Curso de lingüística moderna

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Curso de lingüística moderna CHARLES

F. HOCKETT

EUDEBA EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES

Título de la obra original: A course in modem linguistics The Macmíllan Company, New York, 1958

Traducida de la 4a. edición, 1962, y adaptada 'jl español por EMMA GREGORES y JORGE ALBERTO SüÁREZ

EN EL AÑ O DEL SESQ UICENTENARIO DE LA FUNDACION DE LA UNIVERSIDAD D E BUENOS AIRES

© 1971 EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AÍRES Rivadavia 1571/73 Sociedad de Economía Mixta Fundada por la Universidad de Buenos Aires H echo ei d e p ó sito d e Ley IMPRESO EN LA A R G E N T IN A - PRIN TED IN A R G E N T IN A

PREFACIO A LA VERSION ESPAÑOLA

En este volumen los doctores Jorge Suárez y Emma Gregores han tratado de producir no sólo una traducción sino una adaptación de mi texto A COURSE IN MODERN LINGUÍSTICS, que se publicó en inglés en 1958. Con esto quiero decir que, donde cabía, los ejemplos basados en el inglés y en las lenguas germánicas fueron sustituidos por ejemplos basados en el español y en las lenguas romances. Por eso, tengo la seguridad de que el lector, apreciando la enorme dificultad de esta empresa, coincidirá conmigo en elogiar a los doctores Gregores y Suárez por haber cumplido bien esta difícil y valiosa tarea. Deseo firme y sinceramente que el lector me atribuya a mí y no a los traductores cualquier deficiencia, omisión, inexactitud o error que pudiera encontrar en esta obra. Los traductores han permanecido admirablemente fieles al espíritu del original. Por lo demás, no se le escapará al lector el silencio casi total que se guarda con respecto a ciertas ideas y tendencias de reciente aparición en el campó de la lingüística. Tales ideas prometen dejar las más profundas huellas en la historia de nuestra ciencia. Es de especial importancia, entonces, que el lector sepa comprender que tal omisión es producto de la diferencia de casi una década transcurrida desde la termina­ ción —no la publicación—del original inglés hasta la aparición de esta ver­ sión española. CHARLES F. HOCKETT Ithaca, Nueva York, EE. UU. de N, A. Agosto de 1964.

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PREFACIO

Este libro ha sido escrito para los estudiantes universitarios que siguen un curso de introducción a la lingüística. El autor se sentirá muy complacido si otros encuentran su obra interesante o amena; pero ella no es una “vulgari­ zación” y el lector general debe, en justicia, ser advertido de ello. Se ha procurado simplicidad en la presentación, pero no una falsa simplificación de ía materia. El deber de quien escribe un libro de texto no consiste en explorar fronteras ni en dar rienda suelta a la imaginación sino en presentar, del modo más ordenado posible, aquellos hechos y principios de su disciplina que gocen de general aceptación. Ésa es la meta que me he propuesto y el espíritu de este libro es conservador. No obstante --y de ello habrá de disculpárseme- mi propio entusiasmo e intereses me han llevado ciertamen­ te, en algunos temas, a hablar con más convencimiento del que nuestros conocimientos actuales autorizan. He procurado, en todo lo posible, no innovar en la terminología. Pero no he podido evitar por completo las innovaciones, porque era esencial tratar todos los aspectos de la disciplina en una terminología consistente y 110 existía ninguna que fuera a la vez consistente y completa. Aunque no ha sido mi intención adherirme a una “escuela” lingüística en especial, la influencia de la lingüística norteamericana, y especialmente la de Leonard Kloomfield. resultará evidente a cada paso. La lingüística es un campo demasiado rico para que en un curso elemental puedan abarcarse adecuadamente todos sus aspectos. Empero, ía decisión de qué cosas incluir y cuáles omitir es conveniente que quede librada al profe­ sor. Por ello he procurado ofrecer un tratamiento elemental adecuado de todos los temas, salvo dos: la historia de la lingüística y el panorama detalla­ do de las lenguas del mundo. Esta omisión refleja mi opinión personal de que ninguno de los dos es materia deseable en un curso elemental; el colega que disienta conmigo puede consultar en otras obras varios estudios de primera línea sobre cada uno de ellos. Es mucho lo que debo a los colegas que me dieron su consejo sobre una u otra parte de este libro o que leyeron en su totalidad una versión anterior. Esa primera versión se usó durante dos años consecutivos en el curso introduc9

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torkrde la Universidad de Comell y las reacciones de los estudiantes han sido para mí invalorables. Entre mis colegas debo mencionar especialmente a Frederick B. Agard, Harold B. Alien, J Milton Cowan (quien dictó la cáte­ dra de Comell durante los cursos de prueba), Gordon H. Fairbanks, Murray Fowler, Robert A. Hall (h.), Eric P. Hamp, Sumner Ivés, Norman A. McQuown, William G. Moulton y W. Freeman Twaddell. Oscar Cargill y Norman E. Eliason me prestaron su valiosa ayuda en etapas posteriores de mi trabajo. Toda deficiencia que haya quedado en el libro se debe a mi propia obstinación y no ha de achacarse a los investigadores que acabo de mencionar. Deseo también tributar mi sincero agradecimiento a la Funda­ ción Rockefeller, con cuya subvención di comienzo a esta obra; al Centro de Altos Estudios en las Ciencias del Comportamiento, donde completé su redacción; y, sobre todo, a la Universidad de Cornell que, con una magia aparentemente única, ha sabido convertirse en un verdadero hogar para el lingüista. CHARLES F. HOCKETT Ithaca, Nueva York

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CAPÍTULO I

INTRODUCCIÓN

1.1. En este libro se estudia el lenguaje, el bien más valioso de la raza humana. El lenguaje interviene, de un modo práctico, en la totalidad del quehacer humano, ya que hacemos uso de él en todas o casi todas nuestras activida­ des. Este uso es, por lo común, tan automático y natural que no recibe más atención que la que se pone en respirar o en escuchar latir el corazón. Pero hay ocasiones en que despierta nuestro interés: cuando nos llama la atención que otros hablen de manera distinta a la nuestra, cuando observamos a un niño que está aprendiendo a hablar o cuando nos preguntamos cuál es la más correcta entre dos formas posibles de expresar algo. Pero además hay personas que, más allá de la simple capacidad de hacer uso del lenguaje, necesitan, por razones profesionales, saber algo acerca del lenguaje. He aquí algunas de esas personas. 1) El foniatra, puesto que su tarea es enseñar a superar dificultades o impedimentos en el uso del lenguaje. 2) El profesor de composición, por razones aproximadamente similares. 3) El profesor de lenguas extranjeras. 4) El escritor, porque debe conocer su medio de expresión y las posibili­ dades de éste tanto como un pintor su&.pigmentos, pinceles y colores; el crítico literario, por una razón similar. 5) El psicólogo, porque sabe que el lenguaje' es uno de los factores esenciales que diferencian el comportamiento humano del de los monos o las ratas. 6) El antropólogo cultural, por dos razones: porque el lenguaje es parte de lo que él llama “cultura” y porque en su trabajo etnográfico encuentra a menudo problemas prácticos de carácter lingüístico. 7) El misionero, que puede verse en la necesidad de aprender lenguas muy extrañas para las que no existen todavía manuales ni diccionarios—y

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de aprenderlas no sólo para el uso cotidiano, sino hasta dominarlas lo bas­ tante como para pronunciar sermones y traducir la Biblia. 8) El historiador, porque sus fuentes de información son documentos y éstos son el testimonio escrito de expresiones orales desaparecidas. 9) El filósofo, especialmente el que se ocupa de tópicos tales como lógica, semántica y la llamada “sintaxis lógica” . 10) El ingeniero de comunicaciones, porque es parte de su tarea trasmitir mensajes de un lugar a otro, en forma oral (teléfono, radio) o escrita (telé­ grafo, teletipo). Para todos ellos, y para otros que se podría añadir a la lista, conocer el funcionamiento del lenguaje es sólo un medio para un fin. Para un grupo de especialistas, en cambio, conocer algo acerca del lenguaje es un fin en sí mismo. Esos especialistas reciben el nombre de lingüistas y el conjunto organizado de datos sobre el lenguaje que es el producto de sus investiga­ ciones se llama lingüística. Las relaciones de la lingüística con las diversas disciplinas en las que es útil un cierto conocimiento sobre el lenguaje son muy semejantes a la que existe, por ejemplo, entre la química pura y la ingeniería química. Suponga­ mos que una planta industrial ha venido usando una tintura natural para colorear algunos de sus productos y que la fuente de donde la obtiene se ve de pronto amenazada o que su costo aumenta de modo prohibitivo. El ingeniero químico se aboca entonces’ a la tarea de hallar un sustituto efectivo que sólo requiera materias primas fácilmente asequibles y de costo relativamente bajo. En sus esfuerzos por solucionar este problema debe recurrir a cuanto pueda ofrecerle la química pura, muchos de cuyos descubrimientos no se realizan con vistas a aplicaciones de este tipo. De la misma manera, supongamos que una compañía desea instalar una industria en cierta región en la que predomina una lengua que ordinaria­ mente no se enseña en el país de origen de esa compañía. Por lo menos parte de su personal necesita aprender esa lengua, pero no existen maestros ya preparados para enseñarla como los habría en el caso de lenguas como el inglés o el francés. Tampoco se puede emplear simplemente a cualquier habi­ tante de la zona para que haga las veces de maestro, ya que el dominio de la lengua materna no lleva consigo la comprensión de su funcionamiento ni la capacidad de enseñarla, así como padecer del corazón no convierte automá­ ticamente al enfermo en cardiólogo. Pero hay lingüistas expertos en descu­ brir cómo funciona una lengua, en preparar materiales de enseñanza para ella y en supervisar la actuación didáctica del hablante nativo, para todo lo cual utilizan los resultados de la investigación lingüística pura. Naturalmente, esta relación ideal entre ciencia pura y ciencia aplicada no siempre es perfecta. Algunas veces los que se encuentran ante un problema lingüístico práctico no se molestan en consultar a los lingüistas “puros” ; otras veces piden su ayuda pero no la reciben. Esto último puede deberse, en ocasiones, a que el lingüista consultado no se interesa por el problema, pero con más frecuencia se debe a que el conjunto organizado de conocimientos 12

INTRODUCCIÓN

que los lingüistas han reunido hasta esa fecha no aporta nada a la solución del problema en cuestión. Cuando tal cosa sucede, los que se hallan abocados al problema práctico siguen adelante, algunas veces, por sí solos, y despacio y con esfuerzo acaban por encontrar una solución viable. Muchas,de las princi­ pales contribuciones a la lingüística se han producido precisamente así y originado en campos tan diversos como la filología clásica y la ingeniería electrotécnica. Todo cuanto sea posible averiguar acerca del lenguaje es de provecho para el lingüista. Su misión es incorporar cada nuevo descubri­ miento a la explicación sistemática del lenguaje, de modo que los que ven­ gan después no pierdan el tiempo en explorar territorios que han sido ya perfectamente relevados. Las consideraciones que se acaban de hacer constituyen uno de los moti­ vos por los que en este libro nos habremos de ocupar dél lenguaje encua­ drándolo, también en lo que concierne a la terminología, dentro del marco de la lingüística y no del de la antropología, filosofía, psicología, enseñanza de lenguas extranjeras, etc. Sólo así podremos tener la seguridad de ser útiles a todos aquellos lectores que son o serán especialistas en una u otra de esas disciplinas. La presentación de una lingüística “psicologizada”, por ejemplo, sería de mayor provecho (aunque esto no es seguro tampoco) al lector de for­ mación psicológica, pero de provecho proporcionalmente menor al antropó­ logo, al ingeniero de comunicaciones, al profesor de lenguas extranjeras y a otros especialistas. Un segundo motivo, y más fundamental, es que el lenguaje merece un tratamiento autónomo. No son necesarias aplicaciones “prácticas” reales o potenciales para que eí estudio objetivo del lenguaje humano asuma validez. Algo tan omnipresente y esencial én la vida humana como es el lenguaje merece un estudio tan detenido como sea posible. Cuanto mejor podamos entender su funcionamiento, tanto mayor será nuestra comprensión de no­ sotros mismos y de nuestro puesto en el universo. 1.2. El origen de algunas dificultades. La lingüística no es inherentemente difícil, pero hay varios puntos que a menudo resultan difíciles al princi­ piante. Por una parte se trata meramente de una cuestión de terminología pero, por otra, esas dificultades tienen su origen en la diferencia que existe entre la actitud del profano con respecto al lenguaje y el enfoque del espe­ cialista. 1) El lingüista establece una distinción entre lengua y escritura, mientras que el lego en la materia tiende a confundirlas. Los términos “ lengua Habla­ da” y “lengua escrita” sugieren que para este último habla y escritura no son más que manifestaciones diferentes de un mismo hecho. Con demasiada frecuencia se piensa, incluso, que la escritura es, en cierto modo, más básica que el habla. Casi puede decirse que la afirmación contraria es la verdadera. Los seres humanos hablan desde hace muchísimo tiempo, quizá millones de años. Comparado con ello, la escritura es una invención reciente. Hasta

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hace apenas un siglo o poco más millones de personas que habitaban en países civilizados no sabían ni leer ni escribir, con lo que este conocimiento constituía una de las prerrogativas de las clases privilegiadas. Todavía hoy hay gran cantidad de analfabetos en algunas partes del mundo. Pero no hay ninguna comunidad humana, en ningún lugar de la tierra, que no posea una lengua completamente desarrollada. Los relatos que circulan acerca de cam­ pesinos que tienen un vocabulario limitado a unos pocos centenares de pala­ bras o acerca de salvajes que hablan con gruñidos son puramente míticos. En un proceso similar, el niño comienza a hablar su lengua materna antes de aprender a leer y escribir y adquiere la capacidad para esto último sobre la base que le proporciona su conocimiento de la lengua hablada. Esto constituye ya de por sí una de las causas de nuestra tendencia a comprender imperfectamente la relación entre lengua y escritura. Cuando se comienza el aprendizaje de la lengua no se puede participar en la discusión de los proble­ mas que se presentan, puesto que para hacerlo se requeriría poseer ya justa­ mente aquello que se está en vías de ádquirir. Pero cuando se aprende a leer y escribir los maestros pueden hablar de ello con sus alumnos; en esta forma se adquiere un vocabulario que sirve para referirse a la lectura y la escritura, a la vez que se sigue careciendo de uno que permita hablar de la lengua en sí. Es evidente que entre lengua y escritura hay una relación muy estrecha, por lo que es muy natural que traslademos a nuestros comentarios sobre el lenguaje el vocabulario adecuado a la discusión de la escritura. Solemos referirnos, por ejemplo, a palabras emitidas verbalmente (que pueden oírse, pero no verse) como si estuviesen compuestas de letras (que se pueden ver, pero no oír). En este aspecto se requiere un cambio de orientación que no resulta fácil. Los antiguos hábitos son difíciles de extirpar. Mucho después de haber aprendido el vocabulario técnico adecuado para hablar del lenguaje directa­ mente y no por medio de la escritura se puede, todavía cometer errores. Sírvanos de consuelo el saber que la lingüística necesitó muchos centenares de años para efectuar precisamente esa transición. 2) El. problema de la “corrección” absorbe buena parte del tiempo que el hombre común dedica al lenguaje. ¿Es más correcto decir si fuera verdad que si sería verdad? ; delante de m i que delante mío? ¿Qué es lo que hace que volví en si sea incorrecto? ¿Deben evitarse a toda costa las formas “in­ correctas”? Probablemente muchos se sorprenderán de saber que el lingüista no se interesa especialmente por tales cuestiones. Pero esta afirmación no debe ser mal interpretada. No significa que el lingüista abogue por las formas inco­ rrectas ni que niegue la realidad de la distinción entre correcto e incorrecto. Como hablante de una lengua determinada, el lingüista, está, sujeto a las convenciones de su sociedad como cualquier otra persona, permitiéndose eí mismo grado y el mismo tipo de libertades dentro de esas convenciones que cualquier otro hablante. En su uso de la lengua puede ser purista o no serlo. 14

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Pero ello tiene poca o ninguna relación con su interés primordial, que es el de analizar la lengua. En este último carácter el lingüista está obligado a observar y anotar tanto las formas “incorrectas” como las “correctas” , si es que en la lengua de que se ocupa se hace tal distinción. Un lingüista en particular puede llegar a inte­ resarse por el fenómeno de la corrección en conjunto y estudiarlo con la misma objetividad con que examina los verbos griegos, el fonetismo francés o el aprendizaje infantil del lenguaje. Pero al hacerlo posiblemente advertirá muy pronto que necesita ayuda. Tanto el sociólogo como el antropólogo cultural, por ejemplo, están mejor preparados que él para explicarlos valores secundarios especiales que se atribuyen a ciertas pautas de comportamiento, tanto si se trata de buenos modales como de formas de hablar. 3) La organización de los cursos en nuestros establecimientos educativos tiende a sugerir una conexión muy estrecha entre lengua y literatura. Un curso de castellano en la escuela secundaria suele dedicar tanto tiempo a la gramática como a Sarmiento o a Cervantes. En los profesorados de lenguas extranjeras se dictan tanto cursos de lengua como cursos de literatura. Lengua y literatura tienen, naturalmente, estrecha vinculación; el instru­ mento del escritor es el lenguaje, así como el del pintor son los colores y el del músico los sonidos. El estudio de la lengua, sin embargo, no debe con­ fundirse con el de la literatura. El pintor coincide con el químico en su inte­ rés por los pigmentos. Pero mientras el primero se preocupa especialmente por la eficaz selección y colocación de los diferentes colores sobre la tela, el interés del segundo se centra en la composición química de los pigmentos, con prescindencia del uso a que los destine el pintor. Algunos físicos son especialistas en sonido; pero aun cuando se ocupen de los tipos de sonidos que producen los instrumentos musicales, su interés es muy diferente del que mueve al compositor, al intérprete o al auditorio. De modo semejante, la materia prima del escritor concierne al lingüista, pero lo mismo cuando se la usa con propósitos literarios que cuando no es así. A diferencia del fenómeno de la corrección, la literatura parece ser univer­ sal. En casi todas las sociedades humanas conocidas se encuentra algún tipo de literatura y, en consecuencia, su estudio es importante para una mejor comprensión de la naturaleza humana. 4) Un cierto número de factores conspira para damos una falsa idea de la relación entre lengua o gramática por un lado y lógica por el otro. Si en el estudio de la lingüística no se deja de lado esa idea, es fácil que se espere obtener resultados que son inalcanzables y que no se advierta, en cambio, la significación de algunos de los que obtengamos realmente. Uno de aquellos factores consiste en la suposición, muy difundida, de que cualquier uso lingüístico que no sea “lógico” es, por tal razón, incorrecto. Decir eso lo decís tú es “ilógico” , por ejemplo, porque tú es eí pronombre de segunda persona singular y decís tiene la desinencia verbal de segunda 15

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persona plural. Juicios como éste reflejan el hecho de que, en sus orígenes históricos, gramática y lógica estuvieron en relación muy estrecha. Otros reflejos menos simplistas de lo mismo se encuentran a veces en las opiniones de algunos filósofos contemporáneos. Uno de ellos ha censurado no hace mucho a los lingüistas por su insistencia en dedr que en una oración como Juan mira a Pedro únicamente Juan es el sujeto. Para ese crítico, tanto Juan como Pedro son sujetos, puesto que la oración afirma algo acerca de los dos. Asimismo, cuando estudiamos una lengua que no es la nuestra, tenemos muchas veces la sensación de que sus características son sumamente peculia­ res. ¿Qué sen tid o tiene que los franceses acostumbren decir je veux de Veau ‘quiero agua’, con el artículo definido ante eau ‘agua’, pero je ne veux pas d ’eau ‘no quiero agua’, sin el artículo? En realidad, se trata aquí de dos cosas distintas. Una es hasta qué punto podemos esperar que una lengua sea “lógica”, en el sentido de “ consistente y razonable”, y hasta qué punto las lenguas difieren a este respecto. Otra es si conviene que el lingüista, en el análisis y descripción de una lengua deter­ minada, proceda de acuerdo con alguna, noción preconcebida de lógica abs­ tracta o si es preferible que acepte lo que encuentra. La respuesta al primer punto es que todas las lenguas que conocemos revelan algunas consistencias y muchas inconsistencias arbitrarias. No perci­ bimos estas últimas en la lengua materna porque estamos acostumbrados a ellás. Pero las de una lengua que no es la nuestra se destacan como señales luminosas. No nos falta razón en cuestionar el sentido del uso francés arriba mencionado: no obstante ser regular, es enteramente arbitrario. Pero no tendríamos razón si dedujéramos, como consecuencia, que el francés es “menos lógico” que el español. En último término, ya que decimos tanto Juan vino como vino Juan, ¿no es perfectamente arbitrario que digamos nadie vino pero que debamos añadir no cuando invertimos el orden: no vino nadie? La respuesta al segundo punto es que la investigación lingüística no puede llegar a ningún resultado a menos de ser estrictamente inductiva. Las especu­ laciones filosóficas sobre lo que el lenguaje debería ser son estériles. Cuando se describe una lengua debe hacérselo sobre la base del uso real, tal como lo determina la observación. Cuando se describe el comportamiento verbal en general debe prestarse la mayor atención a aquellos rasgos que se han descu­ bierto empíricamente en todas las lenguas de las que poseemos datos. Luego, si observamos que algunos hablantes de español dicen dale algo a los pobres, dale algo al pobre, dales algo, dale algo, la única conclusión posible es que en esa especial variedad de español le se utiliza también para el plural, pero siempre que el objeto indirecto esté presente en la oración. (Esto no significa que dale algo a los pobres sea “correcto” : su condición de “correcto” o “incorrecto” no viene al caso.) Si decimos que Juan y sólo Juan es el sujeto de la oración Juan mira a Pedro no estamos contradiciendo (ni corroborando) nada de lo que el lógico quiere afirmar respecto de esta 16

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oración. El uso lingüístico de la palabra “sujeto” tiene relativamente poco que ver con el uso del mismo término por parte del lógico. El lingüista emplea este y otros términos con el propósito de describir cómo se constru­ yen las oraciones y no con el de describir qué dicen las oraciones ni el de saber si son verdaderas o falsas. Desde el punto de vista del lingüista, el estudio “lógico” del lenguaje es demasiado estrecho. El lenguaje no se usa únicamente para hacer declara­ ciones de hechos reales. Se lo usa para mentir tanto como para decir la verdad, lo mismo para la tontería que para la cordura; se lo emplea para la persuasión y para la enseñanza, para divertir y para negociar, para hacer la guerra y para hacer el amor. El lenguaje tiene amplitud y profundidad, tantas como tienen los hilos de que se teje la existencia humana, y su estudio debe fijarse miras proporcionalmente amplias. 1.3. Lenguas y comunidades lingüísticas. El área de estudio del lingüista no abarca sólo las lenguas políticamente importantes del mundo, sino todas* las lenguas sobre las que es posible obtener alguna información. Actualmente se hablan en la tierra unas tres o cuatro mil lenguas, sin que sepamos exactamente cuántas. Una de las razones es que carecemos de datos seguros sobre las lenguas de algunas regiones, especialmente partes de Amé­ rica del Sur y del Pacífico occidental. Otra razón más importante es que no siempre es posible decidir, aun teniendo información adecuada, si dos gru­ pos hablan lenguas distintas o si sólo se trata de dialectos divergentes de una misma lengua. Cada lengua determina una comunidad lingüística, definida como el conjuñfo de todos-los individuorqúe se cómñnifcan e~ntre~sí, directa e indirecf¡F“' mente, pÓF Las comunidades lingüísticas no están separadas por límites precisos. Hay individuos, los bilingües o poliglo­ tas, que tienen un dominio práctico de dos o más lenguas, y es a través de ellos que los miembros de comunidades lingüísticas distintas pueden establecer contactos. La mayor parte de los políglotas pertenecen primor­ dialmente a una comunidad lingüística y dominan otras lenguas sólo en forma parcial, pero ocasionalmente se dan excepciones. Los límites de una comunidad lingüística coinciden, en muchos casos, con fronteras políticas. Así, por ejemplo, la lengua menómini era hablada, en tiempos aborígenes, por todos los miembros de la tribu menómini, en lo que es hoy la parte septentrional de los estados de Wisconsin y Michigan en Estados Unidos, y por ninguna otra comunidad. Ese estado de cosas era el de muchas tribus indígenas americanas en épocas pasadas y se da todavía hoy en muchas regiones del mundo. Pero también esta generalización tiene sus excepciones. Suiza es una unidad política que incluye, hablantes de cuatro lenguas distintas: francés, alemán, italiano y ladino o retorromano. En contraposición, una única lengua como el español se habla no sólo en España sino también en gran parte de América. Varias de las comunidades lingüísticas actuales son muy extensas. Cientos 17

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de millones de personas tienen el inglés como lengua materna y millones de hablantes de otras lenguas han aprendido inglés por razones de negocios, profesionales o políticas. El chino, el ruso, el español, el francés, el alemán y algunas otras lenguas tienen también un considerable número de hablantes. Según algunos especialistas, el chino es más bien un grupo de lenguas empa­ rentadas que una sola lengua, pero aun en ese caso una de ellas por lo menos, el mandarín, seguiría formando parte de la lista. En general, sólo recientemente han llegado a constituirse comunidades lingüísticas de tanta extensión, como resultado de procesos históricos de los últimos quinientos años. En el extremo opuesto se encuentra una lengua como el ona, lengua indígena americana que en nuestros días no cuenta más que con tres o cuatro hablantes. Cuando una lengua llega a verse en una situación así está condenada: no hay nuevas generaciones que la aprendan y la muerte de las personas mayores que todavía la hablan significa también su muerte. Pero no es lícito aventurar una predicción similar cuando una lengua cuenta aunque sea con unos pocos centenares de hablantes. Nueva Guinea, por ejemplo, está atestada de aldeas de unos pocos cientos de habitantes cada una, y cada aldea o pequeño grupo de ellas tiene su propia lengua, sin que ninguna parezca próxima a desaparecer. Lo mismo reza para vastas regiones de América y de Africa. La mayoría de las lenguas actuales tienen desde varios centenares a varias decenas de miles de hablantes y esto debe haber sido lo normal a lo largo de toda la historia humana. Para unas pocas de las lenguas de hoy en día existen documentos escritos que nos revelan algo de su fisonomía en épocas anteriores. Para el español, por ejemplo, tenemos documentos que se remontan al siglo X y tenemos, además, otros documentos mil años más viejos escritos en una lengua que es directamente antecesora del español antiguo —y por ende del español mo­ derno—, aun cuando no la llamemos “español”, sino “latín” . Cuando se los examina, esos antiguos documentos no parecen español. En qué momento comenzamos a llamarlos así es, en cierto sentido, irrelevante. Lo que impor­ ta destacar es que en los dos mil años que han corrido entre el latín clásico y el español actual la lengua ha venido cambiando paulatinamente, sin ninguna interrupción, hasta convertirse en la lengua que hablamos hoy. También poseemos documentos escritos que testimonian la antigua exis­ tencia de lenguas que hoy han desaparecido. Numerosas inscripciones y algunos documentos de la Italia antigua están escritos en varias lenguas además del latín, de las cuales algunas, como el oseo y el umbro, estaban emparentadas con aquél mientras que otras, como el etrusco, no lo estaban. .Todas fueron desplazadas por el latín cuando Roma alcanzó la supremacía política —igual que el ona, más recientemente, ha sido arrollado por el español- y hoy sólo el latín sobrevive, en cierta medida, en las lenguas llamadas romances (y románicas )o neolatinas: español, portugués, catalán, francés, italiano, rumano y algunas otras. Algunas lenguas romances también se han extinguido. Sabemos que el último hablante de dálmata, lengua romá­ 18

INTRODUCCIÓN

nica que se habló en lo que es hoy Yugoslavia, murió en ía explosión de una mina en 1898. 1.4. Familias lingüísticas. Todas las lenguas experimentan constante­ mente ligeros cambios —de pronunciación, de gramática y de léxico- que, en el curso aproximado de un milenario, tienen un tremendo efecto acumu­ lativo. Es por esa razón que los primeros documentos españoles del siglo X nos resultan casi ininteligibles, y lo mismo íes ocurriría a nuestros antepasa­ dos lingüísticos de hace mil años con respecto al español actual. En tanto los miembros de una comunidad lingüística constituyen un grupo unido, todos los cambios tienden a propagarse a la totalidad de ios hablantes. Pero si la comunidad se desintegra, por emigración o por invasión desde el exterior, los cambios que se originan en una subcomunidad sólo se propagan, normal­ mente, dentro de esa subcomunidad, dando como resultado que los hábitos lingüísticos de las distintas subco muñid ades diverjan. Si las divergencias se hacen demasiado acentuadas, los miembros de las distintas subcomunidades dejan de entenderse mutuamente, con lo que cada subcomunidad pasa a ser una comunidad lingüística independiente que habla su propia lengua. Siem­ pre que dos o más lenguas se han originado en esta forma a partir de una;: única lengua anterior las llamamos lenguas emparentadas. Decimos, asimis­ mo, que todo grupo de lenguas que están evidentemente emparentadas cons­ tituye una familia lingüística. En el caso de la familia romance tenemos la suerte de poseer no sólo documentación directa para gran parte de la historia de cada una de las lenguas que la componen, sino también abundantes testimonios escritos de una lengua, el latín, que representa el estadio anterior común a todas ellas. Esta situación es muy poco frecuente, y se repite únicamente en el caso de las lenguas indoeuropeas de la India (bengalí, hindí, bihari, marathi y otras) cuya etapa común -o , con más precisión, uno de los dialectos de ésta- nos es conocida a través del sánscrito, forma literaria standardizada de ese dialecto en la; que se escribió una copiosa literatura. Para la mayoría de las demás familias lingüísticas los primeros documentos son de data mucho más recien­ te que la de la lengua común. Algunas veces, valiéndonos de métodos que se describirán más adelante, pueden obtenerse pruebas positivas de parentesco aun sin la ayuda de la prueba directa que ofrecen los documentos, pero en muchos otros casos estamos en la obligación de dejar nuestro juicio en suspenso. Es así que, a lo que sabemos, algunas lenguas, como el vasco, constituyen familias por sí mismas. No es posible dudar que las lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá, en número aproximado de ciento cincuenta, pueden agruparse en ühas cincuenta familias, pues dentro de cada una de éstas el parentesco es indiscutible. Pero las propuestas que se han hecho de agrupar esas cincuenta familias en un número más reducido de familias más grandes descansan sobre pruebas más débiles y no han logrado todavía el consenso general.

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NOTAS Uno o más párrafos bajo el título de “Notas” aparecen al final de casi todos los capítulos de este libro. Incluyen una lista de los términos nuevos introducidos en ese capítulo; en algunos casos, contienen problemas que debe resolver el lector. Cuando es pertinente incluyen también referencias bibliográficas, en las que se menciona solamente el nombre del autor: el número entre paréntesis que figura a continuación permite ubicar fácilmente la obra de que se trata en la bibliografía general que aparece al final del volumen. En las Notas de la edición inglesa el autor remite, en muchos de los capítulos, a los problemas que trae Gleason (48). Tales remisiones se han omitido en esta versión, por no estar traducida al español la obra de Gleason. Los lectores que conozcan el inglés encontrarán en ella muchos problemas en cuya solución les será útil trabajar. En lo posible, los ejemplos que se citan se han tomado del español. Cuando fue imposible hacerlo se utilizaron primordialmente las siguientes lenguas: inglés, francés, alemán, latín, chino y menómini. Tanto éstas como todas las otras que se mencionan a lo largo del libro figuran por orden alfabético en el Apéndice, juntamente con algunos datos acerca de dónde, cuándo y por quiénes se habló o se habla cada lengua y el nombre de la familia lingüística a que pertenece o a la que se cree fundadamente que pertenece. En este primer capítulo se precisa un tanto el significado de los términos siguientes: lenguaje y lengua (excluye la escritura), escritura, lingüista, lin­ güística; los siguientes se introducen como términos técnicos: comunidad lingüistica, bilingüe o poliglota, divergencia, lenguas emparentadas, familias lingüísticas. Un panorama breve pero meduloso de la historia de la lingüística se hallará en el capítulo I de Bloomfield (15) y disquisiciones de carácter histórico, incorporadas a su tratamiento de diversos temas, en los capítulos XVIII-XXVII. Pedersen (125) es más extenso; Thomsen (158) abarca,aproximadamente, hasta 1925. Hall (57) pasa revista a los progresos de la lingüística en los Estados Unidos desde 1925 hasta 1950. Carroll (30) descri­ be el estado actual de la lingüística en los Estados Unidos en sus relaciones con otras disciplinas. Entre los libros que pudieran mencionarse, el mejor panorama de las lenguas y familias lingüísticas del mundo es Meñlet-Cohen (119), si bien algunas áreas están tratadas un tanto superficialmente; para Iberoamérica véase McQuown (116). Otras buenas exposiciones de conjunto son Gray (49) -especialmente en el aspecto bibliográfico-, Matthews (114) y Hoijer

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SEÑALACIÓN POR MEDIO DEL SONIDO: FONOLOGÍA

CAPÍTULO II

EL FONEMA

2.1, Supóngase que se le pregunta a un verdulero cuánto cuestan las papas y que éste responde doce pesos el kilo. ¿Cómo sabemos que es eso lo que ha dicho y no catorce pesos el kilo, no me quedan más papas o cual­ quier otra cosa? La respuesta es obvia. Las diversas cosas que es posible decir en una determinada situación -en una lengua dada- suenan distinto. Las diferentes emisiones se distinguen unas de otras por el oído, igual que las caras de los amigos se reconocen por la vista. No somos infalibles, por cierto, en ninguno de los dos tipos de identificación. Se puede tomar a un amigo por otro, si la luz es mala, y se puede comprender mal lo que se oye, si hay demasiado ruido en el ambiente o si el que habla masculla las palabras. Así como un par de mellizos idénticos puede ponemos en apuros, otro tanto nos sucede con un par de emisiones españolas como elijo vino y el hijo vino. En casos como éstos el contexto viene en nuestra ayuda: vemos que una de dos mellizas, Juana o María, está jugando al tenis y llegamos a la conclusión de que es Juana porque María no sabe jugar; oímos elijo vino en un restaurant y nos damos perfecta cuenta de que es eso (y no el hijo vino) lo que se ha dicho. Las dificultades y excepciones de este tipo son marginales y no afectan la validez general de la respuesta que hemos dado más arriba. En consecuencia, una de las cosas que es necesario estudiar si queremos saber cómo funciona una lengua son los sonidos, es decir, los tipos de sonidos que se usan al hablar, así como también la forma en que se produ­ cen y perciben. A esta parte de la lingüística se la denomina fonología o fonemátiea. A través de todo el estudio de ía fonología debe tenerse presente que Ms sonidos y sus diferencias no tienen más que una sola función en el lenguaje: diferenciar emisiones. Esto significa que es poco lo que se puede aprender examinando una poruña las emisiones de una lengua y tratando de describir de algún modo el sonido de cada una de ellas. Mucho más provechoso es 23

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examinar pares de emisiones para ver cómo difieren por el sonido. Ahora bien, si se examina un par como doce pesos el kilo y no me quedan más papas, la diferencia que se encuentra es tan grande que es difícil extraer conclusión alguna. En el otro extremo, un par como elijo vino y el hijo vino tampoco sirve de nada, dado que, por excepción, no se lo puede diferenciar por el oído sino sólo por el contexto. Pero entre ambos extremos es posible encontrar pares que se podrían llamar “mellizos casi idénticos” . Un par de éstos lo constituyen las dos frases siguientes, oídas en Buenos Aires en dos circunstancias distintas: No quiero ir a la Chacarita. No quiero ir a la chacrita. La Chacarita es uno de los cementerios de Buenos Aires y una chacrita es, en cambio, una pequeña chacra o establecimiento de campo. La diferencia de significado, pues, es muy grande, pero la diferencia auditiva es mínima: la ultima palabra de la primera frase tiene un sonido a de que carece la segun­ da y ésa es la única diferencia auditiva entre las dos. O bien una de las emisiones de un par casi idéntico puede tener un rasgo específico donde la otra tiene uno distinto: Dame un peso. Dame un beso. Pares como éstos nos suministran una información muy importante sobre la forma en que una; lengua hace uso de las diferencias fónicas; vale decir, sobre su sistema fonológico. El segundo par nos indica, por ejemplo, que en español se distingue algunas veces entre dos emisiones sólo por el hecho de tener una de ellas un sonido p en un cierto lugar y tener ía otra, en el mismo lugar, un sonido b. Ésta puede no ser una información muy emocionante, pero es significativa. Hay muchas lenguas en las que la diferencia entre un sonido p y un sonido b no tiene ese mismo uso funcional. Su uso funcional en español es, por lo tanto, un rasgo característico de la lengua, rasgo que la distingue de otras. Sería interesante ver con mayores detalles cómo difieren entre sí exacta­ mente los sistemas fonológicos de diversas lenguas, pero es obvio que no es posible llevar a cabo esa investigación meramente sobre la base del dato aislado de que, en español, los sonidos de tipo p y los de tipo b están en contrastre. Hace falta'examinar el sistema fonológico del español en su totalidad. En los dos pares de emisiones casi idénticas que hemos considerado las diferencias de sonido se hallan localizadas en determinadas palabras: Chaca­ rita frente a chacrita, peso frente a beso. Ahora bien, casi todas las palabras del español (o de cualquier otra lengua) tienen la facultad de aparecer, al menos en una que otra ocasión, como emisiones completas. Por ejemplo, a 24

EL FONEMA

la pregunta ¿Cómo se llama el cementerio del Oeste? puede contestarse simplemente Chacarita. Esto sugiere que un modo conveniente de dar princi­ pio a la investigación del sistema fonológico del español es limitándose, en un comienzo, a emisiones que consten de una sola palabra. 2.2. Contrastes iniciales del español. El par de palabras peso y beso de­ muestra, lo mismo que las emisiopes más largas dame un peso y dame .un beso, que eí contraste entre un sonido p y un sonido b es funcional en español. Pero hay otras palabras que también son idénticas a peso excepto en el comienzo: eso, teso, yeso, queso, seso, meso,Neso, leso, rezo, preso, brezo, Creso. Cualquier par de palabras de esta lista que tomemos servirá para demostrar la pertinencia en español de alguna diferencia fónica. Así, el par peso y eso muestra que hay una diferencia funcionalmente pertinente en­ tre tener un sonido p en un cierto lugar y no tener allí ningún sonido. El par yeso y leso demuestra lo pertinente de la diferencia entre un sonido .y y un sonido l El par peso y preso atestigua que es distintiva la diferencia entre comenzar con un sonido p y comenzar con un sonido p seguido inmediata­ mente por un sonido r. Y así todos los demás. Cuatro de las. palabras de la lista tienen algo especial: eso, que no comien­ za con ningún sonido consonántico; preso, brezo y Creso, cada una de las cuales comienza con una combinación de dos sonidos consonánticos. Deján­ dolas de lado, nos queda una lista de diez miembros: peso, beso, teso, yeso, queso, seso, meso, Neso, leso y rezo. Cada una de estas diez palabras se inicia con un único sonido consonántico, distinto de todoslos 'réstaiitésl De esté modó^M lugar dé úna sola diferencia bipolar de sómdó, como en peso y beso, lo que tenemos es una red de diferencias fónicas entrelazadas. Dado que cada palabra contrasta directamente con cada una de las otras, hay cuarenta y cinco contrastes en total. En nueve de ellos interviene el sonido p : p e s diferente de b, p es diferente de t, p es diferente de y , etc. En el capítulo XI se verá que no todas estas diferencias son del mismo orden (p es más diferente en su sonido de y que de b), pero por el momento esa consideración no tiene importan­ cia: funcionalmente, los cuarenta y cinco contrastes están en pie de igual­ dad. Ahora bien, ¿esta lista de diez palabras basta para cubrir todos los con­ trastes que son pertinentes para los diez sonidos consonánticos en cuestión? Es posible averiguarlo mediante el examen de otra familia de palabras par­ cialmente similares. Consideremos, por ejemplo, la que incluye pato, palabra que comienza, evidentemente, con el mismo sonido p que aparece al princi­ pio de peso. Dejando de lado ato, que no tiene sonido consonántico inicial, y las palabras como plato y grato, que tienen dos, encontramos las siguien­ tes: pato, bato, Tato, dato, chato, cato, gato, fato, jato, mato, nato, ñato, lato y rato. Tenemos aquí catorce sonidos consonánticos iniciales distintos; es decir, 91 contrastes bipolares, trece de los cuales incluyen el sonido p. Algunos no hacen más que duplicar los sonidos o contrastes que aparecían 25

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

■i en la primera lista, pero otros son nuevos: pato frente a chato>por ejemplo; y unos pocos sonidos y contrastes que estaban representados en la primera lista no aparecen en ésta. Lo que en conjunto nos muestran ambas listes puede precisarse condensándolas en la siguiente forma: peso pato

beso bato

teso Tato

dato

chato

jato

meso mato

Neso nato

yeso

seso fato

ñato

queso cato

gato

leso lato

rezo rato.

En las dos listas acopladas aparecen dieciséis consonantes diferentes —supo­ niendo que se las haya apareado en forma correcta—pero no aparecen todos los contrastes bipolares imaginables: el número total de contrastes bipolares que las formas de la lista conjunta atestiguan directamente es 108. CUADRO 2.1 columna: 1

2

3

4

5

pato bato Tato dato chato

poro boro toro doro

ballet talé

pena vena Tena

bol tol

llena quena

chol yol col gol

renglón: 1 2

3 4 5 6

7 8

9 10 11 12

13 14 15 16 17

cato gato fato jato mato nato ñato lato rato

chalé lloro COK) foro soro choro I

calé salé chalet jalé

moro Nalé

cena

sol Scholl^ hali3

Mena nena

floro loro rol

*Baile moderno de origen brasileño. ^E1 doctor Scholl, conocido nombre comer­ cial. ^Voz de origen inglés que se pronuncia uniformemente con el sonido inicial de jalé y la vocal y consonante final de s o t

26

EL FONEMA

Puede continuarse con el mismo procedimiento y añadir otra familia de palabras parcialmente similares, luego otra y así sucesivamente. Con el tiem­ po, la adición de nuevas familias no aporta ya ningún contraste que no esté atestiguado en las consideradas antes. Naturalmente, se debe poner cuidado en no detenerse demasiado pronto pues algo se nos podría pasar por alto. El cuadro 2.1 presenta cinco familias: éstas ilustran todos los sonidos consonánticos distintos con que comienzan las palabras españolas y ofrecen al mismo tiempo ejemplos de todos los contrastes bipolares posibles entre esas consonantes. Cada columna es una familia y en cada renglón sólo se inclu­ yen palabras que empiezan con el mismo sonido consonántico. Según puede verse, hay diecisiete sonidos consonánticos diferentes y un total de 136 contrastes bipolares. Podrían seguirse añadiendo indefinidamente otras familias, pero nada nuevo aportarían. El cuadro 2.1 nos enfrenta de inmediato con algunas dificultades, las que derivan, principalmente, del hecho de que no todos hablamos español de la misma manera. Hay hablantes, por ejemplo, que pronuncian las dos palabras lloro y llena (renglón 6 ) con un sonido consonántico inicial diferente del que aparece en la palabra y o l Otros, en cambio, emplean en las tres palabras el mismo sonido, de modo que con propiedad hemos formado con ellas un solo renglón. Para los hablantes que las distinguen un nuevo renglón debe añadirse al cuadro. Es muy de lamentar que deban encontrarse dificultades de este tipo en una etapa tan temprana de la exposición, pero es inevitable. Puestos ante la obligación de elegir una entre las muchas variedades del español, se ha optado por la que se habla a ambas orillas del Río de la Plata y tiende a penetrar cada vez más adentro del territorio argentino, incluso desplazando hablas locales; variedad que es aquella con la que más familiarizados están los traductores. Además de las palabras del renglón 6 , las de los renglones 10, 11 y 12 se han elegido también en función de esta variedad dialectal y tendrían distinta distribución en otras variedades. En lo que falta de este ca­ pítulo y en todos los restantes de la primera parte, hasta el capítulo XXXVII inclusive, las afirmaciones que se hagan sobre el español deberán entender­ se como válidas —salvo explícita mención en contrario- para este determina­ do tipo, al cual llamaremos “español rioplatense” cuando sea necesario con­ trastarlo con otras variedades, pero al que en los demás casos nos referire­ mos como “español” simplemente. 2.3. Contrastes finales del español. Hasta ahora sólo hemos descubierto los sonidos consonánticos distintivamente diferentes con que pueden co­ menzar las palabras españolas. E! p arp e n y beso sólo difiere en el principio; pero el par pesan y pesas difiere en el final, mientras que peso y pero sólo contrastan en el interior. El próximo paso será investigar los sonidos con27

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

sonánticos diferentes con que terminan las palabras en español. Para averiguar cuáles son se puede seguir el mismo procedimiento utili­ zado para ía posición inicial de palabra, salvo que las familias de palabras que se elijan no serán las mismas: v. gr. ved, vez, beige, ven, Bell', ver. Para ilustrar todas las posibilidades de la posición final, se requiere un número mayor de familias de palabras que las que se necesitaron para la posición inicial; en el cuadro 2.2 figuran 10. CUADRO 2.2 columna: 1

2

3

4

5

vid

SIP3 Cid

7

6

8

9

10

renglón:' 1 2

3 4 5 6

7 8

9 10 11

Mab ved match mac* bock

sic beef2 vez más voz bis beige Bosch boj ven sin sil Bell mal bol vil ver mar

crup lucid Lusich

wat Poch back4 pos vas

¡pafl paz cruz lucís CrushS

Bach pon van pan val por bar par

lucir

1Nombre con qué se designa en Buenos Aires un cierto tipo de ómnibus. ^Como en baby-beef. 3sigla de Sociedad Interamericana de Prensa. ^Palabra de origen inglés de uso corriente en lenguaje futbolístico para designar al zaguero. ^Conocido nombre comercial.

Este cuadro nos presenta once sonidos consonánticos finales diferentes y proporciona ejemplos de todos los contrastes bipolares mínimos que pare­ cen darse. Si todos se dieran habría 55 contrastes, pero no ha sido posible hallar ninguno para los sonidos consonánticos finales de las palabras Mab y beef Mab y boj match y beef match y beige

match y boj mac y beef beef y beige beef y boj.

En consecuencia, las consonantes finales se definen en función de una red de sólo 47 contrastes mínimos. 28

EL FONEMA

Que no haya sido posible encontrar los ocho contrastes que faltan se explica fácilmente por el hecho de que algunos de los sonidos consonánticos finales están limitados a un número reducido de palabras. Tal es el caso de la consonante final de beef y ¡paf!, que en palabras de uso comente sólo aparece en gaffe, bluff, quif puf, chef y Kiev, a las que puede sumarse lo f del vocabulario náutico. Aún menos frecuente es la consonante final de boj y Bach; aparece también en carcaj, herraj, troj, reloj y alguna otra, pero las dos primeras no son de uso común, la tercera es muchas veces troje y la última es con más frecuencia reló. La consonante final de match sólo apare­ ce, en el uso comente, en dos nombres comunes: match y catch (nombre de un tipo de lucha), pero figura también en numerosos apellidos españoles de origen catalán, como Poch y Lusich, de origen eslavo, como Mihanovieh, Ivanisevich, etc., y de origen alemán como Rauch. Las consonantes finales ejemplificadas en los renglones 1, 2 ,4 y 7 son bastante más corrientes (snob, top, club, Job, chop, clip, Jacob, nabab, baobab, querub, etc.; sud, sed, suite, Fiat, quid, red, áspid, Lot, Judit, Soviet, Ruth, etc.; crack, clic, zigzag, cok, frac, vivac, cognac, aspic, dock, kódak, etc.; rouge, brioche, flash, garage, Guasch, gQulash, Hártzenbusch, etc.). Pero en posición final son de uso realmente frecuente sólo las consonantes ejemplificadas en los renglones 6 ,9 y 10 y 11. Antes de pasar al examen de los contrastes consonánticos en interior de palabra detengámonos a observar que es posible aparear, en buena medida, las consonantes iniciales con las finales. Tenemos que pato empieza como acabaMafr; y, también, chato y match Tato y ved fato y beef cato y mac choro y beige soro y vez nato y ven jato y boj lato y Bell. Esto nos deja con 7 sonidos consonánticos iniciales (los de bato, dato, lloro, gato, mato, ñato y rato) aparentemente desapareados de todo sonido con­ sonántico final, y con un sonido consonántico final (el de ver) sin pareja en posición inicial. Ocasionalmente se oye a alguien pronunciar palabras como beige, rouge con un sonido consonántico final igual al inicial de lloro y no al inicial de choro. Esto parece limitarse a un grupo tan poco numeroso de hablantes que puede no tomarse en consideración. En elocución lenta o enfática algunos pronun­ cian las consonantes finales de club, sed, grog (y de todas las palabras que terminan ortográficamente con b, d, o g) con un sonido consonántico final que suena claramente igual al inicial de bato, dato y gato respectivamente, creando así contrastes en posición final de emisión que no existen para la gran mayoría de los hablantes. 29

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

2 A. Contrastes internos del español. E! procedimiento utilizado para los sonidos consonánticos iniciales y finales de palabra puede aplicarse también a los contrastes consonánticos internos. El cuadro 2.3 muestra, con siete familias de palabras, los contrastes que se encuentran en esta posición. Apa­ recen en el cuadro dieciocho sonidos consonánticos contrastantes y contras­ tes bipolares mínimos para cada uno de ellos, dando una red de 153 diferen­ cias entrelazadas de sonido. CUADRO 2.3 columna: 1 2 3 4 6 5 7 renglón: 1 2

3 4 5 6

7

lapa lava lata lada lacha laya laca

zapé sabé mito mido saché zallé saqué

8

9 10 11 12

13 14 15 16 17 18

mapa

millo mico migo

zafé lasa 'laja lama lana laña

sachet sajé sané salé

Lara Larra

micho 1 mijo mi/no mino Miño milo miro

beba veta veda bella beca vega befa besa veja vena vela vera berra

mata

maté

macha maya

maché mayé

ripa riba Rita

rica Riga rifa risa

maga

maja mama mana maña mala

macé maché^ majé rija mamé rima mané riña rila

marra

marré

maza

*Para llamar al gato o referirse a él. ^Como en papel maché.

Nuevamente podemos observar que es posible'aparear los diferentes soni­ dos consonánticos internos con los iniciales y finales: la consonante media de lapa es igual a la inicial de pato y a la final de mab; y, asimismo. lava y bato lata, Tato y ved lada y dato lacha, chato y match laya y lloro laca, cato y mac vega y gato befa, fato y beef macé, soro y vez maché, choro y beige laja, jato y boj lama y mato lana, nato y ven iaña y ñato vela, lato y Bell i,ara y ver Larra y rato. 30

EL FONEMA

Puede verse en estas listas que el sonido consonántico final que carece de pareja en posición inicial (el de ver) la tiene, en cambio, en posición media y que los siete sonidos consonánticos inicíales que no la tienen en posición final la tienen también, en cambio, en posición media. Asi pues, no hay ningún sonido consonántico que aparezca en una sola de las tres posiciones: diez aparecen en las tres y ocho sólo en dos. En otras variedades del español se da un número mayor de sonidos conso­ nánticos contrastantes. Es inevitable que un hablante de cualquiera de esas variedades se sienta confundido ante los cuadros 2.1, 2.2 y 2.3, especial­ mente por la forma en que se han distribuido y agrupado las palabras de los renglones 6 , 10 y 11 del cuadro 2.1, las del renglón 6 y las columnas 5 y 10 del cuadro 2.2 y las de los renglones 6 , 10 y 11 y la columna 2 del cuadro 2.3. Ya hemos hecho referencia al cuadro 2.1. Con respecto al cuadro 2.2, tal vez sea necesario aclarar que todas las palabras del renglón 6 terminan, eft el español rioplatense, con el mismo sonido consonántico y que este sonido es el mismo con que se inician las palabras de la columna 5 y que aparece en el interior de las de la columna 10. Las dificultades que presenta el cuadro 2.3 son las mismas de los dos primeros. En cuanto a la forma en que se han apareado los sonidos consonánticos que figuran en las distintas posiciones, resulta necesario aclarar cómo se ha procedido en dos de las identificaciones: la de la consonante final de Mab con la inicial de pato y la interna de lapa y ía de la consonante final de ved con la inicial de Tato y la interior de lata. En ninguno de los dos casos seria legítimo insistir en que la consonante final es exactamente la misma que ía inicial y toninacon que Ta acareamos porqué,'"^ do, no ío es. Pero está más cerca de esos sónHós que de cualquiera de los otros somHosconsonánticos representados en los cuadros 2.1 y 2.3; y no es dable encontrar ningún contraste directo, en ningún contexto, entre el soni­ do consonántico final de Mab o crup y el correspondiente de pato y lapa, ni entre el sonido consonántico final de ved o wat y el correspondiente de Tato y lata. Dado que eí contraste en sí es mucho más importante que la exacta identidad, se ha llevado a cabo la identificación en la forma indicada. La diferencia ortográfica, por otra parte, que distingue la consonante final de Mab y Cid de la de crup y wat respectivamente es sólo ortográfica: según ge dijo más arriba, los sonidos de tipo p no contrastan con los de. tipoi?, nilos de tipo t con los de tipo d, en posición final de palabra, en el ámbito hispano en .general. En. este punto, como en otros, un hablante cualquiera elegido al azar puede mostrar unas pocas distinciones adicionales, pero hay poco acuerdo en ellas de un hablante a otro y las omitimos en gracia a una mayor simplicidad en esta etapa de la exposición. Conectados con todo esto hay algunos problemas que no se podrán tratar hasta mucho más adelante (capítulos XXXIX y XL).

31

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

2.5. Los contrastes vocálicos del español; Hasta ahora no hemos visto más que los contrastes de sonidos consonánticos. Los de sonidos vocálicos son muchos menos y se deducen claramente del cuadro 2.4: la primera columna muestra los contrastes en posición inicial y la segunda los de posi­ ción media, entre consonantes; mientras que las familias de palabras de las columnas 3,4 y 5 sirven para mostrar los contrastes en posición final. En cada una de las posiciones tenemos cinco sonidos vocálicos distintos, todos ellos fácilmente apareables entre sí, y, por consiguiente, un total de diez contrastes bipolares mínimos. CUADRO 2.4

columna: 1

2

3

quipo quepo capo copo cupo

ceíüe cebá¡ cebó, ce&úJ

4

5

' aP ajé aja ajo-

ti:

renglón; 1 2

3 4 5

iza esa asa osa jjsa

'

ftali té)

2.6. Resumen; fonemas y sonidos lingüísticos. De lo visto hasta ahora se desprende que una emisión española compuesta de una sola palabra puede comenzar con cualquiera de los sonidos consonánticos que presenta el cua­ dro 2,1 o con ciertas combinaciones de dos de ellos (plan, tres) y continuar con cualquiera de los sonidos vocálicos del cuadro 2.4, con dos de ellos (ley, fray, Grau) o con ciertas combinaciones de tres vocales (buey, miau); en este punto puede terminar o contener todavía uno u otro de los sonidos conso­ nánticos del cuadro 2.2 o algunas combinaciones de dos de ellos (blocs, vals, kirsh, golf, French, Frers, zinc). Puede también comenzar con cualquiera de los sonidos vocálicos del cuadro 2.4 o con dos de ellos (hoy, hief) y terminar allí, o bien contener todavía uno u otro de los sonidos consonánticos del cuadro 2.2 o ciertas combinaciones de dós de ellos (U.R.S.S.). Para palabras aue consten de una sola silaba éstas son todas las posibilidades. En las qu< contienen dos o más sílabas esas mismas posibilidades se repiten para cada una de ellas, excepto que los sonidos consonánticos con que pueden comen­ zar son los que aparecen en el cuadro 2.3 (es decir, uno más que en el cuadro 32

EL FONEMA

2.1). Sirvan de ejemplo las 'siguientes palabras bisílabas: ca-rey, ta-rros, pa-to, po-bre, Ju-juy, con-trol.fé-nix, So-viets, ins-tar, mientras. Las palabras de más de una sílaba contienen además Otro elemento, como se verá en el capítulo VLPor supuesto que no todas las combinaciones posibles en teoría se dan de hecho: si lo hicieran, no habría lagunas en los cuadros y una sola familia de palabras en cada uno sería suficiente. Pero toda palabra que sí se da en español se ajusta a la descripción dada. Hemos descubierto, pues, todas las diferencias de sonido consonántico y vocálico que cumplen la función de distinguir entre palabras. Las emisiones, naturalmente, rara vez constan de una sola palabra. No podemos estar seguros, por tanto, de que hemos recogido todas las diferen­ cias auditivas funcionalmente pertinentes del español. Antes de continuar con el análisis de la fonología española, sin embargo, procedamos por un momento como si la descripción dada fuera completa, a fin de poder plan­ teamos algunos problemas cruciales. ¿Qué es exactámente el sonido p (como lo hemos venido llamando) que figura ai principio de la palabra peso? Esta pregunta puede entenderse en dos sentidos diferentes, lo que implica dos respuestas distintas. La primera (y la menos importante) consiste en describir la p de peso en términos de su efecto auditivo o de su producción vocal. Según se verá en los capítulos VÍI-IX, la p de peso puede describirse aproximadamente como una “oclusiva bilabial sorda” . Tal descripción está formulada en la termino­ logía de lo que se llama fonética articulatoria. Es sobre la base de esa descripción como identificamos la primera consonante de peso con la última consonante de Mab. Dos sonidos cualesquiera, en la misma o en distinta lengua, que responden a idéntica descripción en términos de fonética articu­ latoria se consideran ejemplos o realizaciones del “mismo” sonido lingüístico.. Esto da a la expresión “sonido lingüístico” carácter relativo y no absoluto, ya que la descripción articulatoriatpuede ser precisa o aproximada. La segunda respuesta (y 1a más importante) es corolario del hecho, men­ cionado en § 2.1 , de que la única función que tiene el sonido en ei lenguaje es la de distinguir las emisiones. De ahí que el sistema fonológico de una lengua sea más una red de diferencias entre sonidos que un simple “reperto­ rio de sonidos”. Dentro de esta concepción, los elementos de un sistema fonológico no se pueden definir positivamente en términos de lo que “son”, sino sólo negativamente en términos de lo que no son, de aquello con lo que contrastan. Aun cuando sea verdad, lo que no es irrelevante, que la p espa­ ñola es una “oclusiva bilabial sorda” , mucho más importante es que la p sea diferente de algunos otros elementos; a saber, los enumerados en los cuadros 2.1, 2.2, 2.3 y 2.4. Siendo en español el elemento p diferente de los otros elementos, se aprende a pronunciarlo, de modo general, en forma tal que no pueda con­ fundírselo fácilmente con ninguno de esos otros elementos; al mismo tiem­ po que, como oyentes, se aprende a percibir aun el matiz más sutil de pronunciación que permite identificar lo que se oye con una p antes que con 33

CfcJRSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

cualquiera de los elementos restantes. Pero esto no significa que todas las veces sea necesario pronunciar p exactamente en la misma forma. Y ello no ocurre: en tanto que lo que se dice suene suficientemente distinto de cual­ quiera de los demás elementos que podrían aparecer en el mismo contexto dando lugar a otra emisión, los oyentes interpretarán lo que oyen como una p. Esto nos permite más libertad de acción de lo que parece. Es muy natural que no se tenga conciencia de las variaciones que tienen lugar en la pronun­ ciación de un elemento como p, ya que toda nuestra experiencia del espa­ ñol, desde la más temprana infancia, nos ha enseñado a ignorar algunas variaciones de pronunciación y a prestar atención únicamente a las diferen­ cias decisivas. En consecuencia, resulta difícil demostrarle a un hablante de español que su pronunciación de un elemento como p es bastante variable. Pero es fácil, en cambio, hacerle ver cómo se dan en otras lenguas variacio­ nes similares, también irrelevantes. Si oímos a un indio menómini, por ejem­ plo, pronunciar varias veces la palabra menómini que significa ‘él lo mira’, escuchamos en el interior de esa palabra ora un sonido algo semejante a nuestra p, ora otro más parecido a nuestra b. Oímos esa diferencia porque el español nos enseña a oírla. Pero un menómini no la oye porque en su lengua esta diferencia específica de sonido nunca^ tiene la función de distinguir entre emisiones y no hay por lo tanto ninguna razón por la que necesite oírla. Y, a la inversa, si un danés nos oye decir peso varias veces dirá que fluctuamos entre dos consonantes iniciales distintas, la diferencia entre las cuales es funcional en su lengua pero no en español. Dentro de esta concepción funcional no se usa de ordinario el término “sonido lingüístico” al hablar del sistema fonológico de una lengua en parti­ cular. A lap española no se la llama en ese contexto “sonido lingüístico” : el que todas sus pronunciaciones sean el “mismo” sonido lingüístico o el que algunas sean un sonido lingüístico determinado y otras uno distinto depende de quién escucha y de cómo describimos lo que escuchamos. Se dice, en cambio, que la p española es un fonema. Así pues, los fonemas de una lengua son los elementos que están en contraste unos con otros en el sistema fonológico de esa lengua. La p espa­ ñola es un fonema y también lo son todos los otros elementos clasificados en los cuadros 2.1,2.2, 2.3 y 2.4. Durante toda la exposición que sigue debe tenerse siempre bien presente que los fonemas de una lengua dada se definen únicamente en función de sus diferencias con los otros fonemas de la misma lengua. NOTAS Términos nuevos: fonología o fonemática, sistema fonológico de una lengua, fonema, sonido lingüístico. En lugar üei adjetivo fonológico se em­ pleará fonemático siempre que se trate de una referencia explícita a los 34

EL FONEMA

fonemas de una lengua (“la configuración fonemátiea de una palabra”, por ejemplo) más bien que a su fonología en general (“estructura fonológica, sistema fonológico, conclusiones fonológicas”, etc.) Se menciona al pasar fonética articulatoria, que no se tratará hasta el capítulo VII. Hockett (71) se ocupa con detalle de lo esencial délos capítulos II-XIII; allí se hallará más bibliografía.

35

i CAPÍTULO III

LA NOTACIÓN FONOLÓGICA

3.1. La lingüística es uno de los muchos campos en los que es necesario idear algún tipo de notación especial. Recordemos, a guisa de ejemplo, los círculos, cruces y flechas con que un entrenador de fútbol representa los partidos en el pizarrón; los diagramas, en parte pictóricos y en parte arbitrarios, con que se representan en el papel los circuitos de radio; la notación especial con que los químicos representan elementos, compuestos y reacciones. Detengámonos ahora por un momento a considerar la notación especial de la química. En la base de su simbolismo está la asignación de una mayúscula o, en algunos casos, de una mayúscula seguida por una minúscula, a cada elemento. Así, “H” representa el hidrógeno, “C” el carbono y “CP* el cloro. En las fórmulas estructurales, cada uno de esos símbolos no representa ya sólo el elem ento, sino uno de sus átomos; una raya representa una valencia. Según estas convenciones, la fórmula estructural del metano o gas de los pantanos, H II —

C ------ H,

H constituye en realidad una especie, de imagen de una molécula de ese com­ puesto. Es cierto que los símbolos individuales “H” y “C” no “se parecen” a los átomos del hidrógeno y el carbono: nada “se parece” a los átomos, que son demasiado pequeños para reflejar la luz y, por consiguiente, para que pudiera vérselos con un microscopio cuya construcción no fuera una imposi­ bilidad física. Pero en el nivel de la fórmula total, el ordenamiento geomé36

LA NOTACION FONOLOGICA

trico de los símbolos que la constituyen es presuntamente paralelo, de un modo aproximado, al ordenamiento geométrico de los átomos que constitu­ yen una molécula de metano. Al decir que la fórmula es una especie de “imagen”de lo que representa nos estamos refiriendo a ese paralelismo geométrico. Ahora bien, cuando se estudia el sistema fonológico de una lengua cual­ quiera - y a menudo también al estudiar otros aspectos de esa lengua- es necesario valerse de un sistema de notación que refleje el sistema fonológico de la lengua y muestre la composición fonemátiea de cualquier emisión o parte de ella. La forma en que se elabora la notación fonológica de una lengua es muy semejante a la forma en que los químicos han elaborado su notación de las fórmulas estructurales. Para comenzar, es preciso asignar un signo diferente a cada uno de los fonemas.de.Ja.lengua* Se..podría usar para esté propósito un repértório cualquiera de símbolos; por lógica, lo único que importaría sería tener el número exacto que se necesita y que todos fueran de distinta forma. Pero es conveniente que, en todo lo posible, se elijan signos que tengan ya algún tipo de asociación con los fonemas que han de representar. Los símbolos químicos se eligieron teniendo en cuenta esa ayuda mnemónica: “H” es la primera letra de la palabra escrita “hidrógeno” ; “Na” , símbolo del sodio, son las dos primeras letras de ía palabra latina “natrium”, etc. En la ortogra­ fía española, la letra “p” suele estar asociada con el fonema español p (peso, puro, capa, campo) y muy raramente con cualquier otra cosa. En la nota­ ción fonológica del español la elección más sensata para este fonema es, pues, ía letra “p” . I?' s¿^ún3o íugar, es preciso tomar una decisión acerca de algún ordena­ miento geométrico adecuado para los símbolos que representan los fonemas de cualquier emisión que se quiera simbolizar. Al hablar, los fonemas de una emisión se dan en gran parte uno después del otro, en sucesión temporal. La superficie de una hoja de papel o de un pizarrón carece de dimensión tempo­ ral, pero se puede adoptar la costumbre de la escritura occidental y colocar el símbolo de un fonema que se da antes a la izquierda del símbolo de un fo­ nema que se da después, pasando a la línea siguiente ál alcanzar el borde de la superficie en que se escribe. Una vez dados estos dos pasos, la notación fonológica de una lengua está establecida. Contamos con los elementos necesarios para representar gráfica­ mente todo lo que los hablantes de esa lengua dicen. Además, esa notación fonológica es pictórica aproximadamente en la mis-. ma medida en que lo son las fórmulas estructurales químicas. No hay ningún parecido entre la forma visual del signo “p” y la forma auditiva del fonema español que decidimos representar con ese símbolo. Pero hay una cierta semejanza entre el ordenamiento geométrico de los símbolos que consti­ tuyen la fórmula fonológica que aquí vemos: peso y el ordenamiento geométrico de los cuatro fonemas que emitimos cuando 37

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

pronunciamos la palabra española peso. En un caso, el orden se da en una sola dimensión espacial y, en el otro, en la dimensión temporal; pero, en virtud de nuestra arbitraría equiparación de “antes que” con “a la izquierda de” , el ordenamiento lineal es el mismo. 3.2. . Problemas, especiales de la notación fonológica. El lingüista se en­ frenta con un problema de notación que no se le presenta al químico. Este último necesita una sola notación para todas las fórmulas estructurales posi­ bles, porque en el universo no hay sino un único repertorio de elementos. El lingüista, n^^^ notaciones f ^ comohayalen­ guas de las que deba ocuparse.. Sería un derroche innecesario inventar para cada lengua un conjunto de signos enteramente nuevos. Pero si se han de usar iguales signos para lenguas distintas su asignación no debe ser fortuita. Lo que se hace es tomar en cuenta, en cierta medida Jasrsemejanzas.q.ue..presc.ntan entre.s4 e« í««íQ SQfí.. sonidQsJinmísticos. los fonemas de diferentes lenguas: “p”'en español para un cierto fonema, y “p” también en la transcripción del inglés, del menó­ mini o del chino para fonemas de esas lenguas que tienen por lo menos algún parecido, auditivamente, con la p española. No es posible ser del todo con­ sistentes, ya que los fonemas de lenguas diferentes se definen por redes distintas de contrastes. Pero sí es posible evitar aquellas asignaciones de signos a fonemas que más se presten a equívocos. Suele ocurrir que las fórmulas de una transcripción fonológica figuren en medio de un pasaje de español escrito. A fin de que la notación se destaque claramente del contexto, en adelante incluiremos todas las fórmulas fonoló­ gicas entre líneas oblicuas: el fonem a español /p /

la palabra española /peso/ es bisílaba menómini /wa* pamew/, etc¿ El contexto indicará en cada caso de qué lengua se trata. Pero no hay que olvidar que “español /p/” y, por ejemplo, “menómini /p/” se refieren a fonemas enteramente distintos, no obstante el uso del símbolo “ p” para ambos. 3.3. La notación fonológica del español. A continuación procederemos a asignar un símbolo a cada uno de los fonemas españoles descubiertos en el capítulo II. Los demás símbolos que se necesitan se añadirán a medida que investiguemos eí resto del sistema fonológico español. En primer término, los símbolos de los fonemas consonánticos iniciales ejemplificados en el cuadro 2 . 1:

3S

LA NOTACIÓN FONOLÓGICA

/p/ pato, poro fbf bato, ¿ora ftf Tato, toro fdf dato, doro fcf chato, chalé /J/ //oro, //e«a /k/ cato, coro, /gI gato, gol fff fato, foro.

/s/ soro, salé /§/ cliow, chalet /x/ jato, jalé /m/ wwfo, moro fnf mtfo, Afa/é «cío, «oro f}f tuto, loro /r/v raid^cpl

Diez de estos símbolos se usarán también, por supuesto* para~díez de los fonemas consonánticos finales ejemplificados en el cuadro 2 .2 : /p¡Mab, /t/ íW, /£/ match, /k/ mee, /f/ ¿>ee/, /s/ vez, fíf beige, fxf boj, /n/ ven y ¡Ij Bell. Para las consonantes en posición final necesitamos además el signo siguiente: /r/ ver, Asimismo todos estos símbolos se usarán para los fonemas consonánticos en posiciónTnedia ejemplificados en el cuadro 2.3: / p/ /b/ /ara, ftf lata, /d/ Me, fef lacha, /;/ /«ye, /k/ /aca, f^J vega, fff befa, /s/ /s/ micho, fxf mijo, fmj mimo, fnf mino, fñf Miño, flf milo, fxf Lara y fff Larra. Esto hace un total de dieciocho símbolos para los fonemas consonánticos, y ellos son todos los que se necesitan para transcribir las consonantes de cualquier emisión española. En lo que hace a su forma gráfica, trece so.idénticos a otras tantas letras de uso corriente en la ortografía española con los valores que aquí se les asignan; uno, /x/, es también una letra conocida, pero usada aquí con un valor con el que no estamos habituados a asociarla; los cuatro restantes, /c j s ?/ son desusados, pero volverán a aparecer en la notación fonológica de algunas otras lenguas. Para las vocales del cuadro 2.4 se emplearán los símbolos siguientes: /i/ fef ¡al /o/ fuf

iza, quipo esa, quepo asa, capo osa, copo usa, cupo

/isa,kipo/ /esa,kepo/ /asa, kapo/ /osa, kopo/ f usa, kupo/

A la derecha aparece la fórmula fonológica completa -e n lo que hace a vocales y consonantes- de cada una de las palabras que sirven de ejemplo.

39

CAPÍTULO IV

LA ENTONACIÓN ESPAÑOLA

4.1, En el análisis del capítulo II hemos procedido como si dos emisiones españolas cualesquiera, compuestas de una sola palabra, o bien se distinguie­ ran entre sí por alguna diferencia en las vocales o consonantes que las constituyen o bien, si éstas son las mismas, no se diferenciaran en absoluto. Pero las cosas no son tan simples. Considérese el siguiente diálogo: Juan: Pedro: Juan: Pedro:

¿Cómo anduvo el partido? Perdieron. ¿Perdieron? Sí.

La segunda y la tercera línea de este diálogo no son idénticas para el oído y no tienen, evidentemente, el mismo significado. Sin embargo, las vocales y consonantes son iguales en ambas: /perdieron/. La diferencia fónica qüe las distingue estriba en los cambios de tono de la voz. Los rasgos distintiva­ mente diferentes de la melodía del habla constituyen Ja entonación. Si bien los signos de puntuación convencionales permiten señalar en la escritura algunos contrastes de entonación (Perdieron, frente a ¿Perdie­ ron?). no proveen a ello ni completa ni consistentemente. Se puede usar el mismo signo para entonaciones distintas y, a la inversa, puede ser necesario usar signos diferentes cuando la entonación es la misma, como normalmente lo seria en las dos emisiones sucesivas con que Pedro podría haber respon­ dido a la pregunta de Juan: Pedro: Les fue mal; (pausa) perdieron. Hace falta, pues, disponer de algún medio de señalar la entonación que resulte más adecuado. Idealmente, los signos deberían proveer a todos los contrastes entonacionales significativos, pero, dado que el análisis de la ento­ 40

LA ENTONACIÓN ESPAÑOLA

nación española no ha sido elaborado todavía con suficiente detalle -por lo que presenta algunos puntos dudosos—, este ideal puede no cumplirse en más de un caso. Hasta hace poco tiempo la entonación era tácitamente ignorada, en ma­ yor o menor grado, por la mayoría de los lingüistas. Esa actitud se basaba en el supuesto de que la entonación no varía significativamente de una lengua a otra o en el de que algo tan “natural” escasamente justificaba una considera­ ción seria. Tal vez sea verdad que algunos rasgos de la melodía del habla se encuentran en todas las lenguas (v.gr. la elevación de la altura y del volumen por estímulo del dolor o de la ira), pero tales características universales, si de veras existen, no forman parte de la entonación en el sentido en que se usa hoy el término. Las investigaciones recientes indican que cada lengua tiene un sistema de melodías lingüísticas básicas y que éste es tan privativo de esa lengua como su repertorio de fonemas consonánticos y vocálicos. Puede ocurrir que la superposición de rasgos no lingüísticos de la melodía del habla, provocados por alguna fuerte emoción, disimule o anule el efecto normal de una entonación, pero esto es análogo al hecho de que la articula­ ción noimal de vocales y consonantes se ve algunas veces distorsionada por la excitación, la depresión o las drogas. 4.2. Niveles tonales e inflexiones terminales. Comencemos por examinar con más detalles en cuántas formas distintas podría Pedro haber dicho perdieron en respuesta a la pregunta de Juan y repetido éste a continuación la misma palabra. Si Pedro quiere dar una respuesta perfectamente neutra, sin doble intención ni implicaciones adicionales, normalmente empezará en un tono relativamente grave, para elevarlo algo en la segunda sílaba y volver a bajar rápidamente en la última, hasta alcanzar un tono muy bajo al final de la palabra. El tono relativamente grave del comienzo lo representaremos con un / V delante de la palabra perdieron„ el tono más agudo con un / 2/ antes de la segunda sílaba y el tono grave final otra vez con / 1/, escrito después de la palabra: ( 1)

1per2dieron* i

(La flecha se explicará más adelante). En lugar de esto, Pedro podría haber comenzado aproximadamente a la misma altura que en el caso anterior, pero elevado el tono bastante más en la segunda sílaba antes de dejarlo caer otra vez a /*'/ en la última; en este caso escribimos / 3/ en lugar de / 2/: ( 2)

1per3dieron1 I,

lo que tiene, en este contexto, un significado distinto: ‘ ¡seguro que perdie­ ron! , ¿qué esperabas? ’ Si Pedro está malhumorado o quiere dar a entender ‘ ¡me da mucha rabia que hayan perdido! \ entonces lo más probable es que comience en un tono 41

CURsb DE

LINGÜÍSTICA MODERNA

relativamente agudo, para dejarlo caer a /•/ desde la segunda sílaba; en este caso tenemos que escribir: (3)

^peA dieron *I

Pero si Pedro quiere afectar indiferencia o expresar algo así como: ‘me complazco en comunicarte que perdieron’, comenzará seguramente en un tono relativamente agudo, bajándolo a grave en la segunda sílaba y volvién­ dolo a elevar en la última: (4)

^peA dieron^ f

La misma entonación de (4) puede tener un significado muy distinto-en otro contexto. Supongamos que Pedro ha dado su respuesta con la entona­ ción neutra de (1); Juan puede entonces replicarle con la entonación repre­ sentada en (4), queriendo significar algo así como ‘¿ajá? ,¿así que perdie­ ron? , ¿no me digas! con un dejo irónico. Pero Juan no podría emplear para esta pregunta, en cambio, ninguna de las entonaciones de ( 1, 2, 3), porque éstas no se usan normalmente en interrogaciones. Sí podría optar por cualquiera de las entonaciones siguientes, la más común de las cuales, (5)

Ipefidieron2 1,

es la entonación neutra e incolora para preguntas. En cambio, ( 6)

^pendieron * t

es la entonación más corriente para expresar que se sospecha y se teme una respuesta desfavorable. Cuando la interrogación manifiesta extrañeza, lo normal es que se la entone del modo siguiente:

(7)

^per$dieron^ f,

mientras que cuando va unida a una expresión de desaprobación irónica, algo así como ‘ ¡qué bonito; y tan frescos! ía entonación que corresponde parece ser ( 8)

^per^dierorP* t

Por último, la forma más usual de preguntar cuando se supone ía respuesta pero se desea una confirmación es la siguiente: (9)

^per^dieron^ t,

aunque si ía búsqueda de confirmación va acompañada por extrañeza de que 42

LA ENTONACIÓN ESPAÑOLA

tal cosa haya ocurrido tendríamos ( 10)

3per2dieron3\

El símbolo /2/ en (4, 5, 8 , 9), al final de la palabra, representa obvia­ mente un nivel de altura superior a f l f pero inferior a /3/; la flecha terminal dirigida hacia arriba significa que el tono continúa subiendo más allá d e/ 2/. En (7, 10) el mismo signo terminal significa que el tono se eleva por encima de /3/; En esta forma, la elevación total del tono en la última sílaba de esas emisiones está señalada juntamente por eí último número superscrito y por la flecha que lo sigue: esta última significa ‘elevación de la altura a un tono más agudo que el que define el último numeral superscrito’. Que ambas elevaciones, / 2t / y / 3t/, son potencialmente diferentes en función se ve con claridad en los ejemplos (7, 8). En ( 1, 2, 3) la flecha terminal dirigida hacia abajo indica que el descenso del tono prosigue más allá del nivel / J/, llegan­ do- a un tono muy grave que sólo se alcanza normalmente en final de emisión. Todo eí descenso tonal de la última sílaba está señalado, pues, juntamente por el último numeral superscrito y por la flecha dirigida hacia abajo que lo sigue, (En estos tres ejemplos el último tono es /! / pero, según se verá más adelante, puede ser también otro tono.) Los fonemas de entonación / ty, /^/ y I3/ se llaman niveles tonales; /f / y /! / son inflexiones terminales. A continuación se ejemplifican varios con­ trastes entre/*/* l 2¡ y I3i . Oída la afirmación de Pedro, perdieron, Juan puede preguntar: ( 11)

2sí3 f,

o también (12)

lsi3 1

Cualquiera de las dos emisiones es una especie de interrogación escéptica —‘puede ser verdad, pero tengo mis dudas’—, pero la segunda expresa dudas más serias que la primera. Si Juan llama quedo ¡Pedro!, con el propósito de obtener la atención de este último, Pedro puede indicar que escucha di­ ciendo (13)

2s íl t

Pero si Juan llama a Pedro desde cierta distancia el sí que indica ‘escucho’ se entonará en forma distinta (aparte, por supuesto, del mayor volumen y, posiblemente, del registro general más agudo): (14)

¿-sí2 f 43

CURSQ DE LINGÜÍSTICA MODERNA

Algunas personas contestan el teléfono en esta forma o responden así a un extraño que las interpela. En las cuatro maneras de decir sí que se acaban de ver (1.1,12,13,14), hay una pequeña elevación del tono al final, pero la curva tonal es diferente en cada una de euas: se eleva gradualmente en ( 11) y bruscamente en (12), desciende en (13) y se mantiene uniforme en (14). Hasta aquí hemos ejemplificado dos inflexiones terminales. Hay tres en total, pero antes de introducir la tercera es necesario insistir algo más sobre la diferencia entre las dos ya introducidas. Son dos las entonaciones con las que Juan puede llamar tranquilamente a Pedro para obtener su atención; una es (15)

^pedro 2 i ,

que es la que 'Juan empleará si está viendo a Pedro o si, aun no viéndolo, tiene-la certeza de que está al alcance de su voz; la otra es (16)

2Pedro2 f ,

como diría Juan si supiese que alguien anda por allí cerca pero no estuviera seguro de que es Pedro y quisiera cerciorarse al mismo tiempo que lo llama. Una variedad exagerada de (16) es una de las formas habituales de llamar a distancia; el aumento general de volumen, altura y cantidad forma parte, pro­ bablemente, de la base “natural” común a todas las lenguas. La manera más corriente de llamar es (17) \Pedro3 f. La característica fundamental de / 1/, que la distingue de /4-/ y de ía restante inflexión terminal (que en seguida examinaremos), consiste en una elevación terminal de ia altura, que va más allá del último tono y se acom­ paña por una disminución de la fuerza articulatoria. La inflexión terminal ¡\j tiene como característica básica un descenso general o terminal de la altura, acompañado por una relajación progresiva de la fuerza articulatoria. Cuando ia cúrva tonal de la emisión es ascendente, sólo hay un leve descenso final, que llega hasta un tono algo más grave que el último de la emisión. Pero cuando la curva tonal es descendente, sobre todo cuando se presenta como una sucesión de niveles /*/, ei descenso es muy marcado y se da progresivamente a lo largo de toda la emisión, de tal modo que e l/ 1/ con que ésta termina es más grave que cualquier otro /ty de la misma. La relajación de la fuerza articulatoria es también más marcada, hasta el punto de que en algunas ocasiones las últimas sílabas se oyen casi como un susurro. La tercera inflexión terminal, /!/, está señalada negativamente por la ausencia de las características positivas de /f / y de ¡i¡ y, muchas veces, por la presencia de una pequeñísima pausa; el último nivel tonal no se eleva ni desciende y,* si luego sigue pausa prolongada, se produce una interrupción 44

LA ENTONACIÓN ESPAÑOLA

brusca de la fonación. Esta inflexión terminal aparece, por lo común, en el interior de emisiones, de modo que no es fácil encontrar ejemplos aislados que se puedan comparar directamente con los que hemos dado para las otras inflexiones terminales. No obstante, imaginémonos que alguien está a punto de contestar una pregunta difícil, por lo que debe pensar antes de darla cuál va a ser su respuesta. Puede comenzar en alguna de las formas siguientes: (18)

2bueno 1 1

(19)

3bueno2 l

(18) se corta de pronto, sin previo aviso; (19) desciende progresivamente desde el principio. Los que escuchan reciben diferente impresión. Cuando oímos (18). sentimos que el hablante no se ha dado cuenta hasta después de haber empezado a hablar de que debe tomarse algún tiempo para pensar su respuesta. Al escuchar (19), sentimos que el hablante se percató de esa necesidad desde el principio y que, en parte, ha emitido ese bueno para hacemos saber que la reflexión necesaria está en marcha. Obsérvese que ninguna de las dos formas de enunciar bueno es igual a la forma en que se lo entona en respuesta afirmativa a una pregunta o mandato: (20)

^bueno^i

o como aceptación no muy convencida —o resignada— de algo que otro propone u ordena:

(21) 4.3. El macrosegmento. Las emisiones de más de una palabra pueden diferir de las emisiones de una sola, en lo que concierne a la entonación, en una o más de las formas siguientes: Primero: Una emisión más larga puede contener dos entonaciones sucesi­ vas: 2no2\ 2pe(]ro l j

(22)

Segundo: Una sola entonación puede prolongarse a través de varias pala­ bras sucesivas; compárense las emisiones siguientes: (23)

2

(24)

*no 2quiero^-i

(25)

1no 2quiero ira ^cas a las que es posible agregar varios diacríticos (enumerados y comentados al pie del cua­ dro). 8.3. Espirantes. Las espirantes son coiítoides que se pronuncian con espirantización, según la descripción de §8.1. En español tenemos cuatro fone­ mas que son siempre espirantes: / f s 3 x/, los cuatro sordos, /f/ es labiodental, /s/ es dental, / s/ es alveolar y /x/ es velar. Las sonoras /b d Jg/ son también espirantes, según se dijo más arriba, en algunas de sus realizaciones: [0 $ 2 7 ] . La ¡Oí y la /s/ del español de Castilla son espirantes sordas apicales: la primera dental o interdental y la segunda ápico-alveolar; pero 77

CURSO EJE LINGÜÍSTICA MODERNA

CUADRO 8.1 Los símbolos fonéticos de las oclusivas, las nasales sonoras y las espirantes

Algunos de los tipos fónicos cuyos símbolos aparecen en este cuadro se tratarán más adelante. Debe tomarse nota de los siguientes diacríticos, algunos de los cuales están ejemplificados en el cuadro mismo: punto suscrito: posición articulatoria posterior a la que indica el símbolo sin modificar: [ t ] en contraste con [ t ] . curva suscrita^ o superpuesta, cóncava hacia abajo: posición articulatoria anterior a la que indica el símbolo sin modificar: [ J:} en contraste con f t ] . apóstrofo después de un símbolo de consonante sorda: glotalizado: [k’]. Después de un símbplo de oclusiva sonora: inyectivo: [b’j. [w] Y Pí voladas 3 continuación del símbolo: labializado y palatalizado respec­ tivamente: [kw ] , [t-S]. punto elevado a continuación del símbolo: cantidad comparativamente larga: [ f ] en contraste con [ t ). comilla invertida a continuación dei símbolo: aspiración: (V ]en contraste con [ t ]. Algunas veces, se señala la ausencia de distensión aspirada: [ t1 }.

78

LAS ARTICULACIONES CONTOIDES

además de la posición articulatoria hay otra diferencia entre ambas, que describiremos a continuación. Para la parte anterior de la lengua es necesario hacer, en lo que atañe a las espirantes, algunas distinciones que no son pertinentes en la descripción de las oclusivas, /s/ y / 0 / castellanas se diferencian, además de la posición articulatoria, por el hecho de que la primera es siempre una espirante redon­ deada y la segunda una espirante alargada. En una espirante redondeada, el borde anterior de la lengua se adhiere j?or ambos lados a los dientes superio-' res, la encía o los alvéolos, dejando sólo una pequeña abertura en el medio por la que puede pasar la columna de aire. Las espirantes alargadas presen­ tan, en lugar de esa pequeña abertura, una hendidura transversal. La /s/ más general americana es también una espirante redondeada, pero en posición predorso-dental en lugar de ápico-alveolar: el ápice de la lengua cuelga hacia abajo detrás de los dientes inferiores y no participa en la articu­ lación. En algunas lenguas esta diferencia de posición articulatoria es distin­ tiva. Una tercera variedad entre las espirantes anteriores es la espirante chi­ cheante: la /£/ y la ///, esta última en sus realizaciones espirantes, no son redondeadas ni alargadas, sino que presentan la estrecha aproximación de un área entera del predorso de la lengua -d e lado a lado y de atrás adelantecontra un área similar por encima y detrás de los dientes superiores. Una cuarta variedad de espirante es la lateral: oclusión completa en el centro (ápico-alveolar o cualquier otra posición) pero paso libre del aire por uno o ambos costados, entre el borde de la lengua y los dientes superiores. Estos sonidos son comunes en lenguas indígenas americanas, especialmente en las de la costa noroeste (nootka, kwakiutl, salish), y en algunas de las del Cáucaso; en galés hay una espirante lateral sorda. No todas las laterales son espirantes; en español, lo mismo que en otras lenguas bien conocidas, las laterales que aparecen no son espirantes (§ 8.5). Las espirantes son pasibles de algunas de las clasificaciones según el modo de articulación que mencionamos con referencia a las oclusivas: contrastes de sonorización, faringalización (§ 7.5), labialización (redondeamiento de los labios), palatalización. Las espirantes glotalizadas son raras, si de veras existen, y no se conocen casos de espirantes nasalizadas que contrasten con las correspondientes no nasalizadas. El cuadro 8 ,1 muestra también símbolos fonéticos de espirantes. 8.4, Nasales. Las nasales o continuas nasales no son definidamente con­ toides, sino que se hallan más bien en la zona intermedia entre contoide y vocoide. Se articulan exactamente igual que las oclusivas, excepto que la abertura nasofaríngea está abierta. El español tiene tres fonemas de este tipo: /m n ñ/. El primero es bilabial, el segundo es épico-dental y el tercero, mediodorso-palataL Las nasales se pueden clasificar, pues, según la posición articulatoria, lo mismo que las oclusivas. Los contrastes de modo son raros, pero no desco­ 79

C U R S qD E LINGÜÍSTICA MODERNA

nocidos: algunas lenguas tienen nasales sordas y nasales sonoras; y son posi­ bles, incluso, las nasales glotalizadas, si bien su mecanismo de producción es diferente del de las oclusivas glotalizadas. En las nasales glotalizadas del nootka y del kwakiutl se comienza por una oclusión glótica, la cual se distiende en la continua nasal. Algunas lenguas tienen más fonemas conso­ nanticos del tipo de la continua nasal que los que tiene el español y otras tie­ nen menos; el quileute y otras poquísimas lenguas no tienen ninguno. "* El cuadro 8.1 incluye los símbolos fonéticos de las nasales. 8.5. Vocoides laterales. La /l/ española se produce con ía posición articu­ latoria de las espirantes laterales descrita más arriba, pero con una diferencia fundamental: el paso del aire por los costados de la lengua no provoca ninguna fricción local, de modo que lo que caracteriza principalmente al sonido es un cierto timbre. Las vocoides laterales, por lo general sonoras, son muy comunes. Se las encuentra en varias posiciones articulatorias; e incluso es posible producir una lateral bilabial, abriendo ambos lados de los labios y manteniendo cerrado el centro. Muchas lenguas, entre las que se cuentan el español de Castilla y el italiano, contrastan dos vocoides laterales: una ápico-alveolar (o ápico-dental) y una predorso-alveolar. En algunas de las lenguas de la India están en contraste una lateral ápico-dental y una ápico-palatal (retroflexa). El timbre de las laterales apicales tiene un margen.bastante amplio de variación, que depende de la posición en que se mantiene el resto de la lengua: con él mediodorso bajo, el resultado es una [I] que se suele llamar hueca o velarizada; si aquél se mantiene alto, la lateral resultante es, en cambio, clara o anterior. La /!/ española es de este último tipo, pero en el español que hablan los catalanes no es raro oír la variedad velarizada. En algunas lenguas esta diferencia es distintiva. 8.6 . Vibrantes y vocoides retroflexas. Una vibrante se obtiene expo­ niendo al paso de la columna de aire algún Crocito flexible de carne con la exacta tensión que se requiere para que el aire lo haga vibrar rápidamente. Esto puede hacerse con los labios, pero una vibrante bilabial es muy rara como sonido lingüístico, únicamente atestiguada en una sola palabra de una sola lengua (zapoteco del Istmo). Mucho más común es la vibrante apical* que aparece en casi todas las variedades de español, portugués e italiano y en muchas variedades del francés y el alemán. En Europa es también común una vibrante uvular: éste es el tipo de vibrante que utilizan muchos hablan­ tes cultos, franceses y alemanes, para sus respectivos fonemas/r/. Una vibrante puede ser tan breve que conste de una sola vibración y también puede ser bastante larga. En español están en contraste fonológico una vibrante simple /r/ —con un solo golpe de lengua contra los alvéolos—y una vibrante múltiple fí( —con dos o más vibraciones—, en la misma posi­ ción articulatoria; tenemos así pero frente a perro. La /r/ del inglés americano es muy diferente de la española. Se articula de

80

LAS ARTICULACIONES CONTOIDES

dos manera distintas: curvando hacia atrás y hacia arriba el ápice de la lengua, o bien colocándolo detrás de los dientes inferiores e hinchando el mediodorso contra la bóveda del paladar. En uno y otro caso el sonido es, por lo general, sonoro. Mediante el primer mecanismo se obtiene una vocoide retroflexa. El segundo, aunque no es retroflexo en sentido estricto, produce el mismo efecto acústico, por lo que, salvo en las más detalladas descripciones articulatorias, se suele pasar por alto la diferencia. Las vocoides retroflexas no son comunes. El mandarín tiene una, que difiere de la inglesa en dos aspectos: los labios no están redondeados, como lo están para el sonido inglés, y la columna de aire es impelida a menudo con suficiente rapidez como para producir un zumbido, además del timbre retroflexo. Los símbolos fonéticos de las vocoides laterales y retroflexas y de las vibrantes consisten en las letras “ 1” y “ r”, más cualquier modificación tipo­ gráfica que resulte conveniente: “r” invertida o “r” y “1” en versalita olas letras griegas rho y lambda. Todos estos sonidos se agrupan a menudo bajo el nombre de líquidas; o, juntamente con las nasales, bajo el de sonantes. En contraste con este último nombre se llama obstructivas a las oclusivas y espirantes. NOTAS Términos nuevos: 1) articuladores: posdorso, mediodorso, predorso y ápice de la lengua; labio inferior; 2) puntos de articulación: velo (distin­ guiendo una región prevelar y otra posvelar), paladar, alvéolos, dientes supe­ riores, labio superior.; 3) posiciones articulatorias: (posdorso¡-velar (distin­ guiéndose también entre (posdorso¡-prevelar y (posdorso)-posvelar), (mediodorso¡-palatal o mediopalatal, pre(dorso¡-palatal (predorso¡-alveolar, ápicopalatal (retroflexa, cerebral o cacuminal), ápico - alveolar (coronal), (ápico)-dental, (ápico)-interdental, ápico-labial, lábiodental, bilabial; 4) modos de articulación: oclusión, espirantización, oclusiva, espirante; (oclusivas) glotalizadas,(oclusivas) inyectivas, clics, (oclusivas) coarticuladas, palatalización; espirantes redondeadas, alargadas, chicheantes y laterales; la­ bialización; laterales claras o anteriores y huecas o velarizadas; vocoides retroflexas y laterales; vibrantes, vibrante simple, vibrante múltiple; nasa­ les = continuas nasales; liquidas, sonantes, obstructivas; úvula. Problemas. 1) Describir cada uno de los fonemas españoles de la lista que sigue en términos articulatorios, según el modelo dado para el primero: /p/

oclusiva sorda bilabial N N N /«V /g/

Ifl M N Ixl ¡mi

M m ni M ni

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

■i

2) Cada una de las descripciones que siguen pretende ser la descripción

articulatoria de un sonido lingüístico, pero algunas de ellas son en realidad imposibles. Contestar dos preguntas respecto de cada una: ¿es posible ese sonido lingüístico? ; ¿se da ese sonido lingüístico como representación bas­ tante común de algún fonema español? oclusiva sonora posdorso-velar espirante sonora posdorso-velar espirante sorda posdorso-velar espirante sorda redondeada apical retro flexa espirante sonora redondeada apical retroflexa sonante sonora lateral bilabial oclusiva sonora ápico-velar espirante sonora labio dental espirante nasal sonora labio dental oclusiva sorda glotalizada bilabial nasal sorda bilabial nasal sorda predorso-alveolar oclusiva sorda ápico-labial espirante sonora labio-alveolar

82

CAPÍTULO IX

LAS ARTICULACIONES VOCOIDES; DINÁMICA Y COORDINACIÓN

9.1. Factores bucales en la producción de las vocoides. Casi todas las articulaciones vocoides puras, en casi todas las lenguas, se pueden describir en función de tres factores: posición de los labios, aproximación de la lengua al paladar y adelantamiento de la lengua. La posición de los labios se describe según la dimensión redondeado-alar­ gado. En español, los labios están alargados —o, al menos, no activamente redondeados— para la producción de las vocales / i e a/ y más o menos redondeados para la producción de /o u/. En /oi/ los labios están redon­ deados al comienzo, pero no al final; en /au/ ocurre exactamente lo con­ trario. Si observamos nuestra articulación de las vocales ¡i e a/ -e n piso, peso, paso, por ejemplo—advertimos que la mandíbula inferior se aleja progresi­ vamente de ía superior y que la lengua, al menos en su región anterior, se aleja también progresivamente de la región de los dientes superiores y de los alvéolos. En la producción de sonidos vocoides lo que importa es la forma de la cavidad bucal; la posición de la lengua tiene, en consecuencia, impor­ tancia capital, en tanto que la posición de la mandíbula inferior es simple­ mente cuestión de comodidad dentro del mecanismo que coloca a la lengua en la posición apropiada. Comparando /u o a/ -com o en puro, poro, paro- se advierte una diferencia similar, excepto que en este caso es la parte posterior de la lengua más bien que la anterior la que asume posiciones progresivamente más alejadas del paladar. Esto determina distintos grados de abertura y permite clasificar a las vocoides en cerradas, intermedias y abier­ tas, con varias escalas posibles entre esos tres grados. La tercera dimensión de contrastes es más difícil de describir con exacti­ tud. Si se comparan si y su —dejando de lado la diferencia en posición de los labios, descrita más arriba— se advierte que en si toda la superficie superior de la lengua, del posdorso al predorso, se mantiene alta, mientras que en su sólo el posdorso está elevado y el resto de la lengua se curva hacia abajo, 83

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i

dejándose de la bóveda del paladar. A ambas vocoides se las llama, según vimos, “cerradas” ; cuando tanto la parte anterior de la lengua como la posterior se mantienen cerca del paladar, hablamos de una vocoide anterior, pero cuando sólo la parte posterior está elevada y la anterior no lo está, hablamos de una vocoide posterior. Las vocoides intermedias entre anteriores y posteriores son, en latitud variable, centrales. El término “intermedio” se asigna, arbitrariamente, a las vocoides intermedias entre cerradas y abiertas, reservando el término “central”, en forma igualmente arbitraria, para el grado intermedio de la dimensión anterior-posterior. Además de las tres escalas de contrastes que hemos descrito, a menudo se oye hablar de una distinción entre tensión y relajación. No es posible ilustrar claramente esta diferencia con ejemplos españoles; hay que echar mano de otras lenguas, por lo que el valor de la demostración práctica está condicio­ nado, para el hablante de español, por el grado de perfección con que haya aprendido otro idioma. En inglés, por ejemplo, es fácil comprobar esta diferencia. Si apoyamos los dedos sobre el haz de músculos que se hallan enfrente y encima de la glotis, en el espacio que delimita la mandíbula inferior, y pronunciamos las palabras beat y bit, sentiremos, al decir la primera, un apelotonamiento y tensión de los músculos que falta - o es, al menos, mucho menos prominente- en la segunda. Si el lector puede pro­ nunciar correctamente el francés advertirá una diferencia similar entre la última vocoide del francés aimer y la última del español amé. No se sabe bien cuál es la función que cumple exactamente ese abultamiento y tirantez de los músculos; es de presumir que tenga algún efecto en la exacta coloca­ ción de la superficie superior de la lengua y que contribuya, por ende, a configurar la cavidad bucal. Los cuadros 9.1 y 9.2 presentan los símbolos fonéticos básicos de las vocoides; el primero los de las vocales alargadas y el segundo los de las redondeadas. 9.2. Modificaciones. Para los fines de la descripción fonética, la especi­ ficación de una vocoide según los tres factores mencionados en§9.1 (exclu­ yendo tensión y relajación) se considera, arbitrariamente, básica, y todo detalle ulterior que fuera necesario mencionar al tratar esta o aquella lengua se considera una modificación. (Esta somera clasificación fonética responde a razones de conveniencia y no afirma nada respecto de la importancia relativa de los diversos factores en cada sistema fonológico en particular.) Algunas de las modificaciones que pueden darse en las vocoides se trataron en el capítuloVIIIcon referencia a las contoides: también una vocoide puede ser sonora, sorda o —incluso— susurrada; puede estar faringalizada o nasalizada; puede modificarse, dentro de la misma cavidad bucal, por retroflexión ( § 8 .6 ).En el inglés americano, una de las pronunciaciones corrientes de la secuencia fonemática /ár/, como en shirt ‘camisa’, third ‘tercero’, etc., es una vocoide intermedia central alargada retroflexa: la retroflexión repre­ senta el fonema /r/ y el resto representa el fonema /a/. En badaga, todos los 84

LAS ARTICULACIONES VOCOIDES; DINÁMICA Y COORDINACIÓN

CUADRO 9.1 Vocoides alargadas anteriores centrales

posteriores

altas cerradas: bajas

i

í 9

1 UI

iIl

ii a

i tu i Y

altas intermedias:

e

é

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bajas

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altas

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A

A

bajas

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abiertas:

8A

a a*

a

y

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CUADRO 9.2 Vocoides redondeadas anteriores

centrales

posteriores

altas cerradas: bajas

altas intermedias; bajas

abiertas Algunos símbolos aparecen en estos cuadros más de una vez: el ob­ jeto es indicar cuál es k gama de valores fonéticos que se asigna más corrientemente a cada símbolo. Así, “i” se usa a menudo como símbolo de una vocal cerrada alta anterior alargada, en contraste con “I’* o “t” como símbolo de una baja; pero si no hay ningún contraste relevante entre vocales cerradas anteriores alargadas, la misma “i” puede usarse para una vocoide cerrada baja anterior alargada.

fonemas vocoides se reparten en grupos de tres vocales Cada uno, las cuales sólo difieren por carecer de retroflexión, presentar una ligera retroflexión y presentar una marcada retroflexión. 9.3. Dinámica y coordinación. En este estudio de la fonética articula­ toria nos hemos ocupado hasta ahora, casi exclusivamente, de posiciones estáticas de las diversas partes del aparato fonador. Pero en el habla todas esas partes están en constante movimiento, sin que ninguna de las posiciones 85

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que hemos descrito idealmente dure más que una breve fracción de segundo. Hay algunos contrastes significativos que no pueden describirse en un estu­ dio puramente estático, puesto que dependen de factores dinámicos y de coordinación entre los movimientos que tienen lugar desde una posición articulatoria a la siguiente. 9.4. Cantidad. El más simple de esos contrastes es el de cantidad. En muchas lenguas, dos emisiones pueden constar de exactamente los mismos movimientos articulatorios básicos y ser, no obstante, distintivamente dife­ rentes por el hecho de que alguna de las posiciones articulatorias dura más tiempo en una de las emisiones que en la otra. Esta distinción de cantidad se puede dar tanto en vocoides como en contoides. En italiano, fato /fáto/ tiene una [a ] relativamente larga y una [ i] breve, en tanto que fatlo /fátto/ tiene una [ a ] más breve y una [ t ] más larga. El símbolo fonético de la cantidad es [ * ] pospuesto al símbolo del sonido aue se prolonga: [ fá-to] y [fát-o], por ejemplo 9.5. Transición y distensión. Algo diferente es la duración relativa de dos articulaciones o cambios de función articulatoria en dos regiones distintas del aparato fonador. En inglés, las emisiones como big, dig, get comienzan por oclusivas que sólo tienen una débil sonoridad al principio (o aun ningu­ na sonoridad), la cual aumenta durante la tensión de la oclusión. En español, las palabras como bello, digno, ganas comienzan por oclusivas que son deci­ didamente sonoras desde el primer momento. La diferencia es sutil, pero un español hablado con la variedad inglesa de [ b d g] suena mal al oído español y ésa es una de las dificultades que encuentran los hablantes de inglés cuando tratan de aprender a pronunciar bien dicha lengua. Las palabras españolas peso, taza, caso comienzan con una oclusiva sorda y el principio de la sonoridad coincide casi exactamente con la distensión de la oclusiva. Las palabras inglesas pass, touch, wtóh, en cambio, empiezan también con oclusivas sordas, pero el comienzo de la sonoridad de las voca* les que siguen se retrasa por un lapso perceptible después de la distensión de la oclusiva; esto permite oír claramente un breve intervalo de sordez, acom­ pañado a veces por alguna fricción local del aire en eí punto de articulación de la oclusiva. Las oclusivas sordas de este tipo reciben el nombre de aspi­ radas; el símbolo fonético de la aspiración es [ ‘ j: por ejemplo, [ p‘ ]. Las oclusivas sordas aspiradas del inglés suenan muy mal en español y las oclu­ sivas sordas sin aspiración del español, por su parte, resultan disonantes en inglés. 9.6. Regulación de las pulsaciones torácicas. En muchas lenguas, si no en todas, la presión del aire que viene de los pulmones se ejerce en una serie de pulsaciones. La forma en que están reguladas esas pulsaciones con relación a otros movimientos articulatorios puede ser importante. Un hablante de espa­ ñol que, para evitar un posible equívoco, pronuncie ex profeso de modo diferente bloc entero y bloque entero es probable que haga la distinción 86

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precisamente en esta forma, comenzando una pulsación torácica después de la /k/ en el primer caso y juntamente con ella en el segundo. 9.7, Africadas. Hay un tipo especial de transición entre una oclusiva y el sonido siguiente (o el silencio) en el que un único movimiento del articulador, al abandonar éste la posición de oclusión completa, se realiza con suficiente lentitud como para que resulte perceptible una cantidad consi­ derable de fricción. En español, mientras / p t k b d g / n o s e pronuncian nunca en esta forma, /c/ y ¡]¡ (esta última sólo en sus realizaciones oclusivas) se producen habitualmente así: ésta es la característica especial de /c j/ mencionada, pero no descrita, en§ 8.2. Tales consonantes se llaman afri­ cadas y son diferentes de una simple sucesión de oclusiva y espirante, en la que el articulador pasa por dos movimientos sucesivos. Así, por ejemplo, en una emisión como es una actitud chic aparece, en la pronunciación de­ muchos hablantes, una secuencia [ tí j entre las dos palabras que en nada se parecen a la[ S ] de, por ejemplo, tu chico. El español tiene sólo dos africadas, en la misma posición articulatoria, pero hay lenguas que las tienen en varias posiciones. Las africadas se pueden articular con la misma variedad de modos que las oclusivas *(^8.2). Para obtener el símbolo fonético de una africada, el procedimiento más general consiste en colocar un sombrerito como diacrítico encima del símbo­ lo de la espirante correspondiente. Pero hay unos pocos símbolos especiales, que han^sido consagrados por el uso: [ c] y [ z>] para las africadas apicales; [fc] y [ 3 3 (o [ J3) para las predorsales; fX] y [X] para las africadas con distensión lateral. A todos estos símbolos se les puede añadir los diacríticos que se usan para las oclusivas o para las consonantes en general (véase la leyenda del cuadro 8.1). 9.8. Vocoides culminativas y de transición Las diferencias dinámicas son importantes para distinguir entre las vocoides de transición y las vocoides culminativas. En vid, la vocoide es de tipo culminativo: está flanqueada por articulaciones que duran menos y que producen efectos acústicos menos perceptibles. Pero en piel ia misma vocoide está articulada rápidamente y con una pulsación torácica la mitad de fuerte, y está seguida por otra vocoi­ de que dura más tiempo y para cuya emisión la pulsación torácica ha co­ brado plena fuerza; en este caso, la primera vocoide es una vocoide de transición. En español, las dos vocales anteriores,/i e/ y las dos posteriores /u 0/ tienen realizaciones culminativas y de transición: en las palabras vid, fe, col y sud son el elemento más prominente de la sílaba; en las palabras Diana, teatral, almohada y Juana, lo mismo que en laica, caerán, ahogar y cauta, forman parte dé una sílaba cuyo elemento más prominente es otro. En inglés, esta misma diferencia es la única que distingue los fonemas /j w/ de /i u/ res­ pectivamente: cuando vocoides de tipo cerrado posterior redondeado o de tipo cerrado anterior alargado constituyen el elemento más prominente de 87

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una silaba, se trata de realizaciones de los fonemas /u i/, pero cuando figuran como elemento marginal de una sílaba, cuya parte más prominente es otra vocoide, son realizaciones de los fonemas /w j/. La misma diferencia se aplica, también en inglés, a la vocoide retroftexa —de tipo culminativo en bird ‘pájaro’ y de transición en red ‘rojo’-- y a la vocoide lateral: culminativa en la sílaba inicial de lesson ‘lección’ y de transición en la segunda de battle ‘batalla’ (fonológicamente/s i/). Un expediente cómodo para obtener tantos símbolos de vocoides de transición como se necesiten consiste en escribir una pequeña cuiva debajo del símbolo de la vocoide culminativa correspondiente: por ejemplo, [ i e u ] . Pero hay también tres símbolos especiales: [ w], que corresponde a [ u ]; [ j ], que corresponde a [ i ] y [ H] que corresponde a [ y j. 9.9. Factores dinámicos en secuencias más largas. En emisiones más lar­ gas, hacen su aparición nuevos tipos de contrastes dinámicos. Uno de ellos lo hallamos en el ritmo. Las lenguas difieren mucho en ‘sus características rítmicas, lo que indica diferentes tipos de coordinación y de regulación del tiempo en secuencias lingüísticas relativamente largas. Bastará con citar un solo ejemplo. El español tiene ritmo silábico (§6.4): prescindiendo del nú­ mero y colocación de los acentos, una emisión española de veinte silabas dura aproximadamente el doble que una de diez sílabas. El inglés, por el contrario, tiene ritmo acentual: el tiempo que se tarda en producir una emisión depende aproximadamente del número de acentos que contiene, de modo que puede ocurrir que las silabas átonas —cuando hay un cierto número de ellas entre dos silabas tónicas sucesivas- se pronuncien en forma sumamente rápida. NOTAS Nuevos términos técnicos: posición de los labios (redondeados, alarga­ dos), aproximación de la lengua al paladar (tres grados de abertura: cerrado, intermedio, abierto), adelantamiento de la lengua (anterior, central, poste­ rior); tenso y relajado; retroflexión de vocales; dinámica, coordinación, can­ tidad, transición, tensión, distensión, aspiración, pulsación torácica; afri­ cadas; vocoides culminativas y de transición; ritmo silábico y acentual

CAPÍTULO X

ORDENAMIENTOS FONEMÁTICOS; REDUNDANCIA

10.1. Cuando se inicia el aprendizaje de una lengua extranjera, todo soni­ do de la nueva lengua que sea distinto de cualquiera de los de la propia se convierte en una dificultad. Así, por ejemplo, el español no tiene, como fonema, una espirante predorso-alveólar redondeada sonora [z], mientras que el francés sí la tiene: maison /mezo11/ ‘casa\poison /pwazo11/ ‘veneno’. Casi todos los hablantes de español tienden a sustituir esa espirante por su espirante sorda /s/, pero esta sustitución no es lícita ‘porque en francés la espirante sonora contrasta con la sorda en la posición .predorso-alveolar: poison, como más arriba, frente a poisson /pwaso11/ ‘pez’, con /s/. Este tipo de dificultades es familiar a todos los que han aprendido a pronunciar una lengua extranjera. Pero también existe otro, que a menudo no se tiene en cuenta. Tomadas individualmente, la / s/ y la/n/ inglesas son muy semejantes a la /s/ y la / n/ españolas, de modo que se podría esperar que no presentaran ningún problema; y, sin embargo, una palabra inglesa como snake / snéjk/ ‘víbora’ no resulta fácil. La dificultad no proviene, en este caso, de ningún rasgo de los sonidos individuales en particular, sino del ordenamiento especial en que éstos deben pronunciarse. En español, a dife­ rencia del inglés, nunca se comienza una emisión con una/s/ seguida inme­ diatamente por otra consonante, y de ahí que se tienda a desfigurar la palabra, pronunciándola [ esnéjk ]. Vemos, pues, que los distintos sistemas fonológicos pueden diferir entre sí de dos maneras. Es frecuente que difieran con respecto al número de fonemas y a las características fonéticas de cada uno, pero suelen diferir también respecto de los ordenamientos en que se dan los fonemas en rela­ ción unos con otros. En el capítulo siguiente trataremos más a fondo las diferencias entre sistemas fonológicos. En éste procuraremos limitamos al español, a fin de ilustrar algunos ordenamientos, con sus restricciones, y mostrar la impor­ tancia que ello tiene para la comunicación. 89

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10.2. Los ordenamientos fonemáticos en español. Los ordenamientos en que se dan los fonemas entonacionales se trataron en el capítulo IV; eí acento y la juntura fueron materia de los capítulos V y VI. Aquí, por lo tanto, podemos limitarnos a los ordenamientos de fonemas segmentales (vocales y consonantes) que examinaremos dentro de los límites de una sola sílaba(§ 6.3). La importancia de la silaba pana este estudio proviene del hecho de que son pocas las restricciones en la distribución de los fonemas segmentales que actúen a través del límite entre sílabas contiguas. Es decir, que las vocales y consonantes que pueden figurar al comienzo de una sílaba no están condi­ cionadas, significativamente, por la vocal o consonante que termina la sil aba anterior, así como tampoco ésta lo está por la vocal o consonante que comienza la siguiente. Dentro de los límites de una sola sílaba, en cambio, las restricciones son muchas. En español, el número de sílabas de un macrosegmento se corresponde exactamente con el número de vocales y de secuencias de dos o más vocales en transición continua. Y, a la inversa, toda vocal o secuencia de vocales en transición continua constituye, siempre, el ápice de una sílaba. Cualquier consonante o grupo de consonantes al principio de una sílaba constituye el preápice de esa silaba; cualquier consonante o grupo de consonantes al final de una silaba constituye el postápice de esa sílaba. Las secuencias de vocales que constituyen ápices silábicos presentan en español suma variedad, tanto por el número de vocales como por la diversi­ dad de ordenamientos posibles. Damos a continuación una serie de ejem­ plos, que ponen de manifiesto el grado de complejidad que pueden alcanzar los ápices silábicos (se suprime la entonación):

( 1) (2) (3) (4) ( 5) (6) ( 7) (8) (9)

/lí-neaes-tré-ta/ /ká-eal-sué-lo/ /ná-diea-tién-de/ /mí-ra-ies-kú-Sa/ /mú-tuoa-mór/ /im-bi-teáeu-xé-nio/ / es-ka-mó-teá-uol-bí-da/ /em-bí-dioaeu-sé-bio/ / se-1o-dó-i aeu-sé-b io/

Los preápices y postápices ofrecen menor variación y complejidad. Sé dan preápices “cero”, como en la primera sílaba de arpa, oca y la última de leer, fiar; también se dan postápices “cero”, como en las dos sílabas de pelo, cara, prado. Los demás preápices incluyen de una a dos consonantes (re-pri-mir, co-pla, con-tri-to) y los demás postápices lo mismo (can-tar; ins-tar, fracs). Pero las limitaciones en las secuencias de dos consonantes, para cualquiera de las dos posiciones, son rigurosas. Si todas las secuencias posibles de dos consonantes figuraran como preápices, habría un total de 343 preápices 90

ORDENAMIENTOS FONEMÁTICOS; REDUNDANCIA

distintos (un preápice “cero”, 18 de una sola consonante y 18^ = 324 de dos consonantes). De hecho, el número total de preápices con un mínimo de frecuencia está bien por debajo de cincuenta. Mucho menor todavía es el número total de postápices. A continuación ofrecemos, con ejemplos, la lista de los que se dan en español. Todos los fonemas consonánticos de la lengua figuran como preápices: pie, voz, té, dos, che, yo, cal, gol, fe, sí, shah, juez, mi, no, ñu, los, ca-ro, red. Las secuencias o grupos de dos consonantes que figuran como preápices tienen / r/ o /l/ como segundo elemento. Las nueve consonantes J t j s 5 x m n ñ r/ no participan en grupos preapicales. Los que tienen /r/ como segundo miembro son los siguientes: /pr br tr dr kr gr fr/: prez, hrin, tren, dril, cruz, gres, pac. Los grupos con /!/ son /’pl bl ti kl gl fl/: plan, Blas, a-tle-ta, club, glosa, flan. Sin duda, son muchos los hablantes que suelen añadir a éstos otros grupos, que usan en una o pocas palabras, pero ningún preápice fuera de los mencionados tiene una difusión realmente general. Como muestra de esos preápices adicionales pueden citarse /mn/ (mnemotécnico) /tm/ (tmesis), /ps/ (psicología), / ts/ (mosca tse-tsé), /ks/ (xilófono). Es posible que el lector descubra en su propia habla otros preápi­ ces de uso igualmente limitado. Todos los fonemas consonánticos de la lengua, excepto /b d J g ñ F/ figuran como postápices: chop, Rut, match, chic, naf ta, paz, cásh-mir, re-loj, cam-po, son, sal, par. Hay algunos hablantes que pronuncian las pala­ bras españolas de origen francés, como rouge, garage, con ¡]j final. Los postápices de dos consonantes tienen, por lo general, ¡s¡ como segun­ do elemento. Las siete consonantes /b d J g x ñ r/ no participan en grupos postapicales. Los grupos con /s/ como segundo miembro incluyen /ps ts ks ns ls rs/: clips, ads-crip-to, tics, es-cons, sols-ti-cio, pers-pi-caz. Entre los grupos postapicales que no tienen /s/ como segundo miembro —que apare­ cen en pocas palabras, pero muy comunes—, podemos mencionar / st rf If nk rít rlj: trust, turf, golf zinc, lunch, kirsh. Son muchos los hablantes que carecen de uno o más de estos grupos: los qué dicen / as-krí-to/ y /es-tré-mo/, en vez de / ats-kríp-to/ y /eks-tré-mo/, por ejemplo. Son muchos también los que añaden algún otro: los que dicen /púfs/ o /áms-ter-dan/, por ejemplo. Pero los postápices mencionados son los que parecen tener un empleo más general y extendido, y ningún otro grupo postapical es de uso corriente en español. Así pues, las sílabas del español se determinan por el número y locali­ zación de los ápices (fonéticamente, los elementos más prominentes de cada sílaba), en tanto que el fonema/-/ determina a su vez, con exacta precisión, el límite entre silaban consecutivas. En otras lenguas, las sílabas pueden tener tipos muy diferentes de estructura. Así ocurre en inglés, donde existe también una juntura pero que señala los límites de una unidad por lo general más larga que la sílaba, el microsegmento. Dentro de un microsegmento, las consonantes y grupos consonánticos que aparecen entre vocales sucesivas no 91

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son preápices ni postápices y no forman parte con exclusividad de la sílaba, que incluye también la vocal anterior ni de la que incluye la vocal siguiente: estructuralmente, pertenecen tanto a la una como a la otra y reciben el nombre de interludios. Por lo tanto, las silabas del inglés se determinan por el número y localización de los ápices, como en español, pero la ubicación exacta de los límites entre sílabas contiguas —excepto a través de juntura, en cuyo caso las sílabas pertenecen a distintos microsegmentos- es, a diferen­ cia dél español, fonológicamente irrelevante. 10.3. Redundancia. Las rigurosas restricciones que presentan, en todas las lenguas, los ordenamientos fonemáticos sólo pueden comprenderse en su plena significación cuando se toma en cuenta la redundancia. Lo que se entiende por esta palabra, en el uso común, es decir más de lo que hace falta. Los profesores de castellano, por ejemplo, suelen censurar en sus alumnos el empleo de una expresión como lapso de tiempo en lugar, simple­ mente, de lapso. En la moderna teoría de -la información, en cambio, el término tiene un significado muy semejante pero liberado de toda connota­ ción de indeseabilidad y capaz, teóricamente, de una cuantificación precisa. A fin de ilustrar la redundancia de que habla la teoría de la información, así como la función que desempeña en la comunicación, nos valdremos de un tipo simplificado de escritura española, con sólo espacios y mayúsculas. Supongamos que alguien escribe lo siguiente: (1) VAYASE DE AQUÍ HOY NO QUIERO HABLAR MAS CON USTED Esto puede leerlo fácilmente todo el que esté familiarizado con las reglas de ia ortografía española. Pero supongamos ahora que se recibe un mensaje, escrito en el mismo sistema, el cual se presenta del siguiente modo: (2) VAJASE DE AHUI OHY NU GUIERO ABHLAR MAS CON USTEV o del siguiente: (3) SO HEAMANO HA VIIVDO EN BIEMUS ANRES DESHE FBERERO A pesar de que ninguno de estos mensajes significa nada, no se tarda mucho en comprenderlos: se da por sentado, automáticamente, que el remitente ha querido trasmitir un mensaje normal “posible” y que se han producido errores en la transmisión. ¿Cómo es posible que entendamos mensajes que, estrictamente hablando, las convenciones del sistema de comunicación no permiten? La respuesta está en que, de acuerdo con esas convenciones, no todas las posibles secuencias de letras constituyen mensajes. Si toda serie posible de letras constituyese 92

ORDENAMIENTOS FONEMÁTICOS; REDUNDANCIA

un mensaje distinto, entonces el más leve error en la trasmisión cambiaría el mensaje que se quiso enviar en otro completamente diverso. Siempre cree­ ríamos haber recibido un mensaj e libre de errores de trasmisión, pero ocu­ rriría muchas veces que el mensaje que hemos recibido y comprendido no sería el que el remitente quiso trasmitir. En realidad, sólo una pequeña parte de las secuencias de letras matemáticamente posibles están, de hecho, permi­ tidas y es por ello que los pequeños^errores de trasmisión no resultan, por lo general, en un mensaje posible completamente distinto, sino en una secuen­ cia de letras que, estamos seguros, no puede ser un mensaje normal. Esto es lo que nos permite adivinar la intención del remitente y descifrar el mensaje. Un sistema en el que todas las series posibles de letras constituyesen mensajes tendría redundancia cero: cada una de las letras tendría el mismo valor. En los sistemas en uso, la redundancia interviene de dos maneras: 1) limitaciones absolutas en la secuencia, tales como el hecho de que en el español escrito Q está seguida invariablemente, por U; 2) variaciones en la frecuencia relativa de las distintas secuencias, como, por ejemplo, la figura­ ción relativamente común de TR frente a la bastante poco común de TL. Lá importancia de la redundancia para la comunicación consiste en que los errores de trasmisión —colectivamente llamados ruido en teoría de la infor­ mación—son inevitables; una cierta cantidad de redundancia impide que ese inevitable.porcentaje de ruido destruya totalmente la comunicación. Todo lo que se acaba de decir con respecto a la escritura con mayúsculas del español se aplica exactamente en la misma forma a la lengua hablada y a cualquier otra lengua. Una emisión consiste en un ordenamiento de fone­ mas. Si todos los ordenamientos de los fonemas de una lengua que son matemáticamente posibles se dieran realmente, el grado de claridad articula­ toria que se requeriría para evitar malentendidos sería humanamente impo­ sible. Pero esta situación no se da: los ordenamientos en que pueden apare­ cer los fonemas de una emisión están sujetos a restricciones muy severas, con lo que cierta redundancia siempre está presente; algunos cálculos aproxi­ mados indican que el grado de redundancia del inglés oscila alrededor de un 50 por ciento, y ño faltan razones para suponer que esta cifra es válida para las lenguas en general. Resulta -posible, pues, hablar de modo natural y hasta descuidado sin correr el riesgo de ser mal comprendidos a cada paso. Se habla rápidamente: en español normal se emiten de catorce a dieciocho fonemas segmentales sucesivos por segundo. Nos comunicamos por medio del lenguaje en condi­ ciones externas de toda índole: en cuartos silenciosos y en salas de máqui­ nas. Una lengua con redundancia relativamente baja podría funcionar en ambientes silenciosos y si los hablantes enuncian con claridad, pero fraca­ saría una y otra vez en ambientes ruidosos o cuando los hablantes estuvieran de prisa y tuviesen que hablar más rápida y descuidadamente que de costum­ bre. En este sentido técnico, pues, la redundancia no es nada que deba lamentarse, sino un ingrediente esencial de todo sistema de comunicación tan flexible y de tan vastos alcances como es el lenguaje. 93

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Cuando de habla de ruido y redundancia siempre es necesario especificar respecto de qué se hacen esas afirmaciones. Desde un cierto punto de vista, la diferencia entre el “timbre de voz” de Juan y el de Pedro representa ruido, ya que esa diferencia se superpone a las características comunes que constituyen la parte lingüística de lo que dice cualquiera de ellos. Pero desde otro punto de vístala diferencia sirve a la comunicación —y, por ende, no es ruido-, puesto que nos permite saber si es Juan o Pedro el que habla. En una habitación llena de gente, donde se mantienen simultáneamente varias conversaciones, el sonido que otros hablantes producen cuando se está tra­ tando de escuchar a uno solo es ruido; pero si se desvía la atención hacia un hablante distinto, es la voz del primero la que pasa a ser ruido. No es posible distinguir, pues, por lo menos en determinadas ocasiones, entre “ruido” y “mensaje indeseado”. Los hábitos de comunicación de los indios fox ilustran otro tipo de superposición. Lo mismo que otros indios norteamericanos, los fox suelen señalar abocinando los labios más bien que extendiendo un dedo. El señalar constituye un sistema de comunicación de tipo mínimo. La palabra fox que significa ‘allí’ es ,/yo‘hi/, en la que la /o '/ se articula con leve redondea­ miento de los labios pero sin abocinamiento. Ahora bien, suele ocurrir que un fox señale un objeto y diga al mismo tiempo /yo'hif. El abocinamiento de los labios cambia el timbre acústico de la / o '/: con relación a la íengua constituye, por consiguiente, ruido, en tanto que, en otro sistema, consti­ tuye la parte esencial de un símbolo de comunicación. También en otro contexto es pertinente la redundancia: en eí de la distor­ sión consciente del habla. Aunque una persona esté tratando de imitar otra variedad dialectal de la lengua o esté burlándose de un acento extranjero, no . suele haber dificultad en comprender lo que dice. Lo mismo en este caso que en ios considerados antes, la distorsión es ruido en un cierto sentido, pero al mismo tiempo nos trasmite la información de que el hablante está imitando a otro o burlándose de él. Un calambur es una emisión susceptible de dos (o más) interpretaciones diferentes; un mal calambur puede ser' susceptible de una de esas interpretaciones sólo si se admite una grosera distorsión articulatoria: A (japonés hablando español): ¿Fueae tocar el tango “Velázquez”? B (el director de orquesta): No lo conozco. A: Sí, ése que comienza ‘Velas que iuuo es mentila... ” Afín a esto es el camelo, que suena como si debiera ser comprensible pero que —si se io escucha bien— no lo es. Al camelo suelen recurrir algunos actores cómicos como recurso para provocar la risa; los lectores que lo hayan escuchado recordarán, sobre todo, al actor mejicano Cantinflas. Algu­ nos recordarán también, a este respecto, parodias como la siguiente, en la que el habla, violentamente distorsionada, no deja por ello de ser compren­ sible: 94

ORDENAMIENTOS FONEMÁTICOS; REDUNDANCIA

-Adiós, Tanolai, ¿cómo te Vázquez? ... Aquí me tenés completamente a tus Ordóñez. Un Amiguelli, che: don Miguel, el encargao... Está así... medio Chivanosky desde que se le fúé la Mujica.. . —¿Y qué se ha hecho la Mujica? —¡Qué sé Llorca! ... Hace como tres Mezzadri que la anda Buscandioti y no la puede Trovesky. —Entonces es Segura que se Ascondosky. —¡Vaya a Saavedra! Por banales que sean estos ejemplos ilustran bien una función de la redun­ dancia que, en algunos contextos, llega a ser muy importante (capítulo ‘XXXV). NOTAS Términos nuevos: los que designan elementos de las sílabas: ápice, preá­ pice, postápice (definidos con referencia al español) e interludio (definido con referencia al inglés), todos los cuales pueden encontrar aplicación, de un modo u otro, en muchas lenguas; grupo (consonántico); microsegmento; redundancia, ruido. La teoría de la redundancia y el ruido y los métodos para su cuantifícación han sido elaborados por Shannon y Weaver (146). El ejemplo de parodia y otras muchas del mismo tipo en Vacarezza (161). Problema. A continuación se ofrece una lista de sílabas españolas. El lector deberá establecer cuáles de ellas no aparecen nunca al final de un macrosegmento. N /e/ lol M /a/ M 1be/ /bo/ /bu/ /ba/ /ñe/ mi

/ia/ lio/ /uo/ /ue/ /ei1 /mia/ /sio/ /ble/ Iblol /bla/ /tía/ ■ /fia/

ni ¡¿i /ó/ /ú/ li l /uó/ /ué/ /uá/ /ái/ léil /éu/ /áu/

M lié/ 1tu/ /bú/ /sú/ na m /glá/ /tú/ /xó/ /kú/ /drá/

95

CAPITULO XI

DISTINTOS TIPOS DE SISTEMAS FONOLÓGICOS

11.1. Problemas que presenta una tipología. Toda lengua tiene un sis­ tema fonológico y hay ciertas características que parecen ser comunes a todos los sistemas fonológicos. Una de ellas es el uso exclusivo de un determinado órgano del cuerpo humano para la producción del sonido; otra es la tenden­ cia a una redundancia de aproximadamente un 50 por ciento. Pero los sistemas fonológicos difieren también de diversas maneras y' tan importante como saber qué tienen en común todas las lenguas es saber qué tipo de diferencias existen y conocer los límites dentro de los cuales es posible la variación. Ninguna exposición de esta clase puede ser definitiva todavía. De las tres o cuatro mil lenguas que se hablan actualmente ( §1.3), sólo tenemos datos razonablemente fidedignos acerca de unos pocos centenares, en tanto que apenas alcanzan un puñado las lenguas de las que tenemos un conocimiento que, por lo menos en lo que atañe a la fonología, puede considerarse com­ pleto. La primera lengua que examine un investigador competente puede 'mostrar algún fenómeno no descubierto hasta ahora. Pero, por otra parte, las lenguas de las que algo sabemos constituyen un muestreo lo bastante variado como para hacer posible que las investigaciones futuras no modifi­ quen demasiado radicalmente las generalizaciones que haremos a continua­ ción. El hecho de que las descripciones que poseemos de diversos sistemas no hayan sido siempre elaboradas con la misma metodología constituye otra fuente de imprecisión. Una de las consecuencias del desacuerdo metodo­ lógico es, por ejemplo, la siguiente: algunos investigadores consideran que los ápices silábicos del inglés /ij ej aj oj uw ow aw/ son fonemas unita­ rios; otros los consideran grupos. Para los primeros, hay treinta y ocho fonemas segmentales en la variedad centro-occidental del inglés americano; para los segundos, sólo hay treinta y uno. Y hay, incluso, un tercer enfoque, según eí cual los fonemas son treinta y tres. Problemas como éste parecen 96

DISTINTOS TIPOS DE SISTEMAS FONOLOGICOS

amenazar más al inglés que a la mayoría de las lenguas; quizá porque más personas, y durante más tiempo, han trabajado en el inglés. De todos modos, aun cuando el origen de tales imprecisiones no se pueda eliminar por com­ pleto, la mayoría de las generalizaciones que siguen no se ven seriamente afectadas por ellas. í 1.2. El número de fonemas segméntales. El número menor de fonemas segmentales, por lo que sabemos hasta ahora en forma fidedigna, es 13, que es el número que se da en hawaiano. Las cifras más altas que se han dado son las de algunas lenguas del Cáucaso septentrional, en las que el número total de fonemas segmentales llega hasta 75. Debido a que existe un pro­ blema teórico todavía no resuelto acerca de cómo se han de describir los sistemas fonológicos de esas lenguas caucásicas, las dejaremos de lado a los fines de este capítulo y el límite superior lo fijaremos, tomando en cuenta el chipewyano, en alrededor de 45. Sesenta y nueve lenguas escogidas al azar, sin excluir el hawaiano ni el chipewyano, dan un promedio de poco más de 27 fonemas segmentales. De esas lenguas, veintidós tienen 23 ó menos, veinticinco tienen más de 23 pero menos de 31 y veintidós tienen 31 ó más. Es natural suponer que, en igualdad de condiciones, se requerirán en general series más largas de fonemas segmentales para expresar un signifi­ cado dado en lenguas como el hawaiano que en otras como el chipewyano. La demostración de esta hipótesis la da la longitud media de los morfemas (en las emisiones, los elementos mínimos con significado propio: capítulo XIV). En hawaiano y en las otras lenguas polinesias son poquísimos los morfemas que constan de una sola sílaba: la mayoría tienen dos y muchos, más de dos. En el extremo opuesto están algunas de las lenguas del Cáucaso, en las que prácticamente cada uno de los fonemas sucesivos de una palabra es un morfema distinto. 11.3. Clasificación de los fonemas segmentales. Se suele suponer que todo fonema segmental debe ser vocal o consonante, pero no siempre es así; no lo es, por ejemplo, en inglés si a / ij uw/, etc. los consideramos grupos. Los fonemas segmentales del hawaiano se reparten, sí, exactamente en dos clases: hay cinco vocales /i e a o u/ y ocho consonantes /p k m n w 1 h ?/- La sílaba está compuesta por una sola vocal o bien por una consonante seguida de una vocal y toda emisión hawaiana se compone de una o más de esas sílabas. En otras lenguas es necesario reconocer, algunas veces, más de dos clases de fonemas segmentales. Un ejemplo son las lenguas en las que es necesario distinguir entre ápices simples y complejos. Una de ellas es el inglés, si se acepta la* interpretación —controvertida, según vimos- de /ij ej aj oj uw ow aw/como grupos: estos grupos son ápices complejos. El primer constituyente es el núcleo del ápice y el segundo, el satélite del ápice. Si consideramos que preápices, postápices e interludios son todos már­ genes silábicos, tenemos que en una lengua que tenga ápices simples y 97

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA ■i.

complejos se dan los siguientes tipos, lógicamente posibles, de fonemas segmentales: figura como: núcleo del ápice vocal plena covocal consonante semivocal hemivocal semiconsonante ubicua

'SI no no sí sí no sí

satélite del ápice no sí no sí no sí sí

margen

no no sí no sí sí sí Descrito en estos términos, el inglés tiene vocales plenas, consonantes y las semiconsonantes /w j/. El alemán es parecido, pero la /w/ alemana es una covocaí: figura en ápices complejos (/aw/, como en Haus /háws/ ‘casa’), pero no en márgenes. El mandarín tiene dos vocales plenas, un conjunto de consonantes, tres semiconsonantes /m n g,/, una hemivocal /y/ y tres ubi­ cuas /i u r/. /i/, por ejemplo, es el ápice en /bí/ ‘lapicera’, satélite de un ápice complejo en ¡bí\¡ ‘blanco’ y maiginal en /iáu/ ‘querer’ o /biSu/‘reloj’. Debe tenerse presente que su carácter de ápice, satélite o margen es prede­ cible en todos los casos en función de los fonemas que la acompañan y del ordenamiento en que se dan. En español, toda sílaba incluye uno o más de los fonemas /i e a o u/ como ápice. En los ápices compuestos por más de uno de esos fonemas, /a/, si aparece, siempre es el núcleo, pero /i e o u/ lo son algunas veces y otras no: la palabra buey /buéi/, por ejemplo, consta de una sola sílaba, con la /e/ acentuada como núcleo, en tanto que la /i/ y la /u/ son aquí —fonéti­ camente— consonánticas. Debemos reconocer, pues, tres clases de fonemas segmentales: vocal plena /a/, que o bien constituye el ápice o bien forma parte de él, en este último caso siempre como núcleo; consonantes Ip t í k b/, etc., que nunca son ápices ni forman parte de ellos, y semi­ vocales /i e o u/, que siempre constituyen o integran ápices pero unas veces como núcleo y otras no, dependiendo esto último de la naturaleza y ordenamiento de los fonemas segmentales circundantes, de la posición de la juntura y de la del acento. La lengua wishram parece semejante al español: una sola vocal plena /a/ y otros dos fonemas de tipo vocálico, /i u/, que estructuralmente son semivo­ cales. En otras diversas lenguas, las nasales y las líquidas (fonéticamente como las españolas /m n 1 r/) resultan ser semivocales y no consonantes. 98

DISTINTOS TIPOS DE SISTEMAS FONOLÓGICOS

11.4. La proporción de vocales respecto de las consonantes. Para nuestro propósito conviene redefinir ahora el término “vocal” de modo que designe a todos los fonemas segmentales que aparecen alguna vez como ápices sim­ ples o como núcleos de ápices complejos, excepto las semivocales de tipo nasal y líquido. En esta forma resultará posible preguntarse cuál es el por­ centaje de fonemas segmentales que tienen, en cada lengua, la probabilidad de ser vocales. La latitud es amplia: la proporción más alta que se conoce está algo por debajo del 40 por ciento (finlándes: 8 vocales y 21 fonemas segmentales); la más baja es de aproximadamente un 8 por ciento (belía-coola: 3 vocales y 36 fonemas segmentales). Y, lo que es más significativo, hay cierta corre­ lación entre esa proporción y el número total de fonemas segmentales. Las lenguas con menos fonemas segmentales suelen tener un porcentaje de voca­ les que va de mediano a alto. Aquéllas cuyo número de fonemas segmentales no es ni muy alto ni muy bajo muestran mayor variación en el porciento de vocales pero tienen, término medio, un porcentaje más alto que el primer grupo. Las lenguas con menor proporción de vocales son las que tienen un número muy alto de fonemas segmentales. 11.5. Distintos tipos de sistemas vocálicos. Las vocales de una lengua (segúfí la definición de § 11.4) configuran habitualmente un sistema bastan­ te bien delineado de contrastes articulatorios (figura 11.1). En todos los sistemas vocálicos conocidos se dan contrastes de abertura. En adyge, con sólo tres vocales, ése es el único contraste funcional: una vocal cerrada, una intermedia y una abierta. Que cualquiera de ellas sea anterior o posterior, redondeada o* alargada, depende enteramente de los fonemas circundantes. A este raro tipo de sistema vocálico se lo puede llamar unidimensional. Mucho más comunes son los sistemas bidimensiomles, en los que el con­ traste anterior está en intersección —total o parcial—con algún otro tipo de contraste. En el más simple de los sistemas bidimensionaleshay tres vocales: dos cerradas y una abierta; las dos primeras contrastan como anterior alar­ gada frente a posterior redondeada (cree, ojibwa, algunos dialectos árabes). El sistema que le sigue en complejidad tiene cuatro vocales: dos cerradas y dos abiertas, dos anteriores y dos posteriores (fox, shawnee, apache). El español, el latín, el ruso y muchas .otras lenguas tienen sistemas bidimensionales con tres grados de abertura a los cuales —salvo al más abierto— se suma el contraste de anterior-posterior o de alargado-redondeado; así por ejemplo, en español y en latín tenemos /i u/ cerradas, /e o/ intermedias y /a/ abierta;/i e/ anteriores alargadas y /u o/posteriores redondeadas. El mayor número que se conoce —tanto en sistemas bidimensionales como en otros que no lo son—de grados contrastantes de abertura es cinco (algunos dialectos suizo-alemanes). En la segunda dimensión, el número mayor de contrastes es tres: anterior alargada, anterior redondeada y poste­ rior redondeada (alemán, francés, holandés) o bien anterior alargada, 99

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posterior alargada y posterior redondeada (búlgaro, mixteco, rumano). El sistema bidimensional más complejo tiene cuatro grados de abertura y tres contrastes en la segunda dimensión, con completa intersección de modo de dar doce vocales. Aunque no está atestiguado con absoluta certeza, parece posible para algunos dialectos del danés. Los sistemas bidimensionales cuya segunda dimensión de contrastes se manifiesta en todos los grados de abertura son sistemas rectangulares: tal es el sistema de dos por dos del fox, el shawnee y el apache, descrito más arriba, y el de cuatro por tres que puede darse en dialectos daneses. En otros sistemas bidimensionales la segunda dimensión no está presente en todos los grados de abertura. Lo que ocurre más a menudo, en ese caso, es que hay menos contrastes en el grado más abierto que en los más cerrados(español o latín), con lo que el sistema es triangular. Pero hay excepciones: el pota­ wátomi tiene dos vocales abiertas y dos cerradas, pero una sola vocal inter­ media.

c i a I. Atfyge cA cP 1A iP a IV. Español

cA

cA

cP

cA

cP

a aA aP n . Cree DI. Fox cAcAo cPo iA~ iAo iPo a V.Alemán cAo cPo

cP íC

aA

aP

VI. Potawátomi

Fig. 11.1. Algunos sistemas vocálicos. Las vocales apare­ cen aquí descritas en función de los hechos fonéticos pertinentes: “c” - cerrada, “i” - intermedia, “a” —abier­ ta; “A” ~ anterior , “C” = central, “P” ■= posterior ; “o” — redondeada, — ahrgada. El sistema I es uni­ dimensional, los sistemas II-VI son bidimensionales y el sistema VIÍ es tridimensional. Los sistemas II, IV y V son trangular es y III es rectangular; el sistema VI escapa a esta clasificación.

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DISTINTOS TIPOS DE SISTEMAS FONOLÓGICOS

En una variedad del sistema tridimensional la posición de los labios y los grados de adelantamiento de la lengua obran independientemente: de las ocho vocales del turco, cuatro son cerradas y cuatro abiertas, cuatro anterio­ res y cuatro posteriores, cuatro alargadas y cuatro redondeadas. En otra variedad del mismo sistema la tercera dimensión es la retroflexión: el badaga tiene quince vocales, repartidas en tres grupos de cinco, cada uno de los cuales es análogo al sistema total del español o del latín. Las vocales de uno de los subsistemas no son retroflexas, las del otro son en parte retro flex as y las del tercero, fuertemente retroflexas. En lo que antecede hemos citado únicamente ejemplos representativos. Existen otras variedades, tan claras y simétricas como las descritas, y, ade­ más, de unas pocas lenguas se ha dicho que tienen sistemas asimétricos: sistemas en los que no hay una simple diferenciación en términos de grados de abertura y demás. Aunque no se pueda tener absoluta confianza en esos datos, es, empero, bastante común que 'buena parte de las vocales de una lengua se ajustert a un esquema simétrico, pero dejando unas pocas sobran­ tes. La mayoría de las vocales orales del francés se conforman a una pauta bidimensional (cuya magnitud varía según los dialectos), pero hay una /a/ sobrante con algunas peculiaridades de distribución. Las vocales nasales francesas (cuatro en algunos dialectos, tres en otros) constituyen un subsis­ tema diferente, en el que sólo son distintivos los contrastes de adelanta­ miento de la lengua y de posición de los labios, siendo irrelevante el grado de abertura. 11.6. Los sistemas consonanticos. En casi todas las lenguas, 4a mayor parte de los fonemas consonanticos se distribuyen en dos grandes clases: obstructivas, que comprende oclusivas, africadas y espirantes, y sonantes, que abarca nasales, líquidas y vocoides de transición como las inglesas /w/ y /j/. Si una lengua tiene consonantes que se producen enteramente en la faringe o en la glotis, tales consonantes quedan fuera de esta clasificación bipartita. I^as obstructivas forman, a menudo, un sistema simétricamente pautado, en eí que intervienen contrastes de posición y de modo de articu­ lación; las sonantes se presentan, algunas veces, como sobrantes fortuitos. Entre las obstructivas, el menor número de posiciones articulatorias con­ trastantes que se conoce es dos: eí hawaiano tiene una/p/ bilabial y una /k/ lingual, que puede ser apical o dorsal. El número mayor que se conoce es nueve: nootka, duwamish y snoqualmie tienen/p/ bilabial,/!/ ápico-dental, dorso-velares anterior y posterior /k q/, africadas /c y dorso-velares labializadas anterior y posterior /kw'q w/. Se advertirá que algunas no son posiciones distintas en el sentido articulatorio primario, ya que constituyen una proliferación del sistema posicional mediante modificaciones como la africación y la labialización. Pero que equivalen, funcionalmente, a las otras “posiciones” se desprende del hecho de que el contraste nónuple está en intersección, en las tres lenguas, con los contrastes de modo de cada una de ellas. 101

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

■í El número de modos más bajo que se conoce, entre las obstructivas, es uno; vale decir, la ausencia de contrastes de modo. El hawaiano no tiene espirantes, sino solamente las dos oclusivas /p/ y /k/. Hay otras lenguas, muy pocas, que también carecen de espirantes. El mayor número de contrastes de modo que se conoce es cinco: el georgiano tiene oclusivas sordas sin aspira­ ción (a veces glotalizadas), oclusivas sordas aspiradas, oclusivas sonoras, espi­ rantes sordas y espirantes sonoras. Los contrastes de modo cuádruples y triples son mucho más comunes y dentro de cada uno de esos sistemas hay muchas variedades. A

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§ Hawaiano

g* kw

Chipewyano

Fig. 11.2. El sistema de obstructivas más simple que se conoce y uno de los más complejos El hawaiano tiene sólo un contraste bipolar de posición (bilabial y no bilabial) y no tiene contrastes de modo. El chipewyano tiene obs­ tructivas en ocho posiciones articulatorias (bilabial, ápico-aiveolar» africada alargada ápico-alveolar, africada redondeada ápico-alveolar, africada predorso-alveolar, africada apical lateral, posdorso-velar y posdorso-labiovelar) y cinco contrastes de modo (oclusiva no aspirada, a veces sonora; oclusiva aspirada; oclusiva glotalizada; espirante sorda; espirante sonora). Las consonantes /j l¡, relativamente sin fricción, en chipewyano van junto con las obstructivas espirantes sonoras.

La figura 11.2 presenta el sistema de obstructivas más simple y uno de los más complejos, entre les que están atestiguados de modo fidedigno. Las lenguas que tienen una cantidad desusadamente grande de fonemas segmentales - y , por ende, de consonantes- deben por lo general ese alto número de consonantes a una proliferación del sistema de obstructivas: el chipewyano tiene 34 obstructivas. Pero en ninguna lengua se dan al mismo tiempo el número más alto conocido de posiciones contrastantes y a la vez el número más alto de modos contrastantes que se conoce. Son muy pocas las lenguas (duwamish, snoqualmie, quileute) que carecen de continuas nasales. Algunas (tillamook, iroqués, arapaho) sólo tienen una. En todas las lenguas que tienen por lo menos una nasal, ésta es una nasal 1 02

DISTINTOS TIPOS DE SISTEMAS FONOLÓGICOS

apical del tipo [ n ]. El número mayor de nasales diferenciadas únicamente por la posición articulatoria es cinco; el caso del nuer, por ejemplo. Las posiciones articulatorias que aparecen en las nasales son siempre las mismas que se encuentran en las oclusivas y es muy raro -s i de veras ocurre— que haya más nasales que oclusivas de alguno de los modos de articulación. Las generalizaciones que podrían hacerse respecto de las sonantes no nasales y de las consonantes faríngeas y glóticas tienen, por el momento, demasiadas restricciones como para que valga la pena exponerlas. En algunas pocas lenguas, la clasificación básica de las consonantes es distinta. En ruso, por ejemplo, debería clasificárselas en llanas y palatales, porque todas las consonantes, salvo unas pocas, se dan así apareadas. Sólo después, dentro de cada uno de esos dos subsistemas, es pertinente la divi­ sión en obstructivas y sonantes. 11.7. Tipos silábicos. El sistema silábico del español es del tipo juntural o, más estrictamente, ápicojuntaral Vale decir, como se indicó en el capí­ tulo X, que dentro de un macrosegmento el número de sílabas es igual al número de secuencias fonemáticas limitadas por sucesivas figuraciones de un fonema de transición /-/, cada una de las cuales incluye necesariamente una vocal o secuencia de vocales en transición continua; esa vocal o secuencia de vocales constituye en cada caso el ápice de la sílaba. Otra variedad del tipo juntural es el sÜábico-juntural El sistema silábico del cantonés, por ejemplo, es de este tipo. En cantonés, el número de sílabas de una emisión es igual al número de segmentos limitados por sucesivas figuraciones de una juntura /-/. No hay ápices complejos; cada sílaba contiene un ápice simple, pero no siempre es fácil localizarlo en forma fonéticamente precisa. Son posibles contrastes del tipo siguiente: /pan-ap/ : / pa-nap/ :/pa-n-ap/, con la/n / al final de una silaba en el primer ejemplo, al principio de la siguiente en el segundo y formando una sílaba por sí sola en el tercero. El tipo apical es, en cierto sentido, el tipo diametralmente opuesto al del sistema cantonés. El sistema silábico del inglés pertenece a este tipo. En inglés hay tantas sílabas como ápices silábicos haya. Este tipo de sistema silábico es muy común, si bien la determinación fonemática de lo que cons­ tituye un ápice no depende siempre, como en inglés, simplemente de la presencia de un fonema que pertenece a una determinada clase (una vocal). El tipo preápico-apical difiere del anterior por el hecho de que cada sílaba incluye tanto un ápice como un preápice; puede o no incluir también un postápice. Un ejemplo es el yawelmani: cada sílaba consta de una sola consonante y una sola vocal, o bien de esto mismo seguido por una sola consonante postapical. Una consonante entre vocales constituye sílaba, como preápice, con la vocal siguiente, mientras que dos consonantes entre vocales se dividen, yendo la primera con la vocal anterior, como postápice, y la segunda, como preápice, con la vocal siguiente. No hay, pues, interludios o, al menos, ningún contraste (como en inglés) entre un interludio y una secuencia de postápice y preápice. 103

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODLRNA

El tipo preapicál es raro, pero está bien atestiguado para el bella-coola, cuyas sílabas tienen todas un preápice pero carecen, algunas veces, de ápice. Así, por ejemplo, la palabra/fk’wtxw/ ‘ ique sea grande! ’ se compone de cuatro sílabas, cada una de las cuales consiste en una consonante preapical. Hay transición continua de una consonante a la otra. Fonéticamente, ese momento de transición da la impresión de un ápice, pero fonológicamente no es smo parte de la consonante. " El tipo cuantitativo, finalmente, tiene sílabas que no se definen en base a junturas, ápices, preápices ni ninguna combinación de ellos, sino puramente en términos de cantidad relativa. La palabra japonesa /nippoñ/ ‘Japón’ se emite en aproximadamente el mismo tiempo que la palabra / sayonara/ ‘adiós’; las sílabas de esta última son /sa/, /yo/,/na/ y /ra/,mientras que las de la primera son /ni/, /p/, /po/ y /ñ/. Las sílabas / p/ y /ñ/ no se pueden descomponer en preápice y ápice, pero cuentan como sílabas porque su producción tarda tanto, aproximadamente, como la de /yo/ y /ra/ en la otra palabra citada. Sólo unas pocas sílabas del japonés son de ese tipo especial y su distribución es muy limitada, pero bastan para definir la naturaleza del sistema silábico. 11.8. Los sistemas acentuales. A continuación resumimos la variedad de sistemas acentuales que se dan en las distintas lenguas. El francés y algunas otras lenguas no tienen sistema acentual. El español, el inglés, el alemán, el ruso y muchas otras lenguas tienen un sistema acentual del tipo de intensidad: algunas sílabas son, en el contexto, más fuertes que otras (español/á-bla/ : /a-blá/) y una emisión monosilábica lleva siempre el grado más alto de intensidad. En español sólo contrastan dos grados de intensidad; en inglés y probablemente en alemán hay cuatro, lo que supone un fonema de acento primario / 7 , uno de acento secundario TI y uno de acento terciario /'/• En la siguiente oración inglesa aparecen los tres: the óperátor is st'ck ‘el operador está enfermo’. El cantonés, el vietnamés y muchas otras lenguas tienen un sistema acen­ tual de tipo tonal: la mayor parte de las sílabas llevan, en el contexto, perfiles tonales contrastantes e incluso las emisiones monosilábicas muestran algunos de esos contrastes. En varios de estos sistemas los tonos son sólo dos (agudo y grave o ascendente y descendente); en otros sistemas aparecen tres, cuatro, cinco, seis y aun (en ciertas variedades del cantonés) nueve tonos. En algunas lenguas se encuentra lo que parece ser una intersección par­ cial de dos sistemas acentuales, con intervención de rasgos tanto de tipo de intensidad como de tipo tonal. Entre esas lenguas se cuentan el sueco y el noruego. La palabra noruega /b^mar/, con acento fuerte y un cierto perfil tonal en la primera silaba, significa 'aldeanos’, en tanto que la misma secuen­ cia segmenta!, con acento fuerte pero distinto perfil tonal en la primera sílaba, significa ‘porotos’. Pero el contraste tonal sólo actúa en las sílabas que llevan acento fuerte y no aparece en las emisiones monosilábicas. En otras lenguas se encuentra un sistema acentual completo de tipo tonal. 104

DISTINTOS TIPOS DE SISTEMAS FONOLÓGICOS

y también un sistema acentual completo de tipo de intensidad, con pocas o ninguna limitaciones de combinación. Mandarín /ián-zig/, con acento en la primera silaba, significa ‘ojo’, mientras que /ián-^ig/, con acento (y tono descendente) en la segunda sílaba, significa ‘anteojos’. NOTAS Términos nuevos: ápices simples y complejos; dentro de un ápice com­ plejo, núcleo y satélite; margen de una silaba; términos que designan clases de fonemas segmentales establecidas en base a sus ordenamientos en una lengua en particular: vocal (plena), consonante, semivocal, hemivocal, semi­ consonante, covocal, ubifua; tipos de sistemas vocálicos: unidimensional, bidimensional, tridimensional, rectangular frente a triangular; asimétrico; términos que designan tipos de sistemas silábicos: tipo juntural (ápico-juntu ral y silábico-juntural), tipo apical, tipo preápico-apical, tipo preapical, tipo cuantitativo; tipos de sistemas acentuales: tipo tonal y tipo de inten­ sidad, El término morfema aparece brevemente en el transcurso de la exposi­ ción, pero no se lo introducirá de modo sistemático hasta los capítulos XIV y siguientes. El bosquejo tipológico de este capítulo es una condensación de Hockett (71), capítulo 2, donde se hallarán también referencias bibliográficas com­ pletas. Pero la clasificación tipológica del español que ofrecemos en esta versión es distinta de la que allí figura y proponíamos en la edición inglesa.

CAPÍTULO XII

EL ANÁLISIS FONOLÓGICO

12.J. En los capítulos anteriores hemos presentado una serie de hechos relativos al sistema fonológico del español, a fonética articulatoria, a lo que se sabe sobre la extensión y variedad de los sistemas fonológicos de las lenguas del mundo. Reunir.toda esa información es parte de la tarea del lingüista. Pero para poder hacerlo éste necesita adquirir ciértás téchícas d conocimientos prácticos, de los que se vale para descubrir cuál es el sistema fonológico de una determinada lengua. Todo hablante “ conoce” la fonolo­ gía de su lengua, en el sentido de que se comporta, como hablante y oyente, de conformidad con ella; pero no puede, sin un adiestramiento especial, describir a otro su sistema fonológico. Tampoco el lingüista, por consiguiente, puede descubrir nada de la fonología de -p o r ejemplo- el choctaw o el vietnamés mediante el simple recurso de pedirle a un hablante nativo de una de esas lenguas que le hable de ella. Es preciso, por el contrario, que ponga en práctica ciertas técnicas de observación y experimentación que constituyen lo que sé llama el 'afíátisWpnotí^o:. ... El análisis fonológico se lleva a cabo en condiciones mu y d ive r m . Las más favorables son aquéllas en las que el analista puede trabajar en contacto directo, cara a cara, con un hablante de la lengua o informante; en especial cuando ambos pueden entenderse en alguna otra lengua, además de la que el analista se_propone estudiar. Cuando se cumplen esas cóndiciónes se habla de una situación de campo, que es la que supondremos en la exposición de este™capiTuÍÓrCüando una lengua sólo se conoce a través de documentos, como es el caso del latín o del español antiguo, los supuestos básicos del análisis siguen siendo los mismos, pero los pasos sucesivos del procedimiento son radicalmente distintos y el grado de certidumbre que se puede adscribir a los resultados es, por lo general, menor. Tales condiciones filológicas dan origen a ciertos problemas especiales, que exceden el alcance y propósitos de este libro. Sucede algunas veces, por último, que la lengua cuyo sistema fonológico se procura determinar no sólo no se habla ya, sino 1 06

EL ANÁLISIS FONOLÓGICO

que no está tampoco atestiguada en documentos escritos y sólo se conoce indirectamente a través de formas lingüisticas más tardías que descienden de ella: por ejemplo, la lengua de algunas tribus germánicas del primer mile­ nario antes de Cristo (no hay modo de determinar fecha y ubicación pre­ cisas) que ha sobrevivido hasta hoy -e n formas, claro está, muy alteradascorno inglés, alemán, noruego y las otras lenguas llamadas germánicas. En tales condiciones, las técnicas que se emplean forman parte del método comparativo y se examinarán en los capítulos LVII - LVI1I. En la situación de campo, conviene distinguir entre dos operaciones o. series de operaciones, que podemos Humar,recolección y colaciónLa primera se refiere aí proceso de transformar las emisiones escuchadas al infor­ mante en notaciones sobre el papel, en forma tal que permita fácilmente su

”^r^^püIéoC"X'a jéoJaciQn J

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que es preciso realizar con los datos recogidos antes de que pueda establecerse cuál es eí sistema fonológico. En la práctica, nunca se hace toda la “recolección después. Los primeros intentos de colación, de carácter provisorio y basados en una recolección parcial, sugie­ ren qué es lo que debe buscarse preferentemente en las futuras recolec­ ciones. La distinción lógica entre ambas es, sin embargo, esencial, por el hecho de que la colación debe seguir siendo provisoria hasta tanto no se hayaxompleiadola.xgCQleccióJl, 12.2. La recolección. Al ponerse en contacto con su informante, ej. jnalista a d o ^ ^ o m o'j%nto de partida ciertos supuestos iniciales: que el informante habla realmente una lMigua; que, por lo tanto, las emisiones del informante se distinguen entre sí, en su mayor parte, por diferencias de sonido (“en su mayor parte” , porque hay que tomar en cuenta excepciones margínales como el hijo vino y elijo vino), y que, por último, la función de distinguir entre emisiones está a cargo de sólo un pequeño número de difefeñciain f i ^ ^ que" eí analista debe dar por sentado. Más allá de ello, en lo que hace a los detalles, no puede dar nada por sentado, sino que debe establecerlo empíricamente. El analista da comienzo a su tarea preguntándole al informante cómo se dicen álgunaT co^ seutó para ‘perroT’7^r¿c°ómose~dice ‘dos hombres’? ” , etc.; y tratando, aLprincipio, de elicitar únicamente emisiones bastante breves, por una razón prác­ tica: debe afinar su propio oído a la nueva lengua antes de que pueda pretender oír, con un mínimo de exactitud, trozos más largos. Con el tiem­ po, naturalmente, deberá también ocuparse de emisiones más extensas. E^ preciso transcribir cada una de las respuestas del informante, del modo más exacto posible, en notación fonética aproximada y él lingüista puede también tratar, antes o después, de imitar esas emisiones, pidiéndole a su informante que sea despiadadamente crítico para todo error de pronun­ ciación. Incluso cuando parece que éste encuentra aceptables esas imita­ ciones, puede ocurrir que las notaciones del analista estén plagadas de erro107

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

res. La^ primera lista de palabras que.se.obtiene con este procedimiento tendlaTmuv poco valor como documento permanente de esa lengua. Pero tampoco es eso lo que el lingüista se propone con ella: no es más que una ayuda temporaria en la tarea de determinar el sistema fonológico de la lengua. Algunos ejemplos mostrarán cuál es la marcha del proceso mediante el cual el lingüista llega gradualmente a conclusiones seguras. Supongamos que el analista anota en su cuaderno en la siguiente forma las dos primeras emisiones que ha obtenido de su informante: ( 1)

‘hombre’

( 2)

‘mujer’

[ t‘áli ] [ muga ]

Estas dos primeras emisiones no 1c dicen mucho. Es indudable que suenan distinto, pero las diferencias son tan grandes que no le sirven de nada en su tarea de tabular las diferencias funcionales mínimas de articulación y de sonido. Incluso la presencia de una oclusiva sorda aspirada[ t‘ ] en la primera palabra, frente a una oclusiva sonora [g ] en la segunda, no pennite deducir nada acerca de los tipos de contrastes de modo de articulación en las oclu­ sivas de esa lengua, pues tanto puede ocurrir que todas las oclusivas inter­ vocálicas sean sonoras, y todas las iniciales sordas aspiradas, como que en ambos contextos se den dos o más contrastes. Pero supóngase que se elicita, algo más tarde, ia siguiente forma: (3)

‘médano’

[ dálo ]

Inmediatamente se hace imprescindible un cotejo entre (1) y (3). A menos que el analista haya oído o transcrito mal, las dos formas comienzan de manera similar pero no idéntica: ambas con oclusivas apicales, pero(l) con una sorda aspirada [ t‘ ] y (3) con una sonora [d]. Es cierto que entre las dos formas hay también otras diferencias fónicas: (1) termina con[ i )y (3) con [o j. Pero esta diferencia no es tal que permita lógicamente suponer alguna conexión con la diferencia entre í t‘ ] y [d ]. Luego, el par puede interpre­ tarse como testimonio probable de algún tipo de contraste distintivo de modo entre oclusivas iniciales de la misma posición articulatoria. Proviso­ riamente, el contraste se puede describir como de “sorda aspirada” frente a “sonora”, pero es posible que resulte necesario revisar esa descripción a medida que se eliciten nuevas formas y a medida que el oído del analista se acostumbre más a la lengua. A continuación, supongamos que aparece lo siguiente: (4)

‘moj arrita’

[ tóna J

El problema que presenta esta forma es el de saber si hay tres modos de articulación distintivamente diferentes para las oclusivas iniciales (sorda aspi­ rada en‘hombre’, sorda sin aspiración en ‘mojarrita’ y sonora en ‘médano’) o 108

EL ANÁLISIS FONOLÓGICO

si sólo hay dos. Si tanto la audición como la transcripción han sido correc­ tas, es de suponer que hay tres; pero también puede ocurrir que una nota­ ción fonética correcta refleje variaciones asistemáticas de pronunciación al emitir el informante las formas en las ocasiones específicas en que fueron observadas y anotadas. El analista debe elicitar repeticiones de lastres pala­ bras. Supongamos que elicita nuevamente (1) y (4) y que las oclusivas iniciales siguen sonando bastante distinto; que elicita nuevamente ( i) y (3), con el mismo resultado. Pero entonces elicita nuevamente (3) y (4) y resulta que sus primeras observaciones (o los primeros dictados del informante) han sido inexactas: al escuchar varias repeticiones de (3), la oclusiva inicial le suena al oído ya como sonora, ya como sorda, aunque siempre sin aspira­ ción; y la oclusiva inicial de (4) parece variar en idéntica forma. En tal caso el lingüista debe revisar sus notaciones de (3) y (4) y tachar las transcrip­ ciones anteriores, reemplazándolas por otras y agregando una nota aclarato­ ria: (3’)

‘médano’

[ dálo ]

(4’)

‘mojarrita’

[dona]

( [d ] representa una oclusiva que nunca es aspirada pero que varía con respecto a la sonoridad: para las oclusivas iniciales de emisión las dife­ rencias de sonoridad son, en apariencia, fonológicamente irrelevantes). Ahora supongamos que aparece lo siguiente: (5)

‘sobre’

[ muga ]

Esto parece ser idéntico a (2). Pero el analista debe escuchar (2) y (5) nuevamente, ya que puede haber una diferencia sistemática de sonido que sus oídos no captan todavía. Para ejercitar el oído resulta ventajoso, en la práctica, escuchar formas similares (que pueden ser idénticas o no) en suce­ sión inmediata,' cuando todavía está fresca la impresión acústica de la pri­ mera en el momento de escuchar ía segunda. En este caso particular, el analista descubre que son, en realidad, diferentes y modifica su transcrip­ ción: (2) ‘mujer5 [ mÚ7 a ] (5) ‘sobre’ [ muga ] (El contraste entre [g] y [7 ] es distintivo). Supóngase, finalmente, que el lingüista pregunta cuál es la palabra que signi­ fica ‘varón’ y elicita ( 6)

Varón

[ t‘ári j

Fonéticamente, esto no es exactamente lo mismo que ( 1), pero es lo bas109

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tante similar, así en sonido como en significado, como para despertar algu­ nas sospechas. ¿Se trata de la misma palabra, interpretada acústicamente por el analista de dos maneras (una vez con una lateral [ 1 ] y otra vez con una vibrante simple [r])? ; ¿o se trata de dos palabras distintas que tienen, virtualmente, el mismo significado, a pesar de una ligera diferencia en la configuración fonemática? El mero hecho de oírlas otra vez puede no resol­ ver este problema. Pero si, a su debido tiempo, aparece un par de formas como el siguiente: (7) (8)

‘pero’ [ p‘élo ] ‘perro’ [ p‘éro ],

donde la única diferencia acústica es, precisamente, la diferencia entre 1 I ] y [r], entonces se puede tener la certeza de que ( 1) y ( 6) son formas genuinamente distintas que tienen, simplemente, significados muy similares. El análisis prosigue en esta forma experimental, cotejando pares de emi­ siones en los casos que parecen significativos, reeducando el oído, corrigiendo y revisando las anotaciones y omitiendo conscientemente toda indicación de detalle que resulte ser fonológicamente irrelevante en esa lengua. El estilo preciso en que se realiza esta tarea varia de un lingüista a otro. Algunos procuran hacer las notaciones fonéticas iniciales en la forma más exacta y detallada posible, de modo que casi todo el proceso de fdñólogización con­ sista en suprimir los rasgos que resulten irrelevantes. Otros se contentan con una fonética bastante aproximada, a riesgo de que se les escapen, aí co­ mienzo, algunos contrastes distintivos y tengan que añadirlos después, cuan­ do los hayan descubierto en otras formas. El resultado final es el mismo. Con el tiempo, se llega a transcribir un gran número de formas (largas y breves) y a dar cuenta de todos los contrastes que son relevantes en cada contexto y de ningún otro. Cuando se ha logrado esto, la primera etapa del análisis (la recolección) queda terminada y la atención del analista puede concentrarse por entero en la segunda. 12.3 La colación. El corpus que se obtiene mediante una recolección completa y sin errores es, por definición, alo fónicamente correcto y com­ pleto, En el caso del español, por ejemplo, sabríamos después de una reco­ lección completa que en posición inicial prevocálica hay contraste entre ocho, y sólo ocho, oclusivas: las sordas [ p t £ k ] y las sonoras[ b d J g]. Sabríamos también que en posición media intervocálica están en contraste las oclusivas sordas [ p t g k ] y las espirantes sonoras [|3 fr \ 7 ]. Pero hay dos importantes problemas, relacionados entre sí, que la reco­ lección, sin la colación, no soluciona. 1) En contextos diferentes, ¿qué alófonos representan eí mismo fone­ ma? ¿Diremos, por ejemplo, que en español la [ b] inicial y la [0] inter­ vocálica son representaciones del mismos fonema /b/? ¿O debemos agrupar 11 0

EL ANÁLISIS FONOLÓGICO

la {b] inicial con la [ t] intervocálica? ; ¿o la [ b] inicial con la [p j inter­ vocálica? 2) ¿Qué extensión debe tener un fragmento articulatorio y acústico para que lo segreguemos como alófono de un solo fonema (aun sin estar éste reconocido todavía)? Debemos considerar, por ejemplo, la | 2 ] española inicial como un solo alófono o es preciso dividirla en una sorda [t ] y una distensión espirante [ s ] o [ 5 ]? En la resolución de estos problemas es esencial que el lingüista base sus decisiones en criterios formulados explícitamente. Discutir todos los crite­ rios que se han propuesto sería demasiado complicado, pero hay cuatro . principios.fandamentales sobre, los ,que casi ^ acuerdo. J ) Principio de contraste y complementación. Dos alófonos no pueden representar el mismo fonema si están en contraste. En español, por ejemplo, [ t ] y [ d] iniciales no pueden ser fonológicamente la misma cosa, a causa de pares como tejo y dejo, tía y día. Esto es algo que se desprende inmedia­ tamente, por supuesto, de ía definición misma de fonología. Si dos alófonos no están en contraste, se dice que están en complanen- ■ tac.ión o distribución complementaria. lo que equivale a decir que ninguno de los dos figura en los contextos en que figura el otro. La distribución comple­ mentaria no basta por sí sola para asignar dos alófonos a un mismo fonema: en español, la [b] oclusiva inicial está en distribución complementaria con las cuatro espirantes sonoras intervocálicas [|3# 2 7 ], y también con otros tipos de sonidos. Para decidir cuál hacer —si se hace alguna- de las cuatro identificaciones posibles, es necesario introducir el principio si­ guiente. II)£wápÍQAeMmlit&d4omtk£L Este principio se basa en el supuesto. de. que si un fonema está representado en dos o más contextos habrá un alto graHo""^ fonética entre los alófonos que se .dan en cada uno. Es imposible definir “grado de similitud fonética” en forma realmente precisa, por lo que la adecuada aplicación de este principio no siempre es clara. Lo es, sin embargo, en muchos casos. Es obvio, por ejemplo, que ía [ 1 ] final española es más semejante a la [ 1 ] intervocálica que a cualquier otro de los tipos de sonidos intervocálicos que se dan. Es esta similitud la que, unida a la distribución complementaria, lleva a los lingüistas a afirmar que ambos alófonos representan el mismo fonema /I/. A los principiantes puede resultarles útil la siguiente analogía. Al exami­ nar la distribución de los distintos tipos de sonidos de una lengua, el analista se encuentra en una posición muy semejante a la del detective de una anticuada novela policial. Observa que el mayordomo y el asesino se parecen físicamente (“similitud fonética”) y que al primero nunca se lo ve cuando el segundo hace su aparición y viceversa (“distribución complementaria”). Por

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consiguiente, llega a la conclusión de que el mayordomo y el asesino son una y la misma persona. El detectiva verifica su hipótesis desenmascarando al asesino y descu­ briendo al mayordomo; eí analista puede recurrir a una prueba bastante similar. Parte del supuesto de que la oclusión de la [ b ] inicial en español, por ejemplo, es una “máscara” que llevan las obstructivas sonoras en posición inicial después de pausa y de que la falta de oclusión y escasa fricción de la [0] intervocálica es otra “máscara”, que se utiliza en esa posición. Si se arran­ can estas máscaras, lo que queda debajo es idéntico: obstructiva sonora bila­ bial. En otras palabras, detrás de la similitud se oculta absoluta identidad; las divergencias provienen dejas diferencias de contexto.. Pero este procedimiento no siempre da buenos resultados. Sucede algunas veces que dos alófonos fonéticamente similares están en contraste en un contexto y que un tercer alófono, también fonéticamente similar, aparece en algún otro contexto en el que los dos primeros no figuran. Éste es un‘ caso de complementación múltiple. Un ejemplo español es el siguiente: en; posición ' inicial e intervocálica contrastan la nasal dental [ n ] y la nasal palatal [ñ[ {floro, Nora, año, rana), mientras que ante consonante velar /k g x/ sólo aparece la nasal velar [i}j (angustia, ancla, angina). ¿Proce­ deremos a identificar fonológicamente[ n] y [ij] o [ ñ] y [rj] ? Depende de cómo prefiramos distinguir entre la “máscara” y lo que está enmascarado; la analogía con la novela policial se desmorona, Al describirla fonología espa­ ñola se eligió la primera alternativa (como lo hace también, por cierto, la ortografía española tradicional). La otra alternativa es igualmente posible, así como es defendible también una tercera posición que sostiene que, dadas las circunstancias, no corresponde hacer ninguna identificación. III) Principio de simetría de pauta. Si se nos ofrecen dos o más posibili­ dades de identificar alófonos como fonemas y si cualquiera de ellas satisface igualmente bien los demás criterios, se debe escoger la alternativa cuyo resultado sea una imagen más simétrica del sistema que la que resultaría de inclinarse por alguna de las otras posibilidades. Siempre está latente el peli­ gro de que, por sujetarse a este principio, el analista se deje llevar poruña “tendencia a la simetría” que está más en sí mismo que en sus datos. Pero aun este resultado no es necesariamente indeseable, con tal de que se hagan accesibles a otros los datos sobre los que se ha basado la decisión. Como primer ejemplo, considérense las oclusivas sonoras iniciales del español [ b d J g] y las espirantes sonoras intervocálicas Con sólo el principio I como guía, cualquiera.de las primeras podría identi­ ficarse con cualquiera de las segundas, lo que daría un total de 24 formas distintas de “fonologizar” los datos ([b] inicial con cualquiera de las cuatro sonoras intervocálicas; luego [ d] inicial con cualquiera de las tres sonoras intervocálicas todavía sin asignar, y así sucesivamente). El principio de simi­ litud fonética limita eí campo de elección y el principio de simetría de pauta ofrece firme apoyo en el mismo sentido. Identificando [b] inicial y jj3] intervocálica, [ d] inicial y [§ j intervocálica, etc., se obtiene un conir.no 112

FX ANÁLISIS FONOL&GICO

de cuatro fonemas /b d Jg/ que contrastan uno con otro sobre la misma base fonética, exactamente, en ambos contextos. Además, sus alófonos difieren entre sí, de un contexto a otro, en forma paralela. Es decir, /b-/ inicial difiere de /d-/ inicial en que una es bilabial y la otra ápico-dentaí, y esta misma diferencia es la que distingue /~b~/ intervocálica de /-d-/ intervocálica; lo mismo ocurre con los otros tres pares. Asimismo, /b-/ en posición inicial difiere fonéticamente de /-b-/ en posición intervocálica como/d-/, /}-/ y /g-/ iniciales difieren de /-d~/, /-J-/ y /-g-/ intervocálicas respectivamente: las primeras son oclusivas, las segundas espirantes. La expresión “simetría de pauta” se refiere a este tipo de paralelismo. Considérese, en un segundo ejemplo, la nasal española [ ñ ], como en ñato, peña. Se podría pensar en interpretarla como un solo fonema /fí/ o también como una secuencia de consonante-vocal /ni/. Por supuesto para aquellos hablantes en los que existe el contraste entre una secuencia [ ni j, en formas como boniato, reniego, y una continua nasal palatal, en palabras como cuñado, añejo la segunda interpretación queda excluida. Pero hay muchos que no tienen ese contraste y pronuncian, de hecho, en ambos casos una [ n ] alveolar más o menos palatalizada, seguida de la vocoide de transi­ ción [ i ]• El criterio de similitud fonética no ofrece apoyo decisivo a ninguna de las dos interpretaciones. Pero el principip de simetría de pauta lleva a preferir la primera. Si interpretásemos el sonido en cuestión como realización de la secuencia /'ni/ —y fonologizáramos, por ende,'cañita como /ka-nií-ta/,mcwte como/mo-nií-to/, teñido como /te-nií-do/ (frente acanita /ka-ní-ta/, monito /mo-ní-to/, tenido /te-ní-do/), etc.—, nos encontraríamos con el único caso en español de secuencias de dos vocales iguales sin /- / entre ellas, es decir, formando parte ambas de la misma sílaba, una como vocal y la otra como semivocal: no hay pauta en español para secuencias vocálicas de este tipo excepto precisamente, de modo circular, la que ven­ dría a establecer el elemento que no tiene por qué, necesariamente, in­ terpretarse así. IV) Principio de economía. El menos útil y peor definido de los cuatro principios que estamos examinando es este último. En una de sus formas más terminantes sostiene que nunca debería analizarse el sistema fonológico de una lengua con 30 fonemas si existe alguna otra solución que satisfaga igualmente bien todos los demás criterios y que sólo requiera algún número menor, digamos 28 ó 25. Pero contra esto es posible argüir que la fonologización con 30 fonemas daría, por emisión, un número promedio de sím­ bolos fonemáticos sucesivos algo menor que si fonologizamos con 28 ó 25 fonemas. Si se analiza, por ejemplo, la [ ñ ] española como una secuencia (en un dialecto-donde sea posible), el inventario de fonemas tiene un elemento menos que si la analizamos como una unidad; pero en el primer caso tenemos cinco fonemas segmentales sucesivos en ñato / niá-to/, mientras que en el segundo tenemos sólo cuatro: /ñá-to/. Es dudoso que se pueda sostener válidamente que la reducción del inventario representa una mayor economía 113

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que fa reducción del promedio de fonemas por emisión. Cuando el principio de economía indica inequívocamente una interpre­ tación más bien que otra resulta, por lo general, que los otros tres principios llevarían también a la misma decisión, sin necesidad del cuarto. Eso no siempre es así, pero aun cuando siempre lo fuera —lo que haría lógicamente innecesario el cuarto principio- todavía valdría la pena retener el principio de economía como guía práctica en la colación. La costumbre de comparar los distintos análisis posibles para estimar su economía relativa es una buena costumbre, ya que puede poner de manifiesto rasgos que requieren una consideración más atenta en el marco de los otros tres principios. Utilizando los cuatro principios mencionados —en forma condicionada, en parte, por sus preferencias y gusto personal-, el investigador “termina” , con el tiempo, el proceso de colación, en el sentido de que llega a estar en condiciones de ofrecer su descripción del sistema fonológico de esa lengua como una contribución al conocimiento de las lenguas del mundo. “Termi­ nar” es un término impreciso: a menudo, y a veces por largo tiempo, quedan problemas residuales. Pero una descripción no del todo completa es mejor que nada y la publicación de ios resultados obtenidos hace posible que otros controlen el grado de exactitud que alcanza eí trabajo del investigador origi­ nal. No es en absoluto sorprendente que distintos lingüistas, trabajando sobre la misma lengua, se encuentren a menudo en desacuerdo parcial; lo sorprendente - y alentador- es comprobar en qué gran medida esos desa­ cuerdos se refieren a detalles de poca impotancia. NOTAS Términos nuevos: informante, elicitación\ condiciones en que se realiza eí análisis: situación de campo frente a condiciones filológicas', recolección y colación', contraste y distribución complementaria (o complementación), similitud fonética, complementación múltiple, simetría de pauta (a menudo llamada también congruencia de pauta), economía.

114

CAPÍTULO XIII

LOS FONEMAS Y EL SONIDO

13.1. Cuando se estudia el sistema fonológico de una lengua, se fija ía atención en el contraste. Un fonema no se define como un sonido producido "de tal o cual manera, smo~como~un punto de referencia en una red éntrelazada de contrastes (capítulo II). ErTTbñ^ñarSñculatoria, se deja de lado esa preocupación por el contralté ' y se****j5rc3*cuír*a~'iíé'scrjí3íí^*'*'lo^s'v"soini'i'iáícís*'*'íiing0ií$t^ccí^"' cctfií''''refe'ir'en'c'ia"a los mecanismos de su producción (capítulos VII - IX). Haciendo uso dé conceptos articulatorios se puede volver aí análisis de cualquier sistema fonológico dado y decir cómo difieren entre sí los fone­ mas: español / p/ y /b/, por ejemplo, contrastan sobre la dimensión sordosonoro, contraste que se repite en algunos otros pares de fonemas del espa­ ñol. Se puede también mostrar que ciertos pares de fonemas contrastantes difieren entre sí más de lo que lo hacen otros: español /p/ y/ d/ contrastan no sólo en cuanto al modo de articulación (sordo frente a sonoro) sino también en cuanto a posición articulatoria (bilabial frente a ápico-dental). Se puede, finalmente, comparar sistemas fonológicos en su totalidad sobre la base de los tipos de contrastes que funcionan en ellos (capítulo XI): ésta es una comparación que tiene sentido, mientras que el preguntarse simple­ mente si un cierto tipo de sonido lingüístico -~[k] o [ a], por ejemplofigura o no en esta o aquella lengua no tiene especial importancia. Existe además otra cíase de estudio fonético: la fonética acústica. El acto fonatorio da origen a una continua sucesión de ondas sonoras, que consti­ tuyen la se«fl/ //«^ísííca; es, natüraltneiité,la jncidéhcia 'dé esla en los oídos de un oyente lo que efectúa la comunicación por medio del lenguaje. La fonética acústica estudia las características de las señales lingüísticas me­ diante la observación directa, y no indirectamente —como lo hace la foné­ tica articulatoria- a través de los movimientos que las producen. Este estu­ dio se lleva a cabo con distintos propósitos, algunos de los cuales tienen, lingüísticamente, poca importancia. Nuestras observaciones se limitarán, en 115

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA •i

io que sigue, a la investigación acústica que tiene interés para la lingüistica. 13.2. Acústica. La ...rama. de.la física que se ocupa del sonido es hacústica. Ésta enseña que el sonido consiste en vibraciones del aire o de algún otro medio materia), de los que el aire es el único que nos concierne. Siempre que algún agente físico, llamado ja fuente seniora, hace vibrar eí aire en un cierto punto, el sonido se propaga en todas direcciones a una veloci­ dad aproximada de 340 metros por segundo, disminuyendo en energía hasta que, por último, desaparece. Cuando las vibraciones están espaciadas regularmente en el tiempo, oímos un tono musical de altura definida: cuanto más rápidas las vibraciones (cuanto más alta la frecuencia), tanto más agudo el tono (tanto mayor la altura). La gama de frecuencias de un piano de concierto va de 27,50 a 4.184 vibraciones o ciclos por segundo. Esto equivale a algo más de siete octavas, ya que doblando ía frecuencia se obtiene un tono una octava más agudo. El oído humano puede percibir sonidos un poco más graves (15 a 20 ciclos por segundo) y un poco más agudos (15.000 a 20.000 ciclos por segundo), siempre y cuando sean suficientemente fuertes. Cuando las vibraciones están espaciadas irregularmente en el tiempo, lo que se oye no es un tono musical sino un “ruido”, Muchas Veces los ruidos también se pueden clasificar, de modo aproximado''cómo más o menos ^agudos; cuando se dice, por ejemplo, que ei sonido de un martillo golpeando un clavo es más agudo que el de la resaca golpeando contra la playa. Dicho más técnicamente: en un tono musical puro, toda la energía está concentrada en una sola frecuencia, mientras que en un ruido está distri­ buida más irregularmente a lo ancho de una banda de frecuencias. En un tono musical puro, la cantidad de energía presente en esa fre­ cuencia se correlaciona con la intensidad del sonido y también, de modo "mas aproximado, con su “fuerza” o “volumen”. Si se mueve ligeramente un arco sobre una cuerda de violín dé longitud fija, ésta oscila describiendo una curva relativamente pequeña y trasmite, por unidad de tiempo, una cantidad de energía relativamente escasa al aire circundante: oímos un tono relati­ vamente débil. Si el arco se mueve más rápidamente, o si se lo hace ejercer una presión mayor, la cuerda se mueve siguiendo una curva más amplia y trasmitiendo al aire más energía por unidad de tiempo: oímos un tono más fuerte de ía misma altura. Las únicas propiedades del sonido que son perceptibles para ei oído humano se pueden describir físicamente en función de sólo tres factores: frecuencia, intensidad y duración. La descripción no siempre es fácil, ya que en un sonido complejo puede haber cantidades variables de energía en dis­ tintas frecuencias y la distribución puede cambiar velozmente; pero no hay, al menos, otros “ingredientes”; todos los demás términos que emplea la fonética acústica se pueden definir empleando únicamente esos tres. El sonido no es un fenómeno duradero. A menos de ser captado y obser­ vado en el momento, está perdido para siempre. Lo aue la fonética acústica lió

LOS FONEMAS Y EL SONIDO

C_____ A

B

D

Fig. 13.1. Espectrograma idealizado. El espectrograma de la parte superior repre­ senta exactam ente io mismo que la notación musical de la parte inferior. El espec­ trograma señala la diferencia de frecuencia mediante la altura de la linea: C. es más aguda que A, B o D; señala la diferencia de duración medíante la longitud de la línea: B es dos veces más larga que A, C o D , y señala la diferencia de am plitud me­ diante el grosor .de la línea: D es más intensa que A, B o C. Esta última dimensión es la más difícil de interpretar exactam ente, así como en la notación musical son también las menos precisas las indicaciones “ p ” “f ” .

y

quiere investigar acerca del sonido no^esjflgo.que el oído solo pueda deter­ minar: se requieren mediciones.sxag4as-.~l.ara ello se emplean varios aparatos electñiím^^ es el más importante. Cuando se graba en el espectrógrafo el^óm^o" ele"una fuente sonora cualquiera, el aparato produce una especie de imagen, llamada espectrograma, en la que se hallan representadas la frecuencia, la intensidad y la duración. El espectro­ grama es un testimonio duradero y el investigador puede estudiarlo con toda 117

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

tranquilidad. La figura 13.1 muestra, en forma muy idealizada, cuatro frag­ mentos de espectrograma; la leyenda al pie explica cómo se correlacionan las formas visuales con los rasgos sonoros. 13.3. La señal lingüística. Antes de seguir adelante es necesario hacer hincapié sobre un punto. El sonido que emite un ser humano cuando habla no es más que eso, sonido, en el sentido que da el físico a la palabra. El sonido del lenguaje humano no contiene ningún ingrediente especial que lo haga refractario por naturaleza al análisis acústico. La señal lingüística, lo mismo que cualquier otro sonido, puede definirse íntegramente en términos de frecuencia, intensidad y duración. Lo que tiene de característico y espe~ ciaTeT lenguaje, humano no está en el sonido, sitio en el bagaje especialísímo que llevan en eí cerebro los seres humanos en sus papeles de hablante y oyente. ' 'E l habla siempre está enmarcada en algún contexto: ese contexto lo constituyen las personas presentes, eí lugar donde están, lo que están dicien­ do y lo que ya se ha dicho. Hasta cierto punto, todo ello le indica al oyente lo que es probable que el hablante diga, de modo que no necesita estar igualmente preparado para todos los mensajes teóricamente posibles y tam­ poco necesita, con frecuencia, captar todo lo que se dice para poder com­ prender el mensaje. En ese contexto definidor la señal lingüística cumple dos cometidos, no uno solo: por un lado, informa al oyente cuál es la emisión que empleó el hablante y, por otro, está configurada en parte por las modulaciones del timbre vocal del hablante (§ 6.5 ). Cuando se examina la señal lingüística confínes, lingüísticos, sólo interesa su función identificadora de emisiones, por lo que procuramos eliminar de algún modo las características que atañen solamente a las modulaciones del timbre vocal. Únicamente procediendo en esta forma es posible investigar de qué manera las demás propiedades físicas de la señal lingüística sirven para informar al oyente sobre lo que se ha dicho. Ninguna máquina puede sus­ tituir en ello al investigador. Para alcanzar ese objeto los fonetistas que se ocupan de estos problemas registran emisiones en condiciones que tienden a disminuir el alcance de las modulaciones del timbre vocal y examinan múl­ tiples registros del mismo hablante antes de pasar a comparar registros hechos por hablantes distintos. Esto no elimina las modulaciones del timbre vocal, pero restringe la variabilidad de su influencia. A continuación se describe a grandes rasgos el procedimiento básico. Se obtienen varios espectrogramas de una serie de repeticiones de lo que es,, fonológicamente, la misma emisión, y se los compara luego procurando discernir cuáles son los rasgos acústicos comunes a todos ellos. Siendo las distintas repeticiones fonemáticamente idénticas, las características acústicas cpmunes a todas deben estar en alguna relación con la estructura fonológica, que es siempre la misma. Supóngase, por ejemplo, que grabamos un cierto número de repeticiones de la emisión peso la bala. Aunque los espectrogramas resulten diferentes a 118

LOS FONEMAS Y EL SONIDO

la vista, habremos de confiar en que aparezca en todos alguna configuración constante y mensurable; el trozo inicial de esa configuración recurrente debería corresponder a la /p/ inicial de la emisión. Si luego se obtienen espectrogramas de beso la pala y se los compara unos con otros y con los anteriores, debería ser posible describir de qué manera está representada en la señal lingüística la distinción entre /p/ y /b/ iniciales en español, 13.4. Complejidad. El resultado más sorprendente es la complejidad con que tropezamos. Lo natural sería que cada fonema segmenta! representado en el espectrograma tuviera una pauta reconocible y distintiva, aunque va­ riase algo de una repetición a otra. En cierto modo, esto es lo que ocurre: por lo menos en la mayoría de los casos es posible descubrir cada uno de los distintos fonemas sucesivos que están representados en el espectrograma. Llamemos alófono acústico a cada una de esas representaciones. La inespe­ rada complejidad reside en el hechó de que los alófonos acústicos son nume­ rosos, son diversos, están en intersección y se superponen. Son “numerosos”, porque un solo fonema, en lugar de estar representado, a lo sumo, por unos pocos alófonos (como es el caso, en términos articula­ torios, de la ¡b/ española, que es unas veces oclusiva y otras no), está representado por docenas de alófonos claramente distintos. Son “diversos”, porque los alófonos que representan un único fonema no se presentan necesariamente como variaciones menores en torno de algún núcleo perceptiblemente constante, sino que, por el contrario, parecerían no tener virtualmente nada en común. Están en “intersección”, porque un alófono acústico dado del fonema A puede parecerse mucho más a algún alófono del fonema B que a otro alófono del fonema A. En un caso extremo, aquello que en un cierto contexto sabemos debe ser español / ni/ puede ser absolutamente idéntico, hasta donde podemos percibirlo, a lo que en otro contexto sabemos que es es­ pañol/n/. Se “superponen”, porque la representación de un fonema no termina forzosamente cuando comienza la representación del que le sigue. En reali­ dad, la representación total de un fonema dado, en un contexto dado, puede aparecer prolongada o esparcida por una porción del espectrograma que representa también varios fonemas anteriores y siguientes. No nos detendremos en ilustrar los dos primeros puntos. Para los dos últimos nos serviremos de un ejemplo particularmente convincente, que también bastará para las conclusiones que extraeremos luego. La figura 13.2 muestra cuatro pautas espectrográficas, hechas a mano y pasadas por un aparato especial llamado sintetizador (en realidad, uno de los varios tipos de sintetizadores que se han fabricado recientemente). Así comó el espectrógrafo responde al sonido por medio de un espectrograma, un sintetizador responde a un espectrograma mediante la emisión del sonido correspondiente. Cuando se hizo oír las cuatro pautas a un auditorio expe­ rimental, al que se le habían dado instrucciones de indicar qué sílabas ingle119

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

■i sas creían escuchar, un elevado porcentaje estuvo de acuerdo en interpretar las pautas como /píj/, / kíj/, /pá/ y /ká/ (donde un hablante de español hubiera escuchado seguramente /pi/, -______________ ______________ _ fkif, /pá/, /ká/, sílabas que en su siste- 2880I ma fonológico son las que más se aproximan a las inglesas que se escu­ charon). La marca en forma de rombo í440^ | | se interpretó, en cada sílaba, como una consonante oclusiva y las dos b o ­ lineas horizontales paralelas, como 360una vocal. /p íj/ /kíj/ /p a/ /ka/ El punto crucial de la demostración es el siguiente: la representación acúsF*g' 13*2 tica de la /p/ de /píj/ es idéntica a la representación acústica de la /k/ de /ká/. Esto no quiere decir que todas las realizaciones de / p/ ante /íj/ sean idénticas, acústicamente, a todas las realizaciones de /k/ ante ¡i/, puesto que de hecho la variación es muy amplia- Pero los ámbitos en que varía cada una se intersectan: algunas realizaciones de /p/ en /píj/ son idénticas a algu­ nas realizaciones de /k/ en /ká/. Únicamente el testimonio objetivo del espectrógrafo podía demostrar ese hecho físico. La experiencia cotidiana lo contradice: la /p/ de /píj/ suena en inglés lo mismo que las otras /p/, no como la /k/ de /ká/,»Y, en cierto sentido, esta experiencia es correcta. En la recepción e interpretación humanas de la señal lingüística hay algo que anula el hecho físico y que interpreta distintas identificaciones de fragmentos de sonido como si “sonaran igual”. Si bien se ignora cómo exactamente se produce ese efecto, los dos puntos que siguen merecen destacarse. Una diferencia esencial entre el espectrógrafo y el oyente humano consis­ te en que el primero está dispuesto, por decirlo así, a una interpretación “literal” . Si en un momento dado Hay una cierta cantidad de energía en una determinada frecuencia, el espectrógrafo toma nota del hecho y lo señala. La energía absorbida antes y después por el momento no interesa. El oído huma­ no, en cambio, presta atención a cada fragmento de sonido con referencia a contextos más amplios: Un det érminado ruido (representa do por los rombo s negros) se clasifica como /p/ si lo sigue una cierta clase de vocal, pero como /k/ si lo sigue otra distinta. El espectrógrafo no descarta nada de la señal para cuya detección ha sido construido; el oído humano pasa por alto muchas co­ sas, y lo que descarta o percibe no siempre es lo mismo, sino que depende de las porciones contiguas de la señal. Esto explica algo, pero no lo bastante. Hay otra pista que cala más hondo. El ser humano tiene órganos articulatorios y los usa; el espectrógrafo no los tiene. Todos los hablantes oyen su propia habla y sienten las posiciones y los movimientos de _sus..propios órganos articulatorios. Esa percepción y esa sensación constituyen una retroalimentación, auditiva ía primera y ciñestésica la segunda, .que le permite al hablante controlar su acto fonatorio del mismo modo que el control de una estación de radio escucha la señal y hace ajustes predictivos en ella a medida que sale al aire. La sordera puede dete120

LOS FONEMAS Y EL SONIDO

dorar la retroalimentación auditiva y ciertas drogas, como el alcohol, pue­ den distorsionar la retroalimentación anestésica. Cualquiera de esas interfe­ rencias trae trastornos a la articulación. En condiciones normales, ambos tipos de retroalimentación se complementan una a otra y una larga expe­ riencia llega a establecer entre ambas una correlación muy precisa. Cuando uno está escuchando a otra persona, la señal lingüística que le llega se compone de’ rasgos más o menos similares a otros de las señales lingüísticas que uno mismo ha emitido en el pasado. Dada la íntima asocia­ ción que hay entre el articular, el sentir la articulación y el escuchar el resultado, parece razonable suponer que el oyente interpreta la señal lin­ güística que otro emite —por lo menos en parte- mediante un proceso de comparación de elementos de esa señal con efectos acústicos que él obten­ dría de cierta manera con sus propios órganos articulatorios. No es necesario que este proceso sea consciente, ni tampoco que implique movimientos subliminares de la lengua y los labios; puede tener lugar enteramente dentro del sistema nervioso central. Tampoco hay ninguna razón para suponer que esa comparación se haga siempre: tal vez sí, pero tal vez es una forma de interpretación a la que se recurre únicamente en condiciones especiales. Sirva de ilustración el caso de /píj/ - /ká/. Cuando el sujeto experimental de habla inglesa oye el primer miembro del par, encuentra que la explosión del comienzo es una que él asociaría —en ese contexto—con un movimiento bilabial. Vale decir que identifica la explosión que oye allí con referencia a ese movimiento articulatorio. El analista se pliega a su interpretación y clasifica esa explosión como una representación de la /p/ inglesa. Cuando el sujeto experimental oye exactamente la misma explosión en el segundo contexto, encuentra que la asociaría —en ese otro contexto- con uñ movi­ miento dorso-velar. Quiere decir que identifica la misma explosión, en un contexto diferente, con referencia a un movimiento articulatorio distinto. El analista a su vez, de acuerdo con ello, clasifica la explosión del segundo contexto como una representación de la /k/ inglesa. Los argumentos que anteceden tienen, en parte, carácter especulativo. No obstante, son quizá lo suficientemente persuasivos como para explicar por qué muchos lingüistas, incluyendo el autor, adoptan, con carácter proviso­ rio, las posiciones siguientes: 1) la fonética acústica enfrenta una tarea espe­ cial, para la cual es esencial, como sistema de referencias, la fonología con­ vencional. Esa tarea es la de determinar y describir los correlatos acústicos de fonemas y estructuras fonemáticas. 2) Se trata de una tarea marginal, en el sentido de que un lento avance de nuestros conocimientos en este terreno no es forzoso que retrase el progreso del resto de la lingüística. 3) El seguir prefiriendo la descripción articulatoria a la acústica para la mayoría de los propósitos lingüísticos tiene una justificación que puede ser algo más que meramente práctica, puesto que puede reflejar un cierto empleo de idéntico sistema de referencias por parte de los hablantes de una lengua.

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CURSO $E LINGÜÍSTICA MODERNA

NOTAS Términos nuevos, en su mayor parte más de fonética acústica o de acús­ tica general que de lingüística: señal lingüistica; fuente sonora; tono (musi­ cal) frente a ruido (este último usado aquí en un sentido muy diferente del que tiene en teoría de la información, capítulo X); propiedades físicas mensu­ rables del sonido : frecuencia (en ciclos por segundo) en correlacción con altura, intensidad en correlación aproximada con fuerza y volumen, dura­ ción; espectrógrafo, espectrograma; alófono acústico; sintetizador; retroalimentación auditiva y cinestésica. La fonética acústica está expuesta en forma amena en Gleason (47), capítulo XXÍL Un examen de los resultados hasta 1954 en Iíockett (71), capítulo V; la obra stándard es Joos (90).

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FONOLOGÍA Y GRAMÁTICA: NIVELES DE ORGANIZACIÓN LINGÜÍSTICA

CAPÍTULO XIV

EL MORFEMA

14.1. Definición Si las emisiones de una lengua consistieran simplemente en ordenamientos de fonemas, ni hablar ni escuchar tendrían objeto. De hecho, sin embargo, la gente habla y escucha, y esa comunicación oral trasmite información, ofrece directivas y sirve para coordinar la actividad. Si las emisiones pueden prestar este servicio es poique poseen otra clase de estructura además de la fonológica: una estructura hecha de morfemas. Los morfemas son los elementos mínimos con significado individual de las emisiones de una lengua. Para ilustrar lo dicho, examinemos la siguiente oración española: / 2 pé-dro-fa-brí-ka-kon-dó-sa-2 mí-gos2 ¡ 2ú-naes4ca-lé-ra-de-sé-*dro-ko-lo-1rá-do1i¡

(Pedro fabrica con dos amigos una escalem de cedro colorado) Con el fin de determinar cuáles son los morfemas que componen esta ora­ ción, extraemos de ella cualquier trozo y sobre él formulamos las siguientes preguntas: I) /.Aparece este mismo trozo en otras emisiones distintas, aproxima­ damente con, .el mismo significado? Si J[a respuesta es negativa, eí trozo elegido para examinar no nos sirve v probamos con otro. Si la respuest a es afirmativa, se trata provisoriamente de una forma gramatical (para abreviar, simplemente una forma), pero no necesariamente de un solo morfema. (Es lástima que debamos incluir ía palabra “provisoriamente” en la formulación que antecede, ya que las razones de esta salvedad no se podrán explicar hasta el capítulo XIX. En el ínterin seguiremos adelante como si no hubié­ ramos hecho ninguna salvedad.) 125

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II) ¿Puede descomponerse esta forma en trozos más pequeños que aparecen^por separado en ..otras emisiones con, el mismo significado aproximadamente, de modo tal que el significado de toda la forma tenga alguna relación con~el de los trozos más pequeños? Si la respuesta es afirmativa, la forma consta "de más de un morfema (es una forma compuesta) y debe repetirse con cada una de sus partes la misma.operación. Pero sí la respuesta es negativa, la forma es un solo morfema. . - Según la prueba I, cualquier trozo de esa emisión que se elija resultara ser, o bien una mala elección, o bien una forma gramatical; y cada una de éstas resultará ser, según la prueba II, una forma compuesta o un morfema. Repi­ tiendo estas operacioBes.xuantas -veces, sea necesario, se llega por último a descubrir todos los morfemas de una emisión. Apliquemos ambas pruebas a los siguientes trozos, extraídos de la oración que nos sirve de ejemplo: / pé/, /pé-dro-faj, /fa-bn'-ka/ y /es-ka-lé-ra/. El primero, /pé/, no satisface la prueba I. Reaparece, es cierto (por ejem­ plo en pesa rhás de lo que vale, pesca todo el día, ya no se usa el rapé), pero en emisiones en las que no es posible descubrir ningún elemento común de significado que sea razonable asignar al trozo /pé/. Él segundo también da resultado negativo. Aparece un,a y otra vez en la lengua: Pedro falleció ayer, era raro que Pedro fallase, aunque Pedro fatal­ mente se entere; pero sin que se cumpla el requisito de similitud de signifi­ cado. / fa-brí-ka/, en cambio, satisface prontamente los dos requisitos dé la prue­ ba I. Su significado en la oración original es, sin duda, muy semejante al que tiene en ya no fabrica más autos, ese aparato se fabrica en el país, es un artesano que fabrica sus propias herramientas. Para aplicar la prueba II hay que decidir previamente cómo descomponer /fa-brí-kaj en trozos más pe­ queños. Si estuviésemos trabajando con una lengua extranjera tendríamos varias opciones: por ejemplo, ¡i¡ y /a-brí-ka/, /fa/ y /brí-ka/, etc.; pero en el análisis de la lengua materna es posible evitar tanta complicación y proceder de inmediato a efectuar el corte que presentimos habrá de dar resultados positivos: /fa-bíí-k/ y /a/. 1 La primera parte reaparece, con significado muy constante, en oraciones como yo fabrico un modelo nuevo, no es necesario que fabriques más sillas, le proponen que fabrique televisores; y la segunda reaparece en oraciones como Pedro estudia de noche, el niño juega en el jardín, su hermana canta muy bien. Los datos parecen bastante claros: fabrica es más de un morfema. La repetición de la prueba con /fa-brí-k/ y cpn /a/ demuestra que cada uno 1 Para ilustrar el proceso de com paración entre las form as citam os lo s tro zo s ais­ lados c o n el m ism o grado de acen to y estructura silábica que presentan en la em i­ sión com p leta . Eito da lugar, naturalm ente, a transcripciones falsas c o m o estas: la configuración fonem ática de am bos tro zo s, al extraerlos de la em isió n en que se dan, no puede ser otra que /fa -b rík / y ¡&¡.

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EL MORFEMA

es un solo morfema; fabrica, pues, consta exactamente de dos morfemas. /es-ka-lé-ra/, por su parte, satisface también rápidamente la prueba I: sube corriendo la escalera, no hay una sola escalera en la casa, la escalera de pino era más barata que la de cedro. Para la segunda operación debemos decidir una vez más qué división ensayar. Probemos en primer lugar con escaler- y -a, aunque más no sea porque se asemeja tanto a la partición de fabrica que resultó fructífera. Ahora bien, es indudable que la serie de fonemas /es-ka-íé-r/ aparece también en otros contextos además de aquellos en los que está seguida inmediatamente por /a/; es obvio, asimismo, que /a/ figura en contextos en los que no está precedida por /es-ka-lé-r/. Así, para /es-ka*lé-r/, tenemos trabajan con bloques caleros, pasó varios años con los indios mescaleros\ y para /a/, además de los ejemplos dados, podemos encontrar oraciones que incluyen madera, espada, posada, ventana, puerta, etc. Pero esto no basta. Se presentan complicaciones con respecto a] signifi­ cado, tal como ocurrió antes con /pé/ y /pé-dro-fa/. No parece haber mucha similitud de significado entre el escaler- de escalera y los otros dos /es-kalé-r/ ilustrados. Por otra parte, las palabras escalera, madera, espada, posada, ventana y puerta son todas nombres de objetos concretos, de existencia material, lo que equivale a decir que comparten algún rasgo de significado; sobre esta base se podría pensar en extraer el elemento -a como el morfema portador del significado común a todas ellas. Pero ese análisis nos deja no sólo con un /es-ka-lé-r/ que’--con este significado—no parece darse en otros contextos, sino también con la serie de elementos igualmente aislados /ma-dé-r/, /es-pá-d/, / po-sá-d/, /ben-tá-n/ y /puér-t/. Parece razonable inferir pues, que no es correcto analizar a escalera como una combinación de los elementos más pequeños escaler- y -a. Pero hay otra manera de descomponer escaler-y-a en partes más pequeñas, la cual encuentra la misma justificación que el corte /fa-brí-k/ y /a/ realizado más arriba: el elemento /es-ka-1/ aparece, con significado muy similar, en escalada, escalador, escalafón, escalamiento, escalar, escaleta, escalinata, escalón, escalonar, en tanto que el elemento /é-ra/ aparece en gotera, ladera, bañera. Consideramos, pues, que escalera se compone de dos morfemas, escal- y -era. Procediendo en la misma forma con todas las partes de la emisión da da „se llega por último a la siguiente lista de morfemas constitutivos: 1) Pedro /pé-dro/ 3) -a I a/ 5) dos/áó-s/ 7) -igo- /í-go/ 9) un /ú-n/ 11) escal- /es-ka-1/ 13) de / de/ 15) colorad- /ko-lo-rá-d/

2) fábric- /fa-brí-k/

4) con /kon/ 6) am-1 a-m/ 8) -s /s/ 10) -a /a/ 12) -era/é-ra! 14) cedro /sé-dro/ 16) -o /o/ 127

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

17) /2 2 2 1/

18)/2 1 U /

Nótense los siguientes hechos: Primero: no debe pasarse por alto la entonación; la hemos considerado en este caso como dos morfemas diferentes. Segundo: aunque 3) y 10) son idénticos, fonemáticamente, la diferencia de significado impide considerarlos el mismo morfema. Tercero: la descomposición de amigo en am- e -igo puede resultar poco convincente, /a-m/ reaparece, exactamente con el mismo significado, en amicisimo, amistad, amistoso y con un significado muy semejante en amable, amante, amar, amor, amoroso, enamorado y otros; pero /í-go/ sólo reaparece en testigo. Si los datos son suficientes para persuadimos a descomponer amigo, en­ tonces quizá querramos también descomponer colorad- en el elemento color-, que reaparece en coloración, colorante, colorear, colorete, colorido, colorín, colorinche (en todos ellos con significado próximo, pero de ningún modo idéntico), y un elemento -ad(o), que reaparece en gamado (cruz gamada) y en alguna otra palabra. ” Dudas marginales de este tipo son de esperar, no sólo en español, sino en todas las lenguas. No debemos permitir que nos inquieten demasiado. La mayor parte de las dudas sobre si se debe descomponer o no una forma encuentran solución fácil y rápida. Cuando los datos están en conflicto, no suele tener mucha importancia por qué solución nos inclinamos. Las incertidumbres no provienen de nuestros métodos de análisis sino, más bien, de la naturaleza misma del lenguaje. 14.2. Remanentes. Una vez extraídos todos los morfemas de una emisión mediante aplicaciones sucesivas de las operaciones I y II, puede ocurrir que quedé algún residuo. Considérese, por ejemplo: ^son materiales 2sólidos ^ 4 Es obvio que la última palabra de esta oración puede descomponerse en sólido y un morfema /s/ que significa “plural” ; sólido, a su vez, parece claramente contener un elemento /indo/ que reaparece en líquido, rígido, translúcido, frígido, cálido y otras palabras. Pero ¿qué pasa con sol-? En vano buscaremos sol- en otros contextos con algo que se aproxime al signifi­ cado que tiene en sólido. Es así que, adhiriéndonos estrictamente a las pruebas I y II, nos veríamos en la obligación de considerar sólido como un solo morfema, lo cual, evi­ dentemente, no es deseable. En primer lugar, no cabe poner en duda la 128

EL MORFEMA

identidad de la segunda parte de sólido. En segundo lugar, aunque sol- no figure en ningún otro contexto salvo en esta cornbinación, tiene claramente un significado: las materias sólidas son diferentes de las líquidas, rígidas, fláccidas’ translúcidas, frígidas, cálidas, nítidas, límpidas, etc. y, por lo tanto, el significado de sol- es aquello -se a lo que fuere—que di_fere.ncia.los sólidos de todo otro tipo de material, cuerpo u objeto. Este significado"po­ drá ser difícil de describir, pero es fácilmente demostrable en forma empírica. Lo que se hace en tales circunstancias es reconocer el elemento en cuestión como un morfema de un tipo en clertÓ modo especial: un morfema único. Reconocer la existencia de tales morfemas no supone modificar la definición^l^Já^^ o 'que'exigé simplemente una leve alteración en la forma de aplicar las operaciones 1 y II. Otros morfemas únicos del español son moche, troche (en a troche y moche), bario, sota (en barlovento y sotavento), lirónd- (en mondo y lirondo), etc. La tinea de demarcación entre los morfemas únicos y los ordinarios no es de hecho tan clara como sería de esperar. Algunos morfemas que no son únicos figuran, noj>bstante, sólo en un númerolnüy^ímitado. de combinaciones; v. gr. añico-, que siempre está acompañado por hacer y el morfema dé plural (se hizo añicos, está hecho añicos). Si hubié­ semos de clasificar todos los morfemas de una lengua según el grado de libertad con que se combinan con otros, nos hallaríamos ante una escala virtualmente continua y los morfemas únicos serían- simplemente los que están en uno de sus extremos. 14 3. La identificación de morfemas en una lengua extranjera. Los pro­ cedimientos que acabamos de exponer e ilustrar se aplican tan bien al análi­ sis del menómini, del birmano o del inglés como al análisis del español. Sin embargo, algunos dé sus pasos requieren una atención más cuidadosa cuando se está trabajando con lenguas que no se conocen tan a fondo como la materna. Cuando se analiza el español es, por desgracia, muy fácil extraer conclusiones apresuradas; y aun cuando las conclusiones sean correctas, esa precipitación no deja ver la lógica del procedimiento. Si se nos presenta una sola emisión de una lengua extranjera, no podre­ mos extraer de ella la más mínima conclusión morfemática. Supóngase, a guisa de ejemplo, que nos enteramos de que en potawátomi se da la siguien­ te emisión: ( 1)

/nkaSatas/

‘soy feliz’

Si aprendemos a pronunciar esta frase nos hallaremos en condiciones de decir ‘soy feliz’ en potawátomi. Pero no tendremos absolutamente ningún indicio respecto de la estructura morfemática de la emisión aprendida. Toda ella puede ser un solo morfema, con un significado algo complejo; o puede ser dos o tres morfemas, a cada uno de los cuales corresponde parte del significado del total. 129

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA ■i

Para poder identificar los morfemas hace falta disponer de un par de emisiones, por lo menos, y no todo par servirá para el caso. Supóngase que añadimos lo siguiente: ( 2)

./kCiman/

4íu canoa’

La situación no ha mejorado gran cosa: a primera vista,..e.sJmposible extraer una secüeña3"Toñe?{iática común a.(l) y (2), que tampoco parecen com­ partir ningún rasgo de significado. Pero ahora ágiiguémós (3)

/kks Satos/

‘sos feliz’

'Dado que, en parte, (1) y (3) se parecen, tanto en configuración fonemática como en significado, es posible inferir algunas conclusiones: la parte com­ partida /-kaSatas/ debe significar algo así como ‘ser feliz’ y las no compar­ tidas /n-/ y lk-f deben significar, respectivamente, ‘yo’ y ‘vos’. Adviértase que todavía no se puede afirmar que alguna de esas tres partes sea un solo morfema. Es necesario, para ello, que no se las pueda subdividir en partes más pequeñas con significado propio. En el caso de /n-/ y /k-/ esto es poco probable, puesto que cada una es sólo un fonema; prueba externa de que carecemos en el caso de /-kssatas/. A' esta altura, lo único que se puedeafirmar con certeza es qué cada una de las tres es una forma: que ésta sea un morfema o un grupo de morfemas es algo que necesita establecerse sobre la base de una comparación con muchas otras emisiones de la lengua. El ejemplo que acabamos de dar pone en relieve —como no pueden hacer­ lo los ejemplos españoles- el hecho 5e qu¿l~a.íde .n ti^ ^ 16fr^é formas (y,¡en último término, de morfemas} implica necesariamente 1a comparación de émsÍonés~y~ñQ~^i\o"el examen minucioso de una emisión aisiad a.cualquiera» En~español este proceso comparativo puede resultar tan fácil y automático c]ué“ño se tenga conciencia de él. 14.4, La gramática. De lo dicho hasta ahora sobre el español (en § § 14.1 y 14.2) se desprende claramente que los morfemas de una lengua no figuran .con entera libertad en todos los ordenamientos concebibles, sino sólo en algunos de ellos. Tomemos la breve oración española Juan come peras. Aparte de la ento­ nación -que dejaremos ahora de lado—, esta oración contiene cinco morfe­ mas: Juan, com-, -e, pera y-s. Ya que no se puede pronunciar dos de ellos al mismo tiempo los únicos ordenamientos físicamente posibles de los cinco morfemas son en sucesión lineal. Esto da un total de ciento veinte ordena­ mientos feéricamente posibles, de los cuales uno es muy usual en oraciones españolas ordinarias (Juan come peras); otros dos, con una cierta entonación y con mucha menor frecuencia, se dan en preguntas (¿come peras Juarí1, ; icome Juan peras? ), y otro más es posible como afirmación o interrogación enfática {peras come Juan; por ejemplo en los contextos más largos peras 130

EL MORFEMA

come Juan, no manzanas y ¿es cierto , peras come Juan?) Los otros ciento dieciséis no parecen darse. {Juan, ¿comes pera? se parece superfi­ cialmente a un reordenamiento de los cinco morfemas en cuestión, pero la ¡s¡ de comes no es el mismo morfema que la /s/ de peras). Examinar todos los ordenamientos posibles de esos cinco morfemas, a fin de ver cuáles tienen algún sentido y cuáles no, puede parecer tarea fútil. ¿No podría decirse, simplemente, que cualquier ordenamiento que tenga sentido es posible, en tanto que no es fácil que se den los ordenamientos que no lo tienen? La objeción a este atajo tentador es que no podemos estar seguros de cuál es causa y cuál efecto. ¿Un ordenamiento dado es posible porque tiene sentido o tiene sentido porque es posible? Además, los ordenamientos morfemáticos que son posibles —y que tienen sentido- no se corresponden necesariamente en lenguas distintas. Al aprender una lengua extranjera —aun una bastante próxima al español, como es el caso del francés, el inglés o el, alemán- nos sucede más de una vez que tratamos de agrupar las palabras en ordenamientos que, a nuestro parecer, deberían tener algún sentido, pero que de hecho no usan las personas que hablan esa lengua. Los ordenamien­ tos posibles de morfemas están sujetos a severas restricciones en todas las lenguas, pero las limitaciones de una no permiten predecir, con algún mínimo de utilidad, las que se dan en otra. Todo lo dicho se puede resumir afirmando que cada lengua tiene su propia gramática. La gramática, o sistema gramatical de una lengua, consiste en 1) los morfemas que se usan en esa lengua y 2) los ordenamientos en que se dan esos morfemas en las emisiones, en relación unos con otros. NOTAS Términos técnicos nuevos: morfema, forma (gramatical), forma com­ puesta, morfema único; gramática. Distinguimos entre los adjetivos morfemético y morfológico en forma análoga a como lo hicimos entre “fonemático” y “fonológico” (capítulo II, notas): el primero se refiere directamente a “morfema” ; el segundo, a “morfología” (cf. cápítulo XX).

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CAPÍTULO XV

MORFEMAS Y FONEMAS

15.1. Configuraciones. En el capítulo anterior quedó implícito que un morfema no sólo tiene esencialmente el mismo significado todas las veces que aparece, sino también que siempre se presenta exactamente con la misma configuración fonemátiea. Todos los ejemplos dados hasta ahora se han ajustado a esta caracterización. Y, sin embargo, recuérdese que nuestra definición de morfema (§ 14.1) no incluía la segunda especificación. Hemos encontrado varios casos de morfemas que, íj/pesar de ser idénticos en configuración fonemátiea, son distintos por tener un significado dife­ rente. Por ejemplo, ía /a/ que señala la tercera persona singular del presente en fabrica y la /a/ que indica género femenino en una son, fonológicamente, la misma cosa, pero son dos morfemas diferentes. Es fácil encontrar otros ejemplos: hora, ora; fiel (de la balanza) y fiel (a algo o alguien). Esto nos lleva a considerar el caso inverso: morfemas con idéntico signifi­ cado pero que no obstante son distintos, de acuerdo con nuestra práctica hasta ahora, porque difieren en la configuración fonemátiea. En la búsqueda de estos casos probablemente se debería prestar atención en primer término a lo que comúnmente se llama sinónimos: palabras cuya configuración fonemátiea es distinta, pero cuyo significado es idéntico o muy similar; como, por ejemplo, pueril e infantil, feliz y dichoso, hallar y encontrar. Los dos del primer par, por ejemplo, son palabras de dos morfe­ mas cada una, el segundo de los cuales, -il, es el mismo en ambas. Por lo tanto, podemos decir con propiedad que puer- e infant- son morfemas sinó­ nimos. Pero, ¿hasta qué punto son sinónimos? La única manera de averiguarlo es examinándolos en algún contexto. En particular, buscamos contextos que puedan completarse con cualquiera de los dos morfemas, de modo que las emisiones resultantes difieran una de otra sólo por el hecho de que una contiene puer- donde en la otra aparece i n f a n t Si podemos encontrar ese par mínimo, en el que los significados totales de las emisiones son diferentes, será inevitable concluir que los dos 132

MORFEMAS Y FONEMAS

morfemas no son, después de todo, completamente sinónimos. Uno de esos pares es un dibujo infantil y un dibujo pueril. Al lector puede parecerle que estas emisiones difieren en el significado, o también que, virtualmente, son idénticas. Otro par puede ser escribe cuentos infantiles y escribe cuentos pueriles. Pero aquí la diferencia de significado es obvia: la primera emisión casi nunca tendrá un significado despectivo, ya que por lo general se dirá en sentido literal con referencia a un escritor que escribe para los niños; la segunda, en cambio, equivale a decir que los cuentos son tontos, intrascendentes o banales y casi nunca se dirá con referencia a una literatura destinada a la infancia. En el caso de emisiones como puericia e infanta frente a infanticia y puera la situación es distinta: en tanto que las primeras dos palabras son comunes, las otras dos son imposibles. Esta demostración, pues, sirve para comprobar que infantil y pueril —y, por lo tanto, infant- y pUer- -- no son enteramente sinónimos. Esto es lo que se encuentra, por lo general, en los diccionarios de sinónimos: las palabras que se clasifican como tales no suelen tener significados absolutamente idén­ ticos, sino significados muy similares a los que'distinguen sutiles matices de diferencia. Pero considérese a continuación otro par de morfemas sinónimos: la /s/ que significa ‘plural’ en perros, chicas, héroes, ideas, tribus, taxis y la /es/ que significa ‘plural’ en lápices, relojes, matches, verdades, capitanes, árbo­ les. También en este caso es mejor suponer, al principio, que hay alguna diferencia sutil de significado, la cual se pondrá de manifiesto si se encuentra un par mínimo apropiado. Pero en este caso la búsqueda resulta infructuosa. Trátese de reemplazar la /es/ de lápices, relojes, etc. por /s/. Sobre el papel se obtendrán los siguientes resultados: /lá-piss/, /re-lóxs/, /má£s/,/ber-dáds/, /ka-pi-táns/, /ár-hols/ Las dos últimas palabras no son palabras españolas, aun cuando sean pro­ nunciables en español (el grupo /ns/ se da, por ejemplo, en instar, Franz, y el grupo /ls/ en bols, solsticio) como “palabras sin sentido”. Las cuatro prime­ ras no son ni siquiera pronunciables en español, porque terminan con los grupos consonánticos /ss/, /xs/, /£s/ y /ds/, que son extraños a los hábitos fonológicos de la lengua (cf. § 10.2). Vale decir que las notaciones fonoló­ gicas son, en estos cuatro casos, una impostura: las formas que en apariencia representan no existen ni pueden existir. Intentemos ahora la sustitución inversa, usando /es/ en lugar de / s/ en perros, chicas, etc.: /pé-roes/, /Sí-kaes/, /é-ro-ees/, /i-dé-aes/, /trí-bues/, /ták-sies/. La tercera de estas formas es como las cuatro primeras del otro grupo, vale decir, impronunciable; las demás no contradicen los hábitos fonológicos del español, pero no son tampoco palabras españolas porque no tienen signi133

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

ficado alguno. Se puede ensayar esta misma sustitución, en uno y otro sentido, en todos los contextos apropiados, pero los resultados serán siempre los mismos. Este hecho se puede resumir diciendo que / s/ ‘plural’ y /es/ ‘plural’ no contras­ tan. La sinonimia de /s/ y /es/ es, pues, muy distinta de la de infant- y puer-. Su significado puede no ser exactamente el mismo, pero como para saber cuál es la diferencia necesitamos la ayuda de un contraste mínimo y éste no existe; cualquier diferencia de significado permanece inhallable. O bien, para decirlo desde el punto de vista del hablante: la diferencia entre infant-y puer- permite al hablante una opción. En la mayoría de los contextos en que es dable emplear uno de estos morfemas, el hablante es libre de escoger el otro en cambio. Aunque en algunos contextos la dife­ rencia real de significado pueda ser leve o aún inexistente, no por ello deja de haber opción. No la hay, en cambio, entre / s/ y /es/ ‘plural’: aquí el hablante encuentra hecha la elección, no la hace. Si termina de emitir un morfema que acaba, por ejemplo, con /x/ y luego opta por añadir un mor­ fema que significa ‘plural’, éste debe necesariamente ser /es/. Y, por otra parte, si termina de emitir un morfema que acaba, por ejemplo, con /o/, si luego opta por agregar uno que significa ‘plural’, éste debe ser forzosamente /s/. En todos los casos como éste, en los que el hablante no puede elegir entre morfemas sinónimos, sino que encuentra la elección ya hecha, preferimos describir la situación en otros términos. En lugar de decir que /s/ ‘plural’ y /es/ ‘plural’ son dos morfemas distintos, diremos que /s/ y /es/ son dos configuraciones diferentes de un mismo morfema. La distinción entre /s/ y /es/ sigue siendo, por supuesto, fonológicamente relevante. Lo que hacemos ahora es eliminar esta diferencia, únicamente con el significado específico de ‘plural’, de la pauta gramatical. La ventaja de dar este paso consiste en que, al describir la gramática, no necesitaremos en adelante ocupamos de diferencias que no representen opciones permitidas al hablante. 15,2. Ejemplos. He aquí otro ejemplo de un morfema representado ora por una configuración fonemática, ora por otra. Las dos emisiones siguientes se componen de los mismos morfemas en distinto ordenamiento: ^va. a venir a 2hora * 4 ^a^hora va a ve^niA ¿ El morfema entonaciona! es el mismo en ambas emisiones, no obstante presentar en la segunda un tono más que en la primera: la presencia en aquélla de una sílaba átona inicial es un factor mecánico que explica la representación del morfema con /I 2 2 1 |/ en lugar de /2 2 1j /. Lo que 134

MORFEMAS Y FONEMAS

el hablante elige en este caso es el morfema entonacional y el orden en que emitirá los restantes morfemas; una vez que ha optado, el sistema decide por él si la conñguración fonemática será /2 2 ,/ ó /1 2 2 1 j/. Este nuevo enfoque facilita el análisis de la palabra escalera (de la ora­ ción que sirvió originariamente de ejemplo, en § 14.1). Vimos que la ter­ minación /é-ra/ de escalera podía identificarse con la terminación /é-ra/ de gotera, ladera, bañera. Pero si hacemos esta identificación y extraemos /é~ra/ de escalera, debemos ocupamos del fragmento que nos queda, escal-. La palabra escalador, por ejemplo, contiene un elemento escal- que puede con­ siderarse como el mismo morfema; luego, /a-dór/ de escalador es otro morfe­ ma, el cual reaparece, por ejemplo, en comprador, hablador, Pero ¿qué pasa con la palabra escala, que tiene un parentesco tan obvio tanto con es­ calera como con escalador? Se puede descomponer escala /es-ká~la/ en /es-ka-1/, /a/ y / ' / , pero este paso nos dejaría con un/a/ del que ya vimos que es difícil dar cuenta y con un / 7 en la misma situación. Es más, no pa­ rece haber ninguna razón para descomponer escala en dos o más morfemas. Mejor sería que pudiéramos decir que escala es un solo morfema, el mismo qué aparece también -p e ro con la configuración fonemática /es-ka-1/ en lu­ gar de /es-ká-la/— en las palabras escalera, escalador y las demás que vimos. Dado que la configuración /es-ká-la/ nunca se da antes del morfema /é-ra/ ni antes de /a-dór/, en tanto que la conñguración /es-ka4/ sólo se da ante /é-ra/, /a-dór/ y demás terminaciones que vimos, nada nos impide aceptar, en este nuevo enfoque, la interpretación que proponemos. Consideremos, por último, tres morfemas tentativamente distintos: /i4út/ de laxitud,‘■plenitud, rectitud, /ú-ra/ de preciosura, blandura, hermosura y /é-sa/ de grandeza, belleza, firmeza. Laxo, precioso, grande, etc. son todas cualidades de cosas o personas; laxitud, preciosura, grandeza, etc. son todos nombres abstractos de esas cualidades {~‘la cualidad de ser laxo\ etc.) Además, habitualmente no hay opción entre las tres terminaciones: después de laxo, por,ejemplo, se puede mar-itud, pero no-ura ni -eza. Aun cuando una larga búsqueda podría no revelar pares mínimos que pro­ basen que los tres morfemas son distintos, tales pares existen y demuestran que es importante ser cautos en las identificaciones morfemáticas. Alteza, al­ tura y altitud contrastan marcadamente en significado: altitud y altura son nombres de cualidades físicas que se aplican a clases diferentes de objetos (se habla de la altitud de un punto geográfico con relación al nivel deJ mar, pero no de la altitud de una persona o un edificio, sino de su altura), mientras que alteza, por su parte, nunca se refiere a la cualidad de alto en sentido físico, sino social o m oral Asimismo; es cosa muy distinta hablar de la riqueza de una mujer y decir que es una ricurja> Debemos reconocer, por consiguiente,que -itud, -eza y -um son morfemas distintos.

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1S.3. La morfofonemática.. Las consideraciones que anteceden no exigen de nosotros que modifiquemos la definición de morfema dada en § 14.1, pero sí requieren un examen más cuidadoso de la relación entre morfemas y 135

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

fonemas, entre gramática y fonología. Si en español /s/ ‘plural’ y /es/ ‘plural’ no son dos morfemas diferentes, sino sólo dos representaciones distintas de un morfema, ¿qué es entonces el morfema mismo? ¿Y cuál es la relación que hay entre un morfema y su configuración o configuraciones fonemáticas? La respuesta a la primera pregunta es en parte análoga a la respuesta a la pregunta “qué es un fonema”, Sé recordará (§ 2,5) que un fonema no se define como un sonido lingüístico o alófono, sino como toda una gama de sonidos lingüísticos que funciona como uno de los puntos contrastivos en una red de contrastes fónicos entrelazados. Vale decir, que se define al fonema no tanto en términos de lo que “es” o de “cómo suena” como en términos de lo que no es y de aquello de lo que difiere dentro de una misma lengua. De modo semejante, se define al morfema, en una lengua dada, sólo con relación al repertorio total de los morfemas de esa lengua: un morfema es algo diferente de todos los otros morfemas de la lengua. En ninguno de los dos casos se da la respuesta en términos de sustancia. No se puede señalar y decir “allí hay un fonema” o “allá va un morfema” ; cada tipo de unidad --y cada fonema ó morfema determinado de una lengua determinada— sólo se puede definir en términos de las operaciones y criterios que se emplearon en su descubrimiento. Esas operaciones y criterios no son los mismos, natural­ mente, para fonemas y morfemas. Para los primeros, el criterio es la identi­ dad o diferencia fónica de emisiones enteras (según el hablante nativo), con prescindencia del significado, mientras que para los morfemas los criterios son tanto el significado como la configuración fonemátiea (determinada pre­ viamente). La respuesta a ía segunda pregunta no surge del estudio empírico, sino que se da por definición. La relación entre un morfema y cualquiera de sus configuraciones fonemáticas se expresa por medio de la frase está repre­ sentado por: en español, el morfema de plural de los sustantivos está repre­ sentado por la configuración fonemátiea /es/ después de una forma que termina con /x/ y está representado por ¡$( después de una forma que termina con /o/; en español, el morfema hasta está representado por la configuración fonemátiea / ás-ta/ en todos los contextos. Ésta es ía misma frase que se emplea para expresar la relación entre un fonema y cualquiera de sus alófonos: el fonema español /b/ está representado por una oclusiva sonora bilabial después de /m/ y después de pausa absoluta, pero está repre­ sentado por una espirante sonora bilabial en toda otra posición. La forma en que configuraciones fonemáticas diversas representan los morfemas de una lengua puede considerarse como una especie de código. Este código es el sistema morfofonemático de esa lengua. Cuando se inventan conscientemente códigos y claves, los sistemas así elaborados son por lo general - a menos que tengan por objeto ocultar los mensajes a todos los que no sean los destinatarios— sistemas del tipo que se llama de sustitución simple. Esto significa que cada elemento del mensaje se reemplaza, al cifrar­ lo, por un elemento fijo y que éste representa siempre uñó y el mismo elemento del original. El código Morse que se úsa en telegrafía es de este 136

MORFEMAS Y FONEMAS

tipo: dos puntos representan siempre y únicamente la letra “ 1” y así sucesi­ vamente. La morfofonemática de una lengua nunca' es tan simple. Siempre son muchos los casos de dos o más morfemas representados por la misma configuración fonemática (hasta y asta) y siempre hay morfemas que están representados ora por una configuración fonemática, ora por otra distinta (/$! y /es/ ‘plural’). La morfofonemática de una lengua, por ende, siempre es importante y deberá incluírsela en cualquier descripción sistemática de esa .lengua. NOTAS Términos nuevos: configuración (fonemática), morfofonemática ( o mor­ fo fonología), par mínimo. Problema. El morfema españo! “ plural de sustantivos” aparece con dos configuraciones fonemáticas dife rentes: /es/ en amores y /s/ en perros. La opción entre esas dos configuraciones depende —salvo pocas excepcionesde la configuración fonemática de la forma singular del sustantivo preceden­ te. Sobre la base de la li^ca siguiente de sustantivos plurales españoles, des­ cribir las condiciones que determinan que se dé una u otra de las dos configuraciones: ideas, niños, ajíes, virtudes, temas, gatos, perales, faralaes, raíces, po­ lainas, zapatos, borceguíes, botes, tés, relojes, meses, días, cebúes, botines, mujeres, hombres, pies, pagarés, tribus, taxis. Unu vez formuladas las condiciones, buscar diez sustantivos en los cuales la configuración del morfema de plural represente una excepción; es decir, no es la que se esperaría dadas las condiciones formuladas.

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CAPÍTULO XVI

EL MODELO DE UNA LENGUA

16.1. Ya hemos sentado las bases necesarias para describir las caracte­ rísticas fundamentales del modelo que se encuentra en cada una y en todas las lenguas humanas. Una lengua es un complejo sistema de hábitos. La totalidad del sistema puede descomponerse en cinco subsistemas principales, de los que tres son centrales y dos periféricos. Los tres subsistemas centrales son: 1) El sistema gramatical: un repertorio de morfemas y ios ordena­ mientos en que aparecen; 2) El sistema fonológico: un repertorio de fonemas y ios ordena­ mientos en que aparecen; 3) El sistema morfofonemático: el código que vincula los sistemas gramatical y fonológico. Estos tres sistemas se llaman “centrales” porque no tienen ninguna rela­ ción directa con el mundo no lingüístico en el que se producen las emisio­ nes. Es verdad que el lingüista ~o, para el caso, el niño que aprende su lengua- sólo puede inferir o aprender los detalles de los subsistemas cen­ trales mediante ia observación tanto del habla misma como de los contextos en que tiene lugar; pero lo que infiere o aprende en estas observaciones es abstraído del habla y de la situación y fijado como un conjunto de pautas en el cerebro del niño, en el cerebro y los cuadernos del lingüista. Ya hemos tratado en detalle los sistemas fonológicos (capítulos IJ—XIII); nos hemos ocupado muy ligeramente de los sistemas gramatical y morfofonemático, pero en seguida retornaremos a ellos para un estudio más detallado (capítu­ los XVII-XXXÍ para los sistemas gramaticales y XXXII-XXXV para los

EL MODELO DE UNA LENGUA

morfofonemáticos). Los dos susbsistemas periféricos son: 4) El sistema semántico, que asocia diversos morfemas, combina­ ciones de morfemas y ordenamientos en que pueden figurar con cosas y situaciones o con clases de cosas y situaciones; 5) El sistema fonético: la manera en que se convierten en ondas sono­ ras, mediante la articulación dé un hablante, las secuencias de fone­ mas y la manera en que son descifradas, por un oyente, a partir de la señal lingüística. Los subsistemas periféricos difieren de los centrales en que se vinculan directamente tanto con el mundo no lingüístico como con los subsistemas centrales. En la primera dirección,,el sistema semántico incide sobre el mun­ do físico y social directamente observable en que viven los hablantes y, en la otra dirección, sobre el sistema gramatical de la lengua. El sistema fonético roza,, en una dirección, las ondas sonoras físicamente analizables de la señal lingüística, pero también, en la otra dirección, el sistema fonológico de la lengua. De los sistemas fonéticos nos hemos ocupado ya (capítulos VII-IX, XIII); las pocas observaciones que, para orientar al lector, habremos de hacer sobre los sistemas semánticos se expondrán a continuación (§16.2); La lingüística se ha concentrado siempre en los tres subsistemas centrales, sin preocuparse mayormente por los periféricos. Incluso hay investigadores que prefieren definir el “lenguaje” de modo que sólo incluya los subsistemas centrales, considerando que los problemas de significado y de fonética arti­ culatoria o acústica pertenecen a cienciás afines más bien que a la lingüís­ tica. Preferir una definición más amplia del término o una más restringida es cuesten de gusto personal y no tiene importancia. Es tan legítimo, asimis­ mo, fijar la atención en los subsistemas centrales como invadir los perifé­ ricos, según se prefiera. Los segundos son tan importantes como los prime­ ros; pero la verdad es que su estudio es mucho más difícil y que, hasta ahora, se sabe menos de ellos. Lo que acabamos de decir puede resultar sorprendente, si se recuerda además el hecho obvio, ya mencionado, de que un lingüista puede llegar a los subsistemas centrales únicamente abriéndose paso a través del sonido y del significado. Pero es preciso distinguir entre el empleo heurístico de la fonética y la semántica, indispensable para llegar hasta los subsistemas cen­ trales, por una parte, y el estudio detallado de los subsistemas periféricos como un fin en sí mismo, por la otra. Es imprescindible usar criterios fonéticos cuando se emprende la tarea de analizar un sistema fonológico, ya que es preciso averiguar de algún modo si dos emisiones-o partes de emisio­ nes “suenan igual” o “distinto” a los hablantes de esa lengua. Es imprescin­ dible también usar criterios semánticos para llegar al sistema gramatical, ya que necesitamos descubrir de algún modo si dos emisiones o partes de emisiones cuyas configuraciones fonemáticas difieren en una cierta forma 139

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■i “significan la misma cosa” o “tienen distinto significado” para el hablante nativo. Es justamente en la aplicación de esos criterios donde resulta más fácil extraviarse, de lo que habrá de resentirse después la descripción de los susbsistemas centrales. Ninguna descripción de una lengua está libre de erro­ res que reconocen ese origen; y ninguna descripción puede tampoco preten­ der más que una cierta exactitud global. Si se quiere analizar en forma sistemática el susbsistema fonético o semán­ tico de una lengua es necesario, sin embargo, contar primero con una buena descripción del subsistema central con el que aquél se relaciona más estre­ chamente. Es tarea vana intentar el análisis de un sistema fonético, lo mismo sobre una base articulatoria que en términos acústicos, si previamente no se conoce el sistema fonológico con el que se vincula; y es igualmente ocioso tratar de analizar un sistema semántico sin conocer eí sistema gramatical que le corresponde. Los especialistas en fonética acústica han intentado alguna vez lo primero y han acabado por hacer uso de una concepción inexacta y asistemática del sistema fonológico correspondiente, en lugar de una exacta y detallada. Los antropólogos y filósofos han intentado muchas veces lo segundo y se han visto obligados a inventar entidades “mentales” seudolingüísticas, tales como “ideas” o “conceptos”, en lugar de los morfemas y formas gramaticales más extensas, cuya presencia es obvia y empíricamente descubrible. La investigación sistemática de subsistemas fonéticos y semán­ ticos está todavía en pañales, porque sólo muy recientemente se han com­ prendido, siquieia sea en formal general, los prerrequisitos necesarios y los enfoques más apropiados para su estudio. Cuando se haya avanzado algo más, serán más los resultados que se puedan incluir en un manual como éste. 16.2. El significado; antecedentes y consecuencias. Es esencial distinguir entre los significados de morfemas y emisiones, por un lado, y los antece­ dentes y consecuencias de los actos específicos de habla, por el otro. Hemos dicho ya que los significados de los morfemas y de las combinaciones morfemáticas son vínculos asociativos entre ellos y las cosas y situaciones, o tipos de cosas y situaciones, del mundo circundante. Tales vínculos asocia­ tivos son más o menos los mismos para todos los hablantes de una lengua. Los antecedentes y consecuencias de un acto específico de habla pueden ser, en cambio, muy diferentes para el hablante y para sus oyentes. Lo mismo puede afirmarse respecto de algunos sistemas de comunicación más simples que el lenguaje. El código Morse, por ejemplo, es una conven­ ción compartida por todos los operadores telegráficos, en virtud de la cual a ciertos ordenamientos de pulsaciones de tensión breves y largas (puntos y rayas) se les asigna la representación de distintas letras y signos de puntua­ ción de la lengua escrita. Un punto significa la letra “E” y este significado es el mismo para todos los operadores telegráficos, tanto para eí que en un momento dado está actuando como trasmísor como para el que en ese momento es receptor. Los antecedentes y consecuencias de la trasmisión, en cambio, son distintos para cada uno de ellos: mientras uno recibe en su 140

EL MODELO DE UNA LENGUA

mano un pedazo de papel y realiza los movimientos necesarios para conver­ tir lo que está escrito en él en pulsaciones de tensión, el otro recibe esas pulsaciones a través de un receptor y realiza los movimientos necesarios para convertirlas nuevamente en una serie de letras sobre un pedazo de papel. Los antecedentes y las consecuencias son diferentes para los dos operadores, pero están en cierta forma vinculados, por cuanto la serie de letras que el operador receptor pone por escrito corresponde a la que le fue entregada al operador trasmisor. Las convenciones semánticas del sistema, comunes a ambos, son las que hacen posible esa correlación. Supongamos ahora que dos hombres están tomando café ante un mostra­ dor, uno al lado del otro. A quiere echarle azúcar ai suyo y la azucarera está fuera de su alcance. Entonces A dice: Por favor, me pasa el azúcar; B se la pasa. Esta escena reveía, al menos a grandes rasgos, los actos de compor­ tamiento en que se encuadra el hecho de habla y del que son antecedentes y consecuencias.Unos y otras son distintos para A y para B : A quiere el azúcar y la obtiene; B simplemente se la alccoiza. La misma emisión podría surgir de circunstancias distintas: podría ser B , por ejemplo, quien no quiere el café amargo y pide a A el azúcar. En la situación originaria, algunas conse­ cuencias no se deben a la estructura lingüística de la emisión, sino a circuns­ tancias concomitantes: B ¡e da el azúcar a A y no a C, porque es A y no C quien la ha pedido. Pero las convenciones semánticas de la lengua desem­ peñan un papel, porque si A y B no las compartieran A tendría que recurrir a otro medio para obtener el azúcar o, en caso contrario, pasarse sin ella: Hay un lazo convencional, por consiguiente, entre el morfema azúcar y una cierta sustancia: B no pasa la sal. Hay un lazo también entre pasar y una determinada acción: B no arroja la azucarera al piso. Y hay, por último, una convención, común a A y B, de que por favor, con un cierto orden de palabras y una cierta entonación, es un pedido cortés: B no se siente ofendi­ do ni molesto. Así, pues, el significado de toda la emisión Por favor, me pasa el azúcar es fundamentalmente el mismo para A y para B, no obstante eí diferente comportamiento de cada uno- en el episodio que hemos descrito. En el caso del niño que está aprendiendo a hablar -lo mismo que en el caso del lingüista que está analizando una lengua—son sólo dos los métodos que hacen posible la observación y empleo - o descripción- del subsistema semántico. Para el niño, al principio, no hay en realidad más que uno: los significados que para él llegan a tener emisiones y morfemas no son sino el resultado de reiteradas regularidades de correspondencia entre actos de habla con distinta estructura gramatical, por un lado, y los antecedentes y consecuencias en el comportamiento, de los que el niño mismo participa, por el otro. El analista -lo mismo que, más tarde, también el niño—se vale asimismo de otro método: el de informarse —por medio de una lengua o parte de una lengua que ya conoce- de lo que significa una forma recién observada. Este segundo método suele ser muy poco satisfactorio. Si se le pregunta a un ruso que sabe algo de español cuál es el significado de la palabra rusa /drúk/, su respuesta será ‘amigo’. Y aunque esto sea verdad 141

C URSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

■í grosso modo, las circunstancias sociales precisas en las que un ruso llama /drúk/ a otra persona no son en modo alguno las mismas que aquellas en que llamamos a alguien ‘amigo’. El significado de /drúk/ o de amigo, para cada hablante de la lengua respectiva, es el resultado de todas sus experiencias pasadas con esa palabra. Dentro de una misma comunidad lingüística, las diferencias entre los accidentes de ía historia personal de cada individuo tienden a nivelarse, de modo que aunque los significados de los morfemas nunca lleguen a ser absolutamente idénticos para distintos hablantes, son al menos lo bastante similares como para que sea posible la comunicación por medio del lenguaje. Pero tal nivelación no se da, en cambio, entre una comunidad y otra. Los diccionarios bilingües y las fáciles traducciones pala­ bra por palabra son engañosos y es inevitable que lo sean; el atajo que representa el inquirir qué significa una forma debe completarse, en última instancia, por una activa participación en la vida de la comunidad que habla esa lengua. Este es, por supuesto, uno de los factores que más contribuyen a hacer tan difícil el análisis semántico. 16.3. Lengua y habla. Al resumir el modelo de una lengua (§16.1), afirmamos que una lengua es un conjunto de hábitos. Un hecho de habla o emisión, en cambio, no es un hábito, sino un hecho histórico, aun cuando se ajuste parcialmente a los hábitos, los refleje y sea controlado por ellos. Los hechos de habla, lo mismo que cualquier otro hecho histórico, se pueden observar directamente. Los hábitos, en cambio, no son inmediatamente observables: debe inferírselos a partir de los hechos observados, tanto si el que los infiere es un niño que aprende a hablar como si es un lingüista que procura describir una lengua. * Una emisión tiene estructura fonológica y estructura gramatical. Su es­ tructura fonológica refleja algo del sistema o pauta fonológica de la lengua. Su estructura gramatical refleja algo del sistema o pauta gramatical de la lengua. La relación entre su estructura fonológica y su estructura gramatical refleja algo de las pautas morfofonemáticas de la lengua, pero obsérvese que un hecho de habla no posee una “estmctura morfofonemática”. La morfo­ fonemática consiste enteramente en hábitos y no se manifiesta en hechos históricos por medio de algún otro tipo de estructura, sino por medio de interrelaciones de las dos estructuras ya especificadas. Una emisión tampoco posee “estructura semántica” ni “estructura fonética” . La semántica y la fo­ nética consisten en hábitos y no se manifiestan en hechos históricos por me­ dio de dos tipos adicionales de estructura sino, en un caso, por medio de ía relación entre la estructura gramatical de una emisión y el contexto en que figura y, en el otro, mediante la relación que une la estructura fonológica de una emisión con los movimientos articulatorios y las ondas sonoras que in­ tervienen en el acto fonatorio. El proceso fisiológico de ía fonación demanda consumo de energía: en tér­ minos de física, constituye trabajo. Las unidades en sucesión que un ha­ blante emite obedecen constantemente al contexto cambiante, a las uni142

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dades ya emitidas y a sus hábitos. No es raro que estos factores ofrezcan directivas en conflicto, no sólo sobre la unidad que habrá de emitirse a continuación, sino también sobre la decisión de continuar hablando o dete­ nerse. Resulta, en consecuencia, que el habla está cortada por pausas, por vacilaciones e interrupciones, por repeticiones y por súbitos cambios de dirección. En el papel de oyentes estamos habituados a pasar por alto, sin siquiera tener conciencia de ellos, muchos de esos signos manifiestos de la penosa tarea de producir emisiones. En una comunidad con escritura, el hablante-que se propone poner por escrito lo que ha de decir borra él mismo las huellas de ese esfuerzo, incluyendo en la última copia únicamente el resultado en limpio. Toda la experiencia que hemos adquirido como oyen­ tes, en la escritura y en la lectura, sirve para que no nos demos cuenta de hasta qué punto nosotros mismos, como" hablantes, balbucimos y trope­ zamos. La primera audición de la propia voz en una conversación grabada produce -habita almente un gran impacto. He aquí un ejemplo de balbuceo y trabucamiento, tomado de la graba­ ción magnetofónica de una conversación real entre dos personas adultas de nivel cultural medio. Es una sola la que habla. “Eh” significa una vacilación con sonoridad en la pausa, significa una vacilación con silencio: Le dijo que había esté cambio de.,, que había cambio de programas. Pero de eso no s... no le pregunté a Lía, pero ella debe sab ... No, no le pregunté. Ella me hablaba para eh imitarme para el viernes... de modo que eh la... el ■objeto era invitarme. La de ... de de eso no dijo nada que ...lo único... a eh algo de los programas y nada más. Ella tiene el hijo que esté eh que está enterado. Aparte de la impresión general de que el hablante tiene bastante dificultad para expresarse, el oyente obtendrá prácticamente el mismo significado del pasaje transcrito que el que obtendría de su versión corregida: Le dijo que había cambio de programas. De eso no le pregunté a Lía, pero ella debe saberlo. No, no le pregunté. Ella me hablaba para invitarme para el viernes, (de modo que) el objeto era invitarme. De eso no dijo nada; algo de los programas y nada más. Ella tiene el hijo que está enterado. Esta versión corregida está implícita en la versión original; no es una elabo­ ración impresionista sino que ha sido obtenida mediante úna cuidadosa inspección de los hábitos del hablante en todo lo que se refiere a vacila­ ciones y balbuceos, muletillas y llamadas de atención insertas, variaciones de ritmo, etc. El punto más dudoso es el de saber si la combinación de modo que debe incluirse o no en la versión corregida. El hablante la usa común­ mente --lo mismo que así que y ya ves q u e- para “llenar el silencio”, mientras trata de pensar lo que va a decir a continuación, pero no es seguro que la esté empleando así en esta particular ocasión. 143

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

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Es sabido que, en cualquier comunidad lingüística, la fluidez en el manejo de la lengua varía de un hablante a otro y también, en un mismo hablante, de una ocasión a otra. Algunas veces, esta escala de variación se confunde con la diferencia entre había “correcta” e “incorrecta”, pero esta confusión debe evitarse. Puede haber hablantes “muy malos” de español que son ora­ dores vibrantes en su propio tipo de lengua, mientras que hay muchos ha­ blantes privilegiados, que hablan un “excelente” español, cuya habla está sembrada de muletillas y balbuceos. Las diferencias de fluidez no parecen ser, por consiguiente, diferencias de hábitos lingüísticos en sentido propio, sino más bien de hábitos de algún otro orden que se manifiestan también, jun­ tamente con los hábitos lingüísticos, en el habla. El tartamudeo es una mani­ festación de ese otro orden. Cualesquiera sean sus causas, que no se conocen aún, se presenta como una repetición de las consonantes iniciales de sílabas acentuadas semánticamente importantes (por favor, páseme la p-p-p-pera, donde el tartamudo produce dos /p/ sin inconvenientes y luego tropieza con la que está el comienzo de la palabra clave). Algunas investigaciones recientes sugieren que es mucho lo que se puede aprender acerca de una persona mediante el examen atento de su forma espontánea de hablar. La manera especial en que se equivoca y balbucea, varía el registro de la voz y el timbre, etc. es reveladora tanto de su perso­ nalidad básica como de su orientación emocional momentánea. Pero dado que los fenómenos de esta clase no són (si nuestro supuesto es correcta) manifestaciones de los hábitos lingüísticos del hablante, es conveniente igno­ rarlos en el estudio del lenguaje y basar éste exclusivamente en el habla corregida. NOTAS Términos nuevos: ninguno, aunque varios términos ya introducidos se ponen en relación cuidadosamente especificada unos con otros: los subsis­ temas centrales de una lengua (gramatical, fonológico, morfofonemático) y los subsistemas periféricos (semántico, fonético). Para las relaciones entre los tres subsistemas centrales véase ahora Hockett (73). Problemas. Los siguientes son esencialmente problemas de enfoque, más bien que de hechos o de procedimiento analítico . No tienen, por lo tanto, una simple respuesta “correcta” . 1) Distinguir en función del modelo de las lenguas entre las dos situa­ ciones siguientes: a) Una cantante argentina no quiere aprender francés, pero quiere can­ tar canciones francesas. Lo hace de modo que satisface a los franceses que la oyen cantar, pero no es capaz de hablar ni de entender francés en lo 144

EL MODELO DE UNA LENGUA

más mínimo. b) Un alumno del colegio nacional tiene que aprender a leer francés, pero no le interesa aprender a conversar en esa lengua. Logra su propó­ sito. 2) Explicar cuál es el origen del malentendido sobre la naturaleza del lenguaje cuando a) Un español dice: “Los ingleses son una gente muy rara. Al ‘pan’ lo llaman bread”. Al preguntársele por qué es raro, replica: “Bueno, es pan, ¿no? ” b)Un nifío pequeño dice: “A los cerdos se los llama así porque son muy sucios” ;

145

LOS SISTEMAS GRAMATICALES

CAPÍTULO XVII

CONSTITUYENTES INMEDIATOS

17.1. En los capítulos XIV-XVI hemos bosquejado el carácter esencial de la gramática y sus relaciones con otros aspectos del lenguaje. En este capí­ tulo y en los catorce que siguen estudiaremos los sistemas gramaticales con mayores detalles. Desde hace mucho tiempo hay especialistas que trabajan en el problema de analizar, describir y comparar sistemas gramaticales, y el grado de exacti­ tud alcanzado es mucho mayor de lo que el profano podría sospechar. Al mismo tiempo, son muchos también los puntos sobre los cuales la precisión es todavía imposible. Es falsa la creencia, en la que se complacen algunos lingüistas, de que el análisis gramatical constituye ya una operación com­ pletamente objetiva. El análisis fonológico está mucho más cerca de ese estado: aunque una precisión absoluta no siempre es posible, se puede por lo menos señalar con exactitud las áreas de imprecisión y saber, en general, por qué siguen siendo1imprecisas. En cambio, el análisis gramatical es toda­ vía, en grado sorprendente, un arte: las mejores y más claras descripciones de lenguas no son obra de investigadores que apliquen un conjunto rígido de reglas, sino de aquellos que, por motivos circunstanciales de su formación, han desarrollado intuición para ello. Por lo tanto, el lector encontrará en estos capítulos muchos ejemplos que el autor ha tratado en cierta forma, pero que podrían también tratarse de otra manera. El autor no quiere ser ambiguo ni arbitrario, pero se niega a hablar en forma taxativa en todos los casos en que no puede hacerlo. Desea, incluso, alertar al lector sobre la posibilidad de que, en algunos casos, una formulación concisa oculte en realidad, inadvertidamente, incertidumbre. En eí estudio gramatical nos ocupamos de morfemas y de sus ordena­ mientos sin tomar en cuenta, excepto en forma ancilar, las configuraciones fonemáticas que representan a los morfemas.- En esta sección, por lo tanto, los ejemplos se citarán habitualmente en la ortografía tradicional, siempre que la tenga en alfabeto latino la lengua de que están tomados. Los ejemplos 149

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA ■i.

del griego clásico y del chino se citarán en trasliteraciones bien establecidas. Las notaciones fonológicas sólo se usarán cuando alguna razón especial lo aconseje o para lenguas como el menómini que carecen de ortografía tradi­ cional. 17.2. La estructura jerárquica. El hombre común se inclina a identificar el lenguaje con las palabras y a creer que estudiar las palabras es estudiar el lenguaje. En esta concepción hay dos errores. Eliminamos uno de ellos cuando nos damos cuenta de que son los morfemas más bien que las pala­ bras los elementos que configuran el lenguaje en su aspecto gramatical, si bien este desplazamiento del énfasis no implica en absoluto que las palabras carezcan de importancia. El otro error es más sutil: consiste en la noción, a menudo tácita, de que sólo es preciso examinar las palabras (o los morfe­ mas) como unidades aisladas, ya que las emisiones más extensas no serían nada más que combinaciones mecánicas de las unidades más pequeñas. Si ése fuera el caso, todo lo que habría que aprender cuando se estudia una lengua extranjera sería cada uno de los morfemas con su correspon­ diente significado; el significado total de una emisión cualquiera resultaría' obvio conociendo los significados de sus constituyentes últimos. Todos los que han estudiado una lengua extranjera saben que eso no es cierto. Para dar un ejemplo patente de jo falso de este supuesto nos valdremos de una emisión china, ya que por diferir del español más radicalmente que el fran­ cés, el inglés o el alemán esa lengua conviene más a nuestro objeto. La siguiente es una oración china de estructura normal: jéige yóutímg dágái dzái wüfénjmgyínéinéngIvóujingle. Sin contarla entonación, esta oración contiene los siguientes morfemas: 1) j- ‘estar próximo al punto de origen, estar cerca del hablante’; 2) ~éi ‘cosa o estado’;

3) 4) 5) 6) 7) 8) 9) 10) 11) 12) 13) 14) 15) 16) 17) 150

-ge ‘objeto concreto discreto, animado o inanimado’; you ‘aceite, grasa’; tüng ‘recipiente cilindrico’; da ‘amplio,grande, grandemente’; gái ‘generalidad, mayoría’; dzái ‘(estar) en, sobre’; wu ‘cinco’; fén ‘división, sección’; jüng ‘reloj, hora’; yi demarcador de modificación: indica que algoprecedente mo­ difica algo que sigue; néi ‘interior, adentro’; néng ‘poder, habilidad física’; lyóu ‘fluir’; jing ‘limpiar (no necesariamente secar), vaciar’; le demarcador de acción realizada o cambio de estado realizado.

CONSTITUYENTES INMEDIATOS

Resulta evidente que algunos de estos morfemas chinos tienen significados que no son fáciles de describir con precisión en español. También se tropieza con problemas semejantes cuando se quiere describir en chino el significado de algunos morfemas españoles y, en general, siempre que se quiere describir el significado de los morfemas de una lengua cualquiera por intermedio de otra (§ 16.2).

A

/ IZ B

C

Fig. 17.1

Considerando atentamente el significado de los diecisiete morfemas constitutivos de la oración citada se puede obtener,en el mejor de los casos, una vaga idea del asunto que trata. El significado de toda la oración: ‘este tambor de aceite puede vaciarse aproximadamente en cinco minutos’ no se desprende, ni siquiera para un hablante nativo de chino, del significado de los morfemas constitutivos últimos. Se requiere también otro tipo de información; información que un hablante de chino lleva en la cabeza, listo a sumarla á la información que le trasmite lo que escucha. En virtud de esa disposición previa el hablante nativo no oye la oración como una sucesión lineal de morfemas, sino que la oye, digamos, en profundidad, agrupando automáticamente los elementos en la forma que corresponde. En este punto se impone una analogía. Si miramos el dibujo B de la figura 17.1, lo vemos ora como A, ora como C. Con un pequeño esfuerzo, puede hacérselo “cristalizar” en una u otra forma. Físicamente, claro, B no es más que un conjunto de líneas sobre una superficie plana. La profundidad que percibimos está en nosotros, no en la figura. No obstante, nuestras experien­ cias en percepción visual son tales que nos resulta mucho más fácil ver a B en tres dimensiones que como una complicada figura plana. La “profundidad” que el oyente chino “descubre” en la frase citada es del mismo tipo, pero hay una diferencia importante. Todos los seres huma­ nos, en todas las sociedades, tienen poco más o menos las mismas experien­ cias en percepción visual y, en consecuencia, tenderán a reaccionar en la misma forma ante el dibujo B de la figura 17.1. En cambio, las experiencias en virtud de las cuales las emisiones se oyen “en profundidad” son privativas de cada lengua en particular. El oyente chino agrupa automáticamente los morfemas 6 y 7, tal como se indica en la figura 17.2 A. Sabe que esa combinación es frecuente y que tiene el significado -bastante especial y, en 151

CURSO DE LINGÜISTICA MODERNA

•í

wu

db.

amplio, graade, grande mente

generalidad,

cisco

mayoría

probablemente

fen

iung

divisi&n,

hora,

sección

reloj

cinco secciones cinco minutos

Fig. 17.2

parte, impredecible—de ‘probablemente’. Agrupa también automáticamente 9, 10 y 11, pero en forma más complicada, según muestra la figura 17.2B. Preguntado qué significa dagai (morfemas 6 y 7) o qué significa wufén füng (9, 10 y 11), no vacilaría en responder. Pero si se le preguntara por el significado de tímg da (5 y 6) se quedaría perplejo, porque tÚng da no significa nada: probablemente no se percataría siquiera de haber oído esos dos morfemas en sucesión, como tampoco es probable que el hablante tenga conciencia de haberlos dicho. En la figura 17.3 está representada !a organización de toda la oración china, en la forma en que la percibe el hablante nativo. Diagramas del tipo de los que aparecen en las figuras 17.2 y 17.3 han sido ideados con el objeto de mostrar la estructura jerárquica — o estructura de constituyentes inmediatos- de las formas gramaticales compuestas. En la figura 17.2 B, la casilla inferior representa toda la forma wufén jüng ‘cinco minutos’. Prosiguiendo hacia arriba, se ve que sus constituyentes inmediatos (para abreviar, CC.II.) son las dos formas wufén ‘cinco secciones’ y jüng ‘hora, reloj’. Esta última es un solo morfema y por ende también un consti­ tuyente último de toda la forma; la primera, en cambio, consiste a su vez de los CC.II. wü ‘cinco’ y fén ‘sección’, cada uno de los cuales es un solo morfema. Todo lo que acabamos de exponer se aplica también al español o a cual­ quier otra lengua. Secuencias morfemáticas carentes de sentido se pueden encontrar fácilmente en el habla normal: ese parque están, por ejemplo, figura en la oración las flores y los árboles de ese parque están secos, cuyo diagrama (sin la entonación) presenta la figura 17.4. Las formas gramaticales de esta oración son los morfemas y secuencias de morfemas para los que se ha reservado una casilla: toda la oración de la casilla inferior, los dos seg­ mentos las flores y los árboles de ese parque y están secos, de la hilera de 152

CONSTITUYENTES INMEDIATOS

jü\

(completivo)

Jjj

limpiar, vaciar

u

fluir

i

J>

Ji

i

a 'I ® SL > & «j & «

a

poder, habilidad física interior (demarcador de atribución) relo j, hora

I

cinco (estar) en, sobre

Fig. 17.3



generalidad, mayoría quiere papas representan dos construcciones diferentes, aun cuando el tipo de construcción sea muy similar. El objeto de frasear en esa forma la definición era evitar que permi­ tiese derivar la posibilidad de combinaciones como yo I quiere papas o ella quiero papas, ya que de hecho tales combinaciones no se dan. Pero ahora resulta po sible atender a esto tomando en consideración los hábitos de enlace flexional: en este caso, de remisión entre sujeto y verbo. La siguiente es, pues, una vez enmendada, la descripción de una cons­ trucción: cualquier miembro de tal o cual clase formal, asociado con cual­ quier miembro de tal o cual otra clase formal, produce una forma que pertenece a tal o cual otra clase formal determinada siempre y cuando la elección de los miembros de las dos primeras clases no resulte incompatible con el tipo de enlace flexional relevante en ese caso: concordancia, concor­ dancia de régimen, régimen o remisión. Yo y ella se asignan, pues, a la 22 1

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misma clase formal, si bien se distribuyen en distintas subclases a causa de su comportamiento en la remisión; quiero papas y quiere papas se asignan ala misma clase formal, pero también a diferentes subclases a causa de su distinto comportamiento en la remisión. Es posible decir, por consiguiente, que yo | quiero papas y ella\quiere papas se obtienen por medio de la misma construcción -del tipo predicativo, con sujeto y predicado como CC.II.~, dando cuenta de la remisión por separado. NOTAS Términos nuevos: enlace sintáctico; enlace por selección, por contexto, por demarcación, por demarcación mixta, por flexión; concordancia, concor­ dancia de régimen, régimen (y regir), remisión. Términos específicos para una u otra lengua: caso (para el latín), incluyendo nominativo, genitivo, acusativo, ablativo; número y persona (para el español). Algunos de estos términos han aparecido antes, pero aquí están tratados desde un punto de vista ligeramente distinto. Problema. A la luz de los ejemplos que siguen describir la extensión y naturaleza, en español, de la remisión entre sujeto y verbo, y de la concor­ dancia y concordancia de régimen entre sujeto y atributo predicativo. En cada oración una línea vertical señala el final del sujeto; el verbo está en bastardilla. Yo| voy de mañana. Vosjvas de mañana. El \va de mañana. Juan Jva de mañana. Ella | de mañana. El enfermo j va bien. Y o| iba solo. YoJ iba sola. Vosjibas solo. Vo^ibas sola. El \iba solo. Juanj iba solo. Nadié j/¿Mr solo. Ellajifor sola. Isabel \iba sola. Eli osjiban solos. Y o | iría solo. Usted | iría sola. La mayoría | es contraria. La mayoría |son contrarios. 222

Nosotros i vamos de mañana. Usted 1va de mañana. Ustedes jvan de mañana. Ellos! van de mañana. Ellas \van de mañana. Los hombres jvan allí. Nosotros | íbamos solos. Nosotras j íbamos solas. Usted\iba solo. Ustedj iba sola. Ustedes Iiban solos. Ustedes \ihan solas. ¿Quiénesj iban solos? ¿Cuáles\iban solas? Ellas ¡ iban solas. Ella y él j iban solos. El Iiría solo. Ella j iría sola.

LOS DISTINTOS TIPOS DE ENLACE SINTÁCTICO

Las damas \ son muy elegantes. Las damas ¡es muy difícil. El lunest es mi día. Los lunes] son mis días. (El hombre) que {es prudente (se calla). (Los hombres) que |son prudentes (se callan). Una multitud de niños |va detrás del circo. Una multitud de niños \van detrás del circo. (Muchos van en auto);la mitad j va en tren. (Algunos fueron en auto); la mita.d\fiieron en tren. Vos y el chico | se quedan aquí. Ustedes, ellas y yo jsomos las preferidas. Ellas y él [son los preferidos. El nieto y el heredero| son mayores de edad. El nieto y heredero {es mayor de edad. El madrugar y el hacer ejercicio jes bueno para la salud. El madrugar y el hacer ejercicio {son buenos para la salud. Seis dedos en vez de cinco jes común en algunas regiones.

223

CAPÍTULO XXVI

LAS PARTES DE LA ORACION

26 J . No es muy difícil compararlos sistemas fonológicos de dos lenguas y el capítulo XI, a grandes rasgos, mostró la manera de llevar a cabo esa comparación. La gran complejidad de los sistemas gramaticales hace mucho más ardua la tarea de compararlos. Sin embargo, resulta evidente que algu­ nas de las diferencias que presentan los sistemas gramaticales son mucho más importantes que otras a los fines de la comparación. Considérense, por ejemplo, las palabras té y escribir, él y ella. El menó­ mini del siglo XX contiene palabras que significan ‘té’ y ‘escribir’; en el menómini de 1700 no las había. Esto no quiere decir que el sistema grama­ tical del menómini esté hoy más cerca del español que en 1700. Asimismo, si fuera posible eliminar del español las palabras té y escribir, el sistema que manifestara el resto de la lengua no diferiría esencialmente del que cono­ cemos. Por otra parte, el menómini no tiene —ni tenía en 1700- formas equivalentes a las españolas él y ella. Ésta sí es una diferencia sistemática, de real importancia: si fuera posible eliminar del español las palabras él y ella o sustituirlas por una sola palabra, el sistema de la lengua se modificaría profundamente. La clasificación básica y fundamental de todas las formas gramaticales de una lengua es, por lo tanto —lo que será aún más evidente en el capítulo XXXI-, la que distingue los contenientes de los funtivos: té, escribir y todas las otras formas de “ poca importancia” gramatical se cuentan entre los primeros (clase que es, con mucho, la más numerosa), en tanto que él, ella y todas las otras formas gramaticalmente “importantes” constituyen los fun­ tivos. La supresión de una o varias formas cualesquiera "del primer grupo dejaría esencialmente intacto el sistema gramatical de una lengua; la supre­ sión de hasta un solo elemento del segundo grupo tendría consecuencias trascendentales. Para que se pudiera obtener, operando con las formas del primer grupo, resultados de igual trascendencia sería menester suprimir todos los miembros de alguna de las clases formales más extensas. 224

LAS PARTES DE LA ORACIÓN

Nos volveremos a ocupar de esta dicotomía en el capítulo XXXI. Por el momento nos interesan principalmente los contenientes. Éstos comprenden la inmensa mayoría de los temas de una lengua y nada más que temas; vale decir que los afijos flexionales nunca se cuentan entre los contenientes. Los distintos tipos de temas contenientes de una lengua constituyen las partes de la oración. Las partes de la oración se definen como clases forma­ les de temas contenientes que muestran comportamiento similar en la flexión, la sintaxis o ambas. El sistema de partes de la oración de una lengua es la clasificación de todos sus temas sobre la base de similitudes y dife­ rencias en el comportamiento flexional y sintáctito de los mismos. Dado que toda palabra contiene, por definición (§24.1), un solo tema, el sistema de partes de la oración puede interpretarse también como una clasificación de las palabras: la parte de la oración a la que pertenece una palabra es la misma que aquélla a la que pertenece su tema. Hay intersección, hasta cierto punto, entre esta clasificación y la dicotomía básica de contenientes y fun­ tivos, ya que en el sistema de partes de la oración debe incluirse también la correspondiente subclasificación de todos los funtivos que son palabras. Aunque es raro encontrar dos lenguas cuyos sistemas de partes de la oración sean idénticos, son muchísimas las que manifiestan eUmismo plan básico y difieren sólo en los detalles. Desviaciones más radicales se observan en unas cuantas lenguas, de las que daremos dos ejemplos: el nootka y el inglés. En primer término describiremos el plan que se manifiesta en la mayoría de las lenguas conocidas, el español entre ellas. 26.2. El plan tripartito. La manera más conveniente de examinar un sistema de partes de la oración es presentándolo como unas pocas y muy numerosas clases de temas, temas que se asemejan en algunos aspectos bási­ cos y que se distribuyen en clases sucesivamente más pequeñas sobre la base de criterios adicionales. Sean cuales fueren los aspectos que se consideren básicos, casi siempre resultará que debe cambiarse la asignación de unos cuantos temas cuando se entra a considerar criterios adicionales. Exami­ nando el español en esta forma jerárquica se obtienen los siguientes resul­ tados: I. Temas contenientes flexionados para número (nombres): Temas que pertenecen a un género o son indiferentes al género (sus­ tantivos o nombres en sentido estricto): hombre (masculino), mu­ jer (femenino), pianista (indiferentemente masculino o femenino). Temas flexionados para género o indiferentes al género (adjetivos): lindo (flexionado para masculino), linda (flexionado para femeni­ no), ágil (no ñexionado para género). Funtivos que “sustituyen” (§ 30.2) temas contenientes de esta parte de la oración (pronombres). Algunos están flexionados para número y no para género (cual, usted), otros están flexionados para género y perte­ necen a un número (ninguno, nosotros), otros están flexionados para 225

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género y número (mío, aquel) y otros son temas invariables (yo, al­ guien). II. Temas contenientes con formas flexionadas que indican persona y núme­ ro de un sujeto (verbos): amar, volver, morir. Funtivos con formas flexionadas que indican persona y número de un su­ jeto: haber, estar, ser. III. Temas invariables (partículas): . Temas contenientes: interjecciones (hola, cáspita, chau) y adverbios (bien, despacio, lejos). Funtivos: Temas que “sustituyen” adverbios y expresiones adverbiales: hoy, nun­ ca, aquí Temas que no son sustitutos: Demarcadores: y, pero, mas. Demarcadores mixtos: preposiciones y conjunciones.

I. NOMBRES. Los sustantivos figuran principalmente como núcleo de constituios atributivos,precedidosamenudopor un, el, este, ese, alguno: un niño, el niño, esta niña, esas niñas, algunos niños. La frase endocéntrica resultante, lo mismo que el sustantivo solo, aparece típicamente como sujeto (el niño está aquí), como objeto(Wmosa ese auto no lo puedo manejar Fig. 29.2 wÓmen

Zi

dáu

n o so ­ tros

tina

llegar

che

jy ° u

men

en seguida

puerta

■ e■o

©■ -e -

-e taa pronto como llegam os al auto él abrió la puerta Fig. 29.3

‘rodado, auto’ están en construcción, el segundo como objeto del primero, y el contexto restringe el significado de kai a ‘manejar’. La segunda oración significa ‘A ese auto no lo puedo manejar’. Kai y che no están en cons­ trucción, pero tampoco lo están con elementos'que invaliden sus asocia­ ciones y el significado especial emerge nuevamente. La tercera oración signi­ fica ‘Tan pronto como llegamos al auto él abrió la puerta’: kai y che no están en construcción y tampoco aparece el significado especial porque kai está acaparado por el elemento contiguo mén ‘puerta’ y che lo está a su vez por dáu ‘llegar a’. Vemos, pues, que el significado especial de kai (‘manejar’) no sólo aparece cuando este morfema está directamente en construcción con che ‘auto’, sino también siempre que se cumplen las condiciones siguientes: 1) los dos mor­ femas están lo suficientemente cerca uno del otro y 2) ninguno de ellos está, con relación a otro morfema, en construcción invalidante de su aso­ ciación con el otro. Las dos primeras oraciones cumplen estos requisitos; la 251

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA i

tercera satisface el primero pero no el segundo. Si bien, en la segunda oración, el vínculo entre kái y che no depende de las construcciones, tam­ poco podemos decir que sea “meramente” semántico. Es un vínculo grama­ tical pues, de lo contrario, los hablantes de la lengua no se podrían entender entre sí. En cierto sentido -aunque no en el plano gramatical más externo-, che es el objeto de kai lo mismo en la segunda oración que en la primera. 29.2. “Valencias”. AI llegar a este punto, un término metafórico que se impone a la mente es el de “valencia”. El morfema kai tiene, por así decirlo,

1 néi



bu

wi5

j che i t i



¡ néng

4>—

i i j kái

í

~

1

t ^i \

.............

Fig. 29.4

una valencia “positiva” de un especial tipo rectivo: busca algo en el con­ texto para apoderarse de ello como de su objeto. En la primera oración (fig. 29.1)ese algo se encuentra inmediatamente a la mano: los requisitos gramaticales ordinarios de las construcciones y los requisitos especiales de la “valencia” quedan satisfechos al mismo tiempo. En la segunda oración (fig. 29.2) no hay nada en la vecindad inmediata de kái que atraiga su valencia: su participación en construcciones ordinarias lo deja “insaturado” y la va­ lencia tiene que internarse más en el contexto. El resultado se puede dia­ gramar modificando la figura 29.2 en la forma que muestra la figura 29.4. La figura 29.5 representa un alejamiento todavía mayor en busca del objeto apropiado. Suponemos que dos personas van a tomar el auto y que una de ellas dice: “manejo yo”. Esta oración no contiene ningún elemento que pueda ser objeto de kai, de modo que su valencia penetra en el contexto no lingüístico. La figura invierte el expediente gráfico que se emplea en las historietas: en éstas se le quita espacio al dibujo de una situación para reproducir en un recuadro lo que alguien dice; aquí le qujtamos espacio a la representación de lo que se dice para dejar lugar a la reproduccióh de un rasgo de la situación no lingüistica. “Valencia” no es un término técnico y nada de lo dicho en este capítulo puede tampoco considerarse como tal: los fenómenos a que se alude no están lo bastante bien entendidos todavía como para que pueda desarrollarse una terminología precisa. Hablar , en la forma en que lo hemos hecho, 252

GRAMÁTICA EXTERNA Y GRAMÁTICA INTERNA

como si los morfemas tuvieran “propósitos” es, también, enteramente meta­ fórico: presumiblemente, son más bien los hablantes y oyentes quienes los tienen. Pero los fenómenos mismos son importantes, cualquiera sea la forma

Fig. 29.5

en que se los trate. Es como si toda la trama de las relaciones estructurales entre formas, superponiéndose a veces al contexto no lingüístico, cons­ tituyese un intrincado entrecruzarse de varios tipos de valencia, uno tan sólo de cuyos estratos es perceptible en forma inmediata para el analista. Ese estrato, el más evidente, constituye —llamémoslo así—la gramática externa. Detrás de ella se ocultan varios otros estratos de gramática interna, que explican en buena parte de qué manera hablamos y entendemos pero que los lingüistas no han explorado todavía suficientemente, al menos en forma sistemática. Es la gramática externa y sólo ella la diagramada en las figuras 29.1, 2 y 3; el diagrama de la figura 29.4 representa también algo de gra­ mática interna. 29.3. Diferencias entre lenguas. Las distintas lenguas difieren unas de otras por lo que revelan en su plano externo y lo que mantienen oculto. A continuación se dan tres ejemplos de esas divergencias. En español, lo mismo que en chino, las formas que están en construcción son por lo común —si bien no siempre— contiguas. De ahí que la gramática externa de ambas lenguas se manifieste básicamente en orden lineal, en tanto que las conexiones más profundas entre las formas con frecuencia se es­ tablecen a través de otras formas interpuestas. No ocurre así en todas las len­ guas. En latín, por ejemplo, las relaciones que se manifiestan en orden lineal son, en su mayor parte, estilísticas en los efectos semánticos y pertenecen a la gramática interna, mientras que las relaciones de la gramática externa están señaladas por medio de la flexión. En español, lo mismo que en chino, podemos decir no puedo manejar un 253

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i auto tan pesado y, también, a un auto tan pesado no lo puedo manejar. La gramática externa es distinta en cada oración, pero,a niveles más profundos, las dos son prácticamente iguales. En latín, en cambio, un reordenamiento similar de las palabras modifica conexiones más profundas, sin alterar en nada la gramática externa. La gramática externa de puer puellam amat ‘el niño ama a la niña* y de amat puer puellam, con el mismo significado o poco menos, está señalada por el caso nominativo de puer ‘niño’, el caso acusativo de puellam ‘niña’ y la clase de verbo que es amare ‘amar’: verbo transitivo que rige un objeto en acusativo. Considérense, como segundo ejemplo, las cuatro oraciones españolas a) Juana está cantando, b) Juana está corriendo, c) Juana está cantando un aria y d) Juana está corriendo las cortinas. Para la gramática externa, estas oraciones se agrupan de dos en dos: a) y b) son iguales (figura 29.6); c) y d) también lo son (figura 29.7). Para la gramática interna, no hay tal pa­ ralelismo. Una relación más profunda —llamémosla N, por las razones que veremos en seguida— se establece entre está cantando y Juana en a) y c), entre está corriendo y Juana en b) y entre está corriendo y las cortinas en d). Otra relación más profunda, E, se establece entre está corriendo y Juana en d) y una tercera,^!, entre está cantando y un aria en c). Estas diferentes relaciones reflejan la diferencia que hay, a nivel más Juana está. cantando profundo, entre correr y cantar. Uno y corriendo otro se usan libremente como verbos, tran­ sitiva e intransitivamente. Pero en cuanto a sus tipos de valencia pertenecen a distintas categorías selectivas. El vínculo de valen­ cia entre cantar y el sujeto siempre es el mismo, tanto cuando al verbo le sigue un Fig. 29.6 objeto como cuando no. En cambio, el vínculo, de valencia entre correr y el sujeto, cuando no sigue ningún objeto, no es el mismo que el que hay entre correr y el sujeto cuando sigue un objeto: es el mismo, más bien, que el que hay entre correr y su objeto cuando tiene uno.

Juana

está

cantando corriendo

un las

aria cortinas

A

'o' Fig. 29.7

Esos tres tipos de valencia, que en español sólo aparecen en un nivel 254

GRAMÁTICA EXTERNA Y GRAMATICA INTERNA

profundo, los encontramos en la superficie en una lengua como el georgiano. La mejor manera de ilustrar esta diferencia es por medio de un español modificado “a lo georgiano”, en el que sustantivos y pronombres tienen tres casos: nominativo, terminado en -N, ergativo, terminado en y acusativo, terminado en -A. Éstas serían, en el seudoespañol georgiano, las cuatro oraciones citadas; a) JuanaN está cantando (o está cantando JuanaN). b) JuanaN está corriendo (o está corriendo JuanaN). c) JuanaN está cantando un ariaA (o está cantando JuanaN un ariaA o un ariaA está cantando JuanaN, etc.). d) JuanaE está corriendo las cortinasN (o está corriendo JuanaE las cortinasN o las cortinasN está corriendo JuanaE, etc.) La flexión casual deja libre el orden de palabras para su utilización a niveles más profundos, de modo que los distintos órdenes posibles de cada oración sólo difieren en gramática interna. Consideremos, finalmente, las dos oraciones inglesas A toms are too small to see by any possible technique, lit. ‘átomos son demasiado chicos para ver mediante cualquier posible técnica’, y They are too much in love to seeclearly, lit. ‘ellos están demasiado enamorados para ver claramente’. La gra­ mática externa de ambas oraciones, aunque no es idéntica, es casi la misma. Pero por debajo de la gramática externa hay una diferencia en las relaciones más profundas de see ‘ver’. En la primera oración, see y atoms ‘átomos’ están relacionados igual que lo están en you can ’t see atoms ‘usted no puede ver los átomos’; en la segunda, see y they ‘ellos’ tienen la misma relación que en they see you ‘ellos te ven’. En español esta diferencia es asunto de gramática externa y se manifiesta inmediatamente por medio de distintas construcciones en cada caso: to see en la primera oración equivale a para que pueda vérselos, para que se los vea o para verlos; mientras que en la segunda equivale a para ver. En latín, a su vez, la misma diferencia se señala flexionalmente: see, en la primera oración, sería el infinito pasivo uidéri ‘ser visto’ y en la segunda el infinitivo activo uidére ‘ver’. 29.4. Diferencias entre lingüistas. Así como las lenguas difieren porfío que asignan a la gramática externa y lo que dejan para planos más pro­ fundos, así también - lo que no es imprevisible- lingüistas igualmente idó­ neos disienten a menudo en el análisis de una misma lengua. Tales desa­ cuerdos tienen su origen en diferencias de formación y de experiencias lingüísticas previas. No debe considerárselos como conflictos que exigen solución, sino como enriquecimientos de nuestro conocimiento de la lengua en cuestión: ambas partes pueden tener razón en una disputa, dado que opiniones en apariencia opuestas pueden muy bien reflejar hechos que se encuentran a distintos estratos de profundidad gramatical. Daremos un solo ejemplo, tomado del español. Considérese la oración 255

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Juari, saltando sobre el caballo, consiguió dominarlo rápidamente. Es posible que algunos lingüistas asignaran saltando sobre el caballo al sujeto, como atributo pospuesto de Juan. Otros opinarían que sólo Juan es eí sujeto y que todo lo demás es predicado. Constituye un legítimo problema preguntarse cuál de los dos vínculos pertenece ala gramática extema y cuál ala interna; pero no puede haber total aceptación de uno y completo rechazo del otro. Ambos forman parte de la estructura total de la oración; ambos reflejan la pauta gramatical de la lengua.

256

CAPÍTULO XXX

LOS SUSTITUTOS

30.1. Afirmamos, en el capítulo anterior, que los estratos más profundos de la organización gramatical no están todavía bien estudiados. Pero hay una importante excepción: el comportamiento de las formas llamadas sustitutos.

r -----------( 3 } - - 1 1

tomó

.8

Juais 1

0-

i

~Q — '

/

t 'sombrero

1

1 t y

P ed ro

tam b ién

lo

1

hizo

/ / t ¡ /

Fig. 30.1

Eí morfema chino kái ‘abrir’, de los ejemplos de § 29.1, tiene una valencia de tipo rectivo: busca algo que pueda servirle de objeto. Cuando los susti­ tutos tienen una valencia (no todos la tienen) ésta es invariablemente de tipo apositivo, que simbolizaremos con “= ’! La oración diagramada en la figura 30.1 contiene dds ejemplos. Los sustitutos de esta oración son los morfemas 257

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA ¡

su y lo. Su remite a Juan: es el sombrero de Juan el que éste toma y sería posible, aunque poco elegante, parafrasear la primera parte de la oración diciendo Juan tomó el sombrero de Juan, sin sustituto. En forma similar, lo, como lo indica el diagrama, remite a toda la frase tomó su sombrero: ésta es la acción que, según afirma la oración, hizo Pedro. Lo mismo que otras valencias, la valencia apositiva de un sustituto puede no encontrar ninguna forma apropiada en ei contexto lingüístico y verse desplazada así, forzosamente, al contexto no lingüístico. Si decimos Juan tomó tu sombrero el sustituto tu no puede remitir a nada dentro de la oración y se ve proyectado fuera de ella: véase la figura 30.2. Incluso dicien­ do Juan tomó su sombrero el contexto puede indicar que no se trata de! sombrero de Juan sino del de alguna otra persona, y también en ese caso la valencia de su apunta al contexto no lingüístico. Es fácil, pues, que se produzcan ambigüedades, que puede eliminar o no la situación en que el habla se produce. En ocasiones las ambigüedades subsisten, como muestra el diagrama de la figura 30.3: hay incertidumbre, tanto en las valencias como en el oyente, respecto de quién no podía esperar a quién. La forma -sí la hay—a que apunta la valencia de un sustituto se llama su antecedente. En el primer ejemplo, Juan es el antecedente de su y tomó su sombrero el antecedente de lo. En el ejemplo de la figura 30.3 él ante­ cedente de ella puede ser tanto Juana como María; sólo el hablante sabe cuál. El oyente sólo sabe que, quien­ quiera que sea, la otra es el antece­ dente de la. No es necesario que el antecedente preceda al sustituto: en tomando su sombrero, Juan salió del cuarto, el antecedente Juan aparece en segundo término. Asimismo, el antecedente puede figurar en alguna otra oración, anterior o posterior: Juan acaba de llegar. Vino con su auto, y también en una oración pronun­ ciada por otra persona: ¿Los chicos están listos para salir? -N o, ellos no van. Los sustitutos que habitualmente se usan con un antecedente se llaman anafóricos. 30.2. Definición de los sustitutos. ¿A qué se debe que cuando nos encontramos con la oración Juana y Pedro iban a salir juntos pero ella no 258

LOS SUSTITUTOS

pudo esperarlo podamos afirmar con tanta seguridad, como hablantes de español, que Juana es el antecedente de ella y Pedro el antecedente de /ó?

- coinciden mun a ambos. ° ’ t , en diferenciar ambas palabras de alias y hachas. El acuerdo corresponde al núcleo común de los dos idio­ lectos; el desacuerdo representa urtá singularidad de cada uno. 329

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

En la figura 39.1 mostramos, en forma muy simple, dos idiolectos que tienen un núcleo común. En la figura 39.2 mostramos la posibilidad -teóri­ ca— de que tres idiolectos sean inteligibles mutuamente a pesar de no tener núcleo común: los idiolectos A y B tienen un núcleo común; lo mismos y C, B y C; pero A, B y C, en conjunto, no tienen ninguno. Si los hablantes de B y C, por ejemplo, pueden entender el idiolecto A ,es sobre la base de partes diferentes de la señal total. Pero en la práctica este tipo de situación no parece darse. Más típica es otra situación, en la que cientos, miles o aun millones de idiolectos diferentes comparten un núcleo común perceptible, que se puede observar en modo aproximado (por vía estadística) y describir con sujeción a un cierto grado de indeterminación. 39.3. El sesquilingüismo. Hay, además, otra razón importante que explica que haya inteligibilidad mutua no obstante las divergencias en el sistema de dos idiolectos. Pue­ de ocurrir que un determinado ha­ blante, cuyo lenguaje no sobrepasa los límites de su propio código, esté capacitado, sin embargo, para enten­ der cosas que él no diría. En la figu­ ra 39.3 damos cabida a esto, am­ pliando la representación de la figu­ ra 39.1. En la mitad que correspon­ de a cada hablante, el círculo inte­ rior señala los límites de su idiolec­ to productivo, en tanto que el círculo exterior señala los límites de lo que es capaz de entender. Es así que no basta que el habla de A Fig. 39.2. Tres idiolectos mutualmente caiga fuera'del idiolecto productivo inteligibles sin núcleo común de B para que se produzcan auto­ A, B y C representan distintos idiolectos. Las área? sombreadas representan el nú­ máticamente interferencias en el cleo común a cada dos de ellos, pero no código; se necesita, además, que las hay ningún núcleo que sea común a los emisiones de A caigan fuera del tres. (Los diagramas de este tipo no se círculo exterior de B. Este tipo de hacen, por supuesto, sobre ninguna “esca­ situación trae en seguida a la me­ la”: lo único que importa son las regio­ moria los hechos de sesquilingüis­ nes, los límites y las intersecciones). mo que mencionamos en el capí­ tulo anterior ( § 38.3). Incluso es posible que dos personas se comuniquen sin que sus idiolectos productivos tengan núcleo común. Imaginemos a un francés que entiende alemán pero no lo habla y a un alemán que, en forma similar, posee un 330

NÚCLEO COMÚN Y PAUTA GENERAL

control receptivo pero no productivo del francés. Ésta es la situación que representa la figura 39.4: no hay intersección de los círculos que señalan los límites de los idiolectos productivos, pero sí de los que representan los límites del control receptivo. Como puede suponerse, no es tan fácil en­ contrar casos reales que ejemplifi­ quen esta situación como lo es tra­ zar el dibujo abstracto que la repre­ senta; lo mismo ocurre con el caso, teóricamente posible, que diagrama­ mos en la figura 3 9 .2 . La fácil inter­ comunicación de dinamarqueses y noruegos cultos (§ 3 8 .3 ) no sirve como ejemplo, porque el danés y el noruego comparten un núcleo co­ mún bastante considerable. 39.4. La pauta general. Todos nuestros diagramas deben interpre­ tarse como instantáneas: aun en períodos breves los límites del con­ trol productivo y receptivo de un individuo cambian, puesto que son sumamente lábiles. Un cabo emplea la palabra señor más a menudo que un oficial, pero éste conoce la pala­ bra tan bien como aquél: si el cabo Fig. 39.3. Dos idiolectos con ■núcleo asciende a oficial o el oficial es de- común, mostrando la distinción entre control productivo y receptivo. gradado, su sistema productivo cambia ligeramente. El aprendizaje Los círculos de Ja izquierda representan idiolecto de A: el círculo más pequeño, lingüístico nunca termina. Lo que el los límites de su control productivo y el hoy está fuera de la esfera de con­ círculo más grande, los de su control re­ trol receptivo de un individuo pue­ ceptivo. Los círculos de la derecha re­ de estar dentro de ella mañana; lo presentan en forma similar el idiolecto de que hoy está fuera de su idiolecto B, El área sombreada es el núcleo común (productivo) de ambos. Si algo que dice productivo puede estar dentro de él A cae en la zona X es comprensible para mañana. Sobre esta base, tiene sen­ B, aun cuando B no lo habría dicho; si tido hablar de la pauta general de cae en la zona Y constituye, para B, in­ un conjunto cualquiera de idiiolec- terferencias en el código. tos que están en contacto, directo o indirecto,..y qué contienen un nú­ cleo común. La pauta general incluye todo lo que figura en el repertorio de cualquiera de esos idiolectos. productiva o receptivamente^-Si no por defi­ nición, al menos típicamente, incluye más de lo que abarca cualquier idio­ lecto, en tanto que cada idiolecto incluye —también típicamente, si no por 331

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

Fig. 39.5. Tres idiolectos con núcleo común y pauta general. Las líneas enteras delimitan los hábitos productivos y receptivos, respectivamente, de un idiolecto; las líneas discontinuas delimi­ tan los hábitos de otro idiolecto, y las líneas de puntos, los de otro. El área sombreada representa el núcleo comuna los tres; todo cuanto encierran los límites exteriores (señalados con pe­ queños trazos paralelos) pertenece a la pauta general.

332

NÚCLEO COMÚN Y PAUTA GENERAL

definición— más de lo que comprende el núcleo común. La figura 39.5, que representa tres idiolectos, su núcleo común y su pauta general, ilustra en forma gráfica las afirmaciones que acabamos de hacer. En comunidades como la nuestra, que no son ágrafas, hasta es posible que la pauta general incluya elementos que no figuran en ninguno de los idio­ lectos, si bien esto es, en parte, cuestión de definición. Los materiales escri­ tos pueden contener palabras que nadie usa activamente en la comunidad, no obstante lo cual alguien puede tomar una palabra de esas fuentes y comenzar a usarla nuevamente, introduciéndola así, por lo menos, en su propio idiolecto. En Buenos Aires, una persona resucitó hace unos años en esta forma la palabra artilugio, virtualmente desaparecida del lenguaje colo­ quial, y ahora la usan normalmente otras personas en contacto con aquélla. 39.5. Aplicación. Ni la noción de núcleo común ni la de pauta general nos proporcionan-como tampoco lo hacía la de inteligibilidad mutua- un modo de determinar en forma bien precisa los limites entre “lenguas” dis­ tintas. Nos proporcionan, sí, otra manera de agrupar idiolectos en conjuntos de tipo lengua y —lo que es quizá más importante—nos enseñan que pueden ser igualmente válidas, a veces, formulaciones descriptivas que están en apa­ rente contradicción. Con respecto a lo primero, obsérvese que podemos tomar cualquier idio­ lecto como punto de partida y clasificar juntamente con él a todos los idiolectos que compartan unos con otros y con el primero un núcleo común, excluyendo a todos aquellos que no se hallan en esas condiciones. Es de suponer que todos los idiolectos de lo que habitualmente se llama inglés pertenecerán a uno solo de esos grupos, al que no pertenecerán, en cambio, ninguno de los idiolectos que comúnmente no se consideran ingleses. Es posible también, aunque no seguro, que el francés y el italiano —lo mismo que las tres lenguas ibéricas— resultarían, según este criterio, lenguas distin­ tas, y no un solo grupo idiolectal unido como cuando se le aplica la noción de macrolengua ( §38.2). Un grupo tal de idiolectos, una vez establecido, permite adoptar luego diferentes enfoques para estudiarlo y describirlo. Uno consiste en estudiar algún idiolecto o dialecto sin referencia a los otros. Hay quien ha afirmado que éste es el único enfoque posible y que'en consecuencia no tiene sentido hablar, por ejemplo, de fonemas si no es con relación a un solo idiolecto o dialecto. Esta actitud no es convincente, porque también existe la posibi­ lidad de describir todo el conjunto de idiolectos con referencia a su núcleo común: en tanto que uno se mantenga dentro de este esquema con respecto ,al español de América, tiene perfecto sentido decir que las consonantes intervocálicas de hayas y hallas son. fonológicamente idénticas, a pesar de que algunos hablantes distinguen regularmente ambas palabras. Hay, además, un tercer enfoque, el cual procura determinar la pauta general de todo el conjunto de idiolectos. Se vale, para ello, de un muestreo de los mismos de carácter estadístico (es obvio que es imposible estudiar a 333

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

todos y a cada uno de tos hablantes de español), sobre los que trabaja simul­ táneamente. Según este enfoque, las consonantes de hayas y hallas no son iguales fonológicamente, a pesar del hecho de que muchas personas no las distinguen, porque hay algunas que sí lo hacen. Además, aunque se diera el caso de que un determinado hablante tuviese la primera consonante en algunas palabras, la segunda en otras, pero con una distribución tal que dentro de su idiolecto las dos no estuvieran en contraste, igual seguiríamos considerándolas fonológicamente distintas ya que, desde el punto de vista de la pauta general, la base del contraste funcional no es sólo la diferencia entre la pronunciación de A de una emisión y la pronunciación de A de otra emisión distinta, sino también la diferencia entre la pronunciación de A de una emisión y la pronunciación de B de la misma emisión o de otra. El estudio de la pauta general es particularmente útil en cuanto nos proporciona excelentes puntos de referencia para hablar de las diferencias de pauta entre idiolectos o dialectos. La pauta general de una lengua es una especie de arsenal, del que cada idiolecto representa una selección; selección que es a veces simétrica y a veces no. Como ejemplo de ello presentaremos, en el capítulo siguiente, una somera descripción de la pauta general fonoló­ gica del español, sólo en lo que concierne a los márgenes silábicos simples, y mostraremos cómo se acomodan en ella algunos dialectos regionales carac­ terísticos. NOTAS Términos nuevos: interferencias en la linea y en el código; núcleo común y pauta general; idiolecto productivo frente a receptivo. Con anterioridad a la clara formulación del principio fonológico, algunos especialistas anticiparon, en fonología, el concepto de la pauta general, ideando conjuntos de símbolos fonéticos para aplicarlos al tratamiento de específicas familias de lenguas o dialectos de las que habían tenido alguna experiencia directa. Uno de tales sistemas fue ideado por Lundell para el estudio de los dialectos suecos (mencionado por Bloomfield [15], p. 87); otro por Meinhof para las lenguas bantú. Esos repertorios de símbolos foné­ ticos no intentaban dar cuenta de todas las diferencias articulatorias que pudieran resultar distintivas en una u otra de las lenguas del mundo, sirio que atendían principalmente a los tipos de diferencias que se sabían “impor­ tantes” (es decir, probablemente fonológicas) en uno u otro de los dialectos en cuestión. El hecho de que emprendamos ahora una tarea similar en forma bastante más rigurosa no significa que esos casos no hayan sido una verda­ dera anticipación de los métodos modernos.

334

CAPÍTULO XL

LOS MÁRGENES SIMPLES DEL ESPAÑOL

40.1. La pauta general. Los márgenes silábicos del español pueden ser simples o compuestos (§ 10.2). Un margen simple consta de uno u otro de veintidós fonemas consonánticos: labiales inter- dentales álveodentales lares ocl, sd. sonoras espir. sd. nasales laterales vibrantes aspiración /h/

/P/ Ibf fft jm¡

ftl /d/ /e/

hf fnf IV 1*1,1*1

pala- velares tales /5/ m /v /«/ M

M /g/ /x/ /*/

en tanto que un margen compuesto consta de dos de estas consonantes, con las.restricciones formuladas en §10.2/ La pronunciación de muchas palabras es aproximadamente la misma en casi todos los hablantes. Valiéndonos de esas palabras es posible ilustrar muchos de los márgenes simples del sistema: /p /: /b/: ft(: ¡df: fkf: /g/: f f f:

pie, pata, tapa, copo, mapa, Lope, perro. vena, vino, bula, rabo, debe, lavó, rubia. toro, tarro, tela, pato, mota, mote, tuna. día, dado, dedo, dato, cada, di, lodo, pido, cara, quiero, coro, poco, toca, beca, Roque. gorra, guerra, garra, pego, toga, navegue, fe, faro, rifa, gafa, sifón, furia, Tafi. 335

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

/ m¡ : /n /: /ñ/: ¡\¡: /r/: /?/:

mano, mina, muía, mero, cama, aroma, remo. niño, nene, nana, no, nota, canoa, uno. ñoro, ñoño, caño, roña, peña, riña, Ñuño. lado, loto, luna, pelo, pila, calores. cara, pero, curó, marido, Perú. ropa, riña, rana, carro, morro, Curro.

Estos ejemplos ilustran trece de los márgenes simples, sobre un total de veintidós. Para el resto, es necesario tomar en cuenta las familias de palabras que se pronuncian con yno u otro margen en distintas regiones del área hispánica. 40.2. Las obstructivas sordas. De la lista anterior se deduce que, entre las oclusivas sordas, la única consonante que presenta divergencias es /S/. Pala­ bras como leche, chorro, pecho (y la mayoría de las que se escriben con ch) tienen /c/ en la mayor parte de los hablantes,'pero en zonas de Andalucía, en el sur de Chile y en la franja limítrofe argentina esas palabras tienen /!/; leche es fié-se/ para los hablantes de esas regiones. Entre las espirantes sordas hallamos mayores divergencias. En palabras como fue, fuerza, fuego, fuimos, es decir, cuando /f/ está seguida de / u/ en función semivocálica, algunas variedades —predominantemente rurales—del español americano tienen /x/ o ¡hf en lugar de / f/: /xu^mos/ o /huí-mos/ en vez de /fuí-mos/, /xué-ra/ o /hué-ra/ en vez de /fué-ra/. En esta serie de las espirantes sordas la divergencia más importante está da­ da por aquellos dialectos que distinguen sueco, casa, con /s/, de zueco, caza, con /Qf. Esos dialectos son, en su mayor parte, los que se hablan en la región central y septentrional de España. Los demás dialectos no hacen ninguna distinción entre las palabras mencionadas, pero mientras partes de Anda­ lucía tienen siempre /9/, otras zonas de la misma Andalucía, del Levante de España y, en general, de toda América, tienen sólo /s/. Lo dicho se aplica a todas las palabras que tienen, en la escritura, s, z y c seguida por e o i. En formas como los hombres, las águilas, aquellos actores, etc., algunas variedades andaluzas y el español del Caribe en general tienen /h/ donde los otros dialectos tienen / s/: /lo-hóm-breh/, /la-há-gi-lah/, etc. En el habla “rústica” chilena /h/ sustituye a /s/ también en otras posiciones: /ká-ho/ en vez de /ká-so/, /há-ko/ en vez de /sá-ko/. En partes rurales de América, Andalucía y zona del Caribe, el fonema ¡hj aparece también en lugar de la /x/ de otros dialectos en palabras como ají, jamás (y todas las que ortográficamente tienen /). Resta ocuparnos finalmente, entre las espirantes sordas, del fonema ¡íf. Además de darse en algunos dialectos, según vimos, en palabras que en otros dialectos tienen /c/, este fonema aparece en el español rioplatense —descrito en los capítulos II-XXXVII—en un conjunto numeroso de palabras. Algunas de ellas, como champagne y chofer, presentan fcf en otras variedades; pero la mayoría, como peceto y cachet> es posible que no se den en otros dia­ 336

LOS MÁRGENES SIMPLES DEL ESPAÑOL

lectos, así como las palabras con /s/ de otras regiones —del español de Méjico, por ejemplo— no aparecen normalmente en el rioplatense. Lá razón es obvia: todas o casi todas esas palabras son préstamos relativamente recien­ tes de otras lenguas (francés e italiano, principalmente, en el caso del espa­ ñol rioplatense; el inglés o alguna lengua indígena en otros casos), y prés­ tamos que han entrado en una u otra de las distintas variedades, pero no en el español “general” . ' 40.3. Las obstructivas sonoras. En el habla substándard de muchas zonas de España y América, palabras que tienen /b/ en el habla stándard, como bueno, presentan, en cambio, /g/. En general, esto ocurre cuando ¡b¡ está seguida de /ue/ y también, aunque con menos frecuencia, cuando está seguida de /o/: volver, por ejemplo. Se da, asimismo, el cambio inverso: a las formas stándard con /g/ de hueso, huevo, corresponden formas substándard con /b/; también cuando la consonante aparece ante /u/: /a-bú-xa/, /a-buxé-ro/ en aguja, agujero. Pero el fonema que ofrece mayores divergencias, entre las obstructivas sonoras, es /j/, junto al cual es necesario tratarla lateral t&¡- La mayor parte del área hispana sólo presenta uno de esos fonemas, /j/, tanto en yo, mayo, etc., como en lluvia, calle, etc. Pero hay algunos dialectos en los que apa­ recen ambos: /A / en lluvia, calle (y en todas aquellas palabras que la or­ tografía representa con 11) y /J/ en yo, mayo y en general en todas las palabras que la ortografía representa con y, o con hi seguidas de'vocal. La distribución geográfica de esos dialectos corresponde, en rasgos generales, a la mitad norte de España y a áreas reducidas del territorio americano: Para­ guay y provincias limítrofes argentinas, Bolivia y pequeñas zonas de Argen­ tina y Chile. El español rioplatense, por su parte, tiene /i/ al comienzo de las palabras que la escritura representa con hi seguidas de vocal; hiel, hielo, hiena, hiato, hiere, hierve, hiedra, hierro y algunas otras, igual que al co­ mienzo de iota y de iodo. Pero iodo, hiedra tienen también, en el habla stándard, una pronunciación con /j/: /jé-dra/, /Jó-do/, en tanto que el habla substándard presenta f}¡ también en hiel, hielo, hiela (y demás formas con diptongo del verbo helar), hierra (y demás formas con diptongo del verbo herrar)’, en estos mismos hablantes, hierro tiene /f/ y las formas con dip­ tongo del verbo hervir tienen /i/ en función vocálica: hirvo, hirve, etc. 40.4. Las otras consonantes. En la mayoría de los dialectos, enaguas y en aguas, enojos y en ojos son fonológicamente idénticos, pero en el español del Caribe enaguas y enojos tienen ¡nj en tanto que»según parece, en aguas y en ojos presentan, en cambio, /i)/. Estos dialectos son los mismos que también presentan /rj / al final de las palabras que, como pan, cambian, bien, etc., terminan con /n/ en los otros dialectos. En posición final, varios dialectos de España y América tienen en palabras como sol, sal, amor, mar la misma consonante: /!/ en algunas de esas varie­ dades y /r/ en otras. 337

CU é s o DE LINGÜÍSTICA MODERNA

Podemos mencionar, por último, la divergencia que presenta una serie de palabras que la ortografía representa con h inicial (humo, horno, hacha, hembra, etc.): en la mayoría de los dialectos, todas estas palabras comienzan con vocal, pero en Andalucía y en el habla rural de zonas de América comienzan con /h/. NOTAS En este capítulo hemos pasado revista únicamente a aquellos hechos cuya descripción es razonablemente segura. Los datos de que se dispone para las distintas variedades del español han sido elaborados de acuerdo con enfo­ ques en general poco homogéneos y son susceptibles de interpretaciones no siempre seguras. La bibliografía de esas fuentes puede verse en Zamora Vicente (175). Sobre la /s/ en Chile y en las zonas limítrofes argentinas: observaciones inéditas de Berta Vidal de Battini. Todo análisis hecho en términos de pauta general es, por supuesto, sólo una aproximación estadística. La situación, tal como está presentada en este capítulo, deberá seguramente ser modificada: en parte por resultar cada vez más compleja —a medida que se realicen nuevas observaciones- y, en parte, porque puede ocurrir que alguno de los hechos mencionados deba inter­ pretarse de modo distinto. Problema. El lector deberá analizar su propio idiolecto, prestando espe­ cial atención a los hechos mencionados en este capítulo.

338

ONTOGENIA LINGÜÍSTICA

CAPÍTULO XLI

LA ONTOGENIA LINGÜÍSTICA

41.1. El proceso de desarrollo de los hábitos lingüísticos de jiña persona, 4esde que nace hasta que muere, constituye {¿(ontogenia lingüística} cuyo estudio es uno de los dos aspectos de la lingüística cíiacrónica ( § 36.1). La historia de..M.;djstmí.as ..lenguas, a través de décadas y centurias sucesivas, constituye lá filogenm . lingüística -e l otro aspecto de la lingüística dia­ crónica—, para cuyo estudio es corriente servirse de la expresión lingüística histórica. De la filogenia nos ocuparemos a partir del capítulo XLII; aquí trataremos la ontogenia lingüística. Algunos de los estudios de ontogenia lingüística están centrados en el niñoJr se ocupan 4e los efectos que tiene sobre él la adquisición de hábitos de comunicación./Hay otro tipo de estudios que se centran en el sistema^ ocupándose más bien de la forma en que influye sobre los sistemas dé comunicación el niño que los está adquiriendo. Los dos enfoques se com­ plementan sin contradecirse; pero aquí adoptaremos el segundo, no sólo porque está más en armonía con el que adoptamos en las otras secciones de este libro, sino también porque comenzar directamente el estudio del pro­ blema con el primer enfoque resulta en extremo difícil. 41.2. Desarrollos prelingüísticos. El recién nacido trae un repertorio específicamente humano de aptitudes trasmitidas genéticamente, pero al principio no tiene participación en. la lengua ni en ningún otro sistema de comunicación de su comunidad! Sus reacciones congénitas son todas res­ puestas globales (llanto, pataleo) a éstímulos globales (hambre, dolor, ruidos fuertes, caídas). Pero de inmediato comienzan la diferenciación de estímulos y el afinamiento en las respuesta^ A medida que se va completando la estructura anatómica del sistema nervioso, el comportamiento de la criatura presenta secuencias más complejas y también, durante un tiempo, más for­ tuitas. Este carácter fortuito no desaparece nunca del todo, pero más tarde se canaliza de modo de dar lugar a un cierto grado de predictibilidad esta341

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

dística.

ULas primeras convenciones de comunicación en las que el niño participa no son lingüísticas^ son las que llegan a establecerse, inevitablemente, entre el niño y su madre. ¡(Aunque la persona mayor que se ocupa de la criatura no siempre es su madre biológica -en algunas culturas suele ser la hermana mayor- en este capítulo, para simplificar, empleamos sólo la palabra “madre?) El mamar puede ser congénito, pero buscar el pecho y saber cuál es el contexto en que la búsqueda tiene éxito son el resultado de un apren­ dizaje. El cerrarse la puerta del cuarto de juguetes puede convertirse en una señal para llorar o para ir a dormir. Un cierto golpedto en el hombro estimula al niño a darse vuelta. La terminación del baño señala la llegada inminente de la muñeca y la criatura le tiende los brazos antes de verlal El llanto mismo se.hace diferenciado para correlacionarse con distintos facto­ res -tener hambre, estar mojado- y la madre aprenden distinguir entre esos llantos, j Todo ello representa convenciones de pomuimacján-entre el niño y la madre, las cuales difierenJBillasxonvenciones lingüísticas en varios aspectos importantes: 1) No son señales especializadas. Es decir que hay una conexión “natu­ ral” , física o biológica, entre la señal, por una parte, y sus antecedentes o consecuencias por la otra. Los movimientos que hace el niño cuando busca el pecho son una señal para la madre de que aquél tiene hambre: con la ayuda materna o sin ella esa búsqueda puede tener éxito. En cambio, cuan­ do un chico más grande dice ''tengo hambre, ‘entre esta afirmación, por una parte, y sus antecedentes, sus consecuencias y su significado, por la otra, sólo hay un vínculo arbitrario definido culturalmente, tanto para el niño como para las personas a quienes se dirige. 2) Si las señales prelingüísticas significan lo que significan, ello se debe, en buena parte, a que existe una cierta semejanza geométrica entre la señal y el significado (la relación semántica es “icónica”). El golpedto en el hombro del niño que lo impele a darse vuelta es un vestigio de la manipulación con que la misma madre lo da vuelta. No hay, en cambio, semejanza geométrica alguna entre las palabras date vuelta y el movimiento mismo: la relación semántica es, en este caso, puramente arbitraria. 3)í Las primeras señales no se trasmiten sino cuando de veras significan algo: el niño llora de hambre solamente cuando tiene hambre. Pero un chico más grande puede decir tengo hambre aun cuando no lo tenga] Con fre­ cuencia, las señales lingüísticas están desplazadas: hablamos de cosas que no están a la vista. La primera comunicadon que se establece éntre madre e hijo no está, al principio, desplazada, si bien, con el tiempo puede llegar a estarlo. 4) Las primeras convenciones de comunicación entre el hijo y su madre 342

LA ONTOGENIA LINGÜÍSTICA

no se basan en un repertorio común de señales trasmitidas, sino sólo en la correcta comprensión por parte de la madre de las señales de la criatura y en la correcta comprensión por parte de ésta de las señales, muy diferentes, de su madre. Es posible que el niño se dé vuelta cuando su .madre le toca el hombro; pero la madre no se da vuelta cuando su hijo lo hace. La madre puede ocuparse del aseo del niño en respuesta a un cierto tipo de llanto; >a madre no llora y su hijo no tiene para ella los mismos cuidados. Lógica­ mente, esto se asemeja a una conversación entre un francés y ujijalemán en la que cada uno entiende, pero no habla, la lengua del otro.guando dos personas, en cambio, hablan la misma lengua cualquiera de eíTas py^de, teóricamente, producir cualquiera de las emisiones que produce la otra. \ Partiendo de esta base, un lento acercamiento por parte del n i ñ o l a madre —o del niño y otros adultos—a la posesión compartida de sistemas de comunicación llega a hacerse posible, en virtud de que el chico comienza a imitar. No nos atrevemos a tomar “imitación” como término explicativo no definido: todo lo que confiadamente podemos significar con él es una ade­ cuación de los rasgos de Comportamiento perceptible de un organismo a los de otro. En qué forma, exactamente, tiene lugar el aprendizaje de la imita­ ción no se sabe. La prole de los hominoideos no humanos (chimpancés, gorilas, etc.) también imita, pero nunca en forma tan elaborada como lo hacen los chicos, lo que puede indicar una diferencia de capacidad trasmi­ tida genéticamente. Es posible que, en toda criatura, el comienzo de la imitación sea accidental. El niño juega poniendo en movimiento todos sus músculos, y pronto lo hace en pautas reiterativas en las que cada ciclo puede ser una autoimitación del precedente. También debe tener importancia el hecho de que los adultos imitan a los chicos y se imitan recíprocamente. Con la imitación, otro factor viene a desempeñar un papel fundamental: los malentendidos del adulto. Toda madre cree saber ~o aparenta creerlo— cómo es el mundo para su hijo. Pero por grande que sea la comprensión que de su hijo tiene la madre, una señal o señal aparente de la criatura ocupa en su repertorio comunicativo una determinada posición funcional y otra dis^ tinta, generalmente más compleja, en el de la madre o en la interpretación que ésta hace, parcialmente errónea, de los sistemas del niño. De buena o mala gana, los adultos de todas las culturas se prestan al juego de atribuir al comportamiento de sus hijos más complejidad de la que realmente tiene todavía;'si bien, como contraste, a veces supondrán también menos comple­ jidad en los chicos que la que éstos ya han alcanzado. La primera de esas actitudes indica que las reacciones de los adultos, imitativas o de otro tipo, ante el comportamiento de un niño estarán definidas, tanto en sus mani­ festaciones externas como en el contexto en que aparecen, más concre­ tamente que las propias señales de aquél. Esto impone límites estrictos a las condiciones para que obtengan recompensa los esfuerzos de la criatura, forzándola así a precisar más sus respuestas y a adecuarlas mcgor a las del adulto. Todo ello constituye un ajuste del niño a la comunidad, que es necesario aunque pueda acarrearle desajustes emocionales. El primer sonido 343

C U R SO D E L IN G Ü ÍST IC A M O D E R N A /

vocal que la madre interpreta como una “ palabra” no es para el niño, muy a menudo, una señal lingüística, sino un hecho casual. Pero claro está que sería deplorable que en la madre privara la verdad sobre sus propios deseos. 41.3, La adquisición de la gramática. Con el tiempo, la imitación re­ cíproca termina por establecer en el chico un repertorio de señales vocales que tienen fuerza de informes o de órdenes, que se parecen superficialmente a algunas emisiones breves de la lengua adulta (incluyendo, por supuesto, la “méHia lengua” de las personas mayores) tanto en sonido .como en signi­ ficado y que los adultos que las oyen califican de “palabras”!. Estas no son “palabras” en el sentido técnico en que las definimos antes (capítulo XIX). La propiedad más importante que tienen las verdades palabras -a l igual que los morfemas— es la de usarse como elementos para componer, según ciertas convenciones gramaticales, complejos mensajes. Dentro de la economía de la comunicación infantil, en siT etapa lingüística más temprana, las señales vocales de la criatura no son palabras, sino las señales indivisibles e inana­ lizables de un repertorio .cerrado} cada emisión constaren su totalidad, de una u otra de esas señales y cada señal ha sido áprendida como ui*a totali­ dad, a imitación directa o indirecta de alguna emisión del lenguaje adulto. Durante un cierto tiempo, ese repertorio rio aumenta sino por imitación global de otras emisiones de los adultos: ello no “abre” el sistema cerrado, sino que meramente lo amplía. Con el correr del tiempo eí repertorio infantil llega a incluir señales que presentan alguna semejanza parcial de sonido y significado. Supongamos, por ejemplo, gue la criatura ya usa equivalentes prelingüísticos de las formas adultas/*ma-^jnál i / y /lm a-^m á^t/ y también /^pa-^páU/, pero no /Jpa-2pá2f/. |Las formas del lenguaje adulto están estructuradas: cada,una consiste de una determinada palabra más una determinada entonación^Las formas infantiles equivalentes son, hasta ese momento, señales unitarias. Pero entonces tiene lugar el acontecimiento más decisivo en el proceso de adquisición del lenguaje: al presentarse una ocasión apropiada, la criatura analogiza de modo de producir una emisión equivalente al / Ipa-^pá^f/ de. los adultos, que ella no ha escuchado ni dicho nunca antes! En el momento en que se produce esta primera creación analógica, tanto W hueva emisión como aquellas en que se basa están estructuradas: el sistema del niño, ha pasado a ser (en escala reducida) un sistema “abierto” o “productivo” y la criatura ha comenzado a formar parte de la comunidad lingüística, si bien todavía con muchas peculiaridades propias^] La primera creación analógica muy difícilmente deja constancia de ella. Antes de que el niño acierte con la primera creación analógica que sirve a la comunicación, seguramente ha producido ya otras muchas que se apartan demasiado ¡radicalmente del habla adulta para que los mayores puedan entenderlas.¡Podemos damos cuenta, no obstante, de que el salto del sistema cerrado al abierto ya se ha producido^ escuchar a un chico decir algo que es imposible que haya oído a los otrosd por lo común, la regularización de alguna forma morfofonemáticamente irregular del habla adulta, como jugo 344

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por juego, por ejemplo. En lo anterior hemos dado por sentado que las primeras operaciones analógicas del niño aparecen en su propia producción lingüística: pero lo cierto es que pueden darse también en su recepción de lo que dicen otros. Vale decir, que el niño puede reaccionar convenientemente ante una emisión que nunca ha oído antes a causa de su semejanza parcial con señales que ya figuran en su repertorio receptivo. 'Él control receptivo y el productivo no marchan a la par, tal como indicábamos en § 39.4. Tan pronto como una creación analógica se ha visto coronada por el éxito, el hábito de componer nuevas emisiones con elementos tomados de otras más antiguas se ve reforzado por ei buen resultado obtenido. El salto suele ser muy brusco y verse seguido por una proliferación sorpren­ dentemente rápida de las emisiones infantiles. Las creaciones que se apartan demasiado violentamente de lo que permite el sistema gramatical del lenguaje adulto no son comprendidas: esas creaciones y las específicas analogías en que se basan se abandonan por falta de re forzamiento. En poco tiempo llega a hacerse imposible, en general, saber si una cierta emisión, en una ocasión determinada, es mera repetición de memoria o si es una emisión nueva, compuesta a partir de elementos y pautas que se conocen de me­ moria. 41.4. La adquisición de hábitos fonológicos. No es clara la relación que hay entre el proceso que acabamos de ver y el desarrollo de los hábitos fonológicos. En el caso de algunos niños las señales de la etapa prelingüística “cerrada” tienen ya una estructura fonológica; para otros, es posible que los comienzos fonológicos vayan a la zaga de la transición de “ cerrado” a “abierto” . Es sabido que la pronunciación de algunos chicos presenta un comienzo global en falso: aprenden a imitar unas pocas emisiones de los adultos con notable fidelidad fonética, la cual desaparece cuando principian los .verdaderos hábitos fonológicos. ¡ Se ignora cuál es el mecanismo que posibilita el comienzo de los hábitos fónológicos. Puede ser que a medida que aumenta el repertorio cerrado de señales vocales, gracias a nuevos préstamos del habla adulta, se haga forzoso distinguir entre esas señales mediante el recurso de prestar atención a las oequeñas partes recurrentes acústico-articulatorias, única posibilidad de que e'. sistema continúe ampliándose. Al principio, en el sistema fonológico infantil sólo figuran unos pocos de los contrastes funcionales del sistema adulto. A los 16 meses, una criatura criada en un ambiente de habla inglesa tenía un repertorio cerrado de unas dos docenas de emisiones que presentaba, entre las oclusivas, un solo con­ traste funcional: el de labial y no labial. A los 20 meses, el repertorio era más amplio, si bien seguía siendo cerrado, y en las oclusivas aparecía una diferenciación triple de labial, apical (el contraste entre /t/ : /c/ seguía sin aparecer) y dorsal. Aproximadamente un mes más tarde vinieron a sumarse los contrastes de sonoridad dando lugar a un sistema de seis oclusivas, frente 345

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al de ocho oclusivas del inglés adulto. Recién algo más tarde comenzó el pautamiento gramatical. r '" '"

| El desarrollo del sistema fonológico infantil entre una etapa y la siguiente seupresenta, pues, como la partición de algún campo articulatorio en por­ ciones menores contrastante,!? en un campo donde antes había un solo fonema (por ejemplo, una /k/ oclusiva dorso-velar, con sonoridad irre­ levante) aparecen dos* (/k/ sorda frente a /g/ sonora). A veces hay un retro­ ceso pasajero. Suele ocurrir que algunas formas incorporadas en una etapa anterior no sufren una inmediata reformación cuando se reestructura el sistema fonológico, de modo que durante cierto tiempo algunos fonemas adultos tienen más de un correlato en el sistema infantil. Así, por ejemplo, un niño de habla inglesa tenía en una cierta etapa una / p/ con sonoridad irrelevante que correspondía a algunas /b/ adultas y una ¡m¡ que corres­ pondía a otras. La primera correspondencia era una retención de una etapa más antigua en la que no eran relevantes los contrastes de sonoridad, de modo que la criatura imitaba la /m/ adulta con su /m/, pero tanto la / p/ como la /b/ con su /p/; la segunda correspondencia refleja el nuevo hábito de hacer corresponder la fpf adulta con su propia /p/, pero tanto la /b/ como la /m/ con su /m/. Posteriormente, las formas que habían sido aprendidas por imitación durante la etapa anterior se reajustaron y a su debido tiempo, por supuesto, el niño adquirió la triple diferenciación de /p/ : /b/ :-/m/ característica del inglés adulto. Pero la reformación de las palabras apren­ didas antes a veces no es completa y en el habla adulta pueden quedar vestigios de alguna etapa anterior. Un chico argentino en edad escolar, que cursa el tercer grado de la escuela primaria, posee el sistema gramatical y fonológico de la lengua adulta; presenta, sin embargo, la peculiaridad de decir fugar en lugar de jugar, como supervivencia de una temprana pro­ nunciación infantil no reajustada. Algunos dobletes como Menén y Meshén, diminutivos de Mercedes, es posible que tengan ese origen. Por lo general, las emisiones infantiles no son una transformación ruti­ naria, fonema por fonema, de las formas adultas. Suele ocurrir, antes bien, que Jos grupos consonánticos estén representados por consonantes simples, que las sílabas átonas se omitan y que una misma consonante se repita en sílabas consecutivas, no sólo en representación de la consonante adulta a la que habitualmente corresponde sino también de alguna otra. Así, por ejemplo, un niño de habla inglesa decía [kéka] —en ei siste­ ma fonológico de esa etapa probablemente /k ík a/- en lugar de Rebecca /ribéka/: falta la sílaba átona /ri/, la segunda /k/ corresponde a la/k/ de la forma adulta y la primera, al margen de toda correspondencia, obedece al hábito de repetición que acabamos de describir. El orden exacto de las particiones sucesivas en el sistema fonológico infantil varía un tanto de unos niños a otros, pero no de manera radicaljEl resultado último del proceso depende,, naturalmente, de los hábitos fonoló­ gicos de los adultos que rodean al niñoi LFna criatura que aprende a hablar 346

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en un ambiente de hispanohablantes introducirá a su debido tiempo los contrastes de sonoridad entre oclusivas; pero si se cría entre personas que hablan menómini no lo hará, porque los adultos que la rodean no tienen ese contraste. Al igual que en la adquisición de la gramática, los malentendidos de los adultos y la distinción entre control productivo y receptivo desempeñan un papel muy importante. Él niño distingue entre formas distintas fonológi­ camente, a pgsar de que áomsa en su propia habla los contrastes fónicos que las diferencian;'Los padres, por su parte, entienden más por el contexto que por la realización e “introducen” , por lo común, distinciones articulatorias que el niño, de hecho, no emplea: la madre oye una /p/ adulta en la /p/ infan­ til de sonoridad irrelevante si ésta, en el contexto, “debiera” ser /p/; y lo mismo con respecto a la /b/. Todo ello proporciona al niño simultáneamente un modelo y una recompensa si acierta. En poquísimos años el sistema fonológico infantil llega a estar en armonía casi completa con el de los adultos, aunque tampoco es un hecho fuera de lo común que algunas pocas distinciones de importancia menor —es decir, distinciones que cumplen fun­ ciones relativamente secundarias en la diferenciación de emisiones- no entren a formar parte del sistema hasta la edad de diez o doce años. 41.5. Aspectos semánticos. :Los contextos emocionales de la más tem­ prana participación del niño en la comunicación -mucho antes de que empiece a hablar- establecen una pauta r e connotaciones que son germi­ nales para la personalidad del futuro adulto. Este hecho es demasiado impor­ tante para que se deje de mencionarlo; pero son los psiquiatras y psicólogos genetistas quienes deben estudiar los pormenores del proceso. En los albores del lenguaje, las primeras “definiciones” de formas son operacionales, porque no pueden ser ninguna otra cosa. Lo demuestran las definiciones verbales que se obtienen de chicos mayores: “Un diario es una cosa que se tira en el porch y con la que mamá envuelve la basura”. Pero también desde muy temprano se le dan al niño expli^ciones verb.ales. de formas nuevas: ‘‘Mirá, Juancitó:eso es una vaca; es la que nos da la leche” ; explicaciones en las que la demostración, directa o mediante una imagen, se complementa con palabras. Las explicaciones verbales son inevitables si la lengua ha de servir como sustituto de la experiencia directa y como coor­ dinadora del quehacer colectivo. El efecto lateral, también inevitable, de sinsentido verbal no es enteramente desafortunado, ya que la poesía y la literatura en general se mueven en el ámbito de lo que, desde un punto de vista operacional excesivamente mecánico, se podría clasificar irreflexiva­ mente de sinsentido. La experiencia de la comunicación, especialmente la del lenguaje, tiende a esfumar en el niño la distinción entre lo que podemos llamar acción directa y acción indirecta. Acción directa es, por ejemplo, salir a matar un conejo; acción indirecta es decirle a otra persona que uno tiene hambre para que esa persona cace él conejo. Si el niño tiene hambre, no se ve forzado a salir de 347

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caza: puede emitir ciertos sonidos apropiados y conseguir que otros lo alimenten. Si es posible obtener ese resultado indirectamente, ¿no es posible también obtener lluvias, buenas cosechas o la novia deseada mediante el tipo adecuado de acción indirecta? En esta forma la criatura se desliza fácil­ mente hacia una aceptación del elemento mágico que hay en la tecnología de su comunidad, el cual, en la historia humana, se ha originado precisa­ mente de esa manera a partir de la comunicación. El nifío aprende a tocar madera como medida de precaucación contra la mala suerte, a salir en busca de una visión sobrenatural, a impetrar la lluvia, a decir Jsalud£ jpm M o alguien estornuda o a enterrar a un esclavo debajo deí primer poste de una casa nueva. ICon esas acciones indirectas se espera lograr ciertos resultados que se desean y que muchas veces, de hecho, se producen: para el chico no hay en ellas nada que no sea tan natural como lo es el pedir alimento cuando se tiene hambre. A la raza humana le ha llevado innumerables miles de años el aprender —lenta y laboriosamente- a distinguir entre el ámbito del “querer es poder” y el ámbito en el que eso no es verdad. 41.6. Desarrollos posteriores. Entre los cuatro y los seis años el nifío normal es lingüísticamente adulo). Controla ya -co n alguna excepción marginal, si la hay- el sistema fon'iólógico de su lengua^ maneja cómoda­ mente su núcleo gramatical; conoce y usa el vocabulario básico de conte­ nientes. Desconoce aún, por supuesto, un vocabulario numerosísimo de contenientes, pero esta situación perdurará, en cierta medida, durante toda su existencia. Puede ocurrir que se trabe y confunda cuando procura emitir discursos de alguna longitud -al describir, por ejemplo, las actividades de una mañana en la escuela-, pero también los adultos varían mucho en la clari­ dad con que son-capaces de exponer sus ideas. En nuestra cultura y en algunas otras, el niño ha sobrepasado ya a los seis años la etapa de la vida en la que los hábitos de comunicación están con­ formados principalmente por la madre o la persona que la sustituye; ha entrado en un período en el que sus contactos más decisivos son los que tiene con otros chicos. El tuétano y la sustancia de muchas lenguas se trasmite, en gran parte, a través de sucesivas generaciones de chicos de cuatro a diez años: el ímpetu de las emulaciones infantiles y las complica­ ciones del prestigio infantil contribuyen más a configurar las pautas lin­ güísticas de un individuo para el resto de su vida que cualquer contacto con personas adultas. “Según se incline la ramita” , dice el proverbio inglés, “así crecerá” ; y son otras ramitas las que le dan su inclinación.. Es necesario mencionar dos desarrollos.posterioreí¿,Si un niño que no ha llegado aún al umbral de la adolescencia es trasplantado a un ambiente en el que se habla una lengua distinta, por lo común se acomoda a la nueva lengua sin grandes problemas emocionales y llega, con el tiempo, a dominarla perfectamente/Los hijos de los inmigrantes en la Argentina, que han estado expuestos Continuamente al español desde los cuatro o cinco años, más o menos, muestran poco o ningún rastro, como adultos, dé su temprana par­ 348

LA ONTOGENIA LINGÜÍSTICA

ticipación en alguna otra lengua, Pero si el niño ha sobrepasado ese momen­ to biológico crucial, la tarea de aprender otra lengua es difícil emocional­ mente, y el aprendizaje casi nunca es perfecto. \ Diez o quince años después, el invididuo atraviesa una etapa similar de disminución de su capacidad de adaptarse a otras variedades de su propia lengua. En Estados Unidos, por ejemplo, una mujer de unos diecinueve años o un hombre de Unos veinticinco (hay muchas diferencias individuales y estas cifras son promedios calculados con un margen de aproximación) que se traslada de una región a otra de Estados Unidos o de Canadá se adaptará al nuevo dialecto en unos pocos meses y sus hábitos anteriores pueden llegar a desaparecer por completo. Pasada esa edad, la adaptáción es más lenta y, por lo común, nunca llega a ser .total. No se sabe todavía si esta última generalización se aplica en forma signi­ ficativa a culturas que no sean la estadounidense. En ésta se supone que los postadolescentes deben sufrir ciertas crisis y reorientaciones emocionales antes de que se los pueda considerar adultos: no es improbable que el segundo momento de transición en la adaptabilidad lingüística se halle en relación causal con ese hecho cultural. El idiolecto de un individuo, aun después de superados esos momentos de transición que mencionamos, continúa cambiando —a lo menos en ciertos aspectos secundarios- a lo largo de toda su vida. Pero los mecanismos de esa incesante transformación no se distinguen en absoluto de los que son res­ ponsables del cambio filogenético, por lo que debe dejarse su descripción para el análisis detallado de este último. NOTAS Términos nuevos: se distingue entre lingüística diacrónica y lingüística histórica.Ontogenia y filogenia (términos tomados de la genética, despojados aquí, por supuesto, de la limitación que tienen en biología, donde sólo se aplican a desarrollos controlados genéticamente). Sobre desplazamiento : Bloomfield (15), p. 30. Las afirmaciones que hemos hecho en § 41.6 reflejan investigaciones de Martin Joos y deHenry Lee Smith (h.), aún no publicadas; pero véase Hall (56). Sobre el lenguaje infantil en general, véase Jakobson (84) y la extensa bibliografía que trae Leopold (108).

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FILOGENIA

CAPÍTULO XLÍI

EL CAMBIO FILOGENETICO

42.1. Si no fuera por los testimonios escritos, es probable que no nos percatáramos de que las lenguas cambian en el transcurso del tiempo. Pero la existencia de documentos permite demostrarlo. A continuación se trans­ criben nueve pasajes. Todos ellos están escritos en español, pero fueron redactados en épocas distintas: el primero es del siglo XVIII, el segundo del XVII y así retrocediendo hasta llegar al último, que data de un milenio aproximadamente. 1) Revuelto en estas malas costumbres y distracciones, gasté cinco años en el colegio, y al fin de ellos volví a la casa de mis padres. Un mes poco más estuve en ella, mal contentó con la sujecióní atemorizado del res­ peto y escasamente corregido. (Diego de Torres Villarroel, Vida, 1752).

2) Tocose al arma en ambas partes, y los Turcos, viéndose descubiertos, y que su tra?a auia salido vana, se resolvieron de baxar luego a lo llano, y acometer a los nuestros, que venían algo fatigados del camino, antes que pudiessen descansar, ni hazer mayores preuenciones. (Francisco de Mon­ eada, Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, 1623). 3) Púseme á pensar qué haría y paresciome esperar á mi amo hasta que el día demediasse y si viniesse y por ventura traxese algo que comiessemos; mas en vano fue mi experiencia. {Lazarillo de Tormes, 1554). 4) Siempre están fablando, librando cosas agenas: aquélla cómo bive, que tiene, cómo anda, cómo casó e cómo la quiere su marido mal, cómo ella se lo meres^e: cómo en la iglesia oyó dezir tal cosa; e la otra responde tal cosa; e así pasan su tiempo dependiéndolo en locuras e cosas vanas, que aquí espabíle arlas serie imposible. (Arcipreste de Talavera, Corbacho, 1438). 353

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5) Et luego que llegó a él, recibiólo muy bien, et dfxol que non quería quel dixiesse ninguna cosa de lo por que venía fasta que oviese comido. Et pensó muy bien dél et fízol dar muy buenas posadas et todo lo que ovo mester, et diól a entender quel plazía mucho con su venida. (Don Juan Manuel, Conde Lucanor, ca. 1330). 6) E desque ouo esto fecho, de las diez ñaues que el troxiera, dexara la una de comiendo en Cáliz, e leuara las nueve consigo a Galizia; e desi mando que fincassen las ocho allí e quel aduxiessen la nouena;e al logar o ella arribo semeiol que auie y buen logar de poblar, e mando fazer y una uilla, e pusol nombre Barca nona, que quier dezir tanto cuerno la nouena barca; e agora llaman le Bardnona. (Alfonso el Sabio, Primera crónica general de España, segunda mitad del siglo XIII).

7) Que ningún omne que mojra so parede o agua, o quel mate bestja oí queme fuego, o que sea ejchado en termino, o padre o hermano quel mate por ocazion, e dotras ocaziones que jazen j mochas, que non sean pecha­ dos, j el uezino quil matar peche. C. sueldos. (Fuero de las Quintanillas, 1219). 8 ) Sobre esto pendraron e moujeron pleito, e fueron ante don Diago; e

iugo don Diago que eitassen sortes los canonges, e a equi cadisse la suert, che iurasse sobre la quattuor euangelia que non aujen derectura sobre a chel molino de moleo auer ninguno. (Documento notarial, 1199). 9) Conoajutorio de nuestro dueño, dueño Christo, dueño Salbatore, qual dueño get ena honore, equal dueño tienet ela mandatjone cono Patre, cono Spiritu Sancto, enos sieculos delosieculos. FacanosDeusomnipotes tal serbitjofere ke denante ela sua face gaudioso segamus. Amem. (Glosas Emilianenses, mediados del siglo X). Lo primero que advertimos en estos trozos, tan pronto nos remontamos unos pocos siglos, es que buena parte de la ortografía resulta extraña, Ya en el segundo pasaje, de F. de Moneada, encontramos traga, baxar, hazer y otras, que hoy escribimos traza, bajar, hacer, etc. Esto podría hacernos suponer que lo único que ha cambiado es la ortografía, pero a medida que pasamos a examinar trozos más antiguos esa suposición se debilita. Aunque muchas de las palabras resulten familiares, la ortografía es tan distinta que muy difícilmente podría representar la pronunciación actual. Asimismo, es posible advertir cambios,,,en el vocabulario y en las construcciones: ya en el trozo 1 encontramos mal contento con donde diríamos descontento de, atemorizado de en lugar de atemorizado por; en 2 encontramos se resol­ vieron de baxar, que hoy se diría se resolvieron a bajar, y en 3 aparece 354

EL CAMBIO FILOGENETICO

demediasse ‘llegase a la mitad’, que después ha caído en desuso. Las diferen­ cias aumentan en los pasajes subsiguientes, en forma tal que el último se reconoce apenas como español. s—Vemos, pues, que un milenario de cambio filogenético ha bastado para alterar la fisonomía del español de manera tan radical que si un español del siglo X y un americano o español del siglo XX se encontrasen cara a cara no se podrían entender mutuamente. En cierta medida, la ortografía de los pasajes transcritos,más oculta que revela los grados de diferencia y la velocidad del cambio. (La difusión de la imprenta, la alfabetización y la aceptación como modelo cíe una determi­ nada variedad de lengua que gozaba de prestigio fueron factores que condu­ jeron a una normalización de la ortografía, en la cual no sólo se prescindió de las diferencias regionales de la época, sino que se mantuvieron también por mucho tiempo grafías que no correspondían a la pronunciación. Ade­ más, si podemos leer sin excesiva dificultad a los autores de los siglos XlV y XV ello se debe, en parte, a que asignamos a los signos ortográficos un valor distinto del que tenían en esa época. Si el fonógrafo se hubiese inventado hace unos cuantos siglos y pudiésemos escuchar una grabación hecha en tiempos del Arcipreste de Talavera o de D. Juan Manuel, encontraríamos a nuestros oídos mucho menos hechos a su pronunciación de lo que nuestros ojos lo están a su ortografía. Pebido a la inmovilización de la ortografía durante varios siglos y á loS reajustes que se introdujeron en ella posteriormente, podríamos tener la impresión de que el español ha cambiado menos entre 1300 y 1600 que desde esta última fecha en adelante. Pero esta impresión puede ser ilusoria. Es peligroso, naturalmente, hablar de la velocidad promedio del cambio filogenético, ya que -c o n una posible excepción de la que nos ocuparemos en el capítulo LXI— carecemos de una escala segura sobre la cual calcularla; pero, hasta donde podemos hacerlo, esa velocidad parecería ser aproxima­ damente constante, no sólo en español sino en cualquier otra lengua. Única­ mente en circunstancias poco comunes, y entonces sólo durante un breve lapso, la velocidad con que se produce el cambio aumenta o disminuye en forma notoria. f < Una cosa es seguradlos esfuerzos conscientes por impedir que el cambio de hábitos lingüísticos se produzca, con su ritmo lento natural, siempre han fracasado. La Academia Española y la Francesa han logrado, en los últimos siglos, fijar la ortografía y ciertos hábitos secundarios del estilo escrito}pero incluso respecto de cuestiones marginales como éstas se han rebelado muchas veces los escritores, quienes, prescindiendo de que las academias conservadores revisaran o no sus normas, lian cambiado su estilo para con­ formarlo a cambios producidos en la lengua. Algunas veces, motivos reli­ giosos llevan a la conservación de estilos de habla o de escritura que de otra forma hubieran desaparecido completamente: buenos ejemplos de ello son el uso continuado que la Iglesia Católica ha hecho de una forma tardía del latín y, de manera muy similar, la milenaria supervivencia del sánscrito en la 355

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India para fines eruditos y religiosos. La perduración del latín, no obstante, es algo muy diferente del uso continuado de una lengua viva. Los descen­ dientes de los romanos de la época clásica prosiguieron hablando, generación tras generación, lo que en una época había sido latín y que en dos mil años se ha convertido en español, francés, italiano y demás lenguas románicas. Por otra parte, poco tiempo después de la época clásica un latín con cambios relativamente pequeños sólo sobrevivía como idioma religioso especial: no era ya la lengua materna de nadie sino la que aprendían, cuando la necesi­ taban,personas que habían alcanzado la madurez lingüística en la respectiva lengua materna. El hebreo se mantuvo en esa misma condición especial, después de haber muerto para todos los otros usos, durante más de dos mil años. En todo ese lapso sólo cambió lentamente y en aspectos de impor­ tancia secundaria. Pero hoy que ha adquirido nuevamente, en Israel, la condición de lengua viva, podemos estar ciertos de que sufrirá todos los tipos de cambio que experimentan las lenguas vivas. 42.2. Parentesco y divergencia. En la vida de toda lengua que se habla, el cambio gradual de su sistema es inevitable; e inevitable es también la diver­ gencia toda vez que una lengua llega a ser hablada por grupos humanos que no están en contacto. Un siglo de divergencia, aproximadamente, da origen a dialectos diferenciados de lo que es aún una misma lengua. Mil años, aproxi­ madamente, dan origen a dos ó más lenguas donde antes existía una sola; pero, en razón de su origen común, esas dos o más lenguas están empa­ rentadas (§ 1.4). Estrictamente hablando, dos etapas sucesivas de una misma lengua se podrían considerar también como “ emparentadas” ; español antiguo y espa­ ñol moderno, por ejemplo. El término rara vez se emplea en este contexto, no porque sería incorrecto hacerlo, sino porque es innecesario. Pero este tipo de parentesco, el más simple de todos, tiene una importante conse­ cuencia de carácter restrictivo. El español moderno es continuación directa del español antiguo de hace mil años. Contiene también un gran número de palabras y algunos otros rasgos de origen árabe que se introdujeron en la lengua durante la permanencia de los invasores en España desde 711 hasta 1492. Pero esto de ningún modo significa que el árabe peninsular haya sido un “antepasado” del español moderno: el español moderno no tiene dos lenguas “madres” sino una sola, el español antiguo. Al hablar de parentesco entre lenguas hay que precaverse del error de equiparar los hechos lingüísticos con los que caracterizan las relaciones gené­ ticas entre organismos. Los animales manifiestan una individuación, tanto en el tiempo como en el espacio, en virtud de la cual es correcto decir que un individuo desciende de otros dos individuos (reproducción sexual) o de otro individuo (reproducción asexual). Las lenguas no presentan tal individuación a través del tiempo: no se “reproducen” , ni sexual ni asexualmente, sino que simplemente: continúan. No tiene sentido preguntarse cuándo terminó el español antiguo y cuándo comenzó la etapa siguiente. Ninguna de las 356

EL CAMBIO FILOGENETICO

lenguas que conocemos ha tenido un “comienzo” que podamos descubrir por medio de los datos a nuestro alcance, sino sólo una historia anterior cada vez más y más antigua. La institución del lenguaje humano debe haber tenido sus comienzos en algún momento del pasado remoto, pero éste es un hecho distinto. También lo es el hecho de que una lengua a veces se extinga: es decir, que todos sus hablantes mueran o aprendan otras lenguas, sin trasmitir la suya a la generación subsiguiente. En esta forma, incluso la metáfora de que nos valemos al decir que el español antiguó es la lengua “madre” o “ antecesora” del español moderno es apenas aproximada: el español antiguo es, simplemente, lo que el español moderno era hace un milenio y el español moderno es lo que el español antiguo ha resultado después de mil años. Emplear esas metáforas y otras semejantes parece ser la mejor manera de hablar de parentesco y cambio lingüístico, pero sin que se sobreentiendan connotaciones que estos térmi­ nos no comportan válidamente en este contexto. En un momento dado, pues, un grupo de lenguas emparentadas no es más que lo que sería un grupo de dialectos de una misma lengua, excepto que los lazos que las unen se han cortado o se han hecho muy tenues. Esto significa que si las lenguas A y B, que se hablan en un momento dado, están relacio­ nadas, las formas que adopten posteriormente continuarán estándolo durante todo el tiempo que las lenguas continúen hablándose. El solo hecho de estar emparentadas, pues, cobra importancia secundaria. Más importante es el grado de parentesco. El inglés, el francés y el español, tres lenguas que se hablan hoy, están emparentadas. Pero la relación entre el español y el fran­ cés es más estrecha que la de cualquiera de las dos con el inglés: la lengua antecesora inmediata de las dos primeras se habló no hace más de dos mil años, en tanto que la más próxima etapa anterior común a las tres se habló hace,por lo menos, el doble de tiempo. Eí parentesco que hay entre eí latín y el inglés actual es más estrecho que el que tiene con éste el español, ya que para llegar del latín al inglés hay que remontarse primero en el pasado un cierto trecho y descender luego directamente hasta el inglés; el trayecto similar del español contemporáneo al inglés contemporáneo es dos mil años más largo. En los casos, muy pocos, en que tenemos documentación directa de alguna lengua antecesora, podríamos estar en condiciones de decir que, de cuatro lenguas contemporáneas X, Yf Z y W, las dos primeras están más estrechamente emparentadas que las otras dos. Pero este tipo de estimación es, en general, difícil e inseguro. Sabemos que el menómini y el fox están emparentados, como el inglés y el alemán, eí español y el francés; pero decir (como el autor se siente inclinado a hacerlo) que el primer par está más estrechamente relacionado que cualquiera de los otros dos es hablar en forma puramente intuitiva. Tampoco es posible afirmar nunca, en sentido absoluto, que dos lenguas no están emparentadas. Los más refinados entre los métodos de que dispo­ nemos no permiten ampliar nuestra perspectiva más allá de unos pocos 357

CURS.0 DE LINGÜÍSTICA MODERNA

milenios antes de los primeros documentos. Este período es el más antiguo que sea posible alcanzar; los parentescos anteriores a él no sólo son impo-. sibles de probar sino que también es imposible negarlos. Nadie sospecharía que el menómini y el inglés están emparentados; pero si de hecho lo estu­ vieran y el período de la lengua antecesora se remontara unos veinticinco o cincuenta mil años, no tendríamos manera de saberlo. Siendo esto así, la afirmación explícita de que las lenguas.4 y B “no están emparentadas” tiene un significado‘especial: significa que el parentesco, de existir, se remonta a un período tan distante que resulta imposible probarlo. No todos los lin­ güistas están siempre de acuerdo sobre la validez de esta apreciación. Algu­ nos creen, por ejemplo, que el indoeuropeo y el semita pueden estar empa­ rentados en forma demostrable; otros lingüistas se oponen, no porque crean que las dos familias no están emparentadas, sino sólo porque opinan que esa relación, si existe, es demasiado remota para que se la pueda demostrar convincentemente. NOTAS Término nuevo : extinción. Varios de los términos de este capítulo no habían vuelto a aparecer desde el capítulo I: divergencia, lenguas empa­ rentadas, grado de parentesco. Problema. Todas las afirmaciones que figuran a continuación contienen un germen de verdad, pero ninguna está bien expresada. Aclararlas, en forma de evitar que se presten a interpretaciones erróneas. 1) El chino es una de las lenguas más antiguas del mundo. 2) El francés, el portugués, el italiano, el rumano y el español no son sino dialectos modernos del latín. 3) El latín no es una lengua muerta porque se usa en la Iglesia Católica. 4) El italiano es más conservador que el español. 5) La conquista normanda llevó a Inglaterra los hábitos escriturarios franceses, lo que trajo como consecuencia el fin del inglés antiguo y el principio del inglés medio. 6) El español antiguo está extinguido actualmente.

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CAPÍTULO XLIII

EL ESPAÑOL ANTIGUO Y EL ESPAÑOL CLÁSICO

43.1. Historia extema e historia interna. En lingüística histórica es importante distinguir entre la historia externa y la historia interna de una lengua. La historia externa de una lengua se ocupa de la ubicación geográfica de los hablantes y de sus migraciones, de los diversos tipos de contactos que tuvieron con hablantes de otras lenguas, de las circunstancias en que nuevos grupos de hablantes adquirieron la lengua (excepto por trasmisión normal a los nacidos en la comunidad) o grupos más antiguos dejaron de hablarla, etc.: en resumen, de todo aquello en la historia de los hablantes de esa lengua que tenga alguna relación con la historia de la lengua misma. La historia interna de una lengua se ocupa de todo lo que le ocurre al sistema de esa lengua en el transcurso del tiempo. Los ejemplos que utilizaremos en los próximos capítulos, al tratar de lingüística histórica, se tomarán de la historia del español siempre que sea posible y de otras lenguas sólo cuando resulte necesario. Parece conveniente, por lo tanto, dedicar algún espacio a resumir brevemente la historia externa del español y a presentar los sistemas fonológicos de dos estadios anteriores al del español actual. 43.2. La historia externa del español. Entre 218 a. C., cuando los Escipiones desembarcan en Ampurias, y 19 a.C., en que son dominados los cántabros y astures, tiene lugar el proceso de conquista y romanización de España por obra de los romanos. Además de sus leyes y de sus prácticas administrativas, éstos impusieron su lengua, el latín, y su escritura; con la sola excepción del vasco, las lenguas que hablaban los primitivos pobladores de la península desaparecieron. Poco sabemos, directamente, de la lengua hablada que con el tiempo llegaría a ser el español; la lengua escrita, por su parte, era el latín clásico, sin diferencias apreciables con el que se escribía en otros lugares del Imperio Romano. 359

CUI^SO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

En el siglo V se produjeron acontecimientos de suma importancia: las invasiones germánicas,- que acabaron con el imperio y con la hegemonía de Roma. Tras los vándalos, suevos y alanos llegaron a España los visigodos, que establecieron un reino cuyo centro era Toledo. Esas poblaciones ger­ mánicas llegaban a España muy romanizadas ya y no hubieron de ejercer sino escasa influencia lingüística. Pero es a raíz de las invasiones que las comunicaciones con las otras zonas del antiguo imperio se debilitan y ello favorece la diferenciación lingüística. Prácticamente, nada sabemos acerca de la lengua de la época visigótica; debía estar ya bastante diferenciada, pero es imposible precisar hasta qué punto. Se la suele denominar simplemente “romance” , con lo que se indica que ya difícilmente le cuadraría el nombre de latín. En 711 llegan a España los árabes, provenientes del norte de África, y con­ quistan rápidamente el reino de los visigodos. En las zonas montañosas del norte, únicas de la península que los árabes no llegaron a ocupar, se constitu­ yen reinos cristianos que emprenden de inmediato la conquista del territorio invadido. Los reinos más importantes fueron, primero, el asturleonés y el de Navarra; luego, una vez sometida Navarra al de Aragón, el de Castilla. Cas­ tilla era un condado cántabro perteneciente al reino de León, que se inde­ pendizó más tarde y logró rápidamente la hegemonía entre los reinos cris­ tianos. En el proceso de la reconquista, cada uno de esos reinos se extiende hacia el sur, llevando consigo su dialecto e imponiéndolo sobre la lengua de las poblaciones mozárabes (cristianos que vivían en el territorio dominado por los árabes). Finalmente, Castilla acaba por establecer en Toledo su cen­ tro, político y lingüístico, con lo que el castellano desplaza a los dialectos leonés y aragonés, relegándolos a la condición de habla “rústica” no escrita. No hay todavía una terminología bien establecida que sirva para designar los distintos períodos de la historia del español. Cuando resulte conveniente puede usarse el término preespañol para referirse al romance que se hablaba antes de la invasión árabe y también después, hasta la etapa más antigua de la que se tiene documentación directa. Al español que va desde los primeros testimonios escritos (mediados del siglo X) hasta el siglo XIV se lo denomina español medieval o español antiguo (abreviado esp. a) A la lengua de los siglos XV a XVII se la llama español clásico (abreviado esp. c.) y desde el siglo XVIII hasta el presente se habla de español moderno (abreviado esp. m ) Estas fechas son, en lo que atañe a la lengua misma, puramente arbi­ trarias: no hay reestructuraciones repentinas de hábitos lingüísticos y no tiene sentido discutir, por ejemplo, si es mejor considerar al español del siglo XV como “español antiguo tardío” o como “español preclásico” Los tres períodos mencionados son bastante largos y para precisár mejor las cosas entenderemos siempre por “español antiguo”, salvo que haya específica indicación en contrario, la lengua de la época de Alfonso el Sabio; igualmente, a menos que se haga alguna mención explícita, “español clá­ sico” siempre indicará la lengua de Toledo a mediados del siglo XVI, Con 360

EL ESPAÑOL ANTIGUO Y EL ESPAÑOL CLÁSICO

“ español moderno” nos referiremos regularmente, en toda esta parte histó­ rica, a la variedad del español actual que conserva / 0 /. y /A/, es decir, la que se habla en Castilla; pero ocasionalmente haremos referencia a otros dia­ lectos del español moderno. Nunca, en toda su historia, el español ha estado exento de diferencias dialectales. En la primera época medieval coexisten, sobre un pie de igual­ dad, los dialectos leonés, castellano y aragonés; todavía posteriormente, aparecen en textos literarios castellanos formas leonesas y aragonesas. Cuando en el siglo XV Castilla impone su dialecto y llega a convertirlo en lengua nacional, la tendencia unificadora no logra borrar nunca del todo las diferencias dialectales. Dentro del castellano mismo, que en el curso del siglo XVI ^ se expande por la mitad meridional de España, por gran parte de América y por algunas pequeñas regiones de Europa (judeo-español) y de Asia, no faltan tampoco las variedades de carácter dialectal. El español actual, en todas las regiones en que se lo habla —excepto unas pocas varie­ dades locales, en su mayor parte confinadas a la Península Ibérica—, es descendiente del antiguo dialecto del reino de Castilla, por lo que también suele designárselo con el nombre de castellano. Nuestro conocimiento del sistema del español antiguo y español clásico depende de la habilidad con que interpretemos los datos que nos ofrecen los documentos que han llegado hasta nosotros, más las conclusiones que sea posible extraer del español moderno, de los documentos de etapas anteriores de las otras lenguas románicas y de los documentos escritos del latín clásico. Hay muchos problemas de detalle sin resolver y muchos puntos en los que hay discrepancia entre los investigadores. Los sistemas fonológicos del español antiguo y clásico que presentamos a continuación reflejan la inter­ pretación en que parecen coincidir actualmente la mayoría de los hispa­ nistas. 43.3. El sistema fonológico del español antiguo. El español antiguo tenía los mismos fonemas vocálicos que el español moderno, con distinción de tres grados de abertura y oposición de fonemas anteriores alargados a fone­ mas posteriores redondeados; vale dedr: /i e

u o a/.

Ejemplos: figo /figo/ ‘higo7, dexe /dése/ ‘deje’, curar/kurár/ ‘cuidar’, plogo Iplógo/ ‘plació’, cavallo /kaváAo/ ‘caballo’. Lo mismo que en español mo­ derno, había ápices complejos, compuestos de /i/ o /u/ en función semivocálica y de una de las vocales /a e o u/: ay /ái/ ‘hay\a u ze ‘suerte’, oy fóil ‘hoy’, seys /séis/ ‘seis’, preciado /preciádo/ ‘estimado’, eguada /eguáda/ ‘igualada’. No existía el ápice /éu(. En formas como tierra /tiéra/ ‘tierra9 y muerte /muérte/ ‘muerte’ aparecen, ya en el español antiguo, los 361

CURSp DE LINGÜÍSTICA MODERNA

ápices complejos /ié/ y /ué/, cuyo valor no es claro en los primeros docu­ mentos: / ué/ es probable que fuera/uó/, pero también puede ser que ambos ápices debieran considerarse todavía fonemas unitarios, aun cuando foné­ ticamente estuvieran diptongados (§ 55.3). Los fonemas consonánticos eran los siguientes: t /p c í! b d 3 f s s V z í m m n ñ A i r ?/. /p t k/ eran oclusivas sordas y /b d g/ las correspondientes sonoras (adviér­ tase que eran oclusivas también en posición intervocálica);/c c/ eran afri­ cadas sordas y sólo la primera tenía pareja sonora, ¡7>¡. Ejemplos: pora /póra/ ‘hacia’, tiesta /tiésta/ ‘cabeza’, noche /nóte/ ‘noche’, casa /káza/ ‘casa’, gibdad /cibdát/ ‘ciudad’, braqo /bráco/ ‘brazo’, dexar /desár/ ‘dejar’, grado /grado/ ‘voluntad’, pozo /pó^o/ ‘pozo’, vezar /be3 ár/ ‘avezar’. /f s S/ eran espirantes sordas, la segunda con articulación ápicoalveolar, y las correspondientes sonoras eran /v z z/, la tercera con alófonos africados después de consonante o pausa. Aparentemente /v/ se articulaba como bila­ bial ya desde época muy temprana y contrastaba con /b/ sólo en posición intervocálica. No es enteramente seguro que ¡Sf fuera un fonema aparte, pues pudiera ser que ya se hubiese producido su pérdida o, en otros casos, su confusión con /d/. Ejemplos: fincar /finkár/ ‘quedar’, suso /súzo/ ‘arriba’, xugo /£úgo/ ‘jugo’, cavallo /kaváXo/ ‘caballo’, iuntar / 2untár/ ‘juntar’, frido /fríSo/ (? ) ‘frío’. Las otras consonantes no necesitan comentarios, /m n ñ/ eran nasales: mancar / mankár/ ‘faltar’, /nacér/ ‘nacer’, v/ña /bíña/ ‘viña’ . /I A/ eran laterales: luenga /luénga/ ‘larga’, //aga Maga/ ‘llaga’, /r r/ eran vibrantes: cwrár /kuriár/ ‘custodiar’, rastar /rastár/ ‘quedar’. En las transcripciones que anteceden no hemos señalado entonación ni juntura. De la entonación del español antiguo no sabemos nada. Del acento sabemos poco, pero es seguro que había contraste entre un acento, por lo menos (/'/ sobre una vocal en la notación), y su ausencia. También es posible que hubiera una juntura, por lo menos en poesía (para el caso, por otra parte, el único testimonio de ella que tenemos) y con una distribución distinta que en español moderno. Así, posiblemente: /pi-e-dát/ ‘piedad’, /bi-zi-ón/ ‘visión’, /ré-i/ ‘rey’, /ku-i-dár/. ‘cuidar’. Pero estas transcripciones son dudosas y no sabemos lo que ocurría en la lengua hablada, por lo cual; en lo que sigue prescindiremos de la juntura en la notación. 362

EL ESPAÑOL ANTIGUO Y EL ESPAÑOL CLASICO

Llevaría demasiado espacio tratar en detalle los ordenamientos en que se daban, unos respecto de otros, los fonemas del español antiguo. Sólo seña­ laremos que en posición final figuraban grupos consonánticos que no se dan, o son poco comunes, en español moderno: /-st -nt -rt -re -It -1c/. En el extremo norte de Castilla algunos de los cambios que se produjeron entre la época del español antiguo y la del español clásico se realizaron muy tempranamente; así, posiblemente, el cambio de fe 3 /, que dejaron de ser africadas y pasaron a /s zj, y el paso de fif a /h/ en algunos contextos. 43.4. El sistema fonológico del español clásico. Eí sistema vocálico del español clásico no presenta cambios con respecto al del español antiguo. Sólo señalaremos la presencia del ápice complejo / éu/: esp. a. //débda/,. esp. c. /déuda/. En el sistema con sonántico, por el contrario, se produjeron numerosos cambios. Ellos dieron lugar al siguiente sistema, que podemos suponer gene­ ralizado en toda Castilla a principios del siglo XVI: k c t /p d b g s f s 3f ñ n m X 1 r j í/. Sólo ejemplificaremos aquellos fonemas que difieren de los del español anti­ guo, citando también las formas de este último: esp. a. cabera /kabéca/ sazón /sasón/ cavallo /kaváAo/ frido ¡itíSoj rosa /róza/ iuntár /zúntár/ yugo / iúgo/ fazer /Í 2Q,éx¡'

esp. c. /kabésa/ ‘cabeza’ /sasón/ ‘sazón’ /kabá/vo/ ‘caballo’ /frío/ ‘frío’ /fósa/ ‘rosa’ /Suntár/ ‘juntar’ /jugo/ ‘yugo’ /hasér/ ‘hacer’.

Todos los cambios que, a partir de este sistema, dieron como resultado el sistema del español moderno se produjeron —por lo menos en algunas regiones— en distintas épocas del período que llamamos español clásico. Esos cambios fueron la pérdida de la fhf y el paso de los fonemas fsf y fi¡ a l$l y a ¡xf respectivamente. No es fácil establecer desde qué época el sistema consonantico del español incluye él fonema /j/ ni cuándo éste se desplazó 363

CURSO;DE LINGÜÍSTICA MODERNA

del sistema de sonantes al de obstructivas, dando el fonema /j/ del español moderno. NOTAS Términos nuevos: historia externa contrapuesta a historia interna. Obsér­ vense las abreviaturas esp. a., esp. c. y esp. m. y el uso del prefijo pre- en preespañol. Si a una lengua X sólo la conocemos - a través de documentos o mediante la observación directa- en una determinada época de su historia, el término preX sirve para hacer referencia a cualquier etapa anterior que no conocemos; en general, aunque no siempre, preX se aplica a estadios relati­ vamente recientes. Para la historia externa del español: Lapesa (102). Para los sistemas fono­ lógicos del español antiguo y del español clásico: Alarcos Llorach (2), que trae amplia bibliografía. Para algunos puntos controvertidos sobre los alófonos véase'también Galmés de Fuentes (44).

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CAPÍTULO XLÍV

LAS DISTINTAS CLASES DE CAMBIOS FILOGENETICOS

44.1. Según vimos en § 16.1, se puede considerar que una lengua se compone de varios subsistemas: tres sistemas centrales-fonológico, grama­ tical y morfofonemático— y, en la periferia, un sistema semántico y otro fonético. En el sistema gramatical es importante distinguir entre el núcleo gramatical (capítulo XXXI) y todo el resto; en el sistema morfofonemático es igualmente importante distinguir entre las alternancias (capítulo XXXIII) y las formas canónicas de los morfos (capítulo XXXIV). Siempre es posible clasificar los episodios de la historia interna de una lengua según el subsistema o los subsistemas afectados. Lo que aquí enten­ demos por distintas clases de cambios es el resultado de esa clasificación, la cual no dice nada en sí misma sobre las causas o mecanismos que los produ­ cen a excepción del hecho de que, según veremos, un cambio de una cierta clase acarrea, a veces, un cambio de otra clase determinada. Tenemos, pues, las siguientes clases de cambios: I. Centrales: A. Cambio fonológico: cualquier cambio en el inventario de fone­ mas o en los ordenamientos en que aparecen. B. Cambio en el sistema gramatical: 1. Cambio en el núcleo gramatical: la expresión cambio gramatical se usará exclusivamente en este caso. 2. Cambio en el resto del sistema gramatical: cambio lexical C. Cambio en el sistema morfofonemático: 365

CU£SO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

1. Cambio en las representaciones fonemáticas de morfemas o de formas más extensas: cambio de configuración. 2. Cambio en los hábitos de alternancia: cambio de alter­ nancia. II. Periféricos: A. Cambio semántico: cualquier cambio en el significado de las formas gramaticales. B. Cambio fonético.* cualquier cambio en los hábitos de pronun­ ciación y audición. A continuación damos ejemplos de todas estas clases de cambios, tomán­ dolos -siempre que es posible- de la historia del español. 44.2. IA. Cambio fonológico. En español antiguo (§43.3), /c s §/ sordas se oponían a / cual­ quier préstamo de esa forma de un idioma o dialecto a otro es, desde este punto de vista, uno de los episodios de su difusión. Si lo que nos interesa es la hMtúXia«JÍ&~unjmtemcL (una lengua o un dialecto, digamos) ese mismo episodio es, desde este otro ángulo, una innovación en el sistema. Por lo tanto, si nos ocupamos de la historia colectiva de las lenguas de Europa, hablaremos de “innovación” con referencia a la primera importación de la palabra álgebra, proveniente del árabe, y de allí en adelante de “difusión” solamente, aun si la palabra pasa de una lengua europea a otra. Si sólo nos ocupamos de la historia del español, la introducción de la palabra álgebra en España es una “innovación” . Si atendemos a un idiolecto específico, la adquisición de cualquier palabra que provenga de otros idiolectos es una “innovación” y hablar de “difusión” no tiene sentid'o en este contexto. Desde el punto de vista del dialecto o lengua en que aparece una innovaciónr4as4nnovacioneikse:,pueden clasificSf, a grandes rasgos, en dos tipos. El participio analógico /nacido/ pertenece a uno de ellos y el préstamo álgebra al otro. Cuando /nacido/ apareció por primera vez, la lengua tenía ya en el paradigma del vérbo participio que cumplía perfectamente esa función: la* forma tradicional ¿nado/. Las dos formas, pues, entraron de -inmediato en competencia: tenía muy poca importancia práctica que un hablante dijera una u otra y hubiera sido muy arriesgado predecir en ese momento cuál de los dos participios sobreviviría y cuál -s i es que uno debía desaparecer— se perdería. La palabra álgebra, en cambio, fue llevada a España junto con la disciplina que designaba; no existía ninguna forma más antigua que tuviese.aproximadamente el mismo significado y compitiese con ella. No son los mismos, pues, en uno y otro caso, los factores que contri­ buyen a la supervivencia o desaparición de una innovación. A algunos de 379

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

esos factores conviene examinarlos dentro del contexto específico de uno u otro de los mecanismos del cambio filogenético; pero otros se pueden tratar en términos más generales. Í46.2J Factores que favorece» la supervivencia. Las distintas lenguas difierenLencuanto al grado de “hospitalidad” con que acogen las innovaciones de «diverso tipo,; y la actitud también varia a lo largo de la historia de una misma lengua, en forma muy similar a como lo hace la moda del vestido o de la etiqueta. Tanto en español..antiguo como en español clásico una larga serie de participios regulares formados analógicamente, como nacido, hicieron su aparición y sobrevivieron, en tanto que desaparecían las formas irregulares más antiguas. Además de Manido, podemos citar prendido,..defe,ndj4.o, cocido, teñido, ceñido: estas formas sustituyeron los participios antiguos que hubieran dado en español moderno preso, defenso, cocho, tinto y cinto respectivamente. Todavía se escuchan de. cuando en cuando participios regularizados, como volvido, morido. Perdura, pues, la base analógica para su formación, ,pgmmc.ue»tran..um ..acogida.-pomiavorable y otros no los imitan, excepto en forma puramente humorística. Por consiguiente,_te-/ jjejtnos aquíjmJteajesnJa,que.,s.e,ha.pJ^^ espajol, clásicoy eljjtoderno,. I ,En otra área, en cambio, el español era antes menos receptivo que en la 'actualidad. Construcciones del tipo de habla desque lo va a hacer, se avergonzá~.de„que lo vieran han sido comunes en español durante siglos. La existencia de una pauta que relaciona tiene dudas de que venga y duda de que venga o tiene vergüenza de que lo vean y se avergüenza de que lo vean, por un lado, y el significado similar de los verbos dudar y sospechar, hablar y decir, afirmar, por otro, lleva a los hablantes a construir frases como mspe.cMa...4e qu.e lo engañan. afirmó de que lo haría, dice de que viene, etc. Hasta no hace mucho, tales construcciones se oían en boca, principalmente, de hablantes incultos, pero actualmente se escuchan —por lo menos en el español rioplatense- en todo tipo de hablantes y cada vez con mayor número.de. verbos, „si bien no se admiten, aún enJa lengua literaria, (El vigor con que los puristas tratan de combatir su desarrollo es el mejor índice de la vitalidad con que esta pauta se difunde.) L En los dos ejemplos que acabamos de dar las innovaciones son.proáucto de la analogía, pero el fenómeno del camb io de actitud es igualmente visible en conexión con el préstamo. En el siglo XIX se desarrolló en Alemania, por lo menos en los ambientes cultos y en círculos oficiales, una actitud de enérgica resistencia a los préstamos; la consecuencia, como veremos más adelante, no fue la desaparición de -los préstamos, sino el incremento de préstamos de un cierto tipo más bien que de otro. Un caso opuesto lo constituyen el inglés y las lenguas romances, en las que estuvo de moda durante mucho tiempo tomar prestadas palabras eruditas del latín o del griego; casos semejantes son los del japonés y el coreano con respecto al 380

in n o v a c i ó n y s u p e r v i v e n c i a

chino, del persa respecto del árabe, y del turco respecto del árabe y del persa. Es interesante observar cómo difieren actualmente en su actitud res­ pecto del cultismo grecolatino et inglés y el español. En tanto que en el primero no hay marcada preferencia por los términos técnicos y eruditos de raíz griega o latina - y es frecuente, incluso, que adquieran significado espe­ cializado o técnico palabras de la lengua diaria, como head ‘cabeza’ o trigger ‘disparador, gatillo’—, el español moderno no admite, .en general, que una palabra del léxico común pueda usarse de buenas a primeras con un signifi­ cado técnico especializado. Donde el inglés, por ejemplo, introduce libre­ mente eií la terminología matemática* una palabra como lattice ‘enrejado, celosía’ para designar un conjunto ordenado, el español recurre a un cul­ tismo como reticulado para expresar el mismo concepto. Pero hacer referencia a la moda en conexión con estos hechos no significa explicarlos, porque falta todavía dai cuenta.cié los cambios de gusto. Con respecto a ello es poco lo que se sabe, Deben ser muchos Jos factores, no .lingüísticos que intervienen:..ja posición social del innovador,..la actitud general -conservadora o progresista- de la comunidad respecto deja len­ gua, etc. Se sospecha que puedan también tener alguna,influencia dos facto­ res de carácter más puramente lingüístico: la Áecumcm con que aparece la forma más antigua que compite con la nueva v la inconsnicuidad de la innovación. ; 46.3. Frecuencia. Una de las consecuencias más comunes de la creación analógica es fa^u&tituciónjie.júna l o ^ .por-,x>tra.,.más regular. Esto se denoifl!l¿^£guktizu.CÍáM^mlágim. En paridad de condiciones ,ea. jnás,, fácil..que se reemplace de este modo una forma irregular de, poga frecuencia que una muy frecuente. Antes de examinar cuáles podrían ser las razones, ofrecemos algunos Batos concretos. El español antiguo tenía más verbos irregulares que el español moderno. Dada la riqueza de la flexión verbal española, esta afirmación debe enten­ derse en forma relativa y no absoluta, puesto que un determinado verbo puede haber regularizado una forma flexional y mantener la irregularidad de otras (como es el caso de traer, cuyo participio era trecho, hoy traído, pero cuyo presente sigue siendo irregular: traigo); o, también, porque la regularización puede ser sólo parcial (como en el pretérito perfectivo del mismo verbo, donde si bien la forma traje es irregular lo es menos que la antigua truje). Por consiguiente, para ser más precisos, presentamos a continuación dos listas de la primera y tercera persona singular de pretérito perfectivo de verbos del español moderno que eran irregulares en español antiguo. A la derecha de cada forma aparece una cifra que indica aproximadamente su fre­ cuencia relativa en español moderno: “ 1” indica que la forma es una de las mil más frecuentes entre las 20.000 formas flexionadas más frecuentes de la lengua; “ 2” indica que está en el segundo millar más frecuente,- etc. Las palabras que no están seguidas de una cifra no pertenecen al grupo de las 20.000 más frecuentes. 381

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

I. irregulares en español antiguo y en español moderno: dije 2, dijo 1, supe 10, supo 2, di 2, dio 1, conduje, condujo 8 , pude 2 , pudo 1, puse 2, puso 1, hice 2, hizo 1, quise 1, quiso 1, cupe, cupo 1 , tuve 2 , tuvo 1, estuve 3, estuvo l, anduve 6 , anduvo 3, traje 1, trajo 1,fu i 1,fue 1. II. Irregulares en español antiguo, regulares en español moderno: yací, yació, ceñí, ciñó, crecí, creció 4, creí 7, creyó 3, escribí 3, escribió 1, jugué 3 , jugó 2, m etí 7, metió 2, nací4, nació l,tañí, tañó, conquisté, conquistó 8 , teñí, tiñó, cocí, coció, prendí, prendió 9, reí 1, rió 5, atreví, atrevió 1, destruí, destruyó 8 , respondí, respondió 2, viví 1, vivió 3. Naturalmente, hay superposición en las frecuencias, pero la diferencia media es demasiado grande como para que pueda achacársela a error experimental. Para explicar esta relación entre la frecuencia y la regularización analó­ gica, adviértase que si una forma irregular es de uso frecuente el niño que está aprendiendo a hablar la oirá muchas veces; es posible, por lo tanto, que nunca se le ocurra inventar un alternante regular formado analógicamente y que, aun en el caso de que lo haga, como ya conoce probablemente la forma irregular tradicional, él mismo rechace su propia innovación. Este mismo argumento se aplica en sentido inverso, en cambio, cuando la forma irregular es menos frecuente. Sin duda, éste no es más que un aspecto de la cuestión: lo demás depende del otro factor—inconspicuidad—que en seguida analiza­ remos. Hay circunstancias en las cuales, la extrema., rareza de una forma puede -preservar, su i rregularidad en lugar de favorecer m desaparición. Se trata, en este caso, de un proceso muy diferente. Las palabras cinto (participio de c m irX y J M todavía sg_fis.yga.-4 e tiempojga,tiempo, particularmente en unas pocas expresiones como.Mmto. el.puñal tinto, m sangr,e \ parecería que la misma rareza e irregularidad de estas formas contri­ buyera a su peculiar sabor arcaico, a causa del cual, precisamente, todavía se usan. 146.4/ Inconspicuidad. A menudo una innovación muy aberrante logra popularidad t ransitoria, justamente porgue.se. destaca tanto del trasfondo del habla común. Pero suele ocurrir que sean slang esas formas tan extremas y ya hemos visto (§ 37. 5) que las formas propias del slang tienden a desaparecer rápidamente; la fuerza de su impacto se debilita por el uso excesivo y deben ceder su lugar a nuevas innovaciones. Por esa razón las* innovaciones menos conspicuas son las que mayores probabilidades tienen de sobrevivir como parte del aparato corriente de la lengua. En español, los sustantivos como crisis, análisis, martes no agregan ningún morfo que represente el morfema de plural; por lo tanto, un plural innovador como (los) lápiz (en el español americano) pasa por lo común inadvertido. Del mismo modo, es dable sospechar que los participios regulares anató382

INNOVACibN Y SUPERVIVENCIA

gicos nacido y teñido no resultaron muy conspicuos, cuando se emitieron por primefa vez, en razón de que eran muchas las pautas en conflicto para la formación del participio y muchos los verbos que tenían en uso más de un participio. La gente estaba habituada a una abundante fluctuación y com­ prendía lo que oía sin atender gran cosa a la variante que el hablante seleccionaba entre las que tenían aproximadamente la misma frecuencia. La rareza de una forma contribuye, hasta cierto punto, a la inconspicuidad de la innovación que entra en competencia con ella; éste es el otro aspecto a que nos referíamos en la relación entre frecuencia y regularización analógica. Una forma como /léis/ sería conspicua como plural de ley porque /lé-jes/ se oye muy a menudo. En cambio, de los dos plurales estáis /es-táis/ y estayes/ /es-tá-jes/ ninguno se destaca como perceptiblemente más raro que el otro. Una nueva formación puede ser inconspicua por el hecho de aparecer en un contexto que ya es de suyo novedoso o que tiene algo de especial. En inglés, por ejemplo, el pretérito de sit jsít/ ‘estar sentado’ es siempre sat /saét/, pero el nuevo compuesto fraseal baby sit /béjbij-f- sit/ ‘cuidar chicos (por horas)’ tiene, junto al pasado babysat /béjbij-f sájt/, también babysitted Ibéjbij-f sitad/, con regularización. En las lenguas romances, un cierto número de temas verbales que, como verbos simples, se flexionan irregularmente han regularizado, en parte o totalmente, su flexión cuando constituyen la base de derivativos formados mediante un prefijo. En español moderno el imperativo de decir es, irregularmente, di, pero el de bendecir es completamente regular: bendice. Asimismo, si la regularización del pretérito hizo es muy improbable, la de satisfizo, en cambio, es muy frecuente. Un ejemplo extremo es el de ir, muy irregular, en tanto que subir es un verbo perfectamente regular, de la llamada “tercera conjugación” . Parecería que toda innovación producida por cambio de sonido no puede de ningún modo ser conspicua, por lo cual, si no sobrevive, habrá que buscar la causa de ello en otros factores. Cuando ¡s¡ y fzl —del español antiguo /c/ y f '$l~ se fusionaron en /s/ en español clásico, es probable que nadie lo advirtiera. El “rendimiento funcional” de ese contraste fonológico era muy reducido, por lo que difícilmente ocurriría que un par de emisiones —posi­ bles las dos en la misma situación práctica- sólo difirieran por tener una /s/ y la otra /z/. Pero al hacer esta generalización sobre las innovaciones debidas al cambio de sonido no hay que olvidar que en la historia del español de los últimos mil años pudo haber habido innumerables innovaciones de ese tipo, de las que no tenemos noticia porque resultaron fallidas: es decir, afectaron a alguna pequeña comunidad pero no se difundieron y la antigua pauta que aún subsistía las recubrió a su debido tiempo, aun en la aldea o región que había sido afectada originariamente. En tales circunstancias no es posible saber hasta qué punto pueden haber sido llamativamente conspicuas esas innovaciones malogradas. Ocasionalmente, por supuesto, una innovación sobrevive aunque no se dé ninguna de la& condiciones que favorecen su supervivencia. Esto subraya la 383

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importancia de los factores no lingüísticos, que escapan a nuestra obser­ vación. Tanto el alemán Kaiser ‘emperador’ como el ruso /cari/, de signi­ ficado prácticamente igual, son, en último término, préstamos del latín tardío caesar. esta palabra era originariamente el nombre de un romano determinado. Gaius Iulitis Caesar Un cambio de significado como el que va de Caesar, nombre de.varón, a caesar ‘gobernante, emperador’ se produce por una especie de analogía y, en un principio, el nuevo significado debe haber parecido una llamativa novedad. La palabra inglesa whore significaba . anteriormente ‘querido, querida’; su primer empleo en el que es hoy su único significado, ‘prostituta’, debe haber sido igualmente llamativo. 46.5. Factores que favorecen la desaparición. Cuando dos palabras están en competencia —una innovación y una palabra tradicional, por ejemplo- la desaparición de una de ellas puede ser simplemente el aspecto negativo de la supe^vencia^de, Ja„atra,-A-vece&, por supuesto,Jas dos,sobreviven,.ind®fi" nidamente. Pero en este caso lo que ocurre, por lo común, es que hajsurgido w .alguna distinción semántica o gramatical, con lo que las dos formas, de hecho, han dejado de estar en competencia. Frito.y preso... son antiguos participios de los verbos freír v prender, que el español moderno ha reem­ plazado por freído.. y prendido: las otras dos formas se usan sólo como adjetivos, en ciertas combinaciones o con especialización de significado (preso.sólo..significando ‘prisionero’). En español, desde los tiempos más antiguos, se introdujeron cultismos tomados directamente del latín; muchos de ellos contenían grupos consonánticos extraños al español clásico y duran­ te bastante tiempo coexistieron formas dobles: una que conservaba el grupo consonantico y otra que lo adaptaba a la pauta fonológica española más general. En español moderno esos dobletes se eliminaron: en algunos casos se retuvo la forma latinizante, como en concepto (en tanto que conceto desapareció de la lengua stándard); en otros se retuvo la forma adaptada, como en luto (en tanto desaparecía la forma latinizante luctó). En unos pocos casos se mantuvieron ambas fórmas, pero siempre que esto ocurrió hubo también diferenciación semántica: afición y afección, sino y signo, respeto y respecto. En el caso de hierba y yerba, en el español rioplatense, la historia es muy semejante: ambas formas han subsistido, pero con dife­ renciación semántica. La competencia entre las palabras inglesas tradi­ cionales ox ‘buey’, calf ‘ternero’, swine ‘cerdo’, sheep ‘oveja’ y, respecti­ vamente, los préstamos del francés normando beef, veal, pork, mutton no resultó en la pérdida de ninguno de los dos grupos; la diferenciación semán­ tica que coadyuvó a la retención de ambos ha sido explicada por Walter Scott en un célebre pasaje del primer capítulo de Ivanhoe. . Pero para que una forma desaparezca no es imprescindible que haya otra ,.en competencia con ella. El motivo principal de que caiga en desuso puede" .seiLim_jcambio en jas condicione s de vida, que hace a la forma innecesaria. Tenemos todavía muchas palabras que se refieren a vehículos de tracción a sangre y cuestiones conexas, pero se las usa mucho menos que antes y en 384

INNOVACIÓN Y SUPERVIVENCIA

una generación o poco más es posible que muchas de ellas desaparezcan. JQ is!M os,tipo^d§^ Lo más frecuente es que no sea la forma tabú en sí la que desaparece, sino las palabras que más se asemejan a ella en configuración fonemática. Así, en español rioplatense, es posible observar que en los contextos en que escupir. escupida resultan demasiado familiares, se-,prefiere.expectorarr.y expecto­ ración a los igualmente cultos esputar y esputo, hoy en franca vía de desa­ parición. Antiguamente, el inglés y el francés designaban al ‘conejo’ con una palabra que ha desaparecido, excepto quizás en dialectos locales, a causa de su similitud con una palabra tabú de referencia sexual. Finalmente, una palabra también puede desaparecer porque ha llegado a tenei„la^sma.,mnf1g]ULr3dán^qm.M.m (ambas se han hechoMamájmmsXy* no obstante el distinto significado^j l . ^ de ^ dificultades ..y malentendidos. Las formas del español moderno coser y cocer resultaron ambas /ko-sér/, por cambio de sonido, en el español de América. Es comprensible que una de las dos debiera prácticamente desaparecer, así como es fácil dar cuenta de por qué fue, en casi todas partes, la palabra que significa .‘cocinar’ y no la otra, para cuyo significado no había ninguna palabra usual disponible. El español antiguo tenía dos verbos, /dejír/ ‘decir’ y /decir/ ‘descender’, que hubieran resultado homónimos, por cambio de sonido, en español clásico. Pero en éste /desír/ (esp. m. /de-0ír/)sólo aparece con el significado ‘decir’ aunque ni es fácil ver exactamente en qué contexto la homonimia hubiera dado lugar a confusión ni por qué se conservó esta palabra y no la otra. En una región del sur de Francia las palabras latinas que significaban ‘gallo’ y ‘gato’ hubieran dado ambas /gat/, configuración que sólo aparece allí con el significado de ‘gato’; para designar al gallo se recurrió a varias otras formas. En este caso, lo mismo que en el de cocer y coser, sabemos —en parte— por qué hubo de sobrevivir una más bien que la otra: /gat/ con el significado de ‘gallo’ hubiera estado aislada, en tanto que con el significado de ‘gato’ está acompañada por un cierto número de derivados emparentados semánticamente. 46.6/ La extinción de una lengua. La extinción de una lengua o de

-alg^nólde-sus^ialeetas^es^a individual caiga en desuso. Los conquistadores germánicos de Normandía de los siglos ÍX y X aban­ donaron su lengua germánica y adoptaron el francés; cuando algunos de ellos consumaron en el siglo XI la conquista de Inglaterra, perdieron la que era entonces su lengua, el francés, y adoptaron el inglés. Por supuesto, éste no es el destino inevitable de una lengua políticamente dominante. Un ^ciertft^ú.niero J.e lenguas indígenas americanas han desaparecido sin que sus -hablantes hayan sido exterminados. Otras, como el navajo, eí ojibwa, eí guaraní, el quichua y muchas de Méjico, no dan señales de estar perdiendo terreno; sin embargo, es muy difícil suponer que esas lenguas lleguen, en el futuro, a suplantar a las lenguas importadas de Europa. 385

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

f Las lenguas de los inmigrantes europeos de varios países de América a menudo se mantienen con mucho vigor durante una generación o poco más, pero la mayoría están ahora en franca declinación. Resulta, pues, prácticamente imposible formular en términos generaJes cuáles.son las condiciones que permiten a una lengua sobrevivir, en compeJencia.con otra..Sin embargo. Sigo sabemos déíoquedcuhre cuando sé esta de ellas. Hace unos cincuenta años se establecieron en Estados Unidos, principalmente en los estados de Wisconsin y lowa, muchos inmigrantes noruegos. Al comienzo casi todos eran mono­ lingües o, a lo sumo, hablaban un poco de inglés con fines esencialmente prácticos. La segunda generación seguía incluyendo algunos monolingües, pero ya eran muchos los que sabían noruego e inglés y usaban el primero en el hogar y el segundo fuera de él; por ejemplo, en la escuela. En lo sucesivo, la proporción de noruegos monolingües no ha hecho, más que decrecer res­ pecto de los bilingües; y» entre éstos, ha aumentado el número de los que tienen el inglés por lengua “ preferida” y disminuido el de los que hablan preferentemente noruego. En la actualidad, los monolingües que sólo hablan noruego son muy raros y pertenecen, por lo común, a la generación más antigua de las que sobreviven; en la generación más joven hay muchos que son, virtualmente, monolingües de inglés. Si las cosas siguen así y ningún factor extraño viene a perturbar esta tendencia, en cincuenta años más el noruego habrá desaparecido completamente de esas comunidades. Un cambio lingüístico tan lento de toda una comunidad es, obviamente, un ..terreno muy fértil para que florezca eí préstamo, pero el abandonó de una lengua en favor de otra no es. en sí mismoTTjñT'mañ préstamo. NOTAS Términos nuevos: innovación frente a difusión y supervivencia; historia de una forma (etimología) frente a historia de un sistema (lengua, dialecto idiolecto); competencia entre formas; frecuencia e inconspicuidad como factores de supervivencia; regularización analógica de irregularidades morfofonemáticas. Las frecuencias de los verbos en español moderno ( § 46.3) están tomadas de Rodríguez Bou (138). Sobre extinción de lenguas véase Swadesh (155); sobre el noruego en Estados Unidos, Haugen (62).

386

CAPÍTULO XLVII

LAS CONDICIQNES PARA EL PRÉSTAMO

. 47.1. De lo expuesto en el capítulo XLVI se desprende que el préstamo está un tanto.aparte de los otros mecanismos de cambio filogenético: cual­ quiera de ellos puede dar origen a una innovación, pero de que ésta sobre­ viva y se difunda a otros hablantes únicamente el préstamo puede ser res­ ponsable. J6nj;oM§SUencia^ie^ condiciones gue favorecen el préstamo. Siempre que,dos idiolectos.se ponen en contacto, es posible que en uno de ellos o en los dos se produzcan modificaciones. En la comunicación directa, cualquiera de los dos hablantes puede imitar un rasgo lingüístico del otro; cuando el contacto es indirecto, como en el caso de la lectura, la influencia únicamente puede ejercerse, por supuesto, en una sola dirección. El rasgo,que se imita es el modelo; el idiolecto (o lengua) en que figura el modelo, lo mismo que.el. Im b.ían.^ el idiolecto v8,J§QgM.a). que adquiere algún rasgo nuevo en el proceso es el idiolecto prestatario. Al ,p£Q,C&so.mismo se lo denomina pecio a este término es necesario hacer una advertencia: lo que se “toma en préstamo” no se devuelve.ni hay que devolverlo; la lengua prestadora no >£Wiza sacrificio alguno y no es necesario tampoco obtener su permiso. En

realidad.^nada*vCamlMaKd & 4u.em i^ púnicamente se modifica el habla del prestatario. De la definición dada se desprende que, a excepción del soliloquio autén­ tico, las condiciones para el préstamo siempre están presentes y son el acompañamiento natural de cualquier hecho de habla. En el contacto entre d o sid io teo s.cualesquiera, ^ ..v ¿Lía, posibilidad de que el préstamo real­ mente seproduzca depende de varios factores, uno de los cuales es eirgj:a¿g^ de. .semejanza entre A y B. Si Jos dos idiolectos son muy similares el prés­ tamo es improbable, pues no es fácil que uno de los hablantes emplee una forma que el otro desconozca. Si A y B son tan diferentes que los hablantes no se entienden, el préstamo también es improbable. Las situaciones en las que 387

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hiy mayores probabilidades son las que se hallan entre ambos extremos y en la práctica se pueden clasificar, grosso modo, en dos tipos. Uno es cuando los dos idiolectos tienen un núcleo común (capítulo XXXIX): en esas condi­ ciones se habla de préstamo dialectal; el otro es cuando no hay núcleo común sino, más bien, cierto grado de bilingüismo o^sesquilingüismo ( § 38.3): en este caso se habla de préstamo éntre lenguas. Al.2. Efecto individual y masivo. Un hecho individual de préstamo afecta únicamente, en primera instancia, al idiolecto prestatario. Esto en sí mismo es importante parala ontogenia lingüística ya que, presumiblemente, el préstamo es el principal mecanismo por el que un idiolecto sigue cam­ biando en la vida adulta. Pero sí ese préstamo aislado no está seguido o acompañado de otros, no tendrá ninguna consecuencia apreciable en la his­ toria posterior de la lengua como totalidad. Si la palabra francesa ivrogne ‘borracho’ me resulta simpática y comienzo a usarla cuando estoy hablando español, mi idiolecto se modifica; pero el futuro de la lengua no se ve afectado a menos que otros me imiten y la palabra recién importada pase a tener un uso más o menos general y se trasmita a las generaciones subsi­ guientes. Esto tendría mayores probabilidades de ocurrir si un cierto nú­ mero de hablantes de español que supieran algo de francés comenzaran, más o menos simultáneamente, 3 usar la palabra francesa cuando hablan español. T,ales importaciones en masa, de otro dialectos lengua so^muy muñes y ’ constituyen el tipo de préstamo que más nos interesa en lingüística histórica,,. Por consiguiente, lo habitual es referirse, con poca exactitud, a “un” préstamo incluso en los casos en que debe haber habido miles de hechos individuales de préstamo de un idiolecto a otro. De este modo, decimos que la palabra francesa chef se ha incorporado al español como préstamo sólo dos veces (y no miles de veces): una vez, en español clásico, dando /séfe/, esp. m. /xé-fe/, y otra vez en español moderno con el resultado ¡íéfj en la variedad rioplatense y ¡téf/ —posiblemente- en otras variedades. Aun pres­ cindiendo del factor que mencionábamos en el párrafo anterior, las limi­ taciones en ios datos que presentan los documentos nos forzarían de todos modos a esta especie de enfoque estadístico global. 47.3. Las condiciones para el préstamo. El mero hecho de que los dos idiolectos A y B estén en contacto no es garantía de que uno de ellos incorporará préstamos del otro. Para que el préstamo tenga lugar -d e B a A, por ejemplo- deben darse dos condiciones: U), ELhablante .de A debe entender, o creer que entiende, la emisión del idiotecto B en que figura el modelo. ‘.2X El hablante de A debe tener, conciente o inconscientemente, algún motivo para el préstamo. La primera condición no requiere mayores comentarios. Se sobrentiende que se trata más de una cierta comprensión aparente que de una verdadera 388

LAS CONDICIONES PARA EL PRESTAMO

comprensión, puesto que en muchos de !os casos conocidos ha habido, en realidad, un cierto grado de incomprensión . A continuación damos un ejem­ plo curioso y muy reciente. En mazateco, el nombre del rompecabezas es el préstamo español mapa. El motivo es el siguiente: el primer rompecabezas que vieron los mazatecos era un mapa de Méjico; cuando preguntaron qué era eso, la persona que se los mostraba contestó que era un mapa. Cuando luego se les mostró otro rompecabezas, que formaba una figura distinta, los mazatecos lo llamaron también mapa, no obstante los esfuerzos que se hicieron por convencerlos de que su nombre era rompecabezas. La segunda condición es más compleja. Libramos a especulaciones ociosas sobre la psicología de los prestatarios no nos reportaría ningún provecho; es mejor atenerse a los datos claros de que disponemos. Aun cuando esto pueda llevarnos a pasar por alto algunos motivos que son importantes, nos dará en cambio mucho mayor seguridad respecto de los que podemos dis­ cernir. Son áo%\ms.siifdQ..}í . m c e s id a d . . '

47.4^Prestigio) Se suele imitar a las personas que se admira,, lo mismo en la pauta Imgüística que en otros aspectos. Los inmigrantes europeos en la Argentina introducen en su habla muchas expresiones españolas por la razón, entre otras, de que el español es la lengua importante del país. En los tiempos que siguieron a la conquista normanda, los ingleses de las clases alta y media aprendían francés y usaban en su inglés expresiones francesas por­ que el francés era la lengua de los que gobernaban. Los adolescentes imitan, en una u otra forma, a las estrellas más populares del cine o la televisión. Algunas veces, los motivos son un tanto diferentes; el imitador no admira necesariamente a aquellos a quienes imita, pero desea que se lo identifique con ellos y se io trate en la misma forma. EÍ resultado es el mismo, por lo que conviene dejar a los psicólogos la discriminación de sutiles matices de diferencia. Hay, no obstante,, una variedad negativa de prestigio que hace falta dis­ tinguir: la conformidad con la mayoría. Naturalmente, esta conformidad obra con mayoTíuerza" en ciertas condiciones sociales que en otras. Un niño castellano trasladado en temprana edad escolar a la Argentina cambia su estilo de español en conformidad con el de sus nuevos compañeros de escuela y de juegos. Esto no ocurre necesariamente por imitación directa de algún compañero admirado, sino simplemente porgúeles incómodo estar en minoría. En este caso, como en muchos otros, puede producirse un con­ flicto entre distintos modelos de prestigio. Los padres del niño -y , en algunos casos, el maestro en sus explicaciones “gramaticales” - dirán tú tienes, en tanto que los compañeros, sin excepción, dirán vos tenés. Aun cuando la presión que ios padres ejerzan —si es que alcanzan un cierto nivel cultural- logre que en su casa el niño se ajuste ai modelo castellano, fuera de ella predominará el impulso a conformarse con la mayoría y éste será finalmente el que se impondrá en su vida adulta. El prestigio obra constantemente como motivo de préstamo dialectal; en 389

CURSO DE LINGÜÍSTICA MODERNA

el préstamo entre lenguas, sólo en ciertas condiciones especiales llega a ser importante. Cuando hablantes de dos lenguas distintas viven juntos en una misma región, por lo común es una sola de esas lenguas la que habla la clase gobernante: ésta es la lengua dominante; la otra es la dominada. A este estado de cosas se llega, la mayoría de las veces, por invasión y conquista; más raramente, por migración pacífica. Con el tiempo, una u otra lengua puede llegar a extinguirse, pero los factores que determinan cuál será la triunfadora son tan sutiles y complejos que parecen sustraerse a la obser­ vación precisa (§ 46.6). En tanto que ello no ocurre, el factor prestigio origina abundantes préstamos de la lengua dominante a la dominada. El préstamo en el otro sentido, mucho más limitado, es atribuible en gran parte al otro motivo principal de los dos que mencionamos antes: la necesidad. 47.5. (Necesidad Hay otra razón muy obvia para el préstamo: la de Fácil es imaginamos una carabela española surcando las aguas del Caribe en los años del Descubrimiento. Se desencadena una tormenta; el agua cae como catarata; el viento, rugiendo enfurecido en los mástiles y arremoli­ nando las velas, destroza los frágiles palos de la embarcación. Restablecida la calma, los marineros no pueden menos que admitir que lo que han visto ■,excejd.e...,tQdas..sus. experiencias previas y necesita un nombre especial: adop­ tan, por lo tanto, el nombre taino: huracán. En esta forma,-,.nuevas, expeiiencias,- nueyas,1prácticas-.y, n.uevos.,o.bjeios incorporan a una lengua palabras nuevas. No importa si esos objetos o aquellas prácticas llegan a la comunidad por medio de lo que llaman los antropólogos difusión o si la comunidad va a su encuentro por migración; el resultado es el mismo. Té, café, whisky, azúcar, cocoa, chocolate, tomate se han difundido por todo el mundo en tiempos relativamente recientes junto con los objetos que designan. Los huracanes y los simunes no se han difun­ dido, pero sí lo ha hecho la experiencia de ellos, directa o indirecta'. Entre las cosas nuevas que emigrantes y conquistadores encuentran están los accidentes topográficos naturales y artificiales, cuyos nombres, muy a menudo, se trasmiten de los antiguos habitantes de una región a los llegados posteriormente. Los topónimos eslavos de Alemania oriental, como Berlín, Leipzig, Dresde, atestiguan la antigua presencia de pueblos de lengua eslava en esa región. Vierta, París y Londres son de origen celta. Schuylkill, Catskill, Harlem, The Bowery (todos en Nueva York) pasaron del holandés al inglés cuando Nueva Amsterdam se convirtió en Nueva York. Michigan ‘lago grande’, Wisconsin ‘donde hace frío’, Illinois ‘hombre’, Misisipí ‘río grande’ y muchos otros (todos en Norte América) son algonquinos: eran nombres de lagos, ríos y caseríos indígenas antes de convertirse traslativa­ mente en nombres de ciudades y de estados. Los inmigrantes en la Argentina de los últimos ochenta años han tomado repetidas veces del español nuevas palabras, en parte por motivos de pres­ tigio y en parte por motivos de necesidad: ambos motivos deben darse juntos 390

LAS CONDICIONES PARA EL PRESTAMO

muchas veces y no siempre es posible afirmar, en un caso dado, cuál fue el más importante. En cambio, el español argentino sólo ha tomado de las lenguas de los inmigrantes, predominantemente del italiano, una cantidad reducida de préstamos “por necesidad” ; sobre todo en la esfera de la alimentación: por ejemplo, buseca.pesto, pizza, fainá. fugazza, del italiano; leberwurst, frankfurter, del alemán. Los préstamos del italiano presentan una peculiaridad: salvo los mencionados y algunos más, como chau, están significativamente restringidos al lunfardo o al slang y sujetos, por lo gene­ ral, al mismo ritmo rápido de desgaste y pérdida. Los préstamos más cultos de esa y de otras lenguas han entrado al español por otras rutas: los inmigrantes no son los responsables de andante, allegro, piccolo, nibato, coloratura., presto (italiano, música), Weltanschauung, Ersatz (alemán, filosofía y técnica), saudade (gallego-portugués, literatura), jockey, turf, stud (inglés, carreras de caballos), mise-enscéne, régisseur, avant-scene (francés, teatro). Todos estos ejemplos están tomados de préstamos entre lenguas. Pero los préstamos, por motivos de necesidad también se dan, constantemente, entre dialectos de una misma lengua. La difusión de bailes mejicanos y caribeños a otros países de América española es un proceso que viene teniendo lugar ininterrumpidamente en los últimos años. Los nombres de esos bailes han venido a incorporarse a los distintos dialectos españoles que se hablan en esa vasta área: rumba, conga, chachachá, calipso, pachanga, merengue, merecumbé, cumbia, etc. Si un d¡alecto local cobra ascendiente por razones políticas y económicas, ,es de e,spervar que se produzcan numerosos, préstamos de ese dialecto, a los otros, por razones de prestigio : pero las formas que se incorporen a él requieren explicación: cuando los testimonios no son demasiado pobres, generalmente es posible explicarlos por motivos de necesidad. Cuando el español moderno de Castilla, lengua dominante, tomó prestadas a ios dia­ lectos meridionales las palabras juerga y jolgorio (castellano huelga, holgar), lo que hacía era incorporar formas que figuraban principalmente en con-, textos culturales no muy estimados en la vida ciudadana de los prestatarios. NOTAS Términos nuevos: modelo, prestador y prestatario (hablando de un idio­ lecto, dialecto o lengua); préstamo dialectal y préstamo entre lenguas; pres­ tigio y necesidad como motivos de préstamo; lengua dominante y lengua dominada; difusión. Este y ios dos capítulos que siguen se basan en Bloomfield (15), capítulos 25-27, pero incorporan los estudios más recientes y detallados de Haugen (61). Un estudio muy reciente, excelente y completo, de todos los aspectos y tipos de préstamo se hallará en Weinreich (167), con bibliografía exhaus­ tiva. La extensión de los préstamos italianos en el español argentino ha sido, 391

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por lo general, exagerada y considerada desde una perspectiva falsa; pero véase Grossmann (51). El ejemplo de mapa en mazateco está tomado de E. V. Pike (127).

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CAPÍTULO XLV1ÍI

DISTINTAS CLASES DE PRÉSTAMOS

48.1. En la mayoría de los ejemplos de préstamo que dimos en el capítulo anterior nos encontramos ante la aparición de un idiotismo en alguna lengua o variedad dialectal sobre la base de uno ya corriente en otra. Esto puede ocurrir de varias maneras diferentes y los idiotismos en cuestión pueden ser palabras o frases; pero también se conocen - o se sospechancasos de préstamo en los que no se trata de elementos lexicales. En este capítulo presentaremos una clasificación de los distintos préstamos y espe­ cificaremos también cuáles son las clases de cambio filogenético.. a que pueden dar origen las distintas clases de préstamo. E)i todos jos casos, en que,el. prest amo. está, motivado por., la necesidad ( § 47.5),..e.Lpjestat.arió se. encuentra ante prácticas u objetos nuevos para los que necesita palabras. En tales circunstancias, no siempre el prestarario incorpora en bloque palabras que ya usa la lengua prestadora; de hecho, son posibles tres distintos procedimientos, cuyos resultados respectivos son los

^p¡Ké&tímQ^mples,}a&irmispQsitípm&.y\o%Mt>Jih4m 48.2. Los préstamos simples. Juntamente con el nuevo. .Qhj.e.tQ..o. prfatica. el prestatario puede adoptar la palabra con que se lo designa en la lengua prestadora: la nueva forma que incorpora a su habla es, en este caso, un préstamo simple. La adquisición de un préstamo simple jom tituj'e de suyo un cambio lexical (§ 44.4)^pxofeafele.me^teImfería que.-dec.ir que 'tarñfel%'"c5n'sYifüyé u ocasiona un cambio semántico (§ 44.7). A veces se produce ai mismo tiempo un cambio de configuración ( § 44.5), poí lo menos en el sentido de que una configuración hasta entonces “vacante” ( § 34.4) puede empezar a usarse en representación de alguna forma. La incorporación al español de antipasto no ocasionó ningún cambio de ese tipo, puesto que la lengua tenía ya un morfema representado por la configuración /an-ti/ y otro repre­ sentado por /pás-to/. Pero la adquisición del/ml sí introdujo un cambio de 393

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configuración del tipo que se acaba de describir. Las., otras clames de cambio filogenético no.se dan como consecuencia directa de un solo préstamo, pero sí pueden originarse como resultado de toda, una ola de préstamos simples provenientes de una misma lengua, tal como se ejemplifica a continuación. '%£.Cambio erarfiatical. . ELespMol an tomó en préstamo dej francés o deí provenzai -sea'directamente, sea por intermedio del catalán- varios sustantivos que contenían el sufijo de derivación que ha dado -a/e en esptóol moderno: homenaje, mensaje, bamaje, salvaje y otros. Al principio,.cada una de esas palabras debe haber funcionado en español como un solo mor­ fema. Pero los temas que constituían la base de algunos de los derivativos -como usaje, viaje, vasallaje— eran temas heredados del latín, que también se mantenían en español y con los que éstos eran fácilmente identificables. Con,j^..tiempx),ll§gó ,a ,tó mismo tipo como para que la terminación asumiera en español la función de un sufijo derivativo. Prueba de ello es que el sufijo se usó luego en formas como caudillaje, gauchaje, pelaje —y varias del lunfardo y el slang porteño, como sátialafe, malevaje y compadraje- , para las que no existe modelo en francés. En época muy antigua, antes que invadieran Inglaterra los pueblos de habla germánica, el preinglés incorporó un buen número de palabras latinas con sufijo -drius ‘el que tiene algo que ver con tal o cual cosa’, juntamente con algunas de las palabras latinas cuyo tema constituía la base de las derivadas por medio de ese sufijo. De esos préstamos se extrajo posterior­ mente un sufijo equivalente al latino -arius, que se usó tanto con temas patrimoniales como con otros adquiridos en préstamo: ing. a. /waé7 nere/ ‘carretero’. En inglés antiguo, el uso del afijo se extendió a temas verbales: /rá'fere/(ing. m. robber) ‘ladrón’, /rae*dere/ (ing. m. reader) ‘lector’, /wrftere/ (ing. m. writer) ‘escritor’, de los temas de /rá'fian/ ‘robar’, /raé'dán/ ‘leer’ y /wrrtan/ ‘escribir’. Éste es el origen del sufijo -er ‘~or, -ero5 del inglés moderno. Debe observarse que en ninguno de estos dos ejemplos se tomó en prés­ tamo el afijo derivativo: éste figuraba en la composición de varias palabra*'y éstas fueron, en realidad, las que se incorporaron. Aparentemente, es posible formas separables (palabras o frases); es muy raro que se presten aislada­ mente formas inseparables. Que ésta generalización tiene excepciones se demuestra por el hecho de que ocasionalmente aparece alguna forma como ei inglés cuteheií /kjúwt + hájt/ ‘monada, gracia’, en la que el afijo alemán -heit se ha tomado en préstamo como una unidad y agregado a la palabra inglesa cute ‘mono, gracioso’. Cambio de alternancia. El vocabulario del español moderno incluye un buen número de palabras tomadas, directa o indirectamente, de alguna otra lengua europea; v. gr. club : clubs, soviet: soviets, bóer: bóers, córner: 394

DISTINTAS CLASES DE PRÉSTAMOS

comers, wing /güín/ : wings, •smoking-(esrmó-kinl: smokinzs. frac i fracs. Lo que ha ocurrido con estas palabras es que se ha tomado en préstamo .tanto, el singular como el plural, usando el primero como un singular español y el segundo como el correspondiente plural .español. Dado que el español .ya tenía la categoría flexional de número, estos préstamos no implican ningún cambio gramatical, sino sólo pautas adicionales de alternancia: el morfo/s/ representa al morfema de plural también después de consonante. En algunos casos, esos plurales compiten con la pauta tradicional: clubs y clubes, fracs y fraques, y no se puede predecir cuál será el plural que sobreviva. No faltan tampoco los hablantes que pronuncian algunas de estas palabras sin conso­ nante final: clú, plural ciú o clús, sovié, plural sovié o sóviés, lo que no introduce en la lengua ningún cambio de alternancia. La extensión a una palabra española de una pauta importada de formación de plural es mucho más rara; no obstante, es frecuente oir convoys en lugar de convoyes; puede ser que esto se deba a que muchos hablantes sienten esta palabra como extranjera, tal vez por su semejanza con el préstamo cowboy del inglés. X Cambio fonológico v fonético. Las primeras personas de una comunidad que emplean una palabra de otra lengua o deun dialecto muy diferente del propio tal vez puedan imitar con justeza la pronunciación del modelo. Sin aislado que se difunde en el uso general difícilmente retiene su pronunciación extranjera si ésta contraría en alguna forma los hábitos de pronunciación de los prestatarios. En español, un préstamo ais­ lado de ese tipo es el sustantivo de origen ruso knut, que en ruso comienza con el grupo { kn ]. La pronunciación española es / nút/. Algunas personas pronuncian /ts/ inicial en tsetsé\ la mayoría, empero.comienza la palabra con /s/. Las palabras de origen francés como rouge, garage, beige terminan más comunmente en español ríoplatense con /§/ que con la sonora /j'/. Parecería, no obstante, que una ola de préstamos simples de una misma lengua,.,con.intervenclón de numerosos bilingües..como.vía del. pjéstamoy mediando algún factor importante. de prestigio, puede tener consecuencias „.,apxe.ciables enlos, hábitos.articulatorios. Un ejemplo clásico és, nuevamente, la influencia del francés normando sobre el inglés: como resultado de esa influencia, el inglés adquirió /v z j/ iniciales y, en consecuencia, el contraste fonológico entre /v/ y /f/, / z/ y / s/. Pero, aunque clásico, éste no es un ejemplo aislado. Varios estudios han venido a demostrar la transformación considerable que han experimentado los sistemas fonológicos de algunas lenguas indígenas de Iberoamérica por influencia de los préstamos españoles; así, por ejemplo, es probable que el quichua sólo tuviera un sistema de tres vocales ¡i a u/ antes de la llegada de los españoles; pero ahora, en virtud de los préstamos completamente asimilados del español, tiene un sistema de cinco vocales /i e a o u/. 48.3. Las transposiciones. El prestatario,.^ .en