCHAEDEL, R. & SHIMADA, I., 1982 —Peruvian Archaeology, 1940­ 1980: an Analytical Overview. World Archaeology, 13: 359-371.

M argarita D íaz Andreu

SCHMIDT, P. R. (ed.), 2009 —Postcolonial Archaeologies in Africa, xiv + 287 pp.; Santa Fe: SAR Press. SCHNAPP, A., 1993 —La conquete du passé: aux origines de l ’A rchéologie, 384 pp.; París: Editions Carré. TANTALEÁN, H., 2010 — El pasado tras del espejo: arqueología y nacionalismo en el Perú. In: Historias de Arqueología Suramericana (J. Natri & L. Meneses, eds.): 137-168; Buenos Aires: Fundación de Historia Natural Félix de Azara. TRIGGER, B. G., 1985 —Writing the History ofArchaeology. In: O bjectsand

Others: essays on museums and material culture, History o f anthropology 3 (G. W. J. Stocking, ed.): 218-35; Londres, Wisconsin: University of Wisconsin Press. TRIGGER, B. G., 1989 —A History o f Archaeological Thought, xv + 500 pp.; Cambridge: Cambridge University Press. TRIGGER, B. G., 2006 —A History o f Archaeological Thought, 710 pp.; Cambridge: Cambridge University Press. 2a edición. ZUCCALA, A., 2006 —Modeling the invisible college. Journal o fth e American Society fo r Information Science an d Technology, 57:152-168.

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Sobre los autores

Miguel AGUILAR Es arqueólogo de la U niversidad N acional Federico V illarreal, y m agíster en A n tro p o logía de la U niversidad de los A ndes de C o lo m b ia en donde cursa estudios de D octorado en H istoria. H a sido ayu d an te de cátedra de A rqueología en la U niversidad N acional Federico V illarreal, U niversidad N acio nal M ayo r de San M arco s de L im a; profesor asistente del pregrado de A ntrop olo gía en la U niversidad de los A ndes y la U niversidad N acio nal de C olom b ia. H a realizado investigaciones sobre form ación y desarrollo de las organizaciones sociales com plejas a p artir de las residencias de elite en los A ndes C entrales, en los V alles de H u aura, Fortaleza, P ativilca y en el C allejó n de H uaylas (Ancash). H a p ublicado u n a serie de artículos sobre el p atrim o nio cu ltu ral y sus relaciones con el Estado y las co m unidades ind ígenas en el Perú, y com piló ju n to a H en ry T antaleán un libro sobre A rqu eolo gía Social L atinoam ericana. En la actu alid ad es becario e investigador del Instituto C olo m b ian o de A n tropología e H isto ria y es profesor visitan te de la U niversidad de C atam arca, A rgentina.

César W. ASTUHUAMÁN GONZÁLES E studió A rq u eo lo gía en la U niversidad N acio n al M ayo r de S an M arcos (U .N .M .S .M .) y obtuvo su doctorado en la U niversity C ollege L on d on -

Sobre los autores

U n iversity o f L on d on (2 0 0 8 ). Es docente del D epartam ento A cadém ico de A rq u eo lo gía de la U .N .M .S .M ., del cu al h a sido C o o rd in ad o r al ig u al que de la M aestría (2 0 0 9 -2 0 1 2 ). A ctu alm en te d irige el Proyecto de Investigación A rq ueo ló gica A ypate, del Proyecto Q h ap aq Ñ an -M in isterio de C u ltu ra, en A yabaca, P iura. H a p ub licad o diversos artículos en libros y revistas entre los que destacan: «T h e concept o f Inca province» (2 0 1 1 ); «In cas, Jív a ro s y l a o b ra de H u m b o ld t V u es d es C o rd ille re s» (2 0 0 9 ); «Los otros Pariacaca; oráculos, m o n tañas y parentelas sagradas» (2 0 0 8 ); «Julio C ésar Tello Rojas; U n a biografía» (2 0 0 5 , con R ich ard D aggett), «Iden tificació n y fun ció n de las edificaciones Inca; el caso de los acllaw asi de la Sierra de P iura» (2 0 0 5 ).

Luis Alberto AYARZA UYACO E studió B ellas A rtes en la E scuela S u p erio r de B ellas A rtes V icto r M o rey Peña, Sistem as e In fo rm ática en la U n iversid ad N acio n al de la A m azo n ía P eruana e H isto ria del A rte en la U n iversid ad N acio n al M a yo r de S an M arco s. H a trab ajad o com o Ingeniero de Sistem as en el Banco de la N ació n , m ien tras desarro llaba su carrera p aralela com o artista p lástico con esp ecialid ad en p in tu ra y grab ad o s, y com o m iem b ro de la E scuela A m azó n ica. S u interés en el aporte de los artistas a la d o cu m en tació n arq u eo ló gica le llevó al estudio de las obras de Pedro R ojas Ponce, R ebeca C arrió n C ach o t y otros que h an co lab o rad o co n el D r. Ju lio C . T ello , tan to en los procesos de in vestigació n com o en la m useo grafía. E ntre 2 0 0 7 y 2 0 1 3 h a colabo rado en el proyecto «P rácticas en v id a, presen cia después de la m u erte : lo estilístico y lo m aterial en Paracas N ecróp olis» com o esp ecialista en la d o cu m en tació n d ig ita l de los m ateriales de archivo.

Monica BARNES

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Es ed ito ra de A ndean P ast y A sociada del A m erican M u seu m o f N atural H istory. E lla se form ó en el Vassar C o llege, la U n iversity o f London, y C o rn ell U niversity. Barnes está actualm en te trab ajan do con los registros fotográficos y escritos resultantes del proyecto «A S tu d y o f P rovincial Inca Life» de Jo h n V ícto r M u rra (1 9 6 3 -1 9 6 6 ) centrado en H u án uco Pam pa. S u trabajo consiste en poner los datos a disposición de los investigadores a través de su p ub licació n . T am bién está realizando u n archivo v irtu al de ilustracio n es de H u án uco Pam pa, que van desde los inicio s del siglo X VII h asta el presente, y está escribiendo un extenso libro biográfico sobre M urra. C o m o autora, edito ra, y trad u ctora h a p ro ducido cerca de 2 0 0 publicacio nes,

Sobre los autores

p rin cip alm en te sobre la h isto ria de la arq u eo lo gía, fo to grafía, construcción d el m ed io am b ien te y religió n .

Richard L. BURGER Es arq ueó lo go , doctor en A n tro p o lo gía de la U n iversid ad de C alifo rn ia, B erkeley. E stá a cargo del P ro gram a de E studios A rqueológicos en Yale U n iv ersity y en P residente del In stitu te of A n dean R esearch (N Y ). Fue D irector del M useo P eabody de H isto ria N atu ral entre los años 1 9 9 5 -2 0 0 2 y actu alm en te es el C h arles J. M a c C u rd y Professor de A n tro p o lo gía en Yale. T am b ién h a dictado cursos en los program as de arq u eo lo gía de la U N M S M , P U C P y U N SA A C . Es auto r de libros y artículos entre los que se p uede citar

E m ergencia d e la Civilización en los Andes (U N M S M , 1 9 9 3 ), Excavaciones en Chavín d e H uántar (PU CP, 1998) y A rqueología d el Período Form ativo en la Cuenca Baja d e Lurín (PUCP, 2 0 0 9 ). Anderson CALZADA H isto riado r graduado de la F acultad de F ilosofía e H isto ria de la U n iversidad de L a H ab ana. Laboró d uran te tres años en el D ep artam en to de A rqueolo gía d el In stitu to C ub an o de A n tro p o lo gía y en la actu alid ad se desem peña com o investigado r en el A rchivo N acio n al de C ub a. E ntre los tem as estudiados se en cu en tran la v id a y obra del Dr. E rnesto T abío Palm a, y la co m p ilació n y trascripción de las actas de la Ju n ta N acio n al de A rq u eo lo gía y E tnología (1 9 3 7 -1 9 6 2 ), que se en cu en tran en proceso editorial.

Luis Jaime CASTILLO BUTTERS Es arq u eó lo go , D o cto r en A n tro p o lo gía de la U n iv ersid ad de C alifo rn ia, Los Á n geles y Profesor P rin cip al de A rq u eo lo g ía del D ep artam en to de H u m an id ad es de la P o n tificia U n iv ersid ad C a tó lic a del Perú. H a sido fe llo w en D u m b arto n O aks y profesor v isitan te en las u n iversid ad es de L u n d , la E H E SS-P aris, la U N A M , la U . Pablo de O lavid e y otras. Es co d irecto r del B oletín d e arqueologia d e la PUCP, y h a sido co ed ito r de

Latin A m erican A ntiquity, y m iem b ro del C o m ité de É tica de la S o c ie ty for A m erica n A rchaeology. H a p u b licad o y ed itad o diversos vo lúm en es: N ew P erspectives on M oche P olitica l O rganization ; A rqueología M ochica, Nuevas A proximaciones ; D e C upisnique a los Incas, e l Arte d e l Valle d e Jequetepeque, Investigaciones en San J o sé d e M oro, etc.

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Sobre los autores

Richard E. DAGGETT Es historiador de la arqueología peruana y biógrafo de Julio C. Tello. Recibió su Ph.D. en Antropología de la University of Massachusetts Amherst en 1984. Como investigador independiente, ha publicado, entre otros, «Reconstructing the Evidence for Cerro Blanco and Punkuri» (1987); «The Pachacamac Studies, 1938-1941» (1988); «Paracas: Discovery and Controversy» (1991); «Tello, the Press and Peruvian Archaeology» (1992); «The Paracas Mummy Bundles of the Great Necropolis of Wari Kayan: A History» (1994); «Indroducción a las investigaciones de Julio C. Tello en la peninsula de Paracas» (2005); «Tello’s ‘Lost Years’: 1931-1935» (2007); «Julio C. Tello: An Account of His Rise to Prominence in Peruvian Archaeology» (2009). Margarita DÍAZ-ANDREU Es Profesora de Investigación de Icrea en la U n iversidad de B arcelona desde enero de 2 0 1 2 . A n terio rm en te fue profesora en la U n iversidad C o m p lu ten se de M a d rid (1 9 9 4 -1 9 9 5 ) y en la U n iversid ad de D u rh am (1 9 9 6 -2 0 1 1 ). Es au to ra o co au to ra de seis libros y ed ito ra de otros siete y h a p u b licad o u n gran n ú m ero de trabajos sobre H isto ria de la A rqueo logía, A rqueolo gía p reh istó rica euro pea, arte rup estre, id e n tid a d y p atrim o n io . E ntre sus p ub licacio n es destacan A W orld H istory o f N in eteen th C en tu ry A rch a eology (O xford U n iversity Press, 2 0 0 7 ), A rch a eolo gica l en co u n ters. B u ild in g n etw ork s o f S panish a n d B ritish a rch a eo lo gists in th e 2 0 th ce n tu r y (C am b rid ge Scholars, 2 0 1 2 ) y la colección de trabajos sobre T he eth ics o f a r ch a e o lo g ica l tou rism in L atin A m erica ed itad a con C ésar V illalob o s y p u b licad a en el I n ter n a tio n a l

J o u r n a l o f H isto rica l A rch a eology 17 (20 13).

Racso FERNÁNDEZ

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Graduado de Ingeniería Industrial en el Instituto Superior Politécnico de Tashkent, en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Máster en Ciencias Antropológicas de la Universidad de La Habana. Ha laborado en el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, en el Centro de Conservación, Restauración y Museología, en la Fundación Fernando Ortiz, y desde el año 2006 en el Departamento de Arqueología del Instituto Cubano de Antropología. Desempeñó la responsabilidad de Jefe de la Disciplina «La Arqueología en el Patrimonio» de la titulación «Preservación y Gestión del Patrimonio Históricocultural» en el Colegio de San Gerónimo de La Habana, facultad extra campus

Sobre los autores

de la Universidad de La Habana. Autor de libros y artículos entre los que se puede citar M anual Práctico para la excavación d e sitios funerarios, 1997; El enigm a d e los petroglifos aborígenes d e Cuba y el Caribe Insular, 2001; ¿Quienes hicieron los dibujos en las Cuevas?, 2007; se encuentra en prensa el título AON. El perro precolom bino d e Las Antillas. Peter KAULICKE Es D octor en A n tro p o lo gía y A rq u eo lo gía de la U n iversidad de B onn, A lem an ia (1 9 8 0 ). Es Profesor P rin cip al de la E specialidad de A rqueo lo gía, D ep artam en to de H u m an id ad es de la P on tificia U n iversid ad C ató lica del Perú, desde 1982. H a sido Profesor V isitan te en varios in stituto s, universidades y m useos de A lem an ia, C an ad á, C h ile, C h in a, E gipto, E spaña, Estados U nidos, Jap ó n , F ran cia y R eino U nido. Es m iem b ro del In stitu te o f A ndean R esearch (B erkeley), del Instituto A rqueoló gico A lem án , de la C o m isió n de la KAAK (C o m isió n de A rq u eo lo gía de C u ltu ras E xtra-europeas) y del In stitu to A rqueoló gico A lem án . H a p articip ad o en num erosos proyectos arqueológicos en la C o sta N orte, C o sta C en tral, C o sta Sur, Sierra N orte, S ierra C en tral y Sierra Sur del Perú, desde 1971. A ctu alm en te trab aja en un proyecto en R ío G rande, N azca con la KAAK (co-director). Es autor de unos 2 0 0 artículos y 2 0 libros (9 editados) en varios idiom as. S u interés se cen tra en la arqueo lo gía com parada, etn o h isto ria y arqueología, orígenes de las sociedades com plejas, ritos y contextos funerarios, arte p rim itivo y religió n en los periodos Form ativo y A rcaico en las A m éricas y el V iejo M un do.

Daniele LAVALLÉE Es arqueóloga, d irectora de investigació n em érita en el C en tro N acio nal de Investigación C ien tífica (C N R S) de Francia. O btuvo su doctorado en P rehistoría y A rq u eo lo gía en la U n iversid ad de Paris-Sorbona en 1 9 63, y fue docente en las U niversidades de Paris-Sorbona y Paris X -N an terre entre 1978 y 1 998. H a trabajado en el Perú, C h ile y A rgen tin a, países do nde h a dirigido varios proyectos de investigació n. A uto ra de m ás de 180 artículos y libros, entre los cuales destacan: Asto: curacazgo prehispánico d e los Andes centrales (1 9 8 3 , con M . Ju lie n ); Les Andes, d e la préhistoire aux Incas (1 9 8 5 , con L. L um breras); Telarmachay, cazadores y pastores d e los Andes (1 9 9 5 ); The first

South Americans. The p eop lin g o f a con tin en t fro m the earliest evid en ce to high culture (2 0 0 0 ); Early hunters-gathereres o f the C entral Andes (20 07).

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Sobre los autores

Elmo LEÓN CANALES E studió arq ueo lo gía en la U n iversidad N acio n al M ayo r de San M arcos, L im a e hizo u n a M a estría y D octorado en la U n iversidad de B o n n , A lem an ia en las especialidades de Prehistoria, A rq u eo lo gía C lásica y A m erican ística A n tigu a. H a hecho inv estigació n arqueoló gica en el Perú, M éxico , U SA , F ran cia y A lem an ia. S u investigación se co ncen tra en el p aleo in d io , la p aleo clim ato lo gía, el radio carb o n o, la arqueo m etría, arqueo b o tán ica y arqueo lo gía an dina. H a sido docente un iversitario en la U N M S M , la PUCP, la U n iversidad de Bonn y El C o legio de M ich o acán , A C . H a pub licado el libro O rígen es H u m an os en los A ndes d e l P erú (2 0 0 7 ) y tiene en prensa 1 4 ,0 0 0 a ñ o s d e a lim en to s en e l P erú (2 0 1 3 ), así com o P a leo clim a te o f A n cien t A ndean a n d M eso a m erica n

C iviliz a tion s (2 0 1 4 -2 0 1 5 ). H a p ub licad o u n a serie de artículo s en revistas de cien cia peruanas y extranjeras en tem as de tecn o lo gía lítica, radiocarbono, p aleo in d io y arq u eo lo gía an d in a, entre otros; es adem ás autor de las voces relacio n adas a arqueo lo gía an d in a de la E n cyclop ed ia o f G lob al A rch a eology (2 0 1 3 ), Springer.

Luis Guillermo LUMBRERAS D octor en Letras con esp ecialid ad en E tno lo gía y A rq u eo lo gía de la U n iversid ad N acio n al M ayo r de S an M arcos, L im a. Profesor E m érito de esta m ism a universidad y la U niversidad N acional San C ristóbal de H uam anga, A yacucho, y Profesor H onorario en varias universidades del Perú y extranjero. H a tenido u n a carrera docente entre 1957 y 2 0 0 6 en distintas universidades e instituciones privadas y del Estado en el Perú y extranjero. H a recibido prem ios nacionales e internacionales a su carrera académ ica y científica. U na de sus contribuciones m ás reconocidas a nivel internacional es la propuesta de considerar a la A rqueología com o un a C ien cia Social, propuesta que ha m otivado un m ovim iento internacional, conocido com o la A rqueología Social L atinoam ericana. Es codirector N acio n al del Proyecto C h av ín de H uántar, M iem b ro T itu lar de la A cad em ia N acio n al de C ien cias. Es D irector G eneral

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d el In stitu to A n d in o de E studios A rqueológico -Sociales, y del C en tro de E studios H istórico-A ntropológicos, in stitucio n es especializadas en asuntos de cu ltu ra, p atrim o n io y desarrollo. Presta servicios de co n sulto ría a organism os n acionales e in tern acio n ales, en el ám b ito de su profesión, en fo rm a in d ep en d ien te y en asociación con proyectos de su esp ecialidad. T ien e p ub licado s alrededor de 4 0 libros en su esp ecialid ad y unos 3 0 0 ensayos, artículo s y ponencias.

Sobre los autores

Colin MCEWAN Es arqueólogo y curador de m useo que obtuvo su M aster in A rts y D octorado en A n tro p o lo gía en la U n iversity o f Illinois at U rb an a-C h am p aign . A ctu alm en te es D irecto r de P re-C o lu m b ian Studies en D u m b arto n O aks R esearch L ib rary an d C o llectio n , W ash in gto n D C . Se especializa en el arte y arq ueo lo gía de las A m éricas Precolom binas y h a llevado a cabo trabajo de cam po en diferentes asentam ientos abarcando desde la sierra peru an a, A lta A m azon ía, costa del E cuador y P atagonia. D e 1979 a 1991 d irigió el Proyecto A rqueo ló gico A gu a B lanca enfocado en u n p rin cip al asentam ien to M an teñ o en el Parque N acio n al M a ch alilla, costa del Ecuador. T am b ién fue Jefe de la Sección de las A m ericas en el B ritish M u seu m , Londres, do nde publicó y coeditó p ublicacio nes sobre exhibiciones in clu yen d o el A n tigu o M éxico en el B ritish M u seu m (1 9 9 4 ); ‘Patagonia: N atural H istory, P rehistory an d E th n o graph y at the U tterm ost E nd o f the E arth’ (1 9 9 7 ), ‘P re-C o lum b ian G old: T echnology, Style an d Iconography’ (2 0 0 0 ), ‘U nkn ow n A m azon: C u ltu re in N ature in A n cien t B razil’ (2 0 0 1 ), ‘T urquoise M osaics from M exico ’ (2 0 0 6 ), ‘El C arib e P re-C o lom b in o ’ (2 0 0 8 ); A n cien t A m erican A rt in D etail (2 0 0 9 ) y ‘M o ctezum a: A ztec R u ler’ (2 0 0 9 ). E stá p articu larm en te interesado en reco n struir e in terp retar los roles que los objetos desem peñan en los paisajes prehistóricos culturales.

Pedro NOVOA A rqueólogo de la U n iversid ad N acio n al M ayo r de San M arcos. C om o in teg ran te del M useo de A rq u eo lo gía y A n tro p o lo gía de la U N M S M , entre 1 9 9 7 y 1998 p articip ó en la p rim era verificación in tegral del A rchivo Ju lio C . Tello, entregado en 1 9 4 7 a esa universidad. A co n tin uació n , ed itó los tres prim eros volúm enes de los C uaderno s de Investigación del A rchivo Tello: A rq u eología d e l Valle d e L im a (1 9 9 9 ), A rq u eología d e l v a lle d e Asia (2 0 0 0 ) y A rq u eología d e la cu en ca d e l R ío G rande d e N asca (2 0 0 2 ). E ntre 2 0 0 2 y 2 0 0 7 form ó parte del equipo de investigació n de la H u aca San M arcos, d irigid o por la docto ra R u th Shady. D esde 2001 form a p arte del equ ip o de investigació n de la Z ona A rqueo ló gica C aral, b ajo la dirección de la do cto ra Shady, y es responsable de la investigación y conservación de los m ateriales recuperados en las intervencio nes arqueológicas de esa in stitu ció n .

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Sobre los autores

Giuseppe OREFICI A rq uitecto y arqueólogo, D irector del C entro Italiano S tu d i e R icerche A rcheologiche P recolom biane (C ISR A P ) de Brescia, Italia. D esde 1977 d irige cam pañas de excavaciones arqueológicas en el Perú y en el co n tin en te am ericano. En 1982 em prende u n p ro gram a de excavaciones arqueológicas en el área de N asca (Perú), com o D irector del «Proyecto N asca», am parado por u n convenio con el M in isterio de C u ltu ra del Perú. Las investigaciones, to d avía en curso, se con centran p rin cip alm en te en el centro cerem on ial de C ah u ach i. D esde 2 0 0 2 , con el p atro cin io del M in isterio de R elaciones Exteriores de Italia, realiza la conservación y p uesta en valor del sitio. H a d irigid o varios proyectos arqueológicos tam b ién en M éxico , Isla de Pascua, B rasil y B olivia. Es fun dador y director del M useo A rqueoló gico A n to n in i en N asca, donde se exponen los prin cipales hallazgos de las excavaciones por él realizadas en el territorio.

Thomas C. PATTERSON O btuvo su P h.D . en A n tro p o lo gía en la U n iversidad de C alifo rn ia, Berkelely. H a sido profesor en las universidades de B erkeley, H arvard, Yale, T em ple, y N ew School for So cial R esearch. Es Profesor D istin gu id o de A ntrop olo gia en la U n iversid ad de C alifo rn ia, R iverside (2 0 0 0 ). A utor de libros y artículos en tre los que se puede citar K a rl M arx, A n tropólogo (2 0 1 3 ), M arx ’s G host (2 0 0 3 ), A S o cia l H istory o f A n th rop ology in th e U n ited States (2 0 0 1 ), I n v en tin g W estern C iviliz a tion (1 9 9 4 ), T he In ca E m pire (1 9 9 1 ), P a ttern a n d P rocess in th e E arly I n ter m ed ia te P e r io d P o ttery o f th e C en tra l C oast o f P eru (1 9 6 6 ).

Ann H. PETERS Es antro p ó lo ga con esp ecialidad en A rqueología, doctora de la U niversidad de C o rn ell. C o n su lto ra de la sección de las A m éricas del M useo A ntropológico y A rqueológico de la U niversidad de P ennsylvania y m iem bro a d h o n o rem del P ro gram a de E studios A ndinos de la PUCP. B ajo el auspicio de las A gencias F ulb righ t y C en ter for Intern acio nal E ducational Exchange (CIES) fue docente de posgrado en la U niversidad N acion al M ayo r de San M arcos (2 0 0 7 ) y la U niversidad de T arapacá (2 0 0 3 -2 0 0 4 ). H a sido docente en las universidades de Tem ple y W est C hester (2 0 0 8 -2 0 0 9 ), C o rn ell (2 0 0 2 -2 0 0 6 ), Le M oyne

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(1 9 9 8 -1 9 9 9 ) y H obart an d W illia m S m ith (1 9 9 4 -1 9 9 8 ). Entre sus artículos se puede citar «F un erary regalia an d in stitu tio n s o f leadership in Paracas and

Sobre los autores

Topará» (C h un gara, 2 0 0 0 ); «C abeza y Tocado: significados en Paracas, Topará y N asca» en Tejiendo Sueños en el Cono Sur (2 0 0 6 ); «El cem enterio de Paracas N ecrópolis: u n m ap a social com plejo», en M antos para la eternidad: Textiles Paracas d el antiguo Perú (2 0 0 9 ); «Paracas N ecrópolis: C o m m u n ities o f textile p ro d uctio n, exchange netw orks an d social boundaries in the cen tral A ndes, 150 B C to A D 2 5 0 » en Textiles, Techne a n d P ow er in the Andes (en prensa).

Gustavo POLITIS Investigador Superio r del C onsejo N acio n al de Investigaciones C ien tíficas y T écn icas (C on icet) de A rg en tin a y Profesor en la U niversidad N acional d el C en tro de la P rovincia de B uenos A ires. D irector del In stituto de Investigaciones A rqueológicas y Paleontológicas del C u atern ario Pam peano (Incuapa). Sus áreas de interés son el p o b lam ien to de A m érica, la arqueología p am p ean a y del d elta del Paraná, la etn o arq u eo lo gía y la teoría arqueológica. Es auto r y edito r de varios libros sobre arqueo lo gía y h a escrito m ás de 100 artículo s científicos. Su libro Nukak. E thnoarchaeology o f an Amazonian P eople (Left C o ast Press) es u n a de sus p rin cip ales co ntrib ucio nes para la E tn o arqueologia desde A m érica de Sur.

Gabriel RAMÓN Arqueólogo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima) e historiador por la Pontificia Universidad Católica del Perú (Lima). Magister de la Universidad de Sao Paulo (Brasil) y doctor de la Universidad de East Anglia (Norwich). Hizo un postdoctorado en el Museo Británico (Londres) y es ahora Profesor ordinario en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se especializa en historia urbana latinoamericana y etnoarqueología andina. Ha publicado La M uralla y los Callejones (1999) y Los Alfareros Golondrinos (2013).

John RICK O btuvo su Ph.D . en la U n iversity o f M ich ig an en 1978. La investigación de R ic k se enfoca en la arqueo lo gía y an tro p o lo gía de los cazadoresrecolectores y sociedades jerárquicas in iciales, análisis de in strum en tos líticos y m eto do lo gías digitales, estudios sobre L atin o am érica y Suroeste de los E E U U . Sus princip ales esfuerzos de investigación h an in clu id o proyectos de largo plazo estudian do sociedades de cazadores tem pranos de la alta p u n a de

Sobre los autores

los A ndes centrales peruanos, y actualm en te d irige un im p o rtan te proyecto de inv estigació n en C h avín de H u án tar que tien e com o objetivo explorar los orígenes de la au to rid ad en los A ndes centrales. Su actual énfasis se en cuen tra en el em pleo de las técnicas d igitales de análisis dim en sio nales p ara el estudio de paisajes y arq u itectu ra, y sobre la exploración de contextos y m otivaciones p ara el desarrollo de las desigualdades sociopolíticas.

Yuji SEKI Es arqueólogo y antropólogo, y ejerce la do cen cia en el M useo N acio nal de E tnología, O saka en Japón. Es autor de La a rq u eo lo g ía d e l p o d e r en los A ndes P reh isp á n ico s (Fondo E ditorial de la U n iversidad de K yoto, 2 0 0 6 ), M irada s

a l T ahu antin suyo: A prox im acion es d e p eru a n ista s ja p o n eses a l I m p erio d e los in ca s (Fondo E dito rial de la Pontifica U niversidad C ató lica del Perú, 2 0 0 9 ), La A rq u eología d e los A ndes (D oseisha, 2 0 1 0 ). Por sus obras académ icas y co n trib ucio n es al desarrollo y a la difusió n de la arqueo lo gía an d in a en el m u n d o , recibió la condecoración H am a da S eiryou S hyou en 2 0 0 8 , el más im p o rtan te p rem io que se otorga an u alm en te en el Jap ó n por trabajos de inv estigació n acad ém ica en A rqueología.

Bill SILLAR Es profesor en el Instituto de A rq u eo lo gía de la U n iversity C o llege L ondon (U C L , 1999-presente) donde im p arte cursos de cerám ica, estudios de artefactos, tecn o lo gía y arqueo lo gía an d in a. A ssociate Fellow del Instituto para el E studio de las A m éricas (20 00-p resen te). Su doctorado en la U niversidad de C am b rid ge (1 9 9 0 -1 9 9 5 ) fue pub licado com o: S h a p in g C ultu re; M a k in g

P ots a n d C o n stru ctin g H ou seholds: An E th n o a rch a eo lo gica l S tudy o f P o ttery P ro d u ctio n , Trade a n d Use in th e A ndes (2 0 0 0 ). B ill S illar h a realizado

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prospecciones arqueológicas y excavaciones en varios sitios in clu yen d o el Proyecto C u sich aca y R aqch i en el Perú, y W est D ean en Inglaterra. El trabajo de cam po en R aqch i deb ía p erm itir com prender la con strucció n del sitio Inka dentro de un en te n d im ien to a largo plazo de las co n tin u id ad es y los cam bios en el desarrollo del p aisaje y el im pacto de los estados expansionistas sucesivos (W ari, Inca y español) en la so ciedad local. A ctualm en te, viene estudian do los cam bios en la o rganización de la pro ducció n de cerám ica, can tería y la arq u itectu ra m o n u m en tal en la regió n de C uzco d uran te el surgim ien to del Im perio Inka.

Sobre los autores

Jorge SILVA Es arqueólogo y profesor p rin cip al de la U n iversid ad N acio n al M ayo r de San M arcos. O btuvo su Ph. D. en A n tro p o lo gía en T h e U n iversity o f M ich ig an , A n n Arbor, U SA . Es profesor p rin cip al de la E scuela de A rq u eo lo gía en la U n iversidad N acio n al M ayo r de San M arcos. E ntre sus p ub licacio nes se puede m en cio n ar el libro El Im p erio d e los C uatro Suyos, O rígen es d e la C iviliz a ción A n din a . Investiga estructuras políticas y económ icas prehispánicas. A ctu alm en te estu d ia la p ro b lem ática de la arq u eo lo gía en el A lto M ayo , M o yo b am b a, O rien te peruano.

Henry TANTALEÁN Se licen ció en A rqueo lo gía en la U n iversid ad N acion al M ayo r de San M arcos. O btuvo su m aestría (2 0 0 3 ) y doctorado (2 0 0 8 ) en A rq u eo lo gía P rehistórica en la U n iversidad A u tó n o m a de B arcelona, España. A ctu alm en te es profesor de pregrado y posgrado de la U niversidad N acio n al M ayo r de San M arco s y profesor de posgrado en la U niversidad N acio n al de T rujillo. Es investigado r asociado del Instituto Francés de E studios A ndin os en L im a y del Instituto C o tsen de A rq u eo lo gía de la U n iversity o f C alifo rn ia en Los A ngeles (U SA ). H a p u b licad o A rq u eología d e la F orm a ció n d e l E stado: El Caso d e la C u en ca N orte d e l T itica ca (Fondo E ditorial San M arcos, 2 0 0 8 ), I d eo lo g ía y

R ea lid a d en las P rim era s S o cied a d es S ed en ta ria s (1 4 0 0 ANE-350 ANE) d e la C u en ca N orte d e l T iticaca, P erú (A rchaeopress, 2 0 1 0 ), La A rq u eología S o cia l L a tin oa m erica n a : d e la T eoría a la Praxis (con M ig u e l A guilar, U n iversid ad de los A ndes, 2 0 1 2 ) y A rq u eología d e la C u en ca d e l T iticaca, P erú (con Luis Flores B lanco, IFEA, C o tsen In stitute, 2 0 1 2 ).

Rafael VEGA-CENTENO E studió A rqueo logía en la Pontificia U niversidad C ató lica del Perú. O btuvo su P h.D . en A ntrop olo gía en la U niversidad de A rizona-Tucson. Es D irector del P rogram a de H u m anidades de la U niversidad A ntonio R uiz de M o n to ya y es, a su vez, profesor de las Escuelas de A rqueo logía de la U niversidad N acional M ayo r de San M arcos y la P ontificia U niversidad C ató lica del Perú. H a llevado a cabo investigaciones sobre el Período A rcaico Tardío en el valle de Fortaleza (B arranca-Lim a) y sobre asentam ientos tardíos de la cuenca del río Yanam ayo (A sunción-A ncash). Producto de estas investigaciones, h a p ublicado artículos especializados en diferentes revistas del país y del extranjero.