Del Proyecto Al Informe Final I

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

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Hecho depósito de Ley 11.723. Derechos reservados. Saltalamacchia, Homero Rodolfo Del proyecto al análisis: aportes a una investigación cualitativa socialmente útil - 1a ed. - Buenos Aires: el autor, 2005. ISBN 987-43-9866-3 1. Metodología de la Investigación. I. Título; CDD 001.42 Revisión: Maria Isabel Silveti

This work is licensed under the Creative Commons Attribution-NoDerivs-NonCommercial License. To view a copy of this license, visit http://creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ or send a letter to Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

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El Artesano.

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Por quienes siguen trabajando y luchando, más allá del desencanto y la corrupción, por el amanecer del Sur y su dignidad.

Desde Natalia y Stefano. Agua clara, humus, flores y frutos que me inspiran seguir.

Para Marisa. Sol de atardecer.

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A G R A DE C I M I EN TOS

Agradecer a todos aquellos que contribuyeron para hacer de mí el que escribe este libro, me es tan imposible como el recorrer mis células: recuerdo a muchos, se me olvidan otros tantos; y de la mayoría no sabré siquiera quiénes son ni cómo fueron produciéndome. Este libro es el tejido que logré a partir de todas ellas y ellos; éticamente, soy su responsable (tanto de su contenido como de su forma) pero no soy su origen, que está en la textura compleja de las sociedades en que he vivido. Sin embargo, más allá de esa diversidad inmensa de influencias, hay personas que tuvieron especial ascendiente en este libro y en mi posibilidad de llegar a redactarlo. Por eso es que deseo expresar mi agradecimiento a Ester Kaufman (quien me apoyó, de todas las formas imaginables, durante la mayor parte de los casi cinco años en que reuní mis escritos sobre el tema y los corregí, dando lugar a la primer versión de este libro); a Marisa Silveti (quien no sólo me alentó constantemente a continuar y publicar este trabajo en imprenta, sino que se hizo cargo de la laboriosa tarea de edición de todos los originales de esta versión); y a Guillermo O’Donnell (quien, en el año 1975, me brindó la oportunidad de ser su adjunto en el CEDES, donde aprendí mis primeros balbuceos académicos, y luego me apoyó para obtener una beca en la fundación Ford haciendo, de esa manera, que mi salida de la Argentina se convirtiese en el comienzo de mis estudios más sistemáticos en ciencias sociales).

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PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN Apoyado en una heredera de Gutemberg, Matías señaló varias pilas de libros que se cumulaban en las paredes de su taller. ¡Miralos! ¡Cuántos lazos entretejidos!… ¡y pensar que la mayoría de esos lazos no son reconocidos, ni siquiera por sus autores! La mayoría está lleno de citas, no lo niego, pero ¿son los citados los únicos que contribuyeron a la obra? Matías sabía para qué iba a verlo; horas antes me había comunicado con él y no era la primera vez que conversábamos. Lo extraño fue que al verme, se largase a hablar sin saludarme, como si continuase con nuestra conversación telefónica. Me detuve. “En cada uno de esos libros podrás encontrar muchos nombres propios; sin embargo, son las propias citas las que borran las huellas de casi todos los otros lazos que los hicieron posibles. Vemos libros e imaginamos identidades terminadas; esferas solidificadas por la tapa con la que se inauguran y la contratapa con la que se acaban. Leemos una declaración de deuda intelectual y ella nos hace pensar que solo el autor citado es el que influyó, como aquél héroe que se destaca en la muchedumbre. A dos pasos de la puerta de su taller, yo observaba a Matías, sin saber qué relación podía tener lo que él estaba diciendo con mi pregunta sobre la publicación de esta obra. Pero él no parecía incómodo. En cambio, seguía hablando con gesto concentrado y entusiasta. “Es cierto, que no hay bien que por mal no venga. Estos y otros libros viajaron; y lo pensado y escrito aquí se conoció a allá; y dio lugar a nuevos escritos u otras acciones tan importantes como ellos mismos. Pero, para autores y lectores, la red pasa desapercibida o casi. No te confundas Homero, publicar es importante, pero no solo es la imprenta la forma adecuada de insertar un pensamiento en su entorno. Era imposible interrumpirlo. La lectura secuencial impide revelar, en forma adecuada, las redes argumentales que se encuentran en ellos mismos… [En la pausa, su dedo indicaba hacia la pila de libros] … pero sobre todo, hace muy difícil entrelazar esas redes con las de otros pensadores, potenciando el descubrimiento y la creación conjunta, haciendo perceptible que cada uno de es un nudo en una abigarrada trama de creaciones. Los límites visibles de nuestros cuerpos obscurecen nuestra sustancia de tejidos (no siempre armónicos sino “en construcción”) dando lugar a la ilusión individualista: el libro en papel hace lo mismo respecto a las obras: mirálos allí, apilados como cuerpos.” Ambos seguíamos de pie, tal como estábamos cuando comenzó a hablar, y únicamente su voz parecía moverse, uniendo su certeza con mi desconcierto. “Dicen que bajo el nombre de tu homónimo ilustre se unifica una red de relatos orales. Pero también eso ocurre con nosotros mismos. A los nombres los necesitamos ¿de qué otra forma identificar esas conformaciones complejas que somos; y desde las que nos integramos en esas otras redes que denominamos Sociedad? Lo absurdo es que los pensemos como el significante de esencias autosuficientes y autosustentadas. Esos libros, con esta tecnología [golpeó con su mano la imprenta sobre la que se apoyaba], han reforzado la ilusión individualista y heroica de los intelectuales.” “Quizá no hayas percibido toda la importancia de las estructuras de red que ha comenzado a ofrecernos Internet. Yo apenas la vislumbro. Pero estoy convencido de que este libro tendrá otras características si le atribuís al papel una jerarquía menor. En todo caso, la de un apoyo momentáneo, que facilite su lectura mientras no haya soportes electrónicos cómodos y al alcance de la mayov

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ría. Pero no es aquí, en una imprenta, por donde debes comenzar; sino colgando tu texto en la red; y que sean los lectores, y no las empresas editoriales, quienes decidan sobre sus bondades y administren su distribución. Si el texto está en la red, otros podrán tejer o entretejer, desde cualquiera de las partes de tu trabajo, sus propias contribuciones. Y también lo podrás hacer vos (y la red podrá encontrar tus nuevas versiones) tal como lo haces en tu propia vida; tejiendo y destejiendo mientras tengas aliento”. Así fue como decidí que este texto estaría en la red y que en el sitio iría aprendiendo a crear modos de entrelazamiento con otros que tuviesen las mismas ganas de aventurar descubrimientos. Refiriéndose al modo de publicación, Matías me permitió ser congruente con una de las enseñanzas más importantes que hasta ahora he obtenido: las ideas no tienen propietarios y el autor es solo una persona que asume la responsabilidad moral de recogerlas y relanzarlas de cierto modo, que es el que hace posible su sabiduría. Desde esta última perspectiva, cada uno de quienes participamos en sociedad somos autores: eso bueno; y es positivo reconocerlo y afirmarlo. Pero, al mismo tiempo, es importante dejar de lado toda ilusión de autonomía o autarquía intelectual sobre nuestras acciones y sus productos. Somos el fruto de las influencias recibidas durante todo el curso de nuestra existencia y el entrelazamiento de ese complejo sistema de interacciones, de las que somos efecto encarnado, nos impide hablar de un único punto de origen (atribuido a nuestro ser o al de algún Maestro). Esa misma diversidad constitutiva, en la que las identidades solo tienen la consistencia de ordenamientos relativamente autónomos, se repite en los textos. Tampoco los textos son otra cosa que un tejido de voces, en las que el autor aparece reelaborando y relanzando discursos; de los que solo en parte se apropia concientemente, pero que le permiten participar en la vida de sus comunidades. Como decía Matías, lo publicado en libros y revistas (que por mucho tiempo fue el lugar obligado) posterga la inmediatez de las interacciones, pues no hace posible la discusión espontánea (en las que todos nos convertimos en autores embargados por la necesidad de comprendernos) ni las reelaboraciones sucesivas del texto, que son propias de toda existencia. En cambio, la publicación en una página de la red virtual hace posible tanto las interacciones (por ejemplo, mediante el Foro o mediante el intercambio de correos electrónicos) y las reescrituras (mediante versiones que den cuenta de nuevas reflexiones sobre un tema). Esa es una de las razones por las que he decidido que sea ésta la primera forma de existencia de este texto; aun cuando será complementada por una edición impresa pues bajar e imprimir tamaño libro no es algo barato1. Tal como en anteriores publicaciones, este texto es, hasta ahora, la última versión de una ya bastante prolongada reflexión sobre las experiencias acumuladas durante mi ejercicio profesional. Como ocurrió con las versiones anteriores (utilizadas en mis cursos y consultorías), su destino es fundamentalmente instrumental: me permitirá trabajar (comentándola y mejorándola, con la ayuda de aquellos con quienes trabajo directamente y con otros posibles lectores) en el proceso de complejizar, y hacer más útil, nuestra comprensión del tema. Por ello no es (ni pretende ser) una totalidad cerrada en el punto final de la última de sus frases. Ese punto efectivamente existe y es el efecto tanto de la extensión de los razonamientos encarados como del tipo de ordenamiento que imprimí en ellos. Desde esta última perspectiva, el texto está distribuido en tres tomos y varios capítulos en cada uno. Pero también es cierto que, en diferentes versiones, cambié ese orden varias veces y que eso puede volver a ocurrir. Del mismo modo, cada lector (que siempre es un productor de lo que lee, en tanto lo incluye entre sus lecturas y experiencias personales anteriores) hará su propio trabajo, incorporando sus propias reflexiones y un ordenamiento también propio, en su proceso de lectura. Por eso es

Las otras razones, que no se si tendré fuerzas para aprovecharlas, provienen de la posibilidad que brinda la multimedia para reflexionar y comunicarnos aprovechando el sonido y el video; evadiendo las limitaciones de la palabra escrita.

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que, siguiendo cualquiera de la(s) línea(s) de trabajo en la(s) que este(mos), el lector y yo, podremos entrar al texto en cualquiera de sus puntos; y desde allí, según nuestros respectivos deseos y/o necesidades, recorrer diversos caminos de lectura y escritura.

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PRÓLOGO

PRÓLOGO A LA EDICIÓN IMPRESA

Buenos Aires, 10 de agosto del 2005 A Sebastião Velazco e Cruz: Querido Tião: En este destino de viajes, perdí tus rastros. Confío en que este libro sea un mensajero; y que con él te llegue mi afecto y agradecimiento por haber sido el primer amigo y compañero intelectual en aquél Río de Janeiro, en el en el que el Brasil, el IUPERJ y tú, me acogieron. También intento que, a través tuyo, esta carta, convertida en el Prólogo, prolongue mi testimonio de gratitud hacia aquellos que, encabezados por mis entrañables compañeros del Departamento de Sociología de la UAM-Iztapalapa, lograron que las espinas fueran menos dolorosas y las flores de la amistad y el aprendizaje más abundantes. Como te contara en las últimas cartas que pude enviarte, desde el año 1993 había comenzado a venir a la Argentina a dar cursos de Investigación Cualitativa, sobre todo en el IDES. A la posibilidad de esos cursos contribuyeron: un artículo sobre el uso de las historias de vida en el estudio de movimientos sociales (publicado en 1985 y que seguramente llegó en las valijas de algunos compatriotas que regresaron por esos años) y el libro en el que publiqué porciones de mi tesis doctoral; que, si mal no recuerdo, ya conoces. De todos modos, si bien mis permanencias en la Argentina se fueron haciendo más frecuentes y prolongadas, el regreso definitivo ocurrió recién en el año 2002. Que deseara regresar, se explica porque nunca quise irme y porque sólo aquí recobro la ilusión de retomar (con más experiencias, aunque menos energías) la línea de afectos y quimeras que rompieron los asesinos del ‘76. Que eligiera ese año se explica porque Stefano llegó a sus 17; y, al verlo ya formado, entendí que mis principales tareas de padre ya estaban llegando a su fin. Seguramente conoces que, en ese año 2002, la decadencia argentina llegó a su nivel más elevado. Pero, como ocurre con las cosas de los humanos mis primeros contactos con el país tuvieron, al mismo tiempo, el soporte de voces argentinas que afirmadas en los cacerolazos decían de la disposición a no seguir aceptando. Era un fin y un posible comienzo. Ante ese aparente caos, sentí que, para lograr la reconstrucción del país que debía ser consecuencia de esa rebelión requería, de cada uno de nosotros, la disposición al trabajo y la falta de concesiones al facilismo. Por eso fue que, más que incorporarme a la vida pública, me dediqué a reunir y mejorar los avances que hasta entonces había hecho en torno a la investigación cualitativa; con el propósito de contribuir, al menos en la medida de mis fuerzas, a recomponer algo de lo mucho desbastado por los sucesivos gobiernos militares; destrucción peculiarmente notable en todos los niveles educativos y en todos los campos de la investigación, sobre todo en ciencias sociales. Por su parte, los cursos y consultorías (que me aportaban los ingresos indispensables para vivir) siguieron siendo parte de la investigación que daba insumos al libro; por lo que no los puedo considerarlos ajenos a ese esfuerzo. Ya desde finales del año 2002, lo que iba escribiendo (y algo de lo que ya había escrito sobre otras cuestiones) lo fui colgando en una página Web. Hacerlo me permitió que lo producido fuese útil, tanto en la Argentina como en otros países, en forma inmediata. Si algún día tienes ganas, mira en http://saltalamacchia.com.ar y veras, en el prólogo, que mi utopía era la de hacer, de esa página, el único sitio de publicación. viii

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Pero no calculé que imprimir es un costo demasiado alto y sólo accesible para países con poblaciones menos empobrecidas. Así pues, éste año me dediqué a pulir el texto, de tal modo de que pueda tomar el formato de libro. Como no tenía dinero para pagar a un editor, y como además me fue imposible obtener el tiempo y la serenidad para leerlo con el cuidado que se necesita para esos menesteres, el libro sigue teniendo errores formales. Pero, en todo caso, las ideas están y creo que sirven. Todo esto viene a cuento en esta carta debido a una razón: como en estos tres últimos años no hice otra cosa que investigar y escribir para este libro, llenar este hiato en la comunicación hablándote de mí, me lleva a hablarte de él. Recordarás que en Brasil mi trabajo de investigación comenzó como un intento de comprender lo que habíamos pasado; y, al mismo tiempo, rendir homenaje a quienes no dudaron en sustituir el beneficio personal por la búsqueda de otros sistemas sociales, menos brutalmente desiguales y cruentos. Luego, acuciado por nuestras conversaciones, la pretensión se extendió hacia algo mucho más ambicioso: conocer cómo se fueron forjando las representaciones con las que encaramos la política en los años sesenta y setenta. Así, mi propósito pasó a ser el de saber algo sobre cómo se generan esas “corrientes sociales” (¿te acuerdas de Durkheim?) que, como las que en aquella época nos impulsaron hacia la lucha política, producen formas tan poco conocidas de acción colectiva. Pero la obligación de irme del Brasil interrumpió ese intento; que recién pude retomar luego de casi dos años, una vez que el cálido entorno laboral de la UAM renovasen mis energías; y comenzase, en la UNAM, a cursar nuevamente la maestría en Ciencia Política (que no terminara en el IUPERJ, por no haber alcanzado a presentar la tesis) y luego el Doctorado en la misma especialidad. Así pues, fue en esos años que van desde 1980 a 1985, cuando comencé a estudiar la literatura sobre entrevistas y relatos orales; y luego apliqué dichos conocimientos en entrevistas a una cantidad apreciable de militantes exilados. Así, el trabajo que planificara en Brasil parecía haber recomenzado. De esta suerte, relacionando los relatos orales con otras fuentes, produje un escrito que acumuló casi trescientas páginas; pero que, aunque me sirvió como Tesis para obtener mi Doctorado en Ciencias Políticas, nunca llegó a ser lo que yo buscaba. Mejor o peor, no se diferenciaba de aquellas otras investigaciones en las que la falta de método analítico y la incapacidad de concebir un buen proyecto de investigación, impide trascender lo puramente anecdótico; estilo que, como sabes, hace de los testimonios una mera ilustración de argumentos y prejuicios que apenas si son mellados por la investigación. Para encontrar alternativas busqué por muchas bibliotecas. Pero sin éxito. En los textos que leía se repetían los mismos estilos de trabajo; que para nada desprecio; ya que son útiles como recolección de testimonio; como modo de transmitir experiencias o costumbres que, para los universitarios, son exóticas y pintorescas (y hasta, en muchos casos, importantes para conocer la diversidad cultural); como instrumento que hace posible la sensibilización y denuncia sobre situaciones de pobreza u otras formas de violación de los derechos a la dignidad humana; y para recuperar saberes que no han sido escritos. Sin embargo, más allá de esos méritos, dichas formas de investigar me parecían insuficientes por tres razones: 1) porque superarlas era el único camino que me facilitaría contestar la pregunta que nos hiciéramos en Brasil; 2) porque, en su mayor parte, esas investigaciones casi no aportan al trabajo de pensar y formular políticas y/o programas tendientes a solucionar los múltiples problemas por los que atraviesan los países de nuestro continente y 3) porque, sin poner en práctica sus resultados, la misma validación de las teorizaciones emergentes de aquellos trabajos resulta imposible, debido a que, rehaciendo la experiencia de aquellos cocineros que nunca han hecho probar sus pasteles, se mantienen en el coto cerrado de un pensamiento sin práctica. Según mi opinión actual, las tres razones principales de aquellas limitaciones radican en que: ix

PRÓLOGO

1) No se ha renovado la práctica de concebir proyectos de investigación cuya envergadura permita producir estrategias aptas para enfrentar la siempre difícil y arriesgada aventura del descubrimiento; evitando reducir el trabajo a la mera especulación ilustrada. 2) La mayor parte de quienes utilizábamos la investigación cualitativa discutimos sobre las técnicas de trabajo de campo, pero no sobre las del análisis. 3) Salvo excepciones, los largos años en los que nos dedicamos a repudiar al positivismo y defender el derecho a hacer ese tipo de investigaciones; no fue acompañado por un masivo esfuerzo en una investigación metodológica que permitiese romper con aquellas deficiencias. 4) Crear técnicas adecuadas al análisis de fuentes no estructuradas y semi-estructuradas es una tarea difícil; que requiere buscar ayuda en otras disciplinas, superando el esterilizante patriotismo de las especialidades y las disciplinas. Frente a ese panorama, el resultado de mi necesidad de superar tales fallas me condujo las investigaciones metodológicas; debido a lo cual, todo lo comencé a leer o examinar no sólo como sociólogo o politicólogo sino, principalmente, como metodólogo. Fue con esas preocupaciones que llegué a Puerto Rico; a donde debí trasladarme por razones familiares. En lo que respecta a esta porción de la historia que te narro, en ese nuevo lugar de residencia mi vida cambio en dos sentidos: primero entre a trabajar en la Universidad del Sagrado Corazón como profesor de metodología de la investigación durante ocho años; y más tarde, queriendo ampliar mis capacidades de viajar a diferentes sitios, en los que se me ofrecían trabajos de consultoría, dejé la universidad y creé una empresa consultora en investigación y evaluación. Dichos cambios incidieron de modo fundamental en mi desarrollo posterior. El primero porque, al obligarme a explicar qué es investigar y cómo hacerlo, me llevó a resolver problemas de mi propia formación. El segundo, porque hizo que, en cada consulta, me viese obligado a enfrentar nuevos retos; ya que me puso en contacto con investigaciones de muy diverso tipo y grado de avance, con representantes de diversas disciplinas; incrementando la necesidad de mejorar mi concepción global de la metodología y mis técnicas de campo y de análisis. Acuciado por ambas experiencias, mi tarea fue desplegándose en dos frentes: 1) el específicamente profesional, como profesor y luego como consultor y 2) el de un investigador que “estudia el acto de investigar”; trabajo en el que participamos, como objetos y sujetos, mis clientes, mis alumnos y yo mismo. De ese modo, desde el año 1992 (luego de publicar el libro Historias de vida) dediqué cada una de mis horas a estudiar todo aquello que pudiendo tener alguna relación con los procesos cognitivos y con las teorías o disciplinas que pudiesen relacionarse con la formulación de proyectos “cualitativos”, hiciesen posible construir un planteo metodológico que condujese a un análisis sistemático de los datos. La Biblioteca de la Universidad del Sagrado Corazón, en la que trabajaba, me brindó la posibilidad de conocer el trabajo de Glaser y Strauss, publicado en el año 1967, por creadores de la “Grounded Theory”. Con su lectura no solo aprendí lo que ellos enseñaban sino, fundamentalmente, delinee con más nitidez lo que había estado buscando: un espacio en el que los teóricos no solo se dedicasen a las grandes o pequeñas teorías sobre lo social; sino uno destinado (como ocurriera en otros tiempos con los metodólogos cuantiativistas) a pensar en metodología y a explicar “la cocina” de la investigación. Ese fue un momento importante. Pero, acuciado por las investigaciones y reflexiones teóricas ocurridas en las ciencias sociales en los veinte años posteriores al 1967, sentí la necesidad de ir completando los aportes de Glaser y Strauss y sus seguidores con las contribuciones de otras teorías y disciplinas. Lo cuál era de gran importancia debido a la importantísima producción que, justamente por esos años, ocurriese en los campos del psicoanáx

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lisis, las teorías cognitivas, los estructuralismos y las diferentes escuelas sistémicas, las teorías sobre las representaciones sociales (o sus equivalentes); los aportes de neurofisiólogos; la revolución constructivista y la teoría de la complejidad (aun en vías de desarrollo, pero que creo muy prometedora para una conceptualización más precisa de los hechos sociales, siempre complejos, que han sido objeto de todos los practicantes de las ciencias humanas); y, por sobre todo (dada la directa repercusión de sus elaboraciones sobre un trabajo que, como el cualitativo, tiene como materia prima a las palabras) los estudios sobre lingüística y las posteriores teorías del discurso. Todo eso sin descuidar lo que iban produciendo aquellos que se dedicaban al campo específico de las estrategias y las técnicas de investigación cualitativa; literatura que me era fácil conseguir en Puerto Rico; incluyendo en esas lecturas y prácticas la incorporación de la lógica de los programas informáticos inventados como auxiliares en el trabajo para los cualitativistas; que resultaban de no poca importancia para quien pretendiese sofisticar las técnicas correspondientes al procesamiento y al análisis. Como te imaginarás, eso se dice rápido, pero me llevó los diez y siete años que permanecí en Puerto Rico. Así, antes de irme de ese país (y aun cuando los resultados de dichos esfuerzos estaban dispersos en apuntes destinados a los alumnos o a mi mismo), había completado una buena parte de un trayecto que luego retomé en Buenos Aires. El resultado fue un libro: este libro. Ahora bien, el inesperado resultado de todo ese trayecto que te he narrado es que, al menos en la Argentina, me he convertido en la extraña figura de un “metodólogo cualitativista”. Especie diferente a la de quienes sólo hacen investigación y/o docencia; también distinta a la de quienes, en los cursos de Epistemología o de Métodos y Técnicas de investigación, mantienen las convicciones epistemológicas predominantes en el siglo pasado; y sólo muy lejanamente emparentada con la de quienes hacen trabajo etnográfico (debido a que en dicha tradición pone su mayor acento en el trabajo de campo y prácticamente no establece diferencias entre ese trabajo, el trabajo específico de procesamiento y análisis y el trabajo destinado al informe). Esa inesperada posición no se debe a ni a un propósito ni a una casualidad. Durante el período de hegemonía positivista (en particular en su versión hipotético–deductiva), los estudios sobre epistemología y metodología gozaron de prestigio amplio y duradero. Centrado el trabajo más productivo en un país que, con el triunfo en la segunda guerra, había asegurado una durable estabilidad interna, la creencia en que existen leyes desde las que deducir casos era tan explicable como explicable era confiar en que, la exactitud de las matemáticas transfiriera su carisma a las teorías que recurrían a ellas para probar o refutar hipótesis. En ese tiempo, los metodólogos abundaban y eran frecuentes las publicaciones que examinaban los diversos aspectos del proceso investigativo. Tales productos, si bien generalmente se apoyaban en los parámetros de legitimidad inventados por los epistemólogos empiristas o positivistas lógicos, no por ello dejaban de tener perfil propio; sobre todo cuando sus exponentes, inspirados en el tradicional pragmatismo de teóricos como Dewey, conseguían trascender las limitaciones de la epistemología de moda. Pero esa ya es una época lejana; y desde hace varios años (aun cuando se mantenga en el “pensamiento instituido” de muchas de esas comunidades) aquella hegemonía positivista ha entrado en franca decadencia; y son muchos los científicos sociales (y de otras disciplinas que de un modo u otro deben tratar con grupos humanos) que buscan nuevos horizontes. Al principio, la reacción fue saludable. Sin embargo, caminando hacia el extremo opuesto, se pasó a considerar que cada investigador enfrenta su objeto sin antes haber discutido ni presentado claramente (ni ante él mismo ni ante el lector de sus informes) cuáles fueron sus opciones metodológicas y la justificación de sus técnicas. Actitud absolutamente contradictoria para cualquiera que acepte las premisas constructivistas; pues sin decir el color xi

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del cristal con que se ha mirado, el lector puede aceptar los resultados de la investigación que está leyendo solo por fe. En verdad, si uno no supiese cuál puede llegar a ser el peso de las tradiciones (y, entre ellas, la angustiante búsqueda de certezas), le sería difícil comprender cómo es posible que lo dominante sea un panorama caracterizado por la ignorancia de, al menos, tres cuestiones claves: 1. Que la investigación es parte de las relaciones sociales que establece como objeto de investigación; y que, por ende, su metodología debe apoyarse en la teoría de esas relaciones; tanto para comprender el objeto, como para comprender el modo y los efectos de la propia intervención; 2. Que la lógica permite elaborar y vigilar la coherencia argumental; pero que, por sí sola, no sirve para descubrir, ni siquiera incluyendo en ella la inducción y la abducción; ya que lo que guía su utilización, y completa sus insuficiencias, son las teorías sobre el objeto que se investiga. Esto es, que la lógica no es la conductora; sino el medio sobre el cual las respectivas disciplinas y teorías, y sus posibles interrelaciones, se apoyan (como también lo hacen sobre las estructuras lingüísticas) para efectuar sus trabajos y transmitir los resultados de sus búsquedas. 3. Que la verdad como correspondencia es un horizonte inalcanzable para los humanos. Por lo que los temas de la confiabilidad y validez deben ser reemplazados por los de la credibilidad y la eficacia. Reemplazo que produce un giro copernicano; ya que la demostración de eficacia obliga a salir de la academia e incorporar el propio trabajo en la sociedad que se está estudiando. Como son pocos los que han pugnado por adecuar el trabajo metodológico al actual estado de las teorías y a las necesidades de este tipo de investigación, el resultado (sobre todo en lo relativo al análisis de datos) es una zona semi desértica; en la que, muy de tanto en tanto, se van animando a incorporarse nuevos colonos, al menos en los países de habla hispana. Es en ese contexto que se instala este libro; cuyas peculiaridades principales creo que son tres: 1. Suponer que la epistemología fue la tarea, y el fundamento de la tarea, de aquellos filósofos que nunca abandonaron la creencia en que la filosofía es el espejo de la naturaleza2; y que, por ello mismo, no se preocuparon (en su inmensa mayoría) por buscar, ni en las ciencias sociales, ni en la neurofisiología y ni en otras ciencias, el fundamento de sus afirmaciones. Pensadores que llegaron a proclamar como virtud lo que era su principal defecto: el haberse limitado a ejercer una mera especulación lógica; procurando una vía hacia las certezas que solo puede llegar a parangonarse con el imaginario religioso. Debido a la necesidad de torcer el bastón en sentido inverso, en el primer tomo expongo opiniones referidas a algunos de los principales temas sobre los que cualquier investigador cualitativista debe tener nociones básicas; y lo hago marcando diferencias con los supuestos tradicionalmente sostenidos por quienes normalmente son denominados con el significante-paraguas de: “positivismo”. 2. Al incluir, como parte de la Metodología, asuntos de los que se ha ocupado la epistemología también pretendo recuperar el significado etimológico de ese significante: “Camino a través del cual (metá hodón) se puede llegar a…”; o, también, “camino que lleva hacia una meta”. Significados que nos hacen recordar que el investigador necesariamente es un estratega, dedicado a idear y controlar el modo de utilizar sus recursos en pro de elegir un derrotero en el que sus técnicas sean las más adecuadas a sus obje-

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Rorty, R., (1979). La filosofía y el espejo de la naturaleza. Madrid: Cátedra

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tivos. Tarea para nada fácil (si reconocemos las casi interminables dificultades que ofrece una investigación), por lo que, para reponerle su antiguo esplendor, debería unirse el esfuerzo de muchos profesionales. Solo así se podría obtener un menú lo suficientemente amplio y bien fundamentado de opciones que cada investigador pueda utilizar para, desde ellas, inventar su propia metodología, justificando sus decisiones. Convicción, esta última, que me ha llevado a denominar “aportes” a lo que he escrito. Pues, pese a los años de trabajo, se que otros reconocerán muchas de las limitaciones de sus productos; y recomenzarán esa constante tarea de invención, sin la cual los humanos perderíamos aquellas ilusiones (las de contribuir en algo con nuestros semejantes y ser reconocidos por ello) que, al fin de cuentas, es lo que nos permite seguir viviendo. 3. Como ya dijese, sustentar que la metodología de la investigación social inevitablemente se apoya en los conocimientos previamente producidos por las ciencias sobre lo humano; a tal punto que, sin dominar aquellos conceptos sería imposible construir la unidad de análisis; delimitar una pregunta; evaluar la estrategia investigativa más adecuada; fundamentar una técnica de campo o de análisis y comprender qué es lo que se está haciendo con todo ese trabajo. Por lo que, según creo, no hay decisión metodológica que pueda eludir el conocimiento de ciertas nociones básicas (que según las preferencias del investigador provendrán de uno u otro filón teórico) sobre: a) el modo en que se conciben las formaciones sociales; b) el modo en que se concibe el conocimiento; c) el modo en que se concibe la relación entre estudios de caso (propios de la investigación cualitativa) y la formulación de universales; d) el modo en que se conciben los actos y relaciones comunicativas. 4. Responder a la pregunta: ¿cómo se hace una investigación? Por lo que la extensión de este libro no se explica por cuidadosas discusiones con otros teóricos; sino por la parsimonia y la preocupación por el detalle con los que encaro las explicaciones sobre cómo planificar una investigación y sobre cómo son y cómo utilizar cada uno de los utensilios de la “cocina” de la investigación. De eso se ocupan el segundo y tercer tomo. La pretensión es que aquel lector que tenga la paciencia de seguir sus argumentaciones pueda sentir que su trabajo es: socio-lógico, antropo-lógico, psico-lógico, epidemio-lógico, etc.. Esto es, que ha convertido a la lógica en un instrumento para organizar el pensamiento, pero no en una rectora de sus intuiciones y ni de sus estrategias de descubrimiento. Por último, el haber agregado al título el “socialmente útil” es, sobre todo, un acto de provocación, mediante el que me revelo contra todo trabajo investigativo cuyo único resultado sea abultar currículos o dar charlas en Congresos; y por ende, que sea incapaz de aportar, directa a indirectamente, a la producción de políticas dirigidas a la solución de algún problema social. Estoy convencido de que, al menos en Latinoamérica, el investigador tiene una obligación ética irrenunciable respecto a lo que ocurre en sus respectivos países; y el practicar la investigación cualitativa, que es el medio más adecuado para apoyar la formulación de planes y programas, incrementa su responsabilidad. La razón es simple. Si bien las estadísticas nos permiten conocer las dimensiones de un problema y despertar sentimientos de angustia frente a la cantidad de pobres o de enfermos de HIV, etc., no puede proveer de instrumentos para la formulación de proyectos o programas tendientes a solucionar o al menos paliar dichas aberraciones sociales. No puede hacerlo porque ella trabaja con variables en las que, serial y aditivamente, se agrupan objetos que solo se asemejan en algunos rasgos; estrategia inadecuada para la comprensión de las relaciones que se producen en las sociabilidades; que nunca pueden llegar a describirse adecuadamente mediante relaciones aditivas ni seriales. Por el contrario, en los estudios de casos que permiten las estrategias cualitativas es posible la reconsxiii

PRÓLOGO

trucción de las dinámicas de cada sociabilidad; único modo de formular y monitorear una política, un programa o un proyecto; y, al mismo tiempo, única forma de ratificar o rectificar la efectividad de las predicciones emergentes de nuestras investigaciones. Conquista que, si bien no nos permite acercarnos a la anhelada, pero inalcanzable, certeza sobre la verdad; al menos nos hace posible saber si lo que producimos es útil para algo o para alguien. Siguiendo la trayectoria que te he narrado, el libro está dividido en tres tomos. En el primero abordo aquellas cuestiones teóricas generales a las que luego podré y deberé recurrir en los tomos siguientes. En el segundo abordo una tarea a la que normalmente no se le atribuye mucha importancia, pero que para mi es fundamental: la preparación de la investigación en el momento previo a la salida al campo. Mientras que en el tercero dedico sólo un capítulo al trabajo de campo (sobre el que la literatura abunda y es normalmente excelente, por lo que es inútil agregarle nuevos escritos), y dedico los tres capítulos siguientes al análisis. Ahora bien, debido a que pretendo llamar la atención sobre un modo de enfocar el problema, en casi ningún momento me concentro en la historia del pensamiento o en la polémica con otros autores. Eso no significa que no haga alusión o que cite a algunos de ellos. Pero las citas o alusiones son emergentes de lo que sus lecturas me sugirieron; pues, como receptor, me considero incapaz de repetir sus voces y pensamientos. Convicción que se aplica tanto a aquellas citas o alusiones con las que manifiesto acuerdo, como a aquellas otras con las que polemizo. En todos los casos, el destino de este trabajo no es exponer el pensamiento de uno u otro teórico, sino retomar aquello que, de sus producciones, ha quedado en mí como aprendizaje. Es desde ese residuo que elaboro mis críticas de lo que considero son representaciones fuertemente instaladas en la comunidad académica que conozco. Como así también es desde ellas que produzco el resto de lo que aquí está escrito. Por último, tal como ya dijese en el apartado de agradecimientos, soy el producto de todo lo que, durante mi vida, observé, escuché o leí. Por lo que estoy lejos de imaginar que lo que aquí diga no haya sido alguna vez dicho. Razón por la que insisto en que, el poner mi nombre en este trabajo, no tiene como propósito proclamar su origen, sino hacerme responsable ético de lo que en él se dice. Conclusión que, como lo habrás percibido, nuevamente me lleva a la cuestión de las generaciones, las corrientes sociales y los espíritus de época; que es el punto desde el que juntos partimos en esta aventura, aunque los vientos de la vida no nos hayan permitido hacerlo en equipo. Finalizando esta carta, te confieso no haber avanzado ni un paso en la respuesta a aquella pregunta original. Pero sigo pensando que la metáfora “espíritu de época” alude a esas complejas corrientes comunicativas que permiten que, en diversos puntos, aparezcan pensamientos semejantes. Así pues, pese a los malísimos augurios que, sobre el futuro del planeta, nos deja entrever la corrupta e irresponsable conducta de los líderes mundiales, creo que, en el campo de la investigación, está pasando algo que podría denominar: el florecimiento de la investigación cualitativa socialmente útil. En ese campo, como en otras esferas de la sociedad civil mundial, Eros triunfa sobre Tánatos. Por lo que las contribuciones que presento, son parte de uno de esos replanteos globales que demuestran que los creadores son apenas trabajadores que, por un alto grado de obstinación (quizá auxiliado por cierto grado de sensibilidad) logran reunir lo que muchos están produciendo en la misma dirección y que mediante su trabajo, consiguen reunirse a muchos otros que en diferentes esferas del quehacer humano, apuntan a lograr que la vida, justa y equitativamente gozada por todos, triunfe sobre la muerte, la miseria, las torturas y todas esas otras lacras que renacen, una y otra vez, desde la corrupción egoísta. Tião: Como te habrás dado cuenta, cualquiera sean los méritos de este trabajo, tu nombre está en el origen; del mismo modo que la foto junto a tu hijo (una que alguna vez me enviaste) ha estado siempre muy cerca mío. xiv

DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

Como suele sucederme con las personas queridas, aunque no les escriba, no desaparecen de mi cuerpo. Simplemente, no podía ponerme a escribir otra cosa que lo que escribía; y luego perdí tu dirección. Si alguien te comenta que tu nombre está en el comienzo de este libro y llegas a leer esta carta, te ruego que perdones mi ausencia y me escribas. Mientras tanto, te envío un abrazo muy fuerte. Homero [email protected]

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TABLA DE CONTENIDOS DEL LIBRO

T AB LA D E C ONT E NID OS D E L L IBR O

DEDICATORIAS AGRADECIMIENTOS PRÓLOGOS PRIMER TOMO SUJETOS, OBJETOS Y COMPLEJDAD. Capítulo 1: LOS SUJETOS Y EL OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA. Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD. Capítulo 3: LA CONSTRUCCIÓN DEL DATO. Capítulo 4: LOS DATOS FLUJO Y EL COMUNICATIVO. Capítulo 5: UNIVERSALES Y ESTUDIOS DE CASOS.

SEGUNDO TOMO. EL TRABAJO DE GABINETE Capítulo 1: EL PROCESO DE LA INVESTIGACIÓN Capítulo 2: EL SABER DEL INVESTIGADOR Capítulo 3: LO QUE OTROS SABEN Capítulo 4: LAS HIPÓTESIS 16

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TERCER TOMO. EL CAMPO Y SU ANÁLISIS. Capítulo 1: LAS FUENTES Y SU CONTRUCCIÓN Capítulo 2: LA AUTOORGANIZACIÓN PARA EL ANÁLISIS Capítulo 3: ORGANIZACIONES, OPINIONES Y DATOS FÁCTICOS Capítulo 4: EL ANALISIS DE REPRESENTACIONES

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Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS:

A P O R T E S A U N A I N V E S T I G A C I Ó N C U A L I TAT I VA SOCIALMENTE ÚTIL

PRIMER TOMO

SUJETOS, OBJETO Y COMPLEJIDAD

El Artesano. 1

Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

TA B L A D E C O N T E N I D O S D E L P R I M E R T O M O

SUJETOS, OBJETOS Y COMPLEJDAD.

Pag.

Capítulo 1: LOS SUJETOS Y EL OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.

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Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD.

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Capítulo 3: LA CONSTRUCCIÓN DEL DATO.

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Capítulo 4: LOS DATOS FLUJO Y EL COMUNICATIVO.

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Capítulo 5: UNIVERSALES Y ESTUDIOS DE CASOS.

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CAPÍTULO 1

S U J E TO S Y O B J E TO

E N L A I N V E S T I G A C I Ó N C U A L I TAT I VA

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Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

IND ICE

INDICE.............................................................................................................................4 INTRODUCCIÓN.............................................................................................................5 EXPLORANDO EL CAMPO ...........................................................................................7 EL INDIVIDUALISMO ...............................................................................................................................................8 ENTRE LA "RAZON INDIVIDUAL" Y “LA RAZON SOCIAL".....................................................................11 EL HOLISMO .............................................................................................................................................................12 ROMPIENDO EL NUDO GORDIANO ..................................................................................................................15

SUJETO Y SOCIEDAD.................................................................................................17 LAS VOCES QUE VIENEN DEL PASADO ..........................................................................................................17 LAS SOCIABILIDADES, LAS DIFERENCIAS Y LAS IDENTIDADES ..........................................................20 LAS SOCIABILIDADES PRESENTES Y FUTURAS ..........................................................................................24 CRONOTOPO SOCIAL Y CRONOTOPO INDIVIDUAL ...................................................................................27 REPRESENTACIONES SOCIALES Y ACCIÓN .................................................................................................30 LAS “REPRESENTACIONES” Y LA SOCIALIZACIÓN ...................................................................................31 LAS REPRESENTACIONES y SUS DETERMINANTES SOCIALES ..............................................................36 REPRESENTACIONES: LA LÓGICA DE SU REPRODUCCIÓN.....................................................................41

BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................51

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INT R O DU C CI ÓN Parafraseando a un filósofo español, en la investigación no hay objetos simples; sino intelectos simples a los que se les escapa la complejidad de aquello que quieren investigar. De allí el necesario esfuerzo colectivo y la permanente e indispensable realimentación entre los conocimientos especializados de las disciplinas y las confluencias multidisciplinarias. La metodología es un espejo más de esas necesidades. Debe recurrir a las diferentes ciencias que tratan sobre el proceso de conocimiento, y a aquellas otras que hacen posible construir los parámetros generales de un campo de investigación, sin por ello permitirse la imposible y contraproducente ambición de incluirlo o decirlo todo. Por otra parte, siendo toda investigación una actividad social, con la metodología de la investigación social ocurre algo que la diferencia de las metodologías aplicables a otras ciencias. Si bien es deudora de descubrimientos provenientes de campos tales como las teorías de la percepción, la neurofisiología y los derivados de muchas otras especialidades generalmente no incluidas en el campo de las ciencias sociales, son mucho más abundantes las deudas con las diversas disciplinas que se incluyen en este último campo. Por ende, el arte del metodólogo consiste en seleccionar y articular los conocimientos provenientes de esos diversos filones, con el simple propósito de hacer útiles los conocimientos existentes en el diseño de una investigación; que normalmente incluye aspectos tan diversos como los que iremos examinando en el despliegue de este libro. Heredera de las filosofías de la ciencia de los siglos XVII y XVIII, la epistemología (en sus versiones dominantes) sigue aportando a la actividad de los científicos sociales una advertencia sobre la necesidad de eludir las trampas metafísicas e incorporar la riqueza de las disciplinas lógico matemáticas. No obstante, su renuencia a la inclusión de los resultados de otras ciencias, la mantuvo incapacitada para percibir: 1) Su inadecuada concepción del proceso perceptivo (y por ende, de la relación compleja que puede establecerse entre conocimiento y realidad) y 2) La necesidad de abandonar todo elementalismo, que la torna incapaz de construir modelos complejos. Al mismo tiempo, los enfoques holistas, deudores del pensamiento conservador, si bien plantearon una visión mucho más integrada entre sus metodologías y sus teorías (lo que les permitió superar las limitaciones del simplismo elementalista), nunca llegaron a producir modelos aptos para incluir el conflicto y la precariedad de las estructuras; y, por ende, son incapaces de producir teorizaciones que permitan representar, de alguna manera, esa realimentación vital constante, en la que ordenamientos diversos pugnan entre si, componiendo y recomponiendo ese fluir, en el que la vida se reúne cotidianamente con su opuesto. Dada la común atracción por lo exacto (cuya representación más elevada se encuentra en el pensamiento matemático) la tradición cuantitativa de las ciencias sociales no llegó a tropezar demasiado frecuentemente con las dificultades y limitaciones con que la epistemología ahogaba toda posibilidad de entender a la sociedad como algo diferente a la suma de sus partes. Por lo que la mayoría de los textos inspirados en esa tradición eran mucho más exhaustivos en la exposición de diversas técnicas de trabajo de campo, sus consecuentes ru-

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Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

tinas estadísticas y los diseños que incrementaban su cientificidad en tanto asegurasen una adecuada prueba o refutación de hipótesis. En cambio, para quienes entendíamos que los individuos y grupos conforman sistemas en los que constantemente interactúan y se recrean mutuamente, ni lo exacto de las matemáticas podía tener el mismo peso y prestigio que para los cuantitativistas, ni nos era posible mantener la idea de una sociedad formada por una sumatoria de átomos individuales. Así, desde diversas disciplinas como la sociología del conocimiento, la psicología social, ciertas versiones psicoanalíticas, la lingüística, la etnometodología, el interaccionismo simbólico y muchas otras vertientes y tradiciones de las ciencias sociales se fueron acumulando conocimientos que tornaban no solo anacrónicas, sino hasta ridículas, las pretensiones rectoras de las metodologías emanadas del positivismo o el empirismo lógico. Sin embargo, esto no impide que el prestigio de estas tradiciones, fuertemente instituidas en las organizaciones académicas (y fortalecidas por los remanentes de su hegemonía que aún perviven incluso en la práctica en muchos de los pensadores cualitativistas), prolonguen la vigencia de esas metodologías, al punto de ser base de la mayoría de los cursos de métodos y técnicas de investigación. Por todo eso, encarar seriamente un programa de investigación metodológica impone revisar los fundamentos teóricos sobre los que apoyar el enfoque cualitativo de las ciencias sociales. El propósito de este primer tomo es aportar en ese sentido; situando, al mismo tiempo, los fundamentos sobre los que se apoyarán las reflexiones de los dos tomos siguientes. No obstante, la tarea de ir construyendo una metodología que incluya las contribuciones positivas de la epistemología y a la vez explore los diversos campos de las teorías que aportan al conocimiento de lo social, es tarea de muchos y de mucho tiempo. Por lo que en este primer tomo opté por explorar solo tres campos: 1) El de las relaciones individuo/sociedad y los modelos que pueden aportar para su exploración y representación (que son el objeto del primero y segundo capítulo); incorporando para ello el tema de la complejidad. 2) La producción de los datos, tanto desde el estudio de los efectos de nuestros sistemas cognitivos en la producción de cualquier representación de lo Real (objeto específico del capítulo tercero), como de la especificidad de aquellos que son conformados en el campo de las significaciones socio culturales; y generados mediante intercambios discursivos (objeto de los capítulos tercero y cuarto). 3) El lugar de los estudios de caso y de los estudios comparativos entre casos (propios de las investigaciones cualitativas) en la producción de teoría social; y, por ende, en la formulación de universales que, organizando los resultados de anteriores experiencias, se conviertan en apoyos heurísticos efectivos para nuevas investigaciones (tema del quinto capítulo).

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

E X PLOR A NDO E L C AMP O Como se encargara de subrayar François Furet (1980), la Revolución Francesa no constituyó el punto cero en la conformación de un nuevo orden; en cambio, es indudablemente cierto que contribuyó en forma decisiva a trastornar las ideas hasta entonces aceptadas sobre las fuentes legítimas del poder político; al menos en las sociedades europeas y aquellas culturalmente influenciadas por ellas. Este efecto sobre las ideologías políticas es lo que permite considerarla como un fundamental punto de viraje en el pensamiento político moderno; sin que ello signifique acuerdos respecto a lo que de ella se descarta o se conmemora positivamente. Para citar sólo algunos ejemplos. La tradición liberal celebra como propio el acontecimiento de 1789, pero reniega espantada de cualquier relación con los cronológicamente cercanos acontecimientos de 1793; en cambio, los demócratas radicales (y luego los socialistas), justificarán el terror jacobino como el único medio de destruir las barreras que impedían el acceso del pueblo al poder. Diferencias, sin embargo, que no les impide a liberales y demócratas unirse en el aplauso hacia un suceso del que se consideran progenitores y herederos. En el extremo opuesto, esa mismo carácter de fuente es reflejado en los diferentes escritos de los expositores de la tradición conservadora, que se sintieron obligados a reaccionar en contra de tamaño evento, con toda la potencia de sus intelectos. Si bien es ciertamente exagerado atribuir el estallido de la Revolución Francesa a la difusión del pensamiento individualista, no lo es en cambio afirmar que esas teorías (sobre todo las de cuño jusnaturalista) contribuyeron a dar forma y contenido y razón de ser tanto al pensamiento revolucionario. Así, y en relación a lo que me interesa en este texto, mientras una de las ideas fuerza del pensamiento individualista fue la de ubicar al “individuo racional" en el origen de todas sus especulaciones y en el centro, de toda explicación sobre lo social; el pensamiento contrarrevolucionario retornó y desarrollo concepciones en las que la unidad originaria, y la depositaria suprema de la razón, es la sociedad. Claro que esa polarización entre una conceptualización que atribuía al individuo humano la capacidad de crear sus propias instituciones sociales y otra conceptualización que afirmaba la prioridad constitutiva de lo social, no siempre fue absoluta. Sin embargo, pese a la realidad de esas mediaciones, creo que es posible rescatar la presencia de dos estructuras de pensamiento que han continuado operando hasta el presente, como un organizador inconsciente de la mayor parte de las teorizaciones sobre la sociedad; que reaparece en cada ocasión en la que debemos construir nuestras unidades de análisis. Es obvio que demostrar esto para todo el curso de la historia moderna y contemporánea esta más allá de mis posibilidades. En cambio, no es tan imposible esbozar las formas básicas que adoptaron ambos modelos – individualistas y societalistas— en el pensamiento de algunos de los principales teóricos modernos de la primera gran época del pensamiento político occidental; aquella originada en el siglo XVII y que habrá de completar su primer vuelta de tuerca en el curso del siglo siguiente. La finalidad básica del apartado siguiente será mostrar los principales rasgos de ambos modelos (y algunas de sus manifestaciones más “impuras”) para fijar un referente que permita reconocer las diferencias de esas posiciones con las de este libro, que se basa en un supuesto fundamental: la investigación cualitativa solo pueden afrontarse con éxito reconociendo la complejidad de lo social; complejidad que resulta aplanada tanto en los enfoques individualistas como en los holistas.

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Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

EL INDIVIDUALISMO Ya Maquiavelo había fundado el éxito de cualquier empresa de gobierno sobre la energía, el empuje, la disposición, el talento y el valor despiadado de los actores políticos individuales. Su principal supuesto fáctico podría resumirse en la idea de que toda vida política es una constante lucha en la que sólo habrán de triunfar los más fuertes y capaces, siempre que las azarosas condiciones de la "fortuna" no les fuesen demasiado adversas. También Hobbes, un siglo mas tarde, habría de aceptar que la guerra y la competencia son el punto de partida (esto es: el supuesto ineludible) de toda teorización sobre la política; y también su caracterización sobre la esencia humana era en cierto modo parecida a la de Maquiavelo. Similitudes que no son sorprendentes si se recuerda que, aun viviendo en siglos distintos, ambos pensadores no hacían sino dar testimonio de aquel tipo humano que apareció tras la disolución de los lazos feudales; esto es: ambos (aunque en momentos y lugares diferentes) estaban presenciando la arrolladora generalización de la figura social del "individuo". Sin embargo, la ventaja de Hobbes radicaba en su contemporaneidad con un fenómeno del que Maquiavelo solo pudo contemplar sus vacilantes comienzos; me refiero a los prodigiosos cambios ocurridos en el conocimiento científico. En efecto, ya hacia mediados del siglo XVII la armonía organicista de las cosmovisiones medievales había sido puesta en jaque por los avances de la física mecánica y de la astronomía (Duby, G. 1980). Ciencias que, junto con las matemáticas (y particularmente la geometría) marcaban, por la rapidez e importancia de sus descubrimientos, el ritmo de los esfuerzos cognoscitivos de todos los teóricos de la época; y eran el soporte paradigmático de los nuevos sistemas filosóficos. Como se sabe, esa era la época de los Kepler, de los Galileo y de los Descartes. Con ellos, el espacio cósmico había comenzado a ser interpretado con los instrumentos lógicos de la geometría euclidiana; y los cuerpos en movimiento habían pasado a ser concebidos como una "identidad" o un "estado" tan estable y perdurable como el propio estado de "reposo". Aceptada dicha estabilidad, fue solo cuestión de tiempo incluir “la inercia” en la representación del movimiento de los cuerpos. Descubrimientos que además de contestar preguntas resultaban en creaciones tecnológicas que cambiaban el modo de trabajar. Impactada por esos sensacionales descubrimientos, en la producción de los filósofos sociales, todo parecía interpretable según leyes iguales o semejantes a las leyes de la física mecánica, fuertemente fundadas en el rigor de las matemáticas; cuya fortaleza era la de reflejar el orden del universo. Según Alejandro Koyré (1984), quizás fue Galileo el primero que creyó que las formas matemáticas se realizaban efectivamente en el mundo1. Todo lo que está en el mundo está sometido a la forma geométrica; y todos los movimientos están sometidos a las leyes de la matemática; no solo los movimientos regulares y las formas regulares, que quizás no se encuentran en absoluto en la naturaleza, sino también las irregulares. La forma irregular, era para Galileo, según el mismo autor, tan geométrica como la regular, tan precisa como ésta, solamente (que) más complicada; y por eso es que el estaba convencido de que:

1 En realidad ni estoy en condiciones de afirmarlo ni, en todo caso, importa saber si Koyré tiene razón en atribuir la primacía de esos postulados a Galileo, o si Kepler o algún otro científico de ese siglo ya habían llegado a parecidas formulaciones. Para el objeto de este apartado es suficiente con comprobar la vigencia de ese primado de la lógica matemática en la estructuración del razonamiento filosófico de toda la época que comenzara con la modernidad.

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

La ausencia en la naturaleza de rectas y círculos perfectos no es una objeción al papel preponderante de las matemáticas en la física. (Koyre; 1984) Ese fue el principio sobre el que se basaron los más avanzados filósofos sociales de la época. Recuérdese, por ejemplo, las propuestas que hiciera Descartes en su famoso Discurso del Método y compáresela con las sugerencias metódicas que hace Hobbes en su Leviathan: Cuando el hombre razona, dice Hobbes, no hace otra cosa sino concebir una suma total, por adición de parte; o concebir un residuo; por sustracción de una suma respecto a otra; lo cual (cuando se hace por medio de palabras) consiste en concebir, a base de la conjunción de los nombres de todas las cosas, el nombre del conjunto; o de los nombres del conjunto y de una parte, el nombre de la otra parte ...). Por que razón en este sentido, no es sino cómputo (es decir, suma y sustracción) ...[el énfasis es mío] (Hobbes; 1980)2. Por eso es que la ciencia será concebida, por el filósofo inglés, como una actividad cuyo propósito principal es descubrir leyes que permitan la predicción3: ... el conocimiento de las consecuencias y dependencias de un hecho respecto a otro: a base de esto, partiendo de lo que en la actualidad podemos hacer, sabemos cómo realizar alguna otra cosa semejante en otro tiempo. (Hobbes; 1980) Dada su adhesión a dicho paradigma, producir una teoría sobre lo social implicaba hacer un examen que permitiese reconocer las formas más simples, para luego reconstruir de forma aditiva las totalidades de las que esas formas simples son meras partes. Y como, según todas las evidencias que producían tanto el sentido común como el conocimiento científico y teológico de la época, esas formas más simples eran los individuos resulta más que comprensible que Hobbes comenzara su construcción teórica analizando cuáles serían aquellas cualidades esenciales de esos “átomos”. Así, mediante un cuidadoso ejercicio de abstracción el filósofo inglés realizó un experimento mental que consistió en distinguir todos aquellos rasgos de los individuos tal como se presentarían si no estuviesen en sociedad: el resultado fue denominado “estado de naturaleza”4. Sería demasiado extenso recordar la teoría hobbesiana sobre las sensaciones, la imaginación, el lenguaje, la razón, las pasiones, etc., todas ellas relacionadas con la búsqueda antes indicada. Baste con recordar que todas esas teorizaciones tendrían un corolario: la vida es movimiento que tiende a conservarse; y que solo altera su dirección o se detiene ante el choque con otro cuerpo5. Es partiendo de este axioma que puede interpretarse una de sus premisas fundamentales en la construcción de su teoría: todos los hombres se caracterizan por “un perpetuo e incesante afán de poder, que cesa solamente con la muerte...”; ya que es el poder (o, en otros términos: la energía) lo que satisface la necesidad de conservar su movimiento vital. Desde esa tendencia de la vida a conservarse, Hobbes establece las definiciones sobre “lo placentero” y de todas las otras pasiones que, según él, singularizan la naturaleza humana; y es también de aquella ley que deduce cuál sería el tipo de relación que habría de existir entre los hombres en “estado natural”, esto es, si no existiese el estado. El silogismo es Afirmación que no debería ser tomada como simple referencia a una época. En verdad, el positivismo y el empirismo lógico, que está en las bases de la mayor parte de las producciones epistemológicas aplicadas a las ciencias sociales durante el siglo pasado, y aún hoy, siguen situando a las matemáticas (y luego a la estadística) en el mismo lugar. 3 Tema sobre el que retornaremos principalmente en el último capítulo de este tomo, pues aquel rol atribuido a las matemáticas y este, en el que las generalizaciones son el objetivo principal de la ciencia, serán temas que de no ser reflexionados dejan a los cualitativistas en el lugar de las cenicientas del pensamiento en ciencias sociales. 4 Hay que recordar que, en Hobbes, el "estado de naturaleza" no es una hipótesis histórica, que situaría al "estado de naturaleza" en origen real de lo que luego sería la “sociedad civil”; como lugar en el que la guerra ya ha sido eliminada como posibilidad. Por el contrario, aquel estado primordial, al que Hobbes llamó "de naturaleza", es el simple resultado de una operación de abstracción, mediante la cual se reconocen, en toda su pureza, las características esenciales de la naturaleza humana (egoísta, racional, etc.), que se mantiene siempre igual a sí misma. Aceptado esto, se podrá reconocer que esas características subsisten junto a la existencia del estado; esto es, no desaparecen con su presencia sino que, a lo sumo, son neutralizadas por él. Tema sobre el que retornaré en el capítulo tercero, dedicado a los sistemas complejos, pues justamente una de la características de estos sistemas es que se erigen ordenando el caos (es decir, otros ordenes que le son ajenos) pero no suprimiendo los factores que permiten su reaparición. 5 Como podrá notarse, ni más ni menos que lo afirmado por Galileo. 2

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Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

sencillo. Dadas las siguientes premisas: 1) si los hombres desean conservar sus vidas; 2) si para ello necesitan de las mismas cosas; 3) si esas cosas son escasas; la conclusión necesaria es que los hombres habrán de luchar entre sí para lograrlas. La pugna de riquezas, placeres, honores u otras formas de poder, inclina a la lucha, a la enemistad y a la guerra. (Hobbes; 1980; p. 80) Ahora bien, habiendo arribado a esa conclusión, es evidente que ese estado de naturaleza, al mismo tiempo que produce lo inevitable de la guerra, pone en peligro al principal de los deseos humanos que es el de mantenerse con vida. Dado que, más allá de que cada uno se afane por acumular poder, ninguno de ellos está exento del peligro de ser asesinado; pues ninguna de las diferencias existentes, en cuanto a fuerza, inteligencia, astucia, etc., son suficientes para substraerlos del peligro de ser derrotados; sea por uno o por una alianza circunstancial de varios de sus semejantes. Por ende, todos los hombres son iguales ante la posibilidad de su destrucción; y esa similitud es la que abre las puertas de una conclusión absolutamente racional: es necesario que aparezca un contrato que suprima aquella posibilidad para todos. Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón sugiere adecuadas normas de paz, a las cuales pueden llegar los hombres por mutuo consenso. Estas normas son las que, por otra parte, se llaman leyes de la naturaleza... (Hobbes: 1980). En Hobbes, el significado de aquello a lo que llama "leyes de la naturaleza" no tiene semejanza con la postulación de una racionalidad divina que rija las relaciones entre los hombres, tal como eran concebidas por el anterior derecho natural. Por el contrario: Ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto o norma general establecida por la razón, en virtud de la cual se prohíbe a un hombre hacer lo que puede destruir su vida o privarle de los medios para conservarla; o bien, omitir aquello mediante lo cual piense que pueda quedar su vida mejor preservada. (Hobbes; 1980). Claro que, adelantándose a rechazar las correcciones establecidas posteriormente por Locke, Hobbes dice que: Estos dictados de la razón, suelen ser denominadas leyes por los hombres; pero impropiamente, por que no son sino conclusiones o teoremas relativos (…) a la conservación y defensa de los seres humanos; mientras que la ley, propiamente, es la palabra de quien por derecho tiene mando sobre los demás" (Hobbes, 1980). Lo que es coherente con su convicción de que no hay ley ni justicia si no hay estado; y es ese estado lo que los hombres, en ejercicio de su razón, establecerán mediante el "contrato social"; pues: Las leyes de la naturaleza (tales como las de justicia, equidad, modestia, piedad y, en suma, la de haz a los otros lo que quieras que los otros hagan por ti) son por sí mismas (...), contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales los inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a otras cosas semejantes. Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno. Por consiguiente, a pesar de las leyes de naturaleza (que cada uno observa cuando tiene voluntad de observarlas, cuando puede hacerlo de modo seguro), si; no se ha instituido a un poder o este no es suficientemente grande para nuestra seguridad, cada uno fiará tan sólo, y podrá hacerlo legalmente, sobre su propia fuerza y maña, para protegerse contra los demás hombres. Es por eso que los hombres se ven obligados a instituir un poder que esté por sobre ellos y obligue a respetar al próximo, dirigiendo sus acciones hacia la preservación de la paz. Ese estado será producto de un contrato; sobre el que nadie tendrá derecho de exigir revisión alguna, mientras cumpla con la misión para la cual fue creado. Dado que Hobbes ha privilegiado el ejercicio de una minuciosa axiomatización y un riguroso ejercicio deductivo, el examen de su teoría muestra, con una limpidez casi cruel, la principal de las consecuencias de la tradi10

DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

ción individualista. Mientras el estado sea pensado como pura Ley Racional y la sociedad como una sumatoria de individuos, el contrato social es absolutamente racional y satisfactorio. Por lo que sobre dicha doctrina se puede fundar con absoluta firmeza por qué ocurre que existan estados y por qué es necesario impedir que estos se derrumben. Pero no bien alguien percibe que en las sociedades esa Ley Racional concentrada en un Estado Omnipotente no puede sino ser encarnada en alguien, dando paso a que la Omnipotencia Estatal pueda llegar a expresar las razones y apetitos individuales de quien ejerza el Poder Estatal, la paradójica conclusión es que, por la vía del Contrato, se construye una entidad que aplasta las individualidades. Esa fue justamente la aporía que desde entonces debieron enfrentar todos los herederos y paladines del pensamiento individualista. El próximo apartado está dedicado a presentar algunos de los intentos tendientes a superar, sin romper con el individualismo, las consecuencias catastróficas del pensamiento hobbesiano. ENTRE LA "RAZON INDIVIDUAL" Y “LA RAZON SOCIAL" A mediados del siglo XVIII, Locke se hará cargo del peligro que implicaba la propuesta hobbesiana sobre las libertades individuales. Por lo que, para evitarlas, se dedicó a la incorporación de varias correcciones a la concepción contractualista6, que pueden ser encontradas tanto en su Ensayo sobre el entendimiento humano como en el Tratado sobre el gobierno civil. En ambos textos, este autor (uno de los grandes exponentes de la teoría empirista del conocimiento) mantuvo los rasgos principales de la descripción que Hobbes hiciese del ser humano en “estado natural”; pero le agregó dos rasgos nuevos, que serían cruciales para la posterior derivación de su pensamiento. En el estado de naturaleza, el individuo de Locke (1987), además de ser egoísta y racional, es un propietario7. (…) la “ley natural fundamental”, aquella que coincide con los dictados de la razón, es la que obliga a los hombres a “no dar a otro… su vida, salud, libertad o posesiones”8. Así pues, para el seguidor de Guillermo de Orange, la ley natural obliga a los hombres al respeto mutuo y, por lo tanto, la guerra es injusta aunque posible dada la inexistencia de una Ley que sea Ley (en el sentido en que ya Hobbes había aclarado el significado del término). No existiendo dicha Ley: 1) cada quien puede interpretar la ley natural de acuerdo a su buen entender y 2) no hay a quien recurrir para verificar quién es el que interpreta la ley correctamente. Por lo que se puede concluir que: a) es posible y previsible la existencia de interpretaciones contrapuestas sobre lo que en verdad dice la ley y b) dadas esas diferencias se producirá la guerra; en la que cada quien procurara imponer la fuerza de sus propios criterios. Esto hace, como en Hobbes, indispensable un contrato social que cree esa ley faltante. Pero, aunque el resultado al que llega Locke pareciera ser muy semejante al de Hobbes, esto no es así, ya que sobre sus innovaciones se basó el derecho de los ciudadanos a resistir (legitimados por la ley natural) los desbordes autoritarios de los gobernantes; sobre los derechos al libre ejercicio de sus propiedades por parte de los gobernados. Incorporación que si bien tuvo radical importancia en el desarrollo del pensamiento político

Sin duda, en Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVII, la consolidación del poder burgués era un hecho casi consumado (al menos en relación con el "esbozo" del siglo anterior) y esto había producido cambios en las principales líneas problemáticas de los teóricos de la política. Ya no se trataba simplemente de proponer "la creación" de un estado capaz de introducir el orden en la sociedad; ahora era también urgente encontrar fórmulas capases de controlar su gestión, de impedir su desaforado dominio y, sobre todo, de su desmedido y aparentemente insaciable afán tributario, que amenazaba con ahogar capacidad de ahorro y la libre iniciativa de los nuevos productores. 7 Esto no significa solo propiedad de dinero o equivalentes, sino de todos los rasgos que lo constituyen como tal; aunque, en los hechos, lo que primó fue el interés por la defensa de la propiedad económica. 8 A diferencia de lo postulado por el filósofo de Canterbury, para quien el primer mandamiento de la ley natural era que cada individuo está obligado a “usar su poder, como quiera, para la conservación de la propia naturaleza, es decir, de la propia vida”. 6

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solo pudo ser posible rompiendo con la pureza del postulado individualista. Ya que, mientras Hobbes no reconocía en el estado de naturaleza lazo alguno de obligación entre los individuos; Locke, al dar importancia a la ley natural antes citada, introduce en el razonamiento lazos racionales de obligación mutua previos al contrato. Afirmación que solo se puede entender aceptando que, ya en el estado de naturaleza, los individuos se forman en el seno de una entidad que los trasciende y cuyas leyes no desaparecen ni son alienadas por los firmantes del contrato social; por el contrario, tiene una fuerza superior a él; pues es a ellas que los hombres pueden recurrir para oponerse legítimamente a los abusos del estado sobre sus propiedades. Por su parte, los pensadores posteriores, si bien mantuvieron el supuesto individualista básicos individuos “egoístas y racionales”9, llegaron también a conclusiones que eran poco congruentes con la pureza de esos principios. Para pensadores de la talla de Ricardo o Adam Smith el punto de partida era que la sociedad estaba compuesta por un agregado de individuos relacionados mediante la competencia mercantil (forma suavizada por las leyes, de la guerra de todos contra todos). Pero lo que terminaron comprobando es que esas luchas, al mismo tiempo que enfrentaba a los individuos entre sí, los unía en la producción de un progreso generalizado. Una síntesis de esa convicción había sido expuesta mediante una consigna de Mandeville y luego tornara famosa Adam Smith: “Los vicios privados crean el bienestar general”; formula en la que, como luego lo habría de destacar Hegel, daba lugar a la incorporación de un tipo de racionalidad que no se deducía de los rasgos puramente individuales sino de una racionalidad (expresada en la formula de “la mano invisible”) emergente de las interacciones que dan lugar a la existencia de lo social. En el otro extremo del pensamiento sobre lo social, esa confianza en la autosuficiencia del mercado en la producción de la armonía social no caracterizaba a los “filósofos radicales”; quienes, por el contrario, situaban al Estado en un lugar clave en el proceso de producción de la felicidad general10. Así, autores como Bentham pondrán especial énfasis en el papel que debe cumplir el estado como garante de la dirección racional de los asuntos públicos y, por consecuencia, garante principal de la felicidad pública. Con lo que, nuevamente, desde la otra punta del pensamiento individualista, también comenzó a generarse las bases para sospechar que lo social no es el producto de la suma de rasgos de los individuos que lo componen sino que su existencia implica una racionalidad supraindividual; que podía ser descripta, pero no explicada por el pensamiento individualista sin incorporar hipótesis ad hoc, dando buenas razones para quienes polemizaron con los pensadores individualistas, y a los que será dedicado el apartado siguiente11. EL HOLISMO Si en un momento la revolución francesa pudo ser presentada como la demostración de que los hombres pueden llegar a transformar el orden social, el terror jacobino y la expansión napoleónica produjeron una reacción que contribuyó a impugnar toda la filosofía racionalista e individualista anterior. En sus "Reflexiones sobre la Revolución Francesa", Burke fue el que primero expresó esa reacción; y en su reacción hizo responsables (de lo que para él era un desastre histórico) a los anteriores pensadores individualistas; que, según él, habían alentado y difundido la pretensión a la vez ilusoria y soberbia de que los hombres pudiesen reemplazar a Dios en la creación y organización de las sociedades.

Abandonando en cambio la ficción contractualista, insostenible y pasada de moda sobre todo a partir de la crítica hecha por Hume. Una buena síntesis del pensamiento de los filósofos radicales puede encontrarse en Bebal Y. (1979; cap. X). 11 Es evidente que en esta síntesis, entre todas las ausencias una de las más notables es la de Rousseau, pero la conjunción de un espíritu mucho menos analítico con las discreciones más o menos contradictorias de su trabajo me obligaría a una exposición mucho más extensa para mostrar los puntos exacto de su individualismo inconsecuente. 9

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Esa y otras reacciones similares se generalizaron en Europa cuando la expansión napoleónica acicateó la indignación nacionalista y conservadora, cuyos representantes coincidieron en un punto teórico principal: la sociedad debe ser considerada como en totalidad orgánica que evoluciona de acuerdo a sus propios impulsos y leyes. En el interior de esas sociedades, los individuos no pueden ni deben hacer otra cosa que acompañar esa evolución; pues cualquier intento de torcerla o reformularla llevaría necesariamente a los mismos resultados catastróficos a los que llevó la revolución francesa. En esa misma línea, el pensador y político Wigh impugnó, en el contractualismo, dos opiniones básicas: primero, que el individuo pudiese ser considerado el punto de partida del análisis social; segundo, que la sociedad pudiese ser pensada como el producto de un acuerdo entre individuos, es decir de un pacto tal como el propuesto por los contractualistas. Uniendo irónicamente ambas críticas, Burke dirá que, si existe un pacto, éste debería ser firmado entre los vivos, los muertos y los que han de nacer, pues todos ellos conforman la historia de la comunidad. Idea curiosa sin duda; pero que se propone expresar la imposibilidad de establecer cambios radicales en la sociedad; pues para él, la sociedad tiene una vida y una historia que antecede a cualquier hombre y será heredada por terceros12. Esa tradición culminará con Hegel. En Hegel, en efecto, el papel que Burke concedía a la tradición, tomó la forma conceptual de “espíritu de los pueblos”; que, como comentaba Hippolite, era concebido por Hegel como “una realidad espiritual - original que tiene un carácter único y es por así decir - lo indivisible”. Al mismo tiempo que retomando del pensamiento de Adams Smith el concepto de la mano invisible, se permitió incorporar dicho pensamiento en el suyo propio convirtiendo la antes citada “mano invisible” en una expresión más del despliegue de la Razón: Hay mediación de lo particular por lo universal, movimiento dialéctico que hace que cada cual, al ganar, producir y gozar para sí, gane y produzca al mismo tiempo para el goce de otros (... ) como ciudadanos de este Estado los individuos son personas privadas que tienen por fin su propio interés; como el mismo es obtenido mediante lo universal que aparece así, como un medio, dicho fin sólo puede ser alcanzado por ellos si determina su saber, su voluntad y su acción de acuerdo a una modalidad universal y se transforman en parte de una cadena que constituye ese conjunto. Aquí el interés de la idea, que no es explícito en la conciencia de los miembros de la sociedad civil en tanto que tales, es el proceso que eleva individualismo natural a la libertad formal y a la universalidad formal de saber y de la voluntad, a la vez mediante la necesidad lo arbitrario de las necesidades, y que otorga una cultura a la subjetividad particular. Se establece así un orden piramidal en el que, la Razón entonces, que tiene su máxima expresión en el Estado, también reside en la sociedad civil (aunque sin llegar a la perfección que toma en lo Estatal); permitiendo que la diversidad de individuos comience a ser armonizada en las “corporaciones”, que preparan a los individuos para tareas más elevadas; integrándolos en un sistema superior, el Estado; cuya racionalidad es lo que hace posible las existencias individuales y la propia historia de la humanidad. En los apartados siguientes expondré los rudimentos de esa filosofía en forma esquemática, dado que hacerlo me permitirá no solo terminar de esbozar el cuadro propuesto para este capítulo sino, al mismo tiempo, introducir otro elemento que será luego necesario para entender las propuestas hechas en los restantes capítulos: el tema de la totalidad13.

12 Por eso, los integrantes vivos de un supuesto pacto que diera origen a –y rigiera los destinos de— una colectividad, no estaban habilitados para establecer cambios legítimos: ya que las otras dos partes (los muertos y los que han de nacer) no están para legitimar dichas transformaciones. Desde esa perspectiva, la sociedad es un organismo en desarrollo, cuyo hilo de continuidad es la tradición; por lo que los vivos sólo pueden producir reformas parciales, que tiendan a resolver eventuales disfuncionalidades en la evolución de dicho organismo. 13 Es justamente este carácter crucial de su filosofía de la historia lo que llevó a Marx, por ejemplo, a comenzar por ella cuando quiso criticar la "Filosofía del derecho".

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Su primera idea básica es que sólo “lo total es real” y que, por ende, ningún hecho finito (y entre ellos, ningún hecho empírico) puede ser absolutamente real. Entre los ejemplos a los que acude para ejemplificar dicha idea, recordaré solo uno: el ser del día es concluyente cuando son las doce del medio día, pero no lo será a las veinticuatro; entonces, la media noche será el no ser del día. Ambas pues son expresiones de lo finito, pero no lo es El Tiempo que recorre el día y la noche y de ese modo se convierte en la verdadera realidad; ya que por incluirlos está más allá de ellos, constituyendo la totalidad de la que aquellos son solo una parte. Así pues, lo finito tiene como esencia y fundamento suyo a lo infinito, lo inmaterial, el pensamiento. Colletti resume lo antes dicho en una exposición con dos movimientos simultáneos: "Primer movimiento": lo finito tiene por esencia suya lo opuesto. Esto significa que, para él, lo finito no debe ser él sino otro, no debe ser finito sino infinito; esto es finito ideal, momento interno de la Idea. Esta, naturalmente, no es la idea eleática, sino “mismiedad" y "alteridad", "ser" y "no ser"; a la vez "identidad de la identidad y de la no-identidad". Para tomar lo finito en aquello que "verdaderamente" es no es necesario por lo tanto lo finito sino lo infinito. Para tomar lo particular real, o sea el "esto", la determinación no contradictoria, es preciso tomar la totalidad lógica, o sea, el "tanto esto como aquello", la tautoheterología o dialéctica. La verdadera realidad no es el mundo sino la idea. El ser no es ser sino pensamiento, o sea espíritu, logos cristianos. "Segundo y simultáneo movimiento": como la "esencia" de lo finito está en lo infinito, así lo infinito tiene su existencia en lo otro. La esencia del " más acá" está en el "más allá" al "más acá", esto es, hace de lo finito su encarnación y manifestación terrena. Lo finito pasa a lo infinito y lo infinito a lo finito. El mundo se idealiza y la idea se materializa. (Colletti 1977). Este doble movimiento que produjo es lo que Marx denunciaba como la conjunción de un positivismo acrítico con un idealismo también a-crítico. Ya que, mediante ese postulado, Hegel describe (ya que todo lo real es racional) pero ni explica lo que describe ni abre el juego de la investigación sobre diferentes posibilidades evolutivas; produciendo un pase mágico por el cual, al decir de Marx: (…) todo queda tal cual es, pero recibe al mismo tiempo significado de una determinación de la idea ( ...) la idea empírica aparecerá tal cual es: también es enunciada como racional, pero no es racional por su propia racionalidad, sino porque el hecho empírico, en su empírica existencia, tiene un significado distinto de sí mismo. El hecho de que se parte no es entendido como tal, sino como resultado místico. (Marx; 1978). Si interesa exponer un poco más este tema en este trabajo es por las enseñanzas que este intento puede aportarnos en tanto investigadores al adoptar posiciones estructuralistas y/o sistémicas que, si bien parecen superar los vicios individualistas, no logran dar cuenta del lo contingente de las formaciones sociales. Tema que será retomado en el tercer capítulo, al tratar sobre los modos de concebir el movimiento y los conflictos en sistemas complejos; una de cuyas características es la de nunca llegar a constituirse en totalidades cerradas ni sometidas a alguna fuerza que la impulse en una dirección predeterminada. Sin duda, el recurso al que recurre Hegel es innegablemente ingenioso y explica buena parte de su éxito: en cambio de aceptar, como la mayor parte de los pensadores, que existe una diferencia de sustancia entre el bien y el mal, el filósofo incluye ambos extremos (tal como lo hiciera con los conceptos finito e infinito) en una misma entidad en movimiento. Ahora bien ¿qué tipo de movimiento es ese?, ¿quién es el espectador que puede convertirlo en conocimiento? Las respuestas podrían ser diferentes para cada una de esas preguntas. Respecto a la primera, se podría hipotetizar que la totalidad es movimiento; ya que todo lo que experimentamos parece acuñado en ese destino común; en este caso, sería indispensable enfatizar (para no producir afirmaciones cuya soberbia es realmente inconmensurable, debido a que presupone que los seres finitos so-

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mos capaces de conocer el infinito14) que lo afirmado no pasa de ser una conjetura basada en la experiencia de nacimiento y muerte. Mientras que respecto a la segunda de las conjeturas (que los espectadores y testimoniantes de ese movimiento somos miembros de una especie que, pese a su finitud participa de la esencia divina y puede llegar por ese medio al conocimiento de lo infinito) lo único que puede sostenerla es la fe cristiana15. Hegel, sin embargo, no cree que ninguna de ambas proposiciones sean, ni conjeturales ni diferentes. Según lo afirma, el proceso cósmico es un despliegue del espíritu absoluto en el proceso de su auto-reconocimiento; proceso que ocurre en el nivel de lo finito y tiene en los seres humanos sus testimoniantes. De allí que el filósofo se haya convencido de que: conforme la razón finita avanza en el entendimiento, lo absoluto progresa hacia el auto-conocimiento; siendo los humanos quienes participan de ese movimiento de autoreconocimiento que se va desplegando en la historia de la humanidad. Lo que es de hacer notar es que dicha concepción en la que la totalidad de lo histórico social aparece como sujeto fundante; y, por ende, fuente desde la que se puede y debe explicar las acciones individuales; lo hace a costa de disolver los entes individuales, convirtiéndolos en meros agentes de la necesidad histórica16. ROMPIENDO EL NUDO GORDIANO Como advirtiera, repasar los dos modos principales con que se abordó la relación individuo/sociedad en occidente no fue ocasionado por ningún deseo historiográfico. Por el contrario, solo pretendió mostrar como, una dicotomía que aún es frecuente en las teorías sociales, ya se expresaba en formas muy puras desde los comienzos de la modernidad; y que, desde entonces, alienta perspectivas teórico-metodológicas que se acercan a uno de los dos polos y que, cuando son asumidas por los investigadores, deciden radicalmente el modo en que ha de construir su objeto. De allí que tocar brevemente este otro aspecto será una introducción necesaria si se pretende un abordaje más complejo del objeto de la investigación. Tal como es evidente, cada uno de esos dos paradigmas difiere absolutamente del otro al elegir entre lo individual o lo social como base para la construcción de sus teorías. Pero ambos coinciden justamente en partir y/o llegar a una base o un producto unificado en torno a un principio, sea este el individuo Hobbesiano o el Espíritu Absoluto. Esto es, coinciden en la concepción de la causalidad. Según Ferrater Mora (1978), la noción de “causa” se hizo posible cuando se supuso que: …no hay solo ‘imputación’ a alguien (o a algo) de algo, sino también, y especialmente, producción de algo de acuerdo con una cierta norma, o el acontecer de algo según una cierta ley que rige para todos aquellos acontecimientos de la misma especie, o transmisión de propiedades de una cosa a otra según cierto principio, o todas estas cosas a un tiempo. Así situada en el campo de la explicación, la “causa” fue normalmente asociada: 1) a la determinación de cuál es el “motivo” de la producción del efecto investigado; y 2) a la suposición de que ese motivo es, en última instancia, reductible a la unidad; lo que habrá de permitir construir una ley que lo abarque. Ahora bien: ¿es posible llegar a ese motivo último en nuestras explicaciones?, ¿serán tan simples los objetos de las ciencias

14 La misma palabra “infinito” no hace otra cosa que indicar que, sobre aquello de que se está hablando, los humanos no conocemos ni sus formas ni sus límites. 15 Imposible sería comprender la posibilidad de un sistema semejante y la inmensa credibilidad lograda por él si olvidásemos que retoma temas caros a la tradición cristiana en la que, por otra parte, Hegel explícitamente se sitúa. Pero este tema trasciende los objetivos de este trabajo. 16 Fue justamente Marx quien, rompiendo la concepción parcial que hicieron de Hegel sus seguidores de izquierda, comprendió que era todo el sistema el que debía ser puesto sobre sus pies; haciendo de la historia el lugar de la aventura humana.

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que nos ocupan como para que todo se reduzca a un principio fundante?, ¿no será el efecto de una antropomorfización del proceso real, axiomatizando que todo producto debe tener un productor? De hecho, en diversas tradiciones teológicas o filosóficas, cuando se pretendió “explicar” lo existente, se recurrió a analogías antropomórficas (tales como la identificación de Dios con la figura de un ser humano todo poderoso). Por la vía de ese reduccionismo, y pese a la riquísima diversidad de tratamientos que dieron al asunto las diversas escuelas de pensamiento, en las representaciones que hegemonizaron el pensamiento occidental, la explicación de lo existente se aunó a la búsqueda de una causa: asociándose entonces a una ontología esencialista de lo social, en la que se supone la existencia de un ser en sí, irreductible, del cual dependen todos los entes: el individuo en los individualistas; la sociedad (o sus otras expresiones) en los holistas. Así expuestos, lo que establece la principal diferencia entre ambos paradigmas es el orden causal que une individuos y sociedades. Mientras que en el primer paradigma son los individuos los que construyen las sociedades, en el segundo es la sociedad la que determina el tipo de individuos que han de conformarla. Así, tanto el individualismo como el holismo, en todas sus versiones, comparten una actitud, un destino y una intención que se remonta a los más remotos orígenes conocidos de la tradición greco-judeo-cristiana: encontrar un punto sólido desde el cual llegar a explicaciones y conocimientos ciertos, mediante la reducción de lo diverso a Una–Base–Primordial. Pensamiento que, por ser totalmente opuesto a la idea de sistemas complejos tal como los humanos podemos llegar a concebirlos merece un estudio que, dejando la especulación, intente abordar la relación individuo/sociedad tal como aparece en cada instante en el que un nuevo hijo de la especie se incorpora a lo social. Para hacerlo, (y sin pretender que esta sea una descripción de lo indescriptible sino un mero postulado pragmático) en este trabajo supondré que (en cambio del Uno) en el principio y en el fin siempre encontraremos diversidades (nacimientos en sociabilidades totalmente diferentes o más o menos semejantes, pero nunca iguales); y que, en consecuencia, arriesgando una referencia analógica: no es en las cosmogonías monoteístas en las que deberíamos inspirarnos, sino en las politeístas, que son mucho más adecuadas a todo pensamiento sobre la complejidad. Es desde esta opción que habré de introducirme en lo que es el objetivo principal de este capítulo: indagar sobre los modos en que podemos concebir la relación individuo/sociedad, creando las bases para un enfoque cualitativista de la investigación social que asuma: 1) que la investigación cualitativa se dedica a estudiar relaciones y no suma de rasgos y 2) que sus objetos son complejos. Ahora bien, nada de lo afirmado debe ser pensado como el esbozo siquiera lejano de una filosofía con pretensiones totalizantes. No solo porque mi talento no se adecua a esos menesteres. Aun cuando se adecuara y este fuese un texto que requiriese de alguna filosofía, no creo que éstas sean épocas propicias para las síntesis filosóficas. Es demasiado grande y vertiginoso el cambio de época como para que alguien sea capaz de recoger y sistematizar las millones de experiencias cotidianas que van encarnando, en la actualidad, la experiencia de la especie. Por el contrario, creo que es época de creatividad limitada; en la que cada uno debe poner su mayor esfuerzo en resolver los novedosos problemas que los tiempos imponen. Según mi entender, las teorías constructivistas, por una parte, y aquellas otras que versan sobre “la complejidad”, por la otra, pueden aportar elementos útiles para construir una alternativa al las ontologías señaladas. Pero antes de entrar en el análisis de lo metodológico a partir de esos aportes, conviene retornar al objeto de este capítulo. Al hacerlo, será posible identificar modos más elaborados de entender la relación individuo/sociedad y al mismo tiempo establecer algunos de los supuestos teóricos que fundamentarán las opciones metodológicas y técnicas que serán estudiadas en los dos tomos siguientes.

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SUJET O Y SOCIED A D Todo investigador social, de uno u otro modo, siempre se encontrará con la necesidad de describir y comprender pequeños o grandes grupos humanos; poseedores de lenguajes y reglas que permiten regular sus interacciones; aún cuando éstas sean conflictivas. Así pues, el propósito de los siguientes apartados es el de salir de lo estrictamente sociológico para incluir algunos de los conceptos que, desde canteras explotadas por psicólogos y psicoanalistas, permitirán resolver de manera diferente la dicotomía antes esbozada, a la vez que nos proporcionarán conceptos que: 1) sumandos a los encarados en los dos capítulos siguientes proporcionarán las bases para definir “la unidad de análisis” de una manera adecuada a la investigación cualitativa y 2) serán el respaldo teórico permanente para el estudio de cada una de las tareas que habremos de encarar en cada una de las etapas de la investigación, tratadas en los tomos siguientes. Más allá de cómo cada uno de los lectores entienda lo que es la vida, no creo que rechace dos premisas: 1) todos llegamos a un mundo que nos preexiste y 2) las relaciones con ese mundo las comprendemos dentro de “el tiempo” y “el espacio”. Así pues, los primeros apartados de esta segunda parte del capítulo estarán organizados siguiendo ambas coordenadas. LAS VOCES QUE VIENEN DEL PASADO 17 Como ya anticipara, en el inicio de cada uno de nosotros siempre hay un cierto continente social que, como todo continente, nos acoge y nos provee las formas que le son propias. Como bien se sabe, no hay generación espontánea, sino que, por medio de la madre, del padre, del resto de la familia, de los amigos, de los médicos y/o parteras, y de todo ese mundo de gente que forma parte del contexto en el que se nace (y que, como se sabe, varía según épocas y tradiciones18), el retoño de humanos se hace miembro de la especie en el mismo proceso en el que se inserta en una determinada cultura19. Desde entonces, toda su vida estará marcada (desde la misma conformación neurofisiológica) por el haber nacido y haberse criado en esas circunstancias. Diferencias de las cuales las ilustraciones son apenas un modo de recordar que contextos la amplia gama socio cultural de tales circunstancias; hasta el punto en que ya en el momento del alumbramiento el neonato se humaniza en el contexto de los específicos usos, costumbres y lenguaje de una determinada clase social y de una región; así como también en el contexto de las específicas modalidades culturales del núcleo familiar (nativos de la región o provenientes de otras regiones, clases sociales y países, y por ende incluyéndolo en las ambivalencias de pertenencias no siempre cónsonas), por los roles atribuidos a su “género” y los atribuidos al otro, por los recursos que le transmitieron sus progenitores o protectores, etc.. Es decir, será influenciado por todos esos variados determinantes

Titulo inventado por Joutard (1986), para su libro sobre las narraciones orales de historias individuales o grupales. Retomaré este aspecto en otras partes de este y del próximo capítulo. 19 Hasta tal punto es incorporada (hecha cuerpo y por lo tanto inconcientemente asumida) esa influencia que nuestras propias categorías más abstractas suelen estar influidas por ella. Ese es el caso, por ejemplo, del supuesto según el cual “lo activo” se asocia a lo masculino, al pene, convertido en falo por muchos psicoanalistas; lo que posteriormente los introduce en la necesidad de poco convincentes teorizaciones ad hoc para explicar lo que es poco explicable desde ese supuesto. 17 18

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Capítulo 1: SUJESTOS Y OBJETO EN LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

sociales de la conducta individual a los que ya me he referido en otro texto (Saltalamacchia, 1992); y serán las influencias de esos contextos las que irán conformado las diferencias que lo habitan20. Dado el carácter relativamente inmaduro del neonato humano, tales influencias se ejercen, con particular intensidad, hasta concluir su maduración neurológica; tiempo en el que ese “estar en el mundo” será signado por las radicales insuficiencias del neonato para adaptarse al medio autónomamente y, por ende, por la manera siempre singular en que el medio intenta satisfacerlo (Lacan, 1991 y 1984) 21. Así, en el contexto de esas experiencias se producen las primeras impresiones, que se guardan en los pliegues sensibles del cuerpo, imprimiendo un peculiar tono emocional a cada una de las estimulaciones del medio22: desde entonces, ellas instituyen moldes perceptivos, afectivos y conductuales, anidados en ciertas imágenes, significantes y sensaciones huidizas (formas solo aproximadas de referirme a algo que por naturaleza, escapa al dominio de las palabras), que habitan el inconsciente y se imprimen en las sinapsis nerviosas o en las reacciones bioquímicas que recorren nuestro cuerpo, constituyendo su memoria23. Estos significantes, imágenes y sensaciones, podrán ser más tarde reactivados mediante asociaciones, voluntarias o involuntarias, en la estructura de otras vivencias24, dando continuidad a nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos y permitiendo acumular los “saberes” que orientarán nuestras conductas futuras. Durante la primera época de su vida, el neonato no construye imágenes totalizadoras o globales. Para él no existe exterior ni un “espacio propio”, desde el cual él mire o demande. Más allá de que un “otro” exista y lo asista, en el imaginario infantil, las imágenes “externas” se confunden en un muy poco estructurado universo; donde coexisten las formas y los olores exteriores con las propias sensaciones internas. Sólo siente el instantáneo goce-de-ser; cuya añoranza jamás perderá. Ese goce es un goce en el que no hay distancias ni tiempo (pues no hay sujeto que los signifique) pero es una realidad dura (materia culturalmente organizada) desde la cual el sujeto podrá, más tarde, emerger; traduciendo en lenguaje (el del inconsciente) lo que por entonces es sólo una forma más de lo real. Nunca hay un momento en que el individuo (esencia fundante) se encuentre con la sociedad y se relacione con los seres que en ella habitan desde su pura y absolutamente autónoma individualidad. Por el contrario, lo que está en su origen es una (con)fusión; en la que, si no existiesen elementos socio culturales, el sujeto jamás llegaría a constituirse. Ni siquiera la sociabilidad hecha carne y activada en sus movimientos reflejos –tendientes a producir formas básicas de relación con sus semejantes— podrían madurar si ellas no encontrasen un continente social en el que se sientan correspondidas y estimuladas.

20 Recordar estos temas tiene como objetivo destacar la íntima constitución socializada de todos los seres humanos: encuentro azaroso de lógicas y temporalidades heterogéneas. 21En cada uno de esos seres que se encargan de la función alimenticia y en los instrumentos que usan para ese y otros cuidados se encarnan los "habitus" de clase, de región, de edad, de sexo, etc.. Aunque difusa e inarticulada, ya en esa época hay "vida mental", dominada por las formas del rostro y del seno materno e incluso por otras formas, roces y olores repetidos, así como por el arrullo de aquella partitura coral en la que se destacan, mediante inflexiones reiteradas y siempre singulares, los sonidos de su nombre. 22 La muy occidental y cristiana distinción entre cuerpo y alma lleva a distinguir lenguajes simbólicos y procesos corporales; me inclino mucho más hacia la idea de que esos lenguajes también cobran, a la larga, formas genéticas y en lo inmediato, la estructura de transmisiones eléctricas (entre las neuronas y sus respectivas sinapsis) o de relaciones bioquímicas que solo quien sostiene el dualismo puede aislar de su carácter psíquico, optando u obligándonos a optar entre palabra y cuerpo, para luego discutir sobre lo que es prioritario. Ese tema es un mundo aún muy poco explorado, poco se puede decir seriamente sobre esto, pero la hipótesis de un lenguaje reducido a lo simbólico hace invisible ese campo de investigaciones posibles. Sobre el tema ver, Martínez Miguelez (1993). Sobre los aspectos emocionales y sus relaciones con el desarrollo de la inteligencia ver (Alberoni, 1976). Volveremos sobre él en varias partes de este libro; particularmente cuando nos preguntemos por la presencia y utilización de los otros sentidos en nuestras investigaciones. 23 Para una síntesis sobre las investigaciones de la relación entre memoria y funcionamiento cerebral (que para un cualitativista cobra peculiar interés si se recuerda que buena parte de su trabajo se ejerce sobre la memoria) cf. Oliverio & Oliverio (1992). Sobre la relación entre el cuerpo y la memoria ver Bergson (1896). Sobre la relación entre sistema nervioso y conocimiento, desde la perspectiva de una de las vertientes de la psicología cognitiva, también es importante consultar autores como Varela, Thompson, et al. (1997). El tema será retomado en distintos capítulos del libro. 24Proceso en el que la llamada “compulsión a la repetición” ocupa un lugar importante. Pero también en otras reacciones inconscientes, como, por ejemplo, la sensación de extrema desprotección que despierta la imitación de un llanto infantil en una sesión de foniatría o de psicodrama.

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Así, en toda la primera etapa de su vida, lo que prima es la comunicación mediante un complejo sistema de señales corporales (mediante las que interactúa con sus criadores) que producen estimulaciones, cuyos códigos van aprendiendo por ensayo y error25. Luego, la paulatina entrada en el universo simbólico ocurre por razón de un proceso al que Lacan diera el nombre de “fase del espejo”; que, aproximadamente comienza desde los seis meses y dura cerca de un año y medio (Lacan, 1984)26. Desde entonces, aquel reconocerse en la mirada de quienes lo rodean, será el paradigma de todos los reconocimientos mediante los que el sujeto jugará su ser en sociedad27. Ese es el inicio. Pero hay más. Aquella aparición de la imagen, en la que el niño ve proyectada su propia unidad, no produce todavía una verdadera distinción. Sobre todo cuando el padre brilla por su ausencia, el niño puede sucumbir a la tentación de pensarse, sentirse y valorarse como continuidad de la madre (esto es, construye sus imágenes ignorando la–falta–en–él del regazo materno y la falta–de–él en el regazo de la madre) y se instala en el goce (inconciente) 28 de la no separación (Lacan, 1984 y 1985). Mientras esa esperanza no se frustre, el niño puede reconstruirse imaginariamente como pleno, por lo que no nacerán ni su deseo (que supone una ausencia) ni su necesidad de simbolizar: ya que la palabra adviene con la única misión de llenar el lugar de lo que no está. Esto es: mientras el niño no sienta el desgarramiento que lo separa del seno materno, no necesitará ni aprenderá a hacer ninguna tarea tendiente a encontrar un sustituto a su plenitud perdida (hablar, por ejemplo, sólo cobra sentido como forma de evocación de lo que no está presente) constituyéndose como sujeto pasivo del, y sujeto activo en, el lazo social. En nuestra cultura, producir la ruptura de aquella simbiosis es lo que recae sobre los hombros paternos29: tradicional representante de la ley social, la paternidad está destinada a limitar el imperio materno, facilitando, desde fuera, la ruptura definitiva de ese cordón que, sin dicha operación externa seguirá existiendo en la comunicación entre los cuerpos. Así, el padre es alguien que prohíbe e indica, al mismo tiempo, el camino hacia la socialmente posible −aunque desplazada realización del deseo. No solamente para los hombres sino también –en el juego de tensiones con lo materno— para las mujeres; apareciendo, en los primeros, como ejemplar para la identificación 30 y para las mujeres como el modelo del hombre (diferenciado del ideal de mujer) con el que habrá de relacionarse en el futuro (Lacan, s/d). Este es un nuevo y decisivo momento de la construcción socializada del nuevo ser humano; momento en el que se consolida el dominio de las leyes: de lo que se debe ser, según lo que la cultura (del grupo y/o de los grupos a los que ese grupo pertenece) lo ha

Desde ahora debemos, contra la influencia de la sobrevaloración frecuente de lo simbólico, tener presente la fundamental incorporación de los lenguajes corporales; esto será de gran importancia en nuestro adiestramiento en la investigación cualitativa. Aunque yo mismo, preso en la historia de esa tradición, quizá no llegue a extraer en este libro todas las consecuencias de lo que acabo de indicar. De todos modos, volveremos al tema, retomándolo desde estos momentos constituyentes de la socialización, al trabajar sobre el tema de las representaciones sociales. 26 Situado delante de un espejo, al principio el niño reacciona frente a su imagen como si ella fuese un aspecto más de esa realidad indiferenciada en la que ES; luego, en esa imagen llega a reconocer a SU cuerpo, y en su movimiento, a reconocer SUS propias formas y SU unidad. Esto le permite ir desarrollando una imagen de sí mismo como algo diferenciado del entorno. 27Esto es importante tenerlo en cuenta cuando planifiquemos las entrevistas, pues en ellas se repetirá (con la cobertura de los usos y costumbres del grupo) ese intento de procurar reconocimiento, lo que influenciará en el discurso y que, solo si lo percibimos, podemos ver de qué manera evitar que esa búsqueda de reconocimiento prime por sobre toda otra finalidad, frustrando nuestros propósitos. 28 El goce, a diferencia del placer, es inconsciente; es una forma de ser sin saber, de la que solo otros pueden dar cuenta. Ver Braunstein (1982 y 1992). 29 Puede haber otros representantes de esa ley social y eso es algo a tener en cuenta en la investigación. 30Esto es, fuente simultánea del super yo y del ideal del yo. Dice con claridad Susana Sternbach “El brillo fálico que un niño adquiere a los ojos de su madre también es reflejo de los ideales y valores de su época. Yo ideal e ideal del yo no son categorías en abstracto. Se encarnan de modos disímiles en cada constelación familiar, pero también en función del imaginario colectivo de época. La producción social de subjetividad incluye en cualquier época criterios de normalidad, ideales, desviaciones toleradas, categorizaciones y clasificaciones de lo patológico. Las congruencias e incongruencias de las modalidades subjetivas respecto del sujeto ideal de esa cultura promoverán cierto reconocimiento social, o bien el descrédito y la falta de asignación”. 25

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dispuesto y sostiene. Mediante la aceptación de la ley −al principio encarnada en el padre o en su imagen, incorporada en la mujer el individuo es lanzado hacia la cultura y al intercambio en sociedad; la ley le asegura los contornos (más o menos permeables) de su identidad (esto es de su específica auto-organización) a condición de enlazarlo a otras identidades, en diversas sociabilidades interrelacionadas31. Desde ese momento, además de participar en el orden del lenguaje (que regula muchas de sus relaciones –cognitivas, valorativas, estéticas, etc.– con sus semejantes) y de las relaciones afectivas de todo tipo, el sujeto (mediante un acontecimiento que lo conforma en su unidad a condición de cruzarlo desde el exterior) también comienza a participar de las normas, costumbres y ordenamientos de muy diversa especie, que son propios de las sociabilidades en las que está incluido (Gentili 1990), convirtiéndose en miembro de las mismas. LAS SOCIABILIDADES, LAS DIFERENCIAS Y LAS IDENTIDADES Sabida la crucial búsqueda de amor (y la importancia radical de lo afectivo) que es inherente a todo ser humano, las conductas no deberían ser pensadas como una pura búsqueda de la verdad o de la utilidad personal32. Por el contrario, en el amor, y en otras formas del afecto que cruzan todas nuestras relaciones, hay cálculo racional; pero su materia prima posee las connotaciones afectivas, simbólicas e imaginarias producidas durante la socialización del decisor33. Esto es, dichas actuaciones son modos de ponernos en contacto con el deseo de los diversos “otros”, en que se encarnan los no siempre homogéneos mandatos culturales34, encarnado en la compleja estructura imaginaria y simbólica a la que normalmente denominamos “cultura”. Por eso, tal como fuese esbozado en el apartado anterior, las actividades de los seres humanos están constitutivamente enmarcadas y constituidas por las imágenes que el sujeto tiene de lo que los otros esperan de él; y cuya adopción permitirá que esos otros lo quieran, lo respeten y lo reconozcan35. Sin embargo, en el polo opuesto de todo reduccionismo, es indispensable recordar que aquello que Lacan denominó el Otro (que constituye al sujeto desde su inconsciente) no es una simple unidad; sino una trama compleja, heterogénea y contradictoria. Muchos y variados son los discursos, normas, costumbres y creencias implícitas en las conductas, preferencias estéticas, mandatos desde y sobre lo corporal, valores, configuraciones temporales y espaciales, etc. que lo conforman y que conforman, desde él, al sujeto36. Si el Otro cultural fuese homogéneo, los sujetos serían idénticos y sería superfluo todo movimiento de identificación: los otros se disolverían en El Gran Otro (una imposible cultura homogénea y sin suturas); una serie de “clones” culturalmente producidos37. Por el contrario, la heterogeneidad constitutiva de lo social impide toda imagen de clonación y produce un doble efecto: a) la diversidad y heterogeneidad entre los sujetos

Más adelante retornaré sobre este proceso desde la perspectiva de la formación de las representaciones inconcientes y sociales. Error típico del individualismo racionalista y que permite reforzar la convicción de que tampoco en este aspecto de la cuestión, esa forma burda del individualismo que es el rational choice se presenta como un buen acompañante. 33 Es en este contexto que se podrá comprender mejor la correcta intuición de (Pizzorno, 1984), comentada en un capítulo próximo, según la cual, la participación en una acción colectiva y la definición que hacen los individuos de sus intereses debe ser comprendida a partir del deseo de asegurar su pertenencia a una cierta colectividad 34 Sobre la relación entre deseo y proyecto escribí algo más en Saltalamacchia (1992). Pero, como es obvio, la fuente de ese razonamiento y sus mejores desarrollos debe buscarse en Lacan y sus continuadores. Lo mismo ocurre en relación al concepto “Otro”. Utilizar el concepto “Otro” como sinónimo de cultura permite enfatizar en la alteridad de los mandatos en que nos socializamos. 35 Por eso, juzgar los contenidos, por ejemplo, de un tratado científico y olvidar esa búsqueda de reconocimiento, pensándolo como una pura búsqueda de la verdad, es una excelente manera de entender lo menos posible; o, al menos, de no entender lo esencial. Recordar esto nos permitirá, al mismo tiempo, comprender el tipo de interacción que se produce entre entrevistados y entrevistadores o entre observadores y observados. 36 Volveremos sobre este aspecto de la cuestión al tratar sobre las representaciones sociales, hacia le final de este capítulo. 37 Nada en nuestra experiencia de lo social habilita la aceptación es esas abstracciones en la que lo social aparece como unidad; cruzas y coexistencia de etnias; religiones diferentes; experiencias distintas producidas por las especificidades geográficas de una región y de tradiciones culturales regionales, etc. son lo que efectivamente encontramos. Por ello, hablar de la sociedad es una ficción conceptual que en ciertos momentos puede ser útil, pero a condición de no reificarla. 31 32

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que conforman las entidades sociales y b) la heterogénea constitución de cada sujeto38. Esa doble heterogeneidad produce consecuencias de gran importancia. Entre ellas: 1) Abre el campo de la constitución del yo: no sólo como entidad imaginaria y simbólica, en la que el sujeto se reconoce, en nuestra cultura, como una identidad que controla su destino; pero también como instancia en la que el sujeto busca su unidad, proyectándose en sucesivas imágenes de sí: enunciándose. 2) Hace posible que la falla en el Otro y el movimiento hacia su “sutura” (el deseo y el proyecto en el que ese deseo se concreta), sean acompañados por la percepción de otras capacidades que, en el Otro y en los otros, son potencialmente complementarias de nuestra propia falla y producen el impulso de sociabilidad. En todos los casos debemos tener en cuenta que ni aún las comunidades más simples39 llegan a una completa homogeneidad. Eso permite el permanente intercambio que conforma el quehacer cotidiano. Aún cuando el ethos dominante sea sumamente exitoso en la socialización de los miembros de una comunidad, esa socialización no puede forcluir los saberes propios de las otras sociabilidades que conforman a los participantes de esa comunidad. De esas otras sociabilidades, surgen claves de recepción de los subconjuntos culturales en los que cada individuo se conforma; pero también sus encrucijadas problemáticas; y los desafíos que dan paso a la constante invasión de afluentes externos40. Se lanza así una constante renovación de proyectos, alianzas y conflictos que, comparten o construyen un mismo campo de interacciones y un código de reconocimientos culturales; al menos lo suficientemente sofisticado para comprender al oponente. En todas las formaciones sociales hay principios de coherencia y regularidades que están en la base de su propia posibilidad; si ellas no existiesen, las interacciones entre sus miembros serían simplemente imposibles. En cambio, lo que no puede afirmarse es ni su eternidad ni algún tipo de homogeneidad conquistada para siempre41. Por el contrario, tales normas y representaciones son la base, pero también el objeto de: 1) las diversas y muchas veces conflictivas prácticas de sus integrantes; 2) de las relaciones de estos con otros integrantes de otros sistemas y 3) de las relaciones del sistema en su conjunto con otros que forman su medio ambiente (constituido por lo natural no humano y otras sociabilidades)42. Por lo que la llamada “estructura” es un sistema complejo y dinámico, en el que los procesos de integración y desintegración son el marco polifónico de todas y cada una de nuestras acciones43. Por ello, no dando por supuesta la unidad de “la estructura”, la investigación social deberá siempre preguntarse de manera directa (u observar con el rabillo del ojo) cuál es el contexto en el que se sitúan los objetos investigados44.

También esta referencia a la diversidad deberá ser recordada cuando abordemos la discusión del capítulo sexto de la segunda parte en la que se encarará el tema de la creación y sus condiciones de posibilidad. 39 “Simples” en el sentido de responder a principios de unificación claros, relativamente limitados en número y con principios organizativos que promueven su respeto en forma intensamente coercitiva. 40 Lo dicho al respecto no será repetido pero obviamente sirve también al considerar las sociabilidades presentes y futuras. 41 Sobre la interacción entre procesos de homogenización y de conflicto y diferenciación retornaré en el último capítulo de este tomo. 42 Ver capítulo tercero. 43 Si aceptamos esa diversidad de determinantes de la conducta individual y lo aplicamos a nuestras propias identidades como investigadores, podremos reconocer que, aún entre los científicos, la búsqueda de la verdad (pensada como una manera de seleccionar y combinar argumentos y experiencias en función de una cierta producción intelectual) podrá ocupar un lugar importante, pero nunca exclusivo en la producción de esos proyectos. Por el contrario, para todo ser humano, en la construcción imaginaria del Otro —que cada uno de nosotros encuentra en el extremo de su deseo— estarán actuando aquellas voces y representaciones que vienen del pasado (y como más adelante veremos: también del presente y del futuro proyectado). 44 Retornaré sobre este tema en el capítulo cuarto del segundo tomo. 38

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Estando todas ellas de algún modo presentes en el universo sociocultural en el que nos encontramos inmersos45, las voces que “vienen del pasado” organizan una trama compleja de mandatos y razones; gran parte de las cuales escapan a la conciencia del actor, a fuerza de constituirlos desde su interior46. Lo que cobra importancia ya que, muy frecuentemente, nuestros trabajos de investigación (entre los que incluyo los emprendidos cotidianamente por cualquier persona) tendrán como objetivo conocer cuáles son esos materiales; ya que esto puede ser una forma de conocer el por qué, el cómo, el dónde o el para qué de cualquier conducta. Esta es una primera conclusión respecto a la socialización y sus complejidades. Pero es necesario ir más allá. Como se sugirió, la palabra o sus equivalentes (las señales, los abrazos, etc.) son la vía mediante la cuál entramos en determinados continentes culturales; con su compleja y no siempre coherente topografía de mandatos, prohibiciones y silencios. Esas comunidades culturales (posibilitadas por algún grado de comunidad lingüística e imaginaria) 47 son comunidades históricas; cuyos principios articuladores son más diversos y complejos, mientras más amplia y compleja es la historia de la comunidad. En cada una de las comunidades humanas, tales historias comunes, con sus semejanzas e interpenetraciones lingüísticas e imaginarias, tienden a una unificación relativa de las experiencias y de los modos de su interpretación,48 constituyen los “ideales del yo”49 y los mandatos superyoicos con los que cada persona actúa50. Ideales y mandatos cuya vigencia es garantizada y controlada por una compleja –y muchas veces casi imperceptible— red de sanciones y recompensas51. Se establece así un entretejido de comunicaciones que garantiza la vigencia de los intercambios, conformando un campo más o menos unitario de interacciones (aun cuando ellas sean conflictivas, ya que, como adelantara, también el conflicto supone cierto grado de comunidad) 52. La unificación relativa que alcancen debería comprenderse utilizando conceptos como el de articulación, hegemonía (Laclau 1990 y 1994) y coerción, que han sido frecuentemente utilizados en la teoría política. Aunque es importante señalar que son las limitaciones en el éxito absoluto de las tendencias unificadoras y homogeneizantes las que, al mismo tiempo, permiten el surgimiento de originales formas de adaptación al entorno. Son tales diferencias las que, como ocurre en los ecosistemas naturales, hacen posible mutaciones que permitan hacer frente a desafíos inesperados y posiblemente inesperables. Es desde tal diversidad que emergerán afluentes cuya productividad puede ponerse de manifiesto en los momentos menos pensados, dando lugar a nuevas interpretaciones o a la invención de nuevas soluciones53. Como antes dijera, para cada individuo, la propia identidad se articula y encarna en las indispensables miradas de los otros; esa articulación y encarnación, que da cuenta de su unicidad, es socialmente certificada al menos en dos instancias: en lo simbólico, por el nombre; y en lo imaginario, por el cuerpo (que parece absolutamenVolveré sobre el tema al final del capítulo, al tratar sobre las representaciones sociales. Retomaré este tema, criticando a la teoría de la elección racional, en el último apartado de este capítulo. 47 Utilizando en este caso el término “imaginario” en un doble sentido el de: 1) suponernos parte de una comunidad y 2) vivenciar esa pertenencia en el reconocimiento de ciertas imágenes (gesticulaciones, formas de vestir o caminar, impostaciones de vos, decorados, destino de lo que no usamos —basura, etc.— ) como imágenes familiares y afectivamente cargadas. 48 Sobre este tema regresaré al tratar las representaciones sociales y, posteriormente, al tratar sobre sistemas complejos. 49 Según Laplanche y Pontalis (1993): “… instancia de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y delas identificaciones con los padres, con sus sustitutos y con los ideales colectivos. Como instancia diferenciada, el ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse.” 50 Como también indicará Merton (1984). 51 Como se verá en el capítulo primero de la segunda parte, aún cuando lo hiciese desde una conceptualización teórica muy diferente, Merton hizo exploraciones de mucho interés sobre estas cuestiones, y con él muchos otros de los teóricos que, como lo hacen Olivé (1994) y Barnes (1994) podrían ser incluidas en la llamada sociología del conocimiento tradicional. 52 Sobre relación entre conflicto y comunidad y sobre el tema de la “hegemonía”, citado más abajo, retornaré en el capítulo tercero. 53 Para que esa manifestación se produzca pueden incidir muy diversas razones. Una de ellas puede ser la búsqueda de nuevas ideas, debido a que el teórico encuentra dificultades para resolver un problema dentro de las teorías existentes. Otra puede ser el intento de resolver lo que Festinger (1957 y 1964) llamaría una "disonancia cognitiva" entre lo afirmado en la teoría y lo sostenido en los discursos de otra de las sociabilidades en las que el teórico participa (familia, religión, etc.). También este será un tema que retomaré más adelante, al plantearme el problema de cómo es posible la novedad cognitiva. 45 46

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te sólido y unificado) al que ese nombre alude. Pero como los otros son muchos y diversos, la llamada “identidad personal” se aparta de cualquier símil con la identidad matemática. Mientras que en éstas el uno es homogéneo, no ocurre lo mismo en la constitución de los seres humanos54. Justamente por identificarse en relación con la mirada de muchos otros, los humanos se verán permanentemente cruzados por la tensión entre ser uno y ser más de uno, en una constante construcción y deconstrucción de su unicidad en la duración55. Es en esa tarea articuladora que el “yo” establece su función. Aceptar lo dicho, permite colegir que nunca existe un momento en el que el sujeto y la cultura se enfrenten como cosas separadas y en interacción (a la manera en que concibe las cosas el pensamiento individualista). Por el contrario, hasta en sus pensamientos y conductas más idiosincrásicas, el sujeto es materia culturalmente organizada y, por ende, incapaz de forcluir sus determinaciones. Como ya dije, el neonato se estructura en la familia y, por intermedio de ella, en su clase, su región, sus tradiciones étnicas y/o religiosas, etc.. Pero ese es solo el principio. Con el crecimiento, serán otras las principales instituciones de referencia; y en todas ellas reiniciarán sus procesos de identificación56. Cada una de sus relaciones con nuevas instituciones o personas lo introducirá en una particular sociabilidad; que será un espacio más o menos amplio de relaciones, en los que circulan discursos típicos; modos singulares que renuevan el proceso de la identificación de sus integrantes (él es fulano de tal, que trabaja en tal institución, que ha escrito tales cosas, de tal sexo, etc., en algunos casos; pero utilizando rasgos muy distintos en otros), y que son confirmados por peculiares experiencias visuales, táctiles y auditivas, y específicas formas de normalidad y legalidad57. Es en el interior de esas experiencias y estímulos58 compartidos (tanto en posición de receptores como de emisores) la identidad se confirma y/o reforma.

EE1

EE2

La relación entre el sujeto individual y las EE que lo forman, podría ser representada, en una primera aproximación (tal como aparece en el gráfico) mediante una superposición de círculos en que cada uno de ellos (EE1, EEN EE3 EE2, EE3, EE4, EEn ) representa uno de los EE que formaron parte de los procesos de socialización del sujeto; y que, de una u otra forma, determinaron sus saberes incorporados, sus conocimientos concientes, sus valores, actitudes, creencias, preferencias estéticas, etc. al tiempo que su superposición parcial indica que todos esos EE forman parte de un conjunto que transita en un mismo cuerpo; pero no llega nunca a superponerse en una identidad homogénea.

54Es

tarea yoica la de confirmar psíquicamente la unicidad; usualmente tironeada y desgarrada por interpelaciones diversas y/o divergentes. Recordar esto será de fundamental importancia cuando tratemos sobre las fuentes, su muestreo y su interpretación. Sobre el tema ver (Bleichmar, 1994). Comprenderlo es importante para dar cuenta de la complejidad de las relaciones entre las identidades y su entorno, en la compleja organización de las relaciones con los otros y con el universo en general. 55 Volveré al tema del “tiempo” y la “duración” en el tercer capítulo de este tomo. 56Por eso, si quisiéramos reproducir ese juego superpuesto de identificaciones en una metáfora, podríamos recordar la estructura de un palimpsesto; en el cual el dibujo original dará siempre las pautas sobre lo que puede, y de la manera en que se puede, escribir sobre él; o también el ejemplo de un calidoscopio, imaginando esa misma tiranía invisible de la figura original sobre las configuraciones sucesivas. En este último caso, cada una de las futuras formaciones será la representante de una de nuestras identidades institucionales: padre de familia, empleado, espectador deportivo, etc., etc. Es entre ambas metáforas que puede deslizarse la aventura de la interpretación de nuestras conductas. 57 Esto deberá ser tenido particularmente en cuenta cuando tratemos la selección de las muestras y el análisis de las fuentes. 58 En lo que sigue las denominaré EE, para simplificar.

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A riesgo de simplificar en demasía, esto es lo que ahora quiero enfatizar59: en esa articulación de estímulos y experiencias está una de las vertientes que conforman al sujeto desde su historia (sea éste un investigador, un entrevistado o un miembro de una comunidad que está siendo observada) y la importancia de esa historia en la comprensión del sujeto proviene de que ella no es lo extinguido (como podría entenderse, ya que ese es habitualmente un rasgo asociado al “pasado” y normalmente a este se lo considera suprimido por el presente) sino el espesor del presente. Aquello que actúa en y desde el sujeto: tanto cuando decide –optando entre alternativas– como cuando actúan sin reflexión (debido a la obviedad, a la “naturalización” o a un impulso irrenunciable) encara cierta forma de conducirse60. LAS SOCIABILIDADES PRESENTES Y FUTURAS Pero la complejidad de nuestro objeto no se agota en la diversidad de ese pasado que se manifiesta como espesor individual; ya que las sociabilidades que organizan la vida individual no sólo se encuentran en ese pasado, sino también en su historia presente y en las imágenes que en él se producen acerca de lo que espera, desea o teme que ocurra en su futuro. Esto significa que, durante cada acto, la relación del sujeto con su medio ambiente no se da exclusivamente como una relación entre el sujeto (socialmente constituido en su pasado) con el objeto de su acción. Por el contrario, en ese proceso de conocimiento y de actuación, también operan las determinaciones provenientes de la real y/o imaginaria relación del sujeto (productor de conocimientos, acciones, opiniones, decisiones, etc.) con las distintas sociabilidades que pueden tener que ver, de una u otra manera, tanto con la actividad que está desarrollando en el presente, como con las que se propone desarrollar más adelante. Por lo que, al esquema anterior debemos añadirle aquellas otras sociabilidades presentes (y que éste tiene en cuenta en el proceso de constitución de sus concretos objetos de acción y/o conocimiento) y futuras (con las que el sujeto se relaciona imaginariamente y tiene en cuenta, en tanto futuras interlocutoras): y que, en el momento de hacer la investigación, forman el entorno de los sujetos; tanto de los investigadores como de aquellos que de una u otra forma enunciaron el “mensaje” contenido en las fuentes61. La representación de ese nudo de relaciones es difícil. Pero con el objeto de producir una imagen que, recordándonos esa complejidad, nos acompañe durante todo el texto, ruego al lector que acepte la siguiente gráfica. En ella, los tres sistemas concéntricos de redes simbolizan: 1) Las sociabilidades pasadas (que constituyeron y determinan al sujeto desde dos perspectivas: sus creencias, expectativas, representaciones, etc. y las determinaciones que, Aunque, para no introducir posteriores confusiones, es necesario tener presente que, dada la simplificación inicial de ese esquema que estoy proponiendo, en él no se ha llegado a dejar explícitas dos características a las que luego debemos llegar: 1) que ese conjunto discursivo es variado y muy complejo y 2) que sus partes se relacionan mediante interacciones que es necesario descubrir en cada caso; así como es necesario descubrir el lugar en las jerarquías de influencia con el que cada uno de los discursos llega a intervenir en el proceso de conocimiento de un cierto sujeto. Por lo que dicho esquema debe ser tomado como una primera aproximación, en la que únicamente se pretende recordar y subrayar la constitución social y discursiva del sujeto. 60 Recordar esto permitirá comprender mejor las dificultades que deberemos enfrentar en la investigación mediante entrevistas, particularmente en las historias de vida. 61 Sobre las fuentes entendidas como mensajes ver el capítulo segundo del tomo tercero. Sobre los mensajes como sistema en un acto comunicativo ver el capítulo cuarto de este tomo. 59

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desde lo social, abren o cierran posibilidades). 2) Las sociabilidades futuras (imaginadas o posibles, que determinan los proyectos y sus posibilidades). 3) Las sociabilidades presentes (que constituyen el entorno del sujeto). A su vez, los puntos y líneas que se distribuyen en cada una de las redes simbolizan la diversidad que cada una de ellas incluye. Sin embargo, es de tener siempre en cuenta que las referencias a las voces que vienen del pasado y del presente no pueden pensarse como una unidad (toda ella actuando conjuntamente), ni una homogeneidad (todas ellas actuando del mismo modo, ni con el mismo efecto, sea en situaciones simultáneas sea según la etapa de la vida del individuo). Como un ejemplo referido a la heterogeneidad de las interacciones, propongo pensar en las experiencias vividas en la escuela secundaria por unos/as jóvenes que al mismo tiempo tienen, o no, ciertos amigas/os y ciertos adversarios; viven en un cierto barrio (cuyo significado social es más o menos nítido); se relacionan con mayor o menor frecuencia y profundidad con cierto tipo de vecino/as; concurren, o no, a ciertos clubes y/o lugares de diversión; ven televisión en uno u otro canal; escuchan diferentes programas de radio y desean realizar (y pueden o no cumplir con sus deseos) actividades turísticas, o ciertos deportes, etc., etc.62 . Desde la segunda perspectiva, la diversidad de discursos con los que se interrelaciona una misma persona es el producto de la participación simultanea en universos discursivos distintos. Para tomar solo una de esas diferencias. En la escuela secundaria a la que concurre puede haber profesores que, dadas las condiciones propias de una época, pertenecen a una generación (como la del sesenta en la Argentina) muy politizada; que comunican sus valores de modo activo, relacionado de un modo peculiar la enseñanza de cada materia con el calor de la participación activa en relación con la vida política y social; mientras que, contemporáneamente, posee amigos/as que van a escuelas en lo que esto no ocurre, etc.. Se ve pues enfrentado a interacciones discursivas diferentes en las que puede, y muchas veces debe, tomar posiciones distintas63.

Por ejemplo, entre las sociabilidades que influyen en el investigador, encontraremos a las instituciones académicas, a las fundaciones que apoyan la investigación, a las revistas que publican esas investigaciones, a los lectores que habrán de juzgar los méritos de lo producido, a las modas intelectuales, a los recuerdos traumáticos sobre los resultados desastrosos que produjeran ciertas opiniones, el deseo de sobresalir, las antipatías con otros centros de producción académica, la propia tozudez, las luchas por organizar consensos en favor o en contra de una cierta manera de entender un objeto; pero también a aquellas experiencias que permanecieron exteriores a su actividad profesional; todo eso y mucho más, debe estar presente en el análisis, si se quiere comprender el curso de un cierto pensamiento científico. 63 Esto es lo que está, creo, en la base por la cual en el discurso no puedan verse relaciones sintagmáticas únicas sino varias entrelazadas a partir de los ejes paradigmáticos con que la polifonía carga los términos, sea en la palabra, sea en la frase. De ese modo, me gustaría poder llegar a reflexionar sobre la necesidad de incorporar en el análisis de los discursos dicha especificidad que creo se le escapa al estudio de la lengua, tal como los lingüistas parecen haberla conformado; al menos desde Saussure (1959). 62

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Por último, desde la tercera perspectiva, es preciso ver en qué etapa de la vida (etapas que corresponden a cierta organización social de lo que debe hacer alguien a cada edad) termina la escuela primaria y comienza a entrar en un mundo más distante que el de la familia; o termina la secundaria y se inserta en un mundo que, como el universitario, es el lugar en el que se elaboran las bases de su posterior integración como adulto en la sociedad64. Si vale la pena repasar las características complejas de ese complejo proceso de socialización es porque nos permite comprender por qué, contrario a las pretensiones de los individualistas, cada sujeto es una especie de “nudo” (unificado en un nombre y asentado en un cuerpo que da toda la sensación de ser macizo), constituido en el cruce de todas sus sociabilidades pasadas, presentes y futuras; y en el que se interceptarán diferentes maneras de interacción social y distintos sistemas de referencia y obligación moral. Si bien los discursos de cada una de esas sociabilidades se mantienen relativamente separados65 (conformando lo que en ciertas tradiciones se llamó identidad de rol), ellos constituyen un archivo, del que los individuos pueden extraer herramientas conceptuales que pueden facilitarles su adaptación a situaciones novedosa66; esto permite comprender sus respectivas creatividades; sus opiniones en relación a algo, pero también sus imágenes u obsesiones67. Eso también es cierto para cualquier persona (para nosotros como investigadores y para los sujetos que forman parte de nuestro objeto de investigación), por eso es que a continuación propongo un nuevo esquema, sobre el que retornaré en el tomo tercero al discutir los modos de interpretar los discursos presentes en el emisor de los mensajes contenidos en cualquier fuente, sea ésta un discurso, un artículo periodístico, una entrevista o una conducta. En todos los casos, este esquema en desarrollo reemplaza al usual esquema (mucho más simplificado debido a una idea insuficientemente desarrollada sobre el sujeto) que relaciona un Sujeto con un Objeto. Acorde con este nuevo esquema, nuestro trabajo sobre el conocimiento será guiado por una representación parecida a la que presento en la ilustración. Tal como fuera indicado, el conocimiento es una actividad social68; de allí que la S, del esquema corriente, haya sido diversificada y complejizada mediante una alusión a las sociabilidades que conforman al investigador o grupo de investigadores. Dicho de otro modo, el sujeto (en tanto investigador y en tanto investigado) debe ser pensado como un lazo complejo en el que se reúnen diversos sistemas de determinación.

Para ver un trabajo en el que traté el tema con mayor profundidad referirse a Saltalamacchia (1989). Ya que muy frecuentemente se producen cortes que facilitan el que, quienes desempeñan ciertos roles y sostienen ciertas posiciones en las discusiones de un partido político, puedan sustentar otras en el seno del hogar o en la empresa 66 Este tema cobrará nueva actualidad cuando estudiemos las representaciones sociales y el sentido común. 67 Aunque algunos de esos diferentes conceptos no formen parte del instrumental conceptual típico del área de sociabilidad en la que el individuo está participando, ellos pueden ser útiles para aportar nuevas respuestas cuando las soluciones tradicionales no son adecuadas o suficientes. Hechas esas relaciones. podrá aplicarlas, analógicamente, cuando la crisis de los conocimientos existentes lo obligue a producir respuestas novedosas. 68 Y es teniendo en cuenta ese carácter social (en toda su complejidad) que pueden comprenderse, como veremos más adelante, los determinantes que facilitan o perjudican el desarrollo de una cierta área de conocimiento y los criterios que facilitan o perjudican la creencia sobre la verdad o falsedad de ese conocimiento 64 65

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Por otra parte, el objeto está diferenciado del sujeto, pero al mismo tiempo forma sistema con él y es incluido en un conjunto distinto a lo real (entendido como aquellos que puede que exista pero que no ha sido conceptualizado –o puede que no lo haya sido en todos sus aspectos– y por lo tanto no existe en el conocimiento). Este último será un tema sobre el que regresaré en todo el próximo capítulo, por lo que, por ahora, quedará sin justificación. Sin embargo, para quienes ya están familiarizados con este tema se puede hacer notar que esa exterioridad de lo real produce una inevitable incerteza cognitiva. Esto es importante, ya que esa radical incerteza formará parte de los supuestos básicos con los que trabajaremos en todo el resto del libro. No solo porque es el humus en el que se gestan todas las producciones cognitivas novedosas, también por que nos permitirá mantenernos en guardia frente a la evidencia de un dato que pueda presentarse como idéntico a lo real mismo, apariencia normal en nuestra relación cotidiana con el mundo. Esto nos lleva a la primera exploración de otro tema: el del saber y el conocimiento como representaciones sociales y su relación con nuestros actos. Pero antes conviene extraer nuevas consecuencias respecto a las coordenadas espacio temporales con las que acostumbramos a pensarnos. CRONOTOPO SOCIAL Y CRONOTOPO INDIVIDUAL69 En el esquema de la subjetividad antes presentado, lo temporal aparece en el juego de tres grupos de determinaciones que se suceden en el tiempo. Sin embargo, el esquema representa lo temporal, tal como este aparece en las determinaciones de un momento. Asumido ese corte, el pasado y el futuro son construcciones efectuadas desde el presente; y por ende, ese futuro y aquel pasado es el que está en nosotros hoy. Dicho de otro modo: el que pasado y futuro constituyen el espesor del presente (es de tener en cuenta que el pasado que ni es recordado ni de algún modo actúa – desde el inconciente o el preconciente— no es historia, a menos que haya algún otro que pudiese recordarlo o hacerlo conciente); y la instantaneidad no será otra cosa que ese momento en el que: desde lo que hemos sido, seremos70. En cambio, si abandonamos el examen de lo puramente individual y pretendemos comprender a la temporalidad como sucesión de presentes de sujetos en relación, la complejidad del asunto adquiere otro carácter, sobre el cual debemos reflexionar, pues es otro punto a tener en cuenta en toda investigación en la que se incluyan esas temporalidades, para las que la mera recurrencia al almanaque será insuficiente. GENERACIONES Y TEMPORALIDADES Como Norbert Elías lo demostrara, la representación sobre “el tiempo” ha sido tal que, al menos en nuestra cultura, éste aparece como una entidad con existencia autónoma respecto a los organismos vivientes y no vivientes; por lo que las cosas no son tiempo ni construyen espacio; por el contrario habitan el tiempo y el espacio entendidos como entidades diferenciadas y autónomas de los elementos que los pueblan. Por eso es que normalmente nos representamos el devenir como el proceso que transcurre desde el momento en que los organismos nacen (o aparecen), se van transformando (o envejeciendo) hasta desintegrarse (o morir), sin que tales acontecimientos alteren la temporalidad ni la especialidad; a los que, como se dijo, se les atribuye entidad autónoma.

El concepto “cronotopo” es el creado por Bajtin. Sobre su definición ver el último capítulo del tomo tercero. Aceptado lo cual, para quien intenta conocerlo, el presente se convierte en un momento tan fugaz como inaprensible; y es justamente por nuestra incapacidad para representarlo que producimos periodizaciones que, según sea su propósito cognitivo, se extienden en lapsos mayores o menores. La llamada “coyuntura actual”, es una de esas representaciones en las que “el momento” puede abarcar segundos o años.

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Reflexionemos un poco más sobre la fertilidad de tal representación. Es fácil acordar en que: 1) Juzgamos todas las duraciones y distancias relativas71 desde nuestra propia experiencia de ellas. 2) Nuestras necesidades y evoluciones personales tienen duraciones diferentes a las de los demás (el tiempo es una distensión del ánimo, decía San Agustín). Es justamente porque esas diferencias existen que se requieren equivalentes universales que permitan la compatibilización y coordinación de las diferencias en el interior de ciertas identidades sociales. Por lo que el almanaque o los relojes (representaciones de la autonomía de las categorías a las que se refieren), más que ser el tiempo o el espacio, son reglas a las que nos sometemos para que las sociabilidades (esto es, los intercambios entre humanos) sean posibles72; permitiendo conjugar temporalidades y espacialidades normalmente disímiles. Saberlo nos permite reconocer las individualidades de las respectivas duraciones y especialidades y al mismo tiempo, representarnos –de un modo no siempre sencillo—, la forma en que se articulan entre sí73. Sobre este tema sacaremos nuevas consecuencias en el capítulo tercero. Pero ahora es posible que nos limitemos a algunas consecuencias de esas diferentes conceptualizaciones sobre el modo de pensar la sucesión. En los análisis sociológicos, la subordinación acrítica a una concepción del tiempo como una entidad física que actúa sobre los seres humanos (y no como una entidad que pone en relación duraciones diferenciadas) es expresada, por el concepto “cohorte”; referido a aquellos que nacieron o participaron de una cierta experiencia durante un año o intervalo de años. Al utilizarlo, el concepto construye una serie unificada en torno a un rasgo: una coincidencia en el día, mes o año de nacimiento o cualquier otra circunstancia a la que se atribuye significación. Pero en tanto concepto serial, es incapaz de incluir relaciones significativas desde la perspectiva de cualquier análisis74. Sin embargo, si aquellas coincidencias importan es por otras razones. De allí que, superando esa simplificación serial, fue posible que dicho concepto pasara a nombrar un agregado de individuos que han experimentado uno o varios acontecimientos significativos desde los que se estableció cierta comunidad (en tanto experiencia vivida y elaborada grupalmente) en alguna etapa de sus vidas, asemejándose de algún modo al concepto “generación”. Sin embargo, como “cohorte” normalmente refiere a un agregado y no a grupos que mantienen algunas formas de relación entre sí, desde una perspectiva sociológica es mucho más adecuado el segundo: el de “generación” –siempre que lo entendamos como un conjunto de relaciones históricas—, para pensar cómo ciertos acontecimientos han sido procesados en común (gracias a la circulación de mensajes estéticos, éticos, políticos, etc.) por grupos con determinaciones semejantes. Desde esta perspectiva, el trabajo de Manheim (1982) sobre las generaciones comenzó una profundización temática de gran importancia; que luego fue retomada por diversas corrientes, peculiarmente aquella que enfoca el tema desde el concepto “trayectorias”.

71 Para ello, basta con un breve repaso por la sociología de las edades u otros estudios similares. Me referí a ese tema en Saltalamacchia (1989). 72 Tema que será retomado en el capítulo tercero de este tomo. 73 En la práctica, sería cierto que, en tanto instrumento cognitivo humano, el tiempo esta hecho a la medida de nuestras necesidades y capacidades, en cierta época y tradición cultural. Por ello, mientras nos mantengamos en el interior de esa época y tradición cultural, la creencia en que el tiempo existe con independencia de las entidades que se transforman, poco altera el modo en que las comprendemos. Sin embargo, en análisis más refinados, el efecto homogeneizador de esa representación sobre lo temporal, impide comprender diversos tipos de heterogeneidades; entre ellas, las existentes entre épocas diversas y entre culturas o subculturas distintas. Sobre el lugar de la normatividad en los sistemas complejos volveré en el segundo capítulo de este tomo. 74 Como sucede como muchos conceptos de este tipo, es el conocimiento agregado, no siempre en forma conciente y razonada, lo que permite su utilización en las ciencias.

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Lo temporal adquiere así una nueva dimensión, en la que las temporalidades individuales se asemejan (de diversas formas) en tanto han sido marcadas por acontecimientos vivenciados (en algunos casos de gran impacto social en otros como momentos de intensa elaboración colectiva sobre temas de preocupación común) y que normalmente ocurren en aquellas edades en que los nuevos componentes se van desprendiendo de sus familias para interesarse por ese mundo inmenso y del que, hasta ese momento, las experiencias eran filtradas por sus criadores (cosa que ocurre de manera diferente en diferentes clases sociales; pues es la determinación de clase la que con más fuerza decide cuál es el momento en que en determinada sociedad se produce el desprendimiento antes aludido). Abordaré ahora el tema desde ese punto de vista, con el exclusivo propósito de llamar la atención de los lectores sobre otra de las fuentes de las dificultades analíticas cuya solución puede ser indispensable para una adecuada comprensión de nuestro trabajo. LA HISTORIA SOCIAL DE LOS INDIVIDUOS Anteriormente decía que por medio de la madre, del padre, del resto de la familia o de otros cuidadores, de los amigos, de los médicos y de todo ese mundo de gente que forma parte del contexto en el que se nace, el retoño humano se inserta en su cultura. En ese momento, con relativa independencia de cientos de peculiaridades, los nacidos en ciertas configuraciones sociales serán asistidos por personas que tienden a compartir representaciones sobre qué y cómo debe ocurrir un nacimiento (las tecnologías del parto, el que se admita o no la presencia del padre, el que se promueva o no la cesárea, lo aséptico y agresivo de una luminosidad extrema, que el nacimiento ocurra en una fría habitación y con olor a humo o en la iluminada sala de un lujoso y moderno hospital, etc, etc.); experiencias que son social y culturalmente determinados. Mientras las peculiaridades tienden a distinguir, entre sí, las circunstancias del nacimiento y posterior socialización, las representaciones sociales del entorno tienden a asemejarlos según clases; entendiendo en este caso el concepto en su sentido más amplio: como conjunto de personas incluidas en relaciones culturalmente establecidas provenientes de muy diversos determinantes; tales como el tipo de trabajo, de consumos, de etnia, de género, de religión, etc.. Pero, más allá de la trascendencia que estas circunstancias puedan tener respecto a cómo imaginar la relación individuo/sociedad, no siempre son estas primeras influencias las que les importan, o, en todo caso, pueden llegar a captar directamente los científicos social (excluyendo, en este caso, a los psicólogos y semejantes del concepto). En cambio, más relevantes son las influencias que, con posterioridad, se insertan en los procesos de socialización y van constituyendo a los infantes; sobre todo desde el momento en que más decididamente entran en el mundo simbólico y sus correlativas formaciones imaginarias. A todo esto habré de referirme al tratar el tema de las representaciones sociales, en tanto diferentes modos de imaginar y/o hablar y de ser imaginado y/o hablado. Ahora bien, para relacionar aquellos supuestos con el tema de las “trayectorias” es preciso comenzar por comentar cómo influyen, en otras etapas de la vida, ciertas situaciones que, por su impacto sobre toda una colectividad, se convierten en ocasiones de intensas vivencias comunitarias. Esas en las que todos hablan de lo mismo, a las que en algún momento se refiriera Durkheim (1965) con el concepto “corrientes sociales” y sobre las que, desde otra perspectiva, pensara Alberoni (1976) al crear el concepto “statu nascente”. Particularmente notables son las influencias provenientes de esas interacciones cuando la historia presente está siendo marcada por crisis económicas y sociales (como, por ejemplo, la que actualmente vive la Argentina de comienzos de milenio), por guerras (como las del medio oriente), por revoluciones (como la cubana o la sandinista, en América latina y aún en otros países), por el descenso o ascenso social masivo, etc. Es sobre 29

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ese conjunto de interacciones que trataremos en los párrafos siguientes de una manera cuya insuficiencia (emergente tanto de mis incapacidades para decir todo, como del carácter de este libro, que impide una investigación mas extensa sobre el tema) solo podrán ser superadas mediante la imaginación activa del lector75. Imaginación que le permitirá aplicar lo dicho a su problema de investigación76. Dado lo que acabo de afirmar, si “cohorte” es un concepto que tiene alguna utilidad analítica, su utilidad no emerge de su referencia al momento del almanaque en el que se han producido ciertos nacimientos. Por el contrario, el almanaque es una referencia compartida que nos permite reconocer el cruce, en un momento, de múltiples historicidades que, desde la perspectiva de nuestro análisis, no tienen una estructura plana, sino jerarquizada en torno a ciertos acontecimientos que, si los entendemos como relevantes, es porque desde ellos se pueden reconocer otras conformaciones; o, dicho de otro modo, porque han influenciado masivamente la vida de grupos sociales, produciendo contextos de socialización y de producción cultural, mediante muchas y muy diversas manifestaciones (arte, arquitectura, organizaciones y políticas periodísticas, tipos de enseñanza, etc.). Metodológicamente, se originan así, dos puntos de vista útiles para muchos análisis: 1) el de la macro historia (aquella que creemos interesante desde la perspectiva de nuestro objeto y que puede ser familiar, regional, mundial en el contexto de una clase, una etnia, una nación, etc.) y 2) el de la influencia de la macro historia sobre los horizontes y las experiencias del mundo que puedan organizar la trayectoria vital de un individuo77. Dado ese esquema que intenta sintetizar las anteriores reflexiones, cabe dar una “nueva vuelta de tuerca” enfocando algo que será de inmensa importancia para todo lo posteriormente desarrollado. Tanto la actividad del investigador en ciencias sociales como los sujetos que forman parte de su investigación, actúan a partir del “modo en que se representan el entorno”. Por ello, debemos retomar lo hasta ahora indicado, incluyendo el modo en que esas representaciones pueden ser interpretadas. REPRESENTACIONES SOCIALES Y ACCIÓN Como se verá en el capítulo siguiente, en ningún momento negaré la maciza existencia de lo real. Pero afirmarla no implica caer en la ingenuidad de creer que los seres humanos podemos captar ese real con independencia de determinaciones tanto individuales (genéticas y psicológicas) como sociales78 que hacen que cognitivamente lo Real sea solo una representación que es aquella que hicieron posible nuestros sistemas perceptivos conceptualmente organizados. Ahora bien, si abandonamos aquella representación objetivista; las acciones a estudiar serán siempre el producto del modo en que los actores se representan las condiciones de su acción79. Esto es lo que atribuye toda su importancia a los apartados siguientes.

Tener en cuenta este tema es de peculiar importancia, sin embargo, para evitar las simplificaciones propias de la psicología evolutiva, es preciso tener en cuenta que, si bien desde lo corporal y desde la diferenciación y maduración del sistema nervioso pudiesen encontrase aptitudes diferentes en diferentes edades, este no es más que un insumo interpretativo: la comprensión será insuficiente y hasta errada si no pensamos que esos momentos en la evolución se socializan de modos distintos según el entorno de experiencias (posibilidades, imposibilidades sabidas, imposibilidades desconocidas pero importantes para entender el campo de representaciones del sujeto, etc.). 76 Sobre el tema ver Bertaux & Bertaux-Wiame (1987), Sanderson, (1988), Straw & Elliot (1986), Straw & Kendrick, (1988), Roper (1988), Muxeel & Percheron (1988), Sarraceno (1989), Cipriani, (1987) , Portelli, (1987), Bovone (1987), Dini ( 1987), Tedeschi, (1987), Crespi, (1987), Attias-Donfut, (1999) , Cavallaro, (1981), Gagnon, (1980). 77 Retornaremos a este tema, desde la perspectiva del análisis, en el tercer tomo. 78 Tema que será retomado en el capítulo tercero. 79 Como es obvio, de esa caracterización tampoco escapan los investigadores. Por lo que toda investigación social, tal como insistiremos en repetidas ocasiones, es la representación que el investigador construye sobre las representaciones de los sujetos que están incluidos en su objeto de investigación. 75

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En este apartado retomaremos la relación sujeto/sociedad incluyendo una nueva perspectiva teórica: la de las representaciones sociales, habitus, esquemas y todos aquellos conceptos que, desde diferentes vertientes teóricas, han problematizado un mismo tema: el de los modos en que los sujetos construyen socialmente aquellos conocimientos y valores desde los que interpretarán y tomarán decisiones en el medio en el que les toca actuar. LAS “REPRESENTACIONES” Y LA SOCIALIZACIÓN Basado en las reflexiones freudianas, encaro el tema en sus primeras manifestaciones, para luego incorporar otros aspectos de la cuestión. Para Freud, el concepto de “representación” tiene tres significados: uno intransitivo, otro transitivo y un tercero reflexivo. “La representación” es: 1) intransitiva, cuando refiere a la aparición o recurrencia a algo: generalmente un signo, que sustituye el “actuar por la vía de la descarga motriz o somática”, 2) transitiva, en el sentido de representar algo y 3) reflexiva, cuando indica la “representación de sí mismo” (Laplanche y Pontalis, 1993){Laplanche & Pontalis 1993 #1196}. La primera de las acepciones conduce a la cuestión de las pulsiones y los modos en que ellas se incorporan en la estructuración de los seres humanos; y, aunque el trabajo de investigación cualitativa no llegará nunca hasta ese nivel, vale la pena comentarlo sintéticamente, para completar el cuadro en el que se ubican las representaciones a las que sí haremos referencia. Al menos, ello nos proporcionará una idea más completa sobre los límites de nuestros conocimientos y sobre las precauciones que se deben asumir cuando se afirma algo sobre conductas que también podrían estar determinadas por este tipo de representaciones. Si pensamos que toda actividad natural es un permanente fluir energético80, lo que llamamos “vida” es una forma más de esa energía; y el concepto “pulsión” se asocia, en el trabajo de Freud, a las formas singulares de manifestación de esa energía, en el caso de la especie humana. Como lo recuerdan Laplanche y Pontalis, Freud afirma que “...las pulsiones refieren a las fuerzas cuya existencia postulamos en el trasfondo de las tensiones generadoras de las necesidades del ello”. Dichas pulsiones existen en estado “polimorfo” (al menos según nuestra representación)81, y de ellas solo podemos decir que ocasionan una tendencia a la supresión de una tensión, producida por cierta ausencia que altera el equilibrio orgánico. Pero dicho movimiento hacia la supresión de la tensión no es directo; comentando este punto Laplanche y Pontalis dicen: La experiencia de satisfacción va ligada al “desamparo original del ser humano”. El organismo no puede provocar la acción específica capaz de suprimir la tensión resultante del aflujo de las excitaciones endógenas; acción que requiere la ayuda de una persona exterior... Cuando algo y/o alguien producen esa satisfacción, ciertos rasgos del objeto satisfaciente y del movimiento motriz que permitió la descarga, queda fijado como huella mnémica. En ese mismo organismo, cuando reaparece el estado de tensión, aquellas huellas se cargan (o invisten) afectivamente, con un cierto grado de excitación (catexis) que ya no posee el mismo grado de indiferenciación; ya que la huella de la primera experiencia tiende a identificar la satisfacción con el modo específico en que la satisfacción ocurriera por primera vez. Dicho de otro modo, esa carga de excitación produce una alucinación (cuyos efectos prácticos son similares a los de la percepción: crean un “indicio de realidad”) dirigido a un modo específico de satisfacción. Pero como aquella conjunción de factores que se imprimieran como huella

80 Cuyo origen y fin, si los hubiese, desconocemos. Aunque la temporalidad sea una de nuestras formas de percibir el fluir de esa energía. 81 La atribución de “polimorfismo” es cónsona con la idea, planteada anteriormente, respecto al supuesto de “diversidad”; ya que dicho polimorfismo es la base que permite líneas de especificación diversas; permitiendo, de ese modo, que los individuos adopten modalidades específicas, a partir de sus respectivas evoluciones en ambientes (geográficos, biológicos y culturales) diferentes.

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de la satisfacción primera es prácticamente irrepetible; se producirá algo semejante a la decepción; o a la experiencia de la ausencia y aún de la muerte; creando la primera huella de una distinción entre el ser o estar y el no ser o no estar. Esto es importante, pues ese “no encontrar” será el momento en que comienza el aprendizaje de la distinción, que será uno de los principios sobre los que fundaremos nuestras experiencias futuras. Dado ese recomenzar, cuando desde el exterior llega una satisfacción que necesariamente lleva marcas diferenciales respecto al satisfactor inicial, la nueva satisfacción será otra; edificada sobre la ausencia y la añoranza, pero no sobre la mismidad. He allí la primera frustración y el primer obstáculo cuya superación conduce a la humanización. Así, la búsqueda de la unidad (con la primera experiencia de satisfacción en la que necesidad y satisfacción no llegan a distinguirse) son una primera manifestación del dolor (y la procura de su supresión por vías sustitutivas) que, desde ese momento en adelante, será el motor de toda actividad82. Más adelante, estas primeras formas de relación entre las pulsiones y su satisfacción serán sobredeterminadas por otras, en las que, de otro modo, se reavivará el juego entre satisfacción y pérdida y búsqueda de reemplazos. En lo dicho hasta ahora, el concepto “representación” alude a aquellas huellas que quedaron del objeto: conjunto, más o menos fortuito, de experiencias que formaron un “complejo de asociaciones”. Será ese complejo el que ocupará el lugar de la experiencia de satisfacción, representándola; y a esta forma de “representación” Freud la llama “representación de la cosa”; y de ella dice: La representación de cosa consiste en aprehensión intensamente emocional o afectiva (una catexis) si no de imágenes mnémicas directas de la cosa, por lo menos de huellas mnémicas más alejadas, derivadas de aquellas (citado por Laplanche y Pontalis, 1993). Estas representaciones, que constituyen el inconsciente83, toman un carácter que, tratando de llevar al lenguaje lo que este no puede alcanzar) podríamos imaginar como de “significados”, investidos por una intensa carga afectiva, sin “significantes” (lo evidentemente forzado de esta imagen es el inevitable producto de nuestra radical imposibilidad de traducir en conceptos, correspondientes al nivel conciente o preconciente, los contenidos inconcientes); “significados” que pulsan por ser representados en los niveles conciente o preconciente. Para lo que “recurren” a la amalgama con otras representaciones, a las que me referiré más adelante, y mediante las que logran pasar al acto, a lo imaginario o a lo símbolo. Así, las “representaciones de cosa” podrían ser imaginadas como formaciones que han sido investidas afectivamente, y que buscan expresión; pasando por sobre las barreras sujetas de lo que normalmente se caracteriza como “represión”; que no solo es el producto de las formaciones culturales, sino también de su radical incapacidad de convertirse en símbolo, mientras que no logren pasar a otro nivel (el preconciente o el conciente). Tales formaciones no simbolizadas, si bien no son una reproducción de la cosa en su totalidad, al menos conservan algunos rastros de ella, alojados en huellas mnémicas; de allí su importancia en las interpretaciones de las formaciones individuales. Como se dijo, “más tarde”, tales representaciones son sometidas a transcursos de re–investimiento y parcial reorganización; que les permiten reaparecer, ligadas a diferentes sistemas o complejos asociativos, en estructuras que consienten en organizar el flujo de los nuevos estímulos provenientes tanto del sujeto como de su medio ambiente, en estrecha combinación. Para que este proceso pueda cumplirse, la relación de ensayo y

En los hechos, fuera de situaciones de “goce” (en los que ser y estar se confunden, eludiendo diferencias y nostalgias) tales experiencias de frustración se repetirán; como apasionada búsqueda de un sustituto, que procure la supresión de esa frustración. Retornaremos sobre el tema, sobre todo al hablar del proyecto y los orígenes de la novedad. 83 Cuya localización no veo por qué situarla solamente en el cerebro, aunque este ocupe un lugar privilegiado en su regulación. Sobre los cambios históricos en la conceptualización de alma/cuerpo, espíritu/materia o semejantes ver la abundante e interesantísima colección de trabajos reunidos en Feher, Naddaff, et al. (1991). 82

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error permanente con aquello que lo rodea y se presta a su requerimiento o manipulación, cumplen un papel que Piaget destacara con gran énfasis. Al principio, como recordara Rolando García, “Son esas acciones elementales, predeterminadas biológicamente, las que lo ponen en relación con el exterior: puede mirar, tiene prensión, involuntaria, puede chupar, y es capaz de una serie de movimientos”. La repetición de tales actos y la “respuesta”84 que encuentra en el medio ambiente va generando lo que Piaget denominó “esquemas de acción”. Tales esquemas, emergentes de acciones que al principio, como todo ensayo y error, dan la impresión de cierto grado de azarosidad, se van ordenando paulatinamente en dirección a un fin. Ligado ese primer esquema, el conjunto senso-motriz ligado a las cargas afectivas y volitivas correspondientes, conforma una huella anémica, que puede ser reactivada en situaciones similares; y respecto de las cuales normalmente los hablantes que lo circundan proveen tanto los significantes propios de la cultura en la que habitan como de los premios y castigos que también esa cultura regula. Se abre paso así a un nuevo tipo de “representación” a la que Freud hace alusión. Es la representación contenida en la imagen (o en una–palabra–en–tanto–imagen) que ocupó el lugar de la cosa. Dichas representaciones obtienen su materia prima del lenguaje; y pasan a constituir el sistema preconciente/conciente. Esta “representación de palabra”, obtenida del lenguaje, está sometida a las leyes que organizan ese lenguaje; y, por su conducto, se organizan en el interior de los saberes, creencias, etc. que se elaboran y transmiten mediante su medio ambiente; dando ocasión a estímulos socializadores de mayor complejidad. Según Freud: La representación conciente engloba la representación de cosa más la representación de palabra correspondiente, mientras que la representación inconciente es la representación de la cosa sola85. Mediante esa interacción, las “representaciones de palabra” abren el campo a las influencias socioculturales (incluso en la reformulación de las “representaciones de cosa” en tanto se constituyen en el material que las hace posibles). Se establece así el nexo definitivo entre neonato y medio ambiente socio cultural. Es en dicha línea que cobran toda su relevancia psíquica los contenidos culturales sobre los que Winnicot dice: Utilizando la palabra cultura pienso en la tradición y, por ende, en la herencia. Pienso en algo que es el patrimonio común de la humanidad, a la que los individuos y los grupos pueden contribuir y de donde cada uno de nosotros podrá extraer algo ... (cit.: Kaës, R., 1989) Como ya vimos, aludir al patrimonio de la humanidad, sin las mediaciones establecidas por las culturas y subculturas que forman parte de esos patrimonios, puede llevarnos por caminos equivocados. Pero en todo caso, lo que es posible enfatizar es que, a un psicoanalista de la talla de Winnicot, no se le escapa la relación entre constitución subjetiva y sociedad. Lo importante del aporte Piagetiano es la superación del racionalismo lacaniano (que reduce todo a los simbólico en una de sus formas menos cercanas a la niñez, el de la palabra) mediante la énfasis puesto en la actuación y en la constitución paulatina de aquellos “esquemas de acción”, que van conformando el tesoro que permite acumular experiencias útiles tanto para resolver situaciones más o menos idénticas como simplemente análogas, mediante correcciones sucesivas de los esquemas ya conformados. De ese modo, tales esquemas, que funcionan como una totalidad organizada de movimientos (senso motrices) y afectos, se convierten 84 Lo pongo entre comillas para resumir en la misma palabra lo que viene de la respuesta de quienes lo rodean como la de los objetos sobre los que pretende actuar (duros, blandos, resbaladizos, dulces, etc.). 85 Citado por Laplanche & Pontalis (1993: 130) del escrito freudiano de 1917 titulado “Lo inconciente”.

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en experiencia acumulada; que, en cada nueva situación, permiten a sus constructores apoyarse en ellas y adaptarlas a nuevas situaciones, mediante sucesivos procesos de diferenciaciones e integraciones86. Así pues, con la formación del Yo, la “representación de cosa” (constituida en materia corporal o estructura estructurante que, más que reprimida, es simplemente incognoscible por la fuerza de su “encarnación”) debe asumir necesariamente la forma “representación de palabra” (o lo que es lo mismo, representaciones conceptuales que evocan a —y/o son evocadas por— el medio ambiente), producto de las experiencias socioculturales vivenciadas por el neonato. Desde entonces, sus identidades e identificaciones provendrán del modo en que se incorporó en esas experiencias; y su yo (super yo e ideal del yo incluidos) estará socialmente conformado, habiendo adquirido las habilidades básicas que le permiten superar las adversidades del medio ambiente. Como dice Piera Aulagnier (1980) ...lo propio del Yo es representarse y representar lo existente (incluyendo esos existentes particulares que son los sentimientos que él vive y que él soporta) bajo la forma de una construcción eidética. Así, ese paso a las representaciones imaginadas-habladas-pensadas, incorpora al individuo en la cultura, humanizándolo. Pero, al mismo tiempo, introduce en él una recurrente fisura en las certezas sobre la permanencia de la propia identidad, debido a que, esas representaciones están marcadas por: 1) El interminable fluir del discurso (en el que una palabra siempre remite a otra, sin que nunca exista un cierre definitivo) 87 y 2) Por el interminable devenir de la vida (en el que se producen constantes cambios en las imágenes de los otros y de sí mismo) que solo cierra su ciclo individual con la propia muerte. En el interior de ese devenir, el deseo se encarna en nuevos fantasmas y las representaciones de palabra – sobre las que luego volveré con más detalle— se sitúan, desde el vamos, en un devenir marcados por la necesidad de investir un objeto y un fin, siempre sellados por la precariedad, la impredictibilidad, la posibilidad de la ausencia y el terror primordial que ellos producen88. En ese escenario, la peculiaridad de las funciones del yo, como articulador de la identidad, son las propias de toda otra instancia articuladora en un sistema auto organizado complejo; y que, debido a esa complejidad, renueva una constante tarea de rearticulación de temporalidades distintas. Tema que es importante para todos nuestros objetos de investigación, ya que todos ellos parecen guardar ese carácter de complejidad (individuos confrontados por la recurrente necesidad de rearticulación en el interior de sociabilidades sometidas al mismo proceso). Representable como sistemas de relaciones de relaciones que tienden a autoorganizarse; y cuyos reiterados fracasos dan paso a nuevas formas de autoorganización, que en las sociedades humanas deben ser estudiadas mediante aproximaciones teóricas muy diferentes a las utilizadas por los físicos o los matemáticos89.

Una síntesis excelente de este proceso y sus implicancias en la concepción constructivista de origen piagetiano puede encontrarse en García, R (2000). 87 Volveremos sobre este aspecto de la cuestión al pensar en la diversidad y entretejido de discursos en los que participamos. 88 Esta producción de representaciones obtienen su materia prima, o más bien ocurren, en el universo del lenguaje; sobre todo con aquel lenguaje “materno”, por cuyo intermedio el individuo se socializa; esto es, con una materia prima que es provista por otros. Aquella materia prima, que para los humanos existe desde siempre, está formada por enunciados, como dice Aulangnier, que vienen de otra parte; y de los que el niño va a apropiarse de dos modos: primero, repitiéndolos y luego, jugando con ellos hasta que adquiere la pericia suficiente para organizarlos en un discurso que él relanza. 89 Sobre el tema, desde el punto de vista de la teoría de la complejidad, retornaré en el próximo capítulo. 86

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Así pues, desde la madre, o desde aquellos que lo crían, el niño va a ser ubicado en un nombre, que es acompañado por una red de representaciones sobre sí mismo y sobre su entorno; imágenes y conceptos que le permiten situarse, enfrentar con cierto éxito los desafíos del medio ambiente; y pensar el presente y el futuro 90 que su crecimiento exige91. Cumplida esa primera etapa, el niño a su vez se convertirá en enunciante activo de esas identificaciones (que antes lo habían enunciado desde el exterior); y por ende actor específico en las relaciones en las que él es o fue incluido o en las que él buscó y logró incluirse. Pero, en todos los casos, las certezas que puede llegar a tener el Yo (sobre su entorno, sobre su continuidad y sobre las formas en que éstas pueden suceder), lejos de provenir de alguna esencia innata o a priori (a la manera kantiana), son representaciones sociales, tanto simbólicas como imaginarias. Esto es: se amasan con los discursos que circulan en las sociabilidades que los circundan; y que le llegan en la forma de desafíos a vencer, explicaciones sobre cómo hacer tareas que aún no ha experimentado; narraciones, mitos, religiones, conocimientos obtenidos en las relaciones cotidianas con su medio ambiente y por otros múltiples canales que solo la investigación singular podría, en parte, descubrir. Como ya dijese, será mediante el auxilio de esas representaciones que se van formando los ideales del yo, el yo ideal y todo lo relativo a la conciencia moral: emergentes de un mundo que, para el neonato se presenta como instituido. En una síntesis bastante completa, Moscovici atribuye a las representaciones sociales cuatro aspectos: 1) la información, que se relaciona con lo “que yo se”; 2) las imágenes, que se relacionan con lo que “yo veo”; 3) las opiniones, relacionadas con lo que “yo creo”; las actitudes, relacionadas con lo que “yo siento”. Representaciones que serán confirmadas por leyes o costumbres (de cuya capacidad punitiva se hacen cargo los congéneres) que, de diversos modos, regularan los “accidentes”, más o menos previsibles, de sus transcursos por las sociabilidades que constituirán su historia: 1) introyectándole procedimientos utilizables para incorporarse las sociabilidades a las que puede tener acceso; 2) fijando los límites que, en cierto momento, quizá se propondrá o se verá obligado (por la fuerza de otras normas y/o valores) a transgredir y 3) reproducir nuevas representaciones de sí y de su entorno; constituyendo los marcos conceptuales e imaginarios que hacen posible organizar el fluir de las sensaciones. Procesos que, dando una nueva vuelta de tuerca hacia lo social, solo son captables si el perceptor puede asociarlas a algo conocido; lo que permite que ellas pasen de la memoria de corto a la de largo plazo, convertidas en huellas mnémicas92. Dicho de otro modo, todos esos procesos (que se producen en el interior de diversos grupos) se incorporan al individuo como el resultado de un entrelazamiento entre la huella anémica, la representación psíquica y la codificación grupal; que es el lugar en el que encuentran una fuente, una forma y una certificación. En la conjunción de estos tres elementos, lo que se acumula y transfiere no son “formas”, como se inclina a considerarlas Rolando García (2000) (ya que no encuentro más que un desvío metafísico en la diferenciación entre forma y contenido) sino complejos de acciones coordinadas que fueron exitosas respecto a un fin y pueden serlo en relación con fines considerados análogos. Complejos que anidan en huellas mémicas (en el capítulo

Imagen que de todos modos puede faltar, por la socialización en un medio en el que el futuro es irrepresentable por impredictible (cosa común entre los “excluidos sociales”), creando catastróficos resultados desde la perspectiva de la integración individual en un orden en el que las leyes solo existen en tanto puedan cobrar vigencia apoyadas en la amenaza de sanciones futuras al que no las respeta. 91 Importancia de la influencia de la vida familiar que es enfatizada por Aulagnier, P. (1988), denominándolo “enunciante originario”. 92 Recordar este aspecto es central para comprender la mecánica de la memorización. 90

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tercero retornaremos sobre el tema de la memoria dando mayor claridad a esta afirmación, en tanto lo relacionemos con los complejos sinápticos) y que son activados cuando el desafío lo hace necesario. La mayor o menor fluidez de las evoluciones individuales en sus contextos, dependerá de diversas circunstancias93. Pero, en todos los casos, las representaciones sociales se caracterizan por acotar el marco de las fluencias; organizando sistemas más o menos coherentes y estables de clasificaciones que permiten que, al menos durante un cierto tiempo, “haya un lugar para cada cosa”; y que, gracias a ello, sea posible ubicar cada nueva experiencia, en concisiones tales que hacen posible que los otros comprendan y compartan esas conductas; asegurando los intercambios simbólicos las actividades exigidas por la situación. Así pues, las antes aludidas representaciones cobran muy diversas formas y funciones; que el investigador tomará o dejará según el modo en que constituyó su objeto. En la especie, no son ni una instancia ni un aspecto, ya que, justamente, es característica singular de los humanos el humanizarse por medio de ellas; permitiéndoles su ubicación en el mundo. Ya que dichas representaciones pueden ser asimiladas a una serie de esquemas clasificatorios complejamente interrelacionados94, en los que cada uno de sus elementos se agrupan siguiendo conexiones que pueden ser deductivas y/o inductivas, de continuidad y/o contigüidad espacial y/o temporal, etc.; pero que, pese a su mayor o menor precariedad, siempre tienden a asegurar un universo simbólico que de un modo u otro comparte con sus semejantes. De todos modos, cuando uno avanza en el tema las preguntas, éstas, lejos de unificarse o simplificarse, se multiplican y complejizan; planteando enigmas como el siguiente 1) si en su socialización aprendió ciertas respuestas ante determinados acontecimientos, ¿cómo hace para inventar nuevas respuestas ante acontecimientos inesperados?; 2) si un individuo pertenece a varias instituciones y/o grupos de referencia que no son homogéneos entre sí, ¿cuál es la representación que orientará su acción en una cierta coyuntura? 3) Si en un determinado marco social existen representaciones y modos de pensar (o ideologías, etc.) diferentes, como interaccionan entre sí? Algunos de esos temas serán tratados en los capítulos que siguen, sin embargo, es de tener en cuenta que, dado el carácter de este texto, más que respuestas presentaré modos posibles de encarar la búsqueda de respuestas en una investigación; al tiempo en que en los pie de página, propondré alguna bibliografía básica desde la que el lector podrá ir profundizando sobre el tema. LAS REPRESENTACIONES Y SUS DETERMINANTES SOCIALES Como dijimos, el sentido común no es una entidad homogénea95. Cada una de sus diferenciaciones son creaciones sociales. Pero no creaciones arbitrarias. Por el contrario, son construcciones que siguen líneas de diferenciación que incluyen sólo una parte de la totalidad social (como, por ejemplo, el sexo o la región geográfica); pero que poseen intensas repercusiones sobre las líneas de demarcación de las identidades e interacciones sociales; ,en la distribución de los recursos de poder (por ejemplo, en la de los bienes y de los servicios entre diversos segmentos sociales; distribuciones aludidas en los conceptos “clases sociales”, “género”, “etnia” y otros).

Circunstancias que, según lo determinara Piaget (1964), son de crucial importancia en los primeros años de vida; dado que en ellos se configuran las bases de su estructura cognitiva, con todo lo que ello importa para su futuro desarrollo. 94 Ya que, como se advirtiera, esos esquemas son más de uno y no siempre pertenecen a un mismo tronco ni son congruentes entre sí. 95 Vale hacer notar que el significante “sentido común” posee la virtud de incluir, en el primero de sus términos, la idea de “sentido” (que entre otras acepciones incluye una que es cara a la función aludida por el concepto: la de “dar sentido al mundo”) y, en el segundo de sus términos, alude a la construcción comunitaria de ese sentido; que al ser compartido produce las bases de cualquier sociabilidad. 93

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Entonces, puede hablarse de distintas esferas de sentido común (y, en cada una de ellas, diferentes modos de relación entre opiniones y constricciones institucionales), algunas de las cuales corresponden a creencias comunes a toda una tradición cultural (la judeo-cristiana, por ejemplo) y otras a países, regiones, grupos etéreos, culturas de género, ideologías médicas, etc. La producción y difusión discursiva se generaliza en la sociedad siguiendo esas fracturas, que van creando dominios específicos y limitados. Los objetos de investigación siempre estarán cruzados y caracterizados por una o varias de ellas, en interacción compleja, en el sentido en que definiré “lo complejo” en el próximo capítulo, totalmente dedicado a ese tema. En trabajos anteriores tuve ocasión de referirme específicamente a la clase, la edad, la región y el sexo como determinaciones sociales de la conducta individual (Saltalamacchia, 1992 y 1989). Luego de reseñar algunas de sus especificidades, señalé que cada una de las categorías antes nombradas se presenta como una “ventana”, desde la cual los individuos pueden abrirse a la experiencia del mundo. Por un lado, esas ventanas recortan y dan forma a la experiencia posible; por el otro, ordenan zonas específicas de circulación de los intercambios simbólicos y actúan como compuertas, permitiendo el paso de ciertos discursos, impidiendo el de otros y mutilando o filtrando unos terceros. También pueden ser pensadas como “áreas de igualdad”, en las que circulan ciertos discursos típicos; en las que se producen núcleos privilegiados del sentido común; y en las que son factibles ciertas experiencias; o, por el contrario, son excluidos —intencionalmente o no— otros discursos, otras conductas y otras experiencias. De esa forma, se constituyen en una especie de lentes que dan forma, profundidad y sentido a la experiencia de aquellos que en ellas se instalan. La semejanza de esas lentes crea el medio ambiente cultural en el que se socializan los miembros de esos grupos. Por ejemplo, en las comunidades científicas, la participación en instituciones tiende a producir paradigmas de pensamiento colectivos que “...instituyen conceptos y su relación lógica (...) que gobiernan de manera oculta las concepciones y las teorías científicas” (Morin, 1999). La permanencia del contexto significativo organiza el pensamiento y la acción: da reglas para conceptualizar, recorta la realidad al nombrarla, crea modelos para ordenar los elementos y hacerlos significativos y, por ende, pensables o manipulables. Este es el aspecto cognitivo. Pero es de hacer notar que al referirme a este tema no lo pienso únicamente en ese aspecto. Como ya vimos, el acto de representación es paralelamente un acto en el que se incluyen afectividades (catectización) y en el que se juegan emociones; ya que dicho acto reencuentra o preserva una experiencia de placer o displacer. Ello carga afectivamente la representación; y, al mismo tiempo, contribuye a incorporarle elementos que lo enlazan intensamente con la formación del yo ideal y/o del ideal del yo (Kaes, 1993 y 1989)96. Esto es común a todas las sociabilidades. Tener en cuenta lo dicho es importante debido a cierta rutinización de la actividad metodológica, que lleva a muchos estudiantes a incluir en sus investigaciones las llamadas “categorías demográficas” (sexo, edad, etc.) sin pensar bien el por qué lo hacen. Como se desprende de lo dicho hasta ahora, estas categorías97 son útiles en la investigación en tanto aluden a determinantes sociales de la conducta individual y solo deben ser incluidas si: 1) esos determinantes serán tenidos en cuenta durante el análisis y 2) siempre que se compruebe que, en relación al tema efectivamente, recortan áreas de experiencias diferenciadas.

Por ejemplo, luego de la larga prédica feminista, muchos cambios socio culturales pueden haber tornado poco interesante la categoría género para discriminar conductas u opiniones. 97 Con la limitación de no hacer referencia a relaciones sino a un conjunto que posee un rasgo homogéneo, limitación para muchas investigaciones, que retomaré en el último capítulo. 96

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Así pues, al relacionar las representaciones sociales a ciertos grupos o categorías situados en determinadas relaciones dentro de un sistema social, tenemos en cuenta que tales representaciones colectivas son, al mismo tiempo, constituyentes de la identidad de sus miembros (Castoriadis, 1993; Pizzorno, 1984; Bourdieu, 1974, entre otros). Así, pertenecer a una sociabilidad –como una comunidad científica o un grupo de muchachos que se apropiaron de una esquina– es participar de sus significaciones imaginarias e invertir energía en conservarlas; ya que, mediante ellas los miembros se reconocen a sí mismos y gracias a ellas reciben el reconocimiento de terceros (Castoriadis, 1997 y Kaes, 1993). Bourdieu llamaba habitus a ese tipo de estructuras de pensamiento; esto es, a las tipificaciones del discurso y de la experiencia que son comunes a una categoría de individuos. Según él, el habitus se define como: (...) un sistema de disposiciones durables y transferibles a nuevas situaciones; estructura estructurada predispuesta a actuar como estructura estructurante (Bourdieu, 1984). En esa estructura, lo importante no son los elementos sino la manera en que se organizan sus relaciones; y la significación que ellos adquieren en relación con la totalidad, el campo, de la que forman parte. Es decir, elementos iguales pueden cobrar diferente significación en el contexto de diversas estructuras. Como ya vimos, esas estructuras —que permiten al individuo organizar su experiencia presente— se forman, básicamente, durante los cinco o seis primeros años de vida; son el efecto de formaciones culturales implícitas en el lenguaje materno y en el juego de experiencias en que se produce la socialización primaria. Tales experiencias98, en la medida en que no pueden ser organizadas en el interior de previas estructuras, se transforman en modelos germinales sobre los que se irán formando experiencias futuras; modelos que pueden irse afirmando hasta transformarse en una estructura de significación mucho más definida; cuyos elementos y/o relaciones se inscriben sobre el lenguaje materno, como en un palimpsesto. El aporte de ese concepto no es original. Es una forma diferente de referirse a un tema que, como veremos enseguida, constituyó la preocupación de muchos sociólogos y psico sociólogos en la segunda mitad del siglo pasado. Pero antes de referirme a esos otros enfoques, es importante aclarar que entre el concepto de habitus (y la teoría en la que se inscribe) y los otros conceptos, hay una diferencia fundamental. A diferencia de los representantes de otras tendencias, Bourdieu fue incorporó ese concepto a la lógica de las relaciones sociales; permitiendo elaborar, como no hicieron otros, el tema de los conflictos a los que dan lugar, o en el que cobran sentido, los diversos habitus. Conceptos complementarios como el de “poder” (incluido en los conjuntos en que diferenció capital simbólico, económico y social99) y el de “campo” (que refiere a el modo en que se efectivizan las relaciones dentro de una cierta sociabilidad en determinado momento), dan cuenta de ese desarrollo. Aunque esos otros enfoques, es importante decirlo, han profundizado mucho más en la pregunta sobre cómo se generan, existen y estudian esas representaciones sociales. Tema al que Bourdieu prestó poca atención100. En un sentido parecido, Piaget acuñó el término de esquema o estructura cognitiva, cuyo significado permite también pensar en patrones de interpretación. Esos esquemas, a los que ya hiciera referencia, son, según Barlett (1935), representaciones mentales adquiridas a través de la experiencia; y que están organizados de manera estructural o sistémica; de modo tal que, un estímulo sobre cualquiera de sus componentes, produce la ac-

98 Sobre todo aquellas que se producen en los primeros cinco o seis años de vida, en el que el infante se encuentra en un vertiginoso proceso de conformación neurofisiológica y, por supuesto, psíquica. 99 Taxonomía útil si no se la somete a hipóstasis; lo que impediría el mantenerse atentos a las diversas formas que pueden adoptar los recursos de poder: ver capítulo siguiente. 100 Entre muchos otros puede consultarse: Di Giacomo, J.P. (1989); Farr, R. M. (1986); Moscovici, G. (1979); Páez, D. (1987).

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tivación del conjunto. Esquemas que actúan, mediante relaciones analógicas, en la interpretación de las nuevas experiencias; impidiendo la imposible recurrencia al origen infinito de los posibles. Esas ideas, si bien fueron primero aplicadas por los psicólogos o psicoanalistas a la comprensión de los procesos cognitivos individuales, Vygotsky (1962) también las relacionó con las sociabilidades en las que los individuos desarrollaron sus experiencias y constituyeron sus identidades. Por su parte, los teóricos del análisis institucional llaman a esas formaciones “pensamiento instituido”. Por su parte, si bien arrastrando consecuencias mucho más fértiles para sus preocupaciones microsociológicas, el tema también fue encarado por Irving Goffman (1974) en su libro Frame Análisis. Para Goffman, los “frame” son orientaciones cognitivas o “bloques de ideas” que organizan las percepciones y articulan las interpretaciones (Johnston, 1995: 217) de los actores individuales; coincidiendo, de ese modo, con la idea de que nos valemos de esquemas interpretativos, que simplifican cierto sector del mundo a través de la selección y codificación de objetos, situaciones y experiencias; y que son producidos mediante interacciones entre distintos grupos e individuos. Tema anticipado por Shutz101 al afirmar: Un esquema de nuestra experiencia es un contexto de significado que constituye una configuración de nuestras experiencias pasadas que abarca conceptualmente los objetos experienciales que se encuentran en estas últimas, pero no los procesos mediante los cuales se han constituido. El proceso constituyente en sí queda enteramente ignorado, mientras que se da por sentada la objetividad constituida (Shutz, A. 1993) Para luego agregar, aclarando su uso: Llamaremos “interpretación de la vivencia”, al proceso de ordenamiento de ésta según esquemas, mediante el reconocimiento sintético, e incluiremos, bajo esa denominación a la vinculación de un signo con lo que este significa. Por lo tanto, la interpretación es la referencia de lo desconocido a lo conocido, de lo aprehendido en la mirada de la atención a los esquemas de la experiencia. (Shutz, A. 1993) Continuando esa línea de pensamiento de la que es en gran parte heredera podemos encarar el tema desde la perspectiva que adoptaran Berguer y Lockman (1967) en un libro que tuvo y tiene gran influencia. Como ya vimos, cada hombre o mujer, joven o niño ocupa un lugar102 en el mundo, que le presenta perspectivas, preocupaciones, desafíos e intereses que son diferentes. Cada uno de esos determinantes crea esferas de cotidianeidad diferentes103. En esas diferentes esferas de cotidianeidad se van conformando las experiencias posibles, los discursos que las expresan y explican y las singulares estructuras de relevancia que organizan el interés de los que coparticipan de esos mismos determinantes. Se forman así universos imaginarios y simbólicos, con sus propias estructuras de relevancia, que están más distanciados de los de otros miembros de la sociedad cuanto más socialmente impenetrables son las fronteras que los separan104. Fieles a las estructuras de relevancia de los saberes adquiridos, cada ser humano tendrá una respuesta más activamente crítica y creadora mientras más cercanos sean los aspectos de la realidad con los que interactúa en relación a sus necesidades, obligaciones o fuentes de prestigio.

Digo “sentido semejante” pues elaboraciones más afinadas pueden producir modos diversos de especificar la cuestión. Sin embargo, para lo que a este libro le interesa, poco útil sería romper con los acuerdos básicos en pos de precisiones mayores. El lector será quien tendrá a su cargo el producir esas especificaciones según sus preferencias y las necesidades de su objeto. 102 Producido como resultado de los propios sistemas de clasificación social. 103 Sobre esas “esferas de cotidianeidad” volveremos más adelante, tratando de teorizar más profundamente sobre sus influencias en las subjetividades de los actores. 104 Entre otras, por ésta razón es que podría pensarse que es mucho más adecuado hablar de diversidad de conocimientos que de jerarquías objetivas entre ellos. Tal como ocurre en otras esferas de las sociabilidades, la construcción social del saber es un constante proceso de rearticulación de esos distintos saberes y no hay ninguno que sea dispensable. 101

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A la inversa, nuestro esfuerzo para focalizar la atención (y, junto con él, nuestra inversión en pensamiento vigilante y creativo) tenderá a disminuir cuando se trate de aquellas otras circunstancias, demandas o exigencias que no parecen afectarnos tan directamente. En tales casos, una parte de esas cuestiones (aquellas que quedan totalmente fuera de nuestro interés) desaparecen de nuestro campo de atención; y la otra parte – cuando por alguna obligación externa debemos encararlas—, en lugar de investigarlas personalmente, recurrimos a “autoridades”, a las que creemos sabias y en las que confiamos105: ellas nos brindan las explicaciones o informaciones que hacen falta, 106 evitando una búsqueda individual que nos crearía demasiadas tensiones y pérdidas de tiempo. Al respecto dicen Berger y Luckman: Aunque el cúmulo social de conocimiento presenta al mundo cotidiano de una manera integrada, diferencia de acuerdo con zonas de familiaridad y lejanía, la totalidad de ese mundo queda opaca (...) Cuando unas zonas de oscuridad se iluminan, otras se oscurecen. No puedo saber todo lo que hay que saber de esa realidad (...) Mi conocimiento de la vida cotidiana se estructura en términos de relevancia, algunas de las cuales se determinan por mis propios intereses pragmáticos inmediatos, y otras por mi situación general dentro de la sociedad (....) Sin embargo, mis estructuras de relevancia se entrecruzan con las de otros en muchos puntos (...) Un elemento importante de mi conocimiento de la vida cotidiana lo constituye el de las estructuras de relevancia de los otros (...) En la vida cotidiana el conocimiento aparece distribuido socialmente; vale decir, que diferentes individuos y tipos de individuos lo poseen en grados diferentes. No comparto en la misma medida mis conocimientos con todos mis semejantes, y tal vez haya cierto conocimiento que no comparta con nadie (...) En estos casos, no sólo me hace falta una opinión autorizada, sino también una opinión previa acerca de cuál es la opinión más autorizada. Así pues, la distribución social del conocimiento arranca del simple hecho de que no sé todo lo que saben mis semejantes, y viceversa, y culmina en sistemas de idoneidad sumamente complejos y esotéricos. El conocimiento, al menos en esbozo, de cómo se distribuye el acopio de conocimiento con alcance social, es un elemento importante de dicho acopio. En la vida cotidiana sé, al menos someramente, lo que puedo ocultar y de quién, a quién puedo acudir para saber lo que no sé y, en general, cuales son los tipos de individuos de quienes cabe esperar que posean determinados tipos de conocimientos: (1968: 60-65). Como puede verse, estos autores están lejos de suponer que los humanos actuamos con plena información. Por el contrario, la información que poseemos y utilizamos sigue las líneas de las “estructuras significantes” que organizan: 1) la percepción sobre su mayor o menor utilidad y 2) las fronteras que regulan la frecuencia de contacto con cierto tipo de razonamientos; líneas y fronteras dibujadas por las necesidades de una vida cotidiana que normalmente transcurre en el interior de ciertos ordenes institucionales107. Tenerlo en cuenta nos permite dar un nuevo paso en la discusión sobre razón, saber y acción. En el cruce entre esas sociabilidades se producen zonas de mayor o menor “pureza” de ese tipo de formaciones; y la combinación entre ellas producirá formas típicas de conducta e interpretación del mundo que son, de un modo u otro, el objeto de nuestras investigaciones. Para estar alerta sobre las dificultades de la empresa de investigar se debe recordar que, en lugar de una superficie discursiva única, en los sistemas “globales” y sus respectivas sociabilidades se tendrán lagos, ríos, arroyuelos y hasta pequeños charcos; y en todos ellos circularán aguas de diferentes colores y composición.

105 Antonio Gramsci da muchos testimonios y basa parte de su estrategia en esa observación sobre el modo en que la gente del pueblo genera sus opiniones mediante referencias a otras personas a las que conceden el papel de autoridades en ciertas materias. 106Y eso se repetirá al menos hasta que acontecimientos extraordinarios contribuyan a cambiar esas convicciones o mis juicios sobre los expertos. O sea, hasta que surja un problema que no pueda resolverse mediante esos supuestos. En tanto nuestro conocimiento sea eficaz, las dudas normalmente no se plantean o, si aparecen, normalmente no estimulan un esfuerzo de investigación que puede ser postergado. 107 Sin embargo, recordar la diversidad y complejidad de los discursos, interacciones e instituciones sociales obliga a sospechar que esa unidad no llega a ser completa. Esto nos permitirá comprender algunas de las fuentes del pensamiento novedoso y creativo, sobre el cual trataremos en los apartados y capítulos siguientes. Pero antes vale la pena volver sobre la cuestión de los intereses.

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Debido a esas diferencias, los individuos que habitan en esos charcos, lagos o riachuelos o sus confluencias, formarán estructuras típicas de personalidad, producto de la combinación de aguas diversas. Sólo teóricamente es posible distinguir la composición específica de cada una de las aguas que entró en la combinación. Pero al mismo tiempo, cada una de ellas puede ser la fuente de la que surja una analogía, o un indicio, que enriquezca los contenidos de nuestra investigación. Vistos desde esta óptica, esos sistemas clasificatorios108 permiten identificar estímulos, construirlos rápidamente como información, completar los datos faltantes mediante inferencias o analogías garantizadas por el propio esquema, y memorizar los resultados de esas operaciones. Tienen, por lo tanto, funciones imaginarias, cognitivas, valorativas y actitudinales. Como diría Moscovici (1979) la representación social es una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. La representación es un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación y hacen posible la acción. Sintetizando esos aspectos, Darío Páez y otros (1987: 86) ha dicho que las representaciones sociales: Desde una perspectiva tipológica de los esquemas, nos encontraríamos en un primer lugar con los de tipo individual, por ejemplo, por ejemplo, los esquemas de sí y los esquemas de personas, tales como las teorías implícitas de la personalidad. En segundo lugar, aparecerían esquemas de roles (normas y expectativas de roles) y los esquemas de grupos o categorías sociales (representaciones sociales y estereotipos grupales). En tercer plano, podríamos proponer los esquemas de sucesos, tales como los escenarios o guiones. Por último, propondríamos los esquemas de resolución de problemas, esquemas “sin contenido” como los heurísticos y algoritmos de toma de decisiones. Si bien estos últimos son los más difíciles de representar teóricamente, creo importante ir volcando progresivamente más atención sobre los mismos, pues su actividad es la que más nos podría dar indicios sobre los procesos que permiten soluciones diferentes en sus peculiaridades, pero que se mantienen dentro de un paradigma hegemónico. Se podría adelantar, sobre el tema, la conjetura siguiente: la hegemonía se logra cuando se establecen esos sistemas mediante lo que aparece como decisión individual, o criterio individual, puede ser referido a un modo socialmente construido de organizar la percepción y la toma de decisiones. Si bien la interacción de esos esquemas entre sí y con la experiencia de su uso, pueden incorporar cambios más o menos significativos, tales esquemas “originales” constituyen el instrumental básico que permite a los individuos operar con eficacia en lo social; esto es, comprender o ser comprendidos por los otros miembros de la sociedad109. REPRESENTACIONES: LA LÓGICA DE SU REPRODUCCIÓN Las elaboraciones de Bourdieu, de Piaget y sus seguidores, de los cognotivistas, de los etnometodólogos y los interaccionistas simbólicos, de los analistas institucionales y de los teóricos de las representaciones sociales especifican mucho mejor la idea lanzada por Gramsci en su concepto de sentido común. Por su parte, Bourdieu, coincidiendo con Gramsci, incorpora el papel del conflicto social que cruza esas conformaciones de

Sobre el tema es de inmensa importancia el trabajo de Schütz, 1993. Al mismo tiempo, un tema que queda pendiente (para retomarlo con mayores posibilidades conceptuales en el segundo capítulo) será el de los conflictos que, de una u otra forma, son el efecto de distinciones y contraposiciones identitarias y sus respectivas representaciones sociales.

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sentido común. Pero el aporte de Gramsci sigue siendo de gran importancia en otro aspecto del tema: aquel referido al estudio de las formas de reproducción y cambio de esas formaciones. A pesar de ser muy poco citado entre los autores que tratan este tema, Antonio Gramsci, vitalmente preocupado por el tema, fue el que hizo el primero y quizá más agudo esquema mediante el que uniendo representaciones, productores de representaciones e instituciones, mejor esquematizó el ciclo de ese tipo de representaciones que en el autor se agrupan bajo el significante “sentido común”. Para apreciar su originalidad es digno de hacer notar que antes de promediar el siglo pasado, Gramsci tuvo la virtud de explorar las formas en que se produce el sentido común y las vías mediante las que este sentido común llega a conformar una forma de sociabilidad a la que él llamó “voluntad colectiva”. Las virtudes del pensamiento gramsciano sobre el asunto son dos: 1) incluyó en el pensamiento marxista una problemática que había sido encarada por otros autores, tales como Durkheim, en el razonamiento sobre los movimientos sociales y 2) incorporó en aquella problemática la cuestión de los intelectuales; permitiendo, con esa incorporación, pensar la dinámica de la reproducción y el cambio en el sentido común. Incorporar su pensamiento en este texto permite, sobre todo, aprovechar la segunda de las virtudes, que relaciona una temática que luego fue ampliamente desarrollada por otros autores, pero incorporándoles el tema de su reproducción y cambio, lo que permite un abordaje mucho más completo en investigaciones que por una u otra vía deben enfrentar ambos aspectos de la vida social. Al exponerlo conservaré en parte su vocabulario; pues hacerlo tiene la doble virtud de: 1) darnos indicios sobre el tipo de experiencias que orientaron su pensamiento (entre las que la hegemonía de la Iglesia católica y los problemas de construcción del Partido comunista no eran los menores) y 2) recordar que escribía en las muy demoledoras condiciones de una cárcel fascista; lo que es todo u ejemplo de tesón y valentía intelectual. FILOSOFÍA, RELIGIÓN Y SENTIDO COMÚN Tanto en la historia de la filosofía como en otras disciplinas sociales, el concepto “sentido común” ha sufrido diversas interpretaciones. Desde la perspectiva gramsciana, “sentido común” incluye aspectos principalmente cognitivos (creencias), conativos (actitudes) y valorativos (preferencias); que no poseen un orden único sino que se asemejan a una especie de yacimiento simbólico e imaginario en el que se encuentran reunidas todas las experiencias, las luchas, los éxitos y fracasos, los descubrimientos y las explicaciones alguna vez elaboradas por ciertos grupos humanos; y, en esa medida, constituye el bagaje social con el que se producen las sociabilidades y la socialización. En una primera aproximación, el sentido común es pensable como un inmenso depósito de heterogéneas huellas mnémicas, en el que es difícil conocer el origen y el orden de los elementos110. Los efectos de esos depósitos aparecen en la forma inconsciente de los actos corporales o en las opiniones tan hondamente arraigadas que se asemejan, por su casi inexorable repetición y aparente naturalidad, al ritmo de las estaciones. Existe pues, en el concepto, un intenso énfasis en la importancia de las historias transcurridas en cada sociedad111 y en su capacidad para generar conductas habituales. Menos discutibles cuanto menos conscientes, los contenidos del “sentido común” son patrimonio de todos y cada uno: conectan a los individuos “a cada uno de los tantos grupos sociales en los cuales (...) es automáticamente envuelto cuando hace su entrada en el mundo consciente” (Gramsci, 1975: 1376).

110Recurrir a la idea de significantes claves introduce, en el concepto de sentido común, un principio organizador que Gramsci no tenía en cuenta, y sobre el que razonaré con mayor extensión en otro apartado. 111 Uno de los errores del individualismo es atribuir importancia sólo anecdótica a la historia familiar y social en la constitución del sujeto. Por el contrario, ellas son parte importantísima en la constitución de las subjetividades individuales.

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Refiriéndose al tema en distintos pasajes de sus “Notas...”, Gramsci (1975) distinguía tres momentos, a los que denominó: filosofía, religión y sentido común. Para que el esquema pueda sernos útil (y debido al uso no convencional que Gramsci hace de esas palabras), explicaré brevemente las características más sobresalientes de cada uno de esos conceptos112. Filosofía: Es un concepto referido al proceso de creación y elaboración de grandes sistemas de pensamiento (filosóficos, teológicos, sociológicos y/o políticos) y tiene como referencia principal a sus elaboradores, que son los intelectuales. Para el teórico y político italiano, los intelectuales 113 son un grupo más o menos restringido, que se caracteriza por su función de crear, o reelaborar, teorizaciones y de transmitirlas, en tanto organizadores y dirigentes, a núcleos amplios de una población114. Al dar importancia a este nivel, Gramsci retomó algunas de las hipótesis corrientes en las teorías de las elites; particularmente aquellas referidas a cómo se promueven y regulan los acontecimientos históricos. No obstante, conviene aclarar que lo que distingue a Gramsci de otros representantes de las teorías elitistas, es la manera amplia en que comprende esta función de producción y difusión de ideas. Según su convicción, hay especialistas del pensamiento, pero no hay personas que no piensen; tal como él lo dice, “todos los hombres son filósofos, aunque no todos cumplan la función de intelectuales”115. Esto incorpora una prevención: las ideas se producen capilarmente a lo largo de todas las prácticas sociales; y los grandes o pequeños elaboradores de sistemas de pensamiento utilizan esa materia prima116. Proclamando esa premisa, creó la posibilidad de comprender, mucho más profundamente que otros teóricos, las interacciones y mediaciones que se producen en las diferentes esferas en las que se va construyendo la acción social. Es de advertir que el énfasis en que la “producción de ideas” es común a todos los seres humanos no es una concesión simplona, propia de un ideólogo populista; sino un instrumento que permite estar atento a las distintas fuentes desde las que se pueden producir las iniciativas históricamente importantes. Se instala en una conceptualización compleja; en la que se desconoce cualquier centro o sujeto privilegiado en la producción del cambio histórico. Propuesta que se entiende al percibir que, para Gramsci, lo normal en las sociedades industrialmente desarrolladas es lo que él llama “revolución pasiva”; esto es, un tipo de cambio en el que múltiples iniciativas, surgidas desde diferentes puntos (como estrategias de sobrevivencia de uno u otro sector o como transformaciones concientemente orientadas a un objetivo transindividual) son el substrato real del cambio en las formaciones hegemónicas117.

112Resumiré indicaciones gramscianas reunidas en los Cuadernos 10 y 11, y en especial, en la Nota :"Algunos puntos preliminares de referencia". 113El tema de los intelectuales en la formación de una gran voluntad colectiva es central en el pensamiento gramsciano. Su definición de intelectuales, sin embargo, va más allá de lo acostumbrado en la academia, entendiendo por intelectual todo organizador y dirigente. Dice Gramsci al respecto: “Por intelectuales debemos entender no solamente esas capas sociales a las que llamamos tradicionalmente intelectuales, sino en general a toda la masa social que ejerce funciones de organización en el sentido más amplio: ya sea en el dominio de la producción o de la cultura o de la administración pública”. (Gramsci, 1977: 43, tomo 1) (traducción mía) 114 Entre estos se encuentran no solo los “grandes teóricos” sino también aquellos que elaboran teorías como las que Merton denominó “de alcance medio” o los que producen ideas que permiten agrupar individuos o resolverles problemas técnicos y organizativos, entre los que podemos encontrar empresarios, políticos, dirigentes vecinales, de ONGs, etc.. 115 Sigue diciendo Gramsci, en relación al tema: “Es menester destruir el prejuicio muy difundido de que la filosofía es algo muy difícil (...) Es preciso demostrar que todos los hombres son filósofos, definiendo los límites y las características de esta “filosofía espontánea” propia del todo el mundo, filosofía contenida: 1) en el lenguaje mismo, que es un conjunto de nociones y de conceptos determinados (...) 2) en el sentido común y el buen sentido, 3) en las religiones populares y también por lo tanto en todo el sistema de creencias, supersticiones, opiniones, modos de ver y de obrar (...)” (Gramsci, 1975: 1375). 116 La producción cognitiva no es, por ello, el efecto de los “héroes” individuales del pensamiento sino una compleja tarea social. 117 Sobre el concepto de “revolución pasiva” véase entre otras notas: 1975: 1358-59; 1717 y 2011.

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Los receptores de las ideas sistematizadas y coherentizadas por los “filósofos” son a su vez coproductores del discurso que reciben; al recepcionarlos desde la compleja experiencia que ha ido organizando sus vidas118. Esa coproducción engendra muy diversas encrucijadas y líneas de determinación; ya que, a diferencia de muchos pensadores de la teoría de las elites, Gramsci supuso que la sociedad está conformada por una muy densa red de instituciones (la sociedad civil); y que, en cada una de ellas, existen organizadores y dirigentes. Debido a ello, comprender la aparición o el cambio de cualquiera de las instituciones de la sociedad, de los movimientos sociales o de otras formas de acción social, supone estudiar cómo se conforma esa red y cómo se establece, en su interior, la relación entre dirigentes y dirigidos119; y como pocas son las investigaciones que, de una u otra manera, estén exentas de enfrentar esta problemática, dicho razonamiento metodológico no puede ser ajeno a la pregunta sobre el cómo estudiar esos cambios. Religión: Refiere al proceso y los medios por los cuales llega a producirse la difusión, en grandes grupos humanos, de las cosmovisiones más generales120; y al control institucional y moral que asegura la supervivencia de las organizaciones. En la procura de la reproducción institucional, el éxito se asienta en una mezcla de argumentación para sostener adhesiones y de represión sobre la conducta de los desviados121. Más allá de la denominación que le atribuyó, para el militante italiano este elemento “religioso” es común a todo tipo de institución: llámese iglesia, partido político, estado, organización comunitaria, etc.. Desde esa perspectiva, las instituciones ofrecen matrices identificatorias que estructuran y sostienen la subjetividad; ya que la pertenencia a ellas brinda seguridad a sus componentes, legitima la acción individual y permite que los individuos se reconozcan y sean reconocidos122 como miembros de determinada sociabilidad. Sentido común: Este tercer concepto refiere a un universo mucho menos estructurado que los dos anteriores. Por su intermedio se captan, en los diferentes grupos sociales, los efectos o rastros de las filosofías que han logrado cierta difusión. Constituye el conjunto de tipificaciones (sobre la realidad material o social) que forman parte del conocimiento implícito en toda acción humana123. No es homogéneo, por el contrario, pueden coexistir representaciones contradictorias; explicables por la pertenencia de cada individuo a distintas redes a través de su vida. Dicha regla es explicada por el autor citado y sus seguidores por las mismas razones a las que se refiriera Gramsci. Así pues, debido a esas diversas redes, cada una con sus respectivos “filósofos” y “religiones”, produce lo que se ha dado en denominar “un estado de polifasia cognitiva”124. Ahora veamos las interrelaciones entre esos conceptos. Si por un momento se deja de lado el aspecto institucional (esto es, el de la “religión”, que apunta a las formas en que se divulgan, reproducen e institucionalizan las cosmovisiones), de lo antes comentado se pueden retener dos momentos principales, que están íntimamente relacionados:

La concepción gramsciana del cambio social siempre incorporó la comprensión de la aguda complejidad de la vida social. Tema sobre el que avanzaremos algo más en el capítulo tercero. 120 Sobre los orígenes de la humanidad, las formas de explicar y superar el sufrimiento, etc., en las religiones en sentido estricto, pero sobre valores constituyentes en otras instituciones. 121 Es una metáfora muy italiana, sólo es posible entenderla si recordamos la importancia del Vaticano en la vida política de ese país. 122 Es conveniente relacionar esto con que expondré en el apartado siguiente, al referirme a la “acción racional”. 123 En los estudios de recepción de discursos, prestar atención al sentido común de los receptores puede ser de gran importancia para comprender el modo en que los receptores producen el discurso, en su recepción, al hacer que sus convicciones previas “trabajen” sobre lo decepcionado. Véase (Gramsci, 1975:75-1395) 124 Ver al respecto Mora, M (2002); que además presenta una muy útil y completa revisión de las teorías de Moscovici y sus seguidores. 118 119

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1) El de la producción o reelaboración de cosmovisiones o sus subespecies, a las que desde ahora llamaré “proyectos hegemónicos” 125, y 2) El de la “interiorización” de esas cosmovisiones, transformadas ahora en las tipificaciones del sentido común (de los miembros de una institución particular, de la sociedad en general o de una tradición cultural determinada) que forman parte de diferentes ordenamientos hegemónicos; aún entre los que se oponen al orden dominante. En el primero, la producción de conocimientos es parte de una cierta operación sobre la sociedad. En el segundo, las diferentes creencias, valores y actitudes aparecen como una dimensión de la acción social. Pero ninguno de esos niveles se relaciona con el otro fuera de marcos institucionalizados; de allí la importancia de la religión; que corresponde al momento institucional; mediante el que se logran consolidar cada uno de los proyectos u ordenamientos hegemónicos. Cuando un orden hegemónico llega a conformarse en “religión”, su consolidación alcanza una gran solidez. Son creencias compartidas que se reproducen y crean efectos de verdad. Tales efectos se desencadenan porque aquellos actores que forman parte de un mismo campo de sociabilidades encuentran, en sus “correligionarios”, la fuente de confirmación de las verdades en que creen. Cuando un movimiento social, u otro tipo de institucionalización de la vida comunitaria, llegan a conformarse en “religión”, el proceso transformador ha logrado su consolidación. Es el momento en que las formaciones de sentido común se institucionalizan mediante un sistema normativo, producto de legislación gubernamental, de reglas institucionales consensualmente aceptadas o de normatividades consuetudinariamente internalizadas. De todas maneras, ninguna religión llega a cubrir todas las prácticas individuales; ni forcluir todos los elementos que reprimió para imponerse126. Entre otras cosas porque la exigencia del deber ser que las caracteriza termina siendo opresiva para los integrantes de las instituciones y estos, de una manera u otra, son atraídos por el “pecado”; que es, al mismo tiempo, una violación de las reglas establecidas y una forma de incorporar, en la propia conducta, sea las premuras de lo real (muchas veces de lo real del cuerpo, pero también de lo real de nuestras formaciones inconcientes o preconcientes –aspectos íntimamente relacionados, por otra parte) sea los efectos de haber experimentado otras propuestas, provenientes de otras sociabilidades en las que también se participa. Idea, por otra parte, que fue afirmada también, muy posteriormente, por Moscovici (1979); quien dice al respecto: Una vez que ha dominado el universo físico e ideológico, el niño, el adolescente, están muy lejos de llegar a un empleo general de su instrumento intelectual. Por otra parte, la sociedad no se lo pide. La capacidad de hacerlo no está asegurada (...) la coexistencia de diversos sistemas cognitivos se convierte más en la regla que en la excepción..

Entre los muchos que tratan el tema, ver Gramsci (1975) y los desarrollos y comentarios de Laclau (1990). Solo un ejemplo. Recuérdese “En el nombre de la rosa”, de Humberto Eco, y considérese el modo en que se relacionaban los miembros del monasterio con la población circundante y los efectos que ello producía en el “pecado”. Eso, claro está, si cada uno de nosotros no desea hacer el ejercicio de ver como esa dinámica se manifiesta en la propia vida cotidiana o en la de aquellos que conocemos, directamente o por los periódicos. Volveré sobre el tema en el próximo capítulo al concluir, luego de examinar la dinámica de los sistemas complejos, que “la Sociedad” (como entidad única) es una noción que si bien nos permite referirnos rápidamente a los sistemas de relaciones sociales, arriesga con incorporar la idea de unidad, tal como por ejemplo la concebían los estructural funcionalistas; en tanto la relacionaban con un único sistema normativo.

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Del mismo modo que existe esa coincidencia entre teóricos que pueden no haberse conocido (esto es, debido a esos raros caminos que toma la difusión del conocimiento) algo muy parecido a la idea gramsciana de “conocimiento de sentido común” ha sido revalorizado en la teoría de las organizaciones. Tal como lo indica un texto en el que se resume parte de esas teorías: …el proceso de creación de conocimiento es un proceso dinámico e interactivo. En la dimensión epistemológica [referida al conocimiento] este proceso acontece, mediante la interactuación dinámica de los cuatro modos de conversión del conocimiento. Cada modo de conversión del conocimiento desemboca en un nuevo conocimiento aunque considerados de forma aislada, el proceso de creación de conocimiento generado es parcial. Si el conocimiento tácito producido en la socialización no es convertido en explícito a través de la exteriorización, difícilmente el nuevo conocimiento podrá desembocar en algún tipo de innovación. Del mismo modo, si el conocimiento explícito generado en la asociación no puede ser interiorizado por los miembros de la organización, una buena parte del nuevo conocimiento se habrá perdido. Por lo tanto, cuando los cuatro modos de conversión del conocimiento interactúan entre sí surge una espiral de creación de conocimiento en la dimensión epistemológica. (CIDEC. Centro de Investigación y Documentación sobre problemas de la Economía s/d). En el trabajo citado, sus autores presentan una gráfica en espiral, en la que muestran las interacciones indicadas en la cita. Más allá de algunas diferencias importantes en relación al modo en que he tratado el tema anteriormente, la revalorización del conocimiento de sentido común (tácito) en el proceso de creación cognitiva propone, desde esta rama de la teoría social, una perspectiva muy parecida a la planteada en todo el trabajo; ya que hace presente que ningún concepto se define en sí sino en relación con una representación en la que cobra sentido específico. De hecho, es con el análisis de las “representaciones sociales” (o los conceptos equivalentes a los que ya me he referido) que entramos en el tipo de materia sobre la que el libro intentará desplegar razonamientos metodológicos; pero es justamente por eso que dejaré ahora esta cuestión para retomarla en cada uno de los temas abordados en el curso del libro. Ahora bien, presentado el tema de las representaciones, ¿cómo relacionarlo con la pregunta sobre el origen y alcance racional de nuestras decisiones, 2) ¿en que material cognitivo y valorativo los seres humanos nos basamos para tomar decisiones y calcular sus consecuencias? Dado que el asunto es clave tanto para interpretar las acciones con las que nos encontraremos frecuentemente en el curso de nuestras investigaciones dedicaré el último apartado a tratar sobre dicha cuestión. LA RAZÓN Y LA ACCIÓN

Al principio del capítulo critiqué la representación racionalista que acompaña tanto a las visiones individualistas que han ido conformando, por decirlo de algún modo, la episteme o paradigma básico de algunos de los exponentes sobresalientes de la filosofía occidental (a tal punto que son compartidos tanto por las teorías económicas, políticas y sociales que comparten la tradición liberal como por aquellas que, por el camino de algunos marxismos, se desprenden de éstas) y afectan la concepción de nuestra representación sobre el modo en que actuamos durante la investigación y sobre el modo en que actúan quienes conforman nuestros objetos de investigación. En síntesis, en esas vertientes se supone que: 1) Los actores (individuos en el liberalismo, pero también las clases en una gran parte de los teóricos marxistas) saben cuáles son sus intereses127 y 2) Siempre actúan –o se espera que actúen— realizando un cálculo individual de costos y beneficios. Por lo que las acciones individuales o grupales deben ser comprendidas tomando en cuenta dichos saberes y cálculos.

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Salvo en los casos englobados, dentro del marxismo, como “falsa conciencia”.

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En todo lo expuesto anteriormente hemos podido examinar un aspecto de la cuestión, relativo al saber (esquemas de pensamiento e interpretación, etc.) que constituyen el bagaje del cual pueden emerger las informaciones con las que puede contar cualquiera que debe decidir; esto es: elegir entre opciones procurando optimizar los resultados de su acción. Corresponde ahora incorporar otro aspecto, referido al modo de efectuar cálculos racionales y al alcance de estos. Para enfocar la cuestión desde este otro ángulo, recordaremos las reflexiones de Crozier y Friedberg (1990) quienes, coincidiendo con las posturas de teóricos como J. G. March y H. A. Simon (1964), proponen que: El ser humano es incapaz de optimizar. Su libertad y su información están demasiado limitadas para que lo logre. En un contexto de racionalidad limitada, decide de manera secuencial y, cuando trata de resolver algún problema, escoge la primera solución que según él, corresponde al umbral mínimo de satisfacción (1990). Esta es una advertencia que solo puede ser ignorada por aquellos que no han hecho el duelo de la imperfección humana. Como veremos con más detalle en el próximo capítulo, las capacidades humanas de conocer son de tal forma limitadas que sería imposible que todos los miembros de la sociedad tuviesen un conocimiento absoluto y homogéneo sobre lo que les rodea. Si fuese de otro modo, estaríamos ante el extraño caso de una parte capaz de contener al todo128. Si nos negamos a reconocer esa posibilidad como una alternativa digna de ser pensada, a lo afirmado en la cita anterior solo podría acotar que no es la racionalidad lo limitado sino la materia prima cognitiva sobre la que esa racionalidad actúa. Al establecer la diferencia entre uso de razón y limitación de los elementos con los que la razón elabora sus conclusiones, es claro que no atribuyo al concepto “razón” la entidad del Logos sino un modo de articular medios y fines. Dada esa definición, el problema no es la incapacidad humana para producir dicha articulación, sino la incapacidad para hacerlo con conocimiento de todos los elementos antecedentes y consecuentes que son indispensables para un cálculo sin errores. Lo que el decidor posee es el conjunto de representaciones sociales en las que ha sido socializado y dentro de las cuales, eventualmente, ha ido elaborando Reforzando esta perspectiva y, a la vez incorporándole nuevos elementos, Alejandro Pizzorno (1984) se dedicó a mostrar la incapacidad de los teóricos utilitarios (y en particular aquellos que se inscriben en el llamado rational choice) para explicar temas que, como la acción de votar, han sido objeto de muchas de sus preocupaciones. Profundizaré en este ejemplo para pensar la cuestión desde otro ángulo. Como cualquier otra acción, la decisión de ir a votar puede ser pensada como el efecto de una acción racional que se efectúa luego de evaluar los costos y beneficios que el actor obtendría de dicho acto. Ante esa posibilidad, la pregunta es: los votantes ¿poseen la suficiente información sobre los costos y beneficios que le acarreará su acción?, ¿conocen sus intereses en relación a ese acto? Ambas preguntas pueden ser contestadas desde dos perspectivas: 1) la de la influencia de su voto respecto al éxito de un candidato o partido y los consecuentes beneficios individuales que dicho éxito puede acarrearle; 2) la de votar como acción que en sí misma produce beneficios. Pizzorno afirma que la percepción de los propios “intereses” es una actividad que no puede ser comprendida y evaluada en sí misma, con independencia de los lazos sociales y de la estructura de valores que predomina en la sociedad en que esas acciones se realizan. Examinando la cuestión desde el primero de los ángulos antes indicados, el autor afirma que el costo de ir a votar es muy grande si se lo compara con los beneficios inNo ignoro el que haya teóricos de la complejidad que utilizan ese supuesto. Pero no me parece que deje de ser una metáfora inadecuada ya que una cosa es contener al todo y otro, muy diferente, es participar de los rasgos de ese todo que ellas constituyen.

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mediatos que puede obtener el votante a raíz de los resultados de las elecciones. Además, sigue diciendo, es baja la certeza que el individuo puede llegar a tener, por sí mismo, respecto a los efectos, si alguno, que pueda de su decisión en el triunfo de uno u otro candidato. Por lo que, desde ambas perspectivas, ir a votar es individualmente irracional. En cambio, esa acción deja de ser irracional si es interpretada en el contexto de la estructura valorativa de un grupo o institución social y de las necesidades individuales que de ella se desprenden. Desde ese punto de vista, si votar es una forma de asegurar la pertenencia a un determinado conjunto social, la acción de votar puede interpretarse como un valor en sí mismo. En tal caso, el acto de votar no será un instrumento para lograr algo sino un fin en sí mismo; ya que sería un apreciado indicador de pertenencia al grupo (de participación en la vida grupal); por lo que la acción no será un medio para obtener algo sino un fin en sí mismo, un valor, algo por lo cual el individuo será premiado, aunque sólo sea por sentir y mostrar que comparte las acciones valoradas por su comunidad. Con ese primer paso, el teórico italiano introduce dos elementos importantes: 1) que los beneficios directos son más importantes en la valoración del cálculo racional que los indirectos y 2) que los beneficios directos no son el producto de una valoración objetiva y a social, sino el efecto del carácter socialmente conformado de las decisiones. En efecto, la coparticipación en una cierta estructura valorativa permite entender, al mismo tiempo: 1) cómo cada individuo define lo que es su interés individual y 2) el tipo de racionalidad que puede atribuirse a la acción que emprenden los individuos de acuerdo a esos intereses. Por ello su argumento clave es que todos los “bienes” que orientan las acciones, sean colectivas o individuales, toman tal carácter sólo cuando son reconocidos por la colectividad a la que su portador pertenece. Es la colectividad (más o menos diversa; pero de algún modo unificada; pues en caso contrario no existiría) la que permite a los individuos tener criterios que le faciliten distinguir lo deseable de lo indeseable129 y luego decidir (si hay en la conducta un momento de elección conciente, que es sobre la que piensa Pizzorno) o simplemente actuar. Por ello, el interés, referido a esos bienes, no es un efecto de la elección racional de individuos a–sociales sino la coparticipación en el interior de un campo de saberes socialmente construido. Por otra parte, debido a que todos vivimos en situación de información imperfecta, la posibilidad de que un agente, en una situación determinada, tenga certeza sobre cuál puede ser su interés depende de los saberes y criterios que comparte con la colectividad a la que pertenece130. En el caso citado, el principal bien es doble: 1) construir lazos que

129 El mismo criterio puede adoptarse para comprender la rápida exclusión a la que normalmente son relegadas las producciones heterodoxas en el interior de comunidades académicas muy estructuradas. En tanto esa heterodoxia no es valorada, a dicha producción le ocurre lo mismo que al dinero que porta alguien en una comunidad donde el valor de ese dinero no es reconocido ni apreciado. El dinero es un bien sólo cuando es reconocido en la colectividad dentro de la cual se lo quiere hacer circular; si esa colectividad no reconoce el valor de ese dinero, nada se puede comprar con él. 130 Pizzorno sintetiza su postura en las siguientes frases: "...no se puede tener el concepto de utilidad sin implicar el reconocimiento intersubjetivo de los valores que conducen a esa utilidad y por consiguiente los procesos de satisfacción de las necesidades varían según las diferentes identidades colectivas que las sostienen (que las reconocen). [...] el cálculo por parte de un individuo de los efectos de una cierta acción es posible, al menos sin grandes dificultades, sólo si los costos y los beneficios de las mismas son bastante cercanos en el tiempo. Si el cálculo se realiza para un largo período de tiempo, y debe considerar consecuencias inciertas de la acción a emprender, no es demostrable que el individuo permanezca idéntico a sí mismo en el campo, inmutados sus perfiles de preferencias y sus criterios para calcular el valor de los costos y beneficios. Cada experiencia humana no ligera confirma cuán amenazada está esa identidad. La seguridad de la misma, su estabilidad, son buscadas en una identificación colectiva —el individuo puede percibirse idéntico en el tiempo sólo si otros lo perciben así..." (Pizzorno, 1984, 2:28)

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incrementen o mantengan el reconocimiento de pertenencia y 2) obtener fuentes de información y confirmación de las opciones frente a las cuales es necesario decidir131. Apuntando en una dirección semejante, Bourdieu incorpora el concepto “capital simbólico” para referirse a las ventajas y oportunidades que la gente posee por formar parte de una comunidad. El teórico francés explica que, a través del tiempo, los ciudadanos hemos construido un espacio social en el que nos movemos y coexistimos. Los poderes sociales fundamentales son el capital económico, bajo sus distintas formas (bienes materiales, dinero, comercio/industria) y los capitales cultural, social y simbólico (educación/ilustración, redes sociales, prestigio e influencia, el poder hacer de los grupos sociales y legitimidad política)132. El capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier especie de capital: físico, económico, cultural, social) mientras sea percibido por los agentes sociales cuyas categorías de percepción son tales que están en condiciones de conocerlo (de percibirlo) y de reconocerlo, de darle valor (un ejemplo: el honor de las sociedades mediterráneas es una forma típica de capital simbólico que sólo existe a través de la reputación, es decir la representación que los otros se hacen en la medida en que comparten un conjunto de creencias apropiadas para hacerles percibir y apreciar ciertas propiedades y ciertas conductas como honorables o deshonrosas). Más precisamente, es la forma que toma toda especie de capital cuando es percibida a través de las categorías de percepción que son el producto de la incorporación de las divisiones o de las oposiciones inscriptas en la estructura de la distribución de esta especie de capital (Bourdieu, 1997). Aparece enfatizado aquí otro aspecto de la cuestión. Dada la subjetivización en sociedad, no toda acción social es producto de un cálculo conciente de costos y beneficios: hay conductas que simplemente se ejecutan porque, dada la pertenencia a un ámbito cultural, sería impensable actuar de otra manera. Dicho de otro modo, en el interior de cada contexto cultural hay datos que son tan obvios (dado que forma parte del bagaje conceptual básico de determinado ámbito social) que producen consecuencias sobre nuestras acciones mucho antes de que percibamos la necesidad de evaluarlas en su racionalidad: en tales casos se actúa sin decidir, al menos concientemente. Siempre que tengamos en mente las peculiares intersecciones en las que esos habitus interactúan en cada ser humano (que, como vimos, son más variados; y cuyas interrelaciones son más complejas según el grado de diversidad e imbricación de interrelaciones de cada conjunto social), el habitus puede ser pensado en estos términos133. De todo lo dicho sobre representaciones sociales es importante retener un aspecto de la cuestión que será de radical importancia para la comprensión de los próximos capítulos: en cada momento en que nos disponemos a hacer algo las representaciones sociales en las que hemos sido formados actúan como una reserva de conocimientos que nos permite (conciente o preconcientemente) clasificar los que tenemos ante nosotros. Las conductas que realicemos se basarán en esa reserva de conocimientos (entendiendo el concepto en el

131 En este caso, al distinguir entre decisión o acción me refiero a la existencia o no, en la conciencia del sujeto, de la alternativa. Si no hay alternativa conciente, no habrá trabajo sobre ella; y, por ende, el paso al acto será una continuidad comprensible como una continuidad “natural” entre ciertas creencias y ciertas conductas, tal como se las representa el observador. 132 Como afirmaré más de una vez, es significativa la ignorancia del capital “bélico” (capacidad de actuar sobre el otro por el uso de la violencia física). No es tema de este trabajo el preguntarse el por qué de una ausencia tan inexplicable dada la permanente presencia en la vida social de esas manifestaciones directas o indirectas (amenaza) del poder bélico ellas no son habitualmente incorporadas en la teoría social. Pero es útil tener presente en los análisis esta otra forma de influencia sobre la conducta de los otros. Volveré al tema en el próximo capítulo. 133 Pues, como ya vimos, la diversidad y el consecuente conflicto entre pertenencias diversas son parte inherente a toda conformación humana, por lo que siempre existieron y siempre fueron la fuente de gran parte de los conflictos pero también de las innovaciones cognitivas. Lo que no encaja en esta descripción es, únicamente, el conocimiento que se inicia como resultado de una catástrofe, que obliga a replantear todo conocimiento anterior y que lleva a la humanidad a un duro proceso de exploración para encontrar nuevas formas de entender lo real.

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sentido amplio que ya fuese explicitado previamente y que incluye lo afectivo, lo valorativo, lo actitudinal, etc.).

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

BI BL I OG R AFÍ A

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CAPÍTULO 2

DIGERIR LA COMPLEJIDAD

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IND ICE

INDICE ...............................................................................................................................57 INTRODUCCIÓN ...............................................................................................................59 EL FUNCIONALISMO Y LAS TEORIAS DE LA COMPLEJIDAD..................................59 EL ESTRUCTURAL FUNCIONALISMO....................................................................................................................60 LA COMPLEJIDAD.........................................................................................................................................................66 LAS RELACIONES..........................................................................................................................................................67 SECUENCIAS Y DISIMETRÍAS TEMPORALES .....................................................................................................70 DE LAS CONCURRENCIAS A LA SOBREDETERMINACIÓN............................................................................78 LAS IDENTIDADES ........................................................................................................................................................80 LAS EMERGENCIAS......................................................................................................................................................84 LAS IDENTIDADES, LAS RELACIONES Y EL PODER.........................................................................................89 Identidades y poder: ........................................................................................................................................................90 Recursos de poder ...........................................................................................................................................................94

COMPLEJIDAD Y ENFOQUES TRANSDISCIPLINARIOS...........................................103 BIBLIOGRAFÍA ...............................................................................................................106

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Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

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INT R O DU C CI ÓN

En el capítulo anterior sinteticé los principales temas que permiten comprender la relación individuo/sociedad como una relación compleja, en la que ambos polos de la relación se presuponen mutuamente en forma inescindible. Dada la pretensión metodológica de este libro, los temas abordados en el capítulo anterior serán retomados en éste, intentando sintetizar un modo de representación que haga posible abordar y representar dicha complejidad. Así pues, presuponiendo que toda sociabilidad es un sistema complejo, en el capítulo actual se comenzará por una discusión sobre las peculiaridades de tales sistemas. Aclarando que, debido a la extensa gama y a la extrema dispersión de las teorías sobre lo social, en este capítulo se evitará hacer un repaso de las mismas; con una única excepción, la de un breve comentario sobre el estructural funcionalismo, que tiene una razón doble: 1) representa, de un modo muy definido, una teoría sistémica que entiende a la sociedad como una unidad-siempre-ya-dada; y 2) algunos de los más importantes desarrollos el llamado “análisis estructural” o “análisis de redes“, a los que recurriré en muchas ocasiones a lo largo de este libro, ha retomado algunos de sus conceptos claves que no comparto, justamente porque obstaculizan toda posibilidad de comprender la complejidad de lo social1. Hecha esa síntesis, tomaré algunos de los principales conceptos utilizados por los teóricos de la complejidad e incorporaré otros, intentando preparar el terreno para los desarrollos que emprenderé en los otros dos tomos; e incluso en los próximos capítulos de este tomo.

E L FUN C I ONA LI SM O Y LAS T E OR IAS DE L A C OM PLE J ID AD Si bien las teorías de la complejidad están en pleno desarrollo (y, al mismo tiempo, heredan demasiados elementos de teorías físicas y matemáticas que están lejos de mi alcance) el presente apartado intentará examinar algunos de sus aportes, y agregar otros, con el objeto de sentar las bases teóricas que permitan la descripción/explicación de estudios de casos y otros que sean de interés para los cualitativistas. Tal como lo narra Benveniste, en la lingüística (posteriormente llamada “estructural”), el análisis sistémico emergió como reacción Saussuriana a la asistematicidad (y al elementalismo) de los estudios en la lingüística comparada de su tiempo2. Mediante una obra que solo se conoció gracias a un curso dictado entre los años 1907 y 1911 (y que luego diese lugar a la publicación de Curso de lingüística general, que permitió incorporar las nociones básicas de una obra silenciosa y largamente madurada) Saussure creó los fundamentos de un nuevo método; y, para muchos de quienes se inspiraron en él, permitió la creación de nuevas teorías relativas a diversas disciplinas. Vistas las cosas de ésta manera, en el examen del aporte estructuralista se puede diferenciar aquello que es relativo al modo de conocer (y que da paso al razonamiento metodológico) del que se relaciona con el modo de ser de las cosas. Dado el modo en que este libro ha sido encarado, lo que habrá de

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Para una síntesis sobre las variantes actuales de dichas teorías, puede leerse Wellman, B. (2000) Ver Benveniste (1997), particularmente su “estructuralismo y lingüística”. 59

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interesarme es simplemente el primero de los aspectos; que iré intercalando en la exposición cuando sea necesario3. Al mismo tiempo, debido a que la tradición estructural funcionalista ha sido retomada, de algún modo, por los teóricos de las redes sociales algunos de cuyos aportes incluiré en este capítulo, comenzaré con una breve exposición de la primera. Ello permitirá distinguir el concepto de estructura utilizada por el estructural funcionalismo (y aquellos que retoman sus aportes desde la teoría de las redes) de lo que la teoría de la complejidad comprende por estructuras o sistemas complejos. EL ESTRUCTURAL FUNCIONALISMO A diferencia de los teóricos comentados en el capítulo anterior (sobre todo a diferencia de aquellos a los que me referiré en el último capítulo de este tomo), en el estructural funcionalismo, método y teoría social se han desarrollado juntos y en relación muy estrecha, produciendo, al mismo tiempo, el concepto “estructura” y aplicándolo a la comprensión de lo social. Así, respecto al concepto estructura social, Radcliffe-Brown, dice: El concepto de estructura se refiere a una combinación de partes o componentes que están en relación entre sí en una suerte de unidad más amplia (Radcliffe-Brown, 1973) Por ende, la estructura social no es la sumatoria de sus partes, ni es explicable a partir de ellas. Por el contrario, es la sociedad la que conforma a los individuos en el proceso de socialización, adjudicándoles un lugar y una función de acuerdo a las normas y costumbres que la organizan como tal; mientras que la distinción y continuidad en el tiempo de la estructura social depende de las normas y modelos de conducta atribuidos a cada uno de sus componentes. Por lo que en ella se puede distinguir “la materia” con la que está conformada la sociedad en cada momento (que son los individuos que la componen y que pueden ir cambiando con el paso del tiempo), de su “forma” (que permanece constante en la medida en que las normas que la regulan mantienen constante el modelo estructural en tanto atribuye a los nuevos miembros las mismas funciones que le habían atribuido a los miembros precedentes). Así pues, según afirma en otro texto (1952): A través y por medio de la continuidad del funcionamiento se mantiene la continuidad de la estructura..(…) Algunos individuos pueden dejar la sociedad por muerte o por otros motivos; otros individuos pueden entrar a formar parte. La continuidad de la estructura se mantiene debido al proceso de la vida social, que consiste en la actividad de los seres humanos y de los grupos en los que ellos se reúnen. La vida social es aquí definida como el funcionamiento de la estructura social. La función de cada actividad recurrente, como la punición de un delito o una ceremonia fúnebre, es la parte de la vida social considerada como un todo (…) De allí la íntima relación entre el concepto “función” y el concepto “estructura”; dado que el primero implica la convicción de que existen una serie de relaciones entre lugares que son necesarios para la reproducción normal de la sociedad; en tanto que la continuidad de la estructura es mantenida por un proceso vital que es el resultante de la actividad de las unidades que la constituyen, en la medida en que cada una de ellas cumple la función que la estructura le ha asignado, ocupando el lugar que le corresponde4. Reflexionando sobre esas proposiciones se puede notar lo siguiente. Una de las primeras condiciones del pensamiento comentado es el de tomar a “la sociedad” como entidad a ser explicada. El segundo es entender que la sociedad tiende hacia la autorregulación y la autosuficiencia, satisfaciendo determinadas necesidades

Desde la perspectiva de las ciencias sociales, uno de los grandes ausentes en este texto será Levi Strauss. La única razón de esa ausencia es que toda su monumental obra se organizó en torno a una pregunta sobre los invariables de la cultura humana. Mientras que, mucho más modestamente, el tema de este libro es el de investigaciones de casos singulares; por lo que poco puedo aprovechar de su método. 4 De ese modo, los autores antes citados, entre otros, establecen el campo en el que Talcott Parsons ha de dar un formato acabado y preciso a los conceptos que conforman dicha perspectiva. Sin embargo, para los propósitos inmediatos de este apartado basta con retomar y sintetizar los principales rasgos de lo estructural desde la perspectiva comentada. 3

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básicas (entre las que se incluyen, por ejemplo, la preservación del orden social, el abastecimiento de bienes y servicios y la protección de la infancia). El tercero es que dicha autorregulación es garantizada por una serie de normas (en sentido amplio de leyes y costumbres) que son compartidas (más aún, en la versión de Parsons internalizadas en la forma de un super yo) por todos sus miembros y poseen la capacidad de sancionar negativamente cualquier desvío en su cumplimiento. El cuarto es que dichas normas prevén una serie de “lugares” en la estructura (considerada en forma estática) que atribuyen derechos y deberes a sus ocupantes y a los que se da normalmente el nombre de “estatus”5 (que pueden ser reconocidos con independencia de quienes son las personas que los ocupan) y una serie de “roles”, que son las conductas asociadas a dicho estatus, en la dinámica de las interacciones estructuralmente reguladas. Correcciones posteriores llamaron la atención sobre que, aún en las sociedades más simples, existe una cantidad más o menos grande de funciones que dan lugar a instituciones diferentes y que conforman estatus y roles específicos; que no necesariamente crean lugares diferentes, sino que, por el contrario, tienden a superponerse6. Así, los miembros de esas sociedades pueden participar de dos o más de dichos lugares institucionalizados; lo que permite pensar a tales individuos como participantes de un “haz de roles”; que en circunstancias específicas pueden entrar en conflicto entre sí, tal como Merton se encargara de demostrarlo. Dado ese esquema general, la explicación funcional puede relacionarse con diversos niveles de lo social. En términos generales, según Malinowsky, un hecho social se explica en tanto se logre indicar cuál es la “función” que cumple en la satisfacción de alguna de las necesidades socialmente reconocidas. Dado ese supuesto común, las diferencias entre Malinowsky y Radcliffe-Brown se ubican en el grado de generalidad de aquello a lo que se denomina “hecho social”. Mientras que para Malinowsky un hecho es, o puede ser, la acción de un individuo, participante de una sociedad determinada; para el segundo la explicación funcional refiere a hechos sociales generales, no a los producidos por individuos. Así, los conflictos que dicha estructura puede engendrar son de dos tipos: 1) el de los individuos “desviantes” respecto a las normas que regulan su rol y 2) el eventual conflicto entre los roles que debe desempeñar un individuo que ocupa estatus deferentes. Parsons, por su parte, provee a la teoría de la explicación funcional un grado de sofisticación mucho mayor y más exigente (pues pretende conectarlo con una teoría general de las sociedades y con la producción, por ende, de leyes generales); pero en tanto dicho autor no abandonó el supuesto básico de que existe una7 sociedad organizada en torno a un sistema normativo, su obra no logró representar ni el cambio ni el conflicto (que no sea el antes indicado); tal como fuera innumerables veces indicado por diversos críticos. De allí que la bandera del funcionalismo fuese retomada por Merton; autor cuyo esfuerzo tendió a despojar a la teoría estructural funcionalista de su reducción a la explicación de la “estática” social y su consecuente tendencia a sobreestimar los aspectos integradores de la misma frente a los fenómenos de disgregación. En ese registro, Merton enfatiza en cuatro aspectos: 1) El grado de integración de una sociedad no es un presupuesto teórico sino un hecho empírico (que requiere investigaciones específicas tendientes a determinar “desvíos”, “conflictos de rol”, etc.).

Que pueden ser adscriptos al miembro de la sociedad debido al modo en que se produjo su inserción en el sistema normativo en el momento de su entrada en la misma; o, por el contrario, adquirido en el proceso de su participación en dicha sociedad. 6 Esta perspectiva, que coincide con la de Marx, para quien un individuo es un conjunto de relaciones sociales, debe ser recordada en el momento en que analicemos los sistemas complejos (más allá de que el funcionalismo no sacó de ella conclusiones en ese sentido), pues muchas veces constituye una de las fuentes que complejizan el sistema y hacen ardua la pesquisa. 7 Enfatizo en el “una” debido a que es en relación con esta caracterización de lo social que las teorías de la complejidad establecen una diferencia sustancial con el tipo de pensamiento que estoy comentando. 5

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2) No todas las instituciones o actividades sociales despliegan funciones necesarias a la existencia de la sociedad como un todo. 3) No todas las instituciones o conductas sociales son indispensables para la satisfacción de una función. Pero el núcleo duro no fue cambiado: la sociedad es una y se organiza en torno a un conjunto de normas que asignan a cada una de sus partes un lugar y una función. De allí que S. F. Nadel (1949), refiriéndose a la capacidad explicativa de la teoría estructural funcionalista, indica lo siguiente: Hemos entendido por explicación la búsqueda de “relaciones invariables” entre hechos; hemos considerado sociedad y cultura esencialmente como sistemas constituidos de partes interdependientes… Dados esos criterios, la explicación funcional puede ser incluida en la clase general de las explicaciones científicas en tanto, según sus seguidores, ésta logre mostrar las relaciones mecánicas u orgánicas que ligan un hecho con otros hechos; o con la estructura de la cual estos forman parte. En síntesis, a diferencia de la tradición individualista, las unidades que conforman lo social son: a) parte de un sistema de relaciones y b) al menos desde Merton, ellas mismas son entidades relacionales. Como se verá (y aún dejando el que la “función” no siempre es un concepto aplicable ni útil en una explicación), estos son supuestos necesarios, pero insuficientes para representar la complejidad de lo social. Sin embargo, dado que han sido antropólogos y etnometodólogos quienes más activamente han participado en el desarrollo y transformación de esta teoría, no son pocos los estudios de caso a los que prestan atención, y desde los cuales pretenden generalizar los principales rasgos de la teoría general. Esto es, por ejemplo, lo que ha permitido a autores contemporáneos: 1) desarrollar con fertilidad el estudio de redes (que en parte derivara de teóricos de esa tradición estructuralista) para señalar algunas de las diferencias entre este tipo de análisis estructural y el emergente de las teorías de la complejidad y 2) establecer relaciones con otras versiones de la teoría sociológica; que si bien no se definen a si mismas como estructural funcionalistas, comparten algunos rasgos importantes de ese enfoque. Entre algunos de esos teóricos, la diferencia entre “materia” (personas) y “forma” social (normas institucionalizadas) permite postular que: 1) El “individuo” es una institución social, regulada por la costumbre, y por la ley civil y que se define en su singularidad por una serie de redes de pertenencia, en las cuales ocupa la intersección. 2) En el polo opuesto, la sociedad es el conjunto de redes que producen intersecciones, creando lugares a ser ocupados. 3) Los individuos son estructuralmente equivalentes si ocupan un mismo lugar. 4) Las sociedades son estructuralmente equivalentes si, a su vez, han generado redes semejantes y semejantes intersecciones o lugares. Desde esos presupuestos básicos, se han ido generando acuerdos que Barry Wellman (2000) ha sintetizado con las siguientes palabras: 1) El comportamiento es interpretado en términos de restricciones estructurales sobre la actividad, antes que en términos de fuerzas internas existentes dentro de las unidades (ej. “socialización en vez de normas”), las cuales impulsan al comportamiento con ímpetu voluntarista (y a veces hasta teleológico) hacia una meta deseada.

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2) El análisis se centra en la relación entre unidades, y no en la clasificación de las unidades en categorías definidas por atributos internos (o esencias) de dichas unidades. 3) Una preocupación central es la manera cómo los patrones de relaciones entre múltiples “alter” afectan, en conjunto, el comportamiento de los miembros de la red. Por tanto, se asume que los miembros de la red participan en múltiples relaciones diádicas, con alter diferentes. 4) La estructura es tratada como una red de redes que puede estar, como no, dividida en grupos discretos. Por lo que no se asume a priori que los grupos fuertemente cerrados sean, de manera intrínseca, los bloques de construcción de la estructura. 5) Los métodos analíticos tratan directamente con la naturaleza relacional —modelada en términos de patrones— de la estructura social, para así completar —y a veces sustituir— los principales métodos estadísticos que requieren de unidades independientes de análisis. La fertilidad de los análisis reticulares ha ido creciendo en la misma medida en que ha generado un creciente interés en los científicos sociales8. En todos los casos, más allá de las pretensiones generalizadoras de muchos de sus cultores, el análisis de redes es un instrumento que ha demostrado eficacia en estudios de casos y, por ende, son de indudable interés para el análisis cualitativo9. Aunque en muchos casos, para su enriquecimiento, hayan recurrido tanto a la teoría de los grafos, como a técnicas multivariadas de diverso tipo10. Tomando ejemplos de la teoría de los grafos, que es más cercana al eventual trabajo de un investigador cualitativo interesado en este tipo de análisis, podemos recurrir a dos ilustraciones, en las que se muestran diversas formas de relaciones. En el primero, dicha teoría puede aplicarse a las redes sociales siempre que las pensemos como relaciones binarias en conjuntos finitos de objetos11. Dado ese supuesto, una relación entre patrón y empleados, por ejemplo, es entendida como algo que se establece entre un conjunto finito (C) de elementos (c1—cn) que pueden ser entendidos como pares ordenados; y que, por ende, pueden ser representados mediante un a “red simple”; en tanto acordemos que las redes simples son aquellas en las que un elemento tiene relación con otro elemento. En cambio, si esos elementos mantienen entre ellos más de una relación, tenemos multígrafos; que son, como puede suponerse, mucho más eficientes en investigaciones sobre este tipo de objetos. En los multígrafos podemos identificar distintas cualidades, tanto de la estructura como de cada uno de los elementos. Pero

Adaptándolo a la perspectiva adoptada en este libro, utilizaré varios ejemplos de la utilización del análisis reticular en el tercer tomo. Lo que no ha impedido que gran parte de los estudiosos interesados en este tipo de análisis hayan producido algebras específicas para su estudio. 10 Para consultar una riquísima bibliografía sobre Redes, consultar: Revista Hispana para el Análisis de las redes sociales. http://revista-redes.rediris.es/ 11 Pero si, en lugar de partir de los supuestos usuales en la investigación matemática, retenemos los supuestos que nos exige la teoría social, debemos pensar en formaciones discontinuas, con cambios no necesariamente lineales ni graduales; y si queremos utilizar la metáfora espacial para representar este tipo de relaciones, quizá debamos tener mucho cuidado al utilizar la geometría euclidiana como único apoyo. Ese es el tema que posteriormente deberemos enfrentar. 8 9

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depende del tipo de sistema que se esté representando, y de la habilidad para teorizarlo, que la representación pueda ser utilizada como apoyo eficaz, evitando las simplificaciones excesivas que la representación gráfica puede ofrecer. Por ejemplo, si lo que se estudia es un sistema en el que los flujos son de información (y ésta supone algún grado de poder en quien la posee y la distribuye) 12 uno de los elementos a tener en cuenta es el grado de centralidad (acumulación de recursos pertinentes al tipo de interacción) de cada punto. Desde esa perspectiva, en los grafos anteriores se dan dos situaciones diferentes; en el grafo de la izquierda las relaciones son simétricas; en el grafo del centro, el punto central es redistribuidor: recibe y transmite (o solo recibe, o solo transmite); en el multígrafo de la derecha, se dan las mismas relaciones anteriores, pero con las siguientes peculiaridades: el punto A es poco denso (pues de él salen solo dos conexiones), pero a la vez se sitúa en la estratégica posición de intercomunicador entre dos sistemas de comunicación y/o decisión; por lo que puede o no comunicar y/o imponer; y, además, puede hacerlo de un modo u otro (Pizarro, 1998). El que esto se interprete de una u otra forma depende del analista; el multígrafo es solo un apoyo para la teorización y su explicación depende del modo en que se lo teorice; esto quiere decir que el grafo debe ser acompañado de una explicación en la que se provee al lector de las claves precisas de interpretación. Teniendo en cuenta esa necesidad, el grafo sirve de apoyo heurístico. J. L. Moreno (1945 y 1954) fue uno de los primeros en aplicar un modelo de red para comprender interacciones grupales. Como es esperable, las especificidades a introducir en dichos modelos varían según lo que se esté investigando. Para poner un ejemplo, en la red que aparece en la figura siguiente, lo enfatizado son las relaciones de atracción/repulsión existentes entre los miembros de un grupo. El modelo describe únicamente ese tipo de relaciones. Si en el objeto fuese importante destacar el modo en que se producen otras relaciones deberán ser representadas en otro grafo. Aunque también se puede hacer una combinación de ambos, para luego indicar cómo se insertan en una descripción más inclusiva del objeto. El mismo tipo de códigos se puede utilizar para simbolizar otras formas de relación en el interior de un grupo. Por otra parte, para incrementar su capacidad descriptiva, además de la orientación de la flecha, se pueden agregar: a) signos que indiquen su valor (ej.: el positivo [+] y el negativo [-] ); b) signos que denotan incrementos en algún valor (menor que []); 3) colores para las flechas (indicando tipo de relación representada (ej.: “autoridad según organigrama” y “autoridad observada”) y/o c) códigos, que representen cualidades distintas de la interrelación (mayor vecindad —K3—; y/o poco afecto, por ejemplo — W1—); y d) frases codificadas.

Retornaré más adelante sobre el concepto “poder”. Por ahora es suficiente con tener en cuenta que: 1), “poder” es la capacidad de poner en juego recursos que hagan que un actor (individual o colectivo) imponga su decisión a otros actores; y 2) que en los “conflictos” se ponen de manifiesto: 1) la opacidad de la estructura global –efecto de las capacidades insuficientes de los actores para representársela y de la complejidad que ofrece la posibilidad de que exista más de una posible interpretación, según el ángulo de observación– y 2) la indeterminación que es propia de toda situación en la que se presenta más de una solución y que da paso a la necesidad de tomar decisiones entre alternativas.

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Como es obvio, el modo en que construyamos los multígrafos, y la interpretación que les demos, dependerán de nuestra teoría del objeto. Pero, en todos los casos, la complicación y complejidad del sistema está dada: 1) por la diversidad de relaciones entre nudos; 2) el modo en que se piensen estas relaciones y 3) por la confluencia de redes que representarán el objeto a partir de puntos de vista diferentes. Por ejemplo, en los casos de una organización se puede recurrir a dos sistemas de redes: 1) el organigrama, que expresa el modo instituido de relaciones entre sus miembros y 2) el de las formas de circulación de información y /o de otras fluencias, tal como se las descubre en la investigación. Muchas veces, tales modelos son suficientes y no es necesario incorporarle otros elementos para asegurar su utilidad en la investigación. Por ejemplo, si en una investigación producimos un corte sincrónico del que resulte un modelo simple, cada uno de los rasgos que componen el modelo será representado como una identidad, y a las relaciones entre ellas puede atribuírseles el formato de una relación funcional, asociativa, etc. del tipo de las imaginadas tanto por el funcionalismo como por otras tradiciones; si tal modelo es suficiente para los propósitos cognitivos a los que pretende servir, no es indispensable incorporarle mayores complejidades. Por poner un ejemplo simplificado: la Constitución de un país puede ser pensada como un modelo funcional que prescribe elementos y relaciones. Ciertamente, la Constitución no es solo eso. Pero, en ciertos casos, un modelo que solo contemple ese aspecto puede ser suficiente para el objetivo cognitivo al que se destina. Lo mismo puede ocurrir con modelos que únicamente pretendan describir las relaciones funcionales o de correspondencia entre los miembros de un grupo humano o entre las partes de un televisor13. Como hemos dicho, las representaciones cognitivas nos permiten relacionarnos con el mundo; y son aptas mientras satisfagan esa condición. Desde esa perspectiva, los modelos simples pueden ser muy útiles; y efectivamente los utilizamos muy frecuentemente; por lo que el análisis cualitativo puede enriquecerse radicalmente con la incorporación de esta metodología. De hecho, ciertos modelos se parecen mucho a esas disecciones que tanto ayudaron a estudiar los cuerpos vivos en las primeras épocas. Ellas permitieron construir los primeros mapas de organismos que, de otro modo, escapaban a la posibilidad de ser conocidos con las técnicas existentes. Para comprender su éxito, es de recordar que nunca la interpretación emergía solo de lo visto en las partes y sus relaciones de contigüidad; ya que, en tanto que, al mismo tiempo que observaba la disección, el analista tenía en mente las conductas de organismos vivos de la misma especie, esto le facilitaba la interpretación de las funciones desempeñadas por las partes que estaba estudiando. Pero la profundidad alcanzada por esas interpretaciones siempre estuvo relacionada con las dificultades de establecer el conjunto de interrelaciones que esas partes establecían en la unidad con la que formaban un sistema. De allí la necesidad de pasar a la formulación de sistemas teóricos complejos. Alertando que desde el comienzo estableceremos una distinción entre sistemas complicados (que entienden la estructura de un caso como el resultado de una red de redes, pero normalmente coinciden en considerar al individuo, o al “lugar” señalado por un nodo, como una entidad irreductible), de los sistemas complejos; que, como veremos, son pensados como relaciones de relaciones, en las que solo por decisiones fácticas se establece que algo es una unidad básica respecto de la cual no se intentarán nuevas indagaciones sobre: 1) el modo en que están conformadas; 2) el modo en que su específica complejidad interviene en las otras relaciones. 13 Ya que los modelos son modos de conocer, el recurrir a modelos simples o complicados o complejos depende del objetivo fijado por el investigador y serán valiosos en tanto cumplan con ese objetivo. Como se verá mas adelante, esta postura frente a la cuestión es lo que nos ha de diferenciar de muchos estructuralismos y de otras corrientes que tienden a confundir realidad con conocimiento. Ciertamente, el conocimiento es sobre lo real, pero, en tanto nuestras capacidades son limitadas, nunca debemos perder de vista que lo que construimos son representaciones y el juicio sobre ellas debe enfatizar en su utilidad más que en su inalcanzable verdad.

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De allí que importa reconocer, por una parte, que aquellos modelos simplificados no son los únicos posibles y, por otra, que no siempre son los más adecuados para entender un objeto en su dinámica. Terminada esta breve introducción, en los párrafos siguientes revisaremos esta cuestión incorporando el tema de los modelos complejos, examinándolos desde varias perspectivas. LA COMPLEJIDAD14 Como se sabe, las teorías de la complejidad son deudoras de muchos otros intentos de superar el elementalismo en el análisis científico. Entre esos antecedentes, podemos contar a las teorías estructuralistas, particularmente exploradas por teóricos europeos; pero también las Teorías de los Sistemas y la Cibernética; y, más tarde, a los diversos movimientos ecologistas y sus respectivos teóricos. La extensión de este texto y sus propósitos prácticos me impiden explorarlos; aunque en diversos pasajes del libro haré explícita referencia a algunos de esos aportes. En los posteriores desarrollos de la llamada Teoría de la Complejidad (que reúne teorizaciones no siempre homogéneas) uno de sus principales postulados es el de superar el reinado de la especialización, que tendió a diferencias disciplinas, especialidades y sub- especialidades; convirtiendo a la investigación: 1) en productora de una serie de fragmentos difícilmente reordenables en sistemas más amplios, capaces de iluminar las respectivas relaciones entre esos fragmentos; 2) en una actividad en la que el predominio de lo que Morin diera en llamar lógica deductiva-identitaria le impide captar adecuadamente el cambio, el conflicto y la interrelación entre orden y desorden que estos implican. Motivo por el cual, si bien permite avances en el conocimiento de aspectos separados del conjunto al que pertenecen, las torna incapaz de considerar ese conjunto adecuadamente, salvo por la vía inadecuada de concebir al todo como una mera suma de partes. Como debería ser evidente, el estudio de lo social, particularmente cuando se lo hace con propósitos de intervención, debe producir modelos que hagan comprensible la complejidad de sus interrelaciones. Tentativa que desde ya, implica un nuevo tipo de encuentro interdisciplinario o interespecialidad. Tipo de que hacer científico que, frente a los que proclaman su imposibilidad con escándalo, no supone la tarea de crear un conocimiento que todo lo englobe; y que en su globalidad, pueda ser comprendido por un solo cerebro humano. Por el contrario, apelar a la multidisciplina significa dos cosas: 1) en relación con un objeto que estamos investigando; superar las anteojeras disciplinarias, sometiendo, a la crítica del otro, nuestras propias conclusiones; con el objeto de ver cómo otros sistemas interfieren y obligan a la reelaboración de los propios y 2) pensar en una actividad colectiva cuyos resultados, si bien no se verán concretados en ninguna cabeza, si podrá encontrárselo en el objeto (por ejemplo, en el cuerpo de ese enfermito en cuyo tratamiento confluyeron especialistas diferentes, en forma coordinada) cuya mejoría llegaron a producir todos los participantes de un grupo multidisciplinario; laborando en forma coordinada. Dada la importancia metodológica de esta cuestión, volveré sobre el tema más adelante; por lo que retomaré, en el párrafo siguiente, lo concerniente a las teorías de la complejidad, que serán uno de los referentes sobre los que estará organizado todo el libro. Indudablemente, pese a que la actual divulgación y reconsideración de las teorías de la complejidad no haya provenido de ciencias sociales, los temas que ella incluye han sido tratados, de muy diversos modos, por gran parte de los teóricos de estas disciplinas. Para citar al azar solo dos ejemplos, el que el todo social sea algo diferente a la suma de los individuos que lo componen, fue uno de los principios defendidos por Durkheim;

Como se sabe, las teorías de la complejidad son deudoras de muchos otros intentos, entre los que los estructuralismos particularmente explorados por teóricos europeos ocupan un lugar central. La extensión de este texto y sus propósitos prácticos me impiden explorarlos; aunque en diversos pasajes del libro haré explícita referencia a dichos aportes. Para un resumen de las teorías de alguno de sus exponentes franceses ver Corvez 1960.

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sobre todo en el prefacio a la segunda edición de su famoso libro “Las reglas del método sociológico”; y el carácter sistémico o estructural de lo social (y por ende de las teorías que intenten representarlo) fue propio de la propuesta de Marx (por ejemplo, en El Capital); y intento reapareció, de uno u otro modo, antes y después de la obra de estos autores, en otros teóricos de lo humano. Sin embargo, dada la imposibilidad de hacer la revisión de esos intentos, valga aclarar que, lo que denominaremos sistema complejo, principalmente se caracteriza por la reconstrucción de: 1) las relaciones que, dentro de una cierta organización (esto es, un sistema ordenado por cierta legalidad que le atribuye cierta especificidad), se producen entre identidades de naturaleza diversa; 2) sistema de relaciones a partir de las cuales se producen “emergencias”; concepto mediante el cual se alude a calidades o cualidades nuevas; existentes en el todo, pero no en las partes; o en las partes peroj no en el todo). Dada esa concepción de los sistemas complejos, en los apartados siguientes trataré de pensar sobre cada uno de los aspectos antes indicados (relaciones, identidades y emergencias); limitándome, por supuesto, a aquello que sea pertinente para la conducción de una investigación cualitativa desde las ciencias sociales. LAS RELACIONES Polanyi (citado por Martínez Mígueles, 1993) avanza en esta problemática –pero solo parcialmente— cuando afirma: …no podemos comprender el todo sin ver sus partes, pero podemos ver las partes sin comprender el todo….cuando comprendemos como parte de un todo a una determinada serie de elementos, el foco de nuestra atención pasa de los detalles hasta ahora comprendidos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que sólo se puede ver un todo viendo sus partes, pero cambia por completo la manera como aprehendemos los detalles. Ahora los aprehendemos en función del todo en que hemos fijado nuestra atención. Llamaré a esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la aprehensión focal que emplearíamos para atender a los detalles en sí, no como partes del todo. En ese texto se examina la relación entre el todo y sus partes15. ¿Alcanza lo dicho para representarnos un modelo complejo? En parte sí, pues en él se plantea: el cómo considerar la relación entre el todo y las partes. Pero es un reconocimiento limitado, debido a que el énfasis parece solo ubicado en la perspectiva, desde la que el asunto es considerado. Si bien se lo examina, lo que parece afirmar es que, dado cierto tipo de lectura: las cosas se ven de un modo cuando se las examina detalle por detalle; y de otro, cuando se examina el todo dentro del cual los detalles aparecen de modo subsidiario. Pero en ese caso no se expresa claramente que: 1) Las entidades que participan en él son a su vez relaciones complejas. 2) Que más compleja es aún la forma en que se relacionan entre ellas. Si se aceptase que lo que se pone en discusión al tratar sobre modelos complejos es solo una cuestión de perspectiva, todo se acabaría con tener en cuenta que, cuando se mira la variable se la ve en su identidad (como una totalidad en sí misma); y que, cuando se observa el todo, cada variable aparece como una, dentro de un conjunto. Como en su momento veremos, ningún teórico de la tradición nomológico deductiva se opondría a esa observación. Por lo que, para ir más allá, es necesario tener en cuenta que la complejidad im-

15 Para quienes compartan lo aquí expuesto sobre el tema, la palabra “todo” no refiere al todo “real” –del que no sabemos nada— sino a la totalidad creada por la vía del conocimiento.

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plica pensar en otras cuestiones; que trascienden la mera cuestión de la perspectiva, e incorporan al menos tres nuevas preguntas. 1) ¿Cómo concebimos las identidades?; pregunta a la que deberíamos responder conjeturando que, a su vez, ellas constituyen sistemas de relaciones (que distinguimos según las necesidades de la investigación16), que forman parte de un todo de una complejidad mayor, que a su vez tiene su propia identidad. 2) ¿Cuál es la relación entre el todo y las partes?; pregunta a la que deberíamos responder conjeturando que: el todo no es “la suma de las partes” sino una identidad diferente17; porque en ella aparecen cualidades emergentes, que no pueden ser explicadas por el modo en que se relacionan las partes ni por las cualidades de estas últimas; y porque, para que su constitución sea viable, algunos de los rasgos de las partes son “reprimidos” o inhibidos en su expresión; aunque dadas nuevas circunstancias puedan activarse, contribuyendo a un reordenamiento del sistema. 3) ¿Que ocurre cuando las partes se apartan o son apartadas del todo al que inicialmente pertenecían?; pregunta a la que deberíamos responder conjeturando que: ellas pasan a tener una identidad diferente; sea porque sufren alteraciones al constituirse en una totalidad independiente o porque pasan a integrar una nueva totalidad, con otras identidades, emergentes y relaciones18. Ahora, bien, la pregunta sobre las identidades y la identificación remiten al acto de distinguir cognitivamente; y, por ende, pone en juego otra cuestión: ¿podemos conocer sin, en un cierto momento, “congelar” y “desarticular” el proceso que estamos tratando de investigar? Los autores criticados en el capítulo anterior (al introducir el tema de la intuición en las tradiciones racionalista y empirista) no comparten esta preocupación, pues ella no pertenece al paradigma desde el que razonan. Sin embargo, al clasificar no hacen otra cosa que producir esa desarticulación (mediante la cual toman los rasgos comunes a ciertas cosas o eventos, logrando una homogeneidad que permite construir una clase, que al ser comunicada, toma la forma de una palabra, un concepto o un signo) 19; de allí que sea indispensable avanzar en la reflexión tomando direcciones distintas. Pero sentar las bases para esa crítica requiere parsimonia. Por lo que comenzaremos por un ejemplo que nos será útil como forma de introducirnos en la cuestión, al tiempo que nos ofrece menores dificultades que otros y contribuye a comprender la dialéctica discursiva, sobre la deberemos retornar muy frecuentemente. Si escuchamos la frase “se acercan treinta velas” puede producirse un equívoco respecto a la identidad de aquello que se acerca. Ese equívoco puede desaparecer si los interlocutores pueden mirar hacia el mar o están en una ciudad mediterránea. En el primer caso, el receptor puede suponer que el que habló se refiere metonímicamente a treinta barcos. En la segunda circunstancia, es mucho más probable que la frase sea interpretada como una referencia a las luces que se desprenden de ciertos cilindros fabricados con cera, estearina y otros materiales, y que poseen en 16 Rechazando, por ende, toda idea de que las entidades sean otra cosa que estados de lo que, por no conocer otro nombre más adecuado, denominaría “energía”, siguiendo una larga tradición cuya virtud, si bien no es la de aclarar que es aquello a lo que se refiere con dicho concepto, tiene la virtud de enfatizar en el movimientos y las relaciones. 17 Desde una perspectiva aditiva, deberíamos decir que el todo es más que las partes (en tanto incluye relaciones de relaciones que no existían en las partes) y es menos que ellas, dado que las identidades que lo conforman no necesariamente se agotan en las relaciones que establecen dentro de ese todo. Decir las cosas de ese modo es presentar una proposición confusa en la que la recurrencia a una dialéctica vulgarizada solo serviría para su inconsistente justificación. 18 Dice Emilio Roger Ciurana “Lo que debemos comprender es lo siguiente: nos hemos situado dentro de una ontología de la relación. La organización sistémica no tiene nada que ver con los substancialismos filosóficos. La identidad organizacional es una identidad dinámica. Un sistema organizado crea su autonomía por medio de la relación”. 19 Dejo por ahora de lado las posibles diferencias entre dichos significantes y sus respectivos significados.

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su interior una mecha que está encendida. Ya esto nos indica que la interpretación requería un contexto. Pero aún el contexto antes indicado puede ser insuficiente y equívoco, pues: 1) en la ciudad costera, los que se acercan podrían ser barcos a motor que, participando de una procesión religiosa, llevasen velas encendidas por el mar: en dicha opción, las velas son las de estearina; o, 2) en la ciudad mediterránea, también puede ocurrir que, en ese momento, se estén acercando treinta vehículos con ruedas impulsados por un viento que golpea sobre respectivas velas de algodón20. Por ello es que, como lo adelantase Saussure, el valor de un signo está dado por los otros con los que comparte el texto; o, dicho de otro modo, que el significante se redefine por sus relaciones con otros significantes dentro de cierto campo contextual y no en sí mismo; dando lugar a específicas significaciones21. Ciertamente, el equívoco que se encierra en el mensaje citado podría se evitado por alguien que, conociendo la polisemia del significante, preguntase: ¿de que tipo de velas estas hablando? Pero esto no cambia el que el significante se define por relación con otros; solo que, en este caso, los significantes faltantes en los ejemplos anteriores, han sido incluidos en el conocimiento del receptor. Este es un modo posible de ejemplificar lo que pretendo comunicar respecto a la relación entre identidades y sistema. Pero es solo un primer esbozo de planteo. Comenzar con ejemplos extraídos de la lingüística no tiene por única función la de darle el lugar primigenio que ella cumplió en la incorporación de lo sistémico en el pensamiento de las ciencias sociales. Además de ese merecido homenaje, ello nos lleva a recordar que, más allá de cómo sean las cosas en lo Real, el discurso (y los modelos son discurso) requiere de ese tipo de relaciones sistémicas para lograr la significación. Por lo que, de lo dicho, debemos retener dos elementos: 1) referido a la constitución relacional de las identidades en el interior del discurso22 y 2) respecto a los modos en que construimos nuestros modelos en el proceso comunicativo23. Afirmar que las identidades discursivas son relacionales es lo mismo que decir que: el modo en que pensamos y expresamos nuestros pensamientos (incluidos los modelos que producimos en ciencias sociales), supone una representación cuyas identidades son el efecto de las relaciones que entablan con el resto, en el interior de un cierto sistema de interacciones; esto es: dentro de una relación comunicativa24. Por ejemplo, si la pregunta sobre “el tipo de velas”, llega al principio o promediando la conversación, esto produciría un cambio en la construcción discursiva del emisor, que deberá incorporar nuevas informaciones, recontextualizando la totalidad discursiva anterior25. A lo que se agrega que, en todos los casos, el receptor, antes o después de la pregunta, puede estar construyendo su imagen a partir de otros discursos que habitan en él, y que producen efectos que no necesariamente son los que pretendía el emisor (sin que éste necesariamente lo

20 Sobre este aspecto de la cuestión volveré en el último capítulo del tercer tomo; allí podremos ver la compleja red de informaciones que sostienen la comprensión, por parte del receptor, de los contenidos de un mensaje. 21 Si bien este razonamiento cumple en este apartado una función meramente auxiliar, será de importancia radical cuando discutamos sobre el uso de las variables en la construcción de las explicaciones de la tradición nomológico deductiva; que será el tema del próximo capítulo al fundamentar la importancia radical de los estudios de casos en la investigación social y al modo en que podemos: 1) producir los universales y 2) aplicarlos en el estudio de casos. 22 El sentido del texto emerge en el mismo despliegue de las unidades globales y retroactúa sobre las unidades de base que le han hecho emerger. Las palabras que usamos tienen muchos sentidos virtuales. El sentido de una palabra en una frase depende del sentido de las demás palabras que conforman la frase que a su vez dependen del sentido global de la frase, del párrafo, del texto. A la vez que el texto depende del sentido particular de las diferentes palabras. Podemos constatar aquí un buen ejemplo de retroacción del todo sobre las partes y de las partes sobre el todo. (Emilio Roger Ciurana). 23 Tema al que retornaremos en el capítulo cuarto. 24 Sobre la definición del concepto “discurso” ver: van Dijk (2001). 25 Para profundizar en los temas de contexto y estructura discursiva ver el último capítulo del tercer tomo.

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perciba) lo que puede conducir a múltiples equívocos26; posibilidad que agrega nuevos elementos de complejidad al sistema comunicativo sobre el que iremos trabajando. Lo que acabo de examinar, alude a las definiciones contextuales (exteriores al texto) y/o cotextuales (interiores al texto) referidas a un argumento que en este caso puede ser pensado como un corte sincrónico (lo que es solo una de las posibles perspectivas, o, mejor dicho, una de las posibles modelizaciones que hacemos de ese discurso); ya que ignoramos su despliegue espacio temporal. Ahora bien, ¿basta con afirmar que nuestro pensamiento produce entidades relacionales para agotar los elementos a tener en cuenta en el estudio de la relación expresada en la anécdota? Sin duda no basta. Dado que en el análisis no hice referencia a las temporalidades en presencia, la descripción fue la de un sistema sincrónico; que excluye la temporalidad (que es uno de los constituyentes de toda organización viva) y oscurece la espacialidad (que es otro de sus constituyentes tal como los percibimos); pues en la sincronía no hay relaciones, salvo las de coexistencia y/o funcionalidad (ya que las otras relaciones suponen movimiento) y, sin relaciones, el concepto espacio tiene poca importancia para comprender la dinámica del sistema estudiado. No siempre es preciso incluir estas dos dimensiones, lo importante es tenerlo en cuenta; pues otro sería el cuadro si, incluyendo lo temporo-espacial, examinamos el proceso de escritura (que supone muchas correcciones y otra serie de andares), como en el de lectura, que conduce a muchas resignificaciones de lo ya leído27; si lo hiciéramos se incluirían nuevas informaciones, que podrían cobrar mucha importancia para la interpretación de dicho acto. SECUENCIAS Y DISIMETRÍAS TEMPORALES

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Justamente, una de las peculiaridades de los modelos complejos es la incorporación de nociones de temporalidades, tanto secuenciales como no secuenciales, que pueden coexistir, reforzarse o inhibirse; produciendo cambios que pueden ser de grado o de estructura (también llamados catastróficos)29. Mientras que la segunda de sus peculiaridades es que las identidades, en tanto identidades vivas, están en permanente reestructuración e incompletitud; esto es, constituyen sistemas abiertos, que requieren de permanentes relaciones son su medio ambiente30. Tales son los temas que abordaré en los próximos apartados: Según Brauer (citado por Navarro, 1998) Las organizaciones complejas, así como sus comportamientos, no pueden ser adecuadamente descritas mediante sistemas secuenciales clásicos; los problemas relacionados con la concurrencia de acciones de subunidades diferentes, con conflictos entre metas globales y locales, con limitaciones de recursos, con diferentes niveles de exactitud en las descripciones, con diferentes flujos de información, etc. necesitan nuevos enfoques.. Para ejemplificar lo dicho, al menos en parte, comenzaremos por comentar las secuencias más simples; para luego incorporar otras, que requieren análisis más sofisticados. Así pues, para comenzar tomemos el caso del Gráfico siguiente en el que se esquematiza una “cadena” de sucesos y condiciones.

Lo que nos conduce a un tema bastante complicado: el habla es organizada por la lengua, pero cada hablante y cada receptor pueden tener un bagaje discursivo diferente (y aún estructuras de la lengua no similares) lo que puede ocasionar que en el habla no se encuentre una relación sintagmática unidireccional, sino en la que se intersecten líneas sintagmáticas provenientes de discursos diferentes (entre ellos, las apropiaciones que el inconciente realiza o puede realizar sobre una palabra o una parte del discurso —lapsus, etc—); haciendo mucho más compleja la interpretación y dando paso a quiebres en la dirección sintagmática y hasta una pluralidad de esas direcciones. 27 Muchos de los juegos del estilo se basan en el modo en que se introducen una o ambas relaciones. 28 Algunas partes importantes de este comentario están basadas en el trabajo de Navarro, (1998). 29 Sobre una noción de tiempo semejante a la sostenida en este texto ver Elias (1992). 30 Rasgo decisivo para comprender el por qué son poco útiles muchas de las teorizaciones sobre la complejidad emergentes de las matemáticas o de la física. 26

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En ese caso, las relaciones entre “condiciones” y “sucesos” se representan mediante un grafo provisto de dos tipos de nudos: 1) Los círculos, que simbolizan identidades o condiciones: a) Representarían a una “identidad” cuando, por las necesidades de la investigación las estudiamos en forma sincrónica, ayudados por la existencia de condiciones que tornen legítima esa operación; esto es, entendiendo que puedo diferenciarla de otras identidades debido a que, en ellas, se produce un determinado grado de ordenamiento, que permite su estabilización momentánea dentro de una secuencia; o b) Representarían un “estado de una identidad”31, en la medida en que se la comprenda como uno de los momentos a los que, en una secuencia, se arriba luego de “un suceso”. Es importante notar, al mismo tiempo, que también se puede denominar “condición” a dichos estados; debido a que constituyen un punto de partida, que forma parte de las restricciones desde las que, mediante un “suceso” se puede pasar a otra identidad o a otra estado; 2) Por su parte, los cuadrados simbolizan sucesos, definidos como el paso del estado de una identidad a otro estado o a una identidad. Dada esa forma de notación, las flechas siempre unen “una condición con un suceso” o “un suceso con una condición”. Así, una flecha que partiendo de una condición apunta a un suceso expresa que la condición es un requisito o un insumo del suceso; mientras que una flecha que nace en un suceso y termina en una condición, indica que esa condición es un resultado (efecto) de tal suceso. Por lo que se obtienen dos consecuencias: 1) Cada suceso de la red es resultado de, al menos, una condición; y es un requisito de, al menos, otra condición. 2) Por ende, el sistema es más complicado si hay: a) más de una condición necesaria, b) más de un suceso necesario, o c) ambas alternativas32. Este es el ejemplo más simple, pero como es la base sobre el que iremos complejizando las posibles formas de concebir y representar un sistema complejo, conviene detenerse en algunos de sus rasgos. Dos sucesos son secuenciales cuando ocurren en un orden determinado. Es decir, cuando se dan en pasos (Condición1→Suceso→Condición2) necesariamente distintos. Por lo que dos sucesos admiten que se los considere en una relación secuencial solo cuando ese requisito es satisfecho. Ya que, si las precondiciones y poscondiciones de un suceso ocurriesen de forma tal que no pudiésemos distinguirlas, ese suceso no haría

31 En los modelos cibernéticos, los “estados” son alternativas previstas: se conocen sus alternativas posibles. Esto no ocurre con sistemas sociales. Pero puede conservarse aquella denominación; pues, en todos los casos, la palabra permite aludir al carácter no definitivo de las identidades que se producen, en cada momento; que no es definitivo, pues los estados provienen de alternativas y producen alternativas en un sistema cambiante. 32 Lo presentado no es un intento de exponer el modo en que Petri (citado por Navarro, P., 1998) pensó el tema, sino un estímulo para que el usuario de este libro piense cómo razonar sobre el suyo. Los contenidos y formas específicas de la red los aporta quien utiliza esta representación para apoyar su proceso de razonamiento; se supone que al hacerlo incorporará las especificaciones que considere adecuadas.

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surgir un estado de cosas (una condición o identidad) diferenciable de la anterior a su ocurrencia: por lo que no habría modo de distinguir (tomar conciencia de) esa ocurrencia como tal. Ahora bien, si mucho se ha discutido sobre el concepto “causalidad”, nadie niega que, entre sus propiedades, figura la de la secuencia. Así pues, desde cierta perspectiva, la secuencialidad puede interpretarse como relación de causalidad; siempre y cuando hayamos visto repetirse la secuencia en el mismo orden, al menos más de una vez33. Interpretación que, como veremos más adelante, debe ser calificada si la aplicamos a secuencias concurrentes (aquellas que se desarrollan unas con independencia de las otras). Volveremos sobre dicho tema en los próximos párrafos. Por ahora, continuando con el razonamiento anterior, cabe postular que dos sucesos son causalmente independientes cuando las pre y pos condiciones de uno son compatibles (y, por ende, pueden presentarse simultáneamente) con las respectivas pre y pos condiciones del otro. Es decir, cuando tanto unas como otras pueden ser procesadas conjuntamente en un solo “paso” o secuencia. Este será nuestro próximo tema. Pero antes conviene “descender” un poco desde el nivel de abstracción en que nos colocamos y traducirlo a conceptos utilizables en la investigación. Como ya dijese, a diferencia de los sucesos (que se limitan a ligar “los estados de vigencia de diferentes condiciones”), las condiciones tienen cierta permanencia; de allí que en párrafos anteriores las haya denominado “identidades”; entiendo por identidad lo que para un observador se presenta con cierta permanencia; que puede ser explicada por la existencia de un cierto orden que hace posible dicha estabilidad. Más adelante volveré sobre dicho concepto. Esto significa que, aquellos a los que denominamos “sucesos” se refieren a “formas de ir”, “pasos hacia” o “momentos de cambio”; propios de una secuencia determinada. No obstante, es indispensable retener que, dado que todo está constituido de relaciones de relaciones en permanente movimiento, son solo las limitaciones del investigador (perceptivas o de delimitación fáctica) lo que permiten que un suceso pueda (no pueda) ser, a su vez, representado mediante una relación entre condiciones y sucesos34. Por lo tanto, que algo sea una condición o un suceso, depende del énfasis que pongamos sobre aquello que nos interese describir; y que dependerá de nuestros intereses en la investigación35. Dados esos confines, únicamente el investigador podrá juzgar cuáles son las fronteras de cada identidad; y pensar en cómo las presenta, para crear, en el lector, la imagen de movimiento que procura transmitir36. Esto nos pone, nuevamente, en presencia de una las dificultades de este tipo de representación; que es incrementada por las características limitadas de nuestras capacidades. Aceptándolas concientemente, podemos retornar a la exposición de los párrafos anteriores y tratar de encontrar posibles soluciones. Sintetizando lo dicho hasta ahora, podemos indicar que, para distinguir “condiciones” de “sucesos”, se debe tener en cuenta que un suceso es algo que transcurre; y, al mismo tiempo, entender que si la pregunta es:

Proceso en el que, como diría Rolando García, pasamos de la constatación a la inferencia. También aquí, los límites de nuestros modelos están puramente determinados por nuestras capacidades e intenciones analíticas. 35 Con lo que nuevamente nos reencontramos con la distancia existente entre modelo (producto cognitivo que lleva inscriptas las limitaciones del teórico) y lo Real; reencuentro que nos obliga a recordar que debemos ser explícitos sobre los efectos ocasionados por el punto de vista del observador y sus capacidades de percepción y representación. 36 Cosa que hará teniendo en cuenta que, para representar procesos, debe crear un hábito cognitivo parecido a aquel “efecto de permanencia de las imágenes en retina”; que frente a una sucesión rápida de fotografías en una película hace que no veamos imágenes separadas sino movimiento; pese a que, lo que efectivamente se presenta ante el observador no sea más que una serie de imágenes que se unen vertiginosamente a otras imágenes. Dicho de otro modo, deberá recurrir a la ficción para mejor representar el movimiento que quiere describir saltando por sobre los límites del lenguaje. 33 34

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¿cuándo estamos ante un suceso?, la respuesta es: ocurre en el momento en que entran en vigor todas las condiciones que tal suceso requiere37. Desde esa misma perspectiva, uno puede concebir a “las condiciones” como representativas del estado de algo que, para permanecer como ese estado, debe poseer cierto tipo de regulaciones mediante las que se establecen los límites y posibilidades dentro de las cuales éstas pueden relacionarse, en un sistema, con los otros elementos que lo constituyen. Por lo que, en un sistema de este tipo, un “evento” E (una o varias secuencias concurrentes que producen una nueva identidad/condición), está caracterizado por las condiciones que requiere (sus precondiciones) y las condiciones que produce (sus poscondiciones). O, dicho de otro modo, la oportunidad de que ocurra un evento se da por la presencia de todas sus precondiciones38 y la ausencia de todas sus poscondiciones. Lo que, desde el plano de la interpretación, un evento solo se comprende por la forma específica de sus precondiciones y sus poscondiciones; esto es: se comprende a posteriori. Dada esa propiedad de los sucesos, la predicción solo es un acto mediante el cual conjeturamos posibles sucesos y eventuales nuevas condiciones recurriendo a “reglas de la experiencia” (de origen abductivo/inductivo39). Teniendo en cuenta que, cuando los sistemas que construimos se reconocen como sistemas abiertos40, la predicción es solo probabilística41. Lo que, tomando la perspectiva del investigador, significa que, mediante la exploración, podemos prever posibilidades; pero solo conocer, o reconocer, sucesos ocurridos. Del mismo modo, si lo que se quiere saber es ¿cómo transcurre? o ¿qué es lo que transcurre?, la respuesta depende de los contenidos que se ponen en juego en la representación; es decir, debemos abandonar los esquemas e internarnos en una investigación específica; lo que por ahora no podemos hacer, pues solo estamos tratando de crear un modelo de representación y no una representación de algo en concreto. Lo que será mejor fundado cuando avancemos en el análisis de las diversas posibilidades que incluye un sistema complejo, para cuya comprensión debemos incluir nuevos elementos. Una vez comprendido lo anterior aparece otra pregunta que apunta al corazón de los sistemas “complicados” (en los que se “cruzan” muchas líneas causales cuya ocurrencia puede ser analizada con independencia de los potras y en el que las transformaciones ocurridas en una secuencia o identidad no afecta a las restantes); y, más aún, al de los sistemas complejos (en lo que, como veremos, se producen propiedades que no podían ser encontradas en cada una de las líneas causales tomadas por separado): ¿qué es lo que ocurre con el cambio?, ¿cómo representárnoslo?, ¿son simples sucesiones agregadas? Para aproximarnos cuidadosamente a las respuestas buscadas debemos dar un nuevo paso, introduciendo una posibilidad, que propia de los modelos complicados, aunque no necesariamente de los sistemas complejos. Posibilidad que, al incorporar el tema del “cambio” y su interpretación, nos permite dar un nuevo paso en el razonamiento. En todo cambio, es preciso advertir que:

37 No hay otro modo de referirnos a ese "cuándo"; no podemos recurrir a un reloj o almanaque universal sin desconocer las condiciones internas al proceso, pues cada uno de ellos tiene su propia temporalidad. 38 Si reúno este razonamiento con el desplegado en el primer capítulo sobre las identidades individuales en las que se ponen en relación sociabilidades pasadas, presentes y futuras se puede advertir que, si pretendemos prever, una precondición puede ser la de la previsión de una ocurrencia, que en ese momento no es más que una virtualidad. Si la previsión es acertada la precondición se constituirá como poscondición. 39 Tema del último capítulo. 40 Que pueden alterarse por variaciones internas o externas, que incrementan la serie y estructura de las condiciones desconocidas. 41 Por cierto no en el sentido estadístico del término, pues como desconocemos el universo es imposible conocer, en sentido estricto, esa probabilidad.

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1) Las condiciones requeridas para la ocurrencia de un suceso dejan de estar vigentes cuando se concreta una identidad. 2) Que, al concretarse esa identidad, aparece una eventual (o potencial) condición (o conjunto de condiciones) que son: a) el resultado de la ocurrencia de ese suceso y b) que solas, o combinadas con otras secuencias concurrentes, son, o pueden ser, el punto de partida de otros sucesos posibles; pudiendo también concluir que, dado determinado interés del investigador por los pasos anteriores, desde el presente de una secuencia (que conforma un evento), las condiciones previas forman la arqueología de las nuevas condiciones. Es posible recordar que, en lo dicho anteriormente sobre las “secuencias”, puse énfasis en la descripción de “una secuencia” y “un evento”. Pero, lo dicho hasta aquí (salvo algunas precisiones agregadas en forma lateral), es únicamente adecuado para comprender acontecimientos que sigan una secuencia lineal simple. En cambio, en los sistemas complejos y complicados (en los que coexisten distintas secuencias, que se desempeñan con independencia relativa, al menos momentánea), aparecen nuevos rasgos, cuya inteligencia nos obliga a presentar, previamente, una redefinición de lo que normalmente comprendemos por tiempo. Tiempo y temporalidad: El modo corriente de comprender el tiempo y el espacio poseen, al menos, los siguientes atributos: 1) existen con independencia de los elementos que en ellos transcurren; 2) se desarrollan de manera lineal42. Sin embargo, muchos son los objetos y los propósitos investigativos que requieren que se efectúa una clara diferenciación entre las “temporalidades” y las “especialidades” de cada organismo, de los métodos e instrumentos que se utilizan en las sociedades como equivalentes universales. Los primeros corresponden a la evolución de cada sistema y/o subsistema. Los segundos son emergentes, que hacen posible que los integrantes de esos sistemas o subsistemas sincronicen sus acciones, respetando una regla que los obliga. de modo semejante, a definir un momento y un lugar de encuentro. Por esa razón es que, distinguiendo la temporalidad de sus formas de medición, podemos decir que la “duración” es un atributo que adjudicamos a lo “real”, debido a que, en la experiencia de la especie43, todo aparece como: 1) emergiendo, para luego transformarse e ir desapareciendo44 (lo cual incluye a “personas”, animales o cosas, tal como las vemos cotidianamente, pero también la evolución de sus respectivos órganos o partes) y 2) porque percibimos que todos los seres vivientes , aun los de la misma especie, tienen necesidades que no son coincidentes entre sí, ni en el tiempo ni en el espacio (esto es lo que hace que el control de los esfínteres, por poner solo un ejemplo, no sea algo “natural” sino el producto de la socialización).

Como ya afirmara, esos supuestos sobre el tiempo y el espacio pueden ser efectivos para ciertos análisis; y desde esa perspectiva no es necesario dejar de utilizarlos; ya que: 1) los conceptos son instrumentos y no deben ser más complejos que lo que el objeto y los propósitos del análisis requieren; 2) las deficiencias de nuestra percepción para captar el cambio en proceso –y no como el efecto de comparaciones entre sucesivas instantáneas sincrónicas— permiten comprender por qué el carácter relacional de ambas categorías puede pasar desapercibido y, por ende, hacer menos incomprensible el tratamiento de dichos procesos. Sobre otros modo de conceptuar el tiempo ver Najmanovich, (1994). 43 Una reacción frente a este efecto, que destruye toda certeza dado que no manejamos las condiciones que hacen posible ese tránsito, ha sido la de postular “lugares” o “conceptos” que por oposición, representen los antónimos de “finito”, “perecedero”, “imperfecto”, dándoles el status de “lo verdadero” : “infinito”, “inmortal”, “perfecto”; y proponiendo maneras de alcanzar ese estado. 44 Es cierto que, dentro de las posibilidades, cabe, desde la percepción de otro perceptor no humano, que las cosas aparezcan representables de otra manera; pero esa es la nuestra y para nosotros eso es suficiente: suponemos el cambio, la duración, como una secuencia de lo real. Suposición que hasta ahora nos ha servido, por lo cual podemos presuponer que es una representación apta para sobrevivir en el mundo. 42

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Establecer claramente la diferenciación entre uno y otro asunto es importante pues nos permite, como investigadores, detectar los cambios que los organismos sufren por su propia dinámica sistémica. Dicho de otro modo, los devenires de cada identidad no solo dependen de algo exterior; sino, también, de las características de su constitución; y es por esa razón que cada identidad presenta singulares modos de producir dicho devenir y sus peculiaridades. En dicha dinámica, las influencias de los sistemas externos solo son uno de los elementos participantes; aunque para nada son de menor importancia; pues desde la interacción con ellos es que se originan las “fluencias” (esto es, aquello que “da cuerpo a las relaciones”) que obligan a que cada sistema, tienda a regular sus propias temporalidades, cuando ello es necesario, respondiendo, en lo posible, a las convenciones sobre el modo de medir y respetar los acuerdos respecto al momento y lugar de los encuentros; normativa comúnmente aceptada que hace viable la relación. Poniendo un ejemplo simple. Hoy tengo deseos de seguir escribiendo hasta tarde; por esa razón y por el haber anteriormente hecho ejercicios físicos, que son los que ahora me impiden dormir, mañana es muy probable que mi organismo requiera descanso; y, por ende, en cambio de despertarme a las 9 de la mañana, desearé dormir hasta el medio día. Pero no es lo mismo lo ocurrido con el colega con quien acordé una cita a las 10 hs. Muy por el contrario, este buen amigo desea que resolvamos rápidamente las cuestiones que nos convocan, pues a las 11:30 quiere ir al gimnasio; dado que luego debe almorzar y ponerse a estudiar. En tal caso, se enfrentan: dos temporalidades y un compromiso asumido en función de una regla aceptada por ambos. Si cada uno de nosotros hiciese lo que nuestras necesidades nos indican, el encuentro no se realizaría; y si ambos recordásemos que asumimos un compromiso, yo habré sido quien habría de violarlo en caso de no hacer el esfuerzo de irme a dormir de todas maneras o, al menos, despertarme a la hora adecuada, pese a que mi cuerpo proteste por ello. Como podrá fácilmente comprenderse, ese parámetro es indispensable. Pues, si cada uno de los organismos u organizaciones de un sistema midiese el tiempo (el propio y los del entorno) desde la perspectiva de su propia duración (y la de los procesos que se asocian a su propia duración) la equivalencia sería fortuita y las relaciones entre ellos azarosas. Así pues, es justamente dicha singularidad de los organismos y las organizaciones (a la que designo mediante el concepto “temporalidad”) lo que obliga a crear modos de medición que permitan regular las diferencias, de modo tal que ellas no impidan la acción conjunta. Si hubiese temporalidades y espacialidades idénticas, no habría diferencias en las identidades, como tampoco habría duración ni espacialidad ni la necesidad de un patrón de medida que permita regular, mediante la referencia a una entidad común, las diferencias procesuales. Por eso es que, si bien los modos de medir la duración han cambiado a lo largo de las historias de la humanidad; en todos los períodos conocidos, siempre hubo algún referente que permitiese confluir a las comunidades en un mismo patrón de medida, colectivamente aceptado45. Dada esa virtud, “Tiempo” es el concepto que utilizamos para medir las duraciones relativas (y sus respectivos procesos y accidentes), asignándole diversas unidades de medida que, convertidas en norma consensualmente aceptada46, hacen posible los acuerdos47. Mientras que los relojes, almanaques o equivalentes,

45 Dada esa distinción entre duración y tiempo, la representación kantiano–newtoniana (de un espacio entendido como entidad preexistente, y diferenciada de las identidades que en él se ubican –produciendo las coordenadas desde las que se establece una observación—), parece confundir, de modo poco apropiado, lo que corresponde a un patrón de medida con aquello para lo cual ese patrón de medida pretende ser utilizado. 46 Del cual la memoria (pensada en sentido amplio, como memoria de cada uno y como memoria de la especie, que se acumula de diversas maneras en cada uno de los rastros que de ella encontramos) es su principal soporte. 47 Y también hacen posible que el investigador, para mejor indagar, juegue entre: 1) sus propios patrones de medida; los de la comunidad y las duraciones que puede reconocer en las identidades estudiadas.

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son instrumentos que, por su regularidad cíclica, pueden ser utilizados como instrumentos mediante los que se hace posible la vigencia de cánones que regulen las relaciones interpersonales (de todo tipo y nivel) que componen lo social. Así, dichos instrumentos, lejos de ser representantes de El Tiempo (como si éste fuese algo exterior a los devenires), son equivalentes universales; formas de medición que se imponen como reglas, para todos aquellos que las aceptan como legítimas, o que deben someterse a ellas pues participan de un sistema en el que ellas son legítimas. Cánones cuya razón de existencia proviene de la necesidad de: 1) impedir que las diferencias en las duraciones individuales afecte negativamente la concreción de todos esos acuerdos que son indispensables para la vida comunitaria; 2) establecer relaciones entre la propia duración y su avatares (por poner otro ejemplo: entre los deseos de nadar en el mar, producidos por ciertos recuerdos agradables y la percepción de que el mes en el que estamos es invernal; por lo que percibimos que el medio ambiente al que es preciso adaptarse para sobrevivir debe inducirnos a inhibir el deseo). Razones, ambas, por las que, normalmente, los humanos adaptamos nuestras temporalidades a aquellas normas; al punto de reprimir o disminuir el malestar producido por las diferencias entre lo que necesitamos y lo que debemos48. Si es importante esta distinción es porque el investigador puede sacar múltiples beneficios si se dedica a examinar las diferencias existentes entre: 1) las temporalidades de sistemas diversos; 2) el modo en que un sistema que incluye a las anteriores regula dichas diferencias; 3) el modo y grado en que dichas normas se cumplen efectivamente. A diferencia del Tiempo, entendido como regla socialmente compartida, “la duración” puede ser definida como “lo que ocurre entre el momento en que percibimos la aparición de una identidad (un organismo o una organización cualquiera) y su desaparición como tal”; por lo que habrá tantas duraciones como organismos u organizaciones examinemos. Como veremos, cada secuencia tiene su propia temporalidad, que es necesario estudiar. Al tiempo que secuencias concurrentes solo pueden ser reducidas a una misma medida únicamente desde una mirada externa a aquellas temporalidades. En las ciencias físico-naturales, la teoría de la relatividad y la física quántica pusieron en discusión la interpretación newtoniana. Sin embargo, ésta no era una vía obligada. También podrían haberla percibido los científicos sociales si, alejándose del imperio del paradigma físico natural de la cientificidad, hubiesen atendido, por ejemplo, a las diferentes concepciones existentes (en el sentido común de diversas poblaciones o períodos históricos) en relación con lo que es “cerca” o “lejos”, tanto espacial como temporalmente. Ejemplos sobran. Pese a la revolución en las telecomunicaciones esas diferencias siguen siendo notables si examinamos la cuestión en el transcurso de las tres generaciones a las que normalmente tenemos acceso, más o menos directo, mediante relatos de familia. Hoy la percepción de las distancias entre Italia y la Argentina son infinitamente menores, para nuestros contemporáneos, que lo que éstas parecían para aquellos que inmigraron a principios del siglo XX; aunque siguen siendo muy similares para los habitantes de una “pequeña” (pequeña para mi, no para ellos; que muy poco salen de su superficie y que, por ende, pasa a tener las dimensiones de un universo) población de la “pequeña” Isla Salina; quienes siguen considerando “lejanos” (para ellos, no para mí) a los habitantes de otro de los pueblos, que está a ocho kilómetros49. Pero, dicho esto, es preciso retornar al razonamiento antes abandonado.

Que de ese modo se convierte en otra de las manifestaciones del malestar de la cultura, al que más adelante habremos de referirnos. Dos frases emitidas en el año 2003 por habitantes de uno de esos pueblos de Salina pueden ilustrar lo dicho. La primera aparece en una conversación referida al casamiento de la única hija de un señor de unos sesenta años: “Se casó, se fue a Malfa [distante a ocho kilómetros] y lo dejó solo y sin ayuda”. La segunda referida a parientes del mismo apellido que están en la Argentina: “¿Buenos Aires está muy lejos de la Argentina?”. Esa misma conceptualización es perceptible en historias de vida en las que el narrador habla de cómo manejaba las dis48 49

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De las temporalidades a las concurrencias: Previamente, habíamos indicado que, en los sistemas complicados, en los que coexisten distintas secuencias, que se desempeñan con independencia relativa (al menos momentánea), aparecen rasgos diferentes a los mostrados en el análisis de las secuencias simples. Pensemos pues en un modelo, como el siguiente, en el que se representa el paso entre dos identidades/condiciones, C1 y C2, y otra identidad/condición C¿?; paso que puede o no ocurrir, o que puede ocurrir de diversos modos (por ello la notación “¿?”), dando lugar a un evento. Tal como hemos dicho, dos o más sucesos son secuenciales cuando ocurren en un orden en el que un suceso es posterior a otro, con la intermediación de una condición, (es decir, cuando se dan en pasos necesariamente distintos). Ateniéndonos esa definición, en la figura podemos distinguir dos secuencias; que en el grafo siguiente aparecen como el conjunto “Si-CWi-SW2-CW2-SW3-CNUEVA” (que es una secuencia) y el conjunto disjunto “SI-CY1SY2-CX2-SY3-CNUEVA” (que también lo es). Cada una con sus temporalidades específicas.

De lo que se puede derivar dos primeras advertencias: 1. Si bien ambas secuencias son independientes entre ellas; no es posible deducir la temporalidad o espacialidad de una, a partir de la temporalidad o espacialidad de la otra. 2. Al mismo tiempo, dado que ambas se ponen en relación al llegar a CNUEVA (que podría no haber ocurrido), recién entonces se unifican en el interior de una nueva unidad. Que, eventualmente, desde la perspectiva de secuencias posteriores, será, a su vez, una nueva condición. Dicho esto, puedo definir “concurrencia” como: 1) el efecto de la existencia de más de una secuencia y 2) que confluyan, por cualquier razón, en una condición o identidad (tal como en el gráfico ocurre en relación con CNUEVA) hacia donde, potencialmente, se dirigen, por azar o por estrategia; pero cuya concreción solo podemos hipotetizar debido a una inferencia producida por anteriores constataciones. Dicho de otro modo, ambas secuencias son concurrentes porque ocurrió dicha unificación.

tancias a su trabajo. En nuestras propias historias actuales, pensar en viajar a Europa o a Jujuy, tiene dificultades diferentes solo en cuanto al dinero: si podemos pagar un avión, la distancia es una función del dinero con el que contamos y no de otra cosa. Desde Buenos Aires, Madrid está más cerca, en avión, que Jujuy en autobús. Tener esto en cuenta es de radical importancia en el estudio de las representaciones sociales, dada la importancia de las coordenadas especio temporales en nuestros sistemas cognitivos. 77

Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

Aunque, dada la independencia previa de las secuencias concurrentes, en dicha concurrencia nada indica, a priori, que las secuencias se desplegaron en una misma temporalidad. Muy por el contrario, es perfectamente posible que no se hallasen mutuamente ordenadas desde un punto de vista temporal único. Por lo que, a menos que el observador haga intervenir su propio reloj, en la observación, (y/o, que lo refiera al “reloj” que regula todo el sistema) 50, no se puede afirmar que CW1 acontece antes o después que CY3. Así, en tanto la secuencia superior y la secuencia inferior son conjuntos disjuntos, por lo que sólo se dirá que son concurrentes si se da que ambos coinciden en una nueva identidad. Por lo tanto, la aparición de una nueva identidad, representada por el cuadrado negro, puede ser explicada por la concurrencia de dichas secuencias51. Efecto que debe ser interpretado insistiendo en que: 1) la “nueva identidad” es una potencialidad mientras no ocurra el encuentro entre ambos eventos, que corresponden a respectivas y autónomas secuencias causales; 2) una vez creada, la nueva identidad es, a su vez, condición potencial de nuevos eventos; 3) cuando se produce el encuentro, la “nueva identidad” poseerá los rasgos aportados por las secuencias de las que es efecto. DE LAS CONCURRENCIAS A LA SOBREDETERMINACIÓN Sin embargo, en ciertos sistemas puede resultar que, dicha concurrencia, no produzca una simple adición de las propiedades de las secuencias concurrentes; sino, por el contrario: que las propiedades de cada una de las secuencias produzcan, al confluir, un efecto que es diferente al de la suma de las propiedades aportadas por cada secuencia. Efecto que da lugar a la producción de una nueva identidad o estado, cuya caracterización solo pude efectivizarse una vez constituida la combinación, en su forma específica. Esto es, que en la nueva identidad aparecerán rasgos diferentes de aquellos aportados por los eventos que le dieron origen. Lo que, al mismo tiempo, indica que los rasgos de los eventos iniciales sólo podrán ser reconocidos mediante un estudio ‘genealógico” (en el sentido en que Foucault utilizara el término); pero no podrán ser diferenciados en el interior el nuevo estado o identidad; dado que éste/a posee propiedades que las/los anteriores no poseían. Por lo que es esperable que, como producto de dicha confluencia: 1) Se refuerce o debilite la intensidad de ciertos rasgos, de una o de todas las condiciones que concurrieron a la estructuración del nuevo estado (cambios expresables en forma nominal), o 2) Se transformen, totalmente o parcialmente, en forma retroactiva, las identidades de las secuencias concurrentes, en alguna de éstas formas o una combinación de éstas: a) desorganizándolas, y por ende extinguiéndolas como identidades; b) produciendo su completa reestructuración y obligando a una renominación; c) produciendo una situación intermedia, ante la que es el observador quien deberá decidir cómo la interpreta. Como ya podrá notarse, en esta alternativa, los cambios se producen de un modo que no es exclusivamente explicable por los rasgos intrínsecos a los sucesos y condiciones que le dieron origen; sino por el modo en que se fusionaron, produciendo cualidades antes inexistentes. Por lo que la resultante asume características que no hubiese adquirido si esa confluencia no hubiese acontecido. Lo que constituiría un caso especial, referido a lo que ocurre dentro de una identidad ya formada. La identidad de cada suceso es un efecto del observador (aunque no un efecto arbitrario) debido a que si “se acerca la lente” en cada uno de ellos podrían observarse una o más secuencias de condiciones y sucesos. 50 51

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A ese tipo de relación la denominamos “sobredeterminación”. Entendiendo por tal la coincidencia de secuencias con temporalidades diversas que (sea por razones ajenas a la evolución de cada una de ellas pensadas por separado, sea por planificación estratégica o por una combinación de ambas) producen una nueva identidad en la que se pueden reconocer refuerzos o substracciones relativas o la aparición de propiedades antes inexistentes; que emergen de la relación. Efectos que, junto a otros que describiré posteriormente, pueden producir cambios más o menos catastróficos en una o varias de las identidades del sistema, o en el sistema mismo; produciendo alteraciones en los elementos y sus relaciones: substrayendo peculiaridades que poseían las secuencias por separado y/o agregando otras, que ellas no poseían. Pero, en todo caso, siempre produciendo un efecto que es indispensable distinguir de la policausalidad (que es lo que examinamos al tratar sobre la concurrencia); ya que en esta última, no se producen tales cambios de cualidad por combinación. Los sistemas complejos no solo incluyen secuencias sobredeterminadas, pero como ellas no existen en otro tipo de sistemas, es importante aclarar una confusión que Klimosky e Hidalgo (1998) han incorporado, asociando “policausalidad” con “sobredeterminación”; lo que oscurece la diferencia entre los modelos complicados y los modelos complejos sobre los que ahora estoy tratando. La concurrencia es solo una parte de aquello a lo que alude el concepto “sobredeterminación”; ya que, además de la concurrencia, implica un resultado, según el cual, las secuencias se reúnen produciendo un efecto que es diferente al de la suma de las causas. Por lo tanto, no estoy refutando la importancia del efecto de “policausalidad”; pues éste alude formas de interacción con que, con gran frecuencia, nos encontramos los investigadores en ciencias sociales; así, el análisis multicausal puede reconstruir el modo específico en el que contribuyó cada una de las causas en el resultado final; pues de ellas se postula independencia identitaria y relación aditiva. En cambio, lo que importante enfatizar en que éste no es el único modo de concurrencia; y, quizá, ni siquiera el predominante en la explicación de hechos sociales; para los que, en más de una ocasión, la sobredeerminación puede resultar en una explicación mucho más adecuada. Si intentamos representar la sobredeterminación en un gráfico sería aproximadamente algo parecido a lo que aparece en la siguiente imagen:

En este caso, en forma simplificada, tendríamos tres secuencias concurrentes: 1) Habitantes de ciertas zonas urbanas empobrecidas que solicitan vivienda [v]. 79

Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

2) Habitantes de zonas urbanas empobrecidas que solicitan Planes Sociales [PS]. 3) Habitantes de barrios o villas que solicitan Seguridad Policial [s]. Siguiendo cada una de las secuencias, encontraremos acciones de protesta de diverso tipo. Pero al converger en un movimiento unificado crea efectos o propiedades que no existían en ninguna de ellas por separado. Por ejemplo: 1) Una protesta que repercute en la agenda de cierto(s) organismos de gobierno, obligándolo(s) a emprender acciones (negociaciones, etc) que antes no habían emprendido y cuya notación es (((P))); 2) se producen conocimientos mutuos, alianzas, negociaciones, reglas y, eventualmente, una nueva organización; cuya notación en el grafo es (((O))) Es por eso que, como veremos en el apartado correspondiente, aun cuando se trate de cadenas provenientes de sistemas diferentes, para encontrar el efecto sobredeterminado hay que ir al lugar en que las cadenas causales confluyen, conformando un sistema que anteriormente no existía; o que no existía del modo en que devino cuando tal sobredeterminación se produjo. En la misma línea de razonamiento, no siempre la relación entre secuencias concurrentes es de sobredeterminación simple. Por el contrario, las identidades (condiciones) incluidas en dos secuencias, pueden requerir de otras condiciones que, dentro del mismo sistema o identidad global en que concurren, sean incompatibles entre sí: en ese caso se generan conflictos52; cuya existencia es una de las razones que permiten afirmar que “lo social” no es una identidad a la que se le pueda atribuir el carácter de una totalidad unificada en torno a un único centro de legalidad y/o legitimidad, a la manera en que lo hacen los estructural funcionalistas, por ejemplo). Sobre ellos retornaré más adelante para examinar y calificar la adopción de dicha definición y de otras parecidas al ser referidas a sistemas de interacción social; particularmente las de conflicto y poder53. De todas formas, hechas las aclaraciones anteriores y antes de incorporar nuevos temas, debemos retornar al modelo que íbamos desarrollando; deteniendo primero la atención sobre la asociación que en su momento establecí entre “condición” e “identidad”; que fueron, vale la pena recordarlo, actores centrales en nuestra reflexión sobre las relaciones; ya que ellas eran las que se relacionaban. Queda pues ver como pensarlas si en cambio de verlas desde la perspectiva de las relaciones las vemos desde la perspectiva de sus respectivas conformaciones. LAS IDENTIDADES Cuando trabajamos sobre el esquema de relaciones, las identidades tomaron la denominación de “condiciones”, pues supusimos que, si a partir de ellas se producía un suceso, los rasgos de éste estarían condicionados por aquella. Pero, como: 1) esos sucesos no serán iguales (como tampoco lo serán los eventos) si las identidades poseen rasgos diferentes y 2) como las secuencias de una identidad existente dentro de un sistema se relacionan, de uno u otro modo, con todas o gran parte de las otras identidades del sistema, es importante tratarlas ahora en su especificidad. Como dijera, las identidades que constituyen una red, no son elementos irreductibles. Por el contrario, a su vez son sistemas de relaciones; que pueden mantener un cierto grado de cohesión, pese a los cambios en el sistema dentro del que existen. Es este rasgo el que permite comprender: 1) cómo y por qué lo que percibi-

52 Boulding, por ejemplo, describe el conflicto sociopolítico con las siguientes palabras: “una situación de competición en la que las partes son concientes de la incompatibilidad de futuras potenciales posiciones y en la que cada parte aspira a ocupar una posición que es incompatible con las aspiraciones de la otra” (citado por Gori, 1981). 53 Que al principio consideraré sin detenerme en los aspectos simbólicos de la cuestión para no hablar de muchas cosas al mismo tiempo, aunque mucho de lo ya dicho puede ser incluido para lograr una interpretación más completa de lo que se esté afirmando.

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mos como una identidad, puede salir de un sistema de relaciones y entrar en otro; y 2) que ese cambio pueda suceder, en algunos casos, sin alterar la cohesión del sistema (pero siempre a costa de redefinir algunas de sus características, dado el nuevo sistema en el que se ubica) y que, en otros, contribuya a su desorganización. Si con esta aclaración retornamos al ejemplo de las “velas”, tendremos la ocasión de completar el argumento, desarticulando cualquier mal entendido respecto a la afirmación sobre el carácter relacional de las identidades (en ese caso, la de un signo). Sin duda, “vela” tiene significados propios (pese a ser varios, no son infinitos); si no los tuviese, no sería una identidad lingüística; y sin tales identidades, el lenguaje sería imposible. Es así que, en el discurso, nos encontramos con dos efectos: 1) el proveniente de la identidad del elemento (que puede por ende pertenecer a varios sistemas) y 2) el plus de significación que le atribuye su inclusión en determinado sistema. Ahora bien, que las identidades pertenecientes a un sistema complejo puedan migrar, sin perder todos sus rasgos anteriores, depende de su “fortaleza” como identidad (en el caso de las “velas” esa fortaleza está dada por su incorporación en el sistema de la lengua española y por la legitimidad que le otorga la Real Academia Española incorporándola al diccionario; cuya inexistencia nos dejaría con pocas posibilidades de comprendernos mutuamente y resolver conflictos de interpretación54). No obstante, también en el interior de un discurso (entendido como sistema de relaciones entre signos) la relación “sintagmática” (esto es, la relación que se establece entre signos que se suceden secuencialmente) produce una transformación en la que el signo pierde algunos de sus rasgos (que forman parte de su identidad como ente separado) y gana otros, provenientes de las relaciones entabladas con otros signos. Lo que, dicho con palabras (que pueden ser reutilizadas más adelante) cuando las identidades entran a formar parte de un sistema se produce, a la vez, un efecto de represión, neutralización o desactivación de ciertos rasgos; que, en otras circunstancias, pueden ser liberados, tomar valencias positivas o negativas y/o activados; lo que es de gran importancia para comprender tanto lo intrínseca o esencialmente inacabado de todo sistema complejo; cuyos cambios pueden ser explicados tanto por el efecto de su dependencia de sistemas exteriores como de algunas de las posibilidades de redefinición de una o varias de sus identidades. Desde esta perspectiva, si retornamos al tema de los sujetos individuales (abordado en el primer capítulo) podremos avanzar algunos pasos en el intento de pensar cuáles son las dificultades que debe afrontar un método de investigación adecuado a estos sistemas. Para ello discutiremos brevemente tres posibles relaciones de ciertos rasgos de una identidad en su relación con el sistema: 1) la represión; 2) la mayor o menor neutralidad de su existencia y 3) los rasgos “no activados”. Rasgos reprimidos: Si bien, en la teoría de Hobbes, el “estado de naturaleza” cumplía una función principalmente teórica, ella no estaba despojada de reconocimientos agudos sobre las relaciones sociales e individuales; reflexiones que pueden muy bien asimilarse a las suposiciones de Freud, respecto a las pulsiones, tal como fueron expuestas en varios de sus trabajos; de entre los cuales elegiré su famoso texto sobre El malestar en la cultura, pues es en aquél en que mejor se ve el doble juego de producción de sistema y represión55.

El acto usual de “consultar el diccionario” es un reconocimiento de la necesidad de dicha institución. En dicho libro, Freud (1981) define “cultura” como: “…toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres”. Por ende, la cultura nos protege a condición de impedir que cada uno de sus componentes sea un “perverso polimorfo”, tal como lo eran aquellos individuos que Hobbes ya había caracterizado como los componentes del estado de naturaleza. Desde otra historia intelectual José María de Hostos decía que la prosperidad social reclama la acción moral y todas las situaciones sociales deben analizarse

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Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

Si pensamos, desde la perspectiva en la que ahora me instalo, aquel texto de Freud, el universo de las pulsiones nos pone ante una imagen de “los individuos” que es muy próxima a la imaginada por Hobbes en el “estado de naturaleza”; y que, como se recordará, producían, según el teórico inglés, la necesidad de salir de ella, fundando la ley. Si por un momento reemplazamos el concepto “ley” o “Estado” por el de “cultura”, veremos que, uno de los atributos comunes de dichos conceptos, es el de regular aquellas relaciones mediante un doble movimiento: 1) reprimiendo ciertas pulsiones y 2) siendo el origen de muchísimas de las producciones humanas; aún las más sublimes. Pero, tal como ocurre cuando se crea el Estado, la cultura solo se obtiene mediante una forzada represión de las pulsiones agresivas (y libidinales en general); y es esa represión la que, produciendo malestar, nos sitúa a los humanos ante la perpetua tendencia a romper sus vallas56. De lo cual se desprende que tanto las pulsiones agresivas (que tienden al caos, representado en Hobbes como la guerra de todos contra todos) como la ley (que las regula, ordenando su expresión y/o reprimiéndolas) son presencias permanentes en todo sistema humano57. Así pues, pensadores de épocas y preocupaciones diferentes llegan, sobre el tema, a conclusiones parecidas y por cierto muy convincentes si observamos nuestra experiencia cotidiana. Aunque, a diferencia del inglés, Freud (llevado por las preguntas sobre la felicidad y la neurosis; y dando por sentada la existencia de un orden estatal que en su época, estaba ya definitivamente instalado) muestra una paradoja que profundiza aún más la importancia de lo reprimido como algo que por serlo no desaparece sino que, por el contrario, puede retornar rompiendo con el orden que lo había recluido en el continente de aquello “que no se debe hacer”. La razón que al mismo tiempo: 1) Freud se maravilla ante todo lo que ese orden cultural hace posible respecto a las posibilidades de interactuar con los miembros de la misma especie y con el resto del medio ambiente, creando en ese proceso, las más maravillosas obras de todo tipo, 2) ello ocurre gracias a la represion de pulsiones (incestuosas, asesinas, etc.). Pulsiones que, lejos de desaparecer, continúan latentes, procurando realizarse58. Por eso es que, pensado ese magnifico libro desde la perspectiva de nuestro trabajo, ello permite, a la vez, concebir que: 1) Las organizaciones están conformadas por identidades que podrían (al menos teóricamente) existir fuera de ellas. 2) Pero que, en tanto componentes de una organización, cada una de las identidades, redefinidas por su relación con las restantes, disminuyen sus grados de libertad. Este no es sino otro elemento que contribuye a pensar que conflicto y orden no son estados excluyentes sino coexistentes; lo que, en forma constante: 1) Reactualiza el problema de asegurar la existencia de la vida en sociedad.

en términos éticos, solo así podremos distinguir la verdadera civilización de la barbarie, porque según él: " debajo de cada epidermis social late una barbarie. Solo la moral evita que la barbarie triunfe”. 56 Elías dedicó más de un capítulo al modo en que fue cambiando en la sociedad occidental el manejo de las pulsiones en el proceso de construcción de los estados (ver, Elías, E., 1975) 57 Tenerlo en cuenta nos puede ayudar a recordar que siempre es posible que en las acciones humanas, se infrinjan las normas o se movilicen recursos no contemplados en la ley; y que siempre existirán motivos suficientes para que ello pueda ocurrir. De allí que no sean suficientes las generalizaciones estructuralistas ni la búsqueda de la institución perfecta; y que cada investigación de una situación deba descubrir el modo específico en que el orden se establece y el modo específico en que se producen sus consecuencias. 58 Sobre los conceptos “pulsión” y libido” ver Laplance y Pontalis (1993) 82

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2) Confirma que “lo social” no es una entidad acabada, sino en constante reconfiguración. Rasgos “neutros”: En el despliegue del capítulo anterior, hemos visto algo que es parte de nuestra experiencia cotidiana; y que fuera incluido tanto en la definición estructural funcionalista de los individuos como “haz de roles” o en la definición marxista de los individuos como “conjunto de relaciones sociales”. Desde ambas perspectivas, una de las difíciles tareas de la función yoica es la de regular la compleja pertenencia de, un mismo individuo, a redes que pueden no solo ser de lo más variadas sino que, en muchos casos, implican el desempeño de roles (dentro de sistemas normativos legales o consuetudinarios) que no siempre son compatibles entre sí; sobre todo si, por alguna razón, se presenta la opción de privilegiar uno por sobre el otro. Si vemos este nuevo aspecto, podemos concluir que los rasgos provenientes de cada uno de los estatus (y sus respectivos roles) permanecen en estado más o menos neutro, en las redes de las que no forman parte, mientras no entren en colisión con las necesidades de cumplir otros roles ( provenientes de otros status de los que también es partícipe el individuo); pero que pueden dejar de serlo y ser ésta la razón de un conflicto que habrá de conmover no solo a la identidad individual que es el campo en el que se juega el conflicto, sino, por consecuencia, a los sistemas dentro de los que dicha identidad se desempeña. Rasgos desactivados o nunca activados: Hay muchos rasgos de las identidades individuales que no forman parte de las relaciones sistémicas en las que intervienen los individuos, simplemente porque el orden que les es propio no las requiere ni valoriza positiva o negativamente. Pero que cambios provenientes de la misma evolución del sistema o, más frecuentemente, de cambios de las relaciones de este sistema con los otros de su medio ambiente hagan que dichos rasgos tomen valor (positivo o negativo) y se activen, produciendo efectos que antes no estaban presentes. Los rasgos y su análisis: Así, la incorporación de estas especificaciones permite, retornando al campo de las “moralejas metodológicas”, una utilización más afinada de las redes en la descripción de procesos; pues debemos ingeniárnosla por mostrar no solo el orden sino también el conflicto; y al mismo tiempo recordar que, para estudiarlas, es preciso incluir la posibilidad, y aun la necesidad de: 1) Representar secuencias de una misma temporalidad. 2) Representar procesos con temporalidades diferentes, que el observador puede interpretar como concurrentes, en la aparición de un evento. 3) No considerar a cada nudo como una identidad cerrada y constantemente auto-idéntica, sino con rasgos que pueden tomar diferentes significaciones según el modo en que se integren en las relaciones y el modo en que dicha relaciones tiendan a integrarlos o no. 4) Que cada identidad, en un momento determinado de su temporalidad y de la temporalidad del sistema, es un estado; que habrá de mantenerse mientras las relaciones que lo ocasionan se mantengan. Asumidas esas cuestiones, la representación y análisis de un sistema incorpora el desafío de reconocer que, en un momento (señalado por el observador), puedan aparecer relaciones y nudos que varíen, reestructurando al conjunto; dando lugar, a su vez, a la posibilidad o necesidad de: 1) analizar cada uno de esos nudos en su específica conformación relacional; y 2) distinguir lo que es específico del sistema, con independencia de

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Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

aquellos que es lo propio de las identidades que lo conforman. Tema, éste último, que nos conduce a lo que será objeto del próximo apartado. LAS EMERGENCIAS Aracil (1982) utiliza el término “emergencias” cuando un sistema mayor (o de segundo grado) manifiesta propiedades independientes, respecto a las propiedades de los sistemas de primer grado que lo conforman. Dicho de otro modo, las emergencias son producidas por las relaciones engendradas en el primer nivel; pero solo existen como “rasgos del segundo nivel” y no del primero. Así, si uno o más de los subsistemas de primer grado (denominados, por ejemplo, X-1 y X-n) presentan la propiedad H; y el sistema de segundo grado que ellos conforman, (llamado X) también presenta dicha propiedad, H no es una características emergente; sino, simplemente, una resultante de la participación, en X, de uno o más de los subsistemas de primer orden que contribuyeron a conformarlo. Eso es lo que se da como efecto de un proceso que podemos denominar de “causalidad” o “policausalidad”. Pero, si ningún componente de los subsistemas de primer grado (X-1/X-n) poseen la propiedad H, entonces decimos que la propiedad H, del sistema X, es un “emergente”; producidas por las relaciones establecidas entre los subsistemas de primer grado; emergencias que, una vez establecidas, reactúan sobre aquellas identidades de primer grado, que originalmente confluyeron en X, contribuyendo a la aparición de esas emergencias59. Comentando esa propuesta, Emilio Roger Cicurana hace notar que: Ahora podemos comprender por qué la sociedad no es la mera suma de los individuos que la componen, sino que constituye una entidad dotada de cualidades específicas. Produce emergencias, como son las leyes, la cultura, etc, que por retroacción socializan, culturizan, legalizan a cada uno de los individuos que, en adelante, son individuos sociales. La estabilidad del sistema surge en la organización de los individuos que son diversos. No está en cada uno de los individuos por separado60. Puesto en un nivel más general (ya que no refiere solo a dos secuencias concurrentes que se sobredeterminan), esto es lo que vimos, al tratar las relaciones de sobredeterminación. Pero con una diferencia: en sistemas complejos pueden coincidir secuencias de distinto tipo; y, por ende, emergencias de distinto tipo; que normalmente serán mucho más globales, trascendentes, y hasta permanentes, que las anteriormente comentadas; tal como puede corroborarse examinando los emergentes a los que hace alusión Cicurana en lu cita anteriormente expuesta61.

59 Desde esa perspectiva, la diferencia y relación genealógica que Althusser estableciese entre el modo de producción capitalista (emergente) y los procesos sintetizados por Marx en el capítulo sobre la acumulación originaria (procesos concurrentes) son un referente importante para comprender el modo en que estos conceptos pueden ser aplicados en las ciencias sociales con gran capacidad heurística. Sin duda, la referencia a Althusser no debe ocultar las importantísimas contribuciones de Foucault en los análisis en que distingue la estructura de su genealogía. Aun cuando no comparta otros aspectos del estructuralismo; creo que éste es uno de sus grandes aportes. Entre todos, solo cito “Microfísica del poder” como ejemplo de ese modo de representación. 60 Cita que suscribo siempre y cuando su interpretación no nos haga olvidar las represiones que hicieron posible el sistema, pues de ellas emergen una gran cantidad de “insumos”, que son necesarios para comprender el conflicto que es justamente lo que hace que los sistemas complejos nunca sean sistemas cerrados. No lo son porque requieren de un exterior con el que intercambiar y porque en su interior guardan el germen de muchos de sus cambios. 61 Para hacer homenaje a uno de los teóricos que, por razones generacionales, se convirtiera en una de mis primeras fuentes de razonamiento sobre estos temas, recordaré a Althusser (cuya gloria y caída en el aprecio de los estudiosos de la sociedad solo se explica por los vaivenes de las modas intelectuales). Como se sabe, las principales fuentes de inspiración que reconocía el teórico francés eran: 1) la de Marx y Mao, en el tratamiento de “las contradicciones” y 2) la de Freud y Lacan en otros aspectos, peculiarmente en la teoría de “los complejos”. Según él, en una totalidad compleja siempre-ya-dada, la especificidad de la contradicción es la de la “sobredeterminación”. Al tiempo que afirmaba que, en esas totalidades complejas, la unidad estaba basada en el carácter dominante de una de esas contradicciones en el seno de la sobredeterminación; y que sus diferenciaciones provienen del desarrollo desigual de dichas contradicciones, que producen efectos de “desplazamiento” (que consiste en la sustitución de los roles dominantes entre las contradiccio-

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Así pues, la incorporación de este tipo de interacciones es de sustancial importancia para explicar: 1) relaciones más o menos estables (en una institución por ejemplo) o 2) momentos de intensas acciones colectivas (revoluciones sociales, crisis en las bolsas de valores62, etc.; tema al que muchas veces aluden, pero sobre el que no han producido las necesarias investigaciones los estudiosos de los sistemas complejos, que suelen preferir ejemplos provenientes del cosmos o de los fenómenos físico químicos)63. Como se dijo, la sociedad no es la mera suma de los individuos que la componen, sino que constituye una entidad dotada de cualidades específicas. Es en ese sentido que debe comprenderse que, el todo es diferente de las partes, en tanto: a) posee propiedades “emergentes”, que éstas no poseen64; y b) porque no está integrado por todas las potencialidades de éstas; ya que (como lo viéramos en las glosas sobre Freud y Hobbes al tratar sobre las identidades) un sistema solo se concreta cuando sus componentes no pueden adoptar todos sus estados posibles; dado que la norma que regula el sistema reprime, ignora o desactiva algunas de esas potencialidades, para hacer que dicho sistema se estructure logrando incluir, en él, a las identidades que habrán de conformarlo. Por lo que hay propiedades del todo que no pueden ser encontradas en sus partes; y hay propiedades de las partes que son insignificantes; o están excluidas o reprimidas por el sistema (que en lo social se constituye mediante alguna forma de institucionalización)65. Efecto que ocurre debido a que, para que la organización sea posible, es indispensable que los grados de libertad potenciales de cada componente disminuyan; al menos, hasta el punto en que las interacciones sean previsibles (en cierta medida) y que los conflictos no sean catastróficos66. De ese modo se puede comprender que las identidades que componen el sistema tengan una triple posibilidad de ser analizadas: 1) En tanto identidad “autónoma” (esto es, tal como podría subsistir, con variaciones emergentes del nuevo tipo de relaciones que entabla, si sale de ese sistema para entrar en otro). 2) En tanto identidad que se relaciona con otras para formar el sistema que nos proponemos analizar. 3) En tanto identidad que forma parte del todo, que se produce en las interacciones; y en la que las estudiamos desde la perspectiva de la totalidad de segundo o tercer grado. En la misma dirección, Cicurana (s/d) dirá: El todo es insuficiente, incierto, conflictivo: la totalidad siempre está abierta. Es muy difícil aislar un sistema (holon, holos/on) respecto de los sistemas a los que permanece asociado. Desde el momento en que hablamos de “interrelaciones”, “emergencias”, “morfogénesis”, nos damos cuenta de la imposibilidad, para un sistema, de clausurarse totalmente sobre sí mismo. Como dice A. Wilden, la idea de totalidad es ecosistémica67. Por este motivo podemos decir junto con A. Koestler que el sistema es un concepto jánico. Como el dios romano de las dos caras situado en la entrada de las casas romanas, el sistema es todo y parte. Unidad global, por un lado y parte de otra unidad por otro: un holon, nos dice Koestler es “una estructura integrada y estable, nes) y “condensación” (concepto mediante el que se focaliza sobre el lugar en el que se entabla la forma de lucha principal, y en el que las otras aparecen en roles calificativos, pero no decisivos) En particular, ver Althusser y Balibar (1969) y Althusser (1968). 62 Por ejemplo, la “azarosa” confluencia en el tiempo de noticias desfavorables sobre la situación en la economía, que aisladas no hubiesen producido alarma, pero que apareciendo simultáneamente, crean una sensación de inseguridad que produce una corrida. 63 Para una excelente introducción al tema ver Briggs (1994). 64 Si la expresión no diera lugar a confusiones, desde esta perspectiva se podría decir que el todo es más que las partes. 65 Esta represión (o neutralización relativa) de cierto rasgo puede reactivarse en el sistema o cuando la identidad entra en otro sistema. Por ejemplo, ciertas costumbres medioevales, como la “vendeta” (su nombre original no lo recuerdo), que desapareciese durante el régimen comunista, ha reaparecido en Albania, luego de la caída de este sistema de gobierno. 66 Entre otras tantas leyes, esto se resume, por ejemplo, en la postulada necesidad de que “cada ciudadano respete el derecho de los demás”. 67Cita a A. Tilden (s/d). 85

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equipada con dispositivos autorreguladores y en posesión de un grado notable de autonomía o autogobierno...en tanto que las partes se hallan subordinadas a los centros que son superiores dentro de la jerarquía; pero al mismo tiempo operan como todos cuasi autónomos. Presentan una doble faz jánica”. Antes había dicho Koestler “en contra de tan arraigados hábitos de pensamiento, y de la reflexión que han suscitado en algunas escuelas filosóficas, las partes y los todos en un sentido absoluto no existen en lugar alguno, ni en el ámbito de los organismos vivientes, ni en el de las organizaciones sociales, ni en el Universo en general”68. A lo que el mismo autor agrega: El todo es incierto porque aquello a lo que llamamos “frontera” no solo hay que verla como lo que separa sino también como lo que une. Dicho de otro modo: el todo es incierto porque todo sistema está siempre relativamente abierto y ello es condición indispensable para la creación sistemico-organizacional de la autonomía tanto física como biológica, social, cultural (intercambios de materia, energía, información, etc.). Bertalanffy decía que “a la postre todos los límites son más dinámicos que espaciales”. Los límites no son tan transparentes como se suele creer. Los límites espaciales de una célula o de un organismo son bastante vagos porque hay un permanente flujo de moléculas que salen y entran69. Los límites de una sociedad no son menos vagos por lo mismo: permanente entrada de información que incluso puede llevar a la desestabilización del orden de una determinada sociedad (las sociedades cambian a partir de factores internos y externos). Como dice Laszlo se trata de sistemas del tercer estado, aquellos sistemas susceptibles de producir bifurcaciones, indeterminación y autoorganización. En ese juego, la representación y el análisis de la dinámica del conjunto adquiere una mayor riqueza. Pero, al mismo tiempo, nos instala en un campo en el que nuestra capacidad descriptiva está expuesta a duras pruebas; y en el que nuestras inferencias predictivas solo pueden ser probabilísticas70. Lo que es comprensible si tenemos en cuenta que, no bien el sistema incrementa el número de condiciones y sucesos (sea en secuencias simples, concurrentes y/o sobredeterminadas), se incrementan de manera exponencial las combinatorias potenciales; cada una de las cuales podría producir efectos diferentes. Por lo que será imposible deducir las características de una condición a partir del desempeño aislado de cada uno de los elementos o sucesos que le dieron o darían origen71. Razón por la cual solo nos resta, como posibilidad, definir el sistema que se pretende estudiar y elaborar una estrategia tendiente a su comprensión; determinando las identidades que lo componen y el tipo de relaciones que entre ellas entablan; sabiendo de antemano que toda conclusión será necesariamente parcial; aunque quizá no por ello menos efectiva desde la perspectiva práctica que nos planteamos. En este encuadre, la creciente complejidad de un sistema puede deberse a una, o a una combinación, de las siguientes posibilidades: 1) la diferenciación en el interior del sistema y/o 2) la incorporación de otros sistemas que pueden originarse en: a) rupturas del anterior o b) generando otras secuencias, con mayor o menor autoorganización, que adquieren la capacidad de transformar la identidad precedente.

Cita de Koestler, A. (1981) Para comprender un poco más esta cuestión recomiendo leer una excelente síntesis de divulgación hecha por García-Sainz (1987), respecto a las hormonas en el cuerpo humano. 70 Insisto, en el sentido vulgar y no en el estadístico del término. 71 En este contexto, ¿cómo utilizar el método hipotético deductivo? Creo que lo dicho agrega elementos para comprender su insuficiencia. 68 69

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En cualquiera de esos procesos, los emergentes persistentes (tales como las diversas formaciones culturales y sus respectivos lenguajes) son complementados por la aparición de nuevas normas, tendientes a regular las interacciones, en ese nuevo nivel de complejidad. Sin embargo, es oportuno recordarlo, las normas regulan, pero no imponen un orden absoluto (debido a los conflictos y a las ya comentadas represiones, activaciones y valoraziciones de nuevo tipo de rasgos reexistentes, etc.); y es por ello que la historia recomienza. Para mejor comprender esto es preciso recordar que las relaciones entre los elementos identitarios, a su vez crean respecto a las normas, lo que podría denominarse una recomposición potencial del sistema de segundo grado; ya que las partes en juego , si bien aceptan las normas, las reinterpretan (lo que en los hechos es un modo de rehacerlas aunque sea parcialmente) creando un nuevo campo de interacciones en el que las interpretaciones se convierten en recursos de poder, no previsto en las relaciones precedentes. A partir de lo que se producen nuevas situaciones sistémicas, en el que, nuevamente, se habrán de encontrar las relaciones de “diferenciación y/o identificación”, “complementación y/o conflicto”; que conducen a nuevos emergentes, que toman cuerpo en nuevas representaciones sociales; dando lugar diferentes tipos de sistemas o de fases en la evolución de un sistema. Por eso es que nunca hay una predicción que trascienda lo probabilistico. Pues siempre que abordamos el estudio de lo social (relación de relaciones) deberemos estar atentos a posibles imprevistos que pueden alterar el rumbo de la investigación; pues es el carácter complejo de las identidades (que también son sistemas) lo que les permite poner en juego diferentes recursos y formas de interacción; produciendo efectos distintos; que, por otra parte, no necesariamente son los que procuraba ninguna de las partes. Peculiaridad que, frente a la opinión y el deseo de muchos, obliga a recordar que los modos que adoptan esas interacciones son únicamente predecibles cuando se mantienen constantes los elementos que componen un sistema72. Lo que generalmente más constituye una excepción que una regla73 (son aquellas situaciones en las que podemos hablar de sistemas hegemónicos bien consolidados); aunque la historia muestra que, aún en esos sistemas, van ocurriendo cambios (por situaciones endógenas y exógenas) que producen que, en plazos más o menos prolongados, alteraciones que producen , como consecuencia, que el éxito de esa predictibilidad pueda llegar a disminuir. Por lo que, en todas nuestras investigaciones debemos tratar de detectar todas las falencias que hacen a nuestro objeto; e incluso poner especial atención en las consecuencias que puede producir el que, ciertas identidades, aporten al sistema recursos provenientes de otros subsistemas. Caso en el que el desempeño subsiguiente, únicamente podrá comprenderse reconociendo las interacciones entre los componentes de ese doble sistema de relaciones desarrolladas en el tiempo74.

Esos son justamente los momentos en que las teorías del orden (como las funcionalistas por ejemplo) y las investigaciones basadas en leyes deterministas, pueden aparecer como científicamente satisfactorias. 73 Proposición que es una de las que focaliza con mayor precisión una de las grandes diferencias entre el estructural funcionalismo, tratado al comienzo, y los sistemas complejos. 74 Por poner ejemplos muy poco fundamentados, pero que permiten indicar en qué estoy pensando: 1) En Cuba, el “foco guerrillero” no tenía parecidos con otros golpes de estado; por lo que todos tendieron a identificarlos con estos, tanto que al principio se lo identificó con la “Revolución Libertadora” de la Argentina. Esto favoreció el afianzamiento de la Revolución que solo muy tardíamente fue encarada como peligrosa por los Estados Unidos. En cambio, los sucesivos intentos guerrilleros no contaron con ese carácter de impredictible y fracasaron; pues los “anticuerpos” estaban creados. 2) En el caso Kirtchner, el introducir el “mensaje de las acciones” (que no habían sido anunciadas durante la campaña ni sobre las que se habló demasiado antes de emprenderlas, produjo un efecto semejante (incorporando elementos “externos” al sistema) y que crearon una situación también impredictible hasta muy poco antes; cuando había certeza generalizada respecto a la posibilidad de que un gobierno argentino llevara a cabo tales acciones. 72

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Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

Aporte que puede tener origen tanto en “estrategias” de una o varias de las identidades componentes que conducen a reorganizar el sistema (y, por ende su posición en él); como en “estrategias” provenientes de otros sistemas; que pueden elegir entre: 1) actuar en forma inmediata sobre el sistema total, como invasores o 2) recurrir a la influencia que esos sistemas en forma global (recurriendo a algún recurso suficientemente poderoso) o por el intermedio de algunos de sus componentes. En este segundo caso, el que el sistema 1 puedan ejercer influencia sobre uno o varios de los componentes del sistema 2, sobre el que pretenden actuar75; influye sobre uno o varias identidades componentes del sistema 2, utilizando alguno de sus recursos, para que sean estos los que produzcan acciones tendientes a producir el cambio desde el interior76. O, lo que es más frecuente, combinando ambas estrategias77. Que tales acciones se produzcan no necesariamente indica que para comprender sus resultados sea suficiente con estudiar las estrategias puestas en juego por las partes, ya que lo que normalmente ocurre es que en el resultado final se encontrarán “consecuencias no queridas por ninguna de las partes”. Cosa que es indispensable tener en cuenta en nuestros trabajos y que muchas veces se ha expresado en ciencias sociales mediante la referencia a; con las que también nos encontramos, en los comienzos del libro, al aludir a fenómenos como los de la “mano invisible” y posteriormente estudiamos, con más detenimiento, al tratar sobre los temas de la ley, en la articulación de los sistemas; y al referirnos a las representaciones sociales que hacen posible lo social, más allá de los conflictos que las atraviesen y permiten explicar sus mutaciones. El resultado de cualquiera de esos cambios podrá concretarse en un cambio en las identidades y sus relaciones, como así también en el de los emergentes. A esas complejas relaciones hace referencia el multígrafo siguiente, que por supuesto, trata de representarlas en forma extremadamente esquemática. Aunque, por supuesto, muchas otras pueden ser las vías para representar esos sistemas complejos; y cada investigador deberá crear aquellas que convienen a su objeto En el interior del esquema (cuyo dibujo ha sido inspirado por las propuestas de Petri, a las que accedí mediante la lectura de Ibáñez, 1998), aparecen representadas varias eventos con relaciones secuenciales y concurrentes, relacionados en redes y subredes. En ella, los distintos óvalos punteados representan las secuencias propias de un subsistema con cierta autonomía; las flechas, las fluencias y sus direcciones; y las líneas, los refuerzos (base de posibles sobredeterminaciones); mientras que en el interior de cada óvalo, encontramos secuencias semejantes a las ya examinadas. Si bien se trata de un esquema que no refiere a ninguna situación concreta, alcanza para mostrar algunas de las diversas relaciones posibles con las que el investigador puede encontrarse en el examen de su objeto. Representarlas en forma esquemática le permitirá verlas en su conjunto. Aunque ello no evite la necesidad de que, adjunte al grafico, un informe que explique, con detalle, el tipo de relaciones esbozadas en el esquema.

75 Mediante sobornos más o menos disfrazados o por la existencia de “acuerdos” sobre ciertos puntos que permiten una relación de complementación, creando, en ambos casos, un subsistema que interfiere en el sistema analizado. 76 La formación de intelectuales e las universidades de los países mas poderosos es un modo de lograr dicha influencia, que se mantienen posteriormente, al menos en relación con un núcleo que sea capaz de producir potenciales influencias hegemónicas en sus respectivos países, mediante el mantenimiento de lazos institucionales que incluyen financiamiento de investigaciones, viajes, etc. (es de aclarar que dicha estrategia no siempre tiene el éxito buscado, pero los casos “desviantes” no son la regla, sino la excepción. En otros casos, se producen diversas formas de soborno “elegante” (invitaciones a universidades destacadas, buenos salarios, celebridad, etc.); que son las fórmulas utilizadas con mayor frecuencia y relativo éxito en relación con dirigentes o formadores de opinión; por ejemplo, ese es el caso de muchos grandes garúes de las economías sudamericanas. 77 De ese modo, crece la complejidad y, por ende, las dificultades para crear modelos que permitan comprenderlas: lo imprevisible ya no es solo una propiedad del sistema sino de los límites de nuestras capacidades para reconstruirlo cognitivamente. Tal es la situación en la que actualmente nos encontramos.

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

Dado ese marco general sobre el que hasta ahora hemos tratado, los estudios de caso podrán encarar subsistemas más o menos amplios y más o menos complejos; que pueden ir desde el estudio de: 1) las relaciones circunstanciales que se producen en un café entre parroquianos de diferentes mesas hasta el estudio de un país, hasta el estudio de 2) de un susbsistema de ese país, pasando 3) por muy sistemas de diversos grados de amplitud, complicación y complejidad. Con una advertencia que es requerida por el modo en que otros autores han tratado el tema de lo amplio y lo estrecho (o de lo grande y lo pequeño) en las investigaciones en ciencias sociales. Desde la perspectiva que estoy planteando, el eje de la distinción no es detectable en la relación micro/macro sociología; ya que ésta puede crear la impresión que en lo micro o en lo macro se pueden encontrar sistemas más o menos cerrados o de explicación autosuficiente. Por el contrario, dado que todo sistema es un sistema de relaciones de relaciones, lo que el investigador debe hacer es un recorte cuya justificación se encuentra en la finalidad u objetivo que lo condujo a hacer la investigación; dado ese recorte, deberá reconocer que, siempre, sea el sistema “grande” o “pequeño” (medidas que normalmente solo refieren a expresiones de sentido común), la explicación estará expuesta a posibles revisiones provenientes de la influencia, durante o después de la pesquisa, de la incorporación de influencias externas que antes no existían. En todos los casos, el ejercicio de delimitación sera siempre un desafío constante; pues, como ya se dijo, no hay temas pequeños. Por lo que la referencia a un objeto, espacio temporalmente delimitado, es el comienzo de un trabajo que muy probablemente deberá continuar, con nuevas delimitaciones, durante casi todo el transcurso de la investigación: lo que pone al investigador en la permanente necesidad de decidir qué subsistemas debe indagar para responder a la pregunta y a los objetivos de la investigación. Ahora bien, para hacer útil el esquema antes expuesto, se debe afrontar la discusión en el mismo nivel de abstracción en el que nos hemos mantenido en este capítulo, de tal modo que pueda aportar algún elemento que aluda a la peculiaridad de los sistemas sociales. El apartado siguiente, referido a las relaciones de poder, intenta aportar en esa dirección; evitando las referencias que la mayoría de quienes abordan el tema hacen a los sistemas físicos, que son de difícil comparación con los que aquí nos interesan. LAS IDENTIDADES, LAS RELACIONES Y EL PODER 89

Capítulo 2: DIGERIR LA COMPLEJIDAD

Las características de la relación individuos/sociabilidades que he presentado en el capítulo primero y las consideraciones previas hechas en este capítulo, llevan a la misma conclusión: ellas son posibles gracias a ciertas regularidades y regulaciones que permiten de las normas, costumbres y, en general, las representaciones sociales (que incluimos en el concepto “emergentes”) y que cohabitan y se sobredeterminan con las leyes que regulan la vida en sus aspectos no “culturales”. Por lo que, cualquiera sea su especificidad, las identidades tienen, en común, la constitución de un cierto ordenamiento, que las distingue del caos. Dado ese rasgo, la relativa estabilidad de cada condición o identidad (cualquiera sea su dimensión) será el objeto y efecto de una normativa, que tiende a disminuir los grados de libertad de las identidades, con el “propósito”78 de: a) reducir el margen de impredictibilidad de las conductas, b) incrementar las posibilidades de dirimir conflictos de manera no catastrófica y c) hacer posible la continuidad de la vida comunitaria79. Resultados que son posibles por: 1) la existencia de normas y costumbres que regulan las relaciones de poder y el tipo y forma de los sucesos considerados legítimos y 2) cierto grado de comunidad en las representaciones sociales, esquemas, “habitus”, o sus homólogos, que hacen posible la comunicación y, gracias a ella, la comunidad 80. Ahora bien, como ninguna norma es tal sin que exista capacidad para punir a aquellos que no la respetan; el que existan normas implica la existencia de ciertas relaciones de poder, tal como, entre muchos otros, lo recordara Hobbes, en un texto ya comentado81. Así pues, sea desde la perspectiva de las identidades que conforman subsistemas dentro de una identidad mayor, o desde la perspectiva de esta segunda identidad, dicha caracterización nos obliga a pensar que las relaciones de las que hasta ahora hemos hablado, son relaciones de poder82; por lo que, para completar el razonamiento, deberemos reflexionar sobre qué son y cómo se establecen esas relaciones; dado que es en ellas que puede encontrarse el eje principal de toda comprensión de las peculiaridades y de la propia marcha del sistema. IDENTIDADES Y PODER: En el capítulo primero vimos que el individuo es lanzado hacia la cultura –e incluido en ella y todos las forma de intercambio social, mediante su conformación en el interior de regularidades y leyes. Incorporación de la ley, y en la ley, que al individuo le asegura los contornos (más o menos permeables) de su identidad (esto es de su específica auto-organización), a condición de enlazarlo a otras identidades en diversas sociabilidades; que, a su vez, están interrelacionadas dentro de identidades sociales más amplias; también ellas, producto de

Lo pongo entre comillas pues, si bien muchas veces las normas son concientemente creadas con ese propósito, ni siempre ello es así, ni siempre se lo postula de forma neutral; en el sentido de que no es el ordenamiento lo buscado, sino un cierto orden que se piensa como natural o moralmente necesario desde la perspectiva de ciertas escalas de valores no cuestionadas. 79 Utilizo aquí el término de una manera muy general. Es propio de las diversas disciplinas el especificar este concepto de muy diversos modos. Para una clasificación exhaustiva de diversos modos de constitución comunitaria ver, entre otros, La vocation actuelle de la sociologie, de G. Gurvitch. Es sin embargo oportuno destacar que esa disminución de los grados de libertad respecto al desempeño de cierta condición es una de las consecuencias de su definición relacional dentro de una unidad organizada. 80 Sobre las normas ver el comentario de (Cohen, 1991) sobre la teoría de Guiddens al respecto. 81 Es de hacer notar que si bien en ciencia política el “estado de naturaleza” es un mero recurso que permite definir el “Otro del orden”, en Relaciones internacionales, la escuela realista supone su vigencia por una razón que suena sencilla: dado que no existen regulaciones supranacionales que regulen las relaciones entre los Estados, (lo que rige es el estado de naturaleza); y es esto lo que impone que cada Estado tenga como obligación, para asegurar su subsistencia, el garantizar la constante maximización de sus capacidades de defensa y de ataque. 82 En El orden del discurso Foucault, (1981) afirma que “En toda sociedad, la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y terrible materialidad (...) se sabe que no se tiene derecho a decirlo todo, que no se puede hablar de todo en cualquier circunstancia, que cualquiera, en fin, no puede hablar de cualquier cosa”. Esta es una de las formas en que se disminuyen los grados de libertad asegurando la persistencia del sistema de acción tal como ha sido instituido. Pero no siempre esto es posible, por lo que es uno de los desafíos importantes de un investigador, estar atento a la posibilidad de que hayan sido violados y estudiar cómo ocurrió. 78

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un cierto orden, más o menos perturbado por conflictos83. De allí que, como enfatizáramos previamente, lo que conocemos por identidad (y representamos, en su unidad, mediante un nombre) sea una entidad relacional; que se distingue de otras, con las que establece relaciones, dentro de un sistema complejo y en permanente movilidad. Nos enfrentamos, pues, a un curso de dirección doble. Al instituirse, en el sistema, una cierta identidad, se produce: 1) un efecto de diferenciación y/o rechazo 84; y 2) otro de dependencia, de identificación85 o de complementación. Cuyas manifestaciones son asociables con la dupla amor/odio; que desempeñan un papel fundamental en las relaciones sociales (pese a que, por demasiado presentes en nuestras vidas, no siempre forman parte de los tratados de ciencias sociales; o, en el mejor de los casos, son relegados a la pericia e incumbencia de los psicólogos; cuando no a la simpleza de las novelas “rosas”). En el capítulo primero mostraba cómo, la entrada en el mundo simbólico, tiene como precondición la efectivización de la diferencia (garantizada por la evidencia de un cuerpo, que no es el de otros) y la distinción (aceptada por otros y simbólicamente representada en el nombre). Pero, al mismo tiempo, dicha entrada en la cultura, es la entrada en un universo de relaciones, indispensables para la propia subsistencia; como ocurre en todo organismo vivo, siempre acuciado por la necesidad de relacionarse con el medio ambiente para encontrar, en él, diversas formas de alimento. Interacciones que se encarnan en cada uno de los intercambios, y en los lenguajes que los hacen posibles. Dada esa condición, tanto la diferencia como la distinción se conjugan con indispensables tendencias a la complementación; de las que “el deseo” es, a la vez el motor, una de las manifestaciones y el organizador principal de toda motivación86. Así, la diferenciación implica la institución de lo que se es; pero también su opuesto: de lo que no se es y de lo que falta. Dada esa distinción, se producen las bases sobre las que se edifican las relaciones entre los humanos; y de las de estos con el resto de las especies87. Relaciones signadas por la falta. Ya que, en tanto cada identidad es constitutivamente inacabada, incompleta, parcial, siempre habrá de requerir de las otras (reconocimiento, alimento, etc.88) para existir89; compuesto de reclamos que se organizan en el interior de representaciones sociales más o menos precisas y, para nada, efecto exclusivo de las exigencias que natura impone90. Es en ese juego que siempre pasa, en los humanos, por las producciones culturales, que podemos reconocer que la demanda no es una vía que marcha en una sola dirección. Ya que, justamente, es en la in-completitud

Recordar el capítulo anterior. Del que normalmente resultan el egocentrismo, el etnocentrismo y otras múltiples formas de “centrismo” y/o de distinción; que son asimilables entre sí por una constante: lo bueno está del lado de adentro. Pienso en lo acertado del título que puso Bourdieu a “La distinción”, uno de sus textos fundamentales. 85 Para una síntesis sobre este concepto (en lo referido a sus aspectos psicológicos) ver Laplanche & Pontalis (1993). Desde el pensamiento político, el concepto es retomado por Lacalu y Lilian Zac, (1994). En el mismo libro, desde otras perspectivas, Slavoj Žižek y por Rodolphe Gasché retoman el tema, en sus respectivos ensayos. 86 Ampliaré este tema al referirme al proyecto y la creación en el próximo capítulo. 87 Un mérito indudable de la tradición estructuralista aludida con anterioridad, ha sido el de situar su atención en esos dos aspectos de los sistemas sociales: las relaciones y las normas. Sus limitaciones, sin embargo, emergen de la incorrecta absolutización de las capacidades de los sistemas normativos. Frente a toda idea de un orden que solo puede reconocer desvíos atípicos, lo recurrente en las investigaciones sociales es la percepción del carecer dinámico y cambiante de las regulaciones normativas, la recurrencia de las conductas “desviantes”, y de todo lo que es vida como constante proceso de renovación. 88 Para ampliar estos aspectos, recordar el primer capítulo. 89 Dada la diversidad de perspectivas desde las que se pueden analizar esas relaciones en todo sistema, en este apartado solo abarcaré uno sus aspectos; que, como veremos con más detalle en el próximo apartado, son, al mismo tiempo e inescindiblemente, relaciones comunicativas. 90 Sobre esa producción social de la “necesidad” ver, entre otros: Alonso, E. L. (1993) y en particular toda la obra de Manfred MaxNeef; aunque también autores como Amartya-Zen (cuya posición comparto menos, pues es menos constructivista) y la ya clásica, pero absolutamente opuesta a mi concepción, expresada en la obra de Abraham H. Maslow al respecto. 83 84

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ajena (esto es, en el carácter limitado de los recursos ajenos), donde puede ser depositada la esperanza de satisfacer nuestra necesidad de ser reconocidos. Pues sabiendo que al Otro (y a los otros) le(s) falta algo, se abre, ante cada ser humano, la posibilidad de ser deseado (en tanto encarnación de aquello que el otro pueda percibir como “lo que es su falta”)91. Por eso es que, retomando pensamientos de corte lacaniano92, se puede afirmar que, cada humano será reconocido, en el deseo del Otro, en tanto imaginario portador de una potencia (en su doble significado de: 1) “capacidad para hacer algo produciendo un efecto” y 2) “aquello que está en calidad de posible y no en acto”, por lo que esa capacidad queda por ser demostrada). Así definida, la “potencia”93 es aquello que permite suprimir la falta (la insuficiencia) produciendo algo que pueda ser sentido como “satisfacción”. Y el intercambio entre lo que se necesita y lo que se da (real o imaginariamente) es lo que obliga a los individuos, y sus comunidades, a proyectarse, permanentemente, hacia aquellos a los que atribuyen el carácter de semejantes; inventando formas de ser y de actuar, en una tarea constante de creación. Pero, más allá de que ese sea su origen, lo que aquí nos interesa es que, la procura de satisfacción y de reconocimiento, se transforma en procura de amor, arriesgando su opuesto. Ambivalencia que es común a muchas formas de relación; pero que, para simplificar, puede ejemplificarse con lo que, normalmente, ocurre en un nivel muy primario: el de un neonato y sus cuidadores. En esa relación, lo que constituye la base, sobre la que se estructura la interdependencia, es la necesidad de recibir alimentos, calor y protección, etc, del primero; y la capacidad de dar alimentos, calor y protección, etc., de sus cuidadores. Cuando ambas acciones son complementarias, la satisfacción es la base del amor. Pero, como la capacidad de dar es, al mismo tiempo, la de no dar (o, al menos, no dar en el momento en que el otro exige), el amor puede dar paso a la frustración, al odio o cualquier otro equivalente semántico que sea el más adecuado a la situación que estoy ejemplificando. Así, en éste, como en muchos otros casos, el “poder quitar” está en la base de conflictos; que pueden resultar en reparaciones, negociaciones o en intentos de destrucción. Siguiendo en el mismo registro, el que despierta amor lo puede hacer porque posee una cualidad que produce efectos que son evaluados positivamente por quien lo ama. En este caso, se puede dar alguna de las situaciones anteriormente evocadas; u otra: pues si el receptor pretende devorar esa cualidad requerida (apropiándose de ella y aniquilándola en su poseedor primigenio), el efecto es el rechazo. Polos normalmente coexistentes, con mayor o menor grado de profundidad; y que están en el origen de la normal ambivalencia de todas las relaciones a las que me refiero. Teniéndolo en cuenta, relacionar “el deseo” con “el poder” (en algunas de sus complejas combinaciones) permitirá avanzar sobre el tema de la interacción social (en el interior de las sociabilidades –o sistemas de acción– que la hacen posible), incorporando una nueva dimensión, que será de gran importancia en el estudio de este tipo de relaciones. Una identidad tiene poder cuando existe otra que, de alguna forma y por alguna razón, requiere algunas de las propiedades de la primera. Por lo que, visto desde la identidad “propietaria”, el poder, en su forma más simple, es “poder dar algo a alguien” y “poder no dar algo a alguien” o “poder quitar algo a alguien”. Lo que al mismo tiempo, nos indica que el poder no es algo que alguien posea, sino el efecto de una relación. 91 En los sistemas vivos, la “falta” es ontológica solo y en tanto dichos sistemas son sistemas de relaciones de relaciones, en los que ninguna de ellas es completa; pues, para seguir existiendo, requieren de la apropiación o del intercambio con otros sistemas. 92 Sin que esto signifique ninguna pretensión de seguir a ese autor al pie de su letra. 93 Decir “falo”, más allá de todas las correcciones y aclaraciones, sigue cargando el prejuicio machista que inevitablemente cargaba Freud, como representante de su época.

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Dicho de otro modo, lo que posee la primera identidad (individuo, país u organización) es un rasgo. Pero ese rasgo únicamente llega a convertirse en recurso de poder cuando se produce una relación en la que la poseedora, tiene la posibilidad de dar o no dar; y/o cuando la parte requirente tiene la capacidad de utilizar otro recurso que le permita quitar. En todos los casos, como es posible comprender, si se piensa en lo dicho: no es pertinente predicar la existencia de “poder” si no existe alguien que lo reconozca como tal: antes, durante o después de que se hayan efectivizado las consecuencias de la asimetría que le es intrínseca94. Por ejemplo, las capacidades potencialmente existentes en alguna forma de vida aún no conocida, no son tales en relación con los humanos; al menos, hasta que, de algún modo, ellas se hagan presentes en sus vidas. Del mismo modo, recurriendo a un ejemplo más cercano a nuestra experiencia, la capacidad destructiva de un arma no constituye poder (no es reconocido como tal y por ende no existe) para quien está dispuesto a morir, con el beneficio de no haber aceptado la imposición (como ocurre con lo héroes en todas las culturas). En todo caso, si alguien mata a otro que no accede a inclinarse frente a la amenaza de muerte, el que podrá hablar de ‘poder” es un observador externo; pero eso no significa que el “héroe” haya aceptado incluirse en la relación de poder tal como la planteó su adversario. Para que haya poder debe haber reconocimiento, por las partes intervinientes en la relación, del valor del rasgos que han sido incluidos en la fluencia de la relación. Como se sabe, en cualquiera de las interacciones humanas, los modos en que se expresan las relaciones de poder pueden tener caracteres muy variados; pero nunca se dan si, no existen, al menos, dos partes en relación. Afirmación de la que se derivan otras dos: 1) Que no hay relaciones de poder entre entidades que participan de sistemas diferentes95 ; y, 2) Que no hay relaciones de poder si no hay respuesta; pues la falta de respuesta indicaría que no hay otra identidad que esté incluida en el sistema que se está estudiando (quizá porque, en un momento anterior, una de las identidades haya destruido a la otra; o porque esta otra abandonó el sistema en el que esas relaciones se entablaban). Así, el efecto del poder de una de las partes será perceptible en la respuesta de la otra. Ahora bien, una cosa es dar nombre a una relación (como relación de poder) y otra es caracterizar el modo en que esas relaciones se ejercen. Ya que la caracterización de esos modos no refieren a la relación misma sino: 1) a qué es lo que está en juego y 2) al cómo se produce ese juego. Así, al considerar “qué es lo que está en juego”, nos obligamos a pensar en las relaciones de complementación y/o conflicto (relativas a cierta capacidad o rasgo), a las que antes se hiciera alusión. Mientras que, al pensar “el cómo se produce el juego”, habremos de referirnos a los recursos utilizados, o utilizables, por cada una de las partes de la relación de poder; y en sus consecuencias. Así pues, es vano agotar la descripción de las relaciones sociales afirmando que son relaciones de poder; pues decir esto no permite ninguna distinción conceptualmente importante para la caracterización de un sistema. En cambio, es sustancialmente importante saber “qué es lo que está en juego” y “cómo se produce ese juego” (al que damos el nombre de relaciones de poder). Preguntas que, para lograr respuesta, obligan a inquirir sobre cuáles son los “recursos que se ponen en juego en dicha relación”; pues de ellos dependerá su futuro.

94 Le es intrínseca pues para que pueda efectivizarse como capacidad para hacer algo (en una relación) es necesario que ese algo no exista, no esté hecho. 95 Aunque esto último debería resultar obvio, vale la pena reafirmarlo, dada la necesidad de abandonar todo substancialismo.

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RECURSOS DE PODER En ese contexto, entenderé que “recursos de poder” son todas aquellas propiedades96 o rasgos de las identidades, pensadas desde su capacidad para producir fluencias entre identidades; en el interior del sistema, en el que ellas particpan y conforman En este sentido, el recurso es cualquier rasgo de una identidad, en tanto que ésta lo incluya en una relación produciendo alguna fluencia (cuya único resultado no necesariamente es, como veremos luego, el dominio o la subordinación, tal como normalmente se piensa). De allí que, referirnos a dichos recursos, permite, al mismo tiempo: 1) la caracterización de las identidades y 2) la caracterización de las posibles fluencias (influencias o confluencias) que se producen o pueden producirse entre ellas. Para ejemplificar algunas posibilidades, presentaré algunos ejemplos usuales. Una identidad, al relacionarse con otra, de la que requiere algo, puede recurrir a alguno de sus rasgos, de los que hace uso como prenda de intercambio, para hacer posible la relación, y eventual incorporación de aquello que requiere. Como es posible notar, la utilización de esos recursos, corresponde al tipo de fluencias que ocurren con más frecuencia, dando lugar a relaciones de complementación (que pueden ser de diferentes clases; aun cuando, en nuestras sociedades, la mayor parte de ellas las relacionamos con las relaciones comerciales, en las que el dinero es un equivalente universal; pero que también puede darse en relaciones de trueque, en las que, lo que se intercambian, son valores de uso, en sus más diversas especies). Pero, en el otro extremo, también puede que un rasgo de una identidad, sea deseado por otra, sin que medie la disposición o la posibilidad compartida de que se realice un intercambio. Entre otras posibilidades, porque la propietaria no quiere cederlo. En este último caso, si el deseo de la identidad aspirante se traduce en acción, la consecuencia es la agresión; conducta en la que, la identidad agresora, debe, a su vez, emplear recursos propios, que sean los suficientemente eficaces97 como para lograr la sesión, sin intercambio. Así, de lo dicho se desprende que, en una investigación, lo interesante no es concluir que las relaciones son relaciones de poder (cosa que es tan obvia como si dijésemos que son relaciones de comunicación). Por el contrario, si lo que se pretende es conocer lo peculiar del objeto, necesitamos avanzar hacia una caracterización de los recursos específicos, a los que cada una de las partes puede recurrir para producir fluencias, en sus relaciones con las otras. Retomando el tema desde las investigaciones sobre lo social, aquellos supuestos permiten pensar que la coparticipación en organizaciones98 más complejas (en las que es indispensable el reconocimiento mutuo) o la posible necesidad de crearlas (que puede deberse también a la presencia de otras relaciones conflictivas y la necesidad de construir alianzas defensivas), implica tendencias socializadoras aglutinantes, asentadas en la interdependencia de las necesidades y deseos. En tales situaciones, las identidades en presencia buscarán, cuando ello es posible, evitar el enfrentamiento; recurriendo a negociaciones y regulaciones, por intermedio de las cuales se asegure la coparticipación en una misma identidad (de orden superior, en el grado de complejidad; y en las que se puedan llegar a asegurar, en algunos casos, complementaciones placenteras o necesarias para el

El concepto propiedad es aquí particularmente pertinente siempre que recordemos dos de sus acepciones principales: 1) atributo o cualidad esencial de alguien o algo; 2) poseer algo y poder disponer de ello. Como ya lo señalara, Locke entendía propiedad en ese sentido; por lo que la propiedad económica no era “la propiedad” sino un rasgo de humanidad. 97 Eficacia que solo se demostrará si la acción emprendida logra éxito. 98 Crozier establece una distinción relativa entre “organizaciones” y “sistemas de acción”. La mayor diferencia radica en el grado de institucionalización formal de ese sistema de relaciones. Pero ambos comparten el carácter de sistemas de relaciones regladas (sea por leyes o reglamentos o por la mera costumbre, que se convierte en regla no escrita en un contexto en que su violación puede ser sancionada). En lo que va del libro he preferido el concepto sociabilidades, pero la distinción corresponde más a preferencias individuales que a diferencias de significado. 96

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logro de un fin; que, entre otros, puede ser el de reunir recursos con el propósito de triunfar en un eventual enfrentamiento con otras identidades o coaliciones). Búsquedas que se expresan en relaciones de simpatía, compromiso, amor, afinidad, alianzas (u otras tantas del mismo carácter) que permiten evitar los conflictos y/o unificar e intercambiar recursos, produciendo alguna clase de confluencia. Puestas las cosas en esos términos, se podría afirmar (situándonos en un elevado nivel de abstracción), que una cierta identidad (en este caso, una sociabilidad) es el efecto, más o menos azaroso (debido a que se producen confluencias de secuencias diferentes, que en general no presuponen un plan) 99, de la interacción entre ciertas condiciones100 que, de algún modo, crean cierta capacidad auto-organizadora101; produciendo un sistema en el que sus reglas, hacen posible que las interacciones y los cambios no sean catastróficos. Dicho lo cual es bueno volver a recordar que, aun cuando estemos en presencia de identidades momentáneamente estables; su reproducción no es automática y sin variaciones. Muy por el contrario, la estabilización es el producto de un juego complicado y/o complejo, en el que, al menos, es necesario tener en cuenta dos factores: 1. Dados sus límites para prever todas las alternativas de un sistema complejo, las regulaciones que permiten su estabilidad no impiden irregularidades (acciones no previstas por la norma, o sobre las que la normativa no tiene efectos, por alguna razón) y 2. La dinámica de la diferenciación de sus unidades produce conflictos y negociaciones que introducen grados más o menos altos de contingencia en dicha reproducción. Pensadas las cosas de ese modo, el conflicto será tan inseparable de la idea de sistema complejo, como lo son las regulaciones. La razón es sencilla: la organización social, que se nutre de la diversidad -y a su vez la genera-, depende de lo que podemos denominar “fuerzas de cohesión” 102 ; y de que éstas predominen sobre las “fuerzas de disociación”103; lo que no siempre ocurre. Volveremos varias veces sobre este tema. Pero, por ahora, alcanza con indicar que esto se debe a múltiples razones (pero particularmente por la lógica misma de la constitución de las identidades), ya que en toda organización social siempre está latente un antagonismo; entre otras razones, debido a factores tales como: a) el rechazo sobre el modo en que están repartidos los bienes; b) las valoraciones relativas de un bien; c) las restricciones implicadas en ciertas normas; c) las diferentes interpretaciones de una misma norma; etc… Esas y otras razones pueden actualizarse, en cualquier momento, en la forma de: 1) manifestaciones de protesta, insurrecciones políticas, golpes de estado, revoluciones, movimientos sociales o, 2) otras formas de estructuración de actores (que se crean en la coyuntura o pueden aprovecharla; por haber trabajado durante largo tiempo para imponer sus ideas, deseos, necesidades o pulsiones, etc.) capaces de alterar el equilibrio relativo en el que se encontraban hasta entonces las relaciones entre las identidades anteriores. Actores que, en las nuevas condiciones, logran la oportunidad para introducir, en el sistema, factores hasta entonces reprimidos, neutros o desactivados, produciendo un cambio en el sistema. De ese modo se abre camino a la mutación;

Con gran acierto, Elias, N. (1975) insiste en esa falta de plan y, aun, la imposibilidad de concebir su existencia. Tal como las definiera anteriormente. 101 Sin poder ir demasiado lejos en el comentario, creo conveniente indicar que el tema de la “auto organizacion”, generalmente ligado a la teorización sobre sistemas complejos, solo tiene interés en el análisis de las relaciones sociales cuando se lo hace mediante la referencia a las relaciones de poder cuya tendencia sea la de permitir la complementación dentro de un sistema ordenado. 102 Las que permiten la resolución no catastrófica de los conflictos. 103 Dado el carácter perecedero que observamos en nosotros y en nuestro alrededor, no es incomprensible que sean muchos los sistemas explicativos (religiosos o no) que recurren a esta dicotomía, y a las relaciones entre sus extremos, para explicar lo que sucede (Dios y Demonio, Eros y Tánato, etc.). 99

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que puede evolucionar manteniendo una relativa continuidad con la anterior; o producir una nueva organización. En muchos de esos casos, las identidades, que son el efecto de tales mutaciones, al establecer sus relaciones con el medio ambiente, fracasan y perecen; debido a que en ese medio se despliegan los recursos de poder de otras identidades con capacidad para desorganizar o impedir la organización estable de la nueva identidad. En otros, ellas encuentran modos de “resolver”, más o menos exitosamente, los desafíos ambientales. Pero en cualquiera de las alternativas, la adaptación exitosa no debe verse como el puro efecto de una dirección racional, capaz de producir dicha adaptación –desde un centro con racionalidad privilegiada e información perfecta– sino, por el contrario, como el efecto de encuentros más o menos azarosos de racionalidades, que posiblemente no posean, o posean en mayor o menor grado, un dominio conciente y eficaz de las áreas de incerteza creadas por los conflictos104. Tipos de recursos y tipos de conflicto: Resumiendo lo dicho hasta ahora tenemos que: 1) Los procesos de institución de las identidades obligan a poner el acento en las diferencias (cada identidad es una diferencia) y 2) Esa necesidad estructural (que obliga a establecer formas de autoorganización) puede producir incompatibilidades conflictivas cuando, por alguna razón, una de las identidades (que a su vez pueden ser el efecto de una alianza entre distintas identidades) se propone la apropiación de alguno o de todos los rasgos que otra(s) de la(s) identidad(es) definen como propio(s)105, actual o potencialmente106. Lo que sigue siendo cierto aunque, al mismo tiempo, se pueda afirmar que esas pretensiones contrapuestas pueden dar origen a una negociación; mediante la que, en diferentes proporciones, las identidades confluyan en la complementariedad o en la anulación de las diferencias, mediante la constitución de una nueva identidad. En los hechos, ambas posibilidades (y sus variadísimas combinaciones) refieren a aquello que está en juego en las relaciones de “poder”107 (entendido como la capacidad que tiene una identidad de obrar, produciendo efectos sobre otra identidad, en el interior de un sistema de relaciones, en las que esas identidades se constituyen como tales). Por eso es que, en su momento, afirmase que el “poder” no alude solo a relaciones de subordinación y/o insubordinación108, sino al juego de fluencias recíprocas entre identidades que conforman una sociabilidad o un sistema social complejo. Dicho de otro modo, poder es “poder hacer”; y, por ende, su efecto puede ser construir o destruir, subordinar o liberar, etc. Ahora bien, como un concepto que incluye todo no tiene verdadera capacidad analítica, la conclusión del análisis precedente es, como adelantara, la siguiente. En el análisis de los sistemas, lo que importa no es poner énfasis en que dichas relaciones son relaciones de poder, sino en concentrar la atención sobre cuáles son los recursos puestos en juego; ellos son los que permitirán caracterizar lo específico de cada

Si bien desde una teorización diferente, esa confluencia azarosa es también enfatizada por Elias, N, 1975. Aunque en ciertos casos, sea el observador el único que la posible constitución de una identidad como tal requería la apropiación exclusiva de cierto rasgo o serie de rasgos. 106 Como se dijo en el Primer tomo, las identidades están conformadas por sociabilidades pasadas (por su recuerdo y reconstrucción narrativa y el capital simbólico que ellas producen), las sociabilidades presentes (y por ende los espacios, recursos y derechos que se definen como propios) y las sociabilidades futuras (aquellas en las que se pretende participar, mediante la ocupación de espacios, recursos y derechos propios). 107 Siempre y cuando se establezcan previamente, claro está, ciertas aclaraciones en la dirección intentada en los párrafos anteriores, debido tanto a la polisemia de este significante como a su importancia en la caracterización de las relaciones en sociedad. 108 Que es el tipo de relaciones a las que más frecuentemente alude el concepto “poder”. 104 105

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relación109. Conclusión que permite incorporar dos elementos: el primero, referido a una tipificación de “los recursos” (entre otras posibles) y el otro, a una tipificación de “los conflictos”. Tema que, si bien anteriormente fuera abordado en el curso de la exposición, vale sintetizarlo en sus principales rasgos. Tipo de recursos: Al definir “recurso” como “cualquier propiedad de una identidad que ésta puede utilizar para entablar una fluencia”, puede notarse que la amplitud y diversidad de esos recursos potenciales, es muy grande110. Esto muchas veces ha sido subestimado en la investigación social; reduciendo dichos recursos a un número muy limitado; y, por otra parte, principalmente ligados a relaciones de dominio/subordinación. Relaciones que, si bien son importantes, ni son claras en sus delimitaciones, ni son las únicas que nos pueden interesar. Tal como viéramos en el capítulo anterior, siempre nos encontramos con identidades y relaciones que se formaron a partir de otras que las preexistían. Esto hace que, normalmente, las identidades conocen las propiedades que las otras pueden utilizar como recurso (entre otras razones, por compartir cierto universo simbólico común; y, con él, ciertos hábitos y costumbres111). Ese conocimiento permite distinguir un primer tipo de recursos, al que denominaré “típicos”; ya que forman parte de los usuales y legítimos en las fluencias del sistema. Aunque ninguno de ellos es invariable; dado que ellos, también están incluidos en sistemas en los que se intersectan distintas sociabilidades. Recursos típicos: Entre esos recursos típicos podemos incluir todos aquellos que Bourdieu denominara “capital social”, “capital económico” y “capital cultural”. Estas agrupaciones taxonómicas son útiles para agrupar tales recursos típicos. Aunque es de advertir sobre los riesgos que corre una utilización demasiado mecánica de tales conceptos. El primero de ellos es el de limitar la mirada investigadora a esos recursos puede distraerla del descubrimiento de otros, que actúen solos o en combinación específica con los anteriores. El segundo es el de pensarlos como propiedades que se acumulan y valen en sí mismas, fuera de las relaciones en las que otras identidades requieran de esos recursos dándoles valor; impidiéndose así, el investigador, examinar, adecuadamente, las fluencias que mantienen al sistema en permanente reestructuración112. Recursos atípicos113: Sin embargo, existe otro tipo de recursos, que los actores hacen intervenir en forma inesperada (dados los usos y costumbres de las sociabilidades en las que efectúan sus operaciones) pero pertinente (dado que efectivamente pueden incluirse en el sistema, produciendo cambios). De hecho, en gran parte de aquellos conflictos que terminaron con resultados imprevistos (dado que, la desigual distribución de recursos típicos, podía hacer esperable otro resultado), puede identificarse la puesta 109 La ya casi inútil distinción entre “política” “economía” e “ideología”, debería dar paso a distinciones tendientes a la caracterización de tales recursos y los modos en que ellos interactúan en el curso de un proceso. 110 Por poner solo un ejemplo muy simple, la propia invalidez física puede constituirse en recurso; del mismo modo que lo puede lograr la belleza, la fuerza, el dinero, etc. 111 Lo que, por otra parte, también ocurre con los investigadores que conocen mínimamente su objeto; conocimiento que, en este caso, puede traicionarlos; impidiéndoles prestar atención a la puesta en juego de recursos no típicos; cuya importancia será objeto de análisis en el próximo apartado. 112 Creo que ese es el principal error cometido por la autora de una magnifico estudio de caso sobre una comunidad marginal cordobeza, cuya autoría corresponde a Gutiérrez, A. (2004) 113 Tiempo después de haber escrito los párrafos siguientes, Claudio Uriarte, (Página/12; 18-03-04), introdujo la siguiente cita que es muy sugestiva al respecto: “… en una alocución ante el Colegio de Oficiales Alemanes, el mismo Von Moltke declaró: “He observado, caballeros, que en una guerra, por lo general, el enemigo tiene sólo tres caminos abiertos a su disposición, y él, invariablemente, elige el cuarto”. Desde el punto de vista de las representaciones sociales, esto puede comprenderse mejor. Esa aparente paradoja se explica porque la construcción de los datos son diferentes en ambos bandos.

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en juego de capacidades que anteriormente no habían sido incluidas en el sistema de acción; produciendo sorpresas muchas veces favorables a aquellos que las ponen en juego, en la medida en que ese recurso no fue previsto por la otra parte. Tales recursos pueden denominarse “atípicos“, debido a que, normalmente, no son utilizados ni considerados por los participantes de los sistemas de acción o sociabilidades en los que en cierto momento una de las identidades los convierte en tales. Ahora bien, puede ocurrir que, por experiencia previas realizadas en otros sistemas, el investigador conozca dichos recursos, pese a que ello no ocurra con los integrantes de las sociabilidades que está estudiando. En ese caso, la investigación le será menos difícil y más fácil las predicciones. Pero si ello no ocurre, el interés que suscita la puesta en juego de dichos recursos proviene del hecho de ser ellos, los que podrían completar una explicación que no parecía completa. Aunque, obviamente, dada esa característica de “novedad” o “atipicidad”, el investigador solo podrá captar tales recursos únicamente a posteriori114; lo que pone nuevamente en claro los límites de la predicción en ciencias humanas (las posibilidades de previsión se incrementan en sistemas normalizados y por ende estables, lo que hace que sus leyes sean conocidas)115. Recursos potenciales, no activados: Dado que cada identidad forma parte de diversas redes, en las que únicamente se activan (y pueden normalmente activarse legítimamente) algunos de sus rasgos, en determinadas situaciones (provocadas por cambios en el interior del sistema o por cambios en su medio ambiente) tales recursos pueden ser activados en sistemas a los que normalmente, no pertenecen. Tenerlos en cuenta puede evitarnos el caer en la sorpresa sin salida de encontrar recursos puestos en acción de los que no adivinamos el origen, pues ricamente nos hemos concentrado en uno o algunos de los sistemas en los que se delimitan las identidades, relaciones y emergentes que nos interesan. Primer esbozo gráfico de un eventual sistema complejo: Si tenemos en cuenta lo discutido hasta el momento, un esquema más completo que el presentado anteriormente, como eventual representación de un sistema complejo, podría ser el presentado en la página siguiente. En el mismo encontramos las mismas secuencias concurrentes que en el anterior. Pero, al hacer un análisis más detallado de cada una de las identidades y sus secuencias, se pueden identificar, de modo más específico, dos tipos de relaciones: 1) las que entablan las identidades como unidades diferenciadas dentro de un sistema de fluencias que es propio de una identidad de segundo grado, en un determinado período (representados, ambos, por el marco global en el que aparecen representadas las partes de dicho sistema); 2) las fluencias que pueden producirse entre elementos “interiores” de una de las identidades de segundo grado: a) con elementos de otras identidades (formando un subsistema cuyo efecto debe ser averiguado) y/o b) con otra identidad en algún momento, o, dicho de otro modo, en alguno de sus estados, mediante un “juego propio”, pero 114 Para hacer explícitos algunos de los ejemplos que en este momento se me ocurren podría indicar que la Revolución cubana fue posible por la integración en el sistema de formas de acción y capacidades antes no incluidas en las relaciones entre Cuba y los Estados unidos (ni entre Batista y sus opositores); mientras que los movimientos que quisieron imitar el ejemplo cubano pusieron en juego capacidades ya conocidas y por ende previstas y bien neutralizadas por los Estados Unidos y sus aliados; otro tanto podría decirse de la novedad introducida por el Zapatismo en México. 115 Edward Luttwak, estratega norteamericano del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, dijo también algo de esto al graficar el concepto clausewitziano de “fricción” –que no significa, como la gente vulgarmente se imagina, el enfrentamiento entre los ejércitos opuestos– comparándolo con los contratiempos de tres familias que planean una excursión de picnic a una playa, pero que fracasan en llegar a la hora elegida porque un nene se descompone, un auto falla, una estación de servicio está cerrada y, como resultado, llegan al lugar de destino cuando está todo lleno, y no pueden encontrar ni una sombrilla libre. (en Claudio Uriarte, Página/12; 18-03-04),

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que podrá influir en el modo en que ese elemento intervenga en la identidad de pertenencia, influyéndola de algún modo. En el gráfico siguiente, que en su conjunto representa un sistema de tercer grado, se pretende exponer algunas de dichas posibilidades116. Por ejemplo, en el “RESULTADO” (producto de la sobredeterminación de las secuencias denominadas “Situac Inicial A (A0)” y la secuencia “SITUAC Inicial B (B)”) aparece una emergencia; que, se ubica en el inicio de un nuevo suceso. Ese suceso, combinado con otro suceso iniciado en una de las identidades que componen la “SITUAC C” produce “RES 1”. En el mismo sistema, pueden encontrarse otras interacciones. Dado que la figura no pretende representar a ningún sistema en concreto, su utilidad se reduce a mostrar posibles combinaciones de interrelaciones. El propósito es mostrar que, concebir una identidad como un sistema de relaciones, nos permite estudiar el modo en que cada una de ellas, como totalidad, interactúa con otras o, estar preparados para examinar procesos en los cuales una de las identidades que forman parte de una identidad mayor (una persona en una organización, por ejemplo) puede iniciar o incluirse en un suceso con otras identidades; produciendo efectos dentro del sistema al que pertenece originariamente y, eventualmente, en el nuevo sistema con el que entra en relación. Que ese tipo de relaciones ocurra, conduce a desarrollos sistémicos diferentes según las repercusiones que tenga esa inclusión sobre su posición relativa respecto a las otras identidades que conforman la identidad de segundo grado a la que pertenece. Para aclarar el razonamiento mediante un ejemplo muy simple, otorga al investigador la posibilidad de entender cómo es que se produjeron ciertas fluencias; y, conociendo el contenido de esas acciones, determinar si son, o no, parte de un esfuerzo por establecer alianzas que fortalezcan la posición de una de las identidades de primer grado en el interior de las relaciones que se establecen como parte de la identidad de segundo grado (la organización a la que hiciera referencia). Posibilidad en la que no está exenta la eventualidad de que la acción detectada forme parte de un tipo de fluencia que convierte a la actuación de cierta identidad de primer grado en una especie de Caballo de Troya, mediante la que otra identidad de segundo grado (por ejemplo, otra organización que utiliza recursos para ganarse la adhesión de un miembro de la organización sobre la que pretende influenciar) habrá de intervenir (o intentará hacerlo) sobre la identidad a la que, el personaje en cuestión, pertenece originariamente.

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En el tercer tomo haremos referencia a ejemplos concretos de este tipo de interacciones y del uso de este tipo de 99

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Si bien no está referido a ningún proceso concreto (ejemplos concretos serán presentados en el tercer tomo) lo que la figura pretende mostrar es la posibilidad de diferenciar diversas formas de relación entre identidades en diversos estados de sus temporalidades y formas de relación entre componentes de esas identidades con otros elementos de otras identidades, o con otras identidades. Por último, hay propiedades que no son plenamente utilizables por una identidad (aprovechándolas para establecer fluencias con otras identidades); aunque si lo son para otra identidad, dada su situación en otros sistemas de los que forma parte. En este caso se da un tipo de intercambio muy singular, en el que la primera identidad cede dicha propiedad que no le es útil, a cambio de otra, que si aprecia o de las que si puede valerse117. Dadas esas diversas combinaciones de relaciones, el analista siempre deberá estar atento a las peculiaridades del objeto estudiado; lo que conduce a una conclusión que será retomada en el último capítulo: a los sistemas complejos solo se los estudia en su peculiaridad, mediante “estudios de caso”; y los universales empíricos o leyes sobre los que la epistemología tradicional situó tantas esperanzas; habrán de participar en esos estudios, pero no mediante deducciones de lo general a lo particular, sino como experiencia acumulada que puede utilizarse en los estudios de casos siempre que existan analogías que la hagan heurísticamente fértil . Tipo de conflictos:

Ese tipo de relación atrajo mi atención en el período en que habité en Puerto Rico y creo que contribuye a explicar el modo en que se ha concretado la relación colonial hasta el presente (ver Saltalamacchia, 1994).

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Apoyado en esas proposiciones, pueden establecerse las siguientes distinciones en relación con las formas en que se producen las fluencias entre identidades, que por supuesto son simplemente extremos de una gradiente. 1. Cuando los efectos son positivos (o percibidos como tales) para ambas identidades, estamos ante relaciones de complementación. En éstas, la capacidad de una de las partes es recibida y representada por la otra como algo necesario para la constitución de la propia identidad (y, en esa medida, beneficiosa); percepción y relación en la que normalmente lo recibido es retribuido por reconocimiento (la manifestación de deuda y promesa de retribución) o por la concesión de otro bien (que para serlo debe ser reconocido como tal por el receptor). Formas, todas ellas, mediante las que cada parte se incluye en la relación y ésta puede llegar a renovarse118. En tales casos, en la relación podrían detectarse una serie de conflictos; pero en ningún caso situaciones en las que se llegue a un enfrentamiento catastrófico. Conflictos que habitualmente se resuelven mediante una serie más o menos prolongada de interacciones (a las que podemos denominar “negociaciones”) 119 que hagan posible relaciones de complementación o coexistencia; en que las partes asuman que las capacidades que pueden incluirse en la relación, y sus efectos recíprocos, pueden ser equilibrados sin que medie el enfrentamiento catastrófico120. Por el contrario, cuando ello no ocurre, estamos ante relaciones de dominio o destrucción; en la que una de las identidades se apropia de una o más propiedades de la otra, sin que ésta reciba nada a cambio; lo que, de todos modos, reestructura a las identidades en presencia (no solo de la identidad que sufre el despojo, sino también de la identidad que incorpora las capacidades usurpadas) y por ende, a la propia relación. En estas situaciones suelen producirse enfrentamientos catastróficos; que puede anteceder o sustituir a negociaciones en las que no se llegó a acuerdos. Cuando se da ese tipo de conflicto, se produce una alteración radical de las identidades que formaban parte del sistema de acción; que de ese modo pasan a convertirse en otras, diferentes a las preexistentes; y, por supuesto, al generarse dicha situación, inevitablemente se produce una alteración cualitativamente importante del sistema de interacciones previo. Por eso es que, lo que hace singular al conflicto catastrófico y lo distingue de aquel que no merece ese adjetivo, es que el otro tipo de conflictos produce innovaciones que no llegan a constituirse en base para la desaparición de las identidades preexistentes121 mientras que en este último las capacidades relativas se ponen en juego en el interior de un sistema de acción en la que cada parte recibe y produce una acción sobre la otra identidad, hasta que una de las partes resulta vencida. En cuyo caso, la última: 1) desaparece como identidad relativamente autónoma (en tal situación no habrá negociaciones pues no habrá contraparte para realizarla) o 2) es subordinada (caso en el que la negociación establece cuáles son los rasgos de los que el vencedor se apropia y cuáles no).

Es interesante recordar en relación a esta cuestión de los intercambios el análisis de Lévi Strauss sobre las relaciones de parentesco y la prohibición del incesto. 119 Más allá de que este término tenga tantas connotaciones puramente económicas me valgo de él pues denota más rápidamente lo que tengo en mente. 120 Proyectos diferentes, que juegan sus propios recursos de poder, para resolver en uno u otro sentido uno o varios sucesos o secuencias de sucesos y condiciones. Sobre conflicto, revoluciones y movimientos sociales la bibliografía es demasiado amplia como para hacer referencias a ella en este libro. 121 Aquí también vale, como ya se ha dicho, el que todo es del color del cristal con que se mira. Tal como no hay cuerpo vivo que no se renueve totalmente en forma continua en cada una de sus células, tampoco eso ocurre en otros aspectos de la vida. La identidad es una posición, un estado, en un sistema de relaciones; y su existencia es predicada, sea por el observador o por las propias identidades que participan del sistema. 118

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Como forma de conjugar lo anteriormente dicho con otras perspectivas teóricas existentes, se puede relacionar lo recién expresado en relación a los sistemas complejos con el concepto de “campo”, tal como fue utilizado por Bourdieu. Según mi interpretación de este autor, aquel concepto refiere a la constitución de un sistema complejo y autoorganizado de relaciones en el que éstas son reguladas normativamente (derecho positivo, costumbres y valores) 122; y en el interior del cual se pueden detectar relaciones de negociación, alianzas y conflicto123; en los que cada parte pone en juego respectivos “capitales”; clasificación útil, que asimilo semánticamente lo que anteriormente denominara “recurso de poder”; y que puede ser útil solo a condición de saber que en los grupos que analicemos, esos capitales: 1) solo son tales cuando forman parte de un sistema y por ende son reconocidos por otros como recursos; 2) pueden estar tan entrelazados que sea difícil distinguirlos; 3) no nos impidan estar atentos a formas innovadoras de utilizar propiedades como recursos. Como se sabe, entre esos capitales, el autor destacó el capital “económico”, el “social”, el “simbólico” y el “cultural”124; a los que creo necesario incorporar el capital “bélico”, referido al poder de quien tiene un recurso, utilizable como arma, con la que se puede infligir un daño físico, incluso la muerte, sobre su oponente. Siendo una limitación de esa teoría el no haber incorporado la violencia física como recurso, dado lo usual de su utilización. De todos modos, más allá de estas observaciones, uno de los méritos de la teorización de Bourdieu frente a la de los teóricos de las representaciones sociales (que desde otro punto de vista han avanzado mucho más en la inquisición sobre el modo en que se generan y reproducen) es el haber incluido tanto el carácter relacional como el de la importancia de las relaciones de poder y de conflicto. Así es que, reafirmando lo anteriormente expuesto sobre el carácter relacional de las estructuras complejas, Bourdieu afirma que: Pensar en términos de campo significa pensar en términos de relaciones. El modo de pensamiento relacional (más que el estructuralista, el cual resulta muy limitado), es, como lo señalara Cassirer, la marca distintiva de la ciencia moderna (…) Agregando luego que: (...) En términos analíticos, un campo puede definirse como una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones125. Estas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones, por su situación (situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital) –cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas que están en juego dentro del campo- y, de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, homología, etc).126 En todos los casos, siendo una relación que implica al menos dos identidades, el poder es una interacción; y por ende, como ya se indicara: 1) implica contrapoderes y 2) se ejerce en el interior de ciertas normas insti-

Refiriéndose al “campo intelectual” Bourdieu sostiene que cada campo se organiza en torno a un sistema de presupuestos constitutivos, una dóxa (que en los términos expuestos por mi, sería el equivalente a una norma), cuya aceptación esta implícitamente reconocida por el hecho de pertenecer a ese campo. De este modo, una de las propiedades de los campos es la de delimitar lo pensable y lo impensable, de modo que delimita aquello que se “da por sentado” y sobre lo que no se discute (como por ejemplo la existencia misma del campo). A partir del establecimiento de la dóxa, los participantes del campo luchan entre si, y con referencia a la doxa, produciendo como recurso la inclusión de ciertos integrantes en la clase descalificada (o “bien calificada por los que aspiran redefinir las relaciones de poder en un campo) de “heterodoxos” (Bourdieu: 1984). 123 Sobre sistemas en los que se han debilitado esas regulaciones normativas ver Isuani (1995) y Nino (1992). 124 Bourdieu lo sabe, es siempre indispensable revisar las influencias mutuas entre esos “capitales” para no fetichizarlos; por ejemplo, el capital económico es también capital simbólico en la medida en que refiera a riquezas reconocidas como tales en un sistema de interacciones. 125 Este concepto de campo es análogo, en muchos de sus aspectos, al concepto “sistemas de acción” utilizado por Crozier y Friedberg (1990). 126 Como podrá notarse, siempre estamos en el borde del redescubrimiento de conceptualizaciones anteriores (por ejemplo las del estructural funcionalismo) y de su superación o reinscripción en conceptualizaciones que intenten no solo describir sistemas estables. 122

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tuidas (que regulan el ejercicio legítimo del poder, incluyendo en esa legitimidad el tipo de recursos que pueden o no ser utilizados por las partes para influenciar a las restantes y mantener unificada a la propia fuerza), aun cuando la relación misma puede implicar la reestructuración, la utilización o la ignorancia de esas normas (como sucede en las guerras o conflictos semejantes) 127. Como lo indiqué al referirme a la creación de voluntades colectivas según el análisis hecho por Gramsci (y como veremos nuevamente; cuando, en el tomo tercero, trate sobre el análisis de discursos) la construcción de identidades es un proceso activo en el que los organizadores y dirigentes producen espacios de pertenencia y oposición apoyados en recursos tales como: 1) un cierto diagnóstico, mediante el que se identifican acontecimientos, situaciones y experiencias caracterizadas como “problemáticas”, al tiempo que se hacen responsables a ciertos grupos o individuos por su ocurrencia; 2) un cierto pronóstico, mediante el que proclaman las soluciones que el grupo debe alcanzar y las formas en que esas soluciones pueden ser alcanzadas; 3) un conjunto de razones por las que la lucha debe darse y que tienden a producir la fusión del grupo en pro de esas soluciones128. Este mismo esquema analítico, con las convenientes adaptaciones, podría aplicarse a casi todas las situaciones conflictivas e incluso a aquellas en las que la acción tiende a la negociación, como forma de mantener o crear identidades complejas en las que las partes han o habrán de coparticipar; sobre todo porque, en la constitución de esas identidades o en los proyectos de constitución de las mismas, siempre hay un “otro” externo que provee de las razones para la negociación, unión o reunión. Más allá de lo cual es importante enfatizar en que es únicamente en el análisis concreto de estos sistemas, que se puede llegar a la determinación de: 1) cuáles son las identidades, 2) cuáles las “apuestas” y 3) cuáles recursos que pueden ser movilizados por las partes, 4) cuáles han sido efectivamente movilizados y 5) cuáles han sido los resultados y emergentes de esas relaciones.

CO MP LE J ID AD Y E NFO QUE S T R ANS D IS CIP LIN AR I OS Luego de recorrer estos dos primeros capítulos es posible que algunos lectores se hayan visto sorprendidos por referencias provenientes de disciplinas distintas; y el solo explorar el tema de la complejidad, aun en el modo simplificado en que intenté hacerlo, puede llevar al lector a una conclusión correcta. Si bien las disciplinas son indispensables ya que nadie podría abarcar el conocimiento de todas las propiedades de lo social, el objeto de investigación siempre incluye aspectos que son propios de otras disciplinas. Por lo que, de un modo u otro, enfrentar seriamente un objeto nos obligará a realizar cruces con otras disciplinas. Lo que, en el mejor de los casos, nos llevaría a pensar que una condición que habrá de mejorar notablemente cualquier esfuerzo sería la de incluir la transdiciplinariedad en la formación del propio equipo de investigación. Ahora bien, proponer la necesidad de avanzar en un tratamiento transdisciplinario no significa lanzar un grito que anuncie una nueva y definitiva época ni un nuevo escalón en algún progreso de la humanidad hacia metas que en verdad desconocemos. Más bien se trata de enunciar la necesidad de rectificar, por un tiempo, Lo sorprendente en muchas de las teorizaciones sobre los sistemas políticos es la renuencia a incorporar el poder de las armas en el desempeño de los mismos; teorizaciones que si bien se apartan de las concepciones Weberianas sobre la organización, no por eso dejan de pensar el uso de la violencia como recurso efectivamente monopolizado por un estado que responde a los intereses generales y, por ende, refiriéndose al ejercicio particularístico de la violencia como un caso desviado, que se da en países en los que son frecuentes los golpes de estado. 128 Esto en una investigación sobre organizaciones conduciría a preguntas sobre sus estructuras de liderazgo: a) estabilidad y b) modos de influencia; etc. 127

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la dirección de la marcha del pensamiento científico contemporáneo, con el propósito de aprovechar los logros del pensamiento disciplinario y especializado, despojándolo, en lo posible, de las alarmantes miopías que lo acompañaron. Para ello se requiere retomar el aprendizaje del trabajo transdisciplinario; que no se concreta, sobra decirlo, mediante una receta sobre “como constituir equipos multi disciplinarios” sino aceptar la necesidad de ir construyendo un tipo de enfoque y un modo de actuar que permita la superación de los obstáculos provenientes de todo encuentro entre “extranjeros”; lo que, como se sabe, requiere de permanentes aprendizajes. Contra la posibilidad de cualquier enfoque transdisciplinario, se suele alegar que un saber de ese tipo (que caracterizara, por ejemplo, a Leonardo da Vinci) ya es imposible, por la inmensa acumulación de conocimientos que hoy existen, distribuidos en diversas y muy sofisticadas disciplinas. Pero, ¿en qué se está pensando al concebir esas afirmaciones, que han pasado a formar parte del sentido común?, ¿Acaso se está sugiriendo que Leonardo lo sabía todo, porque entonces los saberes estaban menos diferenciados? Efectivamente creo que ese es el supuesto. Sin embargo, apenas examinada la argumentación cae sin pena ni gloria. Para ello basta con recordar aquella frase atribuida a un sabio de la antigua Grecia en la que éste afirmaba la certeza de su ignorancia. No creo que quepa duda que Platón y Sócrates han influido en nuestra cultura mucho más que Leonardo. Tampoco creo que quepa dudas que el universo entonces conocido era geográficamente más reducido que el de aquellos que vivieron durante el Renacimiento. Y sin embargo, la confesión sobre la imposibilidad de abarcar el conjunto de lo real mediante el pensamiento ya había sido declamado ¿Qué es, entonces, lo que tiene de peculiar Leonardo? Si bien estoy a una distancia inmensa de ser un experto en la materia, no creo equivocarme al decir que Leonardo podría haber hecho la misma afirmación que se le atribuye a Sócrates. ¿De qué otra forma hubiese podido asimilar los efectos de los reiterados fracasos en sus experimentos más audaces?, ¿qué era lo que demoraba (de modo injustificado para sus contemporáneos) la terminación de sus obras?, ¿y qué lo que impedía que muchas de ellas alguna vez terminaran? Sin duda su ignorancia, o dicho de modo menos confuso, la limitación de sus conocimientos. ¿Qué es entonces lo que nos extraña y admira de ese hombre del Renacimiento? ¿Qué es lo (aparentemente) irrepetible? Supongo que existe solo una respuesta: su disciplina no era unidisciplinaria. Trabajaba con orden y hasta la extenuación. Pero aunque vendía no era mercader, ni mecánico aunque hiciese maquinarias, ni exclusivamente pintor aunque pintase, ni escultor, ni médico, ni astrónomo, ni filósofo; aunque de esas y otras prácticas y saberes encontremos en cada una de sus obras jirones admirables; que permitieron endilgarle a sus creaciones un carácter pionero, sobre objetos que luego dieron lugar a muchas de las especialidades en las que se han ido fragmentando los conocimientos humanos129. Si no era un “sabelotodo” pero en todo se metía, lo que lo diferenciaba de otros no radica en la cantidad de sus competencias (más allá de su innegable inteligencia y aplicación al estudio). La diferencia radicaba en su método. Lejos de proponerse cultivar un saber sobre una disciplina específica (pintura, filosofía, medicina, etc.), su curiosidad y deseos de construir lo conducían a fijar su atención sobre un objeto y desde él buscaba todos los conocimientos que le pudiesen aportar algo para introducirse en sus secretos. Siguiendo ese ejemplo, podemos afirmar que es desde el objeto que emergen las necesidades que dirigen nuestra

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Y, desde allí, construyendo discursos e ignorancias disciplinadamente disciplinarias.

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atención a las conquistas de diversas disciplinas y, por ende, nos obligan a sumergirnos en ellas con el apoyo de quienes se han especializado en sus códigos. Así pues, proclamar la necesidad de la transdiciplinariedad no supone afirmar que las disciplinas sean inútiles. Los problemas comienzan a aparecer cuando lo que es necesariamente un modelo parcial (producto del enfoque específico de la disciplina) se pretende autosuficiente. Es entonces que los economistas crean modelos sobre sociedades inexistentes de individuos que solo se moverían de acuerdo a ciertas leyes del mercado; o los politicólogos ven solo ciudadanos o procesos electorales; y los psicoanalistas solo inconciente, etc. Cuando ello ocurre los especialistas producen monstruosidades que si son aplicadas como practicas terapéuticas, o políticas, o como programas o proyectos destinados a cierto fin social, conducen a desastres como los que ocurrieron en la Argentina con la aplicación de los programas de los años noventa (época en el que el saber de dichos economistas parecía tan indiscutible, como implacablemente certeras las leyes económicas en las que basaban sus recomendaciones y prácticas). Es en esas ocasiones cuando se pone límpidamente de manifiesto la necesidad de la transdiciplinariedad. Con una advertencia. Lo transdisciplinario solo se logra mediante el trabajo coordinado de miembros de disciplinas diferentes. No hay un ser humano transdisciplinario, sino un producto transdisciplinario que es el emergente del trabajo multidisciplinario. Son los equipos y no las personas los que pueden encarnar, al menos en parte, lo transdisciplinario130. Y si bien todos los miembros del equipo verán enriquecidas sus respectivas capacidades, y en gran parte problematizados con nuevas luces sus propios objetos disciplinarios, el resultado principal del trabajo transdisciplinario no podrá ser encontrado en los participantes del equipo131 sino en sus productos. Así pues, retomando conceptos ya tratados, los efectos del trabajo interdisciplinario deben ser pensados como el emergente de las relaciones entabladas en un equipo multidisciplinario cuya manifestación aparecerá solo (o al menos principalmente) en el producto y no en los productores.

Lo que desde ya no es una tarea sencilla. En todo momento, la complejidad del juego provendrá de una doble tensión: 1) nosotros trataremos de que el experto nos hable de un objeto que muy posiblemente para él no exista o tenga rasgos muy diferentes; por lo que el experto deberá tener la suficiente paciencia para forzar sus hábitos y entrar en nuestro universo; 2) nosotros debemos forzarnos para: a) entender su lenguaje y su punto de vista disciplinario y b) no solo escuchar lo que nos dice sino, en muchos casos, explorar aspectos de su conocimiento que mientras que para su disciplina no son relevantes o son demasiado obvios como para explicitarlos, para nosotros pueden ser fundamentales. 131 Lo que no quiere decir que de ese trabajo los productores no salgan con nuevos conocimientos. Sino esquivar la utopía de un ser que encarne la transdisciplinariedad. 130

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CAPÍTULO 3

L A C O N S T R U C C I Ó N D E L D AT O

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Capítulo 3: LA CONSTRUCCIÓN DEL DATO

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IND ICE INDICE.........................................................................................................................111 INTRODUCCIÓN.........................................................................................................113 FILOSOFÍA, INTUICIÓN Y OBJETIVIDAD ................................................................114 LOS LÍMITES DE LA OBJETIVIDAD.........................................................................124 CAPTACIÓN SENSORIAL Y OBJETIVIDAD ...................................................................................................124 CONOCIMIENTO ANTERIOR Y OBJETIVIDAD ...........................................................................................132 INTERSUBJETIVIDAD y OBJETIVIDAD ..........................................................................................................140 TÉCNICAS DE VALIDACIÓN E INTERSUBJETIVIDAD...............................................................................143

DIVERSIDAD Y CREACIÓN.......................................................................................147 LA POTENCIALIDAD HEURÍSTICA DE LA DIVERSIDAD .........................................................................147 CONCEPTOS, NEGATIVIDAD Y CREACIÓN..................................................................................................149 CONFLICTO E INCONMENSURABILIDAD ....................................................................................................153 PROYECTO Y CREACIÓN ...................................................................................................................................156

BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................159

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INT R O DU C CI ÓN En varias corrientes epistemológicas y metodológicas, la discusión sobre el investigador (y su forma de existencia durante su trabajo) fue reducida a la crítica de los sesgos que el investigador podía introducir en su trabajo, por obra y gracia de un contrabando indeseable de sus valores o por una inadecuada utilización de sus herramientas lógicas en la articulación de su pensamiento. Con el reinado de la epistemología comprendida como control lógico del conocimiento, la sociología del conocimiento, la psicología y todas las otras formas de encarar el conocimiento de la sociedad fueron desalojadas del pensamiento metodológico. De allí que el papel adjudicado a la metodología se redujo a pensar las formas de llevar a cabo una investigación, atribuyéndole a esa tarea un carácter principalmente técnico; y por ende, los cursos de métodos y técnicas pocas veces logran diferenciar, en forma efectiva, uno y otro concepto. En contra de esa tendencia, en este texto parto de la convicción de que existe una estrecha relación entre las teorías de la sociedad (tomada en el sentido más amplio posible) y la metodología y técnicas de investigación abordadas. De allí que el primer capítulo fuese dedicado a la organización de ciertos conocimientos y suposiciones bien fundadas sobre el sujeto; teoría que servirá no solo para comprender a los productores de las fuentes, con las que se relacionará el investigador, sino al propio investigador en cuanto a sus límites y posibilidades. El desarrollo de la argumentación presentada en este capítulo se asienta en esa misma presunción. En esa medida, los razonamientos esbozados en el primer capítulo serán retomados a lo largo del libro según lo requiera cada uno de los temas. Tal como lo iré exponiendo, el investigador organiza su objeto, produce sus preguntas, conjeturas y demás artefactos desde un mundo complejo de representaciones cuyo fundamento son las sociabilidades en que vive o ha vivido (y que desde entonces lo habitan); y lo mismo ocurre con los sujetos que conforman su objeto de investigación. Desde esa perspectiva, la investigación debe ser pensada como el momento en que se encuentran las representaciones sociales del investigador (que incluyen diferentes aspectos de su ser en sociedad) con las representaciones de los sujetos que son incluidos en su trabajo de investigación. Por lo que, ser concientes de esas determinaciones permite al investigador: 1) estar atento a las determinaciones que pone en acto en el proceso de investigación y 2) ser conciente de las determinaciones de los sujetos que ha de convertir en “fuentes de datos” para su trabajo. Para ello retomaré las reflexiones hechas en el capítulo primero desde el punto de vista de la relación cognitiva, focalizando en la participación de los sentidos y del conocimiento anterior en la producción de los datos y en el desarrollo de la investigación. Pocos difieren respecto a que la investigación tiene como intermedio obligado el proceso de construcción de “datos”. Pero ese mismo acuerdo se desvanece cuando se trata de contestar preguntas como: ¿qué es un dato?, ¿qué relación existe entre el sujeto y el objeto en la construcción del dato?, ¿cómo se incorporan, en ese proceso, las sociabilidades constituyentes de los investigadores?, ¿cómo intervienen dichas sociabilidades en los mensajes de quienes son interrogados durante la investigación?, ¿qué relación puede establecerse entre los conceptos de “dato”, “objetividad” y “verdad”? Este capítulo se dedicará al estudio de tales asuntos. Como en todos los aspectos de la investigación social, la discusión sobre qué son los “datos” incluye posiciones teóricas muy variadas, pero divergentes sobre todo en dos aspectos básicos: 1) la participación de los 113

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sentidos y 2) la participación del conocimiento preexistente en su producción. Por eso es que, a pesar de lo aparentemente acotado del tema, esa discusión nos llevará mucho más allá de lo que comúnmente tratan los libros de metodología sobre el asunto. La tradición positivista, ha enfocado esas cuestiones desde una perspectiva limitada, la de la lógica y la filosofía del lenguaje1. En este texto, contrariamente a dicha tradición, el auxilio no será procurado únicamente en dichas disciplinas. Por el contrario, intentaré incorporar todos los elementos pertinentes que, desde las diferentes ciencias humanas, permiten comprender la actividad cognitiva. Esto me obliga a saltar por entre las espinas y flores de las especializaciones disciplinarias para obtener, de cada una de ellas, elementos que permitan comprender y problematizar la actividad cognitiva como una actividad compleja. El resultado será una mirada global sobre el sujeto cognoscente y sus tareas. El interés de esta mirada está, como adelantara, en que permite comprender la actividad cognitiva como una actividad social más. Actividad en la que el investigador es complejamente determinado por la sociedad en la que habita y por sus relaciones con su objeto. Al mismo tiempo, pensar las cosas de esta manera permite, como ya insinuara, otra ventaja. En ciencias sociales, todos nuestros objetos tienen, de un modo u otro, relación con sujetos que organizan sus actividades desde ciertas nociones y creencias. Por esa razón, estudiar la actividad del investigador permite dos resultados: 1) aportar elementos para la comprensión de su actividad y 2) aportar elementos que el investigador deberá tener en cuenta cuando trata con los objetos de su investigación; ya que si el investigador parte de ciertos conocimientos para obtener otros, lo mismo ocurre con los productores de sus fuentes (entrevistados, observados, autores de un documento, etc.): sus datos son construidos con las lógicas y competencias lingüístico–culturales propias de determinadas sociabilidades2. De allí que echar un vistazo a ciertos elementos básicos de una teoría del conocimiento en sociedad sirva para: 1) efectuar una lectura crítica sobre los investigadores y sus productos y 2) permitir una mirada alerta sobre los datos, desde la perspectiva del investigador3. En el primer apartado comenzaré presentando una síntesis de algunas de las facetas del asunto que deberemos enfrentar, mediante una breve historia de cómo ha sido planteada la cuestión en algunos momentos cruciales del pensamiento occidental, para luego desarrollar el tema de modo más específico.

FIL OS OF Í A, INT U IC IÓN Y O B JE T IV ID A D En el pensamiento occidental, las valoraciones sobre las posibilidades del conocimiento sensible variaron de manera significativa. Ya entre los pensadores griegos esa diferencia era notable. Platón sostenía –frente a la opinión de los sofistas— que la percepción sensible no proporciona conocimiento verdadero, ni siquiera de las cosas que nos rodean. Según el autor de los Diálogos, el conocimiento es garantizado por ideas preexistentes al propio acto de intuir4. Aristóteles, en cambio, dándole a las sensaciones un papel mucho más activo

1 Con posterioridad a la escritura de este texto encontré en Rorty (1999) una discusión sumamente sugerente en relación a la tradición filosófica en torno a estos temas. Recomiendo fervientemente su lectura. 2 Este tema, que como es obvio, recorrerá todo el trabajo. 3 Por ello, en todo el proceso de la investigación, hay que pensar en la relación entre el investigador y sus fuentes será mucho más rico si pensamos esas múltiples determinaciones; y es también por eso que los asuntos que aquí se abordan serán un insumo constante en el desarrollo de todo el trabajo. De hecho, los capítulos siguientes retomarán las afirmaciones hechas en este capítulo y las desarrollarán para cada uno de los aspectos de la actividad investigativa. 4 Platón estaba persuadido de que el conocimiento debe ser certero e infalible. Pero también creía que el conocimiento debe tener como objeto aquello que es fijo, permanente e inmutable; lo real es aquello que posee esos rasgos y el concepto de real se opone entonces al de apariencias, que alude a lo que captan los sentidos del devenir del mundo físico. La concreción de lo real se da pues en el campo de las ideas. Una consecuencia de este planteamiento fue su rechazo del empirismo. Pensaba que los objetos de la experien-

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y útil en el proceso de conocimiento, consideraba que ellas constituyen el comienzo de todo conocimiento; aunque, al mismo tiempo, postulaba que, dadas esas sensaciones, la actividad de la inteligencia debe organizar todas las intuiciones sensibles mediante un proceso de conceptualización que las torne inteligibles. Esto es, retoma en este punto la valorización de los universales racionales por sobre las acumulaciones empíricamente construidas5. Dada esa confluencia, ninguno de los dos griegos constituyó al acto de percibir en un objeto de estudio específico y diferenciado al tratar sobre el proceso de conocimiento: el supuesto ingenuo fue que la intuición sensorial produce conocimiento y la intuición racional (la razón es expresión de nuestra coparticipación en el Logos) permite abstraer, de aquellos, lo que es universal. Tampoco entre los pensadores que actuaron durante la llamada Edad Media se produjeron importantes disquisiciones novedosas respecto a esta cuestión. Desde el punto de vista cristiano, una tradición que Ferrater Mora (1978) llamó platónico-agustiniana, tomó posición –frente a aquellas divergencias existentes entre Platón y Aristóteles— en una línea más cercana al pensamiento platónico: los seguidores de Agustín postulaban la existencia de una estrecha conexión entre el alma y la percepción. Según ellos, las sensaciones son provocadas por las cosas externas, pero son percibidas recién cuando pueden ser organizadas en el movimiento de nuestra alma, por lo que no tienen una verdadera existencia mientras se las entienda como independientes de ésta. Por el contrario, aquélla tradición de pensamiento que Ferrater Mora agrupó bajo el nombre de “aristotélico-tomista”, atribuía a las sensaciones un carácter bien diferenciado y activo, ya que constituían el primer eslabón de la cadena cognitiva. Según esta postura, todo conocimiento es inicialmente producido por la acti-

cia son los fenómenos cambiantes del mundo físico y que las proposiciones derivadas de la experiencia tienen, a lo sumo, un grado de probabilidad inductiva. Por lo tanto los objetos de la experiencia no son los objetos dignos del conocimiento racional. En La República, su discusión versa sobre dos niveles del saber. Las declaraciones o afirmaciones sobre el mundo físico o visible, incluyendo las observaciones y proposiciones de la ciencia, son sólo opinión; algunas de estas opiniones están bien fundamentadas y otras no, pero ninguna de ellas cuenta como conocimiento verdadero. El punto más alto del saber es el que se desprende de la razón en vez de hacerlo de la experiencia. La razón, utilizada de la forma debida, conduce a ideas que son ciertas y los objetos de esas ideas racionales son los universales verdaderos: las formas eternas o sustancias que constituyen el mundo real. El mito de la caverna, por su parte, describe a personas encadenadas en la parte más profunda de una caverna. Atados de cara a la pared, su visión está limitada y por lo tanto no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve es la pared de la caverna sobre la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que pasan delante de una gran hoguera resplandeciente. Uno de los individuos huye y sale a la luz del día. Con la ayuda del sol, esta persona ve por primera vez el mundo real y regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto hasta ese momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en el exterior si quieren liberarse de sus ataduras. El mundo de sombras de la caverna simboliza, para Platón, el mundo físico de las apariencias. Como quizá sea evidente, si vale la pena introducir un resumen de la postura de Platón al respecto es por su permanente vigencia en el pensamiento occidental posterior. Su resistencia a aceptar lo perecedero de lo humano y el intento de huir hacia delante, postulando que la razón permite relacionarse con lo que no tiene termino ni imperfección. La ignorancia de lo empírico es también una forzada ignorancia de lo corporal y, por ende, de lo que decae, se enferma y muere. Esto debe ser recordado al retomar la cuestión del cuerpo y sus lenguajes en el tercer tomo del libro. 5 Para Aristóteles, el mundo estaba compuesto por individuos (sustancias) que se presentaban en tipos naturales fijos (especies). Cada individuo cuenta con un patrón innato específico de desarrollo y tiende en su crecimiento hacia la debida autorrealización como ejemplo de su clase. El crecimiento, la finalidad y la dirección son, pues, aspectos innatos a la naturaleza. La ciencia estudia los tipos generales, éstos, según Aristóteles, encuentran su existencia en individuos específicos. La ciencia y la filosofía deben, por consiguiente, no limitarse a escoger entre opciones de una u otra naturaleza, sino equilibrar las afirmaciones del empirismo (observación y experiencia sensorial) y el formalismo (deducción racional). Pero es esta última la que produce el conocimiento que tiende a la perfección, cuya metáfora es Dios. En su Metafísica, Aristóteles postuló la existencia de un ser divino, al que se describe como “Primer Motor”, responsable de la unidad y significación de la naturaleza es también el arquetipo hacia el que todos tendemos: en su calidad de ser perfecto, Dios es el ejemplo al que aspiran todos los seres del mundo. Es de recordar, no obstante, que en Aristóteles la idea del “Primer Motor” o Dios no pretende fundar una religión que tenga las características de las religiones, tal como ese concepto las representa normalmente. En todo caso es una religión de los filósofos; ya que Aristóteles limitó su teología a lo que él creía que la ciencia necesita y puede establecer. Pero si interesa recordar esto en este libro es porque en esa propuesta reaparece, por otro camino, la necesidad (tan recurrente en el pensamiento humano) de ir más allá de lo perecedero como vía para ignorar lo insoportable de la muerte, o las decadencias de la vejez o de la enfermedad. Como Platón (y ambos importan por su influencia y por ser representantes de una necesidad y una forma de pensamiento que tenía y tiene una inmensa vigencia), Aristóteles recurre a una cierta concepción de lo que es la razón, no dándole al concepto el significado de “adecuación entre medios y fines” sino un significado en el que método y finalidad se identifican: lo racional es lo perfecto, lo eterno, lo que supera las imperfecciones de todo aquello que es perceptible y el método es racional en tanto permita llegar al conocimiento de esa perfección. 115

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vidad de los órganos sensoriales internos y externos; mientras que el intelecto, por su parte, trabaja con la materia producida por aquellas sensaciones, convirtiéndolas en categorías. Sin embargo, lo común a ambos grupos de filósofos y teólogos (como también ocurriera en los pensamientos de Platón y Aristóteles) era la indiscutida confianza sobre la adecuación espontánea entre sensación y realidad empírica. Esa espontánea adecuación hacía poco útil un análisis pormenorizado de la contribución de los sentidos en el proceso de conocimiento; indiferencia que, por otra parte, estaba también apoyada en la común resistencia a aceptar lo perecedero (propio de lo corporal) como objeto del conocimiento filosófico. Es indiscutible, sin embargo, que existen notables diferencias entre ambas tradiciones. En la línea platónico– agustiniana, los sentidos se deben subordinar a lo conceptual o espiritual; y la actividad de aquellos es incomprensible con independencia de la actividad del espíritu. Mientras que, en la tradición aristotélico–tomista, los sentidos ocupan un lugar diferenciado, elemental, en el proceso cognitivo; ya que la sensación era considerada el umbral del conocimiento. Pero, insisto, en ninguno de los dos casos se postulaba la necesidad de conocer la fisiología de la percepción para llegar a saber cómo actúan los sentidos en ese acto perceptivo. Esto tampoco fue superado por pioneros de la ciencia moderna como Galileo y Bacon (Oldroyd 1986). Para ambos, los sentidos son una fuente confiable (por ello indiscutida) del conocimiento; y esa costumbre se mantuvo prácticamente hasta este siglo. Pese a los avances de la biología, la psicología y de otras ciencias que tenían su jurisdicción intelectual sobre estas cuestiones, la tradición racionalista tendió, aún hasta hoy, a subestimar las transformaciones debidas a la estructura de nuestros aparatos sensoriales; por lo que es posible comprender las razones que condujeron al descuido sobre el papel de los aparatos sensoriales en las construcciones cognitivas. Por el contrario, el pensamiento empirista –que comentaré inmediatamente debido a su proximidad con lo que forma nuestra comprensión intuitiva (culturalmente cultivada) sobre el conocimiento— retomó el tema, prestando genuina atención a la función de las sensaciones en el conocimiento. En esa perspectiva empirista –cuyo asiento principal se produjo en Inglaterra— el más conocido de los filósofos que trató el tema fue John Locke (1987) Torciendo el bastón hacia el extremo opuesto al del innatismo, Locke postuló que la mente debería ser concebida como una página en blanco, sobre la que las sensaciones van imprimiendo su partitura; reconstruyendo así, a través del ejercicio sintetizante de la mente humana, la sinfonía universal. En relación con el tema de las sensaciones, en las vertientes empiristas del pensamiento occidental posteriores a Locke, pueden diferenciarse dos tendencias principales: una de ellas puede ser denominada "sensualista" –que sigue la dirección analítica del autor del Ensayo sobre el conocimiento humano (1987)— y la otra “gestáltica”; aunque ambas coincidían en que las sensaciones son el elemento sobre el que se puede fundar la verdad de las construcciones cognitivas. En las teorías más elementalistas de la relación entre sensación y conocimiento, se consideraba que la base de la percepción son las sensaciones provenientes de cada uno de los sentidos. Según esta perspectiva, ellas aparecen como los conductos mediante los que llegan a la mente cada una de las cualidades de las cosas por separado; formando las ideas más simples, desde las que la mente comienza la construcción cognitiva. Pero como ese conducto era natural y naturalmente neutro respecto a sus contenidos, tampoco se incluyó en ese esfuerzo, ni se percibía como necesaria, una teoría que se preocupase sobre las posibles alteraciones, tanto en la captación de la sensación como en su conversión en idea. Tales alteraciones eran discernidas, y se las consideraba frecuentes, recién en el proceso posterior de síntesis y elaboración, atribuida a la actividad racional. 116

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Locke (1987) –el padre del empirismo anglosajón— y más tarde, otros teóricos empiristas como Mach (1948), basaron, en ese supuesto, sus ideas sobre la construcción cognitiva. En esta teoría de la percepción, las ideas originales son provistas por los sentidos y posteriormente, con o sin base en ella, la mente produce otras ideas. Cada sensación es elemental –detecta un rasgo o elemento de la cosa— y es el pensamiento el que elabora esas sensaciones elementales, produciendo entidades complejas, que se traducen en conceptos, y otro tipo de generalizaciones e interrelaciones, que permiten la articulación de las diferentes proposiciones empíricas entre sí6. No obstante, para compartir la perspectiva empirista, no es indispensable considerar a las sensaciones como las productoras de una serie de átomos que habrán de ser compaginados por la mente. Mientras no se llegue a cuestionar la pureza objetiva de tales sensaciones, el supuesto atomista puede ser reemplazado suponiendo la existencia de sensaciones globales, y con todo permanecer en la tradición empirista. Carnap (1967)7 por ejemplo, continuó la tradición empirista en lo que respecta a la importancia y capacidad cognitiva concedida a las sensaciones; pero lo hizo negando el supuesto elementalista extremo y acercándose a lo que, en su época, enseñaban los gestalistas los pensó como organizaciones sensitivas. De allí que, en su libro The Logical Structure of the World, retomando el enfoque más holístico de estos últimos, postuló que los sentidos no nos proveen con una suma de sensaciones parciales, sino con sensaciones instantáneas totales; mediante las cuales, por la vía de una totalización intuitiva, el sujeto puede captar una determinada forma en su conjunto8. Como veremos, la idea propuesta por Carnap puede ser una buena descripción sobre ese momento de la captación del dato, a condición de no interpretar el proceso descrito como un proceso previo a toda conceptualización, sino como el efecto de una percepción conceptualmente organizada y habituada a cierta organización lógica de las sensaciones. Así, en el instante de la percepción, ponemos en juego una serie muy grande y variada de conocimientos (modos de conceptualizar, teorías o nociones sobre cómo son las cosas y modalidades de pensamiento)9 desde las cuales procedemos a clasificar lo observado recurriendo (entre otros instrumentos) al establecimiento de similitudes y diferencias, lo que permitiría identificar una “cualidad” como el efecto de la semi superposición de diferentes esferas. Más allá de su prejuicio empirista, que lo lleva a atribuir a la intuición lo que ya es trabajo del cerebro humano, lo que Carnap expone es el principio básico de toda clasificación simple: agrupar según ciertos criterios, dejando de lado aquellos rasgos de los objetos que no corresponden a los criterios clasificatorios que estamos utilizando. Por lo que, si entendemos esto como una actividad del sujeto, podremos aceptar que dicha clase es una reconstrucción cognitiva de lo real (obtenida por inducción) 10 y no lo real mismo.

Es conveniente aclarar que la crítica de Berkeley a Locke, que lo lleva a extremar su empirismo hasta negar toda posibilidad de conocer otra cosa que lo que los sentidos nos producen –esto es: pensar las cosa como manojos de sensaciones—, no lo aparta de la confianza en la pureza de las sensaciones. Lo lleva a sostener que no podemos hablar de otras cosas que de lo que las sensaciones nos brindan. Pero también para el famoso obispo, las sensaciones son pensadas con independencia de los conceptos. Pensadores como Hume y luego Mill y Russell siguieron ese modo de conceptuar las sensaciones (Oldroyd, 1986). 7 Uno de los fundadores del positivismo lógico. 8 De allí que lo que el observador pueda lograr, mediante su aparato sensible, la captación de las similitudes y las diferencias existentes entre los acontecimientos que conforman el flujo de la experiencia total; y que esos conjuntos de similitudes le permitan distinguir identidades básicas en el mundo empírico. 9 Parte de ese proceso será retomado, en el tercer tomo, al trabajar sobre la relación comunicativa, por lo que la imagen con la que ahora trabajaré es mucho más burda de lo que podría ser una vez incorporados aquellos elementos; valga en todo caso como primera aproximación de un acto en el que el investigador es concebido como receptor e intérprete de mensajes que es él mismo que los provoca al inquirir sobre su objeto. 10 Sobre el “Planteamiento lingüístico” de lo que es la inducción, en la que esta aparece como una representación social (más allá de que el autor no emplee ese término, que muy posiblemente le sea ajeno) ver Blank, M. (1984). Retornaré sobre el tema en el capítulo quinto de este tomo. 6

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Pero no es esta la interpretación del epistemólogo de marras. Para él, por el contrario, dadas esas sensaciones globales (que desde su origen son un sistema de relaciones) el razonamiento lógico se encarga de la formulación de generalizaciones teóricas11. Esto es, dada una primera agrupación –producida mediante los sentidos y expuesta fielmente en los “enunciados observacionales” 12— las posteriores agrupaciones conceptuales, generadas por la actividad del teórico, pueden continuar su camino ascendente, engendrando abstracciones cada vez más complejas, por medio de sucesivas reagrupaciones conceptuales. Por lo que, como podrá notarse, los “enunciados observacionales” –como ocurría con las ideas simples en el caso de Locke— son proposiciones que tienen la fuerza de lo real; funcionando como el gozne que articula la experiencia con la actividad teórica. De esa manera, lo que hace de Carnap un empirista es su fe en el carácter neutro de las sensaciones; creencia que lo conduce a postular que lo real está en los “enunciados observacionales”13. Del mismo modo que otros empiristas, dada la certidumbre en las sensaciones, el problema de la certeza de los juicios era atribuido a un método capaz de construir, sin alteraciones, un proceso que iba desde las proposiciones singulares hacia las proposiciones universales (y en el que se recurre a la inducción como vía para obtener generalizaciones empíricas) y de las universales a las particulares en el proceso de producción de aquellas hipótesis singulares que permitiesen dar cuenta de un evento o conjunto de eventos. Tampoco Hanz Reichenbach (1959) llegó a resultados demasiado diferentes en su fe sobre la posibilidad de construir el conocimiento a partir de la observación. Su idea fundamental era que: una proposición tiene significado si es posible determinar el grado en que su veracidad es probable. Dada esta introducción del concepto “probabilidad”, debemos reconocer en Reichenbach una prudencia mucho mayor que la demostrada por Carnap; pero no un cambio de posición al respecto del método. Lo que implicaba su idea de probabilidad era que lo real es eternamente más complejo que el conocimiento que tenemos de él; por lo que el conocimiento es siempre una aproximación y, al reflejar sólo parcialmente la realidad a la que pretende referirse, puede ocurrir que no acierte. Esto es un mérito14. Pero en esa afirmación probabilística también había una profunda convicción empirista, ya que esa prudencia no llevó a que Reichenbach pusiese en cuestión el grado de intervención selectiva con la que el sujeto participa en el proceso perceptivo. No problematizada esa participación, el conocimiento puede ser comprendido como un transcurso de simple y llana construcción inductiva empirista; en el que lo importante es la frecuencia con que se reconoce, mediante la observación, la convergencia de ciertos rasgos o acontecimientos de lo real. Si nada interfiere en la pureza de esa inducción, el conocimiento sensible es considerado conocimiento probablemente verdadero y las proposiciones primarias son consideradas un reflejo –verdadero, aún cuando pu-

11 Contando con la ventaja de que, en dichas similitudes captadas por los sentidos, se podía encontrar, en forma larvada, la posible conexión entre pensamiento lógico y experiencia sensible. 12 Para una interesante discusión sobre este concepto ver: Von Glasersfeld, (1994b). 13 Posiblemente, además de su necesidad de creer en la dureza de los datos científicos, hubo dos aspectos de la teorización de este adalid del empirismo lógico que le impidieron reconocer todos los problemas que dejaba sin resolver al despachar tan rápidamente la cuestión de las sensaciones. Por un lado, la importancia concedida a esa intuición y por el otro, la atracción que le producía el reconocimiento de esa inmediata relación entre las formas en que se organiza la percepción y la manera en que luego actúa el pensamiento lógico. Ambos postulados parecen haber tenido tal fuerza que hicieron aparecer la cuestión de la percepción de lo real como algo no problemático, impidiendo que se plantease la pregunta sobre el grado de adecuación que puede esperarse entre el producto de la percepción y realidad percibida. 14 Y, desde cierta perspectiva, pese a que la óptica metodológica sea otra, constituye una línea de pensamiento que también será sostenida en este trabajo.

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diese ser parcial— de lo real15. En esa medida, ni el conocimiento anterior ni la organización de los aparatos perceptivos influye en esas sensaciones, ni para bien ni para mal. En cambio, de lo que están convencidos él y todos los representantes del empirismo y del positivismo lógico, es que tanto la organización conceptual de dicho conocimiento como los valores del investigador, pueden intervenir en el posterior proceso de conceptualización; de allí la postulada necesidad de una estricta vigilancia lógica sobre la articulación inferencial y, sobre todo, de la justeza del vocabulario utilizado como de los procesos deductivos puestos en juego. En síntesis, tanto para el empirismo tradicional como para el positivismo y el empirismo lógico, el conocimiento comienza con un conjunto de sensaciones cuya pureza y fidelidad no se ponen en duda. En ese proceso perceptivo, los sentidos participan como conductos a través de los cuales se implantan, sin alteraciones que provengan de la estructura de esos conductos, las impresiones del mundo exterior. Esas sensaciones son luego traducidas en conceptos y proposiciones lógicas que actúan como protocolos de la experiencia. Dadas aquellas impresiones, los conceptos son puras construcciones lógicas que organizan las impresiones de los sentidos mediante un acto de ordenamiento, generalización y deducción. De esa forma, el dato es una construcción lógico conceptual en la que los instrumentos conceptuales no agregan nada a lo obtenido mediante la experiencia. Por el contrario, las categorías son puros continentes de las impresiones sensibles. La construcción racional se produce a posteriori, al establecer relaciones entre esas categorías. Para ser aceptadas como científicas, ellas deben respetar las reglas de un vocabulario no equívoco ni metafísico16 y las de una adecuada deducción. Como podrá suponerse, en ese contexto, la lógica es pensada como el despliegue de una premisa; mediante la cual se elaboran las intuiciones expuestas en los juicios “sintéticos”, producidos por la experiencia. Los únicos ruidos que pueden alterar la pureza de esa conversión son aquellos que provienen de la intervención del sujeto; quien, mientras no anule sus intereses, pasiones e imprecisiones lingüísticas, no podrá acercarse a su papel de elaborador racional de conceptos a partir de sensaciones. Para asegurar que eso no ocurra, la comunidad científica exige el cumplimiento de una serie de pruebas de confiabilidad y validez, comenzando por la exigencia de replicabilidad. Mediante ellas se pretendió cumplir con el rechazo a toda intervención del sujeto en el proceso de conocimiento; al menos, de toda aquella intervención que no fuese la de convertirse en el ejecutor de un ordenamiento conceptual asentado en estrictas interconexiones lógicas y en la estricta aplicación de los protocolos científicos. Rechazo que fue una de las consecuencias principales del nominalismo lógico del Círculo de Viena y de sus seguidores17. Con el éxito de esta escuela en la ciencia social occidental, esa objetividad –sin fallas, mientras se lograse la supresión de toda actividad subjetiva— fue el modelo de acción científica que el positivismo logró imprimir en el sentido común de los científicos de la segunda mitad del siglo pasado y que aún subsiste. La certeza en los llamados “enunciados observacionales” pasó a formar parte de lo que se considera indiscutible; y lo hizo

15 Es probable y no ciertamente verdadero pues la percepción no puede agotar la experiencia de los elementos incluidos en una afirmación que se pretenda universal, entre otras razones porque los elementos de una categoría universal incluyen aquellos que potencialmente estarán en ella pero que aún no existen para la percepción. Lo contrario sería darle a la categoría el privilegio de ser verdadera con independencia de cualquier manifestación perceptible; utopía platónica que resuelve el tema de los universales mediante un atajo metafísico; esto es imposible de siquiera ser imaginado por los seres humanos; ya que aquello que no hemos experimentado de alguna manera no puede constituirse en imágenes en nuestra mente. De lo universal solo podemos tener una definición negativa: lo que no es particular; de lo infinito; lo que no es finito. Podemos experimentar lo particular y lo finito, pero no sus antónimos. 16 Sin referentes empíricos. 17 Retomaré el tema en el capítulo tercero, poniendo en cuestión tanto el modo de conceptualizar como el modo de construir las generalizaciones en la tradición nomológico deductiva.

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con tal fuerza que muchos epistemólogos, aún cuando podían atisbar las limitaciones de esta versión sobre el conocimiento humano, no llegaron a abandonarla18. Se confundió así la crítica al idealismo con la creencia en que, una vez afirmada la existencia de algo que es exterior al conocimiento –esto es: lo real—, ello necesariamente implicaba que el conocimiento es positivamente capaz de dar cuenta de las cualidades de ese mundo externo. El descuido en que se mantuvo la investigación sobre los procesos perceptivos –y la despreocupación por conocer las investigaciones que psicólogos y antropólogos realizaban sobre el tema— facilitó esa confianza y permitió que el descubrimiento fuese pensado como un proceso inductivo (o un proceso en el que la inducción ocupa un papel importante) en cuyo comienzo está lo real. Esto es, los enunciados observacionales, que ponen esa realidad en palabras19, son datos objetivos en un sentido preciso: reflejan la realidad exterior sin deformaciones20. Estos serán el tema sobre el que reflexionaré en este capítulo. Pero antes de evaluar esas consecuencias de la perspectiva empirista y de todas las otras que comparten la idea de una percepción sensible no problemática, vale la pena apreciar, un poco más profundamente, en qué medida es inevitable aceptar la idea de una sensibilidad que cobra las características de una mediación inocua respecto al producto cognitivo. Según Von Glasersfeld (1994 y 1994a) 21 : Los escépticos sostenían que lo que llegamos a conocer pasa por nuestro sistema sensorial y nuestro sistema conceptual y nos brinda un cuadro o imagen; pero cuando queremos saber si ese cuadro o imagen es correcto, si es una imagen verdadera de un mundo externo, quedamos completamente trabados, ya que cada vez que contemplamos el mundo externo lo que vemos es visto, de nuevo, a través de nuestro sistema sensorial y de nuestro sistema conceptual (1994: 118). Esa afirmación no pone en cuestión la mayor o menor capacidad de los sentidos para transmitir fielmente los rasgos de lo real, pero hace dudar sobre la posibilidad misma de poner esto en discusión. No pudiendo evadir esta aporía, la certeza en que la verdad de un argumento puede ser probada mediante la referencia a los sentidos fue discutida en la tradición occidental también desde sus comienzos filosóficos22. De hecho, el escepticismo tuvo su origen en Grecia, con la filosofía de Pirrón (nacido hacia el siglo IV antes de J. C.), quién, junto a otros escépticos de su época, redujeron a sistema la duda absoluta como introducción necesaria para la ética. Esto se basaba en que Pirrón entendió que ninguna razón hace preferir un conocimiento a otro, porque una cosa no es más verdadera que la otra; ya que los sentidos sólo revelan apariencias; y por ende la moral se funda sólo en los hábitos y en las costumbres. Protágoras, por su parte, indicó que el medio para evitar el error no consiste en afirmar ni negar, sino en llegar a acuerdos entre las personas sobre lo que se re-

18 El caso de Hume es paradigmático. Empirista consecuente, no logró sin embargo abandonar la métrica racionalista para juzgar los contenidos de verdad de las proposiciones. Desde esa métrica, toda inducción era un instrumento pobre; y si mediante ella no contaba con la certeza que prevé la demostración silogística, el escepticismo era la consecuencia necesaria de la aporía frente a la que se situó. 19 En el capítulo quinto retornaré al tema de la inducción, replanteando los modos de entenderla, una vez aceptado que siempre se comienza con un bagaje de conocimientos diversos que habrán de organizar nuestra percepción, por lo que la inducción no puede ser considerada como una forma de llenar una página en blanco. 20 El rechazo que los deduccionistas hicieron de esta postura no implicaba desconocer aquellos postulados sino, simplemente, considerar que la inducción es inadecuada para producir por sí misma universales verdaderos; esto es, para fundamentar la veracidad de las conclusiones del razonamiento. 21 Von Glaserfeld es uno de los pioneros de lo que modernamente se conoce como “construccionismo radical”; no es este el construccionismo del que tomé las sugerencias que me permitieron las investigaciones y reflexiones expresadas en este capítulo. En todo caso, lo aquí afirmado se asemeja mucho más a las investigaciones del “construccionismo social”. Entre otros: Banett Pearce, 1994. 22 Esto imponía entonces que, la aparentemente única puerta para huir de la incerteza, fuese la de postular alguna forma totalmente desligada de la interferencia de los sentidos. Este fue el papel del Logos o de cualquier otra forma de la Divinidad que ocupase su lugar.

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conoce como justo, bello o verdadero; pues la verdad tienen forma humana y no existen criterios para dirimir la validez de los argumentos. Por eso es que Von Glasersfeld puede afirmar que, ya en los comienzos de la civilización occidental, el optimismo aristotélico –que resultara luego ampliamente dominante durante gran parte de la historia de nuestra civilización— fue contrastado por posturas que no lo eran tanto23. Y aunque minoritaria, esa contrastación se mantuvo, (tanto en el razonamiento de algunos pensadores como en el sentido común) y hasta llego a anidar en la inspiración poética, dando lugar, por ejemplo, a aquellos versos de Campoamor24 en los que el poeta dice: “Que en este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / Todo es según el color / del cristal con que se mira”. En el comienzo de la modernidad, primero las percepciones del Obispo de Berkeley (Luce y Jessop, 1957) y, luego, sobre todo las kantianas, renovaron la convicción de que el conocimiento es creación subjetiva. Para Kant (1967), “lo dado” debe ser apropiado por las formas puras de la intuición y de la inteligencia; y es sólo mediante esa apropiación que “lo dado” puede convertirse en conocimiento; por lo que la adecuación entre el entendimiento y la cosa no es ni automática ni pura, sino que se encontrará mediada por esas formas a priori; formas indispensables pues los contenidos sensibles no podrían ser convertidos en conocimiento si no existiesen coordenadas subjetivas (esto es, ciertas formas básicas de organización de esos contenidos) que ordenen tanto el flujo de las sensaciones como el flujo del pensamiento. Según el filósofo de Königsberg, en el campo de lo sensible, esas coordenadas son el espacio y el tiempo; y en el territorio del pensamiento esas coordenadas radican en las categorías y los juicios a priori. Por lo que, para que el conocimiento sea posible, se debe contar con dos conjuntos de formas “puras” (puras, en tanto no surgidas de la experiencia). Por un lado, el espacio y el tiempo, como formas puras de la sensibilidad; y por otro, las formas puras de la inteligencia; que son de cuatro tipos: 1) cuantitativas (unidad, multiplicidad, totalidad), 2) cualitativas (realidad, negación, limitación), 3) de relación (sustancia–accidente; causa–efecto; reciprocidad) y 4) de modalidad (posibilidad–imposibilidad; existencia–no existencia; necesidad–no necesidad); y por los juicios a priori, que son también de cuatro tipos: 1) de cantidad (universal, particular, singular); 2) de cualidad (afirmativo, negativo, infinito); 3) de relación (categórico, hipotético, disyuntivo) y 4) de modalidad (problemático, asertórico y apodíctico). Ninguna de esas categorías y ninguna de esas formas del juicio son rasgos del objeto que se pretende conocer; por el contrario, ellas son sólo instrumentos subjetivos, sin los cuales dicho conocimiento sería imposible. No hay pues homogeneidad entre el universo de lo real y el del conocimiento. Cuando los objetos del mundo real son representados, nunca lo son en su forma pura; pues las intuiciones fueron organizadas mediante los instrumentos a priori que hicieron posible ese conocimiento. Siguiendo ese camino, la participación del sujeto se convierte en constitutiva del acto de conocimiento. Por consiguiente, más allá de ese conocimiento subjetivo, el objeto –la cosa en sí— es un misterio para siempre indescifrable; por lo que la prueba de la adecuación entre el dato –lo que somos capaces de organizar cognitivamente— y lo dado –la cosa en sí— nunca llegará a ser totalmente certera. Al haber naturalizado las categorías del pensamiento, Kant lograba superar el escepticismo reincorporando, por otra vía, la certeza de las intuiciones. Mediante ese y otros aportes, la tradición kantiana mantuvo su vi23 El escepticismo continuó en Grecia durante todo el período post-aristotélico hasta el advenimiento del neoplatonismo y de las primeras escuelas cristianas. El Renacimiento, imitando las escuelas de Grecia, produjo el renacer un escepticismo más bien literario social, con Montaigne, Charrón y E. Sánchez, entre otros; y más tarde, quizá Hume y Kant puedan ser considerados, desde cierta perspectiva, como los representantes más caracterizados de la crítica escéptica sobre el valor de la razón; mientras que en el siglo XX el escepticismo intelectual se manifiesta especialmente en el pragmatismo. 24 Campoamor y Campoosorio, Ramón de (1817-1901), poeta español nacido en Navia (Asturias).

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gencia durante todo el siglo pasado. Entre otros, Nietzsche retomó y amplió, en este siglo, una semejante conceptualización del conocimiento (Stack, 1987 y Marcus, 1994). Por su parte, el constructivismo radical, llevando algunas de las posiciones empiristas a su extremo, rechazó que el conocimiento pudiese ser pensable como una pura búsqueda y clasificación de “información” y que la razón fuese tribunal suficiente en la validación25. Según Von Glasersfeld (1994) que fue uno de los primeros cultores del constructivismo, el concepto “información”, tan utilizado en la práctica de la investigación, está suponiendo la existencia de un circuito en el que se produce alguna comunicación entre el sujeto humano y el mundo externo a ese sujeto. Sin embargo, dice el mismo autor, el sujeto no tiene ninguna comunicación posible con el mundo exterior. La comunicación es un proceso en el que receptor y transmisor comparten el código que permite que la interacción sea significativa, pero eso no ocurre en nuestra relación con el mundo exterior, ya que: …las señales que recibimos de nuestros sensores y que, según la concepción tradicional, provienen del mundo externo, ¿cómo pueden ser decodificadas? No sabemos quién las codificó en ese hipotético mundo externo, ni qué es lo que codificó; no conocemos, siquiera, el código. Lo único que podemos hacer es contemplar las señales desde adentro; vale decir, desde el lado del receptor. Para Von Glasersfeld (1994), entonces, el conocimiento se reduce a lo sentido por el individuo y convertido por él en conocimiento. Ergo, no hay confirmación o verificación posible; ya que, para lograr esa confirmación, sería necesario repetir el mismo proceso de organización intelectual de las sensaciones, sin que el sujeto llegue a salir nunca de esas sensaciones y sumergirse en el hipotético mundo externo, reproduciendo el proceso con el propósito de confirmar lo que las sensaciones produjeron. Eso impide plantear la cuestión de la verdad como correspondencia entre “el dicho” y “el hecho”. Lo único posible es ver la medida en que el organismo entiende que su conocimiento le permite actuar de una manera adecuada, para utilizarlo y aplicarlo sin vacilaciones. El conocimiento sobrevive, como en la lucha por la existencia, si es capaz de demostrarse apto; o, lo que es lo mismo, si es útil. Al respecto, Von Glasersfeld dice que: Los organismos, por ejemplo, son viables si se las ingenian para sobrevivir a pesar de las constricciones que el medio les impone a su vida y su reproducción… el conocimiento no nos brinda una representación de un mundo independiente sino, más bien, un mapa de lo que puede hacerse en el ambiente en el que uno tuvo experiencias. La cognición es una actividad adaptativa y el conocimiento que sobrevive es el que mejor hace posible esa adaptación: su utilidad y no su verdad, es lo que permite que el conocimiento sea legítimo. La sugerencia es atractiva y se presenta como totalmente opuesta a la esbozada en la tradición positivista. A diferencia de la necesaria expulsión del sujeto que postulaba el positivismo, el constructivismo muestra la imposibilidad de substraer al sujeto de la actividad cognitiva. Como podrá notarse, una de las consecuencias de esa propuesta es una consideración que ubica en un papel muy central a la metodología. Pues al investigar se debe incluir al menos tres nuevas preguntas: ¿cómo participa el sujeto en el conocimiento?, ¿qué relación puede establecerse entre esa participación y nuestra capacidad de conocer lo real?, ¿qué relación existe entre los conocimientos acumulados y el nuevo conocimiento? Tales preguntas conducen a estudiar el proceso que el individuo cognoscente pone en práctica en el momento de conocer; y lo hacen desde, al menos, dos puntos de vista: 1) desde la perspectiva de cada uno de los individuos que investigan y, 2) desde la perspectiva de la participación o influencia de lo social en esa actividad.

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Sobre el constructivismo se puede leer, entre otros, Watzalawick & Krieg, (1994).

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Puesta en términos de investigación, esa participación haría que, en ciencias sociales, la experimentación no fuese solo, ni fundamentalmente, patrimonio del trabajo de los investigadores, sino de quienes ejecutan acciones guiadas en cierto conocimiento, tesis que ya fuese sostenida por Carlos Marx (1845) en sus famosas Tesis sobre Feuerbach. Sintetizando lo esbozado hasta ahora de forma tal que podamos introducirnos en el próximo apartado. El dato26 –lo dado– es un concepto que, en la filosofía occidental, normalmente indica un fin, un término, una causa final: es el fin y la causa del conocimiento. Causa que generalmente se reconoce como existiendo en el exterior del sujeto que conoce. Pero en la tradición epistemológica hegemónica en nuestra cultura, esa exterioridad no es entendida ni como permanente ni como absoluta y tampoco como el efecto de nuestras limitaciones cognitivas. Extensamente compartida por los integrantes de la cultura occidental, se puede encontrar la creencia (muy profundamente arraigada en la historia moderna y aún antes) en que existe identidad entre la razón humana y La Razón entendida como Logos27. Basándose en esa creencia, se presume que siempre que los pensadores o científicos no violen ciertas normas (violaciones que son aludidas a imperfecciones individuales en la construcción cognitiva), esa causa externa puede ser el pedestal de una fiel representación cognitiva. Por lo que, en su forma moderna (sobre todo desde el siglo XVIII), lo que se dio en llamar “conocimiento objetivo” es aquel conocimiento que no es afectado por las imperfecciones del sujeto y que, por lo tanto, reproduce fielmente aquello a lo que se refiere: desde esa perspectiva y siempre que se consulten las reglas del método, lo dado puede ser incorporado cognitivamente en forma objetiva28. Para lo otro, lo restante, aquel decir que no fue sometido a las reglas del método, se reservaron los conceptos “creencia”, “opinión” y otros semejantes. Pero para controvertir a dichas conclusiones es indispensable llenar ese espacio vacío del que antes habláramos; pues, como ya se dijo, salvo en la tradición escéptica, la confianza en la transparencia de los sentidos se afirmó, de manera diversa, en las sucesivas interpretaciones de los filósofos griegos y mantuvo su predominio hasta llegar al mismo Popper. Fue esa confianza la que explica la no preocupación por emprender un análisis de la participación de los sentidos en el proceso cognitivo y sus efectos sobre la objetividad del conocimiento29. Y dada esa preocupación, el trabajo sobre la inducción (comenzando con Aristóteles y siguiendo con Bacon, Hooke, Locke, Herschel, Stuart Mill, hasta llegar a los positivistas o los empiristas lógicos como Mach, Duhem, Frege, Russell, todo el círculo de Viena y aún Popper) se inauguraba con una convicción: los sentidos proveen los datos con los que el intelecto produce sus complejas elaboraciones (Oldroyd, 1986). Así pues, como se dijera en la introducción, se confiase o no en su exactitud, en esta perspectiva los sentidos no merecieron estudio especial, ni cundió la preocupación por analizar lo que se estaba produciendo sobre el tema en otras ramas de las ciencias.

Para reconocer otras aristas del tema, consultar a Prada, R. (1987) En griego: 'discurso', 'razón', 'proporción'. En la filosofía clásica (Platón y sobre todo Aristóteles) alude a la idea de lo perfecto, lo que no muere ni decae; y en la filosofía y teología medievales, alude a la razón divina que actúa como principio ordenador del universo. Sobre esto ya pensamos anteriormente: el fundamento en que se apoya la supuesta identidad entre lo dado (en lo real) radica en el pretencioso y humano–céntrico modo de comprender nuestra existencia y su relación con el entorno; compartimos con Dios el rasgo de lo racional, pensado como acceso a lo perfecto por la vía del pensamiento. 28 Ese supuesto sobre la posibilidad de reproducir fielmente lo real, es el que puse en discusión en los apartados correspondientes de la primera parte del libro. En ellos se mostró la imposibilidad de concebir un proceso de conocimiento que no sea afectado por las estructuras y limitaciones perceptivas y conceptuales del individuo que conoce. Por lo que el conocimiento es siempre una forma de selección y reorganización de los estímulos provenientes de lo real. Desde mi punto de vista, esta presuposición no es la discutida por Searle (1997). No presupongo la inexistencia de una realidad externa y, por ende, de la posibilidad de interpretar afirmaciones como referidas a esa realidad. Lo que estoy suponiendo es que de ese real lo que tenemos es una representación, esas afirmaciones sobre lo exterior también son representaciones y toda representación tiene las limitaciones que estoy comentando. 29 Y luego se verá que otro tanto ocurre con el estudio sobre la participación del viejo conocimiento en la aparición de la novedad cognitiva. 26 27

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Para finalizar este apartado, es interesante resumir algunas de las características de esta concepción del conocimiento, que Mulkay (1994), denomina explicación contemplativa”; y de la cual dice: Esta explicación contemplativa, como se la puede llamar, reúne un número de nociones. Describe el conocimiento como el producto de individuos aislados. Y supone que los individuos tienen una participación mínima entre la realidad y su representación: la aprehenden pasivamente y, por así decirlo, la dejan hablar por sí misma; su percepción de ella es independiente de sus intereses, sus expectativas o su experiencia previa. De ahí que el conocimiento que produce sea esencialmente sólo una función de la realidad misma. Cualquier individuo que sea capaz de compararlo con la realidad puede verificarlo, dado que su propiedad de correspondencia con la realidad es enteramente independiente de la situación dentro de la cual fue producido (1994: 12). Dados esos antecedentes y su importancia para la investigación, es explicable que el tema sea tratado con especial atención. El título que sigue inaugurará ese tratamiento.

LOS L ÍM I T E S DE L A OB JE T I VI DA D Como se anunciara, esta parte será dedicada a explorar ese aspecto que quedase descuidado en la tradición antes comentada. Para hacerlo, distinguiré la exposición en dos partes. En la primera concentraremos la atención en la actividad de los sentidos y sus efectos en la objetividad de la percepción. En la segunda, el examen estará concentrado de la relación entre la percepción y el conocimiento previamente acumulado30; discutiendo, también desde este ángulo, la cuestión de la objetividad del conocimiento. Que la exposición haya sido encarada de esa manera no implica suponer que entre ambos aspectos exista una distinción absoluta; ya que, en verdad, conocemos mediante sentidos conceptualmente organizados. Pero distinguir analíticamente ambos aspectos nos permitirá adentrarnos en la complejidad de cada uno de ellos y luego sintetizar las conclusiones. Ahora bien, tal como la discusión ha sido planteada, ambos apartados podrían completar los objetivos buscados en este capítulo. Sin embargo, dado que la suposición de “transparencia” implicó la creencia en que, mediante diversos procedimientos se podía hacer confluir conocimiento y realidad, en lo que da en denominarse “conocimiento objetivo” este tema, que acompañara la exposición del proceso cognitivo a nivel individual, debe ser completado con la discusión sobre uno de los supuestos que en esos apartados no será afrontado: el de la vigilancia intersubjetiva como forma de llegar a la anhelada objetividad, superando las deficiencias individuales. Dada la importancia metodológica de ese supuesto, un tercer apartado será dedicado al tema, retomando conceptos adelantados en el capítulo primero, al tratar sobre las representaciones sociales. CAPTACIÓN SENSORIAL Y OBJETIVIDAD Es innegable que la distinción entre sensaciones y conceptos es sumamente difícil y, en muchas ocasiones, sumamente arbitraria. La distinción tiene propósitos principalmente didácticos. No obstante, no es totalmente arbitraria. Es posible encontrar aspectos de la actividad cognitiva que tengan más que ver con la sensibilidad y otros aspectos que se comprendan mejor desde la perspectiva de los efectos del conocimiento anterior 30 El conocimiento previo (Incluyo en este concepto las actitudes, prejuicios etc.) no es simplemente un umbral que deberá ser superado sino un elemento activo en todo el trabajo cognitivo. Y sobre ese conocimiento previo poco es el control que podemos tener – aunque aspiremos a controlarlo lo más posible— pues, a ciencia cierta, no tiene un comienzo. Dado que, en el extremo, abarca toda la producción de la humanidad (o al menos de una cierta cultura), hablar de comienzo es una indicación en gran medida arbitraria: el conocimiento comenzó hace mucho, nadie sabe cuando. Todos cargamos con ese conocimiento que se fue elaborando y del cual muchas, muchísimas veces utilizamos sin conocer su origen. Prefiero pensar en la muy escasa originalidad de todos los pensadores y, en cambio, poner el acento en la responsabilidad moral que asumen cuando dicen algo, por lo que, en adelante, en lugar de inicio del proceso cognitivo hablaré de relanzamiento.

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sobre el nuevo conocimiento31. Esa característica de nuestro objeto permite la distinción expositiva entre la contribución de las sensaciones y la de los conocimientos previamente existentes, en la producción de la percepción y, por ende, del dato. Pocos son los teóricos que han puesto en discusión que todo proceso perceptivo es una apertura hacia el mundo exterior, que se establece por la vía de los sentidos. La convicción de que captamos el mundo por medio de los sentidos (y que esa captación es objetiva y confiable) es inherente a nuestra actitud espontánea en la vida cotidiana. En este siglo, tanto la fenomenología como el interaccionismo simbólico y algunos marxismos que incorporaron la perspectiva gramsciana, por citar sólo las tradiciones principales del pensamiento contemporáneo que comparten este punto de vista, se han dedicado a destacar que, en la actitud natural (la que normalmente asumimos frente a las cosas), los seres humanos confiamos ampliamente en la evidencia de los sentidos32. Pero todas esas corrientes destacaron, a su vez, que esa es sólo una de las formas de existencia del acto de conocimiento. Como puede concluirse al efectuar un breve ejercicio analítico, el realismo de la actitud natural es comprensible: la vida cotidiana sería muy poco feliz si permanentemente dudásemos sobre la veracidad o adecuación de aquello que avizoramos. En relación a esta cuestión no pueden siquiera encontrarse diferencias entre los estudiosos sobre los fenómenos perceptivos y los legos en el asunto. Como testimonia Gaetano Kanizza (1986) Incluso el estudioso de la percepción, que ha elaborado teorías y modelos del progreso perceptivo mucho más complejos, se convierte en un realista ingenuo cuando, como abandonando sus análisis conceptuales, vuelve a considerar al mundo con intenciones prácticas, para manipularlo o moverse dentro de él. En este caso, también él está convencido de ver muchos objetos diferentes, porque en realidad hay muchos objetos diferentes; de verlos en cierta forma, porque tienen, físicamente, esa forma; de verlos a diferentes distancias, porque efectivamente están a diferentes distancias, y si los ve en movimiento está convencido de que eso sucede porque ciertamente están en movimiento. Es totalmente comprensible que actuemos así. Al menos, es comprensible que actuemos así en tanto compartimos una civilización en la que esa forma de comprender las relaciones “transparentes” con lo real, fue convirtiéndose en convicción generalizada. ¿Puede aceptarse esa confianza en la certeza y objetividad de las intuiciones sensibles?, ¿o en cambio, es pertinente cuestionar esa participación y preguntarse sobre cuál es la contribución de los sentidos en nuestro acto de conocer?, y si esta última pregunta no fuese descabellada: ¿esa intervención deja algún rastro sobre el producto de conocimiento o se limita a constituir un mero pasaje, capaz de auto-aniquilarse en el momento en que termina de cumplir con su misión? Tales preguntas son claves. En efecto, si llegáramos a concluir que la organización de nuestra sensibilidad es tal que conforma íntimamente el producto del conocimiento, su estudio es de importancia fundamental en todo razonamiento epistemológico; y ya no podríamos continuar hablando de “recolección de datos” sino de su “construcción”. Si, por el contrario, esa estructura es anodina, su análisis es una pura competencia biológica o psicológica, que no tiene ninguna importancia para una adecuada teorización sobre el proceso

31 Contando, además, con la ventaja de abrir un espacio para razonar sobre posibles discrepancias entre uno y otro aspecto de esa actividad. 32 Recordar lo dicho en el capítulo anterior sobre el concepto “sentido común”.

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cognitivo, y por lo tanto, al menos desde esta perspectiva, la referencia a la “recolección de los datos” es totalmente legítima: los datos existen y el investigador los toma. Desde ya, un estudio cuidadoso de todas aquellas situaciones en las que podría aplicarse lo que el sentido común ha incluido en la frase “nuestros sentidos nos engañan”, podría indicarnos que esa confianza ingenua en la fidelidad de los sentidos habrá de inducirnos a muchos errores en nuestra inteligencia sobre la actividad cognitiva. Esto ocurre normalmente. Pero como la interacción social ha permitido “normalizar” el modo en que percibimos, en la vida cotidiana esos efectos sólo podemos experimentarlos cuando, por alguna razón, nos sometemos a experiencias inusuales. Bastaría recordar cómo deforman lo real las sensaciones perceptivas de alguien que tomó alcohol para saber que los sentidos pueden darnos imágenes distintas a las que normalmente tenemos sobre las cosas. La infinidad de juegos de ilusión óptica que hemos experimentado en los parques de diversiones pueden contribuir en la misma dirección. Pongo un ejemplo que nos recuerde esas ilusiones ópticas. Como le ocurre al autor, es sumamente probable que los lectores vean, en el dibujo de la escalera. Para algunos, en ella se podrá distinguir claramente la parte superior de los escalones; en tal caso, la perspectiva encarnada será la de quien ve la escalera desde la parte superior. Pero también puede suceder que otros observadores hayan visto más nítidamente la superficie vertical de los escalones; tendrán, entonces, la perspectiva del que ve la escalera desde abajo. Por último, si miran la escalera fijamente durante largo tiempo, por momentos oscilaran entre percibirla como una escalera que es vista desde arriba y, en otros momentos, como una escalera que es vista desde abajo. Además, en “el fondo” de la figura, si en lugar de dejar la parte inferior y lateral derecha sin líneas (lo que da la sensación de que la escalera continúa) se dibujaran dos líneas, ellas darían la sensación de que existe una pared o un piso que limita. Repito, la falta de esas líneas en la parte inferior de la figura dan la impresión de una escalera que continúa, o que podría continuar y ello forma parte de nuestra manera de ver la información de cualquier gráfica. En la percepción también actúan la imaginación y el aprendizaje, pero sobre esto volveremos en el próximo apartado. Gaetano Kanizsa (1986), en su investigación titulada Gramática de la visión: percepción y pensamiento, hace una larga revisión de temas, tales cómo la percepción visual y cuáles son los problemas o diferencias que pueden ocurrir, entre observadores, ante figuras idénticas. Cientos de experimentos comentados le permiten manifestar la íntima relación existente entre pensamiento y percepción. Sería muy largo transcribir aquí esos experimentos. Baste decir que en ellos se muestra esa unidad de una manera muy clara. Por último, vale la pena recurrir a la propia experiencia: basta con obtener alguna de las secciones de entretenimiento de los periódicos o revistas, en ellas se pueden encontrar esos dibujos en los que es necesario descubrir figuras “escondidas”. A ciencia cierta, esas figuras no están efectivamente escondidas; pues están en el mismo dibujo, ante la vista de cualquier observador; tanto como lo están todas las otras formas que el dibujo presenta; el secreto es que están dispuestas de tal manera que el espectador no las constituye, inmediatamente, como una unidad significativa. De todos modos, esto no impide que los aficionados a ese tipo de entretenimiento vayan desarrollando habilidades especiales en semejante tipo de búsquedas; las que les permiten hacer la investigación con mayor rapidez. Ya en ese experimento fácilmente de realizar se puede comprobar que entre un asiduo consumidor de ese tipo de entretenimientos y un lego en la materia se establecen subs126

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tanciales diferencias en el tiempo de captación de las figuras ocultas; con lo que se fortalece la conjetura de que la percepción requiere aprendizaje. Esto debe ser cuidadosamente examinado y entre quienes nos preocupemos por el tema debería incentivarse un particular esfuerzo por incorporar los aportes de la neurofisiología en los estudios sobre la formación de los datos. Lo que, de un nuevo modo, nos lleva a certificar la necesidad de mantener una constante apertura hacia los cruces inter y trasndisciplinarios que requiere la metodología de la investigación para mejorar sus propias capacidades. Y esto no es ninguna exageración. Ya que, pese a que el lector pudiese tener la impresión de estar siendo conducido hacia campos que no competen a un investigador de las ciencias sociales (debido a que no es usual, o al menos no lo fue hasta hace muy poco tiempo, que, en la teoría del conocimiento, se incorporen los avances logrados por otras ramas del conocimiento científico) ellas podrían dar respuestas mucho más adecuadas al asunto que aquellas conclusiones que otros autores se proponen conseguir utilizando solo el camino de la especulación. En todo caso, es esta convicción la que me induce a hacer también un rastreo sobre la contribución de otras ciencias sociales en la producción de una teoría del conocimiento que mejore nuestras capacidades metodológicas. Pero ese será un tema que retomaré más adelante. Antes de llegar a ello, el próximo apartado lo dedicaré exclusiva, o casi exclusivamente, a una revisión simplificada de la visión, a la que recurriré como paradigma del funcionamiento de todos los otros sentidos; ya que lo que aquí se diga sobre la vista, puede aplicarse a todos los otros33. Como se verá, aún en este caso la utilización de los estudios acumulados por las diversas ciencias sociales será un apoyo de singular importancia en esta tarea. Pero, por ahora, es conveniente comenzar el trabajo únicamente repasando los conocimientos adquiridos en los primeros años de nuestra formación, aquellos referidos a la óptica, y en particular a la formación del dato “color”. Con ese objetivo, comenzaré por una descripción sobre la estructura de la percepción desde la fisiología del aparato óptico, para luego incorporar los aspectos culturales de ese funcionamiento. Separación que, como dije, tiene una justificación principalmente analítica, ya que ambos costados del asunto están absolutamente imbricados. No debe escapársenos que, para ejemplificar el funcionamiento del aparato óptico y su relación con el mundo circundante, podemos recurrir a varios ejemplos; tomar el ejemplo del caso del “color” y el proceso mediante el cual lo convertimos en dato es, en todo caso, uno de los ejemplos posibles. El color es un dato que nos permite diferenciar objetos. En esto hay acuerdo. Pero ¿dónde está el color?, ¿en las cosas?, ¿en nuestros sentidos?, ¿o en la relación entre nuestros sentidos y las cosas? Esos colores ¿son un dato plena y exclusivamente objetivo o, para que exista, interviene el sujeto? Para comenzar a examinar esas preguntas comencemos recordando el proceso de formación del color. La luz, es una reacción visual ante el estímulo de una forma de energía que parece poseer tanto las características de un fluido sólido como las de un movimiento ondular, que se propaga en todas las direcciones. Es una radiación electromagnética caracterizada por una gama de longitud de onda que se extiende desde los 0.4 micrón a los 0.7 micrón. Según lo hasta ahora conocido, la unidad básica de esa forma de energía es el fotón34. La luz puede atravesar muchos medios que, en grado mayor o menor, siempre interceptan, absorben o desvían una parte de los fotones. Los rayos de energía electromagnética que tienen la capacidad de impactar

Analogía que también hace Kanizza, 1986, un teórico de los procesos perceptivos. Unión Astronómica Internacional, en su asamblea de Grenable (1976), estableció que la luz se propaga, en el vacío, a razón de 299, 792, 458 km/s.

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nuestro sistema perceptivo, generando la reacción que llamamos iluminación, pueden pensarse como series de fotones transitando en línea aproximadamente recta mediante un movimiento ondulatorio35. Esa serie de fotones llega a impactar el sistema óptico luego de haber atravesado ciertos cuerpos y/o haber sido reflejada por otros36. El color de un objeto depende de tres elementos principales: (1) un manantial luminoso; (2) el objeto que refleja las radiaciones recibidas y (3) un cierto aparato perceptivo que es capaz de recibir esas radiaciones e interpretarlas. Dada una cierta estructura del aparato óptico, los diversos colores pueden ser caracterizados por sus respectivas longitudes de onda dentro de la gama visible de las longitudes de onda de la luz37. Cuando esas radiaciones llegan a los objetos y luego son reflejadas por ellos e hieren nuestra retina, esos objetos se hacen visibles y adquieren cierto color 38. Todos los objetos tienen la propiedad de absorber y reflejar ciertas radiaciones electromagnéticas. La mayoría de los colores que experimentamos normalmente son mezclas de longitudes de onda que provienen de la absorción parcial de la luz blanca. Casi todos los objetos deben su color a los filtros, pigmentos o pinturas, que absorben determinadas longitudes de onda de la luz blanca y reflejan o transmiten las demás; estas longitudes de onda reflejadas o transmitidas son las que producen la sensación de color, que se conoce como color pigmento. Tomemos como ejemplo la relación que se establece entre una lámpara, una mariposa y un observador humano: en este caso un pintor. La luz que emana de la lámpara llega a la superficie de la mariposa. Parte de esas radiaciones son absorbidas por la textura del cuerpo (es decir, el tipo de pigmentos que lo recubren) que recibe la luz; y la parte que no es absorbida es reflejada. Lo que el pintor ve es la luz que fue reflejada en la mariposa; los colores que pinta son la copia de esos colores que él percibe. Dicho de otra manera: mediante diversos pigmentos, el pintor se propone lograr que el lienzo refleje y absorba las mismas longitudes de onda que fueron absorbidas y reflejadas por el cuerpo y las alas de la mariposa.

Cada uno de esos colores representa una porción del espectro que llega a la retina del observador y produce una sensación39. Normalmente, dicha sensación es la misma (o es semejante) para todos los humanos. Pero el que se produzca una misma sensación de color no depende sólo de la luz que llega al ojo. También depende de la organización del aparato óptico40. En general, la conformación de los aparatos ópticos en una misma

35Para todos los efectos prácticos, las trayectorias de los fotones son rectilíneas, aunque al pasar cerca de los astros son curvadas por la masa de éstos. 36 Desde esa perspectiva, a un cuerpo que absorbe pocos fotones se lo llama “transparente”, en tanto que a los que absorben todos –o a casi todos— los fotones, se lo denomina “opaco”. 37El término monocromo se aplica a la situación idealizada en que la luz es un haz con una misma cantidad de energía; esto es: con una misma longitud de onda. 38Por extensión, el término se aplica frecuentemente a la gama adyacente de longitudes de onda que el ojo no puede detectar: la luz ultravioleta, la luz infrarroja y la luz negra. 39 En la retina “tres mosaicos cónicos constituyen los receptores de onda larga (L), onda media (M) y onda corta (C)” (Israel, 1981). 40 Luego podremos ver que tampoco la sensación es idéntica a su representación conciente; ya que ésta no solo depende de las sensaciones sino de su conceptualización; de allí que existan disímiles capacidades para diferenciar colores, según el tipo y grado de diferenciación conceptual del perceptor y de su adiestramiento para utilizar esas diferencias.

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especie es similar; por lo que, entre los miembros de una misma especie, no se producen diferencias significativas. Sin embargo esa conformación no es idéntica: llevando la precisión al extremo, cada aparato es diferente, por lo que es mucho más difícil explicar por qué nos ponemos de acuerdo respecto a ciertas informaciones que dar ese acuerdo por supuesto. Para comprender esa comunidad en la percepción es necesario vislumbrar que es el intercambio lingüístico y un prolongado proceso de aprendizaje social, lo que produce las permanentes superaciones de posibles diferencias en la percepción y contribuyen a hacer posible el intercambio social. Pero ambos temas serán retomados más adelante. Por ahora estamos poniendo el acento solamente en lo que ocurre a partir de las formaciones idiosincrásicas de los aparatos perceptivos. En ese sentido, resumiendo el funcionamiento del aparato óptico, luego de indicar que la luz es generada exteriormente, Kanizza (1986) dice: Esas radiaciones (estímulos distales41), después de un trayecto más o menos largo, producen en la retina de un observador un área de estimulaciones (estímulo proximal) que corresponde a la proyección óptica del objeto. Esa área varía de tamaño con la variación de la distancia entre objeto y organismo, mientras su forma varía con el cambio de la inclinación del objeto respecto al observador. Del área de estimulación de la retina parte una cadena de procesos fisiológicos (reacciones fotoquímicas a nivel de los receptores, desencadenamiento y conducción de impulsos nerviosos a lo largo de las vías ópticas aferentes) que modifican el estado fisiológico del área cortical a la cual llegan. Los procesos corticales resultantes constituyen el substrato fisiológico de la experiencia perceptiva (nivel psicofísico). El dato perceptivo (objeto fenoménico) es una experiencia que no comparte ningún observador, ya que el organismo de cada observador tendrá un proceso cortical diferente. De hecho, cuando cambia esa estructura, la sensación no es la misma. Pero hay situaciones en las que es posible captar las consecuencias de anomalías que, por ser menos frecuentes, producen problemas en la homogeneización que, como dijimos, se produce en la interacción social. Tal es el caso de los daltónicos42. Ciertas longitudes de la onda de luz –que a la mayor parte de los seres humanos les producen sensaciones asociadas a los colores antes indicados— a los daltónicos les producen otras sensaciones. Recordar esa diferencia nos permite reconocer, sin demasiados experimentos adicionales, la participación activa del aparato óptico del observador en la construcción del dato: aún cuando reciban estímulos iguales, aparatos ópticos diferentes producen sensaciones diferentes. Eso mismo ocurre con todos los sentidos: su estructura participa activamente en la configuración de las imágenes percibidas. Los ciegos, por ejemplo, perciben de un modo diferente el mundo que los rodea. Para que se perciba esa diferencia, retomo un texto que formó parte del informe de un abogado ciego en un curso hecho en el Instituto de Administración Publica de la Argentina: En procura de una aproximación explicativa para comprender la estática y la dinámica de la persona ciega en sí misma y en sociedad, repárese en la índole de los sentidos: El tacto es el sentido de la inmediatez. La vista es el sentido de la percepción a distancia. El tacto es de carácter analítico. La vista es de carácter sintético. El tacto se activa en contacto directo con el agente estimulador. La percepción se limita a la dimensión de la porción de piel que se aplica sobre el objeto, de manera que si éste es de tamaño mayor solamente podrá ser aprehendido mediante un recorrido táctil de su superficie, en una acción que a medida que se cumple va dejando de percibir lo que estaba percibiendo para poder pasar a la siguiente percepción, un poco más adelante, y así sucesivamente. Esto hace que se perciban las cosas y los detalles "uno por vez". De ahí su carácter analítico. La vista es estimulada a distancia.

Que están más distantes del eje medio por oposición a proximal. llama daltonismo a la incapacidad de percibir los colores rojos, verdes, azules y violetas (o alguna combinación de estos) de la misma forma en que lo percibe la mayoría de los seres humanos. Daltonismo es casi siempre una característica heredada, ocasionada por una conformación genética poco usual entre los seres humanos.

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No necesita el contacto con los objetos estimuladores, y como en el hombre el campo visual es relativamente amplio, ello le permite aprehender en forma simultánea todo lo que con el tacto se hubiera necesitado hacer, por dicho carácter analítico, en forma sucesiva. En esto reside la dificultad manifiesta que presentan las personas ciegas para percibir e integrar mentalmente un conjunto de cosas distribuidas en un espacio dado. Necesitan tocar detalle por detalle, cosa por cosa, comparar unas con otras, tratando de determinar formas, proporciones, distancias, relaciones, para luego configurar una imagen abarcativa. Lo que la vista logra en un instante, el tacto lo obtiene en tiempo considerablemente mayor. Al tacto corresponden, además, las sensaciones de calor, frío, humedad, sequedad, etc. Asimismo están las sensaciones cenestésicas -sensibilidad profunda- muy importantes para la seguridad y la orientación en la marcha. El sentido del oído participa de ambas características: informa a distancia y brinda nociones analíticas y sintéticas a la vez. La interacción y complementación tacto-oído asegura a la persona sin vista la posibilidad de integrarse dinámicamente al medio que la rodea. Además de ello, el oído desempeña un rol fundamental: junto con el aparato fonador producen el lenguaje, elemento capital para el desarrollo mental, intelectual y cultural. Sabido es que la riqueza del lenguaje presupone y conlleva la riqueza del pensamiento -concreto, abstracto y simbólico. Cada vocablo representa y evoca una sensación, una idea, un significado, un matiz, que tienen entidad propia. El lenguaje es integrador de toda la persona. La persona que no ve necesita realimentar constantemente con nuevos datos su noción del medio en que se encuentra en determinado momento: saber dónde se está, o mejor dicho por dónde se está pasando -si se desplaza-; qué características y condición tienen las personas que le están cerca; cómo es el ámbito que le rodea. El olfato -sentido que ha involucionado en el hombre- recobra entonces la jerarquía que otrora tuvo y que merecería conservar para todos. La información olfativa sitúa al ciego en el "lugar físico" y en la "circunstancia socio-cultural". Le ahorra muchas preguntas, y se anticipa a muchas explicaciones. Es lugar común adjudicar a la persona sin vista el denominado "sentido de orientación", que sería el desarrollo sintético y conjuntivo de sus facultades sensitivas y perceptivas. Se manifiesta, por ejemplo, en la detección de obstáculos en la marcha, como resultado de la conjunción de oído y sensación epidérmica facial de cambios sutiles de la presión del aire (Gracilazo H G; 1999). Los ruidos son ambientales. Llegan desde todas direcciones y no desde el frente, como en los videntes. Su organización conductual se organiza de manera distinta, pues es diferente el mundo percibido43. De esa manera, podemos concluir que el dato siempre es una cierta conformación imaginaria de lo real; en la que participa activamente la singular estructura de los sentidos de cada ser humano. Estructuras diferentes producen sensaciones diferentes. El mundo percibido por los humanos no es el único mundo posible. En otras especies vivas, la percepción del mismo mundo producirá datos diferentes44. Es por eso que se puede afirmar que mediante los sentidos no se copia lo real, sino que se produce una representación; en cuya producción se incluye el sujeto, debido a que en ella están presentes los límites y singularidades de sus órganos perceptivos. En el caso de la visión, ese dato es el efecto de un compromiso entre los estímulos surgidos de lo real (luz y pigmentación de la mariposa, que son externos al sujeto) y la estructura sensorial del observador. Sostener esta idea de “exterioridad” de lo real no supone ignorar que hay esferas de lo real que han sido producidas o coproducidas por el modo típico de actuación, guiada por una estructura perceptiva singular, de ciertas especies vivas. Simplemente, es una forma de asumir que no todo comienza y termina en lo que cada especie vive y percibe. Resumiendo: los sentidos son los instrumentos que tiene el sujeto para captar el mundo real y esa captación depende de la estructura de estos; por lo que, la percepción del sujeto está siempre impregnada por su subjetividad. Por otra parte, todo eso puede ser fácilmente comprensible aún cuando no recordemos que las emisiones que recibimos del mundo exterior son mucho más abundantes y diversas que aquellas que

43 Ver en Schwartz, H y Jacobs, J. (1999: 475) un interesantísimo informe sobre una investigación en torno al “mundo de los sordos de nacimiento”. 44 Tal es lo que ocurre con abejas o aves diurnas, por ejemplo.

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nuestros sentidos están capacitados para detectar. Si lo recordásemos, podríamos llegar a comprender cuánto de lo que acaece a nuestro alrededor no llega a ser percibido; deficiencia que empobrece substancialmente nuestra imagen de ese mundo exterior. Jesús Mosterín (1984) sintetiza bien una concepción alternativa al realismo ingenuo: El mundo nos bombardea continuamente con todo tipo de radiaciones, roces, mensajes. Y nuestro aparato sensorial selecciona y procesa esa información bruta que nos llega del mundo. Si tuviéramos otro aparato sensorial diferente del que tenemos, percibiríamos el mundo distinto. Si nuestra retina fuese sensible a otro intervalo distinto del espectro electromagnético, veríamos un paisaje infrarrojo o ultravioleta muy distinto del que vemos. Si nuestros oídos fueran sensibles a otras frecuencias, escucharíamos un mundo ahora inaudito para nosotros. Y si tuviéramos sentidos sensibles a la radioactividad o al magnetismo, percibiríamos el mundo de un modo ahora inimaginable. Eso no significa que nuestros sentidos inventen al mundo ni que nuestras percepciones no sean objetivas. Tan objetiva es una foto en blanco y negro como una foto en color y como una radiografía. Pero nuestro aparato sensorial condiciona nuestra percepción del mundo y determina pautas en las que ésta es posible. Cada estructura perceptiva hará posible no sólo conocimientos diferentes sino también, por consecuencia, conductas distintas. Todas ellas comprensibles y racionales; ya que su diferencia es causada por informaciones diferentes. Dicho de otra manera, en la medida en que tienen capacidad limitada45, nuestros sentidos seleccionan y organizan −dejando sin percibir aquello que está fuera de su alcance y, de esa forma, colaboran activamente en la conformación singular de lo que llega, como dato, a nuestro cerebro. Otra organización sensorial (otro tipo de ser humano u otra especie viviente) participaría de una manera diferente en esa creación; y el resultado, el dato, no sería el mismo. La percepción sensorial es siempre una forma de selección y reorganización de los estímulos provenientes de lo real y por esa razón, aún enfocando el tema sólo desde la perspectiva sensorial –esto es, desde la manera en que intervienen los sentidos en el proceso de conocimiento— el conocimiento es siempre una reconstrucción subjetiva de lo real. Esto no es ni bueno ni malo: simplemente es. Lo dicho es bastante para acumular indicios contra la idea de una recepción pasiva y transparente46. Pero esa no es la única instancia en que la participación subjetiva cumple un papel de fundamental importancia en la construcción cognitiva. Otra instancia es la que se pone en juego en la relación entre conocimiento anterior y nuevo conocimiento. Aunque este último no es el tema principal del texto de Kanizza, dirigido exclusivamente a la fisiología de la visión de objetos físicos, sus conclusiones respecto de la interpenetración entre cultura y fisiología son tan concluyentes que vale la pena retomar sus afirmaciones en ese sentido antes de introducirnos en el segundo ángulo de manera más decidida: (…) Si aceptamos una concepción de la percepción como la de un producto compuesto, podemos distinguir, por una parte, un proceso primario que organiza el input sensorial y, por la otra, las actividades cognitivas que categorizan, reconocen, interpretan, atribuyen significados (…) (Kanizza, 1986: 306)

45 Ciertamente hay infinidad de descubrimientos tecnológicos que amplían esa capacidad. Pero esa ampliación para nada es infinita, por lo que el problema se reproduce en otra dimensión. 46 Sobre este tema ver también el interesante ensayo de Deleuze (1981).

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Ante esta conclusión, es frecuente escuchar muestras de temor o desaprobación. No por la lógica de la argumentación sino por las consecuencias que se le atribuyen. Un caso típico de esa reacción se puede encontrar en uno de los creadores del Programa Fuerte de la Sociología de la Ciencia47. Bloor (1994), por ejemplo, advierte que: La mala percepción ha atraído la atención de los sociólogos porque ofrece una vía tentadora de enfocar la operación de los factores sociales en la ciencia. Esto es tanto legítimo como valioso. Pero si los sociólogos convierten la mala interpretación en una característica central de su análisis, pueden tener problemas para comprender la confiabilidad, repetibilidad y solidez de las bases empíricas de la ciencia. No concederán ningún papel dentro de la ciencia a los procedimientos experimentales, controles y prácticas. Estos representan una protección en contra de la mala percepción, la definen, la ponen en evidencia y corrigen. Si los sociólogos están excesivamente encaminados hacia un énfasis audaz y demoledor sobre la mala percepción, pronto pagarán el precio. Su investigación se confinará a la sociología del error, no al conocimiento en general. Habrán fallado en hacer justicia tanto a la ciencia como así mismos.48 David Bloor teme que la consecuencia de nuestro reconocimiento de las limitaciones de la percepción sea una relativización de los controles y la seriedad del trabajo científico. Otros, en cambio, temen que dicha conclusión termine inaugurando un relativismo moral en la que todos los gatos sean pardos, tornándonos incapaces de diferenciar lo bueno de lo malo o lo justo de lo injusto. Vale la pena comentar esos temores. CONOCIMIENTO ANTERIOR Y OBJETIVIDAD “Los conceptos influyen en los preceptos”. Wittgenstein

Como ya se dijo, si bien es posible analizar la percepción encarándola únicamente desde la perspectiva de cómo desempeñan su tarea los aparatos sensoriales, ese abordaje no permite una representación adecuada del asunto. Por el contrario, toda sensación es, salvo raras excepciones, una actividad conceptualmente organizada: esa participación de los conceptos es lo que habré de explorar en este apartado. La teoría del conocimiento y la práctica de los investigadores siempre han tenido en cuenta que existe una relación importante entre el conocimiento acumulado y el nuevo conocimiento. Como se sabe, en todo curso de métodos y técnicas de investigación se recomienda comenzar con una revisión bibliográfica. Hacerla permite establecer alguna relación entre el conocimiento acumulado hasta el momento en que comienza la investigación y el conocimiento que se procura mediante la puesta en marcha del nuevo trabajo investigativo. Normalmente, las funciones que se atribuye a esa revisión bibliográfica son dos: 1) asegurar que no se habrá de repetir investigaciones ya terminadas satisfactoriamente y 2) aprovechar los descubrimientos ya obtenidos, con el propósito de partir desde ellos y avanzar un escalón más en el progreso del conocimiento. A la metodología tradicional, esos presupuestos le permiten asociar la función del conocimiento (ya adquirido por la sociedad y encarnado en los investigadores) con la función que cumple un escalón (aquel en el que estamos parados) en el momento de subir una escalera: precede y sirve de apoyo para el esfuerzo que habrá de conducir a un escalón más elevado.

Sobre las características principales de este llamado Programa Fuerte retornaré más adelante. Como luego se podrá ver con más detalle, David Bloor (Kadushin, 1988) no supera la idea individualista tradicional que olvida la constitución social de los individuos. De esa forma, reduce el error a desviaciones individuales respecto a las normas adecuadas de conocimiento; y confía en el control social como forma definitiva de superación de esos errores individuales. Podría decirse que, según él, el individuo se equivoca, los grupos no. De allí que su preocupación sea la de debatir una interpretación de la sociología del conocimiento que saque demasiado provecho de los errores perceptivos. Dado que estos errores son individuales, el control de la comunidad, mediante sus técnicas de validación y confiabilidad, puede superar la deficiencia. Pero este es un tema sobre el que volveré en el capítulo cuarto. 47 48

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Esta forma de encarar la relación entre viejo y nuevo conocimiento resulta útil; pero es insuficiente. Más allá de la discusión que podría hacerse respecto de la ilusión “progresista” del conocimiento implícita en esas recomendaciones, su mayor insuficiencia es que no incluye otra de las formas en que se debe plantear metodológicamente la relación entre viejo y nuevo conocimiento: me refiero al grado y a la forma en que el viejo conocimiento crea las condiciones de posibilidad para la aparición de un conocimiento nuevo. Para estar en mejores condiciones de producir y examinar argumentos contrarios a esa tendencia, en este capítulo examinaremos la forma en que ese conocimiento anterior conforma lo límites y condiciones de posibilidad del nuevo conocimiento, produciendo el marco de lo que es perceptible y, por ende, portando fundamentales efectos conservadores y limitantes; que condicionan la ruta del investigador. El supuesto es que, a diferencia de lo imaginado por los empiristas, la percepción no sólo es producida por la estructura de los sentidos sino también por la conformación cultural que organiza la actividad perceptiva49. Ese es el problema que comenzaré a plantear en los párrafos siguientes. Las bases psicosociales para esta segunda parte del estudio de la percepción fueron presentadas en el primer capítulo; pasaré entonces a la relación entre diferencias “culturales” y percepción. Estudiar la relación entre conocimientos anteriormente acumulados y nuevos saberes lleva a plantear el tema en su forma más inclusiva: el de la relación entre cultura y percepción; tema al que para simplificar, abordaré en forma global, sin hacer referencia a la lógica de las representaciones sociales, a las que hiciera referencia en el primer capítulo. Tal como ocurría con la participación de los sentidos en el proceso de conocimiento, nada hay que permita pensar que las nociones, creencias y valores acumulados sean neutros respecto de nuestras nuevas actividades cognitivas. Por el contrario, la selección, organización y atribución de sentido (mediante la que el sujeto participa en la construcción cognitiva), ocurre tanto si se contempla la percepción desde su aspecto meramente orgánico y fisiológico como en su aspecto conceptual. Confirmando esta participación activa de la cultura en la percepción hay una larga tradición antropológica que se propuso estudiar las diferencias en la percepción entre etnias. El tema comenzó siendo el de las desigualdades en la agudeza sensorial y el resultado de esas investigaciones es de gran importancia para nuestro objeto. Según la narración hecha por Carmen Viqueiras (1977) hacia fines del siglo pasado, las investigaciones hechas por científicos como Cohn, Rivers, Myers, Woodworth y Brummer50, concluyeron que las heterogeneidades en los umbrales sensoriales, que se obtuvieron mediante mediciones hechas a diversos grupos, no correspondían a características raciales ni a diversos grados de primitivismo. Por un lado, esas diferencias no eran demasiado marcadas y, por otro, eran más atribuibles a diferenciaciones en los géneros de vida que a características biogenéticas. Cuando, hacia los años 30 de este siglo, las investigaciones sobre el tema se reactivaron (esta vez impulsadas por el renovado interés en la herencia racial como base de las diferencias en el género humano) los resultados coincidieron con los de aquellas primeras investigaciones. Por ejemplo, los trabajos de Goodenough, Thouless, Schwtzgebel y Hudson 51 permiten validar dos supuestos:

49 En capítulos posteriores retornaré al aspecto constructivo del acto de conocimiento, enfocándolo, en esa oportunidad, desde la perspectiva, complementaria a la ya esbozada, de los procesos de transmisión de conocimientos en las relaciones comunicativas, que, como se sabe, son inherentes a toda construcción cognitiva; que es una actividad eminentemente social. 50 Reseñados por Viqueiras. 51 Además del beneficio directo que estas investigaciones tienen para cualquier tratamiento de este tema, es interesante tomar en cuenta cómo, la explicación de las diferencias encontradas entre etnias, llegó a ser atribuida, en unos casos, al genero de vida y, en otros, a herencias raciales según la moda predominante en los círculos académicos. Esa coincidencia entre diferenciaciones teóricas e ideologías predominantes en una época vale la pena recordarlas para cuando encaremos el asunto de la eficacia de los factores sociales en el

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Capítulo 3: LA CONSTRUCCIÓN DEL DATO

1. las diferencias en la sensibilidad perceptiva pueden relacionarse con las necesidades típicas que impone el medio –sea este natural o cultural—, por lo que es razonable apostar a que esas diferencias se deban a procesos experimentales acumulativos (que influyeron en tales cambios) y 2. esos procesos acumulativos tienen su centro en la herencia cultural de cada una de esas poblaciones –aunque no es imposible que, en el largo plazo, esas diferencias se conviertan en diferencias genéticas52. Como dice Viqueiras (1977): Nuestros hijos tienen que aprender a ver dibujos; tienen que aprender a adoptar una determinada actitud que les permita una organización tridimensional del espacio representado en superficies bidimensionales. Hacen cubos de cartulina, dibujan esos cubos, aprenden que para dibujar un plato no hay que hacer un círculo sino una elipse: los hijos de un pigmeo cazador tienen que aprender a ver otras cosas y en otras condiciones: Tienen que descubrir a los animales ocultos entre la maleza; tiene que aprender a distinguir una plantas de otras; es bastante evidente que con el aprendizaje que reciben nuestros hijos difícilmente podrían sobrevivir en la selva tropical.53. Esas, y otras, son diferencias culturales encarnadas en diversas formas de conceptualización. Tenerlas en cuenta permite comprender que: 1) es cuando existen los conceptos “pájaro”, "ramas", "hojas", "flores", etc. y 2) cuando esos conceptos llegan a ser aprehendidos con tal fineza que se pueden distinguir sus rasgos (aún cuando ellos estén entremezclados con otros rasgos del paisaje, dando paso a un concepto tal como “pájaro entre hojas y ramas”) que el individuo puede distinguir lo que antes no distinguía54. Esos conocimientos no son intransferibles. De allí que tantos antropólogos, que comenzaron siendo incapaces de ver lo que veían los nativos en su paisaje, gradualmente fueran aprendiendo a distinguir lo que antes no distinguían. Para lograrlo, sus miradas fueron educadas mediante palabras; y la capacidad de diferenciación emergió junto a la incorporación de esos conceptos que hicieron posible hablar de las diferencias y razonar o actuar sobre ellas. Lo que de todos modos sigue siendo cierto es que dicha capacitación es un proceso más difícil, equívoco y prolongado, mientras más distantes sean los universos culturales desde los que se parte. Durante ese proceso de aprendizaje es necesaria una delicada tarea de comparación, ruptura, reelaboración y ajuste entre los esquemas conceptuales propios del aprendiz (el antropólogo o quien ocupe ese lugar) y del maestro (el aborigen de un país o de un ámbito cultural específico; como es el caso, por ejemplo, de una cierta comunidad académica respecto a un grupo de jóvenes de sectores populares)55. Muy probablemente, las distancias no se solucionarán totalmente; pues siempre ocurrirá que el “extranjero”, al introducir su nueva adquisición con-

desarrollo del conocimiento y el tema de los grados de eficacia atribuibles al control intersubjetivo como forma de aproximación a la objetividad. 52 Para suponer esto únicamente es necesario hipotetizar que las estructuras y los lenguajes simbólicos, genéticos y bioquímicos son comunicables, lo que explicaría el cambio en la estructura biogenética de las razas o de las etnias. Muy larga –y difícil de abordar en este contexto— sería la discusión sobre la representación judeocristiana de la separación entre el cuerpo y la mente, la cultura y lo genético, como dos entidades separadas, yuxtapuestas y casi sin vasos comunicantes. Pero creo que para el lector es evidente cuánto de lo que se está discutiendo está influenciado íntimamente por esa concepción. De todos modos, para nuestra cuestión, saber si las diferencias son sólo culturales o también genéticas no cumple un papel fundamental. En todo caso, el supuesto importante es que esas diferencias en la sensibilidad son causadas por diferentes conformaciones en los sentidos y por diferentes conformaciones en las estructuras conceptuales que organizan esas informaciones sensibles. 53 Una idea parecida puede encontrarse en los fundamentos del concepto de Habitus, sugerido por Bourdieu y Passeron (1970), Bourdieu, (1972 y 1979) y que ha sido de tanta utilidad para muchos investigadores en diversas áreas de las ciencias sociales. 54 Sería muy largo incorporar nuevos ejemplos sobre este tema. Sobre el mismo se pueden encontrar excelentes ejemplos en Feher, Naddaff, et al. (1991) sobre las imágenes del cuerpo y Lizcano (1993) sobre la construcción del número y el imaginario sobre el espacio en China y Grecia. 55 Será importante recordar estas afirmaciones cuando comencemos a pensar sobre la construcción de las fuentes y su análisis; ya que, como se verá, muchas de ellas habrán sido enunciadas con códigos parcial o totalmente diferentes a los códigos propios o conocidos por el investigador. 134

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ceptual en el bagaje anterior de conocimientos y valores agregará, al nuevo concepto adquirido, rasgos que el maestro no incluía en él y que, en cambio provienen de la relación del concepto aprendido con los conceptos que el “alumno” traía como bagaje personal. Esas distancias no siempre serán evidentes, pero es necesario recordar su inevitabilidad para no caer en la falsa ilusión de que la comunicación llega a un momento de la transparencia que todos desearíamos que tuviese56. Antes hice referencia a las ilusiones ópticas, pero ese tipo de diferencias no son las únicas posibles; por el contrario, ellas son mutaciones menores comparadas con las que se producen cuando las diferencias culturales son muy marcadas. Según un experimento hecho con individuos de varias tribus africanas, en cuyas culturas no se dibujan perspectivas tridimensionales, ninguna de las personas de esa cultura (a las que se les presentó el dibujo de esa “escalera”) vio una escalera. Lo que vieron fue un conjunto de líneas, en una figura bidimensional (Chalmers Alan F. 1984). En este caso, la diferencia entre el experimentador y las personas sometidas al experimento, radicaba, al mismo tiempo, en: 1) no poseer un código que permitiese componer una imagen tridimensional a partir de una cierta disposición de los trazos de una figura bidimensional y 2) la consecuente imposibilidad de reconstrucción perceptiva de esa tridimensionalidad a partir de una figura bidimensional 57. Esto confirma la convicción de Gombrich (1995) según la cual, en el arte, las representaciones realistas dependen del grado en que el artista y su crítico comparten las mismas convenciones respecto a la manera en que se producen las representaciones. Lo “realista” no refiere pues, únicamente, a la capacidad de representación de lo real sino a la mayor o menor semejanza en los modos en que el emisor y el receptor producen e interpretan un mensaje58. Otto Klineberg (1965) retomando estudios de lingüística relativista, cita dos ejemplos muy elocuentes de ese refinamiento conceptual que se produce en cada cultura. Uno de ellos es el de la diversidad de palabras que existen, entre los árabes, para denominar aquello que para nosotros tiene un sólo nombre: camello. Klineberg dice que: ...existen alrededor de seis mil nombres relacionados de una u otra forma con “camello”, incluyendo palabras derivadas del camello y atributos asociados a él...y casi no es necesario señalar que refleja la importancia del camello en la civilización árabe (1965: 57-58). De la misma manera, entre los esquimales hay varias palabras para designar aquello que para nosotros se nombra mediante una sola: “la nieve”; esas distinciones son posibles debido a la capacidad desarrollada, por aquellos individuos, para distinguir tonos de grises allí donde la capacidad de distinción es mínima para “el extranjero”. En todos los casos, esa diversidad de signos refleja la capacidad de discriminación que cada una de esas culturas fue desarrollando en contacto con su medio ambiente. Tales diferencias conceptuales permiten produ-

56 Será importante volver a estos razonamientos cuando tratemos el tema de las “fuentes”; particularmente al hablar de las peculiaridades de la relación entre el investigador y la persona o comunidad en la que realiza sus observaciones y/o entrevistas. 57 Ese método de representación gráfica de objetos tridimensionales sobre un plano, llamado perspectiva, tampoco existió siempre en la tradición occidental. En la antigüedad es probable que los pintores griegos y romanos hubiesen producido lo esencial de las leyes de la perspectiva geométrica, pero no ocurría lo mismo, por ejemplo, con los egipcios. La Edad Media asoció las soluciones orientales con las heredadas de la antigüedad, utilizando sistemas con varios puntos de fuga. A partir del s. XIV, y sobre todo en el s. XV italiano, pintores como Brunelleschi, Masaccio, Alberti y, más tarde, Leonardo da Vinci, desarrollaron la perspectiva, en su versión actualmente clásica; recién a partir del s. XVI esas propuestas de representación lograron imponerse en toda la pintura occidental culta. En las últimas décadas del s. XIX, la perspectiva geométrica clásica no ocupó ya el primer lugar entre las artes de vanguardia. Los impresionistas, sin renunciar a ella, no explotaron sus recursos. Muchos de ellos evolucionaron hacia la llamada «perspectiva vivida», desembocando, con el cubismo, en el problema del “sentimiento del espacio”. Desde entonces, y con la pintura metafísica, surrealista, e incluso la tradición académica, la perspectiva no rigió ya todas las representaciones figurativas. En la percepción del calor, junto a la información sobre la temperatura tal como es medida por un termómetro, algunos países han incorporado la información sobre “la sensación térmica”, dando paso así a modos de percepción de la temperatura que son propios de los hábitos de ese lugar. 58 También estas diferencias deben ser recordadas cuando construyamos y analicemos las fuentes.

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cir una síntesis y una atribución de sentido a los datos de la experiencia; lo notable es que los resultados de la síntesis y producción de sentido diferirán de los engendrados por aquellos que no poseen esas discriminaciones. Tales diferencias ocasionarán que, aún cuando algo en los ojos, tacto u oídos de un observador “extranjero” pudiese indicarle tal diversidad, los que no poseen esas singularidades conceptuales: a) no percibirán o b) no podrán formalizar ni pensar esas diferencias con la suficiente precisión como para que ocasionen alguna conducta efectiva59. Lo que nos indica que, para todos los efectos prácticos, mas allá de su muy probable existencia, la sensación que no interpela ningún concepto no será cabalmente percibida y no formará parte de la información con la que el actor se relaciona con el mundo. Esto, por cierto, no sugiere que esa disonancia sea intranscendente. En ciertas condiciones críticas, tales disonancias pueden constituirse en el detonante de nuevas construcciones conceptuales60. En ciertos casos, la inquietud producida por sensaciones inasibles y, en otros casos, la urgente disposición, de cualquier cuño, hacia producir diferenciaciones conceptuales allí donde no existen, pueden conducir a que, ante ese indecible, el observador evoque otros saberes que le permitan dar inicio a una nueva conceptualización61. Lo que no es obstáculo para aceptar que los conocimientos previamente existentes intervienen activamente en la formación de los datos; esto es, de lo real captado intelectualmente; ya que las analogías de las que se vale el creador provienen de ese conocimiento. Para confirmar, desde otro ángulo, lo que estoy tratando de decir, recurro a otro ejemplo, que es sumamente simplificado, pero útil para estos propósitos. Piense el lector sobre las diferentes construcciones de información que ocurren cuando un argentino y un hindú se enfrentan el ente que figura en la ilustración. Para el hindú ese ente es un objeto sagrado y lo último que se le podría ocurrir es comérselo o hacerle daño. Para un argentino típico, ese mismo objeto lleva rápidamente la imaginación hacia un manto de brazas al rojo vivo que calienta lentamente la carne asada que anhela comer. Ni el argentino sentirá terror sagrado al concebir esa imagen ni al hindú religioso le pasaría, en ningún momento, esa noción por la mente62. Ambos han construido datos diferentes y es a partir de ellos que razonaran o reaccionarán. Lo que no excluye la posibilidad de que, en medio de una hambruna, alguien, que haya estado en contacto con otras religiones –y haya relativizado parcialmente la rigurosidad de los mandatos de su religión—, reciba un mensaje divino en el que ese Dios ofrece su cuerpo para ser comido, suprimiendo así el hambre de sus creyentes; como, en el otro extremo, también podría ocurrir, por qué no, que un argentino

59 Lo que no evitará que en adelante ese temblor de los conceptos lleve al observador a crear palabras que den cuenta de las diferencias que logró percibir tenuemente y a pesar de no tener, al principio, conceptos para verbalizarlas. 60 Este aspecto de la cuestión será retomado al tratar la cuestión del conocimiento como productor de novedades. 61 Las luces con que el cielo se adorna en las noches no son necesariamente ni estrellas ni planetas tal como hoy las intuimos. Perfectamente, pueden ser agujeros que dejan pasar la luz de un fuego, eternamente encendido, que está más allá de la bóveda celeste. En este caso, las luces son interpretadas mediante la referencia a una cámara oscura desde la que entran luces exteriores a través de las ventanas. Imagen que forma parte de la historia del saber astronómico (Levinas 1996). Recordar esto cuando discutamos sobre los “indicios” en la construcción del dato. 62 Para impedir que el lector evite la cuestión pensando en la barbarie de esos distantes individuos, le recuerdo que terrores parecidos nos embargarían a cualquiera de nosotros que violase el tabú del incesto o a cualquier cristiano que usase una ostia en forma sacrílega: aún cuando concientemente supiese que ésta es una mera miga de pan, por las dudas, se guardará de hacerlo. En todos los casos se trata de la violación de un tabú o un mandato intensamente incorporado en nuestra socialización y que nos obliga a ver y sentir las cosas con esa óptica.

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vegetariano (por convicción religiosa) percibiese todo lo vivo como parte del cuerpo divino y proclamase el sacrilegio de comer carne 63. Todas las ejemplificaciones provenientes de los estudios antropológicos (las que acabamos de citar y muchas otras que van en la misma dirección) nos permiten una captación más sencilla de las diferencias; debido a que estas son grandes y, al mismo tiempo, se presentan ante nuestros ojos como curiosidades que nos llaman la atención. Sin embargo, esas mismas diferencias también pueden captarse en el interior de nuestras sociedades, tanto mediante procedimientos experimentales como mediante la observación sobre los modos de construcción de significados que imperan en ellas. Un ejemplo frecuente se percibe en los diferentes modos de conceptualizar “pobreza” o “heroísmo”; que llevan a conclusiones y conductas muy diferentes entre los miembros de una misma sociabilidad y, más aun, entre miembros de sociabilidades distintas y/o en pugna. Durante más de quince años he vivido en Puerto Rico. Desde que tomé los primeros contactos con los habitantes de la isla me sorprendieron ciertas descripciones que, la casi totalidad de los puertorriqueños con los que tenía contacto, hacían de los países latinoamericanos; y en particular me llamaba la atención el uso que se le daba a la palabra –"república"— que en el lenguaje cotidiano posee un significado totalmente alejado del que usualmente tiene en cualquier otro país de habla hispana. Entre la gran mayoría de los puertorriqueños, la imagen de los países latinoamericanos –desde el Río Bravo hasta Tierra del Fuego— exclusivamente se asocia con pobreza extrema, desastres económicos y naturales y dictaduras militares. Por su parte, la palabra “República”, que solo se aplica a estos países, significa: “aquellos países latinos a los que le suceden esas cosas (estar “jodidos”) por ser independientes y no gozar de la colonización norteamericana”64. Me sucedió varias veces que alumnos universitarios me miraran con extrañeza cuando afirmaba que Francia o los Estados Unidos eran repúblicas. Luego fui comprendiendo que dicha conceptualización no era para nada azarosa. Por el contrario, ambos conceptos, y su interrelación, son dos de los simbólicos sobre los que se sostiene, aún hoy, el modelo hegemónico puertorriqueño. Al ser compartido casi sin discusión ni conciencia, asegura, de un golpe, la masiva aceptación de la situación colonial –como única forma posible de existencia, si no se desea regresar a la pobreza extrema— y la posibilidad de mantener la orgullosa identidad nacional, al menos respecto al universo de los latinos65. Y lo mismo ocurre con el vocablo “latino”: que se asocia a “desordenado, poco trabajador, impuntual, buen bailarín, etc.”66.

63 Otro ejemplo maravilloso de ese efecto de las tradiciones culturales en la representación del mundo lo desarrolla Emmanuel Lizcano (1993) en el libro Imaginario colectivo y creación matemática; particularmente dedicado a mostrar la interacción entre la tradición cultural griega y China y el descubrimiento de la negatividad, como forma filosófica general, y del cero, como ente matemático que expresa esa idea. Sería muy largo extendernos en reproducir esa investigación. Pero la recomendamos a cualquiera que quiera profundizar en el asunto. Sobre la relación entre cultura y desarrollo del pensamiento matemático puede también consultarse a Crump Thomas, (1994). 64 Desarrollé este tema, y otros asociados a éste, en Saltalamacchia (1995). Muchas veces me tocó viajar con puertorriqueños que regresaban de México o que, en otro momento, habían estado visitando algún otro país latino americano. Lo extraordinario, lo que me llamaba poderosamente la atención era que, en sus narraciones o comentarios sobre lo visto en aquellos países sólo aparecían los indicios que confirmaban la descripción sintetizada en el concepto “república”; en esas descripciones quedaban ignoradas, sepultadas o desmerecidas las obras de arte del muralismo mexicano, la inmensa riqueza y despliegue arquitectónico de las obras y edificios públicos, la fineza de sus escritores; esto es: la inmensa riqueza cultural de ese y otros países que otros solemos apreciar; y aún la riqueza económica de varios de esos países, si el eje de la comparación hubiese sido hecho con la economía puertorriqueña. 65 En tanto todo ayuda a confirmar que la situación puertorriqueña es muy superior a la de cualquiera de los otros países con los que Puerto Rico comparte la herencia latina e hispana 66 En otro texto, en el que se informa sobre una investigación llevada a cabo entre habitantes de zonas marginales de Puerto Rico y su relación con el universo de la cárcel, las drogas y la violencia pude nuevamente comprobar cómo, construcciones culturales diferentes, hacen percibir, de forma diversa, temas tan centrales en la vida de todos como lo son la posibilidad de la muerte o del encarcelamiento; ver Saltalamacchia, (1997).

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Esos, como todo otro estereotipo, organizan la percepción de quien los incluye en su sentido común: habiéndolos incorporado, organizan los sistemas perceptivos. Esto permite comprender por qué las luchas hegemónicas pueden y deben ser pensadas, entre uno de los tantos ángulos posibles, como una lucha por el significado de las palabras67. Lo que, desde la perspectiva de este trabajo, confirma la importancia de las palabras en tanto organizadoras de los procesos cognitivos68. En otros campos del saber, esa función de la conceptualización también puede encontrarse en la percepción de fenómenos que atraviesan el propio cuerpo. Sobre este tema, las conversaciones con médicos me mostraron que es frecuente que al diagnosticar, al mismo tiempo eduquen la percepción del paciente; una vez educados, esos pacientes perciben síntomas que antes no percibían. Hay pacientes, por ejemplo, que sufren trastornos gastrointestinales. El médico les pregunta si tienen reflujo, pero estos, en la medida en que asociaban el reflujo a sensaciones de acidez o de ardor en el esófago, dicen que no, que en esa parte del aparato gástrico todo esta bien. Sabiéndolo, el médico normalmente insiste y pregunta si no sienten gases subiendo por el esófago; el paciente vuelve a negar, pero se queda con la pregunta y días u horas después, cuando el síntoma se presenta, percibe gases que antes no percibía. Reconstruyendo dicha ocurrencia a posteriori, podríamos69 decir que: no los percibía porque formaban parte de lo que él consideraba la forma típica de funcionamiento de un cuerpo humano y no una enfermedad; ahora, conceptualizados como problema, los percibe: se da cuenta de que están. Antes, aunque dichos gases hubiesen estado, no formaban parte de su auto imagen corporal; como, normalmente, tampoco forman parte de esa auto imagen, procesos tales como el correr de la sangre, la presión sanguínea u otros aspectos normales del funcionamiento corporal70. Por su parte, Klineberg (1965) cita una gran cantidad de investigaciones en las que, ya desde mediados de este siglo, se ha explorado las relaciones entre percepción, cultura y sociedad. Entre esas investigaciones, puede citarse la de Cantril (1950), quien experimentó con las percepciones de varios individuos sobre sus recuerdos de lo percibido al contemplar el interior de “salas distorsionadas”; esto es, esas salas en las que un juego de espejos produce visiones alteradas de la estructura de los objetos que se hallan en el interior de esas salas. La conclusión de ese estudio fue que, cuando el observador mira hacia el interior de un cuarto de esa clase, sus conocimientos previos, incluyendo sus valores y propósitos, determinan los tipos de percepciones que construyen71. También hay otros condicionantes sociales e individuales que influyen sobre la percepción. Por ejemplo, la percepción puede ser afectada por expectativas o necesidades del observador. En la vida cotidiana, podemos comprobar que, el deseo de encontrar una persona (o, por el contrario, querer huir de esa persona), nos lleva muchas veces a creer verla en rostros o cuerpos muy poco semejantes. La propaganda llamada “subliminal” se basa en gran parte en ese supuesto (Campbell, Brewer, & Collins, 1981).

67 Si bien esta idea no es expresada de la misma forma por sus autores, el soporte de ella puede encontrarse también en el trabajo de Laclau y Mouffe 1987, Laclau (1990, 1992 y 1994). 68 La guerra santa iniciada por el Presidente Busch en el año 2002 (Guerra del bien contra el mal) dio origen a una maciza labor informativa tendiente a conformar una opinión pública favorable a toda clase de acciones bélicas, preparando a los ciudadanos de los países más desarrollados y a las elites de los otros para enfrentar la ola de descontentos emergentes de la globalización salvaje y autoritariamente impuesta por Estados Unidos, el G7 y los estratos gerenciales más altos de las corporaciones transnacionales. Esa coordinada política informativa es un ejemplo óptimo de lo que se ha venido diciendo. Ver, Chiesa (2002). 69 Chalmers, 1984 confirma estos argumentos mediante otras consideraciones y trae ejemplos dignos de ser estudiados. 70 La gimnasia consciente se propone trabajar sobre esas autoimágenes. Sobre los cambios en las autoimágenes corporales que se fueron sucediendo en el tiempo ver Feher, Naddaff, et al. (1991). 71 Y esto vale tanto para los objetos de las ciencias físicas y naturales como para los objetos de las ciencias sociales. Lo que, por supuesto, no significa que entre los objetos de ambos grupos de ciencias no haya diferencias de peso respecto a la cuestión que estoy tratando. Pero las diferencias no emergen de que se den procesos cognitivos diferentes sino de la mayor o menor complejidad (no pensada desde el punto de vista técnico sino desde el punto de vista de la suma de variables intervinientes) que debe afrontar el conocimiento de los objetos de ambos grupos de ciencias.

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Por supuesto, más allá de las vigilancias epistemológicas, el espíritu científico no llega, pese a las ilusiones de Bachelard (1982), a sustraerse de estos fenómenos que atraviesan al ser humano. Superados todos los obstáculos de los que habla el epistemólogo francés, aparecen aquellos provenientes de la constitución de certezas que hacen invisibles los límites de las propias formulaciones; y si, en un momento –como sucedió con la reelaboración del pensamiento freudiano por parte Lacan—, la formalización y la producción de modelos abstractos permite relanzar el pensamiento, en momentos sucesivos, esas formalizaciones y modelos se convierten en palabras devaluadas, que hablan sin que sus repetidores sepan lo que dicen; o, peor aún, que reemplazan el conocimiento –que siempre debería tener por destino final alguna forma de lo singular— por una fórmula utilizable para una serie muy grande de fenómenos, pero que ha perdido la capacidad hermenéutica y heurística que tuvo en sus comienzos; convirtiéndose, como las palabras de los augures, en lugares de proyección de las propias imágenes y deseos, y no en apoyos que hagan posible un nuevo descubrimiento. Aquellas diferencias que han sido captadas por los antropólogos en el estudio de otras culturas o por los sociólogos o psicólogos sociales en el análisis de las propias sociedades (diferencias que hablan sobre la relación entre conocimiento y percepción) también pueden encontrarse cuando comparamos diferentes tradiciones científicas o diferentes “matrices disciplinarias”; tal como lo pudo mostrar Khun (1971) en su famoso libro sobre las revoluciones científicas; cuya idea fue recogida y ampliada poco más tarde por Weigart (1974) y otros sociólogos del conocimiento dedicados al análisis de las comunidades académicas. Como se recordará, Khun decía que en la historia de las ciencias nos encontramos con la periódica discusión –y en ciertos casos con una posterior aceptación generalizada— de un paradigma; concepto que, pese a sus variaciones, en general él concebía como un conjunto de convicciones teóricas y metodológicas que son propias de una comunidad científica72. Yendo un poco más allá de lo percibido por Khun, se puede también afirmar que las culturas y las tradiciones conceptuales que hegemonizan y/o luchan por imponerse en la actividad de las instituciones académicas, se distinguen entre sí por el desarrollo de particulares refinamientos conceptuales (capaces de descubrir ciertos ámbitos de la realidad) que en otros lenguajes o tradiciones conceptuales no existen73. Tales diferencias conceptuales consienten discriminaciones sutiles que, para el que no posee el respectivo concepto, son definitivamente imperceptibles 74. Lo que permite concluir que esa “ceguera” y todos los otros efectos de la selectividad conceptual, son particularmente evidentes y problemáticos cuando se hacen estudios comparativos entre distintas culturas o entre diferentes tradiciones culturales 75; pero también son captables en el interior de una cultura (por ejemplo, en los diversos usos regionales o institucionales de un mismo lenguaje o tradición conceptual) y se repiten en los enfrentamientos entre distintos proyectos hegemónicos, tanto políticos como culturales o académicos76. La traducción no es imposible. Pero, ante la falta de ciertos conceptos o representaciones claves, los “extranjeros” (los que son ajenos a esa tradición paradigmática) tiene ante sí dos posibilidades77: rechazar la conceptualización del otro –de aquel que es distinto— atribuyendo las diferencias a la locura, la ignorancia o la infe-

Si bien han sido muchas las acepciones dadas al término, esa es, creo, la idea preponderante en dicho autor. todo en aquellos conceptos que se refieren a aspectos claves de su propia manera de organizar sus referentes vitales. 74Esa es una dificultad, por otro lado, que siempre deben enfrentar los traductores. 75 Lo que Kuhn (1971) llegó a comprender y explicar perfectamente cuando se refirió a la inconmensurabilidad de los paradigmas. Sobre este mismo tema consultar, entre otros, Foucault (1996), referido a “la mirada” médica. Retornaremos sobre esta cuestión al preguntarnos, en la segunda parte del libro, lo siguiente: si el viejo conocimiento determina las posibilidades para la aparición de la novedad y por consiguiente tiene un carácter conservador y/o reproductor ¿cómo es posible el conocimiento novedoso? 76 Mediante el concepto de “campo” (por ejemplo, campo intelectual o campo político) Bourdieu, 1990ª, 1990b y Bourdieu Pierre & Fritsch Philippe, (2000) intentó capturar esa trama que organiza las relaciones entre los participantes de cierta actividad, pero el concepto va más allá de lo que ahora quiero discutir. 77 Es interesante leer sobre el concepto “extranjero” lo escrito por Simmel (2002). 72

73Sobre

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rioridad de dones físicos o intelectuales de éste; o hacer un duro aprendizaje para diferenciar, “en lo real”, aquello que es obvio para sus adversarios o anfitriones políticos, sociales, académicos o culturales. Mientras ese aprendizaje no tenga éxito, lo dicho y hecho por los “aborígenes” será invisible e incomprensible para el recién llegado o para cualquier “extranjero” que pretenda comprender uno de esos mensajes. Como veremos, esto se constituye en un desafío de gran impacto cuando se trata de pensar en la producción de fuentes que permitan la investigación en comunidades cultural o subculturalmente diferentes a las del observador. Pero dejemos esto para más adelante, pues responder a esa cuestión requiere acumular otros razonamientos previos. De lo dicho, resulta que, aún cuando diéramos por sentada la relativa homogeneidad de los aparatos sensibles de todos los seres humanos sobre un mismo recorte de lo real; si el bagaje cultural del que parten es distinto, estos mismos seres humanos tendrán (o podrían tener) percepciones diferentes. Todas las investigaciones comentadas en este capítulo tienden a mostrar lo difícil que es considerar al conocimiento preexistente como un simple apoyo para la producción de un nuevo conocimiento. A juzgar por todo lo dicho, más que servir como simple “punto de partida”, el conocimiento existente afecta íntimamente los límites y posibilidades de todo nuevo conocimiento: forma parte de su construcción y es, al mismo tiempo, un filtro que hace del conocimiento algo no objetivo, si por objetividad se entiende la identidad sujeto/objeto78. Si la cuestión de la objetividad no hubiese sido tan cara al pensamiento epistemológico y metodológico en el que nos hemos formado, la discusión no hubiese merecido mayores detalles argumentales. Pero como no es así, se hace necesario retornar desde otro punto de vista a la misma cuestión, esta vez retomando lo antes dicho desde una perspectiva intersubjetiva. INTERSUBJETIVIDAD Y OBJETIVIDAD Si bien es aceptada, en todas las tradiciones que suponen la posibilidad de conocimiento objetivo, la posibilidad de que la acción individual lleve a conclusiones que estén afectadas por los deseos u otras peculiaridades del sujeto. El supuesto que permite mantener el principio de la objetividad se sostiene, implícita o explícitamente, en la creencia en que esos sesgos individuales pueden ser descubiertos y suprimidos mediante la crítica racional de otros pensadores. De allí que, para profundizar en los límites objetivos del conocimiento humano, sea necesario detenerse un momento sobre esta cuestión con una nueva pregunta: ¿puede la crítica de la comunidad científica borrar los trazos de subjetividad que el investigador pudiese haber dejado en su producto? Para pensar adecuadamente sobre esta cuestión es preciso retomar algo que ya fuese parcialmente tratado en apartados anteriores y que refiere a lo que se considera el sujeto del conocimiento. En la historia de occidente hay una muy antigua tradición que ha sostenido una imagen individualista y semi– pasiva del acto de conocer. Como parte de esa tradición, la relación de conocimiento se ha esquematizado como una simple relación entre un Sujeto que conoce y un Objeto que es conocido. De esa forma, el principio y fin del acto de conocer ocurre en el individuo entendido como mónada; y el esquema que lo representa tendría la siguiente forma:

78 Saberlo nos obliga a pensar en: 1) como interviene ese conocimiento anterior en la producción de nuestra investigación y 2) nos alerta sobre la necesidad de una mirada crítica en relación con los procesos de construcción de la información que encontramos en las fuentes.

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En esa fórmula, la “S” representa al sujeto cognoscente, que es pensado como un sujeto individual, y la “O” el objeto real, el referente del conocimiento. Barry Barnes (1994) se refiere a esta tradición de la siguiente manera: Describe el conocimiento como el producto de individuos aislados. Y supone que los individuos tienen una participación mínima entre la realidad y su representación: La aprehenden pasivamente, y, por así decirlo, la dejan hablar por sí misma; su percepción de ella es independiente de sus intereses, sus expectativas o su experiencia previa. De ahí que el conocimiento que producen sea esencialmente sólo una función de la realidad misma. Cualquier individuo que sea capaz de compararlo con la realidad puede verificarlo, dado que su propiedad de correspondencia con la realidad es enteramente independiente de la situación dentro de la cual fue producido el conocimiento. Estas diversas nociones tienden a estar asociadas porque están indicadas por un modelo simple, memorable y concreto: se piensa en el aprendizaje y la generación del conocimiento en términos de una aprehensión visual, y en el conocimiento verbal, por analogía, en términos de la representación pictórica. Si la falta de objetividad es atribuida a errores en el proceso cognitivo de tales individuos, queda entonces por saber si esa limitación –que quizá muchos puedan reconocer y aceptar que exista en sus actividad— puede ser corregida mediante la crítica de las comunidades científicas y/o del resto de las sociedades que conforman el entorno de los investigadores. Quentin Gibson (1974) y muchos otros teóricos de la época, sin negar que existan influencias de origen subjetivo en la actividad del científico, forma parte de aquellos que defienden la posible objetividad del conocimiento científico basándose en ese control comunitario de los productos de la actividad individual. Según este autor, los deseos o simpatías del científico, su condición social (clase, sexo, etnia, etc.) o sus costumbres, pueden afectar la objetividad del conocimiento. Sin embargo, dice, ese no es un proceso que afecte definitivamente la objetividad del conocimiento científico. Según él, la discusión entre los representantes de diferentes corrientes de pensamiento puede terminar anulando aquellos vicios subjetivos: el conocimiento objetivo puede alcanzarse mediante un proceso de crítica colectiva que asegure la eliminación de las escorias subjetivas con las que los miembros individuales de esas colectividades puedan haber contaminado sus productos cognitivos. Se pasa así desde una versión individualista a una versión intersubjetivista de la objetividad79. Según esta óptica, la confrontación inter-subjetiva es capaz de desvanecer las marcas de la subjetividad de los creadores de conocimiento. Interpretándose que la subjetividad es una deficiencia individual y no una característica de todo conocimiento humano, la crítica intersubjetiva llevaría a la limpieza de todo sesgo subjetivo. ¿Pueden sostenerse esas afirmaciones? ¿Basta con la crítica de la comunidad para borrar esos rastros? Para contestar esas preguntas es necesario recordar el tratamiento hecho en la primera parte del libro sobre las relaciones entre individuos y sociedad enfocándolo, en este caso, desde la perspectiva de las relaciones entre los seres cognoscentes (entre ellos los científicos) y sus colectividades. Como se sabe, el trabajo de Khun tuvo el privilegio de llevar la discusión de la historia y la sociología de la ciencia al campo epistemológico y metodológico con mucha mayor eficacia que los trabajos de sociólogos

79 Podría afirmarse que asociar acuerdo intersubjetivo con objetividad es “un modo de hablar”, y que, en ese caso, “objetivo” quiere significar que existe un acuerdo, en el que no hay sesgos idiosincrásicos. Sin embargo, los significados de objetividad están tan cargados con la asociación con los de “verdad” y “realidad”, que es preferible no caer en la tentación de utilizar dicho término si no se acuerda con esas asociaciones.

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del conocimiento anteriores. Gracias a ese impulso ocurrió que, frente a propuestas como las de los positivistas o empiristas lógicos, y aún las de Popper, las prioridades del trabajo de espistemólogos y de metodólogos comenzaron a deslizarse hacia la revelación de las formas en que efectivamente se produce el pensamiento y la investigación científica, abandonando la exclusiva tarea de producir modelos abstractos destinados a definir los mecanismos que los científicos deben usar si pretenden asegurar la cientificidad (entendida como objetividad) de sus producciones. Siguiendo la misma dirección general que tomaran los sociólogos del conocimiento, Khun mostró que la actividad científica no sólo está regida por la necesidad de desarrollar técnicas adecuadas para resolver un problema cognitivo sino, además, por valores y creencias. En los períodos denominados por Khun “de ciencia normal”, esos valores y creencias se convierten en convicciones firmemente compartidas, posibilitando que la mayor parte de la energía de los miembros de esa comunidad se dedique al examen de todas las posibilidades heurísticas del marco conceptual compartido; pero inhibiendo, al mismo tiempo, heterodoxias peligrosas. De lo dicho se puede extraer una primera consecuencia. En el contexto de la coparticipación en una misma comunidad académica, la crítica de los integrantes de la comunidad científica podrá llegar a corregir aquellos sesgos individuales que han empañado el trabajo de un investigador. Pero será incapaz de superar las convicciones subjetivamente compartidas. En tales críticas habrá un “punto ciego” que ocupa las coordenadas de las evidencias compartidas. En ese punto ciego la capacidad crítica desaparecerá, haciendo imposible la superación de la constitutiva subjetividad de todo conocimiento. Por ende, como producto de la crítica y su aceptación habrá acuerdo intersubjetivo y ese acuerdo permitirá el éxito o el rechazo de la teoría mencionada. Pero en la maniobra no se obtendrá mayor objetividad, solo puede construirse cierto acuerdo intersubjetivo: el tema de la subjetividad se desplaza desde el sujeto individual hacia la comunidad. Tales afirmaciones son totalmente congruentes con lo afirmado en el apartado anterior respecto a: 1) la relación entre conocimiento acumulado y nuevo conocimiento y 2) el carácter social de la producción y acumulación del conocimiento. Al mismo tiempo, uniendo lo afirmado sobre las diferencias entre los aparatos sensibles y lo que se indicó sobre los efectos de la cultura en la percepción se puede intuir el grado en que las interacciones sociales en el interior de una comunidad producen efectos homogeneizadores sobre los presupuestos y resultados cognitivos. Como mostró Sherif (1936) en el experimento sobre la influencia de los factores sociales en la experiencia visual, las diferencias individuales en la percepción son negociadas o sujetas a la influencia de alguien a quien se le reconoce autoridad; ambos atajos llevan a una misma solución: la percepción compartida. En ambos casos, el resultado es la producción de una convergencia antes inexistente. En el mismo sentido marchó un experimento hecho por Schombar (1945). En estos casos se está ante situaciones en las que los acuerdos inter-subjetivos normalizan las percepciones dentro de cierto universo cultural preexistente o durante la formación de una nueva comunidad simbólica. Mientras que, si no se logra éxito en la intercomunicación, se producen divergentes –o, en algunos casos, sólo diferentes— percepciones entre los miembros de universos culturales distintos. Por su parte, Levine, Chein y Murphy presentaron una serie de dibujos ambiguos a estudiantes hambrientos y observaron una tendencia notable hacia la percepción de algún tipo de alimento. Y para citar sólo una investigación más de las muchas que se hicieron sobre el tema, es importante traer a la memoria el caso, también informado por (Klineberg, 1965), de la experiencia hecha por Cook (1942) quien aplicó la prueba de Rorschach a individuos de diferentes culturas, logrando percepciones sistemáticamente sesgadas hacia los valores o experiencias propias de cada una de las culturas a las que los individuos pertenecían. 142

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De lo dicho se desprende una conclusión. La crítica intersubjetiva efectivamente puede producir el reconocimiento de los sesgos individuales de un investigador y convertirlos en tema de discusión. En cambio, difícilmente pueda hacer perceptibles aquellos “errores” de apreciación que provienen de las constantes culturales o subculturales. En cierto grado, dichos “errores” pueden ser percibidos y tematizados por alguien ajeno a la comunidad. En tal caso el límite que de todos modos se encontrará es el de las capacidades humanas para captar Lo Real. Incluso será indispensable recordar que si la crítica lleva a una interacción prolongada entre comunidades la tendencia a la homogeneización se reproducirá en la nueva comunidad, producto de las interrelaciones entre las comunidades que anteriormente estaban menos relacionadas80. En definitiva, si la crítica se extiende a diversas comunidades, se podrían ir subsanando la “idiosincrasia de perspectiva” pero no se superará el límite de lo humano. La identificación con Dios será siempre una ilusión inalcanzable. Ni aun el panteísmo cósmico puede atribuirle a una parte la capacidad de conocer el todo. Tales límites los han enfrentado tanto aquellos que sobrevivieron a la furia de un terremoto o a las delicias de la contemplación de una noche estrellada. No es imposible que usted mismo haya sido ajeno a esa experiencia en la que la clara serenidad de una noche sin nubes ya lo haya impulsado a salir de la ciudad y recostarse en la grama. En ese instante, quizá se haya preguntado sobre esas luces titilantes en que se pierde su mirada, inquiriendo quién es usted y quiénes todos nosotros en relación con ellas: habrá sido otro de los modos de convivir experimentar la precariedad de los saberes humanos; y también de reconocer, en usted mismo, el obstinado intento humano de apoyarnos en nuestras experiencias para seguir preguntándonos (mientras haya algo que despierte nuestro temor o nuestra curiosidad) y seguir operando en el mundo apoyados en esas precarias, pero no por eso menos indispensables, respuestas. Ese es el límite de las pruebas de validez en las que se apoya una buena parte del orgullo demostrado, peculiarmente, por quienes utilizan instrumentos estructurados en sus investigaciones. Dada la importancia de las mismas, y sobre todo la importancia que han adquirido en el debate contra las limitaciones de la investigación con técnicas semi o no estructuradas, dedicaré el próximo apartado a su revisión. TÉCNICAS DE VALIDACIÓN E INTERSUBJETIVIDAD Cuando se habla de “validez de un instrumento”, se pone en cuestión su capacidad de para medir, con eficacia, aquello que se propone medir. Consecuentemente, si el instrumento es válido, el resultado de su aplicación ha de producir un objeto de conocimiento que se corresponda efectivamente con el objeto real. Dada esa concepción, el concepto de “validez” tomó, como horizonte posible, el criterio de “verdad como correspondencia” y las pruebas de validez conciernen, por lo tanto, a la posibilidad, dada por cierta, de producir las pruebas que permitan certificar esa correspondencia. Se abren así dos campos de discusión. El primero concierne a la propia concepción de verdad y el segundo a la capacidad humana de producir esa certeza. El problema, por lo tanto, se desliza desde el terreno de la verdad (como correspondencia) al de la discusión sobre las posibles garantías que los seres humanos podemos utilizar para predicar validez. Vale pues la pena examinar cuales son los criterios que normalmente han sido aceptados en la metodología tradicional para producir esos predicados. Quizá la más fuerte de las pruebas de validez es la “validez predictiva”. Cuando se aplica a la validez de los instrumentos, en esta prueba se afirma que cuando los resultados de la aplicación de un instrumento coinciden con los resultados obtenidos en una segunda aplicación, el instrumento es válido. Cuando se aplica al

Tenerlo en cuenta nos permitirá comprender el tipo de interacción que se establece en el trabajo del investigador cuando incluye, en su tarea la observación y/o la entrevista; permitiendo pensarlas como algo diferente de una pura relación de exterioridad entre investigador e investigado. Tema sobre le que retornaremos más adelante.

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producto del conocimiento, lo afirmado es que, si lo predicho por el conocimiento se cumple, el conocimiento es válido. En ambos casos, la prueba se basa en el éxito. ¿Alcanza el éxito para asegurar la certeza en la veracidad del conocimiento? En tanto partamos de la coincidencia en el supuesto de que la actividad cognitiva es una forma de relación práctica con el mundo que a los seres humanos nos permite operar con nuestro entorno, el éxito es indudablemente un aliciente de inmenso valor. Esto implica que quién haya logrado ese éxito podrá perseverar en su trabajo con los instrumentos y conclusiones a las que ha llegado. Sin embargo, esto puede afirmarse sin que esa afirmación implique certeza alguna en la veracidad de la propia teoría (tanto en las teorías que sustentan la elaboración del instrumento como en las conclusiones extraídas de él). Para profundizar en esta discusión es que resultan útiles las conclusiones a las que fuimos llegando durante el desarrollo del capítulo. Para intentarlo podemos resumir en dos frases lo que es posible decir sobre el tema a partir de las discusiones que preceden este apartado: 1) mientras el sujeto no cubra y coincida con el objeto la certeza es imposible; 2) el éxito no asegura la verdad, pues en un sistema que para los seres humanos siempre se mantendrá como abierto e infinito, el éxito puede haber sido obtenido por razones diferentes a aquellas que creemos haber encontrado. Nuevas investigaciones pueden rectificar la explicación de ese éxito. El éxito no llega a desmerecerse por esa rectificación. Pero si se desmerece la idea de una prueba que asegure la verdad de lo que se afirmara sobre sus causas. Otra de las pruebas de validez es la “validez comparativa”. Esta prueba se aplica a los instrumentos con los que se realiza la investigación. En este caso, la prueba supone que si un instrumento produce resultados semejantes a los de otro instrumento cuya validez ya haya sido probada, el instrumento es válido. Para discutir sobre esta segunda prueba es necesario percibir que su discusión puede ser encarada desde dos puntos de vista. El primero de ellos concierne a la regresión que conlleva a afirmar la validez de un instrumento poniendo en relación sus resultados con los alcanzados por otro instrumento ya validado. Dada esa regresión, la discusión sobre las certezas que provee el nuevo instrumento conduce a considerar cuál ha sido la forma en que se validó el primer instrumento. Desde esa perspectiva, la crítica del segundo instrumento se subordina a la crítica de la validez del primer instrumento y, en ese caso, aún cuando el primer instrumento haya sido validado “predictivamente” (esto es, aplicando el criterio más fuerte de validez) los límites de la certeza que se logra con el primer instrumento quedan limitados a lo discutido en el párrafo anterior respecto de los alcances de la “validez predictiva”. Pero al mismo tiempo se abre, para esta prueba, una segunda cuestión, relativa a las posibilidades de la “replica” en ciencias sociales. Para iniciar esta nueva discusión vale la pena recordar nuevamente los supuestos en que se apoya la “validez comparativa”. Cuando se trata de mediciones físicas, por ejemplo, la aplicación de un metro de madera a una superficie y la aplicación, al mismo tiempo, de un metro de tela, se puede comprobar la validez del metro de tela comparando el resultado obtenido con el obtenido mediante el metro de madera, previamente validado. Pero en ciencias sociales las cosas no son tan simples debido a que la materia con la que trabaja tiene otras características. Enumero algunas de esas diferencias. 1. Salvo muy raras excepciones, el material físico que se está midiendo no reacciona en forma alguna ante la presencia del material con que es fabricado uno u otro instrumento (metro de madera o metro de tela), por lo tanto, las variaciones de los resultados obtenidos pueden atribuirse a la diferente calidad de los materiales con que se construyeron los respectivos metros. En el caso de los se144

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res humanos, la diferencia puede radicar en las diversas reacciones que los dos instrumentos producen sobre las personas; en tal caso, es difícil predicar algo sobre la validez comparativa. 2. En los materiales físicos, no es probable que sus características sean afectadas por el hecho de que primero se mida con un solo instrumento y luego con otro. Por el contrario, en el caso de los seres humanos, el que a la vez las personas hayan sido sometidas a la medición con un instrumento puede afectar sus respuestas cuando se le aplique un segundo instrumento. 3. En general, en los materiales físicos es posible aplicar el mismo instrumento en un momento y después de pasado un tiempo volver a aplicarlo para ver si el resultado se repite. Esto es prácticamente imposible en ciencias sociales, pues las personas recuerdan y ese recuerdo puede afectar las respuestas dadas en el segundo momento. Por esas razones, las pruebas “comparativas” no aseguran ninguna certeza; y tampoco lo asegura la “replica”. Las otras dos pruebas sobre las que trataremos a continuación son interesantes para refinar el trabajo metodológico. Pero están aun mucho más lejos que las anteriores en la pretensión de constituirse en verdaderas pruebas de validez. Lo que no impide que se las deba tomar en cuenta pues permiten, de un modo interesante y factible, asegurar el control inter–subjetivo respecto al trabajo del investigador. La primera de esas pruebas es la llamada “validez aparente” mediante la que se recurre a un conjunto de expertos para que examinen el instrumento y den la opinión surgida de sus respectivas experiencias. La segunda de esas pruebas es llamada “validez de contenido”, “validez teórica” o “validez de constructo”. Para conseguirla se hace un análisis teórico del modelo conceptual y de su relación con los instrumentos a ser utilizados. Por un lado se analiza la consistencia de la relación entre instrumentos y esquema conceptual y por otro se analiza si existen las relaciones previstas entre los resultados de la aplicación de ese instrumento y las otras variables que forman el marco teórico. En ambos casos, se trata de pruebas en las que intervienen como jueces otros miembros de la comunidad. Esto permite captar el “error” subjetivo individual; pero no aquellos errores conceptuales que, por ser parte del paradigma, habitus y/o ethos de la comunidad son, como ya dije, imperceptibles para todos. Mediante estos juicios inter–subjetivos se alcanzan acuerdos entre los miembros de la comunidad sobre la aceptación de cientificidad de los procesos mediante los cuales se produce la investigación. Ese acuerdo permite una evaluación racional sobre los resultados de esa investigación y asegura una mayor o menor credibilidad respecto a sus resultados (Wittgestein afirmaba que toda confirmación y/o refutación de una hipótesis se realiza en el interior de un sistema; y en el mismo sentido, Quine decía que: solamente tiene sentido aplicar la palabra verdadero, a una frase concebida según los términos de una teoría dada). Si el razonamiento vale para las comunidades científicas no debe asombrarnos que sea aun más útil cuando pensemos en los criterios de verdad utilizados por nuestros interrogados; y estos razonamientos no solo nos serán útiles para una indispensable crítica sobre la “verdad” del dato científico. Yendo más lejos, nos permitirá preguntarnos por las fuentes de las certezas con que el entrevistado vierte sus opiniones. Así pues, la crítica que hasta ahora hemos dedicado exclusivamente a las creencias que predominan en el pensamiento científico, también nos permitirá investigar con menor grado de ingenuidad sobre las sociabilidades y representaciones de las que el entrevistado es portador; y cuyo conocimiento puede ser de gran utilidad en la investigación. Pero como ese será tema de los dos siguientes tomos, paso ahora a encarar otro de los ángulos desde

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los que el tema de la verdad aparece en las investigaciones más frecuentemente presentadas en las comunidades científicas. Hasta ahora hemos planteado el tema de la verdad y objetividad del conocimiento; temas que entre sí están absolutamente implicados. Retomo la última, para pasar a una nueva etapa en la reflexión. Abandonada la idea de que la crítica ínter subjetiva es capaz de superar la participación constitutiva de los sujetos en la producción cognitiva, la única acepción adecuada a la palabra “objetividad” debe asociarse a una hipotética identidad entre sujeto y objeto. Sin duda, si dicha identidad existiese ambos polos desparecen, constituyendo una unidad81. Pero para que esto fuese posible debería también ser posible que la mente humana, desde su finitud, pudiese captar la infinita diversidad del universo; pretensión que constituye una aporía, solamente es superable mediante dos creencias indemostrables (que se han desarrollado en variadas versiones): 1) que existe una entidad en la que objeto y sujeto se fusionan, a la que usualmente se le da el nombre de Dios y 2) que existe un espíritu en los humanos que comparte esos rasgos (aunque ellos estén perturbados por los límites transitorios de su encarnación). Ahora bien, si nuestra audacia y soberbia no llega a tanto, el tema de la objetividad del conocimiento es tan mítico como el de la posibilidad de que los seres humanos lleguemos a obtener certezas sobre la veracidad de nuestros conocimientos. Como todas esas premisas son sostenibles solo desde el continente de la Fe; en un tratado sobre métodos de investigación es conveniente retornar a las premisas con las que comenzamos el libro y que han de conducirnos a enfrentar el tema de los datos desde otra perspectiva complementaria. Como ya afirmara en el primer capítulo, los miles de neonatos con que se nutre la población mundial, llegan a (y son recibidos por) específicos sistemas culturales; encarnados por diverso tipo de personajes que, en forma inextricablemente unida al alimento y la protección, al principio van comunicándoles afectos y arrullos que luego se toman las formas de palabras y gestos (cuyos significados son incorporados por el bebé; haciendo de él uno entre los muchos posibles); y que posteriormente, se concretan y diversifican; mediante el aprendizaje en su grupo de amigos, en la escuela, en el trabajo, etc. Aprendizajes que permiten al niño, adolescente y joven adquirir habilidades adecuadas para su incorporación exitosa en la comunidad de pertenencia. Así pues, más allá de que exista o no un Origen, lo que la experiencia indica es que, para todos los que arribamos a este mundo, la película siempre está ya empezada. Por lo que es desde los sucesos propios de ese momento en que entramos en sociedad, que nos conformamos como sujetos, en medio de un complejísimo entrecruzamiento de fluencias, que nos incluyen sociabilidades en las que los recursos de poder implican, como una de sus materias prima principales los flujos comunicativos82. Dado que en este capítulo la atención fuera principalmente volcada hacia la relación sujeto/objeto; queda pendiente el encarar el modo en que esos procesos comunicativos influyen en la construcción de los datos. Pero como de lo expuesto hasta ahora quedan temas de gran importancia dejaremos ese aspecto de la cuestión para el próximo capítulo; pues si lo hasta ahora afirmado se sostiene, lo que no hemos resuelto es la pregunta sobre cómo es posible la novedad.

Que no puede menos que evocarme a ese sentimiento oceánico, esa fusión en el Todo, al que alude Freud en El malestar en la cultura; y al que atribuye el origen y fundamento funcional de las religiones. 82 Aunque la guerra es el tipo de relación en el que la palabra que enlaza, llega a su expresión más débil; ella sería inconcebible sin cierto grado de comunidad y, por ende, de comunicación (cuyos canales pueden ser imaginarios, afectivos y/o simbólicos, reunidos con diferentes órdenes de relevancia). Por lo que la falta de comunicación es sólo pensable cuando no hay ningún tipo de comunidad. Esto es, cuando las identidades forman parte de sistemas que no se conocen mutuamente. Lo que significa, ni más ni menos, que toda investigación social deberá integrar, en un mismo movimiento, tanto el análisis de los flujos comunicativos como el de las relaciones de poder que conforman su objeto. 81

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DI VE R S ID AD Y CR E AC I ÓN Debido a la importancia que tiene la cuestión de la objetividad tanto en el pensamiento científico como en el sentido común, en los apartados anteriores dedique especial atención a ese tema. Pero ello nos apartó de considerar que uno de los posibles resultados de la discusión planteada en los dos primeros apartados puede llevarnos a una paradoja: si la percepción determina los límites del conocimiento posible no hay forma de explicar cómo es que podemos hablar de nuevo conocimiento. Recuerdo brevemente el estado en que dejamos la cuestión en aquellos primeros apartados. En el conocimiento, el objeto no aparece tal como es en lo Real, sino representado por una imagen y/o un signo. Por lo que los datos (los rasgos del objeto tal como nos los representamos) siempre son una singular estructuración de la realidad, no la realidad misma; pues la transposición de lo real a lo simbólico o a lo imaginario, es el efecto de un proceso de selección, de recomposición y de atribución de sentido. Selección: pues no todas las características del objeto real son incorporadas (ni pueden ser incorporadas) en su imagen o en su concepto. Recomposición: pues hay una acción positiva del proceso de conocimiento, que tiende a reorganizar los rasgos seleccionados, formando una imagen coherente. Atribución de sentido: pues cada objeto conocido es incorporado en un texto (teórico, valorativo y conjetural) y cobra sentido en relación a los otros componentes del conjunto: se percibe mediante sentidos conceptualmente organizados. Si eso es así, la novedad parece imposible: siempre veremos lo que –dada la estructura de nuestros sentidos y la naturaleza de nuestros conocimientos previos— estamos en condiciones de percibir; mientras que no seremos capaces de percibir aquello que, por no haber sido conceptualizado, es imperceptible. Como en su momento dijimos, el que ello sea así no es inútil; ya que en la vida cotidiana nos ahorra una enorme cantidad de esfuerzos: dadas ciertas representaciones sociales, ellas nos permiten, sin grandes inversiones de tiempo y energías, percibir, comprender y articular conductas respecto a los estímulos que, en cada momento, nos llegan por miríadas. Esto es, cumplen las funciones de los hábitos. Sin embargo, todos seguimos creyendo que gracias a la investigación y consecuente actividad teórica no solamente se conquista la conciencia de aspectos incluidos en las previas representaciones sino que también se consiguen, o pueden conseguir, conocimientos nuevos. Por ende, la pregunta refiere al cómo esto puede ocurrir? O, desde un ángulo metodológico: ¿Cómo organizar el una estrategia que posibilite producir una novedad evitando (hasta donde sea posible) las limitaciones conservadoras a las que nos expone el viejo conocimiento? La misión de los próximos apartados será la de reflexionar sobre dichas cuestiones. Para ello nos servirá como auxilio varias de las afirmaciones hechas en el primer capítulo, en el que puse de manifiesto la diversidad constitutiva tanto de lo individual como de lo social. Teniendo en cuenta esa diversidad, cuando hablamos del conocimiento anterior: ¿estamos hablando de algo único y homogéneo? Si, como se desprende de lo dicho en capítulos anteriores, ello no fuese así: ¿qué papel podría atribuírsele a la diversidad en los procesos creativos? LA POTENCIALIDAD HEURÍSTICA DE LA DIVERSIDAD Las críticas al positivismo me permitieron descartar al menos varias creencias que ahora retoman importancia y que son las siguientes: 1) la ilusión de “objetividad”; 2) la creencia en que las hipótesis que dan origen a una

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investigación deben deducirse de una teoría o cuerpo teórico único83. La primera de las conclusiones marca solo una de las condiciones a tener en cuenta; ya que no basta saber que uno, como sujeto, interviene en la conformación del objeto de conocimiento, para contestar a la pregunta sobre cómo es esa intervención. Para avanzar se requiere romper las convicciones que constituyen el modo usual de pensar la identidad del sujeto, retomando lo dicho sobre el carácter sistémico complejo de las identidades; que impide pensar en una especie de “individuo/marco teórico”; absolutamente excluido del contacto con otras representaciones y experiencias vitales84. Como veremos, esa diversidad constitutiva ya da un primer indicio: al enfrentar un problema, en el investigador pueden estar actuando saberes de origen muy diversos. Por otra parte, la aspiración a que exista Una Teoría de la cual derivar ciertas hipótesis llevó a uno de los mayores fracasos de todas las tendencias incluidas en el amplio espectro de los positivismos. Muy en contra de esa aspiración (y sobre todo si miramos el universo de las ciencias sociales) encontramos un panorama que dista de cualquier visión unificada desde diversos aspectos: 1) las teorías abarcan diversos objetos o aspectos de la vida social: 2) superponen sus conceptualizaciones produciendo campos de confluencia (no siempre reconocidos por los autores, en pro de asegurar sus propias originalidades), 3) no llegan nunca a abarcar la totalidad de lo social (salvo en aquellos casos en que las teorías cobran un carácter más profético que científico). Aun Klimosky (1995), un lucido y profundo conocedor del método hipotético deductivo reconoce implícitamente esa diversidad al decir: …toda teoría emplea palabras o conceptos presupuestos que provienen de teorías y disciplinas anteriores, y cuyo sentido se acepta como conocido e introducido por ellas. (…) Llamaremos “teorías presupuestas” a todas aquellas que, por razones de vocabulario o por necesidades de la deducción a partir de las hipótesis fundamentales de la teoría específica en estudio, intervienen en la contrastación o desarrollo de esta última. Para mostrar esquemáticamente el tipo de relación que se establece entre las diferentes hipótesis en el proceso de investigación, Klimosky desarrolla un esquema de gran utilidad que transcribo en la página siguiente. Y refiriéndose a ese conjunto agrega: En algunos casos, si nos remontamos jerárquicamente hasta su punto de partida, este cuerpo de hipótesis puede involucrar una parte considerable de todo el conocimiento científico disponible. Esto daría razón, en cierto modo, al llamado criterio holístico, según el cual toda aseveración científica compromete, si no a todo el conocimiento humano, a buena parte del mismo (1995: 215). Lo que llevado a un gráfico esquematizado nos presentaría el siguiente cuadro: Para un observador atento, no se le escapará que esa intersección de hipótesis, que idealmente podría “comprometer a todo el conocimiento humano”, es pensada como el efecto de una sumatoria de conocimientos sobre hechos o relaciones (de regresión, correlación o parecidas). No como el efecto de la reconstrucción de un sistema en el que los elementos mismos sean considerados relaciones, que intervienen en otros sistemas de relaciones más complejos; extrayendo consecuencias sobre el modo en que se comprenden las leyes y universales empíricos. Pero para los objetivos de esta última parte de este capítulo basta

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Tema que, desde otra perspectiva, será retomado en el capítulo quinto. El capítulo primero se dedico especialmente a producir una reflexión sobre las identidades que va en sentido totalmente opuesto.

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con preguntarnos: dado ese punto de partida, ¿qué relación podemos establecer entre esa diversidad de la que acabamos de hablar y la creación de nuevos conocimientos? CONCEPTOS, NEGATIVIDAD Y CREACIÓN En su función teórica, los conceptos participan de una sistematicidad global en la que se hacen afirmaciones sobre toda aquella porción de realidad que han tomado como objeto. El concepto teórico describe; las proposiciones teóricas explican. Sus funciones son las de dar respuestas. Desde este punto de vista, las teorías tienen como misión presentar una imagen acabada del hecho, en la que están contenidas explicaciones o descripciones que se pretenden verdaderas y, sobre todo, útiles85. Pero en ningún caso tienen como objetivo el continuar la búsqueda. Por el contrario, su función es darle un término, al menos provisional: ya que es con una teoría que damos fin a la investigación. Si aceptamos esto, es fácil comprender que las recomendaciones metodológicas del modelo hipotético deductivo poco pueden contribuir a explicar la creación de una novedad. Como ya se dijo, la simple tarea de deducir hipótesis desde un marco teórico pondrá al investigador en contacto con aquella parte de lo real que le es concebible o perceptible: sólo con ella y no con el resto. Pero el problema es que esa perspectiva guiará de tal forma a la investigación que muy difícilmente se podrán construir evidencias que pongan en jaque la interpretación desde la que se partió; por eso es que la creación no pudo nunca ser objeto del pensamiento positivista. Así, durante el largo predominio del positivismo y el empirismo en ciencias sociales, el concepto de “serendipity”, que utilizara Merton (1964)y muchos otros cultores de la investigación social, aludía justamente a la creación como encuentro inesperado, no una conducta metódica y racionalmente orientada, sino el efecto azaroso de un afortunado hallazgo. Lo mismo puede encontrarse en Popper. Al leer el razonamiento expuesto en su libro de 1934 –originalmente titulado Logik der Forschung (y traducido al español como La lógica de la investigación científica)— cualquier lector cuidadoso se lleva una sorpresa. Como bien lo indican Klimosky (1995) y Oldroyd (1986), en dicho libro –y, en realidad en toda su obra—al referirse a la lógica de la investigación científica Popper se ocupa exclusivamente de los procesos de verificación, refutación y/o corroboración; o, en todo caso, a interpretar conceptos científicamente claves como los de explicación, descripción, predicción, etc.. Pero nada elabora sobre el proceso de creación de ideas. Esa ausencia de teorizaciones sobre el aspecto creativo de la actividad científica no es el producto de un olvido ni de una incapacidad racional de este prolífico e importantísimo epistemólogo, sino de ciertos prejuicios deductivistas que producen su absoluta imposibilidad de decir nada al respecto: “… no existe -dice Popper- tal método lógico para tener nuevas ideas, ni la lógica reconstrucción de ese proceso mental (Miller, 1995): 147)”. Por eso es que, a continuación de aquellas frases, agrega un argumento que manifiesta claramente el origen de su postura: “…cada descubrimiento –dice- contiene un “elemento irracional”, o una “intuición creadora”, en el sentido de Bergson (Barlow, 1968). Reducir las teorizaciones sobre el conocimiento humano a una epistemología considerada como exclusivamente dedicada a la supervisión lógica de las teorías lleva a esa conclusión. Más aún cuando en esa tradición explícita o implícitamente la explicación es representada como la reducción a una Causa.

Esto es así aun cuando el investigador sepa que en el devenir de las investigaciones su teoría en otro momento será hipótesis. Eso corresponde al devenir de las teorías, pero no a la relación que se establece entre cierta proposición teórica y la realidad que toma de referencia. Si en cierto momento no se actuara como si se creyera en que lo teorizado es una buena representación de lo real, nada se podría hacer con esos productos del conocimiento.

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Pero eso es justamente lo que estoy cuestionando. No se parte de lo Uno sino de lo Diverso; y ese es el humus de la creación; incluso entre aquellos que, al exponer los resultados de sus investigaciones, los traducen para adecuarlos “al método correcto”. Así, tal como puede desprenderse de los exhaustivos razonamientos de Klimovsky (1995)86, en el accionar real de la investigación, incluso aquellos que operan dentro del paradigma hipotético deductivo no parten de una teoría única y homogénea87. Aún cuando no siempre lo puedan reconocer; en la práctica en ellos conviven teorías y nociones de diversa naturaleza y origen. Por esto es que, aun en esos mismos teóricos, la refutación (la de otros) y la conjunción de teorías diversas (en ellos) producen un efecto que, aunque no siempre es incorporado en las teorizaciones sobre el método, han cumplido un papel de gran importancia en la producción de los nuevos conocimientos. Ahora bien, convertir a ese juego de interacciones conflictivas en una parte del método de la investigación implica aceptar la importancia de la negación88. Sin embargo, en la tradición racionalista, es frecuente observar cierta renuencia para aceptar el trabajo de lo negativo. Lo que se enfatiza son los aspectos positivos de la definición de los conceptos y de las construcciones teóricas en las que esos conceptos se interrelacionan. Se piensa en la positividad y no en la negatividad. Se tiene en cuenta lo que se afirma. No se recuerda lo que, en el mismo momento, se está negando, su antónimo. No obstante, el trabajo de definir algo, de darle forma, implica la imposición de límites, condición indispensable para que los conceptos se constituyan. Así, al producir o bregar con un concepto ponemos en juego dos límites: 1. El de lo afirmado y el de lo negado por la afirmación (estas son delimitaciones conocidas por el usuario del concepto) y 2. El de lo no incluido ni en lo afirmado ni en lo negado; y que solo aparece cuando (respecto a un referente aproximadamente igual) otra conceptualización muestra otra forma de referirse a “la cosa”. En el interior de cada teoría solo es posible reconocer el primero de los límites. No el segundo, pues cada cuerpo de conocimientos (cada teoría o cada concepto) tiende a ignorar sus propios límites (si los conociera, ya no seria la misma teoría sino otra, con otros límites); por lo que la conciencia de dichos límites solo puede provenir desde algún “otro” que los señale y los ponga en cuestión; esto es, desde su exterior. Ya que lo que no aparece ni en los conceptos ni en sus antónimos, el segundo límite constituye un exterior desconocido; que permanecerá inerte mientras no haya nadie que trabaje conceptualmente sobre él89. Por eso es la refutación (que proviene desde “el exterior”) lo que abre paso a la eventualidad de que se produzca un trabajo de reconstrucción conceptual, que niegue los antiguos límites conceptuales establecidos (sus definiciones aceptadas) y proponga otros90, relanzando así el proceso de conocimiento hacia nuevas fronteras.

Ver sobre todo los capítulos 12 y 13, de Klimosky e Hidalgo (1999) Sobre una visión desde adentro de la práctica científica entre matemáticos y físicos, y sobre todo en su aspecto creativo, ver: Brezinski, C., 1993; Koestler, A. 1963; Koestler, A. (1968). 88 Hellemans y Bunch afirmaban que Newton denominaba a su método “método de análisis y síntesis”; sin embargo, sus descubrimientos más importantes fueron probablemente el producto de la intuición ver Mithaug (2000). Si en el lugar de la palabra intuición situamos la diversidad de conocimientos de sentido común, podríamos incorporar en ese razonamiento la diversidad de fuentes desde las que emerge el descubrimiento. 89 Ya hice referencia a este tema, desde la perspectiva de la influencia de la cultura en la percepción, en un apartado anterior de este capítulo. 90 No es imposible que algo parecido a lo infinito exista. 86 87

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Así, el límite será visto cuando se haga presente un crítico “invasor”: alguien que no concuerda con esos conceptos o teorías, refutando los nuestros desde otra teoría u otro concepto. No antes.91 Sin nadie que produzca un discurso contrario, no tengo por qué creer en lo desacertado o limitado del mío. Una idea complementaria a la que estoy exponiendo es la que, según Snack (1987) sostiene Nietzche: A pesar de su interpretación de los orígenes de las categorías. Nietzche más o menos adopta el fenomenalismo kantiano, especialmente cuando admite el relativo, “condicional conocimiento” de un “mundo fenoménico”. La filosofía y la ciencia bregan con una comprensión fenoménica del mundo que nos da una significativa y útil interpretación del mundo. Pero no nos permite aprehender la verdad. Esto nos lleva a que no hay verdad en el sentido de una realidad incondicional o una “verdad en sí misma”. Los seres humanos están inmersos en el “río del devenir” y su conocimiento es altamente selectivo, Psicológicamente determinado, interpretación de aspectos de este proceso. Pese a que “no hay verdad”, hay muchas verdades o lo que luego James designó “verdades en plural”. Por ejemplo, están las provisionales, hipotéticas, “verdades” de las ciencias, tanto como la terrible verdad sobre los humanos que Nietzche proclama haber descubierto. En un sentido práctico, el mundo es “cognoscible”. Sin embargo, está sujeto a una multiplicidad de interpretaciones y posee infinitos significados92. Sin duda, tampoco lo que acabo de decir –o lo afirmado por Nietzche y muchos otros que de un modo u otro comparten esta perspectiva– es certero ni absoluto93. Quizá alguna vez pueda ser demostrado lo contrario. Pero, por ahora, es trabajoso encontrar un modo de comprender la relación entre el conocimiento y la verdad sin aceptar que el pluralismo de abordajes permite perspectivas diversas y produce efectos de “verdad”94; esto es, que abordan e incluyen aspectos de lo real que, en cierto grado, pueden ser complementarios con los de otras teorías y contribuir a nuevas conceptualizaciones. Si acordamos en esto, solo falta a pensar en cómo lograr que esa misma oposición enriquezca el campo de nuestra mirada en el comienzo de la investigación. En realidad, es esa convicción la que me ha llevado a desarrollar este apartado pues estoy convencido que al comienzo de la investigación, es la incorporación de la pluralidad de perspectivas lo que abre el camino de las novedades cognitivas. Una refutación parcial a lo dicho puede provenir del siguiente apotegma: las teorías implican una serie de presunciones que permanecen potenciales hasta que alguien las detecta y desarrolla; en esas situaciones, lo nuevo es producido por deducciones antes no concretadas o por la puesta en relación de aspectos del mismo paradigma antes no relacionados y que alumbran el objeto de una nueva manera y lo confrontan con verdades antes asumidas95. Esto es cierto y puede dar cuenta de un cierto tipo de conocimiento al que podríamos

Desde lo real a lo sumo pueden provenir sorpresas que nos dejan sin palabras. Si esto ocurre, será un trabajo de los seres cognoscentes el de encontrar conceptos que apalabren esa sorpresa, incorporándolas al campo de lo comprensible. Por lo que, en este caso, el exterior al que me refiero no es un “exterior al conocimiento humano”, sino al de un investigador o una comunidad académica. 92 Puede también ser interesante leer, al respecto Rosado R. (1993). 93 Pero concluir esto es aceptar que vivimos en un campo de conjeturas que pueden ser refutadas, lo que supone aceptar lo finito y lo incierto de nuestros saberes. Aceptación que, para que se concrete, no requiere de la fuerza de la inteligencia sino de la disposición de ánimo para enfrentar nuestros límites. Para admitir esos rasgos se requiere valentía y modestia; es ese temple el que permite someterse, sin pena, a la imposibilidad radical de construir sobre fundamentos incorruptibles. Digo que no se requiere de una peculiar inteligencia pues las pruebas de nuestra falibilidad (que una y otra vez nos ponen ante la evidencia de que somos endebles; y que el fracaso y el dolor pueden aparecer en cualquier momento) retornan aún en nuestros esfuerzos por negarla y que quizá logren superar solo aquellos que se entreguen a una intensa práctica religiosa. Por eso, la teología (cuyo fundamento humano es la necesidad de negar la carga de incertezas y miedos que produce esa aceptación) ha renacido, una y otra vez, en la actividad de los cultores del conocimiento, con innumerables rostros. Lo constante ha sido la necesidad de llegar a un punto en que se produce el encuentro con lo perfecto. La confianza de los epistemólogos en que las teorías son capaces de auto–corregirse y auto–verificarse es parte de esa ilusión. 94 Mediante esta expresión, que arriesga a constituirse en uno más de esos juegos de palabras a las que muchos teóricos son afectos, quise indicar que en muchísimas concepciones pueden encontrase descripciones adecuadas aún cuando estén inmersas en edificios conceptuales explicativos que sean poco creíbles, como ocurre, por ejemplo, en la llamada “medicina tradicional”. 95 Es notable como, pese a la rigurosidad deductiva de Marx, es posible encontrar dos principios explicativos poco compatibles entre si: 1) la historia como desarrollo de las fuerzas productivas y 2) la historia como efecto de la lucha de clases. Muchas de las luchas entre marxistas pueden explicarse por haber partido de uno u otro paradigma, más allá de que ambos siempre fuesen incluidos verbalmente en sus producciones. Sobre esto trabaje en: Saltalamacchia, (1979) y en Saltalamacchia, H. R. (1989). 91

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denominar: paso a la conciencia de elementos contenidos en las premisas de la teoría con la que se trabaja. No obstante, son muchas las ocasiones en que el cambio no es el producto de ese auto reconocimiento, sino del fracaso de aquellas acciones que emprendimos apoyados en cierta teorización. Ciertamente, lo real no habla; pero las consecuencias negativas que produce un error de predicción, pueden romper las certezas; y producir la necesidad de nuevas investigaciones, que impliquen un perfeccionamiento de la teoría. Es entonces cuando debemos buscar yacimientos nuevos dentro o fuera de nosotros; búsqueda que puede presentarse de diferentes modos. Como adelantara, una de esas fuentes de diversidad y conflicto puede provenir de la refutación. Ubicada la refutación en el campo de la competencia entre teorías y/o entre teóricos, el cambio en las teorías no debería ser conceptualizado como un simple autodesarrollo, sino como el efecto de la lucha entre paradigmas, posiciones institucionales y perspectivas personales, que compiten por conquistar el favor del público mediante la coherencia de sus explicaciones o el monto de evidencias acumuladas. Lakatos (1983) atribuye a esa competencia un papel fundamental en la producción científica; y otro tanto postula Feyerabend (Bloor 1994) desde otra vereda. Pero aún en el caso de aquellos científicos que no acepten que sus teorías han sido refutadas (pese a uno o varios experimentos cruciales fallidos) también ocurre la incorporación de la diversidad; ya que, como bien lo indica Klimosky, frente a los resultados negativos que implican una eventual refutación, la solución frecuente es la de incorporar hipótesis complementarias o ad hoc; que no provienen de la propia teoría, pero que pueden complementarla. Esto es: los investigadores “jugados” a favor de cierta teoría, buscan en las teorías secundarias los posibles fracasos (refiriéndose, por ejemplo, a un defecto en la construcción de un aparato) o tratan de complementar la teoría principal con otras teorías para explicar el real o aparente error96. Esto tiene diversas consecuencias desde el punto de vista de cómo se desarrollan las teorías y sus cambios, pero lo que ahora nos interesa es destacar que en tales casos, tampoco podríamos hablar de auto desarrollo sino de combinación o complementariedad entre teorías. Otro tanto puede ocurrir durante la laboriosa tarea de deducciones producidas a partir de las premisas más generales (que es lo propio del trabajo de los científicos en períodos de “ciencia normal”) en el que intervienen científicos de diversa formación, aunque incluidos en un paradigma general Khun (1971); pues aun en esos casos, pequeñas diferencias de interpretación pueden dar lugar a desarrollos diversos. Así, tanto en la búsqueda de teorías ad hoc como en los procesos deductivos ocurridos en diversos sectores, se incorpora, de hecho o de derecho, la diversidad como fuente de inspiración y creación. Esa diversidad aparece en las teorías complementarias; pero también en los procesos deductivos en los que el investigador introduce, por analogía, nuevos elementos; lo que es posible porque ningún científico es un “individuo-marco teórico”; y es esa relativa independencia de sus adhesiones teórico metodológicas lo que le permitirá extraer, desde otros ámbitos de su vida, hipótesis que hagan factible nuevas perspectivas para sus trabajos. Dicho de otro modo, la diversidad no es solo lo que se juega entre nosotros y el mundo externo; por el contrario, tal como lo vimos claramente en el primer capítulo y lo reiteraremos en el

Lo que es perfectamente legítimo y comprensible: legítimo porque en verdad el error puede provenir de otras teorías que son supuestos de la propia y comprensible pues es mucho lo que el científico ha jugado en su empeño y no hay razones para que no intente nuevamente; no solo por orgullo. También porque es la perseverancia el camino del descubrimiento, y él lo sabe.

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tercero, cada identidad es un sistema complejo; y es de esa misma complejidad que pueden emerger elementos que rompan con los preceptos, animando el pensamiento creador. Son todas esas razones las que me permiten ubicar en la diversidad una de las posibles fuentes de creatividad y de ruptura respecto a los efectos conservadores del conocimiento preexistente. Ya que, cualquiera sea la razón o el origen de ese trabajo de reconceptualización y crítica externa, lo cierto es que, en casi todos los casos, su posibilidad está garantizada por la existencia, desde siempre, de discursos distintos a aquel que se pretende criticar. Es eso lo que me permite suponer que son esos otros discursos los que rompen la simple positividad de las teorías; mostrando lo que éstas no llegan a ser. Es esa diversidad la que hace posible las preguntas y abre los huecos que, dando su lugar al deseo del Otro97, convocan a las identidades de los investigadores a hacer su trabajo. Feyerabend (Bloor 1994) dice que John Stuart Mill, en su ensayo On Liberty, ya indicaba la necesidad de una metodología pluralista para el avance del conocimiento y el desarrollo de nuestra individualidad. Según la interpretación del autor de Contra el Método, Mill proclamaba –como forma de romper con la rutinización de la actividad científica, que lleva a la pérdida de creatividad— la necesidad de que se produzca la lucha entre ideas diferentes. También la recomendaba como forma de corroborar las teorías, sometiéndolas al rigor de la crítica. Por su parte, Popper puede ser ubicado como heredero de esa tradición. Es por eso que en muchos de sus trabajos afirma que “la tradición crítica de la discusión crítica” es el único medio practicable para ampliar nuestro conocimiento. De donde puede verse que, si bien su elogio de la refutación no atina con el objetivo propuesto; por el contrario, da en el blanco al reivindicar al papel de la crítica en el avance del conocimiento. Lo que no llega a concretar satisfactoriamente es la identificación de cuáles son las probabilidades reales para que esa crítica se abra en un abanico de posibilidades que amplíe el campo de visión de los investigadores y les permita arribar a conocimientos no preexistentes. Identificarlas hace posible incorporar el juego de los distintos en la propia tarea metodológica; para que dicho juego no únicamente aparezca como eventual resultado de la crítica externa sino como apertura interna que resquebraje las propias convicciones y cegueras epistemológicas. La creación de los campos conceptuales, sobre las que reflexionaré en el tomo segundo, tiene esa misión. Pero en tanto su discusión en este momento nos obligaría a incluir demasiados elementos que son propios de la temática del segundo tomo, me limitaré a enfrentar una posible refutación a lo dicho hasta ahora. Refutación que puede encontrar bases en la teoría de la inconmensurabilidad, propuesta por Khun. CONFLICTO E INCONMENSURABILIDAD Según lo dicho hasta ahora, la puesta en relación o contraposición de teorías diversas no solo es indispensable para reanimar el flujo del pensamiento. También lo es para que lo diverso sea visible (bajo la luz que se produce en el choque entre teorías) y anime a los investigadores a abrir el campo de sus percepciones y elaboraciones conceptuales hacia temas antes no conocidos o no bien conocidos. Lo que falta discutir es si en verdad esos paradigmas pueden comunicarse entre sí o, por el contrario, son absolutamente inconmensura-

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Retornaré sobre la relación entre “deseo” y “proyecto” en próximo apartado. 153

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bles y por ende, incapaces de establecer relaciones de conflicto y complementación. Si lo fueran las relaciones entre ellos sería imposible, e imposible también su inseminación mutua98. Como se sabe desde Khun (y en general desde los aportes de la sociología y la psicología del conocimiento), la unidad de análisis más adecuada para comprender la evolución del conocimiento científico no es “el científico” (al menos no meramente) sino la “matriz disciplinal” y la comunidad científica en la que ellos se reconocen y son reconocidos. Según se recordará, Kuhn definió “disciplinal” llamando la atención sobre la necesidad de pensar a esa matriz como algo perteneciente a los practicantes de una disciplina particular; y al hablar de “matriz”, quiso poner el acento en que, los participantes de esas comunidades disciplinarias: 1) comparten un mismo lenguaje científico; 2) creen en ciertos modelos básicos y 3) coinciden en un conjunto importante de valores. Estas convicciones, junto a una certeza no empirista de la percepción (que se asemeja a la que expuse anteriormente) le permitieron a Khun dar congruencia a sus dos ideas básicas: 1) que en la práctica de una comunidad académica, lo normal no será la refutación sino la verificación de las teorías o sus derivados; ya que la refutación que emprenda un científico estará umbilicalmente ligada a –y contaminada por— los mismos argumentos y supuestos que quiere rebatir; y 2) que la relación entre participantes de diferentes matrices disciplinales será una relación entre personas que no sólo no comparten un mismo lenguaje, sino que ven el mundo de manera diferente 99; por lo que sus teorizaciones, al no pertenecer a un mismo sistema, no pueden interactuar entre sí. En lo que Khun se equivoca no es en esa descripción genérica de las comunidades científicas. Su error radica en la falta de sutilizas sociológicas con las que aborda el tema; pues su aceptación sin reparos de su afirmación sobre la inconmensurabilidad implicaría imaginar: 1) una sociedad en la que “las tribus” no se enfrentan y, 2) ignorar que todo enfrentamiento obliga a las partes a tratar de comprender al adversario como forma de lograr mejores posiciones para el uso de los propios recursos en el combate. Esto es, no concibe a lo social como sistema complejo (sistema de relaciones siempre en movimiento), sino como totalidad más o menos homogénea. De todos modos, aún teniendo esa advertencia en mente, es posible que aquellas diferencias y ese conflicto abierto, al que se refiere Khun, y que es propio de las etapas de cambio de paradigma, en las ciencias sociales tenga dos peculiaridades: 1) que es más frecuente y 2) que nunca termina en una fusión que permita identificar la etapa de ciencia normal, a la que se refiere dicho autor. Peo esto no se debe a su supuesta “falta de madurez”. Posiblemente, dentro del paradigma vigente desde Newton y por el tipo de objetos a cargo de las ciencias físico naturales de su época, la constancia en el tiempo era algo que se podía atribuir a los objetos de la ciencias físicas y naturales (pensados desde la limitada duración de la vida de la especie humana); lo que habilitaba –dentro de ciertas limitaciones y según cuál fuese su objeto especifico— el dejar en suspenso los posibles efectos de muchas variables sobre el sistema predictivo: pues, salvo accidentes100, el sistema podía pensarse como constante. En cambio, en las ciencias humanas, estos “accidentes” no son para nada inesperables, ni de consecuencias desdeñables. Todo lo contrario. Cada uno de esos accidentes es el producto de la diversidad de cadenas causales101 que se entrecruzan, sobredeterminádose en el interior de un sistema com-

98 Por eso es que, desde esa perspectiva, las ideas de Khun deben ser cuidadosamente examinadas, pues tal como fueron expuestas harían imposible suponer la inseminación cruzada entre ideas provenientes de diversas tradiciones o teorías. 99 Sobre estas ideas, se pude retornar a la lectura del capítulo segundo, en el que estos argumentos están mucho más desarrollados. 100 Un inesperado aerolito o el estallido de una supernova “cercana”, por poner algunos ejemplos. 101 Sobre las diversas formas de entender la explicación en ciencias sociales ver: Klimovsky & Hidalgo (1998) y Rossi, Mori y Trinchero (1975). En todo caso, lo único que puedo agregar en este contexto es que me resulta imposible pensar en una actividad cognitiva en la que estén ausentes las generalizaciones, no es esto lo que me hace dudar de la eficacia del modelo hipotético deductivo en cien-

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plejo; y en cada situación analizada, es indispensable tener en cuenta esa complejidad. En la práctica, esto obliga a recurrir a teorías regionales (normalmente desarrolladas por diversos investigadores dentro de una misma disciplina y/o por investigadores de otras disciplinas; con diversos métodos) y a la inter relación transdisciplinaria con el propósito de mejorar las condiciones para la comprensión. Insisto, esta necesidad no es el efecto de ninguna ontología sino de las propias insuficiencias de nuestras capacidades individuales y grupales de conocimiento. Pero el efecto es el mismo. Tales teorizaciones nunca llegan a formar parte de ninguna teoría global. Por lo que la única salida de casi todas las investigaciones empíricas es la de producir, con la ayuda de conocimientos emergentes de canteras diversas, una teoría específica del objeto102. Su unificación, sin duda parcial, permite posteriores inducciones y las consecuentes deducciones que habrán de convertirse en las herramientas conceptuales de las que podremos servirnos, en las investigaciones posteriores sobre objetos semejantes103. Pero aún en estos casos, lo que toda la historia de la ciencia muestra es que el conflicto entre paradigmas siempre ha ocurrido104 y, por ende, siempre existieron (también entre las comunidades científicas) la diversidad y el antagonismo. Que fijaban los confines entre campos diversos, al mismo momento en que los violaban; creando campos en los que la discusión fuese posible. Al contrario de lo que pudiese parecer al sentido común, es la misma producción de un conflicto lo que supone la creación de ciertos “puentes”; esto es, de ciertas formas de intercambio y comunicación entre las partes enfrentadas, que de ese modo van creando lenguajes comunes y muevas fuentes de inspiración para sus propias producciones. Ciertamente, la inconmensurabilidad haría imposible el conflicto. Sin embargo, más allá de las voluntades totalizadoras (que no tuvieron éxito ni siquiera en el encierro de los monasterios medioevales); los márgenes son siempre permeables; y el conflicto se produce, justamente, porque las fronteras que delimitan identidades son, a la vez, compartidas y discutidas. De allí que, aún en períodos de ciencia normal, la exploración de las posibilidades de un paradigma es estimulada por los conflictos entre interpretaciones105. Estimulados por esas escaramuzas, los “los adversarios” terminan, habitualmente, tomando cosas del otro; produciéndose así, a pesar del conflicto, una comunidad que hace posible estructurar tanto un campo de enfrentamientos como ocasiones para el incentivo de la creatividad y la innovación. Efecto mucho más probable cuando el conflicto entre paradigmas, al que nos referimos (es decir, los de campos pertenecientes a una misma o muy semejante tradición cultural), se desarrolla en el interior de un universo cultural, social y político más amplio (la tradición occidental y cristiana, por ejemplo), en el que las interacciones son muchas, muy variadas y se producen en aspectos muy diversos de la vida social. De allí que se pueda afirmar que el conflicto y aún la simple diferencia existieron siempre y siempre fueron la fuente de gran parte de las innovaciones cognitivas106.

cias sociales. Pero en todos los casos sería llevar el libro a una extensión desmedida el discutir la pertinencia de todas las formas de explicación a las que se hace referencia en las diferentes tradiciones coexistentes en las ciencias humanas. 102 Utilizo el término en el sentido de “generalizaciones que permiten describir el orden de un sistema”; si bien se refieren a un sistema, lo cuál parece rechazar el concepto normal de teoría, no pueden concebirse razonamientos que no utilicen conceptos, los que siempre son genéricos; pero al mismo tiempo, me parece importante utilizar el término pues incluye la connotación de abstracción que no posee “descripción”, con lo que puedo enfatizar (dentro de un ambiente en el que esto no es sentido común) sobre el carácter de construcción cognitiva de los predicados sobre el orden de ese sistema. 103 Tema al que me refiriera en el apartado anterior. 104 Ni Feyeraben creo que haya pretendido, ni yo estoy proponiendo, una nueva forma de conocer; sino una forma diferente de entender cómo normalmente se desarrolla el conocimiento. 105 Diferencias que normalmente provienen de la radical complejidad histórica con la que están conformadas las subjetividades de los investigadores y a la que hiciéramos referencia en los capítulos anteriores. 106 Las propuestas transdisciplinarias son un ejemplo de una búsqueda de superar los idiomas que separan e impiden la comunicación interdisciplinaria. Esto ha sido retomado por otros autores desde objetivos teóricos diferentes. Entre ellos, uno de los varios méritos 155

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Ahora bien, si la experiencia indica que la novedad es posible debido a que el choque entre versiones diferentes impide el cierre que un paradigma produce sobre sus posibilidades de ver aquello que no está preparado para ver. Esa es una experiencia que bien puede tomarse como sugerencia metodológica que permita, en los comienzos de la investigación, abrir el campo de percepciones del investigador. Para lograr lo cual lo necesario es incorporar visiones alternativas sobre el objeto que estamos investigando y trabajar utilizando ese conflicto en el modo más consciente posible107. Dada esa diversidad, las tensiones entre miradas diferentes crearán un campo de preguntas que se agregarán a las originales, obligándonos a profundizar en el objeto de un modo mucho más exhaustivo; hasta que, hacia el final de la investigación, la reconstrucción a la que lleguemos nos lleve a utilizar uno de los enfoques originales o una combinación creativa que permita nuevas conceptualizaciones. Asumir el desafió de incluir más de una perspectiva requiere de ciertos recaudos que no corresponden desarrollar aquí sino en el próximo capítulo. Así pues, ese será uno de los temas a los que haré referencia mediante la incorporación de la noción “campos conceptuales”, cuyo objetivo es dar forma y función al conflicto en el proceso de construcción del modelo conjetural desde el que partimos en una investigación. De todos modos, el llegar a conjeturar cómo es posible la creación, no implica haber respondido a la pregunta sobre el por qué buscarla. Para ello debemos encontrar alguna explicación conjetural de ese permanente proyectarse de los humanos hacia la creación; cuyo examen puede permitirnos tanto conocer algo más de nosotros mismos como de aquellos que forman parte del objeto que investigamos. PROYECTO Y CREACIÓN En los capítulos anteriores puse énfasis en las determinaciones sociales (institucionalizadas o no) de las conductas individuales. Al dejar el razonamiento en ese punto, el riesgo asumido fue no considerar, en modo claro, cuáles son los impulsos que conducen al investigador (y a casi todos los humanos) a producir una novedad. Tratar el tema tiene importancia, ya que con la aparición de esa novedad se producirán dos efectos: 1. se transforman las sociabilidades de las que el sujeto (el investigador, por ejemplo) participa – sean aquellas en las que ha sido producido como individuo y/ o alguna de aquellas otras que constantemente actúan como condicionantes de su acción y 2. lo transfiguran a él mismo como persona, en tanto se incorpora a una aventura que pondrá en tensión todas sus potencialidades inquisitivas y creativas. En un libro anterior (Saltalamacchia, 1992) decía que entre el individuo como lo determinado y el individuo como lo determinante (rompiendo la separación metafísica entre individuo y sociedad) Sartre (1970) instaló la praxis —guiada por el proyecto— que para él era un momento indispensable de la intersección entre lo objetivo / subjetivo / objetivo.

del trabajo de Matei Dogan y Robert Pahre (1993), es el de haber mostrado el gran valor de esa inseminación de los distintos. Según estos autores, aquellos científicos que son marginales a una teoría o a una disciplina, llegan con mucha mayor frecuencia a la innovación. Dicha innovación se produce mediante la integración de pensamientos correspondientes a tradiciones disciplinarias distintas y no por la vía de un estricto desarrollo de las posibilidades lógicas de una teoría. 107 Una de las grandes limitaciones del trabajo de Khun, producto en gran parte de la tradicional limitación de los epistemólogos al estudio de ciencias con objetos menos complejos que los de las ciencias sociales, ha sido justamente la de privilegiar los momentos no conflictivos como síntomas de la constitución de una ciencia madura. 156

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La propuesta sartreana es sugerente y nos permite entrar en nuestro tema de una manera directa. Pero, para evitar perdernos en abstracciones demasiado grandes, es conveniente salir del vocabulario sartreano y retomar lo expuesto en el primer capítulo, recordando que: 1) el ser humano es inteligible como un punto objetivado en el tejido social (como lugar de tránsito de los diferentes discursos sociales que lo han estructurado como individuo en su singularidad) y 2) ningún ser humano puede ser una expresión acabada del conjunto del que forma parte108. A esas dos conclusiones cabe agregar ahora que si el individuo no se agota en sus propias determinaciones es porque puede volver sobre ellas para reconocerlas y transformarlas; ganando así en reconocimiento propio y ajeno. ¿Cómo entender esa última afirmación? Como es evidente, ella supone la existencia de un momento de libertad, en el que el individuo asume su responsabilidad en relación al conjunto del que forma parte. Esa idea de “libertad” le permitió a Sartre hablar de “proyecto”. Pero ¿qué es lo que habilita a creer en esa capacidad de los individuos para proyectarse eligiendo el propio rumbo? ¿Será que el individuo está más allá de las determinaciones? ¿Debería retornar nuestra reflexión a la idea de lo individual como el origen increado de lo social? ¿Deberíamos aceptar el reinado de la libertad absoluta? ¿O, por el contrario, deberíamos pensar al proyecto como pura ilusión? ¿Será correcta la idea (tan central, por ejemplo, en los estructuralismos de todo tipo) de una sociedad capaz de crear sujetos sin que esos sujetos puedan a su vez recrearla? Es en este contexto problemático que vuelve a cobrar importancia el concebir tanto al individuo como a lo social como tramas complejas, heterogéneas y contradictorias. Desde ese punto y con la ayuda de mi interpretación de algunas de las sugerencias de Lacan, podríamos abordar el problema, tratando de encontrar respuestas; ya no exclusivamente al tema de cómo es posible la novedad, sino a otra, relativa al por qué la buscamos. Para ello, la propuesta será incorporar el tema del “deseo” en la relación entre “proyecto” y “determinación”. Aceptando la compleja constitución social del sujeto individual pudimos, en el primer capítulo, comprender mejor la dinámica que lleva a las acciones individuales. Para eso era preciso recordar que es únicamente en el reconocimiento de los-otros que cada ser-en-el-mundo puede llegar a la precaria recuperación de su recóndita sensación de plenitud; remedo invalorable de su incivilizado, ilimitado e irrepetible goce inicial. Esa búsqueda de “realización” es conducida por su deseo como “deseo del Otro”. Fórmula lacaniana cuya ambigüedad (procurar el deseo del otro adivinando e intentando satisfacer ese deseo ajeno que me hace sujeto en el interior de un específico universo cultural) permite aludir a la compleja interacción que se produce en las búsquedas humanas109. Según entendí, o me fue sugerido por esas lecturas, es que el deseo se estructura como procura de completar lo incompleto de nuestra constitución110; y, por medio de los reconocimientos simbólicos, asegurar el propio reconocimiento y la certidumbre, al menos imaginaria, del sentido de nuestro ser en sociedad. Es justamente en la in-completitud ajena 111 (y, en tanto especie viva, todos requerimos de insumos ajenos) donde puede ser depositada la esperanza de satisfacer nuestra necesidad de ser reconocidos.

108En

esta parte de la investigación se trataba de reconstruir la determinación objetiva de lo subjetivo; esto es: cómo el complejo proceso de diferenciación y unificación de lo social se expresó en particulares formas de significación y resignificación individual. 109 Recordar en este momento la alusión a la búsqueda de reconocimiento a la que Merton (1964) hacía alusión en su tratado sobre la dinámica de las comunidades académicas. 110 Que no proviene solo por ser sujetos de la palabra sino por ser seres vivientes; esto es, sistemas que requieren de otros para sobrevivir. 111 Creo que el concepto “castración” debería dejarse como parte de la historia del psicoanálisis, ya que solo expresa limitadamente el concepto de “finitud”. 157

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Sabiendo que al Otro (y a los otros) le(s) falta algo, se abre, ante cada ser humano, la posibilidad de ser deseado en tanto encarnación de aquello que el otro percibe como “lo que es su falta”. Esto es, seremos deseados como (imaginarios) portadores de la potencia112; esto es: de aquello que podría suprimir la falta (la insuficiencia, la necesidad) ocupando su lugar113. Por este intermedio, la procura de infinito (o de totalización) se transforma en procura de amor; y en tanto el amor es siempre una relación reintercambio, ella nos obliga a proyectarnos permanentemente hacia aquellos a los que reconocemos imaginariamente como semejantes y a inventar formas de ser y de actuar, en una tarea constante de creación. Como dijera antes, la cultura (que constituye al sujeto desde su inconsciente) no es una simple unidad; sino, a su vez, una trama compleja, heterogénea y contradictoria: muchos y variados son los discursos que la conforman y que conforman, desde ella, al sujeto. Es esa heterogeneidad constitutiva lo que produce un doble efecto: (1) la diversidad entre los sujetos y (2) la heterogénea constitución de cada sujeto. Efectos que, por su parte: a) abren el campo de la constitución del yo, no sólo como ente imaginario114 sino también como instancia en la que el sujeto busca su propia unidad115, proyectándose en sucesivas imágenes de sí; y b) hace posible la falla en el Otro; y, por ende, el movimiento hacia su “sutura”: el deseo y el proyecto en el que ese deseo se concreta. En todos los casos, el proyecto sólo es novedoso en tanto es una combinación singular de materiales discursivos preexistentes: tampoco aquí nada se crea de la nada116. La razón, como manera de combinar las determinaciones conscientes en función de un fin (también conscientemente representado) ocupará un lugar central, pero no exclusivo en ese proyecto117. En la construcción imaginaria del Otro y su deseo, estarán actuando tanto esas “voces que vienen del pasado” (y que constituyen buena parte de su identidad) como las representaciones de las sociabilidades presentes y futuras que integran el universo sociocultural en el que se encuentra inmerso118. “Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro”. Desde tiempos inmemoriales, ese proverbio sintetizó lo que un ser humano debería conseguir para coronar su vida creando. La búsqueda de novedades tendientes a producir una marca individual sobre el imaginario curso de la historia, es también parte de ese impulso.

112 En su doble significado de “capacidad para hacer algo produciendo un efecto” y como “potencialidad”, en la que esa capacidad queda por ser demostrada. 113 “falo” es el significante habitualmente utilizado en una tradición que debió forzar la presencia de lo sexual en el imaginario contemporáneo de sus creadores y que hoy sigue presa de dichos orígenes, produciendo mayores confusiones que resultados positivos. 114 Que es el producto de su estar constituido desde la mirada ajena. 115 Tarea en la que necesariamente debe despojarse, al menos relativamente, de su sujeción a la mirada ajena. 116Es por ejemplo el deseo de ser percibido como alguien “útil e indispensable” lo que obliga al sujeto a proyectarse, a elaborar soluciones, a servir. 117Una discusión sobre el concepto “razón” (en la que se revelan alternativas mucho más complejas que las que son integradas en las usuales versiones del individualismo metodológico) puede encontrarse en Gargani, (1993). Uno de los límites de la mayor parte de los autores actualmente identificados con el “individualismo metodológico” es su identificación con las corrientes que, tomando el ejemplo de los economistas, enfatizan en modelos basados en el supuesto de la "elección racional" para entender la conducta de los humanos en sociedad Elster (1987), Dieterlen, (1990), Prezeworsky, (1987) . Sobre la relación entre razón y emociones ver Greenspan (1998). 118 Sería absurdo negar que en el proceso de hacer autoconciente las determinaciones implícitas en un proyecto será muy difícil llegar a esos mandatos inconscientes que estructuran la percepción. Ese es un privilegio exclusivo del diván psicoanalítico. Pero es necesario recordar que las imágenes del otro, y de la situación que el sujeto construye, son siempre una mezcla compleja de presente y pasado; de tal forma que nunca la interacción es una relación simple y nunca la construcción de sociabilidades algo sencillo.

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CAPÍTULO 4

L O S D AT O S Y E L F L U J O C O M U N I C AT I V O

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Capítulo 4: LOS DATOS Y EL FLUJO COMUNICATIVO

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IND ICE INDICE.........................................................................................................................165 INTRODUCCIÓN.........................................................................................................167 DISCURSO Y SISTEMA .............................................................................................168 CONSIDERACIONES SOBRE LA LENGUA Y EL HABLA ...........................................................................170 EL ACTO COMUNICATIVO.................................................................................................................................173 EL TEXTO: contenido e indicios.............................................................................................................................174 ASPECTOS DE LA GESTIÓN COMUNICATIVA.............................................................................................179 EL TRÁMITE DE LA INFORMACIÓN CONTEXTUAL..................................................................................179 EL ENCUADRE .....................................................................................................................................................181 LA TEMATICA......................................................................................................................................................183 LA PERSPECTIVA................................................................................................................................................184 LA GESTIÓN REFERENCIAL.............................................................................................................................185 EL LÉXICO Y LA SINTAXIS ..............................................................................................................................187 SISTEMA COMUNICATIVO Y SUS COMPONENTES ...................................................................................191 COROLARIOS ..........................................................................................................................................................193

BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................196

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INT R O DU C CI ÓN

En el capítulo anterior examinamos críticamente cuáles habían sido las consecuencias de convertir al acto perceptivo en un punto ciego del pensamiento filosófico predominante. Ahora bien, así como la comunicación entre nuestro “entendimiento” y lo Real no es un proceso ni neutro, ni transparente, ni ajeno a nuestras limitadas capacidades neurofisiológicas y culturales, algo muy parecido ocurre con el proceso de comunicación entre los seres humanos. Esa es la razón por la que, en este capítulo, abordaremos el mismo tema del capítulo anterior, el de la construcción de los datos, pero ahora examinándolo desde la perspectiva de los procesos comunicativos implicados en dicha producción. Sin duda, la cuestión podría haberse presentado en un único capítulo. Sin embargo, el hecho de afrontar este segundo aspecto en un capítulo separado, responde a razones que es conveniente hacer explícitas. Como dijera, la investigación es un acto social (y, por ende, comunicativo) en el que se ponen en relación las representaciones sociales del investigador (y, en particular, las que ha ido conformando, sobre el objeto, durante su experiencia anterior), con las representaciones de las personas que, de uno u otro modo, integran su objeto de investigación. Tenerlo en cuenta obliga a ir más allá del umbral fijado para el capítulo anterior, pues la tarea del investigador social no se agota en el estudio de las relaciones existentes con lo Real (que sería el objeto privilegiado por las ciencias físico naturales). Constituido su objeto principal en el complejo y complicado territorio de las sociabilidades, ello lo obliga a estar permanentemente atento a: a) el modo en que se establecen las relaciones o fluencias entre los sujetos que conforman el objeto de su investigación y las de estos con los emergentes de esas relaciones y b) el modo en que se establecen sus comunicaciones con los sujetos que conforman su objeto (peculiarmente cuado estas investigaciones incluyen entrevistas y/u observación; pero no únicamente en esos casos)1. Desde esta última perspectiva, la función de este capítulo es presentar algunos de los principales rasgos de la relación comunicativa (en este caso reduciendo el sistema a los elementos de una díada); para luego, con mayor profundidad, retomar el tema en el tomo tercero, dedicado al trabajo de campo y al análisis. En suma, se trata de completar el cuadro que, comenzando por una ojeada general sobre la construcción de los sistemas sociales, pasó concretar su tino en la exploración de los múltiples aspectos ligados a la percepción de lo real y la consecuente construcción del dato. En el desarrollo de dicho tema, refutar cualquier pretensión de desterrar al sujeto del proceso cognitivo condujo, al mismo tiempo, a refutar tanto la pretensión objetivista como la religiosa búsqueda de certezas, que entre los humanos solo puede ser reemplazada por la más modesta pretensión de comprobar la eficacia a la que es posible llegar mediante los conocimientos adquiridos; y algo similar ocurrirá al terminar este capítulo; en el que, al tratar de comprender (aun cuando lo hagamos en forma esquemática) la complejidad de las relaciones comunicativas, podremos penetrar en algunas de las muy diversas fuentes de error y malentendido que forman la sustancia misma del proceso comunicativo.

Es el carácter socialmente elaborado de las representaciones sociales (esto es, que su producción sea el producto de las fluencias permanentes que se producen, en cada sociabilidad, entre las identidades) lo que hace que los procesos comunicativos se consustancien con las relaciones de poder. Así pues, éste capítulo reintroduce el tema de las representaciones sociales y de las construcciones cognitivas por la vía de una breve exploración de los actos comunicativos mediante las que aquellas relaciones se constituyen, reelaboran y transmiten.

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Como es evidente, ambas comprobaciones poseen una decisiva importancia metodológica; ya que abren un amplio campo de reflexiones tendientes, por una parte, a mejorar las técnicas de trabajo de campo y de análisis y, por otra, a reconocer los propios límites en el trabajo investigativo. Lo que no es de poca importancia para fundamentar el objetivo de la tarea metodológica. En efecto, ir acumulando evidencias sobre las dificultades implicadas en el acto de conocimiento (y con las que el investigador siempre habrá de enfrentarse, si lo que en verdad quiere es investigar, y no simplemente ilustrar sus opiniones previas) permite explicar que la metodología dibuja su tarea más genuina en cuatro cuestiones: 1) aprovechar al máximo aquellas habilidades que ya poseemos, para mejorar nuestras capacidades en relación al trabajo propuesto; 2) producir un menú de experiencias tendientes a mejorar las habilidades aún no poseídas; 3) evitar que las dificultades implícitas en la investigación excedan nuestras posibilidades de superarlas y 4) inventar atajos, y crear herramientas destinadas a superar las limitaciones antes indicadas (para lo que le es imprescindible reunir los productos de las distintas ciencias, con el objeto de pensar alternativas posibles en el arte de inventar estrategias de investigación). Además, como resultado fáctico (aunque no explorado en todas sus dimensiones en este capítulo), el examen de dicho proceso comunicativo contribuirá a completar, con nuevos elementos, la compleja imagen de los sistemas sociales. Proporcionando, de ese modo, nuevos argumentos en los que basar la importancia de la investigación cualitativa; particularmente cuando se refiere a su campo privilegiado, que es el de los estudios de caso(s); sobre cuya importancia reflexionaremos en el próximo capítulo. Presentado ese panorama (y aún cuando esto debería ser obvio) no está demás aclarar que, con lo presentado en éste capítulo, no pretendo exponer una teoría general sobre los temas abordados: tarea que excede, con creces, mis posibilidades y las de este texto. Por el contrario, la razón de su inclusión responde a la necesidad de completar los argumentos del capítulo anterior (dedicado a la relación sujeto/objeto), presentado la segunda faceta de las fluencias de toda relación social: aquella que es propia de la relación de los sujetos entre sí. Por ende, se trata de lo perfeccionar lo antes afirmado, mediante el esbozo de un cuadro general, referido a los temas sobre los que el investigador debe estar atento en la planificación de su trabajo.

DIS C UR S O Y S IST E MA En el capítulo segundo (que tenía como misión reunir, de manera más o menos esquemática, las reflexiones del primer capítulo; desde la perspectiva de su conformación como sistema complejo) se aportaron algunos elementos que serán retomados y ampliados en éste desde la perspectiva de los actos comunicacionales; ya que, en todo lo que se fue diciendo en el capítulo segundo, quedó algo importante sin ser jerarquizado. Ese “algo” corresponde a lo que por ahora podríamos denominar el “campo de las significaciones”; que, de hecho, es el tema que más genuinamente nos incluye en el análisis de esos sistemas complejos en su forma humana. Ya que uno de los rasgos predominantes de la vida en sociedad es la producción y socialización de significados; tal como ya se lo pudo anunciar al tratar sobre el sujeto social en el primer capítulo, particularmente cuando repasamos los principales conceptos relativos a las representaciones sociales; en el que ya se vislumbraba la íntima relación entre los lenguajes y las estructuras cognitivas y valorativas2 que debemos con-

2 Sin duda, si en alguna medida fue comprensible lo dicho, en el capítulo segundo, sobre los sistemas sociales complejos, es porque el lector ya había leído el primer capítulo (en el que las referencias a “la cultura” fueron constantes) y porque tiene otras muchas lecturas en relación al mismo tema. Apoyado en esos mismos conocimientos preexistentes, en este apartado solo trataré de esbozar algunas indicaciones relacionadas con el modo de incluir estos aspectos en una investigación.

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siderar seriamente, sin por ello recaer en esos “túneles de especialistas” que, por ejemplo en sociolingüística, han tendido a establecer una relación unilineal de causa/efecto entre estructuras lingüísticas y posibilidades de conocimiento. Al respecto, no dudo de que uno de los grandes aportes de los partidarios de la relatividad lingüística (como Whorf, Hoiler, Klucckholhn), radicó en llamar la atención sobre esa relación entre lenguaje y estructuras cognitivas. Sin embargo, como suele ocurrir con todos aquellos que descubren un nuevo campo de conocimientos, el entusiasmo los condujo a exagerar la unilinealidad (y, en cierto grado, estática) del modo en que se representaron la constricción que la estructura de la lengua ejerce sobre la organización cognitiva. Tal como vimos, al aprender la lengua se aprenden representaciones sociales, que incluyen modos de razonar, de percibir, de aprender, de distinguir, de recordar, etc.3. Esto daría la razón a los relativistas; pero lo haría a costa de olvidar que en el proceso de vida de un individuo, y sobre todo de una comunidad, la lengua es el lugar y el medio en el que (y por el que) se procesan congnitivamente las experiencia vividas. Dado ese procesamiento constante, con mayor o menor rapidez, se producen nuevas configuraciones lingüísticas; haciendo, del proceso antes citado, uno mucho más dinámico; y, a su vez, mucho más complejo; pues, en esos cambios, podemos reconocer temporalidades diferentes. Por lo que, así como hablar de “representaciones sociales en general” solo es pertinente respecto a formaciones que se afianzaron y perduraron por mucho tiempo (como la distinción alma/cuerpo; o la concepción machista), difundiéndose en comunidades muy amplias; hay otras que corresponden a núcleos sociales mucho más reducidos. De allí que sean éstas, y no tanto las primeras, las que forman parte de la generalidad de las investigaciones. Las que, por otra parte, siempre deberán tener en cuenta que una retícula, no incluye a sus componentes de un modo total y excluyente; sino que, por el contrario, todos pertenecemos a más de una sociabilidad; y que, en cada una de ellas, actuamos según sus exigencias. Lo que implica que, en cada individuo, coexisten diferentes representaciones y peculiares formaciones lingüísticas; cada una de las cuales, aunque diferentes y aún contradictorias, normalmente hemos aprendido a utilizarlas de manera oportuna, evitando que se produzcan ni disonancias cognitivas ni conflictos. Por eso es que resulte absolutamente inútil preguntarse, por ejemplo, si son las estructuras lingüísticas (léxico, sintaxis, gramática) las que determinan el campo de las percepciones, los reconocimientos y las memorizaciones4, ya que el proceso es, si se quiere conservar la distinción analítica, constantemente interactivo. Tomadas desde un punto de vista general (incluyendo cierta sociabilidad) las relaciones entre las conformaciones de los imaginarios y de la lengua hablada, podrán tener un papel importante en el modo de concebir el mundo de los participantes de una comunidad (tal como lo vimos en el capítulo segundo). Pero esto no es estático ni definitivo; ya que mientras mayores son las interacciones entre comunidades diferentes, o mayores y más diferenciados sean los desafíos del medioambiente, el cambio en esas conformaciones léxicas y sintácticas será más rápido; y menos predictibles en el largo y mediano plazo. Cambio que ocurre pese a que pocas veces sea notable para los integrantes de una misma generación o grupo de pertenencia; y, por el contrario, muy notable para los integrantes de generaciones anteriores o de otros grupos. Lo que de paso nos puede aportar un nuevo argumento tendiente a respaldar la opinión de que las generalizaciones empíricas” no siempre alcanzan, y nunca reemplazan, la investigación de caso y el monito3 Es de conjeturar que las investigaciones que refutaron estas intuiciones de los autores antes citados, solo se fijaran en aspectos estrictamente lingüísticos, haciendo por ende un corte que no permite ver aquello que los “relativistas” intuyeron. Pero, por supuesto, este es un campo en el que las investigaciones aún son demasiado escasas. 4 Pregunta que muchos lingüistas y sociolingüístas, participantes de las formas dominantes del habitus académico que busca una causa original se hicieron muchas veces.

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reo (como forma de seguimiento de un proceso). Pues, aunque se pueda pensar en un relativo desajuste entre la rapidez con que esas estructuras cambian, y la rapidez en que se producen los cambios externos; ellas van encontrando las vías para ir adaptándose a nuevas situaciones. Por lo que, a la larga, ese cambio ocurre; y la comunidad no solo incorpora nuevas palabras y abandona otras; sino, aún, puede ir cambiando sus modos de estructuración sintáctica y gramatical (en la esfera lingüística)5, como así también sus formaciones imaginarias (expresables, por ejemplo, en los ideales estéticos). Por lo dicho hasta ahora sobre el lugar de la comunicación en la organización de la vida de los humanos, estoy convencido de que una correcta interpretación de lo social implicaría el dominio de muy diferentes lenguajes y o no solo el gestual, el verbal o el escrito. Sin embargo, dadas las limitaciones de mis conocimientos sobre otros lenguajes diferentes al simbólico, en este capítulo abordaré solo los aspectos lingüísticos presentes en los actos comunicativos6. Para ello tendré en cuenta lo ya afirmado en los capítulos anteriores, y luego de una breve introducción al tema, propondré el examen un sistema comunicativo básico compuesto por solo tres elementos: emisor: mensaje y receptor; lo que nos permitirá ver la estructura compleja de todo acto comunicativo, aún en su formato más simplificado. Complejidad que será también desde esta perspectiva la materia prima con la que deberemos trabajar en toda investigación cualitativa, en cada una de sus etapas.

CONSIDERACIONES SOBRE LA LENGUA Y EL HABLA Hasta ahora hemos utilizado frecuentemente la palabra “concepto” o “categoría” para referirnos a la materia prima con la que trabajamos en la reconstrucción de nuestros saberes respecto del objeto. Para obtener mayor alcance y dominio racional sobre el asunto, ahora es necesario profundizar sobre esa definición; y sobre el modo en que ella participa del acto comunicativo (aclarando que, si en otros contextos sería necesario establecer entre ellos diferencias, por ahora, utilizaré “categoría”, “concepto” o “signo lingüístico”, de manera intercambiable). En forma clara y harto convincente, la lingüística contemporánea ha demostrado la imposibilidad de entender los conceptos como unidades cuyo significado sea unívoco e independiente del contexto. Ya Saussure (1959) sostenía la necesidad de atribuir al “valor”, y no al “significado”, el predominio en la conformación de una cierta significación7. Esto indica que, más allá de que los diccionarios nos provean de una serie de significados habitualmente adjudicados a una palabra, es el uso de la misma (esto es, las relaciones paradigmáticas y sintagmáticas8 que ella entabla con otras) 9 lo que completa su específica significación en un texto. Por eso es que para Saussure, existen dos tipos diferentes de significación. Una que corresponde al signo tomado en forma aislada; y otra que resulta de contrastar ambos signos: proceso del que emerge su valor (efecto de la diferencia de la que es portador), que le permite entrar en relaciones sistémicas con otros signos sin producir redundancias. De ese modo, si analizamos significantes (y sus significados) de forma separada, ob-

Sobre estos temas ver Fischman, J. (1995) Lo que desde ya me indica que habiendo dejado un amplio hueco en la exposición, sería magnifico que otros investigadores nos aportasen los elementos correspondientes para rectificar las limitadas afirmaciones a las que estaré constreñido. 7 Para este tema de la determinación sistémica conviene recordar las reflexiones del segundo capítulo. 8 Sobre estos conceptos consultar, entre otros a Ducrot y Teodorov, (1994). 9 En el capítulo tercero del primer tomo mostré los errores cometidos al respecto en la tradición nomológico deductiva; en la formulación de las generalizaciones empíricas, comenzando por la construcción misma de sus conceptos, ignora este carácter relacional de la significación. 5 6

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servaremos que son diferencia pura (o, dicho de otra manera, que es su diferencia de los otros lo que los justifica, ya que, si ella no existiese, no habría razón para que ambos se presentasen simultáneamente). Sin embargo, cuando uno o varios significantes (y significados) confluyen con otros signos, conformando una cadena sintagmática organizada por cierta sintaxis, se produce una proposición, en la que su sistematicidad agrega un plus de significación a cada uno de sus componentes. De allí que la noción de valor permita, en Saussure, definir el sentido de una palabra por el lugar que ocupa en aquellas relaciones; ya que: …en la lengua, como en todo sistema semiológico, lo que distingue a un signo es todo lo que lo constituye. La

diferencia es lo que hace la característica, como hace el valor y la unidad (Saussure, F. 1983). En ese mismo sentido, Benveniste (1997) afirmaba que, normalmente, la frase es la unidad básica de significados discursivos (o de la significancia). Ya que, en ella, el significado de cada uno de los conceptos es especificado por su relación: 1) con los demás signos, 2) con la forma en que es expresado (timbre, altura, intensidad, duración), 3) con el tiempo y lugar institucional en que es emitido10. Así pues, dada la necesidad de atribuir al valor (y no al significado) el predominio en la conformación de una cierta significación11, se debe tener en cuenta que, más allá de que los diccionarios nos provean de una serie de significados habitualmente adjudicados a una palabra, es el uso de los signos; esto es, las relaciones paradigmáticas y sintagmáticas12 que ellos entablan con otros, lo que especifica su significación en determinado sistema. De allí que la noción de valor permita, en Saussure, definir el sentido de una palabra por el lugar que ocupa en aquellas relaciones. Refiriéndose a las cuales Saussure afirma: De un lado, en el discurso, las palabras contraen entre sí (…) relaciones fundadas en el carácter lineal de la lengua (…) Estas combinaciones que se apoyan en la extensión se pueden llamar sintagmas (…). Por otra parte, fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo de común se asocian en la memoria (…) Estas coordinaciones (…) no se basan en la extensión (…) La conexión sintagmática es in praesentia; se apoya en dos o más términos igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la conexión asociativa une términos in absentia en una serie mnemónica virtual (…) Así la palabra francesa enseignement, o la española enseñanza, hará surgir inconscientemente en el espíritu un montón de otras palabras (enseig-

ner, renseigner, etc, o bien armemement, changement, etc., o bien éducation, apprentissage)13

Dadas esas premisas, es evidente que, cuando en la relación comunicativa la complejidad introducida por el eje paradigmático, la posición del emisor y el receptor no son necesariamente semejantes; lo que puede producir un efecto no necesariamente querido ni predictible. Por ejemplo; mientras el primero elige una de las opciones que se le presentan en el eje paradigmático, el segundo toma el término y puede asociarlo con las mismas o con otros de los componentes del eje paradigmático. Si ambos coinciden, podrán compartir el mismo juego (o, lo que es lo mismo, entenderse mutuamente sin que se produzcan ruidos en la comunicación). Por el contrario, si el receptor toma otro de los componentes del eje paradigmático como referencia, la comunicación puede incluir un momento más o menos grave de equivoco. Ahora bien, los primeros desarrollos demasiado autárquicos de la lingüística, aún cuando históricamente hubiesen sido necesarios, le impusieron límites que luego debieron ser superados. Así, la oposición Lengua/Habla, propuesta por Saussure, implicaba la distinción entre dos continentes relacionados entre sí, pero que debían ser tratados en forma diferenciada. La Lengua constituía su territorio en la universalidad de un código entendido como un conjunto de elementos y relaciones en las que cada signo obtiene su significado y

Aceptar esto implica que los modelos no solo son interpretables como elementos en relación sino como sistemas complejos. Para este tema de la determinación sistémica conviene recordar las reflexiones del segundo capítulo. 12 Sobre estos conceptos consultar, entre otros a Ducrot y Teodorov, (1994). 13 Citado por Blanche-Benveniste C. (1998) 10 11

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valor en un sistema relativamente cerrado. Por el contrario, el Habla, era el terreno de lo contingente: producto de la actividad espontánea de los individuos, esfera creativa pero racionalmente ininteligible o impredictible, incapaz de ser pensada sin relacionársela con las reglas universales de la Lengua. El establecimiento de dicha distinción produjo una estrategia cognitiva que facilitó grandes deslumbramientos y esperanzas; y que, sin duda, permitió avances importantes en el conocimiento de algo tan central al estudio de las relaciones sociales como son los procesos comunicativos; pero que terminó mostrando insuficiencias (aún en aquellos dominios que se propuso investigar) debido a su dificultad para incorporar el constante flujo y las consecuentes transformaciones que las fluencias entre identidades produce en todo sociabilidad y repercuten en el modo en que la lengua va transformándose según los ritmos del hablar cotidiano. En lo que interesa a este apartado, el gran mérito de ese enfoque fue la ya enunciada incorporación del concepto “valor”; que supone que la significación se logra a partir de la relación (paradigmática y sintagmática) de un signo con otros y que, por ende, no puede ser comprendido como un elemento autosuficiente. Superación que, por el contrario, no es posible encontrar en el análisis de contenido cuantitativo tradicional, que presume el atomismo de los lexemas como base de la interpretación de un texto14. Sin duda, no es posible afirmar que tales enfoques sean totalmente descartables; pero solo teniendo en cuenta esa limitación es que las técnicas propuestas por esta tradición elementalista pueden servir de complemento a otras técnicas y metodologías, en algunas investigaciones. Ahora bien, refiriéndose a los alcances y limitaciones del modelo saussureano en la sociología, Eliseo Verón (1968) afirmaba lo siguiente. …debe observarse que aún si nos limitamos al lenguaje verbal en la serie auditiva, el grado de determinación con que un comportamiento se ajusta al modelo de la lengua es variable: cualquier comportamiento lingüístico encierra varios niveles de determinación. El determinismo es máximo en el plano de la infraestructura material constituida por las unidades fonológicas, y decrece a medida que pasamos a unidades “más grandes”, que comprenden estructuras sintácticas complejas y están, ya, asociadas a significados. Esto quiere decir que, desde el punto de vista sintáctico, la libertad del usuario aumenta, a medida que ascendemos en los niveles de complejidad de las unidades. Este problema de la indeterminación, ya anunciado en 1963 por el sociólogo argentino, dio paso a una tendencia creciente a encarar los estudios del habla o del discurso (en el que la lengua adquiere sus aplicaciones y renovaciones); en los que el mismo Verón contribuyó de manera importante. En todos ellos, el lenguaje es pensado como dimensión de toda conducta humana; por lo que el esfuerzo por entender sus lógicas fue llevando a la constante incorporación de diferentes disciplinas. Volveremos sobre el tema en apartados siguientes. No obstante, desde ya podemos afirmar que, al aludir a la significación como el producto de la inserción del concepto en una proposición, no puede llevarnos a la conclusión de que los significados atribuidos a un concepto (y que figuran en los diccionarios) no sean útiles y utilizables15. La propia elección de los significados atribuidos a un concepto y sus connotaciones juega de una manera significante: ¿por qué se seleccionó ese significado o esa connotación? Las respuestas a esas preguntas pueden ser diferentes; pero cada una atribuirá, al acto de selección y a sus consecuencias, un sentido diverso. Del mismo modo, si el receptor selecciona uno de los significados paradigmáticamente asociados al significante, puede generar, en recepción, una imagen que es diferente a la que el emisor pretende. Además, todos los juegos de palabras, las resignificaciones y otros juegos del lenguaje cobran sentido en relación a

Dada esta presunción, toda una etapa de los estudios lingüísticos y sobre todo las investigaciones basadas en análisis de contenidos se convirtieron de hecho en estudios lexicológicos. 15 Tales significados forman parte de la historia del concepto. 14

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esos significados habituales que, asociados con las reglas sintácticas normalmente utilizadas, producen puntos de apoyo comunes, sin los cuales la comunidad lingüística sería imposible16. Como puede notarse, nada de lo dicho es ajeno a la práctica del investigador social17. Esa es la razón por la cual, si bien en forma muy sucinta, los apartados siguientes tendrán como misión hacer explícitos las complejos carriles por los que transcurre ese proceso comunicativo. EL ACTO COMUNICATIVO Reuniendo lo que acabo de enunciar con lo visto en el capítulo anterior podría crear la ficción de un comienzo, en el que un sujeto determinado construye conceptualmente un dato (mediante la observación de un cierto evento) 18 y decide comunicarlo. Ese acto repetido infinita cantidad de veces, nos produce una impresión que es conveniente discutir desde el inicio para dar lugar a un análisis más detallado de los factores que intervienen en una acción tan familiar y desconocida al mismo tiempo. La “teoría hipodérmica” de la comunicación (vigente sobre todo entre las dos guerras del siglo pasado) es la mejor representante de este esquema19; que se mantuvo vigente por mucho tiempo aún entre los investigadores de mayor renombre en la época, como es el caso de Lasswell, para quién las premisas fundamentales utilizadas para caracterizar la comunicación fueron: a) dichos procesos son exclusivamente asimétricos, con un emisor que produce un estímulo y una masa pasiva de destinatarios que, “atacada” por el estímulo, reacciona; b) la comunicación es intencional y tiende a un fin, a obtener un cierto efecto, observable y mensurable en cuanto da lugar a un comportamiento de alguna forma relacionable con dicha finalidad. Esta última está en relación sistemática con el contenido del mensaje. De donde se derivan dos consecuencias: el análisis de contenido se propone como el instrumento para inferir los objetivos de manipulación de los emisores (….)los papeles de comunicador y destinatario aparecen aislados, independientes de las relaciones sociales, situacionales, culturales en las que se producen los procesos comunicativos, pero que el modelo en sí no contempla: los efectos corresponden a destinatarios atomizados, aislados (citado en Wolf, 1987) Concepción que, además de asignar, como adelantara, un rol sumamente pasivo al receptor, se caracteriza por la creencia en que el mensaje se ubica entre los participantes y difiere de ellos; por lo que el acto comunicativo no llega nunca a ser concebido como un sistema, sino como un encuentro entre partes que siguen siendo iguales a sí mismas, antes, durante y después de la comunicación. Modo de teorización que en gran parte se corresponde con muchas de las representaciones de sentido común; que orientan nuestras percepciones de la vida cotidiana. En la que esa comunicación aparece representable como una acción mediante la que el emisor transfiere un paquete de informaciones cuyo depositario es el texto. Dada esa representación, la conclusión es que el receptor recibe el

Un ruido no comunica nada. Únicamente es en el contexto que un ruido puede adquirir significado; si ello ocurre, en ese momento el ruido se convierte en signo. 17 Este tema será retomado, desde otra perspectiva, en el último capítulo del tercer tomo. Faltándonos ese desarrollo del tema, las indicaciones anteriores parecerán un poco misteriosas, pero valgan para hacer notar el grado de provisionalidad con el que estaremos trabajando en estos primeros apartados. 18 En el capítulo siguiente el tema será retomado desde la consideración de los procesos que se pusieron en juego en esa conceptualización, precisando aún más lo presentado en el capítulo tercero. Pero por ahora dejémoslo en este grado de simplicidad. 19 Sobre el tema ver Wolf, M (1987) 16

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paquete y lo abre, obteniendo, por ese medio, la información que le fue transferida, recreando, en su mente, la imagen que el emisor quiso transmitirle; repitiéndose así, en este nuevo contexto, la ilusión de transparencia que buena parte de la filosofía, principalmente la empirista, atribuyó a la intuición. Representación que va necesariamente acompañada de otras dos premisas: 1) que toda la información está en el texto del mensaje y 2) que quien desempeña un rol activo en la comunicación es únicamente el emisor; mientras que la actividad del receptor se reduce, poco más y poco menos, a “abrir el paquete” y recibir la información. Como forma de abrir paso a formas más sutiles de comprender el proceso, en lo que sigue iré abordando tales supuestos; y dado que pretendo privilegiar la claridad expositiva, comenzaré encarando en los elementos que conforman la relación comunicativa en forma separada; para posteriormente recuperar la imagen totalizadora, en la que podremos ver que, como todo acto social, el acto comunicativo constituye una totalidad sistémica compleja. Dada esa estrategia, es recomendable que el lector que sienta las deficiencias analíticas producidas por esa separación, recurra a sus conocimientos previos para imaginar lo leído dentro de un conjunto sistémico. De todas maneras, como ya anunciara, la intención es terminar recomponiendo la unidad que convierte al mensaje (y en general a la comunicación) en lo que es: una relación sistémica compleja en la que el producto es un emergente cuyas características dependen de esas relaciones variadas que iremos examinando por separado en el correr del capítulo. EL TEXTO: CONTENIDO E INDICIOS ¿Está toda la información en el texto? Como muchas otras convicciones de sentido común, lo que parece una obviedad se convierte en algo imposible de sostener no bien se lo somete a una mínima reflexión. Pero sin dicha reflexión no se lleva a cabo, lo que estaremos presuponiendo son dos afirmaciones: 1) que la actividad del receptor es una mera tarea de incorporación, en la que no debe realizar ninguna tarea hermenéutica y 2) que cualquiera en cualquier momento puede interpretar cualquier documento. Como muy clara y adecuadamente lo ponen de manifiesto Tomlin, Forrrest y sus restantes compañeros de escritura (2001), esa creencia se puede descartar mediante un “experimento mental”, que será lo que propondré al lector a continuación. Para dicho experimento, considere el lector una tarea tan simple como la de ponerse su abrigo favorito y luego intente escribir un pasaje mediante el cual instruya a un lector, ajeno a su universo lingüístico cultural, sobre cómo debe ponérselo. Como notará, no importa cuánto detalle proporcione en el texto; éste solo, sin el empleo de otras fuentes de información, nunca será suficiente para crear en el interlocutor la imagen adecuada; pues se encontrará ante la dificultad de que cada palabra del mensaje refiere a otras palabras; en un devenir que es prácticamente infinito. Forma simple mediante la que comprobamos que, como dijésemos mas arriba, cada palabra es parte de un sistema complejo, y que, en esa medida, en ella (o en su valor definicional) están incluidos los restantes elementos de toda o casi toda la lengua. De allí que un texto no pueda ser comprendido como el reservorio de toda la información que el emisor trasmite, sino como un conjunto de indicaciones que permiten, a los receptores, construir cierta información, utilizando otras que él mismo posee. En el siguiente apartado estudiaré cada una de esas informaciones clasificándolas según criterios que permitirán comprender mejor lo que se pone en juego y caracteriza la compleja conformación de toda relación comunicativa. Pero antes, dada la importancia de la cuestión, como estrategia introductoria, reescribiré y comentaré una frase extraída de un texto de Tomlin, et al. (2001) (según su versión traducida al español), mediante la que sus autores muestran una parte importante de esta cuestión. 174

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El eje de este ejemplo gira en torno a las siguientes cuestiones: 1. Cada significante refiere a un significado, pero los elementos que comparten los rasgos definitorios pueden poseer una gran cantidad de caracteres concomitantes, producidos por las experiencias vividas por distintos grupos, o que fueron incorporadas en el ciclo educativo u otros medios y quedaron como estereotipos20. Por ende, cuando el emisor lanza significante como representante de un significado en el que se reúnen rasgos definitorios y asociados; puede encontrarse con un receptor que produce una imagen en la que si bien se incluyen los rasgos definitorios, estos son complementados por aquellos rasgos asociados a los que está acostumbrado; lo que puede ser fuente de equívoco. 2. Si bien el emisor puede poseer una imagen ya completa de lo que quiere transmitir, para que esa transmisión ocurra debe producir un texto que va desplegándose secuencialmente en el tiempo (y cuando es escrito, en el espacio); también esto produce efectos que se verán en el ejemplo y que deben ser tenidos en cuenta para ir abriendo el campo de las preguntas sobre qué elementos tener en cuenta cuando analizamos el acto comunicativo. Con esas advertencias, vamos pues a considerar la oración siguiente, con la consigna de ir imaginando y tomando conciencia del modo en que esas imágenes se van produciendo en nosotros, a medida en que la leemos, como si lo hiciésemos en “cámara lenta”; ya que el mismo proceso normalmente lo efectuamos con una celeridad que impediría el análisis. Para facilitar el ejercicio, primero la citaré completamente; y luego la iré comentando, imagen por imagen, tal como yo mismo produje mi representación. Usted puede hacer el mismo trabajo y luego comparar los resultados. “Un niño con un recipiente sobre su cabeza trata de atrapar una rana que salta desde el tocón de un árbol y el niño accidentalmente atrapa a su perro con la red”. Relato y comento las imágenes que fui creando mientras yo la leí por primera vez. Comencemos pues con el experimento. “Un niño”: La alusión es genérica, por lo que recurro a una de mis imágenes de niño, inevitablemente parecidas a las que experimento diariamente; aunque también podría haber elegido la que aprendí en el libro de mi escuela primaria. “con un recipiente sobre su cabeza”: Hago desfilar los recipientes que, según mi experiencia, los niños usan normalmente como sombrero al jugar (que puede ser una lata o una palangana) y elijo rápidamente uno de ellos, partiendo de un prejuicio surgido también de mi experiencia; prejuicio según el cual el niño imita a un militar. Prejuicio que como resulta evidente, no tendrá ningún niño del siglo XXI, que si juegan a la guerra lo hacen con sofisticados medios informáticos, que tornan ridículo el disfraz que yo estoy evocando. “trata de atrapar una rana”: Veo la rana en el aire, le doy las formas de aquellas que conozco, y sigo leyendo para ubicar su proveniencia y dirección; aunque desde ya me dispongo a colocar a la imagen del niño, suspendido en el movimiento de atrapar: manos extendidas, cuerpo inclinado hacia delante, como si fuese a arrojarse sobre ella como un arquero lo hace sobre la pelota; solo me falta conocer el lugar desde donde la rana salta

20 Existen muchas investigaciones sobre los efectos culturales de ciertos libros en los que se conforman ciertos estereotipos de diversas clases. Cf, entre otros Carbone, G. (2001)

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y la dirección que toma su salto. La frase siguiente me proporciona esa información, pero mediante el uso de una palabra cuyo significado desconozco… “que salta desde el tocón de un árbol”: ¿Qué significa “tocón”? Aquí debo detener mi reconstrucción. No conozco el significado de la palabra “tocón”. Si sigo no sabré desde dónde salta la rana y no podré reconstruir adecuadamente la escena. Por lo que debo ir al diccionario y enterarme de que, en ciertos países de habla hispana, se denomina de esa manera a la parte del tronco de un árbol que queda unida a la raíz cuando lo cortan muy cerca del suelo. Introduzco esa información, imaginando un tocón lo suficientemente grande como para haber ocultado a una rana y continúo con la lectura, que me depara una sorpresa ya que la frase siguiente versa: “y el niño accidentalmente atrapa a su perro”: Como adelantara, con las informaciones antes recibidas, en mi construcción imaginaria no había perro alguno. Por lo que la nueva información me sorprende, incorporando al paisaje no solo otro personaje sino un accidente; “el niño atrapa al perro y no a la rana”; por lo que, continuando con mi imagen “dejo que el niño caiga sobre su perro, abrazándolo”; y olvido por un momento a la rana; ya que de inmediato la oración me presenta una nueva sorpresa y la necesidad de volver a reconstruir la imagen que había ido forjando. “con la red”. Algo que hasta el momento no había sido dicho es que el niño llevaba una red. Para seguir con mi trabajo de comprensión o reconstrucción imaginaria, debo volver atrás recomponiendo varios de los elementos de mi imagen anteriores: 1) el niño debe ahora tener una red en sus manos; 2) y como ello es así, también debo cambiar: 3) la posición de sus brazos y manos (antes extendidas como las de un arquero; y ahora unidas, empuñando el palo de la red) y 4) la posición del cuerpo (ahora erguido con la red hacia atrás de su cuerpo por sobre su hombro). Solo realizadas esas operaciones de reestructuración imaginaria, puedo verlo bajando vertiginosamente la red, errándole a la rana y enclaustrando al perro. Recapitulando todo ese tránsito, puedo llegar a dos conclusiones: 1) que a cada concepto que se me brindaba lo asocié con imágenes próximas a mi experiencia; 2) que las fui organizando según el ritmo y secuencia con la que me iban llegando. La primera de las conclusiones no me resultó sorprendente, ya que anteriormente había adelantado ese resultado; explicando que la representación imaginaria del concepto toma las formas del ejemplar mejor conocido por el receptor o con aquel que, por alguna razón, se convirtió en el estereotipo socialmente compartido del concepto. Lo que no fue antes explorado son dos aspectos de la cuestión, que pueden ser presentados mediante dos preguntas: 1) por qué debí recurrir a imágenes y 2) cómo interpretar ese juego de reconstrucciones al que hiciera referencia durante el análisis de mi recepción de la oración citada. Para contestar a esas preguntas es preciso, sin embargo, contar con informaciones adicionales referidas al funcionamiento de la memoria. Si bien retornare sobre el tema en el segundo tomo, dado que comprender algo de su funcionamiento es importante para pensar sobre el trabajo de entrevistas, por ahora lo importante es saber que si para emitir algo el emisor ha de tener una cierta representación (o conjunto relacionado de representaciones) que puede ser simbólica, imaginaria, táctiles y/u olfativa –cuyo asiento es la memoria, conciente, preconciente y/o incon176

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ciente), ello mismo ocurre con el receptor. Aunque la diferencia no es poco importante, pues mientras el emisor ya posee dicha imagen en el instante previo a la transmisión, el receptor debe ir construyéndola a medida que va recibiendo los indicios (en la forma de palabras, ordenadas según cierta sintaxis y quizá entonación, gestos u otros indicios) que el emisor le provee. Por eso es que, ya desde los primeros instantes en que la imagen emitida comienza a ser recibida, el receptor debe poner en juego un vertiginoso movimiento en el que se juegan dos tipos de memoria, que normalmente se denominan “de corto” (MCP) y “de largo plazo” (MLP). La primera es una memoria operativa, mediante ese tipo de memoria, a menos que se los asocie con algo que permita darles sentido reduciendo su diversidad., normalmente no se recuerdan más de siete caracteres. Por eso es que, para incrementar su eficacia, una vez recibida cada información, en la memoria de corto plazo se produce un efecto de codificación, que facilita la tarea de retención y que, normalmente, consiste en asociar la información a una imagen (puede haber otros métodos, pero éste es el que refiere al ejemplo). Así concebido el trabajo, se explica la primera de las peculiaridades del proceso analizado; que a su vez mostraba la posibilidad de que las imágenes del receptor no coincidiesen con las del emisor (lo que en algunos casos puede dar lugar a malos entendidos, sobre los que volveremos más adelante). De ese modo, el receptor puede organizar la información y transferirla (ya con esa primera organización) a la memoria de largo plazo; logrando dos efectos: 1) que la memoria de corto plazo quede libre para operar con la siguiente información y 2) que ayudado por la memoria de largo plazo produzca una serie de operaciones, que serán detalladas más adelante, y que hacen a la interpretación del mensaje. Reuniendo lo dicho hasta ahora con el ejemplo, podemos apreciar que yo, como receptor, asociaba el concepto a una imagen, instalándola en la MCP, para enseguida transportarla a la memoria de largo plazo, y comenzar a darles cierta congruencia; esto es, ordenándola, para que adquiera un sentido que la haga comprensible, al establecer relaciones con otras imágenes ahora convertidas nuevamente en conceptos. En los primeros momentos, la secuencia se produjo sin problemas. Pero luego, para que las nuevas informaciones cobrasen sentido me vi obligado, como receptor, a efectuar una serie de reelaboraciones imaginarias; por lo que el proceso de interpretación no resultó ser un simple agregado de informaciones. Por el contrario, implicó un complejo proceso de reestructuraciones, en el que cada nueva información reestructuraba la escena anteriormente construida. Reestructuración que fue perjudicada por la organización sintáctica de la frase; ya que la tarea se hubiese facilitado si la información sobre “la red” hubiese sido proporcionada antes, que la información sobre el accidente que lleva al niño a atrapar a su perro; por ejemplo, diciendo: “trata de atrapar a una rana con una red”. Construcción mediante la que el receptor, al organizar imaginariamente el acto del niño, ya hubiese tenido en cuenta la red; y no le hubiese sido necesario introducirla a posteriori; reconstruyendo gran parte de la imagen que antes se había ido forjando, tal como debió ocurrir en este caso. Dado ese ejemplo, la primera conclusión es que: 1. El mensaje requiere de la participación activa del receptor. 2. Que el receptor debe conocer el idioma y, en los posible, los usos regionales (para evaluar las posibles connotaciones de lo que se dice). 3. Que la mayor o menor semejanza entre las experiencias vividas por emisor y receptor respecto al tema, incrementan o debilitan las posibilidades de que la interpretación sea una fiel reproducción de la imagen mental del emisor en la mente del receptor.

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Sin duda, estas primeras observaciones bien podrían ser aceptadas e incorporadas desde la perspectiva de la “caja de información” (el texto como paquete, al que antes me refiriera). Pero solo a condición de reconocer que lo que el emisor empaquetó no fue toda la información sino indicios; que se encarnaron en palabras u otros signos21; confiando en que estos fuesen los adecuados para que el receptor reconstruyera la imagen que pretendía transmitir. Así pues, en esta nueva versión, en cambio de recibir algo acabado, vemos que el receptor deberá hacer un trabajo de interpretación. Lo que nos permite reconocer lo que ya habíamos podido observar en el ejercicio anterior: que el receptor cumple un rol sumamente activo en el proceso comunicativo. El cambio de perspectiva que hemos ido produciendo parece pequeño. Pero no lo es. Ya que, como el repertorio de la lengua es tan extenso (y muy variadas y distintas pueden ser las vivencias de los participantes del acto comunicativo) el mal entendido es, como ya dijese, uno de los resultados probables. Llegados a esa primera conclusión, habremos incluido una corrección en el modelo de “la caja” que nos conduce a otra: el locutor que desee lograr que su mensaje sea bien interpretado debe conocer todo lo posible al receptor; al menos en cuanto al tipo de informaciones y habilidades interpretativas que posee22. Por lo que, para el emisor, una tarea indispensable es la de adquirir, poseer y/o mejorar su representación del receptor. Tareas que, como veremos en los próximos apartados, lo habrán de conducir a preguntas tales como: ¿cuáles son sus conocimientos de la lengua?, ¿cuáles son sus informaciones contextuales?, etc.. Así pues, luego de producir su representación de lo que intenta comunicar, y pensando en el receptor potencial, el emisor debe imaginar cuál puede ser la información y las competencias lingüísticas que el receptor posee, lo que al mismo tiempo le permitirá seleccionar los signos adecuados y organizarlos sintácticamente de tal modo que el/la receptor/a interprete la información tal como él lo desea (o lo más próximo a ese horizonte)23. Lo que es lo mismo que afirmar que, para producir su trabajo con cierta probabilidad de éxito, el emisor entablará una relación imaginaria, mediante la que intentará conjeturar qué información ya posee el receptor y cuáles no; lo que le permitirá evaluar que grado de información debe incluir en el mensaje. Información que es la clave para que el lazo comunicacional se establezca; y que pone en cuestión toda representación de la relación comunicativa como el producto del encuentro entre de identidades separadas y autosuficientes. Muy por el contrario, el acto comunicativo es una relación en la que (más allá de otras peculiaridades de cada uno de los participantes) ambos son interdependientes; formando un sistema más o menos amplio, en el que los mensajes muchas veces aparecerán como emergentes y otras como expresiones de las identidades, tal como se definen en ese sistema comunicativo.

Más adelante, al trabajar sobre el léxico retomaré esta relación entre la idea de indicio y la de signo. A este problema hace referencia Humberto Eco al suponer la necesidad de un “lector modelo”. Ver Eco (1979). 23 Esto por supuesto, abre la posibilidad de que el receptor utilice otras informaciones, además de las textuales, para su construcción cognitiva, logrando efectos que pueden ser inesperados o no deseados por el emisor. Sobre este aspecto volveré más adelante. 21 22

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Apoyados en ese supuesto, en los apartados siguientes examinaremos el tema de un modo mucho más específico; estudiando cada uno de los procesos implicados en dicho acto, que siempre debe ser pensado como un sistema o un intento de conformación de un sistema de, al menos, dos actores; cuyas identidades se van definiendo y redefiniendo en la relación. De todos modos, dada la conocida incapacidad para representarnos los procesos complejos sin antes producir su desagregación, para evitar confusiones es indispensable aclarar que las distinciones hechas a continuación no son actos sucesivos, sino distinciones analíticas de un proceso que, al menos desde nuestros límites perceptivos, aparece como un mismo suceso. Pero en el que se producen diversas “diligencias”, todas ellas indispensables; y para las cuales la palabra “trámite” (entendida como “paso de una parte a otra, o de una cosa a otra”; pero también como: “cada uno de los estados y diligencias que hay que recorrer durante la realización de una cierta actividad”) indica el efecto de movimiento que es el propio de dicha relación. ASPECTOS DE LA GESTIÓN COMUNICATIVA Teniendo en cuenta las advertencias hechas en el apartado anterior, este apartado se habrá de dedicar a encarar por separado los diferentes aspectos que deben ser analizados en cada uno de los actos comunicativos. Está demás decir que cada uno de los trámites que se describirán a continuación normalmente ocupa fracciones infinitesimales del tiempo que dedican emisor y receptor a cada uno de los pasos que siguen en la emisión o en la recepción. Se trata, pues, solo de una distinción analítica que habrá de permitirnos examinar la complejidad de lo que normalmente consideramos un acto simple; complejidad que es de fundamental importancia para comprender tanto los equívocos que pueden ir conformando o deformando los datos como las precauciones a tener en cuenta tanto en entrevistas como en cualquier otro momento de la investigación en la que sea necesario establecer relaciones comunicativas. Desde esa perspectiva, en la relación comunicativa a la que vengo refiriéndome se pueden distinguir las siguientes actividades o “trámites”, que ahora enuncio y sobre las que iré trabajando en el curso de los siguientes apartados: •

el trámite del contexto,



el trámite del encuadre,



el trámite de la perspectiva,



el trámite de la temática,



el trámite del foco,



el trámite referencial,



el trámite léxico y el sintáctico.

EL TRÁMITE DE LA INFORMACIÓN CONTEXTUAL Al tratar éste y los temas subsiguientes, la perspectiva estará centrada en la gestión comunicativa del emisor y las referencias a la actividad del receptor (que en parte, pero no totalmente, pueden ser pensadas como actividades complementarias que ocurren en los mismos registros) solo serán tratadas marginalmente. Más adelante miraremos lo mismo, pero esta vez desde la perspectiva del trabajo de recepción. 179

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En su uso habitual, la partícula “con” (de contexto) nos refiriere a aquello que rodea; del mismo modo en que con/tinente refiere a lo que con/tiene; esto es, a una vasija o límite de cualquier tipo, dentro del cual se sitúa algo, sin que ese algo sea afectado más que en su forma o cantidad. Sin embargo, si no queremos arriesgar la fuerza interpretativa que le atribuimos o le podemos atribuir en el discurso, ese no es el sentido en el que deberíamos pensar. Ya que en el discurso, el “contexto” no está en el exterior, no es un mero borde, ni un mero continente; por el contrario, forma parte esencial de la identidad de la palabra, frase o fragmento que se pretende emitir e interpretar; pues de él depende su sentido y valor específico. Así vistas las cosas, de lo dicho se pueden extraer tres conclusiones: 1. No todo lo que está fuera de la palabra, frase o fragmento es contexto, en la medida en que no todo eso que “está afuera” interviene en la especificación del significado y el valor; 2. No todo lo que interviene en la constitución del significado y el valor lo hace con la misma intensidad e importancia; 3. La determinación de lo que es contexto y la determinación de qué elementos y relaciones contextuales son más o menos importantes, no se logra con anterioridad a la interpretación de la palabra, frase. Para obtener el máximo de provecho de esas afirmaciones debemos retrotraernos a los supuestos que se han ido construyendo en las corrientes constructivistas y sistémicas que, desde una perspectiva amplia, hasta ahora hemos compartido. Esos supuestos básicos son dos: 1) desde el punto de vista de lo que podemos expresar mediante cualquiera de nuestros lenguajes, lo real es lo real conocido y, por ende, interpretado y 2) el modo más adecuado de reconstruir ese modo es el sistémico; en el que lo que conocemos puede ser descrito como un sistema de relaciones de relaciones, donde los elementos son momentos que, por ciertas características de duración y ordenamiento que los tornan captables por nuestras capacidades cognitivas, adquieren el carácter de identidades o estados. Desde esa perspectiva, en la secuencia de tipo espiral que es propia de toda interpretación, es necesario percibir que: al incluir cada nueva identidad, el intérprete se ve obligado a extraer, de ella, las preguntas sobre cuáles son los elementos y relaciones que le dan “valor” dentro del conjunto en el que se incorpora: transformándolo y transformándose. Dicho esto, es claro que, para ir construyendo su interpretación, el receptor no determina primero el contexto; para luego situar, en él, la interpretación del mensaje. Por el contrario, va redefiniendo mensaje y contexto gracias a un constante proceso de idas y vueltas; avanzando de modo incremental; aunque ese incremento no sea pensable como una simple sumatoria lineal. Reconocidas esas peculiaridades, es indiscutible que la representación gráfica, y sobre todo una concepción sistémica de la complejidad, produce escenarios analíticamente mucho más ricos que la concepción atomística en la que se apoyan muchos investigadores. Ahora bien, dado lo expresado anteriormente, parece claro que el examinar esos contextos implica que el receptor debe efectuar diversos trabajos. Uno de ellos refiere a la necesidad de incorporar la interpretación del texto dentro del universo simbólico en el que éste cobra sentido, respetando su “alma social”. Es con dicha tarea que comienza el trabajo de contextualización; trabajo que será más o menos difícil según el grado de familiaridad del receptor con el universo de representaciones en las que se socializó e interactúa cotidianamente el emisor. La mayor o menor familiaridad con ese universo de representaciones obligará al receptor a un trabajo más o menos arduo, del que no siempre saldrá airoso. Sobre todo teniendo en cuenta que, de lo ya expuesto, se puede inferir que no hay una regla clara ni indiscutible para determinar qué es lo que él debe in-

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cluir en el contexto. Por lo que, como ocurre en toda reconstrucción cognitiva, la contextualización es siempre parcial y, probablemente, parcialmente acertada. De allí que la posibilidad de reconocer la mayor o menor adecuación de la configuración contextual seleccionada es una función de sus representaciones individuales y sociales; que portando experiencias anteriores guían en la selección. Aunque desde un punto de vista más formal, podría decirse que normalmente, al definir el contexto de interpretación, un receptor hábil atiende a cuatro máximas, aprendidas en el curso de su vida: 1. la calidad: que refiere a la capacidad de certificar las informaciones que toma como contextuales; 2. la cantidad: introducirá solo aquellas informaciones que son necesarias para comprender el mensaje, desechando toda otra que sea prescindible; 3. la claridad: la información contextual debe estar organizada de tal modo que el receptor pueda comprender la relación entre el contexto y el texto del mensaje; 4. la pertinencia: debe ser clara la función de esa información contextual en relación con el tema de la investigación. EL ENCUADRE Mientras el contexto, aunque influye en su comprensión, es algo que está situado fuera del texto, lo que denominaremos “encuadre” es parte de la situación comunicativa; corresponde a un tipo específico de representaciones asimilables a esquemas de pensamiento y de conducta, más o menos ritualizados, que permiten encuadrar la información de manera casi automática, ahorrando la necesidad de atender a una casi infinita cantidad de información que, de ser necesario captarla y analizarla concientemente, insumiría un esfuerzo y un tiempo muy prolongados, lo que entorpecería la respuesta y le dificultaría, al receptor, la focalización de su atención en aquellos aspectos novedosos del mismo. Tal como lo afirma David Kertzer (1991): ...proveyéndonos de un medio de seleccionar cuál estímulo debe atenderse, y luego ajustando esta información en sistemas predefinidos de comprensión simbólica, los esquemas sociales proveen eficacia cognitiva al tiempo que sostienen la estabilidad del mundo simbólicamente construido en el que vivimos. Los esquemas dirigen la atención hacia la información relevante, guían su interpretación y evaluación, proveen inferencias cuando la información está ausente o es ambigua y facilita su retención. Para ello, según el mismo autor, existen reglas cognitivas que facilitan la selección de esos esquemas; siendo una de las más importantes la de la representatividad; que: ...se refiere al grado de similaridad entre el fenómeno observado y los constructos o categorías que la gente tiene para interpretarlas [...] nuestro modo de categorización es más que una forma de especulación pasiva. El esquema que seleccionamos influencia nuestro comportamiento subsecuente, lo que consideramos una respuesta adecuada a lo que vemos que está sucediendo en el mundo. […] La interacción social, así, está fuertemente condicionada por los símbolos de identidad social que la gente emplea, estos símbolos son usados para la categorización social. […] Una vez internalizados, los esquemas ejercen una potente influencia sobre nuestras percepciones y juicios. Así, en las conductas comunicativas se han ido creando formatos socialmente precodificados; que en algunos casos están formalizados como normas escritas o, en muchos otros, simplemente incorporados como costumbres. Dichos formatos permiten reconocer cómo deben ser interpretados los mensajes en diferentes tipos de situaciones comunicativas. Entre esas tipificaciones podemos enumerar: “un libro científico”, “una conferencia en cierta comunidad académica”; “un artículo periodístico, en cierto periódico”, “un programa 181

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de televisión”, “algo dicho en clase”, “algo dicho en los pasillos”, “el articulo de determinada entrevista”, “un pedido de trabajo”, “una charla entre amigos”, etc.. Cada uno de esos marcos o encuadres constituyen el soporte desde el que se interpretará el texto; y al mismo tiempo, en tanto están sujetos a reglas específicas, proveen reglas de interpretación; y ello es sigue siendo cierto aun cuando se produce alguna evidente violación de dichas normas, pues esa violación será interpretable a partir de ellas. Por lo que los encuadres constituyen uno de los puntos de apoyo socialmente reglado desde el que emisores y receptores establecen la comunicación; y les ahorran tiempo, pues generan una serie de presupuestos e implícitos que, en tanto compartidos, no deben ser aclarados. Por eso es que al referirse a los géneros (que son una forma de encuadre), Bajtin opina: Los géneros discursivos organizan nuestro discurso casi de la misma manera en que lo hacen las formas gramaticales (sintácticas). Aprendemos a modelar nuestro discurso en forma genérica y, cuando escuchamos los discursos de los demás, adivinamos su género desde las primeras palabras; predecimos una cierta extensión (es decir, la extensión aproximada de la totalidad del discurso) así como una cierta estructura compositiva; preveemos el final; en resumen, desde el comienzo tenemos una idea de la totalidad del discurso, que recién se irá diferenciando más tarde, durante el proceso mismo.(cit. por Gill & Whedbee (2001). De lo antes dicho se desprende que el encuadre actúa como un presupuesto compartido24. Sin embargo, como ya afirmara, ocurre frecuentemente que la toma de conciencia y el uso instrumental de ese presupuesto sea parte de una estrategia discursiva, convirtiendo al presupuesto cultural en un presupuesto instrumental25. Por ejemplo, tal sería el caso de la incorporación de una noticia ficticia (invasión extraterrestre) en el informativo de un medio de difusión “serio”26; también lo es la inclusión de un artículo con formato informativo en un periódico de noticias que, sin embargo, tiene una oculta función propagandística sobre cierto producto; o la manipulación de la información tendiente a crear interpretaciones mediante el énfasis, la repetición, la ausencia parcial de datos, etc.. En todos estos casos, el encuadre produce un efecto de credibilidad que en otro formato, no llegarían a ser ni la misma noticia ni el mismo artículo27. Del mismo modo, se atribuye a los periódicos e informativos “serios” el carácter de medios que permiten saber qué es lo que está ocurriendo; siendo así, la tematización seleccionada por los editores crea una imagen del mundo y el resultado es que lo que aparece en las noticias es para los lectores lo que ocurre; mientras que no ocurre aquello que no aparece. Del mismo modo, la perspectiva asumida en esas noticias crea un modo de comprender eso que está ocurriendo; ya que los juicios de los lectores no tienen otro material que el que se les provee por esos medios, por lo que la crítica normalmente se agota en el marco de las perspectivas provistas por los medios28. El poder de los medios de difusión se apoya en gran parte en esos presupuestos, que incluyen los dogmas de la objetividad e imparcialidad del periodismo. Pero poco de eso ocurre con la habitualmente denominada “prensa amarilla”; frente a la cual, los lectores que comparten esa denominación que es a su vez un calificativo despectivo, se toman muchas mas precauciones; y si se la lee normalmente no es con objeto de enterarse de sucesos importantes sino por otros motivos.

Más adelante en este capítulo volveremos al tema de los presupuestos y su uso en el discurso. Profundizaré en ambos conceptos en el tercer tomo. 26 Una estrategia semejante fue la utilizada en la versión radiofónica de 1938 de la Guerra de los mundos, del autor británico H. G. Wells, fue tan realista que sembró el pánico entre miles de oyentes, al hacerles creer que realmente la Tierra estaba siendo invadida por alienígenas. 27 Tomar fuentes de este tipo en el trabajo de investigación requiere tener esto tan presente como se lo debería tener en cuenta al actuar en la vida cotidiana organizando nuestras creencias en torno a las informaciones de los medios de prensa, por ejemplo, a los que se refiere el párrafo siguiente. Un análisis de la manipulación de la información por los medios de prensa en la Guerra de Estados Unidos contra Irak puede encontrarse en Chiesa (2002). 28 Mucho se ha hablado, por ejemplo, de la estrategia informativa del gobierno mexicano luego de la masacre de Tlatelolco o de la incorporada como política del gobierno norteamericano desde el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York y la llamada “guerra al terrorismo” (sobre este último tema leer, entre otros, a Chiesa (2002). 24 25

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Con las debidas adaptaciones, esto se aplica a todas las fuentes; lo que no es sorprendente si recordamos el carácter construido de los datos. Desde la perspectiva del análisis, tener esto en mente nos permite conocer, entre otros: a) los rituales específicos de las sociabilidades en las que se genera y recibe el mensaje (por ejemplo en ciertos ámbitos u épocas los rituales de cientificidad inducían a escribir en tercera persona, citar mucha bibliografía, utilizar cuadros estadísticos, transcribir párrafos de las entrevistas a las que se hace referencia como modo de poner en contacto al lector con el entrevistado, etc.); b) los criterios usuales de jerarquización de los contenidos (por ejemplo, en la prensa escrita, tales criterios se manifiestan en el espacio y el lugar asignado a cada artículo o noticia –páginas pares o impares, etc.— los que contribuyen a conocer el significado y/o importancia del texto desde la perspectiva con que el emisor los ha tratado; con los mismos propósitos, en los programas televisivos, tales criterios se manifiestan en el modo en que se maneja el tiempo en relación con la programación: días de la semana, horas del día, duración del mensaje. LA TEMATICA Este aspecto refiere a lo que los investigadores sociales estamos acostumbrados a focalizar con mayor énfasis y/o frecuencia. Debido a esa tendencia, es importante subrayar que la tematización es una, pero no la única de las informaciones que el receptor toma en cuenta. De allí es que, reconocidos el contexto, el encuadre y la perspectiva29 (aspecto que estudiaremos a continuación), otro de los aspectos a considerar, es la gestión de la tematización y del foco. Durante la primera, el emisor organiza su mensaje de tal modo que el receptor pueda saber cuál es el/los tema(s) y subtemas que abordará (¿qué temas generales y/o específicos aborda el emisor?, ¿cuál es la jerarquía relativa que atribuye a esos temas?). Así pues, en el interior de cada encuadre, los temas remiten a lo que se dice, escribe, pinta, dibuja y/o señala gestualmente, etc.; y al ordenamiento que el emisor introduce en esas proposiciones. Por su parte, mediante la gestión del foco, el emisor recurre a hábitos, propios de las representaciones compartidas, que le permiten indicar cuál es el tema, subtema o tópico sobre el cual el receptor debe volcar su atención en forma privilegiada en cada momento. Refiriéndose a esta cuestión, van Dijk (1977) propuso el concepto de “macro estructura”. Al que define como la estructura semántica global del texto, que en ciertos escritos puede ser expresada mediante un título, encabezado o por oraciones de síntesis; mientras que, en otros, el anuncio del tema aparece indicado: a) en los primeros párrafos escritos y/o hablados de una narración oral o escrita; b) en las primeras escenas de una película cinematográfica; c) en el copete de un artículo periodístico; d) en la síntesis temática con que un orador comienza su discurso, etc. Esta ubicación es importante para el receptor, pues, al dirigir su atención en una dirección específica, facilita su comprensión del texto; aunque también en este caso (ya que toda comunicación es parte de un juego en el que no están ausentes las relaciones de poder, tal como las definí en el capítulo segundo) el receptor siempre deberá estar alerta a posibles alteraciones de esta norma; que podría ser el producto de un juego propuesto por el emisor o de su inhabilidad en el manejo retórico (Tomlin, Forrest, et al. 2001). En los trabajos de van Dijk, “el tema” es presentado como un elemento extraclausal, que aparece antepuesto a la propia cláusula y permite situar y recortar el universo de discurso; la predicación subsiguiente será perti-

29 Quizá valga la pena reiterar que la trampa lineal de la exposición puede hacer olvidar que este es un proceso interactivo; por lo que ya en medio del análisis temático debamos retornar cuestionando la pertinencia de nuestra construcción cognitiva del encuadre y del contexto.

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nente y estará conectada con ese elemento extraclausal en el que se indicó el tema. Por su parte, el “tópico” es, para el mismo autor, aquello acerca de lo cual el predicado dice algo dentro del marco temático. En el micronivel, tema y tópico hacen a la coherencia de las proposiciones, y en el macro nivel, a la coherencia del discurso global. Se introduce así otro aspecto analítico a tener en cuenta por el receptor, el de la coherencia del mensaje recibido. En el micro nivel, las relaciones de sentido entre las proposiciones se obtienen mediante una serie de condiciones de coherencia, establecidas en las relaciones funcionales (tales como la especificación, la generalización, la ilustración o el contraste) de unas respecto a las otras. En la oración “Pedro llega a las once. Salió de Tucumán hace catorce horas. Viene en un coche dormitorio junto a una amiga”, Pedro es el tópico30 y, por ende, la coherencia se establece en torno a él, en tanto sujeto del enunciado. En el nivel discursivo global, los tópicos hacen a los sentidos globales del texto: es aquello a lo que el discurso se refiere (van Dijk 1977); para que un texto tenga coherencia, el tópico debe ser uno. Por eso es que, en las conversaciones, existen momentos en que alguien, cuando pretende cortar una conversación referida a un tópico e introducirla en otro, suele introducir una aclaración del tipo: “cambiando de tema como los locos”, o algo parecido, aclaración que le permite anunciar que: a) rompe con la coherencia; b) sabe que lo está haciendo y c) alerta sobre ello a su interlocutor. Por su parte, los subtemas aparecen en diferentes partes del texto; y, también en este caso, el emisor suele dar indicios de que se propone introducir dicho cambio. En un discurso verbal, uno de los modos de gestionar el foco es mediante la entonación; con ella se acentúa o enfatiza en lo que se quiere enfocar. Por ejemplo: “No soy YO el que llegó tarde, sino USTEDES quienes se adelantaron”. Además, en ciertas subculturas la gestión temática verbal es usualmente auxiliada por: a) preguntas retóricas tales como: “¿me entiendes?”; b) ciertas indicaciones como “Esto es muy importante”; c) exhortaciones tales como: “escucha bien”; y otras por el estilo. En el lenguaje escrito, los títulos o subtítulos pueden ser acompañados por: a) subrayados, b) negritas, c) un cierto diseño espacial o d) construyendo la frase de tal modo que el receptor entienda qué es lo que se está enfocando. Por ejemplo, al decir: “Era María la que estaba en clase”, el foco cae sobre María; mientras que al decir: “Aquella fiesta en la que nos encontramos con María”, la atención se enfoca sobre la fiesta, que es cualificada como aquella en que nos encontramos con María31. LA PERSPECTIVA Dado un cierto formato o encuadre y una cierta tematización, otro aspecto es el punto de vista o “la perspectiva” desde la que es tratado el tema. Para ejemplificar diferencias en la perspectiva, Altheide se refiere a un hipotético artículo en el que se aborde el tema de la drogadicción. Al escribirlo, el emisor podría describir al enfermo desde diferentes perspectivas: 1) desde una perspectiva “médica” (el drogadicto es un enfermo); 2) desde una perspectiva “jurídica” (el drogadicto es un delincuente); 3) desde una perspectiva religiosa (es un pecador); 4) desde una perspectiva asistencialista (es un ser necesitado). Como resultará evidente, un mismo tema enfocado desde perspectivas diferentes produce efectos muy distintos. Si el receptor sabe cual es la perspectiva desde la cual el emisor se pronuncia, no habrá problemas en la interpretación; aun cuando pueda no aceptar que esa sea la perspectiva adecuada; pero si ello no ocurre, y ambos encaran la cuestión desde perspectivas diferentes, el equivoco será inevitable.

30 Respecto a la relación entre la coherencia y la referencialidad, a la que me referiré luego, se relaciona con el mantenimiento de relaciones respecto a un mismo referente. 31 Para un tratamiento de este tema ver: Cumming & Ono (2001).

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Esto no implica que un tema deba ser encarado desde una sola perspectiva; por el contrario, un discurso puede incluir varias perspectivas, que pueden ser complementarias o contradictorias. Lo importante es que el receptor sepa distinguirlos. LA GESTIÓN REFERENCIAL Para que el texto sea coherente, no solo debe tener congruencia en su temática y perspectiva; también debe presentar un cuidadoso manejo de la relación entre los nuevos y los viejos temas. La suposición sobre el conocimiento que posee el receptor sobre lo que en cada momento recepta, puede basarse en: a) que éste haya sido incluido, anteriormente, en el mismo texto; o b) que sea parte del bagaje de conocimientos compartidos (o que el emisor supone compartidos) por emisor y receptor. En ambas posibilidades, el uso de la anáfora (esto es: el uso de distintos modos de hacer referencia a lo ya conocido y que puede ser recordado por el receptor) permite la actualización de ese conocimiento anterior y, por ende, la comprensión del nuevo texto. Según recuerda Maingueneau, el hablante moviliza la lengua y se coloca en situación discursiva mediante una serie de indicios: pronombres personales, tiempos verbales, etc.. Pero en todos los casos, siempre se mantendrá la separación entre por una parte, lo simbólico e imaginario y por la otra, lo real. Esto es, tampoco en las interacciones cotidianas actuamos en relación directa con personas reales sino con una representación que es solo parcialmente adecuada al objeto32; esto obliga a la necesidad de establecer marcas que hagan posible tanto la comunicación como la rectificación de los malos entendidos que en ella siempre habrán de cobijarse. Retomando esta última proposición en relación al tema que ahora propuse es útil recordar algo sabido: que la solución encontrada, en el largísimo ensayo y error de la especie, ha sido la de institucionalizar signos y rituales que especifican quién es el que habla, quién el que responde y, a qué se está haciendo referencia, etc.. Por ejemplo, la primera y segunda persona indican quién es el que, en el texto,33 aparece como emisor (refiere a la persona que emite) y quién es aquel que es convertido en receptor explícito (que sigue apareciendo como receptor aún cuando, por alguna razón que es propia de los juegos del lenguaje, el investigador pueda percibir que, en dicho acto comunicativo, haya otro receptor, a quien el emisor implícitamente esté , indirectamente, dirigiendo el mensaje) 34; del mismo modo, la tercera persona, o el neutro, refieren a aquel o aquello sobre lo que se habla; y otro tanto ocurre con los pronombres demostrativos (“este” y sus derivados o “aquí”, “allí”), posesivos, etc. Citando una frase de Jean Dubois, Maingueneau (1976) dice: “la enunciación se presenta como la aparición del sujeto en el enunciado, ya como la relación que el hablante mantiene a través del texto con el interlocutor o como la actitud del sujeto hablante con respecto a su enunciado”. Además de esos referentes, la atención del investigador también deberá dirigirse al modo en que se utilizan los verbos; ya que el tiempo verbal es el que determina el momento (había una vez; en el año 1985, etc.) de la enunciación; y también, como es obvio, la referencia espacial (En un lugar de la mancha…). Todos esos referentes cumplen su función en relación con la instancia presente del discurso. Todos ellos son signos comunes para todos los hablantes, pero se cargan de sentido en el momento de la enunciación

Afirmación que a su vez se funda en lo discutido en el capítulo segundo del primer tomo. Aclaración que pretende recordar que el yo de la emisión no es idéntico al sujeto, ya que este queda fuera del discurso, lo que implica varios problemas desde el punto de vista de las conclusiones que extraiga cualquier análisis de un texto. 34 Esto es lo que hace Nixon en su último discurso como presidente, el 8 de agosto de 1974, imposibilitado de convencer en algo a su audiencia por vía de la argumentación directa tomo como interlocutores a las futuras generaciones. Era una forma de decir “la historia me absolverá”, incorporando un implícito: enceguecidos por los hechos, los que hoy me escuchan no son capaces de ver la envergadura histórica de mi gestión presidencial. Lo dicho refleja la importancia de estas cuestiones para el investigador. 32 33

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y de ellos pueden extraerse productos eventualmente importantes para el trabajo que se está haciendo. Ahora bien, a lo largo del texto trataré de reflexionar nuevamente sobre algunas de las consecuencias de esas afirmaciones respecto al trabajo de investigación. Pero en tanto uno de los instrumentos más frecuentemente utilizados es la entrevista, es útil detenernos en una de las formas de referencias que por evidente, puede ser de las que más problemas interpretativos ocasione: la distinción entre el yo del enunciado y el yo de la enunciación. Para enfocarlo aunque sea en forma muy sintética partiré de algunas reflexiones generales. Si bien las imágenes traídas a cuento por los entrevistados son el producto de muy diversos subsistemas (en las que las disposiciones psicológicas no ocupan un lugar menor, proveyendo imágenes y auto imágenes); uno de ellos (el que ahora examinaré como forma de delimitar el tratamiento del tema) es el de la ubicación social; para cuyo tratamiento, la perspectiva funcionalista distinguía dos aspectos: 1) el estatus, la posición en la estructura social y 2) los roles, esto es: las conductas asociadas a él. Acotado el tema a estos aspectos, se puede afirmar que el uso adecuado de los pronombres personales implica cierto conocimiento, por parte del emisor y del receptor, de esos estatus y roles. Partiendo de otros marcos teóricos, en la lingüística, por ejemplo, este tema es retomado por Perelman y Obrecht/Tyteca cuando afirman: …en nuestro mundo jerarquizado, ordenado, existen generalmente reglas que establecen cómo puede entablarse una conversación, un acuerdo previo resultante de las propias normas de la vida social. Esto recuerda que, el que se hable o no a una persona, y/o que se le hable de un modo u otro, sin que ninguna de esas opciones provoque un conflicto, depende tanto de la existencia de reglas como de su respeto por quienes interactúan. Ahora bien, como las sociabilidades en las que cada persona participa son muchas, varios son los roles (y sus respectivos estatus) en los que el emisor puede situarse, por lo que el acto comunicativo siempre será precedido por una selección, mediante criterios aprendidos en su conducta cotidiana35. Por eso es que, si la situación no estuviese clara, en el comienzo de su decir, el hablante introduce indicios tendientes a que su interlocutor construya una imagen (una definición de la situación) adecuada a lo que va se va a decir y a la forma en que ha de organizar su emisión. Acto que, por supuesto, no siempre impide que el receptor rechace esas reglas de juego; pero que al menos, permite que las partes negocien sus respectivas situaciones en el acto comunicativo36. Para el investigador, lo importante es tener en cuenta este aspecto de la interacción y preguntarse: qué es lo que le puede informar, sobre su tema, el que el emisor asuma una u otra imagen, una u otra ubicación o, para decirlo en palabras de Foucault, una u otra posición de sujeto. Lo que no implica olvidar que el emisor, conciente o inconcientemente, conoce estas alternativas y puede utilizarlas para producir, frente a su(s) receptor(es), una imagen de sí que, en todo caso, no es la única posible. Lo que no hace sino reforzar la convicción sobre la diferenciación necesaria entre el “yo del enunciado” y el “yo de la enunciación”37. Si se tiene en cuenta dicha diferencia, también de ese gambito el receptor puede extraer informaciones pertinentes y, como es obvio, también para este análisis es indispensable tener información contextual. Lo que nos llega es el yo del enunciado; por ende, será el efecto del trabajo del receptor determinar en qué medida y dentro de qué limites pueden asemejarse el yo del enunciado y el yo de la enunciación.

35 Es claro que, los errores cometidos en esa selección, traerán consecuencias que pueden ser dignas de análisis; si es que el objeto sobre el que la investigación versa hace que dichos errores sean de interés para el investigador. 36 Lo que puede producir como efecto un conflicto, una aceptación de la propuesta hecha por el emisor o un proceso de reconstrucción de las reglas que habrán de hacer posible la continuidad de la interacción. 37 Otra forma de aludir a la distancia entre lo real y lo simbólico.

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EL LÉXICO Y LA SINTAXIS Considerado el discurso como una estructura sistémica, la unidad mínima que el analista debe encarar es el mensaje en su conjunto. Así, en el ejemplo del niño, el perro y la rana, el sentido del texto solo se completó con la última de sus palabras. Por ende, viendo el mensaje como una unidad, el orden en que se entretejen, en el eje sintagmático, las palabras, frases, oraciones y cláusulas, constituye, en conexión con los otros elementos ya analizados, otra de las fuentes de sentido; en tanto determina, por ejemplo, cómo se va distribuyendo la información a través del texto; contribuyendo, en su conjunto, a conformar lo que suele designarse mediante el término “coherencia”, que hace alusión al modo en que se relacionan entre sí las oraciones; tanto en el macro como en el micro nivel; distinciones a las que ya hiciera referencia al tratar sobre la gestión temática. Pero como ya viéramos al trabajar sobre los sistemas complejos, el que un sistema de segundo grado, como un texto, tenga significación propia, no impide que sus componentes también la tengan. Así pues si el texto es diferente a la suma de las palabras que lo componen, las palabras son más que lo que el texto admite. Con el estudio del léxico entramos en lo que es, por decirlo de algún modo, el análisis más detallado de un texto. Como ya dije, ni un texto ni un lenguaje es la sumatoria de sus conceptos; pero bien podría decirse que ellos son la base mediante la que se articulan, taxonómicamente, los sistemas de clasificaciones mediante los cuales se relacionan los usuarios de una lengua con sus mundos; a tal punto que, en cada comunidad, se crean con más riqueza y despliegue de sutilezas, y se enseñan y aprenden con mayor atención, aquellos conceptos que hacen a las representaciones de uso cotidiano y aquellos conceptos que pueden ser de mayor utilidad para la propia subsistencia o para el despliegue de las propias actividades38. Dada esa importancia, y la que adquiere en el proceso de investigación mismo, que es un proceso en el que una de sus fases es eminentemente clasificatoria, aprovecharé este apartado para extenderme un poco más que en los anteriores sobre esta cuestión, con el objeto de dejar sentadas algunas bases sobre las que trabajar en los tomos siguientes. Para empezar, en lugar del significante más técnico de “signo lingüístico”, en todo el libro denominaremos “concepto” a la representación simbólica de un cierto aspecto de lo real, en la que es posible distinguir dos elementos principales: el “significante” y el “significado”39. De ese modo, aparecen en la escena dos elementos que forman parte de lo cognitivo: 1. El significante, que es una imagen −que puede ser acústica (un cierto ruido), visual (un cierto trazo o figura) o táctil (un cierto relieve)  que evoca uno o varios significados, representándolos frente a otros significantes con los que conforma una secuencia sintagmática. 2. El significado, que es el producto de aquella selección y organización de los estímulos de lo real, a la que nos refiriéramos en el capítulo anterior; se conforma mediante una cierta definición, en la que se indican los criterios que permiten distinguir lo que corresponde al conjunto al que el concepto se refiere, de otros conjuntos. Dicho de otro modo, alude a cierto conjunto que ha sido distinguido cognitivamente en lo Real, sin, por supuesto, confundirse nunca con él. En un discurso, todo significado es representado por uno o varios significantes o a la inversa. Pero, en todos los casos, significado y significante son mutuamente necesarios: un significante sin significado es un mero

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Sobre este tema que es de gran importancia recordar lo dicho en el capítulo tercero, en el apartado “cultura y percepción”. Para una discusión sobre “signo” ver, entre otros, a Ducrot & Todorov (1994 ) 187

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ruido o una mera raya o un mero relieve; y un significado sin significante no llega a articularse; ni siquiera se constituye. No obstante, el que ambos se impliquen, no indica que haya alguna relación necesaria entre un cierto significante y un cierto significado. La relación entre el significante y el significado es arbitraria; ya que nada obliga a que sea esa, y sólo esa imagen (acústica, visual o táctil), la que corresponda a ese significado40. En todo caso, la conjunción es históricamente construida; y solo luego de esa construcción la relación nos aparece como necesaria. Pero en todos los casos, el carácter arbitrario de la unión entre significante y significado produce, entre ambos, interacciones muy variadas y variables: puede existir más de un significante que aluda a un mismo significado (los sinónimos, que se instalan en el eje paradigmático y pueden dar lugar a sustituciones cuyo resultado examinaremos más adelante) o puede haber más de un significado para un mismo significante (significantes ambiguos). El primero de los casos lo podemos encontrar, por ejemplo, en los significantes “carro” y “automóvil”, cuando ambos se refieren a un vehículo movido por un motor, tal como es representado en la parte derecha de la figura siguiente. Por el contrario, el segundo de los casos es representado en el lado izquierdo de la figura, en la que “carro” puede significar un vehículo traccionado por caballos o bueyes y, también, un vehículo traccionado por un motor.

Como podrá intuirse, ambas alternativas son importantes desde la perspectiva de la relación comunicativa. Por ejemplo el uso de sinónimos puede ser de gran importancia para el logro de una expresión sutil y variada de las ideas que se están exponiendo; y en ciertos casos puede servirle para incluir sesgos peculiares, como en el caso de que se le diga “carreta” a un automóvil, indicando que éste es anticuado. Debido a esa capacidad de especificar o producir una expresión más sutil a la idea que se pretende transmitir, muy frecuentemente el emisor utilizará las asociaciones paradigmáticas; sea por razones de estilo, o porque piensa que la evocación que un termino produce, al ser capaz de ser asociado con otro en el eje paradigmático, habrá de completar su mensaje. Lo que es lo mismo que decir que utilizará las asociaciones paradigmáticas como recurso; que, por supuesto, tendrá mayor o menor éxito según cuál sea la capacidad o disposición del receptor para incluirse en el juego propuesto; caso en el que su propósito puede ser frustrado, tanto si el receptor no es capaz de efectuar ninguna asociación; como si efectúa otra, en un sentido no previsto por el emisor. Situaciones que pueden dar lugar a que se abra una de las tantas puertas por las que puede colarse el mal entendido; que es una de los más evidentes resultados de la compleja trama de la comunicación, sobre la que retornaremos desde muy diversos puntos de vista, debido a que es en ese mal entendido donde se juega una de las principales dificultades que debe enfrentar el investigador. Como es mucho más evidente, los significantes ambiguos son muy proclives a producir malos entendidos, pues ellos pueden ser interpretados en una u otra de sus significaciones; y sólo el contexto o las aclaraciones sucesivas pueden rectificar los malos entendidos; agregando un nuevo espacio de complejidad que se agrega a los antes enunciados; y reafirma el que ningún mensaje debe ser entendido como una transmisión de in-

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Lo real siempre queda fuera del concepto, por lo que, tal como se planteó en el capítulo anterior, el grado de adecuación del representante con el representado es un problema que se replantea constantemente.

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formación completa y autosuficiente41; dificultad que por ser suficientemente clara no obliga a. que nos explayemos en su estudio. Pero si, en cambio, es más interesante el prestar atención a otro aspecto de la cuestión, en el que está en juego el carácter proposicional de las definiciones. Como es evidente, si bien el significante es una unidad, no ocurre lo mismo con el significado. El significado es una proposición, formada por conceptos y relaciones sintácticas, que recortan un referente en el oscuro continente de lo Real y se unifican en el discurso gracias a un cierto significante. Así pues, si en los párrafos anteriores hemos visto la complejidad que incorpora la existencia de asociaciones paradigmáticas en el acto comunicativo; lo extenso de la definición, que implica la presencia, en ella, de una serie más o menos grande de significados, hace aún más utópico todo intento de pensar al concepto como una unidad indivisible y autosuficiente y al acto comunicativo como una relación simple. Ya que, como es evidente, el receptor podría interpretar a su manera el significado (y la significancia, que es la forma de aludir al significado emergente del contexto) de algunas de las palabras mediante las que se enuncia el significado más general. De allí es que en ciertos encuadres o géneros, como el de los informes científicos, se requiere que, en los mensajes, se proporcione mayor cantidad de indicios, haciendo la definición lo más precisa posible, para evitar, o al menos disminuir, el grado de libertad del receptor en la interpretación42. Resultado que normalmente se logra incorporando la definición lo más clara posible de aquellos conceptos claves para la comprensión adecuada del texto. Definiciones y connotaciones: En la definición podemos, por ahora, limitarnos a dos de sus tipos principales, la tradicionalmente denominada “definición esencial” y la denominada “definición descriptiva”. Los conceptos forman parte de la inmensa variedad de taxonomías mediante las que clasificamos los diversos aspectos del mundo, de tal modo de poder referirnos a ellos, pensarlos y comunicar algo sobre ellos. Por eso es que, más allá de discusión sobre ontología (sobre la que el construccionismo tendría fundadas sospechas), el método propuesto por Platón puede ser perfectamente aceptado, suponiendo que la reunir el “género próximo” (la clase más general en la que se reconoce incorporado el objeto definido) y la “diferencia específica” (la diferencia que presenta lo definido en relación a todos los otros elementos que comparten la misma cualidad genérica antes indicada), lo que se hace es crear una definición recurriendo ala intersección de conceptos preexistentes; indicando lo que es propio de un determinado concepto (los rasgos que son comunes a los referentes incluidos en el concepto y que son determinados sea por vía inductiva, sea por vía propositiva), distinguiéndolo así de todos los otros conceptos posibles. Así, la famosa definición de “ser humano” como “animal racional”, se cruza el concepto “animal” (que refiere a todos los “seres con vida”, y que por ende constituye el género próximo”) y el conjunto de los “seres racionales” que según nuestra idea sobre el tema constituye nuestra “diferencia específica”43. Otro tipo de definición, que podríamos llamar descriptiva, se obtiene indicando todas las características que debe reunir un objeto para ser incluido en esa clase, sin establecer ni una jerarquía ni una clasificación de esos elementos. En este caso, considerando cada una de esas características como parte de un concepto o clase, la Tenerlo en cuenta es importante para llegar a apreciar en toda su magnitud la necesidad de comenzar la investigación con una cuidadosa revisión y sistematización de aquello “que yo se”, en el comienzo de la investigación. Esa sistematización nos ayuda a aprovechar al máximo esos conocimientos en la interpretación de los textos a los que nos enfrentamos y sobre los que trabajamos. 42 Ello también ocurre cuando intercambiamos con un extranjero. 43 En el primer conjunto, los seres humanos comparten la clase con todos los otros animales, distinguiendo así este primer conjunto de otro, formado por todo lo existente. En el segundo conjunto, los seres humanos comparten el rasgo “racionalidad” sólo con Dios o con el Logos. En la intersección de ambas clases está el ser humano, cuya identidad surge de esa relación entre conjuntos diversos. 41

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definición estaría indicando el lugar en que se cruzan todos esos conjuntos. Esto es, si decimos que la palabra “W” corresponde a un objeto que reúne las características a, b, c, d, lo que decimos es que “W” es el producto de la intersección de los conjuntos a, b, c, d. Lo cual podría ser re presentado por el esquema de la derecha. Cuando se distingue el género próximo y la diferencia específica se están dando coordenadas que permiten un acuerdo, entre los interlocutores, respecto a los referentes −la realidad específica que se quiere representar. Cuando se define mediante la intersección de diversas características; aquellas entidades que no comparten esas características, quedan fuera de la clase44. A partir de examinar las “definiciones” vemos que ésta adquiere su sentido pleno en relación con todas las otras definiciones y no en sí misma; esto es, forman parte de la trama compleja del lenguaje. Si las coordenadas presentadas en la definición parecen suficientes es por que los interlocutores comparten las definiciones de muchos otros conceptos, que dan sentido a cada uno de los significantes utilizados en la nueva definición. De esto se concluye el carácter siempre inacabado del proceso definicional; ya que si se hiciera un examen detenido de cada uno de los significados, cuya concreción está en la definición, nos veríamos obligados a recorrer, una gran parte del tesoro de signos que posee una cierta cultura; lo cuál sería tan arduo e inacabable como si exploráramos un diccionario que, en lugar de sernos presentado como un listado alfabético se presentara como la red de relaciones que une a un concepto con otros conceptos45. La palabra “denotación” hace referencia a todos los entes que entran en esa clase. No hay denotación si no hay entes, aunque sean fantásticos o fantasmagóricos. En caso de haberlos, la denotación siempre incluye aquellos rasgos que son propios de su definición. Pero en el habla no es solo la definición lo que hace al modo en que se utilizan los conceptos. Por el contrario (agregando nuevos elementos que muestran el carácter complejo de las relaciones comunicativas), además de los rasgos de su definición, todo concepto acarrea otra serie de rasgos, que se le han ido asociando en devenir de las relaciones de ciertas sociabilidades, y que desde ahora llamaremos “rasgos asociados” o connotados; cuya importancia es muy grande, pues normalmente están presentes, en cada contexto sociocultural, en el uso cotidiano de dicho concepto. Estos rasgos asociados a un concepto, si bien no siempre aparecen en los diccionarios, son claves en la interpretación de los conceptos en un ámbito cultural concreto. En dichos ambientes, el uso del concepto trae al receptor un conjunto de esos rasgos y ellos serán incluidos en el valor asignado a ese concepto por el receptor. Por ejemplo, al concepto “rico”46 se le asocian normalmente ciertos rasgos relativos a la vestimenta, al tipo de habitación, a ciertas formas de utilizar el tiempo libre, al uso de determinados medios de transportación, a cierto modo de hablar, etc.. A la inversa, cualquiera de esos rasgos puede adjudicársele una connotación de riqueza.

Puede haber un concepto sin que existan entes que reúnan las características de ese concepto. Desde esa perspectiva, para constituirse el concepto no requiere de existentes. Puede haber conceptos mitológicos o conceptos conjeturales sobre algo que se nombra porque se prevé o imagina su existencia, aunque ella no haya sido nunca experimentada. 45 Como toda constitución de un cierto ente a partir de sus límites, una definición es a la vez una afirmación y una negación. Eso no significa, de todas formas, que mediante esa afirmación y negación se incluya siempre un sólo caso. Esa sería sólo una de las definiciones posibles, referida a los nombres propios. De esto sacaremos partido en los dos próximos tomos, sobre todo en relación con el análisis. 46 Acaudalado, adinerado. 44

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Ciertamente, la connotación o asociación no son necesariamente certeras. Podría ocurrir que una persona no sea rica y comparta esos rasgos (porque quiere aparecer como rica) o, en el otro extremo, podrían existir ciertas personas que siendo ricas no compartan esos rasgos (un avaro, por ejemplo)47. Pero como estos últimos son casos excepcionales y a los primeros se los puede detectar eligiendo aquellos rasgos asociados más difícilmente imitables, quien escucha la palabra la asociará (en gran medida preconcientemente) con aquellos rasgos normalmente asociados, y al modo en que ellos se manifiestan en su cultura subcultura48. Por otra parte, considerados esos rasgos desde el punto de vista de la evolución de una relación comunicativa, parece evidente que, si el emisor atribuye a uno o a varios conceptos connotaciones diferentes a las que está acostumbrado el receptor, pueden producirse equívocos que no siempre llegan a ser reconocidos, a menos que el intercambio sea lo suficientemente duradero como para que las diferencias lleguen a ser visibles para uno o todos los miembros de la relación comunicativa, pues esas discrepancias habrán de producir “ruidos” o “interferencias” que obligaran a los participantes a buscar el origen del equívoco. Dicho lo cual, es nuevamente posible apreciar que, en los sistemas complejos, la simplicidad es más atractiva que eficiente: ya que cada elemento es a su vez una relación49. SISTEMA COMUNICATIVO Y SUS COMPONENTES Las cuestiones que deben tramitar los componentes del sistema comunicativo son las mismas. Lo que cambia es el modo en que cada uno debe tramitarlos cuando se encuentra en posición de emisor o de receptor. En tanto emisor, el trámite de cada uno de los aspectos antes señalados concurre en el propósito de crear, en el receptor, la imagen que se había formado y que era el contenido de lo que quería transmitir. Por su parte, como ya pudimos examinar, al recibir la emisión, el receptor formará una representación, que puede ser simbólica,

47 En la obra de Lloyd Warner, y de muchos de sus discípulos, se puede encontrar un refinado uso y clasificación de estos rasgos, asociados a estatus sociales y/o étnicos. 48 De allí que tales rasgos puedan servir como “indicadores” de estatus social, tanto para un investigador como para cualquier integrante de un cierto núcleo cultural o para quien conozca dichas costumbres. Tema sobre el que retornaremos en los dos próximos tomos. 49 Un complemento indispensable para avanzar en nuestro trabajo sobre los actos comunicativos es el que nos ofrece Claire BlancheBenveniste (1998).

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imaginaria, auditiva, táctil o una combinación de alguna o de todas ellas, tramitando los indicios recibidos en el mensaje mediante dos tipos de relaciones que unen esos indicios a la información de contexto, de marco, de modos de gestión temática, etc. que él posee. Esas dos operaciones principales son: 1) La implicación, mediante la cual incorpora, en el contexto de sus informaciones previamente adquiridas, la información proveniente del contexto y del texto. Así, en el ejemplo del niño y el perro al que hiciéramos alusión en el apartado anterior, el contexto podía ser que el niño que sacó a pasear al perro sabe, como lo sabe la madre, que éste ha sufrido un accidente que le produjo una herida en una oreja; en ese contexto la anécdota se torna más dramática, pues el niño sabe que debía cuidar que el perro no se le golpeara en la oreja, pues ésta estaba infectada y podía dolerle. 2) La inferencia, que le permite establecer conexiones más amplias entre el texto y sus propios conocimientos (por ejemplo, inferir que el niño se encontraba en el jardín de la casa o en un campo, ya que es más probable que las ranas y los árboles estén en esos lugares y no en el interior de una casa). Tal como ocurriera con las “tareas” del emisor, el receptor va realizando las suyas; pero con una peculiaridad ya anunciada respecto al carácter secuencial en el que recibe la información. Lo que hace que, tanto la implicación como la inferencia, vayan siendo permanentemente puestas en juego en un trabajo interpretativo que solo termina con el punto final del mensaje. Lo que indica fehacientemente que el receptor trabaja y el producto de la comunicación depende también de ese trabajo. Todo lo cual nos permite concluir que, dado es muy grande que la diversidad de tareas y sus posibles combinatorias, es factible comprender por qué el éxito o el fracaso comunicativo (y todas las variantes intermedias) hacen que el equivoco y la tarea de “remendarlo” sea inherente a casi toda comunicación. En las ilustraciones, se sintetiza una imaginaria conversación telefónica (que es el marco) entre una tía (que habita en algún lugar de Europa) y su sobrino. Lo peculiar es que entre ambos no hay una misma información contextual. El sobrino sabe que el cine al que va su hija está debajo de su departamento; por lo que, pese a tener 15 años no corre peligro; cosa que la tía no sabe. En cambio puede imaginar que para ir al cine la niña debe viajar y ella sabe que en la Argentina ya son las 7 de la tarde por lo que regresará de noche. Al mismo tiempo, hace rato que está preocupada por la seguridad de su familia, pues en los periódicos que ella lee, las únicas noticias que le llegan de la Argentina indican un clima de violencia y asaltos generalizados. Podríamos incluir otros elementos, pero estos ya bastan para mostrar como informaciones contextuales diferentes producen interpretaciones singulares. Por último, la respuesta iracunda del sobrino, quien podría 192

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haber explicado a la tía todo lo que a él mismo lo tranquiliza, solo podría explicarse en un contexto de historias familiares en el que este rechaza cualquier intromisión en sus asuntos familiares. Pese a su simplicidad, el ejemplo muestra lo difícil que es lograr una comunicación sin malos entendidos. Conclusión a la que hemos llegado considerando que: 1) el mensaje no contiene toda la información sino indicios que han de permitir reconstruir la información; 2) para preparar el mensaje el emisor no se preocupa solo por el contenido informativo, sino por las condiciones en que sus indicios deben ser producidos para que el receptor pueda comprenderlos según su propósito; y 3) que el resultado final ha de depender no solo del modo en que se realizó la emisión sino, también, y de un modo importante, del modo en que el receptor se incluyó en dicho acto. Ya que, aunque su tarea no es igual (y ni siquiera directamente la inversa a la realizada por el emisor), cada receptor realiza un trabajo complementario al del emisor50. Así, con esas nuevas indicaciones se agrega, pues, a la metáfora de la caja, una nueva calificación. Más allá de todos los esfuerzos realizados por el emisor, la información construida por el receptor no necesariamente es aquella propuesta por el primero: distintos receptores pueden producir representaciones diferentes, según cuáles hayan sido los elementos incorporados en su trabajo receptivo51. Cosa que ocurre porque el lenguaje es el medio por excelencia para la constitución de lo social y se va rehaciendo constantemente en los intercambios cotidianos. Lo que no impide que, para ser eficaz, requiera de normas compartidas; que son una referencia indispensable para cualquiera que pretenda comunicarse con sus semejantes sobre temas de interés común. Solo ese referente común permite que hasta los juegos y las producciones más originales sean interpretados. Pero al mismo tiempo, cuando esos juegos pasan a ser apropiados por otros, renuevan el lenguaje, y sus normas, en un juego de interacciones constantes entre creación y normalización. Debido a la posibilidad de interpretaciones varias, si el emisor pretende asegurar la comprensión de su mensaje, podrá incrementar la serie de indicios que provee, disminuyendo los grados de libertad del receptor; pero esta tarea no puede nunca llegar a la perfección: esto es, a anular todo grado de libertad e imponer un único sentido a lo comunicado. Esto es especialmente importante para un investigador; pues más que cualquier emisor, debe construir en el receptor las imágenes del objeto que ha pretendido reconstruir en la investigación. Pero para ello debe ser un experto conocedor del habla, tener muy clara la imagen de los lectores a los que dirige su informe (a varios auditorios varios lenguajes) y recurrir a todos los recursos poéticos que sean necesarios para que la reproducción del complejo mundo que está estudiando sea felizmente representado en el receptor. Traer esta obviedad a colación podría estar únicamente justificado por la ya citada vigencia de la tradición que, al respecto del lenguaje, impulsaran, el empirismo y especialmente el positivismo lógico. Pero, en todo caso, utilicémosla como antesala para conectar este tema con el de los “recursos”, que formó parte de la reflexión sobre las relaciones de poder. COROLARIOS

Dice Muñoz Molina (1993) “… la mayor parte de las palabras que se dicen no quieren decir lo que literalmente significan. Conocer es un trabajo, pues, de detective y de novelista, y requiere una atención y una astucia que no siempre poseemos”. 51 Tenerlo en cuenta permite comprender cuáles son algunas de las fuentes tanto de los malos entendidos, como de muchos otros desajustes entre lo emitido y lo recibido; y las razones por las que el intento del Círculo de Viena, tendiente a lograr un mensaje unívoco, fracasase rotundamente. Pues la pretensión de llegar a una teoría cuya axiomatización permitiese una comunicación exenta de ambigüedades tropezó ante la complejidad antes aludida, sin posibilidades de reacomodo. Obviedad que no llegó a ser tal para ciertos filósofos que, con la pretensión de producir una lengua sin ambigüedades ni equívocos, pensaron que un individuo es capaz de alterar, por su propia obra lo que no es sino una constante producción social. 50

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En el transcurso del capítulo el análisis se centro en la relación entre un emisor y un receptor; relación que encontramos tanto en las relaciones de los sistemas estudiados como en nuestras propias relaciones con las fuentes. El objetivo principal del capítulo fue el de examinar, con el mayor detalle posible, la complejidad de dicha relación comunicativa (aún en su forma más simple: la de un sistema de dos interlocutores) y las muy diversas formas en que puede incluirse el mal entendido como componente casi inevitable de la misma. Esto no implica afirmar que no existan formas pautadas de superación de los mismos, pero alerta, al investigador, sobre el cuidado que con que debe asumir su tarea; tanto durante el trabajo de campo como durante el análisis. Sin embargo, el haber reducido la cuestión a esa relación triádica emisor, mensaje, receptor no puede hacernos olvidar que ello fue solo una ficción útil para el análisis, pero que para nada refleja la multiplicidad de redes y relaciones que conforman todas las sociabilidades, aún las más simples. Como ya lo mostrase de muchas maneras, cada neonato llega a un mundo en el que la película está siempre ya empezada. Por eso, los miles de nuevos seres humanos con que se nutre la población mundial se incluyen en (y son recibidos por) específicos sistemas culturales; encarnados por diversos tipos de personajes, que conforman las diversas sociabilidades; procesos en los que la comunicación es el medio que hace posible todas las fluencias. Así pues, los procesos comunicativos forman parte esencial de todos y cada uno de los procesos que habremos de investigar. Pues ninguno de ellos puede ser bien comprendido sin el estudio de identidades, relaciones, secuencias, fluencias y emergentes (a los que hiciéramos referencia en el capítulo segundo) que serían inconcebibles si no recordáramos que, en cada uno de ellos, los procesos comunicativos constituyen la materia y las mediaciones que los hacen posibles52. Lo que significa que aun en aquellas relaciones, como las bélicas (que llegan a ese borde en el que las palabras parecen morir) la comunicación no deja de existir. Del mismo modo que, con mucha más razón, las relaciones de complementariedad o negociación serían imposibles (y, por ende la sociedad sería un mero estado de naturaleza) si no mediasen los necesarios procesos de articulación política, cuyo recurso principal es el de la palabra negociadora. Forma de resolución de conflictos y producción de conformaciones complementarias que recurren al lenguaje como medio privilegiado son recursos de tal importancia queque Bourdieu, al agrupar los recursos de poder en lo que él dio el nombre de “capitales”, reservase un clasificador específico a aquello que denominó “capital cultural”; y que , entre otros elementos, incluye la capacidad de hacer buen uso de las diversos modos de comunicación como forma de producir fluencias con otras identidades. Dicho lo anterior, queda por aclarar algo que es de importancia en la planificación de una investigación. Como ya dijese, una identidad pone en juego un “recurso” al convertir uno de sus rasgos la encarnación de una cierta fluencia. Pero, ¿quién es el que determina la existencia de ese rasgo y su eventual capacidad como recurso? Como ya fuese explicado en el capítulo segundo, para los humanos, el universo del que se puede hablar y sobre el que se puede pensar, es el universo conocido; por ende, tanto el carácter de “rasgo” como el carácter de “recurso” solo llegan a existir como construcción cognitiva. De allí que no haya nada (ni en las

52 Ya que, ni aun los enfrentamientos más sangrientos pueden producirse sin relaciones de comunicación entre los adversarios (cuyos canales pueden ser imaginarios, afectivos y/o simbólicos, reunidos con diferentes órdenes de relevancia). Por lo que, la falta de comunicación, sólo es pensable cuando no hay ningún tipo de comunidad, ni siquiera la del enfrentamiento bélico; esto es, cuando las identidades forman parte de sistemas que no se conocen mutuamente.

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relaciones de poder ni en las de comunicación) que, de un modo u otro, no sean (o hayan sido) cognitivamente construidos; sea por el participante o por el observador53. Dada esa conclusión, es fácil asumir que la percepción de un “rasgo”, y la atribución que se haga sobre su posible carácter de “recurso”, forman parte de alguna representación social. De esa suerte, hablar de relaciones de poder y de relaciones de comunicación son modos, analíticamente diferenciados, de referirnos a un mismo tema: el de la(s) sociabilidad(es) que el investigador constituyó como su objeto. Sociabilidad(es) en las que deberá determinar cuáles son las identidades, relaciones y emergentes que la caracterizan. Aspectos del objeto a que llegaremos a conocer mediante la consulta de distintas fuentes que, como veremos, se convertirán en medios de comunicación cuyo análisis será uno de los trabajos principales durante y, sobre todo después de realizado el trabajo de campo. Tareas que estudiamos, desde perspectivas diferentes, en el recorrido que hicimos en los capítulos anteriores y, en particular, en el capítulo anterior y en este capítulo (dedicados a la producción de los datos) y en los que hemos podido apreciar, cada vez con mayor fundamento que la relación “objetividad-subjetividad-intersubjetiva” conforman un proceso inescindible. Territorio que no solo es el de las interacciones sociales sino, por las mismas razones, también el terreno básico de todo proceso investigativo. Identidad que, una vez mostrada la complejidad de las relaciones sociales hace innecesario insistir que, ella, es también propiedad de los procesos investigativos en los que los datos se producen, reelaboran y circulan (constituyéndose, según su suerte, en parte de representaciones sociales compartidas por sociabilidades más o menos amplias; o simplemente excluidas del campo de aquellas representaciones que son consideradas creíbles o útiles). Suma de complejidades que, tal como ya lo afirmase en forma reiterada, obliga a que sea el estudio de casos y el estudio comparativo de casos el camino que puede facilitar una relativa acumulación de experiencias desde las que mejorar el capital abductivo que habrá de ser la base sobre la que se habrán de elaborar generalizaciones empíricas, representaciones sociales y esquemas interpretativos que habrán de facilitar la realización de nuevas investigaciones; tema que será el objeto privilegiado del próximo capítulo.

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Lo que es consecuente con lo afirmado en el capítulo segundo. 195

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BI BL I OG R AFÍ A

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CAPÍTULO 5

ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

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IND ICE INDICE.........................................................................................................................201 INTRODUCCIÓN.........................................................................................................203 EL ELEMENTALISMO Y SU CONCEPCIÓN DE LOS UNIVERSALES ...............203 LOS CONCEPTOS Y SU CREACIÓN..................................................................................................................205 UNA CONCEPCIÓN NO EMPIRISTA DE LA CONCEPTUALIZACIÓN......................................................207 LEYES Y UNIVERSALES EMPÍRICOS..............................................................................................................210 LA RESIGNACIÓN ESTADÍSTICA....................................................................................................................216

LOS SISTEMAS COMPLEJOS Y LOS UNIVERSALES ...........................................223 COMPARACIÓN ENTRE CASOS Y GENERALIZACIONES........................................................................226 EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN .......................................................................................................................231

BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................241

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INT R O DU C CI ÓN

El objetivo de este capítulo es retomar lo antes planteado pero con el propósito de poner en discusión la relación existente entre estudios de caso y universales empíricos. Tema de inmensa importancia para todo razonamiento sobre la actividad científica, pero especialmente necesario en el proceso de revalorización de la investigación cualitativa; tradicionalmente devaluada mediante el argumento de ser una mera casuística, si capacidad alguna para engendrar leyes que, según la concepción dominante en el siglo pasado (y aun presente en las instituciones académicas y en muchos de sus integrantes) permitía coronar los objetivos de la ciencia, en sumisión de predecir o explicar. Como anunciara en mi carta a Tião, que situé en el Prologo del libro, las referencias a los autores no implican la presunción de haber agotado todo lo expuesto en su obra. Como dije, no me preocupan los autores sino las representaciones sociales a las que han contribuido y que, por haber logrado una amplia y prolongada hegemonía, se constituyeron el sentido común de la mayor parte de los investigadores. Esto explica que las citas fueron incluidas fue por alguna de las siguientes razones: 1) incorporan al texto cierto tono polífónico que puede hacerlo más ameno; 2) porque el texto citado expresa cierta idea mucho mejor de lo que yo lo hubiese podido hacerlo o, 3) porque permiten sintetizar posiciones que (fuesen o no las sostenidas por los autores citados a lo lago de su obra) han llegado a convertirse en representaciones sociales que se realimentan en cátedras, artículos y congresos (por lo que no es el autor el criticado sino dichas representaciones que en muchos casos invocan sus nombres). Para concretar el intento, el capítulo abordará tres temas principales: 1) una síntesis crítica de las insuficiencias que presenta la epistemología hegemónica 1 en relación con la generación y utilización de los conceptos y de los universales empíricos; 2) la utilidad de los estudios de casos para producir conocimiento que: 1) permita orientar políticas y 2) poner a prueba la eficacia de las conclusiones de la investigación y 3) la importancia de los estudios comparativos entre casos para generar universales empíricos heurísticamente útiles para investigaciones sobre casos análogos. Para hacerlo, me detendré más que en otros capítulos en la consideración de ideas pertenecientes a la tradición empirista (sobre todo en algunas de las ideas del empirismo y el positivismo lógico y las elaboraciones hipotéticas deductivas).

EL ELEMENTALISMO Y S U C O N C E P C IÓ N D E LO S U N I V E R S A L E S Tal como lo afirma Oldroyd, uno de los rasgos distintivos de la filosofía de la ciencia de la primera mitad de siglo XX (de cuyos efectos nos hemos desembarazado ni para bien ni para mal) ha sido su preocupación por la lógica y el lenguaje2. Al mismo tiempo lo asombroso y peculiar es la ignorancia y aun el rechazo que estos

1 Que si bien comenzó con Bacon en su forma moderna, durante el siglo pasado fue particularmente expresada en el positivismo y el empirismo lógico, y principalmente divulgada en las propuestas del método hipotético deductivo. 2 Por lo que, como es inevitable, el interés se deslizó desde el campo en el que el investigador lucha por descubrir, hacia otro campo, menos cubierto de aventuras, que es el del análisis de la coherencia entre premisas y conclusiones. Situando su mayor atención en: 1) un riguroso análisis de los conceptos y proposiciones, que impida vaguedades y equívocos y 2) el estricto cumplimiento de las reglas de la lógica, comenzando por las de la deducción. Respecto a esta epistemología, es muy recomendable leer la detallada y demoledora crítica que Rorty (1979) hiciera de la misma. Sobre todo cuando esa hegemonía ha llegado a tal extremo de naturalización que en el

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epistemólogos demostraron por el devenir de ciencias muy ligadas a la producción de conocimientos sobre los que ellos pretendían tratar. Ignorancia que facilitó la consolidación de errores, tanto en sus teorías sobre la verdad y las pruebas de validez como en el modo de concebir la relación entre las investigaciones singulares y los universales empíricos o leyes. En un párrafo de Oldroyd, que él utiliza para explicar el contenido de su libro, el autor dice: Este libro discute la venerable tradición de la existencia de un camino dual para el establecimiento del conocimiento, desde un examen de los fenómenos observables a la racionalización general de los “principios fundamentales” (“análisis”); y desde esos “principios fundamentales” regresar de nuevo a los fenómenos observables, que se explican por tanto a partir de los que se han deducido (“síntesis”). A ese proceso Oldroyd lo denomina El arco del conocimiento utilizando así una metáfora, a la que hiciera referencia en la introducción de este tomo y sobre la que retornaré porque expresa maravillosamente el modo en que los epistemólogos y la mayor parte de los filósofos de la ciencia se representaron el proceso cognitivo. Traerla nuevamente al imaginario de los lectores me permitirá organizar mejor la exposición.

Dada esta imagen, que tomo como referente organizador, en el próximo apartado exploraré el extremo izquierdo del arco, desde la perspectiva de la formación intuitiva e inductiva de los conceptos; para luego, en el apartado siguiente, ir avanzando en la discusión sobre la formación inductiva de los universales y, particularmente su uso en la predicción o explicación. En la exposición correspondiente a ambos apartados, iré dejando huellas críticas que luego retomaré para exponer las razones que me llevan a pensar que los estudios de caso, son la base principal del desarrollo científico; tanto por crear la oportunidad para efectivizar diversos tipos de trabajo en sociedad como porque dichas aplicaciones serán el momento en que se pondrá verdaderamente a prueba su capacidad descriptiva y, en cierto modo, predictiva. Lo que a su vez les permitirá constituir, junto a otros, la base sobre la cual generar universales empíricos que superen las limitaciones de los propuestos por la tradición hegemónica en el siglo XX. Al comenzar la introducción del capítulo anterior, resumí ideas, ya expuestas anteriormente, mediante la frase “siempre llegamos cuando la película está empezada”. No obstante, plantearse el tema de la producción conceptual, podría crear la contradictoria sensación, producto del método expositivo, de que existe un momento

diccionario de Encarta, el vocablo Lógica, esta definido como: “ciencia que expone las leyes, modos y formas del conocimiento científico”. 204

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inicial en la construcción conceptual. De allí que me pareciera útil adelantar que, es justamente la convicción de llegar a un mundo que ya esta estructurado y que (tomando con los debidos recaudos3 la afirmación de Bourdieu) funciona como “estructura estructurante”, organizada e interconectada sistémicamente mediante una gran diversidad de lenguajes, de los cuales el lingüístico, que será el que atraerá nuestra atención, se presenta en cada momento con una diversidad muy grande de opciones conceptuales, dentro de la cual el nuevo concepto debe hacer méritos para ocupar un lugar. LOS CONCEPTOS Y SU CREACIÓN En el primer capítulo, al referirme a Hobbes, indicaba que, siguiendo los postulados de la filosofía de la ciencia de su época, el filósofo suponía que, para explicar un fenómeno es necesario comenzar reconociendo sus partículas elementales; sólo después de haberlas estudiado en su esencia, era posible producir una teoría del conjunto, al que esas partículas pertenecen. Como también en su momento dije, ese era el espíritu de la época. Espíritu revitalizado por los descubrimientos de Newton, quien creía que: Me parece factible que Dios, al principio. constituyera la materia en la forma de partículas sólidas, macizas, duras, impenetrables y móviles, provistas de semejantes tamaño y forma, y otras propiedades, e en tal proporción en relación al espacio fueran útiles a la finalidad con la que él las creó; y que de esas partículas primitivas, al ser sólidas, fueran incomparablemente más duras que cualquier cuerpo poroso formado con ellas; hasta el punto de de duras que nunca se gastaran o se rompieran en fragmentos; ninguna fuerza ordinaria podría ser capaz de dividir lo que el propio Dios hizo unitario en la primera creación4. Así pues, el principio es que un todo es una suma de rasgos elementales. De lo que puede inferirse que, un modo de conocer el mundo, es clasificar esos rasgos elementales según sus semejanzas y diferencias (tal como la intuición las capta), para luego ir agrupándolas, hasta producir una explicación sobre la constitución de cada una de las totalidades a las que el investigador dedica su atención5. Así pues, producida la sensación, el proceso intelectual comienza su actividad con una doble tarea: la abstracción y la generalización inductiva. Mediante la primera se separa cada rasgo considerándolo en sí mismo (por ejemplo, si consideramos el color, prescindimos del examen de cualquier otra propiedad del objeto y solo examinamos si es blanco o verde). Luego de ese primer paso, comienza la actividad lógica (según los lógicos que estoy comentando) tendiente a determinar el modo en que esos rasgos se adicionan; creando ideas o conceptos más complejos, hasta ir conformando taxonomías. Tales taxonomías serán la base del conocimiento; en tanto dan cuenta de la articulación de los rasgos de cierta área de conocimiento, mediante una estructura jerárquica que, partiendo de un concepto muy general y con pocos rasgos definicionales, da la oportunidad de ir especificando el conocimiento mediante el agregado de nuevos conceptos que, por contener mayores rasgos definicionales, incluyen menos elementos, y se corresponden con las especies singulares. Fue en esa línea que retomando un impulso mucho más cercano a las ideas de Demócrito que a las de Aristóteles, los inductivismos de Bacon, y luego de Mill, produjeron una serie de reglas que permitiesen clasificar dichas partículas, para luego sumarlas inductivamente, de modo tal que pudiesen construirse universales de distinto grado de generalidad.

3 Esto es, evitando la duraza estructuralista que, muchas veces, lo hace operativamente inaplicable y poco desarrollado desde la perspectiva cognitiva. 4 Citado por Oldroyd (1993). 5 Búsqueda que desde una postura totalmente diferente (pero que no me parece interesante explorar por su carácter extremadamente metafísico) se repite en Descartes.

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Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

Con ese propósito, Bacon (ubicado entre los padres fundadores de la ciencia moderna) propuso tres tablas: la primera es la “tabla de presencia”, en la cual se anotan todas las circunstancias en las que se produjo el fenómeno; la segunda es “la tabla de ausencia”, en la cual se anotan los actos en los que no se presentó el fenómeno y la tercera es la “tabla de grados”, en la cual se anotan las respectivas variaciones en intensidad, con la que el rasgo se presenta en el caso estudiado. Como puede notarse, el resultado de la operación con las tres tablas, es una clasificación mediante la que se logra distinguir aquellos entes que coparticipan de la definición de un concepto, de otros que no coparticipan de él, mediante el examen de cada uno de sus rasgos por separado. Como adelantara, el resultado era una taxonomía; y si bien a Bacon no se le escapaba que ella no era suficiente para la producción de universales más complejos; no dudaba de su importancia en el proceso de ir construyendo teorías, que permitiesen describir al universo, en sus distintos aspectos. Mill, por su parte, convencido de que del silogismo no surge ninguna novedad ni la posibilidad de verificar la verdad de las premisas, también concentró su atención en el estudio de la inducción; proponiendo un método que sólo examinaremos con el propósito de reconocer el modo en que su autor pensaba la construcción de los conceptos y las relaciones causales entre conceptos6: 1) El método de las concordancias, según el cual “si dos o más casos del fenómeno que se investiga presentan solo una circunstancia en común, la circunstancia única, en la que todos los casos concuerdan, es la causa (o efecto) del fenómeno dado”. Dicho de otro modo, si de la comparación de dos secuencias, correspondientes a un mismo fenómeno, se detecta que ambas contienen un elemento común, se pude presumir que ese elemento común es causa o efecto de las respectivas secuencias. 2) El método de las diferencias: según el cual “Si un caso en el que el fenómeno que se investiga ocurre y un caso en que éste no ocurre, tienen todas las características en común salvo una, que solo se produce en el primer caso; [entonces] la única circunstancia en la que ambos difieren constituye el efecto, o la causa, o una parte indispensable de la causa del fenómeno”. A la inversa del anterior, si tenemos un fenómeno en el que se presume secuencias idénticas, pero ocurre que en uno de ellos se incluye un elemento antes no existente, este elemento puede ser el efecto o la causa de la alteración. 3) El método conjunto de concordancia y diferencia: Según el cual “Si dos o más circunstancias en las que el fenómeno ocurre solo tienen una circunstancia en común, mientras que dos o más casos en los que ocurre no tienen nada en común excepto la ausencia de la circunstancia; entonces, la circunstancia en la que los dos grupos de casos difieren es el efecto, la causa o una parte importante de la causa”. Tal como se indica, este principio surge de la combinación de los dos anteriores. 4) El método de los residuos: según el cual “sustrae de determinado fenómeno la parte que se conoce por inducciones previas como efecto de ciertos antecedentes, y el residuo del fenómeno es el efecto de los antecedentes que permanecen”. En este caso, se aprovecha el resultado de inducciones ya realizadas y se las compara. Si ve que W, S y K están seguidos de w, x y k; pero inducciones anteriores han mostrado que “w” pertenece a la secuencia causal “W” y que “s” pertenece a la secuencia causal “S”; puede suponerse que “k” pertenecerá a la secuencia causal “K”7.

De hecho, las relaciones causales corresponden a otro tipo de clases, no la de los conceptos sino a la de las leyes o universales empíricos que será el centro de la reflexión del próximo apartado. La inclusión de Mill en éste solo lo justifica el deseo de limitar el siguiente apartado a las teorizaciones deductivistas propias de buena parte de los filósofos de la ciencia del siglo pasado. 7 Lo que, por cierto, no parece para nada evidente; pero no es nuestra misión entrar en la sustancia de este problema. 6

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5) El método de las variaciones concomitantes: Según el cual “Todo efecto que produce alguna variación en un fenómeno es una causa o efecto de este fenómeno o está conectado con él a través de algún hecho de causalidad”. Este principio es un presupuesto de los anteriores, pues está indicando que, si percibimos que un cambio en “Z” es seguido de un cambio en “z” podemos concluir que “z” pertenece a la secuencia “Z”8. Por su parte, Hume agregó que, en ese proceso de construcción conceptual, el observador tiene en cuenta la semejanza, la contigüidad en tiempo y espacio y la continuidad o sucesión. En todos los casos, estos representantes de la filosofía del conocimiento, situados en un país que generaría un importante desarrollo científico, no dudaban en que, para producir teorías, había que pasar primero por un proceso de determinación de los rasgos elementales. Puestas en práctica estas recomendaciones, un concepto (o cualquier otra clasificación) es el resultado de la separación de lo diferente y la agrupación de lo semejante, según uno o varios criterios que son los que, en algún momento, compondrán la definición. Por consecuencia, lo único que se proclama como recaudo es que, al producir una clase (que ha de convertirse en concepto al ser incorporada al lenguaje), se respete la condición de homogeneidad; esto es, que cada uno de sus componentes sean homogéneos en relación a los criterios provistos por la definición; que, por supuesto, puede incluir una combinación de varios rasgos9. Obtenido el concepto, los siguientes pasos tienden a realizar dos operaciones básicas: 1) La construcción de más o menos frondosas taxonomías; que posibilitan la diferenciación de una serie de sub clases (o particiones). 2) La búsqueda de otro tipo de clasificaciones, que permitan producir proposiciones generales, respecto al modo en que se relacionan conceptos referidos a sucesos o rasgos. Como veremos en el apartado correspondiente a los universales y las leyes, dadas aquellas particiones producidas mediante la conceptualización (que en la investigación, dan lugar a la construcción de variables) la tarea es la búsqueda de covariaciones o correlaciones, que permitan comprobar la existencia de universales empíricos. Así, utilizando ese método, en la generalización inductiva propuesta en la frase “Todos los A contienen a b”, se está indicando que, luego de haber experimentado que una cierta cantidad de “A”, todas contienen el rasgo “b”, se presume que esto probablemente siga siendo así, lo que permite tanto predecir como explicar. UNA CONCEPCIÓN NO EMPIRISTA DE LA CONCEPTUALIZACIÓN Así pues, según los empiristas, la inducción permite pasar de una serie de percepciones simples (que construyen las bases de las primeras ideas generales) a otras, en las que aquellas percepciones se agrupan10. Lo que no pasó por las mentes de ambos filósofos es que cada uno de los elementos fuese a su vez un concepto; lo que si en cambio captó a su modo Whewell.

Como en el caso antes indicado, tampoco esto es evidente, pues podría tratarse de una relación espuria. Homogeneidad marcada desde siempre por su percepción, pese a que él no sepa que ésta produce efectos que les son propios; impidiendo afirmar, con certeza, que lo percibido es. 10 Así, “mujer” es el resultado de una inducción y a su vez parte de una taxonomía (una de las dos particiones de la variable “genero”); que en determinado sistema puede ubicar a sus integrantes en un lugar (por ejemplo, el alcanzado en occidente luego de las luchas feministas) y que en otro sistema puede ubicarlas en otro lugar (ciertas colectividades que mantienen versiones machistas del Corán). En esta situación, si la definición se la hace tomando en cuenta rasgos biológicos, habremos unificado en una misma clase identidades que, si bien comparten los mismos caracteres biológicos (y por ende, dentro de los límites, desconocidos para mí, respecto a si la cultura puede o no afectar aun aspectos importantes de la entidad biológica), no comparten ninguna característica social; por lo que, aplicar el mismo concepto en ambos lugares, conduce a más errores que aciertos en cualquier investigación social de cierto grado de sofisticación. 8 9

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Según él, aquello a lo que los empiristas denominan “hechos” (y de los cuales creen que son el resultado de la mera intuición) solo son teorías a las que nos hemos habituado; es el hábito el que las convierte en indiscutibles, a tal extremo que los empiristas llegan a confundirlos con lo Real11. Por lo que, según lo expone Black (1984), William Whewel afirmaba que: El espacio, el tiempo, la causalidad, pertenecen al elemento a priori, que se combina con la sensación para producir conocimientos. Así, la inducción parte de los elementos empíricos –hechos, datos, sensaciones, cosas—, conecta estos elementos mediante elementos a priori –ideas, teorías, concepciones— y conduce a proposiciones generales de las cuales pueden inferirse nuevos elementos empíricos de deducción. Para Wewhell, la oposición entre método inductivo y método deductivo es artificiosa y se basa en un malentendido de la naturaleza de la investigación científica. En un capítulo anterior dije que los a priori kantianos, bien podrían asimilarse a la concepción constructivista considerándolos como parte de las representaciones que vamos adquiriendo, desde nuestro nacimiento en determinada cultura. Por ende, con independencia de que no consideremos los aportes del proceso de socialización como un a priori, (a la manera en que lo hacen Kant y sus seguidores) es posible coincidir con la crítica de Whewel en dos puntos: ni hay una página en blanco sobre la cual las sensaciones inscriben sus rastros, ni una intuición despojada de conceptos que la filtren y organicen. Por lo tanto, al enfrentarnos tanto a un hecho conocido como a uno desconocido, ponemos en juego a) un conjunto más o menos amplio y variado de nociones preexistentes (que forman parte de las representaciones sociales de la comunidad del investigador; y b) un modo de percibir y razonar que hemos ido aprendiendo en el curso de nuestro proceso de socialización y en el de nuestras propias experiencias12. Al referirse a este tema, Piaget (citado por García, R. 2000) dice lo siguiente: En lo que concierne a la lectura de la experiencia, los trabajos muestran que lo que se presenta como dato en la percepción tiene el carácter de una contrucción, en tanto que “la parte del dato que corresponde al objeto está siempre incorporada a esquemas más o menos organizados (es decir, ya organizados o en vías de organización) que testimonian la actividad del sujeto. Tal conclusión “conduce a afirmar que todo conocimiento, aún en el nivel perceptivo, involucra una parte de organización y de esquematización…13 De allí que, cuando, por alguna razón, es preciso crear nuevos conceptos (debido a la incapacidad de los existentes conocidos para clasificar, de modo adecuado, el referente al que queremos aludir), lo que primero se pone en acción son nuestras representaciones sociales (o teorías, en el caso de los científicos). Desde ellas percibimos (comparando lo nuevo con lo previamente incorporado a nuestro bagaje lingüístico) y desde ellas evaluamos las hipótesis que, con mayor probabilidad, han de conducirnos a una adecuada conceptualización. Esto último es justamente lo que percibió (de un modo aún no sofisticado por la teoría de los esquemas y las representaciones sociales, pero que apunta en la misma dirección) el filósofo norteamericano Charles S. Pierce; percepción que lo llevó a crear un concepto, el de “abducción”. Según dicho autor, los conocimientos que hemos ido adquiriendo son los que, cuando nos encontramos frente a la necesidad de resolver un problema (por ejemplo el de conceptualizar algo antes no conceptualizado), organizan y delimitan el campo de las hipótesis probables.

Que en muchos tratados sobre el tema son mencionados también como “fenómenos observacionales”. Recordar lo afirmado en el primer capítulo sobre el tema. 13 Recordar los capítulos tercero y cuarto. 11 12

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Por ejemplo, si entre mis conocimientos figura que “Todos los habitantes del barrio Los Huracanes son trabajadores metalúrgicos”; y me entero que la persona cuyo oficio quiero conocer “habita en el barrio Los Huracanes”; la hipótesis abductiva es que “dicha persona es un trabajador metalúrgico”. E allí un ejemplo básico con el que normalmente se ejemplifica la estructura de la abducción. Aunque es de tener muy en cuenta que esa forma reducida de explicar la abducción puede conducirnos a confusión. Ya que, normalmente, no es una generalización empírica, sino la combinación de varias de ellas, lo que normalmente conduce a producir una conjetura. De todos modos, lo que aquí importa es que, dado que lo producido es una conjetura, sin duda el intérprete puede equivocarse; por lo que, para corroborarla, debe estudiar el caso, en su peculiaridad. Investigación que en todo caso cuenta con una inmensa ventaja. Pues así como, en el ejemplo, el uso de aquel conocimiento acotó el campo de los posibles oficios (proveyendo de una hipótesis que guiaría una posterior investigación) lo mismo ha de ocurrir con cualquier conjetura, en cuya producción se combinen más de un conocimiento previo. Por el contrario, en el caso en que esos conocimientos no existiesen, la investigación debería enfrentarse con un número infinito de posibilidades; y la investigación podría convertirse en un recorrido por el universo. Para ver como se presenta dicha dificultad en el pensamiento empirista, tomemos solo una de las premisas de Mill y examinémosla desde la perspectiva que ahora estoy presentando. Al tratar el método de las concordancias, Mill propone: “Si un caso en el que el fenómeno que se investiga ocurre, y un caso en que éste no ocurre, tienen todas las características en común salvo una, que solo se produce en el primer caso; [entonces] la única circunstancia en la que ambos difieren constituye el efecto, o la causa, o una parte indispensable de la causa del fenómeno” Ahora bien, todo fenómeno puede poseer un número infinito de rasgos o, en un caso, pueden detectarse infinitos fenómenos. Por ende, si partimos de un conocimiento cero, de la infinita variedad de características ¿cuáles serían aquellas que sometemos a observación? Al decir de Pierce (1988): Considérese la multitud de teorías que habrían podido ser sugeridas. Un físico se topa con un fenómeno nuevo en su laboratorio ¿cómo sabe si las conjunciones de los planetas nada tienen que ver con él o si no es, quizá, porque la emperatriz viuda de China ha pronunciado, por casualidad, hace una año o en ese mismo momento, alguna palabra de poder místico, o porque acaso estaba presente un genio invisible? Piénsese en los trillones de hipótesis que habrían podido hacerse, de las cuales sólo una es verdadera. Y, sin embargo, al cabo de dos o tres conjeturas, o a lo sumo de una docena, el físico atina muy de cerca con la hipótesis correcta. Por azar no lo hubiera conseguido… Lo que Mill no percibió, por razones muy semejantes a las expuestas por Whewel es que, el dedicarse a observar una característica, previamente implica: 1) poseer su concepto y una teoría sobre su probable existencia en el fenómeno estudiado y 2) otra teoría que nos induzca a considerar probable que esa característica pueda tener alguna importancia para describir o explicar el fenómeno que se pretende conocer. Las representaciones sociales en general, y, en particular, las que haya adquirido el investigador durante su existencia, son las que proveen ambas teorías. No es por casualidad que la proposición de Pierce fue asociada a las habilidades de Sherlock Homes; hombre de vastísimos conocimientos sobre todo lo relativo a circunstancias que pudiesen relacionarse con crímenes14, y que utilizaba tales conocimientos para: 1) compararlos

Como podrá advertirse, lo que hizo posible la conjetura fue el conocimiento de una generalización empírica; por lo que, como lo han comentado quienes han trabajado sobre el tema, mientras más amplio y variado sea el conocimiento de diversas generalizaciones

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entre sí; 2) retener aquel que le parecía más adecuado a la situación; 3) utilizar tal conocimiento para hacer una conjetura, producto de la abducción y 4) organizar su investigación basándose en esa(s) hipótesis (Sebeok T. Umiker-Sebeok J., 1987). Esto ocurre ya en el momento en que nos encontremos ante la necesidad de emprender la conceptualización aparentemente más sencilla. Se trata, pues, de hipótesis que son posibles debido a la presencia de un conocimiento y aptitudes que son exactamente aquellas que se dedicaron a describir e investigar los teóricos de las “representaciones sociales” (y sus análogos semánticos) y a los que hiciéramos alusión en el primer capítulo. Por lo que, en el caso de aplicar esas representaciones a la producción de hipótesis científicas, me referiré a ellas denominándolas “capital abductivo”15. Ahora bien, una conjetura no es conocimiento. Por lo que, el paso siguiente al de la abducción, es el de la investigación tendiente a confirmar si lo conjeturado se confirma. Solo con posterioridad a la investigación comparativa de varios casos, tendremos los argumentos que habrán de permitirnos ampliar, inductivamente, el soporte empírico de la clasificación utilizada u obligarnos a nuevas investigaciones, tendientes a crear otro concepto. Por ende, la creación de un nuevo concepto sigue un proceso que, aunque no siempre se lo ejecute concientemente, debe recorrer los siguientes pasos: 1) poner en juego las representaciones sociales e individuales preexistentes, concientes o preconcientes; 2) procesar dichos conocimientos de manera tal que la abducción permita la producción de hipótesis; 3) llevar a cabo investigaciones que permitan comprobar, en casos distintos, la existencia de ese rasgo o sistema de rasgos (sea este una identidad, un tipo de relación, o determinados emergentes), aunque sea en forma análoga; y, 4) si al final del proceso llegásemos a resultados positivos, utilizaremos las reglas de la inducción; como base para incluir el rasgo investigado en un concepto preexistente o para la concreción de un nuevo concepto16. Ergo, sin estudios de caso no existe producción conceptual alguna que pretenda cierta credibilidad. El que las investigaciones cualitativas sean arduas (y que, por ende, el proceso de creación de conceptos y de universales con mayor poder de generalización pueda llevar mucho tiempo) no es, por supuesto, una argumentación válida para rechazar su necesidad: ello solo indicaría que la investigación es una tarea social y que el conocimiento es un proceso lento y complejo. LEYES Y UNIVERSALES EMPÍRICOS La resistencia Durkheimniana a suscribir a los modelos organicistas de autores como Spencer o Comte y el psicologista Tarde, no invalidó que compartiese una idea que caracterizó las tendencias predominantes en las ciencias sociales de los dos últimos siglos: el método científico es uno y su misión es la de producir leyes que hagan posible, mediante la deducción, la explicación de los hechos sociales. Dado ese supuesto (al que se le atribuyó el carácter de condición de cientificidad), se abren dos preguntas que aportarán nuevos elementos al razonamiento emprendido: ¿cómo se generan las leyes? y ¿qué relación se puede establecer entre esas leyes y los hechos sociales singulares? Preguntas que dieron origen a conceptualizaciones muy diversas. Pero que, en el nivel de generalidad que interesa para estas reflexiones, pueden ser sintetizadas en la metáfora del “arco de conocimiento”; curvatura que, como aquella producida

empíricas, más probable es que se produzca alguna conjetura. Retomaré este aspecto de la cuestión en el segundo tomo, referido a la construcción de hipótesis. 15 Haciendo obvia referencia a la propuesta de Charles S. Pierce y combinándola con la teoría de las representaciones sociales; combinación que permite concluir que, si bien hay personas que han adquirido mayor conocimiento sobre ciertos temas y/o son capaces de relacionar con mayor facilidad diferentes conocimientos, la abducción es, como diría Pierce, tan necesaria y natural en los seres humanos como son los instintos en los animales (Sebeok y Umiter-Sebeok, 1987). 16 Es indispensable recordar lo dicho en el capítulo tercero para que estas afirmaciones cobren sentido. 210

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por la refracción de la luz solar sobre las pequeñas gotas que quedan suspendidas en el aire, apoya sus dos extremos en la tierra (los existentes singulares) y su cumbre en el cielo del espíritu cognitivo. Lo que hace posible un proceso que comenzando en la inducción desde singulares, produce universales que, una vez establecidos, permiten deducir los rasgos de otros singulares (prediciendo o explicando). El paso inductivo desde los conceptos a las formulaciones universales es tan sencillo como el paso desde las percepciones simples a los conceptos. Se hacen una serie de pruebas (sobre las que Mill ya había producido el método antes expuesto) sobre la asociación existente entre un acontecimiento A y otro B (pueden agregarse más variables, por supuesto) si se comprueba que, luego de una cantidad que se considere razonable, se percibe que cada vez que aparece A aparecerá B, esto se transforma en una generalización empírica que permite predecir o explicar otros eventos; de un modo que Hempel (1979) sintetiza en la siguiente proposición17: En nuestro caso se asume que una hipótesis general postula una regularidad de la especie siguiente: en cada ocasión en la que un evento dado tipo C se verifique en cierto tiempo y lugar, un evento de tipo E se verificará en un lugar y un tiempo relacionados de manera específica con el lugar y tiempo en que aconteció el primer evento (los símbolos C y E han sido seleccionados para aludir a los términos “causa” y “efecto”, que normalmente son aplicados, aunque no siempre, a acontecimientos relacionados por una ley del género antes indicado. Así pues, la generalización empírica relaciona dos clases de eventos (construidos mediante inducción), y los relaciona creando una nueva clase (también construida inductivamente); pero, esta vez, no sólo de eventos sino de los eventos y sus relaciones. A dicha clase se la denominará universal empírico y su utilidad es la de hacer posible explicar o predecir, por sí sola o en relación con otras generalizaciones del mismo tipo (en el caso en que la causa de que un evento tipo E pueda depender de la aplicación de más de una ley y, por ende, de la ocurrencia de eventos del tipo C1, C2, Cn.). Para lo cual se requiere de: 1) un complejo de enunciados que afirman la ocurrencia de ciertos eventos C1, C2, Cn, en cierto lugar y tiempo (retener esta referencia al lugar y al tiempo, pues la indagación sobre el papel desempeñado por ambas variables en el modelo no es totalmente clara) y 2) la existencia de un complejo de hipótesis universales tales que: a) los enunciados de los dos grupos de eventos estén razonablemente confirmados por pruebas empíricas; b) que de los dos grupos de enunciados se pueda deducir la proposición que postula “E”. De allí que podamos afirmar: 1) que una generalización empírica está formada por una o más clases de eventos (a los que se hará alusión mediante ciertos conceptos designativos) relacionados por determinadas clases de conectivos lógicos18 y determinadas clases de conectivos teóricos (como los de causalidad, asociación, etc.); y 2) como lo que hacen los conectivos es establecer relaciones; la capacidad generalizadora de estos universales hereda las virtudes y/o los defectos del modo en que se produjeron los conceptos designativos y el modo en que se conceptualizaron sus relaciones. Ahora bien, según lo visto hasta ahora, si las relaciones (establecidas mediante conectivos lógicos y/o teóricos) se construyeron con el mismo método con el que se construyeron los conceptos designativos, serán afectadas por el mismo defecto. Por lo que, desde ambos ángulos, el secreto de su universalidad radicará en “Por ley general, dice Hempel (1979), entendemos aquí un enunciado de forma condicional universal, susceptible de ser confirmado o disconfirmado…” Sobre ellos dice Klimosky: “Hay muchas especies de palabras lógicas. En la lógica contemporánea se distinguen los conectivos, que sirven para enlazar enunciados y formar otros nuevos, más complejos, como la conjunción “y” que permite hacer afirmaciones del tipo “truena y llueve. La disyunción “o” permite decir algo más débil “truena o llueve”. Un conectivo puede estar formado por más de una palabra, como en el caso de “si…entonces”, que permite construir expresiones condicionales del tipo “Si truena, entonces llueve”, y recién hemos empleado los llamados cuantificadores “todos” y “algunos”, a los que podríamos agregar “ninguno”. Y no habría que olvidarse de una antigua e intrigante aunque muy útil partícula, “es”, que permite construir predicaciones. La palabra “no” también forma parte del listado, y la enumeración podría seguir mucho más allá.” 17 18

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el haber deshechado todas las peculiaridades emergentes del modo en que los rasgos seleccionados se resignificaban en cada uno de los casos desde los que fueron abstraídos. Esto es, han convertido a los “eventos” y a sus relaciones en algo despojados de toda referencia a las peculiaridades de los casos desde los que fueron inducidos. Ahora bien, si esas peculiaridades llegan a ser importantes para explicar un caso ¿de qué modo se las arregla el investigador, en el momento “deductivo”, para recuperarlas?; y si no pudiese recuperarlas, ¿que autoriza a pensar que un caso puede ser descrito, explicado o predicho mediante la deducción de ese universal? Dada la importancia de la pregunta para las ciencias sociales, el tema será abordado en forma parsimoniosa y signada por varios desvíos indispensables. Por ahora retornaré a Hempel y su concepción sobre los universales empíricos y las leyes. Si revisamos nuevamente la definición dada por Hempel de “ley” o “generalización”, podremos percibir que, si bien tienen alcances empíricos y teóricos diferentes a aquellos con los que se enfrenta quien produce un concepto, el modo en que se construyen generalizaciones empíricas o leyes es el mismo; ambos son deudores de una cierta técnica de clasificar, en el que las clases se definen en sí mismas y no por el modo en que se relacionan con otras, en un determinado sistema19. Dado que cada ley fue construida de manera independiente (e ignorando las relaciones sistémicas que pudiesen producir “represiones” y “emergentes”20), en estas teorizaciones, el modo de obtener una mayor especificación consiste en ir indicando cómo dos o más leyes se intersectan, produciendo una explicación policausal; esto es, recurriendo a la aditividad21. Así, para determinar si los eventos C o E, (ocurridos en cierto tiempo y lugar) y los eventos C’ o E’ (ocurridos en otro tiempo y lugar) pertenecen a la misma clase22, debemos haber construido una definición que incluya a todos los C y los E (cualquiera sea el tiempo y el lugar en que acaecen); y otro tanto ocurre con las relaciones que la ley predica. Por lo que la diferencia entre conceptos y leyes radica en que, mientras que los conceptos aluden a “una clase de cosas” (incluyen a la suma de todos los elementos que comparten los criterios definicionales respecto a ciertas cualidades de “las cosas”, con independencia de los rasgos específicos que estas adquieran en determinado contexto), las leyes aluden a una “clase de relaciones entre cualidades” (esto es, incluyen la suma de todas las relaciones iguales entre los mismos atributos de cierta variable). Con la salvedad de que, como podrá intuirse, para que ello sea posible y cierto, ni el tiempo, ni el lugar, ni ninguna otra característica del proceso explicado debe intervenir en la definición de la ley en sí misma. Si en la investigación de esta tradición se pretende incrementar la especificidad del estudio incluyendo otras características del sistema, se recurre a la estudios de otras leyes y al estudio del modo en que se intersectan, en un caso. Es por esa razón básica que (tanto para Hempel como para toda la tradición nomológico deductiva) las leyes se definen con independencia del contexto socio histórico; y, lo singular, termina siendo explicado por el cruce accidental de diferentes líneas causales; que confluyen, y suman sus efectos, produciendo cierto evento; interacción de tipo acumulativo, cuasi mecánico, muy poco apto para explicar lo social.

19 Lo que, valga la insistencia, explica la a-historicidad de los elementos que constituyen dichas generalizaciones y hace posible su “aplicación” a situaciones diferentes; más allá de los ojos espantados con los que puedan recibir esas generalizaciones quienes conocen el universo concreto en el que esas leyes son aplicadas. 20 Recordar lo dicho sobre estos conceptos en el capítulo segundo. 21 Tema que ya fuera examinado en el capítulo anterior al distinguir sobredeterminación de policausalidad. 22 Esto es que, en palabras de Hempel, “se repiten”.

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

Así pues, siguiendo una vieja tradición, la formulación elemental de la explicación tendría la forma de una deducción en la cual se reconocen las premisas (datos y leyes) que se acumulan en el explanans para producir el explanandum: D1, D2, D3, …. Dn → premisas-datos L1, L2, L3, ……Ln

explanans

→ premisas-leyes

explanandum Esto se ve claramente en el ejemplo dado por Klimosky e Hidalgo (1998): … si explicamos la Revolución Francesa, debemos disponer de información acerca del estado de la sociedad en ese momento: qué sucedía con las clases sociales, con la Aristocracia, con las Cortes, con el campesinado y con la naciente burguesía. Del mismo modo debemos contar con datos de tipo económico: cómo se cobraban los impuestos, cuáles eran las fuentes de riqueza de la Aristocracia, qué acontecía con la alimentación y con la producción de alimentos. Esos datos (u otros que podrían ser incluidos), conforman las “condiciones iniciales”; que conforman las premisas. Pero la explicación recién se obtiene cuando se formula una ley que las agrupe mediante una generalización en la que, por ejemplo, se afirme que: “cuando escasea el dinero y la corrupción y el hambre crecen, la sociedad está lista para una revolución”23. Resumiendo, la conclusión es el explanandum (aquello que deseamos explicar) mientras que las condiciones iniciales ocupan el lugar de las premisas (el explanans), que pueden ser de dos tipos: a) las “premisas–datos” (proposiciones singulares referidas a hechos) 24 y b) las “premisas-leyes”; y el proceso de investigación ha sido entendido como un trabajo de diferenciación y clasificación; en el que tanto las premisas como la conclusión son el efecto de un trabajo, primero inductivo y luego deductivo, del tipo ya comentado. Actividades que (tal como puede notarse en el esquema antes expuesto, y corroborarse en la lectura de los teóricos de esta tradición) suponen: 1) la formación de los conceptos como agregados de rasgos; 2) la formación de las leyes como agregado típico de eventos. Reunidos ambos, la explicación de los casos aparecen como el efecto de la adición de un número más o menos amplio de leyes. Proceso de diferenciación y adición que, por otra parte, como veremos en los apartados siguientes, presenta dos grandes singularidades: 1) No provee de criterios para la selección; ni de las “premisas-datos” ni de las “premisas-leyes” y 2) Es demasiado elemental como para lograr una reconstrucción de procesos sociales; cuyas relaciones distan de ser bien representadas mediante una simple sumatoria de elementos. Ambos defectos probablemente tengan su origen en que, los paladines del método nomológico deductivo, pretendiendo generalizar las consecuencias del método que los filósofos de la ciencia adjudicaron a las cien-

23 ¿Existirá algún científico social que no haya leído explicaciones semejantes y que, si no está socializado en las normas instituidas por esta tradición, no se haya escandalizado por la banalidad de tales conclusiones, que son incompatibles con cualquier estudio serio de los movimientos sociales? 24 Dejo al lector en el mismo misterio que yo experimento cuando me pregunto: en una investigación social ¿qué quiere decir “proposiciones singulares referidas a hechos”?; ¿tales hechos, no serán secuencias que debemos investigar con el mismo fervor con el que investigamos las “premisas-leyes?, ¿no serán ellos mismos efectos de otras leyes? Solo un estudio comparativo de casos, y probablemente la inclusión de conocimientos provenientes de otras disciplinas, puede dar alguna respuesta a estas preguntas.

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Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

cias físico-naturales25, olvidaron que ignoran cuestiones básicas relativas a lo social26. Trampa o insuficiencia de la que solo autores como Wittgenstein consiguieron superar, al introducirse, por la vía del estudio del lenguaje, en las complejidades propias de las relaciones sociales. Sin embargo, aunque resulte realmente extraño, esto no ha impedido el prolongado éxito de dicho método; que sigue siendo pensamiento instituido en gran parte de las organizaciones académicas y que se expresa, por citar solo algunos ejemplos, en: 1) las evaluaciones de las investigaciones; 2) en los protocolos que presentan para que sus integrantes aspiren a recibir financiamiento y 3) en las evaluaciones de las tesis. Influencia que solo es explicable por el prestigio ganado por las ciencias físicas y por la incorporación de la matemática y la estadística como instrumentos que “transfieren”, a las investigaciones sociales, el prestigio de su exactitud27; sin que haya nada que garantice la legitimidad de tal transferencia; dado que para que ella fuese legítima deberíamos demostrar analogía entre los supuestos de la estadística —homogenidad y aditividad de los elementos— y los de las teorías sociales a las que ellas se aplican. Dado tal prestigio, y sus consecuencias para la institucionalización de la investigación cualitativa, es indispensable ampliar la exposición incluyendo otros aspectos de dicha propuesta, comenzando por dos preguntas. Retornando al esquema de explicación antes expuesto: 1) ¿cómo seleccionar las premisas?; 2) ¿cuántas son necesarias? Según el mismo Hempel (1979): Explicar un evento concreto no significa, y razonablemente no puede significar, dar cuenta de todas las características repetibles de un dato particular, por ejemplo del particular b. Un inventario del este tipo implicaría el que, en esta o en otra dirección, y en esta otra u otra distancia espacio–temporal de b, existen estos y otros singulares dotados de estas y estas otras propiedades repetibles; por lo que explicar todos los aspectos de b equivale a explicar cada hecho concreto del universo, pasado, presente y futuro. Por ende, se trata de un proceso mediante el que se va completando la información con el propósito de mejorar la explicación; precisando sus formulaciones y su correspondiente referencia empírica. Trabajo sin duda difícil de agotar; lo que es totalmente aceptable; pero que obliga a pensar sobre si es esta forma de legalidad la que conviene; esta vez pensando en que es justamente su carácter descontextualizado lo que impide establecer delimitaciones teóricamente justificadas respecto a los alcances de su capacidad explicativa28. Es el mismo Hempel quien, reconocida esa imposibilidad práctica, se ve impulsado a postular la necesidad de producir una teoría general (un conjunto ordenado de leyes), que provea de los criterios adecuados para dar respuesta a las preguntas sobre cuáles y cuántas premisas deben tenerse en cuenta para explicar un caso29. Pero como los epistemólogos han despreciado a las ciencias sociales para construir sus epistemologías, ignoran que las sociedades (como todo sistema complejo, pero en este caso haciéndolo en lenguaje fácilmente accesible para un miembro de la sociedad) han producido sus propias leyes; y aún las han codificado e incluido en los lenguajes que utilizan para socializar a sus nuevos integrantes. Regularidades y reglas del juego que son las que el investigador se propone descubrir y/o comprender; pero que lo puede hacer si estudia esas so-

25 Atribución que no es compartida por muchos historiadores de la ciencia. Ver sobre el tema los ejemplos expuestos por Brezinski, 1993. 26 Lo que es notable, en el modo en que dichos teóricos se refieren a los hechos sociales, cuando procuran ejemplos. 27 Produciendo al mismo tiempo el oscurecimiento de toda pregunta sobre la homología entre las técnicas matemáticas y la lógica de lo social; que frecuentemente es deformada si la aplanamos mediante el doble proceso de: a) homogeneización simple en la producción de los conceptos y b) conversión de las relaciones en simples modalidades de la adición. 28 Recordar el comentario de Klimosky, expuesto en el capítulo anterior, sobre la eventualidad (hipotética) de que la suma de todas las leyes produzca una teoría del conjunto de lo social, mediante la agregación de sus resultados. 29 En esto, Hempel tiene indiscutible razón; ya que si esa teoría existiese, la recurrencia a sus criterios, permitiría superar la imposibilidad de abarcar todas las informaciones de un caso para lograr su explicación.

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ciedades en su individualidad y comparativamente. Si los epistemólogos aceptasen, o supiesen, que además de la lógica, en la metodología se requiere incorporar los diversos aportes de las teorías que contribuyen a comprender el proceso cognitivo, verían otro camino; que, si no bien no es más llano, al menos es el que les provee de indicaciones para evitar la extrema abstracción y descontextualización de sus universales. Ello posibilitaría una construcción plagada de polémicas e intercambios de todo tipo; pero, en la necesidad de ir edificando, una a una, aquellas leyes y universales empíricos, haría posible sumar, al trabajo del metodólogo, el esfuerzo de otros científicos30. Sin duda, lo dicho no significa creer en que lo social sea fácilmente cognocible. No lo creo para nada y el esfuerzo que implica la escritura de este libro sería indicio suficiente para negar esa presuposición. Pero una cosa es el ir produciendo leyes partiendo desde cero (como quien se encuentra ante el amontonamiento desordenado de un depósito de basura), y otra es la de investigar legalidades existentes (y, en muchos casos, por todos conocidas; aun cuando ese conocimiento sea tácito, y utilizable en forma preconciente) y descubrir otras; que es la tarea a la que obliga una investigación que vaya descubriendo esas legalidades desde los casos mismos; que siempre ya están estructurados (pues toda sociedad se encarga reproducir las leyes que regulan su funcionamiento), mucho antes de que un investigador realice su ingenuo ejercicio deductivo, que ignora tanto las leyes que organizan su percepción como también los aportes acumulados por todas las ciencias sociales. Pero como la condición de esta tradición es someterse exclusivamente al reinado de la lógica (y desde allí ir produciendo parsimoniosamente sus inducciones y deducciones) el camino es necesariamente mucho más largo y de resultados inciertos. Por lo que es explicable que Hempel concluya que, para las ciencias sociales, las generalizaciones tropiezan con los siguientes obstáculos: 1) Ese tipo de leyes que constituyen las condiciones iniciales normalmente están relacionadas con la psicología individual o social; y como ellas son demasiado conocidas o familiares (en tanto forman parte de las predicciones habituales en la vida cotidiana) nunca llegan a ser explícitamente formuladas, discutidas y corroboradas. 2) Que a menudo es muy difícil reconocer y formular, con suficiente precisión, los supuestos a tener en cuenta y, al mismo tiempo, lograr que estos concuerden con el material empírico relevante que se tiene a disposición. De ambas limitaciones, Hempel (1979) concluye que lo posible en ciencias sociales es solo un “esbozo de explicación”, y no una explicación que cumpla con los requisitos por él mismo considerados necesarios. Tal esbozo consiste en una indicación, más o menos vaga, de las leyes y las condiciones iniciales consideradas relevantes, y obliga a “completarla” para poder transformarse en una explicación acabada. Sin duda, esta es una buena razón para considerar la radical insuficiencia de este método en ciencias sociales. Imposibilidad a la que Klimosky agrega nuevos elementos; referidos a la viabilidad de pasar de las generalizaciones empíricas a las leyes (que son las propias de una teoría) para luego deducir aquellas hipótesis que se pondrán a prueba en la investigación.

30 Que, como humanos al fin, llegarían a descubrir no solo estudiando los aportes de otros científicos sino, incluso, hasta observando lo que ocurre en cada uno de sus domicilios, en sus instituciones académicas y en cada uno de los lugares a los que habitualmente concurren.

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LA RESIGNACIÓN ESTADÍSTICA Si bien posteriores revisiones han relativizado esta cuestión, en muchos de los defensores del método hipotético deductivo lo común es la propensión a pensar que, en el comienzo de la actividad del investigador, debe existir una teoría de la que deberá deducir sus respectivas hipótesis31; lo que es expresamente solicitado en muchos de los protocolos que debemos cumplimentar para aspirar a que nuestras investigaciones sean aprobadas. Así, en uno de los capítulos de un libro sobre el que hasta ahora he hecho múltiples referencias, Klimovsky (1995) dice, al definir el concepto “teoría”: Hemos empleado hasta ahora frecuentemente la palabra “teoría” de un modo tal que casi la hacía indistinta a “hipótesis” y ello ha sido así porque una teoría es un conjunto de hipótesis mantenidas simultáneamente. Existen, pese a esta definición, dos acepciones principales y distintas de “teoría”. La primera la concibe como un conjunto de hipótesis tomadas como punto de partida de una investigación, incluyendo en estas la deducción de hipótesis derivadas y de consecuencias observacionales. En este sentido, si preguntásemos por ejemplo, cuál es la teoría de Newton llamada mecánica clásica, contestaríamos que está formada por cuatro hipótesis; los principios de inercia, de masa, de interacción y la ley de gravitación universal. Pero en una segunda acepción de la palabra “teoría” diríamos que es el conjunto de todas las hipótesis formadas por las hipótesis de partida y las que se puedan deducir de ellas. En este sentido, una teoría estaría integrada por un cuerpo potencialmente infinito de hipótesis, y a la pregunta de cuál es la teoría de Newton deberíamos responder que está constituida no solo por las cuatro hipótesis mencionadas sino también por todas las que de ella se deducen, en particular las leyes planetarias de Kepler, la ley de caída de los cuerpos de Galileo, las leyes de movimiento de los proyectiles y la ley de oscilación de un péndulo, todas las cuales formarían parte de la teoría de Newton. En esta cita nuevamente encontramos una de las pretensiones fuertes del método hipotético deductivo (y muestra las dificultades de su aplicación en ciencias sociales) 32: la pretensión de una teoría global desde la que ir construyendo el edificio de la deducción y corroboración33. No puedo negar, que como ambición para el conocimiento humano, ambas aspiraciones son de indiscutible importancia y, desde cierta perspectiva (el deseo de certezas), de indiscutible legitimidad ¡Qué más podríamos desear, al menos en nuestra tradición cultural, que unificar y certificar nuestros conocimientos! Sin embargo, las reflexiones anteriores se ocuparon de mostrar algunas de las limitaciones con las que se enfrentaron los propios defensores de este método; al menos en la conducción de ese tipo de teorías para las ciencias sociales. Lo que no es contradictorio con otras propuestas hechas por el epistemólogo argentino, según las cuales: las diferentes generalizaciones que se obtienen mediante la inducción coinciden en resguardar el contenido empírico observado y por ende pueden ser sometidas a investigaciones tendientes a la prueba de hipótesis34. Pero eso ya no ocurre ni puede ocurrir con las generalizaciones teóricas. Pues dichas construcciones deberán necesariamente incluir conceptos no observacionales. De allí que, según sigue informando, la construcción de teorías deba necesariamente liberarse parcialmente de las generalizaciones “empíricas”, para dar lugar a una actividad que, en tanto procura llenar los huecos de-

Valga la aclaración hecha en la nota anterior sobre lo que estoy considerando como forma típica del método hipotético deductivo. Por cierto reconocidas, en parte, por el propio Klimovsky (1995) y por Klimosky e Hidalgo (1998). 33 El marco en el que esta concepción se despliega es el de la ambición de concretar una deducción que permita articular una investigación dentro de una teoría y el deseo de que las investigaciones permitan someterla al control y la prueba. 34 Posibilidad rechazada en el capítulo tercero. 31 32

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jados por los inobservables, debe recurrir a la imaginación, con el propósito de construir modelos que puedan incluir las leyes anteriormente producidas mediante la inducción, aunque no logren deducirse de ellas35. Así pues, exentas de la posibilidad de ser sometidas a “prueba”, la credibilidad de dichas construcciones imaginativas, denominadas teorías o modelos, se apoya en: 1) la coherencia lógica de sus postulados y 2) la cantidad de corroboraciones o intentos fallidos de refutación por las que ha pasado. Vamos pues a examinar ambos temas; ya que su tratamiento no es solo importante para la crítica al nomológico deductivo, sino para la posibilidad de pensar en qué condiciones trabajamos para producir teoría mediante nuestras investigaciones. Aunque dedicaré solo unos párrafos al segundo, pues en el primero es donde podemos encontrar un campo de trabajo que sea productivo para este razonamiento y para todos los que aparecen en los tomos siguientes. ¿Es posible replicar investigaciones hasta llegar a su refutación, decidiendo sus posibilidades de continuar formando parte de la teoría aceptada? La lectura de los capítulos 12, 13 y 14 de esa joya de inteligencia y honestidad intelectual que es “Las desventuras del conocimiento científico” (Klimosky, 1995) da sobradas muestras de su imposibilidad; aun en las ciencias físico-naturales, en las que es posible crear las condiciones más cercanas a las de un laboratorio; y en las que, por otra parte, la ausencia de “reflexibidad” 36 hace menos dificultosa la réplica. Por lo que dichas reflexiones proporcionan elementos para cuestionar seriamente la posibilidad de aplicar dichos criterios a las ciencias sociales37. Por otra parte, en relación con las generalizaciones empíricas, y en particular con las leyes, aunque con otros argumentos, Popper, rechazó de modo radical la posibilidad de recurrir, en ciencias sociales, a las generalizaciones empíricas como a las que se atribuyese el carácter de leyes capaces de explicar casos. Según él: El núcleo de la cuestión es este: podemos hipotetizar que cada sucesión real de fenómenos procede según leyes naturales, pero es importante que nos demos cuenta que ninguna secuencia, por ejemplo, de tres o cuatro fenómenos conectados causalmente procede según una única ley natural38. Dichas conclusiones, aplicadas en su discusión sobre lo que el denomina “historicismo” puede aplicarse a toda tendencia en ciencias sociales que pretenda este tipo de explicación. Lo que considero importante de estas demostraciones y confesiones de fracaso, respecto a la posibilidad de llegar por la vía de este método a teorías generales, es que dieron lugar a la sustitución de esa pretensión, por otro tipo de generalizaciones empíricas, cuya fuente son “leyes estadísticas” o “generalizaciones probabilísticas”. Intentos que se basan en algebras cuyos supuestos básicos son: 1) el principio de identidad, mediante el cual todo elemento perteneciente a una clase es idéntico a los restantes y 2) que las relaciones entre los elementos son aditivas, por lo que no hacen más que profundizar el carácter atomístico de la tradición que estoy criticando. En esta última línea, Ángel (1961), por ejemplo, afirma lo siguiente: La mayor parte, sino todas las generalizaciones que la investigación empírica ha logrado establecer están formuladas en términos de notables distinciones de “sentido común”, y poseen un campo relativamente limitado de aplicación válida (o una generalidad de orden inferior). Además, la mayor parte, si no todas estas 35 En el segundo tomo retomaré esta idea que condujo a la distinción entre el campo del descubrimiento (excluido de la epistemología por la imposibilidad de que la lógica de cuenta de él) y el de la verificación. 36 Sobre el significado y uso de este término ver Guber, R. (1991) 37 Con otros propósitos, desarrollé este argumento en el capítulo anterior, al referirme a la diversidad en el proceso cognitivo. 38 O, en el mismo sentido, “La idea de que una serie cualquiera o una concreta sucesión de eventos (a parte de los movimientos del péndulo, o del sistema solar, o ejemplos similares) pueda ser descrita o explicada por una sola ley, o por un grupo bien definido de leyes, esta siempre equivocada. No existen ni leyes de sucesión ni leyes de evolución”.

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generalizaciones afirman relaciones de dependencia válidas entre fenómenos determinados, solo en una fracción (especificada de un modo más o menos preciso), de casos particulares de estos fenómenos, en cambio invariablemente o con uniformidad rigurosa: por ejemplo generalizaciones como “la mayor parte de los campesinos americanos pertenece a cierta organización religiosa”( …) Por comodidad denominaremos a tales generalizaciones como “estadísticas” o “probabilísticas”, aún cuando, como en estos ejemplos, no son mencionados en valores numéricos que expresen coeficientes estadísticos o probabilísticas. Las razones que Nagel encuentra para explicar el uso de este tipo de hipótesis son de dos tipos: 1) La intrínseca complejidad del objeto de las ciencias sociales y la consecuente incapacidad para identificar individualmente todas las variables pertinentes; lo que impide identificar todas las precondiciones de las que la conducta humana depende. 2) El que, al menos para algunos teóricos de esta escuela, la conducta humana supone el uso de la voluntad y del libre albedrío; y que, para otros, las acciones de los seres humanos constituyan una red de interpretaciones de los estímulos externos, tanto como una red de estímulos. Razones (una, la otra o ambas), que hacen que las respuestas que dichos seres humanos dan a las situaciones sociales varíen: sea por las diferencias en las interpretaciones, sea por las diferencias en las redes de estímulos, etc.. Tales argumentos y conclusiones, sumados a las anteriores, han dado como resultado el abandono de la pretensión de fundar teorías generales y sustituirlas por generalizaciones probabilísticas, de alcance empírico más limitado, mediante las que sus usuarios pueden, al mismo tiempo: 1) reproducir el formato empirista y elementalista antes criticado; 2) mantener el manto de exactitud con que el que las matemáticas y las estadísticas permiten cubrir (y muchas veces ocultar) las no siempre domeñables desprolijidades de los humanos y sus sociedades. Ahora bien, si no son inesperados los obstáculos que habrían de encontrar los epistemólogos antes citados (y que expresan los que son comunes a toda la tradición), la resignada respuesta no enriquece en absoluto el campo de las ciencias sociales. En el apartado siguiente haré una reflexión sobre las insuficiencias de dicho abordaje, para luego sentar algunas bases que nos permitan pensar nuestro trabajo desde otro paradigma, que rompa claramente con los hasta ahora aceptados por muchos. Las limitaciones de los estudios en los que se interrelacionan variables: Dice Galtung (1968)39, sobre las hipótesis: Así, en el lenguaje de la matriz de datos, las hipótesis mencionadas tienen la siguiente forma: se da una unidad (casa, mañana), se da una variable (color, estado meteorológico) y la variable tiene un conjunto de valores (rojo, no-rojo; lluvioso, no-lluvioso). Como es posible notar, tanto la “Unidad” como las “variables” relacionan: a) una concepción en la que el caso es un hecho Real y b) con variables y sus respectivos valores o atributos40.

39 Teórico e investigador que en nuestros países ha dejado una impronta que aun puede distinguirse en muchos tratados; como, por ejemplo, en el trabajo de Samaja (1996). 40 Dado que no es sobre las hipótesis que estamos ahora discutiendo, centraré la atención sobre el significado atribuido a cada variable, y al modo en que se relacionan entre ellas, en una proposición hipotética. Por lo que va de suyo que mi pretensión no es examinar todo el esmerado trabajo de deducciones lógicas con el que Galtung va construyendo su edificio, sino exclusivamente aquello que se refiere a la reconstrucción o explicación de “casos”, a partir de ciertas variables puestas en relación en una hipótesis. Por otra parte, vale destacar que, como sucede con la inmensa mayoría de los textos de métodos y técnicas, la construcción de teorías ocupa (en los dos tomos de la edición que hiciera EUDEBA del libro de este autor) un breve capítulo en el que confiesa que “La metodología de las teorías y de la formación de teorías se encuentra subdesarrollada en relación con la metodología de las hipótesis y de la formación de hipótesis”; afirmación que ubica a dicho texto en lo que luego denominaremos “la resignación” del nomológico deductivo, ante su imposibilidad de llegar a las leyes que pretendía en sus comienzos.

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Tales conceptos (que en una hipótesis siempre tendrá el carácter de variables y en una ley o universal empírico el carácter de atributos, que no son otra cosa que los conceptos integrantes de cierta taxonomía) han sido construidos del modo en que anteriormente indicásemos al referirnos a Bacon o Mill; mediante un proceso inductivo. Por ende, lo que del análisis se obtiene son clases de rasgos, identificados sea mediante una definición esencial o descriptiva; esto es, se agrupan fenómenos que se parecen entre si porque comparten ciertos rasgos. Pero una suma no es una relación social. Así pues, cuando se aplica ese tipo de conceptualización en ciencias sociales tendremos como consecuencia que, en una misma variable o atributo, podrán normalmente estar agrupados individuos que participan de muy diversas redes de interacción social. Si esto no es tenido en cuenta, el investigador errará en sus apreciaciones debido a su incapacidad de dar cuenta del modo en que esos mismos atributos se resignifican en cada sociabilidad. Esto es, dado el modo en que se produjo la abstracción se han deshechado (sin recurrir a un estudio de caso que permita reconocer la estructura en la que esos rasgos se presentan) todas aquellas otras peculiaridades que pudiesen emerger de las relaciones en las que se encuentran, para centrar sólo la atención en aquello que es común, en tanto serie. La aplicación de estos conceptos en ciencias sociales contribuye a la producción de generalizaciones cuya utilidad (que no necesariamente ha de ponerse en duda si se reconocen sus limitaciones) es principalmente descriptiva. Pero pueden producir solo pseudos explicaciones, cuando se pretende de ellas otro tipo de inferencias. Los ejemplos son muchos y de lo más variados. Pero para dar solo dos: 1) se puede decir que todos aquellos que tienen NBI, comparten los mismos atributos; pero en tanto participen de sociabilidades e historias diferentes, el modo en que se desempeñen socialmente será diferente, como diferente deberán ser los planes o programas que se dirijan a ellos. 2) en el caso de los hipertensos, estos también componen una clase en tanto poseen la misma enfermedad, pero sus posibilidades de enfrentar el tratamiento con éxito depende de la(s) red(es) de apoyo, por lo que las campañas preventivas deben conocer esas redes. Sin duda, conocer el número de los que están en cierto nivel de pobreza o indigencia o saber si los hipertensos son muchos o pocos, no es poco importante. Permite llamar la atención sobre un problema. Pero lo que no permite es establecer las bases para elaborar políticas o programas tendientes a paliar sus respectivas situaciones. Para que ello sea posible se deben hacer los correspondientes estudios de caso, tendientes a proveer de los conocimientos adecuados a la formulación de la política o el plan. A menos que sean los prejuicios del planificador los únicos que primen y se utilice, recurriendo a la fuerza del estado y del dinero que por un cierto tiempo traen al lugar, la fórmula del “zapato chino”, según la cual si el pie es más grande se debe adecuar el pie al zapato. Esto será casi siempre así, y únicamente el resultado no será tan errado cuando, como sucede en algunos casos, son las propias relaciones sociales las que asimilan ciertos rasgos a una clase; en tales circunstancias, el trabajo con variables, aunque no tenga el mérito de haber estudiado a esas relaciones, puede ser menos erróneo. Pero aún en esos casos, el modo en que habrá de procesarse sus relaciones con otras variables sigue ignorando la lógica de las interacciones sociales. Esto se debe a que las variables son consideradas como “entes diferentes” cuya relación –o falta de relación– es lo que ocurre entre ellas. Sin que el análisis permita detectar que es lo que, dada esa relación descubierta, ocurre con cada una de ellas en tanto resignificadas por sus relaciones con las restantes. Por lo que

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no se puede percibir el modo en que sus identidades son afectadas por las relaciones que entablan en el sistema del que forman parte41: …se puede decir que X e Y están ‘positivamente relacionadas’ o ‘negativamente relacionadas’ o ‘no relacionadas en absoluto’ La técnica para determinar esos distintos tipos de relación es la de establecer “el grado de correlación” que se detecta entre ellas. Pero, insisto, el modo en que ocurre la representación de esas correlaciones es tal que, si bien se reconocen cambios en el conjunto al que esas variables pertenecen, no se reconocen las posibles variaciones ocurridas en cada una de ellas por efecto de la relación. Dicho de otro modo, este abordaje es capaz de representar el modo en que las variables entran en relación, pero no cómo se “reinstituyen” en la relación; por lo que solo son capaces de modelos tan simplificados que poco aportan a la práctica; ya que son incapaces de examinar los cambios provenientes de procesos sobredeterminados; que no solo alteran la relación entre las variables sino la propia entidad de esas variables. Para ejemplificarlo, tomo el ejemplo de una supuesta investigación llevada adelante en una universidad, con el propósito de planificar su desarrollo como institución, ante previsibles incrementos en la desocupación juvenil. Tomando el ejemplo de las hipótesis que estoy discutiendo, podría ocurrir que aquellos a quienes se encarga la investigación partan de la siguiente hipótesis: “En los países que dan becas para estudios universitarios, un ascenso en la tasa de desocupación se asocia con aumentos en la matrícula universitaria42”. Dada esa hipótesis lo que tales investigadores hacen es: 1) Indicar un condicionante: “existencia de becas” y 2) una relación entre dos subsistemas: el subsistema “mercado de trabajo” (de cuyo desempeño emerge la variable “tasa de desocupación”) y el subsistema “universidad” (en el que “matrícula universitaria” desempeña un papel importante). Según el hábito predominante en las ciencias sociales, esa hipótesis me permite prever ciertas conductas sin que, en apariencia, cada una de las identidades de las variables sea afectada por la relación. Sin embargo, si inquirimos sobre las características de la variable “matrícula universitaria”, el modelo no permite reconocer cómo actuó esa relación en la recomposición (esto es, en los cambios de identidad) de esa “matrícula”. Ahora bien, dada la experiencia al respecto (acudo a este ejemplo pues la mayoría de los lectores conocen la vida universitaria), no es difícil presuponer que la calidad de esa matrícula ha de cambiar43. Dicho de otro modo, posiblemente corroboremos que: “Cuando ocurre el ascenso en la tasa de desocupación, se produce el incremento en la matricula universitaria”. Pero “matrícula” ¿sigue teniendo el mismo referente? Sí, si entendemos por “matrícula” el número de alumnos inscritos. Pero no necesariamente, si en la definición de “matrícula” incluimos el rasgo “inscriptos por deseo de estudiar44”. Dado que las motivaciones que impulsaron a los desocupados para matricularse son los de reemplazar una fuente de ingresos por otra, podríamos suponer que el rasgo “deseo de estudiar” sea diferente al de aquellos otros que optaron por matricularse sin ninguna otra razón que “el deseo de estudiar”.

41 Supuesto que se reitera en todo el libro y que es peculiarmente notable en el modo en que dicho autor construye lo que él denomina “La matriz de datos”. 42 Aceptando, claro está, el supuesto de que todos necesitan obtener ingresos para satisfacer sus necesidades. 43 Y un analista inteligente puede superar las limitaciones de su modelo incorporando ese saber práctico en la interpretación; pero, en ese caso, el acierto del analista no dependerá de su método sino de aquellos otros saberes que en él coexisten y que pueden dar solución, completando mediante una hipótesis ad hoc , los resultados de su trabajo investigativo; pues no serán los datos de su investigación los que aportarán evidencias que contribuyan a contestar la pregunta sobre las posibles alteraciones en la identidad de la matrícula tal como fuera representada en su investigación. 44 Rasgo connotado en el concepto “estudiante” y, por consecuencia, en el de “matrícula”, que refiere al conjunto de los estudiantes.

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Si esto fuese así, el desempeño esperable de ambas clases de matriculados será (o puede ser) diferente; y también será esperable que, si cambia la situación en el mercado laboral, se produzca una mayor inestabilidad en el número de matriculados; ya que es posible que estos estudiantes regresen a trabajar, dejando la universidad, al menos mientras otra variable no actúe. Por lo que es esperable que motivaciones diferentes produzcan redefiniciones respecto a lo que es la caracterización del universo de los matriculados y, por ende, que la asociación haya producido cambios en la identidad de la “matrícula”. La contestación a esta objeción podría dar lugar a la siguiente propuesta: esa diferencia puede ser captada en nuevas investigaciones. En efecto, una vez hecha la primera relación entre las dos variables principales y su condicionante, se puede hacer otra investigación en la que se pongan en relación las variables “matriculados que eligieron ese camino por falta de alternativas laborales” y “matriculados que eligieron esa opción por vocación”. Ahora bien ¿alcanza con esa nueva diferenciación? En realidad, desde el punto de vista institucional, la diferencia entre “tipos de matrícula”, interesa por los efectos que ella ha de producir sobre muy diferentes aspectos de la vida universitaria; dicho de otro modo: sobre la institución considerada como un sistema complejo. Pero, con la nueva relación que se obtenga de otra investigación afirmada en los mismos postulados, esos efectos permanecen ausentes o imperceptibles; y nuevamente, tendríamos otro modelo simplificado, en el que no se puede evaluar el efecto sobredeterminado que producen las nuevas variables sobre las peculiaridades de cada una sobre las restantes. Si no se entiende que la complejidad de una institución es el producto de un sistema de relaciones en que el resultado es diferente a la suma de las partes, toda investigación que indague sobre las partes, y que intente reconstruir la totalidad como el efecto de una sumatoria, conduce a dos resultados: 1) Una regresión al infinito en el que siempre se requerirá de una nueva investigación y 2) La final imposibilidad de construir un modelo complejo que represente tanto la interrelación entre diversas variables como las posibles resignificaciones que surjan de los modos específicos en que ellas interactúan. Por lo que será imposible reconstruir una imagen global del objeto; ni siquiera limitándolo a aquello que es específico de una institución de enseñanza: el cumplimiento de sus objetivos de formación y perfeccionamiento intelectual de sus componentes45. Supongamos que el propósito de la investigación sea realizar alguna operación práctica; y que los elementos del conjunto que pretendemos tomar como objeto están interrelacionados entre sí de tal modo que sus identidades se producen en la relación y no antes de la relación. Por ejemplo, que matricularse es constituirse como alumno en una comunidad universitaria que posee profesores y otros miembros, cuya misión es crear condiciones para que se establezca una relación de enseñanza aprendizaje, etc.. En tal caso, la variación en uno de los elementos redefine las formas y posibilidades (es decir la identidad) de los otros elementos.

45 Lo anteriormente afirmado pareció tener en cuenta lo que ocurre en los alumnos matriculados. De hecho, al escribir el anterior razonamiento, predominaba en mí esta imagen preconciente: habrá alumnos diferentes y por lo tanto los “matriculados” serán diferentes antes y después de que se produzca la asociación indicada en la hipótesis. Pero este es un agregado que emerge de mis competencias para comprender la realidad social (el conocimiento sobre cómo son las cosas) y no algo que emerja del modo en que se construyó el objeto. Esto ocurre muy frecuentemente en el análisis y por ello se hacen menos esquemáticos, pese a los errores del método empleado.

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Poniendo el ejemplo de algunos de esos cambios, cuya lista puede ser muy larga, podremos preguntarnos: ¿Qué ocurre si se incrementa la matrícula por las razones indicadas? Lo primero que puede esperarse es que más alumnos se resistan, o no puedan responder, a un nivel elevado de exigencias; lo que puede traducirse en problemas en el salón de clases: distracción, mal ejemplo, tendencia del profesor a bajar el nivel de exigencia, o que aparezcan muchas calificaciones bajas con las consiguientes tensiones que ello produce, etc.). Al mismo tiempo, si hay más alumnos, la administración deberá optar entre: 1) incrementar el plantel de profesores y en ese caso, es necesario saber si existe una oferta de profesores de la misma calidad para esas materias, ya que si no es así, la calidad de la enseñanza disminuirá; o 2) aceptar que haya más alumnos por profesor, lo que implica una necesaria disminución de la calidad de la enseñanza respecto de la situación anterior. Contemporáneamente, se deberá adecuar las instalaciones al incremento en la matrícula, lo que (si no hay excedentes de presupuesto, lo que es usual, dado que los incrementos de ingresos por matrícula no alcanzarán a cubrir en forma inmediata los costos de las reformas edilicias) puede implicar un desvío de ciertas partidas del presupuesto hacia la adecuación de los espacios, con la eventual disminución en las partidas dedicadas al perfeccionamiento docente o semejante. Y si esto es percibido por la clientela tradicional de la universidad (que procuraba un “ámbito bien acondicionado y proclive la estudio) ¿no se corre el riesgo de que algunos de estos aspirantes decidan no ingresar y que antiguos alumnos decidan cambiar de universidad? Para que todas estas variaciones sean incluidas en el mismo análisis, el modelo utilizado debería asumir que las variables constituyen subsistemas dentro de un sistema de relaciones de mayor complicación y complejidad. Lo cual nos conduce a una representación diferente sobre las identidades, las relaciones y la totalidad que ellas conforman; representación que no es la propia de este modelo; y solo puede ser encarada eficazmente mediante los modelos complejos expuestos en el capitulo anterior; modelos que solo pueden ser construidos mediante estudios de caso.

Los límites de la concepción elementalista sobre los universales: una síntesis. apartados anteriores me ocupé de discutir los límites de las generalizaciones tal como las elaboran los exponentes de este método. Sintetizando podemos decir que si la complicación (tal como lo reconociera Hempel) hacía prácticamente imposible la existencia de una teoría global desde la que deducir hipótesis singulares, la complejidad hace teóricamente inadecuada esa deducción como eje central de la actividad de investigación. Para que la pretendida deducción fuese aplicable, se debería suponer que los casos singulares (con los que siempre se enfrenta el investigador) son, sin alteraciones, elementos de una clase; lo que supone la serialidad de los hechos singulares; y por ende, la posibilidad de pensarlos como elementos idénticos a los ya conocidos. En cambio, pensar en sistemas complejos es suponer que las identidades se reinstituyen al entablar relaciones con aquellas otras con las que forman el sistema. Como viéramos en el capítulo segundo, en los sistemas esbozados se establecen: 1) secuencias causales simples (la puesta en práctica de una acción es causa de otra); 2) secuencias condicionantes (ciertas relaciones crean un medio sistémico en el que se facilita la ocurrencia de ciertas secuencias, simples o concurrentes que producen las relaciones, identidades o emergentes que estamos estudiando); 3) secuencias concurrentes cu-

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yos resultados pueden ser pensados como policausalidad o sobredeterminación46. ¿Puede una teoría ser fuente calificada para producir deducciones que permitan hacer predicciones sobre un sistema complejo? Parece imposible que alguien encuentre una teoría capaz de incluir a todos los elementos que forman cada uno de los sistema complejos en su singularidad, aún cuando restrinjamos la clase de objetos de modo drástico; por lo que las teorías generales, si bien son apoyos heurísticos indispensables (utilizables mediante analogías controladas), nunca pueden ser el seno desde el que se desprendan deducciones aptas para producir explicaciones sobre ese tipo de eventos; que solo pueden ser conocidos en investigaciones específicas. Así pues, pocas son las investigaciones en ciencias sociales que sin ser estudios de casos, lleguen a resultados interesantes desde el punto de vista práctico. De allí que podamos afirmar que el arco del conocimiento es indudablemente una figura elegante y adecuada para describir los intentos y conclusiones de los filósofos de la ciencia; pero es incapaz de reflejar el complicado devenir de las aventuras del descubrimiento en el complejo universo de las relaciones sociales.

LOS S IST E MA S CO MPLE JO S Y L OS UN IVE R S ALE S Tal como vimos, uno de los resultados de de la conceptualización en el trabajo científico es la producción de taxonomías. Trabajo en el que se debe solo tener en cuenta que una colección de rasgos B1…Bn constituyen particiones de una clase A (distinta de otra) si: 1) cada uno de esos conjuntos es un subconjuto no vacío de A; 2) no hay ningún elemento común a los dos subconjuntos. Ahora, como bien dice Monsterín (1984): En la práctica científica no sólo se exige que una clasificación satisfaga las condiciones formales de adecuación…sino que satisfaga ciertas condiciones materiales de adecuación peculiares de la ciencia de que se trate. Lo que en buen español significa que la lógica debe ser acompañada por una teoría del objeto; por ejemplo, una socio-lógica, donde “socio” representa la teoría social, desde la cual la taxonomía, y cada uno de sus conceptos, cobra significados y utilidad, en tanto se incluye en el estudio de relaciones específicas y/o especificadas durante la investigación. Esto es así en dos niveles, 1) en el del concepto considerado como una identidad; que si bien puede ser definido mediante una suma de rasgos, debe ser comprendido como una forma sintética de aludir a un referente que es, en sí mismo, un sistema de relaciones y 2) en el concepto como parte de un sistema de relaciones, que en el nivel simbólico cobra la forma de una teoría, en la que cobra significados específicos. Lo que, desde ambas perspectivas, las taxonomías cobran sentido preciso dentro de una teoría, comprendida como un sistema abierto, en el que sus particiones se relacionan entre sí y con otras taxonomías, tomando su significado en relación con los restantes conceptos que componen dicha teoría, mediante la que se pretende reconstruir un caso. Así es como podría entenderse dos añejos retazos de un gran escrito de Marx (1977), en el que el teórico alemán dice:

46 Las definiciones de cada uno de los “estados” solo son pertinentes mediante sus referencias a las restantes identidades del modelo; cuando ello ocurre, hablamos de definiciones y efectos contextuales. Estas relaciones son muy frecuentes, pero al mismo tiempo, son las más difíciles de formalizar con las técnicas analíticas con las que contamos; por ejemplo, las deficiencias que es necesario superar en el análisis de las redes complejas es la relativa a los conflictos y la calidad de las sobre–determinaciones que pueden generarse en un cruce conflictivo de relaciones. Por ello, el esquema sobre el que estoy trabajando es solo un soporte sobre el que es necesario agregar información que lo especifique. Sobre estas cuestiones deberemos retornar en los capítulos dedicados al análisis, pero era importante incluir desde ahora este tipo de cuestiones para que se tengan presentes en el momento de pensar los modelos hipotéticos.

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Cuando consideramos un país desde el punto de vista económico-político comenzamos por su población, la división de ésta en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, la exportación y la importación, la producción y el consumo anuales, los precios de las mercancías, etcétera. Parece justo comenzar por lo real y lo concreto, por el supuesto efectivo; así, por ejemplo, en la economía por la población que es la base y el sujeto del acto social de la producción en su conjunto. Encuadrando lo dicho en el contexto de la época, se puede concluir que esos primeros conceptos correspondían a las distinciones que fueron emergiendo en la práctica social y que respondían a las necesidades de esa práctica: en este caso, las representaciones sociales generadas en torno a la producción e intercambio de bienes. Por lo que, sin lugar a dudas, tales nociones eran abstracciones útiles (sobre todo si quienes las utilizaban poseían conocimientos generales de la materia (por ejemplo, por su actividad como empresarios) que les permitiesen operar con ellas de un modo adecuado a sus fines) 47. Dado su uso continuado y su utilidad no refutada se convirtieron, como diría Welhem, en teorías naturalizadas; esto es, no eran comprendidas como reconstrucciones conceptuales, esto es como parte de teorías más o menos sistematizadas, sino como efectos de la intuición directa de “lo real y lo concreto”48. Pero si la pretensión es abandonar esos contextos con el propósito de lograr una teoría general del caso “modo de producción capitalista” o similares, mediante su uso ingenuo no se logra una teoría del sistema como conjunto de relaciones. Es por eso que Marx continúa diciendo: Sin embargo, si se examina con mayor atención, esto se revela [como] falso. La población es una abstracción si dejo de lado, por ejemplo, las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra vacía si desconozco los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital, etcétera. Estos últimos suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc. el capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si comenzara, pues, por la población tendría una representación caótica del conjunto [negritas son mías: HRS] y, precisando cada vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples: de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. Llegado a ese punto, habría que reemprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones49. Es el método correcto porque, para que se especifiquen los significados de cada uno de esos conceptos por separado, se requiere conocer el modo en que se relacionan dentro de un sistema que: 1) les provea con un plus de significado (que retomando los conceptos del capítulo segundo, podemos identificar como “emergentes” de la teoría) y 2) permita determinar en qué condiciones es adecuado aplicarlos y qué relaciones cognitivas se producen al utilizarlos. Ni el elementalismo empirista ni el racionalista pueden concebir esas peculiaridades; y esa es una de las razones por la que sus “universales” arriesgan tener pocas probabilidades de producir deducciones aptas para predecir o explicar casos singulares, y menos reconstruirlos de tal modo que sea posible actuar sobre ellos. Ahora bien, tal como hemos venido viendo, un caso es una “identidad compleja”50. Por lo tanto, los estudios de caso son estudios que, mediante ciertas metodologías (que incluya procedimientos “cualitativos” y/o “cuantitativos” o una combinación de ellos, tema que no es parte de la cuestión en este momento) pro-

47 Dicho de otro modo, las representaciones vigentes en la época en torno a lo económico no eran “Lo Real” sino datos que deben ser considerados tal como los consideraba Whewell. 48 No estoy seguro de que Marx no compartiera la concepción tradicional sobre la relación concepto/realidad. 49 Para una explicación más extensa de su método, en el que se incluyen alusiones críticas a autores como Mil, tratados anteriormente, puede ser de gran provecho leer toda su Introducción General a la crítica de la Economía política. 50 Ver lo afirmado sobre estos sistemas en el capítulo segundo.

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curan comprender el modo específico de las relaciones que caracterizan su modo de ser y su dinámica. De allí que, para que un estudio de caso se concrete, debe existir la posibilidad teórica de delimitarlo; pues, como se viera anteriormente, todo sistema complejo es, desde el punto de vista del conocimiento, un recorte en el que se identifica un sistema de relaciones que se desprende analíticamente de otros sistemas más amplio e inclusivos51: debido a lo cual, todo caso es un sistema abierto, en el que el investigador propondrá fronteras porosas (discutibles y aun reeemplazables por otras, en el curso de la investigación) pero justificadas por la posibilidad de encontrar en el sistema definido las características de una identidad, o el estado de una identidad, tal como definidas en el capítulo segundo. Identidad en la que, por ejemplo, nos puede interesar: a) las normas y costumbres que regulan las interacciones entre sus elementos; b) los procesos de alianzas, negociación y conflicto; c) el modo en que se producen, confluyen o confligen las representaciones sociales; como también las relaciones que dicha organización guarda con otras identidades dentro de un sistema mayor, etc.52 Dada esa definición, el que se haga un estudio de caso no distingue entre “micro” y “macro” sociología; por lo que un caso puede ser tanto un grupo barrial, una organización o un país. Teniendo siempre en cuenta que cada caso es un sistema, en él se deben conocer: 1. Los criterios que permiten distinguir lo que es propio del sistema (el nosotros) y lo que no es del sistema (los otros). Es decir, requiere determinar o ir determinando mediante la investigación: a) un interior (en el que las identidades componentes se relacionan entre sí, reconociendo de un modo u otro su pertenencia al sistema y, por ende, las reglas que rigen las interacciones entre las identidades que pertenecen al sistema; y b) un exterior; y, en muchos casos, también la forma en que se relaciona la identidad total y sus elementos con las identidades externas y sus elementos. 2. Las identidades componentes (con sus respectivos rasgos, y el modo en que dichos rasgos intervienen en las fluencias establecidas con las otras identidades componentes del sistema). 3. Las normas escritas o consuetudinarias que organizan las relaciones. 4. Los recursos utilizados en las fluencias entre las identidades. 5. El modo en que se producen las relaciones de complementación, alianza y/o conflicto entre ellas y la eventual relación que estas establecen con los otros sistemas. Definido “caso” de ese modo, la reflexión metodológica debe determinar: a) las condiciones que aseguren la factibilidad de su estudio y b) la combinación de técnicas que será necesario utilizar para su mejor comprensión (esto es, definir cuáles serán esas técnicas y de que modo se reunirán sus resultados)53. Dadas esas premisas, y dado lo diverso e intrincado de las relaciones a estudiar, es obvio que examinar un caso merece un tiempo y un conjunto de recursos (económicos, teóricos y metodológicos) que deben ser tenidos muy en cuenta cuando un investigador decide enfrentar el desafío de su investigación; cantidad de recursos cuya necesidad se multiplica en el momento de la comparación. A cambio, la re-

51 Siendo una conjetura, uno de los resultados posibles de la investigación es que dicho caso no exista; o que no exista tal como lo conjeturamos. 52 Retomaré el tema en el segundo tomo al tratar sobre las unidades de análisis. 53 Como veremos más adelante, pueden darse dos casos polares y sus respectivas combinaciones: 1) que el investigador detecte un objeto al que le puede dar el carácter de caso, en tanto sociabilidad regulada por leyes y/o costumbres y en la que sus miembros puedan distinguir quienes pertenecen y quienes no a dicha sociabilidad; o, por el contrario, que se encuentre ante una serie de personas que comparten ciertos rasgos e, intentando conocer cuáles son los determinantes que facilitan o dificultan el que esas personas mejoren su situación, se proponga construir casos, para determinar cuáles son los rasgos principales de las sociabilidades a las que pertenecen, con el objetivo de proporcionar elementos para la formulación de un proyecto o programa.

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presentación conquistada será la propia de una teoría bien fundada; desde la que se podrá proyectar políticas y/o, como veremos en el próximo apartado, establecer relaciones con otros casos, para ir produciendo generalizaciones empíricas que amplíen nuestra capacidad de investigar y/o actuar sobre casos nuevos, que posean caracteres análogos. Por lo dicho, los “estudios de casos” tienen el objetivo de comprenderlo en su especificidad, con propósitos que pueden ir desde la mera curiosidad intelectual, la necesidad de incorporar su conocimiento en una teorización más amplia, o formular políticas, programas o proyectos tendientes a solucionar algún problema54. Pero que esos sean sus objetivos principales, ello no impide que sea posible convertirlos en bases para comparaciones que den paso a posibles generalizaciones empíricas. Es sobre este aspecto de la cuestión que reflexionaremos en el próximo apartado. COMPARACIÓN ENTRE CASOS Y GENERALIZACIONES La pretensión de este apartado no es la de hacer una exposición del método comparativo en general. Por el contrario, su único propósito es reivindicar el estudio de casos como el principio primordial de la investigación social y base indispensable para la construcción de universales empíricos55. La comparación entre casos supone un previo estudio de cada uno de los casos a ser comparados. Sin embargo, son muchos los estudios comparativos (basados en las teorías antes criticadas) en los que se repite tanto el “elementalismo” (que pretende comparar entre variables o relaciones entre variables, ignorando el carácter sistémico, relación de relaciones, en las que éstas cobran su específica significación) como el prejuicio empirista de la transparencia de la intuición56. Por razones ya argumentadas, los resultados de la aplicación de tales generalizaciones poco aportan a la comprensión de los casos pretendidamente explicables o predictibles mediante ese tipo de generalizaciones. Lo que, si bien no es posible comprobar en exposiciones que se limiten a ser teóricamente criticadas (debido a que, en ellas, la prueba normalmente se reduce a la coherencia argumental), son de rápido reconocimiento cuando, de esas generalizaciones, se pretende deducir consecuencias prácticas (como una política o programa). Por eso es que, si se pretende utilizar a los estudios comparativos de casos como fuente para las elaboraciones de universales empíricos, un requisito previo es el de tener en cuenta lo antes afirmado, en cuanto a la definición de un caso como la construcción de un modelo complejo. De lo que necesariamente se desprende que lo que garantiza una buena elección, respecto al qué y por qué comparar, no es el resultado de un mero ejercicio clasificatorio simple, tal como el que expone Sartori (1994) al decir: ¿Qué es comparable? Regresemos a las manzanas y a las peras. ¿Son comparables o no lo son? Se trata de un ejemplo fácil. Pero ¿piedras y avestruces son comparables? Probablemente la mayoría responderá que no, para ser inmediatamente replicado con la objeción: para declararlos incomparables hemos debido, en algún momento, compararlos. Puesto en ese nivel de análisis y dentro del contexto en el que la cita aparece, Sartori repite el argumento elementalista: al comparar manzanas y peras se lo hace estableciendo lo común y lo diverso en cada una de sus propiedades: son comparables como frutas, como comestibles, como entidades que crecen en los árbo-

54 En todos esos usos, en el estudio de caso se recurrirá a conceptos y otras generalizaciones empíricas y teóricas como apoyo heurístico (sobre todo, dando lugar a analogías); pero sobre ese tema retornaremos más adelante, pues lo que aún no está resuelto es: qué son y cómo se deben construir esas generalizaciones. 55 Sobre esta metodología, consultar: Blondel, J. (1985); Bruschi, A. (1990); Collier, D. (1991); Elder, J. W. (1976); Frendreis, J. P. (1983); George, A. L. (1979); Lieberson, S. (1991); Lijphart, A. (1971); Meckstroth, T. W. (1975); Murray Faure, A.(1994); Przeworski, A. (1987); Ragin, C. C. (1987); Sartori, G. (1970); Sartori, G., & Morlino, L. (1994); Smelser, N. J. (1976) 56 Algunos ejemplos de ambos errores puede encontrarse en los artículos reunidos por Sartori, G. y L. Morlino (1994).

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les; pero no son comparables, por ejemplo, en cuanto a su forma. De lo que se desprende (y esa impresión permanece a través de todo el artículo) que lo que en la comparación se tienen en cuenta son atributos (o taxonomías) y no relaciones, que permitan establecer significados contextualizados. Como el campo de intereses de los investigadores es amplísimo, puede que, en algunos casos como los citados, una comparación de ese tipo resulte útil (al menos entre quienes son capaces de agregar conocimientos tácitos en la interpretación de los resultados, haciendo más completo el resultado). Pero, aún en esas oportunidades se corren grandes riesgos de producir acuerdos o desacuerdos que, en tanto estén apoyados en definiciones descontextualizadas, den lugar a deducciones espurias. Esto no hace sino confirmar; que, al menos en ciencias sociales: 1) En todas las circunstancias, las comparaciones entre atributos requieren una teoría de las relaciones sistémicas en las que ellos toman ese carácter; y 2) Al trabajar mediante comparaciones, el emergente que puede llegar a ser útil no es si tal o cual atributo, descontextualizado, aparece o no en los casos analizados, sino: a) el modo en que sus significados se asemejan o difieren según el grado de homologías estructurales entre los casos y b) los conocimientos que podemos extraer de haber detectado dichas homologías estructurales. Más allá de las consideraciones generales, en las que Sartori repite el ideal positivista de la comparación, esa necesidad de tener en cuenta el sistema es puesta de manifiesto por él mismo cuando, abandonando los ejemplos no específicamente sociales (cuyo uso ha siempre dificultado profundizar en la reflexión metodológica de las ciencias sociales), incluye temas relativos a su especialidad. Así, en otro pasaje del mismo artículo (1975: 37-38) dice: Piénsese en la etiqueta “sistemas monopartidarios”, que se utiliza para designar: 1) los llamados one party States de los Estados Unidos, Japón, y, a veces, Suecia, Noruega y la India, 2) a México, a los países comunistas pre 1990. El problema aquí es que los primeros casos son –en la conceptualización propuesta por mi— sistemas de partido predominantes que pertenecen a contextos competitivos (Sartori, 1976, 192-201); México es un sistema hegemónico que permite una competición “limitada”(Sartori, 1976, 230-38); mientras que los países comunistas son, o han sido, sistemas de partido único en el sentido preciso del término, porque han prohibido en el derecho, y en los hechos, cualquier otro partido (que no fuese, si había, un “partido títere” admitido y exhibido como fachada). Más allá de los méritos de la teoría (que no es lo que está en discusión), lo importante es que, en este caso, Sartori compara desde una teoría que, con independencia del modo en que la concibió su creador, implicaba que la variable “cantidad de partidos” se resignificaba en el contexto global de cada uno de los sistemas. Relacionado con esto es interesante citar a Carlos Santiago Nino (1992) quién decía: …un sistema político es un todo integrado, cuyas diferentes piezas están imbricadas como las de un mecanismo de relojería [...] un sistema presidencialista, por ejemplo, opera de diferente manera según se combine con un sistema de representación proporcional o con otro sistema electoral, con un sistema bipartidista o pluripartidista, con un sistema de partidos poco disciplinados e integrados, o con partidos con fuerte integración y disciplina, con un parlamento unicameral o bicameral, con un régimen federal o unitario, con un contralor de constitucionalidad concentrado o difuso [...] por lo tanto, es todo el conjunto del sistema político lo que debe ser evaluado desde el punto de vista de su justificabilidad moral y funcional, y la descripción del sistema debe reflejar la interconexión de sus elementos componentes.

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Conocer ese contexto global supone (para tener un adecuado fundamente teórico y empírico) un estudio caso por caso; que es previo a toda posibilidad de comparación. Trabajo de inmensa importancia, por supuesto, ya que es desde esas sucesivas comparaciones entre casos que pueden ir elaborándose universales empíricos; adecuados para enriquecer el capital abductivo; esto es, la suma de conocimientos “a mano”57, desde los que elaborar conjeturas. Pero si hay un inicio, ese inicio corresponde a la investigación de casos singulares, en un proceso que, retomando todo lo dicho, podría ser representado mediante el esquema siguiente.

1) En el ángulo inferior izquierdo del esquema, aparece el rectángulo que representa a la primera investigación de un caso, que fue percibido como importante gracias a la problematización en el seno de alguna comunidad; y para la cual el investigador se vale de los conocimientos existentes sobre el tema, como punto de partida abductivo, que le permite formular hipótesis que lo guíen en la investigación. De esa investigación emerge una teoría sobre el caso (representada, en el esquema, por el cuadrado negro denominado “teoría del caso 1”). De la teoría obtenida en el estudio de ese caso, se desprenden dos caminos: a) hacia la derecha el que va hacia la aplicación de esos conocimientos en la práctica y, b) desde esa aplicación, a la posibilidad, como mínimo, de comprobar la eficacia de la teoría y, como máximo, de contribuir, a ella, con nueva información;

57 Expresión que me permite recordar el modo en que Schütz, A. (1993) se refiere a los “esquemas” en general; y luego a los distintos esquemas interpretativos típico-ideales. También desde su obra y la de sus continuadores se ha contribuido a la problemática de las representaciones sociales y, por su intermedio, al reconocimiento de esas suma de conocimientos que están siempre en el comienzo de una investigación; debido a que el mundo nos aparece siempre ya dado.

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2) En el rectángulo superior derecho aparece representada una segunda investigación sobre un caso que se supone puede tener rasgos análogos. Hacia debajo de ese caso se representa un proceso similar al que se siguió en el primer caso; y que da como resultado la teoría del segundo caso (representada, en el esquema, por el cuadrado negro denominado “teoría del caso 2”). 3) Las líneas punteadas llegan a un rectángulo que indica la posibilidad de que se haga una comparación entre las teorías de ambos casos, intentando reconocer elementos análogos que permitan comenzar un proceso tendiente a la producción de universales empíricos. 4) La línea entrecortada indica la elaboración, por la vía de la inducción analógica, de los primeros universales empíricos, representados por el rectángulo. Desde el que se desprende: a) una línea que indica la integración de dicho universal en las representaciones sociales de la comunidad científica correspondiente y, eventualmente, de otras sociabilidades y b) una línea punteada que llega hasta un hexágono que indica la posibilidad de continuar con estudios comparativos.

LOS UNIVERSALES Y LA INVESTIGACIÓN Ahora bien, si aceptamos que cada caso comprendido en su complejidad es único, y por ende sus caracteres no pueden ser deducidos de leyes o universales empíricos como pretende el hipotético deductivo: ¿cuál es el papel que juegan dichos universales, de los que acabamos de hablar, en cada nueva investigación? Para responder a esta pregunta debemos retornar a las consideraciones que hiciéramos anteriormente, relacionando los presupuestos de la abducción con las representaciones sociales en general y las correspondientes a un campo teórico en particular. Tanto en uno u otro campo (que difieren por supuesto en el grado de especificidad y de elaboración lógica de las representaciones), los conocimientos “a mano” que hicieron posible la producción de hipótesis, serán de algún modo impactados por los resultados de las investigaciones que ellos hicieron posibles. Ese impacto normalmente conduce a una serie de resignificaciones y reestructuraciones en los sistemas de relevancia entre conceptos; como así también a nuevas relaciones entre ellos; cuyo resultado es representaciones cambiadas o teorías renovadas; que constituyen el conocimiento a mano al que se puede recurrir en caso de una nueva investigación; siempre y cuando dichos conocimientos parezcan ser autorizados, en el accionar del investigador, por la existencia de posibles analogías entre el nuevo caso y los casos que dieron origen a los universales que tendrá en cuenta en su proceso abductivo. Afirmación que implica otras dos: 1) como ya se dijera, la metodología requiere no solo de la lógica sino de las diversas teorías que pudiesen ser aplicables a la nueva investigación (y entre las que pueden ser incluidas la socio-lógica, la sico-lógica y cualquier otra generalización empírico obtenida en alguna de las ciencias humanas útiles para el tema) que permitan conjeturar posibles analogías entre los casos conocidos y aquellos que se proponen para nuevas investigaciones. 2) será de su capital abductivo, en el que existen múltiples universales, que el investigador obtendrá aquellos universales que le permitan avanzar en la producción de sus nuevas hipótesis; afirmación que, esto requiere énfasis, implica que no habrá un único ningún universal del cual deducir hipótesis explicativas o predictivas. Por el contrario, la movilización de ciertos conocimientos que permanecen formando parte del capital abductivo se debe a la hipótesis de que existe cierta analogía entre los universales emergentes de ciertos estudios de caos y el nuevo caso que se pretende investigar; entendiendo el término “analogía” como semejanza no solo desde la perspectiva de las semejanzas superficiales; sino, principalmente, de las semejanzas en las 229

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lógicas relacionales58. Su función es heurística, no produce un nuevo concepto mediante asociación de los preexistentes, sino que establece una apoyatura en la tarea de descubrimiento. Si acordáramos en que ese es el proceso, podríamos pensar que el razonamiento que lleva a la selección y utilización de aquellos universales es condicional; esto es, responde a la proposición “si…entonces”. Donde el condicionante “si”, alude a la caracterización sistémica global en el interior de la cual la generalización empírica cobraría fuerza interpretativa (o, al menos, utilidad heurística en tanto permite establecer analogías (que sirvan elaborar las primeras hipótesis). Establecido que existen analogías que permiten el uso de esos universales, aparece el “entonces”, que autorizaría el recurso a tales conocimientos acumulados. Mediante un proceso inductivo, en el que la observación es guiada por clasificaciones ya conocidas, se pueden ir sumando y descartando elementos hasta llegar a construir una imagen que, una vez nombrada, pasa a formar un nuevo concepto o pasa a confirmar, o no, el o los conceptos conjeturados59. En el caso del razonamiento por analogía reaparece la importancia de la acumulación de muchos y diversos conocimientos. Si el conocimiento anterior no es amplio y diverso, las posibilidades de razonar inductivamente y detectar analogías es muy pobre. Por ende, mientras mayor sea la diversidad y amplitud de nuestros conocimientos, mayor será la capacidad potencial para que la abducción y el razonamiento por analogía se produzcan. Así pues, el proceso enunciado se diferencia de la inducción empirista y/o elementalista en que: 1) no deja en el olvido el contexto del que se infiriera aquello a lo que se atribuye el carácter de común (y, por ende, perteneciente a una clase); ni, por consecuencia, 2) permite que el investigador se vea eximido del correspondiente estudio sistémico del nuevo contexto en el que la variable ha de ser aplicada. Por lo que el estudioso deberá siempre cuidarse de cualquier deducción simple y, por el contrario, utilizar la generalización solo como conjetura inicial (que le permite establecer relaciones que lo guíen sobre el modo específico de su caso, para luego de establecer mediante nuevas comparaciones, si lo que conjeturalmente consideró común se presenta (del mismo modo o no) dentro de un nuevo contexto. Para evitar los equívocos que puede generar una propuesta que se aparta de los modelos hegemónicos, enfatizo en esto. No pretendo negar que todo nuestro conocimiento sea, de un modo u otro, una actividad que tiende a la producción de generalizaciones (entendidas como conjuntos conjeturalmente universales, sea de rasgos, de relaciones o de una unión de ambos). Si tales generalizaciones no existieran, la reducción de información, que hace posible su manejo, sería imposible; y con ello, sería imposible tanto el conocimiento como el lenguaje mismo. En esa medida, es innegable que dichas generalizaciones son una forma de acumulación y estructuración de experiencias que, habilitando la producción de conjeturas, hacen posible la investigación60. Así pues, si reconoce que los universales son efecto de categorizaciones que se producen por inducciones analógicas (que asimilan dentro de un universal las consecuencias de investigaciones sobre casos análogos), que, mediante otras analogías, han de servir para lograr orientarse en nuevos contextos; en cada una de sus aplicaciones el investigador debe estar alerta a lo específico y no solo a lo general, pues normalmente cada caso es algo más que lo descrito en las leyes que utilizamos para su primera comprensión.

Ver el tratamiento que hacen sobre la analogía Bourdieu Pierre, Chamboredon Jean-Claude, et al., 1979. Sobre la utilización de la analogía en la medicina ver: Foucault, 1981. 60 Es de enfatizar que ese trabajo de comparaciones solo es posible si el investigador, fiel al mandato constructivista de no informar solo sobre resultados sino también sobre el modo en que llegó a construirlos, haya aclarado su metodología. 58 59

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La imposibilidad de realizar estas operaciones es justamente uno de los rasgos de la metodología antes criticada. Ya que, como dijimos, al construir esas “leyes” (o “universales empíricos” o “clases” o simplemente “categorías”) en la forma decontextualizada se torna imposible evaluar la posibilidad de utilizar correctamente el universal, en el nuevo caso. Acción que previamente requiere reconocer tanto las analogías como las diferencias con aquellos otros casos a partir de los cuales esos universales fueron producidos. Es en dicho contexto que se puede afirmar que, en la investigación de los “casos”, lejos de aplicar o intentar probar o refutar leyes, se utilizan generalizaciones como apoyo heurístico (y sus resultados pueden constituirse en base para la producción o corroboración de otras generalizaciones) con el objeto de producir teorías individuales que, luego de los correspondientes estudios comparados, den lugar a universales contextualizados. Esto es, engendradas tales teorías individuales, se abrirá la oportunidad para que otros investigadores establezcan comparaciones, con el objeto de captar normas u otras emergencias culturales que son comunes a más de un caso; cosa para nada inesperable, si sabemos que son las propias sociedades las que tienden a formar parte de tradiciones comunes y/o de aprender unas de otras. De lo que se desprende que el estudio de casos y el estudio comparativo entre casos son dos momentos mutuamente indispensables en un proceso en el que el propio concepto de teoría, y el de la relación entre teoría y caso, cobra formas muy diferentes a aquellas postuladas por el método nomológico deductivo. Ahora bien, el concepto “explicación” ha sido asociado demasiado frecuentemente al establecimiento de una conexión entre: 1) el caso a explicar y 2) la ley que lo incluye (y de la que puede ser deducido). Si esa relación ya no es aceptada ¿cómo describir el producto de un estudio de caso? ¿Es una descripción o puede ser incluido en la clase de las explicaciones? Para responder a ambas preguntas es indispensable acordar sobre la distinción entre “explicación” y “descripción”. Por otra parte, como desde la tradición cualitativista se ha puesto el acento en sus capacidades para “comprender”; alejándose así tanto de la categorización de sus resultados como descriptivos o explicativos, una adecuada reflexión sobre el tipo de producto a obtener mediante estas investigaciones es el de hacer una comparación entre esos conceptos, aclarando sus similitudes y diferencias. EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN Con el propósito de facilitar una introducción al tema es útil parafrasear un comentario, extraído de uno de los textos de (Huberman y Miles 1994), en el que se sintetiza el tema y se introducen los dos conceptos sobre los que ahora debemos reflexionar (“descripción” y “explicación”). En ese texto, los autores dicen que el investigador invariablemente tendrá que habérselas con dos formas de ver las cosas. La primera es descriptiva; en ella, las preguntas guía son: ¿qué está ocurriendo? y/o ¿cómo están ocurriendo las cosas? Para responder a ambas preguntas se requiere, según los autores, procesar la información de modo que pueda construirse un relato de los fenómenos observados. La segunda forma es la explicativa, que responde a la pregunta ¿por qué?; y la respuesta se refiere a las causas. De este modo, dichos autores presentan dos metas del trabajo teórico sobre el que, en la historia del pensamiento occidental, ha habido grandes discusiones; y todas ellas tienen una relación directa con el formato que debe adoptar el producto de la investigación. Se trata pues de saber qué es lo que en este texto entenderemos por “descripción” y “explicación”; y cuál es su relación con los modelos teóricos que coronan el proceso de la investigación. Por supuesto, para hacerlo solo comentaremos algunos de los temas de una discusión que ha sido demasiado extensa y rica como para glosarla en extenso. 231

Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

Desde una perspectiva logocéntrica tal como la que comentáramos en apartados anteriores, la enumeración de características fenoménicas aparece como un sustituto insatisfactorio de la ignorancia; ya que ninguna de ellas llega al estatus de lo universal. Por eso es que, para esa tradición, la explicación se obtiene cuando se llega a producir una definición (que aprese la esencia racional de las cosas) y/o mediante el establecimiento de una ley universal (de la cual sea posible deducir los singulares). Creencias que tornan comprensible que Bertrand Russell, según la exposición de Ferrater Mora61, limitara el concepto “descripción” al conocimiento de una clase de un solo elemento; esto es, aquel que no implica relaciones entre clases; por ejemplo: “El rey de Suecia”. Sin embargo, aun esta forma de distinción (entre descripción y explicación) es discutible; ya que, con esa distinción (que puede ser útil desde el punto de vista clasificatorio), no se llega a la reducción a una unidad ni a la ausencia de relaciones. Si bien es cierto que, a primera vista, “Rey de Suecia” parece aludir a un singular, eso es falso. Pues bien vistas las cosas, desde su enunciación, dicha singularidad es el producto de: 1) la intersección de dos clases “Rey” y “Suecia”, categorías generales sin las cuales ese singular no podría ser nombrado de esa manera y 2) en un complejo sistema de relaciones sociohistóricas (incorporadas en la lengua) que dan sentido a ambos signos. Tal como viéramos anteriormente62, cada signo se define tanto en el interior de un sistema de signos como en determinada situación. De allí que esa conjunción de clases no llegue a determinar una individualidad perfecta. Pues para obtener tal individuación, continúa la necesidad de seguir intersectando clases; tales como: “participe de un cierto genero”, “nacido en tal año”, de “tales padres”, etc.. Y, dado que lo simbólico nunca llega a cubrir lo Real, aún cuando se cumplan todas esas condiciones, todos esos procesos, que tienden a ir delimitando cada vez más el objeto descrito, se produce una construcción cognitiva que eventualmente podría no responder efectivamente a su referente (recordar, por ejemplo, la famosa narración de Mark Twain63 “Príncipe y mendigo”, en la que se juega con esos posibles equívocos del conocimiento). Siendo así, ni se puede agotar la descripción, ni es cierto que “la existencia solamente pueda ser afirmada significativamente de descripciones” (Ferrater Mora, 1978), puesto que, si la descripción es siempre inacabada, la postulación de existencia tendría esos mismos límites; a menos que se suponga, erradamente64: 1) que existen elementos indivisibles (concebibles con independencia de otros elementos) y 2) que existan signos para representarlos que compartan esas mismas cualidades; esto es, que no formen parte del sistema de la lengua. Por el contrario, creo que la existencia se postula desde descripciones articuladas que, como fundamentaré más adelante, no son diferenciables de una explicación. Lo que sin correr riesgos, sí puede afirmarse es que una descripción produce un concepto, o serie de conceptos, que intentan reproducir los rasgos de su referente –del cual normalmente presuponen existencia—, cualquiera sea el nivel de generalidad en que se intenta conceptuar ese referente; y que logran su efecto solo en tanto dichos conceptos forman parte de un enunciado.

61 Me atengo a la exposición de Ferrater Mora, ya que no he comprobado esta referencia; si no fuera así, la discusión no es válida para el razonamiento de Russell, lo que en todo caso en este libro es de menor importancia, pues no se propone discutir autores sino ideas. 62 Recordar el análisis de la frase referida a la aventura del niño y su red, en el capítulo anterior. 63 Cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens. 64 El por qué considero que el atomismo es errado es uno de los postulados principales de este tomo.

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DEL PROYECTO AL ANÁLISIS: APORTES A UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOCIALMENTE ÚTIL

Ahora bien, retomando un tema recién anunciado, la reproducción cognitiva caracterizada por esta interrelación conceptual compleja ¿es una descripción o una explicación?, ¿en qué basaríamos la diferencia? Para responder a dichas preguntas es necesario saber qué discrepancias podemos encontrar entre ambos conceptos. Explicación y comprensión: Las primeras nociones de “explicación” no oponían este concepto al de “descripción” sino al de “comprensión”. Su objeto era distinguir, como lo hacía Leibnitz, aquellos conceptos de los que se puede predicar la causa (por ejemplo Dios como causa), de aquellos que pese a ser explicados, no alcanzamos su comprensión; estos últimos son conceptos que, si bien podemos situar su causa en la voluntad divina, los humanos no podemos comprenderlos, pues los designios de Dios son inescrutables. Sin embargo, esa distinción es de menor interés para nuestro trabajo ya que, independientemente de la creencia que tenga quien escribe y su lector, esos conceptos son ajenos a la investigación. En cambio, más cercana a nuestro objeto se sitúa la diferenciación que Dilthey efectúa entre ambos conceptos65. En la tradición de los filósofos neokantianos alemanes, Dilthey opone el método de las ciencias naturales al de las ciencias humanas. Este filósofo acepta la concepción predominante en ciencias físico-naturales, entendiendo que la explicación es el efecto de la subordinación de un caso a una ley a la que éste pertenece. Pero sostiene que las ciencias humanas no trabajan sobre lo general sino sobre lo individual66. De lo que se desprende, según él, que en las ciencias humanas, a diferencia de lo que ocurre en las ciencias naturales, el método no se basa en la explicación sino en la comprensión de los productos de la acción humana. Comprensión fundada en el establecimiento de relaciones entre la experiencia personal –su realización en expresiones creativas— y la reflexión –en que se pone en contacto el auto conocimiento con el conocimiento de las acciones ajenas: basados en esa interconexión podemos llegar a la comprensión de grupos sociales y los procesos históricos. De esta forma, para Dilthey, la materia de las ciencias históricas y sociales es la mente humana67; pero no como entidad psicológica, sino como acción que se encarna en productos históricos objetivados –como los idiomas, las literaturas, las instituciones y las acciones humanas, etc.. Por esas razones, el trabajo del historiador no se agota en un simple esfuerzo de introspección; a la introspección debe agregársele un metódico estudio de la historia, que es la que brinda los elementos para la comprensión. Uniendo el estudio histórico con la introspección, es posible comprender la acción o institución estudiada; aun cuando, advierte el teórico alemán, dicha comprensión nunca es acabada, porque la historia es demasiado extensa y compleja como para que eso sea posible68. Como bien se sabe, la culminación de esa tradición del método comprensivo neokantiano alemán se dio con Weber. Este famoso e influyente científico nacido en Erkfurt, acepta la distinción que hace Dilthey entre el método de las ciencias sociales y el de las ciencias naturales, pero sin admitir que estas últimas posean el monopolio de la capacidad explicativa. Así pues, en este campo, la contribución weberiana fue la de fundamentar que el propósito de la sociología es lograr la comprensión interpretativa de la acción social, con el fin de llegar a una explicación causal de su curso y de sus efectos.

Sobre diferentes tipos de explicación utilizadas en ciencias sociales ver Rossi, Mori, et al. (1975). Por esa vía, establece el origen cercano de las tendencias interpretativistas. 67 Para una discusión sobre la historia filosófica del concepto “mente” ver Rorty (1989). 68 Debo hacer notar que, pese a que buscaré otros caminos, en los que la comprensión esté menos ligada a la pericia (intransferible) del investigador; Dilthey no se equivoca al hacer notar que mucho de lo que hace posible el trabajo eficiente de un investigador en ciencias sociales provenga de esa “maduración” intelectual; que le permite un abanico de analogías heurísticamente importantísimas. Fue eso lo que afirmamos en los apartados anteriores al considerar el uso de los universales en la investigación, que siempre es la de un caso singular. 65 66

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Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

Para hacer esta especial asociación entre “comprensión” y “explicación”, el teórico alemán incorporó, al concepto de “acción”, su “sentido subjetivo”. Al incorporársele ese sentido subjetivo, él entiende que lo social no puede ser explicado mediante una enumeración de “acciones” o “acontecimientos”, como si fuesen meros “hechos”. Por el contrario, dicha incorporación implica que el conocimiento debe ser completado mediante la incorporación interpretativa del sentido subjetivo que tenían esas acciones para los actores. Lo que es posible porque, en estas ciencias, sujeto y objeto son parte de una misma sustancia: humanos trabajando sobre acciones humanas69. Weber retoma así un tema de Dilthey, pero atribuyéndole capacidad generalizadora. Si para el primero, los eventos sociales son comprensibles en su individualidad (los humanos podemos comprender las acciones humanas (que es lo que para Leibnitz era imposible respecto a las acciones divinas); en el segundo dicha comprensión hace posible efectuar generalizaciones. Según Weber, los propósitos, motivaciones y significados atribuidos por los actores a sus actos pueden ser comprendidos mediante: 1) La “empatía” lograda en la medida en que podamos situarnos “en el lugar del otro”, para comprender el contenido racional y afectivo de sus acciones. 2) La comprensión racional de la acción; examinando la adecuación entre los medios utilizados y los fines procurados. 3) La confección de modelos de acción típicos, que nos permitan incluir los eventos singulares en ciertas “clases” de conductas, organizaciones o configuraciones usuales entre los humanos (o, al menos entre los humanos de cierta cultura). 4) La correlación entre los supuestos de nuestro modelo y la conducta realmente asumida por los actores70. Como puede notarse, si bien Weber comparte con Dilthey el primero de los atributos del conocimiento histórico, le agrega, en cambio, técnicas que no fueron contempladas por el primero. Del mismo modo, Weber no rechaza el que las ciencias naturales se propongan explicar a partir de deducir casos singulares desde leyes universales. Pero, según él, esto no es aplicable a las ciencias histórico-sociales que, en tanto se proponen explicar acontecimientos singulares no pueden recurrir a la homogeneización que es propia de toda “ley universal”; pues la pregunta de éstas últimas refiere a cómo comprender la individualidad que Weber distingue de la mera deducción de un singular a partir de una ley, acción en la que se explica el por qué, pero no se lo comprende. Ahora bien. Como ya se hará podido percibir, tampoco en este texto se ha supuesto la utilidad, o aún la posibilidad, de deducir desde alguna ley el conocimiento de un singular. Pero de ese acuerdo no emerge ningún argumento que permita distinguir “explicación” de “comprensión”. Y comenzando por lo más alejado a mi experiencia: en ciencias naturales ¿qué es lo que permite pensar que la explicación no es comprensión? Es cierto que, en “lo natural”, los hechos no tienen sentido humano, ya que no son su creación. Pero ¿qué es “lo natural” sino una categoría cognitiva71?; y ¿qué son esas categorizaciones sino intentos de situarnos ante

69 Es casi innecesario recordar que en la obra de Weber hay importantes contribuciones que conviene retomar y repensar para el desarrollo de nuestros métodos. De hecho, su obra contribuyó muchísimo en la de autores como Shultz; y también en las corrientes etnometodológicas (que siguieron caminos semejantes); y en muchas de las páginas de este libro. 70 Aquellos significados que tienden a ser compartidos en el seno de cada colectividad y por eso lo colectivo es comprensible.

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los desafíos del mundo, mediante una adaptación activa?, ¿en qué medida puedo considerar que las costumbres de sociedades culturalmente distantes a la mía no comparten mucho de ese extrañamiento que es atribuible a lo natural?, ¿no existirán en “lo natural” muchas leyes que son analogables a las que rigen aspectos importantes de la vida humana? Para responder a esas preguntas, cuyo único objetivo es proveernos de más elementos para pensar sobre la relación entre explicación y descripción en ciencias humanas, hago un pequeño rodeo, trayendo a la reflexión el recuerdo de la íntima relación que normalmente establecemos entre la pregunta ¿por qué? y lo que consideramos “explicación”; en tanto ambas (la primera como intento y la segunda como concreción) aluden a la designación de una causa; es decir: a) imputar una ocurrencia a algo o a alguien o b) incluir un caso en las generalidades de una ley, para luego valernos de esa ley en otras operaciones en las que se mezclan acción y pensamiento. Si pensamos un poco, “la imputación” puede ser una afirmación comprobada pero no comprendida mientras no nos hagamos otras preguntas y eso puede ocurrir tanto en las ciencias naturales como en las ciencias humanas; y si pensamos otro poco, recordaremos que todo el capítulo se caracterizó por refutar la idea de que en ciencias humanas (y quizá esto se aplique a todas aquellas que tratan sobre materias complejas) existen leyes del tipo de las pensadas por Weber. Y si terminamos de redondear el razonamiento, el proceso de conocer que es el que acerca a todas las ciencias, ¿no es al mismo tiempo un intento de comprender?, ¿acaso comprender no significa: abrazar, ceñir, rodear por todas partes algo; como, así también, contener, incluir en sí algo; junto con entender, alcanzar, penetrar? Tales propósitos ¿no son acaso los mismos que se intentan mediante la explicación? Acción en la que se incluye tanto la necesidad humana de controlar el mundo (para sobrevivir como especie y evitar el miedo que este nos produce); como la necesidad intelectual, puesta al servicio de ese intento de dominio72. Al establecer causalidad suponemos que: si el elemento A, que precede al elemento B, no hubiese ocurrido, B tampoco hubiese ocurrido. De esa forma, a una sucesión la llamamos causal cuando la ocurrencia de A es necesaria para la ocurrencia de B. Como también podemos indicar que, si bien la ocurrencia de A es necesaria para la ocurrencia de B, ella no es suficiente; por lo que se requiere encontrar la ocurrencia de otros elementos; si los encontramos establecemos una relación de causalidad condicionada, de multicausalidad o de sobredeterminación73. Cuando establezco esas secuencias y comprendo el sistema en las que se incluyen ¿no he explicado y comprendido al mismo tiempo? Por ejemplo si quiero explicar una acción como la de aserrar, realizada por cierto individuo en cierto momento y lugar (incluyendo la causa y sus posibles condicionantes, que podrían ser representaciones individuales y/o sociales, concientes, preconcientes y/o inconscientes) 74 puedo decir: 1) quiso cortar una madera, 2) evalúo diferentes instrumentos, 3) consideró que la sierra manual es la más adecuada y 4) por eso utilizó dicha sierra para aquella faena.

71 La redundancia se explica solo por la costumbre de olvidar que con el mundo no tenemos otras relaciones que no sean aquellas mediadas por representaciones. 72 Por otra parte, podríamos aceptar, dentro del mismo contexto, distinciones tales como: 1) explicaciones probabilísticas, emergentes del conocimiento inductivo; 2) explicaciones funcionales, que se caracterizan por incluir a un singular en el interior de un organismo del que forman parte y cuya necesidad surge de la función que lo explicado cumple en el conjunto orgánico; 4) explicaciones teleológicas, que explican el acontecimiento por los resultados a los que tienen en el correr de un proceso considerado como necesario; y 5) explicaciones genéticas, que tienen a establecer la secuencia que lleva a un sistema a convertirse en otro. Muchas de esas definiciones no son necesariamente alternativas y pueden ser o subsumidas en otra clase o combinadas entre sí, pero desarrollar cada una de ellas haría demasiado extensa la exposición. 73 Recordar lo afirmado sobre el tema en el capítulo segundo, referido a la complejidad. 74 Y en el extremo, cuando no son representaciones son, en el lenguaje freudiano “pulsiones”.

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Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

En ese acto interpretativo: 1) me representé las peculiaridades del material sobre el que el sujeto pretendió ejercer una conducta; 2) examiné indicios que me permitieron decir que el individuo evaluó (es decir, considero cual de todos los instrumentos disponibles era el más adecuado); y 3) percibí que seleccionó uno y atribuí dicha elección a una consideración respecto a su eficacia. Pero esa es solo una de las posibles explicaciones. Pues ella no excluye que, como intérprete, pudiese haber incluido otros elementos causales. Por ejemplo, si percibo que dicha elección no es la que yo considero la más adecuada, podría enfrentarme a diferentes alternativas. La primera es sencilla, luego de averiguaciones pertinentes llego a concluir que eligió esa porque no sabía que existían otras más eficaces. Pero la segunda es más complicada. Mis fuentes me indican que el sujeto en cuestión es un carpintero experto y que tenía otras opciones disponibles; por lo que debo evaluar otras opciones, entre ellas: 1) la posible influencia de representaciones preconcientes (tales como el valor afectivo inconsciente que la sierra manual tiene para el actor, dado que era la utilizada por su padre) o 2) porque el actor tomó en cuenta posibles determinantes provenientes del medio social en el que se realizaba la operación; entre las varias posibles: a) no quiso hacer saber que poseía o sabía utilizar una sierra eléctrica; b) quiso demostrar que sabía hacer las cosas del mismo modo en que las hacen en el pueblo en el que estaba haciendo una investigación, etc. Si incluimos esas últimas premisas, el resultado será un modelo complejo en el que la representación de la identidad “instrumento adecuado” cobra nuevos rasgos; sea por la carga afectiva inconciente con que fue investida; sea por consideraciones de oportunidad, en relación con el medio. Pero, en todos los casos, lo obtenido es un modelo singular a partir de ciertos conocimientos preexistentes (universales empíricos que adaptamos a la situación); tal como los modelos que producimos sobre el mundo natural y que, como ellos, están sujetos a constantes reelaboraciones en la que explicación y comprensión no parecen ser conceptos que designen móviles diferentes. Por lo que, en este específico aspecto, en el que se ponen en juego conocimientos acumulados (en la forma de relaciones que suelen ser constantes) para ir desentrañando las peculiaridades del acontecimiento singular que pretendemos comprender, no es justificable la distinción entre la explicación en ciencias naturales y en ciencias humanas. A menos que a “lo natural” le adjudiquemos caracteres especiales y muy diversos a “lo humano” Pero si nos incluimos en “lo natural” (sea que lo natural haya sido concebido como un hasta ahora inexplicado devenir de la “materia ¿75?” o como la Creación de un Dios para quién todos somos por igual parte de su Obra, sin privilegios), las representaciones nunca serán la cosa; y la explicación será parte de nuestros intentos de comprender, cualquier sea el objeto sobre el que lo apliquemos. Con esas reflexiones en la mochila, que me llevan a impugnar la separación de los neokantianos alemanes, incluyendo a Weber, en cuanto a la diferencia de objetivos entre las ciencias naturales y las humanas, retorno a Weber, incluyendo nuevos elementos sobre los cuales reflexionar. Descripción y explicación: Ahora bien, dejando de lado la distinción entre explicación y comprensión76 (y aún el de la explicación como comprensión de la “posibilidad objetiva”, producido por Weber (1978) podemos retornar a otras versiones sobre la distinción entre “explicación” y “descripción”.

Palabra que adquirirá nuevos significados o dejará de ser útil cuando se sepa, si ello llegase a ocurrir, cómo es el Universo. De allí que escriba esos signos de interrogación. 76 Cuyo uso efectivo no me parece ya necesario seguir elaborando dado el afianzamiento que van obteniendo las ciencias humanas y el reconocimiento de su especificidad. 75

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Si el lector considera suficientes los argumentos expuestos hasta ahora sobre el modo de concebir lo “causal”, lo invito a retornar al tratamiento de dos cuestiones que son de importancia en el razonamiento sobre el proceso que iremos construyendo en el resto del libro, hasta culminar con reflexiones sobre el análisis de la información. En este caso las preguntas serían: ¿Las representaciones que nos proponemos conseguir mediante la investigación son “descriptivas” o “explicativas”? O, mejor aún: ¿es útil la discriminación? Y si lo es: ¿dentro de qué límites? Anteriormente acepté, como definición de “descripción”, la elaboración de un concepto o una serie relacionada de conceptos que intentan reproducir cognitivamente los rasgos de su referente, cualquiera sea el nivel de generalidad en que se intenta conceptuar ese referente. Ahora bien. ¿Cuáles son los rasgos que deben ser incluidos en una descripción? ¿Solamente características que surgen de nuestra percepción, como si fuesen el producto de un “corte” en que el todo se mantiene estático? Si pudiésemos concebir un mundo en el que el cambio no tiene consecuencias (y, por ende, no nos preguntásemos por los efectos de la sucesión en el tiempo y el espacio; o no nos interesasen eventuales relaciones sistémicas u otras parecidas) sería legítimo distinguir tajantemente entre la descripción (tal como fue definida) y la explicación; que según viéramos, se predica de interacciones ocurridas en tiempo y espacio; pero en ese caso la explicación misma sería improcedente; ya que haría referencias a un mundo diferente al que decimos estar considerando, sin incluir ni temporalidades ni espacialidades. Por el contrario, si no creemos que ese sea el mundo que queremos o debemos estudiar, deberemos aceptar que las secuencias causales son parte de los rasgos que comprenden la caracterización de un objeto y que, por ende, deben ser incluidos en la descripción. Por lo que, nuevamente, no podríamos establecer una clara y legítima distinción entre una explicación y una descripción. A menos que por descripción entendamos la exposición inconexa de una serie de rasgos de un objeto sobre el que aún no hemos aprendido lo suficiente. Dicho de otro modo, lo que debe ser rechazado es una discriminación entre “descripción” y “explicación” que considere a ambos conceptos como pertenecientes a clases totalmente diferentes; sino a una clase en la que se diferencian grados de perfección; lo que, dicho en otro lenguaje, sería afirmar que explicación y descripción son subclases que corresponden a la clase “conocimiento”; y que se diferencian según el modo en que lo hacen las variables ordinales de acuerdo a una jerarquía de perfección. De hecho, la pregunta sobre el “¿qué es?” es una pregunta sobre el concepto de aquello sobre lo que se está preguntando. Al responder “es esto”, se indica a qué clase eso pertenece, suponiendo conocidas las características definitorias de esa clase. Del mismo modo, la pregunta “¿cómo es?” obliga a manifestar las características definitorias; pero, si queremos precisar la respuesta, deberíamos incluir en la descripción también las características asociadas de esa clase, en cierto contexto cultural. ¿Puede concretarse felizmente alguna de esas operaciones sin incluir en ella relaciones? Examinemos el siguiente ejemplo. Si en plena oscuridad nos encontráramos con un obstáculo. El primer concepto que se nos puede ocurrir es “algo”: “Aquí hay algo”; que remite a una existencia, pero a una existencia indeterminada77. Luego, palpando, podemos ir incorporando rasgos (uno correspondiente a la categoría dimensión; otro a la textura; otro a la forma, etc.). Si esa sumatoria de rasgos no nos evoca ningún concepto sobre la totalidad a la que cada uno de esos rasgos pertenece, la descripción del “cómo es” queda en el

77 A la que según mi personalidad y las circunstancias, puedo agregarle contenidos afectivos diversos en los que por el momento no me detengo

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Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

estado de sumatoria inconexa; y si alguien por radio nos pregunta qué encontraste, la descripción será: algo con tal forma, de tal textura, etc.. En ese caso, la descripción cobra las características atribuidas al concepto “descripción” entendido como aproximación cognitiva insuficiente. Posteriormente, si avanzamos en la descripción, comenzaremos a establecer relaciones: es grande (en relación a nuestro tamaño o al de otras cosas conocidas); con una textura rugosa (en relación a nuestra piel o al de otras superficies o pieles conocidas); con una temperatura cálida (en relación a nuestro calor o al de otras cosas o animales conocidos); que (al menos al establecer el contacto con nuestra mano) tiembla levemente (en relación a nuestras propias vibraciones); que permanece inmóvil (en relación a nuestro movimiento); que, si la recorremos, podemos reconocer un centro (en relación a nuestra posición y a la memoria de nuestro recorrido previo por la extensión de ese algo); que ese centro es abultado (en relación a los extremos); que en el extremo derecho (con relación a nuestro cuerpo) se enangosta (en relación al centro) y tiene una forma menos abultada, que termina en un formato parecido a un cono aplastado (relacionado esa forma con nuestras ideas sobre formas geométricas); mientras que en el extremo izquierdo, la forma se termina de manera casi abrupta, aunque algo redondeada. Esto es, estaríamos incluyendo no solo rasgos sino algunas relaciones entre esos rasgos; por lo que la respuesta al ¿cómo es? cobra nuevas características; dado que, entre los rasgos, definimos no solo conjuntos seriales, sino relaciones espaciales y temporales (más o menos sincrónicas) entre esos conjuntos; relaciones en las que nos ayudamos imaginando tanto contigüidades, continuidades y, normalmente, probables funciones, recurriendo a analogías con otros entes ya conocidos. Si en ese momento llega la luz, la forma adquiere nuevos rasgos y relaciones entre rasgos. Pero si lo que estamos viendo no se adecua a ninguna de las formas conocidas (aunque sí puede asociarse a algo con vida), a la que, quizá, denominaremos “túmulo cavernario”; clasificación que incluiremos en el conjunto “animal”78. Además, con la ayuda de la luz, al hacer su descripción utilizando la vista, estableceremos nuevos rasgos (el color, por ejemplo) y relaciones más precisas (a la izquierda está la cabeza, a la derecha la cola, etc.); denominaciones que establecemos a partir de comparaciones analógicas y que incluyen, también por analogía, ciertas funciones a cada una de esas partes: conjunto de rasgos y relaciones que, en adelante, constituirán la descripción de ese ente, posiblemente perteneciente al reino animal. Lo característico de esa descripción es que ella se compone de trazos definibles como pertenecientes a cierta clase de cosas (que podemos pensar que a su vez están compuestas por series de relaciones) y otros rasgos que pertenecen a ciertas clases de relaciones79. Al asociar esos rasgos bajo un nombre establecemos una simultaneidad. Todos ellos, en relación simultánea, dan cuenta de qué es y cómo es; abriendo el campo a la pregunta sobre el por qué. En las tareas que terminaron proveyéndonos de una descripción, recurrimos a analogías. Otro tanto haremos si nos planteamos establecer hipótesis que respondan a la última de las preguntas. Si en la indagación asumimos el desafío de contestar a la última de las preguntas, nos daremos cuenta de que contestarla requiere de las dos anteriores. De hecho, al atribuir a un agujero el carácter de boca nos apoyamos en la convicción, afirmada en la experiencia, según la cual los seres vivos se alimentan para sobrevivir; abducción que nos llevó a preguntarnos cuál será la boca y conjeturar que uno de los orificios es el que parece cumplir esa función; por lo que, en principio, puedo pensar que la respuesta al por qué, es, como ya afir-

Sobre la difícil distinción entre lo animal y lo vegetal (que demuestra las dificultades en la producción de clasificaciones) leer sobre las anémonas marinas. 79 El lector podría indicar que, tal como viéramos en el capítulo segundo, las cosas son relaciones. Y eso será cierto. Pero para no dejar demasiado sin explorar, por ahora me quedo en lo que clasifico como rasgo y lo que clasifico como relación entre rasgos; aun cuando cada uno de esos rasgos, vistos con mayor detenimiento, incluyesen relaciones. 78

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mase, una mayor concreción de la pregunta sobre el qué es y el cómo es; y que es el conjunto de ellas lo que irá configurando una teoría del objeto. Dadas esas conclusiones, la pregunta sobre el “por qué”, cualquiera sea el tipo de causalidad a la que aludamos (nomológica, teleológica, genética, funcional o compleja), alude a una descripción en la que se incluyen procesos o relaciones que completan el conocimiento del objeto. Luego, podemos continuar agregando razones, entre los que se incluye una hipótesis sobre el origen. Por ejemplo, si luego de examinar el medio ambiente decimos que el tumulus cavernario es una especie cuyas características son propias del efecto de cierta combinación de elementos que se sintetizaron (en las condiciones de dicha caverna) produciendo un ente con capacidad reproductiva; esto es, si se incluye el movimiento y las interacciones, el tiempo y/o la funcionalidad y, eventualmente, los orígenes y las relaciones de sobredeterminación entre tales rasgos, lo que tendremos es una descripción más completa, a la que podemos denominar “hipótesis explicativa” a menos que alguien oponga argumentos razonables en contra. Esto nos lleva a una segunda especificación, en la que es necesario abordar nuevamente el tema de la relación entre explicación y generalizaciones empíricas. Por ejemplo, si pensamos que lo encontrado es algo vivo, y tenemos en cuenta que según lo que hasta ahora conocemos, todo lo vivo se alimenta de algo, debemos indagar sobre cuál es el alimento de ese ser vivo. Si lo encontramos confirmaremos que el Tumulus pertenece a la clase de los vivos, que se alimenta, que lo hace de tal manera y mediante tal mecanismo, etc. Si no lo encontramos debemos tomar dos caminos: 1) descartar que eso sea vivo o 2) redefinir las cualidades de la vida. En tal caso, el camino recorrido es el siguiente: 1) de la percepción al saber previamente existente, 2) de ese saber a una conjetura abductiva que nos permite relacionar lo percibido con uno o varios conceptos posibles, 3) de la conjetura a la investigación y 4) de los resultados de la investigación a la clasificación inductiva, que permite incluir lo encontrado dentro de los esquemas que organizan nuestras representaciones hasta el momento vigentes, 5) desde esas generalizaciones, a una nueva investigación ( o a una continuación de la ya emprendida) que nos permita avanzar en una teoría que de cuenta del cómo se llegó a producir esa combinación específica y/o de cómo es su estructura, que permite describir adecuadamente el fenómeno que nos preocupa; 6) desde la caracterización dicha específica combinación, a la producción de una teoría singular que, al ser confrontada con las teorías de otros casos, inicie un proceso de generalización inductiva que puede servir de base para generar universales empíricos que permitan orientar a otros investigadores en casos análogos o aparentemente análogos. En todo ese proceso, explicar es un modo de comprender y a la inversa. Por ejemplo, comprender cómo y por qué ese Tumulus, que era desconocido, pudo nacer en ese medio ambiente y como se las ingenia para vivir y reproducirse y qué posibilidades hay de que existan, otras formas de vida, tan diferentes a las conocidas, etc. Alterando su sentido original, desde mediados del siglo pasado, en los tratados de ética y teología, la casuística paso a ser definida, ya no como “la aplicación de una ley a una situación”, sino, por el contrario, como una “ética de situación”, mediante la cual se consideraba que las decisiones morales y circunstancias que las generan son únicas e irrepetibles, lo que hacía improcedente explicarlas mediante leyes universales; y, a la inversa, incapaces de generar tales leyes o principios universales. Con los estudios de caso pasó algo parecido. Se los juzgó relacionados con el estudio de situaciones “singulares e irrepetibles”, por lo que se consideró que su estudio era incapaz de producir las condiciones mediante las que se pudiesen elaborar generalizaciones empíricas y, mucho menos, teóricas. Como ya vimos, es solo el estudio de casos el que permite confirmar las conjeturas (originadas en la abducción) que legitiman la incorporación inductiva de ese caso en el universal empírico correspondiente. 239

Capítulo 5: ESTUDIOS DE CASO Y GENERALIZACIONES EMPÍRICAS

Por supuesto, respecto a los estudios de caso, antes de enfrentar el tema con seriedad se debería hacer limpieza en las abundantes confusiones terminológicas presentes en los tratados de métodos y técnicas de investigación. La primera concierne a la distinción entre “métodos estadísticos” y “método de casos”; la segunda, estrechamente ligada a la primera, muestra la confusión entre “los casos” y “las unidades de observación” o las “unidades de análisis” (entendidas como el referente real; del que, mediante alguna técnica adecuada a la fuente, se obtiene el dato). Para ser breves, ambas confusiones merecen ser rechazadas casi desdeñosamente. La primera, porque confunde un modo de construir el objeto de investigación con una técnica de procesamiento de la información. La segunda, porque, con un empirismo de los más ingenuos, supone que el o los entrevistado(s), y el o los grupos que se está observando, son personas Reales (en la definición más de carne y hueso que pueda encontrarse) y no tipos sociales teóricamente definidos (esto es, “cocineros”, “amas de casa”, “bandas de rock” y tipificaciones semejantes). Para no gastar tiempo en banalidades, dejemos de lado tales modos de definir “los casos” y acordemos en que un estudio de caso bien hecho es una descripción, una explicación y un avance en su comprensión. Por lo que, si pretendemos hacer una teoría de un caso, no estamos obligados a caracterizar nuestra investigación bajo el poco prestigioso mote de “estudio descriptivo”.

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