Crítica a la teoría económica burguesa
 9684270020

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CRITICA A LA TEORIA ECONOMICA BURGUESA ALONSO A G UI LAR M., P A U L A. BARAN, ANTONIO GARCIA, ARTURO GUILLÉN, OSVALDO S\VEEZY,

R.

H. MALAVÉ MATA,

ERIC HOBSBAWM,

M ART íN E Z, TORRES

PA UL M. l. TRACHTENBERG, JOSÉ VALENZUELA D.

ZAVALA,

GA YTÁN,

Selección por

MAZA

F.

y

prólogo

ARTURO GUILLÉN

E DIT O RIAL NUESTRO TIEMPO, S. A.

Coleu:ión: TEORÍA E HISTORIA

@

Editorial Nuestro Tiempo, S. A

300 6 v7 México 2Ó, D. F.

A ve. Copilco Locales

ISBN.

968-427-002-0

Primera edición: Segunda edición:

1978 1981

Selección y prólogo de Arturo Guillén Derechos reservados conforme a la lev Impreso y hecho en México Pri1111·d allfl madi' in lll'xil'o

1NDIC E 7

Prólogo por Arturo Guillén Paul M. Swcezy, la teoría de la innovación de Schum-

r� l. Trachtenherg, Keynes: la ocupación

plena

y la eco.

nomía pol,ítica burguesa

9 19

Ricardo Torres Gaitán, Capitalisnw, keynesi.anisrrw y subdesarrollo

53

Paul M. S w e ezy , Han.sen y la crisis del capitalismo

84

Alonso Aguilar l\T., Las últimas décadas del pensamiento burgués

91

Arturo Guillén, El reformismo socialdemócrata de fohn Strachey

117

Alonso Aguilar M., El capitalismo opulento de John Kenneth Galbraith

Paul A. Baran y Eric J. Hobsbawm, Las etapas del crecimiento económico de W. Rostow

A:n tonio

García, Elementos para ricana del desarrollo

una

159 196

teoría latinoame-

214

José Valenzuela F., Gu nna r Myrdal: un liberal ú:ono. clasta

254

Alonso Aguilar M., la invalidez de la teoría burguesa

287

Héctor Malavé Mata, La controversi,a rrwnl!tarista truct uralista sobre la foflación

303

es-

5

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_______



6

CRÍTICA A LA TEORiA BURGUESA

D. F. Maza Zavala, Aspectos conceptuales del subdesarrollo y sus relaciones con el desarrollo

Osvaldo Martínez, La TJNCTAD ca

internacional

Arturo Guillén,

y

la teoría económi-

Hacia una crítica de

burgueses mexicanos

los economistas

339 361 393

PRóLOGO

El capitalismo vive en la actualidad

una

de las crisis más

severas e importantes -si no es que la más importante:-­ de su hi st ori a. En los gr andes periodos de crisis se pone en evid encia no s ol ame nt e l a i ncapacidad creciente del sistema

para desar roll ar las fuerzas p roductivas, sino, también, la endeblez de la t eoría y l a p olític a econ ómi ca bu rgu esas. Lo� teóri cos de la burg ue sía se quiebran inútilmente la cabeza por tratar de encontra r una «soluc.ión» median amente sa· ti sfactori a, y no hacen más que moverse en un círculo vicio· so, b andeando continuamente del monctarismo al keyoesiar nismo, oscilando entre el expan sion ism o y las políti c as con· tr acci onist as, sin p oder romper realmente el cuadro de es­ tancamiento en que se debate la economía capitalista in· t e rnacion al desde hace más de diez años. La crítica de la teoría burg uesa es una t area fundamental . Hace más de un siglo la econo mía burguesa abandonó el trabajo c ient ífico verdadero para encallar en el estéril mar de la ap ologét i c a. Desde la c rítica revolucionaria de Marx y Engels se d emostró su inv i ab ili dad histórica y el carácter acientífico de sus formulaciones teóri c as. Sin emba r go, sería un error creer que la crítica ter· mina :oon la muerte de los fu nd adore s del socialismo científico. Mientras l a burg u esía siga siendo la cl ase do· minante, lo será su i deologí a. Aunque conserv e en esen· eta sus deficiencias fundam ent ales ----jSU alejamiento de la realidad, su abandon o del estudio de las relaciones socia­ les de producción, su subjetivismo, etc.- la teoría eco­ nómic a burguesa trata per ió di cam ente de «cambiar de piel» con el fin de e nfr ent ar los problemas del si ste ma. Ante la evidente impotencia de la teoría neoclá!:ica, alg unas co r r ie n7

8

CRfTICA A LA TEORfA BURGUESA

tes del pelliiamiento burgués contemporáneo e.orno el nco-ri­ cardianismo, encabezado por Sraffa, tratan de ganar credi­ l>ilidad teórica volviendo al pensamiento clásico de Smith y aobretodo de Ricardo, pero siltándose extraña y olímpica­ mente al marxismo. El keynesianismo, después de haber te­ nido éxito en el alargamiento de vida del capitalismo, yace ya desde varios años en su lecho de muerte, provocando el resurgimiento de un cadáver pestilente: el monetarismo, en su variante c:monetarista

de estado'> representad.:t por el

Fondo Monetario Internacional

y los llamados

«Chicago

and Massachussets boys>. La crítica marxista de las distintas posiciones burguesas � una expresión de la lucha de clases en el terreno de las ideas. La crítica oontribuye, dialécticamente, a la construc­ ción y al desarrollo de la teoría marxista leninista. Com decía Bujarin, "criticar el sistema enemigo significa pensar a fondo el propio".

Convencida de la importancia de dicha crítica, la Editorial Nuestro Tiempo ofrece a sus lectores este volumen que con­ tiene artículos y fragmentos de libros de autores que desde

distintas perspectivas, han analizado la economía burguesa. ,Con el fin de contribuir a romper en algo el prejuici exis­ tente en nuestros países, fruto de más de cuatro siglos de dependencia, de rendir culto a las teorías cocinadas en las metrópolis imperialistas, he dado preferencia a la inclusión de autores latinoamericanos, profesores e investigadores que en Chile, Venezuela, Cole>mbia y México han puesto su grano de arena en el difícil y aún descuidado terreno de la lucha teórica e ideológica. La primera parte del libro se refiere a la crítica de los

autores que se han ocupado de los pro:hlemas más generales de la teoría. La segunda parte se ocupa espedficamente de la teoría del subdesarrollo. He agregado, además una breve bibliografía de libros de crítica al pensamiento económico­ burgués, que puede ser útil a los estudiosos de estos pro­ l>lemas, Mfo·ico,

D. F., Beptiembre de Arturo Guillén

] 978.

LA TEORIA DE LA I NNOVACION DE SCHUMPETER*

PAUL M. SWEEZY

Al p rofesor Schumpeter se le conoce principalmente como un teórico del ciclo de negocios (business c:rde), pero su interés fundamental es mucho más amplio que el que sugiere su reputación. Una lectura cuidadosa de sus trabajos demuestra claramente que el objetivo es nada menos que revelar la anatomía del cambio económico en la sociedad capitalista. Las economías inglesa y norteameri­ cana, por otro lado, se han conformado tradicionalmente en concentrar su atención en lo que se podría llamar el funcionamiento normal de la economía capitalista. Tal enfoque, por isupuesto, no excluye mayores problemas de cambio y desarrollo, que son frecuentemente mirados como descansando en la providencia del historiador económico. La parte más importante de la teoría de desarrollo eco­ nómico del profesor Schumpeter, que cae dentro del alcance tradicional de los economistas anglo-americanos, es aquella concerniente con los ciclos de los negocios. No estoy tratando de sugerir que objeto de alguna manera el mirar al pro­ fesor Schumpeter como un teórico del ciclo de negocios, porque realmente es uno de los contribuyentes más dis* Este artículo apareció con el titulo "La teoría de la Innova­ ción del profesor Schumpeter" en el número de febrero de 1943 en The Review o/ Economic Statistics, un número especial para G1mmemorar el sexagésimo aniversario de Schumpeter.

9

CRiTICA A LA TEORÍA BURGUESA

10

tingu i dus en esta rama de la economía; pero no se debe permitir la ci rcunstanci a , como lo ha sido en forma tan frecue nte, de oscurecer su no menos distinguidos e i mpor­ tan tes logros para aclarar los procesos del cambio econó­

mico. En eist a s hoj as ignoraré los problemas del ciclo de e goci o s y trataré de aclarar al máximo los puntos de vista d el profes o r Sehumpeter sob re los mecanismos del cambio económico en la econ o m ía capit alista .

n

El punto de partida del profesor Schumpeter es una

econom ía de la que se supone a u sen t e el ca mbio ( a un ­ que no el cre ci mi ento) .1 En otras palabras, se abs tra e el factor espec ífi co que produce el cambio. El resultado del sistema económico es llamado "flujo circular" (c:rcular flow) porque se encuentra continuando, año tras año, en esen ci al me nte los mismos canales. El fl u j o ci1'.cular no está concebido en ningún sentido como una copstrur-dfa irreolisw; más bi en, es una construcción abstracta que trata de reflej ar las co nsec u enc i as de un número limita do de fuerzas económicas muy r e al es . A partir de aquí, el p roced i mi ento se reduce a tres pasos1 primero, el factor causal de ca mbio -el empresario o innovador- que se a n aliza como un tipo puro, con abstracción de su medio ambiente; segundo, el factor de cambio se imerta en el modelo del flujo circular ; y tercero, la interacción del innovador con las fuerzas en trabaj o en el fl ujo c i rc ular

son suj eto de un análisis exhaustivo. Lo que emerge es un proceso de desarrollo q ue exhibe la form a ondulante del ciclo de n egoci os. Esta versión simplificada del método del p rof e so r Schum­ peter intent a centraliza r la atención sob re ciertos p rob l e ­ mas que son de crucial i mp o rta nci a para la evaluación final de su t e or í a . ¿Ha realmente ai sla do y abstra í do del a nálisis el primu.m mobile d el cambio? ¿,Es comp le­ tamente sati sfa cto ria la fi � ura del flu j o circular'? ;, Es l 1

(o desarrollo) y crecumento, su Theory o/ Ecommiic Dcvelopment (Cambridge, Masrnchll· seUs, 1934). Capítulo U. Hay edición en español, F.C.E. ver

Para la distinción entre cambio

TEORIA DE SCHUMPETER

result:ado de unir los dos elementos

11

una representación

correcta de lo esencial de la realidad capitalista?

El factor causal en cambio, según el profesor Schum­ peter, es la "innovación", la que se define como "haciendo cosas

diferentemente el terreno de la vida económica".2

Si esto

se

interpretase no más que como significado de

que "la causa del cambio es el cambio", sería, por supue1Sto, un mero

petitio principii;

pero tal interpretación significa

entender mal lo que el profesor Schumpeter quiso decir.

La innovación es la actividad o función de un grupo par­ ticular de individuos llamados empresarios. El empresario un tipo sociológico que se puede aislar e investigar

es

independientemente de las consecuencias que suceden acciones de la empresa.

a

las

De ahí que cualquier soi;pecha de razonamiento circu­ lar sea infundada. ¿Cuáles son las características del em­ presario? Primero, por supuesto, la habilidad de apreciar las

posibilidades

de

innovación;

hasta dónde

es

o

no

también el de1SCubridor o "inventor" de la innovación es una

cuestión

de

menor

importancia.

Pero

incluso

más

importante, es que el emprei;ario debe ser capaz de ven­ cer las resistencias psicológicas y sociales que se interponen en el camino a hacer cosas nuevas;

debe, en resumen,

tener cualidades de liderazgo. De ser así, el empresario no es un tipo social sui generis ; es más bien un líder cuyas energías deben por una u otra razón dirigirse a cana­ les económicos.

Esta concepción del empresario lleva al

profesor Schumpeter a ubicar la fuente del cambio eco­

nómico en los acuerdos personales de un cierto grupo de hombres, un grupo que en principio proviene de todos los estratos y

clases de la población. La plausibilidad de este diagnosis depende en gran

medida del análisis del profesor Schumpeter del flujo rircu­

lar. Se arriba a la concepción del flujo circular simple­ mente abstrayendo al empre1Sario del medio ambiente nómico. No debemos caer s

en

el

error

Bu8i�s Cycles, New York, 1939, voL

1,

eco·

de suponer que por p. 84.

12

CRiTICA A LA TEORiA BURGUESA

de sacar fuera al empresario ipso facto elimj. de la economía. El problema es preci­ samente demostrar que eliminando un cierto tipo de in di ­

el hecho

namos al cambio

viduo con eso eliminamos las fuerzas significativas que hacen el cambio. Si esto se puede probar exitosamente,

son

es claro que podremos concluir que los empresarios

la fuente de cambio; en síntesis: la teoría sería vindicada. Si, por otro lado, la economía sin empresarios, es decir, sin un cierto tipo de personas, aún conserva tendencias al

cambio, entonces tendremos que reexaminar nuestro s su­ puestos iniciales. Por consiguiente, el análisis del profesor Schumpetcr está destinado a demostrar que sin empre8arios tenemos una economía estacionaria.

La idea del profesor Schumpeter del flujo circular es en muchos casos partfoulares similar al estado Walrasiano de equilihrio grnPral,

o,

lo que es hastante 8imilar, la con­

cepción de Marshall del equilibrio permanente, el cual, referencia

pesar de discutir� habitualmente con firma

o

industria

en

particular,

realmente

equilibrio del sistema como un todo. Motivos

a

a una

implica

un

de consu mo

dominan las materias económicas -por 1Supuesto esto no

implica la aceptación del hedonismo filosófico-- y deter­ minan la asignación de fuentes a diferentes ramas de la producción.

No

obstante,

en

ofro

sentido,

el

profesor

Schumpeter va más lejos que sus predecesores al negar la

existencia,

en

el

flujo

circular,

de

superávits

plus) en la forma de interé s y provecho. La tierra privadamente y produce una renta, pero

en



(sur­ posee

ausencia de

un tipo de interés positivo no hay base para valuar la tierra: va

lor

es

en

una

base

capitalizada

teóricamente "infinito",

de

poder

ganado

su

lo que es sólo otro modo

de decir que no existe mercado para la tierra en el flujo circular.

La negativa de que existen

de la renta)

rávits

supe

(aparte

en el flujo circular ha provocado mucha.s

contr oversias ; muchos críticos han sospe chado que exis· te algo equivocado en el razonamiento del profesor Sc hum­

peter respecto a este punto. Esta

da: no es el

razonamiento

sino

opini ón me parece erra· los $upuestos implícitos

TEORIA DE

13

SCHUMPETER

en los que se Lasa, que cuentan para la de.sap ar ic ión de los superávits. Porque en efecto el profesor Schum ­ peter cree que en el flujo circular no hay una clase espe· cial de capitalistas. La sociedad se divide en dos clases: los propietarios y los orros. Todos tienen igual acceso al

"capital".

Claramente,

bajo

estas

circunstancias,

ningún

superávit puede llegarle a un emplead or de t rabaj o ; por­ que si existiese, los trab ajad ores se volverían ellos mismos empleadores y eliminarían el superávit. Por lo tanto todo ingreso va a propietarios o trabajadores, y no existe una función empleativa aparte de los simples detalles de tene­ durías de libros y

el desembolso de ingresos en los días

de pago. Los supuestos fundamenrales del flujo circular son cier­ tamente suficientes para producir una

economía estacio­

naria y, sobre todo, una en la que el ingreso enteramente sin que quede nada para ahorro

se

consume

y acumula­

ción. (La ausencia de ahorro es consecuencia del supuesto de la primacía de los motivos de consumición. En b.se a este supuesto,

uno debe tomar también en

cuenta

postulado siguiente de la preferencia temporal en el

tido

Bohm-Baweriano,

el

sen­

para poder explicar el ahor ro.

El

profesor Schumpe ter rehusa correctamente esta concepción de preferencia temporal como arb itrari a e infundada.)

Si esta fuera realmente la concepción apropi a da de la ca pitali sta sin empresario, entonces tendríamos que estar de acuerd o con el profesor Schumpeter en que economía

el empresario es la verdadera fuente de camb i o y, a

característicos

ello, de los rasgos más

Junto

de la realidad

capitalista, tales como ganancias, interés y ciclos de ne­ gocios. Así, a diferencia de muchos de sus críticos,

no

hallo errores en la lógica del argumento del profesor Schum­ peter; por el contrario, a

me

parece indiscutible que en base

sus propiOIS supuestos su teoría del meca nis mo del cam­

bio económico es inatacable. No obstante, cuando nos volvemos de la lógica de la teoría a sus supuestos, parece haber más lugar para la duda. P or ejemplo, la concepción del profesor Schumpe·

CRtTICA A LA TEORtA BURGUESA

14

ter del flujo circular obviamente no es el único retrato posible de una economía de la que el empresario ha sido eliminado. Podemos partir de

una

situación

la que no

en

sólo no hay propietarios sino tampoco capitalistas, en otras palabras, una clase especial de individuos que tienen el control

exclusivo sobre los medios de producción aparte

de la tierra.

(Por supuesto, los capitalistas también pue­

den ser propietarios.)

Por razones institucionales, los tra­

bajadores hallan imposible obtener control sobre los me­ dios de producción y de ahí que se autoincapacitan para tornarse empleadores. Bajo este supuesto, un superávit en la forma de ganancia y /o interés es un corolario lógico. Adhiriéndonos al supuesto de la primacía de los motivos de consumición, podemos aun tener una economía esta­ cionaria que es en muchos aspectos similar al flujo circu­ lar del profesor Schumpeter, pero la justificación de este supuesto parece mucho menos clara en este caso que en el del profesor Schumpeter. Examinemos el problema más de cerca.

Es extremadamente plausible suponer que en una socie­ dad basada en los postulados del flujo circular el motivo primordial para toda la conducta económica debe ser la satisfacción de las necesidades del consumidor. La única división de clases es entre los propietarios y los trabaja­ dores. Más aún, desde que no hay mercado para la tierra, los

propierarioo

de

tierra

constituirían

hereditaria para la cual la riqueza como boleto de ingreso.

una

aristocracia

tal no sería un

Las diferencias de ingresos entre los

trabajadores estarían basadas solamente en diferencias de eficiencia productirn, rros

desde el momento en que los aho­ de rentas. Bajo estas con·

no proveerían una fuente

diciones la acumulación de riquezae parecería tener poco atractivo:

no serviría ni como una enseña de prestigio

social, ni como una fuente de rentas. Por eso el profesor Schumpeter está indudablemenre acertado al excluir aho­ rro y acumulación como factores significantes

del

flujo

circular y considerarlos como un fenómeno que es más la consecuencia del cambio, que su causa.

TEORtA DE SCHUMPETER

15

Por otro lado, Ei tomamos como nuestro puuto de par­

diferente subyacente ( underlying) en el flujo circular, enton­

tida una sociedad con una estructura de clases a la ces

las razones para excluir el ahorro y la acumulación

son mucho

más débiles. Donde existe una clase emplea­

dora diferente basada en la pertenencia

de capital,

en

adición a los propietarios y trabajadores, hay también un fuerte motivo para acumular riquezas aparte de cualquier idea dubitativa sobre la preferencia temporal. Ya no puede argüir que el poder social y el prestigio son

se

el

monopolio de una aristocracia hereditaria; de hecho, desde el momento en que junto a un tipo de interés va la mer­ cantilización de la tierra, es posible para cualquiera que tenga la suficiente cantidad de dinero para comprar su ingreso en la clase propiP,raria. Pero es aún más importante el hecho de que los emplea­ dores, asimismo, constituyen una clase superior, que está basada directamente sobre la posesión de riqueaas acu­ muladas. Más aún, desde que esta clase de puede medir

en

riqueza

s6

unidades de valor abstractas, se deduce

que el estatus relativo de los miembros de la clase supe­ rior se puede calcular exactamente. Bajo tales circunstan­ cias el camino a la preferencia social y al éxito dehe ser visto evidentemente por medio de la acumulación de ri­ quezas; y, considerando el hecho de que el sratus social es esencialmente un problema de posición pcion al y vuelve sob re ella más de una vez.

La ley psicológica fundamental que firmemente se p u ede establecer, tanto a priori por nuestro conoci­ miento de la naturaleza humana, como por los datos de la experiencia, es que los homb res, o r regl a ge­ neral tienden a aumentar su consumo a l crecer sus ingresos, aun cuando no en la misma proporción.9

p

Esta tesis, que la literatura burguesa presenta como un descub rimiento de Keynes, en el fondo no es nueva y hace largo tiempo que se la conoce. Hace largo tiempo se ha comprobado, confirm ándolo repeti das veces, que mientras más aumenta el ingreso, más disminuye la pa rte destinada al consumo. Y no se requiere ser un gran técnico para comprender que la posibilidad de ahorrar no existe entre

quienes nada poseen, los ingresos. 11

J bid., p. 96.

en

tanto que aumenta conforme crecen

31

KEYNES Y LA O CUPACIÓN

Las circunstancias subjetivas que determinan l a tenden­

clases : (o sea, que estimulan el

cia a consumir, según Keynes pue den se r de dos primera, aquellas que incitan a

no

con sumo ( es decir, que reducen

el

c o n su m i r

estimulan e 1 ahorro ) y segun da, aquellas que

de incluyen : grupo

motiv os,

lo. La 2o. La

los

que

ahorro ) . En el primer

incitan

a

no

consumi r,

se

los que estimulan

el

precaución ; previsión ;

3o. El cálculo ;

'1 o. El mejoramiento ; So.

La

independenci a ;

60 . La iniciación s, los espectáculos suntuosos, el levantamiento de arcos de triunfo, etc., diciendo que los derroches que significan, iban a dar a la bolsa de los cervece ros, panastá determinado no sólc por los motivos psicol ógicos de pre feren c i a por l a l i q u i d ez, 1s ino también por l a ma.� a de moneda en ci rculaci ó n . Con fo rnH'

tasa estú vimirnto vuche a

a la

teo ría

de

K c y ncs, p o r consi guiente,

la

l i g a d a a l mov i miento de l a moneda y no al mo­

ap i ta l de crédito. En c'ta cuestión, Kcynes ti·o ría -cu yo carácter erróneo había sido ya d esc u b i e r to por Marx-, de que el n ivel de la tasa e�rá de t e r m i n a do n o por l a oferta y la d emanda de c a p i t al de c r é d i t o, sino por la relación en t re l a pr eferen cia por la liquidez y la ma:,;a de moneda en ci rculac ión . del

c

levantar la

,

La tasa de i n t e rés --dice Ke y nes- no e s el "precio" que po ne a la demanda de recu rsos para i n v e r t i r , en e q ui l i br io con l a a ce p ta ción a renunc i a r a un con­ sumo innH'di a t u . Es d "precio" q l] c eq u i l i b r a el de.', con· duce la lucha contra el socialismo subrayando constante­ mente que tiene una actitud "crítica" frente al capitalismo. Sin embargo, su crítica es una crítica amistosa, es la crí· defecws del modo de producción capitalista,

tica a ciertos crítica

�e no

es

sino una maniobra utilizada para defen­

der a1 capitalismo. Se conduce la lucha contra el socialismo defendiendo la ilusión de que un capitalismo sin desempleo y sin crÍ!Sis, un capitalismo "plan ificado'', un "sistema mix­ to'', son posibles.

El nivel teórico de los trabajos de esa

tendencia es bastante bajo. Esto proviene, desde luego, del hecho de que estudian hasta en su mayor detalle los fenó­ menos superficiales, mientras

se

abstienen de estudiar las

relaciones fundamentales de la producción. Carecen de una concepción sobre la est'ru ctura de clase de la sociedad bur-

52

C R iTTCA A LA TEORf A BURGUESA

gues a . Consideran a la fuerza de traba jo como una mer­ cancía ordinaria, y a las relaciones entre el capitalista y el obre ro , como relaciones entre vend ed or y comprador iguales entre sí. Se yen obligados a tratar de esa manera los pro­ blemas, para ocul tar el carácter antagónico de las contra· dicicones existentes en el seno de la sociedad burugesa . Estas dos tendencias de la e conom ía política burguesa, exp resan las ideas y defiendf'n los intereses de la b urg u eisí a . del periodo de crisis general del capitalismo, no ob stante que perciben la inestabilidad y la debilidad del modo actual de la producción y se dan cuenta también de las fallas de su posición teórica. La hurguesía del periodo de crisis general del capit a l i sm o tiene un estado de ánimo totalmente pei.,imista . Keynes lo ha reflejado con fidelidad . Ha hecho una caracterizaC'ión hastante clara de la burguesía actual, de rn actiYidad y de los mÓYÍles de su conducta, a traYés de las investigaciones psicológicas que realizó. La filosofía eco­ nóm ica de K e y n es es la filosofía de la desesperación. En el momento actual, las teo rías burg u es as sufren la prueba de l a práctica. El gobierno laborista de Jng1aterra, por ejemplo, estable­ ciendo una reglamentación dt las inversiones de capit'ales, trata de poner en práctica 11r doctrina de Keynes, es decir, las ideas de una '\x:onomía capitalista planificada". Y en ' !a práctica se ha revelad� plenamente la esencia de esas ideas : de lo que se trata es de defender el lucro capitalir;ta ( como se ha visto, entre otras cosas, a la hora de la nacio­ nalización del Banco de Inglaterra y de la industria car­ bonífera ) , y de someter los intereses obreros a los i p tereses de los monopolios capit'a listas. Las hechos se encargan de demostrar con claridad que las tentativas de planificar el capitalismo no tienen ninguna perspectiYa. El fracaso de la aplicación práctica del "capitalismo planificado" es la m ejor refutación práctica t am bién , de las id ea s de Keynes y de su s émulos.

CAPITALI SMO,

KEYNESISMO Y SUBDESARROLLO *

RI CAHDO TORRES GAITÁN

l.

Antecedentes

Con el objeto de situarnos en el tema que vamos a tratar, aludiremos a ciertos hechos que dieron origen al pensa­ miento keynesiano, el cual está ligado estrechamente a los estragos de la llamada Gran Depresi ón que tuvo lugar des­ de fines de

1929

hasta los años de

1933-34.

No está por

demás dejar sentado que esta depresi ón venía gestándose desde la Primera Guerra Mundial debido a que la con­ tienda dej ó tras de sí muchos desajustes en lo producti\O y lo financiero.

Apuntaremos el cuadro que prevalecía en víspe ras del estallido de la crisis : "Las señales de la prosperidad del país saltaban a la vista por todas partes. En la segunda mitad de la década de 1920, Norteamérica había encontrado rra ­ bajo para 45 millones de ciudadanos, a los que había pa­ gado 77 mil millones en salarios, rentas, benefic i o.s e intereses, en un desbordamiento de ingrerns como el mundo no había conocido hasta entonces" .1 Veamos algunos de los j uicios optimistas de las per�ona* Publicado originalmente en la revista Problenws del Desarrollo, Núm. l. Mhico, IIEc. UNAM. Octubre-Diciembre, 1969, p. 89- 1 12. 1 Robert L. Heilbroner, Vida y doctrina de los grandes t cono. mistas. Ediciones Aguilar, 1 964, p. 239. ( Trad. del inglés por Ar­ mando Lázaro Ros ) .

53

54

CRiTICA A LA TEO RiA BU RGUESA

lidades más destacadas de los Estados Unidos causados por el desarrollo espectacular del capitalismo. Por ejemplo, Herbert Hoover dijo : " Co n la ayuda de Dios no tardare· mos en tener a la vista el día en que la pobreza habrá

desaparecido de la nación". 2

John J. Raskob, p residente del partido demócrata, escri­ bió un artículo con el t ítulo "Todos debieran ser ricos" . Por su parte el Presidente Calvin Coolidge, en su mensa je de despedida ante el parlamento de EstadOiS Unidos en diciembre de 1 928, dijo : "Jamás ha habido un parlamento en los Estados Unidos de América, que al analizar la situa­ ci ón de la Unión tuviera una perpectiva más favorable que hoy. En el país reinan la tranquilidad y el contento, una relación armónica entre capitalistas y asalariados, no hay luchas por los salarios y tenemos el máximo grado de prosperidad . . " 3 .

.

A su vez el señor Schab, presidente de la

Steel

Corporation,

Betkelkem

declaró : "digo con toda convicción que

se han puesto los cimientos sobre los cuales puede desarro· liarse una prosperidad que excederá todo lo que hemos conocido hasta ahora"!

Similares declaraciones hicieron el presidente de la Ce·

neral Motors

y algunos directores de bancos. Sin embargo, la quiebra estaba "a la vuelta de la esquina" y en octubre de 1929 el mercado de valores se derrumbó, la ruina

alcanzó a todos : se inició con los corredores de bolsa y los propietarios de las acciones que vieron descender el valor de sus papeles. Repetidamente aparecían en los dia­ rios las noticias de suicidiOiS causados por las pérdidas. Muchas fortunas se convirtieron en ruina en un santiamén, al grado de que aquel falso optimismo, aquella miopía para ver el problema del desarrollo de los Estados Unidos se

de

volvió en los meses de octubre, noviembre y diciembre

1929 exactamente lo contrario.

2 lbid., p. 240. a Eu g en io Var g a, La crisis y sus consecuencias políticas. Ediciones Europa-América. Barcelona. 2' ed., 1935, p. 10. 4 /bid. , p. 10. La cita es del ljew York Times del 29-X-1928.

CAPITALISMO Y KEYNESISMO

55

A continuación, las circunstancias dieron origen a frases exactamente inversas. Hubo chistes bien elocuentes ( dice Heilbroner ) que reflejaban este desastre. Entre los más destacados menciona dos : que a quien comprara una acción de Coldman Sachs le regalaban una pistola, y que cuando un individuo llegaba a un hotel a solicitar una habitación,

salía muy atento el empleado a preguntarle : ¿La quiere usted para dormir o para tirarse por el balcón ? Esto

pinta el dramatismo que existía en aquella época. A fines de 1929 podíamos decir, parafraseando a lrvin Fisher cuando describía los efectos de la inflación alemana, que las inflaciones durante el auge se parecían a la situación del individuo que se desprendía de un trigésimo piso, pero que dos metros antes de estrellarse en el suelo aún decía : ¡ Hasta aquí no ha pasado nada todavía !

Esta miopía convertida pocos meses después ,-en los principios de 1930- en dramática, cuando la crisis ya estaba en su apogeo con efectos contrarios, manifestados por los incrementos continuos en el número de desocupa­ dos, contrastaban con los buenos años en que se solicitaba mano de obra y era libre la admisión de extranjeros para subsanar la escasez de ella. La ruina en dos meses fue ·considerable. Según el profesor Heilbroner, desaparecieron 40 000 millones de dólares en valores y a los tres años de iniciada la depresión las inversiones individuales en papeles se habían reducido en 80% . "En el conjunto de la nación la construcción de casas residenciales se redujo en 9 5% . Perdiéronse nueve millones de cuentas individuales de negocios. El volumen de salarios de la nación se redujo en 40% ; los dividendos en 56% y los salarios, en 60%".5

Ahora muchos eran pobres, ya no se oía la frase de que

todos debemos ser ricos. Unas 24 000 familias de las más acaudaladas recibían una corriente de ingresas tres veces mayor que los 6 millones i:le familias de ingresos inferiores y cuyo ingreso promedio equivalía a unas 630 veces el ingreso medio de estas familias h�se, &il¡¡roente dirhas 5

Heilbroner. Ob. cit., p. 243,

-------

--

-- -

--

C R i T I CA A LA TEORiA BURGUESA

56

famil ias, pese a sus pérdidalS de fortunas, pudieron quedar en situación económica desahogada. Pero lo más angus­

El

tioso consistía en la intolerable falta de trabajo. pleo masivo era como un espectro que

se

desem­

p royectaba sinies­

tramente sobre el futuro .

En 1932

1933

y

que

fue el

descenso

mayor

de

la

dep resión, a j uzgar por el desempleo y la penuria, sol ían oírse expresiones como ésta : " ¿ Puede darme por favor,

o

regala rme un café ? "

10

cent'avos,

Había filas de gente

esperando que se les obsequiara una taza de café porque su est ómago estaba vacío. El ingreso había descendido a

39 000

m illones de dólares

o

sea más de la mitad

del

correspondiente en la prosperidad, 4 añ-0s antes. Muchas fortunas se habían desvanecido y el nivel de vida retro­

14

ced ía al de 20 años atrás ;

millones de ob reros sin tra­

bajo deambulaban por el país o sentados por ahí, en cual­

q uier parq ue. El

espíritu optimista se había perdido, el

desempleo era intolerable y no est'aba especificado dentro de los males posibles del sistema econ ómico, tan absu rdo y paradójico

que

contrastaba

con

la teoría neoclásica que

aún predom inab a . Recordemos que e l neocl asicismo sostenía a p i e j u ntillas que el sistema era capaz

de darle ocupación

a todo el

mundo, con la condición de que los salarios fueran flexi­ bles, y que si alguien no estaba empleado no se debía a que careciera de demanda de su trabajo, sino a la nega­ tiva

de acepta r

biendo,

un

pero acorde

factor que

se

salario inferior al con

su

que venía perci ­

p roductividad

marginal .

abarata sustituye al factor caro y si

el

El

trabajo

enca recía en relación al capital, la solución pa ra aumentar su empleo era disminui r el salario real . Esta teoría susten­ taba que el sistema económico era capaz de distribuir todo el ingreso generado en j usta p roporción a la aportación de cada factor, distribución tan equitativa que razón para c olll5i derar que existía explotación

en

no

había

el régimen

de producción capitalista, ya que, gracias a la libre com· petencia, cada factor

productivo

rrespondiente de mg rern

en

percibía su porción

función

co·

de su aportación al

57

CAPITALISMO Y KEYN ESIS!\10

prod ucto social.

En

consecuencia, los neoclásicos creían ha­

ber desmentido la teoría ma rxista estaban

a

de la exp lotación,

cuando

punto de obtener el más grande mentís de la

histo ria a este re�pecto.

2. El gran probll'ma : el desl'mpleo A

pa1ti r de

1934,

sidente Roose\ el t,

con l a política del

el

New Deal

del Pre­

gobierno de Estados Unidos

había

reconocido que la magnitud de la depresi ó n estab a fuera del alcance de la capaddad privada para remedi arla, en­ traban en el quinto año de l a dep resi ó n y la acti vidad privada no daba m uest ras de reabso rbe r a los desempleados . Era necesario que grandes inversiones reanimaran la eco­ nomía para sumin istrar demanda, llegándose a la conclu­ sión

de q ue sólo el

gob ierno podía

Keyneis estuvo en los Estados

U nidos.

h acerlo .

El

m i smo

En Washi ngton hizo

una decla ración ap remiando al gobierno a que ampliara el programa rooseveltiano. La parecía insuficiente que

12

o

15

10,

m illones de dólares que el gob ierno estaba invir­

tiendo pudieran resolver el p roblema. Había que "cebar la bomba" como se decía en los periódicos, es decir, echa r más dinero a la circulación con el objeto de crear de manda y esti mular al sistem a .

Keynes h a b í a escrito que el papel hacienda

consistía,

en

de un ministro d e

e s as c i rcunstancias,

en

llen a r

de

billetes infinidad de botellas y sepultarlas muy hondo en el suelo y si era posible aprovechar los socavones de las minas y luego taparlas con el objeto de ver si así se estimu­ laba la invensión privada pa ra dar l a ocupación de :,acar aquellas botellas con

b i lletes.

Enterradas

esas botellas

a

una gran p rofund idad la i n iciativa p rivada pod í a estimu­ lar el empleo, pe ro claro, Keynes decía que a esto debería no se encontraba otro remedio. El p rop onía en primer lugar que era más cuerdo invertir en obras públ ic as,

llegarse si pero que

si eso fallaba,

extremo que

se

debía

llevarse la política a tal

llegara al entierro de botellas con hilletes

58

CRiTICA A LA TEO RÍA BURGUESA

para crear incent ivos en destapar hoyos, promov iendo así la ocupación.

También

se

propuso, como si stema para distribuir in­

gresos, que h u biera individuos que fueran por delanre abriendo aguj eros y otros detrás tapándolos a fin de crear fuentes de empleo . Con la ayuda de la expansión monetaria y del gasto público ya en el in greso en

1936 EUA

había recuperado

50 % , pero el desempleo a ún subsi stía para

9

millones de hombres y no fue sino al sob revenir la Segun da Guerra Mundial, al elevarse los gastos del gobierno de 10 mil millones, allá por la crisis, hasta

103 mil millones de

dólares, cuando quedó eliminado lo grueso del desempleo.

Pero si el problema angustioso consistía en sostener un volumen de gastos que permitiera a la econ omía garantizar una demanda efectiva suficiente, después, con el gasto de guerra, se creó exacramente el fen ómeno contrario,

o

sea

presiones inflacionarias crecientes, hecho que ocasionó pro­ puestas para una política de menor gasto y de mayor ahorro .

Loo empresarios, cuando esta b a en auge la política roo­

seveltiana, no entendían que la finalidad del gob ierno era ayudar al mundo de los negocios privados e interp retaban esa intervención del estado como una intromisión que ame­ nazaba

a sus intereses.

El mundo capitalista al que se

deseaba salvar, era adverso a la política de gasto expan­ sionario y a la inrcrvención del estado en la economía, no obstante que con esta política pretendían la subsistencia del capitalismo. Los empresarios argüían que el estado inva día campos que sólo debían correspon der a la empresa privada y con­ sideraban que los de rechos de los empresarios y el respeto a la p ropiedad privada empezaban a sufri r socavami entos y q ue esto era más perjudicial que reanimar el sistema.

Le atribuían a esta p olítica de gasto público designios de carácter socialista, y la inversión privada en vez de res­

ponder

se

rerrajo, por considerar que la economí a

se

en­

filaba hacia el socialism o . Sin embargo, las autorida des concluyeron que ante la desesperación de aquellas masas que por trel5

o

cuatro años pad ecie ron

el d esempleo, no

CAPITALISMO Y KEYNESISMO

59

podía ni debía aplazarse m ás esta situación. El Estado, presionado por los problemas que el desempleo pl anteab a , llegó al convencimiento de que con esta política eco n ó m i ca salvaría a la empresa pri vad a , conservando el régi men de producción.

Además

para

el

gobierno

no

era

sólo

un

problema económico sino político y social que le i m pelí a a d optar una política que perm iti er a eliminar el de�mpleo

al máximo, aunque a los capitalistas parecía no impor­ tarles tanto la solución del desempleó cuanto el que dicha solución sencillamente los encaminara hacia el socialismo. Posteriormente los capitalistas camb iaron de opi n ió n al convencerse de que era un grave error situar a Keynes en el mismo campo que a los socialistas, al darse cuenta de que aquél sólo deseaba sacrificar una parte para salvar el todo Es preferible, les decía Keyn es, que agotemos nues­ .

tro saldo bancario antes que a nuestros ciudadanos. El objeti vo consistía en fortalecer a la economía capitalista

eliminando el desempleo ; el instrumento, la inversión pú­ blica, aunque fue ra abriendo hoyos que otros deberían tapar.

El medio concreto para realizar esta política de inver­ sión pública debía ser el déficit presupuestario financiado

con préstamos de la banca central. Estas inyecciones de in gresos monetarios generarían demanda, ya que ante la alta oferta de

merc a n cía s

almacenadas

o

que

podían pro­

se

ducir a corto pl azo em plean d o recursos en paro,

dicho

incremento de in greso s monetarios no se tra duciría en aumento de preciOIS, en todo caso u n leve incremento de precios aumentaría las perspectivas de las ganancias,

es­

timulando así l a inversión pr iva d a y la demamla de mano

de obra. Además, con una política de dinero barato se creaba un estímulo más a la inversión pr iva d a reforzando ,

así l a absorción de los d esemplea d os. reflacionaria.

Esta fue la política

CRiTICA A LA TEORtA BU RGUESA

60

3. La

in1uficienáa de {,a demanda efectiva

En el análisis de esta situación el problema fundamental

el punto de vista sustantivo de Keynes fue el de haberse referido al papel de la demanda efectiva. Por tal motivo,

o

concentró su atención sobre la teoría de la ocupación y del ingreso. Partía de un hecho : el capitalismo maduro tenía una tendencia persisrente a incrementar el consumo en una proporción menor respecto al ingreso, a consecuencia de ello, acusaba una tendencia persisteHte hacia el mayor incremento del ahorro y lo peo r era que se carecía de in· centivos para que aste ahorro fuera invertido. La teoría keynesiana puede resumirse en un cuad ro, con todas las limitaciones de este tipo de exposición, que sólo incluye las ideas fundamentales. Cuando habla Keynes del consumo obseffa que a medida que el ingreso aumenta, el

consumidor

va Eatiisfaciendo sus necesidades más ur­

gentes con tendencia cada vez más acentuada a consumfr un porcentaje menor de su in greso, convirtiendo el resto

En est e aspecto se basó en la conocida "ley Engel'', llamada así en honor del economista ale­ m án Lo ren ts Ernest Engel que la descubrió.6 Concluyó

en ahorro . de

que el capitalismo

es

capaz de generar un volumen impor·

tante de ahorros que por no ser íntegramente d�tinados a la inversión afectan el nivel del consumo y reducen la demanda efectiva. El obstáculo : el ahorro ( como habían supuesto los neoclásicos ) versión. traron

no

se

convertía

totalmente en in­

Los economistas suecos Linda! y Myrdal encon­ que el ahorro y la inversión no necesariamente

coincidían, porque la igualdad conocid a era

ex

post y no

ex ante. Se observa que el ahorro c rece más que porporcio­ nalmente al ingreso, a medida que éste aumenta, y que no todo el ahorro

se

convierte en inversión, creciendo menos

ésta que aquél. Por este hecho queda un vacío, una dife­ rencia,

que

reducción

6

al no ser invertida

de éste

dism inuye

el

reduce el ingreso y

la

ahorro en los periodos

Diccionario económica de nu.estra tiempo, p. 212.

61

CAPITALISMO Y KEYNESTSMO

siguientes

hasta nivelarlo con la

del descenso en el nivel

porque al supe rar la prod ución se vuelve

inversión, pero a cambio

de empleo.

Lo

anterior sucede

oferta global a la demanda efectiva la incosteable. En esta forma

se

cuenta de que la crisis que agobiaba por los años

dieron

30, se

debía a que el sistema había sido capaz de crear un gran aparato prod uctivo, para el cual no

se

encontraba demanda

suficiente cuando operaba a toda capacidad, y a

que al

sobrevenir la deisocupación, baja más la demanda, se retrae más la inversión y vuelve a repercutir negativamente sobre el in greso y el empleo dado por los efectos inversos del multiplicador. Si el in greso aumenta en forma sosteni da, diferencia entre cia,

surge

una

el gasto total y el ingreso . Por esta diferen­

continuamente

crece

la

cantidad

de me rcancías

no

vend idas y representadas por incrementos de inventaria& No es ahorro en

el sentido auténtico porque no

se

invierte ,

ya que el aumento de existencias no tiene efectos multi­ plicadores de ingreso ni aumenta la capacidad productiva . La "ley sicológica fundamental", como la llamara Keynes, tuvo para él, como complemento, lo siguiente : Descu brir que la desocupación era involuntaria lo con­ dujo a reconoce r la falsedad

del principio clásico de la

ocupación plena, que aun defendían los neoclásicOIS. Negó también la "Ley de Say" porque resultaba evidente que

no tod o

el ingreso era gastado.

Para los clásicos y los neoclásicos, el ahorro e ra igual a la inversión, porque uno y otra estaban regulados por el tipo de interés. Si éste era alto, en corto plazo incremen­ taba el aho rro y a la inversa, por lo que nunca había escasez de ahorro ni problema para invertirlo todo si

Ee

aceptaba la taJSa de interés del momento. Keynes demostró que no siempre todo el ahorro se in­ vierte y que a su vez puede haber una inversión superior al ahorro, tal como sucede con el

déficit gubernamental

financiado con expansión monetaria. Al m ism o tiempo de­ sechó la teoría de que la tasa de interés regulaba la oferta y la demanda de fon dos. Consideró que el

poder

públi co

62

CRITICA A LA TEO R1A BURGUESA

estab{I. obligado a intervenir y en estas ideas suyas se inspiró la política rooseveltiana del New Deal, pues antes

de ésta existía la arraigada convicción de la abstención

del Estado en los asuntos económicos. Aunque siempre hubo regulación por parre del Estado, nunca Ee le concibió como empresario, como inversionista. Pero ante el desempleo sin solución, el Estado decidió invertir en lo que fuera, con tal de promover y sostener el empleo al mayor nivel. Para Keynes la tarea del Estado era bien clara : cubrir con gasto público la diferencia entre la demanda efectiva y el in greso generado. Para esto fue su gerido el empleo

de varias medidas : a

) Inte rvención del Estado con p ropósitos de fomen­ tar la ocupación .

b ) Efectuar inversión pública para distribuir ingre­ sis y crear demanda, financiada con expans10n monetaria y, si era p reciso, ren unciar al patrón e

)

oro. Reducir la tasa de interés para estimular la in­ versión privada aun cuando dicha tasa llegara a cero . Se consideraba al rentista como elemento retardatario.

d) Promover grandes obras públicas aunque colec­ tivamente no fueran las más útiles pero que dis­ tribuyeran ingresos y generaran demanda, alen­ tando así el multiplicador del empleo.

e ) Aun resultaba aconsejable n acionalizar in dustrias que estuvieran en paro. Como fuente de i n g resos se aconsejó el déficit presupues­ tario sin perjuicio de una política impo�itiva que capa· citara al Estado a contrarrestar su défici t continuo. A Key­ nes finalmente le sucedió con su análisis lo mismo que a David Ricardo y a Schumpeter, quienes concluyeron que el sistema tenía que cambiar, pe ro desvi aron su atención hacia l a solución del Pstado económico estacionario el pri­

mero, o hacia un socialismo evolutivo el segundo. El único que precisó qué clase de sistema debía suceder al capita-

CAPITALISMO Y KEYNESISMO

63

liism0¡ fue Carlos Marx, mientras que Keynes concluyó q_u e el capitalismo aún tenía probabilidades de expansión. Eso es atribuible en parte a ciertos errores de enfoque de Keynes como son : lo. Buscar la causa del fracaso del capitalismo en la es­ fera de la circulación y la distribución y no en las rela­ ciones sociales de producción. Po r ello sólo propuso medi­ das para incrementar el empleo y la demanda, pero de nin­ guna manera cambios que atacaran la raíz de los males del capitalismo. Se le acusa de haber eludido la acción de los monopolios cuando el Estado ya había reconocido sus efec­ tos nocivos al dictar leyes antitrust, en Inglaterra y EUA . 2o . Dar mucha importancia a las relaciones que existen entre ahorradores e inversionistas y no al conflicto entre capitalistas y asalariados, ya que es evidente que la falla del sistema radica en las relaciones entre patronos y asala­ riados. Po r lo tanto, los últimos factores determinantes dPI sistema no son, como él supuso, factores psciológicos (corno las propensiones al consumo, las perspectivas de utilidades y la preferencia por la liquidez ) , sino relaciones de pro­ ducción perfectamente establecidas y facto rPs tan concretos corno la disminución de los salarios reales para ampliar los márgenes de las ganancias. Las defi ciencias del sistema se deben a que las empresas están perfectamente planifica­ das con fines de ganancia, pero hay anarquía en la produc­ ción global que enraíza en dichas relaciones y en la lucha competitiva. En concreto Keynes no pretende afectar las bases del sistema, sino simplemente prolon gar su funcio­ namiento. Le preocupa el desempleo y no la injusticia del sistema, por tal razón debía favorecerse todo lo que contri­ buyera a crear empleos sin importar que fuese mediante reducción de los salarios reales o con sacrificio del pequeño rentista . Si le inquietaba la defectuosa distribución del in­ greso era porque comprimía el consumo y el empleo . Ante los escasos efectos de la expansión ( llamada política reflacionana porque ante el desempleo se traducía más en aumentos de la del)landa que de los precios) se consideró falsa la teoría cuantitativa del dinero al no operar los efecto'

64

CRÍTICA A LA TEORfA BURGUESA

inflacionarios de la expansión monetaria con desempleo. Sólo con pleno empleo se produce la inflaci ón. Sin embargo, debía favorecerse a los asalariados porque gastaloan en con ­ sumo todo su in greso así como a los empresarios que in­ vertían y creaban empleos. El Estado debía continuar su política de gasto compensacorio . Veamos el modelo keynesiano de conj unto. 4) El modelo

y sus fundamentos

Los factores determinantes del sistema econ ómico son de tres clases. l.

Las cmidicioncs, que se suponen dadas a un corto plazo : a ) la estructura social, que determina la distribución del ingreso, b ) la cantidad y destreza de la mano d

pro ductiva y deman d a soluciones

a

,.. _

' 1

de la

e3tructura

problemas que sec u ­

larmente se han incubado y desarrollado

en

las z o n a s m a r ­

arrullaron p rimero. Sus prcbkrn as y l a s

solncione:- p ropia'

cuyas t a rras esencialmente consisten en

e l i m i n a r los

gi na das del progreso y explctadas por los pa íses que

Sf'

des·

p a r a eli m i n a r el a t raso e c o n ó m i co requieren de l a r go pl azo.

t á�ulos

que

se

oponen

a

l a m o d erniza e i ó n

r a , a l a indust ri ali zación d e

sus

de

m a er i a s prima>',

t

ob,.

la a g ricnlt u ·

al

mejo­

ram iento d e las técnicas de prod u c c i ó n y a l a i ntegr aci ó n

de l o s ;o.e rv icios

básicos

y, corno co rola r i o ,

l a s relaciorn•s d e p ro d ucción exi"tentes . El crPcimiento y el desarrollo

d i frrf'ntes que cor re spo n c k n

se

a

t ra n s fo n n a r

real i z a n en

a est ru rl u ra s bit·n

dos

plano'

disti nta0•

U n o , e l crecimiento econ ómico, se obtien e d e n t ro t l e

una

la que el n ivel de actividad pasa rl e u n plano

que

pstructura econ ómica q u e h a roto l as trabas fr udalf's y en

d i c h a estructura esencialmf'nte s e alt e e

r

:

a

otro

el o t ro . el

llo econ ómico, d e b e d e moYf'n:e de un n i vel

de

cin

desarrn·

o r ganizaci ó n

a o t ro d i fr rf'nt e y superior que i mpl i q u e cambios estructu· rales

--o

sea. sustitución de una organización por otra . En

lugar de la desocupación involuntar i a pro p i a de los paí;:es

desarrollados, en los sub de;:arrolla d o s existe u n a Pleva rl a df's·

ocupación disfraz a d a que tiene caráctn c r ó n i c o . Mientra" que en los p r i m er os se t rata d e util i z a r factores d e p r o d u c ció n ya existentes, en los segun dos hay ue

c r f' a r l os

y ademú"

a d iestrar l a man o de ob ra en diferentes n iveles. Aquél l a 0

so n economías monf'tarias, d e ocupación o d t'socupación , y éstos se caracterizan ad f'más de por el alto empleo

rlidra­

z a d o , porque aún existen unidades d e a u t o c o n su mo , e "caso c apital y amencia de cmpresa riado.

El amb iente y la estructura no es similar para que po·

damos aplicar el mismo análisis y las mismas medidas a dos casos diferentes . Consi dero que es más útil la teoría

clásica que la keynesiana para economía s con alto subem­ pleo, característica esencial del subdesarrollo . En

caso

es

n i n gún

mejor aplicable el siguiente párrafo de Keynes :

"sosten d ré que los pgstulados de la teoría cl ásica sólo son

i8

C R ITICA A LA TEORfA BURG UESA

aplicables a un caso especial, y no en general, porque las condiciones que supone son un caso extremo de todas las posiciones posibles de equilibrio.

Más aún, las caracterís·

ticas del caso especial supuesto por la teoría clásica nos muestra que no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos, razón por la qu e sus enseñanzas engañan y son de-­ sastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales".13

Creo que este p árrafo se puede aplicar desde el punto de vista

del subdesarrollo, para

una situación tan especial

como la que corresponde al mundo en que nosotros vivi­ mos . Por lo tanto, nos corresponde estudiar y resolver nues­ tros problemas aplican do el instrumental teórico y analítico recogiendo del pensamiento ajeno aquello que juzguemos más conveniente. O tra limitación del keynesismo para los países subdesarro­ llados es que ha surgido para combati r la desocupación cí­ clica y lograr el empleo pleno en países opulentos. En nues­

tros países no es un problema absorber desoc.upación in­ voluntaria aprovechando la capacidad productiva ocfosa que no existe, sino que el p roblema radica en eliminar la ocupación disfrazada y absorber la desocupación secular por falta de equipo . A este respecto el economista hindú B. K.

R. V. Rao14 nos dice que el incremento del ingreso vía multiplicador que muchas veces se ha querido aplicar a to­ dos los países

se

traduce, en

ec.onomías sub desarrolladas,

en aumento de p recios más que en ingresos reales, porque los incrementos de ingresos monetarios sólo tienen el efecto de aumentar los precios plantean do p roblemas en vez de

resolverlos. Aduce como causa que la elasticidad de oferta ante incrementos del ingreso monetario no genera oferta y sí demanda que no pue de ser satisfecha deñido a q u e el

1ª J ohn Maynard Keynes, Teorúz general de la ocupación, el interés r el dinero. Fo n do de Cu l tu r a Económica. México-Buenos Aires, sépúma edición en español, p. 5. ( Tra d . de Eduardo Hor· nedo, revisión de Angel Martín P é rez ) . 1 4 "La Inversión, la Renta y el Mul t ipli c a dor en una Economía Subdesarrollada'', en La economía del subdesarrollo. Colecoi ón de A. N. Agarwala y S. P. Singh. Editorial Tecnos, Madrid, 1963, p. 175.

79

CAPITALISMO Y KEYNESl Si\10

aparato productivo está fu n dam e nt almente estructurado sobre

la b ase de economía ru ral, cuya elasticidad de o fert a no puede responder al incr emento de la demanda provo c a da po r un a expan sió n monetaria. En consecuencia, los incre­ me nt o s d el in g res o monetario no tienen el mismo efecto que c u and o se trata de economías con alta desocu p ació n en l as que el problem a su ele radicar p rec isa m en te en que la demanda ha fallado.

Es exi den te que en los países más desarrollados las clases dominantes están conformes con su est ructu ra económica y sólo pretenden regular su funcionamiento con el fin de al­ canzar un crecimiento autosostenido. Su problem a consiste en fomentar la demanda necesaria que pe rmi ta el empleo de

los recursos exi s tent es y su continua a cumul a ción

.

La d es o c upa c ión inv oluntaria está asociada a una eco­ nomía de libre empresa, a una economía de cambio, a una economía industrial con elasticidad de oferta y generalmen­

te con exceso de c ap a ci dad en industrias de _!:> ienes de co n sumo. A esta circunstancia se debe que cu a lquie r aumento ­

de ingreso se convi erta

plo

en

aum ento d e l a d em anda , del em­

y de la oferta a c o rto plaz o. Por lo que en realidad

rige u na ley anti- Say :

es

al demanda la que crea la ofe rt a

y no la oferta a la d em anda .

En concreto, se trata de dos grupos de países : los que as­

pira n al crecimiento dentro d e su status, enfrentando de s aj ustes de corto plazo, y los que

­

buscan elimina.r los obstácu­

los que im p i den el desarrollo de las fuerzas productivas lo que i m p l ic a , ante t o d o, cambios radicales que req uier en u n

pla zo tan largo como el necesario para eliminar el retraso secular. Se enfrentan más bien a dese qui lib rios entre los sec­ tores urbano y rural, entre las diferentes regiones de cada pa ís y a de sequ ilib ri os crónicos frente al exterior. Estos p a í

ses ante todo tratan de el i mi na r el alto subempleo que

la dinámica del crecimiento de

p ro ductiva y

"'

-,

�/tjóO r�'I-, que impide ap �fi.ll!i '?( � la població n com !Íu�.:fllJc :co 1

deseq u ilibrio entre el crecimiento de la fuerza de y el escaso equipo de p rod u cci ón



-

/

como mercado para los pr o d ucto s, dad

el

/

'�1 e 'H ·>

Desde un enfoque similar podría objetarse alguno otro

:�

los supuestos

.,pecialmente,

la

en

que descansa

suposición

de

el modelo,

que la

y,

acaso

inversión

opera

im forma automática, sin rezagos debidos a ajustes ne­ En ese y otros

cesarios y aun a desajustes inevitables.

aspectos prevalece un mecanicismo, por desgracia frecuente en ciertos análisis económicos, que en buena medida pre­ condiciona sus resultados. _A. Fainisky considera que "la conclusión

más importante. . .

( ya que

Cr son, a su vez, también constantes ) , lo que

y

es

una

magnitud

ritmo

del

s

crecimiento

consiste en que el

garantizado

constante

significa que el desarrollo estable que asegura el empleo total es posible -según la teoría del profesor Harrod­ únicamente en el caso de que el ingreso crezca en una progresión geométrica . . . " o sea a un ritmo cada vez más 11

E. D". Dornar, Ob. cit., pp. 18-19. 18 J. C. Jauger, A m erican Economic Review, marzo de 1954, p. 59. Cit. por A. Fainisky, e n Crítica de las teorías neoclásicas y keynesiana ( Ediciones Historia y S oc ieda d ) , México, 1967, p. 70.

C RÍTICA A LA TEORÍA BURGUESA

101-

rápido.19 El mismo autor, tras de recordar que, como

se

ha señalado a rn en us modelos agregados -indica el profesor Pc rroux, refiriéndose precisamente a los de Ha rrod, Domar y Hicks---- que no prestan ya grandes servicios a la po· lítica económica de los países desarrollados, son com­ pletamente inadecuados para los países subdesar rolla­ dos . . . Es conveniente criticar esos modelos en forma explícita y analítica porque están demasiado difun­ didos . . . , [y] son peli grosos para las economías mal arti culadas, dependientes y que sufren ese in j ustifi­ cable desperdicio de fuerzas humanas que resulta pro­ vechoso para las clases dominantes.

La

liberación completa de estas economías neces i ta

no

sólo de energía polírica ; exige t ambién herramientas intelectuales apropiadas, que sólo podrán ser forj a ­ da.> por l o s mismos interesados.2 1

Si

bien tal afirmación es incontrovertible, pa rece igual­

mente innegable que el sistema de análisis Harrod-Domar ha ej ercido

bastante influencia,

sobre todo en los plan­

teamientos oficiales en boga en no pocos países subdes­ arrollados, derivando a menudo en inaceptables y tenden­ ciosas simplificaciones, que a la postre sólo han servido para

j ustificar

la

depen dencia

tecnológica

y

financiera

1 cspecto al exterior, y la incapacidad de la clase domi­ nan te para movilizar y u tilizar mejor los recursos dispo· nibles. La influencia i...

de que hablamos se ha

producido

veces di rectamente y, acaso en mayor medida, al través

2a Una cnuca interesante en torno a esos problemas es la de Adolph Lowe ; "Structural analysis of real capital formation", en, Capital formation and economic growth. Princeton University Press,

1955.

2 4 Los modelos matemáticos del crecimiento. Cit. por Jorge Bravo Bresani en Desarrollo y subdesarrollo, Lima, 1 967, p. 112.

d q

r

1\ I I f

LAS ÚLTIMAS DÉCADAS [)S O·

�,

y

)· I· l· a

107

de planteamientos teóricos y recomendaciones prácticas que no sería difícil encontrar en los trabajos de econo­ m ista s como Arthus Lewis, Nurkse, R0senstein.-Rodan , Mandelbaum, Leibenstein, Kind leberger, y aun Tinbe r gen, Prebisch, Singer, Myrdal y otros. Incluso no han faltado quienes, atraídos prob a ble m ente por la si m plicidad del modelo, pretendan utilizarlo con fines de planificación, como si las transformaciones es­ tructurales que ésta supone pudieran escamotearse y sus· tituirse con sencillas combinaciones aritméticas y un buen �quipo de computadoras electrónicas.

5)

Los modelos de Kaldor y Sra/fa.

No pod ríamos detener nos, en este pequeño li b ro , a examinar los supuestos en que descansan y el modus ope­ randi de otros modelos macroeconómicos formulados en años recientes ; nos limitaremos a hacer una breve referen­ cia a dos de ellos, a saber : los elaborados por los pr ofesores Nicholas Kaldor y Piero Sraffa. Kaldor parte del señalamiento de que el análisis teó­ rico del crecimiento económico no debe limitarse a tomar como parámetros la propensión al ahorro, la corriente de innovaciones y el aumento de la población, y a estab lecer las relacion� que supuestamente deban darse entre ellos para hacer posibl e una tasa sostenida de desarrollo global. Hoy se conoce que tales parámetros no son variables inde­ pendientes respecto a la rasa de crecimiento de la produc­ ción, sino que ésta es el fruto de "l a interacción recíproca de fuerzas que sólo pueden representarse adecuadamente en forma de sim ple s relaciones funcionales, más que a tra­ vés de relaciones constantes." Con base en algunas de esas relaciones funcionales -que de ser posible deben com­ probarse empíricamente-, el profesor Kaldor construye un modelo en el que la tasa de crecimiento del ingreso real del isistema depe n de, cuando la ocupación es constante, de los cambios en el nivel de p rod uctividad, y cuando es

C R iTICA A LA TEORÍA BURGUESA

103

variable, de la acción combinada de dicho factor y de la proporción en que se modifique el volumen de la po­ blación econ ómicamenre activa.

El modelo de Kaldor puede considerarse si milar al de Harrod-Doma r, aunque

en ciertos aspectos exhibe moda­

lidades propias que lo apartan de él, y en gene ral de la corriente keynesiana . ,El p ropio autor señala como ras­ gos específicos, a la vez que supuestos importantes análisis, los siguientes :

1)

Que en

de su

una economía en expansión, el factor que

en un momento d ado limita el nivel general de produc­ ción

la d isponibili dad

es

de recursos y no la

demanda

efectiva ; lo que implica conúdcrar que, en un modelo

de

c recimiento a largo plazo, no puede t rabaj ar�e sohre la hipótesis del equil ib rio keynosiano, en que hay subemplco de recursos.

2) El modelo n o distingue entre los cambios en !a téc· nica y en el nivel de product ividad que puedan resultar de alteraciones en la relación capiral-trabajo, de aquellos que procedan lación

de ciertas innovaciones. Supone una estrecha

entre

la

acumulación

y

el avance técnico

y

re­

un

estado de cosas en que la lentitud o rapidez de tal avance expresa, respectivamente, una baja o una alta tasa de for­ mación de capiral .25

3 ) El mofor principal del proceso económico es "la 25 A d i fe renc i a de otros au tor e s , que asignan al av a nce tecnoló­ gico el carác ter de una variable i ndependiente que opera al mar· gen y aun por encima d e la acumulación de capit al , el profesor Kaldor califica tal posición de " arbitra r i a y superficial" y expresa : " . . . en vez de suponer que una tasa dada de i ncremento de la productividad se a t r ibuya a un progreso técnico que, por así de­ cir, se sobreimpone al c re ci m i ent o de productividad res ul t a n te de la acumulación de capital, po stular emo s una sola relación entre el crec im ien to del capital y de la productividad que incorpora la in· fluencia de ambos factores". N. Kaldor, "A model of economic growth'', The Economic /oumol,, Londres, diciembre de 1957. ( Casi todas nuestras referencias al modelo del profesor Kaldor se b a s a n en el examen de este ensayo, del que, a la vez, proceden las citas textuales que hacemos de opiniones del autor ) ,

LAS

úLTIMA S DÉf:A D A S

109

aptitud para absorber el avance técnico, combinada con la decisión de invertir capital en los negocios". Para que la producción crezca -señala Kaldor- es preciso que lo haga también la capacidad de producción, lo que a su vez supone cierta confianza t'n que el mercado se en;:.anche . O en otras palabras, el crecimiento sostenido requiere que la producción aumente a consecuencia de la inversión y que ésta lo haga, a su vez, en respuesta al incremento de la producción, lo que en realidad exhibe la interacción de las dos funciones esenciales del modelo, es decir : la de progreiso técnico y la de inversión . Esta última descansa también en cierros supuestos que, en ref'umen, "impli­ can . que la inversión de cualquier periodo sea función, por un lado del cambio habido en la producción en el periodo previo, y por el otro, del cambio en la tasa de ganancias del capital invertido . . . .

.

"

4) La política monetaria juega un papel "puramente pasivo", en el sPntido de que l a tasa de interés se mueve, a largo plazo, de acuerdo con la tasa de ganancia, y. por último,

5 ) El modelo no comidera los desplazamientos en la selección de técmcas que puedan rnsultar de cambios en la importancia relativa ele las urilidades y los salarios y de alteraciones en la tasa de ganancias, o específicamente, en la tasa de interés. La aplicación del modelo a la realidad capitalista per­ m ite, según el profesor Kaldor, observar que el o;; i stcma ha recorrido dos fase.3 cuyas características difieren apre­ ciablemente entre sí. En la primera de ellas se opera un gran incremento de productividad, elevándoflf) en forma "dramática la función de progreso técnico" y con ella el ahorro, la inversión, la relación capiral-producto y la tasa de crecimiento demográfico, en tanto que los salarios rea­ les quedan a la zaga del aumento de productividad y de las ganancias. Mas a partir del momento en que el capital alcanza el nivel "deseado", el comportamiento del sistema cambia

1 10

CRiTICA A LA TEORíA BURGUESA

sustancialmente : aquí ya no son las ganancias un exce· dente sobre los salarios sino más bien éstos los que se con­ vierten en un residuo, o sea en la diferencia entre la pro­ ducción y la tasa de ganancias que resulte, "a la manera keynesiana, de las propensiones a invertir y ahorrar." En adelante, l llevar adelante su J!rÍtica a la economía ma r gin 11 li st a , debería Sraffa aceJJCar su

j

4

LAS

ÚLTIMAS

Df;CADA S

115

aná l isis al de la teoría tradicional, en algo así como un régimen de coexistencia pacífica. 3 1 Napoleoni, por su parte, al

mismo tiempo que reco­

noce que "el gran interés teórico de este análisis. . . con­ siste en el retorno explícito SU!I

aspectos

a

la tradición clásica --en

ricardiano-marxistas-. . . ",

comenta

que

el

sentido en que Sraffa emplea conceptos tales como el de beneficio, salario, consumo y otros es diferente, y aun sostiene que, para salvar las contradicciones en que in­ currieron los clásicos, el autor " . . . lleva su análisis com­ pletamente fuera de la teoría del valor-trabajo . . . en la

\1 • �", como pa rece más evidente en Marx, se encontraha

,!H :J rigen de las dificultades formales de la teoría clásica".32 ., . El hecho, empero, es que el análisis de Sraffa implica

?Ói

retorno a la tradición obj etiva : al estudio de la mer­ E ancía, de la p roducción como el centro del proceso eco­

y de las relaciones de traba jo como relaciones El beneficio deja de ser la "j usta" retribución de la "abstinencia" o la "espera" del capitalista y reaparece nómico

sociales.

como un exced entt>, como una parte del valor creado por el trabajo.

Y a partir de ese momento, aunque el razona­

miento l ógico de Sraffa no mentación

histórica

se

semej ante

acompaña de una funda­ a

la

ofrecida por

Marx,

el fenómeno de la explotación entra de nuevo al escenario teórico d e la economía y obliga a

dar una explicación

racional de la ganancia.

Es bien sabido que, en una economía capitalista, los precios se desvían de los valores correspondientes debido al efecto que ejerce la tasa de ganancia. Pues bien, " . . . si puede demostrarse -señala Meek- que la tasa promedio de u tilidades ei;tá dete rminada por . . . razones de traba­ jo . . . , podemos

concluir. . .

que las desviaciones de las

3 1 Véase el comentario de Roy F. Harrod a Proclu ction o/ commoditties . . . aparecido en Economic ]ournal, Londres, diciem·

bre de 1961. 3 2 Claudio Napoleoni,

Barcelona, 1964, p. 178.

El pensamiento ectmómico en el siglo

xx,

CRfTICA A LA TEORfA BURGUESA

116

razones [o relaciones] de los precios de equilibrio respecto a las razones de trabajo incorporado, son a su vez una función de cantidades de 'trabajo incorporado'. . . 'Sraffa postula precisamente la misma relación entre la tasa pro­ medio de utilidades y las condiciones productivas de su secwr estándar (o tz'.po) que Marx a su vez p01Stula entre la tasa promedio de utilidades y las condiciones producti· vas en el sector de "composición orgánica de capital pro·

En realidad, lo que ambos economistas tratan de demostrar es que, dados lOIS salarios, la tasa promedio de utilidades, y por lo tantó las desviaciones entre las

medio".

razones de precios y

las

de trabajo incorporado,

están

determinadas por la razón de trabajo directo a trabajo indirecto en el sccror cuyas condiciones de producción representan una especie de 'pro medio' de las prevalecientes en el conjunto de la economía".33

33

/bid. , pp. 20 y 22.

EL REFORMISMO SOCIALDEMóCRATA DE JOHN STRACHEY* ARTURO GUILLÉN * *

"Es muy posible que alguien conve ncid o de la victoria final del soc ialis mo, se p onga en

cambio a l servicio de la lucha contra el m is­ mo. El conocimiento de las leyes del devenir

de la soc ieda d que da el marxismo garan­ tiza si empr e una superiorida d al que Jo hace suyo, y los más peligrosos, entre los adve rsa ­ rios del socialismo , son seguramente los que han sabo re ado mejor el fruto de su conocimiento". RUDOLF HI LFERDI NGl

!



Marxista en su j uventud, ministro de Guerra del gobierno in glés en la posguerra, John Strachey es autor de una vasta obra que el presente trabaj o no preten de analizar exhaus­ tivamente. Sus fines son más modestos. Se trata de evaluar * Publicado originalm ente en la revista Problemas del Desarrollo Núm. 30. México IIEc. UNAM Mayo-J ulio de 1977, p. 26-58. * * Versión a m pliada y corr eg i da de la con ferencia sustentada el 29 de septiembre de 1976 en el ciclo de "Te o r í as Con temporáneas

del Capitali smo", o rganiza d o por el Seminario de Planificación y Desa rrollo de la Facultad de Economía de la U N A M . Mi re cono · cimiento a los compañeros Fernando Rosa, Clara Aranda y Gregorio Vida! por los comentarios hechos al presente texto. 1 Rudolf Hilferding. Prólogo. El capital financiero. México, ediciones El Caball it o, 1973.

117

1 18

CRfTICA A LA TEORfA BURGUESA

críticamente sólo dos de las ob r as más importantes de

per i odo «revisionista» : El

capiJ,alismo contemporáneo

su

{ 1 956 )

y El fin del imperio { 1959 ) . 2 Amb as constituyen una unidad y rep re sentan su visión de conjunto de la fase imp erialista del capitalismo. Por la importancia de los tem a s abordaré sus ideas sobre los siguientes aspectos, que son am plia m en­ t e tratados en s u s trabajos : 1)

Los c a m bio s en el funcionamiento de las leyes del ca­ pitalismo en la fase actual. 2) La pauperización del proleta riado, bajo el cap italismo . 3 ) La inestabilidad del sistema y su te n d en ci a a las crisis gen e r al es de sobreproducción . ·

4 ) El i mpe r ialism o y el problem a colonial ; y 5 ) El carácter del estado capitalista y la transic ión al socialismo.

Strachey y la «lnternadoruzl Re/ormisw» A primera vist a po d ría parecer que el e x a m en de los tra­ ba jos de John St r achey acerca de las teorías contem po r á ­ neas del capitalismo, tiene un interés secundario. Pero re­

sulta todo lo contrario . La ev al u ac ió n de su obra r ev iste gran importancia teórica y política ya que sus plantea m i en ­ tos han influido poderosa ment e en los parti d os socialdemó­ cratas de la « l nte m a d onal Socialista» que agrupa a toda 2 Algunas de las obras de Strachey son : La amenaza del fascismo. Madrid, 1934. The co m mg struggle for power. London, Gollancz, 1936. Teoría y práctica del, so dalismo. México. UNA, 1937. What are we to do. New York, Ran dom House, 1940. El gran desperta r ; del imperialismo a 'la libertad, Buenos Aires, Asoc. Argentina por la Libertad, 1963. The challenge of democraey, London Encounter, 1965. ¿ A dónde va el capitalismo ? Vilassar de Mar, España, Eds. de Occidente, 1 965 . Naturaleza de las crisis, México, Ediciones El Caballito, 1973. Algunos de los pocos trabajos en los que se evalúa críticamente el pensamiento de Strachey son : Alonso Aguilar, Eco11-0mÍa política y lu r ha social. F.d. Nuestro Tiempo, México, 1973. Karata ev y Ryndina. Doctrinas económicas, t. 2. Editorial Grijalbo, México, 1964. Oskar Lange.





EL REFORMISMO DE STRACHEY

1 19

una gama que va desde el Partido Socialista de Fran�ois Mitterand de Francia, hasta el partido gobernante de Israel, bastión ideológico del imperialismo norteamericano. Lejos de ser un cad áver político, l a so cial demo cra cia ei;; una fuerza política real y actuante al servicio de la burgue­ sfa, que controla o participa en los gobiernos de varios paí­ ses capitalistas importantes ( Alemania Federal, Austria,



Portugal, Israel, entre otros ) , además de mantener una con�iderable influencia orgánica e ideológica en el seno del proletariado . últimamente la socialdemocraci a ha demostra­ do un creciente interés por extende r su radio de acción de rn tradicional ámbito europeo a América Latina. En mayo de 1976, se celebraron en México y Caracas sendas reuniones de la Internacional Socialista (o más apropiadamente, la In· ternacional Reformista ) , en las que aparte de asistir sus líderes más connotados : Willy Brandt de Alemania Fede­ ral, Olof Palme de Suecia, Mario Soares de Portugal, Bru­ no Kreiski de Austria, etcétera, también participaron los en­ tonces presidentes de México y Venezuela, Echeverría y Pérez ; los representantes de los partidos burgueses latino· americanos : el PRI de México, Acción Democ.rática de Ve­ nezuela, Partido Liberal de Colombia, Partido Radical de Chile y Partido de Liberación Nacional de Costa Rica. Este interés fu e refrendado con la visita al gobierno de México y a la sede del PRI del líder socialista francés Fran�ois Mit­ teran d.

El carácter burgués de la socialdemocracia no es algo nuevo . Como Lenin señala, el surgimiento del oportunismo en el 'eno de las organizaciones obreras, su abu rguesamien· to y la traición de los partidos social-demócratas de la Se­ gu nda Internacional son fenómenos estrechamente vincu­ lados al nacimiento y desarrollo del imperialismo : En nuestro siglo no se puede prescindir de las masas ; pero en la época de la imprenta y del parlamentaris­ mo no es püsible llevar tras de sí a las masas sin un �istema, ampliament e ramific.ado, metódicamente apli· cado, sólidamente organizado de adulaciones, de men­ tiras, de trapicheos, de prestidi gitación con palabrejas

.... (

CRíTICA A LA TEORíA BURGUESA

120

populares y de moda, de promesas a diestra y sm1es­ tra de toda clase de reformas y beneficios para los obreros, con tal de que renuncien a la lucha revolu­ cionaria por derribar a la burguesía .ª En ese sistema "sólidamente organizado de adulación y mentiras" la socialdemocracia ha jugado un papel central. Bujarin, uno de los principales teóricos bolcheviques, la con­ sideraba como uno de los apa ratos ideológicos del estado b urgués en la fase imperialista . Según él : La traición de los partidos socialistas se expresó direc· tamente en su paso al serv_icio del estado b ur gu é s, en su verdadera esratización por este estado

imperialista,

su transrfomación en «secciones obreras» de l a máquina militar. La estatización de estas organizacioen

nes tuvo como equivalente i deológico la peculiar esta· tización burguesa de la mentalidad p roletaria .� La

sodaldemocracia contemporánea no sólo constituye

-como en los tiempos de la 11 Internacional de Bernstein y Kautsky con la que rompieron Lenin, Rosa Luxemburgo,

Liekbnecht y otros líderes del marxismo revolu ci on ario

­

una alternativa reformista de la burguesía para hacer fren· te al ascenso del movimiento revolucionario mundial ; es un verdadt>ro aparato estatal, sólidamente ramificado, que jue­

ga un rol de primera importancia en la reproducción de la

i deología burguesa en el seno del p r olet ar ia do

.

Por l a influencia que tiene en los sectores más rezagados de los trabajadores desde el punto de vista de la forja de una conciencia proleta ria, y sin descartar las posibilidades de ali anza en algunas luchas por demandas de carácter de­ mocrático-burgués, la lucha a fondo contra las posiciones de los partidos y líderes so cial de móc ra tas es una tarea que

3 V. I. Lenin. "El i m p e t•iali smo y la escisión del socialismo". en El im perinlismo y l.Js imperi.alistas. Ed. Progreso. Moscú, p. 119. 4 Ni colai Bnjarin, Teoría económica del periodo de transición . Córdoba, 1972, Cua d e r nos de Pasado y Presente Núm. 29, p. 24.

..

EL REFORMISMO DE STRACHEY

121

los marxistas y las organizaciones revolucionarias deben realizar sin tregua. Tan importante como la lucha-teórico­ ideológica en contra de las posiciones burguesas más abier­ tas y reaccionarias es la desmistificación de los cánticos dulzones de los «liberales» socialdemócratas.

La «última etapa» . . . de la socialdemocracia

..

Corno la mayoría de los pensadores revisionistas que em i g r an del marxismo para servir a los intereses de la hurguesía, Strachey tiende al eclectisirno y trata a toda costa de combinar y eq u i lib r ar su abierto y evidente anticomunis­ mo con la presunción de segui r siendo marxista.5 Conserva el materialismo histórico como método de análisis, reconoce la importancia de . la s aportaciones de Marx y Engels al t rabajo ci en t ífico , y en su crítica a los teó ricos bu rgueses más trasnochados y reaccionarios se ve en la necesidad de recurrir al rnarxisrno.6 5

El anticomunismo clarea por doquier en los trabajos de Strachey.

Por ejemplo, no sólo califica de «débil» la política de «al borde de la guerra» de Foster Dul les, secretario de Estado del presidente norteamericano Eisenhower, sino que considera qu e a pesar de que en su opin ión el imperialismo ca¡J'italita está desapareciendo, "el mundo desarrollado está dividido en los grupos hostiles del comu· nismo y del capitalismo ; el mundo subdesarrollado se divide, ora por uno, ora por otro. Ni siqwiera puede imaginarse nada más des­ c abellado que el despojarnos de una defensa a rmada en un mundo como éste". El fin del imperio. México, 1962, Fondo de Cultura Económica, p . 258. En El capitalismo contemporáneo compara el

fascismo con el comunismo y señ ala que "ambos han contenido un grado de compulsión mediante la violencia física, y todo lo que acompaña a esto, a m a n era de constricción mental, a n te el cual el mundo todavía retrocede horrorizado". El capitalismo contemporá­ n e o. Fondo de Cultura Económica, pp. 175- 1 76.

G Esta actitud de Strachey queda en evidencia , por ejemplo, en su c rítica a Karl Popper y la «escuela antihistoricista». "Debo a d m i t i r -dice- que me a ferro a la anticuada concepción, que el profesor Popper y sus p artidarios tachan de ' rea c c io na r ia y mís­ tica' de que si se quiere cambiar y mejorar algo, no es una mala

idea,

ante

to¡! (" r o t u d i i r cómo se dc�arrolló y cuál

es

su significa_;iÓn

122

CRÍTICA A LA TEORÍA BURGUESA

En el capítulo segundo de El capitalismo contemporáneo, sin duda alguna el capítulo más important& de esa obra, Strachey nos da la baie sobre la cual giran todas

sus ar­

gumentaciones en torno a su teoría de la última fase del capital ismo . De manera resu'mida, las principales t esi s sos­ tenidas en esa parte de la obra son las siguientes :

1 . La competencia c api tali sta conduc.e a una economía control ada po r "gra n de s y p o c as unidades económi­

cas". Tales unidades gigantescas son actualmente las instituciones económicas dominantes, aunque en al­ gu n a m anera u:p. ive rsales , de n uest ro periodo".7

2.

La dominación 'de las economías capitali stas p o r unas cuant as gran d es emp resa s no sólo es un cambio de ·

3.

grado sino que afee.ta la naturaleza misma de la com­ petencia, pues "los precio s de ser los datos objeti­ vos que se alreran automáticamente sin la intervención de ninguna voluntad humana, se convierten en obje­ t os que pueden ser alterados dentro de cierws límites, por l as decisiones con sc ie nt es de ciertos grupos de hom­ bres [ . . . ] y en la medida que este poder ( sobre los precios ) existe p ermite a tales firmas afecwr el ni­ vel de sus propias ganancias" .s El alto gra d o de concentración ahon d a el desarrollo desigual del sisrema "en dos campos, primero respec­

to de las dist int a s actividades de cada do, respecto de un país en relación con

4.

país y, segun ­ otros países".9

En la «última fase del capitalismo» se a gravan los desequilibrios y el sistem a se vuelve más inestable por­ que "una economía de gran d es y p oc a s unidades tien­ de a p e rde r el meca n i smo a u t orre gula do r tosco pero eficaz, penoso pero efect ivo en última instancia, de la erap a ver da de ra m en t e competitiva del ca pi t ali sm o" . 1 0

presente y futura. En un a palabra su historia". John El fin del imperio. O b . cit., p. 390. 7 John Strachey. El capitalismo. . . Ob. cit. , p. 27. 8 /bid., p. 35 y 36. 9 /bid., p. 37. lO /bid., p. 40.

Strachey.

EL REFORMISMO DE STRACHEY

123

5. Debido a ello el estado debe intervenir en la econo­ mía, mantener la demanda total, evitar las tendencias inflacionarias, influir en la distribución de los recur­ sos produc,tivos y emprender, inclusive, la produc-1 ción directa en diversas actividades económicas . 6.

El «capitalismo contemporáneo» agudiza el proceso de separación de la propiedad y control de las empresas. "Nació la clase moderna con categoría de accionis­ tas [ . . ] Y esre nuevo género de seres tuvo y tiene la característica distintiva de que poseen, pero no di­ rigen, la masa principal de la ac,tividad económica del país. Otro nuevo géne�ro de hombres, el de los gerentes y directores, que dirigen pero no poseen, tuvo en consecuencia que nacer".11 .

7. Los gerentes y directores de las grandes empresas ya

no buscan obtener la máxima ganancia, porque "si hubieran intentado dirigir las empresas gigantescas de nuesrros días de acuerdo con la tradici ón estricta de los capitalistas individuales, buscando, con unidad de intención elevar al máximo sus utilidades, habrían desgarrado todo el tejido social en unos poc.os años".1:

8. "La economía se ha vuelto mucho más susceptible a

la medición estadística y, por consiguiente, al con· trol que antes (pues) todo lo mensurable, en cierta manera por lo menos, ha de llegar a ser controla­ ble".18

Como puede verse, la argumenración de Strachey no deja de ser habilidosa pues contiene una serie de tesis correctas acerca del funcionamiento del capitalismo de nuestros días. Reconoce que los monopolios se han vuelto dominantes ; acepta que el proceso de monopolización es irreversible ; aun­ que no profun diza ni siquiera mínimamente en la forma en que opera la ley del valor en la fase imperialista, advierte que el alto grado de concentración y centralización entraña 11 12

lbid., p. 42.

/bid., p. 44.

1 3 ]bid., p. 44.

124

CRITICA A LA TEORfA BURGUESA

no sólo cambios cuantitativos, sino cualitativos ; y, final­ mente, reconoce que se agravan los desequilibrios del sis­ tema. Hasta aquí, ninguna objeción puede ponerse a su aná­ lisis. Pero como podrá verse, ya en este mismo caplítulo des­ liza una serie de elementos ideológicos, que le permitirán , m á s adelante, hacer la apología del capitalismo monopolis­ ta de estado.

Al igual que J. K. Galhraith, Raymond Aron y otros re­ presentan tes c,onnotados del «neocapitalismo », 1 4 trata de convencernos de que los capitalistas dejan de controlar la marcha de las empresas y éstas quedan en manos de los directores y altos funcionarios -de la «tecnoestructura» en términos de Galhraith-, que se encuentran separados de la propiedad de los medios de producción y orientan a las empresas a fines distintos al de maximizar las ganancias.

Strachey olvida que la maximización de las ganancias

no es sólo un fin subjetivo de los capitalistas que se altere porque los dueños del capital puedan de.iar de controlar el proceso de producción, sino también y sobretodo, una nece­ sidad objetiva del modQ de producción capitalista . La com­ petencia incluida l a competencia mon0polística, obliga a las empresas a reducir al mínimo sus. costos de prod ucción y elevar al máximo sus ingresos.

El capitalista -decía Marx- sólo m respetable en cuanto personificación del capi tal . Como tal, compar­ te con el avaro el instinto absoluto de enriquecerse. Pero lo que en éste no es más que una manía indivi­ dual, es en el capitalista el resultado del mecanismo social, del que él no es más que un resorte. Además el desarrollo de la producción capitalista convierte en ley de necesidad el incremento constante del capital H Para una crítica de las teorías del neocapi tal i smo véase : Paul Raran y Paul Sweezy. El car,ital monopolista. México, Siglo Vein­ t iuno Editores ; Paul M. Sweczv. "Teorías sobre el neoca pitalismo"', en El capitalismo mbde rno. Ed. Nuestro Tiempo, México, 1973.

Alonso Aguilar. "El capitalismo opulento de J. K. este m i=o libro, pp.

Galbraith",

en

"

EL REFOR'\!ISMO DE ST R A CHEY

125

invertido en una empresa industrial y la concurrencia impone a todo capitalista individual las leyes inmanen­ tes del régimen capitalista de producción como leyes coerc,itivas impuestas desde fuera.15 Por otro lado, aunque el proceso de concentración y cen­ tralización del capital reclama una mayor división técnica del trabajo que hace que la oligarquía delegue ciertas fun­ cior1es y responsabilidades en una serie de funcionarios (di­ rectores, asesores, técnicos de alto nivel, etcétera ) , está le­ jos a n tidad de mercancías que puede comprar con ese dinero, agotan IJts relac-iones que encierra el salario. El salario se halla determi· m i nado además y sobre todo, por su relación con la ganancia obtenida por el capital : es un salario relativo, proporcional. El salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las demás mercancías ; el salario relativo acusa, por el contrario, l a pa11e del nuevo valor creado por el trabaj o, que percibe el : rabajo directo, en p rop orción a la parte del valor que se incorpora al trabaj o a c u mulado, es decir al capital". Carlos Marx. Trabajo 11 .wlariado y capital. Ob. cit., pp. 86-87.

EL R E F O R l\ I I Sl\10 DE ST RACIIEY

133

prácticamente estable a lo largo de un siglo ( clt·sde la mil ad del siglo X I X hasta mediados del siglo actual ) . Aparte de insuficiencias técnicas y metodológicas, las estadísticas del in greso nacional son un instru mento inade­ cuado para demostra r la validez o invalidez de la teoría de la pauperización relativa, curre otras, por las siguientes razones : · · · J ...

1 ) Incluyen como salarios los sueldos de los altos directivos de las empresas monopolistas y del estado, los que lejos de estar regidos por las leyes que determinan el valor ele la fuerza de trabajo son forma s de distri hución de la plusvalía. 2) Dejan de lado el hecho de que si bien la partici­ pación de los salarios perman ece estable, con forme se desarrolla t>l capitalismo se• agudiza la contra­ dicción fundamental apropiación p r ivada-produc­ ción social y el número de proletarios que per­ ciben el mismo porcentaje es cada v e z mayor mientras que el nÚm C' ro ele capitalforas que usu­ fructuan la plusvalía es relativamente menor. 3) I gnoran que los sala rios que reciben los trabaja­ dores el e! comercio, l a banca, la bu rocracia, los servicios, y e n general, los sectores improdurtivos que se expanden enormemente en la fase imperia· lista, constituyen transferencia de plusvalía gene­ rada en el sector productivo de la economía en procesos d e producci ón anterioref•is ac tual es pr o p i a m e n te l a c risis del capitalismo m o ­ nopolista de estado, una cris is d o fase que muestra que la parti­ cipación del estado capitalista en el proce'o de acumulación du capital no sólo tropieza con serfo, obstá culos para enfre n tar ron éxito las contradicciones del modo de producción ca pitalista, sino que es, en buena medida, una de las causas, principales de los problemas actuales". "La crisis cap italista. Auges efímeros, de­ pre&ión prolongada". Revista Estrategia, Núm. 13, l\Iéxico, p. 43. 3 5 Durante la depresión 1 974-75, por ejem plo, los sala rios reales d e los t rahajadon·s norleamerica110' rlt·sc cdinon 97'', lliid., p. 3 1 . · : u Snhrc l a s trabas a la ac1unulación, véarn del autor. "Obstác ulo:;

CRiTlCA A LA TEORiA BURGU ESA

1 38

La tergiversación por pa rte del

señor Strachey de la

teoría marxista y su negación de la ley de la pauperiza­

ción relativa es, no cabe duda, la exp resión de su integra­ ción absoluta a los intereses de la bu rguesía mundial y el imperi alism o .

La

vze¡a

hiswrw

de

un

idílico capitalismo

sz,n

cr1s1s

En la explicación de la tendencia del capitalismo a caer cíclicamente en crisis generales de sobreproducción y su incapacidad para asegurar la ocupación plena de la fuerza

de trabajo y los medios de producción, Strachcy nos repite el m ismo cuento : si el sistema se dejara a su propia lógica se volvería cada yez más inestable . . . . la actiYidad económica

--afirma--, tanto en lo�

capitalismos de competencia como en los de la última etapa, si se aban donan a sí mismos, debe oscila r

am­

pliamente, con tod as las consecuen cias soci ales, polí­ ticas y humanas que tales amplias oscilaciones Jeben tener.

Y esto es

prin cipal

rusí, en el fon do, porque el en granaje

de tales sociedades, la fuerza

que

nnW\ t '

rod as sus demás pa rtes, son las decisiones de inve r t i r d e sus empresa rios ( industriales o col ectirns ) .

Bajo un

capital�smo n o modi ficado ese engranaje principal impulsado p o r e l ganancias. 37

motirn

d e la

Sin embargo, como ya � a liemos, chey el cap i tnliw10

se

a

obtención

e�

·

1 1 1 1 1

EL REFORMISMO DE STRACHEY >

transferencia progresiva del p o de r (a los asalariad06 ) es, en mi opinión, un hecho inequívoco".61

par­

ro en ·va rsc �n

su

ria y actúa 1 a ri a

¡

duc

1 1

-

3

Aunque la lucha por la democracia representativa se enfrenta a la tenaz resistencia de los oligopolios, llevará lenta, gradual pero firmemente al socialismo, a un «so­ cial i smo democrático» diferenre al «totalitarismo de los países comunistas» que concilie la propiedad social con las libertades individ uales .

-qm.

no hay que dudar - concluye democracia, si puede conservarse

ureis,

C>cie. la

; leeco ­

155

a

Strachey- que la sí misma, transfor­

mará de hecho el capitalismo de la última etapa hasta

1

hacerlo desaparecer de la existencia.62

1tra

En primer lugar, es necesario señalar que el tránsito del cap i tali sm o de la fase de la libre competencia al i mperi al i smo, lejas de conduci r a la d emocrati zación del poder político refuerza su carácter de clase. En el terreno de la estructu ra social, el proceso de concentración v cen­ t ral i zac i ón del capital si gn i fica el traslado del poder de la b u r gue s í a en su conjunto a la oligarquía financiera, su

tal-

estrato dominante.

lifu-

los líos, :ión

una

En la fase i mp e rial ista

se

refuerza y

se

ensanchan enormemente los aparatos i deol ó gi cos y represi­

gar

:re.

vos del estado, debido principalmente a la agudización de

las

la lucha de clases y las contrad icciones del capitalismo ; la e x ace rb a ci ó n de las pugnas interimperialistas, la necesidad de mantener bajo su control a los pueblos subdesarrollados

�ia

en

lo .

1

as

1

el la

del m undo ; y, a partir de 1917 con el triunfo de la revo­ lución bolchevique, por la influencia decisiva que ejerce el surg i m i ento y desarrollo de la contradicción capitalismo­ socialismo. 6 3 El d esarrollo del imperialismo, la conversión 61

lbid., p. 13. lbid., p. 270. 63 "• • • el imperialismo -decía Lenin-, la época del c apital ban­ cario, la época de los gigantescos monopolios capitalistas, la época de transformación del cap it alis mo monopolista en capitalism o mono· polista de estado, revela un extraordinario fortalecimiento de 111 62

CRiTICA A LA TEORÍA B U RG UESA

156

es de la sociedad y aparecer co mo un pode r n eutr o situ a d :> por encima de ellas, la clase domin ante se ve en l a necesidad de ofrece r ciertas concesiones a las m asas e i n c l u so de llevar a cabo, cu an d o la s i t uación econ ómica o po l íti ca lo permita y rec l a m e medidas que afe cten a l a propia ,

bu rguesía.

Lo que Strac h ey entiende com o "transfe rencia del pode r otra", no es más que la expresión de la autorwmía reWtiva del est a d o Como todos los niveles de la de una clase a

.

supe restructu ra, el estado mantiene u n a independencia re­ lativa respecto de l a base económica .n4 La autonomía rel a

-

'má q ui n a del Estado' un desarrollo inaudito de su aparato burocrá­ tico y m ili t a r, en relación con el aumento d e la re pr esi ón contra el proletariado, así en los países monárquicos como en los países re pu ­ blicanos más libres". V. L Lenin, El Estado y In revolución. Edi· ciones en lengu as extranjeras, Pekín, 1968, P- 39. 114 En un a carta de 1890 dirigi da a Blocb , Engels señalaba la relación dialéctica base económica-superestru ctu ra- base econ ómica y cerraba

el paso a los ataques al marxismo que lo acusaban de

·- ----� --

..

-- -

1 57

EL REFOR\1I S1\f0 DF: STR A CH EY

de en

el la el Y

ra 0-

le Ji

•s r s

tiva del estado

es

una autonomía

funcional

tiene que ver con la necesidad del estado

no de clase ;

de actuar en

términos de los interl'ISeS, no de burgueses u oli garcas parti cu lares, sino de la clase en su conjunto . Esta autonomía e!'', por tanto, origen de desacuerdos y fricciones en el sen o de la clase dominante, que apa recen. muchas veces como

con tradici cones entre la bu rgueúa y el estado. Por ütra parre, su concepto de democracia es una visión siglo dieciochesca del problema, comprensible para gritarse e n la Bastilla en

1789

pero totalmente inadecuada para

ex-

plicar el sistema político del capitalismo actual. Strachey hace equivalentes los con ceptos democ racia y libertad . En realidad, cualquier tipo de democracia es la negación de la lihertad e impl ica la di ctadura : la democracia bu rguesa l a d ictadura de la minoría sobre la mayoría ; la demo­ cracia proletaria, dictadura de la mayoría s�b re la minoría . La l i bertad !"Ólo es posible en una sociedad comunista

e.,

altamente desarrollada en la que las clases sociales hayan desaparecido. Por lo común -decía Lenin- se considera que los conceptos 'libertad' y 'democracia' son idént icos y se les emplea con frecuencia el uno en lugar del otro. Con mucha frecuen cia los marxistas n1lga res

[ con

meramc1sta. "Según la con cepción ma terialista de la historia -de­ en última ins ta ncia Marx ni yo hemos si alguien lo tergi­ el elemen to econó­ una frase sin sen­ tido, abstracta y absu rda_ La situación económica es la base, pero las d iversas partes de la superestructura -las formas políticas de la lucha de clases y sus consecuencias, las constituciones establecidas por la e la se victoriosa después de ganar la batalla, etc., las formas jurídicas, filosóficas, ideas religiosas y su desarrollo ulterior hasta convertirse en sistemas de dogmas-- también ejercen su influencia sobre el cuffo de las luchas históricas y en muchos casos prepon­ deran en la determinación de su forma." Correspondencia completa de C. Marx-F. Engels. Tomo II. Editor Rojo. Bogotá, 1973, pp.

c ía- el elemento determinante de la historia es la producción y reproducción de la vida real. Ni afirmado nunca más que esto ; por consiguiente, versa tra nsformándolo en la afirmación de que mico es el único determinante, lo transforma en

,186-487.

CRÍTICA A LA TEORÍA BURGU ESA

1 58

Kautsky, Plejanov y C o mp a ñía al fren t e ]

razonan

precis am en t e así : En realidad, la democracia excluye

libertad, la dialéctica [la ma rc ha ] d el de sarr ol l o l a si gui e nt e : desde e l absolutismo hacia la demo­ cracia b u rg u esa , desde la d em oc r a c i a b u r gu esa hacia

la

es

l a p r ol et ar i a , desde l a p r olet ar i a hacia ninguna . 6 5

Po r a m plio que sea el mar gen de acción que permita la democracia burguesa, la lucha de los t ra b a j a d o re s en los s i ndica to s, en las elecciones y en los pa r lam en t os no puede conducir por sí misma gr a dua lme n te a'l soc i al i s m o . Í.omo lo h a demostrado la experiencia de Chile, n i n gu n a especifi­ cidad histórica ni t ra di ci ón d e mo cr á ti ca p ue d e n obvi ar el enfrentamiento violento entre la burguesía y el proleta­ riado y la ne c esi d a d de sustitui r la di cta d u r a de la b u r guesía por l a dictadura del prol et ar i a d o. Al rechazar esta ley d e la lucha de cl a ses, Sir John St rach ey pone en evi­ dencia su inegab l e militancia rev i sio n i sta y p r oporc i on a lineamie1i tos teóricos invaluables para la política reformista de la socialdemocracia internacional, ahora em ul a a por supuestas razones tácticas y g ra ma tic ales por los partidos «eu rocornunistas» Francia, España e I t al i a . ­

d

de

65 V. l. Len i n , El marxismo y el estado. Moseú , p. 23.

,

,

Editorial Progreso,

EL CAPITALI SMO OPlILENTO DE JOHN KENNETH GA LBRAITJI* ALONSO AGUILAR M.

l)

J)(' /\e 'Jnes

a

Galbraith

En un o de los pasajes p robahlt·mcntc más citados de su Teoría general, afirma K eyn es que

famosa

. . .las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivo­ cadas, son más poderosas de lo que comúnmente se c ree .

En realidad el mundo está gobernado por poco

más que coto.

Los homb res prácticos, que se crs de t ra h a jado­ rcs

sin t>mpleo, no obedeci ó. según Lord Keynrs,

tradicdonrs del

sistema

prod uctivo

sino más

con­

a

bien

a

las

ideas erróneas hasta entonces p r e va l ec ie nt es . El o r i gen del mal esta ha

rn

"los cliísicos" .2

Desde los t iynes, Teoría general. . . , p. 3 1 .

,.

EL CAPITALISMO

DE GALBRAITH

161

podría ser defíciente o excesiva. . . Ricardo conquistó a I n gl ater ra de una manera tan cabal como la Santa Inquisición a España. . . El gran enigma de la de­ manda efecti va. . . se d esva neci ó de la l ite ratu r a eco­ n ó m ica . . . [ y ] sólo pudo vivir furtivamente disfra­ zada en las re giones del bajo mu n d o de Carlos '1 a rx , Silvió Gessel y el mayor Douglas".'

Key nes no

se

i nte resó en indaga r por qué, d esp ués

de

un siglo de fluctuaciones cíciclas en la eco nom ía b ri t án i ca y de casi siete déca das d e c reci entes y cada vez más gra· ves d esa j u ste s económicos en Europa y &t a do s Uni dos, ciertos e con o m ist as si g u i e ro n sosteniendo que el d esempl eo sólo p o d ía surgir excep cional, tr a ns itor i a y parcialmente, en t a nto el p r op i o mecanismo autorregulador del m e rc a d o se encargaba de resta bl ece r el eq u il i b ri o a través de la c o mpeten c i a . Se l i m itó a calificar a tales e cono mist as de "cándidos" " . . . que predican que to d o pasa del m ejo r modo en el más pe r fecto pos i bl e de los mundos, a c o nd ic i ó n de que dejemos las cosas en li bert a d . : ."ª D e sc a rt ó la p o si b ilida d de que lal actitud exp resa ra más malicia que ·

c a nd

i d e z ; divorció las ideas de los intereses c rea das y ni se ac e r c ó -a la manera e n que Ma rshall acon­

siquiera

sejab a a los jóvenes economistas d e s u t iem po recorrer los barrios obreros- al "ba jo mundo"

de Marx, sin dar

éste el c ré di to académico obligado y

aun aludiendo desde­

a

ñosamente a su obra, Key nes tomó de varios economistas los elementos p r in c i pal es de su crítica a la ley de Sa y , p o r lo q u e ésta n o fue, ciertamente, o r ig i nal . 6 Malthus y S i s m on ­ di Ja h a b ía n hecho un si glo atrás y, a ños d esp ués, Marx la redondearía y lleva ría más alJá de u n a v e rs i ó n me rame nt e /bid., p. 43. 3 /bid., p. 44. e A pesar de ello, con frecuencia se subraya la importanda de tal crítica, afirmándose que "Keynes destruyó, y casi sin dejar huella, las conclusiones que habían si do derivadas de l a Ley de Say." G albraith, El capitalismo americano, B a rce lo n a , 1956. •

162

R íTJCA


sta

a

204

C RiTI CA A LA TEORÍA BU RGUESA

nal" y la aparición de la URSS fue, en realidaa, un desarro­ llo C(fpitalisw y que, por lo tanto, requiere de u n análisis de las características específicas del capüalismo. Si nos abstrae· mos de todo lo que separa a "la Inglaterra de fines del si­ ;do X \" I I I y de la Rusia de Khruschev, del Japón del perio­ do Meiji y del Canadá en la época del auge ferroviario anterior a 1 9 1 4, de los Estados Unidos ele Alexander Ha­ milton y de la China de Mao, de la Alemania de Bismarck, y del Egipto de Nasser (p. 13) , seremos incapaces de expli­ car por qué el Egipto de Nasser encuentra en la Rusia de Khruschev una guía más provechosa para su desarrollo eco­ nómico que en la Inglaterra del siglo X V I I I . Si estamos im­ pacientes por menospreciar e! elemento del provecho econó­ mico que existe en la relación entre las economías adelanta­ das y las suborjjnadas ( colo oiales) ( pp. 108- 1 2, 137-38, 1 56) , no podremos deci r nada de provecho con respecto a los problemas derivados drl hecho de que las economías subordinadas son dependientes de otras. Podríamos preguntar : ¿ por qué razón ha de adoptar una persona un enfoque teórico tan evidentemente defectuoso y r.ontraproducente, en realidad ? Podríamos indicar una res­ puesta plausible por lo menos. Por haberlo admitido él mis­ mo, el profesor Rostow no se interesa esencialmente en obte­ r e r u n a teoría del desarrollo económico, sino en escribir un "manifiesto no comunista". A diferencia de otros eruditos y más doctos (no diremos que más capacitados) hombres de ciencia que confrontan objetivos semejantes, él ha pre­ ferido abandonar no solamente las conclusiones y los argu­ mentos de :Marx, sino hasta el planteamiento básico del desarroll o económico tal como lo consideró Marx . Como hemos tratado d.e demostrar, ésta fue una dedsión poco sen sata, purs las curstiont>s marxistas !"on fundamentales para cualquiera que trate de comprender el proceso del desarrollo económico. Lo que se necesita, ,E_or lo menos, es una comprensió;i de las proposiciones de Marx, y el pro­ fe�-0r Rostow todavía tiene qne eleval"SP, a ese nivel.

LAS ETAPAS DE R O STOW

205

II Al h acer un examen de los dogmas principales de la teo­ ría del crecimiento económico de Rostow (si es que acaso se puede decir que propone dicha teoría en su libro ) encon­ tramos que nada nos revela que pueda e,onsiderarEe un au­ mento a nuestro conocimiento de la historia del desarrollo económico o un enriquecimiento de nuestra comprensión d e los procesos que encierra. Pero Rostow nos ofrece algo mu­ cho más ambicioso que "simplemente" una teoría nueva del crecimiento económico ; propone también "una altnnativa de gran alcance, realista y sóli damente basada, a la teoría de Marx relativa al modo como evolucionan las socjedades". Examinemos, pues, este esfuerzo más reciente para arrojar a Marx al cesto de la hasura. Sin embar¡:w, como no es po­ sible, ni sería de provecho escud riñar todas las malas intmo un método de mitificación y os­ curecimiento de T.a reaJülad histórica, o como una

afirmación

subjetiva del hombre en cuanto no se li­ mit.a a ve1 la reaJ,idad sino que V!Xpresa s1i Jtecisión de transformn;rla " •

.

.

e ) "Esta concepción histórica de la �deología permite llegar a dos conclusiones generales : la primera es qu � la idea:. . . de una teoría cientíífico-social sin ideología es una abstracción ahistóric a y puramente racionalista ; y la segunda . . . en que es precisamente

la ideología la que h a de caracterizar la naturaleza beligerante y dinámica de las ciencias América Latina. . . transformándolas en cia/e.• tlel desarroUo " .

,f )

".

.

sodales en

ciencür,a

so­



. . este hecho reviste la mayor trascendencia teórica

y p rácti ca, ya q u� ha posibilitado la desmitificación de /,as ciencws sociales por medio del descubrimiento

de su falsa universalidad . . . y del señalamiento de las líneas ideológicas que proyectan los intereses y sistemas de valores de las naciones dominantes en . . la �conomía capitalista."7 .

En u n momento como el actual, cuando en los círculos aca d émicos del capitalisron se estimula un neopositivismo y • u n tecnocratismo que aparentemente repudian toda ideo­

logía

como algo que contamina y aun envilece y degrada la ciencia, conviene que nos detengamos así sea breve­ mente, a examinar este p roblema, pues para explicar en for­ ma rigurosa el atraso de nuestros países debemos tener cla­ a

ridad al respecto. La crítich a las posiciones ideológicas como expresión de doctrina rismo dogmático e incluso de un fanatismo con·

un

1

A t raso y dependencia . . . , pp. 7-9.

INVALIDEZ TEORfA BURGUESA

297

trarios a la cienci a empezó a cobrar impulso en los años cincuenta y se difundió con amplitud en la siguiente dé­ cada. Con tribuyeron a ello, entre. otros conocidos ensayos, varios de Raymond Aron y, quizá sobre todo, dos libros de Daniel Bell y de Seymour M . Llpset,8 a los que más tarde se agregarían otros de Schlesinger, Waxman, Par­ sons, Sorokin, Rostow y Galhraith. Sería imposible recordar aquí aun los aspectos principa­ les de las posiciones de d ichos autores. Para nuestros fi­ nes, hasta decir que lo que parece esencial y común a ellas es la tesis de que si bien hubo épocas en que las ideologías tuvieron razón de ser, vivimos en otros tiempos, bajo otra organ ización social y en un contexto en que -salvo acaso en los países atrasados-, para comprender y resolver los más graves problemas sociales sólo se requiere «informa­ ción precisa», computadoras electrónicas y buenos progra­ mas que éstas digieran . Bajo el capitalismo que los tecnó­ cratas idealizan, pese a su desdén hacia las ideologías, los problemas sociales básicos están « resueltos», en la «socie­ dad industrial» la lucha de clases prácticamente ha des­ aparecido y el papel que antes correspondió o al menos dio lugar a expresiones ideológicas, , compete ahora a la tecnología y la in geniería sodal.9 La tendencia a despojar a la ciencia social de conteni­ do ideológico no es nueva . En la Economía, la Filosofía y la Sociología la encontramos ya en los teóricos del equi­ librio (Walras, Pareto y otros) que conciben a la Econo­ mía como una ciencia «pura», propiamente matemática ; en el positivismo de Comte, que aúgna a la ciencia la fun­ ción de d escubrir ciertos hechos más que de explicar sus causas, en la escuela histórica alemana de Windenband, Rickert y otros, que defiende la «neutralidad» de las cien­ cias sociales y que, preocupada por «individualizar» el cos The end o/ ideology. On the fifties, Illinois, 1960 y Political

exhau.stion man. The

of political ideas in the social base of politics,

New York, 1960, respectivamente. 9 Véa�e por eje m plo, Paths of american t hough t, Boston, 1963", editada por A. Schlesinger y M. White.

_

298

CIUTICA A LA

TEOI\iA

BU RGUESA

nocimiento, acaba negando la existencia de leyes del des­ arrollo de la sociedad. Se advierte, además, en Weber y Durkheim, cuy a in­ fluencia en la wciología funcionalista contemporánea e s indudable. Weber, a quien algunos de sus defensores su­ ponen ajeno a todos los ismos, cae en un metodologismo al que esencialmente interesa librar a la ciencia de conte­ nido político e ideológico. Lo s juicios científicos son para él neutros ; no son juicios de valor ni postulados que se basen en leyes del desarrollo histórico : son medios de co­ nocimiento que el investigador construye a partir de «tipos ideales», de «modelos mentales», que en rigor no expresan !anto realidades objetivas, sino en última instancia, enfo­ ques individuales que, de paso, llevan a la ciencia «pura» incluso a la impura ideología que Weber rechaza verbal ­ mente, y que en la práctica identifica con la concepción marxista. En fin, Manheim, partiendo de las formulaciones his­ toricistas contrasta las ciencias naturales y las culturales. y en tanto ve en aquéllas cien cias genuinas, capaces de es tablecer verdades objetivas y universales, consi dera que las teorías sociales -incluyendo, desde luego, el marxis­ mo--- sólo pueden ofrecer conocimie ntos limitados, parcia­ les, y en parte inevitablemente erróneos e insuficientes que expresan posiciones e intereses de clases y grupos determi­ nados. De donde resulta un pensamiento inadecuado que adopta la forma particular de ideowgía en los grupos do­ minantes defensores del orden establecido y de utopía en­ tre quienes lo cuestionan y a sp i ran a destruirlo . Pero, trá­ tese de una u otra, la realidad es siempre deformada y carente de ob_j etividad porque nunca se expresa en forma de una verdad absoluta .10 El problema no es, en modo alguno, sencillo. Y aunque el intento de ciertos autores de despojar a la ciencia so­ cial de ideología, en al práctica sólo ha significado a me· nudo rnstituir un a i deología ¡;or otra, no es fácil compren· 10

Karl Manhei111 , ldeu!ogy and Utopia, Londun, 1936.

INVAIJDEZ TEORfA BURGUESA

299

der las relaciones entre lo que es propiamente científico y lo meramente ideológico. Tan sólo en el dominio de la economía -no digamos en el más vasto y complejo de toda la ciencia soC".ial- se advierten posiciones y enfoques muy diversos. Mientras la señora R obinson, por ejemplo , escribe que "la Economía ( la materia emeñada en las universidades. . . y postulada en destacados artículos)

ha

sido siempre,

en

paI!te un

vehículo de difusión de la ideología dominante en cada pe­ riodo y en parte un método de investigación científico . . . " , 11 el no menos prominente profesor Sohumpeter considen¡ que si bien la "Economía Política y el Pensamiento Eco­ nómico" ideología,

casi inevitablemente oondieionados por la el "análisis económico" -concebido como un conjunto de técnicas instrumentales--- es i�pendiente ·y objetivo. 1 2 El propio Schumpeter, sin embargo, piensa que son

"es absurdo" considerar ciertas teorías post-ricardianas como "teorías condicionadas ideológicamente" y

advierte "una

tendencia dominante a abandonar la connotación clasista de las categorías de ti pos económicos" ; reconoce una ven­ taja en tal proyección y cree que la teoría de la utilidad marginal " es una construcción de análisis puramente cien­ tífico sin connotaci ón política alguna . . . ",1 3 lo que clara­

mente muestra que no obstante

su

penetración, no repara

en que tal teoría divorció a la ciencia económica del es­ tudio de las relaciones de producdón y sentó las bases de una teoría de la distribución que, a diferencia de la teo­ ría de Ricardo, acabaría defendiendo la explotación ca­ pitalista. Incluso en el campo marxista, autores como Lange acep­ tan que en la presente etapa dd capitalismo "los economis­ tas burgueses consiguen ( en campos tales como la política monetaria, el estudio del ciclo, la teoría del crecimiento, la 1 1 Econom ic philosophy, London, 1962, p. l. 1 2 Vé ase : J. Schumpeter, History of economic analysis, Neiw York,

1954, pp. 37.38. 1 3 Véase : Ronald

.. I

1972,

3 1 0-3ll,

L.

Meek,

Economía

B

ideoloew,

Barcelona,

CRíTI CA A LA TEORÍA BU RGUESA

300

estadística econom1ca, la

econometría, la programación y

la contab ilidad social ) un progreso científico real, por más que fragmentario." 1 4 Aunque, en rigo r, como observa Dobb , tales «análisis» son a menudo tan sólo estructuras puramente fo rmales sin contenido econ ómico alguno, cuya «neutralidad» y carác­ ter « suprahi�tó rico» derivan en gran parte de su descone­ xión con l a realidad misma, hasta el punto de hacer dudar muy seriamente sob re su carácter de teorías económi cas ca­ pares d e explicar ciertos fen ómenos soci ales, ya que se li­ mitan o

a

es tablecer unas cuantas relaciones elementales, más

menos obvias, que a veces no pasan de ser meras tau­

tologías.15 Althusser, por su parte, también en el campo del marxis­ mo, contrasta radicalmen te la ciencia y la i deología hasta volverlas antitética�, con trapone la ciencia y tífico y materi alista

el

Marx cien­

la filosofía, y el Marx humanista,

a

considerando que la ideología

es

un

"Eistema de represen­

taciones" de imágenes, mitos, ideas o conceptos que cumple sob re todo una función social práct i c a , pero que, a dife­ rencia de la ciencia no tien e una función teórica, t i do de «prod u c i r » conocimiemos Marx ) .

( J,a

en

el sen­

re11olnción teórica de

Se ha cri t i cado a Althu sse r por establ ecer

antí­

tesis abstractas y antidialécticas, por no comprender la ínti­ m a relación entre la

filo5ofía

y la ciencia, por no entender

el p a pel de la lucha de clases en ambas y, en fo rma general, en ra»

la

fo rj a de las teorías sociales y por hacer de la «ruptu­ que él advie rte en el desarrollo d el pensamiento de

:Ma rx a partir d e m enosprecia

la

] 845,

una línea absoluta y t ajante que

ya importante contribución que entrañan los

ill a nuscritos y otros trabajos del 44 y, sobre todo, que impi·

de

apreciar

en

pensam ien t o de

conjunto

Marx. 1 6

u n itariamente la

evolución

del

Qu� Althusser ha ido demasiado le-

1 4 /bid. , p. 332. 1s M. Dobb, Theo ries of value and distri bution since Adam Smith, Lo n d o n , 1973, pp. 4, 1 y 12. 1c Vé ase : M a u r i " e Cornfort h , "Sorne comments on Louis Althus­ Rer's rP p l y to John Lewis" , Marxisrn Today, London, May 1973, p p. 1 39-47 .

INVALIDEZ TEORtA BURGUESA

301

jos al divorciar la ciencia y en pa rt i cul a r la ciencia social de la id eología -no repar an d o en la estrecha relación que suele haber entre ellas-, parece indudable. Y el origen del error puede estar en la creencia de que toda ideología de­ forma y falsea la realidad. "En las soci e dades de clases -dice- la ideología es una repr e sentaci ón de lo real, pero necesariament,e fcúseada, dado que es necesariamente orien­ tada y tendencio s a ; y es tendenciosa porque su fin no es el dar a los hombres el conocimiento objetivo del sistema so­ cial en que viven, sino por el contrario ofrecerles una repr& sentaci ó n mistificada. . . para mant enerl os en su lugar en el sistema de explotación de clase." 1 7 "Se comp rend e tam­ bién entonces -añade- q ue toda ciencia tenga que ro m ­ per, cuando nace, con la representación mistificada-misti­ ficadora de la ideología . . . " Tratándose de la ideología bur­ guesa esto parece obvio e innegable, pero en una sociedad de clase s, a menudo como en ninguna otra instanc i a, en la ideología se expresan los interese s antagónicos e irreconci­ liables de las clases en pugna. Althl sse r, naturalmente , lo toma en cuenta, mas recordando la tesis marxi sta de que "las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante", señala que, bajo el cap italismo, la propia ideolo gía prole­ taria es una i d eología subordinada que, "aun en la prot esta de los e xplotados" expresa "las ideas de la clase dominan­ te". 18 Siendo cierta tal subordinaóón, nuestro autor va, de nuevo, d e mas i ado lejos.19 1 1 L. Althusser, La tina, 1972, p. 55.

filosofía como

arma de la revolución, Argen ­

1 8 /bid., pp. 56-57. , 1 9 Althusser -l'evisa sus posiciones iniciales respecto al problema

..

ciencia ideología a partir de 1967, y en 1974 publica un pequeño libro en cuyas p á g ina s iniciales comenta que después de haber re­ co n ocido que su posición entrañaba un «error» de «teoricimo», ahora se da cuenta de que se trata más b ien de una "desviación teoricista" derivada del propósito de "defender al marxismo" contra las ame­ nazas reales de la ideología burguesa, de subrayar su antagonismo y la necesidad de una ruptu ra y una lucha incesante contra ella. "Pero en vez de dar a este hecho histórico toda dimensión social, política, ideológica y teóirica, reduce su alcance al de u n hecho teórico limi­ tado : a la «ruptura» epistemológica, observable en las obras de Man

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CRÍTICA A LA TEORÍA BURGUESA

El problema parece ser que no es posible "desideologi­ zar" la ciencia social ni acertado pensar que, por fuerza, la ideología, cualquiera que sea su origen, s u alcance y contenido social deba ser una forma de representación que falsee y deforme la realidad . "El problema de la determina· ción social y de la clase es el más importante para conce­ bir debidamente la esencia

del proceso del conocimiento

y, particularmente, del conocimien to social.'' "La obj etivi­ dad del conocimiento social se logra únicamente si se acep· ta conscientemente el punto de vista de la clase más pro­ gresista . . . Un conocimienot social objetivo no puede ser obtenido al margen de la ideología, sino sólo en el marco de la ideología de la clase revolucionaria avanzada. " 20 El esclarecer estas cuestiones es una condición importan­ te para que avancemos en n uestro esfuerzo.

Y no avanza·

remos si nos mantenemos en el infértil y engañoso campo de la ciencia social «pura», pero tampoco si, reconociendo

la presencia inevitable de la ideología, nos limitamos a de­ fen der posici ones que nos parezcan políticamente justas sin

esforzamos por ahondar en el estudio teórico del desarro­ llo . Si bien no debemos rehuir la lucha contra la i deología burguesa, la proyección de esta lucha será mucho más am· plia y su utilidad práctica mayor, si somos capaces de dar­ le una fundamentación teórica rigurosa . . .

"

a partir de 1845. Al hacerlo, caí en una interpretación raci!>nalisfia de la «ruptura> que opone la verdad al error baj o las especies de la oposición especulativa de «la> ciencia y la ideología en general, de­ viniendo el antagonismo del marxismo y la ideología burguesa un

caso así particular . . . En esta escena racionalista.especulativa la lu­ cha de clases estaba prácticamente ausente." Eléments d'autocritique. París, 1974, pp. 14-15. Véase, además, del propio autor : Para una cif,tica de la práctica teórica, México, 1974. 20 L. N. Moskovichov, The end of ideologhy theory: Illusions and Reality, Editorial Progress Publishers, Moscú, 1974, pp. 114 y 119.

LA CONTROVERSIA MONETARISTA. ESTRUCTURALISTA SOBRE LA INFLACióN* HÉ CTOR MALAVÉ MATA

La dependencia econom1ca de América Latina tiene un ámbito defendido por tres grandes vertientes : la comer· cial, la financiera y la monetaria. Esta última, relacionada estrechamente con las dos JJ rimeras, · condensa la subordi­ nación cambiaría y crediticia de las economías latinoame­ ricanas respecto a las economías capitalistas dominantes en términos que restringen considerablemente el financiamicn· to del desarrollo regional autónomo . Los Estados Unidos, predominantemente entre los países de grandes escalas in­ dustriales, imponen a los países latinoamericanos las pau­ tas de una política monetaria congruente con los objetivos de expansión del capital monopolista internacional. El im· perialismo, provisto de artificios tutelares, implanta en la periferia regional los patrones y las fórmulas que rigen la dinámica monetaria en correspondencia con su estrategia de dominación . Las corporaciones multinacionales mantie­ nen diversas actividades de explotación en casi toda Lati­ noamérica con la colaboración activa de organismos ínter· nacionales (principalmente el Banco Internacional de R e­ construcción y Fomento, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo) que realizan trans­ acciones financieras en la región, no sin antes exigir con· * Fragmento del libro Dialéctica de sidad Central de Venezuela.

303 ,. 1

fa inflación.

Caracas, Univer­

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C R ÍTICA A LA TEORÍA BURGUESA

di ciones favorables para las inversiones ext ranjeras y el secto r privado de las mismas economías recipiente5. La po· lítica moneta ria y fiscal de los gobiernos latinoamericanos se orienta entonces conforme a las cláusulas impuestas por aquellas instituciones : la estabilidad cambiaria, el equili­ brio p resupuestario, la rigidez administrativa, la continen· cia en la oferta de dinero, la abolición de los subsidios, la moderación crediticia y la unificación de los tipos de cam­ bio son, entre otros, los elementos exigidos por el sistema monetario del imperialismo para auspiciar el clima econó­ mico que más conviene a las operaciones integradas de los comorcios multinacionales en escala regional . La política econ ómica de los países lati noamericanos es, en tal forma, concebida y realizada bajo el signo de la de­ pendencia . Su carácter subordinado explica tanto el rigor de medidas que benefician a los capitales recipiendarios como la ineficiencia de las mismas en la activación de fac.

tores y recursos requeridos en la superación del subdesarro·

!lo. Por ser una política más ceñida a los dictámenes de las economías dominantes que a las exigencias económi­ cas y sociales propias, sus efectos tien den más a la desnacio­ nalización del crecimiento que a la impulsión del desarrollo autónomo. Como consecuencia de esa o rientación, las eco· n omías con subordinaciones monetarias absorben del exte­ rior in gredientes inflacionarios y raciones de crisis que causan nuevas perturbaciones al subdesarrollo y contribu­ yen a la descapitalización interna, al desperdicio de la ca· pacidad potencial de crecimiento y a la distribución cada vez más regresiva del ingreso con su secuela de desequili­ brios económicos y sociales. No es, pues, una política que tiende a destruir las barreras estructurales del atraso· ni a eliminar los vínculos de suj eción que mediatizan el com­ portamiento de las economías latinoamericanas. La polítba monetaria, específicamente, se incluye en este modelQ. de política económica generalmente inscrito en el marco de la dependencia . De allí rns caracteres impropios, sus atri· butos subalternos y reflej os, sus rasgos imitativos del esta­ tuto que rige la misma materia en los países capitalistas

MONETARISTAS Y ESTRUCTURALISTAS

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avanzados. Ordinariamente el análisis monetario de lae eco· nomías latinoamericanas se realiza con un arsenal teórico que, concebido y aplicado en los países de economías opu· lentas, no corresponde a la realidad estructural de la región :

su enfoque, sus diagnósticos y recomendaciones se basan en ab stracciones y supuestos que desnaturalizan y desvían la solución de los problemas del atraso hacia metas in· compati b les con el desarrollo .

La formulación monetaria ortodoxa, inspirada fundamen­ , talmente por el Fondo Monetario Internacional sobre prin· cipios de estabilización económica y cambiaria, observa que la inflación origina, más en los países subdesarrollados que en los de economía madura, una serie de trastornos que fre­ nan o entorpecen el creámiento económico por efecto del encumbramiento de los precios y la distensión d e los tipos de cambio en el cu rso ascendente del mismo proceso in fla­

cionario. Con esta óptica postula la "terapéutica antiin fla· cionaria" como condición indispensable del desarrollo : la estabilización de los precios y la unificación cambiaria cons­

tituyen el expediente que el citado enfoque erige en requi­ si to previo para superar el atraso y el desequilibrio exterior

de las economías latinoame ricanas. Esa misma concepción confiere preeminencia a los factores monetarios sobre los

factores estructurales d€ntr o de la p roblemática de la

in­

flación y el subdesarrollo. Por tal razón ha sido denomina­

da tesis monetarista. Su análisis no sólo omite la perspectiva

de la dependencia como situación que requiere un trata· miento diferente del tradicional, sino que exalta los elemen­ tos superestruc turales del subdesar rollo y la inflación des­

estimando los factores estructu rales que originan el desequi­ librio econ ómico y la afección infla cionaria en la misma anatomía del atraso.

De las consideraciones anteriores pareco desprenderse que la inflación de los países latinoamericanos no puede revelar, a la luz del análisis moneta rista, su contenido es· tructural ni su �ignificado

conflictivo. Este tipo de análisis

trata exclusivamente los mec anismos, movimientos y ten­ dencia� que se presentan en las esferns de la circ �lación y

306

CRITICA A LA TEORÍA BURGUESA

el cambio, pero no ausculta la esencia de la realidad donde residen las causas fundamental es del proceso Así, en

el

las

inflacionario .

raíces estructurales de la inflación son preteridas

enfoque de sus manifestaciones monetarias. El flanco

débil de la óptica monetarista consiste más en lo que deja d€' enfocar que en lo que enfoca : al eludir no explica, al no explicar alude -cuando más-- a un contenido larvado o sumergido : la alusión monetaria

se

proyecta entonces como

imagen vacía de lo real, como espectro de la reali dad es­

tructural determinante. Una corriente

doctrinaria opuesta

a

esa tendencia hubo

de su rgir como necesidad de estu diar el sub desa rrollo y la inflación

de Latinoamérica con una m etodologra

y un ins­

trumental teórico ap ropia dos a la realidad espec ífica dt> la región . La impropiedad y poca utilidad del en foque clásico en el análisis de

la

neo­

dinámica económica regional

había originado la apMT CA INTERN A CION A L

�8.�

capitales los coloque en la.s mejores condiciones de desarro­ lo, actuando e,omo factor inductor. La descripción de tal esquema puede verse en muchas cbras sobre Ec onomí a Internacional. En nuestro ca;;o nos H'rviremo � de la ya citada obra de M a u ri c e Bye para es­ bozar este esquema .16 En él se concibe el rlcsarrollo econ ómico como el paso por un circuito de fases debirlo a la acción inductor a del capital . Son cuatro fases caracterizadas por la p os i ci ó n de cuatro indicadores económicos nacionales, esto es, balanza comercial, balanza de remun e ración de capitales, balanza de transforencia de capit ales v balanza interna ( Pnternl i d a como relación entre ahorro c . i nversión domésticas) . La primera fase supone un país que se inicia en el cami­ n o rlel de:oa rrollo y empieza a recibir capital es procedentes de lo:; países "inductores" del crecimiento. Este país -lla­ mado nuevo país deudor- se con sidera quf' tiene una ba­ lanza comercial n egativa por ser importador de bienes de inwrsión y d i sponer de poros productos para la exportación. Su balanza dP remuneración de capitales r s negativa por· que toma pré�tamO'•, pr ro 11 0 prf'sta : la halanza dP tran� ferenda el e capitales es posi tiva porque rPcihc rapitales qur Pn ;o 1 1 halanza de pa gos le perm i tm cuhri r los Mfirils df' Jm, dos halanzns a n l r r i o rr�. v por último una balanza interna n egat iva ( ahorro intrrno i n frrior a i nveráón intern n ) por­ cmr una "filarte de su" ir nevm : i n versionf's es fin anciada por rapitales df'l exterior. A partir de aquí se asume que el país irá aumentando sus r :x ¡: ortacionés, n'd rcien d o ;c u s i mportaciones de bienes di' i nYe rsión por dism i n u i r la productivi dad marginal del ca­ pital y también por efecto de lo an terior, i rán reduciéndose sus entradas de capi tal . En tanto, la deuda e x t e rior crece por el necesario pago de intereses y amortizaciones, hasta un punto en que la!' entradas de capital ya no pueden com­ pensa r las !=l y l u r �o repartirlo" . Las cau�as q u r , s e g ú n ellos, p rovocan la m a l a d i ,, t r i h u ­

ción d e l ingre!'o son : e l rápido crecimiento dem,Jgráfi co, l a baja productivi d a d d e la agricultura y o t r a s actividades )' la incapacidad de l a industria para absorber mano de obra . David ! barra y Víctor

L.

Urqu idi -afi rma

el

señor Sol í�­

"con currdan con e"te autor en que las prPoiones demogr á f i . e.as y l a in capaci d a d dPl sector in dustrial p a r a absorber c a n ·

, 1

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t i dades i mrort antcs ch- m an o tlr o h ra , han p rop i c i a d o rl !"'UbPmplro urbano y rn ral con t ribuyen do a la i n equitativa distribución del in grew " . 1 0 Se consi d e ra q u e en la etapa actual el estado drhe apli­

de las desigual dades puede p rovocar tPnsinnes sociales y po­ l ít i cas . Desrlf' el p u n to