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Spanish Pages [639] Year 2005
DERECHO PROCESAL PENAL CHILENO
Tomo 1 PRINCIPIOS SUJETOS PROCESALES MEDIDAS CAUTELARES ETAPA DE INVESTIGACION
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O MARIA INES HORVITZ LENNON JULIAN LOPEZ MASLE
O EDITORIALJURIDICA DE CHILE Av. Ricardo Lyon 946, Santiago de Chile Registro de Propiedad Intelectual Inscripción N.* 125.994, año 2002 Santiago - Chile Se terminó de reimprimir esta primera edición de 1.000 ejemplares en el mes de enero de 2003 IMPRESORES: Productora Gráfica Andros Ltda. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE ISBN 956-10-1402-5
MAlU4 INES HORVITZ LENNON JULIAN LOPEZ MASLE
DERECHO PROCESAL PENAL CHILENO Tomo 1 PRINCIPIOS SUJETOS PROCESALES MEDIDAS CAUTELARES ETAPA DE INVESTIGACION
EDITORIAL JURIDICA DE CHILE
A Stefan y Mónica, por el apoyo incondicional y la generosidad dispensada durante el dzficil proceso creativo que significó la elaboración de esta obra.
ABREVIATURAS USADAS EN ESTE TOMO ADPCP . . . . . . . . ATC . . . . . . . . . . . CADH . . . . . . . . . . CdPP . . . . . . . . . . CE . . . . . . . . . . . . CEDH . . . . . . . . . CIDH . . . . . . . . . CORTE IDH . . . . COMISION IDH . COT . . . . . . . . . . CI' . . . . . . . . . . . . CPC . . . . . . . . . . . CPP . . . . . . . . . . . CPR . . . . . . . . . . . LDPP . . . . . . . . . LOCMP . . . . . . . PIDCP . . . . . . . . . RDJ . . . . . . . . . . . RGJ . . . . . . . . . . . .. STC . . . . . . . . . . . STPO . . . . . . . . . TEDH . . . . . . . . . UDP . . . . . . . . . . ZSTW . . . . . . . . .
Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales Auto del Tribunal Constitucional Español Convención Americana sobre Derechos Humanos Código de Procedimiento Penal Constitución Española Convención Europea de Derechos Humanos y d e las Libertades Fundamentales Corte Interamencana de Derechos Humanos id. CIDH Comisión Interamencana de Derechos Humanos Código Orgánico d e Tribunales Código Penal Código de Procedimiento Civil Código Procesal Penal Constitución PoKtica de la República Ley Defensoría Penal Pública Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos Revista d e Derecho y Jurisprudencia y Gaceta d e los Tribunales Revista General de Jurisprudencia Sentencia Tribunal Constitucional Strafprozess Ordnung Tribunal Europeo de Derechos Humanos Universidad Diego Portales Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft
PROLOGO
María Inés Horvitz forma parte, junto a Jorge Bofill, Cristián Riego, Mauricio Duce, Juan Enrique Vargas y otros, de la generación que asumió la enorme tarea de renovar el derecho procesal penal chileno. Una renovación que tuvo su primer fruto en el Código Procesal Penal vigente, en todos los trabajos técnicos realizados para orientar su puesta en marcha, en una visión actualizada y más compleja sobre el funcionamiento de la justicia criminal y en un entusiasmo que pronto sumó a otros protagonistas del mismo movimiento, como Julián López, no sólo coautor de esta obra sino también partícipe en las tareas pasa construir una nueva justicia penal para Chile. Por supuesto que ninguna de estas tareas se hace en el vacío y el pensamiento jurídico vuelve cíclicamente sobre sus grandes temas, pero lo cierto es que gracias al movimiento que ellos desencadenaron hoy se percibe notoriamente un salto cualitativo en la reflexión procesal penal en Chile, del cual esta obra, que Iiie hoiira prologar, es una muestra cabal. Por otra parte, también se debe destacar el esfuerzo que hoy diversos grupos en toda América Latina vienen realizando en esa misma dirección, con la vocación de tender novedosos lazos de intercambio y preocupación regional, que quizás nos permitan tener la comunidad académica que ninguno de nuestros países puede construir por sí solo, pero que constituye una condición de sustentación y crecimiento de los esfuerzos del presente. Nutrir a esa comunidad de reflexiones, someterse a la crítica común y evitar que nos atrape el provincianismo que degrada el trabajo intelectual es otra de las grandes tareas que nos convocan y nos comprometen colectivamente. También
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desde esta perspectiva no se puede sino saludar esta nueva publicación. Pero hablar de renovación significa también reconocer que a todos nos quedan muchas tareas pendientes. Debemos tener claro que lo hecho hasta ahora nos ha servido para superar parcialmente el atraso de los sistemas procesales de nuestros países, que aún deben extender y profundizar sus reformas y generar una preocupación estable y permanente sobre el funcionamiento de sus sistemasjudiciales. Al mismo tiempo, debemos elaborar y difundir una reflexión teórica y una visión empírica del funcionamiento de esos sistemas que nos permita darle bases más precisas y sólidas a esa tarea de perfecciohamiento continuo que constituye la política judicial. En primer lugar, no debemos olvidar la larga tradición inquisitiva que acompaña el nacimiento y el desarrollo del Estado moderno hasta nuestros días. En este sentido, profundizar en una crítica radical al sistema inquisitivo (en sus formas de construir la verdad, como bien destaca esta obra, pero también en la noción de "infracción", en el desplazamiento del conflicto primario, en la confusión entre "público" y "estatal" y otras tantas categorías que pertenecen a esa tradición o adquieren un significado especial dentro de ella como especiales "técnicas de gobierno") es, a mi juicio, una condición para una verdadera renovación conceptual. Todavía creemos que muchos conceptos del derecho penal o del derecho procesal penal son neutros cuando son creaciones de esa misma tradición y la perpetúan. Un adecuado análisis histórico nos debe prevenir de las sucesivas mutaciones del mismo sistema inquisitivo para que, alertas por la conciencia histórica, no creamos que la adopción del sistema acusatorio formal implica ya, por sí solo, una superación del sistema inquisitivo. Hoy el derecho procesal penal trabaja, todavía con un nivel menor de crítica, con el aparato conceptual desarrollado, fundamentalmente, en la segunda mitad del siglo XIX y que desembocará en los tratados italianos (Manzini, Leone, Florián) de gran influencia en nuestras tierras. Ese aparato conceptual, desarrollado principalmente en Alemania (de v. Bulow a J. Goldschmidt) y trasladado y ampliado en Italia (de Chiovenda a Manzini), no sólo está ligado a las pretensiones de una teoría general del proceso sino que tiene una relación estrecha con
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las grandes transformacionesjudiciales realizadas en esos países, producto de la recepción en ellos de los modelos franceses. También nos debe quedar clara, como bien nos muestra Franco Cordero, la enorme influencia de la ordenanza francesa de 1670 (producto acabado del sistema inquisitivo junto con la "Carolingia") en la gestación de la legislación napoleónica, pese a que durante mucho tiempo los llamados "sistemas mixtos7' fueron presentados como una alternativa al sistema inquisitivo. Por lo tanto, ese aparato conceptual tiene raíces históricas bien definidas y está profundamente imbricado con el desarrollo del propio sistema inquisitivo y debe ser revisado desde sus raíces, por más que hoy constituya el "lenguaje común" de la reflexión procesal. En segundo lugar, es necesario ahondar en el "análisis político-criminal del proceso penal". No sólo en aquellas instituciones cuya funcionalidad político-criminal es más evidente (como la diversificación de respuestas o los instrumentos procesales de control de la selectividad), sino en el funcionamiento general de la justicia criminal, al fin de cuentas sólo una parte del sistema penal. Frente a una Criminología que nos habla muchas veces de los grandes "bloques" (policía, cárceles, justicia, etc.), debemos desarrollar la capacidad de comprender el funcionamiento interno de las instituciones judiciales, sus limitaciones, sus posibilidades, sus mecanismos concretos: los pequeños engranajes que luego generan mecanismos centrales en la conformación del sistema penal (como es la selectividad informal o la impunidad estructural de los poderosos) con una enorme influencia en la legitimidad de las propias instituciones judiciales. Construir las categorías que nos permitan analizar el funcionamiento de los sistemas judiciales y a la vez recabar datos relevantes sobre ellos, es algo todavía por construir en cada uno de nuestros países. Y todo esto no significa abandonar al derecho procesal como disciplina jurídica. No debemos hacer eso ni encerrarnos en un análisis jurídico pobre en sus instrumentos teóricos. Aun asumiendo que la tarea de las disciplinas jurídicas es sólo darnos interpretaciones de un tipo especial de textos, hoy debemos reconocer que esa interpretación es siempre una tarea más amplia que la que nos indicaron los métodos tradicionales de interpretación, hoy necesitados de las lecturas imprescindibles
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de Gadamer o Ricoeur, así como de todo el desarrollo de la moderna hermenéutica. Finalmente, creo imprescindible una tarea para la cual los autores están especialmente calificados: es necesario constiuir un nuevo diálogo entre el derecho procesal penal y el derecho penal, hoy estancado en un paradigma de instrumentalidad que no se condice con la real configuración de los modelos político-criminalesy que empobrece el enfoque de ambas disciplinas. En cierto modo, el esfuerzo que inició Hassemer en sus "Fundamentos" no ha sido continuado con la fuerza necesaria y hoy penalistas y procesalistas penales (una división que no se debe admitir) nos encontramos alejados en nuestras concepciones y con escasa capacidad de diálogo. Esta obra comienza a señalar ese camino de reflexión conjunta que nos requerirá imaginación, creatividad y la valentía de superar conceptualismos que en uno y en otro lado se presentan como saberes consolidados cuando son creaciones de muy reciente data y cuya utilidad debemos poner permanentemente en duda, como corresponde a toda disciplina con capacidad de reflexionar sobre su propia capacidad epistémica. No quisiera terminar sin alentar a los autores a que continúen este camino, para el cual el espíritu crítico es la mejor de las herramientas. No es hora de dogmatismos ni de nuevas "doctrinas oficiales" -estoy seguro de que María Inés y Julián dirían conmigo-, sino de lanzarse con valentía y audacia a pensar y a enseñar, sabiendo que la reflexión no es ejercicio inútil o puro saber de academia, sino una de las formas como podemos defender las libertades públicas y contener la violencia del Estado. ALBERTO M. BINDER Instituto de Estudios Coinparados en Ciencias Penales - INECIP
PREFACIO
Esta obra constituye un esfuerzo conjunto por poner a disposición de los interesados nuestra visión del Derecho procesal penal chileno a partir del proceso de reforma que ha venido, a comienzos del siglo XXI, a reemplazar integralmente el sistema inquisitivo que regía bajo el Código de Procedimiento Penal de 1906. Como se sabe, la entrada en vigencia del nuevo sistema será gradual, lo que implica, por una parte, que no está previsto que rija en todo el territorio nacional sino a partir del año 2004 y, por la otra, que las normas del antiguo sistema seguirán también en vigor, posteriormente, para regular los procedimientos orientados a resolver los conflictos penales originados durante su vigencia. No obstante lo anterior, nuestro trabajo se ha orientado exclusivamente a explicar los fundamentos y alcances del nuevo proceso penal, por lo que la normativa anterior nos ha interesado sólo en cuanto antecedente de este último. El trabajo que ahora presentamos se centra en el análisis del sistema procesal penal que resulta de la consideración conjunta de la Ley de Reforma Constitucional N"9.519, de 16 de septiembre de 1997, que creó el Ministerio Público; la Ley N"9.640, de 15 de octubre de 1999, que estableció la Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público; la Ley N"9.665, de 9 de marzo de 2000, que reformó el Código Orgánico de Tribunales; la Ley N"9.696, de 12 de octubre de 2000, que estableci6 el Código Procesal Penal; la Ley N"9.718, de 10 de marzo de 2001, que creó la Defensoría Penal Pública y la Ley N" 19.708, de 5 de enero de 2001, que modificó el Código Orgánico de Tribunales para adecuar10 al nuevo Código Procesal Penal.
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PREFACIO
Cuando este volumen se encontraba en prensa, se dictó, adicionalmente, la Ley N"9.789, de 30 de enero de 2002, que introdujo importantes modificaciones al Código Procesal Penal. Si bien hemos añadido a esta obra una addenda orientada a explicar a grandes rasgos el alcance de dichas modificaciones, lo cierto es que ellas han afectado la consistencia y validez de varias de las afirmaciones que formulamos en esta obra, particularmente en materia de medidas cautelares. Dado el momento en que se produjo la modificación, nos ha resultado imposible corregir el texto original, lo que ha quedado como tarea para una futura edición. Por esta razón, llamamos al lector a revisar con cautela el texto de este libro en aquellas materias que han sido objeto de la ley de reforma antes señalada, cuyas normas se analizan por separado en la respectiva addenda. La presente es una obra en dos volúmenes. Al momento de poner a vuestra disposición esta primera parte, los autores nos encontramos trabajando en la elaboración de la segunda, que incluirá la audiencia de preparación del juicio oral, eljuicio oral, la prueba, los recursos y los procedimientos especiales más importantes. Debemos especial agradecimiento al profesor Jorge Bofill, quien revisó los borradores de este trabajo y cuyas observaciones nos permitieron mejorar considerablemente el texto definitivo. El profesor Davor Harasic revisó también los capítulos escritos por el profesor Julián López, formulando sugerencias que fueron particularmente Útiles para la corrección de dichos capítulos. Debemos agradecer también a Luppy Aguirre y Wilma Alvarado, quienes revisaron la fidelidad de las citas bibliográficas y ayudaron a rectificar los errores tipográficos previos al trabajo del editor. Por Último, no podemos dejar de agradecer a nuestros alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, quienes constituyen nuestra fuente inagotable de crítica, estímulo y perfeccionamiento académico. Santiago, abril de 2002
1. EL NUEVO PROCESO PENAL
1. EL ORIGEN DEL PROCESO DE REFORMA DE LA JUSTICIA PENAL CHILENA Hasta el 16 de septiembre de 1997, fecha en que se publica la Ley d e reforma constitucional N"9.519, que establece la institución del ministerio público e inicia la saga de cuerpos legales que dicen relación con la transformación del sistema de justicia criminal, regía en Chile -y rige aún-' un ordenamiento procesal penal de corte inquisitivo cuyo origen legal se remonta a 1906. A la fecha de elaboración del Proyecto de Ley de Código de Procedimiento Penal ya se encontraba vigente la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal española de 1882, que expresaba los
' La ley d e reforma constitucional recién citada dispone, en su disposición Trigesimosexta, que el Capítulo VI-A "Ministerio público", la Ley Orgánica Constituciorial del ministerio público y las leyes que, complementando dichas normas, , aplicarán exclusivamerite a los modifican el Código d e Procedimiento ~ e ñ a lse hechos acaecidos con posterioridad a la entrada en vigencia de tales disposiciones. Para determinar cuál es la fecha d e entrada en vigencia de dichas disposiciones, hay que remitirse al artículo 4Qtransitorio d e la Ley Orgánica Constitucional del ministerio público (Ley N"9.640, de 1999), que establece una entrada en vigencia gradual de las mismas, según los plazos que eri dicho precepto legal se iridican y que se cuentan desde la publicación de dicha ley en el Diario Oficial (15 de octubre d e 1999). Así se señala lo siguiente: IV y IX regiones, 14 meses; 11, 111 y VI1 regiones, 24 meses; Región Metropolitana, 36 meses; 1, 11, VIII, X, XI y XII regiones, 48 meses. Sin embargo, la Ley 19.762, de 5 de octubre de 2001, modificó la disposición anteriormente señalada, estableciendo los siguientes plazos de entrada en vigencia del nuevo sistema: IV y iX regiones, 16 d e diciembre d e 2000; 11, 111 y VIL 16 de octubre de 2001; 1,II y XII, 16 d e diciembre d e 2002; V, VI, VI11 y X, 16 de diciembre d e 2003, y Región Metropolitana, 16 d e diciembre d e 2004.
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ideales de la segunda etapa del sistema inquisitivo, esto es, una síntesis entre el modelo judicial de la monarquía absoluta y algunas concesiones al viejo sistema romano-germánico existente con anterioridad a la implantación del sistema inquisitivo (sistema inquisitivo mixto o inquisitivo reformado), modelo que se expandió en Europa a través de la codificación napoleónica. Sin embargo, el legislador de principios del s. XX desechó expresamente los modelos de enjuiciamiento criminal existentes a la época, apartándose así "de los Códigos más adelantados", fundamentalmente por razones económicas y de recursos materiales,' conservando en lo sustancial la estructura del procedimiento penal inquisitivo establecido, durante el s. XIII, en los Libros 111 y VI1 de las Siete Partidas, y que se introdujo a Latinoamérica durante la Colonia y que subsistió a los procesos emancipatorios del s. XIX.3En el Mensaje del Código de Procedimiento Penal de 1906 se sintetizan todos los argumentos aducidos en contra del modelo adoptado: "El juez sumariante adquiere la convicción de la culpabilidad del reo tan pronto como encuentra indicios suficientes en los datos que recoge. Este convencimiento lo arrastra insensiblemente, y aun sin que él lo sospeche, no sólo a encaminar la investigación por el sendero que se ha trazado a fin de comprobar los hechos que cree verdaderos, sino también a fallar en definitiva conforme a lo que su convicción íntima le viene dictando desde la instrucción del sumario". Sin embargo, el legislador confía en la honradez del juez para "no dejarse llevar de meras impresiones". Aunque este planteamiento, que afectaba frontalmente la garantía de imparcialidad del tribunal que juzga, resultaba discutible ya en la época que se pronunció, no cabe duda que comenzó a resultar insostenible a medida que los textos constitucionales y los instrumentos internacionalesde derechos humanos suscritos por Chile y vigentes en el ordenamiento jurídico nacional con-
'Véase el Merisaje del Código d e Procedimiento Perial d e 1906. :' MAIER (J.), "Democracia y administracióri de justicia peiial e n Iberoamérica (Los proyectos para la reforma del sistema perial), en MAIER y otros, Re/orrt/i f~racrsolusrn A~?/Priro Lati~ia:la oralidad en los pro re so.^, CPU, Santiago, 1993, pp. 29 y SS.; BOFILL (J.), "Die Strafprozessrefoi-rri ir1 Chile: ein Sprung in die Gegeriwart", eri GOSSEL/TRIETERER (ed.) Gedachtnissrhrijfür HPinz ZipJ C.S. Müller Verlag, 1-Ieidelherg, 1999, p. 439.
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sagraron, con fuerza vinculante para el legislador, los principios
y garantías reconocidos como estándares universales de1 debido proceso."^ efecto, el artículo 19 N" 3 inciso 5"e la Constitución de 1980 impone el deber al legislador de "establecer siempre las garantías de un racional y justo procedimiento" (art. 19 N" 3 inciso 5 9 , cláusula que ha sido interpretada como una garantía general de respeto a los principios del debido proceso." Con relación a los tratados internacionales, Cliile es parte del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y de la ConvenciGn Americana de Derechos Humanos (CSLDH), que contemplan un completo catálogo de garantías que componen el debido proceso así como garantías referidas a la libertad y seguridad individual aplicables en el curso de un proceso penal.6 El derecho a la imparcialidad del tribunal constituye un pilar fundamental de la garantía del debido proceso en un Estado de Derecho, en términos que el Ti-ibunal Europeo de Derechos Humanos l-ia destacado "la importancia que en esta materia tienen las apariencias, de forma que debe abstenerse todo juez del que pueda temerse legítimamente una falta de im-
A nivel constituciorial, la gararitía del debido proceso ha sido eritendida históricameiite conlo derecho a la legalidad del proceso penal. Así, el Reglamei~to Coiistitucional de 1812 establecía, eri su artículo 18, que "Nirigiirio será penado sir1 proceso y seriteiicia conforme a la ley". Eri el misnio seritido se configuraba el artículo 11 de la Coiistitucióri de 1925. ' La Comisión Constit~iyentedejó coiistaricia (Sesión NVO1) que el coiicepto cle duepmcess oflaur provierie del derecho anglos-jóri y que tierie uria larga tradicióri jurídica desde los tiernpos de la Carta Magria, y que se ericuentra recoriociclo eri todas las declaraciories iriterriacionales formiiladas en materia de derechos fiinclarrieritales. Siii eiiibargo. los cornisioriados carecían de uii concepto claro del coriteiiido cle esta garantía, a pesar de su importante desarrollo en el derecho iiiternaciorial de los derechos humanos, y ello se refleja en la posterior discusióii sobre la misma. Eri efecto, señalaron que con el objeto de que no se eiiteiidiera que "lo debido" es "lo que está en la ley", se optó por utilizar los vocablos "racioiial" y 'justo', entendiendo "que la racionalidad está referida al procediniiento, y lo 'justo' a lo sustaritivo". Para los comisionados debía "estarse a la iiaturaleza del procedimierito para determinar si se cumple o no cori las exigencias de estahlecer siempre las garantías de iiri racional yjusto procediniierito". La Comisión dejó constancia que prefirió utilizar conceptos geriéricos para evitar la dificultad de selialar sil contenido específico e incurrir eri alguna omisión, pero destacaiido que sus mieriibros coincidían en que eran "garantías míniriias de un racional y justo proceso perriiitir OportLiiiO conocimierito de la accióri, adecuada defeiisa y l~roducciór¡de la prueila que corresporidiere" (Sesión N" 103). "Véase iiifra Capítulo 11.
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parcialidad, pues va en ello la confianza que los Tribunales de una sociedad democrática han de inspirar a los justiciables, comenzando, en lo penal, por los mismos acusados.. . En este contexto sorprende que el Código de Procedimiento Penal de 1906 se haya mantenido, prácticamente sin modificaciones sustanciales, durante casi un siglo. No tuvo ningún impacto, siquiera doctrinario, la introducción, en 1939, en la Provincia argentina de Córdoba, del primer Código de Procedimiento Penal latinoamericano que atribuía a distintos tribunales las funciones de investigar y juzgar.' Apenas hubo algunos trabajos académicos críticos a partir de la década de los 60 y algunos proyectos de reforma que principalmente tenían por objeto adecuar el sistema inquisitivo ortodoxo vigente a uno con características mixtas.%a proliferación de los movimientos de reformas procesales en Latinoamérica, iniciados ya en la década del 80, tampoco perturbó la abulia que parecía dominar la doctrina y la jurisprudencia nacionales con relación a estos temas. Con el advenimiento de la democracia en Chile y en el marco de un paquete de reformas propuestas por el primer gobierno de la Concertación surge cierta preocupación por los temas judiciales y, entre ellos, el relativo a la justicia penal. En efecto, se plantea un Proyecto de Ley que pretendía restablecer las funciones del ministerio público en primera instancia de modo muy similar al que ejercían los promotores fiscales hasta 1927, cargos que fueron suprimidos por su inoperancia.'" De allí que surgiera un debate en torno a la necesidad de producir una reforma más global del sistema de justicia criminal, coherente con los procesos radicales que se estaban experimentando en todo el continente." Sólo a fines de 1992 se realiza el primer seminario internacional para analizar las iniciativas que a nivel regional se encon-
".'
' Citada por RODRIGUEZ RAMOS (L.),Justicia penal (Comentarios de sentencias del Tribunal Constitucionalg del Tribunal Suprenio), Akal, Madrid, 1990, p. 12. "Este Código tuvo repercusión en algunos países latinoamericanos, pero sólo Costa Rica adoptó uno similar en 1975 (cfr. MAIER U.), "Democracia y administración...", cit., p. 53). !' BOFILL U.), cit., pp. 438 y SS. 'O Vease infra Capítulo III.A.2.1. " VARGAS (J.E.), "La reforma de la justicia criminal en Chile: el cambio del rol estatal" en Cuadernos &Análisis Jundico P 3 8 ,Escuela de Derecho, U. Diego Portales, Santiago, 1998, pp. 55 y SS. (esp. 80 y SS.).
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traban en proceso de discusión o de implementación para sustituir los procesos predominantemente escritos por juicios orales.12A comienzos de 1993, y con el impulso de la Corporación de Promoción Universitaria y de la Fundación Paz Ciudadana,13 se constituye un Foro constituido por personalidades provenientes del ámbito académico y de la profesión jurídica14 para la realización de un análisis crítico del proceso penal chileno y la elaboración de los lineamientos básicos de una reforma futura en esta área. Con ello se buscaba obtener "la más amplia representatividad entre los diversos roles al interior del sistemajurídico y las diversas sensibilidades políticas, culturales e ideológica^".'^ A partir de los consensos y lineamientos entregados por el Foro se procedió a la constitución de una Comisión Técnica16para la redacción de un cuerpo normativo que recogiera tales acuerdos, la que comenzó su trabajo en enero de 1994. La Comisión Técnica informaba periódicamente el avance de sus propuestas, sometiéndolas a la evaluación y discusión del Foro. Su primer resultado fue el Código Procesal Penal. También tuvo a su cargo la redacción de los demás proyectos legales que decían relación con la reforma procesal penal (Proyectos de Reforma Constitucional, de Ley Orgánica del Ministerio público, de reforma al Código Orgánico de Tribunales, de Adecuación de las Leyes Especiales, de normas transitorias, etc.). El tránsito de la conducción privada de este proceso y su ingreso a la agenda pública con la incorporación del Ministerio de Justicia al mismo, durante el Gobierno del Presidente Frei, estuvo fuertemente marcada por la difusión que el medio de prensa más influyente de Chile ("El Mercurio") otorgó a la neI2 Este seminario fue organizado por la Corporación de Promoción Universitaria (CPU) en el marco de un proyecto financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). l 3 Sobre el papel desempeñado por ambas ONGs en el proceso de reforma, véase VARGAS U.E.),"La reforma...", cit., pp. 80 y SS. l 4 Se suele destacar la mayor participación, por su apertura al cambio, d e académicos provenientes del Derecho Penal que del Derecho Procesal (véase, BOFILL U.), cit., p. 443; VARGAS U.E.),"La reforma...", cit., pp. 100-101). l5 Mensaje del Proyecto de Ley del nuevo Código Procesal Penal (NQ110-331, de 9 de junio de 1995). l6 Integrada por U" Coordinador, Cristián Riego, y tres académicos y abogados, Mana Inés HoMtz, Jorge Bofill y Mauricio Duce, este último en calidad de secretario.
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cesidad de la reforma propuesta." El Proyecto de nuevo Códi$0 Procesal Penal inició su tramitación parlamentaria en junio de 1995, antes de que estuvieran concluidos los restantes que integraban el paquete legislativo. El Ministerio de Justicia lideró la conducción política de la reforma, convocando la adhesión de instituciones públicas y privadas cuya colaboración resultaba indispensable para la legitimación del nuevo sistema. Pieza política especialmente compleja de este proceso fue la reforma constitucional que creó un ministerio público autónomo, a cargo de la investigación de los delitos.18El Poder Judicial resinti6 inicialmente con mucha fuerza esta situación, pues percibía como una pérdida de poder el traslado de la función de investigar desde los jueces del crimen a los fiscales. Prefería el modelo del juez instructor de los sistemas inquisitivos mixtos, con el argumento que Chile no estaba preparado para un cambio tan radical, "que dejaba fuera nuestra tradiciÓii".'~ainfluencia de la opinión del Poder Judicial -especialmente de la Corte Suprema- se dejó sentir en el mecanismo de remoción de las autoridades superiores del ministerio público. En la propuesta original, el control político sobre el Fiscal Nacional y los Fiscales Regionales se entregaba al Congreso, el que podía hacer efec-
I í La participación desde el iriicio de este proceso de la Furidación Paz Ciudadaria, nacida eri 1992 por Liria gestióri personal de quien sería su Presidente, Agustíii Edwards, cori ocasióri del secuestro de urio de sus hijos en marios (le iin coniantlo terrorista, fue clave para el acceso a los niedios (le Comunicación social viiiculados a Edwards, uria grari cobertura de prerisa y la difusión rnasiva de los coritetiidos de la reforrna. La aliariza de dos iristitiiciories rio giiberriarrientales eri la gériesis lecloubt is such a doiibt as would cause prudent nieri to tiesitate before ac.ting in iriatters of irnportarice to thernselves. U.S. v. Chas. Pfizer &- Co., Iiic., D.C.N.Y., 367 F. Supp. 91, 101. Doubt based on reason which arises froin evidetice or lack of ecitlence. Johnson v. Louisiaria, 406 U.S. 336, 360, 92 S.Ct. 1620, 1624, 32 L.Ed.2d 152. Black's Law Dictionary, Sixth editiori, USA, 1990, p. 1265. "' RAMOS IMEKDEZ,Elprocesoprnal ..., cit., p. 15. Véase tarnbiéri CAROCCA ( A , ) ,"Las garantías coristituciona~es ...",cit., pp. 87 y SS.
PRIN(:IPIos
y c;ARANT[AS DEL SISTEhfA PRO(:ESALPENAL CHILENO
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penal públi~a".'~' En otras palabras, el principio de inocencia no excluye, de plano, la posibilidad de decretar medidas cautelares de carácter personal durante el procedimiento. En este sentido, instituciones como la detención o la prisión preventiva resultan legitimadas, en principio, siempre que no tengan por consecuencia anticipar los efectos de la sentencia condenatoria sino asegurar los fines del pr~cedimiento.'~" Tan aceptado es lo anterior, que los mismos tratados internacionales que reconocen el derecho a la presunción de inocencia están lejos de excluir la legitimidad de las privaciones de libertad que se producen durante el proceso. Ellos procuran, por el contrario, establecer limitaciones para evitar que tales privaciones de libertad puedan tener un carácter arbitrario o ilegal. Así se puede observar, por ejemplo, en el art. 9" del PIDCP'" y en el art. 7 de la CAIIH.'~~
'" MIIIER, Drrerlto prorescrlpenal nrge~~ti~ro, cit,, p. 274. MAIER, L)rr~clioprocesal f ~ n t n largeiltino, cit., p. 279, citarido a VELEZ MARICONDE. '" "Artículo 9 (PIDCP): 1. Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad persoriales. Nadie podrá ser sometido a detención o prisióri arbitrarias. Nadie podrá ser privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al procedimiento establecido en ésta. 2. Toda persona deteriida será iiiforrriada, eri el niomeiito de sil deterición, de las razories de la misma, y riotificada, siii dernora, de la arusacióri forrnulada contra ella. 3. Toda persoria deteriida o presa a causa de uria infracción penal será llevada sin dernora arite un juez u otro fiincionario autorizado por la ¡ey para ejercer f~incioriesjudiciales, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razoriable o a ser puesta en libertacl. La prisión preveritiva (le las personas que tiayari de ser juzgadas no debe ser la regla general, pero su libertad podrá estar subordiriada a garantías que aseguren la coniparerencia tlel acusatlo en el acto del juicio, o en cualquier otro momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecucibri del fallo. 4. Toda persona que sea privada de libertad eri virtud de detencióri o prisión tcriclrá dereclio a recurrir ante un tribunal, a firi de que éste decida a la brevedad posible sobre la legalidad de su prisióri y ordene su libertad si la prisión fuera ilegal. 5 . Toda persoria que tiaya sido ilegalniente detenida o presa, teiidrá el derecho eft:ctivo a ol~terierreparación". "'"Artículo 7 (CADII). Derecho a la Libertad Personal. 1. Toda Dersona tierie drrecho a la libertad y a la seguridad persoriales. 2. Nadie puede ser privado de sil libertad física, salvo por las causas y en las condicioiies fijadas de anterriaiio por las Constituciones Políticas de los Estados partes o por las leyes dictadas corifornie a ellas. 3. Nadie puede ser sometido a detencióri o encarcelamierito arl~itrarios. 4. Toda persoii~(leteriida o retenida debe ser informada de las razoiies de su detención y notificada, sin tierriora, del cargo o cargos formulados contra ella. 5 . Toda persona tieteriida O reteriida debe ser Ilevatla, sin cl-,mora, arite uri .juez LI otro furicioriario autorizado por la ley para ejercer funciones jiitliciales y 14"
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Se trata, entonces, de que el derecho a la presunción de inocencia juega un rol fundamental en el establecimiento de los límites que deben entenderse impuestos al carácter de estas medidas coercitivas adoptadas: éstas no pueden convertirse en una forma de anticipación de pena, pues si así fuera se estaría precisamente logrando lo que el principio proscribe: imponer anticipadamente la sanción penal a quien no ha sido declarado culpable. La Única finalidad aceptada para las medidas cautelares será, como hemos dicho, asegurar los fines del procedimiento. Esta idea aparece muy bien expresada en el artículo 122 del CPP, que refiriéndose a la "finalidad y alcances* de las medidas cautelares personales, señala: "Las medidas cautelares personales sólo serán impuestas cuando fueren absolutamente indispensables para asegurar la realización de los fines del procedimiento y sólo durarán mientras subsistiere la necesidad de su aplicación". El problema, entonces, radica en determinar cuáles son estos fines del procedimiento que legitiman la adopción de una medida coercitiva respecto del imputado antes d e que exista sentencia ejecutoriada en la causa. MAIER sostiene que "como tantas veces se ha dicho, estos fines se resumen en el correcto establecimiento de la verdad y en la actuación de la ley penal."'"" Y explica luego: " . ..la coerción procesal es aplicación de la fuerza pública que coarta libo-tades reconocidas por el orden jurídico, cuya finalidad, sin embargo, no reside en la reacción del Derecho frente a la infracción de una norma de deber, sino en el resguardo de los fines que persigue el mismo procedimiento, uverigua~la verdad y acteiidrá dereclio a ser juzgada dentro de uri plazo razonable o a ser puesta eii libertad, sin perjiiicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar contlicioriada a garantías que aseguren su comparecencia eri el juicio. 6. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a f i i i de que éste decida, sin deniora, sobre la legalidacl de sil arresto o detencicin y ordene sil libertad si el arresto o la detención fiieraii ilegales. En los Estados partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene clerecho a recurrir a uri juez o tribunal competente a fiii cle que éste decida sobre la legaliclad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos podrán interponerse por si o por otra perso ria. 7. Nadie sera cletenido por deudas. Este priricipio no limita los mandatos de autoridad judicial competente dictados por incumplimieritos de deberes alimentarios".
'*' MAIER, Uereclloprocesc~lpenal argentino, cit., p. 279.
PRIN(:IPIos y C;ARANTIASDEL SISTEMA PROCESAL PENAL CHILENO
8.5
tuar la Iq, sustantiva, o en la peuención i n m d i a t a sobre el hecho concreto que constituye el objeto del pocedimiento. Por ello, es verdad que, en el Derecho procesal penal, excluyendo los fines preventivos inmediatos, el fundamento real de una medida de coerción sólo puede residir en el peligro de fugu del imputado o en el peligro de de l a verdad'.'47 que se obstaculice 1u avmemg-uación Esta posición encuentra sustento positivo en los tratados internacionales sobre derechos humanos, en particular en el art. 9.3 del PIDCP, conforme al cual: "La prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general, pero su libertad podrá estar subordinada a garantías que aseguren la comparecencia del acusado en e1 acto del juicio, o en cualquier otro momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del fallo".'" La Corte Interamericana de Derechos Humanos, aplicando el art. 7.5 de la CADH, se ha pronunciado también en el mismo sentido.14" Como se puede apreciar, entonces, el principio de inocencia deja cabida para la detención y la prisión preventiva cuando ésta se funda en la necesidad de evitar el peligro de fuga o en el peligro de destrucción de prueba. Incluso, en la concepción
'" MAIER, Derecho procesal penal argazti~ao,cit., p. 28 1.
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Véase tambiéri, art. 7.5 O H : "Toda persona detenida o reteriida debe ser llevada, sin demora, arite un juez u otro furicioiiario ailtorizado por la ley para ejercer funcioiiesjudiciales y tendrá derecho a serjuzgada dentro de un plazo razoiiable o a ser piiesta en libertad, siii perjuicio de que coritiiiúe el proceso. Sil libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecericia en el juicio". "!' "Esta Corte estima que eri el principio de presunción de iriocericia siibyace el propósito de las garantías judiciales, al afirmar la idea de que una persona es inocente hasta que s ~ culpabilidad i sea demostrada. De lo dispuesto en el artículo 8.2 de la Convericióri se deriva la obligación estatal de no restringir la libertad del deter~idornás allá de los límites estrictamente riecesarios para asegurar que no impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones y que rio eliiclirá la accióri de la justicia, pues la prisión preventiva es una medida cautelar, no puriitiva. Este concepto está expresado en múltiples instrumentos del derecho internacional d e los derechos humarios y, entre otros, eri el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dispone que la prisión preventiva de las personas que hayan de serjuzgadai no debe ser la regla general (art. 9.3). En caso contrario se estaría cornetieritlo una injusticia al privar de libertad, por uri plazo desproporcioiiado respecto de la pena que corresporideria al delito imputado, a personas cuya resporisabilidad crimiiial no ha sido establecida. Sería lo mismo que anticipar una peña a la sentencia, lo cual está en contra de principios generales del derecho universalmeiite reconocidos". Corte I.D.H., Caso Suárez Rosero, Seritencia de 12 de noviembre tle 1997, Serie C N"5, párrs. 7678.
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de MAIER, podría dejar cabida (por la vía de la necesidad de prevención inmediata sobre el hecho concreto) para fundarla en para la seguridad de la víctima. No deja, sin embargo, luel p~li~gro gar al,q~nopara la aplicación del criterio de peligro para la seg-uridad de la sociedad, que nuestro sistema reconoce con rango constitucional en el art. 19 N" 7"etra e) de la CPR. Pero esto no sólo sucede porque la doctrina y los tratados internacionales no admitan expresamente la causal como fundamento de la prisión preventiva, sino porque la prisi6n fundada en peligrosidad es siempre e inevitablemente una anticipación de pena, a menos que la pena sea considerada pura retribucibn. En efecto, si reconocemos a la pena efectos preventivos generales o especiales, resulta evidente que lo que entendemos por evitación de peligro para kc seguridad de la sociedad no es sino una de las finalidades de la pena y, por tanto, si permitimos que una de las finalidades de la pena se cumpla anticipadamente durante el proceso, lo que estamos haciendo no es sino anticiparla en violación del principio de inocencia."" Nos hemos detenido un momento en el desarrollo de estas ideas porque la reforma procesal penal no soluciona los problemas que la prisi6ri preventiva plantea en Chile a la pleria vigencia del principio de inocencia. Aunque el problema estuvo sin lugar a dudas en la mente de los redactores de los anteproyectos, criterios de viabilidad política parecen haber reprimido el deseo de enmendar el punto en este proceso de reforma. El mayor aporte de la reforma procesal penal en esta materia, es la acentuacibn del carácter excepcional de la prisi6n preventiva, especialmente a partir de la creación de medidas cautelares personales de carácter general."' Tampoco se deben menospreciar las garantías de que ha sido rodeada su concesibn y las posibilidades de revisión que se han creado. Pero en la esencia del núcleo conflictivo, el pleno respeto al principio de inocencia pasa por la eliminación del criterio de peligro para la aeguridad de la sociedad como fundamento de la prisión preventiva. Y ello sigue siendo una tarea pendiente.'" ""Véase MAIER, D~rrrlio~rocrsalpenalargrntii~o,cit., pp. 274 y SS. Art. 135 CPP. '" Se tia sostenido que la eliminación del criterio de peligro para la sociedad requeriría de una reforma constitucional del art. 1'3, '1"7" letra e). Lo anterior Ií'
P R l N C : I P I ~y~G A & % , ~ I ADEL S SISTEMA PKOCESAL PENAL (:HILENO
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2.2.5. I~tadmisibilidadde la posecución penal múltiple La ultima garantía general del imputado ante la persecución penal del Estado es la inadmisibilidad de la persecución penal múltiple o (en su denominación niás tradicional) el principio del ne bis in idem o non bis in idenl. El primer problema que plantea esta garantía es el de su formulación. Así, el PIDCP la consagra en los siguientes términos: "Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firine de acuerd o con la ley y el procedimiento penal de cada país".'" Por su parte, la CADH la incluye entre las "garantíasjudiciales", afirmando que "el inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos".'"' Ambas formulaciones resultan insatisfactorias, porque parecen restringir el alcance del principio, que tiene siempre un sentido garantista. Así, por ejemplo, la formulación de la CADH, qiie se refiere al inculpado absuelto, pareciera no impedir que el condenado por un delito volviera a ser sometido a juicio para la aplicación de una pena más grave; por su parte, la redacción del PIDCP, que se refiere a delitos y no a hechos, pareciera dejar la puerta abierta para que, invocando una calificación jurídica distinta, el Estado pudiera volver a perseguir penalmente en relación con una misma hipótesis fáctica. No obstante lo anterior, más allá de la discusión en torno a la correcta formulación del principio, pareciera existir consenso en que lo que éste pretende es proteger al imputado del riesgo de una nueva persecución penal, simultánea o sucesiva, por
es iricorrecto por dos razones: en pririier lugar, la riorrria del art. 19 N V 7 "letra e ) e s niisrno rango, ya que el PIDCP está eri coritr¿~tliccióticon n o r m a ~ ~ o s t e r i o r del fue ~ ~ ~ b l i c aeri c l oel Diario Oficial d e 29 (le abril d e 1989 y la W I I eri el Diario Oficial d e 3 d e eriero d e 1991; en segundo lugar, las norrnas constitiicioriales eri riiateria d e garantía estahleceii un piso niiriinio y no uri niáxirno: riada obstaba a que la ley tiuhiera tenido eri esta materia uria aproximacióri niás garantista que la propia Coristit~icióii,conio la tiene, por ejernplo, en niateria d e plazos d e la la de reakint un juzc~opúbbco, cotl In presencza oblzgc~dadrljuez, j fiorjurarlos, qur no sea ~tledzrlrite10 oralzdnd? Es n~tdenteque no, -porque - ella es el iinzco mecanzsnlo que SP ha llallndo l~astnel monrento para renliirtr I L U juicio penal de las caractektiras sei?nLadas por ni~estra1- bcísica BINDER, hitrodi~cción..., p. 98. "" Así. v. gr. PIDCP "...Toda persona tendrá derecho a ser oída públicainerite Y con las debidas garantía5 por uri tribunal competente ..." (art. 14.1); "Durante el Proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho. eri pleria igualdatl, a las siguientes gararitías mínimas.. . d) A hallarseprese17teen el proceso.. .". I i í V. gr. art. 120.2 de la Constitución espatiola: "el procediniiento será predominaritenieiite oral, sobre todo eri materia criininal". 172 lí'
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El derecho a un juicio oral impone la exigencia de que "el fundamento de una sentencia sólo puede provenir de un debate público e inmediato". Lo anterior significa que el nivel donde la oralidad funciona como garantía, por excelencia, es la etapa del juicio oral. El principio de oralidad aplicado al juicio se encuentra consagrado en el artículo 291 del CPP, conforme al cual esta audiencia se desarrollará en forma oral, tanto en lo relativo a las alegaciones y argumentaciones de las partes como a las declaraciones del acusado, a la recepción de las pruebas y, en general, a toda intervención de quienes participaren en ella. Las resoluciones serán dictadas y fundamentadas verbalmente por el tribunal y se entenderán notificadas desde el momento de su pronunciamiento, debiendo constar en el registro del juicio. El tribunal no admitirá la presentación de argumentaciones o peticiones por escrito durante la audiencia del juicio oral. Este principio se reafirma en numerosas disposiciones legales, que en forma particularizada prohíben sustituir las declaraciones de testigos y peritos por la lectura de registros u otros documento^,'^^ en particular las de los policías."" La ley prohíbe, asimismo, incorporar o invocar como medios de prueba ni dar lectura durante eljuicio oral, a los registros y demás documentos que dieren cuenta de diligencias o actuaciones realizadas por la policía o el ministerio público.'"' El principio, sin embargo, no es absoluto, y reconoce excepciones en la posibilidad de intervención por escrito de los discapacitados que no pudieren hablar (art. 291 inc. 3TPP); y en las hipótesis en que se permite excepcionalmente la lectura de documentos (art. 333 CPP) y de declaraciones anteriores de testigos, peritos o imputados (arts. 331 y 332 CPP). El derecho al juicio oral es renunciable bajo determinadas condiciones. Esto sucede, fundamentalmente, cuando el acusado manifiesta su consentimiento con la aplicación del procedimiento abreviado,''' ya que el efecto natural de este procedimiento
Art. 32'3 CPP. 228 inc. final CPP. la" Art. 334 CPP. '" La suspensión condicional del procedimiento y los acuerdos reparatorios pueden también ser vistos como formas de renuncia al juicio oral, e n cuanto impliIiR
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PRIN(:IPIOS y GARANTIASDEL SISTEMA PRO