Dinero y Capital [Primera edición]
 9786072809888, 9789703109296, 9786079744854

Table of contents :
Reconocimientos y colaboradores
Introducción y resumen de los capítulos
Valor y dinero
Dinero mercancía, sus representantes y los presupuestos
Relación entre forma de valor y proceso de intercambio
Determinación actual e historia en la génesis del dinero: una aproximación metodológica a la controversia sobre el carácter mercantil de la forma dineraria
Dinero y capital en general
Los aspectos monetarios del proceso capitalista en el sistema marxista: una investigación desde el punto de vista de la teoría del circuito monetario
Hacia una teoría marxista del dinero mundial
Tipo de cambio y transferencia de valor: análisis a partir de la apropiación de renta de la tierra petrolera en Venezuela

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Dinero y capital

Esta publicación de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco y Editorial Itaca, fue dictaminada por pares académicos expertos en el tema. Agradecemos a la Rectoría de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana el apoyo brindado para esta obra.

D.R. © Universidad Autónoma Metropolitana UAM-Xochimilco Calzada del Hueso 1100, Colonia Villa Quietud Coyoacán, C.P. 04960, Ciudad de México., Sección de Publicaciones de la División de Ciencias Sociales y Humanidades. Edificio A, 3er piso. Teléfono 54 83 70 60 [email protected] http://dcshpublicaciones.xoc.uam.mx ISBN UAM: 978-607-28-0988-8 ISBN de la Colección Teoría y Análisis: 978-970-31-0929-6

Diseño de la cubierta: Irais Hérnandez Güereca

D.R. © David Moreno Soto Editorial Itaca Piraña 16, Colonia del Mar, C.P. 13270, Ciudad de México. tel. 58 40 54 52 www.editorialitaca.com.mx ISBN Itaca: 978-607-97448-5-4

Primera edición: noviembre de 2016.

Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico

Dinero y capital Hacia una reconstrucción de la teoría de Marx sobre el dinero

Roberto Escorcia Romo Mario L. Robles Báez (compiladores)

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Rector general, Salvador Vega y León Secretario general, Norberto Manjarrez Álvarez UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA-XOCHIMILCO Rectora de Unidad, Patricia E. Alfaro Moctezuma Secretario de Unidad, Joaquín Jiménez Mercado DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES Director, Carlos Alfonso Hernández Gómez Secretario académico, Alfonso León Pérez Jefe de la sección de publicaciones, Miguel Ángel Hinojosa Carranza CONSEJO EDITORIAL Aleida Azamar Alonso / Gabriela Dutrénit Bielous Diego Lizarazo Arias / Graciela Y. Pérez-Gavilán Rojas José Alberto Sánchez Martínez Asesores del Consejo Editorial: Luciano Concheiro Bórquez Verónica Gil Montes / Miguel Ángel Hinojosa Carranza COMITÉ EDITORIAL Alejandro Cerda García (presidente) Aleida Azamar Alonso / René David Benítez Rivera / Cristián Calónico Lucio Arnulfo de Santiago Gómez / Roberto Diego Quintana Roberto Escorcia Romo / Roberto García Jurado / Álvaro López Lara Enrique Guerra Manzo / Araceli Mondragón González / Rhina Roux Ramírez Adriana Soto Gutiérrez / Ricardo Alberto Yocelevzky Retamal Asistencia editorial: Varinia Cortés Rodríguez

ÍNDICE

Reconocimientos y colaboradores

9

Introducción y resumen de los capítulos Roberto Escorcia Romo y Mario L. Robles Báez

15

Valor y dinero Christopher J. Arthur

41

Dinero mercancía, sus representantes y los presupuestos de su negación dialéctica Roberto Escorcia

61

Relación entre forma de valor y proceso de intercambio Roberto Fineschi

97

Determinación actual e historia en la génesis del dinero: una aproximación metodológica a la controversia sobre el carácter mercantil de la forma dineraria Gastón Caligaris y Guido Starosta

123

Dinero y capital en general Mario Luciano Robles Báez

159

Los aspectos monetarios del proceso capitalista en el sistema marxista: una investigación desde el punto de vista de la teoría del circuito monetario Riccardo Bellofiore

189

Hacia una teoría marxista del dinero mundial Tony Smith

211

Tipo de cambio y transferencia de valor: análisis a partir de la apropiación de renta de la tierra petrolera en Venezuela Juan Kornblihtt

231

Obras de Karl Marx citadas

252

Reconocimientos y colaboradores

Las discusiones teóricas con colegas investigadores y estudiantes en torno a la naturaleza de la economía capitalista y sus contradicciones, específicamente en lo que respecta a los aspectos monetarios y financieros, fueron el estímulo para elaborar este libro. Los autores de los capítulos que lo conforman, inscritos en el debate tanto con marxistas como con no marxistas, ofrecen diversas lecturas e interpretaciones sobre la teoría de Marx sobre el dinero en las que proponen recuperar y analizar críticamente esta teoría pues nos parece que ella permite dilucidar rasgos fundamentales del actual modo de producción. Los capítulos (I) “Valor y dinero”, de Christopher J. Arthur; (VI) “Los aspectos monetarios del proceso capitalista en el sistema marxista: Una investigación desde el punto de vista de la teoría del circuito monetario”, de Riccardo Bellofiore, y (VII) “Hacia una teoría marxista del dinero mundial”, de Tony Smith, están publicados originalmente en Fred Moseley (ed.) (2005), Marx's Theory of Money. Modern Appraisals, Basingstone, Nueva York, Palgrave-Macmillan (pp. 111-123, 124-139 y 222-235, respectivamente). Sus traducciones se publican aquí con el permiso de los autores y de la editorial. El capítulo (III) “Relación entre forma de valor y proceso de intercambio”, de Roberto Fineschi, es una traducción del Apéndice C del segundo capítulo de su libro (2001) Ripartire Da Marx. Processo Storico ed Economia Politica nella Teoria del “Capitale”, Nápoles, La Città del Sole (pp. 92-118), y se publica ahora con el permiso del autor.1 Los restantes capítulos: (II) “Dinero mercancía, sus representantes y los Los capítulos de C. Arthur y R. Bellofiore fueron traducidos por Mario L. Robles Báez y los capítulos de R. Fineschi y T. Smith por Roberto Escorcia Romo. 1

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presupuestos de su negación dialéctica en el sistema de Marx”, de Roberto Escorcia Romo; (IV) “La determinación actual e histórica en la génesis del dinero: una aproximación metodológica a la controversia sobre el carácter mercantil de la forma dineraria”, de Gastón Caligaris y Guido Starosta; (V) “Dinero y capital en general”, de Mario L. Robles Báez, y (VIII) “Tipo de cambio y transferencia de valor: análisis a partir de la apropiación de renta de la tierra petrolera en Venezuela”, de Juan Kornblihtt, son trabajos originalmente escritos para ser publicados en este libro. Chistopher Arthur estudió filosofía en las Universidades de Nottingham y Oxford (Reino Unido); es Honorary Lecturer of Philosophy en la Universidad de Sussex, Brighton, Reino Unido; es autor de los libros The Dialectic of Labor: Marx and His Relation to Hegel (1986, Londres, Basil Blackwell); Marx's Capital: A Student Edition (1992, Londres, Lawrence & Wishart), y The New Dialectic and Marx’s Capital (2002, Historical Materialism Book Series 1, Brill, Leiden y Boston. Este libro fue objeto de un simposio cuyas participaciones críticas aparecieron en Historical Materialism, vol. 13, núm 2, 2005); sus publicaciones incluyen “Marx, Hegel and the Value-Form” (Fred Moseley y Tony Smith, Marx’s Capital and Hegel’s Logic. A Reexamination, 2014, Brill, Leiden); el autor ha sido miembro del Consejo Editorial de las revistas Radical Philosophy y Capital & Class. Riccardo Bellofiore es profesor de economía política en el Departamento de Economía Hyman P. Minsky de la Università degli Studi di Bergamo (Italia) así como investigador asociado en la Facultad de Economía y Econometría de la Universidad de Ámsterdam. Sus áreas de investigación abarcan la macroeconomía monetaria, la teoría del valor y de la distribución, la economía de la globalización, el desarrollo económico italiano e historia y metodología del pensamiento económico. Entre otras obras, ha publicado La crisi globale: l’ Europa, l’ euro, la Sinistra (2012, Asterios, Trieste); La crisi capitalistica, la barbarie che avanza (2012, Asterios, Trieste), y ha editado (con Giovanna Vertova) The Great Recession and the Contradictions of Contemporary Capitalism (2014, Edward Elgar, Cheltenham); (con Scott Carter) Towards a New Understanding of Sraffa. Insights from Archival Research (2014, Palgrave Macmillan, Londres); (con Guido Starosta y Peter Thomas) In Marx's Laboratory. Critical Interpretations of the Grundrisse (2013, Brill, Leiden); (con Tommaso Redolfi Riva) Hans Georg Backhaus, La dialettica della forma di valore (2009, Riuniti, Roma); (con Roberto Fineschi), Re-reading Marx. New Perpsectives After the Critical Edition (2009, Basingstoke, Palgrave). 10

RECONOCIMIENTOS Y COLABORADORES

Gastón Caligaris es doctor en ciencias sociales por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Actualmente se desempeña como investigador becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en la Universidad Nacional de Quilmes. Es profesor de economía política, historia económica argentina e historia social mundial en la Facultad de Ciencias Sociales y en la de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Entre sus publicaciones se encuentra (con Guido Starosta) “Which ‘Rational Kernel’? Which ‘Mystical Shell’? A Contribution to the Debate on the Connection between Hegel’s Logic and Marx’s Capital” (Fred Moseley y Tony Smith (eds.) (2014), Marx’s Capital and Hegel’s Logic. A Reexamination, Leiden, Brill). Es compilador del libro Relaciones económicas y políticas. Aportes para el estudio de su unidad con base en la obra de Karl Marx (2012, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires). Ha publicado varios artículos en revistas y capítulos de libros en editoriales académicas. Roberto Escorcia Romo es doctor en ciencias económicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) (México); profesor de economía política, economía ortodoxa y matemáticas en la UAM-Xochimilco. Sus áreas de investigación incluyen la teoría de Marx sobre el capital, el sistema financiero y la crisis capitalista, la teoría de la distribución y la macroeconomía heterodoxa. Dentro de sus publicaciones se encuentran (con Mario L. Robles) “La dialéctica del trabajo, valor y precio en la conceptualización del capital de Marx: una reinterpretación” (2014, Economía: teoría y práctica, núm. 41, México); (con Isabel Rodríguez) “La estructuración económica como una totalidad dialéctica. Marxismo y economía evolucionista” (2013, Juan Jardón, Redouane Taouil y Ramiro Albreu (eds.); Perspectivas de la macroeconomía y el espacio meso-institucional, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo / Universidad de Buenos Aires / Université Pierre Mendès, Francia, México, Buenos Aires); “Una visión sistémica de las crisis económicas durante los siglos XX y XXI” (2013, Daniel Velázquez, Zeus Hernández y Elías Gaona (coords.), Políticas económicas en México, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Hidalgo); “Teorías de la crisis: una revisión desde la competencia y los precios” (2012, Guillermo Peláez (coord.), Heterodoxia. Ensayos de teoría económica, México, UAM-Xochimilco). Roberto Fineschi es doctor en filosofía por la Università degli Studi di Palermo (Italia); profesor de historia de la filosofía y filosofía política en la Sienna School for Liberal Arts. Es miembro del Scientific Committee of the Italian 11

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Edition of Marx and Engels Collected Works y del Internationale Gesellschaft Hegel-Marx für dialektisches Denken. Sus publicaciones incluyen Un Nuovo Marx. Filologia e Interpretazione dopo la Nuova Edizione Storico Critica (2008, Roma, Carocci), “On Hegel’s Methodological Legacy in Marx” (2014, Fred Moseley y Tony Smith (eds.), y Marx’s Capital and Hegel’s Logic. A Reexamination, Brill, Leiden). Es editor de Karl Marx. Il Capitale. Libro Primo (2012, La Città del Sole, Napoles) y (con Riccardo Bellofiore), Re-reading Marx. New Perpsectives after the Critical Edition (2009, Palgrave, Basingstoke). Juan Kornblihtt es doctor en historia de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Profesor de historia argentina contemporánea en la Universidad de Buenos Aires; también dicta clases en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Es investigador del Conicet con temas relacionados a la mediación estatal en la disputa por la apropiación de la renta de la tierra en Argentina y Venezuela. Entre sus publicaciones destaca el libro Crítica del marxismo liberal. Competencia y monopolio en el capitalismo argentino (2008, Buenos Aires, RyR); “¿Crisis del neoliberalismo o crisis del capital? Un debate con el economista francés Gérard Duménil y las propuestas del marxismo keynesiano (2011, Revista Materialismo Histórico, Santiago de Chile), y numerosos artículos sobre la evolución de la acumulación de capital en Argentina y Venezuela y debates generales en torno a la producción de autores marxistas en revistas argentinas y extranjeras. Es integrante del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales, militante del colectivo Razón y Revolución y editor de la revista que lleva el mismo nombre. Mario L. Robles Báez es doctor en ciencias económicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (México); profesor de economía política y economía en la UAM-Xochimilco. Es autor de Marx: Lógica y capital. La dialéctica de la tasa de ganancia y la forma-precio (2011, Colección Teoría y Análisis, UAM- Xochimilco) y editor de Dialéctica y capital. Elementos para una reconstrucción de la crítica de la economía política (2005, México, UAM-Xochimilco). Sus otras publicaciones incluyen “On the Abstraction of Labour as a Social Determination” (Alan Freeman, Andrew Kliman y Julian Wells (eds.), The New Value Controversy and the Foundations of Economicas, 2004, Edward Elgar, Chaeltenham/Northampton) y “Dialectics of Labour and Value-Form in Marx’s Capital” (2014, Fred Moseley y Tony Smith (eds.), Marx’s Capital and Hegel’s Logic. A Reexamination, Leiden, Brill). Tony Smith es doctor en filosofía por la State University of New York (Estados Unidos); profesor de filosofía en el Departamento de Ciencia Política de 12

RECONOCIMIENTOS Y COLABORADORES

la Universidad Estatal de Iowa. Sus áreas de especialización incluyen la filosofía social y política, la filosofía de la tecnología, la teoría ética, el feminismo y la filosofía de la economía. Dentro de sus publicaciones destacan The Logic of Marx’s Capital (1990, Nueva York, Universidad Estatal de Nueva York); Dialectical Social Theory and its Critics: From Hegel to Analytical Marxism and Postmodernism (1993, Nueva York, Universidad Estatal de Nueva York); Technology and Capital in the Age of Lean Production: A Marxian Critique of the “New Economy” (2000, Nueva York, Universidad Estatal de Nueva York); “Hegel, Marx and the Comprehension of Capitalism” (Fred Moseley y Tony Smith (eds.), 2014, Marx’s Capital and Hegel’s Logic. A Reexamination, Leiden, Brill); “Technology and History in Capitalism: Marxian and Neo-Schumpeterian Perspectives” (2003, Riccardo Bellofiore y Nicola Taylor (eds.), Essays on Volume I of Marx’s Capital, Palgrave). Guido Starosta es doctor en sociología por la Universidad de Warwick (Reino Unido); profesor de historia del pensamiento económico en la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), en la maestría en Economía Política de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación, y profesor de economía y ciencias sociales de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Además es investigador adjunto del Conicet en la Universidad Nacional de Quilmes. Es autor del libro Marx’s Capital, Method and Revolutionary Subjectivity (2015, Leiden, Brill Academic), y co-editor del libro In Marx’s Laboratory Critical Interpretations of the Grundrisse (2013, Leiden, Brill Academic). Ha publicado numerosos artículos en revistas académicas tales como Science and Society, Capital and Class, Historical Materialism, New Political Economy, Antipode y Third World Quarterly. El trabajo de compilación y traducción de los textos incluidos en el presente volumen se llevó a cabo durante la segunda mitad del año 2014. Desde luego que los errores de traducción que sobrevivan son nuestra exclusiva responsabilidad. Agradecemos a todos los autores por sumarse a esta obra y ofrecer su perspectiva analítica. Lo mismo para las empresas editoriales que nos dieron los permisos necesarios para la publicación como capítulos en este libro de aquellos textos que habían sido publicados con anterioridad. Los agradecimientos no estarían completos si no incluimos a todos nuestros estudiantes quienes constantemente nos favorecen con sus cuestionamientos y a las diferentes autoridades de la UAM-Xochimilco que hacen posible la publicación de este libro. 13

Introducción y resumen de los capítulos

Roberto Escorcia Romo y Mario L. Robles Báez

La teoría de Marx sobre el dinero ha sido uno de los temas más debatidos dentro y fuera de la crítica de la economía política y ha sido objeto de un número importante de libros y artículos en los últimos años.1 El título Dinero y capital. Hacia una reconstrucción de la teoría de Marx sobre el dinero remite a que en este texto pretendemos mostrar, por un lado, que la teoría del dinero en Marx es fundamental no sólo para entender su teoría de valor, sino más importante aún para la comprensión de su conceptualización del capital en cuanto sujeto económico que domina todo en la economía capitalista, y, por otro lado, que, como parte fundamental de su teoría del capital, la teoría del dinero de Marx nos permite además criticar diferentes teorías económicas. En esta segunda dirección, la crítica tiene un alcance triple: primero, permite debatir con aquellas escuelas que, congruentes con la Ley de Say, la dicotomía clásica y la teoría cuantitativa, postulan, dentro del marco de sus respectivas teorías del valor, al dinero como elemento secundario considerándolo por lo general sólo a partir de su función de medio de intercambio. Éste es el caso de la tradición clásica, muy en especial de la perspectiva de Ricardo2 y de la escuela ortodoxa. En segundo lugar, también permite debatir con las teorías que podríamos denominar “nominalistas” en el sentido de que para éstas las

Dentro del marxismo, podemos mencionar, entre otros, los libros de De Brunhoff (1976), Itoh y Lapavitsas (1998), Nelson (1999) y el volumen editado por Fred Moseley (2005). 2 Al respecto, señala Ricardo: “Las producciones se compran siempre con otras producciones, o con servicios; el dinero es únicamente el medio por el cual se efectúa el cambio” (Ricardo, 1987[1817]: 217-218). 1

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únicas cantidades económicas concebibles son cantidades monetarias, es decir, expresadas en dinero; proposición de la cual deriva el hecho de que los cálculos económicos y la toma de decisiones de producción, inversión, etcétera sólo adquieren sentido en su dimensión dineraria, desdeñando, no sin razón, una construcción analítica en términos reales. La propuesta de J. M. Keynes de superar el problema de que la producción de mercancías y servicios es un “complejo no homogéneo” mediante el dinero,3 y el énfasis que este autor pone en la no neutralidad del dinero y en la definición monetaria de las variables determinantes (salarios, tasa de interés, etcétera), elementos que están en la base de su Teoría general,4 así como los desarrollos teóricos alrededor de esta última por parte de la escuela post-keynesiana, son los ejemplos por antonomasia de este segundo grupo de teorías. Desde un punto de vista marxista, estas teorías no ofrecen una distinción adecuada entre dinero y capital y, en consecuencia, sostienen erróneamente que las nociones de “economía monetaria de producción” y de “economía capitalista” son sinónimas o hacen de la segunda un caso

Véase el capítulo 4 de Keynes (2000 [1936]). En esto es claro Keynes: “[…] tan pronto como pasamos al problema de lo que determina la producción y la ocupación en conjunto, necesitamos la teoría completa de una economía monetaria” (Keynes, 2006[1936]: 261). Keynes, a diferencia de lo que proponen Ricardo y los teóricos ortodoxos, enfatiza las funciones unidad de cuenta y reserva de valor del dinero. A partir de la primera, establece que los precios, las deudas y las obligaciones financieras deben ser expresadas siempre en términos de dinero, por lo que un marco analítico en términos reales queda descartado. Siguiendo la segunda función, el autor articula diferentes categorías fundamentales en su análisis. Partiendo de que el dinero, como reserva de valor, constituye un puente entre el presente y el futuro, en un marco de incertidumbre radical la decisión de los individuos de conservarlo implica que éste puede ser considerado como un sustituto de la adquisición de activos reales (bienes de capital) o activos financieros (títulos), lo que implica dos cosas: por un lado, que el dinero puede ser demandado con independencia de su función de medio de cambio, y, por otro, que la inversión productiva y/o financiera se modifica según la preferencia por la liquidez, entendida ésta, siguiendo a Keynes, como una medida de la desconfianza en el futuro por parte de los empresarios y los hogares. Esto implica la existencia de un proceso de arbitraje entre dinero, activos reales y activos financieros. En otras palabras, los mecanismos monetario-financieros pueden, dependiendo del grado de la preferencia por la liquidez, incentivar o desincentivar la inversión y, en consecuencia, la producción y el empleo. 3 4

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INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

particular de la primera. Por lo tanto, la distinción entre dinero como dinero y dinero como capital será determinante a lo largo de este texto. Finalmente, en tercer lugar, con base en la revisión de la obra de Marx se discuten críticamente algunas perspectivas propias del marxismo tradicional. Algunos de los textos contenidos en el libro ofrecen detalles de estas críticas, desde luego sin agotarlas por completo. Respecto al primer objetivo señalado, sostenemos que, para la comprensión de la teoría del dinero en Marx se requiere analizarla a lo largo de los diferentes momentos lógicos (no históricos) que constituyen la estructura de la presentación de su concepto de capital en la obra El capital, cuyo desarrollo sigue el patrón universalidad-particularidad-singularidad, que evidentemente nos remite a la teoría del juicio y del silogismo que se encuentra en la doctrina del concepto de la Ciencia de la lógica de Hegel.5 En general, la importancia del dinero reside en el hecho de que aunque no es en sí mismo capital constituye la forma universal y concreta de existencia del capital, es decir, una forma por medio de la cual el capital no sólo puede comprobar su identidad consigo mismo, sino además relacionarse consigo mismo en y a lo largo de todas las formas o configuraciones particulares de existencia que requiere y crea en su propio movimiento para constituirse como una totalidad orgánica, es decir, las formas de capital productivo, capital comercial, capital que devenga interés, capital bancario, capital accionario y capital ficticio. En lo que sigue presentamos brevemente los momentos que de forma progresiva conforman la estructura de la presentación del concepto de capital de Marx en El capital. Nos enfocaremos en algunas de las relaciones entre las formas de capital y las formas dinerarias que les corresponden en cada momento. El punto de partida de la presentación del concepto de capital es la circulación mercantil simple en cuanto la apariencia inmediata de la circulación del capital que se presenta en la primera sección del tomo I de El capital. En ese contexto, la génesis lógica del dinero es presentada en el parágrafo 3 del capítulo I, que tiene como objetivo presentar el origen de las entidades y de las relaciones que fundamentan la circulación mercantil simple, es decir, la mercancía,

El método de presentación del concepto de capital en Marx rebasa los objetivos de este texto. Para una presentación al respecto, véase R. Fineschi (2014) y G. Reuten (2014). 5

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el dinero y su circulación, y en la cual Marx deriva de las relaciones contradictorias de las dos determinaciones de las mercancías, es decir, valor de uso y valor, el dinero como la forma de existencia social del valor de las mercancías; lo que significa que a diferencia de lo que plantea la visión clásica, sin adoptar la forma de dinero, el valor no puede tener una existencia social. Una vez que el dinero ha sido puesto como el equivalente general del valor de las mercancías, Marx presenta, en el capítulo III, las diferentes funciones del dinero como dinero, es decir, las funciones de medida de valores, patrón de precios, medio de circulación, signo de valor, medio de compra, dinero de cuenta, tesoro, medio de pago y dinero mundial. La importancia de las funciones del dinero reside en que, al tomar la forma de dinero, el valor, y más adelante el valor de capital, sólo pueden funcionar como dinero. En este nivel de la presentación la forma que el dinero adopta es la de la mercancía oro, la cual al ser negada deviene un signo de valor. Esta negación de la forma mercantil del dinero, considerada por Marx en el mismo capítulo I, ha sido uno de los temas más debatidos en la literatura marxista y no marxista. El primer momento corresponde a la universalidad del capital o el capital-en-general, cuya presentación comienza con el devenir del capital como valor que se valoriza a sí mismo a partir de la circulación del dinero como capital en la segunda sección del tomo I. En ésta se establece que, dado que el valor es trabajo objetivado en las mercancías y el capital es un valor que se incrementa con un plus-valor, este último es literalmente nada más que el resultado de la explotación del trabajo vivo.6 En ello, en cuanto que el capital es una forma del valor, el dinero no deja de ser su forma universal de existencia,7 lo que implica

“[...] la posición de plusvalor por el trabajo asalariado es la autovalorización [...] del capital” (Marx, 1986: 253). [“They [the Phyisiocrats] also understand that the positing of surplus value by wage labour is the self-valorisation of capital, i.e. its realisation”]. En la ed. esp. “[Los fisiócratas] comprenden también que la puesta de la plusvalía por el trabajo asalariado es la autovalorización, vale decir la realización del capital” G.1: 270. Para las referencias a las obras de Karl Marx publicadas en español, en los textos incluidos en el presente volumen se utiliza la nomenclatura indicada al final del mismo. 7 “[E]n la circulación D-M-D' funcionan ambos, la mercancía y el dinero, sólo como diferentes modos de existencia del valor: el dinero como su modo general de existencia, la mercancía como su modo de existencia particular o, por así decirlo, sólo disfrazado” (K.I.1: 188). 6

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INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

que, sin adoptar la forma dineraria, el capital no podría existir socialmente. De aquí que, cuando las funciones que el valor de capital requiere sean cumplidas en la forma de dinero el capital sólo puede funcionar como dinero.8 Un aspecto que cabe señalar es que, dado que el devenir del valor en capital se debe al incremento cuantitativo de valor o plusvalor que se crea a través de su propio proceso de producción, su posición cualitativa como capital se manifiesta, en términos dinerarios, por la relación cuantitativa de los cuantos de valor incorporados en su propio resultado, es decir, ∆D/D, relación que, como tal, representa su medida de realización. Como el dinero es una entidad que sólo se presenta en la circulación, el análisis de la circulación del capital-en-general que se lleva a cabo en el tomo II de El capital es de suma importancia para la comprensión de la relación entre dinero y capital. En particular, Marx trata aquí la relación entre las diferentes formas funcionales que el capital-en-general en su conjunto (o capital industrial, como Marx lo denomina) adquiere en su movimiento de circulación –que se presenta en forma de ciclos de capital dinerario, capital mercantil y capital productivo– y las diferentes funciones dinerarias que el valor de capital debe adquirir para el cumplimiento de sus diferentes formas funcionales a lo largo de este movimiento.9 Es en el contexto del análisis del ciclo del capital dinerario que Marx señala que es común confundir dinero con capital.10 En este nivel de abstracción Por ejemplo, cuando el dinero se adelanta como capital en la compra de medios de producción o de fuerza de trabajo, sólo puede funcionar como medio de compra o como medio de pago. 9 “[E]l valor de capital, en estado dinerario, sólo puede cumplir funciones de dinero, y ninguna otra. Lo que convierte estas funciones de dinero en funciones de capital es su papel determinado en el movimiento de capital, y de ahí también la conexión entre la fase en que ellas aparecen y las otras fases del ciclo del capital” (K.II.4: 33-34). 10 “Al analizar el capital dinerario […] se producen por lo común dos errores que corren paralelos o se entrelazan. En primer lugar: las funciones que el valor del capital cumple como capital dinerario, y que precisamente puede cumplir porque se encuentra bajo la forma dineraria, se deducen erróneamente de su carácter de capital, mientras que en realidad sólo se deben al estado del dinero en que se encuentra el valor del capital, a esta forma de manifestación suya en cuanto dinero. Y en segundo lugar, a la inversa: el contenido específico de la función dineraria, que la convierte al propio tiempo en una función de capital, se deduce de la naturaleza del dinero (confundiendo de esta suerte dinero con capital), mientras que en realidad ella presupone condiciones sociales –como aquí, en el cumplimiento de D-FT– que 8

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existen varios aspectos que por su importancia para la teoría de dinero cabría analizar pero, por falta de espacio, sólo mencionaremos brevemente tres: a) una misma suma de dinero puede representar, en una misma relación de intercambio, dos diferentes funciones, es decir, por un lado, una función de capital, y, por otro lado, una función de dinero, o bien dos funciones de capital;11 b) a partir de la presentación de la reposición del capital fijo, de la acumulación y la reproducción ampliada y de las perturbaciones que surgen en el ciclo del capital, necesariamente determinadas sumas de dinero deben ser atesoradas, mismas que, según Marx, constituyen, bajo esta forma, capital dinerario latente o fondo de acumulación o fondo de reserva, y a partir de las cuales es posible deducir lo que se conoce como los motivos de liquidez en la perspectiva keynesiana;12 c) con base en la presentación de la velocidad del dinero en los esquemas de la no están dadas de ningún modo en la mera circulación de mercancías y en la correspondiente circulación de dinero” (K.II.4: 38). 11 En el primer caso, por ejemplo, la suma de dinero que se obtiene por la venta de mercancías producidas de manera capitalista es una realización de capital para el productor y al mismo tiempo puede representar, desde el lado del comprador, un gasto de dinero en la forma de rédito o ingreso. En el segundo caso, por ejemplo, el adelanto de capital en forma dineraria en la compra de medios de producción puede representar al mismo tiempo la realización de capital del productor capitalista de los medios de producción. 12 Algunas citas son suficientes para notar la necesidad de liquidez por diversos motivos. Primero, para el sostenimiento del proceso: “[se] encontraron determinadas leyes con arreglo a las cuales, para mantener constantemente en funciones un capital productivo de un volumen dado es necesario adelantar y reponer constantemente, bajo la forma de capital dinerario, las distintas grandes partes constitutivas de un capital dado, según las condiciones de la rotación” (K.II.5: 432). Respecto a la ampliación del ciclo, o sea, la acumulación: “Si d [el plusvalor convertido en dinero] ha de servir como capital dinerario en un segundo negocio […] entonces resulta claro que sólo se lo puede utilizar para ese fin si posee la magnitud mínima requerida para dicho negocio […]. Mientras d no alcance este volumen mínimo, el ciclo del capital deberá repetirse varias veces, hasta que la suma de los sucesivos d producidos por él pueda actuar junto con D […]. En el ínterin, pues, d se va acumulando […]. Su propia función consiste en mantenerse en el estado de dinero hasta haber recibido de los repetidos ciclos de valorización […] el dinero figura aquí como capital dinerario latente; porque el atesoramiento, el estado de tesoro del plusvalor existente en forma dineraria, es una fase preparatoria funcionalmente determinada para la transformación del plusvalor en capital realmente actuante” (K.II.4: 96-97). 20

INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

reproducción del capital de Marx es posible, además, deducir el multiplicador de la inversión de la macroeconomía moderna.13 El momento de presentación del capital-en-general termina en las tres primeras secciones del tomo III de El capital. Es puesta en el primer capítulo la transmutación del plusvalor en la forma de ganancia dineraria. En la segunda sección, Marx introduce la competencia intersectorial definida como la relación recíproca de los diversos capitales productivos por medio de la cual éstos son puestos y actualizados como capitales socialmente existentes. Esto implica que por medio de la competencia se actualiza,14 su medida general de valorización la cual toma la forma de tasa uniforme de ganancia y, consecuentemente, los precios de las diversas mercancías que corresponden a esta tasa toman la forma de precios de producción. La importancia de estos precios reside en que es por medio de su determinación que los valores de las mercancías son finalmente puestos, cualitativa y cuantitativamente, como valores sociales. De aquí que sólo hasta este momento el capital productivo en su totalidad es socialmente puesto como la única forma del capital que produce plusvalor en la forma de ganancia y que, como tal, es la única forma de capital que produce capital. El siguiente momento corresponde a la particularidad del concepto de capital, es decir, la presentación de las diferentes formas o configuraciones particulares que requiere la existencia concreta del capital para ponerse como una totalidad las cuales, en cuanto que, por la división del trabajo, se vuelven autónomas y se desarrollan unilateralmente, son creadas por el movimiento del capital dentro de la esfera de la circulación, es decir, las formas de capital comercial, capital que devenga interés, capital bancario, capital accionario y capital ficticio. En cuanto que no producen plusvalor ni, por lo tanto, capital, sus medidas particulares de valorización como capitales dependen necesariamente

A este respecto, véase R. Escorcia y M. Robles (2015). “Actualizar” y “actualizado” se refieren a la unidad de lo interior con lo exterior, de la esencia con la existencia, es decir, a la existencia externa de lo esencial, una externalización como reflexión. Lo actualizado es manifestación exterior y, por tanto, a través de ello, una cosa sigue un movimiento de autodiferenciación. El actualizar se presenta como contrario a la posibilidad y, por tanto, se refiere a la capacidad de algo de “estar presente” y “ser activo”. 13 14

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de su apropiación de partes del plusvalor producido por el capital productivo.15 En este momento, el capital productivo no sólo aparece como una particularidad frente a las otras particularidades en que el capital se desdobla, sino que éste está puesto como presupuesto de éstas. Cabe señalar que la secuencia de presentación de estas configuraciones del capital sigue el método sistemático que va progresivamente de lo abstracto y simple a lo concreto y complejo, donde, por un lado, cada subsecuente forma particular no sólo surge de la anterior sino además le agrega un nuevo contenido sin suprimir sus formas precedentes sino conservándolas como su fundamento, y, por otro lado, en que la naturaleza esencial de la producción del capital es progresivamente oscurecida, al grado de que la relación de capital alcanza su forma más enajenada y fetichista en la forma de dinero, esto es, como si el dinero por sí mismo generara más dinero, como un valor que se valoriza a sí mismo pero sin el proceso que lo crea. Las dos primeras formas particulares del capital son las de los capitales dedicados al tráfico de mercancías y al tráfico de dinero que Marx engloba con el nombre de capital comercial. La función del capital dedicado al tráfico de mercancías es llevar a cabo, de manera autónoma e independiente, la metamorfosis de las mercancías producidas por el capital productivo a su forma dineraria, es decir, su venta, y su metamorfosis inversa, es decir, su compra, dentro de la esfera de la circulación. Por esto y por el hecho de que se adelanta capital en forma dineraria para realizar tal función particular esta forma es considerada capital. Dado que este capital, por un lado, no produce plusvalor, y, por otro lado, es una parte del capital productivo que existe en el mercado, el plusvalor que le corresponde en la forma de ganancia constituye una parte del plusvalor generado por las fuerzas de trabajo empleadas por el capital productivo total. En cuanto que, según Marx, el capital productivo total y el capital dedicado al tráfico de

En el pasaje al tomo III de El capital y en el momento de la autonomización de las formas de capital utilizamos la expresión “capital productivo” en lugar de “capital industrial”. Esto nos permite diferenciar metodológicamente la discusión y el nivel de abstracción entre el tomo II y el tomo III. Regina Roth (2009: 42) señala que en los manuscritos del tomo III Marx utilizó originalmente la expresión “capital productivo” y que fue Engels, en su edición, quien la sustituyó por “capital industrial”. 15

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INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

mercancías deben arrojar, pro rata de su magnitud, la misma ganancia, la medida de valorización de ambos capitales se expresa por una misma tasa media de ganancia.16 La siguiente forma de capital surge de la existencia permanente de partes del capital productivo y del capital dedicado al tráfico de mercancías en la forma de dinero debido, entre otras causas, a la necesidad de conservarlas en la forma de tesoro, sea como capital dinerario latente, es decir, como reserva de medios de compra o de medios de pago, o sea como capital en barbecho, que no ha sido invertido todavía, y, también, al hecho de que esas partes de ambos capitales refluyen constantemente bajo la forma dineraria. Cuando las operaciones requeridas para la conservación y manejo de esas partes del capital existentes en la forma de dinero recaen de manera autónoma y exclusiva en la función de un capital particular –que se hará cargo de las operaciones técnicas inherentes–, éste se transforma en capital dedicado al tráfico de dinero. Por el hecho de que estas operaciones dinerarias surgen de los movimientos puramente técnicos que efectúa el dinero en el proceso de circulación del capital productivo total y del capital dedicado al tráfico de mercancías, y de que se adelanta capital en forma dineraria para realizar su función, este dinero es igualmente considerado capital. Desde luego que, como un capital que no genera plusvalor, su ganancia sólo puede ser una deducción del plusvalor producido por el capital productivo. Como la ganancia que debe arrojar este capital es, según Marx, también la ganancia anual media, la tasa media de ganancia debe ahora incluir tanto al capital productivo total como a los capitales comerciales. Aunque Marx trata este capital separado del sistema crediticio, su texto nos permite suponer otra alternativa de la medida de valorización de este capital: al considerar que la función del mismo es comerciar con dinero, la cual realiza “como simple cajero para los comerciantes y capitalistas [productivos]” (K.III.6: 408), y, además, que “[el] comercio dinerario no forma los tesoros” (K.III.6: 411), se podría suponer que Marx considera esta forma de capital como una banca comercial intermediaria cuyos fondos provendrían de todos los capitales productivos y comerciales y que son susceptibles de ser prestados, por lo que su medida de valorización no sería necesariamente la tasa media de ganancia

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A la que Marx denomina ganancia anual media. 23

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sino la tasa de interés. Si bien es cierto que esta última alternativa sólo es posible si se considera que las operaciones que realiza este capital son más que puramente técnicas, también es cierto que, desde el punto de vista del método de presentación de Marx, este capital representa un antecedente fundamental del capital que devenga interés y del capital bancario. La siguiente forma particular del capital es la de capital que devenga interés o capital prestado a interés. El punto de partida de la presentación de esta forma particular de capital es el dinero que, en cuanto forma de valor que existe autónomamente, puede transformarse en capital dinerario pero no como forma funcional del capital industrial sino como una forma autonomizada en la que, como tal, funciona como capital. Bajo esta forma, el valor de uso del dinero adquiere, además de sus funciones como dinero, la de funcionar como capital, es decir, de generar ganancias. Es en este carácter que el dinero como capital se convierte en una mercancía sui géneris, es decir, que en lugar de cederlo o enajenarlo en forma definitiva como cualquier otra mercancía se lo presta temporalmente. La conditio sine qua non de su función es que, como capital dado en préstamo, sea, además, adelantando por los capitales productivos o comerciales para que éstos puedan realizar sus funciones particulares y, como tales, producir ganancias. Como todo capital deviene capital en virtud de su valorización, el incremento de este capital por el que su valorización se expresa es, en este caso, una participación de la ganancia global producida, la cual se denomina interés. En cuanto que esta diferenciación cualitativa entre ganancia e interés surge de la división puramente cuantitativa de la ganancia global producida, la ganancia que ahora corresponde a los capitales en funciones, productivos o comerciales, es lo que Marx denomina ganancia empresarial. Siendo que el interés expresa la magnitud de la valorización de este capital, su medida se manifiesta en la relación cuantitativa entre el interés –la parte de la ganancia global que le corresponde– y el valor del capital originalmente adelantado, lo que no es más que la tasa de interés. El nivel de esta tasa es, según Marx, casual, puramente empírica y, por lo tanto, pertenece al reino de lo fortuito. Es decir que no existe una tasa natural de interés. La conceptualización del capital que devenga interés trae así aparejada la bifurcación de éste en propiedad del capital y capital en funciones. Esta bifurcación se manifiesta en que tanto los capitales productivos y comerciales que trabajan con capital propio como los que trabajan con capital prestado 24

INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

dividen su ganancia global, por un lado, en interés que les corresponde como propietarios del capital, y, por otro lado, en ganancia empresarial que les corresponde como capitales en funciones. Esta división meramente cuantitativa entre interés y ganancia empresarial no sólo se convierte, así, en una división cualitativa que se da independientemente de la circunstancia fortuita de si el capitalista productivo o comercial es propietario o no de su capital, sino que además todo capital dinerario adelantando por los capitales productivos o comerciales individuales se mide de dos maneras: como propiedad de capital, según la tasa de interés, y como capital en funciones, según la tasa de ganancia empresarial. Ahora bien, como la tasa de interés no sólo es autónoma y determinada externamente y aparece uniforme y empíricamente dada, sino que tiene validez general, se la presupone anticipada, es decir, como supuesto y punto de partida para el cálculo de las operaciones de los capitales productivos y comerciales, y, por lo tanto, como presupuesta a sus resultados, que son su ganancia global. O, dicho de otra manera, en la forma de capital que devenga interés el capital como propiedad está presupuesto a su propio proceso de reproducción. De ahí que las determinaciones aparezcan invertidas: “El interés aparece como el verdadero fruto del capital, como lo originario, y la ganancia, transmutada ahora en la forma de la ganancia empresarial, como mero accesorio y aditivo que se agrega en el proceso de reproducción” (K.III.7: 501). Con esto queda consumada la figura fetichista del capital: al tomar la forma general de dinero, el capital aparece como capital en sí, como capital por excelencia, como si tuviera en sí mismo el atributo de incubar más dinero; o, dicho de otro modo, en cuanto forma de existencia del sujeto-capital, el dinero mismo aparece como un sujeto automático que se valoriza y se reproduce a sí mismo, donde no sólo el interés aparece como un plusvalor que arroja en sí y para sí sino que la fuente de la ganancia es irreconocible.17

“En el capital que devenga interés, por consiguiente, este fetiche automático –el valor que se valoriza a sí mismo, el dinero que incumba dinero– se ha cristalizado en forma pura, en una forma en la que ya no presenta los enigmas de su origen. La relación social se halla consumada como relación de una cosa, del dinero, consigo misma. En lugar de la transformación real de dinero en capital, sólo se presenta aquí su forma carente de sentido […] el valor de uso del dinero se convierte aquí en el de crear valor, un valor mayor del que se halla contenido en sí mismo” (K.III.7: 500). 17

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Esta inversión de las determinaciones trae a su vez aparejado que, por un lado, los capitalistas actuantes, productivos o comerciales, desaparezcan y sean sustituidos por meros administradores o gerentes de capital ajeno,18 y, por otro lado, que los propietarios del capital se transformen en meros propietarios, funcionen como capitalistas dinerarios independientes incluso de la propiedad directa del capital. Esto, y la expansión de la escala de la producción que resulta de la concentración del capital dinerario, da lugar a la formación de sociedades por acciones y al hecho de que el capital dinerario adopte un carácter social al concentrarse masivamente en los bancos, siendo éstos los que prestan y no ya los propietarios directos del dinero. Con esto se desarrollan otras funciones particulares del capital dedicado al comercio dinerario que lo transforman en capital bancario: la administración general del capital que devenga interés o capital dinerario y la creación del dinero a partir de éste. Esto es, si bien el banco sigue teniendo una función de intermediario, ésta es superada pues entre los créditos otorgados están incluidas la emisión de billetes bancarios, la sustitución de letras de cambio privadas, vía su (re)descuento, por billetes bancarios, y la sustitución

Esta característica ha sido señalada, desde una perspectiva histórica y no lógica, por autores marxistas y no marxistas. Desde el lado marxista, Duménil y Lévy (2014: 19) indican que “los propietarios de las grandes sociedades debieron rodearse de colaboradores directamente asociados con las responsabilidades, quienes se convirtieron en los verdaderos organizadores: no como meros ejecutores, sino (co)responsables. Esta revolución es conocida bajo el nombre de ‘revolución gerencial [managériale]’, es decir, la revolución de la gestión”. Para estos autores, los gerentes constituyen una tercera clase social que resulta determinante, según se asocien con los intereses de la clase capitalista o de la clase trabajadora, de lo que se manifiesta en lo que ellos denominan “compromiso a la derecha” o “compromiso a la izquierda”, en la determinación de la dinámica productiva y financiera del sistema capitalista. Desde una perspectiva cercana a la ortodoxia económica, Minsky (1988: 5-6) argumenta que “los administradores del dinero están reemplazando a los gerentes de la industria como los actores principales en la economía […]. El capitalismo moderno se caracteriza por la forma corporativa de la organización de los negocios y las complejas estructuras financieras que incluyen instrumentos negociables. Por medio de la deuda y de las obligaciones financieras, los gerentes corporativos controlan los activos de capital reales de la economía: los instrumentos financieros distribuyen las ganancias brutas presentes y futuras de las empresas presentes y futuras”. 18

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de éstos por los de otros bancos, lo que equivale a que, como dice Marx, los bancos puedan emitir dinero (K.III.7: 517-598), capacidad que se presenta como una actividad primordial para el sistema capitalista. Alrededor de ello se desarrolla una estructura de transferencias mediante la cual se lleva a cabo –y se salda– una gran cantidad de depósitos que no tienen existencia concreta sino que sólo aparecen en los libros bancarios.19 La consecuencia directa de esta capacidad del sistema bancario se encuentra en superar la barrera a la ampliación del espacio de acción del capital que imponía la cantidad de dinero efectivamente existente. En cuanto que, cabe señalar, desde la perspectiva del método de presentación de Marx, el capital bancario sólo puede ser introducido después del capital que devenga interés y que, en su visión, los billetes bancarios implican la emisión de dinero, no se puede pensar que Marx no considera que el dinero bancario pueda ser un adelanto creado por los bancos y, por lo tanto, no provenga únicamente de fondos previos. De todas las partes de que consta el capital bancario, Marx se enfoca con cierto detalle a la que denomina “capital ficticio”, cuya formación se realiza vía la capitalización.20 En particular, Marx usa este término para designar aquellos activos financieros cuyos precios (valores) no sólo no se corresponden con el valor del capital real por el que fueron emitidos sus títulos, como, por ejemplo, las acciones,21 sino que, además, pueden representar un capital ilusorio, como,

“De ahí –señala Marx– que sea posible que las nueve décimas partes de todos los depósitos de Inglaterra no tengan existencia alguna, salvo sus asientos en los libros de los banqueros, cada uno de los cuales responde por su parte. Así ocurre en Escocia, donde el dinero circulante [¡que por añadidura es casi exclusivamente dinero de papel!] jamás ha superado los 3 millones de libras esterlinas, mientras que los depósitos ascienden a 27 millones” (K.III.7: 521). 20 “Se capitaliza cualquier entrada que se repita en forma regular, calculándola según el tipo medio de interés, como el producido que arrojaría un capital prestado a esa tasa de interés” (K.III.7: 601). 21 En relación a las acciones, Marx argumenta que si bien las empresas emiten las acciones para financiar su inversión de capital real, el capital no existe de dos maneras, “Una vez como valor de capital de los títulos de propiedad, de las acciones, y la otra como el capital reamente invertido o a invertir en esas empresas. Sólo existe en esta última forma y la acción no es otra 19

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por ejemplo, los títulos públicos.22 Aun en el caso de las acciones cuyos títulos de deuda no representan un capital meramente ilusorio, como es el caso de las deudas públicas, el valor de capital que representan esos títulos es puramente ficticio. Si bien sus precios resultan de descontar los pagos futuros usando la tasa de interés como referencia y que pueden modificarse según las oscilaciones de ésta, sus títulos pueden autonomizarse y adquirir un movimiento propio de valorización ficticia al ser tratados como mercancías y, como tales, ser comprados y vendidos en los mercados financieros. En cualquiera de los casos, los propietarios de los títulos que representan capital ficticio tienen el derecho de participar, directa o indirectamente, de una parte del plusvalor producido por las fuerzas de trabajo incorporadas en el capital productivo total. Más aún, con la figura fetichista del capital que devenga interés, el salario mismo se llega a considerar como un interés, lo que implica que se conciba la propia fuerza de trabajo como un capital que arroja dicho interés. Incluso se llega a concebir la fuerza de trabajo como un capital futuro cuyo valor resulta de la capitalización a la tasa de interés de los gastos que se realizan, individual o socialmente, en su calificación o educación. Es de esta manera que se concibe, en general, la fuerza de trabajo como capital humano. En lo expuesto hasta aquí hemos visto que el concepto de capital-en-general –cuya forma universal de existencia es la forma dineraria, su ley universal es la auto-valorización del valor y sus formas funcionales de existencia son el capital dinerario, el capital productivo y el capital mercantil– se pone concretamente al desarrollarse y escindirse en una serie de formas o configuraciones particulares como momentos de él –capital productivo, capital comercial y capital que devenga interés, del cual surgen el capital accionario, el capital ficticio y el capital bancario, que engloba a todos– para devenir una totalidad. Una vez que se llega a este momento de la presentación, cada una de estas formas, por me-

cosa que un título de propiedad, pro rata, sobre el plusvalor que ha de realizar por intermedio de ese capital” (K.III.7: 601). 22 En relación a los títulos públicos, Marx se refiere a los títulos que el gobierno emite básicamente para cubrir sus gastos corrientes, dinero que, en cuanto que no entra en el circuito de valorización sino en el del gasto de ingreso, no es capital. Pero al propietario de estos títulos le dan el derecho de participar en una parte de la ganancia global (del plusvalor) bajo la forma de los impuestos que recaude el gobierno. 28

INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

diación de la forma dineraria, puede comprobar su identidad consigo misma y todas ellas pueden relacionarse entre sí como formas particulares de existencia del capital. De esto se puede inferir que la singularidad del concepto de capital se refiere al momento en que aquellos capitales particulares que se encarnan en la figura singular de dinero que se valoriza a sí mismo, es decir, D-D’,23 funcionan como capital universal; situación que, al no presentar el proceso que media ambos extremos, corresponde a la forma “no conceptual” del capital.24 Si bien es cierto que esta interpretación basada en la dialéctica sistemática y retomando la estructura del silogismo hegeliano coloca al dinero como elemento de expresión general a lo largo de todo el texto de El capital, esto es, en cada uno de los diferentes momentos de abstracción propios de los tres tomos, está todavía en una etapa de construcción, consideramos que constituye una línea de investigación que apuesta por la evaluación crítica de los textos de Marx y, además, abre un debate amplio y directo con otras posiciones teóricas muy en especial en lo que corresponde a la distinción entre dinero y capital. Los textos que forman este libro recogen, enfatizando diversos elementos, parte de esta reconstrucción y de este debate. A continuación se describe el argumento de cada uno de ellos.

La singularidad en el concepto de capital de Marx es un tema novedoso que requiere ser desarrollado con mayor amplitud. R. Fineschi (2014) considera que el singular que funciona como capital universal es el sistema bancario. 24 Al respecto, escribe Marx, tanto en El capital como en las Teorías sobre la plusvalía: “La 1 mera forma del capital –dinero que se desembolsa como suma A y que retorna como suma A+ x A , en un lapso determinado y sin otra mediación que ese lapso cronológico intermedio– es sólo la forma no conceptual del movimiento real del capital” (K.III.7: 446). “Bajo esta forma es, pues, como los economistas vulgares lo conciben también. En esta forma se esfuma toda mediación y se redondea y culmina la forma fetichista del capital, como la representación del capital-fetiche” (TsPV.III: 410). “Y cuanto más superficialmente se apega a la superficie y la refleja en un determinado orden, más se considera ‘conforme a la naturaleza’ y alejada de toda elucubración abstracta” (TsPV.III: 430). 23

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Resumen de los capítulos En su trabajo, titulado “Valor y dinero”, Christopher J. Arthur presenta la teoría del dinero bajo la perspectiva de la forma-valor inspirado en el énfasis que Marx pone en la importancia del valor como forma social. Cabe señalar que el autor es crítico de Marx en muchos otros aspectos. El dinero, sostiene Arthur, no “oculta” el contenido material “real” de las relaciones económicas sino que éste es esencial en las relaciones de valor. Para Arthur, el valor es en primera instancia definido como el “poder de intercambiabilidad” de las mercancías que, como tal, es una forma pura de asociación desprovista de contenido. Esto implica que, para él, el valor no es una cosa material y no está contenido en las mercancías, así la forma-valor del dinero de las mercancías no puede ser derivada con referencia a la conmensuración de los tiempos de trabajo objetivado en ellas y, por lo tanto, no puede ser el resultado de una simple derivación de la forma adecuada de aparición de sus valores. Si esto fuera así, el dinero sería un simple numerario que mediría el valor presupuesto en ellas con lo que se introduce una confusión de categorías entre la fuente y la medida del valor. Según Arthur, el dinero, puesto como la forma de equivalente universal del valor, es, por el contrario, lo que actualiza el valor, es decir, le da existencia social, y, al proporcionarles a las mercancías una dimensión unitaria las pone como valores “en sí mismas”: el dinero constituye, así, la dimensión de valor. Sólo después de que las mercancías han sido conmensuradas por el dinero es que tiene algún significado la teoría del valor basada en tiempos de trabajo abstracto, en donde la forma-dinero de las mercancías, es decir, su precio, es la que determina su magnitud de valor en términos de tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario; antes de esto sus magnitudes son ideales, es decir, tiempos de trabajo (abstracto) socialmente imputados. El dinero no es por lo tanto una medida del valor sino que hace al valor una entidad medible como es medible la forma de valor. Como su perspectiva conduce necesariamente a una reconstrucción del concepto de capital, al final introduce la competencia capitalista por medio de la cual son determinados los precios de producción como las formas de valor finales de las mercancías como capital, los cuales a su vez determinan sus magnitudes finales de valor. Otro tema tratado por Arthur es la relación entre la mercancía-dineraria oro y el papel moneda emitido por el Estado (como algo que no tiene valor

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en sí mismo) y sostiene la idea de que el papel moneda no representa al “oro” sino que lo sustituye. En “Dinero mercancía, sus representantes y los presupuestos de su negación dialéctica”, Roberto Escorcia continúa con la discusión sobre el dinero mercancía poniendo énfasis en que éste constituye no una contingencia histórica sino que tiene, en contra de lo que teorías marxistas y no marxistas sostienen, una relevancia lógica primordial dentro del sistema teórico. A partir de una lectura en términos lógicos de las funciones del dinero, critica dos perspectivas teóricas contrapuestas: en primer lugar, a aquélla (especialmente identificada en Keynes y en la corriente postkeynesiana) que considera que el dinero se origina vía una autoridad (chartalismo) y que es posible tomar los símbolos dinerarios y las relaciones de deuda como punto de partida de una teoría del dinero, por lo que la forma mercantil de éste es meramente contingente y, por tanto, su importancia teórica es desdeñable. La crítica elemental a este tipo de teorías se ubica en que de su omisión de la relación entre dinero y valor derivan que la estructura de las relaciones de intercambio cuantitativas entre las mercancías no les sea clara ni evidente, esto es, que de la estructura de precios resulta el fundamento difuso y podría estar sujeta a la discrecionalidad estatal o de las empresas. Al mismo tiempo, el autor señala que los símbolos dinerarios son punto de llegada y no de partida, es decir, que el dinero de crédito al ser la forma más desarrollada del dinero no puede ser tomado como el origen lógico de éste. En segundo lugar, critica la posición teórica propia del marxismo convencional según la cual es imposible la superación de la moneda mercancía. Esta perspectiva no comprende cómo el desdoblamiento de la forma de valor subraya la materialidad como base lógica (no histórica) en la génesis del dinero pero, por otro lado, genera las bases para la negación dialéctica de éste por otras formas no mercantiles. Frente a esto, el autor ofrece una explicación de cómo la forma mercantil genera por su mismo desenvolvimiento las condiciones para ser representada por otras formas no mercantiles (símbolos). El fundamento para ello se encuentra en la proposición de dos dualidades: real-ideal e inmediato-representado. La primera de ellas refiere a la presencia o ausencia del dinero y se asocia con el tratamiento de la “representación mental” (Vorstellung). La segunda, por su parte, implica la presencia del dinero directamente (“en persona”) o en forma “simbólica” donde el vínculo no es con la representación sino con el “representante” (Repräsentant). A partir de ambas dualidades se demuestra que la simbolización 31

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del dinero es un proceso cuyo origen está en la circulación misma del dinero mercancía por lo que se trata de un resultado lógico y no de un supuesto de origen. La convención establecida por el Estado, a su vez, se presenta como parte del proceso de simbolización al cual da vigencia social general pero no lo inicia. Finalmente, se expone la forma en que un símbolo dinerario puede cumplir con la función de unidad de medida. Por su parte, Roberto Fineschi ofrece, en “Relación entre forma de valor y proceso de intercambio”, un estudio de la relación entre la forma de valor y la forma de dinero en las diferentes etapas de elaboración de la teoría de Marx –Manuscrito 1857-1858, la Contribución a la crítica de la economía política, la primera edición alemana de El capital (1867), el Apéndice de 1867, el manuscrito Ergänzungen und Veränderungen zum ersten Band des Kapitals’ (Dezember 1871-Januar 1872) y la segunda edición alemana del tomo I de El capital (1872)–, para después abordar la cuestión de la relación entre el capítulo I sobre la mercancía, y el capítulo II sobre el proceso de intercambio. Fineschi señala cuatro elementos que se entrelazan en las diversas obras de Marx y deben ser entendidos claramente: la deducción del equivalente general pensada y real (efectiva), la deducción del equivalente general y de la relación entre forma de valor y proceso de intercambio, la relación entre equivalente general y dinero y la relación entre lo lógico y lo histórico. Con base en esta distinción, el autor argumenta que en esencia Marx se da cuenta progresivamente de que en el concepto de mercancía están implícitos los individuos que intercambian, por lo que entre forma de valor y proceso de intercambio no puede haber un salto cualitativo como había pensado originalmente. En otras palabras, se sostiene que Marx llega a concluir que no es necesario un doble tratamiento, primero de la forma de valor y después del proceso de intercambio. Básicamente, entonces, de la conexión entre la forma de valor y el proceso de intercambio como estructura unitaria se deduce el equivalente general. Habiendo llegado a este punto, el autor muestra que dentro de las posibilidades de interpretación de las versiones finales de la obra de Marx que nos ocupa (Apéndice del tomo I de El capital 1867, Ergänzungen… y segunda edición de El capital 1872) se encuentra aquélla según la cual equivalente general y dinero no son la misma categoría. De ello deriva una dificultad teórica: si bien la estructura compleja “mercancía” alcanza finalmente el equivalente general desde un punto de vista lógico, no puede alcanzar el dinero; para ello es necesario además un 32

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proceso histórico. Para obtener el dinero es necesario mostrar la naturaleza de este proceso. En contra de la opinión de que Marx asume elementos extraformales (“históricos”) para continuar con el desarrollo de su teoría, lo que sería inconsistente con el método dialéctico, Fineschi propone interpretar al proceso histórico desde su naturaleza lógica según la cual son las determinaciones formales de la ley de la mercancía las que, en la medida en que se instaura el intercambio, tienden poco a poco a dar esta forma específica a las relaciones sociales, así lo lógico-histórico debe entenderse en tanto indicaciones de cómo estas categorías en su existencia histórica subsumen y transforman aquello que es naturwünchsig (dado de manera natural). En el capítulo “La determinación actual e histórica en la génesis del dinero: Una aproximación metodológica a la controversia sobre el carácter mercantil de la forma dineraria”, de Gastón Caligaris y Guido Starosta, se discute la explicación de la naturaleza mercantil del dinero ofrecida por Marx desde un punto de vista metodológico. En particular se examina la cuestión focalizándose en el vínculo que tienen en la exposición dialéctica el desarrollo sistemático y el análisis histórico. Para ello se toma como punto de partida un debate llevado a cabo durante la década pasada en la revista Economy and Society entre Geoffrey Ingham y Costas Lapavitsas quienes postulan, respectivamente, la naturaleza fiduciaria y mercantil del dinero (y, en consecuencia, fundan la génesis del dinero, respectivamente en la autoridad pública y en el intercambio). Luego de revisitar brevemente los principales argumentos teóricos y empíricos esgrimidos por los participantes en el debate, se concluye, en acuerdo con la postura general de Lapavitsas, que, efectivamente, el dinero debe ser considerado una mercancía y que su génesis se encuentra, tal como descubre Marx en su crítica de la economía política, en el desarrollo de las contradicciones inmanentes del proceso de cambio mercantil. Sin embargo, el examen crítico de los argumentos presentados por Lapavitsas revela que su defensa de la perspectiva marxiana deja una serie de flancos débiles que la hace descansar sobre fundamentos endebles (lo cual perspicazmente deja al descubierto Ingham en su intervención en el debate). En particular Lapavitsas falla en ofrecer una explicación sólida de la naturaleza mercantil del dinero y de su génesis en términos dialéctico-sistemáticos, validando así la acusación de Ingham de que dicha empresa intelectual es sencillamente imposible. Así, el mismo Lapavistas se ve forzado a recurrir a una explicación de la génesis y naturaleza del dinero 33

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fundada en sus orígenes históricos y/o con base en “factores extra-económicos”. Esto lo hace mediante una idiosincrática interpretación del desarrollo formal del valor de cambio del apartado 3 del primer capítulo del tomo I de El capital en términos de una secuencia lógico-histórica que, además, confunde el nivel de abstracción de la génesis del dinero en dicho capítulo, esto es, como determinación inmanente de la forma-mercancía, y aquél del desarrollo de esta última como producto de la acción práctica de los poseedores de mercancías en el proceso de cambio, tal como lo expone Marx en el capítulo II. Frente a estas insuficiencias de la interpretación de Lapavitsas, se argumenta que la resolución de estas antinomias requiere, en primer lugar, distinguir clara y precisamente entre el problema de la explicación dialectico-sistemática y el problema de la explicación histórica de las “categorías económicas” en la crítica de la economía política. En segundo lugar, de acuerdo con los recientes aportes al método de la crítica de la economía política desde la llamada “New Dialectics”, se argumenta que el fundamento último de la génesis del dinero en el intercambio debe proveerse en términos sistemáticos. En este sentido, cualquiera haya sido el origen histórico del dinero (el cual de todas maneras, se encuentra efectivamente en el intercambio mercantil de acuerdo con la evidencia empírica disponible), lo que está en juego son sus determinaciones como momento interno de la “totalidad capitalista”, donde, tal como señalara Marx en un muy citado pasaje metodológico de los Grundrisse, la secuencia inmanente de las determinaciones formales no necesariamente coincide con el orden histórico de las “categorías económicas” (G.1: 28-29). Es ésta la cuestión fundamental que tanto Ingham como Lapavitsas pasan por alto. Sin embargo, en el artículo también se argumenta que la literatura reciente sobre la dialéctica sistemática falla al tratar de dar cuenta del papel de la explicación histórica en la exposición marxiana. Es decir, no provee argumentos sólidos para comprender el sentido de otra conocida reflexión metodológica de Marx en los Grundrisse según la cual “nuestro método pone de manifiesto los puntos en los que tiene que introducirse el análisis histórico” (G.1: 422). En contraste, se argumenta aquí que, efectivamente, la explicación histórica tiene un rol en la exposición dialéctica en El capital y que, asimismo, la explicación del origen del dinero en el proceso de cambio mercantil es precisamente uno de esos puntos en los que debe entrar en escena. Dicha perspectiva alternativa se desarrolla mediante una reconstrucción metodológicamente fundada de la explicación marxiana de la naturaleza mercantil del dinero en la primera sección de El capital. 34

INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

En el capítulo “Dinero y capital en general”, Mario L. Robles Báez tiene como propósito un acercamiento al desenvolvimiento de las relaciones entre dinero y capital, particularmente las funciones que cumple el capital cuando se encuentra en su forma de existencia dineraria, en cuatro de los momentos que constituyen el concepto de capital en general en El capital de Marx. En el primer momento, que corresponde al contexto de la circulación mercantil simple, M–D–M, en cuanto la apariencia inmediata de la circulación del capital, se presenta, en primer lugar, la posición del dinero como la forma universal concreta de existencia social del valor de las mercancías y, por lo tanto, la condición sine qua non de su existencia social. Enseguida, se presentan las diferentes funciones y formas del dinero, las cuales surgen de las relaciones de valor que establecen las mercancías en su proceso de circulación y cuya importancia reside en que, cuando los valores de las mercancías, y más adelante, cuando el valor es puesto como capital, toman la forma dineraria, sólo pueden cumplir funciones de dinero y ninguna otra. Al final el autor señala que, en cuanto que el dinero es la forma de existencia social del valor, éste, al autonomizarse y desarrollarse como un fin en sí mismo, deviene la primera forma de manifestación del capital. En el segundo momento se presentan las determinaciones del devenir lógico del capital en general en cuanto valor que se valoriza a sí mismo a partir de la forma de circulación del dinero como capital, D–M–D’. Desde la perspectiva fenoménica de este proceso, el valor de capital que se adelanta originalmente en forma dineraria, D, deviene capital al presentarse al final como valor valorizado en forma dineraria, D’. Pero, como el cambio del valor del dinero que resulta de su circulación no puede surgir del dinero puesto que éste por sí mismo no puede generar más dinero, se argumenta que este cambio sólo puede surgir de la condición sine qua non de la producción del capital: la explotación del trabajo vivo en cuanto la fuente del valor y del plusvalor. De aquí resulta que el plusvalor se presenta como el fundamento de la transformación del valor en forma dineraria en capital y, por lo tanto, de la creación de más dinero. Las diferentes funciones que el valor de capital cumple cuando se encuentra en su estado dinerario son presentadas en el tercer momento –el cual corresponde al proceso de la circulación del capital que Marx desarrolla en el tomo II de El capital–. Siguiendo la idea de Marx de que cuando el valor de capital reviste la forma de dinero éste sólo puede funcionar como dinero, cuyas funciones se convierten en funciones del capital por el papel que cumplen en 35

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su movimiento de circulación, se exponen con detalle las diferentes funciones dinerarias que el valor de capital cumple en las diferentes metamorfosis que éste experimenta a lo largo del ciclo de capital-dinerario, D–M....P....M’–D’, incluyendo las que conforman el proceso de circulación que une dos periodos consecutivos de este ciclo bajo la reproducción simple. Cabe señalar que en el cumplimiento de una misma relación el dinero puede funcionar como forma dineraria de capital y, sea al mismo tiempo o separada en el tiempo, como dinero, cuando toma la forma dineraria de ingreso o de gasto de ingreso. Esto permite distinguir el dinero como capital (o capital como dinero) del dinero como dinero; una distinción que no se encuentra en ninguna de las otras teorías económicas. Considerando que la presentación del capital en general termina, en el tomo III de El capital, con la posición de los muchos capitales en cuanto capitales industriales socialmente existentes por mediación de la competencia, en el cuarto momento se argumenta que es por medio de esta posición que las formas dinerarias de los precios de producción de las mercancías determinan, cualitativa y cuantitativamente, sus valores sociales definitivos y, en consecuencia, que las cantidades de tiempo de trabajo objetivado que ellos representan sean puestas como cantidades definitivas de tiempo de trabajo abstracto socialmente medido. El trabajo de Riccardo Bellofiore “Los aspectos monetarios del proceso capitalista en el sistema marxista: una investigación desde el punto de vista de la teoría del circuito monetario” propone una reconstrucción de la teoría del valor y del plusvalor basada en el trabajo abstracto como una teoría de la explotación en Marx que denomina de teoría monetaria de la producción, en la cual el ciclo del capital dinerario (expuesto por Marx en el tomo II de El capital) es releído, siguiendo la teoría del circuito monetario y la teoría monetaria heterodoxa contemporánea, como un circuito dinerario en el que, en su fase inicial, el dinero que se adelanta como capital es creado ex nihilo por los bancos y sirve para financiar la compra de fuerza de trabajo que consume en el proceso productivo y, en la fase final, los trabajadores escogen libremente cómo dividir su ingreso monetario entre consumo y ahorro. El circuito monetario se cierra o no dependiendo de si la financiación inicial es completa o parcialmente recuperada por las firmas: en el primer caso, ésta refluye en su totalidad a los bancos y de esta manera se destruye el dinero originalmente creado; en el segundo caso, debido a que algunos flujos del ahorro son retenidos como balances líquidos y, por lo tanto, como reservas 36

INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

de valor, el balance neto se refleja en la deuda de las firmas aún no rembolsada a los bancos. Con base en esto, el autor sostiene que la financiación a la producción tiene las siguientes implicaciones: a) que sólo en cuanto que la financiación valida ex ante al trabajo vivo como trabajo abstracto latente la teoría del valor trabajo de Marx como una teoría de la explotación puede ser re-establecida; b) lo anterior implica necesariamente una teoría no-mercancía del dinero puesto que el dinero es un símbolo institucional del trabajo abstracto; c) que, entendida como el poder adquisitivo inicial, la financiación determina la estructura real de la economía y la acumulación de capital, y d) que los préstamos originan los depósitos y no a la inversa, elemento retomado de la perspectiva postkeynesiana y que es crítico de otras teorías. En este contexto, Bellofiore argumenta que la teoría de la competencia dinámica de Marx es incompleta si no se introduce el papel de los bancos en la financiación de la innovación, elemento de inspiración schumpeteriana. Finalmente, al examinar la presentación del capital bancario y crediticio de Marx en el tomo III de El capital, Bellofiore sostiene que Marx considera básicamente a los bancos como intermediarios financieros y que, aunque sigue prisionero de la primacía del dinero como mercancía, reconoce que el papel de éste es fundamental durante las crisis monetarias. En “Hacia una teoría marxista del dinero mundial”, Tony Smith critica metodológica y conceptualmente la propuesta postkeynesiana de Paul Davidson según la cual, a partir de una nueva forma de dinero mundial –la unidad monetaria internacional de compensación–, es posible alcanzar el pleno empleo a nivel mundial, mejorar la distribución del ingreso, evitar los desequilibrios comerciales y financieros y, por tanto, estabilizar la estructura económica internacional, así como de incentivar las capacidades productivas y reducir la carga de interés de los países que se encuentren en una situación deficitaria en su cuenta corriente y enfrenten elevadas obligaciones financieras. Smith argumenta que la falla básica en el argumento de Davidson radica en que éste no entiende el objetivo del sistema capitalista, es decir, la valorización del valor y la ganancia y, por ello, piensa que este sistema debe ser diseñado para lograr la satisfacción de los deseos y necesidades humanos. De ahí que postule teóricamente un dinero mundial que no se corresponde con las relaciones sociales que definen al capitalismo, esto es, a que no atiende a las relaciones de valor, a la relación capital/ trabajo asalariado, a las relaciones inter-capitales, a las relaciones inter-estados y a las relaciones que constituyen el mercado mundial. Por lo tanto, el dinero 37

DINERO Y CAPITAL HACIA UNA RECONSTRUCIÓN DE LA TEORÍA...

mundial que propone el autor postkeynesiano es, desde el punto de vista marxista, una propuesta totalmente incoherente. La ausencia del concepto de capital en la estructura analítica de Davidson explica este hecho.Finalmente, como contrapropuesta, Smith ofrece una revisión de las características del concepto marxista de dinero mundial. En el trabajo “Tipo de cambio y transferencia de valor: análisis a partir de la apropiación de renta de la tierra petrolera en Venezuela” de Juan Kornblihtt, se parte de analizar el tipo de cambio como la expresión de la capacidad de compra de diferentes economías. En este sentido, se establece la existencia de una paridad cambiaria expresada en diferentes monedas que corresponde a la capacidad de los capitales de cada país de valorizarse, sobre la base de que el consumo es expresión de dicha capacidad. La explicación de la paridad de compra en función de la capacidad de valorizarse de cada capital permite analizar las economías nacionales y su expresión monetaria no en función de supuestos teóricos sino de su realidad concreta. La moneda puede expresar una capacidad de compra por encima o por debajo de su paridad en función de la existencia de ganancias extraordinarias provenientes de fuera del espacio nacional. Dicha capacidad puede modificarse en términos de una sobre o una subvaluación de la moneda, lo cual redunda en transferencias desde sectores que pierden parte de sus ganancias extraordinarias en la mediación cambiaria y otros que ganan con base en ella. El estudio concreto que se propone en este artículo se basa en el análisis en función de la metodología llamada “paridad de poder adquisitivo relativo” (metodología utilizada por Bernard Mommer y por Juan Iñigo Carrera, entre otros) la evolución del tipo de cambio en Venezuela y su tendencia a la sobrevaluación como mecanismo de transferencia de renta de la tierra desde el terrateniente (en este caso el Estado) hacia el capital importador y hacia el que fuga capital hacia el extranjero. En particular se analizan los últimos años del chavismo durante los cuales este mecanismo y un tipo de cambio paralelo fueron los principales mecanismos de apropiación de la renta petrolera por el sector privado. Este análisis de la moneda nacional como expresión de la capacidad de los capitales de valorizarse y como mecanismo de transferencia de renta de la tierra –u otro tipo de ganancias extraordinarias– permitirá abordar discusiones con autores marxistas –en particular los que siguen la tradición de Anwar Shaikh– que parten del supuesto teórico de un ajuste del tipo de cambio real a la productividad relativa (o los costos laborales unitarios) entre los capi38

INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

tales rectores de los países sin tomar en cuenta la existencia de posibles fuentes de ganancias extraordinarias que alteren dicha relación. En este sentido, se remarca el abandono del análisis concreto de la valorización de los capitales como lo que rige el desarrollo de la acumulación de capital a nivel nacional, y por lo tanto de su moneda, por una mirada centrada en la productividad, como si la producción fuese ordenada en función directa de los aportes de cada sector al producto general, o en el supuesto de la igualación de la tasa de ganancia sin analizar en términos específicos las economías nacionales bajo estudio.

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Valor y dinero

Christopher J. Arthur

La teoría de la forma-valor está inspirada en general en el énfasis de Marx sobre la importancia del valor como una forma social y de su crítica a la economía política clásica por descuidar este aspecto de ella. En estas notas intento desmostrar que la aplicación de este enfoque de manera rigurosa y consistente conduce a una reconstrucción del capital. Este capítulo no es, pues, concebido como exégesis. Mi enfoque de la “forma-valor” del dinero sostiene que el dinero no “oculta” el contenido material “real” de las relaciones económicas sino que éste es esencial para las relaciones de valor, no es meramente la forma en que una materia subyacente se expresa. Esta perspectiva contrasta con aquella según la cual el dinero es importante solamente como un numerario. Argumento que sólo el dinero hace actual al valor; después, investigo el concepto de “medida del valor” porque a partir de esta función del dinero la mayoría de los teóricos marxistas se inclina a argumentar que el dinero real debe ser una mercancía. Finalmente, discuto brevemente la determinación de la magnitud del valor y del precio de producción. En mi perspectiva, las categorías de “tiempo de trabajo socialmente necesario”, “valor” y “precio” surgen de las interacciones sistemáticas de un todo complejo en lugar de ser presupuestas a su desarrollo.

¿Qué es valor? A primera vista el valor puede parecer ser definible como una relación, a saber, aquélla en que una mercancía se intercambia por otras mercancías o por una mercancía estándar selecta como el oro. Pero una teoría que concibe las relacio[41]

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nes de intercambio como algo intrínseco a las mercancías debe definir el valor como el poder de retirar otras mercancías a cambio de una mercancía en virtud de esta característica intrínseca. Desde el primer punto de vista, el valor de cambio no es distinto del valor; pero desde el último punto de vista el valor que las mercancías poseen es expresado en el valor de cambio, que sirve así como su medida porque un poder sólo es conocido por sus efectos. Nótese que mi definición del valor como un “poder de intercambiabilidad” no hace referencia a lo que otorga a las mercancías ese poder ni a ninguna teoría de la determinación de su magnitud. Es un movimiento común que al desarrollarse las teorías se complemente la definición abstracta originaria con una “definición real” incorporada en el marco teórico. Por ejemplo, la neumonía ya no es definida por sus síntomas sino por la presencia de un cierto bacilo. Cuando la muerte de los legionarios presentaron síntomas de neumonía y el bacilo no se encontró en ellos, en lugar de decir que la teoría había sido refutada se dijo que los pacientes no sufrieron de neumonía. Así, las conexiones teóricas establecidas entre valor y trabajo pueden cambiar nuestra definición por una en la cual sólo las mercancías producidas califican. Se puede objetar que la referencia al trabajo debe incluirse incluso al nivel más abstracto de la determinación del concepto de valor porque toda la problemática de la forma-valor surge de la división social del trabajo, con su consecuente contradicción de un trabajo que tiene que ser al mismo tiempo privado y social. La plausibilidad de este argumento se ve socavada por el carácter abstracto peculiar de la forma-valor misma: en la medida en que se resuelve la contradicción a través de un sistema de intercambio social que asocia los productos de productores disociados dentro de una forma universal, a saber, el valor, sobrepasa los parámetros del problema original. La forma mercancía es tan vacía de algún contenido dado que no sólo permite considerar como tales los diversos bienes producidos por las empresas privadas, sino toda clase de materiales heterogéneos (por ejemplo, las obras de arte). El nivel más abstracto de análisis del concepto de valor es, por lo tanto, aquel en el que éste se considera como una forma pura de asociación desprovista de contenido. De aquí se desprende que debe ser posible una derivación de la forma-valor del dinero sin la referencia simultánea a la conmensuración de los trabajos. La dialéctica de la forma-valor debe tener prioridad expositiva en la medida en que tiene una cierta autonomía con respecto a la mediación de los trabajos disociados. 42

VALOR Y DINERO

Sin embargo, el requisito de concreción conduce a la identificación teóricamente argumentada de los productos del trabajo como el único contenido adecuado a la autodeterminación de la forma. En lo concerniente a los casos excluidos, tales mercancías tienen la forma de valor pero están vacías del contenido adecuado. Ellas tienen forma de mercancía pero sus valores de cambio no son determinados como expresiones de un contenido de valor basado en la producción capitalista.

La actualidad del valor El dinero es necesario para que el valor esté objetivamente presente en las relaciones de intercambio porque la actualidad del valor no puede establecerse a través de la reducción analítica de los extremos de una simple relación de intercambio de valor como tal. Tal movimiento logra, a lo mucho, una hipótesis no comprobada: que la forma mercancía no puede estar vacía de un contenido determinado. Además, la reducción analítica se basa en un contrasentido, a saber, que un sistema de intercambio sin dinero admite relaciones de equivalencias reflexivas, simétricas y transitivas. Pero en dicha red la transitividad fracasaría empíricamente a veces sí, a veces no, y numerosas oportunidades inherentes para el arbitraje estarían siempre teóricamente presentes. Estas consideraciones me llevan a destacar la importancia de la derivación de Marx del dinero en la sección de las formas de valor1 (capítulo I, libro I de El capital). Si se dice que, puesto que el valor está aquí presupuesto, la única cosa en cuestión es generar su forma adecuada de aparición en el dinero, entonces respondo que “la esencia tiene que aparecer” (Hegel, 1968: 421); si no lo hace, entonces el valor carece de actualidad. El dinero puesto como la forma de equivalente universal del valor es en sí mismo directamente esencial para la actualidad del valor e indirectamente para la posición del trabajo como abstracto. Un tema recurrente a lo largo de la discusión de Marx sobre el dinero es la oposición del dinero con las mercancías. Incluso en la forma simple del valor, el “germen del dinero”, la mercancía en la forma de equivalente sólo está pre-

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Para una reconstrucción de esta derivación, véase Arthur (2004). 43

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sente como el material en el que el valor de la primera mercancía está dado. El oro no tiene precio; éste existe en virtud de la función formal que se le da al oro como equivalente universal. Además, en El capital Marx llega a una conclusión sorprendente si tenemos en cuenta que plantea como su punto de partida el esclarecimiento de las condiciones bajo las cuales el valor es intrínseco a las mercancías. Después de mostrar la necesidad del dinero, afirma que sin él las mercancías se presentan entre sí simplemente como valores de uso (K.I.1: 80-81, 105), y concluye que cuando el oro “[f]unciona como dinero” se “lo fija como figura única del valor o única existencia adecuada del valor de cambio, frente a todas las demás mercancías en cuanto simples valores de uso” (K.I.1: 158; nótese que “figura [form] de valor” no es aquí Wertform sino Wertgestallt, refiriéndose a la forma [shape] en que se presenta). El dinero es “la existencia autónoma [Dasein] del valor de cambio, como mercancía absoluta [universal]” (K.I.1: 168). En la primera edición del tomo I de El capital, Marx hace una analogía muy esclarecedora para hacer transparente lo extraño de esta relación: “Es como si además y aparte de los leones, tigres, liebres y de todos los restantes animales […], existiera también el animal, la encarnación individual de todo el reino animal” (K.I.3: 998). Este ejemplo es una reminiscencia de un punto señalado por Hegel: El animal como tal no puede mostrarse; solamente un animal definitivo puede mostrarse alguna vez. El animal no existe; por el contrario, esta expresión se refiere a la naturaleza universal de los animales individuales y cada animal existente es algo que es mucho más concretamente determinado, algo particularizado (Hegel, 1991 [1817]: 56).

La peculiaridad del dinero (mercancía) es que puede “mostrarse” como “la mercancía universal”. El aspecto universal que une a las mercancías se presupone que es el valor, y en el dinero este universal es puesto como “una cosa” aparte de ellas. Aunque las mercancías y el dinero caen en “una antítesis externa en la que aquélla representa su antítesis inmanente de valor de uso y valor” (K.I.1: 128), estos elementos no pueden realmente existir como tales, sino sólo en una relación de polaridad recíproca. Las mercancías son puestas como portadoras de valor en la medida en que su realización en precios dinerarios refleja esta dimensión sobre ellas; por el contrario, el valor no puede existir autónomamente

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VALOR Y DINERO

como dinero porque el dinero solamente prueba la realización de su poder adquisitivo en valores de uso. Si se asume que las mercancías como tales son valores, el dinero suministra su medida común y la medida más adecuada es un numerario, una mercancía tal como el oro, que los representa; pero una representación escrita del valor también puede servir. Sin embargo, no tiene sentido presuponer que la mercancía como tal tiene valor. El valor tiene una realidad puramente social, y surge de las relaciones mercantiles. Por lo que el aspecto universal de las mercancías sólo se logra en la medida que ellas lo ponen a través de sus relaciones comunes con un equivalente general, a saber, el dinero. Esta forma de dinero no representa el “valor” presupuesto de las mercancías; por el contrario, lo presenta a ellas como su momento universal. El dinero no es una re-presentación de algo dado en las mercancías, sino la única manera de hacer presente al valor (i.e., el ser ahí [Dasein] en concreto, en lugar de una abstracción irreal); el dinero es la actualidad del valor. Una vez que el valor es así presentado explícitamente “para sí” (en lugar de una mera inmanencia) en el dinero, pone a las mercancías como valores “en sí mismas”. Aunque el oro parece ser una mercancía representativa, deviene tal a través de su determinación de forma antitética respecto de las mercancías, es excluida de ellas con el fin de presentar en forma (shape) objetiva lo que ellas deben excluir de sí mismas, a saber, el supuesto contenido de valor que no pueden sacar a la luz en su propia “sustancia” (“stuff”), sino solamente en el material que se encuentra frente a ellas, el dinero. El dinero debe existir aparte de las mercancías con el fin de presentar una dimensión unitaria de valor para ellas. Una analogía sería que el rey tiene los poderes exclusivos por sí mismo de tal manera que tiene en su persona la soberanía nacional no sólo contra otros reinos sino contra la anarquía de sus súbditos nativos, en el supuesto de que ellos no se pueden auto-determinar. Él les presenta su unidad como otro aparte de ellos; de ahí que él no sea simplemente su representante sino su gobernante, aun cuando no es rey por naturaleza, sino sólo porque ellos se ponen a sí mismos como súbditos. De la misma manera, el dinero es soberano aun si originalmente es una simple mercancía. Es mucho más que una representación de la unidad de las mercancías así como un rey es más que la representación del país para el cual una figura puramente simbólica tal como “Britania” bastaría; debe actuar como rey con el fin de garantizar la unidad nacional. 45

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El dinero “pone la presuposición” de que las mercancías cuentan como valores. Sí el papel moneda emitido por el Estado es socialmente aceptado, esta posición del valor se logra por algo que no tiene valor en sí mismo y cuyo único valor de uso es precisamente actuar como existencia independiente del valor. Sí este dinero tiene el poder de compra socialmente atribuido a él su soporte material tiene pocas consecuencias. En la circulación el papel inconvertible no “representa” (“stand for”) al oro, lo “sustituye” (“stand in for”).2 ¿Cuál es la diferencia entre estas expresiones? El nombre en la marquesina “representa” (“stand for”) al actor, pero el suplente “sustituye” (“stand in for”) al actor. Asumen las mismas funciones reales, no simbólicas (incluso si carecen de la cáscara glamorosa de la “calidad de estrella”). El suplente es adecuado para el propósito de presentar el papel, no como una representación más o menos inadecuada de la “estrella”, tal como un recorte de cartón. Es un error, entonces, pensar que el papel inconvertible es una representación del “dinero real”, que es, por lo tanto, necesariamente un sustituto inadecuado de la cosa real. Éste es de hecho dinero en la medida que presenta adecuadamente el valor para sí; esto lo hace no por ser un valor representativo de las mercancías, o por ser una representación del valor, sino por ejercer el papel de la presencia del valor. “Sustituye” (“stands in for”) al oro funcionalmente en lugar de ser una representación del oro reemplazándolo (“standing for it”).

La medida del valor Mientras que Marx permite que el Estado puede reemplazar al oro por papel en su función como moneda, insiste que la mercancía dinero no puede ser remplazada en su función de medida del valor aunque puede funcionar como tal “idealmente”, es decir en su ausencia (K.I.1: 156-157, nota 84; 158). Enfoco esta cuestión en dos etapas: el primer nivel es el naturalismo; el segundo la diferencia que plantea la teoría de la forma-valor.

Esta distinción entre “representar” (“stand for”) y “sustituir” (“stand in for”) me fue indicada por Joan Safran. 2

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VALOR Y DINERO

En cuanto al naturalismo, en la física se distinguen tres tipos de medidas. La primera es la medida comparativa inmediata. Los ejemplos incluyen una barra de equilibrio (beam balance) y una regla. Aquí la medida comparte la misma dimensión inherente con las medidas de peso y extensión. Podemos hacer comparaciones (más grande, más pequeño, igual) y podemos fijar un gramo estándar y un metro para servir de numerario. De aquí que la medida inmediata es posible porque ambas cosas (la medida y lo medido) son de la misma dimensión y esta propiedad es algo que ellos “tienen” antes [prior] de la conmensuración y permite medirse por medio de la comparación inmediata. En segundo lugar, tenemos una medida indirecta. Los ejemplos incluyen a una balanza elástica (spring balance) y un termómetro de mercurio. Aquí la medida es de extensión (la elasticidad extendida, la columna de mercurio ampliada), lo que es ajeno a lo que es medido, a saber, una fuerza y la vibración de las moléculas. Tenemos una teoría de la determinación que nos permite traducir hacia atrás. Estos casos difieren en que el termómetro es una medida indirecta externa de calor y lo mensurable “real” es casi inobservable. La balanza elástica (spring balance) es más directa; equiparamos diferentes tipos de fuerza (y podemos establecer el peso directamente como en el caso anterior). En tercer lugar, algunas dimensiones son de “fondo” (“rock bottom”) (por ejemplo, la extensión y la masa), pero otras son complejas (por ejemplo, el trabajo). El trabajo es una función de la fuerza en movimiento a través de la distancia en un tiempo, y si podemos medir esas tres dimensiones podemos calcular la magnitud de las unidades de trabajo. Supongamos que podemos aplicar todo esto al valor definido como el poder de intercambio que poseen las mercancías. Hay una medida inmediata del valor en el dinero mercancía. Esto es distinto de los determinantes del valor, pero si tenemos una teoría que determina la magnitud inmanente del valor por aquélla del tiempo de trabajo el valor puede ser medido por cálculo. Bajo tal perspectiva naturalista, se puede decir que el tiempo de trabajo es una medida inmanente indirecta del valor y que el dinero es una medida externa indirecta del trabajo. Permítasenos ahora retornar al impacto de la teoría de la forma de valor sobre el esquema anterior. La linealidad implícita en este esquema debe ser remplazada por un concepto de los intercambios de medida y de lo mensurable.

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El dinero no simplemente suministra un estándar de comparación para las mercancías ya insertadas en la dimensión del valor; el dinero constituye la dimensión de valor. A primera vista, uno puede pensar que es el campo del intercambio lo que constituye la dimensión del valor, igual que un campo gravitacional lleva a las masas a una dimensión de peso. La mercancía no tiene valor aisladamente sino que cuando actúa en el mercado adquiere esta propiedad (el poder de sacar otras mercancías del intercambio) en proporción a su tiempo de trabajo socialmente necesario, y esto se expresa en sus relaciones con otras mercancías de acuerdo estrictamente con la lógica de la equivalencia. El problema con esto no es simplemente la falta de un numerario, que sería necesario en la práctica del arbitraje. El problema es ontológico pues los intercambios discretos sólo establecen un laberinto incoherente de espacios moleculares de valor que no tienen ninguna relación necesaria entre sí. Habría una mezcla caótica de “valores” de cambio transitorios pero no un espacio homogéneo de valor que las integre en un universo común. (En la innovación de la perspectiva pictórica, el punto de origen no está en la pintura sino que tiene que ser postulado para hacer que la imagen represente coherentemente la “profundidad”. De la misma manera el dinero hace coherente la dimensión del valor). En términos kantianos, el dinero logra la unidad sintética de los diversos valores al situar a las mercancías en una relación común desde un solo punto de vista sobre ellas que todavía no está entre ellas. La forma monetaria es la condición de posibilidad de una esfera unitaria de las relaciones de valor. Como un punto de vista sobre las mercancías, el dinero mercancía debe ser excluido de esta esfera y no tener ningún precio. Si esto es así, entonces en principio un dinero no-mercancía podría lograr este acto de síntesis trascendentalmente necesario. En un paradigma naturalista, la medida es una intervención en dimensiones y relaciones de determinación ya constituidas, sea a través de una comparación inmanente o de una indirecta. Pero en el caso de una sustancia puramente social, el valor, es la práctica social de conmensuración en el intercambio lo que pone lo que está presupuesto en tal medida: una dimensión homogénea de valor. El dinero sirve al mismo tiempo como la encarnación de lo medible (el valor) y el estándar de la medida (un dólar). El dinero no es, por lo tanto, una medida del valor sino que hace al valor una entidad medible como es medible la forma de valor. No es que las mercancías mismas tengan una dimensión de valor común que posteriormente les da una métrica por el 48

VALOR Y DINERO

dinero. Nuestra práctica de fijación de los precios de las mercancías crea esta dimensión de valor idealmente. Es sólo a través de la mediación del dinero que pueden ser aseguradas tales otras dimensiones sociales de las mercancías como representantes del trabajo abstracto socialmente necesario. Hemos visto que la medida indirecta es posible si hay una relación entre lo que queremos medir y alguna otra entidad medible; desde el momento en que la práctica social actúa de tal manera que hace del papel moneda una función determinante del valor, tal medida es adecuada a los valores relativos de las mercancías tal como una balanza (spring balance) mide pesos aun cuando los resortes (springs) no sean pesados.3 Si estamos buscando algo que mida el valor definido como un poder de intercambio, entonces algo que es sólo eso, es decir que tiene intercambiabilidad inmediata, es una forma de medida perfecta, y si el dinero legal (fiat) tiene tal aceptación social, es una medida adecuada sin importar el hecho de que no tenga trabajo incorporado. Desde el momento en que tal dinero valida a las mercancías y por lo tanto al trabajo, ¿qué otra medida se requiere? Sin embargo, ¿el valor del dinero mismo no requiere de una medida? En esto la visión de Marx es defectuosa. Él dice: “[...] la expresión relativa desplegada del valor, o la serie infinita de expresiones relativas del valor, se torna en la forma específicamente relativa de valor de la mercancía dineraria… Léanse al revés las cotizaciones de una lista de precios y se encontrará la magnitud del valor del dinero representada en todas las mercancías” (K.I.1: 116). Pero esto pasa por alto dos circunstancias interesantes. Primera: el propósito puntual de la forma de valor es permitir a una mercancía expresar su valor en otra porque no puede expresar su valor en su propio cuerpo natural. Sin embargo, el dinero realmente encarna valor en sí mismo porque fija una peculiaridad de la forma de equivalente, a saber, que su valor de uso cuenta como valor. No tiene necesidad entonces de medir su valor en alguna otra mercancía. Como la encarnación de valor, lo que el dinero expresa en su relación con otras mercan-

Si surge la incertidumbre sobre la relación del dinero con los determinantes de valor habrá perturbaciones monetarias (por ejemplo, aquellos que resultan de las importaciones desde el Nuevo Mundo) o de plano el colapso de la moneda (por ejemplo, la hiperinflación del papel moneda). 3

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cías es su encarnación de poder de compra. En efecto, Marx regresa el dinero al escueto estatus de mercancía oro, con lo que éste pierde la forma peculiar que tiene como dinero. Segunda: la forma relativa desplegada del valor no es en ningún caso una expresión adecuada de valor, precisamente porque no tiene unidad. Cada equivalente particular es inconmensurable con los otros. Ellos pueden ser unificados por la fuerza sólo mediante la asignación de un peso arbitrario a cada uno en la construcción de un índice. Si seleccionan tales pesos sobre la base de una canasta de consumo “normal”, se demuestra con toda claridad que la consideración del valor de uso tiene hegemonía. Ésta es una forma de trueque, no una forma adecuada del valor.

La fuente del valor Hasta ahora, en la discusión de la definición y la medida del valor no he encontrado necesario recurrir a una teoría de la fuente y la magnitud del valor. Ahora me enfoco a estos temas. Aquí asumo la teoría de la determinación del valor por el trabajo de Marx. Pero si el trabajo es la fuente del valor lo que determina su magnitud no es en sí mismo valor. Una vez que la teoría ha concretado el concepto de “valor” lo suficiente como para reconocer su origen como uno de los momentos del valor mismo, entonces el valor se convierte en un concepto triple: la fuente del valor es el trabajo, pero el valor debe expresarse a sí mismo en el valor de cambio. El valor, no el trabajo, es lo que subyace al valor de cambio, pero el trabajo es la fuente del valor y determina su magnitud medida en dinero. Es común afirmar que la medida inmediata del valor es el tiempo de trabajo. Por ejemplo, Ricardo confunde la búsqueda de la fuente del valor con la búsqueda de una medida del valor; de ahí que transfiera ilegítimamente la medida de la fuente a la del resultado. Sin embargo, si el valor debía ser medido en tiempo de trabajo, entonces la tesis sustantiva (o la propuesta teórica central) de que la magnitud del valor es determinada por el tiempo socialmente necesario se reduce a una tautología sin fundamento: el tiempo de trabajo es determinado por el tiempo de trabajo. Por lo tanto, no carece de importancia que una vez que Marx desarrolla la forma precio invariablemente los valores se dan en cantidades de 50

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dinero y nunca en tiempos de trabajo. Así a lo largo de los tres volúmenes de El capital el valor está dado en términos de libras esterlinas, chelines o peniques.4 La afirmación más interesante que se considera aquí es que el valor y el trabajo están ligados inseparablemente en el centro de la teoría de Marx a través una “definición real”: la “sustancia” del valor es trabajo objetivado tal como el agua consiste en moléculas de H2O. Pero aunque esto se aceptara, la distinción dimensional es todavía esencial: el trabajo es una actividad que toma tiempo y el valor es un poder de intercambio medido en dinero. Esto se sostiene por la analogía que acaba de ser mencionada. El agua aparece como un fluido homogéneo, continuo, divisible y apropiadamente medido por su volumen (por ejemplo, litros). Como H2O, el agua es un agregado discontinuo de moléculas discretas medidas por su número. Dada la misma temperatura y presión, dos muestras de agua que tienen el mismo volumen estarán “hechas por” el mismo número de moléculas. Pero el volumen y el número permanecen medidas completamente diferentes. Podríamos –artificialmente– hablar de un litro de H2O. Podríamos igualmente hablar artificialmente de la riqueza de un dólar de trabajo objetivado. Pero la medida inmediata del trabajo es tiempo y la del valor es el dinero. Un lugar donde Marx funde la determinación de la magnitud del valor con la de darle una medida es cuando habla de una “medida interna” denominada en tiempo de trabajo, contrastándola con la medida “externa” en dinero (K.I.1: 115). Sin embargo, estrictamente hablando, esto no hace ningún sentido porque los valores son siempre determinados por la relación de tiempos de trabajo entre sí, de tal manera que, por ejemplo, seis horas no es ninguna clase de medida del valor a menos que se correlacionen con otros tiempos de trabajo, sea con aquéllos en la misma rama o con aquéllos en otras ramas. Hablando de medida inmanente, aquí –en lugar de determinación inmanente– Marx introduce una confusión de categorías entre la fuente y la medida del valor.

Esto ha sido frecuentemente señalado por Fred Moseley quien también llama la atención sobre la relevancia de este punto en la contextualización del procedimiento de la transformación. 4

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La magnitud el valor Antes de discutir la determinación de la magnitud del valor bajo la perspectiva teórica de la forma-valor, debemos despejar del camino una concepción de determinación frecuente basada en la noción de “producción” con todas las metáforas físicas asociadas a ella. Se dice que tal como el trabajo concreto produce valores de uso, de la misma manera el trabajo abstracto produce valor. Creo que esta manera de pensar es totalmente inútil. El valor no es una cosa material, por lo que no puede producírselo de forma ordinaria. La mercancía es producida por el trabajo; entonces, cuando se lo valida a través de la venta como un soporte de valor, el trabajo social objetivado en ella cuenta como abstracto. Pero no hay dos trabajos diferentes y dos productos distintos; hay un trabajo y un producto pero, sobre este hecho material, un hecho ideal es puesto por el dinero, a saber, que el producto es socialmente conocido como valor y su fuente conocida como trabajo abstracto. ¿Qué hay de la afirmación de Marx de que “un bien […] sólo tiene valor porque en él está objetivado […] trabajo abstractamente humano” (K.I.1: 47). Aquí tenemos en juego formas socialmente constituidas, de modo tal que el trabajo se pone como abstracto por la práctica del intercambio, e igualmente la mercancía se pone como valor. El trabajo, considerado en este contexto como una actividad abstracta, pone su “objetividad” en el valor. Pero la objetividad del valor no es una cosa material sino que es el reconocimiento social del resultado del trabajo en cuanto resultado, no en cuanto artículo útil. Como tal, éste es inmediatamente una objetividad espectral, una gota congelada del trabajo humano indiferenciado consustancial con el producto en cuanto valor de uso. Pero la objetividad de las mercancías como valores aparece en forma fenoménica cuando, como dinero, aparece como cosa. ¿En qué momento esta determinación del trabajo abstracto surge primeramente? Existe cierta confusión sobre esto porque Marx trata imprudentemente los determinantes del valor en el contexto de las formas de la circulación simple; él debería haber pospuesto la cuestión hasta el momento en que la producción se situara en la contexto de la relación del capital. Tal como se encuentra, la exposición de Marx da origen a la visión errónea de que la forma de valor y las categorías asociadas a ella tales como el trabajo abstracto resultan de la abstracción llevada a cabo sólo a través del intercambio, como si la producción fuera 52

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un proceso material puramente asocial. Una vez que la producción se entiende como la producción capitalista, tal dicotomía de producción e intercambio puede verse como inadecuada. La producción capitalista es en sí misma formadora de valor. Los medios de producción ya tienen una forma de valor (el así llamado “capital constante”); el trabajo aparece como trabajo asalariado esto es, trabajo alienado sistemáticamente del producto inmediato tal que asegura la valorización del capital. Desde este punto de vista, el capital trata a todos los trabajos como trabajos igualmente disponibles para ser explotados. Así, el trabajo es ya considerado como abstracto en la producción y no sólo cuando está cosificado en la mercancía. La cuestión que finalmente debe ser considerada es la del determinante de la magnitud del valor medida en dinero. Si es cierto que en la raíz de las magnitudes del valor subyace algo dado a la forma de valor antes de su ser formado como valor, es decir los gastos reales de trabajos (concretos), es igualmente cierto que estos tiempos son completamente transformados y traducidos en magnitudes ideales de tiempos de trabajo (abstracto) socialmente imputados como resultado de la determinación de forma de la producción material por la competencia capitalista. Permítasenos enumerar algunas de las razones de que el tiempo de trabajo no aparezca en forma lineal en el valor del producto: la empresa puede tener un número anormal de trabajadores “perezosos” (mejor, recalcitrantes) cuyos trabajos deben ser descontados, de tal manera que N horas de trabajos reales cuentan lo mismo que N-X horas de trabajo socialmente necesario. Por otro lado, la empresa puede estar utilizando técnicas atrasadas, de manera que incluso los trabajadores mejor dispuestos producen menos artículos que la misma mano de obra podría producir en una fábrica estándar, por lo que, una vez más, estos trabajos reales tienen que ser descontados. Un cambio brusco de los métodos de producción puede reducir el tiempo necesario para reproducir tales mercancías por debajo de las de los stocks todavía existentes, así que éstas se desvalorizan y el efecto es igual a la del caso anterior. Por lo tanto, una secuencia causal lineal no aplica en el caso individual, pero tampoco aplica cuando se asume que el valor está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario. Este tiempo no tiene sentido hasta que se pone en relación con aquellos establecidos en la producción de otros tipos de mercancías. El peso de un producto no depende de los pesos cambiantes de los demás, pero su 53

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valor está relacionado con las condiciones de producción de otros productos. Es cierto que los tiempos reales de trabajo son un contexto determinado para la formación del tiempo de trabajo socialmente necesario, y que éste, a su vez, es un contexto determinado para la determinación de las magnitudes de los valores, pero la forma de valor es tal que lo que cuenta socialmente resulta de la “causalidad sistemática”; los valores de las mercancías se co-determinan, no se producen uno por uno. (Si se acepta que el trabajo es la única fuente del valor, aquella de la cual el capital crea valor, se sigue que los fenómenos puramente de mercado introducen una distinción entre precio y valor, o, dado que el valor siempre se expresa como un precio, entre un precio que refleja una forma esencial de valor y los precios que están sujetos a contingencias que surgen fuera de la forma de producción capitalista misma.) Para mi enfoque de la forma-valor, la magnitud de valor es determinante sólo en la medida en que la forma de la competencia capitalista misma reconoce al trabajo como contando abstractamente y como medido por el tiempo. La determinación de la magnitud del valor por el tiempo de trabajo se obtiene únicamente bajo la condición de que el tiempo de trabajo sólo cuenta en la medida en que se determina sistemáticamente como necesario. Más aun, sólo la competencia capitalista hace del “tiempo de trabajo socialmente necesario” una realidad. Existe un universo de diferencia entre el campesino que dice que “el tiempo no cuesta nada” y el adagio capitalista de que “el tiempo es dinero”. Es importante distinguir la cuestión cualitativa de la constitución del trabajo como trabajo abstracto de la cuestión cuantitativa de la determinación del tiempo de trabajo socialmente necesario. La primera tiene ciertas precondiciones (principalmente la flexibilidad del trabajo), es una forma puramente social, el resultado de la inscripción del producto en la forma-valor y la actualidad del valor en el dinero. Por su parte, la última, mientras que en sí misma presupone la realidad del trabajo abstracto se deriva fundamentalmente de las condiciones materiales y por lo tanto este trabajo puede ser puesto como el determinante de la magnitud del valor resultante. El valor no es “producido” materialmente, por tanto, la producción de una mercancía no es equivalente a la producción de su valor. Esto permite al valor ser redeterminado cuando se re-presente en cada nivel de concreción de su expresión. Esto aplica a la determinación de los precios de producción. Si el valor no es finalmente formado socialmente salvo en las condiciones plenas de la 54

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producción capitalista, la diferencia entre el tomo I y el tomo III de El capital no puede ser aquella que hay entre la producción y la distribución del valor. Cuando nos fijamos en la producción capitalista encontramos que hay la adición de un nuevo trabajo que se supone da lugar a un nuevo valor, pero también hay la así denominada “transferencia” de valor del capital constante a la mercancía final a través de su consumo productivo. Los trabajadores hacen las dos cosas al mismo tiempo puesto que su trabajo no es una pura actividad sino trabajo sobre materiales con instrumentos de producción, ambos siendo consumidos. La productividad del trabajo incluye su poder de transferir capital constante al producto final, de tal manera que se renueva en lugar de perderse durante su consumo. Sugiero que lo que cuenta como socialmente necesario no es simplemente aquel tiempo de reproducción que es normal dentro de una rama, sino aquel tiempo relativo al poder productivo de los trabajadores en diferentes ramas. La producción puede ser organizada dentro de una rama de la producción de manera eficiente; sin embargo, en un aspecto difiere entre ramas, a saber, en la masa de capital constante puesta en movimiento por cada unidad de trabajo. Por lo tanto algunos trabajos pueden contar como múltiplos de otros trabajos en proporción a su efectividad en resucitar el capital constante.5 Aquellas ramas que son más intensivas en trabajo han “desperdiciado” trabajo, por así decirlo, tanto como en aquellas firmas menos eficientes dentro de una rama ya que ellas utilizan efectivamente el capital social menos productivamente que otras. Esto es indicativo de la formación de los precios de producción, co-determinada por la tasa general de ganancia. Así, al igual que la competencia dentro de la rama conduce a un tiempo de trabajo que se recalcula de acuerdo con el tiempo de trabajo socialmente necesario dentro de la rama, la competencia entre las ramas conduce al tiempo de trabajo socialmente necesario que se recalcula según la composición orgánica promedio de la industria en su conjunto. (Incluso se podría hablar de una capacidad socialmente necesaria de consumir el capital.)

Marx habla del trabajo calificado dentro de una rama de la producción como un múltiplo del trabajo simple. Estoy de acuerdo, pero agrego que el trabajo de una cierta calificación que opera en una rama intensiva de capital “cuenta” como unidades múltiples de un trabajo similar que opera en otras ramas. 5

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Algunas horas de trabajo “producen” más o menos valor (aquí, aquél que corresponde a los precios de producción) que otros. Las paradojas del tiempo en la teoría de la relatividad proporcionan una analogía útil. Los procesos tienen una dimensión de tiempo homogéneo sólo relativa a un marco inercial de referencia. Si una nave espacial sale de la Tierra a una velocidad alta el tiempo para hervir un huevo en la nave espacial tomará los tres o cuatro minutos usuales cocinarlo; pero para un observador situado en la Tierra tomará más tiempo. Por analogía, el tiempo de producción no es absoluto; siempre se mide en el contexto de un marco de referencia común. La comparación de diferentes marcos de referencia en el contexto de composiciones orgánicas diferentes significa que el tiempo de trabajo en industrias intensivas de capital es “más acelerado” en relación al promedio y cuenta por más, mientras que el tiempo de trabajo en industrias intensivas en trabajo cuenta por menos porque las horas pasan más “despacio”. (Enfatizo que estos pesos relativos son determinaciones sociales; los trabajadores involucrados experimentan que sus trabajos tienen la misma intensidad porque su marco de referencia es la fábrica.) En cuanto que el valor es plenamente determinado sólo cuando el movimiento del capital mismo ha incluido todos sus momentos necesarios, el precio de producción es la forma final del valor al nivel de la concreción de la competencia entre los capitales reales. Esta visión del precio de producción tiene dos corolarios: Primero, no es necesario que la medida se conserve cuando se concreta la forma de valor. Incluso en la física hay una falta de conservación de la magnitud cuando se comparan diferentes formas. H2O es agua y hielo, pero cuando la misma muestra pasa del estado líquido al hielo no conserva su volumen; su magnitud es mayor en la segunda forma que en la primera. La conservación ontológica de su “ser” no requiere la conservación de la medida de la magnitud porque ésta cambia con la metamorfosis. En nuestro caso, lo que se conserva es la masa de productos y su distribución entre las clases. Pero medidas diferentes de estos productos son posibles, de hecho necesarias. Los precios simples basados en los determinantes del valor del tomo I de El capital surgen de la constitución original de la relación de capital como lucha en torno a la extracción del plusvalor. Los precios de producción son apropiados a un nivel más concreto de la competencia intercapitalista en el que ellos determinan la asignación del producto excedente social. Así como el mismo material tiene dos medidas en el ejemplo 56

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agua/hielo, el mismo valor es apropiadamente reconocido de forma diferente ya que lleva la impronta de relaciones sociales diferentes y ambos son necesarios para la explicación completa. Es el mismo plusvalor medido según los precios simples que se divide entre los diferentes capitales como “hermanos hostiles”, pero que al tomar en cuenta sus composiciones diferentes (lo que es irrelevante en el contexto de la relación de clase) vuelven a medir el excedente (como si a falta de vasos pudiéramos dividir el agua sólo si primero la congelamos). En segundo lugar, si el valor no es materialmente “producido” sino una forma socialmente reconocida de lo que es producido (mercancías), entonces no puede ser distribuido vía el mecanismo de la forma-valor misma. Debe evitarse la idea contraria a la intuición de una sustancia que se transfiere después de que se produce en un sitio diferente. (¡El dinero se distribuye a los terratenientes y financieros, pero no vemos un capitalista pagar parte de sus ganancias a otro; ésta es una transferencia muy “hipotética”!). La formación de una tasa uniforme de ganancia no es una forma de distribución del valor, es una forma de redeterminar el valor cuando el nivel del capital en general es subsumido en la competencia.

Conclusiones En lugar de comprender los así llamados “valores trabajo” como ontológicamente anteriores a los precios dinerarios, la posición adoptada aquí es que el orden y la regularidad en la interrelación de las unidades de producción capitalista es posible sólo porque hay una forma de valor, el dinero, como condición previa para ello. Sólo una vez que se obtiene esta forma de conmensurar los productos tiene algún significado la suposición de una ley del valor basada en el tiempo de trabajo y que aparece como precio. La forma-dineraria estructura tales determinaciones como tiempo de trabajo socialmente necesario decidiendo hasta qué grado los tiempos de trabajos reales son socialmente validados o reemplazados por montos de trabajos socialmente imputados. Una vez que se entiende que el valor se mide necesariamente en dinero, entonces los “precios de producción” pueden ser interpretados como medidas de valor más “acabadas” que los precios directos, aunque de esta manera la tesis de que la fuente del valor es el trabajo llega a ser oscurecida por la negativa del capital a tratar a todos los trabajos como iguales cuando recalibra los tiempos de trabajo. 57

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VALOR Y DINERO

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Dinero mercancía, sus representantes y los presupuestos de su negación dialéctica

Roberto Escorcia

La relevancia del dinero mercancía y de los meros signos dinerarios en el sistema capitalista es analizada en este texto bajo la premisa básica de que existe entre ambos tipos de dinero una relación lógica indisoluble. Consecuentemente, una circulación mercantil capitalista basada en signos de valor sólo puede conceptualizarse, en términos metodológicos, como un momento posterior al desarrollo de una circulación basada en el dinero mercancía. Proponemos, entonces, una crítica a teorías que postulan un marco analítico que tiene en las relaciones crediticias su punto de partida y desdeñan la relevancia teórica de la forma mercantil del dinero. Nuestra lectura de tales teorías es que en ellas las funciones del dinero son introducidas artificialmente. En respuesta a ello, planteamos el estudio de las funciones desde la dualidad ideal-real y la dualidad inmediato-representado.

Perspectivas sobre las funciones del dinero: aportes e insuficiencias El estudio relativo a la materialidad que el dinero adquiere en los metales preciosos (particularmente el oro) se ha planteado en parte de la literatura económica (nos referimos aquí, por un lado, a aquélla que tiene su origen en Keynes y, por otro, a una de filiación marxista) desde una óptica histórica-empírica a partir de la cual se intenta establecer una posición teórica. La idea central se sintetiza en postular la irrelevancia del dinero mercancía mediante indicaciones históricas según las cuales el uso del oro (o cualquier otra mercancía) como referente de la estructura monetaria ha sido contingente y secundario. [61]

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Ello tanto en las sociedades precapitalistas (Keynes, [1930] 1971: 10 y ss.) como en los diferentes periodos de la sociedad capitalista, incluido aquél en que escribió Marx,1 y de modo plenamente evidente tras la eliminación del patrón oro en 1971. Iniciemos con la teoría chartalista del dinero que sigue Keynes. Desde esta perspectiva, el origen del dinero2 y el establecimiento de una estructura monetaria están anclados en una autoridad central que determina una unidad de cuenta –entendida como una descripción o título– a través de la cual se expresan los precios y las deudas. En estricta relación con la unidad de cuenta, la autoridad determina qué instrumento ha de encargarse de descargar (discharged) tales precios y deudas, es decir, hacerlos presentes en las transacciones y relaciones económicas: Tal vez podamos dilucidar la distinción entre dinero y el dinero de cuenta diciendo que el dinero de cuenta es la descripción o título y el dinero es la cosa que responde a la descripción. Ahora bien, si la misma cosa siempre respondiera a la misma descripción, la distinción no tendría ningún interés práctico. Pero si la cosa puede cambiar, mientras que la descripción continúa siendo la misma, entonces la distinción puede ser altamente significativa. La diferencia es como la que hay entre el rey de Inglaterra (sea quien sea) y el Rey George. Un contrato a pagar dentro de diez años un peso de oro igual al peso del rey de Inglaterra no es lo mismo que un contrato para pagar un peso de oro igual al peso de la persona que es ahora el Rey George. Corresponde al Estado declarar, cuando llegue el momento, quién es el rey de Inglaterra (Keynes, 1971[1930]: 3-4).

Caffentzis (2014: 397) señala: “El oro ‘como la moneda mercancía’ fue en 1867 no sólo marginal en lo que Marx denominó ‘dinero mundial’, sino su uso en forma de monedas fue también marginal en las transacciones monetarias ‘domésticas’ entre capitalistas y entre trabajadores y capitalistas”. 2 Hecho que, según Keynes, será imposible determinar pues está perdido en las “brumas del tiempo”: “El dinero, como algunos otros elementos esenciales de la civilización, es una institución mucho más antigua de lo que nos enseñaron a creer hace unos pocos años. Sus orígenes se pierden en las tinieblas [mists] cuando el hielo se derretía, y bien pueden remontarse a los intervalos paradisíacos en la historia humana de los periodos interglaciares, cuando el clima era muy agradable y la mente libre era fértil de nuevas ideas –en las islas de las Hespérides o la Atlántida o algún Edén de Asia Central–” (Keynes, [1930] 1971: 10-11). 1

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El instrumento o cosa que responda a la descripción establecida por la unidad de cuenta puede ser de diferentes tipos: dinero mercancía, dinero fiduciario o dinero administrado (managed) (Keynes, 1971[1930]: 6-7), cualquiera de los cuales, al igual que sucede con el rey, debe ser declarado por la autoridad. El dinero es una creación del Estado como autoridad. Así, en tanto que este tipo de instrumentos tiene la validez estatal, pueden ser usados para la realización de transacciones con independencia de su valor intrínseco y de su valor de cambio. El tema del dinero ha de resolverse históricamente en una dimensión triple. En primer lugar, la historia de la deuda según los orígenes de ésta y su naturaleza y la manera en que se establece un sistema que le dé sustento, esto es, un sistema legal que va, dentro de la historia de la sociedad humana, de los clanes y tribus a los gobiernos estatales modernos. En paralelo, la segunda dimensión refiere a la historia de la unidad de cuenta, sus orígenes, sus tipos y su evolución. Finalmente, en una historia de los instrumentos de deuda monetarios y no monetarios es posible enlistar la presencia de granos, conchas, monedas, asientos en libros, etcétera. Claramente cabe aquí el hecho de que cuando los títulos de deuda privados, expresados en la unidad de cuenta, son utilizados como sustitutos del dinero en la realización de transacciones, es decir cuando éstos pasan de una mano a otra en las diversas transacciones, estamos frente al dinero bancario (Keynes, 1971[1930]: 4). Esta explicación se basa en dos ideas principales: primero, que los registros de contratos de pagos diferidos, esto es, la relación crédito-deuda y la obligatoriedad impuesta por el Estado, son la base del dinero, y, segundo, que la forma mercantil no es la expresión más importante del dinero, de hecho ésta puede ser sustituida por otro tipo de instrumentos.3

Los clásicos y los neoclásicos, aunque enfocados exclusivamente en la función de medio de intercambio, también han considerado la sustitución del dinero mercancía por símbolos. Ricardo, por su parte, señala: “Una moneda se halla en su estado más perfecto cuando consiste enteramente de papel moneda, siempre que éste tenga igual valor que el oro al que declara representar. El uso del papel en vez del oro sustituye el medio más costoso por el más barato, y permite al país, sin daño para nadie, cambiar todo el oro que antes usaba para este propósito, por materias primas, utensilios y alimentos, con los cuales se aumentan a la vez su riqueza y sus placeres” (Ricardo, 1987[1817]: 269). Con un argumento similar, Hicks (1967: 1583

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Esta interpretación histórica es suficiente para establecer que la acuñación de la moneda no es el elemento determinante para la teoría del dinero.4 La distinción entre dinero y moneda y sus respectivas historias implican necesariamente la posibilidad de que a lo largo de la historia las relaciones económicas tengan lugar con independencia de la presencia de un dinero mercancía –así como el hecho de que las deudas se salden sin el uso de la moneda–. Subyace en ello la consideración del dinero como un símbolo de deuda,5 cuya materialidad es secundaria y en estricto sentido irrelevante. Este punto es claramente expuesto por autores postkeynesianos quienes, al llevar al extremo la consideración de Keynes en su Treatise on Money de que la mercantil no es la expresión más importante del dinero, sostienen que los periodos en los que el sistema monetario se ha basado en el patrón oro constituyen una “aberración” en la historia del dinero: Los instrumentos monetarios emitidos por la autoridad (ya sea que tomen la forma de monedas de oro, papel verde o entradas en las hojas de balance) son deseados porque la autoridad emisora los aceptará en pago […] y porque los receptores necesitan hacer esos pagos. Si la población no necesita realizar pagos a la autoridad, o si la autoridad rechaza aceptar los instrumentos que ha emitido, entonces el valor de tales instrumentos monetarios caerá hacia su valor como mercancías. En el caso de las entradas en las hojas de balance o notas de papel, éste es aproximadamente

159) indica: “La moneda metálica es una forma costosa de realizar una función simple; ¿por qué desperdiciar recursos en la extracción de oro cuando piezas de papel (o meras entradas en libros) que pueden ser proveídas y transportadas a una fracción del costo pueden hacerlo también? Es por eso que el sistema de crédito crece; éste proporciona un medio de intercambio a un costo mucho menor”. 4 “El comienzo del dinero se asocia a menudo por los historiadores con la primera acuñación [...]. Pero yo no creo que el acto de acuñación efectúe un cambio tan significativo como se le atribuye comúnmente. Fue, tal vez, el primer paso hacia el dinero representativo, o en todo caso un paso que hizo más fáciles las transiciones posteriores al dinero representativo y al dinero fiduciario. Pero es probable que la transición fundamental, a saber, la transición chartalista o el dinero del Estado, siempre la precedió” (Keynes, [1930] 1971: 10). 5 Tymoigne y Wray (2006: 8) aclaran este punto para las monedas: “¿Qué son entonces las monedas, cuáles son sus orígenes, y por qué son aceptadas? Las monedas parecen tener su origen como ‘fichas de pago’ […], como nada más que la evidencia de la deuda”. 64

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cero; en el caso de las monedas de oro, su valor no puede caer muy por debajo del valor del lingote. Por esta razón, el patrón oro puede haber sido deseable en una época de monarcas que gestionaban mal el sistema monetario –a pesar de que el patrón oro representa algo así como una aberración con respecto a la historia del dinero (Tymoigne y Wray, 2006: 11).

Nos interesa subrayar que desde esta perspectiva histórica el dinero como símbolo debe ser el punto de partida del análisis económico, entendiéndose por ello que la relación crédito-deuda es la determinante tanto para el estudio del dinero como para el de la actividad económica en una dimensión mayor. El sistema monetario indican Tymoigne y Wray (2006: 11-12): no inicia con algunas mercancías utilizadas como medio de intercambio, evolucionando progresivamente hacia los metales preciosos, monedas, dinero de papel y finalmente créditos registrados en libros y computadoras. El crédito aparece primero y las monedas, rezagadas en la lista de instrumentos monetarios, nunca son activos puros sino son siempre instrumentos de deuda […] que han sido estampados sobre metal.

En resumen, la premisa elemental es que el dinero en general se hace derivar del crédito, y que éste, en tanto promotor de la actividad económica,6 en términos históricos no se circunscribe a la cantidad existente de una mercancía como el oro; sino que, en realidad, la cantidad de medios de pago existente depende del sistema bancario y, en correspondencia, del dinero bancario. Diversos cuestionamientos se plantean ante estos argumentos: ¿es suficiente la consideración histórica para refutar la importancia del dinero-mercancía? En otras palabras, ¿el hecho de que en diversos periodos la estructura monetaria no guarde relación con el dinero-mercancía es suficiente para desechar toda teoría que lo refiera, incluyendo la de Marx? ¿Partir, en lugar del dinero mercancía,

Respecto a la importancia del crédito para el análisis de todo el sistema, Lavoie (1984: 773) afirma que: “el dinero debe se introducido como parte del proceso de producción. Tal proceso es inherentemente dinámico en cuanto los empresarios en cada periodo deben producir un nuevo flujo de mercancías. Aquellos que organizan la producción requieren acceso a recursos existentes, principalmente trabajo humano. Este acceso es proveído mediante el dinero crédito. Cualquier flujo de producción requiere un flujo de nuevo crédito o la renovación de flujos pasados de crédito. El sistema bancario crea el crédito necesario”. 6

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del crédito, en su expresión de dinero bancario, permite dar una explicación en términos lógicos de las relaciones que subyacen al sistema económico capitalista? ¿Cómo debe entenderse el papel que juegan los representantes del dinero? La respuesta a estas cuestiones implica diferentes niveles de análisis. El que consideramos determinante se basa en el hecho de que la construcción de una teoría que explique el funcionamiento del sistema capitalista requiere obligatoriamente colocar cada categoría según la lógica misma de este sistema, por lo que no es posible derivar conclusiones partiendo de expresiones propias de otro tipo de sistema económico social a pesar de que puedan existir coincidencias en las formas en las que se presentan ciertas categorías. El dinero, la deuda, etcétera, no son expresiones homogéneas a lo largo del tiempo; por el contrario, éstas tienen adjetivos históricos específicos, esto es, dinero capitalista, deuda capitalista, etcétera. Ello impone la obligación, para la teoría, de explicar cómo cada categoría se determina y se desarrolla en cada periodo histórico. Keynes, distinguiendo entre una economía cooperativa y una economía empresarial (entrepeneur economy) según el rol del dinero, parece darse cuenta de ello cuando sostiene que “ésta [la firma] no tiene ningún objetivo en el mundo, excepto el de terminar con más dinero que con el que empezó. Esta es la característica esencial de la economía empresarial” (Keynes, en Dillard, 1984: 424). En la misma lógica, Tymoigne y Wray (2006: 4) manifiestan que “la existencia y uso de dinero no implica que una economía es una economía monetaria, la cual es una economía en la que la acumulación de dinero es la fuerza impulsora de las decisiones económicas”.7 En ambos casos la variación de la magnitud de dinero se postula como el elemento determinante para la definición y la identificación de la sociedad económica contemporánea. La limitante se ubica en presentar como sinónimos una economía monetaria y una economía capitalista por la relevancia –supuestamente idéntica– que ambas conceden al dinero equiparando así al capital, en tanto categoría de la realidad y en tanto concepto, con el dinero (Germer, 1996). Olvidan estos autores que la economía capitalisPara estos autores “el peligro del etnocentrismo está siempre presente cuando se estudian sociedades que son totalmente distintas a las actuales sociedades modernas” (Tymoigne y Wray, 2006: 4). Conviene señalar que tal diferencia ha de resolverse en la autoridad que establece el dinero y el dinero de cuenta. En las antiguas sociedades esta autoridad apareció en los clanes, tribus o reyes, mientras que en la actualidad toma forma en el Estado. 7

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ta es una economía productora no de simples mercancías sino de valor que se valoriza a sí mismo, esto es, de capital. Si bien no trataremos en este texto el pasaje del dinero al capital ni, por tanto, las diferencias entre ambas categorías, basta con señalar que la variación cuantitativa referida no encuentra explicación en la dinámica del dinero sino en la del capital monetario, el cual consiste en la expresión en dinero de un valor que, tras un movimiento continuamente repetido, se valoriza a sí mismo, y que para cumplir con este cometido modifica cualitativamente todas las categorías, incluido el dinero. Éste no es la característica decisiva del sistema capitalista sino la forma de existencia del valor y, posteriormente, en términos lógicos, del capital; en consecuencia, la explicación de las diversas etapas de desenvolvimiento del valor como sujeto del sistema económico, es decir, el valor en cuanto capital, constituye, a nuestro juicio, el objetivo del análisis económico.8 Habremos de concentrarnos, en consecuencia, exclusivamente en los momentos lógicos del dinero capitalista y en las funciones de éste. El punto nodal de la cuestión que nos ocupa se encuentra en la relación entre dinero y valor. De lo cual deriva que a) la omisión del valor como categoría provoca que la estructura de relaciones de intercambio cuantitativas entre mercancías no sea clara ni evidente;9 en otras palabras, la estructura de precios

En términos históricos la existencia del dinero como capital corresponde a un periodo específico aunque haya indicios de algunas categorías como el dinero y la mercancía en etapas previas: “Desde luego que Steuart sabía muy bien que también en épocas preburguesas el producto adquiere la forma de la mercancía, y que ésta adquiere la forma del dinero, pero demuestra detalladamente que la mercancía, en cuanto forma básica elemental de la riqueza, y la enajenación, en cuanto la forma predominantemente de la apropiación, sólo pertenecen al periodo burgués de la producción, es decir que el carácter creador de valor de cambio es específicamente burgués” (CCEP: 43-44). 9 En la literatura existe controversia respecto a la importancia que da Keynes al valor. En la Teoría General se considera al trabajo como unidad de medida: “Por eso simpatizo con la doctrina preclásica de que todo es producido por el trabajo, ayudado por lo que acostumbraba llamarse arte y ahora se llama técnica, por los recursos naturales libres o que cuestan una renta, según su escasez o abundancia, y por los resultados del trabajo pasado, incorporado en los bienes, que también tiene un precio de acuerdo con su escasez o con su abundancia. Es preferible considerar al trabajo […] como el único factor de la producción que opera dentro de un determinado ambiente de técnica, recursos naturales, equipo de producción y demanda 8

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resulta un fenómeno cuyo fundamento es difuso y que podría estar sujeto a la discrecionalidad estatal o de las empresas.10 b) La determinación de una unidad de cuenta debe resultar de la relación entre valores de cambio y no puede simplemente postularse.11 c) El establecimiento convencional, vía el Estado, de la unidad de cuenta y del patrón de precios es posterior al que se obtiene por el desenvolvimiento del valor; en otras palabras, el Estado no elimina la necesidad del valor, su participación corresponde a un momento lógico posterior. d) El dinero es la forma de existencia del valor y no el mero símbolo de la deuda. e) Habrá de demostrarse que tal símbolo (o representante) es un punto de llegada y no de partida; asimismo, que el dinero de crédito es la forma más desarrollada del dinero, por lo que no constituye el origen lógico de éste. Estos cuatro puntos implican que la forma mercantil del dinero tiene una relevancia lógica que se explica por la necesidad de darle existencia al valor. Queda, sin embargo, como

efectiva. Esto explica, en parte, por qué hemos podido tomar la unidad de trabajo como la única unidad física que necesitamos en nuestro sistema económico, aparte de las de dinero y de tiempo” (Keynes [1936] 2000: 190-191). Resaltan aquí la referencia a la escasez y la representación del trabajo como factor de producción y como unidad física. La anterior cita de Keynes ha sido leída desde dos ópticas. Por un lado, como el elemento que hace compatibles la teoría del valor de Keynes con la de Marx; así, por ejemplo, se lee en Dillard (1984: 429) que “la teoría del valor trabajo es otra doctrina compartida por Marx y Keynes”. Por otro lado, la misma cita lleva a Germer (1996: 57) a concluir que “Keynes adopta explícitamente, como teoría del valor, la teoría subjetiva neoclásica de los precios basada en la escasez de los bienes y en la utilidad marginal”. 10 La teoría de los precios en Keynes y los postkeynesianos tiene su sustento principal en el mark-up, principio a partir del cual las empresas líderes determinan el precio de sus mercancías según los costos, esperando que, tras cubrirlos, sea posible obtener una ganancia: “La unidad de costos, o bien […] la unidad de salarios, puede considerarse así como el patrón esencial de valor; y el nivel de precios, dado el estado de la técnica y el equipo, dependerá en parte de la unidad de costos y en parte de la escala de producción […]” (Keynes, [1936] 2000: 268). Para un estudio crítico de este tema, véase Downward (2000). 11 En Keynes la unidad de cuenta es simplemente postulada. Un elemento central del Treatise on Money se resume en subrayar al dinero de cuenta como el concepto inicial y determinante para el resto de las funciones. El capítulo 17 de la Teoría General atiende también el dinero haciendo abstracción de su origen y enfatizando específicamente sus propiedades. 68

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elemento por explicar cómo es que formas que carecen de valor pueden cumplir el rol de dinero. De manera sintética, nuestra opinión respecto a esta primera perspectiva en torno al dinero es que las referencias históricas desembocan en una teoría en la que las funciones del dinero son introducidas artificialmente, esto es, en una teoría con determinaciones sin posición.12 Existen, además de la interpretación que se inspira en Keynes que hemos referido, otras dos visiones de filiación marxista que consideramos relevantes.13 La primera de ellas, aunque incluye la categoría valor en su marco analítico, comparte con el chartalismo la no necesidad del dinero mercancía y agrega, en otro terreno teórico, que Marx no tiene ni necesita una forma material específica para sustentar su teoría del dinero14 y que es posible derivar el dinero con

En Robles y Escorcia (2014: 165) se explica lo que se entiende por posición: “Lo que es ‘puesto’” es hecho explícito, reconocido como real o como existente, que llega a tener una existencia socialmente determinada; en otras palabras, lo puesto es algo que ha sido socialmente fundado. Así, “poner” se refiere a la afirmación de ese algo. En cuanto este algo mismo tiene determinaciones (propiedades, cualidades, etcétera) inmediatas presupuestas o implícitas por adelantado (in advance) –sus presuposiciones–, su posición debe significar a su vez la posición de sus determinaciones. Es decir, las presuposiciones son en efecto puestas por el resultado aunque ellas sean puestas por adelantado. A lo largo del texto la idea de posición pone énfasis en el fundamento social (lo socialmente determinado) como principio objetivo que determina si algo existe o no. Para que el capital sea puesto, éste debe producir como resultado propio aquello (una cualidad específica) que inicialmente le era presupuesto (asumido, le era otorgado de antemano, por adelantado): valorizarse a sí mismo. En el momento de la posición, el capital afirma la existencia de sí mismo, hace explícito aquello que era implícito en él.” 13 Existe un tercer enfoque según el cual la teoría monetaria de Marx, al basarse en una mercancía, no agrega nada considerable a la teoría monetaria ricardiana. En este sentido Schumpeter señala “el desempeño distintivamente débil de Marx en el campo del dinero, en el cual él no tuvo éxito en superar el estándar de Ricardo [...]. Su teoría del valor es la ricardiana” (Schumpeter, 1997: 27). Carlo Benetti comparte esta interpretación al señalar que en lo que se refiere a la teoría de la moneda “Marx no logra liberarse del enfoque ricardiano” (Benetti, 1990: 148).. 14 “El dinero no es una mercancía, porque no puede ser producida, qua [en su carácter de] equivalente general universal, por la integración de más trabajo en un proceso de trabajo capitalista, y por esto no tiene valor” (Williams, 1992: 440). 12

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fundamento en el sistema bancario sin referencia a la moneda mercancía.15 En este caso el dinero mercancía es completamente contingente (Williams, 1992 y 2000), aceptable como una necesidad histórica, mas no como una necesidad lógica dentro de la teoría. La segunda perspectiva marxista insiste por el contrario, en la necesidad permanente de una moneda mercancía entendida ésta como la forma más acabada y última del dinero16 y como el elemento crucial para la compatibilidad de la teoría monetaria de Marx con la teoría del valor trabajo (Germer, 1997 y 2005); como consecuencia de ello, se coloca en un plano secundario y transitorio a las teorías nominalistas, crediticias y/o simbólicas del dinero.17 Se tienen así dos perspectivas marxistas que se van a los extremos, la primera desestima por completo la importancia lógica del dinero mercancía, mientras que la segunda, por el contrario, plantea la forma mercantil del dinero como imprescindible. En nuestra opinión, ambas posiciones son parciales e insuficientes. De hecho, son metodológicamente incorrectas por no atender adecuadamente a la relación entre el dinero mercancía y sus representantes. Para superar estas insuficiencias resulta necesario presentar el desdoblamiento del

Esta idea es claramente expuesta por Reuten (1998: 121): “el dinero, el dinero crédito y un sistema de crédito completamente desarrollado pueden ser conceptualizados a nivel de la teoría abstracta, sin recurrir al dinero mercancía”. 16 “Marx mantiene su concepción del dinero como una mercancía –y del oro como su forma evolutiva final– a lo largo de su trabajo entero, incluso después del análisis del complejo sistema de crédito del capitalismo, en la Parte V [(sección quinta)], tomo III de El capital. No hay indicación alguna de que él pudiera haber considerado las formas del dinero de crédito –notas bancarias y depósitos– como formas más desarrolladas del dinero mismo” (Germer, 2005: 23). 17 Nelson (2005: 66-67) ejemplifica esta postura: “Marx desarrolló una inusual teoría mercancía del dinero, ‘una teoría del dinero mercancía’. Esta teoría incorporó ciertos aspectos de las teorías crediticias del dinero en la función secundaria del dinero como medio de circulación, donde las prácticas funciones del dinero de crédito también se localizan […]. Sin embargo, él insistió en que la función primaria del dinero como medida del valor demanda una moneda mercancía, típicamente el oro […]. Al mismo tiempo, consideraba su teoría de la moneda mercancía como crucial para la credibilidad de su teoría del valor trabajo”, y agrega: “El valor del dinero no era ni imaginario ni simbólico excepto en la medida en que todas las mercancías fueran símbolos”. 15

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dinero a partir del cual se subraya a la forma material como base lógica (no histórica) en la génesis, y por tanto indispensable teóricamente, pero que es negada dialécticamente –es decir superada pero no suprimida– por las otras formas de dinero. El estudio de las funciones sociales del dinero es determinante para este objeto. El objetivo de las siguientes secciones consiste en explicar, a partir de los distintos trabajos de Marx, a) cómo la forma mercantil, si bien es un elemento indispensable en la teoría del dinero capitalista y en la teoría del valor de Marx, genera por su mismo desenvolvimiento las condiciones suficientes para ser representada por otras formas. Esto implica que no se considera el dinero mercancía como la forma más acabada y desarrollada; b) que la existencia de formas no mercantiles implica el estudio de dos dualidades que no son equivalentes: la dualidad real-ideal y la dualidad inmediato-representado (Fausto, 1997). La primera de ellas refiere a la presencia o ausencia del dinero y se asocia con el tratamiento de la representación mental (Vorstellung); la segunda, por su parte, implica la presencia del dinero directamente (“en persona”) o en forma “simbólica”; aquí el vínculo no es con la representación sino con el representante (Repräsentant). Esta distinción permite evitar la confusión en que autores marxistas y no marxistas incurren al interpretar lo que Marx quiere decir con “ideal” cuando estudia la función del dinero como unidad de medida, y también identificar el lugar e importancia de las formas dinerarias no mercantiles y demostrar que su existencia tiene una explicación lógica, por lo cual no es “gratuito” el paso hacia la superación de la materialidad del dinero. Asimismo, intento mostrar c) que la participación del Estado no consiste en una posición de la unidad de medida sino en una re-posición de una posición anterior a su intervención;18 en otras palabras, la convención que impone el Estado es una exteriorización del instrumento de medición que el valor se da inicialmente en el dinero (mercancía). Finalmente, argumento d) que las funciones del dinero tienen un ordenamiento lógico, y no histórico,19 dentro del cual la relación deu-

Véase nota 12. Esto difiere de lo que autores como Matthews (1996: 62) expresan: “El orden en el que las funciones [del dinero] son introducidas –deliberado y, Marx da a entender, irreversible– es entendido algunas veces en términos deductivos, pero éste no es esencial ni, yo he 18 19

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dor-acreedor, o sea la función de medio de pago, es posterior a la de medida de valor, la de medio de circulación y la de reserva de valor. Tratándose de una cuestión metodológica, es necesaria una importante observación. Nuestro análisis del dinero corresponde al momento lógico (o nivel de abstracción) previo al tratamiento del capital. Esto es relevante debido a que a este nivel, el de la dialéctica de la forma de valor, la materialidad del dinero es siempre enfatizada por Marx tanto en sus obras publicadas como en sus manuscritos. En este contexto, nuestro objetivo consiste en señalar que a este nivel es ya posible identificar las determinaciones o presupuestos para que el dinero no mercancía constituya, en términos teóricos, la base de la estructura monetaria capitalista, aunque –y éste es el punto relevante– su posición plena corresponda a un nivel más concreto de la presentación, aquél que corresponde al momento del capital como sujeto.20 Este momento implica, entre otras cosas, la existencia de formas particulares del capital (capital productivo, capital comercial y capital que devenga interés) además de un desarrollo amplio del sistema de crédito y de los mercados de dinero y de capital. Sólo a este nivel la presencia material del dinero se precisa en cierta medida y nuevos instrumentos financieros surgen al lado del dinero mercancía y lo marginan, instrumentos que pertenecen a los mercados de capitales. Habiendo señalado lo anterior en nuestra posición, diferimos de autores marxistas que niegan la importancia lógica del dinero mercancía y consideran que las formas crediticias son independientes en estricto sentido de éste. Consideramos que ellos caen en una confusión en la que, o bien el crédito, en tanto categoría, está dado y desvinculado de la forma de valor que aparece en la primera sección del tomo I de El capital, o bien creen que la forma de valor puede ser modificada para desprenderse de la materialidad del dinero. La primera versión de esta confusión corresponde más a una perspectiva empirista que a una teórica, y que pierde las conexiones internas de necesidad entre las categorías.21 Comparten esta característica las visiones asociadas a Keynes en las que concluido, apropiado: la secuencia es más sensata como una construcción histórica que como una teórica”. 20 Esta importante cuestión ha sido señalada por Roberto Fineschi. 21 “A pesar de su arrogancia doctrinaria en las definiciones, el señor Macleod desconoce a tal punto las condiciones económicas más elementales que hace derivar al dinero en general 72

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el crédito es una “categoría dato”.22 Al mismo tiempo, estamos en desacuerdo con la interpretación que establece la imposibilidad lógica de negar al dinero mercancía. A continuación nos dedicamos a dar una explicación del surgimiento de los signos dinerarios y a identificar los presupuestos de la negación dialéctica del dinero mercancía.

Medida de valor, patrón de precios y dualidad real-ideal En el desarrollo de la forma de valor, Marx arriba a un momento lógico en el que la evaluación de las mercancías se realiza mediante la mercancía oro, que toma el papel de equivalente general. Mediante el oro, en cuanto material, la esencia, es decir el valor, aparece, adquiere existencia, volviéndose así apariencia real. Todas y cada una de las mercancías pueden medirse en la misma mercancía específica, la cual es la medida colectiva del valor; en otras palabras, el dinero pone al valor como cualidad universal que refleja en términos cuantitativos la cualidad-valor no puesta de cada mercancía. Debido a que el valor de por sí no existe fenoménicamente, y por el hecho de que el trabajo gastado privadamente no es de manera directa socialmente necesario, la medida inmanente del valor, el tiempo de trabajo, no puede ser utilizada para llevar a cabo la medición del valor. Este acto requiere determinar cuánto del trabajo privado es en

de su forma más desarrollada, la de medio de pago. Entre otras cosas, dice que, puesto que las gentes no siempre requieren simultáneamente la prestación de sus servicios recíprocos, ni tampoco por la misma extensión de valor, ‘restaría cierta diferencia o importe del servicio, pagadero del primero al segundo: la deuda’. El poseedor de esta deuda necesita los servicios de otro, quien no precisa directamente los del segundo, y éste “traslada al tercero la deuda que el primero tiene para con él. De este modo, el certificado de deuda pasa de mano en mano: es un medio de circulación […]. Si alguien recibe una obligación de deuda expresada en dinero metálico, podrá disponer no sólo de los servicios de su deudor primigenio sino también de los de toda la comunidad que trabaja” (CCEP: 133, nota al pie 104). 22 Germer (1996: 56) indica que “basta con mencionar que Keynes, en el capítulo [...17 de la Teoría general], aborda el dinero en el capitalismo desarrollado haciendo abstracción de su génesis y concentrándose en la definición de la tasa de interés y sus implicaciones”. 73

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realidad socialmente necesario, lo que sólo es posible considerando la relación de la mercancía con el dinero.23 Se plantea consecuentemente al dinero como la medida social externa del valor (exteriorización de la medida inmanente), a partir de la cual éste, no sólo puede medirse, sino se vuelve medible. La cristalización del tiempo de trabajo requiere la mercancía dinero; esto es, la derivación lógica del dinero, su génesis, implica, en cuanto que en ella se subraya la relación entre sustancia y forma de valor, que éste sea una mercancía (Robles, 2005, y Fineschi, 2001, cap. 2), lo que implica una magnitud de trabajo y una magnitud de valor asociada a ésta. La principal implicación de esto consiste en que es imposible el pasaje inmediato del tiempo de trabajo a formas de representación tales como el dinero de papel o entradas en libros de contabilidad. Tal pasaje está mediado por la cristalización del tiempo de trabajo en la mercancía dinero.24 Una vez puesto el dinero, la expresión del valor de las mercancías en la mercancía dineraria (oro) constituye la forma precio de las primeras, y a partir de ella las mercancías se enfrentan como existencias dobles, real según valores de uso e ideal en cuanto valores de cambio. El enfrentamiento de las mercancías no refiere, a este nivel, un proceso de circulación propiamente dicho o puesto plenamente; se trata en realidad de un proceso teórico de circulación en el que las mercancías en cuanto valores de uso se procuran la forma en la cual aparecen recíproca e idealmente como valores de cambio. En tal proceso, el oro adquiere, bajo la forma precio, un carácter ideal y consecuentemente las cantidades de dinero funcionan como nombres de cantidades de tiempo de trabajo: Su determinación de precio es su transformación sólo ideal [ideelle Verwandlung]25 en el equivalente general, una equiparación con el oro que aún queda por realizar. Pero puesto que en sus precios las mercancías sólo se hallan transformadas

Considérese la crítica de Marx a Proudhon en la Miseria de la Filosofía. El oro es materialización pues “presenta el tiempo de trabajo contenido en el oro como el tiempo de trabajo general” (CCEP: 50). 25 La inserción entre corchetes de las palabras en alemán en las citas se realiza cotejando el texto en español con su versión en idioma original. En lo que respecta a la Contribución hacemos uso de Zur Kritik der politischen Ökonomie, en Werke, vol. 13, Berlín, Dietz, 1961; para el tomo I de El capital: Das Kapital, vol. I, en Werke, vol. 23, Berlín, Dietz, 1972. 23 24

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idealmente en oro, o en oro solamente imaginario, al no hallarse aún realmente separada su existencia dineraria de su existencia real, el oro sólo está transformado ya en dinero ideal, sólo es ya la medida de los valores, y determinadas cantidades de dinero sólo funcionan ya, de hecho, como nombres que designan determinadas cantidades de tiempo de trabajo (CCEP:53).

Toda mercancía puede, a través de su precio, ser idealmente transformada en dinero, esto es, en dinero como medida ideal o representada (vorgestellte). Así, todo aquello que pueda ingresar al espacio del intercambio es convertido en dinero por el pensamiento, proceso en el cual “la mercancía es puesta idealmente como dinero” (G.1: 124), y en esta transformación la cantidad de dinero real (físico) existente es completamente irrelevante pues no se requiere una sola pieza de éste para realizarla.26 Por tanto, “para este fin el dinero es necesario solamente como categoría, como relación pensada” (G.1: 125). ¿Se sigue de esto último la no necesidad del dinero mercancía y, en consecuencia, según que las trasformaciones ideales pueden a su vez ser transformadas en registros o anotaciones, su sustitución inmediata por relaciones crediticias o de deuda? Consideramos que una respuesta afirmativa implicaría un equívoco metodológico. Marx guarda en estos pasajes una relación estrecha con el principio hegeliano de representación (Vorstellung) a partir del cual, entendido éste como estado intermedio entre intuición y pensamiento conceptual, y considerando sus fases de recolección, imaginación y memoria, se distingue una cosa de su existencia, y al hacerlo, la cosa pertenece al pensamiento, por lo que, como tal, no tiene que existir físicamente al mismo tiempo.27 El nombre de la cosa, mediante la representación, la hace posible, se puede referir a ella sin necesidad de su presencia, es un referir puro: El nombre es la cosa, como ella existe, y tiene vigor en el dominio de la representación; […] la memoria reproductiva tiene y reconoce en el nombre la cosa, y con

“Para esta transformación se requiere el material del oro, pero sólo en forma imaginaria” (CCEP: 59). 27 “Si se distingue la cosa de su existencia, entonces ella es lo posible, la cosa de la representación, o la cosa del pensamiento, que, como tal, no tiene que existir al mismo tiempo. La determinación de la posibilidad y de la oposición de la cosa frente a su existencia, se presenta, empero, con posterioridad” (Hegel, 2013: 605-606). 26

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la cosa el nombre, sin intuición e imagen […]. Para el nombre león, nosotros no tenemos necesidad ni de la intuición de un animal, ni tampoco de la imagen, sino que el nombre, en cuanto nosotros lo entendemos, es la representación simple y sin imagen. Nosotros pensamos en el nombre (Hegel, 1971, §462: 310).

Este referir puro ocurre en la forma precio. El nombre del dinero es suficiente para representar la forma precio de cada mercancía y, por tanto, se hace innecesaria su presencia real. Se trata de un representar como “pensar”, y así, “[como] la expresión de los valores mercantiles en oro es ideal, el oro que se emplea en esta operación es también puramente figurado [vorgestelltes] o ideal [ideelles]” (K.1.1: 117).28 Dos cuestiones lógicas emanan de este punto. Primero, la representación no es un proceso de simbolización –esto es, de determinación de un símbolo del dinero como el papel dinero–, sino de expresión reflexiva del valor en el dinero ideal. Significa ello que en este momento lógico no se tienen sustitutos o representantes del dinero mercancía; éste sigue siendo el elemento de expresión del valor pero ahora de manera ideal, o sea, a través de su nombre. Si bien la función de medida de valor requiere dinero figurado, el establecimiento de los precios necesita al dinero material debido a que para expresar el valor de una mercancía el dinero debe ser valor y mercancía (negada), debe contener una cantidad de trabajo humano. “El valor –indica Marx–, es decir, la cantidad de trabajo humano que contiene, por ejemplo, una tonelada de hierro, se expresa en una cantidad figurada [vorgestellten] de la mercancía dineraria que contiene la misma cantidad de trabajo” (K.1.1: 117). Se tiene, entonces, que la presencia del dinero es en esta función sólo representada, y, sin embargo, el objeto representado no puede ser un símbolo carente de valor. Por otro lado, en la expresión ideal de los valores en oro que es propia del pensamiento y, por tanto, no constituye un movimiento real, una interacción real o efectiva entre las mercancías, se trata de simple posibilidad.29 Continúa Marx: “Todo guardián de mercancías sabe que cuando confiere a éstas la forma del precio, o forma áurea figurada, está lejos de haberlas bañado en oro, y que para tasar en oro millones de valores mercantiles no necesita una sola pizca de ese metal. En su función de medida de valor, por consiguiente, el dinero sirve como dinero puramente figurado [vorgestelltes] o ideal [ideelles]” (K.1.1: 117). 29 “El primer proceso de la circulación es, por así decirlo, un proceso teórico [theoretischer] y preparatorio para la verdadera circulación” (CCEP: 49). 28

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De ambas cuestiones lógicas se concluye que la superación de la materialidad del dinero no puede plantearse a partir de la dualidad real-ideal, sino sólo al tomar en cuenta la relación de ésta con la dualidad inmediato-representado. Esta segunda dualidad se identifica primeramente en la función patrón de precios del dinero. Según ésta, como consecuencia de la forma precio, las diversas mercancías pueden expresar su valor en cantidades de oro ideal, es decir, en magnitudes de igual cualidad: magnitudes de oro. La necesidad de que estas magnitudes puedan compararse y medirse entre sí genera, en términos técnicos, según Marx, que una cantidad fija de oro (un peso metálico fijo) funcione como unidad de medida y su división en partes alícuotas (1 libra troy = 12 onzas troy) da como resultado el patrón de precios. Un patrón que es “puramente convencional” (K.1.1: 122) y que al requerir vigencia general “a la postre se lo regula por la vía legal” (K.1.1: 122). La plena posición del patrón de precios es realizada por el Estado, por lo que es posible pasar de un análisis centrado exclusivamente en las características de las mercancías (su naturaleza en la producción capitalista) a uno que da cabida a las convenciones. Un cambio de nomenclatura acompaña este pasaje; los precios se expresan ahora en denominaciones de cuenta legalmente establecidas, y como expresiones reciben un simple nombre, diferente de su expresión original.30 Esos nombres son exteriores a la relación de valor: “[e]l nombre de una cosa es por entero exterior a la naturaleza de la misma. Nada sé de una persona de la que sé que se llama Jacobus. De igual suerte, en las denominaciones dinerarias libra, tálero, franco, ducado, etcétera, se desvanece toda huella de la relación de valor” (K.1.1: 123). Identificamos hasta aquí una doble reflexión exterior: en la primera, que corresponde a la función medida de valor, el trabajo humano se refleja en el oro adquiriendo la forma precio; en la segunda, propia del patrón de precios, los precios se exteriorizan en denominaciones de cuenta establecidas convencio-

“En vez de decir, por consiguiente, que un quarter de trigo equivale a una onza de oro, en Inglaterra se dirá que es igual a 3 libras esterlinas, 17 chelines y 10 ½ peniques. Unas a otras, las mercancías se dicen así lo que valen en sus nombres dinerarios, y el dinero sirve como dinero de cuenta toda vez que corresponde fijar una cosa como valor, y por tanto fijarla bajo una forma dineraria” (K.1.1: 123). 30

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nalmente. De ambas resulta que el patrón de precios es la exteriorización de la medida.31 Nótese que en tal exteriorización las denominaciones de cuenta son colocadas con posterioridad a la consideración del movimiento del valor que culmina en la unidad de medida, lo que es contrario a lo planteado por autores como Keynes y sus seguidores. La transformación de la medida de los valores en patrón de precios no es aprehendida por ellos; en realidad confunden ambos conceptos como resultado de no distinguir entre valor y precio, pues pertenecen a las escuelas que proponen iniciar inmediatamente con una unidad de cuenta establecida convencionalmente sin referencia a elemento alguno a partir del cual se establezca la proporcionalidad de intercambio entre las mercancías. Este proceder fue propio de autores del siglo XVIII y criticado directamente por Marx: El dinero de cuenta –dice [Sir James Steuart]– no es otra cosa que un patrón arbitrario de medida de partes iguales, inventado para medir el valor relativo de las cosas susceptibles de ser vendidas. El dinero de cuenta es totalmente diferente del dinero monetario (money coin), que es precio, y podría existir aunque no existiera

Esta idea puede leerse también en Ruy Fausto (1997: 97-98) para quien “que el patrón de precios introduzca un registro convencional significa, en términos de la lógica hegeliana de la medida, que la medida se hace aquí medida externa”. Agrega que el aspecto convencional implica un cambio de lenguaje: “[u]n lenguaje exteriorizado o alienado recubre el lenguaje natural. La lengua ‘natural’ (esto es, social-natural) es recubierta por una lengua artificial (esto es, convencional […]” (Fausto, 1997: 99). El autor refiere un pasaje de la Ciencia de la lógica, que reproducimos aquí para señalar la similitud del patrón de precios con la exteriorización de la medida hegeliana: “Una medida como unidad de medición en el sentido habitual es un cuanto que se toma al arbitrio como unidad determinada en sí frente a un mundo exterior. Una tal unidad puede sin duda ser también de hecho una unidad determinada en sí, como el pie y otras medidas primordiales semejantes; pero en tanto se la emplea como unidad de medición también para otras cosas es para éstas una medida sólo exterior, no su medida originaria. Así pueden el diámetro terrestre o la longitud del péndulo tomarse por sí como cuantos específicos. Pero es arbitrario [determinar] qué parte del diámetro terrestre o de la longitud del péndulo, y bajo cuál grado de latitud, se quiera tomar para emplearla como unidad de medición. […]. [U]na unidad de medida absoluta tiene sólo el interés y el significado de algo común, y lo que es tal es un universal no en sí, sino por convención” (Hegel, 2013: 420-421). 31

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en el mundo sustancia alguna que constituyese un equivalente proporcional para todas las mercancías. El dinero de cuenta presta al valor de los objetos el mismo servicio que los grados, minutos, segundos, etcétera, prestan a los ángulos o a los patrones de medida de los mapas geográficos, etcétera. En todos estos inventos se supone siempre la misma denominación como unidad. Así como la utilidad de toda esta clase de dispositivos se limita simplemente a indicar las proporciones, lo mismo sucede con la unidad dineraria. Por ello, la misma no puede tener una proporción invariablemente determinada, es decir que no puede estar fijada a alguna cantidad determinada de oro, plata o alguna otra mercancía […]. El dinero es sólo un patrón de medida puramente ideal de fracciones iguales. Cuando se me pregunta cuál sería la unidad de medida del valor de una fracción, respondo mediante otra pregunta: ¿cuál es la magnitud normal de un grado, de un minuto, o de un segundo? No poseen ninguna, pero en cuanto se ha determinado una fracción, y de acuerdo a la naturaleza de un patrón de medida, debe seguirle proporcionalmente todo el resto.

A lo que Marx responde: Steuart se atiene sencillamente a las manifestaciones del dinero en la circulación como patrón de medida de los precios y como dinero de cuenta. Si diversas mercancías se hallan anotadas en la lista de precios respectivamente a 15, 20 y 36 chelines, de hecho, y para la comparación de sus magnitudes de valor, no me interesa el contenido en plata ni el nombre del chelín. En ese caso, las relaciones numéricas 15, 20, 36 lo dicen todo, y el número 1 se ha convertido en la única unidad de medida. En general, sólo la proporción numérica abstracta es la expresión puramente abstracta de la proporción. Por ello, para ser consecuente, Steuart tendría que dejar de lado no sólo el oro y la plata, sino también sus nombres de pila legales. Puesto que no comprende la transformación de la medida de los valores en patrón de medida de los precios, es natural que crea que la cantidad determinada de oro que sirve como unidad de medida estaría referida, en cuanto medida, no a otras cantidades de oro, sino a los valores en cuanto tales. Dado que las mercancías, en virtud de la transformación de sus valores de cambio en precios, se manifiestan como magnitudes homólogas, niega la cualidad de la medida que las torna homólogas, y dado que en esta comparación de diferentes entidades de oro se fija convencionalmente la magnitud de la cantidad de oro que sirve como unidad de medida, niega que haya que fijarla del todo (CCEP: 66-67).

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Se concluye de ello que, por un lado, el patrón de precios y las denominaciones de cuenta deben guardar una relación lógica con el valor y la medida de ésta y, por otro, que, asociado a la exteriorización mencionada, habiéndose colocado tal patrón, es la cantidad y peso y no el valor del metal lo que resulta relevante, esto por el hecho de que el peso del oro no se modifica como resultado de una variación de su valor y, por tanto, tampoco varía la proporción recíproca entre distintas cantidades de oro.32 Puesto en otros términos, el valor de uso de la mercancía dinero es lo relevante en la función patrón de precios. Este hecho nos aproxima en términos lógicos a la posibilidad de la negación del oro como dinero, pues en cuanto la medida se fija de manera puramente convencional y es el valor de uso lo que lleva a cabo la función, el oro podría ser sustituido. No obstante en este momento lógico no se ha hecho la posición de la sustitución. El establecimiento del patrón de precios establece una nomenclatura, un nuevo nombre para el dinero; la referencia a la materialidad es menor y, de hecho, a pesar de su carácter convencional, en sí mismo el patrón no exige la acuñación de la moneda. Para la determinación de ésta, por tanto, deben analizarse otras funciones del dinero, en particular la de ser medio de circulación. Tras ello resultará relevante subrayar las modificaciones en las categorías y en las funciones que resultan de la simbolización.

Medio de circulación y dualidad inmediato-representado (simbolización) La función que ahora nos ocupa hace efectiva (real) la forma de valor pues mientras que en el momento lógico anterior las mercancías adquirían, bajo la forma precio, la posibilidad de ser enajenadas en un sentido ideal (o de re-

“Resulta claro, por de pronto, que un cambio en el valor del oro en modo alguno afecta su función en cuanto patrón de precios. Por más que varíe el valor del oro, cantidades diversas del metal se mantienen siempre en la misma relación recíproca de valor. Aunque el valor del oro bajara en un mil por ciento, 12 onzas de oro valdrían, como siempre, 12 veces más que una onza de esa sustancia, y en los precios lo único que interesa es la proporción recíproca entre distintas cantidades de oro” (K.I.1: 120). 32

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presentación, entendida como Vorstellung) por dinero, ahora éstas se enfrentan en un proceso de alienación efectiva, es decir, de intercambio. Mercancías y dinero adquieren, pasando de mano en mano, un movimiento real, es decir, una circulación efectiva. Aquí la antítesis mercancía-dinero corresponde a la forma concreta de la antítesis forma relativa-forma equivalente que, a su vez, expresa la oposición valor de uso-valor de cambio. Se trata, una vez más, de una exteriorización, ahora de la antítesis inmanente entre valor de uso y valor a una entre mercancía y dinero. En esta nueva oposición la mercancía en cuanto valor de uso, y por tanto en cuanto forma real existente, se contrapone al dinero como valor de cambio, mismo que, según lo expuesto anteriormente, asume una forma ideal. Ahora bien, no se trata sólo de un cambio de los elementos de la oposición sino de una inversión de los mismos: la forma ideal se vuelve real y la forma real se torna ideal. Esto es un resultado de la circulación de las mercancías: La mercancía es realmente valor de uso; su carácter de ser valor se pone de manifiesto sólo de manera ideal en el precio, que la refiere al término opuesto, al oro, como a su figura real de valor (reelle Wertgestalt). El material áureo, a la inversa, sólo cuenta como concreción material del valor (Wertmateriatur), como dinero. De ahí que realmente (reell) sea valor de cambio. Su valor de uso se pone de manifiesto únicamente de manera ideal (ideell) en la serie de las expresiones relativas de valor, en la cual se refiere a las mercancías que se le contraponen como al ámbito de sus figuras de uso reales. Estas formas antitéticas de las mercancías son las formas efectivas en que se mueve el proceso de su intercambio (K.I.1: 128).

Lo anterior puede resumirse como la posición del dinero en su forma real material, entendido esto como el pasaje de su carácter abstracto a su forma existencial. El movimiento del valor de las mercancías, entonces, se presenta de manera sensible y, así, el valor se hace autónomo (de las mercancías) bajo la forma concreta de las piezas dinerarias.33

“[…] puesto que todas las mercancías son sólo oro imaginario, el dinero es la única mercancía real. En contraposición a las mercancías, que sólo representan la existencia independiente del valor de cambio, del trabajo social general, de la riqueza abstracta, el oro es la existencia material de la riqueza abstracta […]. Pero el dinero satisface cualquier necesidad, en tanto resulta directamente convertible en el objeto de cualquier necesidad. Su propio valor de 33

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Por otra parte, junto a esta existencia efectiva (real) del dinero, el elemento convencional también se presenta en un objeto real: la moneda. La convención aquí no reduce su rol al establecimiento de nombres para el dinero, sino a darle a éste figura propia bajo el dinero acuñado por el Estado. A partir de esto, son las monedas (en cuanto nombres monetarios de los nombres de peso) las que están inscritas en el proceso de circulación efectiva y, al estarlo, son afectadas por éste. Este punto se sintetiza en que en un principio, al que denominamos de presencia inmediata del dinero, la moneda acuñada –como pieza áurea– guarda una relación con el peso del oro, pero su misma circulación implica un desgaste físico que hace que tal relación se diluya y, así, el nombre monetario no se corresponde más con el cuanto de peso al que debería corresponder. La disociación, en consecuencia, entre el contenido nominal del dinero y su contenido real (cantidad de oro) sucede de manera progresiva y, así, el oro como medio de circulación diverge del oro como patrón de precios, por lo que “cesa de ser el equivalente verdadero de las mercancías cuyos precios realiza” (K.I.1: 153).34 Éste no es un resultado ajeno al proceso circulatorio sino que le es natural según existe una “tendencia espontánea (naturwüchsige) del proceso circulatorio a convertir el ser áureo (Goldsein) de la moneda en apariencia áurea (Goldschein), o a la moneda en un símbolo (Symbol) de su contenido metálico oficial” (K.I.1: 153). El propio curso del dinero convierte a toda moneda en signo de su sustancia. Función y sustancia se contraponen permanentemente y como resultado

uso está realizado en la infinita serie de los valores de uso que constituyen su equivalente. En su carácter metálico puro contiene, oculta, toda la riqueza material desplegada en el mundo de las mercancías […]. Por ello, el oro es el representante material de la riqueza material. Es el “précis de toutes les choses” [compendio de todas las cosas], el compendio de la riqueza social. Al mismo tiempo, y por su forma, es la encarnación directa del trabajo general, mientras que por su contenido es la encarnación suprema de todos los trabajos reales. Es la riqueza general en cuanto individuo […]. En su condición de dinero se le restituye su esplendor dorado. Se convierte de esclavo en señor. De mero amanuense se transforma en dios de las mercancías” (CCEP: 113-114). 34 “Sucede que en su curso de desgastan las monedas de oro, unas más, otras menos. El título del oro y la sustancia del mismo, el contenido nominal y el real, inician su proceso de disociación” (K.I.1: 153). 82

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de ello “el cuerpo de la moneda sólo es ya una sombra (Schatten)” (CCEP: 97), sombra con la que, sin embargo, se puede seguir llevando a cabo las transacciones, es decir, la función continua realizándose por monedas que son oro aparente (Schein-Gold). Existe ahora una representación que no es propia del pensamiento o ideal (es decir, del Vorstellung), sino de la existencia material, esto es, se refiere a la derivación lógica de representantes materiales del dinero (Repräsentant). A diferencia de lo que ocurre con la medida del valor, la función medio de circulación requiere que la presencia del dinero sea efectiva y no sólo ideal aun si tal presencia es cubierta por un representante o símbolo. La materialidad de éste varía según la continuidad del proceso circulatorio y del proceso de simbolización que lo acompaña, pasando de una existencia metálica a una de papel:35 […] la moneda de oro sólo engendró sus reemplazantes (Stellvertreter),36 primeramente metálicos y luego de papel, porque a pesar de su merma en metal prosiguió funcionando como moneda. No dejaba de circular porque se desgastara, sino que se desgastó al nivel de símbolo porque seguía circulando. Sólo en la medida en que el propio dinero de oro se convierte, dentro del proceso, en mero signo de su propio valor, pueden sustituirlo meros signos de valor (CCEP: 102).

Así, la presencia inmediata del dinero se torna presencia representada. La materialidad del dinero es, por tanto, indiferente y se presenta escindida completamente del valor.37 Éste es un resultado del desarrollo de la dualidad inme-

Marx indica la necesidad de que el oro tenga una simbolización en otro material (ya sea metal o papel) y no en el suyo mismo: “[…] y así el propio proceso de la circulación convierte a toda moneda, en mayor o menor medida, en mero signo o símbolo de su sustancia. Pero ningún objeto puede ser su propio símbolo. Las uvas pintadas no son el símbolo de uvas verdaderas, sino uvas aparentes […]. Entonces, puesto que el oro se convierte en símbolo de sí mismo, pero no puede servir como símbolo de sí mismo, adquiere una existencia simbólica, de plata o cobre, separada de su existencia de oro, en aquellos sectores de la circulación en los cuales se desgasta con mayor celeridad” (CCEP: 99). 36 Stellvertreter también puede ser traducido como “sustituto” o “suplente”. 37 Como las monedas de plata y cobre también sufren desgaste, el proceso de representación continúa hasta llegar a objetos plenamente carentes de valor: “De ese modo se manifiesta –cosa ínsita en la naturaleza de la cuestión– que son símbolos de la moneda de oro no porque sean símbolos confeccionados con plata o cobre, y no porque tengan un valor, sino porque no 35

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diato-representado y no un supuesto de partida. El sustento de tal resultado se encuentra en que para el dinero como medio de circulación “su existencia funcional (funktionelles Dasein), por así decirlo, absorbe su existencia material” (K.I.1: 157). Dos características de este proceso de simbolización, consideramos, deben ser subrayadas. Primera: tal proceso es objetivo, es decir, tiene su origen en el proceso de circulación y no es propiciado por la intervención estatal. Segunda: si bien los representantes realizan una función del oro como dinero mercancía, sus leyes de determinación y de movimiento son enteramente diferentes. Respecto a la primera, debe señalarse que la participación estatal, aunque no da origen a la simbolización, les da, mediante el curso forzoso, reconocimiento y vigencia socialmente objetivos a los símbolos. En particular el papel moneda, un símbolo claramente asociado al Estado, constituye un modo de existencia puramente funcional del dinero, o, por decirlo de otro modo, es la “encarnación de una función del dinero” (Fausto, 1997: 114) desligada de su sustancia metálica, por lo que todo depende de una proporción numérica convencional. Entonces, si el dinero tiene poder de compra social, su material es poco importante y de esta manera el papel moneda, o cualquier otro tipo de dinero no mercancía, hace presente de manera efectiva la relación social capitalista que se manifiesta en la circulación. En cuanto a la segunda característica del proceso de simbolización, se tiene que el dinero no mercancía, en cuanto signo de valor, invierte todas las leyes de la circulación de la mercancía dineraria pues el valor de estos signos no depende de su propia materia sino que queda determinado exclusivamente por su cantidad y su circulación:

tienen ninguno” (CCEP: 101-102). “Por consiguiente, en la práctica su función monetaria [de las tarjas de plata o cobre] se vuelve enteramente independiente de su peso, esto es, de todo valor. La existencia monetaria del oro se escinde totalmente de su sustancia de valor. Objetos que, en términos relativos, carecen de valor, billetes de banco, quedan pues en condiciones de funcionar sustituyendo al oro, en calidad de moneda. En las tarjas dinerarias metálicas el carácter puramente simbólico se halla aún, en cierta medida, encubierto. En el papel moneda hace su aparición sin tapujos” (K.I.1: 154-155). 84

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En la circulación de los signos de valor todas las leyes de la circulación real del dinero aparecen invertidas y puestas cabeza abajo. Mientras que el oro circula porque tiene valor, el papel tiene valor porque circula. Mientras que, con un valor de cambio determinado de las mercancías, la cantidad del oro circulante depende de su propio valor, el valor del papel depende de su cantidad circulante. Mientras que la cantidad del oro circulante aumenta o disminuye con el aumento o disminución de los precios de las mercancías, éstos parecen aumentar o disminuir con el cambio de la cantidad del papel circulante […]. Mientras que la moneda de oro evidentemente sólo representa el valor de las mercancías, en la medida en que éste se halla evaluado en oro o representado como precio en oro, el signo de valor parece representar directamente el valor de las mercancías. Por ello se comprende por qué observadores que han estudiado unilateralmente los fenómenos de la circulación del dinero contemplando la circulación del papel moneda con curso obligatorio, han debido confundir todas las leyes inmanentes de la circulación del dinero. En efecto, estas leyes no sólo aparecen invertidas en la circulación de los signos de valor sino que aparecen extinguidas en ella, ya que el papel moneda, si ha sido emitido en cantidad apropiada, lleva a cabo movimientos que no le son peculiares como signos de valor, mientras que su movimiento peculiar, en lugar de provenir directamente de la metamorfosis de las mercancías, surge de la violación de su correcta proporción con respecto al oro (CCEP: 110-111).

Esta violación referida por Marx pone de manifiesto la separación entre la cantidad de papel moneda y la cantidad de oro; al no depender de la metamorfosis de las mercancías, el papel moneda se vuelve autónomo del valor del oro y se genera la posibilidad de la inconvertibilidad con el oro. Dos cosas deben señalarse sobre esta inconvertibilidad: en primer lugar, no es un error o mal funcionamiento o falla en el sistema sino que se identifica como consecuencia de la circulación propia de las mercancías; en segundo lugar, el valor de los signos dinerarios, que depende de su circulación, se vuelve nulo ante un cambio en la convención estatal que elimine su reconocimiento social.38

Marx cita a Aristóteles al respecto: “Aristóteles dice que el dinero, en cuanto mero medio de circulación, parece tener una existencia meramente convencional o legal […], y como, en efecto, sólo adquiere su valor de uso como moneda de su propia función, y no de un valor de uso, le es inherente. ‘El dinero parece ser nulo, y sólo tiene valor en absoluto por ley, pero es 38

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De lo anterior se concluye que la circulación de las mercancías tiene dos niveles de presentación, uno que corresponde a la presencia inmediata del dinero en forma oro, y otro que, por el contrario, refiere a la presencia simbólica del dinero. La última –misma que, como hemos visto anteriormente, resulta privilegiada por autores asociados al pensamiento de Keynes– no puede plantearse sin la existencia previa de la primera debido a que la simbolización es un proceso que deriva del dinero mercancía y no un supuesto de inicio. La consideración y distinción de estos tipos de circulación y su relación lógica son elementos que las teorías convencionales difícilmente plantean al momento de construir sus marcos analíticos. La circulación de las mercancías adquiere, como se muestra enseguida, además de estos dos niveles, otra determinación formal bajo la función del dinero como medio de pago.

La simbolización y la función medio de pago El elemento tiempo se vuelve determinante en esta función en tanto que existe una separación cronológica entre la “venta de la mercancía y la realización de su precio” (K.I.1: 164); se constituye así un sistema de intercambios en donde se compra antes de pagar y en el cual, a partir de la representación de un dinero futuro, el vendedor deviene acreedor y el comprador, deudor. Bajo este esquema de crédito comercial, el precio se fija contractualmente y se establecen obligaciones para los compradores de pagar una suma de dinero en un plazo estipulado y, como contraparte, el derecho a recibirla del vendedor mediante un título jurídico que lo habilita para ello. Todo título es una promesa de pago que permite a la mercancía circular sin la presencia del dinero; en realidad “aquí el dinero funciona como medio de compra, a pesar de que sólo proyecta la sombra (Schatten) de su futura existencia (künftigen Daseins)” (CCEP: 131). En este esquema ocurre un cambio en el proceso de simbolización: mientras

nulo por naturaleza, de modo que, puesto fuera circulación, no posee valor alguno y es inútil para cualquier necesidad’” (CCEP: 106, nota a pie 81) (cursivas del original). El reconocimiento social le da una existencia funcional al papel moneda, si ésta se suprime, entonces los billetes “se transforman en indignos colgajos de papel” (CCEP: 108). 86

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que antes el medio de circulación, bajo su forma de signo o símbolo del dinero, necesitaba estar presente en la circulación, ahora éste se idealiza en la figura de un contrato y, por tanto, su existencia material no es requerida para el establecimiento de los intercambios. En pocas palabras: bajo la forma de medio de pago el dinero es medio de circulación que no circula. Aparece en la circulación únicamente cuando ocurre el vencimiento del contrato pero en ese momento no se presenta “como medio de circulación o como medio de compra. Funcionaba como tal antes de existir, y se hace presente después de haber cesado de funcionar como tal” (CCEP: 130). Alrededor de los contratos se desarrolla un sistema que confronta y, según sea posible, cancela, los créditos existentes unos con otros, de tal suerte que una fracción de las transacciones se lleva a cabo con una mínima participación del dinero que “funciona sólo idealmente como dinero de cuenta o medida de los valores” (K.I.1: 168); en todo caso, su presencia real depende del saldo final en los créditos, es decir, de aquellos que no han sido compensados. De esta manera, la cantidad de dinero está sujeta, además de a la suma de los precios mercantiles y a la velocidad del dinero, a la suma de los pagos vencidos y de los pagos que se compensan entre sí. Es claro que mientras mayor sea la compensación de los créditos menor será la cantidad de dinero real necesaria y, por tanto, existente. La presencia de certificados de deuda modifica las leyes de la circulación en diversos sentidos. Primero, ya no son aquéllas del oro o de representantes de éste, sino que ahora, en un cierto periodo circula una masa de mercancías que no coincide con la masa de dinero en curso –un elemento plenamente anticuantitativo. La separación cronológica entre la venta de las mercancías y la realización de sus precios implica también que el dinero que se encuentra circulando en un cierto periodo no corresponde a las mercancías intercambiadas en este momento sino a mercancías sustraídas de la circulación con anterioridad. La adquisición de nuevas deudas coexiste con el vencimiento de aquéllas adquiridas en el pasado, lo que hace que se constituya un sistema de pagos en el que se combinan precios pasados –pactados con anterioridad en una serie de contratos o derechos de propiedad– y precios presentes. En cada punto del tiempo coincide en el vencimiento obligaciones que fueron pactadas en fechas anteriores que difieren una de otra (hace 1 día, 1 mes, 3 meses, etcétera) y justo por esta coincidencia se las engloba en una suma monetaria que corresponde a dicho momento. Por supuesto, el mismo fenómeno se presenta en la contra87

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parte, es decir, en cada momento se celebran contratos, según la serie de ventas llevadas a cabo, con vencimientos futuros diversos. La consecuencia directa es doble: por un lado, la cantidad de dinero en cualquier día determinado no responde a la cantidad de intercambios o ventas llevadas a cabo en ese mismo día sino a una serie de contratos establecidos anteriormente, y, por otro, “las deudas contraídas cada día y las que vencen ese mismo día constituyen magnitudes totalmente inconmensurables” (K.I.1: 170). La circulación de las mercancías tiene como contraparte inmediata la circulación de los certificados de deudas que, en términos prácticos, significa la transferencia a otros de los créditos convenidos. El dinero ya no media el proceso, deja de ser medio de circulación39 de existencia evanescente para convertirse en fin último de la venta. El vendedor convierte la mercancía en dinero para satisfacer con éste una necesidad; su producto no es para él un valor de uso sino hasta que lo haya enajenado en dinero; mientras tanto, el comprador endeudado convierte su mercancía en dinero no ya en calidad de instrumento de compra sino en su calidad de instrumento de pago; en otras palabras, para poder pagar a su acreedor. El dinero se presenta como “la encarnación individual del trabajo social, como la existencia autónoma del valor de cambio, como mercancía absoluta” (K.I.1: 168), es decir, como la mercancía general de todos los contratos. Se vuelve entonces necesario en términos sociales finalizar con la metamorfosis de la mercancía en dinero no como punto intermedio sino como resultado final. Este cambio formal del dinero deriva del proceso doble de simbolización que hemos descrito: el primero nos permite, partiendo del oro, explicar los signos monetarios; el segundo, pasar de éstos al establecimiento de contratos o relaciones de deuda como elementos que estructuran la circulación. Para finalizar esta sección, consideramos pertinente subrayar que la estructura de intercambio basada en el crédito comercial no es aún la estructura propia del crédito bancario; éste sólo puede ser desarrollado una vez que las

“En la función en la que ahora consideramos al dinero, [éste]circula o entra en la circulación, pero sin servir de instrumento de circulación. Como medio de circulación, el dinero era siempre instrumento de compra; ahora obra como no-medio de compra” (CCEP: 182). 39

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diferentes formas del capital se autonomizan; en particular, cuando la forma dineraria se presente como una mercancía sui géneris, . Sin embargo, en términos teóricos, el crédito comercial configura la base o el antecedente lógico del sistema bancario a partir de al menos dos características analíticas determinantes: primero, el flujo de crédito no está asociado con un stock de dinero mercancía dado; segundo, los certificados de deuda que derivan de la circulación simple son “contratos privados legalmente obligatorios entre los poseedores de mercancías” (CCEP: 129) que no requieren la garantía y el curso forzoso del Estado, lo que es un rasgo esencial de los títulos y contratos bancarios. Habiendo explorado la dualidad real-ideal y la dualidad inmediato-representado y alcanzado el resultado de la simbolización mediante contratos y signos de valor que invierten las leyes de la circulación, nos resta señalar la manera en que el estudio de las dos últimas funciones (medio de circulación y medio de pago) nos permite regresar a la función del dinero como unidad de medida, esto es, regresar al punto de partida con la finalidad de plantear la relación entre la medida de valor y los símbolos de valor.40

La medida de valor tras la simbolización Se ha visto que en su función de patrón de precios y de medio de circulación el dinero mercancía puede sustituirse por símbolos del mismo; no obstante, existe un debate sobre si esta sustitución también es posible en su función de medida de valor, es decir, en cuanto encarnación de trabajo social que dimensiona a las mercancías en cuanto valores. Germer (1997), por su parte, considera que la función de medida de valor es específica del dinero mercancía. El autor se pregunta: “¿Es posible, sobre la base de la teoría del valor trabajo, para algo que no es una mercancía, tal como el papel moneda, llevar a cabo la función

Esto es posible por el hecho de que, si bien la función de unidad de medida antecede lógicamente a las otras funciones, el ordenamiento lógico no es deductivo sino dialéctico. En consecuencia, intentamos argumentar que la primera función adquiere un nuevo significado tras el desarrollo de las funciones posteriores. 40

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de equivalente de valor?” (Germer, 2005: 33). Su respuesta es negativa dado que, para él, es necesario que las mercancías se intercambien o validen (tengan una referencia común) a partir de algo que represente una cantidad de trabajo social, por lo que si el papel dinero no tiene valor propio no podría ser, bajo circunstancia alguna, la medida del valor. La consistencia con la teoría del valor-trabajo requiere, en esta postura, al dinero mercancía, en tanto representa una cantidad definida de trabajo social y, en consecuencia, permite hacer la comparación y el intercambio entre cosas cualitativamente idénticas.41 La idea se resume en que el instrumento de medición y aquello que va a medirse deben tener algo en común, trabajo. En este punto, Germer (2005: 24) plantea la existencia de una “analogía entre la medida del valor de las mercancías y la del peso de los cuerpos”; de acuerdo con esta última, para que dos cuerpos puedan compararse deben tener la propiedad física de la pesantez. ¿Es válida esta analogía y es determinante para no poder superar la forma mercantil del dinero? Basta con recordar que la medida de valor nos remite a la posición del dinero, es decir, el dinero hace posible que el valor sea medible, lo presenta como medible, y es así, la exteriorización del valor, que antes del dinero se encuentra pre-conmensurado. Hemos señalado anteriormente que una mercancía no tiene valor por sí misma sino que este valor se pone socialmente a través del intercambio, y también que el valor no tiene existencia sin el dinero; de ello deriva que el valor tenga una existencia y una dimensión sociales y no físicas. En este contexto, la analogía con otro tipo de medidas no se sostiene por una razón evidente: cuando medimos el peso de un objeto con cualquier artefacto diseñado al efecto, digamos una balanza, el peso del objeto existe con independencia de la balanza. Con el valor pasa algo totalmente distinto, su existencia depende de la presencia del dinero.42 El dinero no es un instrumento de medición común, no es un simple estándar de comparación, sino, a la vez, es el encargado de

Para Germer (2005: 34), “el requerimiento de que el intercambio debe ser basado en la igualdad de los tiempos de trabajo social […] es teóricamente consistente. […]. Con el fin de que los intercambios se basen en la igualdad de tiempos de trabajo social, ellos deben ser mediados por una mercancía que funciona como equivalente universal de valor”. 42 Para una discusión sobre medidas físicas y sociales, véase G. Reuten (2005) y C. Arthur (2005). 41

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definir el espacio del valor y de darle coherencia (Arthur, 2005),43 es una medida social. Esto apunta a que el propio desarrollo lógico de la forma de valor requiere que todas las mercancías expresen su valor y midan en una mercancía excluida que no es cualitativamente igual a las demás, que, por tanto, carece de precio –o en todo caso que su precio no tendría relación alguna con el trabajo objetivado en la moneda mercancía, sino con la inversa de la lista de precios de todas las mercancías existentes– y se presenta como una mercancía cuyo valor es inexpresable. Bajo esta circunstancia, una forma de dinero no mercantil puede cumplir con la definición del espacio del valor. De tal manera, si el papel moneda en cuanto signo de valor es socialmente aceptado, entonces éste puede llevar a cabo la posición del valor, es decir, puede explicitar su existencia social determinada y, al hacerlo, seguir funcionando como medida de valor. Esto muestra la posible negación dialéctica del dinero mercancía. Esta negación no es aprehendida por Germer ni por el marxismo tradicional al declarar que la opinión de que el dinero, el equivalente general del valor, en la teoría de Marx, puede también ser algo que no sea una mercancía, o que, después de haber iniciado como una mercancía, puede evolucionar en formas no-mercancía, choca con la ausencia completa de cualquier cosa que pudiera indicar tal posición dentro del trabajo de Marx (Germer, 2005: 32).

En contra de esta opinión, el método dialéctico de Marx lleva implícita la posibilidad de superar la forma mercantil del dinero, de negar al oro como dinero entendiéndose que esta negación lo preserva como fundamento. En una visión marxista tradicional, tampoco es concebible la contradicción según la cual el dinero es y no es una mercancía: entra al intercambio como si fuera una

A diferencia de Arthur, consideramos que la forma de dinero no puede ser derivada sin tener al valor y al trabajo abstracto como presupuestos. Esta aclaración es importante en cuanto Arthur (1993: 69) argumenta: “difiero aquí de Marx en que me niego a considerar necesario incorporar al trabajo antes de la conceptualización del capital como una determinación de forma”. Por su parte, Marx sostiene que “el valor de la mercancía como fundamento conserva importancia, porque el dinero sólo puede desarrollarse conceptualmente a partir de este fundamento, y porque el precio, con arreglo a su concepto general, sólo es, en primera instancia, el valor en forma dineraria” (K.III.6: 244). 43

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mercancía aunque no sea producido como tal. Esta contradicción cualitativa permite relacionar mercancías con dinero no mercancía.

Comentarios finales Con lo expuesto anteriormente hemos intentado ofrecer un estudio del dinero que no se sustenta en determinaciones sin posición, esto es, que no se basa en la introducción artificial de funciones del dinero. La explicación de los signos monetarios entendidos como negación del dinero mercancía ha ocupado buena parte de nuestra reflexión. Como punto último consideramos importante subrayar la implicación de la negación dialéctica del dinero mercancía, misma que, como señalamos anteriormente, sólo será plenamente puesta con el desarrollo pleno de las formas particulares del capital, lo que supera los alcances de este texto. Con base en lo estudiado podemos, no obstante, plantear la existencia de una circulación de mercancías basada en signos de valor y/o en certificados de deuda (contratos). Tales certificados permiten, al favorecer la integración entre compradores y vendedores mediante la interconexión que se genera con las relaciones de crédito, eliminar la barrera monetaria –es decir, el límite impuesto por la cantidad de dinero en circulación– y expandir el intercambio mercantil; pero, a su vez, esa misma integración hace que cualquier dificultad para cubrir el pago de los contratos se expanda en el sistema y la generalización de incapacidad de pago desata la necesidad social de dinero contante y sonante y la pérdida de valor de los signos de valor y los certificados de deuda. Situación esta última que constituye una crisis dineraria.44 Así, la idea de negarlo dialécticamente no implica suprimir el dinero mercancía. El dinero ideal supera otras formas del mismo, pero la crisis implica la necesidad de volver al fundamento inicial; en ella los títulos de deuda pierden su valor y, en consecuencia, todos los participantes

“Esta transmutación repentina del sistema crediticio en sistema dinerario añade el terror teórico al pánico práctico, y los agentes de la circulación se aterran ante el misterio insondable de sus propias relaciones” (K.I.1: 169, nota al pie). 44

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buscan hacerse de dinero.45 De aquí que no consideramos el dinero mercancía sólo como un elemento histórico transitorio y desdeñable sino,46 por el contrario, como el fundamento de las otras formas de dinero.

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“Al suscitarse perturbaciones más generales de ese mecanismo, procedan de donde procedan, el dinero pasa, de manera súbita y no mediada, de la figura puramente ideal del dinero de cuenta a la del dinero contante y sonante. Las mercancías profanas ya no pueden sustituirlo. El valor de uso de la mercancía pierde su valor y su valor se desvanece ante su propia forma de valor. Hacía apenas un instante que el burgués, ebrio de prosperidad, había proclamado con sabihonda jactancia que el dinero era una ilusión huera. Sólo la mercancía es dinero. ¡Sólo el dinero es mercancía!, es el clamor que ahora resuena en el mercado mundial. Como el ciervo brama por agua clara, el alma del burgués brama por dinero, la única riqueza. En la crisis, la antítesis entre la mercancía y su figura de valor, o sea el dinero, se exacerba convirtiéndose en contradicción absoluta” (K.I.1: 168-169). 46 Diferimos por tanto de la línea de autores como E. Hein (2004: 8) para quienes “el oro como dinero-mercancía es, por lo tanto, históricamente contingente pero no teóricamente necesario”. 45

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Relación entre forma de valor y proceso de intercambio

Roberto Fineschi

En este texto se pretende precisar la relación entre forma de valor y forma de dinero en las diferentes etapas de elaboración de la teoría de Marx para después mostrar cómo se aborda la cuestión de la relación entre el capítulo sobre la mercancía y el capítulo sobre el proceso de intercambio. Esto tiene consecuencias importantes sobre la relación entre lo lógico y lo histórico. El punto nodal está en la relación entre equivalente general y dinero. Sobre este tema se ha desarrollado un interesante debate, mismo que está estrechamente vinculado con el problema del método de Marx y la interpretación engelsiana del mismo.

El dinero en el manuscrito 1857-1858 Tanto en los Grundrisse o Elementos fundamentales de la crítica de la economía política como en la Contribución a la crítica de la economía política, Marx no utiliza todavía la categoría forma de valor ni separa en dos capítulos el análisis de las mercancías y el del proceso de intercambio. En los planes que Marx elaboró de los Elementos en preparación de la redacción de la Contribución, refiere las páginas 13 y 14 del cuaderno I como el lugar en el que expone el pasaje del valor al dinero (véase MEGA2 II/2: 3).1 Ahí

El autor utiliza la ediciones italianas de las obras de Marx y Engels y además consulta la edición crítica de la segunda Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA),2 de la cual se indica res1

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se encuentra el primer esbozo del desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero (véase también el Referat […]).2 En los Elementos, puesto que todavía no hay una exposición separada de forma de valor y proceso de intercambio, los dos niveles del tratamiento son la comparación pensada y la efectiva o real (effettuale). En este contexto Marx presentó por primera vez las bases de la forma de valor como exposición pensada: el producto es intercambiado como mercancía, pero la mercancía existe como valor sólo en la medida en que es equiparada. La relación entre dos mercancías es posible sólo si se refieren a un denominador común, o sea, al valor: cada mercancía es igual a un tercer elemento que es diferente de ella. Marx señaló inmediatamente después: “Este tercer elemento diferente a ambas, expresando una relación, existe ante todo en la mente, en la representación, ya que en general, si deseo establecer una relación, no puedo más que distinguirla en el pensamiento de los sujetos de la relación misma” (Marx 1968: 79, tomado de MEGA 2 II/1.1, pp. 77 ss; en español, G.1: 68]). Luego siguen las primeras formulaciones esbozadas del trabajo abstracto y del trabajo concreto, pero se regresa después al punto fundamental para la cuestión tratada: Para los fines de la pura y simple comparación –evaluación– de los productos, para fines de la determinación ideal de su valor, es suficiente efectuar esta transformación lógica (una transformación en la cual el producto existe simplemente como

pectivamente sección, volumen y tomo. Por ejemplo, MEGA II/3.1 significa: segunda sección, tercer volumen, primer tomo. En la bibliografía se encuentra la referencia completa de esta edición crítica. Teniendo esto en cuenta, en este capítulo se traducen directamente del italiano las citas que hace el autor respetando el número de página de los textos en italiano. Cuando en la versión original del texto se ofrece una traducción alternativa propuesta por Roberto Fineschi se indica con la siguiente expresión: trad. RF Las versiones ya existentes en español son empleadas con la finalidad únicamente de comparación. En estos casos se indica, junto a las referencias de las obras en italiano, las que corresponden a las traducciones al español publicadas por Siglo XXI de El capital, Elementos fundamentales (Grundrisse) y Contribución a la crítica de la economía política. [Nota del traductor]. 2 En el manuscrito de Marx los resúmenes que se presentan al comienzo de los parágrafos en las ediciones tradicionales de los Grundrisse no están verdaderamente allí sino que se encuentran en un manuscrito separado bajo el título “Referat zu meinen eignen Heften”. 98

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expresión de relaciones de producción cuantitativas). Cuando se trata de comparar mercancías entre ellas esta abstracción es suficiente. En el intercambio real por el contrario, la abstracción debe ser de nuevo objetivada, simbolizada, realizada mediante un signo (Marx, 1968: 79, MEGA 2 II/1.1: 78; en español, G.1: 68).

Esta necesidad deriva de dos aspectos principales: a) que en el intercambio real las cualidades naturales contradicen la cualidad del valor de cambio y b) que en el intercambio real (efectivo) se tiene intercambio entre dos mercancías determinadas y entonces intercambio particular que contradice la naturaleza universal de la relación. Si mentalmente la equiparación se realiza de un solo golpe, realmente ésta tiene la necesidad de realizarse con una mercancía que en el intercambio particular realice al mismo tiempo la universalidad de la relación. Esta mercancía debe ser el representante de la objetivación del tiempo de trabajo como tal, dinero. Por el hecho de que el producto deviene mercancía y la mercancía valor de cambio el primero termina adquiriendo en el pensamiento una doble existencia. De esta duplicación resulta (y debe resultar) que las mercancías en el intercambio real se presentan en una doble forma: por un lado, como producto natural; por el otro, como valor de cambio. Es decir, su valor de cambio adquiere una existencia material separada de ella (Marx, 1968: 79, tomado de MEGA 2 II/1.1: 79; en español, G.1: 70).

Como tal es dinero. Poco antes Marx había puesto la identidad del dinero y el equivalente general: El valor de cambio de la mercancía, como existencia particular al lado de la mercancía misma, es dinero; la forma en la cual todas las mercancías se igualan, se comparan y se miden; la forma en la cual todas las mercancías se resuelven, el elemento que se resuelve en todas las mercancías; el equivalente general (Marx, 1968: 77, tomado de MEGA 2 II/1.1: 77; en español, G.1: 67).

En Elementos fundamentales de la crítica de la economía política Marx llega a los siguientes resultados: a) identidad del equivalente general y el dinero; b) el desdoblamiento de mercancía y dinero es resultado del proceso de intercambio; c) mientras la identidad es sólo pensada, pura comparación ideal, entonces el desdoblamiento en mercancía y dinero no es necesario.

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La exposición en la Contribución a la crítica de la economía política En la Contribución a la crítica de la economía política Marx parece permanecer fiel a este planteamiento. Todavía no se distingue entre el tratamiento de la mercancía y el tratamiento del proceso de intercambio, y la forma de valor aún no aparece como tal; los dos niveles son siempre el pensado y el efectivo (real). Aquí se prescinde de la imprecisión terminológica y de la insuficiencia de la exposición de las múltiples categorías que sólo en El capital tendrán una formulación adecuada. Marx desarrolla un esbozo ulterior de la forma de valor (véase MEGA 2 II/2: 117 y ss.), aunque todavía no se encuentra bien definida. Determina lo que en El capital serán la forma simple y la forma desplegada. La mercancía que mide su propio valor lo hace en la serie infinita de las otras mercancías; del mismo modo, todas las otras mercancías miden su valor en el valor de uso de esa mercancía. Sucede así que la mercancía singular se encuentra tanto en esta función de medida general como en tanto una mercancía cualquiera en la serie infinita de las otras: Pero midiendo una mercancía dada su valor de cambio en los valores de uso de todas las otras mercancías, los valores de cambio de todas las otras mercancías, viceversa, se miden en el valor de uso de esa mercancía dada que se mide en ellos. […] Sin embargo, como valor de cambio cada mercancía es tanto la mercancía excluida, que sirve como medida común de los valores de cambio de todas las otras mercancías, así como, por otra parte, es simplemente una de las numerosas mercancías en cuyo ámbito total cualquier otra mercancía expresa de modo inmediato su propio valor de cambio (Marx, 1974: 21 y ss., MEGA 2 II/2: 118, en español, CCEP: 22-23).

No se puede entonces establecer un equivalente general en la relación pensada. Con esto puesto, Marx pasa al análisis del proceso de intercambio como relación efectiva (real) de mercancías. En el análisis de la mercancía había procedido considerando separadamente primero el lado “valor de uso”, después el lado “valor”; en el análisis global se trata en cambio, de la relación real de una mercancía con otra, del proceso de intercambio.3 A través de esta relación efectiva Véase Contribución a la crítica (Marx, 1974: 23) (también: MEGA 2 II/2: 120; en español, CCEP: 25): “Hasta ahora la mercancía ha sido considerada desde un doble punto de vista, 3

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RELACIÓN ENTRE FORMA DE VALOR Y PROCESO...

en la cual los poseedores de las mercancías son los portadores de la relación económica, se repite la dinámica anteriormente descrita por la comparación ideal; ahora, sin embargo, la forma desarrollada puede efectivamente invertirse. La exposición fue teórica mientras la mercancía era simplemente pensada como objetivación de tiempo de trabajo; ahora, en su lugar, es real (efectiva) gracias al efecto de la acción social de las mercancías. El equivalente general, de simple abstracción, se convierte en resultado social: Esta exposición era teórica mientras la mercancía era solamente pensada como una cantidad determinada de tiempo de trabajo general objetivado. La existencia de una mercancía particular como equivalente general pasa de mera abstracción a resultado social del proceso de intercambio mismo, mediante la simple inversión de la serie de ecuaciones anteriormente señalada (Marx, 1974: 28, MEGA 2 II/2: 124 y ss.; en español, CCEP: 30).

Como tal, es equivalente general: “El lienzo se convierte en este caso en equivalente general en virtud de la acción desde todos lados (azione onnilaterale) ejercida sobre él por todas las otras mercancías” (Marx, 1974: 28, MEGA 2 II/2: 124; en español, CCEP: 30). En su determinación de equivalente general esta mercancía es dinero: “La mercancía particular que en tal modo representa la existencia adecuada del valor de cambio de todas las mercancías, es decir el valor de cambio de las mercancías en tal mercancía particular, excluida, es dinero” (Marx, 1974: 30, MEGA 2 II/2: 127 y ss.; en español, CCEP: 32-33). Parece repetirse aquí la dinámica expuesta en los Elementos: se tiene el desarrollo de la forma de valor como dimensión teórica de la relación de las mercancías y el intercambio como su relación real (efectiva). La dimensión teórica está, sin embargo, más desarrollada respecto a los Elementos en cuanto se llega a poner la forma desplegada y su potencial inversión. Por otra parte, sólo el proceso de intercambio llega a poner al equivalente general porque la acción

como valor de uso y como valor de cambio, en ambos casos de manera unilateral. Pero la mercancía como tal es inmediatamente unidad de valor de uso y valor de cambio; al mismo tiempo es mercancía solamente en relación a las otras mercancías. La relación recíproca efectiva (real) de las mercancías es su proceso de intercambio”. 101

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social de las mercancías lo obtiene como resultado y ese resultado es el dinero. Equivalente general y dinero son aquí idénticos. Hasta la Contribución a la crítica de la economía política Marx cree que a) equivalente general y dinero son la misma cosa; b) el equivalente general puede ser alcanzado sólo gracias al proceso de intercambio, la acción social de las mercancías la una sobre la otra; c) la deducción pensada no puede arribar al equivalente general, exactamente como en los Elementos.

El capital Primer capítulo de la primera edición alemana (1867) Marx expone aquí por primera vez en dos capítulos diferentes la mercancía y el proceso de intercambio, insertando por primera vez la categoría “forma de valor”. Persiste no obstante ambigüedad terminológica entre valor y valor de cambio, la que será resuelta sólo en la segunda edición alemana. Marx desarrolla aquello que estaba implícito en la Contribución a la economía política, esto es, la inversión de la forma II en la forma III (el equivalente general) en el interior de la forma de valor, es decir, a partir del puro concepto de mercancía. También muestra cómo lo que era la relación puramente pensada pone exteriormente la oposición interna del valor de uso y el valor. Marx reforzará la necesidad de dilucidar la conexión lógica de la forma de valor con el concepto de valor, primero, en el apéndice y, después, en Ergänzungen… de la segunda edición alemana del tomo I de El capital.4 De cualquier manera, ya desde aquí es puesto el

La primera edición alemana del primer tomo de El capital apareció en 1867. Su estructura era bastante diferente a la que se puede encontrar en las ediciones sucesivas. En particular el primer capítulo no estaba dividido en parágrafos y no se podían leer las ecuaciones de la forma de valor de la versión “clásica”. Esta versión clásica es la segunda (1872). Para llevar a cabo estas modificaciones y también otras para la edición francesa, Marx escribió un manuscrito que apareció por primera vez en la Marx-Engels-Gesamtausgabe, la nueva edición histórico-crítica de las obras de Marx y Engels (segunda sección, volumen 6) con el título de “Ergänzungen und Veränderungen zum ersten Band des Kapitals” (Dezember 1871-Januar 1872) (“adiciones y cambios en el primer volumen de El capital”). Este manuscrito de trabajo es 4

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RELACIÓN ENTRE FORMA DE VALOR Y PROCESO...

carácter social de la mercancía: por una parte, se identifican las determinaciones fundamentales del equivalente general como mercancía excluida, es decir, ser una y la misma para todas (véase MEGA 2 II/5: 366); por otra parte, se muestra cómo ello es una determinación social, cómo esta relación es de por sí social: Como valores las mercancías son expresiones de la misma unidad: el trabajo humano abstracto. En la forma del valor de cambio se manifiestan la una y la otra como valores. Al mismo tiempo, se relacionan con el trabajo humano abstracto como su sustancia social común. Su relación consiste exclusivamente en ello, que se evalúan recíprocamente como expresiones únicamente cuantitativamente diferentes, pero cualitativamente iguales, y por tanto recíprocamente sustituibles e intercambiables, de esta su sustancia común […] Forma social de la mercancía y forma de valor o forma de la intercambiabilidad son entonces la misma cosa (Marx, 1991: 34 y ss., MEGA 2 II/5: 38; en español, K.I.1: 999].

Con El capital de 1867 Marx coloca conceptualmente por primera vez que el equivalente general es deducible del concepto de valor, a diferencia de lo que había sostenido previamente en los Elementos y en la Contribución..., y que esta deducción es un resultado social. Sucesivamente, sin embargo, se desdice, al menos en parte, de este resultado insertando una ambigüedad. El equivalente general, como es expuesto aquí, tiene de hecho los defectos que lo colocan de nuevo en continuidad con la Contribución a la crítica de la economía política: No obstante, en el punto en que nos encontramos, el equivalente general no está todavía para nada osificado. De hecho, ¿cómo fue transformado el lienzo en el equivalente general? A través del hecho de que éste expresa su valor, en primer lugar, en una única mercancía (forma I), después, relativamente, en todas las otras mercancías siguiendo la secuencia (forma II), y así, reflexivamente, todas las otras mercancías representan en él su valor (forma III). La forma relativa simple del valor fue el germen del cual se ha desarrollado la forma de equivalente general del

muy interesante porque permite seguir y reconstruir la génesis de la versión final. Sobre la MEGA y su novedades véase: R. Fineschi (2013), “Karl Marx después de la edición histórico-crítica (MEGA 2): un nuevo objeto de investigación”, en Dialéctica, Nueva Época, año 37, núm. 45, enero-junio/julio-diciembre, 2013: 109-134 y “El segundo libro de ‘El capital’ después de la MEGA 2”, en Laberinto, núm. 39, 2013: 79-92. 103

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lienzo. Dentro de este desarrollo éste cambia su rol: inicia expresando su magnitud de valor en otra mercancía y termina sirviendo como materia para la expresión del valor de todas las otras mercancías. Lo que vale para el lienzo es válido para cada mercancía. En su forma desplegada de valor (forma II), que consiste únicamente de sus múltiples, simples, expresiones de valor, el lienzo no figura todavía como equivalente general. Aquí más bien cualquier otro cuerpo de mercancía constituye su equivalente, es por eso inmediatamente intercambiable con él y entonces puede cambiar de lugar con él (Marx, 1991: 42 y ss.; MEGA 2 II/5: 42 y ss.; en español, K.1.3: 1004-1005).

Esto conduce a la forma IV, la nueva inversión del equivalente general que es una serie infinita de formas relativas desarrolladas (nota bene: la forma de dinero del apéndice y después de El capital de 1872). De esto Marx, casi del mismo modo que en la Contribución, concluye lo siguiente: Pero cada uno de estos equivalentes refleja, vestido, café, té, etcétera, como equivalente general, entonces la expresión del valor en vestido, café, té, etcétera, como forma relativa general del valor de todas las otras mercancías. La forma general de equivalente corresponde sólo a una mercancía a diferencia de todas las otras mercancías. Pero si cada mercancía contrapone a todas las demás su propia forma natural como forma de equivalente general, cada mercancía excluye a todas las otras de la forma de equivalente general y con ello todo termina con la exclusión de la representación socialmente válida de sus magnitudes de valor (Marx, 1991: 42 y ss., MEGA 2 II/5: y 42 ss.; en español, K.1.3: 1005-1006).

Todo ello significaría que, conceptualmente, no sería posible establecer la forma de valor ni cuál mercancía desempeña la función social de equivalente general, sino el equivalente general mismo, como en la Contribución (donde, recuérdese, equivalente general y dinero coinciden). Por una parte se pone el equivalente general y después se le niega nuevamente. Se verá a continuación, sin embargo, cómo esta negación es insostenible y cómo el mismo Marx, en el fondo, se da cuenta de ello. Las determinaciones esenciales de la mercancía que desempeña la función de equivalente general son dos: a) ser única y b) ser la misma para todas.5 Expresado formalmente: Véase, primero, MEGA 2 II/5: 36 y ss.; después específicamente en el apéndice: 643, y luego conservada en las sucesivas versiones. 5

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A2x1 = A1y A3x2 = A1y A4x3 = A1y … Anxn=A1y donde x1 … xn indican todas las mercancías en la función relativa de valor y y la mercancía en la forma de equivalente general –con la condición de que desde el punto de vista del valor de uso x1 ≠ y, x2 ≠ y … xn ≠ y – , y A1… An indican las cantidades–. El cuerpo de la mercancía que esté bajo y y x1 … xn no es aquí ni determinado ni determinante. Abstractamente, está expresada la posibilidad de mundos infinitos porque es posible sustituir la incógnita con todas las mercancías particulares existentes; este esquema permanece todavía como modelo general de todas estas determinaciones posibles, las comprende todas y es válido para todas. En esencia esto significa que el concepto de equivalente general prevé que sea excluida una y la misma mercancía para todas, no una para cada una. Por este motivo la forma IV de El capital de 1867 es conceptualmente insostenible como determinación del equivalente general: la elección de un mundo excluye automáticamente todos los otros y para cualquier mundo que se elija serán válidas siempre las mismas leyes. En consideración de este esquema está lo que el mismo Marx dice inmediatamente después: Pero el análisis de la mercancía ha proporcionado esta forma en cuanto forma de la mercancía en general, lo cual, por tanto, corresponde también a cada mercancía, pero antitéticamente, de modo que si la mercancía A se encuentra en una determinación de forma; las mercancías B, C, etcétera, asumen respecto a ella la otra determinación (Marx, 1991: 44, MEGA 2 II/5: 43; en español, K.1.3: 1006).

Puede sostenerse que el mundo de las mercancías, desde el lado de la determinación de la forma, es uno solo y entonces el equivalente general es puesto. Una mercancía no puede encontrarse en este mundo al mismo tiempo en ambas determinaciones –como se sostenía todavía en la Contribución a la crítica de la economía política. Si esto es así entonces también desaparece el fundamento lógico de la forma IV del 105

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primer capítulo de 1867. En todos los mundos particulares los poseedores de las mercancías serán ejecutores de las mismas leyes, ellos no son más que personificaciones de sus mercancías. La determinación de la única y la misma para todas no puede ser entonces de pertinencia exclusiva del intercambio porque el intercambio puede ocurrir conceptualmente sólo en el interior de un mundo donde la única y la misma para todas es ya determinación de forma puesta; en el proceso de intercambio esto es, si acaso, efectivo (real), pero no como su peculiaridad exclusiva (también tendrá que ser aclarado el significado de esta efectividad). En la Contribución teníamos en cambio sólo esto: la forma de valor no llegó al equivalente general y la única y la misma para todas sólo fue puesta en el proceso de intercambio. En El capital de 1867 (capítulo I) está la solución, pero es ambigua y permite esta doble lectura.

Apéndice de 1867, Ergänzungen… y la segunda edición alemana de El capital (1872) En cuanto concierne a la deducción del equivalente general, en el apéndice se supera la ambigüedad latente en el primer capítulo; se precisa, en efecto: “La forma general de equivalente es una forma del valor en general. Puede corresponder a cada mercancía, pero siempre en la exclusión de cada otra mercancía” (Marx, 1991: 96; MEGA 2 II/5: 646; en español, K.1.3: 1039]. Esto significa que el equivalente general es puesto, pero que esto es una incógnita, es decir, que cualquier mercancía puede ocupar esta función; no se dice más que el equivalente general no existe de hecho. La deducción de la forma de valor es por tanto reforzada. El capital de 1872 precisa y profundiza el contenido del apéndice de El capital de 1867. El manuscrito Ergänzungen… señala ulteriormente este resultado –véanse sobre todo las dos digresiones (MEGA 2 II/6: 25 y ss.). La segunda edición alemana pone de modo definitivo que la referencia recíproca de las mercancías, la forma de valor, es desde el principio social porque ya la sustancia del valor es social en tanto objetivación del trabajo abstractamente humano: lo que es concebible sólo como relación del mundo de las mercancías. El mundo de las mercancías es la reificación del mundo de los que intercambian que se relacionan entre sí como cosas, las mercancías son “cosas sociales”. Por tanto no tiene sentido conceptual

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primero la exposición de las cosas y después la de las personas, precisamente esto sería propio de los fetichistas.6 Marx aclara el significado de la forma de valor como manifestación social del mundo de las mercancías que para convertirse en social no tiene necesidad de que se agregue posteriormente el proceso de intercambio. Por consiguiente, el equivalente general como resultado de la acción social de las mercancías puede ser resultado ya de la forma de valor.7 Si finalmente Marx ha arribado a sustentar que forma de valor y proceso de intercambio son dos lados de la misma deducción del equivalente general, surge, sin embargo, una nueva complicación: ahora equivalente general y dinero no son más la misma cosa. Esto estaba implícito en el primer capítulo de El capital de 1867 y viene formulado expresamente a partir del apéndice, donde la forma IV es ahora la forma de dinero. El pasaje de la forma del equivalente general a la forma de dinero es declarado no esencial; hay algo más que consiste en sustituir con el oro la incógnita “equivalente general”; ésta es una herencia “histórica” realizada gracias a la costumbre social, y se agrega también: Tan pronto como [el oro] ha conquistado el monopolio de esta posición en la expresión del valor del mundo de las mercancías, deviene mercancía-dinero; y sólo desde el momento en el cual ya devino mercancía-dinero, la forma IV se distingue de la forma III, esto es, la forma general de valor es transformada en la forma de dinero (Marx, 1991: 99; MEGA 2 II/5: 648; en español, K.1.3: 1041).

Esta determinación histórica es, sin embargo, lógicamente determinante para el desarrollo de la forma de dinero. Marx repite varias veces que el vínculo conceptual es la forma III, pero la forma IV, en cuanto forma de dinero,

Como se ha visto esto estaba ya, en el fondo, claro en El capital de 1867, capítulo I. Allí el límite era la inserción de la primitiva forma IV que anulaba la deducción del equivalente general. 7 Estas conclusiones son alcanzadas en las contribuciones más significativas de la Marx-Engels-Forschung alemana a las cuales se hace referencia. Véase sobre todo Hecker, 1978b; Jungnickel, 1988, 1989a, y Lietz, 1987, 2000. En esta última contribución Lietz sobreestima, en mi opinión, la ruptura que se daría con la segunda edición alemana, dejando en segundo plano que ya anteriormente Marx había desarrollado la “socialidad” de la mercancía. Lo que faltaba era una concepción orgánica de la relación entre mercancía y proceso de intercambio. 6

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es la que estará en vigor en el ulterior desarrollo de la teoría y su deducción parecería no poder prescindir de un hecho empírico no deducido lógicamente. La nueva complicación consiste por tanto en el carácter “histórico” de este pasaje. Si finalmente la forma de valor llega a poner el equivalente general, ahora el equivalente general no puede ser más dinero; la forma de dinero no puede ser deducida inmediatamente de la forma de valor. A la luz de esto se identifica el nuevo carácter incompleto de la forma de valor a partir del apéndice de 1867, no se sostiene más que ésta no puede llegar al equivalente general, como se hizo todavía en parte en el capítulo I de El capital de 1867; su carácter de incompleto ahora consiste en no poder fijar cuál mercancía particular cubre el rol de equivalente general, ni que una mercancía particular tenga esta función. El plano lógico es definitivamente diferente con respecto a la Contribución a la crítica de la economía política. La solución del “cuál” no puede ser inmediatamente lógica. Esto viene definido “históricamente”, pero las razones históricas que han colocado precisamente al oro en la función de equivalente general no son abordadas en la forma de dinero. Parecería entonces ser un simple hecho de por sí externo a la teoría. La profundización de este aspecto hace necesario colocar también en el análisis el capítulo sobre el proceso de intercambio. Haciendo una comparación con la Contribución... son de notar tres elementos: a) el equivalente general es deducido de ambos modelos –forma de valor y proceso de intercambio– como producto social en niveles lógicos diferentes pero relacionados; b) se alude a una dinámica histórica en la fijación del dinero, lo que en la Contribución... se consideraba sólo después; c) en la Contribución... dinero y equivalente general coincidían porque, como se ha visto, éstos eran caracterizados por las mismas determinaciones de forma. Ahora éstos no coinciden más.

El proceso de intercambio en El capital de 1867 y en El capital de 1872 Consideraciones generales Recuérdese primero el rol del proceso de intercambio en los Elementos... y en la Contribución...: allí éste era el único lugar donde ocurría la acción social recí108

RELACIÓN ENTRE FORMA DE VALOR Y PROCESO...

proca de las mercancías. No se refería ni a un nivel empírico ni a una dimensión histórica; el objeto de la exposición era la relación real, por tanto social, de los poseedores de las mercancías en su dinámica lógica. Tal acción excluía una mercancía que como tal era equivalente general = dinero. No se prestaba atención a la materialidad de la mercancía para la determinación del dinero. Este esquema, desde nuestro punto de vista, se ha mostrado inexacto, porque se ha visto que de por sí la sustancia de valor/magnitud de valor/forma de valor es un nexo social que ya en sí incluye la relación social de las mercancías y por tanto de los poseedores de las mercancías. Entonces el intercambio no añade la relación social porque ésta conceptualmente está ya dentro del modelo.8 Para lo que aquí nos interesa, la versión del proceso de intercambio que se encuentra en El capital de 1872 es, con pocas excepciones, idéntica a la de 1867. La inserción de un “proceso histórico” en el desenvolvimiento lógico no es, sin embargo, una novedad de El capital: en los Elementos... ya se había aludido; éste fue colocado inmediatamente después de la deducción del dinero (en los Elementos... = equivalente general) a través del proceso de intercambio (véase MEGA 2 II/1.1: 79 y ss.); esto permanece en la Contribución..., siempre en el mismo contexto de exposición (MEGA 2 II/2: 128 y ss.), ahí el dinero estaba ya puesto; este contexto parece ser el del capítulo II de El capital. Se trata entonces de comprender el significado conceptual de este pasaje.

Proceso de intercambio y determinación del dinero La contradicción en que incurren los poseedores de mercancías consiste en el hecho de que cada uno se contrapone a los otros considerando su propia mercancía como equivalente general, por lo que no existe de hecho el equivalente general; entonces, nuestros héroes actúan antes de pensar: En su perplejidad nuestros poseedores de mercancías piensan como Fausto. En el principio era la acción. De ahí que hayan actuado antes de haber pensado. Las leyes de la naturaleza de las mercancías han actuado ya en el instinto natural de los poseedores de mercancías. Éstos pueden referir sus mercancías la una con la

En realidad Marx ya era consciente de esto a partir de los Elementos..., lo que le faltaba era el desarrollo orgánico de la relación entre forma de valor y proceso de intercambio. 8

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otra en cuanto valores, y por tanto en cuanto mercancías, solamente refiriéndolas por oposición, objetivamente, a cualquier otra mercancía que actúe como equivalente general. Éste es el resultado del análisis de la mercancía. Pero solamente la acción social puede hacer de una mercancía determinada el equivalente general. Por tanto, la acción social de todas las mercancías excluye una mercancía determinada en la cual las otras representan universalmente sus valores. Así, la forma natural de esta mercancía se convierte en forma de equivalente socialmente válida. Mediante el proceso social, el ser equivalente general se convierte función social específica de la mercancía excluida. De este modo ésta deviene dinero (Marx, 1964: 119; MEGA 2 II/5: 53, tomado de MEGA 2 II/6: 115; en español, K.I.1: 105-106).

Este pasaje es idéntico en la primera y en la segunda ediciones de El capital a pesar de que en el ínterin la forma de valor fue modificada; esto adquiere significados diferentes dependiendo de la versión de la forma de valor a la que se haga referencia y a la relación que se establezca entre equivalente general y dinero. 1. Si se parte del presupuesto de que equivalente general y dinero coinciden, tenemos a su vez dos posibilidades. a) El pasaje puede ser leído coherentemente con el primer capítulo de 1867 (la forma de valor no arriba al equivalente general); el equivalente general sería puesto por el intercambio gracias a la acción social de las mercancías. El “resultado del análisis de la mercancía” al cual se hace referencia en este pasaje sería entonces la nueva inversión de la forma III en la forma IV del primer capítulo de 1867 (esa no es la forma de dinero, sino la infinita serie de la forma II). Quien lee la primera edición alemana de El capital encuentra la deducción del dinero sólo en el proceso de intercambio y el análisis de la forma de valor que al final no alcanza al equivalente general; del mismo modo no parece que se distinga entre equivalente general y dinero –exactamente como en la Contribución... b) El equivalente general es resultado de la acción social de las mercancías desde la forma de valor (apéndice de 1867). Si la forma de valor deduce el equivalente general, no habría ninguna distinción, ningún elemento adicional de la deducción del dinero se presenta en el proceso de intercambio sino que ésta se analiza cambiando la lente hacia los poseedores de las mercancías, lo que, sin embargo, ya estaba conceptualmente implícito en la forma de valor. Pero no sería verdad que aquí se deduce el equivalente general y allá no; es decir, en realidad en ambos análisis se deduce el equivalente general. 110

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Estas dos posibilidades, textualmente plausibles, son desarrolladas, a mi parecer, por la inconsistencia de la argumentación. En el primer caso (a) Marx no considera que el equivalente general está ya deducido en la forma de valor como resultado de la acción social de las mercancías y que, por tanto, el proceso de intercambio es sólo la realización de las leyes de las mercancías, de lo que, por el contrario, parece dar cuenta la segunda posibilidad (b), donde, sin embargo, el desdoblamiento de la contradicción inmanente en mercancía y dinero sería idéntico al desdoblamiento de la mercancía en mercancía y equivalente general, esto es, en el proceso de intercambio el dinero sería definido del mismo modo que el equivalente general, con lo que se pierde la distinción introducida en el apéndice. 2. Hacia la segunda lectura, además de estas inconsistencias, señalamos otros elementos que Marx agrega ya en la primera edición alemana de 1867: “En la misma medida en que se completa la transformación de los productos del trabajo en mercancías, se completa la transformación de la mercancía en dinero” (El capital de 1867, MEGA 2 II/5: 54; en español, K.I.1: 106). Y luego sigue el excurso histórico; al final del capítulo se afirma que sólo cuando la forma natural de una mercancía se ha cristalizado socialmente en la función de equivalente general ella es dinero: “Esto se completa en el momento en el que la forma de equivalente general es cristalizada con la forma natural de una mercancía particular o en forma de dinero” (El capital de 1867, MEGA 2 II/5: 54; en español, K.I.1: 113). Esto ya se ha anticipado en el “excurso histórico” en el que se establecía la necesidad de la fijación social de la mercancía “oro” como equivalente general para la determinación de la categoría dinero. Veremos cómo estas referencias “históricas” permiten una segunda lectura. A partir del apéndice de El capital de 1867 –pero también en el excursus– el concepto de dinero se caracteriza de la siguiente manera: dinero es el equivalente general que tiene una materialidad conforme con su concepto; las determinaciones de la mercancía que desempeña esta función son a) ser una, b) ser para todas la misma, c) tener una materialidad conforme al concepto de equivalente general. Respecto al equivalente general, se agrega el tercer elemento.

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Lo lógico y lo histórico en el proceso de intercambio Intento demostrar que también la determinación del tercer elemento es lógica (en dos momentos) –por tanto, es lógica la deducción del dinero en general. Esto porque la “elección” de la determinación natural de la mercancía es en sí misma determinación de la forma del mundo de las mercancías: Ahora bien, la congruencia de sus cualidades con la función del dinero muestra que “aunque el oro y la plata no son naturalmente dinero, el dinero es naturalmente oro y plata”. Hasta ahora no conocíamos más que una función del dinero, la de servir como forma fenoménica del valor de las mercancías, esto es, como el material en el cual se expresa socialmente la magnitud de valor de las mercancías. Forma fenoménica adecuada del valor [cursivas de RF], o materialización del trabajo humano abstracto y por tanto igual, puede serlo sólo una materia, de la cual todos sus ejemplares posean la misma cualidad uniforme [cursivas de RF]. Por otra parte, porque la diferencia de la magnitud de valor es puramente cuantitativa, la mercancía-dinero debe ser susceptible de diferencias meramente cuantitativas, es decir, debe ser divisible a voluntad y ser reintegrable reuniendo las partes. Y el oro y la plata poseen por naturaleza esta propiedad (Marx, 1964: 122, MEGA 2 II/6: 118, pero ya también en MEGA 2 II/5: 56; en español, K.I.1: 109).

Este concepto estaba ya expuesto en los Elementos...: El sujeto en el cual este símbolo viene expresado no es un sujeto indiferente, ya que las propiedades para ser el representante están contenidas en las condiciones –determinaciones conceptuales, relaciones determinadas– del objeto por representar. La cuestión de los metales preciosos en cuanto sujetos de la relación del dinero y sus encarnaciones no está fuera en absoluto […] del ámbito de la economía política (Marx, 1968: 120; MEGA 2 II/1.1: 104; en español, G.1: 102).

Veamos ahora los dos momentos de la deducción del dinero: por una parte, la funcionalidad del equivalente general indica como tal las características generales que debe tener el cuerpo de la mercancía que desempeña esta función, pero no exactamente una mercancía; por otra, debemos establecer en qué consiste la deducción “histórica”. Volvamos al pasaje en cuestión (MEGA 2 II/5: 53). El problema es qué debe entenderse por carácter “determinado” de la mercancía excluida. Se puede proceder como en el primer caso (1), o bien entender por “determinado” el cuerpo

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RELACIÓN ENTRE FORMA DE VALOR Y PROCESO...

de la mercancía, la especificidad natural de la mercancía que desempeña esta función. La determinación de la forma de equivalente general plantea la necesidad de un determinado cuerpo de mercancía, éste debe cumplir con ciertas funciones. Las diversas funciones que la mercancía que funge como equivalente general debe desempeñar indican las características generales que ésta debe tener, es decir, qué tipo de mercancías particulares deben desempeñar el papel de equivalente general. Los metales preciosos ofrecen el cuerpo natural más adecuado para ello. La referencia a la materialidad está basada en la funcionalidad del equivalente general; con base en ello se puede identificar las cualidades que restringen el campo de las posibles mercancías. Ello ciertamente no indica como tal al propio oro, pero el oro tiene por naturaleza propiedades que se prestan a esta función. La lectura del dinero como equivalente general + la materialidad adecuada permite darle un sentido lógico al excursus histórico (véase, MEGA 2 II/5: 55 y MEGA 2 II/6: 117, idéntico en las dos versiones) así como a la “consolidación histórica” de la forma IV, la forma de dinero. No se debe entender que la inclusión de un material empíricamente tomado o históricamente heredado como el oro se convierte en determinación de forma, sino más bien que las determinaciones de forma de la forma de valor permiten pensar el devenir histórico tendencial de una mercancía particular en dinero. Las determinaciones de forma dirigen así el devenir general del intercambio de las mercancías –debe ser claro que no se está hablando de ningún hecho histórico particular sino de la pura dinámica– en la dirección de un equivalente general que tenga un contenido adecuado a la determinación de forma. Se trata aquí de la subsunción que parte de la forma de algo que está dado naturalmente llevada después a la forma adecuada. La determinación histórica de la materialidad del equivalente general es pues en sí misma una determinación de forma que es el segundo momento de la deducción del dinero.9

Ya en los Elementos... (Marx, 1968: 81 y ss.) (MEGA 2 II/1.1: 79-80; en españo, G.1: 70): “El material en el cual viene expresado este símbolo no es de hecho indiferente, por muy diverso que se presente históricamente. La evolución de la sociedad elabora, junto al símbolo, también el material que más le corresponde, del cual después busca de nuevo librarse; un símbolo si no es arbitrario, requiere ciertas condiciones del material en el que se expresa”. 9

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Expuesto de modo analítico, esto está claro si se considera el desarrollo de la forma de valor hasta la fórmula del equivalente general expresada con las incógnitas: ésta se puede concretizar en una serie infinita de mundos posibles, por tanto es casual que desde el inicio, inmediatamente, tenga una forma natural conforme a la funcionalidad del equivalente general; así está precisamente en su concepto el desarrollar lo que estaba dado subsumido hasta una forma adecuada. Este desarrollo, ocurrido en el tiempo, tiene entonces una dimensión histórica que sólo adquiere vigencia como dinero en el momento en que la adecuación es puesta. Esta dimensión histórica sin embargo, así concebida, es en sí misma una determinación de forma necesaria, porque forma natural adecuada y forma de equivalente no coinciden inmediatamente; su lógica interna, no obstante, determina la modalidad de la adecuación. Se puede argumentar que Marx probablemente no ha reformulado en forma adecuada el capítulo sobre el proceso de intercambio en relación al desarrollo de la forma de valor. Así, parecen posibles diversas lecturas de la relación entre estos dos momentos. A la luz de lo que se ha dicho, la lectura del pasaje MEGA2 II/5: 53 parece padecer en la formulación la herencia de las concepciones precedentes superadas por la última elaboración de la forma de valor.

Lógica 1 y Lógica 2 A la luz de lo que se ha dicho hasta aquí podemos identificar diversos niveles de abstracción: Lógica 1. Deducción lógica de la forma de valor, que coincide con la construcción y el desenvolvimiento de las condiciones lógicas del proceso de intercambio. Los poseedores de las mercancías son personificaciones de estas condiciones y, por tanto, no añaden la socialidad. En el análisis puro de la mercancía es indiferente en qué valor de uso ésta manifiesta su magnitud de valor, pero de cualquier manera está implícito que ésta debe satisfacer las necesidades de otra y que, por tanto, esta otra no es indiferente al valor de uso de que se trata. Por ello, forma de valor y proceso de intercambio representan dos niveles lógicos distinguibles, no diferentes de la exposición conceptual de la misma categoría: la mercancía. Con el perfeccionamiento de la forma de valor parece incluso convertirse en superfluo, a nivel lógico, un capítulo específico sobre 114

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el proceso de intercambio; basta, en efecto, considerar a las mercancías como reificación de los hombres. El mismo Marx parece proceder así al incorporar el apartado sobre el fetichismo de la mercancía inmediatamente después de la forma de valor. Lógica 2. Marx parece avalar la necesidad de una dinámica temporal extraformal para la posición del dinero. Se ha visto que en realidad son las determinaciones formales de la ley de la mercancía las que, en la medida en que se instaura el intercambio, tienden poco a poco a dar esta forma específica a las relaciones sociales. Se tiene aquí un ejemplo que puede ser comparado con la subsunción formal y real del trabajo bajo el capital: si el pasaje de la cooperación simple a la mecanización expone la modalidad de la adecuación del contenido a la forma específica (en este caso el proceso de trabajo), el pasaje al dinero señala la adecuación del valor de uso accidentalmente subsumido hasta la forma adecuada. Lo lógico-histórico debe, por tanto, entenderse como indicaciones de cómo estas categorías en su existencia histórica subsumen y transforman aquello que es naturwünchsig (naturalmente dado).10 Ésta es, para Marx, una exigencia teórica de la cual se debe dar razón, porque el modo de producción capitalista no es eterno sino que surge en la historia de la reproducción humana. Mostrar entonces la modalidad de la adecuación a las nuevas leyes de lo que se presenta como naturwüchsig es un problema teórico y no historiográfico. La historiografía de esta reconstrucción puede efectivamente aportar principios metodológicos para innumerables investigaciones y es lo que hace en ciertos casos el mismo Marx en el capítulo en cuestión; se debe, no obstante, estar atentos a no confundir los dos niveles, el riesgo es el de caer en el peor historicismo. Si es lícito el paralelismo con la subsunción formal y real del trabajo bajo el capital, se debe, no obstante, prestar atención a la diferencia: en lo que respecta al trabajo, en efecto, tenemos que ver con la forma que éste asume una vez que es subsumido bajo una forma específica, o sea con un modo de producción verdadero y preciso. Se ve, por el contrario, que la circulación simple no es un modo de producción, sino la dimensión fenoménica del modo de producción capitalista; ella, de por sí, no tiene autonomía. Por lo cual si ha habido producción de mer-

El adjetivo naturwüchsig puede interpretarse como “natural y espontáneo” y, siguiendo el verbo waschen, puede vincularse con la idea de crecimiento (nota del traductor). 10

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cancías en otras formaciones económico-sociales, las modalidades en las cuales ésta era realizada y desarrollada hasta convertirse en presupuesto de la forma capitalista pueden ser adecuadamente reconstruidas sólo elaborando el modelo de tales formaciones. Éste es el motivo por el que Marx esboza sólo una rápida línea evolutiva de esta dinámica (a diferencia de lo que hace para la subsunción del trabajo); si la producción de mercancías es momento marginal de otras formas de la producción, su desarrollo y su difusión con base en las leyes de la circulación simple pueden ser efectivamente reconstruidas sólo como subarticulación de ella. Se dijo que la lógica 2 no implica el historicismo. La delicada relación entre estos dos niveles de análisis ha hecho que se hable de la progresiva “historización” del método de Marx que habría “reducido” la exposición dialéctica. Paulatinamente nos acercamos a la versión impresa de El capital transformándola en un reflejo del proceso histórico de la formación de la circulación de mercancías.11 El proceso de intercambio sería el ejemplo evidente en el cual se demostraría que Marx asume elementos extraformales (“históricos”) para

Este fue el motivo de críticas radicales a Engels, quien en la revisión de la Contribución... había sostenido que el método dialéctico no habría sido más que el reflejo del proceso empírico de la formación de los fenómenos [véase MEGA 2 II/2: 252 y ss.]. También la interpretación de la llamada “producción mercantil simple” como fase histórica precedente al “capitalismo”, a la cual sería dedicada precisamente la primera parte de El capital, ha sido seriamente cuestionada. Tal interpretación conduce, además de a una lectura historicista, también a considerar la mercancía del capítulo I como una categoría que no pertenece al modo de producción capitalista. La noción de mercancía como célula económica evidentemente rechaza esta interpretación, misma que, sin embargo, ha tenido un peso fundamental también en la cuestión de la transformación. De hecho, esto se presta a una lectura a la Smith: una fase precapitalista en la cual aplica la ley del valor y después el capitalismo donde, en su lugar, están los precios de producción; esta interpretación fue posteriormente promovida por el mismo Engels. Véase la carta de Engels a Marx del 16/6/1867 en MEW 31: 303. La interpretación engelsiana influenció también toda la sucesiva recepción de la obra de Marx en la tradición marxista, siendo sustancialmente aceptada por Kautsky y presente en la misma edición realizada por Engels de la obra marxista. La reacción contra la interpretación engelsiana se inició junto con la revaloración de la lógica-dialéctica del capital. Que en lugar de la producción mercantil simple Marx había elaborado una teoría de la “circulación simple” fue demostrado en diversos estudios, entre ellos los de Reichelt (1971), Backhaus (1975, 1978), Heinrich (1991) y Hecker (1997) que también se los puede consultar para una reconstrucción de la problemática. En 11

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continuar con el desarrollo de la teoría. Se ha hablado de “reducción de la dialéctica”.12 Los autores mencionados anteriormente –Hecker, Jungnickel, Lietz– han sostenido, por el contrario, un reforzamiento de la dialéctica con El capital de 1872 sin profundizar en la relación entre equivalente general, dinero y proceso de intercambio. La solución que aquí se propone es compatible con una consolidación de la dialéctica planteando una noción diferente de lo “histórico”; con ello debe entenderse la temporalidad interna de la generalización lógica del mundo de las mercancías.13 “Histórico” deviene, así, una noción “lógica”. Por lo tanto, se ha llamado “lógica 2” a lo que en este debate a menudo se ha denominado “histórico” o “lógico-histórico”.

Resumen La exposición ha resultado particularmente compleja porque se entrelazan en el mismo contexto diversos argumentos que Marx no logra distinguir orgánicamente: a) deducción del equivalente general pensada y real (efectiva); b) deducción del equivalente general y relación entre forma de valor y proceso de intercambio; c) relación entre equivalente general y dinero; d) relación entre lo lógico y lo histórico. Quizá una tabla puede sintetizar eficazmente los resultados obtenidos (véase Tabla 1):

italiano, véase Luporini (1996, 1972) y Cazzaniga (1981). La posición engelsiana también es criticada por Robles Báez (1999). 12 Véase Göhler (1980), Backhaus (1978), Reichelt (1971), W. Schwarz (1987a y 1987b), también Luporini (1972) acepta en el fondo esta posición. Entre ellos existen obviamente diferencias que aquí no es posible analizar. Es más refinada la posición de Gajano quien propone el modelo lógico de la circulación simple como punto de partida para el análisis de la forma de generalización del intercambio de mercancías; la noción de “histórico” aquí no se debe confundir con la posición de Engels; véase Gajano (1980). 13 Para esta noción de “temporalidad”, véase Mazzone (1987a). 117

TABLA 1

Elementos... y Contribución...

La deducción pensada, a nivel lógico, no pone el equivalente general que coincide con el dinero. La deducción real, el proceso de intercambio, a nivel lógico, pone el equivalente general que coincide con el dinero.14

Capítulo I de El capital 1867

El desarrollo de la forma de valor, que sustituye la deducción pensada a nivel lógico, no pone el equivalente general que no coincide con el dinero

El desarrollo de la forma de valor Apéndice de El capital 1867, Ergänzun- pone el equivalente general que no gen… y El capital 1872 coincide con el dinero; para obtener esto es necesario un proceso histórico. Hay dos posibles interpretaciones: 1.a.) el proceso de intercambio, que sustituye la deducción real, pone a nivel lógico el equivalente general que coincide con el dinero. 1.b.) el proceso de intercambio pone a nivel Capítulo sobre el proceso de intercambio histórico el equivalente general que de El capital (tomo I, cap. II) coincide con el dinero; 2.) el proceso de intercambio pone a nivel lógico el equivalente general que no coincide con el dinero; esto último se obtiene gracias a un proceso histórico que, sin embargo, debe ser entendido en su naturaleza lógica. Junto a este desarrollo lógico está la referencia al desarrollo histórico del intercambio de mercancías y entonces a la cristalización de una mercancía en función de equivalente general. 14

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A la luz de este desarrollo general se puede concluir que tanto la primera como la segunda pregunta son de naturaleza lógica y que, en la versión definitiva, ambas permiten la deducción del equivalente general. En esencia Marx se da cuenta progresivamente de que en el concepto de mercancía están implícitos los que intercambian, por lo que entre forma de valor y proceso de intercambio no puede haber un salto cualitativo como había pensado originalmente; se trata de las dos caras de la misma moneda. De la conexión forma de valor/proceso de intercambio como estructura unitaria se deduce, entonces, el equivalente general. Así, Marx llega a sostener que de hecho no es necesario el doble tratamiento (primero forma de valor y después proceso de intercambio). Surge sin embargo otra cuestión. Primero efectivamente equivalente general y dinero coincidían, después ya no. Así que si la estructura compleja “mercancía” alcanza finalmente el equivalente general desde un punto de vista lógico, no alcanza el dinero, para lo cual es necesario además un proceso histórico. Para obtener el dinero es entonces necesario mostrar la naturaleza de este proceso que aquí hemos tratado de interpretar de forma lógica. El problema original de la deducción separada del equivalente general (entonces igual al dinero) una vez en la forma de valor, otra en el proceso de intercambio, se sustituye con el problema de la distinción entre equivalente general y dinero y el de la necesidad del proceso histórico para obtener el segundo.

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Determinación actual e historia en la génesis del dinero Una aproximación metodológica a la controversia sobre el carácter mercantil de la forma dineraria Gastón Caligaris y Guido Starosta

Introducción En este capítulo se discute la explicación de la naturaleza del dinero ofrecida por Marx desde un punto de vista metodológico. En particular, se examina la cuestión enfocando el vínculo entre el desarrollo sistemático y el análisis histórico en la exposición dialéctica. Para ello, se toma como punto de partida un extenso e interesante debate sobre la conceptualización del dinero llevado a cabo durante la década pasada en la revista Economy and Society entre autores provenientes de distintas disciplinas y enfoques (Fine y Lapavitsas, 2000; Zelizer, 2000; Ingham, 2001, 2006; Dodd, 2005; Lapavitsas, 2005). Entre las diversas controversias suscitadas en este debate, nos interesa detenernos aquí en la que enfrentó a Costas Lapavitsas y Geoffrey Ingham respecto de la naturaleza esencial del dinero. Estos autores confrontaron, respectivamente, la perspectiva según la cual el dinero es esencialmente una mercancía y aquella según la cual es esencialmente un crédito, en el primer caso fundando la existencia del dinero en el intercambio mercantil y en el segundo caso en la autoridad monetaria. Por supuesto, la contraposición entre estas dos perspectivas diametralmente opuestas sobre la naturaleza del dinero tiene una larga tradición en el pensamiento económico. En efecto, tal como lo plantea Schumpeter de manera elocuente, se puede sostener que, en última instancia, toda teoría del dinero que merezca tal nombre puede reducirse a alguna de estas dos perspectivas (Schumpeter, citado en Ellis, 1934: 3).1

Véase Friedenthal (2012: 8-18) para una concisa pero rigurosa reseña de las diferentes variantes de una y otra perspectivas en la literatura económica, incluyendo los aportes recien1

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Lo interesante de la controversia entre Lapavitsas e Ingham no radica simplemente en el hecho de que, al haber tenido lugar en los últimos años, incorpore los aportes y argumentos más recientes y novedosos a favor y en contra de sendas concepciones sobre el dinero. Asimismo, este debate encierra la riqueza de poner directamente en cuestión la explicación original de Marx. Más importante aún, es que estos autores buscaron justificar sus abordajes vinculando argumentos analíticos e históricos, lo cual acabó por darle a la discusión una fuerte impronta metodológica. Específicamente, y tal como lo expresa el propio Ingham en referencia a la “encarnación” anterior de este debate en el llamado Methodenstreit ocurrido en la Alemania de fin de siglo XIX y comienzos del XX, esta controversia encierra en el fondo “una disputa sobre los orígenes ‘lógicos’ e ‘históricos’ del dinero” (Ingham, 2001: 306). Es este último punto en especial el que le da una relevancia particular a este debate para los propósitos del presente capítulo. A fin de estructurar nuestro propio argumento, el capítulo está organizado de la siguiente forma. Luego de revisitar brevemente los principales argumentos teóricos y empíricos esgrimidos por los participantes en el debate, se concluye, en resumidas cuentas y en acuerdo con la postura general de Lapavitsas, que efectivamente el dinero debe ser considerado una mercancía y que su génesis se encuentra, tal como descubre Marx en su crítica de la economía política, en el desarrollo de las contradicciones inmanentes del proceso de intercambio mercantil. Sin embargo, el examen crítico de los argumentos presentados por Lapavitsas revela que su defensa de la perspectiva marxiana deja una serie de flancos débiles y que tiene fundamentos endebles. De manera crucial, en esta crítica se rastrea el origen de dichas debilidades argumentativas en el método lógico-histórico implícitamente adoptado por Lapavitsas en su interpretación de la perspectiva marxiana. Frente a estas insuficiencias, se sugiere que su resolución requiere ante todo distinguir clara y precisamente entre la explicación sistemática y el análisis histórico de las “categorías económicas” en la crítica de la economía política. Asimismo, en acuerdo con los aportes recientes en referencia al método de la

tes al respecto dentro del marxismo (donde también han aparecido tanto defensores como detractores de la explicación marxiana de la naturaleza mercantil del dinero). 124

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crítica de la economía política realizados por la llamada “New Dialectics”,2 se argumenta que el fundamento último de la génesis del dinero en el intercambio debe proveerse fundamentalmente en términos sistemáticos. Sin embargo, también se muestra que esta literatura reciente falla en dar cuenta del papel que en la propia exposición marxiana tiene la explicación histórica. Es decir, no provee argumentos sólidos para comprender el sentido de aquella conocida reflexión metodológica de Marx en los Grundrisse según la cual “nuestro método pone de manifiesto los puntos en los que tiene que introducirse el análisis histórico” (G.1: 422). En contraste, se postula aquí que, efectivamente, la explicación histórica tiene un rol que jugar en la exposición dialéctica en El capital y que, asimismo, la explicación del origen del dinero en el proceso de cambio mercantil es precisamente uno de esos puntos que debe ésta entrar en escena. Dicha perspectiva alternativa se desarrolla mediante una reconstrucción metodológicamente fundada de la explicación marxiana del dinero presentada en la primera sección del tomo I de El capital.

El debate entre Lapavitsas e Ingham respecto a la naturaleza del dinero El artículo que origina la controversia entre estos dos autores es ya bastante expresivo de la impronta metodológica que terminó adquiriendo el debate. Así, Lapavitsas (en coautoría con Fine) comienza su argumentación sosteniendo que una teoría general del dinero se tiene que fundamentar en “la derivación lógica de su origen” histórico. Más específicamente, tiene que “demostrar lógicamente cómo y por qué la cambiabilidad deviene monopolizada”, en el curso del desarrollo del proceso de intercambio, “por la mercancía dineraria” (Fine y Lapavitsas, 2000: 365). De acuerdo con Fine y Lapavitsas, esta fundamentación puede encontrarse en el desarrollo de la forma del valor realizado por Marx en el acápite 3 del primer capítulo del tomo I de El capital. Sin embargo,

En particular por Smith (1990), Arthur (1996; 1997), Robles Báez (1999) y Reuten (2000). Para una descripción sucinta de esta corriente dentro de la teoría marxista, véase Kincaid (2009). 2

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en la medida en que se trata precisamente del desarrollo de la génesis histórica del dinero y no simplemente de su realidad en la sociedad capitalista, estos autores consideran que el referido desarrollo de Marx debe ser reinterpretado haciendo abstracción de la sustancia del valor (Fine y Lapavitsas, 2000: 367). De este modo, se propone una explicación del origen del dinero en la que, comenzando por el intercambio simple de productos, la necesidad de que se exprese plenamente el valor de una mercancía conduce a una expresión expandida en múltiples mercancías y, desde allí, a una expresión general en tanto y en cuanto una mercancía va siendo elegida sistemáticamente por el resto como expresión de valor, esto es, para oficiar como equivalente general o dinero (Fine y Lapavitsas, 2000: 366). En suma, y éste es el punto que va a constituir el centro de las críticas a esta posición, en esencia el dinero es una mercancía que el propio proceso de intercambio mercantil separa para funcionar como expresión general del valor o equivalente general del conjunto de las mercancías. La crítica inicial de Ingham contrapone una concepción completamente opuesta de la naturaleza y la génesis histórica del dinero. Según este autor, el dinero ni es esencialmente una mercancía ni emerge del proceso de intercambio. Su naturaleza, en cambio, está dada por constituir una pura “promesa de pago”, “un mero símbolo que exige bienes” (Ingham, 2001: 306); esto es, el dinero es ante todo esencialmente un crédito. Su función principal, y la que explica su génesis histórica, no hay que buscarla por tanto en su condición de medio de circulación sino en la de “medio de contabilidad del valor”, donde el dinero funciona exclusivamente como “dinero de cuenta” establecido de manera directa y convencionalmente por la autoridad pública (Ingham, 2001: 307). Concebido de este modo, es decir, como el producto inmediato de relaciones sociales directas entre los individuos, el dinero resulta, en consecuencia, “lógicamente anterior e históricamente previo” no ya a su respaldo en metales preciosos sino al intercambio mercantil mismo, esto es, “previo al mercado” (Ingham, 2001: 309). Para sostener que el dinero es “lógicamente” anterior al intercambio, Ingham argumenta que la posición contraria, esgrimida principalmente por la economía neoclásica, es sencillamente insostenible porque pretende fundar un fenómeno puramente social sobre bases puramente individuales. El verdadero problema para este tipo de explicación, dice Ingham, “no es tanto si es o no es ventajoso usar dinero, sino más bien el hecho de que los agentes no pueden usar dinero a menos que otros lo usen”, o bien, “para decir lo sociológica126

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mente obvio: la ventaja del uso del dinero presupone instituciones monetarias” (Ingham, 2001: 308). Por su parte, para sostener que el dinero es asimismo “históricamente” anterior al intercambio, Ingham remite a algunos estudios puntuales que encuentran que el dinero funcionó en contextos no mercantiles como un puro “dinero de cuenta”. Entre ellos, destaca el estudio de Grierson (1978) según el cual en ciertas tribus germánicas se estableció la institución del wergeld consistente en un sistema de pagos en compensación por injurias y daños cuyos montos eran fijados en una misma denominación monetaria en asambleas públicas, pero cuyo pago era efectuado en mercancías diversas; esto es, una institución donde el dinero funcionaba como “dinero de cuenta” sin llegar a funcionar como “medio de circulación” (Ingham, 2001: 310-311). Así, según argumenta Grierson, “las condiciones bajo las cuales estas leyes fueron reunidas parecería satisfacer mejor los prerrequisitos para el establecimiento de un sistema monetario que el mecanismo de mercado” (Grierson, citado por Ingham 2001: 311). Sobre esta base, Ingham critica a Fine y Lapavitsas por ofrecer una explicación que no se diferencia en lo esencial de la esgrimida por la economía neoclásica, esto es, una explicación lógica e históricamente espuria donde el dinero “emerge espontáneamente de las relaciones anárquicas entre las mercancías en el proceso de intercambio” (Ingham, 2001: 315-316). Más todavía, según Ingham, la explicación específica que presentan estos autores no sólo comporta todos los problemas propios de la concepción clásica y marxista tradicional, sino que incluso cae por debajo de ésta ya que al abstraer el trabajo como sustancia común del valor, Fine y Lapavitsas acaban por presentar “una formulación esencialmente hegeliana de los orígenes del dinero” (Ingham, 2001: 315). El corolario de esta forma de concebir el dinero, sostiene Ingham, es que no pueden reconocer al “dinero crediticio” como un “elemento constitutivo del capitalismo” (Ingham, 2001: 314) y, a la postre, no pueden reconocer que el fundamento del capitalismo es la “lucha”, no entre el capital y el trabajo, sino entre los poseedores de dinero y de mercancías y el Estado por el significado y el valor del dinero (Ingham, 2001: 318). En respuesta a estas críticas, Lapavitsas insiste en que la explicación de la naturaleza del dinero hay que buscarla en el desarrollo de la forma del valor presentado Marx, y en que hay que hacerlo abstrayendo el trabajo como sustancia común del valor. De acuerdo con Lapavitsas, esta explicación es “al mis127

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mo tiempo materialista y marxista porque muestra al dinero como el resultado de las relaciones sociales entre los productores mercantiles”, a los que ahora precisa como “individuos ‘extranjeros’”, denotando con ello “la ausencia de lazos preexistentes de parentesco, jerarquía, tradición y moralidad” entre ellos (Lapavitsas, 2005: 392). Sin embargo, en la repetición de su argumentación Lapavitsas reconoce que la explicación de la naturaleza del dinero no puede descansar en el desarrollo puramente lógico de la forma del valor. Ocurre que, según este autor, la transición de la “forma expandida” a la “forma general” de expresión el valor, esto es, la génesis misma del dinero, comporta una contradicción insalvable desde el punto de vista del intercambio mercantil puro entre “individuos ‘extranjeros’”: el “dinero”, dice Lapavitsas, “representa una asimetría extrema entre las mercancías […] pero las mercancías son intrínsecamente simétricas en tanto objetos de intercambio” (Lapavitsas, 2005: 393). La explicación de dicha transición, por tanto, tiene que basarse, según su punto de vista, en la introducción de “fuerzas extraeconómicas, incluyéndose la costumbre social” (Lapavitsas, 2005: 393); en suma, el origen del dinero tiene que explicarse “en parte por procesos económicos y en parte por relaciones no económicas” (Lapavitsas, 2005: 394). A continuación, Lapavitsas centra su crítica a Ingham en tres puntos básicos. En primer lugar, critica a este autor por presentar un vínculo “extremadamente débil”, “arbitrario” y “confuso” entre la función del dinero como unidad de cuenta y la pretendida condición esencial del dinero como crédito (Lapavitsas, 2005: 396). En segundo lugar, sostiene que la evidencia histórica presentada por Ingham no carece de ambigüedades y que limitarse a “mostrar que la unidad de cuenta aparece siendo denominada de manera diferente de los medios de cambio” está lejos de constituir una evidencia probatoria de su tesis; en todo caso, sostiene Lapavitsas, lo que debería demostrarse es “la existencia de dinero de cuenta que originalmente no haya funcionado como medio de cambio, esto es, dinero de cuenta con unidades puramente ideales, productos de la sola conciencia humana” (Lapavitsas, 2005: 396). Finalmente, este autor critica a Ingham por confundir, o mejor dicho por fundir, las funciones de “medida de valor” con la de “patrón de precios”. El dinero, dice Lapavitsas, “actúa inicialmente como medida ideal del valor, pero si el cambio ha de tener contenido económico, el dinero debe también actuar como ‘patrón de precios’ en la práctica y, por tanto, traducir precios reales” (Lapavitsas, 2005: 397). Y 128

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en este sentido no es casual que, cuando se lo mira históricamente, continúa este autor, “el aspecto convencional del patrón de precios está asociado con el aspecto físico del dinero material” (Lapavitsas, 2005: 398). Por estos defectos fundamentales, concluye Lapavitsas, “el enfoque preferido por Ingham enfrenta dificultades insuperables para desarrollar una explicación lógica de cómo tal unidad ideal habría sido concebida en la práctica” (Lapavitsas, 2005: 399). En el artículo que cierra formalmente el debate, Ingham vuelve a insistir en que el intercambio mercantil simple no puede engendrar una mercancía como dinero y que la posición de Lapavitsas en este punto “es indistinguible, en su estructura analítica, del mito de la creación de los orígenes de dinero en el intercambio mediante el trueque postulado por la economía neoclásica ortodoxa” (Ingham, 2006: 262). Sin embargo, ahora reconoce los límites de una argumentación centrada en la evidencia histórica pues, dadas las limitaciones inherentes a este tipo de evidencia, “el origen histórico preciso del dinero nunca podrá saberse”. Aun así, sostiene, “cualquier construcción analítica de las condiciones lógicas de existencia del dinero debe ser consistente con el conocimiento histórico –por más inadecuado que éste pueda ser–” (Ingham, 2006: 262). En este sentido, Ingham critica a Lapavitsas porque, pese a reconocer finalmente la necesidad de “recurrir a la historia” para poder construir una “teoría general del dinero”, no ofrece más evidencia histórica que una abstracta “referencia a la costumbre social” y la “reiteración del lugar común de afirmar que el intercambio mercantil surge allí donde las comunidades entran en contacto” (Ingham, 2006: 265).

Los límites metodológicos de las explicaciones en debate Llegado a este punto, el debate parece topar con un callejón sin salida. Es que, en definitiva, ambos autores parecen reconocer mutuamente que no se sostiene por sí misma la base de la argumentación de sus respectivas concepciones sobre la naturaleza del dinero. En efecto, Lapavitsas ha acabado admitiendo que su explicación del dinero no puede ser, como lo reclamaba inicialmente, de carácter puramente “lógico”. Y, por su parte, Ingham ha concluido que la suya

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no puede fundamentarse sólidamente en la evidencia “histórica” disponible, tal como lo pretendía en su primera intervención. En el caso de Lapavitsas, esta inviabilidad de su proyecto inicial se manifiesta crudamente en el reconocimiento de que para explicar el origen del dinero hay que recurrir forzosamente a relaciones directas de dependencia personal que, como tales, se contraponen de manera esencial a las relaciones puramente mercantiles, que son las únicas implicadas en la “derivación lógica” de la forma de expresión el valor. Es decir, su proyecto inicial de derivar lógicamente el dinero del intercambio mercantil no es viable precisamente porque hay que introducir elementos completamente ajenos a dicha fundamentación lógica. Se podría decir que Lapavitsas enfrenta una disyuntiva insuperable en su respuesta a las críticas de Ingham: si se afirma en la posición de que el dinero brota de las relaciones entre simples productores mercantiles recae en la naturalización de la relación mercantil y, por tanto, le da la razón a Ingham cuando éste le critica que su posición no difiere en lo esencial de la esgrimida por la economía neoclásica; si, en cambio, y como en definitiva termina haciendo, reconoce que para explicar el dinero hay que recurrir a relaciones extraeconómicas entonces también le da la razón a Ingham, esta vez en su crítica de que no es posible derivar lógicamente el dinero del intercambio mercantil y en que las relaciones indirectas a través del cambio de mercancías se fundan en última instancia en relaciones directas. La posición de Ingham, sin embargo, no corre mejor suerte. Inicialmente, su argumento se basaba en que algunas experiencias sociales históricas no vinculadas al intercambio mercantil parecían satisfacer mejor los requisitos para la aparición del dinero que las postuladas por la posiciones de la economía neoclásica y de Lapavitsas. Sin embargo, cuando se las miraba críticamente, estas experiencias no resultaban tan concluyentes como inicialmente se pretendía. Ante todo, el virtual dinero de cuenta utilizado en este tipo de sociedades no necesariamente deviene un dinero que funcione como pura promesa de pago, o bien ese mismo pasaje es el que en definitiva hay que explicar. Más importante aún, en todos los ejemplos históricos presentados, es que dicho dinero de cuenta remite siempre a un producto del trabajo, y no casualmente a aquellos productos que las explicaciones como la de Lapavitsas señalan como los que emergen naturalmente como dinero del proceso de intercambio, por ejemplo la plata (por sus características físicas) o el trigo (por su condición de mercancía más recurrentemente intercambiada). Finalmente, tampoco es claro que 130

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en las sociedades referidas no haya existido intercambio mercantil. En este punto es llamativo que Ingham no mencione la existencia de lo que el propio Grierson llama “dinero sustituto”, esto es, mercancías que sustituyen en la circulación al dinero de cuenta (Grierson, 1978: 10), hecho que por sí mismo muestra el grado de avance del intercambio mercantil allí donde se habría generado un puro dinero de cuenta y que a su vez pone en cuestión la pretendida imposibilidad de que el dinero surja del proceso de intercambio. En este sentido, pareciera que según Ingham sólo se puede hablar de dinero cuando hay un patrón legal de precios, lo cual conduce a la tautología de sostener que el dinero nace como dinero de cuenta legal porque el dinero es, por definición, dinero de cuenta legal. Con todo, si, como efectivamente acaba reconociendo Ingham, el origen histórico del dinero “nunca podrá saberse”, su argumento evidentemente pierde toda sustancia. En suma, si consideramos las conclusiones del debate, sea que nos detengamos en la posición de Lapavitsas o en la de Ingham, pareciera que no es posible alcanzar una explicación consistente de la naturaleza del dinero. Más precisamente, pareciera que no se puede alcanzar ni una explicación lógica ni una explicación histórica del fenómeno. No obstante, como procuraremos demostrar en lo que sigue, este resultado del debate no surge ni de incapacidad de los autores para estructurar una explicación lógica ni de la imposibilidad de encontrar evidencia histórica contundente de cualquiera de sus tesis sino más bien de la forma en que ambos autores pretenden conocer la realidad del dinero. En efecto, por muy disímiles que sean sus puntos de vista y las conclusiones a las que llegan, ambos autores comparten una misma concepción respecto de cuál debe ser el tipo de explicación que dé cuenta de la realidad del dinero: se trata de una explicación que debe combinar linealmente el desarrollo lógico con el histórico o, mejor dicho, una donde la sucesión de los momentos sistemáticos que constituyen al fenómeno en su realidad actual coincida con la sucesión de las fases históricas de su desarrollo. Este vínculo, sin embargo, es erróneo ante todo desde el punto de vista del método de la crítica de la economía política. En las últimas décadas, esta última cuestión ha sido discutida, dentro de la teoría marxista, especialmente por la corriente llamada “New Dialectics”.3

3

Véase referencias más arriba, en la “Introducción”. 131

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Este grupo de autores puso en el centro de sus críticas precisamente la concepción metodológica que está implícita en los argumentos de Lapavitsas e Ingham. Según ellos, esta concepción forma parte del sentido común marxista que imperó en las discusiones sobre el método dialéctico durante prácticamente todo el siglo XX. Su autor original, tal como lo han señalado varios de estos críticos, no es otro que Engels. En efecto, en una de sus célebres “reseñas” de la Contribución a la crítica de la economía política, quien acabara siendo el albacea literario de Marx, sostenía que [D]espués de descubierto el método, y de acuerdo con él, la crítica de la economía política podía acometerse de dos modos: el histórico o el lógico. Como en la historia, al igual que en su reflejo literario, las cosas se desarrollan también, a grandes rasgos, desde lo más simple hasta lo más complejo, […] pues, en términos generales, las categorías económicas aparecerían aquí por el mismo orden que en su desarrollo lógico. […] éste [el método lógico] no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica […]. Con este método, partimos siempre de la relación primera y más simple que existe históricamente, de hecho; por tanto, aquí, de la primera relación económica con que nos encontramos (Engels en CCEP: 340-341).

Ante todo, los referidos críticos sostuvieron que esta concepción del método dialéctico conducía a una interpretación fuertemente inconsistente de la crítica marxiana de la economía política. En particular se hizo hincapié en que esta concepción metodológica condujo a entender la sección primera del tomo I de El capital –tal como de hecho lo sugería el mismo Engels en otros escritos (K.III.6: 16-17; K.III.8: 1137)– como el desarrollo analítico de una sociedad precapitalista históricamente existente de productores mercantiles. Con ello, no sólo se falseaba la prehistoria real del capitalismo sino que se obtenía una interpretación extremadamente pobre de la teoría del valor en la sociedad capitalista, tal como fue el caso de autores tan influyentes como Luxemburgo, Sweezy, Meek y Mandel, entre otros. Así, por ejemplo, Arthur sostiene que “no tiene sentido hablar del valor y del intercambio gobernado por la ley del valor trabajo en un sociedad precapitalista […] porque en tal sociedad imaginaria no hay mecanismo que pueda hacer cumplir dicha ley” (Arthur, 1996: 132

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191). Y argumentando en el mismo sentido, Smith acaba concluyendo, por su parte, que “[l]a forma mercantil simple no modela el desarrollo de algún estadio precapitalista de producción mercantil simple” (Smith, 1990: 94). Pero además, y fundamentalmente, estos autores criticaron esta posición por contradecir de plano, como dice Robles Báez, “uno de los principales preceptos metodológicos de Marx”, esto es, “que la secuencia de las categorías económicas se determina por su conexión interna en la sociedad capitalista y no por cualquier secuencia del desarrollo histórico” (Robles Báez, 1999: 101). Y es que, ciertamente, precisamente en uno de sus “textos metodológicos” más relevantes y conocidos, Marx sostiene, en marcada oposición a la concepción engelsiana, que […] sería impracticable y erróneo alinear las categorías económicas en el orden en que fueron históricamente determinantes. Su orden de sucesión está, en cambio, determinado por las relaciones que existen entre ellas en la moderna sociedad burguesa, y que es exactamente el inverso del que parece ser su orden natural o del que correspondería a su orden de sucesión en el curso del desarrollo histórico. No se trata de la posición que las relaciones económicas asumen históricamente en la sucesión de las distintas formas de sociedades. Mucho menos de su orden de sucesión “en la idea” (Proudhon) (una representación nebulosa del movimiento histórico). Se trata de su articulación en el interior de la moderna sociedad burguesa (G.1: 28-29).

Sobre la base de esta crítica, los citados autores de la “New Dialectics” buscaron salirse de la referida interpretación canónica del método dialéctico diferenciando entre una “dialéctica sistemática” y una “dialéctica histórica” (Arthur, 1996; 1997; Robles Báez, 1999) o “materialismo dialéctico” (Reuten, 2000); en otros términos, propusieron desdoblar el “método lógico-histórico” engelsiano en dos métodos de conocimiento contrapuestos. Así, por un lado, se concibió la “dialéctica sistemática” como “un método de exhibir la articulación interna de un todo dado”, mientras que, por otro, se concibió la “dialéctica histórica” como “un método de exhibir la conexión interna entre estadios de desarrollo de un proceso temporal” (Arthur, 1996: 182-183). Según esta perspectiva, Marx utilizó en El capital exclusivamente el método de la “dialéctica sistemática”, mientras que el método de la “dialéctica histórica” habría sido utilizado presumiblemente en otros escritos y de manera parcial. Por su parte, en la medida en que se considera que todas las “consideraciones históricas” que 133

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se encuentran en el desarrollo de una explicación de tipo “sistemática” tienen “únicamente una función ilustrativa” (Smith, 1990: 134), se considera que “el material histórico” presente en El capital cumple sólo el papel de “indicar cómo ciertas tendencias inherentes al concepto fueron representadas en la realidad” (Arthur, 2002: 76). Dejando a un lado el sesgo idealista que le imprime al método dialéctico continuar considerándolo como uno de tipo “lógico”,4 el principal problema que tiene esta interpretación es que convierte el “método dialéctico” en dos métodos contrapuestos y, fundamentalmente, inconexos. Esto es, en vez de mostrar cuál es la verdadera unidad existente entre la investigación de las determinaciones actuales y el análisis histórico se limita sencillamente a extirpar al último de la primera. De este modo, el análisis histórico pierde todo papel en el conocimiento de la realidad actual del objeto que se somete a investigación o, en el mejor de los casos, no tiene más papel que el de “ilustrar” lo que ya se ha descubierto y demostrado “sistemáticamente”. Desde el punto de vista de la lectura del legado de Marx esta interpretación tiene dos debilidades fundamentales. En primer lugar, no existe evidencia textual alguna de que Marx considerase que existen dos métodos de investigación, sea de la naturaleza que sean. En cambio, lo que sí puede leerse expresamente es que hay un “único método materialista, y por consiguiente científico” (K.I.2: 453 n.; énfasis agregado). En segundo lugar, quedan sin explicación desarrollos de la historia previa al capitalismo incorporados en la exposición “sistemática” de El capital que por definición no pueden constituir meras “ilustraciones” de las determinaciones del sistema capitalista. En este sentido, Reuten parece advertir, aunque de manera marginal y sin desarrollarlo, que el análisis histórico presente en El capital tiene más para ofrecer que “ilustraciones” del desarrollo “sistemático”. El “materialismo his-

Como hemos procurado argumentar en otro lugar, es precisamente el fundamento “lógico” que se le da al conocimiento de lo real lo que constituye la “envoltura mística” de la dialéctica hegeliana que Marx abandona en su propio desarrollo del método dialéctico (Caligaris y Starosta, 2014). Sobre este punto véase especialmente Iñigo Carera (2013a, capítulo 7). Por ello, de aquí en más, y en lo que hace a nuestro propio abordaje, dejaremos de referirnos a la oposición entre determinación “lógica” e “histórica” y en cambio nos referiremos a la distinción entre el momento “sistemático” y el momento “histórico” de la determinación. 4

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tórico”, dice este autor, se distingue de “la dialéctica sistemática en cuanto […] puede presentar […] las transiciones de un sistema a otro” (Reuten, 2000: 151). Así, la llamada “acumulación originaria” puede ser leída como una explicación bajo el método de la “dialéctica histórica” de la transición de un modo de producción precapitalista al capitalismo y, con ello, como una explicación que completa a la explicación puramente “sistemática”, aunque Reuten considera el caso más bien como una deficiencia del método dialéctico sistemático.5 En efecto, y tal como lo reconoce este autor, esta lectura es consistente con la siguiente reflexión de Marx respecto del método dialéctico: Por otra parte, y esto es mucho más importante para nosotros, nuestro método pone de manifiesto los puntos en los que tiene que introducirse el análisis histórico, o en los cuales la economía burguesa como mera forma histórica del proceso de producción apunta más allá de sí misma a los precedentes modos de producción históricos. Para analizar las leyes de la economía burguesa no es necesario, pues, escribir la historia real de las relaciones de producción. Pero la correcta concepción y deducción de las mismas, en cuanto relaciones originadas históricamente, conduce siempre a primeras ecuaciones –como los números empíricos por ejemplo en las ciencias naturales– que apuntan a un pasado que yace por detrás de este sistema (G.1: 422; énfasis agregado).

Sin embargo, además de que manifiestamente Marx no distingue aquí entre dos métodos diferentes sino entre lo que podríamos denominar “momentos” dentro de un mismo método, la llamada “acumulación originaria” no es el único momento de El capital en donde se necesita introducir un “análisis histórico”. Por consiguiente, tampoco es correcto afirmar que este tipo de análisis sirve exclusivamente para explicar “las transiciones de un sistema a otro”. Como veremos, el otro momento donde el “método” pone de manifiesto el punto en que debe introducirse el “análisis histórico” es precisamente en la

En su respuesta a las polémicas planteadas en el citado artículo, Patrick Murray –otro de los autores de la “New Dialectics”– manifiesta su total acuerdo con Reuten en este punto (Murray, 2002: 161). Por lo demás, nótese que desde esta perspectiva la dialéctica sistemática nada tiene para decir respecto de la necesidad de la acción política superadora del modo de producción capitalista, quedando explícitamente limitada a la comprensión de la reproducción del sistema. Para una crítica de este aspecto de la “New Dialectics”, véase Starosta (2015). 5

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explicación de la realidad actual del dinero. Por consiguiente, la reinterpretación del vínculo entre el despliegue sistemático y el histórico que proponen los autores de la “New Dialectics” no sólo se muestra débil en relación a la lectura del legado de Marx sino que sobre todo resulta inconducente para aprehender la realidad del dinero.

La realidad actual del dinero El dinero es la forma común del valor de las mercancías. Lapavitsas y Fine, por tanto, tienen razón cuando sostienen que la explicación del dinero que presenta Marx hay que buscarla en su examen de la “forma de valor o el valor de cambio” de la mercancía. En efecto, Marx es explícito en cuanto a que es a través de este examen que “el enigma del dinero se desvanece” y, además, en que se trata de un aporte original suyo en la medida en que es “una tarea que la economía burguesa ni siquiera intentó” (K.I.1: 59). Sin embargo, la lectura que ofrecen Fine y Lapavitsas de estas páginas de la crítica de la economía política presenta serias limitaciones. Ante todo, cuando estos autores sostienen que lo que allí se intenta es “demostrar lógicamente cómo y por qué la cambiabilidad deviene monopolizada por la mercancía dineraria” (Fine y Lapavitsas, 2000: 365) recaen en una lectura que, como la engelsiana, confunde el desarrollo de las determinación actuales del dinero con su desarrollo histórico. Esto es, por mucho que estos autores convengan en que no es correcto considerar la primera sección del tomo I de El capital como la modelización de un abstracto modo de producción pre-capitalista, al considerar el despliegue de las formas del valor expuesto por Marx como un desarrollo que sigue el curso histórico de la génesis del dinero, caen en el mismo error metodológico. Esta lectura histórico-lógica del despliegue de las formas del valor ha sido criticada insistentemente por varios autores, en especial por los nucleados en la corriente de la “New Dialectics” (véase especialmente Smith (1990: 94) y Robles Báez (2005: 177)). Recientemente Heinrich ha resaltado el punto mediante un exhaustivo análisis exegético del texto de Marx. En primer lugar, dice este autor, cuando Marx sostiene, al inicio de este apartado, que va a presentar la “génesis del dinero” no dice “en ningún lugar que quiera describir algún tipo de formación histórica”; en segun136

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do lugar, “la historia del dinero comienza en épocas precapitalitas, pero Marx ha subrayado reiteradamente que su objeto es la mercancía en el capitalismo”; en tercer lugar, si se tratase de “una historia resumida del dinero, entonces esta afirmación” de que se trata de “una tarea que la economía burguesa ni siquiera intentó” “sería sencillamente falsa”, ya que había varias historias del dinero “desde hacía mucho tiempo, y Marx conocía muy bien esta literatura” (Heinrich, 2011: 111-112).6 Si se considera que el despliegue de la necesidad de la forma dineraria del valor realizado por Marx ni corre paralelo al desarrollo histórico del dinero ni se fundamenta en el mismo, entonces la propuesta de Fine y Lapavitsas de reinterpretar la exposición de Marx haciendo abstracción del trabajo como sustancia del valor también carece de sentido. En términos generales, y esto es aplicable asimismo a otros autores que, desde otra perspectiva, también sugieren hacer abstracción del trabajo en esta instancia del desarrollo sistemático (Arthur, 2004; Reichelt, 2007; Campbell, 2013), este procedimiento torna el examen de la forma de valor en una pura formalidad que oscurece el argumento central de Marx en este apartado. Lo cual, dicho sea de paso, es correctamente captado por Ingham, si bien con base en una lectura tradicional o “ricardiana” de El capital. Pero además, como veremos a continuación, la consideración del trabajo como sustancia del valor no sólo es crucial para comprender la forma de valor sino que es específicamente relevante para reconocer la naturaleza mercantil del dinero. Pasemos directamente a este punto.

Desde el punto de vista de la evidencia textual, es cierto que en el apartado de la “forma del valor” Marx señala que la primera y la segunda formas del valor “se da[n]” u “ocurre[n] de manera efectiva” “en la práctica” (K.I.1: 80-81). Sin embargo, esta especie de paralelismo entre el desarrollo actual de la determinación y el curso histórico, en primer lugar, dado su carácter marginal, como señala Iñigo Carrera, no puede ser sino “una observación introducida de manera exterior al propio curso del conocimiento dialéctico que se viene desplegando” (Iñigo Carrera, 2007: 252). Pero además, como señala oportunamente Heinrich, hay que notar que “Marx hace esta observación sólo después de haber analizado las formas”, de modo que “el análisis de la forma del valor no se fundamenta aquí con un desarrollo histórico” (Heinrich, 2011: 150). 6

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Marx comienza su exposición en El capital con la mercancía “tal como se presenta” para, mediante su análisis dialéctico,7 descubrir que detrás de la manifestación inmediata de su atributo social como valor de cambio (o proporción cuantitativa en que se cambia universalmente un valor de uso por cualquier otro valor de uso distinto), se encuentra su carácter históricamente específico de poseer valor, esto es, de ser portadora de la propiedad de la cambiabilidad general. Acto seguido, Marx procede entonces al examen específico del valor con una profundización analítica del contenido o sustancia del valor. Brevemente, se puede decir que este análisis pasa por el descubrimiento del trabajo abstracto socialmente necesario realizado de manera privada e independiente como la sustancia del valor, esto es, como el contenido que, una vez materializado u objetivado, se representa como el valor de la mercancía. Sin embargo, como señala Iñigo Carrera (Iñigo Carrera, 2007: 239-241), si bien este análisis permite echar luz sobre el contenido oculto de trabajo social detrás del valor, es impotente para dar cuenta de aquella pregunta que surge a continuación y que la economía política “nunca llegó siquiera a plantear”, a saber, “por qué ese contenido adopta dicha forma; […] por qué, pues, el trabajo se representa en el valor” (K.I.1: 98). Llegado a ese punto, el curso de la exposición abandona la forma analítica consistente en descubrir y separar el contenido inmanente en la forma para pasar a desarrollar sintéticamente el contenido en sus formas concretas de realizarse. Más específicamente, este momento sintético o de reproducción propiamente dicha de la exposición consiste, pues, en seguir idealmente la realización de la potencialidad inmanente en la mercancía descubierta por el análisis, esto es, el valor. De ahí en más, la mercancía deja de ser aprehendida en su exterioridad como objeto externo “inerte” para pasar a ser reconocida como el sujeto de su propio movimiento. De manera crucial para nuestro argumento, dicha reproducción de la auto-posición del valor como valor de cambio tiene lugar en unidad indisoluble con el contenido de su determinación.

Para una discusión más extensa de la forma específica del análisis dialéctico que lo distingue del análisis científico convencional, así como su “unidad y diferencia” respecto del curso sintético de la investigación, véase Starosta (2008), Iñigo Carrera (2013b) y Caligaris y Starosta (2014). 7

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Así, es sólo desde el punto de vista del contenido cualitativo de la determinación que esta reproducción puede responder la pregunta que el momento analítico era impotente para responder. Esto es, es la expresión del valor la que permite la explicación de por qué la objetivación del carácter abstracto del trabajo realizado de manera privada toma la forma social de valor o, más sencillamente, por qué el trabajo privado es productor de valor. Por ello, la misma pregunta también se puede plantear por la negativa, como también lo hace Marx en otras ocasiones (CCEP: 54; K.I.1: 115 n.), esto es, por qué el valor tiene que adoptar una forma distinta de su propio contenido o, más sencillamente, por qué nos encontramos con que “20 varas de lienzo” valen “2 libras esterlinas” y no “20 horas de trabajo”. Miradas más detenidamente, tanto la pregunta por las razones de la representación “puramente social” de la materialidad del trabajo abstracto objetivado en la mercancía en la forma de la “objetividad de valor” como aquella por la forma concreta en que se pone de manifiesto dicho atributo de la cambiabilidad general se sintetizan en la cuestión de la necesidad social de la existencia del dinero como forma común de valor de las mercancías. La reproducción ideal de la forma del valor o valor de cambio consiste, de este modo, en el despliegue del contenido descubierto pero ahora expuesto en “el lenguaje de las mercancías” (K.I.1: 64). Sin embargo, el punto de partida de Marx no es directamente la forma dineraria en que la universalidad de las mercancías expresan efectiva y realmente su valor, sino la abstracción formal de “la más simple relación de valor […] que existe entre una mercancía y otra mercancía determinada de especie diferente, sea cual fuere” (K.I.1: 59), esto es, la forma simple del valor. En este sentido, por mucho que pueda encontrarse una expresión concreta suya en el “intercambio directo de productos”, esta forma más simple de expresarse el valor, al menos tal como Marx la considera en este punto, es completamente ajena a cualquier realidad histórica pre-capitalista. Es, sencillamente, lo que está encerrado en la expresión “20 varas de lienzo = 2 libras esterlinas”. Asimismo, precisamente por encerrar el contenido más simple de la expresión del valor de la mercancía, veremos que en esta forma está contenida la determinación cualitativa esencial de lo que es el dinero. Como dice Marx parafraseando a Hegel, “dicha forma” no es otra cosa que “el en sí del dinero” (K.I.3: 986 n.).

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En el examen de esta forma Marx señala ante todo, primero, que el valor “adquiere una expresión autónoma” respecto de la mercancía que busca expresar su propio valor (“la mercancía relativa”) al ponerse de manifiesto o reflejarse en el cuerpo material o valor de uso de la otra mercancía (“la mercancía equivalente”), y, segundo, que entre las mercancías vinculadas hay una “sustancia común” en cuanto una se pone en una “relación de igualdad” con la otra. Al ya haber descubierto en el análisis precedente a este apartado el contenido del valor, dicha “sustancia común” se reconoce inmediatamente como el trabajo abstracto, socialmente necesario, realizado de manera privada (K.I.1: 61-64). Por lo tanto, el contenido de esta “forma simple” del valor ya deja en evidencia que lo que está en juego en la expresión del valor es la organización de los trabajos privados que constituyen el trabajo social global. Marx remarca el punto en su consideración de las “peculiaridades” que adopta la forma de equivalente en esta forma simple. Estas peculiaridades expresan cómo las “antítesis internas” de la mercancía que el análisis precedente ya había descubierto se expresan ahora, en la relación de cambio, como “antítesis externas”, en particular que la mercancía que hace de equivalente expresa, bajo su propio contrario, el trabajo abstracto socialmente necesario realizado privadamente como la sustancia del valor. Más específicamente, en tanto el trabajo concreto que produce el equivalente deviene el modo de existencia del trabajo abstracto, y por ende asume la forma de la igualdad con todo otro trabajo humano, la expresión del valor revela que cada trabajo concreto no es más que una especificación cualitativa de la fuerza humana de trabajo en general. Por lo tanto, queda en evidencia que lo que está en juego es la regulación de la diferenciación del gasto productivo de cuerpo humano y que, además, es la mercancía misma la que se afirma como el mediador cosificado que establece la relación entre los distintos trabajos concretos en tanto especificaciones orgánicas del trabajo humano, y de este modo le da unidad a la división del trabajo. Por su parte, el hecho de que el trabajo privado que produce el equivalente devenga el modo de existencia del trabajo directamente social revela que la necesidad de esta forma reificada de mediación de la división del trabajo se desprende de la forma indirecta en que se pone de manifiesto el carácter social inmanente de los trabajos privados. Dicho en otros términos, el contenido de la forma simple del valor ya pone de manifiesto que lo que está en juego mediante la producción de valor es el establecimiento de la unidad del trabajo social. En suma, la forma simple del valor ya muestra la esencia de lo que la “objetividad 140

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de valor” adoptada por el producto del trabajo viene a resolver: la organización del trabajo social global cuando éste se ha realizado en unidades privadas, autónomas y recíprocamente independientes. Ahora bien, precisamente por ser ésta la razón de ser de la “forma de valor” de la mercancía, esta “forma simple del valor” es “defectuosa” para mostrar de modo adecuado la necesidad de la mercancía de afirmar al trabajo privado que la produjo como parte del trabajo social global. En efecto, en tanto el análisis de la “dualidad del trabajo representado en las mercancías”, en el apartado 2, ya dejó en evidencia que la mercancía cuyas determinaciones sigue la exposición dialéctica sólo existe en el marco de una sociedad en la que impera una “división social del trabajo” compuesta por un “conjunto de trabajos útiles disímiles” (K.I.1: 52), es claro que la relación de cambio en cuestión no es más que un elemento singular de una totalidad social articulada de manera general por intercambios mercantiles. En este sentido, para poder organizar el trabajo social global mediante el intercambio, los trabajos privados que lo componen tienen que estar vinculados todos entre sí y no solamente dos trabajos privados, que es lo único que hace explícito en su inmediatez la forma simple del valor. Por consiguiente, para expresar su valor como lo que éste verdaderamente es, o sea, como manifestación del trabajo abstracto socialmente necesario realizado de manera privada en tanto relación social general, una mercancía tiene que vincularse con el cúmulo de mercancías que componen la riqueza social. Por eso Marx avanza a continuación hacia la “forma desplegada”, la “forma general” y la “forma dinero” del valor como formas en las que el valor encuentra una forma de expresión más acorde a su determinación esencial. Sin embargo, si se considera con atención este despliegue de las “formas del valor” puede verse que no hay un avance cualitativo en la argumentación. Más bien dicho despliegue se limita a hacer visible de manera explícita lo que ya estaba puesto de manera plena en la forma simple. Dicho de manera polémica, la secuencia de las formas de valor más desarrolladas no está estructurada siguiendo el auto-movimiento inmanente a cada una de dichas formas, tal como lo presentan algunos autores (Arthur, 2004; Robles Baez, 2005), sino únicamente la necesidad ya presente en la forma simple. Como lo señala Iñigo Carrera, “este despliegue” de las formas del valor “no implica que una forma más simple engendra una más concreta, sino que el despliegue de la necesidad de aquélla nos pone frente a la evidencia de la existencia necesaria de ésta” (Iñigo 141

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Carrera, 2013b: 58-59). En otras palabras, la realización de la determinación cualitativa en juego se agota en la forma simple y lo que sigue constituye una expansión cuantitativa de dicha determinación, es decir, su generalización. Tal es, a nuestro entender, el verdadero significado de la observación con la que Marx antecede su examen de las formas del valor: “El secreto de toda forma de valor yace oculto necesariamente bajo esta forma simple del valor” (K.I.1: 59). En este sentido, la secuencia de formas “defectuosas” del valor sólo adquiere significado en tanto sucesión de abstracciones puramente formales de un proceso social donde el dinero ya existe en su plenitud como forma autónoma del valor del mundo de las mercancías. En este punto es interesante notar que el desarrollo de la “forma de valor” que presenta Marx, en cualquiera de sus versiones, no sólo no sigue un “orden histórico” sino que tampoco sigue un “orden lógico” en el sentido en que Fine y Lapavitsas lo presentan. A nuestro entender, el argumento de Marx pasa por otro lado. El punto crucial es que la expresión del valor revela progresivamente el problema que la forma de mercancía adoptada por el producto del trabajo viene a resolver: la organización de la unidad del trabajo social cuando éste es realizado de manera privada e independiente. Y en tanto la forma de realizarse esa mediación social, la mercancía que cumple el papel de equivalente general, monopoliza la forma de la cambiabilidad directa, el dinero queda determinado esencialmente como la forma objetivada del trabajo directamente social en una sociedad basada en la producción privada e independiente. Ahora bien, tal como plantea Marx, dicha expresión del valor está contenida en la relación de valor entre las mercancías (K.I.2: 56). Puesto en otros términos, la asunción de la forma de equivalente general por cierto valor de uso sólo puede tener lugar porque este último puede entrar en dicha relación de intercambio en primera instancia. Lo cual sólo puede hacerlo en cuanto producto del trabajo privado, vale decir, en tanto portador de valor. Es ésta la razón por la cual el dinero sólo puede actuar como tal en el intercambio sobre la base de ser él mismo una mercancía. En síntesis, tal es la determinación actual del dinero como forma común de valor de las mercancías. Este descubrimiento surge de tomar en la mano la mercancía capitalista, analizarla, revelar su contenido y desplegar la necesidad inmanente a la misma que dicho contenido determina. En consecuencia, ante todo, no se trata de un procedimiento que necesite de un análisis histórico, 142

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como reclama Ingham, ni para fundamentarse ni para probarse. Por otra parte, por tratarse de la realidad actual de la mercancía y del dinero, no es posible hacer abstracción del trabajo, pero no porque se necesite del trabajo para resolver un abstracto problema técnico de unidad de medida, como cree ingenuamente Ingham en su lectura “ricardiana” de Marx (Ingham, 2006: 268), sino precisamente porque en esta sociedad, a través de la adopción de la “forma de valor”, y en consecuencia de la “forma de dinero”, se está resolviendo la organización general de los trabajos privados que componen el trabajo social global. Por lo tanto, finalmente, lo que esta reconstrucción del argumento de Marx muestra es que el intercambio de mercancías es la “relación social general” en la sociedad burguesa, esto es, la relación social más simple, y por tanto fundamental, en que en esta sociedad los individuos organizan, de manera indirecta, su propio proceso de vida social. De modo que toda relación social no mercantil, como por ejemplo la relación social directa que constituye el Estado, sólo puede surgir como una relación derivada de la anterior. En este sentido, la explicación de Marx también corta de tajo la pretensión de Ingham de fundar al dinero capitalista, y a través suyo el intercambio mercantil correspondiente, en relaciones directas de poder y dominación. Lapavitsas falla en su respuesta a Ingham porque, asumiendo una concepción lógica-histórica de la génesis del dinero, no sólo se propone en última instancia fundamentar históricamente lo que constituye la realidad actual del dinero sino que, precisamente por querer encontrar una expresión histórica concreta de cada momento sistemático presentado por Marx, acaba por pretender explicar el dinero a través de la acción de los individuos que intercambian mercancías interpretando, por ejemplo, la forma simple del valor como un análisis “lógico” del trueque. En contraposición, el desarrollo de Marx de la forma del valor no sólo prescinde enteramente de la historia sino también de la acción de los cambiantes. Como veremos en seguida, la consideración de esta última llega, en la exposición marxiana, recién en el capítulo II que, como su título lo indica, trata del “proceso de intercambio”. Esta tajante distinción realizada por Marx entre el examen de la “mercancía” y el examen del “intercambio” no es casual, surge precisamente de haber descubierto la mercancía y sus determinaciones objetivas como el contenido mismo de la acción de los individuos, siendo éstos sólo “personificaciones” de las potencias sociales enajenadas en el producto de su trabajo (Starosta, 2015). Si en cambio se presentan a un mismo nivel el desa143

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rrollo de la necesidad inmanente de la mercancía y la acción de los cambiantes, lo que se pierde de vista es precisamente el curso mismo de la determinación entre sendos momentos del movimiento de la relación social general actual en su unidad. Este colapso de distintos niveles de abstracción en que cae la lectura de Lapavitsas –por cierto, muy recurrente en la literatura especializada– ha sido recientemente criticado de manera muy precisa por algunos autores (Campbell, 1997: 99; 2004: 67-68; Arthur, 2004: 37-38; Heinrich, 2008: 86 y ss; 2011: 153 y 235). Así, por ejemplo, Arthur sostiene: Marx pospone muy conscientemente [la discusión de las motivaciones de los cambiantes] hasta que ya haya analizado la naturaleza de lo que ellos cambian. Un punto muy importante acerca de la naturaleza del dinero está también aquí involucrado. Para ponerlo por la negativa: no hay rastro alguno de cualquier discusión sobre el trueque en el capítulo I del tomo I de El capital (Arthur, 2004: 37).

La distinción precisa entre estos distintos niveles de abstracción que componen la exposición marxiana sobre la mercancía y el dinero no sólo es clave para poder dar una explicación consistente de la naturaleza mercantil de este último sino que, como veremos, también lo es para comprender el papel específico que juega el “análisis histórico” en el argumento de Marx. Por consiguiente, nos detendremos ahora brevemente en la consideración de la estructura argumental de la exposición marxiana que sigue al análisis de la “forma del valor”, en particular de la parte dedicada al examen del proceso de intercambio.

La génesis histórica del dinero Descubierta la mercancía como la relación social general en el examen de la “forma del valor” y los productores de las mismas como sus personificaciones en el “fetichismo de la mercancía”, la exposición marxiana fluye entonces pasando necesariamente a la consideración de la puesta en movimiento de dicha relación social general. El capítulo II abre así con la observación de que las “mercancías no pueden ir por sí solas al mercado”. Ahora, los productores de mercancías tienen que personificar las relaciones de valor en el proceso de cambio, esto es, tienen que actuar como poseedores de mercancías (K.I.1: 103). Sin embargo, cuando se mira el desarrollo de la relación social justamente des144

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de el punto de vista de su mediación a través de la acción de los poseedores de mercancías, se abre una contradicción insalvable: como personificaciones de sus respectivas mercancías, los cambiantes no pueden equiparar sus productos como valores porque de su propia acción no puede emerger un equivalente general (K.I.1: 105). Marx resuelve este aparente problema remitiendo a la observación inmediata de la acción efectiva de los poseedores de mercancías. “En su perplejidad”, figura Marx, “nuestros poseedores de mercancías piensan como Fausto. En el principio era la acción. De ahí que hayan actuado antes de haber pensado. Las leyes de la naturaleza inherente a las mercancías se confirman en el instinto natural de sus poseedores” (K.I.1: 105). Y es que justamente en la personificación de su propia relación social enajenada los poseedores “pueden relacionar entre sí sus mercancías en cuanto valores” porque existe efectivamente un “equivalente general” (K.I.1: 106). Como lo ha notado correctamente Heinrich, este breve desarrollo con el que Marx abre el capítulo II polemiza implícitamente ante todo con las explicaciones “contractualistas” que fundan el dinero en “la comprensión común de los individuos que intercambian” (Heinrich, 2011: 229). En contraposición, precisamente lo que muestra Marx aquí es que el dinero no puede surgir de la acción voluntaria de los cambiantes. Así, en estos pasajes Marx no está “postulando al dinero como una resolución para los problemas del intercambio directo” como sostienen explícitamente Fine y Lapavitsas (2000: 380 n.) e implícitamente Ingham en su identificación del argumento de Marx con el neoclásico. Es estrictamente a la inversa: ¡en estas páginas lo que se presenta es la imposibilidad de tal explicación! Con todo, el argumento de que el dinero no puede surgir de una convención sino de “leyes de la naturaleza inherente a las mercancías” no puede agotarse, como cree Heinrich, en el hecho de que “el dinero es […] el resultado de un proceso social presente, que se realiza de nuevo una y otra vez (en el que participamos todos con nuestras compras y ventas)” (Heinrich, 2011: 231). Ciertamente, la acción práctica de los poseedores de mercancías reproduce “instintiva” y permanentemente la existencia del dinero. Sin embargo, esta reproducción sólo puede llevarse a cabo porque el dinero ya ha sido producido. De otro modo se recaería precisamente en la referida contradicción a la que conduce el análisis de la acción de los poseedores de mercancías: la misma no puede engendrar un equivalente general. El verdadero corolario de este desarrollo de Marx es por 145

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consiguiente que lo que ahora necesita explicación es el “acto social” originario que convierte a “una mercancía determinada” en dinero. En otras palabras, a esta altura del desarrollo sistemático de la relación social general ya se sabe que las mercancías sólo pueden intercambiarse al relacionarse “antitéticamente con otra mercancía cualquiera que haga las veces de equivalente general” y que, en su “acción”, los poseedores de mercancías sólo pueden “confirmar” “las leyes de la naturaleza inherente a las mercancías” (K.I.1: 105-106). En consecuencia, lo que queda pendiente de resolución es cómo “una mercancía determinada” se ha convertido en la mercancía en la cual “todas […] representan sus valores”, en concreto, cómo se ha producido originalmente el dinero (K.I.1: 106). Pero esto no puede ser explicado por medio de la acción actual de los poseedores de mercancías. En efecto, dicho proceso choca con la forma general misma que tiene la conciencia de estos sujetos: en tanto se trata de individuos libres e iguales, ninguno va a ceder a otro (ni puede arrogarse por sí mismo) la potestad de monopolizar el valor de uso que encarna la forma de la cambiabilidad directa (es decir, la posibilidad de afirmarse de manera inmediata como órgano del trabajo social).8 Por este motivo, la exposición de Marx continúa con el examen de la “expansión y profundización históricas del intercambio” que explican “la trasformación de la mercancía en dinero” (K.I.1: 106, énfasis agregado). Esto es, en la exposición sistemática de la relación social general Marx abandona el examen del movimiento presente en que dicha relación se desenvuelve para pasar a examinar las determinaciones que la misma encierra dentro de sí en tanto resultado del devenir histórico. En suma, se llega al momento en que, para de-

En contraposición a Heinrich, Campbell (2004: 67-77) nota perspicazmente la imposibilidad de explicar la “cristalización originaria” del dinero con base en la acción actual de los poseedores de mercancías. Asimismo, justifica la necesidad de introducir el desarrollo histórico de la génesis del dinero precisamente por dicha impotencia del movimiento de la relación social actual para separar a una mercancía determinada como dinero. Sin embargo, no plantea las implicancias metodológicas generales que tiene dicha instancia puntual de la exposición marxiana para la problematización del vínculo entre desarrollo sistemático y análisis histórico en el método dialéctico. Por otra parte, tampoco nota la relevancia de dicha introducción del curso histórico de la exposición para mostrar la inversión del orden de determinación que implica respecto de su secuencia “sistemática”. 8

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cirlo en palabras de Marx, “nuestro método pone de manifiesto los puntos en los que tiene que introducirse el análisis histórico” (G.1: 422). Notablemente, este cambio de frente que adopta la exposición sistemática apenas comenzado el capítulo II ha sido escasa, si no es que nulamente, discutido en la literatura especializada en los aspectos metodológicos de la exposición marxiana. Como vimos, estos autores suelen reducir toda alusión a procesos históricos en el texto de El capital a una mera “ilustración” del desarrollo puramente sistemático de las relaciones sociales capitalistas o, en el mejor de los casos, dejan al análisis histórico únicamente el lugar de explicar la “acumulación originaria” que permitiría dar cuenta la “transición de un sistema a otro”. En este sentido, el citado trabajo de Heinrich se destaca por reconocer que en el capítulo II Marx realiza un análisis de “la formación histórica del dinero en condiciones precapitalistas” (Heinrich, 2011: 233) y, particularmente, por discutir la introducción de este análisis desde un punto de vista metodológico. Sin embargo, al considerar que basta con el reconocimiento de la reproducción del dinero mediante la acción práctica de los poseedores de mercancías para explicar plenamente la existencia del intercambio mercantil y por tanto del dinero mismo, la razón metodológica de introducir en esta instancia del desarrollo un análisis histórico se reduce en Heinrich al hecho de que “la clave de la comprensión del surgimiento histórico” del dinero sólo puede ser “suministrada” por el desarrollo exhaustivo de las determinaciones sistemáticas de la mercancía y el dinero realizadas con anterioridad (Heinrich, 2011: 233). En consecuencia, la introducción de un análisis histórico en este momento de la exposición marxiana se le aparece como un agregado completamente exterior al desarrollo sistemático. En contraposición, tal como lo hemos mostrado en nuestra sucinta presentación de la estructura argumental de este capítulo, el examen del desarrollo histórico del dinero juega un papel tan central en la explicación marxiana de la realidad actual del dinero como el despliegue de la “forma de valor”. Dicho de manera polémica, así como Marx no hace un desarrollo sistemático de las determinaciones abstractas del dinero que replica el desarrollo histórico del mismo, tal como sostienen Engels y sus herederos, tampoco hace “dialéctica sistemática” por una parte y “dialéctica histórica” por otra, como sostienen los autores de la “New Dialectics”. Lo que hace es desarrollar sistemáticamente la necesidad inmanente de la forma concreta actual que examina hasta que ese

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mismo desarrollo lo pone enfrente de la necesidad de dar cuenta de la realidad histórica que dicha forma concreta tiene condensada. Siendo así, veamos entonces brevemente cuál es, según Marx, el curso general adoptado por dicha génesis histórica. Dado que el desarrollo de las determinaciones del capital aún no ha mostrado cuál es el papel histórico del capitalismo en el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social y, en consecuencia, aún no se ha siquiera presentado la necesidad de explicar el curso histórico adoptado por dichas fuerzas productivas, el análisis de la génesis histórica del dinero se expone en este capítulo haciendo abstracción de las mediaciones concretas a través de las cuales esta génesis se lleva a cabo. Aun así, este análisis alcanza para mostrar que el dinero surge efectivamente como el producto de un “acto social” históricamente anterior a la acción de los poseedores de mercancías capitalistas. Como tal, este acto social que produce originalmente al dinero tiene que seguir un curso enteramente inverso al que sigue aquel que reproduce el dinero en el capitalismo. En efecto, si el dinero no puede surgir originalmente de la acción de individuos libres cuyo único vínculo social indirecto es la mercancía, tiene que hacerlo de la acción de individuos sujetos a relaciones de dependencia personal. Aquí se aplica directamente aquello de que “el orden de sucesión” de las determinaciones actuales “es exactamente el inverso” del que corresponde “a su orden de sucesión en el curso del desarrollo histórico” (G.1: 28-29). Pero no es éste el único caso. Al ser el dinero la forma del valor de la mercancía, Marx rastrea su génesis hasta las primeras formas de expresarse el valor de las mercancías en el “intercambio directo de productos”. Allí la mercancía es el producto directo del intercambio en vez de ser éste el producto directo de aquélla. Al mismo tiempo, un objeto se convierte en intercambiable por el puro “acto de voluntad” de su poseedor en vez de ser este acto la personificación de la mercancía en cuanto objeto intercambiable. Finalmente, estos poseedores de mercancía sólo resultan productores independientes en cuanto se enfrentan “implícitamente como propietarios privados” en vez de serl por la forma de mercancía que tienen sus productos (K.I.1: 107). Por su parte, las primeras formas dinerarias que surgen al convertirse el intercambio en “un proceso social regular” y, en consecuencia, de la necesidad de que la mercancía adopte una “forma de valor independiente de su propio valor de uso”, también se presentan bajo una determinación que es “exactamente la inversa” a la que presenta el dinero en el intercambio mercantil 148

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capitalista. Allí, el dinero aparece efectivamente como una forma de resolver las limitaciones que le impone el trueque a la expansión del proceso de intercambio en vez de como forma necesaria de expresión del trabajo abstracto objetivado en las mercancías; esto es, se presenta ante todo en su función de “medio de circulación” en vez de hacerlo como “medida de valores” (K.I.1: 108). En suma, en el análisis histórico que presenta Marx, la esencia de las transformaciones históricas que convierten al dinero en el equivalente general de las mercancías pasa por la inversión de las determinaciones que lo constituyen en la actualidad. A la luz de esta historia del origen del dinero salta inmediatamente a la vista el error que constituye pretender equiparar el orden de los hechos históricos con el orden de las determinaciones abstractas de un objeto concreto actual. Considerar al desarrollo de la “forma de valor” realizado por Marx como un desarrollo histórico, tal como lo hace Lapavitsas, carece de sentido ante todo porque la mercancía que surge en el intercambio directo de productos entre las comunidades no se constituye “con anterioridad al intercambio” y, en consecuencia, carece de una “objetividad puramente social” que necesite expresarse bajo la forma de un equivalente general. Por su parte, los cambiantes de estas mercancías no son individuos libres cuyo único vínculo social es el producto de su propio trabajo privado. Por tanto, el problema formal que presenta la personificación de las relaciones de valor en el proceso de intercambio cuando la mercancía se ha constituido como relación social general no sólo no corresponde al nivel del examen de la forma del valor, sino que no se presenta en absoluto cuando se analiza el origen histórico del dinero. Del mismo modo, carece de sentido pretender explicar la realidad actual del dinero por lo que fue su génesis histórica, como lo procura hacer Ingham. Como acabamos de ver, históricamente las determinaciones actuales del dinero aparecen completamente invertidas. Y esto no sólo vale para el vínculo de determinación entre las relaciones directas y las indirectas y para el orden de aparición de las distintas funciones del dinero sino, como lo ha hecho notar Arthur, vale incluso para la forma misma en que las funciones del dinero se realizan. “De hecho, como el propio Marx sabía”, dice este autor, “históricamente las funciones del dinero fueron frecuentemente representadas por diferentes objetos, habiendo sido institucionalizadas de manera separada”. Y, a la inversa, en el capitalismo la reali-

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zación del valor “impone como un requerimiento que esas funciones separadas sean integradas […] en una sola mercancía dineraria” (Arthur, 1996: 196).

Conclusiones En este artículo hemos investigado la naturaleza esencial del dinero y sus determinaciones más generales o simples en clave metodológica. Para ello, en primera instancia, hemos abordado la cuestión mediante el examen crítico del debate reciente entre Ingham y Lapavitsas. El primero intenta proveer fundamentos “sociológicos” generales a la teoría (post-keynesiana) del dinero como esencialmente una unidad de cuenta convencional establecida por la autoridad pública en la cual se miden las obligaciones crediticias contraídas que constituyen, según este autor, toda operación mediada por el dinero. Por su parte, la intervención del segundo apunta a defender la perspectiva marxiana que postula el carácter mercantil del dinero y, en consecuencia, a su origen en el proceso de cambio. Más allá de cualquier otra consideración sustantiva respecto de cada una de estas posiciones sobre la naturaleza y génesis del dinero, la primera conclusión emergente de nuestra lectura crítica de la controversia es de un cariz primordialmente metodológico. A nuestro juicio, la disputa entre estos autores, y en particular el intento fallido de defensa de la perspectiva marxiana llevado a cabo por Lapavitsas, deja al desnudo de forma muy patente las limitaciones del llamado método “lógico-histórico” como forma de desarrollo de la crítica de la economía política. Tal como hemos demostrado en este capítulo, la fundamentación del carácter y origen mercantil del dinero actual y sus determinaciones debe proveerse primordialmente en términos dialéctico-sistemáticos. Sin embargo, hemos mostrado también que ese modo de investigación se torna insuficiente para desplegar las determinaciones más generales del dinero en su plenitud y unidad. Es en este punto donde, más allá de otras similitudes y acuerdos en un sentido más amplio, nuestro enfoque metodológico tomó distancia de muchos de los aportes más recientes al método de la crítica economía política asociados a la llamada “New Dialectics”. En efecto, hemos visto que es precisamente en el despliegue de las determinaciones generales del dinero desde la perspectiva del proceso de cambio (tal como lo expone Marx en el 150

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capítulo II del tomo I de El capital), donde emerge una primera instancia (de las pocas que se encuentran en dicha obra) en la que el método dialéctico nos pone delante de la necesidad de dejar momentáneamente de lado el curso puramente sistemático de la exposición para pasar al desarrollo de un curso histórico. Asimismo, hemos notado también cómo esos pasajes encierran la riqueza de exhibir de manera particularmente expresiva aquel otro aspecto del método dialéctico enfatizado por el propio Marx en sus ocasionales, pero ampliamente citadas, reflexiones metodológicas dispersas en sus escritos, a saber: que la secuencia sistemática de las “categorías económicas” y sus determinaciones invierte el orden en el que se fueron desarrollando en el curso histórico. Huelga decir que esto no involucra un interés meramente exegético sino que, tal como se desprende de nuestra discusión, resulta crucial para la comprensión de esta forma social. Estos aspectos metodológicos de la exposición marxiana de las determinaciones más generales del dinero han sido usualmente pasados por alto por los autores de la “New Dialectics”. Como es evidente, esto no se deriva simplemente de un descuido por parte de estos comentaristas, sino que, tal como se ha señalado más arriba, refleja una debilidad intrínseca de su concepción del vínculo entre el despliegue sistemático y el análisis histórico. Concretamente, este último es considerado como meramente ilustración de las determinaciones generales descubiertas sistemáticamente o, en el mejor de los casos, como pertinente para la explicación de la transición entre modos de producción, pero en cualquier caso irrelevante para la comprensión de las determinaciones actuales de las formas sociales capitalistas. Sea como fuere, en ambos casos el vínculo existente entre ambos “momentos” de la investigación dialéctica resulta completamente exterior. En contraste, nuestro abordaje ha mostrado que la redirección momentánea al desarrollo histórico de la exposición es una necesidad inmanente del despliegue sistemático mismo. En efecto, en el caso analizado es la imposibilidad de que el propio movimiento actual de la acción social de los poseedores de mercancías determine a una mercancía en particular como dinero lo que genera la necesidad de la introducción del análisis histórico. Ocurre que la existencia del dinero debe estar presupuesta en la práctica. Y esto, a su vez, sólo puede haber sido puesto por el curso de la evolución histórica de la mercancía y el dinero con anterioridad a la emergencia del modo de producción capitalista. La exposición dialéctica debe necesariamente poner al descubierto 151

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las determinaciones inmanentes del dinero como producto histórico porque de otro modo no está completo el descubrimiento de sus determinaciones como producto del movimiento de la relación social actual. En suma, el despliegue sistemático y el análisis histórico no pueden identificarse de manera inmediata, como en la lectura ortodoxa derivada de Engels, pero tampoco deben contraponerse de manera abstracta y exterior como si se tratase de dos métodos distintos, tal como aparece en el caso de la “New Dialectics”. Más bien son dos momentos internos cuya unidad constituye el método dialéctico. La segunda conclusión que emerge de nuestra discusión es de carácter sustantivo, si bien también veremos que encierra una arista metodológica. Concretamente, hemos visto que, en primer lugar, el dinero debe ser necesariamente una mercancía y que, en segundo lugar, se engendra en la relación de cambio entre las mercancías que media la expresión del valor como valor de cambio (y que, en esta forma reificada, media el establecimiento indirecto de la unidad del trabajo social organizado de manera privada). En rigor, ambos puntos están intrínsecamente relacionados en tanto es justamente por ser una mercancía (esto es, por poseer el atributo de la cambiabilidad como representación “puramente social” de la materialización del trabajo abstracto socialmente necesario ejecutado de manera privada) que el dinero puede entrar en dicha relación en una primera instancia y, en consecuencia, actuar como forma general del valor de las demás. De ahí también que la determinación esencial más simple y general del dinero actual no puede reducirse a ser una unidad de cuenta del “valor abstracto”, tal como plantea Ingham, ni tampoco a un simple y formal monopolio del poder de compra carente de contenido, tal como postula Lapavitsas. En contraste, hemos argumentado que la función esencial del dinero capitalista consiste en ser la encarnación material u objetivada del carácter social del trabajo privado, determinación que, como recién señalamos, sólo puede desarrollar por ser él mismo un producto del trabajo privado. En este sentido, y tal como señala convincentemente Germer (1997: 53), el corolario de esto es que la proposición marxiana de que el dinero es una mercancía no está fundada en la observación inmediata de un hecho empírico tal como la prevalencia del llamado “patrón oro” en su época. De este modo, el reemplazo fáctico de la mercancía dineraria en las funciones de medio de circulación y medio de pago por diversas formas de dinero-crédito, así como la existencia de patrones de precios que desde 1971 han dejado de expresar de 152

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manera legal-institucional su vínculo con cantidades de la mercancía dineraria (Germer, 1997: 50-52),9 no constituyen pruebas suficientes para rechazar el carácter mercantil del dinero. Y esto no sólo en tanto, como admiten quienes proponen una teoría marxista del dinero como puro dinero-crediticio (Foley, 2005: 47), la “evidencia empírica” dista de ser conclusiva al respecto. La cuestión fundamental es, nuevamente, metodológica. Más concretamente, de nuestra discusión se desprende que el fundamento del carácter mercantil del dinero no es histórico sino sistemático y, por ello mismo, dicha determinación debe estar portada de modo inmanente por el dinero actual cualesquiera sean sus formas más concretas de existencia. Es decir, esta determinación esencial más simple del dinero sigue constituyendo su contenido general por más que en sus formas concretas de realizarse pueda aparecer como negado (Escorcia Romo, 2013). Por ello, tanto la “crítica” como la “defensa” de la posición marxiana respecto de la naturaleza mercantil del dinero sólo puede abordarse de manera coherente mediante la reconsideración de las determinaciones más abstractas y generales del dinero actual presentadas por Marx en los primeros capítulos de El capital, que es justamente lo que intentamos hacer en este artículo a través de la lectura crítica de la controversia entre Lapavitsas e Ingham, cuya riqueza radica en buena medida precisamente en reconducir la cuestión a los fundamentos más generales del dinero.10 Véase De Brunhoff (2005) sobre la emergencia de un “patrón dólar” con la caída del sistema de Bretton Woods. 10 Esta consecuencia metodológica de considerar a la cuestión de la naturaleza mercantil del dinero exclusivamente en términos dialéctico-sistemáticos es llamativamente pasada por alto en varias contribuciones marxistas justamente preocupadas por el fundamento metodológico de la crítica marxiana. El caso de Campbell (1997) es quizás de los más ilustrativos en este sentido. Esta autora está de acuerdo con la explicación ofrecida por Marx en el capítulo primero de El capital respecto a la necesidad de que el dinero sea una mercancía, e incluso la defiende agudamente frente a sus críticos (Campbell, 1997: 103 y ss.). Sin embargo, considera esta necesidad como “un supuesto” o “expediente temporario” en el desarrollo sistemático (Campbell, 1997: 91 y 114) que, como tal, debe ser completamente dejado de lado una vez que se consideran las formas concretas del dinero, tal como su “actual disociación respecto del oro” (Campbell, 1997: 89). De allí que Campbell termine concluyendo que el dinero propiamente capitalista es esencialmente dinero-crédito. Desde nuestro punto de vista, esta perspectiva no logra captar al menos dos características fundamentales del método dialéctico: en primer 9

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Por supuesto, esto deja abierta la cuestión de la conexión interna entre dicha determinación inmanente del dinero y las formas concretas contemporáneas del “sistema monetario”. Huelga decir que este tema excede el marco del presente capítulo. Sin embargo, un par de consideraciones finales se pueden sugerir al respecto. En primer lugar, dicha unidad entre el contenido general del dinero y sus formas concretas sólo puede ser puesta al descubierto mediante el despliegue sistemático de toda la secuencia de mediaciones a través de las cuales se realiza el movimiento del dinero hasta dar cuenta de sus figuras contemporáneas; en segundo lugar, la aparente “autonomización absoluta” de las diversas funciones del dinero respecto de la mercancía dineraria tiene sus bases en la crisis de sobreproducción en la que está sumergida la economía mundial desde la década de 1970 y cuya resolución plena se viene posponiendo mediante sucesivas olas de expansión del crédito (Iñigo Carrera, 2013a: 208 y ss.). De ahí también los límites de tal apariencia de abolición del carácter mercantil del dinero los cuales, tal como señalaba Marx en el tomo III de El capital (K.III.7: 781-782), es de esperar que emerjan con la erupción manifiesta de la crisis, que es justamente el momento en el cual se restablece de manera violenta la unidad del proceso de reproducción organizado de manera privada e independiente.

lugar, el hecho de que las determinaciones más simples de un objeto son tan materialmente constitutivas del mismo como sus determinaciones más concretas, y, en segundo lugar, que el desarrollo desde las determinaciones más simples a las más complejas se desenvuelve por medio de negaciones que, entendidas precisamente en su naturaleza dialéctica, no suprimen las determinaciones más simples sino que las conservan. Al ignorar dichas dimensiones del despliegue sistemático-dialéctico, se termina otorgándole a la determinación inicial del dinero el status altamente problemático de “supuesto” arbitrario. Si bien la perspectiva de Campbell tiene la virtud de rechazar el método histórico-lógico, su idiosincrática interpretación del status del dinero-mercancía en la exposición marxiana la lleva a acercarse peligrosamente al proceder del método tradicional de las “aproximaciones sucesivas”. En efecto, mientras que el primero tiene al menos la ventaja de reconocer la objetividad o realidad de las determinaciones más simples, en la lectura de Campbell las mismas terminan quedando degradadas a ser meros productos de la reflexión subjetiva. 154

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Mario Luciano Robles Báez

En El capital, Marx sitúa su teoría del dinero en el contexto de la presentación de su concepto de capital como una totalidad donde el dinero es puesto como la forma general de existencia del valor en cuanto capital.1 Esto significa que, para Marx, si bien dinero y capital están estrechamente relacionados entre sí, no son lo mismo. En efecto, el capital es, en cuanto valor que se valoriza a sí mismo, una substancia esencialmente abstracta con movimiento propio que como tal requiere de una forma fenoménica, concreta y homogénea de existencia social por medio de la cual no sólo pueda medirse a sí mismo sino además relacionarse consigo mismo en todas y cada una de sus formas particulares de existencia que crea en su devenir como una totalidad. Esa forma de existencia del capital es el dinero. Permítasenos referirnos a dos pasajes en los que Marx señala algunas de las relaciones fundamentales entre dinero y capital: en Teorías sobre la plusvalía dice: “el desarrollo del capital presupone ya el pleno desarrollo del valor de cambio de la mercancía y, por tanto, su sustantivación en dinero”. Pero, como el capital “[no] es solamente la representación sustantiva del valor como en el dinero, sino valor que se procesa, […] en el capital la sustantivación del valor se manifiesta en una potencia mucho más elevada que en el dinero” (TsPV.III: 116); y en el tomo II de El capital señala: “el valor de capital, en estado dinerario, sólo puede cumplir funciones de dinero, y ninguna otra. Lo que convierte “[En] la circulación D-M-D funcionan ambos, la mercancía y el dinero, sólo como diferentes modos de existencia de valor mismo: el dinero como su modo general de existencia, y la mercancía como su modo de existencia particular o, por así decirlo, sólo disfrazado” (K.I.1: 188). 1

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estas funciones de dinero en funciones de capital es su papel determinado en el movimiento de capital” (K.II.4: 33-34). En estos pasajes, Marx señala que, en cuanto presupuesto (histórico y lógico) del capital, el dinero deviene del pleno desarrollo de las formas del valor que surgen como su forma autónoma de existencia de las relaciones que las mercancías entablan entre sí; que, una vez que éste ha sido puesto como tal, en él mismo, en cuanto valor presupuesto dado, ya está puesto el que pueda, por mediación del proceso de circulación, transformarse en capital, y que una vez que el capital ha sido puesto como valor que se valoriza a sí mismo, éste, cuando adopta la forma de dinero, sólo puede funcionar como dinero cuyas funciones se convierten sin embargo en funciones del capital por el papel que cumplen a lo largo de su propio movimiento. El objetivo de este trabajo es presentar un acercamiento a las relaciones funcionales que se establecen entre el dinero y el capital en cuatro de los momentos (lógicos) o niveles de abstracción que constituyen el concepto de capital en general en El capital. Los tres primeros momentos son señalados por Marx en el siguiente pasaje de los Grundrisse: El primer momento surgió del valor, tal como salía de la circulación y presuponía a ésta. Era el concepto simple de capital; el dinero tal y como era determinado directamente en su evolución hacia el capital; el segundo momento partía del capital como supuesto de la producción y resultado de la misma; el tercer momento pone al capital como unidad determinada de la circulación y producción (Marx, G.1: 260).

El cuarto momento corresponde a la posición del capital en general por mediación de la competencia entre capitales productivos sectoriales.

Mercancía y dinero: formas inmediatas de existencia del valor en cuanto ser del capital. Las funciones del dinero como dinero La primera sección del tomo I de El capital tiene como objeto la circulación mercantil simple, M–D–M, que, en cuanto corresponde a lo inmediatamente existente en la superficie de la circulación capitalista, representa la apariencia inmediata o fenoménica de la circulación del capital donde son puestas las determinaciones y relaciones que corresponden a las formas inmediatas de

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existencia mercantil del valor en cuanto ser del capital, es decir, la mercancía, el dinero y su circulación.2 Como tal, esta forma de circulación presupone lógicamente una división social del trabajo que corresponde a una forma de producción social disociada en la que sus productos son el resultado de los trabajos propios de productores privados y autónomos llevados a cabo independientemente unos de otros. Como esta división social del trabajo disociado presupone además la disociación entre la producción y el consumo, la relación social de los productores y de sus trabajos sólo puede ser establecida indirectamente por la mediación del proceso de intercambio entre sus productos en el mercado. Esto implica que los productores mismos no tienen ex ante la seguridad de que sus productos jugarán un rol en la reproducción social, y que sus productos y los trabajos propios objetivados en ellos sólo pueden ser validados socialmente ex post por medio del intercambio. Como productos de trabajo destinados a ser intercambiados en el mercado, éstos adquieren la forma de mercancías cuyas determinaciones son ser valores de uso en cuanto la propiedad particular concreta, cualitativamente heterogénea que les permite ser útiles para otros, y ser valores en cuanto la propiedad esencialmente común, cualitativamente homogénea, que les permite su intercambiabilidad en determinadas proporciones cuantitativas. Como en este contexto los valores de las mercancías y el carácter del trabajo cuya objetivación les da origen no son inmediatamente puestos en una forma socialmente objetiva en la producción, sino que, en cuanto representan la objetivación del tiempo de trabajo en sentido fisiológico abstracto de sus productores individuales, éstos sólo pueden constituir los “valores presupuestos” (o “valores individuales”) de sus valores sociales. Para que éstos devengan valores sociales que representen la objetivación de tiempo de trabajo social abstracto y, por lo tanto, la producción mercantil social disociada sea factible como una forma de producción social asociada, se requiere de un medio generalizado de validación social, una cosa particular por medio de la cual el valor aparezca y se ponga de una forma socialmente objetiva y de esta manera las mercancías he-

Al respecto véase Robles (2011, cap. 1), Robles (2014), y Escorcia y Robles (2014). La primera sección corresponde a los que Marx denomina capítulos introductorios (vorchapters) al libro sobre El capital: I, II y III. Véase la carta de Marx a Lassalle del 22 de febrero de 1858. 2

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terogéneas puedan homogeneizarse e intercambiarse entre sí en determinadas proporciones cuantitativas. Esa cosa es el dinero. En el tercer apartado del primer capítulo, Marx presenta el desenvolvimiento dialéctico de las formas del valor (de cambio) o la génesis lógica del dinero3 por medio de un movimiento de expresiones objetivas del valor que, contenidas en la relación de polaridad entre el valor (en cuanto la forma relativa del valor) y el valor de uso (en cuanto forma equivalente del valor) de las mercancías, se mueve de la forma más simple entre dos mercancías (es decir, la forma simple o singular de valor), derivando luego de ésta aquellas que son progresivamente más complejas (es decir, la forma total o desplegada y después la forma general de valor), y terminando con la forma de dinero que, en cuanto la forma de equivalente general del valor de todas las demás mercancías, toma el valor de uso (o la materialidad) de una mercancía específica que, como tal, ha sido excluida del resto del mundo de las mercancías, y que Marx considera es la mercancía-oro. Una vez que la forma de dinero ha sido puesta, la forma de valor de cualquier mercancía toma la forma precio, el cual es, a este nivel de abstracción, la forma precio más simple y general del valor social de toda mercancía. Cabe señalar que, en cuanto este movimiento responde a la unidad dialéctica de contenido esencial y forma de aparecer en la cual la forma es considerada no sólo como siendo fundamentada por el contenido, sino también como parte de la determinación del contenido, la forma dinero deviene el “ser ahí” [Dasein]4 del valor de En Robles (2005: 177) afirmo que “el contexto de la presentación de Marx es el origen lógico o la prehistoria lógica del dinero, es decir, el proceso que abarca todas las formas de expresión del valor que preceden a la constitución lógica del dinero” como dinero. 4 En filosofía, la palabra alemana Dasein ha tenido diferentes significados relacionados con existencia, realidad y ser determinado. En su diccionario de Hegel, Inwood señala: “Sein [“ser”] y el adverbio da (“ahí”, “aquí”, etcétera) dan dasein (“ser ahí, estar presente, existir”) y, en el siglo diecisiete, el sustantivo verbal (das) Dasein (“estar ahí, presencia, existencia (especialmente en espacio y tiempo)”). Dasein fue usado por Leibniz y Wolf como existentia del latín, la existencia de una cosa en contraste con su carácter. […] Dasein, dice Hegel, es ser (Sein) con una DETERMINACIÓN (Bestimmtheit), una determinación inmediata (en contraste con una ESENCIA subyacente), es decir, una CUALIDAD. (De aquí que Dasein, en este contexto, es traducida usualmente como “ser determinado”).” (Inwood, 1993: 94-95). Aquí hemos usado Dasein para significar que el valor (ser) sólo tiene existencia social cuando adquiere la forma de dinero, su determinación social inmediata. 3

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las mercancías, es decir, la forma universal de existencia social de los valores de las mercancías; forma por medio de la cual los “valores presupuestos” de las mercancías son puestos cualitativamente y medidos cuantitativamente como valores sociales,5 y, por lo tanto, la forma que permite a las mercancías establecer su conmensurabilidad en cuanto objetivaciones de tiempo de trabajo social abstracto. Esto implica que sin adoptar la forma de dinero el valor no puede tener una existencia social, o, dicho de otra manera, el dinero es la condición sine qua non de la existencia social del valor de las mercancías. En el capítulo III, Marx desarrolla las diferentes funciones del dinero, cuya importancia reside en que, cuando el valor, y más adelante el valor de capital, tome la forma dineraria sólo puede cumplir funciones de dinero y ninguna otra. La primera función es la de medida del valor en la que, como tal, “el dinero sirve para transformar en precios […], los valores de las variadísimas mercancías” (K.I.1: 119-120). Esta proposición complementa el sentido antes descrito de que, como medida del valor, el dinero deviene el “ser ahí” del valor de las mercancías. Pero como en esta “función de medida del valor […] el dinero sirve como dinero puramente figurado o ideal” (K.I.1: 117) y, por lo tanto, no se requiere de su presencia en persona como dinero real, la forma precio de los valores de las mercancías es igualmente una forma ideal o figurada que hace que sus poseedores les tengan que poner una etiqueta o prestarles su lengua para comunicar sus valores. Pero además la fijación de los precios de todas las mercancías requiere necesariamente de un patrón de medida o de precios que permita compararlos entre sí y que tenga vigencia social general. Si bien el patrón de medida requiere de la fijación de un determinado peso en oro como unidad de medida,6 éste fue posteriormente sustituido por denominaciones dinerarias cuya vigencia de curso legal sólo pudo ser establecida convencionalmente por el Estado (o la autoridad social). De aquí que la fijación del dinero como patrón de medida siempre haya sido un hecho “puramente convencional” (K.I.1: 122). Esto permite que la forma del valor no sólo se pueda expresar nominalEsto significa que el dinero no puede ser considerado un simple numerario en cuanto que no mide valores sociales dados que subyacen en las mercancías antes de su intercambio. 6 Desde luego que en la prehistoria del dinero las unidades de medida de los equivalentes singulares o particulares estaban relacionadas con las propias medidas de peso de las mercancías que los representaban. 5

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mente en dinero de cuenta, en el que se desvanece toda relación de valor,7 sino además la posibilidad de que el dinero pueda dejar de ser la mercancía-oro.8 La segunda función del dinero que Marx analiza es la de medio de circulación, es decir, el dinero que en cuanto la forma del valor de las mercancías que se ha vuelto autónomo sirve de mediador del proceso de intercambio mercantil. Proceso que es simbolizado por Marx mediante la fórmula M–D–M la cual representa un conocimiento compuesto de las dos metamorfosis de las mercancías que como valores de uso se contraponen al dinero como valor de cambio: M–D, o venta, y D–M, o compra, en las que el poseedor de la mercancía se convierte en vendedor y el poseedor del dinero en comprador. Pero como toda venta es a la vez una compra y viceversa, cada una de estas dos metamorfosis implica su metamorfosis inversa, de modo que ambas constituyen las metamorfosis final e inicial de otras dos mercancías, respectivamente. Como medio de circulación de este proceso, el dinero deja de ser puramente figurado y se presenta en su carácter de dinero real por medio del cual las mercancías efectivamente se intercambian entre sí de acuerdo con sus precios ideales, pre-conmensurados con antecedencia. Si bien en este proceso el dinero funciona como medida de valor y patrón de medida en la fijación de los precios de las diversas mercancías, como medio de circulación éste debe cumplir además la función de medio de compra. Este proceso en su conjunto es lo que Marx denomina circulación mercantil simple, cuya finalidad no es la valorización de valor sino el valor de uso de las mercancías, y donde la circulación de las mercancías se presenta como si fuera un mero resultado de la circulación del dinero. Es precisamente a partir de la autonomización del valor en el dinero como medio de circulación que surge la moneda, es decir, el dinero acuñado por el

“El nombre de una cosa es por entero exterior a la naturaleza de la misma. Nada sé de una persona de la que sé que se llama Jacob. De igual suerte, en las denominaciones dinerarias libra, tálero, franco, ducado, etcétera se desvanece toda huella de la relación de valor” (K.I.1 123). 8 Cabe señalar que esta forma de fijación del precio de las mercancías puede además implicar, por un lado, “la posibilidad de una incongruencia cuantitativa”, es decir, que el precio de la mercancía diverja de su valor; precio que, sin embargo, no deja de ser la expresión de su valor, y, por otro lado, “una contradicción cualitativa”, es decir, que “el precio deje de ser en general la expresión del valor” (K.I.1: 125), como, por ejemplo, el precio de la tierra. 7

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Estado. Al fijarse en la moneda, la abstracción valor alcanza así ser puesta en una cosa, que si bien como tal, es socialmente aceptada, en ella, como dice Marx, “se desvanece toda huella de relación de valor”, y puede ser sustituida por un signo de valor. En efecto, dado que el dinero en su función de medio de circulación no tiene más que una aparición fugitiva que puede cumplir con su existencia meramente simbólica, el propio curso del dinero en la circulación mercantil desenvuelve un proceso objetivo de simbolización por medio del cual su contenido nominal y su existencia funcional se disocian progresivamente de su contenido y de la existencia real de dinero-oro: primero se sustituye “por tarjas de otro material, o símbolos” (K.I.1: 153) y luego estos mismos símbolos son sustituidos por otros símbolos de sí mismos, por “[o]bjetos que, en términos relativos, carecen de valor”, es decir, por “billetes de papel, [que] quedan […] en condiciones de funcionar sustituyendo al oro, en calidad de moneda” (K.I.1: 154-155), cuya vigencia social se la da el curso forzoso estatal. Así, la función de medio de circulación deja de ser cumplida por el dinero mercancía y lo sustituye el papel moneda. Cabe señalar que el hecho de que Marx utilice en muchos pasajes el verbo sustituir o reemplazar y no necesariamente el de representar para designar esta transformación9 apunta a que, para él, el papel moneda en cuanto signo de valor puede volverse autónomo y dejar de tener relación inmediata con el oro, es decir que el dinero-mercancía oro sea negado,10 lo Marx utiliza el verbo representar para designar que tanto la mercancía-dineraria oro como cualquier signo de valor que lo sustituya funcionan como medios de circulación. Esto es así aunque, como en el caso de su sustitución por papel moneda, se inviertan las leyes de la circulación del dinero: “Mientras que el oro circula porque tiene valor el papel tiene valor porque circula. Mientras que, con un valor de cambio determinado de las mercancías, la cantidad de oro circulante depende de su propio valor, el valor del papel depende de su cantidad circulante. Mientras que la cantidad del oro circulante aumenta o disminuye con el aumento o la disminución de los precios de las mercancías, éstos parecen aumentar o disminuir con el cambio en la cantidad de papel circulante […]. Mientras que la moneda de oro evidentemente sólo representa el valor de las mercancías, en la medida en que éste se halla evaluado en oro o representado como precio en oro, el signo de valor parece representar directamente el valor de la mercancía” (CCEP: 110-11). 10 Como toda negación dialéctica, esta negación implica no la supresión del dinero-mercancía oro sino su preservación como fundamento de los signos particulares que lo sustituyen en su propio curso. En cuanto fundamento, éste está en sus sustitutos, aunque esté negado. 9

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cual genera la posibilidad de la inconvertibilidad del papel moneda con el oro y, consecuentemente, que el valor que representa el papel moneda deje de tener relación con el valor del oro. En este momento se desvanecería completamente toda relación de valor. En el apartado titulado “El dinero”, Marx trata tres funciones adicionales del dinero: medio de atesoramiento, medio de pago y dinero mundial, en las que, en cuanto existencia material de la riqueza social, el dinero, en su carácter de mercancía-dineraria oro, debe estar presente para cumplir estas funciones. Lo que no invalida la posibilidad de que éste pueda ser sustituido en estas funciones por un signo de valor. Estas funciones del dinero son fundamentales para la transformación del dinero en capital. La cuarta es la función del dinero como medio de atesoramiento. Entre las razones que Marx menciona por las que se conserva la mercancía-dineraria oro como tesoro se encuentran: a) el hecho de que la serie de metamorfosis que componen la circulación mercantil se vea interrumpida debido a que la venta, M–D, no se complemente con la compra subsecuente, D–M; b) la necesidad de hacer frente a las oscilaciones de la circulación mercantil que surgen, entre otras causas, de las variaciones tanto de las ventas de las mercancías y de las de sus precios como de las del valor, de la masa y de la velocidad del dinero circulante, y c) por el hecho de que, en cuanto forma de existencia autónoma de la riqueza abstracta, el dinero se transforme de medio en fin en sí mismo, lo que conlleva que sus poseedores reemprendan el camino de su acumulación una y otra vez. En todos estos casos el dinero como medio de circulación se inmoviliza, pasa de flujo, es decir de moneda, de forma dineraria meramente evanescente de la mercancía, a stock, es decir a dinero, adquiriendo así la forma de tesoro que, como tal, funciona en general de reserva de valor. El poseedor del dinero adquiere así el carácter de atesorador. De aquí que el poder social que representa el dinero pueda devenir en poder privado que pertenece a un particular. En quinto lugar, tenemos la función del dinero como medio de pago. El desarrollo de la circulación mercantil trae aparejadas, dice Marx, “circunstancias

Además, como señala en Teorías sobre la Plusvalia, “esta moneda, por ejemplo, no es más que un trozo de metal. Lo que hace de él dinero es solamente la función [que cumple] en el proceso de circulación” (TsPV.III: 421-422). 166

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que determinan una separación cronológica entre la venta de la mercancía y la realización de su precio”, es decir que el vendedor de la mercancías la entregue antes de que su comprador la pague.11 Con esto, “[el] vendedor deviene acreedor y el comprador, deudor” (K.I.1: 164-165), y la relación entre ambos reviste la forma de una relación dineraria donde el dinero ya no funciona como medio de circulación sino que asume la función de medio de pago. En cuanto que el dinero como medio de pago sólo entra al final de esta relación, permítasenos señalar las funciones del dinero previas que la componen: en primer lugar, el dinero funciona como medida del valor que, como dinero puramente figurado, determina el precio de las mercancías, el cual queda fijado contractualmente en términos ideales de dinero de cuenta como la suma de dinero que el deudor debe pagar en el plazo estipulado en el título o certificado de deuda respectivo. En segundo lugar, el dinero funciona de medio ideal de compra en el sentido de que, “[a]unque sólo existe en la promesa dineraria del comprador, hace que la mercancía cambie de manos” (K.I.1: 166). Sólo al final del plazo estipulado el dinero entra a la circulación como medio de pago, es decir como el dinero real por medio del cual se salda el certificado de deuda y así le pone punto final de manera autónoma a la relación, con lo que pasa súbitamente de su forma ideal de dinero de cuenta a la de dinero real. Es, como medio de pago, dice Marx, que el dinero en cuanto la forma del valor de las mercancías deviene “fin último de la venta” (K.I.1:166). El hecho de que las sumas de dinero estipuladas en los títulos de deuda se transforman en tesoro y de que éstos pueden circular, transfiriendo a otros los créditos que representan permite el surgimiento del dinero crediticio; ésta es la razón por la que Marx afirma que éste “surge directamente de la función del dinero como medio de pago” (K.I.1: 170). A su vez, la necesidad de la acumulación de dinero para saldar los títulos de deuda en los plazos convenidos hace que con el desarrollo del capitalismo el atesoramiento vaya desapareciendo como forma autónoma de enriquecimiento y, por el contrario, ésta vaya creciendo “bajo la forma de fondo de reserva constituido por medios de pago” (K.I.1: 173).

Cabe señalar que si bien esta relación está contenida en la primera metamorfosis de la mercancía y en su inversa, la primera metamorfosis se realiza después de su inversa. 11

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Finalmente está el dinero como dinero mundial. Cuando el dinero rompe las barreras de la circulación interna e ingresa al ámbito internacional se despoja de su ropaje nacional –como patrón de precios, moneda y signo de valor– y vuelve a revestir su forma originaria de lingotes de oro o de plata que se presentan como tales como dinero mundial. Bajo estas formas, el dinero funciona en general como medio de pago principalmente en la compensación de los balances internacionales; como medio de compra en el intercambio mercantil entre los diversos países del mundo; como concreción material absolutamente social de la riqueza, sirve para llevar a cabo las transferencias de riqueza entre un país y otro, y como medio de atesoramiento que sirve de fondo de reservas nacionales para la circulación en el mercado mundial.

El devenir lógico del dinero en capital en general Si bien el dinero en cuanto dinero es el producto último del proceso de la circulación mercantil,12 al autonomizarse y devenir un fin en sí mismo en este mismo proceso se niega y se supera a sí mismo como dinero y se presenta como la primera forma de manifestación del capital, que Marx denomina de “concepto simple de capital”.13 De aquí que la presentación del devenir lógico del capital en general, es decir, el concepto de capital tal como es esencialmente determinado, tiene como punto de partida la forma-dinero del valor de las mercancías

“Si se considera la forma misma de la circulación, lo que en ella deviene, surge, se produce, es el dinero mismo, y nada más. Las mercancías se intercambian en la circulación, pero no es en ella donde nacen” (CCEP: 255). “Es éste [el dinero,] un producto de la circulación que contra lo convenido, por así decirlo, ha surgido y salido de ella. El dinero no es una forma simplemente mediadora del intercambio de mercancías. Es una forma de valor de cambio nacida del proceso de circulación; un producto social que, a través de las relaciones entabladas por los individuos en la circulación, se genera a sí mismo” (CCEP: 257). 13 “Ese producto último [–el dinero–] de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital” (K.I.1: 179). “El dinero como capital es una determinación del dinero que va más allá de su determinación simple como dinero. Puede considerársele como una realización superior, del mismo modo que puede decirse que el desarrollo del mono es el hombre […]. Sea como fuere, el dinero como capital se diferencia del dinero como dinero” (G.1: 189). 12

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y su circulación y, por lo tanto, su devenir tiene necesariamente que ser presentado, por así decirlo, desde la circulación. En la segunda sección de tomo I de El capital, Marx presenta el devenir lógico del capital en general como una unidad de cuatro determinaciones que surgen del proceso de la circulación: a) la determinación cualitativa de su devenir: D–M–D, b) la determinación cuantitativa de su devenir: D–M–D’, c) la medida en cuanto unidad de sus determinaciones cualitativas y cuantitativa y d) la introducción, vía la circulación, de la condición sine qua non de la producción del capital: el trabajo vivo como la fuente del valor y del plusvalor.14 a) La determinación cualitativa de su devenir: D–M–D. En primer lugar, Marx representa la circulación del dinero como capital por el ciclo D–M–D para expresar que el dinero se convierte en un fin en sí mismo y que, como tal, el valor de capital que representa deviene un proceso o movimiento en sí mismo. Proceso mediante el cual el valor, que se adelanta originalmente en forma dineraria, se presenta como una substancia abstracta con movimiento propio que se relaciona consigo mismo siguiendo la secuencia de las metamorfosis D–M y M–D en las que se pone a sí mismo en las formas de dinero D y de mercancía M, formas que asume y toma en turno sin que se pierda dentro y a través de su propio movimiento cuyo resultado es el reflujo a su forma de valor dineraria original. Como el principio y el final de este proceso es dinero, lo que le permite su autorrenovación, este movimiento del valor se presenta en la forma de un proceso circular e infinito. De esta manera, el valor, que en la circulación simple se reveló como un predicado del dinero y de la mercancía y, por tanto, en cierta medida como una sustancia inerte, a través de este movimiento se pone como el sujeto esencial de la circulación de capital, es decir, el ser esencial del capital como una sustancia con movimiento propio15 donde el dinero y las

A este respecto, véase Robles 2011: capítulo 1, sección 1.2. “Desde luego que la circulación mercantil simple implica una autonomización del valor bajo la forma dinero y que éste último esté en movimiento. Sin embargo, el valor en la forma de dinero se presenta aquí como un mediador evanescente que, al momento de realizarse, al mismo tiempo se extingue y queda excluido del proceso. Incluso, al final del proceso el dinero, en cuanto medio de circulación, permanece como un simple residuo. Por esto, aunque haya movimiento del dinero, éste no es valor-en-proceso, ni él mismo es movimiento. El movimiento es aquí un atributo, no un sujeto. El dinero es así concebido como una cosa palpable 14 15

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mercancías se convierten en las formas de existencia del valor como capital: “el dinero como su modo general de existencia, la mercancía como su modo particular de existencia o, por así decirlo, sólo disfrazado” (K.I.1: 188). El dinero como dinero es así negado y superado como una simple cosa material tangible convirtiéndose en un proceso por sí mismo. Sin embargo, esta determinación es insuficiente para explicar completamente el devenir del valor en capital debido al hecho de que el resultado “en el que se consuma todo ese proceso es el intercambio de dinero por dinero, D–D”, es decir, “lo mismo por lo mismo”, lo que “parece ser una operación tan carente de objetivos como absurda” (K.I.1: 180 y 183). b) La determinación cuantitativa de su devenir: D–M–D’. Debido a que la finalidad del proceso por medio de cual el valor deviene en capital no puede ser la misma magnitud de valor que se adelantó originariamente en forma de dinero esta finalidad sólo puede consistir en la diferencia cuantitativa con respecto a esta magnitud. De aquí que la finalidad de este proceso sólo pueda ser el cambio de esta magnitud originaria y, por lo tanto, la superación de su límite. Para Marx, el valor que no sólo se mantiene y perpetúa a sí mismo a través de la circulación (su determinación cualitativa), sino que además aumenta su propia magnitud agregando a sí mismo un plusvalor, se convierte en capital como valor que se valoriza a sí mismo, que se automultiplica. Es por esto que “la forma plena de este proceso es”, dice Marx, “D–M–D’, donde D’ = D + ∆D, esto es igual a la suma de dinero adelantada más un incremento” (K.I.1: 184), proceso que toma ahora la forma de un creciente movimiento de valor no sólo infinito sino al modo de una línea en espiral. c) La medida en cuanto unidad de sus determinaciones cualitativa y cuantitativa. En cuanto que el devenir del valor en la cualidad de capital se debe al incremento cuantitativo de valor que se crea a través de su propio proceso de circulación, este devenir se expresa por la relación recíproca de los cuantos relacionados de valor que componen, y están objetivados en, su propio resultado,

y rígida. Dado que la circulación mercantil simple, M–D–M, “no lleva […] en sí misma el principio de la autorrenovación”, ésta no es sólo “negada desde el punto de vista del valor de cambio” (CCEP: 261), sino que es un proceso cuyo destino es su fin. Esta cualidad es así su límite” (Robles, 2011: 70). 170

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D’ = D +∆D, es decir, el devenir de ambos, el quantum de valor originalmente adelantado en forma dineraria, D, y el quantum de plus-valor que se relaciona con él como su propio incremento, ∆D, en capital. Esta posición cualitativa de los cuantos relacionados de valor, es decir de las partes constitutivas del valor que se ha valorizado a sí mismo, se refiere a la propia medida de realización del valor como capital,16 la cual se manifiesta por la relación cuantitativa ∆D/D. Como es evidente, la medida de realización del capital no es más que su propia tasa de valorización. Sin embargo, las determinaciones del devenir del capital anteriores son, aunque necesarias, insuficientes para fundamentar completamente el devenir del valor que originalmente se adelanta en forma de dinero en capital puesto que por sí mismas no pueden explicar el origen de la valorización, es decir la creación del plusvalor. De aquí la necesidad de la cuarta determinación. d) La introducción, vía la circulación, de la condición sine qua non de la producción del capital: el trabajo vivo como la fuente del valor y del plusvalor. La dificultad que se le presenta a Marx para superar estas insuficiencias consiste en que “el capital […] no puede surgir de la circulación” puesto que en ella está supuesto que las mercancías y el dinero se cambian como equivalentes, pero que “es igualmente imposible que no surja de la circulación” (K.I.1: 202). Como en el proceso de circulación D–M–D’ el cambio en el valor del dinero no puede surgir del dinero puesto que éste por sí mismo no puede generar más dinero, este cambio sólo puede surgir de la mercancía, pero no de cualquier mercancía sino de una mercancía sui géneris cuyo valor de uso sea su capacidad de producir valor y que, como tal, no puede poseer por sí misma ningún valor que se exprese en su precio (K.II.4: 35). Esta mercancía es la fuerza o capacidad de trabajo (FT), cuyo valor de uso representa la existencia del trabajo vivo como potencia y cuyo consumo es, por lo tanto, el trabajo vivo mismo como actividad productiva que se objetiva en la producción de mercancías en sus dos determinaciones, como valores de uso y valores, y cuyo valor de cambio “Conforme a la naturaleza de éste, primeramente en el capital –al haberse transformado en dinero– sólo se presenta medido el nuevo valor creado por el capital; es decir, se reproduce la primera determinación el dinero como la medida general de las mercancías; ahora como medida de la plusvalía, de la valorización del capital. Bajo la forma de dinero, este valorizarse se presenta como medido en sí mismo, como teniendo en sí mismo su medida” (G.I: 408; énfasis agregado). 16

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o precio, si bien representa el valor de los medios de subsistencia que permiten a su poseedor reproducirse, es inferior al valor nuevo que el trabajo vivo crea en la producción. Esta diferencia entre el valor nuevo creado por ella y el valor que representa su precio es el plusvalor, es decir, el tiempo de trabajo no pagado a su poseedor, el cual se manifiesta en el cambio en el valor del dinero originalmente adelantado: ∆D. De esta manera esta dificultad es resuelta por la introducción del trabajo vivo vía la compra de la fuerza de trabajo en la circulación y, por medio de su consumo producen “la oculta sede de la producción” junto con los medios de producción (MP), el secreto de la producción del plusvalor sale a la luz, y esto permite a su vez llegar al corazón de la cuestión relativa a “no sólo cómo el capital produce, sino también cómo se produce el capital” (K.I.1: 214). Este resultado pone así no sólo a la producción mercantil como producción de mercancías como capital, en cuya relación de capital –es decir, la relación entre el valor de capital originalmente adelantado en forma de dinero y el plusvalor objetivado en ellas–, está presupuesta la medida de realización del valor de capital adelantado como valor valorizado en forma dineraria: ∆D/D, sino además el plus-valor en cuanto fundamento de la creación de más dinero, el cual está presupuesto en la noción de adelanto original en forma dineraria. Al introducir la esfera de la producción de mercancías, en la que tiene lugar el proceso de valorización, al proceso de circulación: D–M–D’, éste se puede representar por el ciclo del capital dinerario: D–M....P....M’–D’. Para la presentación de las funciones del dinero que adopta el valor de capital en este proceso, consideramos conveniente hacerla en el momento en que el capital en general es puesto como una unidad de producción y circulación.

El capital en general como una unidad de producción y circulación En el tomo II de El capital Marx presenta la circulación del capital en general como un proceso o movimiento en el que todo valor de capital se pone y niega en cada una de las formas que alternativamente reviste a lo largo de las diferentes fases que componen su proceso de reproducción en cuanto unidad fluida de sus procesos de producción y circulación. En cuanto que toma la forma de circuito, este proceso puede además diferenciarse por las formas funcionales particulares que, correspondientes a sus propias determinaciones, el capital adopta y 172

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abandona cíclicamente en su movimiento: el ciclo de capital-dinerario: Di –Mi ....Pi ....Mi’ –Di’ (o Di –Di’), el ciclo del capital-productivo: Pi ....Mi’ –Di’. Di+1– Mi+1 .... Pi+1 (o Pi–Pi+1), y el ciclo del capital-mercantil: Mi’–Di’. Di+1–Mi+1 .... Pi+1 .... Mi+1’ (o Mi’ – Mi+1’), donde D–M y M’–D’ representan las fases que pertenecen al proceso de circulación, y M ....P ....M’ es la fase que representa el proceso directo de la producción. El punto entre D’ . D indica la terminación de un periodo determinado y el comienzo del periodo siguiente. Como unidad de los procesos de producción y circulación y de los tres ciclos, este proceso constituye la circulación del capital en general como una totalidad que, en cuanto abarca todo ramo de la producción explotado en forma capitalista, Marx denominó capital industrial. La Figura 1 muestra el proceso cíclico del capital industrial en dos periodos consecutivos de reproducción simple, donde Cc representa el proceso de circulación por medio del cual se relacionan y unifican los dos periodos: M1’–D1’. D2*–M2*. Por cuestión de espacio, en este trabajo sólo presentamos algunas de las funciones del dinero en cuanto funciones del capital contenidas en el ciclo de capital-dinerario del primer periodo: D1–M1....P1....M1’–Di’, y en el proceso de circulación Cc, que relaciona la fase final de este ciclo con las metamorfosis contenidas en la primera fase del segundo periodo, esto es, Cc: M1’–D1’.D2*– M2* (donde D2*–M2* = D2–M2 + ∆D2– ∆M2), más Dv1–M2 (es decir, la metamorfosis que corresponde al gasto en salario de las fuerzas de trabajo contratadas en el primer periodo, la cual no aparece en la figura anterior). Para esta presentación partimos de los siguientes supuestos: a) el proceso corresponde a la reproducción simple, b) el periodo de rotación del capital es uniforme y anual, c) no hay capital fijo, d) se considera que las funciones de medida de valor y patrón de medida del dinero ya se realizaron con antecedencia. Antes de empezar, permítasenos señalar tres de los principios que rigen las relaciones entre las funciones del dinero (y de la mercancía) con las funciones del capital: a) [E]l valor de capital en estado dinerario sólo puede cumplir funciones de dinero, y ninguna otra. Lo que convierte estas funciones de dinero en funciones de capital es su papel determinado en el movimiento del capital, y de ahí también la conexión entre la fase en que ellas aparecen y las otras fases del ciclo del capital (K.II.4: 33-34). 173

D 1

Dc Dv

MP FT

1

........P .......M ’ 1

Proceso de producción

Proceso de circulación: Cc

Ciclo D2—D2’

M D . D2 — M2.......P2.......M2’ —D 2’ + —D’ + 1 ¨M ¨D . ¨D2 — ¨M2

Proceso de producción

FIGURA 1 Representación gráfica de los tres ciclos del capital bajo reproducción simple

—M 1

Ciclo D1—D1’ Ciclo P1—P2

Ciclo M1’—M2’

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b) Al analizar el capital dinerario […] se producen por lo común dos errores que corren paralelos o se entremezclan. En primer lugar: las funciones que el valor de capital cumple como capital dinerario, y que precisamente puede cumplir porque se encuentra bajo la forma dineraria, se deducen erróneamente de su carácter de capital, mientras que en realidad sólo se deben al estado de dinero en que se encuentra el valor del capital, a esta forma de manifestación suya en cuanto dinero. Y en segundo lugar, a la inversa: el contenido específico de la función dineraria, que la convierte al propio tiempo en una función de capital, se deduce de la naturaleza del dinero (confundiendo de esta suerte, dinero con capital), mientras que en realidad ella presupone condiciones sociales –como aquí, en el cumplimiento de D-FT– que no están dadas de ningún modo en la mera circulación de mercancías y en la correspondiente circulación de dinero (K.II.4: 38). c) “En su forma mercantil el capital tiene que cumplir función de mercancía” (K.II.4: 45).

Las funciones del dinero en las fases del ciclo del capital dinerario: D1– M1....P1....M1’–Di’: Primera fase: D1–M1. En esta fase D1 funciona como dinero pero que, en cuanto ésta es la primera fase del valor de capital que se adelanta para su transformación en capital, éste “es al mismo tiempo función del capital dinerario en virtud de la forma de uso específica de las mercancías FT y MP que se compran” (Marx, 1976a: 55). Esta fase está compuesta de las dos metamorfosis por las que el valor de capital que se adelanta en forma de dinero se intercambia por los factores subjetivos (FT) y objetivos (MP) de la producción mercantil capitalista: Dv–FT y Dc–MP. Factores que, no siendo por naturaleza capital, adquieren bajo esta forma de la producción social las formas de existencia del valor de capital adelantado que, como tales, se diferencian como capital variable (V) y capital constante (C) por los diferentes papeles que desempeñan durante el proceso de producción en la creación del valor y por lo tanto también en la de plusvalor. Metamorfosis Dv–FT. En cuanto que esta fase representa una relación dineraria ésta es una función del capital dinerario puesto que presupone la existencia de la relación de clase fundamental del modo de producción capitalista la cual, como dice Marx, “no está dada con la naturaleza del dinero; antes bien es la existencia de esta relación la que puede transformar una función de dinero

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en una función de capital” (K.II.4: 38). En esta metamorfosis, Dv representa el valor del capital variable (V) que se adelanta en forma dineraria en la compra de las mercancías fuerzas de trabajo (FT) el cual equivale a la suma de dinero que corresponde a los precios de las mismas o a la masa salarial por el que se contrata su compra. Como las fuerzas de trabajo sólo se pagan después de que han funcionado durante el plazo convenido en el contrato de compra, esta suma de dinero como capital asume la función de medio de pago. Como todo medio de pago, esta suma queda establecida primero en términos ideales de dinero de cuenta en el contrato respectivo; funciona además como medio ideal de compra puesto que, aunque sólo existe en la promesa de pago por parte de los capitalistas, hace que las fuerzas de trabajo pasen a sus manos para ser consumidas en la producción. Sólo al final del plazo establecido esta suma de dinero funciona como medio de pago que, como dinero real, asume la forma de pago a, o ingreso salarial de, los obreros en cuanto propietarios de las fuerzas de trabajo, el cual posteriormente es gastado por ellos como medio de compra en la compra de los medios de consumo (MC) requeridos para su reproducción. Esto último muestra que en las dos metamorfosis que componen la circulación de las mercancías FT, FT–D.D–MC, D funciona como dinero, como ingreso salarial en la primera, y como gasto de ingreso en la segunda. Cabe recordar que la forma salario encierra una ilusión puesto que el salario aparece como el pago de todo el trabajo que realizan las fuerzas de trabajo en la producción. Metamorfosis Dc–MP. Dc equivale al valor del capital constante (C) que se adelanta en forma dineraria en la compra de medios de producción (MP) a sus productores capitalistas. En esta relación, Dc asume la función de medio de intercambio, lo que implica que, para el comprador capitalista, funcione como medio de compra y, simultáneamente, para el vendedor capitalista de los MP, represente la realización de una parte de su valor de capital valorizado. Con el resultado de la primera fase el valor de capital adelantado se despoja de su forma dineraria y adopta las formas de FT y MP en cuanto factores del proceso capitalista de producción que, como tales, conforman las partes constitutivas del capital productivo. Segunda Fase: M1....P1....M1’. Esta fase representa el proceso de producción capitalista de mercancías, el cual está constituido por la unidad de los procesos de trabajo y de valorización. Los puntos suspensivos en M1....P1....M1’ indican que el proceso de 176

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circulación se interrumpe pero el proceso cíclico continúa en el proceso de producción. El resultado de este proceso es una masa de mercancías valorizadas (M1’) compuesta por un producto mercantil (M), cuyo valor equivale a la suma de valor de FT y MP, mismos que, en cuanto formas de existencia del valor de capital productivo, se consumieron en su producción (V + C), más un producto mercantil excedente o plusproducto (∆M) cuyo valor corresponde al plusvalor (PV) generado en este proceso, el cual representa el producto de valor del trabajo no pagado a los propietarios de las fuerzas de trabajo. Este resultado no sólo constituye la transformación del valor de capital de su forma de capital productivo a su forma de capital mercantil (M1’ = M + ∆M) cuya forma de valor equivale a D1’ = D + ∆D, sino que, en la medida en que representa el valor de capital valorizado, M1’ expresa “el resultado de la función del capital productivo, de la única función en la que el valor de capital incuba valor” (K.II.4: 56). Tercera fase: M1’–D1’. En esta fase, M1’ es una masa de mercancías que funciona como capital mercantil por ser portadora de valor valorizado, el cual se expresa por la composición interna del valor objetivado en ella, es decir, el valor de capital que se adelantó en forma dineraria para producir dichas mercancias en las que se ha incorporado un monto equivalente de su valor de capital más el plusvalor. Como ni la venta de las mercancías ni el dinero por sí mismos crean plusvalor (el incremento dinerario), esta fase no sólo representa la transformación del valor de capital valorizado de su forma mercantil a su forma dineraria sino además la realización del valor de capital adelantado originalmente en dinero D en capital dinerario D’, es decir, en un nuevo capital bajo su forma de existencia dineraria,17 que, como resultado del ciclo del capital-dinerario, “expresa de la manera más contundente el motivo impulsor de la producción capitalista, el hacer dinero” (K.II.4: 64). Cabe señalar que, al presentarse como forma de existencia autónoma de valor en la que se ha borrado toda huella de su proceso de producción, D” se

“El hecho de que D” exprese este resultado en forma dineraria, como capital dinerario realizado, no surge de que sea forma dineraria del capital, de que sea capital dinerario, sino a la inversa de que es capital dinerario, capital bajo forma dineraria, de que el capital inauguró el proceso bajo esta forma, de que lo adelantó bajo la forma de dinero” (K.II.4: 56). 17

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presenta como una “expresión no-conceptual de la relación de capital” (K.II.4: 54), expresión que corresponde a lo que en la sección anterior denominamos de medida de realización del capital, es decir, ∆D/D.18 Sin embargo, por la misma razón, D’ parece, por el contrario, surgir de la venta de M por encima de su valor en la circulación, donde ∆D aparece como un sobreprecio o mark-up. Aún más, dado que tanto M–D–M como ∆M–∆D–∆M tienen la forma general de la circulación mercantil, suele ocurrir que se considere equivocadamente el “proceso de producción capitalista como mera producción de mercancías, valores de uso destinados a algún tipo de consumo y producidos por el capitalista sólo para sustituirlos por mercancías que tienen otro valor de uso o para permutarlos por ellas” (K.II.4: 79). Por el hecho de que, por un lado, la fase final del ciclo del capital-dinerario del primer periodo es a la vez la primera fase (o venta) del proceso de circulación Cc, cuya fase inversa (o compra) contiene todas las fases o metamorfosis que se realizan al principio del segundo periodo, las cuales pueden pertenecer a circulaciones mercantiles distintas, esto es, M1’–D1’. D2*–M2*, donde D2*– M2* = D2–M2 + ∆D2–∆M2, más la metamorfosis Dv1–M2, y, por otro lado, las mercancías siempre se compran por sus valores de uso específicos, consideramos conveniente, para presentar las funciones de dinero que surgen en el proceso de circulación del valor de capital, dividir el sistema económico en dos ramos o sectores productivos: el sector I, que produce MP, y el sector II, que produce MC (medios de consumo). La Figura 2 muestra en forma matricial de doble entrada el proceso de circulación Cc del sistema, donde la primera fase de este proceso, es decir, las ventas de las mercancías que componen el capital mercantil producido por los dos sectores en el primer periodo y de las FT se presentan horizontalmente (fi-

“Pero D” como D + ∆ D, es decir, £ 500 como £ 422 de capital adelantado más un incremento del mismo de £ 78, representa al mismo tiempo una relación cualitativa, aunque esta misma relación cualitativa sólo existe como relación entre las partes de una suma homogénea, es decir, como relación cuantitativa […] D” existe ahora como relación de capital; D no aparece ya como mero dinero, sino que está puesto expresamente como capital dinerario, expresado como valor que se ha valorizado, es decir, que también tiene la propiedad de valorizarse, de incubar más valor del que él mismo posee” (K.II.4: 53, donde hemos sustituido d por ∆ D). 18

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las), y su segunda fase, es decir, sus compras respectivas en el segundo periodo se presentan verticalmente (columnas). En el recuadro encerrado con línea gruesa se presentan los intercambios, es decir, las ventas/compras, de las mercancías que componen los capitales mercantiles en forma de MP y de MC; en la fila debajo de este recuadro se presenta el intercambio o la venta/compra de las mercancías FT, y en el recuadro encerrado con doble línea se presentan las primeras fases de los ciclos del capital dinerario de los dos sectores en segundo periodo, donde el dinero que se adelanta en la compra de las FT se ha encerrado entre corchetes para indicar que funciona como medio de pago. Como se supone que el sistema se reproduce en la misma escala de manera equilibrada, la ecuación que representa su condición de equilibrio es: Dc2II–MPII = Dv1I–MC2I + ∆DI–∆MC2I. En primer lugar presentamos las relaciones de intercambio de los productos sectoriales, es decir, las diferentes metamorfosis (o ventas) que componen la tercera fase de los capitales mercantiles sectoriales y sus inversas respectivas (o compras): Sector I: la tercera fase, MP’ –DMP’, de este sector está compuesta por dos metamorfosis: MPI–DMPI y MPII–DMPII, donde MPi corresponde a los MP que se destinan a la producción del sector i en el segundo periodo, cuyas metamorfosis inversas corresponden respectivamente a las que se presentan en las columnas I y II de la figura anterior. La unidad de estas metamorfosis (o ventas) y sus inversas respectivas (o compras) se presentan como MPI–DMPI/Dc2I–MPI y MPII–DMPII/Dc2II–MPII. Sector II: La tercera fase, MC’–DMC’, de este sector está compuesta por cuatro metamorfosis: MCI–DMCI, ∆MCI–∆DMCI, MCII–DMCII y ∆MCII–∆DMCII, donde MCi representa los MC que son destinados a ser comprados por los obreros contratados en el sector i al principio del primer periodo, y ∆MCi representa los MC que son destinados a ser comprados por los capitalistas respectivos en el segundo periodo, cuyas metamorfosis inversas respectivas se presentan en las columnas denominadas “capitalistas” y “obreros” en la figura anterior. La unidad de estas metamorfosis (o ventas) y sus inversas respectivas (o compras) se presentan como: MCI–DMCI/Dv1I–MC2I, ∆MCI–∆DMCI/∆DI–∆MC2I, MCII–DMCII/Dv1II– MC2II y ∆MCII–∆DMCII/∆DII–∆MC2II.

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M1’–D1’

Sector MP’–DMP’

Tercera fase Dc2I–MPI

I

Dc2II–MPII

II

Capitalistas

∆D2–∆M2

Dv1I–MC2I Dv1II–MC2II

Obreros

Dv1–M2

+

∆DI–∆MC2I ∆DII–∆MC2II

FIGURA 2 Representación matricial del proceso de circulación Cc. D2*–M2*

I MC’–DMC’

D2–M2

II FT–(DFT)

(Dv2I)–FTI (Dv2II)–FTII

T

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DINERO Y CAPITAL EN GENERAL

En segundo lugar presentamos, con base en lo anterior, las diferentes funciones del dinero que surgen en las diferentes relaciones de intercambio sectoriales que conforman el proceso de circulación en su conjunto: Las funciones del dinero en las relaciones de intercambio de los MP del sector I: En MPI–DMPI/Dc2I–MPI, DMPI no sólo expresa la realización de la parte del capital mercantil en forma dineraria correspondiente a MPI, sino además la reposición del valor del capital constante que se adelantó en forma dineraria (Dc1I) en la primera fase del ciclo del capital-dinerario del sector I en el primer periodo. Y, simultáneamente, Dc2I representa el valor del capital constante que se adelanta en forma dineraria en la compra de los MPI requeridos por el mismo sector I para la producción en el segundo periodo, donde éste funciona como medio de compra. Éste es un intercambio intrasectorial en el que el dinero en su función de medio de circulación (o medio de compra), expresa realización de capital y, simultáneamente, adelanto de capital. En MPII–DMPII/Dc2II–MPII, DMPII representa, en cuanto la realización de la parte del capital mercantil en forma dineraria correspondiente a MPII, la realización de la forma dineraria del valor agregado generado en la producción por el sector I en el primer periodo, compuesto por el valor del capital variable que se adelantó en la forma de medio de pago (Dv1I) en la primera fase del ciclo del capital-dinerario de este sector, más el plusvalor (∆DI). Y, simultáneamente, Dc2II representa el valor del capital constante que se adelanta en forma dineraria en la compra de los MPII requeridos por el sector II para la producción en el segundo periodo, donde este dinero funciona de medio de compra. Éste es un intercambio intersectorial en el que el dinero funciona de medio de circulación (o medio de compra) en la realización de capital y, simultáneamente, como adelanto de capital. Las funciones del dinero en las relaciones de intercambio de los MC del sector II: En MCI–DMCI/Dv1I–MC2I, DMCI representa no sólo la realización de la parte del capital mercantil en forma dineraria correspondiente a MCI, sino además la reposición de una parte del valor del capital constante que se adelantó en forma dineraria (DcII) en la primera fase del ciclo del capital-dinerario del sector II en el primer periodo. Y, simultáneamente, Dv1I representa el valor del capital variable que se adelantó en la forma de medio de pago en la compra de las FT en la primera fase del ciclo del capital-dinerario del sector I en el primer periodo 181

DINERO Y CAPITAL HACIA UNA RECONSTRUCIÓN DE LA TEORÍA...

y que, al realizarse al final de este periodo, se presenta como dinero en la forma de rédito o ingreso salarial de los obreros de este sector, el cual es gastado como medio de compra en la compra, al sector II, de los MC2I necesarios para su reproducción en el segundo periodo. Éste es un intercambio intersectorial en el que el dinero en su función de medio de circulación (o medio de compra) representa la realización de capital y, simultáneamente, el gasto dinerario de rédito o ingreso. En ∆MCI–∆DMCI/∆DI–∆MC2I, ∆DMCI representa, además de la realización de la parte del capital mercantil en forma dineraria correspondiente a ∆MCI, la parte que completa la reposición del valor del capital constante que se adelantó en forma dineraria (Dc1II) en la primera fase del ciclo del capital-dinerario del sector II en el primer periodo. Y, simultáneamente, ∆DI expresa la forma dineraria del plusvalor que se extrajo a los obreros del sector I en el primer periodo, el cual se presenta como dinero bajo la forma de rédito o ingreso de los capitalistas de este mismo sector, el cual es gastado como medio de compra en la compra, al sector II, de los ∆MC2I necesarios para su reproducción en el segundo periodo. Éste es un intercambio intersectorial en el que el dinero funciona como medio de circulación (o medio de compra) en la realización de capital y, simultáneamente, como gasto dinerario de rédito o ingreso. En MCII–DMCII/Dv1II–MC2II, DMCII expresa la realización de la parte del capital mercantil en forma dineraria correspondiente a MCII, el cual, como parte de la forma dineraria del valor agregado generado por el sector II, equivale la realización del valor del capital variable que se adelantó en la forma de medio de pago (Dv1II) en la compra de las FT requeridas por este sector en su primera fase del ciclo del capital-dinerario del primer periodo. Como, por supuesto, sólo al final del primer periodo se paga a las FT, Dv1II se presenta, al principio del segundo periodo, como dinero bajo la forma de rédito o ingreso salarial de los obreros de este mismo sector, el cual se gasta como medio de compra en la compra, al mismo sector, de los MC2I necesarios para su reproducción en el segundo periodo. Éste es un intercambio intrasectorial en el que el dinero funciona de medio de circulación (o medio de compra) en la realización de capital y, simultáneamente, como gasto dinerario de rédito o ingreso. En ∆MCII–∆DMCII/∆DII–∆MC2II, ∆DMCII representa la realización de la parte del capital mercantil en forma dineraria correspondiente a ∆MCII, que, como tal, expresa además la realización en forma dineraria del plusvalor que se extrajo a los obreros del sector II en el primer periodo. Y, simultáneamente, 182

DINERO Y CAPITAL EN GENERAL

∆DII representa el dinero que bajo la forma de rédito o ingreso obtienen los capitalistas del sector II, el cual es gastado como medio de compra en la compra, al mismo sector, de los ∆MCII necesarios para su reproducción en el segundo periodo. Éste es un intercambio intrasectorial en el que el dinero en su función de medio de circulación (o medio de compra) es la expresión de realización de capital y, simultáneamente, de gasto dinerario de rédito o ingreso. Por último, presentamos las relaciones de intercambio que corresponden a las ventas/compras de las FT requeridas sectorialmente para la producción en el segundo periodo. La relación que corresponde al sector I es: FTI–(DFTI)/ (Dv2I)–FTI, y la que corresponde al sector II: FTII–(DFTII)/(Dv2II)–FTII. En las relaciones anteriores (DFTI) y (DFTII) son la expresión de los precios o salarios de las FT que, en términos ideales de dinero de cuenta, quedarán fijados en el contrato de compra respectivo en cada sector para el segundo periodo. A su vez (Dv2I) y (Dv2II) representan, respectivamente, el valor del capital variable que se adelanta en forma dineraria en la compra de las FT en cada sector (FTI) y (FTII), para el segundo periodo, el cual equivale a la masa salarial establecida en los contratos de compra respectivos. Por el hecho de que las fuerzas de trabajo sólo se pagan después de que han funcionado, estas sumas de dinero que representan los salarios respectivos no sólo asumen la función de medio de pago, sino además como medios ideales de compra al permitir que las fuerzas de trabajo pasen a manos de los capitalistas de cada sector para ser consumidas en la producción. La realización de estos medios de pago como dinero que asume la forma de rédito o ingreso salarial de los obreros sólo ocurrirá al final del segundo periodo. Para terminar, permítasenos sintetizar algunas de las relaciones anteriores y explicitar algunas relaciones implícitas en ellas: a) En una misma relación de intercambio, una misma suma de dinero que funciona como medio de circulación (o medio de compra) o como medio de pago puede ser, por un lado, la expresión de dos formas dinerarias de capital, por ejemplo, en la realización de capital y, simultáneamente, como adelanto de capital, para un mismo sector o para diferentes sectores, o como dos formas dinerarias de ingreso/gasto, por ejemplo, como forma dineraria del ingreso de los obreros y, simultáneamente, como gasto de rédito de los mismos, y, por otro lado, como dos diferentes expresiones, de forma dineraria de capital y, simultáneamente, como forma

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dineraria de rédito, por ejemplo, en la realización de capital y, simultáneamente, como gasto de rédito de los obreros o de los capitalistas. b) Si se considera que una parte del capital mercantil M’ en forma de MP puede reingresar inmediatamente al mismo proceso de producción que los produce, la forma dineraria del valor de esta parte de M’ no se convierte en dinero o en signo dinerario, sino que sólo recibe expresión autónoma como dinero de cuenta que como tal no entra al proceso de circulación. c) Bajo la reproducción simple, en la circulación de la forma dineraria del plusvalor ∆M1–∆D1/∆D2–∆M2, ∆D1 sólo entra en la circulación del capital mientras ∆M1 es parte de M1’, es decir del capital en su forma funcional de capital mercantil, pero tan pronto se vuelve expresión autónoma como rédito de los capitalistas, ∆D2, éste no ingresa en el movimiento del capital adelantado del periodo siguiente aunque surja del mismo, sino que se gasta. d) Si se considera la velocidad del dinero circulante en el movimiento global de reproducción del capital, una misma pieza dineraria (sea como dinero o signo dinerario) puede funcionar como forma dineraria de capital y, alternativamente, como dinero en cuanto forma dineraria de ingreso o de rédito. e) Debido a diferentes causas, sean por ejemplo, porque las compras o pagos de las mercancías son dispersos, que tienen lugar en fechas diferentes, o la ejecución de M–D y D–M no coinciden en el tiempo o debido a perturbaciones u obstáculos que surgen del movimiento cíclico del capital, etcétera, determinadas sumas de dinero se sustraen temporalmente de la circulación y asumen la forma tesáurica. En algunos casos, estas sumas existen bajo la forma de acopios en dinero para ser gastados posteriormente en el consumo individual, pero en otros se presentan bajo la forma de capital dinerario de reserva que, como tales, constituyen fondos de compra o de pago que ingresarán posteriormente al ciclo de capital, e incluso, si se considera la acumulación de capital, como capital dinerario en barbecho, latente. A partir de lo anterior podemos llegar a la conclusión de que, en el proceso de circulación y reproducción del capital se entremezclan dos circuitos: el circuito del capital, donde el dinero funciona como capital, y el circuito de ingreso, donde el dinero funciona como dinero.

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DINERO Y CAPITAL EN GENERAL

La posición del capital en general por mediación de la competencia19 La presentación del capital en general termina en las tres primeras secciones del tomo III de El capital. Después de presentar, en la primera sección, el momento en que el capital en general se refleja a sí mismo en la apariencia, es decir, en la superficie de los fenómenos, donde su medida esencial de realización, es decir, su tasa de valorización (tal como fue expuesta en los momentos precedentes), se actualiza en la tasa general de ganancia del capital y por ende el plusvalor como “specie capitalis” deviene ganancia (o beneficio),20 en la segunda sección, Marx se enfoca en el momento en que el capital en cuanto muchos capitales productivos sectoriales (o industriales) se ponen como capitales socialmente existentes por mediación de la acción recíproca de los mismos entre sí, es decir, de la competencia.21

Para un tratamiento más completo de este momento, véase Robles (2011). “El capital, partiendo de sí mismo como del sujeto activo, del sujeto del proceso […], se comporta consigo mismo como valor que se aumenta a sí mismo, esto es, se comporta con la plusvalía como puesta y fundada por él; se vincula como fuente de producción consigo mismo en cuanto producto; como valor productivo, consigo mismo en cuanto valor producido. Por ello el valor recién producido ya no lo mide por su medida real, la proporción entre el plustrabajo y el trabajo necesario, sino que lo mide por sí mismo, por el capital, como supuesto de ese valor. Un capital de un valor determinado produce en un lapso determinado una plusvalía determinada. La plusvalía medida así por el valor del capital presupuesto –y puesto así el capital como valor que se valoriza a sí mismo– es el beneficio; bajo este specie –no aeterni sino capitalis– la plusvalía es beneficio, y el capital en sí mismo como capital, como valor que produce y reproduce, se diferencia de sí mismo como beneficio, valor recién producido. El producto del capital es el beneficio. Por consiguiente la magnitud de la plusvalía es medida por la magnitud de valor del capital, y la tasa del beneficio está por lo tanto determinada por la proporción entre su valor y el valor del capital” (G.2: 278). 21 “Por definición la competencia no es otra cosa que la naturaleza interna del capital, su determinación esencial, que se presenta y realiza como acción recíproca de los diversos capitales entre sí; la tendencia interna como necesidad exterior. (El capital existe y sólo puede existir como muchos capitales; por consiguiente su autodeterminación se presenta como acción recíproca de los mismos entre sí)” (G.1: 366, énfasis agregado). 19 20

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La competencia entre los capitales productivos sectoriales opera a dos niveles simultáneos de abstracción: al nivel de la realidad esencial y al nivel de la realidad aparencial o concreta de los fenómenos del capital. A nivel de la realidad esencial, la competencia opera como un movimiento de los diversos capitales productivos sectoriales por medio del cual se ponen y se determinan recíprocamente como capitales esencialmente idénticos entre sí, es decir, como valores socialmente existentes que se valorizan a sí mismos. Esta posición cualitativa se manifiesta por una misma relación cuantitativa: la tasa uniforme de ganancia, que no es otra cosa que la actualización de la medida de realización de los mismos.22 Con base en esta medida, las formas dinerarias de las mercancías que, como formas de existencia del capital, producen los diferentes capitales productivos se actualizan adquiriendo la forma de precios de producción.23 Esta actualización que resulta de la competencia a nivel esencial implica, así, que sean las formas dinerarias de los precios de producción de las mercancía las que ponen y determinan, cualitativa y cuantitativamente, sus valores sociales definitivos y, en consecuencia, que las cantidades de tiempo de trabajo objetivado que ellos representan sean puestas como cantidades definitivas de tiempo de trabajo abstracto socialmente medido.24 A nivel de la realidad aparencial, la competencia opera como un movimiento de los capitales productivos sectoriales en que, con base en sus diferencias concretas en términos de sus condiciones de producción y circulación, se oponen y rivalizan entre sí a fin de obtener su mayor valorización. Éste es, así, un proceso por el cual permanentemente la oferta y la demanda hacen oscilar los precios de mercado de las mercancías y las tasas de ganancia de mercado sectoriales alrededor, respectivamente, de los precios de producción y de la tasa uniforme de ganancia.

La relación cuantitativa que manifiesta la posición cualitativa del capital productivo como un todo se refiere a su medida específica de realización: la tasa general de ganancia del capital productivo como un todo. 23 La formación de tasa uniforme de ganancia ni la formación de los precios de producción son resultado de la distribución del plusvalor en el largo plazo. 24 Esta inversión en las determinaciones que resulta de la competencia es señalada por Marx en el siguiente pasaje de los Grundrisse: “En suma, aquí [, en la competencia], todas las determinaciones se presentan a la inversa de lo que ocurría con el capital en general. Allí, el precio determinado por el trabajo; aquí, el trabajo determinado por el precio, etcétera.” (G.2: 175). 22

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DINERO Y CAPITAL EN GENERAL

Como desviaciones de sus precios de producción, los precios de mercado de las mercancías representan determinadas cantidades de valor social, es decir, determinadas cantidades de tiempo de trabajo socialmente necesario, que pueden ser mayores, menores o iguales que aquellas que expresan sus precios de producción. Después de la presentación del capital en general, Marx expone, en el resto del tomo III de El capital, el desenvolvimiento de las formas funcionales particulares contenidas en el proceso de circulación del capital en general en las diferentes formas o configuraciones particulares de existencia del capital que se vuelven autónomas y se desarrollan unilateralmente en su proceso de circulación, a saber, las formas de capital comercial (que incluye los capitales dedicados al tráfico de mercancías y al trafico de dinero) y de capital que devenga interés (que comprende las formas de capital bancario, de capital accionario y de capital ficticio que surgen de éste) en los cuales las funciones y formas que cumplen en su existencia dineraria van adquiriendo progresivamente un mayor nivel de concretización y mistificación, al grado en que, como dice Marx, con “el capital que devenga interés, la relación de capital alcanza su forma más enajenada y fetichista” al manifestarse “como relación de una cosa, del dinero consigo mismo” (K.III.7: 499-500), es decir, como si el dinero por sí mismo generará más dinero, como un valor que se valoriza a sí mismo independiente del proceso que realmente lo crea. El análisis del contenido específico de las funciones dinerarias que las convierte en funciones de estas formas autonomizadas de capital tendrá que ser objeto de otro trabajo.

Bibliografía Escorcia Romo, R., y M. L. Robles Báez (2014), “La dialéctica del trabajo, valor y precio en la conceptualización del capital de Marx: Una reconstrucción”, en Economía: teoría y práctica, núm. 41, México, Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Fausto, R. (1997), Dialética marxista, dialética hegeliana: A produção capitalista como circulação simples, San Paulo, Paz e Terre. Inwood, M. (1993), A Hegel Dictionary, Oxford, Blackwell. Robles Baez, M. L. (1999), “La influencia del método ‘lógico-histórico’ de Engels en las interpretaciones sobre el objeto de la sección primera del tomo 187

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de El capital de Marx: crítica y propuesta”, en Economía: teoría y práctica, núm. 11, pp. 99-123. (2005), “La dialéctica de la forma del valor o la Génesis lógica del dinero”, en M. L. Robles Báez (ed.), Dialéctica y capital. Elementos para una reconstrucción de la crítica de la economía política, UAM-Xochimilco, México. (2011), Marx: lógica y capital. La dialéctica de la tasa de ganancia y la forma-precio, UAM-Xochimilco, México. (2014), “Dialectics of Labour and Value-Form in Marx’s Capital: A reconstruction”, en F. Moseley y T. Smith (eds.), Marx’s Capital and Hegl’s Logic. A Reexamination, Leiden / Boston, Brill. I

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Los aspectos monetarios del proceso capitalista en el sistema marxista Una investigación desde el punto de vista de la teoría del circuito monetario Riccardo Bellofiore

Introducción La crítica de la economía política de Karl Marx es un caso único en la historia del pensamiento económico. Pero hablar de los “aspectos” monetarios del sistema marxista no es ni siquiera suficiente, porque lo que él ofrece es una perspectiva de la economía capitalista como un todo donde la producción, la circulación y la distribución son afectados profundamente por el dinero y lo financiero, de tal manera que cualquier dicotomía entre lo “real” y lo “monetario” es fútil. De hecho, si hay un autor para quien es apropiada la etiqueta de teoría monetaria de la producción, éste es Marx. Sin embargo, las peculiaridades de Karl Marx no provienen sólo de su análisis del proceso capitalista como una secuencia monetaria de fases sucesivas y entrelazadas. El mismo punto estuvo en el corazón de Interest and Prices de Wicksell (1898), de la Teoría del desarrollo económico de Schumpeter (1911), y del Tratado de la moneda de Keynes (1930). Estos autores (véase Bellofiore 1992, 2004b) enfatizan cómo la financiación bancaria a la producción hizo de la instabilidad dinámica o estructural la norma permitiendo el comportamiento innovador y la competencia intra-capitalista y que la clase capitalista determine la distribución real del ingreso y de los recursos productivos independientemente de la aparente soberanía del consumidor. La originalidad de Marx dentro de esta corriente heterodoxa de la teoría macromonetaria descansa en el hecho de que su enfoque estaba incorporado en su teoría del valor y plusvalor basada en el trabajo abstracto como una teoría de la explotación.

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Con pocas excepciones, el interés en el tratamiento del ciclo del capital dinerario en Marx es un fenómeno relativamente reciente. Uno de los primeros de estos intentos, que se remonta a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta puede ser la relectura de Marx de la teoría del circuito monetario (TCM. Un estudio detallado se puede encontrar en Graziani, 2003). En este capítulo se presenta una breve revisión de la teoría del valor trabajo monetario y se intenta demostrar que la TCM ayuda a proponer una reformulación que supera algunos de los rasgos problemáticos de Marx.

El ciclo del capital dinero y la teoría del circuito monetario En la TCM el proceso capitalista es representado como una secuencia “macro” y “monetaria” de fases sucesivas concatenadas establecidas en un intervalo de tiempo discreto en lugar de intercambios simultáneos atemporales. Se asume una estructura triangular de agentes: el sistema bancario, el sector de las firmas como un todo, y la totalidad de los asalariados. El proceso capitalista se inicia con los adelantos que hacen los bancos a las firmas. Éstas pueden usar entonces este poder de compra para hacer pagos monetarios por insumos que serán usados en el proceso de producción con vistas a vender los productos en el mercado de mercancías. Desde la perspectiva macroeconómica, todas las firmas, tomadas en conjunto, necesitan dinero únicamente para comprar la fuerza de trabajo de los trabajadores, lo que les da derecho a poner en práctica sus decisiones de producción. El modelo más simple del circuito supone una economía cerrada sin un sector gubernamental; el banco central es parte del sistema bancario. Hay tres fases del circuito monetario: en la fase inicial el dinero es creado y entra en la economía cuando el sistema bancario suministra al sector de las firmas la financiación inicial requerida para comenzar la producción. Las firmas en su conjunto necesitan el dinero para comprar fuerza de trabajo si deben poner en marcha el proceso productivo. El comando sobre el flujo del dinero crediticio proporciona a los empresarios (junto con los bancos) el poder de controlar el proceso de asignación de los recursos productivos, la producción inmediata y la distribución del ingreso y la tasa de acumulación. La negociación en el mercado de trabajo establece el nivel de la nómina salarial dineraria y del empleo, y es influenciada 190

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a su vez por las negociaciones entre los bancos y las firmas en el mercado dinerario sobre el monto y el “precio” de financiación. En la fase intermedia, las firmas pueden usar este poder de comando sobre los recursos productivos conferido por su dinero para actualizar sus planes de producción. El nivel o la estructura del empleo y el tamaño y la composición del producto son afectados por las decisiones de los empresarios. Estas opciones son conducidas por previsiones sobre la demanda efectiva y pueden ceder el paso a una situación de desempleo involuntario. Si no se considera la posibilidad de la lucha de los trabajadores dentro del proceso de trabajo, estas expectativas son realizadas completamente. Sólo dos tipos de mercancías son producidas –bienes de consumo y bienes de inversión– de acuerdo a cómo es asignada la mano de obra. Después de la producción, en la fase final, los trabajadores deciden libremente cómo dividir su ingreso monetario entre consumo y ahorro. La clase de los trabajadores sólo puede comprar las mercancías disponibles para ellos producidas por las firmas a través de sus elecciones separadas e independientes. Si la propensión a consumir de los trabajadores es igual a la unidad las firmas recuperan toda la nómina salarial monetaria sólo del mercado de mercancías y pagan sus deudas a los bancos. Si la propensión a consumir de los trabajadores es menor que la unidad las firmas pueden recuperar la liquidez no gastada en bienes de consumo con la venta de nuevos títulos en el mercado financiero. Así, las firmas obtienen la financiación final de ambos mercados, del mercado de bienes de consumo y del mercado bursátil. El circuito monetario se cierra entonces con el reflujo de la financiación inicial a los bancos y, de este modo, con la destrucción del dinero originalmente creado. Pero si alguno de los flujos del ahorro monetario es retenido como balances líquidos –esto es, si hay “pérdidas” del circuito y los balances líquidos son retenidos como reserva de valor– las firmas no recuperarán todo el dinero que ellas adelantaron a los trabajadores y el circuito no se cerrará. El agregado neto del dinero en existencia (stock) simplemente refleja la deuda de las empresas aún no reembolsada a los bancos. Debido a esto, en el siguiente periodo los bancos pueden negarse a satisfacer la demanda de financiación de las firmas, lo que conduce a una crisis. La TCM se construye alrededor de la idea de que las firmas tienen un acceso privilegiado al crédito bancario; esto es, las firmas son capaces de obtener el poder de compra de los bancos sin verse limitadas por el nivel previo del ingreso 191

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real o por la propiedad previa de la riqueza real.1 Lo que importa es la cualidad del proyecto y/o la innovación para la que se solicita el crédito bancario. Los bancos evalúan los planes individuales de producción y suministran el crédito cuando el reembolso y la obtención de intereses parecen seguros. En esta perspectiva, la financiación, como el poder adquisitivo inicial, es lo que determina la estructura real de la economía y la acumulación de capital. Aquellos que tienen un “comando” privilegiado sobre el dinero demandan recursos reales, mientras que quienes poseen sólo la fuerza de trabajo tienen derecho únicamente a un ingreso monetario. El ahorro, siendo la parte del ingreso que emerge después de la producción financiado por los bancos, no puede ser una precondición de la acumulación de capital. Es por esto que las firmas en su conjunto fijan la participación del producto real que los trabajadores adquieren en el “mercado de bienes” por medio del gasto de su salario monetario (un punto que fue explícitamente retomado posteriormente por Keynes en su Tratado de la moneda y por Joan Robinson en su Acumulación de capital). La soberanía de los productores, en lugar de las preferencias inter-temporales individuales de los hogares, dominan el proceso capitalista. El dinero es estrictamente endógeno y nunca neutral.

La creación y circulación del dinero: una perspectiva wickseliana En oposición a la visión de Menger, que remonta el origen del dinero a una mercancía, la TCM afirma que el dinero es un signo sin ningún valor intrínseco. En un modelo de crédito puro como el descrito por Wicksell en Interest and Prices, el dinero consiste en depósitos bancarios a las firmas cuando los bancos les otorgan préstamos. Se trata de un instrumento de crédito en una transacción triangular en la que los pagos entre el pagador y el beneficiario se establecen mediante promesas de pago de un tercer agente, hoy en día el banco. Las decisiones acerca de los préstamos son el punto de partida lógico de los depósitos. La actividad bancaria no se piensa como una mera intermediación

El crédito bancario al consumo es reconocido por la TCM como un hecho empírico pero es interpretado como un camino indirecto para la financiación a las firmas. Véase Graziani (2003: 21) 1

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entre ahorradores e inversores sino como creación de dinero ex novo sin la previa recolección de depósitos. Consecuentemente, la TCM rechaza la interpretación dominante de la oferta monetaria como un múltiplo de la base monetaria, como también de la tesis de una precedencia lógica de los depósitos sobre los préstamos. Incluso fuera de una “economía de crédito puro”, el dinero sigue siendo nada más que una deuda regulada por los bancos en un sistema de contabilidad social en el que las demandas de los recursos reales se distribuyen diferencialmente. En un sistema monetario mixto, los depósitos bancarios y las obligaciones del banco central (reservas y pagarés pendientes) son consecuencia de los préstamos privados de los bancos y/o los adelantos del banco central a los bancos comerciales o a los gobiernos.2 Los préstamos originan los depósitos y el sistema bancario no enfrenta ninguna restricción en la creación monetaria aparte de los límites establecidos de forma endógena por las interacciones reales de los agentes en el sistema económico o las intervenciones institucionales en el sistema monetario. La creación de dinero en una verdadera economía monetaria, sin un Estado “activo” que persigue un déficit o un superávit, puede ser descrito con más detalle con la ayuda del marco wickselliano. En el caso más simple de un banco único en una comunidad aislada, se supone que los pagos se hacen sólo a través de transferencias contables o por medio de la emisión de pagarés en una economía de crédito puro. Sin fugas en la circulación, el banco único nunca puede encontrarse en problemas. No necesita mantener reservas. Lo mismo ocurre si múltiples bancos comerciales se expanden en forma concertada, porque ningún banco individual tiene que enfrentarse a un balance negativo en la cámara de compensación bancaria. Las cosas cambian si consideramos bancos múltiples que no expanden los préstamos en sincronía; el banco que se expande más rápido que los demás experimenta salidas más altas que las entradas y tiene que encontrar la manera de hacer frente a sus deudas. En este caso, o hay algún banco de bancos que emite un medio de intercambio final universalmente aceptado, u otra vez se tiene que enfrentar el problema en un sistema descentralizado de cómo se cancelan los pagos finalmente. La liquidación final podría lograrse a través de pagos directos de los dos contratantes (two party) en mercancías,

La única excepción es el pago hecho por el Estado a través de dinero de curso legal emitido por la Tesorería, lo que para la TCM es un signo de su privilegio de monedaje. 2

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incluido el “dinero como una mercancía” (por ejemplo, el oro), pero podría también lograrse a través de créditos recíprocos entre bancos. En un acuerdo internacional no regulado tenemos zonas monetarias nacionales junto con un sistema mundial de trueque o de mero crédito (bilateral). Consideramos el caso de una economía abierta con una estructura piramidal de signos monetarios “mixtos”. En el ápice, hay un banco monopolista emisor de billetes que normalmente tiene al Estado detrás de sus privilegios y cuyos clientes son principalmente nacionales. En la base hay bancos comerciales compitiendo cuyos pasivos circulan entre una clientela que cubre sólo una parte del mercado de depósitos. Aquí tenemos una relación jerárquica entre dos tipos de dinero. Los bancos comerciales se ven obligados a realizar pagos a través del dinero proporcionado solamente por el banco central y que se supone es de curso legal. Ellos sostendrán los activos del banco central para estar preparados para amortizar sus pasivos; por lo tanto, mantendrán una reserva para obtener refinanciación si es necesario. El banco central, a su vez, pueden ser requerido a liquidar las compras extranjeras no compensadas que lo inducirán a mantener una reserva de alguna mercancía como último recurso para cancelar sus deudas (a menos que los bancos centrales estén dispuestos a concederse crédito ilimitado entre sí). En esta situación, las conclusiones alcanzadas por el banco único y por los bancos que se expanden al mismo ritmo en una economía cerrada ya no aplican. Tanto los bancos comerciales como los bancos centrales están obligados a mantener reservas en moneda de curso legal y en “dinero como mercancía” respectivamente. Diferentes conclusiones se desprenden en el caso de una economía cerrada con múltiples monedas, lo que equivale a la ficción de la economía global con un “banco de bancos centrales” mundial. La cantidad total de créditos concedidos por los bancos comerciales todavía depende de la cantidad de dinero de alto poder elegido por el banco central, pero en este caso no hay ninguna necesidad de que el banco central aparte reservas en “dinero como mercancía”. Suponiendo que los bancos comerciales no actúan en forma concertada, ellos necesitan mantener reservas, pero en una economía cerrada el banco central no lo necesita y puede expandir sus pasivos a voluntad. De hecho estamos de regreso al caso de un “solo” y “único” banco. Este cuadro puede ser fácilmente adaptado al caso de la economía global con una estructura de tres niveles bancarios. Permitiendo la convertibilidad de 194

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los pasivos de los bancos comerciales en alguna moneda metálica dentro de las fronteras nacionales, o por un drenaje externo de “dinero como mercancía”, la proporción de reservas de los bancos comerciales o de los bancos centrales nacionales en una economía abierta tenderá a subir. Esto no amenaza la independencia lógica del sistema bancario del “dinero como mercancía”. No hay ninguna necesidad interna de la convertibilidad de la moneda de curso legal en una economía cerrada o en la economía global con un (verdadero) banco mundial. Es una restricción institucional. Debe recordarse también que incluso en un sistema mundial no regulado la conversión de los pasivos de los bancos en mercancías es sólo uno de los medios por el cual puede superarse una compensación imperfecta de las relaciones deuda-crédito en la cámara de compensaciones ya que los bancos comerciales o centrales pueden darse mutuamente suficiente crédito para resolver la dificultad.

Marx: dinero y producción La TCM considera a Marx como uno de sus precursores debido a la forma en que representa el proceso capitalista condensado en su “ciclo de capital-dinerario” al principio del tomo II de El capital. La idea del proceso de valorización como “dinero engendrando dinero” es crucial desde el tomo I donde se introduce la “fórmula general del capital” . Esta fórmula se desarrolla en el tomo III, con la investigación del capital que devenga interés, el crédito y el capital ficticio. Sin embargo, en el tomo I no se explican en detalle los aspectos monetarios y financieros del proceso, con una clara separación entre firmas y bancos. El enfoque del circuito monetario considera esta separación como un rasgo definitorio de las relaciones sociales capitalistas que no puede abstraerse por cuanto que es evidente que en el intercambio capitalista generalizado al principio de El capital los productores de mercancías no tienen nada que ver con una “sociedad mercantil simple”, y no son más que empresas capitalistas. Su producción necesita un financiamiento a priori. Las firmas producen mercancías pero no producen dinero. Los bancos crean el dinero pero no producen mercancías; de aquí que los capitalistas “productivos” tengan que recurrir a los capitalistas “dinerarios”. Este punto está oscurecido –o, si se quiere, está implícito en– la exposición de Marx. 195

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En el tomo I, el capitalismo como intercambio mercantil generalizado se presenta como una economía esencialmente monetaria por lo que es imposible tener cualquier dicotomía entre el análisis del valor y la teoría del dinero. El valor encuentra su forma necesaria de manifestación en el dinero como equivalente universal el cual está ligado primeramente al dinero como una mercancía. Tenemos entonces que investigar por qué el “dinero como una mercancía” parece ser necesario en la teoría monetaria del valor de Marx.3 En el intercambio mercantil generalizado, los productores individuales están disociados y compitiendo entre sí. El trabajo de estos individuos no sociales es inmediatamente privado y puede devenir social sólo en el mercado. Esto sucede indirectamente: cada mercancía se muestra igual a las otras mercancías en cierta proporción cuantitativa, para tener un “valor de cambio”, en la medida en que el “valor” de la mercancía se exprese a través de dinero como el equivalente universal. El dinero es una mercancía especial con poder de compra general como resultado de un proceso de selección y exclusión que es sancionado por el Estado. La igualación de los productos que tiene lugar en el mercado es al mismo tiempo una igualación de los trabajos que los producen. Así, el trabajo no es social por adelantado sino sólo en cuanto que su verdadero producto final es dinero (es decir, la riqueza “genérica” o “abstracta”). Aunque es sólo a través del dinero que el trabajo privado se convierte en trabajo social, no es el dinero lo que hace conmensurable a las mercancías: al contrario, las mercancías tienen valor de cambio porque, incluso antes de su intercambio final en el mercado de mercancías, ya han adquirido la propiedad ideal de ser universalmente intercambiables, de tal manera que tienen la “forma de valor”. Esta propiedad, por decirlo así, “crece” de las mercancías como trabajo “abstracto” objetivado (es decir, de la sustancia del valor). Los valores de las mercancías se muestran necesariamente como precios dinerarios dentro del intercambio. La cantidad de dinero que se obtiene por una hora de trabajo en un determinado país y en un determinado periodo puede ser definida como la “expresión monetaria del tiempo de trabajo”; el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido por la producción de una mercancía multiplicado por la expresión monetaria del tiempo de trabajo da lo que ha sido llamado su

Las cuestiones planteadas en esta sección y la siguiente se desarrollan mucho más en Bellofiore (2004a). 3

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precio “simple” o “directo”. Inicialmente, Marx parte del supuesto de que el valor de cambio relativo entre dos mercancías es la relación de sus precios simples. En esta perspectiva, siempre es posible ver, a través de la medida externa y monetaria de la magnitud del valor de cada mercancía, que esta magnitud es anticipada idealmente por los productores antes del intercambio, que detrás de éste el valor alcanza así la “medida” inmanente en unidades de tiempo de trabajo. Por otro lado, para ser efectivo en la regulación de los precios de mercado, el valor implica una coincidencia entre la oferta y la demanda individuales. En ese caso la asignación espontánea de los trabajos privados de los productores independientes y autónomos se afirma a posteriori en el mercado como una “división social del trabajo”. Aquí tenemos dos motivos para una perspectiva anti-ricardiana. Contra Ricardo, para quien el dinero es una mercancía porque es similar a todas las demás mercancías, para Marx es una mercancía en cuanto es excluida a y opuesta a todo el mundo de las mercancías. También lejos de Ricardo es la idea que valor y precio no pueden ser completamente pensados a partir de un esquema donde se dan los métodos de producción y el salario real, y donde el dinero está ausente. Esto no obstante, y dado el nivel de la “demanda ordinaria” (una noción que es introducida por Marx en el tomo III, Cap. X), el valor que “deviene” en la circulación corresponde exactamente al valor que se coagula como trabajo objetivado extraído del trabajo vivo en la producción. A partir de la segunda sección del tomo I el proceso de valorización del capital se representa como un proceso de dinero engendrando dinero, o como una secuencia monetaria de fases sucesivas. El valor y el dinero no ponen de manifiesto otra cosa sino trabajo objetivado en el mercado de mercancías. La única fuente del valor nuevo producido en el periodo es el trabajo vivo de los trabajadores asalariados que se extrae en la producción. Ese trabajo en movimiento es el valor de uso de la fuerza de trabajo comprada por el capital (dinerario) variable en el mercado de trabajo. Aunque la sociabilidad indirecta del trabajo que produce mercancías capitalistas es eventualmente sancionado sólo en el mercado de mercancías “final”, la postura de Marx –como Rubin lo da a entender en los años veintes del siglo pasado– rastrea el origen del valor (nuevo) en el trabajo (vivo), refiriéndose al “intercambio” no como una fase separada contrapuesta a la fase de la producción, sino como una forma del mismo proceso de producción como un todo. La determinación del valor sale de la unidad de con197

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tenido y forma. Más precisamente, la forma surge del contenido –a saber, el trabajo– que ha tomado forma a través de la organización social y la asociación capitalistas. Por consiguiente, el trabajo vivo como actividad ya está sometido a un proceso de abstracción dentro del proceso de trabajo capitalista. Junto con la consideración del dinero como una mercancía, esto permite a Marx definir la explotación en la producción antes del intercambio final (es decir, después de que se ha efectuado la compra de la fuerza de trabajo en el mercado de trabajo y su uso en el proceso laboral). En el tomo I la investigación todavía se centra en la relación de clase capital-trabajo sin dar plena cuenta de la circulación mercantil entre capitales que es pospuesta hasta el tomo III. Sin embargo, si la esencia del dinero no es ser una mercancía,4 puede parecer que nos hemos quedado con elementos inconexos: un capital dinerario sin ninguna referencia a la sustancia del valor en la apertura del ciclo, trabajos concretos heterogéneos en la producción y recibos dinerarios en el cierre del circuito. No es claro entonces por qué el dinero como la medida externa del valor necesita estar ligado al trabajo como “sustancia” y “contenido”. Creo que la TCM ofrece un camino para salir de estas dificultades exactamente porque aquí el énfasis se hace más en la naturaleza monetaria de la producción que en la realización monetaria del producto mercantil. La financiación a la producción ante-valida el gasto del trabajo vivo en lugar de darle sólo una representación dineraria al trabajo objetivado. El trabajo “que deviene” en el proceso de trabajo puede posteriormente ser pre-conmensurado dentro de la producción a través de un proceso organizativo y tecnológico de homogeneización capitalista y finalmente validado en el intercambio final a través de su metamorfosis en dinero como equivalente general. Esto impone sobre el trabajo las propiedades cuantitativas y cualitativas de ser trabajo abstracto gastado en la medida socialmente necesaria en la relación dual que acontece en la interacción entre el mercado de trabajo y la producción directa. Si se confirman las expectativas a corto plazo de las empresas respecto a sus salidas, este valor ideal o latente entra en la circulación de mercancías sin cambio en su magnitud. Pero esto debe ser leído no como la igualdad de la demanda y la ofer-

Esto no significa negar las fases históricas en que el dinero era en un principio una mercancía; más bien significa que la esencia de un fenómeno social no se revela por su primera aparición histórica sino sólo cuando está completamente desarrollado. 4

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ta, como en la ley de Say, sino como la demanda que impulsa a la oferta, como el principio de la demanda efectiva. Desde este punto de vista, el vínculo necesario entre el valor (nuevo) y el (ingreso) dinero, que ha sido subrayada por la mayoría de las nuevas interpretaciones contemporáneas de Marx, tiene que basarse en la necesidad del capital de extraer trabajo vivo de su “otro interno”, una clase trabajadora potencialmente resistente, para valorizarse a sí mismo. Ésta es la razón última de por qué la totalidad del trabajo directo gastado en el periodo es la fuente exclusiva de nuevo valor monetario, el argumento original al principio de El capital de rastrear el origen del valor en el trabajo es más bien inconcluso, o en el mejor de los casos, una mera presuposición que debe ser demostrada.

Marx: la distribución clasista y el valor del dinero Una visión definitiva de la distribución del ingreso surge de esta perspectiva teórica. Hay suficiente evidencia textual de que Marx tomó el nivel de subsistencia del salario como el dato conocido en el tomo I al postular al capital variable como adelantado en dinero. Allí definió el “trabajo necesario” como el trabajo requerido para producir los medios de subsistencia. En varios lugares, la distribución “macro” del ingreso entre el capital y el trabajo es vista como resultado de la lucha de clases que determina tanto la magnitud del trabajo vivo extraído de todos los trabajadores como la del trabajo necesario solidificado en los bienes salario que se destinan a la clase trabajadora. Con las decisiones de las empresas sobre el nivel y la asignación del empleo que son confirmadas por el mercado, estas dos magnitudes permanecen sin cambio a lo largo de casi todos los tres tomos. Sin embargo, con la transformación de los “precios simples” a los “precios de producción”, el “trabajo pagado” representado en los precios de los bienes salarios generalmente diverge del “trabajo necesario” incorporado en esos bienes salario. Nótese que el supuesto de que el salario real esté fijado al nivel de subsistencia no es requerido en ninguna forma por la TCM; por el contrario. Dado que la nómina salarial es anticipada en dinero, el salario real puede no corresponder al nivel de subsistencia. Para la TCM, el valor del dinero es primero que nada el poder de compra del dinero y debe ser analizado en términos de lo que el di199

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nero puede “comandar”. En la apertura de circuito “macro” sabemos que esto sólo puede ser válido para la fuerza de trabajo: a saber, los trabajadores como portadores de la capacidad de trabajar y por lo tanto de trabajo vivo potencial. El “valor” del dinero como financiamiento “inicial” es, así, determinado por el número de trabajadores comprados por la nómina salarial. Los trabajadores tienen que esperar hasta que los productos se pongan en oferta para conocer los precios de los bienes de consumo y por lo tanto su salario real. Esto último puede ser conocido al principio del periodo sólo si los bienes salario son considerados como el resultado de un proceso de producción previo y vendidos a los trabajadores antes de que la producción comience de nuevo (como en Wicksell o en Schumpeter), o puede ser conocido después de que el trabajo se ha gastado (como en Marx o en Keynes). Cualquiera que sea el camino que tomen, todos estos autores consideran que la cantidad de bienes de consumo disponible para la clase trabajadora depende de la soberanía de los productores; esto es, el salario real de todos los trabajadores es de hecho, aunque sin un plan, determinado por el comportamiento colectivo (“inconsciente”) de todas las firmas juntas dentro de los límites establecidos por la lucha de clases. La elección de Marx fue asumir un salario de subsistencia como un dato conocido como un límite obligatorio de este poder de la clase capitalista. La justificación que él dio es que quería dar una visión de la economía capitalista en su forma “pura” e “ideal” (y por supuesto de esta manera dejó fuera cualquier posible crítica moral del capitalismo como injusto). El hecho de que Marx asumiera el salario real como un dato conocido al nivel de subsistencia a pesar de que el capital es adelantado como una magnitud dineraria, de manera que la nómina salarial monetaria deba ser tal que permita a los trabajadores comprar la canasta de subsistencia a los precios corrientes, es completamente congruente con su propia versión de la secuencia monetaria. Gracias a la elección teórica de Marx acerca del salario, el poder de compra de la financiación inicial se traduce en un determinado monto de tiempo de trabajo aun cuando el dinero no es una mercancía; es el tiempo de trabajo materializado en los medios de subsistencia necesarios para el número de trabajadores comprados al salario diario promedio. Esto puede ser transformado en la extracción de trabajo vivo de acuerdo a la tasa de explotación esperada. De esta manera tenemos el “trabajo necesario” y el “trabajo excedente”. Esto reproduce realmente el enfoque de Marx sobre la explotación en la producción capitalista. 200

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Una vez que se ha fijado el consumo real de la clase trabajadora, una vez que las técnicas son dadas y una vez que se ha terminado la lucha sobre la duración y la intensidad de la jornada laboral diaria, hemos determinado el trabajo vivo total gastado y el trabajo necesario total que entra en las mercancías puestas a disposición de los trabajadores; por consiguiente el trabajo excedente total. Estas cantidades de trabajo son independientes con respecto a la regla del precio porque en tanto que la explotación y la canasta de consumo están dadas, ellas no cambian. La única cosa que ocurre con un cambio de los precios es una redistribución entre los capitales individuales del trabajo directo total que manifiesta el ingreso monetario, algo que no afecta directamente la relación de clase fundamental. En mi reconstrucción del argumento de Marx, influenciada por la TCM, la “expresión monetaria del tiempo de trabajo”, y por tanto su inversa, el “valor del dinero”, son sólo determinados en la metamorfosis de las mercancías con el equivalente general en el mercado de mercancías. Pero se ha agregado que la producción capitalista necesita una ante-validación monetaria. Hay, por lo tanto, un “valor del dinero” como capital, en relación con la financiación inicial, que es distinto y preliminar en relación con el “valor del dinero” en cuanto el inverso de la expresión monetaria del tiempo de trabajo. Como se mostró anteriormente, el poder de compra del capital variable como dinero adelantado en el mercado de trabajo “se traduce” en determinado tiempo de trabajo requerido para producir el salario de subsistencia de la clase trabajadora, y también –asumiendo el cumplimiento de las expectativas acerca de la explotación del trabajo vivo y acerca de la ventas futuras en el mercado de mercancías– en determinado tiempo de trabajo socialmente necesario que es extraído por el capital total a la clase trabajadora.

Competencia intra-sectorial y financiamiento: Marx después de Schumpeter Una teoría del dinero no-mercancía como financiación es crucial en relación con otra característica antiricardiana importante implícita en la teoría marxista. La noción de competencia de Marx tiene dos lados. La noción ricardiana

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de la competencia, que está también en Marx, es la competencia intersectorial (o “estática”). Ésta expresa la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia entre industrias, que es el centro del análisis en el tomo III, sección segunda. Sin embargo, previamente –en el tomo I (sección cuarta, capítulo X)– Marx incluyó la competencia intrasectorial o dinámica. Este segundo lado de la herencia de Marx fue una poderosa fuente de inspiración para Schumpeter.5 La lucha por garantizar, aunque sólo temporalmente, el plusvalor extraordinario expresa una tendencia a diversificar la tasa de ganancia dentro de una industria determinada. Para Marx, dentro de un sector dado hay una estratificación de condiciones de producción: las firmas pueden ser clasificadas según su productividad alta, media o baja. El valor social de una unidad de producto tiende hacia el valor individual de aquellas firmas que producen la masa dominante de las mercancías vendidas (esto, por supuesto, implica que un cambio en la demanda lo suficientemente fuerte puede afectar indirectamente el valor social). Aquellas firmas cuyo valor individual es más bajo (más alto) que el valor social obtienen un plusvalor que es más alto (más bajo) que el normal. Hay, por lo tanto, un incentivo permanente de los capitales individuales a innovar en busca de plusvalor extraordinario cualquiera que sea la industria involucrada. A partir de una determinada estructura de la producción dentro de los sectores de la producción, el capitalista industrial que introduce innovaciones en técnicas o en organización del trabajo está obligando a los otros capitalistas a seguir su camino; así la competencia intrasectorial da paso a una caída del valor social y de este modo a una extracción de plusvalor relativo. La extracción de plusvalor relativo depende tanto de la necesidad de controlar la extracción del trabajo dentro del proceso de trabajo capitalista como de la lucha de cada capital individual contra los otros dentro de la misma esfera de la producción. Es aquí que la consideración de la financiación bancaria a las empresas capitalistas en cuanto ante-validación del trabajo vivo enfatizado por la teoría del circuito monetario ofrece nuevas perspectivas en relación con las interpretaciones pasadas y contemporáneas. El dinero de crédito recientemente creado por los bancos tiene que ser introducido al esquema teórico no sólo como

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El tema de esta sección se desarrolla con más detalle en Bellofiore (1985).

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financiación a la producción sino también como financiación a la innovación; a saber, como el complemento monetario inevitable de la primera. El dinero es un símbolo institucional del trabajo abstracto que permite a las actividades privadas formar una coherencia social en una lógica sincrónica, un punto que fue subrayado anteriormente en este capítulo. Pero es también y sobre todo un respaldo privado de ese comportamiento innovador de los bancos individuales dentro del sistema bancario, un punto clave para la lógica diacrónica y decisiva para dar forma a las trayectorias tecnológicas y los métodos de producción y luego la determinación misma de los “precios simples” y los “precios de producción”. De hecho, esta doble perspectiva sobre la financiación es la otra cara de la moneda de la perspectiva dual sobre el trabajo abstracto interpretado como el trabajo social tentativamente explotado por los distintos capitales y opuestos uno al otro en el mercado. La financiación es, por lo tanto, a la vez y al mismo tiempo, la ante-validación de la sociabilidad de la planificación capitalista en el proceso capitalista por el sistema bancario así como las “apuestas monetarias” de los bancos individuales sobre el eventual éxito de los empresarios dentro de la lucha entre las empresas en competencia. Una confrontación de Marx con Schumpeter es útil en este tema. La teoría de Marx es, como lo es la de Schumpeter, construida fuera del paradigma de equilibrio donde los precios naturales se afirman a sí mismos como puntos de reposo de la actividad económica en torno a los cuales los precios de mercado oscilan y las perturbaciones del equilibrio se producen externamente. La acumulación de Marx, como la de Schumpeter, no es reproducción equilibrada “rota” ocasionalmente por crisis, sino desarrollo desequilibrado donde el cambio técnico es endógeno, la tendencia es impulsada por el ciclo y el cambio estructural es la norma. Las diferencias entre los dos autores son las siguientes: a) sobre las razones de la endogeneidad de las innovaciones, Schumpeter guarda silencio sobre la lucha de clases en la producción como un factor determinante; b) sobre el papel de la financiación bancaria en cuanto el complemento monetario esencial a la innovación, Marx es impreciso sobre su papel en la acumulación. Como es fácil comprobar, este papel del dinero es muy subdesarrollado en El capital. Los bancos y el dinero bancario son introducidos sólo en el tomo III mientras que la competencia intrasectorial ha sido ya considerada en el tomo I. Una razón es la ambigüedad de la teoría bancaria y crediticia en el tomo III, a la cual retornaré en la siguiente sección. Otra es la teoría del “dinero como 203

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mercancía” de Marx y su énfasis abrumador sobre el equivalente general a expensas del papel crucial de la financiación. Para Schumpeter, el cambio tecnológico en el proceso capitalista es incesante pero discontinuo no sólo dentro de cada industria, sino también en la economía como un todo. En el “flujo circular” del cual cada prosperidad tiene que comenzar, los agentes siguen el comportamiento rutinario. No hay recursos no utilizados, ni beneficios e interés, ni ahorros. Los procesos económicos simplemente se reproducen a la misma escala, y la perspectiva no sería alterada incluso si sustituimos con una trayectoria de crecimiento en equilibrio al equilibrio estacionario. Aunque la producción toma tiempo y necesita ser financiada, la producción es sincronizada y cada oferta encuentra su propia demanda a los precios esperados que sólo cubren sus costos monetarios. El crédito bancario hace circular la misma cantidad de dinero y puede ser abstraído. El dinero es simplemente un recibo de pago (receipt voucher) de la producción anterior; por lo tanto, el poder de compra para comandar los recursos productivos requeridos para implementar nuevas combinaciones no está disponible para los empresarios potenciales. En el desarrollo, la acción emprendedora necesita estar respaldada por la creación del crédito bancario. El dinero como un billete de reclamo (claim ticket) sobre los recursos excede ahora mayormente a lo que ya ha sido producido y cuya justificación proviene de la mayor cantidad y calidad de la producción futura permitida por el comportamiento innovador. Los bancos, dice Schumpeter (1970), son los contadores sociales del sistema capitalista. Puesto que las innovaciones están financiadas por una nueva afluencia de dinero, la demanda de trabajo y de otros recursos productivos se incrementa, y así lo hacen los precios. La inflación no es sólo un incremento del nivel general de precios, es esencialmente un cambio de la estructura relativa de los precios. Gracias a esta revolución inicialmente limitada pero más tarde generalizada de los precios, los empresarios podrán realizar las “nuevas combinaciones”. El resultado del financiamiento bancario es, así, que los “nuevos” empresarios obtienen acceso a los recursos mientras que los “antiguos” directores de las empresas tradicionales sufren una reducción en su poder adquisitivo. Cuando este desequilibrio parcial se convierte en general la actividad innovadora se detiene debido al alto nivel de incertidumbre sobre las futuras ventas y precios y el cálculo de los costos y los recibos de las innovaciones es imposible. La prosperidad se convierte en recesión, la financiación bancaria se derrumba, la deflación 204

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sobreviene. El sistema económico se acerca a un flujo circular diferente donde ganancias e intereses tienden a desaparecer. Esta nueva configuración de insumos y productos se determina por la trayectoria del desequilibrio previo dominado por la competencia dinámica. Aunque algunos elementos de este cuadro tienen claramente que ser modificados (entre ellos el supuesto explícito de pleno empleo y el funcionamiento implícito de la ley de Say), la visión de la financiación bancaria como el complemento monetario de la acción empresarial encaja muy bien en la visión marxista de la competencia como “lucha” entre capitales con énfasis en la soberanía de los productores en lugar de la de los consumidores y la no neutralidad del dinero. La extensión de la relectura circuitista de Marx basada en la financiación a la producción, que incluye el énfasis schumpeteriano en la financiación a la innovaciones, abre nuevas perspectivas también sobre el controvertido tema de la transformación de los valores –es decir, los precios “simples”– en precios de producción. En la dinámica evolutiva de Schumpeter hay estabilidad temporal de los métodos de producción cuando el sistema se aproxima al flujo circular. En esta situación los “centros de gravitación” son los precios iguales a los “precios simples”. En prosperidad tenemos los precios de mercado superiores a los precios simples con ganancias desiguales. La depresión conduce el sistema a la definición de un nuevo sistema de precios simples. La primera alternativa es volver a formular este movimiento ondulatorio para toda la economía en términos marxistas a partir de la “reproducción simple” (a precios de producción) como una fase actual en la dinámica capitalista comparable al flujo circular de Schumpeter. Los precios de producción son, entonces, los centros de gravitación reales. La segunda alternativa permite que las innovaciones sean continuas en toda la economía, aunque discontinuas dentro de las industrias. La tendencia a una tasa uniforme de ganancia nunca se realiza porque es constantemente anulada por una competencia dinámica. Los precios de producción son sólo los centro de gravitación ideales.

Marx: dinero y banca Las secciones anteriores han mostrado cómo una integración del dinero en cuanto financiación a la producción y en cuanto financiación a la innovación 205

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es crucial para el restablecimiento de la teoría del valor de Marx tanto como una teoría de la explotación (basada en el antagonismo de clases en el momento de la producción) como del cambio tecnológico endógeno (incluyendo la consideración de la competencia dinámica intracapitalista). En esta sección considero la teoría del dinero de Marx revisando algunas características de su teoría bancaria y el papel que el “dinero como mercancía” juega en el tomo III de El capital.6 En la circulación mercantil al principio de El capital, el dinero funcionó como medio de intercambio y el dinero simbólico podría reemplazar al dinero mercancía. Aun cuando esta circulación es capitalista, no puede ser teorizada como tal porque la noción de capital no ha sido introducida todavía. Cuando se analiza solamente con respecto a la circulación, como medio de circulación, el dinero es gastado por su poseedor en la compra de mercancías que ya han sido producidas. Su valor se determina de la misma manera que el de las otras mercancías que se intercambian en el mercado como la inversa del nivel de precios. Una persona que entra en posesión de él adquiere un título permanente de él. Sin embargo, en el tomo III de El capital, cuando el dinero es analizado como financiación adelantada por los capitalistas dinerarios (bancos) a los capitalistas industriales (firmas) para comprar fuerza de trabajo, éste es prestado y pedido en préstamo. Su precio es ahora la tasa de interés. Una persona que entra en posesión de él adquiere sólo un título temporal del mismo. Con la tasa de interés, emerge un nuevo principio de valoración del capital dinero, diferente del basado estrictamente en la teoría del valor trabajo: la capitalización de cualquier suma de dinero. Esto da origen al capital ficticio. Aunque Marx era adepto del dinero como mercancía, a lo largo de todas sus obras encontramos importantes señalamientos que conducen hacia la idea opuesta del dinero como esencialmente dinero-signo. En algunos artículos escritos para The New York Daily Tribune y en algunas secciones de los Grundrisse Marx parece comprender muy bien la naturaleza crediticia del dinero y el proceso por el cual los bancos crean dinero ex novo. Esto también puede ser visto en el tomo III, partes IV y V de El capital. El capital que devenga interés es definido

Sobre esto, una consideración más detallada puede encontrarse en Realfonzo y Bellofiore (2003). 6

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como un monto dado de dinero que se presta a las firmas para funcionar como capital dinerario para la compra de fuerza de trabajo. Este dinero, después del préstamo a favor del capitalista productivo, retorna primero a los capitalistas en funciones y después al prestamista inicial. Bajo las condiciones promedio, el dinero pedido prestado por las firmas y empleado por ellas como capital dinerario (es decir, una suma de valor) tiene la capacidad de producir la ganancia media como su valor de uso. Una parte del plusvalor se debe, por lo tanto, entregar como interés. La tasa de interés es un gravamen sobre el plusvalor. No tiene ningún otro origen que la explotación de la fuerza de trabajo. El nivel de la tasa de interés es empírico y convencional ya que depende del nivel relativo de la oferta y la demanda, de las garantías del prestatario y de la duración del préstamo. En el capital que devenga interés la relación del capital alcanza su forma más “superficial” y fetichizada. Una suma de dinero dada parece producir automáticamente un monto mayor de dinero como valor que se autovaloriza, como el producto de una mera cosa, no de una relación social. La idea surge de manera espontánea de que la ganancia bruta consiste en dos partes heterogéneas con diversas fuentes: el interés, del capital de préstamo; la ganancia empresarial, del trabajo de supervisión y gerencial. La realidad es puesta al revés. El plusvalor extorsionado a los trabajadores por los capitalistas en funciones desaparece de la vista, el interés aparece como el fruto específico del capital y la ganancia empresarial es vista como un mero accesorio en la reproducción. En esta situación invertida el dinero pierde su carácter de símbolo institucional de una relación social y se convierte en una simple cosa. ¿Cómo y quién suministra el capital dinerario a las firmas? ¿Cuál es la naturaleza de este capital dinerario? Marx inicialmente propone una visión de los bancos como meros intermediarios financieros. Ellos recogen el dinero de los sujetos que desean prestar para pasarlo a las firmas que deseen pedir prestado; de los depósitos se hacen los préstamos a través de un multiplicador dinerario flexible. La condición lógica de los bancos que prestan es aquí la existencia previa del ahorro dinerario. Habiendo definido la actividad bancaria como intermediación pura, es consecuente que Marx considere a los depósitos como los fondos prestables a disposición de los bancos. Pero en una visión alternativa que Marx ofrece en otras páginas el crédito bancario es adelantado sin ninguna restricción que provenga de ahorro previo, ya sea real o monetario. Es, por decirlo así, una 207

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perspectiva con visión de futuro donde lo importante es la capacidad esperada de los empresarios de explotar el trabajo y obtener ganancias realmente. Siguiendo las pistas que conducen a una visión del dinero como símbolo social y de los bancos como creadores de dinero, Marx parece darse cuenta de que la actividad bancaria no puede definirse en términos de pura intermediación. Los bancos transforman los activos no monetarios en demandas monetarias. Por supuesto, si hay restricciones de reserva legalmente prescritas el banco emisor no tiene la capacidad de poner una cantidad ilimitada de billetes bancarios en circulación. Sin embargo, Marx conoce bien que en un nivel puramente teórico la emisión de billetes por el sistema bancario en su conjunto no tiene límites excepto por la demanda. Una vez más contra Ricardo, para Marx la circulación de billetes es independiente tanto de la voluntad del banco central como del nivel de las reservas de oro en su caja fuerte que aseguren la convertibilidad de los billetes. Dada la posibilidad de que el sistema puede funcionar correctamente incluso sin ningún tipo de reserva base de dinero “duro”, Marx considera absurdos los impedimentos a la emisión de billetes impuestos por el Acta Bancaria de 1844. Marx se aferra constantemente a un marco menos general. El arreglo institucional que asume es la conformación concreta del sistema monetario de su época. Se refiere a los bancos centrales compitiendo y no al sistema bancario en su conjunto, sea a nivel internacional (un banco mundial único o bancos centrales sincronizados) o en el marco de una economía cerrada. El dinero oro como dinero mundial y las regulaciones legales estacionarias para mantener las reservas se supone que serán eficaces. Es por esto por lo que retiene la noción de que el “dinero como mercancía” sea la base de la pirámide del crédito. En un sistema de este tipo, los bancos individuales –sean comerciales o centrales– deben en primer lugar recolectar (collect), respectivamente, dinero de curso legal o dinero oro para hacer préstamos. Las reservas permanecen como el fundamento necesario para construir el sistema de crédito, y la recolección de los depósitos se mantiene firme como condición preliminar para que los bancos hagan préstamos aunque el multiplicador de los depósitos sea reconocido como flexible. Si nuestro análisis terminara aquí se perderían de vista las reflexiones más interesantes y originales sobre el crédito diseminadas en el tomo III. La insistencia de Marx en el papel fundamental de la mercancía dineraria está estrechamente relacionada con el fenómeno de la crisis. En el funcionamiento 208

LOS ASPECTOS MONETARIOS DEL PROCESO CAPITALSTA...

normal de una economía monetaria libre de una legislación basada en teorías erróneas del dinero que imponen restricciones artificiales sobre las reservas Marx reconoce plenamente la independencia del dinero capitalista respecto del metal. El papel insustituible del dinero como mercancía se da durante la crisis monetaria, donde el sistema de crédito muestra que no se emancipa de la base mercantil del sistema monetario. Marx vio esta “reversión” del sistema de crédito en el sistema monetario como una reivindicación de su teoría del “dinero como mercancía” tal como fue presentado en el primer capítulo del tomo I de El capital. El dinero en forma de mercancía es el fundamento del cual el sistema de crédito nunca puede escindirse (una perspectiva que, con algunas modificaciones, parece muy apropiada cuando se derrumba el régimen capitalista hegemónico, como lo hace periódicamente).

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Hacia una teoría marxista del dinero mundial

Tony Smith

En Financial Markets, Money and the Real World, Paul Davidson, un líder economista postkeynesiano, se suma al llamado para reformar la “arquitectura financiera internacional”. A diferencia de otros reformistas, sus propuestas se centran en una nueva forma de dinero mundial. En este capítulo presentaré una evaluación crítica de su posición desde un punto de vista marxista. En la actualidad el dólar, el euro y el yen son las principales formas de dinero que sirven como unidad de cuenta, medio de circulación, medio de pago y fondo de reserva en el mercado mundial, con el dólar aún siendo dominante. Las relaciones entre estas monedas y entre éstas y otras monedas son una dimensión crucial del orden mundial contemporáneo. Los teóricos neoliberales sostienen que los mercados financieros son racionalmente eficientes. A pesar de que los negociantes individuales pueden errar, con el tiempo la sabiduría colectiva del mercado procesa la información relevante con mucha mayor precisión y velocidad que los funcionarios del gobierno. La mayoría de los países (o unidades monetarias) deben, por tanto, dejar la determinación del valor relativo de sus monedas al mercado (Friedman, 1953). Cuanto más tiempo el gobierno mantenga un tipo de cambio inapropiado más nítida y más perjudicial será la eventual revaluación, tal como demostró la crisis del Este Asiático de 1997 (De Rosa, 2001). Los postkeynesianos rechazan la hipótesis de la eficiencia racional (Davidson, 2002, capítulo 3). El futuro es radicalmente incierto; es imposible calcular incluso la probabilidad de que una trayectoria particular de desarrollo se mantenga en los mercados de títulos de capital. Dada esta incertidumbre, el éxito de la inversión es una cuestión de anticipar los cambios en las expectativas

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[sentiments] “bajistas” y “alcistas” de los otros negociantes. Además, el objetivo de invertir en activos financieros generalmente no es mantener los activos fijos que éstos representan en el largo plazo sino beneficiarse a través de la venta de los primeros en el corto y mediano plazos. Los mercados financieros no regulados son por tanto propensos a la inestabilidad. En la medida en que la intención [sentiment] de inversión cambia en una dirección “alcista”, los inversionistas que anticiparon este cambio obtienen altos beneficios atrayendo a más inversionistas “alcistas”. Un boom autorreforzante puede entonces tener lugar. Incluso aquellos que comprenden que el boom no puede sostenerse indefinidamente se “suben al tren” con la esperanza de encontrar un “tonto más grande” (bigger fool) a quien podrán venderle. Cuando la intención [sentiment] del inversionista se modifica en sentido contrario en algún momento contingente debido a alguna razón contingente comienza una estampida de activos. La libre flotación o los tipos de cambio laxamente vinculados implican una amenaza de mayor volatilidad en los mercados de divisas. Los potenciales inversionistas extranjeros en proyectos de largo plazo ahora se enfrentan a mayores riesgos cambiarios con respecto a los beneficios (medidos en su moneda local) que ellos pueden apropiarse a partir de la inversión extranjera directa (IED), mientras que los potenciales inversionistas nacionales enfrentan mayores riesgos cambiarios respecto a los beneficios (medidos en su moneda local) que ellos pueden apropiarse a través de las exportaciones. En respuesta la tasa de inversión de largo plazo tiende a decrecer. Menores tasas de inversiones productivas de largo plazo conducen a tasas más bajas de crecimiento, mayor desempleo y un nivel más alto de deseos y necesidades insatisfechos. Los funcionarios gubernamentales, al darse cuenta del daño que un ataque especulativo sobre su moneda puede ocasionar, intentan reducir la volatilidad del tipo de cambio adoptando la actitud de mercado de que los déficit públicos y los altos salarios desencadenan la inflación. Las políticas diseñadas para restringir el gasto del gobierno y mantener un nivel de salario bajo refuerzan la tendencia recesiva en la operación del dinero mundial. La institucionalización de las políticas neoliberales en décadas recientes está asociada de hecho con menores tasas de crecimiento, salarios más bajos y mayor desempleo en comparación con la “época de oro” del cuarto de siglo poste-

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rior a la segunda guerra mundial.1 Los teóricos postkeynesianos creen que esto puede ser explicado principalmente por las tendencias recesivas introducidas al mercado mundial por el actual sistema de dinero mundial. Los flujos financieros que deberían fomentar el desarrollo industrial ahora lo obstaculizan a costa de un sufrimiento innecesario. Las ocho propuestas para la reforma de la arquitectura financiera internacional formuladas por Davidson están destinadas a revertir este estado perverso de las cosas. Las primeras cuatro pueden ser tomadas en conjunto: Primero, la unidad de cuenta y último activo de reserva para la liquidez internacional es la unidad monetaria internacional de compensación (IMCU, por sus siglas en inglés). Toda IMCU sólo puede ser mantenida por los bancos centrales de las naciones que se rijan por las reglas del sistema de compensación […]. Segundo, cada banco central nacional o, en el caso de una unidad monetaria (por ejemplo, el euro), el banco central de una unión monetaria, está comprometido a garantizar la convertibilidad de única dirección [one-way convertibility] de los depósitos de IMCU en la cámara de compensación en dinero local […]. Tercero […], los contratos que deban ser liquidados en términos de moneda extranjera requerirán algún compromiso anunciado públicamente por el banco central (a través del sector bancario privado) sobre la disponibilidad de fondos extranjeros para cumplir con tales obligaciones contractuales privadas. Cuarto, el tipo de cambio entre la moneda local y la IMCU lo establece inicialmente el banco central de cada nación o unión monetaria (Davidson, 2002: 232-233).

Únicamente con una forma de dinero mundial, la IMCU, serían eliminados, los horribles trastornos económicos y sociales originados por reevaluaciones abruptas y masivas (Brenner, 2002 y 2009). Con la convertibilidad unidireccional, cada nación puede controlar los flujos de salida de fondos de capital.

En Europa occidental, por ejemplo, el crecimiento del PIB per cápita declinó de una tasa de crecimiento compuesta promedio de 4.08 anual en 1950-1973 a 1.76 en el periodo 19731998. Este índice del crecimiento disminuyó en la mayoría de las regiones: de 2.44 a 1.94 en Estados Unidos, Australia y otros “vástagos occidentales” [“Western Offshoots”]; de 8.05 a 2.34 en Japón; de 2.52 a 0.99 en América Latina, y de 2.07 a 0.01 en África. En la economía mundial en su conjunto se produjo un descenso de 2.93 a 1.33, y Asia (excluyendo Japón) fue la única región donde las tasas de crecimiento se incrementaron (Maddison, 2001). 1

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Una de las causas de la crisis del Este asiático fue que el endeudamiento de los bancos locales (denominado en dólares) proveniente de los mercados de capitales globales fue utilizado posteriormente para inversiones especulativas en títulos de capital tales como bienes raíces. El colapso de la resultante burbuja especulativa desató una estampida de salida de flujos. La moneda local fue entonces fuertemente devaluada exacerbando la dificultad de pagar a los acreedores extranjeros en dólares. Los postkeynesianos insisten en que los gobiernos deben contar con las herramientas para evitar que surja esta situación. Las grandes historias de éxito de desarrollo económico en la historia del capitalismo se han basado en un modelo de “desarrollo de Estado” en el cual las agencias estatales de planificación y los bancos asignan créditos a las empresas industriales locales. En contraste, en las regiones del Sur donde se han producido amplios préstamos provenientes de los mercados de capitales globales, los flujos de dinero generalmente no han generado superávits comerciales suficientes para cubrir tanto el pago del principal como el de los intereses de los préstamos externos. Los países endeudados a menudo han requerido préstamos adicionales para cubrir los pagos de intereses imponiendo cargas adicionales de servicio de deuda más allá de lo que ellos podrían permitirse. En cuanto los países deficitarios intentan reducir sus desequilibrios de pago mediante la disminución de las importaciones otra considerable fuerza contractiva se añade a la economía global. La arquitectura financiera internacional neoliberal de libre flujo de capital dinerario desmantela de este modo el único medio eficaz de desarrollo industrial descubierto en la historia del capitalismo remplazándolo por una “trampa de deuda”. Las cuatro primeras propuestas de Davidson están encaminadas a crear una forma de dinero mundial que genere espacio para políticas estatales de desarrollo. El ahorro interno y el dinero de crédito creado endógenamente pueden ser ahora movilizados para el desarrollo interno.2 Las siguientes propuestas de Davidson promueven esta agenda: Si bien la pertinencia de la teoría del dinero endógeno podría darse en general, los problemas surgen cuando ésta es aplicada a los llamados “países menos desarrollados” (LDC, por sus siglas en inglés), donde los propietarios de la riqueza a menudo prefieren mantener las deudas de los países desarrollados: “[I]ncluso a altas tasas de interés, los agentes en los LDC no serán capaces de emitir deuda para financiar el gasto porque son preferibles las obligaciones con los países desarrollados (DC, por sus siglas en inglés). En este caso, la oferta monetaria 2

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Quinto, se debe construir un sistema de sobregiros [overdraft] dentro de las reglas de la cámara de compensación. Los sobregiros deben hacer disponibles los saldos de los acreedores no utilizados a corto plazo en la cámara de compensación para financiar las transacciones internacionales productivas de aquellos que necesitan crédito de corto plazo (Davidson, 2002: 233-234).

No se pueden llevar a cabo políticas de pleno empleo en la economía global si algunas naciones continuamente retienen una porción de sus ingresos por exportaciones al extranjero y transferencias unilaterales netas. Tal comportamiento lógicamente implica que otras naciones deben permanecer en déficit. En la actual arquitectura financiera internacional el peso de este desequilibrio recae casi por completo en los deudores, quienes deben desviar más y más recursos a los acreedores extranjeros. Desde un punto de vista postkeynesiano, esta situación es intolerable: Sexto, un mecanismo detonante (es requerido) para animar a cualquier nación acreedora a gastar aquello que es estimado (por adelantado [in advance]) por la comunidad internacional como “excesivos” saldos de crédito acumulados mediante superávits en cuenta corriente. Estos créditos excesivos pueden ser gastados en tres formas: (a) en productos de cualquier otro miembro de la cámara de compensación; (b) en nuevos proyectos de inversión extranjera directa, y/o (c) para proveer transferencias unilaterales (ayuda externa) a los miembros deficitarios (Davidson, 2002: 234).

Sin exceso de sobreahorro en las naciones superavitarias, las naciones que sufren déficits de pago tienen mayores oportunidades de revertir estos déficit mediante ventas al extranjero. La séptima recomendación de Davidson consiste en que los tipos de cambio entre las monedas locales y la IMCU deben ser fijos modificándose únicamente cuando ocurra un cambio en los salarios de eficiencia [efficiency wages]. Esto garantiza que las empresas no sufrirán desventaja competitiva debido a cambios nominales de los tipos de cambio aparte de los cambios en los costos de producción reales. Esto remueve la tentación para una nación de buscar el de los LDC no puede ser endógenamente incrementada debido a que la alta “preferencia por liquidez” (es decir, la preferencia por las deudas de los DC) impide la creación de dinero en los LDC” (Wray, 1990: 63). 215

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crecimiento mediante una devaluación del tipo de cambio real que no refleja su relativa eficiencia. La regla también asegura a cada banco central que permanece estable el poder de compra de largo plazo de las IMCU en términos de bienes producidos en el extranjero. Si la inflación aparece en una economía en particular debe ser devaluado el tipo de cambio entre su moneda y la IMCU. Si los avances en productividad conducen a la disminución de los costos de producción en moneda local, entonces el país podría escoger revaluar el tipo de cambio, por lo que la IMCU compraría menos unidades de moneda nacional sin ninguna pérdida de poder adquisitivo. En este caso la economía nacional capta todos los beneficios derivados de la mejora en la productividad. Otra opción podría ser mantener constante el tipo de cambio nominal disminuyendo los precios de exportación del país y así expandir sus mercados de exportación. Entonces los beneficios del progreso en productividad podrían ser compartidos con los países importadores de sus productos a precios más bajos. Los déficit internacionales de pagos pueden persistir incluso si ninguna nación puede acumular superávits excesivos indefinidamente. La propuesta final de Davidson aborda este problema. Si un país pobre cae en déficit los países ricos deben transferir a éste parte de su saldo excedente de crédito, lo que le permite desarrollar su capacidad productiva e incrementar sus exportaciones hasta el punto en el cual puede mantener su nivel de vida. Si la nación deficitaria es relativamente rica, debe devaluar su tasa de cambio gradualmente hasta que los precios de exportación más bajos y los precios de importación más altos eliminen el desequilibrio exportación-importación. Si estas medidas logran un balance positivo en el comercio de bienes y servicios sin erradicar el déficit de pagos, entonces el peso del servicio de la deuda internacional es demasiado alto. Las negociaciones deben por tanto comenzar buscando alargar el periodo de pago, reducir la carga de intereses o perdonar las deudas (Davidson, 2002: 236-237). Las posibilidades de que sean adoptadas estas propuestas son aproximadamente comparables a la probabilidad de que yo me convierta en el papa. Pero los postkeynesianos se basan en una evaluación precisa de las debilidades de la teoría neoliberal y expresan poderosamente una utopía profunda en la que imaginan una forma de capitalismo capaz de cumplir sus promesas incumplidas. Los límites de estos imaginarios deben ser cuidadosamente especificados dado que estos límites son los límites del capital (Smith, 2003). 216

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Tal vez la limitante más básica tiene que ver con la estructura metodológica de Davidson. Él comienza con la premisa de que el mercado capitalista mundial debe ser diseñado para permitir la mayor satisfacción posible de deseos y necesidades humanos. Entonces intenta deducir qué forma debe tomar el dinero mundial con el objetivo de alcanzar esa meta. Desde un punto de vista marxista, si el objetivo es comprender un conjunto dado de formas sociales no debemos asumir que estas formas están subordinadas a un principio normativo. El principio en cuestión puede llegar a ser bastante extrínseco a ellas. Una estructura metodológica materialista empezaría, en su lugar, con un examen de las relaciones sociales básicas que definen el capitalismo trazando sus implicaciones hasta el amargo final. La pregunta adecuada no es “¿cómo debería ser el dinero mundial si los deseos y necesidades humanos tuviesen que ser satisfechos en la mayor medida posible?”. La pregunta es en cambio “¿cómo debería ser el dinero mundial, dadas las relaciones sociales que definen al capitalismo?”. Desde un punto de vista marxista, las relaciones sociales que definen al capitalismo son las relaciones de valor, las relaciones capital/trabajo asalariado, las relaciones entre los capitales, las relaciones entre los estados y las relaciones que constituyen el mercado mundial. Cada una es relevante para nuestro entendimiento del dinero mundial.

Relaciones de valor El capitalismo es un sistema generalizado de producción de mercancías en el cual el trabajo llevado a cabo de manera privada puede o no probar ser socialmente necesario. Dentro de este sistema, cualesquiera dos mercancías intercambiadas exitosamente comparten una “tercera cosa” conceptualmente distinta de sus tasas de cambio relativo y sus particulares valores de uso: ambas fueron producidas mediante trabajo que ha probado ser socialmente necesario. Podemos denominar al trabajo que cumple con esta descripción “trabajo abstracto” dado que produce una dimensión abstracta de las mercancías, la dimensión de valor, compartida por todas las mercancías que contribuyen a la reproducción material del sistema capitalista. La dimensión de valor es una dimensión social

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que surge de la forma histórica específica en la que el trabajo se organiza en el capitalismo.3 El intercambio generalizado de mercancías requiere una medida objetiva social del valor de las mercancías. En cuanto que el valor es abstracto y homogéneo, cualquier sistema de medición debe emplear unidades homogéneas y abstractas. La medición en términos de unidades de tiempo tiene esta característica, y hay un sentido en el cual el tiempo es efectivamente la medida inmanente del trabajo abstracto. Sin embargo, la única forma de trabajo que puede ser medida directamente con un cronómetro es el trabajo concreto y heterogéneo que produce valores de uso concretos y heterogéneos y que puede o no haber sido gastado en términos socialmente necesarios. El trabajo abstracto que es la fuente del valor no se puede medir directamente. Éste debe ser representado en una forma externa, la forma de dinero. Entidades físicas de un tipo especial –conchas, metales preciosos, hojas de papel, bits electrónicos– deben ser organizados en relaciones numéricas representando relaciones de valor.4 Estas entidades sólo pueden hacer esto en la medida en que tienen una propiedad social distinta de cualquier cualidad concreta que poseen en cuanto entidades físicas: la cualidad abstracta y homogénea de la intercambiabilidad universal. Desde el punto de vista neoliberal no hay un propósito global en la vida social. Los individuos buscan cumplir sus propios objetivos, ya sea solos o en grupos, con el dinero funcionando únicamente como un medio generalizado para la persecución de sus fines particulares (Hayek, 2006). Para los postkeynesianos, en contraste, la incertidumbre respecto al futuro y la inadecuada regulación de las actividades financieras pueden provocar que la acumulación de dinero se convierta en un fin en sí misma, lo que trae consigo perversas consecuencias sociales. En su visión, este resultado únicamente se puede evitar si tienen lugar regulaciones gubernamentales apropiadas.

La noción de trabajo abstracto definida aquí no es reducible al rasgo fisiológico común a las diversas formas concretas de trabajo. Esta última noción es transhistórica, aplicable a cualquier y a todas las sociedades (Murray, 2005). 4 Para un argumento de que el dinero no-mercancía puede llevar a cabo la mayoría de las funciones del dinero en el marco de Marx, véase Campbell (2002). 3

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Desde una perspectiva marxista, ninguna posición comprende adecuadamente la inversión ontológica introducida por la forma dineraria. Reconocer que el dinero es la única medida social objetiva del valor es reconocer que en el capitalismo hay un objetivo global de la vida social que es conceptual y ontológicamente distinto –inseparable– de las intenciones de los agentes sociales particulares y de grupos. El modo de producción capitalista se dirige hacia la acumulación de una suma de dinero que al final de un periodo dado exceda la suma inicialmente invertida (D-M-D’). La “autovalorización del valor” es el fin inmanente de la sociedad capitalista (K.I.1: 188-189). La satisfacción de los deseos y necesidades humanos ocurre sólo en la medida en que es compatible con el imperativo de la valorización, ¡el dinero debe engendrar dinero! Valor, trabajo abstracto y dinero son todos determinados en última instancia al nivel del mercado mundial: La riqueza abstracta, valor, dinero, hence el trabajo abstracto se desarrolla en la medida en que el trabajo concreto se desarrolla para convertirse en una totalidad de diferentes tipos de trabajo que abarca el mercado mundial. La producción capitalista se basa en el valor o en el desarrollo del trabajo contenido en el producto como [trabajo] social. Pero esto sólo [es posible] a base del foreing trade y del mercado mundial. Esto es, por consiguiente, tanto premisa como resultado de la producción capitalista (TsPV.III: 226).

La inseguridad generalizada resultante del peligro de que el trabajo concreto pueda ser gastado socialmente ocurre al nivel del mercado mundial; así también la necesidad de una validación socialmente objetiva del trabajo llevado a cabo de forma privada. La acumulación de dinero mundial, la única medida social objetiva del trabajo abstracto a nivel del mercado mundial, es, así, el fin inmanente de mercado mundial capitalista. Las IMCU son unidades de cuenta, activos de reserva y medios de pago en las transacciones internacionales, pero no son un fin en sí mismas. Se supone que deben circular de manera suave y equilibrada en toda la economía mundial en lugar de ser objetos de un enloquecimiento (mad drive) por acumular en una guerra competitiva de todos contra todos. Así, los postkeynesianos buscan una forma de dinero mundial que esté en oposición fundamental con la más básica determinación del dinero mundial en el orden capitalista global, con su perverso estatus ontológico como fin en sí mismo sobre y contra los fines humanos.

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Relaciones capital-trabajo asalariado Las unidades de producción en las que el trabajo es gastado privadamente son unidades de capital dentro de las que la fuerza de trabajo se contrata por un salario. La acumulación de capital dinerario no es únicamente la validación social del trabajo gastado de manera privada; ésta es simultáneamente la reproducción de la relación capital-trabajo asalariado. En la medida en que la acumulación ocurre en última instancia a nivel del mercado mundial, no se puede comprender adecuadamente el dinero mundial si se hace abstracción de esta dinámica de clase. Los postkeynesianos quieren una forma de dinero mundial que permita a los Estados aplicar políticas de pleno empleo en sus economías nacionales sin que sean castigados por los mercados financieros. Ellos temen, sin embargo, que el pleno empleo pueda desatar una espiral inflacionaria salario-precio. Así, abogan por una política de ingresos asumiendo que los representantes del capital y el trabajo asalariado deben ser capaces de acordar una distribución equitativa del ingreso con la guía útil del Estado (Davidson, 2002: 254). Este análisis falla en reconocer las tendencias inflacionarias inherentes a los regímenes monetarios basados en dinero de crédito (De Brunhoff, 1978: 128, capítulo 2). El otorgamiento de crédito al sector industrial se puede ver como una “prevalidación privada” del trabajo gastado en ese sector. En términos marxistas, los préstamos a las empresas industriales se hacen bajo el supuesto de que el plusvalor será eventualmente producido y realizado en el mercado permitiendo a esas empresas pagar los préstamos a partir de las ganancias. Si esto no ocurre a una escala suficientemente amplia, sin embargo, el banco central puede intervenir proveyendo liquidez a los bancos y a otras instituciones financieras. Si estas últimas usan tal liquidez para hacer más préstamos a empresas industriales éstas pueden refinanciar las deudas previas mediante más deudas. Las crisis se pueden desplazar de esta manera, al menos en ciertas regiones y en ciertos periodos. Entonces se evitan las fuertes y abruptas desaceleraciones que ocurrían cuando el dinero de crédito estuvo subordinado al dinero mercancía. Esta “pseudovalidación social” del trabajo privado, sin embargo, se logra a costa de tendencias inflacionarias que poco tienen que ver con demandas salariales “excesivas”.

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También es necesario poner en duda el supuesto de que existe una distribución “equitativa” del ingreso entre capital y trabajo que espera a ser descubierta. Desde el punto de vista de la teoría de la explotación de Marx, esta afirmación es un sinsentido. El capital no es nada más que un producto del trabajo social colectivo que ha tomado una forma externa (alien form) sobre y contra los hombres y mujeres trabajadores (K.I.3: 751-752). Ninguna cantidad que se apropia podría ser “justa” ni siquiera en principio. Hablar de justicia es dudoso en este contexto incluso tomando distancia frente a la teoría de la explotación. Los inversionistas y altos directivos hacen las “contribuciones” y enfrentan los “riesgos” a los que la ideología capitalista, la ley y la práctica proclaman meritorios de la mayor recompensa. Además, la inseguridad generalizada del capitalismo significa que ningún nivel de acumulación de capital es siempre suficiente; más es siempre mejor. Lo que es “justo” desde el punto de vista del capital tenderá a ser bastante diferente de lo que es “justo” desde el punto de vista de trabajadores asalariados, y esto no es más que un espacio de conflicto irresoluble. Las cuestiones relativas a la duración e intensidad de la jornada laboral, el nivel apropiado de habilidad y trabajo creativo de cada puesto de trabajo, etcétera, también tienden necesariamente a generar antagonismos sistemáticos. El pleno empleo tiende a cambiar el equilibrio del poder a favor del trabajo amenazando profundamente a la autovalorización del valor. Aquellos que controlan el capital dinerario intentarán revertir este estado de las cosas a través de inversiones en tecnologías ahorradoras y descalificadoras de trabajo, movimientos de capital hacia regiones donde la fuerza de trabajo es relativamente dócil o intimidada y huelgas de capital (incluyendo cambios de la inversión de la producción a la especulación financiera). Mantener el pleno empleo bajo estas circunstancias exige mucho más que una política de ingresos, exige la expropiación de los que poseen el dinero capital (De Brunhoff, 1978, capítulo 1). El dinero mundial capitalista refleja inevitablemente los antagonismos sociales de la relación capital-trabajo asalariado. Es incoherente por parte de los postkeynesianos aceptar las relaciones sociales que definen al capitalismo mientras simultáneamente abogan por una nueva forma de dinero mundial diseñada para permitir el pleno empleo en el mercado capitalista mundial; las primeras descartan esta última.

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Relaciones entre capitales Las relaciones sociales capitalistas incluyen diversas relaciones inter-capitales. Para nuestros fines basta con notar la distinción entre capital financiero y capital industrial. No hace falta decir que las propuestas postkeynesianas para someter los flujos transfronterizos del capital dinerario a una regulación social efectiva serían ferozmente resistidas por el capital financiero. Las cosas son más complicadas en relación al capital industrial. Es posible afirmar que hubo un “momento keynesiano” después de la segunda guerra mundial cuando los intereses del capital industrial pudieron ser favorecidos a través de la “represión financiera”. En este periodo la concentración y centralización del capital industrial había alcanzado el punto en el que la producción se organizó principalmente a nivel de la economía nacional; sin embargo, la considerable importación de materias primas y la exportación de productos terminados, y el ciclo sistemático de acumulación estuvieron en su primera fase de la expansión material (Arrighi, 1999). Este momento ya ha pasado; la concentración y centralización del capital industrial ha ocurrido rápidamente y la expansión material ha dado paso a una persistente crisis global de sobreacumulación. Al nivel actual de concentración y centralización, las empresas industriales líderes están interesadas en tener acceso fácil al dinero mundial para financiar cadenas de producción transfronterizas, empresas conjuntas ( joint ventures), fusiones y adquisiciones (Moody, 1997). Ellas también necesitan acceso al dinero mundial para responder a las dificultades de sobrecapacidad en sus mercados locales a través de la invasión de mercados donde tienen ventaja competitiva. Por último, pero no menos importante, está en sus intereses tener fácil acceso al dinero mundial para responder a las dificultades de sobrecapacidad desplazando más del plusvalor que han acumulado (y más del dinero de crédito que han obtenido vía préstamos) hacia el más lucrativo sector financiero. Para que un conjunto de reformas no revolucionarias pero aun así serias sea viable en un orden capitalista se debe formar un bloque gobernante en el que facciones del capital y de las clases no capitalistas se unan en la búsqueda de esta agenda bajo el liderazgo de una facción dominante del capital. Para que la forma de dinero mundial postkeynesiana sea remotamente posible tendría que formar una coalición entre el capital industrial y las clases no capitalistas para desafiar al grupo dirigido por el capital financiero. En la actual coyuntura histórica 222

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no emergerá dicho bloque. El bloque que se ha formado, y que seguramente se mantendrá en el futuro inmediato, es una coalición entre los capitales financiero, comercial e industrial dedicada a mantener y extender una forma de dinero mundial que permita que ocurran con mínima obstrucción el flujo transfronterizo de mercancías, la inversión extranjera directa, las inversiones de cartera, etcétera.

Relaciones entre Estados La creciente importancia de las empresas conjuntas (joint ventures) transnacionales, las fusiones y adquisiciones, los flujos de portafolio, etcétera complican inmensamente la relación capital-Estado. En el momento actual nuevas identidades transnacionales de clase capitalista se están forjando indudablemente (Robinson y Harris, 2000). Sin embargo, persiste el hecho de que los intereses de las secciones dominantes del Estado hegemónico y los intereses de las facciones dominantes del capital en el sistema mundial permanecen entrelazados (Wood, 2004). En la medida en que se está en contra de los intereses de las facciones dominantes del capital introduciendo una forma de dinero mundial que restringe los flujos transfronterizos de dinero, también se desafía directamente a los intereses del Estado dominante. Aunado a ello, la moneda del Estado hegemónico tiende necesariamente a desempeñar un rol privilegiado en el mercado mundial como la principal forma de dinero mundial (Gowan, 2000). Como resultado directo, el Estado hegemónico no enfrenta las limitantes de la capacidad de crear dinero de crédito y de obtener préstamos del mercado capitalista global impuestas a otras naciones. Durante periodos de tiempo prolongados al menos, este Estado puede financiar déficits comerciales masivos sin pérdidas significativas del valor de su moneda. Siempre y cuando los flujos de crédito hacia el Estado hegemónico continúen (es decir, siempre y cuando los préstamos sean refinanciados por nuevos préstamos), los déficits comerciales pueden inflarse y las profundas recesiones se pueden evitar debido a que más y más del producto mundial es consumido en los mercados internos del Estado hegemónico. Los únicos costos de mantener esta situación son los cargos involucrados en los nuevos préstamos (Guttmann, 1994: 114-115). Cuando finalmente los niveles de deuda con inversionistas extranjeros se consideran excesivos, una devaluación de la moneda 223

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puede erosionar el valor de las exigencias de los extranjeros. Estos privilegios del “señoreaje” (en el sentido más amplio del término) descansan parcialmente en la necesidad de los agentes económicos foráneos de obtener dinero mundial para llevar a cabo los pagos e inversiones internacionales. Los bancos centrales extranjeros también necesitan mantener fondos de reserva de la moneda hegemónica con el fin de reasegurar los mercados globales de capital, y los bancos centrales a menudo deben vender sus monedas locales y comprar moneda hegemónica para prevenir que las exportaciones sean perjudicadas por apreciaciones monetarias. Si las IMCU se convirtieran en la única forma de dinero mundial no habría espacio alguno para que la moneda del Estado hegemónico tuviera un papel especial en el mercado mundial. No existen buenas razones para pensar que los Estados hegemónicos estén a punto de desaparecer; ellos han jugado un rol central en el desarrollo capitalista desde sus orígenes proporcionando los bienes públicos indispensables requeridos por una región para servir como centro global de acumulación para un ciclo sistemático de acumulación entero (Arrighi, 1999). Salir de las relaciones capitalistas de producción es salir de este sistema jerárquico interestados. ¿Es realmente plausible que un Estado capitalista hegemónico (o cualquier Estado imaginable que desempeñe este rol en el futuro) renuncie voluntariamente a los inmensos beneficios del señoreaje? La pregunta se responde por sí misma.

El mercado mundial y el desarrollo desigual Los postkeynesianos comparten con los marxistas la indignación respecto a la indiferencia y ofuscación con la que la economía mainstream responde a las desigualdades globales. ¿Cuál es la causa fundamental del desarrollo desigual en el mercado mundial? La falla de los países superavitarios para aceptar cualquier responsabilidad en los desequilibrios monetarios en la economía global y su capacidad para trasladar las mayores cargas de ajuste a los débiles países deficitarios son absolutamente cruciales en el esquema de Davidson. Pero en su visión los desequilibrios monetarios son síntoma de un problema más profundo que él formula en términos de una ecuación que indica que el crecimiento de la

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demanda de importaciones de un país es exactamente igual al crecimiento de la demanda de sus exportaciones (“Ley de Thirlwall”): (Ya/Yrw) = (Erw/Ea) En sus palabras: [S]i la posición internacional de pagos de la nación A no está deteriorándose, entonces la razón entre el crecimiento del ingreso en la nación A y la tasa de crecimiento del ingreso en el resto del mundo debe ser igual a la razón entre la elasticidad ingreso de la demanda del resto del mundo por exportaciones de A y la elasticidad ingreso de la demanda de A por importaciones (Davidson, 2002: 160; véase Thirlwall, 1979).

La tendencia sistemática hacia el desarrollo desigual puede ser explicada en términos de esta ecuación: Si los países menos desarrollados (LDCs) tienen una ventaja comparativa en las exportaciones de materias primas y otros productos básicos que típicamente tienen baja elasticidad de demanda, mientras que los LDCs tienen una alta elasticidad-ingreso de la demanda (Eldc) por productos manufacturados del mundo desarrollado, entonces, para estos LDCs:

(Erw/Eldc) < 1 Consecuentemente, si los LDCs siguen la recomendación convencional de los economistas clásicos y continúan desarrollando únicamente sus industrias con ventajas comparativas y al mismo tiempo intentan mantener una posición en la que el valor de mercado de las exportaciones sea igual al valor de mercado de las importaciones, entonces los LDCs están condenados a la pobreza relativa y la desigualdad global del ingreso se hará más grande con el tiempo (Davidson, 2002: 160).

Davidson aboga por un mercado mundial capitalista en el que los flujos de

IMCU permitan a los Estados aplicar vigorosas políticas de desarrollo industrial

sin que sean sancionados por los mercados de capitales globales. El desarrollo industrial exitoso presumiblemente modifica la combinación de productos en las regiones pobres erradicando de este modo la tendencia al desarrollo desigual. En este contexto la séptima propuesta de Davidson merece mayor atención. Ésta establece que la tasa de cambio entre la IMCU y la moneda local sea fija,

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cambiando únicamente cuando una innovación de producto o proceso exitosa mejora la productividad. El país en el que ocurre la mejora puede entonces elegir revaluar su moneda local así que la IMCU compra menos unidades de ésta sin pérdida alguna de poder adquisitivo; o bien la tasa de cambio nominal puede permanecer constante con el avance en la productividad reduciendo los precios unitarios de las exportaciones del país. Cualquiera de estas opciones genera su propia tendencia sistemática a un desarrollo desigual en el mercado mundial. Supongamos que se toma la primera opción y la IMCU compra menos unidades de la moneda de la nación tecnológicamente adelantada. El crecimiento de la productividad permite una tasa de crecimiento económico más acelerada y un mayor nivel de producto. Un círculo virtuoso puede por tanto establecerse en esta región; altos niveles de crecimiento y de producto pueden financiar un mayor nivel futuro de fondos para I&D promoviendo importantes precondiciones para futuros progresos de la productividad. En contraste, bajos niveles de crecimiento y producto en otras regiones limitan su capacidad para involucrarse en gastos en I&D restringiendo las oportunidades de desarrollo de la productividad en periodos sucesivos. Si la segunda opción es elegida, y la tasa de cambio se mantiene constante en la región que disfruta de la ganancia en productividad, precisamente los mismos círculos virtuoso y vicioso tienden necesariamente a emerger. La nación que se beneficia del avance puede disminuir los precios unitarios de sus exportaciones ganando participación en el mercado de exportaciones mientras se incrementan las ganancias. Esas ganancias pueden entonces financiar los altos niveles de I&D que son las precondiciones para futuros aumentos de productividad y altos niveles de crecimiento. Las otras regiones, incapaces de alcanzar ese nivel de financiamiento de I&D, confrontan significativamente menores oportunidades futuras. La desigualdad global tiende a incrementarse. El impulso a apropiarse de ganancias excedentes a través de la innovación tecnológica es un rasgo inherente de la competencia entre los capitales (Mandel, 1979, capítulo 3; Smith, 2002). Este impulso genera una tendencia sistemática hacia el desarrollo desigual en el mercado mundial. Davidson busca una arquitectura financiera internacional que mantiene la competencia entre los capitales mientras inhibe la tendencia hacia el desarrollo desigual. Pero esto es incoherente, la primera excluye a la última.

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Conclusiones Cualquier explicación adecuada del dinero mundial debe estar sustentada en las determinaciones esenciales del mercado mundial capitalista. Los teóricos postkeynesianos, tal como Davidson, abogan por una forma de dinero mundial que no es en sí mismo objeto de acumulación, que permita el pleno empleo y el desarrollo industrial y que fomente el balance geopolítico entre los Estados y el equilibrio económico entre las economías. Pero el sistema de propiedad y relaciones de producción capitalistas requiere sistemáticamente una forma de dinero mundial cuya acumulación es fin en sí mismo, y mientras estas relaciones persistan los flujos de dinero mundial deben reproducir la coerción estructural que yace en el corazón de la relación capital-trabajo asalariado. En el estado presente de concentración y centralización, el capital industrial requiere una forma de dinero mundial que permita a gran escala las empresas conjuntas, las fusiones y adquisiciones, cadenas de producción, flujos de cartera, préstamos, etcétera. Las dificultades de sobreacumulación en curso en el mercado mundial también requieren una forma de dinero mundial que fluye fácilmente en los circuitos transfronterizos de capital financiero. La tendencia de los intereses del capital en las regiones hegemónicas que se entrelazan con los intereses del Estado hegemónico en el sistema interestados y los atractivos beneficios del señoreaje asociados a este poder hegemónico, implican que el dinero mundial capitalista funciona como arma geopolítica, no como instrumento neutral de comercio. Es más, la tendencia al desarrollo desigual que surge principalmente (¡casi exclusivamente!) de la capacidad de los principales capitales de apropiarse las ganancias excedentes a través de innovaciones implica que el dinero mundial capitalista necesariamente tienda a fluir de tal manera que permita que las ganancias excedentes sean apropiadas en pocas regiones relativamente privilegiadas del mercado mundial sin importar cuál sea el costo para los individuos y comunidades en otras regiones. Las teorías y las políticas neoliberales ignoran todos y cada uno de estos rasgos estructurales del mercado mundial. Cuando todo está dicho y hecho, las más radicales propuestas de los postkeynesianos también dejan en su lugar estas tendencias. Los ideales que subyacen en la propuesta postkeynesiana de un nuevo dinero mundial son recomendables pero ninguna forma de dinero mundial puede cumplir con las tareas que le asigna Davidson mientras las relaciones sociales del capitalismo continúen sin cambio. 227

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Tipo de cambio y transferencia de valor Análisis a partir de la apropiación de renta de la tierra petrolera en Venezuela Juan Kornblihtt

El tipo de cambio es la forma concreta que toma el dinero mundial a nivel nacional. Frente a la inestabilidad monetaria que se produjo por el fin del patrón oro y en forma recurrente por las crisis, aparece el interés de diferentes perspectivas teóricas por los determinantes de los movimientos cambiarios. Con la esperanza de encontrar alguna receta de política económica que resuelva problemas de fondo a partir de esas variables, la economía mainstream establece sus fundamentals sobre la base de la búsqueda de un tipo de cambio de equilibrio que permita armonizar sus modelos económicos y establecer una directiva de política económica. La hipótesis que guía su estudio es que el manejo del tipo de cambio es uno de los principales causantes de las inestabilidades, y que de dejarlo librado a las fuerzas de mercado tendería a ajustarse en función del criterio de la ley del único precio a nivel mundial. La falta de evidencia empírica de este ajuste automático llevó a los economistas a buscar otros determinantes vinculados a modelos de equilibrio en la balanza de pagos o las heterogeneidades de productividad entre sectores. Estas explicaciones giran en falso a partir de no tener un clara definición del valor de la moneda (o peor aún, negarla) y habilitan la búsqueda de solucionar problemas del mercado mediante la intervención política como si ésta fuese autónoma. El marxismo, a partir de su mayor solidez en las discusiones en torno al valor y el dinero, parece ofrecer mejores herramientas para afrontar dicha discusión. Sin embargo, como veremos, en esta corriente no siempre se encaró el problema de la forma adecuada. Luego de repasar diferentes explicaciones, propondremos una alternativa y veremos cómo ésta permite un análisis concreto a partir del caso de la disputa por la apropiación de la renta petrolera en la Venezuela de los últimos años. [231]

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La falsa identidad nacional entre tiempo de trabajo y dinero En general, las discusiones en el marxismo se centraron en el carácter del dinero en el conjunto del modo de producción capitalista en torno a los determinantes generales que Marx trabajó en el tomo I de El capital. Al pasar al estudio empírico, se produce un salto entre el desarrollo de las determinaciones generales de la moneda y la forma concreta que adopta. Este problema colocó fuera del centro de análisis de la mayor parte de los marxistas la cuestión de los determinantes concretos del tipo de cambio en cada país. Al pasar a dicho análisis no sólo entra en juego cómo se concibe el dinero en términos de valor sino cómo se estudia el vínculo entre la economía nacional y la mundial, lo cual complejiza la discusión. Una resolución adoptada que simplifica el problema es el supuesto de una identidad inmediata entre el signo de valor y el valor del dinero a nivel nacional. Al hacerlo, no se toma en cuenta que los precios no expresan en forma directa el valor sino que responden a la valorización de capital individual mediados por la competencia en la búsqueda de alcanzar la tasa media de ganancia. La totalidad del ámbito nacional no es equivalente a la totalidad del modo de producción capitalista.1 Los análisis no pueden derivarse del tomo I de El capital sino que deben partir del análisis de lo nacional como expresión de un capital social particular y no total. La moneda y las políticas estatales responden a la reproducción de un conjunto de capitales (por eso llamado “capital social”) pero que en términos mundiales se comportan como un conjunto de capitales individuales. El punto de partida problemático de esta perspectiva se da en el mismo Marx en El capital. Al no haber desarrollado por completo su obra, que incluía en su plan de trabajo un análisis del comercio exterior, no abundan las referencias a la moneda nacional ni a las diferencias entre países. Donde más se

Una forma de justificar el tomar un espacio nacional como expresión de la totalidad sería que en el mismo estén presentes todas las ramas de la producción alcanzando la composición orgánica media de capital y que además tenga un balance comercial neutro para que de esa forma no exista o se compensen las transferencias de valor. Pero lejos está de existir tal país o siquiera los estudios de justificar su decisión por esta razón. 1

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explaya es cuando analiza las diferencias nacionales de salario (capítulo XX del tomo I). Aunque el objetivo no es analizar el tipo de cambio, allí aparece una referencia a la existencia de valores nacionales y de monedas fuertes o débiles en función de la productividad relativa. Este planteo es tomado por muchos para analizar el desarrollo mundial como una sumatoria de “espacios nacionales de valor” contrapuestos de forma externa unos a otros. Esta explicación es la que sostiene gran parte de la teoría de la dependencia en sus diferentes variantes, con el supuesto aval de Marx. El problema es que las citas que se toman parten de un análisis centrado en la producción general de valor como una unidad. Marx en el tomo I aún no desarrolló la existencia de múltiples capitales. Cuando se refiere al intercambio de mercancías lo hace por igual en términos de valor y de precios sin mencionar los precios de producción. Esto es resultado de un proceso analítico donde se parte del análisis de las condiciones específicas generales del capitalismo para luego avanzar en sus formas concretas dando cuenta de su contenido a partir del análisis general (Rosdolsky, 2004). Pero este método no está exento de dificultades porque el propio desarrollo de las determinaciones generales lleva a enfrentarse a problemas concretos; en particular a que el capital, aunque existe como una unidad, se desarrolla no sólo bajo la forma de múltiples capitales sino de capitales que se articulan en forma nacional con Estados y políticas. Cuando en sus explicaciones generales éstos aparecen, Marx remite a ellos como si lo que se enfrentase no fuesen dos partes del mismo organismo sino dos organismos separados que tienen las mismas determinaciones. Al comparar países, aparece la idea de que se enfrentan dos espacios en los que las leyes que se viene analizando se desarrollan con mayor o menor plenitud. Cuando Marx se refiere a la moneda, esa misma apariencia lleva a pensar el problema a nivel nacional como expresión directa de las determinaciones generales de la moneda en el capitalismo. Lo que en la obra de Marx es un momento en su desarrollo analítico que recién se completará en el tomo III de El capital, para algunos se transforma en realidad inmediata. Consideran que la moneda en tanto equivalente general del valor se expresa en forma directa a nivel nacional. Es decir, es una expresión directa del tiempo de trabajo necesario de un país. Bastaría calcular a nivel nacional el total de horas trabajadas ponderadas por su grado de calificación para calcular el equivalente monetario del valor. Dado que el valor se expresaría 233

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a nivel nacional, cuando estos autores avanzan hacia la comparación internacional de la moneda en términos internacionales (el tipo de cambio) ésta se presenta como una comparación directa entre tiempos de trabajo. Por eso luego se abandonan los precios y se pasa directo a la comparación de productividades físicas. Para esta postura, en el mercado mundial (si no hay distorsiones) la articulación entre los productores privados e independientes se da en forma directa por las horas trabajadas en cada país. Este planteo transforma lo que en Marx es un análisis para el conjunto del modo de producción capitalista en un análisis a nivel nacional. Como decíamos, se representa la economía mundial como sumatoria de países y no como totalidad. Este planteo precede el análisis de las formas concretas de la competencia que Marx lleva a cabo en el tomo III, donde muestra que los capitales individuales no están vinculados en forma externa sino que son partes alícuotas de una totalidad. Es decir, que el valor ordena el vínculo entre productores privados e independientes que reciben su porción del plusvalor total en proporción al capital adelantado y no al valor individual producido. Los precios de producción (y los de mercado que oscilan en torno a ellos) y la ganancia son la forma concreta que asumen el valor y la plusvalía. En forma análoga, en ese proceso de articulación general a través de la competencia cada país no se enfrenta a los otros como algo diferente sino como parte de lo mismo. Si consideramos que los espacios nacionales condensan capitales particulares, su carácter de totalidad no es absoluta sino como parte del capital mundial. Al igual que ocurre con los capitales individuales, el ingreso no es el valor generado sino el proporcional al capital adelantado. La capacidad de la moneda nacional de representar valor no es en función del valor local producido sino de la apropiación de ganancia. La perspectiva de analizar espacios de valor conectados en forma externa se enfrentó al problema de que en el proceso histórico los países tienen desarrollos diferenciales. Desde esta perspectiva, en cada espacio nacional debería establecerse un proceso de acumulación que tienda hacia la misma magnitud y escala. En caso de no darse, esto sería resultado de alguna distorsión externa a las leyes generales descritas por Marx. Sobre la base de que el desarrollo histórico muestra que esto no ocurre, el resultado es que se habla de países más o menos desarrollados. La causa de esta diferenciación puede ser alguna traba externa al cumplimiento de la ley del valor como, por ejemplo, los monopolios o el 234

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imperialismo.2 En el tomo I de El capital el problema aparece planteado como países con mayor o menor desarrollo capitalista, lo cual se expresa en mayor o menor productividad, a lo cual corresponde un diferente “valor del dinero”. La condición de esta diferenciación no es menor: que no se produzca a través de la competencia una reducción de precios.3 Se está ante una vinculación de esferas nacionales externas y no como parte de una misma relación. Una de estas explicaciones de mayor difusión y que tiene implicancia directa en el problema monetario es la supuesta existencia de un intercambio desigual. Por el mismo se produciría una transferencia de valor desde los países dependientes hacia los imperialistas que explicaría el desarrollo desigual. Existen diferentes variantes de dichas transferencias, pero en general se las considera como transferencias en términos de valor y no de ganancia bajo el supuesto de que cada espacio nacional debería recibir el valor que produce y no en proporción al capital que adelanta. En general, esta posición se fundamenta en que los países periféricos exportan mercancías con bajos salarios e importan mercancías producidas con salarios normales o altos (Emmanuel, 1972) en combinación con el intercambio de mercancías agrarias (con poco valor) por mercancías industriales (supuestamente con mayor valor) (Marini, 1973). Llevado al terreno del tipo de cambio, Köhler (1998) plantea que la moneda debería expresar valores nacionales pero que la existencia del intercambio desigual genera una salida de valor desde la periferia al centro que provoca monedas subvaluadas en los países dependientes. El tipo de cambio actúa, según sostiene, como mecanismo de transferencia de plusvalía proveniente de los bajos salarios al centro. Para calcular la riqueza perdida vía tipo de cambio subvaluado, Köhler establece un correlato entre la paridad de poder adquisitivo y los tipos de cambio y muestra que mientras que en la naciones centrales el tipo de cambio se ajusta a la paridad de poder adquisitivo (PPP) en la periferia está por debajo del mismo Para una crítica a la teoría del capital monopolista como negación del valor y como base para la explicación del desarrollo desigual entre países, véase Kornblihtt (2008). 3 “Pero la ley del valor, en su aplicación internacional, se ve más modificada aún por el hecho de que en el mercado mundial el trabajo nacional más productivo cuenta asimismo como trabajo más intenso siempre y cuando la nación más productiva no se vea forzada por la competencia a reducir a su valor el precio de venta de su mercancía” (K.I.2: 684, nota al pie a). 2

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debido a la menor capacidad de compra. Más allá de las críticas que se pueden hacer a dicha metodología empleada para calcular la paridad,4 el planteo se ubica en el nivel de las transferencias de valor y no en el terreno de la ganancia. La existencia de exportaciones basadas en bajos salarios redunda en la posibilidad de apropiarse ganancias extraordinarias a costa de los países dependientes. Con el tipo de cambio subvaluado se expanden los ingresos de dichos capitales porque por cada divisa obtienen más poder de compra local. La fuente de su riqueza es que en contraparte quienes consumen bienes importados o compran divisas las pagan más caras. Una fuente para pagar esas divisas más caras puede ser una tasa de explotación mayor por el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Pero no cambia el hecho de que los bajos salarios no van hacia el centro sino que quedan en el país que los tiene. La moneda subvaluada actúa como un mecanismo de transferencia interna pero ni genera la riqueza que transfiere ni puede servir de vehículo hacia el exterior. Más aún, si la divisa local está subvaluada frente a la extranjera, es más caro comprar y se traba la fuga de riqueza del país. Köhler, al colocar el intercambio desigual como axioma, no explica en términos empíricos cómo una moneda subvaluada actúa como vehículo de transferencias hacia fuera del país. Al no ver cómo opera la subvaluación en términos concretos y asumir que ella misma es de por sí la vía de sangría del valor desde la economía dependiente hacia el centro concluye que una forma de evitar el intercambio desigual consiste en revaluar las monedas locales. Otorga así a la moneda un poder autónomo. El planteo dependentista invierte la situación y coloca lo que es un ingreso extraordinario para los capitales que acumulan en determinado espacio nacional, resultado de una mayor tasa de explotación, como una sangría a favor de

La PPP absoluta establece relaciones entre las capacidades de compra dentro del país de cada moneda. Pero dicha capacidad está afectada ya por la propia sobre o subvaluación de la moneda, lo cual repercute en una mayor o menor capacidad de compra interna que afecta a los propios índices de precios construidos. Pero además, al establecer comparaciones de las variaciones del índice de precios de consumo (IPC) año a año, provoca que si el nivel general de la moneda está sobrevaluado pero se produce en un año particular una menor inflación en ese país, aparecerá que la moneda está subvaluada cuando sólo bajó el nivel de la sobrevaluación. Véase Iñigo Carrera (2007b: 31-35) para una crítica al uso de la PPP absoluta para calcular la sobre o subvaluación de la moneda. 4

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los capitales imperialistas. La subvaluación de la moneda, en caso de existir, actúa como una mayor competitividad en el mercado mundial a costa de dichos salarios que se paguen por debajo del valor de la fuerza de trabajo. Al asumir la moneda en términos de valor y no como expresión de la capacidad de apropiar valor, Kölher asume que una moneda subvaluada es prueba suficiente de la pérdida de valor; luego calcula cuán subvaluada está la moneda y estima las pérdidas provocadas por el “intercambio desigual”. Otra perspectiva de la existencia de “espacios nacionales de valor” comparte la idea del valor como una realidad nacional pero sostiene que no se producen transferencias de valor entre capitales (y países) más o menos productivos, es decir, se opone al “intercambio desigual” (Astarita, 2010). Astarita coincide con la teoría de la dependencia en que el valor tiene un carácter nacional, pero a diferencia de la teoría del intercambio desigual sostiene que no existen transferencias entre dichos espacios. Para Astarita, las diferencias de la evolución entre los países surgen directo de las diferencias de productividad de cada país. El más productivo no se apropia más valor sino que produciría más valor que los menos productivos. Las ganancias extraordinarias surgirían de una mayor productividad que redundaría en un valor mayor generado a nivel local debido a lo que llama “trabajo potenciado”. Es decir que menos tiempo de trabajo implicaría más valor, contradicción que Astarita intenta superar con el argumento del carácter social del trabajo.5 En este sentido, el tipo de cambio no estaría determinado en términos internacionales sino como un mecanismo que expande o no la tasa de explotación, y por lo tanto en el valor producido en términos locales que redunda en aumentos o disminuciones de la tasa de ganancia. En contraposición a Köhler, para Astarita el tipo de cambio no es un mecanismo de transferencia sino de capacidad local de generación o no de plusvalor. Astarita concluye que no existe tendencia definida a la sobre o subvaluación de la moneda. Desde una perspectiva enfrentada a la teoría del intercambio desigual, Astarita, sin embargo, analiza el problema del dinero y del tipo de cambio como expresión del valor nacional que se relaciona en forma externa con el resto del mundo como dos realidades separadas. Como señala-

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Para una crítica a la noción de Astarita de trabajo potenciado, véase Iñigo Carrera (2011). 237

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mos, pierde de vista la unidad mundial como expresión orgánica del valor al encerrarse en una mirada centrada en lo nacional. En síntesis, pese a sus diferencias, las perspectivas analizadas parten de una mirada nacional del valor supuestamente avaladas por citas del tomo I de El capital, en el que se hace abstracción del momento correspondiente a este nivel en el proceso de desarrollo de la explicación. Dentro de esta perspectiva general encontramos dos líneas: para quienes las leyes del capital se comportan con plenitud a nivel mundial, el tipo de cambio expresaría en forma directa la capacidad de generar valor de cada economía, mientras que los otros parten del mismo principio pero suponen que la distorsión de esas leyes por el intercambio desigual provoca que el tipo de cambio actúe como medio de cesión del valor entre países. Por el contrario, si tomamos al capital como mundial en su esencia y nacional en su forma, debemos adoptar otro punto de partida donde la expresión monetaria nacional dé cuenta del carácter parcial de la economía nacional. Como señalamos, eso nos remite al problema de cómo el capital individual se apropia de plusvalor en función de su capital adelantado y no de su propia capacidad de generar valor.

La forma nacional del dinero mundial Uno de los autores que se centró en una perspectiva en torno a la tasa de ganancia y no en forma directa al valor fue Anwar Shaikh, cuya explicación del tipo de cambio se volvió la referencia sobre el tema al elaborar un modelo que fue aplicado en diferentes países.6 Al buscar las determinaciones del tipo de cambio en la tasa de ganancia de los capitales que rigen la economía nacional, Shaikh parece ir en este sentido. En el fondo, busca la determinación de la moneda en la capacidad de valorizarse en proporción al capital adelantado y no de los valores directos. Sin embargo, parte de supuestos que afectan sus propios objetivos y lo acercan a las

El estudio original de Shaikh sobre Japón y los Estados Unidos (Shaikh & Antonopoulos, 1998) fue replicado para Grecia (Antonopoulos, 1999), Argentina (Féliz, 2007) y México (Martínez-Hernández, 2010; Ruiz-Nápoles, 2010). 6

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posiciones de quienes ven la articulación del mercado mundial como espacios de valor independientes. En sintonía con sus estudios sobre la determinación de los precios por los tiempos de trabajo, establece un vínculo entre los tipos de cambio y los costos laborales unitarios reales. Esta perspectiva que surge de integrar los determinantes de las rentabilidades de la tasa de ganancia sectoriales a partir de la matriz insumo-producto, lo lleva a concluir que existe una correlación directa entre tiempos de trabajo y precios. En relación al cálculo de los determinantes, Shaikh parte de las mismas variables de análisis con las cuales realiza sus ejercicios de cointegración econométrica entre “valores” y “precios”. Esta posición fue criticada como “fisicalista” por parte de Andrew Kliman, quien critica el vínculo directo entre precios y proporciones físicas entre las mercancías que surgen de los análisis basados en matrices de insumo-producto (Kliman, 2002).7 El carácter de la productividad como determinante inmediato del precio se presenta como problema para un análisis que intenta dar cuenta de las determinaciones del tipo de cambio. Para el caso del tipo de cambio, Shaikh toma las matrices insumo-producto aunque a partir de derivaciones matemáticas integra los vectores de dichas matrices y llega a la conclusión de que el tipo de cambio real se correlaciona con los costos laborales unitarios reales (CLUR) en tanto expresión de la capacidad de valorizarse de los capitales rectores de la economía. El primer problema que aparece en este ejercicio es que, al basarse en matrices insumo-producto, los coeficientes que construye son relaciones físicas entre las mercancías. Por esa razón, el precio aparece determinado por una medida de productividad (CLUR) aunque para Shaikh es una medida de valor. Los ricardianos que no consideran los precios de producción como expresión concreta de los valores, sino que la articulación social se da en forma directa a través de los tiempos de trabajo relativos, adhieren a la teoría de Shaikh sobre el tipo de cambio (Ruiz-Nápoles, 2004). Sin embargo, aunque Shaikh intenta avanzar en un análisis en términos de la capacidad de apropiarse valor por parte de los capitales rectores de una economía nacional, no deja atrás los problemas analizados por los otros auto-

En este artículo Kliman sostiene que la correlación entre “valores” que surgen de la matriz insumo-producto y precios es una correlación espuria. 7

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res. Por su ejercicio de correlación directa entre productividades relativas entre países y tipo de cambio real, coincide con quienes no parten de la ganancia sino del valor a nivel nacional. A la vez, su modelo establece una relación externa entre un tipo de cambio real que se calcula como tcr = e*(ipca/ipcb)8 determinado por la evolución de los costos laborales unitarios reales que están determinados por ese mismo tipo de cambio. Por un lado, el hecho de que sean “reales” implica que dichos costos están deflactados por el mismo ipc que está dentro de la ecuación del tcr. Pero, además, la masa salarial está influida por la evolución del índice de precios en relación al salario nominal (el salario real), que está compuesto de mercancías importadas –y por lo tanto determinado por el tipo de cambio–. No resulta raro entonces que todos los ejercicios econométricos entre el TCR y los CLUR relativos entre dos países den correlaciones positivas, por lo que así se reproducen problemas similares a los que Kliman mencionaba cuando criticaba los otros ejercicios econométricos realizados por Shaikh en relación a los valores y precios. El problema de Shaikh no se agota en su planteo empírico y en sus correlaciones que corren el riesgo de ser espurias. Uno de sus supuestos es la existencia de un tipo de cambio que se ajusta siempre a la tasa de ganancia de los capitales rectores de la economía (en realidad a sus CLUR en tanto expresión de su competitividad). Este supuesto lo lleva a perder de vista la posibilidad de situaciones generadas por ingresos extraordinarios que impliquen una capacidad de compra mayor, es decir una capacidad de representar valor expandida a la que corresponde la valorización normal de los capitales rectores de una economía nacional. O situaciones inversas, donde el tipo de cambio aparezca con una capacidad de representar valor menor a la correspondiente y de esa manera estén depreciados en términos internacionales los precios internos. En síntesis, en su búsqueda de criticar la idea de que el tipo de cambio es una variable independiente de política económica, Shaikh excluye la posibilidad de la sobre y la subvaluación de la moneda o la considera un fenómeno aleatorio que tiende a ajustarse en forma automática a los CLUR. Esto ocurre porque no parte de analizar la moneda como expresión concreta de la capacidad de representar valor que asume en un determinado país y presupone que se ajusta siempre a

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Donde e es el tipo de cambio nominal e ipc son los índices de precios de cada país (a y b).

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un valor predeterminado. Es decir, no parte del análisis concreto y reconoce las determinaciones reales, sino que construye un modelo típico ideal que ajusta a la realidad. Las fuentes de dichas transferencias extraordinarias que Shaikh no ve pueden ser varias. La venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor implica en particular un problema para el modelo elaborado por Shaikh. Como señalan Bonofiglio y Kennedy (2013), el modelo de Shaikh, al contener la determinación basada en los costos laborales, no considera la posibilidad de que exista una subvaluación de la moneda por los bajos costos laborales. Por el contrario, asume los salarios siempre como “normales”. Otras variantes que también quedan fuera del modelo de Shaikh son las provocadas por ingresos extraordinarios provenientes de fuera del país como las exportaciones de mercancías portadoras de renta de la tierra o por el endeudamiento. Dicho proceso, que lleva a una expansión de la capacidad de compra por encima de la que corresponde a la capacidad normal de valorizarse de los capitales que componen un determinado país, ha sido muy estudiado incluso por la bibliografía mainstream en lo que se ha llamado la “enfermedad holandesa”.9 Incluso la economía estándar, pese a sus limitaciones, se enfrenta a la necesidad de explicar el hecho de que existe un proceso de sobrevaluación de la moneda por la entrada de ingresos extraordinarios del exterior. Al partir de un modelo que presupone las igualaciones de tasa de ganancia como realidad inmediata, Shaikh pierde de vista este proceso. El planteo de Shaikh parecía acercarnos a un análisis del tipo de cambio que surgiría del capital mundial como totalidad. Sin embargo, tanto por los problemas de sus presupuestos en torno a la relación entre valor y precios como por su planteo de la existencia de una igualación de la tasa de ganancia general, el resultado es que sus análisis oscilan entre “espacios nacionales de valor” y capitales nacionales sin ninguna particularidad.10 Como señalamos, el punto de partida de un análisis que dé cuenta del tipo de cambio en tanto expresión La tendencia a la sobrevaluación de la moneda por ingresos extraordinarios desde el exterior aparece en autores como Auty (2001). 10 Esta última crítica, que compartimos, fue desarrollada por Astarita (2010: 155), aunque, como también ya señalamos, la solución propuesta para superar dicho problema no nos satisface. 9

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de la capacidad del capital total de un país de apropiarse valor en función de la capacidad concreta de acumulación que tenga el capital nacional en estudio se muestra limitado. Se debe superar tanto la apariencia de espacios nacionales autónomos que se relacionan externamente (y donde unos pueden bloquear a los otros) como la idea de espacios que reproducen la totalidad en forma indiferenciada. Para hacerlo, debemos estudiar la búsqueda de valorización de los capitales individuales que acumulan en un país en función de las leyes generales de la acumulación de capital. Es decir, partir de su necesidad de alcanzar la tasa media de ganancia, y en esa búsqueda observar el rol que desempeña la moneda nacional. En este sentido, retomaremos el planteo de Iñigo Carrera en relación a la forma nacional del capital mundial y en particular cómo se expresa en la moneda (Iñigo Carrera, 2007: 31-35). Iñigo Carrera parte de que la moneda expresa el valor de las mercancías pero que ésta se puede encontrar por encima o por debajo de la paridad. La paridad está dada cuando la moneda vigente refleja en el interior del espacio nacional la misma capacidad de compra que en el mercado mundial. Como señalamos, partimos de que la capacidad de compra que se expresa en la moneda corresponde a la capacidad de los capitales de valorizarse en términos de su apropiación de ganancia. Para tener una capacidad de compra expandida en el exterior (moneda sobrevaluada en relación a la paridad) o para sostener una moneda subvaluada debe existir alguna fuente de riqueza que no provenga en forma directa de su propia capacidad de apropiarse riqueza. El tipo de cambio, cuando no está en su paridad, aparece como un mecanismo de transferencia o de apropiación de ganancia de un sector a otro dentro de la economía o de una riqueza proveniente de fuera de la misma. Para establecer el nivel de paridad y la sobrevaluación o subvaluación en relación a la misma, se toma la llamada paridad de poder adquisitivo relativa. Este método consiste en establecer un año base con el cual comparar luego la evolución relativa de la capacidad de las monedas para representar valor. La moneda pierde dicha capacidad por una mayor emisión de signos de valor en relación al país al cual se le compara o si existe un aumento de la cantidad de productos en circulación menor que en el otro país, lo cual implica una menor capacidad de la moneda de expresar valor. La fórmula es la siguiente (véase Cuadro 1):

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CUADRO 1

    .

   

    

Donde TCP = tipo de cambio de paridad; TCC = tipo de cambio comercial; IPTA = índice de productividad del trabajo del país a analizar; IPTUSA = índice de productividad del trabajo de Estados Unidos; IPCA = índice de precios al consumidor del país a analizar; IPCUSA = índice de precios al consumidor de Estados Unidos. El subíndice b remite al año base elegido mientras que el subíndice i al año corriente en estudio.

Para establecer el año base se define la no existencia de fuentes de sobre o subvaluación de la moneda. Como señalamos, la mayor o menor capacidad de compra no puede surgir en abstracto de la valorización de los capitales en el mercado mundial. Si la moneda está sobrevaluada, existe una transferencia desde un sector que genera ingresos desde el exterior que pierde parte de su riqueza a la hora de realizar compras en el interior del país. En general, dicha riqueza proviene de exportaciones, deuda externa o remesas de emigrantes, por ejemplo. A la inversa, cuando la moneda está subvaluada, el sector que exporta (o el dinero que viene de afuera por otra vía) tiene una capacidad de compra en el interior por encima de la que le corresponde en el mercado mundial. Dicha riqueza no puede surgir del aire ni se evapora. En el primer caso (sobrevaluación), el que se la apropia es aquel que se beneficia de acceder a un poder de compra en el extranjero mayor al que le corresponde por la moneda nacional. Por ejemplo, los importadores, los que fugan capital o quienes compran divisas para consumir en el extranjero. En el caso inverso, cuando la moneda está subvaluada, estos sectores pierden y los que ganan son los sectores exportadores. La transferencia proviene en este caso de los sectores importadores y de quienes compran la divisa por encima de su paridad. Para hacerlo y poder reproducirse deben obtener alguna fuente extraordinaria. La más común es la que proviene de la baja salarial. Esto lleva a autores como Köhler a vincular la subvaluación con transferencias del tipo del intercambio desigual. Sin embargo, como vemos, la subvaluación 243

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permite movilizar ganancias de un sector a otro dentro de una economía pero no hay forma de que lo haga hacia fuera. Con este método de cálculo se puede mostrar el tipo de cambio como la expresión monetaria de la acumulación a nivel mundial. Para avanzar en una mejor explicitación de dichas características donde las posibilidades dejen de ser abstractas, analizaremos cómo se comporta el tipo de cambio en un país concreto. El caso venezolano, al contar con un sector exportador casi monopolizado por el petróleo, permite analizar el tipo de cambio como mecanismo de transferencia de valor tanto hacia dentro como hacia fuera del espacio nacional en forma mucho más desarrollada. Otros países tienen un sector externo más heterogéneo, por lo que no es tan fácil dilucidar las fuentes de la sobre o subvaluación como en Venezuela.11 El estudio propuesto ilustrará en forma más clara nuestros señalamientos sobre el tipo de cambio.

El tipo de cambio como mecanismo de apropiación de renta de la tierra en Venezuela El caso venezolano sirve como un buen exponente para analizar en forma concreta qué expresa el tipo de cambio en relación a las discusiones previas. Como explicamos en Kornblihtt (2015), la acumulación de capital en Venezuela tiene como base la renta de la tierra petrolera. El capital en su conjunto se reproduce sobre la base de esta fuente de riqueza que en su mayor parte proviene de plusvalía extraída en el extranjero como producto de la exportación del petróleo. En los últimos años, la renta alcanzó los niveles más altos de la historia con el pico de los precios del petróleo, lo cual dio lugar a un proceso de expansión del capital tanto privado como estatal con una fuerte mejora de las condiciones de vida de la clase obrera sobre la base del aumento del gasto social. El Estado, al ser el terrateniente y mediar en forma directa en la apropiación de la renta, aparece expandido en sus funciones, lo que llevó a algunos autores a pensar en

Existen otros autores que realizaron estudios similares, para Argentina (Iñigo Carrera, 2007), para Brasil y para Corea del Sur (Grinberg, 2011), mientras que Mommer hace un cálculo similar para Venezuela aunque sin tomar en cuenta la productividad (Mommer, 1990). 11

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que era vector de un cambio inmediato del modo de producción por el cual el Estado ya no expresaba los intereses del capital en su conjunto sino de la población en camino hacia una nueva forma de socialismo. Esta apariencia se abstrae del curso concreto que tomó la renta petrolera como fuente de valorización de los capitales nacionales y extranjeros radicados en dicho país. Las perspectivas reseñadas sobre el tipo de cambio, al partir de la mirada nacional, se abstraen de la capacidad del mismo para actuar como mecanismo de apropiación de la renta de la tierra por parte del capital individual y por lo tanto llevan a subestimar el lugar del mismo durante los últimos años y sobreestimar el rol “autónomo” del Estado. Como veremos, la perspectiva defendida en el acápite previo permite dar cuenta con mayor precisión de la particularidad de la acumulación de capital en Venezuela durante las últimas décadas más allá de las formas ideológicas que adopta. El tipo de cambio aparece, según hemos desarrollado, como la expresión monetaria de la capacidad de apropiarse plusvalor en el mercado mundial de los capitales que componen una economía nacional. En el caso venezolano, la baja productividad del trabajo explotado por los capitales tanto nacionales como extranjeros y sus costos laborales no tan bajos como los de los capitales que dominan el mercado mundial con base en exportaciones industriales de baja tecnología, los lleva a ser capitales poco competitivos en la disputa por la apropiación de plusvalía a nivel mundial. Sin embargo, la exportaciones petroleras portadoras de renta de la tierra implican un ingreso extraordinario. La tasa de ganancia del sector supera con creces a la del resto de la economía nacional así como a la media de la economía mundial, en particular de los sectores a los cuales les importa Venezuela. Esto es resultado de condiciones no reproducibles por el trabajo humano por las cuales en la extracción del petróleo venezolano la productividad del trabajo es mucho mayor que en otros países. Esta renta diferencial, a la cual en ciertos contextos se suma una renta simple de monopolio, surge porque el precio del petróleo no sólo incluye la ganancia normal del capital industrial puesto en producción para explorar, extraer, refinar y transportarlo, sino una ganancia extra con la que el terrateniente puede quedarse porque el precio es fijado por la peor tierra puesta en producción. Esto es diferente a lo que ocurre con las mercancías producidas en condiciones reproducibles por el trabajo humano, donde el más productivo fija en forma tendencial el precio y por lo tanto la tasa de ganancia media rige el precio de 245

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producción y a su vez el precio de mercado. La diferencia entre la rentabilidad del sector petrolero y el sector no petrolero venezolano y el capital industrial de Estados Unidos (Kornblihtt, 2015) muestra la existencia de la renta diferencial. La renta de la tierra portada en el petróleo es pagada por los capitales que compran dicha mercancía a un precio mayor que si se rigiese, como el resto de las mercancías, por una tasa de ganancia normal. El resultado es un ingreso a la economía venezolana de una masa de riqueza que supera a la que le correspondería en proporción al capital que adelantan los capitales que la componen. El origen de esta masa de ganancia extraordinaria, además de no ser proporcional al capital, no proviene de plusvalía del propio sector sino que es riqueza que pagan los capitales que consumen dicho petróleo.12 En el caso venezolano, el principal destino de su petróleo es Estados Unidos. Es decir, que se trata de ganancias que ceden los capitales estadounidenses a los capitales radicados en Venezuela. Esta masa de riqueza extra permite al capital en Venezuela tener una capacidad de compra mayor a que si sólo tuviese ingresos como los capitales industriales normales. Es más, dada su baja competitividad, sin dichos ingresos el capital radicado en Venezuela no tendría cómo reproducirse. Esta vinculación entre acumulación de capital y renta de la tierra que en otros países exportadores de materias primas aparece más mediada, en el caso venezolano se evidencia con toda crudeza.13 La suba del petróleo entre los años sesenta y setenta del siglo XX, llevó a un boom de inversión que colocó a Venezuela entre los países con una proporción de stock de capital por habitante más alta del mundo. Mientras que la caída de precios a partir de los ochenta, implicó un colapso que llevó a Venezuela a ser de los pocos países donde se destruye capital fijo sin mediar una guerra o una catástrofe natural como un terremoto y a ser uno de

Algunos autores como Astarita (2010) sostienen que toda la renta de la tierra es producto del valor producido por los obreros del mismo sector (un trabajo potenciado) y que no proviene de transferencias de otro sector. Acordamos que eso es cierto para la renta absoluta pero no así para la renta diferencial o la renta simple de monopolio. Para un análisis del debate sobre el origen de la renta, véase Caligaris (2014). 13 El análisis del efecto de la renta en la acumulación de capital en Venezuela ha generado una extensa producción y debate. Para un análisis del mismo con varios puntos de contacto con nuestro planteo, véase Mommer (1990) y Baptista (2005). Hemos analizado en profundidad lo que aquí sintetizamos en Kornblihtt (2015). 12

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los pocos países con una caída absoluta de la productividad del trabajo. Con el rebote del petróleo en la primera década del siglo XXI la expansión no pudo expresarse en un aumento de la inversión pero sí del consumo motorizado a través de planes sociales y transferencias directas al capital y satisfecho en su mayor parte con importaciones. Boom que, otra vez, empieza a mostrar sus límites con la caída del precio del petróleo como consecuencia de la agudización de la crisis mundial. Estos vaivenes atados a los ingresos provenientes de la renta petrolera tienen expresión directa en el tipo de cambio. La capacidad de representar valor de la moneda en el mercado interno y en el externo está atravesada por estos ingresos. Para establecer la magnitud de dicha influencia, tomamos los cálculos del tipo de cambio de paridad relativa. Dicha metodología es utilizada en Venezuela por Mommer (1990) con quien coincidimos en tomar como año base 1967 cuando el precio del barril es bajo y hay poco endeudamiento externo. Esto permite establecer el supuesto de que durante esos años no hay fuentes de riqueza que permitan a la moneda venezolana tener una capacidad de representar valor por encima de la correspondiente a la proporcional al capital radicado en el país. Luego, aplicando la fórmula detallada supra, observamos una tendencia a la sobrevaluación de la moneda en los dos momentos de boom petrolero (véase Gráfico 1). Centrados en particular en los últimos años, podemos analizar cómo el tipo de cambio actúa como mecanismo de apropiación de renta de la tierra. En los años noventa del siglo pasado, la sobrevaluación se sostuvo gracias a los ingresos por deuda externa. A partir de mediados de la siguiente década, la sobrevaluación comienza a expandirse de la mano de la suba de los precios del petróleo. Se combina el mantener un tipo de cambio oficial estable con un crecimiento de la inflación y un aumento de la productividad venezolana por debajo de la de Estados Unidos. Se genera un abaratamiento del dólar en relación al aumento del poder adquisitivo local provocado por los ingresos petroleros. Cuando el Estado vende sus dólares obtenidos por las exportaciones petroleras o la deuda externa en el mercado interno, los vende más baratos que si estuviesen en paridad. Quienes compran estos dólares para importar mercancías o para remitir ganancias al extranjero obtienen beneficios a costa del Estado, que vendió barato.

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GRÁFICO 1 Valuación del bolívar en relación a la paridad, 1967-2011 (1967=100)

Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Central de Venezuela, para un detalle véase Kornblihtt (2015).

¿De dónde sale la capacidad del Estado de vender los dólares más baratos?: del hecho de que tiene ganancias extraordinarias por ser el terrateniente. En ese sentido el tipo de cambio actúa como un mecanismo de transferencia de renta de la tierra, en este caso desde el terrateniente estatal hacia el capital privado que importa y hacia los capitales que remiten ganancias al extranjero. Aparece también otro mecanismo, la existencia de un mercado paralelo de acceso de divisas ante la presencia de un control cambiario, y luego se suma también un desdoblamiento del tipo de cambio por el cual se vende a diferentes precios según el destino. El mercado negro se encuentra más cerca de la paridad e incluso por momentos se encuentra subvaluado. Quienes no pueden acceder al dólar oficial compran por encima del precio, lo cual implica una transferencia hacia quien obtuvo dólares a precio oficial sobrevaluado. El origen de dicha riqueza es más difícil de establecer. Si se obtiene a costa de la reproducción de la clase obrera o de los capitales, puede ser parte del salario o de la ganancia normal, respectiva248

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mente. Otra opción es que la compra de esos dólares más caros en el mercado negro sea posible por la existencia de alguna transferencia de renta petrolera por otra vía (subsidios, combustible barato en el mercado interno, etcétera). El tipo de cambio aparece entonces como uno de los principales mecanismos de apropiación de la renta petrolera en Venezuela. En particular por parte del sector privado que logra acceder a dólares baratos (gracias a la sobrevaluación del bolívar). Esto se sostenía en los altos precios del petróleo. Cuando éstos cayeron, para sostener las transferencias al capital privado a través del tipo de cambio con la caída del precio del petróleo, aparece una nueva fuente de riqueza: el endeudamiento externo (en particular en manos de China). Con todo, en los últimos años se sucedieron devaluaciones y un aumento de la restricción de la venta en dólares, lo cual hizo que se disparara el valor del dólar en el mercado negro. La devaluación, a su vez, puede implicar el hecho de estar frente a una contracción de la riqueza disponible, como ocurre con el colapso en los ochenta del siglo pasado, cuando el desplome del precio del petróleo y hasta la vuelta del endeudamiento en los noventa el tipo de cambio se acerca a su paridad. La devaluación no es acompañada con un proceso inflacionario que lleva a una vuelta a la sobrevaluación porque no hay fuentes materiales para sostenerla. La contracción aparece como resultado de la política cambiaria cuando ésta en realidad expresa la falta de riqueza disponible para transferir a través del tipo de cambio. El tipo de cambio es por lo tanto, en el caso venezolano, uno de los principales mecanismos de apropiación de la renta petrolera por parte del sector privado. Si se abstrae de este mecanismo al tratarse de un terrateniente estatal, pareciera que la renta fluye siempre primero a manos del Estado, que luego la distribuye. Sin embargo, el hecho de tomar en cuenta el carácter del tipo de cambio con base en sus determinaciones específicas como espacio nacional dentro de una economía mundial permite dar cuenta del curso de una masa de riqueza que no aparece en la contabilidad nacional.

Conclusiones El estudio del tipo de cambio pone en evidencia una serie de problemas metodológicos en relación a las relaciones generales y las formas concretas. En 249

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general, los estudios sobre el dinero se centran en los debates fundamentales sobre el carácter general del mismo. Pero una vez establecidas dichas relaciones y al enfrentarse al problema nacional, las conclusiones alcanzadas se trasladan en forma automática como si cada espacio nacional fuese en forma directa expresión de la totalidad analizada. Luego, cuando esa totalidad no expresa lo que los autores reseñados suponen debería expresar, éstos apelan como explicación a las políticas económicas o suponen que éstas no tienen ninguna importancia debido a supuestos ajustes automáticos. El partir desde otra perspectiva, la de analizar los espacios nacionales como parte alícuota de una totalidad, nos permitió, junto a los autores citados, avanzar en las mediaciones entre esas determinaciones generales y las formas concretas de su expresión. De esa forma pudimos dar cuenta de la sustancia de las transferencias que se producen a partir del tipo de cambio y poner en evidencia, en el caso venezolano, una magnitud de riqueza en disputa que no aparece en forma directa en la contabilidad nacional. Incluso pudimos mostrar que no hay un crecimiento del peso directo del Estado en el control de la renta de la petrolera durante el chavismo. Con base en este planteo, no se niega el carácter de la política cambiaria sino que se expresa como la forma en que opera la apropiación de riqueza para la reproducción del capital en condiciones históricas específicas. Dicho estudio habilita para identificar una masa de valor en disputa para la clase obrera que de otra manera estaba invisibilizada, y establece además canales para esta disputa que no se centran en la forma nacional que adopta el dinero como variable autónoma sino en tanto expresión de las leyes del capital mundial en un determinado país.

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Dinero y capital. Hacia una reconstrucción de la teoría de Marx sobre el dinero, de Roberto Escorcia Romo y Mario L. Robles Báez (compiladores), número 68 de la Colección Teoría y Análisis de la DCSH de la UAM-Xochimilco, se terminó de imprimir en los talleres de Impresiones y Acabados Finos Amatl, S.A. de C.V., en noviembre de 2016. Se tiraron 1 000 ejemplares. La edición estuvo al cuidado de David Moreno Soto. Formación de originales Nancy Blancas.