Confesiones. Autobiografía íntima y exterior

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Confesiones. Autobiografía íntima y exterior

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PRESENTACIÓN

ritual, asun1e la confesión su máximo valor, y éste es ta nto d e --con10 en el caso de la nlayor cuando p roce Autobio fía íntima que me ho�rro en presentar- de un espídtu Peada pureza y ajeno por rior' dotado de aquilat e . I o1nplet con1o lo p1ueba fehac1enten1ente a trayector ia de su .d o, Vl a, a la falacia y la desviación de la verdad.

s�­

Con el n1ayor desenfado, en un lenguaje delibera da te ase quible y con in1p ecable obj eti vi da d, nos l leva mano, de un modo na tu ra �xento de postura s arti

:ef fi ios�



..

c

y aspavientos- Juan David García B acc a por los distint os . episodios de su eXIstenc1a, en c uya narración va afloran ,

.

d



en forma pa ul atina y grávida de sorpresas, el rasgo más des callante de lo que fue su devenir personal: la tenaz conquista de su auto11on1ía, es decir, del más alto d esignio de t odo ser humano: el poder de decidirse por sí n1isn10 y de actuar en

conformidad con sus propias de termin acio n es tras la c onse ,

­

cución de cuyo propósito hizo gala García Bacca de una

poderosa e indestructible voluntad, con la que logró torcer por completo el curso de su vida, escapando al anillo de

hierro de uno de los n1ás compulsivos dogmatis mos creados

por la mente humana: el fanatismo religioso. La vida clerical que hubo de llevar durante largos años se desenvolvió du­

rante las tres primeras décadas de nuestro siglo en cuyo ,

periodo ejercía, justamente, una implacable hegemonía la Iglesia Católica en su España nativa. Por ello la cuesta sobremanera difícil de remontar y superar.

era

Deformaríamos el itinerario de su existencia, desfiguran­

do las verdades que del modo más genuino nos revela sobre ella, si dejásemos en el aisla1niento la anterior afirn1ación, lo

cual podría prejuiciar al lect or, induciéndolo a pensar que el núcleo esencial de la autoedificaci ón de su personalidad, fue

el de un enfrentamiento obsesivo contra su destino religioso, Y que asimismo el va stisimo e in a preci able elenco de sus múltiples obras tuvo por objeto -por única razón de ser-: la exasperación por desprenderse de aquelJa ideología coacuva con la que sintió, para expresarlo en sus propia s palabras, VllI

que «le habían secado el alma gradualmente», pero de la que si bien abjuró, al hacerlo lo llevó a cabo gallardamente, como puede apreciarse ya en el pasaje de su Autobiografía -que me permito anticipar- en el que a ñade a la aseveración an­

citada una expresión que revela la amplitud de su espíritu y la ausencia en el mismo de toda huella de rencor: «No pon­ tes

go en duda la buena voluntad de mis superiores. Todos ellos, "secos'' también sentimentalmente. La "amabilidad" de ellos y la mía no curaba la común sequedad... ».

No fue, en efecto, el motor de su fecundidad -quizá no

igualada por pensador alguno en nuestro siglo-

ni inuchísi­

mo menos la causa principal de su densa, rica y multiforme obra la lucha interna contra sus creencias religiosas y contra

el ejercic io del sacerdocio, pues en el reino turbulento de su vida interior marchaba, a la par de la idea de Dios, con todas sus implicaciones, un profundo e incontenible proceso

crea­

tivo que se abría en una doble vertiente: hacia afuera en las

infatigables tareas de configuración de obras que se suce­

dían una tras otra sin darle reposo; y hacia adentro en la edi­ ficación de su propia y originalísilna personalidad, en la que temlinó ocupando un puesto subsidiado el dran1a de su fe, el cual abrió paso a la co1Tiente a1rolladora de sus n1últiples talentos para la invención.

i '

Inventar fue -se diría- el oficio pdncipal de García Bacca, a tal extre1no que de él bien podría aseverarse, en un

giro

n1etafórico muy próxin10 a una realidad tangible, que

tal era el vértigo con1pulsivo con el que creaba y con1ponfa sin parar, que casi llegó a ser la n1aterialización del viej o sueño de la máquina del movüniento perpetuo. En nuestra humana naturaleza, la sensibilidad ejerce un

poder

g ravitatolio sobre las funciones espüituales propias los centros superiores del Yo. Son1os irremediablernente

de empíricos: todo objeto que registra el entendimiento hace Primero tránsito por los sentidos. Esta condición nos induce a pensar_ que sólo son inventos aquellos artefactos en los que el hombre ha enmaterializado un plan: ideas que se han ob'

�-·

:;..

IX

. JetJ\'3do

v

que

una vez realizadas se enajenan y las

palpar y manipul(lr. Nos resisli��s por ·



-

. .

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� ein0s

e o u a dmiti r la re ahdad de i nventas s uen c datno ta sin de es. que a ciencia puranlente espuitual y . tt!cnica de donde proceden tooos los objetos artific



.



la h ubiesen sido po sibles -con10 den1uestra larga

iales y con cien dainente García Bacca en alg-i1nas de sus obras fundamenta . les- si el ho n1 bre misn10 no le inventa un nuevo ser a su se r natural y prin1 i tivo: si no parte del n1ás originario y fecundo de sus inventos: la conciencia de su propio ser, su 111 isnli d ad que lo separará para siempre del arún1 al puro y si n 1ple

��

,



sobre l a que descansa -en lo sustancial- su indon1able az;. to110111Ía y el ex cel so don de separarse, con la palanca de Sll voluntad, de la fatalidad de las leyes naturales, hac iendo posi�

ble que el Hon1bre suplante a l a Naturaleza y en su lugar levante la arquitectura ason1brosa de un Reino propio, un n1undo a su medida, i mposible de edificar -con10 se des.

prende del nliento genera l de toda l a obra de García Bacca­ si el h on1b r c se hubiese segui do nutriendo de la idea n1onolf. ticn e incon1novible de un ente sobrenatural que lo creó, y si hubit.�se detenido la nnturnl evolución de su espíritu �nclán­ dose para �ietnpr� en la di aléct i ca «Ü1111utable» del pensa­ n1it�nto arislotélico-ton1ista. de cuyo sisten1a zarpó, justan1en­ te, Gnrcfa Bncca. De n o re ore er co spost al años i z al lecto r cerd.ºt y a s n ó ci a den derac1ones. . unas eonsi una obra natura1 0sos 0 maleados, rnente li c1 a m s lo Para . d e pecad a1nente, o nsec , de rnaliimpre gnad'a ' intrí . roala está - ob ras naturalm h ab er, n1. puede ni debe ente ay, h . o N da d os peca o. T divers amp oco PlleTudM Wn, en grados � . ' � . 't uralmente buenas. Están 1n1pregnadas , ' na de haber obras . ; son santas. cia gra intrínsecan1ente de . Y fim1ar les. lo está conde natura n1alo y o en No hay bu ­ . inoso o santo Es, tie es o pecam nado como herético. Todo ne que ser y debe ser así. ·

'



No hay, pues, hombre natural u ho1nbre inocente . Todos pecaron en Adán y Eva. Y todos están santificados por Jesu­

cristo. Hasta los niños. Como he dicho anteriorrnente , Bergamín notaba en mí,

ya de ochenta años, dosis, erupción, temple de niño, de ino­

cente, y aun de cándido. Es propio del niño tratar todo en el tono, actitud, de juego. Y aunque parezca contradictorio: tomar en serio el juego. Todo: igual jugar con bolitas de barro que con perlas, igual

jugaria con cubitos llenos de agua del mar que con cálices llenos de vino consagrado, si no hubiera más con qué jugar;

jugar a ladrones lo misn10 que a policías. . . Para él no tienen sentido ni la disyunción «Verdadero o falso'> ni la de «bueno o

malo,> ni la de «pecaminoso o sant o)). No toma él el )uego como broma, burla, ni hace chis tes sobre él. Lo toma en serio, sin hacerse el serio. Le es indiferente con qué juegue; tenga cl valor o dignidad que tuviere para los mayores, es serio . He 1n · las s1st1do en esto porque , con10 he dic o h segu' n. a palabras de Berg amí n, a lo largo de ini vida -presenclad, por él durante í casi cincuenta año s- irn\mpen en rn P abras, obras de inocente, de niño . Y el lector lo presen ra en lo que . de m1 VI. da me queda por refenr. ·

·

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·

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24

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-

.

.

Doy por terminado el período de teologado (dogmático, escriturari o) : 1 9 1 9- 1 923. En Cervera. Me (nos) trasladaron a Solsona, donde se cursaban Teología n1oral y Derecho canó­

nico durante dos años. En una excursión al Pireneo n1e dio

una hemoptisis grave. Unos meses para reponem1e, y conti­ nuar los estudios. Mas el médico n1e advirtió -advirtió a mis superiores- que en todo lo restante de 1ni vi da -y la tenía casi ínte gra por delante a 1nis veinticuatro y veinticinco años- había d e tener gran cuid ad o Quedaba expuesto a .

bronquitis, pulmonía, neumonía que efectivan1ente me die­ ron. Hasta dos pul n1onías en 1 947 y 1 990. Y una neun1 onía ,

en 1 99 1 . Y ahora pad ezco de enfisema. Vuelvo al año dedicado

a

Teología n1oral, con Introduc­

ción al Derecho. En Teología inoral entraba como centro lo

concerniente al sexto mandamiento. Al sexo. Con la adver­ tencia de san Alfonso María de Ligorio -según cuya obra de moral se dictaba y estudiábamos- «Materia delicadísima», expuesta a tentaciones. Para mí carecía de interés, comparado con el de teología dogmática. Peligro de tentaciones, advertían el santo y los profesores y el director de conciencia. En aquel tiempo es­ tábamos sometidos a los cuidados espirituales de un direc­ tor de conciencia -al que había que declarar todo lo que nos pasaba: tentaciones, caídas, 111alos pensan1ientos . . . - y a la vigilancia de u n confesor, al que había, claro está, que confesar sólo los pecados. El confesor estaba obligado al riguroso sigilo sacramental; n1as no así el director, que po­ día aprovechar lo que se le declaraba para la disciplina y relaciones públicas. Su silencio era obligación de caballero, de consejero . . .

Dos obligaciones para nosotros . Lo d e director -además de confesor- fue invención de los jesuitas. Con la introduc­

ción gradual del Código de Derecho canónico ( 1 9 1 7) quedó

supri1nido lo de director de conciencia, corno obligación. Y efectiva1nente la mayoría de nosotros ya no din1os cuenta a nadie. Poco a poco se fue introduciendo tal práctica. 25

portanci a -no me lo formulé expre.. no t nía im para mí � u fesar pecado grave alguno; ni dar ma q e con ,, te No te . por la mi. s1na razon samen . E ra inocente y . nc1a , c1e on c t d a n cue . continué c on las dos obligac1ones , corno p ro e � do ndi aun cá muy apreci. a do por los corres.. an . Lo qu e fue r e lo �10 si ya l ente, no por políti dres Lo hice natura m ca Pond1entes. pa . rn0a nm b ta a . gun esen e rep1 · no Para un inocent consc1ente. . eONFESIONES, he de deci rms r . y ade1antando un poco lesna. o la d . e de el enac r t , 16n en s igui s acerdo. que , cuando en el año . de 1a confes1ón general que se tal de la que hablaré, se trató ante y para tal acto de ordena ci ón sacerdotal, noté, y l advirtió nu confesor -confesor de todos-, que conserva� ·

·

'

fu

·

.

ha�ía o

ha yo aún la inocencia bautismal. Que lo sexual era un peligro de te ntaciones y caídas cons­ tituía asunto de vigilancia constante de los padres encargados de todos nosotros: filósofos, teólogos. Así que desde 1 9 1 7 .

Entre nosotros había maleados, maliciosos que traían tal

estado desde antes de entrar en religión. Conversaciones,

contactos, cuentos, palabras . . . sexuales eran y están aún siendo 1nateria natural

-cas i

fisiológica- del estado social,

externo, de las residencias religiosas. Pero tales asuntos surgían de cuando en cuando, aun es­ tando en religión algunos. Referiré un caso, rogando al lec­ tor excuse lo mal sonante, inaloliente, del caso. Estaba hace años -en 1 9 1 5 muchos años distante del moralista ( 19241925)- en la huerta del colegio con dos condiscípulos. De repente les dio por hablar de las clases de pedos. Yo me sonreía. No hablé. De sde siempre -acéptese el inciso- lo sexual ha tenido para mí un matiz de risible de juego. Poco de serio. U no de los dos tuvo remordimiento y se o ó c nfes al padre, Y acusó al otr o. Al día siguiente fueron expulsados los dos· A rnl, por · ocente, me conserv ro m a n. Caso de vigil ancia .



,,

p

"6

años. Hacia 1 920 -de teólogo corfl noticia de ue se había expul s o d ad q

1�n muchos

:re �0reside�cia la

gi a casi todos los

26

:

e.

alumnos porque «habían convertl ,

la sotana en faldas». Confieso que yo no entendí gran de tal as u n to. Lo en ten d e rl a de moralista, en 1 924.

cosa

Nuevo caso de vigilancia.

�e> tal vez, postulante ( 1 9 1 1 - 1 9 1 7) y hasta 1 920, de

teólogo, u n padre reconia los dormitorios por la n oche y se

fijaba dónde tenía mos las manos. Había que tenerlas fuera

de la colcha. En el dormitorio

común

cada uno estaba sepa­

rado de los demás por cortinas conibles; durante el día,

nidas. La separación

se

co­

hacía más rigurosa en los llamados

�� . o acepto, cunoso e int rigad o . Me lo comunic ó sofo Picass pepe y se fij ó un día para la e ntrevist a. Pero yo dije qu hiciera a un filósofo p l a t ón ico conio yo, el que a acept ba y consecuent e un retrato. Según Platón, el hombre sí que el filósofo autént ico- está exi s t ie ndo en auténtico -a supracelestial Está, por dec i d o así, siendo hom­ un mundo l bre en estado de dia1nante, con do tes de cuerpo g orioso, ,

,

,

�o:�

vencido

,

.

.

bienaventurad o. Eten10. Inn1ort al. Dian1ante y carbón no distintos, a u nqu e sus apariencias, sus efdoses y son cue rpos propiedades sea n opuestas y, al parecer natural, co n trarias. que diai11a nte y carbón son nada más estados de una n1isn1a realidad: del cuerpo atómico del carbono «Así que, Pepe, excusa éste tni pedantismo con que quiero declarar por qué no puedo aceptar que Picasso haga de mí

La verdad

es

.

retrato. Éste seria imita ción de una imitación, silueta de lo es . Antipla­ una ya silueta, sombra de una sombra que ya rei­ tónico y ridículo. » Pepe sonrió. No sé si internamente se impidie­ ría de mis esc1úpulos de filósofo platónico que me un Picasso. ron tener un retrato pintado por todo un

. -.-.-.-.-.-

.-.-.-.�.-.-

.

i n había :111ª sala En el pabellón general de la Expos ic ó _ s, ra1�a hte s a ic t ís rt a s: ria ate destinada a li bros de tod as las m s republ i canos � re to au r po s to es pu m ros ; co lib técnicas o había 1nuchos liN a. us ca a tr es a nu tos os partidari o afec ,

. ..

63

a causa de la guerra . y

P ibl icanos, . en tof?!'\ re l ·\u d � � � a 1 n 1 E n esa que ex sobre filosofía. o1. 1 , obrns nt' n'ero n1e n y l a lntro¡'\�ab� ri los dos t omos de elln est . obre

hl. b'•ª s n1a . Para toda l a sala había una Mode u la . a c>11 ducc:i supe inás tarde, era una rusa blanca, ... retnna . . o sola �ec . . Me vi Reyzin . . de raza . Se llama ba. N ina o . d ta d� lJcr:mt. a. 1u . u ntó s1 conoc ía al a utor y si s 1i· bros Me preg cuno..�e-ando · 1 o d Congreso de Filosofía. Le respondí que yo era el L�tn l1ll en

lngística

·

>CR'c;:,o .

·

.

.

parn el Congreso, aunque m 1 res1· dencia autor . . m1 cargo el de prof�or de ella en y na, Barcelo era al habitu Lógica de In Universidad Autónoma. Yo h�bfa perdido ya •

l.."' .... allí v es,ta l

·

aquella mi timidez ante las n1ujeres que me impedía hasta el mirarlas. y las mira ba casi de reojo. Y hasta me atrevía ya a

mirar directa, aunque discretamente, a las bellas . Nina era realmente bella. Además descubrí, agradabilísiman1ente sor­

prendido, el poder que sobre mí �jercía, mandaba, la belleza femenina -la masculina ni me interesó ni tentó jamás. No podía prever que, al cabo de no muchos años, hacia 1 942, una bella, bellísi ma tendria el poder no sólo de hacerse ad­ ,

mirar sino aun de amar y ser amado por ella, atropellando -sin dudas ni consideraciones- votos religiosos, prejuicios

sociales y miram ientos políticos. Al cabo de unos días volví a la exposición de libros y, naturalmente, a la sección dedicada a los de lógica. Nina me vio y vino. No sé de qué pro fund o hon tan ar de caballero español gala nt e me acud ió dec i r a Ni na: «Veo que el color de

los ton1os está desvaído, descolori do . Como el sol descolora los colores naturales de las cos as, ¿su mirada no habrá des­ colotido (fané) el de nli ob ra? ». Quedé yo mi sn10 espantado e la audacia de tal requiebro . Con mi historia anterior q é ¿ u iba o a saber de tales fin � ura s de mi ra da s y expresión? Nina sonnó yo sonreí, cre o que un poco n1boriz � ado. Quedamos d� anugos . Al cabo de unos dí as volví a la exposici ón. Estaba Nina en su puesto. N os saludan1os y yo le pregunté si l e ver una película española, no recuerdo cuál era el o, e gran éx ito, en el cinema (no recuerdo cuál). Aceptó

?

�u:itan;

.

64

.

los deta l l es pertinentes. En l a película hacía ,. convinim os en de actriz ce nt ral una gitana; bailaba con tal gracia y aun , castañea ndo, cantando, que era de admirar y dese nvoltura de senti r no sé qué en trañabl e emoción. En un pasaje de la películ a cantaba: ¡Ay! que me digas que sí, ¡Ay! que n1e digas que no...

Salió Nina encantada, entusiasn1ada. Mas yo Je dije: «De

seguro que usted ha visto en su tierra y en París espectáculos supeiiores. En la película ha visto solamente una nluestra de nuestro folklore. Y no l a supre1na. Las circunsla.ncias de l a

guena no dan para más » . La acon1pafíé a su casa. Nos des­ pedin1os con un ¡au revoir! No sabía qu e

nunca

n1ás l a volvelia a ver.

.-

. . . -

-

-

. -. -

.

- .-

.-

.

-



.

Con ocasión de la Exposición universal se reunía en Pa­ rís gran número d e congresos: Congreso Internacional de

Filosofía, y otros que no vale la pena de especificar. En la sesión ina ugural estaba presente el presidente de la Nación y ministros. El discurso de orden lo pronunció Paul Val éry,

en1inente acadén1ico, literato, gran conocedor de Descartes.

Se celebraba en el Congreso el tercer centenario de la publi­

cación del Discurso del Método. Paul Valéry nos n1ostró do­

cumental, h.istórica1nente, la decisiva influencia de tal obra

sobre el porvenir de la filosofía n1odema. (Cierro aquí este

punto, sin in1po rtancia para n1is CONFESIONES.) En el Congreso Inten1acional de Filosofía había, entre las diversas partes de ella -Metafísica, Psicología . . .-, una de Lógica. El Congreso duraba cinco días. El progran1a indica­ ba, para cada lugar, día y hora, qué sección o secciones in­

tervenían. En él se leían ] as ponencias enviadas al Congreso.

Se las discutía. En el día señalado para ponencias sobre lógi­ ca, se leyó por su pone nte la ponencia con titulo «In1por, ,

65

decisivia de la lógica aristóteli ca p ªmental y nd fu . a tanel � . El ponente era Tomás Greenwí\tvl al» tu ac e al . �� la lógica lonn College de Londres d un en sor s i profe e inglés canad en e e. darm acor do pue cuyo ombre no él. Le dije que estaba Leida, me acerque a hablar con . o con sus tesis, que yo había plenamente de acuerd s Logística e lntroducci'ón a la liado en mis dos obra lógica 6. 93 1 4 y 93 1 en s da ica bl Moderna, pu «¿Así que usted es -me elijo entusi�mado y sorprendi, do- David García? Su obra Introducción la adquirí en Pa­ namá, y sobre ella versó mi ponencia. Estalló la guerra civil en España y temí que usted en Barcelona debió correr peli­ gros mortales. Encantado de verlo aquí y honrado con su presencia. » Quedamos en vemos más tarde para intercam. •

/



·

desatro-

biar ideas, proyectos. Al encontramos me dijo: «Se ha consti, tuido en Inglaterra una Asociación para ayudar a los profe­

sores españoles republicanos, cuando la guerra les obligue a

emigrar. Me temo -añadió- que, dado el decurso de la guerra, va a ser muy pronto. Hacia primeros de 1938. Llega­ do el momento, la Asociación hace al profesor un préstamo

de honor, de 14 (creo) libras esterlinas, a devolver cuando se halle establecido». Le dije que yo deseaba tal aporte y sus condiciones. Me prometió arreglarlo a su vuelta a Londres.

«Otro punto -continuó diciéndome--: supongo que

us­

ted no se quedará en Europa, sino que emigrará a la Améri­ ca Latina. E irá en barco inglés. Yo tengo muy buenos ami­

gos de capitanes de ellos. Puedo proporcionarle una carta de presentación al capitán del barco en que usted vaya. Comu­ níquemelo cuando lo tenga decidido.»

Recibí las 14 libras esterlinas. Acusé recibo. Y mi agrade­ cimiento. Enumero las posibilidades que tenía para emigrar a América: primera, a México. Su presidente el General Lá­

� Cárdenas era gran amigo de la República. En MéxiCO

residía el Gobierno legítimo, único reconocido oficialmente. Reconocido, aunque a partir , de 1955 la España nacionalista Franco, fue casi universa lmente reconocida, aun por l� an-

66

.

gobiernos favorables a la República Por todos me. ,,.T"!ores "'K i tcí» éx co, aun después de muerto Franco. As" ln I que pooS p0r seguro de que hallaría trabaJ·o en la . . , éx o ic .M . a uruvers1.o ir dfa Espana, etc. casa de dad5, a: ir a la Universidad de Tucumán (Argentin . a) egund te e Fil d dra ed ba vacante 1a C" os o fía por h.aber r a • � a ���� Manuel García Morente. Me admi tirían. lla el profesor e ª º ª os d m Al 'd U os. sta E onso a C hurch me acababa Tercera: ir . podía ir a tanford� �on contrato de dos años. cribir que de1 esriJ11 ero para perfeccionar 1m inglés. El segundo ara p . . E p cnment e . 1 os d ógica actuales y posibles. is cono Jll OS trar m . onocía ocfas rms obras sobre L?gica Logística} Inchurch c ión . . . Hab�a fundado el J�u:rzal of Symbolic Logic en ·

·





mxJucc

constaban rrus obras como un1cas en lengua española y En la misma carta n1e indi�ba que en Quito esta­ . un profesor de lógica y filosofía de las ciencias ban buscando para Ja Facultad de Filosofía, recién fundada, y para el Insti­ ue

�riginales.

tuto Tecnológico. Estában1os ya en los primeros meses de 1 938. No me detenniné aún qué posibilidad elegiria. Natural­ mente en mi comunidad nada sabían de mis intenciones y proyectos. Continuaba con mis cursos. Y vida normal. Un día apareció en Ja residencia el Provincial de mi juris­

dicción, el Rmo. B.J. de G., quien me tenía, desde años, gran afecto. Venía de Madrid con el encargo del núnistro de Ins­ trucción Pública, Sr. Ibáñez Martín, de que deseaba que pa­

yo a Madrid. Por haber emigrado gran nú1nero de pro­ fesores universitarios republicanos, había muchas vacantes de profesores y falta de orientación en filosofía y materias sara

adjuntas. Yo habria de tomar el cargo de remediar tales defi­

ciencias. Rogaba que me decidiera lo antes posible, antes del

El provincial me preguntó qué me parecía tal propuesta. Le contesté que yo estaba estudiando en Paris por decisión del superior General. Él era el que tenía que decidir. Y obedecerla su decisión. Escribió a Roma. De curso, en octubre.

Roma respondieron que aceptase el cargo y pasara a Madrid lo antes posible. 67

s curso� en el Institut He Estaba haciendo en París d? nry , enes p los exam , a ara obtener Poincaré. Los tenninana y han de meses. Todo esto l las notas y el título. Era cuestión o por uni Y com de mi dad. rior supe al comuniqué también él lo supieron los den1ás . Era, pues, cuestión urgente deciclirn1e. Estaba detemunado a ir a América, desertando de mi Congregación, y de la Iglesia si era menester . Me decidí por Quito. Lo mejor

para mis delicados pulmones. Era realmente todo un sana­

torio suizo. Con los datos proporcionados por Church respecto de la universidad

e

instituto, me presenté en la Embajada del

la búsqueda encantó de la oferta

Ecuador. El embajador estaba ya encargado de de profesor para la universidad . . . Y se

que le hacía de ir yo. Él arreglaría toclo. Como efectivamente lo hizo, e iba comunicándome el proceso. En el mes de setiembre se

reanudaban

en Madrid \as

actividades, suspendidas por los calores extremados de julio

y agosto. Comuniqué al superior mi decisión de ir a Madrid. Un día, después de la comida, al mediodía, me an-odillé y pedí perdón a la comunidad por los malos ejemplos

que ha­

bía dado, a la vez que agradecía su fraternal y generosa hos­

pitalidad. Todos nos retiramos a hacer la consabida y espa­

ñola siesta. Subí a mi celda, me despojé de la sotana, la col­ gué en el armai;o; me vestí íntegran1ente de seglar, cogí mi maleta, bajé; pero en vez de pasar por la porteria, sa1i por la

iglesia . Me hallé en la call e. Me sentí libre, por primera vez en mi vida. Me encaminé a la modesta pensión que habfa reseivado. En setiembre se reanudaban todas las activida­

des. Yo continué dando lecciones de castellano. Tenía que vivir ya a mi costa. Pensión, necesida des diarias . Las horas lib� las empleaba en ordenar mis apuntes y notas de las

asignaturas que había seguido; reflexionar sobre n-üs planes. Ratos en la Biblioteca Nacional . . . En fecha calculada de no­ viembre, me dirigí al puert o de embarque: Le Havre. Lleva­

de ba mi maleta Y dos cajones de libros que mis ainigos 68

1

a ha bían podido sa lvar de mi bibliotec . a en l a un1n . . a�rce o V"" 'd d ra m1. com o tenía todos los requ 1s1tos legales pa . sa.... �1 a v� tré directamente a 1 barco. Al lí, a mi camarote L . os ¡ ·da en . 1 , en 1 b on a o d ar ega. sit Don po nf e con tranquili'·0nes Jos d la . A manana, fui a ver al Capitán. Le o y alma cu erp d gué Ja ca rta que para él traía de parte de Greenw ·

�d de �feyó; se felicitó cortésmente de tene� a tan ilustre profeood so� _

.

.

o Me preguntó en qué calidad venía . Respondí su barc . . sta. M e di.JO que me colocaría en clase distun de la que en 0nguida . Se l a�dec1 co�dial mente . M.ientras navegamos � . vivíamo o, s todos en las salas calientes iern inv de climas , en en

"

e todas las clases de entretenimi entos: juegos, bar, dotadas d salíamos a cubierta sólo para pasear, si música, lecturas ... ; y a tiempo aceptable. Pasando días y días, llegamos a

hací aguas tibias, después a calientes. Deliciosas. Podía pasar en cubierta horas y más horas, echado en hamaca . Lo primero

que hice fue un recorrido detallado de mis residencias. A par­ tir de 1 9 1 1 : Borja-Alagón-Cervera-Solsona-Barcelona-Cerve­

ra-(Batcelona-París-Roma-París )-Barcelona-Munich-Barcelo­

na-Munich-(Santander-Bilbao-Barcelona)-París.

Prescindien­

do por un momento de lo puesto en paréntesis, en lo demás me hospedaba siempre, y debía hacerlo y lo hice, en las resi­ dencias de mi congregación. Con el reglamento estricto que he i ndicado, igual en todas. Lo incluido en paréntesis indica que en tales Jugares no había, por la guerra, posibil idad de vivir en con1unidad que no existía, y era peligroso verme con mis compañeros. En total: habfa estado frecuenten1ente buscando una palabra que diera cuenta de mi situación. De repente, me acudió Ja justa: había estado «secuestrado» progresivamen­ te desde 1 9 1 1 a 1 938. Secuestrado psicosomáticamente: de cuerpo Y alma; de entendimiento, secuestrado por dogmas; voluntad , por normas, preceptos, votos; secuestrado litera­ ente, por tener que en estudiar y hablar casi siempre . Es soso, corn o he dicho .

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med1oc�, ª

estableespecie de com uni dad internacional que se

69

b entre los viajeros, facilita a las. pre� te men , u u n : nar ce. cas i Cada uno se presentaba a sí rrusmo. todos tre n e es , sentacion o se me presentaron te sen pre me . h os ª que e . mu · lo s Entre · 1 ma, o vi a uste cme el · en s, Pari «En d diJo·. hubo uno que me o . dí a, com yo; su fam a JU - ad0 de una bellísima da acon1pan Intenté, sm resultado, convenmilia, grandes amigos míos. 1 antes pos1'ble. N ac nen1po », a. a sen gra enu que de cerle aun, n? creían en el. Me baban de percibir el peligro. Más . a un ca illia la a n varo de lle is temo que los naz n los procedumen­ concentración. Alli debieron monr, segu � a ju­ tos que posteriormente se descubrie on . Vi�n aquí día, estrella del cinema alemán. Hwda a tiempo. El Judío ·

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debió desembarcar en alguna parada. No venía al Ecuador. En el barco se organizó una solenme fiesta. Los hom­

bres, de smoki ng. Era la oportunidad de estrenar yo el mío, que había con1prado en Paris. Me sentí, por primera vez

y en tantos casos!-, vestido como señor. El traje talar no viste; oculta el cuerpo. No se ajusta al individuo. Hace a casi todos iguales de apari enci a Y se pre­

-¡tantas primeras veces

.

tende que sea así. Que nadie tiente a nadie. Ten1or fundado a la homosexualidad. En la fiesta se bailaba a placer, largo y tendido. Natural­ mente yo no sabía bailar. ¿Cuándo y dónde haberlo aprendi ­ do? ¿ En París, un poco de 1natute? No estaba para ello Y . costaba clinero. Me contenté con nlirar, sin envidia y sin de­ Seo.5 . Por suerte, ninguna dan1a me hizo caso. La comida exquisita; las bebidas, a volu ntad. Algo debí beber y, por no ac tumbrado, se me subió a la cab eza. Tuve que retirarme a ?'5 ,

rm camarote. Dormí plácidamente y

creo que sin ensueños. Durante la travesía tenía qu e reflexionar sobre lo más . importante: mi estado esp iritual. Dicho sea en una frase: ha­ bía perdido la fe. No se pierde la fe, no la perdí yo, por un . cto de rerue go, como algún cr istiano pudiera y pudo pererla ant� el pretor diciendo que había pe rdido la fe en Cris­ evitaba el ser pe rseguido, atormentado y muerto. Y le pretor el corresp ondiente documento. Claro, yo no la

� :�� 70

el tipo de reniego ante ninguna autori dad . La per. . _..rilí � � par . rde de la manera más sutil e mconsciente q ue voy a pie , . dí, se . · al como la recuerdo a m is 91 a ños . t b ir, deseo LOS s so1 van deshac1endo lentamente la neblina rayo del . al ue envolvía las cosas sensibl es y las hacía apar ecer q . 3 un ..,., I" c1en u temen e , fi para s v t o dist ag ingu ir á rbol de rfil . . can pe y e d firua ,, aun as1,, el perfil, ra de no. . . ed i el eidos, p , bre om f{ sus de rnbre propiedades, el de árbol . . . el y alguna e o de do un . mundo. . 1 Mentalmente han vivide nubes . . To c1e o, el y v ven tantos y tantos hombres dentro y a través de una do i niebla mental: conceptos vagos, normas vagas, deseos va­ ·



,,

; y, no obstante, reconocen qué es real o no real : hom­ . .. dios, Jesucristo, Iglesia, creación del mundo . . . Es decir: una teología dogn1ática, moral, Summa han hecho toda theologica, astronomía, geografía, aritmética, geometría . Pero, a medida y cuenta que se inventaban m.atemáticas su­ periores, álgebra, geometria analítica, cálculo infinitesimal . . . (1os

bre,

. .

y esos sentidos nuevos que son los apa ratos -plano inclina­

do, péndulo, anteojos astronómicos, relojes , computadoras manuales-, una ciencia química en vez de alquimia, una

ciencia astrónomica en lugar de astrología, una ciencia geo­

gráfica en lugar de

las geografías fantásticas de los elemen­

tales mapas usados para viajes, incursiones, guerras, delimi­

taciones de naciones . . . ; todo esto visto en neblina mental desaparece gradualmente, inconscientemente, sin intentos

de asesinato o negación definida -sin herejías, cismas . . -, .

conforme los rayos mentales de matemáticas deshacen esa neblina vaguedad que les parecía a los hombres del medievo

Y anteriores

el colmo de l a perfección mental, científica, as­ tronómica . . . , y no pasaba de visto, pensado, sido todo, den­ tro de un a neblina mental, sentimental, literaria.

El hombre del Renacimiento ha perdido la fe sin propo­ nérselo, cual el sol deshace la neblina matinal. Son -natu­

ralmente, espontánea y no m aliciosan1ente-- incrédulos.

. A medida que yo iba adquiriendo la mentalidad matemá­

tica,

en privado, ya en

todo mis tie·mpos de teólogo, Y sobre

71

uralmente -sin renegación explíc · nat lé hal e . m h , , en Mun1c di. do 1a .eie, 1a fe rei·igi. o l per a . Hab1 o. rédul sa . c ta y brutal- in pagano. . Era realmente un . rm profes1 on rehgiosa . P con plía cum ero Extenon11ente . tiAn e . n na l o De d neb e l, i do en estab a dentro de un mun -personas , acontecuru. entos , Pala­ guo y Nuevo Testan1ento a tan os y tant os hombres , por bras, obras- les parecían pio, perfecto para todo: ma­ millone s, el estado natural, pro no caían en cu enta de ral, religión, econon1ía, política . Pe�o , cual pot ntes rayos , que la técnica, la ciencia n1atemática _ co sin ellos, esa nf rsel o , esta­ iban deshaciendo su fe. Y todos ban siendo incrédulos. Estaban perdiendo la fe. .

.

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El cumplimiento perfecto de nús obligaciones como reli­ gioso y sacerdote no lo desvirtuaba n1i estado n1ental. Obser­ vaba las fórmulas y ritos prescritos Todo resultaba jurídicn­ .

n1ente correcto. Misa, sacran1entos ad1ninistrados: confe­ sión, con1unión. . . Desde sien1pre, por decirlo así, han sepa­ rado y distinguido la Iglesia y la sociedad entre corrección de los actos y estado mental, íntin10, del adn1inistrante. No es hipocresía; es dualidad. Así, en mi caso, hasta 1 938. En mi viaje, el prin1ero en n1i vida, cesó todo: hipocresía y duali­

dad. Con10 incrédulo, sin hacer ostentación de ello, conti­ nuaré, y continúo, siendo y portándon1e. .

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Llegamos a Panamá; atravesan1os el canal; salimos al Pa­ cífico hasta el puerto de Salinas. Y des en1barqué definitiva­ mente en América . Al día simliente , en un trenecito de vía b� ; est e a llegué a Guayaquil. Fui Me or. � : a visitar al gobernad rec1b10 con cortesía, a tono con su actüud de gran caballero. Había recibido ya inform es sobre mi venida Le enseñé la . carta que traía para el Sr. presid ente de parte de su hijo, el en1bajador en París. Sonrió el gobernador y n1e dijo: «Ya , no es pres1·¿ente» · Me que dé unos días en Gu ayaquil para conocer la ciu . dad sus alrededor · dad es, sus problen1as.. . eiu



,

72

nlí e�tra ña y bien diversa de las que conocía en Euro 1prendí l a su b.I da a Qu 1to Desde el nivel del mar a d n os E P':1 hoc ie n tos inetros. Al llega r 111e hospedé e n el H t o el 1111 oe ayesúc, el n1eJOr de Q u1 t� . Me d_ ,.1' º. una ta quicardia desaf o M Me la CUI ar on faciln1ent 1'Úl11l

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11 e rosa .

e. Era e>..1Jeiiencia

coniente . . . sadas las fiestas de Navidad � fu1 a la universidad a l l a P r al Decano de l a Facul tad e Filosofía y Letras; que­ saluda de \�ern1e, Y o de el. Fue uno de n1is prime­ � dó enca ntado ros y n1ejores anugos. Sub1 n1 os al Rectorado, hallan1 os al . an1ables a pesar de lo convencional. entaciones rector. Pres Se fijó el día , hora, lugar de la i naugu ración dentro de la Facultad, de la sección de Filosofía, para la cual había sido yo contratado. Llegados dia, hora, lugar, y después de la presentación elogiosa que de n1is méritos y persona hizo el .

¿

,

Decano, yo pronuncié el discurso inaugural. No viene al caso

de n1is CONFESIONES

rep e tirlo

ni entero ni en resumen.

Dése por dicho todo ello. El audito1io estaba con1puesto por profesores, estu dian tes y n umeroso público, curioso de ver al profesor español y de qué manera selia su discurso. Como es natural, conforme progresaba en serio el curso fue disminuyendo e l número, y quedaron profesor, alumnos y algunos profesores.

Nada especial sucedió durante el curso, de n1eses, que valga la pena relatar aquí. Todo lo nom1al y consuetudinario

en una universidad.

En un Instituto de Segunda Enseñan� el Mejía :-el me­ jor Y de mayor renombre en Quito- di un cursillo de tres ,

lecciones sobre Filoso fía Gustaron tanto que, aparte de los emol umen tos establecidos para cursillos, los profesores, por OCUITencia de llamado El Condesillo -su .

uno de ellos, el nombre propio Orbe era, como supe mas tarde, Eduardo · me quisieron regalar, a lo torero una oreja de oro. : o aro está que no vi tal ore�ia. En el MeJfa habían cursad dos e s de uru· versa1 xicanos que llegarlan a ser literato no lll radía Carlos Fuentes y Octavio Paz.

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·

73

uno de mis mejores y más diver­ El Condesillo llegó a ser caso típico. tidos amigos . Referiré un novio de la ue me hacía la Estaba yo por entonces de . m1 esposa. Ilusión, una de esas ilusión de que llegaría a ser --cual las de Verda¿, Bon.. palabras con auréola o atmó� fera transparente, inedi ante la dad Belleza, Justicia . . .- radia nte, guidas; y las distin­ cua se ven }as cosas vulgares con10 distin guidas, como divinas. Volvía al centro de Quito después de



Í

haber pasado la tarde en la residencia de ini novia -man­ ífica en todos los as ectos. Y no era ilusión. Tomé sión el tranvía que pasa a delante de la casa y ine dejaba cerca de mi residencia. En una parada subieron al tranvía dos perso­ nas. Una, El Condesillo; la otra venía, se conocía, algú n tan­

to bebida. Me saludó El Condesillo: «Buenas noches, Maes­ tro». «Buenas noches» -le contesté. Mas el compañero le dijo: «¿Te has fijado en que lleva guantes, y gato con guantes

no caza ratones? ». «Cállate» -le dijo E l Condesillo. Mas al

cabo de unos segundos su compañero añadió: «Ese antigo tuyo debe ser diplómatico pobre, de segunda n1ano. No tiene auto y ha de ir en tranvía». A l a parada siguiente bajaron los

dos. A la 1nañana vino a verme El Condesillo, a pedirme disculpas por las impertinencias de su an1igo. Yo le respon­

df: «¿Disculpas?; dale mil gracias; jamás me habían dicho

algo tan gracioso y a punto de mi situación» .

Se celebraba el día de México, en la Cámara de diputa­

dos. El orador, panegirista, ponderaba: «México, luz de América. México, abanderado de la libertad. México, modelo

universal de democracia . . . » . El orador calló un inomento. Lo aprovechó uno de las barras populares y gritó : « ¡Viva Méxi.. co, caraxo!». Se intenumpió la sesión parlan1entaria entre risotadas. . Me retrotraigo a los primeros días d e mi estancia en Quito Iba algunas tardes a un cine colocado en un pasaje de estilo mcxlemo; tiendas variadas de form a y n1ercancías, las más �, con lo �ctual Y lo pasado, lo español y europeo c�n 10 mdio. El Pasaje lo era entre la calle que daba a la Universidad

74

. Había en él li mp iabotas librerías, peluq uena venearnbn zUe1atos (muchachitos), al verme, n1e decía n: « Mister y J� Vno.5 u n taxi? » . No les h acía caso. Al cabo de unos d ías asaj e no sé para q ué. Y . Jos guambri tos, al verme, ,

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f CóJ'lS� � vol�. ·

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« Mister Cónsul ¿ u n taxi ?» . Me encoleri cé ya, les y .r ... � a1·01 no soy ru 1nglés ru c ónsul » . l ba saliendo, pero 'té: «¡\AU .. . 1 gn hé que decían: «El senor ha sabido ser español». rep1uero

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�el Hotel Mayest�c me

t ras ladé a la pensión Agui rre, a, sin ser lujosa. Colocada cerca de la universi dad. muY buen a difundid? l a noticia de que yo, profes or, había . Ya se habí o a Quito. V1rueron a s uda �1e profes res, jóvenes d a � lleg algunos iban ir a ellos, a Francia de a estu di ar a d tes: tu i n es divers as ca rreras; eran los de fan1ilias pudientes; los de­ estudiaban en el Colegio de Segunda Ensefianza dirigi­ esc

·

·



:ás

do Por los jesuitas. Pasarían postetiormente a la universidad. Tenían, pues interés en conocenne; y yo en conocerlos para ,

ir formándome un concepto de la sociedad en la que tenía

que trabajar durante los cuatro años de ini contrato. Entre los que se me presentaron, uno, al parecer tres o cuatro años menor de edad que yo, se me presentó dándome su nombre: Alfredo_ Gangotena. Me dijo que al quedar libre de más visitas quería hablar conmigo larga y sinceramente. Efectivamente, me dijo: «Yo me eduqué durante inuchos años en Francia, en Pans, y obtuve el título de ingeniero de minas. Pero mi vocación es la de poeta. Y he vuelto a mi patria y tierra. Soy hombre rico. Poseo en un pueblo cercano a Ouito, en Puembo, una gran ha cien da a la que tendré el gusto de invitarle. Pero de más detalles de mi vida le hablaré en su oportuni d ad . Lo que ahora quiero decirle es que tengo

e� mi casa un departamentito vacío.

Lo pongo a su disposi­

ción. Le agradecería cordialme nte que viniera a establecerse en él. P odríamos habla asuntos que verá nos son

comunes

r de tantos

Y escuchar música en la salita adjunta. Yo vivo en 0� Parte de mi casa. Como verá, es de estilo colonial dos Patios Javdme ' s . . . Allí pod remos comer ju ntos con in1· fanulia. Est'.l.....< �a .u enca nta dos ». ,

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·

75

Acepté coniplacido y agradecido. Cómoda y honrosa so.. lución al proble1na de alojan1ien to. Con1enza1nos nuestras tertulias. Echados en alfon1bras de alpaca, deliciosas al tac. to. Los dos sentados a lo budista. Escuchában1os tnúsica n.lsa y francesa. Eran los aüos de estrecha colaboración

de

Rusia y Estados Unidos, contra Hitler. El día en que los nazis en traron a París, lloran1os de rabia ü11potente . Escuchá­ ban1os a Shostakovich, a Debussy. Y volvían1os a nuestros problemas. Graciosan1ente decía Alfredo que tenía que cai11_ biar su título de ingeniero de n1inas por el de ingeniero de tierra, por agrónon10 y agricultor. Durante el día atendía a sus negocios. Yo, a los de la universidad e instituto pedagó­

gico. Por la noche reanudába111os nuestras charlas y concier­ tos. Por sus extensos y serios conocin1ientos de n1aten1 áticas supeiiores la conversación recaía sobre nuestros estudios en París. Nos eran con1unes profesores e i nstit1.1ciones: Henry Poincaré, Paihlevé, Borel, Lebesque . . . Él había conocido, y aun tratado con cierta fan1ilialidad, al duque de Broglie, quien le había dedicado un ejen1plar de sus obras sobre físi­ ca

atómica , sobre su interpretación ondulato1ia, principio de

indetern1inación . . . El duque percibía la fon11ación n1ate1ná­ tica de Alfredo. De ahí el paternal afecto para con él. Alfredo se enorgullecía, justa1nente. Yo le contaba de inis estudios

1nate111áticos y físicos en Muni ch. Sus conocin1ientos de ina­ ten1áticas eran superiores a los n1íos. Yo tenía que pasar de afic io nado técnico. Mi trato con Son1n1erfeld, de lo que ha­ blé en la página 42, era, por decirlo así, el paralelo con el suyo respecto del duque; tenía1nos inaterial para largas Y sutiles conversaciones, días y días. Según el ten1ple diario .

Mas el poeta reclamaba sus derechos contra el oficio de agiimensor: la vocación contra el oficio. Alfredo había con­ seguido en París uno de los poquísin1os ejen1plares del poe­ d, ma de Mallam1é Un coup de dés janiais n.'abolira le hasar ar­ publicado en Cosn1opolis, en 1 9 14. Y que el n1is1n o Mall mé no consiguió en vida ver. Era todo un tesoro. Para n1í

fu�

una revelación Y provocación . A la que no resistí: publique 76

9 5 una obra, Necesidad y azar. Parniénides y M l a lan11e,, 8 1 en iendo l a vo1 unta d de Ma llarmé de que al poein a se 1 e curnPl , la fonna de las partituras de los conciertos de n."".l us1ca. . diera .

.

pu do verla. ¡\}{redo no

. - - . - . - - . - . - . - .- . - . ­ .

.

.

En 1 94 1 se inauguraban en México los cursos de verano

ara los extranj eros , patrocinados por la Uni versidad Nacio­

�al Autóno1na (UNAM). Para su solen1ne inauguración se invitó a don José Ortega y Gasset, a la sazón en Argentina.

Por razones políticas obvias, don José no aceptó. En segun­ do lugar estaba yo. Y acepté, con1placido y honrado. Duran­

te el cursillo de filosofía, que corría a n1i cargo, entré en comunicaci ón

con las autolidades correspondientes y quedó detem1inado que, al cesar el contrato que n1e vinculaba al Ecuador, vendria de profesor en la universidad, con10 cola­ borador del Fondo de Cultura Econónuca y como n1iembro

de la Casa de España (Colegio de México). En previsión de ello, y del aumento de ini familia, alquilé un apartamento

grande en que alojarla, con servicio doméstico, rúñera, etc.

Dejé ade más arreglado lo de nuestra entrada en México,

yo y mi esposa, de 1nodo que no huhiera en tales puntos

dificultades legales. Volví a Ecuador. Tem1iné los cursos en agosto. Quedaba libre. En agosto de 1 942 contraje inatrimo­ nio civil en Guayaquil. Mi esposa, Maria Fanny Palacios

Vásconez Borja, ecuatoriana de nacin1iento, de famili a de rancio abolengo Pero antes de entrar e n más detalles, creo conveniente un previo: Jorge Ruiz de Santayana nace en Madrid en 1 863. En 1 868 se traslada con su fan1ilia a Ávila. En 1 872 se esta­ blece en Boston . En 1 882 entra en la Universidad de l-Iar­ ­ vard. En 1 908 se rá nom bracio profesor ordina rio del Depar t�ento de Fil ­ osofía. En 1 9 1 2 se despide de Harvard defini tivamente 1 Y desde 1 920 hasta su muerte, en 1 952, resi· d·rá n escrien Roma. Todas sus obras filosóficas y literarias está .

,

77

reconoci do y admirado por los co­ tas en un inglés perfecto, e traído todos estos datos Para nocedores natos: ingleses. H poder afin11ar: Jorge Ruiz de Santa ana es el m�yor filosófo español de este siglo; lo es, aden1as de gran literato. Que culo. L?s grandes te� haya esclito todo en inglés no es obst . louos y filósofos del Siglo de Oro espanol escnb1eron todo en la ln -mediocre, ligeramente superior al latín medieval. y son filósofos y teólogos españoles: Suárez, Vázquez, Soto, Vitoria, Juan de Santo Tomás, los conin1bricenses y complu-





t

tenses. Lo anterior, pesado, se ordenaba

a

lo siguiente. Es sen-

tencia de Jorge Ruiz: «La paz pública ganarla grandemente si fuera de tan n1al gusto hablar uno de su religión, como ya lo es hablar uno de su esposa y del color de la piel». Muchos siglos, n1ilenios antes, había dicho uno de Los Siete Sabios, Cleóbulo: «En presencia de extraños ni pelees con tu 1nujer ni le hagas de1nasiado caso: que esto segundo es de insensatos, n1as lo piin1ero puede parecer mama». Aplicadón: en todo Jo siguiente no hablaré de mi esposa -lo extiendo a nli familia entera- de no ser inevitable en casos que ]eerá el lector. Recién casados e mpre ndimos el viaje de novios. En avión -bien element al a juzgar según los actuales. Escalas: plimera, Panamá; siguientes, en casi todas las Repúblicas de Centro-américa. Lo llamaban El Lechero. Llegamos a Méxi­ co. Como tenían1os todo e n regl a

,

fuimos al apartamento

grande que tenía alquilado. Nuestro círculo de relaciones era

de radio n1uy pequeño; más el de ella . Por buena ventura el

encargado de la Embajada del Ecuador era amigo nuestro, de los prim.eros para mí; y p ara mi esposa, la mujer del en­

cargado era remota pariente suya. Aliviábase así algú n tanto la soledad.

Yo emprendí la tarea complicada de insertan11e en las tuc ones con las que me había co mpro1n e t i do

� �

uruversidad ,

.

trabaja:­

Fond o de Cultura, Cas a de Españ a. En l a

versidad, la cátedra 78

fundamental era la de Filosofía;

uni­

mas

te-

rsillo de Lógica matemática en la Facultad da r un cu Jlͪ �ue · s matemáticas. Novedad allí y en España. En la de c11enc1a . í d de Ci encias F s1cas, un cursillo sobre Filosofía de ta facu. i· s Tam bién novedad. Di el de Lógica matem ática ' . 1 c1enc a as 1 éxito de que uno de los asistentes -de nombre Zubie�e , . . 0 recuerdo m al- noto que su vocación era JUStamenta s1 n ten1át1ca. Tanto que fue a Stanford a ponerse gica m a ló a ,l te . n de Church. . la direcció baJO F'l i osofía de las c1enc1as que d6 ventajosaEl cursillo de n1pens ad� siguiendo el curso que sobre Teoría de Za mente co Re].atividad generalizad� estaba .dando un notc:'lbl: matemáti­ o nortean1encano: Birkoff Jr. Para mi fue doble­ co y físic so pues me recordaba y comparaba . con el mente provech o é de Son1 111erfeld. que en Munich escuch .

·

·

.

.

·

·

,

Con todo ello, había cun1plido con inis compromisos para con la Facultad de Maten1áticas y Física . Y podía dar­

me íntegramente a la Facultad de Filosofía. Durante los tres años exigidos para una licenciatura en

Filosofía di las diversas materias, asignaturas, del pénsum. Entre ellas constaban tres años de griego. Murió el griego que daba tal materia, y el decano ine persuadió de que yo tomara tal asignatura. La tomé: profesor de griego. En

un

pizarrón escribí con grandes letras griegas la primera sen­

tencia de Aristóteles en su

Metafísica:

«Todos los hombres

tienen por natural, apetencia de saber con ideas». A base de tal texto deletreaban; más adelante aprendían palabras... gé­ neros, verbos: la gramática entera. Con semejante procedi­ miento estudiamos los textos griegos más clásicos y usados en Filosofía. Podían leer obras d e Platón, Aristóteles, en grie­ go, ayudándose, como es claro, con traducciones. Así fui profesor de griego, duran tre añ os. te s ,

En el Fondo de Cultura Económica publicaron varias obras mías. Lo mis mo en la UNAM. Prescindo de todo ello, :a así reduci rme a mis relaciones con don Alfonso Reyes. ector de la Casa de España (México). T f rans onnando deliciosamente una frase -p arte de un 79

n ombre a una nari z pega, soneto- de Quevedo -«Érase u h

. a en viví �ª casa pe ad g a a. do»-, decía don Alfonso q.ue . ífi n1a�n 1n1a: ca de dirnensi°' una biblioteca . Biblioteca nquís en dos ruveles. Por el deli nes espaciales y en libros. Casa ca, subir podía y no zón baj ar al d.ísinlo estado de su cora

é�

nivel

inferior; pasaba su vida en � único nivel: de la biblioteca . casa, de casa a la biblioteca

a

En días convenidos entraba yo por la puerta que daba a la calle. Hada una plimera reverencia, a la que correspondí a don Alfonso con leve inclinación de cabeza. Subía yo la esca, lerita que unía los dos niveles, y nos dábamos un abrazo. y0 le preguntaba: «¿Cómo está usted?» . Y solía contestarme: «Estoy con prórroga de 1 5 días o una semana, según mi médico», el Dr. Chávez, el gl'an especialista en cardiología. Don Alfonso estaba ena1norado --que es algo más que

estar admirado- del griego clásico. Acababa de publicar una obra: La critica en la &lad ateniense (1 942).

Estaba empeñado en traducir la fliada . No sabía griego. Se ayudaba de traduccione§ en inglés, francés y castellano. Convinimos en qué días le ayudaría yo en tal tarea.

Discu­

tíamos las traducciones y la suya, cotejándolas con el texto griego. Casi siempre don Alfonso estaba, por instinto poético, más

cerca

del original griego que las demás traducciones.

Estábamos

un

día dedicados a tal tarea, cuando don Al­

fonso me dijo: «García Bacca, escóndase inmediata1nente

debajo de la mesa». Y me escondí. Al cabo de unos segun­ dos, me dijo: «García Bacca, ya puede salir» . Y me explicó:

«He visto a Júpiter n1irando a ver si estaba usted aquí. Como

no le ha visto,

se

ha retirado. Traía en su diestra mano el

rayo, destinado para usted. No se extrañe. Ha fulminado ya a dos filósofos, ateos según él, por no creer en su divi nidad: Antonio Caso y Joaquín Xirau . Antonio Caso ha muerto de ataque cardíaco, según la opinión médica. En realidad ha

sido fulminado por Júpiter, por ateo. Xirau, al salir de Mas· carines, de dar su curso de filosofía, vio que el tranvía iba ª atropellar a su hijo. Se lánz6 y lo salvó; pero el tranvía 10 ,

80

lló

él . Que lo atropelló fue la expli cac ión m ateri li a atrO l a causa real fue divin a, teológica . Por ateo J ' rt · up er ampero oiló a dos filósofos por a teos. No creían en su di· vinidad a



.

nico de don Alfonso ? Continuam os ¿Cuento helé

q

jando.

Alfonso cuando don

.

tenmnó

U-:ba-

la traducción, me de.dicó un ejemplar con l as palabras : « �ro que halle gracia ante sus jos». Empleaba tal frase b1blica del Antigu Testam ­ o en o to. Ester entra en la cámara real, sin ser llamad a por Asuero. na de muerte. Pero Ester alcanzó a decir: «Señor, si he



Pe

gracia a vuestros ojos [ . . ]». Asuero baj ó el cetro . y E.ster se salvó. Don Alfonso, con admirable humildad , me úene un poco como el rey Asuero. Ha hallado don Alfonso

hallado

.

«graci a ante mis ojos», pretenciosamente griegos. Por mi parte, envidia. Jamás hubiera yo podido hacer la ó traducci n, en verso de métrica digna, bien sonante, que don Alfonso hizo. En otra reunión don Alfonso me dio un volantito, del 6-II- 1955, en que me decía -recorto lo más importante: Mi querido Garcfa Bacca . poránea, libro genial. ..

Su Antropologfa (ilosófica contem..

Al leer tal frase me sentí orgull�o -mejor, vanidoso. Y conti nuaba el volantito dándon1e un encargo. Lo cum­ plf. Terminaba la cartita con «abrazos de Alfonso Reyes». (Todo manuscrito con letra firme, segura, aun flexible en

rasgos.)

Conservo el volantito como reliquia

y

recordatorio

de aquellos días y sesiones. En una reunión, después del ritual establecido, me pre­ �tó: «García Bacca, ¿cómo está su señora?» . «Bien, gra­ » «Se lo cias, don Alfonso. Está ya en casa , reponiéndose.

Pregunto, porque últimamente a muchas señoras de los es­ Pañoles han tenido que operarlas de algo "entrañable"· Es­ co. Ust