Hacia El Analisis Automatico Del Discurso

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BIBLIOTECA R O M Á N IC A HISPÁNICA D ir ig id a po r

DÁMASO ALONSO

II. ESTUDIOS Y ENSAYOS,

2 7 7

MICHEL PÉCHEUX

H A C I A EL A N Á.LISIS A U T O M Á T IC O DEL DISCURSO V E R SIÓ N E S P A Ñ O L A

DE

MANUEL A L V A R

EZQ U ERR A

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i

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁN ICA EDITORIAL GREDOS MADRID

T raducción de la obra: de M. P é c h e u x . ©

ANALYSE AUTOMATIQUE DU DISCOURS

1969, Dunod E diteur, Paris y del artículo «Mises au point et perspectives á propos de I'anaiyse autom atique du discours» de M. P é c h e u x y C. F u c h s en la Revue Langages, n.° 37, m ars 1975.

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1975, L ibrairie M arcel Didier. Paris.

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1975, L ibrairie Larousse, Paris.

O EDITORIAL GREDOS, S. A., Sánchez Pacheco, 81, M adrid, 1978, pa ra la versión española.

Depósito Legal: M. 18063-1978.

ISBN 84-249-0771-X Rústica. ISBN 84-249-0772-8 Tela. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, M adrid, 1978. — 4640.

Siete son los años transcurridos desde que apareció la primera parte de esta obra, presentí da entonces con total independencia; quizás demasiados p; ra que toda la teoría pueda mantenerse en pie, tal es la c< nstante renovación de los principios generales y del instruí íental con que se tra­ baja en parcela tan joven del análisi; lingüístico. Pero la obra de Pécheux sigue nanteniendo su vigor inicial; de ahí mi entusiasmo para qi e viera la luz en espa­ ñol. Con ello quiero ayudar, en cu* nto puedo, a rellenar ese gran vacío que existe en nuestr; lengua: la automati­ zación de los estudios lingüísticos. Ei ella acerté a conocer muchos elementos útiles por cuanto la manejé a fondo en mis cursos de Lingüística Aplicada e i la Universidad Com­ plutense de Madrid. Una serie de circunstancias ha in pedido que lo que en el original era la primera obra apare iera antes: la traduc­ ción estaba acabada en junio de 1974 pero mis estancias en Francia no me permitieron reincorpoi arme a la Universidad española hasta 1975, fecha en que 11 Editorial Gredos se interesó por mi trabajo. Después, M. Pécheux pidió que le tradujera, también, el segundo texto que ahora se integra en este volumen. El estudio acababa le publicarse en Fran­ cia, y revisaba muchos puntos del i rimer libro. A finales

de enero de 1976, el a u to r m andó otro buen núm ero de correcciones y modificaciones a la p rim era obra. Hoy pare­ ce, p o r fin, que todo está dispuesto p ara que podamos p re sen ta r una obra definitiva. E n la versión he respetado totalm ente los originales franceses. Sin em bargo, he preferido su stitu ir los ejemplos prim itivos p o r otros de n u estra lengua —salvo en dos casos p o r el carácter dem ostrativo de los m ateriales aducidos— con lo que las explicaciones de los procesos de análisis han debido ser modificadas en unas pocas ocasiones (obsérvese, p or ejem plo, los sistem as de negación francés y español: n e . ..p a s / n o , y o tro s casos sem ejantes). Esto me ha con­ ducido a po n er español allí donde el original dice francés. Que el lector no se extrañe de en co n trar referencias a su lengua, cuando en ella aún no se han comenzado estudios para la autom atización del análisis del discurso. Con el fin de facilitar la lectura, he vertido también todas las citas, poniendo en nota el original. Los párrafos de aquellos libros que han sido traducidos al español, se tom an de esta versión, y a ella hago referencia, sin aludir p ara nada a los textos en la lengua en que fueron escritos. Finalm ente, he m antenido las bibliografías de las edi­ ciones francesas, aum entándolas donde ha indicado el autor, anotando las referencias a las traducciones españolas, y añadiendo ciertas inform aciones que m e han parecido útiles. Agradezco a M arisa Crespo la colaboración que me prestó para tra d u c ir el prim ero de los textos. M a n u e l A lvar E zquerra

Marzo de 1976.

Los dos textos que el lector en o n tra rá seguidamente han sido reunidos con la intención le p resen tar la evolu­ ción de una investigación que se fi a en el «análisis del discurso», evolución que, como veren os, está muy lejos de haber concluido. H abría sido artificial, p o r tanto, q lerer modificar a posteriori el prim er texto (redactado en 1967-1968 y publicado en francés en 1969 p o r É ditions Du íod bajo el título de Analyse autom atique du discours) a 11 luz del segundo (re­ dactado en 1973 con la colaboración de C. Fuchs, y publi­ cado en 1975 en el núm ero 37 de la evista Langages, con­ sagrado al Analyse du discours; langi e et idéologies). También nos hem os contentado c >n indicar de vez en cuando en nota los p untos del p rim er texto que han sufrido una revisión crítica p o r n u estra p arte Hemos intentado, en la medida de lo posible, precisar la naturaleza y alcance de esta revisión rem itiendo al segunde texto, titulado Actua­ lizaciones y perspectivas a propósito c zl análisis autom ático del discurso. Es cierto, sin em bargo, i ue tal o cual aspecto corre el riesgo p ara el lector españ >1 de aparecer como alusivo, a pesar de todas las precaucic nes que se han tom a­ do. En efecto, es im po rtan te señalar 1 1 existencia de varios textos, no reproducidos aquí, que jal onan de 1969 a 1975

la e v o lu c ió n de la c u e s tió n , y q u e se ev o can r e ite ra d a m e n te e n la se g u n d a p a r te de e ste lib ro ; p o d e m o s c ita r: — D ife re n te s e s tu d io s c o n c re to s e fe c tu a d o s co n la ay u d a d e l a n á lisis a u to m á tic o d e l d isc u rso d e sd e 1971. — T ra b a jo s q u e v a n de la sim p le p re s e n ta c ió n a la d isc u sió n c rític a y q u e se re fie re n ta n to a las p o si­ cion es e x p u e sta s en 1969 c o m o a los e stu d io s c o n c re­ to s c o n o cid o s en a q u e l m o m e n to . H ay q u e se ñ a la r e n tr e o tro s el lib ro de R. R o b in , H isto ire e t linguistiq u e (P a rís, Colin, 1973), y el e stu d io c rític o de S. F is h e r y E. V eron, « B a ra n n e e s t u n e crém e», ap a ­ re cid o en el n ú m e ro 20 de la re v ista C o m m u n ica tio n s (P a rís, 1973). — Y ta m b ié n te x to s q u e tra d u c e n la evolución de n u e s­ tra s p ro p ia s in v estig acio n es so b re e sta s cu estio n es, en lo te ó ric o y lo m etodológico; se tr a ta esen cialm ente de los títu lo s q u e siguen: — Cl. H aro ch e, P. H enry, M. Pécheux, «La sém an tiq u e e t la c o u p u re sa u ssu rie n n e : langue, langage, dis­ cours», ap a re c id o en 1971, en el n ú m e ro 24 de la rev ista Langages. — Cl. H aro ch e y M. Pécheux, «M anuel p o ur l’utilisation de la m éth o d e d ’analyse a u to m a tiq u e du dis­ co u rs ( A A D ) » a p a r e c i d o en 1972, en la revista T. A. In jo rm a tio n s. — M. Pécheux, Les vérités de La Pálice. Linguislu/ite, sém a n tiq u e, philosophie, aparecid o en 1975 en la colección «Théorie» de É ditions M aspéro. Por supuesto, sería de desear que el lecto r hispanoha­ blante p udiera, en uno u o tro caso, rem itirse a esos dife1 La sigla AAD equivale a análisis auto m á tico del discurso.

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rentes trabajos (exhaustivam ente re inidos en la bibliogra­ fía final, pág. 359). Pensam os, no o t stante, que la confron­ tación de los dos textos contenidos en este volumen pro­ porciona por sí m ism a una ilustraci >n sobre los diferentes aspectos (teórico-metodológicos, filos íficos y, en ciertos as­ pectos, políticos) de la evolución c ae de esta m anera se halla com prom etida. Resumamos en algunas palabras los principales rasgos de esta evolución, tal como se nos i resenta hoy: 1) Anotaremos, en p rim er lu g a :, que el p rim er texto se presenta retrospectivam ente afect ido p o r una desviación «sociologista», h asta «psico-sociologis :a» que, incluso tenien­ do el m érito de oponerse con much; eficacia al form alism o espontáneo de toda sem ántica «geni ral» o «universal», de­ jaba am pliam ente ab ierta la posib lidad de una sociolingüística de los discursos atribuyen lo a cada clase social (o fracción de clase) «su discurso», inscrito en sus propios «papeles», «representaciones», «imá 'enes», etc. El riesgo era el de una posición reform ista e¡ la teoría, si es cierto que, como recuerda el filósofo Le: lis Althusser, para el reformismo «las clases existen ante.' de la lucha de clases, independientem ente de la lucha de clases, y la lucha de clases existe solam ente después» 2. La noción de form ación discursi >a, y el estudio de su funcionamiento constitutivam ente cc ntradictorio como pro­ ceso discursivo-ideológico que se d< sarrolla sobre la base lingüística, comienza a p erm itirnos c :¡rregir esta desviación. Al menos, el lector pod rá juzgar poi la lectura del segundo texto que presentam os aquí. Por o ra parte, señalam os el trabajo en el que hem os intentad» profundizar en estas 2 «Les classes existent avant la lu tte di s classes, indépendam m ent de la lutte des classes, et la lu tte des cías: es existe seulem ent aprés». L. Althusser, R éponse á John Lewis, París, M aspéro, 1973, pág. 29.

cuestiones con m ayor ahínco; me refiero a Les Vérités de La Palice, al que he aludido antes. 2) Sim ultáneam ente el lector podrá darse cuenta de que aparecen num erosas lagunas al poner en p ráctica la teoría lingüística. No dejaré de insistir en el hecho de que el texto de 1969 rep resen tab a desde el punto de vista lin­ güístico un p rim er contacto, extrem adam ente rudim entario y teórico: conviene, pues, no to m ar al pie de la letra, ni considerar como soluciones definitivas, las disposiciones, term inología, etc., que se en cuentran consignadas en él. Desde esa fecha, el sistem a de análisis sintáctico está en constante re-elaboración, lo que poco a poco va produciendo incoherencias term inológicas que sólo podrá su p erar una total reestru ctu ració n lingüística. No hem os querido enm as­ carar esas incoherencias m ediante una unificación arb itraria y prem atu ra: en efecto, la lectura del segundo texto mos­ tra rá que, h abida cuenta del estado del desarrollo de las investigaciones lingüísticas, en p articu lar sobre la difícil cuestión del vínculo lingüístico en tre sintaxis y sem ántica, todavía queda m ucho cam ino p o r reco rrer p a ra llegar a una reestructu ració n sem ejante. Lo que presentam os es, p o r tanto, un «taller» lingüístico, con los interrogantes que levanta, m ás que un procedim iento globalm ente sistem ático; deseam os ardientem ente ser leídos desde esta perspectiva. Digamos p ara term in ar que existe desde 1971 un pro­ gram a p a ra o rdenador en lenguaje F ortran ; realiza los obje­ tivos generales definidos en 1969, pero con m edios a veces m uy diferentes en su detalle de los algoritm os que habíam os previsto entonces. Incluso ahí, nos hem os lim itado a indicar en nota en el in terio r del p rim er texto los puntos que han sido suprim idos o modificados.

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Con la ayuda de ese program a s : han realizado varios estudios, editados o no. Entre los estudios publicados, se pueden citar: — M. Pécheux, «É tude expérim ent; le de conditions déterm inant la plausibilité d ’une t íéorie psychologique». — Cl. H aroche y M. Pécheux, «£ ude expérim entale de l’effet des représentations soci des su r la résolution d’une épreuve logique á prése itation variable». — G. Gayot y M. Pécheux, «Rech :rches su r le discours illum iniste au X V IIIe siécle: ) ,ouis-Claude de SaintM artin et les circonstances». — M. Pécheux y J. W esselius, «A >ropos du m ouvem ent étudiant et des lu ttes de la :lasse ouvriére; trois organisations étud ian tes en 196 ¡». — G. Gayot, «Discours fratern el e discours polémique». Citemos, por o tra p arte, un artíci lo de próxim a apari­ ción: — M. Pécheux, P. H enry, J.-P. Poit< u y Cl. H aroche, «Un exemple d ’am biguité i d c o l o g i q i l e R apport Mansholt». Añadamos finalm ente que está en curso de realización un trabajo de reelaboración m atem átic i e inform ática; tiene como objetivo la puesta a punto de un nuevo sistem a de tratamiento. En definitiva, señalarem os una vez nás el carácter inaca­ bado de esta em presa realm ente «pluri disciplinar» que, bajo formas específicas, hace un llam am ier to a la teoría de las

ideologías y al m aterialism o histórico, a la lingüística en su estado actual de desarrollo, y a diversas ram as de la m atem ática. M . P écheux

París, diciem bre de 1975.

PROLOGO

La obra de Michel Pécheux mai ;a un hito por varios motivos. Primero, porque constituy< el resultado «operacional» de una elaboración y de i na actualización, cuyo desarrollo he seguido gustosamente a través de conferencias y de debates con A. Culioli y J. B. G ize. En segundo lugar, porque este instrumento, que empi za a funcionar efecti­ vamente \ no es aún más que un pi itotipo que dará lugar seguramente a nuevos perfeccionar lientos: por iniciativa de M. Pécheux se ha constituido un grupo activo que pre­ para la etapa siguiente2. En última lugar, esta obra es también una etapa en el desarrollo s algoritm os expuestos en el capítulo II. Algunos lingüistas de este n ism o organism o tra b a ja n actualm ente en la pu esta a p u n to de una G am ática de Reconocim iento del francés, una de cuyas aplicaciones si rá la autom atización y el registro de la secuencia lingüística (M. Pé heux). 2 Este grupo e stá com puesto actualm ent ■ p o r F. B enoit, F. Bresson, F. Bugniet, A. Culioli, M. D upraz, S. Fis: er, C. Fuchs, J. B. Grize, C. Haroche, P. H enry, H. P auchard, J. Rou u lt, F. Soublin y C. Veken. Por o tra parte, el a u to r q uiere expresar a< uí su reconocim iento hacia todos los que han con trib u id o a la e la t oración de este tra b a jo a través de sus sugerencias y de sus crítica: (M. Pécheux). d is c u r s o .

— 2

gencia, que sólo está esbozada en otros lugares, entre semántica y sintaxis en el sentido lingüístico de estos tér­ minos. Publicar esta obra, que podrá parecer difícil de momento por la novedad del tema y por la tecnicidad ne­ cesaria de la exposición, no me parece una muestra de audacia: en seguida nos daremos cuenta de que el camino abierto de esta manera es fructífero y que aportará rigor y eficacia allí donde nos contentábamos, a falta de algo mejor, con un amable impresionismo; y entonces debere­ mos agradecer a M. Pécheux, como a aquellos con quienes ha confrontado sus ideas, el haber abierto el camino y el haber proporcionado el instrumento indispensable. F.

B resson

C a p ít u l o

I

ANALISIS DE CONTENIDO DEL DISCUB SO

Y

TEORIA

I. LINGÜISTICA Y ANALISIS DE TKXTO: SUS RELACIONES DE VECINDA )

Hasta el desarrollo actual de la ciencia lingüística, cuyo origen se puede situar en el Cursi de Lingüística General, estudiar un lenguaje era muy a n enudo estudiar textos y plantear a propósito de ellos cues iones variadas, que sur­ gían tanto de la práctica escolar i lo que todavía se llama explicación de textos *) cuanto de la actividad del gramá­ tico (modalidades normativas o d< scriptivas). Se preguntaba simultáneament : «¿de qué habla este texto?», «¿cuáles son las principa es ‘ideas’ contenidas en este texto?», y al mismo tiempo «¿ :ste texto guarda confor­ midad con las normas de la lengu; en que se manifiesta?», o bien «¿cuáles son las normas jropias de este texto?». Todas estas cuestiones se planteat m simultáneamente por­ que todas estaban relacionadas: con más precisión, las i Es decir, la filología según S au ssu r , en la m edida en que p re ­ tende, ante todo, «fijar, in te rp re ta r, cor e n ta r los textos» (Saussure, 1915; trad . esp., 1945, pág. 39).

cuestiones concernientes a los usos sem ánticos y sintácticos que se m anifestaban en el texto ayudaban a responder a las cuestiones relativas al sentido del texto (lo que el autor «quiso decir»). E n o tro s térm inos, la ciencia clásica del len­ guaje pretendía ser a la vez ciencia de la expresión y ciencia de los medios de esta expresión, y el estudio gram atical y sem ántico era u n m edio al servicio de un fin, la com pren­ sión del texto, de la m ism a m anera que, en el propio texto, los «medios de expresión» estaban al servicio del fin bus­ cado por el a u to r (hacerse com prender). E n estas condiciones, si el hom bre entiende lo que quiere decir su sem ejante es porque tanto el uno como el otro son, en m ayor o m enor grado, «gramáticos», m ientras que el especialista del lenguaje no puede h acer o b ra cien­ tífica sino po rq u e tiene, ante todo y como cualquier hom ­ bre, la a p titu d de expresarse. El desplazam iento conceptual introducido por F. de Saussure consiste precisam ente en rom per esta homoge­ neidad cóm plice en tre la p ráctica y la teoría del lenguaje: desde el m om ento en que la lengua debe ser considerada como un sistem a, d eja de ser concebida como encargada de la función de expresar sentido; se convierte en u n objeto cuyo funcionam iento puede ser descrito p o r una ciencia. (Volviendo a la m etáfora del juego de ajedrez, de la que se sirve Saussure p a ra pensar el objeto de la lingüística, hay que decir que no es preciso buscar lo que significa una parte, sino qué reglas hacen posible cualquiera de las p ar­ tes, se realicen o no.) La consecuencia de este desplazam iento es, como se sabe, la siguiente; el «texto» no puede de ninguna m anera ser el objeto p ertin en te p ara la ciencia lingüística, puesto que no funciona; lo que funciona es la lengua, es decir, un conjunto de sistem as que autorizan com binaciones y susti­

tuciones reglamentadas sobre elei lentos definidos, y los mecanismos puestos en juego son le dimensión inferior al texto: la lengua, como objeto de ci ncia, se opone al habla, como residuo no científico del aná isis. «Al separar la len­ gua del habla (.langue et parole), s; separa a la vez: 1) lo que es social de lo que es individu ti; 2) lo que es esencial de lo que es accesorio y más o men >s accidental» (Saussure, 1915; trad. esp. 1945, pág. 57). Así, el estudio del lenguaje qu( en un principio había pretendido alcanzar el estatuto de ciencia de la expresión y de sus medios, queriendo tratar los fenómenos de gran dimensión, se replegó sobre la po; ición en la que todavía hoy está el lugar de la lingüística Pero, como es normal en la historia de la ciencia, el rep :egue por el cual la lin­ güística constituía su cientificidac dejaba al descubierto el terreno que ella abandonaba, y la cuestión a la cual la lingüística ha tenido que negarse a esponder continúa plan­ teándose, motivada por intereses a la vez teóricos y prác­ ticos: —«¿Qué quiere decir este textc }» —«¿Qué significación contiene e ,te texto?» —«¿En qué difiere el sentido será el medio de nues­ tra clasificación.

A) Los métodos no lingüísticos Hay en p rim er lugar m étodos de análisis que, en apa­ riencia, no tienen relación con la lingüística: fueron los prim eros en aparecer y se desarrollaron casi al mismo tiem po que se o p eraba el desplazam iento descrito más a rri­ ba, lo que explica que lo hayan ignorado por defecto de perspectiva. E stos m étodos, pues, tra ta n de responder a la cuestión en su form a, p o r decirlo así, «presaussureana»: se colocan fuera de la lingüística actual, lo que no quiere decir que no reposen sobre conceptos de origen lingüístico —sim plem ente, estos conceptos están desfasados respecto a la teoría lingüística actual.

1.

E l m étodo d el rec u en to FRECUENCIAL

Con este nom bre designam os el proceso consistente en contar el núm ero de ocurrencias de u n m ism o signo lin­ güístico (p alabra o lexía las m ás de las veces) en el inte­ rio r de una secuencia de dim ensión lim itada, y en definir una frecuencia que puede ser com parada con otras, lo que proporciona un te st de com paración entre varios ítem s de la m ism a secuencia, o en tre num erosas secuencias paralelas para el m ism o ítem . La gran ventaja de este m étodo fue el desarro llar instru m en to s estadísticos adecuados al tra ta ­ m iento de la inform ación (la relación ran g o /frecu en cia2 es el m ás im portante de los resultados obtenidos).

2 Lev de E stoup-Zipf-M andelbrot.

La relación con el dominio ling u'stico se reduce aquí al mínimo: se puede decir que el ú íico concepto de origen lingüístico es el de la bi-univocidí i de la relación signifi­ cante-significado, lo que autoriza i observar la presencia del mismo contenido de pensamien o, cada vez que aparece el mismo signo. Pero este concept > pertenece a un campo teórico pre-saussureano, y la lingü stica actual se basa en gran parte en la idea de que un érmino no tiene sentido en una lengua sino por tener vari s sentidos, lo que equi­ vale a negar que la relación signi icante-significado sea biunívoca. Un modo diferente de formulai en definitiva la misma crítica consiste en señalar que in< luso si se multiplicaran los recuentos frecuenciales, no se laría cuenta de la orga­ nización del texto, de las redes le relaciones entre sus elementos: es como si la superfi ie del texto fuese una población en la cual se efectuaser recuentos diferenciales. Se obtiene de este modo una de cripción, tan fina como se desee, de la población, pero sor descuidados los efectos de sentido que constituyen el conl :nido del texto: se paga la objetividad de la información r :cogida con la dificultad de hacer de ella el uso que se pre' d a 3.

3 Se puede señalar, de todas m anera , que el m étodo de análisis de las co-ocurrencias (contingency analy. is) perm ite localizar un tipo particular de relaciones e n tre los elem ntos (a saber, su presencia sim ultánea en la m ism a u n id ad de tex o) (Sola-Pool, 1959, págs. 61 y sigs.). Señalem os tam bién que el er :udio estadístico de las co­ ocurrencias ha conocido últim am en te n evos desarrollos en Francia con las investigaciones del L aboratoire de Lexicom étrie de l’École Nórmale S upérieure de Saint-Cloud de París. E stas investigaciones se han llevado a cabo en p a rtic u la r p o r os señores T o u m ie r y Lafon, la señora Geffroy, etc. (Véase a este p a r icular el capítulo V del libro de Régine Robin, H istoire et linguistiqu ■, Armand-Colin, París, 1973).

2.

E l a n á l is is m e d ia n t e CATEGORÍAS

TEMÁTICAS

El m étodo que acabam os de describir se sitúa en un nivel infra-lingüístico: en la m edida en que tom a como objeto u na especie de dem ografía de los textos, examina no el funcionam iento de u n sistem a de elem entos, sino la pura existencia de ta l o cual m aterial lingüístico, lo que proporciona indudables servicios a la teo ría lingüística, pero no responde a la cuestión del sentido contenido en el texto, ni a la de la diferencia de sentido en tre un texto y otro. El análisis de contenido clásico —tal com o es descrito, por ejem plo, p o r D. P. C artw right (en F estinger y Katz, trad. francesa, pág. 4 8 1 ) — intenta, por el contrario, d ar una respuesta a este punto: lo que se busca en el texto es sin duda una serie de significaciones que el codificador detecta m ediante los indicadores que les están unidos; en otros térm inos, la relación funcional expresión de la significación/ medios de esta expresión vuelve a a d q u irir aquí toda su im­ portancia. Así, el análisis se sitúa ahora en u n nivel supralingüístico, puesto que se tra ta de acceder al sentido de un segm ento de texto, p en etran d o en su e stru c tu ra lingüística; codificar o caracterizar u n segm ento es colocarlo en una de las clases de equivalencia definidas sobre las significa­ ciones p o r el cuadro de análisis, en función del juicio del codificador sobre la presencia o la ausencia, o sobre la intensidad de presentación de ta l predicado considerado. El juicio se apoya, pues, en indicadores cuya pertinencia lingüística no está fijada (palabra, frase, «tem a»...), lo que exige com plem entariam ente cualidades psicológicas tales como agudeza, sensibilidad y flexibilidad p o r p arte del codi­ ficador p ara c a p ta r lo que im porta, y solam ente esto (Fes-

tinger y Katz, trad. francesa, 1963, pág. 529). Es decir, este método supone fundamentalmente una culturalización de los codificadores, un aprendizaje dt la lectura. Prescindiendo del problema de la fidelidad inter edificadora, cuya impor­ tancia conocemos, quiero indicar :1 punto que me parece aquí lo esencial: en esta perspectiv; , el análisis no puede ser una secuencia de operaciones objt tivas con resultado uní­ voco (y un codificador que quiera simular esta objetividad no haría más que un trabajo rutii ario y mecánico carente de validez analítica); con todo, «s; la codificación debe ser obra de un equipo de codificadores, es necesario que todos apliquen las mismas definiciones y :1 mismo sistema de refe­ rencia en el transcurso de sus opei aciones» (ibid., pág. 530), es preciso suponer la existencia d : un consensus explícito o implícito4 de los codificadores s ibre las modalidades de su lectura: en otros términos, ui texto no es analizable más que en el interior del sistem i común de valores que tiene un sentido para los codifl adores y constituye su modo de lectura; ahora bien, el método impone, con la relación expresión / medios de exp esión, las consecuencias de esta relación, a saber, el encabalgamiento entre la fun­ ción teórica del analista y la funcián práctica del hablante (cf. pág. 20). El riesgo límite es, mes, que el análisis así concebido reproduzca en sus resi ltados el entramado de lectura que lo ha hecho posible i cualquiera que sea, por otro lado, el grado de probidad, c ; sensibilidad y de fide­ lidad de los codificadores) por un ñ nómeno de participación de reflejo entre el objeto y el métc io que se propone apre­ hender este objeto5. 4 Según que el acuerdo sea o no obtei tiva o un procedim iento com o el R ound 5 El paso de la a rtesan ía a la indusi mente la cuestión: el m étodo del Gener

ido p o r u n a discusión colec­ Robin. ia no cam bia fundam ental­ .1 In q u ire r (Philip J. Stone,

B)

Los métodos para-lingüísticos

Al lado de los m étodos descritos an teriorm ente, no lin­ güísticos p o r cuanto eluden el nivel específico del signo, y dependen de m etodologías psicológicas o sociológicas, exis­ ten otros, de ap arición m ás reciente, que, p o r el contrario, se refieren abiertam ente a la lingüística m o d e rn a 6, y pro­ porcionan o tra resp u esta a la cuestión del sentido contenido en un texto. Ahora bien, aquí hay un a parad o ja que es p re­ ciso aclarar: ¿Cómo, en efecto, disciplinas como la etnolología, la crítica lite ra ria o el estudio de los sistem as de signos propios de las civilizaciones llam adas de «masa» pueden ap elar a la lingüística p ara responder a una pre­ gunta que descansa precisam ente en el terren o que la lin­ güística ha abandonado al constituirse? He aquí la solución que proponem os en lo que se refiere a la parad o ja enunciada: las diferentes disciplinas enum e­ radas reconocen el hecho teórico fundam ental que señala el nacim iento de la ciencia lingüística, a saber, el paso de la función al funcio n a m ien to; por o tro lado, han descifrado este suceso no com o u n a cerrazón que haga im posible cier­ tas preguntas, sino com o el signo de una nueva posibilidad ab ierta a ellas, es decir, la posibilidad de efectuar por se­ gunda vez el m ism o desplazam iento (de la función al fun­ M. I. T. Press) consiste en señalar en el corpus las ocurrencias de palab ras y de frases que corresponden a categorías previam ente in tro ­ ducidas en u n p rogram a de reconocim iento. Quede claro que existen varios program as, en tre los cuales el analista escoge en función de sus necesidades —es decir, lo m ás a m enudo, en función de los presu­ puestos teóricos que rigen su lectura. 6 Más precisam ente, b ien a sus propios conceptos (por ejem plo, la oposición paradigm a-sintagm a), bien a sus instru m en to s (p o r ejem ­ plo, gram áticas generativas, sistem as transform acionales).

cionamiento), pero esta vez a nivel del texto. En otros tér­ minos, puesto que hay sistemas si itácticos, se supone que existen igualmente sistemas míticos sistemas literarios, etc., dicho de otra manera, que los texi j s , como la lengua, fun­ cionan-, la homogeneidad epistemo agica que se supone así entre los hechos de lengua y los fei órnenos de la dimensión del texto garantiza el empleo de 1 >s mismos instrumentos conceptuales; por ejemplo, la reía :ión paradigma-sintagma se extenderá a los diferentes niv ;les de funcionamiento, esto es, a los del análisis: se pretc ide el ideal de la cientificidad lingüística, transponiendo e! instrumento lingüístico. ¿Quiere decir esto que se haya a'; :anzado? Aquí se mani­ fiesta la resistencia propia del nivc l y de la dimensión del objeto: la disyunción entre la te >ría de la lengua y la práctica del hablante parece logra, a, pero todavía es pro­ blemática la que existe entre la teoi ía del mito y la práctica del mito. Incluso, al leer lo que es xibe un especialista —y no de los de menor importancia—, nos podemos preguntar si tal disyunción es pensable: No existe ningún térm ino verd ¡dero en el análisis m ítico, ninguna u nidad secreta que se pue a a p re sa r al concluir el tra ­ bajo de descom posición. Los tema, se desdoblan h a sta el infi­ nito... p o r consiguiente, la u nidad del m ito no es nunca m ás que tendencial y proyectiva, y no i jfleja jam ás un estado o un m om ento del m ito... Como los rit s, los m itos son in term in a­ bles. Y, queriendo im ita r el movin iento espontáneo del pensa­ m iento m ítico, n u e stro proyecto di m asiado breve y dem asiado largo ha tenido que plegarse a s is exigencias y re sp eta r su ritm o. Así el libro sobre los m itos es, a su m anera, un m ito 7.

7 «II n ’existe pas de term e véritable d’unité secrete q u ’on puisse saisir au b' sition. Les thém es se dédoublent á l’infi du m ythe n ’est jam ais que tendancielle jamais un é ta t ou un m om ent du m ythe..

á l ’analyse m ythique, pas u t du travail de décom poíi... p a r conséquent, l’unité t projective, elle ne refléte Comme Ies rites, les m ythes

Es lógico que encontrem os aquí «la arm onía preestable­ cida» entre el productor del m ito y su analista, arm onía que ya habíam os encontrado en tre el hom bre que habla y el gram ático; es decir, que el funcionam iento del texto todavía está en relación estrech a con su función y, p o r tanto, el desplazam iento no se h a realizado totalm ente. Es preciso sacar todas las consecuencias del hecho de que lo analizado no existe, en general, por deseo del analista, punto cuyo esclarecim iento parece ser una de las condicio­ nes para que exista u na práctica semiológica de carácter científico8. Aquí tienen su origen las dificultades m etodo­ lógicas que conciernen a la constitución y lim itación del «corpus». Si, en efecto, el objeto del análisis no está con­ ceptualm ente definido, com o el elem ento de un proceso del que es preciso c o n stru ir la estru ctu ra, tal objeto se queda como objeto de deseo, lo que im plica dos consecuencias: la prim era es que la constitución del objeto depende de lo que, en el esp íritu del analista, lo lleve a form ularla; la segunda, es que el analista finge encontrarlo como un dato natural, lo que le exim e de responsabilidad.

sont in-term inables. E t, en voulant im iter le m ouvem ent spontané de la pensée m ythique, n o tre e n trep rise, elle aussi tro p bréve e t trop Iongue, a d ü se plier á ses exigences e t respecter son rythm e. Ainsi le livre su r les m ythes est-il, á sa fa?on, un m ythe» (Levi-Strauss, 1964, pág. 13). 8 La relación psicoanalítica c o n stitu iría en este pu n to un caso par ticular, en la m edida en que lo que es «analizado» existe también p ara y p o r el deseo del analista. Sea com o fuere, la expresión «semio­ logía científica» que utilizam os en 1969 nos parece hoy inaceptable, tan to si es tra ta d a en el nivel retórico de la «connotación» como en el nivel lógico de la «denotación»: actualm ente se está haciendo una reunificación o p o rtu n ista en tre los diferentes «puntos de vista» sem iológicos, lógico-lingüísticos, retóricos y literario s p ara constituir una nueva escolástica, ya en este m om ento dom inante en los grandes congresos internacionales.

El problem a concierne, pues, ante todo al m odo de acce­ so al objeto, y es en to rn o a este pi nto donde se articulan las orientaciones conceptuales que 1am os a p resen tar des­ pués (cf. págs. 4445). Vamos a explicarlo m ediante un contra-ejem plo: acaba­ mos de m o stra r que fren te al m ito el analista no dispone de una norm a que le p erm ita definir lo que pertenece o no al Corpus: ahora bien, ante u n texl j jurídico o científico, esta dificultad no parece plantearse en la m edida en que existe, en este caso, u n a instituciór (juríd ica o científica, etcétera) a la cual se pueden refer r los textos. Se debe, pues, señalar la diferencia en tre c , análisis docum ental, efectuado en el in terio r de una refer ;ncia institucional, con fines que responden, en general, a 1 s de las instituciones, y el análisis que llam arem os «no-ir stitucional», tal como acabamos de evocarlo a propósito de m ito: la convergencia metodológica p o r la cual ciertos dií positivos de docum en­ tación autom ática se encuentran aj licados en el análisis «no-institucional» pueden suscitar alguna extrañeza. En efecto, el análisis docum ental supi ne fundam entalm ente que las clases de equivalencia sean d :finidas a priori por la norma institucional m ism a; hablanc o de las m odalidades de la m em orización de la informac ;ón necesaria para el análisis de un docum ento, J. C. G ard a escribe: «Cualquiera que sea el p artid o adoptado, se debe en p rim er lugar, esta­ blecer las relaciones en cuestión, es c ecir, co n stitu ir de una manera o de o tra un a «clasificación» en la que el lugar de cada palabra-clave refleje las relacione s sem ánticas que m an­ tiene con otros térm inos (ejem plo: «1 ibulo tem poral», parte del «telencéfalo») o grupo de térm ir ) S (ejem plo: «ataxia», especie de «trasto rn o del com portam ento m oto r» )» 9. 9 «Quel que soit le p a rti adopté, il reí te que l ’on d o it d ’abord etablir les relations en question, c ’est-á-dirc c o n stitu e r d ’une m aniére

Se com prende entonces la im portancia de las tareas pre­ vias, indispensables a todo análisis, y que G. M ounin enuncia claram ente: «(el analista) constituye p a ra cada clase de objetos, el código de sím bolos que deben señalar la pre­ sencia o ausencia de todos los rasgos distintivos del tipo de objeto que haya que describir o clasificar. La codifica­ ción va, pues, precedida de un análisis tecnológico desti­ nado a establecer el censo de todos los rasgos distintivos necesarios p a ra la descripción de objetos de este tipo, es decir, el m arco exhaustivo donde se encu ad rará la definición de cada objeto» (M ounin, 1963; trad . esp., 1971, pág. 140). De esta m anera, puesto que ya existe u n discuso institu­ cionalm ente garantizado sobre el objeto, el analista puede racionalizar el sistem a de rasgos sem ánticos que caracte­ rizan este objeto: el sistem a de análisis tendrá, pues, la edad teórica (el nivel de desarrollo) de la institución que lo regule y p o d rá definir la posición de un contenido par­ ticular con relación a esta regulación: los trab ajo s de W. A ckerm ann (1966), p o r ejem plo, ponen de m anifiesto la posibilidad de m ed ir la adecuación progresiva de un grupo de sujetos a las norm as científicas que se les im pone a través de un a in stitución de enseñanza. Al final de este análisis se p lantean varias preguntas cuya form ulación puede ser ésta: 1) Si se p arte de que toda ciencia que tra ta del signo no puede constituirse m ás que abandonando el terreno de la función de expresión y del sentido, p ara situ arse en

ou d ’une a u tre une «classification» oü la place de chaqué mot-clé refléte les ra p p o rts sém antiques q u ’il e n tre tie n t avec d ’au tre s term es (exemple: «lobe tem poral», p a rtie du «télencéphale») ou groupe de term es (exem ple: «ataxie», espéce particuliére de «trouble du comp ortem en t m oteur»)» (G ardin, 1964, pág. 42).

el del funcionam iento, ¿qué tipo de asignarse al objeto del que se trate 2) ¿El concepto de institución para la construcción del concepto d 3) Si se entiende por texto todo nizado som etido al análisis, ¿puede cepto p ara designar el objeto de teniendo en cuenta las respuestas a riores?

II.

funcionam iento puede aquí? que im portancia tiene este objeto? objeto lingüístico orga­ conservarse este con­ una p ráctica analítica as dos preguntas ante­

ORIENTACIONES CONCEPTUALE . PARA UNA TEORIA DEL DISCURSO

A) Consecuencias teóricas indi adas por algunos conceptos saussure mos En el Curso de lingüística genera , en el capítulo III, se encuentran dos form as de definición leí concepto de lengua. La prim era form a consiste en en m ciar las propiedades del objeto definido: «La lengua es 1 i p arte social del len­ guaje, exterior al individuo, que po sí solo no puede ni crearla ni modificarla» (Saussure, o~>. cit., pág. 58). E sta definición tiene como efecto opone la lengua, concepto científicamente utilizable, al habla, ce mo p arte del lenguaje propio del individuo, en tan to que él puede crearla y m odi­ ficarla. La segunda form a de definición consiste en definir el objeto por su relación con otros o jjetos, situados en el mismo plano: «...la lengua es un a i istitución social, pero se diferencia p o r m uchos rasgos de las otras instituciones políticas, jurídicas, etc. P ara com j render su naturaleza peculiar, hay que hacer intervenir un nuevo orden de hechos.

La lengua es u n sistem a de signos que expresan ideas, y por eso com parable a la escritu ra, al alfabeto de los sordom udos, a los rito s sim bólicos, a las form as de corte­ sía, a las señales m ilitares, etc., etc. Sólo que es el más im p ortan te de todos esos sistem as. Se puede, pues, concebir un a ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería p a rte de la psicología social, y por consiguiente de la psico logia general. N osotros la llam arem os sem iología» (Saus­ sure, ibid., pág. 60). Para esta definición, Saussure suscita u na doble división: opone un sistem a sem iológico («el m ás im portante»: la lengua) al conjunto de todos los sistem as semiológicos, que son concebidos com o poseedores de un valor científico potcncialm ente equivalente, y que en tra n de lleno en el campo de la teoría regional del significante. Pero Saussure evoca o tra oposición, p o r m edio del térm ino institución: le per­ m ite sep arar los sistem as institucionales jurídico, político, etcétera, de la serie de sistem as institucionales semiológicos, y excluirlos p u ra y sim plem ente de la teoría del significante a la que me acabo de referir. Así, Saussure concibe la lengua com o u n objeto científico hom ogéneo (que pertenece a la región de lo «semiológico»), cuya especificidad está basada en dos exclusiones teóricas: — la exclusión del habla, p o r no accesible a la ciencia lingüística; — la exclusión de las instituciones ano sem iológicas», po r caer fu era de la zona de pertinencia de la ciencia lingüística. Elucidem os ah o ra las consecuencias de estas dos defini­ ciones presentadas.

1.

L as

im p l ic a c io n e

; de

la

o p o s ic ió n

SAUSSUREANA ENTI E LENGUA Y HABLA

Esta oposición pertenece a la tradició i lingüística postsaussureana: «E ntre los dos térm inos, la engua y el habla, la antinom ia es total. El habla es u n a< to, esto es: una manifestación actualizada de la facultad Je lenguaje. Pre­ supone un contexto, u n a situación concre a y determ inada. La lengua, p o r el contrario, es u n siste n a virtual que no se actualiza sino en y p o r el habla. No es m enos cierto que ambos principios son interdependienl ;s: la lengua no es más que el residuo de innum erables a tos de habla, en tanto que éstos no son sino la aplicación, la utilización, de los medios e xp resivo s10 proporcionados p >r la lengua. Se deduce de ello que el h abla es u n acto o un a actividad individual claram ente opuesta al carácter social de la len­ gua» (Ullmann, 1952; trad . esp., págs. 19-2)). Este texto pone en claro las consecuen :ias de la opera­ ción de exclusión efectuada p o r Saussure: incluso si no lo ha querido explícitam ente, es u n hecho qi e esta oposición autoriza la reaparición triu n fal del sujete hablante como subjetividad en acto, u nidad activa de in andones que se realizan p o r los m edios puestos a su disp< sición; en otros términos, es com o si la lingüística científic i (que tiene por objeto la lengua) liberase u n residuo que s la noción filo­ sófica de sujeto libre, concebido como el : everso indispen­ sable, como el correlato necesario del si; tema. El habla, como uso de la lengua, aparece com o u n ca nino de la liber­ tad hum ana; avanzar sobre el cam ino extr. ño que lleva de los fonemas al discurso, es p a sa r gradatim de la necesidad del sistem a a la contingencia de la libertad, como lo sugiere 10 Subrayado nuestro.

el siguiente texto de Jakobson, corregido, es cierto, por m uchas indicaciones: Así, en la com binación de las unidades lingüísticas, hay una cadena ascendente de libertad. E n las com binaciones de los rasgos distintivos en fonem as, la lib ertad del hab lan te indivi­ dual es nula; el código ha establecido ya todas las posibilida­ des que pueden se r utilizadas en la lengua en cuestión. La libertad de co m b in ar los fonem as en las pa la b ras está circuns­ crita, lim itada a la situación m arginal de la creación de pala­ bras. E n la form ación de frases a p a rtir de palabras, la res fricción que sufre el h ab lan te es m enor. E n fin, en las com­ binaciones de frases en enunciados, se detiene la acción de las reglas restric tiv a s de la sintaxis, y la lib ertad de todo hablante p a rtic u la r au m en ta sustancialm ente, aunque no haya que su b e stim a r el nú m ero de enunciados e ste re o tip a d o sn .

E n la m edida en que la lengua se define por el conjunto de las reglas um versalm ente presentes en la «comunidad» lingüística, se concibe que los m ecanism os que la caracte­ rizan se hayan buscado, en principio, en el nivel de las com binaciones y sustituciones elem entales fuera de las cua les toda habla es im posible, puesto que son los medios indispensables, luego están en la parte inferior de la escala, en u n nivel de hipótesis inferior a la frase. Ahora bien, el desarrollo reciente de ciertas investigaciones lingüísticas (y a n te todo la aparición de las gram áticas generativas) pare­ 11 «Ainsi existe-t-il d an s la com binaison des un ités linguistiques une échelle ascendante de liberté. D ans la com binaison de tra its distinctifs en phoném es, la liberté du lo cu te u r individuel est nulle; le code a d é já établi to u tes les possibilités qui peuvent é tre utilisées dans la langue en question. La liberté de com biner les phoném es en mots est circonscrite, elle est lim itée á la situation m argínale de la création de m ots. D ans la fo rm atio n des phrases á p a rtir de m ots, la c o n tra in te que su b it le lo cu te u r est m oindre. Enfin, dans la combi­ naison de p h rases en énoncés, l’action des regles co ntraignantes de la syntaxe s ’a rré te et la lib erté de to u t locuteur p a rticu lier s ’accroit substantiellem ent, encore q u ’il ne faille pas sous-estim er le nombre des énoncés stéréotypés» (Jakobson, 1963, pág. 47).

cen rechazar este lím ite y tienden a cons itu ir una teoría lingüística de la oración, sin salirse, no obs ante, del sistem a de la lengua: m ientras que Saussure pensa ja que la lengua no crea nada, el funcionam iento de una g ram ática genera­ tiva pone de manifiesto una form a de crea, ividad no - subje­ tiva en el interior m ism o de la lengua. ¿Hay que pensar que la ciencia lingüíst: :a va a extender progresivam ente su com etido, y llegar a da - cuenta de toda «la escala» utilizando instrum entos com bir atorios cada vez más poderosos? Parece que aquí hay una dificultad furn am ental, que se refiere a la naturaleza del horizonte teórico de la lingüística, hasta en sus form as actuales: podem os em nciarlo diciendo que no es seguro que el objeto teórico qut perm ite pensar el lenguaje sea uno y homogéneo, sino qv 3 quizás la conceptualización de los fenóm enos que perter icen «a la parte alta de la escala» necesita un desplazam ien o de la perspec­ tiva teórica, un «cambio de terreno» que haga intervenir conceptos externos a los ám bitos en que e mueve la lin­ güística actual. En lo sucesivo el problen a clásico de la «normalidad del enunciado» es, en n u e stra o ñnión, un índice claro de esta dificultad: las condiciones 1 :tuales del fun­ cionamiento de una gram ática generativa uponen un tipo de hablante que llam arem os neutralizado, es decir, ligado a la norm alidad universal de los «enunci; dos canónicos», donde la posición de las clases de equivalí ncia (por ejem ­ plo: sujeto anim ado + objeto inanim ado) est; fijada, a priori, como una propiedad de la lengua. Es, pu ¡s, con relación a esta supuesta norm alidad de la lengua co no se encuentra definido «el enunciado anorm al». Ahora bie: , en num erosos aspectos, esta tesis parece sum am ente frágil como lo m ues­ tra el siguiente ejem plo: preguntándose tcerca de si la frase pertenece al habla o la lengua, Sauss iré escribe:

Hay que a trib u ir a la lengua, no al habla, todos los tipos de sintagm as co n stru id o s sobre form as regulares... exactam ente lo m ism o pasa con las oraciones y grupos de p a la b ras esta­ blecidos sobre p a tro n e s regulares; com binaciones com o la tierra gira, ¿qué te ha dicho?, responden a tipos generales que a su vez tienen su base en la lengua en form a de recuerdos con­ creto s (S aussure, op. cit., pág. 210).

Sea, pues, la oración «la tie rra gira»: u n lingüista precopem icano, que p o r m ilagro conociera las gram áticas gene­ rativas y los trab ajo s actuales de los sem antistas, sin duda h abría planteado un a incom patibilidad en tre las p artes cons­ titutivas de la oración y declarado anorm al el enunciado. Es decir, que no se puede considerar siem pre una ora­ ción com o anorm al o norm al, p o r la sola referencia a una norm a universal inscrita en la lengua, sino que esta oración debe referirse al m ecanism o discursivo específico que la ha hecho posible y necesaria en u n contexto científico dado. E n otros térm inos, parece indispensable poner en duda la identidad im plícitam ente establecida p o r Saussure entre lo universal y lo extra-individual m ostrando la posibilidad de definir un nivel interm edio en tre la singularidad individual y la universalidad, a saber, el nivel de la particularidad que define «contratos» lingüísticos específicos de tal o cual región del sistem a, es decir, haces de norm as m ás o menos definidos localm ente e innegablem ente aptos p a ra exten­ derse los unos sobre los otros; así lo escribe Jakobson: Sin duda alguna, p ara toda com unidad lingüística, p a ra todo su je to hablante, existe una u nidad de la lengua, pero este código global re p re se n ta un sistem a de subcódigos en comuni­ cación recíproca; cada lengua com prende m uchos sistem as si­ m ultáneos, cada uno caracterizado p o r una función d ife re n te 12. 12 «Sans aucun d oute, p o u r toute co m m unauté linguistique, pour to u t su je t p a rla n t, il existe une u n ité de la langue, m ais ce code global représente un systém e de sous-codes en com m unication réci-

La noción de subcódigo lingüís ico, lengua p articu lar, etc. se desarrolla cada vez m ás bajo 1 1 b andera de la «sociolingüística», de W einreich a Bernste n y Labov. El estudio de las «particularidades» regionales, socio-profesionales o so­ ciales pone en duda, de esta m ar era, «la abstracción de la lengua», pero pagando el precio de una disociación refor­ mista de esas «particularidades» en un a serie de pseudolenguas tendencialm ente separad: s las unas de las o tras.^ Consideramos, p o r n u estro lado, }ue la división no es lin­ güística sino discursiva. Véase a este respecto la introduc­ ción de Les V érités de La Palice Pécheux, 1975. Ciertam ente, el concepto de ■cam po sem ántico» repre­ senta un paso en esta dirección, p lesto que ve las relaciones semánticas en tre los elem entos : íorfem áticos, sus relacio­ nes in praesentia e in absentia e t un área de significación dada. Sin em bargo, no da cuenta le los efectos secuenciales vinculados a la discursividad. Dic fio de otro m odo, el con­ cepto de cam po sem ántico cubre perfectam ente una de las dos significaciones de la palabr; «retórica» (es decir, la retórica como saber que busca la s y los fines perseguidos... La lengua, p o r el c o ntrario, no es í lim itada p o r nada en la elección de sus m edios (Saussure, ca un acontecim iento que ha sido o bjeto de un discurso, resucita en la m ente de sus oyentes el discurso en el que í ; alegaba este suceso, con las «deform aciones» que introduce la situación presente, y de las que puede sacar partido.

Esto implica que el orador experimenta de una cierta; forma el lugar del oyente a partir de su propia situación í de orador: su habilidad para imaginar, para aventajar al oyente es a veces decisiva, si sabe prever a tiempo dónde «le espera» ese oyentew. Esta anticipación a lo que va a pensar el otro parece constitutiva de todo discurso, a través, de variaciones que, a la vez, están definidas, dentro del campo de los posibles de la patología mental aplicada al comportamiento verbal20 y por los modos de respuesta que el funcionamiento de la institución permite al oyente: un sermón y una conversación sin ton ni son «funcionan» de manera distinta en este punto. En ciertos casos, el oyente o auditorio pueden bloquear el discurso o por el contrario apoyarlo, mediante intervenciones directas o indirectas, ver­ bales o no verbales. Por ejemplo, el diputado de las Cortes puede ser inte­ rrumpido por un adversario que, situado en otro «lugar» (es decir, cuyo discurso responde a otras condiciones de producción), intentará llevar al orador a su terreno, obli­ garlo a responder sobre un tema escabroso para él, etc. Existe, por otro lado, un sistema de signos no lingüísticos tales como, en el caso del discurso parlamentario, los aplau­ sos, las risas, el tumulto, los silbidos, los «movimientos di­ versos», que hacen posibles intervenciones indirectas del auditorio sobre el orador; estos comportamientos son, muy i* Robert Pagés (en «Image de l’émetteur et du récepteur dans la communicatíon», en Bulletin de Psychologie de VUniversité de Parts, abril 1955) señala que el emisor se guía, «se ajusta* en su dis­ curso mediante presuposiciones que apuntan hada «un público rela­ tivamente determinado». En ciertos casos, añade, el emisor está infor­ mado del «eco» encontrado por sus emisiones anteriores en el receptor y modifica sus presuposiciones a cada paso. 20 Cf. en particular sobre este punto los trabajos de L. Irigaray, Langages, núm. 5, págs. 84 y sigs.

■a menudo, gestos (actos a nivel de lo sil ibólico), pero pue.den desembocar en intervenciones física 5 directas; desgra­ ciadamente, está por hacer21 una teoría d;1 gesto como acto simbólico, en el estado actual de la teoiía del significante, lo que deja gran número de problemas sin resolver: cuando, por ejemplo, los «anarquistas» lanzaban bombas en medio de las Asambleas, ¿cuál era el elemento c ominante, el gesto simbólico que significa la interrupción más brutal, o la (tentativa de destrucción física de algún personaje político considerado perjudicial? Entre las cuestiones que acabamos c e evocar, muchas quedarán aquí sin respuesta, t Nuestro propósito^ no es, en efecto, iniciar una sociología de las condiciones de produc­ ción del discurso, sino tdpfinir los elementos teóricos que permiten imaginar los procesos discursivos en su generali­ dad) renunciaremos, a título de proposición general, que los fenómenos lingüísticos de dimensión supzrior a la oración pueden efectivamente concebirse como i n funcionamiento, pero a condición de añadir inmediatamen e que este funcio­ namiento no es integralmente lingüístico, in el sentido actual de este término, y que no se puede definir más que haciendo referencia al mecanismo de colocación dt los protagonistas y del objeto del discurso, mecanismo que hemos llamado «condiciones de producción» del discurso Planteamos la hipótesis de que a un estado dado de las condiciones de producción, corresponde u ía estructura defi­ nida del proceso de producción del discurso a partir de la lengua, lo que significa que, si el estado ie las condiciones está fijo, el conjunto de los discursos susceptibles de ser generados en estas condiciones manifiesta invariantes se­ a Señalarem os que en u n núm ero reciente abdicado a las «prác­ ticas y lenguajes gestuales» (Langages, núm . 10, j inio 1968), se encuen­ tran reunidos ciertos elem entos de e sta teoría.

mántico - retóricas, estables en el conjunto considerado j características del proceso de producción puesto en juego Esto supone que es imposible analizar un discurso como w texto, es decir, como una secuencia lingüística cerrada sobn sí misma, y que es necesario referirlo al conjunto de lo discursos posibles a partir de un estado definido de la condiciones de producción, como lo mostraremos seguid; mente. Propondremos, pues, primeramente, un esquema forau que permita llegar a una definición operacional del estad de las condiciones de producción de un discurso. Describ remos a continuación los requisitos teóricos y metodológico necesarios para la representación del proceso de producciá que corresponde a un estado dado.

B)

Las condiciones de producción del discurso 1. Los

ELHMBNTOS ESTRUCTURALES QU

PERTENECEN A LAS CONDICIONES 0 PRODUCCIÓN

Dos familias de esquemas compiten a propósito de i del comportamiento lingüístico e general (por oposición al análisis intrínseco de la cadei hablada): — Un esquema «reaccional» que señala teorías psia fisiológicas y psicológicas del comportamientgu(esqn "ma «estímulo - respuesta» o «estímulo - organismo - re puesta»).

— Un esquema «informacional» que léñala teorías socio­ ló g ic a s y p s icQ -S Q c io ló g ic a s -de.lft. c imunicación (esque­ ma «emisor-mensaje-receptor»). El primer esquema parece que domina amnliamente Bodavía el pensamiento actual: «...las preferencias de la inayoría van hacia una aprehensión c el fundamento del Fenguaje en la organización del sistema nervioso que es su matriz material, de ninguna forma hacia esta comunicación que se dice que es su función. Por esta razón, decimos que |jna progresión teórica desde el punto d ; vista psico-sociolópco no es suficiente, pero, sin embar ;o, es necesario un cambio de las opciones actuales, el cua , con el fin de com­ prender el lenguaje, situaría a la psicc logia social al lado fie otras disciplinas psicológicas»22. Aplicación del esauema E -O -R . al comportamiento verbal:™ discurso 1 \ < ° . ) estimulo i [no-discursivo ] (E)

/

c iscurso 2

SUJETO-».) (O)

° . i cor iportamiento f n .-discursivo } (R )

Esta representación muestra el incc nveniente de anular el lugar del productor de (E) y del lestinatario de (R): 22 «...les préférences de la majorité vont /ers une saisie du fondement du langage dans l’organisation du 5 /stéme nerveux qui est sa matrice matérielle, non pas dans cette ommunication dont on dit qu’elle est sa fonction. Pour cette raison disons qu’une progres-ion théorique sous l’angle psycho-sociologic ue n’est pas sufñsante, puis qu'un changement des options actuelles sst nécessaire, qui situenit la psychologie sociale íi cóté des autres disciplines psychologiques en vue de comprendre le langage* (S. Mo. covici y M. Plon, 1966, pág. 720).

esta anulación es perfectamente legítima cuando el estímulo es físico (por ejemplo, una variación de intensidad lumi­ nosa) y la respuesta orgánica (por ejemplo, una variación de la respuesta E. E. G.); en este caso, efectivamente, el experimentador es tan sólo el constructor, con artefactos experimentalmente próximos, de un montaje que funciona independientemente de él. En un experimento sobre el «comportamiento verbal» sucede al revés, el experimenta­ dor es una parte del montaje, cualquiera que sea la moda­ lidad de su presencia, física o no, en las condiciones de producción del discurso-respuesta: dicho de otra forma, el estímulo no es estímulo más que haciendo referencia a la.! situación de «comunicación verbal» donde se consolida el pacto provisional entre el experimentador y su sujeto. Los mismos autores ya citados escriben a este propósito: «...la actitud skinneriana viene a excluir, en el examen del com­ portamiento humano, en general, y del comportamiento lingüístico, en particular, la acción de reglas, de normas que los individuos establecen entre sí. Por ello, tiende, también, a minimizar la dimensión simbólica que adquiere el lenguaje según su asociación con estas reglas y el papel, no despre­ ciable, que juega en su constitución»23. Es decir, que el esquema E - O - R implica demasiadas «omisiones» teóricas ~en el domTnio que nos ocupa para ser conservado bájo esta forma. * El esquema «inforinacional» presenta, por el contrario, la ventaja de poner en escena a los protagonistas 3eT dis­ 23 «...l’attitude skinnerienne revient á exclure, dans l’examen du comportement humain, en général, et du comportement linguistiqu en particulier, l’action de régles, de normes que les individus établissent entre eux. Par lá, elle aboutit aussi á minimiser la dimensión symbolique qu’acquiert le langage, de par son association avec ce régles et le róle, non négligeable, qu’il joue dans leur constitution» (ibid., pág. 718).

curso, así como a su «referente», faciendo el inventario de Tos «factores constitutivos de todo proceso lingüístico», Jakobson escribe: «El remitente envía un mensaje al desti­ natario. Para ser operante, el mírisáje requiere, primera­ mente, un contexto al cual remite (es lo "que séllam a' tam­ bién, con terminología un tanto ambigua, §]„„‘í;e££CSatfi^), contexto aprehensible por el dest natario, y que o bien es verbal, o bien susceptible de ser vt rbalizado; a continuación el mensaje requiere un código^ cc mún, al menos en parte,, al remitente y al destinatario (o tn otras palabras, al codi­ ficador y al descodificador del mensaje); finalmente,, el mensaje reamare un cantacto..Am^L acal .físico, fl. un^ Cfinixión psicológica enírfi.xL.~C£mitente y el destinatario, contacto que. permite establecer y mantener la comunicación»24. El esquema que resulta enton< es es: (SS)

que se explica así: A: B: R: (i?):

el el el el

«remitente», «destinatario», «referente», código lingüístico común a A y a B,

24 aLe destinateur envoie un messa% i au destinataire. Pour étre opérant, le message requiert d’abord i n contexte auquel il renvoie (c'est ce qu'on appelle aussi, dans ui ie terminologie quelque peu ambigue, le «référent»), contexte saisi^ sable par le destinataire, et qui est soit verbal, soit susceptible d’ét re verbalisé; ensuite, le mes­ sage requiert un code, commun, ou tou au moins en partie, au des­ tinateur et au destinataire (ou, en d’autres termes, á l’encodeur et au décodeur du message); enfin, le message requiert un contact, un canal physique ou une connexion psyel ologique entre le destinateur et le destinataire, contact qui permet d'établir et de maintenir la communication» (Jakobson, 1963, págs. 113-214).

—>: el «contacto» establecido entre A y B, 3): la secuencia verbal emitida por A en dirección a B. Señalemos que a propósito de «5D» la teoría de la infor­ mación, subyacente en este esquema, conduce a hablar de mensaje como transmisión de información: lo que hemo§ dicho anteriormente nos hace preferir aquí el término de discurso que implica que no se trata necesariamente de una transmisión de información entre A y B, sino de un «efecto de sentido» entre los puntos A y B. Se puede, en adelante, enunciar los diferentes elementos estructurales de las condiciones de producción del discurso. Está bien claro, en primer lugar, que los elementos A y B designan _alg.o..distinto de la presencia física de organismos humanas, individuales. Si lo que hemos dicho anteriormente tiene un sentido, resulta que A y B designan lugares deter­ minados en la estructura de una formación social, lugares de los que la sociología puede describir el haz de rasgos objetivos característicos: así, por ejemplo, en el interior de la esfera de la producción económica, los lugares del «patrón» (director, jefe de empresa), del mando superior, del contramaestre, del obrero, están marcados por propie­ dades diferenciales que se pueden observar. Nuestra hipótesis es q u e' estos lugares están represen­ tados en los procesos discursivos donde están puestos en juego. De todas formas, sería ingenuo suponer que el lugar como haz de rasgos objetivos funciona como tal en el inte­ rior del proceso discursivo; está representado en él, es decir, está presente, pero transformado; en otros términos, lo que funciona en el proceso discursivo, es una serie de formaciones imaginarias que designan el lugar que A y B atribuyen cada uno a sí mismo y al otro, la imagen que ellos se hacen de su propio lugar y del Jugar del otro. Si

ello es así, existen en los mecanismos de toda formación social reglas de proyección que establecen las relaciones entre las situaciones (objetivamente definibles) y las posi­ ciones (representaciones de estas situaciones). Añadamos que es muy probable que esta correspondencia no sea biumvoca, de manera que las dife encias de situación pue­ den corresponder a una misma pcsición y que una misma situación puede representarse de a :uerdo con muchas posi­ ciones, y no por azar, sino según eyes que sólo la investi­ gación sociológica podrá demostra 25. Lo que podemos decir es sola; nente que i todo proceso discursivo supone la existencia de estas formaciones imagiñ s j r i a s J . q u e designaremos aquí de a manera siguiente: Expresión que designa las formaciones imaginarias

Significación de la expresión

Pregunta implícita cuya «respuesta» subyace a la formación imaginaria correspondiente

Imagen del lugar de A para el sujeto co o- «¿Quién soy yo para ha­ blarle así?» cado en A.

l

W

i l

LW )

Imagen del lugar de B «¿Quién es él para que para el sujeto co oyo le hable asi?» cado en A.

(

w

Imagen del lugar de B para el sujeto co o- «¿Quién soy yo para que él me hable así?» cado en B.

h w

Imagen del lugar de A para el sujeto co o- «¿Quién es él para que me hable así?» cado en B.

B \

(

25 Consideramos retrospectivamente t ue esta perspectiva estaba notivada por una tentación sociologista (Parsons, etc. ...) e incluso isicosociologista. Véase a este respecte Pécheux-Fuchs (1975), aqui nismo, pág. 240.

Acabamos de esbozar la manera en que la posición fia. los protagonistas, del discurso interviene a título de condi­ ciones de producción del discurso. Conviene añadir ahora §ue el «referente» (R en el esquema siguiente, eTTcóntexto», la «situación» en la que aparece el discurso) pertenece igualmente a las condiciones de producción. Subrayamos de nuevo que se trata de un objeto imaginario, (el punto de vista de un sujeto) y no de la realidad física. Presentaremos, pues:

Expresión que designa las formaciones imaginarias

Significación de la expresión

Pregunta implícita cuya «respuesta» subyace a la formación imaginaria correspondiente

A

/,( * )

«Punto de vista» de «¿De qué le hablo A sobre R. así?»

B

I b(R)

«Punto de vista» efe «¿De qué me habla; B sobre R \ ^ así?»

Hemos señalado anteriormente36 que todo proceso dis­ cursivo suponía, por parte del emisor, una anticipación de las representaciones del receptor, sobre la cual se funda la estrategia del discurso. Así pues, se formarán las expresiones: i a

Ia (Ib(A ))

\ I a(I b(B)) f i a(I b(R))

{I b(I a( B ) ) B 1I B(U A )) ( I bU AR))

que explican la manera en que A se representa las repre­ sentaciones de B, y recíprocamente, en un momento dado del discurso. Hay que señalar que, puesto qut se trata, por hipótesis, de anticipaciones, estos valores prec eden a las «respuestas» eventuales de B, que vienen a sancionar las decisiones anticipadoras de A: las anticipaciones le A con respecto a B, por ejemplo, deben pues pensarse o m o derivadas de I a(A), I/B ) e l J R ) . Simbolizaremos esta derivación xiediante las expresiones siguientes que, actualmente, nos s rven sólo para aclarar nuestras hipótesis sobre la naturaleza específica de la deri­ vación en cada caso: U U A ) ) = ñ U B ) ) • (I a(A)) I a ( I b(B ) ) = g ( I A A ) ) . ( I a ( B ) ) i a(I b(R))

= H U R ) ) • (U B ))

Vemos en cada caso que la anticipación de B por A depende de la «distancia» que A supone entre A y B: así se encuentran formalmente diferenciados los discursos donde el orador trata de transformar al o vente (tentativa de per­ suasión, por ejemplo), y aquellos en los que el orador y su oyente se identifican (fenómeno d : complicidad cultural, «guiño de ojo» manifestando el aci erdo, etc.). De lo anterior resulta que el esta io n de las condiciones de producción del discurso SD* que / dirige a B a propósito de R —que señalaremos r"(A B)— ¡stará representado por el vector siguiente n : 27 Señalemos que existe un determinac o número de rasgos retó­ ricos (sintácticos y semánticos) susceptibles de remitir explícitamente a uno u otro de estos elementos o instam ias de r*. Por ejemplo:

rX A ,

Esto requiere varias advertencias: En primer lugar, en lo que se refiere a la naturaleza di los elementos que pertenecen al vector anterior, ya ha sido indicado que se trata de representaciones imaginarias d( diferentes instancias del proceso discursivo: de ahora ei adelante, precisaremos nuestras hipótesis con respecto ¡ este asunto añadiendo que las diversas formaciones resultan de procesos discursivos anteriores (que surgen de otra condiciones de producción) que han dejado de funcionar pero que han dado nacimiento a «tomas de posición» implí citas que aseguran la posibilidad del proceso discursiv< pretendido. En oposición a la tesis «fenomenológica» qui plantearía la aprehensión perceptiva del referente, del otn y de sí mismo como condición prediscursiva del discurso suponemos que la percepción está siempre penetrada de 1< «ya oído» y lo «ya dicho», a través de los cuales se consti tuye la sustancia de las formaciones imaginarias enuncia das; los conceptos de presuposición y de implicación, pre /* (/J(A )): «Va a pe n sa r que soy indiscreto». /" ( IJ íJ t)) : «‘Qué cosa m ás e x tra ñ a ’, d irá usted...». E sto no significa, n o o bstante, que todo fragm ento de la d iscursiva p u e d a ser referido de m anera univoca a u n a determ inada. P o r o tr a p a rte , no consideram os a q u í la cuestión de expresiones de grado su p e rio r tienen o no u n a significación rencia a l p roblem a considerado.

secuendi instandi sab er s con reft

sentados y utilizados por O. Ducr >t2S, ponen en juego el mismo género de hipótesis: a propósito de la situación que, escribe este autor, «ya no puede er concebida de forma simplemente cronológica o geográfic i, como una localización espacio-temporal», añade: «La 'situación de discurso’, a la cual remiten las presuposiciones, co nporta, como parte inte­ grante, ciertos conocimientos que al sujeto hablante pre­ senta a su oyente. Concierne, pues, a la imagen recíproca que se forman los participantes en t:1 diálogo» 29. Además, está claro que, en un 3Stado dado de las con­ diciones de producción de un disc irso, los elementos que constituyen este estado no están simplemente yuxtapuestos, sino que mantienen entre ellos relaciones susceptibles de variar según la naturaleza de lo;- elementos puestos en juego: parece posible adelantar q je todos los elementos de rí no tienen una eficacia necesariamente igual, pero que, según el sistema de reglas que queda por definir, uno de los elementos puede llega ■ a ser dominante den­ tro de las condiciones de un estado dado, rí aparece así como una secuencia ordenada, eve itualmente de tipo vec­ torial, donde ciertos términos tiene i la propiedad de deter28 O. D ucrot, «Logique e t linguistique> , en Langages, nú m . 2, 1966. Desde entonces, este a u to r h a desarrollado m ás com pletam ente sus perspectivas en Dire e t ne pas dire, Pai ís, H erm ann, 1972. Señalam os que el térm in o «preconstruc:o», intro d u cid o p o r P. H enry para designar un elem ento que aparece ;n la secuencia com o «ante­ rior, e x terior e independiente», con reí ición a e sta secuencia nos parece aq u í- m ás fecundo y m enos afect ido de logicism o. Cf. a este respecto P. H enry, «C onstructions relatives e t articu latio n s discursives», en Langages, núm . 37, 1975, págs. 81-98. 29 «Ne p eú t plus é tre conque de fagc n sim plem ent chronologique ou géographique, com m e une localisat on spatio-tem porelle»... «La ‘situation de d iscours’, á laquelle renvoic n t les présuppositions, com ­ porte, com m e p a rtie in tég ran te, c e rta in e c o n n a is s a n c e s que le su je t parlant p ré te á son a u d ite u r. E lle concei ne done l’im age que se font les u n s des a u tre s les p a rtic ip a n ts du lialogue» (i b i d págs. 20-2 1).

minar la naturaleza, el valor y el lugar de los otros términos. En efecto, sea por ejemplo una serie de discursos carac­ terizados por el solo hecho de plantearse como cuestión «la libertad»: según que se trate de un profesor de filosofía dirigiéndose a sus alumnos, de un director de prisión co­ mentando el reglamento para uso de los detenidos, o de un terapeuta que dirige la palabra a su paciente, se asiste a un desplazamiento del elemento dominante en las condi­ ciones de producción del discurso: sea A el emisor y B el receptor; en el discurso terapéutico, tal como es concebido por la psiquiatría clásica, es la imagen que el paciente se hace de sí mismo lo que se ventila en el discurso, sea I b(B). En la relación pedagógica, lo que domina el discurso es la representación que los alumnos se hacen de lo que les designa el profesor, sea IB(IA(R)), en su referencia a IA(R). En el discurso del director de prisión, todo está condicio­ nado por la imagen que los detenidos se formarán del repre­ sentante del reglamento a través de su discurso, sea I B(A), puesto que se trata, para unos, de saber «hasta dónde se podrá ir con él» y, para el otro, de dárselo a entender. En esta perspectiva,^el objeto de una sociología del dis­ curso sería, pues, localizar los vínculos entre las relaciones de fuerza (exteriores a la situación del discurso) y las rela­ ciones de sentido que se manifiestan en éste, poniendo sis­ temáticamente en evidencia las variaciones de dominio que acabamos de señalar. _ 2.

E sbozo

d e

u n a

r e p r e s e n t a c ió n

fo rm a l

DE LOS PROCESOS DISCURSIVOS

Como hemos enunciado anteriormente30, planteamos la hipótesis de que dadas las condiciones de producción de

un discurso 2)* en el estado n, ;ea r£, es posible hacerles corresponder un proceso de proc ucción de 2)* en el estado n, proceso que designaremos poi AlPero hemos visto por otro la lo que un estado dado de las condiciones de producción debía ser comprendido como resultado de procesos discursivos sedimentados31: se ve que es imposible definir un origen „, S(x, y) y ~ V 3)„, S(x, y). x e y son a veces sustituibles el uno por el otro, pero no siempre. 3) V ®„, S(x, y). x e y son siempre mutuamente sustituibles.

Consideremos los casos 2) y 3) donde la sustitución \ es posible: 2) Representa el caso en que x e y son sustituibles en función de un contexto dado. Por ejemplo:

x = brillante y = sobresaliente.

x e y son sustituibles en algunos :ontextos. Por ejemplo: o bien:

este matemático es (x/y) la demostración de este i.iatemático es (x/y).

Pero existen otros contextos en Ijs que x e y no son sustituibles. Por ejemplo: la luz brillante del sol le cegó; o bien: la montaña tiene un picc sobresaliente.

3) Representa por el contrario ®»r Designamos con una letra cade una de las palabras que componen los discursos considerados (a cada palabra dife­ rente corresponde una letra dife.'ente, y recíprocamente). Sean las secuencias de estos n discursos:

2),! x

a

2

j

J

j

í)j,4

S

d

b

•y

S

d

b

■y

d

b



b

■y

1 1 k

1 j

k

m

1

a.

y y

j

k

m

X

■•

j

k

m

X

■• y

X X

Se ve que cada discurso 2)x¡ dihere del precedente por una sola sustitución, consei vándose el conjunto del

contexto cada vez. Tenemos, pues, una serie de efectos me­ tafóricos (a /j, g/k, d/m , etc.) cuyo efecto es mantener un anclaje semántico a través de una variación de la superficie del texto, puesto que, en un caso extremo, no contiene ninguno de los términos que pertenecen a '¿uzl, y es, por tanto, por definición, semánticamente su equivalente42. Este ejemplo, puramente ficticio, y además completa­ mente imposible, tiene por única misión señalar lo que entendemos por conservación de lo invariante a través de la variación morfemética: el mismo sistema de representa­ ciones se reinscribe a través de las variantes que le repiten poco a poco: es esta repetición de lo idéntico a través de formas necesariamente diversas lo que caracteriza, para nosotros, el mecanismo de un proceso de producción. La «estructura profunda» aparece así como un tejido de ele­ mentos solidarios que se apuntalan y se aseguran asimismo a través de los efectos metafóricos que permiten generar una serie casi infinita de «superficies», sujetándolas a unos límites de funcionamiento, más allá de los cuales estaría la «estructura profunda» En estas condiciones la confrontación recíproca de las formas variadas de la superficie permite, multiplicando la ® Véase para todo esto el suplemento al anejo IV, aquí mismo, pág. 204, y también Pécheux-Fuchs, 1975, pág. 330 y sigs. y pág. 347. ® El término «superficie», introducido por Chomsky (estructura de superficie / estructura profunda), debe ser referido aquí a su con­ texto geométrico, a saber: la superficie como yuxtaposición de líneas discursivas D xl, ..., !)*„. Se trata, pues, menos de referir la secuencia lineal a las operaciones subyacentes (de las que la tal secuencia sería la huella), que de relacionar cada línea discursiva con el conjunto de las otras líneas que le son paralelas, para un estado de condi­ ciones de producción. Lo profundo no estaría, desde ese momento, bajo la superficie, sino en la relación que cada superficie (en el sen­ tido de Chomsky) mantiene con sus variaciones, en la superficie (en el sentido «geométrico» que le damos).

presencia del discurso por sí misino, manifestar la estruc­ tura invariante del proceso de prjducción para un estado dado, estructura cuyo síntoma sor las variaciones. Vamos a exponer ahora cómo ísta confrontación puede realizarse efectivamente.

2.

D e la s u p e r f ic ie d iscursiv a A L/ ESTRUCTURA DEL PROCESO DE I RODUCCIÓN

Consideremos el ejemplo teóri :o que acaba de ser ex­ puesto: lo hemos utilizado simplemente para representar el efecto metafórico tal como lo definimos, indicando que la realización de un ejemplo semejante sería imposible. Es importante, pues, precisar ahora las determinaciones que habían sido dejadas de lado provisionalmente en esta repre­ sentación abstracta. Así mostraremos sucesivamente — La imposibilidad concreta ce la hipótesis-límite que se refiere a la existencia de dos discursos que perte­ necen a la misma estructura de producción y que no poseen ningún término comi'in. — Las consecuencias que resultan de este primer punto, concernientes a la noción d; contexto, y la elabora­ ción teórica que necesita es a noción. — La existencia de un efecto 2, como a es el de lo que quiere decir que b es una proposición principal con relación a c, de la misma manera que a es una proposición principal con relación a (6 *•> c); más adelante 52 estudiare­ mos las propiedades formales de esta escritura. Por el mo­ mento es suficiente notar que nos permite indicar junturas de dependencia que corresponden a la «estructura profunda» de la frase. El registro de las dependencias funcionales que corresponden a la estructura de superficie de una frase supone intervenciones previas en esta superficie. En primer lugar, el orden canónico de las dependencias debe ser restablecido a partir de los índices proporcionados por los operadores, teniendo en cuenta unos «actuantes» que no se descubren directamente en la superficie: esto supone, pues, una investigación lingüística particular sobre las relaciones entre la naturaleza de los operadores y su posición relativa, así como sobre el papel de los anafóricos3 pronominales como índices de dependencia entre las pro­ posiciones que conectan. De esta manera debe ser posible definir unas reglas combinatorias que eliminen algunas posi­ bilidades de escritura, de forma que la superficie de una frase produzca soluciones poco numerosas —idealmente una sola— para el problema de la juntura de las dependencias. Ejemplo de restablecimiento del orden canónico: Cuando lo encontré, el hombre ya estaba muerto, lo afirmo. -*■ Afirmo (que) (el hombre estaba ya muerto (cuando) encontré al hombre).

Por otro lado, los morfemas no-conexos que representan operadores deben estar reagrupados: 52 Cf. pág. 94 y sigs. 53 Designamos por anafórico lo que la literatura anglosajona en­ tiende con el término de Shifter.

Era tan bueno que todo el mundo lo adoraba. -» Era bueno (tanto... que = hasta el punto que) todo el mundo lo adoraba.

Por otro lado, algunas proposiciones latentes deben ser restablecidas a partir de índices proporcionados por la superficie. Por ejemplo: He visto el Talgo de Barcelon i y el TER de Valencia. —* He visto el Talgo de Barcelona (y) he visto el TER de Valencia. '

Señalemos que esta descomposición tiene una dificultad, anotada por Chomsky en su articulo Syntaxe logique et sémantique: une pertinence lingt istique (Chomsky, 1966, págs. 48-49): señala, en efecto, qu< la frase El hombre es alto y delgado

puede descomponerse en El hombre es alto (y) el hombre es delgado,

mientras que el grupo «negra y Manca» es inseparable en la frase La bandera es negra y blanca,

lo que supone la definición de regias de descomposición. Finalmente, algunas expresiones constituyen proposicio­ nes latentes que deben ser «liberadas» por una transforma­ ción para poder aparecer en el sistema de las dependen­ cias5*. Por ejemplo: Le prometió contestar una ve: recibida la carta. —> Le prometió [(qué) contestaría (una vez) hubiera recibido la carta]. 5* Llamamos T1 al conjunto de est: s transformaciones.

Este problema está unido al de la transformación del enun­ ciado, que examinaremos más adelanteK. 3.

L as

d e p e n d e n c ia s

fun cio na les

ENTRE LAS FRASES

Hemos señalado que la regla de dependencia era recur­ siva, lo que sobreentendía que la noción de proposición principal sustancializada por la gramática clásica debía pen­ sarse siempre haciendo referencia a la parte del sistema de dependencia considerado: una proporción es principal con relación a un determinado número de proposiciones que dependen de ella. Es suficiente desde ahora tomar el dis­ curso como referencia, y las marcas de pausa como opera­ dores para concebir una generalización de la noción de dependencia por encima de la frase. Consideremos la frase: El coche arranca (ya que) el semáforo está verde.

Está claro que podemos transformarla en una secuencia de dos frases ligadas por un operador de dependencia equi­ valente a ya que: El coche arranca (.) + (En efecto) el semáforo está verde.

«En efecto» es un sintagma fijo que viene a calificar la marca de pausa representada por (.). El registro debe, pues, extraer de las proposiciones los elementos que juegan el papel de operadores, incluyendo las proposiciones que funcionan de hecho como operadores de dependencia, por ejemplo: Quizá haya llegado (.) + (Aunque) yo no lo he visto.

Es importante señalar que esta cualificación de la marca de pausa puede venir también de la ausencia pura y simple. Dan las seis (.) No vendrá,

en la frase explicativa Dan las seis (.) + (Está claro q íe) no vendrá,

pasando por adverbios y locuciones adverbiales Dan las seis (.) + (Ahora) no

'endrá,

ciertas conjunciones Dan las seis (.) + (Luego) no

'endrá.

o la coma Dan las seis (,) no vendrá.

Esto supone una investigación sistemática de los dife­ rentes signos que permiten defini - sus clases de equivalencia y sus reglas de funcionamiento. Por ejemplo, es necesario poder determinar si un adverbio unciona como cualificación de la señal de pausa, o por el contrario como modulación del verbo de un enunciado; lo mismo para las frases decla­ rativas del tipo «está claro que», «yo supongo que», etc.56. Plantearemos, pues, como principio general que las reíaciones de dependencia funcional — *- deben colocarse entre las proposiciones del discurso, coa lo que se vuelve a absor­ ber el nivel de la frase en el del discurso, considerando que la marca de pausa —eventualmente cualificada— no es esencialmente diferente de los ctros operadores de depen­ dencia. Esto quiere decir que consideramos la superficie 56 Este problema está ligado al de la modalización del enunciado, cf. pág. 126.

discursiva como un conjunto de proposiciones provisto de relaciones de dependencia — >- para algunas parejas de este conjunto: la asignación de la dependencia entre dos propo­ siciones y su atribución a un operador — *■ no depende de la contigüidad material de las dos proposiciones, sino que resulta de la combinación de varios criterios; hemos seña­ lado la posición relativa de las proposiciones y su relación con el término o sintagma que representa &>. en la super­ ficie, así como la existencia de conexiones semánticas sus­ citadas por el juego de los «anafóricos» 57. La automatización de esta fase del registro necesitará la posición de reglas que expliciten el funcionamiento combinado de estos diversos criterios. 4. La e s t r u c t u r a de l a p ro p o sic ió n Tratando de la frase, hemos mostrado que el juego de las dependencias funcionales entre proposiciones rebasaba el límite de la frase hacia el nivel del discursoM. Vamos ahora a mostrar que las dependencias funcionales existen igualmente en el interior de la proposición y conducen al nivel que definiremos con el término de enunciado; llegare­ mos así a representar la superficie discursiva como un con­ junto de enunciados imidos entre sí por dependencias fun­ cionales; los objetos intermediarios (proposiciones y frases) se encuentran absorbidas allí desde ahora. Sea una proposición, definida como la parte de una frase que no comporta más que un verbo en un modo personal, y tal que las proposiciones latentes que podían encontrarse 57 Cf. pág. 84. 58 Oponiendo así frase y discurso, llevábamos a cabo una utiliza­ ción lingüistica del término discurso, cuyos riesgos han sido subraya­ dos más arriba (cf. pág. 76).

implicadas en ella hayan sido extraídas por transforma­ ción59. Podemosdescribirla ahora como constituida por la combinaciónde un grupo sujeto (o sintagma nominal sujeto) y de un grupo predicado. Si tomamos de nuevo las anotaciones clásicas, a saber: SN, = SN2 = SN3 = SV =

sintagma sintagma sintagma sintagma

nominal suje o. nominal objeto (directo o indirecto). circunstancia . verbal,

tenemos: i SNi +. S P = )SN, + SV + SN2 ( SN, + S V + SN3. Distingamos el complemento ne objeto directo (que sigue al verbo sin preposición) —sea 5N2—, del complemento de objeto indirecto (caracterizado por la presencia de una pre­ posición) —sea p \ + SNg. Consideremos por otro lado ; | como la preposición que introduce ordinariamente el coriplemento circunstancial60. Obtendremos así: / Cl) SNj + V Dan las doce

1(2) J

SN, + V +

+ SN2

1(3) 1 (4) \

SN, + V + p \ + SN¿

El tendero vend 2 fruta El profesor hab a a los alumnos

SN, + V + rn + SN3 El viajero ha s ;lido con la maleta,

» Cf. pág. 85. 60 La existencia del complemento cir< unstancial directo será tratado como un caso particular, sea SN, + V r p'¿ + SN3.

a lo cual es preciso añadir: (5)

SN, + V + SN2 + p \ + SN¿ Eva dio una manza a Adán.

Vemos que, con la condición de indicar la ausencia de complemento y de preposición en (1) —sea 4>—, y de poner un signo —sea *— representando el lugar vacío de la pre­ posición entre el verbo y el complemento de objeto directo en (2), se obtienen estructuras homogéneas para las diversas formas (1), (2), (3) y (4): (1) (2) (3) (4)

SN, + SNj + SNj + SN, +

V V V V

+ + 4>+ * + SNj. + p\ + SN¿. + p§ + SN3 (ver nota 61).

Sea finalmente el caso de (5): pongamos un operador a

— y tal que62: (SN, + SV + SN2 + p, + SNg) (SN, + SV + * + SN2) (ccXSN, + SV + p t + SN¿). Con la condición de convenir una equivalencia estricta entre estas d N + GRPP Adjunción del complemento del nombre. N —>N + Prop/Rel Adjunción de la proposición relativa. Nos fundaremos aquí en los trabajos de Harris (1963) mostrando que es posible restituir el enunciado latente constituido por la adjetivación gracias a la transformación: N + Adj —» N + «is» + Adj. Llamaremos e a la cópula que ocupa el lugar del verbo ser en este enunciado latente, y trataremos el adjetivo atributo de N como complemento de objeto directo del verbo ser. De donde SN* + Adj —» SN* + (SN, + e + * + Adj) con SN* = S ^

o SN2

o

SN¿

o

SN3

y SNX-» S N ,. De la misma forma SN* + GRPP -> SN* + (SN, + e + p¡ + SN2/3) con SN*

SN„

y finalmente SN* + Prop/Rel —» SN* + (SN, + V + Pi + SN2/3)

con

SNX—>SN, o SNx-> S N 2/:. Las adjunciones quedan así transformadas en proposi­ ciones cuyo sujeto (eventualmentí el complemento para la proposición relativa) vuelve a temar el término (sujeto o complemento) de la proposición que determina la adjun­ ción M. Definiremos en adelante el er.unciado como una propo­ sición para la cual ya no se puec e efectuar ninguna de las tres operaciones mencionadas an es. Convendremos en anotar par i un operador de depen6

dencia — > la determinación del enunciado determinado (o enunciado central) por el enunci ido determinante.

que explica el hecho de que el si, jeto del enunciado E„ esté determinado por el enunciado £ De la misma manera, sea

que explica el hecho de que el complemento del enunciado En esté determinado por el enurciado E„.. Llegamos así al registro siguiente: Ejemplo: S = El tendero del puesto peqi eño vende fruta fresca. Ej = El tendero + vende + * + fr ita. E2 = El tendero + e + de + el pi iesto. £ 3 = El puesto + e + * + pequeí o. E4 = Fruta + e + fresca. 64 Llamaremos T2 al conjunto de e ¡tas transformaciones que con­ ciernen al análisis del grupo nominal complejo.

De donde S =

((E¡

61

{Ei

62 £ 3 ) ) 62

E¡).

Sabemos por otro lado que las reglas de reescritura de la adjunción son recursivas, es decir, que tenemos: N -+ N + Adj,. N —>(N + Adji) + Adj2. N -+ ((N + Adj,) + Adj2) + Adj3, etc., y lo mismo para el grupo complemento y la relativa. La recursión permite representar por un número finito de reglas el proceso de generación de una secuencia de adjunciones de longitud potencialmente infinita, es decir, tan grande como se quiera; traspasada a la problemática del registro la cuestión sería cómo registrar en un número finito de lugares en la estructura del enunciado unos sin­ tagmas de longitud potencialmente infinita, es decir, tan grande como se quiera. La solución dada se puede comparar a la que utilizan las gramáticas generativas: así como, en una gramática generativa, se pueden reiterar unas reglas tantas veces como sea preciso, del mismo modo aquí se autoriza a escribir tantas líneas de comprobación como sea necesario, uniendo las líneas (los enunciados) entre sí, según su sistema de dependencia. 5. E l r e g i s t r o de l a s d e p en d e n cia s FUNCIONALES

Los detalles de la estructura del enunciado serán expues­ tos más adelante65, así como algunos problemas particulares

de su registro: trataremos primeramente de la representa­ ción formal del sistema de dependencias entre los enuncia­ dos del discurso ® xi dado, haciendo patentes uno tras otro los diferentes niveles de contención que rigen este sistema.

a) La concatenación como est uctura elemental. Pongamos el ejemplo siguiente S , = E l v iajero llegó cuando el efe de estación p ita b a p a ra a d v e rtir a l m aq u in ista qu< la vía estab a libre.

Planteemos .Ej = E2 = £ 3= £4 = (j>j = 2 = 4>3 =

El viajero llegó. El jefe de estación pitaba. El jefe de estación advierte a maquinista. La vía está libre. Cuando, en el momento en qi te. Para, con el fin de. Que (declarativo).

Vemos que puede escribirse Si bajo la forma E 2------- ^ ^'3,

E } ------- ► E*.

Por definición pondremos una representación parentética equivalente: S, = (E¡ i ( E j (|>2 ( £ i 3 E 4))). Señalemos que es posible rep) esentar Si mediante un esquema, considerando la forma expuesta más abajo como

una expresión escrita según las reglas de la lógica combi­ natoria, _

£,■ 3

Notemos por otro lado que es suficiente con aplicar a este esquema la regla «desplazar cada punta de flecha hacia el origen de la flecha siguiente»66 para reproducir la forma en cadena inicial: i

4>3

Finalmente, vemos que S t puede todavía estar represen­ tado bajo la forma de un «apilamiento» constituido por la secuencia de las relaciones binarias puestas al principio, de tal manera que la extremidad de la relación del nivel n en el apilamiento sea origen de la relación del nivel n + 1, el apilamiento está orientado hacia abajo: Ei

♦1

^ E ,

E ^ E S^

Et

3

66 E sta tran sfo rm ació n tam bién se puede rep resen tar:

(

T )

tfa

(T

)

De esta manera, la estructura de concatenación está ca­ racterizada por el hecho de qu3 todo enunciado domina directamente un enunciado y solamente uno, y que está dominado directamente por un >inundado y sólo uno: los enunciados están escritos nada ¡nás que una vez en cada columna. b) La expansión. Consideremos ahora el ejempl i siguiente: S 2 = C u a n d o d e s c u b rió h u e lla s c e p a s o s e n la is la , e l n á u fra g o p e n s ó q u e e r a n re c ie n te s y a

q u e n i e l v ie n t o de

le v a n te ,

n i la m a re a c re c ie n te l a ; h a b la n b o r r a d o to d a v ía .

Planteemos £ s = E l n á u f r a g o d e s c u b r ió h u e l a s.

E6 —H u e lla s

e d e p a so s .

£ 7 = H u e lla s e e n la is la . £ , = E l n á u fr a g o p e n s ó . £ 9 = L a s h u e lla s e r a n re c ie n te s . £ 10 = E l v ie n t o n o h a b o r r a d o t o d a v ía la s h u e lla s . £ h — E l v ie n t o e de le v a n te .

Ea =

L a m a re a n o h a b o r r a d o t< d a v ía la s h u e lla s .

E 13 = L a m a r e a e c re c ie n te .

4>s = c u a n d o 3 = q u e ( d e c la r a t iv o ) 7 = y a q u e

4>» = yVemos que es imposible repr asentar S2 bajo la forma de una cadena, puesto que, por ejemplo, Eg domina directa­ mente a Ej y E9.

El árbol que sigue representa la secuencia S 2:

Representación parentética: Utilizando la definición de la concatenación, obtendrá mos:

1)

E 8-^ * E 5; E s - ^ E t; £ 6- X e sea (Et 5 (E¡ 82 (Et 5, E-¡)))

7

2) -Eg— v E9) E 9— y E¡0; E 10— y £ 12; E¡¡— y E l} sea (Eg (Eg 5 (Es 82 (E¿ 61 Ej))) Eg—>(Eg 3 (E9 7 (E 10 (j)g (E¡2 81 -Ey)))) E 10—> (£ tó 81 £ 11)

y reemplacemos en una de las concatenaciones cada enun­ ciado por la concatenación que le corresponde, es decir S2 —

(E s

5

$3 ( c j $ 7 ((£ ,0 6 i

(E¡

E¡¡ ' $8 (E y 6 i

£ 13 ))))

62 (E 6 &, E 7))

De lo que precede resulta que el esquema que representa S2 según las reglas de la lógica combinatoria es de la forma

Como en el esquema de la concatenación las flechas des­ embocan siempre en flechas, lo que habíamos transformado por

_____ > ( T )

_____> (t )

ahora algunas flechas salen de u n í flecha, y en este caso aplicaremos una segunda transformación:

Vemos que mediante el juego de estas dos transformaciones se reproduce el árbol inicial

La representación en «apilamiento• de S2, de la cual, y dentro de un momento, veremos que se puede obtener a partir de la forma parentética por medio de un algoritmo. Su forma es la siguiente: Et e5 E< E* E, E 10 E 10 En

3 (£„ £,) ü (£ u, £ v) (transítividad).

Llamaremos G, al conjunto de los elementos de — —— . A

Señalemos finalmente que se puei e efectuar una partición de G¡: sea, en efecto, una categor: i G, tal como: G¡ = {(£,, £,);

(£,, £ 0 ;

(Em, . n);

(E„, E p);

(E k, Ee)}.

Está claro que se puede escribir G, ={G} |Gf} con G} = {£,-, E v Eg] G? ={£„„ En, E ,}. Los enunciados contenidos en 3" son de tal tipo que conservan fijos al menos todas las clases morfo-sintácticas que corresponden a 1 en n asociad > a G¡. Pero puede suce­ der que la pareja (£,, Ek), por ejt mplo, no esté contenida en G¡, sino en una categoría G, q ie conserva las mismas clases que G, más otras clases; pe - ejemplo: £, = a b c d Ej = a b m k Ek= a b m h . Tenemos (£¡, E¡) = 1 1 0 0 (Ei, Ek) = 1 1 0 0; pero (Ejt £ * ) = 1 1 1 3 . De donde el análisis de las prox midades paradigmáticas (Alg. 1) dado en el cuadro que sigu .

2.

V alor de la >roximidad paradigmática

En relación con lo dicho anteric mente, podríamos orde­ nar las categorías G¡ en función de número de clases morfosintácticas conservadas en la par ja (E¡, E¡), número que sería una estimación de la proxim dad. Sin embargo, con­ viene aprovechar la posibilidad de atribuir valores diferen­ tes a las diferentes clases: por eje mplo, podemos, razona­ blemente, plantear la hipótesis de que la conservación de N\ y de V entre £¡ y E¡ les asegui :i una proximidad para­ digmática superior a la conservacié i de Z), y D¡. Pondremos, pues, coeficientes p u p2, ■■■, pt tales como n ■■■, as) Í-> p =