De puño y letra: Cartas personales en las redes dinásticas de la Casa de Austria 9783954879441

La correspondencia de mujeres de las élites políticas y sociales durante la Edad Moderna ha sido poco estudiada. Este vo

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De puño y letra: Cartas personales en las redes dinásticas de la Casa de Austria
 9783954879441

Table of contents :
Índice
Introducción
I. Aspectos personales en la correspondencia de los Austrias
Asuntos privados y diferencias de género en la correspondencia entre María de Hungría, Carlos V y Fernando I
Vísperas, misas cantadas y sermones: prácticas devocionales de la duquesa de Saboya Catalina Micaela
Tiempo y salud en las cartas familiares de la infanta Isabel Clara Eugenia a su hermano Felipe III (1611-1621)
La infanta María Ana y la vida de familia en la corte imperial a través de la correspondencia con su marido Fernando III
II. Redes familiares e influencia política en la Casa de Austria
The Archduchess, the Queen, a Jesuit and a Carinthian Nobleman: The Correspondence of Mary of Styria (1551-1608) with the Spanish Court
Intereses dinásticos y vínculos familiares. La red epistolar transnacional de la gran duquesa María Magdalena de Austria (1608-1631)
Private Letters to Emperor Ferdinand III at the Riksarkivet (Stockholm): Letters of Electress Maria Anna of Bavaria
Las emociones en la correspondencia del archiduque Leopoldo Guillermo con su hermano el emperador Fernando III
Cartas domésticas, cartas familiares: The Familial and Political Networks of Queen Mariana of Austria (1665-1696)
III. Cartas confidenciales en el entorno familiar de los Habsburgo
“Signora di molta stima in questa corte”. La duquesa de Villahermosa Juana de Pernstein a través del epistolario conservado en el Archivo de la Casa de Alba
Entre confidencial y ministerial: uso público de un epistolario privado de la infanta Isabel con fray Íñigo de Brizuela (1621-1628)
Cartas para Johanna: una aproximación a la red epistolar de la condesa de Harrach (1661-1700)
La influencia política, la devoción privada y la educación femenina a través de la correspondencia de las mujeres Habsburgo y el padre Marco d’Aviano (1681-1699)
Sobre los autores

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Bernardo J. García García Katrin Keller Andrea Sommer-Mathis (eds.)

DE PUÑO Y LETRA CARTAS PERSONALES EN LAS REDES DINÁSTICAS DE LA CASA DE AUSTRIA

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Tiempo Emulado Historia de América y España 65 La cita de Cervantes que convierte a la historia en “madre de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”, cita que Borges reproduce para ejemplificar la reescritura polémica de su “Pierre Menard, autor del Quijote”, nos sirve para dar nombre a esta colección de estudios históricos de uno y otro lado del Atlántico, en la seguridad de que son complementarias, que se precisan, se estimulan y se explican mutuamente las historias paralelas de América y España. Consejo editorial de la colección: Walther L. Bernecker (Universität Erlangen-Nürnberg) Arndt Brendecke (Ludwig-Maximilians-Universität, München) Jorge Cañizares Esguerra (The University of Texas at Austin) Jaime Contreras (Universidad de Alcalá de Henares) Pedro Guibovich Pérez (Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima) Elena Hernández Sandoica (Universidad Complutense de Madrid) Clara E. Lida (El Colegio de México, México D. F.) Rosa María Martínez de Codes (Universidad Complutense de Madrid) Pedro Pérez Herrero (Universidad de Alcalá de Henares) Jean Piel (Université Paris VII) Barbara Potthast (Universität zu Köln) Hilda Sabato (Universidad de Buenos Aires)

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Bernardo J. García García Katrin Keller Andrea Sommer-Mathis (eds.)

DE PUÑO Y LETRA CARTAS PERSONALES EN LAS REDES DINÁSTICAS DE LA CASA DE AUSTRIA

Iberoamericana - Vervuert - 2019

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Esta publicación ha sido financiada por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad con cargo a los proyectos I+D “Construir y conservar lealtades colectivas. Soberanía y élites en la Monarquía de España, siglos xvi-xvii” (ref. HAR2012-39016-C04-02) y “Conformar la Monarquía Hispánica. Cultura política y prácticas dinásticas, siglos xvi-xvii” (ref. HAR2016-76214P), adscritos a la Universidad de Alcalá.

Han colaborado asimismo en su producción: Fundación Carlos de Amberes (Madrid) Institut für Neuzeit- und Zeitgeschichtsforschung (Österreichische Akademie der Wissenschaften) Institut für Kulturwissenschaften und Theatergeschichte (Österreichische Akademie der Wissenschaften) Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Derechos reservados © Iberoamericana, 2019 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2019 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-022-9 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-943-4 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-944-1 (eBook) Depósito Legal: M-9496-2019 Impreso en España Diseño de cubierta: Rubén Salgueiros Ilustración de cubierta: Anónimo, Mariana de Austria, reina de España, detalle, óleo sobre lienzo, Museo Nacional del Prado. Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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Índice

Introducción................................................................................................ 9 I. Aspectos personales en la correspondencia de los Austrias Asuntos privados y diferencias de género en la correspondencia entre María de Hungría, Carlos V y Fernando I Christopher F. Laferl................................................................................... 27 Vísperas, misas cantadas y sermones: prácticas devocionales de la duquesa de Saboya Catalina Micaela Magdalena S. Sánchez................................................................................. 51 Tiempo y salud en las cartas familiares de la infanta Isabel Clara Eugenia a su hermano Felipe III (1611-1621) Bernardo J. García García.......................................................................... 79 La infanta María Ana y la vida de familia en la corte imperial a través de la correspondencia con su marido Fernando III Andrea Sommer-Mathis.............................................................................. 111 II. Redes familiares e influencia política en la Casa de Austria The Archduchess, the Queen, a Jesuit and a Carinthian Nobleman: The Correspondence of Mary of Styria (1551-1608) with the Spanish Court Katrin Keller................................................................................................ 147 Intereses dinásticos y vínculos familiares. La red epistolar transnacional de la gran duquesa María Magdalena de Austria (1608-1631) Alejandra Franganillo Álvarez................................................................... 173 Private Letters to Emperor Ferdinand III at the Riksarkivet (Stockholm): Letters of Electress Maria Anna of Bavaria Renate Schreiber.......................................................................................... 201

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Las emociones en la correspondencia del archiduque Leopoldo Guillermo con su hermano el emperador Fernando III Pia Zachary.................................................................................................. 223 Cartas domésticas, cartas familiares: The Familial and Political Networks of Queen Mariana of Austria (1665-1696) Silvia Z. Mitchell......................................................................................... 247 III. Cartas confidenciales en el entorno familiar de los Habsburgo “Signora di molta stima in questa corte”. La duquesa de Villahermosa Juana de Pernstein a través del epistolario conservado en el Archivo de la Casa de Alba Pavel Marek................................................................................................. 275 Entre confidencial y ministerial: uso público de un epistolario privado de la infanta Isabel con fray Íñigo de Brizuela (1621-1628) Alicia Esteban Estríngana........................................................................... 299 Cartas para Johanna: una aproximación a la red epistolar de la condesa de Harrach (1661-1700) Laura Oliván Santaliestra.......................................................................... 345 La influencia política, la devoción privada y la educación femenina a través de la correspondencia de las mujeres Habsburgo y el padre Marco d’Aviano (1681-1699) Rocío Martínez López................................................................................. 377 Sobre los autores......................................................................................... 407

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Introducción Bernardo J. García García (Universidad Complutense de Madrid Fundación Carlos de Amberes) Katrin Keller (Österreichische Akademie der Wissenschaften, Institut für Neuzeit- und Zeitgeschichtsforschung) Andrea Sommer-Mathis (Österreichische Akademie der Wissenschaften, Institut für Kulturwissenschaften und Theatergeschichte)

La correspondencia entre las familias nobles y principescas en la época moderna no constituye un tema nuevo de investigación. Tradicionalmente, las cartas de príncipes reinantes han venido utilizándose como fuente no solo para la historia política de los acontecimientos, sino también para la historia de la cultura y del arte y en muchos otros temas. En la última década, se aprecia también en la historia política un giro cultural que ha dado lugar a debates y propuestas (StollbergRilinger 2006 y 2013; Droste 2006; Thiessen y Windler 2010; CarrióInvernizzi 2016) en los que se presta más atención a los actores implicados en la gestión política y al papel de las redes y, en ambos casos, la correspondencia ofrece una excelente fuente que se utiliza muy a menudo. Sin embargo, en el marco de estas investigaciones que proponen una historia cultural de la política, la correspondencia de las mujeres pertenecientes a dinastías principescas todavía sigue siendo tratada de forma ocasional, aunque también aquí se han producido algunos nuevos enfoques en los últimos tiempos (Gellard 2014: 41; Bastian 2013: 24-27). El simposio sobre las emperatrices de la Casa de Austria realizado en Viena en 2014 ha contribuido a poner de relieve y a evaluar el papel dinástico de la mujer desde una perspectiva renovadora (Wunder 2002; Braun, Keller y Schnettger 2016). Las redes, como condicionante esencial del gobierno en el Antiguo Régimen, en general, y como

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efecto secundario de la “agency” (papel intermediador) femenina en muchas áreas de la política dinástica, en particular, ya han sido tratadas de diversas maneras (Nolte 2005; Arenfeld 2005; Ruppel 2006; Akkerman y Houben 2014; Bravo Lozano y Quirós Rosado 2018). Las aportaciones de James Daybell (2001 y 2006) sobre las mujeres nobles como escritoras de cartas ofrecen más puntos de partida para nuestro volumen, y también el excelente estudio de Corina Bastian sobre la manera de actuar de las mujeres en el ámbito político-diplomático a principios del siglo xviii recurriendo al análisis del intercambio epistolar (Bastian 2013). En la actualidad, se está desarrollando en la Universidad de Valencia el proyecto “MAUSTRIA. Las mujeres en la Casa de Austria (1526-1567). Corpus documental” (MINECO, FFI2014-52227-P), que bajo la dirección de Júlia Benavent se propone editar on-line y analizar un extenso corpus documental de las correspondencias de la emperatriz Isabel de Portugal, de Margarita de Austria, de Leonor de Francia, de María de Hungría, de Juana de Austria, de María Tudor, de Margarita de Parma y de la duquesa de Lorena. Su principal objetivo es visibilizar estos epistolarios femeninos para darles voz e integrarlos adecuadamente en la historia del poder del siglo xvi considerando el papel desempeñado por estas mujeres naturales o consortes de la Casa de Austria (). Este y otros estudios muestran que la correspondencia de mujeres, y, en concreto, las de origen noble y principesco, ha suscitado en los últimos años cada vez más interés en las tendencias de investigación de la época moderna. Así, por ejemplo, se han tratado las características específicas del uso del lenguaje en las cartas de mujeres desde la perspectiva lingüística y de la historia de la lengua (Lefèvre 1996; Kucharska 2000; Martinell Gifré 2001; Rössler 2007; Martínez Tortajada 2017). Varios estudios recientes dedicados a los márgenes de acción que tenían las mujeres en la Edad Moderna (Couchman y Crabb 2005; Antenhofer 2007; Woodacre 2016) han utilizado las cartas como una fuente muy relevante, cuando no la principal, en sus investigaciones. Además, se han publicado algunas ediciones de la correspondencia de princesas que brindan un material muy útil para el desarrollo de estudios comparativos (Bettenhäuser 1994; Thieme 2010; Akkerman 2011 y 2015; Raschke 2009; Gorter-van Royen y Hoyois 2009). Por último, hay que indicar varias contribuciones que incluyen la correspondencia de mujeres en el estudio de las transferencias culturales entre diver-

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sas cortes y espacios (Ruppel 2008; Galli Stampino 2013; WatanabeO’Kelly 2016; Watanabe-O’Kelly y Morton 2016). Por lo tanto, el estado de la investigación sobre el intercambio epistolar femenino en la época moderna, sin duda alguna, ha mejorado notablemente. Sin embargo, hay que constatar que aún se trata de estudios históricos más interesados en la perspectiva de género. Los estudios sobre la política y la diplomacia, y también sobre la cultura cortesana y las transferencias culturales, en general, consideran a las mujeres y su correspondencia en su mayor parte solo de forma marginal —el género tampoco es una categoría histórica obvia en la investigación de las redes sociales/ dinásticas y de la correspondencia—. Para esto hay varias razones, entre ellas, en primer lugar, la asignación de las cartas de mujeres principescas a la “correspondencia privada” (Maurer 2002). Fiel a la idea de las características sexuales desarrollada alrededor de 1800, se le atribuía un papel exclusivamente privado no solo a la mujer, sino también a la correspondencia histórica producida por las de las élites nobiliarias o principescas (Bastian 2013: 24-27; Gellard 2014: 170-171). Sin embargo, actualmente asumimos que la dicotomía entre público y privado en los contextos históricos analizados está cuando menos discutida y es puesta en duda (Davidoff 1993; Opitz 2005: 156-187; Bastian 2013: 21-22), de modo que deberíamos abstenernos de usar esa etiqueta de “correspondencia privada”. Esto vale, sobre todo, para el espacio de la corte donde la privacidad, especialmente de la familia real, era impensable en el sentido actual del término. Sin embargo, la posición pública de las mujeres de dinastías gobernantes viene siendo incluida solo paulatinamente en las consideraciones sobre las prácticas de reinado y la política desarrollada por los hombres. Por lo menos, en los países de habla alemana, se puede añadir una cuestión generalmente problemática respecto a las tradiciones existentes en la correspondencia de mujeres. Apenas encontramos un legado epistolar tan extenso como el de Catalina de Médicis en Francia, al que Matthieu Gellard acaba de dedicar un nuevo estudio (Gellard 2014), pero presentándolo verdaderamente como una excepción. No obstante, en muchos casos es probable que sean los propios familiares y los archiveros la causa principal de que los legados epistolares también de mujeres de alto rango hayan sobrevivido solo en pequeña medida y que esto no se deba a que no hubiesen escrito muchas cartas. A veces, las escritoras de las cartas exigían explícitamente que debían ser

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destruidas y, otras, había parientes que decidían hacerlo tras el fallecimiento de una mujer (Khull 1898: 23, 86; Daybell 2006: 36-37; Keller y Catalano 2010, vol. 4: 535). También hubo archiveros de generaciones posteriores que consideraban los legados de mujeres principescas menos significativos y, por lo tanto, tendían a expurgarlos o eliminarlos. Por eso, solo de manera parcial se pueden reconstruir las dimensiones y la intensidad de dicha correspondencia. Sin embargo, algunos casos individuales, como el de la princesa Ana de Sajonia, ponen en evidencia qué medida podrían llegar a tener semejantes correspondencias principescas: de ella se han conservado tanto las cartas recibidas como sus respuestas (en copias) del período comprendido entre 1552 y 1585 —un fondo que incluye más de veinte mil cartas y, por lo tanto, es mucho más extenso que, por ejemplo, el ya mencionado de Catalina de Médicis (Keller 2004; Arenfeld 2005: 37-87; Gellard 2014: 57-58). Por supuesto, tales ejemplos no cambian para nada la conclusión general de que la correspondencia de las mujeres de las élites se conserva en una proporción mucho menor que la de los miembros masculinos de dinastías reinantes o familias nobles importantes. No es de extrañar que en los estudios de los siglos xvi y xvii raras veces se haya recurrido a la edición crítica de las cartas de las mujeres de la rama austríaca de los Habsburgo (Laferl y Lutter 1997; Gortervan Royen y Hoyois 2009; Keller 2007; Lutter 2011; Unterholzner 2015). Como se ha mencionado, el volumen existente de cartas de mujeres, en general, en los archivos del Sacro Imperio es mucho menor que el de sus maridos e hijos; y la situación de las Habsburgo es particularmente difícil a este respecto. Además de las presumibles pérdidas de fuentes, para la rama austríaca de los Habsburgo hay que tener en cuenta la problemática situación creada por su escaso interés en la trasmisión de sus legados epistolares en el período en cuestión, que incide también en los miembros varones de la dinastía. El Haus-, Hof- und Staatsarchiv en Viena dispone de poco más de dos cajas1 con fragmentos de la correspondencia de las nueve emperatrices que hubo en los siglos xvi y xvii. Hasta ahora no se ha realizado una investiga1. Österreichisches Staatsarchiv, Haus-, Hof- und Staatsarchiv Wien (HHStA), Hausarchiv, Familienkorrespondenz A 31 y 32. Algunas cartas sueltas se encuentran también en otras secciones del archivo, por ejemplo, en Familienkorrespondenz A 4, 5, 55; Staatenabteilung Spanien, Diplomatische Korrespondenz 19 y 21, etc.; véase el capítulo de Andrea Sommer-Mathis en este volumen.

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ción exhaustiva que permita localizar la correspondencia de este tipo conservada en otros archivos europeos. Tal vez la única excepción es el legado epistolar de María de Austria Interior/Estiria, que contiene cerca de mil quinientas cartas dirigidas a la archiduquesa, pero solo cuarenta y seis escritas por ella, y, aun así, esta cifra dista mucho de ser ilustrativa. La pérdida de fuentes ha sido probablemente un motivo relevante, pero no el único, por el que la Casa de Austria ha jugado hasta ahora un papel puntual en los estudios recientes que adoptan las nuevas perspectivas mencionadas al principio. Otro factor determinante ha sido la amplia dispersión de sus cartas en muchos archivos de Europa —varios enlaces matrimoniales durante los siglos xvi y xvii llevaron a las mujeres de las dos ramas de los Habsburgo desde Madrid no solo a Viena/Praga y viceversa, sino también a Turín, Mantua, Ferrara y Florencia, a París y Bruselas, Düsseldorf, Múnich y Copenhague, Varsovia o Alba Iulia, en Transilvania—. Líneas secundarias de los Habsburgo austríacos residían en Innsbruck y Graz, y otros parientes que siguieron la vida eclesiástica (cardenalatos, obispados, abadías, monasterios y conventos masculinos o femeninos) ampliaron aún más estas redes familiares. Entre todos estos lugares residenciales y otras cortes de familias aliadas o con quienes se habían emparentado, circuló una abundante correspondencia de ida y vuelta. Para los historiadores sigue siendo una tarea gigantesca tratar de localizarla y reconstruir su flujo. En su origen, buena parte de esta correspondencia personal y familiar era custodiada por secretarios y confidentes y, con el tiempo, pasó a manos de sus herederos. Muchos de estos conjuntos epistolares acabaron subastándose y recayeron en colecciones particulares o en instituciones públicas de diversos países, incrementando así la dispersión de este valioso material. A veces, se han conservado como parte de los archivos de entidades religiosas fundadas por aquellos secretarios personales. Y muchas de las cartas originales emitidas por los miembros de la extensa familia Habsburgo siguen formando parte de los archivos de sus destinatarios (soberanos, papas, nobles, eclesiásticos, letrados, hombres de negocios, agentes y criados). Por eso, el seguimiento de esos legados epistolares promete deparar en el futuro notables sorpresas y novedades relevantes. Este volumen es resultado del Seminario Internacional “In Their Own Hand: Personal Letters in Habsburg Dynastic Networks”, ce-

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lebrado en la Universidad de Viena entre los días 3 y 4 de diciembre de 2015. Fue organizado conjuntamente por la Fundación Carlos de Amberes, el Institut für Österreichische Geschichtsforschung (Universidad de Viena) y el Institut für Kulturwissenschaften und Theatergeschichte (Academia de Ciencias de Austria) y contó con el apoyo de una Marie Skłodowska-Curie Action (EU Research Fellowship Programme adscrita a la Universidad de Viena) de Laura Oliván Santaliestra y del subproyecto I+D “Estrategias de comunicación y cultura política en la red familiar de los Austrias”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y adscrito a la Fundación Carlos de Amberes. El objetivo de aquella reunión científica era juntar a algunos de los especialistas que están desarrollando investigaciones específicas y ediciones críticas de la correspondencia personal de diversos miembros de la dinastía Habsburgo, teniendo en cuenta las dos ramas de la familia y haciendo especial hincapié en las cartas de mujeres. El marco temporal entre 1519 y 1700 comprende el período de mayor influencia de la Casa de Austria. Las cuatro primeras contribuciones de este libro estudian algunos de los aspectos personales que se tratan en estas correspondencias. Christopher F. Laferl muestra con qué grado de intimidad se comunican y comparten las noticias familiares y cómo se aprecian algunas diferencias de género en las cartas fraternales cruzadas entre María de Hungría, Carlos V y Fernando I. Siguen los trabajos dedicados a las infantas Catalina Micaela, Isabel Clara Eugenia y María Ana de Austria. Magdalena S. Sánchez se centra en el estudio de las prácticas devocionales que revelan las cartas de la duquesa de Saboya a su marido Carlos Manuel I y en la manera en que una infanta formada en las tradiciones de la corte de Felipe II se adapta a un entorno religioso distinto en la corte saboyana. La rica correspondencia personal de la infanta Isabel Clara Eugenia con su hermano Felipe III, que será objeto de una futura edición crítica, ofrece abundante información sobre las vivencias y percepciones de una infanta española en Flandes. Bernardo J. García García dedica su ensayo a dos cuestiones habitualmente presentes en todas las cartas familiares y en la mayoría de los manuales epistolares: hablar del tiempo que hace y del que tiene el interlocutor permite establecer una conexión directa y prestar atención al momento compartido a través de la comunicación epistolar; e interesarse por

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la salud de los miembros de la familia más cercana y del receptor es un gesto obligado de cortesía y de reconocimiento, pero aquí expresa sentimientos más profundos de afecto y preocupación por el bienestar propio y ajeno. Completa este apartado el análisis de las cuestiones personales y familiares (la relación de la infanta con su familia política, la educación de los hijos, las atenciones de su marido…) en la correspondencia de la infanta María Ana con su marido Fernando, cuando era rey de Hungría, y con su cuñado el archiduque Leopoldo Guillermo, que realiza en su ensayo Andrea Sommer-Mathis. Dedicamos un segundo apartado a las redes familiares y las formas de gestionar la influencia política entre las diversas cortes de los Austrias. Katrin Keller estudia la red clientelar desarrollada por la archiduquesa María de Estiria analizando una selección de sus cartas personales con el confesor de su hija Margarita de Austria (esposa de Felipe III), el jesuita Richard Haller, y con el embajador de familia en la corte española, Hans Khevenhüller. Las cuestiones familiares se combinan con la intermediación política, la defensa de intereses dinásticos y la gestión de patronazgo en favor de otras personas bajo su protección. Otro caso complementario es el que presenta Alejandra Franganillo Álvarez ocupándose en su ensayo de los contactos clientelares establecidos entre las cortes de Madrid y Florencia a través de una hermana de la reina Margarita de Austria e hija de María de Estiria: la archiduquesa María Magdalena de Austria. Las cartas de la gran duquesa de Toscana con su hermana Margarita, su sobrina la infanta María y su prima sor Margarita de la Cruz van encaminadas a afianzar su posición en la corte toscana durante la regencia y asegurar un buen futuro para sus hijos. A continuación, disponemos de dos ensayos dedicados a la correspondencia remitida al emperador Fernando III por su hermana la archiduquesa y electriz María Ana de Baviera, que se debe a Renate Schreiber, y por su hermano el archiduque Leopoldo Guillermo, realizado por Pia Zachary. Ambos se benefician del proyecto de edición de este interesante legado epistolar conservado en el Riksarchiv de Estocolmo. Presentan las características formales y las peculiaridades de estos dos conjuntos, prestando especial atención en este caso al tratamiento de las emociones y la forma de comunicarse entre los tres hermanos. Estos ejemplos de mediados del siglo xvii podrían compararse con la correspondencia fraternal analizada por Laferl para los años veinte y treinta del siglo xvi. Cerramos este segundo apartado con el

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ensayo que Silvia Z. Mitchell dedica al estudio de las redes familiares y políticas articuladas por la reina Mariana de Austria a través de las cartas dirigidas por ella a su hermano el emperador Leopoldo I durante los años de su regencia, las remitidas a su propio hijo Carlos II al verse apartada de él y otras cartas a diversos parientes de la Casa de Austria en el Real Monasterio de las Descalzas en Madrid. Incluye en su análisis las redes de comunicación establecidas por la reina regente y reina madre con secretarios, consejeros, diplomáticos, cortesanos y otros mediadores. La última parte del volumen contiene otros cuatro ensayos sobre epistolarios generados por confidentes y asesores privilegiados en el entorno familiar y cortesano de los Austrias. Pavel Marek se interesa por la correspondencia de la duquesa de Villahermosa Juana de Pernstein que se conserva en el Archivo de la Casa de Alba, mostrando cómo sus cartas servían de conectores de una familia de la élite morava entre la corte española y la corte imperial, que siempre se mantuvo fiel al servicio personal a los Habsburgo. Alicia Esteban Estríngana estudia la relación epistolar que la infanta Isabel Clara Eugenia mantuvo con fray Íñigo de Brizuela, antiguo confesor de su marido el archiduque Alberto y entonces presidente del Consejo Supremo de Flandes y Borgoña en la corte de Felipe IV. Estas cartas de puño y letra muestran el alto grado de confianza existente hacia este consejero y la manera de conservar a un servidor fiel en la gestión en la distancia de asuntos políticos, militares y cortesanos de especial importancia para la infanta gobernadora. La red epistolar femenina desarrollada entre 1661 y 1716 por Johanna Theresia Harrach con reinas como Mariana de Austria y Mariana de Neoburgo, con emperatrices como Leonor Gonzaga-Nevers y Claudia Felicitas y con otras mujeres de la familia Habsburgo es analizada en detalle por Laura Oliván Santaliestra, interesándose particularmente en las formas de comunicación articuladas entre estas mujeres del siglo xvii (formalidades, intimidad, emociones, lenguaje, memoria familiar…). Concluimos con el ensayo que Rocío Martínez López realiza en torno a la correspondencia del padre Marco d’Aviano con diversas mujeres de la Casa de Austria, para detenerse en aspectos como la influencia política que ejerce en ellas, las formas y prácticas de devoción personal y la educación femenina que quiere inculcarse. Titulamos el volumen con la expresión “de puño y letra”, que hace referencia a la manera de escribir más personal y directa propia de

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Detalle del Retrato de María Luisa de Aragón, por Juan Pantoja de la Cruz. © The Lobkowicz Collections, Palacio Lobkowicz, castillo de Praga (República Checa).

la literatura epistolar dirigida a parientes, amistades más cercanas y otras personas muy estimadas. Estas se diferenciaban claramente de las cartas de negocios y asuntos derivados de la propia gestión política y administrativa, escritas por la mano de oficiales y secretarios. En el estudio de estas correspondencias familiares y confidenciales encontramos un elevado número de cartas ológrafas, o al menos de posdatas (o postscripta) personalizadas en cartas y billetes, que eran redactadas por secretarios y otras personas de confianza cuando la salud impedía atender esta forma de comunicación escrita o cuando la necesidad de traducir su contenido al destinatario obligaba a recurrir a oficiales experimentados. La mayoría de los epistolarios analizados en este volumen corresponden a este modelo de cartas de puño y letra, cuyo lenguaje a menudo es más coloquial, más impreciso en su redac-

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ción y algo menos formal. Muestra los afectos de manera más sentida y se distancia más de las soluciones recomendadas en los manuales del arte epistolar. Poseer y conservar estas cartas autógrafas llegó a ser, a veces, un signo de prestigio y un vínculo de reconocimiento y cariño. Su recepción, lectura y relectura eran momentos de especial emoción y alimentaban los vínculos personales, familiares y afectivos en la distancia. Lamentablemente, en muchos casos, solamente hemos conservado las cartas emitidas y no las respuestas, lo que dificulta la reconstrucción fehaciente de esas relaciones epistolares entre distintos parientes de la Casa de Austria. Aun así, la riqueza de los dispersos fondos conservados nos permite apreciar este punto de vista más íntimo, confidencial y sensible del espacio político y cortesano, de las aficiones culturales, de las prácticas devocionales, de la vida cotidiana y de las vivencias personales y familiares de los personajes estudiados. Las misivas ológrafas también suelen ser habituales entre las cartas de recomendación en respaldo de las pretensiones de personas o entidades a quienes se quiere favorecer en las redes de patronazgo articuladas entre las distintas cortes de los Habsburgo. Y, con frecuencia, se insertan en las cartas personales y familiares menciones de recomendación de criados y damas, nobles, religiosos, militares, diplomáticos o parientes. Aunque las cartas de avisos ya contenían someras noticias del estado de salud, de los acontecimientos más señalados y de algunas de las actividades cotidianas de las familias reinantes, la correspondencia familiar se hace eco constantemente de estas cuestiones y procura tener una información más detallada de los mismos. De hecho, muchas de las cartas son de cumplimiento, felicitaciones y pésames y vienen acompañadas del envío de regalos, objetos de consumo especiales y otras atenciones de muy diversa índole para servicio y deleite de sus destinatarios. También son remitidas de la mano de personas de confianza, agentes y otros parientes, que podían completar el contenido de las misivas con explicaciones a boca más particulares e informaciones más frescas y pormenorizadas. Otro de los aspectos más interesantes, y que merecerá ulteriores investigaciones, es el que atañe al lenguaje empleado en estas comunicaciones epistolares. El aprendizaje del idioma en una corte extranjera, la educación en la redacción en otra lengua y la adopción de expresiones autóctonas forman parte de la realidad cotidiana de hombres y

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mujeres de la dinastía Habsburgo que se instalaron en otras cortes o que debían mantener un contacto escrito y personal con sus parientes y otros cortesanos para asegurar sus redes clientelares y de patronazgo o para mejorar sus vínculos dinásticos y su influencia política. Muchos de ellos insertan o mezclan en sus escritos palabras y frases en otros idiomas con mejor o peor fortuna, recurren a traductores para garantizar la eficacia de su correspondencia personal o prueban a usar aquel idioma que resulte más adecuado para ganarse la voluntad y cultivar el afecto de su interlocutor. Entre los casos analizados en este volumen, vemos el relevante papel de conectoras que desempeñaron muchas de las mujeres de la Casa de Austria y de otras familias a su servicio en España, Portugal, Italia, Flandes, Austria, Alemania y Bohemia-Moravia, facilitando esta comunicación personalizada y canales de circulación de informaciones, personas y bienes. Especial mención aquí debemos hacer a los reales monasterios de las Descalzas y de la Encarnación en la corte española, pero también a mujeres de embajadores de familia y a confesores reales. Este libro se enmarca asimismo en la colaboración con varios proyectos de edición crítica e investigación de correspondencias personales de distintos miembros de la Casa de Austria entre los siglos xvi y xvii, y, en concreto, de las que se están desarrollando en torno a las infantas Catalina Micaela, Isabel Clara Eugenia y María Ana de Austria y a los emperadores Fernando I, Fernando III y Leopoldo I, que serán publicados a lo largo de los próximos años. Queremos agradecer a todos los autores su colaboración en esta reflexión colectiva aportando casos de estudio que resultan tan complementarios y muy sugestivos para futuras investigaciones. No hubieran sido posibles sin los debates y los comentarios realizados en aquel seminario con la participación de otros especialistas invitados y a lo largo del proceso de edición de estos resultados que hemos coordinado y que ahora aparecen en esta prestigiosa colección, Tiempo Emulado, de la editorial Iberoamericana/Vervuert. Para la producción de este volumen hemos contado con financiación de dos proyectos I+D del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad (HAR2012-39016-C04-03 y HAR2016-76214-P) y con aportaciones de la Fundación Carlos de Amberes (Madrid), el Institut für Neuzeitund Zeitgeschichtsforschung y el Institut für Kulturwissenschaften und Theatergeschichte (Österreichische Akademie der Wissenschaf-

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ten). Reiteramos nuestro agradecimiento a todas las personas y entidades que han contribuido a hacer realidad esta nueva monografía que podemos ofrecer al lector interesado en la cultura epistolar de la Edad Moderna y en las redes familiares y personales de los Habsburgo. Bibliografía Akkerman, Nadine (ed.) (2011 y 2015): The Correspondence of Elizabeth Stuart (1596-1662), Queen of Bohemia, vol. I: 1603-1631, vol. II: 1632-1642. Oxford/New York: Oxford University Press. Akkerman, Nadine y Houben, Birgit (eds.) (2014): The Politics of Female Households. Ladies-in-Waiting across Early Modern Europe. Leiden/Boston: Brill. Antenhofer, Christina (2007): Briefe zwischen Süd und Nord. Die Hochzeit und Ehe von Paula de Gonzaga und Leonhard von Görz im Spiegel der fürstlichen Kommunikation. Innsbruck: Universitätsverlag Wagner. Arenfeld, Pernille (2005): The Political Role of the Female Consort in Protestant Germany, 1550-1585. Anna of Saxony as “Mater Patriae”, tesis doctoral. Firenze: European University Institute. Baranda, Nieves y Cruz, Anne J. (eds.) (2018): The Routledge Research Companion to Early Modern Spanish Women Writers. Abingdon/New York: Routledge. Bastian, Corina (2013): Verhandeln in Briefen. Frauen in der höfischen Diplomatie des frühen 18. Jahrhunderts. Köln/Weimar/ Wien: Böhlau. Benavent, Júlia (2016): “MAUSTRIA. Las mujeres en la Casa de Austria (1526-1567). Estudio del corpus documental”, en Revista de Escritoras Ibéricas, 4, pp. 211-216. Bettenhäuser, Erwin (ed.) (1994): Familienbriefe der Landgräfin Amalie Elisabeth von Hessen-Kassel und ihrer Kinder. Marburg: Elwert. Bouza, Fernando (coord.) (2005): Cultura epistolar en la alta Edad Moderna. Usos de la carta y de la correspondencia entre el manuscrito y el impreso. Madrid, Universidad Complutense de Madrid (Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, 5). Braun, Bettina, Keller, Katrin y Schnettger, Matthias (eds.) (2016): Nur die Frau des Kaisers? Kaiserinnen in der Frühen Neuzeit. Wien/Köln/Weimar: Böhlau.

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Bravo Lozano, Cristina y Quirós Rosado, Roberto (eds.) (2018): La corte de los chapines. Mujer y sociedad política en la Monarquía de España, 1649-1714. Milano: EDUCatt. Carrió-Invernizzi, Diana (dir.) (2016): Embajadores culturales. Transferencias y lealtades en la diplomacia española de la Edad Moderna. Madrid: UNED. Castillo Gómez, Antonio y Sierra Blas, Verónica (eds.) (2014): Cinco siglos de cartas en las épocas moderna y contemporánea. Huelva: Universidad de Huelva. Couchman, Jane y Crabb, Ann (eds.) (2005): Women’s Letters Across Europe, 1400-1700. Form and Persuasion. Aldershot: Ashgate. Cruz, Anne J. y Baranda Leturio, Nieves (eds.) (2018): Las escritoras españolas de la Edad Moderna. Historia y guía para la investigación. Madrid: UNED. Cruz Medina, Vanessa de (2003-2004): “Manos que escriben cartas: Ana de Dietrichstein y el género epistolar en el siglo xvi”, en Litterae. Cuadernos sobre Cultura Escrita, 3-4, pp. 161-185. — (2005): “‘Missivas mensageras’: la carta de la Edad Moderna en la historiografía española”, en Revista de Historiografía, 3, pp. 48-54. Dadson, Trevor J. y Reed, Helen H. (eds.) (2013): Epistolario e historia documental de Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert. Davidoff, Leonore (1993): “‘Alte Hüte’. Öffentlichkeit und Privatheit in der feministischen Geschichtsschreibung”, en L’homme. Zeitschrift für Feministische Geschichtswissenschaft, 4, pp. 7-36. Daybell, James (2001): Early Modern Women’s Letter Writing 14501700. Basingstoke: Ashgate. — (2006): Women Letter-Writers in Tudor England. Oxford: Oxford University Press. Droste, Heiko (2006): Im Dienst der Krone. Schwedische Diplomaten im 17. Jahrhundert. Münster: LIT. Galli Stampino, Maria (2013): “Maria Maddalena, Archduchess of Austria and Grand Duchess of Florence: Negotiating Performance, Traditions, and Taste”, en Anne J. Cruz y Maria Galli Stampino (eds.), Early Modern Habsburg Women. Traditional Contexts, Cultural Conflicts, Dynastic Continuities. Farnham/ Burlington: Ashgate, pp. 41-58. Gellard, Matthieu (2014): Une reine épistolaire. Lettres et pouvoir au temps de Catherine de Médicis. Paris: Garnier.

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Unterholzner, Daniela (2015): Königin Bianca Maria Sforza (14721510). Herrschaftliche Handlungsspielräume vor dem Hintergrund von Familie, Dynastie und Hof, tesis doctoral, Universität Innsbruck. Watanabe-O’Kelly, Helen (2016): “Cultural Transfer and the Eighteenth-Century Queen Consort”, en German History, 34, pp. 279-292. Watanabe-O’Kelly, Helen y Morton, Adam (eds.) (2016): Queens consort, cultural transfer and European politics, c. 1500-1800. London/New York: Routledge. Woodacre, Elena (2016): “Cousins and Queens: Familial Ties, Political Ambition and Epistolary Diplomacy in Renaissance Europe”, en Glenda Sluga y Carolyn James (eds.), Women, Diplomacy and International Politics since 1500. London/New York: Routledge, pp. 30-46. Wunder, Heide (ed.) (2002): Dynastie und Herrschaftssicherung in der Frühen Neuzeit. Geschlechter und Geschlecht. Berlin: Duncker & Humblot.

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I. Aspectos personales en la correspondencia de los Austrias

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Asuntos privados y diferencias de género en la correspondencia entre María de Hungría, Carlos V y Fernando I Christopher F. Laferl (Universität Salzburg)

Política, género y primogenitura De los seis hijos de Felipe de Habsburgo (1478-1506) y Juana de Castilla (1479-1555), cuatro jugaron un papel importante y activo en la política: Carlos (1500-1558), el primogénito, duque de Borgoña (a partir de 1516), rey de la Monarquía española (a partir de 1516) y emperador (a partir de 1519); Fernando (1503-1564), nacido en España, donde pasó los primeros quince años de su vida antes de convertirse en archiduque (reinante) de Austria (a partir de 1521), rey de Hungría y Bohemia (a partir de 1526-1527), rey de Romanos (a partir de 1531) y finalmente emperador (a partir de 1556); María (1505-1558), la reina consorte de Hungría y Bohemia, que jugó un papel importante para que Fernando pudiese conseguir el trono de Bohemia y Hungría tras la muerte de su marido Luis II (1506-1526) y que gobernó los Países Bajos en nombre de Carlos después de su tía Margarita (1480-1530) hasta la abdicación del emperador en 1555, y finalmente la menor, Catalina (1507-1578), que se casó con Juan III de Portugal (1502-1557) y gobernó el país durante la infancia de su nieto Sebastián (1554-1578), entre 1557 y 1562. Las únicas dos hermanas que no ejercieron el gobierno fueron Leonor (1498-1558) e Isabel (1501-1526), aunque eran reinas consortes de monarcas importantes, la primera como esposa de Manuel I de Portugal (1469-1521) y después de Francisco I de Francia (1494-1547) y la segunda como mujer de Cristián II (1481-1559), rey

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de Dinamarca. Pese a su elevada posición social como reinas, no tenían poder efectivo. Los hijos de Felipe y Juana no fueron solamente reyes y reinas, sino que también eran hombres y mujeres, esposos y esposas y, con la excepción de María de Hungría, que no tenía hijos, también padres y madres. A pesar de que sea difícil diferenciar entre vida privada y vida pública respecto a los monarcas de las épocas anteriores al siglo xviii, como lo demostró muy bien Jürgen Habermas (1990: 58-67), tenían pasiones y sentían emociones de alegría y tristeza, defendían intereses y perseguían deseos que no tenían un carácter exclusivamente político. Aunque las preocupaciones dinásticas ejercían una influencia abrumadora en sus pensamientos, me parece inadecuado querer restar todo carácter íntimo y emocional a actitudes que podríamos considerar concernientes a la esfera familiar. Incluso en siglos anteriores al xviii se encuentran numerosos ejemplos, también entre reyes y reinas, de los fuertes sentimientos que provocaban el nacimiento de un hijo o una hija, la muerte de una esposa, de un marido, de un hermano o una hermana y, todavía mucho más, de un hijo o una hija. Estos acontecimientos tenían importancia política, pero afectaban igualmente a la vida emocional de las personas concernidas. Además de las emociones, que a menudo se manifestaban públicamente (por lo menos, para el público cortesano), poseían otros intereses y aficiones ajenos a la política, que perseguían con más o menos pasión e intensidad, como, por ejemplo, la caza. En este capítulo, mi propósito es analizar la importancia de la categoría de identidad de género en esta esfera no política que llamaré, por falta de opciones mejores, vida privada. La importancia política, en general decisiva, del género de miembros de las familias reales es evidente y, por lo tanto, no abordaré esta cuestión aquí. Lo que me interesa es el papel del género en la esfera privada y considerar si, en dicho marco, la categoría identitaria de este posee la misma importancia que en la vida pública. Limitaré el análisis a Carlos (V/I), Fernando (I) y María (de Hungría) por el hecho de que mantuvieron una estrecha relación a través de una intensa correspondencia conservada en gran parte hasta hoy en los archivos de Viena y Bruselas, accesible igualmente en ediciones modernas.1 No 1. Las fuentes principales son las cartas ya publicadas en los cinco volúmenes de la Die Korrespondenz Ferdinands I (1514-1536) (en lo sucesivo, FK), el primer

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sucede así con los otros miembros de esta generación de los Habsburgo. Si bien la política predomina indiscutiblemente en la correspondencia intercambiada entre Carlos, Fernando y María,2 esta no desempeña un papel exclusivo: suelen tratar sobre la cuestión existencial que atañe a la supervivencia de la dinastía, es decir, sobre el estado de salud, la muerte o el nacimiento de otros Habsburgo. De acuerdo con mi propósito, en las siguientes páginas se enfocará la cuestión de si Carlos, Fernando y María escriben de manera diferente sobre asuntos privados y si el género es un factor importante en su correspondencia considerando esta perspectiva. Los ejemplos que analizaré a continuación, sobre todo, los pasajes citados, darían una impresión totalmente inadecuada del intercambio epistolar entre los tres hermanos si pensásemos que lo dominan o que son temas preponderantes en dicha correspondencia. Nada más alejado. No obstante, tal vez nos permitan relativizar la gran desigualdad que reinaba entre ellos por sus rangos diferentes y que eran consecuencia de dos factores: el patriarcado, que daba más derechos a hombres que a mujeres, y la primogenitura, que favorecía al primer hijo en detrimento de los que nacían más tarde. Asuntos privados en la correspondencia entre Carlos y Fernando Entre los asuntos que he determinado como privados, las noticias sobre nacimientos y muertes en la familia ocupan sin duda un lugar destacado en la correspondencia de Fernando y Carlos. Son muchas las cartas en las cuales se tocan estos dos tipos de acontecimientos. Los dos hermanos no dejan de informarse prácticamente nunca sobre el

tomo de la Correspondance de Marie de Hongrie avec Charles Quint et Nicolas de Granvelle (en lo sucesivo, CM), y la correspondencia inédita de los años 15371540 que se está preparando en este momento para su publicación. Este proyecto de edición (P-21016) ha sido financiado por el Fonds zur Förderung der wissenschaftlichen Forschung (FWF). 2. Entre los asuntos políticos que dominan la correspondencia (Laferl 2004: 828829), los más importantes son las relaciones con el Imperio otomano, las aspiraciones de Juan Szapolyai y, más tarde, de su viuda y de su hijo al trono húngaro, la Reforma protestante en el Sacro Imperio, las negociaciones con el papado en Roma, las tensiones con los reyes de Francia y la herencia (económica) de María como reina viuda de Hungría.

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estado de salud o eventos significativos en la vida de algún miembro de la familia. Como existen muchas cartas que contienen informaciones de este tipo, tanto de Carlos como de Fernando, podemos suponer que, cuando no es así, la ausencia de fuentes no significa que los dos no se hayan informado, sino que estas cartas todavía no se han encontrado o que Fernando y Carlos estaban juntos en el momento del nacimiento o de la muerte del miembro de la familia en cuestión. Si estaban juntos, obviamente no existía la necesidad de escribirse. En algunos casos, no muy numerosos, fueron embajadores o enviados especiales quienes informaron a los destinatarios de estos acontecimientos dinásticos. En la correspondencia que Carlos y Fernando mantuvieron en los años veinte y treinta, encontramos amplia información sobre el nacimiento de algunos de sus hijos.3 De los once hijos de Fernando que nacieron entre 1526 y 1539, los dos hermanos intercambian informaciones por lo menos en siete casos: Maximiliano (1527-1576), Ana (1528-1590), Fernando (1529-1595), María (1531-1581), Catalina (1533-1572), Juan (1538-1539) y Bárbara (1539-1572). Que no se toquen los nacimientos de las archiduquesas Isabel (1526-1545), Leonor (1534-1594) y Margarita (1536-1567) se debe probablemente a la pérdida de las cartas correspondientes,4 y el que no exista ninguna carta de Fernando a Carlos sobre el nacimiento de la archiduquesa Magdalena (1532-1590) el 14 de agosto de 1532 es debido al hecho de que los dos pasaron mucho tiempo juntos en la Dieta de Ratisbona y durante la malograda campaña militar contra las tropas otomanas en aquel verano (Cadenas y Vicent 1992: 225; Gévay 1843: año 1532).

3. Aquí se consideran solamente los hijos y las hijas, tanto de Carlos como de Fernando, que nacieron hasta la muerte de la emperatriz Isabel en el año 1539. 4. Del nacimiento de la segunda hija de Carlos, Juana (1535-1573), el 24 de junio, no encontramos ninguna información en la correspondencia entre los dos hermanos. Sería muy difícil sacar conclusiones de este hecho, porque el propio Carlos no pudo tampoco haber obtenido la información correspondiente inmediatamente después del nacimiento, ya que se encontraba lejos de España y del Imperio conquistando Túnez. Él escribía casi diariamente a su hermano sobre esta campaña militar, pero, como no sabemos cuándo fue informado sobre el nacimiento de su hija, probablemente no escribió personalmente porque él mismo recibió la noticia con gran atraso. Incluso es posible que Fernando haya recibido dicha noticia antes que Carlos a través de un embajador.

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Una evidencia de que, a veces, las noticias se transmitían a través de embajadores lo vemos en la carta que Carlos mandó a Fernando desde Madrid el 9 de octubre de 1528 informándole del nacimiento de la archiduquesa Ana, que había tenido lugar el 7 de julio: Mi querido hermano, con gran alegría he recibido por parte de Salinas la buena noticia de que Dios ha dado a vuestra esposa, la reina, mi cuñada, una hija y que madre e hija se encuentran bien. Le he escrito las mismas noticias de mi mujer, porque a nosotros nos ha pasado lo mismo, y después de las hijas espero que tengamos hijos que Dios nos guardará además de los que ya tenemos para su santo servicio.5

Este ejemplo indica que Carlos recibió la noticia del nacimiento de la archiduquesa Ana por boca de Martín de Salinas,6 el embajador de Fernando ante el emperador, y que el hermano mayor valoraba más el nacimiento de un hijo que el de una hija. Esta actitud patriarcal, bien conocida hasta hoy, la vemos todavía con más claridad en las dos cartas que Carlos escribió a Fernando poco después del nacimiento de su propio hijo Felipe, que coincidía con el de Maximiliano. El primero había nacido el 21 de mayo y el segundo, el 31 de junio de 1527. Casi inmediatamente después del nacimiento de su primer hijo varón, Carlos escribió a su hermano desde Valladolid: 5.

6.

Todas las traducciones de los textos franceses al español moderno son de Christopher F. Laferl y Agustín Corti (aquí y en adelante siempre sin variantes textuales). Carta de Carlos a Fernando, Madrid, 9 de octubre de 1528 (FK 2/1: n. 234/2, p. 309), en versión original: “Mon bon frere, j’ai eu grand joie de la bonne nouvelle que led. Salinas m’a dit qu’il a pleu à dieu delivrer la roine vostre femme, ma belle seur, d’une fille et que la mere et l’enfant se portoient bien. Je vous ai escript les mesmes nouvelles de ma femme, car tout au semblable nous en est il advenu, et apres les filles j’espere que aurons des filz et que dieu les nous gardera avec ceulx que jà nous avons pour son sainct service”. Otro ejemplo que ilustra la transmisión de noticias por parte de Salinas lo encontramos en el caso del nacimiento del archiduque Fernando, el 14 de junio de 1529, en la carta de Carlos a Fernando, Barcelona, 24 de julio de 1529 (FK 2/2: n. 325/4, p. 453), en versión original: “J’ai par Salinas et aussi par les lettres de nostred. tante entendu comme dieu vous a baillé ung second filz dont j’ai tres singulier plaisir et austant grant que pouvez avoir, et en louhe dieu, moyennant l’aide du quel j’espere aurez bientost de ma part semblables nouvelles”, y traducida: “Por Salinas y también por las cartas de nuestra tía me he enterado de que Dios le ha regalado un segundo hijo varón, de lo cual recibo un placer singular y tan grande como V. M. pueda tener, y alabo a Dios, con cuya ayuda espero poder enviarles de mi parte igual noticia”.

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Mi querido hermano, en lo que respecta a mis novedades, tengo que contarle que hoy la emperatriz, mi mujer, ha dado a luz a un hijo que recibió el santo sacramento del bautismo en honor y alabanza de Dios y para gran alegría no solo de mí en particular, sino universal de todos mis súbditos de todos mis reinos de este lado que se mostraron y se muestran alegres como V. M. puede imaginarse. Y sin duda esta será una de las cosas de este mundo de la cual V. M. tendrá mucho placer en saberlo por lo que no he querido tardar en informarle inmediatamente, como es de razón que lo haga a V. M., mi buen hermano, a quien estimo tanto como a mí mismo, pidiéndole que lo haga público como bien le pareciere, para dar las gracias a la divina bondad, y que también me informe de sus buenas nuevas, porque V. M. sabe que me da gran y agradable placer recibirlas.7

La importancia que se daba al nacimiento de un hijo varón también se manifiesta en las dos cartas que Carlos escribió a su hermano con respecto a la gestación de la reina Ana en el verano de 1527 y el subsiguiente nacimiento de Maximiliano (II) el 31 de julio de ese año. Un mes antes del nacimiento, el emperador había escrito a su hermano desde Valladolid: “Me alegro de saber que la reina, mi hermana, vuestra compañía, se encuentra a punto de brindar un primo hermano a vuestro sobrino de aquí. Pido a Dios por un buen parto […]”.8 Después de haber recibido la noticia de que también Fernando había sido padre de un hijo varón, le escribe el 8 de septiembre de 1527 desde Palencia: 7.

Carta de Carlos a Fernando, Valladolid, 22 de mayo de 1527 (FK 2/1: n. 61, p. 77), en versión original: “Mon bon frere, pour vous dire de mes nouvelles, c’est que aujourd’hier l’imperatrix, ma femme, est delivrée d’ung filz qui a receu le sainct sacrement de baptesme à l’honneur et loange de dieu et au grand resjoissement non seullement de moi en particulier mais universellement de tous mes subiectz de tous mes royaulmes de pardeça qui en ont fait et font les allegries que pouvez penser. Et non faisant doubte que ce sera une des choses de ce monde, de quoi en vous mesmes pourrez avoir austant de plaisir d’en sçavoir la certaineté, je n’ai voulu faillir à vous en advertir incontinent, comme c’est bien raison que je le face à vous, mon bon frere, que j’extime comme ung autre moi-mesmes, vous priant que le faictes sçavoir où bon vous semblera, pour du tout rendre graces à la divine bonté et aussi m’advertir de voz bonnes nouvelles, car vous sçavez, ce me sera tres agreable plaisir de souvent en entendre”. 8. Carta de Carlos a Fernando, Valladolid, 1 de julio de 1527 (FK 2/1: n. 80/5, p. 97), en versión original: “Je suis bien aise d’avoir sceu que la roine, ma seur, vostre compaigne, soit preste à tost faire ung cousin germaine à vostre nepveur de deçà. Je prie dieu lui donner bon delivrement […]”.

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Mi buen hermano, desde la partida de Costilla que despaché hace poco, vino Alonso de Clavijo, a través de quien, junto con Salinas, me he enterado de las buenas noticias, la primera y principal del nacimiento del príncipe Maximiliano, vuestro hijo, que me dio tanta alegría y placer como la que tuve del príncipe, mi hijo, porque lo tengo y estimo tanto como el mío. Y así yo cuento con un hijo más que antes, y no es pequeño mi regocijo, sino tan grande que no sé cómo decirlo ni escribirlo.9

Esta carta constituye una excepción porque contiene el nombre del recién nacido, dato que no se menciona en las otras cartas en las que los hermanos se informan sobre nuevos miembros de la familia.10 Más usuales son las siguientes cartas, en las cuales Fernando informa a su hermano sobre el nacimiento de dos hijas. En la primera anuncia en castellano el 15 de mayo de 1531 desde Praga el nacimiento de la archiduquesa María (1531-1581), futura esposa de Guillermo de Jülich-Cléveris-Berg (1516-1592): “Porque ayer scriví a V. M. mas largo, en esta solamente hay que decir que, oy a medio dia, pario la rreyna, mi muger, una hija. Y la madre y ella quedan sanas y buenas, loado N. S., a servicio de V. M.”.11 Dos años más tarde, el 25 de septiembre de 1533, usará casi las mismas palabras, esta vez en francés, para comunicarle el nacimiento de Catalina (1533-1572), futura esposa de Francisco III de Mantua (1533-1550) y más tarde del rey Segismundo Augusto de Polonia (1520-1572): “[…] también quería informar a V. M. que hoy entre las cuatro y las cinco de la mañana mi mujer dio a 9. Carta de Carlos a Fernando, Palencia, 8 de septiembre de 1527 (FK 2/1: n. 104/1, p. 120), en versión original: “Mon bon frere. Depuis le partement de Costilla que nagaires ai depesché, est arrivé Alonso de Clavijo, par lequel avec Salinas ai sceu de voz bonnes nouvelles; l’une et la principale de la nativité du prince Maximillian, vostre filz, que m’a esté aussi grand joie et plaisir que j’ai peu avoir du prince, mon filz, car je tiens et repute le vostre austant comme mien. Et par ainsi j’ai ung filz davantage que n’avoie, que ne m’est petit esjoissement mais si tres-grand que ne seroit possible le sçavoir dire ni escripre”. 10. Otro ejemplo de la mención del nombre que se daba a la prole recién nacida lo encontramos en el caso de la futura emperatriz María (1528-1603), esposa de su primo Maximiliano, que nació el 21 de junio de 1528; véase la carta de Carlos a Fernando, Monzón, 5 de julio de 1528 (FK 2/1: n. 201/3c, p. 255). 11. Carta de Fernando a Carlos, Praga, 15 de mayo de 1531 (FK 3/1: n. 486, p. 127). La respuesta de Carlos, escrita en francés y fechada en Gante, el 14 de junio de 1531 (FK 3: n. 498/22, p. 159), es un poco más larga.

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luz a una niña. Gracias a Dios, tanto la madre como la hija están bien de salud y disposición”12. En estos dos ejemplos casi idénticos, se puede ver que las noticias sobre el nacimiento de un nuevo miembro de la familia no eran muy extensas y contenían en general solamente las informaciones que el remitente consideraba más relevantes.13 Fernando informa sobre el género del recién nacido, también menciona el día y la hora del nacimiento. El hecho de que escribiera los mismos días de los nacimientos de sus hijas a Carlos demuestra que le daba importancia. Enseguida dejaba constancia de que tanto la madre como la hija están bien. Esta información es incluso hoy en día de suma importancia, aunque en el siglo xxi las complicaciones durante el parto son mucho menos frecuentes que en épocas anteriores. Fernando no menciona el nombre de la niña recién nacida, lo que deja lugar a especulaciones. ¿Todavía no lo había pensado? ¿No quería molestar a su hermano con el nombre de otra niña, ya que tenía tantas? ¿O no quería importunar a Carlos porque la niña podría morir muy pronto, como acontecía frecuentemente? Las tres hipótesis son plausibles, pero carecemos de elementos textuales que puedan dar más peso a una u otra. Lo que sí sabemos es que Fernando no se olvida de dar las gracias a Dios, lo que subraya no solamente su fe, sino también su gratitud y felicidad. Con los años, Carlos, que tenía bastantes menos hijos que su hermano, escribió de la misma manera a este, como se ve, por ejemplo, en la carta del 23 de octubre de 1537, en la que informa desde Monzón a Fernando sobre el nacimiento del infante Juan.14 Desafortunadamente, no existe ninguna carta de Carlos a su hermano sobre la prematura muerte del infante, acontecida el 20 de marzo de 1538. De la muerte del primo de este infante, que tenía el mismo nombre (Juan) y que 12. Carta de Fernando a Carlos, Viena, 25 de septiembre de 1533 (FK 4: n. 744/2, p. 180), en versión original: “[…] laquelle je avertiz aussi comme ce jourd’huy entre quatre et cincq heures du matinet ma femme est delivrée d’une fille. Et sont graces à Dieu la mere et l’enfant en bonne santé et disposition”. Fernando pasó la misma información, aquel día, a su hermana María en los Países Bajos, repitiendo el texto de su misiva (FK 4: n. 745/2, p. 181). 13. Véase también la carta de Fernando a Carlos, escrita en francés, en Praga, el 3 de mayo de 1539, sobre el nacimiento de la archiduquesa Bárbara (1539-1572), Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA, Viena), Hs. Bl. 597/1, fols. 179v-180v. 14. Carta de Carlos a Fernando, Monzón, 23 de octubre de 1537 (HHStA, Hs. Bl. 595, fol. 137r).

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murió en la misma fecha un año más tarde, sabemos algo más. En una carta que Fernando escribió a Carlos el 2 de abril de 1539 desde Viena, podemos leer que él, su mujer y los hijos estaban bien, pero que Dios había requerido a su hijo más joven y que la madre estaba triste. Agregaba que todos se habían conformado a la voluntad de Dios, que les había permitido además estar esperando otro hijo que se encontraba próximo a la fecha de parto.15 Poco después, el 21 de abril de 1539, y antes de haber recibido la carta de Fernando,16 Carlos escribió a su hermano que él también había perdido un hijo: Mi señor, mi buen hermano, le escribo esta carta para informarle a V. M. y a la reina, mi señora hermana, que hoy, cerca de mediodía, la emperatriz dio a luz a un niño que falleció. Ella se encuentra bien, gracias a Dios, y según los médicos está fuera de peligro, que realmente había sido muy grande. Tenía mucho temor, porque ella estuvo indispuesta la mayor parte del tiempo desde que estaba embarazada. Le ruego a la bondad divina que la mantenga en vida […].17

No se mencionan otros temas en esta carta, lo que es una clara evidencia de que esta información era muy importante para el emperador. En general, la correspondencia entre los dos hermanos trata varios temas en una carta y el nacimiento de un hijo o una hija pocas veces merece una carta exclusiva, sobre todo a partir de los años treinta. También es interesante que Carlos quisiera enviar esta noticia no solo a Fernando, sino también a su esposa Ana. Fernando no había hecho lo mismo cuando anunció el nacimiento en su rama de la familia. Pero las cosas iban a empeorar para Carlos, como podemos ver en la carta siguiente, del día 2 de mayo: 15. Carta de Fernando a Carlos, Viena, 2 de abril de 1539 (HHStA, Hs. Bl. 597/1, fols. 175r-178r). 16. Véase la carta de Carlos a Fernando, Toledo, 25 de mayo de 1539 (HHStA, Hs. Bl. 595, fols. 177r-178r), en la que consuela a Fernando por la muerte del hijo. 17. Carta de Carlos a Fernando, Toledo, 21 de abril de 1539 (HHStA, Hs. Bl. 595, fol. 177r), en versión original: “Mons., mon bon frere, ceste sera pour vous advertir et la royne, madame ma seur, comme aujourd’huy, environ le midy, l’imperatrix s’est accouchée d’ung filz lequel est trespassé. Mais Dieu graces, elle se porte bien et selon l’advis des medecins est hors de dangier lequel à la verité a esté grand. Et l’ay fort craint, selon qu’elle a tousjours pour la pluspart esté indisposée dois qu’elle a esté ensante [= enceinte]. Je prie à la divine bonté la preserver […]”.

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Mi señor, mi querido hermano, esta carta es para informarle sobre la muerte de la emperatriz, a la que los médicos creían fuera de peligro, como le había escrito después del parto; al cuarto día cogió una fiebre que le atacó tanto que, junto a un catarro en el pecho, ayer, el sexto día después del parto, entregó su espíritu, lo que me ha llenado de ansiedad y tristeza, como V. M. bien se puede imaginar, después de una tan grande y extrema pérdida. Nada puede consolarme a no ser la consideración de su buena y católica vida y el muy santo y religioso fin que tuvo. Le pido que brinde esta información de la muerte a la reina, mi señora y cuñada, su esposa, como mejor le parezca, bien sabiendo que ella tendrá una gran lástima según la verdadera y buena amistad que tenían. Por mi parte haré lo mejor que pueda para aceptar la santa voluntad del Creador a quien ruego que la tenga en su santo paraíso, donde estoy seguro que se encontrará.18

Parece como si Carlos realmente sintiera un profundo dolor por la pérdida de su esposa,19 mucho más que por el niño que había muerto durante el parto seis días antes. También es interesante que pida a su hermano que le dé estas malas noticias a su cuñada, la reina Ana. Resulta difícil interpretar esta petición sin tomar en consideración el aspecto de género. La pregunta es si podemos suponer que Carlos pensaba que su cuñada sufriría más que Fernando al recibir la noticia de la muerte de la emperatriz Isabel por ser mujer, por ser una persona extremadamente sensible (como podríamos deducir de las palabras “comme mieulx vous semblera”) o porque realmente Ana e Isabel eran muy buenas amigas, como lo sugiere la carta. Dado que las dos reinas no se 18. Carta de Carlos a Fernando, Toledo, 2 de mayo de 1539 (HHStA, Hs. Bl. 595, fol. 177r), en versión original: “Mons., mon bon frere, ceste sera pour vouz advertir du trespas de l’imperatrix laquelle, lorsque je la cuydoie avec l’advis des medecins estre hors de dangier, comme vouz escripviz dois son accouchement, tumba le tiers jour d’icelluy en fievre que l’a tellement traveillé avec ung caterre tumbant sur sa poictrine que hier, 6e de sond. accouchement, elle a rendu l’esperit dont je suis en l’anxieté et tristesse, que pouvez bien penser, d’avoir fait une si grande et extreme perte. Et n’y a riens que m’en puisse consoler que la consideration de sa bonne et catholicque vie et la très saincte et religieuse fin qu’elle a fait. Vouz remectant de faire entendre led. trespas à la royne, madame ma bonne seur, vre. compaigne, comme mieulx vous semblera, bien saichant qu’elle en aura très grand desplaisir selon la vraye et bonne amytié d’entre elles. Et je feray le mieulx que je pourray pour me conformer au sainct plaisir du Createur auquel je supplie la vouloir avoir en son sainct paradis, comme tiens pour certain qu’elle soit”. 19. Esto lo comprueba el hecho que el emperador se retiraba en el monasterio de los jerónimos en Toledo (Brandi 1986: 351; y Schorn-Schütte 2000: 15).

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conocían personalmente, es difícil determinar cuánto peso deberíamos otorgar a este último aspecto. Lo que queda claro es que la correspondencia entre Carlos y Fernando, que en general no escriben sobre asuntos privados, adquiere tintes personales y emocionales cuando se tratan cuestiones dinásticas. Pero tampoco en estos casos se encuentran nunca largas digresiones. Ahora bien, las pocas frases en las que los dos hermanos se informan sobre nacimientos y muertes en la familia dejan entrever una familiaridad no totalmente exenta de afección emocional. Asuntos privados en la correspondencia entre Carlos y María Es difícil describir y, más aún, valorar el grado de confianza que había entre los dos hermanos al escribir sobre asuntos privados teniendo como fuente solamente algunas alusiones a los propios sentimientos. Lo que sí se puede hacer es compararlas con el intercambio de cartas entre ellos, dos hombres, por un lado, y con su hermana María de

El emperador Carlos V y Fernando I, ca. 1531, por Conrad Bauer. © The Metropolitan Museum (Nueva York).

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María de Hungría, 1553-1555, por Leone Leoni y Pompeo Leoni. © Museo del Prado (Madrid).

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Hungría, una mujer, por otro. Por desgracia, las fuentes que podrían dilucidar esta cuestión son todavía menos abundantes que el material analizado hasta ahora. A la escasez de las fuentes se debe sumar la dificultad del acceso, sobre todo, en el caso de la correspondencia entre Carlos y María, de la cual existe una edición moderna circunscrita casi exclusivamente al año 1532. A pesar de ello, disponemos de una carta que no solamente trasluce un tierno sentimiento paternal, sino que también muestra una gran confianza entre el emperador y la gobernadora de los Países Bajos. El 11 de agosto de 1532 murió Juan de Dinamarca (1518-1532), hijo de Cristián II de Dinamarca (1481-1559), que se encontraba preso en el castillo de Sønderborg (Heise 1889: 488), y su mujer Isabel, hermana de Carlos, Fernando y María, en Ratisbona, donde se hallaban entonces tanto Carlos como Fernando. Dos días más tarde, el 13 de agosto, Carlos escribe desde Bad Abbach a su hermana María en un tono mucho más personal sobre la muerte de su sobrino y también de manera más detallada que a su hermano en circunstancias semejantes, como acabamos de ver: Esta [carta] no será sino para informarle de la pérdida de nuestro pequeño sobrino de Dinamarca a quien Dios ha querido tomar anteayer, domingo por la mañana, después de haber tenido un flujo de vientre durante ocho días enteros. No me puedo imaginar un más grande desplacer porque él era el más bonito pequeño niño que se puede imaginar en esta edad. Lo sentí tanto como la pérdida de mi propio hijo porque lo conocía mejor y estaba más grande, y para mí era como tal. Sin embargo, hay que conformarse a la voluntad de Dios. Y por más que pienso que puede ordenar lo mismo en todos los lugares, no lo he sentido poco pensando que no habría acontecido si lo hubiese dejado allá. Por lo menos, no será necesario de decirlo al padre. Creo que V. M. sabe dónde se encuentra. Si no fuese una ofensa a Dios, quería que él estuviese en el lugar de su hijo y el hijo bien recibido en aquel reino. Sin querer juzgarlo, tal vez él no merezca estar allí y el pequeño rufián está mejor donde lo deseo y que se burla de lo que le deseo. Además, como no cometió grandes pecados, murió muy bien; también si hubiese hecho tantos como yo tendríamos gran esperanza para la salud de su alma, porque cuando murió creía en Jesús. Escribí a mis pequeñas sobrinas, como verá, para consolarlas. Estoy seguro que V. M. hará lo mismo. No habrá otro remedio que encontrarles sendos maridos.20 20. Carta de Carlos a María, Bad Abbach, 13 de agosto de 1532 (CM: n. 229, pp. 399-400), en versión original: “Ceste ne sera synon pour vous avertyr de la perte

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Como en este momento Carlos se encontraba cerca de Fernando, no sabemos si le hubiese descrito la muerte del joven sobrino de la misma manera. Lo que llama la atención en esta carta no es solamente el profundo dolor que Carlos manifiesta ante dicha muerte,21 sino también la reflexión sobre el carácter moral de sus pensamientos cuando expresa que habría preferido la muerte del padre, que se hallaba encarcelado después de haber sido derrotado por su rival Federico I de Holstein en sus intentos de recuperar el trono de Dinamarca (Heise 1889: 488-489). También sorprende el final prosaico de este pasaje de la carta: Carlos pasa aquí del deber de escribir a las hermanas del fallecido príncipe Juan, Cristina y Dorotea de Dinamarca, a la necesidad de tener que casar a las dos princesas. Si bien la muerte del hermano les podía haber privado de un futuro protector, la falta de verbalización de dicho elemento de enlace transmite un cierto cinismo al hablar sobre el futuro de las princesas. Otro tema muy importante en la correspondencia entre Carlos y María del año 1532 son los dolores que el emperador sentía en la pierna por una caída de caballo y los problemas que tenía por la gota. Las descripciones de las molestias y de los remedios son bastante detalladas, como puede leerse en las cartas de marzo de ese año (CM: n. 65/12, pp. 110-111, y n. 74/1, pp. 126-127). En sus cartas, María consuela que avons fayte de nostre petit neveu de Dennemarcke, lequel il a plut a Dieu de prendre avant hier, dymenche matin, aprés avoyr eu VIII jours entiers le flus de ventre. Ce m’a esté ung aussy grant desplaysir que sauroys ayvoyr, car c’estoyt le plus joly petit garson qu’il estoyt posible de veoyr pour son eage. Je l’ay autant sentu que je fis la perte de mon filz, car je le congnoisoys plus et estoyt ja plus grant, et le tenoys comme pour tel. Toutefoys, il ce faut conformer avec la voulonté de Dieu. Et combien que say Il pouroyt ordonner le samblable en tous lieus, sy n’ay je peu de regret de penser que sy je l’eusse lessé en ces pays de dela, que peut estre il ne fut avenu. Au moyns, le pere ne faudra a le dyre. Je croys que vous savés ou l’on dit qu’il est. Sy Dieu n’en est ofencé, je voudroys qu’il fut au lieu de son filz, et le filz bien receu au Reaume. Toutefoys, sans vouloyr juger, peut estre qu’il n’a meryté y estre et que le petit rustre est mieulx que ou je le souhede, et qu’il ce moque bien de moy du souhet que luy fays. Outre qu’il n’avoyt fayt de grans pechiés, il est sy tres bien mort que quant il en auroyt fayt autant que moy, sy auroyt il grant espoir au salud de son ame, car en mourant, il cryoyt Jhesus. J’escrips a mes petites nieces comme verrés, pour les reconforter. Je suis sehur que de vostre cousté ferés le samblable. Il n’y a autre remede que de leur trouver deux marys”. 21. También Nicolás Perrenot de Granvela, el canciller de Carlos, es testigo del dolor del emperador en su carta del mismo día a María (CM: n. 231/6, p. 403).

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a su hermano, pero también le pide que tenga paciencia y mantenga la dieta (CM: n. 81/1, pp. 141-142; n. 101/1, pp. 180-181, y n. 146/2, pp. 250). En este contexto resultan sorprendentes las ideas sobre la caza que María desarrolla a partir de las palabras de aliento para el hermano convaleciente. En la carta escrita a Carlos el 21 de abril de 1532, María divaga sobre la probabilidad de caer del caballo durante la caza, para enseguida describir la de un ciervo que la mantuvo sobre el caballo durante seis horas. Después de la larga digresión sobre sus experiencias como cazadora, termina su informe medio burlesco con estas palabras: “Pero no dudo, mi señor, que ahora tiene que pensar en otras cosas que en mis locuras con las cuales me he pasado, teniendo en cuenta vuestros negocios. Pero a mí me ayuda pensar en cosas tontas o imbéciles cuando me ocupo de tareas importantes”.22 A Carlos le debe de haber gustado este tipo de broma, porque en su respuesta escribe que a los enfermos hay que entretenerlos tal y como ella lo había hecho. Y después sigue con sus últimas experiencias en la caza, de la cual no se había privado a pesar de sentirse aún bastante mal de salud (CM: n. 124/9-10, pp. 214-215). Junto con las noticias sobre nacimientos y muertes en la familia, las largas descripciones de la caza que María y Carlos intercambian sin duda representan la faceta menos política de la correspondencia. Las digresiones de María parecen más largas y jocosas, incluso burlescas, que las de Carlos y también son más coquetas. Asuntos privados en la correspondencia entre Fernando y María La correspondencia entre María de Hungría y Fernando se parece bastante a la de ella con Carlos. También en este diálogo epistolar muchas cartas giran casi exclusivamente alrededor de cuestiones políticas y económicas y solamente algunas contienen informaciones sobre su vida personal. Los dos se informan mutuamente sobre nacimientos y 22. Carta de María a Carlos, Assenede, 21 de abril de 1532 (CM: n. 101/1, p. 181), en versión original: “Combien que ne doubte monseigneur, avés asteure bien a aultre chose a penser que a mes folies, ousquelles crois use ung peu trop, veu voz affaires. Més ce me recomforte que tant ont les prinses grandes affaires, de tant plus dointe avoir de fous ou sotes”.

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muertes de familiares, aún más que en el caso de Fernando y Carlos.23 A diferencia de la correspondencia entre los hermanos varones, las cartas que María y Fernando se intercambian, al igual que las escritas entre María y Carlos, también nos informan a menudo sobre problemas de salud, como dolores de cabeza, fiebres, problemas intestinales, ataques de gota o de melancolía, y también la caza juega un papel importante.24 Muy frecuentemente, María de Hungría se queja de sus dolores de cabeza, que ella considera un típico problema femenino o, por lo menos, supone que Fernando podría verlo así. En una carta bastante ambigua de 1533 escribe sobre este tema: […] antes de responder [a su última carta] le pido, mi señor, tan humildemente como pueda, que me perdone el retraso en contestarle. Al comienzo, la razón fue mi partida de Mons, y después, cuando ya estaba aquí, tenía tantas obligaciones por estas inundaciones y otras [cosas] que no he tenido el tiempo libre, junto con mi mal de siempre —y como V. M. dice que afecta con frecuencia a las mujeres—, el dolor de cabeza […].25 23. Existen muchas cartas en las cuales Fernando informa a su hermana sobre el nacimiento de un hijo o una hija e igualmente disponemos de una gran cantidad en las que María le congratula a su hermano; véanse, por ejemplo, las misivas de Fernando del 8 de agosto de 1527 sobre el nacimiento de Maximiliano (FK 2/1: n. 85/1, p. 105), de Ana, del 7 de julio de 1528 (FK 2/1: n. 203/8, p. 261) y del 27 de julio de 1528 (FK 2/1: n. 210/1, p. 274), de Catalina, del 25 de septiembre de 1533 (FK 4: n. 745/2, p. 181), de Juan, del 10 de abril de 1538 (HHStA, Belgien PA 11/2, fol. 70r) y de Bárbara, del 1 de mayo de 1539 (HHStA, Belgien PA 11/2, fol. 103r). Existen respuestas de María sobre el nacimiento de Ana, del 11 de julio de 1528 (FK 2/1: n. 205/1, p. 265), de Fernando, del 17 de junio de 1529 (FK 2/2: n. 313/1, p. 438) y de María, del 13 de junio de 1531 (FK 3: n. 497/2, p. 150). Los dos también intercambian noticias sobre la familia de Carlos, por ejemplo, sobre el aborto de la emperatriz en el verano de 1534: carta de María a Fernando, Malinas, 15 de julio de 1534 (FK 4: n. 795, pp. 274-275) y carta de Fernando a María, Praga, 30 de julio de 1534 (FK 4: n. 797/3, p. 277). 24. Véase, por ejemplo, las cartas que figuran en FK 4: n. 740/8, p. 173 y n. 830/1, p. 356. 25. Carta de María a Fernando, Bruselas, 24 de enero de 1533 (FK 4: n. 686/1, p. 70), en versión original: “[…] mes devant que vous responde à icelle vous supliray, Mons., tant humblement que puis, me pardonner la tardance que ay fayte à vous responder. Au comensement en a esté cause mon partement de Mons, et apres, en me trouvant icy, ay trouvée tant d’affaires à cause de ses inondacions et aultres que n’ay eu le loisir, ensamble que mon mal acoustumé —comme vous dites: quy tient souvent aulx fames [femmes] quy est d’avoir mova[i]se teste […]”.

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En su respuesta, Fernando rechaza la suposición de María que le atribuye a él una opinión sexista sobre el dolor de cabeza: “Primero, no hay motivo para disculparse por no haber escrito antes, porque yo mismo puedo imaginarme cómo V. M. está, y el dolor de cabeza es —por lo menos desde mi perspectiva— tanto una enfermedad de hombres como de mujeres, por lo que su disculpa no era necesaria aunque razonable”.26 No se ha podido saber si Fernando había escrito en una carta anterior o hubiera mencionado en una conversación personal que el dolor de cabeza era un típico problema de salud femenino. Tampoco queda claro lo que la propia María pensaba acerca de la distinción entre hombres y mujeres en relación con los problemas de salud. Algunas veces Fernando es muy específico acerca de los síntomas de determinadas molestias físicas en su correspondencia con María: La reina, mi mujer, está bien, gracias a Dios, y espero que su enfermedad no sea la gota porque ella no sentía dolor [solamente] en las articulaciones, sino en todo el brazo y la pierna, tanto en las articulaciones como fuera de las articulaciones; y no se paraba en un solo lugar, sino que cambiaba de lugar y no se veía ni un enrojecimiento ni una inflamación. Me disgusta leer que V. M. ha empezado a tener la gota […]. Pido a Dios que allí estén mejor que aquí. Me da miedo viendo que el emperador, mi señor, que es más viejo que yo, y V. M., que es más joven, por lo visto la tienen y no él que está en medio […] y pido al Señor que nos proteja a los tres […].27 26. Carta de Fernando a María, Linz, 8 de febrero de 1533 (FK 4: n. 690/1, p. 81), en versión original: “Et primierement il n’estoeit de besoing de fere des escuses touschant que ne aves plus tost respondu, car par moy mesmes puis panser comme vous estes, et la mauvesse teste est aucune foeis aussy bien —au moins de mon couste— maladie de homes come de fames [femmes] par quoy vostre excuse n’estoeit necesaire ains plus que raisonable”. 27. Carta de Fernando a María, Innsbruck, 21 de junio de 1536 (FK 5: n. 1005/6, pp. 533-534), en versión original: “La roine, ma fame, graces à Dieu, se porte bien et espere que sa maladie n’a esté goutes, car elle ne a eu la deleur aux jointures ains par tous les bras et jambes, hors jointures ausy bien que en jointures, et ne arestoeit en ung lieu sinon se schangoeit de lieu en aultre et ne avoeit ne rougeur ne inflacion. Et me desplet d’entendre que vous aient comancier à prendre les goutes […] d. des mediciens. Et prie le Createur que soient mailurs [meilleures?] en ce cas-là. Et me fetes pavor voiant que l’emp., mons., que est eisné [ainé] de moy les a et que vous, que estes naine, les devés avoeir que ne vint au milieu, […] et prie le Createur que nous garde à tous troeis de elles […]”.

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Fernando y María no solo intercambian noticias sobre su estado de salud, sino que también se envían regalos, como sabuesos (FK 4: n. 697/2, p. 93), comidas para ayunos (en francés, vivres de quaresme) (FK 4: n. 697/2, p. 93 y n. 760/4, p. 205) o retratos de los diferentes miembros de la familia. Al principio de su gobierno, María le solicita a su hermano retratos familiares —una pintura del emperador, de Fernando, su esposa y sus hijos— porque se siente muy sola y lejos de su familia (FK 3: n. 623/3, p. 515). Posteriormente, se dirige también al emperador para hacerle un encargo semejante (CM: n. 126/1, p. 221). Los retratos no son los únicos regalos que los Habsburgo intercambian en la primera mitad del siglo xvi; también solicitan reliquias, como lo hizo en 1532 Catalina, la reina de Portugal, según se puede deducir de la siguiente respuesta en castellano de Fernando: “Y he rrecebido merced en embiarme a pedir rreliquias que es cosa que podré bien proveer y las tengo mui buenas, las quales no podran yr con esta posta porque estan en una cibdad mia algo lexos de aquí, pero yo terne el cuydado que conviene de enbiarlas con otro mensajero” (FK 3: n. 627, p. 521). Desafortunadamente, no se puede saber qué reliquias pretendía enviar o envió Fernando a su hermana en Lisboa. Sería interesante entender igualmente lo que quiso decir cuando escribió que tenía reliquias muy buenas. Lo que queda claro en esta carta de Fernando es que quería complacer a Catalina, y en otras ocasiones a María o Leonor, y parecer generoso, lo que no se puede decir de las cartas que envió a su hermano mayor Carlos. Probablemente la escena más divertida de esta correspondencia familiar, por lo demás muy seca, sea la descripción del envío, por parte de Fernando, de unas pieles de armiño a su hermana mayor Leonor, reina de Francia. Este le informa que había sido muy difícil conseguirlas y que las enviaría a su hermana María en los Países Bajos para que las hiciese llegar a Leonor en París (FK 5: n. 883, pp. 222-223 y n. 931, pp. 338-339). Desafortunadamente, las pieles sufrieron daños en el camino al primer destino, como se advierte en la correspondencia posterior. En su respuesta a María, Fernando expresa su descontento por el deterioro de este encargo, asegurándole que las había enviado en buen estado y debidamente embaladas: Por otra carta he sabido que V. M. ha recibido las dos pieles de armiño que había enviado para nuestra hermana, la reina de Francia, y me disgusta

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profundamente saber que llegaron dañadas, porque las mandé empaquetar de tal manera que esperaba que llegasen sin daño. Si hubiesen llegado como salieron, esperaba que le gustasen mucho, porque eran muy bonitas. Me interesaría saber cómo se dañaron para que —si tuviese que mandarlas de otra manera— pueda hacerlo mejor y suplir así la falta.28

El propio Fernando había controlado, obviamente, el embalaje de las pieles y parecía realmente asombrado de que no hubieran llegado en condiciones a Bruselas. Parece tan indignado, o, al menos, desconcertado, que le pide a su hermana que intente describir el daño. Si no hubiéramos esperado una reacción tan detallada de su parte, la explicación de su hermana es aún más interesante. A una distancia de casi quinientos años, el diálogo no carece de un efecto humorístico para los lectores actuales: El daño de las pieles de armiño, mi señor, creo que se produjo porque estaban demasiado apretadas y que la tela ya no estaba en buenas condiciones porque mirándolos parece que el sudor del caballo los mojó y condensó y por no haber estado bien sujetas se frotaban uno contra el otro y así la piel se mezcló o, como se dice en alemán, ellos quedaron verfilst […]. Yo soy muy mala peletera para poder rendirle cuentas, pero como V. M. quería saberlo, le he dicho lo que me ha parecido.29

En la mayoría de los ejemplos, las diferencias de género y las alusiones a ellas se plasman solo de manera velada. Incluso parece asom28. Carta de Fernando a María, Viena, 7 de octubre de 1535 (FK 5: n. 930/3, pp. 337338), en versión original: “J’ay par vre. autre letre entendu que avés receut les deux tembres de sables que j’envoioie à nre. seur, la reine de France, et me desplet tres fort que estoient ainsy gastés, car je les avoie ainsy fet paquer, que esperoie que fusent venus sans dommage, et sy fusent arrivés comme partirent, espere que luy eusent fort plut, car ils estoient beaux. Et vouldroie bien savoeir comme ils ont estés gastés, afin que —sy après euse à envoier autre part— sache mieux pourveoeir, et avés tres bien suply la faulte”. 29. Carta de María a Fernando, Bruselas, 14 de noviembre de 1535 (FK 5: n. 939/3, p. 364), en versión original: “Du degast des sables, Mons., je croy qu’il est prosedé de se qu’elles n’ont estées assés pressées et que la toille serée [?] n’estoit plus bone, car à les veoir il a samblé que la sueur du cheval estoit perscé [?] et elles toutes moués [mouillées] et con[d]ansées et par faulte d’estre bien serées elles se sont de sorte frotées l’une contre l’aultre que le poil estoit tout mellé ensemble ou, comme dit l’aleman ‘verfilst’ […]. Je suis bien movaisse peletiere pour vous en savoir rendre bon conte, toutefois puisqu’il vous a plut le savoir, vous en ay dit ce qu’il m’en sembla”.

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broso el interés que Fernando muestra por el envío de los armiños. En general, este tipo de desigualdades se tratan muy pocas veces de manera explícita. El breve diálogo sobre los dolores de cabeza constituye una excepción, al igual que el ejemplo siguiente que tenemos que situar en su contexto político. En una carta del 25 de mayo de 1536, la gobernadora de los Países Bajos, que —por la proximidad geográfica— recibía informaciones de Inglaterra más rápidamente que sus hermanos en el Imperio o en España, reflexiona sobre la decapitación de Ana Bolena y los rumores de que el rey de Inglaterra, Enrique VIII, ya tenía una nueva amante: Por lo que puedo ver, espero que los ingleses no hagan mucho contra nosotros, sobre todo porque ahora estamos libres de esta señora […]. Es de esperar, si se puede tener esperanza en tales asuntos, que cuando esté cansado de ésta [la nueva pareja, Jane Seymour] encontrará otro motivo para también librarse de ella. Sé que las mujeres no estarán muy contentas si estas costumbres se imponen. Si bien yo no tengo ganas de meterme en estos peligros, como pertenezco al sexo femenino, rezaré con las otras que se nos ahorre un tal destino.30

María no solo nos dice aquí que no tiene ninguna intención de casarse de nuevo,31 mucho menos con el rey de Inglaterra, sino que también muestra cierta solidaridad femenina e incluso algún tipo de resistencia: una concreta y personal, aunque aquí expresada solamente de manera velada en contra de la voluntad de sus hermanos, que querían que se casase de nuevo, y una más general, esta vez abiertamente verbalizada, contra todos los abusos conyugales posibles por parte de los hombres.

30. Carta de María a Fernando, Bruselas, 25 de mayo de 1536 (FK 5: n. 993/4, pp. 496-497), en versión original: “A ce que puis apercepvoir, j’espere que les Angloix ne nous feront grant chose, et mesmes puisque sommes quicte de sa demoiselle […]. Il est à esperer, si espoir l’on doit avoir à telles actes, que quant il sera lasse de celle-cy [son nouveau fiancée, Jane Seymour], qu’il trouvera quelque occasion pour s’en fere quicte. Je sçay que les femmes ne se contenteroient gueres si telles coustumes vinsent en trayn et à bonne cause. Combien que n’ay envye de me mectre en ce dangier, pour estre du gendre femenin, prierey avec les autres qu’il nous en vueille bien garder”. 31. Véase Piret (2005: 49-50) y las cartas de María a Fernando, Bruselas, 5/6 de julio de 1531 (FK 3: n. 508/2, p. 180), y de María a Carlos, Gante, 13 de junio de 1532 (CM: n. 165, p. 288).

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Conclusiones Como ya hemos subrayado al comienzo de este capítulo, María de Hungría siempre mostró lealtad y respeto por sus dos hermanos mayores y no solo conoce el lugar que el sistema patriarcal del siglo xvi le había asignado, sino que también parece aceptarlo. También Fernando había aceptado su posición como segundón vis-à-vis de su hermano, por lo menos hasta principios de los años cincuenta, cuando surgieron ciertas tensiones entre las dos ramas de los Habsburgo por la cuestión de la sucesión en el Imperio (Kohler 1999: 331-337; 2003: 287-289). Pero esta constatación solo tiene vigencia en el ámbito político. Cuando se trata de asuntos más personales, existe una relación más igualitaria entre los tres, aunque el grado de intimidad entre María, Carlos y Fernando varíe. Mientras que ambos varones mantienen un tono más distante y muy rara vez le dan un tinte más personal al tratamiento de asuntos familiares en su correspondencia, María, en cambio, mantiene con los dos hermanos una relación más íntima, un trato al que ellos corresponden en sus cartas. Especialmente Fernando da un tono más personal a las cartas que escribe a su hermana menor en los Países Bajos. No sé de ninguna carta escrita por Fernando a Carlos en la que el primero se refiera a los dolores de cabeza y manifieste que tanto hombres como mujeres pueden estar afectados por ellos o en la que describa de manera detallada las formas en que se han de empaquetar unas pieles de armiño. Con la excepción de la noticia sobre la muerte de la emperatriz Isabel, tampoco Carlos suele escribir sobre asuntos personales a su hermano en un tono más confidencial o íntimo. Más allá de que sea difícil sacar conclusiones más definitivas con el material expuesto aquí, no me parece muy atrevido decir que el mayor grado de intimidad en la correspondencia entre María y sus hermanos, en comparación con las cartas intercambiadas entre los dos varones, no sea tanto el resultado de una relación particular entre tres individuos, sino que se deba al hecho de que María era una mujer.

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Fuentes Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA, Viena): Belgien PA 11/2 Handschriften, Bl. 595 y 597/1 Bibliografía Alvar Ezquerra, Alfredo (2012): La emperatriz Isabel y Carlos V. Amor y gobierno en la corte española del Renacimiento. Madrid: La Esfera de los Libros (Kindle-Edition). Brandi, Karl (1986): Kaiser Karl V. Werden und Schicksal einer Persönlichkeit und eines Weltreiches. Frankfurt am Main: SocietätsVerlag, 8ª ed. Braun, Bettina, Keller, Katrin y Schnettger, Matthias (eds.) (2016): Nur die Frau des Kaisers? Kaiserinnen in der Frühen Neuzeit. Wien: Böhlau. Cadenas y Vicent, Vicente de (1992): Diario del emperador Carlos V (Itinerarios, permanencias, despachos, sucesos y efemérides relevantes de su vida). Madrid: Hidalguía. Correspondance de Marie de Hongrie avec Charles Quint et Nicolas de Granvelle (CM) (2009). 1: 1532 et années antérieures. Eds. Laetitia Gorter-van Royen, Jean-Paul Hoyois y Heide Stratenwerth. Turnhout: Brepols. Die Korrespondenz Ferdinands I (FK) (1912, 1937/1938, 1973/1977/1984, 2000, 2015): vol. 1: Familienkorrespondenz bis 1526. Ed. Wilhelm Bauer; vols. 2/1 y 2/2: Familienkorrespondenz 1527 und 1528, y Familienkorrespondenz 1529 und 1530. Eds. Wilhelm Bauer y Robert Lacroix; vol. 3: Familienkorrespondenz 1531 und 1532. Eds. Herwig Wolfram y Christiane Thomas, con la colaboración de Gernot Heiss; vol. 4: Familienkorrespondenz 1533 und 1534. Eds. Christopher F. Laferl y Christina Lutter; vol. 5: Familienkorrespondenz 1533 und 1534/Family Correspondence 1535 and 1536. Eds. Bernadette Hofinger, Harald Kufner, Christopher F. Laferl, Judith Moser-Kroiss y Nicola Tschugmell. Wien: Böhlau. Fuchs, Martina, Oborni, Teréz, y Ujváry, Gábor (eds.) (2005): Kaiser Ferdinand I. Ein mitteleuropäischer Herrscher. Münster: Aschendorff.

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Vísperas, misas cantadas y sermones: prácticas devocionales de la duquesa de Saboya Catalina Micaela* Magdalena S. Sánchez (Gettysburg College)

Entrada ya la noche del 3 de octubre de 1588, Catalina Micaela concluía una carta a su marido, Carlos Manuel I, diciéndole: “tan bien que estoy en mi confysion q[ue] me pienso comulgar mañana aunq[ue] bos dezis no se me da nada de pensar mis pecados yo [e] oido cunpletas y despues zenado y aora q[ue] son las nuebe me pienso acostar y con arta soledad pues no ay momento q[ue] no la tenga mayor y q[ue] no piense mas en vos que en mi confysion”.1 En este breve pasaje, Cata*

1.

Agradezco a María José del Río Barredo la lectura y los comentarios que me hizo a una primera versión de este ensayo y también a Bernardo García por sus sugerencias bibliográficas y temáticas. Me gustaría asimismo agradecer a la Renaissance Society of America la concesión de una ayuda que me permitió llevar a cabo una investigación en los archivos de Turín y Milán, cuyos resultados han contribuido a la revisión de este capítulo. También he contado con el apoyo adicional de una Research and Professional Development Grant del Gettysburg College. Este trabajo se adscribe asimismo a mi colaboración en el proyecto I+D “Conformar la Monarquía Hispánica. Cultura política y prácticas dinásticas (siglos xvi y xvii)” (MINECO-FEDER, HAR2016-76214P), dirigido por Alicia Esteban Estríngana en la Universidad de Alcalá. Traducción del original en inglés realizada por Bernardo J. García García. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 3 de octubre [1588?] (Archivio di Stato Torino, Corte, Lettere Principi Savoia, Duchi e Soverani, m. 35, fasc. 1, fol. 11) (Altadonna 2012, vol. I: 19). Giovanna Altadonna ha transcrito y publicado las cartas de Catalina añadiendo acentos, división de párrafos y otros ajustes editoriales. También las numera sin identificar el número del mazzo en el que se conservan ni explicando cómo ha datado algunas que carecían de año. No obstante, dado que la edición de Altadonna es la más accesible para los lectores, hago referencia a ella cuando es

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lina mencionaba las palabras confesión, comunión y completas, dando a entender que la devoción religiosa formaba parte regularmente de su vida en la corte de Turín, aunque, al mismo tiempo, también señalaba que sus pensamientos estaban más ocupados en Carlos que en sus propios pecados. La correspondencia de ambos proporciona información detallada sobre sus prácticas religiosas, pero también, a veces, sobre su actitud hacia esta observancia o su preparación para ella. Además, Catalina y Carlos se enviaban con sus cartas objetos tales como reliquias, estampas y rosarios, que brindan a los especialistas la posibilidad de seguir la circulación y el intercambio de objetos religiosos, cuyo propósito era promover o reforzar devociones concretas. Este ensayo se dedicará a analizar la información que las cartas de este matrimonio puede darnos sobre cuáles eran sus prácticas devocionales, sobre el intercambio de objetos religiosos y, por último, sobre cuáles eran sus actitudes hacia la observancia religiosa. De esta forma, abordaré desde los aspectos más públicos de la devoción de Catalina hasta los más privados, e incluso íntimos, de su fe, y mostraré que, aun siendo sin duda una mujer genuinamente devota, distaba mucho de ser una fanática o puritana, pues su piedad dejaba traslucir, de diversas formas, una vida mundana y secular.2 Desde 1588 hasta 1597, cuando Carlos Manuel se encontraba fuera de Turín por espacio de varios meses seguidos, él y Catalina mantenían correspondencia con regularidad, a menudo a diario. Las cartas de Catalina eran predominantemente autógrafas y también muchas de las de Carlos, pero, debido a sus responsabilidades militares, él tenía que valerse con mayor frecuencia que Catalina de la ayuda de un secretario. Su correspondencia resulta ser extraordinaria por su extensión, pues suma millares de cartas, pero también por su gran riqueza de detalles. Conservamos las dos partes de este epistolario, lo cual es bastante raro, posible. En este ensayo, incluyo todas las citas transcritas de las cartas originales sin modernizar la grafía. Todas las misivas de Catalina y de Carlos empleadas en el mismo pertenecen a la misma serie del Archivio di Stato di Torino, Corte, Lettere Principi Savoia, Duchi e Soverani, por ello abreviaré las referencias de archivo indicando el archivo (AST), el mazzo (m.) y el fascículo (fasc.). 2. A este respecto, Catalina se parecía mucho a su padre. Al analizar la colección de reliquias de Felipe II, Guy Lazure (2007: 60-61) ha demostrado que esta servía tanto a intereses del poder real como a necesidades devocionales. De manera muy convincente, Lazure sostiene que los especialistas deberían superar esa visión tan simplista que presenta a Felipe II como un monarca extremadamente devoto.

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de manera que podemos seguir esta conversación personal mantenida entre ambos entre los años 1588 y 1597 (Sánchez 2014a y 2014b). Sus cartas revelan muchos aspectos de sus vidas, pero este ensayo se centrará en lo que su correspondencia ilustra sobre su mundo devocional. Prácticas religiosas Las cartas de la infanta al duque muestran que en Turín practicaba una vida religiosa bastante similar a la que había tenido en la corte española, en donde ella, su padre y sus hermanos oían sermones, asistían a misas cantadas y participaban en procesiones (Sánchez 2009: 373-374; y Parker 2014: 80-81).3 Acudía a misa diaria (una misa simple o baja), a misas cantadas y misas solemnes, pero se confesaba y recibía la comunión, sobre todo, en los días festivos más señalados, como Todos los Santos, Pascua de Resurrección y la Asunción, o cuando se acercaba la fecha prevista para el parto o estaba embarazada (que era casi de continuo). Asistía a oficios religiosos tales como vísperas y completas, escuchaba sermones, particularmente en momentos específicos del calendario como Cuaresma, Pascua o Adviento y también veía las procesiones de Semana Santa. En sus cartas, rara vez menciona dónde acudía en concreto a atender estos servicios —quizás porque Carlos ya lo supiera sin que ella se lo dijese—, pero el inventario de sus pertenencias muestra que tenía un oratorio privado en sus aposentos y otros breves comentarios incluidos en sus cartas nos sugieren que bien podría haber participado en la mayoría de estos rituales dentro del propio palacio ducal o yendo a una iglesia ubicada junto a la residencia real en Turín, como la catedral de San Juan Bautista.4

3. Cuando Felipe II estaba en Portugal, Catalina y su hermana vivieron durante algún tiempo en el Real Monasterio de las Descalzas y debieron de quejarse a su padre, porque Felipe les escribió diciendo: “Y razón tenéis de sentir de no oír misas cantadas y sermones”, carta de Felipe II a sus hijas Catalina e Isabel, Lisboa, 21 de agosto de 1581 (Bouza 2008: 56). Este comentario muestra que, a sus trece y quince años de edad, respectivamente, las infantas solían asistir a misa y escuchar sermones con regularidad. 4. Véase Inventario delle Gioye, Dorerie, Pietre pretiose, vasidoro è d’argento, vesti, mobili & utensili della glora mema della Serma Infanta Duchessa di Saovia Che sia in cielo, Donna Caterina d’Austria (AST, Corte, Gioie e Mobili, m. 1, n.º 6, fols. 43r-46r).

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Otras veces, sin embargo, Catalina hace referencia a iglesias concretas en sus cartas al duque, que nos permiten determinar dónde mostraba su piedad en público. La iglesia que menciona con más frecuencia es la de San Lorenzo —dotada por el padre de Carlos, Manuel Filiberto, para conmemorar su victoria en la batalla de San Quintín, el 10 de agosto de 1557, festividad del santo—. Siendo gobernador de los Países Bajos, Manuel Filiberto había conseguido esta victoria, que reportó a los duques de Saboya la restitución de Turín y otros territorios, por lo que fue crucial para la Casa de Saboya, pero también para Felipe II, quien hizo construir El Escorial en su honor y como agradecimiento a San Lorenzo (Cozzo 2006b: 54-58). Puede que la iglesia de San Lorenzo en Turín (Klaiber 1999), ubicada también muy cerca del palacio ducal, haya tenido una especial relevancia para Catalina debido a la singular devoción que su padre tenía por este santo. Catalina no solo nos deja constancia de haber asistido a misa en San Lorenzo, sino también de haber participado en la adoración de la sagrada forma, de haber atendido los oficios a diario y de haber acudido a una procesión en honor del santo el día de su festividad.5 En una ocasión, cuenta también al duque que había colocado una joya en el altar mayor de San Lorenzo, si bien no concreta cuál fue el motivo de esta donación. Sus visitas y esta joya sugieren que tenía una especial devoción hacia este santo y su iglesia, que deseaba hacer pública. La veneración hacia san Lorenzo —compartida por el rey español y los duques de Saboya— tenía un significado relevante para la joven infanta española; como ha demostrado el historiador Paolo Cozzo (2006b: 55 y 58) en La geografia celeste, el culto a san Lorenzo simbolizaba la fusión de dos tradiciones, dos culturas y dos destinos políticos, como se verificó también en el matrimonio entre Catalina Micaela y Carlos Manuel. Otro aspecto de las cualidades más públicas y, tal vez, de las influencias que se evidencian en el universo religioso de Catalina y Carlos son sus referencias a varias órdenes religiosas. A través de sus cartas, podemos ir trazando la interacción existente entre miembros de la corte de Turín y, sobre todo, los jesuitas y los capuchinos. Así, por ejemplo, Catalina le habla al duque de las representaciones teatrales que los jesuitas ponían en escena en diferentes momentos del año. En 5.

Carta de Catalina a Carlos, s. d. (AST, m. 45, fasc. 3, fol. 2024ªr).

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junio de 1589 le escribió diciendo que los colegiales querían representar una farsa sobre san Mauricio en la catedral de San Juan, a la que ella planeaba asistir, pero de solo pensarlo ya se sentía exhausta porque, debido a que la obra era en latín, no entendería nada. Después de ver la representación, le contó a Carlos que el espectáculo había sido tan largo que estaba “muerta de cansada”.6 Tres años después (enero de 1592), en una representación que tuvo lugar en la corte, los estudiantes del colegio de los jesuitas pusieron en escena una comedia que trataba sobre el nacimiento de san Mauricio, y Catalina comentó que “no fue mala”, pero, al ser de nuevo en latín, poco era lo que había podido entender.7 En sus cartas, Carlos Manuel menciona antes a los capuchinos, que mantenían varios eremitorios que el duque solía visitar y que, en su opinión, daban buenos sermones. Sentía especial devoción hacia esta orden y animó a Catalina a frecuentar sus iglesias. En una ocasión, ella diligentemente refiere haber ido (mientras se hallaba en un avanzado estado de gestación) a la iglesia de los capuchinos de San Dalmacio en compañía de sus damas.8 Catalina también menciona haber escuchado sermones y comenta si les han parecido buenos o malos, si bien no suele indicar cuál es la orden religiosa a la que pertenecía el predicador.9 A través de la correspondencia de los duques, podemos apreciar el progreso que experimentaron órdenes tales como los capuchinos y los jesuitas en el norte de Italia y también se empiezan a ver los métodos de los que se valieron los jesuitas para ganar adeptos en la corte saboyana. Estos, que habían establecido un colegio en Turín en 1567 (Grendler 2002: 98),10 se dirigían ante todo a un público aristocrático 6. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 12 de junio de 1589 (AST, m. 35, fasc. 9, fol. 228ar) (Altadonna 2012, vol. I: 204). 7. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 15 de enero de 1592 (AST, m. 40, fasc. 1, fol. 1054(2)v) [la numeración de este folio aparece duplicada, en este caso nos referimos al segundo] (Altadonna 2012, vol. III: 9). 8. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 28 de marzo de 1589 (AST, m. 35, fasc. 6, fol. 122ar) (Altadonna 2012, vol. I: 126). Sobre las órdenes religiosas presentes en Turín y la devoción de Carlos hacia las mendicantes, véase Cozzo (2006a: 370-371). 9. El 5 de marzo de 1589 Catalina le contó a Carlos en concreto que un teatino había pronunciado el sermón que había escuchado desde su tribuna y señaló que no había sido muy largo, que había predicado bien y sin “tanto reñir”; véase la carta de Catalina a Carlos, Turín (AST, m. 35, fasc. 6, fol. 199br) (Altadonna 2012, vol. I: 95). 10. Grendler dice que se enseñaban humanidades en el colegio de los jesuitas, y no en la Universidad de Turín, y que el duque Manuel Filiberto realizaba dotaciones anuales a dicho colegio, pero que dejaron de abonarse en 1574.

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y, ciertamente, lograron suficiente influencia en la capital como para invitar a Catalina y a sus hijos a ver sus obras de teatro. A lo largo el siglo xvii, los jesuitas llegarían a ser confesores de varios miembros de la corte turinesa y los capuchinos también accederían a otros oficios cortesanos, pero no era así en la centuria precedente. Como duquesa de Saboya, Catalina adoptó la devoción hacia la reliquia más sagrada de la Casa de Saboya: el Santo Sudario. En respuesta a una de sus cartas escrita seis meses después de su llegada a Turín, Felipe II la felicitaba por su visita a esta reliquia, le agradecía sus plegarias, diciéndole que esas oraciones le habían mejorado su salud: “Muy bien ha sido ver el Santo Sudario y creo yo que lo que alli pedisteis a Nuestro Señor fue parte para que el mismo dia saliese yo ya a misa a la capilla”, y le pedía que rezase por la salud de su hermano cuando volviese a visitar el Santo Sudario.11 Estos comentarios de Felipe sugieren que Catalina solía visitar el santuario con regularidad y sus cartas a Carlos confirman la veneración que tenía por esta sagrada reliquia. Sus cuentas muestran que compró unas cintas de seda que llevaba en sus manos cuando el sudario estaba expuesto y que se colocaban sobre la superficie de la tela sagrada para después obsequiarlas como prenda de la reliquia al duque, a su padre, a su hermana en España o a otras personas.12 Cuando el hijo mayor de Catalina y Carlos padeció una debilidad en sus piernas y tuvo problemas para caminar, el duque dio instrucciones a su mujer para que colocase un exvoto de sus piernas sobre el Santo Sudario y rogase a Dios que sanara al chico (le pidió que lo hiciese en secreto).13 Catalina también donó un paño de damasco y bordó otra tela para adornar el relicario en el que se guardaba el sudario.14 Al venerar la Sábana Santa de manera reservada (mediante 11. Carta de Felipe II a Catalina, Tortosa, 2 de enero de 1586 (Bouza 2008: 133-134). 12. Cartas de pago, 1586-1595 (AST, Sezioni Riunite (SR), Camera dei Conti, Real Casa, art. 224, #482): “diez pieças de cintas de sedas de colores p[ar]ª el dia que se mostro el santo sudario”. 13. Carta de Carlos a Catalina, Chambéry, 11 de marzo [1589] (AST, m. 13, fasc. 2, fol. 282bv). 14. Cartas de pago, 1586-1595 (AST, SR, Camera dei Conti, Real Casa, art. 224, asiento 289 o 290 y asiento 548). Estas cuentas se refieren a una delantera, dando a entender que se trataba de una tela empleada como frontal del altar del relicario. Los especialistas han documentado que a partir de 1587 el Santo Sudario estuvo depositado permanentemente en la catedral de San Juan Bautista (Cozzo 2006b: 67; y Scott 2003: 66). En una relación sobre la llegada en 1591 de los huesos de san Mauricio a la catedral de Turín, su anónimo autor menciona una “tribuna del San-

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un exvoto o tocándola con una cinta) o en público (participando en procesiones o celebrando su festividad el 4 de mayo), Catalina estaba adoptando una devoción conectada claramente con la Casa de Saboya —y estas prácticas eran en muchos aspectos bastante novedosas para ella—. El sudario estaba guardado bajo llave y, aunque Catalina tenía acceso a ella, necesitaba el permiso previo del duque para poder enseñar la reliquia. Cuando en una ocasión la duquesa dejó a un legado pontificio presenciar el Santo Sudario, este lo hizo en compañía de sus hijos, pero no de Catalina:15 pareció más apropiado que fuesen los herederos de Carlos Manuel quienes lo guiasen en esta visita al objeto más sagrado de la Casa de Saboya. Sin embargo, como duquesa de Saboya, Catalina adoptó claramente esta devoción y contribuyó de manera singular a propagar la veneración del Santo Sudario, enviando copias en lino a varios parientes Habsburgo en Europa (Cozzo 2013: 220-222).16 Intercambio de objetos religiosos y devocionales Estando en Turín, Catalina actuó intencionadamente, o no, como un agente privilegiado en la circulación cultural entre la corte saboyana y la corte española. Así, por ejemplo, en sus cartas refiere cómo se to Sudario” en el interior del edificio, lo cual indica que el Santo Sudario se guardaba ciertamente en una galería del segundo piso de la iglesia. Véase “L’Ordine che si è osservato nella traslatione del glorioso Corpo di Santo Mauritio nella Città di Torino” (AST, Corte, Materie Ecclesiastica, Reliquie, m. 1, s. fol.). En una carta del 29 de septiembre de 1594, Catalina le comenta al duque que, para ver el Sudario, “yre yo ariba al abrirle”. Esto confirma que la reliquia se hallaba ubicada en un piso superior muy cerca del palacio y que incluso puede que estuviera conectada físicamente con los aposentos ducales; véase carta de Catalina a Carlos, Turín, 29 de septiembre de 1594 (AST, m. 42, fasc. 2, fol. 1508ar) (Altadonna 2012, vol. III: 158). 15. Catalina le preguntó al duque si debía acompañar al legado pontificio o debería enviarle a su hijo; véase la carta de Catalina a Carlos, Turín, 29 de septiembre de 1594 (AST, m. 42, fasc. 2, fol. 1508ar) (Altadonna 2012, vol. III: 158). El duque no le respondió a tiempo, así que decidió enviar solamente a sus hijos (“el príncipe y sus hermanos”); véase la carta de Catalina a Carlos, Turín, 2 de octubre de 1594 (AST, m. 42, fasc. 3, fol. 1517v) (Altadonna 2012, vol. III: 162). 16. Sobre la expansión de la devoción del Santo Sudario (Sábana Santa) por motivos políticos, véase Cozzo (2010) y, sobre la circulación de copias de la reliquia, Cozzo (2014: 27-96).

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celebró en julio de 1588 la canonización de san Diego de Alcalá —primera persona canonizada tras la moratoria impuesta por el Concilio de Trento—, que fue promovida por el empeño personal de Felipe II. De hecho, uno de sus milagros acreditados fue haber sanado a un hijo del rey (hermanastro de Catalina), el príncipe Carlos, de una infección con fiebre que le tuvo postrado en peligro de muerte en 1562 a raíz de una caída por bajar corriendo las escaleras en Alcalá.17 En noviembre de 1588 —es decir, solo cuatro meses después de haber sido canonizado san Diego—, Catalina supervisó la organización de una celebración en honor de este santo el día de su festividad (12 de noviembre)18 que tuvo lugar en Turín, y en abril del año siguiente Felipe e Isabel Clara Eugenia, la hermana mayor de Catalina, le enviaron una reliquia (un hueso) del nuevo santo, esperando sin duda que ella siguiese promocionando su culto en tierras saboyanas, y que ella reenvió, a su vez, al duque. En junio de 1589, cuando la duquesa fue purgada, recibió como obsequio una imagen de san Diego, que también remitió al duque.19 De esta manera, Catalina fue introduciendo el culto a un santo español en tierras de la Casa de Saboya, si bien solo una investigación ulterior podrá confirmar hasta qué punto llegó a extenderse allí esta devoción. Asimismo, en 1588 Catalina le dio al duque una reliquia de san Víctor, uno de los santos de la Legión tebana martirizada por los romanos (Baldesano 1594; y Wattenberg García 2012: 13-23).20 Ana de

17. Sobre la canonización de san Diego y el papel que tuvo Felipe II instando por ella, véase Villalon (1997) y Case (1998: 46-61 y 130-147). A las reliquias de san Diego, así como a las de otros santos, se les atribuían eficaces poderes taumatúrgicos. Por ejemplo, en mayo de 1603, cuando su esposa estaba muy enferma, el duque de Lerma notó que “desde que llego la mano del santo frai Diego notablemente se ha conozido mejoria que yo hallo muy fundada es en la devozion y fe con que le adoro”; carta del duque de Lerma Francisco Gómez de Sandoval y Rojas a Juan de Borja, Buitrago, 29 de mayo 1603 (British Library (BL), Mss. Add. 28425, fol. 87v). Agradezco a Bernardo García esta referencia. 18. La fiesta de san Diego se celebraba el 12 de noviembre hasta el siglo xix, en que fue trasladada al día 13 para dejar más espacio en el calendario a la fiesta de san Martín (Case 1998: 13 y 95). 19. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 9 de junio de 1589 (AST, m. 35, fasc. 9, fol. 223ar) (Altadonna 2012, vol. I: 202). 20. Agradezco a Paolo Cozzo haberme facilitado la referencia de la obra de Baldesano y a Eloísa Wattenberg García haberme mandado copia del catálogo de la exposición sobre el estandarte de san Mauricio celebrada en Valladolid.

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Austria, hija de la emperatriz María y de Maximiliano II, había llevado el cuerpo de san Víctor a España cuando fue allí para casarse con Felipe II (1570), y los restos del santo se depositaron en el Real Monasterio de las Descalzas en Madrid (García Sanz y Ruiz 2000: 150). Una de las monjas le envió una reliquia de san Víctor a doña Sancha de Guzmán, camarera mayor de Catalina, que se la donó a su vez a su señora. Cuando Catalina remitió esta misma reliquia a Carlos, le explicó que el cuerpo del santo se encontraba en las Descalzas y le instó a llevarla consigo porque san Víctor “es muy gran santo”.21 Sin duda, el duque era ya devoto de este santo, uno de los patronos de Turín (Cozzo 2006b: 194, n. 150); además, Carlos y Catalina llamaron Víctor (Vittorio) a su segundo hijo (nacido en mayo de 1587). Otros parientes de Catalina también practicaron esta devoción por el santo. En las Descalzas Reales de Madrid, la emperatriz María poseía una pintura con la imagen del mismo, que aparecía retratado en realidad con los rasgos de su hijo Rodolfo (García Sanz y Ruiz 2000: 150). Años más tarde, la infanta Isabel Clara Eugenia colocó unas reliquias de san Víctor en el altar mayor del santuario de Nuestra Señora de Monteagudo (Scherpenheuvel, en Brabante), pero no sabemos si también se las enviaron las monjas de las Descalzas o si ella las obtuvo antes de partir para Flandes (Duerloo 2012: 141). En cualquier caso, una reliquia de un santo cuyo cuerpo había viajado desde Europa Central a Madrid ahora era trasladada a Turín, pasando por su camarera mayor y la propia Catalina hasta llegar a Carlos. El obsequio de esta reliquia por parte de Catalina muestra su participación en la circulación de objetos religiosos. Los Habsburgo habían contribuido activamente al intercambio de reliquias y otros objetos devocionales durante muchos años y la Casa de Saboya ya había participado de este, pero el matrimonio de Catalina Micaela con Carlos Manuel I vino a reforzar aún más las conexiones existentes en esta extensa red (Cozzo 2014: 273). Catalina trajo consigo a la corte de Turín la devoción mariana que había practicado en España. En 1589, el día de la festividad de la Anunciación, dio de comer a nueve mujeres pobres y al término de la comida les obsequió con unas prendas que se suponía emplearían para 21. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 9 de octubre de 1588 (AST, m. 35, fasc. 1, fol. 25ar) (Altadonna 2012, vol. 1: 30).

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vestirse.22 Sabemos que la cuarta esposa de Felipe II, Ana de Austria, celebraba este ritual en Madrid (García Prieto 2012: 141, n. 285) y que Margarita de Austria, mujer de Felipe III, también observó esta práctica en la corte española a comienzos del siglo xvii (Carlos Varona 2006: 284). Catalina no hace mención a este ritual en sus cartas a Carlos, lo cual parece indicar que se trataba más de una demostración pública de su piedad que de una devoción privada. Será necesaria una investigación más precisa para determinar si Catalina siguió practicándola y si fue continuada en Turín tras su muerte. Aun así, nos proporciona un ejemplo de cómo mantenía y difundía una práctica mariana de los Habsburgo en la corte saboyana. Catalina también desempeñó un papel importante en la promoción de la devoción a san Mauricio, santo patrono de la Casa de Saboya. En sus cartas, se refiere a él con frecuencia y, en concreto, señala que, siguiendo los deseos de su marido, había hecho coser la cruz del santo en los estandartes y las ropas que el duque y sus soldados usaban en batalla. En 1591, se implicó personalmente en las gestiones que propiciaron el traslado de los huesos de san Mauricio desde Suiza hasta Turín y le explicó al duque que había tenido que discutir mucho con el nuncio: “tubimos grandes disputas el nunzio no queria biniese en fyn yo yze tanto que bino, pues es n[uest]ra y se puede llebar donde quisieremos”.23 Catalina asistió a la procesión que trajo el relicario hasta el pie de las escaleras de la catedral, donde, junto con sus hijos, hizo una “profondissima riverenza” a los restos del santo antes de besar la tapa del arca en que habían sido transportadas las reliquias y la “Santa cassa” (arqueta), mostrando públicamente la veneración de su familia hacia este santo.24 La duquesa y sus hijos participaron en todas las ceremonias dedicadas a la celebración de este importante evento y Catalina incluso llegó a asegurar que su hijo Víctor había sanado mila22. Relación de Francisco de Vera y Aragón (Archivo General de Simancas (AGS), Estado, Saboya, leg. 1266, fol. 147v). Vera informó erróneamente de que la fiesta era en honor de la Asunción.

23. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 20 de enero [1591] (AST, m. 35, fasc. 5, fol. 87r y siguientes s. fol.) (Altadonna 2012, vol. II: 137). Cabe señalar que el archivo colocó esta carta con las de 1589, pero, por evidencias internas del documento, parece corresponder al año 1591, y la edición de Altadonna también lo data en ese año. 24. Véase la relación en “L’Ordine che si è osservato nella traslatione del glorioso Corpo di Santo Mauritio nella Città di Torino” (AST, Corte, Materie Ecclesiastiche, Reliquie, m. 1, s. fol.).

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grosamente de una enfermedad gracias a su presencia en estos actos.25 En ese momento, se encontraba embarazada de siete meses; el duque, que le escribió poco después de este traslado de los huesos del santo, le pidió que le pusiera por nombre Mauricio al bebé si era un niño. El nacimiento, que tuvo lugar en marzo de 1591, fue de una niña, pero, cuando Catalina dio a luz a su siguiente hijo varón en enero de 1593, este fue llamado Mauricio y llegó a ser cardenal.26 Si bien Catalina era devota de san Mauricio, su devoción también pudo haberse visto influida por otros motivos políticos y dinásticos. Cuando escribe sobre la festividad de este santo, señala que le rezaba por la victoria del duque en sus contiendas o que pensaba que se la reportaría, pero afirma algo parecido cuando ruega por otras intercesiones (como, por ejemplo, la de san Miguel, que para ella habría tenido un significado especial como santo patrono de su propia onomástica).27 El culto de san Mauricio se hallaba ya bastante extendido en la corte española y en los círculos familiares de los Habsburgo, lo cual pudo haber contribuido también a que lo promoviese (Cozzo 2014: 290). Aun así, en 1582, cuando se encontraba todavía en España, Catalina y su hermana habían confundido la fiesta de san Mauricio con la de san Víctor, poniendo así de manifiesto que, tres años antes de casarse con el duque de Saboya, no se había implicado de lleno en su devoción.28 En 1591, sin embargo, había adoptado plenamente a este santo, refiriéndose a sus reliquias como “nuestras” y orquestando el traslado de 25. Catalina describe las ceremonias en su carta al duque, Turín, 20 de enero [1591] (AST, m. 35, fasc. 5, fol. 87r. y siguientes s. fol.) (Altadonna 2012, vol. II: 136-137). Sobre las circunstancias y el análisis de estas ceremonias, véase Cozzo (2013: 223225; 2006b: 70-74). 26. Carta de Carlos a Catalina, Aix, 25 de febrero de 1591 (AST, m. 16, fasc. 6, fol. 951r). 27. Para referencias a la devoción de Catalina por san Miguel, véanse, por ejemplo, sus cartas a Carlos fechadas en Turín el 29 de septiembre (festividad de este arcángel) s. a. (AST, m. 36, fasc. 3, fol. 364ar) (Altadonna 2012, vol. I: 307), el 20 de septiembre de 1594 (AST, m. 42, fasc. 2, fols. 1475r-v) (Altadonna 2012, vol. III: 143) y el 29 de septiembre de 1597 (AST, m. 44, fasc. 9, fol. 1989br) (Altadonna 2012, vol. III: 342). 28. Catalina y su hermana mayor Isabel Clara Eugenia debieron haberle dicho a su padre que habían celebrado la fiesta de san Víctor a fines de septiembre de 1582, porque su padre las corrigió en su carta de 1 de octubre de ese mismo año (Bouza 2008: 94) diciéndoles que aquella no debía ser la fiesta de san Víctor, sino la de san Mauricio. Aunque las dos jóvenes no estuvieran muy familiarizadas con esta devoción, parece que su fiesta se celebraba ya en la corte española en 1582 y Catalina debería saberlo cuando se fue a Turín.

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Catalina Micaela, ca. 1582-1584, por Alonso Sánchez Coello. © Museu Nacional d’Art de Catalunya (Barcelona).

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sus huesos a Turín. Su creciente devoción por él tras su llegada a esta ciudad estuvo probablemente vinculada al papel relevante que el santo tenía como patrono de la Casa de Saboya y al especial fervor que Carlos sentía por él. Como duque de Saboya, presidía la orden de caballería de san Mauricio, cuyos miembros se comprometían a extirpar la herejía, pero también juraban lealtad a la Casa de Saboya; por lo tanto, Catalina, como duquesa, habría presidido en las ausencias de su marido todos los actos de devoción al santo y parece que había abrazado con especial empeño este culto.29 Así pues, aun cuando su entusiasmo podría denotar un sincero fervor personal, su devoción se vio sin duda especialmente incrementada por las responsabilidades políticas que conllevaba para ella ser duquesa y lugarteniente de Carlos Manuel.30 La propia Catalina se implicó asimismo en favor de la devoción hacia Nuestra Señora de Mondovì, tal como el historiador Paolo Cozzo (2002: 130-145) ha documentado sobradamente. En 1592, un cazador disparó por error a una imagen de la Virgen, que milagrosamente empezó a sangrar. Durante los años siguientes, se atribuyeron a esta imagen muchas curaciones sobrenaturales (Cozzo 2002: 57-59). Las noticias de estos milagros de la Virgen de Mondovì se fueron propagando y Catalina mostró enseguida gran interés, encargando pinturas y tallas de la misma (Cozzo 2002: 131). Poseía dos imágenes de esta Virgen en su dormitorio31 y colaboró con el duque en la construcción de un nuevo santuario en Mondovì. En marzo de 1596, cuando su marido estuvo allí, Catalina le envió un velo que había hecho junto con una varilla de plata y diversas imágenes para adornar el santuario. El duque recabó varios objetos de devoción mariana recogidos de Mondovì y Catalina le pidió que le enviase algunos para poder remitirlos a España. Sabemos que Catalina y Carlos mandaron varias imágenes de esta Virgen a Felipe II (Cozzo 2013: 227; Pérez de Tudela 2012: 18321833). Promocionando su devoción, la infanta y el duque pretendían 29. Sobre la Orden de San Mauricio, véase De Luca y Rangoni Machiavelli (1934), así como la información disponible en la web de la Fondazione Ordine Mauriziano y en la dedicada a las órdenes dinásticas de la Casa Real de Saboya . 30. Sobre la designación y los deberes de Catalina como lugarteniente del duque Carlos Manuel I, véase Merlin (2008: 209) y Sánchez (2014b: 82-83). 31. Véase el inventario de sus posesiones en AST, Corte, Gioie e Mobili, m. 1, n.º 6, fol. 96r.

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Carlos Manuel I de Saboya, por Jan Kraeck (conocido como Giovanni Caracca). © Museo Civico Casa Cavassa (Saluzzo).

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hacer de Turín y de otras tierras de la Casa de Saboya un nuevo enclave en el mapa del culto mariano (Cozzo 2006b: 179). De hecho, varios nobles de España, de Europa Central y de otras partes de Italia enviaron donaciones a Nuestra Señora de Mondovì y la devoción hacia esta Madonna se extendió con rapidez.32 No obstante, las dos pinturas de esta Virgen que se hallaban en el dormitorio de Catalina sugieren que sentía una devoción personal por ella y que no estaba promoviendo su culto por razones estrictamente políticas. Actitud personal hacia la devoción religiosa Las devociones marianas de Catalina nos permiten ahondar en lo que podríamos considerar una piedad más íntima o, quizás, actitudes más sentidas hacia la devoción religiosa.33 La duquesa bordó algunas prendas para determinadas imágenes marianas, tales como un velo para la Virgen que se veneraba en una iglesia de Cuneo y otro para una de Savigliano; además, tenía una pintura de esta Madonna de Savigliano en su dormitorio.34 En su oratorio privado, encontramos una imagen de la Virgen de Loreto, a quien se había encomendado en sus oraciones cuando estuvo enferma en 1588 (Cozzo 2002: 130).35 Estas tres madonne procedían de Italia, lo cual haría pensar que Catalina habría desarrollado estas devociones tras su venida a Turín. De las quince pinturas que se conservaban en sus aposentos a su muerte, seis representaban imágenes de la Virgen María y la única que no era de temática religiosa era un retrato de su madre, Isabel de Valois.36 32. Sobre estas donaciones hechas a Nuestra Señora de Mondovì, véase Cozzo (2002: 134-137) y la carta de Catalina al duque, Turín, 2 de abril de 1596, en la que le dice que la familia Pernstein tenía que haber sido la que había enviado presentes a la Virgen de Mondovì y que ella se sentía feliz de que hubiese devoción por esta virgen en “Alemania” (AST, m. 44, fasc. 2, fol. 1872v) (Altadonna 2012, vol. III: 281). Sobre los Pernstein, véase el capítulo de Pavel Marek en este volumen. 33. Sobre prácticas devocionales semejantes en otras mujeres de la Casa de Austria, véase Río Barredo (2016). 34. AST, Corte, Gioie e Mobili, m. 1, nº. 6, fol. 96r. 35. Años después, una sobrina de Catalina, María de Austria, visitaría el santuario de la Virgen de Loreto y tanto ella como sus damas hicieron una demostración pública de su gran devoción hacia esta Virgen. Un relato fascinante de este viaje y de esas devociones puede consultarse en Río Barredo (2016: 218-222). 36. AST, Corte, Gioie e Mobili, m. 1, n.º 6, fols. 45r y 96r.

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Madonna de Mondovì, Real Monasterio de El Escorial. © Patrimonio Nacional (San Lorenzo de El Escorial).

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La piedad personal y privada de Catalina se concentra, a menudo, en aspectos materiales y táctiles. Así, por ejemplo, cuando ella y sus hijos recibieron los restos de san Mauricio, tocaron sus rosarios y coronas con los huesos del santo e incluso besaron las reliquias (Cozzo 2013: 224).37 Con frecuencia, Catalina recibía objetos religiosos de manos de frailes en tránsito por sus estados —estampas, medallas, rosarios— y los enviaba después al duque, sobre todo, tras haber sido bendecidos y tocados con el Santo Sudario. A su vez, el duque también adquiría objetos religiosos, como rosarios y agnusdéis, en los eremitorios e iglesias que visitaba y solía enviarlos a su mujer y a sus hijos. Carlos y Catalina nos indican que acostumbraban a usar medallas y rosarios no solo como talismanes religiosos, sino también como señal del afecto que sentían el uno por el otro.38 En una ocasión, el duque le envió a Catalina un rosario que ella había llevado consigo, incluso mientras dormía, antes de devolvérselo a él.39 Este rosario podía ser usado ciertamente para rezar, pero, cuando Catalina dormía con él, la prenda adquiría otro nivel emocional y tenía una connotación más sensual. Otro aspecto de su devoción personal se aprecia claramente en sus discusiones en torno a la confesión. Tanto Catalina como Carlos hacen mención a este sacramento, y sus comentarios nos proporcionan una perspectiva íntima sobre cómo la gente se preparaba para la confesión a fines del siglo xvi. También nos sugieren que su actitud respecto a la condición de pecadores difería en cierto modo. En la cita con la que da comienzo este ensayo, y en muchos otros fragmentos de esta correspondencia, Catalina dice estar “en mi confysion”, dando a entender que se hallaba ocupada en un ejercicio de preparación para 37. Para una breve apreciación del aspecto táctil de esta devoción religiosa, véase Cozzo (2013: 227). Sobre la interacción entre objetos de culto y objetos devocionales, véase Kasl (2009). Sobre el beso ritual de estas reliquias, véase “L’Ordine che si è osservato nella traslatione del glorioso Corpo di Santo Mauritio nella Città di Torino” (AST, Corte, Materie Ecclesiastiche, Reliquie, m. 1, s. fol.). Sobre tocar el rosario con los huesos, véase “Copia de la Relatn mandata a S.A. serma ...de la traslatn del corpo glorioso di sa. Mauritio” (Archivo Storico Civico, Milán, Fondo Belgioioso, cartella 52, fol. 20v). 38. El duque le dio las gracias a Catalina por el rosario que le había enviado, diciéndole que siempre lo usaría en sus plegarias, en carta a Catalina, Pierre-Châtel, 24 de marzo de 1589 (AST, m. 13, fasc. 2, fol. 293v). 39. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 2 de octubre de 1594 (AST, m. 42, fasc. 3, fol. 1517av) (Altadonna 2012, vol. III: 162).

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recibir este sacramento. Estas expresiones muestran que, antes de confesarse, dedicaba un tiempo a reflexionar sobre sus pecados. Además, tanto Catalina como Carlos, cuando se preparaban para la confesión, se pedían perdón mutuamente en caso de que se hubieran ofendido de alguna manera. Así, por ejemplo, el Viernes Santo de 1589 el duque le dijo a Catalina que tenía previsto confesarse al día siguiente y por ello le quería pedir antes perdón.40 Pocos días después, Catalina le respondió diciendo: “no quiero enojarte mis ojos que lo sentyria mucho y si lo he hecho en algo os pido perdon y tanbien por q[ue] se me olbido de hacerlo con la otra carta en q[ue] os digo me confesado y no es menester q[ue] bos me lo pidiesedes”41. Estas peticiones se intercambian tan a menudo en su correspondencia que tal vez sean reflejo de una práctica devocional más ampliamente extendida. Semejantes testimonios sobre la confesión, tan difíciles de encontrar en la literatura existente, y que ha llevado a los historiadores a concentrarse más en los manuales de confesores que en el relato de las prácticas de los penitentes, nos proporcionan una perspectiva más íntima de cómo la concebían estos a fines del siglo xvi. Los historiadores han insistido en la visión de la penitencia como una negociación entre el confesor y el penitente, como sin duda lo era (por ejemplo, en O’Banion (2013: 57-68)). Pero esta práctica de pedirse perdón mutuamente que vemos en Catalina y Carlos sugiere que la confesión tenía todavía un componente comunal —pues no se buscaba solo el perdón de Dios a través del sacerdote, sino también el de aquellos a quienes podrías haber ofendido— y de reconciliación con su cónyuge. Desde hacía mucho tiempo la penitencia tenía un carácter público, pero historiadores como John Bossy (1975: 27-30) han defendido que, a fines del siglo xvi, la confesión se estaba convirtiendo en una práctica más reservada (que se aprecia, por ejemplo, en la progresiva introducción del uso del confesionario) y menos comunal. Bossy (1975: 28) también sostiene que los reformadores religiosos del siglo xvi inciden en la intención del pecador y en que la penitencia debería ser medicinal, más que satisfactoria o vindicativa. Pero, a fines de aquella centuria, la confesión empezaba a concebirse más como una relación interior

40. Carta de Carlos a Catalina, s. l., 31 de marzo de 1589 (AST, m. 13, fasc. 2, fol. 298av). 41. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 2 de abril de 1589 (AST, m. 35, fasc. 7, fol. 128ar) (Altadonna 2012, vol. I: 129).

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Arqueta de san Víctor, por Wenzel Jammitzer, hacia 1570. Monasterio de las Descalzas Reales. © Patrimonio Nacional (Madrid).

de cada uno con Dios, en lugar de estar referida a la comunidad (Boer 2001: 181). Aun así, la correspondencia de Catalina y Carlos muestra la persistencia de una tradición más antigua, ya que creían ciertamente que pedirse perdón el uno al otro era más bien parte del ritual de la confesión. Los comentarios de Catalina a este respecto también sugieren que realizaba un detenido examen de conciencia, seguramente recomendado por su confesor, fray Andrés Hernández, un sacerdote franciscano

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que llegó a Turín a finales de 1587 o principios de 1588 y que siguió siendo su confesor hasta su muerte.42 Los manuales de la época insistían en que para preparar la confesión los penitentes debían emplear algo de tiempo en reflexionar sobre sus pecados, y las cartas de Catalina muestran que, ciertamente, ponía empeño en practicar este autoexamen, si bien no está claro durante cuánto tiempo y con qué grado de implicación (O’Banion 2013: 48). Carlos pensaba que se tomaba esta manera de proceder demasiado en serio y le decía que perdía mucho tiempo pensando en sus pecados, pero ella le aseguraba que no era una santa porque pensaba más en él, e incluso en pasar toda la noche con él, que en sus pecados.43 Su correspondencia también muestra que Catalina y Carlos no siempre estaban de acuerdo en sus prácticas devocionales. Al menos en una ocasión, el duque le dijo a su esposa que acababa de recibir un informe sobre ella que le obligó a decirle que, aun cuando los sermones y las devociones estaban bien, necesitaba hacer otras cosas, sobre todo, practicar algo de ejercicio físico: “sino aseys un poco dejersisio si quiera en la uerta en verdad que no porryes despues tan facilmente [parir] y os suplico mi vida que salgueys fuera”.44 Esto querría decir que, si bien el duque consideraba aceptables las prácticas devocionales de Catalina, también le parecían un tanto exageradas y que tal vez los rituales religiosos de la corte saboyana eran, en general, menos rigurosos. La duquesa había adquirido semejantes prácticas en España, en la corte de su padre, donde acudía a misa a diario, participaba en procesiones y escuchaba sermones con frecuencia. También debemos fijarnos en los comentarios del duque a este respecto en el contexto de otras recomendaciones suyas: se mostraba claramente a favor del ejercicio físico y le insistía a Catalina en que saliese fuera y fuese físicamente más activa, incluso cuando estaba embarazada; de hecho, ella le contaba que había hecho caso a sus consejos (y a los médicos) y que

42. Fray Mateo de Sarabia fue el primer confesor de Catalina, pero volvió a España en 1587. En diciembre de ese año, Felipe II le dijo a Catalina que había visto a su nuevo confesor y que le había dado una carta de su parte. Véase la carta de Felipe II a Catalina, Madrid, 13 de diciembre de 1587 (Bouza, 2008: 154). 43. Véase, por ejemplo, la carta de Catalina a Carlos, Niza, 2 de marzo de 1592 (AST, m. 40, fasc. 3, fol. 1086r) (Altadonna 2012, vol. III: 34). 44. Carta de Carlos a Catalina, s. l., 28 de marzo de 1588 (AST, m. 12, fasc. 20, fol. 234r).

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había salido a dar un paseo.45 Las sugerencias de Carlos se ajustan a las recomendaciones médicas de fines del siglo xvi que hacían hincapié en que era conveniente para todos caminar como forma de ejercicio y recomendaban que también las embarazadas lo hiciesen desde el cuarto hasta el séptimo mes y durante el último mes de su embarazo (Cavallo y Storey 2013: 152-153). En este caso, Carlos se desviaba un poco de tales recomendaciones, ya que Catalina se hallaba en el octavo mes de gestación, cuando los médicos recomendaban descanso, pero él insistía en que hiciese ejercicio. Al igual que muchas otras mujeres de la aristocracia, Catalina distribuía limosnas y era patrona de numerosas iglesias y monasterios, pero sus cartas no registran muchas de estas actividades caritativas ni tampoco sus visitas a este tipo de instituciones. Sus cuentas revelan que, en 1585, año de su llegada a Italia, dio limosnas a varios conventos en Mondovì y Cuneo (lo más probable es que fuese cuando visitó estos lugares de camino hacia Turín)46 y, desde 1585 hasta su muerte en 1597, al Monastero delle Convertite, en Turín; en 1589 fundó una casa de acogida para mujeres cuyo honor se había visto mancillado; hizo donaciones regulares para dar de comer y asistir a niños pobres, y en 1595 fundó un monasterio para niñas huérfanas (Raviola 2014: 491-492).47 La fundación y el apoyo económico de estas instituciones formaban parte, sin duda, de un plan más amplio que se proponía dejar constancia de la impronta ducal en la ciudad de Turín e imitar las prácticas de patronazgo religioso propias de reyes y reinas, o, en el caso de Catalina, de sus parientes Habsburgo,48 además de reportar ciertos beneficios económicos a los duques; así, el apoyo de Catalina al Albergo di Virtù, una casa de acogida que había fundado con Carlos 45. Véase, por ejemplo, su carta a Carlos, Turín, 19 de octubre de 1594 (AST, m. 42, fasc. 3, fol. 1570av) (Altadonna, vol. III: 194). Para ver un ejemplo de cómo el duque le urge a que haga ejercicio, su carta a Catalina, Aix, 2 de febrero de 1591 (AST, m. 15, fasc. 1, fol. 686br). 46. Conto del sig. Gaspare Anastro, 1585-1587 (AST, SR, Camera dei Conti, Real Casa, art. 224, s. fol.). 47. Véanse las limosnas a niños pobres que figuran en el Conto del sig. Isidoro de Robles Tesoriere della Ser.ma infante Dona Cattalina d’Austria, 1594-1596 (AST, SR, Camera dei Conti, Real Casa, art. 224, fol. 11v, asiento 23; fol. 31v, asiento 96). 48. Su padre fundó el monasterio de los jerónimos de San Lorenzo de El Escorial; su tía Juana de Austria, el convento de las Descalzas Reales en Madrid, y otra tía suya, la emperatriz María, residió en las Descalzas y dotó la fundación del Colegio Imperial en Madrid (de la Compañía de Jesús).

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en 1587 para formar a niños pobres en las manufacturas, era en apariencia una causa caritativa, pero estaba motivada ante todo por intereses económicos, cuyo propósito era producir en Turín bienes de lujo que demandaba de forma creciente la corte saboyana (Ruffino 2013: 342-343). El patronazgo era, en realidad, una representación pública de la piedad, pero no constituía un elemento necesariamente central en la devoción espiritual de la propia Catalina, ni tan siquiera en la vida que compartía con el duque. No parece que visitase conventos o lugares píos con la misma asiduidad que otras mujeres Habsburgo, en parte porque estaba demasiado ocupada con asuntos de Estado, pero quizás también porque tales visitas no eran esenciales en su práctica devocional personal. El confesor franciscano de Catalina, fray Andrés Hernández, bien pudo haber desempeñado un papel relevante en la conformación de las prácticas devocionales de la infanta, pero, de hecho, ella rara vez lo menciona en sus cartas a Carlos, aludiendo solamente a informaciones que aquel le había facilitado acerca de otras personas o de acontecimientos, pero nunca sobre consejos espirituales que hubiera recibido de su parte.49 Esto podría dar a entender que no mantenía una “intensa relación espiritual” (Boer 2001: 177) con su confesor, como la que tuvieron muchas otras mujeres de la Edad Moderna, o, cuando menos, que Catalina no solía discutir con Carlos sobre los consejos espirituales que le daba. De marzo a septiembre de 1589, parece que Catalina y su marido compartieron a un mismo confesor: el 3 de marzo de 1589 la duquesa le dijo a Carlos que “su” confesor había sido blando con ella50 y, una semana después, hablando a este respecto, Carlos apunta: “mi confesor o por desir meior nuestro”.51 El 17 de agosto de 1589, Catalina escribía que estaba pensando pedirle que le enviase a su confesor porque ella no tenía a ninguno. El duque debió de haber enviado ense49. Así, por ejemplo, en julio de 1597 escribió a Carlos que su confesor le había dicho que por qué otro sacerdote había sido puesto bajo custodia y que ella enviaría un mensaje al nuncio papal a través de su limosnero, en carta de Catalina a Carlos, Turín, 2 de julio de 1597 (AST, m. 44, fasc. 7, fol. 1923r) (Altadonna 2012, vol. III: 298). 50. “V[uest]ro confesor me a tratado mui blandamente bien le podeys reñyr”, carta de Catalina a Carlos, Turín, 3 de marzo de 1589 (AST, m. 35, fasc. 6, fol. 90av-90br) (Altadonna 2012, vol. I: 91). 51. Carta de Carlos a Catalina, Chambéry, 11 de marzo, s. a. [probablemente de 1589] (AST, m. 13, fasc. 2, fol. 282bv).

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guida al suyo, porque, en una carta del 18 de septiembre de ese mismo año, le dice a su esposa que estaba bien que su confesor permaneciese con ella en la corte.52 Una investigación más detenida podrá revelar las razones que explican esta necesidad de compartir a los confesores. La correspondencia de ambos indica, sin embargo, que Carlos no mantenía a su confesor junto a él todo el tiempo, sino que también se confesaba con clérigos que residían en eremitorios, iglesias o monasterios de los lugares donde paraba durante sus campañas militares.53 ¿Estaban familiarizados Carlos y Catalina con la recomendación hecha por reformadores como san Carlos Borromeo, que instaban a las familias a compartir a un único confesor? (Boer 2001: 180). El consejo de Borromeo no era aplicable necesariamente al caso de las familias de la élite gobernante, pero la forma de actuar de Catalina y de Carlos sugiere que incluso las parejas ducales compartían ocasionalmente a un mismo confesor y, aun cuando la primera tenía un confesor oficial a su servicio, a veces se confesaba con otro sacerdote. Las cartas de Catalina a Carlos también muestran que era selectiva en sus prácticas devocionales personales y que, a veces, podía ser crítica con la forma de moralizar de los religiosos. A menudo anota si un sermón fue “bueno” o “malo”, explicando a veces en qué basaba su opinión. En una ocasión, por ejemplo, le dijo al duque que había escuchado un sermón que claramente no le había gustado, haciendo referencia a la crítica contra las mujeres vertida por el predicador: “en el [sermón] de oy nos a tratado mui mal a las mujeres q[ue] dizen no saben callar nada mas yo no quiero entrar en esta quenta”.54 Puede que Catalina estuviese compartiendo con el duque una broma —en respuesta a un sermón que criticaba a las mujeres por hablar más de 52. Carta de Carlos a Catalina, Château-Arnoux (?), 18 de septiembre de 1589 (AST, m. 14, fasc. 1, fol. 472r). 53. Por ejemplo, en 1588, 1594 y 1595, el duque le pidió a Catalina que le enviase su confesor. Véanse las cartas de Carlos a Catalina fechadas en Saluzzo, 25 de octubre de 1588 (AST, m. 12, fasc. 20, fol. 242r); Pinerolo, 17 de septiembre de 1594 (AST, m. 20, fasc. 1, fol. 1676ar), y Pinerolo, 20 de marzo de 1595 (AST, m. 21, fasc. 2, fol. 1933r). Para otras referencias a la confesión del duque con distintos sacerdotes según la ocasión, véanse las cartas de Carlos a Catalina datadas en Chambéry, 17 de marzo de 1589 (AST, m. 13, fasc. 2, fol. 289ar); s. l., 31 de marzo de 1589 (AST, m. 13, fasc. 2, fol. 298r), y Chambéry, 6 de diciembre de 1589 (AST, m. 14, fasc. 4, fol. 559r). 54. Carta de Catalina a Carlos, Turín, 2 de abril de 1589 (AST, m. 35, fasc.7, fol. 128av) (Altadonna 2012, vol. I: 129).

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la cuenta, ella contestaba que no diría más—. ¿Podría esto indicar que el duque solía burlarse de su volubilidad? Su correspondencia aún no nos ha proporcionado información al respecto, pero las valoraciones a veces negativas que Catalina hace de algunos sermones sugieren que se mostraba crítica con la retórica religiosa empleada en ellos. Catalina también se reía de la forma en que empleaba su tiempo prestando atención a la devoción religiosa, dando a entender que, cuando el duque se había ido, le quedaban pocas alternativas a dedicarse a la oración. Como ella misma escribe en octubre de 1588, durante la ausencia del duque se había pasado todo el tiempo yendo a misa, atendiendo a diario los oficios litúrgicos y escuchando sermones, hasta el punto de que bromeaba con el riesgo de convertirse en una santa. En marzo de 1592, le transmitía a Carlos que solo pensaba en él y que, si pensara tan a menudo en Dios como lo hacía en el duque, sería una santa.55 Como una última observación y volviendo en concreto a las misivas, en numerosas ocasiones Catalina subraya, literalmente, que había recibido cartas del duque mientras estaba en misa. Puede que estas misas se celebrasen en su oratorio privado y que fuesen oficiadas por su propio confesor, de manera que no debería parecer extraño el hecho de entregarle una carta en esas circunstancias. Sin duda, ella estaba rezando por él en el preciso instante en que recibía su misiva, como suele decírselo a menudo. Sus cartas también se convirtieron en objetos de devoción y, como hiciera con aquel rosario, a veces se acostaba con alguna de las escritas por el duque. La línea entre lo religioso y lo profano no estaba nítidamente marcada en la corte de Turín y las preocupaciones personales de Catalina (por tener noticias del duque) se entremezclaban con sus devociones religiosas. Fuentes Archivio di Stato di Torino (AST): Corte — Lettere Principi Savoia, Duchi e Soverani, mazzi (m.) 12, 13, 14, 15, 20, 21, 35, 36, 40, 42, 44, 45 55. Carta de Catalina a Carlos, Niza, 2 de marzo de 1592 (AST, m. 40, fasc. 3, fol. 1086r) (Altadonna 2012, vol. III: 34).

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—  Gioie e Mobili, mazzo 1 —  Materie Ecclesiastiche, Reliquie, mazzo 1 Sezioni Riunite (SR) —  Camera dei Conti, Real Casa, art. 224 Archivo General de Simancas (AGS): Estado, Saboya, leg. 1266 Archivo Storico Civico (ASC), Milán: Fondo Belgioioso, cartella 52 British Library (BL), Londres: Additional Manuscript (Add. Mss.) 28425 Bibliografía Altadonna, Giovanna (ed.) (2012): Catalina Micaela de Austria. Lettere inedite a Carlos Emanuele I (1588-1597). Messina: Il Grano, 3 vols. Baldesano, Guillermo (1594): Historia Sacra de la Ilustrissima Legion Tebea. Trad. Fernando de Sotomayor. Madrid: Pedro Madrigal. Bossy, John (1975): “The Social History of Confession in the Age of the Reformation”, en Transactions of the Royal Historical Society, 25, pp. 21-38. Boer, Wietse de (2001): The Conquest of the Soul: Confession, Discipline, and Public Order in Counter-Reformation Milan, Leiden: Brill. Bouza, Fernando (ed.) (2008): Cartas de Felipe II a sus hijas. Madrid: Akal. Carlos Varona, María Cruz de (2006): “Entre el riesgo y la necesidad: embarazo, alumbramiento y culto a la Virgen en los espacios femeninos del Alcázar de Madrid (siglo xvii)”, en Arenal, 13, 2, pp. 263-290. Case, Thomas (1998): La historia de San Diego de Alcalá. Su vida, su canonización y su legado. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá. Cavallo, Sandra y Storey, Tessa (2013): Healthy Living in Late Renaissance Italy. Oxford: Oxford University Press. Cozzo, Paolo (2002): “Regina Montis Regalis”. Il Santuario di Mondovì da devozione locale a tempio sabaudo. Roma: Viella. — (2006a): “Il Clero di Corte nel Ducato di Savoia fra xvi e xvii secolo”, en Paola Bianchi y Luisa G. Gentile (eds.), L’affermarsi della corte sabauda. Dinastie, poteri, élites in Piemonte e Savoia

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— (2014b): “‘Lord of my soul’: The Letters of Catalina Micaela, Duchess of Savoy, to her Husband, Carlo Emanuele I”, en Anne J. Cruz y Maria Galli Stampino (eds.), Early Modern Habsburg Women. Transnational Contexts, Cultural Conflicts, Dynastic Continuities. Farnham/Burlington: Ashgate, pp. 79-95. Scott, John Beldon (2003): Architecture for the Shroud. Relic and Ritual in Turin. Chicago: University of Chicago Press. Villalon, L. J. Andrew (1997): “San Diego de Alcalá and the Politics of Saint-Making in Counter-Reformation Europe”, en The Catholic Historical Review, 83, 4, pp. 691-715. Wattenberg García, Eloísa (2012): “San Mauricio y la Legión Tebana. Difusión y controversia de su leyenda”, en El estandarte de San Mauricio del Museo de Valladolid. Reliquias de Flandes en la Corte de España, 1604. Valladolid: Museo de Valladolid, pp. 13-23.

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Tiempo y salud en las cartas familiares de la infanta Isabel Clara Eugenia a su hermano Felipe III (1611-1621)* Bernardo J. García García (Universidad Complutense de Madrid y Fundación Carlos de Amberes)

En las cartas familiares y en la mayoría de los tratados que enseñaban a redactar cartas personales (Martín Baños 2005: 19-24), existen dos cuestiones frecuentes: hablar del tiempo que hace y del que tiene el interlocutor permite establecer una conexión directa y prestar atención al momento compartido a través de la comunicación epistolar; e interesarse por la salud del receptor y de los miembros de la familia más cercana es un gesto obligado de cortesía y reconocimiento, que suele expresar sentimientos más profundos de afecto y preocupación por el bienestar propio y ajeno. En un epistolario fraternal como el que analizo en este capítulo, ambas cuestiones están presentes en la mayoría de las ciento treinta y siete cartas autógrafas inéditas de Isabel Clara Eugenia a Felipe III, cuya publicación vengo preparando1 en el marco del relativamente extenso corpus de correspondencia personal de la infanta (quinientas *

Resultado de los proyectos “Estrategias de comunicación y cultura política en la red familiar de los Austrias” (2013-2015: MINECO-FEDER, ref. HAR201239016-C04-03), adscrito a la Fundación Carlos de Amberes, y “Conformar la Monarquía Hispánica. Cultura política y prácticas dinásticas, siglos xvi-xvii” (2016-2020: MINECO-FEDER, ref. HAR2016-76214P), adscrito a la Universidad de Alcalá. 1. Las citas textuales de fragmentos de esta correspondencia que se incluyen en el texto de este capítulo o en las notas se presentan modernizadas y con una puntuación interpretativa, como la que se empleará en la edición en preparación de este epistolario.

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ochenta y dos cartas) que conocemos a través de las ediciones realizadas, entre otros, por Antonio Rodríguez Villa (1906), Sergio Fernández Larraín (1968), Santiago Martínez Hernández (2004), Julen Urkiza (2006) y Elisa García Prieto (2014). De hecho, en las misivas más breves que la infanta envía aprovechando la salida de un correo, que le da poco margen para escribir por la inmediatez de su despacho, siempre introduce alguna referencia al tiempo y a la salud. Lo importante para ella es mantener el contacto personal, pese a la distancia, y poder acompañar las cartas de negocios que remiten el archiduque Alberto u otros ministros relevantes hacia el soberano con algunos renglones afectivos expresados de su puño y letra.2 Tiempo Según los estudios ya clásicos de Emmanuel Le Roy Ladurie (Histoire du climat depuis de l’an mil, 1983) y otros historiadores interesados en la evolución y el impacto del clima en las sociedades humanas como H.H. Lamb (Climate, History and the Modern World, 1982), desde comienzos del siglo xiv hasta mediados del xix se experimentó un periodo frío al que se denomina Pequeña Edad del Hielo, que puso fin a una época más calurosa conocida como el “óptimo climático medieval” (entre el siglo x y mediados del xiv). Los episodios más intensos de frío se vivieron a mediados del siglo xvii y en las décadas de 1770 y 1850, pero este fenómeno glacial se dejó sentir mucho más claramente en el hemisferio norte, con una bajada de uno a tres grados Celsius en la temperatura media general, una reducción de la actividad de las 2.

Un buen ejemplo es esta carta de la infanta Isabel a Felipe III, Mariemont, 2 de diciembre de 1611 (colección particular, caja XXIV, carp. 3, carta 1): “Por no perder ninguna ocasión que pueda hacer esto, no quiero dejar la deste correo. Aunque hay tan poco que decir de acá que podría decir mucho de lo que deseo ya tener nuevas frescas de la salud de V. M. y el príncipe y sus hermanos, que cada día se me dobla este cuidado. Aquí la tenemos, aunque de ayer acá trae mi primo [el archiduque Alberto de Austria] un pie blando, pero espero no pasará adelante, ni nos estorbará el irnos a Bruselas de aquí a dos días, como pensamos, aunque ha llovido y llueve de manera que no sé cómo se saldrá de los caminos y los más días se puede decir que hace calor, que es bien bellaco tiempo. Plega a Dios que ahí le haga mejor y que V. M. se divierta y entretenga como se lo suplico, que no puedo dejar de hacello siempre por lo que nos va a todos en su salud y a mí más que a nadie”.

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manchas solares y una menor radiación, así como una influencia más amplia del fenómeno de El Niño, de consecuencias catastróficas en muchos lugares (Fagan 2001; y Parker 2013: 41-77). No obstante, los estudios más recientes de Morgan Kelly y Cormac Ó Gráda (2014a, 2014b y 2014c) han venido a revisar las interpretaciones de los datos expresados anteriormente en series de veinticinco años para ofrecer un análisis más detallado que permite reducir la impresión de unas fuertes oscilaciones en las temperaturas de cada estación y han realizado estas investigaciones con estudios comparados para Europa Central, los Países Bajos, Suiza e Inglaterra. La historia cultural del clima ha querido ver en el gusto por las pinturas invernales la expresión visual de esta Pequeña Edad del Hielo, y particularmente en las tablas y lienzos de los pintores flamencos y holandeses de los siglos xvi y xvii (Walsh 1991; Robinson 2005; y Ossing 2012), pero esta moda, introducida por Pieter Bruegel el Viejo, se debió más a un cambio estilístico y de interés del mercado que a las condiciones climáticas que se vivían entonces. Para hacerse una idea más precisa del tiempo que hubo en los Países Bajos en el periodo que abarca esta correspondencia, pueden consultarse las informaciones recopiladas por Buisman y van Engelen (2000) y el reciente estudio de Degroot (2018: 154-195). Entre los datos sobre el clima que podemos extraer de las cartas de la infanta Isabel en el periodo analizado, hallamos testimonios de un frío extremo e intensas heladas, sobre todo, en los meses de febrero y marzo. Así, por ejemplo, en 1616, escribe que habían llegado a helarse en los aposentos de palacio el vino y el vinagre, es decir, con temperaturas probablemente próximas a los –15 ºC, y que había más de una vara de nieve acumulada en Bruselas (más de 80 cm).3 En esos meses de pleno invierno, resultaba difícil incluso escribir, porque el frío era tal que “no hay tener la pluma en la mano y la tinta es menester tenella

3. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 6 de marzo de 1616 (colección particular, caja XXIV, carp. 6, carta 4): “el tiempo que ha hecho que ha sido el mayor frío que se ha visto de yelos que ha llegado a helarse el vino y el vinagre en los aposentos y cuatro semanas ha estado la tierra con más de una vara de nieve, ha habido hartos trineos, pero no hemos andado en ellos porque al principio no hacía tiempo para salir de casa ni para burlarse, que todo era dolores de costado y catarros de que ha muerto muchísima gente y muchos supito […] ahora ya no hace tanto frío y va el campo estando verde aunque ayer nevó […]”.

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con lumbre para que no se yele”.4 Sin duda, el relato más cercano a los fenómenos excepcionales que se recogen en esa llamada Pequeña Edad del Hielo es el que ella misma ofrece en una carta fechada a principios de marzo de 1621: […] no querría que hubiese hecho ahí el [tiempo] que aquí, que pues no estamos todos helados no es poco porque ha durado el frío un mes casi sin aflojar, que dicen los viejos ha cien años que no se ha visto otro tanto. Todas las riberas se han helado que pasaban carros por ellas y por la de Amberes que había muchas tiendas encima y algunos pozos también se han helado. El ganado ha pasado gran trabajo de no tener qué beber, la mar se ha helado en algunas partes tres, cuatro, seis leguas a las orillas y había montañas en ella como una casa y muchos navíos estaban helados que no podían ir ni a un cabo ni a otro y algunos pedían socorro que se les acabó la comida y no se le podían dar, aunque al fin se aventuraron dos hombres a ir sobre el hielo y les llevaron provisión. Mucha gente se ha helado por los caminos y muchísimas criaturas en las cunas. Después que entró esta luna hace calor y llueve, y muy lóbregos días espero.5

La primavera de 1616 había empezado siendo especialmente seca y calurosa y, como era habitual tras las nieves invernales, proliferaban los lobos, que causaban bastantes estragos. La infanta pensaba que en Flandes no sabían cómo matarlos si no era en invierno, por la mucha espesura que había en los bosques en otros periodos del año. El exceso de calor se dejó sentir aquel año con mucha severidad durante la peregrinación que solían realizar en abril al santuario mariano de Monteagudo (Scherpenheuvel), porque murieron de insolación varios caballos de los coches de su séquito, pero, estando allí, el tiempo volvió a cambiar, primero con lluvias intensas y después con heladas cada noche, que dañaron muchos árboles frutales y plantas de sus jardines.6 4. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 10 de febrero de 1621 (colección particular, caja XXIV, carp. 11, carta 1): “El frío que hace nos dará poco lugar de escribir porque es de manera que no hay tener la pluma en la mano y la tinta es menester tenella con lumbre para que no se yele y pues se ha helado el vino y el vinagre no es mucho se yelen ella y las personas por los caminos, que anteayer se helaron dos pobres capuchinos que salían a predicar de Amberes y otras muchas personas. Ha doce días que hace este tiempo y con haber caído mucha nieve no amansa”. 5. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 2 de marzo de 1621 (colección particular, caja XXIV, carp. 11, carta 2). 6. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, día de la Ascensión de 1616 (colección particular, caja XXIV, carp. 6, carta 5): “Siempre los años secos hay muchos

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Los cambios bruscos que se producían en las últimas semanas del invierno, y en los que se sucedían heladas, nevadas, lluvias y días de intenso calor, propiciaban la propagación de la peste, como señalaba la infanta en una carta de febrero de 1618, en la que se espanta de que no se tomen medidas de cuarentena y prevención más severas para tratar de evitar su propagación,7 porque en España esa falta de rigor habría causado muchas más víctimas. Habla de la existencia de epidemias de peste en Mons y sus alrededores a mediados de septiembre de 1615; en Bruselas y otras localidades, en febrero y octubre de 1617, y por toda la frontera meridional de los Países Bajos con Francia, en octubre de 1618. No obstante, las dolencias más graves que padeció la infanta se debieron a fuertes catarros con graves episodios de neumonía (padeciendo fuertes dolores pulmonares o de costado), que figuran documentados en sus cartas a Felipe III en los meses de febrero y marzo de 1613; marzo, noviembre y diciembre de 1615; enero de 1617, y abril y mayo de 1620. Le pide a su hermano que disculpe la letra y la penosa redacción de algunas de las cartas que le está escribiendo mientras padece las consecuencias de estos catarros, cuyos síntomas le duran semanas y, a veces, varios meses. También aparece constatado en su correspondencia un periodo prolongado de intensas lluvias en pleno verano de 1620, que sorprendentemente cesaron para la celebración de la solemne procesión del Santísimo Sacramento del Milagro el 19 de julio en Bruselas, cuando lo habitual, según vemos en otras cartas que aluden a la participación de los archiduques en ella, era pasar mucho calor y padecer la pegajosa lobos y así los ha habido ogaño aquí aunque con las nieves han muerto muchos que no les saben matar en otro tiempo por la mucha espesura de los bosques, también ha hecho sequedad y dos días que caminamos para nuestra novena hizo tal calor que el postrero se murieron tres caballos y el uno de nuestro coche pero allá nos hizo muy buen tiempo y los postreros días llovió muy bien y volvimos con frío y le ha hecho hasta hoy y helado todas estas noches, creo lo pagará la fruta aunque hay hartos árboles helados del invierno y todos los rosales alejandrinos”. 7. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 9 de febrero de 1618 (colección particular, caja XXIV, carp. 8, carta 1): “Heló mucho y nevó aquellos días y creo eso fue la causa [de la gota que padeció Alberto, estando siete días en cama] pero agora ha vuelto a llover y hacer calor que es bien malo para la peste que aún pica en este lugar y es harto milagro que no sea más porque no hay remedio de guardarse della, ni lo podemos acabar con ellos que entran de todas las partes donde la hay y comunican con todos y solo ponen una señal a la puerta sin cerralla ni hacer otra cosa que si aquí se pegase como ahí [en España] no quedaría nadie”.

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polvareda que se levantaba con el paso de las miles de personas que asistían al acto o con los finos lodos que se acumulaban por las calles tras varios días de precipitaciones: porque ha cuarenta días que no cesa de llover como si fuese en mitad del invierno y toda esta mañana ha llovido de manera que todos teníamos por imposible que pudiese andar la procesión, con todo, se resolvieron de andalla por el ejemplo que tienen que aunque llueva a cántaros en saliendo el Santísimo Sacramento luego escampa. Así ha sido hoy que nos ha hecho lindísimo día y aunque cuatro veces comenzó a llover, no duró media avemaría que se veía era cosa de milagro. Yo he andado la procesión y mi primo [Alberto] la vio de una ventana junto a la iglesia como suele, pero hemos venido tal de lodo que fue menester mudarnos todas porque aquí no hay remedio de hacelles limpiar las calles.8

Pero, en ocasiones, las lluvias también son motivo de chanza para la infanta, ya que, al hablar de las que había a menudo en su peregrinación a Monteagudo, recuerda las risas que pasan con las caídas provocadas por el barro: “Hanos hecho muy buen tiempo, aunque nos hemos mojado dos veces muy bien y hoy llueve de manera que si lo continúa creo habrá bien que merecer y que reír por las caídas que se dan con el lodo”.9 Otro fenómeno meteorológico característico en los Países Bajos, y particularmente en Bruselas, eran las nieblas muy intensas. En febrero de 1614, la infanta se queja a su hermano de que llevaban muchos días sin ver el sol, la noción del tiempo se pierde, y las continuas y densas nieblas impiden que corra el aire, de manera que los malos olores de los desperdicios humanos y animales que desprenden las calles penetran en los aposentos del palacio del Coudenberg si se abren las ventanas y resulta imposible librarse de ellos durante mucho tiempo.10 8. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 19 de julio de 1620 (colección particular, caja XXIV, carp. 10, carta 18). 9. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Diest, 2 de mayo de 1619 (colección particular, caja XXIV, carp. 4, carta 5). 10. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 22 de febrero de 1614 (colección particular, caja XXIV, carp. 4, carta 2): “porque ha tanto que no vemos el sol que se puede decir no se sabe en qué hora se vive. Todo es nieblas terribles y que güelen tan mal que es menester tener mucho cuidado de no abrir las ventanas, porque queda el olor todo el día en los aposentos”.

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Estos son algunos ejemplos de las menciones al clima que hallamos en la correspondencia de Isabel Clara Eugenia. No me detendré en detallar más las alusiones al buen tiempo, que también abundan, ni las comparaciones con las experiencias vividas en España durante su infancia y juventud o con la situación del tiempo que las cartas de su hermano Felipe le indican para no hacer demasiado prolija esta cuestión en el presente capítulo. Salud Las cartas familiares, los avisos de corte y los despachos de los diplomáticos siempre informan del estado de salud del soberano y su familia. Se trata de una cuestión de Estado esencial para la conservación de la monarquía y de una preocupación afectiva habitual entre parientes que viven a distancia. En la selección de cartas analizada en este caso, que abarcan los años 1611-1621, siempre se dedican algunas líneas o párrafos a informar al correspondiente del estado de salud de quien escribe y a manifestar verdadero interés por el de los familiares y criados más cercanos. En las cartas autógrafas personales que la infanta Isabel envía a su hermano Felipe, siempre aborda esta cuestión de una manera más emotiva, que va más allá de las formalidades propias de las despedidas epistolares. En este conjunto de cartas autógrafas de Isabel percibimos el estado melancólico y triste en que se vio sumido Felipe III al enviudar de la reina Margarita en 1611, y es palpable la preocupación de su hermana por la salud del monarca en aquellas primeras semanas de luto y pesadumbre. En una carta remitida por ella desde Mariemont el 11 de noviembre de aquel mismo año, señala que hacía casi un mes que no recibía cartas de Felipe y que había sentido alivio al enterarse de que había ido a entretenerse a La Ventosilla saliendo al campo, alejándose del bullicio de la corte: “Yo no puedo dejar de besar las manos a V. M. por haber hecho lo que le han suplicado los médicos y divertídose un poco con salir al campo y los dos lugares que escogió V. M. para ello eran muy a propósito que ya se sabe la gente que carga en estas ocasiones cuando se está cerca de Madrid y irse della es lo mejor que puede haber hecho V. M.”.11 Y, al igual

11. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Mariemont, 11 de noviembre de 1611 (Archivo General de Simancas (AGS), Estado, leg. 8816, pp. 3-8).

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que el rey le manifestaba en su carta que deseaba mucho que su hermana pudiese estar con él disfrutando de La Ventosilla, ella le respondía que una de las ventajas más apreciadas de sus estancias en el palacio de Mariemont era la tranquilidad que proporcionaba para poder disfrutar al aire libre con un acceso directo desde su aposento a sus jardines, huerta y bosque: “Yo quisiera poder poner ahí a V. M. este parque porque dende mi aposento pudiera hacer ejercicio en él sin ánima viviente, que es lo mejor que esto tiene”. “La gota de mi primo” Cuando la infanta Isabel informa a su hermano sobre el estado de salud que tienen ella y su marido, muy a menudo incluye menciones a la gota que afecta de manera crónica a su esposo, el archiduque Alberto. Esta dolorosa forma de artritis se produce por la acumulación de ácido úrico en la sangre, que deriva de la descomposición de las purinas. Si este no se elimina bien a través de la orina, se acumula en forma de cristales que resultan muy dolorosos y que pueden llegar a formar piedras en los riñones. Los primeros ataques se producen en el dedo gordo del pie, pero suelen afectar principalmente a las articulaciones (tobillos, rodillas, muñecas, codos) y a las extremidades (talones, manos, dedos). Con la edad, los ataques duran más tiempo y son más frecuentes. Hay más propensión a padecerla entre los hombres y entre quienes tienen antecedentes familiares, consumen bastante alcohol y alimentos ricos en purinas (carne de caza, vísceras, legumbres…) o están obesos. Isabel se esmera en añadir estas informaciones sobre la gota de Alberto —a quien siempre se refiere como “mi primo”— para excusarle por no poder escribir de puño y letra al rey contestando a sus cartas personales y tener que hacerlo por mano de un secretario. Conservamos ejemplos de las cartas que Alberto conseguía escribir con enormes dificultades al rey cuando la gota le permitía manejar su mano derecha. Apenas se alcanza a entender lo que escribe, con unos caracteres diminutos y líneas torcidas.12 12. Así se lo explica la infanta en una carta que llevará en mano a Felipe III Pedro de Zúñiga y de la Cueva, aprovechando su viaje de regreso a España tras el desempeño de su embajada en Inglaterra (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 47-49, Mariemont,

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Es habitual en esta correspondencia la relación que se establece entre el empeoramiento de los síntomas de la gota que padece Alberto y los cambios en el clima. Aunque este no determina la evolución de la enfermedad, algunos factores ambientales pueden aumentar la sensación de dolor y la rigidez en las articulaciones propias de este tipo de artritis: el frío intenso, la humedad de la lluvia o la nieve, el descenso de la presión y el aumento de la humedad relativa. Por el contrario, en zonas más cálidas o en periodos de ascenso de la temperatura, se aprecia también cierta mejoría en los síntomas. Estos pacientes deben abrigarse bien frente a las inclemencias del clima (cabeza, articulaciones y extremidades, sobre todo). En aquella época, los médicos solían sangrar a los pacientes aquejados de gota y, si lo hacían en periodos más favorables, como en primavera o verano, podían mejorar las condiciones con las que afrontarían las estaciones más severas de otoño e invierno (más húmedas y frías); también eran purgados, como vemos en este comentario de la infanta: “le volvió la gota a mi primo en la mano. Hanle sangrado dos veces que a mi parecer lo había menester dende el verano pasado, y pienso que si [lo] hubiera hecho entonces, no le hubiera acudido tantas veces la gota. También se ha purgado y ha quedado bueno, aunque los pies están aún un poco blandos”.13 La primavera de 1614, poco antes y después de Semana Santa, fue especialmente propicia para el agravamiento de los síntomas de los numerosos gotosos que había en la corte de Bruselas, como señalaba Isabel a su hermano Felipe en una carta fechada el 15 de abril. Le instaba a hacer siempre ejercicio, porque los encierros y el excesivo reposo acababan debilitando la condición física del enfermo y retrasaban su recuperación. Se mostraba en esto totalmente contraria al criterio conservador de los médicos y, sabedora de la experiencia vivida con la enfermedad de su padre, Felipe II, recomendaba el ejercicio continuo 12 de noviembre de 1611): “el marqués, podrá dar particulares nuevas a V. M. de acá, y dirá lo mal que le ha tratado la gota a mi primo, pues ha diez y ocho días que le dio por haber mudado el tiempo y vuelto con tanta agua y tales aires que nos ha estorbado la gota el gozar del campo. Debió de ser por consolarnos de no poder ir a él. Hale tocado la gota a mi primo en los pies y rodillas, y en una cadera y en las manos, y por tener aún hinchada la derecha no puede escribir. Ha estado algunos días en la cama, aunque no creo hoy, queda levantado y espero que podrá andar mañana”. 13. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 1 de abril de 1613 (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 21-25).

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para evitar la gota o limitar sus efectos.14 El problema adicional era que los fuertes dolores y la rigidez en las articulaciones hacían insufrible al paciente el esfuerzo de vestirse para salir en público y complicaban su movilidad, haciendo necesario recurrir a un bastón, una silla, un cochecito o unas andillas, a los que también alude Isabel en sus cartas a Felipe a lo largo de esta segunda década del siglo xvii. Durante aquella misma estación, los archiduques renunciaron a hacer su habitual jornada primaveral en Mariemont —el Aranjuez de Flandes— porque, según la infanta, “los que se cansaban de aquella vida han dado en decir que le hacía mal a mi primo y que a él no se le daba nada por ir allá sino que yo le llevaba para matalle porque me holgaba allí”; a lo que ella rebatía señalando a su hermano que Alberto se encontraba mejor en Mariemont que en Bruselas y que el empeoramiento padecido allí el invierno pasado de 1613 había sido causado “por la dieta que le dieron pensando quitalle la gota con eso y le pusieron en estremo que ha sido harto volver en sí”.15 La excusa de la salud del archiduque entre quienes desaconsejaban su ida a Mariemont parecía deberse más bien, como apuntaba la infanta, a las peores condiciones de alojamiento que tenían los cortesanos que los acompañaban,16 al menos hasta la reforma que completó pocos años

14. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 15 de abril de 1614 (colección particular, caja XXIV, carp. 4, carta 4): “De cuatro días acá ha entrado el calor tan de golpe que con eso le ha dado en la mano derecha y la tiene tan hinchada y el codo que no se ha podido vestir, porque no hay remedio de rendirse a que otro le vista. Por esto no puede escribir y así me ha pedido le disculpe con V. M. Espero pasará presto esta gota que tanto nos persigue y este año debe ser año della que no se puede creer los gotosos que hay y me parece también allá. Siempre pido a Nuestro Señor libre a V.M. de tan mala cosa. Estoy por decir que he holgado que le venga estas dos veces la gota a mi primo porque con eso han acabado los médicos de desengañarse de que el tiempo que le han tenido encerrado y sin andar le ha dado más a menudo y ahora le mandan que ande y salga, porque vían que se iba casi tullendo de los pies y después que anda está otra persona, Yo me quebraba la cabeza con decillo, pero no había remedio. V.M. no deje el ejercicio siempre que con eso espero se librará de la gota”. 15. Carta de Isabel a Felipe III, Bruselas, 24 de mayo de 1614 (colección particular, caja XXIV, carp. 4, carta 8). 16. Ibidem: “[…] y es lo bueno que los mismos que lo han dicho ahora desean que vamos allá [el Santuario de Scherpenheuvel (o Monteagudo)] temiendo no vamos a otra parte donde estén peor acomodados, aunque así es el mundo de acá, que me hace algunas veces desear que alcanzaran a mi padre para que les mostrara a vivir y aun creo que V. M. lo hace así también y yo sé que hiciera reír a V.M. si le pudiera

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después la construcción de cuatro torrecillas con escaleras de servicio y nuevos aposentos en las esquinas del pabellón principal (Demeester 1987-1981; De Jonge 1998: 192-193; García García 2013: 183-185). Las discrepancias de tratamiento de la gota de Alberto entre la infanta y los médicos que le atendían volvieron a repetirse en la Semana Santa de 1620: “toda ella ha estado en la cama, o le han tenido los médicos, por mejor decir, bien contra mi voluntad, que piensan curalle la gota con eso y no hacen más que tullille mucho más y enflaquecelle”.17 Permaneció veinte días en cama, con una mejoría muy lenta, que poco después derivó en un “dolor de ijada” que le mantuvo postrado otros tres días con un fuerte deterioro físico. El cambiante tiempo de aquella primavera agravaba los síntomas de su gota y le ocasionó a la infanta un catarro que no lograba curar: “Ha hecho grandísimo calor estos días y hoy hace otra vez frío. No hay quien entienda este tiempo. Yo me estoy con mi catarro que, aunque es menos, no se me acaba de quitar, ni creo se me quitará hasta que me dé un poco de aire […]”.18 Estaba convencida de que ese continuado encierro en la jaula que era el palacio de Coudenberg, en Bruselas, contribuía a prolongar la convalecencia y favorecía las recaídas: “que siete meses ha casi no hemos salido, sino dos días de casa. Mire V. M. qué salud puede haber de estar siempre metidos en nuestra jaula, que en metiéndose mi primo aquí en Bruselas no hay hacelle salir de casa, y por eso le aprieta siempre la gota”.19 De hecho, con mucha frecuencia, la gota de Alberto solía complicar de manera imprevista la agenda ceremonial y festiva de los archiduques y obligaba a postergar o cancelar las jornadas ordinarias y extraordinarias que hacían a otros reales sitios (Mariemont, Tervuren, Diest, Gante, Binche…), abadías y santuarios. La infanta suele mencionar estas circunstancias en sus cartas a Felipe. En una del 9 de noviembre de 1615, le comenta que la boda entre el príncipe de Epinoy, Guillaume III de Melun, y la hija mayor del duque de Aerschot, Ernestine de Ligne, que tuvo lugar seis días antes, se había tenido que contar algunas cosas de nuestras jornadas, pero basta decir que no hay otra cosa por todo el lugar sino que no vamos a Mariemont porque V. M. me ha escrito mandándome que no vaya allá […]”. 17. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 14 de mayo de 1620 (colección particular, caja XXIV, carp. 10, carta 13). 18. Ibidem. 19. Ibidem.

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retrasar cuando la novia acababa de recuperarse de muchos días de fiebres intermitentes (tercianas): “Mi primo, o la gota por mejor decir, les hicieron una burla a los novios, que estando para casarse otro día después de haberse detenido hartos por estar también la novia con tercianas, le dio a mi primo la gota y así se hubo de detener la boda quince días”.20 También durante las Navidades de 1615 y las fiestas de Pascua a principios de enero de 1616, la gota se dejó sentir no solo en Alberto, sino también en su hermano el archiduque Maximiliano III, que estaba de visita en la corte de Bruselas, y la padecieron de manera casi consecutiva o simultánea: “aunque mi primo tuvo la gota los otros días y hubo de estar en la cama la víspera y el día de Pascua, pero más estuvo el archiduque Maximiliano que estuvo doce con su gota y el día que se levantó le dio a mi primo en las mismas partes”.21 A la infanta, le llamaba la atención que Maximiliano probaba toda suerte de remedios que le sugerían o que se le ocurrían sin dejar que los médicos se le acercasen: “El archiduque se hace cuantos remedios le dicen y los que a él le parece de su cabeza sin que asome médico en su aposento, ni los quiere ver, y come y bebe cuantas cosas se le antojan. El tiempo que estuvo malo lo más que comía eran arenques crudos”.22 En vísperas del Corpus de 1619, que los archiduques tuvieron que celebrar en su oratorio estando en Mariemont, al no poder regresar a Bruselas por la gota que padecía Alberto, la infanta llega a recordarle a su hermano Felipe cuánto había rabiado de joven porque la gota de su padre le hubiese dado tan recio que les impedía disfrutar de aquellas fiestas (oficios, procesiones y representaciones de autos): “Harto me he acordado cuántas rabias nos tiene hechas la gota de mi padre en los días del Corpus y no me parece las ha olvidado”.23 Aunque en verano los síntomas de la gota parecían mejorar, también se padecían otras afecciones. La infanta relata a principios de agosto de 1617 lo que parece ser una intoxicación alimentaria (asociada normalmente al consumo de mariscos, cacahuetes, nueces, castañas, 20. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 9 de noviembre de 1615 (colección particular, caja XXIV, carp. 5, carta 4). 21. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 14 de enero de 1616 (colección particular, caja XXIV, carp. 6, carta 2). 22. Ibidem. 23. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Mariemont, víspera del Corpus (29 de mayo) de 1619 (colección particular, caja XXIV, carp. 9, carta 7).

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leche o huevos de gallina), que produjo una reacción alérgica en forma de angioedema (inflamación de la piel de la cara, los labios, los párpados, las orejas, la lengua o la garganta) no solo a los propios archiduques Alberto e Isabel, sino también a otros cortesanos.24 El intenso frío y las fuertes heladas que estaban padeciendo en Bruselas en enero de 1619 también agravaron los síntomas de la gota de Alberto, que le dio en ambas manos, impidiéndole comer por sí mismo: “que le ha cogido de manera que no ha podido comer por su mano hasta hoy, que es cosa que lo siente más que el dolor de la gota”.25 Aunque Alberto murió el 13 de julio de 1621 a consecuencia seguramente de una neumonía, desde el mes de mayo se hallaba muy deteriorado, como un cadáver viviente, apenas se le entendía cuando hablaba entre dientes y su movilidad era muy reducida; la gota, las fiebres y los problemas estomacales habían ido minando su salud (Duerloo 2015: 469-471). Infecciones víricas: viruela, sarampión, varicela y rubeola Ya en la correspondencia, publicada por Rodríguez Villa, entre la infanta Isabel y el duque de Lerma, hallamos referencias a infecciones víricas de viruelas que padecieron su hermano Felipe III y la reina Margarita, cuando ella estaba embarazada, a fines del verano de 1602: “Yo riño a mi hermano por lo poco que se ha guardado; que me tiene con mucho cuidado, porque nunca ha tenido viruelas a derechas”.26 Tres años después, fueron los sobrinos de la infanta Catalina Micaela que se hallaban en la corte española (Río Barredo 2006) quienes padecieron viruelas a edades más avanzadas de lo habitual, como le había sucedido a la hermana de Isabel: “Las viruelas de mis sobrinos espero 24. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 1 de agosto de 1617 (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 189-194): “Aquí la tenemos y a mi primo le va mejor que suele de la gota, aunque entrambos hemos probado una fruta que anda ahora por acá que es hincharse las orejas o los carrillos, que lo uno o lo otro no hay naide que haya escapado sin tenello. A mi primo se le hinchó una oreja y hale durado más, porque no se quiso poner nada. Al principio a mí se me hinchó un carrillo y con reventárseme una postema en las encías estoy mejor, pero, con todo, no podré escribir tan largo como quisera porque en bajando un poco la cabeza se me vuelve a enconar”. 25. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 29 de enero de 1619 (colección particular, caja XXIV, carp. 9, carta 2). 26. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Gante, septiembre de 1602 (Rodríguez Villa 1906, carta 48: 70).

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serán ya pasadas: parece que han querido parecerse a su madre que las tuvo tan tarde”.27 Lamentablemente, el mayor de los príncipes de Saboya, Filippo Emmanuelle, murió a consecuencia de esta infección.28

Los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia en el palacio de Tervuren en Bruselas, ca. 1621, por Jan Brueghel el Viejo. © Museo del Prado (Madrid). 27. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, 28 de febrero de 1605 (Rodríguez Villa 1906, carta 91: 134). 28. Una relación de Cabrera de Córdoba (1857: 235), fechada en Valladolid el 29 de febrero de 1605, recoge esta noticia: “Hase entretenido S. M. sin salir de aquí hasta los 3 de este mes que se fue a la Ventosilla, dejando a los dos príncipes mayores de Saboya cubiertos de viruelas y sarampión; las cuales apretaron tanto al mayor [Filippo Emmanuelle] que ha muerto de ellas a los 9 de este con general sentimiento de todos […]. Después, aquella tarde [12 de febrero] llegó S. M., y halló a la Infanta [Ana] con unas tercianillas y sus crecimientos, de que la han sangrado dos veces; la cual queda con mucha mejoría, y el príncipe de Saboya [Vittorio Amedeo] también con sus viruelas, sin calentura, aunque tiene cierto accidente de asma. Su hermano, el prior de San Juan [Emmanuelle Filiberto], había días que las había tenido, aunque todavía guardaba la cama, y de cierto corrimiento que le ha acudido a la pierna le ha sobrevenido calentura, aunque no da mucho cuidado a los médicos hasta agora, porque también se atribuye al sentimiento de la muerte del hermano mayor […]”.

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Felipe III, sedente, ca. 1615, por Bartolomé González. © Museo del Prado (Madrid).

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Fragmento de una carta de la infanta Isabel Clara Eugenia a Felipe III, Bruselas, 4 de diciembre de 1615, colección particular.

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Como recuerda también Isabel en otra carta posterior, fechada el domingo de Ramos en Bruselas, su hermano Felipe solamente había padecido de pequeño las llamadas “viruelas locas” (varicela), y por ello debía evitar contagiarse de viruelas, que a su edad (unos veintisiete años entonces) podían resultar muy graves.29 Isabel también fue informada por Lerma de las viruelas que tuvo el príncipe Felipe en el invierno de 1608: “las viruelas del Príncipe espero serán como las de mi hermano, que con esas se librará de tenellas otra vez”.30 Tanto el príncipe como sus hermanos (Carlos y Fernando) padecieron una nueva epidemia vírica en el invierno de 1611, a la que Isabel se refiere como “tempestad de viruelas y sarampión”,31 una expresión que volverá a emplear en sus cartas con Felipe. Como vemos por los ejemplos citados, en los que se habla de “viruelas”, “viruelas locas” y “sarampión”, resulta imposible determinar si alguno de estos testimonios se refiere también a casos de rubeola. Como es obvio, esta constante preocupación de la infanta por la salud de sus sobrinos en la corte española también se aprecia en todas las cartas personales que escribió a su hermano Felipe. Siempre se alegra cuando recibe buenas nuevas de su estado de salud y se muestra muy preocupada cuando estas se retrasan en momentos de incertidumbre. En la despedida de cada carta les besa las manos y encomienda a Dios que los guarde. En febrero de 1614, hubo otra “borrasca de viruelas y sarampión” en la familia real, que afectó particularmente a las infantas Ana y María. Isabel temía que, si no se seguía el riguroso aislamiento prescrito por los médicos que impedía a Felipe visitar a sus convalecientes hijas, la infección podría afectar al propio rey y a otras personas al servicio de las casas reales que tuviesen contacto con las pequeñas. Las damas más jóvenes tenían miedo de verse afeadas por las señales que 29. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, domingo de Ramos de 1605 (Rodríguez Villa 1906, carta 92: 135): “Bendito sea Dios que tanta merced nos ha hecho de libralle de las viruelas; que yo os confieso cada vez que me dicen las hay donde mi hermano está y me acuerdo que no las ha tenido sino locas, no puedo perder el cuidado; y así por amor de Dios que siempre le acordéis que se guarde”. 30. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, víspera de San Andrés (29 de noviembre) de 1608 (Rodríguez Villa 1906, carta 151: 199). 31. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, día de la Candelaria (2 de febrero) de 1611 (Rodríguez Villa 1906, carta 183: 230).

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una viruela mal tratada podría dejar en sus rostros. Isabel también recordaba en aquella carta las dificultades que hubo en palacio cuando eran pequeños para el tratamiento simultáneo de Felipe y tres de sus hermanos, que tuvieron viruelas a un mismo tiempo.32 Gracias a una carta del 15 de abril de ese mismo año, sabemos que las dos infantas habían quedado sin señales de estas infecciones.33 Era muy importante para ellas, puesto que Ana ya era reina de Francia al haberse firmado en 1612 sus capitulaciones matrimoniales con Luis XIII y marcharía a la Jornada de las Entregas en la frontera del Bidasoa al año siguiente (1615); María pronto empezaría a ser objeto de negociaciones para un enlace con el príncipe de Gales. Podemos hacernos idea de la gravedad que tuvo esta infección de viruelas en el contexto del reciente

32. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 7 de febrero de 1614 (colección particular, caja XXIV, carp. 4, carta 1): “Yo estoy muy contenta de que haya pasado por todos, el mayor cuidado me daba V. M. sabiendo que no ha tenido sino viruelas locas, y temiendo había de querer ver a mi nuera [la infanta Ana Mauricia] muy temprano, y así vera V. M. cuán de parte estaré de los médicos en lo bien que lo han hecho en no dejar a V. M. ir a su aposento ni vella hasta estar seguros de no haberse de pegar, que cuando se quitan es cuando más se pegan. Yo bien creo lo que V. M. lo habrá sentido y mi nuera el no ver a V. M., pero vanos mucho y a toda la Cristiandad en la vida de V. M., y así es menester que mire por ella con muchas veras y mi nuera es tan discreta que más quería pasar la pena de no ver a V. M. que no aventurar a pegarle las viruelas. Yo imagino cual se andaría aquellos días y más estando todos apartados, que aun los médicos tendrían harto que hacer en acudir de un cabo a otro, porque con estar juntos vi yo harto en qué entender cuando V. M. y otros tres de nuestros hermanos tuvieron las viruelas a un tiempo. Yo me he reído del miedo de las damas. Yo creo que [a] doña Catalina de Acuña le pesaría harto si le quedan señales y acá a otros síguese suena por acá, y creo que por eso se las desea V. M. Caridad es remediar los apasionados, aunque sea deseando que se vuelva fea su dama, paréceme que nos trata de una manera Nuestro Señor, pues allá y acá nos ha dado enfermedades”. 33. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 15 de abril de 1614 (colección particular, caja XXIV, carp. 4, carta 4): “No hay tan buen día para mí como el que tenga carta de V. M. y así lo fue el que llegó la de 4 del pasado y más con las buenas nuevas de la salud de V. M. y el príncipe y mi nuera y sus hermanos, de que doy mil gracias a Dios y de que la borrasca de las viruelas y sarampión haya pasado también y quedado sin señales la reina de Francia [Ana de Austria] y su hermana [María], que ha sido una gran cosa y tenello ya pasado. Espero que los demás estarán ya del todo buenos de los achaques que les habían quedado, pero harto deseo ya otras cartas para tener nuevas frescas dello, que no se puede dejar de estar con mucho cuidado en sabiendo que tienen cualquier achaque”. La infanta Ana padeció el sarampión en 1604, como señala una carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, Martes Santo, 1604 (Rodríguez Villa 1906, carta 73: 104).

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acuerdo suscrito con Francia gracias a las noticias aportadas por Luis Cabrera de Córdoba34 y al informe remitido por los médicos de la cámara, Luis del Valle y Francisco de Herrera, en diciembre de 1613, así como por la carta del duque de Lerma al embajador español en la corte francesa, Íñigo de Cárdenas, que acompaña a dicho informe médico y a otra carta del embajador francés en Madrid, el barón de Vaucelas. Lerma se había quedado en El Pardo con los demás infantes, a los que trasladó enseguida a su residencia de la Huerta, entre la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado, para evitar que se contagiasen de las viruelas que padecía Ana, pero el rey se mantuvo cerca de su primogénita.35 La correspondencia de Isabel Clara Eugenia con su hermano también se hace eco de las dificultades por las que pasó la princesa Isabel de Borbón, que iba a casarse con el príncipe de Asturias, futuro Felipe IV, e intervendría en la misma ceremonia de las Entregas en la frontera en otoño de 1615. A mediados de septiembre de ese año, comentaba que ella también estaba padeciendo una infección de virue34. En una relación fechada en Madrid el 11 de enero de 1614, leemos: “No se ha tenido en Palacio las Pascuas tan alegres como otros años, por haber estado con viruelas y sarampión la Reina de Francia [Ana de Austria] desde el domingo antes; y allende de haberle cargado mucho, se temió le dieran en la garganta si no se hicieran prevenciones para que no le salieran allí, pero dióle un gran flujo en el vientre que hizo temer a los médicos, y la mandaron dar el Viático el día de los Inocentes, y plació a Dios que el día siguiente comenzó a mejorar; y desde entonces se le fue declarando la salud hasta haberla cobrado, aunque tiene tan llena de manchas la cara, que no saben si le quedarán señales, si bien los remedios que se le hacen son muchos, para que le quede limpio el rostro. Luego que se declaró el mal, llevaron a sus Altezas al Pardo por desviarlos de la ocasión de pegárseles, y han estado allá hasta el domingo pasado, teniéndolos a cargo el duque de Lerma que los trajo a su huerta, y allá y acá ha ido S. M. a verlos de ordinario […]” (Cabrera de Córdoba 1857: 540). 35. Minuta de carta del duque de Lerma a Íñigo de Cárdenas, embajador de España en París, El Pardo, 1 de enero de 1614; en la postdata autógrafa añade: “En gran aprieto nos hemos visto, gracias a Dios que la Reyna esta ya fuera de todo peligro y con tan buena gana de comer que parece ya convaleciente, Dios la guarde, y ha pasado su mal con la mayor cordura del mundo todo y tan subjeta a los remedios que espanta en tan pocos años y lo que mas siente es la soledad de no poder ver a su padre y hermanos, Su Mgd. no quiso dexarla pero ynbio aqui a sus Altezas todos y yo que les estoy acompañando y pasase gran frio”; informe de los médicos Dr. Valle y Dr. Francisco de Herrera, Madrid, 31 de diciembre de 1613, con postdata fechada el 2 de enero de 1614 (AGS, Estado, K-1453, docs. 207a-b).

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La princesa Isabel de Borbón, ca. 1615, por Frans Pourbus el Joven. © Museo del Prado (Madrid).

las que le había dado en Poitiers. Ya había tenido antes otra infección parecida, pero temían que este nuevo ataque le podría dejar señales, hallándose en fechas tan cercanas al acto solemne de las Entregas. No obstante, señalaba la infanta Isabel: “El otro día me envió la reina [María de Médicis] un retrato suyo que dicen no le falta sino hablar. Es harto grande para su edad y pienso será muy hermosa porque

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se ha enmendado mucho de tres años a esta parte que tenía yo otro retrato”.36 La excelente impresión que la belleza, la gracia y la inteligencia de Isabel de Borbón dejaron al séquito español en la frontera enseguida se hizo patente, y se disiparon los temores que ella tenía porque Ana la viese todavía con algunas señales de las pasadas viruelas. También los franceses se mostraban muy contentos con la apariencia y maneras de su nueva reina.37 Felipe III y su hijo ratificaron a la infanta Isabel lo bien que les parecía la princesa Isabel de Borbón, pese a las manchas que todavía tenía de las viruelas: “Muy contenta estoy de que le haya parecido bien a V. M. la princesa. Es verdad que el retrato que yo tengo suyo también [se] parece a mi hermana [Catalina Micaela]. Harto hace en parecer bien con las manchas de las viruelas, pero cada día será más hermosa, porque siempre se ha ido enmendando”.38 El infante Carlos también sufrió infecciones víricas en los inviernos de 1614 y de 1619, pero sin graves consecuencias.39 No fue así en el caso de una nieta del duque de Uceda (primogénito del duque de Lerma), que falleció a consecuencia de la viruela a finales del verano de 1620, como señalaba la infanta en una carta a Felipe fechada el 2 de septiembre, en la que contrastaba la menor virulencia de la infección que se estaba dando entonces en el entorno de la corte de los archiduques: “Hame pesado mucho de la muerte de su nieta del 36. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 14 de septiembre de 1615 (colección particular, caja XXIV, carp. 5, carta 2). 37. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 4 de diciembre de 1615 (colección particular, caja XXIV, carp. 5, carta 5): “Escríbenme cómo les contentaba mucho la princesa [Isabel de Borbón] y hacer harto en parecer bien con lo poco que ha que ha pasado las viruelas de que ella iba harto triste, porque decía que la reina de Francia [Ana de Austria] la vería ansí y no la vería más, que por V. M. y el príncipe [Felipe] no se le daba tanto, pues la verían sin manchas. Ya deseo saber cómo le habrá parecido a V. M. y al príncipe, y deseo sea muy bien porque la quiero mucho y se lo debo por la merced que me ha hecho siempre y ser mi ahijada. Contentísima estoy de cuán hermosa y agraciada ha parecido la reina en Francia, que están locos los franceses que la han visto y escriben maravillas”. 38. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 14 de enero de 1616 (colección particular, caja XXIV, carp. 6, carta 2). 39. Se hace referencia a estas “viruelas” del infante don Carlos en dos cartas de la infanta Isabel a Felipe III fechadas en Tervuren, 8 de diciembre de 1614 y 10 de noviembre de 1619, que se conservan en AGS, Estado, leg. 8816, pp. 29-31 y 229231, respectivamente.

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duque de Uceda. También acá andan muchas viruelas, pero no son peligrosas”.40 Chapines, barros y cosméticos: excesos de belleza entre las jóvenes doncellas y las infantas La infanta Isabel se muestra crítica contra algunas prácticas que ponían en riesgo la salud de jóvenes y adolescentes para ajustarse a los cánones estéticos de moda: luciendo una tez muy pálida, usando muchos cosméticos y llevando tacones para parecer más esbeltas. Cuestiones que nos resultan familiares también hoy en día. Entre la aristocracia y la realeza, se había introducido la costumbre de que las adolescentes que alcanzaban la pubertad empezasen a usar chapines (zapato con una suela de plataforma elevada confeccionada con láminas superpuestas de corcho que podía alcanzar más de 10 cm de alto) (Fuente Andrés 2015: 73-77) para significar su acceso a la condición de doncellas casaderas o ya comprometidas y también para llevar vestidos o faldas más largas, que realzaban su figura. Al cumplir los quince años, la infanta Ana (ya reconocida reina de Francia desde 1612) pudo empezar a usar chapines. Su tía Isabel se hace eco de la noticia y le recrimina a su hermano Felipe que le deje usar unos demasiado altos: “Mucho holgara de ver a la reina de Francia [Ana de Austria] con sus chapines. Yo pienso se cansará tan presto dellos como yo lo hice, aunque los deseé harto y no sé por qué se los consiente V. M. poner tan altos, pues tiene hartos años para crecer”.41 Una de las cartas escritas por Felipe II a sus hijas Isabel y Catalina desde Lisboa, en marzo de 1582, alude a este uso de altos chapines por las infantas, que contaban entonces dieciséis y quince años, respectivamente, porque con ellos parecían más altas que la hermana del rey, la emperatriz María de Austria, y su sobrina, sor Margarita de la Cruz, y les pedía que no se envanecieran con ello.42

40. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Mariemont, 2 de septiembre de 1620 (colección particular, caja XXIV, carp. 10, carta 11). 41. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 14 de septiembre de 1615 (colección particular, caja XXIV, carp. 5, carta 2). 42. Carta de Felipe II a sus hijas Isabel y Catalina, Lisboa, 5 de marzo de 1582 (Bouza Álvarez 1988, carta XVI: 63): “Y según aquello debéis de haber crecido harto,

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En una larga carta fechada el día de la Ascensión de 1616, la infanta Isabel le contó a su hermano que nada más regresar a Bruselas habían celebrado la boda de una de las jóvenes aristócratas de su servicio. Se trataba de María de Barbazón, la cual contaba entonces solamente trece años de edad y cuyo matrimonio estaba concertado desde el fallecimiento de su padre, Everardo de Barbazón, con Alberto de Ligne y Arenberg, de quince años. Como las mujeres no podían ser cabezas de las principales casas nobiliarias en los Países Bajos, se prefirió este matrimonio para conservar esta, que era una de las más antiguas de aquellos Estados. Las circunstancias de la boda también fueron peculiares, porque, además de la juventud de los contrayentes, ella padecía unas tercianas dobles desde su visita al santuario de Monteagudo, y, con el trabajo de los preparativos del sarao y de las galas, se había enfriado y estaba convaleciente, pero, como el gasto ya estaba hecho y no tenían breve papal para oír misa después de las doce del mediodía, la ceremonia no se difirió y hubo que portarla en brazos desde su aposento hasta el de la infanta Isabel, llevando en los pies sus nuevos chapines, “que estaba tan contenta con ellos que con todo su mal no los quería soltar y al danzar cada credo caía con ellos, que se los puso el día antes y él la espada, que también era menino”.43 Fue necesario decir misa primero y después las bendiciones, “y ella hubo de estar casi echada a todo, que cada credo se desmayaba y el novio vino tan apercibido que le traía una caja de alcorzas en la faltriquera y un puntillo de agua de azahar”.44 Cuando los archiduques se hallaban veraneando en Mariemont aquel mismo año de 1616, hubo un pequeño incendio durante la siesta del día de San Juan al prender unas velas en los ramos que adornaban un pequeño altar erigido al santo. Aunque el fuego pudo apagarse rápidamente, varias de las damas que dormían allí no lograron evitar que parte de sus ropas y chapines se perdiesen entre las llamas

pues me dice que vos, la mayor [Isabel Clara Eugenia], estabais mayor que ella [María de Austria] con chapines y también vos, la menor, pues estáis mayor que vuestra prima [Margarita de la Cruz], siendo de más edad que vos. Mas no os envanezcáis con esto, que más creo que lo hace ser ella muy pequeña que no vos grandes”. 43. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, día de la Ascensión de 1616 (colección particular, caja XXIV, carp. 6, carta 5). 44. Ibidem.

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o quedasen inservibles. Las que se quedaron sin sus chapines “andaban pidiendo prestado a las otras, y cada una decía que no había traído sino los que tenían en los pies”, y, si bien la infanta tenía varios pares consigo, no les servían a las jóvenes damas a su servicio porque eran muy bajos para ellas, “y así anduvieron las faltas arrastrando todo aquel día”. Isabel contaba esta entretenida anécdota a su hermano Felipe en una larga carta escrita al día siguiente, que concluía afirmando: “En fin, en Mariemont no puede dejar de haber alguna fiesta memorable”.45 A mediados de febrero de 1617, Felipe III se alegra de que su hija Ana le encargue unos chapines nuevos de seis dedos de alto (unos 10,5 cm), porque es síntoma de que está creciendo y que ya no necesita llevarlos tan altos como cuando se marchó a la corte francesa: “bien me parece que vais creciendo, pues queréis bajar el chapín, yo los enviaré con el primer correo, de seis dedos como los pedís”.46 De estos detalles se ocupa encantado el monarca por dar gusto a su querida hija primogénita. Otra de las dolencias que solían padecer niñas y jóvenes eran las opilaciones. El Tesoro de Covarrubias se refiere a ello señalando que se trataba de una enfermedad habitual entre las doncellas y, en general, la gente que hacía poco ejercicio. Había distintos tipos derivados de una obstrucción estomacal, intestinal o del bazo y se debían al estreñimiento, la inactividad o diversas inflamaciones. Podían producir dolores de cabeza, cólicos, hinchazón y acumulación de gases, vómitos o pérdida de apetito. También podían provocar la falta del flujo menstrual (periodos temporales de amenorrea) en las jóvenes. Cuando la infanta Ana tenía unos siete años, tuvo estas dolencias, e Isabel se acordaba de cómo las había padecido ella a su misma edad en una carta al duque de Lerma, que la había estado cuidando con su aya siendo él un menino: “Con mucha pena me tienen las opilaciones de mi nuera [Ana Mauricia de Austria], aunque espero sanará, como yo sé os acordará de verme de la misma manera cuando era de su edad. A lo menos a mí bien se me acuerda de veros en el aposento de nuestra aya 45. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Mariemont, 25 de junio de 1616 (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 97-101). 46. Carta de Felipe III a su hija Ana de Austria, Madrid, 17 de febrero de 1617 (Martorell Téllez-Girón 1929, carta 4: 19).

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[María Chacón]”.47 La infanta Ana siguió padeciendo estas opilaciones durante varios meses.48 Isabel vuelve a mostrar su preocupación por los dolores de cabeza que tenía con frecuencia la infanta Ana de Austria, que atribuía a una opilación, e insistía en que el mejor remedio era hacer ejercicio, porque siempre que ella había padecido este tipo de dolencias era lo que la había sanado: “Los dolores de cabeza de la reina de Francia [Ana de Austria] me tienen con mucho cuidado y más si fuesen jaquecas, pero espero que será todo de opilación y que así se le quitarán. V. M. le haga hacer ejercicio. Siempre que [tuve] con eso sané yo della más que con nada”.49 Pero tampoco era aconsejable practicar ejercicio en exceso. En octubre de 1617, a raíz de dos vahídos que había tenido la reina Ana, su padre le escribió diciéndole tuviese mayor cuidado, porque había sabido por la infanta Isabel que andaba muchas horas a caballo y montaba al galope, y esto podía agotarla en exceso y poner en riesgo su salud.50 Volvemos a tener noticias de opilaciones en la correspondencia de Isabel con su hermano cuando la infanta María Ana las padeció a los quince años (1621): “La opilación de la infanta doña María me tiene con mucho cuidado, aunque espero que con el buen tiempo estará ya buena”; y se reitera en su parecer de que con la llegada de la primavera la infanta podrá hacer ejercicio al aire libre que mejore su salud: “Después que entró esta luna, hace calor y llueve y muy lóbrigos días espero [en Flandes]. Los hará ahí mejores y que podrá hacer ejercicio la infanta, que es el solo remedio para la opilación”.51

47. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, tercer día de Pascua, 27 de diciembre de 1608 (Rodríguez Villa 1906, carta 156: 202). Sobre la situación de la Casa de la reina Ana de Austria en este periodo en que la infanta Isabel Clara Eugenia era pequeña, véase García Prieto (2018: 46-66 y 284). 48. Carta de la infanta Isabel al duque de Lerma, Bruselas, 28 de marzo de 1609 (Rodríguez Villa 1906, carta 160: 205): “Mucha pena me dan las opilaciones de mi nuera y que le duren tanto, aunque con el buen tiempo espero estará mejor”. 49. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, día de San Antón, 17 de enero de 1615 (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 141-145). 50. Carta de Felipe III a su hija Ana, reina de Francia, Ventosilla (Burgos), 23 de octubre de 1617 (Martorell Téllez-Girón 1929, carta 10: 37): “mirad mucho por vuestra salud, que temo que el demasiado ejercicio no os haga mal, porque me escribe mi hermana [Isabel Clara Eugenia] que andáis mucho a caballo, y que un día estuvisteis en él doce horas, y que corréis muy bien tras el rey; esto me parece muy bien pero que no sea tanto, de manera que os haga mal”. 51. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 2 de marzo de 1621 (colección particular, caja XXIV, cap. 11, carta 2).

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Por aquellos años, se hallaba en la corte española el médico romano Alessandro Quintilio, que profesaba la filosofía hermética y que dio a conocer una quintaesencia del oro potable, primer medicamento químico aprobado en España por el Real Tribunal del Protomedicato en 1598, y entre cuyas capacidades probadas con varios testimonios de mujeres y doncellas se hallaba también la de curar las opilaciones.52 La propia infanta Isabel cuenta a su hermano Felipe que el martes de Carnestolendas, en febrero de 1617, habían incluido, casi como si se tratase de un entremés después de haber representado una comedia por una compañía francesa, que un charlatán (vendedor callejero) viniese a palacio para que vendiese “un aceite para curar cuantas enfermedades hay”, y, como se hacía en la plaza, le pudiesen tirar el dinero atado en un pañuelo, que él tornaba con un pomillo de aquel aceite milagroso dentro.53 Tuvo tal éxito este espectáculo improvisado que, según la infanta, “no nos dejaran cenar con los lienzos que le echaron, que fue bonísima fiesta”.54 Uno de los hábitos introducidos en España desde el siglo ix era la bucarofagia (‘comer barros’) (Seseña 2009: 30-41). La vida cotidiana de las damas e infantas españolas estaba muy influida por las tradiciones moriscas, y este consumo de arcillas cocidas y perfumadas en forma de pequeños y finos búcaros o vasijas, que procedían preferentemente de Estremoz (Portugal), Guadalajara y Tonalá (México) y de Talavera de la Reina, Valdeverdeja o Salvatierra de los Barros (España), estaba muy extendida. Era un pasatiempo adictivo que les producía placer o una forma de evasión contra el aburrimiento. Entre sus efectos, se hallaba su capacidad para cortar las hemorragias, incluyendo las menstruales, y de ahí que provocase opilaciones y palidez —estéticamente, las jóvenes y las mujeres de la alta sociedad la apreciaban mucho—. Tenían propiedades anticonceptivas, pero su abuso podía degenerar en trastornos menstruales graves. Se recomendaba su uso en caso de menstruaciones abundantes y de larga duración (hipermenorrea), que 52. Alessandro Quintiliano, Relación y memoria de los maravillosos efetos, y notables provechos que han hecho y hazen los polvos blancos solutivos de la quinta esencia del oro, Madrid, Luis Sánchez, 1616. 53. Sobre estas representaciones ambulantes de charlatanes o vendedores callejeros, véase Katritzky (2007). 54. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 18 de febrero de 1617 (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 35-43).

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condicionaban un tipo de anemia ferropénica (insuficiencia de hierro en el organismo), o se empleaba como remedio contra la clorosis (Seseña 2009: 46-48). Felipe II, durante su estancia en Portugal, le encargó a su portero de cámara Agustín Profit, el Calabrés, que fuese a Estremoz a adquirir estos célebres búcaros de arcilla para enviarlos a sus hijas Isabel y Catalina.55 Pese a conocer muy bien esta costumbre y haberla practicado desde pequeña, la infanta Isabel muestra su enojo al saber que la infanta Ana, con apenas seis años, ya estaba comiendo barros: “A la Reyna beso las manos y al Príncipe y mi nuera [Ana de Austria], con quien estoy muy enojada porque come búcaro”.56 Para adaptarse a los hábitos y a la estética de la corte española, la princesa Isabel de Borbón se apuntó enseguida a esta costumbre de comer barros, para disgusto de la infanta Isabel Clara Eugenia, que también comenta en carta a su hermano que en Flandes se seguían prácticas similares para lucir una tez descolorida: “Mucho siento que haya dado en comer barros la princesa, que se echará a perder la salud y la color. V. M. la habría de reñir muy bien por ello. Cosa es que se usa mucho por acá comer mil porquerías desas y todo por estar descoloridas, que es la mayor hermosura, pero no para mí”.57 Su disgusto no estaba falto de razón, porque excesos estéticos y costumbres insanas, como esta de comer barros, llegaron a costarle la vida a una de las jóvenes nobles francesas que formaban parte del servicio de la princesa de Asturias. Como informaba Felipe III a su hija Ana de Austria, Rosa Juana de la Capela, hermana menor de la dama favorita de la princesa, Victoire de Cardaillac (o Victoria Rosa de la Capela), murió en la corte española el 8 de febrero de 1618 “de comer barro y otras cosas peores” y fue enterrada en las Descalzas Reales de Madrid, donde tenía voto de profesar.58 Era la segunda joven que fallecía con pocos meses 55. Cartas de Felipe II a sus hijas Isabel y Catalina, Lisboa, 25 de octubre y 8 de noviembre de 1582 (Bouza Álvarez 1988, cartas XXVII-XXVIII: 78-80). 56. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 17 de marzo de 1607 (Rodríguez Villa 1906, carta 115: 168). 57. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Bruselas, 18 de diciembre de 1616 (AGS, Estado, leg. 8816, pp. 131-138). 58. Carta de Felipe III a su hija Ana de Austria, reina de Francia, Madrid, 9 de febrero de 1618 (Biblioteca Nacional de España (BNE), Ms. 2348) (ed. en Martorell Téllez-Girón 1929, carta 11: 39): “Después que yo os escribí no ha habido cosa de nuevo más que haberse muerto hoy Madama Rosa, la hermana de la Capela,

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de diferencia en el entorno de Isabel de Borbón (Franganillo Álvarez 2015: 62 y 82). Las modas en los tocados también podían ocasionar problemas de salud entre las mujeres de la corte. Al tener noticia de los fuertes dolores de muelas que había padecido la princesa Isabel del Borbón —que le obligaron a extraerle una en el verano de 1617—,59 la infanta Isabel se lamenta del exceso de ropa que solían usar en sus cabezas las mujeres en Francia y los Países Bajos y de la mala dentadura que muchos tenían por un cuidado insuficiente. Esto les provocaba constantes dolores de cabeza y malestares adicionales de mayor o menor gravedad. Ella era partidaria de que todas las mujeres que se criaban bajo su tutela llevasen las cabezas descubiertas. También salían granos dolorosos en la cabeza, debidos habitualmente a cambios hormonales entre las jóvenes o a problemas de higiene con el uso de algunos tocados. Para tratarlos había que cortarles el pelo en la zona afectada y, mientras volvía a creer, se recurría a peinados como el de la garceta, con flequillo al frente, rizado o con alguna trencilla a los lados para disimular la zona afeitada, como le sucedió a la infanta María Ana60 en la corte española: estoy muy contenta de que el corrimiento de la princesa [Isabel de Borbón] no pasase adelante. La mucha ropa que se ponen en la cabeza les causa todo eso y el tener mala dentadura casi todos por acá y muchísimos dolores de muelas, y no hay metérsele en la cabeza, aunque ahora que han visto que las muchachas que se crían en casa traen la cabeza sin nada y no tienen nada deso comenzará a descubrir a todos sus hijos las cabezas y así se espantarían bien si viesen andar tresquilada a la infanta de una enfermedad que ha tenido bien grande y dicen que de comer barro y otras cosas peores; la Princesa y su gente lo han sentido y todas las demás, por ser muy buena mujer e ir tan moza; y sus compañeras creo que están temerosas de haber visto morir dos en pocos meses; enterráronla la mañana en las Descalzas”. 59. Carta de Felipe III a su hija Ana, reina de Francia, San Lorenzo de El Escorial, 21 de agosto de 1617 (Martorell Téllez-Girón 1929, carta 8: 31-32): “la Princesa [Isabel de Borbón] ha andado estos días con unos dolores de muelas que la han obligado a purgar y a tomar unos baños, y se sacó una muela, pero cobró tanto miedo, que no se ha querido sacar más, aunque la conviene, y hémonos acordado cuán valiente estuvisteis vos en Aranjuez, cuando os sacaron dos o tres”. 60. Ibidem: “María también ha andado achacosa y tuvo dos días calentura, la purgué con que estaba luego buena, pero hanle quedado unos granos en la cabeza que ha obligado a cortarle el cabello y acordarme de vos, porque trae garceta como vos solíades y no le está mal”.

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doña María, que creo yo muy bien cuán bien le está la garceta, y lo de los granos es cosa que ha andado por acá generalmente, y todos los que los han tenido han quedado muy buenos y así espero habrá sido en la infanta.61.

Las cartas de la infanta Isabel a su hermano Felipe ofrecen muchas claves de la manera en que ella concebía cómo saber vivir y cuidar la salud. Hacer ejercicio era esencial para gozar plenamente de ella, siempre que el tiempo lo permitía, dando paseos y disfrutando del aire fresco, del sol y de los encantos de la naturaleza en jardines, parques, huertas y galerías abiertas, o yendo a montar a caballo, a cazar o a pescar. Había que cuidar el cuerpo evitando los excesos en la comida y la bebida, pero también el abuso de los cosméticos, los medicamentos y los rigores de la moda que ponían en riesgo la salud. Convenía asimismo entretener el espíritu y distraerse participando en actividades teatrales (con compañías profesionales o con las representaciones realizadas por el propio personal de la corte), máscaras, bailes y fiestas públicas. Y, sobre todo, como ella hace a menudo para amenizar la lectura de estas cartas personales, haciendo gala siempre de muy buen humor. Bibliografía Bouza Álvarez, Fernando J. (ed.) (1988): Cartas de Felipe II a sus hijas. Madrid: Turner. Buisman, Jan y Engelen, A. F. V. van (eds.) (2000): Duizend jaar weer, wind en water in de Lage Landen, IV: 1575-1675. Franeker: Uitgeverij Van Wijnen. Cabrera de Córdoba, Luis (1857): Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España, desde 1599 hasta 1614. Madrid: Imprenta de J. Martín Alegría. Degroot, Dagomart (2018): The Frigid Golden Age. Climate Change, the Little Ice Age, and the Dutch Republic, 1560-1720. Cambridge: Cambridge University Press. De Jonge, Krista (1988): “Building Policy and Urbanization during the Reign of the Archdukes: the Court and its Architects”, en W. 61. Carta de la infanta Isabel a Felipe III, Tervuren, 24 de septiembre de 1617 (colección particular, caja XXIV, carp. 7, carta 9).

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La infanta María Ana y la vida de familia en la corte imperial a través de la correspondencia con su marido Fernando III Andrea Sommer-Mathis (Österreichische Akademie der Wissenschaften)

La infanta María (Ana) (1606-1646), tercera hija del rey Felipe III de España y de la archiduquesa Margarita de Austria y primera mujer del emperador Fernando III (1608-1657), es una de las emperatrices de la Casa de Austria menos estudiada. Aunque se pueda encontrar alguna información sobre la posición que desempeñó en la corte imperial —tanto en un antiguo ensayo sobre las relaciones entre las cortes de Viena y Madrid durante la guerra de los Treinta Años (Mecenseffy 1955) como en dos recientes biografías del emperador Fernando III (Höbelt 2008; Hengerer 2012)—, falta todavía una valoración detallada de su trayectoria y personalidad. En 2016 realicé una primera aproximación sobre los diferentes papeles y funciones que esta emperatriz tuvo como soberana, esposa, madre, dueña de casa y mecenas de las artes, basándome en las ricas fuentes conservadas en los fondos del Österreichisches Staatsarchiv (Sommer-Mathis 2016). Entre estos documentos destaca la correspondencia que intercambió con su marido Fernando y su cuñado, el archiduque Leopoldo Guillermo (1614-1662), y que será objeto de análisis en el presente ensayo.1

1. Österreichisches Staatsarchiv, Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA), Hausarchiv (HA), Familienkorrespondenz A (FKA), Karton 10-2 y Karton 31-4.

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María (Ana) de Austria, reina de Hungría, 1630, por Diego Rodríguez de Silva Velázquez. © Museo del Prado (Madrid).

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El matrimonio de la infanta María con el rey Fernando de Hungría y Bohemia Las negociaciones del matrimonio entre María y su primo Fernando,2 dos años más joven que ella, son bien conocidas (Widorn 1959: 52127; Fantur 1974; Ham 1995: 1-159). Los estudios al respecto se basan en primer lugar en los Annales Ferdinandei (Khevenhüller, 1721-1726), impresionante obra historiográfica en doce volúmenes del conde Franz Christoph Khevenhüller, quien, en su labor como embajador imperial en la corte española, se hizo cargo de esas delicadas negociaciones entre 16173 y 1629, llevándolas a buen fin para la Casa de Austria. Sin embargo, durante mucho tiempo parecía que la mano de María estaba reservada para el heredero al trono inglés Carlos Estuardo (Pizarro Llorente 2009; Redworth 2003; Pavesi 1997). Una vez fracasado el proyecto de matrimonio con el príncipe de Gales, se reanudaron las negociaciones con Viena, y en 1628 Khevenhüller pudo presentar al hermano de la novia, el rey Felipe IV, las intenciones de la corte imperial sobre el contrato matrimonial, la composición de la corte de María y el recorrido del viaje nupcial. La selección de los criados ocasionó mayores discrepancias y hubo un tira y afloja entre Viena y Madrid en torno al número de damas que debían acompañar a la infanta y a la designación para el oficio más importante en su corte, el de camarera mayor (Novo Zaballos 2011; Labrador Arroyo 2011). Un problema aún más grave fue la selección del confesor de la futura reina de Hungría (Pizarro Llorente 2011). Mientras María expresó su deseo de llevarse consigo a su antiguo confesor, el padre capuchino fray Diego de Quiroga, el emperador Fernando II insistía en que fuera un jesuita de la corte vienesa. Dado que los miembros del Consejo de Estado español se pronunciaron en favor del candidato de la infanta, Felipe IV acabó nombrando a Quiroga como confesor de su hermana. 2. Fernando (III) era hijo del emperador Fernando II y de su primera mujer, María Ana de Baviera, mientras que María era hija del rey Felipe III de España y de la archiduquesa Margarita de Austria, hermana de Fernando II. 3. Originariamente, se había planeado que María se casara con Juan Carlos, el segundo hijo del emperador Fernando II, pero murió en 1619 y se escogió a su hermano Fernando como consorte. El archiduque fue coronado rey de Hungría en 1625 y de Bohemia en 1627. Por consiguiente, María recibió el tratamiento de “reina de Hungría” ya a partir del momento en que se firmó el contrato matrimonial entre ambos.

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Esta decisión tuvo consecuencias a largo plazo, ya que el padre capuchino fue un diplomático muy experimentado que iba a tener gran influjo en muchos asuntos a través de su estrecha relación no solo con la soberana, sino también con otros miembros de la corte española. María y Fernando contrajeron matrimonio por poderes en Madrid el 25 de abril 1629, pero se celebró sin ninguna pompa ceremonial. La salida de la novia se retrasó una y otra vez hasta principios de enero de 1630, cuando la infanta comenzó su largo e incómodo viaje a Viena para encontrarse con su esposo, con quien tenía un estrecho parentesco, pero solo conocía por su retrato. Las primeras tres cartas conservadas de María están dirigidas al archiduque Leopoldo Guillermo y datan de este período: la primera es del 20 de mayo de 1629 y proviene todavía de Madrid;4 las otras dos fueron escritas durante su viaje, desde Génova, en Italia,5 y desde Judenburg, en Estiria.6 En el membrete de las mismas, la infanta llama al archiduque “Ser[enísi]mo. S[eñ]or. hermano” y firma como “buena hermana de V. A.”, pero, a pesar de estos saludos familiares, las primeras cartas son todavía muy formales y sirven ante todo para subrayar la importancia del enlace entre las dos líneas de la Casa de Austria y las recíprocas obligaciones que conllevaba este parentesco.7 El primer encuentro de los cónyuges tuvo lugar el 22 de febrero de 1631. Khevenhüller cuenta que María suspiró aliviada cuando conoció en persona a Fernando, porque, por diversos rumores, se había hecho a la idea de que su esposo carecía de juicio y que tenía un aspecto poco agraciado (Khevenhüller 1726: vol. XI, cols. 1504-1505). En los días siguientes, la infanta llegó a conocer a los otros miembros de la familia imperial: a su suegra, la emperatriz Eleonora Gonzaga (1598-1655),

4. Carta de María a Leopoldo Guillermo, Madrid, 20 de mayo de 1629 (HHStA, HA, FKA 31-4-2, fols. 1r-2v). 5. Carta de María a Leopoldo Guillermo, Génova, 28 de junio de 1630 (HHStA, HA, FKA 31-4-2, fols. 2r-3v) (esta carta no es autógrafa, sino de mano de un secretario y firmada por María). 6. Carta de María a Leopoldo Guillermo, Judenburg, 17 de febrero de 1631 (HHStA, HA, FKA 31-4-2, fols. 4r-5v). 7. Carta de María a Leopoldo Guillermo, Génova, 28 de junio de 1630 (HHStA, HA, FKA 31-4-2, fol. 2r): “[…] Las obligaciones y parentesco que ay de por medio son de calidad que aseguran bastantemente la fineça del afecto de V. A. y de mi parte procurare cumplir con lo que me toca mostrando en quanto a V. A. se le ofreciere lo que le amo y le estimo […]”.

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La emperatriz Eleonora Gonzaga, ca. 1623-1624, por Justus Sustermans. © Kunsthistorisches Museum (Viena).

solo ocho años mayor que ella; a las hermanas de Fernando, las archiduquesas Cecilia Renata (1611-1644) y María Ana (1610-1665), y, por fin, a su tío y a la vez suegro,8 el emperador Fernando II (1578-1637). El 26 de febrero de 1631, la infanta entró solemnemente en Viena, y en el mismo día se ratificó su matrimonio en la iglesia de los Agustinos. Las fiestas nupciales (Seifert 1988: 13-18) se prolongaron durante más de un mes. Se distinguieron por su pompa y la suntuosidad de sus representaciones, de manera que los grandes gastos efectuados correspondieron a la importancia de semejante ocasión festiva. El enlace de María y Fernando fue uno de esos raros casos de un matrimonio político que resultó ser excepcionalmente feliz, como se pone de manifiesto también muy claramente en la correspondencia de la infanta. Sin embargo, en los primeros años María tuvo que conquistar no solo un lugar en el corazón de su marido, sino también en la corte vienesa, como segunda mujer, al lado de la emperatriz Eleonora. Fue una tarea nada fácil para la joven regente y pronto también madre,9 porque se vio obligada a quedarse sola durante largos meses, cuando 8. Por lo tanto, María habla siempre de “mi tio” en sus cartas, porque el emperador Fernando II era hermano de la madre de María, la archiduquesa Margarita de Estiria. 9. Su primer hijo, Fernando (IV), nació el 8 de septiembre de 1633, y le siguió María Ana, el 24 de diciembre de 1634.

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Carta de la infanta María Ana a su esposo con unos garabatos al pie hechos por su hijo Fernando, fechada a 1 de junio de 1635, Haus-, Hof- und Staatsarchiv (Viena).

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su marido, en su cargo como generalísimo de las tropas imperiales, participaba en campañas militares o estaba en una de las dietas imperiales (Ratisbona 1636-1637 y 1640-1641) o en las de los reinos de Bohemia (Praga 1636-1637 y 1638) y Hungría (Bratislava 1635 y 1638). La década de 1630 fue muy importante, incluso decisiva, para el desarrollo de la guerra de los Treinta Años (Höbelt 2016: 13-233). Tras el asesinato de Wallenstein el 25 de febrero de 1634, se nombró a Fernando comandante en jefe de las tropas imperiales, y con ellas logró conquistar Donauwörth y Ratisbona. En septiembre de 1634, ganaron en la batalla de Nördlingen, con el apoyo de las tropas españolas mandadas por el hermano de María, el cardenal infante Fernando (16091641), y expulsaron a los suecos del sur de Alemania (Hengerer 2012: 94-108). Al año siguiente, en 1635, Fernando actuó como comisario imperial en las negociaciones para la Paz de Praga, que fue firmada el 30 de mayo de 1635 entre el emperador, la Liga Católica y el elector Juan Jorge I de Sajonia —aun antes de la llegada de Fernando a Praga—. Acto seguido, fue aclamado como vencedor en Nördlingen y como pacificador, mientras intentaba convencer a los demás Estados protestantes todavía reacios a la paz. Entonces, gran parte de Europa Central llevaba padeciendo largos años de enfrentamiento y destrucción, y Fernando no quería que las hostilidades continuaran, pero la dinámica del conflicto, las circunstancias políticas y su propia incertidumbre sobre cómo actuar impidieron un rápido fin de la lucha armada. Además, la contienda se había recrudecido con mayor intensidad después de la declaración de guerra de Francia contra España efectuada el 21 de mayo de 1635. Desde Bohemia Fernando se trasladó al Alto Palatinado y después a Suabia. En julio de 1635 residió más de un mes en Heilbronn y luego, durante algunas semanas, en Philippsburg. Sin embargo, la campaña militar de Fernando se vio condicionada cada vez más por la epidemia de peste que asolaba Alemania. A mediados de noviembre de 1635, el rey volvió finalmente a Viena, para salir de nuevo en mayo de 1636. Empezó su viaje con una visita a su cuñado, el elector Maximiliano I de Baviera, en Múnich, que se había casado con su hermana, la archiduquesa María Ana, en julio de 1635. Después Fernando pasó varias semanas en Donauwörth, para continuar su viaje hasta el Rin, pero sin participar en persona en la expedición militar que su comandante

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Matías Gallas emprendió sobre la frontera francesa (Hengerer 2012: 110-119). En marzo de 1636 se juntaron los electores en la dieta de Ratisbona para elegir a Fernando como rey de Romanos, y a finales de septiembre, después de largas negociaciones, el emperador Fernando II hizo venir a su hijo desde Breisach y a su nuera desde Viena para participar en los actos oficiales que se preparaban a tal efecto. Llegaron a Ratisbona a mediados de octubre, y dos meses después, el 22 de diciembre de 1636, Fernando fue elegido rey de Romanos y coronado una semana más tarde. La coronación de su esposa María se celebró a principios de enero de 1637. El 11 de febrero de aquel año volvieron juntos en barco a Viena, pero durante el viaje se enteraron de la muerte repentina del emperador, ocurrida cuatro días después de su partida, y tuvieron que asumir inmediatamente sus cargos como emperador y emperatriz del Sacro Imperio (Möseneder 1986: 168 y ss.; Böhm 1986: 175-178; Sommer-Mathis 2006: 258, 2009: 60; Höbelt 2008: 9092; Hengerer 2012: 120-125). Fernando pasó casi la mitad de su regencia imperial fuera de Viena, con estancias más largas en Ratisbona, Bratislava, Linz y Praga. En mayo de 1637, emprendió su primer viaje como emperador a Praga para sondear no solo las posibilidades de alcanzar una paz con Suecia (Hengerer 2012: 167-168), sino también del traslado de su residencia a Bohemia (Höbelt 2008: 98), mientras su esposa se quedaba en Viena embarazada de su tercer hijo, Felipe Augusto (1637-1639). En este contexto, hay que analizar la correspondencia de María con su marido en los años 1635 y 1637, porque muchos de esos acontecimientos se reflejan en sus cartas. En 1635, la ausencia de Fernando de la corte imperial fue particularmente larga y duró de mayo a noviembre; de hecho, la mayoría de las cartas conservadas son de estos seis meses (sesenta y tres). Del año siguiente, se han conservado trece, todas de los meses de septiembre y octubre, inmediatamente antes del viaje a Ratisbona para su elección y coronación como reyes de Romanos. Durante los meses de mayo a julio de 1637, María escribió veinte cartas cuando Fernando se encontraba en Praga. Una sola carta, del 24 de noviembre de 1642, se ha conservado del periodo posterior. En su correspondencia, María muestra gran interés en la agenda política y militar del momento, sobre todo cuando lo sucedido atañe más directamente a su país de origen, España. La infanta tenía un papel

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importante como intermediaria entre las dos líneas de la Casa de Austria, y tanto su marido como los miembros de la corte imperial sabían valerse para sus propios intereses de las buenas relaciones de María con sus hermanos el rey Felipe IV y el cardenal infante Fernando, entonces gobernador general de los Países Bajos. En la persona de su confesor, fray Diego de Quiroga, la reina contaba con un confidente y consejero no solo en materias religiosas, sino también en cuestiones políticas (Hengerer 2012: 91-96, 111, 130 y 242). Mantenía asimismo estrechos contactos con los embajadores de España, Sancho de Monroy y Zúñiga, marqués de Castañeda, e Íñigo Vélez de Guevara, conde de Oñate, que se ponen de manifiesto en esta correspondencia (Marek 2013). En 1645, a causa del avance de las tropas suecas y de las epidemias que se propagaron por Viena, la familia imperial tuvo que abandonar la ciudad y se trasladó primeramente a Graz y más tarde a Linz, donde la emperatriz María murió el 13 de mayo 1646, a la temprana edad de treinta y nueve años y embarazada de su sexto hijo. La niña fue extraída por cesárea del cuerpo difunto de la madre y rápidamente bautizada, pero falleció también pocas horas después. Madre e hija fueron trasladadas en barco a Viena y enterradas juntas en un ataúd en la cripta de los Capuchinos.10 Fernando III quedó profundamente afectado por la pérdida de su amada esposa. Sin embargo, a pesar de que ya tuviera herederos varones, el emperador era todavía demasiado joven para permanecer soltero y tenía que obedecer a la razón de Estado y casarse por segunda e incluso por tercera vez.11 Del matrimonio de María y Fernando nacieron cuatro hijos y dos hijas, pero solo tres niños llegaron a la edad adulta: el heredero al trono, Fernando (IV) (1633-1654); Mariana (1634-1696), reina de España (1649-1665) y regente (1665-1675) durante la minoría de Carlos II; Felipe Augusto (1637-1639); Maximiliano Tomás (16381639); Leopoldo (I) (1640-1705), emperador (1658-1705), y María (1646). En 1648, la única hija superviviente del matrimonio de María y Fernando, Mariana, se casó con su tío, Felipe IV (1605-1665), casi 10. Sobre su muerte y los funerales que se hicieron en su honor, véase Relation der Kayßerin Maria Hochseeligster gedächntnuß Conducierung (13 de mayo de 1646), HHStA, HA, FA 66-10 y 66-11, fols. 472r-479v (y también fols. 505r-512v y 550r-559v). 11. En 1648 se casó con la archiduquesa María Leopoldina de Tirol (1632-1649) y en 1651, con la princesa italiana Eleonora Magdalena de Mantua-Nevers (1628-1686).

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treinta años mayor que ella, continuando así la serie de matrimonios —en última instancia, fatal— entre las dos líneas de la Casa de Habsburgo. Sin embargo, en el presente ensayo, no se tratarán las múltiples implicaciones dinásticas de esta alianza ni tampoco los varios acontecimientos políticos y militares de la época, sino los aspectos personales y emocionales del matrimonio de María y Fernando, tal como se reflejan en la correspondencia conservada entre ambos. Aspectos materiales y formales de la correspondencia de María El fascículo de cartas autógrafas de la infanta española conservado en el fondo de correspondencia familiar del Haus-, Hof- und Staatsarchiv (en Viena) ha recibido hasta ahora poca atención por parte de los investigadores. Aunque los folios individuales están numerados, los documentos no presentan un orden cronológico. Las cartas de María dirigidas a su marido fueron erróneamente asignadas a un destinatario equivocado, su hermano Felipe IV de España,12 quizás por el simple motivo de que están escritas en castellano. A primera vista, la escritura no resulta fácil de descifrar. No hay ni puntuación ni se distingue claramente entre las letras a y o, v y b; se aprecian mínimas diferencias gráficas entre las letras y, p y q; abundan las abreviaturas, etc. Además, María transcribe todos los nombres y términos alemanes en forma fonética más o menos como los percibe. Ella misma era consciente de este problema y añadió en la postdata de su carta del 1 de agosto de 1635: “el memorial q[ue] digo a V. M. es de lofcuhyt [Lobkowitz] el cual se me a perdido y no se si V. M. a de hecertar [acertar] a leer este nombre el cual me a costado arto escribirle y temo a de ser lo mismo q[ue] si no le vbiera escrito”.13

12. Sin embargo, se ha conservado solo una copia de una carta de María a Felipe IV del 10 de julio 1635; se trata de una recomendación para el clérigo y jurista napolitano Ottavio Poderici, que solicita su naturalización en España (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fols. 68r-69v). 13. Carta de María a Fernando, Viena, 1 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-2, fol. 10r). Esta carta y otra del 13 de agosto de 1635 están archivadas erróneamente en el fascículo de la correspondencia con Leopoldo Guillermo.

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Con la excepción de un breve pasaje en un post scriptum,14 las cartas no están cifradas. María explica que, incluso en este caso, había usado el cifrado solo porque la emperatriz le había pedido guardar un gran secreto en ese asunto, pero las cosas que a María le parecían realmente importantes para compartirlas con Fernando solía reservarlas al momento en que pudiera tratarlas en persona con él.15 El conjunto de la correspondencia de la infanta incluye noventa y siete cartas autógrafas dirigidas a su marido, de diferente extensión (de media página hasta cinco o seis páginas), que datan de los años 1635 (sesenta y tres cartas), 1636 (trece), 1637 (veinte) y 1642 (una); treinta cartas a su cuñado, el archiduque Leopoldo Guillermo, de los años 1629-1645;16 cuatro cartas de 1634 al mayordomo mayor de Fernando, el conde Christoph Simon von Thun17; una carta a su cuñada, la archiduquesa María Ana (ya como electora de Baviera)18 y 14. Carta de María a Fernando, Viena, 19 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 114r): “[postdata]: la emperatriz me a dicho oy como [siguen dos lineas en cifra] esto digo en cifra porq[ue] me a encargado muchisimo el secreto pues la misma persona no save lo save S. M.; plege a dios q[ue] se pueda entender porq[ue] ello ba entonces escrito; escribo a Fernando [el cardenal infante] porq[ue] juzgo el mas seguro camino por mano de V. M. aora q[ue] se escriben tantas veces”. 15. Carta de María a Fernando, Viena, 9 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 140r-v): “[…] lo q[ue] mi vida me dice le declare de la cifra por aver perdido la suya no es de tanta ynportancia como el capelo de el obispo lo cual tengo por sin duda porq[ue] son grandes las dilijencias q[ue] hace por la prefetura [de Roma]; no era sino q[ue] aquella noche acavo baviera de cumplir con su obligacion de la boda y aunq[ue] era cosa de tan poca ynportancia la puse en cifra porq[ue] la emperatriz me lo dijo muy en secreto y porq[ue] no fuesen mis pecados q[ue] algien lo leyese; otras cosillas tengo guardadas para cuan mi coraçon benga porq[ue] no son para escritas […]”. 16. En su mayoría, estas cartas son más cortas; se ha conservado una carta de cada año de 1629, 1630, 1631, 1635, 1636 y 1637, dos cada año de 1634, 1640 y 1643, seis de 1641, siete de 1642 y cinco de 1645. 17. Cartas de María al conde de Thun, Ebersdorf, 3 de junio, 11 de septiembre, 12 de octubre y 4 de noviembre de 1634 (HHStA, HA, FKA 31-4-4, fols. 1r-8v). En las cuatro cartas, María pide al conde que intervenga para que su marido le permita encontrarse con su hermano, el cardenal infante Fernando, en Passau (Winter 1972; Sommer-Mathis 2016: 150). Este viaje interesó también a la emperatriz, que escribió varias cartas al respecto al conde Johann Ferdinand von Porcia, fechadas en Laxenburg y Ebersdorf, 31 de mayo, 5 y 12 de octubre de 1634 (HHStA, HA, FKA 31-3). 18. Carta de María a la electriz María Ana, Graz, 10 de mayo de 1645 (HHStA, HA, FKA 31-4-2, fols. 57r-58v). María la felicita por el éxito militar alcanzado contra los franceses, esperando que sea el comienzo de una muy feliz campaña militar que sirva para rebajar su arrogancia. Además, María se refiere a unas bodas de corte que se habían aplazado y a la estancia de sus hijos en Karlau.

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otra a la carmelita descalza sor Paola Maria di Gesù,19 ambas de mayo de 1645. Desafortunadamente, solo se han conservado las cartas de la infanta, pero ninguna de las respuestas. Sin embargo, la notable extensión y la estrecha secuencia temporal de la correspondencia —las cartas al marido provienen de un período de tres años seguidos— permiten analizar tanto el modo de escribir como el contenido y las características de estos textos y compararlos con la correspondencia de otras mujeres nobles y soberanas de la época (Daybell 2001; Couchman y Crabb 2005; Nolde y Opitz 2008; Bastian 2013; Bastian, Dada, Thiessen y Windler 2014). El saludo que emplea María en el encabezado de sus cartas a Fernando es simplemente “Señor”, mientras que en la redacción le trata siempre de “Vuestra M[a]g[esta]t”. La fórmula final de todas las misivas es “besa la mano de V[uestra]. M[a]g[esta]t su mujer q[ue] mas q[ue] asi le quiere. Maria”. Cada carta suele comenzar haciendo referencia a las cartas recibidas y enviadas,20 en general, con el dato concreto de la fecha del recibo o del envío, probablemente para comprobar si todos los despachos 19. Carta de María a sor Paola María de Gesù, Graz, 1 de mayo de 1645 (HHStA, HA, FKA 31-4-2, fols. 59r-60v). En ella habla de la inesperada muerte de la condesa de Benavides, una gran pérdida para María y las otras damas de corte; la emperatriz le pide que sor Paola María di Gesù (fundadora de los conventos carmelitas de Viena y Graz) y sus monjas recen por ella. 20. A veces toda la carta es una única reflexión sobre la propia escritura de cartas, sobre todo cuando María ya había enviado otra en el mismo día. Véase, por ejemplo, la carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden [Weikersdorf?], 28 de mayo de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fols. 102r-103v): “aora acavo de llegar de pon [Baden] q[ue] son las siete de la noche; alla e savido como partio luego este correo y aunq[ue] esta mañana avia escrito a V. M. no e querido escusar el bolverle a escribir ya me parece estara alla el Marq[ue]s de Castañeda cuando esta llege a sido tan de ynproviso su partida q[ue] yo no la supe asta q[ue] ya era ydo y asi no pudo llevar carta mia; save dios la ynbidia con q[ue] q[ue]do pues tendra dicha de ver a mi vida tan presto […]”. El tema de escribir cartas y de la comunicación postal sirvió de introducción a la carta de María a Fernando del 8 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 110r): “[…] oy e rrecibido la carta q[ue] V. M. me hiço merced de escribirme con el conde esliq[ue] [Heinrich Schlick, presidente del Consejo de Guerra] y me e olgado de q[ue] el de oñate despache este correo por poder decir a V. M. cuanto me e olgado con ella y besarle la mano mi S[eñ].or por tanto cuydado como tiene de escribirme; aunq[ue] V. M. no abra tenido tantas cartas mias no es por descuydo sino por no aver tenido mas con quien escribirlas q[ue] es bien cierto no perdiera cosa q[ue] me es de tanto gusto […]”.

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llegaron a los respectivos destinatarios. Además, ofrecen información sobre el portador de los mismos. Aparte del correo ordinario, María utilizó diferentes mensajeros para remitir sus cartas de manera más segura: diplomáticos, como el embajador residente en la corte imperial Sancho de Monroy y Zúñiga, marqués de Castañeda, y el embajador extraordinario Íñigo Vélez de Guevara, conde de Oñate; militares, como el yerno del conde de Werdenberg, el coronel Firon (o Girón) o Fabio Deodati, y otros confidentes, como el conde Maximilian von Trauttmansdorff, el príncipe Wenzel Eusebius von Lobkowitz o el guardadamas de la emperatriz. De vez en cuando, María se quejaba sobre el emperador, cuando aquel demoraba su respuesta a las cartas de su marido,21 y lo alababa cuando atendía con regularidad su correspondencia con ella.22 El emperador llegó a despachar algunos correos extraordinarios sin necesidad aparente para que María pudiese mantener este diálogo epistolar con su marido.23 En su correspondencia, la reina incluía también cartas dirigidas a otras personas —por ejemplo, a su hermano, el cardenal infante Fernando—24 o de otras personas —el 21. Cartas de María a Fernando, Viena, 26 (corregido: 28) de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 133r): “[…] muy rrabiosa me a tenido estos dias mi tio pues a diez q[ue] no despacha correo a V. M. y como es cosa tan de mi gusto el escribirle no puedo dejar de echarlo [de] menos […]”; Viena, 22 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 125r): “muy mal lo a echo su padre de V. M. pues a mas de 8 dias no despacha correo q[ue] para mi es gran mortificación; no lo es menor cuando se dilatan sus cartas de V. M. como aora a sucedido pues otros 8 dias avia estado sin ellas cuando llego la de 12 con la cual me e olgado ynfinito […]”. 22. Carta de María a Fernando, Viena, 30 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-43, fol. 245r): “[…] aora no tengo de que quejarme de el emperador mi S[eñ].or pues tan dilijentemente despacha correos cosa con q[ue] yo me guelgo muchisimo por poder darme este buen rrato de ablar con V. M. vida mia en la forma q[ue] aora puedo sintiendo arto no poder ser como yo quisiera […]”. 23. Carta de María a Fernando, Ebersdorf, 30 de septiembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 234r): “[…] ya me parecia avia mil dias q[ue] estava sin escrivir a V. M. pero mi tio lo a echo tan bien que sin mucha necesidad despacha este correo con el q[ue] me trujo su carta de V. M. de 9 de este […]”. 24. Cartas de María a Fernando, Viena, 1 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-411, fol. 10r): “[…] suplico a V. M. me aga merced de ynbiarme esa carta a Fernando con el primer correo q[ue] le despache; a ynfinito q[ue] no tengo cartas suyas […]”; Viena, 22 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 126r): “[…] suplico a V. M. me ynbie esa carta a Fernando; un poco enojada estoy con el porq[ue] no me escribio cuando a V. M. […]”; Viena, 30 de agosto de 1635 (fol. 245v): “[…] suplicole mi S[eñ].or me ynbie esa carta a Fernando con la primera ocasion q[ue] se ofrezca […]”; Viena, 30 de septiembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol.

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emperador, la emperatriz o una de las dos hermanas de Fernando, las archiduquesas María Ana y Cecilia Renata—.25 A menudo, se encuentran referencias a pequeños regalos y galanterías que acompañaban a la correspondencia. Así, por ejemplo, María envió a su marido un reloj que pensaba sería útil para su viaje a Praga, porque podría servirle como despertador; el reloj tenía también la particularidad de que se podía reconocer qué hora era por medio de sonidos especiales del puntero sin tener que mirar el dial.26 Un poco más tarde, la reina mandó una ruciadera que había encargado expresamente para su esposo.27 Por su parte, María solicitó a su marido un pequeño retrato suyo para poder llevarlo siempre consigo,28 además del gran lienzo que tenía

25. 26.

27.

28.

227r): “[…] estos dias e tenido dos cartas suyas de 18 y 21 de septiembre; gracias a n[uest]ro. S[eñ].or q[ue] V. M. q[ue]dava bueno q[ue] como esto sea yo tengo todo lo q[ue] e menester; con la carta de Fernando me e olgado arto porq[ue] abia muchos dias no las tenia; suplico a V. M. le ynbie esa con la primer ocasion pero quiero perder la de tan buen correo como V. M. para esta correspondencia […]”; Viena, 25 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 208r): “[…] suplico a V. M. me ynbie esa carta a Fernando; es en rrespuesta de la q[ue] me ynbio suya […]”; Viena, 9 de noviembre de 1635 (fol. 219r): “[…] Quiros i yo besamos los pies de V. M. por la merced q[ue] nos a echo con la carta para mi hermano […]”; Viena, 3 de septiembre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 189r-v): “[…] un poco rrabiosa estoy con Fernando porq[ue] no me escribe; el deve de estar tan metido en estos negocios q[ue] no se acuerda de otra cosa; suplico a V. M. le ynbie esa carta mia […]”, y Viena, 20 de septiembre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 200r) [posdata]: “V. M. me aga merced de ynbiarme esa carta a Fernando q[ue] es en rrespuesta de la q[ue] me ynbio suya”. Carta de María a Fernando, Viena, 24 de mayo de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-43, fol. 90v): “Esta carta es de la archiduq[ue]sa cicilia y la otra de quiros”. Ibidem: “[…] este rrelox ynbio a V. M. q[ue] para de camino suele ser cosa comoda tiene despertador y otra abilidad q[ue] yo no se si la sabre dar a entender a V. M.; el puntico q[ue] esta a los doce pica mas q[ue] los otros y tentandole a el y luego el de la mano yba contando los demas desde donde esta asta el de las doce; se conoce la ora q[ue] es sin verla la abilidad estraordinaria y me parece q[ue] V. M. se a de rreir de ella […]”. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 3 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 100v): “[…] aqui ba la rruciadera q[ue] yo dije a V. M. le avia de hacer; a salido algo grande por si a V. M. no se le acuerda le digo q[ue] soplando por el pico q[ue] tiene es como se rrucia […]”. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 2 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 98v): “[…] le suplico me ynbie un rretrato chiquito suyo para q[ue] le pueda traer conmigo q[ue] aunq[ue] tengo el grande en mi aposento quisiera este para q[ue] baya siempre donde yo […]”.

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en su aposento.29 Tres semanas más tarde, Fernando le envió el retrato deseado y su esposa se mostró muy satisfecha por la semejanza con su amado modelo: “[…] estoy buena y tan contenta con su rretrato de V. M. q[ue] no se lo sabre decir; esta pareçidisimo y todos lo dicen asi no le aparto vn instante de mi”.30 Al parecer, también el rey expresó poco después su deseo de recibir un retrato de María, pero tuvo que aguardar con paciencia, porque el pintor era lento y la esposa no tenía tiempo para posar, tan ocupada como se hallaba con los preparativos de las fiestas nupciales de su cuñada, la archiduquesa María Ana con el elector de Baviera Maximiliano I31. Un mes más tarde, la infanta pudo finalmente despachar el retrato, lamentándose de que el “original” no podía unirse al destinatario: “ynbio el rretrato q[ue] V. M. me a mandado para q[ue] le aga conpañia sintiendo de todo coraçon no ser el orijinal quien se la aga a V. M. […]”32. Con el mismo correo, María le envió una pequeña frasca forrada de corcho para el almacenamiento de hielo que le parecía muy práctica para viajar.33 Este interés por lo práctico para los regalos que acompañaban sus cartas se encuentra con mucha frecuencia en la co-

29. Su hijo Fernando se empeñó en ver el retrato del padre durante su ausencia; véanse las cartas de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 3 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 100v): “[…] aora acava de venir Fernando a mi aposento y no a q[ue]rido parar asta q[ue] le an llegado a bisitar su rretrato de V. M. q[ue] ya es persona de tan buen juycio como esto […]”, y Viena, 19 de noviembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 213v): “[…] Fernando esta con mucho catarro y muy gruñon de q[ue] me pesa arto porq[ue] no quisiera le allase V. M. asi; es tan buen hijo q[ue] oy a llorado mucho por V. M. y no quiso callar asta q[ue] le mostraron su rretrato […]”. 30. Con el mismo correo, Fernando envió un vaso a su esposa; véase la carta de María a Fernando, Viena, 28 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fols. 76v-77r): “[…] el baso tanbien es lindísimo; no se conocen las ocupaciones q[ue] V. M. tiene en el cuydado con q[ue] esta de rregalarme […]”. 31. Carta de María a Fernando, Viena, 20 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 130r): “[…] el rretrato q[ue] V. M. me manda le ynbie se esta haciendo; ba un poco despacio porq[ue] el pintor es algo espacioso i yo e tenido estos dias poco lugar […]”. 32. Carta de María a Fernando, Viena, 24 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 255r). 33. Ibidem: “[…] esa frasquenilla ynbio a V. M. porq[ue] en el corcho se suelen conservar bien los yelos y aunq[ue] ay abra pocos por si se allare alguno q[ue] dure mas y porq[ue] me a parecido acomodada para traer de camino […]”.

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rrespondencia de la infanta. También aparece, por ejemplo, en el caso de una bolsa turca que el factor de los comerciantes Fugger había traído de España34 o de una cartera para los papeles de Fernando que debía sustituir a otra ya desgastada y más pequeña.35 Como regalo para el día de San Antonio de Padua, el 13 de junio de 1635, María hizo fabricar una botella, pero, debido a la flema del orfebre, no estaba lista a tiempo y partió con retraso el 2 de julio 1635, junto con la mermelada favorita de Fernando —sin especificarnos de qué tipo de conserva se trataba—36 En todo caso, en octubre María le mandó una prueba del dulce de membrillo hecho en casa de la condesa de Trautson.37 Otra añadidura apreciada era la fruta fresca, que muchas veces provenía de la princesa Claudia de Médici, regente del Tirol, en Innsbruck.38 Las granadas mandadas a Fernando habían sido, de hecho, un regalo de Claudia para la emperatriz Eleonora Gonzaga, que dio algunas frutas a su nuera María, y ella, de su parte, las envió a Fernando sin saborearlas antes, pero dándole instrucciones precisas sobre cómo debía comerlas: “[…] no e tenido animo de provarlas pareciendome 34. Carta de María a Fernando, Viena, 20 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 130r): “[…] esta bolsa turca me an traydo de españa con otras cosas el factor de los Fucares ame parecido buena para q[ue] V. M. la trayga por el camino […]”. 35. Carta de María a Fernando, Viena, 22 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 126r-v): “[…] esta cartera ynbio a V. M. para sus papeles porq[ue] juzgo estara ya rrota la q[ue] llevo; es un poco mayor pues no dejara de aver buena probision de ellos […]”. 36. Carta de María a Fernando, Viena, 2 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 74v): “[…] esa botilla abia mandado hacer para el dia de san antonio y el platero a sido tan flematico q[ue] asta aora no me la a acavado; la marmelada ba por si algun dia gustare V. M. de merendar como es la conserva q[ue] mejor le save a V. M. […]”; gastos de tarros para mermeladas figuran en las listas de cuentas conservados en HHStA, HA, Nachlass Khevenhüller, Karton 3-1, 1642/43: cuentas del 25 de junio y 25 de octubre de 1642; 20 de mayo y 13 de junio de 1643. 37. Cartas de María a Fernando, Viena, 25 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 208r): “[…] oy ynbio a V. M. esa conserva de menbrillo q[ue] aunq[ue] no comera mucha ba por si algun dia gustare de ella aora q[ue] es fruta nueva y creo sera de su gusto porq[ue] la echo hacer en cas [casa] de la traucen [Trautson] […]”, y Viena, 20 de septiembre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 200r): “[…] ynbio a V. M. un poco de conserva de menbrillo por ser la primera q[ue] se a echo y por si V. M. gustare algun dia de ella […]”. 38. Claudia era la viuda del archiduque Leopoldo V del Tirol, hermano del emperador Fernando II.

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le sabran vien a mi vida pero anme dicho no son muy dulces asi me parece seran mejores desgranadas y con açucar […]”.39 En otra ocasión, María mandó libros con su correspondencia. El 12 de junio de 1635, la reina prometió procurarle copia de las comedias que le había solicitado Fernando,40 pero, como tardaban en llegar,41 no pudo despacharle los libros hasta dos semanas después.42 A su vez, María deseaba que Fernando le enviara “buenas olandas de Flandes y de Ulma mucho mas baratas q[ue] aqui”.43 En caso de que su marido quisiera hacerse alguna ropa de estos lienzos, la infanta quería coserla con sus propias manos. También le prometió que, al mismo tiempo, no descuidaría el estudio del alemán. El uso de idiomas y la educación de los niños La cuestión del estudio y uso de idiomas es un tema importante en la correspondencia de María. La infanta podía hacerse entender en castellano 39. Cartas de María a Fernando, Viena, 19 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fols. 259v-260r): “[…] el otro dia la [a la emperatriz Eleonora Gonzaga] trajeron unas granadas de ynspruc [Innsbruck] y de ellas me dio esas q[ue] ynbio a V. M. q[ue] no e tenido animo de provarlas pareciendome le sabran vien a mi vida pero anme dicho no son muy dulces asi me parece seran mejores desgranadas y con açucar […]”, y Viena, 12 de noviembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 221v): “[…] la archiduq[ue]sa claudia me a ynbiado unas acergas; ynbio esas a mi coraçon como suelen saverle bien […]”; otros envíos posteriores de la archiduquesa Claudia figuran documentados en HHStA, HA, Nachlass Khevenhüller, Karton 3-1, 1642/43: cuentas del 12 de mayo, 25 de agosto, 11 de octubre y 12 de diciembre de 1642. 40. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 12 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 86v): “[…] mañana negociare las comedias q[ue] V. M. me manda aunq[ue] sea en tan poca cosa me a echo grande merced de avisarme V. M. de lo q[ue] gusta […]”. 41. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 16 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 121r): “[…] con esta carta espero ynbiar a V. M. algun libro de los q[ue] me a mandado pero asta aora no me los an traydo y asi lo pongo en duda […]”. 42. Carta de María a Fernando, Viena, 28 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 77r): “[…] ynbio a V. M. esos libros de comedias; los otros eran en berso porq[ue] los ymbie con tanta priesa q[ue] no abri ninguno […]”. 43. Carta de María a Fernando, Viena, 30 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 245r-v): “[…] vida mia aqui e oydo q[ue] ay buenas olandas de Flandes y de Ulma mucho mas baratas q[ue] aqui; si esto es asi le suplico me aga merced de ynbiarme unas pocas y si quiere q[ue] en pago le aga alguna rropa de ellas se la are por mi mano cosa linda porq[ue] estos dias estoy muy hacendosa y no me descuydo por esto de el aleman pero por la gracia de dios se cada dia menos […]”.

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con su marido y también con su tío y suegro, el emperador Fernando II, mientras que la comunicación con la emperatriz Eleonora Gonzaga y las dos cuñadas, María Ana y Cecilia Renata, se realizaba muy probablemente en italiano, idioma que le resultaba mucho más fácil que el alemán.44 A pesar de todo, la reina se esforzó de buena fe en aprender el alemán durante las ausencias de su marido y trató de hablarlo con el elector Maximiliano I de Baviera y su hermano, el duque Alberto VI de Baviera-Leuchtenberg, durante su estancia en Viena por la boda del primero con la archiduquesa María Ana. La infanta esperaba que este entendiese castellano,45 pero descubrió que no era así y se vio obligada a probar fortuna con su alemán. Mientras que no tenía temor a practicar con el hermano del elector, Maximiliano le inspiraba tanto respeto que no se atrevía a hablar alemán con él: […] aora estoy aguardando a el eletor q[ue] me quisiere hacer visita, el duq[ue] alverto es la mejor criatura de el mundo, yo le estoy aficionadisima, ayer le able una palabra en aleman con q[ue] q[ue]do muy contento y si no fuera por su hermano le ablara muchas pero con el biejo no me atrevo q[ue] save mas q[ue] el diablo, e de procurar obedecer a lo q[ue] mi coraçon me manda para cuando benga ablar un muy lindo aleman […].46

En todo caso, María estaba empeñada en hacer grandes progresos en sus estudios del alemán hasta el regreso de Fernando a Viena47 y de vez 44. Por esa razón María se mostró muy contenta cuando María Ana, ya como electriz de Baviera, le escribió una carta en italiano con la promesa de continuar la correspondencia en este idioma; véase carta de María a Fernando, Viena, 1 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-11, fol. 10r-v): “[…] de la eletriz e tenido tres [cartas] depues q[ue] partio y la una en ytaliano muy bien escrita desde monaco; dice me escribira siempre así porq[ue] a menester mas lugar y aora tiene muy poco; yo estoy contentisima porq[ue] me es gran mortificacion no saver leer sus cartas […]”. 45. Carta de María a Fernando, Viena, 9 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 116r-v): “[…] de el eletor ubo ayer cartas en q[ue] decia partiria el savado; lo q[ue] V. M. me mande de q[ue] aga mucho con el obedecere de muy buena gana y nunca siento tanto mi encojimiento como en estas ocasiones pero en esta le vencere cuanto pueda q[ue] por muchas rraçones es bien tenerle contento; de q[ue] me guelgo mucho es de saver entiende español pues con esto podre mejor platicar con el […]”. 46. Carta de María a Fernando, Viena, 19 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 120v/114r). 47. Carta de María a Fernando, Viena, 30 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 245v): “[…] no me descuydo […] de el aleman pero por la gracia de dios se cada dia menos […]”.

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en cuando se esforzó por conversar en ese idioma, por ejemplo, durante una visita al Königinkloster, en la que las monjas confirmaron que la reina se hacía entender mejor de lo que ella misma había pensado.48 A veces, las cartas de María contienen algunos pasajes irónicos que se refieren a su propia persona, pero también a sus hijos, por ejemplo, cuando habla de los progresos lingüísticos del pequeño Fernando, nacido en 1633. Al parecer, el niño no se daba mucha prisa en aprender a hablar, “porq[ue] es muy pereçoso […]”,49 pero tuvo la gran ventaja de crecer por lo menos siendo bilingüe en el ambiente de la corte imperial. Aprendió el castellano con su madre y los criados españoles y el alemán con su camarera mayor, la condesa Susanna Veronika von Trautson50 (Keller 2005: 331-332; Hengerer 2012: 132) y los otros miembros de la corte de origen germano. Al principio, el pequeño Fernando hablaba solo español, incluso con la condesa de Trautson, a la que llamaba “aya”, la expresión española para niñera.51 Aunque pronto aprendió algunas palabras alemanas, sus conocimientos no 48. Carta de María a Fernando, Viena, 7 de septiembre 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 251r-v): “[…] antiyer estube en el conbento de la Reyna y quisiera oyere V. M. cuan lindo aleman able q[ue] cierto no se como me entendieron las monjas pero sor beatriz me ayudo lindamente y me an dicho me doy a entender mejor de lo q[ue] yo aguardava […]”. 49. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 6 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 70v): “[…] arto miedo tengo de q[ue] Fernando no a de obedecer lo q[ue] V. M. le manda de q[ue] aprenda presto a hablar porq[ue] es muy pereçoso […]”. Este hecho se ve confirmado por su abuelo, el emperador Fernando II, en una carta al conde Simon von Thun, mayordomo mayor de Fernando III, Viena, 21 de octubre de 1634 (HHStA, HA, FKA 10-1, fol. 242r). En relación a sus progresos, véanse asimismo las cartas de María a Fernando, Viena, 26 (corregido: 28) de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 134v): “[…] los chiquillos q[ue]dan muy buenos y Fernando cada dia mas gracioso; ba ablando algo mas […]”, y Ebersdorf, 20 de septiembre de 1635 (fol. 234v): “[…] Fernando y su hermana q[ue]dan muy bonitos y el alegrísimo, cada dia abla algo mas […]”. 50. La condesa Susanna Veronika von Trautson (1580-1648) nació como baronesa de Meggau y en 1604 se casó con el conde Paul Sixt von Trautson, consejero privado de los emperadores Rodolfo II y Matías. Después de su muerte en 1621, la viuda se dedicó a la administración de los bienes de la familia, pero a partir de 1633 fue camarera mayor de los primeros dos hijos de Fernando III y María, Fernando y María Ana (Keller 2005: 331-332). 51. Carta de María a Fernando, Viena, 25 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 126r): “[…] Fernando ba ablando algo mas y esta donoso; a la traucen [Trautson] solo abla en español q[ue] la llama aya como alla se llaman las q[ue] tienen su oficio; a Judic [o Judith] llama papa y es persona muy su balida pero nada tanto como todo lo q[ue] toca a soldado a los cuales llama toto […]”.

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eran suficientes para ofrecer unas palabras de bienvenida a su padre: “[…] aprende a ablar mas de lo q[ue] solia pero con todo no se si sera tan larga la oracion q[ue] aga a V. M. cuando benga […]”.52 Para referirse a los distintos miembros de la familia imperial, el niño inventó denominaciones especiales: para el emperador y la emperatriz, nene y artanene, respectivamente,53 y, para su hermana pequeña, monana, expresión que recuerda al nombre real de María Ana. En esta ocasión, el padre se enteró también de que su hijo estaba haciendo progresos en otro campo, porque María le señala que “es persona muy linpia q[ue] ya save pedir lo q[ue] a menester”.54 La reina informaba a su marido regularmente sobre la salud y el desarrollo de los hijos, que en sus cartas llamaba “muchachos”, “chiquillos”, “la gente chica” o simplemente “sus hijos”. La compañía de estos le ayudaba mucho a soportar la ausencia de su marido. Y, sobre todo, la del pequeño Fernando, que, al momento de la partida de su padre en mayo de 1635, tenía poco más de un año y medio. Él contribuía mucho al entretenimiento de María por las imitaciones ridículas que hacía de gestos y acciones que había observado. Según cuenta su madre, Fernando reaccionó con “un jestillo graciosisimo” a la pregunta de cómo hacía un pez, aunque María no sabía dónde podía haber visto uno.55 En otra ocasión, imitó los gestos de 52. Véanse las cartas de María a Fernando, Ebersdorf, 12 de septiembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 238r) y Ebersdorf, 12 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 223r): “[…] los chiquillos q[ue]dan muy buenos y Fernando gran ablador; ame dicho escriba a V. M. pidiendole tantas cosas y con tan buen lenguaje q[ue] yo no lo sabre decir; entre ello es nayne tetauten, esto es nueve jeltrudes [Gertrude] q[ue] es la cosa q[ue] aora mas priva con el […]”. 53. Carta de María a Fernando, Viena, 7 de septiembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 251r): “[…] Fernando i yo le bajamos a rrecibir a el pie de la escalera y no creera V. M. el contento q[ue] tubo con nene y a arta nene q[ue] asi llama a sus M[a]g[esta].des; mi tio estava contentisimo de q[ue] le conociese pero con Jeltrudes fueron sus mayores alegrias con quien estubo entretenidisimo i yo echando arto menos q[ue] mi vida no le viese […]”. 54. Carta de María a Fernando, Viena, 25 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 208r): “[…] los chiquillos q[ue]dan muy bonitos; Fernando llama ya a su hermana monana y es persona muy linpia q[ue] ya save pedir lo q[ue] a menester […]”. 55. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 26 de mayo de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 94v): “[…] Fernando estava ayer por la mañana muy estraño en la casa pero luego se allo y esta de famoso umor; no se donde vio un pez q[ue]

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un confesor y se puso “su bonetico delante de la cara” hasta que terminó el acto de la confesión, dándose golpes de pecho y bendiciendo a los penitentes.56 O bien remedó a la camarera de su hermana en el momento que ella informaba a la condesa de Trautson de que la niña estaba despierta. No es de extrañar que la reina se lamentara una y otra vez de que su marido no estuviese presente para gozar las varias imitaciones de su hijo.57 El pequeño Fernando imitó también la ceremonia de boda de una dama de la corte de manera tan convincente que a María le parecía un mono amaestrado.58 Además, el niño mostró gran placer por la danza y observó atentamente a unos bailarines que había traído consigo el maestro Santo Ventura (Sommer-Mathis 1992: 1922).59 Durante otra visita de Ventura, dos criados llamados Gertrude y

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aora en preguntandole como hace hace un jestillo graciosísimo; byen es menester su conpañia para llevar estar sin la de V. M. q[ue] cada dia la echo mas [de] menos y aqui cierto no se pasa muy bien […]”. Carta de María a Fernando, Viena, 1 de septiembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 247r): “[…] la jente chica q[ue]da muy buena gracias a n[uest]ro. S[eñ].or y Fernando de bonisimo umor despues q[ue] a rrefrescado un poco; aora da en confesor y se pone su bonetico delante de la cara asta q[ue] acavan la confesión; luego les echa la bendicion y se da en los pechos con q[ue] queda contentísimo; yo deseo mucho conserve esta abilidad para cuando su M[a]g[esta].t venga por parecerme a de rreir con ella […]”. Carta de María a Fernando, Ebersdorf, 25 de septiembre 1635, Viena (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 230r-v): “[…] los chiquillos q[ue]dan muy buenos y Fernando bino aora a pedirme licencia para ir a el jardín; es persona q[ue] arremeda como hace la de la camara de su hermana cuando viene [a] avisar a la condesa q[ue] esta levantada, junta sus manitas y por decir si q[ue] non dice non y le hace su rreberencia graciosísima; todo esto es para mi gran mortificacion q[ue] mi vida no lo veo pero fio de dios sera muy presto cuando benga [a] entretenerse con estas gracias […]”. Carta de María a Fernando, Ebersdorf, 9 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 206r-v): “[…] antiyer se hiço la voda de la de Fierstanberg [Fürstenberg] en la capilla despues de las visperas pero nosotros no salimos sino desde el oratorio asistimos a ella; la novia estubo arto gordota y el a mi parecer no muy fino; despues de el desposorio dio la emperatriz una merienda en el jardin a los novios y las damas; Fernando la estubo biendo desde una bentana arto contento; arremeda muy bien como se dieron las manos; el esta aora justamente como un mono q[ue] cuanto ve quiere ymitar y con Jeltrudes [Gertrude] esta famoso porq[ue] ella hace mil cosas y el lo mismo […]”. Carta de María a Fernando, Viena, 28 agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 241v): “[…] Fernando a estado oy muy entretenido biendo dançar unos muchachos q[ue] trujo el Santo [Ventura] para este efecto porq[ue] no es creyble lo q[ue] gusta de la dança […]”.

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Wenzel —probablemente dos enanos de corte— danzaron una rústica bergamasca y Fernando intentó inmediatamente imitar los mismos gestos y saltos que hacían.60 La pequeña archiduquesa María Ana trató por su parte de igualar a su hermano mayor en todo. Pero, para María, había ciertos límites, porque no permitió que la niña a la edad de solo medio año actuase como madrina de la hija de un cortesano,61 y ella misma se hizo cargo de esta función al lado de su hijo, “porq[ue] ubiese alguna persona de juycio”.62 Por lo demás, María contó a su marido que María Ana —a diferencia de Fernando— era gordita y tenía “una cara como una bola”.63 A su juicio, la niña era “muy bonita y gran gritona”,64 desafortunadamente también a la vista del abuelo, porque aparentemente le

60. Cartas de María a Fernando, Viena, 19 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 259v): “[…] Fernando vino con grandisimo contento a mena q[ue] asi llama a viena [...]; ayer vino Santo [Ventura] a su aposento y Jeltrudes [Gertrude] con bencel [Wenzel] dançaron la vergemasca con q[ue] estubo muy alegre y queriendo hacer los mismos jestos q[ue] ellos […].”, y Viena, 9 de noviembre de 1635 (fol. 219v): “[…] Mariana esta cada dia mas gorda y muerta por hacer todo cuanto su hermano […]”. 61. En 1627 el conde Michael Adolf von Althann (1574-1636) se casó con la hija mayor del conde Adam von Sternberg, Eva Elisabeth (1605-1668), la cual más tarde sería camarera mayor de los archiduques Felipe Augusto (1637-1639) y Leopoldo (1640-1641) (Keller 2005: 262). 62. Carta de María a Fernando, Viena, 4 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 243r-v): “[…] el chiquillo es ya tan gran persona q[ue] anteyer saco de pila una hija de el conde de altam [Althann]; fue en mi oratorio i yo la madrina aunq[ue] decia fuera mas a proposito Mariana pero porq[ue] ubiese alguna persona de juycio lo ube de ser yo; no creera V. M. con el q[ue] estubo Fernando y con tan gran mesura q[ue] todos se espantaron de verle […]; gracias a n[uest]ro. S[eñ]. or esta cada dia mas bonito y su hermana conoce ya muy bien a la condesa travcen [Trautson] y rrabia por hacer todo lo q[ue] su hermano […]”. 63. Cartas de María a Fernando, Viena, 22 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 126r): “[…] los chiquillos q[ue]dan muy bonitos; Mariana con una cara como una bola; yo no quiero ynbiar su rretrato a V. M. para q[ue] cuando benga no la conozca de lo q[ue] se a mudado […]”, y Viena, 19 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 259v): “[…] Mariana venia […] con unos carrillos tan grandes y tan colorados q[ue] me olgara no poco de podersela mostrar a su padre; no se sy mi vida le conoce pero le suplico no aguarde asi a Fernando porq[ue] el triste con sus dientes no esta nada gordo pero de lindo vmor […]”. 64. Carta de María a Fernando, Ebersdorf, 9 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 206v); véase también la carta de María a Fernando, castillo cerca de Viena, 20 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 85r): “[…] Mariana esta muy engreyda con un gran rrodete y laçadas açules pacientysima y cada dia mas gorda […]”.

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tenía miedo al emperador. María probó una terapia bastante radical: bajaba a la hija todos los días a besar la mano del emperador “para q[ue] pierda esta mala costumbre”.65 Sin embargo, tampoco su hijo Fernando estaba siempre de buen humor, sobre todo, cuando le atormentaban los dientes que le estaban saliendo o cuando estaba acatarrado. En una ocasión en que lloraba mucho, María lo hizo llevar a su aposento, donde consiguió tranquilizarlo estando a la vista el retrato de su padre.66 A pesar de que la condesa de Trautson, como camarera mayor, tuviera la responsabilidad principal en la educación de los niños, María jugó un papel sorprendentemente activo en su vida y tuvo un trato muy cariñoso con ellos. Los chicos se hallaron a menudo cerca de su madre, sobre todo durante las estancias que pasaban en familia en las residencias de campo.67 65. Carta de María a Fernando, Viena, 29 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 209v): “[…] Fernando […] q[ue]da muy bonito y su hermana tan bien pero es tan maligna q[ue] se espanta de mi tio; ayer lloro muchisimo solo de verle; yo e dicho la bajen todos los dias a vesarle la mano para q[ue] pierda esta mala costunbre […]”. 66. Cartas de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 3 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 100v): “[…] no a q[ue]rido parar asta q[ue] le an llevado a bisitar su rretrato de V. M. q[ue] ya es persona de tan buen juycio como esto […].”, y Viena, 19 de noviembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 213v): “[…] Fernando esta con mucho catarro y muy gruñon de q[ue] me pesa arto porq[ue] no quisiera le allase V. M. asi; es tan buen hijo q[ue] oy a llorado mucho por V. M. y no quiso callar asta q[ue] le mostraron su rretrato […]”. 67. Cartas de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 3 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 100v): “[…] aora acava de venir Fernando a mi aposento […].”; Viena, 1 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-11, fol. 11r): “[…] Los muchachos q[ue]dan muy buenos i yo me olgara arto de q[ue] V. M. biera cuan de buen umor q[ue]da aora Fernando con Geltrudes [Gertrude] q[ue] es su dama y todo su amor; en quiriendose ir a su aposento biene a besarme la basquiña y luego no ay quien le tenga […].”; Ebersdorf, 1 de septiembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 225r): “[…] Los chiquillos muy bonitos aunq[ue] a Fernando le an salido muchos granos por el cuerpo pero el doctor lo tiene por muy bueno i yo juzgo es de algun diente porq[ue] en todo el dia no se quita los dedos de la boca; con todo esta muy alegrito y aora esta aqui en la galeria biendo jugar a los hijos de el q[ue] cuyda de esta casa q[ue] yo no se como se llama a la gallina ciega […]”; Viena, 2 de noviembre de 1635 (fol. 211r): “[…] los chicos q[ue]dan buenos; Fernando fue ayer mi conbidado y estubo de famoso umor; ya enpieço a traçarle sus galas para cuando V. M. benga […].”, y Viena, 13 de septiembre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 166r): “[…] los chiquillos q[ue]dan muy bonitos; Fernando esta aora aqui jugando lindamente […]”.

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Cuando el emperador Fernando II, con quien María al parecer tenía una relación particularmente buena,68 y su segunda esposa, Eleonora Gonzaga, visitaban a la nuera, dedicaban también mucho tiempo a los nietos.69 Pero una de estas visitas del abuelo provocó una fuerte reacción de parte del pequeño Fernando, porque al día siguiente lloró muchísimo sin consuelo. El conde de Khevenhüller trató de calmarlo montándolo en el caballo de su madre y conduciéndolo delante de su ventana, pero “no guste de la fiesta”, probablemente porque a ella le aparecía demasiado peligroso, y lo hizo desmontar —con el resultado previsible de que el niño empezó a llorar de nuevo—. Sin embargo, un poco más tarde Fernando se hallaba ya tranquilo y contento al lado de la madre y mostró tener mucho apetito. María decidió actuar como su “trinchanta” (escudero trinchante), porque le parecía una buena oportunidad para ganarse la confianza de su hijo, algo que le resultaba más fácil en las residencias de campo que en el palacio imperial de Viena, donde el ceremonial de corte se guardaba de forma más rigurosa.70 68. Carta de María a Fernando, Viena, 28 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-43, fol. 76v-77r): “[…] mi tio me a echo oy una burla con el q[ue] me a echo poner bien colorada; el a dicho la a de escribir a V. M. y por eso yo no la digo […]”; castillo cerca de Baden, 6 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 70r-v): “[…] ayer fue la voda de su hija de mecao [Meggau]; mi tio la honrro con allarse presente con toda la jente menos la emperatriz […]; comimos nosotros solos; despues jugo mi tio a el piq[ue]te conmigo y me gano un ducado perdida la cual no me enpendra mucho; esto fue mientras se hacia ora de la dança; Su M[a]g[esta].t danço con la novia y conmigo q[ue] cosa tan corrida no me e bisto porq[ue] como yba en çapatos me parecia tan chiquita q[ue] no osava halçar los ojos; temime bravamente de noyburg [Neuburg] y por lo q[ue] se pudiera ofrecer le dije a mi tio si quisiese dançar conmigo me escusase q[ue] no estando V. M. aqui no me parecia dançar sino con su M[a]g[esta].t; a el le pareçio muy bien de q[ue] yo estoy contenta porq[ue] a la voda de baviera pienso hacer lo mismo eçeto de q[ue] V. M. me mande decir si are bien en ello […]”, y castillo cerca de Baden, 23 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 82r): “[…] ayer y antiyer me hiço merced mi tio de venir a cenar conmigo con toda la jente; cenamos en el jardin q[ue] estava arto fresco donde echo arto menos a V. M. pues es cierto mi S[eñ].or q[ue] esto me sucede en todas partes […]”. 69. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 28 de mayo de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 96r): “[…] mi tio me hiço merced de venir aquí; entretubose mucho con Fernando q[ue] estubo de muy buen umor […]”. 70. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 12 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 86v): “[…] Fernando fue ayer q[ue] hiço buen dia a visitar a mi tio; olgose muchisimo con el y el estubo de muy buen umor y muy obediente pero no se le puede hacer este gusto muchas veces porq[ue] oy no avia quien le sosegase gritando apa apa a llorado mucho; emosle consolado con ynbiarle esta tar-

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Al pequeño Fernando le gustaba mucho ir a caballo y se mostró muy feliz cuando su abuela Eleonora le tomó en su regazo y cabalgó con él por el jardín: […] V. M. tiene un hijo q[ue] no ay quien se averigue con el tal ansia como tiene de cavallos no es creyble; ayer bino la emperatriz solo a pasearle un poco en el jardin yendo ella a cavallo y el en sus faldas, estubo contentisimo; oy no avido quietarle asta q[ue] le an traydo el cavallo de lencel [Wenzel] a[l] mismis[i]mo aposento; juzge V. M. descortesias aria el tal cavallo pero el estava contentisimo trayendole de las rriendas sin aver rremedio de quitarselas de la mano asta q[ue] se divirtio un poco y entonces se las cortamos pero en echandole menos enpeço a gritar asta q[ue] se consolo con otro de palo q[ue] le a dado la emperatriz; es de manera la ansia con q[ue] esta por el apa apa q[ue] a mi me parece se enflaq[ue]ce porq[ue] no trata de otra cosa y muchas veces deja de comer […].71

Una y otra vez María describe incluso detalles de poca importancia, por ejemplo, que ella había dado a su hijo una carta para su padre —“para tata”— con el encargo de entregarla al mayordomo mayor, el conde de Khevenhüller, comisión que el niño ejecutó muy seriamente.72 La reina dejó los garabatos que el niño había hecho en el papel de una carta a Fernando para enseñarle qué “buena mano” tenía.73 La correspondencia de María informa también sobre juguetes y regalos de los niños. Durante su estancia en Viena, el elector Maximiliano I de a el jardin donde trujeron mi cavallo q[ue] le sentaron un poco en el; quiveniler [Khevenhüller] le llevava arto seguro pero paso asi por mi ventana y aunq[ue] lo yba no guste de la fiesta y asi le hice quitar lo cual a llorado arto; aora q[ue]da aqui sentado dando gran priesa por la papa; yo soy su trinchanta muchas veces porq[ue] sea mi amigo y aqui parece lo esta mas q[ue] no en biena […]”. 71. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 20 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 84v-85r). 72. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 29 de mayo de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 104r): “[…] sus hijos q[ue]dan muy bonitos y Fernando persona de tanta ynportancia q[ue] ayer le di la carta q[ue] escribia a V. M. y le dije se la diese a quibeniler [Khevenhüller] q[ue] era para tata; el lo hiço tan bien q[ue] no para asta allarle y darle la carta diciendo a ten […]”. 73. Cartas de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 7 de junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 78r): “[…] Fernando a escrito estos borrones i yo no e querido dejar de ynbiarlos a V. M. para q[ue] bea su buena mano […]”, y Viena, 1 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-11, fol. 11r): “tata, este principio de carta es de Fernando y pareciendome no le pesara a V. M. de ver sus borrones e querido dejarlos […]”.

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de Baviera regaló a Fernando “un ciervo chiquito lindisimo y tan manso como un perro” y también “un cavallico […] todo negro con muy lindo adereço y acostunbrado a andar por los aposentos y a comer a la mesa”.74 Del conde de Trautson, el niño recibió un caballo de madera sobre ruedas;75 de la emperatriz, una silla móvil;76 del cardenal Barberini, un relicario guarnecido de diamantes con una reliquia de Santa Martina,77 y del cardenal Dietrichstein, “una archita muy bonita de marfil llena de muchos animales y figuras de plata arto bien labradas; a todas se les parte la caveça con q[ue] el tiene bien en q[ue] entender”.78 Un regalo parecido lo eligió también la archiduquesa María Ana para su sobrina del mismo nombre, mientras que a Fernando le regaló un autómata musical en forma de “una galera con cuerda para andar y para sonar unos instrumentos de la jente q[ue] iba dentro arto bien echo”.79 El niño se quedó muy 74. Carta de María a Fernando, Viena, 19 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 120r-v): “[…] a traydo a Fernando un ciervo chiquito lindisimo y tan manso como un perro; todo el dia esta en su aposento y el mismo le da de comer; oy le a presentado un cavallico poco mayor q[ue] mufte [?] todo negro con muy lindo adereço y acostunbrado a andar por los aposentos y a comer a la mesa; cierto q[ue] es lindisimo y su amo esta arto contento con el […]”. 75. Carta de María a Fernando, Viena, 26 (corregido: 28) de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 134v): “[…] el conde travcen [Trautson] le a dado un cavallo de q[ue] V. M. podra estar seguro porq[ue] es de palo y con rruedas; anda donoso en el y muy contento […]”. 76. Carta de María a Fernando, Viena, 14 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 136r): “[…] Fernando anda muy entretenido con una silla q[ue] la emperatriz le a echo hacer en la cual se pasea lindamente trayendole bencel [Wenzel] y la jente chica […]”. 77. Carta de María a Fernando, Viena, 13 de agosto de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 142v): “[…] oy a tenido Fernando un presente de el cardenal bavvarino [Barberini] con q[ue] no a benido en su nombre sino de el padre alejandro el capuchino q[ue] V. M. conoce, dice q[ue] el le mando hacer y q[ue] no salio a su satisfacion asi no quisiere ser el dueño de el presente el cual es un rrelicario con diamantes y una rreliquia de santa martina una santa martir q[ue] aora a parecido y es muy devota de los niños de españa […]”. 78. Carta de María a Fernando, Viena, 29 de octubre de 1635 (HHStA, HA, FKA 314-3, fol. 209v): “[…] el cardenal dietristain [Dietrichstein] bino allarse a la fiesta [la boda de la condesa de Collalto] y a traydo a Fernando una archita muy bonita de marfil llena de muchos animales y figuras de plata arto bien labradas; a todas se les parte la caveça con q[ue] el tiene bien en q[ue] entender […]”. 79. Carta de María a Fernando, Viena, 9 de noviembre de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 219v): “[…] ayer las ubo [cartas] de la eletriz con nuevas de q[ue] esta muy buena; ynbio presente a los chiquillos, a mariana una arquella de estas con cosas de plata muy bonita; barbora [Barbara] esta contentisima con ella y de q[ue]

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contento de este regalo, probablemente porque tenía gusto en los efectos sonoros; él mismo, en una feria de la madera, eligió un tamboril con el cual después estuvo torturando la cabeza de su pobre madre.80 En vista de la estrecha relación existente entre madre e hijos, no es de extrañar que los niños se disgustasen cuando María viajó sin ellos a Ratisbona para asistir a la elección y coronación de su marido como rey de Romanos.81 Aunque la infanta deseaba muchísimo reunirse con su amado esposo, sentía remordimientos por abandonar a sus hijos y dejarlos bajo la custodia de su cuñado, el archiduque Leopoldo Guillermo.82 María partió de Viena el 9 de octubre de 1636 y fue acompañando su viaje, que le parecía transcurrir demasiado lentamente, con se ayan acordado de su ama q[ue] dice es este el primer presente q[ue] a tenido a tal ama; esta cada dia mas gorda y muerta por hacer todo cuanto su hermano, suyo presente fue una galera con cuerda para andar y para sonar unos instrumentos de la jente q[ue] iba dentro todo arto bien echo; el esta arto contento con ella […]”. 80. Carta de María a Fernando, Viena, 30 de septiembre de 1636 (HHStA, HA, FKA 10, fol. 126r): “[…] Fernando esta muy mal en q[ue] yo me aya de ir q[ue]da graciocisimo y su hermana graciocisima; […] antiyer le lleve a el a la Favorita y de camino pasamos por la feria de la madera donde se olgo muchísimo; toda la queria comprar; al fin escojio lo q[ue] mas le gusto y un tanboril con q[ue] me bino aturdiendo la caveça […]”. 81. Carta de María a Fernando, Königstetten, 9 de octubre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 164r): “[…] no allo como decir a V. M. cuan grandisimo es mi contento de poder avisarle ya como e salido de Viena por ymajinar verme tan presto con mi bida cosa q[ue] tanto e deseado y q[ue] es la mayor dicha q[ue] puedo tener y cierto mi S[eñ].or e menester bien lo mucho q[ue] le quiero y deseo ver para dejar con gusto n[uest]ros. hijos los cuales estan bien para echarlos menos y con ser persona Mariana q[ue] no suele estar mucho conmigo ayer parece tubo distinto en no apartarse de mi en todo el día; a su hermano a muchos le sucede lo mismo y ayer llorava en oyendo q[ue] yo me yba asi oy no me e atrevido a berle porq[ue] es cierto se quisiera venir conmigo […]”. 82. Originalmente María había previsto que fuese el cardenal Dietrichstein quien asumiese esta tarea, pero él murió el 19 de septiembre, y así la elección recayó sobre el archiduque Leopoldo Guillermo; véanse las cartas de María a Fernando, Viena, 30 de septiembre 1636, y Viena, 30 de septiembre de 1636 (HHStA, HA, FKA 10, fol. 125v-126r): “[…] mucho travajo es q[ue] el archiduq[ue] se nos q[ue]de aqui q[ue] aunq[ue] para mis muchachos es tan bueno, para mi no lo es mucho porq[ue] ay pocos q[ue] bayan conmigo […]; véase asimismo la carta de María a Fernando, Wallsee, 14 de octubre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 162v163r): “[postdata] e tenido una carta de el archiduq[ue] en q[ue] me dice como los chiquillos q[ue]davan muy buenos; yo le avia pedido mandase a su obispo se biniese a palacio a dormir porq[ue] ellos q[ue]davan alli tan solos y no avia allado otra persona a proposito para esto pero el lo a echo tan bien q[ue] se a benido a palacio con q[ue] tendran buena conpañia; yo estoy tan agradecida de el como es justo, V. M. tanbien se lo agradezca pues lo a echo tan bien”.

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cartas escritas a un intervalo de dos días;83 la última es del 19 de octubre de 1636, y en ella se muestra muy preocupada por su alojamiento en un aposento separado de su esposo: […] yo quiero suplicar a V. M. sea oy mi aposentador pues ya le escribi cuan yncomodo seria q[ue] desde su aposento de V. M. se vbiese de pasar por la antecamara a el mio y mas no aviendo capacidad en el para poder V. M. tener su cama en uno de ellos; asi segun la rrelacion q[ue] me hiço morales quisiera q[ue] V. M. mandase mudar el aposento de dormir junto a el de V. M. y la antecamara podria ser por estotro lado y si a V. M. no le hiciese falta q[ue] durmiesemos en uno de sus aposentos creo se podria acomodar mejor, V. M. vera lo q[ue] mejor le pareciere y de manera q[ue] no sea menester pasar por la antecamara desde su aposento a el mio pues para mi esto sera lo mas yncomodo de todo […].84

Cabría suponer que María llegó a conseguir este cambio en la distribución de los aposentos, porque otros casos en su correspondencia muestran que, cuando la reina perseguía un objetivo, insistía tanto que acababa saliéndose con la suya. Conclusión Aunque en este ensayo se ha tratado de presentar ante todo algunos de los aspectos personales de esta correspondencia, hay que señalar que las cartas de María contienen muchos otros temas relevantes para

83. Cartas de María a Fernando, Königstetten, 9 de octubre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 164r-165v); Melk, 11 de octubre de 1636 (fol. 158r-159v); Wallsee, 14 de octubre de 1636 (fol. 162r-163v); Wels, 17 de octubre de 1636 (fol. 185r186v), y Peuerbach, 19 de octubre de 1636 (fol. 160r-161v). 84. Carta de María a Fernando, Peuerbach, 19 de octubre de 1636 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 160r-v); véase también lo referido ya antes en una carta de Viena, 20 de septiembre de 1636 (fol. 199v): “[…] no creo e escrito a V. M. como avia ynbiado a morales porq[ue] la emperatriz me ynbio a pedir una memoria de los aposentos q[ue] abria menester para toda mi jente y asi juzge q[ue] el la aria mejor ame traydo mala rrelacion de la comodidad y para mi una muy mala q[ue] es no estar cerca su aposento de V. M. de el mio pero aun tengo alguna esperança de q[ue] esto se a de poder rremediar porq[ue] basta lo lejos q[ue] emos estado y asi yo no quisiera sino poder con mas comodidad estar muchos rratos con quien tanto deseo y todo lo deve a lo honrrado q[ue] es mi alma; yo no ablo en sueños como V. M. porq[ue] ya sabe q[ue] soy mas mujer de vien […]”.

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la historia cultural de la época. Dado que tales escritos debían suplir a la conversación directa, se hablaba de asuntos tan diferentes como el tiempo, la salud, la vida cotidiana de la corte con sus bodas y bautizos, comidas y festejos, ceremonias religiosas, misas y procesiones, visitas de palacios y conventos, representaciones teatrales y musicales, excursiones y cacerías, pero también de los acontecimientos políticos y militares de la guerra de los Treinta Años. Particularmente entretenido de leer es el curioso informe que María ofrece a Fernando sobre las nupcias de su cuñada María Ana con el viejo príncipe elector Maximiliano I de Baviera, que incluía todos los preparativos, incluso para la noche de bodas: […] ya q[ue] e rrespondido a sus cartas de V. M. entran aora las nuevas de la boda la cual se hiço el domingo como V. M. sabra, porq[ue] me dicen quiveniler [Khevenhüller] hace rrelacion de ella no la ago yo sino de lo q[ue] paso despues de q[ue] la emperatriz escribe a V. M. me rremite la rrelacion; en acavandose la cena, estubimos en conversacion casi una hora yo con arta gana de yrme [a] acostar porq[ue] estava muy molida con mi saya y tan delgada de cintura q[ue] V. M. no lo creería; la emperatriz enpeço a decir q[ue] el archiduq[ue] [Leopoldo Guillermo] se dormia y q[ue] asi seria bien enpeçar a despedirse lo cual se hiço luego con arta rrabia de la novia; fuymos las mujeres a su aposento; ella se desnudo sin açañeria y se puso una rropa de noche q[ue] yo le di con la cual estava hermosísima; el novio la quiso ablar una palabra y asi fue en este traje; estubo un instante con el y luego la entramos en el aposento donde rreço un poco y luego se acosto y bino el novio vestido; este fue castigo de el ansia con q[ue] yo estava por verle con la rropa pero el lo hiço como entendido; alli le dimos las buenas noches y luego cerro su puerta; de lo demas pregunte V. M. a su hermana pues ella no a querido contar nada aunq[ue] yo la e dicho la comision q[ue] tengo de V. M.; no [ha] avido ninguna ystoria porq[ue] cosa tan cuerda y q[ue] tan bien save lo q[ue] se a de hacer no se ha visto; si V. M. la biera con su marido se espantara de cuan allada esta y contentisima de manera q[ue] se le conoce no es finjido sino de coraçon; yo cierto lo estoy muchisimo porq[ue] temia lo contrario; mire V. M. cual esta pues el otro dia nos preguntava cual era mejor el eletor o su padre y porq[ue] cicilia [Cecilia Renata] y yo deciamos q[ue] su M[a]g[esta].t se enojava y nos aseguro no era finjimiento sino q[ue] le parecia bien; a mi me a parecido mejor de lo q[ue] le aguardava aunq[ue] el segundo dia estava muy acavado; debia de ser de lo q[ue] V. M. puede entender; yo cierto le quiero bien y ago con el cuanto puedo pero es gran travajo q[ue] no entiende bien español […].85 85. Carta de María a Fernando, Viena, 19 de julio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fols. 119v-120r).

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Este informe muestra claramente el estilo de escritura de María, que es muy espontáneo y, a veces, incluso humorístico. El lector contemporáneo tiene la impresión de que la reina escribiera con franqueza cuanto se le pasa por la cabeza, sin pensar mucho en la forma o el contenido. La gran autenticidad y naturaleza que expresa en este epistolario personal muestra también la gran confianza que tenía en la relación con su marido. Su correspondencia le servía, a menudo, para expresar su estado de ánimo y sus sentimientos. María no olvida nunca subrayar el gran anhelo que sufría por la ausencia de su amado esposo y una sensación de soledad que le parecía casi insoportable. La escritura de las cartas le servía como consuelo: […] guardeme dios a V. M. vida mia por tanto como echa menos mis cartas; yo le confieso estoy pudridisima de q[ue] las tenga V. M. de aqui y no mias pero me consuelo con q[ue] conozca V. M. no es descuydo mio q[ue] es sin duda no le tubiere en cosa q[ue] a mi me esta tan mal pues estando sin V. M. no tengo mayor consuelo q[ue] es escribirle […].86

Sin duda, estas declaraciones contienen muchas frases retóricas —cuando María espera que su marido no se canse de recibir tantas cartas de ella o cuando se disculpa de que estas sean demasiado largas—, pero también supo que Fernando escribía al menos tantas cartas como ella y que él tampoco consideraba la correspondencia con su mujer como un molesto deber cortesano. La pareja estaba realmente unida por un profundo amor y libre de cualquier tipo de celos, porque podían sentirse seguros de unos sentimientos que eran recíprocos. La correspondencia personal de María merece una edición comentada87 no solo porque este personaje parece particularmente interesante para el estudio de las relaciones familiares dentro de la Casa de Austria, sino también porque sus cartas ofrecen una visión íntima y polifacética del mundo de la corte imperial durante este periodo tan importante de la guerra de los Treinta Años. Su fuerte personalidad como mujer y como soberana aporta además un valioso punto de vista 86. Carta de María a Fernando, castillo cerca de Baden, 20 junio de 1635 (HHStA, HA, FKA 31-4-3, fol. 84r). 87. Estamos preparando una edición crítica de este epistolario personal de María (prevista para 2020).

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femenino al estudio de la trayectoria de esta infanta española en los entornos cortesanos y políticos centroeuropeos. Y el estilo confidente y franco que apreciamos en la correspondencia de María con su marido ofrece un valioso ejemplo para estudios comparativos con otros epistolarios semejantes. Fuentes Österreichisches Staatsarchiv (ÖStA, Viena), Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA), Hausarchiv (HA) — Familienkorrespondenz A (FKA): Karton 10, Fasc.1: correspondencia del emperador Fernando II; y Fasc. 2: correspondencia de Fernando III; Karton 31, Fasc. 3: cartas de la emperatriz Eleonora Gonzaga al conde Johann Ferdinand Portia (1634); Fasc. 4: correspondencia de la emperatriz María, primera mujer de Fernando III, 31-4-2: cartas de María al archiduque Leopoldo Guillermo (1629-1645); 31-4-3: cartas de María a Fernando III (1635-1637, 1642); 31-4-11: dos cartas de María a Fernando III (1 y 3 de agosto de 1636) —  Familienakten (FA): Karton 66, Fascs. 10 y 11 —  Nachlass Khevenhüller: Karton 1-3 —  Obersthofmeisteramt (OMeA), Sonderreihe (SR): Karton 75 y 76 Bibliografía Bastian, Corina (2013): Verhandeln in Briefen. Frauen in der höfischen Diplomatie des frühen 18. Jahrhunderts. Köln/Weimar/ Wien: Böhlau. Bastian, Corina, Dade, Eva Kathrin, Thiessen, Hillard von y Windler, Christian (eds.) (2014): Das Geschlecht der Diplomatie. Geschlechterrollen in den Außenbeziehungen vom Spätmittelalter bis zum 20. Jahrhundert. Köln/Weimar/Wien: Böhlau. Böhm, Claudia (1986): Theatralia anlässlich der Krönungen in der österreichischen Linie der Casa d’Austria (1627-1764), tesis doctoral. Wien: Universität Wien. Braun, Bettina, Keller, Katrin y Schnettger, Matthias (eds.) (2016): Nur die Frau des Kaisers? Kaiserinnen in der Frühen Neuzeit. Wien/Köln/Weimar: Böhlau.

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II. Redes familiares e influencia política en la Casa de Austria

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The Archduchess, the Queen, a Jesuit and a Carinthian Nobleman: The Correspondence of Mary of Styria (1551-1608) with the Spanish Court* Katrin Keller (Österreichische Akademie der Wissenschaften, Institut für Neuzeitund Zeitgeschichtsforschung)

In recent years, the letters of women, especially those of noble and princely descent, have increasingly been drawing the attention of researchers who focus on the early modern period. While the specifics of language usage in letters are one of the topics of interest from the perspective of linguistic history (Lefèvre 1996; Daybell 2006; Rössler 2007), more recent studies have been identifying letters as a significant or even as the essential source of information regarding the action of women (Keller 2004; Couchman and Crabb 2005; Ruppel 2006; Antenhofer 2007; Bastian 2013; Woodacre 2016). Besides a large number of studies using letters as sources, various editions of correspondence of princesses have been published which make material more easily accessible for comparative research (Thieme 2010; Raschke 2009; Akkerman 2011 & 2015). It is nevertheless still rare to find studies examining letters by women of the German-speaking branch of the House of Habsburg from the sixteenth and seventeenth centuries (Keller 2007; Lutter 2011; Unterholzner 2015: 108-182; Laferl 2004). This is not surprising if one looks at the availability of records: the letters of princesses and consorts in the archives of princes of the Holy Roman Empire are generally less well preserved than those of their husbands and sons. And the situation regarding the Habsburgs is particularly difficult because of *

Translated from German by Stephan Stockinger.

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the loss of source material. We know examples of systematic destruction of letters, often in compliance with the wishes of the respective correspondents (Daybell 2006: 36-37). But what is more, letters by princesses and noble women were frequently classified as private correspondence and therefore less appreciated and ultimately scrapped by archivists. The overall lack of preservation of Austrian Habsburg estates for the period under scrutiny further compounds the problem. As a result, the Viennese Haus-, Hof- und Staatsarchiv possesses only two boxes (Hausarchiv, Familienkorrespondenz A31 and A32) with fragments of correspondence for the nine empresses of the sixteenth and seventeenth centuries. No dedicated search has yet been conducted for remnants of their outgoing correspondence in German and other European archives. The only exception is the correspondence of Archduchess Maria of Bavaria, which comprises several boxes in the Haus-, Hof- und Staatsarchiv in Vienna (Hausarchiv, Familienkorrespondenz A40-A47). This unique holding in terms of the female Habsburgs of the Austrian branch will be introduced in more detail in the following. In keeping with the topic of this volume, the main emphasis will be placed on the part of the correspondence documenting Maria’s connections to Spain. Archduchess Maria and her Network of Correspondents Born in 1551 as the daughter of Albert V of Bavaria and Archduchess Anna, the eldest daughter of Ferdinand I, Maria, married Archduke Charles, her mother’s youngest brother, in 1571. Charles had been ruling Inner Austria, one of the three Habsburg hereditary territories bequeathed by Ferdinand I to his sons Maximilian II, Ferdinand II of Tyrol, and Charles, since 1564. Besides the duchies of Styria, Carinthia, and Carniola, Inner Austria included the county of Görz. Charles and Maria’s marriage produced fifteen children, the oldest of which, Archduchess Anna, was only seventeen when her father died in 1590. During her eighteen years of widowhood, Maria first acted as co-guardian for her eldest son, the later Emperor Ferdinand II, and after he reached majority in 1595 remained his close advisor on political as well as personal issues until her death in early 1608. She also successfully married off several of her daughters, who represented the

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marriage capital of the Austrian Habsburgs around 1600 due to Emperor Rudolph II’s refusal to marry. After her wedding, the archduchess constantly endeavored to forge her family connections as well as contacts made during travels and personal visits into a permanent network. Through this network, knowledge as the basis for political insight and influence could continuously be acquired and updated. A network of correspondence was essential for both of these aspects, which were permanently and closely interconnected, and Maria expended much time and energy into maintaining her network. On 31 December 1605, for example, she sent a total of thirty-one letters (Hurter 1860: 399-400; and Wehner 1965: 106), and while temporarily governing Inner Austria during her son’s absence in 1605, she complained that it was so much work that she did not want to “write, pray, eat or sleep”.1 Writing was apparently at the top of the list of activities she considered indispensable. We may assume that Archduchess Maria kept up extensive correspondence during her lifetime —much of which, however, is preserved only in fragments as mentioned previously—. The boxes stored in the Haus-, Hof- und Staatsarchiv in Vienna contain almost exclusively incoming correspondence, i.e. letters to Maria. Among the letters from at least 154 different persons who wrote to her, those from members of her families, that is the houses of Wittelsbach and Habsburg, form the largest group. There are, for example, eighty extant letters to Maria from her brother William V of Bavaria, and sixty-one from her daughter Anna, Queen of Poland since 1592 (HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A40; Stieve 1886-1901; Dobner 2015). Maria’s letters also show that she communicated regularly with various officials at the court in Graz as well as at the imperial court in Prague, for example with Hermann Attems, Inner Austrian and imperial privy councilor; with Peter Casal, privy secretary to Maria’s son Ferdinand; with Georg Schieckel, valet to her daughter Anna in Cracow; with the imperial high treasurer Wolf Rumpf; with Christoph Unverzagt, who regularly reported to Maria from Vienna as well as from the theaters of the Long Turkish War; and with Hans Khevenhüller, the imperial ambassador in Madrid. Among the people who regularly wrote to Maria (and to whom the archduchess must have replied) were also several clerics including 1.

“weder Schreiben, Betten, Essen oder Schlaffen mag” (Stieve 1892: 453).

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the Viennese bishop Melchior Khlesl, the confessors of her children (Keller 2014a), the Mother Superior of the Munich Poor Clare Sisters, various bishops of the Inner Austrian lands, the papal nuncio Girolamo Portia, and even Pope Clement VIII himself. It is noteworthy that compared to the surviving correspondence of other rulers’ consorts, only a few women are known to have corresponded with Maria (Keller 2010: 72, 74); it has yet to be determined, however, whether this is merely because women’s letters have not been preserved or because in fact few women actually wrote the archduchess. It should be emphasized that the surviving correspondence clearly documents the archduchess’s interest in receiving news from various courts about day-to-day events through her correspondents, many of whom can only be described as informants which she had in a number of places: several members of her daughter Anna’s court in Poland reported continuously to the archduchess, among them her confidant Ursula Mayrin, who for decades held a central position in the immediate proximity of the Polish royal family (Leitsch 2010, vol. IV: 1848-1922). While the information thus gleaned played an important role in the exchange of letters with other family members as well, it was primarily the councilors and diplomats in the imperial or archducal services that kept Maria informed. She received reports from Tobias Fischer, Wolf Rumpf, and Rudolf Corraduz in Prague; from Christoph Unverzagt in Vienna; from Carl Schurf and the merchant Lustrier in Tyrol; from Hans Khevenhüller and later from her daughter Margaret as well as the latter’s court lady Maria Sidonia Rieder and Margaret’s confessor in Madrid; from Raimondo della Torre in Rome; and from Bernardo Rossi in Venice. Hitherto unknown, on the other hand, are the numerous letters sent by Archduchess Maria and now stored in other archives across Europe. Her letters in the Geheimes Hausarchiv of the Wittelsbachs in Munich are well documented (Stieve 1886-1901), and letters from holdings in Madrid and Florence as well as those of the Roman Curia have been cited in literature (Sánchez 2000; Zingerle 2008). Twentyeight hand-written letters by Maria from the years 1581 to 1585 are preserved in Dresden among the papers of the Lutheran Electress Anna of Saxony (Sächsisches Hauptstaatsarchiv Dresden, Loc. 8538/11 and Loc. 8534/1), some other letters in archives of noble families in Austria and Bohemia (for example Steiermärkisches Landesarchiv, Graz, Familienarchiv Attems 7, Fasz. 8). One of the significant aspects of these

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known fragments of Maria’s correspondence is that she wrote many of the letters herself, which gives them an immediacy of expression uncommon in princely letters written by scribes. Comparison of the few known bodies of outgoing letters with the Viennese list clearly demonstrates how fragmentary the existing remains of the archduchess’s correspondence are: not a single one of the nearly thirty replies by Electress Anna documented in copies in the Dresden archives is extant in Vienna, and only very few letters to Maria from her sister Maximiliana of Bavaria are preserved there as well. Maria also received at least fiftyone letters from her daughter Maria Christina in Transylvania between 1595 and 1597, as we know from a register (HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A6; Ungarische Akten, Allgemeine Akten, Fasz. 133), but none of these letters can be found in the Viennese collection. These obvious losses make it difficult to gauge the full extent of the archduchess’s correspondence, and the challenge of locating her outgoing letters, which are likely distributed across most of Europe, further complicate research into many aspects of her activities and persona. Some letters could surely be identified by examining the full breadth of the Viennese holdings, since they have likely been filed according to their respective subject matter (Hirn 1902). Much material is presumably lost for good, however —in part because Maria herself and many of her addressees destroyed certain correspondence immediately to assure that its contents would not fall into the wrong hands (Khull 1898: 23, 86). Considering, for example, that a contemporary of Maria, the abovementioned Anna of Saxony, corresponded with 650 persons during her lifetime and left around 25,000 letters (incoming and outgoing) (Keller 2010: 72, 74), we can conclude that only a small percentage of the archduchess’s correspondence is currently accessible to us. The Correspondence with Spain The contacts to Spain have already been mentioned in the above overview of Archduchess Maria’s exchange of letters, and as indicated, there were various aspects to this particular part of her correspondence. Maria had been in contact with Hans Khevenhüller, the imperial ambassador in Madrid, since the 1570s, and through him also maintained a connection to Empress Maria of Austria (Sánchez 1998: 3-4,

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87-88, 184; Niederkorn 1993: 200, 226-227), the daughter of Emperor Charles V and widow of Maximilian II who had returned to Spain from Prague in 1581 and lived in Madrid until her death (1603). In the context of the many years of negotiations on the marriage between one of Maria’s daughters to Philip III, heir to the Spanish throne, the archduchess herself as well as Emperor Rudolph II communicated regularly with Khevenhüller. Individual letters were also exchanged with the prospective groom and his father Philip II. The eventual marriage in 1598 and Maria’s journey to Spain in 1599 accompanying her daughter (Keller 2012: 197-221) resulted in new contacts. On the one hand, she naturally maintained correspondence with her daughter Queen Margaret of Spain as well as with the emperor’s widow Maria, whom she had visited in Madrid, and the latter’s daughter Margaret of the Cross, who lived as a nun in the convent of Descalzas Reales (Sánchez 1998; HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A40). On the other hand, Maria’s circle of communication was expanded with contacts to her daughter’s confessor, Richard Haller (SJ), and her daughter’s lady-in-waiting, Maria Sidonia Rieder (Feros 2000: 97, 168; HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43 and A44). But the journey not only served the purpose of direct political conversations with the king of Spain and his advisors (Khull 1898: 17-18, 38, 56, 103); after her return home, the archduchess endeavored to maintain lasting correspondence with a number of court officers. Without a doubt, she spoke about the various problems faced by her son Ferdinand as ruler of Inner Austria with the Marquis of Denia, the nearly all-powerful favorite of Philip III of Spain and later Duke of Lerma (Sánchez 2000: 101; Khull 1898: 104, 117; Feros 2000). Maria must have noticed quickly that the king trusted Lerma completely, and hence strove successfully for a good rapport with the duke and even with his own favorite, the Marquise del Valle. Hans Khevenhüller observed this and informed Emperor Rudolph II: “Her Highness [Maria] has been able to apply herself and accommodate to the matters so well that she has advanced her designs against the will of the privados (which she knew how to win over)”.2

2. “Ihr Durchlauchten [Maria] habben sy so wol ihn die sachen schickhen und accomodiern khin, daß sy wider der privados willen (den sy aber zu gewin gewisst) mit ihren disignos fortkhumen” (Stromenger 2001: 245).

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Maria’s initial almost euphoric appraisal of Lerma (Khull 1898: 104; Sánchez 2000: 98-99) did not last long, and she would eventually have to acknowledge that he sought only to preserve his own power —a goal to which everything and everyone else was subordinate—. At least she was soon able to inform her son Ferdinand that her journey to Spain had led her to recognize the difficulties of his own position owing to his conflicts with the Ottomans, the Venetians, and the Inner-Austrian Protestants (Khull 1898: 107). After leaving Spain, the archduchess continued to correspond with Lerma and the king, if only to discuss the necessary Spanish financial and military support for Archduke Ferdinand. In December 1600, for instance, she asked Lerma directly for support, promising to urge Emperor Rudolph II to make peace with the Ottomans in return (Sánchez 2000: 100) —even though her influence with the emperor was presumably rather limited—. During the last ten years of her life, Maria thus apparently maintained a relatively extensive and complex correspondence with Spain. Once again, only sparse remnants of these exchanges are preserved in Vienna. The archives contain only three letters from Margaret of the Cross, four from Queen Margaret, six from Philip III of Spain, and seven from Maria Sidonia Rieder. The body of letters written by Richard Haller, the queen’s confessor, is slightly larger: twenty-one letters from the years 1600 and 1601. By contrast, more than 350 letters and other documents from Hans Khevenhüller from the years 1574 to 1601 are preserved. However, we currently know of only one letter from the archduchess to Khevenhüller (HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43 and A44). Even though more of Archduchess Maria’s correspondence has survived than that of other Austrian Habsburg women, her letters concerning Spanish matters are still quite limited. We have only her correspondents’ replies and we primarily have to depend on the replies of only two people: Richard Haller, confessor to the Spanish queen, and Hans Khevenhüller, the imperial ambassador. Nevertheless, both Haller and Khevenhüller discussed and negotiated numerous topics in these exchanges. In their letters one may read about purchases and gifts, about requests in Spain and Austria as well as about the sharing of news on events of the day at the respective courts. Also the protracted efforts regarding the marriage

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of Philip III of Spain to an archduchess from Graz and the daily life of the royal couple after 1599 are documented. This essay will concentrate on two aspects of this epistolary exchange: the use of letters to negotiate the acquisition of material goods (a central element of Khevenhüller’s correspondence) and the role of letters as a means for instruction and education (a central element of Haller’s correspondence). The Ambassador: Correspondence and Transfer Hans Khevenhüller, imperial ambassador in Madrid, came from a distinguished Carinthian noble family, which made him a ‘countryman’, a noble subject of the archducal couple, as he frequently emphasized in his letters. Through family ties he can be considered a member of the clientele of the court in Graz and of the archduchess herself, and his role as provider of goods from Spain to the court of Graz from 1570 to his death in 1606 should therefore also be viewed in this context. He did not fulfill this function exclusively for Archduchess Maria, of course; rather, it was a significant part of his diplomatic function in general (Stieglecker 1999). He was continually involved in the transfer of goods —especially exotica and art objects, but also horses and weapons— between Madrid and Graz, but even more importantly, between Madrid and the two imperial capitals, Vienna and Prague, the latter particularly during the reign of Emperor Rudolph II. Khevenhüller thus fulfilled one of the core functions of early modern diplomats in a particularly ostentatious, but by no means unusual fashion, even though scholars have only recently recognized the role that such diplomats played in cultural transfer (Strohmeyer 2003; Bischoff 2007/2008; Polleroß 2010). His letters to the archduchess contain a wealth of information on the topic. Especially during the first years of their correspondence, Maria regularly asked for or ordered specific objects. As early as 1574, she ordered silk from Granada and Spanish hats, which Khevenhüller had sent to Graz through the trading house of the Fuggers. He also sent Maria a headscarf of the type that Spanish women customarily wore over their bonnets, white collars, silk thread, lace, veils, stockings from Toledo, bonnets, gloves, fragrant Cordovan leather, silk edging, and scented

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paternosters.3 The following year, the ambassador was informed by his brother Moritz, who had visited Graz, that the archduchess desired a ruby signet ring. Khevenhüller explained to her that a suitable stone would likely cost 700 or 800 ducats, “but if Your Highness wishes such a signet cut into a Peruvian emerald”,4 he would be able to procure an appropriate jewel for around 250 ducats. Besides his contacts in Madrid, he also placed his knowledge at the archduchess’s disposal. Jewels would continue to play a role in Maria’s correspondence with Khevenhüller. He would buy pearls or buttons made of diamonds at her direct request,5 but also had pieces of jewelry crafted. During the 1580s, he often sent her brincos, jeweled ornaments which would be worn attached to clothing. The archduchess’s passion for fashion and curiosities was often reflected in the shapes of these trinkets, with the ambassador ordering brincos in the shape of an African’s head or purchasing others in the shape of a parrot, a snake, a dolphin, and even in the shape of a tiny desk that could be opened with a key.6 A larger project was a necklace and neckband in Madrid, commissioned by Maria in the spring of 1590. The items were completed in July of the same year, and Khevenhüller was very pleased, writing that they were of a quality “that even a queen could wear them”.7 The sending of the precious pieces was however delayed repeatedly since the ambassador did not dare to send them overland through France, which was being ravaged by wars of religion. He eventually sent a drawing of the jewelry, but delivered the jewels 3. For example, letter of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 9 December 1575, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 9r-11v and 14r-15v. 4. “[…] ween aber euer Durchlaucht solches petschafft ihn ainen peruischen schmarakh geschnitten habben wollen”, letter of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 12 June 1575, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 22r-23r. 5. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 12 December 1581, 6 August 1584, 27 April 1585, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 74r-77v, 106r-v, 139r-v and 141r-v. 6. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 13 October 1585, 31 July 1583, s. d. 1585, s.d., s.l., HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 149r-v and 83r-84v; and A44, fol. 466r-v, 468r-v and 491r-v. 7. “das es auch ain jede Khonigin wol tragen khin”, letter of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 20 October 1590, 3 April 1590, 10 July 1590, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A44, fol. 349r, 327r-v and 339r-340r.

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to her in person only in 1592 when he traveled to the imperial court in Prague (Pérez de Tudela and Jordan Gschwend 2001: 75).8 Fashion accessories also played a role in the correspondence in another way, however. In 1586, Khevenhüller purchased a headdress of plumes for the archduchess. He sent it together with precise instructions explaining the Madrid fashion standards: Included herewith is the feather plume, which is as beautiful and rare as anything of the kind ever made here. They are worn on the side of the hair, because here [in Madrid] one wears it pinned up on the side, held against it [the hair] with a separate heron feather from behind. The king’s daughter the Infanta [Isabel Clara Eugenia] wears it thus, and these patterns of the chain and the feather plume appealed so much [to the king] that he has ordered other ones like it to be made […].9

The previous year Khevenhüller had commissioned a necklace made of pearls and emeralds for Maria, telling her that the style was all the rage and emphasizing that it had been modeled on pieces commissioned for the infantas by the king.10 Besides clothing and jewelry, exotica represented the third important element of the goods organized by Khevenhüller for the Kunstkammer in Graz (Keller 2018). This category included Indian blankets, a leather rug, palm fronds, bezoars and parrots, but particularly ambergris which was used as a fragrance (Stolzer 2002; Pieper 1999).11

8. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid 20 November 1590, 14 February 1592, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A44, fol. 352r, 353r and 384r-v. 9. “Hiermit chumbt der feder pusch mit, der so scheen vnd frembdt ist, alls jhe dergleichen sachen [?] hie gemacht werden. Dise pflegt man auff der seyten des hares, nachdem sys alhie seintlich hoch tragen, zustökhen, mus andern raiger federn dahinder dazu dem gemacht werden, ehe tragts der Khönigs tochter die Infanta, vnd hebben dise muster der khette vnd des feder pusch so wol gefallen, dass sy ander dergleichen auch zumachen pefelhen hebbe […]”, letter of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 25 November 1586, 15 February 1589, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 187r-188r and 255r-257r. 10. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 27 April 1585, 15 October 1586, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 139r-v, 141r-v and 181r-v. 11. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 1 December 1579, s.d. 1575, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 66r-v; and A44, fol. 504r-507r.

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After 1601, the correspondence between Archduchess Maria and Khevenhüller ended —or at least scholars have not found any letters for this period— so it is difficult to ascertain whether the ambassador continued to send her objects. However, Archduchess Maria also received clothing, jewelry, and exotica from her daughter, Queen Margaret of Spain. Margaret sent the first set of gifts to her mother in the spring of 1600: jewelry, a breviary, a likeness of Our Lady of Guadalupe, a crystal clock, three pictures made of feathers, silk, canvas, and a pearl crown (Pérez de Tudela and Jordan Gschwend 2001: 88, 97-99). Later shipments included a large number of lacquerware boxes, which were likewise stored in the Kunstkammer in Graz. The spectrum of transferred goods documented by the correspondence of Hans Khevenhüller with Archduchess Maria shows a clear emphasis on the aesthetic taste of the archduchess. She apparently considered it important to use clothing and jewelry for purposes of courtly representation, using the Spanish court as a model for fashion and style. Her passion for curiosities and works of art, which was presumably influenced by her father’s collecting habits, is likewise evidenced here (Stolzer 2002: 168-169, 183; Keller 2018: 183-186). And Khevenhüller was not the only one to keep the archduchess’s tastes in mind when making purchases: Maria’s son-in-law, Philip III of Spain, also lavishly bestowed her with gifts of jewelry, textiles, slaves, and exotica when she departed from Barcelona in 1599 (Pérez de Tudela and Jordan Gschwend 2001: 116).12 In the Kunstkammer in Graz, Maria displayed presents she received from Spain as well as items which she had commissioned from Khevenhüller. Objects from Spain, such as the pictures, feather plumes, and textiles which Queen Margaret sent Maria in 1600, were also used to decorate her private chapel in the castle at Graz. While the items which Archduchess Maria received or commissioned reflect her personal tastes, they are also very similar to what other aristocrats collected and other diplomats provided. Clothing, jewelry, textiles, medicine, pets —in particular, of course, prestigious animals such as falcons, horses, hunting dogs or lapdogs— have been found to be accompaniments of the correspondences of many princesses sending and receiving such objects (Ruppel 2008: 218-220; Arenfeldt 2013; Antenhofer 2007: 192-206; Pérez de Tudela and Jordan Gschwend 2001: 12. HHStA, Staatenabteilung, Spanien Varia 3, fol. 316r-v.

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18, 22). The regular exchange of gifts or commissioned objects contributed to strengthening good relations and close contact within the dynastic and neighborly relationships between European royal houses. It should be noted that while Khevenhüller’s role as the archduchess’s ‘agent’ for the procurement of goods was maintained until the end of their known correspondence, Maria also regularly asked for his intercession in political issues at the Spanish court, as she did in 1600 when her son, Archduke Ferdinand, had trouble with Venice over shipping in the Adriatic Sea.13 From the mid-1580s, but especially after the death of Archduke Charles in the summer of 1590, the political side of Maria’s and Khevenhüller’s relationship became more important. Current news now appeared frequently in Khevenhüller’s letters, and his activities in the negotiations concerning the marriage of one of Maria’s daughters to the heir to the Spanish throne are clearly documented in the correspondence: the desire to marry off one of the archducal daughters to Philip III had been voiced in Graz as early as 1586,14 and the plan was apparently supported by Empress Maria in Madrid. Around this time, the archduchess also began to write Khevenhüller regularly with requests related to supporting her children. The diplomat arranged a Spanish pension for her son Leopold, who was designated for a clerical career, and advised her on how to inform the king of Spain about her regency in the most favorable way possible.15 As mentioned earlier in this essay, she requested support for Archduke Ferdinand’s military campaigns. Maria showed her satisfaction with Khevenhüller’s activities not just with friendly words, but also with gifts —for example, she gave him a magnificent desk in 1593 when he stopped in Graz on his way back to Madrid from Prague—. And when Khevenhüller presented her with a memorial including a request to Archduke Ferdinand during her visit to Madrid in 1599, she 13. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 16 June 1587, 4 September 1587, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 206r-207v and 213r-214v. 14. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 25 August 1586, 9 November 1586, 10 October 1588, 8 July 1594, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, fol. 177r-178r, 183r-v, 186rv and 247r-248r; and A44, fol. 415r-416r. 15. Letters of the imperial ambassador Hans Khevenhüller to Archduchess Maria, Madrid, 22 July 1587, 24 December 1590, 25 March 1591, 1 April 1598, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A44, fol. 283r-284r, 362r-v, 369r-370v and 447r-448r.

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Archduchess Maria of Styria, ca. 1608-1617, by Bartolomé González. © Prado Museum (Madrid).

sent it on to her son with a remark that he should grant the request, since he had a loyal servant in Khevenhüller who could achieve much if so inclined (Khevenhüller 1971: 203, 212; Khull 1898: 110, 134). The Confessor: Letters as Means of Education As evidenced clearly by the Viennese letters, the Jesuit Richard Haller (Keller 2014a; and 2014b: 142) was not only the confessor and confi-

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dant of Queen Margaret of Spain, but also an essential informant for her mother and her brother, Archduke Ferdinand. Archduchess Maria had exerted significant influence in the selection of this cleric, whom she had known for many years as the rector of the Jesuit College in Graz. He would prove to be important for more than just the spiritual salvation of her daughter. The letters exchanged between Maria and Haller in 1600 and 1601 reveal the Jesuit as advisor and mediator for Maria and for Margaret. For example, he instructed Maria and Ferdinand on how to introduce reports from the Long Turkish War (1593-1606) to Spain in such a way as to ensure the king’s support. Together with Hans Khevenhüller and Empress Maria, he was also an important contact for the archduchess, working with Queen Margaret to request support from Philip III and Lerma for her mother’s clients, and pursuing the approval of payments to Archduke Ferdinand to finance the war against the Ottomans.16 Furthermore, Haller regularly reported to the archduchess about the frequent conflicts with the Duke of Lerma. Soon after the arrival of the young queen, Lerma had attempted to separate her from her few remaining confidants —especially from Haller himself and the lady-in-waiting Maria Sidonia Rieder, but also from other German court members— in order to strengthen his influence over the royal couple. Haller, who apparently opposed Lerma, regularly commented on these goings-on in his letters to the archduchess. In doing so, he would not only inform Maria about the current state of affairs, but also provide her with detailed suggestions on strategic approaches for supporting the queen (Sánchez 1998: 42-44, 95105; and2000: 100-102). This underlines Haller’s cooperation with the archduchess as well as with the queen to preserve the interests of the Austrian Habsburgs in Spain. He naturally reported primarily about the queen as well as on her close relationship to her husband, and was the first to inform Maria of her daughter’s long-awaited pregnancy. But as part of his office and mandate, Haller’s letters also regularly contained distinct criticism of the queen, who in contrast to the image propagated after her 16. Letters of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 24 September 1600; Madrid, 21 November 1600; Madrid, 10 December 1600; Valladolid, 15 February 1601; and Valladolid, 7 March 1601, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol.

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death was apparently by no means a susceptible object of his influence (Sánchez 1998, 22, 103; and 1993: 134, 144-146). He complained that Margaret spent too much money and should be urged to be more frugal; that her lifestyle was already heavily influenced by Spanish paradigms;17 that she did not sufficiently support the court members who had accompanied her to Spain (in particular Haller himself, of course) when they faced hostility at the Spanish court. In a letter to Archduchess Maria from August 1601 in which he lamented the queen’s conduct and justified his actions, Haller described Margaret as “childish, dissolute and careless, stubborn and headstrong”.18 Her confessor also explained what Margaret would have to do to avoid such reproaches in the future: He called her childish because she strove to satisfy her own wishes first and foremost, because she thought she should be allowed to do anything she wanted, and because she abandoned her faithful servants in times of need. He regarded her as dissolute because she was increasingly adopting bad Spanish habits and neglecting her spiritual duties. She was headstrong and stubborn because she concerned herself more with her own wishes than with the needs of her family. She needed to “take off the shoes of the child”,19 by which Haller meant that she needed to defend her family’s interest vis-à-vis her husband and subordinate her own desires in order to follow the advice of Haller and her mother. On the one hand, these and similar statements which Haller made document his self-image as well as the significance of the confessor as advisor and educator to a young princess, although this aspect will not be discussed further here. On the other hand, Haller’s letters are indicative of the role of letters as a means of education, for he regularly asked the archduchess to write to Margaret and encourage her to defend the interests of the queen’s family in Central Europe. For 17. Letters of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Ávila, 19 June 1600; Aranjuez, 12 April 1600; Valladolid, 19 August 1600; and Valladolid, 15 February 1601, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 18. “Kindisch, liederlich und unachtsam, köpfisch und eigensinnig”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 19 August 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 19. “kindschuch einmal außziechen”, letters of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 19 August 1600; and Madrid, 12 October 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol.

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Margaret of Austria, Queen of Spain, 1607, by Bartolomé González. © Prado Museum (Madrid).

example, on 10 December 1600, he explicitly requested that Maria persuaded her daughter to secure financial support from Spain for her brother the archduke, “for as Your Highness knows, we are otherwise slow here and the queen [is] heedless, lazy and querulous about these things, so Your Highness will have to urge her strongly, and

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rebuke her, for not feeling more [responsibility] in such [times of] great need”.20 The confessor had already reported to Maria that following her request, he had appealed to Margaret not to go into debt and to purchase only what she could pay for. On 19 August 1600, Haller expressed detailed requests in a lengthy letter: it was time for Maria to remind her daughter not to endanger her own salvation and risk divine punishment through negligence and departure from “prayer, fear of God, and the inclination for her pious mother’s godly practices”.21 She should also urge her to follow advice by Haller and Sidonia Rieder and defend them against hostilities at court. Furthermore, the archduchess should request a written list of the books and a description of the daily routine at the Spanish court from the queen, so that Maria might verify whether Haller’s allegations were correct. She should point out the following to Margaret: As it is known that her husband [the king] loves her rather a lot, and if she pursues something with earnesty and reason, she can get everything from him, [therefore she should] for her own and others’ benefit finally take off the shoes of the child, cast away her neglectfulness and with [Haller’s] counsel begin to advance one important work after another. Otherwise God will give her neither happiness nor children, [but will] instead send her only one cross after another. But if she works keenly for God, her soul, the gain of her husband and her relatives, she will receive from God all that she desires.22

20. “dan wie euer Durchlaucht wissen, seindt wir hie sunst langsam und die Königin unachtsam, faul und zue disen sachen verdrossen, das sie euer Durchlaucht starck treiben müssen, und straffen, das sie in ein so grosser nott, nitt mehr empfindt”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Madrid, 10 December 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 21. “andacht, gottsforcht, vnd naigung zue den gottseligen ihrer frommen mueter vbungen”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 19 August 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 22. “Dieweyll mann wiß, das sie ihr mann einmahl recht lieb hatt, vnd da sie sich mitt ernst vnd verstandt darumb annemb, bey ihm alles erhalten kündt, ihr vnd andern zuegueten, das sie die kindschuch einmahl außziechen, ihr liederigkeitt von sich legen, vnd mitt [Hallers] rath anfangen ein guets werck nach dem andern zuebefürdern. Sonst werde ihr Gott weder glück noch kinder geben, sondern creutz vber creutz schicken. Da sie aber sich vmb Gott, ihr seel, ihres manns vnd nechsten nutz recht annemb, werde sie alles von Gott erlangen, was sie begertt”, ibidem.

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Such a motherly sermon would significantly help the queen to “stop being negligent (which only harms her) and [would] make her a good person”.23 That the archduchess did indeed attempt to exert influence in the requested fashion is evidenced by a further letter by Haller on 10 September 1600 in which he confirms: “Your Highness’s recent letters to me and the queen have already brought about a great change in her, as she has a markedly good heart”.24 In subsequent letters, the archduchess would continue to encourage the queen. Margaret of Spain was of course well aware that Haller was informing and instructing her mother. Anticipating that Margaret would suspect him going behind her back, her confessor asked Maria on 24 September 1600 that if she was writing something to him that the queen should not know, she should do so in a separate letter so that he could show the other letter to the queen: “otherwise she will be so mistrustful and from a single word will guess who might have suggested this or that to her mother and who might have accused her, and will thereafter cover up her affairs all the more, or refrain from speaking, which is not good”.25 In late January 1601, however, Haller ultimately gave up mincing his words (the whole letter in Keller 2014b: 147-151), writing to Maria that Margaret was often so unheedful, thoughtless, light-headed and, if I may say so, so brash and impertinent that she at once casts everything I say or write to the wind, giving it no concern whatsoever, the same as she does with her mother’s letters. Neither her mother’s sermons nor the current pressing needs go to her heart, so that little change can be recognized in her doings, except in the first moment when one rebukes her in speech or in writing. 23. “[…] das sie ihre liederlichkeitt (die ihr allain schadt) fahren laß, vnd sich zu einem rechten menschen machen werde”, ibidem. 24. “Euer Durchlaucht nechste schreiben an mich vnd Künigin haben schon vil bey ihr gewirckt, wie sie dann gwiß ein außerwelt guet hertz ist”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 10 September 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 25. “sonst ist sie so arg, vnd schleust bald auß einem wortt, wer ihrer mueter diß oder jens andeutt vnd sie verklagt hab, vnd vertuscht darnach ihre sachen desto mehr, oder scheucht sich sunst, welches nitt guet ist”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 24 September 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol.

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In fact, sometimes she barely reads such admonishments properly and with attention.26

As a final remedy that might remind the queen of her duties towards her family and court, the thought had occurred to Haller that it would not be bad if the mother (besides other daily admonitions and letters) were to write her an extensive and well-formulated letter as soon as possible, which she should keep for her entire life quasi as her mother’s testament and which she would have to read once every month at [Haller’s] direction, in which the danger in this situation and how she should conduct herself in it and during her entire life is precisely specified.27

These citations prove to what degree Archduchess Maria’s letters were aimed at the continued education and upbringing of the Queen, who was only sixteen at the time of her marriage, from afar. They simultaneously illustrate the difficulty of attempting to exert such influence, however —on the one hand due to the distance between Madrid and Graz, on the other due to the circumstances at the court in Madrid, where the queen was to be shielded against this influence—. That her mother did have a significant influence on Margaret is indicated not only by Haller’s requests for admonishment and warning, but also by the fact that letters from the archduchess to the queen or her confessor occasionally went missing, presumably with26. “[…] eins theils, so vnachtsam, vnaufmerckig, leichtsinnig, vnd wans ichs dörft sagen, so keck vnd frech, das sies alßbald alles, was ich sag oder schreib, in windt schlagt, ihr gar kein nachdencken darauß nimbt, welches sie eben so woll mitt ihrer mueter briefen thuet. Gehet ihr weder der mueter predig, noch gegenwertige nott zuehertzen, das sie ein wenig in ihrem thuen vnd lassen ein verenderung erzaigett, ausser, was die erste stundt geschicht, wann man sie mündtlich oder schriftlich straft, ja woll bißweilen, solche mahn schriften kaum recht, vnd mitt aufmercken list”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Tordesillas, 31. January 1601, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 27. “[…] eingefallen, das nitt böß wer, das die mueter (neben andern täglichen vermahnungen vnd particular schreiben) ihr mitt ehistem ein außfürlichen wolgestelten brief schrib, den sie gleichsam als der mueter gaistlich testament ihr lebenlang behielt, vnd den sie auß [Haller] bevelch alzeitt vber den andern monatt ein mahl lesen müst, darin die gfahr der seligkeitt bey disem lutherischen wesen, vnd wie sie sich darin vnd darbey ihr lebenlang halten müß, woll außgefürtt wurde”, ibidem.

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held from the addressees by Lerma and his staff.28 The letters also convey the impression that the young queen enjoyed the new liberties associated with her status as a married woman by disregarding some of the strict directives imposed and practiced by her mother in Graz, prompting complaints from Father Haller (Sánchez 2000: 9294; Keller 2012: 51-56, 88-90). Although his phrase that “because the cats are asleep, the mice can dance freely”29 primarily referred to the distraction of the royal couple from their government work as pursued by Lerma, it could likewise be applied to the queen: removed from her mother’s direct control, the queen also used her position for the sake of personal freedom —even though this leeway was of course heavily restricted by her rank and the associated ceremonial imperatives—. Conclusion Archduchess Maria’s exchange of letters and information with many people was more than just for familial reasons. Often these exchanges represented a part of the clientele relationship between the archduchess and her respective correspondent that created and perpetuated personal ties which went beyond blood relations. Maria commanded a personal clientele of men and women, usually officeholders or with servant functions, at her court in Graz, Prague, Cracow and Munich, and to a degree also in Madrid (Keller 2012: 165-170). While little of the family correspondence between Graz and Madrid is preserved in the archives of the Austrian Habsburgs, the existing fragments of two epistolary exchanges with office bearers have made it possible to reconstruct the content of at least some core areas. Two of these core areas, the exchange of goods and educational efforts, are presented in some detail in this essay.

28. Letters of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Aranjuez, 12 April 1600; Segovia, 12 June 1600; Valladolid, 23 August 1600; Madrid, 12 October 1600; Madrid, 12 January 1601; and Valladolid, 15 February 1601, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol. 29. “weyll die katzen schlaffen, die mäuß ihren freyen tantz haben künden”, letter of the confessor Richard Haller (SJ) to Archduchess Maria, Valladolid, 19 August 1600, HHStA, Hausarchiv, Familienkorrespondenz A43, unfol.

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I have mentioned only in passing the transmission of information on events at court and in politics; the influence exerted via intercession at the respective other court; and the practice of full-scale exertion of political influence by Archduchess Maria through her confidants in Madrid (Sánchez 2000: 101-102). They are obviously worthy of indepth examination. It is beyond a doubt, however, that Maria considered her correspondence, in which she invested much time and effort, to be an important instrument of her participation in governance, and through letters she exercised influence well beyond the borders of Inner Austria. Archival Sources Österreichisches Staatsarchiv, Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA, Vienna): —  Hausarchiv, Familienkorrespondenz A6, A31-A32, A40-A47 —  Staatenabteilung, Spanien, Varia 3 —  Ungarische Akten, Allgemeine Akten, Fasz. 133 Sächsisches Hauptstaatsarchiv Dresden (HStA Dresden): Loc. 8534/1 and Loc. 8538/11 Steiermärkisches Landesarchiv (StLA, Graz): —  Familienarchiv Attems 7, Fasz. 8 Bibliography Akkerman, Nadine (ed.) (2011/2015): The Correspondence of Elizabeth Stuart (1596-1662), Queen of Bohemia, vol. I: 1603-1631, vol. II: 1632-1642. Oxford/New York: Oxford University Press. Antenhofer, Christina (2007): Briefe zwischen Süd und Nord. Die Hochzeit und Ehe von Paula de Gonzaga und Leonhard von Görz im Spiegel der fürstlichen Kommunikation. Innsbruck: Universitätsverlag Wagner. Arenfeldt, Pernille (2013): “‘The Queen has Sent nine Frisian Cows’. Gender and Everyday Cultural Practices at the Courts in Sixteenth-Century Germany’”, in Susanne Rode-Breymann and Antje Tumat (eds.), Der Hof. Ort kulturellen Handelns von Frauen in der Frühen Neuzeit. Köln/Weimar/Wien: Böhlau, 2013, pp. 116-131.

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Intereses dinásticos y vínculos familiares. La red epistolar transnacional de la gran duquesa María Magdalena de Austria (1608-1631)* Alejandra Franganillo Álvarez (Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, CSIC)

Una semana después de la muerte de sor Margarita de la Cruz, el conde duque de Olivares, el duque de Alba, el inquisidor general y el marqués de Leganés debatieron en el Consejo de Estado acerca de la situación en la que a partir de entonces quedaría sor Ana Dorotea, hija ilegítima del emperador Rodolfo II y monja profesa en las Descalzas Reales (Cruz Medina 2013). Después de tratar ciertas cuestiones —entre ellas, el estipendio que recibiría por parte de la corona—, Olivares incidía en la necesidad de que se le escusen [a sor Ana Dorotea] visitas asi por maior observancia de lo que profesa, como porque cesaran otros inconvenientes que se han experimentado de la comunicacion de embaxadores y otras personas con la ocasion de estar alli la S[eño]ra Infante y quando la huviere de hablar alguna persona de tal calidad que no se deva excusar lo avise, y pida licencia a V. M.1

Con esta decisión, el valido de Felipe IV pretendía evitar que el convento de las Descalzas continuase funcionando como un espacio *

1.

Esta investigación se ha realizado en el marco del proyecto “Elites financieras y burocráticas de la Monarquía Hispánica: redes de solidaridad nobiliaria, patronazgo y estrategia de familia (1621-1725)” (MINECO-FEDER, HAR201569143-P). Agradezco especialmente las sugerencias de Antonio López Anguita y Elisa García Prieto, que han contribuido a mejorar el presente texto. Consulta del Consejo de Estado, Madrid, 17 de julio de 1633 (Archivo General de Simancas (AGS), Estado, leg. 2652, s. fol.) (citado en Sánchez 2015: 78).

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privilegiado para el intercambio de información de naturaleza política. El esclarecedor trabajo de Magdalena Sánchez desveló hace años la existencia de un foco pro-Habsburgo que operaba en el interior de dicho convento desde finales del siglo xvi y principios del xvii (Sánchez Hernández 1997; Sánchez 2009; García Prieto 2016a), configurado por la reina Margarita de Austria, la emperatriz María y la hija de esta y prima del monarca, sor Margarita de la Cruz (Sánchez 1998). Si bien este grupo se vio mermado tras las muertes de la emperatriz (1603) y la reina (1611), el decreto con el que iniciábamos este trabajo demuestra que sor Margarita de la Cruz —la “señora infanta” en las fuentes— ocupó el lugar de su madre como cabeza de una red que velaba por los intereses del Sacro Imperio (Sánchez 2015: 73-77). Contamos con numerosos estudios dedicados a los vínculos forjados entre los miembros de las dos ramas de la Casa de Austria a lo largo de los siglos xvi y xvii, consolidados a través de matrimonios, intercambios culturales y generosos epistolarios, algunos de los cuales son analizados en este volumen. No obstante, menor atención han recibido las mujeres Habsburgo convertidas en duquesas o princesas consortes de cortes de menor entidad a las de Viena o Madrid. Una de estas cortes, Florencia, lugar de residencia de los grandes duques de Toscana, funcionó como satélite inserto en una amplia red que interconectaba a distintos miembros femeninos de la dinastía. Ello explica que sea el caso de estudio elegido para analizar el intercambio epistolar entre la archiduquesa María Magdalena de Austria2 y tres mujeres principales de la corte de Felipe III durante su período como gran duquesa de Toscana (1608-1631): su hermana la reina Margarita, su sobrina la infanta María y su prima sor Margarita de la Cruz.3 Nues2. En los últimos años hemos asistido a una renovación de su —hasta entonces— denostada figura gracias a los trabajos, entre otros, de Franco Angiolini (2009) y los más recientes de Maria Galli Stampino (2013) o Paola Volpini (2016). La historiografía tradicional ha juzgado negativamente el período en el que la archiduquesa María Magdalena y su suegra Cristina de Lorena asumieron conjuntamente la regencia —junto a un Consejo Secreto formado por cuatro ministros, entre ellos, Giuliano de Medici y el conde Orso d’Elci— desde la muerte de Cosme II en 1621 hasta la mayoría de edad de Fernando II en 1628, por coincidir con un período de declive político, económico y social del Gran Ducado (Arrivo 2007: 50-51). 3. El padre de María Magdalena y de Margarita, Carlos de Estiria, era hermano del emperador Maximiliano II, padre de sor Margarita de la Cruz.

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tro propósito consiste en explicar cómo la gran duquesa estableció y gestionó esta correspondencia con dos objetivos principales: afianzar su posición en la corte toscana, especialmente una vez que asume la regencia del Gran Ducado (1621-1628), y asegurar un buen futuro para sus hijos. Según la visión forjada por la historiografía tradicional (Galuzzi 1781; Díaz 1976), los grandes duques de Toscana desarrollaron una política exterior favorable a la Monarquía Hispánica a lo largo del siglo xvi.4 No obstante, en la centuria siguiente Fernando I (15871609) buscaría obtener mayor autonomía desarrollando una ambiciosa política matrimonial. En esta estrategia se inserta su matrimonio con Cristina de Lorena, nieta de la reina cristianísima Catalina de Medici, mientras que su sobrina María de Medici se convertiría en reina de Francia al casarse en 1600 con Enrique IV (Ribot García 2007). Aunque sus relaciones con Felipe II estuvieron marcadas por la tensión (Volpini 2014), con el acceso al trono de Felipe III en 1598 el gran duque intentó recuperar la cordialidad a través del favorito del rey Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, política que continuó durante el gobierno de Cosme II (1609-1621). El inicio del reinado de Felipe IV coincidió, por tanto, con el de la regencia femenina de las grandes duquesas María Magdalena de Austria y Cristina de Lorena. En este contexto geopolítico, la conexión que María Magdalena mantuvo con Madrid estuvo articulada a través de tres nudos. El primero y más conocido se refiere a la privilegiada comunicación que el embajador Orso d’Elci5 estableció con el duque de Lerma,6 sus hechuras y los miembros femeninos de su familia, quienes fueron recompensados con obras de arte y bienes suntuarios (Goldberg 1996a, 1996b). La segunda vía estaría constituida por la correspondencia que 4.

En las últimas décadas, nuevas investigaciones han cuestionado esta interpretación (Fasano Guarini 2003; Contini 2000: 49-94). 5. Enviado como embajador extraordinario a Madrid en 1608 para agradecer a los monarcas la conclusión del matrimonio entre Cosme y María Magdalena de Austria, se convirtió en embajador residente entre 1609 y 1618. A partir de 1621 desarrolló un papel fundamental en el gobierno de la Toscana durante la regencia de las dos grandes duquesas (Martelli y Galaso 2007: 198-205; Bigazzi 2008: 383-404). 6. María Magdalena también desarrolló una correspondencia directa con el duque de Lerma. Véase Archivio di Stato di Firenze (ASF), Mediceo del Principato (MdP), filze 6097 y 6101.

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la archiduquesa entabló directamente con nobles españolas casadas con embajadores y virreyes al servicio de la corona. Entre ellas, figura la condesa de la Torre, prima de Lerma, al servicio de la reina Ana de Austria en París. Otra familiar del privado, su hija Catalina de Sandoval, VII condesa de Lemos, escribía a la gran duquesa desde Nápoles, donde su marido ejercía como virrey. Por último, la condesa de Monterrey, Leonor de Guzmán y Pimentel, hermana de otro valido —en este caso, el conde duque de Olivares—, se carteaba con la gran duquesa desde Roma durante los años en los que el conde de Monterrey desempeñó el cargo de embajador de Felipe IV ante la Santa Sede.7 En las páginas que siguen, nos ocuparemos de la tercera vía: la relación epistolar que la gran duquesa mantuvo con su hermana, su sobrina y su prima, convirtiéndose en la heredera de una práctica iniciada por su madre, la archiduquesa María de Baviera8 (García Prieto 2016b: 674-680). Analizaremos la correspondencia cruzada con cada una de ellas, fijándonos en la frecuencia del intercambio y en el contenido de las misivas, así como la motivación que las impulsó a tomar la pluma. Nuestra intención es confirmar la existencia de una red epistolar transnacional configurada por mujeres pertenecientes a la dinastía Habsburgo que habitaban espacios geográficos diversos, dentro y fuera de la Monarquía Hispánica. Tres bastiones de los intereses Habsburgo en Madrid: Margarita de Austria, la infanta María y sor Margarita de la Cruz Apenas unos meses después de la muerte de la archiduquesa María de Baviera en 1608, María Magdalena contrajo matrimonio por poderes con el futuro gran duque Cosme II, hijo de Fernando I y Cristina de Lorena. Probablemente aconsejada por su madre, desde su llegada a Florencia tomó la pluma para fomentar los lazos con su hermana mayor, relación que los Medici trataron de aprovechar en beneficio de los intereses geopolíticos de la Toscana.

7. 8.

ASF, MdP, filze 6072, 6083 y 6094. Nos remitimos al trabajo de Katrin Keller en este volumen.

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La reina católica y su red clientelar en la corte de Madrid Margarita y María Magdalena eran hijas del archiduque Carlos II de Habsburgo y de María de Baviera. Descendían, por ambas partes, del emperador Fernando I, del que eran nietas por vía paterna y biznietas por la materna. El resto de las hermanas que no ingresaron en religión emparentaron con algunas de las dinastías europeas más relevantes: Ana y Constanza se casaron sucesivamente con Segismundo III, rey de Polonia; por su parte, María Cristina vivió un desdichado matrimonio con el príncipe de Transilvania Segismundo Báthory (Sanz Ayán 2012). El 7 de febrero de 1609 fallecía Fernando I, y María Magdalena se convertía en gran duquesa de Toscana consorte. En los trece años que duró su matrimonio, María Magdalena dio a luz a ocho hijos: cinco varones —Fernando, futuro gran duque, Juan Carlos, Matías, Francisco y Leopoldo— y tres niñas —María Cristina, recluida desde los diez años en un monasterio a causa de su discapacidad mental, Margarita, futura duquesa de Parma, llamada así en honor a su hermana, y Ana, que casaría con su primo el archiduque Fernando Carlos de Austria—. Si bien es cierto que desde su llegada a Madrid en 1599 Margarita mantuvo una correspondencia cordial con los grandes duques, fue a partir de 1605, momento en el que comenzaron las conversaciones para ajustar el enlace entre María Magdalena y el futuro Cosme II, cuando el intercambio de misivas aumentó.9 El interés de la reina Margarita por esta unión fue tal que, cuando el gran duque solicitó a Felipe III su mediación,10 Lerma actuó como su representante en las negociaciones. Además, el rey católico concedió a su cuñada una dote de quinientos mil ducados, “los 300.000 que el Rey pasado debía al Gran Duque pagados en tres flotas, y los 200.000 en el reino de Nápoles” (Cabrera de Córdoba 1857: 343). Hemos localizado veintiuna cartas de Margarita dirigidas a Fernando I, Cristina de Lorena, Cosme II y María Magdalena entre 1598 y 1611.11 Enviadas desde diferentes lugares —Valladolid, Madrid, San 9.

Este intercambio epistolar entre Felipe III y Margarita de Austria con los grandes duques entre los años 1598 y 1613 está documentado en ASF, MdP, filza 5019. 10. Así lo reconoce el propio Felipe III en una carta que envía a Fernando I, Valladolid, 18 de febrero de 1605 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 37). 11. ASF, MdP, filza 5019, fols. 5, 44, 48, 79, 86, 92, 94, 101, 103, 106, 108, 123, 125, 133, 152, 154, 156-157, 170, 173 y 175.

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Lorenzo de El Escorial, Segovia o Aranda de Duero—, la reina se limita a firmarlas de su mano, mientras que su secretario las escribía. En ellas, Margarita agradecía los parabienes recibidos por los Medici al enterarse de sus partos, así como la recepción de obsequios florentinos: telas, cosméticos o pinturas.12 No obstante, encontramos cartas de diversa naturaleza en las que Margarita accedía a actuar como intermediaria en favor del gran duque ante su esposo.13 Sorprende que de esta veintena de misivas solo en tres de ellas la destinataria fuese María Magdalena, si bien debemos tener en cuenta que desde que esta se estableció en Florencia hasta la muerte de la consorte de Felipe III apenas transcurrieron tres años. Además, el hecho de que la reina diese parabienes de los nacimientos de sus sobrinos a Cosme II y a la madre de este, en lugar de a su propia hermana, nos hace pensar que existía una correspondencia personal entre ambas, que lamentablemente no se ha conservado. Esta hipótesis queda confirmada gracias al valioso testimonio que nos proporciona el jesuita Pedro Garcés, secretario de la reina, en 1612: Algunas cartas que e hallado en Aleman de V. A. y de su hermana me parecio que por quitar inconvenientes era bien romperlas, y assi se lo dixe al Rey n[uestro]. s[eñor]. y le parecio mui bien porque no es bien que vean las cartas nadie por muchas razones que puede aver, y porque entiendo que hecho algun servicio a V. A. lo e hecho, y quisiera yo que todos nos ocuparamos en servir a quien tanto debemos, que como e sido compañero en vida del padre Ricardo [Haller] se lo mucho que debemos a V. A.14

De las cartas conservadas de Margarita, las dirigidas a su cuñado Cosme II muestran el profundo afecto que sentía hacia su hermana menor. Así lo expresa por ejemplo en 1609, después de que la gran duquesa se recuperase de una enfermedad “que me ha tenido con la pena que podeis entender”, agradeciéndole a su cuñado los cuidados que le había brindado: “[…] y estimo como es justo el que vos ha12. Carta de Margarita de Austria a Cristina de Lorena, San Lorenzo de El Escorial, 12 de septiembre de 1611 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 173). 13. Carta de Margarita de Austria a Fernando I, Madrid, 25 de marzo de 1606 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 48). 14. Carta de Pedro Garcés (S. J.) a María Magdalena, Madrid, 11 de febrero de 1612 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.).

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veis tenido de su salud y regalo y el grande amor con que la haveis asistido de que me teneis mui obligada y os doy muchas gracias por todo”.15 Detengámonos ahora en analizar las tres misivas que Margarita escribe a su hermana menor, fechadas en 1609, 1610 y 1611. Su contenido nos permite afirmar que la comunicación epistolar entre ambas era fluida, pues en la primera de ellas Margarita alude a que ha recibido tres cartas de María Magdalena, todas ellas de mayo de 1609.16 Parece que el motivo principal que impulsaba a la gran duquesa a escribir a la reina católica era solicitar que intercediese ante Felipe III para que este concediese mercedes a sus servidores. Si bien al principio Margarita acepta reconociendo que le costaría “poco trabajo”, en la fechada en marzo de 1611 se vislumbra cierta actitud de reproche. Y es que, a pesar de que Margarita asegura que desea “se haga lo posible” por cumplir con las recomendaciones que la gran duquesa reclama, “como sus pretensiones no todas veces se fundan en razones”, le advierte acerca de la imposibilidad de que todos los solicitantes reciban aquello que demandan: “Y porque esto me da cuidado a V. A. la cansan con hacerla escribir por ellos”. Para evitar esta incómoda situación, le recomienda “escussarlo quando no sea por persona a quien conocidamente se tiene obligacion y ellos tienen caussas justas que los hagan merced”.17 Las palabras de la reina traslucen su voluntad por aconsejar en cuestiones de patronazgo a su hermana con el fin de evitar que se aprovecharan de ella y obtuviesen mercedes inmerecidas. Margarita se ampara en la autoridad que le conferían no solo su edad, sino sobre todo la experiencia resultado de los diez años que llevaba ejerciendo como reina consorte de la Monarquía Hispánica. Para ayudar a María Magdalena en esta disyuntiva y recordarle su origen, la reina Margarita le escribió en 1610 pidiéndole que favoreciese a Giovanni Battista 15. Carta de Margarita de Austria a Cosme II, Segovia, 30 de julio de 1609 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 92). Ese mismo día también agradecía a Cristina de Lorena que hubiese cuidado de su hermana (ASF, MdP, filza 5019, fol. 94). Es posible que la reina estuviese enterada de estos detalles por María Magdalena, si bien la ausencia de correspondencia nos impide afirmar esta hipótesis. 16. Carta de Margarita de Austria a María Magdalena, Madrid, 17 de septiembre de 1609 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 108). 17. Carta de Margarita de Austria a María Magdalena, Madrid, 23 de marzo de 1611 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 170).

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Solari, agente del rey de Polonia en Milán. El monarca polaco ya había realizado esta petición a los grandes duques sin obtener la respuesta deseada, una situación que no debía darse, pues se trataba de un asunto de familia: Segismundo III era cuñado de la reina y de la gran duquesa, ya que estaba casado con la hermana de ambas, Constanza.18 Margarita fue siempre consciente de la responsabilidad inherente a su pertenencia a la dinastía Habsburgo, algo que demostró tratando de influir en el monarca para favorecer los intereses del Sacro Imperio y beneficiar a sus familiares, como hizo con motivo del enlace de María Magdalena. Incluso procuró que su familia de origen estuviese presente en el Alcázar por medio de las imágenes. Sirvan de ejemplo las diversas obras pictóricas que encargó, como el Nacimiento de la Virgen (1603), de Juan Pantoja de la Cruz —actualmente en el Museo del Prado—, en la que aparecen su madre y sus hermanas Eleonor y Catalina Renata (Carlos Varona 2013: 156-159). La muerte de la reina en 1611 tuvo como consecuencia que un nutrido grupo de religiosos próximos a ella quedaron sin patrona. Por esta razón, algunos trasladaron su servicio a la gran duquesa de Toscana, tal y como atestiguan las cartas conservadas, manteniendo de esa forma su fidelidad a la dinastía de los Austrias. Entre ellos, nos encontramos a Pedro Garcés (S. J.), al capellán fray Joseph Ximeno y a Ricardo Haller (S. J.), confesor de Margarita (Sánchez 1993). Según el testimonio que Pedro Garcés proporciona a María Magdalena, este último era “tan aficionado servidor de V. A. que despues [de la muerte de] la Reyna n[uestra]. s[eñora]. solo su corazon tenia en V. A.”.19 La desaparición de Haller ofreció a Garcés la oportunidad de postularse como conector entre la gran duquesa y sus sobrinos, en especial con el príncipe heredero: Los dias pasados dando al principe n[uestro]. s[eñor]. la norabuena del hijo que avia nacido a V. A. me mando juntamente con sus hermanos y hermanas que embiase a V. A. de su parte a decir el contento y alegria que en esto tuvo su Alteza y que dixese que siempre se huelga y holgara de

18. Carta de Margarita de Austria a María Magdalena, Aranda de Duero, 20 de julio de 1610 (ASF, MdP, filza 5019, fol. 152). 19. Carta de Pedro Garcés (S. J.) a María Magdalena, Madrid, 4 de febrero de 1612 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.).

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saber de la salud de V. A. y del gran duque y de sus primos y primas, añadiendo por el amor grande que la Reyna n[uestra]. s[eñora]. avia tenido a V. A. y que assi dessea rresponder al amor de su madre y a la obligacion que a una tan buena tia le ha dado nuestro señor […].20

La red clientelar no estaba configurada únicamente por religiosos, también había mujeres que poseían un rol activo en la corte. Este fue el caso de la duquesa de Gandía Juana de Velasco, la que fuera camarera mayor de Margarita de Austria (1598-1599) y, posteriormente, de Isabel de Borbón (1621-1627). Las misivas cruzadas entre la duquesa y María Magdalena manifiestan cierto grado de confianza, sobre todo por parte de Juana de Velasco, quien siempre escribía de su puño y letra. Poco después de haber sido designada camarera mayor de la reina Isabel de Borbón en mayo de 1621, se presentaba ante la archiduquesa como su “mayor servydora”.21 La de Gandía también recurrió a la memoria de la fallecida Margarita —a pesar del poco tiempo que estuvo a su servicio— para entablar una relación epistolar más asidua con la archiduquesa: La merced y onrra que V. A. me a echo con su carta de xxvi de abril a sido tan grande y me obliga de nuevo a echarme a los pies de V. A. zertificandole que el consuelo mayor que tengo es la ocupazion que sus majestades me an puesto sera poder servir a V. A. y a el Gran duque y sus hermanos como a hermana y sobrinos de my primera ama que esta buena ley […].22

Sabemos que la gran duquesa respondía a estas cartas gracias a una que envía en 1612 al entonces embajador en Madrid, el conde Orso d’Elci, en la que le advierte de la necesidad de mantener una buena relación con Juana por su situación en la corte y por haber gozado de la estima de la reina Margarita.23

20. Carta de Pedro Garcés (S. J.) a María Magdalena, Madrid, 29 de junio de 1613 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.). 21. Carta de la duquesa de Gandía Juana de Velasco a María Magdalena, Madrid, 18 de octubre de 1621 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.). 22. Carta de la duquesa de Gandía Juana de Velasco a María Magdalena, Madrid, 29 de mayo de 1621 (ASF, MdP, filza 6083 s. fol.). 23. Carta de María Magdalena a Orso d’Elci, Florencia, 7 de agosto de 1612 (ASF, Acquisti e doni, filza 242, inserto 3).

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La infanta María de Austria, “figlia di tal madre” Según se desprende de la documentación custodiada en el Archivio di Stato di Firenze, tras el fallecimiento de Margarita, su hija María se convirtió en el miembro de la familia real española por el que la gran duquesa mostró mayor interés. No obstante, María Magdalena debió esperar a 1618 para recibir una misiva de su sobrina —que entonces contaba con doce años de edad—, pues, en el momento en el que muere su madre, María era muy pequeña: Serenisima Señora. Aunque a muchos dias que deseo darme a conocer a V. A. por cartas, ninguna ocasion me a parecido mas aproposito que la presente, pues juntamente hara testimonio conmigo el Embajador del amor que siempre a conocido que yo tengo a V. A. y el desseo de pareçer hija de mi Madre en cumplir con esta obligacion […] suplico a V. A. perdone acompañar esta carta con esas niñerias que la embio, que por ser de buen olor y quedar prendada para tener este cuidado otras veçes, si a V. A. le contenta, e querido empeñarme con ellas, quedando juntamente con mucho deseo de que me ocupe en su servicio […].24

Queremos detenernos en las palabras de la infanta al manifestar su “deseo de parecer hija de mi madre”, presentándose como heredera del estrecho vínculo existente entre aquella y la gran duquesa. Mayor interés nos suscita al reparar en que la expresión “hija de tal madre” aparece en la correspondencia para referirse a otras mujeres Habsburgo; entre ellas, a Margarita de Saboya, hija de los duques Catalina Micaela y Carlos Manuel I (Raviola 2013: 519-540). Alice Raviola explica que dicha expresión alude a la impronta española que la hija de Felipe II legó a algunos de sus vástagos, entre ellos a su hija Margarita. Creemos que se puede aplicar el mismo significado a la infanta María, pues precisamente la condición de mujeres de la Casa de Austria es la que justifica la comunicación establecida entre la gran duquesa y su joven sobrina, reforzada una vez que se convierte en reina de Hungría. Esta misiva llegó a través del embajador toscano en Madrid, el conde Orso d’Elci, quien aseguraba que la infanta ha-

24. Carta de la infanta María a María Magdalena, San Lorenzo, 12 de septiembre de 1618 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.).

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bía querido escribirla “di sua propia mano”, adjuntando como regalo una “casa di odori”.25 María Magdalena respondió en diciembre, mostrando su felicidad por el obsequio recibido y por tener noticias de su sobrina, “la quale io amo et honoro singularmente per il suo proprio merito et virtù e per esser figlia di tal madre”.26 Pese a lo que pudiera parecer de la información desprendida de estas misivas, el contacto entre tía y sobrina no fue espontáneo, sino que la gran duquesa lo había buscado con la ayuda de Mariana de San José, según el testimonio de la priora: […] dijome [el embajador toscano] que el mayor serbiçio que podria haçer a V. A. y al Gran Duque seria despertar en el Rey Nuestro Señor y sus hijos la correspondencia, y en esto e hecho lo que dira y ultimamente para prendar a S. M. le suplique que S. A. de la serenisima infanta començase con alguna demonstracion pues se ofreçia la partida del envajador y que yo me encargaria de componer una caja de algunos olores. S. M. gusto mucho dello, y ansi me dio licencia para que lo hiciese y que fuesen en nombre de S. A. que era lo que yo deseaba por servir mejor a V. A..27

Volviendo a la correspondencia entre tía y sobrina, la carta fechada en septiembre de 1618 constituye la primera de las nueve de las que tenemos constancia que la infanta española envió a Florencia. La segunda data de 1621 y es la respuesta al pésame de la gran duquesa por el fallecimiento de Felipe III. Además de expresar el dolor por la desaparición de su padre, María da cuenta de la buena disposición de su hermano Felipe, el nuevo monarca: “i yo estoi muy contenta de ver a su Magestad tan inclinado a V. A. y a la Casa del Gran Duque y tan desseoso de complacerla en todo”. Al mismo tiempo, se ofrecía a cumplir con todas sus peticiones: “y en acudir a lo que V. A. me pide mas en todo lo que se ofreciere nadie se enpleara de mejor gana que yo y en todo lo que fuere gusto de V. A.”.28 Casualmente, dos días después

25. Carta de Orso d’Elci a María Magdalena, Madrid, 22 de septiembre de 1618 (ASF, MdP, filza 6091, s. fol.). 26. Minuta de carta de María Magdalena a Mariana de San José, Florencia, diciembre de 1618 (ASF, MdP, filza 6101, fol. 338). 27. Carta de Mariana de San José a María Magdalena, Madrid, 26 de septiembre de 1618 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.). 28. Carta de la infanta María a María Magdalena, Madrid, 2 de julio de 1621 (ASF, MdP, filza 6083, s. fol.).

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el embajador toscano informaba de que había oído rumores —a través de su homónimo alemán— relativos a un posible enlace entre la infanta y el futuro emperador Fernando III, lo cual resultaba beneficioso para los proyectos de futuro de la gran duquesa.29 Como veremos a continuación, la reina de Hungría hará todo lo posible por satisfacer las peticiones de su tía, no únicamente por los lazos afectivos que las unían, sino también porque era una de las recomendaciones que su hermano Felipe IV le había dado en la instrucción que le entregó antes de partir a Viena. En ella, además de designarla su “mayor Embajadora” ante el emperador y el rey de Hungría —suegro y marido de su hermana—, le recordaba: “el Gran Duque, mi primo hermano, tiene gran obligacion al Imperio y particularisima a esta Corona. V. M. le puede tener por de nuestra Casa y en las ocasiones lo sabe mostrar; y asi debe hallar en V. M. gran acogida su demostracion, y yo lo pido asi a V. M.” (Aldea Vaquero 1986: 320). En 1629 la infanta María abandonaba Madrid para trasladarse a su nueva corte, Viena, donde ejercería primero como reina de Hungría (1630-1637) y, posteriormente, como emperatriz (16371646).30 Antes de salir del puerto de Barcelona, escribía a su tía para agradecerle la alegría mostrada tras el nacimiento de su sobrino, el príncipe Baltasar Carlos, reafirmando una vez más su intención por favorecerla siempre que pudiese.31 La flamante reina de Hungría desembarcó en el puerto de Livorno en el mes de julio, ocasión que le permitió conocer personalmente a la gran duquesa y a sus primos.32 A continuación, prosiguió su viaje hasta Nápoles,33 desde donde escribió tres cartas a su tía, en las que le reitera que actuará siendo “tan buena sobrina de V. A. como procurare mostrar en to-

29. Inserto del embajador de Toscana Giuliano de Medici, Madrid, 4 de julio de 1621 (ASF, MdP, filza 4949, fols. 899-900). 30. Felipe IV solicitó a los gobernantes toscanos que le prestasen las galeras florentinas para transportar a su hermana María y a su séquito desde Barcelona, en carta de Felipe IV al gran duque Fernando II, Madrid, 29 de marzo de 1628 (ASF, MdP, filza 5020, s. fol.). 31. Carta de la infanta María a María Magdalena, Barcelona, 5 de mayo de 1630 (ASF, MdP, filza 6091, fol. 40). También escribió al gran duque Fernando II (ASF, MdP, filza 5020, s. fol.). 32. Sobre el viaje de la reina de Hungría, véase ASF, MdP, filza 6090. 33. Es probable que fuese durante esa estancia cuando Velázquez pintó el famoso retrato que se conserva en el Museo del Prado (Sommer-Mathis 2013: 61).

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das ocasiones, si sera la primera en la buena acogida que hallaran en mi las duquesas de Sabbioneta i de Mondragon”,34 dado que “V. A. lo quiere así”.35 La importancia que tenía esta visita radicaba en la intención de María Magdalena de casar a su segundogénito, el príncipe Giovan Carlo, con la heredera del principado de Stigliano, Anna Carafa.36 Las numerosas y ricas posesiones de los príncipes de Stigliano incluían el ducado de Sabbioneta, plaza estratégica colindante con los ducados de Parma, Módena, Mantua y el Milanesado español.37 Tras la muerte del príncipe Luigi Carafa en enero de 1630, su viuda Isabella Gonzaga —ahora cabeza de su casa— inició conversaciones con los grandes duques de Toscana con el propósito de unir ambas familias. No obstante, para sellar el acuerdo era necesario que Felipe IV diese su consentimiento, algo a lo que el monarca católico se resistía. Por ello, María Magdalena solicitó ayuda a su hermano el emperador Fernando II y a su sobrina.38 En 1631 María escribió de su puño y letra a Felipe IV, cumpliendo el deseo que su tía le había transmitido al arzobispo de Pisa antes de morir (Franganillo Álvarez 2016: 114-116).39

34. Carta de la infanta María a María Magdalena, Nápoles, 14 de agosto de 1630 (ASF, MdP, filza 6075, fol. 14). La infanta cumplió su promesa, permitiendo que tanto Anna como su madre, Elena Aldobrandini, y su abuela, la princesa de Stigliano, pudiesen sentarse en su presencia sobre un cojín, privilegio exclusivo de los grandes de España (Denunzio 2012: 191). 35. La infanta María escribe otras dos fechadas el 15 y el 17 de octubre: en la primera, se alegra de que la familia de los grandes duques se encuentre bien de salud ante la amenaza de expansión de la peste y, en la segunda, da la enhorabuena por el buen parto de la duquesa de Parma, hija mayor de María Magdalena (ASF, MdP, filza 6075, fols. 15 y 17). 36. Los escasos estudios dedicados a Anna Carafa se han centrado en su período como virreina de Nápoles tras su matrimonio con el duque de Medina de las Torres (Fiorelli 2008; Denunzio 2012). 37. La plaza de Sabbioneta pasó a integrar las posesiones de los príncipes de Stigliano gracias a la abuela de Anna, Isabella Gonzaga, quien la heredó de su padre Vespasiano en 1591. Sobre la historia de la plaza, véase Relación de la fundación y circunstancias del castillo y fortaleza de Sabbioneta en Italia, Biblioteca Nacional de España (BNE), ms. 11039, fols. 114-121. 38. Carta de María Magdalena a Felipe IV, Florencia, 24 de enero de 1631 (AGS, Estado, leg. 3673, fol. 13). 39. Carta de la reina de Hungría María de Austria a Felipe IV, Viena, 28 de noviembre de 1631 (AGS, Estado, leg. 3673, fol. 68).

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María Magdalena de Austria, gran duquesa de Toscana, viuda, ca. 1627, por Justus Sustermans. © Museo del Prado (Madrid).

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La gran duquesa y las Descalzas Reales: la continuidad del espacio habsbúrgico La última mujer Habsburgo que analizaremos con la que María Magdalena mantuvo contacto fue sor Margarita de la Cruz, hija menor de los emperadores Maximiliano II y María. En 1585 ingresó en las Descalzas Reales de Madrid, convento desde el cual desarrolló junto a su madre una red clientelar favorable a los intereses de la rama austriaca (Sánchez 1998: 77-84), recibiendo asiduamente visitas del nuncio del papa y del embajador imperial.40 Gracias a la información que nos proporcionan los embajadores toscanos, sabemos que existió una fluida correspondencia entre la monja y la gran duquesa.41 A pesar de ello, solo hemos encontrado una carta perteneciente a sor Margarita de la Cruz. Fechada en 1624, solicita una merced para el dominico fray Juan María Pinelo, quien visitaría Florencia para llevar a cabo un “negocio muy piadoso” que ella misma le había encargado.42 Este no fue el único favor que la hija de la emperatriz reclamó a los grandes duques: en el mes de octubre de 1628, Averardo de Medici informaba al secretario del gran duque Andrea Cioli del envío de una carta de sor Margarita que creía podía ser una recomendación para que uno de sus protegidos obtuviese un hábito de la orden toscana de Santo Stefano (Aglietti 2007). El pronóstico del embajador resultó acertado: en marzo del año siguiente avisaba de la visita del secretario de la infanta monja, pidiéndole que intercediese ante el gran duque en favor de Gabriel Boccangeli.43 Por su parte, María Magdalena también recurrió a su prima con el fin de conseguir de Felipe IV el consentimiento del enlace entre los Medici y los Carafa. Ello explica que, desde

40. Carta del secretario Giulio Inghirami al secretario Curzio da Picchena, Madrid, 18 de febrero de 1620 (ASF, MdP, filza 4947, fol. 222). 41. Minuta de carta de María Magdalena a sor Margarita de la Cruz, Florencia, 9 de septiembre de 1620 (ASF, MdP, filza 6101, fol. 7). Sor Margarita también escribía a la gran duquesa, como se aprecia en las cartas del embajador de Toscana Giuliano de Medici a Cosme II, Madrid, 28 de julio y 20 de octubre de 1619 (ASF, MdP, filza 4949, fols. 74 y 169). 42. Carta de sor Margarita de la Cruz a María Magdalena, Madrid, 24 de febrero de 1624 (ASF, MdP, filza 6091, fol. 330). 43. Cartas del embajador de Toscana Averardo de Medici al secretario Andrea Cioli, Madrid, 29 de octubre de 1628 y 9 de marzo de 1629 (ASF, MdP, filza 4956, fols. 248 y 367).

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Margarita de Austria, reina de España, 1609, por Bartolomé González. © Museo del Prado (Madrid).

comienzos de 1630, el embajador toscano acudiese asiduamente a las Descalzas para entregarle las cartas de la gran duquesa, momentos que aprovechaba para enterarse de cómo evolucionaban las negociaciones del matrimonio.44

44. Cartas del embajador de Toscana Averardo de Medici al secretario Andrea Cioli, Madrid, 27 de febrero y 14 de septiembre de 1630 (ASF, MdP, filza 4958, s. fol.).

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La infanta sor Margarita de la Cruz, archiduquesa de Austria, mediados del siglo xvii, por Matías de Torres. © Museo del Prado (Madrid).

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En el incesante flujo de intercambios desarrollados en el triángulo configurado por las cortes de Madrid-Viena-Florencia, no podían faltar las transferencias culturales.45 En ellas se incluyen representaciones teatrales, regalos e influencias en la moda (Bastl y Colomer 2014). Así, por ejemplo, con respecto al primer caso, la corte de Viena era muy aficionada a la escenificación de comedias de autores españoles (Sommer-Mathis 1994; Sommer-Mathis y Reyes Peña 2000), práctica estimulada con la llegada de infantas españolas que se convirtieron en emperatrices, como fue el caso de María, en 1631, y su nieta Margarita Teresa.46 Desde Florencia se introdujo el gusto por los ballets ecuestres, concretamente en 1626, cuando Claudia de Medici —hija menor de Cristina de Lorena y Fernando I— casó en segundas nupcias con el archiduque Leopoldo, hermano de María Magdalena, quien, por cierto, favoreció este matrimonio (Sandbichler 2016: 130).47 En cuanto a la cuestión de los obsequios, numerosos investigadores se han ocupado del uso que los Medici hicieron del regalo como instrumento diplomático con el fin de mejorar las relaciones con otras cortes (Goldenberg Stoppato 1999 y 2013). La presencia de retratos de los grandes duques de Toscana y sus hijos en conventos españoles como el de la Encarnación o las Descalzas constituyen una prueba irrefutable de los lazos desplegados entre ambos espacios. Pero las pinturas no fueron los únicos bienes florentinos enviados a Madrid: los despachos de los embajadores ofrecen abundante información acerca de las telas, los cosméticos, los perfumes y los guantes que tanto la reina Isabel de Borbón como la infanta María y algunas de las nobles a su servicio demandaban frecuentemente a los gobernantes toscanos. Sor Margarita de la Cruz desarrolló así mismo un rol activo presentando estos obsequios a los miembros de la familia real (Franganillo Álvarez 2013), decisión que, creemos,

45. Sobre los intercambios culturales habidos entre las dos capitales Habsburgo, véase Lindorfer (2009). Los nexos establecidos entre la corte de Innsbruck y los ducados de Módena, Mantua y el Gran Ducado de Toscana a través de los enlaces matrimoniales han sido analizados en Sandbichler (2016). 46. La influencia teatral florentina también había llegado a Madrid; véase, por ejemplo, Chaves Montoya (2004) y Domínguez (2009). 47. María Magdalena mantuvo una asidua correspondencia con el archiduque Leopoldo (ASF, MdP, filze 6097 y 6100).

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venía impulsada por parte de María Magdalena con la finalidad de recordar su pertenencia a la dinastía Habsburgo. Parece ser que sor Margarita adoptó este encargo encantada, si otorgamos veracidad al testimonio del embajador toscano según el cual habían surgido celos entre la infanta y la priora de la Encarnación por ver quién entregaba los obsequios.48 El deseo de ver a su hijo convertido en príncipe de Stigliano fue una de las razones que llevaron a la gran duquesa a emprender en septiembre de 1631 un viaje a Viena para visitar a su hermano Fernando II, a quien nunca llegaría a ver, pues falleció en Passau el 1 de noviembre (Menicucci 2008: 269-275). Con la desaparición de María Magdalena, el proyecto se complicó aún más. En abril de 1632, Felipe IV escribía al gran duque para informarle de que había recibido cartas de su tío el emperador y su hermana sobre el asunto del matrimonio, y, pese a que volvía a incidir —una vez más— en que “podéis estar muy cierto del mucho desseo que tengo de complaceros en todo lo que fuere comodidad y acrecentamiento de v[uest]ra. casa y de lo que os quiero y amo”,49 no llegaría a dar su consentimiento. Cuatro años después, en 1636, Ana Carafa contraía matrimonio con el duque de Medina de las Torres, yerno viudo del conde duque de Olivares, de manera que el sueño de la gran duquesa nunca llegaría a cumplirse. Conclusiones El análisis de la correspondencia de la gran duquesa nos ha permitido confirmar la existencia de una red epistolar transnacional que conectaba a las mujeres Habsburgo. A pesar de estar ubicadas en lugares geográficos diversos, nuestras protagonistas lograron establecer una estructura que, a través de la palabra escrita, las mantuvo siempre vinculadas a su dinastía de origen. Tras la muerte de María Magdalena, su nuera la gran duquesa Victoria della Rovere no mantendría una estrecha vinculación epistolar con las mujeres Habsburgo, a las que no le 48. Carta del embajador de Toscana Michelangelo Baglioni al secretario Andrea Cioli, Madrid, 3 de mayo de 1631 (ASF, MdP, filza 4958, s. fol.). 49. Carta de Felipe IV al gran duque Fernando II, Madrid, 10 de abril de 1632 (ASF, MdP, filza 5020, s. fol.).

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unían lazos sanguíneos.50 De esta forma, la red clientelar de la Casa de Austria, que se había fortalecido en Florencia gracias a la presencia de María Magdalena, no perduraría en el tiempo (Coester 2010: 18). Pese a ello, confiamos haber demostrado en estas páginas la operatividad de las redes clientelares de las Habsburgo, en concreto, el triángulo Madrid-Viena-Florencia, durante las primeras décadas del siglo xvii. El estudio de Katrin Keller en este volumen nos permite constatar que muchas de las personas con las que la archiduquesa María mantuvo correspondencia en Madrid empezaron a cartearse con su hija María Magdalena tras su muerte. Estamos hablando, entre otros, de sor Margarita de la Cruz, Felipe III, Ricardo Haller o el duque de Lerma. Asimismo, cuando uno de los emisores de estas redes epistolares fallecía era sustituido por otro, de manera que aquellos que habían sido hasta entonces sus servidores encontraban nuevos patronos dentro de la dinastía Habsburgo (Kettering 1989). Tras la desaparición de la reina Margarita en 1611, la gran duquesa María Magdalena, la infanta María y sor Margarita de la Cruz continuaron favoreciendo los intereses comunes a la Casa de Austria y premiando a los fieles que integraban sus redes clientelares. Esto fue lo que sucedió cuando la hermana y la prima de Felipe IV se movilizaron con el propósito de conseguir el nombramiento de cardenal para Diego de Guzmán. El entonces arzobispo de Sevilla había sido capellán de las Descalzas Reales, limosnero mayor de la Capilla Real y maestro de las infantas Ana Mauricia y María (Río Barredo 2009: 21-24; Hoffman 2014: 129). Primero fue sor Margarita, quien escribió al conde de Monterrey —embajador en la Santa Sede— para que intercediese ante el papa;51 meses después, la infanta María se unía a esta petición.52 Es muy posible que ambas tratasen estos temas en persona, dado que desde niña la infanta María visitaba asiduamente a su tía, permaneciendo en ocasiones algunas temporadas allí (Álvarez 1971: 200-227;

50. Vittoria della Rovere mantuvo correspondencia con algunas nobles españolas, pero no tenemos constancia de que se cartease con alguna monja de las Descalzas Reales (ASF, MdP, filza 6147). 51. Carta de sor Margarita de la Cruz al conde de Monterrey, Madrid, 29 de enero de 1629 (Archivo Histórico Nacional (AHN), Ministerio de Asuntos Exteriores, Santa Sede, 59, fol. 63). 52. Carta de María de Austria al conde de Monterrey, Madrid, 5 de agosto de 1629 (AHN, Ministerio de Asuntos Exteriores, Santa Sede, 59, fol. 58).

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Sánchez 2015: 80; Hoffman 2014: 128 y 132), costumbre que mantuvo a lo largo de la década de 1620, entonces acompañada por la reina Isabel de Borbón.53 Esta vinculación adquirió la forma de correspondencia una vez que María se desposó con el rey de Hungría y se trasladó a Viena (Álvarez 1971: 223-226, 232-234). Finalmente, el análisis de este tipo de correspondencia revela dos actitudes muy diferentes de la personalidad de María Magdalena, figura que, si bien no ha gozado de suficiente atención por parte de la historiografía, empieza a conocerse más gracias a las últimas publicaciones aparecidas. Paola Volpini señalaba recientemente cómo, poco antes de asumir la regencia, María Magdalena resaltaba su pertenencia a la dinastía Habsburgo, prefiriendo utilizar su título de archiduquesa al de gran duquesa (Volpini 2016: 131). No obstante, hemos visto que, durante sus primeros años en Florencia, su hermana Margarita debía advertirle acerca de cómo gestionar su capacidad de patronazgo, además de recordarle las obligaciones que tenía con su dinastía de origen. Estas cartas desvelan a una joven María Magdalena que todavía no dominaba las reglas del patronazgo cortesano y cuyas acciones probablemente estuvieran mediatizadas por los Medici. Merece la pena que reparemos en esta cuestión para señalar un aspecto importante, el conflicto al que debían enfrentarse estas mujeres en cuanto a la fidelidad a seguir: a la familia de origen a la que pertenecían por nacimiento o en la que se integraban una vez contraían matrimonio. Por ejemplo, en el caso de Catalina Micaela de Austria, estudios recientes han puesto de manifiesto cómo la hija de Felipe II mudó su lealtad en beneficio de los intereses políticos de su marido y de sus hijos después de convertirse en duquesa de Saboya (Río Barredo y Sánchez 2013: 194-211). Al apoyar las decisiones militares de Carlos Manuel, Catalina se alejaba de las directrices de la Monarquía Hispánica, su reino de procedencia. Al igual que Catalina Micaela, la gran duquesa recurrió a la Casa de Austria para mejorar el futuro de sus hijos, como hizo negociando el matrimonio —aunque sin éxito— del príncipe Giovan Carlo. No obstante, en su caso, María Magdalena no parece que tuviese que priorizar los intereses del

53. Carta del arzobispo de Tarantasia Germonio Anastasio, Madrid, 10 de febrero de 1620 (Archivio di Stato di Torino (ASTo), Lettere Ministri, Spagna, mazzo 17, s. fol.).

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Sacro Imperio ante los del gran ducado de Toscana, manteniendo a lo largo de toda su vida buenas relaciones con su familia de origen, cuya política siempre trató de favorecer y de cuyas conexiones consiguió beneficiarse. Fuentes Archivio di Stato di Firenze (ASF), Florencia: —  Acquisti e doni, filza 242 — Mediceo del Principato (MdP), filze 4947, 4949, 4956, 4958, 50195020, 6072, 6075, 6083, 6090-6091, 6094, 6097, 6100-6101, 6147 Archivio di Stato di Torino (ASTo), Turín, Lettere Ministri, Spagna, mazzo 17 Archivo General de Simancas (AGS), Estado, legs. 2652, 3673 Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, Santa Sede, leg. 59 Biblioteca Nacional de España (BNE), Madrid, ms. 11039 Bibliografía Aglietti, Marcella, (ed.) (2007): Istituzioni, potere e società. Le relazioni tra Spagna e Toscana per una storia mediterranea dell’Ordine dei Cavalieri di Santo Stefano. Pisa: Edizioni ETS. Aldea Vaquero, Quintín (1986): “Instrucción secreta que, escrita a mano propia, dio el Rey, Nuestro Señor, Don Phelipe IV, a su hermana, la Serenísima Emperatriz Doña María, cuando partió de España para Alemania”, en España y Europa en el siglo xvii. Correspondencia de Saavedra Fajardo, t. I, 1631-1633. Madrid: CSICCentro de Estudios Históricos. Álvarez, Arturo (1971): “Curioso epistolario en torno a la infanta sor Margarita de la Cruz”, en Hispania Sacra. Revista de historia eclesiástica, 24 (enero), pp. 187-225. Angiolini, Franco (2009): “Donne e potere nella toscana medicea. Alcune considerazioni”, en Marcella Aglietti (ed.), Nobildonne, monache e cavalieri dell’Ordine di Santo Stefano. Modelli e strategie femminili nella vita pubblica della Toscana granducale. Convegno Internazionale di Studi. Pisa, 22-23 maggio 2009. Pisa: Edizioni ETS, pp. 15-32.

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INTERESES DINÁSTICOS Y VÍNCULOS FAMILIARES

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Private Letters to Emperor Ferdinand III at the Riksarkivet (Stockholm): Letters of Electress Maria Anna of Bavaria* Renate Schreiber

The Archives Box Extranea 195 in Stockholm1 It is surprising that part of the private correspondence of Emperor Ferdinand III (d. 1657) is stored in a Swedish archive and the question arises: how did this happen? In July 1648, near the end of the Thirty Years’ War, the Swedish army under Field Marshal Hans Christoph von Königsmarck (d. 1663) captured Malá Strana, the Lesser Town of Prague. The Swedish had their eye on Prague for many years since the city promised worthwhile haul, but every attempt to capture it had failed. This time, an important part of the city was taken as a result of betrayal. When the Swedish troops entered the city, they found their expectations surpassed. Shortly before the siege, the city had refused financial aid to the Emperor, the value of which was considerably less than what the Swedes now captured. Not only did they plunder precious art treasures and books, but they also took everything else that seemed valuable to them. The numerous books and art treasures brought from Prague gave an enormous boost to arts and sciences * Translated from German by Alexander Cors. 1. Riksarkivet (RAS), Stockholm, Extranea 195, XVI Tyskland, a. Handlingar och brev, 3. Arkivfragment Kejsar Ferdinand III:s arkiv, 1641[sic]-1648. Although the letters are numbered consecutively, the numbering does not always match the actual date.

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Emperor Ferdinand III, ca. 1643, by Jan van den Hoecke. © Kunsthistorisches Museum (Vienna).

in the culturally less developed Sweden. Queen Christina personally pushed to have the loot transferred to Sweden as soon as possible. She could hardly wait to see for herself the books, paintings, and works of art from Prague (Öhman 2015). Among other items,

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the Swedish troops seized (perhaps stored in an attractive chest at the Hradschin) private letters addressed to Emperor Ferdinand III, most of them written by members of his family. During the plunder of Prague, the Swedish were hard-pressed for time because a peace agreement was expected to be imminent. Concluding such a settlement meant that all items purloined after such an agreement would have to be returned. Historians nowadays are convinced that part of the Swedish loot should have been restored for that exact reason. Which, of course, it was not. The convoluted paths through which the letters made their way from their point of origin in Prague to the Riksarkivet in Stockholm cannot be reconstructed today. While attempts to trace the route of the stolen books and art treasures are regularly conducted in Sweden (Öhman 2015), these studies do not explore the fate of the letters before they were stored at the Riksarkivet in Stockholm. Even though the correspondence was known to scholars (Schieche 1967: 131-133; Walde 1920),2 it nevertheless lay buried in the archives, relatively neglected. The bundle of letters in German, Italian, Spanish and Latin dates from the years 1646-47 and the beginning of 1648; however, it certainly is not a closed correspondence, as there are chronological gaps in between the letters. One should not forget that, in these belligerent times, not all letters reached their recipients in the end. It can be assumed that this is the reason why during that time, most correspondents stated the number and date of letters received when answering. Numerous couriers were attacked and had their mail stolen since the enemy was naturally interested in the information they carried. This, of course, holds true for both sides. It was while working on my dissertation (Schreiber 2001) on Archduke Leopold Wilhelm (d. 1662), the emperor’s brother, that these nearly unknown but very interesting archival materials in Sweden were brought to my attention. Aside from one hundred and four German letters3 and twenty-six Italian poems (Schreiber 2018), written mainly by Leopold Wilhelm, the box contains other documents organized thematically or by author. These have not been examined yet 2. Although the Index on Walde (1920: 483) lists “Ferdinand III:s arkiv 1646-1648, p. 328”, my research has shown that neither on the page referenced nor in close proximity is there any indication of the archival material. 3. These letters are currently being edited. See Pia Zachary’s essay in this volume.

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in scholarship. In this essay, I want to briefly introduce some of them.4 In greater detail, I will discuss the content of the forty German letters written by Electress Maria Anna of Bavaria (d. 1665), sister of Ferdinand III. Three Spanish letters originate from King Philip IV of Spain (d. 1665), the emperor’s cousin and brother-in-law.5 The first wife of Ferdinand III, Empress Maria, died in May 1646 along with her child at the end of a pregnancy. In the first letter Philip mourns the death of his sister, whom he admired dearly. He expresses his hope that the two branches of the Habsburg dynasty can preserve their solidarity and will remain closely allied. Diplomatic cohesion between the two branches of the family was particularly important at this time. With peace negotiations in Münster and Osnabrück already under way, many factions sought to jeopardize the relations between the Habsburgs and their allies. On the same date, Philip’s son prince Balthasar Charles, the heir to the Spanish throne, also offers his condolences for his aunt’s death.6 Empress Eleonora Gonzaga (d. 1655), second wife of Ferdinand II and the emperor’s stepmother, sent thirty letters to Ferdinand III in Italian.7 This correspondence still awaits scholarly analysis. Eleonora did not have children of her own, but had a very good relationship with her four stepchildren. Additionally, this file holds some letters from Ferdinand’s children; among them are a Latin letter from Archduke Ferdinand IV, the heir to the throne, and two letters in Spanish.8 These letters point to a planned Spanish wedding. Ferdinand, who in 1653 was elected and crowned King of the Romans, was supposed to marry the infanta María Teresa. They were nearly engaged when the prince unexpectedly 4. 5.

6. 7. 8.

For helping me identify the letters, overcome linguistic obstacles and for offering advice and guidance, I would like to extend my sincere gratitude to Bogusław Dybas, Mark Hengerer, Laura Oliván and Britta Kägler. Letters of Philip IV to Ferdinand III, Zaragoza, 13 June 1646; Zaragoza, 2 November 1646 (in this letter Philip IV informs the emperor about the death of his son Balthasar Charles); and Madrid, 22 February 1647 (on the negotiations in Münster and the war against France), RAS, Extr. 195, no. 188-191. Letter of Balthasar Charles to Ferdinand III, Zaragoza, 13 June 1646, RAS, Extr. 195, no. 211. Letters to Ferdinand III from his stepmother empress Eleonora, RAS, Extr. 195, no. 154-174. Letters of Archduke Ferdinand IV to Ferdinand III, Linz, 19 July 1646; Vienna, 21 December 1647; and Vienna, 4 January 1648, RAS, Extr. 195, no. 204-206.

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died of smallpox in 1654. A German letter of the seven-year-old Archduke Leopold Ignatius (d. 1705), containing Christmas wishes for his father, also survives. It is the earliest letter known to be written by the future emperor Leopold I,9 who succeeded his brother Ferdinand IV as heir to the throne. Leopold is infamous among historians for his illegible handwriting, but this letter is still readable. Archduchess Mariana of Austria (d. 1696) sent her father six German letters, one Latin letter (good wishes for the Easter celebrations) and two Spanish ones.10 She, too, was supposed to be married off to Spain. Her designated husband, however, prince Balthasar Charles, died unexpectedly in 1646. To reinforce family relationships, Mariana was subsequently married to his widowed father, her uncle King Philip IV of Spain. In one of the Spanish letters to her father, she tells him that she will send him homemade confections based on her late mother’s recipe. Her Obersthofmeisterin (first lady of the Bedchamber), Marquise of Flores Dávila, reports to the emperor in a letter that Mariana’s health recovered.11 A nun named sor Clara de la Cruz, abbess of the convent of the Descalzas Reales of Madrid, writes in Spanish to Mariana to express the nuns’ joy about her becoming the queen of Spain.12 Moreover, she expresses her gratitude for two paintings that Mariana had sent them on behalf of her and her brother Ferdinand IV. Sor Clara’s note was probably enclosed to the letter that reached the emperor by either Mariana or the Marquise. In addition to the private letters written by members of the family, the Swedish box also contains writings of several military officers. One written in Italian was from Charles IV, Duke of Lorraine (d. 1675), who proved to be a problematic ally during the Thirty Years’ War.13

9. Letter of Leopold Ignatius to Kaiser Ferdinand III, Vienna, 20 December 1647, RAS, Extr. 195, 207. 10. Letters of Archduchess Mariana to her father, Emperor Ferdinand III, Graz, 22 March 1646 (in Latin); Graz, 1 May 1646; Graz, 22 May 1646; Graz, 8 June 1646; Graz, 16 July 1646; Vienna, 19 December 1646; Vienna, 10 August 1647; Ebersdorf, 28 September 1647; and Vienna, 21 December 1647, RAS, Extr. 195, no.176-187. 11. Letter of Marquise of Flores Dávila to Ferdinand III, Vienna, 6 November 1647 (in Spanish), RAS, Extr. 195, no. 210. 12. Letter of Sor Clara de la Cruz to Archduchess Mariana, Madrid, 11 January 1647, RAS, Extr. 195, no. 209. 13. Letter of Charles IV, Duke of Lorraine, to Ferdinand III, s. l., 22 February 1647, RAS, Extr. 195, no. 175.

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His objective for allying himself with the emperor and Spain was to regain his country, from which he was ousted by France. Subsequently, opposing views on military strategy erupted over and over. Twelve Italian letters are from Ottavio Piccolomini (d. 1656), who by that time (1646-47) fought for the Spanish king in the Low Countries, before taking over the imperial army as lieutenant-general in May 1648.14 An undated draft in Italian was probably written by Ferdinand III himself and meant for Francesco Carretto Marquis of Grana (d. 1651).15 At that time, Grana was the imperial ambassador in Madrid. The letter dealt with the planned wedding of King Philip IV and Mariana. Another undated Italian letter is by Zygmunt Karol Radziwiłł (d. 1642).16 It remains unexplained why this letter from Radziwiłł, who died years before, ended up among the writings of 1646-48. The Polish nobleman was a knight of the Order of Malta and seneschal to the Polish Queen Constance, a sister of Emperor Ferdinand II. Later he served as seneschal for the Grand Duchy of Lithuania. Crippled with debt, he was forced to leave Poland in 1639 (Wasilewski 1987: 379-382). In addition to the letters listed above, the box also contains a list of several pages of the requiem masses which had been held in several monasteries, convents and churches in Prague for the deceased Empress Maria, including the expenditures made for them. The letters of Electress Maria Anna to her brother Emperor Ferdinand III Unfortunately, very little biographical information can be found on Archduchess respectively Electress Maria Anna. Most often she is only mentioned in relation to her father, her husband (Immler 1992; Albrecht 1998; Weissensteiner 2001),17 or her brother (Höbelt 2008; Hengerer 2012). She was born in 1610 in Graz as the oldest (surviving)

14. Letters of Ottavio Piccolomini to Ferdinand III, RAS, Extr. 195, no. 192-203. 15. RAS, Extr. 195, no. 212. 16. Letter of Zygmunt Karol Radziwiłł to Ferdinand III (?), s. l., s. d., RAS, Extr. 195, no. 208. 17. The chapter “Späte Ehe in trauter Eintracht” (Weissensteiner 2001: 10-33) does not contribute much illuminating detail either.

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Archduchess Maria Anna, Electress of Bavaria, by Joachim von Sandrart. © Kunsthistorisches Museum (Vienna).

daughter of Ferdinand, Archduke of Inner Austria (the later Emperor Ferdinand II, d. 1637) and his wife Maria Anna of Bavaria (d. 1616). The four surviving children had a good relationship with each other as

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well with their stepmother Eleonora Gonzaga. However, it was only in 1624, two years after Ferdinand’s wedding to Eleonora, his second wife, that the family lived together in Vienna. When the family members —for whatever reasons— lived apart, they maintained an extensive and regular exchange of correspondence.18 Numerous letters exchanged between the siblings speak of their good relationship, which was only rarely troubled. A good example of that are the letters from Prague dating from 1627-28. Archduke Leopold Wilhelm had to stay in Vienna, while his siblings travelled to Prague with their parents to attend the Bohemian coronation of Eleonora and Ferdinand III. Writing to their brother who remained in Vienna, the siblings provide a graphic illustration of the events in Prague, reporting on every play they attended and every conversation they had.19 Elector Maximilian of Bavaria had been married to Elizabeth of Lorraine (d. January 1635) for forty years. The marriage remained childless, which is why Maximilian was urged to remarry to secure the line of succession in Bavaria. The bride of choice was Maria Anna, eldest daughter of Emperor Ferdinand II and, additionally, the groom’s niece. For years, marital bonds between Munich and Vienna had been as strong as those to Spain. In 1630, at the Diet of Regensburg, Maximilian had admired Maria Anna’s hair. However, as she writes to her brother Leopold Wilhelm, he apparently did not realize she wore a wig that time. In the summer of 1635, only six months after the death of his first wife, the wedding ceremony was conducted in Vienna. The couple’s age difference of thirty-seven years was considerable. Following this wedding, Ferdinand II was not only cousin and brother-in-law to Maximilian, but also his father-in-law. Ferdinand III did not attend the wedding because he was with the army at this time. It was well known, however, that during this time he had great differences with Maximilian. It concerned his command of all troops as it was agreed in the peace of Prague. Maximilian, however, wanted to keep the command of his Bavarian troops himself.

18. See the various boxes of family correspondence in the Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA), Vienna. 19. HHStA, Familienkorrespondenz A, 48.

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Maria Anna was considered a great beauty, “with orderly behavior, reason and strength of judgment”.20 The marriage has been depicted as generally a good one and Maria Anna apparently settled in quickly at the court in Munich. Despite the marriage being arranged for dynastical reasons and the difference of age, the spouses got along very well. Only one year after the wedding, the successor to the throne Ferdinand Maria (d. 1679) was born. Emperor Ferdinand II acted as the child’s godfather. Shortly after his birth, Maria Anna met with her stepmother Eleonora in Regensburg and brought her a painting of the six-week-old crown prince. Two years later, a second son was born, Maximilian Philipp Hieronymus (d. 1705). The line of succession in Bavaria was thereby doubly secured. Maria Anna’s management of the electoral court was both frugal and prudent. Luxury and splendor contradicted not only the Electress’ and her husband’s personal views, but also the financial capabilities of the court in Munich. The elector was quite famous for his frugality. Maria Anna personally attended to the agriculture in Schleißheim, the electoral family’s summer residence; often, she presented the cheese produced there as a gift to guests. When the president of the Bavarian Court Chamber Mändl was in Vienna in 1649, Maria Anna wrote to him that Count Khevenhüller had thanked her for the cheese from Schleißheim and she went on to commend Mändl: “You have well distributed the cheese. You gave him whom you wanted to give it to”.21 Maximilian involved his wife in political decision making, since in the case of his death she would become the legal guardian to their two sons. When Maximilian died in 1651, Maria Anna temporarily assumed the guardianship and regency for her son Ferdinand Maria, who was still a minor. Following the explicit wish of his wife, the elector had ensured in his testament that she would assume the guardianship. As the daughter and sister of an emperor she was selfconfident enough to demand this. However, this applied only to Bavarian affairs; matters relating to the Holy Roman Empire had to be conducted by a male administrator. Until her son attained his majority and ruled in his own name, Maria Anna exerted great influence on Ba20. Nuncio Carlo Caraffa (d. 1644) about Maria Anna in 1628 (Albrecht 1998: 935). 21. “Den Käse habt Ihr richtig ausgeteilt. Ihr habt ihn gegeben, wem ihr wolltet”, letter of Maria Anna to Johann Freiherr v. Mändl, president of the Bavarian Court Chamber (d. 1666), Munich, 26 August 1649 (Mayr 1903: 312).

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varian politics (Albrecht 1998: 354 and 937). Shortly before his death, Maximilian secured for his fourteen-year-old son the act of hereditary homage in Bavaria and, moreover, designated the same-aged Princess Henriette Adelaide of Savoy (d. 1676) to become his wife. The court in Munich was in a state of apprehension for a while, as it was feared that Ferdinand III, who had recently become a widower, would want to marry Henriette Adelaide himself. In any case, Maria Anna wondered why, for a long time, no reaction came from Vienna after the announcement of the planned wedding. It was similarly unclear whether France would eventually foil the wedding plans. Therefore, in Munich there was a rush to translate those plans into action (Mayr 1903). The wedding ceremony for the two adolescents was conducted per procurationem in Turin in 1650, but only in the summer of 1652 did the young electress come to Munich. Shortly after her arrival, she complained bitterly in a letter about the generally cold and unapproachable nature of the Bavarians and especially about her overbearing motherin-law. Henriette writes that in Schleißheim Maria Anna even attends to the cowshed, personally prepares the cheese and would not even allow the best Italian cook of spaghetti enter the kitchen. Moreover, Henriette laments that she is forced to get up every day at six o’clock in the morning (Schmid and Weigand 2001: 225). During the Thirty Years’ War, Maximilian had been an ally to the imperial family from the very beginning. Yet, over the course of the war, minor and major differences over the military strategy occurred time and time again between Munich and Vienna. Maximilian skeptically viewed both the selection and strategies of the emperor’s military commanders, as he did the general management of finances at the imperial court. For the period of the correspondence presented here, difficulties between Munich and Vienna were especially grave. The peace negotiations in Westphalia kept dragging on. All parties involved lacked the strength, soldiers and resources to win a decisive battle that would end the war. Maximilian was highly displeased with the imperial conduct of war. He urged the emperor to finally give in to French demands. However, Ferdinand did not want to alienate Spain by entering a truce without it. Besides, it was the Swedes and not the French who were feared most in Vienna. The forty letters from Maria Anna to Ferdinand III housed in the Swedish archive originate from the period between July 1646 and

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January 1648. It is not a closed correspondence, however, as there are chronological gaps between the letters. In some cases, the location of origin is not stated, but every letter concludes with the best regards from her husband and children and the pleasantry: “getreue Schwester und Dienerin bis in den Tot” (“faithfully unto death your sister and servant”). The overall tone of the letters is friendly but terse: only few of them are longer than one page. Maria Anna’s handwriting is hard to read; she repeatedly abbreviates words, especially with fixed phrases in the last part of the letters.

Signature of Electress Maria Anna, Riksarkivet (Stockholm).

The letters depict her both as politically informed and politically interested. Maria Anna was repeatedly invited by her husband to attend the secret council meetings since Maximilian had complete trust in her. From her letters, it is clear that she did not convey secret information to her brother. “The emperor was not able to exercise considerable influence on Maximilian I through his sister. The relationship of Ferdinand III to his uncle and brother-in-law was and remained of a colder, more realistic character”.22 In spring of 1646, both Maxi22. “Die eigenhändige Korrespondenz mit Erzherzogin Maria Anna […] war zwar Pflicht, hatte aber einen persönlichen Ton. Nennenswerten Einfluss auf Maximilian I. konnte der Kaiser über seine Schwester nicht ausüben. Die Beziehung Ferdinand III. zu seinem Onkel und Schwager war und blieb gekennzeichnet von einem kälteren, realistischeren Zug” (Hengerer 2012: 126).

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milian and his wife urged the emperor to reach a separate peace with France by succumbing to its demands. However, Ferdinand showed little inclination to that end because he deeply mistrusted the French (Albrecht 1998: 1016). Both military affairs and the longing for peace are very often referenced in her letters. Health and sickness are recurring topics —hers as well as her brother’s. Surprisingly, she only talked once about her son Ferdinand Maria, when he had stomach problems. She apparently was not prone to an emotional and detailed style of writing like her other siblings, Leopold Wilhelm and Cecilia Renata (d. 1644).23 In 1646 and 1647, the lack of military success and the strategical approach of the two imperial generals, Archduke Leopold Wilhelm and his immediate predecessor and successor Matthias Gallas (d. 1647), very much irritated Maximilian. The electoral family had to flee Munich in September 1646 when Swedish troops penetrated into Bavaria. The country had already been devastated by Sweden’s soldiers in 1632 and 1634, and now for the third time faced an invasion. The earlier experiences led Maximilian to improve the fortification of Munich, his residential city. Because of that, the city was not taken in 1646, but Maximilian and his court nonetheless relocated to Wasserburg, which was easier to defend (Albrecht 1998: 1056-1057). In a letter, Maximilian abused the only moderately successful imperial army, led by his brother-in-law Archduke Leopold Wilhelm as commander-in-chief, calling them “Bärenhäuter und Straßenräuber” (“idlers and brigands”).24 Even after the supreme command over the imperial troops was passed on to Gallas in early 1646, Maximilian did not see any improvement of the military situation, although it was he who had pushed for Gallas’ appointment. In her private letters, Maria Anna reveals herself to be torn between her feelings as a sister and a wife. She begged Ferdinand to understand her husband’s position, and it is safe to assume that she also asked Maximilian to understand her brother’s point of view. At least temporarily during the time spanned by the letters in the Swedish ar23. Cecilia Renata was in an unhappy marriage with her cousin, the Polish King Władysław IV Vasa (d. 1648). 24. Letter of Leopold Wilhelm to Ferdinand III, headquarters at Niederdorf, 30 November 1646, RAS, Extr. 195, no. 103.

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chive, the contact between Ferdinand and Maximilian probably was conducted exclusively through Maria Anna. During the period of the correspondence, Ferdinand was in Linz, Prague, or with the army, though for a short time he was also in Preßburg (Bratislava) at the Diet of Hungary. When Ferdinand III relocated to Prague in September 1647, many believed the city would once again become the royal seat for the emperor and his court (Hengerer 2012: 258). “Aller durchleuchttigster großmechtiger Kayser gnedigster Herr und vilgelibter herr brueder…” (“Your mighty Serene Imperial Highness, most gracious Lord, and well beloved brother”), these words open every letter of Electress Maria Anna to Ferdinand. In her writing, Maria Anna defended her spouse’s decisions and attempted to explain them to her brother. In any case, it seems Ferdinand failed to influence pending decisions in Munich through his sister, although this was repeatedly thought to be the case at the Bavarian court. The emperor wrote to his sister regularly, for which she thanked him each time. She also noted the date of the last letter received, presumably as a control measure to make sure every letter had reached its destination. The first letter in the Swedish box dates from July 1646. Ferdinand had become a widower in May of that year when his wife, the infanta Maria, died in childbirth. Maria Anna inquires about her brother, who was staying in Prague without his children. She regretted him being so far away and alone, and said that it would be nice if they could meet. The next letter is dated December 1646 and written from Wasserburg, where the electoral couple had gone together with their children and entourage to seek refuge from the Swedes. Maria Anna hoped that the peace negotiations in Westphalia —which looked quite promising at that point— would bring the long-desired “guten Frieden” (“good peace”). This hope was soon frustrated, however, and in desperation Maximilian, deeply dissatisfied with the emperor and his negotiators, opted for a truce with France and Sweden. In March 1647, he forged the Truce of Ulm —without informing his ally Ferdinand III before—. However, rumors about the imminent truce were spread soon. Maximilian’s brother, Prince-Elector Ferdinand, archbishop of Cologne, also joined the truce. One can easily imagine how the emperor received these news. Maria Anna refers to this particular Ar-

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mistitio about which Maximilian had already written to her brother. She emphasizes that her husband exerted himself for the cause of the hereditary lands, but to save his own country he was forced to sign the truce without his longstanding ally. She trusts that her brother would understand this course of action. [Maximilian] has fought for the cause of the hereditary lands, even though these efforts were much to their [Sweden’s and France’s] chagrin […] therefore, there was no other way to save our country from utmost ruin. Your Majesty could surely put yourself into someone else’s place [Maximilian’s position in this case] to understand why it had to come to this […] because there was no other remedy for us to do what was required.25

Their common brother, Archduke Leopold Wilhelm, had involuntarily relinquished the command of the imperial army by the end of 1646. One of the reasons was the elector’s prodding of the emperor to replace the archduke. In spring of 1647, Leopold Wilhelm was about to travel to Brussels to take up the post as governor of the Spanish Netherlands, ruled by King Philip IV of Spain. It was a dangerous task to travel from Vienna to Brussels during the Thirty Years’ War. As the former commander-in-chief of the imperial army, Leopold Wilhelm could not travel unrecognized through Germany —especially not with his entourage and belongings. Since Bavaria was part of this itinerary, he asked the elector for a military escort for this part of his journey. The archduke was very worried about his security since the Swedish, in compliance with the truce, planned to retreat from Bavaria via the Danube —thereby crossing a region Leopold Wilhelm had to travel through on his way to Brussels. Maximilian, however, categorically refused his brother-in-law’s request. Maria Anna tried to explain the precarious situation to Ferdinand from the Bavarian point of view. She notes that she talked to her husband about that matter, but since the truce had not been signed 25. “[…] sich umb E[ure] M[ajestät] erblanden potente angenomben so sie [Sweden and France] sich gar daruber disgustirt haben […] den so seint kein mitel gewest unser lant vor den genzlichen ruinieren zu salviern. E[ure] M[ajestät] wern sicher sich so in ein ander seel versetzen wie es zue dis komben ist. […] weil es nit auf ein ander wais hat sein können, wie uns verlangt hat”, letter of Maria Anna to Ferdinand III, Wasserburg, 22 February 1647, RAS, Extr. 195, no. 108.

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yet by all parties, the treaty would be in great jeopardy if Munich provided four regiments as an escort for Leopold Wilhelm.26 When the archduke again crossed through Bavarian territory in the summer of 1656 after resigning his position as governor of the Spanish Netherlands, this time he was provided with a suitable military escort for his personal safety. In addition, he received a cordial invitation by his sister and his nephew, the young elector, to visit both of them in Munich. Leopold Wilhelm, however, did not follow up on this invitation as his sparse funds and strained finances prevented him from paying for the representation and gifts that such a visit would inevitably entail. When Emperor Ferdinand III died in 1657, a successor had to be elected. His son Leopold was still a minor. Louis XIV offered the Elector of Bavaria, Ferdinand Maria, his support if he wanted to become emperor. His wife Henriette was very much in favor of this proposal, but his mother Maria Anna feared big problems for Bavaria and supported the election of her nephew Leopold. Apparently, the emperor suffered from the familial (and military) problems and so did his sister. She, too, was troubled by alienation within the family, for in the same letter she wrote that the disagreements would cause her “ein Stich ans Herz” (“a stab to the heart”). In another letter, she lamented: “Ach könnt ich E[ure] M[ajestät] einmal sehen und mit ihr reden” (“Oh, if only I could see Your Majesty and talk to you”).27 The following letters are quite short (mostly about one page long) and rather shallow with regard to the topics addressed. On the one hand, Maria Anna did not want to suspend the regular exchange of correspondence with her brother, on the other, she clearly avoided talking about delicate matters. She, therefore, writes about her journey to Altötting, a very popular place of pilgrimage, and about her

26. “Und wan der feint nur von den 4 regimentern [for Leopold Wilhelm] heren würde sein seine gelosia haben” (“And if the enemy was to learn of the four regiments [for Leopold Wilhelm], he would hold a grudge against him [Maximilian]”), letter of Maria Anna to Ferdinand III, Wasserburg, 1 March 1647, RAS, Extr. 195, no. 109. The Truce of Ulm was signed in Ulm on 3 March 1646 by France, Sweden and Hessen-Kassel on the one side and the Electorate of Cologne and Bavaria on the other. 27. Letter of Maria Anna to Ferdinand III, s. l., 24 June 1647, RAS, Extr. 195, no. 116.

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upcoming return to Munich. She reports on such matters as hunting or drinking at Sauerbrunn, mineral water from Tyrol, for her health. The exchange of correspondence between the emperor and the elector almost came to a halt because of the truce. But already at the beginning of May 1647, Ferdinand sought to improve relations with Maximilian in order to renew the alliance between Vienna and Munich. To that end, Count Franz Christoph of Khevenhüller (d. 1650), former imperial ambassador in Madrid and a very experienced diplomat, was sent to Munich to conduct negotiations. It pleased Maria Anna to see her brother and spouse reopen their channels of communication. She also hoped for Khevenhüller’s wife to accompany him to Munich;28 both women would be delighted by this visit, she suggested: I am overjoyed as I have seen from Your Majesty’s letter that you will send the Count [to Munich] […] Likewise, I am heartily glad [to receive your letter] because my husband thought it peculiar that Your Majesty had not replied to his letter for a long time. […] I wish the Count would bring his wife, I would very much like to see her, and I know that she would like to come here and I could see her on that occasion.29

Shortly after, Count Khevenhüller travelled to Munich on the emperor’s order;30 his wife apparently did not join him. Maria Anna told her brother that the count had received an audience from Maximilian and that it “ist wol gut und angenemb geweset” (“went quite well and pleasantly”). She herself also met him and talked to him very frankly and confidentially. Khevenhüller, she writes, would report to the emperor just as if his sister would speak to him in person. She further states that there is no other person to whom her husband would rather send his soldiers than to the emperor. Maximilian very much regretted 28. At that time Khevenhüller was married to Countess Susanna Eleonara Kollonitsch (d. 1678), his second wife. 29. “Ich pin in mein sel fro, als ich aus E. M. schreiwen ersehen hab das Sie den graf herschiken […] und ich pin wol auch von herzen fro den mein gemahl selzam vorkomb ist das im E. M. so lang auf sein schreiwen nit geantwort haben. […] Ich wolt der graf pracht sein weiw auch mit ich sehs wol gern und ich weis das sie gern her komb und ich seh sie pei der gelegenhait”, letter of Maria Anna to Ferdinand III, Munich, 2 May 1647, RAS, Extr. 195, no. 113. 30. He was accompanied by Ferdinand Sigismund Kurz von Senftenau (d. 1659) (Hengerer 2012: 259).

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that he could not do so because of the truce. Due to the delicate nature of the situation, Maria Anna could only inform her brother secretly about this development: That there is no one else my husband would rather give the soldiers to than Your Majesty and that he very much regrets that he is bound by the armistice [Truce of Ulm] and therefore cannot give them to Your Majesty, but this I write to Your Majesty in strict secrecy. I wish for the count to return [to Vienna] shortly, so Your Majesty can hear his detailed account [of the talks in Munich].31

Although the Bavarian army was formally placed under the supreme command of the emperor, it was Bavaria who equipped the soldiers and Maximilian who appointed the officers. The Bavarian general Johann von Werth (d. 1652) planned to enter the services of the emperor when he heard about the truce, taking with him his troops that were no longer needed in Bavaria. His soldiers, however, refused to follow his lead, as the imperial army was commonly known for its bad payment moral. Thus, only Werth himself entered the imperial services, an action for which Maximilian permanently resented him and did not condone even after the truce was ended. The emperor for his part could use every able military officer and was more than willing to employ Werth. Meanwhile, the elector accused Werth of being a “perjurious traitor” who had plotted the prince’s capture. Maximilian then put a bounty on the officer’s head, which led to a deep alienation between the emperor and the elector (Albrecht 1998: 1077). In August 1647, the Elector of Cologne revoked the truce and in September Maximilian aligned himself with the emperor again. The negotiations for a renewed alliance were not without problems, for Maximilian continued to view Werth as a traitor while the emperor valued him as a military officer. Finally, both parties agreed to send Werth into retirement. However, the general was recalled to service in 1648 when his abilities were much needed. After Maximilian has been reunited with his longtime ally Ferdinand in autumn of 1647, Maria Anna could recom31. “Das mein gemahl niemant die völkher lieber geben wirt als E. M. und ist im nur laid das im der armistitio pint das ers E. M. nit wirklich uberlassen kann, aber dies schreiwe ich E. M. in hoher haimbnis. Ich verlang wol das der graf palt hinab komb da mit E. M. von als relation habe hören”, letter of Maria Anna to Ferdinand III, Munich, 21 June 1647, RAS, Extr. 195, no. 115.

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mence her more detailed correspondence with her brother. She consistently referred to military actions and plans. For example, in September she informed her brother on her husband’s behalf that he was assembling troops in the Upper Palatinate and would move parts of them closer to Straubing to facilitate the amalgamation with the imperial troops.32 In replacement of the disgraced Johann von Werth, Jost von Gronsfeld33 took over the Bavarian army in September 1647 after the termination of the truce. Shortly after, he had a falling out with the imperial commanders. Maria Anna obviously did not hold him in high esteem, for she writes to the emperor (without mentioning Gronsfeld’s name) that “E[ure] M[ajestät] kennen sein pes maul so wol als ich” (“Your Majesty knows his evil mouth as well as I do”).34 With the same words she judged Gronsfeld when talking to the Hofkammerpräsident Mändl.35 It becomes clear from Maria Anna’s letters that the termination of the truce made her feel relieved because the family dispute linked to it came to an end. She was very worried about her brother whenever he was with the army in person. She pleaded with him to be careful so nothing would happen to him, “for the fortune of the dynasty, the religion, the lands and the empire depends on him”.36 He must excuse her straightforward remarks, which were only uttered because of her deep-felt love for him that leads her to worry so much, she concludes. Repeatedly, she pitied Ferdinand, who felt quite lonely as he stayed in Prague without his family, and suggested that the widowed emperor should find himself a new wife. At the imperial court, several princesses were discussed for this role,37 but Maria Anna wished for her brother to find a woman who would be “nach E[ure] M[ajestät] humor und

32. Letter of Maria Anna to Ferdinand III, Schleißheim, 20 September 1647, RAS, Extr. 195, no. 124. 33. Count Jost Maximilian von Bronckhorst-Gronsfeld (d. 1662). 34. Letter of Maria Anna to Ferdinand III, Schleißheim, 30 September 1647, RAS, Extr. 195, no. 126. 35. Letter of Maria Anna to Johann Freiherr von Mändl, Munich, 1 October 1649 (Mayr 1903: 316). 36. Letter of Maria Anna to Ferdinand III, Munich, 9 August 1647, RAS, Extr. 195, no. 120. 37. The emperor’s stepmother Eleonora was advocating for her niece, Eleonora Gonzaga the Younger, princess of Mantua, Nevers and Rethel (d. 1686); she became Ferdinand’s third wife in 1651.

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contento” (“fitted to Your Majesty’s humor and contentedness”).38 In July 1648, Ferdinand finally married his cousin Maria Leopoldine of Austria-Tyrol; only a year after the wedding the young empress died, shortly after giving birth to a son. The health issues frequently addressed in these letters most often refer to gout. This metabolic disease was quite common among aristocrats at that time, due to their bad eating habits. Both Maria Anna’s husband and her brother suffered from the painful inflammations caused by this illness. In the last letter preserved in the Swedish archive she consoled the emperor who once again suffered badly from gout. He had written to her that he would not want to think about a wedding as long as the disease forced him to be carried around in an armchair. Maria Anna tried to comfort him and revealed that her husband too often had to be carried around in an armchair. Particularly going up and down the stairs caused Maximilian great pain in his feet; yet for fourteen days now, he had been feeling better.39 This essay can only give a cursory glance at the variety of topics contained in the letters to Emperor Ferdinand III housed at the Riksarkivet in Stockholm. The forty letters of Electress Maria Anna are but a small part of the archival material relating to her. Certainly, there are still numerous materials and sources pertaining to this princess that have not been investigated yet. It would be a fruitful task to write a biography of Archduchess and Electress Maria Anna who surely deserves better than being regarded as nothing more than a mere appendage to her family or her husband. Archival Sources Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA, Vienna), Familienkorrespondenz A 48. 38. Letter of Maria Anna to Ferdinand III, s. l., 18 October 1647, RAS, Extr. 195, no. 130. 39. “Ist mir in mein seel leid das E. M. ein schmerzen an ein schenkel haben an dem podagra sein. E. M. wol anfingen wol gewis längerer hand E. M. an kein heirat [zu denken] wan sie sich schon in dem sesel lassen tragen. mein gemahl muss sich auch der meiste tragen lassen absonderlich die stiegen, so man gar nit mer vort auf sein fissen. Aber seit 14 tag ist das steigen wieder hat sonst keine schmerzen und ist gott lob wol auf”, letter of Maria Anna to Ferdinand III, Munich, 26 January 1648, RAS, Extr. 195, no. 144.

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Riksarkivet (RAS, Stockholm), Extranea (Extr.) 195, XVI Tyskland, a. Handlingar och brev, 3. Arkivfragment Kejsar Ferdinand III:s arkiv, 1646-48. Bibliography Albrecht, Dieter (1998): Maximilian I. von Bayern 1573-1651. München: Oldenbourg. Hamann, Brigitte (ed.) (1998): Die Habsburger. Ein biographisches Lexikon. Wien: Wirtschaftsverlag Ueberreuter. Hengerer, Mark (2012): Kaiser Ferdinand III. (1608-1657). Eine Biographie [with the CD Jupiter, Magnet und Terz – Musik um Kaiser Ferdinand III.]. Wien/Köln/Weimar: Böhlau. Höbelt, Lothar (2008): Ferdinand III. 1608-1657. Friedenskaiser wider Willen. Graz: Ares Verlag. Immler, Gerhard (1992): Kurfürst Maximilian I. und der Westfälische Friedenskongress. Die bayrische auswärtige Politik von 1644 bis zum Ulmer Waffenstillstand. Münster: Aschendorff. Mayr, Karl (1903): “Briefe der Kurfürstin Maria Anna von Bayern”, in Th. Bitterauf et al., Festgabe Karl Theodor von Heigel zur Vollendung seines sechzigsten Lebensjahres. München: Carl Haushalter, pp. 305-323. Öhman, Jenny (2015): “Die Plünderung von Prag 1648: Eine schwedische Perspektive”, in Frühneuzeit-Info, 26, pp. 240-248. Schieche, Emil (1967): “Umfang und Schicksal der von den Schweden 1645 in Nikolsburg und 1648 in Prag erbeuteten Archivalien”, in Bohemia – Zeitschrift für Geschichte und Kultur der böhmischen Länder, 8, 1, pp. 111-133. Schmid, Alois and Weigand, Katharina (2001): Die Herrscher Bayerns. München: C. H. Beck Verlag. Schreiber, Renate (2001): Erzherzog Leopold Wilhelm. Bischof und Feldherr, Statthalter und Kunstsammler. Studien zu seiner Biographie, PhD Dissertation, Universität Wien, 2001 (printed as: Renate Schreiber (2004): “ein galeria nach meinem humor” – Erzherzog Leopold Wilhelm. Wien: KHM-Museumsverband/Milano: Skira). — (2018): “Mit Degen und Feder – Erzherzog Leopold Wilhelm als Poet”, in Annette C. Cremer, Matthias Müller and Klaus Pietschmann (eds.), Fürst und Fürstin als Künstler. Berlin: Lukas Verlag, pp. 239-259.

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Walde, Otto (1920): Storhetstidens litterära krigsbyten. Stockholm/ Uppsala: Almqvist & Wiksell. Wasilewski, Tadeusz (1987): “Radziwiłł, Zygmunt Karol (15911642)”, en Polski Slownik Biograficzny, Wrocław/Warszawa/ Kraków/Gdańsk/Łódź: Zaklad Narodowy imienia Ossolinskich, vol. XXX/2, 125, pp. 379-382. Weissensteiner, Friedrich (2001): Liebeshimmel und Ehehöllen. Heiraten zwischen Habsburgern und Wittelsbachern. München: Wilhelm Heyne.

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Las emociones en la correspondencia del archiduque Leopoldo Guillermo con su hermano el emperador Fernando III* Pia Zachary (Ludwig-Maximilians-Universität München)

Ayer arribé felizmente aquí a esta ciudad, hubo tal estallido de júbilo que no es posible describirlo, me gusta mucho el palacio, el parque y el zoo que hay en él, están tan cerca de mi aposento como en el jardín de Su Majestad en Viena, donde juega a los bolos.1

Este pasaje describe las primeras impresiones del archiduque Leopoldo Guillermo a su llegada a Bruselas en abril de 1647 para asumir su cargo como gobernador general de los Países Bajos meridionales. En esta carta a su hermano, el emperador Fernando III, * Traducción del inglés realizada por Bernardo J. García García. 1. “[…] Gestern glikhlich hier angelangt, eß ist ein solcheß geschrai in der statt gewesen vor freiden daß nit zue sagen, daß palast habe Ich woll uberauß schen gefunden, der barco und der tiergarten, welchß einß ist, seint so nahen an mein zimer, alß E[ure] K[aiserliche] M[ajestät] gartl zue wien wo Sie khegl schieben”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Bruselas, 13 de abril de 1647 (Riksarkivet (RAS, Estocolmo), Extranea (Extr.), vol. 195, n.º 19:1). Las transcripciones de las cartas han sido realizadas con mi grupo de investigación (Mark Hengerer, Isabella Hödl-Notter, Franziska Honer, Julius Kiendl, Heike Peller, Hildegard Renner, Alexandra Röckel, Christine Rogler y Renate Schreiber) en la LudwigMaximilians-Universität de Múnich. Nuestro objetivo es publicar la correspondencia de Leopoldo Guillermo con su hermano Fernando III que se conserva en los Archivos Nacionales de Suecia. Quiero agradecerles a todos su colaboración, a Mark Hengerer su apoyo y, en particular, a Lilly Maier y Mark Olival-Bartley la lectura previa de este ensayo, así como a Franziska Honer y Heike Peller, quienes amablemente me ayudaron en la manera de clasificar los distintos asuntos tratados en estas cartas y en su análisis.

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describe con entusiasmo su nueva residencia y algunas de sus experiencias allí. Siendo el hermano menor del emperador, Leopoldo Guillermo había recibido de su padre Fernando II varios obispados para asegurarle un nivel de rentas adecuado. Una de sus ocupaciones favoritas era coleccionar obras de arte; el archiduque contó con numerosos artistas a su disposición en la corte de Bruselas y su colección de pinturas constituye, hoy en día, uno de los conjuntos esenciales de la pinacoteca del Kunsthistorisches Museum en Viena. Leopoldo Guillermo dedicó mucho tiempo a ocuparse de la guerra, y su hermano le designó dos veces (desde 1639 a principios de 1643 y nuevamente desde 1645 hasta 1646) comandante en jefe de parte del ejército imperial. Se mostró entusiasmado con este nuevo desafío, que resultó ser bastante decepcionante, aun cuando su actuación contribuyó en buena medida al repliegue de los suecos de Viena. Además, siendo gobernador general en Flandes en 1646, tuvo que hacerse cargo de la guerra franco-española (Schreiber 2004: 23-129).2 En sus cartas, Leopoldo Guillermo evoca los sentimientos que afloran cuando escribe sobre todo lo que pasa por su mente. Dado que resultaba bastante inusual para un aristócrata de aquella época mostrar abiertamente sus sentimientos (Furger 2010: 181-182), este estudio se propone examinar las emociones que traslucen sus cartas. Después de ofrecer una breve introducción a este epistolario, analizaré con qué frecuencia y con qué extensión Leopoldo Guillermo escribía a su hermano. Luego, repasaré los diferentes temas que trata en sus cartas para ver cómo expresa en ellos sus emociones. Pretendo averiguar si su manera de narrar (narratología) le sirvió como medio eficaz para transmitir dichas emociones. Por último, prestaré atención a los juicios de valor y las emociones que expresa directamente, tales como disgusto o entusiasmo. Asumo que el recurso a las emociones utilizado por el archiduque fue una vía para reforzar su relación afectiva con su hermano el emperador Fernando III. Fue, sobre todo, durante el segundo mandato como comandante en jefe en el ejército imperial cuando él temió perder su confianza ante la falta de éxitos reseñables cosechada en el campo de batalla. 2.

Schreiber (2004) proporciona una completa biografía de Leopoldo Guillermo.

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El epistolario de Leopoldo Guillermo a Fernando III conservado en los Archivos Nacionales de Suecia En los Archivos Nacionales de Suecia, en Estocolmo, se han conservado alrededor de un centenar de cartas de Leopoldo Guillermo a Fernando III. Fueron llevadas allí durante la guerra de los Treinta Años porque los suecos al mando del mariscal de campo Königsmarck habían conquistado el barrio de Malá Strana, en Praga, en julio de 1648 y se habían apoderado de los archivos imperiales (Ruppert 1979: 328; Hengerer 2012: 261-262; Augustin et al. 2008: 210).3 Las cartas están fechadas entre febrero de 1646 y diciembre de 1647, es decir, cubren el período en que Leopoldo Guillermo desempeñó su segundo mandato como comandante en jefe en el ejército imperial y los inicios de su cargo como gobernador general de los Países Bajos meridionales. Excepto en dos casos, todas estas misivas fueron escritas de propia mano por Leopoldo Guillermo. En la familia de los Habsburgo, era frecuente escribir cartas personales hológrafas a sus parientes para transmitir un sentimiento de proximidad y autenticidad (Noflatscher 2008: 149-151). Dado que el emperador era una persona pública, no podemos hablar de privacidad en sentido estricto sino en pocos casos. Las cartas suelen escribirse de una manera espontánea (o, al menos, con esa apariencia), pero es posible identificar algunos rasgos individuales y emocionales, y, aun así, con frecuencia resulta difícil interpretar el contenido de este tipo de misivas. Muchas de ellas no llegaron a enviarse, no figuran registradas en los archivos o se hallan incorrectamente identificadas (Noflatscher 2008: 155-163). En general, las cartas conservadas en los Archivos Nacionales de Suecia se hallan en buen estado y solamente unas pocas presentan pérdidas, al comienzo o al final de la carta. Sin embargo, las datas atribuidas a muchas de ellas por los archiveros están equivocadas: las de 1647 aparecen fechadas incorrectamente como pertenecientes a 1644 y, a veces, algunas páginas están mal atribuidas a otras misivas. Además, son difíciles de leer. Excepto dos cartas, que están escritas por un oficial de la cancillería, todas las demás fueron redactadas por el propio

3. Para una perspectiva de conjunto sobre las cartas dirigidas a Fernando III que se conservan en los Archivos Nacionales de Suecia, véase la contribución de Renate Schreiber en el presente volumen.

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Leopoldo Guillermo con una grafía de puño y letra casi ilegible. Y, por añadidura, algunos fragmentos están en latín, otros, en italiano, y otros incluso figuran encriptados en cifra. Emociones Las emociones son un campo de estudio ampliamente debatido en la investigación histórica. Tras considerar durante la primera mitad del siglo xx su historia como la de un control creciente de los sentimientos, el modelo del así llamado construccionismo social ve las emociones y sus manifestaciones como un producto de la sociedad en la que operan. Hoy en día, son interpretadas como una información telegráfica: tienen funciones sociales y siguen determinadas convenciones (Rosenwein 2002: 826-841). Esto es por lo que siempre han sido interpretadas en el contexto de cada sociedad en la que surgen, ya que dependen de sus respectivos sistemas de valores (Schnell 2004: 223-225). La historiadora Carmen Furger ha señalado que las emociones expresadas en las cartas del siglo xvii con frecuencia no son auténticas, sino que derivan de una amplia variedad de tratados coetáneos que enseñaban a los correspondientes las fórmulas de redacción que convenía utilizar en cada caso. Así, por ejemplo, si el receptor de una carta había tenido un accidente, el emisor encontraba en ellos la manera de expresar la reacción apropiada para semejante circunstancia. Fue en el siglo xviii cuando los tratadistas (sobre todo, Gellert 1742) empezaron a recomendar a sus lectores que describiesen sus verdaderos sentimientos y abandonasen por completo el uso de fórmulas artificiales (Furger 2010: 181-182; Müller 1994: 74). En la época moderna, se suponía que aristócratas y príncipes no debían mostrar sus emociones en público. El control de las mismas era considerado algo positivo para su estatus y, por ello, solían manifestarse de una manera más confidencial —como sucedía, por ejemplo, en las cartas personales (Bastl 2001: 25-26)—. Viendo las misivas de Leopoldo Guillermo, podemos afirmar que mostraba en ellas un alto nivel de confidencialidad con su hermano, quien, como emperador, no disfrutaba de mucha privacidad. En una de ellas, le pidió a Fernando III que la quemase después de leerla, porque hablaba negativamente de

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una composición realizada por su maestro de capilla Giovanni Valentini y no quería herir sus sentimientos.4 Según los psicólogos, una emoción tiene cuatro componentes diferentes (Schnell 2004: 196): la percepción y evaluación de una situación dada, los cambios/sentimientos físico-psicológicos, la traducción de un sentimiento en un gesto y el código cultural que da significado al gesto. Esta definición ocasiona problemas para un análisis textual cuando ya se tiene una primera interpretación de la descripción proporcionada por el autor (Schnell 2004: 243). Para no fiarse solo de la forma literal con la que Leopoldo Guillermo expresa sus emociones, es necesario fijarse también en aspectos indirectos. Entre otros, podemos apreciar estos matices en la extensión de las cartas y en la regularidad de los envíos. Extensión de las cartas y regularidad en la correspondencia de Leopoldo Guillermo La regularidad que se da en la correspondencia de Leopoldo Guillermo nos informa sobre hasta qué punto era importante la comunicación del archiduque con su hermano. Se supone que escribía a Fernando III regularmente (Hengerer 2012: 127), y, como muestra el Gráfico 1, solía enviar una carta a la semana. Hay solamente dos intervalos más largos en la segunda mitad del año 1646 y desde abril a julio de 1647. No obstante, en algunos meses Leopoldo Guillermo escribió muchas más cartas por semana; así, por ejemplo, en mayo de 1646, doce y, en ocasiones, llegó a enviar dos por día. ¿Por qué escribió más cartas de las que solía? ¿Fue porque Fernando III le escribió también más? Dado que el archiduque informa sobre las que tenía de su hermano, resulta fácil reconstruir cuántas había recibido aproximadamente. Esta comparativa puede verse en la columna derecha del Gráfico 1. En la mayoría de los meses analizados, encontramos un número mayor de cartas de Leopoldo Guillermo que de Fernando III. Esto quiere decir que el archiduque escribía no solo porque se sentía obligado a responder a las misivas de su herma-

4.

Carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Tirschenreuth, 4 de febrero de 1646 (RAS, Extr. 195, n.º 50:3).

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no, sino también debido a otras razones. Por supuesto, no podemos descartar la posibilidad de que algunas cartas se hayan perdido o que no llegaran a enviarse. No obstante, del conjunto de las conservadas pueden extraerse algunas conclusiones.

14 12 Leopoldo Guillermo Fernando III

10 Número de cartas 8 6 4

Dic 47

Oct 47

Nov 47

Sep 47

Jul 47

Ago 47

Jun 47

Abr 47

May 47

Feb 47

Mar 47

Dic 46

Ene 47

Oct 46

Nov 46

Sep 46

Jul 46

Ago 46

Jun 46

Abr 46

May 46

Feb 46

0

Mar 46

2

Gráfico 1. Número de cartas por mes de Leopoldo Guillermo (98) y Fernando III (63)

Si nos fijamos en aquellas ocasiones en que el número de cartas de los dos hermanos difiere claramente, podemos observar que fue durante la etapa más infructuosa de Leopoldo Guillermo como comandante en jefe y su viaje a Bruselas. Esta jornada le llevó a atravesar zonas de guerra y fue, por lo tanto, bastante peligrosa; además, él no se mostró entusiasmado con su nueva responsabilidad (Schreiber 2004: 69). Tras su llegada a Bruselas en abril de 1647, la proporción entre cartas recibidas y escritas es más equilibrada, y el número total tiende a reducirse. Leopoldo Guillermo escribía más a menudo cuando necesitaba más apoyo de su hermano, el emperador, o cuando precisaba información sobre cómo gestionar algunos asuntos.

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La correspondencia del archiduque no solo era frecuente, sino que también escribía mucho si consideramos la extensión de sus cartas, como muestra el Gráfico 2. La mayoría de ellas comprenden de una a cuatro páginas; el promedio de Leopoldo Guillermo sería una carta de tres páginas y media. Al elaborar esta estadística, cada página ha sido contabilizada como una página entera, para poder ofrecer así una idea aproximada sobre cuánto escribía. Si tenemos en cuenta el hecho de que se supone que enviaba a su hermano una carta a la semana, Leopoldo Guillermo escribía una bastante extensa cada vez —esto quiere decir que había algo que pensaba que era importante decirle a Fernando III y que requería una información más detallada—. 25

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15 Número de cartas 10

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0 1

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10

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Número de páginas

Gráfico 2. Extensión de las cartas (103 cartas; promedio: 3,5 páginas)

Por último, analizaré si el número de páginas cambia en función de la ocasión en que el archiduque escribe a su hermano. ¿Hubo momentos en los que Leopoldo Guillermo escribió más o menos cartas? ¿Difieren estos con la frecuencia con que él solía escribir? El Gráfico 3 muestra que el número de páginas se mantiene bastante constante a lo largo de 1646. Aun así, es posible detectar dos excepciones: la primera es que entre febrero y marzo de ese año encontramos dos cartas extremadamente largas y solamente la postdata de la carta enviada desde Thierstein el 22 de febrero ya tiene cuatro páginas. Durante estos dos

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12 10 Número de páginas 8 6 4 2 0

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Gráfico 3. Número de páginas por vez en el año 1646 con una línea de tendencia (51 cartas)

meses, el archiduque escribió bastante a menudo, seis y ocho veces al mes, respectivamente. El Gráfico 4 muestra que el número de páginas por carta tendió a incrementarse en 1647, mientras descendía el número total de misivas enviadas por mes. Una carta larga está fechada en abril de 1647, cuando Leopoldo Guillermo llegó a Bruselas; otras dos datan de mayo y agosto de aquel año. 10 8 Número de páginas

6 4 2 0

-> Vez ->

Gráfico 4. Número de páginas por vez en el año 1647 con una línea de tendencia (48 cartas; 4 cartas sin fechar no fueron tomadas en consideración)

En este breve análisis estadístico se aprecia que la extensión de las cartas no altera la regularidad general en la escritura del conjunto epistolar estudiado, pero se sitúa en torno a las cuatro páginas por carta. La única excepción es un fuerte descenso que se registra a principios de 1647, durante la jornada de Leopoldo Guillermo a Bruselas. Puede asumirse que no hubiese tenido mucho tiempo para escribir mientras iba de camino,

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pero era muy importante para él dar a conocer a su hermano dónde se encontraba. Durante aquellos días, el archiduque apenas recibió cartas de él. Escribir misivas breves a Fernando III con frecuencia parecía ser la manera de la que se valía Leopoldo Guillermo para asegurar a su hermano que estaba a salvo y para proporcionarle información de su avance. Además, conviene señalar que casi siempre a una carta larga le seguía otra más breve. Esto quiere decir, por una parte, que mantener la comunicación era, a menudo, tan importante como el propio contenido de la carta, pero, por otra parte, que el contenido era un medio esencial para fomentar también un contacto más estrecho —Leopoldo Guillermo utilizaba sus misivas para ambos propósitos—. Fórmulas epistolares Britta Kägler (2013: 116) ha analizado la conexión que se advierte entre las fórmulas empleadas en las cartas y la relación existente entre autores y destinatarios. Los cambios observados en las frases tan reglamentadas de salutación y despedida pueden aportar una información especial sobre cómo evolucionan dichas relaciones. En el caso de las misivas consideradas en este capítulo, la forma de saludo nunca cambia. En la parte superior de la carta siempre figura “Allerdurchleichtigster Großmächtigster Römischer Kaÿser” [Serenísimo Poderosísimo Emperador Romano], separada del cuerpo de texto, que se dirige a “Genedigster Herr, und vilgeliebster Herr Bruder” [Nobilísimo Señor y muy querido hermano]. Lo mismo puede apreciarse al final de las misivas, que Leopoldo Guillermo solía concluir con la expresión “hiemit thue E[ure] K[aiserliche] M[ajestät] Ich mich gehorsambist empfelchen” [con esto me encomiendo obediente a Vuestra Majestad Cesárea]. La última frase aparece escrita en la parte derecha, dejando cierto espacio respecto al cuerpo de la carta, y se lee: “Gehorsambster und getreister Bruder und diener piß in todt. Leopold Wilhelm” [Obedientísimo y lealísimo hermano y servidor suyo hasta la muerte, Leopoldo Guillermo]. Con estas formalidades, el archiduque mostraba a Fernando III su profundo respeto hacia la posición que ocupaba como emperador. Otra forma habitual de mostrar consideración hacia un emperador era escribir el texto de la carta con un interlineado más espacioso

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(Kägler 2013: 121), pero es una regla que Leopoldo Guillermo suele ignorar; aparte de las separaciones antes mencionadas en la composición de la salutación y la despedida, sus cartas parecen a menudo descuidadas. En algunas de ellas, recurre a un espaciado en blanco entre las fórmulas de cortesía para añadir una postdata o, cuando no le queda mucho espacio, las últimas frases pueden quedar apretujadas al final de la página. Los asuntos tratados en las cartas ¿Sobre qué escribía Leopoldo Guillermo a su hermano? ¿Eran informes objetivos sobre el tiempo o cómo marchaba la contienda o escribía acerca de asuntos que a él le gustaban o que pensaba que eran importantes? ¿Quería mantener informado al emperador de lo que acontecía o deseaba estrechar sus vínculos en la distancia? Antes de analizar las distintas cuestiones que abarca esta correspondencia, quiero definir lo que se entiende como asunto: Asmuth (2009: 536-537) lo define como la esencia o el resumen más comprensivo posible del contenido de un texto. El Gráfico 5 ilustra la distribución porcentual de los asuntos identificados en estas cartas. Para nuestra muestra, hemos tenido en cuenta solamente la mitad del centenar de cartas conservado. Han sido seleccionadas para poder reflejar todo el período que abarca dicha correspondencia. En total, identificamos dieciséis tipos de asuntos distintos en esas cincuenta y cinco misivas. Cada uno se ha contabilizado sin tener en consideración cuánto espacio ocupaba en la carta. Así, por ejemplo, el de la comunicación quizá ocupe una sola línea, pero puede haber dos páginas enteras sobre temas relacionados con el arte. Además, no se han contado dos veces los asuntos que figuran en distintas partes de la misma carta, porque Leopoldo Guillermo a menudo cambia con rapidez entre dos de ellos y vuelve al primero después de una o dos frases; también se ha ignorado la extensión que abarca cada asunto tratado. Los subtextos no han sido tenidos en consideración, dado que pueden dar lugar a interpretaciones diversas. El Gráfico 5 muestra que los asuntos más abordados en esta correspondencia de Leopoldo Guillermo eran guerra (28 %), comunicación (26 %), paz (8 %), arte (en este gráfico porcentual figuran agrupadas esas temáticas de interés

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común con alquimia) (10 %) y política (de la Casa de Austria y del Sacro Imperio) (6 %). Otros asuntos son viajes (5 %), finanzas (3 %), tiempo de ocio (3 %), la corte (3 %), flora, mujeres, salud y emociones (aglutinados en el gráfico bajo la rúbrica otros) (8 %).

Comunicación 8%

Guerra

3% 3%

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3%

Intereses comunes (arte, alquimia) Paz

5% Política 6%

Viajes Finanzas

8% Tiempo de ocio 28% 10%

Corte Otros

Gráfico 5. Asuntos de las cartas (55).

Para hacerse una idea sobre lo que escribía Leopoldo Guillermo en su correspondencia a Fernando III, cada asunto ha sido dividido en subtemas para poder describirlos mejor. Así, por ejemplo, comunicación quiere decir que el archiduque le hablaba a su hermano acerca de las cartas que había recibido de él y cuándo; también le informaba cuando no le había llegado ninguna o si habían sido enviadas a través de mensajeros específicos. El archiduque podría escribirle luego sobre la situación en la que se hallaba mientras respondía a la carta de su hermano; hay un ejemplo en el que parece que se encontraba muy cerca del campo de batalla. A Leopoldo Guillermo también le gustaba hacer comentarios sobre terceras personas y sus cartas. Maria Stui-

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ber (2013: 145) ha mostrado que esto era bastante común en aquella época y que servía para conservar un mismo círculo de relaciones, lo cual nos revela la importancia que esto tenía también para el propio archiduque. Dentro del asunto guerra, encontramos descripciones de los movimientos de tropas, incluyendo tanto las del ejército imperial como las del enemigo. Leopoldo Guillermo explica la forma en que marcha con su ejército y el tiempo que hacía; escribe sobre los acontecimientos e incidentes más recientes y sobre el curso de las negociaciones. Hallamos no solo descripciones sobre los planes y las tácticas de combate, sino también referencias a los recursos con los que cuenta. El archiduque habla del dinero disponible —que no suele ser suficiente— y de las armas, provisiones o soldados con los que cuenta. Informa también sobre el número de bajas sufridas en la batalla y aconseja a su hermano sobre lo que convendría hacer a continuación o justifica sus propias acciones militares.

El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas, ca. 1647-1651, por David Teniers. © Museo del Prado (Madrid).

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El emperador Fernando III, ca. 1638, por el taller de Frans Luyckx, Castillo Real de Varsovia (Polonia).

Otro conjunto de temas bastante destacado y amplio es el que aglutino bajo la rúbrica de asuntos de interés común para Leopoldo Guillermo y Fernando III. Ambos estaban muy interesados en la alquimia y en las artes (Hengerer 2012: 127). El archiduque envió a su hermano descripciones de experimentos que había llevado a cabo o instrucciones para que Fernando III pudiese intentar realizarlos por sí mismo. A ambos hermanos les gustaban artes muy variadas y, por ello, Leopoldo Guillermo le escribía sobre música, pinturas y poesía; e incluso componía poemas. También existen algunas referencias de que intercambiaron objetos de arte como regalo, y el archiduque solía con frecuencia recomendar buenos músicos al emperador. Un asunto importante en esta correspondencia es el de la paz. Leopoldo Guillermo le informaba a su hermano acerca de las últi-

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mas novedades producidas en las negociaciones y le daba consejo al respecto. Su deseo de paz aparece expresado muy a menudo, no solo bajo esta rúbrica, sino también bajo otros asuntos como el del arte. Así, en una ocasión, el archiduque muestra su deseo de que los músicos de Fernando III, Maximiliano de Baviera y Leopoldo Guillermo viniesen a tocar juntos cuando se hubiese alcanzado finalmente un acuerdo de paz.5 Si bien Leopoldo Guillermo comentaba principalmente los acontecimientos que se sucedían tanto en la guerra como en la situación política, también escribía acerca de asuntos de interés común que le conectaban estrechamente con Fernando III y solía expresar cuál era su opinión en cuestiones concretas. Las cartas muestran cómo era su relación personal y van más allá del deber que tenía el archiduque de informar a su hermano; estrechaban su relación y contribuían a conservar una red personal común. Además, Leopoldo Guillermo utilizaba las misivas para compartir su propio parecer sobre distintos asuntos, esperando poder influir en las decisiones de su hermano y, sobre todo, en cuestiones como la negociación de la paz. Narratología Facilitar la cercanía a través de la narración es el propósito de casi todo autor. Para analizar cómo Leopoldo Guillermo empleaba la narratología para implicar a su hermano en lo que acontecía en su vida, resulta esencial definir qué es una narración y si podemos hablar de ella cuando leemos estas cartas. Los investigadores siguen debatiendo en torno a esta cuestión (Breithaupt 2009: 130-144); yo me he decantado por el concepto propuesto por Albrecht Koschorke (2013), quien lo aplica al análisis de textos históricos y relatos orales y que, por lo tanto, se ajusta bien al propósito de este ensayo —sobre todo, ante el hecho de que las cartas pertenecen a la década de 1640 y siempre se mueven en una estrecha línea entre oralidad y textualidad (Stuiber 2013: 133)—. Koschorke (2013: 66-67) establece que toda narración presenta un comienzo y un final que conforman un marco diferenciado frente

5. Carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Gante, 8 de noviembre de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 43:3).

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a otros acontecimientos. Se basa en el sociolingüista William Labov (1972: 370), quien distingue cinco elementos dentro de una narración: — Resumen: ¿de qué trata? — Orientación: ¿quién?, ¿cuándo?, ¿qué?, ¿dónde? — Acción encadenante: ¿qué sucedió después? — Valoración: ¿qué se opina sobre lo acontecido? — Resultado/resolución: ¿qué sucedió al final? La valoración puede verse como una parte especialmente importante en una narración, ya que hace referencia a la cuestión de por qué se cuenta algo. Cuando este punto falta, la historia puede carecer de un sentido preciso y resultar algo confusa para el receptor, una mera descripción sin un propósito específico. La parte más significativa para reconocer una narración se halla en la acción encadenante (Labov 1972: 366-370). Si se aplican estos elementos a las cartas de Leopoldo Guillermo a su hermano, puede establecerse que en muchos casos estas condiciones propias de una narración se cumplen en su totalidad: Esta mañana a las 5, fui a los tervur [probablemente se trata del Étang de Boitsfort] y en torno a las doce y media regresé a casa; tenía que cazar garzas con halconería, pero había casi un vendaval, Vos nunca habíais cazado en vuestra vida con un viento tan fuerte; las garzas pasaron volando con gran pujanza, yo perseguí dos y por suerte las capturé; después cabalgué hacia el zoo.6

En esta narración de lo sucedido en la cacería de Leopoldo Guillermo podemos encontrar todos los puntos señalados por Labov. Hay un breve resumen (el archiduque fue a los tervur); sabemos quién (él), cuándo (esta mañana) y dónde (tervur). Se especifica la acción encadenante (la caza de garzas con halconería) y el resultado (la caza tuvo éxito: Leopoldo Guillermo capturó dos garzas). Para comprender adecuadamente la valoración es necesario conocer el sis6.

“[…] heutt frue um 5 ur pin Ich auff tervur gefarn; und um halbe einß wider haim khumen, habe miessen ein raigerl paissen, eß ist aber fast ein sturm wind gewesen, Sie haben Ihr lebtag in khein solchen wind nit gepaist; die raiger seint gewaltig passiert, habe 2 gepaist, und lustig gefangen; darauff in tirgarten geriten”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Bruselas, 27 de abril de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 22:2).

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tema de valores del otro (Labov 1972: 368). Si consideramos que a los dos hermanos les gustaba cazar y que esta persecución de garzas fue especial debido al fuerte viento que hacía, esto puede servir como valoración. Puesto que el ejemplo analizado puede considerarse como un caso típico, sería pertinente hablar, al menos en parte, de la existencia de narraciones en la correspondencia de Leopoldo Guillermo con su hermano. Es cierto que, en ocasiones, solo hallamos un comentario o una descripción: “Voy a responder al escrito de Vuestra Majestad concerniente a la dieta con la siguiente; se dice, sin embargo, estando lejos, se olvida; nadie piensa ya en esta orden; sapienti pauca, alia vice plura [a buen entendedor, pocas palabras, y, en caso contrario, muchas]”.7 En esta ocasión, disponemos de un resumen (el escrito de Vuestra Majestad será respondido con la siguiente carta) y la orientación (Leopoldo Guillermo, con la carta siguiente), pero las otras partes características de una narración no constan. Existen diversas formas de implicar al lector en una narración. Una consiste en dirigirse a él abiertamente, como suele hacer con frecuencia el archiduque. Otra tiene que ver con la propia estructura de la narración. Koschorke (2013: 74) hace referencia al concepto que establecieron Mandler y Johnson (1977: 114-116), quienes analizan narraciones sencillas como las de los mitos, que cuentan con una estructura en forma de árbol de nudos como componentes esenciales; varios nudos conforman un episodio. Los nudos aparecen combinados mediante enlaces, cuyos tres tipos principales serían und (’y’), dann (’luego’) y weil (’porque’); todos ellos deberían estar presentes cuando hablamos de una estructura narrativa. Además, Koschorke (2013: 74-76) afirma que un texto consistente en una serie de adiciones no puede considerarse una narración; así, por ejemplo, los anales se hallan en una especie de frontera respecto a la narración, pero podrían ser categorizados como uno de los niveles más básicos de la misma (Breithaupt 2009: 130-139). En contraste, una narración precisa enlaces débiles (y, luego…) para convertirse en una buena narración, porque hacen que las cosas no parezcan claras y, por tanto, que resulten estimulantes; 7. “E[ure] K[aiserliche] M[ajestät] schreiben wegen der lantag peantwort Ich mit nachsten, eß haist aber weit darvon, weitt auß dem sin, khein Mensch denkht mer auff die volmacht; sapienti pauca, alia vice plura”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Ilbenstadt, 5 de agosto de 1646 (RAS, Extr. 195, n.º 100:1).

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invitan al lector a rellenar los vacíos y a completar el circuito comunicacional (Koschorke 2013: 75-76). En el Gráfico 6 se muestran los enlaces narrativos8 empleados en tres cartas de Leopoldo Guillermo.9

14%

y 21%

luego porque 65%

Gráfico 6. Distribución de los enlaces (29).

Este gráfico muestra que Leopoldo Guillermo utilizaba la palabra und (‘y’) en un porcentaje muy elevado (una distribución ideal en una narración se habría situado en torno a una tercera parte). Esto puede explicarse, por un lado, por el hecho de que no todas las partes que integran una carta son narraciones y, por otro, porque algunas cosas

Dado que Leopoldo Guillermo emplea, en ocasiones, dann con un sentido causal o weil con uno temporal, estos matices se han tenido en consideración y se han contabilizado esos enlaces según sea su sentido. 9. Cartas de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Passau, 6 de marzo de 1647; Bruselas, 30 de noviembre de 1647, y Tirschenreuth, 4 de febrero de 1646 (RAS, Extr. 195, n.º 6, 47 y 50). Estas cartas han sido escogidas de acuerdo con su data (para abarcar todo el periodo objeto de análisis) y con su extensión (de tres a cuatro páginas). 8.

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suelen quedar abiertas a interpretaciones diversas. Por lo que respecta a la cuestión de las emociones, esto quiere decir que el archiduque emplea la narración para implicar a su hermano. Resulta improbable que hiciese esto a propósito, pero sucedía, porque la forma de escribir de Leopoldo Guillermo es básicamente oral. En su correspondencia, hallamos una idiosincrasia y unas incoherencias semejantes a las que se aprecian en los documentos medievales en lengua vernácula, así como saltos en el texto, cuando Leopoldo Guillermo cambia abruptamente de tema, o anomalías gramaticales (Fleischmann 1990: 20-21). Dado que el archiduque alterna constantemente entre el uso de una variante dialectal y un lenguaje más formal, es probable que se valga de esta técnica de manera inconsciente. Emociones y juicios de valor En el corpus de las cincuenta y cinco cartas analizadas de Leopoldo Guillermo puede detectarse una amplia gama de emociones y juicios de valor; dado que estos últimos se basan en algún tipo de emoción, ambos conceptos serán estudiados de manera conjunta en este apartado. Uno de los sentimientos que el archiduque expresaba con asiduidad era el disgusto. Había algunas personas que no le gustaban y no trataba de ocultar esto a su hermano. Una de ellas era el duque Carlos IV de Lorena: “pero temo que él se mostrará un día tan rudo que yo perderé mi paciencia, y que llegaremos casi a las manos”.10 A Leopoldo Guillermo no le gustaba lo que estaba haciendo el duque y cómo lo hacía, y por ello se quejaba de él bastante a menudo a Fernando III. Otra persona a quien no podía soportar era al elector de Baviera Maximiliano I, su tío y cuñado. Le llama “stokhfisch” (‘bacalao seco’),11 que en alemán se trata de un insulto que se emplea para referirse a una persona aburrida y seca en el trato. Maximiliano era un socio poco fiable, y, de hecho, el segundo período de mando de 10. “[…] aber Ich fircht nur er macht eß einmal zue grob, daß Ich werde die gedult verliern, und mechten mir grob in einander khumen”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Gante, 8 de noviembre de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 43:1). 11. Carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Tirschenreuth, 15 de marzo de 1646 (RAS, Extr. 195, n.º 62:3).

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Leopoldo Guillermo se vio especialmente marcado por los conflictos surgidos entre ambos (Schreiber 2004: 63-64). El archiduque también se mostraba muy disgustado con los miembros del Consejo Privado de su hermano, a quienes despectivamente comparaba con mujeres: “porque cuando las mujeres gobiernan sobre el Consejo Privado, hay muchos chismorreos”.12 Estaba descontento con la política llevada a cabo por el emperador, porque Leopoldo Guillermo quería que se restableciese la paz, pero no culpaba de ello a Fernando III, sino a su consejo, que le asesoraba mal. Como hemos visto con anterioridad, el archiduque se mostraba muy inquieto procurando mantener un intercambio regular de cartas, porque era uno de los pocos medios de los que disponía para comunicarse directamente con su hermano. Esa era la razón por la que se angustiaba mucho cuando el correo no llegaba a tiempo: “[Las cartas] deberían haber llegado ayer; por ello me siento profundamente preocupado”.13 Leopoldo Guillermo expresa también su dolor, por ejemplo, en una carta de condolencias escrita a la muerte de la emperatriz María; esta noticia le sobrevino de manera “repentina y amarga”.14 En esta ocasión, no empleó ninguna de las fórmulas habituales referidas por Furger (2010: 148-147), sino que manifestó su hondo deseo de encontrarse en persona con su hermano y su esperanza de que Fernando III no sufriese mucho por el fallecimiento de su esposa, porque temía por su delicado estado de salud. En esta carta, la frase con la que concluye difiere de la empleada en las otras: “Pero desde lo más profundo de mi corazón encomiendo a Vuestra Majestad a la asistencia divina y al mismo tiempo me encomiendo obedientemente a Vos”.15 Comparado con el resto de la misiva, esta despedida parece 12. “[…] dan wo der gehaimen rad herscherin die weiber sein; da wirt allerlei gepladert”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Markt Indersdorf, 5 de diciembre de 1646 (RAS, Extr. 195, n.º 104:2). 13. “[die prieff] hetten aber gestern schon khumen sollen, pin also in greilich sorgen”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Armentières, 13 de septiembre de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 35:2). 14. “[…] unversehenß, und schmerzlich”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Bad Staffelstein, 16 de mayo de 1646 (RAS, Extr. 195, n.º 79, p. 1). 15. “[…] sonder thue E[ure] K[aiserliche] M[ajestät] von grunt meinß herzen, dem Göttlichen pei stant, und Mich deroselben zue gleich gehorsambist empfelchen” (ibidem, p. 2).

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ser bastante menos formal, probablemente debido a la situación en la que se remitía. En otro ejemplo, Leopoldo Guillermo escribe lo siguiente sobre un teniente coronel que había caído en el campo de batalla: El único entre los [soldados] de Lorena […] que recibió un disparo mortal, es el teniente coronel de caballería bajo el mando del coronel lignavil [Lignaville], que era su primo; ciertamente, un caballero con todas las cualidades que deberían atribuirse a tal: joven, galante, de buenas maneras, ingenioso, de muy buen humor, y valeros e quasi temerario [valeroso y casi temerario]; a la sazón, él se vio confundido en el medio de la formación enemiga, de modo que fue abatido por ellos; y por mi parte, he sentido mucho que le haya podido pasar esto, pero en este oficio, no sucede de otra manera.16

Leopoldo Guillermo empleó bastante espacio para referirse a la muerte de este teniente coronel y describió qué clase de hombre había sido y el modo en que había fallecido. Incluso terminó escribiendo prácticamente que eso era lo que solía pasar en la guerra. En algunas cartas en las que alude a cuestiones artísticas, el archiduque habla con entusiasmo acerca de las nuevas obras de diversos pintores o sobre la presencia de músicos brillantes. En una de ellas, describía las tapicerías que acababa de adquirir y le preguntaba a su hermano si también quería tener alguna de ese tipo: “Y me gustan mucho; no pueden haber sido diseñadas con más belleza; e incluirán personajes que están ilustrados con oro; muy elegantes”.17 En otro escrito, muestra un gran sentido del humor, comentando, por ejemplo: “En este trayecto, fuimos en trineo con gran osadía, pero

16. “allein von den lotringischen, […] ist deß obrist lignavil [Lignaville] zue pfert obristleitenambt sein vetter zue gleicht, todt geschossen worden; gewiß ein Cavalier von allen qualiteten alß man ein peschreiben soll; alß Iung, galant; maniernlich, wizig, lustig überauß, und valeros e quasi temerario; dan Er sich also in deß feint squadron verhaut hatt; daß Er von Ihnen ist nider gemacht worden; Mir ist selbst so laid um Ihm, alß mir um einem sein khan, aber in dem hantwerkh geet eß nit anderß zue”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Armentières, 13 de septiembre de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 35:1-2). 17. “[…] und gefallen mir uberauß woll, Sie khunten ia nit schener gemalen sein; und khumen figuren hinein welche mit gold stafiert sein uberauß galant”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Bruselas, 21 de diciembre de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 23:3).

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por eso mismo también nos caímos; yo dos veces; si no hubiese llevado ropas tan ajustadas, me habría hecho daño cuando me caí sobre mi codo; Urschenbeck se cayó tres veces; Iergl lo describe todo en un diario; Vuestra Majestad se retorcerá de la risa”.18 Leopoldo Guillermo muestra que era capaz de reírse de sí mismo y compartió este divertido episodio con su hermano Fernando III. El archiduque despliega en su correspondencia un abanico bastante amplio de emociones. Esto contrasta con la apreciación hecha por Carmen Furger de que, por lo general, la gente de la Edad Moderna solo mostraba en público una reducida gama de las mismas. Según ella, las personas no solo tenían reparos para expresar abiertamente sus sentimientos, sino que también interpretaban este proceder como algo inapropiado. Así, por ejemplo, con frecuencia la ira suele interpretarse como una muestra de pesar (Furger 2010: 193-201). En sus cartas, Leopoldo Guillermo no da la impresión de que no supiese comunicar sus propios sentimientos. Si pensamos en la cita anteriormente mencionada sobre el duque de Lorena, el archiduque incluso podría haberse mostrado airado. No emplea literalmente la expresión “estoy enfadado”, pero el lector se lleva una clara impresión de cuáles eran sus sentimientos en este caso. Esto nos lleva a plantear la cuestión de la autenticidad: considerando cuán abiertamente expresa su disgusto hacia algunos miembros de su propia familia, puede asumirse que gran parte de las emociones expresadas en sus cartas eran verdaderas, sobre todo, porque Leopoldo Guillermo no tenía miedo de hablar negativamente de personas que se hallaban cercanas a Fernando III. Parece que estas emociones provienen del estilo de escritura tan espontáneo del archiduque, que llega incluso a decirle a su hermano que se ha quedado dormido mientras le escribía y que ha proseguido después de despertarse.19

18. “[…] auff der Raiß seint wir prav in schliten gefarn; aber auch prav umgeworffen; Ich zwei mal; ware Ich nit so dikh angelegt gewesen, hette Ich mir ein grobß geben, dan Ich mir den Elepogen habe auff gefallen; der ursenpekh, hatt auch 3 mal umgeworffen; der Iergl peschreibt ein ganzeß Diarium E[ure] K[aiserliche] M[ajestät] werden sich zue khrank lachen”, carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Passau, 6 de marzo de 1647 (RAS, Extr. 195, n.º 6:1). 19. Carta de Leopoldo Guillermo a Fernando III, Tournai, 22 de julio de 1647 (RAS, Extr. 195; n.º 26:2).

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Conclusión Las cartas de Leopoldo Guillermo a su hermano Fernando III entre 1646 y 1647, que se conservan en los Archivos Nacionales de Suecia, fueron escritas en una etapa bastante dura en la trayectoria del archiduque. Tuvo que hacer frente a situaciones difíciles, como su frustrante desempeño del cargo de comandante en jefe sin disponer de los recursos financieros suficientes y como nuevo gobernador general en un país extranjero. Por ello, no resulta sorprendente que se valga de diversos medios para estrechar los lazos con su hermano. En primer lugar, le escribía muy a menudo y —sobre todo, cuando se sentía inseguro— le enviaba cartas bastante más largas. En segundo lugar, eligió temas que pensaba que le interesaban a su hermano o que contribuían a cultivar una red personal en común con él. Y, en tercer lugar, empleaba en su correspondencia la narración y las emociones para implicar más vivamente a Fernando III. El análisis de su forma de narración epistolar muestra que sus cartas se hallaban influidas por la cultura oral y, por tanto, no cabe esperar en ellas un programa más estructurado. Leopoldo Guillermo tenía un estilo de escritura espontáneo que nos dice mucho sobre cuáles eran sus sentimientos y también explica por qué escribió menos después de haberse asentado en Bruselas. En general, sus cartas nos proporcionan una visión personal y auténtica de su etapa como comandante en jefe y como gobernador en los Países Bajos meridionales, así como sobre qué pensaba acerca de muy diferentes asuntos abordados en ellas. Fuentes Riksarkivet (RAS, Estocolmo), Extranea (Extr.), vol. 195, cartas de Leopoldo Guillermo a Fernando III, 1646-1647 Bibliografía Asmuth, Bernhard (2009): “Thema”, en Historisches Wörterbuch der Rhetorik, ed. Gert Ueding. Tübingen: Max Niemeyer, col. 528-541. Augustin, Christian, et al. (2008): “Ambrosius Roggerius OP: Lvcerna Principis Christiani: Ein Fürstenspiegel für Erzherzog Fer-

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dinand Ernst (Kaiser Ferdinand III.)”, en Römische Historische Mitteilungen, 50, pp. 209-312. Bastl, Beatrix (2001): “Die Ordnung der aristokratischen Familie in der frühen Neuzeit: Macht der Emotionen? Refugien der Intimität?”, en Waltraud Heindl, György Litván, Somogyi Malfèr y Éva Somogyi (eds.), Begegnungen an der Donau. Eliten und Außenseiter in Österreich und Ungarn. Wien/Köln/Weimar: Böhlau, pp. 11-37. Breithaupt, Fritz (2009): Kulturen der Empathie. Frankfurt am Main: Suhrkamp (Taschenbuch Wissenschaft, 1906). Fleischmann, Suzanne (1990): “Philology, Linguistics, and the Discourse of the Medieval Text”, en Speculum, 65, pp. 19-37. Furger, Carmen (2010): Briefsteller: Das Medium “Brief” im 17. und frühen 18. Jahrhundert. Köln/Weimar/Wien: Böhlau. Gellert, Christian Fürchtegott (1742): “Gedanken von einem guten deutschen Briefe”, en Belustigungen des Verstandes und des Witzes, 1-6, pp. 177-189. Hengerer, Mark (2012): Kaiser Ferdinand III. (1608-1657): Eine Biographie. Wien/Köln/Weimar: Böhlau. Kägler, Britta (2013): “Briefkonvention vs. Beziehungsdynamik: Die Korrespondenz zwischen Kurfürstin Henriette Adelaide von Bayern und ihrer Turiner Verwandtschaft (1652-1676)”, en Mark Hengerer (ed.), Vita curialis. Form und Wandel höfischer Herrschaft: Vol. 4. Abwesenheit beobachten. Kommunikation auf Distanz in der Frühen Neuzeit. Berlin: LIT, pp. 111-131. Koschorke, Albrecht (2013): Wahrheit und Erfindung: Grundzüge einer Allgemeinen Erzähltheorie. Frankfurt am Main: S. Fischer. Labov, William (1972): Language in the Inner City: Studies in the Black English Vernacular. Philadelphia: University of Pennsylvania Press. Mandler, Jean M./Johnson, Nancy S. (1997): “Remembrance of Things Parsed: Story Structure and Recall”, en Cognitive Psychology, 9, pp. 111-151. Müller, Wolfgang G. (1994): “Brief”, en Historisches Wörterbuch der Rhetorik, ed. Gert Ueding. Tübingen: Max Niemeyer Verlag, pp. 60-76. Noflatscher, Heinz (2008): “Zur Eigenständigkeit der Herrscher in der politischen Kommunikation des Ancien Régime (16. bis 18. Jahrhundert)”, en Christina Antenhofer y Mario Müller (eds.), Schriften zur politischen Kommunikation: 3. Briefe in politischer

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Kommunikation vom Alten Orient bis ins 20. Jahrhundert. Le lettere nella comunicazione politica dall’Antico Oriente fino al xx secolo. Göttingen: V & R Unipress, pp. 141-167. Rosenwein, Barbara H. (2002): “Worrying about Emotions in History”, en The American Historical Review, 107, pp. 821-845. Ruppert, Karsten (1979): Die kaiserliche Politik auf dem Westfälischen Friedenskongress (1643-1648). Münster: Aschendorff. Schnell, Rüdiger (2004): “Historische Emotionsforschung: Eine mediävistische Standortbestimmung”, en Frühmittelalterliche Studien, 38, pp. 173-276. Schreiber, Renate (2004): “Ein Galeria nach meinem Humor”: Erzherzog Leopold Wilhelm. Wien: Kunsthistorisches Museum Wien/ Milano: Skira. Stuiber, Maria (2013): “Beziehungsindikatoren und Geselligkeitsfaktoren: Grußformeln und Grüße in der privaten und offiziellen Korrespondenz Stefano Borgias (1731-1804)”, en Mark Hengerer (ed.), Vita curialis. Form und Wandel höfischer Herrschaft: 4. Abwesenheit beobachten. Kommunikation auf Distanz in der Frühen Neuzeit. Berlin: LIT, pp. 133-146.

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Cartas domésticas, cartas familiares: The Familial and Political Networks of Queen Mariana of Austria (1665-1696) Silvia Z. Mitchell (Purdue University)

During the Council of State deliberation of 15 December 1665, Gaspar de Bracamonte y Guzmán, Count of Peñaranda, recommended to the queen regent of Spain, Mariana of Austria (1634-1696) to write a “domestic letter” to her brother, Emperor Leopold I (1640, r. 1658-1705), urging him to begin preparations to help defend the Spanish Low Countries from an imminent French attack. Peñaranda’s assumption in making such a recommendation was that a handwritten letter from the emperor’s sister would be a persuasive tool and should be used in addition to the regular diplomatic communication between the Spanish Monarchy and the Holy Roman Empire.1 Mariana had been in office for only a few months, marking this as one of the earliest occasions of what would become a habitual practice during her regency. These special kinds of letters between members of the Habsburg dynasty, particularly among ruling monarchs, were not new. Labeled as written “in their own hand” by the royal secretaries, they were frequently copied, translated, and debated by the Council of State. During Mariana’s regency, however, these familial or domestic letters (cartas familiares or domésticas) as they were alternately called, acquired major significance as a result of the specific historical circumstances at play. 1.

Peñaranda’s opinion is recorded in the Council of State’s deliberation (consulta) of 15 December 1665, Archivo General de Simancas (AGS), Estado (E.), legajo (leg.) 2378.

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Philip IV’s death on 17 September 1665 and the succession of his three-year-old son Charles II (1661-1700) to the Spanish throne created one of the most critical dynastic junctures during the period in which the two Habsburg branches co-existed, and brought Mariana to the center of dynastic politics (Oliván Santaliestra 2006a and 2006b; Llorente 2006 and 2011; López Cordón 1998; Campbell 1996; Goodman 2005; Mitchell 2013). Her husband named her regent of the monarchy as the king’s tutor and the monarchy’s governor until the child’s fourteenth birthday. However, as the daughter of Emperor Ferdinand III (r. 1637-1657) and his Spanish-Habsburg consort, Maria of Austria (1606-1646), Mariana was also the sister of Emperor Leopold I.2 These intricate familial and political connections resulted from generations of strategic marriage alliances for which the Habsburgs were famous for (Sutter Fitchner 1976; Patrouch 2013; McGowan 2013), but went a step further when Leopold I married his niece, Mariana’s daughter, Margaret Theresa (1651-1673), in 1666;3 they were also named next in the line of succession after Charles II (Domínguez Ortiz 1982: 20-23; Sevilla González 2006: 597). The long-reaching consequences of this marriage are well known.4 In the short term, however, the dynastic union had been established not only to secure Habsburg succession from the combined Austrian and Spanish branches, but also to set the stage for a military coalition against Louis XIV of France (r. 16431715).5 The French king was reportedly awaiting Philip IV’s death to press the inheritance rights of his Spanish-born consort, Queen Maria Theresa of Austria (1638-1683), to the Spanish Netherlands.6 This dangerous state of affairs remained essentially unchanged until 1679, 2.

Council of State’s deliberation, 31 March 1666, AGS, E., leg. 2381. On Ferdinand III, see Höbelt 2008; Hengerer 2012. 3. On Margaret’s departure to Vienna, see Labrador Arroyo 2008; and on her rule as empress consort, Oliván Santaliestra 2011 4. The marriage provided the basis for the War of the Spanish Succession (17011714). On the implications of the succession, see Sevilla González 2005: 599-600; Nieto Nuño 2009, vol. I: 136; Pribram and Landwehr von Pragenau 1903, vol. I: 166-167; Ribot 2010: 17-23. 5. Council of State’s deliberation, 4 April 1663, Archivo Histórico Nacional (AHN), E., leg. 2799. 6. Letter of the Marquis de la Fuente, Spanish ambassador in Paris, to Philip IV, Paris, 23 August 1665, AHN, E., libro 129, n. 199. This justification gave way to the War of Devolution (1667-1668). Declaration of war in AGS, E., legs. 2382 and 3100. See Spielman 1977: 53.

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when Charles II married the French princess, Marie Louise of Orleans (1662-1689).7 During this fourteen-year period, the interests of the Spanish and Austrian Habsburgs were united as never before; yet collaboration was extremely difficult, and, at times, even impossible to attain. Given Mariana’s central position as queen regent of Spain and a Habsburg by birth, her epistolary practices help us understand the ebbs and flows of dynastic politics. This essay examines Mariana’s extant and non-extant correspondence with Leopold I, Charles II, and other members of the family in order to identify the political and familial networks she relied upon to navigate the many difficult situations she faced as regent and subsequently as queen dowager. The letters, from various Spanish archives, include those to Leopold I during her regency dispatched and received through the Council of State; the letters to Charles II during the two different times that they were apart; and the letters Mariana wrote to her Habsburg relatives in the Royal Convent of the Descalzas Reales. Due to the fragmentary state of the letters, it is best to analyze them as part of the communication networks formed by secretaries, councilors of state, diplomats, courtiers, and messengers. These figures acted within specific institutional frameworks and intervened at all levels of the letters’ production and delivery. They also added meaning to the written communication with oral messages which were carefully planned and relied upon by Mariana and her interlocutors. The familial-political relationships between the letter writers, the geographic distance, and the specific contexts at play also shaped their letters’ characteristics, although even the most spontaneous or apparently innocuous forms of communication were not devoid of political implications. Diplomatic, Dynastic, and International Networks The cartas domésticas were an integral part of the diplomatic repertoire the Habsburgs had in place to achieve specific political outcomes. The arrival of a handwritten letter from the emperor, for example, was

7. The marriage took place after the peace settlement between Spain and France in Nijmegen (1678-1679). See Mitchell 2015.

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duly noted with the designation de propria mano and indicated that a particularly urgent issue needed attention. Leopold I, for instance, wrote several letters in his own hand to Philip IV during 1664 and 1665, pleading with the king to send the Infanta Margaret Theresa to Vienna.8 A letter the emperor wrote to Philip IV on 20 February 1665, for example, had been copied and exhaustively debated by the Council of State as the king and his ministers attempted to assuage the emperor’s obvious exasperation about the endless delays.9 During the early years of Mariana’s regency, as the war against France became the monarchy’s most pressing political issue, domestic letters were sent from Madrid to Vienna more than from Vienna to Madrid: councilors of state urged Mariana on many occasions to write to the emperor in “her own hand”, and just as frequently, the queen mentioned her intention to write these special kinds of letters to “my brother” in her responses to the Council of State.10 Charles II’s handwritten letters to the emperor and his mother were also extensively debated by the council, albeit under different circumstances. Spain and the Holy Roman Empire had finally become military allies by the time Charles II took over the government; the issue of his engagement to Leopold I’s daughter, Archduchess Maria Antonia of Austria (1669-1692), became the main subject of his letters from 1677 to 1679. Mariana helped Charles II handle this delicate matter; her letters to the emperor avoided a major falling out between the two sides.11 In all of these instances, the overt political intention of the familial letters was clear to all. Copies and translations of Charles II’s and Leopold I’s letters are often, albeit not always, preserved and form part of the Council of State papers.12 Many of the original letters can be found in 8. Letters are mentioned in Council of State deliberations of 17 March 1664, 8 July 1664, 26 March 1665, and 22 August 1665, and also in a memorandum of the Imperial Ambassador, Francisco Eusebio, Count of Pötting, to Philip IV of 22 August 1665, AHN, E., leg. 2799. 9. Letter of Emperor Leopold I to Philip IV, Vienna, 20 February 1665 (copy), and Council of State’s deliberation, 26 March 1665, AHN, E., leg. 2799. 10. Frequently mentioned in the Council of State’s deliberations from 1665 to 1673, when the Habsburgs finally forged a major military and diplomatic coalition against France. See the series Estado, Alemania, in AGS, E., legs. 2381-2392. 11. See, for example, letter of Charles II to Emperor Leopold I, Madrid, 30 July 1677 (copy), AHN, E., leg. 2799. 12. Most of these letters are archived in AGS; a smaller but significant number of them is in AHN.

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special legajos or bundles in the Archivo Histórico Nacional (Madrid), designated variously as congratulatory missives (enhorabuenas) or letters of sympathy (pésames).13 These labels are obviously misleading; the letters’ meaning and purpose can be much better appreciated when they are analyzed as part of the same body of documents discussed by the councilors of state when crafting their recommendations for the queen. Mariana’s letters have not been preserved at the same rate as those written by Charles II or Leopold I, not even as copies. Nevertheless, the significance of the non-extant domestic letters can be confirmed through careful attention to the deliberations and instructions to diplomats; occasionally, the contents of her letters may also be reconstructed (Nieto Nuño 1990, vol. I: 171; Maura y Gamazo 1911, vol. I: 241). Under Mariana’s rule, the Council of State acquired an important role in the making of foreign policy, with a major influx of men and decision-making power granted from early on her regency.14 The abundance of domestic letters received by the council, therefore, confirm their part in diplomatic negotiations with the Holy Roman Empire, particularly during the months leading up to Louis XIV’s declaration of war in May 1667, which sorely tested intra-dynastic relations. The War of Devolution (1667-1668) was essentially a dynastic war that called into question not only Charles II’s inheritance, but also Margaret’s and even Leopold I’s.15 Louis XIV argued that Spanish territories in the Low Countries ‘devolved’ to his consort upon Philip IV’s death, because she was the daughter of the late king’s first marriage. He claimed that legal statutes found in the Duchy of Brabant and the County of Flanders gave her precedence even over the male children of the king’s second marriage. Expectations that the emperor would lend military

13. Many originals can be found in AHN, E., legs. 2661 and 2729. 14. The number of councilors was doubled to an average of nine councilors attending meetings; regular and extraordinary meetings increased exponentially as well (Nieto Nuño 1993, vol. I: 171). On the Council of State, including its increased agency during Mariana’s regency, see Danvila y Collado 1885-1886, vol. II: 214; Cordero Torres 1944: 52; Barrios: 152; Escudero 1969; and 1999: 109-112. For the relationship of Mariana’s predecessors and their validos with the Council of State, see Tomás y Valiente 1982. 15. War declaration of Louis XIV to Mariana, Paris, 8 May 1667, announced at her court by the French ambassador on 17 May 1667. See Council of State’s deliberation, 18 May 1667, which includes copies of letters and the treatise the French king offered to justify the war, AGS, E., legs. 2383 and 3100; and AHN, E., libro 140.

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support for the defense of the Low Countries ran high, not the least because of his own stakes in the succession, but his reticence to do so became evident at the outbreak of hostilities. The Spanish ambassador in Vienna, Baltasar de la Cueva y Enríquez de Cabrera, Count of Castellar, mounted an intense diplomatic campaign to move Leopold I and his ministers to act, but to no avail.16 Indeed, his provocations led the emperor to request Mariana to recall him to Spain. Mariana’s personal letters held the only source of hope during this trying period. The deliberations of the Council of State, particularly from June to August 1667, when Spanish losses were the greatest, highlight the exasperation —swiftly turning into anger— that Spanish ministers experienced as a result of Leopold I’s neutrality in the conflict. The ministers constantly pleaded with the queen to utilize her familial connections, ostensibly through her letters, to change her brother’s mind.17 Leopold I’s indifference became a major liability for Mariana during the summer campaigns of 1667, when Louis XIV’s armies easily conquered Spanish garrisons in the Netherlands. The Count of Peñaranda, one of the most senior members of the Council of State and a diplomatic figure of international standing, criticized Leopold I’s apathy at the Council of State’s meeting on 9 July, voicing a long list of grievances against the Austrian Habsburgs. Peñaranda urged Mariana to convince her brother that his indifference would result in “dire consequences and even potential uprisings among the subjects of the King of Spain once they realized that in spite of his stakes in the succession he had abandoned them in a moment of need as had never been experienced before”. His long speech ended with the recommendation that Mariana should write to Leopold I “in the most severe terms that her prudence dictated”.18 Mariana, who often relied 16. On the reception of the news in Vienna, see the report sent by the Count of Castellar to Mariana, 30 May 1667, AGS, E., leg. 2383. 17. Council of State’s deliberations of 15 December 1665, AGS, E., leg. 2378; 17, 18 and 21 May 1667, AGS, E., legs. 2382 and 3100; 21 June 1667, AGS, E., leg. 2382; 9 July, and 9 August 1667, AGS, E., leg. 2383. 18. “[…] escribir al emperador en los terminos mas apretados que la dictara su real prudencia, representadole lo que aventura en incurrir en odio de todos los Reynos y vasallos del Rey, pues de mala gana tendran por subzesor de todos a quien totalmente los desampara en el mayor estremo de necesidad a que jamas se han visto reducidos”, Peñaranda’s opinion recorded in the Council of State’s deliberation of 9 July 1667, AGS, E., leg. 2383 (all translations are by the author).

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on the Council of State’s consultations to craft instructions to her diplomats, announced that she intended to write a letter “of the same substance” as her minister had suggested.19 Although there is no way to compare the content of her letter to Peñaranda’s suggestions, it is very likely that she followed the same procedure in this instance as she did in her other political writings. One way or another, these types of deliberations reveal the critical role played by domestic letters during Mariana’s regency. In spite of this major failure to achieve the military collaboration that Spaniards expected, Mariana and her councilors continued to rely on the queen’s domestic letters, reflecting the potential power of her blood ties with the emperor. Although Mariana extricated the monarchy from a dangerous situation without the help of her relatives in Vienna,20 she remained steadfast in her quest to conclude a defensive and offensive league with the Holy Roman Empire, a topic frequently discussed in the Council of State. The Partition Treaty between Leopold I and Louis XIV remained unknown to Mariana and her court when it was signed in January 1668; she learned of it only in May 1669 (Bérenger 1979; Spielman 1977: 56; Ribot 2010: 24; and 2012).21 Even if the treaty was politically expeditious to Leopold I, it was a major form of betrayal from a dynastic point of view and illustrates the serious difficulties Mariana had to face. As she kept the matter purposely out of the Council of State, it is not clear if she talked to Leopold I about it.22 It is significant, however, that Leopold I banished Prince Johann Weikhard Auersperg, who was in charge of the negotiations with Louis XIV’s envoy, by the end of the year, several months after Mariana had been told of the treaty’s existence (Spielman 1977: 57).23 19. Mariana’s response to the Council of State’s deliberation of 9 July 1667, AGS, E., leg. 2383. 20. On the peace settlement of the War of Devolution signed in Aix-la-Chapelle on 2 May 1668, see AHN, E., leg. 2797 expedientes (exps.) 63/64 and 66/67; and also Usunáriz 2006: 430-431; the Army of Flanders reached previous levels by 1668 (Rodríguez Hernández 2007; Storrs 2006). 21. Letter of Mariana to Esteban de Gamarra y Contreras, Spanish ambassador in The Hague, Madrid, 18 May 1669, AGS, E., leg. 2540. 22. Ibidem. 23. “El S[eño]r. emperador a tomado de mandar retirar al Principe de Ausberg de su servicio expresando algunos de los motivos publicos que se decian lo havia ocasionado no haviendo sido el menor ni el de menos consequencia a la influencia desta demostracion el reconocimiento [de] quan poco se inclinaba a la conservacion de

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The removal from the imperial court of a man with such very “little inclination to conserve the union of the two lines of the august house of Austria” was considered a diplomatic victory for Mariana. Ministers assumed that Mariana had been responsible for Leopold I’s decision and suggested that the queen should write to the emperor personally to express her gratitude.24 More research is needed to ascertain whether Mariana played a role in Leopold I’s decision, and if so, in what manner. Nevertheless, the collaboration between the Spanish and Austrian Habsburgs was achieved gradually with no small measure of difficulty; it is thus significant that Mariana’s domestic letters were credited with visibly improving the relations between Spain and the Empire. The designation of these types of communication as cartas domésticas accentuated rather than downplayed their political and diplomatic significance. Even the letters of sympathy written to the emperor on the death of Empress Margaret Theresa in March 1673 became a matter of extensive debate.25 Her daughter’s death was surely a personal blow to the queen, but it was more than a personal tragedy. It brought the question of the succession again to the forefront; its occurrence when Mariana was about to conclude a military coalition with her brother against France created additional problems. Mariana’s domestic letters were painstakingly edited, and their meaning completed with the carefully prescribed oral messages that she had given to Don Pedro Ronquillo, the highly capable diplomat chosen to deliver the letters of sympathy to Vienna. She explained to Ronquillo that her daughter’s death had wounded her to the bottom of her heart and the pain was such that “not only with the written, but with the spoken word [la voz] could she properly express her sadness and convey how much she lamented that of the emperor’s”.26 Despite her and her brother’s great loss, Mariana was la union de las dos lineas de la augustisima casa”, Council of State’s deliberation, 28 January 1670, AGS, E., leg. 2386. 24. “Pone el consejo en la consideracion de V. M. que si acaso huviere tenido V. M. alguna parte en ello sera justo que V. M. de gracias por ello al S[eño]r. Emperador”, Council of State’s deliberation, 28 January 1670, AGS, E., leg. 2386. 25. Council of State’s deliberation, 16 April 1673, AHN, E., leg. 2661, exps. 253-257; and letter of Don Diego de la Torre to the Marquis of Mejorada, Madrid, 6 June 1673, AHN, E., leg. 2661, exp. 254. 26. “He Juzgado q[ue] suceso tan lastimoso y que nos ha herido tan en lo vivo del corazon, necesita de otra mayor demostracion, y q[ue] no solo con lo escrito sino

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deeply concerned about the issue of succession; she needed to bring up the possibility of a second marriage for the emperor as soon as possible. The matter was extremely delicate, not the least because of the emperor’s professed love for his first wife (Spielman 1977: 72). Mariana’s approach was to instruct the ambassador to gauge Leopold I’s emotional state before raising the issue: “Whenever you deem it the appropriate time, you should express to him the necessity of ensuring the succession and how critical it is that he remarries at once, making him understand that such an important business cannot be delayed […]”. “Although the memory [of Margaret] renews pain and tears caused by her absence”, she continued, “tell him that it would console me immensely to see him with sons [hijos varones]”.27 Mariana acted in this instance not much differently than her own father, Emperor Ferdinand III, who, in 1647, suggested that Mariana became Philip IV’s bride —in the very same letter of sympathy he sent to the king on the death of his son, Prince Balthasar Charles (1629-1647), to whom Mariana had been engaged a few months before—.28 Thus, regardless of the specific historical circumstances and the individual preferences of the persons involved, we can observe a tradition of Habsburg epistolary practices that handled these matters in similar ways; those who intervened in the production of these letters were also repositories of knowledge and practices linking generations of Habsburg rulers. After eight years of unrelenting efforts, Mariana gained the emperor’s collaboration in a way that had seemed impossible during the early years of her regency. Within several months of Ronquillo’s specon la Voz es necesario manifestar mi pena y lo que siento la suya”, Mariana’s instructions to Ronquillo, Madrid, 10 June 1673, AHN, E., leg. 1632. 27. “Daresle a entender asi mismo el cuydado con q[ue] me tiene su salud por lo que deseo como tan buena hermana y por lo que conosco q[ue] interesa en ella el bien de la christi[anda]d y lo qual ha menester la sucesion de n[ues]tra casa, tocandole al mismo t[iem]po (si la coyuntura os pareciere a proposito o bien dejandolo para otra ocasion y dia que sera mejor) lo mucho q[ue] importa a todos procurar asegurarla y que para lograrlo trate luego de casarse pues no puede dejar de ser, ni conviene dilatarlo; y aunque esta memoria renuebe en la nuestra la pena y lagrimas por la falta de mi hija, me servira por otra parte de grandisimo consuelo verle con hijos varones en que se continue la descendencia y sucesion de n[uest]ra casa”, Mariana’s instructions for Ronquillo, Madrid, 10 June 1673, AHN, E., leg. 1632. 28. Emperor Ferdinand III’s letter mentioned in the Council of Castile’s deliberation, 10 January 1647, AHN, E., 2653, exp. 1.

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cial embassy to deliver her letters, Leopold I married Archduchess Claudia Felicitas from the Tyrolean line of the Habsburgs, who had Mariana’s full approval (Spielman 1977: 72-73). Additionally, Spain and the Holy Roman Empire forged a major military coalition against France.29 On 25 November 1674, Leopold I proposed a marriage between his six-year-old daughter Maria Antonia, her deceased mother’s successor to the Spanish throne, and the king of Spain.30 As part of a large repertoire of political and diplomatic tools, the domestic letters exchanged between Mariana and Leopold I had been critical in shaping diplomatic outcomes. Political and Familial Networks at Court While ministers of the Council of State had played a decisive role in Mariana’s letters to her relatives in Vienna, members of the royal households and the resident nuns at the Convent of the Descalzas Reales fulfilled a similar function in Mariana’s correspondence with Charles II. Several figures acted as mediators during a troubled period between mother and son that began the day of the king’s fourteenth birthday, on 6 November 1675, the same date of his legal emancipation. Charles II provoked his mother’s anger by his decision to install his elder half-brother, Don Juan of Austria (1629-1679), as his main political advisor. Mariana would force the young king to change his mind, thus ending the plot that inhibited her from continuing to participate in the government of the Monarchy, but only temporarily and at great political expense. On 14 January 1677, Charles II left the palace in the middle of the night. A few days later, he announced publicly his separation from his mother; shortly after, he declared the queen’s mandatory retirement.31 Several tense weeks followed, but Charles II remained steadfast in his decision to support Don Juan’s bid for pow29. Alliance between Spain, the Holy Roman Empire, the United Provinces, and the Duke of Lorraine, 1 July 1673 (Abreu y Bertodano 1751: 577-585; Herrero Sánchez 2000: 195). Mariana’s war declaration to Louis XIV, 11 December 1673, AGS, E., leg. 2735. 30. Proposal of the Count of Harrach, Imperial ambassador at the Spanish court, to Mariana, discussed by the Council of State on 30 November 1674, AHN, E., leg. 2799. 31. Biblioteca Nacional de España (BNE), Mss. 18211.

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er. Mariana left the court for the city of Toledo on 2 March 1677 and lived in its Alcázar for the next two-and-a-half years (Mitchell 2013). Mariana’s letters during this difficult period, therefore, became her main source of communication with her son and the court in Madrid. During this grave period, Mariana turned to the nuns of the Convent of the Descalzas Reales. As Magdalena S. Sánchez, Vanessa de Cruz Medina, and other scholars have persuasively demonstrated, Habsburg women relied on the royal convents in establishing networks (Sánchez 1998; Cruz Medina 2013; Muñoz Serrulla and Vilacoba Ramos 2005). Mariana was no exception; her long history with the Descalzas Reales began even before she arrived in Madrid, when a nun named Sor Clara de la Cruz wrote her a warm letter of welcome, mentioning Mariana’s own mother’s close ties with the convent.32 Many of the brief letters Mariana wrote to the nuns while in Madrid reveal the royal family’s intimacy with the religious women of this venerable institution.33 Several abbesses and nuns are mentioned in Mariana’s testament, confirming their strong ties of friendship.34 They developed during a lifetime of frequent visits to the convent, a favorite activity of Habsburg rulers.35 The nuns provided the royal family with special prayers and personal gift baskets of fruits, flowers, and foodstuffs on a regular basis which are abundantly documented in the letters.36 Mariana wrote one of her earliest letters after her separation from Charles II to her cousin, Sor Mariana de la Cruz, the illegitimate daughter of the Cardinal Infante Fernando, expressing her shock and disbelief.37 A 32. Letter of Sor Clara de la Cruz to Mariana, 11 January 1647. I thank Renate Schreiber for providing me with this letter, which has been preserved in Riksarkivet (RAS), Extranea 195, XVI Tyskland. Arkivfragment Kejsar Ferdinand III:s, 1641-1647. 33. See the special section of the Archivo General de Palacio (AGP, Madrid) designated as Descalzas Reales. 34. Mariana’s testament (copy) in Archivo Histórico de la Nobleza (AHNob), Frías, caja (c.) 62, doc. 165. 35. For example, see Mariana’s letters to Sor Mariana de la Cruz, Abbess Sor Juana del Espíritu Santo, and Ana Dorotea of Austria, from 1674 to 1678, AGP, Descalzas Reales, c. 6, exp. 31. 36. Many, if not most of the letters, acknowledge these gift baskets. See, for example, letter of Mariana to Sor Ana Dorotea, Madrid, 3 May 1675, AGP, Descalzas Reales, c. 6. exp. 31. 37. Letter of Mariana to Sor Mariana de la Cruz, s. l., dated as Thursday, 1677, AGP, Descalzas Reales, c. 6, exp. 31.

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Marianna of Austria, Queen of Spain, anonymous. © Prado Museum (Madrid).

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few weeks after her departure, Mariana acknowledged a basket (cestilla) the nuns sent her and thanked them for their proof of affection and support; she was also sorry for not having had time to say goodbye to the abbess personally, “whom I always remember as is fitting and as I do all the other religious women there; send them all my regards”.38 The Descalzas Reales, therefore, became a major source of support for the queen during her darkest hours. It also explains why Don Juan attempted, although to no avail, to diminish Mariana’s presence, who was “conspicuous in her absence” during her exile (Goodman 2005). The intimacy and emotional support the nuns provided could be political, if the circumstances required it. Although the letters they wrote to Mariana have not survived, there is no doubt that they kept her well informed about events in Madrid and about Charles II’s wellbeing; this was very important for Mariana during the early months of her regency, when communication with her son was sporadic to nonexistent. The convent’s role as a constant source of information can be inferred from the correspondence Sor Mariana de la Cruz maintained with the Queen of France Maria Theresa, who was also her cousin.39 Maria Theresa became openly critical of Charles II and Don Juan in their treatment of Mariana, a sentiment that, according to Maria Theresa, was also echoed by her “relative”, who was none other than Louis XIV.40 In her view, Charles II was not a good son for treating his mother in such a manner, because “[she] was not only his mother but his father’s wife, and if this was not enough, she was also a great princess”.41 The nuns became an indirect source of communication 38. “[…] quanto senti no poderme despedirme antes de la abadessa pues en mi siempre tendra la memoria della como tan propia a todas las relijiosas poneis mis recados”, letter of Mariana to Sor Mariana de la Cruz, Aranjuez, 19 March 1677, AGP, Descalzas Reales, c. 6, exp. 31. 39. Maria Theresa’s correspondence with Sor Mariana de la Cruz (only the queen’s letters are extant) continued until the queen’s death in 1683; see AGP, Descalzas Reales c. 6. exp. 31. 40. “[…] y cierto no esta aconsejado y en esto no soy sola yo quien lo dize que ay otra perssona que es mi pariente que lo desaprueba pues assido siempre obediente y buen hijo de su madre”, letter of Maria Theresa to Sor Mariana de la Cruz, s. l., 2 March 1677, AGP, Descalzas Reales, c. 6. exp. 31. 41. “[…] que cierto que no es de un hijo el tratar a su madre como la a tratado en efecto es su madre y muger de su padre y quando esto no fuera es una gran prinzessa”, letter of Maria Theresa to Sor Mariana de la Cruz, s. l., 20 September 1678, AGP, Descalzas Reales, c. 6, exp. 31.

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Charles II in armour, 1681, by Juan Carreño de Miranda. © Prado Museum (Madrid).

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between Mariana and Maria Theresa, who had been close friends for the ten years they had lived together in Madrid. Even though historical circumstances had made them dynastic rivals, it is clear that their familial ties were strong. When the French ambassador, Marquis Pierre of Villars, arrived in Madrid years later, after the public announcement of Charles II’s marriage to the French princess Marie Louise of Orleans, he described their relationship as a “liaison of queen mothers” (Villars 1861: 28). Although she had been marginalized from the government of the monarchy as well as from the king’s life, Mariana soon emerged as the only person who could help Charles II break his engagement to the little Archduchess Maria Antonia, the emperor’s daughter. This was a critical matter for Charles II and his ministers, for instead of a Habsburg marriage and military alliance, they preferred a FrancoSpanish marriage and peace with France. Charles II had set his sights on Marie Louise of Orleans since summer 1677.42 When Leopold I asked the young king to ratify the marriage capitulations, tensions escalated: despite Charles II’s opposition to the marriage, neither side could afford the possibility of a complete break between the Habsburgs, as the Spanish Monarchy and the Empire were major military allies in the war against France. Charles II reached out to his mother who became the mediator between her son and her brother. Indeed, Charles II and Leopold I unfailingly sent Mariana copies of their letters, acknowledging to each other when they had received them from her as well.43 As with the domestic letters written during Mariana’s regency, the Council of State and diplomats took an active role in their production and the delivery of Charles II’s letters to his mother and his uncle. The Spanish ambassador in Vienna, Don Antonio de Peralta, Marquis of Falces and Count of Santisteban, had been kept fully informed of the letters’ contents. Indeed, he was given ciphered copies of them, but instructed to feign ignorance of the entire matter.44 Mariana’s participation in this major political and diplomatic issue brought her closer to her son and the court, but it was not the only

42. Council of State’s deliberation, 2 August 1677, AHN, E., leg. 2799. 43. Letter of Charles II to Leopold I (copy), Madrid, 30 July 1677, AHN, E., leg. 2799. 44. Council of State’s deliberations, 3 and 13 April 1679, AHN, E., leg. 2796.

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Fragment of a letter written by Queen Mariana of Austria to her son Charles II of Spain, Buen Retiro, 23 October 1679 (AHN, E, leg. 2729, doc. 71).

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point of connection. Mariana wrote to her son frequently during her stay in Toledo. Only ten letters —a fraction of those she wrote to Charles II— survive, but these can be complemented with the fiftyeight letters the king wrote to his mother, dated from 8 April 1678 to 20 September 1679—. Mariana’s letters, all holographs, formed part of a rich and close network of communication that functioned like a well-lubricated machine because of the geographic proximity between Madrid and Toledo. Several times a week, and often daily, messages, letters, gifts, portraits, and a variety of important state documents, such as the Treaty of Nijmegen (1678-1679) as well as Charles II’s marriage capitulations, were carried by numerous persons working for the queen and king in a wide range of functions, from top political officers of their respective royal households to lower ranking administrative officials.45 Charles II also relied on messages delivered orally by the many people who went back and forth from Madrid to Toledo.46 Mariana also counted on trusted figures to communicate with her son; her goal during this period was to see him in person as a first step toward their reconciliation. Don Antonio Sebastián de Toledo, Marquis of Mancera, Mariana’s High Steward (mayordomo mayor), for example, acted as the queen’s special envoy; she entrusted him with her personal letters and messages for Charles II. At one point, Mariana sent Mancera to Aranjuez with a special letter to Charles II and a message in which she demanded a meeting with her son.47 Her order resulted in a major setback for the two, however, as Mancera was caught in the middle and exiled; Charles II lifted the punishment only near the end of Mariana’s own exile. Although tensions between mother and son were palpable, their constant communication and Mariana’s effective intercession with the emperor helped improve their relationship. Charles II acknowledged it at various times, such as in May 1679 when he wrote her: “I am certain that you had the main part in the way my uncle has taken this 45. For example, letters of Charles II to Mariana, Madrid, 25 July and 20 December 1678, AHN, E., leg. 2729. 46. Letter of Charles II to Mariana, Madrid, 8 July 1678, AHN, E., leg. 2729. 47. Letter of the Marquis of Mancera to Charles II’s royal secretary, Jerónimo de Eguía, s. l., 2 February 1679, BNE, Ms. 2409, fol. 557; and letters of Charles II to Mariana, Madrid, 28 January and 6 May 1679, AHN, E., leg. 2729.

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business”.48 Her actions brought her closer to achieving her restitution at court, which became a certainty once the king’s marriage to Marie Louise was confirmed in the summer.49 Although Don Juan’s death on 17 September 1679 accelerated Mariana’s return to court, she had already extracted a written promise from Charles II that he would bring her back.50 The communication networks, composed of figures such as the Marquis of Mancera, Juan Francisco de la Cerda Duke of Medinaceli, Cardinal Archbishop of Toledo Luis Manuel Fernández Portocarrero, and members of the royal households, also played major roles in aiding Mariana to emerge unscathed from this long, personal political crisis. Mariana returned to court on 27 September 1679, with her reputation intact and the expectation that she was to assume again a relevant role.51 This was perfectly obvious to the French, who dispatched their princess with specific instructions on how to deal with the queen mother.52 When Charles II left for the French border to meet his bride, Mariana did not accompany him, marking the second and last time they would be separated, from 20 or 21 October until Charles II’s return on 29 November 1679. During this second separation, so very different from the first, Mariana and Charles II remained in constant communication. Thirty-eight of her letters, all of them holographs, have survived; this may be the only set of Mariana’s correspondence preserved in its entirety. Save for the few days she did not write due to migraines, Mariana wrote every day and sometimes, even twice a day. Couriers went back and forth with letters and messages, but also tapestries and jewels, state documents and memoranda. The letters are relatively short, at most a page and a half; written in a straightforward style; they communicate a sense of immediacy and liveliness. Mariana 48. “[…] y estoi bien cierto q[ue] abras tenido la principal parte en q[ue] la buena forma en q[ue] mi tio a tomado este neg[oci]o.”, letter of Charles II to Mariana, Madrid, 4 May 1679, AHN, E., leg. 2729. 49. Letter of Cardinal Portocarrero to Charles II, Toledo, 15 August 1679, AHN, E., leg. 2729. 50. Letter of Charles II to Mariana, Madrid, 20 September 1679; and letter of Mariana to Charles II, Toledo, 21 September 1679, AHN, E., leg. 2729. 51. “[…] la Reyna que hizo su entrada rezibida de los corazones de todos con aclamazion y aplauso”, BNE, Ms. 9399, fol. 85r. 52. Instructions to Marie Louise of Orleans, July 1679 (copy), AHN, E., leg. 4818, exp. 52.

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resumed her old acquaintances, and the cheerful personality that she evinced when queen consort, returned: “I went to the Descalzas this afternoon”, she wrote to Charles II on 5 November 1679, “since the nuns were about to kill me if I did not”.53 Another day, she wrote to Charles II that it had been raining so hard in the morning and afternoon that her plans to go to the Royal Convent of the Encarnación had fallen through, and she lamented that the nuns “were fooled for two days in a row”.54 Mariana showed strong support for her son’s impending marriage; she was enthusiastic about Marie Louise’s arrival, and affectionately took the young couple, who were eighteen and seventeen respectively, under her wing. “Do not forget to tell me the exact date of your marriage so that I can uncover the Holy Sacrament”, she asked Charles several times, “I want to ensure that you will have much happiness”, she affirmed.55 “Although it appears that my daughter will be arriving soon”, she wrote on another occasion, “I do not wish to write her less often, so I am sending you this letter for her”.56 When someone of Mariana’s stature wrote a letter, it had to be answered before she could send another. “To this date”, Mariana wrote to Charles II, “I have not received any response to the letters I have written”. However, she did not make an issue of it: “it is very likely that the trip does not allow her time to write”.57 Mariana took the lead in developing affective ties with her daughter-in-law, an important step in ensuring a smooth 53. “[…] y esta tarde he estado en las Descalcas que ya me matavan las monjas que fuese alla”, letter of Mariana to Charles II, Madrid, 5 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 54. “[…] estaba para ir a la Encarnacion pero llobio tanto toda la mañana y hasta cerca de las tres que no me atrebi a salir pero despues se decubrio el sol cuan lo sentiran las monjas que ya han quedado dos dias burladas”, letter of Mariana to Charles II, Madrid, 10 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 55. “[…] y no dejes de decirme con tiempo el dia que sera tu casamiento para que haga descubrir el san[ti]ssimo porque tengas muchas dichas”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 9 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 56. “[…] como mi hija me parece se ba ya acercando no quiero dejar de irla escribiendo mas a menudo y assi te enbio esta carta para ella no dejes de abisarme en el paraje que se halla y quantos dias tarda de partir a [B]urgos y el dia que sera tu casamiento para poder aca recomendarla a Dios”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 11 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 57. “[…] te enbio la carta aunque hasta aora no he tenido respuesta a ninguna carta que la he escrito [aunque] el caminar no la hara lugar para escribir”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 18 November 1679, AHN, E., leg. 2729.

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transition for Marie Louise: “Give your wife a hug from me until I can do that myself when I see her”, she wrote to Charles close to their arrival, adding, “I do not write to her more often so as not to burden her”.58 Most likely based on her own experience as queen consort, Mariana demonstrated a keen awareness of what Marie Louise must be going through. When she crossed into Spanish territory, for example, Mariana noted: “she must have been surprised with the change of food”.59 “If she speaks [Spanish] as well as she writes it”, Mariana wrote on another occasion, “we will be able to understand each other very well. I have no doubt that the more time she spends with you she will get better and better every single day”.60 “My son”, she wrote in a postscript, as the thought came to her after she had signed the letter: “do give me the pleasure of telling me whether your wife has already donned Spanish clothing, although I would prefer that the first time you see her, she would be dressed in her own French style”.61 All of these early contacts and attitudes had deep political implications, and not only for the bride. It is clear that Mariana wanted to establish her own position in her son’s court, knowledgeable as she was that the new queen would take over the role she had herself occupied as consort. Her decision to move her residence to a private palace near the Alcázar spoke to both her desire to remain an important part of the court and her understanding that she was no longer at its center. Mariana followed all the stages of Marie Louise’s and Charles II’s encounter with great interest and the joyful expectation to see her son married, not hesitating to instruct him delicately in the ways of gallantry: “I would like to recommend”, she wrote to Charles II even 58. “[…] a tu mujer dala un abraço de mi parte mientras yo se le puedo dar y que por no enbaraçarla no escribo mas a menudo”, letter of Mariana to Charles II, Buen RetiroPalace, 24 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 59. “[…] sintiendome de gran consuelo saver que estas bueno y lo que me abisas que mi hija ha estado a[hí]ta la debe de haver hecho nobedad la mudança de las comidas”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 18 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 60. “[…] que si ella habla ya tan bien como escribe sera muy bueno con que nos podremos entender mejor y cada dia se perfecionara mas y mas quando llegue a estar contigo”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 8 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 61. “Hijo mio hasme gusto de decir si tu mujer se ha puesto ya el traje a la española aunque me da que la beas primero con el suio Frances”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 11 November 1679 (post-scriptum), AHN, E., leg. 2729.

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before he met his wife, “that you always show yourself as her finest admirer, in spite of being such an illustrious husband”.62 Mariana was absolutely delighted to learn that everything seemed to go well with the couple: “My happiness is immense to know that your wife has made such a great impression on you and that you are happy, and I hope to God that you will be even more [happy] every single day, that you will be an attentive husband, and that she, too, will earn your attentions”.63 A few days later, she wrote that “Medinaceli has told me everything and I can hardly wait to see you again so that you can tell me everything in detail”; she added, “A son can surely speak about matters of affection with his mother”.64 And again, soon afterward, she wrote, “I cannot emphasize too much how pleased I find myself knowing that you are enjoying married life”. It did not take long for Mariana to say what was mainly on her mind, and likely on everyone else’s: “Now it is just a matter of giving me a grandson soon”.65 Supporting Charles II’s and Marie Louise’s successful transition into married life was obviously a major political and dynastic matter for Mariana. The succession had been the driving force behind Mariana’s rule as regent; it had been first on her mind, even as she dealt with the very painful death of her daughter Margaret Theresa. It remained at the time of Charles II’s marriage first and foremost in her thoughts. Although she did not know it then, it would dominate the last sixteen years of her life. 62. “[…] encargarte que seas siempre muy fino galan suio aunque seas marido grande”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 4 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 63. “[…] lo que me has consolado con decirme te ha parecido bien tu mujer y que estas contento y espero en Dios que cada dia lo estaras mas gustandola y que has de ser muy bien casado y muy atento siempre con ella y que ella tambien te lo savra merecer con mucha racon”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 21 November 1679, AHN, E., leg. 2729. 64. “[M]edina me ha participado todo por menor de lo que paso con la funcion que me he holgado harto de saver y apenas me parece puedo aguardar el berte para que me digas todo muy particularmente que un hijo a una Madre bien la tienes en las cosas de cariño”, ibidem. 65. “[…] y no te podre encarecer cuan consolada me hallo de lo que me dices de estar tan contento con tu mujer y te haya parecido tambien y que te halles bien con la bida de casado no ay sino tratar de darme muy presto un nieto yo espero en Dios que cada dia te hallaras mejor y que ella te lo pueda merecer tanbien como es racon yo ya estoy con gran deseo de verla”, letter of Mariana to Charles II, Buen Retiro Palace, 22 November 1679, AHN, E., leg. 2729.

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Mariana’s political and familial networks developed from the existing politico-spatial structures that were part of the Habsburg system: in the case of the correspondence with Leopold I, diplomatic avenues; in that of the correspondence with Charles II, the court; in the case of the correspondence with the nuns and, indirectly, Maria Theresa, the Convent of the Descalzas Reales. The networks reveal the central role that Habsburg women played in establishing, expanding, and advancing the dynastic enterprise, but they were part of a collective enterprise in which so many other figures participated. Letters are, within this broader network, material objects significant not only for their contents, but for their physical existence. The relationships of the letter writers shaped the style and the nature of these letters in their various degrees of intimacy and informality. Yet, even the most spontaneous forms of communication were not devoid of political implications. As we have seen, in the correspondence designated as domestic or familiar, the Habsburgs navigated their delicate position both as rulers and as family members. Mariana’s letters blurred the boundaries between the familial and the political, becoming one and the same. Archival Sources Archivo General de Palacio (AGP, Madrid), Descalzas Reales, caja (c.) 6, exp. 31 Archivo General de Simancas (AGS), Estado (E.), legs. 2378, 23812392, 2540, 2735, 3100 Archivo Histórico Nacional (AHN, Madrid), Estado (E.), libros 129, 140; legs. 1632, 2653, 2661, 2729, 2796-2797, 2799, 4818 Archivo Histórico de la Nobleza (AHNob, Toledo), Frías, caja (c.), 62 Biblioteca Nacional de España (BNE, Madrid), Mss. 2409, 9399, 18211 Riksarkivet (RAS, Stockholm), Extranea 195, XVI Tyskland, a. Handlingar och brev, 3. Arkivfragment Kejsar Ferdinand III:s arkiv, 1646-1648 Bibliography Abreu y Bertodano, Joseph Antonio (1751): Colección de los tratados de paz,… hechos por los pueblos, reyes y príncipes de España…

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III. Cartas confidenciales en el entorno familiar de los Habsburgo

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“Signora di molta stima in questa corte”. La duquesa de Villahermosa Juana de Pernstein a través del epistolario conservado en el Archivo de la Casa de Alba Pavel Marek (Univerzita Pardubice)

En la segunda mitad del siglo xvi, Vratislav de Pernstein era uno los nobles más ricos e influyentes del reino de Bohemia, pero también llegó a convertirse en uno de los servidores más leales de la Casa de Austria. Su apoyo a la política de la dinastía gobernante se reflejó también en su matrimonio con la aristócrata castellana María Manrique de Lara y Mendoza, en aquella época dama de honor de la reina de Bohemia María de Austria (Sánchez 1998a: 777-793, 1998b; Ceñal Lorente 1990). Esta hija del emperador Carlos V influyó sin duda de forma decisiva en el concierto de este matrimonio con Pernstein (1555). Las alianzas matrimoniales entre nobles de Centroeuropa y de la Monarquía Hispánica representaron para María un recurso muy útil para imponer su propia concepción de la política dinástica, según la cual las dos ramas de los Habsburgo tenían que actuar de una manera coordinada. Este medio servía, además, para crear una aristocracia supranacional plenamente leal a la casa gobernante que no dudaba en anteponer el servicio a la dinastía a su obediencia al reino. Esto se verificó también en el caso de Vratislav de Pernstein (Pernštejn/Pernestán), cuya familia (Růžička y Fritz 1974: 163-171; Vorel 2012) ofrece un buen ejemplo de la vinculación existente entre las élites aristocráticas de los países dominados por ambas ramas de la Casa de Austria (Lindorfer 2009: 261-288). Después de su boda, Vratislav de Pernstein se destacó especialmente en el servicio a los Habsburgo en Centroeuropa; servicios que le fueron reconocidos y recompensados a través de varias mercedes.

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Entre ellas destaca la concesión del toisón de oro, que recibió en Amberes en 1556, tan solo unos meses después de casarse. Su carrera política culminó en 1566, cuando le fue concedido el puesto de gran canciller del reino de Bohemia, que desempeñaría hasta su muerte en 1582 (Vorel 2012: 237-258). Por otro lado, los lazos de consanguinidad que Pernstein contrajo con las estirpes de la Monarquía Hispánica contribuían a aumentar la confianza que le mostraban los diplomáticos del rey católico. En 1581, el embajador español Guillén de San Clemente escribió a Madrid que los únicos confidentes de Felipe II en la corte imperial eran Vratislav de Pernstein, Adam de Dietrichstein y Wolf Rumpf de Wielross (Ayerbe 1892: 292). Hay que subrayar que también Dietrichstein y Rumpf se casaron con damas que pertenecían a la corte de la emperatriz María y que estaban emparentadas con familias provenientes del Mediterráneo (Edelmayer 1993: 89-116, 1996: 133-163). La familia de Vratislav de Pernstein brinda asimismo un buen ejemplo de cómo estas estrategias matrimoniales fueron aceptadas y posteriormente desarrolladas en el mismo ambiente nobiliario. Cinco de los nueve descendientes de Pernstein que llegaron a la edad adulta se casaron con nobles extranjeros (Marek 2005, 2008a: 1003-1037, 2011: 47-90; Vařeka 2008; Ryantová 2016). Juan contrajo matrimonio con su prima Ana María de Lara y Mendoza; Juana, con Fernando de Aragón, duque de Villahermosa; Isabel, con Alberto de Fürstenberg; Francisca, con Andrea Matteo de Acquaviva, príncipe de Caserta, y Bibiana, con Francesco Gonzaga di Castiglione delle Stiviere. Maximiliano y Luisa dedicaron su vida a Dios, Elvira quedó soltera y solo Polisena se casó con un bohemio: el noble más poderoso del reino, Guillermo de Rosenberg. Polisena, considerada por los historiadores checos como el ejemplo de dama erudita renacentista, que no carecía de dotes para la política, es también la única que siempre ha atraído la atención de los investigadores. Aunque los demás descendientes de Vratislav de Pernstein y de María Manrique de Lara y Mendoza destacaban por su excelente posición social y durante toda su vida mantuvieron estrechos contactos con los miembros de la dinastía gobernante, su actuación al servicio de los Habsburgo aún escapa a la curiosidad de los historiadores. Esto también es aplicable al caso de Juana, la hija mayor de Pernstein, en el estudio de cuyo caso querría mostrar cómo las damas de

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Juana Pernstein, atribuido a Rolam de Mois, © The Lobkowicz Collections, palacio Lobkowicz, castillo de Praga (República Checa).

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honor podían intervenir de forma notable en asuntos que hasta fechas recientes los especialistas atribuían únicamente al mundo de los hombres. Un esbozo biográfico Nacida el 17 de junio de 1556, Juana de Pernstein era la hija mayor de Vratislav de Pernstein y María Manrique de Lara y Mendoza. Al igual que sus hermanas, residía desde su temprana infancia en Viena, donde servía a María de Austria (Marek 2011: 52-53). En la corte de la mujer de Maximiliano II se educó y entabló relaciones con otros miembros de la Casa de Austria, pero también con los cortesanos más importantes del emperador. Cuando María decidió regresar a su patria, Juana de Pernstein contaba ya veinticinco años de edad y en el séquito de la emperatriz gozaba de una posición privilegiada, que se basaba en los estrechos vínculos personales entablados con la soberana. Los diplomáticos venecianos, que acompañaron a la emperatriz durante el paso por el territorio de la Serenísima, se dieron cuenta de que Juana de Pernstein pertenecía a sus confidentes más cercanas. Según su testimonio, Juana pasaba todo el viaje en el carruaje de María de Austria sentada al lado derecho de la emperatriz viuda, la cual mostraba hacia Pernstein casi el mismo afecto que si fuera su propia hija: Tutto’l resto del uiaggio, da che la Maestà S[ua]. partì di Boemia, è sempre uenuta in cocchio, hauendo in compagnia nel cocchio suo medesimo tre altre damme, […] nella parte di dietro sedeua à canto S[ua]. M[aes]tà., et teneua il lato destro una damma giouane di 18 anni in circa, per nome D[onna]. Giouanna, figliola del Barone di Pernestan, gran cancelliero di Boemia; damma piùtosto gratiosa, che bella, ma uirtuosissima; parlando, et scriuendo (come dicono, che fà), cinque lingue, che sono oltre la sua materna, et naturale Boema, la Todesca, la Latina, la Spagnola, et la Italiana. Ma di queste doi ultime, ne habbiamo noi in diuersi propositi, tenuti più uolte seco, ueduta la proua, et (per dire la uerità) trouatala riuscire (potemo dire) in perfettione. Per queste qualità è amatissima da S[ua]. M[aes]tà. et la segue in Spagna, con fine di maritarla là, in alcun signor prencipale, poiche ne in Germania, ne in Boemia, et per la religione, et per altro, non si è trouato riscontro, che piaccia ne à S[ua]. M[aes]tà. che la tiene per figliola, ne alli suoi. (Fiedler 1870: 385)

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Nada de eso cambió después de su llegada a la Monarquía española, sino todo lo contrario. Al entrar a la península ibérica, Juana iba a fortalecer aún más su posición en la corte de la emperatriz gracias a sus esponsales con Fernando de Gurrea y Aragón, V duque de Villahermosa, que era uno de los aristócratas más prominentes de Aragón (Morejón Ramos 2009). Ya la ostentosa llegada a Zaragoza se convirtió en un acontecimiento especialmente sonado. Pascual Mandura, canónigo de la catedral del Salvador (la Seo), escribió en sus memorias que la joven bohemia entró en la ciudad “en una hacanea muy bien aderezada, en un sillón de plata y ella muy ricamente vestida” (Mandura s. a.; Fita 1891: 55-75). El vestido de Juana y la montura de su caballo debieron convencer a todos los espectadores de que la novia del duque de Villahermosa provenía de una rica e ilustre casa y de que gozaba de una alta posición social. La importancia de la casa de Pernstein resaltaba aún más el hecho de que en la comitiva de la emperatriz estaba presente también su hermana Luisa, una chica de seis o siete años, que pertenecía al círculo de meninas que rodeaban a la archiduquesa Margarita (Marek 2011). Los esponsales entre Juana de Pernstein y Fernando de Aragón celebrados el día 10 de febrero de 1582 en la Seo ante el arzobispo de Zaragoza y otros invitados significativos representaron la culminación de la cadena de misas y banquetes que siguieron después de la entrada de la emperatriz a la capital aragonesa. No fue de balde que la ceremonia fuese oficiada por el arzobispo sevillano Rodrigo de Castro Osorio, uno de los confidentes más cercanos del rey Felipe II (Fernández de Béthencourt 1901: vol. 2, 497). Además, la propia emperatriz jugó un papel importante en el evento, porque fue ella quien se encargó de entregar la novia a su prometido (Blasco de Lanuza 1619: 405). A pesar de la solemnidad de los esponsales, el camino hacia el acuerdo de boda entre los Pernstein y los duques de Villahermosa no estuvo exento de obstáculos. Juana de Pernstein tuvo que esperar más de tres años hasta que se convirtió en la mujer del duque. La mayor parte de este tiempo lo pasó al lado de su hermana Luisa y de la emperatriz María en el monasterio de las Descalzas Reales.1 En Madrid,

1. Carta de María de Austria a Fernando de Aragón, duque de Villahermosa, Madrid, 14 de marzo de 1582 (Archivo de la Casa de Alba (ACA), Correspondencia y solicitudes dirigidas a la duquesa de Villahermosa, Cartas-Montijo, caja 34-3).

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la joven e inteligente dama actuó de intermediaria entre esta última y todos los que buscaban su apoyo o merced: […] doña Juana de Pernestán me tomo aparte, y me yso mil juramentos que me avia de servir de manera que viese que eran obras mas que qumplimientos. Y asta agora aselo de manera que la debo mucho, porque lo primero que la pedi fue que ablase a la Emperatriz por mi señora la condesa y que entendiesen que su majestad la deseava faborecer. Y asi a sido.2

Es evidente que su tarea principal era defender los intereses de su familia. Vratislav de Pernstein y María Manrique de Lara se aprovechaban de la presencia de su hija en la corte real para fortalecer su posición dentro de la red clientelar de Felipe II. A su vez, esperaban que les informara con regularidad sobre los acontecimientos que tenían lugar en la península ibérica: Juana tuvo que convertirse así en su agente e informadora. Desempeñaban también un papel muy similar en la corte de Madrid las hijas de Adam de Dietrichstein y las mujeres de la casa de Pimentel (Cruz Medina 2007: 103-117, 2008: 1267-1301, 2014: 99-123; Franganillo Álvarez 2016: 105-118). La boda de Juana se celebró el 1 de mayo de 1585 en el aposento de la emperatriz en el monasterio de las Descalzas Reales y acudieron a ella los personajes más importantes del llamado “partido imperial papista” en Madrid (Martínez Millán 1999: 143-162): A primero de mayo, en el aposento de la emperatriz, el duque de Villahermosa y doña Juana de Bernestain se desposaron en presencia de su mag[estad], fue el dicho conde [Hans Khevenhüller] padrino del desposado, y doña Juana de Aragon madrina. La nobia comio con la señora emperatriz y el nouio con don Joan de Borja mayordomo mayor de la emperatriz; a la tarde el mayordomo mayor y su muger los acompañaron hasta Barajas y desde alli via recta tomaron su camino para Çaragoza. (Labrador Arroyo y Veronelli 2001: 314)

El rey católico no asistió a la ceremonia, pero ya antes de la boda le concedió a Juana una pensión de doscientos ducados al año (Labrador 2. Carta de Anna de Dietrichstein a Margarita de Cardona, Madrid, 29 de marzo de 1582 (Moravský Zemský Archiv (MZA, Brno), RA Dietrichsteinů, G-140, Kart. 426, fols. 194-203; la cita figura en fol. 196).

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Arroyo y Veronelli 2001: 294).3 Con esta merced mostraba, entre otras cosas, su agradecimiento por los servicios prestados por Vratislav de Pernstein —fallecido poco después de la partida de sus hijas— y de toda su casa. El soberano español deseaba, asimismo, que tanto Juana como sus hermanos continuaran con el legado de su padre y ampliasen las filas de sus clientelas. Creía que Juana procuraría introducir también a su cónyuge en el servicio de la Casa de Habsburgo (Marek 2008b: 1349-1373). La influencia de Juana sobre su esposo no fue probablemente tal como deseaba Felipe II. Fernando de Gurrea y Aragón participó en 1591 en la rebelión aragonesa contra el soberano y murió un año después en la cárcel real (Gascón Pérez 2010). A pesar de que fue uno de los líderes del levantamiento, gracias a la intercesión de la emperatriz, tres años después de su muerte fue exonerado de todas las acusaciones que pesaban sobre él. También sus bienes, previamente confiscados, y el título de duque de Villahermosa fueron restituidos después de cierto tiempo a Juana de Pernstein y sus hijas (Gascón Pérez 2013: 379). Según el cronista y genealogista Juan Lorenzo Merenzi y Aldaya, fue sobre todo mérito de la emperatriz, quien intervino en favor de su dama y “tomó su causa por propia” (Merenzi y Aldaya s. a.; Gascón Pérez 2010: 459). Poco después del fallecimiento de su esposo, Juana abandonó Zaragoza y se unió a la corte de María de Austria en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, donde desempeñaba el oficio de dueña de honor de la emperatriz María (una relación de cortesanos al servicio de esta figura en Martínez Millán y Fernández Conti [2005: 700]), cargo en el que permanecería hasta la muerte de su ama en 1603. Lamentablemente, de sus vicisitudes posteriores a esta fecha contamos con informaciones muy fragmentarias. Aun así, sabemos que Juana toda su vida mantuvo contacto con sus hermanas y con sus familiares y que gozaba de una posición privilegiada en la corte real de Madrid.4 3.

La emperatriz María legó en su testamento a Juana de Pernstein otros mil doscientos ducados (Cabrera de Córdoba 1997: 170). 4. En el Lobkowiczký Archiv (LA, castillo de Nelahozeves), LRRA, B 180, se ha conservado su correspondencia con la familia de su hermana Polisena, y en el Archivio di Stato di Mantova (ASM), Gonzaga di Castiglione delle Stiviere, busta 162, se encuentran las cartas que envió a la familia de Bibiana de Pernstein.

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Todavía en 1621 el nuncio papal Innocenzo Massimi informa en una de sus cartas al secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Ludovico Ludovisi, que la duquesa de Villahermosa es una de las figuras más estimadas de la corte de Madrid: “La sig[no].ra Duchessa de Villahermosa, […] sorella della Principessa di Caserta, et zia della Principessa di Venosa, già moglie del Duca di Villhermosa, signora di molta stima in questa corte, per l’autorità, che tiene con detti suoi parenti”.5 Además, hasta su muerte en el año 1631, Juana de Pernstein actuaba como intermediadora para todos los nobles centroeuropeos que trataban de conseguir mercedes otorgadas por el rey español o que simplemente querían visitar la corte madrileña.6 Juana de Pernstein en la red clientelar de los Habsburgo Una valoración más precisa de la labor desempeñada por Juana de Pernstein podrá acometerse cuando se consulte su correspondencia depositada en el Archivo de los duques de Villahermosa en Pedrola.7 Sin embargo, a través de las misivas que le fueron mandadas poco después de su llegada a España y que se encuentran bajo la denominación de “Correspondencia y solicitudes dirigidas a la duquesa de Villahermosa” en el fondo Montijo del Archivo de la Casa de Alba (caja 34-3), se aprecia su papel de intermediadora en la circulación de ideas políticas e influencias culturales entre los dos imperios de la Casa de Austria. Se trata de un conjunto de casi cincuenta cartas de la década de 1580 enviadas a Juana de Pernstein por varios remitentes. La mayor parte de ellas provenían de miembros de su propia familia: se 5.

Carta del nuncio Innocenzo Massimi al cardenal Ludovisi, Madrid, 30 de septiembre de 1621 (Biblioteca Apostolica Vaticana (BAV), Ottobon. lat. 3218, fol. 411). Agradezco a Rubén González Cuerva por informarme de esta carta. 6. Como se puede ver en Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares (OO. MM.), Caballeros de Santiago, exp. 699, citado en Mur i Raurell (2018), y en carta de Juana de Pernstein a Luigi Gonzaga, Madrid, 3 de mayo de 1630 (ASM), Gonzaga di Castiglione delle Stiviere, busta 253/5, s. fol.). 7. Archivo de los Duques de Villahermosa (ADV, Pedrola), Condado de Luna, leg. 11bis, n.º 14-15; leg. 20, n.º 35-37; leg. 31, n.º 81; leg. 45, n.º 11, y ADV, Ducado de Villahermosa, leg. 6/2, n.º 47. La información sobre estas fuentes aparece en Edelmayer (2002: 44). El autor del presente estudio no ha podido consultar este epistolario porque en la actualidad el Archivo de los Duques de Villahermosa en Pedrola no está abierto al público.

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conservaron trece cartas de María Manrique de Lara, tres de Vratislav de Pernstein y otras de sus hermanas Isabel, Francisca y Polisena. En el conjunto podemos hallar también correspondencia del embajador español en la corte imperial, Guillén de San Clemente, misivas del archiduque Ernesto o del caballerizo mayor de la corte del archiduque, Matías Ottavio Cavriani.

Fragmento de carta de María Manrique de Lara, Archivo Ducal de Alba, palacio de Liria (Madrid).

Todas estas cartas dan muestra del respeto que se había ganado Juana de Pernstein en las sociedades cortesanas de Praga y de Madrid. Semejante estima podía deberse a motivos diferentes. Juana destacaba por su ilustre linaje y sacaba provecho de los servicios de su padre. Su

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posición se había visto además fortalecida por su matrimonio con el duque de Villahermosa, que disponía en la corte de una red de amigos con gran influencia política (Merenzi y Aldaya s. a.; Gascón Pérez 2010: 459). No obstante, lo más importante para su posición privilegiada eran, sin duda alguna, la confianza y el afecto que mostraba hacia ella la emperatriz María. Gracias a esto, Juana podía desempeñar un papel intermediador clave entre la viuda de Maximiliano II y los clientes que había dejado en Centroeuropa.8 Estos le pedían a menudo informaciones de índole muy diversa y, a la vez, le informaban de los acontecimientos que se producían en la corte imperial y en el Sacro Imperio, en general.9 Las noticias que le mandaban a Juana, en realidad, estaban destinadas a la emperatriz María. Tal fue el caso de la carta que le envió Jorge Manrique en enero de 1583. Unas semanas después de la muerte del príncipe Diego Félix de Austria, reflexionaba en ella sobre la posible sucesión del archiduque Ernesto en la Monarquía Hispánica. La misma idea fue expresada por el gobernador de Milán, Carlos de Aragón y Tagliavia, duque de Terranova, quien estaba convencido de que solo la intercesión de María de Austria podría convencer a Felipe II de que accediera a semejante propuesta.10 No resulta sorprendente que el gobernador de Milán procediese de esta manera y que no enviase su propuesta directamente a la emperatriz. Como Juana de Pernstein era sobrina de Jorge Manrique y, a su vez, favorita de María de Austria, podía tratar con ella con la mayor franqueza. Lo mismo podemos observar también en el caso de la correspondencia del caballerizo mayor del archiduque Matías, Ottavio Cavriani. En una carta enviada desde Augsburgo en septiembre de 1582, reco8. En el presente estudio preferimos utilizar la expresión intermediador/a en vez de la de broker. Juana era más bien una simple mediadora o medianera. Al contrario, el broker, en su lugar de actuación, se comportaba como un verdadero patrón: ofrecía su protección y ayuda a sus clientes, recompensaba sus servicios y, ante todo, dirigía el comportamiento de aquellos como lo exigía la persona a la que representaba. Juana de Pernstein cumplía estas características solamente de una manera parcial. Sobre el papel de los brokers en la sociedad cortesana, véase Kettering (1986: 42) y Martínez Millán (1996: 94). 9. Véase, por ejemplo, la carta de Venceslao Ples Heřmanský de Sloupno y Stolany a Juana de Pernstein, Praga, 31 de octubre de 1584 (ACA, Cartas-Montijo, caja 34-3, s. fol.). 10. Carta de Jorge Manrique a Juana de Pernstein, Barcelona, 4 de abril de 1583 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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nocía que no le escribía directamente a la emperatriz porque pensaba dejar a la consideración de Juana qué informaciones de su misiva convenía comunicarle y cuáles no. Su precaución fue acertada, pues el contenido de su carta estaba estrechamente relacionado con el propio archiduque. Cavriani pertenecía a los confidentes más cercanos de Matías y por eso podía ofrecer a Juana de Pernstein (y, por medio de ella, a la emperatriz) noticias sobre los acontecimientos que permanecían ocultos para la mayoría de los observadores.11 En los renglones de su carta podemos leer que el archiduque, a pesar de los temores de su madre, se comporta como un católico muy piadoso, se lamenta de su aventura neerlandesa y no desea otra cosa que una temprana reconciliación con el rey Felipe II. Cavriani concluye su carta con la frase: “Suplico a V. S. Illma. prevenga a la majestad de la emperatriz nuestra señora para que quando escribe al archiduque mi amo no se descuyde en que pueda su alteza sospechar que yo aya avisado alla algo porque seria echarme a my en su desgracia y quitarme el poder escribir mas […]”.12 También María Manrique de Lara escribía a su hija siendo consciente de que Juana mostraría sus cartas a María de Austria. No obstante, no todas las informaciones iban destinadas a los ojos de la emperatriz. Por esta razón le indicaba a qué cuestiones podía ofrecer a su ama y cuáles debería ocultar. A la vez le pedía que no le enseñara a la emperatriz la correspondencia de sus hermanas menores, porque temía que podría contener fragmentos que perjudicasen la imagen del linaje de Pernstein; así, por ejemplo, en octubre de 1584 escribió: “Vesas ermanas os escriben no les miro sus cartas no las dejeis ver a nadie porque si dijeron disparates […]”.13 La estrategia empleada fue ventajosa para todos los participantes. Los informadores utilizaban sus cartas para mantener contacto con sus patrones de la Casa de Habsburgo (sobre todo, con la emperatriz María) y para fortalecer su posición dentro de su red clientelar. Para Juana de Pernstein, estas misivas tenían cierta dimensión representativa. Las noticias que contenían le servían de testimonio de su extraordi11. Carta de Ottavio Cavriani a Juana de Pernstein, [Augsburgo], 25 de septiembre de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 12. Ibidem. 13. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Praga, 30 de octubre [1584] (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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nario capital social y le ayudaban a difundir en Madrid la buena fama de sus parientes y amigos que actuaban en la corte imperial. Su hermana Luisa hará lo propio unos años más tarde (Marek 2011). Ya que los contactos personales que la emperatriz María podía mantener con sus servidores de Centroeuropa estaban limitados, eran personas como Juana de Pernstein las que le permitían conservar su influencia en la corte imperial. Su ventaja era que permanecía en contacto directo con las dos partes, es decir, con la patrona y con sus clientes. La comunicación indirecta, a través del intermediador, les facilitaba a los clientes un trato mucho más confidencial, que no estaba tan restringido por cuestiones de etiqueta como sucedía en el caso de un tratamiento directo con la emperatriz. Por esta razón, Juana se convirtió en un eslabón muy importante de la cadena, que prometía beneficio a las dos partes (sobre los lazos de clientelismo, Gellner et al. (1986)). Juana ayudaba a sus informadores a conseguir diversos favores. En otoño de 1584, apoyó la solicitud de Venceslao Ples Heřmanský de Sloupno y Stolany, quien trataba de conseguir un hábito de una de las órdenes militares españolas. Juana de Pernstein le prometió a este cliente suyo no solo su intercesión personal, sino también una recomendación de la emperatriz María. En compensación por esta intermediación, Venceslao Ples no cesaba de informar a Juana sobre cuanto acontecía en la familia Pernstein y en la corte imperial de Praga.14 Después de abandonar la corte de Viena, Juana de Pernstein mantenía una correspondencia regular también con el archiduque Ernesto de Austria. Parece evidente que en sus misivas le informaba de lo que pasaba en la península ibérica y, sobre todo, del estado de salud, actividades y opiniones de la emperatriz María. El archiduque le recompensaba este favor intercambiando novedades de la corte imperial y sus consejos e intercediendo ante el emperador Rodolfo II.15 Tras la muerte de Vratislav de Pernstein, Ernesto pasó a defender los intereses familiares de los Pernstein en la corte imperial. Juana recurría a 14. Carta de Venceslao Ples Heřmanský de Sloupno y Stolany a Juana de Pernstein, Praga, 31 de octubre de 1584 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 15. Carta del archiduque Ernesto de Austria a Juana de Pernstein, Viena, 6 de marzo de 1583 (Fürstlich Fürstenbergisches Archiv (FFA, Donaueschingen), OB 19, List B 24, lat. 4, vol. XXVI, fasc. 1, fols. 36-39), y carta del archiduque Ernesto de Austria a Juana de Pernstein, Viena, 3 de junio de 1583 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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la interposición de este para alcanzar mercedes tanto para sí misma como para su madre y hermanos.16 La confianza que ponía en el archiduque era tan grande que no dudó en pedirle su apoyo para la candidatura de su hermano Juan al puesto de gran canciller del reino de Bohemia, que quedó vacante tras el fallecimiento de su padre.17 Desde un principio, el plan de Juana estaba condenado al fracaso, porque el candidato no tenía ni veinte años de edad y carecía de experiencia política. No obstante, merece nuestra atención porque muestra la gran autoestima que tenían los Pernstein: María Manrique de Lara y sus hijos estaban convencidos de que les correspondía una posición excepcional entre la alta nobleza del reino de Bohemia. Además, esta pretensión demuestra que basaban semejante convicción en el apoyo de la Casa de Austria. Es muy probable que la idea de introducir a Juan de Pernstein en el cargo de gran canciller del reino de Bohemia fuese concebida por la emperatriz María. La viuda de Maximiliano II era una de las más poderosas defensoras de la religión católica en el Sacro Imperio y en la corte imperial apoyaba sustancialmente el trabajo de los nuncios apostólicos (Koller 2011: 109-125; Černušák 2013: 728742). Uno de los objetivos que los diplomáticos papales trataban de alcanzar en el imperio de los Habsburgo centroeuropeos era que los oficios más importantes de la corte y de la administración de los reinos particulares fuesen ocupados por católicos radicales que compartían sus ideas contrarreformistas. La candidatura del joven Juan de Pernstein no solo correspondía con esta concepción, sino que también brindaba a los Habsburgo la posibilidad de mantener cierta continuidad en el relevante oficio de gran canciller del reino de Bohemia (Stloukal 1931). Es evidente que Juana de Pernstein no fue la única que defendía la candidatura de su hermano. También María de Austria estaba convencida de que el plan podía realizarse y trataba de ganarse el apoyo de su hijo Ernesto, quien, pese a su escepticismo personal al respecto, prometió a Juana que recomendaría el nombramiento de su hermano al emperador.18 Las Pernstein percibían el servicio a la Casa de Habsburgo como parte de su herencia familiar. María Manrique de Lara consideraba su 16. Ibidem. 17. Carta del archiduque Ernesto de Austria a Juana de Pernstein, Viena, 3 de junio de 1583 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 18. Ibidem.

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pertenencia a la corte de la emperatriz María como uno de los destinos principales de su vida y no dejaba de inculcar también a sus hijas esos mismos principios.19 Las cartas que mandó a Juana poco después de su partida a la península ibérica declaran cuánto le pesaba la ausencia de María de Austria. La señora Pernstein pasó casi treinta años en la corte de la emperatriz y percibía la separación de su ama como una triste culminación de su vida: Yo se lo suplico a su majestad mucho mucho espero que no dejara de acernos la merced pues le a de costar tan poco y aqui en tanto desean y an de desear toda su vida servirla como vos. Y pues os hizo dios este bien sabreis aprovecharos de el con que os dure para siempre servir a nuestra ama y señora, y no os veais nunca como se ve agora vuestra madre que con pensar que todo se a de acabar presto para mi se puede pasar la vida tres meses y cinco dias hace oy que perdio Praga [1 de agosto de 1581] tanto bien como tenia, y que me lo quita a mi Dios son dos meses y un dia [4 de septiembre de 1581], dia que conplia yo mis años de esta vida oy de servir a su majestad y verla y conocerla treinta menos once semanas. Y asi que queria que no os aconteciese a vos nada de esto sino que toda la vida os durase este bien. Y con poco que nos sepais ayudar tengo gran esperanza en Dios que os a de hacer esta merced y teniendo esta teneis todo lo que podeis desear.20

No obstante, a pesar de las lamentaciones que contienen sus cartas, nunca se retiró de la vida pública. No solo permanecía en contacto estrecho con la emperatriz, a la que informaba con frecuencia sobre la situación de la corte imperial, sino que también intervenía de forma notoria en las decisiones que se adoptaban en ella, pues conservó su influencia hasta su muerte en 1608 (Marek 2008a). Juana de Pernstein debía informar a su madre ante todo sobre la salud de la emperatriz, sobre sus damas y la vida en su corte, establecida en el monasterio de las Descalzas Reales. María Manrique leía estas nuevas con mucho interés y esperaba que la emperatriz no cambiara nada de sus costumbres. Estaba convencida de que solo el mantenimiento de los rituales 19. Las hijas de María Manrique siguieron defendiendo estos mismos principios. Todavía en la década de 1630, Polisena de Pernstein escribe a su hermana Luisa lo siguiente: “Tengo un hijo el cual espero señora y ermana Mia que no hara afrenta a sus parientes ni en la sepultura a sus padres, pone la vida por el servicio de Dios de sus amos y de la patria”, s. l. [posterior a 1631] (LA, LRRA, B 180, D/165, p. 920). 20. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Praga, 5 de noviembre de 1581 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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anteriores podía asegurarles a las Pernstein que continuasen gozando de la afición de su ama: “[…] y no os descuideis desto por vida vuestra y de avisarme muy particularmente todo cuanto ai y si su majestad mudo nada de la orden de su vida porque no olgaria mucho dello. […] Que aca dicen que todos entran a verla comer y a cenar que no lo puedo creer por que estaba su majestad tan fuera de esto”.21 No hay duda de que Vratislav de Pernstein y su esposa se aprovechaban de la intermediación de su hija Juana para encaminar sus súplicas a la emperatriz.22 María Manrique de Lara, sin embargo, pedía a Juana que no agobiase a la ama con sus problemas personales. Según la señora de Pernstein, su hija tuvo que valerse de la intercesión de su madre. Ella misma debió comportarse de una manera reservada para no molestar a la emperatriz y no caer en desgracia.23 María Manrique de Lara creía que, merced a esta estrategia, su hija podría conservar el afecto de la emperatriz, en cuyos servicios iba a permanecer incluso después de su casamiento. Además, Juana no solo tenía que quedarse vinculada a la corte de la emperatriz, sino que también debía aprovechar su posición para traer a su esposo al servicio de la dinastía. Según las palabras de María Manrique de Lara, su hija tuvo que esforzarse “en que luego sirva el duca al rey y a su majestad y que no me le dejen ocioso ni vos en vuestra casa”.24 La asistencia de Juana en la corte de la emperatriz era deseable teniendo en consideración las necesidades de la pequeña Luisa. Gracias a la presencia de su hermana mayor, Luisa podía superar la añoranza motivada por el alejamiento de sus padres. Juana tenía que vigilarla e instruir su comportamiento siguiendo las órdenes que le mandaban sus progenitores.25 Ambas jóvenes tenían que mantener la buena fama 21. Ibidem. 22. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Augsburgo, s. d. 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 23. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Augsburgo, 6 de julio de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 24. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Praga, 5 de noviembre de 1581 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 25. “Con Luisa tened mucha cuenta a que sea muy doñosa y sirva muy bien a su ama”, en carta de Vratislav de Pernstein a Juana de Pernstein, Augsburgo, 19 de septiembre de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.); “[…] A Luisica decid que no se me olvida de ella y que procure servir muy cara a su majestad y sea muy tonica en todo”, en carta de Vratislav de Pernstein a Juana de Pernstein, Augsburgo, 14 de julio de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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de los Pernstein no solo en la forma de comportarse, sino también con su manera de vestir: “Vos mirad de hacer honra a vuestro padre en vueso trato y proceder y del vestir. Espero que no os faltara jamas ni de ninguna cosa destas ni vos ni Luisica”, escribió María Manrique de Lara a su hija Juana en noviembre de 1581.26 Muchos de los envíos que partían de la corte imperial contenían tanto las cartas como arquillas llenas de prendas de vestir y joyas. En julio de 1582, María Manrique adjuntó a la carta un broche plateado para la pequeña Luisa.27 En noviembre del mismo año, le entregaba a Juana su tío Jorge Manrique un paquete que contenía “una fede que vi manda vuestra madre molto bella et rica di gioie”.28 Otras cartas iban acompañadas de rollos de damasco y de otras telas.29 Sin embargo, la variedad de objetos que María Manrique, su esposo y sus hijas mandaban a la península ibérica no se limitaba solamente a ropa y joyas: en las cajas destinadas a Juana de Pernstein se hallaban también relicarios, libros de recuerdos, vajilla de lujo o pistolas.30 Una categoría independiente es la que conformaban los retratos. En la pinacoteca de los Pernstein que hoy día forma parte de la galería de los Lobkowicz en su palacio de Hradčany, se hallan numerosas obras realizadas por los principales maestros del retrato en la corte española: Alonso Sánchez Coello, Juan Pantoja de la Cruz, Antonio Moro o Andrés López. Muchas de estas obras representan a los miembros de la dinastía gobernante: la familia real española. Hay retratos de Felipe II, de sus esposas María de Portugal y Ana de Austria, de la emperatriz María, del príncipe don Carlos, de Felipe III y de otros personajes ilustres de la época (Dvořák y Matějka 1907; Bukolská y Štěpánek 1972-1973). La presencia de tales representaciones pictóricas en la colección familiar corrobora el importante lugar que ocupaba la casa de Pernstein 26. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Praga, 5 de noviembre de 1581 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 27. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Augsburgo, 6 de julio de 1581 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 28. Carta de Jorge Manrique a Juana de Pernstein, Zaragoza, 23 de noviembre de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 29. Carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Praga, s. f. (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 30. Cartas de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Augsburgo, 6 de julio de 1581, y Litomyšl, enero de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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en la red clientelar de los reyes españoles. Es bien conocido que en la Edad Moderna un retrato, fuera del rey o no, pocas veces servía solamente para la simple figuración de la presencia de una persona. En la mayoría de los casos, los retratos cumplían también otros objetivos, entre los cuales destacaba el de expresar amistad y servicio (Ago 2006: 149-151). Este tipo de imágenes se utilizaban para recordar los vínculos mutuos entre el patrón y el cliente y representaban una manera de materialización simbólica de su relación. Según señaló Fernando Bouza (2003: 107-108), el retrato tendría que ser entendido como el signo de la deuda personal de gratitud que el donador reconocía abiertamente haber contraído con el donatario y se usaba en especial cuando se trataba de personas que se hallaban separadas por la distancia. No obstante, en la pinacoteca de los Pernstein había también toda una serie de retratos de sus familiares españoles, que incluían tanto las representaciones de los miembros de la casa Hurtado de Mendoza, de la cual provenía la madre de Juana, como de la familia de los duques de Villahermosa. Algunos de ellos fueron elaborados directamente con el fin de ser enviados después a los parientes que residían en Europa Central. Como ejemplo, podemos mencionar el retrato de Juan Pantoja de la Cruz en el que aparece la joven doña María de Aragón, duquesa de Villahermosa, sujetando la carta con la dirección: “A la Illustríssima, excellentíssima donna Maria Manrique mi Señora y mi abuela. Praga” (Dvořák y Matějka 1907: 44-45). El intercambio de estas obras fue muy frecuente. Así lo corrobora tanto el catálogo de la pinacoteca como las abundantes menciones que se hallaron en el epistolario estudiado, pues, en ocho de las veintiséis cartas que le mandaron a Juana sus familiares, se hace mención al envío de retratos.31 Podemos suponer que tales obras no solo iban destinadas 31. Ya en julio de 1582, María Manrique de Lara y Mendoza recibió un nuevo retrato de su hija y el de Fernando de Aragón, V duque de Villahermosa; véase carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Augsburgo, 20 de julio de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). Aquel mismo mes, los Pernstein mandaron a su hija Juana los retratos de su padre Vratislav y de su hermana Polisena. Al duque de Villahermosa le enviaron, además, otro retrato de Vratislav, según consta en carta de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Augsburgo, 6 de julio de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.), y en carta de Vratislav de Pernstein a Juana de Pernstein, Augsburgo, 14 de julio de 1582 (ibidem). En una carta de Jorge Manrique podemos hallar una mención sobre el envío de los retratos de Vratislav de Pernstein y de su mujer María Manrique de Lara y Mendoza.

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María Luisa de Aragón, por Juan Pantoja de la Cruz. © The Lobkowicz Collections, palacio Lobkowicz, castillo de Praga (República Checa).

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a la duquesa de Villahermosa y a su familia, sino que eran enseñadas también a los miembros de la corte real e incluso a los mismos Habsburgo. En 1584 María Manrique envió a su hija dos retratos de sus hermanas con el fin de que los enseñara a Isabel Clara Eugenia, porque creía que la infanta pronto contraería matrimonio con el emperador Rodolfo II y que sus hijas se convertirían en sus damas de honor.32 Aunque probablemente se trataba de un caso singular, estaba segura de que los retratos cumplían en cierta medida la misma función que las cartas o los regalos. Por medio de ellos, los Pernstein se hacían presentes a la familia real y fortalecían su posición en la red clientelar española. La correspondencia de Juana de Pernstein conservada en el Archivo de la Casa de Alba no es muy extensa, pero ofrece una vía de investigación muy amplia. En este capítulo he decidido presentar estas cartas como un instrumento muy importante para valorar su influencia política. Cuando en 1581 Juana de Pernstein y su hermana Luisa dejaron Praga, su presencia en compañía de la emperatriz María formaba parte de la estrategia de poder articulada por su familia. Mediante el servicio personal prestado por sus hijas, Vratislav de Pernstein manifestaba la extraordinaria lealtad de su linaje a los Habsburgo y la gran estima que tenía por la emperatriz. Al mismo tiempo, se hacía más visible ante el rey prudente y fortalecía así su posición en su propia red de clientes. En la corte de Madrid, Juana y Luisa tuvieron que desempeñar el papel de agentes e informadoras de su familia. Se esperaba que darían a conocer regularmente a sus padres los acontecimientos que tenían lugar en la corte madrileña y defenderían allí sus intereses particulaEn ella informa que en el palacio de Pedrola pudo admirar un cuadro que representaba a Juana, en carta de Jorge Manrique a Juana de Pernstein, Zaragoza, 23 de noviembre de 1582 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). Parece que el intercambio de retratos fue muy frecuente también en los años siguientes. En octubre de 1584, los Pernstein enviaron a su hija los retratos de sus hermanas Polisena y Francisca, según consta en cartas de María Manrique de Lara y Mendoza a Juana de Pernstein, Praga, 30 de octubre de 1584, y de Polisena de Pernstein a Juana de Pernstein, con la misma data (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). En 1588 María Manrique de Lara recibió con mucha emoción el retrato de su nieta María Luisa de Aragón, como se aprecia en las cartas de Francisca de Pernstein a Juana de Pernstein, Praga, 15 de abril y 9 de junio de 1588 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.). 32. Carta de Polisena de Pernstein a Juana de Pernstein, Praga, 30 de octubre de 1584 (ACA, Montijo, caja 34-3, s. fol.).

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res. No obstante, su actividad no se limitó a los servicios de la familia. Sobre todo, Juana se ganó tanta confianza de la emperatriz que se convirtió en uno de los intermediadores más importantes entre la viuda de Maximiliano II y sus clientes en Centroeuropa. Mientras que a María de Austria le conseguía noticias de Viena o Praga y le ayudaba a mantener su autoridad en el ámbito de la corte imperial, para los clientes de María de Austria en Centroeuropa representaba una importante intercesora ante la soberana. Las líneas de las cartas que le mandaban sus familiares y otros representantes de la nobleza centroeuropea vienen a corroborar el testimonio aportado por los embajadores venecianos, quienes durante el viaje de la emperatriz en 1581 ya informaron de que la joven dama de la casa de Pernstein había alcanzado una extraordinaria posición, sobre todo, gracias a sus capacidades intelectuales. Fueron estas las que le ganaron la confianza de María de Austria y la estima de la corte, posibilitaron su acceso a la privacidad más cercana de la emperatriz y, como resultado, pusieron en sus manos cierto grado de poder.33 Fuentes Archivio di Stato di Mantova (ASM), Gonzaga di Castiglione delle Stiviere, busta 162 y 253/5 Archivo de la Casa de Alba (ACA, Madrid), Correspondencia y solicitudes dirigidas a la duquesa de Villahermosa, Cartas-Montijo, caja 34-3 Archivo de los Duques de Villahermosa (ADV, Pedrola): — Condado de Luna, leg. 11bis, n.º 14-15; leg. 20, n.º 35-37; leg. 31, n.º 81; leg. 45, n.º11 — Ducado de Villahermosa, leg. 6/2, n.º 47 Archivo Histórico Nacional (AHN, Madrid), Órdenes Militares (OO. MM.), Caballeros de Santiago, exp. 699 Biblioteca Apostolica Vaticana (BAV), Ottobon. lat. 3218 33. El presente estudio debe su publicación a la ayuda económica prestada por el proyecto GAČR (GA15-08531S) “Women as mediators between two Hapsburg Empires. Noblewomen in client networks of Spanish Kings in the 16th and 17th centuries”. Quiero expresar mi agradecimiento igualmente a José Manuel Calderón por su amable acogida en el Archivo de la Casa de Alba.

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Fürstlich Fürstenbergisches Archiv (FFA, Donaueschingen), OB 19, List B 24, lat. 4, Vol. XXVI, fasc. 1 Lobkowiczký Archiv (LA, castillo de Nelahozeves), LRRA, B 180, D/165 Moravský Zemský Archiv (MZA, Brno), RA Dietrichsteinů, G-140, Kart. 426 Bibliografía Ago, Renata (2006): Il gusto delle cose. Una storia degli oggetti nella Roma del Seicento. Roma: Donzelli. Ayerbe, marqués de (Juan María Jordán de Urríes y Ruiz de Arana) (1892): Correspondencia de Guillén de San Clemente, embajador en Alemania de Felipe II y III sobre la intervención de España en los sucesos de Polonia y Hungría, 1581-1608. Zaragoza: Establecimiento Tipográfico La Derecha. Blasco de Lanuza, Vincencio (1619): Historias eclesiásticas y seculares de Aragón desde el año 1556 hasta el de 1618. Zaragoza: Juan de Lanaja y Quartanet [hay edición facsímil con introducción de Guillermo Redondo Veintemillas, Encarna Jarque Martínez y José Antonio Salas Auséns. Zaragoza: Cortes de Aragón, 1998, 2 vols.]. Bouza, Fernando (2003): Palabra e imagen en la corte. Cultura oral y visual de la nobleza en el Siglo de Oro. Madrid. Abada. Bukolská, Eva y Štěpánek, Pavel (1972-1973): “Los retratos españoles en la Colección Lobkowicz en Roudnice”, en Ibero-americana pragensia, 6, pp. 145-162, y 7, pp. 115-145. Cabrera de Córdoba, Luis (1997): Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614. Ed. Ricardo García Cárcel. Salamanca: Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León. Ceñal Lorente (S. J.), Rafael (1990): La emperatriz María de Austria. Su personalidad política y religiosa, tesis doctoral inédita. Madrid: Universidad Complutense, 2 vols. Černušák, Tomáš (2013): “Nunciatura u císařského dvora v prvních letech vlády Rudolfa II. a české země”, en Český časopis historický, 111, pp. 728-742. Cruz Medina, Vanessa de (2007): “Ana de Dietrichstein y España”, en Josef Opatrný (ed.), Las relaciones checo-españolas. Praha: Karolinum, pp. 103-117.

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Entre confidencial y ministerial: uso público de un epistolario privado de la infanta Isabel con fray Íñigo de Brizuela (1621-1628)* Alicia Esteban Estríngana (Universidad de Alcalá)

La muerte del archiduque Alberto de Austria (Bruselas, 13 de julio de 1621) transformó la condición política de princesa soberana que su esposa, la infanta Isabel Clara Eugenia, había ostentado desde agosto de 1598, varios meses antes de contraer matrimonio con él (Esteban Estríngana 2008: 676-682 y 2011). La transformación se operó al día siguiente de su fallecimiento, cuando Isabel aceptó formalmente el gobierno delegado de las provincias leales de los Países Bajos en nombre de Felipe IV (Esteban Estríngana 2005: 23-24 y 2011: 434). Ella misma explicó al joven monarca las razones que le habían inducido a aceptarlo en una carta hológrafa, fechada el día 25 de julio, donde también expresaba su aflicción por la reciente pérdida de Alberto: […] grande es la perdyda que yo e echo y Vuestra Magestad de un tyo que no se desbelaba syno en açertar a serbyr a V. M. no escusando nyngun trabajo ny cuydado para mostrar en todas ocasyones lo que querya a V. M. y deseaba su serbyçyo. Su vyda y su muerte an sydo de manera que estoy byen çyerta esta goçando de Nuestro Señor y que alla serbyra a V. M. con la mysma afyçyon y boluntad que a echo en su byda. Yo creo que Nuestro Señor y V. M. an querydo açer burla de my escojyendo un sujeto *

Resultado de los proyectos “Construir y conservar lealtades colectivas. Soberanía y élites en la Monarquía de España, siglos xvi-xvii” (2013-2016: MINECOFEDER, ref. HAR2012-39016-C04-02) y “Conformar la Monarquía Hispánica. Cultura política y prácticas dinásticas, siglos xvi-xvii” (2016-2020: MINECOFEDER, ref. HAR2016-76214P), adscritos a la Universidad de Alcalá.

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tan flaco como el myo para gobernar estos estados y solo el serbyçyo de Nuestro Señor y el amor que yo tengo a V. M. pudyeran ser parte para que yo tomara una carga tan pesada y tan fuera de lo que yo tenya determynado, pues [a] quyen le a faltado tal conpañya fuera mas justo meterse en un ryncon que no en los negocyos del mundo, pero yo e çerrado los ojos a todo a trueque de que no se abenture el serbyçyo de V. M. y suplyco a V. M. perdone el no aber açetado este gobyerno perpetuo, como me mandaba, asegurandose V. M. que yo no le dexare syno cuando bea que no puede aber pelygro en el serbyçyo de Nuestro Señor y de V. M.1

En adelante, Isabel se ocuparía de los “negocios del mundo” que atañían a su antiguo patrimonio territorial, si bien aseguraba no tener intención de hacerlo de forma vitalicia, tal y como le eran encomendados desde Madrid mediante la asignación del título de gobernadora perpetua. Pero también admitía que no se apartaría de ellos mientras no lo aconsejara el servicio del rey, por lo que, a ojos de sus antiguos súbditos flamencos, gobernaría a perpetuidad, aunque a la espera de poder organizar su retiro. No es posible saber si se trataba de una confidencia sincera, acorde con la escasa inclinación al gobierno que, en apariencia, Isabel había manifestado al embajador español —el marqués de Bedmar, don Alonso de la Cueva— durante la entrevista que mantuvo con él el día 14 de julio para disponer y liderar la transición política (Esteban Estríngana 2005: 23),2 o de un comentario retórico, consecuente con su nuevo estado de viudez, más virtuosa cuanto más retirada de la vida pública y más próxima a la reclusión en un rincón conventual. Otras viudas Habsburgo regentes de los Países Bajos, como Margarita de Austria y María de Hungría, habían compaginado antes 1. Carta de Isabel a Felipe IV, Bruselas, 25 de julio de 1621 (Archivo General de Simancas (AGS), E, Flandes, leg. 2035, doc. 9). 2. Véase al respecto el comentario de Sánchez (2009: 72). En todo caso, no hay razones fundadas para pensar que Isabel aceptó el gobierno temporalmente con idea de ser restituida como princesa soberana (Welzel 1999: 159-160). Tampoco las hay para pensar que contaba con no asumir la lugartenencia del rey una vez muerto Alberto, es decir, que asumirla se hallaba “tan fuera” de lo que Isabel “tenía determinado” para sí, según confesaba al rey en su carta manuscrita del 25 de julio de 1621, puesto que su condición de futura gobernadora había sido dispuesta en más de una ocasión antes del deceso de Alberto por Felipe IV (mediante dos cédulas del 22 de abril de 1621) y Felipe III (mediante una cédula del 1 de abril de 1613 y otra del 4 de febrero de 1621), sin que ella manifestara oposición ni descontento; véase Esteban Estríngana (2008: 642, 656, 676-677 y 2011: 430).

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política y virtud ejerciendo de gobernadoras enfundadas en hábitos de órdenes religiosas. En este sentido, Isabel no constituía ninguna excepción en términos dinásticos y podía compaginarlas igualmente, ejerciendo de gobernadora viuda ataviada con un hábito franciscano ajustado a sus preferencias confesionales y familiares (Welzel 1999 y 2005; Esteban Estríngana 2011: 428-429, 431 y ss.; Van Wyhe 2013 y 2014: 271-276; Gordenker 2014: 132-133).3 Pero, con esa confidencia dirigida al rey, Isabel confirmaba a Madrid que asumía la responsabilidad de asegurar la reintegración de su antiguo patrimonio territorial en el agregado de territorios que se hallaba bajo soberanía de Felipe IV en 1621. Isabel, Brizuela y el Consejo Supremo de Flandes El proceso de reversión del dominio de Flandes a Felipe IV debía verse respaldado por medidas específicas que afectaban a la nueva condición política de Isabel como lugarteniente de su sobrino y, en particular, por lo que respecta a sus competencias en materia de gestión de los recursos de patronazgo real existentes en las provincias, que el rey reasumía para luego delegarlas parcialmente en ella. El margen de delegación en este ámbito fue muy extenso por la singularidad de su caso —insólito, al tratarse de una princesa propietaria cuya titularidad expiraba en vida—, pero la reversión exigía restablecer el Consejo Supremo de Flandes en Madrid como organismo encargado de gestionar todo aquello que necesariamente el monarca reservaba para sí, también en materia de gracia y justicia (Esteban Estríngana 2004 y 2005: 22-47 y 335-342). Este consejo territorial había sido desarticulado en 1598, meses antes de la marcha de Isabel a Bruselas en compañía de Alberto, y su, por entonces, escaso personal (prácticamente limitado al consejero-guardasellos Nicolás Damant y al secretario Alonso de Laloo) había viajado a los Países Bajos en 1599 integrado en la comitiva de los nuevos soberanos recién desposados. La intención de restablecer el organismo junto a Felipe IV con motivo de la devolución de los estados de Flandes a la rama madrileña de los Habsburgo se concretó a mediados de agosto de 1621, cuando 3.

De clarisa en un primer momento (1621) y enseguida de terciaria franciscana (1622).

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el monarca resolvió anticipar la noticia a Isabel, a pesar de que el asunto se trataba en la breve instrucción de gobierno que se estaba redactando para indicar a la infanta cuál iba a ser el margen de delegación y reserva estipulado por el rey durante su lugartenencia. Fue entonces cuando el Consejo de Estado de Madrid advirtió a Felipe IV la conveniencia de tener en esta Corte un presidente de Flandes, como se solia antes que entrasen en aquel govierno Sus Alteças, y tambien las demas personas que asistian con el con titulo de V. M. y, siendo servido dello, se podria escrivir a la Señora Infante diziendole este yntento y combeniencia para que proponga para cada uno de los dichos officios tres subjetos, los que le parecieren mas a proposito, para que dellos elija V. M. los que tuviere por bien.4

La orden de proponer un presidente (o consejero-guardasellos de extracción togada) y un secretario para reinstaurar el Consejo Supremo de Flandes con la misma estructura y composición de ministerio colateral que el organismo había presentado antes de 1588 y también entre 1595 y 15985 se incluyó en un despacho fechado en Valsaín, el 23 de octubre de 1621, que no fue remitido a Isabel “con título de instrucción”, sino como mera carta indicativa (Esteban Estríngana 2005: 37-40). La infanta respondió a este despacho en el mes de diciembre siguiente,6 pero el asunto de la presidencia de Flandes le fue notificado antes por el rey mediante una carta el 9 de septiembre, a la que Isabel respondió el 18 de octubre. En esta respuesta, anticipó a Felipe IV su elección del “consejero de ropa larga con titulo de presidente” que consideraba más a propósito para “tratar los negoçios destos estados y correspondençia conmigo sobre las cossas del pais”.7 Ella se decantaba 4. Consulta del Consejo de Estado, Madrid, 15 de agosto de 1621, “Sobre proponer personas para presidente de Flandes que asista en esta Corte” (AGS, E, Flandes, leg. 2035, doc. 10. Resolución real: “En la instrucçión va advertido esto”). 5. Sin el segundo consejero ordinario que, con nombramiento real, había transformado el ministerio en colegio colateral durante los años 1588-1595 (Esteban Estríngana 2004: 220-222). 6. Carta de Isabel a Felipe IV, Bruselas, 17 de diciembre de 1621 (AGR, SEG, reg. 186, fol. 258r). 7. Carta de Isabel a Felipe IV, Bruselas, 18 de octubre de 1621 (AGR, SEG, reg. 186, fol. 166r).

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por Pedro Peckius8 y lo hacía “por su suffiçiençia y buenas partes y ser el mas aparente que de presente se ofrece, y si bien ay otros en el Consejo Privado, parte dellos no tienen la platica y experiencia que es menester para el ministerio y los que la tienen son de hedad tal y tan impedidos que no podrian ponerse en camino”.9 Esta carta de Isabel fue examinada por el Consejo de Estado a mediados de diciembre de 1621, pero la elección de la gobernadora no fue respetada, pese al agrado del rey con la persona de Peckius y al unánime aprecio manifestado por los consejeros a propósito de la figura y capacidad de este magistrado. De hecho, el Consejo respaldó a Peckius y sugirió al rey que ordenara su traslado a Madrid, asignándole la consabida ayuda de costa para financiar el viaje. Pese a ello, en la resolución de la consulta, Felipe IV anotó lo siguiente: Escrivase a mi tia que de la persona que ha avisado que convendria que viniesse para la Presidencia de Flandes tengo particular satisfaccion, pero que se entiende que haria mucha falta en los negoçios de alli y que asi quedo mirando en la provision deste cargo y que por agora, pues el obispo electo de Segovia es de mi Consejo de Estado de Flandes, se le encargara que haga este ministerio y assi se lo declarara a el Juan de Ciriça y los despachos se le daran por donde toca.10

El obispo electo de Segovia al que aludía el rey para asumir la presidencia de Flandes era fray Íñigo de Brizuela,11 un fraile de la Orden

8.

Un reputado jurisconsulto que había formado parte del Gran Consejo de Malinas (1601), había sido embajador de los archiduques en París (1607-1610) y, previo paso por el Consejo Privado (1610-1616), ocupaba los cargos de canciller de Brabante y consejero de ropa larga del Consejo de Estado de Bruselas desde 1616 (De Bavay 1845; Brants 1901). 9. Consulta del Consejo de Estado, Madrid, 11 de diciembre de 1621 (AGS, E, Flandes, leg. 2035, doc. 65). 10. Ibidem. 11. La sede episcopal de Segovia había quedado vacante en noviembre de 1621 por muerte del obispo titular, don Alonso Márquez de Prado, y el 13 de diciembre de 1621 el Consejo de Cámara de Castilla propuso al rey una tríada de nombres para cubrir la vacante, entre los que no se encontraba el de fray Íñigo de Brizuela. Felipe IV no resolvió esta consulta hasta el día 22 de enero de 1622, pero la decisión de colocar al dominico en el obispado de Segovia ya estaba tomada desde la primera quincena de diciembre de 1621, como prueba la resolución real anotada en la consulta del Consejo de Estado del 11 de diciembre citada más arriba. La consulta del Consejo de Cámara (“La Cámara. Propone personas para el obispado

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de Santo Domingo, formado en la Universidad de Salamanca e inicialmente vinculado al convento de San Esteban de la misma ciudad, que había prestado servicio en Bruselas entre 1596 y 1621 y se hallaba camino de Madrid, a punto de concluir su viaje de regreso a España. El dominico había ejercido de confesor del archiduque Alberto desde su etapa de gobernador de los Países Bajos, adonde llegó por primera vez en enero de 1596 como integrante del séquito que acompañó a Alberto desde Génova hasta Bruselas. Pese a ello, Brizuela no fue la primera opción de Felipe II cuando el antiguo confesor dominico de su sobrino, fray Juan de las Cuevas, fue presentado al obispado de Ávila con el fin de ser sustituido de su función sacramental o penitencial por otro religioso de la misma orden en el contexto de reconfiguración de la casa real que debía asistir a Alberto en su nuevo destino político (Hortal Muñoz 2013: 1017). En julio de 1595, y a sugerencia de fray Juan de las Cuevas, el monarca designó como confesor del archiduque a fray Juan Vicente,12 un religioso estrechamente vinculado a la embajada española ante la Santa Sede durante los primeros años de la etapa del duque de Sessa (1590-1606), a quien prestaba asistencia y asesoramiento canónico regular. El 26 de julio de 1595, Felipe II ordenó a fray Juan Vicente dirigirse a Génova para esperar a Alberto, incorporarse a su séquito y realizar el pasaje a Flandes por mediación del duque de Sessa, encargado de realizar los oficios necesarios para la marcha del fraile con el superior general y el cardenal protector de su orden. Pero el rey también remitió una carta a su embajador en Roma advirtiéndole de que, en caso de impedimento legítimo y forzoso, debía ser fray Íñigo de Brizuela quien se trasladara a Génova en su lugar.13 de Segovia” con la resolución del rey) del 13 de diciembre de 1621, en el Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos (C), Cámara de Castilla, leg. 15.221, exp. 1, doc. 4. Véase más adelante la nota 34. 12. Desde 1590, regente del convento de Santa María sopra Minerva de Roma y, desde 1591, consultor ordinario de la Congregación del Santo Oficio de la Inquisición romana, además de procurador y vicario general de su orden en la Curia (Miscelánea Beltrán de Heredia, t. 2: 543-566, 582). 13. Véanse dos cartas de Felipe II al duque de Sessa, San Lorenzo, 26 de julio de 1595, numeradas como 16 y 17. La 17 dice: “Por si el maestro fray Juan Vicente tuviese impedimento legitimo y forzoso para no poder ir a ser confesor de mi sobrino, como en esta otra carta se os dice, ira con esta otra carta para fray Iñigo de Brizuela, de la misma Orden de Santo Domingo, que tambien se halla en esa Corte, con quien en este caso hareis el mismo oficio que con el otro se ha de hacer en primer lugar […]. Y en fin, dad orden de que uno de los dos espere en Genova a

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Brizuela residía en Roma desde 1592 y ejercía como maestro en teología dogmática en la escuela escolástica del colegio del convento de La Minerva, donde también desempeñaba la función de segundo regente o de adjunto a la regencia del convento en estrecha colaboración con el regente titular, fray Juan Vicente. Finalmente, la repentina enfermedad y la inopinada muerte de este último, el 18 de octubre de 1595, propiciaron la marcha de fray Íñigo a Génova el día 28 de ese mismo mes, según le notificó el propio duque de Sessa a Felipe II muy poco antes.14 En apariencia, Brizuela recibió el encargo real con satisfacción y lo aceptó con sumo gusto, al menos, esta fue la percepción del embajador,15 quien también informó al archiduque Alberto de la puesta en camino de su nuevo confesor. Alberto recibió la noticia cuando estaba en el puerto de Savona (Liguria)16 y el dominico se unió a su comitiva en Génova, el 20 de noviembre siguiente (Hortal Muñoz 2011: 340). La acción de fray Íñigo de Brizuela como confesor del archiduque Alberto, antes y después de convertirse en soberano consorte de los estados de Flandes, ha recibido cierta atención historiográfica como figura contrapuesta a fray Andrés de Soto, el franciscano recoleto que confesó a Isabel entre 1599 y 1625 (Van Wyhe 2004: 416; Pirlet 2015b mi sobrino, partiendose luego para alla. Pero si ser pudiere el primero, sealo el” (Ibidem, 582). 14. Carta de Brizuela a Felipe II, Roma, 24 de octubre de 1595: “Mándame V. M. por las cartas que escribe al duque de Sesa y a mi hechas en San Lorenzo a 26 de julio de este año que yo vaya a servir de confesor al serenisimo cardenal archiduque sobrino de V. M. y mis perlados con mucho gusto me han mandado que lo haga. Conozco cuanto sea grande la merced que V. M. me hace en fiar esto de mi y cuanto sean pequeñas mis fuerzas para dar satisfaçion a Dios, a V. M. y a S. A. Hare cuanto pudiere en orden a hacer lo que Dios en esto y en cuanto mas V. M. mandare. Procurare salir de Roma sabado que viene a 28 deste” (Ibidem, 583). 15. Carta del duque de Sessa a Felipe II, Roma, 27 de octubre de 1595: “Habiendo fray Juan Vicente venido de Napoles, donde estaba en una comision de su Orden, para ir a servir al señor cardenal archiduque, le sobrevino una enfermedad, de que habra ocho dias que murio, y asi en falta del he dado la carta de V. M. a fray Iñigo de Brizuela, el cual ha aceptado de buena gana el oficio de confesor de S. A. y se parte mañana para alcanzarle lo mas presto que pudiere” (Ibidem, 583). 16. Carta de Alberto a Felipe II, Saona, 6 de noviembre de 1595: “El mismo duque de Sessa me ha avisado que el maestro fray Juan Bicente, que havia de venir a ser mi confesor, estando resuelto de hazer su jornada para venirme a buscar, murio y en falta hizo con el maestro fray Yñigo de Brizuela para el dicho effecto el officio que V. M. le mando, el qual tenia ya licencia de sus superiores para venirse. Y assi l’espero en breve. Y aunque el duque avra dado cuenta a V. M. destas cosas lo he querido hazer tambien yo” (AGS, E, Saboya, leg. 1277, doc. 150).

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y 2015c), y en el marco de estudios monográficos sobre los confesores de los gobernantes de los Países Bajos leales entre 1598 y 1656 (Pirlet 2015a: 90-127). En conjunto, puede decirse que, desde su posición de consejero espiritual de Alberto, Brizuela desempeñó un papel político de alto relieve y a dos niveles. El primero, como ministro de asuntos religiosos propiamente dicho, que le permitía influir en la administración de las provisiones eclesiásticas (beneficios y prebendas) existentes en el territorio cedido a los archiduques; influencia que se transformó en intervención explícita a partir del 27 de febrero 1610, cuando ingresó formalmente en el Consejo de Estado de Bruselas,17 al que competía la gestión de los recursos del patronazgo real, tenida en Flandes por materia de Estado, y que ese organismo gestionaba de modo similar a como lo hacía la Cámara de Castilla para los territorios de esta corona. Y el segundo, como ministro mediador entre las cortes de Madrid y Bruselas, cargo que le obligaba a hacer uso de la persuasión para inducir a conformidad y flexibilizar posicionamientos discordantes entre ambas cuando era necesario. Esta labor de puente entre los archiduques y Felipe III no le correspondía a Brizuela privativamente, pues la ejercían todos los miembros del erróneamente catalogado como “ministerio español” (Esteban Estríngana 2012: 445 y n. 58). Pero el enorme protagonismo que fray Íñigo alcanzó en el desempeño de esta función mediadora lo prueban las tres legaciones que le fueron encomendadas ante Felipe III entre 1608 y 1616, cuando realizó sendos viajes a Madrid a cargo de asuntos de trascendental importancia para el rey y los archiduques.18 17. “Conseilliers d’Estat depuis l’an 1599”: “Le tres reverend père en Dieu Messire Iñigo Brizuela, père confesseur de leurs Altesses, le 27 febrier 1610” (Archives Générales du Royaume (AGR), CPE, reg. 1625, fols. 115r-116v). 18. Viajó en diciembre de 1608 para convencer a Felipe III de la necesidad de concertar una tregua larga con las Provincias Unidas que asumiera los términos del acuerdo inicial de alto el fuego de ocho meses concluido en La Haya en la primavera de 1607; volvió a viajar en mayo de 1609 para lograr que Felipe III ratificara el tratado de tregua una vez concluido y trajo consigo el pie militar (la planta del ejército de Flandes) que Bruselas consideraba necesario conservar durante el período de tregua, junto con el plan de financiación definido allí para costearlo y sufragar, de paso, el licenciamiento de las tropas sobrantes, esto es, el plan de reformación militar que debía ser aplicado durante el paréntesis bélico; y viajó de nuevo en agosto de 1616 con tres cometidos: uno, oficial y visible (el traslado a Madrid de una copia de los juramentos intercambiados por Alberto, en nombre de Felipe III, con cada una de las provincias para el reconocimiento de los derechos

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El conocimiento de las personas y de los asuntos de Flandes acumulado por Brizuela entre 1596 y 1621 era tal que el dominico recibió orden de Felipe IV de regresar a España,19 muy probablemente a instancia de don Baltasar de Zúñiga, quien había tenido la oportunidad de relacionarse de forma asidua con él durante los años 1599-1603, cuando este sirvió en Bruselas como embajador de Felipe III en la corte de los archiduques. La relación de cercanía que ambos cultivaron durante este período fundacional del régimen archiducal no pasó desapercibida para algunos20 y contribuye a explicar el papel político que Brizuela desempeñó en Madrid a partir de comienzos de 1622. Habían transcurrido cerca de veinte años entre la salida de Flandes de Zúñiga y su acceso a la privanza, a comienzos de abril de 1621, y parece razonable pensar que, en esas fechas, don Baltasar necesitara apoyarse en un ministro de confianza bien experimentado en la realidad presente de las provincias recién incorporadas al patrimonio del rey, toda vez que él asumió la presidencia del Consejo de Italia en los primeros días de noviembre de 1621 con previsión de centrar su atención en asuntos que afectaban más a otros escenarios (González Cuerva 2012: 521-536). La elección de uno de los dos secretarios que debían respaldar la gestión del dominico al frente de la presidencia de Flandes refuerza esta apreciación. Felipe IV decidió dividir el negociado de la secretaría del renovado Consejo Supremo de Flandes entre el luxemburgués Juan del monarca a la sucesión de los archiduques), y otros dos más discretos, aunque no reservados (mediar en el contencioso que enfrentaba al superintendente de la hacienda militar, Ambrosio Spínola, con la Veeduría general del ejército y presentar a los grandes nobles flamencos que debían ingresar en la Orden del Toisón de Oro en este contexto por recomendación de los archiduques). Hay información sobre estas comisiones encargadas a Brizuela en la biografía que reconstruye el conjunto de su trayectoria (Esteban Estríngana 2009a) y también son explicadas en otros trabajos que no se centran propiamente en su figura, sino en el trasfondo de sus cometidos insertos en sus correspondientes coyunturas: el relativo a la Tregua de los Doce Años y al plan de reformación militar (Esteban Estríngana 2009c: 96-100, 149-152 y 2012: 432-440) y el relativo a los juramentos, a los collares del Toisón de Oro para nobles flamencos y al contencioso entre Spínola y el veedor general del ejército Francisco Andía de Irarrazábal (Esteban Estríngana 2002: 158, con el trasfondo del enfrentamiento entre Spínola e Irarrazábal en 129-204, 2008: 658-663, 673-675 y 2010: 522-547). 19. “Murió el Archiduque, y el Rey don Felipe Quarto le mandó que viniesse a su Corte de Madrid” (González Dávila 1645: 591). 20. Lo refiere una carta de Alvise Cornaro al Senado de Venecia, Madrid, 16 de enero de 1622, citada por González Cuerva (2010: 621-622, n. 257).

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Osvaldo Brito, que llevaba años residiendo en Madrid (Esteban Estríngana 2009b), y Jacques Bruneau.21 Este último, quizá nativo de Gante, había comenzado a servir en el ministerio de papeles del oficio del vicario general del ejército de Flandes y, según parece, había estado algún tiempo vinculado a Juan Bautista de Tassis durante su segunda embajada en Francia (1599-1603), pero había servido como secretario de lenguas a don Baltasar de Zúñiga en su etapa de embajador en Bruselas (probablemente no durante toda la embajada, puesto que fue coetánea de la de Tassis en Francia), París (1603-1606) y Viena (1608-1617), para luego permanecer a las órdenes del conde de Oñate tras el relevo de Zúñiga en la embajada imperial. En este destino, Bruneau actuó como agente muy activo al servicio de los intereses de Felipe III y también del archiduque Alberto, quien lo designó residente suyo en la corte imperial dos veces: la primera, a mediados de 1610, cuando murió su agente Arnold van der Boye, y la segunda, en la primavera de 1619, cuando murió su sucesor Jacques de Zélandre (De Busscher 1872; Hugon 2004: 132-133 y otras referencias puntuales; González Cuerva 2012: 290 y otras referencias puntuales).22 Por eso, fue Isabel quien llamó a Bruneau a Bruselas a comienzos de 1622 y le ordenó trasladarse a Madrid para servir la secretaría de Flandes, según ella misma comunicó al propio Brizuela en la segunda carta del epistolario, fechada el 24 de febrero de 1622.23 Con todo, Bruneau no partió de Viena hasta los primeros 21. La resolución real a la consulta del Consejo de Estado, Madrid, 11 de diciembre de 1621, mencionada en las notas 10 y 11, dice: “[…] y para uno de los dos oficios de secretario [del ministerio de Brizuela] se escrivira a mi tia que mande enviar a Jaques Brunneau” (AGS, E, Flandes, leg. 2035, doc. 65); carta de Felipe IV a Isabel, Madrid, 4 de febrero de 1622, “Respuesta en lo de la presidencia de Flandes y nombramiento de secretario para ella”: “[…] para una de las dos secretarias que he mandado aya en esta misma negoçiaçion he nombrado a Jacques Bruneau, a quien lo podra Vuestra Alteça mandar declarar y ordenarle que venga luego a servirla” (AGR, SEG, reg. 187, fol. 58r; también en AGS, E, Flandes, leg. 2233, fol. 161). 22. Carta de Felipe IV a Alberto, Valencia, 14 de febrero de 1604 (AHN, E, lib. 255, fol. 3r-v); consulta del Consejo de Estado, Madrid, 26 de mayo de 1620, “Sobre lo que ha escrito el conde de Oñate (en carta de 31 de agosto del año pasado) por Jaques Bruneau” (AGS, E, Negocios de Partes, leg. 2782, s. fol.). En noviembre de 1609, Bruneau había sido agraciado con el cargo de auditor de la Cámara de Cuentas de Lille (Vandenbulcke 1998: 38-39). 23. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 24 de febrero de 1622: “A Bruneo se a escryto y le dare prysa para que conponga lo que tyene ally entre manos y se benga y de aquy llebara todos los recados que ubyere menester que byen beo quanto le abreys menester” (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 2).

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días de mayo de 162224 y luego se entretuvo algún tiempo en Flandes —el necesario para contraer matrimonio y organizar su partida—, antes de viajar a España.25 De hecho, todavía se hallaba en Bruselas en septiembre de 162226 y no debió de llegar a Madrid hasta finales de ese año o comienzos del siguiente, pues su título de secretario del Consejo de Flandes no se emitió hasta el mes de mayo de 1623.27 Respecto a Brizuela y a la presidencia de Flandes, cabe subrayar que el dominico no solo reunía cualidades o capacidades esenciales para el rey y su privado en el momento de afrontar la reversión de soberanía de los estados de Flandes. Fray Íñigo poseía un requisito esencial que le habilitaba para ocupar la presidencia del “Conseil Suprême d’État établi pour les affaires des Pays Bas près de la personne de Sa Majesté”, inicialmente con forma de ministerio superior de tales asuntos y no de colegio superior,28 como ya se ha comentado. Pese a 24. “El secretario Bruneo” (1623), a consulta del Consejo de Estado, Madrid, 7 de septiembre de 1623 (AGS, E, Negocios de Partes, leg. 2785, s. fol.). 25. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 8 de julio de 1622: “[…] de que llebara relaçyon Bruneo que esta ya aquy y le daremos prysa a que parta, aunque creo olgarya de no yr solo por el camyno y casarse prymero” (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 10). 26. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 9 de septiembre 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 13). 27. Está fechado en Madrid, 24 de mayo de 1623 (Archivo General de Palacio (AGP), Histórica, caja 49, exp. 10). La estancia de Bruneau en Madrid y su gestión como secretario del Consejo fueron muy breves (1623-1624), pero pudo rentabilizarlas. En noviembre de 1623, se le concedió el título de caballero (Janssens y Duerloo 1992: 412) y en septiembre de 1624 se hallaba de nuevo en Flandes (carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 12 de septiembre 1624 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 41)) camino de Inglaterra, donde relevó a don Carlos Coloma al frente de la embajada real con rango de agente residente en el mes de octubre de 1624. Allí permaneció hasta diciembre de 1625, cuando pasó a Flandes y obtuvo el oficio de maître extraordinaire de la Cámara de Cuentas de Lille. A finales de 1626 solicitó desde allí merced del puesto de presidente de dicha institución para cuando vacase con confirmación de la futura sucesión del oficio (consulta del Consejo de Estado, Madrid, 17 de marzo de 1627, con un escrito de Brizuela a Olivares, Madrid, 7 de enero de 1627 (AGS, E, Flandes, leg. 2041, s. fol.)), cuya provisión obtuvo en el mes de noviembre de ese mismo año (Vandenbulcke 1998: 38-39). Permaneció en Flandes hasta marzo de 1628, cuando fue enviado de nuevo a la corte imperial para asistir al embajador de Felipe IV, el marqués de Aytona, siendo luego nombrado residente de la embajada española y secretario de la reina de Hungría, la infanta María Ana, puesto que ejerció hasta su muerte en 1634 (De Busscher 1872; y Aldea Vaquero 1991: lxiii-lxiv). 28. “Histoire du Conseil Suprême de’État des Pays Bas. Première Partie” (Bibliothèque Royale de Belgique (BRB), Ms. 10.491, fol. 28r).

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que no era flamenco, Brizuela era miembro del Consejo de Estado de Bruselas desde hacía más de diez años, y eso le facultaba para formar parte del nuevo Consejo de Estado territorial madrileño. Como es lógico, esta razón también jugó un papel determinante en la designación del fraile para la presidencia de Flandes.29 Se desconoce la fecha en la que Brizuela dejó Bruselas, pero el 17 de diciembre de 1621, Isabel le dirigió una misiva, la primera del epistolario —que aludía a su reciente paso por París—, y la acompañó de un conjunto de despachos y cartas de recomendación que fray Íñigo debía haber llevado consigo a España.30 Esto hace pensar que Brizuela pudo recibir la orden de emprender su viaje a Madrid en el mismo mes de noviembre de 1621 y que dispuso de poco tiempo para organizar su marcha y ponerse en camino. Parece claro que no la recibió antes de la muerte del obispo titular de Segovia, don Alonso Márquez de Prado, que se produjo el día 17 (González Dávila 1645: 589), a tenor del contenido de una carta que el nuncio en Bruselas Guido di Bagno (1621-1627) dirigió al cardenal Ludovisi el 13 de noviembre. En ella, el nuncio informaba sobre el próximo viaje a España del dominico, que partiría de Bruselas dentro de una semana, para encargarse en Madrid de negocios que no habían trascendido, si bien se especulaba con la posibilidad de que ocupase el cargo de confesor de alguno de los infantes, Carlos o Fernando, o cualquier otro puesto de relevancia por la buena opinión que de él tenía don Baltasar de Zúñiga.31 29. Billete de Juan de Ciriza a Juan Osvaldo Brito, Madrid, 17 de marzo de 1622: “Haviendo representado a S. M. el Consejo de Estado lo mucho que combenia a su real servicio nombrar persona para la presidencia de Flandes ha resuelto en consulta del mismo Consejo de 11 de diciembre de 1621 que por agora se encargue que haga este ministerio el señor obispo electo de Segovia por algunas consideraciones de su servicio y ser el dicho señor obispo del Consejo de Estado de aquellos payses, de que aviso a V. m. para que se le haga el despacho que combenga en la forma que se suele” (AGS, SP, leg. 2574, doc. 1). 30. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 17 de diciembre de 1621: “Mucho e olgado con vuestra carta de Parys y de saber ybades bueno, aunque no de la descomodydad de los camynos y los caballos. Espero que quanto mas os llegaredes a España se yra mejorando todo […] Aquy ban las cartas que abyades de llebar. Deseo os allen ya muy adelante con muy buena salud” (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 1). 31. Carta de Bagno a Ludovisi, Bruselas, 13 de noviembre de 1621: “Della prossima settimana partirà per Spagna il Pré fra Ignatio Brizuela Confessore già dell’Arciduca Alberto, inviatovi da S.A. per negotii sin hora non penetrati, e si crede, che risterà impiegato in quella Corte, alcuni dicono per Confessore delli

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Aunque el dominico partió sin el conjunto de despachos y cartas antes aludido, sí llevó entendido el parecer de Isabel sobre el contenido de los apuntamientos recibidos del rey a modo de instrucción de gobierno, con orden de representárselo a Felipe IV junto con “la declaraçycion que no deseo en algunos puntos para poder mas puntualmente cumplyr con el servicio de V. M.”, le advertía la propia Isabel al rey en su correspondencia oficial del mismo día 17 de diciembre.32 Así inició Brizuela su labor de fiel transmisor de la voluntad de la infanta gobernadora en el entorno real. La llegada de fray Íñigo a Madrid data de mediados del mes de enero de 162233 y se menciona en algunos avisos y relaciones de época (Almansa y Mendoza 1886: 124; Gascón de Torquemada 1991: 119) con intención de dar a conocer su nueva condición de obispo electo de Segovia y de presidente del Consejo Supremo de Flandes, que se hicieron públicas al mismo tiempo en la corte a finales de enero (el día 26, en el Consejo de Cámara,34 y el 31, de modo general, según recoge Gascón de Torquemada). A Isabel se le comunicó oficialmente el nombramiento de Brizuela a la presidencia del Consejo tras ser publicitado en Madrid y a través de una carta del rey de comienzos de febrero,35 si

32. 33. 34.

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Filli del Rè, altri in altre cariche essendo Pré di molto valore, et esperienza e di non minor auttorità, e credito appresso il signore D. Baldassare de Zuniga”, citada por Pirlet (2015a: 121-122, n. 146). Carta de Isabel a Felipe IV, Bruselas, 17 de diciembre de 1621 (AGR, SEG, reg. 186, fol. 258r). La avisa una carta de Alvise Cornaro al Senado de Venecia, Madrid, 24 de enero de 1622, citada por González Cuerva (2010: 622, n. 258). González Dávila (1645: 591) yerra al referir la fecha de llegada a Madrid, que sitúa a principios del año 1621. Resolución real del 26 de enero de 1622 a consulta del Consejo de Cámara, Madrid, 13 de diciembre de 1621: “Haviendo llegado de Flandes el maestro fray Iñigo de Brizuela, de mi Consejo de Estado en aquellos estados, despues de aver servido 25 años continuos de confesor del archiduque Alberto, mi tio, y a mi en negoçios muy graves, he resuelto por sus buenas partes proveerle en esta iglesia y con los obispos que vienen a mi consultados se tendra quenta en otras ocasiones”; Don Baltasar de Zúñiga al secretario Jorge de Tovar, El Pardo, 25 de enero de 1622: “Como V. m. vera por la respuesta de S. M. a la consulta de la iglesia de Segovia ha hecho merced de aquel obispado al maestro fray Iñigo de Briçuela. Vuestra merçed lo guie de manera que mañana miercoles se publique en el Consejo [de Cámara]” (AHN, C, leg. 15.221, exp. 1, docs. 4 y 1, respectivamente). Carta de Felipe IV a Isabel, Madrid, 4 de febrero de 1622, “Respuesta en lo de la presidencia de Flandes”: “He visto la carta de Vuestra Alteça de 18 de octubre de 1621 y de la persona del chançiller de Brabante Pedro Pequius que me propone V. A. para la presidencia de Flandes tengo particular satisfacion, pero porque se en-

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bien la patente del fraile no se despachó hasta el 30 de marzo siguiente. Durante los días previos, centrados en ultimar los aspectos formales de este despacho, el secretario Juan de Ciriza advirtió a Felipe IV que, de acuerdo con los usos vigentes en tiempos de Carlos V y Felipe II, el rey acostumbraba a recibir el juramento de las personas designadas para desempeñar el cargo de consejero-guardasellos o presidente de Flandes en mano propia.36 Y, efectivamente, el juramento del dominico se produjo en Aranjuez, durante la estancia que los reyes realizaron entre los meses de abril y mayo de 1622 (Gascón de Torquemada 1991: 120-121, 123). Tuvo lugar el día 24 de abril, como queda reflejado en una copia de su patente, despachada en lengua francesa.37 Aunque en ella nada indica que el cargo de “conseiller d’État et garde des seaux pour dorénavant résider en notre Cour” fuera asignado por Felipe IV a Brizuela con carácter transitorio, en el billete que Juan de Ciriza remitió al rey, pidiéndole que estampara su firma en la patente redactada en francés por Juan Osvaldo Brito que lo acompañaba, figura el siguiente comentario: Con este embio a V. M. la patente en lengua francesa que es el titulo que se acostumbra dar a los presidentes de Flandes. Va en favor de fray Yñigo de Brizuela, electo obispo de Segovia en quien V. M. ha sido servido de proveer este cargo en interin. V. M. sea servido de firmarle ‘Philippe’ en la parte donde queda señalado con un punto.38

tiende que haria mucha falta en los negocios de ahi quedo mirando en la provision deste cargo y por agora por ser fray Iñigo de Brizuela […] de mi Consejo de Estado de esos payses se le encarga que haga este ministerio, de que me ha pareçido avisar a V. A. para que lo tenga entendido” (AGR, SEG, reg. 187, fol. 58r; el borrador, en AGS, E, Flandes, leg. 2233, fol. 161). 36. Billete de Juan de Ciriza a Felipe IV, Madrid, 29 de marzo de 1622: “Me ha pareçido de mi obligacion de advertir muy humildemente a V. M. ser uso y costumbre dende los tiempos del visabuelo y abuelo de V. M. de recebir el juramento a las personas deste cargo en manos propias de la Magestad de los reyes, nuestros señores” (AGS, SP, leg. 2574, s. fol.). 37. “Copia de la patente del obispo de Segovia” (“Comission de conseillier d’Estat garde seaulx lez la personne de S. M. pour les affaires des Pays Bas et comté de Bourgogne pour Messire Iñigo, evesque de Segovia”), Madrid, 30 de marzo de 1622 (AGS, SP, leg. 2574, s. fol.). 38. Billete de Juan de Ciriza a Felipe IV, Madrid, 29 de marzo de 1622. Dorso: “En 30 de marzo de 1622. Este despacho embie a Palaçio a firmar de S. M. en 29 de marzo y fue servido firmarle y bolvermele a embiar en 30 del dicho mes de março de 1622” (AGS, SP, leg. 2574, s. fol.).

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La alusión al posible entretanto durante el cual Brizuela ejercería de presidente de Flandes también figura en el billete del 17 de marzo de 1622 que Ciriza dirigió a Brito para solicitarle la redacción francesa del título de Brizuela (véase n. 29). En él, Ciriza declaraba que el dominico se encargaría de momento de ese ministerio, incluyendo en su texto el mismo “por agora” que figura en la resolución real estampada en la consulta del Consejo de Estado del 11 de diciembre de 1621 reproducida más arriba. Esta salvedad demuestra el temprano propósito de restablecer el Consejo Supremo de Flandes en su forma de colegio colateral —es decir, con el mismo formato que tenían los demás consejos territoriales de la corona con residencia en Madrid— en cuanto se considerara oportuno, como de hecho sucedió entre 16271628, cuando el marqués de Leganés, don Diego Mexía, se hizo con la presidencia (Esteban Estríngana 2004: 223-225) mediante una patente de nombramiento idéntica en lo formal a la de Brizuela (con la misma fórmula “dorénavant”),39 lo que confirma el razonamiento de que era el formato de ministerio unipersonal otorgado al Consejo tras la reversión de soberanía el que tenía un carácter transitorio. Razón de ser y carácter de un epistolario inédito A partir de 1621, Isabel se hizo cargo de un tipo de correspondencia que no había tenido antes: la oficial o pública inherente a su nueva condición de lugarteniente del rey no solo política, sino también militar en los Países Bajos, toda vez que asumió la capitanía general del ejército de Flandes ese mismo año. Durante su etapa de princesa propietaria no lo había hecho, puesto que Alberto —en calidad de marido y, en consecuencia, de tutor y administrador de los bienes patrimoniales de su esposa constituidos en dote—, se había encargado de esta labor como soberano consorte de las provincias (Esteban Estríngana 2011: 415, 420-421 y 430). Pero Isabel, acostumbrada hasta 1621 a mantener una abundante correspondencia privada y autógrafa con destinatarios radicados en la corte de Madrid o fuera de ella (Rodríguez Villa 1909; Martínez Hernández 2004; Urkiza 2006; Sánchez 2011; García García

39. “Copia de la patente de presidente de Flandes a favor del marqués de Leganés”, Madrid, 10 de noviembre de 1628 (AGS, SP, leg. 2574, s. fol.).

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1998 y 2013; García Prieto 2014), no renunció a seguir carteándose por esta vía confidencial a partir de dicho año. El ejemplo quizá más emblemático del uso recurrente de la carta personal hológrafa por parte de Isabel a partir de 1621 lo encontramos en el epistolario intercambiado con el primer presidente del Consejo Supremo de Flandes, fray Íñigo de Brizuela, durante la década de 1620. Su relación epistolar con él derivaba de su recién adquirida condición de gobernadora de Flandes, capaz de explicar por sí sola la razón de ser de esta correspondencia autógrafa, aunque no su carácter, que trasciende lo meramente oficial y público e impide catalogarla sin más como gubernamental: si para Isabel escribir cartas, de mano ajena y también propia, se convirtió en un ejercicio formal a la vez que cotidiano, vinculado a su nueva función política de lugarteniente de Felipe IV, no lo fue dirigirlas a Brizuela ni intercambiarlas con él tras su regreso a España a comienzos de 1622. Por lo que se refiere a la correspondencia pública que Isabel mantuvo con Madrid, cabe señalar que se hallaba mayoritariamente dirigida al rey por dos vías diferentes, en función de los negocios que trataban las cartas: la del Consejo de Estado (por mano del secretario de Estado de la negociación del Norte) y la del Consejo Supremo de Flandes (por mano del secretario o secretarios de Flandes), organismo este último restablecido en Madrid para gestionar las cosas del país, esto es, los asuntos de índole política estrictamente interna que escapaban a la competencia de Isabel en virtud de su instrucción de gobierno. Por esta segunda vía, las cartas de la gobernadora eran luego trasferidas al presidente del Consejo por orden del rey. En términos oficiales, Brizuela no tenía por qué ser un destinatario sistemático de cartas de la infanta y, menos aún, habitual de cartas autógrafas de la gobernadora, pero Isabel mantuvo una fluida comunicación escrita hológrafa con el dominico durante toda la década de 1620, como prueba el conjunto epistolar que tratamos. Lo integran algo más de setenta cartas de puño y letra que Isabel dirigió a Brizuela entre el 17 de diciembre de 1621 y el 27 de octubre de 1628, dos meses y medio antes de producirse el fallecimiento del fraile (acaecido el 12 o el 13 de enero de 1629).40 Las cartas que Brizue40. El 12 según González Dávila (1645: 593) o el 13 según la lista de “Conseilliers d’Estat depuis l’an 1599” (AGR, CPE, reg. 1625, fols. 115r-116v).

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la le remitió a ella, a buen seguro que autógrafas también, no han podido ser localizadas ni hay certeza de que se conserven, pero su número pudo ser incluso mayor, puesto que, en ocasiones, Isabel menciona haber recibido hasta tres misivas de fray Íñigo fechadas en el mismo mes, a las que ella responde con una sola. El grueso del epistolario se conserva en el Archivo General de Simancas, fondo Estado, legajo 8344, pero de momento se han localizado hasta seis cartas fuera de este legajo, y eso induce a pensar que recoge una muestra extensa pero no completa de las cartas que Isabel pudo remitir a Brizuela en el transcurso de los casi siete años referidos, prácticamente los mismos en los que el dominico ejerció la presidencia del Consejo Supremo de Flandes (su relevo por el marqués de Leganés data del 10 de noviembre de 1628). Aunque el volumen total del epistolario se desconoce, el conservado muestra que ambos se cartearon regularmente para contar con una comunicación personal y directa, complementaria a la oficial, y que lo hicieron por elección y conveniencia propia y no por prescripción reglamentaria ni por imperativo institucional. El que las cartas, algunas muy extensas, se facturaran siempre de mano propia, sin recurrir a intermediarios, les aporta un carácter confidencial que no tiene por qué ser sinónimo de reservado, puesto que la inmensa mayoría de los asuntos o negocios tratados en ellas son claramente públicos en el sentido de que presentan una elevada carga política: atañen a todos los aspectos del gobierno, incluida la gestión del patronazgo en sus más variadas manifestaciones, al curso de la guerra en Flandes y en el Sacro Imperio, o a las necesidades financieras del ejército comandado por Ambrosio Spínola conforme transcurrían las primeras campañas que siguieron al fin de la Tregua de los Doce Años, por mencionar algunos temas habituales. Algunos de estos asuntos, particularmente los de patronazgo, entraban en el ámbito de competencias de Brizuela, es decir, él debía impulsar o ayudar a resolver su tramitación en un sentido u otro, siguiendo las indicaciones de Isabel. Esto implicaba no desatender las intenciones que ella le manifestaba de forma oficiosa en las cartas hológrafas que le dirigía, siempre repletas de opiniones personales y de argumentos construidos mediante razones explícitas que justificaban sus pareceres con sinceridad y con manifiesta complicidad. En materia de gestión del patronazgo, por ejemplo, Isabel solía mostrar preocupación sobre las consecuencias que podían tener sus propias elecciones y

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recomendaciones de personas, que necesariamente debían trascender al conocimiento de terceros. En tal sentido, las cartas podían tener o no a Brizuela como lector único, pero eso no las privaba de un tono franco, cercano y familiar. Este tono, cómplice y confidente, las reviste de un carácter netamente privado por dos razones. La primera, que muestra la relación de cordialidad que unía a los dos correspondientes —su vínculo personal, construido en la proximidad durante veintiún años de convivencia cotidiana en Bruselas—, que ambos siguieron alimentando en la distancia de modo sistemático en el devenir de los años 1621-1628. La segunda, que muestra la autoría intelectual inequívocamente propia de las cartas, indiscutible si se atiende, por ejemplo, a las anécdotas y curiosidades cortesanas que estas recogen con un tono desenfadado y humorístico, orientado a divertir al destinatario con informaciones en absoluto cruciales para el cumplimiento del servicio del rey en el gobierno del territorio, responsabilidad que Isabel y Brizuela compartían desde posiciones políticas distintas pero claramente complementarias. Este comentario resulta pertinente por las precauciones que conviene tener a la hora de establecer una relación unívoca entre correspondencia hológrafa y autoría intelectual de las misivas. Se ha demostrado que las cartas autógrafas que los reyes Habsburgo enviaban a sus parientes dinásticos no eran espontáneas, sino reflexivas y revisables por terceros. Así, hasta las misivas familiares, susceptibles de combinar el cumplimiento con alusiones políticas de circunstancia, fueron objeto de un proceso de elaboración concienzudo para depurarlas de ambigüedades o personalismos que pudieran ser interpretados subjetivamente, ya que no obraban como comunicación cerrada entre autores materiales y destinatarios directos (García Prieto 2016). Las cartas dirigidas por Isabel a Brizuela nada tienen que ver con ese tipo de correspondencia. Es obvio que no las dirigía a un pariente dinástico, pero tampoco a un simple subordinado: era un colaborador imprescindible para ella en su nueva función política de lugarteniente del rey en un territorio gobernado durante dos décadas (1599-1621) sin mediar ninguno. Isabel debía coordinarse estrechamente con Brizuela para gobernar porque él también desempeñaba una función política igual de nueva —en el sentido de que tampoco había estado vigente durante las dos décadas aludidas—, además de decisiva en el inusual proceso de reincorporación de un patrimonio territorial a la corona. El papel de ambos era crucial para asegurar el éxito de este proceso y

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los dos demuestran ser plenamente conscientes de tal circunstancia en la correspondencia oficiosa —de hecho, por esa razón— que intercambian. En sus cartas, lo confidencial (o personal) y lo ministerial se combinan con un objetivo incontestable: garantizar la reincorporación y ajustar el gobierno del territorio recién asimilado a unas nuevas pautas. De la novedad de dichas pautas da cuenta, en lo mecánico, el siguiente párrafo incluido en una de las cartas del epistolario, que Isabel dirigió a Brizuela a comienzos de julio de 1622, cuando el ministerio colateral del dominico contaba con unos pocos meses de andadura: E reçybydo vuestras cartas y todos los despachos en françes que byenen en buena forma. Solo el sello de la patente [quizá la del propio Brizuela] no pareçe esta muy byen echo. Es menester que procureys que el rey se dexe retratar de çera por alguno que lo aga byen y nos enbyen aca el retrato para que se puedan açer byen los sellos y las monedas. En lo que preguntays a quyen se encamynaran los despachos pareçe podrya ser al audyençyer syno es que os pareçyese ay que se podran partyr entre el y La Falla enbyando a cada uno lo que toca conforme a la repartyçyon que yço my prymo entre ellos.41

La infanta y el presidente de Flandes trataban de fijar la vía por la que la correspondencia oficial de dicho ministerio colateral llegaría a manos de la gobernadora en Bruselas: ella pretendía consensuarla con él y le proponía optar por un único intermediario, el audiencier o primer secretario de Estado, Louis François Verreycken en ese momento (Henin 2001), o por dos, repartiendo las cartas entre el audiencier y el secretario del Consejo de Estado, Charles della Faille, en función de criterios que ya se habían establecido durante la etapa de gobierno archiducal para el tratamiento de los asuntos corrientes. Este ejemplo remite a lo procedimental, pero contribuye a demostrar que el fin de la correspondencia oficiosa del epistolario fue establecer un nuevo modo de ejecutar acciones de gobierno por parte de dos agentes responsables del proceso fundacional de una nueva institución cortesana, esto es, implicados en la misma medida en su óptimo funcionamiento. La existencia del epistolario prueba, además, que las cartas autógrafas eran un medio de intervención política de extraordinario valor, precisamente porque en ellas se mezclaban el aspecto privado y el público. Si esto 41. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 8 de julio de 1622 (en respuesta de una carta del dominico del 10 de junio antecedente) (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 10).

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puede ser así en términos generales, conviene rentabilizar el análisis de cualquier correspondencia de estas características, porque de esta forma es posible reconstruir los vínculos personales de los correspondientes y los contextos políticos, peculiares y cambiantes en los que dichos vínculos se forjaban, manifestaban y estrechaban. El estudio de este corpus epistolar requiere un análisis completo de los contenidos presentes en las cartas que excede el marco asignado a esta contribución. Solo mediante un estudio en profundidad de estas características se puede explicar con claridad la función que esta correspondencia cumplió en el inicio del reinado de Felipe IV y valorar en qué medida Isabel y Brizuela fueron cómplices de una misma estrategia política, es decir, reconocer el modo en que los dos colaboraron para acertar mejor en el servicio al rey y en la gestión de sus intereses. La futura edición crítica del epistolario, actualmente en curso de elaboración, se propone arrojar luz en este sentido. Aquí se atenderá al vínculo confidencial que unía a los dos correspondientes y que las cartas contribuyeron a estrechar en la distancia, como muy bien muestran las que se conservan de los años 1621-1624, las únicas que se van a someter a examen ahora, aunque se mencione circunstancialmente alguna otra más tardía. Tiene sentido circunscribir el análisis a estos primeros años por el hecho de que Isabel y Brizuela se enfrentaron entonces a una dificultad añadida: la incertidumbre asociada al tránsito de reinado y a la lucha por la privanza o el valimiento del nuevo monarca, circunstancia que exigía consolidar posiciones cortesanas en un marco renovado tanto en personas como en modos de manejar los negocios. Por eso, se tratará de valorar en qué medida el vínculo personal que ligaba a la infanta y al dominico pudo resultar determinante para asegurar su colaboración en provecho del rey y del adecuado gobierno de los estados de Flandes en el contexto de doble transición política que los primeros años de la década de 1620 representaron para este territorio y para los altos círculos de poder de la Monarquía. El vínculo entre los correspondientes Las cartas prueban la existencia de un vínculo sólido entre Isabel y Brizuela, alejado de la simple cortesía y del recurso a fórmulas pro-

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pias de una correspondencia intercambiada entre sujetos vinculados por una relación de reciprocidad de carácter desigual. La complicidad entre ambos es manifiesta y la amparaban dos décadas de vivencias comunes en la corte de Bruselas, capaces de forjar una memoria compartida de experiencias y recuerdos, como prueban las confidencias constantes que Isabel realiza sobre un sinfín de anécdotas, acontecimientos, personas y decisiones sobre negocios políticos o militares. No solo los describe o narra con intención informativa, también manifiesta opiniones personales, certezas y dudas que argumenta y motiva. Isabel comparte sus puntos de vista, sus reflexiones, sus intuiciones y sus temores de forma asidua. Puede decirse, por eso, que la infanta da u ofrece confianza y, con ello, la reclama implícitamente, pero a sabiendas de que ya existe, porque se halla sólidamente forjada a boca durante su larga convivencia con el dominico en Bruselas. Esta confianza que les vincula es admitida de modo explícito por Isabel en reiteradas ocasiones. Por ejemplo, así: Con razon podeis creer que fío de vos como de persona que yo estoy tan segura y tengo tantas pruebas de cuanto puedo fiar y asi si algo me consuela de no teneros aqui es el estar ahi y teneros para todo lo que se ofrece y saber cuanto importa que esteis el servicio del rey […] para todas estas cosas os deseo arto aquy y aun fuera byen necesarya vuestra presençya en la ausençya del marques [Spínola, que está en campaña], que todos abryamos menester vuestro buen consejo y resoluçyon.42

Pero no se trata de una confianza meramente utilitaria o pragmática, de colaboración estrecha para el adecuado ejercicio de sus funciones políticas: Isabel disfruta de ella, de mantenerla en la distancia y de prolongarla en el tiempo, como también reconoce abiertamente en múltiples ocasiones, por ejemplo, en una carta del 12 de agosto de 1625, cuando está viajando de Bruselas a Dunquerque para realizar allí una estancia de varios meses (del 13 de agosto al 6 de noviembre de 1625) y se detiene tres días en Gante: “No hay cosa de nuevo aqui y procurare ir hurtando algunos ratos para escribiros largo, que lo deseo”.43 Este

42. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 27 de julio de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 11). 43. Carta de Isabel a Brizuela, Gante, día de San Lorenzo de 1625 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 70).

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deseo de escribir al dominico se ve frustrado en ocasiones por la laboriosidad de las tareas que afronta Isabel y que le obligan a aplazar sus confidencias sin renunciar a hacerlo más adelante por simple deleite, como sugiere esta otra frase: “Yo pense escrybyros largo algunas cosas de aca, pero ame tenydo oy el embaxador de Françya dos oras, que no me a dexado tyenpo para nada. Quedaran para otra bez que no tyenen prysa”.44 Brizuela es consciente de la confianza que la infanta deposita en él y aprecia poder complacer a la gobernadora desde su nueva condición de gestor de la parcela de competencias reservada al rey y hurtada a Isabel mediante su instrucción de gobierno. Así lo reconoce en una carta remitida al que fuera secretario privado y ayuda de cámara de Alberto, además de secretario de las cosas de Alemania, Antonio Suárez de Arguello, tres días después de hacerse publicas las mercedes otorgadas por Felipe IV al dominico: el obispado de Segovia y la presidencia de Flandes. “De ambas he hecho mucha estimación” —admitía Brizuela—, “particularmente de la segunda, porque sera posible con ella pueda acudir con particularidad al gusto y servicio de S. A.”.45 El agrado que, en efecto, Isabel manifestó por el nombramiento de Brizuela para la presidencia de Flandes y por su inminente consagración como obispo de Segovia prueba su sincero aprecio por el dominico. Nada más recibir la noticia por la vía oficial, Isabel felicitó calurosamente a fray Íñigo. El tono empleado para hacerlo prueba otras dos cosas más. La primera, el ingenio de la infanta y su habilidad para llegar con él a las personas y ganarse la afición y voluntad de cuantos la rodeaban. La segunda, su sentido del humor y su carácter cordial y afectuoso, que la hacían huir de los formulismos convencionales propios del parabién, algo posible cuando existía una relación estrecha y sólidamente afianzada entre los correspondientes: A nayde se puede dar con mas raçon la norabuena que a my de las dos mercedes que el rey os a echo, pues como creo sabeys soy vuestra fylygresa abyendo naçydo dos leguas de Segovya y por esta raçon tenydole syenpre partycylar afyçyon y asy estoy tanto mas contenta de bella con

44. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 9 de octubre de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 14). 45. Carta de Brizuela a Antonio Suárez de Arguello, Madrid, 2 de febrero de 1622 (AGR, SEG, reg. 488, s. fol.).

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tan buen obyspo y de la presydençya destos estados yntereso yo tanto que no a sydo merced para bos la que os a echo el rey, syno a my, que me pareçe que con eso me a quytado de nuebos cuydados y dadome una gran ayuda. Podeys estar contento que nayde se a acordado que soys español en esta ocasyon y todos estan tan contentos como sy fuerades berdadero flamenco, que eso tyene el saber tratar con las gentes y lleballes su umor. Ojala todos aprendyesen de bos. Muy contenta estoy de que ayays llegado con salud, que sygun el tyenpo que a echo y los camynos se puede tener por mylagro.46

Aquí, Isabel comparte divertida con Brizuela un dato relevante para los dos: en la corte de Bruselas, nadie ha cuestionado la designación del dominico para la presidencia de Flandes, pese a la tara que representa su naturaleza española. Su condición de miembro del Consejo de Estado de Bruselas le capacita formalmente para ejercerla y eso ha bastado a todos, sabedores de que el fraile no solo conoce bien los asuntos y el estilo de los procedimientos que rigen en las provincias, sino también las personas, las familias y los méritos y servicios de los naturales, con quienes ha mantenido un trato afable y grato durante sus años en Flandes. Algo que le ha granjeado respeto y crédito en el territorio. Es interesante comprobar cómo esta vía privada de comunicación epistolar no era ignorada ni había pretensión de que lo fuera, al menos a posteriori. El cronista de Castilla Gil González Dávila aludió a esta carta de Isabel cuando redactó la biografía de fray Íñigo de Brizuela para su Teatro eclesiástico. Al mencionar su doble promoción al obispado de Segovia y a la presidencia de Flandes en 1622, recogió lo siguiente: y enviándole la Serenísima Infanta Doña Isabel el parabién de uno y otro, le dice de su mano “Que se holgaba del obispado por ser su feligresa”: dezíalo S. A. porque nació en la recreación de Balsaín, que está en poca distancia de Segovia, y en lo de la Presidencia le dice que S. M. le había hecho más merced a ella que no a él. (González Dávila 1645: 591)

Las muestras de complacencia de Isabel con la promoción del dominico son abundantes a lo largo de 1622 y, en alusión al cargo de 46. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 24 de febrero de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 2).

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Fray Íñigo Brizuela, anónimo. © Museo de Salamanca, Junta de Castilla y León.

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Infanta Isabel Clara Eugenia, viuda, 1627, por Antoon Van Dyck. © Kunsthistorisches Museum (Viena).

presidente del Consejo de Flandes, se reiteran en dos ocasiones, en las que la infanta también admite el regocijo que le causa recibir las cartas de Brizuela: No e podydo responder a vuestra carta de 15 de março asta aora ny deçyr lo que olgue con ella, que syenpre que las tubyere sera esto, y el estar tan agradeçyda como os debo de quanto me deçys en ella y cada dya mas contenta de la merced que el rey os a echo.47 Con el ordynaryo reçyby vuestra carta de 27 [de marzo] y olgue con ella mucho y mas de ber como ybades a jurar a Aranjuez, que aora os tenemos por nuestro de todo punto y no se por que se a dylatado tanto.48

Si, tras su juramento como presidente de Flandes, Isabel siente más suyo que antes al dominico, no olvida felicitarle por su consagración como obispo de Segovia, oficiada en la capilla real en el mes de julio de 1622, y alude a esta ceremonia en otra carta posterior, donde manifiesta idéntica complacencia: “Con el ordynaryo reçyby vuestra carta de 23 del pasado [julio] con que olgue mucho y de saber ubyesen ya llegado vuestras bulas. Espero estareys ya consagrado y quysyera allarme a 47. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 6 de abril de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 5). 48. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 26 de mayo de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 8).

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solenysar la fiesta”.49 Además, Isabel admite ser consciente de la nueva actividad, añadida a los quehaceres habituales, que la consagración ha representado para Brizuela. Por eso, no duda en agradecerle muy vivamente que dedique tiempo a escribirle, como hace en una carta de mediados de noviembre de 1622: “Mucho tengo que agradeçeros la postrer carta por las muchas ocupaçyones que abyades tenydo y la de la consagraçyon no es nada descansada”.50 La preocupación por el bienestar del dominico es constante y se manifiesta hasta en las cuestiones de índole más utilitario, como por ejemplo la percepción de su salario, cuyo pago competía a las provincias y debía asegurarlo el Consejo de Finanzas de Bruselas. Al ser la presidencia de Flandes un oficio de nuevo, en el sentido de que había quedado extinguido en 1598, el Consejo no recibió bien la carga que dicho salario representaba para el territorio y manifestó su reticencia a la hora de buscar consignaciones libres de la recette générale des Finances para costear los once mil florines asignados al fraile en el momento de su nombramiento.51 Un asunto que Isabel trató de zanjar mediante su intervención personal, según ella misma notificó a Brizuela, comprometiéndose de palabra a velar por que el pago de su sueldo fuera siempre puntual: “Algunos dellos [de los de Finanzas] tanbyen se espantaron un poco de vuestro sueldo, pero abyendoles echo myrar el exemplo de [Nicolás] Damant an allado se 49. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 16 de agosto de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 12). 50. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 11 de noviembre de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 16). 51. Billete de Juan Osvaldo Brito a Felipe IV, Madrid, 21 de marzo de 1622, “Sobre el sueldo que se ha de señalar al obispo de Segovia con el cargo de la presidencia de Flandes y la situación que a de tener”. Resolución del rey: “Podríansele señalar 3.000 escudos de a 3 florines y 2.000 florines para posada, advirtiendo que se ha de pagar todo en Flandes por Finanças y embiaréisme la carta hecha en esta conformidad para mi tía” (AGS, SP, leg. 2433). Respecto al salario, la patente de Brizuela, fechada el 30 de marzo de 1621, recoge lo siguiente: “[…] Aux gages et traictement de trois mille escus d’or du prix de trois florins de vingt sols le florin de nostre monnoye de Flandres piece par chacun an et autres deux mill florins semblables pur sa maison de logement a luy appertenans par emolumens accoustumez a la qualité de sa charge que font en tout onze mille florins sus dites par an dont voulons et ordonnons qu’il soit entièrement payé et contenté par les mains de nostre recepteur général des Finances present au aultre a venir a deux termes en l’an de six en six mois par égalle portion a commencer avoir tours du jour qu’il aura preste son serment” (AGS, SP, leg. 2574, s. fol.).

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pagaba syenpre de aquy. Yo tendre la mano para que se pague con puntualydad”.52 Con todo, es el estado de salud del dominico lo que más preocupa a Isabel, y las alusiones a su condición física son continuas en las cartas. A veces, la infanta incluye sugerencias que le permitan conservarla. Por ejemplo, no duda en recomendarle residir circunstancialmente en su sede segoviana para escapar del bochorno del verano: “Açe mucha calor, que es bueno para la campaña, sy le açe ay os aconsejarya os fuesedes a pasalle a vuestro obyspado que es buena bybyenda para el. En todas partes deseo os baya muy byen y que os guarde Nuestro Señor y os de mucha salud”.53 Esta inquietud por Brizuela se manifiesta siempre con sinceridad y los indicios de mejora de sus achaques producen a Isabel un júbilo que excede el marco del cumplimiento. Al transmitir su alegría por escrito, refuerza la confianza que la liga al dominico, porque se confiesa abiertamente interesada en su bienestar por conveniencia propia, como muestran bien los siguientes ejemplos seleccionados. En ellos, la alusión a una convalecencia o recaída de fray Íñigo se asocia sin tapujos a su reciente juramento como presidente de Flandes —efectuado tres meses después de haber llegado a Madrid, aunque apenas transcurrido uno desde la emisión de su nombramiento— y, por tanto, al servicio que, desde su cargo, Brizuela presta tanto al rey como a la infanta. Esta confesión demuestra verdadera franqueza, como también el hecho de que Isabel comparta sus molestias cotidianas con el fraile en un tono informal, identificándose con él y humanizando la relación que les une: My yndyspuçyçyon no me a dado lugar asta aora de poder responder a vuestra carta de 16 del pasado con que olgue mucho y de saber teneys la salud que os deseo tanto por bos como por lo que yntereso en ella. A my me a tratado mal un dolor en un lado como los que solya tener, pero con aberme costado una purga e quedado buena, aunque flaca.54 Con el ordynario reçyby la vuestra de 18 de mayo y syenpre que las tengo guelgo mucho con ellas y con esta mas, pues me a sacado del cuy52. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 27 de julio de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 11). 53. Ibidem. 54. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, Sábado Santo de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 3).

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dado con que estaba de aber sabydo que no estabades bueno y aunque no me deçys nada de vuestra salud jusgo que la teneys pues os allavades en Aranjuez. E olgado de entender que ayays ya jurado, pero no acabo de pensar por que se a dylatado tanto.55 Abyendose sabido aquy vuestra recayda me tenya con mucho cuydado asta saber que tubyesedes la salud que os deseo tanto por lo que a my me toca como por el serbyçyo del rey que ubyera de deçyr prymero para salyr deste cuydado byno a muy buen tyenpo vuestra carta de 20 del pasado [diciembre de 1622] con que olgue mucho por saber quedabades ya bueno y espero que esta os allara muy byen conbaleçydo, que en enfermedad tan aguda aunque no aya durado tantos dyas como otras son menester muchos para conbaleçer.56

Isabel se muestra comprensiva con estas convalecencias de Brizuela y opta por no fatigarle con sus encargos políticos, porque entiende que fray Íñigo no puede atender sus obligaciones ni afrontar la expedición de los negocios mientras está enfermo. Por eso, aplaza asuntos voluntariamente hasta tener la certeza de que está recuperado: Respondere aora aunque deprysa a la carta que me a traydo vuestra este ordynaryo pesandome mucho de no aber allado en ella que teneys la salud que os deseo. Dyos os la de muy cumplyda y asta saber que la teneys y estays para escrybyr no os enbaraçare con muchos negoçyos.57

La confianza que Isabel deposita en Brizuela es personal, pero también es política en el sentido de que reconoce y alaba sus cualidades de consejero avezado en materias variadas y en situaciones difíciles, que ella le explica con detalle en sus cartas, dándole cuenta de los problemas políticos a los que se enfrenta y al desasosiego que le causa el devenir de la guerra. Cuando lo hace, Isabel suele incluir alusiones a lo beneficioso que sería para ella poder contar con su parecer en cada momento: 55. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 11 de junio de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 9). 56. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 18 de enero de 1623 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 19). 57. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 24 de mayo de 1624 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 34).

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En todas estas cosas os echo mucho de menos.58 Para todas estas cosas os deseo arto aquy y aun fuera byen necesarya vuestra presençya en la ausençya del marques [Spínola, en la campaña] que todos abryamos menester vuestro buen consejo y resolucion.59 Yo os e deseado arto, porque con todos vuestros abytos os tengo por arto mejor soldado que los que estaban aquy, que algunas beçes me açyan reyr.60

La infanta desea a Brizuela junto a ella en Bruselas, pero lo quiere más en Madrid, junto a quienes dirigen ahora la alta política de la Monarquía, a sabiendas de que la corte de Felipe IV atraviesa un momento complicado, de estabilidad incierta, en el que el nuevo equipo de favoritos del rey —don Baltasar de Zúñiga, de modo más visible, y su sobrino el conde de Olivares, en un plano más secundario al principio— trata de afianzar para sí las riendas del gobierno. Isabel se siente deudora de Zúñiga61 y reconoce la diligencia que don Baltasar muestra en acudir a los negocios de Flandes, a sabiendas de que secunda de buena gana la gestión de Brizuela y de que este tiene en él un seguro adalid al que transmitir cuanto a ella le preocupa e interesa en términos políticos.62 Por eso, Isabel no duda en compartir con el dominico 58. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 2 de mayo de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 7). 59. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 27 de julio de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 11). 60. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 9 de septiembre de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 13). 61. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 24 de febrero de 1622: “[…] que yo conosco mejor que nayde lo que debo a don Baltasar y a su mujer y asy olgare en todas ocasyones de mostrar el agradeçymyento que tengo dello”, y Bruselas, Sábado Santo de 1622: “[…] byen podeys creer que no ay nayde que olgara mas de açer por don Baltasar y por todo lo que le tocare que yo, conoçyendo quanto lo merece y le debo” (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, docs. 2 y 3, respectivamente). 62. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 24 de febrero de 1622: “Yo propongo todo esto para que lo trateys con don Baltasar y me dygays entre entranbos vuestro pareçer […] que byen sabyes que no soy amyga de guyarme por solo my pareçer”; Bruselas, 6 de abril de 1622: “De lo que toca a estos estados dad quenta a don Baltasar, que yo me remyto a lo que os escrybo, que sabreys ynformalle con mas partycularydad de todo”; Bruselas, 7 de abril de 1622: “Tratallo con don Baltasar y abysame lo que os parecyere que debo açer que con myl cosas echo menos el teneros tan lexos”, y Bruselas, 2 de mayo de 1622: “Dadle quenta de todo lo que

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su preocupación por la falta de salud de Zúñiga, aquejado en junio de 1622 de unas severas fiebres tercianas que parecieron letales (González Cuerva 2010: 544). Los periodos de enfermedad de don Baltasar le inquietaban en la misma medida que los achaques y recaídas del dominico y por razones igual de interesadas, como también reconoce de modo explícito: Fue muy byen reçybyda vuestra carta de 10 del pasado [junio], porque el ordynaryo tardo dos dyas y asy las tenyamos mas deseadas y syenpre que se teneys la salud que os deseo, guelgo mucho con ellas. De la falta que a tenydo della don Baltasar me pesa mucho, que yo os confyeso que estoy syenpre temyendo que nos falte con lo mucho que trabaja y tanto quanto mas beo lo que ynporta su byda para el serbyçyo del rey y byen de sus reynos y estados tanto mas syento quando oygo que no tyene salud. No es cosa nueba para my lo que me deçys de su retytud y el cuydado que pone en que se probea byen todo con que espero en Dyos se a de remedyar lo que tanto lo abya menester […]. El conde de Olybares tyene arta raçon de estar tan enamorado de su tyo y yo guelgo mucho que conosca lo que tyene en el, como me deçys, por lo que le ynporta para aprender del para sus pocos años, pues no puede tener la espyryençya que don Baltasar. Arta lastyma es que tenga tan quebrada la salud y artas graçyas se pueden dar a Nuestro Señor que el rey se le aya afyçyonado antes que a otro.63

Isabel admite su satisfacción por que sea Zúñiga quien goce del favor explícito del rey y maneje los negocios de gobierno, pero es consciente de que se trata de un favor compartido con su sobrino, el conde de Olivares, quien a la fuerza mostraba disposición a secundarle en la gestión diaria de los asuntos, al tratarse de una parcela en la que no podía competir con él debido a su inexperiencia. Aunque los desencuentros entre Zúñiga y Olivares no tardaron en aparecer por el deseo de este de influir en los nombramientos (González Cuerva 2012: 536-544), todavía no era perceptible para todos. Pero Isabel temía que las enfermedades de don Baltasar comprometieran el aprendizaje de Olivares y le dejaran huérfano al frente del gobierno más temprano de lo deseable. Y su preocupación por Zúñiga estaba justificada, porque murió en palacio el 6 o el 7 de octubre de ese mismo año, cuando os pareçyere a don Baltasar, que yo me remyto a vuestra carta” (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, docs. 2, 5, 6 y 7, respectivamente). 63. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 8 de julio de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 10).

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Olivares tomó sus papeles por orden del rey (Gascón de Torquemada 1991: 135; Almansa y Mendoza 1886: 150-151; González Dávila 1623: 470). Esta noticia fue comunicada a Isabel muy tempranamente por el mismo Brizuela, quizá el día 10 de octubre, y la gobernadora le manifestó enseguida su sentir ante la mudanza de gobierno, recalcando la falta de experiencia de Olivares en el manejo de los negocios y su escaso conocimiento de los asuntos de Flandes, circunstancias que podían beneficiar la posición del dominico en el entorno del valido, como ella esperaba: Con tres cartas me allo vuestras de 10, 19, 23 del pasado [octubre] y con raçon me days el pesame de la muerte de don Baltasar, que os prometo me tyene lastymadysyma por tantas raçones, que la menor me pareçe era byen bastante para sentylla y aunque lo que a my me toca pudyera tener la mayor parte en esto, çyerto bengo a sentyr aun mas la falta que ara al serbyçyo del rey y quan mal se allara quyen pueda ynchyr su plaça que esto lo tengo por ynposyble. Beo que la yntençyon del conde de Olybares es buena, pero como le falta la platyca y espyryençya de don Baltasar podra mal acudyr a todo. Espero que se a de ayudar de bos como yo lo deseo, pues no puede echar mano de otro que le alumbre, que quando byen el no ynclynase a esto tengo por çyerto que la neçesydad le a de oblygar a ello. Buenos quedaryamos sy os retyrase desde ay como me escrybys y no ay que pensar en esto pues no esta vuestro obyspado tan lejos que no podays cunplyr muy byen con el y sera mayor serviçyo de Nuestro Señor ayudar a que lo de ay y de aquy no se pyerda. Arto deseo saber la forma que se ba entablando en el gobyerno y que el rey comyençe a myrar por lo que le toca.64

La agudeza política que muestra Isabel parece incuestionable, tanto como fundadas resultaron sus esperanzas en la nueva proyección política que Brizuela podía adquirir tras la muerte de Zúñiga: Olivares iba a verse obligado a consultar al dominico y a aceptar su criterio en los asuntos flamencos, aunque sus preferencias personales fueran otras. El vaticinio se concretó enseguida, como Isabel admitió visiblemente complacida y satisfecha en otra carta de finales de 1622, escrita tras recibir la constatación de que esas consultas se estaban produciendo de forma regular por cartas del propio Brizuela:

64. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 11 de noviembre de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 16).

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Sy llegare antes este ordynaryo no quyero se baya syn estos rynglones para deçyros que ando muy contenta con vuestra carta y lo que me deçys en ella de lo que os comunyca el de Olybares que no podya benyrme mejor nueba por lo que yo yntereso en ella y aunque syenpre lo espere ansy estoy muy contenta de oyllo que es lo que conbyene al serbyçyo del rey.65

La comunicación frecuente de Olivares con Brizuela, solicitando su parecer sobre los negocios corrientes de las provincias, es un acierto a ojos de Isabel y también del dominico, que ya ha podido formarse una idea clara sobre lo vital que su experiencia política resulta para el todavía desorientado valido. Una idea muy acorde con la apreciación vertida por la infanta en su carta del 10 octubre. El propio fray Íñigo, cuando ya colaboraba estrechamente con Olivares, escribió lo siguiente a Antonio Suárez de Arguello: “S. A. tenia tan gran criado en el señor don Baltasar de Zuñiga que no es mucho aya sentido la falta que le haze y la que haze al servicio de su sobrino es grandisima. No ay sino alabar a Dios”.66 Dada la dependencia ostensible que Olivares mantenía respecto al fraile, es lógico que Isabel se mostrara satisfecha y agradecida con la decisión de Brizuela de renunciar al obispado de Segovia para mantener la presidencia de Flandes, como hace en una carta de comienzos de 1623: Mucho tengo que agradeçeros lo que me deçys de vuestra quedada ay, çyerto quanto a my teologya yo jusgo que se serbyra arto mas Nuestro Señor que no de que esteys en el obyspado, porque muchas cosas se podryan errar, en que ba mucho del servyçyo de Nuestro Señor sy bos no les alumbrays para ellas, porque no las pueden saber no abyendolas tratado como bos.67

La infanta identifica el servicio al rey con el servicio a Dios, con el que Brizuela cumplirá sobradamente prestando su acertado consejo a los ministros de Felipe IV, que tanto precisan de su conocimiento de 65. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 31 de diciembre de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 18). 66. Carta de Brizuela a Antonio Suárez de Arguello, Madrid, 2 de diciembre de 1622 (AGR, SEG, reg. 488, s. fol.). 67. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 18 de enero de 1623, en respuesta de una carta del dominico del 20 de diciembre de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 19).

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los negocios. La renuncia de Brizuela al obispado de Segovia se hizo pública avanzado el año 1623, pero Isabel se enteró con antelación por mano del propio fray Íñigo, como demuestra esta carta. Según parece, el dominico trató de tomar posesión de la sede, pero no llegó a hacerlo por escrúpulos dogmáticos relacionados con la defensa del misterio de la Inmaculada Concepción de María, cuyo voto o juramento regía en el cabildo de la catedral.68 La intransigencia del cabildo, amparada quizá por la renovada explosión inmaculista que siguió a la publicación del decreto de Gregorio XV Sanctissimus Dominus Noster del 12 de septiembre de 1622 —donde se prohibía expresar cualquier opinión contraria a la concepción sin pecado original de la Virgen, en espera del pronunciamiento oficial de la Iglesia sobre la definición del misterio—, obligó a Brizuela a resignar en el pontífice su sede. Con todo, el argumento empleado para justificar oficialmente la renuncia obvió la espinosa cuestión de la doctrina inmaculista, que no contaba con el respaldo de la Orden de Predicadores. Las causas que, sobre dicha resignación, transcendieron en la corte a comienzos de 162469 concuerdan con la documentación oficial que se conserva sobre la renuncia. En el billete por el que Felipe IV encargó al secretario del Consejo de Cámara, Jorge de Tovar, iniciar el proceso de consulta necesario para cubrir la vacante del obispado de Segovia se alude a una razón de incompatibilidad, por no poder compaginar fray Íñigo la presidencia de Flandes con las labores pastorales, adecuadas a la exigencia tridentina de residir en la sede que tenían los obispos. Así, la renuncia del dominico se presenta ajustada al deseo del rey y como fruto de su propia resolución, antes que de la voluntad o la decisión del mismo

68. “Consagrado, enviando a tomar la posesión de su sede, se ofreció una duda originada de un estatuto que tiene esta Santa Iglesia, que ningún prelado ni prebendado della sea admitido al gobierno y servicio della si primero no hiziere voto de fe y defender el misterio de la Purísima Concepción de Nuestra Señora” (González Dávila 1645: 591). Tras esta constatación, el cronista incluye una carta del 22 de febrero de 1623 por la que el presidente del Consejo de Castilla, don Francisco de Contreras, reclamaba al cabildo de la catedral la recepción de Brizuela “sin el gravamen del voto”. 69. “Y fray Iñigo de Brizuela, considerando que no hermanaba su conciencia, obispo y ausente de su esposa, como lo deben entender los buenos obispos, renunció su obispado de Segovia […] y quedó en la Corte para cosas de su servicio [del rey]”, Madrid, 3 de febrero de 1624 (Almansa y Mendoza 1886: 253).

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Brizuela.70 El argumento se repite en la carta de mediados de marzo de 1624 que Felipe IV dirigió al duque de Pastrana, embajador en Roma, para presentar al pontífice a don Melchor de Moscoso, su sumiller de oratorio y camarero del cardenal infante, como sustituto de Brizuela en la sede segoviana.71 Por eso, conviene subrayar que la privación del episcopado bien pudo ser compensada con una merced de indudable valor para la posición de fray Íñigo en la corte: su plaza en el Consejo de Estado de Madrid, publicada el 18 de abril de 1624 (Gascón de Torquemada 1991: 194). Esta promoción tenía singular importancia para su reputación y también para los intereses de Isabel, porque posicionaba al dominico con voz y voto en la más alta instancia política de la Monarquía, situándole en el seno de un organismo desde el que se podían atender de otra forma (y de un modo más completo, por estar mucho más contextualizado) los asuntos de Flandes. Desde esta institución, la influencia de Brizuela excedía el marco del patronazgo provincial tramitado por el Consejo Supremo de Flandes, sobre el que fray Íñigo ejerció un control total hasta ser relevado por el marqués de Leganés (Pirlet 2015a: 122-127); influencia que Isabel recibió con notable agrado, según manifestó al dominico, quizá por segunda vez, en julio de 1624: Porque no sea como el ordynaryo pasado [el de junio] me pongo a escrybyros estos rynglones, porque no os escryby pensando pudyeramos despachar un correo dentro de dos dyas y […] se a dylatado asta ahora de dya en dya […] espero que despues de mañana partyra el correo. Con el respondo largo a vuestras cartas y creo llegara antes que este, por sy o por no, os dyre aquy que es muy bueno aber dexado de escrybyros la nora70. Decreto de Felipe IV a Jorge de Tovar, Madrid, 27 de diciembre de 1623: “Que por haver de asistir en la Corte fray Iñigo de Brizuela, obispo de Segovia, haze dexacion de su obispado y que se le consulten personas para el”: “Por ser necesaria la persona de fray Iñigo de Brizuela, obispo de Segovia, en esta Corte para los negoçios de la presidençia de Flandes que tiene a su cargo y otros de mi servicio que se le encargan cada dia, he resuelto que asista aqui de ordinario y para poderlo hazer con menos escrupulo ha hecho dexaçion del obispado de Segovia […]” (AHN, C, leg. 15.223, carpetilla 1, doc. 8). 71. Despacho de Felipe IV al duque de Pastrana, Madrid, 14 de marzo de 1624: “Duque, primo, por la escritura que va aqui vereis como el obispo de Segovia fray don Iñigo de Brizuela, haze resignacion de su iglesia en manos de Su Santidad por estar ocupado en mi servicio en la presidencia de Flandes y ser neçesaria para ello su persona y no poder por esta causa residir en la dicha iglesia como conviene […]” (AHN, C, libro 14, fols. 26v-27r).

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buena del Consejo d’Estado syendo la cosa que pensaba aberos dycho la prymera por el gusto que tenya della y el con que la e reçybydo de todos ay. Bereys qual me traen algunas beçes estos negoçyos y audyençyas y aquel dya me abyan echo tomar y dexar la carta quatro o çynco beces y […] ube de acabar la carta syn bolbella a leer, y asy abreys bysto que en la carta que os escryby despues dudaba sy os abya dado la norabuena. Ahora os la torno a dar y os la deseo dar cada dya de otros myl acrecentamientos.72

La felicitación se reitera pletórica en otra carta fechada tres días después, donde Isabel admite con pragmatismo lo que la entrada de Brizuela en el Consejo de Estado representa para ella y para la acertada gestión de las materias de Flandes, de las que pocos tienen verdadera noticia en Madrid: Creo debo respuesta a tres cartas vuestras con que e olgado mucho y mas de ber por la postrera que estabades mejor de vuestros achaques. Por lo que os deseo syenpre la salud, espero abra ydo adelante la mejorya. A tres dyas que os escryby la causa que me yço olbydar a daros la norabuena del Consejo d’Estado y por sy esta llegare antes os la bolbere a dar aquy dyçyendo que con raçon me la an dado a my todos aquy, pues es una cosa de que yo e olgado tanto y tan byen esta al servyçyo del rey y a lo que aquy nos toca, que para deçyros la berdad pyenso que los mas que estan en el estan muy mal ynformados de todo lo de aquy.73

El asiento de Brizuela en el Consejo de Estado da idea del éxito alcanzado por Isabel y el presidente de Flandes en el arranque del reinado de Felipe IV, reconocible también por la creciente influencia del dominico en nombramientos que no estaban directamente relacionados con dicho territorio, como demuestra su inclusión en el selecto grupo de personas que intervinieron en la remodelación de la casa del cardenal infante don Fernando a comienzos de 1625.74 Esta última carta de la infanta —pero también muchas 72. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 8 de julio de 1624 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 36). 73. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 11 de julio de 1624 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 37). 74. “A los 10 [de mayo de 1625] se publicó la reformación de la Casa del Señor Cardenal Infante, hecha por el Inquisidor General, el obispo [que fue] de Segovia, fray Iñigo de Briçuela, el padre Florencia, de la Compañía de Jesús, el gobernador del

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otras— muestra que Isabel y Brizuela se entendían a sí mismos como un equipo que trabajaba codo con codo en la distancia para el acertado gobierno de las provincias de Flandes y para otorgar protagonismo en la política madrileña a todos los negocios que las afectaban. El trabajo en equipo exige colaboración eficaz, que depende de la confianza existente entre los miembros que lo integran. Esta confianza fluye a través de la comunicación y se concreta en apoyo mutuo, que necesita entendimiento recíproco, además de perseverancia de cada uno en la prosecución de los objetivos que se comparten. Así surge la unidad de acción, reconocible en el caso de Isabel y Brizuela a través del epistolario. La confianza mutua fue el factor básico de funcionamiento de este equipo, y su permanente refuerzo a través de las cartas motivaba al emisor y al destinatario a colaborar, al tiempo que renovaba su compromiso en este sentido. Confiar supone compartir y, en la distancia, también compartir confidencias o anécdotas por el puro placer de comunicar y por el deseo de amenizar el arduo trabajo en el que se colabora. El tono jocoso con el que Isabel relata curiosidades para entretener a Brizuela en la tarea de atender todos sus encargos políticos da idea del vínculo de confianza fuertemente asentado que les unía y que ella alimentó de modo concienzudo a través de la escritura. Basta mostrar aquí dos ejemplos muy ilustrativos. El primero se refiere a un acontecimiento acaecido en Bruselas a comienzos de 1622, cuando el embajador real, el marqués de Bedmar, tomó el hábito clerical poco antes de ser investido cardenal de la Cueva en el otoño de ese mismo año. Isabel compartió por dos veces con Brizuela el tránsito del estado secular al religioso de don Alonso de la Cueva visiblemente divertida y con la clara intención de entretener al dominico en idéntica medida: No beo mas que deçyros de aca syno que esta muy buen clerygo el marques de Bedmar, aunque le a costado aber pasado la berguença del prymer dya que le byeron las damas.75

arçobispado de Toledo, Álvaro Villegas; [y] el marques de Montesclaros” (Gascón de Torquemada 1991: 218). 75. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 24 de febrero de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 2).

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Es ya de mysa, que me dyçen la dyçe muy byen y que muere por deçylla en la capylla, pero yo creo que mueren mas las damas por oylle cantar, que dyçen que despues que trae los abytos dança mejor el canaryo. Creo se os acordara como anda y ellas no perdonan a nayde.76

Estas damas de honor de Isabel que tanto disfrutaban con los pequeños defectos de los cortesanos, comentando con sorna su día a día en la corte, no son anónimas, porque saltaron al primer plano de la política tras la viudez de la infanta, cuando los usos de la corte de Bruselas se modificaron al desaparecer la cámara del archiduque Alberto y quedar los hombres privados del acceso a la gobernadora (Houben 2011; Houben y Raeymaekers 2014). La carta muestra el temperamento irónico de Isabel, que cultivaba en compañía de sus damas, y refleja, quizá, alguno de los pasatiempos de este círculo femenino proyectado a la primera línea política de Bruselas en 1621. El segundo ejemplo se refiere al marqués de Marnay, Charles-Emmanuel de Gorrevod, un grande borgoñón muy favorecido y apreciado por el archiduque Alberto que, a la muerte del conde de Añover, don Rodrigo Niño de Lasso, el 5 de octubre de 1620,77 se hizo con el cargo de sumiller de corps del archiduque, dada su condición de gentilhombre de la cámara más antiguo, ejerciéndolo durante un breve lapso de tiempo (hasta la muerte de Alberto). Marnay era caballero de la Orden del Toisón de Oro desde 1613 y desempeñaba el cargo de gobernador de la provincia de Limburgo y del país de Ultramosa (1620-1624), por lo que gozaba de crédito y reputación en la corte (Esteban Estríngana 2005: 28 y 53; Raeymaekers 2013: 75 y 217-219). Poco antes del inicio de la campaña de 1622, nació su segundo hijo y el marqués solicitó la intercesión de Isabel para que Felipe IV aceptara ejercer de padrino de bautismo del recién nacido. El apadrinamiento de vástagos varones por parte del rey era una merced relativamente solicitada por los miembros de los linajes más relevantes de las principales casas nobiliarias flamenco-borgoñonas antes y después del régimen archiducal, que el monarca solventaba encargando a algún personaje de relieve (en el caso de Felipe IV, a la propia infanta, a Bedmar, 76. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 6 de marzo de 1623 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 22). 77. Carta de Bedmar a Felipe III, Bruselas, 11 de octubre de 1620 (AGS, E, Flandes, leg. 2309, s. fol.).

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a Spínola, etc.) sacar al niño de pila en su nombre. La gobernadora compartió las curiosidades que habían rodeado el nacimiento de este pequeño con Brizuela en una carta de comienzos de julio de 1622, en la que también notificaba al dominico que la campaña había comenzado oficialmente dos días antes y que todos habían salido de Bruselas para incorporarse al ejército siguiendo a Spínola. El tono divertido que Isabel emplea busca la risa de fray Íñigo, como ella misma admite: No a quedado nayde syno el de Marne, que yo no le e querydo dar lyçençya por pareçerme que le serya de embaraço al marques [Spínola] con otros que llebaba. Creo sabeys como tyene un hijo y sy yo pudyera detenerme a contaros las cosas que a echo al parto de su mujer creo ryyerades arto. Basta saber que se dyçyplynaba en una pyeça mas adentro y reçaba por su mujer a grytos. Tras eso la a pensado matar con açelle descolgar el aposento otro dya de como paryo para poner los paños en la calle a la pruçyçyon de la Santa Teresa. A me pedydo suplyque al rey le saque el hijo de pyla. Cosa justa sera y mas pudyendole tener por hijo de mylagro.78

La anécdota de la exposición de las colgaduras y los tapices que decoraban el aposento de la recién parida, por ventanas y balcones se produjo en la solemne procesión hecha en Bruselas en el mes de junio de 1622 con motivo de la canonización de Santa Teresa (acaecida el 12 de marzo anterior). Isabel y Alberto habían intervenido muy activamente en favor de la canonización, y las procesiones dedicadas a solemnizarla en 1622 tuvieron lugar en muchas ciudades de Flandes, como Amberes o Mons, bajo el impulso de los carmelitas y el respaldo de la infanta (Delfosse 2016: 206; Urkiza 2006; De Boussu 1725: 245). De nuevo, Isabel comparte divertida con Brizuela los comentarios no exentos de mofa que probablemente habría transmitido ya a sus damas de honor y que, a buen seguro, no salían del círculo más íntimo de la gobernadora. Al hacer al dominico partícipe de su intimidad, Isabel se implicaba de modo personal en la relación que les vinculaba y fue capaz de mantener con él una comunicación escrita tan informal porque era plenamente consciente del elevado grado de confianza mutua que habían llegado a desarrollar antes de separarse a finales de 1621. Con-

78. Carta de Isabel a Brizuela, Bruselas, 8 de julio de 1622 (AGS, E, Sueltos de Estado, leg. 8344, doc. 10).

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fianza que ella quiso conservar y ampliar cautivando a su destinatario a través de la escritura. “Que no soy amyga de guyarme por solo my pareçer” o el acierto de una infanta epistolar Esta sentencia la incluyó Isabel en la segunda carta del epistolario (véase n. 62). En ella, trataba por extenso asuntos de patronazgo, exponiendo su parecer sobre la elección de personas idóneas para ocupar determinados puestos, algunos de ellos ni siquiera reservados a provisión real, sino a la suya propia como lugarteniente del rey. La gobernadora demostraba tener opiniones claras sobre el modo más conveniente de proceder en todos los casos que mencionaba: explicaba sus intenciones, que razonaba con solvencia, pero sometía sus argumentos a la valoración de Brizuela y le instaba a contrastar sus propios puntos de vista con los de don Baltasar de Zúñiga para recibir de Madrid un dictamen previamente consensuado por ambos. La carta no trasluce falta de seguridad por parte de Isabel, sino su firme voluntad de colaborar estrechamente con los consejeros madrileños que manejan los negocios de Flandes y los de toda la Monarquía desde el entorno de Felipe IV. Da la impresión de que la infanta fundaba buena parte de sus aciertos y expectativas de gobierno en la escritura. Por eso, su correspondencia —al menos, la que integra el epistolario dirigido a Brizuela— fue un instrumento clave de funcionamiento político que permite penetrar en los entresijos de la toma de decisiones durante un periodo de transición crucial para las provincias de Flandes y para la propia Monarquía, condicionado a partes iguales por la muerte del archiduque Alberto y el paso del reinado de Felipe III al de Felipe IV. La gestión acertada del proceso de cambio que atravesaron las provincias leales de los Países Bajos en la década de 1620 debía redundar en beneficio de la autoridad de Isabel y de la de Felipe IV, pero los aciertos tenían que percibirse a corto plazo para que la reversión del dominio del territorio no se entendiera contraproducente en Flandes. Eso exigía colaboración estrecha entre los agentes responsables de administrar el proceso —la infanta y el presidente del restablecido Consejo Supremo de Flandes—, que no dudaron en emplear el cauce informal u oficioso de su correspondencia privada, plagada de confi-

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dencias asociadas a sus quehaceres políticos cotidianos, para lograr el óptimo funcionamiento de los negocios públicos que gestionaban. Y cabe pensar que los gestionaron atendiendo también al largo plazo, sabedores de que se hallaba en juego la reincorporación a la corona de un antiguo patrimonio territorial situado en un escenario conflictivo. Da la impresión de que Isabel y Brizuela fueron conscientes de liderar un periodo fundacional que daba inicio a una nueva etapa, decisiva para este patrimonio y para toda la Monarquía, cuando se reanudaba la guerra con las Provincias Unidas con ánimo de solventarla en unos pocos años y de mejorar las condiciones de la tregua pasada en un hipotético acuerdo de paz, a negociar antes de acabar la década de 1620. Así, el epistolario que la infanta y el dominico intercambiaron en estos años es una fuente esencial para comprender no pocos aspectos de la acción de gobierno concertada entonces entre Bruselas y Madrid. También es un testimonio valioso para reconocer el talento político de la infanta Isabel e incluso para apreciar no pocas facetas de su personalidad, porque las cartas que dirigió al fraile ofrecen un modelo de escritura alejado de convencionalismos y formalidades. Los comentarios siempre personales que Isabel incorpora a cuanto refiere en sus misivas no dejan margen de duda sobre su autoría intelectual y confirman que fue digna nieta de una reina epistolar (Gellard 2014). Fuentes Archives Générales du Royaume (AGR), Bruselas: —  Conseil Privé Espagnol (CPE), registre (reg.) 1625 —  Secrétairerie d’État et de Guerre (SEG), registres 186, 187 y 488 Archivo General de Palacio (AGP), Madrid, Histórica, caja 49 Archivo General de Simancas (AGS): —  Estado (E), Flandes, legs. 2035, 2041, 2233 y 2309 —  Estado (E), Negocios de Partes, legs. 2782 y 2785 —  Estado (E), Saboya, leg. 1277 —  Estado (E), Sueltos de Estado, leg. 8344 —  Secretarías Provinciales (SP), legs. 2433 y 2574 Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid: — Consejos (C), Cámara de Castilla, legs. 15.221 y 15.223 y libro 14 —  Estado (E), libro 255 Bibliothèque Royale de Belgique (BRB), Bruselas, Manuscrit (Ms.) 10.491

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Cartas para Johanna: una aproximación a la red epistolar de la condesa de harrach (1661-1700)* Laura Oliván Santaliestra (Universidad de Granada)

Para Margaret Hannay, in memoriam1

La red epistolar de Johanna Theresia Harrach Fernando Bonaventura Harrach, marido de Johanna Theresia —la protagonista de este capítulo—, fue el noble que más cartas recibió de Leopoldo I (Mat’a 2004). La ingente cantidad de misivas conservadas, firmadas por el emperador y dirigidas al conde de Harrach, se justifica por la especial relación que ambos mantuvieron desde la infancia (Pils 2002: 20). El emperador vio con buenos ojos que su fiel conde contrajera matrimonio con la hija del que había sido su embajador en España, Johann Maximilian von Lamberg. Las nupcias con su prima *

1.

Esta investigación ha sido llevada a cabo dentro de los siguientes proyectos de investigación: IEF Marie Skłodowska-Curie: “Imperial Ambassadresses: Diplomacy, Sociability and Culture”, desarrollado en la Universidad de Viena (2014-2016), y “Servidores del rey, creadores de opinión: biografías y dinámicas políticas en la Monarquía Española (1700-1830)”, del Ministerio de Economía y Competitividad-FEDER (ref.ª HAR2013-41970-P), adscrito a la Universidad Complutense de Madrid bajo la dirección de Teresa Nava Rodríguez (2014-2016). No tuve la oportunidad de conocer a la investigadora Margaret Hannay. Falleció en 2016 y en su testamento dejó escrito que quería que sus libros fueran destinados a aquellas personas que quisieran leerlos. Escribí a su viudo y recibí dos obras que me han sido muy útiles para desarrollar este capítulo. Por eso quiero dedicar este trabajo a Margaret y agradecer a David Hannay el haber cumplido la voluntad de su esposa y dejar que sus libros cruzaran todo un océano para llegar a mis manos.

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Johanna Theresia von Lamberg le salieron muy rentables a Fernando, ya que fue nombrado embajador extraordinario en Madrid entre octubre y diciembre de 1665 y, tras desempeñar una breve misión diplomática en Francia en 1669, fue nombrado embajador ordinario en España en 1673. Fernando y Johanna formaron una pareja de éxito a caballo entre Madrid y Viena. A pesar de sus diferencias a nivel personal, lograron mantener una estabilidad política y familiar duradera que, pasados los años, los convirtió en un referente diplomático en la corte imperial. Sus respectivas redes epistolares demuestran que gozaban del favor de la familia Habsburgo, ejerciendo en más de una ocasión de conectores y brokers entre sus miembros masculinos y femeninos (Kettering 1986; Imízcoz Beunza y Arroyo Ruiz 2011). Por todas estas razones, si Fernando Bonaventura Harrach fue el noble del Imperio que más correspondencia recibió de Leopoldo, no debe extrañar que Johanna Theresia fuera la noble del Imperio a la que más escribieron las mujeres de la familia Habsburgo. La red epistolar femenina de Johanna Theresia Harrach abarca cincuenta y cinco años (se extiende desde 1661 hasta su muerte en 1716) y comprende a reinas como Mariana de Austria y Mariana de Neoburgo. Mariana de Austria fue reina consorte de la Monarquía Hispánica desde 1648, fecha en la que se casó con Felipe IV, su tío; en 1665 fue nombrada regente debido a la minoría de edad de su hijo Carlos II, y fue reina madre a partir de 1676; de las cartas que escribió a Johanna se han conservado trescientas cuarenta y nueve misivas, escritas en alemán y fechadas entre 1661 y 1696, año del fallecimiento de Mariana. Otra reina que fue corresponsal de Johanna fue Mariana de Neoburgo, la nuera de Mariana de Austria, pues se había casado en 1689 con Carlos II. Siendo consorte de la Monarquía Hispánica, Mariana de Neoburgo escribió a la condesa de Harrach varias cartas de las que se han conservado treinta y cuatro, comprendidas entre los años 1689 y 1700. No solo escribieron a Johanna reinas, sino también emperatrices como Leonor Gonzaga-Nevers, viuda del emperador Fernando III, que mandó varias cartas a Johanna, de las que veinticuatro han llegado hasta nuestros días, fechadas entre 1673 y 1678. De la emperatriz consorte Claudia Felicitas, hija de Ana de Médicis y del último archiduque del Tirol, Fernando Carlos de Habsburgo, y segunda esposa de

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Leopoldo I, se han preservado veintiséis misivas, datadas entre 1673 y 1676.2 Todas las cartas mencionadas son ológrafas, lo que significa que las corresponsales sentían un gran respeto por la condesa. Escribir de mano propia era una deferencia hacia el receptor de la carta (Bouza 2001; Castillo Gómez 2005; Cruz Medina 2003-2004). La lengua utilizada es el alemán del siglo xvii, excepto en el caso de la emperatriz viuda Leonor Gonzaga, que escribió sus misivas en italiano. Lo más probable es que Johanna les escribiera en alemán, menos a la emperatriz viuda, a la que parece que escribió en español, pues en una de sus cartas Leonor le dijo que había podido leer muy bien su carta, pero que le respondía en italiano porque cometería muchos errores al intentar hacerlo en la misma lengua que ella había utilizado (se supone que el castellano) y, además, porque se expresaba mejor en la suya.3 Sus corresponsales eligieron la lengua materna para comunicarse con Johanna y ella utilizó la suya, el alemán, aunque con la emperatriz viuda, como se ha comentado, usó el español porque no sabía escribir en italiano y porque sabía que Leonor Gonzaga era capaz de leer aquel idioma. Johanna eligió la lengua que en cada momento le permitía una comunicación más fluida. La mayor parte de estas epístolas contienen informaciones útiles para la condesa, que a su vez debía responder a sus corresponsales con otras noticias. Además, Johanna tenía que interpretar y gestionar la información recibida, callar o reservar para sí aquello que no debía decirse o debía conservarse en secreto y comunicar únicamente lo que la corresponsal quería que se supiera; por otro lado, tenía que recolectar información y ofrecérsela a sus corresponsales. Desgraciadamente,

2.

3.

De la emperatriz consorte, Leonor Magdalena de Neoburgo, tercera esposa de Leopoldo y hermana de Mariana de Neoburgo, únicamente se han conservado cuatro misivas, escritas entre 1673 y 1677. Las hijas de la emperatriz viuda Leonor Gonzaga y del malogrado emperador Fernando III, las archiduquesas Leonor María y María Ana Josefa, también escribieron a Johanna; en el archivo de la familia Harrach se pueden consultar veintisiete cartas de la primera, entre 1675 y 1693, y nueve de la segunda, sin fechar. Se conserva igualmente una carta de la archiduquesa María Antonia fechada en 1689. Por falta de espacio, estas cartas serán analizadas en otras publicaciones. Carta de Leonor Gonzaga a Johanna Theresia Harrach, Viena, 17 de diciembre de 1673 (Österreichisches Staatsarchiv (ÖStA), Allgemeines Verwaltungsarchiv (AVA), Familienarchiv (FA) Harrach, Karton (Kt.) 206, s. fol.).

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no he encontrado las respuestas de Johanna; quizás no han resistido el paso del tiempo o están cobijadas en algún archivo particular. La parte central de este capítulo está dedicada al estudio de la colección de cartas escritas por mujeres de la familia Habsburgo (por nacimiento o matrimonio) a la condesa de Harrach: se hará un análisis del contenido y del contexto de redacción. En la tercera parte, a modo de conclusión, realizaré unas reflexiones sobre esta red epistolar. Las cartas y su contenido Las cartas de Mariana de Austria entre 1661 y 1673: noticias volanderas de una reina consorte que se convirtió en regente La colección comienza con las cartas que Mariana de Austria escribió a Johanna entre 1661 y 1673. Johanna Theresia había llegado a Madrid en 1653 con sus padres, los embajadores del Imperio, Johann Maximilian von Lamberg y Judith Rebecca von Würben (Bruntálští z Vrbna). En Madrid, Johanna conoció a la reina consorte Mariana de Austria, hermana del emperador Leopoldo I y esposa del rey de la Monarquía Hispánica Felipe IV. Johanna tenía catorce años y la reina Habsburgo solo tenía cinco más, diecinueve. La joven hija de los embajadores del Imperio fue nombrada menina de la infanta María Teresa,4 la hijastra, a la vez que prima, de Mariana de Austria. María Teresa tenía casi la misma edad de Johanna, pues la infanta había nacido en 1638 y ella en 1639. El nombramiento cortesano permitió a Johanna Theresia von Lamberg formarse en la cultura palaciega del Alcázar de Madrid junto a la infanta, aunque esta tuvo que marcharse pronto, en 1659, al contraer matrimonio con el rey Luis XIV. Esta partida hizo que Johanna, junto con su hermana Helena,5 fuera ascendida a dama de la reina consorte doña Mariana en 1660. 4.

5.

María Teresa de Austria, siendo ya reina de Francia, le escribió una carta diciéndole que se acordaba mucho de los tiempos en los que había sido su menina; véase carta de María Teresa de Austria a la condesa de Harrach, Versalles, 7 de septiembre de 1676 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). Carta de Johann Maximilian von Lamberg al cardenal Ernst Adalbert von Harrach, Madrid, 16 de febrero de 1660 (Oberösterreichisches Landesarchiv (OÖLA), Herrschaftsarchiv Steyr, Familienarchiv Lamberg, Kt. 1228, fasc. 17, Akt Nr. 259).

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Durante esos años que pasó como menina y dama aprendió español y a escribir cartas, como muchas otras jóvenes de familias nobles que accedían en el entorno cortesano a las primeras letras y a los conocimientos exigidos a las doncellas de alta alcurnia (Cruz Medina 20032004: 174). Entre 1660 y 1661 Johanna llegó a convertirse en favorita de la reina (Pils 2002: 180). El grado de intimidad que esta relación alcanzó se puede comprobar en las cartas posteriores que se intercambiaron. En 1661 Johanna se casó en Madrid con su primo Fernando Bonaventura Harrach (Pils 2002: 175); la reina autorizó complacida este enlace, que unía las casas de los Harrach y los Lamberg. Unos meses después, el matrimonio regresó a Viena. Johanna tenía entonces veintitrés años y dejó en la corte de Madrid a Mariana de Austria, con veintisiete. La partida de Johanna hacia tierras imperiales con su flamante marido motivó que la reina empezara a escribirle con el fin de continuar la buena relación que las dos mantenían. Esta primera tanda de cartas de Mariana de Austria a Johanna Theresia Harrach se compone de setenta y ocho, escritas en alemán y fechadas entre 1661 y 1673. Todas estas epístolas empiezan con el encabezado “Liebe Johandl” y terminan con la despedida “Ich schlies und verbleib dein genedige königin und frau alezeit”.6 Al llegar a Viena a principios de 1662, Johanna entabló relación con las mujeres más importantes de la corte. En aquel momento, en la cúspide del Hofburg estaba la carismática emperatriz viuda Leonor Gonzaga-Nevers, tercera esposa de Fernando III y madrastra del emperador Leopoldo I, sobre el que tenía una gran influencia. Cuando Johanna arribó a la corte, la emperatriz tenía treinta y un años, y sus hijas, las archiduquesas Leonor María y María Ana Josefa, eran aún niñas, pues tenían ocho y siete años, respectivamente. Johanna se relacionó con ambas hermanas, aunque más con su madre, la poderosa matrona italiana. La emperatriz Leonor se arrimó a Johanna, pues tenía mucho interés en todo lo que acontecía en España y sabía que la condesa de Harrach podía darle abundante información gracias a la relación epistolar que mantenía con la reina consorte de la Monarquía Hispánica. Los temas de las cartas de Mariana de Austria a Johanna, enviadas desde Madrid a Viena entre 1661 y 1665, son muy variados. Parte del

6.

La transcripción es de la autora y podría traducirse así: “Cierro [esta carta] y quedo como tu clemente reina y señora para siempre”; a veces, lo cambiaba por “frau bis in Todt” (‘señora hasta la muerte’).

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contenido se refiere a los embarazos y los partos:7 ambas estaban en ese momento en edad de procrear y el compartir la experiencia de la maternidad ayudó a las dos mujeres a reforzar su vínculo personal. En sus primeras cartas, la reina informó a Johanna del buen transcurso del alumbramiento del que se convertiría en el rey Carlos II: había dado a luz el día 6 de noviembre de 1661 a un varón. La alegría por el nacimiento de aquel vástago atenuó algo la tristeza por la muerte del heredero de la corona dos días antes: Felipe Próspero, de cuatro años de edad, había perdido la vida el día 4. En la misma carta, doña Mariana confesó a la condesa de Harrach que no quería escribir de esa “materia”,8 lo cual denota la tragedia que le supuso su pérdida, a pesar de la llegada al mundo de un varón sano dos jornadas después de aquel luctuoso suceso. En esta misma misiva, certificó que Carlos había nacido con salud.9 Una vez nacidos, la salud, crianza y desarrollo de los hijos fue otro de los temas recurrentes de las cartas antes y después de 1665. Las informaciones sobre el aspecto físico de los hijos son muy frecuentes: Mariana escribía que Margarita estaba cada vez más bonita y que Carlos estaba cada vez más guapo, galante y adorable.10 Otro de los temas habituales reseñados por doña Mariana en esta época de consorte fueron las bodas que se celebraron en palacio: la reina registró el enlace de Leonor de Pimentel; anunció los compromisos de Juana de Silva con el conde de Fuensalida, el de Magdalena de Moncada, el de María Colonna y el conde de Puñoenrostro (que habían dado “quenta” al rey), y el de María Teresa Fajardo, la hija del aya, con el hijo del duque de Montalto. A partir de 1663, Mariana empezó a hablar del compromiso de su hija la infanta Margarita María con el emperador Leopoldo.11 7.

Carta de Mariana de Austria a Johanna Theresia Harrach, Madrid, 21 de enero de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 8. Lo puso en español, en carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 21 de diciembre de 1661 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 9. Ibidem. 10. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 25 de abril y 10 de octubre de 1662 y 6 de mayo de 1664 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 11. Anuncia a la condesa de Harrach el compromiso de Leonor de Pimentel en la carta fechada en Madrid el 21 de enero de 1662; el de Juana de Silva, en la del 8 de julio de 1662; el de Magdalena de Moncada, en la del 12 de septiembre de 1662; los de María Colonna y María Teresa Fajardo, en la del 16 de enero de 1664, y el de la infanta Margarita, en la del 26 de junio de 1663 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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Los embarazos y partos de las mujeres nobles de la corte de Madrid también fueron debidamente apuntados, como el embarazo de la mujer de Portia o el de María de Cárdenas.12 Al igual que las muertes de “Anica María” de Zúñiga o de la condesa de Humanes13 y las enfermedades e indisposiciones de sus damas, como las de Leonor de Velasco.14 Los cambios en la corte y los nuevos nombramientos también ocuparon sus líneas:15 a finales de agosto de 1662, doña Mariana informó de que la Pimentela (Leonor de Pimentel) estaba muy contenta porque el rey había concedido a su marido el virreinato de Sicilia.16 Por otro lado, la reina reservó párrafos para asegurarle que prestaría atención a sus asuntos y mercedes: el pago de la pensión que correspondía a Johanna por haberle servido como dama y el Toisón de Oro para su marido.17 Doña Mariana le escribió que no la olvidaba y que atendería sus peticiones.18 Resulta llamativo que no se hayan conservado las cartas correspondientes a los últimos meses de 1665, un periodo clave en la vida de la reina, pues en el mes de septiembre murió su marido, Felipe IV. La muerte del rey provocó un importante cambio de gobierno: Mariana pasó a ser tutora y curadora del rey-niño Carlos II y reina regente y gobernadora de la Monarquía hasta la mayoría de edad de su hijo. Esta ausencia de las cartas correspondientes a este año (únicamente se han conservado dos, pero son anteriores a la muerte del rey) se hace aún más extraña cuando hay evidencias por otras correspondencias 12. Sobre el embarazo de la mujer de Portia, trata en su carta a la condesa de Harrach fechada en Madrid, 21 de enero de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.), e informa del parto en la del 21 de junio de 1662, diciendo que creía que había sido un varón; y. sobre el de María de Cárdenas, en carta de 18 de junio de 1664 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 13. Sobre el fallecimiento de Ana María de Zúñiga, habla en carta a la condesa de Harrach fechada en Madrid, 14 de mayo de 1662, y sobre el de la condesa de Humanes, en la del 21 de enero de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 14. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 25 abril de 1662 y 29 de agosto de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 15. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 12 octubre de 1661 y 15 de febrero de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 16. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 29 de agosto de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 17. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 12 abril de 1662 y 3 de junio de 1663 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 18. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 3 julio de 1663 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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de que Mariana siguió escribiendo a Johanna en esos meses cruciales, posteriores a su acceso a la regencia. Por ejemplo, las Tagzettel (un tipo de documentación entre carta y diario estudiada por Pils (2002: 22)) de Johanna a su marido confirman que el intercambio epistolar no se interrumpió: en noviembre de 1665 —un mes después de que la reina se convirtiera en regente—, escribió a Fernando Bonaventura diciéndole que ella era muy “valida” de la reina Mariana, porque esta le escribía muchas cartas.19 En la misma nota, informó de que la reina le había mandado una carta en la que le daba la noticia de la muerte del rey y que “ella [Johanna] no caería en el olvido”.20 Y así fue, porque en diciembre de 1665 el conde de Harrach fue condecorado con el Toisón de Oro que tanto anhelaba. Fernando Bonaventura agradeció a su mujer su intercesión con la reina para conseguir esa merced; el estar casado con Johanna Theresia había sido un aliciente, pero lo realmente determinante en aquel negocio habían sido los constantes escritos de la condesa de Harrach a Mariana de Austria. Así lo aseguró Fernando en una carta a su mujer: “He conseguido esta merced gracias a tu mediación, a que estoy casado contigo y a que has escrito con puntualidad a la reina con esta petición, todo ello ha surtido efecto”.21 Igual de extraño parece que en 1666, el primer año de la regencia y, en consecuencia, uno de los más turbulentos para la reina Mariana de Austria, solo se haya conservado una carta, fechada el 5 de mayo de 1666, en la que la regente escribió sobre la boda por poderes de su hija la infanta Margarita: estaba triste porque su hija iba a partir en breve para Alemania, describió la ceremonia y dijo que la infanta se había puesto chapines, como una mujer casada. Margarita, ya convertida en emperatriz, llegó a Viena con todo su séquito el 6 de diciembre de 1666. Johanna se reencontró con una jovencita de quince años que nada tenía que ver con la niña de diez que había dejado en Madrid en 1661. 19. Escribió la palabra valida en español, Tagzettel (TZ) 26 de Johanna Theresia Harrach a su marido, Madrid, noviembre de 1665 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 350, s. fol.), citado en Pils (2002: 20, n. 36). 20. Ibidem (traducción de la autora). 21. “[…] Diese gnadt habe ich ihr zu schreüben, dann sie mir erstlich wegen ihr geben worden, das ich mich mit ihr verheÿrath, jezt aber dan würklichhen effect erlangt, weillen sie d. konigin so off geschriben, wegen meiner gebetten [...]”, carta de Fernando Bonaventura Harrach a su esposa Johanna, Madrid, 3 de diciembre de 1665 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (traducción de la autora).

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Las cartas de 1667 hasta 1673 tienen un contenido parecido a las datadas entre 1661 y 1665: acontecimientos cortesanos y cambios de cargos llenan sus párrafos. En 1667 Mariana recibió noticias de que su hija estaba bien y respondió diciendo que no le extrañaba, pues había ido a un buen país,22 y además le deseó a Johanna un feliz parto. La buena salud de Carlos II,23 el tiempo,24 sus jaquecas,25 los asuntos de gobierno26 y los embarazos de su hija la emperatriz Margarita (de los que le informaba puntualmente Johanna)27 fueron otros temas que ocuparon sus renglones. Curiosamente, en la carta fechada el 17 de septiembre de 1670, Mariana de Austria habla de una cifra con la que supuestamente se escribían, por lo que no se debe descartar la existencia de una correspondencia paralela cifrada;28 acaso esta cifra sea la misma que aparece en una frase inserta en la siguiente carta, fechada el 25 de octubre de 1670, o en otra misiva de julio de 1671, en la que aparecen dos nombres en cifra y descifrados: el de la condesa de Pötting y el de Fernando Bonaventura Harrach.29 La adorada hija de Mariana, la emperatriz Margarita María, falleció en marzo de 1673, dejando a la corte de Viena sumida en una profunda tristeza. Johanna la había tratado desde niña y la había recibido en Viena en 1666; allí había visto nacer y morir a sus hijos y crecer a la única superviviente, la archiduquesa María Antonia.30 Finalmente, Johanna había asistido a su muerte. Fernando Bonaventura fue entonces nom22. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 12 de enero de 1667 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 23. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 4 de marzo de 1671 y 4 de julio de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 24. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 4 de julio de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 25. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 4 de marzo de 1671 y 31 de enero de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 26. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 4 de marzo de 1671 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 27. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 24 de octubre de 1670 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 28. “[…] du mir in zifer schribst”, carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 16 de septiembre de 1670 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (transcripción de la autora). 29. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 7 de julio de 1671 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 30. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 6 de junio de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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brado embajador ordinario del Imperio en Madrid. La vinculación de Johanna Theresia con la reina regente Mariana de Austria debió ser un importante motivo para este nombramiento, ahora que había desaparecido la emperatriz Margarita. Cartas de la emperatriz viuda Leonor Gonzaga y de la emperatriz consorte Claudia Felicitas (1673-1676): afectos formales, enlaces políticos y nuevas de la corte El matrimonio Harrach, junto con sus hijos, inició su viaje a Madrid en agosto de 1673 (Menčik 1913: 1). Al pasar por Innsbruck, tuvieron la oportunidad de conocer a la archiduquesa del Tirol, Claudia Felicitas, la prometida de Leopoldo I, el cual la había elegido por esposa tras la muerte de Margarita María. Precisamente en este encuentro los Harrach discutieron con la archiduquesa su inminente matrimonio con el emperador (Menčik 1913: 7-10; Oliván Santaliestra 2016: 48), que se celebró el 15 de octubre de 1673 en Graz, solo unos días antes de que los Harrach arribaran a Madrid.31 Al llegar a la corte española, Johanna empezó a recibir cartas de la emperatriz viuda Leonor Gonzaga y de la ya emperatriz consorte Claudia Felicitas. Las misivas de doña Leonor son muy sugerentes. Desde el principio, la emperatriz dio a conocer a la condesa de Harrach sus intenciones: casar a una de sus hijas con Carlos II, el hijo de Mariana de Austria y rey desde los cuatro años. Por aquel entonces, Carlos tenía doce años de edad y la regencia la seguía ejerciendo su madre. Sin embargo, la candidata que doña Mariana quería para su hijo no era una de las hijas de la emperatriz viuda, sino su nieta, la hija de la malograda emperatriz Margarita, la archiduquesa María Antonia. La emperatriz viuda, no obstante, consideraba que María Antonia era demasiado pequeña (cuatro años de edad, mientras que su segundogénita tenía doce). Según su criterio, Carlos II necesitaba una prometida de más años para gozar pronto de descendencia. Johanna debía favorecer esta misión de dos maneras: hablando a la reina doña

31. Sobre los festejos de la boda de Leopoldo I y Claudia Felicitas, véase Seifert (1988: 41-47).

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Mariana (sin decirle que ella, la emperatriz, se lo había sugerido)32 y pidiendo a su marido, Fernando Bonaventura, que escribiera a su “amigo” el emperador Leopoldo para que este, a su vez, escribiera a la reina solicitando a la archiduquesa María Ana Josefa como futura esposa de Carlos II. La emperatriz viuda, en vez de hablar directamente con su hijastro el emperador, eligió esas dos vías indirectas —que ella consideraba más eficaces— para hacer llegar su mensaje: la condesa de Harrach debía hablar con Mariana de Austria, mientras que el conde de Harrach tenía que escribir a Leopoldo I; los dos debían hacerlo con discreción, sin mencionar que todo había sido idea suya. En su carta, además, le aseguró a Johanna que la compensaría si se comportaba como buena “procuradora” en ese asunto.33 Leonor Gonzaga mandó regalos a doña Mariana para ablandar su voluntad. Igualmente escribió a la condesa de Harrach diciéndole que sabía que la reina la quería mucho (a Johanna) y que eso estaba muy bien, porque así le contaría todas las noticias que sucedieran en Madrid. La emperatriz viuda también mostró su pena por la muerte del rey de Polonia (Miguel Korybut Wiśniowiecki, el 10 de noviembre de 1673), marido de su primogénita, la archiduquesa Leonor María, y añadió que su pobre hija “se había quedado viuda con veinte años”,34 insinuando que quizás esta también podía ser candidata para contraer matrimonio con Carlos II, aunque la segundogénita, aún doncella, seguía disponible. Si la reina se decidía por una de las dos, la elegida haría —según las palabras de Leonor— “todo lo que ella [la reina] deseara”.35 La emperatriz no dejó de pedir a Johanna en sus cartas de 1674 que le informara de todo lo que ocurriera en el Alcázar y, a su vez, le mandó todas las nuevas de Viena. La partida de las damas españolas que habían servido a la fallecida emperatriz Margarita ocupó varios renglones de dos de sus misivas; la emperatriz auguró que la excamarera mayor, la condesa de Eril, contaría muchas mentiras,36 aunque 32. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 13 de diciembre de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 206. s. fol.). 33. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 11 de enero de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 206, s. fol.). 34. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 13 de diciembre de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 206, s. fol.) (traducción de la autora). 35. Ibidem. 36. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 18 de octubre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 206, s. fol.).

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meses más tarde Johanna confirmaría que esta apenas había pisado el Alcázar.37 La salud de las archiduquesas también fue motivo de sus desvelos. Unas supuestas viruelas casi acabaron con la vida de Leonor María en Polonia; la emperatriz confesó a la condesa de Harrach que había rezado a la Virgen de los Dolores en su capilla. En esas fechas, Johanna había perdido un hijo varón tras un parto, y Leonor le mandó sus condolencias y le escribió que seguramente “a la reina [doña Mariana] le habría resultado extraño que [Johanna] no hubiera acudido a palacio”,38 pues la condesa de Harrach solía visitar todos los días a la regente. Cualquier falta a la obligada cita se debía siempre a causas de fuerza mayor. A finales de noviembre de 1674, Leonor Gonzaga le contó que había tomado como camarera mayor a la condesa de Dietrichstein y que la elección había sido difícil, al haber muy pocas viudas. Comentó igualmente que se había hecho una nueva habitación con tapices tejidos por sus damas.39 En 1675, la emperatriz Leonor, aún con la esperanza de que alguna de sus hijas consiguiera sustituir a la archiduquesa María Antonia en el corazón de Carlos II y, sobre todo, en el de su abuela, comunicó a la condesa de Harrach que estaba muy ilusionada porque iba a ir a Silesia a ver a su hija y que no quería dejar de trabajar para que el conde de Harrach la promocionara en Madrid. Por lo demás, se dedicó a coleccionar noticias de Madrid y a intercambiarlas con las de Viena. A principios de enero, se congratuló de que la reina doña Mariana hubiera elegido a los servidores que iban a componer la casa de su hijo y de que el marqués de los Balbases, entonces embajador de España en el Imperio, hubiera sido propuesto para el puesto de consejero de Estado (gracias a la mediación del conde de Harrach); su mujer, Ana Colonna, según escribió Leonor, tenía sospechas de estar embarazada.40 También informó de la muerte de la pequeña archiduquesa, la recién na37. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 29 de noviembre 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 38. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 7 de mayo de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (traducción de la autora desde el italiano). 39. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 29 de noviembre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 40. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 11 enero de 1675 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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cida hija de la emperatriz consorte Claudia Felicitas; esta no tardó en volver a quedarse embarazada y la emperatriz viuda expresó a Johanna sus deseos de que la criatura fuera finalmente un varón.41 Y, cómo no, fiestas y celebraciones ocuparon sus líneas: el carnaval y un ballet en sus habitaciones42 le ayudaron a hacer más corta la espera del parto de Claudia Felicitas.43 Al igual que de los nacimientos, Leonor le transmitió las noticias de los decesos sucedidos en Viena44 y de los ascensos en la corte. Así, por ejemplo, en el mes de junio la emperatriz felicitó a Johanna por el nombramiento de su padre, Johann Maximilian von Lamberg, como mayordomo mayor.45 En octubre, prometió enviar los retratos de las archiduquesas que Johanna le había solicitado para la reina. Doña Mariana quería ver los rostros de las hijas de la emperatriz viuda, quizás para enseñárselas a su hijo, aunque su principal apuesta para él seguía siendo su nieta María Antonia. Leonor respondió que le mandaría ambos retratos, aunque no sabía cuándo, pues los que tenía no eran de su agrado, ya que sus hijas no estaban pintadas como eran; los pintores en Viena, según la emperatriz, eran bastante malos y no sabían captar la belleza de las jóvenes. Aprovechó entonces para comunicar a la condesa de Harrach que la pequeña, María Ana Josefa, estaba muy grande y que si la viera “no la conocería”; seguramente quiso recalcar su madurez para que transmitiera ese dato a la reina regente.46 Los acontecimientos políticos de la corte de Madrid a finales de 1675 llegaron a oídos de Leonor, seguramente gracias a las cartas de Johanna. El 6 de noviembre Carlos II había cumplido la mayoría de edad y su hermano bastardo don Juan había intentado acercarse a él y echar del gobierno a doña Mariana, sin conseguirlo. La regente había dejado de serlo para pasar a curadora (Llorente 2009): esta nueva figura legal la convertía en vigilante de su hijo hasta que este cumpliera los veinticinco años. Don Juan de Austria había tratado de impedir41. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 11 de junio de 1675 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 42. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 2 junio de 1675 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 43. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 26 de julio de 1675 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 206, s. fol.). 44. Ibidem. 45. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 11 de junio de 1675 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 46. Ibidem (traducción de la autora).

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lo seduciendo a su hermanastro para que lo considerara su principal asesor. Leonor Gonzaga mostró en su respuesta el alivio que le había producido saber que el bastardo real había abandonado la corte.47 En las misivas de 1676, la emperatriz viuda mostró interés por las mediaciones realizadas por Johanna para conseguir cargos para un italiano —quizás Bartolomeo Calderari (sobre su promoción por la condesa de Harrach, véase Álvarez-Ossorio (1995: 97))—,48 alegrándose especialmente por la plaza de cuestor que había conseguido. En enero, le comunicó que había localizado a un pintor que “hacía bien” las caras y que esperaba que pintara los retratos de sus hijas prometidos a la reina.49 Claudia Felicitas, la emperatriz consorte, también escribió a Johanna durante los años en los que esta fue embajadora del Imperio en España. Lo hizo hasta que la muerte le sorprendió en abril de 1676. Los partos (tuvo muchos dolores en el alumbramiento de la archiduquesa Ana María Sofía, en 1674) y los postpartos ocuparon parte de sus líneas,50 así como informaciones sobre la crianza de sus hijas, que apenas sobrevivieron unos meses; igualmente aparece mencionada en sus renglones la archiduquesa María Antonia,51 a la que quiso como a una hija (en septiembre de 1674 informó de que estaba muy crecida y de que cada vez estaba más bonita).52 Las fiestas —como la de San Nicolás, en diciembre—, las meriendas en la corte, los ballets, el intercambio de retratos, las noticias de las mujeres de la corte de Viena, las notificaciones sobre su estado de salud, sus sangrías o sus degustacio47. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 12 de diciembre de 1675 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 48. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 7 de enero de 1676 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 49. Ibidem (traducción de la autora). 50. Sobre el parto de Ana María Sofía, véase la carta de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, Viena, 10 de octubre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). Claudia Felicitas tuvo dos hijas que apenas sobrevivieron unos meses: Ana María Sofía (11 de septiembre-21 de diciembre de 1674) y María Josefa (11 de octubre de 1675-11 de julio de 1676). Sobre sus postpartos, véanse las cartas fechadas en Viena, 28 de noviembre de 1674 y 11 de octubre 1675, respectivamente (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 51. Cartas de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, Viena, 14 de abril, 27 de junio y 14 de noviembre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 52. Carta de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, Viena, 6 de septiembre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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nes de chocolate fueron otros asuntos tratados por Claudia Felicitas en sus epístolas a la condesa.53 Todo lo comunicado por la emperatriz consorte sería convenientemente presentado a la reina Mariana de Austria, ansiosa por recibir nuevas de su nieta y de su nuera, a la que le deseaba fructíferos embarazos que culminaran en el nacimiento de un heredero para Leopoldo. La audiencia del embajador de Moscovia y las intrigas de la emperatriz viuda y sus damas tampoco escaparon a la pluma de Claudia Felicitas,54 que incluso se atrevió a hacer confesiones como su poca confianza en la embajadora de España.55 Su última carta conservada está fechada el 5 de septiembre de 1675. Claudia Felicitas falleció solo unos meses después, en abril de 1676, a la edad de veintidós años. Leopoldo I buscó rápidamente una nueva esposa y la encontró en la hija mayor del elector palatino Felipe Guillermo de Neoburgo y su mujer, Isabel Amalia de Hesse-Darmstadt. La joven Leonor Magdalena de Neoburgo se casó con el emperador aquel mismo año de 1676. Las últimas cartas de la reina madre doña Mariana y las misivas de la reina consorte de la Monarquía Hispánica (1676-1700): novedades de la corte y miedos ante la incertidumbre de la sucesión En 1676, Johanna regresó a Viena y reanudó su correspondencia con Mariana de Austria. Esta segunda tanda de cartas de Mariana se compone de doscientas setenta y una, que van desde finales de 1676 hasta 1696, fecha de la muerte de la reina. En las primeras, Mariana le contó a Johanna cómo don Juan se había convertido en primer ministro de su hijo Carlos II, mientras que ella había sido desterrada a Toledo. Carlos II se casó en esos años de destierro de su madre con María Luisa de Orleans y no con la archiduquesa María Antonia, como habría 53. Sobre la fiesta de San Nicolás, véase la carta de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, Viena, 8 de diciembre de 1674; sobre los ballets, la del 14 de abril de 1674; sobre su estado de salud, la del 6 de septiembre de 1674, y sobre sangrías, la del 18 de agosto de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 54. Carta de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, Viena, 14 de noviembre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 55. Carta de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, Viena, 8 de diciembre de 1674 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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La reina madre Mariana de Austria, ca. 1675-1699, por Juan Carreño de Miranda. © Museo del Prado (Madrid).

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La reina Mariana de Neoburgo, a caballo, ca. 1693-1694, por Luca Giordano. © Museo del Prado (Madrid).

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La archiduquesa Claudia Felicitas, 1672, por Carlo Dolci. © Kunsthistorisches Museum (Viena).

deseado Mariana. Tampoco se cumplieron los deseos de la emperatriz Leonor en este asunto. En 1679 Mariana de Austria regresó a Madrid tras la muerte de don Juan. A partir de 1680, la letra de Mariana empeoró y Johanna Theresia tuvo que contratar a un secretario para que le transcribiera sus cartas. Las epístolas de aquellos años están llenas de informaciones relativas a la vida en palacio: viajes, cacerías y fiestas.56 Hubo un repunte en el número de cartas en el año 1685, momento en el que la archiduquesa María Antonia se casó con Maximiliano de Baviera y tuvo que renunciar a sus derechos sucesorios sobre la Monarquía Hispánica, por lo que las tensiones entre las potencias que se disputaban la herencia española aumentaron.57 María Luisa de Orleans, la joven esposa de Carlos II, murió en 1689 y rápidamente se concertó un nuevo matrimonio para el rey 56. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 1680-1690 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321 y 322, s. fol.). 57. Agradezco este dato a la investigadora Rocío Martínez López, cuya tesis doctoral bajo la dirección de Luis Ribot (UNED) versa sobre la cuestión sucesoria y toma como principal referencia a la archiduquesa María Antonia.

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con Mariana de Neoburgo. En las cartas de 1690 y 1691, Mariana de Austria aseguraba que su nuera casi no hablaba español y que esto dificultaba sus relaciones en la corte,58 algo que cambiaría en los años posteriores, pues Mariana de Neoburgo, tras aprender el idioma, acabaría siendo una de las personas más influyentes de la corte de Madrid (Baviera 1938). Entre 1693 y 1695, las cartas de Mariana adquieren un mayor cariz político: la guerra contra Francia, el frente de Cataluña y el asedio a Belgrado son temas que aparecen constantemente,59 así como la grave crisis sucesoria de la Monarquía Hispánica, pues su nuera no se quedaba embarazada. En 1692 había nacido José Fernando de Baviera, hijo de la archiduquesa María Antonia y de Maximiliano Manuel de Baviera. Por tanto, existían ya tres candidatos para la sucesión de la monarquía en el caso de que falleciera Carlos II sin descendencia: el niño José Fernando, un hijo del emperador y Luis XIV (García García y Álvarez-Ossorio 2015). Mariana deseaba que su hijo nombrara sucesor al bávaro y es posible que, para conseguir sus objetivos, utilizara a Johanna como su espía en la corte de Viena. En 1693, la reina le escribió diciéndole que no se preocupara porque nada más leer sus cartas las hacía quemar,60 de este modo podía expresarse con total libertad y contarle todo lo que quisiera en ellas. Mariana falleció en mayo de 1696 y su hijo Carlos II firmó ese año un testamento a favor de José Fernando de Baviera. Fue este el triunfo póstumo de la reina madre. Mariana de Neoburgo también escribió a Johanna (a la que no conocía personalmente). Los años en los que posiblemente más cartas le remitió son 1697 y 1698,61 tras la muerte de Mariana de Austria y coincidiendo con la presencia en la corte de Madrid de Aloisio Harrach, hijo de Johanna, como embajador del Imperio. La condesa de Harrach pretendía que la reina favoreciera la misión de su hijo, que no era otra

58. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 18 de abril y 14 de junio de 1690 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 322, s. fol.). 59. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 1693 y 1694 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 322, s. fol.). 60. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 14 de noviembre de 1690 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 322, s. fol.). 61. Cartas de Mariana de Neoburgo a la condesa de Harrach, 1697-1698 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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que Carlos II nombrara sucesor de sus reinos al archiduque Carlos. Sin embargo, Mariana de Neoburgo se mostró poco proclive a ayudar al embajador imperial, pues odiaba a Leopoldo. En la última carta de Mariana de Neoburgo, fechada en 1700,62 esta le dijo que trataría de ayudar a Aloisio, pero todo se quedó en meras palabras. El 1 de noviembre falleció Carlos II, nombrando sucesor al nieto de Luis XIV. Reflexiones en torno a la red epistolar femenina de Johanna Theresia Harrach Noticias y sus variantes Las cartas que recibió Johanna contienen fundamentalmente noticias, pero, según los diccionarios de la época, noticia era, en general, el “conocimiento de alguna cosa” (Covarrubias 1611: fol. 565r). En el siglo xvii, se empleaba, en cambio, el término nuevas para designar “las cosas que se cuentan acontecidas de fresco en diversas partes, que por esso las llamaron nuevas” (Covarrubias 1611: fol. 565v). Mariana de Austria escribía “die Neue” y Leonor Gonzaga, “le nove”.63 El carácter de noticia de las informaciones contenidas en las cartas recibidas por la condesa de Harrach se deduce de expresiones como “no tengo nada nuevo que contarte” o “seguramente has oído hablar de esto”.64 Consecuentemente, los temas de las misivas muchas veces eran noticias para ser divulgadas. Mariana de Austria utilizó frecuentemente las cartas dirigidas a la condesa de Harrach para hacer desmentidos. Así, por ejemplo, en una de las primeras escribió que su hijo Carlos había nacido con salud,65 contradiciendo de este modo los rumores que circulaban sobre la debilidad del recién nacido que había difundido el embajador francés (Maura y Gamazo 1911: 79) con el fin de alentar el debate en torno a la cuestión sucesoria de la Monarquía 62. Carta de Mariana de Neoburgo a Mariana de Austria, Madrid, 20 de abril de 1700 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 322, s. fol.). 63. Carta de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, Viena, 13 de diciembre de 1673 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 206, s. fol.). 64. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Viena, 12 de noviembre de 1661 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (traducción de la autora). 65. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Viena, 21 de diciembre de 1661 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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Hispánica e inclinar la balanza hacia una potencial candidatura francesa al trono. En la siguiente carta, fechada el 21 de enero, doña Mariana volvió a reiterar que su parto había sido feliz y que su hijo estaba bien de salud. Es muy probable que la reina estuviera empeñada en demostrar la falsedad de las habladurías que habían llegado a Viena. En junio de 1662, trató de hacer lo mismo, pero esta vez para desmentir un embarazo: “No estoy embarazada, como dicen por ahí fuera”,66 sentenció. La reina negó así su supuesto estado de buena esperanza y quiso que fuera Johanna quien hiciera saber a la corte de Viena que ella, la reina de la Monarquía Hispánica, no esperaba ningún heredero. En las misivas posteriores mantuvo su verdad con respecto al buen estado del infante: en una carta fechada el 14 de mayo de 1662, confirmó que este estaba muy bien de salud y añadió que el pequeño ya decía “taita”,67 es decir, ’papá’; Carlos tenía entonces siete meses de edad, el tiempo estipulado para empezar a hablar. Con este dato Mariana quiso demostrar que su hijo estaba teniendo un desarrollo normal. La reina mandó una carta idéntica a esta a la madre de Johanna, Judith Rebecca von Lamberg, a la que conocía bien porque había sido embajadora del Imperio en Madrid entre 1653 y 1660. El objetivo de mandar dos cartas iguales en contenido a una madre y a su hija era sin duda asegurarse de que la información fuese recibida. Si se perdía una carta, la otra llegaría. Doña Mariana sabía que había mucha comunicación entre Johanna y su madre y que ambas podían contarse la una a la otra el contenido de la misiva, en este caso, noticias sobre la locuacidad del pequeño infante. El empeño en ratificar la normalidad de Carlos fue una constante: en junio de 1662, Mariana escribió que el niño evolucionaba muy bien;68 en julio, que le apenaba que no pudiera ver lo gallardo que estaba, y, en agosto, puso en una misiva que su hijo estaba muy sano y fuerte.69 Mariana informaba también de las indisposiciones del niño, 66. “Ich bin nicht schwanger, wie man draußen sagt”, carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 1 de junio de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (transcripción y traducción de la autora). 67. Escribió taita en español, en carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 14 de mayo de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 68. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 1 de junio de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 69. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 2 de agosto de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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pero rápidamente confirmaba su recuperación.70 Si Carlos daba muestras de debilidad, su madre lo achacaba a factores externos, como las amas de cría: en julio de 1664, le escribió que el ama tenía mala leche y que por eso su hijo había caído enfermo. Sin duda, Johanna debía ser la portavoz de Mariana en la corte de Viena para acallar los rumores en torno a la pusilanimidad intrínseca del infante, ya que estaba muy bien relacionada con las mujeres de la misma: la emperatriz Leonor Gonzaga, sus hijas y la emperatriz Margarita, todas ellas podían frenar las falsas noticias que circulaban sobre el futuro dinástico de los Habsburgo hispánicos. El mismo talante de nuevas tenía el comunicar las promesas de matrimonio y los enlaces celebrados en el Alcázar de Madrid. Informar de tales acontecimientos era equivalente a hacer públicas las alianzas dinásticas concertadas entre las familias de la Monarquía Hispánica; Johanna y su entorno debían tener conocimiento de estas uniones. La felicidad de los novios también era una noticia digna de ser divulgada (“todos dicen que ella no será feliz”,71 escribió en relación a la boda de Juana de Silva), pues, si un matrimonio no era feliz, los hijos-herederos nunca llegarían. Los nacimientos de vástagos eran fielmente comunicados, así como las muertes de las personas que rodeaban a doña Mariana y que Johanna había conocido. Las relaciones mantenidas con las embajadoras, como la condesa de Pötting (del Imperio) y Anne Fanshawe (de Inglaterra), fueron igualmente registradas y catalogadas como noticias.72 La veracidad de las nuevas debía comprobarse (O’Neill 2015: 178). Las noticias suministradas por la reina eran especialmente valiosas porque venían de primera mano, no como las provenientes de fuentes secundarias poco fiables, como las de la denominada “public diplomacy” (Helmers 2016), que empezó a aparecer en esa época. Dentro de 70. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 26 de junio de 1663 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 71. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 12 de septiembre de 1662 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (traducción de la autora). 72. La condesa de Pötting informó de su audiencia, de su embarazo y de sus aciertos y fracasos como embajadora, como vemos en las cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 18 de julio de 1663 y 13 de marzo de 1664 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). Y Anne Fanshawe, en la carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 3 de julio de 1664 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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esta diplomacia pública, circulaban noticias divulgadas por embajadores y enviados que no siempre eran veraces, pues en muchas ocasiones respondían a intereses determinados, como la sugestión o la provocación política. Estas informaciones erróneas no eran noticias, sino, como escribió una vez doña Mariana en una de sus cartas, “cuentos y chismes”,73 palabras que puso en español para darles mayor énfasis. Estos cuentos y chismes eran los rumores falsos que había que combatir. Una buena corresponsal debía dar muchas noticias y fidedignas y una buena correspondiente debía ofrecer lo mismo: escribir con mucha frecuencia para regalar noticias frescas y verdaderas. Johanna cumplía con lo primero, pues doña Mariana siempre le agradecía que fuera tan “fleißig” (diligente);74 con respecto a lo segundo, las conexiones que tenía la condesa de Harrach en Viena y su fácil acceso a fuentes primarias debieron hacer de ella una confidente muy fiable. Que doña Mariana confiaba ciegamente en la condesa queda demostrado en la única carta fechada en 1666 que se conserva. En ella, la reina informó a Johanna de que su hija la infanta Margarita partiría hacia “Alemania” con un buen número de damas españolas, a las que la reina conocía personalmente. Mariana no se fiaba de ninguna de ellas, así que le pidió que le contara todo lo relativo a la vida de su hija en Viena, pues solo podía confiar en ella; además, sabía que no le ocultaría nada de lo que pasara.75 Sin lugar a dudas, los testimonios de la condesa eran los más valorados por la reina, por la veracidad que les presuponía. Sentimientos, formalidades y amistades Una de las principales dificultades que se presentan a la hora de interpretar las cartas en la Edad Moderna es desligar las formas protocolarias de los sentimientos. Las misivas seguían unas pautas de escritura y de estructura generales basadas en los ars dictaminis del 73. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 17 de mayo de 1671 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 74. Cartas de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 14 de mayo y 1 de junio de 1662, 18 de julio y 20 de septiembre de 1663 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.). 75. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 5 de mayo de 1666 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (agradezco a Katharina Arnegger su transcripción).

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Renacimiento (Couchman 2005: 168; O’Neill 2015: 114): el encabezamiento, el contenido (era obligado preguntar por la salud y hablar de la propia, así como comentar el tiempo que hacía, para luego seguir con otros temas y con la llamada petitio o petición) y, finalmente, se acababa con una despedida. ¿Cómo desligar lo formal de lo personal? Como afirma Christina Antenhofer (2005), hay que tener sumo cuidado al analizar las expresiones de amor y sentimientos en las cartas del siglo xvii, ya que en muchas ocasiones eran meramente formalidades políticas entre corresponsales que, a veces, ni siquiera se conocían personalmente. Resulta difícil estudiar la relación que Johanna tenía con cada una de estas mujeres Habsburgo, en parte porque no se han encontrado las respuestas de esta. Aunque se puede deducir el contenido de las cartas de la condesa de Harrach, no se puede acceder al lenguaje o al tono que utilizaba: no se sabe cómo se refería a cada una de ellas o cuál era la fórmula de despedida que acostumbraba escribir, lo cual podría dar pistas sobre qué papeles jugaban condicionantes como la jerarquía o la edad en su relación epistolar con sus corresponsales. Por el contrario, sí que se dispone de toda esta información en las cartas que Johanna recibió: el lenguaje utilizado por las reinas y las emperatrices está presente en los documentos; además, se conoce la relación personal que mantuvo con ellas a través de otras fuentes que complementan a las misivas. Teniendo en cuenta todos estos aspectos, se puede deducir, al menos someramente, el vínculo que unía a Johanna con cada una de estas mujeres. Seguramente la condesa de Harrach tuvo una relación más estrecha con la reina Mariana de Austria. La edad similar y el compartir experiencias de género (la maternidad) las unió más allá de la jerarquía que las separaba. La amistad femenina fue ampliamente debatida en el siglo xvii en España, tanto en la literatura conventual como en el teatro (Vollendorf 2005); Mariana y Johanna leían obras de devoción y comedias, donde aparece este tipo de amistad. Así mismo, el concepto moderno de amistad se fue fraguando también a lo largo de la segunda mitad del siglo xvii y principios del xviii. El Diccionario de autoridades de la Real Academia Española (1726) recoge la entrada de la palabra amistad con esta definición: “amor, benevolencia y confianza recíproca”. Las pinceladas de este concepto premoderno de amistad, más allá de los formalismos propios del género epistolar, se

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pueden encontrar en las expresiones y el lenguaje manejado, así como en el contenido de las misivas de la reina. En la salutatio de sus cartas, Mariana de Austria siempre ponía “Querida Johanna” y se despedía así: “tu más fiel reina y señora. Maria Anna” (traducción de la autora), algo muy significativo, porque, cuando escribía a la madre de Johanna, Judith Rebecca von Lamberg, iniciaba la carta únicamente con “Liebe Gräfin” (“Querida condesa”, y no “Querida Judith”). La distinta relación que mantenía con la progenitora de su querida Johanna motivó el uso de una expresión más protocolaria. Es posible que la reina, al tener un estatus superior, se tomara la licencia de escribir “Johandl” en las cartas dirigidas a la condesa de Harrach (normalmente, solo las personas de rango superior usaban el nombre de pila del destinatario en la salutatio; véase O’Neill (2015: 120)). No obstante, el contenido de las misivas demuestra que la principal razón para emplear el saludo “Liebe Johandl” está más cerca de la amistad que del protocolo. Siguiendo esta argumentación, hay que señalar que dentro de las cartas aparecen declaraciones de confianza: “si tú estuvieras aquí me podrías apoyar porque no tengo a nadie”, le escribió en 1663.76 Cuando Johanna se fue de Madrid tras su embajada en 1676, la reina le transmitió que la echaba mucho de menos, que estaba muy sola sin ella y que le faltaban sus consejos. La relación de Johanna con la emperatriz Leonora fue más distante: el rango y la edad se impusieron, constituyendo barreras insalvables. El encabezamiento que utilizaba Leonora era “Mi querida condesa”. Por otra parte, en las cartas de la emperatriz Claudia Felicitas, las expresiones de afecto y amistad pueden llevar a engaño, porque ella y la condesa apenas se conocieron personalmente: Johanna solo coincidió con Claudia Felicitas tres días en Innsbruck, por lo que su relación fue meramente epistolar. Sus misivas son un claro ejemplo de que las formas escasamente reflejan una relación personal real, sino que más bien responden a un protocolo establecido (aunque no es imposible que surgieran sentimientos más personales en una comunicación exclusivamente epistolar). Intereses políticos y de acercamiento a doña Mariana motivaron la relación por carta de Claudia Felicitas con la condesa de Harrach: en primer lugar, el emperador Leopoldo deseaba 76. Carta de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, Madrid, 10 de octubre de 1663 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.) (traducción de la autora).

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que Mariana de Austria se uniera a la Gran Alianza de la Haya y, para ello, favoreció un acercamiento entre su consorte, Claudia Felicitas, y Johanna, que podía influir en la reina regente; en segundo lugar, a través de estas cartas Johanna recibió información de primera mano sobre los embarazos y partos de Claudia Felicitas, muy importantes para la sucesión del Imperio. Sorprende que la emperatriz fuera tan explícita en este aspecto: por ejemplo, informaba detalladamente de la duración e intensidad de sus dolores de parto y confesaba con poco pudor sus debilidades y miedos ante unos momentos tan cruciales en la vida de una consorte. Estas confesiones tan íntimas del dolor físico y psíquico durante los alumbramientos responden no tanto a una necesidad de informar a otra persona de una situación personal, sino más bien a la propia necesidad de plasmar una experiencia, de desahogarse escribiéndola: en este sentido, casi se puede afirmar que Claudia Felicitas escribía más para sí misma que para Johanna. La doliente emperatriz convirtió la carta en un diario, en una hoja de vida al estilo de las Tagzettel que escribió Johanna a su marido en sus largas ausencias. El caso de Claudia Felicitas es, en cierto modo, similar al de Mariana de Neoburgo: Johanna no la conocía personalmente, no se habían visto nunca, lo que no fue óbice para que llamara a la condesa de Harrach “amiga”.77 Mariana de Austria nunca utilizó esa palabra en sus cartas a Johanna, aun cuando entre ellas pudo haber una relación que podría considerarse de amistad, a pesar de la diferencia de rango (Blutrach 2014: 248 y 307). Algunas damas nobles, en las cartas que escribían a Johanna, ponían “tu amiga y mayor servidora”; por tanto, la palabra amiga tenía connotaciones de servicio y fidelidad algo lejanas del sentido moderno del término. Resumiendo, las expresiones de amistad y amor en las cartas deben ser interpretadas con la debida precaución. La carta como relato. Formas de lectura, preservación y recuerdo Escribir historia y escribir literatura pueden ser un mismo acto, porque la historia es, en cierto modo, un “artefacto literario”, en palabras

77. Carta de Mariana de Neoburgo a la condesa de Harrach, Madrid, 14 de febrero de 1698 (ÖStA, AVA, FA Harrach, Kt. 321, s. fol.).

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de Hayden White (1973). Por eso las cartas históricas son también literarias. En las lettres de pardon analizadas por Nathalie Zemon Davis en su obra Fiction in the Archives (1987) o en las declaraciones de las esposas abandonadas por sus maridos en los tribunales de Indias en el siglo xviii estudiadas por María José de la Pascua (2005), las mujeres utilizaron un lenguaje específico, adecuado a sus fines, “eligieron qué recordar” (Couchman 2005) o qué aspectos del relato enfatizar y construyeron un relato usando expresiones estratégicas que dieran más valor a sus testimonios con el fin de convencer y persuadir (Pascua 2005). Hasta cierto punto, todas estas tácticas fueron desplegadas de manera inconsciente. Similares herramientas utilizaron las mujeres Habsburgo que redactaron las cartas aquí analizadas, por eso todas las misivas se parecen, porque responden a una forma de relato, de ficción: cada mujer Habsburgo cuenta y relata su interpretación de las noticias, de los hechos, y para ello utiliza una forma narrativa y, por ende, ficcional, que a su vez la condesa interpretaba. De esta manera, las epístolas se pueden considerar como imaginaciones o representaciones de la realidad. Su estatus y tipología de relato ficcional, de literatura, queda patente al analizar cada grupo de cartas: la emperatriz Leonor es la madre y madrastra amantísima; Claudia Felicitas es la sufridora consorte que debe parir un heredero, relatando de forma cuasi literaria sus dolores de parto; Mariana de Austria es la eterna amiga que cuando escribe a Johanna evita tal palabra y juega a no ser reina, y Mariana de Neoburgo crea su relato ideal de perfecta esposa, aunque es incapaz de quedarse embarazada y, por tanto, de ser una buena consorte. Todas estas mujeres parecen tener y construir su relato. También es importante considerar el aspecto de la lectura de las cartas, de cómo se leían (sobre la lectura de cartas de mujeres para mujeres, Daybell (2005: 144-145)), de si la carta se leía a solas y era para “consumo individual” (Daybell 2005: 161) y, en ese caso, si se leía en silencio o en voz alta, vocalizando y representando como si se tratara de una obra de teatro, o si se leía ante un “público extenso” (Daybell 2005: 155). La retórica de la lectura de cartas plasmada en manuales demuestra que muchas misivas estaban escritas para ser leídas en voz alta (Daybell 2005: 160). Esta lectura a viva voz podía hacerse tanto a solas como ante un grupo de personas. Mariana de Austria leía a veces las cartas de Johanna en presencia de alguna de sus damas, pero tam-

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bién en silencio, sola, aunque nada indica que en esos casos lo hiciera alzando la voz. Por su parte, Johanna Theresia leía las cartas de Mariana de diversas maneras: en ciertas ocasiones, lo hacía en presencia de alguien más, como su hermana o su primo Carlos de Wallenstein, aunque normalmente las leía sola, bien en silencio, bien en voz alta (lo que no restaba intimidad al momento). Cuando leía las cartas en voz alta era porque las entendía mejor de esta manera que leyéndolas en silencio; Mariana de Austria escribía como hablaba, en un alemán del siglo xvii muy fonético, y, al leer la misiva con voz fuerte y clara, esta se comprendía mucho mejor. No puedo dejar de hacer mención a la conservación y la memoria. Las cartas estudiadas tenían un valor especial para los Harrach y su identidad como familia ligada a los Habsburgo, por eso fueron cuidadosamente conservadas. En cambio, nada queda o al menos se desconoce el paradero de las cartas que escribió Johanna a todas estas mujeres. ¿Qué ha pasado con aquellas misivas que faltan, con las respuestas de la condesa de Harrach y con las cartas escritas por estas mujeres Habsburgo que se apartaron de los legajos citados? ¿Qué se esconde detrás de esta ausencia? ¿Una destrucción intencionada, un accidente, una venta o un desafortunado cambio del lugar de conservación? Mariana quemó algunas cartas de la condesa de Harrach: ¿pudo Johanna haber hecho lo mismo con algunas de la reina? La preservación de las misivas y el papel que juega la memoria familiar en este proceso merecen nuestra atención. Las gráficas que se presentan en el anexo al final de este capítulo reflejan solo lo que ha llegado hasta nuestros días, no el volumen real de cartas que se escribieron. Johanna y sus sucesores conservaron las que consideraron honrosas para la familia, aquellas firmadas de puño y letra por mujeres pertenecientes a una familia más linajuda que la suya, aquellos documentos que podían reportarles prestigio en el presente y en el futuro. Una generación mantiene lo que engrandece el honor de la siguiente. El tiempo hace el resto. En definitiva, la red epistolar de Johanna Theresia Harrach permite comprender las relaciones y las formas de comunicación de las mujeres en las cortes del siglo xvii. En estas cartas se pueden analizar temas tan variados como los sentimientos versus las formalidades, la intimidad, las formas de lectura, las relaciones personales, el relato ficcional o la siempre selectiva memoria familiar.

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Gráfico 1. Correspondencia de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, 78 cartas (1661-1673). 13 10 8 5 3 0

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Gráfico 2. Correspondencia de Leonor Gonzaga a la condesa de Harrach, 24 cartas (1673-1677). 20 15 10 5 0

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Gráfico 3. Correspondencia de Claudia Felicitas a la condesa de Harrach, 26 cartas (1673-1675). 23 18 14 9 5 0

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Gráfico 4. Correspondencia de Mariana de Austria a la condesa de Harrach, 271 cartas (1676-1696). 15 12 9 6 3 0

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Gráfico 5. Correspondencia de Mariana de Neoburgo a la condesa de Harrach, 34 cartas (1689-1700).

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Fuentes Oberösterreichisches Landesarchiv (OÖLA), Herrschaftsarchiv Steyr, Familienarchiv Lamberg, Karton (Kt.) 1228 Österreichisches Staatsarchiv (ÖStA), Allgemeines Verwaltungsarchiv (AVA), Familienarchiv (FA) Harrach, Karton (Kt.) 206, 321322, 350 Bibliografía Álvarez-Ossorio, Antonio (1995): La república de las parentelas: la corte de Madrid y el gobierno del estado de Milán durante el reinado de Carlos II. Tesis doctoral. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid. Antenhofer, Christina (2005): “Letters across the Borders: Strategies of Communication in an Italian-German Renaissance Correspondence”, en Jane Couchman y Ann Crabb (eds.), Women’s Letters in Europe, 1400-1700: Form and Persuasion. Farnham/Burlington: Ashgate, pp. 103-123. Baviera, Adalberto de (1938): Mariana de Neoburgo, reina de España. Madrid: Espasa-Calpe. Blutrach, Carolina (2014): El III conde de Fernán Núñez, 16441721. Corte, parentesco y memoria familiar. Madrid: CSIC/Marcial Pons. Bouza, Fernando (2001): Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro. Madrid: Marcial Pons. Castillo Gómez, Antonio (2005): “El mejor retrato de cada uno, la materialidad de la escritura epistolar en la sociedad hispana de los siglos xvi y xvii”, en Hispania, LXV/3, 221, pp. 847-875. Couchman, Jane (2005): “Give Birth Quickly and Then Send Us Your Good Husband: Informal Political Influence in the Letters of Louise de Coligny”, en Jane Couchman y Ann Crabb (eds.), Women’s Letters in Europe, 1400-1700: Form and Persuasion. Farnham/Burlington: Ashgate, pp. 149-169. Covarrubias, Sebastián de (1611): Tesoro de la lengua castellana, o española. Madrid: Luis Sánchez. Cruz Medina, Vanessa de (2003-2004): “Manos que escriben cartas: Ana de Dietrichstein y el género epistolar en el siglo xvi”, en Litterae: Cuadernos de Cultura Escrita, 3-4, pp. 161-185.

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La influencia política, la devoción privada y la educación femenina a través de la correspondencia de las mujeres Habsburgo y el padre Marco d’Aviano (1681-1699) Rocío Martínez López (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid)1

Aproximación a la figura del padre Marco d’Aviano En el centro de Viena se puede visitar la Kapuzinergruft, la cripta donde se encuentran enterrados la mayoría de los miembros de la rama austriaca de los Habsburgo (Hawlik van der Water 1987). Al visitarla o al leer sobre ella, suele apuntarse que la única persona que allí reposa que no pertenecía a la familia imperial es la condesa Maria Karolina von Fuchs-Mollard, aya de la emperatriz María Teresa, a la que se concedió el privilegio de ser enterrada en la cripta imperial en 1754 (Beutler 2011: 43). Sin embargo, otra persona también obtuvo este derecho con anterioridad, pese a que sus restos mortales ya no reposan allí. A finales del siglo xvii, el padre capuchino Marco d’Aviano fue enterrado temporalmente en dicha cripta por indicación de Leopoldo I y su tercera esposa, Eleonora Magdalena de Neoburgo, antes de que sus restos fueran trasladados a la iglesia de Santa María de los Ángeles, conocida como la Kapuzinerkirche o iglesia de los Capuchinos, vinculada a la cripta, poco después. Actualmente, reposa en la capilla de la Piedad de la mencionada iglesia (Pisa y Wasner-Peter 2000: 52-55). 1. Este trabajo se incluye dentro del proyecto de investigación “Conservación de la Monarquía y equilibrio europeo entre los siglos xvii y xviii” (HAR201237560-C02-01), dirigido por Luis A. Ribot García y vinculado a la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Agradezco a Laura Oliván, Bernardo J. García García, Andrea Sommer-Mathis, Katrin Keller y César Esponda toda la ayuda que me han prestado a lo largo del el proceso de presentación y creación del presente texto.

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Pero ¿quién fue el padre Marco d’Aviano? Esta figura, de gran peso durante la segunda mitad del siglo xvii, es bien conocida, sobre todo a través de la amplia bibliografía existente en alemán e italiano (Héyret 1931; Ludwig 1935; Feigl 1993; Simonato 1994). Nació el 17 de noviembre de 1631 en Aviano, un pueblo de la provincia de Pordenone. Su nombre de pila era Carlo Domenico Cristofori y fue el primogénito del matrimonio formado por Marco Cristofori y Rosa Zanone, que llegó a tener diez hijos. Recibió una cuidada educación, en la que destaca su paso por el prestigioso colegio de los jesuitas de Gorizia. En 1648, con apenas diecisiete años, comenzó su noviciado y, al año siguiente, profesó como capuchino con el nombre por el que hoy se le conoce, Marco d’Aviano. En su biografía destacan especialmente tres aspectos principales: su vertiente como predicador; su actividad a favor de la lucha contra los turcos, que incluyó su presencia entre las tropas católicas que se enfrentaban al Imperio otomano (en acontecimientos como el asedio de Viena o las tomas de Buda y Belgrado), y también su estrecha relación con diferentes príncipes y nobles de la época, en particular con el emperador Leopoldo I, que le pedía consejo en asuntos relacionados con su política internacional, sus estrategias familiares y sus preocupaciones religiosas. Durante las últimas décadas del siglo xvii, viajó por varios lugares de Europa, ya fuera para acudir a alentar a los ejércitos, para ver a miembros de familias soberanas (especialmente, al emperador Leopoldo I y a sus parientes) o para realizar misiones diplomáticas vinculadas con su orden o con la Santa Sede, por no mencionar sus funciones como predicador, que nunca abandonó. De hecho, falleció en Viena el 13 de agosto de 1699 tras acudir a ver a la pareja imperial, que estuvo a su lado en el momento de su muerte. Ya en vida se hablaba de su condición de hombre santo y de sus poderes milagrosos y taumatúrgicos, condiciones que aparecen reflejadas de forma habitual en la correspondencia que intercambió con diversos miembros de las casas reales europeas. El emperador comenzó a promover su beatificación prácticamente desde su fallecimiento, iniciativa que fue apoyada por varios de sus descendientes, pero que no empezó a tomar verdadera forma hasta principios del siglo xx y que culminó en 2003 con su proclamación como beato por el papa Juan Pablo II (Pisa y Wasner-Peter 2000: 13-33 y 53-66). El padre Marco d’Aviano dejó una amplísima correspondencia que le relacionó con numerosas personas de gran importancia en la época.

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Además del emperador Leopoldo I y las mujeres de las que vamos a hablar, otros personajes como el duque Carlos V de Lorena, la emperatriz viuda de Fernando III, Eleonora Gonzaga, y la delfina María Ana Victoria de Baviera, por citar solo algunos ejemplos, buscaron su consejo en diversas materias y le otorgaron un destacado peso político. Sin duda, la persona con la que le unió una relación más estrecha fue el emperador Leopoldo, con el que intercambió centenares de cartas a lo largo de aproximadamente diecinueve años (1680-1699). Los temas que Leopoldo I trató con el padre D’Aviano fueron muy variados, englobando desde la política internacional hasta su piedad privada, pasando por consejos sobre acontecimientos específicos o disertaciones sobre sucesos militares, centrándose en especial en los enfrentamientos contra los turcos, uno de los intereses principales del capuchino. Por citar algunos ejemplos, se puede ver cómo en diversas cartas se abordan cuestiones como el problema de la sucesión de Carlos II y la forma en la que se podría favorecer la candidatura del archiduque Carlos al trono de la Monarquía de España,2 la necesidad de casar al rey de romanos José lo antes posible y las candidatas consideradas para su mano3 o el enfrentamiento contra los turcos, quizá 2. Por ejemplo, en la carta que Marco d’Aviano escribe al emperador Leopoldo I desde Verona el 9 de diciembre de 1697 (Klopp 1888: 307), indica: “A quest’hora credo V[ostra]. M[aestà] C[attolica]. haverà stabilita la pace con la Francia, che non si poteva far altrimente. Respirerà V[ostra]. M[aestà]. C[attolica]. alquanto et haverà occasione hora di maneggiarsi con tutta sollecitudine et efficacia per la successione nelle Spagne nella persona del Serenisimo Arciduca Carlo. Fatta la pace con la Francia il Papa doverà rispondere a quello ha promesso d’assistere V[ostra]. M[aestà]. C[attolica]. con validissimi soccorsi, per far la guerra con tutte le forze contro il Turcho, e prometto a V[ostra]. M[aestà]. C[attolica]. che havendo occasione di scrivere a Roma, inculcherò questo particolare al Papa con tutta efficaccia. Io spero che la prossima campagna contro il Turcho, se non sarà l’ultima, almeno sarà la penultima, che però V[ostra]. M[aestà]. C[attolica]., torno a dirli, faccia tutti li sforzi e per tempo, chè hora è il tempo di stabilire quello è necessarissimo, se vuole vedere stabilita l’Augustissima Casa d’Austria contro quelli la vorrebbero esterminata”. 3. Ingrao y Thomas (2004: 113) llegan a afirmar que Leopoldo I consideraba a Marco d’Aviano un oráculo viviente y que fue quien convenció tanto al emperador como a la emperatriz Eleonora Magdalena de que Amalia Guillermina de BrunswickWolfenbüttel era la candidata ideal para convertirse en la esposa del rey de romanos. Si bien Marco d’Aviano apoyó esta candidatura, en un momento en el que no existían demasiadas princesas de edad adecuada entre las que escoger en las principales casas reales de Europa, su decisión no solo respondió al apoyo del capuchino, sino también a otros factores políticos. En todo caso, Marco d’Aviano era partida-

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el tema de naturaleza política que más se trata en la correspondencia entre el emperador y el capuchino,4 entre otros muchos asuntos.5 Dada la variedad de temas y la importancia de su contenido, los centenares de cartas intercambiadas entre el emperador Leopoldo y Marco d’Aviano que se conservan han sido objeto de diversos estudios y publicaciones. Las ediciones más conocidas son la de Onno Klopp (1888), los cinco volúmenes de cartas compiladas por el padre Arturo Maria da Carmignano di Brenta (1986-1991) y los cuatro tomos editados por Marie Héyret (1937-1946). Estas distan de ser las únicas ediciones existentes de la correspondencia que se conserva del padre capuchino. Por citar algunos ejemplos más, también hay una pequeña publicación del epistolario conservado entre el padre D’Aviano y el embajador imperial en Venecia, el conde Francesco della Torre (D’Aviano 1893), o el trabajo realizado por Anna Coreth (1956) centrado en las cartas que intercambió el capuchino con el padre Gabriel Pontifeser (o de Chiusa) (Pobladura 1964; López Arandia 2011), confesor de la reina Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II. Pero, pese a estas numerosas ediciones, todavía se conservan cartas del padre Marco d’Aviano o dirigidas a él en diferentes archivos de Europa que no han sido publicadas aún. Por ejemplo, en el legajo de misivas intercambiadas entre el padre Marco d’Aviano y fray Gabriel Pontifeser, que se conserva en el Haus-, Hof- und Staatsarchiv de Viena, quedan muchos documentos que no han visto la luz,6 y en los archivos españoles nos encontramos aún varias sorpresas, como una interesante carta hallada en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, rio de esta posibilidad y se mostró muy contento por la elección realizada cuando esta finalmente se anunció. Véase la carta del padre Marco d’Aviano al emperador Leopoldo I, escrita en Verona y fechada el 19 de enero de 1698 (Klopp 1888: 311). 4. Así, por ejemplo, en la carta del padre Marco d’Aviano al emperador Leopoldo I fechada el 30 de mayo de 1698 en Verona (Klopp 1888: 316-317), habla de la tregua con los turcos y expresa su decepción ante el hecho de que el papa no haya cumplido con lo que su nuncio le había prometido en lo referente a otorgar fondos al emperador para su lucha contra el Imperio otomano si Leopoldo I firmaba finalmente la paz con Francia. 5. En varias cartas, Leopoldo I y Marco d’Aviano también discuten temas tales como las relaciones internacionales con Francia o los problemas del emperador para conseguir acuerdos con los príncipes electores para contar con su ayuda en sus luchas contra los turcos y Luis XIV (Klopp 1888: 203-204, 284-285 y 293-294). 6. Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA, Viena), Hausarchiv, Familienkorrespondenz, Karton 50A.

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que escribió el padre D’Aviano a la duquesa de Béjar7 relatándole la muerte de su hijo en la lucha contra los turcos en Buda (Zarza Sánchez 2015), entre otros ejemplos. Por lo tanto, nos encontramos con una correspondencia enormemente abundante que le relacionó con la mayoría de los gobernantes de la Europa católica del momento.8 Hay otras figuras religiosas que gozaron de gran influencia política,9 aunque apenas ninguna de ellas llegó a establecer una red de estrechos contactos con tantos dirigentes de diferentes territorios de Europa como Marco d’Aviano. En las próximas líneas, se ha querido aportar una aproximación distinta a su estudio centrándonos en las cartas que intercambió con diversas mujeres de la familia Habsburgo, una parte de su correspondencia que habitualmente ha sido eclipsada por el peso que presenta aquella mantenida con el emperador. En particular, nos centraremos en las misivas escritas por cuatro de ellas: la emperatriz Eleonora Magdalena de Neoburgo, la archiduquesa y electriz consorte de Baviera María Antonia de Austria y las archiduquesas María Isabel y María Ana, que eran todavía unas niñas cuando comenzó su intercambio epistolar con el padre Marco d’Aviano. Estas mujeres, de las que todavía nos falta mucho por descubrir, tuvieron un papel muy destacado durante las últimas décadas del siglo

Carta que el capuchino fray Marco de Aviano escribió a la Duquesa de Béjar participándola que había asistido a los últimos instantes de su hijo el Duque, mortalmente herido en el asalto de la Plaza de Buda, Archivo Histórico de la Nobleza (AHNob, Toledo), Osuna, caja 536, doc. 15. 8. Marco d’Aviano conoció a muchas personas de gran importancia política vinculadas a muy diversos territorios. A través de sus cartas se sabe que algunas de las que veían al capuchino con cierta regularidad se reservaban algunos temas de importancia para discutir con él “a boca”, no deseando confiar la materia al papel. Incluso se tiene conocimiento de viajes que el religioso pretendió hacer a diferentes territorios para verse con algunos miembros de varias casas reales, que finalmente no llegó a visitar. Un ejemplo fue un viaje proyectado a la corte de Carlos II en Madrid, para el que llegó a escribir a Luis XIV pidiendo un pasaporte para pasar Francia. Este viaje, planeado para 1681 o 1682, respondía al interés del rey Carlos II por conocer y ser bendecido por el famoso padre capuchino, mientras que tanto Leopoldo I como Marco d’Aviano deseaban conseguir un mayor apoyo del monarca para las campañas contra los turcos. Finalmente, no recibirá esta licencia del rey francés y el viaje nunca se llevaría a efecto (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 203-204). 9. El caso más conocido en España a este respecto es el de la famosa correspondencia intercambiada por Felipe IV y sor María de Ágreda, donde aparece mucha información vinculada a asuntos políticos y de Estado (Silvela 1885-1886; Baranda Leturio 2001), pero dista mucho de ser el único. 7.

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xvii y la primera mitad del siglo xviii respectivamente, y su correspondencia con Marco d’Aviano nos aporta muchos datos significativos sobre ellas. Estas cartas constituyen testimonios ilustrativos de su vida privada y sus emociones, ámbitos de los que no siempre quedan demasiados rastros documentales y, para cuyo estudio, aquí disponemos de un verdadero vergel por explorar. Aspectos como el sufrimiento personal ante la muerte de miembros de la familia, las devociones privadas relacionadas con el peligroso momento del embarazo y el temor al parto, la educación de las archiduquesas o la descripción de dolencias y enfermedades, entre otros temas, tienen una importancia fundamental en estas epístolas, lo que las convierte en una fuente de información de gran interés para el estudio de la vida cotidiana, las creencias religiosas y las mentalidades durante la Edad Moderna. Además, también nos brindan la oportunidad de estudiar la influencia política y la transmisión de información de tipo diplomático y militar que se producía a través de la correspondencia, entre otros temas de importancia. Para abordar su estudio, nos basaremos principalmente en las cartas presentes en el volumen III de la edición realizada por Da Carmignano di Brenta (1986-1991), que reúne las misivas que estas mujeres enviaron al padre capuchino durante sus años de intercambio epistolar. Pasaremos, en primer lugar, a examinar las cartas de la emperatriz Eleonora Magdalena de Neoburgo, tercera esposa del emperador Leopoldo I. La correspondencia con la emperatriz Eleonora Magdalena de Neoburgo. Entre la piedad personal y la actividad política La emperatriz Eleonora Magdalena de Neoburgo fue una de las mujeres más poderosas de las últimas décadas del siglo xvii y los primeros años del siglo xviii.10 Fue la tercera esposa del emperador Leopoldo I, 10. La figura de Eleonora Magdalena de Neoburgo todavía no ha sido estudiada en toda su complejidad y sigue esperando un análisis actualizado de su biografía. Sin embargo, no todos los autores comparten la opinión que acabo de expresar. En su trabajo sobre las emperatrices consortes durante el Barroco, Ingrao y Thomas (2004) indican que Eleonora no tenía ningún talento especial ni interés por los asuntos políticos. No podemos estar de acuerdo con esta afirmación, pues Eleonora Magdalena mantuvo una activa posición política durante toda su vida, como se puede apreciar perfectamente en su correspondencia con Marco d’Aviano. Ejerció una destacada influencia sobre su esposo, Leopoldo I, procurando cons-

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que había estado casado con anterioridad con la infanta Margarita de Austria y con Claudia Felicitas de Habsburgo-Tirol. Eleonora Magdalena nació el 6 de junio de 1655, siendo la primera de los diecisiete hijos del elector Felipe Guillermo de Neoburgo e Isabel Amalia de Hesse-Darmstadt. Contrajo matrimonio con el emperador en 1676, apenas unos meses después del fallecimiento de su anterior esposa, en un momento en el que Leopoldo I necesitaba tener un heredero al trono de forma urgente, dado que solo había sobrevivido una hija, la archiduquesa María Antonia, de sus dos matrimonios anteriores. Eleonora Magdalena consiguió proporcionar al emperador la descendencia masculina que tanto ansiaba y la pareja tuvo dos hijos, los futuros emperadores José I y Carlos VI, y tres hijas, María Isabel, María Ana y María Magdalena, que alcanzaron la edad adulta, además de otros cinco hijos que murieron durante su niñez o en la temprana adolescencia. Eleonora Magdalena es conocida principalmente por sus actividades caritativas y relacionadas con la religión, pero su influencia política y cultural también fue muy notable. Murió el 19 de enero de 1720, poco después del conflicto político ocasionado por su hermana Hedwig Elizabeth de Neoburgo y la hija de esta, María Clementina Sobieski. La emperatriz tuvo mucho que ver en esta coyuntura y se considera que desempeñó un papel clave ayudando a su sobrina a contraer matrimonio con el pretendiente jacobita al trono inglés, Jacobo Estuardo, algo que el emperador Carlos VI deseaba evitar, una clara muestra del peso político que mantuvo la emperatriz hasta su fallecimiento (Schmid 2016). Respecto a Marco d’Aviano, la emperatriz Eleonora Magdalena fue la persona de la familia imperial que tuvo una relación más estrecha con él, después del propio emperador Leopoldo I. La correspondencia entre ambos comenzó a principios de 1681 y no se interrumpió hasta la muerte del padre capuchino en Viena, en 1699. En la edición de Da Camignano di Brenta se indica que se conservan hasta ciento veintinueve cartas escritas por la emperatriz al religioso. En ellas se tratan diversos asuntos, pero la mayoría se vinculan a uno o varios de los siguientes tres temas principales: información sobre la salud de los distintos miembros de su familia o noticias vinculadas a ellos, como tantemente favorecer los intereses de su familia y llegando incluso a actuar como regente de su hijo Carlos VI tras la muerte de José I, cuando este se encontraba todavía en la península ibérica, por lo que su peso político distaba mucho de ser escaso (Ingrao y Thomas 2004: 113).

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anuncios de defunciones, embarazos o nacimientos; noticias sobre acontecimientos de tipo militar o político, sobre todo, relacionadas con los enfrentamientos contra los turcos (pero no en exclusiva), y asuntos que atañían a la propia devoción privada de la emperatriz (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 21-28). A continuación, vamos a centrarnos en un aspecto concreto al que no se le ha prestado apenas atención en la bibliografía relacionada con la correspondencia de Marco d’Aviano: las menciones a circunstancias de tipo político o diplomático, para las cuales la emperatriz suplica una intervención activa del capuchino para favorecer sus propios intereses. Específicamente, queremos llamar la atención sobre cuestiones que no se encontraban directamente relacionadas con el enfrentamiento contra los turcos, ámbito con el que se ha vinculado a Marco d’Aviano en diferentes estudios prácticamente en exclusiva dentro de la esfera política. Al resaltar este punto, se desea demostrar que la influencia y el poder fático del capuchino traspasaron el papel que generalmente se le ha atribuido como consejero de tipo personal o con un influjo únicamente limitado al ámbito de la lucha contra los turcos. La emperatriz muestra en su correspondencia disponer de amplia información, influencia y conocimientos de tipo político. Sin duda, el propio Marco d’Aviano fue uno de sus informadores a este respecto. Así, por ejemplo, en la carta que le envió a Eleonora el 28 de junio de 1684, le habla sobre la victoria que habían obtenido las armas imperiales en la plaza de Vác, otorgando el principal mérito de la misma al duque de Lorena, al que considera uno de los mejores militares del mundo.11 En esa misma carta, alude a las bajas que habían experimentado los turcos en la batalla, citando el número de muertos y prisioneros, así como las piezas de artillería capturadas. La emperatriz, por su parte, refleja también la gran información de corte político que manejaba en otra carta del 23 de enero de 1689, donde comenta cómo se 11. “Porto l’aviso a vostra maestà cesarea l’insigne vittoria ottenuta dall’arme cesare[e] sorto Vatia dal prudentissimo comando del serenissimo signore ducha di Lorena, il quale, non ostante che li manchino tanti esenciali per la guerra, ad ogni modo Iddio lo benedice e lo prospera come prencipe devotissimo e da bene. Hora non si dira che sia stato il re di Polonia, ma si conoserà che il serenissimo ducha di Lorena sii uno de primi prencipi e guerieri del mondo. Dio ce lo conservi per bene di tutta la christianità”, carta del padre Marco d’Aviano a la emperatriz, desde la armada (sin especificar más datos sobre el lugar desde el cual la carta fue escrita), 28 de junio de 1684 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 46).

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había alegrado de que los franceses se encontraran en retirada de los territorios del ducado de Neoburgo, una de las zonas más castigadas entonces por las tropas de Luis XIV,12 siendo solo un ejemplo de los muchos que podemos mostrar de este extremo. Pero, para la aproximación anteriormente indicada que se desea demostrar aquí, me gustaría también hacer especial hincapié en un aspecto que aparece en la correspondencia de la emperatriz y que deriva de las difíciles relaciones que, a veces, se establecían entre los distintos príncipes, electores y comandantes de las tropas de diferentes territorios dentro del complejo ejército imperial. Los enfrentamientos entre los príncipes, cuyos objetivos, opiniones e intereses eran en ocasiones muy dispares, fueron una fuente de preocupación constante para el emperador y llegaron a provocar graves problemas de tipo diplomático y político. En este sentido, esta correspondencia nos muestra cómo la emperatriz Eleonora Magdalena pidió al padre capuchino que utilizase su influencia y su prestigiosa posición en diferentes instancias para mediar en las disputas que se produjeron entre príncipes imperiales y dirigentes militares. Para ilustrar este extremo, vamos a mostrar cómo se refleja en esta correspondencia el enfrentamiento entre uno de los hermanos de la emperatriz, Luis de Neoburgo, y el general de las tropas del elector de Brandemburgo, que había alcanzado cotas muy preocupantes a la altura del año 1686.13 En su carta del 2 de agosto de 1686, Eleonora se alegraba de que Luis se hubiera comportado mejor que en ocasiones anteriores con el general brandemburgués, que el editor identifica como Freundschaft, pero que era conveniente 12. “Per la divina bontà li francesi si sono ritirati dal paese di Neuburgo, doppo averne presso molti contributioni; et adesso che l’elettore è già in campagna, spero che non torneranno; ma nelli altri paesi fanno di pegio”, carta de Eleonora Magdalena de Neoburgo al padre Marco d’Aviano, Viena, 23 de enero de 1689 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 89). 13. “Ho ricevuto quella di vostra paternità delli 23 del passato e mi dà consolation di vedere che il mio fratello [Luis, gran maestre de la Orden Teutónica] si habbia comportato bene in quella occasione da general brandenburgese [Freundschaft]; ma prego vostra paternità di persuaderli che li dimostri amicitia e si reconcilii da vero con lui, essendo questo primo suo dover secondo il comando d’Idio di perdonare tutto; poi anche per il servitio di sua maestà et il bene publico, acciò tutti oprino unitamente e con bona corispondenza anche per causa del elettore suo padre, che puol fare gran bene e grand male al Imperio”, carta de Eleonora Magdalena de Neoburgo al padre Marco d’Aviano, Viena, 2 de agosto de 1686 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 63-64).

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que arreglaran sus diferencias de forma definitiva por el bien del Imperio. Por ello, pedía al padre D’Aviano que ejerciese su influencia sobre su hermano, de forma que pudiera convencerle para solucionar sus problemas con el general de Brandemburgo. El capuchino accedió a la petición de la emperatriz y parece que sus gestiones fueron efectivas, dado que en su carta del 29 de agosto de 168614 Eleonora Magdalena se congratula del buen comportamiento de Luis respecto al general, pero insiste en la necesidad de darle pruebas de su amistad con que le obligase a seguir esa senda. Así, vuelve a pedirle a D’Aviano que interviniese para salvar una situación que podía convertirse en un gran problema político, diplomático e, incluso, militar si el hermano de la emperatriz, gran maestre de la orden teutónica e hijo del elector palatino, llegaba a tener un enfrentamiento abierto con el general de Brandemburgo. Este ejemplo nos presenta un papel poco apreciado hasta ahora de Marco d’Aviano, que, además de actuar como consejero, predicador y persona de gran influencia religiosa, también debe ser considerado como una valiosa figura dentro de la red de los emperadores, a la que recurrieron como mediador en temas delicados y de gran importancia, como es el presente caso. Nos muestra que, como ocurre con otras figuras religiosas cercanas a las familias reales, como son los poderosos confesores reales, no podemos reducir el papel del capuchino al ámbito de la actividad meramente privada o relacionada con la devoción personal. Su cercanía con los monarcas y otros miembros de su familia y su gobierno les proporcionaba un peso y una influencia que tenían un importante reflejo práctico. Pero este caso también demuestra cómo, en ocasiones, dicha cercanía también suponía una influencia que funcionaba en ambas direcciones: no solo le proporcionaba peso político a Marco d’Aviano, sino que esa relación también permitía a Eleonora Magdalena recurrir a los servicios y la mediación de su figura, ya rodeada de un importante prestigio, para realizar diversas ins-

14. “Ch’il mio frattello maestro teuttonico si sia portato saviamente nel imbroglio col generale brandeburgese, mi dà molto contento; ma però vostra paternità lo disponi di farli qualche dimostratione d’amicitia, perché, come sono lì, bisogna vedere di obligarli quanto si può per amor del loro principale, perché è un prencipe potente che puol fare assai nell’Imperio”, carta de Eleonora Magdalena de Neoburgo al padre Marco d’Aviano, Viena, 29 de agosto de 1686 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 68-69).

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tancias vinculadas a sus propios intereses. Así, obtenemos una visión clara de una relación de influencia recíproca que era utilizada por ambos miembros de la misma en distintas ocasiones según sus intereses individuales. También existe otro aspecto de la correspondencia de Eleonora Magdalena de Neoburgo que me gustaría destacar, aunque es un ámbito que merece un análisis más profundo del que se puede hacer aquí por cuestiones de espacio. Hablamos de la diferencia de tratamiento presente entre la muerte de los hijos de la propia emperatriz y el fallecimiento de personas adultas vinculadas a ella, que le merecen mayores manifestaciones de desconsuelo. Es significativo, por ejemplo, que, cuando informa al padre D’Aviano del fallecimiento de su hijo Leopoldo, de apenas dos años de edad, se limita a expresar que se lo había llevado el cielo y le pide que ruegue a Dios para que le conserve al resto de sus hijos.15 Asimismo, cuando le habla de la muerte de su hija María Teresa, de doce años, dice que Dios la ha llamado a mejor vida y le suplica que la tenga en sus plegarias. Posteriormente, relata cómo ella había mostrado una actitud santa ante el trance de la muerte, habiéndose confesado por propia voluntad al comienzo de su enfermedad y sin haber cometido pecado grave, por lo que está segura de que su hija estará en el cielo, lo cual la consuela.16 Sin embargo, estas leves muestras de sufrimiento personal resultan muy escasas a la luz de las que presenta por la muerte de otros miembros adultos de su familia. Es significativa, por ejemplo, la devastación que expresa ante la pérdida de su hijastra María Antonia de Austria en diciembre de 1692. La emperatriz habla en tres cartas seguidas sobre el gran sufrimiento que le ha producido esta nueva, deshaciéndose en elogios hacia la difunta e incluso declarando que la razón por la que no había escrito al padre D’Aviano en meses había sido por el dolor que le había provocado su muerte.17 En menor medida, pero de una forma también muy sentida, manifiesta gran tristeza por la muerte de 15. Carta de Eleonora Magdalena de Neoburgo al padre Marco d’Aviano, Viena, 12 de agosto de 1684 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 47-48). 16. Carta de Eleonora Magdalena de Neoburgo al padre Marco d’Aviano, Ebersdorf, 29 de septiembre de 1696 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 137-138). 17. Cartas de Eleonora Magdalena de Neoburgo al padre Marco d’Aviano, Viena, 27 de diciembre de 1692; Viena, 7 de febrero, y Viena, 28 de marzo de 1693 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 123-125).

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su cuñada María Ana Josefa, esposa de su hermano Juan Guillermo y medio hermana del emperador Leopoldo I, con unos testimonios de sufrimiento que sobrepasan ampliamente los mostrados por la pérdida de sus hijos. Esta importante diferenciación merece una atención que no podemos analizar aquí, pero que convendría tener en cuenta para futuras investigaciones. La correspondencia con la archiduquesa María Antonia de Austria. Política y devociones privadas relacionadas con la fertilidad, el embarazo y el parto La archiduquesa María Antonia de Austria es una de las mujeres más importantes de las últimas décadas del siglo xvii, pero es también una de las peor estudiadas. No existen trabajos dedicados en exclusiva a su figura desde un punto de vista biográfico o que analicen su relevancia política, siendo hasta la fecha el artículo de José María de Francisco Olmos (2012), centrado principalmente en su representación en medallas y monedas, el único dedicado a este personaje. Su estudio ha adquirido, no obstante, mayor importancia en los últimos años a la luz de la revisión que se viene realizando de personajes y periodos a los que ella estuvo vinculada, y se espera que en un futuro muy cercano se revelen nuevos datos acerca de su persona y su actuación política. Por el momento, obras como las de Britta Kägler (2011) o Silvia Mitchell (2016) han potenciado el interés en torno a su figura, pero, en líneas generales, apenas aparece mencionada en obras dedicadas a la sucesión de Carlos II, a su esposo Maximiliano II Manuel de Baviera, a su padre Leopoldo I o a su hijo José Fernando de Baviera, que, pese a su temprana muerte, ha protagonizado diversos estudios (Heigel 1884: 227-321; Hüttl 1976; Bérenger 2004: 407-420; Schryver 1996; Ribot García 2006: 228-233; Weinberger et al. 2012). Pese a este silencio historiográfico, su figura resulta ser capital en la historia de Europa como heredera legítima de la Monarquía de España, según el testamento de Felipe IV y la propia voluntad de Carlos II, que defendió siempre los derechos a su herencia tanto de María Antonia como de su único hijo superviviente, José Fernando de Baviera, hasta la muerte de este último en febrero de 1699. María Antonia nació el 18 de enero de 1669 en Viena, siendo la primera hija y segunda descendiente del matrimonio entre el emperador

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Leopoldo I y la infanta Margarita de Austria, hija a su vez de Felipe IV y Mariana de Austria. La pareja llegó a tener cuatro hijos, de los cuales solo María Antonia sobrevivió a los primeros meses de vida, antes de la muerte de la infanta Margarita, acaecida el 12 de marzo de 1673. Según el testamento de Felipe IV, que consideraba totalmente válidas las renuncias de las infantas Ana y María Teresa a todos sus derechos a la sucesión de la Monarquía de España, si Carlos II fuera a morir sin hijos, su legítima sucesora sería su hermana Margarita y, en ausencia de ella, sus descendientes con preferencia de varón sobre hembra y en orden de primogenitura.18 Así pues, tras la muerte de Margarita en el mencionado año de 1673, María Antonia, que entonces contaba con apenas cuatro años, se convirtió en la legítima heredera de Carlos II, posición que mantendría hasta su propio fallecimiento en 1692.19 El emperador Leopoldo I y la entonces regente Mariana de Austria negociaron la posibilidad de realizar una alianza matrimonial, casando a Carlos II con su joven sobrina, para fortalecer los lazos familiares y políticos entre ambas ramas de la familia Habsburgo y, además, desde el punto de vista de la corte de Madrid, también pesó la posibilidad de traer a la legítima heredera de la Monarquía a su capital. Las capitulaciones matrimoniales20 se llegaron a firmar y el enlace se anunció oficialmente antes de que se decidiera la disolución del mismo y el monarca se casara con la sobrina de Luis XIV, María Luisa de Orleans, en 1679, en el contexto de la firma de la paz de Nimega. Después de este fallido intento, María Antonia no contrajo matrimonio hasta el año 1685, cuando se casó con el príncipe elector Maximiliano II Manuel de Baviera, con quien el emperador Leopoldo deseaba forjar una alianza duradera que le sirviese para conseguir su apoyo dentro del Imperio 18. Véanse las cláusulas 12, 15 y 16 del testamento de Felipe IV (Domínguez Ortiz 1982: 21-39). 19. La posición de María Antonia como heredera incontestada de Carlos II desde el punto de vista de la corte de Madrid se presenta en muchos documentos datados entre marzo de 1673 y diciembre de 1692, como, por ejemplo, en las consultas del Consejo de Estado realizadas sobre el posible matrimonio entre la archiduquesa María Antonia y Carlos II que se conservan en el Archivo Histórico Nacional (AHN), Estado, leg. 2799. En esas consultas, se hacía referencia con frecuencia a la condición como heredera de María Antonia, indicándose que era conveniente que la archiduquesa estuviera en Madrid por lo que pudiera sucederle al rey. 20. En el Haus-, Hof- und Staatsarchiv, Urkundenreihen, Familienurkunden, Karton 1755, se conserva una copia en castellano de estas capitulaciones matrimoniales.

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y en la lucha contra los turcos, así como para alejarle de una posible alianza con Francia. El matrimonio duraría siete años y tendría como fruto tres hijos, de los cuales solo el más joven de ellos, José Fernando de Baviera, sobreviviría a su madre. La mayor parte de la correspondencia entre María Antonia y Marco d’Aviano se centra en el periodo comprendido entre 1685 y 1692, es decir, durante el tiempo que duró su matrimonio con Maximiliano II Manuel. María Antonia, como la mayor parte de la familia imperial, había conocido al padre D’Aviano aproximadamente en 1680, y el intercambio epistolar entre ambos duró hasta el fallecimiento de la electriz. Da Carmignano di Brenta (1986-1991, vol. III: 531-554) presenta en su obra veintiséis cartas escritas al religioso por María Antonia de Austria durante este periodo, además de una escrita por el secretario de la entonces electriz, el conde de Launoy, en la que le informa de que su señora está enferma y que no ha podido responder a su última carta, en la que el capuchino la felicitaba por el reciente nacimiento de su hijo José Fernando. La electriz fallecería apenas once días después de la fecha en la que se escribió esta carta, el 24 de diciembre de 1692.21 La mayoría de los temas vinculados a esta correspondencia se centran en el deseo de la electriz de tener descendencia, en las esperanzas y miedos que sentía relacionados con sus embarazos y partos, y en las devociones privadas que puso en práctica para conseguir quedarse en estado o para que este llegase a buen término cuando se creía confirmado. Bien es cierto que sus cartas tratan también otros temas, como anuncios de enfermedades o muertes dentro de la familia22, acontecimientos militares23 y revelaciones de carácter polí-

21. Carta del conde François de Launnoy [en la carta aparece escrito como “Lausnoit” y también aparece con la grafía “Lannoy” en otras fuentes] al padre Marco d’Aviano, 13 de diciembre de 1692 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 553-554). 22. Por ejemplo, en su carta de 3 de mayo de 1690, informa al padre Marco d’Aviano de la muerte del duque Carlos V de Lorena y la tristeza que dicho acontecimiento le ha provocado (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 538-540). 23. En su carta de 10 de noviembre de 1690, habla de la infortunada caída de Belgrado y del peligro en el que se encuentra la plaza de Esek, en la confluencia del Danubio y el Drava, asediada por los turcos (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 543).

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tico24. Sin embargo, de las veinticinco cartas editadas por Carmignano di Brenta, diecisiete se centran o hablan de posibles embarazos, partos, consecuencias de los mismos o esperanzas de gravidez. Esta materia no puede considerarse únicamente como un asunto personal o de carácter exclusivamente privado. El conflicto político y dinástico que significaba la ausencia de descendencia en un matrimonio regio, principesco o electoral es bien conocido, pero hay momentos

La curación de un ciego en Venecia por el capuchino Marco d’Aviano en 1680, anónimo. © Samuel P. Hayes Research Library, Perkins School for the Blind (Watertown, MA). 24. Es muy relevante el comentario que María Antonia hace al final de la carta que escribe al padre Marco d’Aviano el 11 de marzo de 1691, cuando indica que su esposo había ido a ver al rey Guillermo III de Inglaterra y que éste “vive en buena armonía” con su consorte, indicando una cercanía política que en ese momento preocupaba al emperador, cuya relación diplomática con Maximiliano II Manuel era ya entonces dificultosa (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 544-545).

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específicos en los que esta problemática podía agravarse por la ausencia de otros parientes que pudieran llegar a constituirse como herederos de los territorios bajo su gobierno o que tuvieran descendencia propia que pudiera continuar la línea dinástica. En este sentido, las últimas décadas del siglo xvii se revelan como un momento especialmente problemático en lo que se refiere al futuro de la dinastía Habsburgo y de la rama bávara de los Wittelsbach. El rey Carlos II permaneció sin herederos legítimos a lo largo de sus dos matrimonios, lo que hizo de María Antonia su heredera directa hasta su fallecimiento en 1692. El emperador Leopoldo I, que a partir de 1665 solo tuvo a Carlos II como único pariente varón de su propia dinastía hasta el nacimiento de su hijo José en 1678, permaneció sin descendencia masculina durante aproximadamente veintiún años, desde la muerte de su padre Fernando III en 1657

La princesa Leonor Magdalena de PalatinadoNeoburgo, ca. 1680, anónimo. © Kunsthistorisches Museum (Viena).

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La archiduquesa María Isabel de Austria, ca. 1684, atribuido a Charles Brendel. © Kunsthistorisches Museum (Viena).

hasta el nacimiento del futuro emperador José I en el año anteriormente indicado. Dos décadas sin descendencia masculina directa era un lapso de tiempo enormemente largo para lidiar con la inestabilidad política que suponía la falta de un heredero directo, hasta el

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punto de que provocó importantes movimientos diplomáticos entre los príncipes imperiales y Francia respecto a su posible sucesión en caso de una muerte repentina. Incluso el gobierno de Madrid presentó a Leopoldo I la posibilidad de nombrar a Carlos II rey de romanos como único pariente varón Habsburgo que le quedaba, para asegurar de esta forma la continuidad de la Casa en sus territorios de Centroeuropa, pero también para tratar que la corona imperial permaneciese en la familia si Leopoldo I terminaba falleciendo sin descendencia masculina (Martínez López 2013). El nacimiento de hijos varones de su tercer matrimonio25 atemperó esta problemática, pero no la hizo desaparecer, dado que solo sobrevivieron dos de sus hijos, cuyos problemas de salud, como se puede ver en la propia correspondencia de Eleonora Magdalena con Marco d’Aviano, se convertían con regularidad en un importante foco de inquietud. Por su parte, la rama bávara de los Wittelsbach también se encontraba atravesando una situación dinástica complicada. Maximiliano II Manuel solo tuvo un único hermano varón superviviente, José Clemente de Baviera, que llegó a ser arzobispo de Colonia y príncipeobispo de Lieja, entre otras dignidades. No se casó y tampoco tuvo descendencia legítima. Asimismo, el único tío de Maximiliano II Manuel, Maximiliano Felipe, que fue su regente durante un breve tiempo tras la muerte del elector Fernando María en 1679, contrajo matrimonio, pero nunca tuvo descendencia. Por lo tanto, a falta de parientes varones con descendencia o perspectiva de tenerla, la situación de la dinastía Wittelsbach en Baviera era también difícil en el momento del matrimonio entre Maximiliano II Manuel y María Antonia de Austria. Los primeros embarazos de la archiduquesa, que desembocaron en los nacimientos de Leopoldo Fernando en 1689 y de Antón en 1690, y que fallecieron a las pocas horas de nacer, no acabaron con la incertidumbre que esta problemática sucesoria ocasionaba y que se deja entrever de forma constante en la correspondencia de la electriz con Marco d’Aviano. Además de esta relevante cuestión dinástica, diversos estudios han hecho hincapié en la importancia que tenían los arriesgados momen-

25. Del tercer matrimonio de Leopoldo I con Eleonora Magdalena de Neoburgo nacieron los siguientes hijos varones: José (1678-1711), Leopoldo (1682-1684) y Carlos (1685-1740).

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tos del embarazo y el parto en el mundo de los ritos, creencias y devociones religiosas femeninas. Los trabajos de María Cruz de Carlos Varona (2006 y 2007) destacan especialmente la devoción a la Virgen, que la archiduquesa menciona con asiduidad en sus cartas al hablar de sus embarazos, pero también se presentan otras devociones de gran importancia para este tipo de estudios. A este respecto, nos vamos a centrar a continuación en tres cartas que María Antonia envió a Marco d’Aviano que incluyen detalles específicos sobre las devociones vinculadas a sus embarazos, la perspectiva de sus partos o sus deseos de tener descendencia en breve. La primera de ellas está fechada el 3 de diciembre de 1688. María Antonia se encontraba entonces embarazada de su primer hijo, Leopoldo Fernando, que nacería poco después. Esta carta está dedicada prácticamente por entero a la necesidad de recurrir a la ayuda divina para que este embarazo tan deseado llegara a buen fin. La archiduquesa habla en ella de la cercana fiesta de la Inmaculada Concepción y de la realización de una novena a la Virgen con exposición del Santísimo Sacramento26. Describe las devociones practicadas durante diversos días y a unas horas concretas, tanto para dar gracias por el embarazo que se ha conseguido como para lograr que su final fuese bueno. Aunque la archiduquesa menciona con asiduidad a la Virgen, en las otras dos cartas, fechadas respectivamente el 16 de diciembre de 1689 y el 15 de enero de 1690, recurre también a otra intercesión divina. Habla de su esperanza de quedar embarazada pronto y confirma poco después al capuchino que se encuentra ya en estado, algo por lo que se disculpará en otra carta de 3 de marzo de 1690, diciéndole que se había precipitado y que finalmente no estaba embarazada27. En 26. “[…] di modo che per sì gran favore concessomi dal cielo farò una novena alla Madona, principiando dal primo vespero di detta festa, sino alla ottava delli quindici, coll’esposizione del Santissimo, che durara ogni giorno sette ore, cioè quatro la matina e tre il doppo pranso, ed all’ultima ora di ciascun giorno vi sarà il rosario della Madona. La matina poi del nono giorno si cantarà una Messa solenne, ed il doppo pranso, per terminar la festa, si farà la predica della Concettione e si cantarà qualche motetto colle litanie. Farò prima publicar nella città quella divotione, acciò ogni uno vi possa concorrere; perciò prego vostra paternità di voler anche concorrere colle sue sante prechiere [...] acciò ch’io porti felicemente quel frutto a buon tempo alla luce e al santo battessimo”, carta de María Antonia al padre Marco d’Aviano, Múnich, 3 de diciembre de 1688 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 534-535). 27. Carta de María Antonia al padre Marco d’Aviano, Múnich, 3 de marzo de 1690 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 538).

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estas cartas, la archiduquesa introduce de manera especial la devoción a san Antonio, pues en ese momento Marco d’Aviano se encontraba en Padua. San Antonio de Padua era un santo bien conocido por su efectividad milagrosa, así como por su fama de combatir la esterilidad, por lo que le ruega que haga de intercesor con el santo para que consiga su deseo28. En la carta inmediatamente posterior a esta, en la que anuncia al capuchino un embarazo que finalmente no existiría, ruega a Marco d’Aviano que no cese en sus plegarias a san Antonio para que ese embarazo se consiga y llegue a buen término, atribuyendo un gran peso a su intercesión29. Estos breves ejemplos nos ofrecen una visión privilegiada de unas devociones personales relacionadas con los embarazos y los partos, a las que se les daba gran importancia en la Edad Moderna y de las que no nos quedan demasiados testimonios. Los aspectos presentados en la correspondencia de María Antonia muestran la preeminencia de las devociones marianas en el ámbito del embarazo y el parto, algo que ya había apuntado la mencionada María Cruz de Carlos Varona para el caso de la corte española y que, como podemos ver aquí, se presenta como un aspecto devocional vinculado también a otros territorios de Europa. Al mismo tiempo, también podemos ver en estas cartas otras estrategias devocionales que tenían como objetivo la consecución de un embarazo y un parto exitosos, como la mencionada referencia a san Antonio de Padua y las peticiones constantes al padre D’Aviano para que utilizase sus plegarias y su santa intervención en la consecución de estos objetivos. Así, a través de la correspondencia de la archiduquesa con el padre D’Aviano, obtenemos una visión privilegiada del pensamiento, la actitud y las acciones vinculadas al ámbito religioso que

28. “Per ora non posso ancora scrivere la bramata nova che vorrei dar’ a vostra paternità per la speme di qualche gravidanza, perciò la prego di novo di rinovar le sue preghiere appresso il glorioso sant’Antonio, accioche Iddio mi dia una volta la sua santa benedizzione e mi consoli”, carta de María Antonia al padre Marco d’Aviano, Augusta, 16 de diciembre de 1689 (Da Carmignano di Brenta 19861991, vol. III: 536-537). 29. “[…] atteso che da quindici giorni in qua mi ritrovo in stato [di] gravidanza, percio pregho vostra reverenda paternità di non cessar di preghare Iddio, la beatissima ed il glorioso santo Antonio acciò ch’io possa portar a suo tempo e con perfetta sanità quell frutto che Iddio mi manda. Il che spero dalla sua inmensa bontà”, carta de María Antonia al padre Marco d’Aviano, Augusta, 15 de enero de 1690 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 537).

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las mujeres de las dinastías reales tenían respecto a la maternidad y la necesidad de conseguir descendencia desde un punto de vista privado. La correspondencia con las archiduquesas María Isabel y María Ana. Una aproximación a la educación femenina en la corte de Viena La que probablemente sea la correspondencia más curiosa que intercambió Marco d’Aviano con miembros de la familia imperial es la que conforman las cartas que le enviaron sus miembros más jóvenes. Se conservan varias misivas que fueron intercambiadas con las archiduquesas María Isabel y María Ana, las dos hijas mayores que sobrevivieron del matrimonio de Eleonora Magdalena de Neoburgo y el emperador Leopoldo I, y con el joven archiduque Carlos. Estos archiduques nacieron en 1680, 1683 y 1685, respectivamente, y comenzaron su correspondencia con D’Aviano cuando eran muy jóvenes, y contaban entre los diez y los doce años de edad. Las cartas que se conservan son muy escasas, pero su contenido es enormemente rico gracias a los testimonios relacionadas con la infancia, la vida cotidiana de los niños y adolescentes reales y las pistas sobre su educación que nos presentan. En particular, nos vamos a centrar en las cartas de las archiduquesas. María Isabel nació el 13 de diciembre de 1680 y fue la mayor de las hijas que sobrevivieron del matrimonio formado por Leopoldo I y Eleonora Magdalena de Neoburgo. Fue una mujer de una gran cultura y una destacada importancia política en la corte de Viena, especialmente durante el desarrollo de la guerra de Sucesión española y el reinado de Carlos VI. Nunca llegó a contraer matrimonio y ejerció el cargo de gobernadora en nombre de su hermano durante décadas, primero en el Tirol y luego en los Países Bajos austríacos, donde ejerció esta dignidad desde 1725 hasta su muerte en 1741 (Hertel 2014). Por su parte, María Ana nació el 7 de septiembre de 1683. Se casó en el 1708 con el rey Juan V de Portugal para afianzar los vínculos políticos existentes entre el gobierno portugués y el imperial durante el reinado de su hermano José I, en el contexto de la guerra de Sucesión española. Alcanzó una destacada influencia en la corte de su marido y actuó como regente entre 1742 y 1750, después de que su consorte sufriese

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un problema de salud que le dejó incapacitado para gobernar y hasta que su hijo sucedió legalmente en el trono luso tras la muerte de su padre. Falleció en Lisboa el 14 de agosto de 1754 (Münch Miranda y Dos Reis Miranda 2014). Las cartas que intercambiaron las archiduquesas con Marco d’Aviano fueron escasas. Carmignano di Brenta solo presenta siete cartas dirigidas al capuchino, que falleció cuando ellas tenían aproximadamente diecinueve y dieciséis años de edad. Sin embargo, estas pocas cartas son enormemente reveladoras, especialmente en el ámbito de la educación. El estudio de la educación de príncipes y nobles ha recibido una creciente atención en los últimos años, pero la mayoría de los trabajos se relacionan con los herederos al trono y su formación (Hoffman 2011; Bouza Álvarez 1988; Franganillo Álvarez 2016; Martínez Ruiz 1981), dejando en un segundo plano la educación del resto de los descendientes de la familia. Esto no significa que no existan trabajos ajenos a esta vertiente; de hecho, se han publicado también aportaciones muy relevantes respecto a la educación de las mujeres de la realeza (Oliván Santaliestra 2016), pero quedan todavía muchos otros por descubrir en torno a esta temática. Así, las cartas que estas jóvenes escriben a D’Aviano aportan testimonios muy interesantes para conocer la vida cotidiana y la formación de dos archiduquesas a finales del siglo xvii. En particular, quisiera destacar tres cartas que fueron escritas por María Isabel al capuchino. La primera de ellas está fechada en octubre de 1691, cuando apenas contaba con once años. No se trata de una carta personal de la joven archiduquesa, sino que se escribe por orden de su madre, la emperatriz Eleonora Magdalena, que no podía contestar por sí misma, y en su nombre. Así, la misiva sigue el mismo esquema que podemos ver en otras cartas de la emperatriz: habla de la enfermedad que aquejaba a la reina de España, Mariana de Neoburgo; informa del ejército que se encontraba en Hungría; y pide al capuchino que continuase rogando y haciendo sus oficios por el bien de la familia imperial. Al finalizar, incluye una breve postdata en la que la emperatriz espera que el padre esté contento con “questo mio secretario”, es decir, con la labor realizada por María Isabel, y confía en poder volver a escribirle pronto de su propia mano30. 30. Carta de la archiduquesa María Isabel al padre Marco d’Aviano, probablemente en Viena, octubre de 1691 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 152-153).

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Esta carta supone una estimable prueba de la formación de la archiduquesa como escritora de cartas, bajo la atenta guía de su madre. La escritura de cartas y el establecimiento de una correspondencia regular con diferentes personas de distintos territorios tenían una importancia vital en la época y era necesaria para mantener redes de influencia, contactos políticos e intercambios de información con otros miembros de la familia, cortesanos, diplomáticos y personajes influyentes de forma regular (Cruz Medina 2003-2004). Podemos considerar esta carta como una parte de la formación de la joven archiduquesa en su papel como miembro de la dinastía Habsburgo y de sus redes de comunicación. Joseph Patrouch (2010) señala que las archiduquesas eran modeladas desde la cuna para representar un determinado papel en su edad adulta, lo que incluye la práctica de diversos comportamientos, como la introducción a la escritura de cartas y el mantenimiento de una red de influencia, que serán determinantes para el desempeño de sus posteriores responsabilidades políticas y familiares (Cruz y Galli Stampino 2013: 3-4). De hecho, las dos cartas presentadas siguen un patrón muy similar al que vemos en muchas de su madre y su hermana31. Las otras cartas de las archiduquesas muestran el mismo modelo de correspondencia, intercambiando saludos, congratulándose de que el capuchino hubiera llegado sano y salvo a diferentes lugares y pidiendo su bendición para distintas personas en particular o para su persona y familia en general. Incluso María Isabel también demuestra cómo ella también se encuentra al tanto de los últimos acontecimientos políticos y militares, como vemos en su carta de octubre de 1695 —cuando tenía quince años—, en la que dice: “D’Ungaria non haviamo havuto buone nove, ma gran paura di perder più”32. En sus cartas, le habla de su formación, sobre todo en el ámbito religioso, aunque no únicamente. A este respecto, la carta de 20 de diciembre de 1696 resulta ser la más ilustrativa. Agradece la que le ha mandado D’Aviano para felicitarle las fiestas navideñas, con unos buenos deseos que ella le devuelve. A continuación, le cuenta cómo había oído sermones de Adviento en italiano de mucha calidad y, posteriormente, alude a sus estudios de 31. Cartas de la archiduquesa María Ana al padre Marco d’Aviano, Viena, 7 de octubre de 1695 y enero de 1698 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 153154 y 160). 32. Carta de la archiduquesa María Isabel al padre Marco d’Aviano, sin indicación de lugar, octubre de 1695 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 154).

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historia, que ha estado aprendiendo a través de un compendio de la historia universal desde la creación del mundo hasta el nacimiento de Cristo33. Muestra así parte de la educación que recibe, con sermones en otra lengua y el estudio de la historia con la ayuda de su confesor, deduciendo, dado el periodo que englobaba el compendio mencionado, que se trataba de textos íntimamente unidos con la historia religiosa. Por último, la carta más interesante vinculada a la archiduquesa María Isabel data de noviembre de 1697. Después de congratularse de que el padre D’Aviano hubiera finalizado su viaje con buena salud, le habla de varias devociones marianas que habían celebrado para comentar después las fiestas realizadas para la conmemoración del día de san Leopoldo, el santo patrono del emperador y uno de los más importantes vinculados a la dinastía Habsburgo. Estas consistieron en un certamen a modo de ‘academia’ poética en la que cuatro damas debatieron sobre los conceptos de mérito y fortuna, y en la que ella finalmente se había inclinado a favor del mérito. Este encuentro estaba acompañado por una bella música tocada por otros miembros de la familia imperial, como el rey de romanos José, el archiduque Carlos y el príncipe José de Lorena —tercer hijo superviviente del matrimonio formado por Carlos V de Lorena y la archiduquesa Eleonora de Habsburgo, nacido en 1685—, junto con diversas damas34. En esta fiesta cortesana celebrada en Viena, participaron la mayoría de los miembros jóvenes de la familia imperial ejercitando la poesía, la música y el debate en torno

33. “Questo santo tempo dell’avento haviamo sentitto molte bone ed utile prediche italiane. Posso dir a vostra paternità che già vorrei haver la quaresima, perché in quella ne sentiremo più. Hieri son statta essaminata della historia. Tutti quelli che son statti presenti hanno molto lodato il padre Bischoff, mio confessore, che ha tiratto con tanta eleganza in un sì piccolo compendio l’historia del principio del mondo fino alla natività di Christo. L’esame finito, le loro maestà m’hanno date bellissime presenti”, carta de la archiduquesa María Isabel al padre Marco d’Aviano, Viena, 29 de diciembre de 1696 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 156). 34. “Nel giorno di santo Leopoldo si ha fatta una accademia, nella quale hanno parlato quattro dame per due contrarie parti, che erano fortuna e merito; ed io ho fatto la conclusione per il merito. E questa academia fu accompagnata di due bellisime musiche del re, una sul principio e l’altra sul fine. Nel mezzo cantavano alcune dame, e le ritornelli facevano con diversi stromenti l’arciduca, le tre signore sorrelle ed il prencipe Gioppe di Lorrena con due dame”, carta de la archiduquesa María Isabel al padre Marco d’Aviano, probablemente en Viena, en noviembre de 1697 (Da Carmignano di Brenta 1986-1991, vol. III: 159).

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a un tema moralizante como la confrontación entre mérito y fortuna, y desempeñando un papel protagonista que nos ofrece un testimonio singular de algunas de las actividades culturales que tenían lugar en el ámbito de la corte imperial a finales del siglo xvii. Conclusiones La correspondencia que conservamos entre el capuchino Marco d’Aviano y los diferentes miembros de la familia Habsburgo conforma una colección documental de gran interés. En particular, las cartas que intercambiaron con él diferentes mujeres de la dinastía nos proporcionan abundante información vinculada a ámbitos enormemente dispares, de los que solo hemos presentado una parte muy limitada. Las cartas de la emperatriz Eleonora Magdalena de Neoburgo, la electriz María Antonia de Austria y las archiduquesas María Isabel y María Ana nos han permitido analizar aspectos como la influencia política, la devoción privada relacionada con el deseo de obtener descendencia y los difíciles momentos del embarazo y el parto, y la educación de las archiduquesas durante las dos décadas finales del siglo xvii. Las cartas de Eleonora Magdalena de Neoburgo nos muestran a una emperatriz que manejaba una gran información de tipo diplomático y militar y que desarrollaba también una importante actividad política. A través del episodio descrito, vemos cómo la emperatriz utilizó la influencia de este monje capuchino para sus propios intereses políticos, al mismo tiempo que D’Aviano mantenía un importante peso político gracias a su relación con la consorte imperial. Por su parte, la correspondencia de María Antonia de Austria nos ofrece una importante visión de las devociones relacionadas con el deseo de conseguir un embarazo y la necesidad de contar con la ayuda divina para conseguir la deseada descendencia. Sus cartas muestran las formas de religiosidad privada que las mujeres reales pusieron en práctica a la hora de enfrentarse a los peligros y anhelos vinculados al ámbito de la maternidad. Por último, las cartas de las jóvenes archiduquesas María Isabel y María Ana nos presentan una interesante aproximación a la formación y educación de las mujeres reales. Así, vemos cómo se inician en el

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necesario mundo de la escritura de cartas, fundamental a la hora de mantener una red de contactos, información e influencias de vital importancia en el mundo político y cortesano de la Edad Moderna. Además, también nos dan otros datos de su formación y de la vida cultural de la corte de Viena en la que participaban los miembros más jóvenes de la familia imperial, como el estudio de la religión, los idiomas, la música o los debates filosóficos. En conclusión, esta correspondencia nos ofrece una oportunidad privilegiada para conocer algunos aspectos esenciales de las vidas, las creencias y las circunstancias a las que se enfrentaron diferentes mujeres de la dinastía Habsburgo, a través de testimonios de propia mano. Fuentes Archivo Histórico Nacional (AHN, Madrid), Estado, leg. 2799 Archivo Histórico de la Nobleza (AHNob, Toledo), Osuna, caja 536, doc. 15 Haus-, Hof- und Staatsarchiv (HHStA, Viena): —  Hausarchiv, Familienkorrespondenz, Karton 50A —  Urkundenreihen, Familienurkunden, Karton 1755 Bibliografía Baranda Leturio, Consolación (ed.) (2001): Correspondencia con Felipe IV. Religión y razón de Estado. Madrid: Castalia. Bérenger, Jean (2004): Leopold Ier (1640-1705). Fondateur de la puissance autrichienne. Paris: Presses Universitaires de France. Beutler, Gigi (2011): Die Kaisergruft bei den PP Kapuzinern zu Wien (Kapuzinergruft). Wien: Verlag Beutler-Heldenstern. Bouza Álvarez, Fernando (1988). “La herencia portuguesa de Baltasar Carlos de Austria: el directorio de fray Antonio Brandao para la educación del heredero de la Monarquía Hispánica”, Cuadernos de Historia Moderna, 9, pp. 47-62. Carlos Varona, María Cruz de (2006): “Entre el riesgo y la necesidad: embarazo, alumbramiento y el culto a la Virgen en los espacios femeninos del Alcázar de Madrid (siglo xvii)”, en Arenal. Revista de Historia de Mujeres, 13, 2, pp. 263-290.

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— (2007): “Representar el nacimiento: imágenes y cultura material de un espacio de sociabilidad femenina en la España altomoderna”, en Goya. Revista de Arte, 319-320, pp. 231-245. Coreth, Anna (1950): Österreichische Geschichtsschreibung in der Barockzeit (1620-1740). Wien: Adolf Holzhausen. — (1956): “Unbekannte Briefe P. Marco d’Avianos an P. Gabriel Pontifeser aus Klausen (1690-1697)”, en Mitteilungen des Österreichischen Staatsarchivs, 9, pp. 23-47. — (1959): Pietas Austriaca. Wien: Verlag für Geschichte und Politik (trad. al inglés: West Lafayette: Purdue University Press, 2004). — (1966): Spiritualität aus dem 16. und 17. Jahrhundert. Wien: Heiler. Cruz Medina, Vanessa de (2003-2004): “Manos que escriben cartas: Ana de Dietrichstein y el género epistolar en el siglo xvi”, en Litterae: Cuadernos sobre Cultura Escrita, 3-4, pp. 161-185. Cruz, Anne J. y Galli Stampino, Maria (eds.) (2013): Early Modern Habsburg Women: Transnational Contexts, Cultural Conflicts, Dynastic Continuities. Farnham/Burlington: Ashgate. Da Carmignano di Brenta, Arturo Maria (ed.) (1986-1991): P. Marco d’Aviano. Corrispondenza epistolare. Venezia: Curia Provinciale Cappuccini, 5 vols., vol. 1. Ecclesiastici; vol. 2. Imperatore Leopoldo I; vol. 3. Famiglia imperiale, case reali e principesche; vol. 4. Principi italiani e personaggi vari; y vol. 5. Indice, errata corrige. D’Aviano, Marco (1893): Lettere inedite del P. Marco D’Aviano scritte negli anni 1682-83 all’ecc.mo signor Conte Francesco Della Torre ambasciatore imperiale a Venezia. Udine: Tip. Patronato. Domínguez Ortiz, Antonio (ed.) (1982): Testamento de Felipe IV. Madrid: Editora Nacional. Feigl, Erich (1993): Halbmond und Kreuz: Marco d’Aviano und die Rettung Europas. Wien/München: Amalthea. Francisco Olmos, José María de (2012): “La sucesión de Carlos II y la archiduquesa María Antonia de Austria (1669-1692). Una reina de España en potencia”, en Hidalguía. Revista de Genealogía, Nobleza y Armas, 354, pp. 613-683. Franganillo Álvarez, Alejandra (2016): “The education of an heir to the throne: Isabel de Borbón and her Influence on Prince Baltasar Carlos”, en Grace E. Coolidge (coord.), The Formation of the Child in Early Modern Spain. New York/London: Routledge, pp. 143-164. Hawlik van der Water, Magdalena (1987): Die Kapuzinergruft: Begräbnisstätte der Habsburger in Wien. Wien: Herder.

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Heigel, Karl Thomas von (1884): “Kurprinz Joseph Ferdinand von Bayern und die spanische Erbfolge”, en K. Th. von Heigel (coord.), Quellen und Abhandlungen zur neueren Geschichte Bayerns. München: M. Rieger. Hertel, Sandra (2014): Maria Elisabeth: Österreichische Erzherzogin und Statthalterin in Brüssel (1725-1741). Wien: Böhlau. Héyret, Marie (1931): P. Markus von Aviano. O. M. Cap., Apostolischer Missionär und päpstlicher Legat beim christlichen Heere. München: Kösel & Pustet. — (ed.) (1937-1946): P. Markus von Aviano, O. M. Cap. (1631-1699). Einführung in seine Korrespondenz. München: J. Kösel & F. Pustet: I: Hohe Kirchliche Würdenträger, Priester und Ordensleute; II: Der Römischdeutsche Kaiser Leopold I. und P. Marcus (1680-1699) nach den Original-Handschriften; III: Kaiser Leopolds Familie und hervorragende Persönlichkeiten seines Hofes; y IV: Der nächste Verwandtenkreis des Kaisers Leopold I. Hoffman, Martha (2011): Raised to Rule: Educating Royalty at the Court of the Spanish Habsburgs, 1601-1634. Baton Rouge: Louisiana State University Press. Hüttl, Ludwig (1976): Max Emanuel: der blaue Kurfürst. München: Süddeutscher Verlag. Ingrao, Charles W. y Thomas, Andrew L. (2004): “Piety and Power: the Empresses-Consort of the High Baroque», en Clarissa Campbell Orr (ed.), Queenship in Europe, 1660-1815. The Role of the Consort. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 107-130. Kägler, Britta (2011): Frauen am Münchener Hof (1651-1756). München: Verlag Michael Laßleben. Klopp, Onno (ed.) (1888): Corrispondenza epistolare tra Leopoldo I. imperatore ed il P. Marco d’Aviano, capuccino: dai manoscritti originali tratta e pubblicata. Graz: Styria. López Arandia, María Amparo (2011): “El poder de la conciencia. Fray Gabriel de Chiusa, confesor de Mariana de Neoburgo”, en José Martínez Millán y Rubén González Cuerva (coords.), La dinastía de los Austria: las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio. Madrid: Polifemo, 3 vols., vol. 2, pp.1089-1110. Ludwig, Vinzenz Oskar (1935): Markus von Aviano. Der Retter Europas. Wien: Reinhold Verlag. Martínez López, Rocío (2013): “‘Tu, felix Austria, nube’. La posibilidad del aumento territorial de la Monarquía Hispánica a través del primer matrimonio de Carlos II”, en Félix Labrador Arro-

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yo (coord.), II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna. Comunicaciones. Madrid: Universidad Rey Juan Carlos/Ediciones Cinca, pp. 457-466. Martínez Ruiz, Adolfo (1981): “Francisco Ramos del Manzano y la educación de Carlos II”, Chronica Nova, 12, pp. 127-133. Mitchell, Silvia (2016): “Marriage Plots: Royal Women, Diplomacy and International Politics at the Spanish, French and Imperial Courts, 1665-1679”, en Glenda Sluga y Carolyn James (eds.), Women, Diplomacy and International Politics since 1500. London/ New York: Routledge, pp. 86-106. Münch Miranda, Susana y Dos Reis Miranda, Tiago C. P. (2014): A rainha arquiduquesa. Maria Ana de Áustria. Lisboa: Círculo de Leitores. Oliván Santaliestra, Laura (2016): “‘My sister is growing up very healthy and beautiful, she loves me’. The Childhood of the infantas Maria Teresa and Margarita at court”, en Grace E. Coolidge (coord.), The Formation of the Child in Early Modern Spain. New York/London: Routledge, pp. 165-188. Patrouch, Joseph F. (2010): Queen’s Apprentice: Archduchess Elizabeth, Empress María, the Habsburgs and the Holy Roman Empire, 1554-1569. Leiden/Boston: Brill. Pisa, Johanna de y Wasner-Peter, Isabella (2000): Marco d’Aviano: Prediger und Diplomat (Katalog der Wechselausstellung der Wiener Stadt- und Landesbibliothek). Wien: Verlag der Wiener Stadtund Landesbibliothek. Pobladura, Melchor de (1964): “Un capuchino alemán en la corte de Carlos II el Hechizado. El padre Gabriel de Chiusa, confesor de la reina Mariana de Neuburg”, Collectanea Franciscana, 34, pp. 131-176. Ribot García, Luis A. (2006): El arte de gobernar. Estudios sobre la España de los Austria. Madrid: Alianza Editorial. Schmid, Josef Johannes (2016): “Eleonore Magdalena von der Pfalz – ein Leben zwischen den Häusern Neuburg und Habsburg”, en Bettin Braun, Katrin Keller y Matthias Schnettger (eds.), Nur die Frau des Kaisers? Kaiserinnen in der Frühen Neuzeit. Wien: Böhlau, pp. 157-174. Schryver, Reginald de (1996): Maximilian II. von Bayern und das spanische Erbe. Die europäischen Ambitionen des Hauses Wittelsbach, 1665-1715. Mainz: Philip von Zabern, 1996.

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Silvela, Francisco (ed.) (1885-1886): Cartas de la venerable madre Sor María de Ágreda y el señor don Felipe IV. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 2 vols. Simonato, Ruggero, (coord.) (1994): Marco d’Aviano e il suo tempo: un cappuccino del Seicento, gli Ottomani e l’Impero (Atti del convegno storico internazionale. Pordenone, 12-13 novembre, 1993). Pordenone: Concordia. Weinberger, Elisabeth et al. (2012): Kinderleben im Konzert der Mächte. Kurprinz Joseph Ferdinand, Fürst von Asturien (16921699). Eine Ausstellung des Bayerischen Hauptstaatsarchivs. München: Staatliche Archive Bayerns. Zarza Sánchez, Emiliano (2015): “La creación de una memoria cristiana y guerrera. El caso del X duque de Béjar (1657-1686)”, en Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia Moderna, 8, 31, .

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Sobre los autores

Alicia Esteban Estríngana es profesora titular de Historia Moderna del Departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá. Actualmente es investigadora principal del Proyecto I+D Excelencia “Conformar la Monarquía Hispánica: cultura política y prácticas dinásticas en los siglos xvi y xvii” (MINECO-FEDER, HAR2016-76214P) en ejecución entre los años 2016-2020 y adscrito a esta misma universidad. Cuenta con un amplio elenco de publicaciones sobre el gobierno político y militar de los Países Bajos españoles entre los siglos xvi y xvii y ha editado en solitario dos obras colectivas: Servir al rey en la Monarquía de los Austrias. Medios, fines y logros del servicio al soberano en los siglos xvi y xvii (Sílex, 2012) y Decidir la lealtad. Leales y desleales en contexto, siglos xvi-xvii (Doce Calles, 2017). También ha trabajado específicamente sobre la figura política y dinástica de la infanta Isabel Clara Eugenia, destacando una contribución suya titulada “Quelle princesse, ô bon Dieu! Herencia y legado de la infanta Isabel”, en Isabel Clara Eugenia. Soberanía femenina en las Cortes de Madrid y Bruselas, ed. de Cordula van Wyhe (CEEH 2011). En la actualidad, prepara una edición crítica de la correspondencia autógrafa dirigida por Isabel al obispo-presidente del Consejo Supremo de Flandes, fray Íñigo de Brizuela, y colabora con Bernardo J. García García en la preparación del volumen que recogerá el epistolario también autógrafo dirigido por Isabel a Felipe III, donde se incluirá un ensayo de su autoría.

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Alejandra Franganillo Álvarez es doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid con Mención Internacional. Licenciada en Historia por esa misma universidad (2005-2010), un año después cursó el Máster en Historia de la Monarquía Hispánica (ss. xv-xix). Su tesis, defendida en 2015 y calificada con sobresaliente cum laude, se elaboró y redactó mientras disfrutaba de una beca de Formación de Personal Investigador del Ministerio de Ciencia e Innovación (2010-2014). Sus líneas de investigación versan sobre el estudio de las estrategias de patronazgo de la nobleza cortesana durante el reinado de Felipe IV desde una perspectiva transnacional, con atención especial al papel que las mujeres desarrollaron en el seno de las familias nobiliarias y en relación con otras cortes europeas. Tras profundizar sobre esta línea de trabajo en su tesis doctoral —focalizada en el entorno más inmediato de la reina Isabel de Borbón—, la consecución de un contrato postdoctoral en la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (EEHAR-CSIC) (2015-2017) le ha permitido explorar las conexiones que algunas de estas familias desarrollaron con otras cortes italianas, en especial con la del gran ducado de Toscana, la del ducado de Saboya y la de Roma. Entre sus publicaciones más recientes destacan la coedición del volumen Elites internazionali e reti di potere. Strategie d’integrazione nell’Europa di età moderna (Pisa University Press, 2016) e “Isabel de Borbón and the Governance of the Spanish Monarchy”, en Early Modern Women: An Interdisciplinary Journal, 12, 1 (2017), pp. 25-47. Bernardo J. García García es profesor titular y subdirector del Departamento de Historia Moderna e Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, coordinador de las actividades científicas de la Fundación Carlos de Amberes (Madrid) y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia. Es miembro del Instituto del Teatro de Madrid (UCM) y dirige su revista, Pygmalion. Es miembro del Consejo de Redacción de Cuadernos de Historia Moderna y del Consejo Asesor de Anuario Lope de Vega, de Commedia dell’arte y de e-Spania. Como responsable de la programación del Centro de Estudios de la Fundación Carlos de Amberes, ha coordinado más de una veintena de congresos y seminarios internacionales sobre las relaciones históricas y culturales entre el mundo hispánico y los Países Bajos entre los siglos xvi y xviii, asumiendo la edición

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científica de sus resultados en monografías especializadas. Ha sido comisario científico de exposiciones tales como El final de la Guerra de Flandes (1998), El Madrid de Velázquez y Calderón (2000), Tiempo de paces (2009-2010), En nombre de la paz 1713-14 (2013-2014) y 15172017. Rescatando un tesoro protestante (2017). Otras publicaciones relacionadas con la temática de este volumen son “The Cross-Influences in Architectural Patronage between Spain and the Low Countries as revealed in the Letters of Infanta Isabel Clara Eugenia (1598-1621)” (Brepols, 2013) y la edición del volumen Felix Austria. Lazos familiares, cultura política y mecenazgo artístico entre las cortes de los Habsburgo (Fundación Carlos de Amberes, 2016). Actualmente, prepara una edición crítica de un epistolario personal de la infanta Isabel Clara Eugenia con su hermano el rey Felipe III. Katrin Keller es directora del Institut für Neuzeit- und Zeitgeschichtsforschung (Instituto de Investigación de Historia Moderna y Contemporánea) de la Academia de Ciencias Austríaca (ÖAW) y miembro correspondiente de la ÖAW. Ha trabajado en la Universidad de Viena en varios proyectos que se ocupan de la corte vienesa y la nobleza de la monarquía de los Habsburgo (2000-2004: “Patronazgo y clientela en la corte de Viena en la primera mitad del siglo xvii”; 2005-2009: “Los diarios y ‘Tagzettel’ del cardenal Ernst Adalbert von Harrach (1598-1667)”; 2011-2015: “Los ‘Fuggerzeitungen’ de Viena: un medio de información moderna y su desarrollo). Actualmente dirige un proyecto titulado “Empress and Empire: Ceremonial, Media and Reign 1550-1740”. Durante mucho tiempo, se ha dedicado al estudio de princesas y mujeres de la aristocracia utilizando la correspondencia como fuente principal. Ha publicado varias contribuciones en esta línea de investigación, que guarda estrecha relación con el presente volumen, como son Hofdamen. Amtsträgerinnen im Wiener Hofstaat des 17. Jahrhunderts (Böhlau, 2005), Kurfürstin Anna von Sachsen (1532-1585) (Pustet, 2010), Erzherzogin Maria von Innerösterreich (1551-1608). Zwischen Habsburg und Wittelsbach (Böhlau, 2012) y, junto con Bettina Braun y Matthias Schnettger, Nur die Frau des Kaisers? Kaiserinnen in der Frühen Neuzeit (Böhlau, 2016). Christopher F. Laferl es catedrático de Literaturas y Culturas Iberorrománicas en el Instituto de Filología Románica de la Universidad

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de Salzburgo (desde 2004) y académico correspondiente de la Academia de Ciencias Austríaca (desde 2015). Es egresado del Institut für Österreichische Geschichtsforschung y coeditor de la correspondencia familiar de Fernando I (vols. 4 y 5, 2000 y 2015). Fue profesor visitante en la Universidade de São Paulo (USP), en la Universidade Federal da Bahia (UFBA), en la Universidade Federal do Rio de Janeiro, en la University of Texas, en Austin, y en la University of Colorado, en Boulder. Sus áreas de investigación abarcan la literatura y la cultura del Siglo de Oro, tanto en España como en el Nuevo Mundo, las literaturas y culturas populares de América Latina en los siglos xx/xxi (sobre todo, el Caribe y Brasil), las relaciones culturales entre Austria y España en los siglos xvi y xvii y la teoría de la biografía y la autobiografía. Ha publicado, además de numerosos artículos, los libros “Record it, and let it be known”: Song Lyrics, Gender, and Ethnicity in Brazil, Cuba, Martinique, and Trinidad & Tobago from 1920 to 1960 (LIT, 2005), Anspruch auf das Wort. Geschlecht, Wissen und Schreiben im 17. Jahrhundert. Suor Maria Celeste und Sor Juana Inés de la Cruz (WUV, 2002; con Birgit Wagner) y Die Kultur der Spanier in Österreich unter Ferdinand I. 1522-1564 (Böhlau, 1997). Con Joachim Born, Robert Folger y Bernhard Pöll ha editado el Handbuch Spanisch. Sprache, Literatur, Kultur, Geschichte in Spanien und Hispanoamerika. Für Studium, Lehre, Praxis (Erich Schmidt, 2012). Pavel Marek es doctor en Historia por la Universidad Carolina de Praga y profesor contratado del Departamento de Historia de la Universidad de Pardubice. Es miembro del Consejo de Redacción de Ibero-americana pragensia e investigador de referencia del Instituto Universitario La Corte en Europa (IULCE), de la UAM. Desde 2006 ha sido responsable de cuatro proyectos científicos de la fundación GAČR (Fundación Científica de la República Checa) y miembro de otros proyectos nacionales e internacionales. Sus principales líneas de investigación son las relaciones entre la Monarquía Hispánica, Italia y la Europa Central en la Edad Moderna, la historia de la corte imperial y la historia de género. Es autor de cinco libros y más de cincuenta ensayos. Entre sus publicaciones más recientes destacan las siguientes: La embajada española en la corte imperial 1558-1641. Figuras de los embajadores y estrategias clientelares (Editorial Karolinum, 2013), Bohemia hispánica. Fondos españoles de los siglos xvi y xvii (Reial Acadè-

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mia de Bones Lletres, 2013), realizado en colaboración con Robert Archer y Jaroslava Kašparová, y Pernštejnské ženy. Marie Manrique de Lara a její dcery ve službách habsburské dynastie/Las Pernstein. María Manrique de Lara y sus hijas al servicio de la casa de Austria (NLN, 2018). Su libro Svědectví o ztrátě starého světa/El testimonio de la pérdida del mundo viejo (Historický ústav Jihočeské univerzity, 2005) fue galardonado con el Premio Josef Pekař, destinado a los mejores ensayos de historia publicados por investigadores jóvenes. Rocío Martínez López disfruta en la actualidad de una beca Ernst Mach adscrita a la Universidad de Viena. Como investigadora predoctoral FPI (MINECO) formó parte del Departamento de Historia Moderna de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y gozó de una ayuda a la investigación del I. A. A. Thompson Research Fund. Es también secretaria académica de Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia Moderna y miembro de la red internacional de investigación Royal Studies Network, en cuya revista internacional, Royal Studies Network, también colabora. Obtuvo una beca para la realización de su tesis doctoral bajo el programa Ayudas para Contratos Predoctorales para la Formación de Doctores, vinculada al proyecto de investigación “Conservación de la Monarquía y Equilibrio Europeo entre los siglos xvii y xviii”, bajo la dirección de Luis A. Ribot García. Ha sido galardonada con el premio Best Article/ Book Chapter Written by an Early Career Researcher otorgado por la Christ Church University de Canterbury y la revista Royal Studies Journal. Ha publicado diversos artículos y capítulos de libro relacionados con la temática de este volumen: “La infanta se ha de casar con quien facilite la paz o disponga los medios para la guerra. Las negociaciones para la realización del matrimonio entre la infanta María Teresa y Leopoldo I”, en Revista de Historia Moderna 33 (2015), pp. 79-99, y “Consequences of the dynastic crisis of the seventeenth century in the matrimonial market and their influence in the European international policy. The case of Maria Anna of Neuburg”, en Gender and Diplomacy: Women and Men in European and Ottoman Embassies for the 15th to the 18th centuries (en prensa). Silvia Z. Mitchell es profesora asistente de Historia Moderna de Europa en la Universidad Purdue, donde imparte diversos cursos so-

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bre la España moderna, las mujeres y la historia de género, las reinas y la historia militar y diplomática de Europa. Se doctoró en la Universidad de Miami en 2013, donde fue titular de la beca McKnight Doctoral Fellowship (2006-2011). Su libro monográfico sobre la regencia de la reina Mariana de Austria, titulado Queen, Mother, and Stateswoman: Mariana of Austria and the Government of Spain, se publicará con Penn State University Press (previsto para 2019). Actualmente es la editora invitada de un número especial sobre “The Spanish Habsburg Court during the Reign of Carlos II”, que aparecerá en The Court Historian: The International Journal of Court Studies. Entre sus publicaciones sobre el papel desempeñado por las reinas, la niñez y las mujeres en la corte y la diplomacia, se incluyen las siguientes: “Habsburg Motherhood: the Power of Queen Mariana of Austria” (Ashgate, 2013; Routledge, 2015), “Growing Up Carlos II: Political Childhood in the Court of the Spanish Habsburgs” (Ashgate, 2014; Routledge, 2015) y “Marriage Plots: Marriage Diplomacy, Royal Women, and International Politics at the Spanish, French, and Imperial Courts” (Routledge, 2015). Laura Oliván Santaliestra es investigadora postdoctoral del programa Ramón y Cajal del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. Se licenció en Historia por la Universidad de Zaragoza (2001) y en 2002 consiguió un contrato de FPU en el Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense, donde se doctoró en 2006 con una tesis sobre Mariana de Austria dirigida por María Victoria López-Cordón. Entre 2007 y 2009 fue contratada postdoctoral en L’École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París con un proyecto sobre reinas de la Monarquía Hispánica nacidas en Francia y reinas de Francia de origen hispano en el siglo xvii, dirigido por Bernard Vicent. Disfrutó de un contrato postdoctoral Juan de la Cierva en la Universidad de Granada (2009-2012) con Juan Luis Castellano. Entre los años 2014 y 2016 desarrolló su actividad investigadora en la Universidad de Viena con un proyecto de investigación europeo (Intra-European Fellowship Marie Skłodowska-Curie) sobre las embajadoras del Imperio en Madrid en la segunda mitad del siglo xvii. Tiene como principal línea de investigación el estudio de las mujeres y su relación con el poder, la cultura y la diplomacia en las cortes europeas del siglo xvii. Entre sus obras destacan las siguientes: Ma-

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riana de Austria. Imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana (Editorial Complutense, 2006), “La correspondencia de Mariana de Austria: aspectos de cultura escrita de una regencia femenina” (Trea, 2005), “La dama, el aya y la camarera: Perfiles políticos de tres mujeres de la Casa de Mariana de Austria” (Polifemo, 2009), “‘Giovane d’anni ma vecchia di giudizio’: La emperatriz Margarita en la corte de Viena” (Polifemo, 2011), “¿Juana o Johanna?: cultura mixta, doble identidad y bilingüismo de las embajadoras imperiales en la Corte de Madrid (1663-1676)” (UNED, 2016), “Gender, Work and Diplomacy in Baroque Spain: The Ambassadorial Couples of the Holy Roman Empire as Arbeitspaare”, en Gender & History, 29.2 (2017), pp. 423-445. Magdalena S. Sánchez es profesora de Historia en el Gettysburg College, Pensilvania (EE. UU.). Ha coeditado con Joan Lluís Palos Early Modern Dynastic Marriages and Cultural Transfer (Ashgate/ Routledge, 2016), y es autora de The Empress, the Queen, and the Nun: Women and Power at the Court of Philip III of Spain (Johns Hopkins University Press, 1998). Su contribución al presente volumen es parte de un proyecto que dará lugar a un libro sobre la duquesa de Saboya Catalina Micaela de Austria. Ha publicado otros artículos y capítulos sobre esta infanta: “‘I would not feel the pain if I were with you’: Catalina Micaela and the Cycle of Pregnancy at the Court in Turin, 1585-1587” en Social History of Medicine (2015); sobre la infanta Isabel Clara Eugenia: “Sword and Wimple: Isabel Clara Eugenia and Power”, en The Rule of Women in Early Modern Europe (eds. Anne J. Cruz y Mihoko Suzuki, University of Illinois Press, 2009, pp. 64-79), y “¿Recuerdos y afectos? La correspondencia de Isabel Clara Eugenia con el duque de Lerma”, en Isabel Clara Eugenia. Soberanía femenina en las cortes de Madrid y Bruselas (dir. Cordula van Wyhe, CEEH, 2011, pp. 203-225), o sobre las mujeres en la corte de los Austrias: “Pious and Political Images of a Habsburg Woman at the Court of Philip III (1598-1621)”, en Spanish Women in the Golden Age (eds. Magdalena S. Sánchez y Alain Saint-Saëns, London, Greenwood Press, 1996, pp. 91-107). Renate Schreiber estudió Historia y estudios de teatro. Su tesis doctoral, Erzherzog Leopold Wilhelm – Bischof und Feldherr, Statthalter und Kunstsammler. Studien zu seiner Biographie, fue publicada bajo el

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título “Ein galeria nach meinem humor” Erzherzog Leopold Wilhelm (KHM y Skira, 2004). En este trabajo se utilizaron por primera vez las cartas intercambiadas entre Leopoldo Guillermo y el emperador Fernando III en el Riksarkiv de Estocolmo. Desde 1998, es miembro del Institut zur Erforschung der Frühen Neuzeit (IEFN) y del Consejo de Redacción de la revista Frühneuzeit-Info. Colaboró con la exposición “Sammellust” – Die Galerie Erzherzog Leopold Wilhelms (Kunsthistorisches Museum, Viena, 2014). Ha impartido diversas ponencias y ha publicado otros estudios sobre Leopoldo Guillermo, tales como “Entre dos frentes: el archiduque Leopoldo Guillermo”, en La dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio (Ediciones Polifemo, 2011, vol. 1, pp. 609-629); “El archiduque Leopoldo Guillermo y su colección de pinturas”, en Félix Austria. Lazos familiares, cultura política y mecenazgo artístico entre las Cortes de los Habsburgo (Fundación Carlos de Amberes, 2016, pp.179-202), y “‘Mit Degen und Feder’. Erzherzog Leopold Wilhelm als Verfasser italienischer Gedichte“, en Fürst und Fürstin als Künstler. Herrschaftliches Künstlertum zwischen Habitus, Norm und Neigung (Lukas, 2018, pp. 239-259). Andrea Sommer-Mathis es investigadora en el Institut für Kulturwissenschaften und Theatergeschichte (Instituto de Estudios Culturales e Historia del Teatro) en la Academia de Ciencias Austríaca. Es miembro del Institut zur Erforschung der Frühen Neuzeit (IEFN) y del Consejo de Redacción de la revista Frühneuzeit-Info. Ha formado parte de los proyectos “Estrategias de comunicación y cultura política en la red familiar de los Austrias” (MINECO, HAR2016-76214-P) y “ART-ES. Apropiaciones e hibridaciones entre las artes plásticas y las artes escénicas en la Edad Moderna” (MINECO, HAR-2015-70089-P). Es miembro del comité científico del proyecto editorial Triunfos Barrocos, dirigido por Víctor Mínguez. Ha sido vicecomisaria científica de exposiciones tales como “Federschmuck und Kaiserkrone. Das barocke Amerikabild in den habsburgischen Ländern” (Schloßhof, 1992), “Teatro y fiesta del Siglo de Oro en tierras europeas de los Austria” (Sevilla/Varsovia, 2003) y “Spettacolo barocco! Triumph des Theaters“ (Viena, 2016). Publicaciones relacionadas con la temática de este volumen son “María Ana de Austria: spanische Infantin – Königin von Ungarn und Böhmen – römisch-deutsche

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Kaiserin (1606-1646)”, en Nur die Frau des Kaisers? Kaiserinnen in der Frühen Neuzeit (Böhlau, 2016, pp. 141-156); “Salvar las distancias entre Madrid y Viena. Los ‘embajadores de familia’ como agentes político-culturales”, en Félix Austria. Lazos familiares, cultura política y mecenazgo artístico entre las cortes de los Habsburgo (Fundación Carlos de Amberes, 2016, pp. 223-243). Prepara en la actualidad la edición crítica del epistolario personal de la infanta María Ana, cuya publicación está prevista para 2020. Pia Zachary estudió Historia Medieval y Moderna, Estudios Escandinavos y Ciencias Políticas en Múnich y Oslo. Ha finalizado recientemente su tesis doctoral en Historia Medieval, que versa sobre Guillermo el Conquistador y la legitimación de su papel en Inglaterra que muestra la historiografía inglesa del siglo xii. Es miembro del Forschungsportal Englisches Mittelalter und Britische Inseln (fembi. de) y participa en el programa de doctorado del Zentrum für Mittelalter- und Renaissancestudien (Centro de Estudios de la Edad Media y el Renacimiento). Sus principales líneas de investigación se centran en la historia de la Alta Edad Media inglesa, la historia escandinava, la historia de la historiografía, la monarquía y la legitimidad. Es miembro del grupo de investigación encargado de la edición digital de la correspondencia del archiduque Leopoldo Guillermo con el emperador Fernando III que se conserva en los Archivos Nacionales en Estocolmo —este proyecto está radicado en el Departamento de Historia de la Edad Moderna en la Ludwig-Maximilians-Universität, en Múnich—. Además, trabaja en el Schreibzentrum (Centro de Formación Escrita) de dicha universidad y da cursos específicos para la redacción y presentación de trabajos académicos a estudiantes extranjeros.

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