Desarrollo de la metapsicología en la obra de Freud : conflicto y ansiedad.

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Humberto Nágera

ediciones HORME

Desarrollo de la metapsicología en la obra de Freud Conflictos y ansiedad

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n Psychoanalysis”. Drives, Ajfects and Behaviourt International Universilies Press. Inc.. Nueva York, 1953, pág. 23.

INTRODUCCION

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jerarquía de hipótesis determinada por su pertinencia, la cer­ cana relación con lo observado y el prado de verificación. Pero, a pesar de ello, no existe ninguna presentación compren­ siva del análisis que parta de este ángulo. Por eso considera­ mos imperativo recurrir nuevamente a un enfoque histórico... que nos permita mostrar los problemas actuales dentro de sus justas proporciones y de sus perspectivas exactas.’' 4 Otro factor importante es la comprensión de que, a lo largo del desarrollo de sus teorías, Freud hizo muchas afirmaciones de las que se desdijo o que modificó en trabajos posteriores. Este hecho constituye una fuente importante de las muchas ter­ giversaciones en que se incurre al mencionar los conceptos de Freud. I no de los propósitos de este trabajo, en el que tra­ tamos de evaluar los conceptos psicoanalíticos básicos de Freud dentro de su contexto histórico es, precisamente, evitar esos riesgos y dichos malentendidos. También estamos de acuer­ do con Hartmann, Kris y Loewenstein en que la falta de com­ prensión necesaria de la jerarquía de las proposiciones psicoanalíticas entraña un grave riesgo de tergiversación. Por eso es necesario tener una comprensión clara de cómo se adaptan entre sí las distintas partes de las exposiciones teóri­ cas del psicoanálisis, tanto cuando se las cita como cuando se trata de hacer nuevas formulaciones. Tenemos el propósito de publicar en un futuro inmediato el resto del trabajo llevado a cabo hasta el momento por el Grupo de Investigación de Conceptos, a fin de ponerlo al al­ cance de profesores y estudiantes del campo psicoanalítico y también de otras áreas conexas. Creemos que esta contribución tendrá un interés y valor especial para cualquier estudioso de Freud, especialmente para los estudiantes en formación que quieran contar con una revisión enciclopédica de los conceptos analíticos básicos hecha en forma significativa pero muy resu­ mida. Partiendo de estos resúmenes de conceptos el estudiante puede encontrar fácilmente su camino de retorno al trabajo de Freud, para proseguir su estudio, sintiéndose más familiariza­ do con sus formulaciones. De esa manera puede estudiar as­ pectos específicos del desarrollo de la teoría pudiendo, al mis­ mo tiempo, lograr una visión más amplia e inclusiva del tópico 1 Hartmann. H., “The Dcvelopmcnt of the Ego Concept in Freud Work”, International Journal oj Psychoanalysis, vot. XXXVII, parle VI. Londres 1956, pág. 425.

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particular y de las relaciones de éste con otros aspectos de la teoría. Creemos que nuestro trabajo puede ser útil también para los profesores y directores de seminarios, para los que realizan trabajos de investigación en el campo del psicoaná­ lisis y otras áreas conexas y para los que escriben artículos que requieren una revisión de las afirmaciones formuladas por Freud en relación con un tema específico. AI mismo tiempo, esta forma de investigación escolástica puede contribuir a evi­ tar confusiones constantes, reformulaciones o la introducción de nuevos términos cuando en realidad los autores que nos ocupan se refieren a “conceptos” que han sido descriplos muy claramente por Freud en el pasado. Este trabajo puede ayudar también a abrir un camino que' permita unificar y encontrar algún tipo de acuerdo sobre el significado preciso de los tér­ minos que el psicoanálisis emplea en la actualidad. Pese a que hemos tratado de ser inclusivos y evitar las tergiversaciones, la experiencia nos ha enseñado que no pode­ mos tener ninguna pretensión de totalización o perfectibilidad. Frente a una obra teórica tan vasta y compleja como la pro­ ducida por Freud a lo largo de su vida, es prácticamente impo­ sible no omitir o tergiversar, aunque sea muy ligeramente, uno u otro aspecto o conjunto de factores. Además, la capacidad de comprensión y el nivel de insight posible para cualquier persona o grupo de personas dedicadas a ese tipo de trabajo, aumenta a medida que éste progresa. Así, ciertas formulacio­ nes se tornan más significativas, son percibidas repentinamen­ te bajo una nueva luz, asumen un sentido diferente, etcétera. Como tenemos plena conciencia de esas limitaciones potencia­ les, esperamos que los futuros lectores de estos conceptos con­ tribuyan a completar y clarificar el trabajo iniciado por el Grupo de Investigación de Conceptos llamando nuestra aten­ ción hacia cualquier material importante que haya sido sosla­ yado, mal interpretado, o al que no se le haya dado toda su importancia. Esperamos que de esta manera, y con el correr del tiempo, los Conceptos sean cada vez más representativos y completos. Humberto NÁgera

METAPSICOLOGIA

Freud define la meta psicología como un enfoque “de acuerdo con el cual cada proceso mental es considerado en relación con tres coordenadas”, que respectivamente son “la dinámica, la tópica y la económica”* Pensó que era la “con­ sumación de la investigación psicoanalítica” y le pareció que “representaba el objetivo más importante que la psico­ logía podía lograr”.2 El propósito del enfoque metapsicológico de los fenómenos mentales fue visto como un medio destinado a “clarificar y profundizar los supuestos teóricos que podrían servir de base a un sistema psicoanalítico”.3 Freud pensó, además, que “la salud podía definirse única­ mente en términos metapsicológicos”.4

Las obras de Freud que se citan en este libro a pie de página, fi­ guran en castellano, por creerlo más ventajoso, aunque se refieran a la Standard Edition inglesa de Strachey (S.E.). Por otra parte, aquí se hace referencia, simultáneamente, a la versión española de la Bibliote­ ca Nueva (B.N.), de López Ballesteros (edición 1974). |E. | i (1925d), Un estudio autobiográfico, S.E., vol. 20, pág. 58 y sig. B.N., tomo III. 2 (1916e), “Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 181. B.N., to­ mo II. 3 (1917d), “Una adición metapsicológica a la teoría de los sue­ ños", S.E., vol. 14, pág. 222 n. B.N., tomo II. 4 (1937c), Análisis terminable e interminable, S.E. vol. 23 pág. 226n. B.N., tomo III.

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En lo que hace al punto de vista genético puede supo­ nerse, con mucha certeza, que si no se lo mencionó nunca como un criterio metapsicológico esto se debió a que los supuestos y proposiciones genéticas son inherentes a la ma­ yoría de las formulaciones psicoanalíticas. Lo que afirma­ mos *surge claramente del pasaje que transcribimos a conti^ nuacion: “No todos los análisis de los fenómenos psicológicos merecen el nombre de psicoanálisis. Este último implica más que el mero análisis de fenómenos compuestos en otros más simples. Consiste en derivar una estructura psíquica de otra que la precedió en el tiempo y a partir de la cual se desarro­ lló. El tratamiento médico psicoanalítico no podía eliminar un síntoma hasta haber rastreado su origen y desarrollo. Por eso, y desde sus inicios, el psicoanálisis trató de recons­ truir los procesos de desarrollo. Comenzó por descubrir la génesis de los síntomas neuróticos, pero a medida que trans­ curría el tiempo tuvo que prestar atención a otras estructu­ ras psíquicas y elaborar una psicología genética que pudiera aplicarse también a ellas.”5 Las consideraciones y supuestos dinámico, económico, genético y hasta tópico pueden encontrarse en las formu­ laciones psicoanalíticas de Freud desde el comienzo de su trabajo. Por eso consideramos conveniente recalcar que la esencia del enfoque metapsicológico que Freud propuso en el año 1915 se basó en el estudio y descripción simultáneos de los fenómenos provenientes de estos distintos ángulos (dinámico, económico, genético y tópico). En el artículo sobre “Psicoanálisis”, figura una exposi­ ción más detallada de los tres puntos de vista metapsicológicos esenciales y dice: “En su carácter de psicología profunda, el psicoaná­ lisis considera la vida mental desde tres puntos de vista: el dinámico, el económico y el tópico. 5 (1913i). Múltiple interés del psicoanálisis, S.E., vol. 13, pág. 182 y sig. B.N., tomo II.

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"Partiendo del primero de estos, vale decir del diná­ mico, el psicoanálisis considera que todos los procesos men­ tales derivan (no sólo de la recepción de estímulos externos) sino también del interjuego de fuerzas que se ayudan o inhi­ ben recíprocamente, combinan unas con otras, entran en compromisos, etcétera. Todas estas fuerzas están, originaria­ mente, en la naturaleza de los instintos, vale decir que tienen un origen orgánico. Se caracterizan por su gran persistencia (somática) y su enorme reserva de poder (‘repetición-com­ pulsión’), y están representadas mentalmente como imáge­ nes o ideas con una carga afectiva (‘catexia’) * • • "Desde el punto de vista económico, el psicoanálisis su­ pone que las representaciones mentales de los instintos tie­ nen una catexia de cantidades definidas de energía, que el aparato mental se propone impedir el estancamiento de es­ tas energías y mantener, lo más bajo posible, el monto total de las excitaciones a que está expuesto. El curso de los pro­ cesos mentales es regulado, automáticamente, por el *prin­ cipio placer-dolorel dolor se vincula así, en cierta medida, con un incremento de la excitación y el placer con una dis­ minución de ésta. En el curso del desarrollo, el principio ori­ ginal del placer sufre una modificación en relación con el mundo externo y da lugar al 'principio de realidad\ median­ te el cual el aparato mental aprende a posponer el placer o satisfacción, y a tolerar, temporariamente, sentimientos de dolor. "Desde un punto de vista tópico el psicoanálisis con­ sidera al aparato mental como un instrumento compuesto, y trata de determinar en qué puntos del mismo se producen los distintos procesos mentales. De acuerdo con los concep­ tos psicoanalíticos más recientes, el aparato mental está compuesto por un ‘ello\ que es el reservorio de los impul­ sos instintivos, por un ‘yo’ que es la parte más superficial del ello y se modifica por la influencia del mundo externo, y por un ‘superyó* que se desarrolla a partir del ello, domina el yo, y representa las inhibiciones de las características ins­ tintivas del hombre. Además, el dominio de la conciencia tiene una referencia tópica, ya que los procesos en el ello son totalmente inconscientes, mientras que la conciencia es

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la función de la capa más externa del yo, a la que le incum­ be la percepción del mundo externo.”6 La respuesta de Freud (1915) a los comentarios que Abraham formulara en relación con el artículo sobre “Due­ lo y melancolía” incluye una referencia importante a la metapsicología: “Usted no insistió lo bastante sobre la parte esencial de mi hipótesis, vale decir sobre la consideración tópica, la re­ gresión de la libido y el abandono de la catexia inconscien­ te. , en cambio, puso en primer plano, y como explica­ ción final, al sadismo y al erotismo-anal. Aunque esto es correcto, omitió la explicación real. El erotismo anal, los complejos de castración, etcétera, son fuentes omnipresen­ tes de excitación que se encuentran en todos los cuadros clínicos. Algunas veces estos últimos son determinados por aquellos o a la inversa. Naturalmente a nosotros nos corres­ ponde la tarea de determinar cómo están compuestos, pero la explicación del desorden puede encontrarse únicamente en el mecanismo, considerado desde un punto de vista di­ námico, tópico y económico.”7 En el artículo sobre “Lo inconsciente” hace una de las exposiciones más claras y concisas de su metapsicología. Dice que “cuando logremos describir un proceso psíquico en sus aspectos dinámico, tópico y económico podremos ha­ blar de una presentación meta psicológica. Pero debemos aclarar, de inmediato, que en el estado actual de nuestros * conocimientos, son muy pocos los puntos en los que pode-

6 (1926f), "Psicoanálisis”, S.E., vol. 20 pág. 265 y sig. El tex­ to de la cita reproducida ha sido tomado de la publicación original en la Enciclopedia Británica y no de la Standard Edition. Entre ambas existen muy pequeñas diferencias de redacción. B.N., tomo III. 7 Jones, E., Sigmund Freud, Life and Work, vol. 2, Londres, The Hogarth Press, 1958, pág. 368. (En castellano: Vida y obra de Sig­ mund Freud, Buenos Aires, Hormé, 1977.)

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mos hacerlo”.8 En el mismo artículo “intenta formular una descripción meta psicológica del proceso de represión en las tres neurosis de transferencia que nos son familiares”, la histeria de ansiedad, la histeria de conversión y la neurosis obsesiva. Nos limitaremos aquí a la descripción que hizo Freud de la primera fase de una fobia, complementando lo que está implícito en sus formulaciones: “En esta fase, la angustia surge sin que el sujeto sepa que es lo que le inspira temor.” Esta afirmación presupone la existencia de fuerzas en conflicto (punto de vista dinámico), que quizá por un incremento de sus magnitudes han provocado el desarrollo de la ansiedad, (punto de vista económico). Más adelante dice: “Debemos suponer, entonces, que en el sistema inc existían algunos impulsos eróticos que exigían ser traspuestos al sistema prec. ” Esta frase incluye tanto el punto de vista dinámico como el tópico. La postula­ ción de un impulso erótico inconsciente reconoce la exis­ tencia de una fuerza dinámica y de su dirección, por ejem­ plo, la existencia de una transposición a un sistema diferen­ te. Desde un punto de vista tópico vemos que en el conflicto están involucrados los sistemas inc y prec. La descripción metapsicológica de Freud continúa: “pero la catexia dirigida a él desde el último sistema, (prec), se ha retirado del impulso (como en un intento de fuga), y la catexia libidinal inconsciente de la idea rechazada se ma­ nifiesta bajo la forma de ansiedad”.9 Esta afirmación se re­ laciona especialmente con el punto de vista económico, ya que en la sustracción de la catexia preconsciente, que obs­ truye la progresión del impulso erótico inconsciente a la pre­ conciencia, y posiblemente a la conciencia y a la motilidad, está involucrado un principio económico. En su lugar surge la señal de peligro de la ansiedad que cumple también una función económica.

8 (1915), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 181. B.N., tomo II. 9 (1915e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 182. B.N mo II.

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El ejemplo mencionado anteriormente no sólo muestra la aplicación del enfoque metapsicológico a los fenómenos clínicos, sino que aclara, también, el supuesto básico de la existencia de un conflicto entre distintas fuerzas mentales, que pueden entenderse, únicamente, a través de este tipo de descripción. El concepto de “metapsicología” fue utilizado ya en 1896, en la correspondencia de Freud con Fliess10 y se rei­ tera frecuentemente en esta correspondencia, en la que se lo define como la “psicología que está detrás de la concien­ cia”.11 El término apareció por primera vez, públicamente, en 1901 en Psicopatología de la vida cotidiana, donde Freud lo utiliza para ejemplificar el propósito del psicoaná­ lisis de “transformar la metafísica en metapsicologia”.12 El enfoque metapsicológico de los fenómenos mentales permitió que los psicoanalistas se apartaran “de la ‘psicolo­ gía descriptiva de la conciencia’, planteó nuevos problemas y se enriqueció con un nuevo contenido. Hasta ese momen­ to su diferencia con la psicología mencionada residió, prin­ cipalmente, en su concepto dinámico de los procesos men­ tales, pero a partir de entonces, pareció que tomaba en cuenta también la topografía psíquica, señalando en relación con cualquier acto mental dado, dentro de qué sistema, o entre qué sistemas tenía lugar. Tomando esto en considera­ ción se le dio el nombre de ‘psicología profunda’. Vere­ mos que más adelante pudo enriquecerse, también, desde otro punto de vista”.13 Es obvio que la referencia de la úl­ tima frase de la cita que acabamos de reproducir está hecha en relación con el punto de vista económico que, histórica-

10 Freud, S., Orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 157, Carta 41, 1896; cf. también págs. 161, 218, 246, 260, 287. 11 Freud, S., Orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 246. Carta 84, 1898. 12 (1901b), Psicopatología de la oida cotidiana, S.E., vol. 6, pág. 259. B.N., tomo I. 13 (1915e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 173. B.N., to­ mo II.

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mente. fue el último que Freud agregó, en forma explícita, como parte esencial de una presentación meta psicológica completa de los fenómenos mentales, en especial de las si­ tuaciones conflictivas. Es importante señalar que en todas las definiciones ex­ plícitas que Freud hizo de la metapsicología menciona únicamente los puntos de vista dinámico, tópico y econó­ mico. Ni el punto de vista estructural, ni el genético fueron incluidos en forma clara en sus definiciones. En lo que hace al punto de vista estructural, es evidente que la teoría es­ tructural reemplazó a la tópica. Sin embargo, es útil recor­ dar que Freud continuó refiriéndose al “punto de vista tó­ pico” aun después de la introducción de la teoría estructural. De un pasaje tomado de El yo y el ello (1923), artícu­ lo que introdujo los conceptos estructurales, podemos infe­ rir que las descripciones hechas de acuerdo con dichos con­ ceptos reemplazaron a las tópicas debido, en gran medida, a las limitaciones de estas últimas para explicar los fenómenos clínicos: “Comprobamos, en efecto, que en el yo hay también algo inconsciente. . . La consecuencia de este descubrimien­ to es que si nos atenemos a nuestras formas habituales de expresión y tratamos, por ejemplo, de derivar la neurosis de un conflicto entre lo consciente y lo inconsciente, nos encontramos en medio de dificultades y oscuridades sin fin. Basándonos en el conocimiento de la vida anímica tendre­ mos que sustituir esa antítesis por otra, por la existente en­ tre el yo coherente y lo reprimido, disociado de aquel. 14 íi

Ya hemos señalado que aunque recién en el año 1915 Freud afirmó que una descripción metapsicológica comple­ ta tenía que considerar, en forma simultánea, los puntos de

14 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 17. B.N., tomo III.

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vista dinámico, tópico y económico,15 ya los había utiliza­ do independientemente en muchas oportunidades anterio­ res. El hedió de que antes de 1915 la metapsicologíano tu­ viera todavía una conceptualización tan precisa como la que llegó a tener después explica porque algunas de las primeras enunciaciones no muestran la daridad conceptual posterior y se ocupan, muchas veces, de aspectos aislados del conflic­ to. En “Un estudio autobiográfico** Freud se refirió a la im­ portancia que las consideraciones dínicas y económicas tu­ vieron en sus formulaciones de Estudios sobre la histeria: “Esta (la teoría propuesta en Estudios sobre la histeria) in­ trodujo un factor dinámico al suponer que un síntoma sur­ ge como consecuencia del estancamiento de un afecto, y un factor económico al considerar a este mismo síntoma como el producto de la transformación de una cantidad de energía que podría haber sido utilizada de otra manera, »> 16 Freud escribió: “El yo del paciente ha entrado en contacto con una idea que demostró ser incompatible, y despertó en di­ cho yo una fuerza de rechazo cuyo propósito era defenderlo de dicha idea. La defensa resultó en realidad exitosa y la idea fue eliminada de la conciencia y de la memoria.” Unas pocas líneas más adelante, prosigue: “De esta manera una fuerza física, la aversión por parte del yo, eliminó origina­ riamente la idea patógena de la posibilidad de asociación y se opone, ahora, a su reingreso a la memoria.*’17 Conviene señalar que en artículos anteriores el término “dinámico” fue utilizado en más de un sentido y no siem­ pre con el que se adecúa mejor a su empleo metapsicológico. De manera similar, términos como “inconsciente” tie­ nen más connotaciones que la meramente tópica y se utili­ zan, muchas veces, en forma descriptiva para mencionar una cualidad. 15 (1915e), "Lo inconsciente”, S.E., vol. 14 pág. 181. B.N., tomo II. 16 (1925d [19241), Un estudio autobiográfico, S.E., vol. 20, pág. 22. B.N., tomo 111. 17 (1895d), Estudios sobre la histeria, S.E., vol. 2 pág. 269. B.N., tomo I.

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Como es lógico, las proposiciones tópicas figuran ya en trabajos anteriores al año 1915, aunque no forman parte, necesariamente, de un enfoque metapsicológico sistemático de los fenómenos mentales. El modelo primitivo de la mente descrito en el capí­ tulo VII de La interpretación de los sueños, partía de pro­ puestas tópicas y espaciales. El aparato psíquico se equipara allí a un “microscopio compuesto, o a un aparato fotográfi­ co”. Tomando como base esta comparación, la “ubicación fí­ sica corresponderá a un punto dentro del aparato, en el que se origina uno de los estadios preliminares de una imagen”. Estas imágenes se producen, “en parte, en puntos ideales, en zonas en las que no está ubicado ningún componente tangi­ ble del aparato”. Por ello la “ubicación psíquica” no tiene ninguna relación con la “ubicación anatómica”.18 Las consideraciones posteriores del “aparato mental como un ins­ trumento compuesto”, afirman que éste está integrado por elementos a los que se da el nombre de “sistemas”, y que en un “proceso psicológico dado la excitación pasa a través de los sistemas siguiendo una secuencia temporal determina­ da”.19 En el mismo trabajo Freud distingue entre el siste­ ma inct cuyas excitaciones son “inadmisibles para la conciencia”, y el sistema prec cuyas “excitaciones... pueden lle­ gar a la conciencia... Nos hemos referido a las relaciones de los dos sistemas entre sí y con la conciencia, diciendo que el sistema prec actúa como una pantalla entre el sistema inc y la conciencia”.20 Como se ha señalado anteriormente, el punto de vista económico fue el último que Freud reconoció explícitamen­ te como un componente esencial de cualquier formulación metapsicológica. Sin embargo, las consideraciones económi­ cas despertaron su interés mucho antes de que en el año

18 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 536. B.N., tomo I. 19 Ibid., pág.536 y sig. B.N., tomo I. 20 Ibid., pág. 614 y sig.; cf. también (1912g) “Una nota sobre lo inconsciente en psicoanálisis”, S.E., vol. 12, pág. 262. B.N., tomo II.

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1915 llegara a la formulación de los conceptos metapsicológicos. No obstante, cuando en La interpretación de los sue­ ños, Freud habla de la necesidad de “llegar a una utilización más eficaz de la fuerza psíquica”21 está mencionando ya un principio económico. En el mismo trabajo afirma que “pa­ ra mayor eficiencia el segundo sistema logra mantener gran parte de sus catexias de energía en un estado de reposo, utili­ zando sólo una pequeña parte en el desplazamiento”.22 Es­ to también se relaciona con el punto de vista económico. En la obra El chiste y su relación con lo inconsciente2* se ocupa de las consideraciones económicas en los chistes, la risa, el humor y los aspectos cómicos en general. Todos estos fenómenos se caracterizan por una economía en el gas­ to de energía psíquica, ya sea mediante el ahorro o la dismi­ nución de dicho gasto. Vemos así que los fundamentos de los tres puntos de vista incluidos en la metapsicología en el curso del año 1915 habían sido formulados mucho antes, y que capacitaron a Freud para que definiera finalmente los elementos que de­ bían formar parte de una presentación metapsicológica.

21 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 568. B.N., tomo II. 22 (1909a), La interpretación de lo sueños; S.E., vol. 5, pág. 599. B.N., tomo I; cf. también (1912g) “Una nota sobre lo inconscien­ te en psicoanálisis”, S.E., vol. 12 págs. 565, 616. B.N., tomo II. 23 (1905c). El chiste y su relación con ¡o inconsciente, S.E., vol. 8. B.N., tomo II.

RL PUNTO DE VISTA DINAMICO

El termino * * dinámico’', tal como se utilizó a lo largo de los trabajos de Freud, no tuvo siempre implicaciones metapsicológicas. Lo que afirmamos no se relaciona únicamen­ te con su uso antes de la formulación del punto de vista metapsicológico, en el año 1915, sino también con las formula­ ciones hechas en trabajos posteriores, como lo ilustra la cita tomada de Esquema del psicoanálisis, que reproducimos a continuación: “La función psicológica del yo consiste en in­ crementar el pasaje (de hechos) en el ello, hasta un nivel di­ námico superior (posiblemente mediante la transformación de energía) libremente móvil en energía ligada, tal como co­ rresponde al estado preconsciente.”.1 Este estado de cosas provoca muchas confusiones y malas interpretaciones y, en verdad, algunas veces resulta difícil diferenciar el uso que Freud hace del concepto “dinámico” en un sentido metapsicológico de uno puramente físico. Pero en todos los trabajos de Freud se encuentran for­ mulaciones dinámicas. En sus Estudios sobre la histeria, de 1895, al asumir la existencia de las fuerzas comprometidas en el conflicto, su formulación tenía ya un carácter dinámico; dijo: “De esta manera una fuerza psíquica, la aversión del yo, había exclui­ do originariamente la idea patógena de la asociació.\ y se i

(1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 199. B.N., tomo III.

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oponía luego a su retorno a la memoria.”¿ En su carta a Fliess dice: “El término conflicto coincide con mi concepto de defensa (o rechazo). »> 3 Este supuesto continúa siendo una piedra fundamental del psicoanálisis y toda la teoría de la neurosis se basa en la existencia de estas fuerzas mentales en conflicto. En el párra­ fo inmediato se reproducen unas pocas citas que considera­ mos representativas de las proposiciones dinámicas. Desde un punto de vista dinámico la metapsicología psicoanalítica “deriva todos los procesos mentales (salvo los que resultan de la recepción de los estímulos externos) de un interjuego de fuerzas que se ayudan o inhiben unas a otras, que entran en compromisos recíprocos, etcétera. Todas es­ tas fuerzas se encuentran, originariamente, en la naturaleza de los instintos, vale decir que tienen un fundamento orgá­ nico. Se caracterizan por un inmenso depósito (somático) de poder (7a compulsión a la repetición’) y están representa­ das, mentalmente, como imágenes o ide; in *on una carga afectiva”.4 Sus representaciones mentales nos capacitan pa­ ra estudiar y hacer inferencias en relación con dichas fuer­ zas. Como lo sugiere la cita anterior, los afectos deben con­ cebirse como una forma de representación de las fuerzas di­ námicas que actúan dentro y entre las estructuras psíquicas. En esta definición del punto de vista dinámico de la metapsicología es muy importante notar la atención espe­ cial que prestó Freud al “inteijuego de fuerzas”. Como él mismo lo señala más adelante, pueden ser fuerzas que tienen la misma dirección que, por ejemplo, “se ayudan” o “comoinan unas con otras”. Al margen de esto, es indudable que la metapsicología surgió, en primer término, como consecuen­ cia de la necesidad de comprender y explicar el interjuego de fuerzas en conflicto, por ejemplo, las que “se inhiben unas a otras” o “entran en compromisos recíprocos”. Como 2 (I895d), Estudios sobre ¡a histeria, S.E.,vol. 2, pág. 269. B.N tomo I. 3 Freud, S., Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 85. 4 (1926f), “Psicoanálisis**, S.E., vol. 20, pág. 265. B.N., tomo III.

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lo señala Freud en otro artículo, los conflictos “están siem­ pre presentes”, de modo que el problema que se plantea es el de determinar en qué forma los individuos “logran emer­ ger de esos conflictos... sin enfermarse”. Insiste en que este resultado depende “de las magnitudes relativas de las ten­ dencias en lucha”.5 En otras palabras, los conflictos se vuelven patógenos únicamente cuando existe un desequili­ brio entre las fuerzas dinámicas que se oponen entre sí y provocan el quebrantamiento del equilibrio psíquico. En Es­ quema del psicoanálisis Freud se pregunta ¿por qué los neu­ róticos “viven tanto peor y con dificultades tanto mayores, y sufriendo en el proceso sentimientos más agudos de displa­ cer, ansiedad y dolor?” Y responde diciendo: “Las faltas cuantitativas de armonía son las responsables de la falta de adecuación y de los sufrimientos de los neuróticos.”6 Freud es muy explícito al hablar de que las fuerzas di­ námicas que se encuentran a ambos lados de cualquier con­ flicto derivan, inicialmente, de una misma e idéntica fuente, o sea de la fuerza impulsora de los instintos: “...Suponemos que las fuerzas que inducen al aparato mental a entrar en ac­ tividad son producidas por los órganos del cuerpo como ma­ nifestación de las necesidades somáticas más importantes • • • En tanto esas necesidades corporales representen una insti­ gación a la actividad mental les damos el nombre de 4Trieóe\.. estos instintos llenan el ello y toda la energía del ello • • • se origina allí. Las fuerzas del yo tampoco tienen nin­ gún otro origen.”7 Pero a pesar de su origen común pueden entrar en conflicto y oponerse recíprocamente, situación que por lo general es consecuencia de las economías menta­ les, especialmente en el caso de los conflictos interestructu­ rales.

5 (1924b), “Neurosis y psicosis*', S.E., vol. 19, pág. 152. B.N., tomo III. 6 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 183. B.N., tomo III. 7 (1926e), Psicoanálisis profano, S.E., vol. 20, pág. 200. B.N., tomo III.

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Las fuerzas dinámicas, ya sea que se opongan y entren en conflicto, o que se combinen y aúnen sus esfuerzos para el logro de un propósito común, se caracterizan por dos cua­ lidades muy importantes, su magnitud y su dirección. Su magnitud ya ha sido mencionada en este capítulo como “te­ niendo un inmenso depósito (somático) de poder” y tam­ bién cuando Freud dice que “por presión de los instintos en­ tendemos su factor motriz, la cantidad de fuerza, o la medi­ da de demanda de trabajo que representa. La característica de ejercer presión es común a todos los instintos; en realidad es su verdadera esencia”.* La segunda cualidad importante de las fuerzas dinámi­ cas, vale decir que siempre tienen una dirección, puede verse en la referencia que hizo Freud de ellas como :“una mani­ festación de propósitos intencionales”.9 De manera más ge­ neral el propósito o “fin último de la actividad mental” pue­ de ser descrito, en forma cualitativa, como “una conducta destinada a obtener placer y evitar el displacer”.10 Freud amplía este principio en términos dinámicos específico." cuan­ do en El yo y el ello afirma: “Las sensaciones de naturaleza placentera no tienen ningún elemento inherentemente im­ pulsor cerca de ellas, mientras que las desagradables lo tie-, nen, y en el más alto grado. Las últimas incitan al cambio, a la descarga, y por eso consideramos que el displacer im­ plica una intensificación de las catexias energéticas, y el pla­ cer una disminución de dichas catexias.”11 Pero en esto ya está involucrado un principio económico que será trata­ do, más extensamente, desde un punto de vista económico. En un pasaje de Introducción al psicoanálisis puede verse, muy claramente, que las consideraciones cuantitati­ vas están involucradas tanto en el punto de vista dinámico

8 (1915c), “Los instintos y sus destinos”, S.E., vol. 14 pág. 122. B.N., tomo 11. 9 (1916-17), Introducción ul psicoanálisis, S.E., vol. 15, pág. 67. B.N., tomo II. 10 ibid., pág. 375. B.N., tomo II. 11 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 22. B.N., tomo III.

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como en el económico: “He introducido un nuevo factor dentro de la cadena etiológica, es decir la cantidad, la mag­ nitud de las energías implicadas. Todavía tendremos que considerar este factor en muchas oirás partes, ya que un análisis puramente cualitativo de los factores etiológicos de­ terminantes no es suficiente. O, dicho en otra forma, un punto de vista simplemente dinámico ae estos procesos mentales resulta insuficiente, se necesita también un enfo­ que económico. Debemos llegar al convencimiento de que el conflicto entre dos tendencias no se exterioriza hasta que no se han alcanzado ciertas intensidades de catexia, aun cuando sus posibles determinantes hayan estado presentes desde lar­ go tiempo atrás, por lo menos en la medida en que su pro­ blema está involucrado, »»1 2 La estrecha vinculación que los puntos de vista dinámico y económico tuvieron para Freud puede verse, también, en un pasaje de El yo y el ello, en el que afirma que: “hemos llegado al término o concepto de lo inconsciente siguiendo otro camino, considerando ciertas experiencias en las que las dinámicas mentales desempeñan un papel. Hemos comprobado que existen... procesos o re­ presentaciones anímicas muy poderosos (y aquí entra en juego, por primera vez, un factor económico o cuantita­ tivo) que pueden provocar en la vida anímica todos los efectos que provocan las ideas comunes... aunque dichos procesos o ideas no se vuelvan conscientes”.13 Las consideraciones dinámicas están implícitas en mu­ chas formulaciones que se ocupan de la represión o de la de­ fensa y conflicto en general. Los conceptos de fuerzas re­ primidas y represoras implican el supuesto de la existencia de fuerzas dinámicas opuestas y Freud habla de “represión en el sentido dinámico cuando un acto psíquico es reprimi­ do en el estadio inferior, inconsciente. De esto surge qué la represión es un concepto tópico-dinámico”.14 12 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 15, pág. 374. B.N., tomo II. 13 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 14. B.N., tomo III. 14 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 15, pág. 342. B.N., tomo II.

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En Introducción al psicoanálisis Freud se preocupa todavía por la dinámica involucrada en la formación de sín­ tomas. Dice que “la experiencia que hemos tenido con la re­ sistencia de los neuróticos a la eliminación de sus síntomas se convirtió en la base de nuestro concepto dinámico de la neurosis”. Continúa diciendo que esta dinámica se mantuvo oculta mientras se utilizó la hipnosis. De la lucha del pacien­ te contra el alivio de sus síntomas podemos inferir la exis­ tencia de “fuerzas poderosas que se oponen a cualquier mo­ dificación de su estado... esta es una precondición para la existencia de un síntoma; algunos procesos mentales no concluyen normalmente, de un modo que les hubiera permi­ tido volverse conscientes. El síntoma es un sustituto de lo que no ha sucedido en esta etapa”.15 Cuando en sus artículos sobre “Psicoanálisis” Freud habla de la posibilidad de que el “interjuego de fuerzas” pueda llevarlas a “entrar en compromisos” es muy probable que haya pensado en la formación del síntoma.16

15 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 15, pág. 292. B.N., tomo II. 16 (1926f), Un artículo en la Enciclopedia Británica (publicado como “Psicoanálisis escuela freudiana”), Enciclopedia Británica, 13a. edición, Nuevo vol. 3, pág. 253. S.E. vol. 20, pág. 265. B.N., tomo III.

EL PUNTO DE VISTA ECONOMICO

El punto de vista económico “trata de seguir las vicisi­ tudes de cantidades de excitación para llegar, por lo menos, a una estimación relativa de su magnitud”.1 En el artículo sobre “Psicoanálisis” puede encontrarse una exposición más detallada de esto: “Desde el punto de vista económico, el psicoanálisis admite que las representaciones psíquicas de los instintos tienen una carga de cantidades determinadas de energía (catexia) y que el aparato psíquico tiende a evitar su estancamiento manteniendo lo mas baja posible la suma to­ tal de las excitaciones a las que está sometido. El curso de los procesos psíquicos es regulado automáticamente por el principio de 1placer-displacerEn el curso del desarrollo el primitivo principio del placer sufre una modificación deter­ minada por la relación con el mundo externo y deja lugar al *principio de realidad \ por obra del cual el aparato psíquico aprende a diferir las satisfacciones placenteras y a tolerar temporariamente el displacer.”2 Si lo consideramos desde un punto de vista estructural, vemos que corresponde al yo encontrar la solución económica más adecuada en cualquier conflicto entre las distintas estructuras de la mente y el mundo externo: “De esta manera el yo, impulsado por el 1 (1915e), “Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 181, B.N., to­ mo II. 2 (1926f), “Psicoanálisis”, S.E., vol. 20, pág. 265 y sig. B.N., to­ mo III; cf. (1916-17) S.E., vol. 16, pág. 356 y sig. B.N., tomo II.

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ello, limitado por el superyó, rechazado por la realidad, lu­ cha para imponer su deber económico de crear armonía en­ tre las fuerzas e influencias que trabajan dentro, y por enci­ ma de él...”3 Mientras que las economías del yo están, o de­ berían estar, regidas por el principio de realidad, en relación con el ello, “El factor económico o...cuantitativo, que está íntimamente vinculado con el principio del placer domina todos sus procesos. Las catexias instintivas en busca de des­ carga son, de acuerdo con nuestro criterio, todo lo que hay en el ello.”4 La salud o enfermedad mental dependerán, en gran medida, de la capacidad del yo para manejar exitosamente los “conflictos con sus distintos organismos rectores”. El que el yo “pueda emerger de esos conflictos siempre presen­ tes, sin enfermarse... dependerá, indudablemente, de consi­ deraciones económicas, de las magnitudes relativas de las tendencias que luchan entre sí”.5 Por eso, desde un pun­ to de vista económico, a la actividad psíquica le corresponde la tarea de “dominar los montos de excitación (masa de estímulos), que operan en el aparato psíquico, y de reprimir su acumulación, que provoca displacer”.6 En “Esquema del psicoanálisis” Freud describe el tipo de conflictos económi­ cos que surgen como consecuencia de las faltas interestruc­ turales de armonía. Dice que “la más rigurosa de las exigen­ cias que se ejerce sobre el yo es, posiblemente, la de repri­ mir las demandas instintivas del ello, para lograr lo cual es­ tá obligado a emplear grandes cantidades de energía en las contracatexias. Pero los reclamos hechos también por el superyó llegan a ser tan poderosos e implacables que el yo

3 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 78. B.N., tomo III. 4 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 74. B.N., tomo III. 5 (1924b), “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19, pág. 152. B.N., tomo III. 6 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 376. B.N., tomo II.

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puede quedar paralizado, por decirlo así, frente a sus otras tareas. Podemos sospechar que en los conflictos económicos que surgen en este punto, el ello y el superyó hacen, mu­ chas veces, causa común contra el yo duramente presionado, que trata de asirse a la realidad para conservar su estado nor­ mal. Si los otros dos se vuelven demasiado fuertes, logran debilitar y alterar la organización del yo, de modo que su re­ lación con la realidad se perturba o concluye”.7 En El yo y el ello Freud hace referencia al hecho de que las “sensaciones y sentimientos” producidos por la per­ cepción interna son “más primordiales y elementales que las sensaciones que surgen externamente” y que tienen una “mayor importancia económica”.8 En Más allá del principio del placer, Freud dio las razones que sustentan este punto de vista: El aparato mental está protegido, hacia el exterior, “contra los estímulos, y las cantidades de excitación que in­ ciden sobre él tienen sólo un efecto limitado. Hacia el inte­ rior puede no existir esa protección; las excitaciones de las capas más profundas se propagan dentro del sistema (pcptcc) directamente y en cantidades que no disminuyen, en tan­ to algunas de sus características provocan sentimientos en las series placer-displacer”.9 Las consideraciones económicas son esenciales para la comprensión de la represión. En el año 1900 Freud señaló ya el hecho de que una catexia preconsciente (o consciente) de un recuerdo desagradable, implicaba “una inhibición si­ multánea de la descarga de excitación” y que “la clave de toda la teoría de la represión”, era que el sistema precons­ ciente “puede conectar una idea sólo si su posición le permi­ te inhibir cualquier desarrollo de dispacer que pueda derivar de ésta"'.10 En su artículo sobre “La represión” expresó el 7 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 172 y sig. B.N., tomo III. 8 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 22. B.N., tomo III. 9 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 29. B.N., tomo III. 10 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 601. B.N., tomo I.

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mismo punto de vista en términos similares, al decir que, “en consecuencia, es condición necesaria de la represión el que la fuerza motivante del displacer haya adquirido una in­ tensidad mayor que el placer derivado de su satisfacción”.11 Desde un punto de vista económico la represión no es una solución muy eficaz ya que “exige un gasto permanente de fuerza... lo reprimido ejerce una presión continua hacia la conciencia, de modo que es necesario equilibrarla median­ te una contrapresión continua. En consecuencia, el manteni­ miento de una represión involucra un gasto ininterrumpido de fuerza, mientras que su eliminación desde un punto de vista económico determina un ahorro”.12 En Introducción al psicoanálisis, Freud define lo “traumático” en términos económicos: “El término ‘trau­ mático’ no tiene otro sentido que el económico. Lo apli­ camos a una experiencia que en el término de un corto pe­ ríodo, expone la mente a un incremento de estímulos de­ masiado poderosos para que pueda manejarlos o eliminar­ los en forma normal, lo que provoca trastornos permanen­ tes de la forma de actuar de la energía.”13 En Inhibición, síntoma y angustia Freud indica que el mecanismo de señal de ansiedad se desarrolló por motivos económicos. Si las experiencias del nacimiento y de las si­ tuaciones de la infancia son estimuladas en forma excesiva, y no pueden ser manejadas psíquicamente, provocan “un trastorno económico determinado por una acumulación de cantidades de estímulos que deben ser eliminados”. Se ins­ tala una reacción de ansiedad y sólo cuando el niño apren­ de que un objeto externo puede poner fin a la situación peli­ grosa es capaz de desplazar “el contenido de los peligros que teme... de la situación económica a la condición que ha de-

11 (1915d), “La represión'1, S.E., vol. 14, pág. 147. B.N., tomo II. 12 Ibid., pág. 151. B.N., tomo II; cf., (1916-17) Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 356 y sig. B.N., tomo II. 13 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 275. B.N., tomo II.

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terminado esa situación, por ejemplo, la pérdida de objeto. El peligro está representado por la ausencia de la madre; en cuanto el peligro surge y antes de que se instale la situación económica temida, el niño da la señal de ansiedad**.14 La com­ probación de este hecho llevó a una modificación de los puntos de vista de Freud sobre la economía involucrada en la ansiedad. Mientras que en un comienzo había creído “que la ansiedad surge invariable y automáticamente como con­ secuencia de un proceso económico**, luego pensó que la “concepción de la ansiedad como una señal dada por el yo para influir sobre la instancia placer-displacer desaparece frente a la necesidad de considerar el factor económico’*.15 Sin embargo Freud no abandonó su punto de vista de que una forma de ansiedad en la etapa posterior de la vida “era involuntaria, automática y siempre justificada sobre bases económicas y que surgía en todas las oportunidades en que se instalaba una situación de peligro similar a la del naci­ miento”.16 La ansiedad ocupa, así, una posición única en la economía de la mente “en tanto tenga alguna relación con la naturaleza esencial del peligro**.17 La experiencia clínica llevó a la formulación de facto­ res económicos involucrados en distintas enfermedades neu­ róticas. En la cita siguiente, en la que se hace referencia a sueños, neurosis y neurosis de guerra, se considera al princi- * pió del placer, como factor determinante: “muchas veces se tienen sueños de recuperación, por ejemplo, cuando el pa­ ciente está por iniciar una nueva y desagradable etapa de transferencia. Actúa entonces igual que algunos neuróticos que después de unas pocas horas de análisis declaran que ya están curados, porque quieren eludir todas las situaciones desagradables que pueden plantearse como consecuencia de las discusiones en el análisis. Muchas víctimas de neurosis de 14 (1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, págs. 137 y sig. B.N., tomo III. 15 Ibid., pág. 140; cf., ib id., pág. 161. B.N., tomo III. 16 Ibid., pág. 162. B.N., tomo III. 17 Ibid., pág. 150. B.N., tomo III.

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guerra, que dejaban de lado sus síntomas porque la terapia que aplicaban los médicos del ejército hacía que la enferme­ dad fuese todavía más desagradable que la lucha en el fren­ te, seguían, también, las mismas leyes económicas”.18 Las perversiones empezaron a ser encaradas desde un punto de vista económico cuando Freud dijo que: “el sen­ timiento de felicidad experimentado al satisfacer una pul­ sión instintiva indómita, no sujeta por las riendas del yo, es incomparablemente más intenso que el que se siente al sa­ ciar un instinto dominado. Esta es la razón económica del carácter irresistible que alcanzan los impulsos perversos y, quizá, de la seducción de lo prohibido en general”.19 Freud se preocupó por la economía de muchos otros fenómenos, tales como el sueño, los chistes, la felicidad, el trabajo, etcétera. Aquí podemos ejemplificar sólo unos po­ cos de estos. Así, por ejemplo, en “Duelo y melancolía” se ocupa de algunos aspectos económicos de estas dos condi­ ciones. Se pregunta, por ejemplo, porqué en el caso del duelo no hay ningún indicio “de la condición económica para una fase de triunfo”. Y partiendo de la afirmación de que “ni siquiera conocemos los medios económicos que per­ miten que el duelo cumpla su tarea”, hace la siguiente conjetura: “Cada uno de los recuerdos y de las situaciones de expectativa que demuestran la adhesión de la libido al objeto perdido es enfrentado por el veredicto de realidad que afirma que el objeto ya no existe; y el yo, enfrentado, por así decirlo, con el problema de si debe compartir este destino, es persuadido, por la suma de las satisfacciones narcisistas que deriva del hecho de estar vivo, que debe cortar su vínculo con el objeto que ha sido destruido. Podemos su­ poner que este trabajo de separación es tan lento y gradual que cuando termina también concluye el gasto de energía

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(1923c), “Observaciones sobre la teoría y la práctica de la in­ terpretación onírica’*, S.E., vol. 19, pág. 112. B.N., tomo III. 19 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 79. S.E., tomo III.

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necesario para ello, »>20 En cuanto a que la “condición económica necesaria para la emergencia de la manía después de la melancolía, sigue su curso”, Freud alega que ni la pér­ dida del objeto, ni la ambivalencia, son importantes en este caso, ya que ambos factores están involucrados también en el duelo. En consecuencia “el tercer factor”, por ejemplo, “la regresión de la libido en el yo” es “el único responsable del resultado”.21 Gracias a la introducción del punto de vista estructural Freud pudo encarar varios fenómenos económicos desde un nuevo ángulo. Comprendió, por ejemplo, que “en un gran número de neurosis un sentimiento inconsciente de culpa • • • juega un papel económico decisivo e interpone los obstácu­ los más poderosos en el camino de la recuperación”.22 Este sentimiento inconsciente de culpa es consecuencia de la in­ fluencia de la moral en el superyó. En relación con esto Freud dice que “al sufrir los ataques del superyó, o quizás al sucumbir a ellos, el yo se enfrenta con un destino similar al de los protozoos que sucumben a los productos de descom­ posición creados por ellos mismos. Desde el punto de vista económico la moral que actúa en el superyó se nos muestra como uno de esos productos de descomposición”.23 La comprensión de que las energías físicas pueden transformarse hizo que Freud pensara en la existencia de una energía neutralizada en la mente. Llegó a formular este concepto que es esencial para una comprensión del funcio­ namiento económico del aparato mental, cuando se ocupó del problema de la transformación del odio en amor.24 En El malestar en la cultura, Freud se ocupa in extenso de distintos aspectos de la felicidad humana que, según él, 0 (1917e), “Duelo y melancolía”, S.E., vol. 14, pág. 255, B.N., tomo II; cf. (1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, pág. 171. B.N., tomo III. 21 Ibid.t pág. 258. B.N., tomo III. 22 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 27. B.N., tomo III. 23 Ibid., pág. 56 y siguiente. B.N.,tomo III. 24 (1923 b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 44. B.N., tomo III.

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guardan una estrecha relación con la economía de la libido del individuo, vale decir, están íntimamente vinculados con el principio del placer. Aunque no podemos lograr nunca una felicidad completa, no debemos disminuir nuestros es­ fuerzos para obtenerla. Podemos hacerlo dando prioridad “ya sea al aspecto positivo del fin, la obtención del placer, o a su aspecto negativo, la elusión del displacer. Pero ninguno de estos caminos nos permite obtener todo lo que deseamos. La felicidad, en el sentido limitado en que la consideramos como posible, es un problema de la economía de la libido de los individuos”.25 En una nota de pie de página, agregada un año más tar­ de, Freud continúa diciendo que: “Ninguna discusión de las posibilidades de la felicidad humana debería dejar de lado la relación existente entre el narcisismo y la libido objetal. De­ bemos saber lo que el ser esencialmente independiente signi­ fica para la economía de la libido, >>26 Freud ve bajo esta luz la función de los elementos intoxicantes. El servicio que prestan “en la lucha por la felicidad y el rechazo del dolor representa un beneficio tan altamente valorado que tanto los individuos como los pueblos les han dado un lugar muy importante en la economía de su libido. A esos medios les debemos no sólo la obtención inmediata del placer sino, además, una cierta posibilidad muy deseada de independen­ cia del mundo externo”.27 Mientras que la intoxicación, consi­ derada en relación con la economía de la libido, lleva a la in­ dependencia del mundo extemo, el trabajo, por su parte, es­ tá inspirado por el propósito contrario, el de dar al indivi­ duo “un lugar seguro en una porción de realidad, dentro de la comunidad humana. La posibilidad que ofrece de despla­ zar una gran cantidad de componentes libidinales, narcisistas, agresivos, o hasta eróticos, sobre el trabajo profesional y sobre las relaciones humanas vinculadas con él, le confiere un valor que no es de ningún modo inferior al que se le confie25 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21,pág. 83. B.N tomo III. 26 Ibid., pág. 84. B.N., tomo ID. 27 Ibid., pág. 78. B.N. tomo III.

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re cuando se lo considera como algo indispensable para la preservación y justificación de la existencia dentro de la sociedad”.28 La posibilidad de desplazar los componentes libidinales sobre el trabajo implica, además, el supuesto de la existencia de energías neutrales o neutralizadas. Esto se apli­ ca también a las observaciones formuladas por Freud sobre la vinculación existente entre la civilización y la economía libidinal ya que la “civilización obedece a las leyes de la ne­ cesidad económica, pues una gran cantidad de la energía fí­ sica que usa para sus propios propósitos debe ser removida de la sexualidad”29 En un pasaje posterior Freud aclara que, de acuerdo con su punto de vista “esta lucha entre el individuo y la sociedad no es un resultado de la contradic­ • / cion entre los instintos primarios de Eros y de muerte. Es una lucha dentro de la economía de la libido, comparable al conflicto vinculado con la distribución de la libido entre el yo y los objetos; y es susceptible de un ajuste eventual en el individuo que como es dable esperar, se producirá también en el futuro de la civilización”.30

28 IbidS.E. vol. 21, pág. 80n. B.N., tomo III. 29 Ibid., pág. 104. B.N., tomo III. 30 Ibid., pág. 141. B.N., tomo III.

EL PUNTO DE VISTA TOPICO

El punto de vista tópico de la metapsicología señala cualquier acto mental dado “dentro de qué sistema, o entre qué sistemas ocurre . A consecuencia de ésto se le ha dado también el nombre de ‘psicología profunda*.”1 En Esquema del psicoanálisis Freud señala que la división de la mente en tres sistemas (inc, prec, cc) “no puede ser considerada de ninguna manera una teoría, sino un primer inventario de los hechos sometidos a nuestras observaciones, que se man­ tiene lo más cerca posible de esos hechos, sin intentar expli­ carlos”.2 Mientras que los puntos de vista genético, dinámico y económico de la metapsicología continuaron siendo esen­ cialmente los mismos en el curso de los trabajos de Freud, la teoría tópica y el punto de vista tópico metapsicológico fue­ ron reemplazados, finalmente, por la teoría estructural; pero las descripciones hechas en términos tópicos no fueron deja­ das nunca totalmente de lado. Freud se refirió muchas veces a las estructuras del yo, del ello y del superyó en términos tópicos. Al llegar a este punto conviene recordar que aunque la teoría tópica fue formulada en 1915 en el artículo sobre

(1915e), “Lo inconsciente*1, S.E., vol. 14, pág. 173. B.N . tomo II. j 2 (1940¿ [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 161. B.N., tomo III.

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“Lo inconsciente*% las proposiciones tópicas estaban ya en la base del modelo de la mente que Freud propuso en el ca­ pítulo VII de La interpretación de los sueños. La hipótesis tópica “está íntimamente unida a la de una separación topográfica de los sistemas inc y cc, y tam­ bién a la posibilidad de que una idea pueda existir simultá­ neamente en dos lugares del aparato anímico, vale decir que si no es inhibida por la censura avanza regularmente de una posición a la otra sin perder, posiblemente, su primera ubi­ cación o registro*’.3 En Introducción al psicoanálisis Freud utiliza una ana­ logía espacial para caracterizar y describir los dos sistemas así como la censura existente entre ellos. Compara el siste­ ma inconsciente “a un largo hall de entrada en el que los impulsos mentales se codean unos con los otros, como indi­ viduos independientes. Junto a este hall de entrada hay otra habitación más estrecha, una especie de sala, en la que tam­ bién reside la conciencia. Pero en el umbral que separa las dos habitaciones hay un guardián que se encarga del desem­ peño de ciertas funciones; examina los distintos impulsos mentales, actúa como censor y en caso de que dichos impul­ sos le desagraden no les permite entrar en la sala’*.4 En el artículo sobre “Lo inconsciente” Freud agregó, además, “que el sistema prec comparte las características del sistema cc y que la censura más rigurosa se cumple en el punto de transición del inc al prec (o cc)”.5 En “Adición meta psicológica” Freud atribuye al siste­ ma cc la función de “percepción consciente” y lo considera como el sistema “cuya actividad depende por lo general la posibilidad de volverse consciente”. Pero, y esto agrega, re-

3 (1915e), “Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 175. B.N., tomo II. 4 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 295; cf. también (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 144 y sig. B.N., tomos II y III. 5 (1915c), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 173; cf. tam­ bién 1940a [1938], pág. 232. B.N., tomos II y III.

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presenta un indicio de insatisfacción en relación con las for­ mulaciones tópicas que “el hecho de que una cosa se vuelva consciente no coincide todavía totalmente con su pertenen­ cia a un sistema, porque sabemos que es posible tener con­ ciencia de imágenes sensoriales mnémicas a las que no es via­ ble dar una ubicación psíquica en los sistemas ce o pept” 6 Antes de la formulación de la división estructural de la mente, el punto de vista tópico permitió que Freud lograra dentro de ciertos fenómenos clínicos un insight más pro­ fundo que el que hubiera permitido la llamada “psicología normal”. Para el psicoanálisis la explicación de “la extra­ ña conducta de los pacientes que son capaces de conciliar un conocimiento consciente con el desconocimiento • • • no ofrece dificultades. Por otra parte, el fenómeno que hemos descrito proporciona uno de los fundamentos más serios de una teoría que enfoca los procesos anímicos desde un ángu­ lo de diferenciación tópica. Los pacientes conocen ahora la experiencia reprimida en su pensamiento consciente, pero esto no tiene ninguna conexión con el lugar en el que el re­ cuerdo reprimido está contenido, en una u otra forma. Sin embargo, ningún cambio es posible hasta que el proceso del pensamiento consciente haya penetrado allí y superado las resistencias de la represión.”7 Gracias a la ayuda de la comprensión tópica del proce­ so de represión fue posible también aclarar “el mecanismo de los trastornos mentales. En los sueños, la substracción de la catexia (libido o interés) afecta por igual todos los siste­ mas; en neurosis de transferencia se sustrae la catexia prec; en la esquizofrenia, la catexia del inc; en la demencia la del ce”.8 La represión, como tal, podría caracterizarse de ma­ nera muy adecuada utilizando las consideraciones tópicas.

6 (1917d), “Adición meta psicológica a la teoría de los sueños*', S.E., vol. 14, pág. 232. B.N., tomo II. 7 (1913c), “Sobre la iniciación del tratamiento’*, S.E., vol. 12, pág. 142. B.N., tomo II. 8 (1917d), “Adición meta psicológica a la teoría de los sueños*', S.E., vol. 14, pág. 235. B.N., tomo II.

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Esta interfiere únicamente en la relación de las representa­ ciones instintivas con un sistema psíquico, especialmente el de la conciencia yy 9 o: “Nuestro conocimiento del material inconsciente, no equivale a su conocimiento; si se lo comu­ nicamos, no lo recibe en reemplazo de su material incons­ ciente sino junto a él y esto lo modifica muy poco. Convie­ ne más describir tópicamente este material inconsciente, de­ bemos buscarlo en su memoria, en el lugar en que se vuelve inconsciente por obra de la represión. »»10 La comprensión de que la división de la mente en in­ consciente, preconsciente y consciente era muy superficial facilitó el camino para su división en las estructuras del ello, el yo y el superyó. En El yo y el ello Freud señaló que el descubrimiento de una parte inconsciente del yo hace que “si queremos mantener nuestras formas habituales de expre­ sión y reducir, por ejemplo, la neurosis a un conflicto entre lo consciente y lo inconsciente, terminemos encontrándonos con infinitas dificultades e imprecisiones. Partiendo de nuestro conocimiento de la vida anímica tendremos que sus­ tituir esta antítesis por otra, la que existe entre el yo cohe­ rente y el yo reprimido que se ha disociado de él”. 1 Conti­ nuó diciendo qüe las condiciones estructurales llevan al re­ conocimiento de que “lo inc no coincide con lo reprimido. Es verdad que todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido. También una parte del yo... puede ser inconsciente e indudablemente lo es. Y este inc, que pertenece al yo, no es latente como el prec, pues si lo fuera no podría ser activado sin volverse cc y el proceso de atracción a la conciencia no encontraría tan grandes di­ ficultades”.12 Hay muchos ejemplos que muestran que Freud consi-

9 (1915d), “La represión", S.E., vol. 14, pág. 149. B.N., tomo II. 10 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 436; cf. ib id., pág. 341 y sig. B.N., tomo II. 11 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 17. B.N., tomo III. 12 Ibid., pág. 17 y sig. B.N., tomo III.

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deró el punto de vista estructural como una ampliación del enfoque tópico. En Esquema del psicoanálisis, Freud dice que los términos “tópico” y “estructurar*13 son equivalen­ tes, En su artículo sobre “Psicoanálisis” los dos puntos de vista se combinan en su definición del punto de vista tópico de la metapsicología: “Tópicamente, el psicoanálisis consi­ dera al aparato mental como un instrumento compuesto, y procura determinar en qué punto del mismo se ubican los distintos procesos mentales. De acuerdo con las concepcio­ nes psicoanalíticas más recientes, el aparato anímico se com­ pone de un de un 'yo' ... y de un *superyó*.14 “Ha­ biendo considerado la dirección tópica del aparato psíquico en un yo y un ello, con la que corre paralela la diferencia de cualidad entre lo preconsciente y lo inconsciente • • • J» 15 Cuando la teoría tópica fue reemplazada por la estruc­ tural, el psicoanálisis se encontró en una posición mejor para complementar los puntos de vista genético, dinámico y eco­ nómico de la metapsicología. El conflicto subyacente, ca­ racterístico de algunos procesos patológicos, pudo ser des­ crito, en algunas oportunidades, como un conflicto intersistémico, y en otras, como un conflicto intrasistémico. “La neurosis de transferencia corresponde a un conflic­ to entre el yo y el ello; la neurosis narcisista a un conflicto entre el yo y el superyó; y la psicosis a uno entre el yo y el mundo externo.”16 Freud pudo describir entonces “la esencia de una neu­ rosis* * afirmando, en términos estructurales, “que el yo * • ♦

13 (1940a [1938]) , Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 204. B.N., tomo 14 (1926f), “Psicoanálisis”, S.E., vol. 20, pág. 266. B.N., tomo III. 15 (1940a ¡1938),. Esquema del psicoanálisis. S.E., vol. 23, pág. 163. B.N., tomo 16 (1924b), “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19, pág. 162. B.N., tomo III.

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no es capaz de cumplir su función de mediador entre el ello y la realidad, que en su debilidad sustrae algunas porciones instintivas del ello, y para compensarlo tiene que sufrir las consecuencias de su renunciamiento bajo la forma de res­ tricciones, síntomas y formaciones reactivas poco afortuna­ das”. Durante la infancia nuestro yo puede “refugiarse en la represión”, y si el “proceso de represión” se repite en etapas posteriores de la vida, “los instintos se liberan de la domina­ ción del yo, encuentran satisfacciones sustitutivas en los caminos de la regresión, mientras el pobre yo se vuelve irre­ mediablemente neurótico”.17 De manera similar, la interac­ ción entre las tres estructuras y el potencial para los con­ flictos neuróticos pudo ser descrito entonces muy lú­ cidamente: “Corresponde al yo satisfacer las demandas plan­ teadas por sus tres relaciones dependientes, la realidad, el ello y el superyó, pero preservando, al mismo tiempo su propia organización y autonomía. La precondición necesaria del estado patológico... puede ser sólo un debilitamiento re­ lativo o absoluto del yo que imposibilita el cumplimiento de sus tareas. La más severa de las exigencias impuestas sobre el yo es, posiblemente, la represión de los reclamos instintivos del ello, para lograr lo cual está obligado a emplear grandes cantidades de energía en contracatexias. Pero las exigencias planteadas también por el superyó suelen ser tan poderosas e intranquilizantes que el yo puede llegar a paralizarse, co­ mo ya lo estuvo al tener que hacer frente a sus otras tareas. Podemos suponer que en los conflictos económicos que sur­ gen en este punto, el ello y el superyó hacen muchas veces causa común contra el yo que pese a estar duramente pre­ sionado, trata de adherirse* a la realidad para preservar su es­ tado normal. Si los otros dos se vuelven demasiado fuertes logran alterar y debilitar la organización del yo, de modo que su relación adecuada con la realidad se perturba o puede incluso concluir. >>is 17 (1926e), Análisis profano, S.E., vol. 23, pág. 241 y sig. B.N., tomo III. 18 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 172. B.N., tomo III.

EL PUNTO DE VISTA GENETICO

El hecho de que las consideraciones genéticas sustenten todas las formulaciones psicoanalíticas, dificulta la tarea de encontrar en los trabajos de Freud formulaciones precisas de este punto de vista. En sus definiciones de la metapsicología no involucró nunca, al menos explícitamente, el punto de vista genético. Sin embargo, toda la teoría de la sexualidad infantil, la postulación de fases específicas del desarrollo libidinal, el supuesto de la existencia de puntos de fijación y, la posibilidad de regresión a estos, así como muchos otros conceptos analíticos adicionales, señalan las raíces genéticas de cualquier perturbación. Freud se refiere a esto al afirmar que cuando “un paciente neurótico adulto se dirige a noso­ tros en procura de un tratamiento psicoanalítico... encontra­ mos, por lo general, que su neurosis tiene, como punto de partida, una ansiedad infantil... que en realidad es una pro­ longación de ésta; como si un hilo continuo y no perturba­ do de actividad psíquica, cuyo punto inicial se encuentra en los conflictos de la infancia, hubiera sido hilado a lo largo de toda su vida”.1 Un concepto similar figura en un artículo posterior, en el que Freud afirma que “a pesar de la evolu­ ción ulterior, ninguno de los productos infantiles desaparece en el adulto. Todos los deseos, impulsos instintivos, modos

1 (1909b), “Análisis de la fobia de un niño de cinco años'*, S.E., vol. 10, pág. 143. B.N., tomo II.

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de reacción y disposiciones del niño, subsisten en el adulto y pueden volver a emerger en circunstancias adecuadas. Recu­ rriendo al modelo espacial de descripción que la psicología psicoanalítica se ha visto obligada a adoptar, podríamos de­ cir que no están destruidos sino simplemente encubiertos”.2 En un párrafo anterior del mismo artículo, Freud pres­ ta atención a los fenómenos de regresión y fijación, procesos que señalan la importancia que las consideraciones genéticas tienen para la comprensión de las neurosis de los adultos: “La sexualidad normal de los adultos deriva de la sexuali­ dad infantil a través de una serie de desarrollos, combinacio­ nes, divisiones y supresiones, que nunca evolucionan de un modo idealmente perfecto dejando en consecuencia tras de sí predisposiciones para una regresión de la función en for­ ma de enfermedad.”3 En Tres ensayos sobre una teoría se­ xual elabora estos factores predisponentes, al afirmar que: “La importancia de todas las manifestaciones sexuales tem­ pranas es incrementada por un factor psíquico... estas pri­ meras impresiones de la vida sexual se caracterizan por una tenacidad, o sensibilidad a la fijación, incrementada en per­ sonas que posteriormente llegan a ser neuróticas o perver­ sas... Parte de la explicación de esta tenacidad de las impre­ siones tempranas puede encontrarse, quizás, en otro factor psíquico que no se debe dejar de lado en la motivación de la neurosis, nos referimos a la preponderancia que en la vida anímica tienen los rastros mnémicos frente a las impresiones recientes. Gran parte de las desviaciones de la vida sexual nor­ mal que se observan más tarde, tanto en neuróticos como en perversos, se establecen, desde el principio, por obra de las impresiones de la infancia.”4 El análisis del pequeño Juanito llevó a Freud a la con-

2 (1913j), “Múltiple interés del psicoanálisis*', S.E., yol. 13, pág. 184 y sigs. B.Ñ., tomo II. 3 (1913j), “Múltiple interés del psicoanálisis**, S.E., yol. 13, pág. 180ysig.> B.N., tomo II. 4 (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 242, B.N., tomo II.

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firmación de conceptos que había desarrollado, por inferen­ cia, a partir del tratamiento de adultos neuróticos: “la neu­ rosis de estos pacientes podía en todos los casos remontarse a los mismos complejos infantiles que se manifestaron detrás de la fobia de Juanito. Por eso me siento inclinado a recla­ mar, para esta neurosis de infancia, la significación que en­ traña ser un tipo y un modelo, y suponer que la multiplici­ dad de los fenómenos de represión puestos de manifiesto por las neurosis así como la abundancia de su material pató­ geno, no se contraponen al hecho de haber derivado de un número muy limitado de procesos, vinculados a idénticos complejos de ideación”.5 En muchos casos Freud estudia con más detalles las ra­ zones por las que las bases genéticas de las enfermedades neuróticas posteriores se afirman durante la infancia y sus experiencias. Una de las exposiciones más lúcidas de este punto de vista se encuentra en Análisis profano, en el que Freud escribe que “la esencia de una neurosis” debe encon­ trarse en el hecho de “que el yo... no es capaz de cumplir sus funciones de mediador entre el ello y la realidad ”Este tipo de debilidad del yo es común en la infancia de todos los individuos; y a esto se debe el que las experien­ cias de los primeros años de la infancia sean tan importantes para la vida posterior. Bajo el peso extraordinario de este período de la infancia... nuestro yo se refugia en la represión y se expone a sí mismo a una neurosis infantil, cuyo rema­ nente arrastra hasta la madurez, como una predisposición para una enfermedad nerviosa posterior”.6 En el mismo contexto Freud afirma que “si la debilidad relativa del yo es el factor decisivo para la génesis de una neurosis” hasta una enfermedad posterior puede preveerla, “pero siempre que se haya producido un debilitamiento del yo”.7 ••■

5 (1909b), “Análisis de la fobia de un niño de cinco años”, S.E., vol. 10, pág. 147. B.N., tomo II. 6 (1926e), Análisis profano, S.E., vol. 20, pág. 261. B.N., tomo III. 7 Ibid., pág. 242. B.N., tomo III.

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En Esquema del psicoanálisis (1938) Freud describe la misma situación a partir de un ángulo en cierta medida dis­ tinto, y afirma que, “desde el punto de vista biológico... el yo fracasa en la tarea de dominar las excitaciones del perío­ do sexual precoz, en un momento en que su inmadurez lo hace incompetente para ello. Y es en este retraso del des­ arrollo del yo, que lo ubica detrás del desarrollo libidinal, donde encontramos la precondición esencial para las neu­ rosis. Quizá la etiología de las neurosis presente compleji­ dades mayores que las descritas; de ser así, por lo menos hemos puesto de relieve una parte esencial del comple­ jo etiológico”.8 Otro factor que debe tenerse presente en la determina­ ción genética de una neurosis es la posibilidad de la existen­ cia de traumas tempranos. En Moisés y la religión monoteís­ ta Freud señala que el cambio “con el que la neurosis defini­ tiva se manifiesta como un efecto tardío del trauma” apare­ ce muchas veces en una etapa posterior, después de un pe­ ríodo de “latencia” y de “desarrollo no perturbado”. Conti­ núa diciendo que: “El fenómeno de la latencia de una neu­ rosis, entre las primeras reacciones al trauma y el estallido fi­ nal de la enfermedad, debe ser considerado como típico.”9 A lo largo de sus trabajos, Freud continuó insistiendo en la importancia que la primera infancia y en especial la se­ xualidad infantil tienen para la comprensión de las neurosis posteriores. En Esquema del psicoanálisis, señaló, una vez más, que “nuestros conceptos sobre la etiología de la neuro­ sis y la técnica de nuestra terapia analítica” derivan del co­ nocimiento de que “el comienzo de la vida sexual es difási­ co, y se produce en dos oleadas”, que “los hechos de este período temprano... son víctimas de la amnesia infantil” y del insight logrado mediante este conocimiento.10 El estu8 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, póg. 200. B.N., tomo III. 9 (1939a), Moisés y la religión monoteísta, S.E., vol. 23, pág. 77. B.N., tomo III. 10 (1940 a J1938]) , Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23,P¿g. 153. B.N.,tomo III

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dio de las funciones sexuales llevó a Freud a la convicción de que la “etiología de los trastornos que estudiamos debe buscarse en el desenvolvimiento histórico del individuo, o sea en épocas más tempranas » íi y que “las neurosis se ad­ quieren únicamente en la primera infancia... aun cuando sus síntomas no aparezcan hasta mucho más tarde... En cada ca­ so, la enfermedad neurótica posterior se vincula con su pre­ ludio en la infancia”.12 En el mismo trabajo Freud señala también que la “in­ fluencia de la civilización es un elemento determinante de la neurosis” y que “en el término de unos pocos años la pe­ queña criatura primitiva debe convertirse en un ser humano civilizado; debe atravesar una franja muy extensa del des­ arrollo cultural humano en una forma milagrosamente abre­ viada. Está capacitado por la disposición hereditaria, pero le resultaría muy difícil lograrlo sin la ayuda adicional de la educación y la influencia paternas. Por estas razones es nece­ sario que en la etiología de las neurosis tengamos presente el papel desempeñado por esta característica fisiológica de la especie humana, el prolongado período de su dependencia infantil”.13 La cita que acabamos de reproducir tiene gran importancia porque señala que el punto de vista genético de­ be tomar en cuenta dos factores fundamentales: las ex­ periencias de la primera infancia, como posibles influencias predisponentes por una parte, y la calidad de la índole here­ ditaria y su potencial patógeno, por la otra. En la correlación entre ciertos trastornos neuróticos y algunos puntos específicos de fijación (por ejemplo, histeria, neurosis obsesiva, etcétera) está implícito un enfoque bási­ camente genético. Desde otro punto de vista, el origen es concebido en términos de conflictos entre estructuras de la mente, o entre una de ellas y el mundo externo: “Vemos ahora que hemos logrado que nuestra simple fórmula genéti11 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis. S.E., vol. 23, pag. 156. B.N., tomo IH. 12 Ibid, pág. 184. B.N., tomo m. 13 Ibid., pág. 185. B.N., tomo HI.

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ca resulte más completa, sin renunciar a ella. La neurosis de transferencia corresponde a un conflicto entre el yo y el ello; la neurosis narcisista a un conflicto entre el yo y el superyó, y la psicosis a uno entre el yo y el mundo externo.”'4 Aquí nos encontramos nuevamente con el énfasis que Freud hace recaer sobre el factor de conflicto para llegar a una comprensión metapsicológica de los fenómenos patológicos.

14 (1924b), “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19,'pág. 152. B.N., tomo III.

PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO PSIQUICO

Desde el comienzo de su trabajo clínico Freud estable­ ció un sistema de principios de la función mental, cuya apli­ cación adecuada podría ser un factor determinante en la psi­ cología de un individuo. Estos principios son: 1) el de placerdisplacer, con sus variaciones en los principios de constan­ cia, inercia neurónica y nirvana; 2) sus modificaciones, el principio de realidad, y 3) el de la compulsión a repetir. Consideró la aplicación de estos principios en términos de los montos de tensión del aparato mental resultantes de estí­ mulos tanto externos como internos; del propósito de dicho aparato de liberarse de dichos estímulos o mantenerlos en el más bajo nivel; o de ser posible, eliminarlos totalmente. El displacer se relaciona así con un incremento de la excitación y el placer con una disminución de ésta. Para lograrlo, el aparato utiliza las catexias móviles y ligadas por medio de las cuales puede reprimir o permitir una satisfacción, parcial o completa, de las representaciones mentales de los instin­ tos. Como la compulsión a repetir es la manifestación de lo reprimido que ha sido proscripto del yo, su catexia no pue­ de ser ligada y no es dominada por el principio del placer. 1. Principio de constancia El aparato psíquico trata de mantener la cantidad de excitación en el nivel más bajo posible, o por lo menos en

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un nivel constante.1 Esto presupone que el aparato tiene una carga de energía (catexias), que emanan de las necesida­ des instintivas y varían en cantidad y calidad. Este principio, enunciado originariamente en 1892, fue redefinido en “El proyecto” como “el principio de inercia neurónica”. En términos neurológicos:“las neuronas tienden a despojarse de cantidad”, vale decir, de cargas de excitación. Pero cuando trató de hacer las formulaciones en térmi­ nos psicológicos, volvió a la terminología anterior, o sea el principio de constancia. Lo desarrolló bajo la forma del “principio del placer” que “se desprende del principio de constancia. En realidad este último principio fue inferido de los hechos que nos obligaron a adoptar el principio del pla­ cer”.2 (En La interpretación de los sueños se le dio el nom­ bre de principio de displacer.) Este impone a los individuos, como fin primordial, un plan destinado al logro de la feli­ cidad. Puede ser el fin positivo de experimentar sentimien­ tos intensos de placer, o el negativo de evitar el dolor y el displacer. “El placer y el displacer se relacionan con la canti­ dad de excitación presente, pero de ningún modo ligada en el aparato anímico; el displacer corresponde a un incremen­ to en la cantidad de excitación, y el placer a su disminución en un determinado período. Las sensaciones de naturale­ za placiente no tienen en ellas nada que sea inherentemente incitante, mientras que las displacientes lo tienen en el más alto grado. Las últimas impulsan al cambio, a la descarga, y por eso consideramos que el displacer implica una intensifi­ cación, y el placer una disminución de la catexia de energía. Llamaremos placer y displacer a lo que se vuelve consciente, un ‘algo’ cualitativo y cuantitativo en el curso de los proce­ sos anímicos...”3 El principio del placer exige, en conse­ cuencia, que el trabajo del aparato mental consista en evitar

(1920g), Más allá del principio del placer; S.E., vol. 18, pág. 9. B.N., tomo III. 2 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 9. B.N., tomo 111. 3 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 22. B.N., tomo III.

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el displacer manteniendo baja y constante la cantidad de ex­ citación. Hasta la formulación de los dos instintos primarios, en 1920g, Freud identificó el “principio de nirvana” con el prin­ cipio de placer. Definió entonces el “principio de nirvana” como la tendencia del aparato mental a disminuir su tensión a cero, en relación directa con el instinto de muerte. El prin­ cipio del placer, en relación directa con Eros, trata de man­ tener la tensión lo más baja y constante posibles. 2. El principio de realidad “Bajo la influencia del instinto de autopreservación del yo, el principio del placer es reemplazado por el principio de realidad. Este último no abandona el propósito de obtener finalmente placer, pero sin embargo pide, y consigue, el aplazamiento de la satisfacción, el abandono de una canti­ dad de posibilidades de obtener satisfacción y la tolerancia temporaria del displacer, como un paso en el largo camino indirecto hacia el placer.”4 Esta modificación del principio del placer conserva el propósito de lograr satisfacción, pero cuenta con una cierta protección contra el sufrimiento que podría resultar como consecuencia de la libre aplicación del principio de placer, ya que la insatisfacción de los instintos domeñados causa menos dolor que el provocado por la falta de satisfacción de los instintos desinhibidos y sometidos to­ talmente al dominio del principio de placer.5 3. Principio de la compulsión a la repetición Freud lo definió como la manifestación del poder de lo reprimido; como la atracción ejercida por los prototipos in4 (1920g), Más allá del principio de placer, S.E., vol. 18, págs. 10-11. B.N., tomo III. 5 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 79. B.N., tomo III.

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conscientes sobre los procesos instintivos reprimidos, que tiene la fuerza de una oposición instintiva. REVISION HISTORICA

Entre los años 1893 y 1900, Freud comenzó a explorar en forma más profunda los temas que le habían interesado a lo largo de toda su vida, y que se relacionaban con el aparato psíquico y los principios básicos de su funcionamiento, es­ pecialmente en relación con la patología. En el curso de una conferencia pronunciada el 11 de enero de 1893 dijo que “si una persona experimenta una impresión psíquica, en su sis­ tema nervioso se incrementa algo que por el momento lla­ maremos ‘la suma de la excitación* pero que en todos los in­ dividuos existe una tendencia a disminuir nuevamente esta suma de excitación, para preservar su salud”. En “Sobre el mecanismo de los fenómenos histéricos” (1893) hizo un nuevo esbozo de esta suposición, a la que más tarde dio el nombre de principio de constancia (principio que en sus es­ peculaciones posteriores del año 1920 continuó conside­ rando como fundamental): “El incremento de la suma de ex­ citación se produce a lo largo de las vías sensoriales y dismi­ nuye por intermedio de las motrices. En consecuencia, pode­ mos decir que si algo incide sobre un individuo, éste reac­ ciona en forma motora. Ahora podemos afirmar, con cer­ teza, que de esta reacción depende el monto que queda de la impresión psíquica inicial. ?> 6 En Estudios sobre la histeria (1895d), trató de conectar teóricamente esta tendencia general (el principio de cons­ tancia) del funcionamiento mental con el origen de la his­ teria. Las cantidades de excitación producidas por la histeria no pueden descargarse en la forma normal para reducir la su­ ma de excitación. Existe, en consecuencia, la necesidad clí­ nica de desgaste de afecto para poder así restablecer el equi-

6 (1893h), “Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos his­ téricos”, S.E., vol. 3, pág. 36. B.N., tomo I.

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librio. “En nuestros pacientes encontramos un vasto con­ junto de ideas que resultan admisibles a la conciencia, y que coexiste con otro conjunto más pequeño que no lo es. Por eso el campo de la actividad psíquica de ideación no coinci­ de en ellos con la conciencia potencial. La última es más li­ mitada que aquella. Su actividad psíquica ideacional se di­ vide en una parte consciente y otra inconsciente, y sus ideas se dividen en algunas que son admisibles y otras que no son admisibles para la conciencia.” 7 Freud pensó que la capaci­ dad para ser admitida por la conciencia es determinada por el sentimiento de placer o displacer que se despierta. Breuer vinculó a esta concepción la teoría de las catexias móviles o fijas que Freud convirtió en piedra angular de todas sus for­ mulaciones posteriores. En el año 1894 al ocuparse de la “Neuropsicosis de defensa”, hizo referencia “al concepto de que en las funciones mentales debe diferenciarse algo, una cuota de afecto o suma de excitación que tiene todas las ca­ racterísticas de una cantidad (aunque no tengamos los me­ dios necesarios para medirla) que es capaz de aumento, dis­ minución, desplazamiento y descarga, y que está esparcida sobre la superficie de un cuerpo”. Consideró que esta hipó­ tesis estaba “provisoriamente justificada por su utilidad pa­ ra coordinar y explicar una gran variedad de estados psí­ quicos • * • 8 En “El proyecto” escrito en 1895 y publicado después de su muerte, Freud trató de formular y desarrollar en tér­ minos fisiológicos estas teorías sobre el funcionamiento men­ tal. Gran parte de sus conceptos psicológicos posteriores fueron esbozados en ese trabajo sobre la base de sus descu­ brimientos neurológicos. En 1915 afirmó que aunque “la investigación ha proporcionado pruebas irrefutables de que la función psíquica se vincula con la actividad del cerebro más que con la de ningún otro órgano... todos los esfuer-

1 (1893a), “Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos his­ téricos”, S.E., vol. 3, pág. 225. B.N., tomo I. 8 (1894a), “La neurosis de defensa”, S.E., vol. 3, pág. 60. B.N., tomo I.

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zos destinados a deducir de estos hechos una localización de los procesos mentales, todo el empeño puesto para llegar a la conclusión de que las ideas están almacenadas en las célu­ las nerviosas y que las excitaciones pasan a lo largo de las fi­ bras nerviosas, han fracasado totalmente”. 9 Pero como mu­ chas de sus formulaciones posteriores están directamente re­ lacionadas con el pensamiento que enuncia en “El proyec­ to”, y pueden ayudar a clarificarlo, consideramos que está plenamente justificado un resumen de sus conceptos. Freud trató de explicar más detalladamente el princi­ pio de constancia dándole un nuevo nombre, el de prin­ cipio de la inercia neurónica. Consideró las excitaciones de las neuronas como cantidades que fluyen y tienden a la inercia (por ejemplo, disminuyendo el nivel de tensión a ce­ ro) pese a que el sistema tiene que mantener en depósito cantidades suficientes para satisfacer las demandas derivadas de una acción específica. Pero persiste “la tendencia a man­ tener baja la cantidad, por lo menos dentro de lo posible, evitando así cualquier incremento”, vale decir, manteniendo constante el nivel de tensión. Las funciones del sistema neurónico deben agruparse bajo los siguientes encabezamientos: 1) La función primaria (por ejemplo el proceso de descarga de las cantidades adquiridas de excitación, por intermedio del mecanismo muscular, o 2) de la función secundaria im­ puesta por exigencias de la vida.10 (Este es el antecedente de la diferenciación hecha en Más allá del principio del placer [1920 g] y en “El problema económico del masoquismo” [1924 c] entre el principio de nirvana relacionado con el ins­ tinto de muerte, reducción del nivel de tensión a cero, y el principio del placer relacionado con Eros, que mantiene el nivel de tensión lo más bajo posible.) Consideró que la es­ tructura del sistema neurónico estaba destinado a retener cantidades (catexias) de las neuronas, mientras que su fun-

9 (1915e), "Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 174. B N.,tomo II. 10 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 358.

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ción respondía al propósito de descargar cantidades; las faci­ litaciones se instalan para proteger el sistema mediante el li­ bre flujo de las catexias. Esto se relaciona también con la tendencia de la vida psíquica a evitar el displacer, a la que nos “inclinamos a identificar con la tendencia primaria ha­ cia la inercia”.11 El displacer coincidiría con un incremento en el nivel de cualidad, o con un aumento cuantitativo de presión; el placer, en cambio, sería la sensación de descarga. El sistema está sometido a estímulos internos y exter­ nos y al interjuego entre los mismos. El niño posiblemente necesita de una modificación del mundo exterior para des­ cargar su tensión interna: “Esa modificación se logra gracias a una ayuda proveniente del exterior, cuando una persona mayor percibe el estado del niño, puesto de manifiesto por medio de una descarga, que se produce siguiendo las vías de descarga interna (por ejemplo, el llanto). Esta vía desempeña una importante función secundaria, la de la comprensión o comunicación con otras personas y, en consecuencia, la im­ potencia primitiva de los seres humanos se convierte en la fuente primordial de todas las motivaciones morales.”12 Se instituye una experiencia de satisfacción que lleva a una fa­ cilitación entre las dos imágenes mnémicas (la del objeto de­ seado y la del movimiento reflejo) por una parte, y las neu­ ronas catectadas durante el estado de urgencia por el otro, de modo que cuando vuelve a producirse un estado similar, por ejemplo, el hambre, la catexia puede pasar a la memoria y reactivar la experiencia de satisfacción. Cuando el niño comprueba que la alucinación no se cumple sufre una des­ ilusión y libera displacer desde el interior del cuerpo. Para evitar esto “se forma la organización del yo y su presen­ cia interfiere con el pasaje de cantidades (catexias) que pro­ vocarán el displacer y reprimirán el deseo. Aunque el yo debe tender por fuerza a liberarse de sus catexias por medio de la satisfacción, provoca, inevitablemente, la repetición de ex­ periencias de dolor y afecto; y debe hacerlo en la forma que

11 Ibid.t pág. 373. 12 lbid.t pág. 379.

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generalmente recibe el nombre de‘inhibición* *’. Esta inhi­ bición es la que “posibilita la formación de un criterio pa­ ra diferenciar entre una percepción y un recuerdo*’, 14 permite la formación de un criterio de realidad. Freud insis­ te en que esta interpretación correcta de los indicios de rea­ lidad es el sine qua non de un proceso psíquico secundario, que es a su vez una modificación del proceso primario ori­ ginal. (En La interpretación de los sueños Freud amplió no­ tablemente esta teoría, pero “las características de la orga­ nización del yo”, tuvieron que esperar que completara la formulación de la teoría estructural [El yo y el ello, 192 3oJ). Llegó a la conclusión de que el juicio, el pensamiento y la atención, aspectos secundarios del proceso del yo, se des­ arrollaban y eran usados “para permitir que el sujeto volvie­ ra a su primer objeto original, satisfactorio (y hostil) 15 y lo­ grar así un “estado de identidad”.16 (Más adelante, en La Ínterpretacion de los sueños Freud la consideró como una “iden­ tidad perceptual”, vale decir una repetición de la percep­ ción, vinculada por intermedio de la catexia, con la satisfac­ ción de sus necesidades.) Pero como “originariamente una catexia perceptual, al heredar una experiencia de dolor, li­ bera displacer”, el yo debe, en la medida de lo posible, limi­ tar este afecto utilizando los rastros mnémicos como una señal.17 (En Inhibición, síntoma y angustia [ 1926d]) aplicó esta idea al problema de la ansiedad.) El concepto funda­ mental de catexias libres y ligadas nos permite comprender como puede el yo regular el afecto y defenderse así del displacer.1* En “Principio de la insensibilidad a la excitación de los sistemas no catectados” afirmó que una cantidad pasa más fácilmente de una neurona a otra neurona catectada que a 13 14 15 16 17 18

Ibid., Ibid., 76id., Ibid., Ibid., Ibid.,

pág. 384. pág. 386. pág. 393. págs. 417 y 435. pág. 415. pág. 429.

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una no catectada. En “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños”, (1917d [1915]), en Más allá del principio del placer (1920g) y en “Una nota sobre ‘El block maravilloso* ” (1925a), volvió brevemente sobre ese concepto. En con­ secuencia, la defensa más importante del yo contra la libera­ ción del displacer consiste en no catectar neuronas que pro­ vocarían esa liberación. Si esta defensa fracasa, si “aparece una indicación de realidad, la catexia perceptual que está si­ multáneamente presente, debe ser hipercatectada. Esta es la segunda regla biológica (de defensa)”.19 Para comprensar las catexias muy fuertes de experien­ cias dolorosas y desagradables se necesitan conexiones cuan­ titativamente amplias y repetidas del yo.20 En 1900 Freud expresó nuevamente sus principios de funcionamiento psíquico en términos psicológicos, sin es­ tablecer ninguna vinculación con conceptos anatómicos y fi­ siológicos. Los principios de constancia (Estudios sobre la histeria) y de inercia neurónica (“El proyecto”) fueron re­ lacionados directamente con el aparato psíquico aunque en el capítulo VII de La interpretación de los sueños (1900a) no recibieron esos nombres; su funcionamiento se vinculó con el del principio placer-displacer, que fue reconocido como el más importante del aparato mental, tanto en su sis­ tema primario como en el secundario. Freud satisfizo la ne­ cesidad que tenía el aparato en desarrollo de un refinamien­ to del automatismo más grosero de la regulación placer-dis­ placer, y lo hizo mediante un enfoque tentativo del princi­ pio de realidad, al que consideró como una evolución nece­ saria del principio dominante. Las necesidades más sofis­ ticadas de la mente fueron registradas en el curso de su apli­ cación del principio del gasto mínimo de inervación y de la excitación apropiada del aparato psíquico hecho en la for­ ma más económica para lograr la prevención del displacer y la obtención del placer. Los principios fueron definidos explícitamente como: 19 (1950a ^1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis*Londres, Imago, 1954,pág. 429. 20 Ib id, pág. 437.

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Principio de constancia Freud pensó que las actividades del aparato psíquico primitivo están reguladas por un esfuerzo destinado a evitar una acumulación de excitación y a mantenerlo lo más libre posible de esta, vale decir, sin estímulos.21 Al llegar aquí es­ taba tratando de unir el principio de inercia neurónica, me­ diante el cual el aparato intenta liberarse de toda tensión (cantidades) y volver al estado de cero, y el principio de constancia gracias al cual, y habiendo aceptado que algunas excitaciones (estímulos) son necesarias para vivir, el aparato trata de mantener la suma de excitación lo más baja y cons­ tante posible, evitando el displacer y tratando de obtener placer. El principio del displacer Lo logra por medio de la aplicación del principio del displacer (en sus últimos trabajos Freud da a éste el nombre de principio del placer) que, en el primer caso, regula automá­ ticamente el desplazamiento de la catexia que disminuirá el displacer. 22 a El placer y el displacer... prueban ser casi las únicas cualidades psíquicas vinculadas a las transposiciones de energía dentro del aparato... estas liberaciones del placerdisplacer regulan automáticamente el curso de los procesos catécticos. »»*3 La estructura del aparato primitivo está ela­ borada como la de “un aparato reflejo, de modo que cual­ quier excitación sensorial que incida sobre él pueda ser rápi­ damente descargada por una vía motora”.24 Pero como los estímulos internos bajo la forma de necesidades somáticas

21 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 598. B.N., tomo I. 22 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 616. B.N., tomo I. 23 /feid., pág. 574. B.N., tomo I. 24 Ibid., pág. 565. B.N., tomo I.

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mayores, no pueden ser satisfechas por medio del movimien­ to, el niño hambriento patalea, pero continúa teniendo ham­ bre y siente que la excitación provocada por ésta es un senti­ miento desagradable que el principio de displacer no tolera, el cambio puede producirse, únicamente, si en alguna otra forma (en el caso del niño, por medio de una ayuda externa) puede lograrse “una experiencia de satisfacción que ponga fin a los estímulos internos. Un componente esencial de es­ ta experiencia de satisfacción es una percepción particular, la imagen mnémica de lo que de allí en adelante se mantie­ ne vinculado con el rastro mnémico de la excitación produ­ cida por la necesidad”. 25 Esta experiencia involucró enton­ ces una disminución de la excitación y representó un placer; “a una corriente de este tipo puesta en marcha por el displa­ cer, como por ejemplo una acumulación de excitación (ten­ sión), que no puede aliviarse mediante una descarga motora y que tiende a la obtención de placer, le hemos dado el nombre ae ‘deseo', hemos afirmado que sólo un deseo es ca­ paz de poner el aparato en movimiento, y que el curso de la excitación es automáticamente regulado en él por sentimien­ tos de placer y displacer”.26 En el primer caso el deseo se colma si la percepción de la experiencia de satisfacción reaparece y “el camino más cor­ to para la satisfacción del deseo es el que lleva directamente de la excitación producida por la necesidad a una catexia completa de la percepción... En consecuencia, el propósito de esta primera actividad psíquica fue producir una ‘identi­ dad perceptual’, una repetición de la percepción que estuvo vinculada con la satisfacción de la necesidad”.27 Pero esta carga alucinatoria del recuerdo de satisfacción no se adapta aJ principio de placer-displacer, ya que no pone fin a la ne­ cesidad ni tampoco proporciona satisfacción. El aparato, automáticamente regulado por el principio, tiene en conse-

25 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 6, pág. 666. B.N., tomo I. 26 Ibid., pág. 599. B.N., tomo I. 27 Ibid., pág. 666. B.N., tomo I.

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cuencia que encontrar otra actividad; un segundo sistema deriva la excitación que surge de la necesidad de su camino hacia la identidad perceptual a un “camino indirecto que finalmente, y por medio de un movimiento voluntario, mo­ difica el mundo externo, de tal manera que puede llegarse a una percepción real del objeto de satisfacción*’28 y adaptar­ se, así, al principio de placer-displacer. Principio del menor gasto de inervación Freud insistió en la importancia que tenía el hecho de que el segundo sistema encontrara un camino que no agota­ ba la energía psíquica en la búsqueda de la experiencia de satisfacción en una imagen mnémica alucinatoria e insatis­ factoria y que buscara y obtuviera esa satisfacción a partir del mundo externo. Debía examinar de manera constante su camino, y enviar y retirar alternativamente catexias, con el fin de disponer libremente del conjunto del material de la me­ moria, pero tratando, además, de no gastar un exceso de energía, como sucedería “si enviaba grandes cantidades de catexias a lo largo de las distintas vías del pensamiento, con­ tribuyendo así al empobrecimiento sin ningún propósito útil, y también a la disminución de cantidades disponibles para modificar el mundo externo. En consecuencia postuló que para lograr una mayor eficiencia el segundo sistema debe conservar la mayor parte de sus catexias de energía en esta­ do de reposo y emplear sólo una pequeña parte en el desplazamiento**.29 De esta manera el segundo sistema puesto al servicio del placer-displacer adopta el principio del menor gasto de inervación, al catectar las ideas que pondrán fin al displacer y provocarán placer. Este desarrollo es esencial por cuanto el primer siste­ ma, que tiende a asegurar la libre descarga de cantidades de

28 Ibidpág. 699. B.N., tomo I. 29 (1900a), La interpretación de los sueños* S.E., vol. 6, pág. 699. B.N., tomo I.

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excitación es, a consecuencia del principio de displacer, to­ talmente incapaz de introducir nada desagradable dentro del contexto de sus pensamientos. En consecuencia quedan ex­ cluidos los recuerdos esenciales que de ser catectados po­ drían resultar desagradables, y corresponde al segundo siste­ ma el encontrar un método para catectarlos, pero de manera tal que inhiba esta descarga en la dirección del desarrollo del displacer. Freud consideró que esta catexia de una idea he­ cha por el segundo sistema que inhibe, simultáneamente, la descarga de la excitación displacentera podría ser la clave de la teoría de la represión, provocada por esta inhibición de las catexias móviles del primer sistema. Principio de excitación del aparato psíquico Se supone que bajo el dominio del segundo sistema la descarga de excitación es regida por condiciones mecánicas totalmente distintas de las que se encuentran en vigencia en el sistema primario bajo la dominación automática del prin­ cipio primario del displacer. “Las restricciones consiguientes impuestas sobre la eficiencia son interrumpidas por los pro­ cesos de regulación sensorial que, a su vez, son de acción au­ tomática”30 y un progreso se produce cuando “la percep­ ción por los órganos psíquicos sensoriales, pcpt y ce logra dirigir una catexia de atención a las vías por las que se pro­ pagan las excitaciones sensoriales que llegan; la excitación cualitativa del sistema pcpt actúa como un regulador de la descarga de la cantidad móvil en el aparato psíquico”.31 En consecuencia, y para posibilitar la mejor adapta­ ción de los rendimientos, el curso de las ideas se volvió me­ nos dependiente de la presencia o ausencia del displacer. El sistema prec adquirió una cualidad propia vinculándose con

30 (1900a), La interpretación de los sueños. S.E.. vol. 5, pág. 617. B.N., tomo I. f 31 ¡bid„ pág. 616. B.N., tomo^í.

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el sistema mnémico de indicaciones del habla32 que atrae la conciencia. Esto capacita a la conciencia para convertirse en un órgano de los sentidos durante una parte de nuestros procesos del pensamiento y permite también que sea suscep­ tible a la excitación por cualidades. Pero todavía tiene me­ moria. Puede lograrse una mayor delicadeza de funciona­ miento por medio de una nueva hipercatexia provocada por la conciencia. El valor de esto “se evidencia en su creación de una nueva serie de cualidades y, en consecuencia, de un nue­ vo proceso de regulación que representa la superioridad de los hombres sobre los animales ...Para que los procesos del pensamiento puedan adquirir cualidad, en los seres humanos están vinculados con recuerdos verbales, cuyos residuos de cualidad son suficientes para atraer la atención de la con­ ciencia hacia ellos y dotar al proceso del pensamiento con una nueva catexia móvil”.33 El material que provoca excitación fluye dentro de la conciencia desde dos direcciones: “desde el sistema popí, cuya excitación, determinada por cualidades, es sometida posiblemente a una nueva revisión antes de convertirse en una sensación consciente, y desde el interior del aparato mismo, cuyos procesos cuantitativos son experimentados cualitativamente en las series placer-displacer cuando, some­ tidas a ciertas modificaciones, prosiguen su camino a la con­ ciencia”.34 Al percibir nuevas cualidades estas hacen enton­ ces una nueva contribución para “dirigir las cantidades mó­ viles de catexia y distribuirlas en forma conveniente. Me­ diante la ayuda de su percepción del placer y displacer influ­ ye sobre la descarga de la catexia dentro de lo que de otra manera es un aparato inconsciente, que opera mediante el desplazamiento de cantidades”.35 Este introduce una regula­ ción más discriminatoria que el principio del displacer, regu­ lación que puede oponerse a la anterior y que perfecciona

32 33 34 35

Ibid., pag. 574. B.N., tomo I. • Ibid., pág. 617. B.N., tomo I. Ibidpágs. 615-616. B.N., tomo I. Ibid., pág. 616. B.N., tomo I.

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la eficiencia del aparato capacitándolo, en contradicción con el plan original, para catectar y modificar hasta lo que está vinculado con la liberación del displacer’*;36 (A esta formu­ lación, que se encuentra en “Los dos principios del suceder psíquico” 1911, Freud le dio posteriormente el nombre de principio de realidad.) Pero nos advierte que este fin se lo­ gra totalmente en muy pocas oportunidades, aun en la vida mental normal y “que nuestro pensamiento permanece siempre expuesto a falsificación por la interferencia del prin­ cipio de displacer”.37 Por ello, en La interpretación de los sueños, Freud apli­ có sus principios de funcionamiento mental a la ficción de un aparato psíquico primitivo. Las actividades de éste son reguladas por esfuerzos que tienden a evitar una acumula­ ción de excitación y a mantenerlo, dentro de lo posible, li­ bre de toda excitación. Pero a medida que al aparato se le plantean exigencias nuevas y más elaboradas comienza a des­ arrollarse un segundo sistema. El proceso primario trata de liberarse de la tensión y el displacer asegurando la libre des­ carga de las cantidades de excitación. El segundo proceso, dominado también por el principio del displacer, inhibe la descarga y aquieta la catexia hasta tener la seguridad de que no se producirá el displacer.36 Puede hacerlo liberándose de la regulación exclusiva del principio del displacer y some­ tiéndose a las reglas del principio de realidad, para lo cual debe someterse totalmente a la represión.39 (1901-16) En el período que siguió a La interpretación de los sue­ ños Freud amplió aun más estos conceptos. Sus puntos de

36 (1900a), La interpretación de ios sueños, S.E., vol. 5, pág. 161. B.N., tomo I. 37 Ibidpág. 600. B.N., tomo I. 38 Ibid., pág. 600. B.N., tomo I. 39 Ibid., pág. 604. B.N., tomo I.

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vista sobre los principios que regulan el funcionamiento mental no sufrieron sin embargo un cambio fundamental cuando comenzó a aplicarlos al modelo tópico de la mente, que utilizó entre los años 1901 y 1916. Las leyes básicas que había esbozado en “El proyecto” y en el capítulo VII de La interpretación de los sueños de 1901, pueden identi­ ficarse claramente en el representado por Introducción al psicoanálisis de 1916-17. “Toda nuestra actividad mental tiende a obtener el placer y evitar el displacer y está regula­ da, automáticamente, por el principio del placer... el placer está conectado, en alguna forma, con los estímulos que pre­ valecen en el aparato mental y de manera similar, el displa­ cer se conecta con su intensificación” (los principios de constancia y de inercia física). “Los instintos del yo... apren­ den a reemplazar este principio del placer modificándolo. El propósito de evitar el displacer llega a ser tan importante pa­ ra ellos como la obtención del placer... No permiten ya que el principio del placer continúe gobernándolos, obedecen al principio de realidad, que también busca la obtención final del placer, pero de un placer que se logra teniendo en cuenta la realidad.”40 Se introduce, a manera de ensayo, el principio de la compulsión a repetir; la posible diferenciación del principio del placer y del principio de constancia se retrotrae a los dos principios opuestos de constancia y de inercia física, tal co­ mo fueron esbozados en Estudios sobre la histeria y en “El proyecto”, y remiten al principio del placer y al principio de nirvana diferenciados en Más allá del principio del pla­ cer (1920g) y en “El problema económico del masoquismo” (1924c). En el capítulo sobre “Teoría general de la neurosis”, de Introducción al psicoanálisis (1916-17), Freud hace un anticipo de su formulación posterior (1920) de los princi­ pios del nirvana y del placer en los instintos de vida y muer­ te y dice: “Desde el comienzo hasta el final de su evolución

40 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 357. B.N., tomo II.

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los instintos sexuales luchan por la obtención del placer y conservan inalterada su función original. Los... instintos de autopreservación del yo tienen el mismo propósito inicial, pe­ ro bajo la influencia aleccionadora de la necesidad aprenden, muy pronto, a reemplazar el principio del placer » * * i>4 1 Posteriormente, en 1924, atribuyó el principio del nirvana (que originariamente fue el principio de la inercia psíquica) al ins­ tinto de muerte y su modificación, el principio del placer, que incluye los principios de constancia y de realidad, al ins­ tinto de vida. Sin embargo, durante ese período es evidente la desvia­ ción del énfasis puesto en la importancia relativa del princi­ pio del placer y del principio de realidad en el curso del des­ arrollo de la vida psíquica. Esto refleja, posiblemente, la preocupación creciente que Freud tuvo, durante ese tiempo, por el papel desempeñado por los instintos. En “Los dos principios del suceder psíquico ”, de 1911, hizo notar la ne­ cesidad de investigar la relación de los hombres con la reali­ dad “para incorporar a la estrucutra de nuestras teorías la significación psicológica del mundo externo”. Consideró que “el aparato psíquico tenía que llegar a una comprensión de las circunstancias reales del mundo exterior y esforzarse para provocar en ellas una modificación real”, 42 esto con­ tribuyó al desarrollo del pensamiento, del juicio y de la ac­ ción intencional. Pero en 1915, en “Los instintos y sus des­ tinos” señaló que: “Los estímulos externos imponen una so­ la tarea, la de liberarse de ellos, lo que se logra por medio de movimientos musculares... Pero los estímulos instintivos que se originan en el interior del organismo no pueden suprimirse mediante ese mecanismo. Por eso sus exigencias sobre el sis­ tema nervioso son mayores, y lo obligan a comprometerse en actividades complejas e interconectadas... En consecuen­ cia podemos llegar a la conclusión de que los instintos, y no

41 (1916-17) Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 357. B.N., tomo II. 42 (1911b), “Los dos principios del suceder psíquico”, S.E., vol. 12, pág. 219. B.N., tomo II.

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los estímulos externos, son las verdaderas fuerzas motivan­ tes de los progresos que han llevado al sistema nervioso, do­ tado de capacidades ilimitadas, al alto nivel de su desarrollo actual. »43 Al ocuparse del destino que tienen que afrontar los instintos al emerger de su sujección a las tres grandes po­ laridades que dominan la vida mental, vale decir sqjeto-objeto, placer-displacer, actividad-pasividad, Freud pudo haber querido señalar el fuerte vínculo existente entre la influen­ cia relativa y recíproca de la realidad interna y externa. Principio de constancia Freud no mencionó explícitamente este principio co­ mo uno de los reguladores de su modelo típico; sin embar­ go, estaba implícito en su descripción del funcionamiento del aparato mental. Un postulado rector en el campo de los fenómenos psicológicos es “de naturaleza biológica y utiliza el concepto de ‘propósito* (o quizás el de finalidad) y se ex­ presa de la manera siguiente: el sistema nervioso es un apa­ rato que tiene la función de liberarse de los estímulos que le llegan, de reducirlos al más bajo nivel posible; o en caso de ser factible, mantenerse a sí mismo totalmente libre de estí­ mulos**.44 Esta formulación correlaciona el principio de constan­ cia, por ejemplo, el mantener la cantidad de excitación lo más baja y constante posible (1893), con el principio de la inercia física (1893), por ejemplo, reducir la tensión a cero. Sin embargo, en el mismo artículo, y en el capítulo sobre “La teoría general de la neurosis** de Introducción al psico­ análisis (1916-17) se insinúa una duda sobre esta correlación y Freud hace notar que este dominio sobre los estímulos es exigido por el principio del placer ya que los sentimientos

43 (1914d), "Historia del movimiento psicoanalítico**, S.E.,vol. 14, pág. 120. B.N., tomo II. 44 (1915c), “Los instintos y sus destinos**, S.E., vol. 14, pág. 120. B.N., tomo II.

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de displacer provocan un incremento de la tensión mientras que los sentimientos placenteros la disminuyen. Sin embar­ go, en los instintos sexuales el incremento de la tensión es placentero. Por eso llegó a la conclusión de que entre el pla­ cer y el displacer existen muchas relaciones distintas, y en las fluctuaciones de los estímulos afectan la vida mental en relación con los cuales no contaba todavía con los conoci­ mientos suficientes. 45 Sus investigaciones posteriores, rela­ cionadas con la evolución de la “teoría del instinto”, con­ tribuyeron a que en Más allá del principio del placer se defi­ nieran estos principios en forma más precisa. El principio del placer Freud no modificó nunca su criterio sobre la importan­ cia del principio del placer, al que consideró como el regula­ dor más importante del aparato mental. En el año 1911 y en La interpretación de los sueños cambió la denominación del principio del displacer por la del principio del placer, pero esto no modificó de ninguna manera su formulación. Acep­ tó que su substitución por el principio de realidad era sólo una forma de protegerlo; en 1915 todavía afirmaba que el principio del placer regulaba, automáticamente, hasta los aparatos mentales más desarrollados. Como se señaló en el punto anterior, durante este período el principio del placer se correlacionaba con el de constancia salvo en lo que hace a la duda que Freud expresó en “Los instintos y sus destinos” (1915 c). El estrecho vínculo que existe entre el sistema incons­ ciente y el principio del placer fue definido con mayor pre­ cisión cuando Freud elaboró esta teoría en términos metapsicológicos. En “Los dos principios del suceder psíquico”, especificó la forma en que los procesos primarios son gober­ nados por el principio del placer. “La característica más sin-

45 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 15, pág. 121. B.N., tomo II.

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guiar de los procesos inconscientes (reprimidos) consiste en que la realidad mental queda equiparada en ellos a la reali­ dad exterior, y el mero deseo, al suceso que lo cumple, con­ forme, en un todo, al dominio del antiguo principio del pla­ cer. > >46 El destino de los procesos inconscientes depende de su intensidad y de si responden a las exigencias de la regula­ ción placer-displacer. (“Lo inconsciente”, 1915.) La intensidad y fuerza atribuida a este principio fue esbozado por Freud en relación con el odio. En “Los instin­ tos y sus destinos” esta formulación puede ser considerada como un posible vínculo con el amor y el odio (destructivi­ dad) inherentes a la teoría de los instintos de Eros y Tánatos. “La relación del displacer parece ser la única decisiva. El yo (que aquí significa el sí mismo) odia, aborrece y persi­ gue con intención de destruir a todos los objetos que origi­ nan sentimientos displacenteros para él, sin entrar a consi­ derar si implican una frustración de la satisfacción sexual o de la satisfacción de las necesidades de autopreservación del yo. Puede incluso afirmarse que el verdadero prototipo de la relación de odio no deriva de la vida sexual, sino de la lu­ cha del yo para preservarse y mantenerse a sí mismo • • * >>4 7 El concepto primitivo de Freud sobre la relación de los sentimientos de placer (displacer) con las cantidades de ex­ citación y energía mental provenientes de los estímulos in­ ternos y externos no se modificó en ese período. La necesi­ dad del aparato de regular el flujo de las excitaciones (catexias) a fin de obtener el máximo de placer y disminuir el dis­ placer lo llevó en 1911b a una mayor clarificación del prin­ cipio de realidad, y en 1915g a hacer un nuevo intento des­ tinado a relacionar la secuencia del placer y la realidad con las necesidades internas y externas. “Asi como el yo someti­ do al principio del placer no puede hacer nada más que de­ sear, trabajar por la obtención del placer, y evitar el displa-

46 (1922b), "Los dos principios del suceder psíquico", S.E., vol. 12, pág. 225. B.N., tomo II. 47 (1915c), "Los instintos y sus destinos", S.E., vol. 14, pág. 138. B.N. tomo II.

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cer, el yo regido por el principio de realidad sólo debe lu­ char por lo que es útil y protegerse contra el daño.” Freud considera que un individuo ha alcanzado la madurez cuan­ do puede renunciar al principio del placer, adaptarse a la realidad y volverse hacia el mundo externo en procura del objeto de sus deseos.48 El principio de realidad La existencia de un principio de realidad estaba implí­ cito en la formulación de los procesos primario y secunda­ rio con un sistema distinto de energía de las catexias móvi­ les y ligadas, reguladas automáticamente por el principio del placer. Freud señaló esto tanto en “El proyecto” como en La interpretación de los sueños, pero dio una definición más completa de los principios que regulan el aparato en la revi­ sión generalizada hecha en 1911b. El principio de realidad es una institución necesaria que surge como consecuencia de situaciones de frustración en las que los estímulos internos originalmente no podían ser satisfechos, ni disminuida la tensión, ni eliminado el displacer, salvo por obra de una in­ tervención externa. “El aparato psíquico tuvo que optar por formarse una representación de las circunstancias reales del mundo externo para lograr una modificación real de éste. Se introdujo así un nuevo principio de la actividad psíquica; en la mente no se representaba ya únicamente lo agradable, sino también lo real, aunque fuese desagradable, »» 49 La insatisfacción provocada por el renunciamiento a la satisfacción ins­ tintiva directa como consecuencia del reemplazo del princi­ pio del placer por el de realidad se convirtió, a sí misma, en­ tonces, en parte de la realidad. Pero “la sustitución del prin­ cipio de placer por el principio de realidad no implica la ex-

48 (1912-13), Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 90. B.N., tomo II. 49 (1911b), “Los dos principios del suceder psíquico**, S.E-., vol. 12, pág. 219. B.N., tomo II.

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clusión del primero sino más bien el afianzamiento. Se re­ nuncia a un placer momentáneo, de consecuencias inseguras, pero tan sólo para alcanzar, por el nuevo camino, un placer ulterior y seguro”.50 Freud consideró que la transición del principio del pla­ cer al principio de realidad como uno de los pasos más im­ portantes y trascendentes del desarrollo del yo. En los proce­ sos psíquicos primarios, dominados por el principio del pla­ cer, el aparato no diferencia una idea de un deseo o de una percepción; pero si los procesos psíquicos primarios actuan­ do dentro del marco de esta falta de diferenciación utilizan sus energías libres y móviles para impulsar la descarga, su ac­ tividad puede provocar displacer. En consecuencia sus proce­ sos deben ser inhibidos y sus catexias ligadas, al menos tem­ porariamente, por un proceso psíquico secundario, a fin de permitir que las indicaciones de la realidad lleguen desde el aparato perceptual, mientras el yo dirige su catexia de aten­ ción hacia el mundo externo para poder captar dichas indi­ caciones. Esta demora permite valorar las consecuencias de la realidad y también que la catexia pueda continuar su acti­ vidad o ser bloqueada (reprimida) donde mejor convenga a las circunstancias del mundo exterior. Freud describió este examen de la realidad, el instru­ mento del principio de realidad, como la función destinada a orientar al individuo en el mundo mediante la discrimina­ ción entre lo que es interno y lo que es externo. Fue consi­ derada siempre como una función del sistema secundario, pero en 1911 la importancia creciente de la realidad exter­ na incrementó la significación de los órganos sensoriales de la conciencia vinculada a ellos. “La conciencia empezó a abarcar las cualidades sensoriales además de las de placer y displacer, que hasta ese momento eran las únicas que le in­ teresaban.” s‘ En el artículo “Lo inconsciente” (1915e), Freud consideró que el sistema prec en el que los procesos

50 Ibid., pág. 223. B.N., tomo II. 51 (1911b), “Los dos principios del suceder psíquico*1, S.E., vol. 12, pág. 220. B.N., tomo II.

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son conscientes, o capaces de volverse conscientes, le corres­ pondía hacer un examen de la realidad.52 En “Una adición metapsicológica a la teoría de los sueños”, (1917d [1915]) definió este concepto con mayor claridad y ubicó el examen de la realidad en el tercero de los sistemas psíquicos ce, por considerar que coincidía con el sistema pept descrito en La interpretación de los sueños (1900a). Este fue el comienzo del camino hacia su teoría estructural, en la que el examen de la realidad pertenece al dominio del yo. El sistema cc dis­ pone de una “inervación motora por medio de la cual comprueoa si la percepción puede o no ser suprimi­ da. El examen de la realidad no tiene por qué diferenciarse de este dispositivo”.53 Por obra del reconocimiento de la existencia de un mundo externo que puede ser modificado, el sistema “cons­ ciente” desarrolla funciones especiales. “Se instituyó una función especial, la atención, cuyo cometido consistía en in­ vestigar periódicamente el mundo exterior, para que los da­ tos provenientes del mismo fueran conocidos en el momen­ to en que surgiera una necesidad interna inaplazable. Esta actividad sale al encuentro de las impresiones sensoriales en lugar de esperar su aparición.”54 Un sistema encargado del registro de estas impresiones se integró entonces a la memo­ ria que, a su vez, facilitó el examen de la realidad. La descarga motriz, que bajo el principio del placer ha­ bía sido utilizada para descargar el aparato de los estímulos, enviando “inervaciones al interior del cuerpo que provoca­ ban movimientos expresivos, gesticulaciones y expresión de afectos” pudo concretarse entonces en una acción intencio­ nal destinada a modificar el mundo externo. El pensamiento pudo, a su vez, limitar la acción, mediante el ligado de las

52 (1916e), "Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 188. B.N., to­ mo II. 53 (1917d [1915]), "Adición metapsicológica a la teoría de los sueños”, S.E., vol. 14, pág. 232. B.N., tomo II. 54 (1911b), "Los dos principios del suceder psíquico”, S.E., vol. 12, pág. 220. B.N., tomo II.

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catexias por obra de un proceso secundario. El juicio se con­ virtió en parte del sistema al que capacitó para diferenciar la realidad de las ideas y deseos, por intensos que estos fueran, evitando así el displacer en el mundo externo. Sin embargo, dos aspectos del aparato quedaron exclui­ dos de la regulación del principio de realidad y, a conse­ cuencia de esto, Freud consideró que eran dos zonas peligro­ sas para la salud mental, nos referimos a los instintos sexua­ les y a la fantasía, que permiten la consecución del placer sin el beneplácito del principio de realidad. Como los instin­ tos sexuales pueden satisfacerse autoeróticamente no sufren situaciones de frustración que son la fuente más importante para el desarrollo del principio de realidad. Continúan du­ rante más tiempo bajo el imperio del principio del placer y en muchas personas no salen nunca de su dominio. Como a los hombres les ha resultado siempre muy difí­ cil renunciar al placer, encuentran cierta compensación en la fantasía. Esta es “una actividad mental en la que todas las fuentes de placer, y todos los métodos destinados a obtener­ lo, que ya han sido abandonados, tienen asegurados una nue­ va existencia, una forma de existencia en la que quedan li­ bres de los reclamos de la realidad y de lo que llamamos ‘examen de la realidad’ • • • en la actividad de la fantasía los seres humanos se sienten libres de la compulsión externa de li­ bertad a la que desde mucho tiempo antes han renunciado en la realidad. Se ingenian para continuar siendo alternati­ vamente animales de placer y criaturas razonables”.55 En La interpretación de los sueños (1900a) Freud se ocupó del desarrollo gradual del principio de realidad, que surge de la incapacidad del niño pequeño para liberarse de los sentimientos de displacer provocados por estímulos in­ ternos insatisfechos (necesidades) sin la ayuda del mundo externo, cuya atención trata de atraer mediante alguna for­ ma de descarga motora. En 1911 describió esto en términos de un yo de placer que se transforma, gradualmente, en un

ss (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, págs. 371-2. B.N., tomo II.

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yo sometido a la realidad, ya que el yo de placer desea y lu­ cha únicamente por la obtención del placer, mientras que el yo sometido a la realidad lucha por lo que es útil y se prote­ ge de lo que puede dañarlo. Pero en “Los instintos y sus destinos” (1915c) postuló la existencia de un “yo real”, primitivo, que por medio de sus percepciones diferencia lo que es interno de lo que es ex­ terno y recurre luego a la eficacia de su actividad muscular para que ésta elimine los estímulos externos.56 Este yo utili­ za, al parecer, el mismo aparato que el yo sometido a la rea­ lidad, el cual, de acuerdo con la formulación hecha en 1917 en “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños” (1917d 11915)), reemplaza al yo del placer en un punto en el que después de haber renunciado a la satisfacción alucinatoria de nuestros deseos establecemos una especie de examen de la realidad. Es sólo una inervación motora, utilizada por el sistema cc (pcpt) que determina si la percepción puede eliminarse o si es persistente.57 Este organismo, todavía indefenso, identifica, por medio de sus percepciones y gra­ cias al uso del movimiento, lo que es interno y lo que es ex­ terno. Si puede alejarse de algo, sabe que este algo se en­ cuentra fuera de él mismo y es real, y cuando dicha acción no provoca ninguna diferencia, debe llegar a la conclusión de que las percepciones se originan en su interior y no son reales. Pero la fuerza de los instintos iibidinales autoeróticos provoca una separación y diversificación del yo real primiti­ vo en un yo de placer, dominado únicamente por el princi­ pio del placer, que no necesita discriminar entre lo que es in­ terno y lo que es externo. Si esta diversificación cuenta con el apoyo adecuado de los padres del niño indefenso, el nar­ cisismo se prolonga y los instintos de auto preservación, no eróticos, que hubieran debido sustentar al yo real imagina­ rio, son temporariamente rechazados.

56 (1915c), “Los instintos y sus destinos**, S.E., vol. 14 págs. 118-19. B.N., tomo II. 57 (1917d) [1915]), “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños**, S.E., vol. 14, págs. 231-2. B.N., tomo II.

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Cuando este “yo real*’ descubre que la actividad mus­ cular es insuficiente para liberarlo de la tensión resultante de las demandas internas de los instintos, recurre a la proyec­ ción... el mundo externo se divide en una parte que es pla­ ciente, que él se incorpora, y en otra que le es extraña. Se­ para una parte del propio yo que proyecta al mundo exte­ rior y percibe como hostil. Después de este nuevo ordena­ miento, las dos polaridades vuelven a coincidir; el yo-sujeto coincide con el placer y el mundo externo con el displacer.58 Cuando la etapa puramente narcisista ha sido reemplazada por la etapa objetal, el yo, acuciado por sus necesidades de aliviar la tensión, establece además una relación de puro pla­ cer con el objeto satisfactorio, mientras persigue “con el propósito de destruir, todos los objetos que son para él fuente de sensaciones poco placenteras”.59 Pero descubre que esto puede provocar un nuevo displacer y que es necesa­ rio que desarrolle un segundo yo real. Este utiliza la repre­ sión, cuyo motivo y propósito es evitar el displacer a fin de aliviar la tensión provocada por el fracaso de los instintos en el logro de sus fines en el momento y lugar en que dicho lo­ gro pudiese provocar un displacer mayor en otras partes del aparato.60 De esta manera se señala la importancia de los objetos externos adecuados como algo vital dentro de los grados posibles de placer permisibles para los instintos de autopreservación. Principio de inercia Freud afirma en “El proyecto” que las neuronas del sis­ tema nervioso trataban de despojarse de cantidad para lle­ gar, finalmente, a un estado de inercia. En el modelo tópico

58 (1915c), “Los instintos y sus destinos”, S.E., vol. 14, pág. 136. B.N., tomo II. 59 Ibid., pág. 138. B.N., tomo II. 60 (1915d), “La represión”, S.E., vol. 14, págs. 146-9. B.N., to­ mo II.

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utilizó este concepto de manera más precisa, como si pre­ figurara su teoría del instinto de muerte. Consideró que la inercia, en sí misma, era la característica más universal de toda materia, animada o inanimada.61 No estuvo de acuerdo con la teoría de Jung de que “una ‘inercia física5 que se opo­ ne al cambio y al progreso, es precondición fundamental de la neurosis”, y prefirió describir esta inercia especial como una fijación, una manifestación de vínculos muy precoces entre instintos e impresiones, por una parte, y los objetos involucrados en dichas impresiones por la otra.62 Pero más tarde atribuyó esta resistencia a la recuperación del poder de la compulsión a repetir (1926). El último principio fue utilizado como una prueba destinada a postular la existencia de un instinto de muerte, o sea la necesidad de toda materia de volver a un estado de inercia. Principio de repetición La formulación de este principio como manifestación del poder de lo reprimido fue hecha por primera vez en 1914. En “Recuerdo, repetición y elaboración55 (1914g) Freud se ocupó de la importancia clínica de la “compulsión de los pacientes a repetir en acción lo reprimido y lo rela­ cionó con la derivación de las magnitudes de afecto domina­ das por la represión55.63 En su artículo metapsicológico “La represión” trató de explicar la fuerza de la compulsión, di­ ciendo: “La representación instintiva se desarrolla con más libertad y amplitud cuando ha sido sustraída a la influencia consciente por la represión.55 Esta no impide que la repre-

61 (1914d), “Historia del movimiento psico&nalítico”, S.E., vol. 14, pág. 63. B.N., tomo II. (1915f) “Comunicación de un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica”, S.E., vol. 14, pág. 219. B.N., tomo II. 63 (1914g), “Recuerdo, repetición y elaboración. (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica psicoanalítica, II)’’, S.E., vol. 12, pág. 155. B.N., tomo II.

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sentación instintiva continúe existiendo en el inconsciente, se organice, emita ramificaciones y establezca vínculos.6* El neurótico teme, entonces, la fuerza al parecer extraordinaria y peligrosa del instinto que, como lo explicó posteriormente Freud, al sentir que sus representaciones han sido censura­ das por el yo, se libera el control inhibidor de éste. Principio del menor gasto de inervación Freud esbozó este principio en La interpretación de los sueños y en relación con el segundo sistema, al postular que la cantidad más pequeña posible de toda su energía era pues­ ta en actividad alguna vez. En “Sobre los dos principios del suceder psíquico” (1911 b) Freud utilizó el principio en re­ lación con el sistema secundario y también con el dominio del principio del placer sobre todo el aparato. Se refirió a los efectos de la adopción del principio de realidad sobre el aparato mental en términos del incremento y definición de las funciones resultantes de la capacidad del sistema secundario para inhibir la descarga. De entre estas funciones, el pensamiento, desarrollado a partir de la repre­ sentación de ideas “es, esencialmente, un tipo experimental de acción, acompañado por el desplazamiento de cantidades relativamente pequeñas de catexia junto con un gasto me­ nor (descarga) de éstas”'.65 El aparato económico del prin­ cipio se aplicó explícitamente en 1915 al funcionamiento del sistema prec: “los procesos del sistema prec muestran... una inhibición dé la tendencia de las ideas catectadas hacia la descarga. Cuando un proceso pasa de una idea a otra, la primera retiene parte de su catexia y sólo una pequeña parte sufre el desplazamiento”.66

64 (1915d), “La represión”, S.E., vol. 14, pág. 149. B.N., tomo II. 65 (1911b), “Los dos principios del suceder psíquico”, S.E., vol. 14, pág. 153. B.N., tomo II. 66 (1916e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 153. B.N., tomo II.

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Freud relacionó la “disociación” de la fantasía del principio de realidad con la aplicación específica del prin­ cipio económico del ahorro del gasto de energía. “Una ten­ dencia general de nuestro aparato mental (por ejemplo este principio)... parece expresarse en la tenacidad con que nos adherimos a las fuentes de placer disponibles y en lo difícil que nos resulta renunciar a ellas. ” Con la introducción del principio de realidad quedó disociado un cierto tipo de acti­ vidad mental que permanecía libre de toda confrontación y sometida exclusivamente al principio del placer. Esta acti­ vidad es la fantasía *>6 7 • a•

El principio de insensibilidad a la excitación de los sistemas no catectados Este principio ocupó un lugar importante en la expli­ cación de orientación fisiológica del aparato mental que Freud hizo constar en “El proyecto”, en 1895. En dicho trabajo dejó sentado que una cantidad de excitación pasa más fácilmente a una neurona catectada que a otra que no lo está. Para ejemplificar esto recordó que los sueños están desprovistos de elementos motores porque no hay una precatexia medular y las neuronas no pueden pasar a esas neu­ ronas no catectadas. En “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños” (1917d [1915]) aplicó en términos psicológicos este prin­ cipio a los procesos mentales en general, pero cuestionó si se lo podía aplicar válidamente al sistema ce (pept). Explicó que el vaciamiento completo de las catexías del sistema prec dificulta su puesta en marcha e impide que el deseo onírico (un deseo colmado de fantasía) se convierta en un engaño o llegue a una descarga motora directa. Pero el estado de sue­ ño “sustrae las catexias de los sistemas cc, prec e inc en tan­ to sus propias catexias obedecen al deseo de dormir. La falta

67 (1911b), “Los dos principios del suceder psíquico**, S.E., vol. 12, pág. 222. B.N., tomo II.

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de carga del sistema cc impide el examen de la realidad, y las excitaciones que independientemente del estado de repo­ so toman el camino de la regresión, lo encuentran libre hasta el sistema cc, en el cual son consideradas como realidades indiscutibles”. En una nota de pie de página Freud dijo que el principio parece quedar invalidado por el sistema cc (pcpt); pero pensó sin embargo que quizá bastara con una eliminación parcial de la catexia”. Debemos suponer que “el sistema perceptual, en especial, tiene muchas condiciones para la excitación que difieren en gran medida de las que ca­ racterizan a otros sistemas”.68 1920-35. La ampliación posterior de los principios de funcionamiento mental registrada en Más allá del principio del placer, 1920, y en “El problema económico del maso­ quismo”, 1924, fue el resultado del desarrollo hecho por Freud de su teoría del instinto asi como de su necesidad de relacionar a ésta con sus supuestos básicos sobre el dominio del principio del placer y su modificación, el principio de realidad. Mantuvo su criterio anterior sobre el funciona­ miento del aparato mental, afectado por estímulos internos y externos e insistió en la importancia de la eliminación, disminución o mantenimiento de la tensión en un nivel constante. En su nueva fórmula muy ampliada, incluyó los métodos empleados por el yo, su utilización de las catexias ligadas que le permiten regular el flujo de cantidades de ex­ citación, provocar la inhibición y utilizar la represión para lograr que las luchas instintivas se mantengan inconscientes. Los cambios más importantes introducidos en los principios del funcionamiento mental fueron la inclusión del principio general de la compulsión a repetir y la diferenciación entre el principio del placer y el principio del nirvana. Ambos se basaron y fueron el resultado de la formulación de la teo­ ría de Eros y del instinto de muerte.

68 (1917d [1915]), “Adición meta psicológica a la teoría de los sueños**, S.E., vol. 14, pág. 234 y n 2. B.N., tomo 11.

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Principio de la compulsión a repetir Aunque anteriormente, en su artículo técnico sobre “Recuerdo, repetición y elaboración’* (1914g), Freud había descrito ya una compulsión a repetir, no la había considera­ do como algo nuevo sino sólo como una visión más compren­ siva de la forma en que lo reprimido se manifestaba a través de una actuación compulsiva. Sin embargo, en “Lo siniestro”, escrito un año antes de Más allá del principio del placer (192Og). reconoció que esa compulsión “provenía de impulsos instintivos y era posiblemente inherente a la verda­ dera naturaleza de los instintos »>6 9 y que su poder era tan grande que podía dominar al instinto del placer. Utilizando “su conocimiento de las repeticiones poco placenteras de sus pacientes” en la transferencia de los deseos sexuales ins­ tintivos infantiles que nunca fueron ni podrían ser satisfe­ chos y proporcionar placer, Freud sostuvo que en la fun­ ción psíquica debe naber una “tendencia” más primitiva que el principio del placer e independiente de él. La consideró como una manifestación del poder de lo reprimido que está casi siempre acompañada por otros elementos que suelen oscurecer su naturaleza compulsiva y displacentera. Al in­ vestigar sus relaciones con el principio del placer y las con­ diciones en las que emerge, consideró que lo más importante era determinar si los rastros mnémicos regresivos de las ex­ periencias displacenteras primitivas estaban lo suficiente­ mente ligados como para poder actuar en forma defensiva contra los impulsos provenientes de la intensa corriente de excitación instintiva reprimida. Señaló que el dominio del principio del placer podía manifestarse libremente sólo después de que los estratos superiores del aparato mental ha­ bían completado el proceso de ligado. “Hemos considerado que las funciones más tempranas e importantes del aparato mental son la de ‘ligar’ los impul­ sos afluyentes, sustituir el proceso primario que los rige por

69 (1923a), “Dos artículos de enciclopedia", S.E., vol. 18, pág. 238. B.N., tomo III.

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el proceso secundario y transformar su catexia psíquica mó­ vil en catexia en reposo (tónica). Durante este proceso no debe prestarse atención al desarrollo del displacer, aunque esto no implique la suspensión del principio del placer. Por el contrario, la transformación se produce en su beneficio, ya que el proceso de ligado es un acto preparatorio que in­ troduce y asegura el dominio del principio del placer. »>70 Se supone que los sentimientos de placer y displacer pueden ser producidos tanto por los procesos primarios no ligados como por los procesos secundarios ligados, pero que todo debe estar relacionado con la actividad del principio del placer “para mantener el aparato mental libre de toda excitación, o mantener la cantidad de excitación en un nivel constante o lo más bajo posible”. Esto debe estar relaciona­ do con “la aspiración universal de toda sustancia viviente, la de retomar a la quietud del mundo inorgánico”,71 en conse­ cuencia la compulsión a repetir confirma la tesis del instinto de muerte. Principio del placer y principio del nirvana Al examinar posteriormente estas aseveraciones Freud continuó con una especulación que ya había formulado en “Los instintos y sus destinos” (1915) y en la que decía que el instinto del placer podía presentar dos aspectos: 1) su ne­ cesidad de poner fin a toda tensión, y 2) su necesidad de dis­ minuir lo más posible la tensión y de mantenerla constante. En Más allá del principio del placer señaló que no lo satisfa­ cía ya la equiparación del principio del placer y del princi­ pio del nirvana. Sin embargo, recién en “El problema econó­ mico del masoquismo” (1924) volvió a referirse a la diferen­ ciación más importante existente entre el principio del nir­ vana, atribuido al instinto de muerte, y su modificación, el

70 (1920g), Más allá del principio del placert S.E., vol. 18, págs. 62-3. B.N., tomo III. 71 Ibid.t pág. 62. B.N., tomo III.

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instinto del placer, resultante de la influencia del instinto de vida. Señaló que el identificarlos como si se tratara del mis­ mo principio significaría “que todo displacer deberá coinci­ dir con una intensificación, y cada placer con una disminu­ ción de la tensión mental resultante de los estímulos; el principio del nirvana (y el principio del placer, supuestamen­ te idéntico) estarían totalmente al servicio del instinto de muerte, cuyo propósito es llevar la intranquilidad de la vida a la estabilidad del estado inorgánico, y que cumpliría, ade­ más, la función de formular advertencias contra las deman­ das de los instintos de vida, la libido, que tratan de pertur­ bar el curso de vida deseado. Pero este concepto no puede ser correcto. Según parece, en la serie de sentimientos de tensión tenemos la percepción directa del incremento y dis­ minución de cantidades de estímulos, y no puede dudarse de que hay tensiones placenteras y relajaciones de tensión que resultan displacientes. El estado de excitación sexual es el ejemplo más notable del incremento placiente de estímu­ los de este tipo, pero debemos recordar que no es el único”.72 “Debemos comprender que el principio del nirvana, que concierne al instinto de muerte, ha sufrido una modificación en los organismos vivientes, por obra de la cual se ha conver­ tido en el principio del placer. En consecuencia, de aquí en adelante no podemos considerar a los dos principios como si fueran uno solo. Si seguimos esta línea de pensamiento no nos resultará difícil precisar qué poder determinó la mo­ dificación. Puede ser únicamente el instinto de vida, la libi­ do, que junto con el instinto de muerte se ha apoderado y comparte la regulación del proceso vital. En esta forma lo­ gramos un pequeño pero interesante conjunto de conexio­ nes. El ‘principio del nirvana* expresa la tendencia del ins­ tinto de muerte; el principio del placer representa las de­ mandas de la libido, y la modificación del último principio representa la influencia del mundo externo. "Ninguno de estos principios es eliminado realmente

72 (1924c), “El problema económico del masoquismo*’, S.E., vol. 19, págs. 159-60. B.N., tomo III.

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por otros. Por lo general se toleran unos a otros, pese a que ocasionalmente y como consecuencia de los distintos pro­ pósitos establecidos para cada uno de ellos pueden surgir cier­ tos conflictos. En un caso, una reducción cuantitativa de la carga de estímulos, en otro, una característica cualitativa de estos y, finalmente, (en el tercer caso), una postergación de la descarga de los estímulos y una aceptación temporaria del displacer provocado por la tensión.”73 En el resto de sus trabajos Freud no introdujo cambios importantes en esta teoría. El desarrollo de los conceptos estructurales ayudó a clarificar las funciones variables de los principios de placer y de realidad, pero sin modificarlos en forma apreciable. Al investigar las “vinculaciones aclarato­ rias”, entre las estructuras, el yo, el ello y el superyó, las dos clases de instintos, y “el principio del placer (es decir la per­ cepción del displacer) que dominaban los procesos menta­ les”, 74 reconoció al yo como esa parte del ello modificada por el mundo exterior que al tratar de desempeñarse como intermediario entre el ello y el mundo externo liga catexias para que puedan sustituir el principio de realidad por el principio del placer. En esta forma puede proteger ai ello, . totalmente dominado por un impulso destinado a satisfa­ cer sus necesidades instintivas de conformidad con el prinr cipio del placer e incapaz de considerar la fuerza del mundo externo, la posibilidad de ser destruido por una manifesta­ ción no guiada y no modificada de sus tendencias instinti­ vas. Como consecuencia de la necesidad de disminuir su ten­ sión, vale decir sus sentimientos displacenteros, el ello unifi­ ca sus deseos. En la lucha entre un grupo de instintos que se defienden unos de otros, “sería posible decir que el ello se encuentra bajo el dominio de los silenciosos pero potentes instintos de muerte, que desean estar en paz y (empujados por el principio del placer) tratan de tranquilizar a Eros, para

73 (1924c), “El problema económico del masoquismo”, S.E., vol. 19, pág. 161. B.N., tomo III. 74 (19 23b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 42. B.N., tomo III.

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que no perturbe”.75 Pero el yo, que recibe excitaciones del interior y del exterior, utiliza las sensaciones de placer y de displacer para dirigir el curso de los acontecimientos menta­ les de acuerdo con el principio del placer en sí mismo. “So­ lemos pensar que el yo se encuentra indefenso frente al ello; pero lo cierto es que cuando lucha contra un proceso instin­ tivo desarrollado en el ello, le basta con dar una señal de dis­ placer para lograr su propósito, pero siempre con la ayuda de esa instancia casi omnipotente: el principio del placer.”76 Relación del principio del placer y del principio de compulsión a la repetición Al llegar a este punto es capaz de protegerse a sí mismo (y también, ocasionalmente al ello), ligando las excitaciones para reprimir los impulsos instintivos peligrosos. Pero esta represión obliga al yo a renunciar a parte de su propia sobe­ ranía. “Esto es inevitable dada la naturaleza de la represión que es, fundamentalmente, un intento de evasión. Lo re­ primido es ahora, como lo fue antes, un proscripto; está ex­ cluido de la gran organización del yo y sometido sólo a las leyes que rigen el ámbito de lo inconsciente. Pero si la situa­ ción de peligro se modifica de manera que el yo no tenga ya motivos para rechazar un nuevo impulso instintivo similar al reprimido, las consecuencias de la limitación del yo se pon­ drán indudablemente de manifiesto. El nuevo impulso segui­ rá su curso bajo una influencia automática o, para decirlo mejor, bajo la influencia de la compulsión a repetir. Segui­ rá el mismo camino que el impulso anterior reprimido, co­ mo si la situación de peligro que ya ha sido superada conti­ nuara existiendo >) 77 y utilizaría entonces “el enorme depósito de su poder (somático) (‘la compulsión a la repeti-

75 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 59. B.N. tomo III. 76 (1926d), inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, pág. 92. B.N., tomo III. 77 Ibid., págs. 153-4. B.N., tomo III.

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ción’)” que ha escapado al proceso de ligado del yo.78 Se li­ mita así el alto grado de organización del yo necesario para sus logros más importantes; las representaciones del instinto, que se convierte en un “proscripto” al ser reprimido, no en­ cuentran lugar en la unidad coherente que el yo lucha por lograr y, en consecuencia, no quedan subordinadas al princi­ pio de realidad que representa la modificación del principio del placer.79 Freud no consideró sin embargo que había solucionado el problema de la relación existente entre los instintos y el principio del placer planteado en El yo y el ello (1923b). En “Análisis terminable e interminable” (1937c) mostró su convencimiento de que los dos instintos primarios no están limitados a una zona única del aparato mental y que existe una fuerza, en actividad, que descarta la idea de que los pro­ cesos mentales estén regidos, exclusivamente, por una perse­ cución del placer. Piensa que se trata de “un poder de la vida anímica al que, de acuerdo con su fin, llamamos instinto agresivo o destructivo” y que deriva del instinto primario de muerte.80 Este instinto destructivo encuentra la oposición constante de Eros, el instinto de vida, pero: “Como los elementos de estos dos tipos de instinto se combinan para cumplir distintas funciones, debemos determinar cuales son las condiciones en que esas combinaciones se debilitan y fraccionan, que trastornos corresponden a estos cambios, y que sentimientos provocan en la escala perceptual del prin­ cipio de placer. La dilucidación de todos estos problemas se­ ría el logro más importante de toda la investigación psicoló­ gica. Por el momento debemos inclinarnos ante estas fuerzas superiores que frustran nuestros esfuerzos.”81

7H (1926f), “Psicoanálisis’*, S.E., vol. 20, pág. 265. B.N., to­ mo III. 79 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, págs. 98-9. B.N., tomo II. 80 (1937c), “Análisis terminable e interminable*', S.E., vol. 23, págs. 345-6. B.N., tomo III. 81 76id., págs. 345-6. B.N., tomo III.

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Pero en Esquema del psicoanálisis (1940a [1938] dijo que el ello, y cualquier otra instancia de la mente obedecían “al inexorable principio del placer”. “Al parecer, la actividad de las otras partes de la mente puede modificar el principio del placer, pero no anularlo, y el determinar cuándo y cómo puede ser sojuzgado, dicho principio continua siendo un problema de gran importancia teórica que todavía no ha sido resuelto. La consideración de que el principio del placer re­ quiere una disminución, o quizás, en última instancia, la ex­ tinción de la tensión de las necesidades instintivas (vale de­ cir, un estado de nirvana) plantea problemas que son exami­ nados todavía dentro del marco de las relaciones existentes entre el principio del placer y las dos fuerzas primarias, Eros y el instinto de muerte.”82 Implicaciones clínicas El trabajo clínico de Freud y Breuer contribuyó a la definición de los principios de funcionamiento mental, las ideas de conflicto y de represión de las ideas displacenteras estaban ya en sus Estudios sobre la histeria (1895). Freud pensó que el aparato mental era primero y fundamental­ mente un instrumento destinado a dominar las excitaciones que, en otra forma, serían experimentadas como angustian­ tes o podrían tener efectos patógenos. Consideró al predo­ minio de la vida de fantasía y de ilusión, resultante de un deseo no satisfecho, como al factor decisivo en la psicología de la neurosis. Los neuróticos se rigen por una realidad psi­ cológica y no por una realidad objetiva común: “un síntoma histérico está basado en la fantasía y no en la repetición de una experiencia real, y en la neurosis obsesiva el sentimiento de culpa parte de una intención maligna que nunca se con­ cretó”.83 82 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 69. B.N., tomo III. 83 (1921c), Psicología de las masas y análisis del yo, S.E., vol. 18, pág. 80. B.N., tomo III.

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Ya en 1911, en “Sobre los dos principios del suceder psíquico” señaló que todos los recuerdos se apartan de la rea­ lidad, y que la elección de la neurosis puede depender de la fase de la evolución del yo y de los principios del placer o de la realidad. La diferenciación entre psicosis y neurosis se re­ lacionó también con la medida en que el principio de reali­ dad era reemplazado por el principio del placer. “La etiolo­ gía común, al comienzo de una psiconeurosis o de una psi­ cosis, es siempre la misma, parte de la frustración, del in­ cumplimiento de uno de esos deseos infantiles que no son jamás dominados, y que arraigan tan hondamente en nuestra organización, determinada por la filogenia. En el fondo, esta privación tiene siempre un origen externo, aunque en el caso individual parezca partir de aquella instancia interior (del superyó), que se ha arrogado la representación de las exigen­ cias de la realidad. El efecto patógeno depende de si en este conflicto el yo permanece fiel a su dependencia del mundo exterior y trata de amordazar al ello o si, por el contrario, se deja dominar por el ello y arrancar, así, de la realidad. Pero en esta situación, aparentemente sencilla, se introduce una complicación representada por la existencia del superyó que aúna en sí, en un enlace que aún no hemos logrado com­ prender, influencias del ello y también del mundo exterior, por lo que constituye, en cierta medida, un modesto ideal hacia el que tienden todas las aspiraciones del yo: la conci­ liación de sus múltiples dependencias. En todas las formas de enfermedad psíquica debería tenerse en cuenta la con­ ducta del super? d, cosa que hasta ahora no se ha hecho. > >8-4 El mundo de la fantasía desempeña el mismo papel vi­ tal tanto en la psicosis como en la neurosis, y es el depósito en el que cobran forma los materiales que contribuyen a la construcción de la nueva realidad (psicótica). Esta procura ocupar el lugar de la realidad externa y no el de la realidad neurótica, en la que tiene una mayor importancia simbólica. Freud hizo notar la forma en que el humor podía ejen plificar esta diferencia; el humor, en sí mismo, no sólo significa 84 (1924b), “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19, págs. 151-2. B.N., tomo III.

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el triunfo del yo sino, también, el del principio del placer, que es capaz de afirmarse frente a la dureza y crueldad de las circunstancias reales. “Estos dos últimos rasgos —el rechazo de las exigencias de la realidad, la imposición del principio del placer— acer­ can el humor a los procesos regresivos o reaccionarios que tanto nos preocupan en la psicopatología. Al rechazar la po­ sibilidad del sufrimiento, el humor ocupa un lugar en la lar­ ga serie de métodos que el aparato psíquico humano ha des­ arrollado para rehuir la opresión del sufrimiento; serie que comienza con la neurosis, continúa con la locura e incluye la embriaguez, el ensimismamiento y el éxtasis.”85 Freud otorgó gran importancia a las fuerzas relativas del principio de realidad y del principio del placer conside­ rándolas como una indicación de que la psicopatología re­ presentaba un rasgo fundamental de sus formulaciones . Ad­ mitió, sin embargo, que en algunas circunstancias todos so­ lemos conducimos como paranoicos y tratamos de corregir ciertos aspectos del mundo que nos resultan insoportables recurriendo a la elaboración de un deseo e introduciendo es­ ta ilusión en la realidad.86 Freud consideró que el principio de la compulsión a re­ petir tenía gran importancia en el tratamiento analítico de las neurosis. La compulsión de un paciente a repetir en la transferencia el acting-out de conflictos instintivos reprimi­ dos puede, en los casos en que las resistencias del yo han si­ do suficientemente debilitadas por el procedimiento analíti­ co, ser utilizada para producir una modificación terapéutica en la personalidad manifiesta —inhibiciones, actitudes inútiles y rasgos de carácter patológicos. Pero en algunos casos el masoquismo inherente, la reacción terapéutica negativa y el sentimiento neurótico de culpa pueden provocar una falta de plasticidad (los procesos mentales y las relaciones y dis­ tribuciones de energía se mantienen inmutables, rígidamen­ te fijadas) que se opone al éxito del análisis. 85 (1927d), “El humor”, vol. 21, pág. 163. B.N., tomo III. 88 (1930 a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, págs. 81-2. B.N., tomo III.

CATEXIA

1. Definición La catexia es un concepto energético que se relaciona tanto con los estados como con los procesos (dinámicos) mentales, y es una de las nociones fundamentales de la teo­ ría psicológica de Freud. Puede definirse como una carga de excitación o un enriquecimiento de energía y se vincula con un aspecto del funcionamiento mental “que posee todas las características de una cantidad (aunque no contamos con los medios necesarios para medirla) que es suceptible de au­ mento, disminución, desplazamiento y descarga, y que se propaga... en cierta medida, de la misma manera que una carga eléctrica se propaga sobre la superficie de un cuerpo*'.1 Para describir la energía desconocida de la catexia2 Freud utilizó, entre otros, los términos “excitación” e “intensidad psíquica”. Diferencia las dos formas más importantes de la catexia, las catexias móviles y las catexias ligadas; las tres ca­ racterísticas principales de la energía catéctica, la libidinal, la agresiva y la neutral; y tres funciones más importantes, desempeñadas por las energías catécticas, vale decir lás que cumplen la catexia, la anticatexia (contracatexia) y la hipercatexia. 1 (1894a), “La neurosis de defensa'*, S.E., vol. 3, pág. 60, B.N tomo 1. 2 Ibid.t pág. 66. B.N., tomo I.

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El término “catexia” es la traducción de la palabra ale­ mana Besetzung utilizada en el uso común como equiva­ lente de “ocupación”. En una oportunidad Freud utilizó el término “interés” para traducir Besetzung.3 Como lo se­ ñala Strachey, Freud no se sintió satisfecho con el término “catexia”, pero posiblemente “lo aceptó luego, ya que se lo puede encontrar en el manuscrito original de su artículo pa­ ra la Enciclopedia Británica del año 1926”.4 Aunque la única presentación teórica amplia del térmi­ no catexia figura en “El proyecto” (1896), donde el tér­ mino es enfocado desde un punto de vista neuropsicológico, Freud estuvo convencido siempre “de la importancia de la contribución... que los cambios dinámicos en la cantidad de catexia energética habían prestado a la comprensión de los procesos mentales”.5 El aparato psíquico recibe estímulos, tanto desde el exterior (por medio de las percepciones de los órganos de los sentidos), como desde el interior del cuerpo (por ejemplo, estímulos endógenos), que provocan desvia­ ciones de la catexia.6 2. Revisión histórica En la utilización que Freud hizo del término catexia pueden diferenciarse dos etapas importantes. Durante la pri­ mera, que se prolongó hasta La interpretación de los sueños, dicho término fue usado con muy pocas excepciones, en un sentido puramente fisiológico. Por eso en “El proyecto”, por ejemplo, leemos: “si combinamos este valor de las neuro­ nas con un enfoque que se adecúa a la teoría de la cantidad,

3 Jones E., Vida y obra de Sigmund Freud, Buenos Aires, Hormé. 1977. 4 (1894a), “La neurosis de defensa ”, S.E., vol. 3, pág. 63n. B.N tomo I. 5 (1927d) “El humor’*, S.E., vol. 21, pág. 165. B.N., tomo III. 6 (1905a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 367 y siguiente.

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llegamos a la idea de una neurona ‘catectada*... llena con una cierta cantidad... aunque en otros momentos pueda estar vacíe 7. Resulta tentador incluir una exposición de la conceptualización detallada que Freud hizo del proceso catéctico en términos neurofisiológicos tal como figura en “El proyecto”. Pero aquí debemos ocuparnos únicamente de las implicaciones psicológicas del concepto de catexia. Más ade­ lante veremos que las raíces de muchas de las formulaciones psicológicas que Freud hizo al comenzar este siglo en rela­ ción con la catexia, pueden encontrarse ya en ideas expre­ sadas en “El proyecto”. Freud mismo repudió, explícita­ mente, el uso del término “catexia” en un sentido neurofisiológico, al escribir en el año 1905: “los procesos psíquicos que en realidad son efectivos psíquicamente son los proce­ sos psíquicos inconscientes en sí mismos... cuando hablo de la ‘catexia de las vías psíquicas’ ... no estoy tratando de afirmar que las células y fibras nerviosas, o los sistemas de neuronas... sean esas vías psíquicas”.8 La interpretación de los sueños marcó un momento decisivo, en el que el término catexia dejó de ser usado en un sentido neurológico para comenzar a aplicarse en un sen­ tido psicológico. Aunque en el séptimo capítulo teórico el término catexia tiene un significado totalmente no-físico, característico de todas las formulaciones posteriores, encon­ tramos todavía pasajes que muestran la esperanza que tenía Freud de poder expresar los fenómenos psíquicos en térmi­ nos neurológicos: “el segundo sistema logra conservar la mayor parte de sus catexias de energía en un estado de repo­ so, empleando sólo una pequeña parte de ellas en el despla­ zamiento. Los mecanismos de estos procesos me son total­ mente desconocidos; por eso, cualquier persona que se inte­ rese seriamente por estas ideas tendrá que buscarles analo­ gías físicas y encontrar los medios que le permitan descri-

7 Ibidpág. 358. 8 (1905c), El chiste y su relación con lo inconsciente, S.E., vol. 8, pág. 147 y sig. B.N., tomo II.

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bir los movimientos que acompañan la excitación de las neuronas’*.9 En los trabajos de Freud no se encuentran discusiones teóricas de los procesos catécticos hechas en términos psi­ cológicos, lo que aumenta la dificultad para lograr una cla­ ra exposición del significado de catexia y de procesos catéc­ ticos. Tampoco es posible encontrar la evolución del uso del término. Sin embargo, en “El proyecto” (1895) pueden en­ contrarse ya indicios precursores de la importante diferen­ ciación entre catexias “móviles” y “ligadas”. 3. Tipos y características de las catexias La diferenciación entre las dos formas de catexias, mó­ viles y ligadas, es realmente fundamental. Se usa, entre otras cosas, para explicar las diferencias existentes entre los proce­ sos mentales primarios y secundarios. En varias oportunida­ des Freud atribuyó a Breuer la introducción de la diferencia; dijo: “Hemos comenzado a considerar, como un nuevo fac­ tor, la hipótesis formulada por Breuer en relación con el he­ cho de que las cargas de energía se manifiestan en dos for­ mas, de modo que tenemos que diferenciar entre dos tipos de catexia de los sistemas psíquicos, o de sus elementos, una catexia libremente móvil que presiona para lograr la descar­ ga y una catexia en reposo. Pero podemos suponer que la li­ gadura de la energía que fluye dentro del aparato mental consiste en su modificación de un estado libremente móvil a otro de reposo, >» 10 En esta formulación está implícita la idea de catexia, como un proceso (móvil) y un estado (de re­ poso), resultante este último del proceso de ligado. Según palabras textuales de Freud esta diferenciación

9 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 10 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 31. B.N., tomo III, cf., ib id., pág. 26 y sig. y (1915e) ‘‘Lo inconscien­ te”, S.E., vol. 14, pág. 188. B.N., tomo II.

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entre las dos formas de catexia “representa el insight más pro­ fundo que hemos logrado hasta la actualidad en relación con la naturaleza de la energía nerviosa, y no encuentro la posi­ bilidad de eludirlo”.11 La idea de la catexia ligada está esbozada en “El pro­ yecto”, en el que Freud adelanta la noción de que una “ca­ texia lateral... ‘jiga’ un cierto monto de la cantidad... que pa­ sa a través de las neuronas”, 12 de modo que a pesar de la presencia de una catexia muy intensa sólo puede fluir una pequeña corriente, algo que puede ser considerado caracte­ rístico tanto de los procesos del yo como de los del pensa­ miento.13 Freud se ocupa de estojen La interpretación de los sueños al afirmar que “para lograr una mayor eficiencia el segundo sistema mantiene la mayor parte de sus catexias de energía en un estado de reposo, empleando sólo una peque­ ña parte en el desplazamiento... la actividad del primer sis­ tema tiende a asegurar la descarga' libre de las cantidades de excitación, mientras que el segundo sistema, por medio de sus propias catexias, logra inhibir esta descarga y mantener la catexia en estado de reposo, lo que implica indudablemente un aumento simultáneo de su nivel”.14 El proceso destinado a ligar las catexias móviles ayuda a explicar porqué los sue­ ños no pueden, por lo general, perturbar la forma de dor­ mir: “La catexia del prec que recorre medio camino para en­ contrar el sueño después de que éste se ha vuelto perceptual, y que ha sido dirigida hacia él por la excitación de la con­ ciencia, liga la excitación inconsciente del sueño e impide que actúe como elemento perturbador. >9 15 En la parte final de la penúltima cita Freud se refirió al

11 (1915e), “Lo inconsciente**, S.E., vol. 14, pág. 188. B.N., tomo II. 12 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 396. 13 Ibidpág. 425 y sig. 14 (1900 a), La interpretación de los sueños,. S.E., vol. 5, pág. 599. B.N., tomo I. 15 Ibid,, pág. 578. B.N., tomo I.

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hecho de que el nivel catéctico de un sistema se eleva por la transformación de la catexia móvil en catexia en reposo. Es­ ta última teoría considera que uno de los rasgos caracterís­ ticos del yo está representado por el hecho de que en él existe un gran depósito de energía ligada. “Su función con­ siste en elevar el pasaje (de hechos) en el ello a un nivel di­ námico más alto (transformando posiblemente la energía li­ bremente móvil en energía ligada, tal como corresponde al estado preconsciente), >» 16 La capacidad de una estructura psíquica para ligar energía catéctica depende de la intensi­ dad de su propio nivel de catexia: “un sistema que está in­ tensamente catectado es capaz de incorporar una corriente adicional de. un nuevo flujo de energía y transformarlo en catexia en reposo, vale decir de ligarla psíquicamente. Cuan­ to mayor sea la catexia en reposo del sistema, tanto más in­ tensa será su capacidad de ligado. Y a la inversa, cuanto más baja sea la catexia menor será su capacidad para recibir la energía afluyente”.17 Tomado desde un punto de vista tópi­ co, el proceso de ligado es característico del sistema pre­ consciente y representa una de sus funciones más importan­ tes. Los procesos del sistema prec, muestran ”... una inhibi­ ción de la tendencia de las ideas catectadas hacia la descarga”.18 Pero para cumplir esta función, “dispone de una energía catéctica móvil para distribuir, parte de la cual nos es familiar bajo la forma de atención”.19 Esta catexia móvil se caracteriza porque puede ser dirigida intencionalmente y porque su finalidad es oponerse a la descarga directa. “La catexia del segundo sistema implica una inhibición simultá-

16 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 199. B.N., tomo III. 17 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 30;cf. también ibid., pág. 31 y sig. B.N., tomo III. 18 (1915e), “Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 188. B.N., to­ mo II; cf. también (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 578. B.N., tomo I. i o

(1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 615. B.N., tomo I.

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nea de la descarga de excitación... el segundo sistema sólo puede catectar una idea cuando se encuentra en una posi­ ción que le permite inhibir cualquier desarrollo del displa­ cer que pueda derivar de él. >*20 Mientras que el sistema preconsciente se caracteriza tanto por sus catexias móviles como inactivas (ambas cum*. píen el propósito de ligar) se supone que el sistema conscien­ te “no contiene energía ligada capaz de una descarga libre”. Freud justifica este punto de vista diciendo que en el siste­ ma cc no hay resistencia para el pasaje de una excitación, como sucede en otras partes del aparato mental.21 Pero esas energías móviles del sistema consciente están destinadas a un uso distinto del que se les da en los sistemas inconscien­ te o preconsciente. “Al percibir nuevas cualidades”, el sis­ tema consciente “presta una nueva contribución dirigiendo las cantidades móviles de catexia y distribuyéndolas en for­ ma conveniente. Con la ayuda de su percepción del placer y del displacer influye sobre las descargas de las catexias den­ tro de lo que, de otra manera, sería un aparato inconsciente que actúa por medio del desplazamiento de cantidades. Pa­ rece probable que en el primer caso el principio de displacer regule automáticamente el desplazamiento de catexias. Pero también es posible que la conciencia de estas cualidades pue­ da introducir, además, una nueva regulación más discrimina­ toria que puede oponerse a la primera y que aumenta la efi­ ciencia del aparato capacitándolo, en contradicción con su plan original, para catectar y modificar hasta aquello que es­ tá vinculado con la liberación del displacer”.22 Cuando Freud habla de “catexia móvil” en conexión con el “segundo sistema” (prec ) se refiere, indudablemente, a un tipo de energía catéctica que difiere cualitativamente de las catexias libremente móviles características de los pro-

20 Ibid., pág. 601. B.N., tomo I. 21 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 26 y sig. B.N., tomo III. 22 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 616. B.N., tomo I.

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cesos del primer sistema, el inconsciente. Esto está implíci­ to en el pasaje que se reproduce a continuación (pese a que en el mismo se opongan las catexias móviles y las catexias ligadas): “los impulsos que surgen de los instintos no perte­ necen al tipo de los procesos nerviosos ligados sino al de los procesos libremente móviles que aspiran a la descarga... los procesos de los sistemas inconscientes (son) fundamental­ mente distintos de los de los sistemas preconscientes (o conscientes). En el inconsciente las catexias pueden ser totalmente transferidas desplazadas y condensadas ”. 23 Freud enunció la misma hipótesis en términos estructurales, afirmando que “en el ello inconsciente la energía se en­ cuentra en un estado libremente móvil, y que el ello hace un almacenaje mayor por la posibilidad de descargar cantidades de excitación y no por otra consideración”.24 El placer y el displacer se relacionan con “la cantidad de excitación que hay presente en la mente y que no está ‘ligada’ en ninguna forma”.25'En los sueños, la característica de los procesos a que son sometidos los pensamientos incluidos en ellos como consecuencia del trabajo del sueño es que "toda la tensión tiende a lograr que la energía catéctica sea móvil y capaz de descarga; el contenido y el significado adecuado de los ele­ mentos psíquicos a los que están vinculados las catexias son tratados como si no tuvieran mayor significación".26 La ca­ pacidad de desplazamiento de las catexias es una de las ca­ racterísticas más importantes de la energía psíquica móvil y es propia de los procesos del sistema inconsciente. Por medio del desplazamiento de las catexias “las ideas que te­ nían originariamente una carga débil toman la carga de ideas

23 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 34. B.N., tomo III. 24 (1940a [1938]) , Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 168. B.N., tomo III. 25 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 7 y sig. B.N., tomo III. 26 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 697. B.N., tomo I.

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que originariamente estuvieron intensamente catectadas has­ ta que logran la fuerza que les permite acceder a la concien­ cia”.27 En el caso de los sueños esta transferencia completa de catexias de una idea a otra posiblemente “permite la catexia del sistema pcpt en la dirección inversa, partiendo de los pensamientos hasta la declinación de la vivacidad senso­ rial total”.28 El hecho de que “la satisfacción de un instinto puede reemplazar la satisfacción de otros” puede ser expli­ cado también por la posibilidad del desplazamiento “de las catexias libidinales de uno a otro”.29 A partir de esta discusión de las características de la energía catéctica móvil en los tres sistemas, inconsciente, preconsciente y consciente podemos llegar a la conclusión de que esta energía cumple distintos propósitos en cada uno de ellos, por ejemplo, descarga directa en el caso del incons­ ciente, ligado de excitaciones inconscientes en el precons­ ciente y dirección intencional sobre la base de la percepción de cualidad en el caso del sistema consciente. La diferenciación entre la energía catéctica móvil y la ligada, y entre las catexias de objetos en oposición a las ca­ texias verbales son dos de las características más importan­ tes para la diferenciación de los procesos mentales primarios y secundarios. Freud afirma que “es fácil identificar el pro­ ceso psíquico primario con la catexia libremente móvil de Breuer y el proceso secundario con los cambios en su cate­ xia tónica o ligada. De ser así, correspondería al estrato su­ perior del aparato mental ligar la excitación instintiva que llega al proceso primario”.30 El reemplazo del proceso pri­ mario por el secundario y la conversión de “la energía catéc­ tica que antes era libremente móvil en una catexia especial-

27 Ibid., vol. 4, pág. 177. B.N., tomo I. 2S Ibid., pág. 543; cf. también (1940a [1938])'Esquema del psi­ coanálisis, S.E., vol. 23, pág. 168. B.N., tomo III. 29 (1923a), “Dos artículos de enciclopedia”, S.E., vol. 18, pág. 256. B.N., tomo III. 30 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 34 y sig. B.N., tomo III.

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mente inactiva (tónica)’* es considerada por Freud como “una de las funciones más tempranas e importantes del apa­ rato mental”.31 En relación con los sentimientos de placer y displacer vinculados con los procesos primario y secundario Freud señala que “pueden ser producidos» tanto por los procesos excitatorios ligados como por los no ligados”, pero que el primero “origina sentimientos mucho más intensos en ambas direcciones”. Por otra parte, la transformación en energía ligada “se produce en defensa del principio del pla­ cer”, y la ligadura es un acto preparatorio que introduce y asegura el predominio del principio de placer”.32 El propó­ sito más importante del proceso psíquico primario es “la descarga motora,* o si el camino está abierto, el reavivamiento alucinatorio de la identidad perceptual deseada” y los procesos primarios “aparecen siempre que las ideas son abandonadas por la catexia preconsciente, cuando quedan libradas a sí mismas y pueden llegar a cargarse con la ener­ gía liberada del inconsciente que lucha por encontrar una salida”.33 La distinción entre los sistemas consciente e incons­ ciente no sólo puede hacerse en términos de los procesos primario y secundario, sino también sobre la base de catexias verbales y objétales. En una carta dirigida a Abraham en 1914, Freud escribió: “Hace poco tiempo logré definir una característica de los dos sistemas bw (consciente) y ubw (in­ consciente) que casi los hace comprensibles... Todas 1 as catexias de objeto forman el inconsciente. El sistema bw im­ plica la conexión de esas ideas inconscientes con los concep­ tos de palabras. »34 En otro artículo Freud habla del sistema inconsciente como de la “zona de los rastros mnémicos de

31 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 62. B.N., tomo III. 32 Ibid., pág. 62. B.N., tomo III. 33 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 604 y sig. B.N., tomo I. 34 Jones, E., Vida y obra de Sigmund Freud, Buenos Aires, Hormé, 1977.

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cosas (en contraposición con las catexias verbales)”.3S En el trabajo sobre “Lo inconsciente” (1915) se refiere de manera específica al hecho de que “la transmisión desde el sistema inc al sistema inmediato no se logra por medio de un nuevo registro sino por medio de una modificación en su estado, una modificación de su catexia”.36 De un pasaje de El yo y el ello (1923) podemos inferir que Freud diferenció teóricamente tres categorías funda­ mentalmente distintas de las energías catécticas, es decir, libidinales, agresivas y neutras. En dicho pasaje afirma que debemos suponer la existencia de “una energía desplazable que, pese a ser neutral en sí misma, es susceptible de ser in­ corporada a un impulso erótico o destructor cualitativamen­ te diferenciado e intensificar su catexia total”.37 En los dos impulsos instintivos básicos diferenciados por Freud, es fá­ cil descubrir las fuentes de las catexias libidinales y agresi­ vas. El hecho de que a lo largo de las obras de Freud encon­ tremos innúmeras referencias a las “catexias libidinales” y muy pocas a las “catexias agresivas” puede atribuirse tanto a la introducción relativamente tardía del concepto del ins­ tinto de muerte, como al hecho de que “los instintos eróti­ cos parecen ser más plásticos, más fáciles de desplazar y des­ viar que los instintos destructivos” y que, en consecuencia, tienen una importancia mayor en las formulaciones clínicas y teóricas.38 La “catexia narcisista” termino utilizado fre­ cuentemente por Freud, debe ser considerada como una for­ ma especial de catexia libidinal. Por otra parte, la “catexia de objeto” puede referirse tanto a las cualidades libidina­ les como a las agresivas de la catexia, aunque debemos seña­ lar, nuevamente, que en los trabajos de Freud las primeras han sido tratadas con más atención que las segundas.

35 (1917e [1915]), “Duelo y melancolía”, S.E., vol. 14, pág. 256 y sig. B.N., tomo Ií. 36 (1915e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 180. B.N., tomo II. 37 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 44. B.N., tomo III. 38 Ibidpág. 44 y sig. B.N., tomo III.

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La tercera clase de energía catéctica, la “energía neu­ tral”, es definida por Freud como “Eros desexualizado”. “Procede del depósito narcisita de la libido” y “muestra ac­ tividad tanto en el yo como en el ello”.39 Pero no queda muy en claro como la energía neutral, que ha sido definida como Eros desexualizado, lo que parece implicar un proce­ so del yo, puede actuar también en el ello. Se supone que ese proceso de neutralización se produce cuando desaparece el complejo de Edipo: “Sus catexias libidinales son abando­ nadas, desexualizadas y, en parte, sublimadas. »»4 0 Cuando Freud emplea el término “catexia del yo” (en el sentido de “catexias para el yo”) parece pensar especialmente en esas energías neutrales. Inferimos esto de un pasaje del caso Schreber (1911), donde plantea el problema de si “las ca­ texias del yo, que todavía continúan existiendo no habían sido suficientes para mantener una relación con el mundo externo” después de “la separación general de la libido” de él. Más adelante continúa: “para enfrentar esta dificultad deberíamos suponer que lo que llamamos catexia libidinal... coincide con el interés en general... o considerar la posibi­ lidad de que una perturbación muy generalizada de la distri­ bución de la libido puede producir una perturbación similar en las catexias del yo”.41 Freud utilizó el término “hipercatexias” dándole por lo menos dos significados diferentes. Por una parte puede re­ lacionarse con la catexia exclusiva o excesiva de un sistema, función o representación única. La utilizó en ese sentido en una descripción del cuadro clínico de pacientes esquizofré­ nicos, sin capacidad de transferencia, diciendo: “que su re­ chazo característico del mundo exterior, la aparición de in­ dicios de una hipercatexia de su propio yo hasta llegar, final-

39 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 44. B.N., tomo Iil. 40 (1925j), “Algunas diferencias psíquicas de la diferencia se­ xual anatómica'*, S.E., vol. 19, pág. 257. B.N., tomo III. 41 (1911c), “Observaciones psicoa nal (ticas sobre un caso de para­ noia (dementia para no id es) autobiográficamente descrito’*, S.E., vol. 14, pág. 197. B.N., tomo II.

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mente, a una completa apatía, todos estos rasgos clínicos ca­ racterísticos parecen coincidir, perfectamente, con el su­ puesto de que han abandonado sus catexias de objeto**.42 Cuando Freud se ocupa ae la reacción al dolor físico, dicien­ do que “la energía catéctica es requerida desde todas partes para proporcionar catexias de energía lo suficientemente intensas a la zona que rodea la brecha*’ de modo “que to­ dos los demás sistemas psíquicos quedan empobrecidos**, da un ejemplo de ese tipo de hipercatexia, pese a que en este caso utiliza el término “anticatexia**.43 El otro significado del término “hipercatexia” tiene posiblemente mayor importancia para la teoría psicoanálitica. Se basa en el supuesto de que cada uno de los siste­ mas psíquicos mayores (tnc, prec, cc) cuenta con sus pro­ pias energías catécticas, y que la progresión de una represen­ tación ideativa de un sistema a otro resulta de su catexia por dos sistemas, vale decir de su recepción de una hipercatexia. La idea se expresa más claramente en los siguientes pasajes: “El sistema irte contiene las catexias objétales...; el sistema prec nace a consecuencia de la sobrecarga de la represen­ tación objetiva por su conexión con las representaciones ver­ bales correspondientes. Estas hi percatexias... dan origen a una organización psíquica superior y permiten que el proce­ so primario sea reemplazado por el proceso secundario do­ minante en el sistema prec. ”. Para que una idea precons­ ciente se torne consciente se necesita una nueva hipercate­ xia: “la existencia de la censura entre el prec y el cc nos ad­ vierte que el acceso a la conciencia no es un simple acto de percepción sino que posiblemente es también una hiperca­ texia, o sea un nuevo progreso de la organización psíquica”.45 42 (1915e), “Lo inconsciente’’, S.E., vol. 14, pág. 197. B.N., to­ mo 11. 43 (1920g), “Más allá del principio del placer”, S.E.,vol. 18, pág. 30. B.N., tomo 111. 44 (1915e)“Lo inconsciente”,S.E., vol. 14, pág. 201 y sig. B.N., tumo 11. 45 (1915e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 194. B.N., to­ mo II.

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En La interpretación de los sueños (1900) Freud se ocupó en forma más detallada de este “nuevo progreso” al referir­ se a la hipercatexia como una suma de “catexias intenciona­ les” (preconscientes), y de catexias de “atención” prove­ nientes de la conciencia.46 La hipercatexia formada por la contribución del sistema cc “permite una mayor delicade­ za de funcionamiento” logrado mediante la “percepción del placer y del displacer”. “El valor de la hipercatexia institui­ do en las cantidades móviles por obra de la influencia regu­ ladora del órgano sensorial de la cc está muy bien ejemplifi­ cada por su creación de una nueva serie de cualidades y, en consecuencia, de un nuevo proceso de regulación.”47 La importancia y función de las contracatexias será tra­ tado como un concepto independiente. 4. Efectos de los procesos catécticos Posiblemente el efecto más significativo de los proce­ sos catécticos es la creación de rastros permanentes a los que se da el nombre de “facilitaciones”. En “El proyecto” (1895) Freud se ocupó en forma muy extensa del problema de las “facilitaciones”, y aunque en sus trabajos posteriores las menciona en muy contadas oportunidades sus conceptos a este respecto continuaron siendo esencialmente los mis­ mos. En Más allá del principio del placer (1920) leemos: “Puede suponerse que al pasar de un elemento a otro, la ex­ citación tiene que vencer una resistencia, y que la disminu­ ción de esta resistencia deja una huella permanente de la ex­ citación, es decir una facilitación, »* 48 En consecuencia pensamos que es lógico recurrir a “El proyecto” en procura de algunas citas relacionadas con la función de las facilitacio-

46 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág, 594. B.N., tomo 1. 47 Jbid.t pág. 602 y sig., pág. 616 y siguiente. B.N., tomo I. 48 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 26 y sig. B.N., tomo III.

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nes. En dicho trabajo Freud señaló que las facilitaciones contribuyen a impedir la acumulación en el aparato mental de cantidades excesivas de excitaciones no descargadas, lo que “impide, por lo menos en cierta medida, que dicho apa­ rato se llene de cantidad, vale decir que al establecer las faci­ litaciones evita la catexia”. En consecuencia las facilitacio­ nes son en primer lugar, una característica del sistema pri­ mario . Pueden establecerse, también, entre dos rastros mnémicos simultáneamente catectados y esto se debe a que “dos catexias que están presentes al mismo tiempo deben ser recíprocamente conectadas”.49 Las facilitaciones tienen una importancia especial en relación con la economía men­ tal en la medida en que facilitan la aparición de algo similar a una señal de ansiedad: “Como la liberación del displacer puede ser muy grande en los puntos en que sólo hay una ca­ texia leve del recuerdo hostil, podemos llegar a la conclusión de que el dolor deja tras de sí numerosas facilitaciones. >»5 0 En “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños” (1915) Freud reafirma un principio del que ya se había ocu­ pado muy extensamente en su “Proyecto” primitivo; nos re­ ferimos “al principio de la insusceptibilidad a la excitación de los sistemas no catectados”. Este principio se aplica espe­ cialmente a los procesos que se desarrollan durante el estado de sueño, y se relaciona con el hecho de que “un vaciamien­ to completo de un sistema lo vuelve poco susceptible a la instigación”.51 En “El proyecto” Freud había expresado ya este punto de vista en relación con el sistemapcpf, diciendo: “cuando no hay catexia la capacidad de recepción desapare­ ce”.52 Sin embargo, en “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños” señala que en el caso del sueño, cuando el sis-

49 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 361 y siguiente. 50 Ibid.t pág. 382. 51 (1917d), “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños*’, S.E., vol. 14, pág. 227 n y 234 n. B.N., tomo II. 52 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 374; cf. también ¿btd., pág. 399.

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tema ce no está catectado, “las excitaciones... que han se­ guido el camino de la regresión encontrarán ese camino des­ pejado hasta el sistema cc en el que representarán una reali­ dad indiscutida”. En una nota de pie de página Freud afirma que en este caso “el principio de la insensibilidad a la exci­ tación de los sistemas no catectados parece quedar invalida­ do... Aunque puede tratarse de un problema que abarque únicamente la eliminación parcial de catexia; y en lo que hace al sistema perceptual en especial, debemos suponer que tiene muchas condiciones para la excitación que difieren, en forma muy marcada, de las de otros sistemas”.53 En Estudios sobre la histeria (1895) Freud señaló, tam­ bién, que las ideas que han estado vinculadas anteriormente a un afecto muy penoso, pueden no ser suceptibles a nuevas eatexias. “Una idea cuyo afecto ha quedado sin resolver involucra siempre un cierto monto de inaccesibilidad asocia­ tiva y de incompatibilidad con nuevas eatexias.”S4 Las sensaciones de placer y displacer están íntimamen­ te vinculadas con procesos catecticos o, mejor dicho, con es­ tados catécticos, vale decir que dependen de lo que Freud llama “el nivel de catexia”. En relación con esto señala que “las sensaciones de naturaleza placiente no presentan, de por sí, ningún carácter perentorio. No así las displacientes que aspiran a una modificación y a una descarga, razón por la que interpretamos el displacer como una elevación y el placer como una disminución de la catexia de energía”.55 Freud enunció el mismo concepto en “El proyecto”, pero allí agregó que “el displacer es liberado desde el interior del cuerpo, es provocado, en ese momento, por la catexia de la memoria”.54

53 (1917d), “Adición meta psicológica a la teoría de los sueños", S.E., vol. 14, pág. 234 y pág. 234 n. B.N., tomo II. 54 (1895b), Estudios sobre la histeria, S.E.,vol. 2, pág. 89. B.N., tomo I. 55 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 22. B.N., tomo III. 56 (1950a) [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 381 y siguiente.

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5. Procesos catécticos en el yo En la introducción a Los orígenes del psicoanálisis, el autor señala que en “El proyecto” “el yo es representado como un organismo diferenciado por la posesión de una catexia constante de energía, hipótesis que al cabo de un cuarto de siglo se convirtió en la piedra fundamental de la teoría psicoanalítica de la estructura psíquica”.57 Aunque esto es verdad, en sus artículos posteriores Freud se ocupó mucho menos de la hipótesis de una “catexia constante del yo” de lo que había hecho en “El proyecto”. En los últimos trabajos tenemos que inferir dicha hipótesis de la diferencia­ ción entre procesos catécticos móviles y ligados, de la des­ cripción de los procesos del pensamiento, etcétera, de afirma­ ciones como la que dice: “El yo mismo llegó a ser considera­ do como un reservorio de la que fue descrita como libido narcisista”,54 y también de otras similares. En “El proyecto” Freud fue mucho más concreto. Allí leemos que el yo “re­ tiene una catexia constante... es el vehículo destinado al al­ macenamiento de la cantidad requerida por la función secundaria”.59 En otro contexto habla de “los efectos producidos por un grupo de neuronas con una catexia constante (el yo) sobre las neuronas con catexias cambiantes” 60 Es es­ te depósito constante de catexias el que permite que el yo cumpla “sus múltiples funciones”. Algunos de los mecanis­ mos catécticos básicos que subyacen al desempeño de estas funciones parecen ser los siguientes: a) Debilitamiento de las catexias: “El cumplimiento aproximado de este fin se logra si el yo consigue convertir esta idea poderosa en una idea débil despojándola del afec-

57 Ibid„ pág. 26. 58 (1923a), "Dos artículos de enciclopedia”, S.E., vol. 18, pág. 249. B.N., tomo III. 59 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 384. 60 Ibid., pág. 417; cf. también ibid., página 426 y siguiente.

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to, vale decir de la suma de excitación con la que está carga­ da (catectada).”61 b) Inhibición de las catexias: Al ocuparse de las aluci­ naciones Freud dice que "la inhibición provocada por el yo posibilita la formación del criterio necesario para diferenciar entre una percepción y un recuerdo”. Un sine qua non del proceso secundario es la utilización correcta de las indicacio­ nes de la realidad, que “es posible, únicamente cuando hay una inhibición del yo”.*2 La risa provocada por los chistes es el fenómeno más común que permite ejemplificar el le­ vantamiento de una “catexia inhibitoria”.63 c) El empleo de las catexias intencionales: “Dentro de las posibilidades de elección del yo está la de modificar el curso” de los procesos catécticos “en la dirección de cual­ quier catexia intencional, ...en realidad nuestro yo toma siempre en consideración las catexias que tienden a un fin y, con frecuencia, se ocupa de muchas al mismo tiempo”,64 por ejemplo, pensamientos, juicios, contracatexias, etcétera. d) La sustracción de las catexias: Este es un mecanis­ mo característico de muchas defensas (por ejemplo la sus­ tracción de la catexia preconsciente) y estamos familiari­ zados con su forma más extrema, en el estado de sueño. Las “características psicológicas del sueño deben buscarse, esen­ cialmente, en las modificaciones de las catexias de este sis­ tema particular, sistema que controla también el acceso al poder del movimiento, paralizado durante el sueño”.65 Du-

61 (1894a), “La neurosis de defensa", S.E., vol. 3, pág. 48. B.N., tomo I. 62 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis. Lon­ dres, Imago, 1954, págs. 387-9; cf. también ibid., págs. 390 y sig., y 394-6. 63 (1905c), El chiste y su relación con lo inconsciente, S.E., vol. 8, págs. 147-52. B.N., tomo II. 64 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 434. 65 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 555. B.N., tomo I;cf. también ibid., pág. 543 y sig. 554, 570, 573.

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rante el sueño el yo vuelve a “un estado de cosas anterior... al romper sus relaciones con el mundo externo y sustraer sus catexias de los órganos de los sentidos”.66 Uno o varios de estos mecanismo están involucrados en fenómenos del yo tales como la atención, el pensamien­ to, la conciencia, etcétera. Las catexias de atención cumplen una importante fun­ ción reguladora. “El curso de nuestras reflexiones conscientes nos muestra que seguimos un camino particular en el uso que damos a nuestra atención. Si al seguir este camino llegamos a una idea que no soporta críticas, la abandonamos; dismi­ nuimos la catexia de atención.” 67 Freud señala un aspecto importante de esta función al decir que “si una catexia que libera displacer pudiera eludir la atención, la intervención del yo se produciría demasiado tarde”. 68 En “El proyecto” Freud habla, incluso de “una regla biológica de atención” que regula “el desplazamiento de las catexias del yo”. Dice lo siguiente: “Si aparece una indicación de realidad, la ca­ texia perceptual que también está presente queda hipercatectada. **69 Al ocuparse de los chistes, Freud sostiene que “la catexia de atención tiene una participación muy impor­ tante en la supervisión y en el nuevo destino de la energía catéctica liberada”.70 Los pensamientos están estrechamente vinculados con el problema de la atención, ya que “el sine qua non para el despertar de las indicaciones del pensamiento es que éstas

66 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 166. B.N., tomo 111. 67 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 593. B.N., tomo I. 68 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 415. 69 Ibid., pág. 428 y sig.; cf. también ibid., págs. 386-387, 41719, 420, 431 y siguiente. • 70 (1905c), El chiste y su relación con lo inconsciente, S.E., vol. 8, pág. 151 y sig. B.N., tomo II.

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reciban una catexia de atención”.71 El proceso secundario del pensamiento es un proceso mental que se produce, casi exclusivamente, por obra de las energías ligadas, y es princi­ palmente esta razón la que permite tolerar el incremento de la tensión mientras el proceso de descarga es pospuesto. “Se trata de un tipo experimental de acción que va acompaña­ do por el desplazamiento de cantidades relativamente pe­ queñas de catexias, y por un gasto menor (descarga) de és­ ta. Para llegar a este fin fue necesario convertir las catexias libremente desplazables en catexias ‘ligadas’ y esto se logró elevando el nivel de todo el proceso catéctico.”72 Aunque Freud parece implicar aquí que el pensamiento exige una cierta cantidad de descarga, en el año 1905 había afirmado: “en nuestros procesos de pensamiento mantenemos cons­ tantemente el hábito de desplazar esas catexias... (que se han vuelto superfluas) de una vía a otra, sin que pierdan na­ da de su energía a causa de la descarga”.73 Otro pasaje pare­ ce sustentar el siguiente concepto: “Una concatenación de pensamientos que ha sido establecida yendo... en el precons­ ciente, puede cesar espontáneamente o persistir. Considera­ mos que la primera de estas soluciones implica que la ener­ gía vinculada a ese conjunto de pensamientos se difunde a lo largo de todas las vías asociativas que irradian de ella. Es­ ta energía pone a toda la red de pensamientos en un estado de excitación que se prolonga durante un cierto tiempo, y desaparece cuando la excitación en busca de una descarga, se transforma en una catexia en reposo, »74 En consecuencia, y desde un punto de vista catéctico, las características más importantes de los procesos secundarios del pensamiento es-

71 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 431. 72 (1911b), “Sobre los dos principios del suceder psíquico'*, S.E., vol. 12, pág. 221. B.N., tomo II; cf. también (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 425 y siguiente. 73 (1905c), El chiste y su relación con lo inconsciente, S.E., vol. 8, pág. 151 y sig. B.N., tomo II. 74 (1900a), La interpretación de los sueños. S.E., vol. 5, pág.

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tán representadas por el hecho de que emplean siempre energía ligada y desplazan únicamente pequeñas cantidades de catexias. La conciencia necesita “inervaciones catécticas” que “son enviadas y retiradas en rápidos impulsos periódicos des­ de el interior hasta el sistema totalmente permeable pcpt-cc. Mientras ese sistema esta catectado de esta manera recibe las percepciones (acompañadas de conciencia)... pero cuan­ do la catexia se sustrae la conciencia se extingue y cesa la función del sistema’*.75 Freud expresó un concepto similar en “El proyecto’*, al afirmar que “la conciencia emerge du­ rante el pasaje de una cantidad... lo que equivale a decir que no es excitada por una catexia constante”.76 Una de las funciones más importantes de la conciencia es la percepción de “nuevas cualidades” que la capacitan para “dirigir las cantidades móviles de catexia y distribuirlas de una manera útil”.77 6. Procesos catécticos en el ello El ello sólo contiene catexias de un tipo libremente móvil, que se caracterizan por la facilidad de su desplaza­ miento y por su propósito esencial de encontrar una des­ carga. Las catexias en el ello son, en primer lugar, “las re­ presentaciones mentales de los instintos”;78 por ejemplo, “una idea o grupo de ideas que están catectadas con una cuota definida de energía psíquica (libido o interés) prove-

594. B.N., tomo I. 75 (1925a), “El block maravilloso”, S.E., vol. 19, pág. 231. B.N., tomo 111. 76 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 404. 77 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 616. B.N., tomo I. 78 (1926f), “Psicoanálisis”, S.E., vol. 20, pág. 265 y sig. B.N., tomo III.

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niente de un instinto”.79 Los procesos son regidos única­ mente por el principio del placer, y la afirmación de Freud de que “/as liberaciones de placer y displacer regulan, automáticamentey el curso de los procesos catécticos »» 80 parece ser especialmente aplicable a estos procesos del ello. Inferi­ mos esto partiendo de la enunciación formulada en otro ar­ tículo, en relación con los procesos secundarios que pueden „ “catectar e influir aun sobre lo que está vinculado con la li­ beración del displacer”.81 En la regresión libidinal “la libido se ha retraído del yo y de sus leyes... las ideas a las que transfiere ahora sus ener­ gías como una catexia, pertenecen al sistema de lo incons­ ciente y están sometidas a los procesos que son posibles allí, especialmente a la condensación y al desplazamiento”. Esta regresión es posibilitada por la existencia de fijaciones y consiste en una “catexia regresiva (con libido), de estas fi­ jaciones”.82 En lo que hace a la regresión, Freud enfatizó el hecho de que “las ideas reprimidas conservan su capacidad de ac­ ción en el inc y, en consecuencia, deben haber retenido su catexia”. El que esas ideas, pese a haber conservado su cate­ xia, no puedan penetrar en el sistema prec se debe a la pre­ sencia de contracatexias.83 Sin embargo, si “un deseo repri­ mido inconsciente recibe un refuerzo orgánico”, puede tra­ tar de forzar su camino a pesar de haber perdido la “cate­ xia del preconsciente. Se produce entonces una lucha defen­ siva, porque el prec a su vez refuerza su oposición a los pen­ samientos reprimidos (vale decir produce una ‘contracate-

n.

79 (1915d), “La represión*’, S.E., vol. 14, pág. 152. B.N.,tomo

80 (1900a), La interpretación de los sueños. S.E., vol. 5, pág. 574. B.N., tomo I. 81 Ibid., pág. 616. B.N., tomo I. 82 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol, 16, pág. 359. B.N., tomo II. 83 (1915e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 180 y sig. B.N., tomo II.

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xia*) y luego los pensamientos transferenciales, que son los vehículos del deseo inconsciente, fuerzan su camino recu­ rriendo a una forma de compromiso al que se llega mediante la producción de un síntoma”.84 En el artículo sobre “La represión” (1915) encontra­ mos un párrafo muy importante relacionado con la repre­ sión y su dependencia del aspecto cuantitativo de la catexia: “En lo que hace a las ramificaciones no reprimidas de lo in­ consciente, el destino de una idea particular es decidido, muchas veces, por el monto de su actividad o catexia... esa ramificación continúa sin reprimir en tanto represente só­ lo un pequeño monto de energía... aunque su contenido po­ dría originar un conflicto con lo que domina la conciencia. El factor cuantitativo resulta decisivo para este conflicto • • • por lo menos en lo que concierne a la represión, un incre­ mento de energía catéctica actúa en el mismo sentido que un acercamiento a lo inconsciente, mientras que una dismi­ nución de esa catexia tiene el mismo efecto que una distor­ sión o distancia miento de lo inconsciente. >iSS 7. Procesos catécticos en recuerdos, percepciones y alucinaciones Estos tres fenómenos se consideran conjuntamente porque los procesos catécticos implicados en ellos están muy estrechamente vinculados entre sí. Las percepciones llevan a los recuerdos y a su vez, en ciertas circunstancias, éstas pueden provocar alucinaciones. A diferencia de una percepción, un recuerdo “no tiene la cualidad suficiente pa­ ra excitar la conciencia y atraer, de ese modo, una nueva ca­ texia”. Esto ayuda a evitar “el recuerdo de todo aquello

84 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 604. B.N., tomo I. 85 (1915d), “La represión**, S.E., vol. 14, pág. 152. B.N., tomo II; cf. también (1916-17). Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 373. B.N., tomo II.

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que en alguna oportunidad haya resultado desagradable”, por ejemplo, el yo “catecta recuerdos de manera tal que se produce una inhibición de su descarga... en dirección al des­ arrollo del displacer”.86 La mayor parte de los recuerdos están integrados por catexias provenientes de distintas mo­ dalidades sensoriales (auditivas, visuales, táctiles, etcétera), pero, para una comprensión del proceso de los sueños en es­ pecial, es importante tener en cuenta que “algunos de estos recuerdos existen, en sí mismos, sólo bajo la forma de cate­ xias visuales y no como traducciones a la terminología de los sistemas posteriores”, por ejemplo, sin ninguna catexia verbal vinculada a ellos.87 Desde un punto de vista genético, los recuerdos cum­ plen, en primer lugar, la función de conectar las representa­ ciones de las necesidades con las experiencias resultantes. Entre ambas se establece un vínculo, que hace que una ex­ periencia de satisfacción, por ejemplo, “la imagen mnémica” de una percepción particular” continúe vinculada, de allí en adelante, con el rastro mnémico de la excitación provocada por la necesidad”. En los casos en que surge nuevamente la necesidad esto facilita la nueva carga de la catexia de la ima­ gen mnémica de la percepción y dirige los esfuerzos hacia una “catexia completa de la percepción”.88 La capacidad de diferenciar entre un recuerdo y una percepción es esencial desde el punto de vista de la econo­ mía mental: “es la inhibición provocada por el yo que posi­ bilita ¡a formación de un criterio para diferenciar entre una percepción y un recuerdo”89 Como señala Freud en otro ar­ tículo, una “catexia interna (por ejemplo, la catexia de un re­ cuerdo) podría tener el mismo valor de una catexia externa

86 (1900 a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 600 y sig. B.N., tomo I. 87 Ibid., pág. 573 y sig. B.N., tomo I. 88 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 600 y sig. B.N., tomo I. 89 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 387 y siguiente.

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(por ejemplo, una catexia perceptual), sólo en el caso de que persista incesantemente... A fin de lograr que el gasto de la fuerza psíquica sea más útil, es necesario detener la regre­ sión antes de que se complete, de modo que no vaya más allá que la imagen mnémica”.90 Si la regresión tópica no se detiene en la imagen mnémica “el resultado es una catexia totalmente alucinatoria de los sistemas perceptuales”.91 En El yo y el ello (1923), Freud dijo: “cuando se reaviva un re­ cuerdo, la catexia se conserva en el sistema mnémico, mien­ tras que la alucinación, no diferenciable de la percepción, surge únicamente cuando la catexia no se limita a propagar­ se desde la huella mnémica al elemento del sistema pcpt, si­ no que lo deja totalmente de lado”.92 Según Freud “el pri­ mer deseo parece haber sido una carga alucinatoria del re­ cuerdo de satisfacción”. En otras palabras, es el proceso pri­ mario que lucha por una renovación alucinatoria de la per­ cepción de satisfacción, mientras que una de las funciones del proceso secundario consiste en no “permitir que la ca­ texia mnémica vaya más allá de la percepción y ligue, des­ de allí, las fuerzas psíquicas”.93 La percepción en sí misma, es una función del yo que necesita sólo pequeñas cantidades de energía. “El yo envía periódicamente al sistema de la percepción pequeñas catexias psíquicas, por medio de las cuales prueba los estímu­ los externos y se retrae, nuevamente, después de cada uno de estos avances de tanteo.”94

90 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pég. 566. B.N., tomo I. 91 Ibid., pág. 548. B.N., tomo I. 92 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 20. B.N., tomo III. i 93 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 598 y sig. B.N., tomo I; cf. también (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 401 y siguiente. 94 (1925h), “Negación**, S.E., vol. 14, pág. 201. B.N.,tomo II; cf. también (1950a [1887*1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, pág. 142.

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8. Catexias de objetos “Las primeras y verdaderas catexias objétales’* son las “catexias de objeto” contenidas en el sistema inconsciente.95 Esta afirmación parece implicar una distinción entre los pri­ meros reavivamientos alucinatorios de la percepción de ob­ jetos lograda mediante una catexia completa de su imagen mnémica y la catexia posterior de las representaciones objé­ tales con su clara diferenciación entre recuerdo y percep­ ción. Podemos ver una confirmación de esta diferenciación, cuando Freud dice que “el narcisismo primario... se prolon­ ga hasta que el yo comienza a catectar las ideas de los obje­ tos con libido, para transformar la libido narcisista en libi­ do objetal”.96 La hipótesis, la de que las primeras catexias de objeto emanan del ello, es un factor importante para la comprensión del narcisismo en general, y del narcisismo se­ cundario en particular. “El yo se ocupa de las primeras ca­ texias de objeto del ello... cargando con la libido provenien­ te de éste y ligándola a la modificación del yo producida por medio de la identificación... El narcisismo del yo es, en consecuencia, un narcisismo secundario que ha sido sus­ traído de los objetos. «97 En “Esquema del psicoanálisis” Freud alude a un im­ portante factor determinante de esta tendencia a sustraer ca• texias de los objetos, al decir: “no puede dudarse de que al principio el niño no diferencia el pecho de su propio cuerpo; cuando el pecho es separado de ese cuerpo y aislado en el ‘exterior\ el niño percibe su ausencia repetidas veces y lle­ va consigo, como un objeto, una parte de la catexia libidinal narcisista primitiva” 98 (véase el concepto sobre narcisismo). 95 (1915e), “Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 201, B.N., tomo II. 96 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 150. B.N., tomo III. 97 (1923b), El yo y el ellot S.E., vol. 19, pág. 45 y siguiente. B.N., tomo III. 98 (1940a [1938]) , Esquema del psicoanálisis, S.E., vol. 23, pág. 188. B.N., tomo III.

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El narcisismo secundario tiene para las elecciones posterio­ res de objeto una consecuencia importante y es que al ser hechas “sobre bases narcisistas... en el momento en que sur­ ge alguna contrariedad, la carga de objeto puede retroceder al narcisismo. La identificación narcisista con el objeto se convierte, entonces, en un sustituto de la carga erótica”.99 La naturaleza de las relaciones objétales es determinada tanto por factores cualitativos (libidinales o agresivos) como por factores cuantitativos. En relación con los últimos Freud dice, que “la diferencia entre la catexia erótica objetal común y el estado de enamoramiento, consiste en que en este último la carga trasladada al objeto es incompara­ blemente mayor; que, por así decirlo, el yo se vacía en el ob­ jeto”.100 Es evidente que en el pasaje que acabamos de re­ producir y en otros similares, Freud se refiere a la represen­ tación de objeto. La facilidad con que las catexias de objeto son trans­ feridas de una persona a otra es un factor determinante de gran importancia para la estabilidad de las relaciones objé­ tales, pero también para la posibilidad de su tratamiento en análisis. El proceso analítico es lento en personas “que no pueden resignarse a reparar las catexias libidinales de un ob­ jeto para desplazarlas sobre otro aunque no podamos des­ cubrir una razón especial para esta lealtad catéctica”. La posibilidad de tratamiento de los individuos del tipo opues­ to, cuya “libido parece particualrmente móvil” y que “en­ tra fácilmente en las nuevas catexias sugeridas por el aná­ lisis, abandonando las antiguas”, es mucho más dudosa “y los resultados del análisis suelen ser, con frecuencia, muy poco duraderos”.101

99 (1917e [1915]), “Duelo y melancolía**, S.E., vol. 14, pág. 249. B.N., tomo 11. 100 (1927d), “El humor**, S.E., vol. 21, pág. 164 y sig. B.N., to-

mo ni.

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(1937c), “Análisis terminable e interminable’*, S.E., vol. 23, pág. 241. B.N„ tomo 111.

TEORIA FREUDIANA DEL CONFLICTO

Una importante contribución del psicoanálisis a la comprensión de la vida mental en general y a la teoría de las neurosis en particular fue el reconocimiento de la existencia de fuerzas mentales que pueden por sí mismas entrar en conflicto. Estos conceptos, que nos resultan tan familiares actual­ mente, fueron enunciados por Freud a comienzos del siglo veinte. En ese momento, la opinión científica imperante consideraba que las neurosis eran el resultado de “la heren­ cia y la degeneración”. En Introducción al psicoanálisis (1916-17) Freud seña­ ló cuáles eran sus propósitos: “No buscamos simplemente describir y clasificar fenó­ menos, tratamos también de comprenderlos como signos de un interjuego de fuerzas mentales, como una manifesta­ ción de intenciones determinadas que trabajan de común acuerdo, o en mutua oposición. Nos interesa el concepto di­ námico de los fenómenos mentales. De acuerdo con nuestro punto de vista los fenómenos percibidos tienen mayor impor­ tancia que las tendencias que son meramente hipotéticas.”1 Además, su teoría de la neurosis se basó en la existen­ cia de estas fuerzas mentales en una situación de conflicto. En relación con esto escribió: 1 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 67. B.N., tomo II.

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4‘He podido demostrar la validez de la hipótesis del conflicto psíquico, y de la formación de síntomas como consecuencia de los compromisos entre las dos corrientes mentales que luchan, recíprocamente, la una contra la otra y lo he hecho en relación con algunos pacientes observados y tratados médicamente en la vida real...2 Si no hay conflic­ to la neurosis no existe.”3 Al tratar de explicar en su Estudios sobre la histeria, la aparición del concepto de defensa, escribió: “El yo del pa­ ciente ha sido enfrentado por una idea que le resultó intole­ rable, y despertó en el yo un gran rechazo cuyo propósito era el de defenderlo de esa idea. La defensa resultó realmen­ te exitosa. La idea a que nos referimos fue eliminada de la conciencia y de la memoria.” Poco más adelante continúa diciendo: “De este modo una fuerza psíquica, la aversión por parte del yo, eliminó la idea patógena de la posibilidad de asociación y se opuso a su reingreso a la memoria.”4 Dijo además: “El conflicto coincide con mi concepto de defensa (o rechazo). Siempre en relación con los casos de neurosis adquiridas en personas que no son hereditariamente anorma­ les.”5 Y continúa: “Los pacientes... disfrutaban de buena salud hasta el momento en que en el mundo de sus ideas se planteaba una incompatibilidad; esto es hasta que su yo se veía enfrentado con una experiencia, una idea o un sentimiento que, des­ pertando un afecto tan penoso el sujeto decidía eliminarlo, por considerar que no tenía fuerzas para resolver, por medio de una labor mental, la contradicción existente entre su yo

2 (1907a), El delirio y los sueños en la “Gradiva”de Jensen, S.E., vol. 9, pág. 54. B.N., tomo II. 3 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., yol. 15-16, pág. 349. B.N., tomo II. 4 (1895d), Estudios sobre la histeria, en colaboración con Breuer, S.E., vol. 2, pág. 269. B.N., tomo I. 5 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 85. (Carta del 21/5/1894.)

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y la representación intolerable...6 En ese momento, y aun antes de que se hubiera dado a la sexualidad el lugar que le corresponde como factor etiológico, sostuve que ninguna experiencia podía tener un efecto patógeno a menos que resultase intolerable al yo del sujeto y exigiera la concreción de esfuerzos necesarios para la defensa. »> 7 En relación con el conflicto presente en los neuróticos y los mecanismos de formación de síntomas que pueden re­ sultar de aquel, Freud señaló que: “En esas personas encon­ tramos por lo general señales de lucha entre los impulsos de los deseos o, como decimos habitualmente, un conflicto psíquico. Una parte de la personalidad defiende ciertos de­ seos mientras que otra se opone a ellos y los rechaza.” Un poco más adelante continúa diciendo: “El conflicto es susci­ tado por la frustración, a resultas de la cual la libido, a la que se ha privado de satisfacción, es inducida a buscar nue­ vos objetos y caminos. La condición previa y necesaria del conflicto es que estos otros objetos y caminos provoquen displacer en una parte de la personalidad, a consecuencia del cual surge de inmediato una prohibición que no permite que se logre satisfacción mediante el empleo del nuevo recurso.”8 Después de explicar cómo los impulsos pueden ser obli­ gados a seguir un camino regresivo hasta encontrar formas y objetos que habían proporcionado satisfacción, caracterizó los hechos que siguen a esta regresión, de acuerdo con la ac­ titud de aceptación o rechazo del yo en relación con esas an­ tiguas formas de satisfacción. Las tendencias libidinales si­ guen caminos de regresión, y: “Cuando estas tendencias, incompatibles con la indivi­ dualidad del sujeto, en ese momento adquieren la intensidad

6 (1894a), “Las neurosis de defensa”, S.E., vol. 3, pág. 47, B.N., tomo I. 7 (1906a), “La sexualidad en la etiología de las neurosis”, S.E., vol. 7, pag. 276. B.N., tomo II. 8 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 15-16, pág. 349. B.N., tomo II.

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suficiente, puede surgir conflicto entre ellas y la otra parte de su personalidad que ha permanecido en contacto con la realidad. Este conflicto se resuelve mediante la formación de síntomas • • • »>9 “El camino que conduce a la perversión se separa clara­ mente del que lleva a la neurosis. Si las regresiones no pro­ vocan la oposición del yo la neurosis no se manifiesta y la li­ bido logra una satisfacción real aunque no prolongada. Pero cuando el yo, que regula no sólo la conciencia sino también los accesos a la inervación motriz y en consecuencia la concresión de los deseos mentales no acepta estas regresiones, surge inevitablemente el conflicto. »io “...en todas las neurosis los síntomas patológicos son en realidad el resultado de los conflictos, que han llevado a la ‘represión’ y a la escisión de la mente. Los síntomas son generados por distintos mecanismos: a) por formaciones que sustituyen a las fuerzas reprimidas, o b) por compromisos entre las fuerzas reprimidas y represoras, o c) como forma­ ciones reactivas y de defensa contra las fuerzas reprimidas * • *>*11 “Los síntomas histéricos surgen como una transacción entre dos impulsos afectivos e instintivos opuestos, uno de los cuales tiende a expresar un instinto parcial, o un com­ ponente de la constitución sexual, que el otro está tratando de reprimir. »>12 En el caso de Dora los síntomas aparecieron después de que surgió el conflicto entre su “tentación de ceder a las

9 (1912e), “Sobre los tipos de adquisición de las neurosis”, S.E., vol. 12, pág. 232. B.N., tomo II. 10 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 15-16, pég. 369. B.N., tomo II. 11 (1913m [1911]), '‘Psicoanálisis”, S.E., vol. 12, pág. 208. B.N., tomo II. 12 (1908a), “Fantasías histéricas y su relación con la bisexual» dad”, S.E., vol. 9, pág. 164. B.N., tomo II; cf. también: (1900a) Lu interpretación de los sueños. S.E., vol. 5, pág. 596. B.N., tomo I, y Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954. (Carta 46 a Fliess.)

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propuestas del hombre y una fuerza que se rebelaba contra ese sentimientoAquella logró, finalmente, que las fuer­ zas del yo repudiaran esos deseos sexuales. 13 16 En el caso de “El hombre de las ratas”, Freud seña­ ló:

13 (1905e [1901], "Análisis de un caso de histeria", S.E., vol. 7, pág. 88 y sig. B.N., tomo II. 14 (1905e [1901]), "Análisis de un caso de histeria", S.E., vol. 7, pág. 58 y sig. B.N., tomo II. 15 (1907b), “Acciones obsesivas y prácticas religiosas", S.E., vol. 9, pág. 124. B.N., tomo II. 16 (1909d), "Análisis de un caso de neurosis obsesiva", S.E., vol. 10, pág. 192. B.N., tomo II.

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“Era una neurosis obsesiva total... el niño... estaba ba­ jo el dominio de un componente del instinto sexual, el pla­ cer visual (escoptofilia) a resultas del cual emergía siempre en él, y con gran intensidad, el deseo de ver desnudas a las personas del sexo femenino que eran de su agrado. Este de­ seo corresponde a la idea compulsiva obsesiva ulterior, y si el deseo no mostraba todavía un carácter compulsivo era porque el yo no se había opuesto aún totalmente a él y no lo sentía como algo ajeno a sí mismo. Pero sin que se supie­ ra de que fuente procedía, se manifestaba una oposición activa a ese deseo, pues su aparición iba acompañada gene­ ralmente por un afecto penoso. En la vida anímica del pe­ queño voluptuoso se desarrollaba un conflicto. Junto al de­ seo obsesivo... existía un temor obsesivo; cada vez que ex­ perimentaba el deseo surgía en él el temor de que algo terri­ ble sucediera.” “Hallamos, entonces, un instinto erótico y una rebe­ lión contra él mismo; un deseo que aun no se ha vuelto compulsivo y, luchando contra él, un temor que ya tiene carácter obsesivo. Un afecto penoso y un impulso que pro­ cura la adopción de medidas defensivas. >>17 Los delirios y las alucinaciones fueron considerados, también, como el resultado de un conflicto o de una lucha interminable. Los síntomas consistentes en alucinaciones, fantasías y también acciones son, en realidad: “Los síntomas de una alucinación, las fantasías y tam­ bién las acciones son, en realidad, los resultados de un com­ promiso entre las dos corrientes mentales y en un compro­ miso se consideran las demandas de cada una de las partes; aunque cada una debe renunciar a algo de lo que quiere lo­ grar. Todo compromiso debe haber sido precedido por una lucha, en este caso se trata del conflicto que según hemos supuesto existía entre el erotismo reprimido y las fuerzas re-

17 (1909d), ‘‘Análisis de un caso de neurosis obsesiva”, S.E •> vol. 10, pág. 162 y sig. B.N., tomo II.

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presoras. En la formación de una alucinación esta lucha es realmente interminable.”18 Freud describió la forma en que en épocas tempranas de la vida puede surgir un conflicto con la autoridad exter­ na. “En ese momento es la expresión inmediata del temor por la autoridad externa, un reconocimiento de la tensión exis­ tente entre el yo y esa autoridad, >>19 En algún momento del desarrollo estos conflictos con la autoridad externa se inter­ nalizan. “Está de acuerdo con el curso del desarrollo huma­ no el que la coerción externa llegue gradualmente a interna­ lizarse, porque una parte especial del aparato mental, el superyó, la internaliza e incluye entre sus mandatos. >>20 En la vida mental pueden observarse muchos y distin­ tos tipos de conflictos. Algunos se encuentran en la base de ciertas perturbaciones neuróticas, o de otro tipo. En otros casos son parte de los procesos mentales normales o se rela­ cionan con etapas del desarrollo. Pero la naturaleza de las fuerzas y estructuras implicadas tiene gran importancia para la identificación correcta de los procesos o trastornos que nos ocupan. En “Sobre los tipos libidinales” Freud señaló las causas determinantes de las neurosis: “Las causas desen­ cadenantes de éstas son las frustraciones y los conflictos in­ ternos: conflictos entre las tres instancias psíquicas más im­ portantes, conflictos que surgen dentro de la economía libidinal como consecuenica de nuestra disposición bisexual y conflictos entre los componentes eróticos y los componen­ tes instintivos agresivos. 1

18 (1907a), El delirio y los sueños en la '*GradivaM de Jensen, S.E., vol. 9, pág. 52. B.N., tomo A. 19 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 136 y sig. B.N., tomo III. 20 (1927e), El porvenir de una ilusión, S.E., vol. 21, pág. 11; cf. también (1930a) El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 136 y sig. B.N., tomo III. 21 (1931a), “Sobre los tipos libidinales*’, S.E., vol. 21, pág. 220. B.N., tomo III.

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Al ocuparse de la neurosis de guerra pensó que el con­ flicto se planteaba entre dos yo ideales distintos: “Se trata de un conflicto entre dos yo ideales, el yo ha­ bitual y el yo que el individuo se ha visto obligado a estruc­ turar por la presión de la guerra. Puede surgir así un conflic­ to, similar al de la psiconeurosis común. En la teoría corres­ pondiente diría que sobre las bases de la catexia libidinal de un objeto se ha desarrollado un nuevo yo, y que el yo ante­ rior pugna por desplazarlo. Se produce entonces una lucha en el interior del yo y no entre el yo y la libido, pero se lle­ ga fundamentalmente a lo mismo. Existe un cierto para­ lelismo con la melancolía, en la que también se ha institui­ do un nuevo yo, no un yo ideal sino simplemente un nue­ vo yo, que parte de la base de una catexia de objeto que ha sido abandonada...1,22 Aplicó las consideraciones que acabamos de mencio­ nar a las neurosis traumáticas. En otra carta dirigida a Ernest Jones el 18 de febrero de 1919, Freud escribió: “Permítame proponerle la siguiente fórmula: conside­ remos primero la neurosis traumática de paz...” Y pocas lí­ neas más adelante: “Pero cuando estalla una guerra existe un conflicto entre el ideal común y el nuevo ideal de guerra. El primero queda subyugado, pero cuando las ‘bombas1 co­ mienzan a caer ese antiguo yo comprende que puede ser aniquilado por los medios empleados por el otro yo. Su oposición deja a este nuevo amo del yo débil y sin poder, y entonces el yo, como un todo, cae bajo la etiología de la neurosis traumática. La diferencia entre la paz y la guerra es que durante la primera el yo es fuerte pero resulta sorpren­ dido, mientras que en la segunda está preparado pero debi­ litado. Vemos así que la neurosis de guerra es un caso de conflicto narcisista interno dentro del yo * • • 1,23 22 Carta a E. Jones en: Jones E., Vida y obra de Sigmund Freud, Buenos Aires, Hormé, 1977. 23 Carta a Ernest Jones en: Jones E., Vida y obra de Sigmund Freud, Buenos Aires, Hormé, 1977.

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“...Persiste el problema de los conflictos entre las dis­ tintas identificaciones en las que se separa el yo, conflictos que, después de todo, no pueden ser considerados como to­ talmente patológicos. >>24 Por otra parte Freud señaló, que la enfermedad no es siempre el resultado de una situación de conflicto. Dijo que: “La psicología de las neurosis se esfuerza en descubrir qué es lo que confiere carácter patógeno a estos procesos, que forman parte del curso normal de una vida psíquica.”25 “Un conflicto psíquico, per se puede tener también O: una salida normal.”26 De manera similar, en su artículo so­ bre “Neurosis y psicosis” insiste en que: “quisiéramos saber en qué circunstancias, y por qué medios consigue el yo salir sin enfermar, de esos conflictos...”27 ■ *«

En otras ocasiones se ocupó del conflicto que estimu­ la el desarrollo, por ejemplo el desarrollo del yo, dentro del siguiente contexto: “ ...el niño sufre, también • •• ‘un conflicto psíquico’ (en relación con la concepción y el nacimiento), ya que ciertas opiniones suyas, por las que experimenta una preferencia instintiva, pero que no son ‘correctas’ ante los ojos de los adultos, chocan con las respaldadas por la autoridad de éstos las que a su vez no le resultan aceptables al niño”.28 “La curiosidad sexual de los niños no se despierta en realidad espontáneamente, como consecuencia de alguna ne­ cesidad congénita de causalidad, sino bajo el aguijón de los 24 (1923b), jEl yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 31. B.N., tomo III. 25 (1931a), “Sobre tipos lib id inales* *, S.E., vol. 21, pág. 220. B.N., tomo III. 26 (1913m [1911]),“Psicoanálisis**, S.E., vol. 12, pág. 208. B.N., tomo II. 27 (1924b), “Neurosis y psicosis**, S.E., vol. 19, pág. 152. B.N., tomo III. 28 (1908c), “Teorías sexuales de los niños**, S.E., vol. 9, pág. 214. B.N., tomo II.

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instintos egoístas que predominan en ellos, cuando al cum­ plir, por ejemplo, dos años, se ven sorprendidos por la apa­ rición de un nuevo niño (esto estimula su imaginación y lo induce a preguntar de dónde ha venido ese niño. »*29 Un punto muy importante relacionado con la teoría psicoanalítica del conflicto fue mencionado por Freud en los siguientes términos: “En relación con esto las personas suelen dejar de lado un punto y es que el conflicto patógeno de los neuróticos no debe ser confundido con una lucha normal entre los im­ pulsos mentales que tienen el mismo fundamento psicológico. En el primer caso el conflicto se produce entre dos poderes, uno de los cuales ha seguido su camino hasta el estadio de lo preconsciente o consciente, mientras que el otro ha sido de­ tenido en el estadio de lo inconsciente. Por esa razón el con­ flicto no puede ser resuelto; a los contendientes les es tan di­ fícil llegar a un acuerdo como sería, según un símil familiar, que una ballena y un oso polar se estrecharan la mano. Para poder llegar a una decisión real es necesario que ambos con­ tendientes se encuentren en un mismo campo. Y creo que el lograr que esto sea posible es la tarea más importante de nuestra terapia. ”30 Freud introdujo lo que llamó: “...un nuevo factor en la estructura de la cadena etiológica; la cantidad, o sea la magnitud de las energías implica­ das, factor cuya importancia tenemos que examinar desde muy diversos puntos de vista... Un análisis puramente cuali­ tativo de las condiciones etiológicas no llega a agotar el te­ ma, lo que equivale a afirmar que la concepción puramente dinámica de los procesos psíquicos que nos ocupan resulta insuficiente y que es necesario considerarlos, también, desde 29 Ibid., pág. 212. B.N., tomo II. 30 (1916-17), Introducción al psicoanálisis. S.E pág. 433. B.N., tomo II.

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el punto de vista económico. En consecuencia debemos aceptar que el conflicto entre dos tendencias surge recién cuando se han alcanzado ciertas intensidades de catexia aun­ que desde largo tiempo atrás existan las condiciones deter­ minantes necesarias, por lo menos en relación con la ma­ teria de que se trata”.31 “En cambio, el factor cuantitativo mostró tener gran importancia para el conflicto. Tan pronto como la represen­ tación básicamente repulsiva excede un cierto grado de in­ tensidad, el conflicto adquiere realidad y es precisamente és­ ta la que provoca la represión. De modo que... el incremen­ to de la catexia de energía actúa en el mismo sentido que una aproximación a lo inconsciente. Mientras que la disminuación de dicha catexia equivale a una distorsión o distanciamiento de lo inconsciente. >*32 Puso en claro que tanto un incremento de la libido co­ mo una disminución y debilitamiento del yo pueden provocar la emergencia de una neurosis (latente).33 Hasta ahora nos hemos ocupado, especialmente, de los conflictos entre las distintas estructuras, o sus representa­ ciones, pero existen otros conflictos que Freud menciona con frecuencia y que desempeñan un papel sumamente im­ portante en la formación final de la estructura de la persona­ lidad, tanto en casos normales como patológicos. Nos refe­ rimos a los conflictos entre sistemas. Al ocuparse de ellos Freud pensó en la existencia de algunas tendencias contra­ dictorias y de pares instintivos opuestos. Pueden coexistir juntos en el “ello”, pero en cuanto tratan de expresarse por medio de la estructura del yo surgen, en forma notable, la contradicción y el conflicto inherentes, en especial cuando uno de los impulsos es yo sintónico y el otro no lo es. 31 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16-16, pág. 374, B.N., tomo II. 32 (1915d), “La represión’*, S.E., vol. 14, pág. 162. B.N., tomo II. (1912c), “Sobre los tipos de adquisición de las neurosis”, S.E., vol. 12 pág. 236. B.N., tomo II.

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En Introducción al psicoanálisis, dijo: “En un gran nú­ mero de casos parecería que también puede existir un con­ flicto entre tendencias distintas puramente sexuales. Pero en esencia se trata de la misma cosa; porque de las dos ten­ dencias sexuales que están en conflicto una es ‘ego-sintónica\ mientras que la otra despierta siempre las defensas del yo.

»>34

De la misma manera: “Uno de los dos impulsos sexua­ les en conflicto era ego-sintónico, mientras que el otro ofen­ día el interés narcisista del niño, y por ello es reprimi­ do. os En El yo y el ello señaló el papel que los conflictos in­ natos de bisexualidad desempeñan en el complejo de Edipo como un complejo doble que contiene aspectos negativos y positivos, dependientes de la bisexualidad originaria del su­ jeto infantil y que puede ser determinante del resultado fi­ nal; “...esto quiere decir que el niño no tiene sólo una acti­ tud ambivalente con respecto al padre, y una elección tierna de objeto en relación con la madre, sino que se conduce al mismo tiempo como una niña, mostrando una actitud cari­ ñosa femenina hacia su padre y los celos y la hostilidad co­ rrelativa para con su madre*’.36 En “Dostoievsky y el parricidio”, Freud insistió en la importancia de los conflictos bisexuales innatos: “De esta manera, una marcada tendencia bisexual innata se convierte en una de las precondiciones o refuerzos de la neurosis.”37 Mucho antes, al ocuparse de casos de paranoia Freud hizo notar que: “Nos sorprendió descubrir que en todos esos casos, en que el centro del conflicto subyacía a la enfer­ medad, podía identificarse claramente una defensa contra

34 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E •» vol. 15-16, pág. 350. B.N., tomo II. 35 (1918b [1914]), “Historia de una neurosis infantil”, S.E. vol. 17, pág. 110. B.N., tomo III. 36 (1923b) “El yo y el ello”, vol. 19, pág. 33. B.N., tomo III. 37 (1928b) “Dostoievsky y el parricidio”, S.E., vol. 21, pág. 184. B.N., tomo III.

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un deseo homosexual, y que al tratar de controlar una co­ rriente inconscientemente reforzada de homosexualidad, to­ dos habían fracasado.”38 Freud señaló, muchas veces, el papel desempeñado por la ambivalencia diciendo que “...la existencia simultánea del amor y el odio hacia el mismo objeto se encuentra en la raíz de muchas instituciones culturales importantes”.39 Observó que en los primeros estadios de desarrollo ha­ bía siempre ambivalencia y afirmó creer que los adultos normales podían lograr, finalmente, la separación de esas dos perversiones, aunque “muchas personas conservan ese rasgo arcaico a lo largo de toda su vida >>40 (véase los con­ ceptos sobre ambivalencia). En la raíz de los sentimientos ambivalentes encontró el conflicto entre los dos instintos primarios, “ ...la eterna lu­ cha entre Eros y el instinto de destrucción o muerte”.41 Freud se refirió con frecuencia a otros tipos de tenden­ cias opuestas, inherentes y observables en los seres humanos. Señaló muchas veces, el conflicto existente entre las tenden­ cias activas y pasivas: “En el análisis no quedaron dudas de que estas tendencias pasivas habían hecho su aparición al mismo tiempo que las sádicas-activas, o muy poco después de ellas.**42 De modo similar y en relación con la bisexualidad dijo:

*1 Jt

(1911c), “Observaciones psicoa nal {ticas sobre un caso de pa­ ranoia (dementia paranoides), autobiográficamente descrito”, S.E., vol. 12, pág. 59. B.N., tomo II. 39 (1912-13), Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 157. B.N., tomo II. 40 (1931b), “Sexualidad femenina*1, S.E., vol. 21, pág. 235, cf. también (1930a) El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 133. B.N., tomo III. 41 (1930a), ib id., pág. 132; cf. también pág. 137. B.N., tomo III. 42 (1918b [1914]), “Historia de una neurosis infantil”, S.E., vol. 17, pág. 26. B.N., tomo III.

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“Sabemos que en todas las épocas han habido, como to­ davía los hay, seres humanos que pueden tomar como obje­ to sexual a personas de cualquiera de los dos sexos sin que una tendencia interfiera con la otra. Damos a estas personas el nombre de bisexuales y aceptamos su existencia sin sor­ prendernos mucho. Sabemos también, además, que todo ser humano es bisexual en ese sentido y que su libido se distri­ buye de modo manifiesto o latente sobre objetos de uno y otro sexo. Pero nos sorprende lo siguiente: Mientras que en las personas que mencioné en primer término los impulsos libidinales pueden seguir ambas direcciones sin causar daño, en los otros casos, mucho más frecuentes, el resultado es un conflicto irreconciliable. La heterosexualidad de un hombre no tolera la homosexualidad, y viceversa. Si la primera ten­ dencia es la más fuerte logra mantener latente a la segunda, impidiendo que logre satisfacerse en la realidad. Por otra parte no existe peligro mayor para la función heterosexual de un hombre que el que ésta sea perturbada por su homo­ sexualidad latente.” Más adelante continúa: “Podríamos tratar de explicar esto diciendo que cada individuo dispone sólo de una cierta cantidad de libido por la que ambos impulsos rivales deben luchar. Pero no está cla­ ro porqué los rivales no dividen siempre entre ellos la canti­ dad de libido disponible, de acuerdo con su fuerza relativa, ya que en ciertos casos son capaces de hacerlo. Nos vemos forzados a aceptar la conclusión de que la tendencia a un conflicto es algo especial, algo agregado a la situación e in­ dependiente de la cantidad de libido. Una tendencia a con­ flictos de este tipo que emerge independientemente debe atribuirse a la intervención de un elemento de libre agresivi­ dad. “Si aceptamos que el caso que estamos discutiendo es una expresión del instinto agresivo o destructivo, se nos plan­ tea de inmediato el problema de si no debiéramos extender este criterio a otra clase de conflictos e, incluso, si todo lo

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que sabemos acerca de los conflictos psíquicos no debiera ser revisado desde este nuevo ángulo. »» 43 Pensó que la misma explicación podría aplicarse cuan­ do se consideraba el masoquismo, inherente a tantas perso­ nas, la reacción terapéutica negativa y el sentimiento neuró­ tico de culpa. Todos estos fenómenos son señales inequívo­ cas del instinto destructor o agresivo. Afirmó que : “Sólo por la acción concurrente, o recíprocamente contraria de los dos instintos primarios, Eros y el instinto de muerte, y nun­ ca por obra de uno sólo de ellos, podemos explicar la rica multiplicidad de los fenómenos de la vida.”44 En “Análisis terminable e interminable” Freud se ocu­ pó de la posibilidad de influir sobre la situación de conflic­ to: “Las expectativas ‘optimistas’ (el analista optimista) presuponen evidentemente un número de cosas que en rea­ lidad no son demasiado claras. Piensan, en primer lugar, que existe una posibilidad de eliminar en forma definitiva un conflicto instintivo (o, dicho de manera más correcta, un con­ flicto entre el yo y un instinto) y, segundo, que mientras tratamos a alguien por un conflicto instintivo, podemos, por decirlo así, inocular al paciente contra la posibilidad de cualquier otro tipo de conflictos y, tercero, que tenemos el poder de activar con fines profilácticos, un conflicto patóge­ no de este tipo, que no se exterioriza todavía por medio de ningún tipo de indicaciones, y que es prudente hacerlo.” 4S Alegó que en ese momento no podía darse aún una res­ puesta. En relación con el primer problema seguía pensan-

43 (1937c), “Análisis terminable e interminable1*, S.E., vol. 23, pág. 244. B.N., tomo III. 44 (1937c), “Análisis terminable e interminable”, S.E., vol. 23, pág. 243. B.N., tomo III. 45 (1937c), “Análisis terminable e interminable”, S.E., pág. 223, vol. 23, B.N., tomo III.

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do que las consideraciones económicas eran esenciales. Si la fuerza de los instintos es muy intensa, podemos no tener éxito. Pero tenía una respuesta concreta para el segundo y tercer problemas: “Aun cuando nuestra ambición terapéuti­ ca puede inducirnos a emprender esas tareas, la experiencia rechaza de plano la posibilidad de hacerlo. Si un conflicto instintivo no está en actividad, no se manifiesta, no pode­ mos influir sobre él, ni aun por medio del psicoanálisis. >>46 Además es necesario considerar la relación existente entre la teoría de los instintos, los modelos de la mente y la teoría del conflicto. La teoría de los instintos y los modelos freudianos de la mente fueron temas que pasaron por un largo desarrollo teórico. Este puede ser seguido históricamente hasta sus for­ mulaciones finales, en relación con el primer tema en “Más allá del principio del placer” (1920) y en cuanto al segundo én El yo y el ello (1923) Y fue dentro del marco de esta perspectiva continuamen­ te cambiante que se formuló la teoría del conflicto. En con­ secuencia, los conflictos son descritos en distintas épocas en términos que se relacionan con dicha perspectiva. Veremos, más adelante, que muchos conflictos pueden enunciarse, ya sea sobre la base de las fuerzas instintivas im­ plicadas en ellos, o en términos de los distintos sistemas o estructuras participantes. Estos dos enfoques diferentes no son, muchas veces y en última instancia, muy distintos el uno del otro, ya que en distintas épocas, distintos instintos y distintas tendencias fueron adscriptos a diferentes sistemas o estructuras. Nos hemos referido anteriormente a varias posibilida­ des de conflictos instintivos. Conviene recordar que estos conflictos pueden haber sido descritos de manera diferente en épocas diferentes, de acuerdo con el estadio de desarrollo de la teoría de los instintos. Al comienzo Freud postuló los instintos sexuales y del yo. En esa época los instintos sexuales fueron mejor descri-

46 Ibidpág. 231. B.N., tomo 111.

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tos y mejor comprendidos que los “instintos del yo”. Se consideró, entonces, que el conflicto se planteaba entre dos grupos de instintos.47 “La fórmula final a la que ha llegado el psicoanáli­ sis en relación con la naturaleza de las neurosis dice así: El conflicto primario que lleva a la neurosis se plantea en­ tre los instintos sexuales y aquellos que sustentan el yo (o sea el sí mismo). La neurosis representa un dominio más o menos parcial del yo ejercido por la sexualidad, después de que los intentos del yo para reprimirla han fracasado. >>48 “Para que se genere una neurosis debe existir un con­ flicto entre los deseos libidinales de una persona y la parte de su personalidad a la que damos el nombre de yo que es la expresión de su instinto de autopreservación y que inclu­ ye también los ideales de su personalidad. >>49 En la etapa siguiente de la teoría de los instintos, Freud “reconoció que una parte de los ‘instintos del yo’ tie­ ne también un carácter libidinal y ha tomado como su obje­ to al propio yo del sujeto... La oposición entre los instintos del yo y los instintos sexuales se transformó en una oposi­ ción entre los instintos del yo y los instintos de objeto, am­ bos de naturaleza libidinal”.50 Sin embargo, continuó insis­ tiendo en la diferencia existente entre la libido del yo (inte­ rés que emana de fuentes eróticas) y el “interés en general” o “interés del yo” o simplemente “interés”.51

47 (191 Oi), “Concepto psicoanalftico de los trastornos psi có­ genos de la visión", S.E., vol. 11, pág. 214. B.N., tomo II. 48 (1913j), “Múltiple interés del psicoanálisis", S.E., vol. 13, pág. 181. B.N., tomo II. 49 (1916d), “Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica", S.E., vol. 14, pág. 316. B.N., tomo II. 50 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 60 y sig. B.N., tomo III. 51 (1914c), “Introducción al narcisismo", S.E., vol. 14, pág. 80 y sig. B.N., tomo II. '

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En el desarrollo siguiente de la teoría de los instin­ tos las tendencias agresivas fueron atribuidas a los instintos del yo. “El odio... deriva del rechazo primordial que el yo narcisista hace del mundo exterior, que es un emisor de estímu­ los. Como una expresión de la reacción de displacer provo­ cada por los objetos continúa siempre en íntima relación con los instintos de autopreservación del yo de modo tal que los instintos sexuales y los instintos del yo puedan des­ arrollar, fácilmente, una antítesis que reproduce la del amor y el odio... El odio se basa también, en parte, en reacciones de repudio de los instintos del yo, los que en vista de los fre­ cuentes conflictos entre los intereses del yo y los del amor pueden encontrar motivos de lucha en razones reales y co­ existentes.”52 En la formulación final de la teoría de los instintos el papel desempeñado por la oposición entre los instintos libidinales (del yo y de objeto), y otros, fue reemplazado por una oposición de distinto carácter. “Nuestras especulaciones han transformado esta oposición en otra existente entre los instintos de vida (Eros) y los instintos de muerte. »>53 Además aunque la “teoría tópica’* fue formulada de manera específica en el año 1915, en el artículo sobre “Lo inconsciente**, el modelo anterior de la mente, descrito en el capítulo VII de La interpretación de los sueños se basó, también, en propuestas tópicas y espaciales. “Al aceptar la existencia de dos (o tres) sistemas psí­ quicos, (inc, prec, ce), el psicoanálisis ha dado un paso más en su separación de la psicología descriptiva de la concien­ cia, se ha planteado nuevos problemas y adquirido un nues2 (1915c), “Los instintos y sus destinos”, S.E., vol. 14, pág. 139. B.N., tomo II. s3 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 60 y sig., B.N., tomo II.

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vo contenido. Hasta ese momento se diferenciaba de esa psi­ cología principalmente por su concepción dinámica de los procesos anímicos, a la cual se agrega, ahora, su aspiración a considerar también la tópica psíquica y a señalar dentro de qué sistema, o entre qué sistemas, ocurre un acto psíquico cualquiera. Esta aspiración le ha valido al psicoanálisis el ca­ lificativo de ‘psicología profunda’.”54 Aun antes de la enunciación de la teoría estructural, en 1923, Freud tenía plena conciencia de las dificultades exis­ tentes para describir el “conflicto” en términos de la teoría tópica y pensó que el inteijuego de fuerzas y situaciones de conflicto entre los sistemas podía describirse mejor en tér­ minos del yo y de lo reprimido: “Evitaremos la falta de claridad si señalamos el con­ traste, no entre lo consciente y lo inconsciente, sino entre el yo coherente y el yo reprimido. Es cierto que gran parte del yo es en sí mismo inconsciente, en especial lo que podemos describir como su núcleo, ya que el término ‘preconsciente’ abarca sólo una pequeña parte de aquel. >>55 j5 8 En el artículo sobre “Neurosis y psicosis” Freud ca­ racterizó la naturaleza del conflicto en la siguiente forma: “ ...se me ha ocurrido una fórmula simple que incluya la diferencia genética posiblemente más importante entre la neurosis y la psicosis: la neurosis sería el resultado de un conflicto entre el lyo* y el *ello\ y en cambio, la psicosis, es el desenlace análogo de una perturbación similar de las rela­ ciones entre el ‘yo*y el mundo externo'\s9 En el mismo artículo Freud se ocupa de la etiología co­ mún a una neurosis y a una psicosis y la atribuye a la frus­ tración de uno de aquellos deseos infantiles explicando co­ mo, en última instancia, se trata de una frustración externa: “ ...aunque en el caso individual parezca surgir de la instan57 (1910a [1909]), “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, S.E., vol. 11, pág. 27 y sig. B.N., tomo II. ss (1923b), El. yo y el e//o, S.E., vol. 19, pág. 17. B.N., tomo

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59 (1924b), “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19, pág. 149. B.N tomo III.

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cia interna (en el superyó), que se ha atribuido la representa­ ción de las exigencias de la realidad”.60 Más adelante conti­ núa: “El efecto patógeno depende de que en este conflictoel yo permanezca fiel a su dependencia del mundo exterior e intente amordazar al ello o que, por el contrario, se deje dominar por el ello y quede separado de la realidad, >>6 1 Luego agrega: “En todas las formas de enfermedad psíquica de­ bería tomarse en cuenta la conducta del superyó, cosa que no se ha hecho hasta ahora.” Y en otro párrafo posterior agrega: “La neurosis de transferencia corresponde a un con­ flicto entre el yo y el ello; la neurosis narcisista a un conflic­ to entre el yo y el superyó; y la psicosis al que surge entre el yo y el mundo externo. »6 2 Freud describió la difícil situación del yo en Yo y el ello y en Introducción al psicoanálisis, y consideró que el yo afronta la dificultad de tener que servir a tres amos al mis­ mo tiempo (el ello, el superyó y la realidad externa) y que esto lo expone a posibles conflictos provenientes de esas tres direcciones.63 En su artículo sobre “Neurosis y psicosis” comentó: “La tesis que afirma que las neurosis y psicosis se originan en los conflictos del yo con sus distintas instancias rectoras, vale decir, que reflejan un fracaso del funcionamiento del yo, que trata de conciliar las distintas exigencias que se le imponen, debe ser complementada en un nuevo aspecto.” Se refiere a las circunstancias y medios que el yo utiliza pa­ ra emerger, sin enfermar, de tales conflictos, que están siem­ pre presentes.64

60 (1924b), “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19, pág. 151. B.N., tomo III. 61 Ibid.t pág. 161. B.N., tomo III. 62 Ibid., pág. 162. B.N., tomo III. 63 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 77; cf., también El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 56. B.N., tomo III. 64 (1924b) “Neurosis y psicosis”, S.E., vol. 19, pág. 152. B.N., tomo III.

FIJACION

I. Definición La “fijación” es la adhesión de una parte de la libido, o agresión, a zonas particulares o a formas o condiciones de gratificación de objeto, de modo que la porción fijada del impulso se inmoviliza. Al ocuparse de la “inercia psíquica” de Jung, Freud hi­ zo una descripción general de la fijación en los siguientes términos “ ...La precondición fundamental de la neurosis es una ‘inercia psíquica peculiar’ que se resiste al cambio y al progreso... Si buscamos el punto de partida de esta inercia especial descubrimos que es la manifestación de vínculos muy tempranos y difíciles de resolver entre los instintos y las impresiones y los objetos involucrados en esas impresiones. Estos vínculos hacen que el desarrollo de los instintos impli­ cados quede en punto muerto. O dicho de otro modo, la denominación ‘inercia psíquica especializada’ es un término distinto, pero no más preciso, que el que se utiliza para de­ signar... una ‘fijación’.”1 Debemos tener presente que el concepto de fijación surgió en el contexto de la teoría de la libido antes de la in­ troducción de la agresión como instinto. Las implicaciones clínicas de la fijación fueron elaboradas, en consecuencia,

1 (1915f), ‘‘Comunicación de un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica”, S.E., vol. 14, pág. 272. B.N., tomo 11.

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únicamente en términos de la libido y sin hacer referencia a la agresión, salvo en la medida en que el “sadismo** es un componente de las fases oral y anal. Todavía no contamos con una teoría paralela de estadios del desarrollo agresivo y en consecuencia no intentamos caracterizar los puntos de fi­ jación del impulso agresivo con la misma precisión que em­ pleamos para los libidinales. Freud explicó la capacidad de la libido para la fijación en términos del axioma de la patología general que afir­ ma que todos los procesos biológicos están expuestos a in­ hibiciones y represiones a lo largo de su proceso de desarro­ llo.2 En el curso del desarrollo libidinal normal parece ine­ vitable un cierto grado de fijación. II. Primeras aplicaciones del término Hasta 1905 y en algunas oportunidades también des­ pués, el término “fijado** se utilizó como un simple equiva­ lente del adjetivo “fijado**. Algo está “fijado**,3 o sufre una “fijación**, cuando se instala permanentemente, en una for­ ma definitiva. Por eso Freud puede hablar de la “fijación** de un síntoma,4 o de la fijación de un acto compulsivo.5 Kriss encontró por primera vez este término en las car­ tas a Fliess y consideró que se refería a “una experiencia que queda inconscientemente fijada en la memoria del su­ jeto**.6 A partir de 1905 comenzó a utilizarse en el sentido especial que se ha definido anteriormente. 2 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 339. B.N., tomo II. 3 (1937 c), 4 * Análisis terminable c interminable”, S.E., vol. 23, pág. 228 y sig. B.N., tomo III. 4 (1893h), 4‘Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos his­ téricos”, S.E., vol. 3, pág. 32, B.N., tomo I. 5 (1896b), “Nuevas observaciones sobre las neurosis de defen­ sa”, S.E., vol. 3, pág. 174. B.N., tomo I. 6 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago. 1954, pág. 198.

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III. Distintos tipos de fijación El concepto de fijación se aplicó a una amplia ga­ ma de fenómenos clínicos. Freud describió varios tipos de fijación: 1) Fijación de un instinto parcial. 2) Fijación de la libido a una etapa de la organización pregenital. 3) Fijación a un objeto o a un tipo de elección de objeto. 4) Fijación a una experiencia traumática (como sucede en las neurosis traumáticas).7 1) La fijación de un instinto parcial implica que un ins­ tinto parcial de la sexualidad infantil se ha detenido en su desarrollo y queda aislado de la corriente principal del desa­ rrollo libidinal. Por ello no se subordina a la sexualidad geni­ tal (dentro de la cual podría contribuir normalmente a los placeres preliminares) sino que continúa buscando una grati­ ficación independiente.8 En las perversiones pueden verse muchos ejemplos de esto, ya que en ellas la gratificación de un instinto parcial suele ser más importante que el coito.9 2) La fijación a una etapa de sexualidad pregenital sig­ nifica que una parte de la libido no ha logrado pasar a la eta­ pa de desarrollo inmediata y continúa buscando indepen­ dientemente las gratificaciones (fines) características de di­ cha etapa (oral, anal o edipo fálica). En consecuencia, una fijación sádico-anal implicaría que un cierto monto de los impulsos sádico-anales conservó su intensidad mientras que el resto de la libido pasó a la etapa fálica. Un ejemplo de es-

7 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 274. B.N., tomo XI. 8 Ibid.t pág. 340. B.N., tomo II. 9 (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 191. B.N., tomo II.

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to puede verse en niños ya no muy pequeños que torturan en forma compulsiva a los animales indefensos.1® 3) “La adhesión muy íntima del instinto a su objeto re* cibe el nombre de ‘fijación’.”11 Pese a que Freud al ocuparse del duelo habló de la “fijación” a un objeto amado en la vida adulta, por lo general el concepto de fijación de ob­ jeto se aplica a los objetos de la infancia. Freud se preocupó especialmente de la fijación a los “objetos incestuosos” del complejo de Edipo. Sin embargo supuso que las fijaciones a los objetos podían producirse en cualquier etapa de las rela­ ciones tanto preedípicas como edípicas del niño. Esas fija­ ciones implicarían una disminución de la cantidad de libido disponible para pasar a la relación objetal inmediata y evolu­ tivamente adecuada. Por ejemplo, una niña pequeña puede estar tan fijada a su madre como objeto preedípico y edípico negativo que sólo puede establecer una relación edípica muy débil con su padre.12 El resultado clínico más común de las fijaciones objé­ tales pregenitales es que afectan el tipo de amor objetal ele­ gido y el tipo de relación de objeto que se busca en la vida adulta. En Tres ensayos Freud se ocupó de la misión de la pubertad diciendo que debía contribuir a la separación de la libido de los objetos edípicos. Pero dejó sentado que un cierto grado de fijación al “objeto incestuoso” está presente siempre, aun en los casos de elección normal de objeto.13

10 (1905d), 7Yes ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 193. B.N., tomo II. 11 (1915c), “Los instintos y sus destinos*’, S.E. vol. 14, pág. 123. B.N., tomo II. 12 (1931b), “Sobre la sexualidad femenina”, S.E., vol. 21, pág. 226. B.N., tomo III. 13 (1905d), 7Ves ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 228, B.N., tomo n.

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IV. Historia del concepto El concepto de fijación emergió en el contexto de la teoría del desarrollo libidinal, tal como fue enunciada en Tres ensayos en el año 1905. “Cada paso de este largo cami­ no del desarrollo puede convertirse en un punto de fijación, cada oportunidad de la combinación implicada puede pro­ porcionar la oportunidad para una disociación del instinto sexual.”14 El papel que la fijación al objeto edípica desempeña en la histeria fue puesto por primera vez en evidencia en el caso de Dora.15 La formulación del rol de la fijación en la etiología de las neurosis se estableció, por implicación, en “Sobre los ti­ pos de adquisición de las neurosis*1 16 y la afirmación de que la elección de las neurosis depende de la localización de los puntos de fijación fue hecha, por primera vez, en “La pre­ disposición a las neurosis obsesivas”.17 Esta formulación del problema de la elección de la neu­ rosis tiene una prehistoria muy larga en el pensamiento de Freud. V. Causas de la fijación La fijación se produce cuando el instinto parcial, la zo­ na, la etapa libidinal, o la relación de objeto implicadas han sido fuente de experiencias libidinales muy intensas, de na14 Ib id., pág. 236. B.N., tomo II. 15 (1905e f 19011), “Fragmento de un análisis de un caso de his­ teria”, S.E., vol. 7. B.N., tomo II. 16 (1912c), “Sobre los tipos de adquisición de las neurosis”, S.E., vol. 12, B.N., tomo II. 17 (1913i), “La predisposición a la neurosis obsesiva”, S.E., vol. 12. B.N., tomo II.

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turaleza gratificante o penosa. Estas experiencias intensas son el resultado de la constitución sexual infantil, por una parte y de las influencias ambientales (seducciones, privacio­ nes o gratificaciones excesivas) por la otra, dentro de un marco de interrelación recíproca. Freud postuló la existen­ cia de variaciones constitucionales en la intensidad de los distintos componentes instintivos. En los puntos en que la fuerza constitucional de un instinto es grande bastará una estimulación ambiental menor para producir fijaciones en un individuo de constitución normal.18 Por esto el efecto que los acontecimientos ejercen sobre un niño depende de la fase del desarrollo en que se producen y también de si se enfrentan con un impulso que está en el ápice de su fuerza, que recién se inicia, o que está en proceso de declinación. VI. Aplicaciones clínicas a) La fijación en la etiología de las neurosis La fijación es un factor importante en la serie “com­ plementaria” de causas que provocan una neurosis. “ ...en la etiología de la neurosis la fijación libidinal representa el factor interno, predisponente, mientras que la frustración es el factor externo y accidental”.19 La neurosis surge cuando la libido regresa a los puntos de fijación y refuerza los im­ pulsos fijados de la sexualidad infantil, que entran entonces en conflicto con el yo. Cuanto mayor es la cantidad de libi­ do fijada a niveles pregenitales más débil será la libido geni­ tal. Y “cuanto más intensa sea la fijación en su vía de desa­ rrollo, más fácilmente eludirá la función las dificultades ex­ ternas, regresando para ello a las fijaciones”.20 8 (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 211 y pág. 242; cf. también (1916-17) Introducción al psicoaná­ lisis, S.E., vol. 16, pág. 362 y sig. B.N., tomo II. 19 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 346 y sig. B.N., tomo II. 20 Ibid., pág. 341. B.N., tomo H.

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b) Puntos de fijación y elección de la neurosis La elección de la neurosis es determinada por la na­ turaleza de los puntos de fijación a los que la libido regresa y no por la naturaleza de la frustración o conflicto precipi­ tante. Como hemos visto anteriormente, esto se debe a que la sexualidad infantil del punto de fijación respectivo, al ser nuevamente catectizada contribuye a la formación de sín­ tomas neuróticos. En consecuencia, los impulsos y fantasías contra los que las neurosis sirven de protección tendrán contenidos distintos según cuál sea la etapa de desarrollo a la que se ha regresado. Además, el tipo de mecanismo de de- fensa que se moviliza puede estar relacionado con el tipo de impulso del que es necesario protegerse. En consecuencia, las manifestaciones de la sistematología son también parcial­ mente determinadas por los puntos de fijación.21 Freud se refirió a los puntos de fijación de las neuro­ sis en la siguiente forma: 1) Histeria. El punto de fijación se encuentra en la eta­ pa edipo-fálica. En un comienzo Freud definió la histeria únicamente en términos de fijación de objeto (al “objeto in­ cestuoso”) y pensó que no estaba involucrada la fijación de ninguna etapa22, pero su punto de vista se modificó cuando llegó a aceptar que la etapa fálica era característica y prege­ nital. Relacionó claramente la histeria con la etapa final de la evolución libidinal, caracterizada por la primacía de los genitales. No hay regresión al estadio pregenital, aunque en las mujeres se produce una regresión a la sexualidad fálica’ que, en su caso, es la sexualidad del clítoris.23

21 (1913i), “La disposición a la neurosis obsesiva”, S.E., vol. 12. B.N., tomo II. 22 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 343. B.N., tomo II. 23 (1913i), “La disposición a la neurosis obsesiva”, S.E., vol. 12, pág. 325 y sig. B.N., tomo II.

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Neurosis obsesiva. El punto de fijación se ubica en la etapa sádico-anal. Esto explica por qué en las neurosis obse­ sivas hay conflictos especiales de ambivalencia.24 En el año 1913 Freud sugirió que “la anticipación temporal de la evo­ lución del yo en relación con la evolución de la libido debe incluirse en la disposición a la neurosis obsesiva” ya que contribuye a provocar la fijación de los impulsos sádicoanales.25 En el curso de una enfermedad la libido puede regresar de sus últimos puntos de fijación a los primeros, con las con­ siguientes modificaciones de la sintomatologia. En “La disposición a la neurosis obsesiva »26 se describe un caso en el que se produjo una regresión de la histeria a una neurosis obsesiva. Cuando los puntos de fijación son múltiples, pue­ den producir una sintomatología múltiple.27 Las psicosis. Freud describió las psicosis en términos de regresión libidinal a puntos de fijación anteriores a la insta­ lación de la elección de objeto, vale decir a la fase de autoerotismo y narcisismo.28 Pero aclaró que también puede es­ tar involucrada una regresión del yo.29 Paranoia. Los puntos de fijación están en el estadio del narcisismo al que se regresa. Esquizofrenia (o demencia precoz). El punto de fija. ción se “sitúa más lejos que en la paranoia, en algún lugar en, el comienzo del crr$o de la evolución del autoerotismo al 24 (1913i), “La disposición a la neurosis obsesiva", S.E., vol. 12, pág. 325. B.N., tomo II. 25 lbidpág. 325. B.N., tomo II. 26 Ibid.t pág. 319 y sig. B.N., tomo n. 27 Jbid.t pág. 318. B.N., tomo II. «y jb (19lie),4‘Observaciones psicoanalfticas sobre un caso de pa­ ranoia (dementia paranoides) autobiográficamente descrito'*, S.E., vol. 12, pág. 75. B.N., tomo II. 29 (1917e [1915]), “Duelo y melancolía", S.E., vol. 14, pág. 249. B.N., tomo II.

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amor objetar’. Freud se refirió, en forma más específica, al estadio del autoerotismo.30 Melancolía. A diferencia de lo que sucede en el duelo normal, en la melancolía la identificación del yo con el ob­ jeto perdido es total; las catexias de objeto son completa­ mente abandonadas. Entre las precondiciones necesarias para ese proceso Freud encuentra que: “Por una parte debe haber habido una fijación muy intensa al objeto amado, por otra, y en contra­ dicción con esto, la catexia de objeto debe haber tenido muy poco poder de resistencia. Como hizo notar muy acer­ tadamente Otto Rank, esta contradicción parece implicar que la elección de objeto ha sido hecha sobre una base narcisista y por ello, cuando se presentan obstáculos, puede re­ gresar al narcisismo.”31 En los casos en que hay una predis­ posición a la neurosis obsesiva, el conflicto resultante de la ambivalencia da un carácter patológico al duelo y la obliga a manifestarse bajo la forma de autorreproches. “..Este conflicto debido a la ambivalencia, que en al­ gunas oportunidades surge como resultado de experiencias reales y en otros como consecuencia de factores constitu­ cionales, no puede ser dejado de lado al considerar las pre­ condiciones de la melancolía.” 32 Después del trabajo sobre la fase oral, hecho por Abraham en 1929, Freud mencionó su descripción de la fase sá­ dico-oral como punto de fijación para la melancolía.33 c.

Relación entre la fijación y las perversiones, neurosis y formación del carácter

La forma en que las fijaciones pregenitales se mani­ fiestan en la personalidad adulta depende de la actitud que 30 31 32 33 pág. 99,

Ibid., pág. 251. B.N., tomo II. Ibid., pág. 249. B.N., tomo II. Ibid., pág. 251. B.N.,*tomo II. (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 23, B.N.,tomo III.

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el yo adopta frente a la fijación. La misma fijación prege­ nital puede actuar como fuente de una perversión, como síntoma neurótico o como un rasgo de carácter. La perversión surge cuando el yo permite que el impul­ so pregenital obtenga una gratificación directa. Esto puede suceder o porque no se alcanzó nunca la primacía geni­ tal,34 o cuando las fijaciones son reforzadas por la regresión. “El camino de la perversión se separa bruscamente del de la neurosis. Si estas regresiones no despiertan objeciones del yo, no se producirá una neurosis y la libido obtendrá alguna satisfacción real que no será durante mucho tiempo nor­ mal. >>35 En algunas perversiones, como por ejemplo en el fetichismo, en el que los genitales femeninos son reemplaza­ dos por algunos otros objetos, Freud consideró que el yo acepta la perversión porque el fetiche actúa como defensa contra las ansiedades de castración, representa una negación de la realidad de la “castración” de las mujeres.36 La neurosis se produce cuando el yo entra en conflic­ to con la fijación pregenital. Originariamente esta fijación había sido reprimida. Con la regresión al punto de fija-' ción se produce un “retomo a lo reprimido” vale decir que los impulsos reforzados de la fijación tratan de encontrar una expresión consciente. Si esta tropieza con la resistencia del yo, se produce una formación de síntomas.37 Rasgos de carácter. En los rasgos de carácter el yo ha logrado una defensa estable contra las fijaciones pregenita34 (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 237. B.N., tomo 11. 35 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 359. B.N., tomo II. 36 (1940e [1938]), “Escisión del 'yo* en el proceso de defensa**, S.E., vol. 23, pág. 277; cf. (1927e), “Fetichismo**, S.E., vol. 21. B.N.,’ tomo III. 37 (1911c), “Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de pa­ ranoia (dementia paranoides) autobiográficamente descrito**. S.E., vol. 12, pág. 67 y sig. B.N., tomo II.

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les, o una utilización sublimada de éstas. Estos procesos pue­ den cumplirse en la infancia, o pueden llevar a un “cambio de carácter*’ después de la regresión, como sucede en la me­ nopausia.38 “Lo que describimos como el carácter de una persona se estructura, en gran medida, con el material proveniente de las excitaciones sexuales^ está integrado por instintos fi­ jados desde la infancia, por estructuras a las que se ha llega­ do por medio de la sublimación y por otras destinadas a controlar, de manera efectiva, los impulsos perversos que se consideran no utilizables.”39 “...los rasgos permanentes del carácter son, o prolonga­ ciones no modificadas de los instintos primitivos, o sublima­ ciones de estos instintos, o formaciones reactivas contra ellos. >>40 Podemos tomar como ejemplo un instinto parcial muy particular, la escoptofilia. Freud describe la forma en que la escoptofilia contribuye a la sexualidad normal, se convierte en la fuente de sublimaciones (interés en el arte, o llega a ser el punto de origen de una perversión (el voyeurismo)41 o de un síntoma neurótico: “Cuando se instaura la represión de estas inclinaciones, el deseo de ver los genitales de otra persona... persiste como una compulsión torturante que, en algunos casos de neurosis, proporciona más tarde la fuerza motivante más intensa para la formación de síntomas.**42

38 (1913Í), “La disposición a la neurosis obsesiva", S.E. vol. 12, pág. 323. B.N., tomo II. >] A

^

(1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 238 y sig. B.N., tomo II. 40 (1908b), “El carácter y el erotismo anal", S.E., vol. 9, pág. 175. B.N., tomo II. 41 (1906d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 156 y sig. B.N., tomo II. 42 Ib id., pág. 192. B.N., tomo II.

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d.

Fijación de objeto y tipos de elección de objeto En Tres ensayos sobre una teoría sexual Freud descri­ bió la forma en que la fijación al objeto edípico se vuelve patógena en los casos de histeria en que la vida sexual adulta sufre un rechazo excesivo porque el significado incestuoso inconsciente de todos los objetos posibles los hace entrar en conflicto con el “tabú del incesto”.43 Freud volvió sobre este tema en Aportaciones a la psicología de la vida erótica44 , en la que se refirió a tipos de elección de objeto basados en la recreación de ciertos as­ pectos de la situación edípica. En “Los que fracasan al triunfar” puede encontrarse un nuevo ejemplo de esto.45

(1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 225. B.N., tomo II. 44 (1910h), "Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre", S.E., vol. 11; (1912d), “Sobre una degradación general de la vida erótica", S.E., vol. 11; (1918a), “El tabú de la virginidad", S.E., vol. 11, B.N., tomo II. * 45 (1916d), “Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica", S.E., vol. 14, págs. 316-31. B.N., tomo II,

REGRESION

“Regresión” es el término utilizado para designar el re­ flujo de los impulsos (Freud desarrolló este concepto espe­ cialmente en relación con la teoría de la libido pero se lo puede aplicar también a los impulsos agresivos) hasta puntos focales fijados en su propio pasado, como consecuencia de la intervención de obstáculos externos muy poderosos. Co­ mo lo señaló Freud, el término es usado en un sentido des­ criptivo: “No podemos calificar como regresión de la libi­ do a un proceso puramente psíquico y tampoco estamos en condiciones de decir en que lugar del aparato psíquico po­ dríamos localizarlo. Y aunque es verdad que ejerce una in­ fluencia muy poderosa sobre la vida mental, el factor orgáni­ co continúa siendo todavía el más importante.”1 Haciendo una ilustración muy vivida comparó el proceso con el avan­ ce a través de territorio enemigo de un pueblo migratorio “que ha dejado grupos poderosos detrás, en las escalas de su migración”.2 Cuanto mayor sea el grupo de ocupantes que ha quedado detrás más débil será la vanguardia y más pron­ to tendrá que enfrentar el peligro de una derrota. Y en una situación de derrota, real o potencial, los que han avanzado más se retirarán, naturalmente, a los puntos fortificados que han dejado detrás. De manera similar, cuanto más fuerte es

1 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 342 y aig. B.N., tomo 11. 2 Ibid.p pág. 341. B.N., tomo II.

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la fijación, mayores son las posibilidades de que en el caso de encontrar obstáculos, se produzca una regresión. Distintos usos del término El término regresión puede referirse a ciertos objetos, o tipos de relaciones objétales, o puede referirse a una regre­ sión tópica, temporal o formal tal como la regresión en los sueños. El término se utilizó no sólo para describir las regre­ siones libidinales (en la neurosis y en la psicosis), se empleó también para las regresiones del yo (en las psicosis). Evolución histórica Freud comparó sus estudios sobre fijación y regresión con un proyecto de investigación que comenzó en 1876, cuando contaba veinte años y estudiaba bajo la dirección del profesor von Brucke. El tema de su investigación se relacio­ naba con el origen de las raíces del nervio dorsal en la médu­ la espinal de un pequeño pez, de forma arcaica, y fue la base y punto de partida de los primeros trabajos que publicó (1877-8). Descubrió que las células del ganglio habían salido de la médula espinal y seguido a lo largo de las raíces ner­ viosas y que sólo algunas de ellas se habían detenido en el camino. Esto lo ayudó a aceptar la posibilidad de que partes aisladas de cada impulso sexual parcial puedan permanecer en un estadio precoz de su desarrollo aunque otras porcio­ nes del mismo hayan alcanzado su propósito final. A las de­ tenciones en la evolución de los instintos parciales se les dio . el nombre de fijaciones. Y de aquellas partes de los impulsos parciales que desandaban el camino seguido por las distintas fases del desarrollo, especialmente cuando algunos obstácu­ los externos impedían su evolución posterior, se dijo que constituían una regresión.3 3 (1916-17), introducción al psicoanálisis„ S.E., vol. 16, pág. 340. B.N., tomo íl.

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A medida que el campo de los intereses de Freud se ampliaba en el curso de los años siguientes, sus referencias a los procesos regresivos fueron cada vez más fugaces. Re­ cién en 1897 ubicó por primera vez la regresión en el centro de su explicación dinámica de la neurosis. Lo hizo en una carta dirigida a William Fliess en la que presentaba su “des­ cubrimiento” de la evolución de la libido.4 Tres años más tarde Freud diferenció la regresión tópica (o topográfica), la temporal y la formal. Aunque agregó que las tres “son en el fondo una sola y se producen siempre juntas”.5 a) Una tópica, en el sentido del esquema de los siste­ mas psíquicos expuestos. b) Una temporal, en tanto se trata de una regresión a estructuras psíquicas más antiguas. c) Una formal, en la que los métodos primitivos de ex­ presión y representación toman el lugar de los comunes. Freud mostró la importancia de la regresión en los sue­ ños: “...el soñar es, en su totalidad, un ejemplo de regresión a las condiciones primitivas del que sueña, un reavivamiento de su infancia, de los impulsos instintivos que la domina­ ron y de los métodos de expresión que estaban entonces a su alcance. Detrás de esa infancia del individuo se nos presenta el cuadro de una infancia filogenética, el cuadro de la evolución de la raza humana dentro de la cual la evo­ lución del individuo es, en realidad, una recapitulación abreviada, influida por las circunstancias accidentales de la vida. Podemos comprender qué acertada es la afirmación de Nietszche, quien dijo que en los sueños participa activa­ mente cierto vestigio primitivo de la humanidad que muy difícilmente pueda llegar hasta nosotros siguiendo un ca­ mino directo. Podemos esperar que el análisis de los sueños

4 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Londres, Imago, 1954, pág. 230 n. 5 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 5, pág. 548. B.N., tomo I.

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nos llevará a un conocimiento de la herencia arcaica del hombre, de lo que es psíquicamente innato en él. Los sue­ ños y neurosis parecen haber preservado más reliquias men­ tales de lo que podíamos haber imaginado posible. Por eso el psicoanálisis puede reclamar un lugar muy importante en­ tre las ciencias que se preocupan por la reconstrucción de los más remotos y oscuros períodos de los comienzos de la humanidad”.6 En 1909, cuando Freud señaló la importancia de los procesos regresivos en la formación de síntomas, bien puede decirse que se inició una nueva etapa. “La huida de una rea­ lidad poco satisfactoria hacia lo que, a causa del daño biolóco involucrado, llamamos enfermedad (aunque vaya acom­ pañada, siempre, por un placer inmediato para el enfermo), se produce siguiendo el camino de la involución, de la re­ gresión, de un retorno a las fases positivas de la vida sexual, de las que en una época se podía obtener satisfacción.”7 Én 1916 Freud se ocupó de “un retomo a los objetos primeramente catectizados por la libido, lo que según sa­ bemos, son de naturaleza incestuosa, y de un retorno de to­ da la organización sexual a etapas primitivas. Las dos formas se encuentran en las neurosis de transferencia y desempeñan un papel muy importante en el mecanismo de éstas. Una ca­ racterística que se manifiesta con abrumadora regularidad en los neuróticos, es el regreso a los primeros objetos inces­ tuosos de la libido. Pero queda aun mucho por decir sobre las regresiones de la libido en sí misma, especialmente cuan­ do consideramos otro grupo de neurosis, las narcisistas. Es­ tos trastornos nos permiten acceder a otros procesos evoluti­ vos de la función libidinal que todavía no hemos menciona­ do, y que nos muestran, correspondientemente, otros tipos de regresión”.* * 6 (1900d), La interpretación de los sueños, S.E., vol 5, pág. 548 y siguiente. B.N., tomo I. 7 (1910a [1909]), “Cinco conferencias sobre psicoanálisis*’, S.E., vol. 11, pág. 49. B.N., tomo II. * (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E.,voI. 16, pág. 341. B.N., tomo II..

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Freud contó cómo el >10 Aplicaciones clínicas a) Consideraciones teóricas “Es razonable suponer que la regresión y la fijación no son independientes una de otra. Cuanto más fuertes son las fijaciones en el proceso de desarrollo más fácilmente eludirán las funciones débiles las dificultades externas por medio de la regresión a las fijaciones, mientras que las funciones bien desarrolladas mostrarán que pueden resistir los obstáculos externos que se presentan en el curso de su evolución.”11 6) Ejemplos clínicos Histeria En la histeria la libido regresa a los objetos sexuales in­ cestuosos primarios, pero no a un estadio más precoz del des­ arrollo sexual. 12 a En lugar de una modificación en el mundo externo, se produce un cambio en el propio cuerpo del sujeto... algo que corresponde, desde un punto de vista filogenético, a una regresión sumamente significativa. >>13 10 (1912b), “Las dinámicas de la transferencia”, S.E., vol. 12, pág. 102 y sig. B.N., tomo II. 11 (1916-17), Introducción al psicoanálisis. S.E., vol. 16, pág. 341. B.N., tomo II. 12 Ibid.t pág. 343. B.N., tomo n. 13 Ibid., pág. 366. B.N., tomo II.

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Neurosis obsesiva En la neurosis obsesiva la libido está fijada o regresa a una etapa especial de su desarrollo; a la fase sádico-anal ca­ racterística de un estadio pregenital. Freud observó que: “...la regresión de la libido al estadio preliminar de la organi­ zación sádico-anal representa el hecho más notable y decisi­ vo para lo que se manifiesta bajo la forma de síntomas”. El impulso de amar debe ocultarse entonces detrás del impul­ so sádico. Al mismo tiempo se produce la regresión a los ob­ jetos primarios y estas ideas obsesivas llenan al paciente de horror y resultan inaceptables para su percepción conscien­ te.14 Perversión Freud estableció una precondición general para una posible emergencia de la perversión: “La regresión de la li­ bido sin represión no producirá nunca una neurosis pero lle­ vará en cambio a una perversión.”15 Psicosis En las neurosis, la regresión libidinal se produce sin que haya regresión del yo, pero en la psicosis hay una separación de la libido junto con su retraimiento sobre el yo. La pertur­ bación de los procesos libidinales puede ser el resultado de cambios anormales en el yo, especialmente cuando el yo es débil. En su trabajo sobre “Demencia precoz y paranoia” Freud señaló que “su tendencia a la fijación debe buscarse en una etapa del desarrollo libidinal anterior a la instalación de la elección de objeto, vale decir, en la fase del auto erotis­ mo y del narcisismo. En consecuencia, la regresión puede ser investigada hasta la fijación libidinal más temprana”.16 Freud sugirió que el retraimiento paranoico del amor de su primer objeto iba acompañado siempre por una regre-

14 Ibid.t póg. 343. B.N., tomo II. 15 Ibid.t pág. 344. B.N., tomo II. 16 (1913i). “La disposición a la neurosis obsesiva**, S.E., vol. 12, pág. 318. B.N., tomo II.

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sión a la que definió como una regresión de la homosexuali­ dad anteriormente sustituida, al narcisismo: ‘‘en la paranoia la libido liberada se fija al yo y es utilizada para el engrande­ cimiento de éste. Se produce entonces un retomo a la etapa del narcisismo (conocido por nosotros por el desarrollo de la libido) en el que el único objeto sexual del individuo es su propio yo • • • ” 17 En la demencia precoz “la regresión se extiende no só­ lo al narcisismo (que se manifiesta bajo la forma de una me­ galomanía) sino que llega hasta un total abandono del amor >>18 objetal y un retorno al autoerotismo infantil”. Melancolía Freud^ mencionó tres precondiciones necesarias de la melancolía: “la pérdida del objeto, la ambivalencia y la re­ gresión de la libido al yo”.19 Pensó que el factor negativo era el responsable del resultado. Hizo notar que la melanco­ lía toma algunas características del duelo y otras del “pro­ ceso de regresión de la elección narcisista de objeto al narcisismo”.20 Conviene señalar que la regresión puede producirse también en casos de funcionamiento normal, como por ejemplo en estados de disminución de la conciencia, tales como los sueños y los chistes.21

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(1911c), “Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de pa­ ranoia (dementia paranoide) autobiográficamente descrito1', S.E. vol. 12, pág. 72. B.N., tomo II. 18 Ibid., pág. 77. B.N., tomo II. 19 (1917e |^1915)), “Duelo y melancolía”, S.E., vol. 14, pág. 258. B.N., tomo I 20 Ibid., pág. 250. B.N., tomo n. 21 (1905c), “El chiste y su relación con lo inconsciente", S.E., vol. 8, págs. 171-9. B.N., tomo II.

ANGUSTIA

“La angustia es una condición afectiva, una combina­ ción de ciertos sentimientos en la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones de descarga y la percep­ ción de ellas, pero también es, probablemente, el depósito de un hecho importante y muy especial, incorporado por he­ rencia ”* Históricamente se registran tres fases importantes en el desarrollo de los conceptos de Freud sobre la angustia. En la primera postuló una transformación de la libido no descar­ gada en angustia. Sin embargo, durante esta etapa en “El proyecto”, La interpretación de los sueños, y en el artículo sobre “Lo inconsciente” se enuncia la idea de una ligera li­ beración de displacer (angustia) destinada a actuar como se­ ñal para evitar un nuevo displacer. Esta idea fue desarrollada en forma más completa en la segunda etapa, en el trabajo so­ bre Inhioición, síntoma y angustia, dado a conocer después de la publicación de la teoría estructural, en el año 1923. En esta etapa Freud adhería todavía a la teoría anterior (la de la transformación) en relación con la neurosis de angustia. En la tercera etapa dicha teoría fue rechazada y reemplaza­ da por la de la señal de angustia. En los comienzos del psicoanálisis Freud consideró que la angustia era el resultado de un proceso puramente bioló■« •

1

(1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 81* B.N., tomo III. ,

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gico. Creyó que se producía en la neurosis porque cierta in­ terferencia con la descarga de la tensión sexual producía una acumulación de la libido no descargada que se transfor­ maba directamente en angustia. Dijo que esa regresión de un afecto desde la representación intelectual intolerable “no podía ser probada por ningún análisis clínico-psicológico. Quizá sería más correcto decir que estos procesos no son, en absoluto, de naturaleza psíquica... que son procesos físi­ cos” con “consecuencias psíquicas”.2 Siguiendo a Fechner, que postuló el “principio de constancia”, vale decir, la tendencia inherente al sistema nervioso de mantener la excitación en el nivel más bajo posi­ ble, o por lo menos de mantenerla constante, Freud creyó que cualquier interferencia con la descarga de la tensión se­ xual debía provocar una acumulación de la tensión que en­ contraría su salida bajo la forma de angustia. Esto explicaba la presencia de la angustia en las “neurosis de angustia” o las “neurosis actuales”, pero no lo explicaba tan claramente en las “psiconeurosis” (fobias, neurosis obsesivas, etcétera) en las que no podía excluirse la posibilidad de hechos psicoló­ gicos. Encontró solución a este problema suponiendo que mientras en las “neurosis actuales” la acumulación de la ten­ sión era provocada por causas físicas; por ejemplo el coitus interruptus, en las “psiconeurosis” dicha acumulación era consecuencia de la represión. En el modelo telescópico de la mente la angustia fue conceptualizada como “...un impulso libidinal que tiene su origen en lo inconsciente y es inhibido por el preconscien­ te”.3 La angustia de los sueños se explicó, originariamente, sobre la misma base que cualquier otra manifestación de an­ gustia. En “La Gradiva”de Jensen, Freud afirmó: “La angus­ tia presente en los sueños de angustia, al igual que cualquier angustia neurótica en general... surge de la libido por obra

2 (1894a), “La neurosis de defensa*’, S.E., vol. 3, pág. 53. B.N., tomo I. 3 (1900a), La interpretación de ¡os sueños, S.E., vol. 4, pág. 337 y sig. B.N., tomo I.

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del proceso de represión”.4 En el artículo sobre “Repre­ sión” Freud dijo que el factor cuantitativo de la represen­ tación instintiva puede seguir tres destinos: 1) puede ser reprimido sin que quede ningún rastro de él, 2) puede ma­ nifestarse como un afecto que está cualitativamente coloca­ do, o 3) se transforma en angustia.5 Durante la época en que elaboró la teoría tópica en el trabajo de Freud prevaleció el mismo criterio en relación con la angustia (teoría de la transformación, aunque en unos pocos lugares se hacen breves referencias al tema que des­ arrollaría más tarde en Inhibición, síntoma y angustia. En “Lo inconsciente” Freud dice: “La excitación... debe... pro­ vocar un ligero desarrollo de angustia, que se utiliza para in­ hibir, por medio de una nueva huida de la catexia (prec), la posible intensificación del desarrollo de la angustia.”6 En el modelo estructural de las funciones mentales Freud descartó, casi totalmente, las hipótesis anteriores y adelantó el concepto de la angustia considerada como una señal. Pero en Inhibición, síntoma y angustia todavía decía que aunque el problema en sí no tenía mayor importancia era muy probable que en la neurosis de angustia “lo que se descarga mediante la generación de la angustia es, precisa­ mente, el excedente de la libido no utilizada”. Recién en un pasaje de Nuevas aportaciones al psicoanálisis definió es­ te problema diciendo que la aparición de la angustia en la neurosis de angustia era una reacción a una situación trau­ mática. No insistió en su afirmación de que la libido se transformaba en angustia. La ansiedad comenzó a ser consi­ derada como una función del yo; los afectos dejaron de ser válvulas de seguridad para ser usados como señales por el yo. “El yo es el asiento real de la angustia... ésta es un estado

4 (1907a)» El delirio y los sueños en la “Gradiva” de Jensen, S.E., vol. 9, pág. 60 y sig. B.N., tomo II. 5 (1915d), “La represión”, S.E., vol. 14, pág. 163, B.N., tomo U, 6 (1915e), “Lo inconsciente”, S.E., vol. 14, pág. 183. B.N., to­ mo II.

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afectivo y como tal... sólo puede ser experimentada por el yo. El ello no puede tener ansiedad, como la tiene el yo, porque es una organización y no puede hacer juicios sobre una situación de peligro.” Sin embargo, “en el ello comien­ zan a desarrollarse procesos que hacen que el yo produzca angustia”.7 En Nuevas aportaciones al psicoanálisis Freud reiteró sus conceptos del año 1926, diciendo que sólo el yo puede producir y sentir angustia, y que la angustia objetiva es ex­ perimentada por el yo en relación con el mundo externo, la angustia neurótica en relación con el ello y la angustia moral en relación con el superyó. Agregó que “el problema de de­ terminar cual es el material que origina la angustia ha perdi­ do interés... >> a Se refirió también al descubrimiento de dos nuevos hechos, que la angustia da lugar a la represión y no la represión a la angustia como se había pensado anteriormen­ te, y que las situaciones instintivas atemorizantes podían ser atribuidas a situaciones externas de peligro. Afirmó que: “Ciertos sucesos específicamente evoluti­ vos pueden precipitar situaciones traumáticas: nos referimos al nacimiento, la angustia de separación, la angustia de cas­ tración, la pérdida de objetos amados, la pérdida del amor del superyó.”9 “Estas situaciones despiertan una angustia automática, cuya esencia es una sensación de desamparo del yo frente a una acumulación de excitación, ya sea exter­ na o interna. 10 tí La angustia, como señal, es la respuesta del yo a la amenaza de situaciones traumáticas inminentes. »u

7 (1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, pág. 140. B.N., tomo III. * (1933 a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 81. B.N., tomo III. 9 (1926d), Inhibición, síntoma y angustia,-S.E., vol. 20, pág. 82. B.N., tomo III. 10 Ibid.t págs. 137 y 166. B.N., tomo III. 11 Ib id,, págs. 146-7. B.N., tomo III.

AMBIVALENCIA

I. Definición En el sentido más adecuado del término “la ambiva­ lencia emocional es la existencia simultánea de amor y odio hacia el mismo objeto”1 y “está presente, en mayor o menor medida en la disposición Innata de todos los individuos”2; “los impulsos afectivos y hostiles... persisten muchas ve­ ces juntos hasta el fin de nuestra vida, sin que uno pueda eli­ minar al otro”.3 Freud afirmó que junto al intenso amor del niño hay siempre una marcada tendencia agresiva4, pero que “no podemos ir tan lejos como para afirmar que la ambi­ valencia de las catexias emocionales es una ley universal­ mente válida y que es imposible experimentar un gran amor por una persona sin que el mismo vaya acompañado por un odio igualmente intenso, o viceversa. Los adultos normales logran separar esas dos actitudes y no se sienten obligados a odiar a sus objetos amados ni a amar a su enemigo en la mis­ ma forma en que lo odian. Pero este parece ser el resultado (1912*13), Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 157. B.N., tomo II. 2 Ibid.y pág. 60. B.N., tomo II. 3 (1914f), “Sobre la psicología del colegial**, S.E., vol. 13, pág. 243. B.N>io III. Revisión histórica a) General Freud aludió por primera vez al concepto de ambi­ valencia en el manuscrito que remitió a Fliess en mayo de 1897 cuando al aproximarse a la idea del complejo de Edipo comprobó la existencia de impulsos hostiles contra los padres. En 1907, mientras preparaba sus “Notas sobre un caso de neurosis obsesiva” (publicadas en 1909) compren­ dió el alcance que esos impulsos tenían para su trabajo clínico y señaló que el amor y el odio están unidos en pa­ res de contrarios que no siempre se tornan simultáneamen­ te conscientes en el adulto, pero que en los niños pueden coexistir, pacíficamente, durante bastante tiempo. “Los sentimientos que surgen en el curso de estas relaciones entre padres e hijos o entre hermanos y hermanas no son sólo de índole positiva y afectiva, sino también hostiles y negativos. >>12 La “coexistencia crónica del amor y del odio, ambos dirigidos con el mismo grado de intensidad hacia la misma persona... parece deberse al hecho de que en una eta­ pa muy temprana, en algún punto del período prehistórico de la infancia los dos opuestos se han escindido y uno de ellos, por lo general el odio, ha sido reprimido”.13 10 (1918b [1914]), “Historia de una neurosis infantil”, S.E., vol. 17, pág. 26, B.N., tomo III. 11 (1950a [1887-1902]), Los orígenes del psicoanálisis, Lon­ dres, Imago, 1954, Borrador N, págs. 207-10. 12 (1910a [1909]), “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, S.E., vol. 11, pág. 47. B.N., tomo II. 13 (1909d), “Notas sobre un caso de neurosis obsesiva”, S.E., vol. 10, pág. 239 B.N., tomo II.

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En 1912, en una conferencia pronunciada en Berna, Freud designó este concepto con el término de ambivalen­ cia, acuñado por Bleuler en 1910. En su artículo sobre “La dinámica de la transferenica” agradeció la valiosa contribu­ ción de Bleuler y señaló que pese a que la presencia de un monto muy elevado de ambivalencia es indudablemente una - característica de los individuos neuróticos, en todos los indi­ viduos hay, siempre, una cierta cantidad de aquella. Estable­ ció su importancia histórica al hacer notar en Tótem y tabú (1913) la vinculación existente entre el tabú y la neurosis, y mostró que el hombre primitivo solucionaba el conflicto existente entre su amor y su odio proyectando la hostilidad, desplazándola por lo general sobre la persona amada y esta­ bleciendo luego tabúes para protegerse a sí mismo de la opresión proveniente del exterior, de manera similar a la que se utiliza en la neurosis obsesiva y en la melancolía (“Duelo y melancolía”, 1917), en la histeria (Inhibición, síntoma y angustia, 1926), en la paranoia (“Dostoievsky y el parrici­ dio”, 1929) y en la homosexualidad (“Psicogénesis de un ca­ so de homosexualidad femenina”, 1920). b) Aspectos metapsicológicos Al parecer, hasta el año 1915 Freud consideró la ambi­ valencia únicamente en términos de un par de efectos opues­ tos de “emociones antitéticas”.14 Pero en “Los instintos y sus destinos” comenzó la formulación metapsicológica del concepto en relación con las teorías más amplias del instin­ to, hasta culminar con la afirmación de que el conflicto del amor y el odio es el conflicto de los dos instintos primarios. (Véase conceptos sobre la teoría de los instintos y el instin­ to de muerte.) En 1915 consideró que “el problema plan­ teado por el amor y el odio adquiere un especial interés p orque rehúsa adecuarse al esquema de los instintos”. El

14 (1912-13), Tótem y tabú% S.E., vol. 13, pág. 145. B.N., tomo II. 15 (1915c), “Los instintos y sus destinos”, S.E., vol. 14, pág. 133. B.N., tomo 11.

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amor puede transformarse en odio, pero es frecuente encon­ trarlos coexistiendo y dirigidos hacia el mismo objeto, pro­ porcionando así un ejemplo muy importante de ambivalen­ cia de sentimientos. Pero las actitudes del odio no pueden aplicarse a las relaciones de los instintos con sus objetos y se reservan para las relaciones del yo total (Freud se refiere , aquí al ser, a la persona total) con los objetos.16 Recurrió a la polaridad del amor y del odio para poder ilustrar su tesis sobre la relación existente entre los instintos del yo y los instintos sexuales. El odio es más antiguo que el amor y “co­ mo expresión de la reacción de displacer provocada por los objetos se mantiene siempre en íntima relación con los ins­ tintos de autopreservación, de modo que los instintos sexua­ les y los instintos del yo desarrollan fácilmente una antítesis que reproduce la del amor y el odio**.17 Consideró que el amor y el odio surgen de distintas fuentes y muestran una ambivalencia que “se caracteriza porque en los pares opues­ tos de instintos dicha ambivalencia llega a desarrollarse en una medida aproximadamente similar »is Recién en el año 1920, en Más allá del principio del placer, llegó a relacionar directamente “la polaridad de amor (afecto) y odio (agresividad hacia el objeto amado) con una hipotética oposición entre los instintos de vida y muerte”.19 Hizo notar que “donde el sadismo original no experimenta una mitigación y una fusión, se establece la conocida ambi­ valencia amor-odio característica de la vida erótica”.20 Se preguntaba si la ambivalencia común, que tantas veces se muestra con intensidad extraordinaria en la predisposición constitucional a la neurosis no debería ser considerada como

16 Ibid., pág. 137. B.N., tomo II. 17 Ibid., pág. 139. B.N., tomo II. 18 (1905d), 7Ves ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 199. B.N., tomo II. 19 (1921c), Psicología de grupo y análisis del yo, S.E., vol. 18, pág. 102, n.l. B.N., tomo III. 20 (1920g), Más allá del principio del placer, S.E., vol. 18, pág. 54. B.N., tomo ÚI.

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el producto de una separación. Pero la ambivalencia es un fenómeno tan fundamental que posiblemente represente una unión instintiva que no ha llegado a completarse.21 Consciente de la oposición que había despertado su teo­ ría del instinto de muerte en el año 1929 insistió en que existía “un conflicto innato que surgía de la ambivalencia, de la eterna lucha entre las tendencias del amor y la muerte” 22 y que todo lo que es hostil y peligroso en el amor no puede atribuirse a una bipolaridad originaria de su propia naturaleza, sino a un conflicto existente entre los instintos de vida y los instintos de muerte (véase concepto: fusióndefusión). c) Origen de la ambivalencia Los conceptos fluctuantes de Freud sobre el origen de la ambivalencia se desarrollaron paralelamente a su teoría de los instintos. Pero siempre consideró a la ambivalencia como un fenómeno fundamental de la vida emocional,23 presente, en mayor o menor medida, en la disposición innata de todos los individuos; una ley que “rige nuestras relaciones emocio­ nales”.24 Sin embargo, en 1913 comenzó a dudar si la ambi­ valencia originaria había formado realmente parte de la vida emocional o había sido adquirida por la raza humana en co­ nexión con su complejo paterno, precisamente en el punto en que el examen psicoanalítico de los individuos modernos todavía lo encuentra exteriorizaoo, con la mayor intensidad, en los sentimientos contradictoria hacia el padre poderoso. Siguiendo su formulación de la teoría del instinto de muer­ te, en el año 1923, consideró si como se ha mencionado an-

21 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 42. B.N., tomo III. 22 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 133. B.N., tomo III. 23 (1912-13). Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 60, B.N., tomo

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(1915b), “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte**, S.E., vol. 14, pág. 293. B.N., tomo 11.

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teriormente, la ambivalencia representaba una unión instin­ tiva incompleta, pero en el mismo libro planteó “que la am­ bivalencia exteriorizada en la relación con los padres debía > atribuirse totalmente a la bisexualidad y no como la he re­ presentado... desarrollada a partir de la identificación y co­ mo algo resultante de la emulación”.25 En 1933 mostró in­ seguridad sobre su origen al plantear la duda de si uno podía rechazar “la idea de que en las catexias eróticas hay también una ambivalencia original, como esta”; se refiere a la prime­ ra relación de amor del niño con sus objetos y señala el he­ cho de “que se la encuentra en la naturaleza especial de la relación madre-hijo”.26 Sin embargo, en “Análisis terminable e interminable”, publicado en 1937, continuó identifi­ cando el amor con el instinto de vida y el odio con el instin­ to de muerte. Además del problema de la ubicación de la ambivalen­ cia en la teoría de los instintos, debía considerarse también el papel que desempeñaba en las distintas fases de desarrollo de la organización sexual. En 1915 Freud señaló que el es­ tadio preliminar del amor, cuyo fin sexual consiste en devo­ rar el objeto amado, tiene un carácter ambivalente. La iden­ tificación, una etapa preliminar de la elección de objeto, tiene ese carácter desde el comienzo y se comporta como un derivado de la primera fase oral de la organización de la libi­ do, vale decir de la fase oral caníbalística que manifiesta si­ multáneamente el deseo de destruir y el de conservar el ob­ jeto. En la etapa sádico-anal el fin de dominar el objeto pro­ longa la relación ambivalente en tal medida que resulta difí­ cil diferenciar el amor del odio. “El predominio del sadismo y el papel cloacal que desempeña la zona anal le da un tinte singularmente arcaico.”27 La identificación ambivalente con el padre del sexo opuesto se manifiesta en el conflicto edí-

25 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 33. B.N., tomo 111. 26 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 124. B.N., tomo III. 27 (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 199. B.N., tomo II.

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pico; los impulsos hostiles y los sentimientos afectivos que han coexistido simultáneamente en los estadios precedentes estallan en conflictos provocados, quizá, por un incremento de la fantasía afectiva, cuyo contenido se opone, natural­ mente, a cierta tendencia predominante,28 la intensidad de la lucha varía de acuerdo con la fuerza de la predisposición y de las experiencias reales. “Y sólo después de que se ha es­ tablecido la organización genital, el amor se convierte en lo opuesto del odio, «29 Los muchachos y las jóvenes manejan en forma distinta su ambivalencia. “La explicación que he tratado de dar se ve enfrentada de inmediato por un interro­ gante: ‘¿Cómo pueden los muchachos mantener intacta su vinculación con su madre que, indudablemente, no es menos intensa que la de las chicas?’ La respuesta surge también de inmediato: ‘Porque los muchachos son capaces de manejar los sentimientos ambivalentes hacia su madre dirigiendo to­ da la hostilidad hacia su padre.’ Pero primero, no debemos formular esta respuesta hasta no haber hecho un estudio muy minucioso de la fase preedípica en los muchachos y se­ gundo, posiblemente sea más prudente admitir, en términos generales, que todavía no tenemos una comprensión muy clara de estos procesos, con los que recién hemos comenza­ do a familiarizamos.”30 (Véase concepto complejo de Edipo.) Freud hizo notar que aunque la ambivalencia dismi­ nuye en el curso del desarrollo normal, no llega a desapare­ cer totalmente. Los sentimientos opuestos coexisten tam­ bién en relaciones que no son las de la familia inmediata, como sucede en los vínculos con los maestros de escuela.31

28 (1921c), Psicología de grupo y análisis del yo, S.E., vol. 18, pág. 79, n. B.N., tomo III,. 29 (1915c), “Los instintos y sus destinos”, S.E., vol. 14, pág. 139. B.N., tomo II. 30 (1931b), “Sobre la sexualidad femenina”, S.E., vol. 21, pág. 235. B.N., tomo III. 31 (1914f), “Sobre la psicología del colegial”, S.E., vol. 13, pág. 243. B.N., tomo II.

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d) Aspectos culturales Freud se ocupó de la relación de la ambivalencia con el desarrollo normal y neurótico pero consideró también que el concepto tenía gran importancia en los orígenes de la re­ ligión y de la conciencia y una gran significación en el des­ arrollo de las civilizaciones. Pensó que la ambivalencia del complejo de Edipo regía las relaciones de los seres humanos con su divinidad. Afirmó que “la imagen ideativa correspon­ diente a la infancia se preserva y se une con los rastros mnémicos del padre primitivo, para formar la idea que el individuo tiene de Dios”.32 En el año 1913 afirmó: “parece pro­ bable que la conciencia también surja partiendo de una base de ambivalencia emocional”,33 y aunque los conceptos de Freud sobre el origen y naturaleza de la conciencia se modi­ ficaron en el curso del desarrollo posterior de su teoría, el elemento ambivalente siempre formó parte de sus formula­ ciones. La institución de una autoridad interna, el superyó, que crea o instaura un sentimiento de culpa no sólo por un acto de violencia sino también por la intención de cometer­ lo no modifica, de ninguna manera, el hecho de que “el con­ flicto resultante de la ambivalencia provoca el mismo resul­ tado”.34 En Tótem y tabú Freud sugirió que debido a la “indes­ tructibilidad e insensibilidad a la correción propias de los procesos inconscientes, la ambivalencia puede haber sobrevi­ vido desde épocas muy tempranas, para las que resultaba adecuada, hasta tiempos y circunstancias posteriores en las que sus manifestaciones pueden parecer extrañas. Estos son sólo indicios, pero si se siguiera su desarrollo con atención se comprendería su importancia para nuestra comprensión de la evolución de la humanidad”.35 “Si la civilización es un cur32 (1923d), “Una neurosis demoníaca del siglo XVII**, S.E., vol. 19, pág. 85. B.N., tomo III. 33 (1912-13), Tótem y tabú. S.E., vol.13, pág. 68. B.N., tomo II. 34 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 133. B.N., tomo III. 35 (1912-13), Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 70 y sig. B.N., tomo II.

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so necesario de desarrollo, desde la familia hasta la humani­ dad como un todo, que a resultas del conflicto innato deri­ vado de la ambivalencia se encuentra íntimamente ligado con un incremento del sentimiento de culpa que puede al­ canzar ciertos límites que al individuo le resulten difíciles de soportar. >> 36 IV. Aplicaciones clínicas Freud consideró que la vida emocional de un hombre está formada por pares de contrarios. “De no ser así quizá nunca se producirían represiones y neurosis, >>37 El conflicto resultante de la ambivalencia desempeña un papel vital en la formación de las neurosis. Como había comparado la lucha entre el amor y el odio a la que existe entre el instinto de vida y el instinto de muerte, en “Análisis terminable e inter­ minable” se pregunta “si no deberíamos hacer una revisión de todos nuestros conocimientos sobre él conflicto psíquico desde este nuevo ángulo”.38 “La ambivalencia en las tendencias emocionales de los neuróticos es la mejor explica­ ción de su capacidad de poner su transferencia al servicio de la resistencia durante el curso de su análisis >>39 e influye mucho sobre el resultado. Neurosis obsesiva Freud formuló el concepto de ambivalencia, en princi­ pio, en relación con esta enfermedad; “la relación ambiva­ lente entre el amor y el odio... es una de las características más frecuentes, más marcadas, y posiblemente la más im36 (1930a), El malestar en la cultura, S.E., vol. 21, pág. 133. B.N tomo III. 37 (1909b), “Análisis de la fobia en un niño de cinco años”, 6.E., vol. 10, pág. 113. B.N., tomo II. 38 (1937c), “Análisis terminable e interminable”, S.E., vol. 23, pág. 244. B.N., tomo III. 39 (1912b), “Las dinámicas de la transferencia”, S.E., vol. 10, pág. 107. B.N., tomo II.

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portante de las neurosis obsesiva”.40 En 1913 pensó que “la presencia de un gran monto de esta ambivalencia emocional primitiva constituye una de las características de la predis­ posición de los neuróticos obsesivos”.41 Sin embargo, es muy probable que todo el proceso defensivo de formación reactiva “haya sido posibilitado por la relación ambivalente en la que está incluida el impulso sádico que debe ser repri­ mido”.42 La intensidad del conflicto de ambivalencia se evi­ dencia claramente en los estados obsesivos de depresión que se producen después de la muerte de una persona amada, y también en su capacidad para hacer que la mayor parte de los síntomas de la neurosis adquirida tengan “además de su significación original otra directamente contraria”.43 Pero Freud no consideró que conocía la razón por la que la ambivalencia desempeñe un papel tan importante en la neurosis. Histeria En 1909 Freud se preguntaba si los sentimientos re­ primidos de celos y de hostilidad hacia su padre podían ha­ ber contribuiao a acentuar la predisposición para su enfer­ medad posterior, y en 1913 señaló la forma en que Juanito manejó el conflicto, desplazando sus sentimientos de temor y hostilidad sobre un sustituto. “El conflicto resultante de la ambivalencia no se enfrenta en relación con una sola y misma persona; se elude... porque uno de los pares de impul­ sos conflictivos es dirigido hacia otra persona que actúa co­ mo un objeto sustitutivo >>44 evitando así el conflicto. Freud

40 (1909d), “Análisis de un caso de neurosis obsesiva**, S.E., 10, pág. 239. B.N., tomo II. 41 (1912-13), Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 60. B.N., tomo II. 42 (1915d), “La represión**, S.E., vol. 14, pág. 157. B.N., tomo II. 43 (1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, pág. 113. B.N., tomo III. 44 Ibid.t pág. 103. B.N., tomo III.

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señaló “que hay formas muy distintas de salir de un con­ flicto resultante de la ambivalencia”.45 La fobia del peque­ ño Juanito debe haber sido un intento destinado a resolver el conflicto. Los neuróticos obsesivos utilizan formaciones reactivas que tienen la universalidad de los rasgos de carác­ ter, mientras que en la histeria se recurre especialmente a una formación reactiva limitada al objeto particular de la ambivalencia. Melancolía Freud consideró al conflicto resultante de la ambiva­ lencia como una precondición de la melancolía que contri­ buye, además, a complicar la relación de objeto. “La ambi­ valencia o es constitucional, vale decir, un elemento de cual­ quier relación de amor establecida por ese yo particular, o deriva, precisamente, de las experiencias que entrañan la amenaza de pérdida del objeto.”46 “La ambivalencia consti­ tucional pertenece por su naturaleza a lo reprimido; las ex­ periencias traumáticas vinculadas con el objeto pueden ha­ ber activado otro material reprimido. Así, todo lo que se re­ lacione con las luchas resultantes de la ambivalencia se man­ tiene apartado de la conciencia”,47 mientras que la influen­ cia del conflicto derivado de la ambivalencia permite que la catexia erótica regrese a los estadios sádico y canibalístico. Paranoia y homosexualidad En 1911, mientras se ocupaba del caso Schreber, Freud afirmó, específicamente, que el propósito más importante de la proyección del odio sobre el objeto que había sido amado era justificar la modificación de las actitudes emocio­ nales, vale decir, el conflicto derivado de la ambivalencia. “El caso típico de un conflicto de este tipo (la paranoia) es el que se manifiesta entre dos miembros de un par de opues45 (1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, pág. 102. B.N., tomo III. 46 (1917e [1915]), “Duelo y melancolía”, S.E., vol. 14, pág. 256. B.N., tomo ti, 47 Ibid., pág. 257. B.N., tomo II.

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tos, lo que origina una actitud ambivalente.”48 “El paranoi­ co perseguido ve, ...en otros, el reflejo de sus propios impul­ sos hostiles contra ellos. Como sabemos que en el caso de los paranoicos es precisamente la persona más amada de su pro­ pio sexo la que se convierte en su perseguidor, se nos plantea el problema de determinar dónde se origina esta reversión de afecto. La respuesta no se encuentra muy lejos, la ambiva­ lencia siempre presente de sentimientos es su fuente * « • y cumple el mismo propósito para el paranoico perseguido actuando como una defensa contra la homosexualidad.”49 “Desde el comienzo existe una actitud ambivalente y la transformación se logra por medio de un desplazamiento reactivo de la catexia. >>so La ambivalencia en la relación de la niña con su ma­ dre y del niño con el padre contribuye a proporcionar una solución patógena de homosexualidad a los conflicto*» edípicos y preedípicos. Funcionamiento normal Freud consideró que, tal como se había demostrado en el estudio de los sueños,51 la ambivalencia está presente en todos los individuos, y que es el factor cuantitativo el que determina su importancia en la psicopatología.S2

48 (1912-13), Tótem y tabú, S.E., vol. 13, pág. 92. B.N., tomo II. 49 (1922b), “Sobre algunos mecanismos neuróticos”, S.E., vol. 18, págs. 226-7. B.N., tomo III. 50 (1923b), El yo y el ello, vol. 19, págs. 42-3. B.N., tomo III. 51 (1900a), La interpretación de los sueños, S.E., vol. 6, pág. 431. B.N., tomo I. 52 (1922b), “Sobre algunos mecanismos neuróticos”, S.E., vol. 18» pág. 229, B.N., tomo III.

DIFERENTES USOS DEL TERMINO OBJETO

A lo largo de la obra de Freud el término “objeto” ha sido utilizado en distintas formas y con diferentes implica­ ciones. Pero a pesar de estos distintos usos Freud es siempre muy coherente en relación con los significados que dicho término tiene en uno u otro caso. Hay dos grupos de contraposiciones que tienen suma importancia para determinar cuál es el sentido que se está dando a un “objeto”, como concepto. La primera contraposición se establece entre algo (ob­ jeto) que está fuera del cuerpo del niño, o algo (objeto) que forma parte del cuerpo del niño. El segundo grupo de con­ trastes se relaciona con los usos de “objeto”, tomado como el objeto de los instintos parciales, en contraposición al ob­ jeto del yo. Al ocupamos del primer grupo de contraposiciones ve­ mos que Freud utilizó el término para describir algo que es­ tá fuera del niño, vale decir la madre, el pecho, etcétera. En estos casos Freud usó el término “objeto” en forma descrip­ tiva, de la misma manera en que podría haberlo hecho un observador externo: “En un momento en que las primeras manifestaciones de la satisfacción sexual están vinculadas to­ davía con la ingestión de alimento, el instinto sexual tiene un objeto sexual fuera del cuerpo del niño y bajo la forma del pecho de su madre. Sólo más tarde, quizás en el mo­ mento en que el niño es capaz de formarse una idea total de

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la persona a la que pertenece el órgano que le está brindan­ do satisfacción, el instinto pierde ese objeto. Puede afirmar­ se que ese es el momento en que el instinto sexual se vuelve autoerótico; la relación primitiva se restablece sólo después de que se ha atravesado el período de latencia. Son, en con­ secuencia, muy buenas las razones por las que el niño que succiona el pecho de su madre se ha convertido en el pro­ totipo de toda relación de amor. El hallazgo de un objeto implica, en realidad, la recuperación de aquél/’1 En un agregado hecho en 1920 a Tres ensayos sobre una teoría sexual, puso más en claro lo que quiere significar con objeto cuando lo utiliza en un sentido psicológico (objeto del yo) y no con una connotación biológica (como objeto del instinto parcial en etapas muy tempranas de la vida). A continuación reproducimos una cita: “Nos vimos obligados a aceptar entonces como uno de nuestros descubrimientos más sorprendentes, que esta primera eflorescencia de la vida sexual infantil (entre los dos y cinco años) permitía ya la elección de un objeto, con todo el caudal de actividades mentales que un proceso de ese tipo involucra.”2 En el mismo artículo y bajo el título de “Los dos tiem­ pos de la elección de objeto”, Freud dice: “Puede conside­ rarse como un fenómeno típico de la elección de objeto el que ésta se verifique en dos fases. La primera de ellas co­ mienza entre los dos y los cinco años (al pie de página hay una nota del compilador en la que se dice que en el año 1915 Freud fijó los tres años como iniciación de esa etapa, en 1920 estableció el límite de dos años que citamos ante-

• 1 (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 222. B.N., tomo II. 2 lbid.t pág. 234. B.N., tomo II,

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Grupos de contraposiciones en el uso del término “objeto”

Implicando una rela­ ción biológica. (El ins­ tinto sexual tiene un objeto sexual fuera del cuerpo del niño) ' Algo del mundo externo, como la madre, el pecho, etcétera. (S.E., vol. 7, pág. 222. Reseña, S.E., vol. 23) I. Objeto 4 Algo en el niño (S.E., vol. , 14, pág. 222)
vale decir que su objeto es insignifi­ cante en comparación con el órgano que constituye su fuen­ te y que, como una regla, coincide con ese órgano”(e 1 subra­ yado corresponde a la obra de Strachey).7 En el mismo artículo describió el objeto de un instinto en la siguiente forma: “El objeto de un instinto es la cosa en la cual o por medio de la cual el instinto puede cumplir sus fines. Es lo más variable de un instinto y no está primitiva­ mente vinculado con él; le es asignado sólo como conse­ cuencia de ser especialmente adecuado para posibilitar la sa­ tisfacción.”4 Esto aclara aun más lo que pensaba Freud al referirse en una etapa muy primitiva al pecho o a la madre. Podemos comparar el vínculo, y la fijación relativamente poco importantes del instinto parcial dado con su objeto (se encuentre éste en el mundo externo o en el cuerpo del niño), tal como ha sido descrito por Freud en el artículo que nos ocupa, con el vínculo mucho más estrecho de los estadios posteriores de desarrollo, cuando la madre se ha convertido en el objeto del yo.

6 (1915c), “Los instintos y sus destinos’*, S.E., vol. 14, pág. 122. B.N., tomo II. 7 Jbid., pág. 132. B.N., tomo II. 8 Ibid., pág. 122.

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En este conjunto de contraposiciones se debe prestar atención a un tercer uso del término “objeto”. En este caso Freud no se ocupa de una parte del cuerpo del niño sino a dicho cuerpo como un todo. Estas referencias se encuentran en distintos artículos de Freud, tales como “Un recuerdo in­ fantil de Leonardo da Vinci”, el “Caso Schreber”, “Tótem y tabú”, etcétera. En su trabajo sobre el “Caso Schreber” es­ cribió: “A esta etapa se le ha dado el nombre de narcisismo y lo que sucede es lo siguiente. En el proceso de desarrollo del individuo llega un momento en el que éste unifica sus instintos sexuales (que hasta ese momento han estado dedi­ cados a actividades autoeróticas), a fin de lograr un objeto de amor. Y comienza por tomarse a sí mismo, a su propio cuerpo, como su objeto de amor, recién después pasa de esta etapa a la elección de alguna persona distinta de sí mismo como su objeto.”9 Nuestro segundo grupo de contraposiciones está inte­ grado por el “objeto” como objeto de un instinto parcial, o como el “objeto” del yo. Al ocuparnos del primer grupo de contraposiciones se reprodujeron las citas que son impor­ tantes para este segundo grupo. El problema de la relación del yo con el objeto se complica, además, porque esta rela­ ción varía en complejidad y riqueza de acuerdo con elesiadio evolutivo del yo particular y del niño que se considera, co­ mo también de su edad. En consecuencia, este tipo de rela­ ción variará desde algo relativamente simple hasta lo mas complejo. La relación de un instinto parcial con un objeto corres­ ponde a la naturaleza de una relación biológica, mientras que la del yo con el objeto es mucho más compleja y perte­ nece al ámbito psicológico.

9 (1911c), “Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de para­ noia (dementia paranoides)”, S.E., vol. 12, pág. 60; cf. (1905d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 144 n.; y (1910c), Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinel, S.E., vol. 11, pág. 100. B.N., tomo II.

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Podríamos decir que el tipo de relación con un objeto que satisface una necesidad, corresponde a la naturaleza de la relación de un instinto componente con su objeto. Por es­ to es que los llamados objetos de satisfacción de una ne­ cesidad sufren el mismo destino que los objetos de los ins­ tintos parciales. Persisten mientras proporcionan satisfac­ ción y desaparecen, o son sustituidos rápidamente por otros, tan pronto como dejan de cumplir con esa función, y lo mismo pasa con el objeto de los instintos parciales.

REVISION HISTORICA DE TRES ENSAYOS SOBRE UNA TEORIA SEXUAL

Los tres ensayos, publicados por primera vez en el año 1950 tuvieron, en sus distintas ediciones, más correcciones y agregados que cualquiera de los trabajos publicados de Freud. Este resumen ha sido hecho con el propósito de ayu­ dar al lector a ubicar, históricamente, las correcciones y agregados más importantes. t. Aoerraciones sexuales (pág. 135)* I. DESVIACIONES EN RELACION CON EL OBJETO SEXUAL

(pág. 136) A. Inversión (pag. 136) Conducta de los invertidos (pág. 136) (Nota de pie de página) La posibilidad de tratamiento de las inversiones depende de si el individuo acepta o lucha contra la compulsión. Registro de la información sobre el co­ mienzo de las manifestaciones, propor­ cionada por el paciente y generalmente distorsionada por la represión (pág. 137).

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* Todas las referencias a las páginas corresponden a la S.E., vol 7. B.N., tomo II.

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1905 Naturaleza de la inversión (pág. 138) 1905 Degeneración (pág. 138) 1905 Carácter innato (pág. 139) 1905 Explicación de la inversión (pág. 140) Bisexualidad (relación con la índole de la in­ 1905 versión, pág. 141) (Una nota de pie de página dice “Posterior­ mente Fliess afirmó que el concepto de la bi­ 1910 sexualidad era suyo”, pág. 143.) Objeto sexual de los invertidos (de los hom­ 1905 bres homosexuales) “Muchas veces el objeto sexual no pertene­ ce al mismo sexo y tiene características de ambos sexos”... un compromiso... mientras que el cuerpo (es decir, los genitales) deben ser masculinos. De modo que el objeto se­ xual del invertido no tiene porque ser nece­ sariamente distinto del de una persona nor­ mal (pág, 144). “De este modo el objeto sexual es una espe­ cie de reflejo de la naturaleza bisexual del propio sujeto”, nota de pie de página agre­ gada en el año 1915. Nota de pie de página (pág. 144-5). 1910 Este análisis muestra que el desarrollo del invertido se caracteriza por una fase (tem­ prana) de intensa y breve vinculación con una mujer. Los invertidos se identifican con las mujeres y se toman a sí mismos como objeto sexual (pág. 144). Segunda nota de pie de página (pág. 145-6). 1915 Examina nuevos factores que influyen sobre la forma en que se desarrollará el individuo. La elección de objeto heterosexual en opo­ sición a la del objeto homosexual hecha des­ pués de la pubertad sobre la base de muchos factores accidentales. Determinantes son la frustración y la presencia de ambos padres. Tercera nota de pie de página 1920 (págs. 146-7).

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Cita una trabajo biológico reciente (y la di­ ferenciación hecha por Ferenczi entre el “su­ jeto homoerótico” que cambia, simplemen­ te, una mujer por un objeto masculino) so­ bre los determinantes orgánicos de las carac­ terísticas del homosexual (pág. 147 ). Conclusión (pág. 146) 1905 B. La elección de animales y personas sexualmente inmaduras como objetos sexuales indi­ ca que el problema del objeto sexual es un problema de grado y no de insania, etcétera (pág. 145). 1905 Nota de pie de página: diferencia entre nos­ otros y los hombres de la antigüedad... ellos daban especial importancia al instinto en sí 1910 mismo y nosotros al objeto (pág. 149). II. DESVIACIONES RELACIONADAS CON EL FIN SEXUAL*

A. Transgresiones anatómicas 1905 Sobrevaloración del objeto sexual 1905 (pág. 150) La nota de pie de página dice que Ferenczi relacionó la susceptibilidad (a la autoridad del objeto) con el “complejo paterno”. 1910 La segunda nota de pie de página trata de la relación entre la sobrevaloración del objeto y las actividades sexuales dirigidas a partes del cuerpo distintas de las genitales; el “hamde excitación”. 1915 La tercera nota de pie de página reescribe el texto. Freud no consideró el “hambre de ex­ citación” como un factor importante 1920 (pág. 151). Cuarta nota de pie de página, dice que las mujeres que muestran sobreestimación se­ xual hacia sus hijos no la tienen hacia sus 1920 hombres. Uso sexual de las membranas mucosas labiales 1905 y bucales (pág. 151) 1905 Uso sexual del orificio anal (pág. 152)

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Importancia de otras partes del cuerpo (pág. 152) 1905 Sustitutos inadecuados del objeto sexual. Fe­ 1905 tichismo (pág. 153) £n la parte del artículo que se ocupa de la precondición necesaria de “debilidad del aparato sexual”, hay una nota de pie de página que dice que dicha debilidad repre­ senta la precondición “condicional” y tam­ bién que ésta puede ser determinada “acci­ dentalmente” (por intimidaciones tempra­ nas que separan al individuo de su objeto 1915 sexual). Otra nota a pie de página sugiere que el feti­ che es un “recuerdo encubridor” de una fa­ se olvidada de la evolución sexual... la tran­ sición al fetichismo y la elección de feti­ che hecha en esta etapa son el resultado de “factores determinados constitucionalmen­ 1920 te”. Nota de pie de página que señala al zapato, o la chinela, como símbolos de los genitales 1910 femeninos. En varias notas de pie de página se discute la importancia de la represión del placer olfa­ tivo (se hace referencia a los pies y al cabe­ llo). Además, en la infancia el pie represen­ ta el pene de la mujer. 1910 .Vínculo entre el fetichismo de los pies y el 1915 instinto escoptofílico, represión. B. Fijaciones de fines sexuales preliminares 1905 Aparición de nuevos fines (pág. 155) 1905 Tocamiento y contemplación (pag. 156) 1905 Nota de pie de página en la que se utiliza por primera vez en una publicación el término “sublimado”. 1905 Nota de pie de página ; vínculo existente en­ tre el exhibicionismo y el temor a la castra­ ción (pág. 157). 1920

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Sadismo y masoquismo (pág. 157) “la más común y la más importante de to­ das las perversiones, el deseo de infligir do­ lor al objeto sexual* o de ser maltratado por él... formas activas y pasivas del sadismo den­ tro de la agresividad masculina... deseo de someter... el sadismo como un componente agresivo”. 1905 Masoquismo... sobrevaloración sexual... fra­ ses omitidas en la edición de 1915 y agre­ gado de dos párrafos que definen con ma­ yor precisión ambos términos (pág. 168). Una nueva nota de pie de página diferencia un masoquismo primario, o erógeno, a par­ tir del cual se desarrollaron dos formas pos­ teriores, el masoquismo femenino y el masoquismo moral. El sadismo que no se manifiesta se vuelve sobre sí mismo y produce un masoquismo secundario. 1924 Breve párrafo sobre el dolor, tomado de la 1905 versión original. “El sadismo y el masoquismo ocupan un lu­ gar especial entre las perversiones, ya que la antítesis entre actividad y pasividad que constituye su fundamento pertenece a los ca­ 1915 racteres generales de la vida sexual.” 1905 Párrafo sobre el aspecto (oral) pregenital. Nota de pie de página que ubica a estas per­ 1924 versiones aparte de las demás. La forma activa y pasiva de esta perversión se da en el mismo individuo. “Un sádico es siempre, al mismo tiempo, un masoquista.” 1905 “Algunas perversiones aparecen como pares 1905 de opuestos” (pág. 160). La presencia de estos pares opuestos está vinculada con la antítesis de actividad y pa­ 1915 sividad • • • y con la bisexualidad... masculina y feme­ 1924 nina • • •

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III.

LAS PERVERSIONES EN GENERAL (pág. 160) VARIACION Y ENFERMEDAD

La perversión es un síntoma patológico cuan­ do es un reemplazo de, y no un agregado a la sexualidad normal 1905 El factor mental en las perversiones (pág. 161) Las perversiones horripilantes representan una 1905 “idealización del instinto**. Dos conclusiones (pág. 162) 1. Ciertas fuerzas (resistencia, pudor y disgus­ to) limitan el instinto sexual y si se desarrollan antes que éste influyen sobre él. 1905 Nota de pie de página: vínculo entre la evo­ lución individual y la psicogénesis de la raza humana. 1915 2. Naturaleza compuesta del instinto sexual, muchos instintos parciales y convergentes se manifiestan en el estudio de las anormalidades. 1905 Nota: “Las perversiones son un residuo de la evolución hacia el complejo de Edipo y después de la represión de éste surge de nue­ vo el componente del instinto sexual que posee mayor intensidad en la constitución del sujeto** (pág. 162-3). 1920 IV. EL INSTINTO SEXUAL EN LOS NEUROTICOS (pág. 163). PSICOANALISIS

El análisis demuestra que “los síntomas son la 1905 expresión de la actividad del paciente”. En fecha posterior se agregó: “los síntomas se fundan, por una parte, en las exigencias de la libido y por la otra en la reacción del yo”. 1920 Resultados del psicoanálisis (pág. 164) i • « • la enfermedad proporciona una vía de esca­ pe entre la presión del instinto y la repulsa de la sexualidad. 1905 Neurosis y perversión (pág. 155)¡ “Las neurosis son... la negación de las perver­ siones.**

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a) Todos los neuróticos muestran (inconscien­ temente) impulsos hacia la inversión. Nota: insiste en la importancia de esta afir­ mación para cualquier teoría sobre la homo­ sexualidad; b) cualquier tipo de transgresión anatómica de la actividad sexual, especialmente la membra­ na de la boca y del ano, a la que se otorga el rol de un órgano genital; c) los instintos parciales desempeñan un papel muy importante. La mayoría emerge como pa­ res opuestos, uno muestra la presencia del otro.

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V.INSTINTOS PARCIALES Y ZONAS EROGENAS (pág.167 )

La primera frase atribuye las perversiones a los “instintos parciales”. El resto del párrafo define el instinto, los estí­ mulos, la fuente y el fin. En una nota ae pie de página se afirma que la teoría del instinto es la parte “más impor­ tante pero también más incompleta” de la teoría. En el párrafo 2 (pág. 168) se dice que los órga­ nos somáticos provocan la aparición de excita­ ciones de naturaleza química. Una de estas ex­ citaciones es considerada como específicamen­ te sexual y el órgano implicado es mencionado como la “zona erógena”, o el instinto sexual parcial que deriva de ella. Nota de pie de página: plantea dudas sobre estos supuestos.

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VI. RAZONES PARA LA APARENTE PREPONDERANCIA DE LA SEXUALIDAD PERVERSA EN LOS psiconeuroticos

(pág. 170)

Projblemas representados por los factores exter­ nos, la experiencia y la constitución.

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VII. INDICACION DEL CARACTER INFANTIL DE LA SEXUALIDAD (pág. 171).

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2. Sexualidad infantil 1905 Negligencia del factor infantil (pág. 17 3) En la literatura (el trabajo de Stanley Hall lo ha­ 1910 ce notar). Amnesia infantil (pág. 174) 1905 Problema de la represión. Nota: explicación de “esos dos procesos concurrentes” (atracción de lo inconsciente 1915 y rechazo de la conciencia). 1) El periodo de latencia sexual en la infancia y sus interpretaciones (pág. 176) Frases introductorias relacionadas con el pe­ 1905 ríodo más temprano en Con el agregado en nota de pie de página de que la “intensidad y claridad de los fenómenos involucrados” en el desarrollo del niño (poten­ cialmente neurótico) es la única diferencia du­ 1915 rante los primeros años. Nota relacionada con la analogía y mención de estudios importantes que se ocupan de la sexualidad infantil y del período de latencia (se trata, obviamente, del desarrollo hecho a partir de un trabajo de Freud, pág. 177). 1920 Inhibiciones sexuales (pág. 177) (evolución en el período de latencia) 1905 Formaciones reactivas y sublimación (pág. 178) 1905 La nota de pie de página diferencia entre los dos conceptos. 1915 Interrupciones del período de latencia (pág. 179) 1905 2) Manifestaciones de la sexualidad infantil (pág. 179) 1905 Chupeteo del pulgar (pág. 179) 1905 El párrafo agregado al texto, mencionando el con­ cepto de Lindner sobre la calidad sexual del chupe­ teo, plantea interrogantes sobre las “característi­ cas generales” de la sexualidad infantil. 1915 En la nota de pie de página se da otro ejemplo, la descripción que una joven adulta hace de la

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felicidad que experimentaba chupando su dedo 1920 pulgar, (pág. 181). Autoerotismo (pág. 181) 1905 En el primer párrafo se presenta el concepto y se cita a H. Ellis. Establece la diferencia entre la de­ finición psicoanalítica y la de H. Ellis. 1920 El párrafo menciona la perturbación histérica de muchas pacientes, constricción de la garganta, vó­ mitos, resultantes de la práctica muy frecuente del chupeteo durante la infancia. 1915 La edición anterior menciona dos características esenciales de las manifestaciones sexuales infantiles. Estas características llegan a ser tres a resultas 1915 de la frase agregada: “En su origen (la manifesta­ ción) se vincula a una de las funciones somáticas vitales. Todavía no tiene.un objeto sexual, en con­ secuencia es autoerótica y su fin sexual es domi­ nado por una zona erógena.” 1915 3) El pronóstico sexual de la sexualidad infantil Características de las zonas erógenas (pág. 183) La edición anterior dice: “Las zonas erotógenas e histerógenas muestran las mismas caracterís­ 1905 ticas. Posteriormente “después de una nueva reflexión • • • atribuyo la característica de erotogeneidad a todas las partes del cuerpo y a to­ 1915 dos los órganos internos”. El fin sexual infantil (pág. 184) 1905 Una nota de pie de página señala los peligros de las expresiones teleológicas tales como “la naturaleza ha tomado medidas para que esta experiencia de satisfacción no quede librada al azar” (la satisfacción derivada de la estimu­ 1920 lación de una zona erógena). 4) Manifestaciones sexuales masturbatorias (pág. 185) Actividad de ¡a zona anal (pág. 185) Forma en que la sexualidad se vincula a las funcio■ /

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nes somáticas, como se evidencia en los trastornos 1905 intestinales, etcétera. Párrafo que se ocupa de la forma en que los niños sienten que las heces son un “regalo”, vale decir el aspecto relativo del objeto, también de las fan­ 1915 tasías del niño que las heces son un bebe'. La nota de pie de página cita un artículo de Salo­ mé sobre el significado de la prohibición de los placeres de la zona anal. A partir del momento en que lo “anal” es excluido de la vida del niño, éste considera que el mundo externo es hostil a 1920 sus impulsos. Actividad de las zonas genitales (pág. 187) Las ediciones anteriores (1905, 1910), inclu­ yen una frase de carácter teleológico sobre la forma en que la naturaleza se asegura de que la zona genital esté sometida a estiro ulación y excitación (masturbación) por obra de la orina y el lavado. Esta frase fue eliminada en el año 1915. El párrafo establece una diferencia más mar­ cada entre la primera y segunda fase de la sexualidad infantil. Fija una edad precisa, al­ rededor de los cuatro años, para la segunda fase. La tercera corresponde a la masturba­ ción de la pubertad. 1915 Segunda fase de la masturbación infantil (pág. 189) Esta fase deja impresiones inconscientes pro­ fundas en la memoria del sujeto, etcétera, y puede ser la base de una neurosis. 1905 Nota de pie de página: la nota plantea el pro­ blema de por qué esta fase masturbatoria que­ da ligada a un sentido de culpa. 1915 Segunda nota de pie de página: la masturba­ ción carga con todo el sentimiento de culpa vinculado a la sexualidad. 1920 Retorno de la masturbación infantil temprana (pág. 190) 1905

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Disposición perversa polimórfica (pág. 191). 1905 La seducción facilita esta disposición. 1905 Instintos parciales (pág. 191) Las notas de pie de página agregadas a esta sección se ocupan especialmente del vínculo entre la crueldad y el insight posterior de la primera etapa de elección de objeto (entre 1910 los 3 y los 5 años). 5) L>20 sobre el médico para llegar al conocimiento de sus deseos inconscientes. “Con la ayuda de una fantasía de transferencia vivió, como si fuera nuevo, y perteneciera al presente, el episodio del pasado que había olvidado, o que había pasado por su mente sólo en forma inconsciente.”11 V

Freud llegó a comprender también totalmente que: “El proceso de curación se completa por un resurgi­ miento del ‘amor’, si es que podemos dar este nombre a la reunión de todos los heterogéneos componentes del instinto sexual, y esta recaída amorosa es indispensable, ya que los síntomas por los cuales el enfermo se sometió al tratamiento no son sino residuos de luchas anteriores, de represión, o de retorno de lo reprimido y sólo pueden ser resueltos y elimi­ nados por una nueva ola de las mismas pasiones que provo­ caron el conflicto. Todo tratamiento psicoanalítico es, por lo tanto, un intento de liberar un amor reprimido que ha ha­ llado una pobre salida en el compromiso de un síntoma. Pe­ ro, en realidad el acuerdo entre esos tratamientos y el proce­ so de curación, descrito por el autor de la Gradiva, alcanza su climax al comprobarse el nuevo hecho de que también en la terapia psicoanalítica la pasión revivida, sea amor u odio, elige siempre como objeto a la figura del médico. >>22 19 Ibid.t pág. 120 y sig. B. N., tomo II. 2O(1909d), “Análisis de un caso de neurosis obsesiva”, S. E;, vol. 10, pág. 209. B. N. tomo II. 21 Ibid., pág. 199. B. N., tomo II. 22 (1907a), El delirio y los sueños en la ''Gradiva” de Jensen, S.E., vol. 9, pág. 90. B.N., tomo II.

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En su interpretación del caso Schreber, en el año 1911, Freud continuaba pensando que la transiere nica se había producido porque la figura del médico había “recordado** al paciente, la de su padre o la de su hermano. Pero cuando se exploraron las implicaciones teóricas del fenómeno, el con­ cepto adquirió mucho mayor amplitud. En 1910 Freud pu­ do resumir su actitud en una carta dirigida a Oscar Pfister, en la que decía: “Por lo que hace a la transferencia, se trata también de una calamidad. Los indomeñables y violentos impulsos de la enfermedad, a causa de los cuales renuncié a la sugestión, tanto indirecta como hipnótica, no pueden ser destruidos ni siquiera por medio del psicoanálisis; sólo pueden ser limi­ tados, y lo que queda, que muchas veces representa un mon­ to muy grande, se expresa por medio de la transferencia. Las reglas analíticas nos engañan; el médico debe adaptarse a la individualidad del paciente y mantener alguna característica personal propia. En términos generales, estoy de acuerdo con la afirmación de Stekel de que al paciente se lo debería mantener en un estado de abstinencia, de amor no corres­ pondido, y que esto no siempre es posible. Cuanto mayor es la afectividad que se le permite, más fácilmente se llega al conocimiento de sus complejos, pero menos a un resultado definitivo, ya que elimina las gratificaciones anteriores resul­ tantes de sus compejos y las sustituye por las que experi­ menta en la transferencia. El resultado terapéutico es muy bueno, pero depende totalmente de la transferencia. Quizá se logre una cura, pero no el grado necesario de independen­ cia, ni tampoco una garantía contra una posible realidad.*’23 Valoraciones técnicas y teóricast 1909-15 Strachey señaló la resistencia de Freud a publicar ma­ terial relacionado con la técnica del tratamiento psicoanalítico. Sin embargo, a través de sus distintos artículos hizo 23 Carta a Pfister. 5 de junio de 1910, Jones, E., Vida y obra de Sigmund Freud, Buenos Aires, Hormé, 1977.

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afirmaciones lo bastante explícitas como para clarificar los factores más importantes y diferenciar su importancia relati­ va. La explosión más completa la hizo en el período que va de 1908 a 1915, mientras estaba dedicado, también, a sus formulaciones metapsicológicas. En el año 1908, al hacer sus formulaciones metapsico­ lógicas, Freud pensó publicar un trabajo sistemático sobre técnica psicoanalítica, en el que pretendía explicar el “poderoso mecanismo >>24 de la transferencia, que ayuda a los pacientes a encontrar en ellos mismos los deseos inconscientes reprimidos. En el año 1909 explicó a su auditorio en los Estados Unidos de América: “En todo tratamiento psicoanalítico de un paciente neurótico se manifiesta el extraño fenómeno conocido con el nombre de ‘transferencia’. En el curso del mismo el pa­ ciente dirige hacia el médico un monto de sentimiento afec­ tivo (mezclado muchas veces con hostilidad), que no está basado en ninguna relación real existente entre ellos y que, como lo ponen en evidencia todas las características de su emergencia, sólo pueden atribuirse a antiguas fantasías desiderativas del paciente, que se han vuelto inconscientes. Así, la parte de la vida emocional del paciente que éste no puede hacer volver a su memoria es experimentada nuevamente por él en su relación con el médico; y es sólo este resurgi­ miento en la ‘transferencia* el que lo convence de la exis­ tencia y del poder de estos impulsos sexuales inconscientes. Tomando una analogía de la química podemos decir que sus síntomas son depósitos de experiencias anteriores en la esfe­ ra del amor (en la acepción más amplia de esta palabra) y que recién en la temperatura caldeada de su experiencia de la transferencia estos síntomas pueden ser resueltos y redu­ cidos a otros productos psíquicos. Si se me permite utili­ zar una frase muy adecuada de Ferenczi (1909), diré que en esta reacción el médico desempeña el papel de un fermento

24 (1910d), “El porvenir de la teoría psicoanalítica**, S. E., vol. 11, pág. 142. B. N., tomo II.

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catalizador que atrae temporariamente hacia él los afectos li­ berados en el proceso. >>2 5 Freud estaba convencido de que, en todos los casos, es­ ta transferencia espontánea era el vehículo auténtico de la influencia terapéutica. Pero como la técnica había abando­ nado el fin catártico de dilucidación de síntomas para dedi­ carse al descubrimiento y superación de resistencias, insistió en que el paciente “debe establecer una vinculación sufi­ ciente (transferencia) con el médico, para que su relación emocional con él impida una nueva fuga”36 desde la intensi­ ficación de su conflicto hasta el descubrimiento de los de­ seos inconscientes, en la transferencia. En su artículo “Dinámica de la transferencia** Freud no sólo se ocupó de la importancia de la transferencia positi­ va, sino que esbozó también la explicación teórica de como se presenta, se desarrolla, se vuelve resistente y puede ser utilizada para una cura terapéutica. Fundamentos de la transferencia “Debe tenerse presente, antes que nada, que cada indi­ viduo, por obra de la acción conjunta de su disposición inna: ta y de las influencias ejercidas sobre él durante sus primeros años de vida, ha impreso una modalidad especial a su vida erótica, fijando las condiciones y los fines que él exige y los instintos que pretende satisfacer. Esto produce lo que po­ dríamos denominar un cliché o estereotipo (o varios de ellos), reproducidos o repetidos luego regularmente a través de to­ da la vida, en la medida en que lo permiten las circunstan­ cias exteriores y la naturaleza de los objetos eróticos asequi­ bles, pero que también es susceptible de alguna modifica­ ción provocada por el efecto de impresiones más recientes. 35 (1910a [19091), “Cinco conferencias sobre psicoanálisis**, S. E., vol. 11, pág. 51. B. N., tomo II. 26 (1910k), “Psicoanálisis ‘silvestre » »» , S.E., vol. 11, pág. 225. B. N., tomo II.

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Además nuestras investigaciones nos han mostrado que só­ lo una parte de estas tendencias que determinan la vida eró­ tica han cumplido una evolución psíquica completa. Esta parte, dirigida hacia la realidad, está a disposición de la per­ sonalidad consciente y forma parte de ella. Otra parte de las tendencias libidinales ha quedado detenida en su desarrollo por el veto de la personalidad consciente y de la misma reali­ dad, sólo ha podido desplegarse en la fantasía, o ha perma­ necido confinada en lo inconsciente, totalmente ignorada por la personalidad consciente. El individuo, cuyas nece­ sidades eróticas no son satisfechas por la realidad, dirigirá sus representaciones libidinales hacia toda nueva persona que surja en su horizonte, y es muy probable que ambas par­ tes de su libido, la capaz de volverse consciente, y la incons­ ciente, participen en este proceso. »27 “La catexia libidinal anticipatoria que el paciente diri­ ge hacia el analista no puede vincularse a ningún estereotipo particular, a ninguna figura infantil en especial, ya que la transferencia ha sido instalada no sólo por ideas anticipatorias conscientes sino también por las inconscientes y es este factor el que determina que el monto y naturaleza de la transferencia exceda cualquier límite que pudiera justificar­ se sobre bases sensibles o racionales. En toda neurosis “la porción de libido que es capaz de volverse consciente y que se dirige hacia la realidad disminuye mientras que la parte de lá libido que se aleja de la realidad es inconsciente, y que aun cuando puede continuar alimentando las fantasías del sujeto pertenece a lo inconsciente, se incrementa en forma proporcional” ,28

27 (1912b), “La dinámica de la transferencia”, S. E., vol. 12, pág. 99 y sig. B. N., tomo II. 28 (1912b), “La dinámica de la transferencia”, S. E., vol. 12, pág. 102. B.N., tomo II.

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Fuentes de ¡a resistencia El tratamiento analítico trata de descubrir la libido que ha regresado a sus imágenes infantiles, hacerla accesible a la conciencia y de ponerla al servicio de la realidad. Como es lógico esto provoca resistencias; la regresión libidinal original se produce por una frustración de la satisfacción del sujeto en el mundo externo pero, más que por esto, por la atrac­ ción ejercida sobre la libido por las partes de los complejos pertenecientes a lo inconsciente. En consecuencia, esta atracción de los instintos inconscientes y de sus impulsos de­ be ser superada; “cada una de las asociaciones, cada acto de la persona bajo tratamiento debe habérselas siempre con la resistencia í» . 29 “Si perseguimos un complejo patógeno desde su repre­ sentación en lo consciente (se trate de una representación vi­ sible bajo la forma de un síntoma o de algo totalmente ino­ perante), hasta su raíz en lo inconsciente, entraremos, muy pronto, en una zona en la que se impone de tal modo la re­ sistencia que las asociaciones inmediatas deben tomarla en consideración y presentarse como una transacción entre sus exigencias y las del trabajo de investigación. La experiencia nos ha mostrado que éste es el punto en que la transferencia entra en acción. Cuando algo en la materia del complejo (en el contenido del complejo) se presta para ser transferido so­ bre la persona del médico, la transferencia se cumple, pro­ duce la asociación inmediata y se anuncia a sí misma con las señales de una resistencia, por ejemplo» con una detención de las asociaciones. De este hecho deducimos que si esta idea ha llegado hasta la conciencia con preferencia a todas las demás posibles, es porque satisface también a la resisten­ cia. »»3 0

29 Ib id. t póg. 103. B. N., tomo II. 30 Ibid.t pág. 103. B. N., tomo II.

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Tipos de transferencia El paciente utilizará la distorsión de su material, hasta el fin de la transferencia, como el arma más poderosa, venta­ josa y fuerte de la resistencia; ésta puede ser valorada de acuerdo con la intensidad y persistencia de la transferencia. Al llegar a este punto resulta esencial diferenciar los distin- . tos tipos de transferencia: positiva (afectiva) y negativa (hos­ til) y determinar su contribución al proceso de tratamiento, ya que es evidente que mientras algunas son aliadas del trata­ miento otras actúan como resistencias. Transferencia positiva De acuerdo con la primera explicación que Freud for­ muló en su artículo sobre la dispersión de la catexia libidinal, la transferenica positiva puede subdividirse. Los senti­ mientos afectivos conscientes están al alcance del paciente y del médico que pueden instaurar a partir de ellos, una rela­ ción positiva que les permita aventurarse en el tratamiento y que sea, también, a su vez, el vehículo que pueda conducir al éxito de ese tratamiento. “En tanto que las comunicaciones y las ideas del pa­ ciente se suceden sin interrupción, no debemos tocar, para nada, el tema de la transferencia. Se debe esperar hasta que la transferencia, que es el aspecto más delicado de todo el procedimiento, se haya convertido en una resistencia.”31 Esto sucede inevitablemente porque los sentimientos positivos inconscientes regresan siempre hasta sus fuentes eróticas en los objetos sexuales infantiles originarios. Por eso, cuando el tratamiento busca la libido en lo inconscien­ te, las reacciones son las características del sistema incons­ ciente.

31



(1913c), “La iniciación del tratamiento (Nuevas recomenda­ ciones sobre la técnica del psicoanálisis, I)”, S. E., vol. 12, pág. 139. B. B. N., tomo II.

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“Los impulsos inconscientes no quieren ser recordados en la forma en que el tratamiento lo desea, pero tienden a reproducirse, a sí mismos, con la falta de ubicación en el tiempo propia de lo inconsciente y con su misma capacidad de alucinación. Al igual de lo que sucede en sueños, el pa­ ciente considera que los productos del despertar de sus im­ pulsos inconscientes son contemporáneos y reales; trata de alimentar sus pasiones sin tomar en cuenta la situación real.”32 Este problema básico fue investigado en 1914, en “Re­ cuerdo, repetición y elaboración”, y llevó, finalmente, en el año 1921, a la definición de la compulsión a repetir, presen­ tada en Más allá ael principio ael placer. El analista debe tratar de impedir que los impulsos sean llevados a la acción. “El médico quiere obligarlo a incluir esos impulsos afectivos dentro de la marcha del tratamiento y de su histo­ ria de vida, someterlos a una consideración intelectual y comprenderlos a la luz de su valor psíquico. Esta lucha entre el médico y el paciente, entre el intelecto y la vida afectiva, entre la comprensión y búsqueda de la acción se desarrolla, casi íntegramente, en el terreno de los fenómenos de la transferencia. Este es el campo en el que debe conquistarse la victoria, la que se manifestará bajo la forma de la curación permanente de la neurosis. Es innegable que el control de los fenómenos de la transferencia enfrenta al psicoanalista con las mayores dificultades. Pero no debemos olvidar que precisamente estos fenómenos nos prestan el inestimable servicio de volver actuales y manifiestos los impulsos eróti­ cos ocultos y olvidados por los pacientes, ya que al fin de cuentas nadie puede ser vencido, in absentía o in effigie. >*33

32 (1912b), “La dinámica de la transferencia”, S.E., vol. 12, pág. 108. B. N., tomo II. 33 (1912b), “La dinámica de la transferencia”, S.E.,vol. 12, pág. 108. B. N., tomo II.

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Amor de transferencia Freud fue más explícito en relación con el amor de transferencia, al introducirlo en su formulación de los senti­ mientos conscientes e inconscientes. Mostró como la pacien­ te, que durante largo tiempo ha evidenciado sentimientos afectivos conscientes hacia el médico, es “absorbida en su amor... precisamente en un momento en que se está tratan­ do de hacerla admitir, o recordar, algún aspecto especial­ mente penoso e intensamente reprimido de la historia de su vida”.34 Este sentimiento de amor hacia el analista es indudablemente genuino, es provocado por la situación analítica, intensificado por la resistencia, y está menos vinculado con la realidad que el amor normal, pero está basado en rasgos anteriores y repite las reacciones infantiles en la forma ca­ racterística de cualquier estado de enamoramiento. Por eso, al aceptarlo como una transferencia, el analista lo maneja como cualquier otra manifestación de ésta. “Debe tener cuidado de no desviar a la paciente de su amor de transferencia, o de rechazarlo, o de hacerlo desagra­ dable para la paciente, pero con la misma firmeza debe re­ primir cualquier tipo de respuesta. Debe conservar el amor de transferencia, pero tratarlo como algo irreal, como una situación por la que se ha de pasar fatalmente durante el tratamiento que debe ser referida a sus orígenes inconscien­ tes y debe ayudarlo a llevar a la conciencia de la paciente los elementos más ocultos de su vida erótica, para poder poner­ los así bajo control. Cuando más firme es la actitud que asume el analista para demostrar que está más allá de la posi­ bilidad de cualquier tentación, más fácil le resultará extraer el contenido analítico de la situación. La paciente, cuya re­ presión sexual no ha sido lógicamente todavía eliminada, si­ no tan sólo relegada a un plano secundario, se sentirá enton­ ces lo bastante segura como para poder comunicar franca-

34

(1915a), “La iniciación del tratamiento (Nuevas recomenda­ ciones sobre la técnica del psicoanálisis, III)", S.E., vol. 12, pág. 162. B. N., tomo II.

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mente todas las fantasías de su deseo sexual y todas las ca­ racterísticas de su enamoramiento, y partiendo de esos ele­ mentos nos mostrará el camino que ha de conducirnos hasta las raíces infantiles de su amor.”” Transferencia negativa En cuanto a la transferencia negativa, Freud consideró que también tiene dos aspectos definidos. “En las formas curables de la psiconeurosis coexiste, la­ do a lado, con la transferencia afectiva, dirigida, muchas ve­ ces simultáneamente, hacia la misma persona. Para describir este fenómeno Bleuler acuñó el término muy acertado de ‘ambivalencia’ • • • ”En las tendencias emocionales de los neuróticos la ambivalencia representa la mejor explicación de su capaci­ dad de poner sus transferencias al servicio de la resistencia.’136 Cuando los sentimientos hostiles son reconocidos y concientizados en la transferencia, pueden entrar también en el servicio de la realidad y en apoyo del tratamiento, cu­ yo fin último es, para el paciente, liberarlo de la ansiedad neurótica y de las inhibiciones presentes en su vida real, ela­ borándolas y destruyéndolas, en las manifestaciones de transferencia. Freud consideró que para lograr esto el tratamiento de­ bía reforzar el motivo por el que el paciente había recurrido al tratamiento, vale decir el de aliviar su sufrimiento, propor­ cionando “los montos de energía necesarios preparados para la transferencia y mostrando al paciente los caminos por los que debe encauzar dichas energías”.37

3SIbid.t pág. 166. B. N., tomo II. 36 (1912b), “La dinámica de la transferencia ”, S.E., vol. 12, pág. 106 y sig. B. N., tomo II. 3 7 (1913c), “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevas reco­ mendaciones para la técnica del psicoanálisis, I)”, S. E., vol. 12, pág. 143. B. N., tomo II.

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Durante ese período el segundo aspecto de la transfe­ rencia negativa casi no fue tenida en cuenta. Freud consi­ deraba que cuando era esencialmente negativa, como en el caso de los paranoicos, ningún tratamiento podía ser eficaz, ya que el arma de la cura era la transferencia positiva. Pos­ teriormente, al ocuparse de los trastornos narcisistas se refi­ rió en forma más detallada a las enfermedades que podían ser curadas, o mejoradas, por el tratamiento psicoanalítico. Compulsión a repetir La fuerza de los aspectos inconscientes de la transfe­ rencia, fenómeno que presenta todas las posibilidades peli­ grosas que surgen de la compulsión del paciente a repetir, más que a recordar “si los instintos indómitos se afirman antes de que podamos ponerles los frenos de la transferencía 3» , fue reconocido y explorado in extenso en el penúl­ timo artículo de esta importante serie de discusiones sobre aspectos técnicos. Nos referimos a “Recuerdo, repetición y elaboración” (1914). Freud señaló que la compulsión del paciente a repetir es su forma de recordar lo reprimido y que no puede escapar de esto en el curso del tratamiento. La transferencia, que es evidentemente una repetición de ese pasado olvidado, no se limita al marco del tratamiento y puede afectar todos los otros aspectos de la situación normal del paciente. La repe­ tición en el análisis debe implicar “la evocación de un trozo de la vida real” y por esta razón “no puede ser siempre ino­ fensiva y reparable”. Esta consideración plantea, en toda su integridad, el problema de algo que muchas veces es inevita­ ble, vale decir, de “la agravación durante el tratamiento”.39

38(1914g), “Recuerdo, repetición y elaboración (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, II)”, S. E., vol. 12, pág. 154. B. N., tomo II. 39 /bid.t pág. 52. B. N., tomo II.

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Los riesgos pueden aumentar también por la posibili­ dad de que se “repitan” impulsos instintivos nuevos ubica­ dos en estratos más profundos que no habían podido aflo­ rar hasta ese momento. Esto puede suceder, básicamente, porque el estado de enfermedad del paciente no es un hecho del pasado sino una fuerza del momento. “Todos los elementos de este estado de enfermedad se ubican dentro del campo y alcance de la acción del trata­ miento, y mientras el paciente los va viviendo como algo real y contemporáneo, nosotros tenemos que cumplir nues­ tra tarea terapéutica que consiste, en gran medida, en la re­ ferencia al pasado. >>40 Neurosis de transferencia El analista lucha continuamente por mantener en el te­ rreno psíquico todos los impulsos que el paciente quiere di­ rigir hacia la motilidad. Los medios elegidos son la relación positiva consciente que el paciente ha establecido con el mé­ dico y, además, lo que constituye el instrumento más im­ portante, el manejo de la transferencia.41 “Hacemos que la compulsión sea inofensiva, y hasta útil, reconociendo su derecho de afirmarse en un campo de­ finido. La admitimos en la transferencia como en un campo en el que puede desarrollarse con casi total libertad y en el que cumplirá la función de hacer surgir, ante nuestros ojos, todos los instintos ocultos en la vida anímica del paciente. Cuando éste nos presta una mínima cooperación, consisten­ te en respetar las condiciones necesarias del análisis, conse­ guimos, siempre, dar a todos los síntomas de la enfermedad una nueva significación basada en la transferencia reempla­ zando su neurosis común por una ‘neurosis de transferen-

40 Ibid.t pág. 151 y sig. B. N., tomo II. 4 1 76id., pág. 153. B. N., tomo II.

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cia’ que puede curarse gracias a la labor terapéutica. La transferencia crea así una zona intermedia entre la enferme­ dad y la vida, y a través de ella se va produciendo la transi­ ción de la primera a la segunda. El nuevo estado asume to­ das las características de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial, asequible por todos lados a nuestra in­ tervención. Al mismo tiempo, es también un trozo de vida real, pero provisorio y posibilitado por circunstancias espe­ cialmente favorables. De las reacciones repetitivas que sur­ gen en la transferencia parten los caminos, ya conocidos, pa­ ra la evocación de los recuerdos que brotan, sin esfuerzo aparente, después de que se han superado las resistencias.’*42 Más tarde, en Introducción al psicoanálisis (191617) Freud explicó que la “neurosis de transferencia” se desarrolla porque la enfermedad continúa en vigencia mien­ tras el tratamiento iniciado se prolonga. “Sin embargo, cuando el tratamiento ha logrado dominar al paciente, la to­ talidad de los nuevos productos de su enfermedad se con­ centran en un solo punto, su relación con el analista... Cuan­ do la transferencia ha alcanzado esta importancia, el trabajo sobre los recuerdos del paciente retrocede hacia muy atrás, en el trasfondo. Después de eso no resulta incorrecto decir que no nos preocupa ya la enfermedad anterior del enfermo pero sí, en cambio, la neurosis recién creada y transforma­ da que ocupa el lugar de la anterior, >>43 A partir de ese momentó todos los síntomas tienen un nuevo significado en su relación con la transferencia, pero como el analista está ubi­ cado en el centro de la enfermedad es capaz de encontrar su camino para llegar hasta ellos. “El dominio de esta neurosis, nueva y artificial,hace coincidir la finalización de la enfermedad, que fue origina42 (19142), “Recuerdo, repetición y elaboración (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, II)”, S. E., vol. 12, pág. 154 y sig. B. N., tomo II. 43 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S. E., vol. 15-16, pág. 444. B. N., tomo II.

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ñámente sometida a tratamiento, con el logro de nuestra ta­ rea terapéutica. Una persona que en su relación con el ana­ lista se ha liberado de la acción de los impulsos instintivos reprimidos y se desenvuelve dentro de un margen de norma­ lidad, continuará haciéndolo en su propia vida aun después de que el analista se haya retirado de ella.’*4 En el penúltimo de sus trabajos más importantes, “Análisis terminable e interminable”, Freud limitó mucho el alcance de esta afirmación. Las reacciones y reproducciones repetitivas vistas en la transferencia, y en la neurosis de transferencia, tienen siem­ pre como tema algún aspecto de la vida sexual infantil, del complejo de Edipo y de sus derivados. Freud insistió en que deben ser repetidos como experiencia reciente, pero que el analista debe tratar de asegurarse de que el paciente conser­ va el distanciamiento necesario para comprender que lo que aparece como realidad es, en verdad, sólo un reflejo de un pasado olvidado. Esta formulación resulta más comprensi­ ble en términos de la teoría estructurad. Elaboración La importancia de la elaboración del material fue se­ ñalada como la parte del tratamiento que provoca los cam­ bios más importantes y que diferencia de manera tan neta el tratamiento psicoanalítico de cualquier otra terapia basa­ da en la sugestión. Esto se modificó mucho a partir de las primeras formulaciones en las que se consideraba suficiente el lograr que el material se volviera consciente. Freud lo ex­ plicó teóricamente, equiparándola “a la ‘derivación por re­ acción’ de las magnitudes de afecto aprisionadas por la re­ presión ti 45 y atribuyó su necesidad a la resistencia de lo in44 íbid.% pág. 444 y sig. B. N., tomo II. 45(1914g), “Recuerdo, repetición y elaboración (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, II)”, S. E., vol. 12, pág. 156. B. N., tomo II.

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consciente. En Más allá del principio del placer este criterio fue explorado en relación con la revisión de la teoría de los instintos. En este conjunto de artículos tan brillantes sobre téc­ nica, escritos entre 1908 y 1915, Freud explicó con cierto detalle, su comprensión del fenómeno de la transferencia, al que continuó refiriéndose, a lo largo de muchos de sus es­ critos, en términos de asombro y respeto. Como los compo­ nentes más importantes ya habían sido señalados, las modi­ ficaciones y adiciones posteriores fueron escasas. Desarrollos posteriores, 1915-39 Los desarrollos posteriores variaron únicamente en lo que hace a la distinta importancia otorgada a algunos as­ pectos particulares; una nueva clarificación de las resis­ tencias hecha a la luz de la teoría estructural; la aplica­ ción y limitación de la técnica a todos los tipos de en­ fermedad mental y distintas valoraciones del éxito del tra­ tamiento. Contenidos de la transferencia En Introducción al psicoanálisis, Freud se ocupó del retorno regresivo no sólo a “los primeros objetos cateetizados por la libido" sino también “del retorno de la organi­ zación sexual, como un todo, a sus primeras etapas".46 Aunque esto había estado implícito en sus presentaciones de ca­ sos, como por ejemplo El hombre de los lobos, no parece haber sido enunciado antes en forma tan específica. En El malestar en la cultura también señaló “el monto de inclina­ ción manifiesta a la agresión »*4 7 que en la transferencia apa46 (1916-17), Introducción al psicoanálisis. S. E.. vol. 16. pa#. 341. B. N. Lomo II. 4 7( 1930a). El malestar en la cultura. S.E., vol. 21, pag. 205. B. N., lomo 111.

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rece por sobre los componentes sádicos de la relación eró­ tica. Frustración En los artículos técnicos se estableció que la abstinen­ cia, y la falta de gratificación de los deseos inconscientes, eran condiciones necesarias para la continuación del trata­ miento. Freud se mostró más explícito en “Los caminos de la terapia psicoanalítica” (1919). La frustración con sus objetos ha provocado la enfermedad del paciente, y para asegurar la continuación necesaria del tratamiento, “aunque pueda parecer cruel, debemos esforzamos para que en una medida que en una forma u otra resulte eficaz el tratamien­ to del paciente no finalice prematuramente”.48 Una forma definida es la falta de gratificación de los deseos del paciente en la transferencia. “En lo que hace a sus relaciones con el médico el paciente debe quedar con una gran cantidad de deseos insatisfechos. Es conveniente negarle, especialmen­ te, las satisfacciones a las que aspira con mayor intensidad y en relación con las cuales tiene las manifestaciones menos oportunas.*14 9 Hostilidad La emergencia inevitable de sentimientos hostiles en la transferencia fue señalada en forma más precisa. La transfe­ rencia, presente en los comienzos del tratamiento, se trans­ forma en resistencia, primero cuando una tendencia afectiva se ha vuelto muy poderosa y traiciona su origen en una ne­ cesidad sexual, tan evidente, que provoca inevitablemente una oposición interna, y segundo, cuando dicha tendencia está integrada por impulsos hostiles y no afectivos. “Los

48 (1919a [ 19181), "Los caminos de la terapia psicoanalítica", S. E., vol. 17, pág. 163. B. N., tomo 111. 49Ibid.t pág. 164. B. N., tomo 111.

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sentimientos hostiles aparecen, por lo general, después de los afectivos y detrás de ellos... Los sentimientos hostiles se­ ñalan, al igual que los afectivos, la presencia de un vínculo emocional y deben ser considerados como una ‘transferen­ cia’ ya que es indudable que la situación existente en el tra­ tamiento no ofrece un campo propicio para su origen.so La tarea del analista consiste en mostrar constantemente al pa­ ciente que la nueva vida real que_desarrolla en la transferen­ cia, es sólo un reflejo del pasado.” 51 Para asegurarse de que el paciente continúa siendo accesible a la evidencia, el analis­ ta debe cuidar que ni el amor, ni la hostilidad, alcancen una intensidad extrema. Freud insistió en que: “No es conveniente que el paciente actúe fuera de la transferencia en lugar de recordar. Para el logro de nuestros propósitos la conducta ideal sería que el paciente pudiera conducirse lo más normalmente posible fuera del tratamien­ to y que expresara sus reacciones anormales únicamente en la transferencia.” 52 Análisis de niños Freud se ocupó del análisis de niños considerando su valor como medida terapéutica y como vehículo de enseñan­ za. “No experimentamos ningún temor en aplicar el tra­ tamiento analítico a niños que mostraban síntomas neuró- . ticos inequívocos, o que seguían el camino propicio a un desarrollo poco favorable del carácter. La aprensión puesta de manifiesto por los enemigos del análisis, que considera­ ron que los niños resultarían perjudicados por éste, demos-

50(1916-17), Introducción al psicoanálisis, S. E., vol. 16, pág. 443. B. N. tomo II. 51 (1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S. E., vol. 23, pág. 159. B. N., tomo III. $2 Ibid., pág. 177. B. N., tomo III.

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tró ser infundada. Esos intentos nos permitieron comprobar que éramos capaces de confirmar, sobre el sujeto viviente, lo que habíamos inferido (a partir de documentos históricos, por así decirlo) en el caso de los adultos. Pero los beneficios obtenidos por los niños fueron también muy satisfactorios. Se comprobó que un niño es un sujeto muy conveniente pa­ ra una terapia analítica, los resultados obtenidos mostraron ser completos y duraderos. La técnica de tratamiento elabo­ rada para los adultos debe ser lógicamente muy modificada para los niños, ya que desde un punto de vista psicológico un niño es un objeto diferente de un adulto. No tiene toda­ vía un superyó, el método de libre asociación no puede lle­ varnos muy lejos con él, y como los padres ocupan todavía un lugar real, la transferencia desempeña un papel distinto. Las resistencias internas contra las que luchamos los adultos, son reemplazadas generalmente en los niños por dificultades externas. Si los padres se convierten, a sí mismos, en vehícu­ los de la resistencia el propósito del análisis, y hasta el análi­ sis mismo, son puestos frecuentemente en peligro. Por ello muchas veces resulta necesario combinar el análisis del niño con un cierto monto de influencia analítica sobre sus pa­ dres. Por otra parte, las desviaciones inevitables del análisis de los niños del de los adultos disminuyen, ya que algunos de nuestros pacientes conservan tantos rasgos de carácter in­ fantiles, que el analista (adaptándose una vez más a su suje­ to) no puede evitar el utilizar con ellos algunas de las técni­ cas propias del análisis de. los niños. »» 53 Resistencia En “La dinámica de la transferencia”, Freud dijo que la resistencia que se ve en la transferencia proviene de dos fuentes: 1) la frustración del paciente con el mundo real y 2) la atracción de los complejos inconscientes, que es mayor que la que ejerce la realidad. Sin embargo, en el capítulo so­ bre la “Teoría general de la neurosis” de Introducción al

53 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S. E., vol. 22, pág. 148, B. N., tomo III.

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psicoanálisis (1916-17), hizo notar que las resistencias son el resultado de actitudes del yo en lucha contra modificaciones de lo que ha reprimido. La intensidad de la resistencia fluc­ túa en relación con la intensidad de la represión y el displa­ cer provocado por su levantamiento. Veía con claridad que: “...la resistencia deriva también de una represión, de la misma que estamos tratando de resolver, o de otra que se ha instalado anteriormente. Fue instituida por la contracatexia que surgió con el propósito de reprimir el impulso ob­ jetable. Hacemos entonces lo mismo que tratamos de hacer en primer término, vale decir, interpretar, descubrir y comu­ nicar, pero en este momento estamos actuando en el lugar adecuado. La contracatexia, o la resistencia, no forma par­ te de lo inconsciente sino del yo, que es nuestro aliado, y lo es aun en el caso de no ser consciente”. 54 En 1920, en Más allá del principio del placery insis­ tía en que: “...ante todo debemos liberarnos del error que supone creer que en la lucha contra las resistencias se combate con­ tra una resistencia de lo inconsciente. Lo inconsciente, esto es, lo reprimido, no ofrece resistencia alguna a los esfuerzos del tratamiento. No tiende, por sí mismo, a otra cosa que a abrirse paso hasta la conciencia o a lograr una descarga por medio de una acción real. Durante el tratamiento, la resis­ tencia surge de los mismos estratos y sistemas superiores de la vida anímica que originaron anteriormente la represión. Pero el hecho de .que, como sabemos por experiencia, los motivos de las resistencias, y hasta las resistencias mismas, son inconscientes durante el comienzo del tratamiento, nos indica que tenemos que corregir un defecto de nuestra ter­ minología. Evitaremos la falta de claridad si planteamos la

54 (1916-17), Introducción al psicoanálisis. S. B., vol. 16, pég. 437. B. N. tomo II.

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oposición, no entre lo consciente y lo inconsciente sino en­ tre el yo coherente y lo reprimido. **S5 La resistencia del yo, consciente e inconsciente, actúa bajo el dominio del principio del placer, tratando de evitar el displacer que provocaría la liberación de lo reprimido. Sin embargo, en la transferencia, los pacientes repiten todas las situaciones desagradables, y todas las emociones dolorosas de la infancia, y su compulsión a repetir debe imputarse a lo inconsciente reprimido, al ello. Por eso la transferencia refleja tanto los instintos no domeñados como los aspectos definitivos del yo. » 56 El agregado a Inhioición, síntoma y angustia, hecho en 1926 se ocupa, sin embargo, de los dos aspectos de la re­ sistencia discutidos en “La dinámica de la transferencia” y también hace notar el aspecto del superyó aceptado por Freud en “ El yo y el ello ” “ Esta acción iniciada para proteger la represión es de­ signada, en el tratamiento analítico, con el nombre de resis­ tencia. La resistencia presupone la existencia de lo que he llamado contracatexia.”57 Proviene del yo que se adhiere a sus contracatexias pa­ ra evitar el displacer. Pero cuando gracias al trabajo del aná55(1920g), Más allá del principio del placer, S. E., vol. 18, pág. 19. B. N., tomo III. 56 Ibid., pág. 23. B. N., tomo III. 57(1926d) Inhibición, síntoma y angustia, S. E.f vol. 20, pág. 157. B. N., tomo III.

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lisis el yo abandona sus resistencias encuentra todavía difi­ cultad para contrarrestar las represiones a causa de la resis­ tencia de lo inconsciente, del ello, vede decir “de la atracción ejercida por los prototipos inconscientes sobre los procesos instintivos reprimidos ”.58 Del superyó proviene una nueva resistencia, que se opone a cualquier progreso hacia el éxito en el análisis, y que se origina en un sentimiento de culpa, o en la necesidad de castigo. En la transferencia el analista puede ser visto como el superyó en la forma de sus objetos originales. Freud subdividió también las resistencias del yo en tres tipos, todos ellos se ven, en el tratamiento: 1) contra el le­ vantamiento de la represión; 2) contra la pérdida de los be­ neficios secundarios derivados de la enfermedad, y 3) la re­ sistencia de la transferencia, que también se opone al levan­ tamiento de lo reprimido pero que “tiene efectos distintos y mucho más claros en el análisis, pues logra establecer una relación con la situación analítica o con el analista mismo, y reanimar así una represión que sólo debería haber sido re­ cordada ”59 En “Análisis terminable e interminable” Freud señaló que el tipo habitual de defensas del*paciente también es transferido; el yo se opone a que esas defensas sean soborna­ das y, en consecuencia, la transferencia positiva es reempla­ zada por una negativa que puede desvirtuar totalmente la si­ tuación analítica. Hay una resistencia contra el descubri­ miento de resistencias (defensas) y contra el análisis en su conjunto. Esto puede llegar a ser insuperable, ya que el aná­ lisis sólo puede extraer montos limitados y definidos de energía que deben medirse contra las fuerzas hostiles. Sin embargo, la superación de las resistencias “es importante porque provoca la modificación favorable del yo, que se mantendrá y subsistirá independiente del resultado de la m m m

S8(1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S. E., vol. 20, pág. 159. B. N., tomo III. 59 Ibid., pág. 160. B. N., tomo III.

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transferencia”’.60 Pero Freud señaló los numerosos factores que se oponen al éxito, y también las dificultades inherentes a la situación del tratamiento analítico. Su uso en el trastorno narcisista Freud comprendió claramente “que la capacidad de transferencia que utilizamos con fines terapéuticos en estas afecciones (neurosis de transferencia, histeria de ansiedad, histeria de conversión y neurosis obsesiva) presupone una carga de objeto no obstaculizada”.61 La catexia de objeto es, por lo general, tenazmente conservada, aun cuando la li­ bido se sustraiga ae un objeto real y retroceda hasta un ob­ jeto fantaseado, y desde allí, a uno reprimido. Es necesario aceptar que la catexia de objeto persiste en el sistema ¿nc, que contiene “las cargas objetivas de los objetos o sea las primeras y auténticas catexias de objeto”. 62 La represión niega la traducción verbal a las representaciones rechazadas de las cosas, la hipercatexia es detenida y se impide su entra­ da en el sistema prec. Esto puede vincularse con la indiferen­ cia peculiar en relación con el objeto, evidente en las trans­ ferencias que surgen en el análisis, y que se desarrolla, inevi­ tablemente, con prescindencia de las personas que son sus objetos. 63 Aunque, como es lógico, debe considerarse que toda persona normal tiene capacidad para dirigir sus catexias de objeto sobre la gente. La tendencia a la transferencia de los neuróticos... es sólo un incremento extraordinario de es­ ta característica universal. » 64 Sin embargo, en algunos trastornos la catexia de objeto no es asequible, no se registra ninguna transferencia, y por cí

60(1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S. E.f vol. 23, pág. 179. B. N., tomo III. 6,(1915e), “Lo inconsciente”, S. E., vol. 14, pág. 196 y sig. B. N., tomo II. 6 2 Ib id., pág. 196. B. N., tomo II. 63 (1923b), El yo y el ello, S.E., vol. 19, pág. 45.-B.N., tomo III. 64 (1916-17), introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pág. 446. B.N., tomo II.

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esta razón las enfermedades no son susceptibles de una cura­ ción total por medios psicoanalíticos. Freud consideró que en la esquizofrenia “...Se plantea la hipótesis de que después del proceso represivo la libido sustraída no busca ningún nuevo objeto, sino que se retira al yo, quedando así suprimida la carga de objeto y reconstituido un estado narcisista primitivo caren­ te de objeto. La incapacidad de transferencia de estos pa­ cientes (dentro de la esfera de acción del proceso patológi­ co), su consiguiente inaccesibilidad a los esfuerzos terapéuti­ cos, su rechazo característico del mundo externo, la apari­ ción de indicios de una sobrecarga del propio yo y las mani­ festaciones finales de una completa apatía, son todos rasgos clínicos que parecen corresponder, perfectamente, a nuestra hipótesis del abandono de la carga de objeto. >>65 En el año 1908 Karl Abraham observó que tanto en la megalomanía como en la demencia precoz faltaba la catexia libidinal de objeto, y que la libido se volvía hacia el yo. La libido liberada del objeto real por frustración, no continúa fijada a los objetos de la fantasía, sino que se retrae sobre el yo. Freud se ocupó nuevamente de esto en Introducción al psicoanálisis. Partiendo de la base de sus observaciones clíni­ cas sostuvo que en las neurosis narcisistas (demencia precoz, paranoia, melancolía) la catexia de objeto del paciente ha sido abandonada y su libido objetal transformada en libido del yo. En consecuencia, no tienen capacidad de transferen­ cia, o tienen sólo pequeños restos; “rechazan al analista, no con hostilidad pero sí con indiferencia. Y por esta razón no pueden recibir ninguna influencia de ellos”.66 Su inaccesibi­ lidad terapéutica no ha impedido que el análisis haya tenido comienzos muy fructíferos en el estudio profundo de estas

65(1915e), “Lo inconsciente**, S. E., vol. 14, pág. 196 y sig. B. N.t tomo II. 66 (1925a [1924]), Un estudio autobiográfico, S.E., vol. 20, pág. 60. B.N., tomo III.

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enfermedades que se incluyen entre las psicosis, y a resultas de estas investigaciones Freud hizo notar: “Muchas veces la carencia de transferencia no es tan absoluta como para que no se la pueda usar por lo menos en cierta medida; y el análisis ha logrado éxitos indiscutibles en casos de depresiones cíclicas, modificaciones paranoicas po­ co profundas y esquizofrenias parciales.**67 Distintos usos Freud utilizó el término transferencia para describir, en el capítulo IV de Estudios sobre la histeria, y en el ca­ pítulo VII de Interpretación de los sueños, procesos psi­ cológicos que, pese a ser en cierta medida distintos, se re­ lacionan con los que hemos descrito. Hizo notar que “una idea inconsciente, como tal, es totalmente incapaz de pene­ trar en el preconsciente y que sólo puede ejercer algún efec­ to allí, estableciendo una conexión con una idea que ya per­ tenece al preconsciente, transfiriendo a ésta su intensidad y permitiendo que ella la recubra. La idea preconsciente, que adquiere así un grado inmerecido dé intensidad, puede per­ manecer inalterada por la transferenica, o, como consecuen­ cia de la derivación del contenido de la idea que hace la transferencia, puede sufrir la modificación que le es impues­ ta**.6* Esta misma necesidad de transferencia de las ideas re­ primidas que luchan por entrar en el preconsciente explica­ ría, también, posiblemente, la importancia del papel que los residuos diurnos desempeñan en la formación de los sueños. Estos elementos recientes e indiferentes de los residuos diur­ nos son los que menos deben temer de la censura y por eso proporcionan a lo inconsciente el punto de fijación indis­ pensable, necesario para una transferencia. “Una sucesión de ideas se convierte entonces en el preconsciente, que carece de una catexia preconsciente, pero ha recibido una catexia 6 7 (1900a), La interpretación de los sueños, S. E., vol. 5, pág. 562 y sig. B. N., tomo I. 68 Ibid.t pág. 562. B.N., tomo I.

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de un deseo inconsciente”,69 derivado de la infancia y que está reprimido. “Los recuerdos, basados en los cuales el deseo incons­ ciente provoca la liberación de afecto, no habían sido nun­ ca accesibles al prec y, en consecuencia, la liberación del afecto vinculado a estos recuerdos tampoco puede ser inhi­ bido. Y es por obra de esta generación de afecto que no se puede acceder ya a estas ideas, ni siquiera por la vía de los pensamientos preconscientes sobre los que han transferido su fuerza desiderativa. Por el contrario, el principio de displa­ cer toma el control y hace que el prec se aparte de los pen­ samientos de transferencia. Quedan librados a sí mismos, ‘reprimidos’, y a estos se debe que un depósito de recuer­ dos infantiles, que desde el comienzo fueron mantenidos alejados del prec, se conviertan en el sine qua non de la re­ presión. »» 70 Es muy fácil encontrar una vinculación entre este pro­ ceso y la transferencia, tal como Freud la iba a utilizar, co­ mo una nueva vivencia de los deseos infantiles inconscientes dirigidos, en esta oportunidad, a una persona con la que se mantiene una relación. Hay también una muy ligera conexión entre la com­ prensión teórica común de la transferencia y las especulacio­ nes hechas por Freud sobre transmisión del pensamiento, en “Sueños y ocultismo”. Allí, en 1932, comentó que según se decía, los procesos mentales de una persona, por ejem­ plo, sus ideas y sus estados emocionales, podían transmitirse a otra a través de un espacio vacío sin recurrir a los métodos familiares de comunicación. Pensó que en el reino animal existía esta posibilidad y que podía darse entre los indivi­ duos por un método arcaico de comunicación supuso que en caso de ser un proceso real podría verse, eventualmen­ te, en casos de análisis simultáneos. Pero en verdad, en el es69(1900a), La interpretación de los sueños, S. E., vol. 5, pág. 595 y sig. B. N., tomo I. 7076id., pág. 604. B. N., tomo I.

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tado actual de nuestros conocimientos, se le concede muy poca importancia. Manejo de la transferencia Freud hizo notar qué ardua era la tarea implicada en el manejo de la transferencia; el analista “se convence de que las únicas dificultades (técnicas) realmente importantes que tiene que enfrentar se encuentran en el manejo de la transferencia”.71 Estaba convencido de que la mejor manera de aprender ese manejo era recurrir a la experiencia lograda mediante un análisis personal, pero dio algunas indicaciones sobre la técnica que debía emplearse. El primer propósito del tratamiento debe ser vincular al paciente a la cura y al médico. “Para lograrlo sólo es indis­ pensable darle tiempo. Mostrarle un interés serio, apartar cuidadosamente las resistencias que proliferan al comienzo y evitar el incurrir en ciertos errores. El paciente establecerá enseguida, espontáneamente, esa vinculación, y ligará al mé­ dico con las imágenes de las personas que solían demostrar­ le afecto. f> 72 Eso es esencial, porque la influencia personal del ana­ lista es el arma dinámica más poderosa del tratamiento. Desde el comienzo el paciente establece algún tipo de relación con el analista, la que por lo general es una relación transferida del período infantil. Por un tiempo es la motiva­ ción más poderosa para el progreso del tratamiento; el ana­ lista no tiene por qué preocuparse por ella, en tanto actúe para el trabajo conjunto del análisis. Sin embargo: “Las discusiones preliminares muy extensas llevadas a cabo antes de la iniciación del tratamiento analítico, un tra-

71 (1915a), “Observaciones sobre el amor de transferencia (Nue­ vas recomendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, 111)“, S.E., vol. 12, pág. 159. B.N., tomo II. 72 (1913c), “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, I)’\ S. E., vol. 12, pág. 139, B. N., tomo II.

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tamiento anterior en el que se empleó otro método y tam­ bién la existencia de una vinculación previa entre el médico y el paciente que debe ser analizado, pueden tener conse­ cuencias desfavorables para las que debemos estar prepara­ dos. Hacen, en efecto, que el paciente se presente ante el médico en una actitud de transferencia ya definida, que el médico tendrá que ir descubriendo lentamente sin poder ob­ servar el desarrollo y crecimiento de la transferencia desde su comienzo. >» 73 Freud consideró que el uso del diván tenía gran impor­ tancia, “para impedir que la transferencia se mezcle impercep­ tiblemente con las asociaciones del paciente, aislar la trans­ ferencia y posibilitar que la misma siga un curso bien defini­ do como una resistencia”.74 Previno a los analistas para que tuvieran conciencia de los intentos de los pacientes destina­ dos a neutralizar su uso mediante observaciones hechas an­ tes y después de que han logrado una transferencia-resisten­ cia. Estas observaciones pueden representar una división que el paciente trata de establecer. Dijo además, que el problema de los honorarios se consideraba también dentro del mar­ co de la transferencia. “La falta del efecto regulante proporcionado por el pa­ go de los honorarios al analista es sufrido por el paciente en forma muy penosa; la relación entre ambos pierde todo ca­ rácter real y el paciente queda despojado de una de las mo­ tivaciones más importantes que pueden inducirle a lograr un rápida terminación del tratamiento.”75 Hasta que no se ha logrado establecer con el paciente una transferencia positiva, una relación adecuada, es conve-

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(1913c), “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevas recomendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, I)”, S. E., vol. 12. pág 125. B. N., tomo II. 74 Ibid.t pág. 134. B. N., tomo II. 1S Ibid., pág. 132. B. N., tomo II.

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niente posponer la iniciación en los postulados y procedi­ mientos técnicos del análisis. Al llegar a este punto al analis­ ta le corresponde “...la tarea de ayudar al paciente a conocer, y luego a superar, las resistencias que emergieron en él durante el tra­ tamiento y de las cuales, para comenzar, él mismo no tenía conciencia. Se comprobó, al mismo tiempo, que la parte esencial del proceso de cura reside en la superación de estas resistencias y que a menos que esto se logre no puede pro­ ducirse en el paciente ningún cambio mental permanente**. 76 La primera resistencia surge cuando el paciente insiste en que no tiene nada que decir: “ ...puede ser llevado, por nuestra insistencia, a reco­ nocer que ha silenciado ciertos pensamientos que ocupaban su mente. Ha pensado en el tratamiento, pero nada definiti­ vo, o ha estado pensando en el aspecto de la habitación en que se encontraba, en los objetos que hay en ella, o en el hecho de que está yaciendo sobre un diván, todo lo cual fue reemplazado por la palabra ‘nada*. Estas indicaciones son fá­ ciles de interpretar; todo lo que se vincula con la situación actual corresponde a una transferencia sobre la persona del médico; transferencia muy adecuada para convertirse en una primera resistencia. Nos vemos obligados así a comenzar por descubrir esta transferencia pues, partiendo de ella encontraremos muy pronto el camino de acceso al material patógeno del paciente’*.77 La primera resistencia puede tener gran importancia y descubrir el complejo que rige la neurosis, por ejemplo, un

76 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S. E., vol. 15-16, pág. 249, B. N.f tomo II. 77(1913c), “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica del psicoanálisis. I)*’, S. E., vol. 12, pág. 138. B. N., tomo II.

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hombre con una homosexualidad intensamente reprimida, posiblemente reprima sus ideas al comienzo del tratamiento, porque los riesgos especiales de la situación pueden excitar sus deseos inconscientes. Freud sugirió algunas formas de acercamiento al pa­ ciente a fin de ayudarlo a reconocer sus resistencias. Consi­ deró importante tener en cuenta la “ ...ayuda de su inteligencia, a la que prestamos apoyo con nuestra interpretación. No cabe duda de que para la in­ teligencia del paciente, es más fácil reconocer la resistencia y encontrar la trasposición correspondiente a lo que es repri­ mido si le hemos proporcionado antes las ideas anticipatorias adecuadas”.78 Pero notó, también, que esta resistencia corre siempre el peligro de perder su valor ya que el juicio puede empañar­ se a resultas de la resistencia. La fuente más importante de fuerza que el analista puede proporcionar al paciente está en la transferencia y él puede utilizar el conocimiento adquiri­ do sólo hasta donde es inducido a hacerlo por la transferen­ cia. La transferencia se modifica a medida que el análisis se desarrolla en la búsqueda de la represión a través del des­ cubrimiento de las resistencias. La intensidad cada vez mayor de las tendencias afecti­ vas u hostiles transferidas sobre el analista debe ser maneja­ da con la mayor cautela. La “neurosis de transferencia” es el punto del tratamiento en el que pueden cometerse los erro­ res más graves, o registrarse los éxitos más importantes. “Sería absurdo tratar de eludir las dificultades su­ primiendo o descuidando la trasnferencia. En ese caso, cua­ lesquiera que sean los procedimientos empleados en el tra­ tamiento éste no podría ser considerado como un análisis. Liberarse del paciente tan pronto como se presentan los in-

78 ??????

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convenientes derivados de su neurosis de transferencia equi­ valdría a una actitud de cobardía y falta de sensibilidad. Po­ dría equipararse a una situación en la que el analista ha con­ vocado a los espíritus y huye de ellos tan pronto como apa­ recen.”79 La conducta del analista debe tender a que esa neurosis de transferencia se mantenga dentro de los límites más es­ trictos; forzarla, lo más posible, dentro del canal de la me­ moria y limitar su emergencia como actuación o repetición. Pero sería evidentemente insensato, y técnicamente erróneo, urgir a la paciente a reprimir lo que recién ha recuperado, diciéndole que suprima, renuncie, o sublime ciertos instintos en el momento en que, en la transferencia, ella reconoce sus deseos eróticos. Sería tan insensato como preparar “pacientes para la emergencia de la transferencia, o hasta instarlos a seguir adelante y enamorarse del médico para que el tratamiento progrese. »» 80 Lo único que se lograría con esto sería destruir la espontaneidad vital de la transferencia. La línea de acción del analista debe llevarlo a uti­ lizar la transferencia que él ha ayudado a promover pa­ ra curar la neurosis. Es evidente que no debe obtener nin­ guna ventaja personal de dicha transferencia e igualmente evidente es que: “Para nosotros queda excluida toda posibilidad de ce­ der a los pedidos de la paciente que derivan de la transferen­ cia; pero sería absurdo que los rechazáramos de manera poco amistosa o, aun más, con indignación. Superamos la transferencia señalando al paciente que sus sentimientos no surgen como consecuencia de la situación actual y no corres-

7y(1926e), Análisis profano, S. E., vol. 20, pág. 227. B. N., to­ mo III. 0(1915a), “Observaciones sobre el amor de transferencia (Nue­ vas recomendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, 111)", S. E., vol. 12, pág. 161. B. N., tomo II.

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ponden a la persona del analista y que sólo repiten algo su­ cedido anteriormente. De esta manera le obligamos a trans­ formar su repetición en un recuerdo. Pero esto implica que la transferencia, sea afectiva u hostil, representa, al parecer, en cada caso una amenaza muy grave para el tratamiento, se convierte en una herramienta importantísima que ayuda a que los compartimientos más secretos de la vida anímica puedan abrirse. »» 81 El tratamiento analítico debe intensificar los senti­ mientos de frustración del paciente que han provocado su enfermedad. El médico debe asegurarse de que la fuerza ins­ tintiva que se encuentra detrás de la frustración continúa impulsando al paciente hacia la recuperación. En caso con­ trario, el alivio de los síntomas puede provocar una termina­ ción prematura del tratamiento. Pero: “...El peligro acecha desde dos direcciones. Por una parte, cuando la enfermedad ha sido derrotada por el aná­ lisis, el paciente hace los mayores esfuerzos para reempla­ zar sus síntomas por nuevas satisfacciones sustitutivas, que no tienen ya características dolorosas.” “Utiliza la enorme capacidad de desplazamiento de la libido, ahora parcialmente liberada, para cargar de libido las más diversas actividades, preferencias y costumbres y ele­ varlas a la categoría de satisfacciones sustitutivas. Encuentra constantemente nuevas derivaciones de este tipo, que aca­ paran la energía necesaria para la propulsión de la cura y se ingenia para mantenerlas secretas por un tiempo. Es tarea del analista describir estas desviaciones y requerir al pacien­ te que las abandone. » 82 El analista debe oponerse a todas las satisfacciones sus­ titutivas prematuras propuestas en la vida real. Debe exigir 81 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S.E., vol. 16, pég. 443 y sig. B.N.. tomo II. (1919a [1918]), “Los caminos de la terapia psicoanalítica”, S. E., vol. 17, pág. 163. B. N., tomo III.

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al paciente que no se comprometa en modificaciones im­ portantes de su vida, tales como un divorcio, sin haber­ las elaborado antes en el tratamiento. Pero el paciente puede buscar las satisfacciones sustitutivas en la transferencia: “Y puede incluso luchar, para compensar, en esta for­ ma, todas las privaciones que le han sido impuestas. Es indu­ dable que debe hacer algunas concesiones, más o menos im­ portantes, de acuerdo con la naturaleza del caso y a la in­ dividualidad del paciente. Pero no conviene extremar la tole­ rancia. El analista que a partir de la plenitud de su corazón y de su disposición para ayudar otorga al paciente todo lo que un ser humano puede esperar de otro, comete el mismo error económico en que incurren las instituciones no analí­ ticas para pacientes nerviosos. Su único fin es lograr que to­ do sea lo más placentero posible para el enfermo a fin de que éste se encuentre bien y se alegre de poder regresar allí cada vez que se vea obligado a enfrentar algunas de las di­ ficultades de la realidad. Pero en esa forma no se lo fortale­ ce para enfrentar la vida, ni se lo capacita para desarrollar sus actividades. Por ello, en el tratamiento analítico es impe­ rioso evitar ese deterioro. í> 83 En consecuencia, el mayor de los peligros del que de­ be defenderse a los pacientes es su compulsión a repetir, en lugar de recordar, ya sea dentro o fuera del tratamiento. “El proceso de recordar, tal como era inducido en la hipnosis, sólo podía impresionar como un proceso llevado a cabo en un laboratorio. Por otra parte, la repetición induci­ da por las nuevas técnicas del tratamiento psicoanalítico implica evocar un trozo de vida real, por esa razón no puede ser siempre inocua o inofensiva. >> 84

83 Ibid., pág. 164. B. N., tomo III. 84(1914g), “Recuerdo, repetición y elaboración (Nuevas reco­ mendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, II)’*, S. E., vol. 12, pág. 152. B. N., tomo II.

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“Es tarea del analista separar constantemente al pa­ ciente de su ilusión amenazadora, mostrándole que lo que considera como una nueva vida real es sólo un reflejo del pa­ sado. Y a menos que caiga en un estado que lo haga inacce­ sible a toda evidencia, el analista debe cuidar que ni el amor ni la hostilidad alcancen demasiada intensidad. Esto se logra preparándolo con tiempo para estas eventualidades y pres­ tando atención a los primeros signos que se evidencian. Un manejo cuidadoso de la transferencia, hecho de acuerdo con estos lincamientos, reditúa siempre muy buenos resultados. Si logramos, como generalmente sucede, que el paciente comprenda la naturaleza del fenómeno de la transferencia, habremos despojado a su resistencia de un arma muy pode­ rosa, transformando al mismo tiempo los riesgos en benefi­ cios. Porque un paciente no olvida nunca lo que ha experi­ mentado en la transferencia; conquista una fuerza de con­ vicción mayor que la que podría haber logrado en cualquier otra forma. >>85 Freud señaló la necesidad vital de elaborar y suprimir las transferencias y consideró que el hacer que el paciente conozca las represiones y resistencias no era suficiente. La parte más difícil pero más gratificante del análisis es el len­ to convencimiento del paciente de que en su actitud transferencial está experimentando, nuevamente, relaciones emo­ cionales que proceden de sus primeras cargas de objeto, ori­ ginadas durante el período reprimido de su infancia. La transferencia se usa “para inducir al paciente a cumplir una parte del trabajo psíquico, la superación de sus transferencias, lo que implica una modificación permanen­ te de su economía mental. Cualquier tratamiento que no tiende a esto no puede ser llamado psicoanálisis, pero el ma­ nejo de la transferencia continúa siendo la parte más difícil, aunque también la más importante de la técnica del psico­ análisis”.86 85 (1940a), Esquema del psicoanálisist S. E., vol. 23, pág. 177. B. N., tomo III. 86 (1925a 11924]), Un estudio autobiográfico, S.E., vol. 20, pág. 43. B.N., tomo III.

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Resumen Su importancia terapéutica Freud consideró que en manos del analista la transfe­ rencia se convierte en el instrumento terapéutico más po­ deroso y que su valor no llega nunca a ser sobreestimado. La transferencia en el tratamiento posibilita el descubrimiento de las represiones inconscientes, de repetir afectos pertene­ cientes al material reprimido, y de volver a vivir y volver a experimentar, en el presente, los conflictos infantiles olvida­ dos. Freud insistió siempre en que se llegaba a esta convic­ ción por medio de la reactivación en la transferencia, que ca­ pacitaba al paciente para tomar conciencia de y aceptar la realidad de sus deseos infantiles inconscientes. Pero para que los conflictos se curaran era necesario que se desarrollaran dentro del marco de su relación con el analista. Pero la intensidad de la transferencia debe haber sido utilizada para la superación de las resistencias porque sólo entonces “la enfermedad se convierte en algo imposible, aun cuando la transferencia haya sido nuevamente suprimida”.87 La trans­ ferencia positiva es también el recurso más importante, gra­ cias al cual el paciente adquiere la fuerza necesaria para abrirse camino a través de este conflicto con las resistencias. Los peligros inherentes a este arma irreemplazable sur­ gen, principalmente, por su uso de la resistencia y es, en este punto, donde su manejo requiere una gran habilidad. Su importancia teórica “La teoría psicoanalítica pretende explicar dos he­ chos observables, sorprendentes e inesperados, que surgen cada vez que se trata de rastrear los síntomas de un neu­ rótico hasta sus fuentes de origen en su vida anterior; nos re­ ferimos a la transferencia y a la resistencia, »» 58 La teoría analítica de la neurosis se basa en tres piedras fundamenta-

87 ???? 88 (1914d), “Historia del movimiento psicoanalítico”, S. E., vol. 14, pág. 16, B. N., tomo 11.

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les: el reconocimiento de 1) la represión, 2) la importancia del instinto sexual y 3) la ‘transferencia*.*’89 “La transferencia tiene esta importancia extraordina­ ria y positiva para el tratamiento de la histeria, la histeria de ansiedad y la neurosis obsesiva que por esta razón son clasi­ ficadas juntas como ‘neurosis de transferencia*. Ningún pro­ fesional que haya llegado al conocimiento de la transferen­ cia por medio de su trabajo analítico dudará de la naturale­ za de los impulsos reprimidos que se expresan en los sín­ tomas de estas neurosis, y no necesitará pruebas más im­ portantes de su carácter libidinal. Podemos decir que nues­ tra convicción de la importancia de los síntomas como satisfacciones sustitutivas de la libido fue confirmada só­ lo después de la incorporación del concepto de transfe­ rencia.’* 90 Freud consideró que la emergencia de la transferencia en su forma crudamente sexual, ya sea afectiva u hostil, en cualquier tratamiento de una neurosis, debía ser considera­ da siempre como decisiva, porque probaba que la fuente de las fuerzas impulsoras de la neurosis se encuentran siempre en la vida sexual. Sus limitaciones “Si se lo compara con otros procedimientos psicoterapéuticos, el psicoanálisis es indudablemente el más eficaz • •• Pero tiene límites muy evidentes. ...La inaccesibilidad total al tratamiento analítico de las psicosis debería, en vista de su estrecha relación, li­ mitar nuestras pretensiones en lo que respecta a estas últi­ mas. La eficacia terapéutica del psicoanálisis continúa están-

89(1926f), “Psicoanálisis”, S. E.t vol. 20, pág. 269. B. N., to­ mo III. 90 9999 t



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do limitada por una serie de factores importantes y poco ac­ cesibles. >>91 Freud consideró que los intentos de superar estas difi­ cultades por medio de un perfeccionamiento del análisis, es­ pecialmente de la transferencia, no eran factibles. Pensó también que el análisis no podía ser un trata­ miento profiláctico contra conflictos instintivos que no per­ tenecieran al pasado. Los pacientes no podían por sí mismos poner todos sus conflictos en la transferencia; el analista tampoco es capaz de provocar todos los conflictos instinti­ vos posibles desde una situación de transferencia. El trata­ miento se limita a los elementos disponibles. Hay casos en los que el analista no puede dominar la transferencia no controlada y, en consecuencia, debe inte­ rrumpir el tratamiento; por ejemplo, cierto tipo de mujer en la que se trata, infructuosamente, de preservar la transfe­ rencia sin satisfacer que caiga en una transferencia erótica. Freud consideró que era importante reconocer estas limita­ ciones para evitar el desgaste de fuerzas a que llevaría el in­ tento de transformar el tratamiento en un inalcanzable pro­ ceso todopoderoso.

91 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S.E., vol. 22, pág. 153 y sig. B. N., tomo III.

CONTR ATRAN SFEREN CIA

En ninguno de sus escritos prestó Freud mucha aten­ ción a la contratransferencia. Sus comentarios al respecto están incluidos especialmente en su artículo “Recomenda­ ciones sobre la técnica analítica” del año 1912 y en uno de sus últimos trabajos, “Análisis términable e interminable”, del año 1937. Strachey consideró que esto podía ser el re­ sultado del rechazo de Freud a la idea de que sus pacientes pudieran llegar a tener un conocimiento detallado de su téc­ nica. El concepto fue formulado por primera vez en 1910, en “Perspectivas futuras del psicoanálisis”. Ernest Jones hi­ zo notar que Ferenczi, que había escrito un artículo sobre técnica en el año 1909, sugirió a Freud que debía incluir en ese trabajo el tema del estado mental del analista. Freud comentó: “Hemos tomado conciencia de la contratransferencia que surge en el médico como consecuencia de la influencia que el paciente ejerce sobre sus sentimientos inconscientes y nos sentimos inclinados a insistir en que debe reconocer esta contratransferencia en sí mismo, para superarla. Desde que la práctica psicoanalítica es ejercida por un gran número de personas que intercambian sus impresiones entre sí, hemos observado que ningún psicoanalista va más allá de lo que sus propios complejos y resistencias internas le permiten. Por es­ ta razón consideramos necesario que todo principiante ini­ cie su actividad con un autoanálisis y continúe con él pro-

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fundizando a medida que amplía su experiencia con sus pa­ cientes. Los que no obtengan resultados en un autoanálisis de este tipo deben abandonar de inmediato la idea de que son capaces de tratar pacientes por medio del psicoanáli­ sis.”1 Sin embargo, Freud comprendió, cada vez con ma­ yor claridad, que el autoanálisis podía resultar muchas ve­ ces insuficiente y hasta inadecuado para los aspirantes a psi­ coanalistas. En sus “Recomendaciones sobre el procedimien­ to analítico” adelantó la idea de la especialización en análi­ sis, mientras que en “Análisis terminable e interminable” re­ comendó que los analistas reasumieran su análisis cada cinco años, aproximadamente. En “Recomendaciones sobre técnica analítica” Freud señaló lo que consideraba como la participación personal del analista en el proceso de tratamiento: “ ...debe orientar hacia lo inconsciente emisor del su­ jeto su propio inconsciente, como órgano receptor, y com­ portarse con el analizado como el receptor telefónico lo ha­ ce con el emisor. Así como el receptor transforma nueva­ mente en ondas sonoras las oscilaciones eléctricas provoca­ das por las ondas sonoras emitidas, así también el incons­ ciente del médico es capaz de reconstruir con los productos de lo inconsciente que le son comunicados, ese mismo in­ consciente que ha determinado las asociaciones libres del su­ jeto”.2 Para lograrlo, el analista debe satisfacer ampliamente una condición psicológica: “ ...pero si el médico debe estar en condiciones de ser-

1 (1910d), “El porvenir de la terapia psicoanalítica”, S. E., vol. 11, pág. 144 y sig. B. N., tomo II. 2(1912e), "Recomendaciones a los médicos que practican el psicoanálisis", S. E., vol. 12, pág. 116 y sig. B. N., tomo II.

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virse así de su inconsciente, como de un instrumento en el análisis... no debe aceptar en sí mismo ninguna resistencia que aparte de su conciencia lo que su inconsciente ha descu­ bierto. De no ser así introduciría en el análisis una nueva forma de selección y distorsión que puede resultar mucho más perjudicial que la que se produce a resultas de la con­ centración de la atención consciente. Para ello no basta que sea un individuo medianamente normal, debiendo más bien exigírsele que se haya sometido a una purificación psicoanalítica y adquirido conciencia de sus propios complejos que pudieran perturbar su aprehensión del material que el pa­ ciente le proporciona. Es indudable que la persistencia de estos defectos, no vencidos por un análisis previo, descalifi­ can para ejercer el psicoanálisis, ya que, según la acertada expresión de W. Stekel, cada una de las represiones no re­ sueltas por el médico se convierte en un ‘punto ciego’ de su percepción analítica”.3 Se deben evitar peligros tales como los errores cometi­ dos en el proceso de recordar, que se producen sólo en cier­ tas oportunidades, cuando uno está perturbado por alguna consideración personal y cae manifiestamente por debajo de la pauta del analista ideal. “La conducta más acertada para el analista debe con­ sistir en pasar sin esfuerzo y de acuerdo con la necesidad, de una actitud psíquica a otra, en evitar especulaciones y no cavilar sobre los casos mientras están en análisis, y en some­ ter el material obtenido a un proceso de síntesis sólo des­ pués de que el análisis ha concluido. *> 4 “Quiero recomendar calurosamente a mis colegas que durante el tratamiento psicoanalítico procuren tomar como modelo la conducta del cirujano, que deja de lado todos sus

3(1912e), “Recomendaciones a los médicos que practican el psicoanálisis'*, S. E., vol. 12, pág. 116. B. N., tomo II. 4 Ibid.t pág. 114. B. N., tomo II.

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sentimientos, incluso su simpatía humana, y concentra sus energías psíquicas en el único fin de practicar la interven­ ción con la mayor perfección posible... La justificación para requerir esta frialdad emocional del analista reside en que la misma crea las condiciones más favorables para ambas par­ tes: para el médico representa una protección deseable de su propia vida afectiva y para el paciente el mayor monto de ayuda que podemos prestarle actualmente.*'5 Esto reviste especial importancia cuando en la transfe­ rencia la paciente se enamora de su analista. “Para el médico el fenómeno representa una indicación muy valiosa y una advertencia útil contra una contratransfe­ rencia que puede haberse insinuado en su propia mente. De­ be aceptar que el enamoramiento de la paciente es inducido por la situación analítica y no puede ser atribuido a sus en­ cantos personales. En consecuencia no tiene el menor dere­ cho a envanecerse de esa ‘conquista', como se la denomina­ ría fuera del análisis. Y es conveniente que tenga siempre presente esto.''6 “ ...la tendencia que lleva a simular cariño a la paciente entraña indudables peligros. El control que ejercemos sobre nosotros mismos nunca es tan completo como para descar­ tar la posibilidad de que en algún momento lleguemos, súbi­ tamente, más lejos de lo que nos habíamos propuesto. En consecuencia, creo que en ningún momento debemos aban­ donar la actitud neutral que hemos adoptado en relación con la paciente y a la que hemos llegado gracias a un control total de la contratransferencia". 7

5 Ibid.t pág. 115. B. N., tomo II. 6 (1915a), “Observaciones sobre el amor de transferencia (Nue­ vas recomendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, 111)", S.E., voL 12 pág. 160 y sig. B.N. tomo 11. 7 Jbid.t pág. 164. B. N., tomo II.

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El analista debe librar en su propia mente una lucha continua contra las fuerzas que tratan de obligarlo a aban­ donar el nivel analítico. Por eso es esencial que tenga la ma­ yor conciencia posible de esas fuerzas. Sabe: “ ...que está trabajando con fuerzas sumamente explo­ sivas y debe actuar con la misma prudencia y cautela que un químico. Pero ¿cuándo se ha prohibido a un químico que continúe trabajando en la obtención de materias explosivas que son indispensables, alegando el peligro que entraña su labor? • • * E1 psicoanalista • • • no teme manejar los impulsos mentales más peligrosos ni dominarlos en beneficio del pacíente”. 8 Freud advirtió a los analistas que el dejar que sus pro­ pios conflictos llegaran a conocimiento del paciente por obra de una información íntima sobre su vida podía llegar a representar un obstáculo en el desarrollo del tratamiento. “La experiencia no apoya una técnica afectiva de este tipo. No es difícil advertir que la misma implica el abando­ no del terreno psicoanalítico y nos acerca al tratamiento por sugestión. Puede inducir al paciente a comunicar más pron­ to, y con menos dificultad, cosas que ya conoce pero que hubiera silenciado aun por algún tiempo como consecuencia de resistencias convencionales. Pero esta técnica no contri­ buye, en nada, al descubrimiento de lo que es inconsciente para el paciente. Lo incapacita para vencer las resistencias más profundas y fracasa siempre en los casos de mayor gra­ vedad, ya que provoca en el paciente una curiosidad insa­ ciable que lo inclina a invertir los términos de la situación y a considerar que el análisis del médico es más interesante que el suyo propio. Esta actitud abierta del médico difi­ culta, asimismo, una de las tareas esenciales de la cura, la solución de la transferencia, por lo que resulta que las ven8 (1915a), “Observaciones sobre el amor de transferencia (Nue­ vas recomendaciones sobre la técnica del psicoanálisis, 111)“, S.E., vol. 12, pág. 170 y sig. B.N., tomo II.

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tajas que pudo proporcionar en un principio quedan luego totalmente anuladas. Por ello no vacilo en declarar que esa técnica es indeseable. El médico debe ser opaco para sus pa­ cientes y mostrar como un espejo, sólo aquello que se le muestra.” 9 En el año 1912 Freud postuló la necesidad de una ca­ pacitación en el análisis para poder lograr ese fin. Pensó que el análisis de los propios sueños resultaba muchas veces im­ posible sin una ayuda exterior y que cada individuo que quería analizar a otros debía someterse a un análisis lleva­ do a cabo por un individuo experto. “Todos los analistas que toman su trabajo con serie­ dad deben elegir este camino, que promete más de una ven­ taja y le compensa, ampliamente, el sacrificio que supone tener que comunicar sus intimidades a un extraño. Obrando así, no sólo conseguirá más rápidamente y con menor es­ fuerzo el conocimiento deseado de los elementos ocultos de la propia personalidad, sino que se obtendrán, directa­ mente y por propia experiencia, las pruebas que no pueden proporcionar los libros de texto ni la asistencia a cursos y conferencias. »* 10 Esta especialización en análisis debe ser completada, constantemente, por el examen contiguo que el analista ha­ ga de su propia personalidad y por la aceptación de que siempre le será posible hallar algo nuevo, tanto en sí mis­ mo como en el mundo exterior. El peligro con el que pue­ de tropezar el analista para continuar este autoanálisis re­ side en la proyección contratransferencial de algunas de las peculiaridades de su propia personalidad, que el ha percibi-

9(1912e), “Recomendaciones a los médicos que practican el psi­ coanálisis”, S. E., vol. 12, pág. 118. B. N., tomo II. 10(1912e), “Recomendaciones a los médicos que practican el psicoanálisis'*, S. E., vol. 12, pág. 117. B. N., tomo II.

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do oscuramente, hacia sus pacientes y dentro “del campo de la ciencia, como una teoría que tiene validez universal”.11 Strachey sugiere que Freud consideró que él mismo po­ día haber encontrado la psicología de la mujer más enig­ mática que la del hombre, a consecuencia de alguna pecu­ liaridad de su relación transferencial con las mujeres. “Qui­ zá llegué a esta conclusión (sobre la dificultad de aprehen­ der la primera vinculación con la madre) porque las muje­ res que se analizaron conmigo pudieron aferrarse a la mis­ ma vinculación con el padre, en la que se refugiaron al esca­ par de la fase anterior que se cuestionaba... y tampoco logré desentrañar completamente ninguno de los casos. >>12 - En “Análisis terminable e interminable” Freud reiteró que el analista, de quien se exige “gran habilidad, paciencia, calma y autoabnegación”13 en ciertas situaciones analíticas debe estar en condiciones de actuar como modelo para su paciente. “Ferenczi señala, acertadamente, que el éxito (del tra­ tamiento) depende, en gran medida, de que el analista haya aprendido lo bastante de sus propios ‘errores y equivo­ caciones* y haya corregido ‘los puntos débiles de su pro­ pia personalidad*.”14 Freud aceptó muchas de las críticas formuladas al análisis en las que se decía que la personalidad de algu­ nos analistas no alcanza siempre los índices de norma­ lidad psíquica que pretenden para sus pacientes. Son in­ dividuos que han aprendido a practicar un arte parti-

11 (1912e), “Recomendaciones a los médicos que practican el psicoanálisis”, S.E., vol. 12, pág. 117. B.N., tomo II. 12 (1931b), “Sobre la sexualidad femenina”, S. E., vol. 21, pág. 226 y siguiente. B. N. tomo III. 13 (1926e), Análisis profano, S.E., vol. 20, pág. 227. B.N., tomo 111. 14 (1937c), “Análisis terminable e interminable”, S. E., vol. 23, pág. 247. B. N., tomo III.

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cular, pero son también seres humanos. No debe olvidar­ se que: >23 Freud utilizó el término masturbación no sólo para referirse a la masturbación genital sino también a la mas-

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(1898a), “La sexualidad en la etiología de las neurosis**, S. E., vol. 3, pág. 278. B. N. tomo I. 20 (1900a), La interpretación de los sueños, S. E., vol. 5, pág. 385. B. N., tomo I. 21 Ibid.t pág. 544. B. N., tomo I. 22(1906d), Tres ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 145. B. N., tomo 11. 23 Jbid., pág. 180. B. N., tomo II.

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turbación anal, y señaló que la estimulación de la zona anal con un dedo constituye una práctica bastante frecuente en­ tre los niños.24 Mencionó la “masturbación infantil temprana** como “una práctica a la que escapan muy pocos individuos’*. En esa época señaló que las chicas se masturban muchas veces genitalmente uniendo sus muslos, mientras que los mucha­ chos usan sus manos, hecho que consideró como la contri­ bución que el instinto de dominio hace a la actividad sexual masculina. Señaló, además, que era necesario diferenciar las tres fases de la masturbación infantil. La primera corresponde a la primera infancia (segunda mitad del primer año de vida), la segunda se ubica alrededor de los cuatro años, mientras que la tercera corresponde a la masturbación puberal. La primera fase es breve, la segunda se manifiesta alrededor de los cuatro años y asume muchas formas distintas, aunque Freud pensó que “sus particularidades dejan las impresiones (inconscientes) más profundas en la memoria del sujeto, in­ fluyen sobre el desarrollo de su carácter (si el individuo con­ tinúa siendo sano), y sobre la sintomatología de su neurosis si se enferma después de la pubertad**. En notas de pie de página agregadas al párrafo anterior en los años 1915 y 1920 se preguntaba porque el sentimiento de culpa de los neuróti­ cos se vincula tan a menudo con la masturbación pube­ ral. Llegó a la conclusión de que como la masturbación re­ presenta la manifestación activa de la sexualidad infantil, asume el sentimiento de culpa que corresponde a esa sexua­ lidad.25 Freud explicó que los niños que se convierten en vo• yeurs lo hacen, muchas veces, porque su atención se ha cen­ trado en sus genitales a consecuencia de su masturbación. A partir de ese momento desarrollan un gran interés por los genitales de sus compañeros de juego.24

24 Ibid., pág. 192. B. N.t tomo II. 25 Ibid., pág. 187. B. N., tomo II. (1905d), 7Ves ensayos sobre una teoría sexual, S.E., vol. 7, pág. 2^9. B. N.t tomo II.

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Posteriormente, mientras explicaba que las inhibicio­ nes de la sexualidad, bajo la forma de culpa, vergüenza, et­ cétera, se producen más temprano en las niñas, al considerar la menor resistencia afirmó que en cuanto a las manifesta­ ciones autoeróticas y masturbatorias concierne “podemos afirmar que la sexualidad de las niñas pequeñas tiene carac­ terísticas totalmente masculinas”. Más adelante dijo que la libido es “invariable y necesariamente” de carácter mascu­ lino.27 Pensó también que la zona erógena más importan­ te de las niñas pequeñas (entre los 3 y los 4 años) es el clítoris, equivalente al pene, y que según su experiencia, a esta edad la masturbación es únicamente clitoridea y no invo­ lucra nunca otras zonas de los genitales externos. Pensó que ni siquiera por obra de la seducción podía una niña pequeña ser inducida a una práctica distinta de la masturbación cli­ toridea”.2* En Tres ensayos para una teoría sexual (1905) conti­ nuó sosteniendo que detrás de la neurastenia se encuentra siempre una masturbación regular (o emisiones persistentes), mientras que la neurosis de angustia puede atribuirse a una excitación no consumada (tal como sería el caso del coitus interruptus).29 Pero luego reconoció el error en que había incurrido al enunciar la teoría de la seducción temprana, di­ ciendo que desde la época en que había escrito eso había lle* gado al conocimiento de una serie de elementos que le per­ mitían explicar muchas de las fantasías de seducción de los pacientes “como intentos destinados a rechazar recuerdos relacionados con la propia actividad sexual del sujeto (mas­ turbación infantil)”. 0

27 (1905d), B.N., tomo 11. 2*Ibid.t pág. 29 Ib id. t pág. 30 Ibid., pág.

Tres ensayos sobre una teoría sexual, págs. 188-9. 220. B. N., tomo II. 272. B. N., tomo II. 274. B.N., tomo O.

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En “Fragmentos de un análisis de un caso de histeria” (1905) y al referirse al caso Dora, comentó que las personas que se masturban sufren frecuentemente de dolores gástri­ cos.31 En ese artículo dice que los síntomas histéricos se manifiestan rara vez mientras los chicos se masturban. Sue­ len aparecer recién después de un período de abstinencia, cuando se convierten en un sustituto de la satisfacción mas­ turbatoria. Pensó, sin embargo, que en los adultos la mastur­ bación y los síntomas histéricos podían coincidir, ya que una abstinencia relativa (disminución de la masturbación) tienen un efecto igual.32 En el mismo artículo da varios ejemplos de síntomas histéricos, compulsión de lavarse, et­ cétera, cuyo determinante de mayor importancia proviene de las prácticas masturbatorias infantiles y de las luchas con­ tra éstas.33 De manera similar estableció también un vínculo entre la enuresis nocturna infantil (resultante de una regresión después de la instauración de un período inicial de control) y la masturbación, “hábito cuya importancia en la etiolo­ gía de la incontinencia nocturna de orina no ha sido todavía bien apreciado”.34 Afirmó también que la leucorrea de las adolescentes era consecuencia de la masturbación y que to­ das las otras causas atribuidas a esa enfermedad tenían me­ nor importancia. Pero en una nota de pie de página del año 1923 Freud consideró que el punto de vista que acabamos de enunciar era erróneo.35 Mencionó también muchas formas de actos sintomá­ ticos observables tanto en las personas normales como en las neuróticas y que son, frecuentemente, representaciones sim­ bólicas de la masturbación.34 3 1 (1905e [1901]), “Fragmentos de un análisis de un caso de his­ teria’*, S. E., vol. 7, pág. 78. B. N., tomo II. 3 2 76id., pág. 79. B. N., tomo II. 33 Ibid., págs. 25 y 81. B. N., tomo II. 34 Ibid., pág. 74. B. N., tomo II. isIbid., pág. 76. B. N., tomo II. 36 Ibid., pág. 77. B. N., tomo II.

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En “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” (1907) explicó la importancia de la vinculación exis­ tente entre las fantasías inconscientes, especialmente las fan­ tasías que acompañan a la masturbación, y la vida sexual del sujeto, y afirmó que en ese aspecto la masturbación (en su sentido onanista más amplio) estaba compuesta de dos partes. La evocación de la fantasía, y llegada ésta a su punto culminante, los manejos activos conducentes a la satisfacción sexual. Estas partes están simplemente soldadas. Al principio la masturbación parecía ser un procedimiento puramente autoerótico, destinado a obtener algún placer de una determinada zona erógena. Más tarde, esta acción se fusionó con una representación de deseo, perteneciente a la esfera de la elección de objeto, y sirvió “como realización parcial de la situación en que la fantasía culminaba”. Cuan­ do el individuo renuncia luego a esa satisfacción (mastur­ bación más fantasía) abandona también la acción, pero la fantasía pasa de ser consciente a ser inconsciente y cuando la satisfacción sexual abandonada no es reemplazada por otra, distinta y adecuada, y si dichos impulsos no pueden ser sublimados, la fantasía inconsciente prolifera y lleva finalmente a la formación de un síntoma patológico. “Las fantasías inconscientes son, de este modo, las precursoras psíquicas inmediatas de toda una serie de síntomas histéri­ cos.” En esta forma no se logra el abandono de la mastur­ bación, “pero se alcanza si no totalmente, al menos por aproximación, el fin último de todo el proceso patológico, o sea la restauración de la satisfacción sexual primaria”. 7 En “La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moder­ na” (1908) Freud presentó, en forma detallada, su punto de vista sobre los peligros potenciales de la masturbación exce­ siva. Al ocuparse de la abstinencia hace notar que no siem­ pre se diferencian lo suficiente las dos formas de la misma; la abstención de toda actividad sexual en general, y la absten­ ción de la relación sexual con el objeto del sexo contrario.

3 7 (1908a), “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, S. E., vol. 9, págs. 161-2. B. N., tomo II.

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Continúa diciendo que muchas personas que se vanaglorian de su abstinencia la logra, únicamente, con la ayuda de la masturbación o de otras formas de actividades autoeróticas infantiles y que estas prácticas sustitutas no son en modo al­ guna inofensivas. Predisponen a distintas psicosis y neurosis “que pueden condicionar una involución de la vida sexual hacia sus formas infantiles”. La masturbación tampoco satis­ face las exigencias ideales de la moral sexual cultural (tal como se la veía en esa época) y provoca en el ánimo de los jóvenes los mismos conflictos con el ideal de su adecuación a los que querían sustraerse por medio de la abstinencia. Pensó, además, que la indulgencia en la masturbación dete­ riora el carácter en más de un sentido. Primero “acostumbra a las personas a lograr fines importantes sin esfuerzo algu­ no, por caminos fáciles y no mediante un intenso desarrollo de energía, vale decir que se sigue el principio de que la se­ xualidad abandona la pauta de conducta. Segundo, en las fantasías que acompañan a la satisfacción eleva al objeto se­ xual a un grado de perfección que es difícil hallar nueva­ mente en la realidad”. En el mismo artículo Freud mencio­ na a un ingenioso escritor vienés que, invirtiendo los térmi­ nos, expresó cínicamente esta verdad al decir que “El coito no es más que un sustituto insuficiente de la masturbación. «38 Más adelante continúa diciendo que los hombres que han incurrido en prácticas sexuales masturbatorias, o perver­ sas, llegan al matrimonio con una disminución de la poten­ cia sexual. Esta suele ser intermitente lo que hace que la mu­ jer quede instisfecha sexualmente. Es más, algunas llegan a una anestesia sexual total, aun en aquellos casos en que su disposición a la frigidez (obra de la educación) hubiera podi­ do ser superada por una experiencia sexual intensa.39 En sus “Teorías sexuales de la infancia” (1908), se ocu­ pó de la etapa de desarrollo del niño en que éste es domina-

■» O

(1908a), “La moral sexual ‘cultural* y la nerviosidad moder­ na’*, S. E., vol. 9, págs. 199, 200. B. N., tomo II. 39 (1908a), “La moral sexual ‘cultural* y ¡a nerviosidad moder­ na**, S.E., vol. 9, pág. 201. B.N., tomo II.

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do por excitaciones del pene que lo inducen a juguetear con él manoséandolo, prácticas que pueden provocar amenazas de castigo que mencionan una posible extirpación del pene, y que, en conjunto, representan una serie de experiencias vinculadas con el complejo de castración.40 En “Generalidades sobre el ataque histérico” (1909), dice que la investigación de la historia infantil de los pa­ cientes histéricos muestra al ataque histérico como un sus­ tituto de una satisfacción autoerótica infantil cuya prácti­ ca ha sido abandonada. En algunos casos la masturbación, por contacto o por presión de los muslos, se evidencia du­ rante el ataque y mientras está debilitada la atención de la conciencia.41 En “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” (1909) cuenta que la madre de un niño de 3 años y medio, al encontrarlo jugando con su pene, lo amenazó diciéndole: “Si continúas haciendo eso llamaré al doctor A. para que te corte el cosito.”42 Freud alegó que la angustia patológica del pequeño Juanito no se debía a la masturbación infantil que había practicado durante más de un año, sino a la lucha que había librado consigo mismo para abandonarla, hecho que, de acuerdo con su criterio, se adecuaba mejor a la re­ presión y a la generación de angustia.43 Dijo también que lo que induce frecuentemente a los niños a tocar sus genitales es una picazón en el pene.44 Freud relata una fantasía mas­ turbatoria de Juanito. Se había despertado a las seis de la mañana con una sensación de temor, y cuando se le pregun­ tó que le sucedía, el niño dijo: “Apenas había empezado a

4O(1908c), “Teorías sexuales de la infancia**, S. E., vol. 9, pág. 217. B. N., tomo II. 4 1 (1909a [1908]), “Generalidades sobre el ataque histérico**, S. E., vol. 9, pág. 232. B. N., tomo II. 4 2 (1909b), “Análisis de la fobia de un niño de cinco años’*, S. E., vol. 10, págs. 7-8. B. N., tomo II. 43 (1909b), “Análisis de la fobia de un niño de cinco años’*, S. E., vol. 10, pág. 27. B. N., tomo II. 44 Ibid., pág. 30. B. N., tomo II.

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tocar mi cosito (su padre y su madre le habían advertido muchas veces que no lo hiciera) vi a mami completamente desnuda debajo de su camisón y ella me permitió que viera su cosito. Yo le mostré a Greta, a mi Greta, lo que estaba haciendo mami y le mostré también mi cosito. Entonces retiré mi mano muy rápido.’*45 Más tarde menciona el posible efecto diferido de las amenazas de castración usadas en los primeros años de vi­ da del niño como consecuencia de las prácticas masturba­ torias. La madre de Juanito profirió su amenaza a fin de que abandonara el intento de obtener placer por medio del frotamiento de su pene, cuando “el pequeño había comen­ zado a practicar la forma más común y más normal de ac­ tividad sexual autoerótica”.46 En “Análisis de un caso de neurosis obsesiva”*(1909), Freud volvió a interesarse en porqué los pacientes neuróti­ cos atribuían unánimemente su enfermedad a su mastur­ bación puberal. Dijo que, o los médicos son incapaces de decidir al respecto, o que como la masturbación es una prác­ tica típica de la pubertad rechazan esa posibilidad. Alegó que la masturbación puberal es sólo un reavivamiento de la masturbación infantil, la que por lo general alcanza su cli­ max, entre los tres y los cinco años. Y llegó a la conclusión de que en una forma encubierta los pacientes estaban cul­ pando a la sexualidad infantil de ser la causa de su enferme­ dad. Y pensó que tenían razón, ya que es en la infancia don­ de debe buscarse la etiología de las neurosis posteriores.47 Consideró que no se debía tratar la masturbación como una unidad clínica, ya que representa una forma de descarga para todo tipo de instintos sexuales parciales, así como de las fantasías que originan. Pensó también que los efectos dañinos de la masturbación no se debían al acto masturba-

45 Ibid., pág. 32. B. N., tomo II. 46 Ibid., págs. 35, 36. B. N., tomo II. 47(1909d), “Análisis de un caso de neurosis obsesiva’*, S. E., vol. 10, pág. 202. B. N., tomo II.

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torio per se sino que eran “parte de la importancia patóge­ na de la vida,sexual del sujeto en su conjunto”.45 Más adelante agregó: “El hecho de que tantas personas puedan tolerar la masturbación, vale decir un cierto mon­ to de ésta, sin sufrir daño, muestra, simplemente, que su constitución sexual y el curso de desarrollo de su vida sexual . le han permitido practicar la función sexual dentro de los límites de lo culturalmente permisible. Mientras que otras ya sea porque su constitución sexual ha sido menos propi­ cia o porque su desarrollo ha sido perturbado, se enferman a resultas de su sexualidad, vale decir que no pueden lo • grar la supresión o sublimación necesarias de sus compo­ nentes sexuales sin recurrir a inhibiciones o sustitutos. »49 En el mismo artículo se ocupa de muchas de las mani­ festaciones peculiares de conducta y de los síntomas com­ pulsivos del paciente en relación con los conflictos subya­ centes que giran en torno de la masturoación. Llegó a la con­ clusión de que “los actos obsesivos tienden a asemejarse, cada vez más, a los actos sexuales infantiles de carácter masturba­ torio y que cuanto mayor es la duración del trastorno más evidente es la semejanza mencionada”.50 En “Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre” (1910), al ocuparse de la forma en que los mucha­ chos caen bajo el dominio del complejo de Edipo, explica que los impulsos prohibidos hacia la posesión de la madre pueden determinar fantasías cuyo tema central son las acti­ vidades sexuales de la madre del niño. La tensión provoca­ da por éstas se alivia muchas veces con la masturbación.51 En el mismo artículo, al referirse a la “novela familiar”, y a las fantasías de rescate características de la vida amorosa de

45 (1909d), “Análisis de un caso de neurosis obsesiva", S.E. vol. 10, págs. 202*3. B.N., tomo II. 49 Ibid, pág. 203. B.N., tomo II. 50Ibid., pág. 244. B. N., tomo II. 51 (1910h), “Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre”, S. E., vol. 11, pág. 171. B. N., tomo II.

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ciertos hombres, afirmó que en esos casos “no resulta difícil suponer que la masturbación practicada frecuentemente du­ rante los años de la pubertad desempeñe un papel impor­ tante en la fijación de dichas fantasías”.52 En otra parte de la misma, publicación explicó que cuando la libido se desvía de los objetos pasa, en realidad, a la vida de fantasía del paciente, fortaleciendo las imágenes de los primeros objetos sexuales y fijándola a ellos. Como estos objetos son incestuosos el proceso se desarrolla en lo inconsciente (distanciado de la conciencia). Freud pensó que el hecho de que los requerimientos de los objetos no in­ cestuosos se frustraran en la realidad y se concretaran luego en la fantasía, vale decir que los objetos sexuales originales fueran reemplazados allí por otros, no modificaba en nada la situación. Las fantasías que acompañan a la masturbación son aceptables entonces para la conciencia, pero esto no va acompañado por ningún tipo de progreso considerado en términos de la distribución de la libido en la realidad. Y ade­ más en lo inconsciente la sensualidad continúa ligada a los objetos incestuosos.53 En “Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicopatógenas de la visión” (1910) se ocupó de la pena del ta­ bón y puso como ejemplo el caso de las personas que tie­ nen conflictos relacionados con la masturbación, y a conse­ cuencia de los cuales sus dedos se niegan a realizar los movi­ mientos necesarios para aprender a tocar el piano o el violín.54 En el caso Schreber (1911) estableció la conexión, aho­ ra muy conocida, entre el temor de la perdida de la razón a consecuencia de una excesiva indulgencia sexual, y la mas­ turbación. Y llegó a la conclusión siguiente: “Considerando la gran cantidad de ideas erróneas, de naturaleza hipocon­ dríaca, que el paciente desarrolla, posiblemente no debe-

52 Ibid., pág. 172. B. N., tomo II. 53 Ibid., pág. 182. B. N., tomo II. 54 (1910i), “Concepto psicoanalítico de las perturbaciones psicopatógenas de la visión”, S. E., vol. 11, pág. 217. B. N., tomo II.

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ría dar mayor importancia al hecho de que algunas de ellas coinciden, palabra por palabra, con los temores hipocon­ dríacos de los masturbadores. >> ss La Sociedad Psicoanalítica de Viena dedicó nueve noches, entre el 11 de abril de 1911 y abril de 1912 a la discu­ sión del tema de la masturbación. Freud aportó las conclu­ siones finales y escribió la introducción de las actas de estas reuniones cuando se publicaron. Conforme a sus conclusiones se llegó a un acuerdo so­ bre: a) La importancia del papel desempeñado por las fan­ tasías (que acompañan o representan el acto de la mastur­ bación). b) La importancia del sentimiento de culpa vinculado a ésta. c) La imposibilidad de fijar un determinante cualitativo para los efectos nocivos de la masturbación, punto sobre el cual no se llegó a un acuerdo unánime. Quedaron diferencias de opinión sin resolver: a) Con respecto a la negación de la existencia de un factor somático en los efectos de la masturbación. b) Con respecto a la negación general de los efectos da­ ñinos de la masturbación. c) Con respecto al origen del sentimiento de culpa. Quedaron dudas importantes: a) En lo que hace al mecanismo de los efectos nocivos de la masturbación, si los hubiera y b) En lo que hace a la relación etiológica entre la mas­ turbación y la “neurosis actual”.

55 (1911c), “Observaciones p si coanalíticas sobre un caso de pa­ ranoia (dementia paranoides) autobiográficamente descrito’*, S. E., vol. 12, pág. 57. B. N., tomo II.

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Freud señaló más tarde la conveniencia de dividir la masturbación de acuerdo con la edad del sujeto, vale decir considerando si se trata de infantes, niños o púberes. Mantuvo sus conceptos anteriores en relación con la neurastenia. Defendió también su concepto sobre la neurosis de angustia y agregó la hipocondría como la tercera neurosis actual. Con respecto a los efectos nocivos de la masturba­ ción adoptó una posición contraria a la de Stekel, quien sos­ tuvo que la práctica masturbatoria no producía daño real y que éste surgía como consecuencia de los prejuicios vincula­ dos a aquella. Freud alegó que si admitimos que las urgen­ cias sexuales pueden tener un efecto patógeno, no podemos negar un efecto similar a la masturbación (que es la concre­ ción de esas urgencias sexuales). Agregó: “La masturbación, en efecto, no es un término último, ni somática ni psicoló­ gicamente, no es un ‘factor’ real sino sólo la denominación de ciertas actividades. Pero sin entrar a considerar hasta dón­ de podemos investigar las cosas, nuestro juicio sobre la etio­ logía de la enfermedad continuará, sin embargo, rígidamen­ te aferrado a dicha actividad. Y no olviden que la mastur­ bación no puede ser equiparada a la actividad sexual en ge­ neral ya que está sometida a ciertas condiciones limitantes. Por lo tanto, sigue siendo posible que precisamente estas particularidades de la actividad masturbatoria sean las porta­ doras de su efecto patógeno. ”Nos vemos así apartados una vez más de la argumen­ tación y orientados hacia la observación clínica, y esta nos conmina a no eliminar el tema ‘Efectos dañinos de la mas­ turbación’. De todos modos en las neurosis nos vemos en­ frentados con casos en los que la masturbación ha sido per­ judicial.”56 Este daño se manifiesta, al parecer, por tres caminos distintos. a) Como un daño orgánico producido por un mecanis­ mo desconocido... dos de los factores que deben tomarse en 56 (1912f), “Contribuciones al simposio sobre la masturbación**, S. E., vol. 12, págs. 245-51. B. N., tomo II.

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cuenta son la frecuencia excesiva y lo insuficiente de la sa­ tisfacción obtenida. b) El daño puede producirse por la definición de un prototipo psíquico, de acuerdo con el cual no es necesario modificar el mundo exterior para satisfacer las necesidades. c) Por la posibilidad de la fijación de fines sexuales in­ fantiles, con una persistencia del infantilismo psíquico que predispone al desarrollo de la neurosis. Mencionó la relación entre la masturbación y las fanta­ sías que la acompañan con la existente entre el placer y el principio de realidad. Recordemos que la masturbación per­ mite realizar en la fantasía desarrollos y sublimaciones se­ xuales que si se mantienen a ese nivel no representan pro­ gresos sino sólo nocivos compromisos transacción al es. Sin embargo, tal como lo señaló Stekel, este tipo de compromi­ so puede neutralizar graves tendencias a la perversión y evi­ tar algunos de los daños provocados por la abstinencia/7 Dijo también, que su experiencia médica no le permitía excluir el hecho de que el debilitamiento permanente de la potencia es una de las consecuencias de la masturbación ex­ cesiva en la pubertad, aunque siguió comentando que esto podía no resultar tan dañino como podría parecer en prin­ cipio ya que cierta disminución de la potencia y de la agre­ sividad brutal vinculada a ella son valiosas desde un punto de vista cultural.58 Consideró que era importante diferenciar los daños directos (debidos a la masturbación en sí misma), de los índirectos resultantes de las objeciones y de la resistencia del yo.59 Continuó ocupándose de en qué condiciones y en qué individuos la masturbación puede resultar perjudicial, par­ tiendo siempre del supuesto de que lo es. Aunque no tenía respuesta para este interrogante señaló la necesidad de deter-

57 (1912f), “Contribuciones al simposio sobre la masturbación*’ S.E., vol. 12, pág. 262. B.N., tomo II. 58 Ibidpág. 252. B.N., tomo II. 59 Ibid., pág. 253. B. N., tomo II.

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minar el factor cuantitativo, la acción conjunta de distintos factores patógenos y la disposición y constitución indivi­ dual. Reconoció que este último factor era muy difícil de determinar.60 Dedicó sus conclusiones finales a la poca atención que se presta a la masturbación inconsciente (durante el sueño, en los ataques histéricos, etcétera) y terminó mencionando “el retorno terapéutico a la masturbación”. Dijo que para al­ gunos pacientes la vuelta a la masturbación durante el curso del tratamiento representaba un gran progreso, siempre que no tuvieran el propósito de hacer un alto permanente en esa actividad sexual infantil.61 En Tótem y tabú (1912-13) explicó nuevamente los mecanismos psíquicos que se encuentran detrás de esas fobias de los obsesivos y la relación de dichos mecanismos con el conflicto que tiene el niño cuando se toca sus genitales. 62 Después de las “Contribuciones al simposio sobre la masturbación” las referencias de Freud sobre este tema se encuentran, frecuentemente, dentro del contexto del com­ plejo de castración. En el artículo sobre “Lo inconsciente” (1915) menciona a un paciente para el cual el ejercer pre­ sión sobre el contenido de sus espinillas era un sustituto de la masturbación, mientras que la pequeña cavidad que que­ daba en su cara representaba el órgano genital femenino, va­ le decir que su actividad masturbatoria sustituía equivalía al cumplimiento de la amenaza de castración. 63 En Introducción al psicoanálisis (1916-17) mencionó nuevamente algunos de los símbolos comunes de los sueños que representan la masturbación, como por ejemplo todo ti­ po de juegos en el que esté incluido algún objeto, deslizarse, patinar, arrancar una rama, etcétera; mientras que la caída

60 Ibid.. pág. 253. B. N., tomo II. 6 1 Ibid.. págs. 253-4. B. N., tomo II. 6 2 (1912-13), Tótem y tabú. S. E., vol. 13, pág. 29. B. N., tomo II. 63 (1915e), “Lo inconsciente", S.E., vol. 14, pág. 200. B.N.,

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de un diente o el acto de arrancarlo (sueños con un estímulo dental) representan la castración como un castigo por la masturbación.64 En el mismo trabajo señaló una vez más cuántas acti­ vidades obsesivas son el resultado de la masturbación, los actos obsesivos que se manifiestan como simples repeticio­ nes, etcétera.65 Pocas paginas más adelante, al hablar de la enorme importancia que el pecho femenino tiene para el ni­ ño, como primer objeto de su instinto sexual, dice que ese objeto es reemplazado por una parte de su propio cuerpo (su pulgar o su lengua) lo que le permite independizarse del mundo externo en lo que hace a la obtención del placer. Co­ mo todas las partes del cuerpo no son igualmente excitables, “Lindner dice que una experiencia muy importante, para el niño es descubrir en el curso de sus tocamientos, las zonas expecialmente excitables de sus genitales, lo que le permite recorrer el camino desde el chupeteo hasta la masturba­ • s

ción”.66

Freud explicó que la vida sexual del niño está integrada por las actividades de distintos instintos parciales que bus­ can su gratificación, independientemente los unos de los otros, sea por medio de objetos o en el propio cuerpo del su­ jeto. Los genitales son naturalmente importantes y hay indi­ viduos que pasan, sin interrupción, de la masturbación in­ fantil a “la inevitable masturbación de la pubertad y conti­ núan con esta luego durante un tiempo indefinido”. Agregó: “El tema de la masturbación no puede ser dejado tan fácil­ mente de lado, es algo que debe examinarse desde muchos ángulos. >>67 En Introducción al psicoanálisis Freud contrapuso el desarrollo de una chica de clase obrera con el de otra de cla64 (1916-17), introducción al psicoanálisis, S. E., vol. 15, págs. 156 y 190. B. N., tomo II. 65 (1916-17), Introducción al psicoanálisis, S. E., vol. 15, págs. 309. B. N. tomo II. 66 Ibid.t pág. 314. B. N., tomo II. 67 Ibid., págs. 316-17. B. N., tomo II.

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se media que, mientras juegan juntas, pueden estimular recí­ procamente su sexualidad. La comparación tiene el propó­ sito de mostrar cuánto más libre es el desarrollo sexual de la chica de la clase obrera y cuánto mayor es, también, su li­ bertad en lo que respecta a la masturbación. De haber incu­ rrido en ella la chica de clase media crecerá con la sensación de haber hecho algo malo, sometida, en lo que hace a su ac­ tividad sexual, a presiones morales y sociales que pueden perjudicar su vida sexual, con el agregado de que la culpa, el disgusto y la represión pueden llevarla hasta la neurosis.68 Dijo también que la fantasía de haber sido seducida en los casos en que no ha habido seducción sirve, generalmente, para enmascarar las prácticas masturbatorias infantiles.6* En ese trabajo sostuvo sus puntos de vista anteriores con respecto a la neurastenia y la masturbación, como tam­ bién a la etiología de la neurosis actual.70 En “Historia de una neurosis infantil** (1918), al ha­ blar de los intentos de seducción de su paciente llevados a cabo por la hermana de éste, comentó que el niño comenzó a jugar con su pene en presencia de su niñera (Nanya), “y este caso, al igual que muchos otros en los que los chicos no ocultan su masturbación, puede ser considerado como un in­ tento de seducción.’* 71 La nurse rechazó la seducción y comentó que los chicos que juegan con su pene provocan “una herida allí**. Freud ciijo que por lo general los niños co­ mienzan sus investigaciones sexuales después de las primeras excitaciones genitales y que descubren el “problema de la castración** por la observación de los genitales de las ni­ ñas.72

**Ibid.t pág. 353. B. N., tomo II. 6*(1916-17), Introducción al psicoanálisis, S. E., vol. 15, pág. 370. B. N., tomo II. 70Ibid., pág. 386. B. N., tomo II.. 7I(1918b [1914]), “Historia de una neurosis infantil**, S. E., vol. 17, pág. 24. B. N., tomo III. 12 Ibid., pág. 26. B. N., tomo III.

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Dijo también que después de la amenaza que hemos mencionado su paciente abandonó la masturbación y al ha­ cerlo la zona genital que había comenzado a adquirir predo­ minio sufrió un rechazo y se vio obligado a regresar (por obra de este obstáculo, o peligro externo) hasta una fase an­ terior de la organización pregenital (en el caso de este pa­ ciente hasta la organización sádico anal).73 En “Pegan a un niño” (1919), se refirió a la extraordi­ naria frecuencia de este tipo de fantasía, sumamente placen­ tera, que casi siempre va acompañada por la masturbación genital. Pensaba que este fenómeno comenzaba a manifes­ tarse, por lo general, entre el quinto y el sexto año de vida. Afirmó que todos sus pacientes del sexo masculino con ese tipo de fantasía masturbatoria debían ser considerados co­ mo masoquistas, en el sentido de incursos en una perversión sexual.74 En “El problema económico del masoquismo” (1924), al ocuparse del masoquismo de tipo femenino en los hom­ bres dijo que las fantasías de estos pacientes (que muchas veces son impotentes) terminan generalmente en un acto masturbatorio.75 En “La disolución del complejo de Edipo” (1924) ex­ plicó que cuando el interés del niño se centra en sus genita­ les, esto se evidencia en la frecuente manipulación de su pe­ ne y que para inducirlo a abandonar esta práctica los adultos recurren muchas veces a amenazas de castración que pueden ser más o menos leves, o llegan a ser brutales. El niño suele ignorar esas amenazas, pero la visión de los genitales femeni­ nos lo lleva muchas veces a tomarlas en cuenta.76 Al llegar a este punto equiparó nuevamente las emisiones adultas con la incontinencia urinaria nocturna de los niños, diciendo: 73 (1918b) [1914]), “Historia de una neurosis infantil”, S.E., vol. 17, pág. 26. B.N., tomo 111. 74 (1919e), “Pegan a un niño”, S. E., vol. 17, pág. 179. B. N., tomo III. 75

(1924c), “El problema económico del masoquismo”, S. E.t vol. 19, pág. 161. B. N., tomo III. 76 Ibid., págs. 174-5. B. N., tomo III.

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“Es una manifestación dé la misma excitación de los genita* les la que impulsa al niño a masturbarse en ese período.” En el mismo artículo Freud hace notar que entre los dos años y medio y los cinco la masturbación no represen­ ta la totalidad de su vida sexual. Está en la mitad del com­ plejo de Edipo y en esa etapa la masturbación es sólo una descarga genital de la excitación sexual (y de las fantasías activas y pasivas) propias del complejo. Los actos mastur­ batorios de su vida posterior son los que deberán su impor­ tancia a esta relación.77 En “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica” (1925) volvió a ocuparse de la relación existente entre la masturbación y las fantasías vinculadas al complejo de Edipo, preguntándose si la masturbación se ha­ bía asociado desde el comienzo en esa forma con el comple­ jo o si por el contrario la masturbación aparecía primero, es­ pontáneamente, como manifestación de la actividad de un órgano del cuerpo y recién después entraba en relación con el complejo de Eaipo. * Pensó que quizá la percepción audi­ tiva del coito paterno establece, en muy temprana edad, el comienzo de la actividad sexual del niño. La masturbación y las dos actitudes del compejo de Edipo (activa y pasiva) se vinculan más tarde a esa primera experiencia, “cuyo signifi­ cado interpreta el niño posteriormente. Como le resultaba imposible suponer que la percepción del coito fuese un he­ cho tan frecuente pensó en la existencia de fantasías prima­ rias”.78 En otra parte del mismo trabajo se ocupa de las chicas y menciona la tenacidad del vínculo que ciertas mujeres mantienen con sus padres, vínculo que culmina en el deseo

77 (1924c), “El problema económico del masoquismo", vol. 19, pág. 176. B.N., tomo III. * Esto parece implicar la posibilidad de una diferenciación entre una fase fálica y una fase posterior fáHco-edípica discutida frecuente­ mente por los analistas de niños. 78 (1925j), “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual ..natomica, S. E., vol. 19, pág. 250. B. N., tomo III.

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inconsciente de tener un hijo con él. Freud dijo que tenía buenas razones para suponer “que la misma fantasía desiderativa era también la fuerza motivante de su masturbación infantil • • • »» 79 Pocas páginas más adelante reiteró una afirmación anterior sobre el carácter masculino de la masturbación y de la libido clitorideas. Agregó que el análisis del remoto período fálico de las chicas le había enseñado que poco des­ pués de la manifestación del primer signo de envidia fálica “aparece una intensa corriente de sentimiento contra la mas­ turbación, que no puede atribuirse únicamente a la influen­ cia educativa de las personas encargadas de la custodia de la critaura”. Pensó que se trataba de una fuerza evolutiva.80 En 1925, en su Autobiografía, continuó sosteniendo esos puntos de vista (que databan del año 1895) sobre la etiología sexual de la neurosis actual (neurastenia y neurosis de ansiedad),sobre la relación de la neurastenia con la mas­ turbación excesiva y el coitus interruptus o cualquier forma no consumada de excitación sexual con la neurosis de ansie­ dad. Reconoció, sin embargo, que durante muchos años no había tenido oportunidad de hacer nuevos estudios sobre la neurosis actual, afirmando que había llegado a considerar esos primeros hallazgos como toscos esbozos de temas muy complejos, pero que a pesar de ello pensaba que todavía te­ nían validez. Puso en claro que no negaba la existencia, en la neurastenia, de complejos y conflictos neuróticos y men­ tales, pero continuó diciendo que éstos no podían determi­ narse mentalmente ni ser eliminados por el análisis. Llegó a la conclusión ae que debían considerarse como consecuen­ cias tóxicas de procesos químicos perturbados.81 En Inhibición, síntoma y angustia (1926) dice que una de las responsabilidades más importantes del período de latencia es la lucha contra la tentación de masturbarse. A con-

79 (1925j), “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”, S.E., vol. 19, pág. 251, B.N., tomo III. 80 Ibidpág. 255. B.N., tomo III. 81 (1925d [1924]), Un estudio autobiográfico, S.E., vol. 20, pág. 25. B.N., tomo III.

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secuencia de ello los síntomas implícitos en la naturaleza de ios ritos se manifiestan en los individuos más distintos. “Los ritos tienden a vincularse con actividades (que más tarde se cumplen casi automáticamente), tales como el acostarse, lavarse, vestirse y caminar, y tienden a la repeti­ ción y pérdida de tiempo.” Pensaba que la sublimación de los componentes sádico-anales desempeñaba un papel im­ portante en ellos, pero no podía explicar porqué.82 Más ade­ lante, en el mismo libro, habla de la fobia de estar solo que, en último término, representa una conducta destinada a evi­ tar la tentación de masturbarse.83 En Análisis profano (1926) Freud se ocupa del fenó­ meno omnipresente de la masturbación, y al preguntarse qué actitud debería asumir en relación con la sexualidad tem­ prana de los niños, dice: “Sabemos en qué responsabilidad incurrimos si intentamos suprimirla, pero no nos arriesga­ mos a permitir que se desenvuelva sin restricciones. Entre las razas que tienen un bajo nivel de civilización y en los estra­ tos inferiores de las razas civilizadas la sexualidad de los ni­ ños tiene rienda libre. Esto posiblemente les brinda una pro­ tección poderosa contra el desarrollo de la neurosis en el in­ dividuo. Pero ¿no involucra, al mismo tiempo, una pérdida extraordinaria de aptitud para los logros culturales? Existen buenos motivos para suponer que nos enfrentamos aquí con un nuevo dilema entre Escila y Caribais. » 84 En una carta dirigida a Reik (1929) sobre “Dostoievsky y el parricidio” (1928) estableció una conexión entre esas dos neurosis, que van acompañadas por un intenso sen­ timiento de culpa y las luchas contra la masturbación, por una parte, y la adicción al juego que pinta Dostoievsky en ese libro.85 82 (1926d), Inhibición, síntoma y angustia, S.E., vol. 20, pág. 116. B. N., tomo III. 83 Ibid., pág. 127. B. N., tomo III. 84(19 26e), Análisis profano, S. E., vol. 20, pág. 217. B. N.,tomo III. 88 (1928b), “Dostoievsky y el parricidio’*, S.E., vol. 21, págs. 183 y 196. B. N., tomo III.

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En su artículo sobre la “Sexualidad femenina” (1931) Freud afirmó que muy pocas niñas descubren por sí mis­ mas su actividad fálica característica, la masturbación fálica, que no va acompañada por fantasías. Pensó que el pa­ pel de seductor era desempeñado por las madres y las niñe­ ras, responsables de las prácticas higiénicas de los niños. Afirmó, también, que aunque la prohibición de la mastur­ bación es, en sí misma, un incentivo para abandonarla, pue­ de convertirse en un motivo de rebeldía contra los que in­ terfieren con ella y contra sus sustitutos más tarde; agregó que una persistencia desafiante de la masturbación abre el camino a la masculinidad y a otras complicaciones del des­ arrollo femenino. Agregó, más adelante, que las chicas suelen atribuir la falta de pene a la castración cumplida co­ mo castigo por su masturbación.86 Mostró también la similitud de la vinculación fálica a la madre, tanto de las chicas como de los muchachos, y dijo que las chicas abandonan esta posición a consecuencia del reconocimiento de su castración (o de su insatisfacción con su clítoris) y que al hacerlo abandonan también muchas ve­ ces la masturbación,'lo que provoca el incremento de las tendencias femeninas pasivas. 7 Freud volvió sobre los te­ mas mencionados explicando, en Nuevas apartaciones al psi­ coanálisis88, Moisés y ¡a religión monoteísta 89 y Esquema del psicoanálisis 90 el rol de la masturbación para los mucha­ chos y las chicas durante la fase fálico-edípica, sus similitu­ des y diferencias como también el papel aesempeñado por la angustia de castración, las amenazas de castración y la envi-

86 (1931b), “Sexualidad femenina**, S. E., vol. 21, págs. 232 y 233. B. N., tomo III. 87/6/d., pág. 239 y 241. B. N., tomo III. 88 (1933a), Nuevas aportaciones al psicoanálisis, S. E., vol. 23, pág. 126. B. N., tomo III. 89 (1939a [1937-39]) , Moisés y la religión monoteísta, S.E., vol. 23, pág. 79. B.N., tomo III. 90(1940a [1938]), Esquema del psicoanálisis, S. E., vol. 23, págs. 155-189 y 193. B. N. tomo III.

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dia del pene en el proceso de abandono de la masturbación (y de las fantasías que la acompañan) y en el destino futuro del desarrollo femenino y masculino. En “Escisión del yo en el proceso de defensa” (1940) Freud se refirió a la forma en que algunas pacientes pueden ignorar la vinculación existente entre la amenaza de castra­ ción y la masturbación, amenaza reforzada por la visión de los genitales femeninos, mediante la creación de un fetiche. Dijo: “Mientras no se vio obligado a reconocer que las muje­ res han perdido su pene (creando un sustituto para éste bajo la forma de un fetiche) no creyó en la amenaza que le ha­ bían formulado. No tenía por qué temer por su propio pene y, en consecuencia, podía seguir tranquilamente con su mas­ turbación. >> 91 En algunas notas escritas entre los años 1937 y 1938, que fueron publicadas por la Standard Edition bajo la deno­ minación de “Escritos breves”, dijo que detrás de todas las inhibiciones intelectuales y de trabajo se encuentra la inhibi­ ción de la masturbación durante la infancia. Agregó que quizás el problema era aun más profundo, y que el carácter insatisfactorio de la masturbación a esa edad (debido a la falta de orgasmo) era en cierta medida responsable por es­ to.92

91(1940e [1938]), “Escisión del yo en el proceso de defensa**, S. E., vol. 23, pág. 277. B. N., tomo III. 92 (1937-38), “Escritos breves”, S. E., vol. 23, pág. 300. B. N., tomo III.

OTRAS OBRAS DE NAGERA

Humberto Nágera: Desarrollo de la teoría de los instintos en la obra de Freud Permite apreciar cómo se va desarrollando el pensamiento de Freud, desde su descubrimiento inicial de la dualidad instinto sexual e instintos del yo y su reconocimiento de la fundamental importancia de las fuerzas agresivas, hasta que alcanza su formulación del instinto de muerte. Nágera y sus colegas han organizado estas ideas básicas del psicoanálisis a través de transcripciones textuales tomadas de toda la obra de Freud. Se trata, pues, de una obra de gran utilidad, tanto para el estudiante que se inicia en el estudio de la bibliografía freudiana como para el estudioso ya experimentado que encontrará aquí un punto de partida y referencias útiles para sus trabajos. Principales te­ mas que trata: desarrollo de la teoría freudiana de los instintos; com­ ponentes instintivos, zonas erógenas; fuente y objeto de los compo­ nentes instintivos sexuales; el instinto de muerte; el impulso agresivo; fusión-defusión; compulsión a la repetición; actividad-pasividad; masculinidad-femineidad; masoquismo, sadismo, bisexualidad. Humberto Nágera: Desarrollo de la teoría de la libido en la obra de Freud Agrupa el desarrollo de los principales conceptos de la teoría de la libido a lo largo de toda la obra de Freud, investiga su evolución histórica, los cambios y vicisitudes que sufrieron durante los 40 años prolíficos que consagró el creador del psicoanálisis para desarrollar sus grandes hipótesis. Constituye una tarea de sistematización y esclare­ cimiento que ha realizado un grupo de estudiosos de la Hamstead Child Clinic bajo la dirección de Humberto Nágera. Los veinticuatro temas tratados se exponen con claridad, con mención de las citas más significativas de la obra de Freud, proporcionando así una completa evolución histórica de cada uno.

Humberto Nágera: Desarrollo de la teoría de los sueños en la obra de Freud Selecciona veinticinco conceptos básicos en la teoría freudiana de los sueños y en la teoría general que deriva de ella. Estos conceptos se exponen en forma condensada, con mención de todas las obras de Freud particularmente significativas, y se brinda un panorama del desarrollo histórico de cada concepto. Esta obra es una guía lúcida pa­ ra el estudiante de psicoanálisis, pero interesa igualmente al experto que desee una sistematización bibliográfica sobre el tema. Humberto Nágera: Neurosis infantil. Problemas del desarrollo Ofrece una exposición de psicología psicoanalítica evolutiva, y una útil e interesante clasificación de las perturbaciones del desarrollo, con múltiples implicaciones técnicas y teóricas. Anna Freud dice de este libro que "suministra una cuidadosa discriminación del impacto patógeno de las interferencias externas e internas en un momento de­ terminado de la vida del niño; la ubicación de las influencias internas en las distintas partes de la estructura psíquica o en la interacción en­ tre los diferentes agentes internos y la construcción paso a paso de una ordenada secuencia de perturbaciones de la infancia en las cuales la neurosis infantil no es la base sino la cúspide final".

OBRAS CONEXAS DE NUESTRO FONDO EDITORIAL

E. R. Zetzel y W. W. Meissner: Psicoanálisis. Su estructura conceptual El marco teórico de este libro parte de la idea de que el psico­ análisis fue desde el principio tanto una psicología del desarrollo como una psicología estructural. Su tema fundamental es el proceso evoluti­ vo que comprende las vicisitudes del desarrollo pulsional y los logros del yo en su compleja interacción. Entre los temas que se desarrollan cabe destacar el estudio de las relaciones entre el psicoanálisis y la psiquiatría contemporánea, la represión y la angustia, las bases para una teoría estructural del narcisismo, el desarrollo del yo y de las relaciones objétales, la neurosis y la analizabilidad y el psicoanálisis como terapia. Ernest Jones: Qué es el psicoanálisis Ofrece una información al alcance de todo lector culto sobre el contenido del psicoanálisis y sus múltiples aplicaciones en el campo de la medicina, la educación, la antropología, el arte y la literatura, la religión y la política. Un enfoque directo y esclarecedor. Sandor Rado: Psicoanálisis de la conducta Ofrece las principales contribuciones de Sandor al psicoanálisis en castellano: el principio económico en la técnica psicoanalítica, un intento de desarrollar una teoría psicoanalítica de los deseos morbo­ sos; contribución al análisis del yo; el problema de la melancolía, psicoanálisis de la drogadicción; análisis del temor a la castración en las mujeres; psicoanálisis y psiquiatría, examen crítico del concepto de bisexualidad; la relación del paciente con el terapeuta; la psicodinámica como ciencia básica; mente, mente inconsciente y cerebro, conduc­ ta de emergencia, psicodinámica de la depresión desde el punto de vis. ta etiológico; exploración psicoanalítica del temor y otras emociones, dinámica de los trastornos del comportamiento; el yo-acción y el ataque depresivo; base evolutiva de la adaptación sexual; región li­ mítrofe entre lo normal y lo anormal.

David Rapaport: El modelo psic oanalítico, la teoría del pensamiento y las técnicas proyectivas Partiendo de un modelo conceptual del psicoanálisis, el autor profundiza sobre las implicaciones de este modelo en la independencia de los actos del yo y en los procesos intelectuales y afectivos. Dice Rapaport: “El modelo psicoanalítico se propone dar razón de todos los fenómenos tradicional mente clasificados bajo el triple encabeza* miento de volición, conocimiento y afectividad. Este modelo conside­ ra los fenómenos así separados como meros aspectos de un proceso unitario”. Richard Sterba: Teoría psicoanalitica de la libido Una síntesis de la teoría de la libido —uno de los pilares que sos­ tiene la estructura del pensamiento analítico. Obra de excepcional valor didáctico dedicada a la evolución instintiva, enriquecida con la aporta­ ción de Melanie Klein y su escuela, a través de una brillante exposición de Marie Langer, analizada de Sterba y destacada psicoanalista didác­ tica de la escuela argentina. Erik H. Erikson: Etica y psicoanálisis Reexamina el enfoque freudiano originario y la naturaleza de la evidencia clínica. Trata las perturbaciones del yo a la luz de los con­ flictos internos y el desarraigo. Basándose en su estudio de los ciclos de la vida humanos, examina las fuerzas básicas y las debilidades que se transmiten de generación en generación, para construir así final­ mente un puente entre la observación analítica de la realidad y la actualidad histórica. Erikson logra iluminar áreas de extraordinaria importancia para comprender la conducta del hombre. Karl Abraham: Estudios sobre psicoanálisis y psiquiatría Diversos estudios integran este libro. Versan sobre temas tales como “los factores sexuales en el origen de la esquizofrenia”, “la neu­ rosis de los días domingo”, “sueños y mitos”, “los traumas en la in­ fancia, el pensamiento infantil y la vida de fantasía”. La importancia de estos trabajos de Abraham fue señalada por Ernest Jones: “Su labor cubre toda la gama del psicoanálisis, e ilumina y esclarece todas las áreas que toca” (E. Jones). Anna Freud: Psicoanálisis del niño Se cuenta entre las pocas obras clásicas de la ciencia psicoanalítica. Escrito por una de sus fundadoras, aquí se establecen los con­ ceptos capitales de) psicoanálisis infantil, con notable claridad y con­ cisión. Este pequeño libro es por ello, a la vez, una obra maestra para consulta de los entendidos y una guía excepcionalmente adecuada para quienes desean entrar en este campo del psicoanálisis.

Sandor Ferenczi: Sexo y psicoanálisis Una de las grandes obras de Sandor Ferenczi. Además de sus clásicos trabajos sobre impotencia sexual, homosexualidad, onanismo, hipnotismo y sugestión, incluye tres de sus más brillantes y originales contribuciones: “El análisis psicológico de los sueños*’, “Estadios en el desarrollo del sentido de la realidad” e “Introyección y transferencia”. Según Sandor Rado “todo aquel que estudie cualquier tema de psico­ análisis seriamente, encontrará en los trabajes de Ferenczi importantes observaciones, datos y premoniciones. Generaciones de analistas halla­ rán en su obra estímulo, enseñanzas y orientación”. W. Roña Id D. Fairbairn: Estudio psicoanalitico de la personalidad W. Roña Id D. Fairbairn es una de las más destacadas figuras de la Escuela Psicoanalítica Inglesa. Sus principales trabajos, fruto de una brillante y prolongada labor, son presentados en esta obra fundamen­ tal del autor. Una de sus contribuciones más originales y notables es su esquema del desarrollo libidinal que modifica radicalmente el enfoque freudiano clásico. Su punto central es la reformulación de la teoría de la libido considerada no como una energía “en busca de placer”, sino en “busca de un objeto”. Describe la personalidad en términos de rela­ ciones de objeto, que si bien son endopsíquicas pueden compararse con las relaciones entre la personalidad como un todo y los objetos ex­ ternos. Esto lleva a Faibairn a la enunciación de una nueva teoría de la constitución mentaL D. W. Winnicott: Clínica psicoanalítica infantil Winnicott es valorado por los expertos como uno de los analistas ingleses más originales y creativos. Esta obra brinda una excelente ex­ posición del método personal de relación y comunicación con los ni­ ños a través de entrevistas terapéuticas que Winnicott ha desarrollado durante varias décadas. Esta técnica, producto de un diálogo creativo entre el psicoanálisis y la psiquiatría infantil, consiste en procurarle al niño un ambiente de participación activa donde pueda autodescubrir­ se. Winnicott demuestra cómo un aprovechamiento profundo de la primera entrevista puede dar muy valiosos resultados en un alto núme­ ro de casos. Erik H. Erikson: Los sueños de Sigmund Freud interpretados El eminente psicoanalista Erik Erikson interpreta aquí los sue­ ños de Sigmund Freud. Este análisis cumple una doble finalidad: ex­ pone la técnica de interpretación de los sueños enriquecida por el en­ foque configuracional metodizado por Erikson y, por otra parte, al tomar como material de interpretación los sueños más famosos de la obra de Freud, Erikson nos introduce en el inconsciente del maestro, en sus contenidos y defensas, en sus conflictos y en el modo de resol­ verlo.

Composición: Rogelio Perrone. Este libro se terminó de imprimir en los Talleres EDIGRAF S.A., Delgado 834, Buenos Aires, República Argentina, en el mes de noviembre de 1982.

En este volumen se examinan conceptos psicoanalíticos básicos, postula­ dos y desarrollados por Freud en sus escritos desde sus primeras hasta sus últimas conceptualizaciones. Se ocupa del desarrollo de la: metapsicología, del punto de vista dinámico, punto de vista económico, punto de vista tópico, punto de vista genético, principios del funcionamiento mental, catexia, teoría del conflicto, fijación, regresión, angustia, ambiva­ lencia, diferentes usos del término objeto, revisión histórica de tres ensayos sobre una teoría sexual, examen de la realidad, transferencia, contratransferencia, etcétera. Esta contribución —dice Nágera— será particularmente interesante y valiosa "para cualquier estudioso de Freud, especialmente para los estudiantes en formación que quieran contar con una revisión enciclopédica de los conceptos analíticos básicos hecha en forma significativa pero muy resumida".