De booms y fiebres marinas : breve historia económica de Isla Apiao y el mercado de algas
 9789563455328, 9563455320

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DE BOOMS Y FIEBRES MARINAS Breve historia económica de isla Apiao y el mercado de algas © Cristian Morales Pérez y Matías Calderón Seguel Consejo Regional de la Cultura Región de Los Lagos 2010 ISBN: 978-956-345-532-8 Registro de Propiedad Intelectual Nº207.487 Impreso en Gráfica LOM Septiembre de 2011

DE BOOMS Y FIEBRES MARINAS Breve historia económica de isla Apiao y el mercado de algas

Cristian Morales Pérez Matías Calderón Seguel

Consejo Regional de la Cultura Región de Los Lagos 2010

Dedico este libro a mis padres, María Paz Pérez Recasens (Q.D.E.P) y Manuel Morales Jara. Cristian Morales Pérez Para mi hijo Benjamín con todo el amor que existe y a mis padres y abuelos por su firme apoyo. Matías Calderón Seguel

Índice Agradecimientos

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Introducción

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Capítulo 1: Conceptos 1.1 Sobre lo económico 1.2 Etnografía, mercados de exportación e insularidad 1.3 Vida social de las mercancías

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Capítulo 2: Acercamiento general a la economía primario-exportadora 2.1 Economía mundial y globalización 2.2 El caso de Chile 2.2.1. Caracterización de las exportaciones chilenas 2.2.2. Las exportaciones derivadas del mar 2.3 Comentarios finales

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Capítulo 3: El Chiloé alguero, el caso de Apiao 3.1 La Vida Económica de Apiao previa llegada del mercado de algas 3.2 Vida económica en Apiao bajo las políticas primario-exportadoras: Las transformaciones de los mercados de algas en el territorio 3.3 Llegada e inserción del mercado alguero y sus actividades 3.4 Dinámicas apiaguanas de subsistencia bajo el contexto alguero 3.5 Prácticas económicas asociadas al mercado de las algas 3.5.1 La recolección de la luga 3.5.2 Recolección de llapín 3.5.3 Siembra y cosecha de pelillo 3.5.4 Procesamiento de las algas 3.6 Dinámicas de intercambio de las algas

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Capítulo 4: Relatos biográficos de la Luga en isla Apiao La luga La luwa La luga y el pelillo La extracción y la recolección: Breve historia de un lugero La luga y la modernidad Ciclo económico de la luga: de japoneses y apiaguanos Luga: El alga moderna, el plástico marino Luga y cáncer Luga y Chiloé: Sobre “La fiesta” y “Lugga’s” La luga y la música La luga y la novena

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5. Reflexiones finales

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Bibliografía

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Agradecimientos

Agradecemos a nuestros colegas y amigos de la Escuela de Antropología de la U.A.H.C, que han leído y comentado este trabajo (especialmente a los miembros de GICSEC y del Núcleo de Investigación de la Realidad Insular), a Marilú Trautmann por su valioso aporte al libro, a los fondos de la Dirección de Investigación y Estudios de la U.A.H.C. por su colaboración en la primera etapa de investigación, al Consejo de Cultura de la Región de Los Lagos por su respaldo y financiamiento a esta fase del estudio y publicación de este trabajo, y, finalmente, a la comunidad de Apiao, a la que dedicamos este libro.

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Introducción

El presente libro es una reconstrucción histórica y una descripción etnográfica de los aspectos socioeconómicos y culturales ligados a una serie de recursos-mercancías marinas de exportación no tradicionales y de alto interés en mercados transnacionales: “las algas”. Esto en el contexto de pequeñas localidades encargadas de la extracción-venta de las mismas. Este mercado, al igual que otros, ha sido calificado por economistas, medios de comunicación e incluso por los mismos habitantes locales encargados de la extracción como “Booms” o “Fiebres económicas”. Entender las razones subyacentes a esta calificación es parte fundamental de este estudio. Nuestra investigación se centra en la localidad insular de Apiao, poblado donde conocimos por vez primera las profundas transformaciones socioeconómicas y culturales asociadas a la inserción del mercado de algas. No obstante, como expondremos más adelante, Apiao es solo un ejemplo de lo que acontece en cientos de comunidades algueras a lo largo del país y específicamente, un claro representante de las dinámicas del mercado alguero en la costa sur oriental de Chiloé y parte del territorio continental de la Región de Los Lagos, al sur de Chile. Hablamos de pequeñas localidades -en su mayoría insularesque se dedican con mayor o menor intensidad a la extracción y venta de algas con valor económico en mercados internacionales. El interés del mercado en las algas ha impactado fuertemente estas economías locales y la vida social y cultural de sus habitantes, quienes se integran a esta actividad económica como mano de obra extractora. En este texto esperamos clarificar las transformaciones históricas, socioeconómicas y culturales de esta zona, a través de un examen del caso isla Apiao, sin olvidar las conexiones, similitudes y contrastes con otras localidades de la zona.

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Con unas historias de aproximadamente 40 años en el mercado nacional, algas como la luga1, el pelillo2 y en menor medida el llapín3, se han posicionado fuertemente en el sur de Chile, en concreto para nosotros: Chiloé, isla Apiao. Esta localidad fue visitada por primera vez el año 2003, cuando se realizó una investigación exploratoria donde se abordó la vida social de Apiao desde distintas perspectivas, una de estas fue la descripción de la economía y cultura asociadas a la extracción de luga, mercado que tenía ocupada a la gran mayoría de los apiaguanos durante nuestra visita. La opción teórica-metodológica aplicada en este terreno fue la realización de una biografía de la mercancía y descripción de vida social que se le relacionaba4. La potencia de esta línea teórico-metodológica, su eficaz aplicabilidad como técnica de recopilación de datos y las interesantes conexiones entre el caso estudiado y otras localidades de la región fueron las motivaciones que llevaron a realizar este proyecto y el libro que tiene en sus manos. En el desarrollo de este texto existen descripciones de estas algas como flora, como vegetales, como recursos (culturalmente entendidos como tales) y -lo central- se define el carácter de mercancía de estas mismas, que de hecho fue así como las conocimos en primera instancia. La importancia económica-cultural que dan los sujetos a las actividades algueras es palpable en terreno, a través de ellas presenciamos: conversar largamente, discutir, explicar, recordar, gritar, mentir, presumir, entre otras cosas, todas asociadas a estas mercancías de exportación, de notable trascendencia -como se verá- para las colectividades protagonistas en este escrito. Nuestro enfoque sostiene que, tanto en Apiao como en otras localidades dedicadas a la extracción de algas, podemos observar una misma operación del sistema capitalista, nos referimos a la

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Nombre científico: Iridaea spp. Fuente: www.mardechile.cl. Nombre científico: Gracilaria spp. Fuente: www.mardechile.cl. No hemos podido acceder al nombre científico de esta alga. Nos inspiramos en la lectura de los antropólogos Arjun Appadurai e Igor Kopitoff (ver Bibliografía).

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transformación espacial, social y cultural en pos de la lógica de la acumulación. En el caso de Apiao podemos ver como la introducción de nuevos mercados de exportación de algas estimulan un vuelco de la población a la extracción y recolección de algas, cambiando -relativamente- una orientación hacia el interior de la isla (hacia el campo) por una hacia el exterior (hacia el mar), dejando así de lado una serie de prácticas económicas tradicionales asociadas a la agricultura. El libro se organiza de la siguiente forma. En el capítulo uno se realiza una circunscripción teórica de la investigación, la cual cuenta con tres subcapítulos, el primero de estos se encarga de exponer nuestra visión sobre lo económico y la antropología económica, el segundo subcapítulo trata sobre el estudio etnográfico de economías locales -primordialmente insulares - y su relación con mercados de exportación internacional, en el tercer y ultimo subcapítulo se presenta la noción teórica de “biografía de las mercancías” y “vida social de las cosas”. En el capítulo dos -colaboración de la economista Marilu Trautmann Montt- se caracterizan los principales hitos de las políticas de exportación en Chile, haciendo hincapié en las exportaciones de recursos marinos. En el capítulo tres entramos derechamente en la economía de algas en Chiloé, desde el ejemplo apiaguano. Este capítulo trata sobre la economía apiaguana anterior al mercado alguero, las trasformaciones socioeconómicas y culturales producto de la introducción del mercado alguero y finalmente la economía apiaguana en el contexto alguero. En el cuarto capítulo hemos decidido ocupar el método de biografiar la mercancía, realizar la “historia de vida” del alga con más importancia económica en Apiao: la luga. Esto a través de relatos etnográficos seleccionados por su aporte a nuestro estudio. En las reflexiones finales del texto, retomamos elementos fundacionales de la investigación, principalmente, problematizando la discusión en torno a las concepciones de “fiebres” y “booms” económicos en sus implicancias socioculturales y políticas.

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Capítulo 1: Conceptos

1.1 Sobre lo económico Aunque reconocemos que toda definición contiene el peligro de poner una “camisa de fuerza” a la práctica investigativa, el pretender obviar las conceptualizaciones implica un riesgo mayor: relativizar a tal punto el quehacer científico que podría terminar siendo impracticable, limitándolo tan solo al “sentido común” o percepción individual de quien se sitúa como “el investigador”. Por ello, a riesgo de ser ambiciosos, intentaremos definir lo que entenderemos como la dimensión económica de la vida social. Escalando en nuestro desafío, aspiraremos a integrar parte sustancial de su complejidad, esperando dar cuenta de la telaraña múltiple que es la sociedad, con sus matices, conexiones, imbricaciones, movimientos, contradicciones y conflictos. Cuando nos referimos a la esfera económica de la vida social apuntamos, a grandes rasgos, a las estructuras, prácticas sociales y significaciones en vinculación a desplegar la subsistencia y reproducción -biológica y social- de los grupos humanos; esto, mediante una serie de procesos encadenados: la producción de bienes y servicios, su distribución, la circulación de los mismos y finalmente, su consumo. En el desarrollo de tales actividades, que siempre son sociales, cruzadas y sostenidas, a su vez, por dinámicas políticas y de significación sociocultural, los hombres se presentan siempre en relación y tensión (por tanto, incidencia y transformación) entre ellos mismos y también con su entorno medioambiental. El hombre en cuanto ser consciente está al mismo tiempo en condiciones de luchar con y contra la Naturaleza, pudiendo someterla y finalmente transformarla según sus propios fines.

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Y todo eso lo hace a través de la proyección consciente de la actividad productiva y creativa (Dobb, 2008: xiii).

Karl Polanyi, uno de los autores relevantes dentro de la Antropología Económica, indicará que “lo económico”: Deriva de la dependencia del hombre, para su subsistencia, de la naturaleza y de sus semejantes. Se refiere al intercambio con el medioambiente natural y social, en la medida en que este intercambio tiene como resultado proporcionarle medios para su necesaria satisfacción material (Polanyi, 1976: 155).

Siendo así, entiende un “sistema económico” como: El proceso instituido de interacción entre el hombre y su medio ambiente, que tiene como consecuencia un continuo abastecimiento de los medios materiales que necesitan ser satisfechos (Polanyi, 1976: 159).

Cuando plantea que “necesitan ser satisfechos”, está lejos de concebir una definición estándar de los medios a utilizar para dar satisfacción a determinadas necesidades. El establecimiento de lo que es una necesidad social, la forma en la que se pretende abordar y bajo qué elementos específicos, es una configuración histórica. Se hace patente el carácter social de toda actividad económica, obviamente, al margen de que en ciertos momentos se pueda actuar como individuo, que nunca está aislado, conserva su carga histórica. De este modo, es una característica constitutiva de la dimensión económica, en toda sociedad humana, su condición de actividad existente a partir de una serie de relaciones sociales. La actividad económica por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad […] no es menos absurda que la idea de

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un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí (Marx, 2008: 283)5.

Al ser una actividad social, es siempre también cultural, existe por ello entrelazada con un sistema significativo que le da sentido y de igual forma, permite su existencia. Vista desde esta perspectiva, las actividades de subsistencia nunca son un mero “impulso” de sobrevivencia. Tiene en su ejecución y forma profundos sustentos significativos que permiten que se exprese de tal o cual forma. Por lo tanto, aunque vemos en la necesidad de subsistencia un aspecto gravitante a la hora de configurar los sistemas sociales, nos es imposible concebir una relación unidireccional desde esta dimensión hacia las formas de organización social y sistemas de representación. Los elementos se vinculan en la dialéctica social, se afectan y condicionan recíprocamente, ejerciendo fuerzas en múltiples direcciones, aunque bien, el peso de gravitación -creemos- es mayor desde la esfera económica, en cuanto el impulso primordial de lo social está en existir como individuos y grupos. Empero, la forma concreta que esta dimensión adquiere, á en los qué, cuánto, cómo y por qué de sus existencias, estará moldeada a partir de cómo se organiza y piensa el sistema social, la cultura6. De igual manera, determinada estructura política y de imaginarios sociales, solo puede erigirse sobre una base material que se lo permita, y al mismo tiempo, a la cual sostenga. Reflexionando hace un buen tiempo sobre los temas aquí tratados, Gramsci ha señalado con notable lucidez que: La historia sigue siendo el dominio de las ideas, del espíritu, de la actividad consciente de los individuos aislados o asociados. Pero las ideas, el espíritu, se realizan, pierden su arbitrariedad, no son ya ficticias abstracciones religiosas

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Cursivas en el original. Sahlins (Cfr. 2006), que si bien nos parece que en ciertos pasajes se traslada a un culturalismo unidireccional, aporta interesantes puntos para reflexionar sobre el papel de lo cultural en el establecimiento de un sistema económico.

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o sociológicas. La sustancia que cobran se encuentra en la economía, en la actividad práctica, en los sistemas y las relaciones de producción y de cambio. La historia como acaecimiento es pura actividad práctica […] Una idea se realiza no en cuanto lógicamente coherente con la verdad pura (la cual no existe sino como programa, como finalidad ética general de los hombres), sino en cuanto encuentra en la realidad económica justificación, instrumento para afirmarse (Gramsci, 2007: 39).

Polanyi también ha dado un carácter central a las esferas “no económicas” de la vida social para entender la dinámica “propiamente económica”. Es a través de ellas que lo económico se nos presenta como una totalidad, permitiéndole “sostenerse” en el conjunto del sistema social. La economía humana, está incrustada y enredada en instituciones económicas y no económicas. La inclusión de lo no económico es vital. Pues la religión o el gobierno pueden ser tan importantes para la estructura y el funcionamiento de la economía como las instituciones monetarias o la disponibilidad de herramientas y máquinas que aligeren el trabajo de la mano de obra (Polanyi, 1976: 161).

Habiendo mencionado tales formulaciones generales respecto a la esfera social que hemos puesto bajo nuestra atención, a continuación, corresponde profundizar sobre ciertas concepciones básicas que permiten abordar las formas diversas que pueden asumir los encadenamientos y procesos concretos de un sistema económico en un territorio específico. La producción, proceso creador de la dinámica económica, tiene en el trabajo humano su principal e insustituible elemento. En cuanto al carácter “comunitario” del hombre, el trabajo que realiza siempre será social y racionalizado, nunca meramente instintivo.

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Sin trabajo no hay producción. El trabajo es la actividad consciente del hombre tendiente a utilizar, modificar y crear los bienes ofrecidos por la naturaleza, aptos para satisfacer las necesidades humanas (Pesenti, 1979: 36).

Si bien es en este elemento donde encontramos una condición universal de todo sistema económico, la forma singular de su puesta en escena variará históricamente. Un primer elemento a considerar o constatar respecto a la práctica productiva de un grupo humano es (son) la(s) actividad(es) productiva(s), en palabras de Harris, “prácticas de producción” (Harris, 2007: 142). Con esto referimos, simplemente, a los modos de subsistencia predominantes ejecutados por el grupo o sociedad estudiada; por ejemplo: agricultura de secano, caza-recolección, agricultura intensiva de tal o cual elemento, actividad industrial de determinado tipo, recolección de algas, pesca artesanal, etc. Para profundizar la primera capa del entramado económico, finalmente, para conocer las formas en que estas actividades se llevan a la realidad, es indicado proseguir hacia los medios de producción que se utilizan. Aquí distinguimos dos componentes, por un lado, los objetos de trabajo, estos son los elementos que reciben el trabajo (transformación) humano, en palabras de Pesenti: Ofrecidos directamente por la naturaleza y sometidos a una primera elaboración (materias primas); son en principio semi-elaborados, ya sea de forma directa, ya sea con el auxilio de medios de trabajo (Pesenti, 1979: 36).

Y por otro, los medios de trabajo son la tecnología o instrumentos, artefactos, maquinarias, etc., que usan los hombres para ejecutar el trabajo, transformar los objetos de trabajo y generar la producción misma. Los medios de trabajo están constituidos por todos aquellos bienes económicos que ayudan al hombre a actuar sobre el objeto de trabajo. […] Y una consideración clave en este punto

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tiene que ver con que] la capacidad del trabajo humano de producir más o menos, es decir, la productividad del trabajo, depende del grado de desarrollo de estos (Pesenti, 1979: 36).

Luego, un aspecto central para entender las formas de ejecución de la producción, del proceso económico en general, y por ello, de la conformación de la sociedad en su conjunto, son las formas de organización de los hombres en el proceso productivo, las relaciones que se establecen entre ellos y los mecanismos de vinculación entre ellos con los medios de producción, lo cual se expresa en los derechos socialmente establecidos o impuestos de acceso al producto; estas son las relaciones sociales de producción. Implican, necesariamente, la propiedad o forma de acceso a los medios de producción, de lo que se desprende, la posición y rol de los grupos sociales en la producción, y como se dijo, las formas de distribución del producto social. Es este el primer nivel de conformación de las clases sociales. Otros componentes que actúan en la configuración y comportamiento de las clases sociales tienen que ver con el establecimiento de identidades asociadas, como a su vez, estrategias diversas de movilización y acción política. No es pertinente desarrollar esta extensa discusión en este momento, tan solo nos interesa relevar el rol clave que también ocupa en el establecimiento (y análisis) de las clases sociales lo político y cultural7. Es necesario relevar acá los importantes componentes de significación que se presentan en el proceso productivo: Desde el punto de vista cultural, la producción de mercancía es también un proceso cultural y cognoscitivo: las mercancías no solo deben producirse materialmente como cosa, sino también deben estar marcadas culturalmente como un tipo particular de cosas. En la gama total de cosas disponibles en una sociedad, solo algunas de ellas se consideran apropiadas para ser clasificadas como mercancías (Kopytoff, 1991: 89). 7

Para ver en extenso los enfoques y discusiones sobre clases sociales que se han desarrollado revisar Crompton (Cfr. 1997).

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Para la realización de la producción debió existir previamente una distribución (reparto a partir de criterios/derechos históricamente existentes) de los medios de producción y a su vez, de los mismos sujetos en las diversas ramas de la actividad productiva (Cfr. Marx, 2008); esta es una distribución construida desde las relaciones sociales de producción. La “otra distribución”, la de productos y servicios, es una consecuencia de la anterior y solo se entiende en relación a ella. Cómo comprender que al trabajador asalariado, por su trabajo, le “corresponde” determinado salario y al empresario, por su control de los medios de producción, determinada ganancia, sin integrar las concepciones sobre la propiedad privada capitalista y sus características. De la misma forma, solo comprenderemos los derechos de apropiación de las algas por parte de los algueros entendiendo primero las relaciones de trabajo que tejen entre ellos y los códigos culturales establecidos para acceder y controlar las lanchas, el borde costero, los recursos marinos, entre otros. Una vez distribuidos los bienes, estos entran en la fase del intercambio. La circulación, entendida desde Polanyi (Cfr. 1976), permite distinguir dos tipos de movimientos, los cuales pueden o no ir juntos. Primero, el movimiento locacional de los mismos (traslado físico), siendo relevantes los actores sociales encargados de ello, los medios y tecnologías utilizadas, rutas, etc. En segundo lugar, está el cambio de mano. Transformaciones en los derechos de propiedad y usos de los mismos (forman parte, tanto los cambios de mano consentidos entre las partes, como los ocurridos en el marco de una relación coercitiva). Los procedimientos concretos que permiten los movimientos de los bienes pueden distinguirse en tres, no excluyentes, aunque sí, alguno de ellos preponderante a nivel general de la sociedad: reciprocidad, redistribución y mercado (Cfr. Polanyi, 1976). En su práctica, estas actividades se presentan -superficialmentecomo realizadas por sujetos determinados, pero adquieren relevancia institucional cuando se nos manifiestan como mecanismos relativamente estables y recurrentes para hacer circular producción. Solo de esta forma debemos considerarlas

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como parte constitutiva de la estructura económica de la sociedad, grupo o territorio estudiado. La reciprocidad implica un movimiento entre agrupaciones relativamente simétricas. Puede ser entre grupos o ciertos individuos de un grupo con algunos individuos de otros, o subgrupos internos de cada agrupación. Considera los actos de dar-devolver-restituir, pero no en un tiempo inmediato, sino que diferenciado. Establece relaciones sociales de mediano o largo plazo8. La redistribución connota movimientos de apropiación que se dirigen hacia un centro y luego al exterior. Depende, en cierta medida, de una centralidad del agrupamiento social. El movimiento hacia la “mano” central puede ser por la costumbre, ley o decisión central. Los bienes se pueden reunir físicamente en el centro, como también, exclusivamente en sentido de derechos. El mercado apunta a cambios de mano viceversa (en ambos sentidos) que tienen lugar en el “sistema de mercado”. El movimiento de bienes, a diferencia de la reciprocidad, no se encuentra separado por espacios temporales notorios como ocurre en la reciprocidad. Pueden ser intercambios con un índice fijo, que no se determina en el sistema del regateo, sino que existen otros criterios que lo establecen, como la costumbre. O también, sin existencia de este índice fijo, las partes establecen los criterios del intercambio mediante regateo. Aquí, los distintos actores buscarán su beneficio, lo que implica la existencia de antagonismo entre las partes. Finalmente, cabe destacar que en torno a la distribución y circulación de bienes -sea esta a través de reciprocidad, redistribución y/o mercado- podemos apreciar una compleja red de conocimientos sociales y culturales sobre los mismos bienes y sus movimientos. Estos conocimientos se trasmiten y viajan junto a los bienes constituyendo historias e ideologías culturalmente construidas, las que variarán según cada bien y cada trayecto.

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La bibliografía sobre el tema de la reciprocidad en antropología es extensa, aquí solo una referencia sumamente general.

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Las historias e ideologías culturalmente construidas acerca del flujo mercantil constituyen un lugar común en todas las sociedades. Sin embargo, tales historias adquieren cualidades particularmente intensas, novedosas y sorprendentes, cuando son muy grandes las distancias espaciales cognitivas o institucionales entre producción, la distribución y el consumo (Appadurai, 1991, p: 67-68).

El consumo no es simplemente la utilización de los bienes creados, repartidos e intercambiados. Tenemos la noción de “consumo productivo”, el cual es también producción. Apunta a la idea del uso y transformación de elementos en la producción misma, y también, al uso de nuestras capacidades biológicas ejercitadas durante el trabajo. Por otra parte, existe también el consumo “propiamente dicho”, que es el uso no productivo de los bienes y servicios, es decir que a través de su utilización no se generan nuevos bienes (Cfr. Marx, 2007). Indicar que la producción origina al consumo a partir de la creación del objeto que se utiliza no presenta mayor sorpresa. Ahora bien, el consumo “propiamente dicho” crea también la producción en el sentido que una silla es solo una silla cuando un sujeto la ve como tal y la usa de la forma esperada. El producto se afirma como producto, se convierte en producto, solo en el consumo; […] pues el resultado de la producción es producto no en tanto actividad objetivada, sino solo como objeto para el sujeto actuante (Marx, 2007: 291).

Marx (mismo texto citado) ve también al consumo originando producción a partir de la creación de la necesidad del objeto mediante su imagen, por ende, de la necesidad de producción desde la “producción subjetiva” del objeto. La producción genera el consumo de la misma forma que el consumo lo hace con la producción, de todas maneras nos hace no perder de vista que sigue siendo la producción el “punto de partida”. A partir de lo señalado, es factible acercarse a las implicaciones simbólicas del consumo, en este sentido, Bourdieu (Cfr.

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2002 y Cfr. 1998) desarrolla interesantes argumentos, algunos de los cuales intentaremos esbozar a continuación. Para el autor, la reproducción del orden social tiene en la dimensión económica un elemento importante, pero no el único ni el más relevante, la conformación y reproducción de la estructura socioeconómica, sus clases y prácticas, tienen en la esfera simbólico-identitaria un aspecto de igual consideración. A través del consumo de determinadas vestimentas, alimentos, gustos musicales, etc., se generan y comparten determinados estilos o modos de vida. Estos operan como mecanismos de identidad y por ello, distinción. “Nosotros usamos tales prendas, comemos determinadas cosas, de esta forma se prepara, hablamos de cierta manera, vamos a estos lugares de vacaciones y no a estos otros, etc.”. Los grupos sociales, entre ellos las clases, generan identidades y marcas de conocimiento, reconocimiento y reproducción a partir de los modos de vida; estilos de vida que se concretan mediante el acto de consumo. Una clase social nunca se define únicamente por su situación y por su posición en una estructura social, es decir por las relaciones que objetivamente mantiene con las demás clases sociales; también debe muchas de sus propiedades al hecho de que los individuos que la componen entran deliberada u objetivamente en relaciones simbólicas que, al expresar las diferencias de situación y de posición […] tienden a transmutarlas en distinciones significantes9 (Bourdieu, 2002: 131).

Las formas de consumo se constituyen en un elemento relevante en las dinámicas de explotación y dominación: “expresan de la forma más directa la división del trabajo entre las clases, las clases de edad y los sexos, o las divisiones del trabajo de dominación” (Bourdieu, 1998: 477). Internalizados y naturalizados tales esquemas de distinción, condicionan “involuntariamente” las formas de actuar y percibir el mundo social y sus actores, a

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Cursivas en el original.

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la vez que la evaluación del entorno interactuado y los agentes ahí desplegados. La llamada “vergüenza ajena” corresponde a un malestar propio en función de prácticas-gustos de otro que consideramos casi inverosímiles (“mal gusto”) desde nuestros dispositivos culturales de evaluación-percepción del mundo social circundante. Habiendo desarrollado este primer punto del capítulo teórico, creemos haber definido ciertos aspectos básicos para comprender desde donde nos acercamos y entendemos la historia económica de isla Apiao y sus transformaciones a partir de la llegada de las algas. Veamos a continuación otros aspectos necesarios de abordar para nuestro estudio; estos tienen que ver con el lugar de esta isla dentro de un sistema económico de alcances mundiales. 1.2 Etnografía, mercados de exportación e insularidad El trabajo de campo ha sido realizado entre productores que se encuentran enfrentados en dinámicas de acumulación capitalista, orientadas a la exportación, interconectados a un sistema de mercado de escala mundial. En antropología el análisis del sistema capitalista desde una óptica etnográfica no es para nada un tema nuevo, ya en la década de 1980 Eric Wolf, June Nash y Sidney Mintz realizaron investigaciones y plantearon discusiones teóricas sobre estos asuntos. Wolf, en “Europa y la gente sin historia” (1982), se plantea como tarea indagar en las distintas reacciones de los espacios locales frente a la expansión del capitalismo. Wolf explícitamente se propone realizar el mismo trabajo efectuado por Wallerstein y Gunder Frank, pero desde la perspectiva inversa -complementaria- es decir, desde el análisis de los fenómenos locales hacia los modelos descritos por estos autores y otros radiógrafos del capitalismo, como Braudel o el mismo Marx. …el fin principal que persiguieron [refiriéndose a Wallerstein y Frank] fue entender cómo el centro subyugó a la periferia, y no estudiar las reacciones de las micropoblaciones que

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habitualmente estudian los antropólogos. Esta selección suya del foco los lleva a no considerar la gama y variedad de tales poblaciones, de sus modos de existencia antes de la expansión europea y del advenimiento del capitalismo, y de la manera en que fueron penetrados, subordinados, destruidos o absorbidos, primeramente por el creciente mercado y luego por el capitalismo industrial (…) Esta obra se encarga de hacer tal examen. Esperamos delinear la situación de los procesos generales en el desarrollo mercantil y capitalista, siguiendo al mismo tiempo sus efectos sobre las micropoblaciones que son el tema de estudio de etnohistoriadores y antropólogos” (Wolf, 1982: 39).

Esta perspectiva ya marca una ruptura, tanto con los estudios culturales que obvian la penetración del capitalismo10 como con las posturas que no consideran el análisis local y la respuesta microsocial, en la descripción de los fenómenos asociados al sistema capitalista de escala mundial. Finalmente, el enfoque antropológico de lo local no solo permite ejemplificar con experiencias tangibles de sociedades alteradas por la imposición de pautas económicas, políticas y socioculturales del capitalismo, sino también permite una reflexión teórica del mismo sistema en la etapa de producción de mercancías. June Nash, en el artículo “Ethnographic Aspect of the World Capitalism System” (1981)11, toma como punto de partida el paradigma del sistema mundo desarrollado por Wallerstein12, no obstante, a partir del análisis etnográfico profundiza en otros aspectos: a) El rol de la familia: nos permite entender la diversidad de respuestas al interior del mismo núcleo familiar

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Quisiera destacar como antecedente un estudio relativo a la “aculturación”, que sin duda puede inscribirse en la línea de Eric Wolf y los autores mencionados, específicamente, el estudio de Steward y Murphy (1989), quienes en su análisis de las relaciones de la cultura con el medio, la ecología cultural, analizan las transformaciones en lo local, producto de la implementación de mercados externos capitalistas. “Aspectos Etnográficos del Sistema Capitalista Mundial”. Ver Wallerstein, “El Capitalismo Histórico” (2003).

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en torno a la irrupción del capitalismo, lo que sin duda tiene que ver con un aspecto generacional y de género, y b) Estudios comparativos: Examen y análisis de respuestas similares ante la irrupción capitalista e implementación de industrias transnacionales en distintos tipos de sociedades. Wallerstein`s paradigm of a world capitalist system challenges social scientists to view all societies and cultures of the world as integrated in a worldwide divisions of labor. Drawing analyses of dependency and even exchange, the paradigm promotes systematic analyses of interrelationships between “core” industrial states, “semiperipheral” regionsm, and “periphery”. Anthropology, as a discipline oriented toward worldwide descriptions and comparisons of society, has developed ethnographic methods and vocabulary for talking about particular features in relation to universal characteristics of human condition. (…)I have considered some of the ethnographic concepts and methods developed in the search for universally valid cross-cultural categories. This includes a reassessment of intensive case study approaches, emic and etic distinctions in ethnographic descriptions, and cross-cultural comparisons (Nash, 1981: 417)13.

Finalmente, la autora hace hincapié en la necesidad de realizar estudios que desde la etnografía trabajen temas tales como la devastación ecológica asociada al capitalismo y la creciente 13

Traducción libre: El paradigma de Wallerstein de un sistema mundial capitalista desafía a científicos sociales para ver todas las sociedades y las culturas del mundo como integradas en las divisiones mundiales del trabajo. Esquematizando los análisis de dependencia e incluso intercambio, el paradigma promueve los análisis sistemáticos de relaciones mutuas entre estados “principales” industriales, “semiperiféricos” regionales y la “periferia”. La antropología, como una disciplina orientada hacia descripciones mundiales y comparaciones de sociedades, ha desarrollado métodos etnográficos y un vocabulario para hablar de rasgos particulares en relación con las características universales de la condición humana. (…) He considerado algunos conceptos etnográficos y métodos desarrollados en la búsqueda para categorías mundialmente válidas y multiculturales. Esto incluye una reevaluación de los estudios de caso intensivos, emic y distinciones etic en descripciones etnográficas, y comparaciones multiculturales.

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vulnerabilidad a la que se encuentran enfrentados los trabajadores. La etnografía nos permitiría entender estos fenómenos desde la subjetividad de cada localidad, a su vez la sumatoria de estudios etnográficos sistematizados nos permitirían develar la “protocultura”14 (Cfr. Nash, 1981) asociada al capitalismo en contextos etnográficos. A fines de los ‘80, Marcus y Fischer en “La antropología como crítica cultural” (2000) y posteriormente Marcus a mediados de los ‘90 en el artículo “Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la etnografía multilocal” (2001), tratan directamente la problemática asociada al análisis del sistema mundo desde la etnografía. Su trabajo es particularmente ilustrativo en torno a las metodologías a aplicar. Sin la etnografía no podemos más que imaginar lo que pasa con unos actores sociales insertos en complejos macro procesos. La etnografía es pues el registro sensible del cambio en el nivel de la experiencia y esa es la forma de comprensión que parece decisiva cuando los conceptos de las perspectivas sistémicas están descriptivamente dislocados de la realidad a la que supuestamente se refieren (Marcus y Fischer, 2000: 130).

Dentro de las consideraciones metodológicas, Marcus (Cfr. 2001) destaca: 1) El rastreo de procesos políticos de gran escala, 2) La elección estratégica de una localidad e 3) Historización del presente etnográfico. En relación a la construcción de la etnografía, Marcus recomienda hacer un seguimiento de: 1) Las personas: Por ejemplo las relaciones establecidas entre las familias de una localidad e implantación de nuevos mercados. 2) Los objetos: Básicamente se refiere a un análisis del movimiento de las cosas o mercancías. 3) La metáfora: Circulación de símbolos, ligados a los objetos o sujetos examinados. 4) La trama, historia o la alegoría: La historia 14

Concepto utilizado por June Nash, hace referencia a los elementos culturales que superan lo local, presentándose al unísono en distintas sociedades.

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oral y las narrativas que le acompañan. 5) La vida o biografía: Uso de historias de vida para entender sistemas sociales. La biografía de un/unos sujetos como ejemplos de realidades que se reproducen en la sociedad. 6) El conflicto: Examen de los conflictos revelados y registrados en el proceso etnográfico, esta investigación ha puesto la mirada en los conflictos presentes en el proceso económico. Retrocediendo bastante en décadas encontraremos a Haudricourt15. Consideramos contemporáneo su análisis y enfoque, profundo e iluminador para el estudio entre aspectos subjetivos y su relación con el sistema mundo. El autor analiza y compara la concepción oriental y occidental de gobierno ideal, argumenta que para los chinos la prueba de un buen gobierno está en que no tenga ya que intervenir en el curso de la sociedad; por el contrario, para el mundo mediterráneo el gobierno interviene y dirige constantemente, tal como -reflexiona Haudricourt- el pastor y su rebaño (recordando la idealización poética del buen pastor y la oveja perdida). Su acción es directa: contacto mediante su propia mano o mediante la vara… su perro mordisquea o ladra a la oveja para dirigirla. Su acción es positiva: escoge el itinerario que a cada momento impone al rebaño (Haudricourt citado en Godelier, 1984: 35).

Desde esta concepción sobre el tipo ideal de gobierno, Haudricourt describe las relaciones con el confusionismo y explica el desarrollo de la horticultura en China, y así también describe las relaciones con el cristianismo y el desarrollo de lo agropastoral en occidente. Una reflexión similar la vemos en Marx toda vez que se refiere a la relación entre el cristianismo de la época y el pensamiento burgués. Ahora bien, más allá de lo expuesto por Marx y Haudricourt, lo que nos interesa aquí es la conexión que se 15

Al no haber tenido acceso a la investigación original de Haudricourt, trabajamos con la interpretación y citas textuales expuestas en Godelier (1984).

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establece entre el pensamiento subjetivo, ideología y dinámicas económico-políticas. La producción sistemática de este tipo de análisis nos permitiría descubrir las relaciones de correspondencia interna que existen entre formas de pensamiento e ideología y contenidos económicos reales de las relaciones sociales (Godelier, 1984: 35).

Retomando la idea anterior, existen un sinfín de estudios que se posicionan desde la perspectiva etnografía-sistema mundo. En este apartado hemos privilegiado los textos que han reflexionado teóricamente en la temática, no obstante, para concluir queremos mencionar tres investigaciones que son de especial interés para este estudio: Mintz, Bourdieu y la de Taussig. Mintz en “Dulzura y Poder: El lugar del Azúcar en la historia moderna” (1996), al realizar la biografía económica de una mercancía de exportación, lleva a cabo un examen etnográfico tanto de la producción (quienes la producen y el contexto económico político ligado a su producción en El Caribe), como del consumo en Inglaterra, y en esto último en los cambios de las pautas de consumo. En torno a la exportación engendra una serie de aspectos teóricos que son de alta importancia para el presente estudio. El azúcar es una mercancía de trascendencia global y su historia es larga, la difícil tarea de biografiarla implicó para Mintz décadas de trabajo de campo y análisis documental. Dentro de sus aportes destacamos la descripción y análisis de los cambios en el lenguaje que encarnan las mercancías.16 Mintz plantea que el sistema produce profundas correspondencias entre la esfera de la producción y del consumo, lo cual nos hace incluso dudar sobre el uso de la metáfora “esferas”, por separado. Finalmente, Mintz revela el carácter ideológico que 16

Uno de los ejemplos en su investigación es el dicho anglosajón “sugared speach” (discurso azucarado), que dice relación con un relato particularmente -para explicarlo con otro dicho- “acaramelado”.

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adquieren los mercados de exportación, sobre todo cuando estos reportan altas divisas. Sin duda, el caso del azúcar es paradigmático, no obstante, es etnográficamente registrable toda vez que se asume lo social desde un punto de vista -parafraseando a Eric Wolf- centrado en las “conexiones”, más que en la clásica búsqueda antropológica de lo distinto, aislado o exótico. Por otro lado, Pierre Bourdieu en “Argelia 60” (2000), examina las transformaciones locales en las formas de empleo, pautas de consumo, usos habitacionales y domésticos del espacio, usos del tiempo y percepciones sobre el acontecer y el porvenir -entre otras cosas- tras la imposición y desarrollo del sistema capitalista. Realiza una notable conexión analítica entre las características del mercado de trabajo capitalista y las significaciones, predisposiciones y actitudes sobre “el trabajo”. Al imponerse un sistema de mercado laboral en contexto de la economía capitalista, existe un quiebre con la economía tradicional. La economía capitalista y sus formas laborales se imponen y, en parte, se internalizan como “modernas” y “adecuadas”. Una vez instalado este sistema laboral, se produce la escasez de empleo y la sobreoferta de trabajadores, lo que se traduce en una merma de los salarios y condiciones de empleo. El establecimiento de esta condición, deriva en una cultura del desempleo, del buscar empleo y del aceptar condiciones injustas por un empleo, esto también tiene su expresión en el mundo ideacional, en donde las aspiraciones, expectativas y estilos de vida están mercados por este habitus de clase17. Taussig, por su parte, en “El Diablo y el fetichismo de la mercancía en Sudamérica” (1980) estudia y compara la reacción de trabajadores afroamericanos en plantaciones de caña en Colombia y de mineros indígenas del estaño en Bolivia, frente a su integración a una economía capitalista. En su examen describe la imagen del diablo como una respuesta mágico-cultural ante

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Habitus: concepto utilizado por Pierre Bourdieu, se refiere a un “sistema de esquemas incorporados que, constituidos en el curso de la historia colectiva, son adquiridos en el curso de la historia individual y funcionan en la práctica y para la práctica”(Bourdieu, 1998: 478).

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las irregularidades y desequilibrios que causa la conquista, el cristianismo y el capitalismo en su vida social. La magia entre mineros bolivianos y cañeros colombianos funcionaría como una “fuga” de la cultura ante la opresión, es la explicación anclada en lo tradicional respecto a los desequilibrios a los que se enfrenta su orden cultural toda vez que se imponen sistemas foráneos. Taussig analiza lo mágico y específicamente la imagen del diablo como un hecho social e histórico, se desliga de explicaciones materialistas mecánicas, simbólicas simplistas o funcionalistas basadas en la utilidad. La imagen del diablo como reflejo de los sometimientos, resistencias y resiliencias de la población local ante la irrupción occidental, involucra otra área de estudio, más allá de lo material-tangible, se conecta con los aspectos socio-mágicos de la comunidad, pero su examen no se centra en lo exótico. La experiencia mágica en Taussig es entendida en y desde las relaciones sociales que significan. Es por esto que no se puede desconectar el análisis de lo mágico con el contexto económico al que se enfrentan cañeros y mineros como productores asalariados en industrias orientadas a la acumulación de capital de conglomerados transnacionales. Es en este contexto en que la noción marxista de fetichismo de la mercancía18 le es útil para una crítica desde las ciencias sociales al sistema mundo definido desde occidente. Si hoy en día hay un objeto fundamental, recomendable desde una óptica intelectual y moral en la misión que es la antropología -“el estudio del hombre”- no es solamente que el estudio de otras sociedades revele en qué forma se ven influidas por la nuestra, sino que al mismo tiempo tales investigaciones nos proporcionan alguna facultad crítica con que evaluar y comprender las suposiciones sacrosantas e inconcientes que se construyen y surgen de nuestras formas sociales (Taussig, 1980: 29).

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Desarrollada por Marx en el punto 4, del capítulo 1, del primer tomo de El Capital (2001).

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Claro está que las sociedades trabajadas por Taussig difieren con la de esta investigación. No obstante, rescatamos para nuestro estudio el análisis de lo mágico-social en vinculación a la implementación del sistema económico capitalista19. En nuestra investigación también nos acercamos a esta pretensión, desde las explicaciones míticas sobre el origen de mercados de exportación que se divulgan en la comunidad. Otro elemento que destacamos en Taussig es la comparación, expresión de la necesidad y deber de extraer las generalizaciones (posibles) e indicación de las especificidades detectadas a partir de la observación del espacio local en un sistema económico que es global20. Retomando nuestra investigación y específicamente hablando del lugar en donde se emplaza y desarrolla el trabajo etnográfico, no debe obviarse que es un territorio evidentemente insular. Apiao es un pequeña isla, perteneciente al archipiélago de Chaulineq, que además pertenece a un grupo de islas y archipiélagos entre el Golfo de Ancud y el Golfo del Corcovado, costa oriental de la isla (nuevamente) grande de Chiloé. Las islas han sido habitualmente concebidas -valga la redundancia- como aisladas. Esta visión, como veremos, ha sido criticada desde la antropología, se ha entendido que las islas más que representar la imagen mítica de “tierra perdida en un vasto desierto de mar”, son territorios definidos por su relación con el continente, una isla es poblada, es apropiada por una sociedad siempre y cuando el habitarla implique una relación económica o política con otras islas o “tierra firme”. La idea de “islas incomunicadas” dice más de la concepción europea de la “otredad”, primero desde conquistadores que veían en las “tierras de salvajes” la concreción de fantasías y mitos medievales, dentro de estos los mitos de islas con poblaciones olvidadas o perdidas en espacios/tiempos alternos o de espinoso

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Analiza elementos desde la experiencia personal, corporal e incluso extracorporal y su relación con aspectos sociales, económicos y políticos de escala mayor. Respecto a la dialéctica general/local o macro/micro, etc. revisar, nuestro artículo “Modelo neoliberal y su impacto en las economías locales. Una reflexión desde las ciencias sociales y la economía” (Cuevas et.al. 2010).

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acceso, eran abundantes, los ejemplos más conocidos son las islas de las 7 ciudades y Atlántida. Y segundo con los científicos del siglo XIX que creían que las islas representaban una suerte de laboratorio de la sociedad, donde gracias a sus condiciones de incomunicación, podíamos ver en escala menor la naturaleza y desarrollo de la sociedad humana como tal (Cfr. Rojas Mix, 1992). Bronislaw Malinowski, en “Los argonautas del pacífico occidental” (1995) contradice esta supuesta incomunicación de las islas, por medio de una acabada descripción de intercambios económicos entre sociedades de las islas Massim: “El Kula”, sistema que establecía un circuito de mercancías-preciadasbrazaletes en un sentido y mercancías-preciadas-collares en el sentido contrario. Peter Lape -antropólogo contemporáneo- es quien reflexiona directamente sobre los imaginarios en torno a las islas. Para Lape, las comunidades isleñas no verían en el mar una barrera, sino más bien un corredor, una conexión con otras comunidades. (Cfr. Lape, 2004). Tomás Hylland Eriksen en esta misma línea define la sociabilidad cultural isleña como una necesidad de comunicación y conexión con el continente. Eriksen, de hecho, plantea que sociedades en localidades montañosas pueden ser incluso más aisladas que sociedades en localidades insulares (Cfr. Eriksen, 1993)21. En el mundo moderno se puede ver con mayor claridad la conectividad de las islas, pues los avances en comunicación y tecnología hacen de las islas cada vez “menos islas”, lo que sin duda alguna se extiende a la economía, ya que hoy en día no hay economía isleña que no esté directamente relacionada con el continente. En esta investigación nos referimos a la conectividad económica de una isla en particular y concretamente a su conexión con el mercado internacional de algas, y es aquí, paradójicamente, donde vuelve lo insular, pero no como tipo geográfico, sino en su gradual e intermitente propensión al

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Quien trabaja el tema insularidad con más profundidad, sobre todo en el ámbito de la identidad, es el antropólogo chileno Guillermo Brink (2005).

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aislamiento temporal, que influye en otros aspectos de la realidad social y cotidianidad de las personas. A pesar de que concordamos en la crítica a una visión desde el exotismo y el aislamiento como modos de entender las relaciones sociales en contextos insulares, no podemos obviar características análogas entre determinadas islas, como por ejemplo, pequeñas islas con población encargada de comercializar sus productos más allá de su territorio. Islas conectadas con centros urbanos y de comercialización, no obstante expuestas a condiciones (principalmente climáticas) que impiden tales conexiones. Como hemos explicado, la discusión antropológica en torno a lo insular ha tendido a explicar que las sociedades insulares ven el mar (en términos socioculturales) como un corredor más que como una barrera, concordamos con esto, no obstante cuando el mar quiere ser y es una barrera no hay mucho que hacer, solo esperar. Más allá de una poética del mar y sus amenazas, lo que queremos recalcar aquí, es que estas condiciones, parciales y temporales (finalmente “todo temporal es temporal”) de aislamiento, también presentan repercusiones en otras esferas de la realidad, esto no es una característica exclusiva de “tipo” insular, pero sí se destaca en cuanto a grado. En otras palabras, el tipo geográfico insular -junto a otras geografías; montañosas o selváticas- facilita la desconexión y el aislamiento, lo cual influye social, económica y culturalmente. En el caso de nuestra investigación podemos ver que los comerciantes de luga pagan un precio abismalmente menor en las localidades insulares más alejadas, los enganchan e intentan atar en una relación comercial a cambio de encomiendas de bienes de primera necesidad. Los mecanismos son aun más notorios si el clima es malo y las condiciones de incomunicación patentes. Este y otros temas serán profundizados en los capítulos venideros.

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1.3 Vida social de las mercancías22 Las mercancías han sido motivo de larga investigación en filosofía, economía, historia y ciencias sociales en general. En antropología, la perspectiva biográfica de las mercancías se exhibe tanto como una herramienta metodológica como una reflexión teórica. En primera instancia, implica trasladar metafóricamente el método biográfico o de “historias de vida” a las cosas, bienes y/o mercancías. Es un examen etnográfico de las redes sociales ligadas a la trazabilidad de las mercancías. Se entiende la trazabilidad de una mercancía como las distintas etapas por las que pasa desde su extracción/producción como materia prima hasta su comercialización y consumo. Esto significa registrar y analizar “la vida” y “el movimiento” de las mercancías y cómo estas son concebidas por los sujetos y grupos que están involucrados en aquellos procesos. Este examen etnográfico no necesariamente debe incluir a todos los sujetos ligados a las mercancías, por el contrario, como argumenta Kopytoff, puede situarse estratégicamente desde una u otra esfera, sea esta la de los productores, la de los comerciantes / intermediarios o de los consumidores (Cfr. Kopytoff, 1991). Los flujos de mercancías y signos, al estar encadenados los productores, comerciantes y consumidores, permiten que se compartan, transfieran e intercambien informaciones y sentidos. Los diversos actores especulan de uno u otro lado sobre el circuito de las mercancías que los convocan, incluso más allá de sus propias vidas o realidad asociada a estas. Es así como la presente investigación se sitúa desde la producción-comercio de algas. Otro elemento que cabe destacar en el examen etnográfico asociado a la biografía de las mercancías es la superación de lo local. Las mercancías, en su ciclo, se asocian a territorialidades que sobrepasan -con creces en el capitalismo global- lo local. En este sentido, apuntando a captar la extralocalidad de los circuitos

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Una primera versión de este subcapítulo y el anterior (1.2 - 1.3) ha sido presentados en el trabajo de tesis de Cristian Morales, posteriormente revisados, desarrollados y profundizados en conjunto con Matías Calderón para este libro.

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de intercambio, incluso en sociedades tradicionales, el trabajo de Bronislaw Malinowski es pionero. La descripción del circuito de collares, brazaletes y otros, en las islas Massim, nos muestra una compleja red de intercambios que interconecta distintas localidades insulares, no solo cambiando bienes, sino también conformando un tejido denso de organización social (Cfr. Malinowskiy, 1995). Hemos dicho que las dinámicas económicas no son comprensibles si se aíslan de lo cultural, esto es igualmente válido con los procesos políticos y las relaciones de poder; la perspectiva biográfica de las mercancías no queda ajena a tal aspecto. A modo de ejemplo: La historia de la sal está ligada en esta región del Unare [Venezuela] a toda la historia del hombre, desde los pasos del indio que comercia en base de trueque por la sal; desde las horas de las luchas domésticas, cuando en la Federación se combatía por la sal; desde González de Silva, a quien rechazan los indios en el Unare en 1579, hasta las luchas armadas de comienzos del presente siglo y días posteriores. (De Armás Chitty, 1961: 37).

Como se ha evidenciado, las mercancías en sus circuitos son economía, historia, política y cultura. Es así como la trazabilidad de un bien-mercancía está lejos de ser solo su trayectoria geográfica y de usos. Una biografía económica culturalmente configurada concibe el objeto como una entidad culturalmente construida, cargada de significados y clasificada y reclasificada de acuerdo con categorías culturalmente construidas (Kopytoff, 1991: 94).

Los actores y sus prácticas no están fuera. El hablar de estas mercancías es también hablar de los sujetos que las trabajan, de sus sistemas económicos, políticos y culturales.

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Lo que se destaca en las biografías tanto de los miembros como de las cosas de las sociedades es, ante todo, el sistema social y las interpelaciones colectivas en que descansan (Kopytoff, 1991: 119).

En términos históricos dentro de la antropología, el análisis biográfico mercantil tiene sus primeras expresiones en Rivers, que en su estudio en torno al método de investigación antropológica hace notar que por medio del análisis del “movimiento real” de las cosas, por ejemplo de un “pedazo de tierra”, podemos acercarnos a categorías del parentesco o a otras esferas de la vida social de la comunidad con la cual trabajemos. Otro buen ejemplo de Rivers está ligado al análisis de las chozas en Zaire, el autor hace un recorrido por sus usos que van desde habitabilidad y pernoctación, para después pasar a sector de cocina, cobertizo, gallinero y finalmente alimento de termitas, así la construcción, argumenta Rivers, puede llegar a durar 10 años (Cfr. Rivers, 1910 citado en Kopytoff, 1991). Interrogantes que se plantean en este ejercicio de investigación pueden ser: ¿cuál es el estatus de un bien en el orden de la cultura?, ¿dónde está inmerso?, ¿cuáles son las trayectorias que viven?, ¿cómo ha cambiado el uso y significado (lo que “representa”) de las cosas debido a su edad?, ¿qué sucederá cuando llegue a su fin su vida útil?, entre otras preguntas que emergen para cada caso. Mary Douglas y Baron Isherwood (1981) abordan la temática desde los sistemas de clasificación de las cosas, la taxonomía, es decir, como la definición de lo que es un bien y de lo que no lo es, sería una expresión de los límites tanto materiales como simbólicos de la cultura. Lo que es definido como bien o mercancía es en gran medida una extensión cultural. Veamos algo de su propuesta: En lugar de suponer que los bienes son fundamentalmente necesarios para la subsistencia y despliegue competitivo, asumamos que son necesarios para hacer visibles y estables las categorías de la cultura (…) extráigaselos de la interrelación

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humana y se habrá desmantelado así todo conjunto. Al ser ofrecidos aceptados o rechazados refuerzan o socavan los límites de la existencia. Los bienes materiales son al mismo tiempo el componente material e inmaterial por así decirlo, de un sistema de información cuya preocupación principal es verificar su propio desempeño (Douglas e Isherwood, 1990: 40).

Siguiendo con Douglas e Isherwood, ambos reconocen en el estudio de las mercancías un “medio” para traducir el enigma cultural, finalmente lo que se diga de las mercancías habla tanto de ellas mismas como de quienes las extraen, producen, procesan o comercializan. En esta breve selección sin duda han quedado al margen autores y enfoques sobre la biografía cultural de las mercancías, sin embargo, lo concreto es que Arjun Appadurai e Igor Kopytoff (textos citados) -ambos de la escuela norteamericana- son quienes definen el uso de “historias de vida” o biografías a las mercancías como un giro metafórico analíticamente productivo e instalan esta línea temática como una perspectiva de análisis diferenciada y eventualmente fructífera en la etnografía contemporánea. Esto tiene su raigambre en una fusión entre la escuela de historia de la Universidad de Pensylvania y la escuela de antropología de la misma casa de estudios, las cuales convergen en el programa de etnohistoria de tal institución. Desde la historia se propone investigar la relación “mercancía-cultura” y desde la antropología se plantea “una antropología de las cosas”, es así como surge un complejo teórico metodológico que invita a una reflexión sobre conceptos tales como: cosas, mercancías, historia y cultura. En nuestro caso, el analizar mercancías que además son (o fueron) seres vivientes es un desafío, pues el examen del estado actual de estas mercancías nos permite reflexionar sobre los intereses económicos expresados en una zonificación ideológica de los reservorios de recursos naturales en el mundo. La definición de mercancías no es estática, un mismo objeto o sujeto puede ser mercancía en una misma época y en

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otra no o para una sociedad, grupo social o clase, algo que es mercancía puede ser no considerada como tal para otros: “…el aspecto significante reside en que la mercancía no es un tipo de cosa en vez de otra, sino que una fase en la vida de algunas cosas” (Appadurai, 1991: 33). Para entender estas dinámicas en la situación mercantil, Appadurai ha definido tres etapas: a) La fase Mercantil: Cosas que están en proceso de entrada o salida del estado mercantil, b) La candidatura mercantil: La intercambiabilidad de la cosa en un contexto social e histórico particular, tiene que ver con el intercambio. Y c) Contexto mercantil: Vínculo entre la fase mercantil y la candidatura mercantil, influyen factores temporales, culturales y sociales. Otro aspecto fundamental, para esta investigación es la relación entre conocimiento y mercancías. Trata sobre las peculiaridades del conocimiento que acompaña a los flujos interculturales de las mercancías, relativamente complejos y efectuados a gran distancia, a pesar de que aun en los lugares de flujo mercantil más homogéneos, a pequeña escala este es el potencial para que surjan discrepancias en el conocimiento de las mercancías. Empero, cuando la distancia aumenta, la negociación de la tensión entre conocimiento e ignorancia se vuelve en sí misma una determinación del flujo de mercancías (Appadurai, 1991: 60).

Finalmente, como explica Appadurai, conforme se complican las rutas institucionales y espaciales de las mercancías, se incrementan las desavenencias entre productores, comerciantes y consumidores, esto, a su vez, genera una serie de “mitologías culturalmente formadas acerca del flujo mercantil” (Appadurai, 1991: 67).

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Capítulo 2: Acercamiento general a la economía primario-exportadora

Marilu Trautmann Montt23 2.1 Economía mundial y globalización Desde una perspectiva económica, la globalización se define como la interdependencia cada vez más estrecha entre las economías nacionales, de manera que hoy aparece en forma más evidente que, prácticamente, todos los seres humanos dependemos del planeta entero para sobrevivir, al menos aquellos y aquellas que satisfacen sus necesidades -o parte importante de ellas- por vía del mercado. Bajo esta perspectiva, desde los lugares más lejanos de los grandes centros de decisión y acumulación, se hacen esfuerzos por buscar mecanismos -dictados desde los centros- para integrarse. La globalización en sí misma es un proceso continuo y dinámico que desafía las leyes de los países que apuntan a regular el funcionamiento de empresas y el “comportamiento económico” en general. A nivel internacional, si bien puede acrecentar la ocupación de la mano de obra, tampoco es menos cierto que lo hará bajo condiciones de inestabilidad, a la vez que los capitales transnacionales pueden beneficiarse de irregularidades y debilidades subsistentes en un determinado país, producto del “aparente”24 retiro del Estado de la actividad económica.

23 24

Marilu Trautmann Montt, economista de la Universidad de Chile, actualmente es docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Aparente en el sentido que mientras se aboga por la desaparición del Estado de, por ejemplo, el mercado del trabajo, se ruega por su intervención en las crisis financieras.

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Desde esta perspectiva, nos enfrentamos a lo menos a dos tipos de discursos cuando se analizan los posibles efectos que acarrean las medidas de política económica encaminadas a una mayor inserción en la economía mundial. Se han denominado como el discurso de las oportunidades y el discurso del sometimiento (Cfr. Guzmán y Todaro, 2008). El primero está alimentado por todos los discursos oficiales sobre la correlación directa que habría entre globalización, medidas de carácter neoliberal y crecimiento económico; este último a su vez redunda, supuestamente, en más y mejores empleos. Sin embargo, existen otras argumentaciones que fundamentan este discurso, relacionadas más bien con el tipo de vínculos sociales que se construyen en la modernidad y reflexionados en torno a la posible emancipación de los lazos tradicionales. Así, por ejemplo, las autoras mencionadas señalan que se enfatizan las oportunidades que ofrece el proceso de globalización, en especial a las mujeres, al, por un lado, abrírseles el mercado del trabajo, y por otro, con ello, debilitar la cultura patriarcal de la sociedad. El segundo discurso, el del sometimiento, está alimentado también por un sinnúmero de estadísticas que nos muestran el poder económico y político que han acaparado las grandes empresas transnacionales y el capital financiero como resultado del llamado proceso de globalización. Es así como las estadísticas oficiales indican que la cifra de negocios de General Motors es superior al Producto Interno Bruto de Dinamarca; la de ExxonMobil supera el de Austria. Cada una de las 100 multinacionales más importantes vende más de lo que exporta cada uno de los 120 países más pobres del planeta. Y las 23 multinacionales más poderosas venden más de lo que exportan algunos gigantes en desarollo, como la India, Brasil, Indonesia o México. Esas grandes firmas controlan el 70% del comercio mundial y amenazan con asfixiar o absorber a millares de pequeñas y medianas empresas en el mundo. En tanto, el gran poder de las transnacionales ha significado un deterioro en la distribución de ingresos, incluso en los países más ricos, así, por ejemplo, en Estados Unidos, en estos últimos años, la brecha entre ricos y pobres se ha incrementado: los estadounidenses más ricos han cuadruplicado sus ingresos

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mientras que el 90 por ciento de la población ha disminuido sus ingresos. En este mismo país, entre 1978 y 2008, el 35 por ciento del incremento del ingreso personal lo recibió una décima parte del uno por ciento de la población. Por otro lado, la globalización de los servicios financieros ha ido acarreando sucesivas crisis con la consiguiente secuela de cesantía en diversas partes del globo: 1994 efecto tequila, en 1998 perjudicó a los países asiáticos, en 2001 a varios países -entre estos Argentina, Brasil, Rusia-, luego la crisis subprime en Estados Unidos y en estos momentos la crisis afecta a los países más vulnerables de la eurozona. Como se lee entonces, la globalización se ha traducido en desempleo y precarización de los empleos existentes, dada la flexibilización de las normas que regían las relaciones laborales. Más allá de las consecuencias económicas y políticas de los procesos contemporáneos de mundialización capitalista, lo que sí es preciso enfatizar es que no son fruto de alguna fuerza natural sobrehumana. Es decir, tras ellos hay decisiones políticas que facilitaron e incrementaron la globalización neoliberal. En el caso de Chile, las medidas de corte neoliberal conducentes a transformar los modos de inserción de la economía chilena a la economía mundial se realizaron bajo dictadura y no hubieran sido posibles sin la -“paradojal”- intervención directa del Estado en todos los ámbitos de la vida social. En el caso de los otros países latinoamericanos, estos fueron obligados a tomar medidas de carácter neoliberal como condición para la renegociación de la deuda externa. Las condiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para otorgar créditos en los años ’80 fueron justamente medidas de apertura externa, privatización y disminución del gasto fiscal, que terminaron con las prácticas proteccionistas características de estos países hasta esa década. Dicho sea de paso, los llamados Programas de Ajuste Estructural implementados por el FMI provocaron efectos de tal envergadura que la CEPAL, para definir la década de los ’80, apela al calificativo de “Década perdida”, caracterizada por altos niveles de pobreza, desempleo y bajos niveles de crecimiento. A partir de la crisis de los ’80 y con los nefastos resultados de los Programas de Ajuste Estructural, la CEPAL plantea una

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nueva propuesta de desarrollo: el neoestructuralismo. Estaría inspirada, por una parte, en una crítica al neoliberalismo a ultranza y por otra, en una autocrítica sobre los resultados que habían tenido las políticas de “desarrollo hacia adentro” en épocas anteriores. Poniendo énfasis, también, en el sistema político que debía acompañar a tal modelo: el democrático. Por motivos de pertinencia y extensión, no ahondaremos mayormente en los detalles de la propuesta; pasaremos a examinar el caso chileno. 2.2 El caso de Chile A inicios de los ’90 (fecha en que el concepto de “equidad” cepaliano ya había entrado en sociedad), la transformación productiva sin equidad ya se había implementado en Chile bajo la dictadura militar. Desde sus inicios comenzó a tomar medidas con el objeto de disminuir el rol del Estado y reorientar la economía hacia aquellos sectores en los que se tenían “ventajas comparativas”. Casi 10 años antes de las exigencias planteadas por el FMI para renegociar la deuda externa que aquejaba a los países latinoamericanos y con más de 15 años de anticipación al llamado Consenso de Washington, la dictadura tomará medidas cuyos ejes centrales serán la liberalización de los mercados, la apertura comercial y la privatización de las empresas públicas. La economía chilena, pese a no resolver problemas sociales experimenta altos índices de crecimiento basado en el incremento y la diversificación de las exportaciones, en las que la minería comienza a disminuir su importancia relativa. La llegada de la Concertación no marcará grandes diferencias en lo que se refiere a la implementación del modelo económico, más bien, se profundiza la inserción a la economía mundial por la vía de persistir en la apertura unilateral y posteriormente, por vía de la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC). En términos ideológicos, la continuación de las políticas neoliberales en un contexto -ahora-, democrático, cumple un papel legitimador a un modelo instalado en un régimen dictatorial.

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2.2.1. Caracterización de las exportaciones chilenas A continuación, en el cuadro 1, se expondrá breve estadística al comportamiento (en porcentajes) de las exportaciones nacionales durante los períodos 1996, 2003 y 2007. Cuadro 1 Rubros

Años 1996

2003

2007

Minería

47,4 %

41,6 %

66,3 %

Agropecuario

18,8 %

12,8 %

8,0 %

Forestal

11,4 %

12,4 %

7,6 %

Pesquero

11,6 %

8,7 %

5,0 %

Otros

12,2 %

24,5 %

13,1 %

TOTAL

100 %

100 %

100 %

Fuente: Banco Central de Chile.

Analizando el comportamiento general de las exportaciones chilenas nos encontramos con los siguientes hechos: - En 2007 se revierte el proceso de diversificación de las exportaciones dada la trascendencia que vuelven a adquirir las exportaciones de cobre. El 66% de las exportaciones mineras corresponde a la producción de cobre, si bien ello podría significar una importante entrada de recursos financieros al país, nos regresa al pasado caracterizado como país monoexportador - Un porcentaje alto de las exportaciones corresponde a materias primas con escaso grado de elaboración. Parte importante en el incremento de este tipo de producción implica mayor presión sobre los recursos naturales, lo que se traduce en algunos casos en conflictos territoriales, como ha sucedido con la producción silvícola. En otros casos, las actividades de exportación implican el despojo de los medios de subsistencia de sectores considerados como improductivos: la actividad pesquera orientada a las exportaciones compite

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con la actividad artesanal, los cultivos industriales desplazan actividades llevadas a cabo por pequeños campesinos. Sobre la evolución general de las exportaciones podemos apreciar tres ciclos (Cfr. Mouguillansky, 1999). El primero de ellos corresponde al ciclo expansivo 1986-1995 (presentado en el primer gráfico). En este período se produce un crecimiento explosivo de las exportaciones, éstas se duplican en menos de 5 años; es la “época de gloria” del modelo chileno. El segundo momento corresponde a un periodo de estancamiento seguido de un lento proceso de crecimiento que perdura hasta el año 2003. Dos factores juegan en este fenómeno: a) De carácter externo: La crisis asiática se tradujo en una disminución de la demanda externa de nuestros principales productos exportables, especialmente cobre. b) De origen interno: Se alude a una sobreproducción de cobre creada por Chile que acentuó la tendencia a la baja del precio y por otra, a una caída en la inversión en estos sectores. El tercer ciclo exportador corresponde a la situación actual, desde 2003 en adelante se produce nuevamente un ciclo explosivo de las exportaciones, en este caso, se debe al incremento de los precios de los bienes primarios en el mercado mundial. Obviamente, volúmenes señalados no pueden pasar desapercibidos, “ni para bien ni para mal”. Las exportaciones van provocando fuertes transformaciones territoriales. Esta cantidad de toneladas debe ocurrir todos los años, debe aumentar en valor o en cantidad si se quiere mantener los indicadores macroeconómicos estables y en crecimiento, obviamente ello significa que, de no aumentar los precios, deberán aumentar las cantidades destinadas a las exportaciones con la consiguiente presión sobre los recursos naturales. Consecuentemente, gran parte de las empresas abocadas a la exportación han tenido conflictos ambientales y en muchos casos el incremento de su actividad pasa por conflictos territoriales sobre el uso del territorio con la consiguiente desaparición de otras actividades productivas previamente allí realizadas.

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A continuación, en virtud de la temática del libro al cual pertenece este apartado, se procederá a profundizar en un aspecto específico de las exportaciones, las correspondientes a mercancías provenientes del mar. 2.2.2. Las exportaciones derivadas del mar La actividad pesquera corresponde al 2% del producto interno bruto de nuestro país, siendo el destino principal el mercado externo. En este caso, el crecimiento explosivo se produjo en una etapa anterior a la década de los ’90. Según informaciones presentadas por el Banco Central, el desembarque total de pescados, mariscos y algas se triplicó entre los años 1980 y 1989. De un total de 2.891 millones de toneladas en 1980, se llegó a 6.632 millones de toneladas hacia fines de 1989. En el año 2007, el volumen total de desembarques es de 5 millones de toneladas, es decir, una cantidad menor a la del año ’89. Esta situación se debe fundamentalmente al colapso de varias especies, producto de una pesca desregulada, de manera que posteriormente esta actividad deberá ser sujeta a una serie de regulaciones y a la asignación de cuotas de pesca, contenidas en la Ley de Pesca. La cual, cabe consignar, ha sido destinataria de un sinnúmero de críticas por parte de las asociaciones de pescadores artesanales. En términos de mano de obra utilizada, de acuerdo a las cifras proporcionadas por la Subsecretaría de Pesca, se empleó en 2005 a 68 mil personas en el sector industrial y a 60 mil personas en el sector de la pesca artesanal. Los tipos de productos derivados del mar son harina de pescado y aceites, lo que se conoce como industria reductora; productos enfriados y congelados destinados al consumo humano y productos derivados de la acuicultura como salmones y mariscos, que también se destinan al consumo humano y se cultivan. Se exportan también algas, para obtener agar- agar y carragenina, clasificados como productos químicos. Respecto a la evolución del valor de las exportaciones pesqueras, éstas presentan un comportamiento -conservando las proporciones- semejante al de las exportaciones totales: crecimiento hasta 1996, crecimiento lento entre 1996 y 2003

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y nuevamente crecimiento desde 2003 hasta la fecha. Veamos lo anterior en el cuadro 2: Cuadro 2 Exportaciones (en millones de dólares) Productos

Años 1990

1996

2003

2007

H. de pescado

393,9

608,3

370,7

530,4

Salmón y truchas

113,5

525,9

971,9

2168,4

Moluscos y crustáceos

100,4

190,3

218,3

335,2

Conservas

254,7

73,1

104,9

185,7

Pesca extractiva

19,7

29

27,2

42

Algas

18,6

25,6

26,6

41,5

TOTAL

882,2

1426,6

1843,7

3241,7

Fuente: Banco Central de Chile.

Comencemos con la mercancía marina que se aborda, desde la antropología social, en esta investigación: las algas. En 2007 se desembarcaron en total 359 mil toneladas de algas, provenientes de áreas de manejo y centros de cultivo (682 centros de cultivo, 601 localizadas en la X región, productora de luga y pelillo). El grueso del desembarque se da en el norte, desde la I a la III región, y en las regiones X y XI. En estas últimas se concentra la explotación del pelillo y la luga, materias primas para la carragenina, insumo para la industria alimenticia y farmacéutica. Derivada de los cultivos, se cosecharon 23 mil toneladas en 2007, la mitad de ellas en la X región. En el año 2007 se exportaron, según cifras del anuario de comercio exterior del Banco Central, 10.796 toneladas a un precio promedio de 1.500 dólares la tonelada, es decir, 41.5 millones de dólares25, más del doble de lo que se exportaba en 1990. Una parte de estas algas es insumo para la producción de agar-agar y carragenina, el volumen de exportaciones es en este 25

No puede hacerse la relación entre desembarque y exportación, pues en el segundo caso se trata de algas secas.

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caso 86 millones de dólares, totalizando 120 millones de dólares de productos derivados de cultivo de algas. Para el 2007, de acuerdo a los datos presentados por ProChile, la estructura de exportación de algas fue la siguiente: Cuadro 3 Especies

Valor (miles de dólares)

Principales empresas exportadoras Midesa, Pesquera Costa Azul y Acex Midesa, Pesquera Costa Azul, Acex, Alga Sur Alimex y Productora de Algas Marinas Pampamarsa, Alimex, Pro Químicos Algina S.A., Midesa

Geludium

572.9

Pelillo

3.269

Chascón

21336

Luga

2009

Chicorea de mar

2692

Midesa y Gelymar

Huiro

1410

Prodalmar

1961

Alimex (9 empresas)

8271

Algina y Alimex

Durvillea antártica Otras Total

41520

-

Principales países de destino Japón y España Japón y Marruecos China, Japón y Noruega Francia, Dinamarca y Japón Japón, Corea, China y Filipinas Francia, México y China EE.UU. -

Fuente: ProChile.

Algunos datos sobre las empresas cuyos nombres más se repiten al analizar este tipo de exportaciones: •



Pesquera Costa Azul Midesa, con volúmenes de exportación de 1,5 millones de dólares y 1,9 respectivamente, son comercializadoras. Exportan gran variedad de productos, entre los cuales están algas y derivados. Pampamarsa, un millón de dólares y se especializa en la exportación de algas

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• • •

Algamar exporta 35 millones de dólares. Se especializa en la producción de agar-agar. El 10% de su capital es japonés. Danisco exporta 12 millones de dólares, mayoritariamente carragenina, es una empresa danesa. Gelymar tiene un volumen de exportación de 26 millones de dólares. Además posee un centro de cultivo en Puerto Montt, oficinas comerciales en Brasil, México y Barcelona. Es subsidiaria de la empresa Oxiquim y Productos Químicos Algina. Oxiquim tiene filiales o “coligadas” en toda América Latina, filial a su vez de Sintex S.A. que tiene entre sus accionistas a Algina. Una de las empresas “coligadas” a Oxiquim firmó un “joint venture26” con Terranova, empresa forestal chilena.

La oferta de harina de pescado tiene un límite preciso, dependerá de la disponibilidad de peces. Por otra parte, el insumo utilizado tiene costo cero, lo que desató “la fiebre” por este producto, que ha significado el sucesivo agotamiento de las especies y la necesidad de imponer cuotas de pesca. Este tipo de industrias vio su época de oro en la dictadura militar, posteriormente presenta una evolución semejante a la de las exportaciones totales: crecimiento paulatino hasta 1996, para volver a caer y recuperarse desde el 2003. El estancamiento en la producción de harina de pescado se produce, por un lado, debido a la sobreexplotación de los recursos pesqueros y por el otro, a la evolución de los precios de la harina de pescado. En este caso se verifica un fenómeno semejante al caso del cobre. Chile junto a Perú constituyen los principales productores de harina de pescado. Como consecuencia de la sobreproducción, el precio bajó de 750 dólares la tonelada a poco más de 400 dólares pero hoy comienza a recuperarse, en el año 2007 el precio alcanzó los mil dólares la tonelada. Esto corresponde a un dólar el kilo de harina de pescado; se calcula que por cada kilo se requieren 6

26

Se entiende, a grandes rasgos, como un acuerdo comercial de inversión conjunta.

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kilos de pescado. Como dato gráfico sobre la cantidad de biomasa que se captura, en el último trimestre 200727 se exportaron 99.118 toneladas de harina de pescado, es decir 33 mil toneladas mensuales, más de 6 mil toneladas diarias de peces destinado al consumo animal. Los peces capturados para producir harina se destinan también indirectamente a la exportación, pues son el insumo necesario para la industria acuícola. Se estima que por cada kilo de salmón se requieren 3,16 kg. de pescado convertido en harina para servir como insumo en los alimentos para peces (Cfr. Ibáñez y Pizarro, 2002)28. El pesquero es, al igual que las otras actividades exportadoras, un sector que presenta alto grado de concentración en la estructura de propiedad. En el año 1996, el 70% de las exportaciones de harina de pescado estaba a cargo de 10 empresas exportadoras, de éstas se destacan Pesquera Iquique y Eperva con el 27% de las ventas, ambas pertenecientes al grupo Angelini (hoy forman Corpesca). En el año 1999, el 62.8% de las exportaciones estaba en manos de 8 empresas. A causa de la crisis que presentaba el sector, tres pesqueras que acaparaban en esa época el 25% de las exportaciones de harina de pescado se fusionaron, con la consiguiente pérdida de fuentes de empleo. El caso de la producción de pescados-mariscos congelados y enfriados destinados al consumo humano, también ha tenido una lógica de producción insustentable, pues ha significado el agotamiento y la consecuente veda de una serie de productos que años atrás eran accesibles para la población chilena, nos referimos al recurso loco, erizo, entre otros, que hoy para los sectores populares son inaccesibles y de acuerdo a la página de Ecoceanos (www.ecoceanos.cl), la amenaza afecta actualmente a la merluza. A medida que aumentan las capturas, el consumo a nivel nacional de productos del mar disminuye. En el año ’79 el consumo promedio por persona al año era de 6 kilos, en 2000 los chilenos no comen más de 4 kilogramos de pescados por persona al año, mientras que el promedio del mundo es 27 28

Datos de Indicadores de Comercio Exterior, Banco Central. IV Trimestre 2007. Referencia válida para parte importante de este apartado.

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13 kilogramos. A propósito de las alzas de precios, la popular merluza ha subido el suyo, según información disponible en el sitio web del Instituto Nacional de Estadísticas, en un 93% desde 1998 a la fecha. Este tipo de industria no solo atenta contra la conservación del recurso, depredación de un recurso natural, sino que la producción es acompañada por la producción de desechos líquidos, sólidos y gaseosos que son vertidos en las ciudades donde se instalan, deteriorando la calidad de vida de los habitantes. La industria del cultivo, a la inversa de la reductora y la procesadora, aparentemente no tiene límites fijos, la cosecha depende de la acción humana, pero presenta límites referentes a territorio, una excesiva concentración atenta contra la instalación de otro tipo de actividades, como es el turismo y la pesca artesanal, y contra la propia actividad, como se verificó con la llamada crisis del salmón. Los centros de cultivos se ubican mayoritariamente en la X y XI regiones, con una participación de 87,7% y 11,5% respectivamente. El cultivo de moluscos se concentra en las IV y X regiones, con una participación de 26% y 60,7% respectivamente, mientras el cultivo de algas se realiza en las VIII y X regiones, con una participación en el total de 30,4% y 57,2% respectivamente. 2.3 Comentarios finales La economía chilena ha tenido un crecimiento económico significativo desde 1986, al mismo tiempo ha podido bajar la inflación que aquejaba al país en la década de los ’70. Se ha caracterizado por presentar indicadores macroeconómicos que le han permitido ser calificado por algunos organismos internacionales como “ejemplo de gestión macroeconómica”, siendo hoy, miembro de la OECD29.

29

En sus siglas en español, OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Fundada en 1960, integrada hoy por 34 países, reúne a los países desarrollados del globo (o en cercanías de hacerlo).

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Ahora bien, con un análisis detallado, el panorama de bonanza que se esgrime desde la institucionalidad oficial, si bien no se invalida, al menos se relativiza. El grueso de las exportaciones chilenas, en general, son de escaso valor agregado. Esto es igualmente cierto para las provenientes del mar y en concreto las asociadas a la actividad alguera. Vale la pena destacar en este punto que el sector que más se ha incrementado en los últimos años ha sido el minero de la mano del cobre. Esto sin negar que se han abierto nuevos productos exportables, como salmones y algas, pero todos ellos enviados al extranjero con escasos procesos de valor agregado asociado. La matriz primario-exportadora que posee Chile se vincula con las denominadas “ventajas comparativas”. Estas se encuentran relacionadas con la posibilidad, amparada por la legalidad, de externalizar los costos ambientales y laborales versus las “condiciones de mercado” existentes en los países centrales. Asimismo, su condición de empresas de carácter extractivo más que transformadoras, basadas en recursos naturales, implica que no se requiera de un alto grado de desarrollo tecnológico. Esto se verá con notable claridad en el trabajo etnográfico sobre el mercado de algas en Chiloé, la parte central del proceso productivo. La generación de la mercancía en su estado de materia prima, es realizada por unidades domésticas (de tipo semi-proletario y semi-capitalista), principalmente, con tecnología manual. Por supuesto que lo anterior no es “regla universal”, pues hay industrias, la gran empresa, donde sí se observan cuotas -mayores o menores- de inversión en tecnología para los procesos productivos-extractivos (por ejemplo, la generación de harina de pescado). Esto cuando sea necesario para adaptarse a la demanda externa y sus exigencias. El primer elemento al cual recurrir para aumentar las cuotas de ganancia ha demostrado ser la reducción del gasto en fuerza de trabajo y cuidado medioambiental, luego la inversión de capital en tecnología. Otro elemento a destacar es la creciente concentración de la propiedad, si bien esto no aplica en la extracción de algas, sí está presente en el conjunto de las empresas primario-exportadoras. De acuerdo a las cifras de ProChile, en el año 2007 participaron

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poco más de 7900 empresas exportadoras, sin embargo, de éstas, 180 empresas exportan el 87.2 % del total de exportaciones y solo entre 15 empresas exportan el 53% del total. Es decir, el 17% de las exportaciones es llevada a cabo por las 7000 empresas restantes. Si sacamos a las empresas mineras, el nivel de concentración parece, al menos un poco, disminuir. Entre las 100 mayores empresas no mineras exportan el 52% del total de exportaciones, las 138 más grandes exportan el 57.5% de las exportaciones no mineras el 43% restante se exporta entre más de 7000 empresas. Cabe que este nivel remarcar se refiere únicamente a la concentración por empresas, no a la concentración de la propiedad. Si se analizara la concentración desde la perspectiva de la propiedad, podemos apreciar que es mayor30. Un análisis un poco más detallado nos muestra una intrincada red de relaciones entre los diversos grandes agentes capitalistas, nacionales e internacionales. Por otro lado, creemos que es altamente probable que la tendencia a la privatización y concentración de los recursos naturales tienda a incrementarse con el tiempo. En primer lugar, los productores directos, especialmente en el caso de la actividad agropecuaria, más específico en la fruticultura, depende de los grandes exportadores que imponen condiciones difíciles de sostener en el tiempo. En segundo lugar, en todos los sectores se supo de agentes interesados en una mayor integración vertical del proceso, es decir, ser capaces de controlar todo el proceso productivo hasta llegar al consumidor final. En tercer lugar, la demanda externa parece ir en ascenso dado el fuerte incremento de los precios de alimentos y la posibilidad de producir biocombustibles. En cuarto lugar, las declaraciones públicas de los principales agentes se centran en aumentar sus inversiones e incrementar la producción, aun más, muchos de estos agentes se han extendido a otros países latinoamericanos, especialmente en la actividad forestal y vitivinícola. Al menos

30

Ver, para un primer acercamiento, a Walder (2011).

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las intenciones están, habrá que ver qué pasará con la economía mundial y sus permanentes oscilaciones. Para concluir, retomando los supuestos del discurso de las oportunidades de la globalización-neoliberal expuestos en un inicio, principalmente el dogma del mercado autorregulado, debe destacarse el fuerte protagonismo del Estado en el éxito exportador chileno. No se ha limitado a proveer del marco institucional adecuado para que la empresa se desarrolle libremente, de hecho, varias de las empresas exportadoras fueron en sus inicios empresas estatales. Por otra parte, el Estado ha entregado una serie de subsidios y exenciones tributarias con el objeto de promover la actividad exportadora y por otra parte, el Estado también se ha encargado de crear una institucionalidad dedicada al apoyo y promoción de los sectores exportadores, entre éstas destaca ProChile. Luego de revisar, someramente, las principales características del modelo primario-exportador chileno, fundamentalmente, sus características macroeconómicas en las mercancías provenientes del mar, cerramos este apartado para invitar a los lectores a sumergirse en la perspectiva etnográfica del mercado de algas, una dimensión tal vez minoritaria del modelo exportador visto desde las cifras, no por ello menos importante al analizar el conjunto de transformaciones socio-territoriales experimentadas por los diversos grupos y colectividades que “experiencian”, con sus prácticas sociales, el neoliberalismo.

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Capítulo 3: El Chiloé alguero, el caso de Apiao

3.1 La vida económica de Apiao previa llegada del mercado de algas La penetración del mercado de algas al territorio donde se emplaza isla Apiao generó, en un tiempo relativamente acotado, diversas transformaciones -de mayor o menor alcance- en el conjunto de las dinámicas socioeconómicas y culturales ahí existentes. Aunque, en nuestra descripción sobre los procesos históricos aquí tratados nos acercamos desde Apiao hacia fuera, se debe tener presente que los efectos de la llegada de la actividad alguera a la zona sobrepasan con creces la isla Apiao. En la actualidad, el territorio -en esta zona de Chile- por el cual se movilizan los actores sociales (locales y afuerinos) en función del mercado de algas (recolectando, cosechando, vendiendo y comprando) es amplio, incluye, para hacerse una idea, desde Pumalín hasta Achao, Dalcahue, Castro, Ancud y Puerto Montt31. Como se ha señalado anteriormente, si bien nuestra descripción se centra en Apiao, nos será imposible no hacer referencias, según sea pertinente, a diversos poblados y sectores donde los apiaguanos se vinculan al ejecutar la actividad alguera (ver mapa pág. 123).

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Lógicamente el ciclo del mercado de algas supera notoriamente Chiloé y Puerto Montt, sabemos de sus movimientos hacia el exterior, nosotros limitamos en las ciudades señaladas en función de que se podría indicar que traspasadas, ya no hay interacción directa de los actores locales.

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Para tener un acercamiento apropiado a los cambios vividos en Apiao desde la llegada del mercado de algas, no es suficiente hacer una descripción exclusiva del panorama actual, ya que se torna fundamental conocer las características principales de la vida económica y social antes de la llegada de la actividad alguera (fines de los ‘70 y principios de los ‘80). Por lo tanto, sin tener la facultad de fechar con exactitud los años, puesto que trabajamos a partir de la memoria, nos remontaremos a isla Apiao en períodos anteriores a la implantación del neoliberalismo en el país, y por ende, antes de la llegada del dinámico mercado de algas al territorio. Sin entrar en mayor detalle por el momento, las actividades de subsistencia que se ejecutaban en la isla eran, cumpliendo un papel principal, de tipo agropecuario. A su vez, aunque con un peso menor en el aporte al ingreso familiar, se practicaba la pesca y la recolección de mariscos en el mar que circunda Apiao. Por regla general, las formas de trabajo del conjunto de estas actividades eran en base a la fuerza de trabajo aportada por cada familia. Algunas actividades, principalmente las agrícolas, requerían, en ciertas fases de su ciclo (como la cosecha), más brazos que permitieran su realización. En estos momentos se recurría a diversos mecanismos para complementar la mano de obra que aportaba la propia unidad doméstica. Por ejemplo, se acudía a los vínculos comunitarios mediante relaciones de reciprocidad para el trabajo. También se realizaban labores donde se remuneraba en productos a quienes colaboraban. De la misma forma, existían trabajos colectivos de carácter festivo, donde la familia dueña de la explotación “daba” la fiesta, mientras que los invitados aportaban con trabajo (como las trillas). La existencia de unas u otras era variable dependiendo de cada familia32, y a su vez, de la actividad productiva referida, como

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Por ejemplo, una familia con mejor situación económica, es decir, con mayor control de recursos en la isla y posibilidades de su acumulación, tendrá más facultades de apelar a la remuneración en productos, versus una familia menos pudiente, donde los mecanismos desplegados estarán más relacionados con vínculos vis a vis, por ejemplo, reciprocidad para el trabajo.

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también de decisiones que tomaban los actores sociales dependiendo de la coyuntura que se iba presentando. Lo que importa subrayar aquí, es que si bien la totalidad de las familias usaban prioritariamente el trabajo de la propia unidad doméstica, sí existía espacio para un inicial nivel de diferenciación de clases al haber quienes requerían acceder a fuerza de trabajo adicional de la propia y quienes trabajaban para ellos. Esta diferenciación y sus expresiones son importantes de tener presentes al analizar la generalidad de la dinámica económica de la isla, ya que impulsarán distinciones en sus puestas en prácticas, a la vez que (la diferenciación) se crea, reproduce y tensiona en las mismas prácticas y lógicas que genera. Más adelante, cuando examinemos la penetración de la actividad alguera, veremos como al dinamizarse la estructura de clases tradicional de la isla, al existir una mayor movilidad de algunos integrantes al insertarse eficientemente al mercado de algas, se presenta un incipiente conflicto donde expondremos sus notables expresiones en la esfera simbólico-discursiva, puesto que es aquí donde se ha manifestado, sin exhibición en la política abierta. Retornando a la caracterización económica general que realizamos, es oportuno agregar que la parte mayoritaria de la producción obtenida, tanto de las actividades agropecuarias y sobre todo en las relacionadas al mar, tenía por destino el propio consumo de las familias. Se reconoce que dependiendo de las necesidades de dinero para adquirir bienes que no se generaban autosuficientemente, como también del volumen de las cosechas/pesca/recolección, se iba a Castro (centro urbano de mayor vínculo con Apiao por aquellos años) a vender sus productos. El ingreso en dinero no era abundante, solo alcanzaba para los elementos de primera necesidad. Cabe añadir, en este punto, que otra fuente de dinero para los apiaguanos, tal vez (según lo dicho en terreno), aportando más que lo obtenido de la venta de la propia producción, provenía de los integrantes de las familias que emigraban al continente (tanto Chile o Argentina) a trabajar como asalariados en las minas o construcción, entre otras actividades.

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Lo anterior viene a ser una primera aproximación general a las características de Apiao antes de la llegada del mercado de algas. A continuación procederemos a detallar, en la medida de lo posible, ciertos aspectos más específicos que presentaban tales actividades. Dentro del conjunto del sistema socioeconómico existente previa irrupción del mercado de algas, una actividad fundamental para la reproducción de las condiciones socioculturales de existencia de los habitantes de isla Apiao, era la producción de trigo. Hoy prácticamente inexistente en la isla (por motivos que se elucidarán posteriormente), en aquellos años proporcionaba parte importante del sustento de las familias apiaguanas. No había familia que no dedicara parte de la tierra controlada a la siembra de trigo, aunque claro, con las esperables -aunque puntuales- distinciones en el cómo la realizaban. Todo grupo de parentesco, sin importar cual fuere, usaba su propia fuerza de trabajo en gran parte del proceso productivo. Solo para época de cosecha era necesario acceder a trabajadores ajenos a la familia, requerimiento que tenían todos. Y era en este punto, en la forma de nutrirse de trabajadores extrafamiliares, donde se presentaban diferencias en la organización del trabajo. Diferencias que son necesarias de clarificar. Tanto en la producción de trigo como en las otras actividades agrícolas (prontamente detalladas), las distinciones en las formas de trabajo, es decir, en las relaciones sociales de producción, no se presentaban a raíz de desigualdades en el control de la tierra, y con ello, en las formas de acceder al recurso y explotarlo. Aunque había familias que controlaban más tierra que otras (diferencias que, según la población local, siempre existieron gracias a herencias y sucesiones), esto no era determinante. Todas las familias de Apiao tenían control sobre volúmenes de tierra suficientes para su subsistencia. Por tanto, lo que era clave para generar graduaciones en la estructura de clases local no era la tierra controlada, sino la capacidad de hacer producir en volumen mayor o menor las tierras. En este sentido, el ser una familia numerosa con abundantes “brazos”, se constituía en un capital económico que marcaba distinciones.

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Las familias que estaban en condiciones de sembrar y cosechar más, y por ello, las de mejor situación socioeconómica, realizaban jornadas de “trabajo festivo” o minga. Como se ha dicho, los dueños de la explotación aportan con “la fiesta” en su conjunto (bebida, comida, etc.) y los invitados con trabajo. A mayor cosecha, necesidad de más trabajadores, pero para acceder a ellos, mayor necesidad de bienes disponibles para realizar la jornada, y por lo tanto, bienes acumulados de la temporada anterior. Si bien se menciona la minga como una actividad que se realizaba en la isla, su recuerdo es lejano. No se niega su existencia en el pasado pero pocos la evocan como un acontecimiento “fresco”. Hay mucha más memoria de trabajo remunerado en producto, probablemente porque predominaba en la fase inmediata prealgas, y la minga en tiempos más lejanos. Existía también la ejecución, por estas familias, de reciprocidad para el trabajo o “cambio de día” según el denominativo local. Aquí se ayudaba a una familia en su cosecha, para que luego ella ayudara cuando se realizara la propia. Según lo indicado, en las familias mejor posicionadas en la estructura social, era más común ver el trabajo festivo y el pago en productos que la reciprocidad de trabajo. Lo inverso se nos ha dicho se presentaba en las familias con menor capacidad para producir y acumular recursos. La forma de trabajo habitual para estas familias, en la fase de cosecha, estaba dada por el despliegue prioritario de estrategias de “reciprocidad para el trabajo”. Debido a la menor acumulación de recursos, no era factible ejecutar de manera predominante mecanismos como los del “trabajo festivo” y “remuneración en productos”. Lo que debemos tener claro, no implica su inexistencia. Deseamos destacar aquí, más allá del tipo de familia al que hagamos referencia, que el conjunto de las formas de trabajo se desarrollaban entre actores locales, entre apiaguanos, por tanto, el fundamento primordial de las relaciones sociales a las cuales se acudía, eran de tipo comunitario respaldados en las lealtades primordiales que se generan entre miembros de la misma comunidad. Los trabajadores que ayudaban (en la minga, “cambio de día” o trabajo por productos) eran parientes, compadres, amigos

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o “solo” apiaguanos, es decir, miembros conocidos y reconocidos como parte del mismo colectivo. Hemos dicho anteriormente que la utilización de la producción agrícola, en general, era dual. Por un lado, consumo interno de las propias familias, como también su cambio en mercados urbanos de la zona por dinero. Las formas de comercialización del trigo, y del resto de la producción agropecuaria, eran las mismas. Por ende, hemos optado, para no saturar al lector, realizar una sola descripción general más adelante. Por ahora, nos limitamos a efectuar una breve caracterización de ciertos aspectos del autoconsumo de trigo por las familias apiaguanas. El trigo se procesaba en la misma isla, había “unos cuantos molinos en la isla”. A los propietarios de los molinos se les pagaba con una fracción de lo molido, “una ralla de harina” se le denominaba a la cuota. Esta era una fracción, previamente establecida, del trigo procesado y convertido en harina, blanca y/o negra (tostada). No logramos determinar el número de molinos, se nos dieron distintos números, no más de 5 ó 6 en algún momento. Lo que importa tener claro acá, es que era una minoría de la población la que contaba con molino, solo algunas “familias más pudientes”, y ellas por facilitar su uso, solicitaban una retribución en parte del producto. Con la harina se hacía pan, tortillas y similares, la harina negra se consumía con vino o agua como ulpo. El desecho del trigo era factible de utilización como afrecho para los animales. No menos importante que la actividad triguera, era el conjunto de productos fruto de la chacarería. El cultivo de papas, zanahorias y ajos (por nombrar los más recurrentes entre los entrevistados), realizado en las chacras ubicadas en las inmediaciones de las casas, era generalizado para todas las familias apiaguanas. Las formas de trabajo de la chacarería, y quienes ejecutaban una u otra, no variaban sustancialmente de lo que hemos visto para el trigo. Aunque una diferencia a mencionar tiene que ver con que para la papa, zanahoria y otros cultivos de este tipo, no se realizaban mingas con la frecuencia que sí se hacía para el trigo. Al tratar de indagar en el por qué de esto, al pensar y constatar (según confirmaciones dadas por nuestros

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entrevistados) que ambas actividades eran de igual importancia para la subsistencia, no recibimos respuesta clara: “porque era así no más”. Nuestra interpretación está dada desde un ángulo prioritariamente cultural; en la valoración significativa del conjunto de las actividades agrícolas desarrolladas, el trigo era apreciado como más importante que las otras. El desplegar los recursos acumulados en actividades de trabajo festivas, en el trigo, cumplía, por supuesto, una funcionalidad “propiamente económica”, pero también, y es aquí donde vinculamos la minga en el trigo y no a otras actividades, un rol de estatus social. Una mayor o menor producción de trigo significaba y dotaba a la familia en cuestión de un prestigio particular en el escenario local, por ende, debía expresarse abiertamente, y para ello, el trabajo festivo era un contexto social apropiado. El cultivo de papas, igual de importante para la alimentación, no estaba dotado en la escala de valores locales con las mismas propiedades de estatus, por ende, se constituía en una “irracionalidad económica” gastar un número relevante de recursos en un trabajo festivo para la cosecha de papas u otro elemento de chacarería. Aquí predominaban el pago en productos, para las familias más pudientes, o el “cambio de día” para el resto. Los productos de la chacarería se daban en diversas preparaciones culinarias (milcao, chapalele, platos diversos, etc.), requiriendo un procesamiento menor que el trigo (no se dependía de otro -molinero en el trigo- para hacerlos comestibles). Es en la fase productiva de la actividad agrícola donde las algas, principalmente la luga en este caso, aparecía tímidamente en la vida económica de los apiaguanos. De acuerdo a lo indagado en terreno, a la luga, antaño “maleza del mar”, si es que algún uso económico se le daba (lo habitual era que no se le diera), era su utilización como abono para los cultivos agrícolas33. Nadie imaginaba por aquellos años la “fiebre económica” que surgiría en torno a algas como el pelillo, luga y otras. Nos permitimos, prácticamente afirmar, que la situación hubiese permanecido

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Dentro de las algas, la más preciada como abono era la lamilla y no la luga.

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invariable si es que no hubiese llegado una poderosa fuerza económica externa que concebía a las algas como mercancías. La ganadería, como veremos posteriormente, no presentaba distinciones profundas con lo observado en la actualidad. No existía familia, aunque variando el número de cabezas de ganado que tenían, que no tuviese vacunos. Los caballares siempre han sido escasos en Apiao, según lo que se recuerda, siendo exclusivamente algunas familias más pudientes las que los poseían. La gran mayoría de los apiaguanos tenían cerdos, ovejas y aves de corral. Tanto los cerdos como las aves se mantenían en las inmediaciones de las casas, en chancherías y corrales respectivos. Los caballos, vacunos y ovejas, se conservaban en las tierras propias de cada familia. Ahora bien, como no siempre los límites eran cercados, existía un marcaje de estos animales en caso de que traspasaran los límites de las tierras familiares (con las iniciales de la familia o del cabeza de familia). La alimentación era mediante los pastos naturales, que hasta el día de hoy no escasean en la isla. Aunque, principalmente para el ganado mayor, se sembraba avena y se les daba como afrecho los residuos de la actividad triguera. Consumo y venta eran los destinos de la ganadería. Vacunos, caballares, cerdos, aves y ovinos se consumían/usaban por los mismos grupos familiares (carne, leche, lana, huevos y arado), pero también, aunque no en gran volumen, sí en forma constante, se llevaban a Castro para su comercialización. Los mecanismos de traslado y venta son los mismos que describiremos luego para el conjunto de la producción comercializada. Lo específico de la ganadería es que el vacuno se llevaba a Castro carneado y cuando su venta era como animal vivo, llegaban compradores a la isla misma. Sobre la pesca, podemos decir que nunca tuvo la importancia de las actividades agropecuarias, no obstante destaca en algunas familias la pesca con corral. Aún existen en Apiao dos corrales de pesca, medianamente funcionando, uno de piedra en el borde sureste de la isla y otro de madera en la entrada de mar que se interna en Apiao. Según los entrevistados, la pesca siempre ha sido escasa. En torno a la recolección de mariscos, podemos ver que se realizaba y realiza regularmente para el consumo.

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Un entrevistado comenta que el caldo de marisco, recolectado sobre todo en las mañanas, solía ser desayuno de todos los días. La producción agrícola, pecuaria o de origen marino, que era destinada a venta (a excepción de los vacunos vivos vendidos en Apiao). Se llevaba al mercado de Castro, principal centro urbano al cual se vinculaban, por esos años, los habitantes de Apiao y las islas de la zona. Antes de la llegada del mercado de algas, y el conjunto de transformaciones que le acompañaron, Achao, principal centro urbano y mercado al cual se vinculan los apiaguanos (y los habitantes de las otras islas) en la actualidad, no tenía el carácter comercial dinámico que presenta hoy en día. La heterogeneidad de lo comercializado no era menor. Sacos de papas, gallinas vivas, costales de harina blanca y tostada, cerdos vivos, róbalos y jureles ahumados34, vacunos, cerdos y aves ya faenados, choritos ahumados amarrados en tiras, zanahorias, matas de ajo, frazadas de lana de oveja, entre otros elementos mencionados por nuestros entrevistados. Volvían a la isla con aceite, yerba mate, azúcar, sal, arroz, tallarines, licor, materiales varios para confección y mejora de las viviendas (madera, clavos, latas y similares), vestimentas, calzados y todo producto alimenticio considerado importante que no era producido en la propia isla. Por aquellos años, los habitantes de Apiao no poseían lanchas. Los medios de transporte marítimo que se utilizaban en la isla eran las chalupas o chalupones. Embarcación de madera, larga, a vela y remo, cabían alrededor de 10 personas más los paquetes transportados, era construida por los propios apiaguanos. Según se recuerda, con tiempo bueno, el viaje duraba, solo navegando, -ida y vuelta- dos días completos. Además, se deben contabilizar uno o dos días que se quedaban en la ciudad de Castro para vender los productos, y por qué no, “disfrutar de la vida en la ciudad”. Lanchas a motor, hoy tan comunes en Apiao, no existían. Tan solo quienes podían acumular recursos en mayor forma que la

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Esta forma de preparar los productos del mar no era solo usada para su venta, sino que también servía para almacenarlos en el tiempo para el consumo apiaguano.

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media de los apiaguanos, estaban en condiciones de arrendar una lancha a motor a familias de isla Chaulineq. Antes de la llegada de la actividad alguera, el nivel socioeconómico de isla Chaulineq era el más alto del archipiélago, conocido por su propio nombre “Archipiélago Chaulineq” y que como ya sabemos incluye a las islas: Chaulineq, Apiao y Alao. En la actualidad, los apiaguanos se reconocen como los de mejor situación socioeconómica de las tres islas, e identifican explícitamente su mejor posición a su inserción temprana y competente en el mercado de algas. Antes de la llegada de este mercado, este lugar era ocupado por Chaulineq, siendo solo algunas familias de esta isla las que poseían lanchas a motor. A ellas, algunas familias de Apiao les pagaban -en dinero, prioritariamente, o en productos- una suma por el traslado a Castro. Estas son las principales características que presenta la dinámica económica de Apiao, previa llegada del mercado de algas. Cuánto tiempo habría permanecido con las características que hemos reconstruido, sin presentar transformaciones por su propia dinámica interna, es algo que no estamos en condiciones de precisar, y la verdad es que carece de mayor sentido. Lo que interesa destacar acá, para proseguir con nuestro relato, es que en el período señalado, años más o años menos, llegan agentes externos dispuestos a comprar algas en la zona, a -lo que se consideró por los actores locales- un muy buen precio, sobre todo considerando que lo que se pretendía comprar era abundante -por esos años- “maleza marina”. A continuación, nos adentraremos en las dinámicas socioculturales generadas y reconfiguradas con la llegada del mercado de algas al territorio, que como veremos no son escasas. 3.2 Vida económica en Apiao bajo las políticas primarioexportadoras: Las transformaciones de los mercados de algas en el territorio La penetración de las actividades primario-exportadoras en el territorio de estudio y sus efectos en los sistemas económico-culturales locales, no se limitan al mercado de algas.

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El neoliberalismo ha impulsado un conjunto de actividades económicas en diversos territorios del país, desplegando dinámicas socioeconómicas de distinto tipo. Chiloé, isla Apiao y sus espacios geográficos-sociales circundantes no son la excepción. Tan solo como antecedentes a considerar, antes de entrar en la materia concreta de nuestra investigación, realizaremos breves referencias a algunas otras actividades económicas de orientación exportadora que se han instalado en isla Apiao. Nos referimos al cultivo de salmones y ostras. La industria salmonera, una de las actividades “estrellas” de las últimas décadas fruto de su crecimiento, se instala desde los ‘80 en las aguas de nuestro país, prioritariamente en la X Región, en específico en el ecosistema generado en las aguas interiores en torno a Chiloé. A pesar de un desarrollo que llega a asombrar, e impactos que aún son desconocidos en su magna profundidad35. Isla Apiao, si bien conoció directamente la actividad salmonera, no fue transformada en profundidad por ella, como sí ocurrió en vastas localidades de la región. Los apiaguanos relatan que algunas especies marinas han ido desapareciendo a raíz de la contaminación del suelo marino, pero en términos de sus prácticas económicas principales, el impacto ha sido menor (recordemos que la pesca nunca ha sido sustancial). Tomemos en cuenta el siguiente hecho; las salmoneras, en sus inicios en el país, asalariaron mano de obra de las localidades donde se insertaron, no obstante, con el tiempo, la industria ha ido integrando maquinaria automatizada, que reemplaza a los trabajadores manuales. En Apiao, la industria salmonera ya se instaló con estas maquinarias, razón por la cual escasos apiaguanos se han empleado en ella. Según dicen, en ella nunca han trabajado más de 15 oriundos de Apiao. Durante el trabajo 35

La industria salmonera produjo en 1985, 1.200 toneladas, mientras que en 2007 (año que estalla la crisis por el virus ISA) había ascendido a 331.000 toneladas. En términos de ingresos, las ventas pasaron de 196 millones de dólares en 1991 a 2.490 millones en 2007. En la época de mayor auge -década de los ’90- ocupaba 50.000 puestos de trabajo. El destino de la producción era fundamentalmente el mercado externo, exportando alrededor del 98% de la producción, siendo sus destinos principales EE.UU. y Japón (Cfr. Valdés, 2011).

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en terreno realizado el año 2010, se nos dijo que fruto de la crisis global y la propia del salmón (virus ISA), en la actualidad, no trabajan apiaguanos en la planta. Otro proyecto -implementado entre mediados de los ’70 y principios de los ’80- fue el cultivo de ostras. Este no fue fructífero y quebró, pues -se nos ha indicado- la ostra nunca se dio en los volúmenes necesarios para una comercialización a gran escala, tampoco logró mayor inserción de apiaguanos como fuerza de trabajo. Hasta el día de hoy existen sus instalaciones, a partir de las cuales se le da el siguiente denominativo a un sector de Apiao: “Ostricultura”. Entre fines de la década del ’70 y principios de los ’80, penetra un nuevo mercado en Apiao, el que cambiará en un relativo corto plazo, aspectos importantes de la vida económica social en general en isla Apiao y la totalidad del territorio donde esta se encuentra. Habrá una creciente, aunque paulatina, integración entre las mujeres y los hombres de la isla; familias completas se dedican en la actualidad a las prácticas que implica este -por esos años- nuevo mercado. Se trata del mercado de algas marinas, que en esa época ya estaba produciendo el fenómeno conocido como “La fiebre o boom de las algas”, extensivo a todo Chile y particularmente a Chiloé.36 3.3 Llegada e inserción del mercado alguero y sus actividades La luga y el pelillo serán -hasta hoy- las algas más demandadas, algas que anteriormente no tenían mayor trascendencia económica, como ya dijimos, que ser abono para cultivos agrícolas. Curiosamente, las algas de mayor relevancia económica en la actualidad -luga y pelillo- eran menos apreciadas como abono que otras sin mayor interés para los mercados internacionales, como por ejemplo la lamilla, considerada por los lugareños como una mejor alga para el abono. Actualmente, ocupar luga 36

Son decenas de entrevistas donde apiaguanos y otros chilotes ocupan los apelativos de fiebres o booms económicos, para referirse a esta época y a este mercado en la zona.

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o pelillo para el abono sería considerado un desperdicio, una “irracionalidad económica” 37. Intentar precisar las expresiones, mecanismos, estrategias y prácticas sociales diversas en que el mercado internacional de algas comenzó a presentarse, en sus inicios, en el territorio de estudio es una tarea compleja. ¿Quiénes fueron los primeros que llegaron comprando algas? ¿Cómo? ¿A cuánto? ¿De dónde venían? ¿Qué decían? Las versiones, recuerdos, comentarios, rumores, en fin, las interpretaciones y construcciones que la memoria ha realizado son variadas y de distinto tipo. Se recopilaron numerosos relatos, la característica central de los que expondremos a continuación es que han sido repetidos por variados actores sociales. Operan en la actualidad a modo de “mitos de origen” respecto a los comienzos del mercado de algas en el lugar, los actores a él vinculados y las actividades desarrolladas. Hay quienes aseguran que los primeros en comprar algas fueron una pareja que venía del norte, tenían una lancha roja y grande, llamada “Hanga Roa”, llegaron a Apiao y convencieron a la gente de extraer algas ofreciendo dinero a cambio de esta. En el sector de la Vega nos mencionaron a un comprador de apellido Curalnere o Curalnehue, quien venía una o dos veces por semana a este sector de isla Apiao en su lancha “Tanga Roa” a comprar luga. Vemos aquí como se mantiene, con ciertas transformaciones, el nombre de la lancha en que llegaba. Otros expresan que fueron administrativos del proyecto de ostricultura quienes empezaron comprando algas, recuerdan que llegó a las instalaciones del centro de cultivo en ostras, un hombre con un maletín negro, reunió a los trabajadores de la empresa, abrió el maletín, el cual contenía una hoja grande de luga seca, la mostró a todos y afirmó que tal alga “iba a ser el futuro de Apiao”. Asociado a la planta de ostricultura, otros apiaguanos han señalado que uno de sus jefes, Héctor Nehuén, fue uno de los primeros compradores de algas. 37

El único caso en el cual se podría ocupar luga o pelillo para el abono, sería si el alga se pudre por el contacto con agua dulce (lluvia). En este estado no se puede comercializar, ya que ocurre una des-mercantilización del alga.

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También se nos dijo que fue un joven ingeniero químico, “el mejor alumno de la Universidad Católica”, quien caminando por la playa descubrió que tal alga podía ser un buen negocio y comenzó a comprarla a lo largo de Chiloé. De igual forma se nos habló sobre un comprador de apellido Aguilar, que vino de Castro o Ancud y sostuvo “este producto se está comprando”. A partir de este hecho se habría empezado a recolectar y vender algas en Apiao. Sin duda estas historias tienen mucho de mito -unas más que otras- en un sentido antropológico, pues de alguna forma se “sacraliza” el momento en que se origina el mercado de las algas por medio de la descripción de momentos y personajes enigmáticos38. Independiente de si existió el buen alumno de la Católica, el negro maletín o la roja “Hanga/Tanga Roa”, el asunto es que, efectivamente, por esos años comenzó la actividad alguera, y claramente, los mitos de su origen reflejan, en su relato, sus inicios e impulsos “afuerinos”. No solo mediante la compra iniciaron la actividad alguera en la isla, sino que en su misma práctica se iban transmitiendo los códigos necesarios para moverse en forma competente y beneficiosa en este mercado. Al entrevistar a una familia de buena situación socioeconómica en la isla, hoy compradores locales de algas y revendedores en Achao, nos señalaron que en los inicios “la luga se vendía limpiecita y ni siquiera se bendecía39, fue el mismo comprador que nos dijo que la ensuciáramos un poco, así todos íbamos a ganar más”. Vemos como la fuerte penetración de este mercado y sus actividades económicas asociadas, van acompañadas de un nutrido aparataje simbólico, desde la misma configuración cultural de repensar determinado recurso; ahora como mercancía, transmitir los conocimientos importantes para ejecutar la recolección y venta de las algas, hasta un conjunto de relatos míticos del

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En Paildad, otra localidad chilota, se cuenta la historia de Reihart, un alemán que dio inicio al mercado del pelillo (Cfr. Díaz, 2008). Bendecir el alga corresponde a una costumbre que consiste en rociar levemente, una vez seca, las algas con agua marina.

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origen que intentan, para los propios actores locales, significar, desde sus concepciones, los inicios de la actividad y el conjunto de transformaciones por ella generadas. En estos iniciales momentos, los habitantes de isla Apiao solo se integraron a la dinámica del mercado de algas, exclusivamente, desde el eslabón extractivo del ciclo económico. Se dedicaban solo a la recolección de algas, principalmente luga, para después, una vez seca, vendérsela a los compradores afuerinos que se acercaban con estos fines. No se “sembraban” (este es el término usado por los algueros) otras algas, como sucede en la actualidad con el pelillo, ni menos se trasladaban los propios apiaguanos para vender directamente en los centros urbanos compradores de algas. Los medios de transporte, antes de la llegada del mercado de las algas, eran poco óptimos para el dinamismo que se requería. Esto durará algunos años, posteriormente, algunas familias, gracias al capital acumulado en esta primera fase del mercado de algas, lograrán adquirir lanchas y comprar algas a otros recolectores locales. Finalmente, hoy en día los compradores afuerinos han sido desplazados plenamente, el comercio de algas en isla Apiao está controlado por actores apiaguanos. Pero antes de realizar este “salto” histórico hasta la actualidad, es oportuno describir la actividad alguera en su proceso de instalación y consolidación en la isla, para luego ver ciertos elementos de su movimiento hasta la situación presente. Al adentrarse en la actividad alguera, llama la atención que los más antiguos en su práctica no son los de más edad de Apiao. Según recuerdan, los primeros en comenzar a extraer luga fueron jóvenes y niños, pues muchos de los adultos de la época -dedicados primordialmente a las actividades agropecuarias, no quisieron involucrase con el mercado de la luga desde sus inicios. Por un lado, una limitante objetiva, la época de recolección y venta de las algas, coincidía con la de cosecha agrícola. Para alguien que ha obtenido -a lo largo de su vida- lo principal de su sustento de las actividades agropecuarias, y sabiendo que había sido así por generaciones anteriores, no era fácil dejar de lado tales tareas para aventurarse en una actividad nueva y

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desconocida. Esto se expresaba en limitantes subjetivas para insertarse en el ciclo del alga. Consideraban que “pasar el día agachado recogiendo algas que no servían para nada, no era un trabajo digno”. Los lugueros jóvenes no demoraron en comenzar a recolectar y vender algas a los compradores afuerinos. Solo la realización de la actividad extractiva, pronto se presentó como una suerte de “rebelión” contra los adultos, quienes dejaron de asistir a los trabajos de cosecha agrícola para recolectar luga. Las actividades agrícolas se vieron privadas de un contingente importante de mano de obra necesaria para su óptima realización. Y con esto, dinámicas históricas que habían permitido ciertos patrones específicos de acumulación en isla Apiao, se vieron trastocados, y con el tiempo, transformados. Las familias con histórica mayor capacidad de acumulación (recordemos que la diferenciación no es profunda) vieron peligrar su condición, y no solo ellos, sino toda una generación de apiaguanos vio en la nueva actividad una amenaza para las formas históricas en que se había desarrollado la vida social y económica de la isla. La decisión de trabajar en algas y no en trabajos comunitarios, derivó en una serie de apelativos que se le atribuyeron a los primeros lugueros, que hasta el día de hoy son recordados, especialmente por ellos mismos. Decían que el luguero era “flojo”, porque en vez de trabajar la tierra se dedicaba a sacar un “alga inútil” y pasaba tirado en la playa, mojado, sacando “maleza marina, plaga que no sirve de nada”. Según recuerdan, también solían decir que la extracción de algas era trabajo de “pobres” y de “egoístas”. Uno de nuestros entrevistados nos decía: Acá, lo que les daba rabia a los viejos era que uno no iba a ayudar a sus cosechas o cualquier trabajo que saliera pa’ hacer en el verano. Estábamos todos sacando luga, que era lo que estaba dando plata… y hacia falta.

Al cotejar los relatos de los primeros algueros, podemos captar que cuando se dice que la extracción de luga era “trabajo de

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pobres”, no es algo tan alejado de la realidad, de hecho, muchos de los primeros recolectores que entrevistamos, comentaron que en su etapa de niños-adolescentes eran fundamentales para la economía familiar, por la ausencia de un padre, lo cual les obligaba a trabajar la tierra de otros. Con el ingreso de las algas, esto cambió, ya que se produjo un conflicto entre quienes tenían más cultivos y necesitaban de mano de obra ajena a la familiar, y quienes simplemente decidieron obviar tales instituciones económicas, por sacar algas y ganar dinero. Si bien conversamos con viejos apiaguanos que confirmaron lo señalado, que antiguamente criticaban a los algueros, la verdad es que quienes insisten en esto son los propios algueros, quienes con relatos que mezclan resentimiento y engreimiento, recuerdan los inicios del mercado de las algas: Mire ese viejo sacando luga [apuntando a un señor mayor de edad, unos metros lejos], ese viejo era igual que todos en su época, lo miraban en menos a uno por sacar luga, decía que eso era para los pobres, que cómo iban a andar sacando un alga que no sirve para nada. Mírelo ahora ahí agachado recogiendo luga.

Sin duda, este cúmulo de emociones vaciadas en los relatos no significa que los invaliden, por el contrario, sostenemos que reviven un hecho histórico, específicamente un conflicto, tanto generacional como de incipientes clases sociales. Enseguida, aportamos dos relatos que apoyan este supuesto: Acá lo que hubo fue como una revolución, no sé si me entiende, pero no porque hubiera guerra o pelea, es que acá la gente más joven ya no quiso más trabajar en la cosechas. Llegaban a veces con los bueyes a buscarte a la playa para que fueras a trabajar, pero ¡no!… la luga era lo único que uno hacía, ganar plata y salir de la pobreza. Hasta pelea había acá, es que ahí uno se daba cuenta lo que valía uno, porque la cosa es trabajar pero trabajar para uno, en ese

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tiempo le decían a uno que era egoísta por sacar luga, pero ahora ¿qué pasa?... todos sacan luga... y ayuda, nadie puede decir que no.

Como se ha relatado, las generaciones mayores valoraban y extraían su sustento de las actividades productivas que se habían efectuado tradicionalmente en la isla. Para ellos, las actividades de la tierra cumplían un papel central en la reproducción de las familias apiaguanas. Y por lo mismo, la “negación” por la población joven no era exclusivamente “mal vista” por los mayores, sino que, probablemente, se visualizó como contraria a las necesidades primordiales de reproducción social. De ahí el epíteto de “trabajo de algueros como trabajo de egoístas”. La manifestación del conflicto por la ejecución de la nueva actividad alguera versus la disminución de las otras, si bien no desembocó en algún tipo de conflicto abierto, sí tuvo su expresión en la esfera simbólica a través del lenguaje. Fue un conflicto por la legitimidad de la misma. La población adulta y según la tradición apiaguana “económicamente activa”, sin capacidad de coercionar la práctica de los jóvenes, despliega como estrategia política el uso del lenguaje como elemento que sancionará simbólicamente la “rebelión”. Estrategia que, como sabemos, no logra su objetivo, pues la recolección de algas penetrará aún más en el territorio. El mercado alguero permitía el ingreso de sumas de dinero nunca antes vistas para muchos habitantes en isla Apiao, y con ello, el acceso a una serie de bienes de “consumo necesario”40 y de “consumo suntuario”. Un buen ejemplo del boom de las algas en otra zona del país y de los nuevos consumos asociados a los sujetos encargados de su extracción lo encontramos en el trabajo de Andrés Recasens, específicamente entre palilleros de caleta Lenga, región del Bío Bío: Desde fines de los años 1970s el alga Gracilacea verrucosa llamada vulgarmente “pelillo” subió de precio al aumentar la 40

No solo bienes nuevos, sino también algunos que se dejaron de producir en la misma isla por la llegada de las algas, como por ejemplo, la harina.

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demanda, especialmente de la industria extranjera y de los mercados japoneses en particular. Comenzó entonces una explotación indiscriminada del recurso, no respetándose las limitaciones básicas que requería la pradera para su reproducción. Con el dinero ganado, cada familia pudo comprar los primeros equipos técnicos que permitieron la explotación del recurso a una escala mucho mayor. El llamado “boom” del pelillo procuró un mejor nivel de vida en lo que se refiere a algunos aspectos materiales como refrigeradores, televisores, mobiliario de casa y otros artículos (Recasens, 2005: 181).

Con el tiempo -en Apiao- el mercado de algas prevaleció a los conflictos entre apiaguanos. Los algueros crecieron en número, cada vez más personas y familias quisieron gozar del beneficio que significaba tal mercado, familias enteras comenzaron a dedicar los meses estivales a la extracción y venta de luga. Como se dijo, algunos de los primeros algueros pudieron ahorrar dinero y comprar lanchas, lo cual fue una gran innovación en Apiao. La propiedad de estas lanchas, con el tiempo, los hizo ascender en la estructura socioeconómica local. De familias, en el escenario apiaguano, con poco poder económico, pasaron a ocupar posiciones en los estratos altos de la isla. Se constituyeron en compradores locales de luga, realizaban ciertos días de la semana -hasta el día de hoy- viajes a otras islas y localidades (por los que lógicamente se cobraba) y además, se pudo comprar mercadería para vender en Apiao. Las chalupas y chalupones dejaron de verse en isla Apiao. El salto de vendedor a comprador de luga no significa el cese de la extracción, muchos compradores apiaguanos venden en Achao la luga que extraen ellos mismos, junto con la luga de otros lugueros a quienes les compran. Según recuerda uno de nuestros entrevistados, al comienzo solo recolectaban y vendían a compradores externos, pero con el tiempo, y habiéndose acumulado cierto capital, se pasó a arrendar lanchas para la época estival. Este acto, si bien conllevaba un desembolso mayor de dinero, era rentable por los márgenes de ganancia que se obtenían al vender directamente a los centros

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urbanos de la zona. Habiéndose expandido este capital, algunos tuvieron la capacidad de comprar lanchas, generándose la escalada socioeconómica señalada anteriormente. En conjunto al proceso de consolidación del mercado de algas en Apiao e islas del sector, se vivió el crecimiento urbano de Achao gracias a la misma consolidación de este mercado en el territorio. En la actualidad, el centro urbano principal al que se vinculan los apiaguanos es Achao. Para comprar y vender mercancías de diversa índole, los adolescentes apiaguanos asisten a sus escuelas,41 como también es la vinculación con el aparato administrativo del Estado, municipalidades, servicios privados como bancos, etc. Antes de la llegada del mercado de algas, Achao era una localidad sin la relevancia que tiene en la actualidad para los apiaguanos y los diversos habitantes de las islas de la zona. El centro urbano principal era Castro. Hoy no, los días lunes, miércoles y viernes, días en que las personas de las islas van a Achao, el movimiento es dinámico. Compras, ventas, traslados, trámites y otros circulan al ritmo de la urbe. Los otros días Achao no tiene la misma movilidad que en los días en que los habitantes de Apiao, Alao, Chaulineq y otras tantas islas arriban a este pueblo-puerto. Llama la atención de que justamente las poblaciones isleñas y rurales que circundan a Achao sean las que doten a esta localidad de una notable vorágine urbana y dinamismo en el mercado. Según se recuerda, fue la llegada de las algas la que dio tal condición a Achao. Arribaron compradores afuerinos de algas que se instalaron en la ciudad (luego achaínos se constituyeron en comerciantes de algas), concentrando lo proveniente de las diversas islas. La circulación de algas, llegada de dinero nuevas mercancías manufacturadas para vender, fueron forjando a Achao en lo que es hoy. En conjunto, se le otorgó el carácter de municipio, confirmando en términos administrativos lo que ya se observaba desde lo económico. 41

El colegio en Apiao llega hasta sexto año en una escuela y hasta octavo básico en la otra.

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Antes de entrar en una caracterización más detallada de la vida alguera (y vida económica en general) en la actualidad, nos hemos esforzado por dar cuenta de los cambios sustanciales impulsados con la llegada e instalación del mercado de algas. En este sentido, el conjunto de transformaciones generadas debido al establecimiento del mercado de algas en el territorio, son percibidas por los lugareños como un acercamiento a la vida moderna. Tanto efectivo -rapidez en el tránsito hacia centros urbanos, sabemos, íconos de la modernidad- y desde lo cultural- ciertos aspectos del estilo de vida, expresados en el acceso a mercancías varias, tecnología y, en parte, a la información de los medios masivos de comunicación. En relación al manejo de dinero y “mercancías modernas”, es importante indicar lo siguiente. El mercado de algas fue la primera actividad económica que incluirá a la inmensa mayoría apiaguana en el circuito monetario. Se incrementa el viaje a los centros urbanos y el consumo de “mercancías de pueblo”42 principalmente: mate, azúcar, harina, vinos y cervezas. Pero dentro de las llamadas “mercancías de pueblo”, destacamos las que hemos denominado “mercancías modernas”; bienes materiales nunca antes vistos en la isla, tales como televisores, celulares, vehículos a motor, generadores eléctricos, entre otros. De la conexión fluida con centros urbanos, los medios masivos de comunicación, y el conocimiento adquirido respecto el ciclo de las algas, se desprende una toma de conciencia respecto a la inserción de los sujetos, y de Apiao en general, en dinámicas de mercado de tipo internacional. Como ejemplificación anecdótica, la figura exótica y desconocida del japonés pasa a jugar un rol interesante. Informantes señalaban que:

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Término ocupado por los apiaguanos. Cabe destacar que ir a los centros urbanos, suele denominarse “ir al pueblo”, lugar de abastecimiento de mercancías, pero también de vida bohemia. Si se dice que alguien lleva perdido tres días en el pueblo, significa que está en Achao o en otro centro urbano, como Dalcahue o Castro, probablemente bebiendo.

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Los japoneses hacen con la luga, la carragenina y con eso hacen de todo; champú, cosméticos, pasta de dientes y muchas cosas más, que acá mismo compramos después.

De la misma forma, se nos ha indicado que: El agar-agar es súper importante. Una vez, un biólogo marino que trabajaba por acá me dijo que con el agar se hacían estudios microbacteriales, y para eso tenían que comprárselo carísimo a los japoneses. ¡Y eso que está acá!, si es de la misma luga.43

Como es de suponer, los cambios y transformaciones fruto de la vida alguera -hasta ahora enunciados- se expresan concretamente en el conjunto de la vida social, y en específico, en relación a nuestro estudio, en las características que ha ido adquiriendo el sistema económico local-territorial, como también en las prácticas, relaciones sociales y significaciones que a él le dan cuerpo. 3.4 Dinámicas apiaguanas de subsistencia bajo el contexto alguero La población de Apiao depende para su subsistencia de una combinación de actividades de producción y cambio, algunas realizadas con mayor intensidad que otras, varias con períodos diferenciados en su ejecución, mientras que otras coinciden temporalmente. Algunas de ellas resultando en una apropiación directa y consumo de los productos generados, otras -vía comercialización- son necesarias para acceder a dinero, utilizado para dar continuidad al conjunto del entramado productivo, como también, para comprar bienes de consumo “necesario” (madera, harina, mate, azúcar ropa, abarrotes, artículos de limpieza, abonos, clavos, herramientas, etc.) suntuario.

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Cabe aclarar que el agar-agar se produce específicamente con el pelillo, mientras que la carragenina de luga.

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Lo que nos interesa destacar acá es que aunque algunas son preponderantes, e incluso para los propios apiaguanos unas son más valoradas que otras, la reproducción general de las condiciones materiales y culturales de existencia, se nutre del heterogéneo conjunto de actividades realizadas. Incluido, en todo ello, la venta de fuerza de trabajo en actividades asalariadas en centros urbanos de Chiloé, Chile continental y Argentina. La histórica emigración chilota al continente, aunque puede haber disminuido con las posibilidades de ingreso monetario en el escenario local, no ha cesado. Sin embargo, la percepción de las personas que entrevistamos es que se mantiene igual, sin variaciones, a pesar de la posibilidad de obtener dinero en el territorio en cantidades importantes. Si esto es así, se puede buscar una explicación en la reproducción de una costumbre arraigada, más que una motivación netamente de búsqueda de ganancia monetaria. Cabe agregar que las formas de trabajo realizadas en la propia isla no se han visto trastocadas en profundidad con la llegada del mercado de algas, las relaciones sociales de producción se mantienen todavía en la esfera de relaciones de tipo domésticocomunitario, con escasa presencia de lazos asalariados. Hay existencia de ellos, pero en un nivel menor, y extrañamente, no en el marco del nuevo mercado de algas; este se nutre principalmente del trabajo doméstico, sino, en actividades agrícolas, cuando se requiere mano de obra externa a la familiar en épocas de alta44. El impulso de la contratación de mano de obra opera a partir del criterio pre-algas ya indicado, por volúmenes de producción que la hacen necesaria, y no por control diferenciado de los medios de producción, en este caso, tierra, instrumentos o insumos. La agricultura, a excepción del ya referido abandono conflictivo de la actividad triguera, mantiene, en términos de actividades productivas, las mismas formas que se realizaban en la época anterior al mercado de algas. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que la totalidad de las familias apiaguanas, no obstante, variando en volumen y grado de diversidad de 44

Esto no significa que se hayan extinguido plenamente vínculos basados en las lealtades primordiales comunitarias.

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cultivos, se dedican a la chacarería, en tierras de control propio, generalmente (aunque no necesariamente), en las inmediaciones de las viviendas. Se observan cultivos de papas, zanahorias, ajos, cebollas, lechuga, perejil, cilantro, arvejas, habas, entre otros. También se visualizan, en algunos predios, plantaciones de manzanos con los que se produce chicha. Y para dar alimentación al ganado, ciertas familias siembran avena. Esto último no deja de ser llamativo considerando que los pastos naturales abundan en Apiao, probablemente se deba a que cuando se tienen volúmenes importantes de ganado vacuno y caballar, no basta alimentarlos con pastos naturales. Como ya ha sido adelantado, las formas en que se organiza el trabajo agrícola son predominantemente en base a relaciones de tipo familiar. Las diversas tareas que implica la producción son suplidas a partir de la participación de los diversos integrantes del núcleo doméstico. La unidad doméstica, como es de esperar en el sector rural, es de carácter extenso. Distintas generaciones cohabitan un terreno, a veces en la misma casa, otras veces en casas diferentes. Las tareas son repartidas por criterios de sexo, edad, competencias y conocimiento de su funcionamiento. Solo para la cosecha realizada en época estival es necesario contar con brazos ajenos a los de la familia. Las estrategias sociales que se despliegan para contar con esta fuerza de trabajo no son únicas. Reciprocidad para el trabajo, pago con parte de la producción, pago por jornadas, entre otros mencionados anteriormente. Cabe precisar que en cada uno de estos casos los trabajadores son siempre de la misma isla. De las estrategias de trabajo anteriores, el pago de jornal se evidencia como minoritaria versus las otras. Esto no porque no se requiera dinero, el cual es siempre necesario en isla Apiao, sino porque el monto que puede pagar un apiaguano a un coterráneo por una jornada de trabajo agrícola es inferior a lo que obtiene trabajando esa misma jornada en la recolección de algas. No hay formas de competir por la fuerza de trabajo desde una lógica “puramente” de mercado. Es mucho más fácil acceder a la fuerza de trabajo necesaria para desarrollar las tareas agrícolas desde los vínculos primordiales que se establecen entre integrantes de un mismo colectivo, que intentar

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hacerlo desde una competencia directa a partir del salario, pues bajo estas reglas, es claramente el mercado de algas el que predomina. La “reciprocidad para el trabajo” da la certeza a los apiaguanos que contarán con gente para realizar su cosecha más allá de lo que pague el trabajo de algas, o del capital que se disponga al momento de necesitar ayuda en la producción agrícola. Dentro de los medios de trabajo utilizados para la actividad agrícola consideramos fundamental el uso de bueyes en el arado. En Apiao, de acuerdo a lo observado y preguntado en terreno, no hay existencia de tractores. La universalidad de las familias aran la tierra mediante bueyes que son de su propiedad. No hay inserción de tecnología maquinizada en esta fase, ni en ninguna otra del ciclo de la producción agropecuaria. En los medios de producción utilizados en el agro, tanto en la tierra como en los instrumentos de trabajo, se impone en Apiao la propiedad de los trabajadores directos sobre ellos. Quienes se desempeñan en agricultura lo hacen con su familia, en su tierra y con sus instrumentos, por lo tanto en Apiao, aunque existiendo diferencias socioeconómicas, no se presentan distinciones profundas de clases sociales. Podríamos señalar graduaciones de estratos de las unidades domésticas. La generalidad de la producción agrícola que se comercializa es vendida en Achao, en el mercado que se conforma en las inmediaciones del muelle. Quienes poseen lanchas, utilizan este medio, a la vez que cobran por los traslados. El mismo día se va y vuelve (se sale a las 7:00 a.m. de Apiao para estar regresando a las 20:00 o 21:00 hrs.), los días para viajar son -como ya se señaló- los lunes, miércoles y viernes. Momentos que también son aprovechados para proveerse de otras mercancías. Las papas se venden en sacos de 50 kg. (aproximadamente), mientras que ajos, zanahorias y otros se venden por kilo. El comercio suele ser al detalle. La actividad ganadera sigue jugando un rol preponderante. Casi todos poseen vacunos, unos pocos caballares, los que se tienen en las praderas propias (algunas cercadas y otras abiertas). Para el cuidado no es necesario contratar o solicitar alguien externo, se realiza con los integrantes del núcleo doméstico. El uso es tanto para consumo como venta, aunque esta última

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bastante esporádica. El número será mayor o menor según la especialización productiva de la familia, nivel socioeconómico, tierras donde tenerlos, entre otras variables. El ganado ovino, porcino y aves de corral, también es común para todas las familias, tanto para consumo propio como para ser comercializado. La venta del ganado mayor es realizada en Apiao, donde llegan compradores de yuntas de bueyes de Achao, Dalcahue o Castro el precio -al menos durante el verano de 2010- mínimo es $ 700.000 aproximadamente. Se nos presenta como un ingreso bastante importante de dinero, pero demasiado esporádico. Sin descartar de plano la venta de ganado menor y aves de corral, es con la misma intermitencia del anterior, a diferencia de este último, se realiza llevando en lanchas45 la producción, ya carneada, a Achao. Y en ciertas ocasiones se puede comercializar o intercambiar en la misma isla. En general, el período de mayor venta de animales comienza en noviembre, durando uno o dos meses. Ya acercándonos a las actividades de subsistencia vinculadas a la explotación de los recursos marinos, vale mencionar la pesca y recolección de mariscos (choritos, erizos, almejas, locos y navajuelas). Ambas se pueden divisar, pero cumpliendo un rol menor en la reproducción social apiaguana, de hecho, según lo indagado, no todas las familias las practican. Cuando se pesca o marisquea, trabaja en ellas el mismo núcleo familiar; siendo las dos de realización bastante ocasional, es la pesca la de menor existencia. Esta última es con red o corral. Por su parte, la recolección de mariscos se vincula en su ejecución con la actividad de buceo, y al ser ésta una de las prácticas importantes en la recolección de algas, posibilita una realización más frecuente. Tanto pescados como mariscos son principalmente para autoconsumo, aunque a veces, se venden o intercambian en la misma isla. Un mecanismo de conservación de los mariscos es mediante su secado y ahumado. Es en esta condición que se llevan a Achao para comercio.

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Propia o pagando pasaje.

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3.5 Prácticas económicas asociadas al mercado de las algas La demanda internacional de algas (y su expresión nacional y local) se ha nutrido en Apiao, fundamentalmente, de tres algasmercancías: la luga, el pelillo y el llapín. Es relevante señalar que es la primera la que domina la vida económica, siendo el pelillo y el llapín marginales en relación a la luga. Todas comparten ciertas características comunes en sus formas de trabajo y comercialización, pero de la misma forma, poseen diferencias que es necesario destacar. Para ello, hemos subdividido el presente apartado en la descripción separada de las prácticas asociadas a cada una de las algas citadas. Pero antes de compenetrarnos en esto, cabe hacer mención a un aspecto compartido central, referente a las relaciones sociales de producción que se observan. En Apiao, la recolecciones de luga, llapín o cosecha de pelillo, se ejecutan desde las familias con la fuerza de trabajo de las mismas familias. Queremos decir que son unidades familiares (nucleares y extensas) las que trabajan en la recolección/cosecha y (primera) venta de las algas; no hay ni trabajo comunitario o de cooperativas en el proceso, como tampoco empresarial. Las familias se nutren de sus integrantes para ejecutar el proceso productivo, no se contratan trabajadores en este primer (y fundamental) paso del ciclo económico. Si bien las formas de trabajo alguero en Apiao son de carácter familiar, en otras islas/localidades de la zona (nos referimos en específico a Achao), hemos sabido de mecanismos incipientes de asalarización (pago de jornadas) para el proceso productivo. Lo mencionamos tan solo para constatar las variantes y matices que podemos encontrar en las prácticas algueras a lo largo del territorio estudiado. Teniendo claridad de este eje común que comparten las algas-mercancías en Apiao, pasamos a la caracterización más específica de las prácticas económicas desarrolladas para cada una de ellas. 3.5.1 La recolección de la luga Respecto a la luga, existen diversas formas de recolección. Estas varían en las técnicas y tecnologías usadas; y de ello, el

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volumen factible de sacar. Sin haber mayor establecimiento formal entre los roles por género para la recolección, la primera que mencionaremos es de uso generalizado; mujeres, hombres y niños la practican por igual. La segunda, tanto hombres y mujeres, niños no, ya que requiere un esfuerzo físico mayor. Mientras que la tercera y cuarta son ejecutadas, básicamente, por hombres. En primer lugar nos referimos a la recolección a mano, caminando por la arena cangrejoza (así se le denomina a la arena pantanosa que queda en las bajas de mareas) y sacando con la mano la luga. Es necesario esperar la baja de mar. Esta forma de recolección, la más simple dentro de las detectadas, es llamada por los apiaguanos como la extracción pateada de luga. Pateada en el sentido que es sacada a pata, chilenismo que refiere al andar a pie efectuando cualquier actividad. La segunda forma de recolección es la que se realiza con araña. Un gancho de fierro de seis u ocho puntas, de unos 50 cm. aproximadamente, al cual se le amarra una cuerda a su extremo (10 mts. según lo mencionado). Desde la orilla de la playa se tira hacia el interior, en una zona que (obviamente) esté con luga. Se comienza a arrastrar lentamente hacia la orilla, donde está la persona que la haya lanzado. En los ganchos se agarra la luga a medida que se va arrastrando. La tercera forma de extracción se lleva a cabo con bichero. Artefacto, también de fierro, de unos tres metros de largo, con cinco o seis ganchos en un extremo. Podría hacerse la imagen de una araña pero bastante más larga. Esta se utiliza desde un bote o lancha, se sumerge en una zona de luga, se engancha el alga, para luego subirse nuevamente al bote. Tiene la ventaja de recolectar matas de luga mucho más grandes.

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ARAÑA

ARAÑA cuerda 10 mts.

50 cm.

BICHERO

BICHERO

3 mts.

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Existe, también, la recolección de luga mediante el buceo. La realización de la actividad puede ser en las inmediaciones de la isla, pero de acuerdo a lo manifestado en general por nuestros entrevistados, las actividades de buceo son preponderantes cuando se ejecutan “faenas” o viajes a otros sectores con mayor abundancia de algas (otras islas de la zona, como Chaulineq, Tac, Desertores, pero también -y principalmente- a la costa del continente)46. Para tener mayor claridad respecto a las prácticas asociadas al buceo, es necesario alejarnos un poco de la descripción propiamente tal, para hacer ciertas referencias a las motivaciones y procesos que han impulsado la existencia de estas “faenas”. Durante los últimos 2 ó 3 años, el desarrollo de la actividad alguera en la zona estudiada ha ido en paulatino crecimiento. Esto se ha expresado en la sobreexplotación de los recursos algueros en las primeras zonas donde se ejecutó su extracción, y con ello, en la necesidad de expandir a nuevos espacios geográficos (y sus poblaciones) la extracción, recolección y compra de las algas. Cómo se ha realizado -y realiza- la “colonización alguera” de nuevas zonas económicas para la actividad, es a lo que referiremos en este punto. Los vaivenes de los mercados internacionales han impactado en los ciclos locales del mercado de algas, expresándose en la baja de los precios de compra. Para hacer frente a la reducción de precios de las algas, las estrategias pudieron haber sido desde reducir los costos de producción, sustitución de esta actividad por otra más rentable o aumentar el volumen de la producción. Los mecanismos desplegados tanto por apiaguanos, como por algueros de otras islas de la zona, han sido exclusivamente el aumento del volumen de recolección y venta, a modo de mantener e incluso aumentar las ganancias obtenidas.

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Es apropiado dejar en claro que en la faena no necesariamente se usará el buceo, puede ser preponderante, pero se ha indicado que se recolecta con buceo, bichero, araña e incluso pateado. El objetivo es el mismo, la estrategia será en función de la disponibilidad de algas a lo largo del espacio donde se realiza la faena, utilizando la técnica más apropiada para ello.

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Este aumento en la recolección, de la mano de un crecimiento histórico de lo extraído (más allá de la reciente crisis), ha impactado, como se ha señalado, en una reducción de la disponibilidad de los recursos, principalmente la luga. Aunque también pudiese haber sido esperable un aumento de la siembra de pelillo, al menos en isla Apiao, esto no se ha dado. Algunas familias de la zona de La Vega lo han intentado, pero no ha sido algo general. Hay antecedentes que nos hacen pensar que la sobreexplotación está muy ligada a la actividad alguera. En el trabajo -recientemente citado- de Andrés Recasens (2005), podemos ver como esto ocurría con el recurso pelillo en la caleta Lenga. Para explicar la reducción de luga en Apiao, ciertos recolectores apiaguanos culpan a buzos afuerinos, de “quien sabe donde”47, que venían a las inmediaciones de la isla a sacar luga. Ellos eran sindicados como culpables de la escasez más que la propia sobreexplotación. El cuestionamiento era tanto por un tema de percepción de ser “invadidos” en sus espacios y “despojados” de recursos que se perciben como propios al estar en “su” territorio, como también, en concreto, hacia las técnicas extractivas utilizadas. Básicamente, que no esperaban las altas y bajas del mar para sacar algas, sino que al ser buzos se sumergían en cualquier momento a sacar, aumentando lo que ellos extraían, disminuyendo los recursos disponibles para el resto. Es probable que la crítica realizada tenga mucho de cierto. Los matices a considerar están, primero, en la existencia de una sobreexplotación local de los recursos. De la misma manera, una vez la escasez se ha presentado, son los propios apiaguanos los que se acercan a otros territorios, más vírgenes en cuanto recolección de algas, usando mecanismos similares a los empleados por los buzos afuerinos. Apiaguanos y algueros de otras islas se han expandido hacia “la cordillera”, sector denominado como Pumalín. Corresponde a la costa del Chile continental que se encuentra en frente de las islas del espacio estudiado. No existe una referencia clara desde

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Aunque se aventuran a culpar a buzos de Maullín y Calbuco.

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cuándo se empezaron a realizar estos viajes. En la actualidad es habitual la realización de uno o más viajes por parte de las familias que son propietarias de lanchas. Durando cada una de las faenas, en promedio, una semana y dos como máximo. El tiempo estará determinado -generalmente- por lo que se demore la cuadrilla en llenar la embarcación, y si las algas se secan en el lugar de recolección o se llevan a Apiao para esto. Mientras que el número de viajes en una temporada estará determinado por factores tan variados como necesidad de dinero, clima, contingente de personas disponibles, disponibilidad del recurso en el lugar, saturación de gente en los sectores de faena, entre otros criterios. En ciertas ocasiones se emprenden viajes por varias lanchas a modo de “empresa conjunta”, pero esto es solo “para no viajar solo” y probablemente para resguardarse. De todas maneras, el funcionamiento y beneficio de la faena será por cada lancha y no por el total de ellas. El número de integrantes de una cuadrilla -grupo de personas que va en una lancha- será de cuatro o cinco personas, aproximadamente. Llevarán agua y comida (también se marisquea en la zona de faena), durmiendo en la misma lancha o en instalaciones provisorias con nylon en la costa. Si hay algas en secado en la playa, dormir ahí resulta esencial para resguardarlas de posibles robos. El reparto del producto será dividido entre todos los integrantes de la lancha, más una fracción para el dueño de la embarcación y el compresor (aire para el buceo). Por ejemplo, si van cuatro personas en una lancha, lo recolectado se divide en seis, una fracción para cada persona, más una para el propietario de la lancha (siempre va en el viaje) y del compresor (suele ser el mismo). Es aquí -en faena- donde la propiedad de un medio de producción marca diferencia respecto a lo redituado del trabajo productivo. Cuando se recolecta en la misma isla, bajo cualquier otra de las técnicas descritas, no se presenta relevante este componente ya que se da “recolección libre”. La lancha marca diferencia en el buceo, y como se verá, en la comercialización. A continuación presentamos un dibujo de las distintas formas

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de extracción de luga, realizado, para esta investigación, por un niño de la escuela de Apiao:

Martín Millalonco

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3.5.2 Recolección de llapín El llapín crece principalmente en rocas de orilla, es por esto que su recolección se reduce al primer tipo descrito en el caso de la luga, es decir, la recolección “pateada”. Es el alga que menos remuneración recibe, en consecuencia quienes las extraen son por lo general familias o personas solas, con menos recursos y sin acceso a artefactos adecuados para una extracción más intensiva. 3.5.3 Siembra y cosecha de pelillo El pelillo, a diferencia de la luga, requiere siembra. Esto se realiza en costas con arena. En referencia concreta a isla Apiao, la zona donde se observa (y se puede) sembrar pelillo es en el sector de La Vega. La siembra de pelillo, por lo que hemos averiguado, se ha efectuado con dos técnicas. La primigenia -más simple- consiste en cavar con el pie o mano un agujero de unos 30 cm., dentro de este se pone un “puñado” de pelillo, y se tapa. Pasado el tiempo este crecerá y se extenderá por la playa habilitada para tales tareas. Otra forma de siembra se hace mediante un pisador, herramienta de fierro (de elaboración artesanal), de poco más de un metro de alto, confeccionada especialmente con el objetivo de plantar el pelillo. Su descripción se nos hace un tanto compleja, por lo cual optamos por anexar el siguiente dibujo: PISADOR

70 cm

Pisador

Pelillo

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Se pone el pelillo en la sección “v” invertida de la herramienta (como muestra el dibujo), se sostiene el pisador con las manos en el extremo superior y se entierra en la arena lo más profundo posible. La ventaja de esta herramienta es que hace más rápida la siembra y se puede realizar a mayor profundidad, reduciendo el riesgo de pérdida ante mal tiempo. La cosecha del pelillo, llevándola a términos algueros, es de carácter pateado, en Apiao. Cada marea de cosecha (baja) será de duración relativa, pero aproximadamente unas dos o tres horas. Existe también el pelillo que “sale de fuerte”. Esto es bajo condiciones de viento y marea agitadas que desprenden de manera natural el pelillo de la arena. En estos casos, el alga viene sucia -mezclada con otras algas, palos, etc.-. Aquí, dependiendo del nivel de suciedad (definido en base a los criterios de “pureza” del comprador), se limpia, para luego estirarse en la playa, secarse, enmallarse y venderse. 3.5.4 Procesamiento de las algas Ya sea luga, pelillo o llapín, las algas, para poder comercializarse, se estiran en la playa para su secado -el cual durará un día o más dependiendo del clima- para luego ser puesta en sacos, pesada y vendida. Algunos algueros han construido pequeñas casetas -de latón o madera- techadas, que son usadas para almacenar las algas, como también para secar en los días lluviosos. Esto les permitirá tener un mayor grado de independencia en el secado respecto al clima, este tipo de infraestructura es visible en las playas del sector de La Vega. 3.6 Dinámicas de intercambio de las algas Más allá del alga que se recolecte, y del mecanismo usado en el trabajo extractivo, una estrategia que se ha desplegado en el territorio, por parte de los compradores de las mismas islas (antes de la llegada de las algas a Achao) para asegurarse un volumen mayor y -relativamente- certero de compra, es el sistema de encargos.

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En Apiao serán apiaguanos los recolectores y compradores de algas. Esta especialización en el proceso económico estará dada por diferencias de capital para la compra de algas y por la propiedad de las lanchas, medio fundamental para el traslado de las algas. Los intermediarios locales, actores que ocupan un lugar privilegiado en la estructura económica local, cuya posición proviene de los márgenes de ganancia que se obtienen de la compra en la isla y la posterior venta en Achao, a través de vínculos de corte recíproco, pueden asegurarse de cierto volumen de compra para el verano siguiente. El resto del año, en la época en que la actividad alguera no existe, se subsiste básicamente con lo almacenado durante la época estival. Gran parte del año, sobre todo en invierno, la reproducción familiar es compleja ya que hay pocas alternativas de producción de ingresos en la misma isla (una es la extracción de mariscos, otra, para los que tienen lanchas, dedicarse al transporte). Quienes han empezado a agotar sus reservas, y no poseen mayores ahorros, se ven en la necesidad de introducirse al sistema de encargos. Se ponen en contacto con un intermediario apiaguano reconocido en el escenario local por su situación económica se le pide (o el intermediario ofrece) que traiga en su próximo viaje al pueblo ciertas cosas que se necesitan: madera, mate, harina, bencina, alcohol, etc. El encargo, una vez en la isla, se entrega sin pago inmediato, la restitución está diferida en el tiempo, de ahí el carácter recíproco del vínculo. El compromiso verbal es que la persona a quien se le traen los bienes está en el “deber” -nunca absoluto48- de pagar los costos del encargo (sin intereses) y también -aquí el aspecto más relevante para nosotros- de vender el alga recolectada a quien le ha traído el encargo (a precio de mercado, sin concesiones en 48

Se sabe de casos en que esto no se respeta, pero se corre el riesgo de que al próximo año, al necesitar un encargo, no lo pueda suplir con este intermediario, el cual, obviamente, hace saber explícitamente su malestar. Otro comprador que realiza encargos tendrá que evaluar -tanto- la cercanía social, como también, el riesgo de hacer trato con alguien de quien ya se sabe que no ha cumplido anteriormente.

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este ámbito). El encargo se realizará con quien se tenga mayor confianza, cercanía y empatía. Una vez que el intermediario local ha comprado las algas, las lleva en su embarcación a los lugares de compra, principalmente Achao. Esto no descarta que algunos prefieran llevar sus algas a Dalcahue (más lejos no vale la pena), pero no es lo habitual, la norma es su venta en Achao a los dos o tres compradores grandes que ahí existen, los cuales poseen camiones para trasladar y vender a los exportadores. Llegan las lanchas al muelle, siendo en el mismo lugar donde se producen las transacciones. Bajan los camiones de los compradores por la rampa siendo cargados ahí mismo; los compradores tienen personal asalariado para descarga, pesaje y carga (pero siempre el mismo comprador o alguien de su confianza fiscalizando el proceso). El movimiento para esta fecha es intenso. Ida y venida de lanchas, camiones, personas, dinero, algas, mercancías varias, etc., dan cuenta de la “vorágine mercantil” en toda su expresión.

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Capítulo 4: Relatos biográficos de la luga en isla Apiao

La luga La luga es un alga que crece a lo largo de Chile, especialmente en las orillas de la costa y a mar medio, se aloja en roqueríos submarinos y en comunidades de algas donde se concentran. Se extienden según la superficie del roquerío que ocupan. Existe la luga hembra que es de color rojizo y textura porosa, la luga macho es de color marrón y textura lisa. Ambas son alimentos de peces y moluscos. En playas arenosas la luga tiende a cortarse y ocupar la bahía. Al tener contacto con el agua dulce se pudre y puede usarse como abono. La luwa En el “Canto Shumpal” al ngen Lafkenche Mankian, se nombran distintos recursos de uso tradicional, dentro de estos se menciona la “luwa”, denominativo que bien podría ser el origen del nombre “luga” (Montecino, 2004 - 2005)49. Ahora bien, debo aclarar que en tres terrenos realizados, y a pesar del alto contingente de huilliches en la isla, nunca me tocó escuchar que se usara el vocablo “luwa” para denominar a tal alga.

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Montecino aborda la temática de las algas desde sus usos en la alimentación, principalmente el luche y el cochayuyo. Específicamente sobre la luga no hemos encontrado ni en la bibliografía ni en el trabajo etnográfico antecedentes de que fuera ocupada con fines alimenticios.

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La luga y el pelillo Al realizar una biografía de la mercancía luga no podemos dejar de mencionar al pelillo, alga que comparte una serie de características con la luga. Ambas son de interés en los mismos mercados, especialmente el japonés, y protagonistas en el fenómeno histórico conocido como “boom de las algas”. También ambas son materia prima de una serie de mercancías secundarias, el pelillo del agar-agar, con el cual se usa como espesante natural y conductor en estudios micros bacteriológicos y la luga de la carragenina, la cual se usa como espesante en diversos productos, especialmente en la cosmética y en alimentos. La extracción y la recolección: En Apiao, al igual que en cientos de comunidades de tradición agropecuaria y posterior inserción del mercado alguero, podemos ver un traslado masivo de los pobladores hacia la playa. Existe un cambio en la orientación de las actividades económicas, antes hacia el interior, hacia el campo, y después de la luga, hacia el exterior, hacia el mar. Al no ser las algas especies de importancia económica, podemos ver en los primeros años de extracción una patente abundancia, sin embargo, esto ha ido cambiando por una latente escasez de algas. Cuando la luga tenía un uso marginal y comienza su mercantilización, el recurso era casi inagotable, todos sacaban luga y parecía nunca faltar. No había -y para ser sincero no hay- una política por cuidar la reproducción del recurso, específicamente por mantener su raíz en la roca, lo que sumado al ingreso de buzos afuerinos fue haciendo el recurso cada vez más escaso y la competencia entre lugueros más fuerte: Acá los que me molestan a mí son los buzos de Calbuco, esos vienen a sacar toda la luga, es desagradable, si una está trabajando en la orilla, a los mismos pies llega el buzo… y da miedo.

Lugueros apiaguanos ya hablan de “su luga” y critican la extracción de afuerinos, venidos por lo general de Ancud y

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Calbuco, pueblos lugueros por excelencia donde la luga es aun más escasa. Esto bien podría ser el origen de una organización de lugueros en Apiao, no obstante, esto no ocurre. Breve historia de un luguero J. C., reconocido entre sus pares como uno de los primeros lugueros, cuenta que cuando comenzó la extracción de luga él tenía alrededor de 15 años, vivía con su madre y hermanos reconoce que eran pobres, razón por la cual desde pequeño él y sus hermanos trabajaban en las cosechas de otros apiaguanos a cambio de comida o parte de la producción. Pero cuando llegó la luga y el trabajo de esta se pagaba en dinero, no dudo en concentrarse en tal actividad, esforzarse y tratar de superar la pobreza. Nos relata que los adultos, en esa época, consideraban que meterse al mar a extraer algas era “cosa de pobres”, que no había por qué rebajarse a hacer eso, “meterse al mar a sacar un alga viscosa e inservible”. Recuerda que muchas veces fue objeto de calificativos despectivos, sin embargo, hizo oídos sordos y se dedicó completamente a la luga. Con el tiempo J.C. fue ahorrando el dinero ganado, compró la primera lancha de Apiao, la “Apiaguana”, y con esta llevaba desde Apiao a Achao la luga que sacaba, y además compraba la de los otros. Hoy J.C. es una de las personas con mayor poder económico de la isla. La luga y la modernidad Con el pasar del tiempo, la extracción y recolección de luga en los meses estivales se hizo generalizada, empezaron a llegar intermediarios desde Achao, el número de lanchas se engrosaba cada año, después de J.C. vinieron muchos. Prácticamente todos trabajan la luga: profesores, niños, viejos, jóvenes, hombres, mujeres, etc. Todos los veranos las playas se llenan de montones de algas al sol y la afluencia de lanchas es la más alta del año. Los apiaguanos reconocen en la inserción del comercio con algas un factor modernizante, pues para ellos trabajar la luga ha significado en gran medida acercarse a la urbanidad. El aumento

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de lanchas y flujo de los viajes y, más importante, el incremento en el manejo de dinero, fueron marcando la pauta de esos años y las transformaciones en lo económico, social y cultural. Esto sin duda concuerda con la relación que George Simmel establece entre dinero y modernidad (Cfr. Simmel, 1998). Los apiaguanos reconocen en su inserción a la economía de la luga un positivo acercamiento a la modernidad, empero, también critican esta modernidad principalmente por a) los vicios que trae la acumulación de dinero, especialmente las mujeres critican un incremento en el consumo de alcohol, y b) las injusticias de un contexto económicamente moderno, específicamente reclaman ser la pieza menos beneficiada en la cadena productiva de la luga. Ciclo económico de la luga: de japoneses y apiaguanos Los apiaguanos reconocen en los japoneses la etapa final del ciclo económico que involucra a la luga, que reconocimiento viene estrechamente acompañado de atribuciones e imaginarios. Como creamos y difundimos discursos sobre el “otro”, es una de las características que nos evidencia culturalmente, las atribuciones que otorgamos a nuestros pares, finalmente, están representándonos más a nosotros mismos que a quienes estamos caracterizando. El mercado japonés es uno de los grandes compradores de luga y pelillo, ahora bien, existen otros comparadores como Brasil, Canadá, Estados Unidos, Francia, etc., y el mercado chileno, que también compra barato -en Apiao por ejemplo- y vende caro o produce para vender también productos acabados. No obstante, en Apiao esta gama de compradores son obviados. En la gran mayoría de los relatos, el apiaguano se centra en los japoneses, ocurre una suerte de sinécdoque, donde un todo es significado únicamente en el mercado japonés. La imagen del japonés se articula como una exo-denominación de “lo lejano”, de “lo radicalmente distinto”, pero a su vez, de “lo relacionado” en términos del ciclo económico de la luga. Es recurrente escuchar entre los apiaguanos -y chilotes en

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general- historias sobre los japoneses en Chiloé, los describen como “máquinas que comen de todo, trabajan mucho, bien y rápido, no desaprovechan nada, no pierden tiempo, ni siquiera en el sexo”. Estas atribuciones que quizás sean reconocibles para concepciones más generales sobre como el latinoamericano ve la cultura japonesa, chilotes las sustentan con experiencias cotidianas, pues muchos han convivido laboralmente, aunque sea una vez, con japoneses. Una vez estaba en la línea donde se revisaban los alevines de salmón, y de repente llegó un japonés, que venía a comprar para llevarse para su país, fue para la línea y se mandó dos huevos crudos, todos lo quedamos mirando. Yo me embarqué con los japoneses, esos gallos no paran, trabajan calladitos y súper bien, se las arreglan con lo que sea y aprovechan todo al máximo, a mí me llaman la atención. Fíjese que una vez desembarcamos y todos fuimos a parar a casas de mujeres, buscando una atención, pero los japoneses iban rapidito, no perdían tiempo, “altiro” a la cama, na’ de baile ni trago, hasta en eso no desaprovechaban el tiempo.

Estas citas son de dos apiaguanos-algueros que les tocó trabajar con japoneses; uno en una salmonera fuera de Apiao y otro como marino mercante. Ahora bien, específicamente en Apiao, la mayoría de las atribuciones hacia los japoneses son especialmente vaciadas en la explotación y comercialización de la luga. Decíamos que las representaciones que tenemos del otro en gran medida simbolizan a uno mismo más que al caracterizado. En este sentido, la conceptualización apiaguana del japonés como icono del enriquecimiento con la luga tiene directa relación con 1) su endo-denominación inherente a una conciencia colectiva que se auto-reconoce como el grupo menos beneficiado en el ciclo económico de esta mercancía, pero también 2) un ocultamiento relativo al enriquecimiento de intermediarios directos

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e indirectos. Todas la críticas se dirigen al “mercado japonés” olvidando las responsabilidades de otros actores y mercados. Luga: el alga moderna, el plástico marino La diversidad de productos asociados a la luga no es del todo sorprendente, esto pasa porque su propia materialidad es “plástica”; cuando está mojada es viscosa como un gel, si se pudre incluso llega a ser como una pasta, húmeda en su estado ideal para la comercialización es como un globo, si se extiende aumenta su transparencia y demasiado seca es como plástico quemado. La luga es moderna, es como el plástico, si está mojada es como globo y si está seca como plástico duro. Yo creo que por esto le gusta a los japoneses, ¿no ve que esos hacen todo de plástico?.

La entrevistada hace una excelente descripción de la materialidad de la luga, que se asemeja mucho al plástico. Estas similitudes no son solo visuales, sino también táctiles. Que esta “mercancía natural” de la modernidad en Apiao se asemeje tanto a una mercancía ícono de la modernidad a nivel mundial, no deja de llamar la atención. El plástico, dirá Barthes, es la sustancia de la transformación moderna: El plástico resulta un espectáculo a descifrar: el espectáculo de sus resultados. Ante cada forma terminal (vajilla, cepillo, carrocería de auto, juguetes, tela, tubo, palangana o papel) el espíritu no deja de imaginar la materia primitiva como un jeroglífico (Barthes, 1991: 176).

La luga es efectivamente muy parecida al plástico en su materialidad, también en los términos que reflexiona Barthes, como sustancia de infinitos resultados. Ahora bien, para lograr esta transformación es necesario hacer de la luga, por medio de procesos físico-químicos, carragenina; sustancia hidrocoloide utilizada para la gelificación en distintos estados, lo cual se

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usa como espesante y texturizante en una inmensa cantidad de productos. Un alga que se trasforma en geles para el pelo, cremas antiarrugas, helados, hamburguesas, longanizas, dulces y pasta de dientes, entre otras cientos de mercancías, sin duda tiene algo de sustancia jeroglífica. Luga y Cáncer Específicamente sobre la carragenina, sustancia que se produce a base de luga, se ha dicho -o al menos los apiaguanos dicen que se dice- que produce cáncer, esto lo han calificado como preocupante, pues este aditivo está presente en una gran variedad de alimentos, hoy en una modernidad desbordada, donde el cáncer sigue siendo una de sus enfermedades emblemáticas, de orígenes diversos y desconocidos, no les extraña que la luga y sus derivados también entren la macabra lista de cancerígenos. Luga y Chiloé: Sobre “La fiesta” y “Lugga’s” La luga se extrae en parte importante de Chile, no obstante, en Chiloé ha dejado una especial marca. Esto ha derivado en una efervescencia cultural ligada a la luga; en relación a este fenómeno, quisiéramos destacar dos situaciones observadas en el trabajo de terreno. 1) La fiesta de la Luga: Se pudo observar que desde el año 2005, en la localidad de Acuy, se celebra una “fiesta de la Luga”, donde se compite por la luga más grande, traída desde fuera y además la extraída en el momento, ahora bien, esto sería lo único ligado a la luga. Los otros eventos de la fiesta son similares a cualquier otra fiesta costumbrista chilota, con fines de congregación y turismo. No obstante, llama la atención como el sindicato de algueras de Acuy,50 decidió bautizar la fiesta con nuestra biografiada, lo

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Aunque no es notoria en Apiao, la predominancia de mujeres en la actividad alguera es observable en muchos territorios, sobre este tema recomendamos leer “Pueblos de Mar” de Andrés Recasens. (2003).

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cual según explica, se da porque este mercado fue trascendental en su surgimiento económico, permitiéndole ganar dinero a personas marginadas de otros mercados laborales, como la industria del salmón. 2) Lugga’s, el alga como restaurante: En Av. Pedro Aguirre Cerda 131, Queilen, a unas cuadras del terminal de buses, se encuentra Lugga’s, un “Café, Restaurant y Shopería” que nos ofrece sándwiches, papas fritas, la clásica pichanga sureña, parrilladas, pescados y mariscos. Un local característico en Chiloé, de estos hay muchos en la isla, no obstante, llama la atención -a quien está trabajando en la historia de la luga- su nombre: Lugga’s. ¿Tiene que ver con la luga? Sí, efectivamente, los dueños del restaurante fueron lugueros en los ‘80 y aseguran haber participado del “boom” de esta alga. En el verano de 1985, tras haber acumulado una buena cantidad de dinero, esta familia decidió abrir un restaurante. En ese tiempo, cuando teníamos la plata, la decisión era estudiar o abrir un restaurante… y aquí me tiene pues [risas]. No sabíamos cómo ponerle, mi papá decía que le pusiéramos “Luga”, porque gracias a la luga pudimos abrir este local, pero a mí no me gustaba, lo encontraba muy fome, muy pelado… hasta que un día que andaba paseando en Castro, vi una peluquería que se llamaba “Macho’s” y lo encontré tan choro, que ahí dijimos “Lugga’s le vamos a poner” y con dos “g” para que quedara más choro [risas].

En este punto se quisiera hacer una interpretación libre, la cual tiene relación con la personalidad de muchos lugueros. Cuando la señora M.C. decide transformar la palabra luga (que ya viene, según creemos, del vocablo indígena luwa) y hacerla “más chora”, usando apostrofes y acercándola al inglés, está representando un tipo de personalidad que admira y gusta de

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lo moderno, de lo distinto a lo tradicional51. Según se considera, esto tiene mucho que ver con el eslabón económico de quienes entraron en el mercado de la luga, antes del apoyo de la luga, por lo general pobres, a quienes “lo tradicional” en términos económicos y sociales no los favorecía, por lo mismo vemos entre ellos menor presencia de relatos nostálgicos en torno al Chiloé de antaño.

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Otro ejemplo de “anglosajonización” lo podemos ver en el personaje de Quino “Manolito”, en el letrero del negocio de su familia: “En el almacén don Manolo ya no se venden lentejas, ahora se venden lenteja’s”.

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La luga y la música La importancia de la luga y del mercado de algas en Chiloé también ha derivado en la creación de una canción. Ramón Yáñez, conocido folclorista, es autor del vals chilote “A los pelillos”, canción donde nombra una a una las distintas algas de interés económico y cuenta sobre su extracción. “Mañuco nos guía hasta punta de arenas (Ancud), abunda la luga, la cosa pa güena”. Según nos revela Yáñez, esta canción tuvo mucho éxito, pues la creó justamente en el periodo más álgido de la fiebre de las algas en Chiloé. Llama la atención como en términos identitarios se hace recurrente la aparición de composiciones musicales, un claro ejemplo son los himnos, ya sean nacionales o institucionales. En este caso podemos ver los alcances culturales del mercado de algas en una canción, una tonada, que nos recuerda que las actividades económicas en el seno de una sociedad presentan expresiones más allá de lo meramente económico, penetrando lo social, cultural e incluso artístico. La luga y la novena En una visita en terreno se asistió a una novena, procesión religiosa que se realiza a San Antonio para pedir por algo o agradecer por manda cumplida. En esta ocasión pude disfrutar de los más exquisitos manjares chilotes: cerdo ahumado, gigantes panes amasados, tortillas, mazamorra de mote y chicha de manzana. Invitado a sentarme en la mesa principal pude entablar un larga conversación con el fiscal52 y los músicos. Me preguntaron qué andaba haciendo por Apiao, enseguida les conté que estaba realizando la historia de la luga, lo que sin exagerar produjo el interés de todos los presentes. Rápidamente se cambió el tema, ya no era la cultura chilota tradicional, ni los dones de San Antonio de lo que todos hablaban, sino que de la luga. Se pasó de un estado de la conversación asociado a lo tradicional y sacro a uno vinculado a lo cotidiano, a lo práctico. Todos aportaron con 52

Institución chilota: Autoridad religiosa local, represéntante lugareño de la Iglesia Católica.

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ideas, recuerdos y opiniones, algunos no entendían muy bien por qué un antropólogo no estaba examinando temas como la religiosidad o los mitos y leyendas chilotes, otros sinceramente se sintieron tremendamente estimulados con la temática. Muchos me invitaron a sus casas para contarme sobre los inicios de la luga, se produjo una discusión en la mesa sobre el primer barco luguero, se habló y se usó el concepto de “fiebre económica” y los músicos recordaron la canción “A los pelillos” de Ramón Yáñez. Finalmente se quisiera hacer hincapié en este ánimo relativo a las cosas, muy característico del rol que cumple la luga en Apiao, considerada no-tradicional, no parte de la cultura de Apiao, empero, fundamental en su vida económica. Pareciera que la luga es buena para trabajar y ganar dinero, pero no para ser protagonista en la escena cultural y social. Analizamos esto como fruto de una visión impuesta desde arriba sobre lo que es y lo que no es cultural, que ha tendido a definir Chiloé según parámetros estancados y limitantes. Seguir pensando la cultura chilota únicamente en los términos de su religiosidad, los mitos y leyendas, y obviar, por el otro lado, el Chiloé de la industria del salmón, de las algas o de la privatización de parques, es una decisión no solo teórica sino también política.

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5. Reflexiones finales53

La presente investigación ha descrito los fenómenos socioeconómicos y culturales conexos a la actividad económica alguera en isla Apiao y otros territorios asociados. Hemos pretendido dar cuenta de las formas económicas, sociales, políticas y culturales locales que se configuran a partir de la acción de los macroprocesos del sistema mundial, en este caso, el interés de los mercados internacionales por ciertos recursos naturales existentes en los territorios estudiados. Situándonos desde la antropología económica, se ha tratado de dar al lector un panorama sobre las características materiales y simbólicas de la zona estudiada, poniendo énfasis tanto en las relaciones sociales de producción como en los aspectos significativos y discursivos que les acompañan. Lo experimentado en Apiao y el conjunto de islas de la zona en torno al mercado de algas ha impulsado transformaciones destacables en diferentes ámbitos: estrategias de subsistencia, prácticas sociales diversas, imaginarios, discursos, ritmos de vida, tecnologías de la comunicación e información, patrones de consumo, transportes, entre otros. Diversos actores han catalogado lo ocurrido como un “boom económico” o “fiebre económica”, respecto a la recolección y comercialización de algas. Ambos conceptos son usados por apiaguanos, otros actores territoriales, prensa local y nacional e incluso en el análisis de profesionales calificados en el tema. Son mencionados para referirse al mercado de algas y sus efectos, como también para una serie de mercancías de interés internacional de destacada

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Una primera versión de este capítulo y el anterior (4 - 5) han sido presentados en el trabajo de tesis de Cristian Morales, posteriormente revisados, desarrollados y profundizados en conjunto con Matías Calderón para este libro.

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importancia en las últimas décadas (paltas, salmón, merluza austral, uva de mesa, entre otras). Hemos decidido problematizar el sentido común que existe sobre estos conceptos y los fenómenos a los cuales estarían refiriendo, a modo de entender los fundamentos subyacentes detrás de su creación. Appadurai ha señalado que una de las características en los intercambios de mercancías en circuitos amplios, es la aparición de mitos entre productores, comerciantes y consumidores. Estos mitos, como describe el autor, suelen inspirarse en el traslado de las mercancías, especialmente en torno al inicio o destino de estas. Las historias e ideologías culturalmente construidas acerca del flujo mercantil constituyen un lugar común en todas las sociedades. Sin embargo, tales historias adquieren cualidades particularmente intensas, novedosas y sorprendentes, cuando son muy grandes las distancias espaciales cognitivas o institucionales entre la producción, la distribución y el consumo (Appadurai 1991, p: 67-68).

El autor hace notar que muchos de estos mitos suelen caer en exageraciones, aunque no todo es fantasía: La mitología de circulación generada en los mercados de mercancías, es una mitología del rumor mezclada con información más confiable referida a las reservas mercantiles, las regulaciones gubernamentales, los cambios de estación, las variables del consumidor, el desarrollo intramercado (incluyendo la intención o los motivos divulgados por otros especuladores), etc. (Appadurai 1991, p: 71).

Según la observación de esta investigación, la hipótesis de Appadurai está comprobada. En Apiao, sin duda, podemos escuchar mitos sobre el circuito de mercancías, como son los diversos relatos asociados a los primeros compradores que llegaron a la isla, al destino de la luga en Japón o sobre los cientos de productos que se hacen con carragenina.

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Ahora bien, los mitos asociados a las mercancías no se agotan en relación a su circuito, y en esto extendemos la concepción de mito a la de Ronald Barthes (Cfr. 1991). Lo mitológico y su representación social en la semiosis cotidiana se presenta como forma del habla llena de intención y motivo: “el mito no es ni una mentira, ni confesión: es una inflexión”, toda vez que tiende a trocar la realidad, en pos de un discurso que le precede. Barthes explica que la tarea del mitólogo o el analista social frente al mito debe ser la de desmitificar y así comprender la “coartada” asociada a éstos. En este sentido y volviendo a la investigación, consideramos que además de los mitos del circuito de mercancías, encontramos relatos locales que se formulan mirando hacia un afuera, fusionan imaginarios generales con resignificaciones locales y que finalmente, en gran medida, legitiman al sistema económico general y la expresión local del mismo, sus actores dominantes y la posición subordinada ocupada por muchos. Esto no implica que no se fraguan discursos orientados como estrategias de resistencia simbólica a las variadas situaciones desiguales propias del capitalismo, pero hemos visto como se hace patente, bajo este contexto de “fiebre económica”, la preponderancia de una construcción de imaginarios orientados a la legitimación del sistema mundial y sus expresiones concretas en los espacios donde interactúan los actores locales. Creemos que en esto juega un rol central el hecho de que versus las características económicas y culturales propias de Apiao previa llegada de las algas como mercancías, se percibe la condición actual como más moderna, sobre todo a partir de la existencia de actores de la misma comunidad que gracias a su inserción competente en el mercado de algas (controlando ciertos medios de producción y circulación de las mercancías) han logrado ascender en la estructura social local a través de la ejecución de las actividades económicas propias del “boom”. Todo recolector tiene en mente a algún conocido que por haber trabajado tempranamente en las algas logró juntar dinero, comprar una lancha y pasar de ser recolector/vendedor a recolector/ comprador/vendedor. La pregunta es si en términos estructurales

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¿es factible que todos se transformen en intermediarios? Así en el “sueño apiaguano”, cualquiera puede mejorar considerablemente sus condiciones económicas, mediante el trabajo duro y la motivación personal. Por su parte, la conceptualización de los japoneses como la última etapa del ciclo, la imagen del “japonés-capitalistaantagonista”, aunque real, también oculta o por lo menos desvía la mirada de los eslabones intermedios de acumulación, capitales territoriales y nacionales exportadores, que se articulan con las economías domésticas desde una posición de poder. Respecto a esos pequeños capitales locales de orientación mercantil, pero también recolectora, pareciera ser que muchos de ellos ocupan posiciones contradictorias en las estructuras de clases dependiendo del nivel de observación de la división social del trabajo. En la propia isla son acomodados, tienen retribución económica y de estatus por insertarse de ciertas formas al ciclo de algas. A nivel nacional ocupan un rol subordinado, el cual se manifiesta en las nulas posibilidades de regatear precios o agregarle valor al alga con algún tipo de transformación más elaborada, dejando estas y otras tareas a los actores de mayor poder económico. Los imaginarios construidos y los diversos mitos que los integran, vienen a dar forma a un universo representacional que se orienta a dar sentido a múltiples situaciones contradictorias y de conflicto. En otra investigación en la que hemos participado, de mayor alcance sectorial y geográfico (Cuevas, et.al. 2010), también aparecieron las nociones de booms y fiebres para referirse a la historia del mercado de la merluza austral en Puerto Gala (XI Región), de la uva en Monte Patria (IV Región), del pelillo en Paildad (también en Chiloé, pero en la comuna de Queilen) y de la palta en La Cruz (V Región)54. También encontramos la idea-concepto-metáfora de las fiebres en varios lugares de la historia moderna del capitalismo, 54

En esta localidad llama la atención que los cruzeños denominen a este fenómeno “la fiebre del oro verde”.

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como es el caso de la fiebre del oro en California o la fiebre del caucho en el Amazonas. En relación a los booms, se pueden entender como una serie de fiebres económicas en un país, como el “boom italiano”55 y el “boom económico chileno” pero también puede ocuparse para referirse a una fiebre económica específica de alto alcance, como el boom económico de las algas o el boom económico del loco. En Chile, estos conceptos, ideas, metáforas son ocupados para citar a un momento histórico, entre fines de la década del ’70 y principios del ’90. En contexto de neoliberalismo, observamos distintos booms y fiebres económicas de mercancías primarias de exportación en diversos espacios a lo largo de Chile y por supuesto, sus contradictorias consecuencias. El boom es metáfora del estallido y aparición de un nuevo escenario económico, por lo general repentino y presentado ideológicamente como revolucionario y positivo. La fiebre, al parecer tiene relación con una reacción alterada de los sujetos producto de una serie de transformaciones, ya sea demográficas, económicas, sociales o culturales. ¿A qué aluden estas metáforas?, en pocas palabras creemos que todo se reduce (y complejiza) a: exageración-folclorismonaturalización -reclutamiento. Debe tomarse en cuenta que estas metáforas, creadas por economistas de la época, difundidas por la prensa y ocupadas por la gente, son también expresión de lo que Michael Taussig (1980) calificó como “folclorismo del capitalismo”. Específicamente el autor ejemplifica con otras frases tales como “el clima económico” o “flujos de dinero” muy usadas por los economistas del siglo XIX y la prensa que pregonaba sus ideas. Taussig explica que detrás de estas metáforas está la intención de naturalizar el orden económico, hablar de clima o de flujos, o en nuestro caso, de fiebres y booms, serían, según el análisis de este autor, conceptos estratégicamente seleccionados para crear una ilusión de naturalidad asociada al acontecer ideológico, político y económico. 55

Hace referencia a las décadas del ’50 y ’60, época de auge económico de la península itálica.

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Esto además se condice con la noción de mito de Barthes, que según explica, es también una de sus funciones naturalizar un discurso -intencionado- por medio de la significación. Llama la atención en este sentido, aunque no lo vimos específicamente en Apiao, la creación de discursos míticos que incluso traspasan lo natural, inmiscuyéndose en terreno sacro, dado que se habla de “milagros económicos”, como el milagro económico alemán, español, chileno, mexicano, etc. Son metáforas comunes en la prensa actual, creemos que acá no existe una gran diferencia entre naturalizar o sobrenaturalizar un discurso económico. La enunciación de “milagros económicos” sin duda cabe en la noción de “folclorismo del capitalismo” de Taussig. Natural y sobrenatural tienen en este caso un mismo fin, que es revestir con un carácter trascendental una determinada forma de ver los fenómenos económicos, para estos objetivos referirse a fenómenos de la naturaleza (como climas y fiebres), fenómenos físicos (como explosiones) o fenómenos sobrenaturales (como milagros) cumple la misma función, la inflexión. Retomando a Barthes, y volviendo a los booms y fiebres, cabe preguntarse ¿cuál sería la “coartada” detrás de esta naturalización, presente en estas metáforas? Según sostenemos, están orientadas a reclutar mano de obra y desarrollar entre los sujetos una pauta social del trabajo. Bajo la retórica de la explosión, de lo nuevo, de lo revolucionario, de lo febril, de “la alquimia capitalista”, se dota de trabajadores hacia las iniciativas de exportación (de privados o del Estado). Se implementa una política de trabajo abierta, por lo general no se definen condiciones mínimas, pero se promete mucho trabajo y dinero, se trabaja ideológicamente con las ideas de “inmediatez” y “oportunidad”. Es tal el despliegue asociado a estas fiebres y booms que en el caso de Apiao podemos ver una profunda transformación de la cultura y valoración de los bienes, todo esto en pos de satisfacer el emergente mercado de la luga y la promesa de consumo moderno. La retórica del boom y la fiebre sirve para adoctrinar simbólicamente a la fuerza de trabajo y a su vez, para posteriormente explicar el decaimiento del momento-oportunidad que se exalta, toda vez que al incrementar la mitología asociada al surgimiento de

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la mercancía -con los conceptos de fiebre y boom- se fundamenta o por lo menos se da paso a la explicación de su decaimiento y crisis, un pasado glorioso se asocia discursivamente a un presente precario y a un futuro incierto que viven aquellos que no fueron capaces -se dice- de aprovechar el momento del boom. El sistema capitalista opera en pequeñas localidades formando y transformado el territorio, las relaciones sociales y la cultura. Esto en pos de la generación de beneficios para capitalistas y la reproducción del sistema económico dominante, lo cual puede, eventualmente y en ningún caso por definición, ser a la vez un beneficio para la localidad en su integridad. El estudio históricocultural de mercancías de exportación en territorios concretos, permite develar el misticismo asociado al “fetichismo de las mercancías”, esto siempre y cuando se eluda el “exorcismo”56 hecho a los productores a través de un examen, descripción y análisis de su rol en el proceso productivo. En la acción de develar el fetichismo de las mercancías en estas localidades, podemos ver la creación de toda una mitología asociada a estas mercancías, dentro de las cuales las metáforas de “booms” y “fiebres económicas” las consideramos como netamente fetichistas y orientadas a naturalizar el discurso económico que hegemoniza. Tienden a seducir, convencer y asentar la mano de obra para la participación/innovación en mercados de exportación. La enunciación por parte del poder económico, político y comunicacional de estados “explosivos y febriles” de ciertas mercancías, la trasmisión, repetición y resignificación de este discurso-mito a nivel local y el vuelco de la población hacia las actividades productivas de estas mercancías, generan mercados monoproductivos, dependencia de los productores y un mayor control de los grandes capitales compradores. Las historias de “fiebres económicas” están destinadas a sucumbir, porque están hechas para eso, bajo una pretendida inmediatez. Finalmente, se establece la mano de obra, sin embargo, 56

Término ocupado por Michael Taussing, hace referencia al “embrujo” hecho por el fetichismo de la mercancía, toda vez que extrae las relaciones sociales de las mercancías.

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no se definen condiciones laborales mínimas, ni acuerdos sobre los precios. Una vez resuelta la etapa de producción, fiebres y booms comienzan una inevitable expiración, pues su principal objetivo ya está cumplido. En definitiva, su propia formulación es una ilusión, ahora bien, esto en ningún caso significa que no actúen “realmente” en el sistema económico, en las localidades y en la vida de las personas. El sueño optimista de la modernidad capitalista ha sido el abandono del pensamiento mítico-religioso en base al uso de la racionalidad; ¿existe la modernidad o esa modernidad? Si los velos ideológicos estaban antes en figuras supraterrenales, hoy los objetos mismos de la práctica cotidiana son figuras de adoración permanente. El rito de la devoción, antes restringido a ciertos contextos y momentos ritualizados, en la sociedad capitalista moderna, es permanente en las diversas dinámicas económicas en torno a la producción, circulación y consumo de mercancías. Vivimos en una época mística, tal vez la más mística de todas, la única que realmente adora los objetos y promulga que son éstos los que le dan valor y poder a las personas y las comunidades. El pensar la luga como una alga, como ingrediente de cosméticos o pasta de dientes, hacer vista gorda a su transformación desde vegetal marino a mercancía plástica y obviar las relaciones sociales que sostienen estas categorías, pensar que el recurso tiene un “valor intrínseco” que explica su valor económico -sea explosivo y febril o no- y en general cualquier atribución que esconda las relaciones sociales inscritas en la historia y vidas asociadas a las mercancías, es lo que Karl Marx llamó fetichismo de la mercancía. En este texto hemos expuesto la historia social de esta alga mercancía -motivo de supuestos estados explosivos y febriles-, intentando dar cuenta de los cambios socioculturales que ha generado, desde el conjunto de relaciones sociales y culturales en las cuales se sostiene hoy, realizando la deconstrucción del fetiche y por ello la “reinserción social” de las mercancías. Quizás alguien se pregunte sobre la utilidad de tratar estos temas -aparentemente académicos- para la comunidad apiaguana y específicamente para los algueros. La verdad es que no

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queremos hacer un rescate moral de nuestra investigación, solo remarcar que en la primera etapa de este estudio comprobamos que la actividad alguera no era considerada en la agenda cultural, se ha cosificado como una actividad meramente económica. En este libro pretendemos develar el carácter social y cultural inscrito en esta actividad, ahora bien, hemos descubierto que para lograr esto se ha hecho perentorio, antes que todo, desmantelar el misticismo asociado a la cultura del capitalismo. Encontrarse con la práctica económica de la luga no es encontrarse con una actividad tradicionalmente ligada a la economía de apiaguanos. Es una práctica económica moderna inmersa dentro de un contexto de extracción de materias primas sustentadas en una economía capitalista, que además superan los límites de Apiao. Sin embargo, tampoco es encontrarse con una actividad “apéndice de la cultura”. El mercado de luga rebosa de cultura en diversos ámbitos, ahora debemos advertir al lector en no caer en el error de asociar el concepto “cultura” únicamente a un folclorismo ornamental o a exclusivamente un sistema de valores, es también conflictos de poder y concreción de aparatos de dominación. Los ámbitos de reflexión desde esta perspectiva son ricos y extensos, la naturalización del cómo vivimos es uno de los grandes obstáculos para pensar en una sociedad distinta. Desde la crítica a lo común, los caminos están abiertos.

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