Cómo estudiar e interpretar la biblia [III Edición]

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P á g in a titular

Revisión 20 0 4

Segunda Edición Revisada y aum entada Copyright 1996 por L O G O I, Inc.

Prim era Edición Copyright 1981 por L O G O I, Inc. M iam i, Florida, EE.U U .

T o d o s los derechos reservados.

Prohibida la reproducción, total o parcial, de esta obra, por cualquier m edio, v is­ ual o auditivo, sin autorización escrita de los editores.

Título del original en inglés: Knowing Scripture. Copyright 1977 por Inter-Varsity C h ristian Fellow ship of United States o f Am erica PO Box 1400. Dow ners G rove, IL 60515, EE. UU.

Im preso en C olom b ia

e IS B N : 9781938420023

Contenido

Prefacio

1. ¿P o r qué estudiar la B ib lia ? D os m itos La claridad de la Escritura El problem a de la m otivación Los fundam entos bíblicos para el estudio de la Biblia La Biblia com o revelación Teoría y práctica El cristiano sensual U na cuestión de deber

2. Estudio personal de la Biblia e interpretación privada M artín Lutero y la interpretación privada O b jetivid ad y subjetividad El papel del m aestro

3. H erm enéutica: La ciencia de la interpretación La analogía de la fe Interpretando la Biblia literalm ente La interpretación literal y el an á lisis literario El problem a de la metáfora La cuadriga m edieval El método gram ático-histórico C rítica del origen Paternidad literaria y fechada Errores gram aticales

4.

Reglas prácticas para la interpretación de la Biblia

Regla i. C o m o cualquier libro Regla 2. Leer la Biblia existencialm ente Regla 3. Lo histórico y lo didáctico Regla 4. Lo im p lícito y lo explícito Regla 5. El significado de las palabras Regla 6. El paralelism o Regla 7. El proverbio y la ley Regla 8. El espíritu y la letra Regla 9. Las parábolas Regla 10. Profecía vatídica

5. La cultura y la Biblia El cond icio nam ien to cultural y la Biblia El cond icio nam ien to cultural y el lector El principio y la costum bre G u ía s prácticas

6. Pasos a seguir en el estudio bíblico La im portancia de leer un libro com pleto La ayuda que prestan las preguntas Las preguntas interpretativas Recursos adicionales C o n clu sió n

Prefacio

Estos últim os veinte años han visto reverdecer el interés en las Escrituras. Desde que la teología neo-ortodoxa llam ó a la iglesia a volver a un estudio serio del con­ tenido de la Biblia, se ha despertado m ás interés en su vida por entender y aplicar su m ensaje a nuestra generación. Sin em bargo, junto con este nuevo interés llegó tam bién confusión: ha habido m uy poco acuerdo entre eruditos cristiano s en cuanto a los princip io s rudim entarios de la interpretación de la Biblia Esta co n­ fusión en el m und o docto ha tenido un im pacto en la vida de toda la iglesia. N u e­ stros días parecen ser la era de la “renovación del laico". C ra n parte de esta reno­ vación está asociada con estudios bíblicos en hogares y pequeños grupos de her­ m ano s. M uchas personas hoy en día se reúnen para discutir, debatir, y com entar las Escrituras. C o n frecuencia caen en diferencias acerca de lo que la Biblia quiere decir o cóm o debe aplicarse. Esto ha tenido consecu en cias desafortunadas. Para m uchos la Biblia sigue siend o un enigm a susceptible de m uy diferentes interpretaciones. A lguno s in clu so se han entregado a la desesperación respecto a su propia habilidad para encontrarle sentido. Para otros la Biblia tiene una faz de cera capaz de am oldarse a los intereses particulares del lector. Con dem asiada fre­ cuencia la co n clu sió n parece ser que “se puede citar a la Biblia para probar lo que sea . ¿Existe alguna salid a a esta co n fu sió n? ¿Pueden los lectores serios encontrar a l­ gunos p rincipio s que los orienten a través de los puntos de vista conflictivos que escuchan de todas partes? Estas so n algunas de las preguntas que este libro se propone contestar. A unque m uch os de los problem as tienen una d im ensió n docta, no he sid o llevado por el deseo de involucrarm e en el debate académ ico en lo referente a la ciencia de la herm enéutica. Mi m otivación principal es m ás bien la de ofrecer una orientación básica con “sentido com ú n" capaz de ayudar a los lectores sinceros a estudiar las Sagradas Escrituras de una m anera provechosa. De acuerdo con el punto de vista de la Biblia acerca de s í m ism a , este libro trata de enfatizar el origen y la autoridad d ivina de la Escritura. Por ello he intentado proporcionar reglas de interpretación

que sirvan de contra peso a nuestra acostum brada tendencia a interpretar la Biblia según nuestros propios p reju icio s. El libro concluye con un examen de varios m edio s d isp o n ib les para ayudar a los estudiantes de la Biblia, ya sean principiantes o avanzados. Ante todo, me gustaría que este fuese un libro práctico para uso de los laicos. En verdad, m e anim a la esperanza de que los cristiano s continúen su estudio de la Escritura y sigan contribuyendo a la iglesia. Q u e este libro les sea un estím ulo a perseverar con gozo y a la vez con conocim iento. Debo gratitud a un núm ero de personas que m e ayudaron en este proyecto. Mi agradecim iento especial a M ary Sem ach por m ecanografiar el m anuscrito. Y tam ­ bién deseo m encionar la ayuda de Stuart Boehm ig, quien ayudó en las revisiones necesarias, y al Prof. D avid W ells, cuyos co nsejo s fueron m uy útiles en la correc­ ció n del m anuscrito.

Capítulo i : ¿Por qué estudiar la Biblia?

Puede parecer raro y absurdo form ular esta pregunta, ya que probablem ente no es­ taría usted leyendo este libro a no ser que ya estuviera convencido de que el estu­ dio de la Biblia es necesario. Sin em bargo, nuestras m ejores intenciones con fre­ cuencia se debilitan por estados de án im o y capricho s. El estudio de la Biblia m u ch as veces queda a un lado. Por tanto, antes de exam inar las guías prácticas para el m ism o , revisem os algunas de las m ás só lidas razones para estudiar la Bib­ lia. D o s mitos Prim ero verem os algunas de las razones que da la gente para no estudiar la Biblia. Estas “razones" con frecuencia contienen m itos que llegan a convertirse en afo ris­ m os a fuerza de m ucha repetición. El m ito que ocupa el prim er lugar en nuestra galería de excusas es la idea de que la Biblia es dem asiado d ifícil de entender para una persona norm al. Mito i : La Biblia es tan difícil de entender que sólo los teólogos con m uchos conocim ientos y preparación técnica pueden m anejarlas Escrituras. Este m ito es repetido a m enudo por personas sinceras. La gente dice: “Sé que no puedo estudiar la Biblia, porque cada vez que trato de leerla no la entiendo". C u a n ­ do alguien dice eso, q u izás espera escuchar: “Está bien, te entiendo. Realmente es un libro m uy d ifícil, y, a m enos que te hayas preparado en un sem in ario , q u izás no deberías acercarte a él." O tal vez desea oír decir: “Lo sé, es m uy som brío, muy profundo. Te adm iro por tus incansables esfuerzos, tu trabajo tenaz por tratar de resolver el enigm a m ístico de la Palabra de D io s. Es triste que D ios haya escogido hablarnos en un lenguaje tan oscuro y esotérico que sólo los sabios lo pueden captar". Esto, temo, es lo que m uch os d esearíam o s oír. N o s sentim os culpables y querem os acallar nuestras co ncien cias por d escu idar nuestro deber com o c ris ­ tianos. C uand o expresam os este m ito, lo hacem os con una facilidad asom brosa. Este m i­ to se repite tan frecuentemente que no esperam os que sea puesto en tela de juicio. Sin em bargo, sabem os que com o adultos m aduros en la civilizació n occidental

podem os entender el m ensaje básico de la Biblia. Si podem os leer el periódico, podem os leer la Biblia. De hecho, me atrevería a de­ cir que hay palabras y conceptos m ás d ifíciles que se expresan en la prim era plana de un periódico que en la m ayoría de las páginas de la Biblia. Mito 2: La Biblia es aburrida. Si presion am os a las personas a que nos expliquen lo que quieren decir cuando expresan el prim er m ito, por lo general responden: “Bueno, supongo que puedo entenderlo, pero francam ente ese libro m e mata de aburrim iento ”. Esta declaración refleja, no tanto una falta de habilidad para entender lo que se lee sino un gusto y preferencia por lo que se considera interesante y em ocionante. La preponderancia del aburrim iento que la gente experim enta con la Biblia la ad­ vertí hace varios años al ser contratado para enseñar las Escrituras en una univer­ sidad cristiana. El presidente de la institución m e llam ó por teléfono y dijo: “N ecesitam o s alguien joven y estim ulante, alguien con un m étodo d in ám ico que pueda darle vida a la Biblia'” . Tuve que forzarm e a com erm e m is palabras. Q uería decir: “¿U sted quiere que le dé vida a la B ib lia? N o sabía que estuviera enferma. ¿Q u é doctor la atendió antes de su fallecim iento ?” No, no puedo darle vida a la Biblia para nadie. La Biblia está viva. A m í me hace cobrar vida. C uand o las personas dicen que la Biblia es aburrida m e hacen preguntarm e por qué. Los personajes bíblicos están llenos de vida. Existe una pasión especial en cuanto a ellos. Sus vid as revelan dram a, aflicción, lascivia, crim en, devoción, y to­ do aspecto concebible de la existencia hum ana. H ay reprim enda, rem ordim iento, contrición, consuelo, sab iduría práctica, reflexión, psicología, y, ante todo, verdad. Q u izá s el desinterés que algunos experim entan, se deba a lo anticuado del m aterial que puede parecem os ajeno. ¿C ó m o se relaciona la vida de A braham — que vivió hace tanto tiem po y tan lejos— con no so tro s? A unque su am biente fuese diferente al nuestro, su s luchas e intereses son m uy sem ejantes. La claridad de la Escritura En el siglo X V I, los reform adores declararon su entera confianza en lo que d en o m ­ inaron la “perspicuidad" de la Escritura. A lo que se referían con ese térm ino téc­ nico era a la claridad de las Escrituras. A firm aban que la Biblia era clara y lúcida.

Es lo suficientem ente sencilla para que cualquier persona letrada pueda enten­ der su mensaje básico. Esto no significa que todas las partes de la Biblia sean ig u al­ m ente claras o que no haya en ella pasajes o secciones difíciles. Los laicos sin preparación en cuanto a lenguas antiguas y los aspectos críticos de la exégesis pueden tener dificultad con algunas partes de la Escritura, pero el contenido esen­ cial es lo suficientem ente claro para ser entendido con facilidad. Lutero, por ejem ­ plo, estaba convencido de que lo que era oscuro y difícil en una parte de la Escrit­ ura, se afirm aba con m ayor claridad y sencillez en otras partes de la Escritura. A lgunas partes de la Biblia son tan claras y se n cilla s que resultan ofensivas a aque­ llos que sufren de arrogancia intelectual. H ace algunos años daba yo una confer­ encia en cuanto a cóm o la muerte de C risto en la cruz cu m p lía un m otivo m aligno del A ntiguo Testam ento. A m itad de m i conferencia un hom bre de entre el público m e interrum pió diciendo en alta voz: “Eso es p rim itivo y obsceno”. Le pedí que repitiera su observación para que todos los presentes tuvieran la oportunidad de oír su queja. C uand o lo hubo repetido, le dije: “Tien e usted toda la razón. A m í en particular m e gusta su selección de palabras, primitivo y obsceno". La historia entera de la redención se co m u nica en térm inos prim itivos desde el episo d io del encuentro de A dán y Eva con la serpiente hasta la destrucción devas­ tadora que D io s inflige a las carrozas de Egipto en el Éxodo y hasta el craso y brutal asesinato de Jesús de Nazaret. La Biblia revela a un D ios que oye los gem idos de toda su gente, desde el cam p esino hasta el filósofo, desde el lerdo al docto m ás refinado. Su m ensaje es lo suficientem ente sencillo com o para que la m ás sim ple de su s criaturas caíd as lo entienda. ¿Q u é clase de D ios revelaría su am or y reden­ ció n en térm inos tan técnicos y conceptos tan profundos que sólo la flor y nata de un grupo de eruditos profesionales pudiera entenderlos? D io s s í habla en térm inos prim itivos porque se está dirigiendo a prim itivos. Al m ism o tiem po, hay bastante profundidad en la Escritura com o para tener a los sabio s m ás astutos y eruditos solícitam ente o cupados en su s averiguaciones por el resto de su s vidas. Si la palabra primitivo es

la apropiada

para describir el contenido

de la

Escritura, obsceno lo es aun m ás. Todas las obscenidades del pecado están reg­ istradas con lenguaje claro y directo en la Escritura. ¿Y qué hay m ás obsceno que la

cru z? H e aq u í la obscenidad a escala có sm ica. Sobre la cruz carga C risto sobre sí los pecados m ás terribles de los hom bres para poder redim ir a esa hum anidad in m erecedora. Si usted ha sido uno de esos que se ha apegado a los m itos del aburrim iento o la dificultad, probablem ente se deba a que usted le ha atribuido a la totalidad de la Escritura lo que ha encontrado en algunas de su s partes. Puede ser que algunos de los pasajes hayan sido particularm ente d ifícile s y obscuros. O tros pasajes le po­ drán haber dejado con fundido y desconcertado. Tal vez esos debieran dejárseles a los eruditos para que los desenm arañen. Si usted encuentra d ifícile s y com plicadas algunas porciones de la Escritura, ¿debe deducir que la totalidad de la Escritura es aburrida e in síp id a ? El cristian ism o bíblico no es una religión esotérica. Su contenido no se oculta tras sím bo los vagos que requieran de algún tipo de “in gen io ’' especial para captarse. No se requiere ninguna especial proeza intelectual ni algún don espiritual para entender el m ensaje básico de la Escritura. En las religiones orientales, tal vez, el ingenio se lim ita a algún “gurú" remoto que habita en una choza en las alturas de las m ontañas. Puede ser que ese “gurú" haya quedado pasm ad o por los dioses con algún m isterio profundo del universo. Usted viaja para indagar y él le dice en un su su rro leve que el significad o de la vida es el “dar palm as con una sola m ano". Eso es esotérico. Es tan esotérico que ni aun el “gurú" lo entiende. No lo puede entender porque es absurdo. Lo absurdo m uchas veces suena profundo porque no so m o s capaces de entenderlo. C uand o o ím o s co sas que no entendem os, a veces pensam os que sencillam ente son d em asiad o profundas para captarse cuando de hecho son m eras afirm aciones in inteligib les com o “dar palm as con una sola m an o ”. La Biblia no habla así. La Biblia habla de D ios con patrones de lenguaje significativos. A lguno s de esos patrones podrán ser m ás d ifícile s que otros, pero no llevan la intención de ser frases disparatadas que sólo un “gurú" pueda enten­ der. El problema de la m otivación Es im portante observar que el tema de este libro no es cóm o leer la Biblia sino cóm o estudiar la Biblia. H ay m ucha diferencia entre leer y estudiar. Leer es algo

que puede hacerse pausadam ente, estrictam ente com o pasatiem po, en una forma casual y desenvuelta. Pero el estudio sugiere labor, trabajo serio y diligente. Por tanto, he aq u í el verdadero problem a de nuestra negligencia. Fallam os en nue­ stro deber de estudiar la Palabra de D io s, no tanto porque sea sim p le y aburrida sino porque es trabajo. N uestro problem a no es de falta de inteligencia o de pasión; nuestro problem a es que so m o s perezosos. Karl Barth, el fam oso teólogo suizo , escribió en una ocasión que todo el pecado encuentra su s raíces en tres problem as hum ano s básicos. En su lista de pecados rudim entarios incluyó los pecados del orgullo (hubris), la falta de honestidad, y la pereza. N in gun a de estas m aldades básicas queda erradicada instantáneam ente por m edio de la regeneración espiritual. C o m o cristiano s debem os luchar contra estos problem as por m edio de un com pleto peregrinaje. N in gun o de nosotros es in m un e. Si vam os a tratar con la d iscip lin a del estudio de la Biblia, debem os reconocer desde el principio que vam o s a necesitar de la gracia de D io s para perse­ verar. El problem a de la pereza ha estado con nosotros desde la m ald ició n de la caída. Ahora nuestro trabajo está m ezclado con sudor. Crecen con m ás facilidad las m alas hierbas que el pasto. Es m ás fácil leer el periódico que estudiar la Biblia. La m ald ició n del trabajo no desaparece m ágicam ente por el hecho de que nuestra tarea sea la de estudiar la Escritura. Frecuentem ente doy charlas a grupos sobre el tem a del estudio de la Biblia. Suelo preguntar al grupo cuántos de ellos han sido cristiano s por un año o m ás. D e­ spués les pregunto cuántos de ellos han leído la Biblia de cubierta a cubierta. En cada o casión , la abrum adora m ayoría contesta negativam ente. Me atrevería a decir que de aquellos que han sido cristiano s por un año o m ás, cuando m enos el ochenta por ciento nunca ha leído la Biblia entera. ¿C ó m o es po sible? Solam ente una apelación a la caída radical de la raza hum ana podría em pezar a contestar a esa pregunta. Si usted ha leído toda la Biblia, usted forma parte de una m inoría de cristiano s. Si ha estudiado la Biblia, se encuentra usted en una m inoría aún m ás reducida. ¿N o es sorprendente que casi todas las personas estén listas para dar su opinión en

cuanto a la Biblia, y sin em bargo tan pocos la hayan estu diado ? A veces parece que las únicas personas que dedican tiem po al estudio de la Biblia son aquellas con las hachas m ás afilad as para hacerla pedazos. M uchas personas la estudian con el fin de encontrar posibles escapatorias para poder esquivar el peso de su autoridad. La ignorancia en cuanto a la Biblia de ninguna m anera se lim ita a los laico s. Yo me he sentado en m esas de exam en de algunas ig lesias con la responsabilidad de preparar y exam inar a se m in aristas estudiando para su m inisterio pastoral. El gra­ do de ignorancia bíblica dem ostrado por m uch os de estos estudiantes causa consternación. Los planes de estudio de los se m in ario s no han hecho gran cosa por aliviar el problem a. M uchas ig lesias ordenan hom bres cada año que son virtualm ente ignorantes acerca del contenido de la Escritura. Q uedé espantado cuando presenté un exam en de co no cim ien to s bíblicos para ser adm itido al se m in ario teológico del cual m e gradué. C uand o acabé el examen, me sentía avergonzado de entregar m i hoja. H ab ía tom ado varios cursos en la univer­ sidad que pensé me prepararían para este exam en, pero a la hora de la verdad no estaba listo. Dejé pregunta tras pregunta en blanco y estaba seguro de que me habían su sp end id o . C uand o las calificacio nes fueron an un ciadas, d e scu b rí que había obtenido una de las m ás altas puntuaciones en un grupo de setenta y cinco alum n os. A un con las calificacio nes en escala, había m uchos alum n os que obtu­ vieron m enos de diez puntos de una calificación m áxim a de cien. M i puntuación fue m uy baja, pero aun así, era una de las m ejores dentro de las m alas. La ignorancia acerca de la Biblia entre laico s se ha generalizado tanto que con fre­ cuencia encontram os a pastores m olestos y enojados cuando su s feligreses les p i­ den que les enseñen algo de la Biblia. En m uch os caso s el pastor vive en un temor m ortal de que su ignorancia se vea ex­ puesta por el hecho de ser presionado hacia una situació n en la que se espere de él que dé un estudio bíblico. Los fundam entos bíblicos para el estudio de la Biblia La Biblia m ism a tiene m ucho que decir en cuanto a la im portancia de estudiar la Biblia. Exam inem os do s pasajes, uno de cada testam ento, con el fin de avistar brevemente estos m andatos.

A ntiguo Testam ento. Sus palabras se usaban para convocar a la congregación a adorar. Leem os: “Oye, Israel: J E H O V A nuestro D ios, JE H O V Á uno es. Y am arás a J E H O V A tu D io s de todo tu corazón y de toda tu alm a y con todas tus fuerzas", (vv. 4-5) C a si todos nosotros conocem os estas palabras. Pero ¿qué viene in m ed i­ atam ente después de ellas? Siga leyendo: Y estas palabras que yo te m ando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el cam ino, y a l acostarte y cuando te levantes. Y las atarás com o una señal en tu m ano, y estarán com o frontales entre tus ojos; y las exhibirás en los postes de tu casa y en tus puer­ tas (vv. 6-9J Aquí, D ios soberanam ente ordena que su Palabra sea enseñada tan diligentem ente que penetre al corazón. El contenido de esa Palabra no deberá ser m encionado en form a casual y ocasion al. La orden del día, de cada día, es la exposición repetida. La orden de atarla a la m ano, la frente, los postes y la puerta, deja claro que D ios está dicien d o que la labor debe llevarse a cabo por cualquier método que se re­ quiera. En el Nuevo Testam ento, leem os acerca de la am onestación de Pablo a Tim oteo: Pero persiste tú en lo que has aprendido y le persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escrit­ ura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para in­ struir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente prepara­ do para toda buena obra. {2 Tm 3 :14 -17 ) Esta exhortación es tan básica para que co m p ren dam os la im portancia del estudio bíblico que nos ordena un cu id ad o so escud riñam iento. Persiste en lo que has aprendido Esta parte de la am onestación pone énfasis en la continuidad. N uestro estudio de la Escritura no deberá ser asunto de una-vez-por-todas. No hay lugar para aquello de un recorrido general a la ligera. Es necesaria la perseverancia para llegar a un fundam ento só lid o en el estudio bíblico. Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación

Pablo se refiere a la capacid ad de las Escrituras para dar sabiduría. C u a n d o la Bib­ lia habla de “sabid uría" se refiere a una clase especial de sabiduría. El térm ino no se em plea para connotar la habilidad de ser avezado en las co sas del m undo, o de poseer el ingenio necesario para escrib ir un alm anaque popular de anécdotas. En térm inos bíblicos, la sab iduría está relacionada con la cuestión práctica de apren­ der a vivir una vida agradable a D io s. Una m irada superficial a la literatura sa p i­ encial del A ntiguo Testam ento perm itirá observar que existe un énfasis abu ndan­ temente claro. Los Proverbios, por ejem plo, nos dicen que la sabiduría co m ienza con el “temor de D ios" (Pr 1:7; 9 :10 ). Ese temor no es un tem or servil sino una actitud de respeto y reverencia, la cual es necesaria para una auténtica santidad. El Antiguo Testam ento d istin gue entre la sabiduría y el conocim iento. Se nos m anda que busquem os el cono cim iento pero sobre todo que obtengam os sabiduría. Los co no cim ien to s son necesarios si se va a ad q u irir sabiduría, pero no son lo m ism o que la sabiduría. Se pueden tener co no cim iento s sin tener sabiduría, pero no puede

tenerse sabiduría si no se tienen co no cim iento s. U na

persona sin

co no cim ien to s es ignorante. Una persona sin sab iduría es considerada necia. En térm inos bíblicos, la necedad es un asunto m oral y recibe el ju icio de D ios. La sabiduría en su sentido m ás elevado es estar al tanto respecto a la salvación. Por tanto, la sabiduría es un asunto teológico. Pablo está dicien do que por m edio de las Escrituras podem os obtener esa clase de sabiduría que concierne a nuestra m áxim a realización com o seres hum anos. Sabiendo de quién has aprendido ¿Q u ié n es este “q u ién ” al cual Pablo se refiere? ¿S e refiere a la abuela de T im o teo ?, ¿o a Pablo m ism o ? Estas dos p o sib ilid ad es so n dud osas. El “q u ién ” se refiere a la m áxim a fuente de los co no cim iento s que Tim o teo ha adquirido, es decir, D ios. E s­ to se ve con m ayor claridad en la frase: “Toda Escritura es in spirada por D io s ”. Escritura inspirada por D ios Este pasaje ha sido el punto de enfoque de volúm enes de literatura teológica que describen y an alizan teorías de in spiración bíblica. La palabra crucial en el pasaje es el térm ino griego theopneust, que suele ser traducido a la frase “in spirado por D ios". El térm ino m ás exacto es “respirado por D io s ”, el cual se refiere no tanto al

acto de D io s “inspirando " com o “esp iran d o ”. En ese caso veríam os el significado del pasaje, no para proveernos de una teoría de la in sp iració n -una teoría de cóm o D ios transm itió su Palabra a través de autores h u m a n o s-sin o m ás bien, una m a n i­ festación del origen o la fuente de la Escritura. Lo que Pablo le dice a Tim oteo es que la Biblia viene de D ios. Él es su m áxim o autor. Es su Palabra; viene de Él; lleva el sello de todo lo que Él es. Por tanto, el m andato que se ha de recordar es “de quién has aprendido [estas cosas]". La Escritura es útil para enseñar Una de las prioridades m ás im portantes que Pablo m enciona es la form a desta­ cada en que la Biblia nos es útil. La prim era, y ciertam ente la m ás útil, es la de la enseñanza o in stru cción . Podrem os tom ar la Biblia y sentirnos “in sp irad o s" o co n­ m ovidos o experim entar otras em ociones intensas. Pero nuestro m ayor provecho está en ser instruidos. A ñádase que nuestra instrucción no está en cóm o co nstruir una casa o cóm o m u ltip licar o d ivid ir o en cóm o em plear la ciencia de ecuaciones diferenciales, sin o que so m o s instruid o s en las co sas de D ios. Esta instrucción se den om in a “ú til” porque D ios m ism o le da un valor incalculable. A la instrucción se le asigna valor y significado. Un sinn úm ero de veces he oído a cristiano s decir: “¿P o r qué necesito estudiar doctrina o teología cuando solam ente necesito conocer a Je sú s?” M i respuesta inm ediata es esta: “¿Q u ié n es Je sú s?” Tan pronto com o em pezam os a contestar esta pregunta nos estam o s adentrando en la doctrina y la teología. N in gún c ris­ tiano puede evitar la teología. Todo cristiano es teólogo. Q u izá s no un teólogo en el sentido técnico o profesional, pero es un teólogo. La cuestión para los cristianos no es si so m o s buenos o m alos teólogos. Un buen teólogo es aquel que es instru­ ido por D ios. Escritura útil para redargüir, corregir, y para instruir en justicia En estas palabras Pablo articula el valor práctico del estudio de la Biblia. C om o criaturas caíd as pecam os, erram os, y estam os inherentem ente en m ala posición con respecto a la ju sticia. C uand o pecam os, necesitam os ser reprobados. Cuando erram os, necesitam os ser corregidos. Cuando nos hallam o s en m al estado, necesi­ tam os ser in stru id o s. La función de las Escrituras es la de reprobador principal,

nuestro su m o corrector, y nuestro m áxim o instructor. Las librerías de este m undo están llenas de libros de m étodos de instrucción para adqu irir excelencia en de­ portes, para bajar de peso y estar en buen estado físico, y para alcanzar habilidad en otras áreas. Las bibliotecas poseen pilas de libros escritos para enseñarnos adm inistració n financiera y los m atices de planes sabio s de inversión. Podem os encontrar m uch os libros que nos enseñan a convertir nuestras pérdidas en ganan­ cias, nuestras deudas en po sesio nes. ¿Pero dónde están los libros que nos in ­ struyen en ju stic ia ? La pregunta aún sigue siendo: “¿D e qué aprovechará el hom bre si ganare todo el m und o y perdiere su a lm a ’? ” A fin de que el hombre de D ios sea perfecto, enteramente preparado para toda bue­ na obra El cristiano que no esté diligentem ente dedicado a un estudio serio de la Escritura sim plem ente es deficiente corno d iscíp u lo de C risto. Para ser un cristiano ade­ cuado y com petente en las co sas de D ios debe uno hacer m ás que asistir a las “se­ siones de p articipació n” y las “fiestas de bendición". N o podem os obtener esa capacidad por o sm o sis. El cristiano bíblicam ente iletrado no sólo es deficiente sino que tam poco está preparado. En verdad, es inadecuado porque no está equipado. Lee Treviño podrá dar exhibiciones de su prodigiosa habilidad para pe­ garle a las pelotas de go lf con botellas de refresco envueltas en cinta adhesiva. Pero él no usa una botella de refresco para tom ar parte en un cam peonato. La Biblia com o revelación Uno de los m ás im portantes beneficios que nos da la Biblia es el de propor­ cio n am o s inform ación que no se encuentra en ninguna otra parte. N uestras universidades nos ofrecen riqueza de co no cim iento s adquirido s por investigación hum ana del m und o natural. A prendem os por observación, a n álisis, y especulación abstracta. C o m p aram o s y contrastam os variedad de o pinio nes de doctos notables. Pero con todas las habilidades del cono cim iento que tenem os a nuestra d is p o s i­ ció n en este m undo, no hay quien nos pueda hablar por m edio de una perspectiva trascendental, nadie que pueda razonar con nosotros, com o dicen los filóso­ fos, sub specie aeternitatis. Sólo D ios puede proporcionarnos una perspectiva eterna y hablar con nosotros

con autoridad absoluta y term inante. Las ventajas que ofrece la Escritura consisten en proveernos de co no cim ien to s no accesibles por ninguna otra fuente. Claro que la Escritura nos habla de asuntos que pueden aprenderse por otros m edio s. No dependem os enteram ente del Nuevo Testam ento para saber quién fue Augusto C ésar o la distancia que hay entre Jerusalén y Betania. Pero el m ejor geógrafo del m undo no nos puede enseñar el cam in o a D io s ni el m ejor psiquiatra del m undo nos podrá dar una respuesta concluyente al problem a de nuestra cu lpabilidad. Hay asuntos en la Sagrada Escritura que descubren lo que no está expuesto al curso natural de la investigación hum ana. A unque se puede aprender m ucho de D ios por m edio de un estudio de la natu­ raleza, es la revelación de él m ism o en la Escritura la m ás com pleta y valiosa para nosotros. Existe una analogía entre cóm o llegam os a conocer a las personas en este m undo y có m o nos relacionam os con D io s. Si querem os saber algo acerca de una persona hay m uchas m aneras de conseguirlo. Podríam os escrib ir a agencias oficiales indagando si tienen alguna ficha suya. Podríam os so licitar una copia de su s calificacio nes en la escuela o la U niversidad. C o n estos docum entos po­ d ríam o s descubrir su biografía básica, registro m édico, logros académ ico s y atléti­ cos. Luego podríam os entrevistar a su s am igo s para obtener una evaluación m ás personal. Pero todos estos m étodos son indirectos y m u ch as de las cualidades intangibles de la persona quedarán fuera de nuestro escrutinio. Todos estos m éto­ dos no son m ás que fuentes secun d arias de inform ación. Si deseam os obtener un conocim iento m ás exacto del individuo necesitam os conocerlo personalm ente, observar su aspecto exterior, ver cóm o se desenvuelve, qué m odos em plea. H asta quizás podríam os colegir cóm o siente, cóm o piensa, lo que valora y lo que le disgusta. Pero si deseam os llegar a conocerlo íntim am ente tendrem os que entrar en algún tipo de co m u n icació n verbal con él. N adie puede expresar con mayor claridad o exactitud lo que cree, siente, o piensa que la persona m ism a . A m enos que el sujeto en cuestión escoja revelar esas cosas verbalm ente, nuestro cono cim iento estará lim itado a la adivinación y la especulación. Sólo las palabras nos ilu m in arán . A sim is m o , cuando hablam os acerca del concepto de la revelación nos estam os

refiriendo al p rincip io básico de la auto-revelación. Las Escrituras nos llegan com o auto-revelación divina. A q u í la m ente de D ios se m uestra descubierta en m uchas cuestiones. C o n un cono cim iento de la Escritura no necesitam os depender de inform ación de segunda m ano o mera especulación para aprender quién es D ios y lo que Él valora. En la Biblia D io s se revela a s í m ism o . Teoría y práctica C o m o el cristiano que rehuye la teología, hay aquellos que desdeñan cualquier lipa de búsqueda de conocim iento teórico de D io s, insistiendo m ás bien en ser “prác­ ticos". El espíritu de los EE.U U . ha sid o definido com o el espíritu del pragm a­ tism o. Este espíritu en ningún lugar se m anifiesta tan claram ente com o en el ca m ­ po de la política o en el sistem a de escuelas públicas. Este últim o ha sido infor­ m ado por los p rincipio s y m étodos de educación establecidos por John Dewey. El pragm atism o puede ser definido sim plem ente com o la aproxim ación a la real­ idad que toma la verdad com o “lo que da resultado". El pragm atism o se preocupa por los resultados, y los resultados determ inan la verdad. El problem a con este tipo de pensam iento, si se priva de ser inform ado acerca de la perspectiva eterna, es que los resultados tienden a ser juzgados en térm inos de m etas a corto plazo. Este dilem a lo experim enté al m atricular a m i hija en el sistem a de escuela pública en el kindergarten. La niña asistió a una escuela m uy progresiva fuera de Bastan. D espués de unas sem anas recib im o s una notificación de la escuela anunciando que el director sostendría una reunión abierta con los padres con el fin de explicar el program a y los procedim ientos em pleados. En la reunión el director explicó cuidadosam ente el program a diario. D ijo: “N o se alarm en si su hijo llega a casa y les dice que estuvo arm ando rom pecabezas o jugando con arcilla plástica. Puedo asegurarles que todo en la rutina diaria se hace con un propósito. De 9:00 a 9:17 AM los niños juegan con rom pecabezas que han sido cuidadosam ente diseñados por expertos ortopedistas para desarrollar los m ú sculo s m otores de los últim os tres dedos de la m ano izquierda". Siguió explicando cóm o cada m inuto del niño estaba planeado con hábil precisión para asegurar que cada cosa fuese hecha con un propósito. Q uedé m uy im presionado. Al final de su presentación, el director nos invitó a hacer preguntas. Yo alcé mi

m ano y dije: “Estoy profundam ente im presionado por la cu idado sa planificación que se ha llevado a cabo en este program a. Puedo ver que cada cosa se efectúa con un propósito en mente. M i pregunta es: ¿C ó m o decide usted qué “propósito" em ­ plear? ¿Q u é tipo de propósito final se usa para decidir los propósitos in d ivid uales? ¿C u á l es el propósito general de su s propósitos? En otras palabras, ¿qué clase de niño está usted tratando de producir?" El hom bre se puso blanco y después rojo y en térm inos vacilantes contestó: “No lo sé; nadie m e había hecho esa pregunta". Le agradecí el candor de su respuesta y la hum ildad genuina que dem ostró, pero al m ism o tiem po, su respuesta me aterró. ¿C ó m o podem os tener propósitos sin un propósito? ¿D ó n d e podem os acudir para descubrir la prueba m áxim a de nuestro p ragm atism o? A q u í es donde la revelación trascendental es m ás crítica a nuestras vidas. A q u í es donde el contenido de la Escritura es m ás relevante para nuestra práctica. Sólo D io s nos puede dar la evalu­ ación final de la sab id uría y valorar nuestras prácticas. La persona que desdeña la teoría y se llam a práctica no es sabia. Q uien se pre­ ocupe por s í m ism o solam ente con metas a corto plazo puede tener serios prob­ lem as cuando se trate de m etas a largo plazo o la eternidad. Debo añadir tam bién que no puede haber práctica sin alguna teoría en el fondo. H acem o s lo que hace­ m os porque tenem os una teoría en cuanto al m érito de hacerlo. N ada revela m ás elocuentem ente nuestras m ás profundas teorías que nuestra práctica. Puede que nunca pensem os seriam ente acerca de nuestras teorías ni las pongam os en tela de ju icio , pero todos las tenem os. C o m o en el caso del cristiano que quiere a Cristo sin la teología, la persona que quiere la práctica sin la teoría generalm ente term ina con m alas teorías que llevan a una m ala práctica. C o m o que las teorías que se hallan en la Escritura proceden de D ios, la Biblia es em inentem ente práctica. N ada podría ser m ás práctico que la Palabra de D io s pues procede de una teoría que se establece de la perspectiva eterna. La debilidad fatal del pragm atism o su cu m b e ante la revelación. El cristiano sensual Frecuentem ente m e he visto tentado a escrib ir un libro titulado E l cristiano sensual. La m ujer sensual, E l hombre, sensual, La pareja sensual. La divorciada sensual... al

punto de saturación, todos han sid o éxitos de librería. ¿P o r qué no E l cristiano sen­ sual? ¿Q u é es un cristiano se n su al? Un d iccio nario define sensual com o “perteneciente a los sentidos u objetos sensib les: altam ente susceptible por los sentid o s”. El c ris­ tiano sensual es el que vive por los sentim iento s m ás que por su entendim iento de la Palabra de D ios. El cristiano sensual no puede ser m ovido al servicio, la oración, o el estudio a no ser que él “tenga ganas". Su vida cristiana es solam ente tan efec­ tiva co m o la intensidad de los sentim ientos en ese m om ento. C u a n d o experim enta la euforia espiritual, es un rem olino de actividad divina; cuando está deprim ido, es un incom petente espiritual. Constantem ente busca experiencias nuevas y frescas y las utiliza para determ inar la Palabra de D ios. Sus “sentim iento s internos" se co n­ vierten en la m áxim a prueba de la verdad. El cristiano sensual no necesita estudiar la Palabra de D io s porque él ya conoce la voluntad de D io s a través de su s sentim ientos. Él no quiere conocer a D ios: quiere experim entarlo. El cristiano se n sual iguala “la fe de un niño" con la ignorancia. Él piensa que cuando la Biblia nos llam a a tener la fe de un niño se refiere a una fe sin contenido, una fe sin entendim iento. Él no sabe que la Biblia dice: “Sed niños en la m alicia, pero m aduro s en el m odo de pensar" (i C o 14 :20 ). N o se da cuenta de que Pablo nos dice una y otra vez: “No quiero, herm anos, que ignoréis este m is ­ terio" (véase, por ejem plo, Ro 11:25). El cristiano sensual va alegre por su cam in o hasta que se encuentra con el dolor de la vida, que no es tan alegre, y se desplom a. Por lo general term ina por abrazarse a un tipo de “teología re la c io n a r (la m ás terrible m aldición de la cristiandad m o d ­ erna) donde las relaciones personales y la experiencia tom an precedencia sobre la Palabra de D ios. Si la Escritura nos dem anda una acción que pueda poner en peli­ gro una relación personal, entonces la Escritura debe ponerse en tela de ju icio . La ley m ás elevada del cristiano sensual es la de que los sentim ientos m alos deben ser evitados a toda costa. La Biblia está dirigida prim ordialm ente, aunque no exclusivamente, a nuestro en­ tendim iento. Eso, en cuanto a la mente. Esto resulta difícil de co m u n icar a los c ris­ tianos m odernos que están viviendo en lo que podría ser el período m ás

anti-intelectual de la civilizació n occidental. Nótese, no dije antiacadém ico ni anti­ tecnológico ni anti-docto. D ije anti-intelectual. H ay una fuerte corriente de antipatía hacia la función de la mente en la vida cristiana. En punto de hecho, existen razones históricas para esta clase de reacción. M uchos laico s han sufrido el resultado de lo que un teólogo ha definido com o “la traición del intelectual'’. Tanto escep ticism o, cin ism o , y crítica negativa han sa lid o del m undo intelectual de los teólogos que los laico s han perdido su confianza en los proyectos intelectuales. En m uchos caso s se teme que la fe no pueda sostenerse bajo el escrutinio intelectual, por lo que la defensa se convierte en la denigración de la m ente hum ana. N os volvem os a los sentim ientos en lugar de volvem os a nuestras m entes para establecer y preservar nuestra fe. Este es un problem a muy serio al que nos enfrentam os en la iglesia del siglo XX. El cristian ism o es suprem am ente intelectual, aunque no intelectualista. O sea, la Escritura está d irigid a al intelecto sin al m ism o tiem po abrazar un espíritu de intelectualism o. La vida cristiana no debe ser una vida de m eras conjeturas o racio n alism o frío; debe ser una vida de pasión vibrante. Fuertes sentim ientos de gozo, am or, y exaltación se m anifiestan una y otra vez. Pero esos sentim ientos pasio nales son una respuesta lo que con nuestras m entes entendem os que es ver­ dad. C uand o leem os en la Escritura: “Confiad, yo he vencido al m undo" {Juan 16:33), e l bostezo no es una respuesta apropiada. Podem os sentirno s anim ados porque entendem os que C risto ciertam ente ha vencido al m undo. Eso estremece nuestras alm as y nos hace bailar de contento. ¿Q u é es m ás m aravillo so que experi­ m entar la d ulzura de la presencia de C risto o la cercanía del Espíritu Santo? D ios no perm itió que p erdiésem os nuestra pasión o que pasáram os por el pere­ grinaje cristiano sin una experiencia de C risto. ¿Q u é sucede cuando hay un co n­ flicto entre lo que D ios dice y lo que yo p ienso ? D ebem os hacer lo que D ios dice, nos guste o no. Eso es de lo que trata el cristian ism o . Reflexione un m om ento. ¿Q u é sucede en su propia vida cuando usted actúa según lo que tiene ganas de hacer y no según lo que sabe y com prende que se le está pidiendo que haga? A q u í nos enfrentam os a la cruel realidad de la diferencia entre la felicidad y el placer. ¡C uán fácil es confundir las dos co sas! La búsqueda de la

felicidad se considera nuestro “derecho inalienable". Pero la felicidad y el placer no son la m ism a cosa. Los dos son agradables, pero sólo uno es duradero. El pecado puede traer placer, pero no la felicidad. Si el pecado no fuese tan placentero, ape­ nas representaría una tentación. Pero, m ientras que el pecado frecuentem ente “es agradable", no produce felicidad. Si no co no cem os la diferencia o, peor aun, no nos im porta la diferencia, habrem os avanzado a grandes pasos para convertirnos en el m áxim o cristiano sensual. Es precisam ente en el punto de d iscern ir la diferencia entre el placer y la felicidad en el que el cono cim ien to de la Escritura es tan vital. Existe una relación m aravil­ losa entre la voluntad de D ios y la felicidad hum ana. El engaño fatal de Satanás es la m entira de que la obediencia ja m ás nos podrá proporcionar felicidad. Desde la tentación p rim o rd ial de Adán y Eva a la seducción satánica de anoche, la mentira ha sido la m ism a . “Si haces lo que D ios ordena, no serás feliz. Si haces lo que yo digo, serás ‘liberado' y conocerás la felicidad". ¿Q u é tendría que ser verdad para que el argum ento de Satanás fuese cierto? Pare­ cería que para que el argum ento de Satanás fuese cierto, D io s tendría que ser una de estas tres co sas: ignorante, m alévolo, o engañoso. Podría ser que la Palabra de D ios no funcione para nosotros porque procede de su s d ivinas equivocaciones. Sim plem ente, D ios no sabe lo suficiente para decirnos lo que necesitam os hacer para obtener la felicidad. Probablem ente desea nuestro bienestar, pero sim p le ­ m ente no sabe lo suficiente com o para instru irno s adecuadam ente. A Él le gustaría ayudarnos a salir adelante, pero las co m p lejid ad es de la vida y las situacio nes hu­ m anas sobrecogen su mente. Tal vez D ios es infinitam ente sabio y sabe lo que es bueno para nosotros m ejor que nosotros m ism o s. Tal vez Él entiende las co m p lejidades del hom bre m ejor que los filósofos, m o ralistas, políticos, m aestros de escuela, pastores, y la So­ ciedad Psiquiátrica. Pero nos odia. Él conoce la verdad pero nos lleva por mal cam in o para Él seguir siend o el único ser feliz en el co sm o s. Probablem ente su ley es una expresión de su deseo de deleitarse alegrem ente en nuestra m iseria. Por tanto, su m alevolencia hacia nosotros lo lleva a adoptar el papel del G ran Im p o s­ tor. ¡D isparates! Si eso fuese cierto, entonces la única co n clu sió n a la que

podríam os llegar es que D ios es el diablo y el diablo es D io s, y las Sagradas Escrit­ uras so n en realidad el m anual de Satanás. ¿A b surd o ? ¿In co n ce b ib le ? Yo desearía que lo fuese. Literalm ente en m iles de estu­ dio s de pastores, la gente está siend o aconsejada a actuar en contra de la Escritura porque el pastor quiere que sean felices. “Sí, Sra. Pérez, vaya y divórciese de su es­ poso a pesar de que no tiene usted la orden bíblica, ya que estoy seguro de que usted nunca encontrará la felicidad casada con un hom bre com o ese”. Si hubiera algún secreto un secreto cuidadosam ente velado para alcanzar la feli­ cidad hum ana, sería aquel expresado en un catecism o del siglo que dice: El fin prim ordial del hom bre es el de glorificar a D io s y disfrutar de Él para siem p re”. El secreto de la felicidad se encuentra en la obediencia a D ios. ¿C ó m o podem os ser felices si no som os obedientes? ¿C ó m o podem os ser obedientes si no sabem os a qué obedecer? En resum en, la felicidad no puede ser com pletam ente descubierta m ientras perm anezcam os ignorantes de la Palabra de D ios. D icho sea de paso, el cono cim iento de la Palabra de D ios no garantiza que hare­ m os lo que dice, pero cuando m enos sabrem os lo que deberíam os estar haciendo en nuestra búsqueda de realización com o hum anos. La cuestión de la fe no es tan­ to si debem os creer en D io s, com o si realmente creem os al D io s en quien creem os. Una cuestión de deber ¿P o r qué debem os estudiar la B ib lia? H e m o s m encionado brevemente el valor práctico, la im portancia ética, y el cam in o de la felicidad. H e m o s visto algunos de los m itos que proponen las personas que no estudian la Biblia. H e m o s d iscurrid o algo acerca del espíritu de pragm atism o y el clim a anti-intelectual de nuestros días. H ay m uchas facetas en la pregunta e innum erables razones por las que debem os estudiar la Biblia. Yo podría tratar de convencerlos de estudiar la Biblia para su edificación personal. Podría tratar, m ediante el arte de la persuasió n, de estim ular su búsqueda de la feli­ cidad. Podría decir que el estudio de la Biblia probablem ente sería la experiencia educacional m ás satisfactoria y ventajosa de toda su vida. Podría citar num erosas razones por las que saldría beneficiado de un estudio serio de la Escritura. Pero, en

últim a in stancia, la razón principal por la que debem os estudiar la Biblia es porque es nuestro deber. Si la Biblia fuese el libro m ás aburrido, in síp id o , y m enos interesante del m undo, y aparentem ente irrelevante, aun a s í sería nuestro deber estudiarla. Si su estilo liter­ ario fuese torpe y confuso, el deber seguiría existiendo. V ivim o s com o seres hu­ m anos bajo una obligación por m andato d ivino de estudiar diligentem ente la Pal­ abra de D io s. Él es nuestro Soberano; es su Palabra y Él nos ordena que la e s­ tudiem os. Un deber no es una opción. Si aún no ha em pezado a responder a esa orden, entonces necesita usted pedirle a D ios que lo perdone y tom ar la resolución de llevar a cabo su deber desde este día en adelante.

Capítulo 2: Estudio personal de la Biblia e interpretación privada

Se da por sentado, tácitam ente, que en cada hogar de los Estados U nidos hay una Biblia. La Biblia sigue siendo el éxito de librería perenne del país. Puede que m u ch as de ellas sirvan m eram ente com o decoración o com o un lugar conveniente para guardar fotos y disecar flores, y tam bién para exhibirse en un lugar prom i­ nente cuando el pastor nos viene a visitar. D ebido a la facilidad de acceso a la Bib­ lia, nos resulta fácil olvidar el precio pavoroso que fue pagado por el privilegio de poseer una escrita en nuestra propia lengua, la cual podem os interpretar por nosotros m ism o s. Martín Lutero y la interpretación privada D o s de los grandes legados de la Reforma fueron el principio de la interpretación privada y la traducción de la Biblia a la lengua vernácula. Los dos principio s van de la m ano y fueron logrados solam ente tras m ucha controversia y persecución. In­ finidad de personas pagaron con su vida quem ados en hoguera (principalm ente en Inglaterra) por atreverse a traducir la Biblia al id io m a vernáculo. Uno de los m ay­ ores logros de Lutero fue la traducción de la Biblia al alem án con el fin de que cualquier persona letrada pudiera leerla por s í m ism a. Fue el m ism o Lutero quien en el siglo X V I enfocó nítidam ente la cuestión de la interpretación privada de la Biblia. O cu lto bajo la fam osa respuesta del reformador a las autoridades eclesiásticas e im periales en la Dieta de W orm s se hallaba el p rin ­ cip io im p lícito de la interpretación privada. C uand o se le pidió que se retractara de sus escritos, Lutero contestó: “A no ser que yo este convencido por la Sagrada Escritura o por razón evidente, no puedo retrac­ tarme, pues m i co nciencia es cautiva de la Palabra de D ios, y el actuar contra la co nciencia no es ni correcto ni seguro. Esta es m i p o sición , no puedo tom ar ninguna otra, a s í D ios me ayude". Note que Lutero d ijo : “A no ser que yo esté co nven cid o ...” En debates anteriores en Leipzig y A ugsburgo, Lutero se había atre­ vido a interpretar la Escritura en form a contraria a las interpretaciones rendidas por los papas y por los co n cilio s de iglesia. El hecho de que fuese tan atrevido le ganó la repetida acusació n de arrogante por los m iem bro s del clero. Lutero no tomó

esos cargos a la ligera sin o que agonizaba sobre ellos. El creía que podía estar equivocado pero in sistía en que el papa y los co ncilio s tam bién podían errar. Para él solam ente una fuente de verdad estaba libre de error. D ijo: “Las Escrituras ja m ás se equivocan". Por tanto, a m enos que las figuras de la iglesia pudieran co n­ vencerlo de su error, él se sentía m oralm ente obligado a seguir adelante con lo que su conciencia sabía que la Escritura enseñaba. C o n esta controversia nació, bauti­ zado con fuego, el principio de la interpretación privada. Tras la valiente declaración de Lutero y su subsiguiente trabajo de traducir la Biblia al alem án en W artburg, la Iglesia Católica Rom ana no perm aneció inactiva. M ov­ ilizó su s fuerzas en una contraofensiva de tres puntas conocida com o la Con trar­ reforma. U na de las púas m ás afiladas del contraataque fueron las acusacio nes contra el protestantism o form uladas por el C o n cilio de Trento. El co ncilio discutió m u ch as de las cuestiones su scitad as por Lutero y otros reform adores. Entre ellas se encontraba la de la interpretación privada. D ijo el co ncilio : Para controlar los espíritus desenfrenados [el concilio] decreta que nadie, basándose en su propio ju icio , podrá en asuntos de fe y m oral referentes a la edificación de la doctrina cristiana, trastornando las Sagradas Escrituras de acuerdo con su s propios conceptos, presum ir de interpretarlas contrariam ente al sentido que la santa m adre iglesia, a quien pertenece el derecho de juzgar por su sentido e interpretación verdaderos, ha m antenido o m antiene, o in­ cluso en contra de la enseñanza unánim e de los padres, a pesar de que tales interpretaciones en ningún m om ento deberán ser publicadas. ¿Capta usted el sabor de esta proclam a? La declaración dice, entre otras cosas, que es la responsabilidad del departam ento de enseñanza de la Iglesia Católica Ro­ m ana el interpretar las Escrituras y declarar su significado . Este no deberá ser un asunto de ju ic io u opinió n privada. Esta declaración de Trento fue claram ente concebida para responder al principio de la Reforma de la interpretación privada. Sin em bargo, si exam inam os detenidam ente esta declaración, podem os ver que contiene un m alentendido m uy serio en cuanto al principio reform ador. ¿P ro ­ m ovieron los reform adores la noción de desenfreno? ¿S ig n ifica la interpretación privada de la Biblia que un in d ivid uo tiene el derecho de interpretar la Escritura en

una forma antojadiza, capricho sa, sin ninguna restricción? ¿D e b e el individuo tom ar en serio las interpretaciones de otros, tales com o los que se especializan en enseñar las E scrituras? Las respuestas a estos interrogantes so n obvias. Los refor­ m adores tam bién se preocupaban por las form as y los m edios de controlar la anar­ quía m ental. (Esta es una de las razones por las que trabajaron tan arduam ente para delinear los p rin cip io s só lid o s de la interpretación bíblica com o un dique a la interpretación extravagante.) Pero la form a en que ellos buscaban el control del pensam iento anárquico no era la de declarar que las enseñanzas de los m aestros de la iglesia eran infalibles. Q u izá s el térm ino m ás crucial que aparece en la declaración de Trento sea la pal­ abra trastornar. Trento dice que nadie tiene el derecho particular de trastornar las Escrituras. Con ello los reform adores estaban com pletam ente de acuerdo. La inter­ pretación privada ja m á s significó que los in d ivid u o s tenían derecho a trastornar las Escrituras. Con el derecho a la interpretación privada viene la sobria respons­ abilidad de la interpretación exacta. La interpretación privada da licencia para inter­ pretar, pero no para trastornar. C uand o volvem os la vista al período de la Reforma y vem os la respuesta brutal de la Inq u isició n y la persecución de aquellos que tradujeron las Escrituras a la lengua vernácula para hacerlas accesibles a los laicos, nos horrorizam os. N os pregun­ tam os cóm o los príncip es de la Iglesia C atólica Rom ana podían ser tan corruptos com o para torturar a las personas por leer la Biblia. N os deja perplejos in clu sive el hecho de leer tales co sas. Sin em bargo, lo que con frecuencia pasam o s por alto en este reflejo histórico es que había m uchas personas bien in tencionadas que se hal­ laban involucradas en aquello. Rom a estaba convencida de que, si se ponía la Bib­ lia en las m ano s de un laico sin preparación y se le perm itía interpretar el Libro, surgirían d isto rsio nes grotescas que llevarían a las ovejas a la deriva, proba­ blemente al torm ento eterno. Por tanto, para proteger a las ovejas de em barcarse en un curso de autodestrucción segura, la iglesia recurrió al castigo corporal, aun al punto de la ejecución. Lutero estaba enterado de los peligros de tal m ovim iento, pero estaba convencido de la claridad de la Escritura. Por lo tanto, aunque los peligros de la distorsión

fuesen grandes, él pensó que el beneficio de exponer a las m ultitudes a un m en­ saje básicam ente claro del evangelio podría aportar m ás a la salvación eterna que a la ruina eterna. Él estaba inclinado a asum ir el riesgo de girar la válvula que podría abrir la “com puerta de iniquidad". La interpretación privada dio acceso a la Biblia a los laicos, pero no term inó con el p rin cip io del clero educado. Retrocediendo a los d ías b íblico s, los reform adores reconocieron que en la práctica y las enseñanzas del Antiguo y del N uevo Testa­ m ento había un lugar significativo para el rabí, el escriba, y el m inisterio de la en­ señanza. El hecho de que los m aestros deberían ser conocedores de lenguas, costum bres, historia, y an álisis literario antiguos, es aún un factor im portante en la iglesia cristiana. La doctrina fam osa de Lutero acerca del “sacerdocio de todos los creyentes” ha sid o con frecuencia m al interpretada. No significa que no haya d istin ció n entre el clero y el laicado. La doctrina sim plem ente afirm a que cada in d i­ viduo cristiano tiene un papel que desem peñar y una función que m antener en el m inisterio total de la iglesia. Todos, en cierto sentido, so m o s llam ados a ser “Cristo para nuestro p ró jim o ”. Pero esto no significa que la iglesia no tenga super­ visores o m aestros. M ucha gente ha llegado a desencantarse con la iglesia organizada en nuestra cu l­ tura actual. A lguno s se han ido en dirección a la anarquía eclesiástica. De la revolu­ ció n cultural de los años 19 6 0 con el advenim iento del m ovim iento de Jesús y la iglesia subterránea vino el clam o r de la juventud: “No necesito acudir a ningún pastor; no creo en una iglesia organizada o un gobierno estructurado del cuerpo de Cristo", En m anos de estas personas el p rincipio de la interpretación privada podría ser una licencia para el su b jetivism o radical. Objetividad y subjetividad El gran peligro de la interpretación privada es el peligro claro y presente del su b je­ tivism o en la interpretación bíblica. El peligro está m ás extendido de lo que aparenta a prim era vista. Yo lo veo m anifestado m uy sutilm ente en el curso de la d iscu sió n y debate teológico. Recientem ente participé en un ju rad o con eruditos de la Biblia. D iscu tim o s los pros y contras de cierto pasaje en el N uevo Testam ento cuyo significado y

aplicación eran debatibles. Uno de los eruditos del N uevo Testam ento, en su declaración de apertura dijo: “Yo pienso que deberíam os ser abiertos y honestos en cuanto a la m anera de abordar el Nuevo Testam ento. En el an á lisis final leemos lo que querem os leer, y eso está b ien”. Yo no podía creer lo que oía. Q uedé tan aturdido, que no lo contradije. Mi estado de shock se m ezclaba con una sensació n de inutilidad ante la po sibilid ad de un intercam bio significativo de ideas. Es raro que un erudito exponga su s p rejuicios tan abiertam ente y en público. Todos pode­ m os luchar contra la tendencia pecam inosa de leer en la Escritura lo que q u isié ram o s encontrar, pero espero que no lo hagam os siem pre. Confío en que haya m edios d isp o n ib les para que controlem os esa tendencia. Esta fácil aceptación del espíritu subjetivista en la interpretación bíblica prevalece igualm ente a nivel popular. En m uchas o casiones, después de discu tir el sig n ifi­ cado de cierto pasaje, la gente contradice m is declaraciones sim plem ente d icién dom e: “Esa es su op inió n". ¿Q u é puede significar tal com entario ? Prim ero, es perfectamente obvio a todos los presentes que una interpretación que yo ofrezca com o m ía propia es m i o p inió n. Yo soy el que acaba de dar la opinió n. Pero no creo que eso sea lo que la persona tiene en mente. Un segundo significado es el de un rechazo im plícito, que señala culpa por falacia de asociación. Señalando que la opinión ofrecida es m ía, la persona siente quizás que eso es todo lo necesario para refutarla, ya que todos conocen la conjetura táci­ ta: cualquier opinión que salga de la boca de R. C. Sproul debe ser errónea porque él jam ás ha tenido, y nunca podría tener, la razón. Por hostiles que sean las per­ sonas en cuanto a m is o p inio nes, dudo que eso sea lo que intentan decir cuando afirm an: “Esa es su opinión". Creo que una tercera alternativa es la que casi todos intentan decir: “Esa es tu inter­ pretación y está bien para ti. No estoy de acuerdo, pero m i interpretación es igual­ m ente válida. A unque nuestras interpretaciones se contradigan, las dos pueden ser verdad. Lo que tú quieras es verdad para ti y lo que yo quiera es verdad para m í”. Esto es subjetivism o. Subjetivism o y subjetividad no son la m ism a cosa. D ecir que la verdad contiene un elem ento subjetivo es una cosa; decir que es totalm ente subjetiva es otra cosa

bastante diferente. Para que la verdad o la m entira tengan algún significado en m i vida m e deben im plicar en alguna form a. El com entario “Está lloviendo en G eo r­ gia" puede ser verdad objetivam ente, pero no m e afecta. Se m e podía convencer de que s í m e afecta si, por ejem plo, se pudiera dem ostrar que junto con la lluvia hu­ biera un granizo severo que destruyera las cosechas de m elocotones en las que in ­ vertí m i dinero. Entonces es cuando el com entario adquiere una im portancia su b je­ tiva para m í. C uand o la verdad de un asunto me toca, ese es un asunto subjetivo. La aplicación de un texto bíblico a m i vida puede traer co nsigo fuertes alusiones subjetivas. Pero eso no es a lo que nos referim os con su bjetivism o. El su b je ­ tivism o ocurre cuando trastornam os el significado objetivo de los térm inos para adaptarlo a nuestros propios intereses. El decir “Está lloviendo en G e o rg ia” puede no tener ninguna im portancia en m i vida si estoy en Pennsylvania, pero las pal­ abras siguen siendo significativas. Es im portante para las personas que viven en G eo rgia, a s í com o para las plantas y los an im ales. El su bjetivism o ocurre cuando la verdad de una declaración no se extiende m era­ m ente ni se aplica al sujeto sin o cuando se determ ina absolutam ente por dicho su ­ jeto. Si debem os evitar la distorsión de la Escritura, deberem os evitar el su b je­ tivism o desde el principio. Al buscar un entendim iento objetivo de la Escritura no estam os reduciendo esta a algo frío, abstracto, y sin vida. Lo que estam os haciendo es tratar de entender lo que la Palabra dice en su contexto antes de llegar a la tarea igualm ente necesaria de aplicárnosla. Un com entario en particular puede tener num ero sas y posibles aplicaciones personales, pero solam ente puede tener un significado correcto. Las interpretaciones opcionales que se contradigan y sean obviam ente exclusivas no pueden ser verdad a no ser que D io s esté m intiendo. M ás adelante trataremos detenidam ente este asunto de la contradicción y el significado singu lar de algunas declaraciones bíblicas. Por ahora, sin em bargo, nos interesa fijarnos m etas de só l­ ida interpretación bíblica. La prim era de estas m etas es llegar al significado obje­ tivo de la Escritura y evitar las tram pas de la distorsión causadas por perm itir que las interpretaciones sean gobernadas por el su bjetivism o. Los eruditos de la Biblia hacen una diferencia necesaria entre lo que ellos llam an

la exégesis y eiségesis. Exégesis significa explicar lo que la Escritura dice. La pal­ abra viene del griego y significa “guiar fuera de". La clave de la exégesis se encuen­ tra en el prefijo “ex" el cual significa “de" o “fuera de". H acer exégesis de la Escrit­ ura es extraerle a las palabras su significado , ni m ás ni m enos. Por otra parte, eisé­ gesis tiene la m ism a raíz pero el prefijo es diferente. El prefijo “eis" tam bién viene del griego y significa “adentro”. Por lo tanto eiségesis im p lica leer dentro de un texto algo que no está allí. La exégesis es una em presa objetiva. La eiségesis im ­ plica un ejercicio de subjetivism o. To d o s tenem os que luchar con el problem a del su bjetivism o. La Biblia frecuente­ m ente dice co sas que no querem os oír. Podem os ponernos tapones en los oídos y vendas en los o jos. Es m ás fácil y m ucho m enos doloroso criticar la Biblia que per­ m itir que la Biblia nos critique a nosotros. C o n razón Jesús frecuentemente co n­ clu ía su s palabras diciendo: “El que tiene o ídos para oír, o ig a” (v.g., Le. 8:8; 14:33). El su bjetivism o no solam ente produce error y disto rsió n sino que tam bién engen­ dra arrogancia. Creer lo que creo sim plem ente porque lo creo o discu tir que mi opinió n es la correcta m eram ente por ser m i opinión es el epítom e de la arro­ gancia. Si m is puntos de vista no pueden pasar la prueba del an álisis objetivo y de la verificación, la hum ildad m e exige que los abandone. Pero el subjetivista tiene la arrogancia de m antener su posición sin base ni corroboración objetiva. El decirle a alguien: “Si te gusta creer lo que quieres creer, está bien; yo creeré lo que quiera creer", aparenta ser hu m ild e sólo en la superficie. Los puntos de vista privados deben ser evaluados a la luz de la evidencia y la opinión externa, porque llegam os a la Biblia con exceso de equipaje. N adie sobre la faz de esta tierra tiene un entendim iento puro de la Escritura. Todos tenem os al­ gunos puntos de vista y m antenem os algunas ideas que no son de D io s. Tal vez si su p iéram o s exactamente cuáles de nuestros puntos de vista son contrarios a las ideas de D io s, los abando naríam o s. Pero el seleccionarlos es m uy difícil. Por tanto, nuestros puntos de vista necesitan la tabla de arm onía y el acero tem plado de la investigación y la experiencia de otras personas. El papel del maestro En las iglesias reform adas del siglo XVI se hizo una distin ció n entre dos clases de

ancianos: ancianos que enseñaban y an ciano s que gobernaban. Los ancianos que gobernaban eran llam ad os a ad m inistrar los asun to s de la congregación. Los m ae­ stros o pastores eran responsables prim ordialm ente de la enseñanza y de equipar a los santos para el m inisterio. La últim a década ha sido una época extraordinaria de renovación de la iglesia en m uch os lugares. Las o rganizacio nes para m inisteriales, tales com o la Fe en A c­ ción, han hecho m ucho por restaurar el significad o del laicado para la iglesia local. Las conferencias para la renovación de los laicos son ya com unes. El énfasis ya no recae tanto sobre los grandes predicadores sin o en los grandes program as para y por laicos. Esta es la era no del gran predicador sin o de la gran congregación. Uno de los efectos m ás significativos del m ovim iento de renovación de laicos ha sido la práctica de grupos de estudio de la Biblia en los hogares. Aquí, en una atm ósfera de co nvivio e inform alidad, la gente que de otra m anera no estaría interesada en la Biblia ha dado grandes pasos en su aprendizaje. La clave de la din ám ica del grupo reducido recae básicam ente sobre el laico. Los laico s se en­ señan unos a otros o com binan su s propias ¡deas en estos estudios bíblicos. Es­ tos grupos han tenido un éxito considerab le en renovar la iglesia. Y será aun m ás a s í a m edida que las personas adquieran m ás y m ás habilidad en el entendim iento e interpretación de la Biblia. Es form idable que las personas em piecen a abrir la Biblia y a estudiarla juntas. Pero tam bién es algo excesivam ente peligroso. El aunar lo s co no cim ien to s edifica la iglesia; el aunar la ignorancia es destructivo y puede m anifestar el problem a del tuerto guiando a los ciegos. Aunque los grupos reducidos y los estudios bíblicos en los hogares pueden resul­ tar m uy efectivos para prom over la renovación de la iglesia y la transform ación de la sociedad, tarde o tem prano las personas deberán recibir una enseñanza edu­ cada. Estoy convencido de que ahora, al igual que siem pre, la iglesia necesita un clero culto. El estudio privado y la interpretación deben estar en equilibrio a través de la sab id uría colectiva de los m aestros. Por favor no m e interpreten m al. N o e s­ toy dicien d o que la iglesia deba regresar a la situació n de la pre-Reform a, cuando el clero tenía la Biblia en cautiverio. Me regocijo de que las personas estén em ­ pezando a estudiar la Biblia por s í m ism a s y de que la sangre de los m ártires

protestantes no se haya derram ado en vano. A lo que me refiero es a que es sabio que los laicos involucrados en el estudio de la Biblia lo hagan bajo la autoridad de su s pastores o profesores. Es C risto m ism o quien se lo ha ordenado a su iglesia para a s í dar a algunos el don de la enseñanza. Ese don y ese puesto deben ser respetados si C risto va a ser honrado por los siglos. Es im portante que los m aestros tengan una preparación adecuada. Es cierto que ocasionalm ente aparecen algunos m aestros que, aunque sin instrucción ni entre­ nam iento, poseen no obstante una extraña visió n intuitiva acerca de la Escritura. Pero estos se encuentran m uy de tarde en tarde. M ás bien, el problem a es de in d i­ viduo s que se autodenom inan m aestros y que sim plem ente no están calificados para enseñar. Un buen m aestro debe tener una base de conocim iento y la preparación necesaria para desentrañar porciones difíciles de la Escritura. En esto la necesidad del d o m in io del lenguaje, la historia, y teología es de im portancia críti­ ca. Si exam inam os la historia del pueblo ju d ío en el A ntiguo Testam ento, vem os que una de las am enazas m ás severas y constantes a Israel era la del falso profeta o fal­ so m aestro. C o n m ás frecuencia que a m anos de los filisteos o asirio s, Israel cayó en el poder seductivo del m aestro m entiroso. El N uevo Testam ento da nota del m ism o problem a en la iglesia prim itiva. El falso profeta era com o el pastor m ercenario que estaba m ás interesado en su s propios intereses que en el bienestar de su s ovejas. No le im portaba engañar a la gente y co nducirla al error o a la m aldad. N o todos los falsos profetas hablan falsedad con fines m alévolos; m uchos lo hacen por ignorancia. D ebem os huir tanto de los m a li­ cio so s com o de los ignorantes. Por otra parte, una de las m ayores bendiciones para Israel vino cuando D ios m andó profetas y m aestros que les enseñaran su propia form a de pensar. O íd la solem ne advertencia que D io s le da a Jerem ías: Yo he oído lo que aquellos profetas dijeron, profetizando m entira en m i no m ­ bre, dicien d o: soñé, soñé, ¿hasta cuándo estará esto en el corazón de los pro­ fetas que profetizan m entira, y que profetizan el engaño de su co razó n? ¿N o piensan cóm o hacen que m i pueblo se olvide de m i nom bre con su s sueños

que cada uno cuenta a su com pañero, al m odo que su s padres se olvidaron de m i nom bre por Baal? El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere m i palabra, cuente m i palabra verdadera ¿Q u é tiene que ver la pa­ ja con el trigo? D ice Jehová ¿N o es m i palabra com o fuego, dice Jehová, y co ­ mo m artillo que quebranta la piedra? Por tanto, he aqu í que yo estoy contra los profetas que en dulzan su s lenguas y dicen: él ha dicho. He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan su eñ o s m entirosos, y los cuentan, y hacen errar a m i pueblo con su s m entiras y con su s liso n jas, y yo no los envié ni les m andé; y /n in g ú n provecho hicieron a este pueblo “, dice Jehová. (Je 23:25-32) C o n palabras de ju icio com o estas no es sorprendente que el Nuevo Testam ento advierta: “No os hagáis m aestros m uch os de vosotros, sabiendo que recibirem os m ayor co nd enació n” (Sg 3:1). N ecesitam o s m aestros que tengan un conocim iento sólido y corazones que no estén contra la Palabra de D ios. El estudio privado de la Biblia es un m edio im portante de gracia para el cristiano. Es un privilegio y un deber para todos nosotros. En su gracia y su bondad hacia nosotros, D io s nos ha provisto no solam ente de m aestros dotados en su iglesia para a sistim o s sino que su propio Espíritu Santo ilu m in a su Palabra y nos ayuda a encontrar su aplicación a nuestras vidas. A la enseñanza sólida y al estudio d ili­ gente, D ios añade bendición.

Capítulo 3: H erm enéutica: la ciencia de la interpretación

M uchas de las controversias m odernas tocante a la Biblia giran alrededor de pre­ guntas respecto a la herm enéutica. Herm enéutica es la ciencia de la interpretación bíblica. En la m itología griega el D ios H erm es era el m ensajero de los dioses. Su tarea era la de interpretar la voluntad de los d io ses. Por lo tanto, la herm enéutica se ocupa de transm itir un m ensaje que pueda ser entendido. El propósito de la herm enéutica es el de establecer pautas y reglas para la inter­ pretación. Es una ciencia bien desarrollada que puede resultar técnica y com pleja. C ualq uier docum ento escrito está expuesto a m ala interpretación, y es por ello que hem os

ideado

reglas

para

salvaguardarnos

de

errores

de

interpretación.

Restringirem os este estudio a las reglas y pautas básicas m ás im portantes. H istóricam ente los Estados U nid os tienen una agencia especial que en teoría fun­ ciona corno el consejo m áxim o en herm enéutica de este país. Esa agencia se llam a la Corte Suprem a. Una de su s principales tareas es la ele interpretar la C o n sti­ tución de los Estados U nidos. La C o n stitució n es un docum ento escrito y requiere de tal interpretación. O rigin alm ente el procedim iento de interpretar la C onstitución se llevaba a cabo por m edio del llam ado m étodo gram ático histórico. O sea, que la C o n stitució n se interpretaba estudiando las palabras del docum ento en s í a la luz de lo que esas palabras significaban cuando fueron usadas en el tiem po de la form ulación del docum ento. D esde la obra de O liver W endell H o lm e s, el método de interpretación co n sti­ tucional ha cam b iad o radicalm ente. La crisis actual con respecto a la ley y la confi­ anza pública en la Corte Suprem a de la nación está directam ente relacionada con el problem a im p lícito del método de interpretación. C uand o la corte interpreta la C o n stitució n a la luz de las actitudes m odernas, de hecho la C onstitución cam bia a través de la reinterpretación. El resultado neto es que de una m anera sutil la Corte se torna legislativa en vez de interpretativa. El m ism o tipo de crisis ha ocurrido con la interpretación bíblica. C uand o los eru­ ditos de la Biblia utilizan el método de interpretación que involucra el “actualizar la Biblia" por m edio de la reinterpretación, el significado original de la Escritura se

oscurece y el m ensaje queda am old ado a las tendencias de opinió n contem ­ poránea. La analogía de la fe C uand o los reform adores rom pieron relaciones con Rom a y declararon su punto de vista de que la Biblia debería ser la autoridad suprem a de la iglesia (sola Scriptura) tuvieron cuidado de definir los p rin cip io s básico s de la interpretación. La regla prim ordial de la herm enéutica se llam ó “la analogía de la fe". La analogía de la fe es la regla de que la Escritura debe interpretar a la Escritura: Sacra Scriptura su¡ interpres (la Sagrada Escritura es su propia intérprete). Esto significa, sencillam ente, que ninguna parte de la Escritura puede ser inter­ pretada de tal form a que cree un conflicto con lo que está claram ente enseñado en otra parte de la Escritura. Por ejem plo, si un versículo determ inado es susceptible a do s versiones o interpretaciones variantes, y una de esas interpretaciones va en contra del resto de la Escritura, m ientras que la otra está en arm onía con ella, en­ tonces esta segunda interpretación es la válida. Este principio se basa en la confianza previa en que la Biblia es la Palabra de D ios inspirada. Por lo tanto, es consistente y coherente. C o m o se asum e que D ios ja m á s se contradeciría s í m ism o , se considera una calu m n ia contra el Espíritu San ­ to el escoger una interpretación alterna que innecesariam ente le o casionaría a la Biblia un conflicto consigo m ism a . H oy en día tal escrupu lo sidad ha sid o muy abandonada por aquellos que niegan la in sp iració n de la Escritura. Es com ún encontrar intérpretes m odernos que no solam ente interpretan la Escritura contra la Escritura sino que hacen de esto un propósito. Los esfuerzos de los eruditos orto­ doxos por arm o n izar pasajes d ifíciles son tenidos a m enos y ridiculizados en ex­ tremo. Aparte de toda cuestión de in sp iració n , el método de la analogía de la fe es un ade­ cuado enfoque para interpretar literatura. Los sencillo s cánones de la decencia co m ún deberían proteger a cualquier autor contra cargos in justificado s de autocontradicción. Si tuviera yo la opción de interpretar los com entarios de una per­ sona en dos form as d istintas, una ofreciéndoles co nsistencia y la otra co ntradic­ ción, me parece que esa persona debería contar con el beneficio de la duda.

H an habido personas que me han preguntado acerca de pasajes que he escrito en algunos libros, señalándom e que cóm o puedo decir esto en el capítulo 6 cuando en el capítulo 4 dije tal y cual cosa. Entonces yo les explico lo que quiero decir en el capítulo 6 y la persona finalm ente ve que los dos pensam ientos no se hallan en conflicto. La perspectiva en el capítulo 6 es ligeram ente diferente a la del capítulo 4, aunque a prim era vista las dos parezcan contraponerse. Pero usando la “filosofía de la segunda m irada", el problem a se resuelve. Todos hem os sufrido la interpretación incorrecta, y deberíam os ser tan sensibles hacia las palabras de otros com o querem os que lo sean con las nuestras. Claro que es concebible que m i s palabras se contradigan: a sí este enfoque de la sensib ilid ad y la “filosofía del beneficio de la d u d a” puede aplicarse solam ente cuando exista la duda. C uand o no hay duda de que m e he contradicho, só lo puede haber crítica. N o obstante, cuando no tratamos de interpretar las palabras de una m anera consistente, las palabras que leem os se convierten en una m asa de co n­ fusión. C uand o esto sucede en la interpretación bíblica, la Biblia se convierte en un cam aleón que cam bia el color de su piel según el fondo de los intérpretes. Parece así, pues, que nuestra perspectiva de la naturaleza y el origen de la Biblia tendrán un efecto significativo en có m o procedam os a su interpretación. Si la Bib­ lia es la Palabra de D io s inspirada, entonces la analogía de la fe no es una opción sino un requisito para la interpretación. Interpretando la Biblia literalmente “Usted tom a la Biblia literalm ente, ¿cierto?" Es una pregunta que se m e hace con frecuencia. La form a en que se dice y el tono de voz en que se expresa delatan que no es una pregunta sin o una acusación. El significado im plícito es: “No puede ser tan ingenuo com o para interpretar la Biblia literalm ente hoy día y en esta época, ¿ve rd a d ?” C uand o oigo esta pregunta, siento com o que estoy siendo depositado sin cerem onia en un m useo de reliquias. C uand o se m e hace una pregunta com o esta contesto con una fórm ula fija: N o d i­ go “S í”, ni siquiera: “Bueno, a veces”; sin o que contesto: “Por supuesto" (signif­ icando: ¿Q u ié n que sea cuerdo no interpretaría la Biblia literalm ente?). Esto lo uti­ lizo com o una especie de sacud id a para llam ar la atención en cuanto al verdadero

significado de la interpretación literal de la Biblia. Uno de los avance, m ás im p o r­ tantes de la erudición bíblica durante la Reforma se ganó com o resultado de la de­ fensa m ilitante de Lutero de la segunda regla de la herm enéutica: la Biblia debe ser interpretada de acuerdo con su sentido literal. Este era el principio de Lutero para interpretar la Biblia por su s se n su s literalis. Para entender lo que se quería decir con este énfasis en el sentido literal necesitam os exam inar la situació n histórica en que surgió y el significado de las palabras m ism a s. (¡A q uí tengo que verm e en­ vuelto en una interpretación gram ático-histórica de Lutero!) El térm ino literal viene del latín litera significan do letra. Interpretar algo literal­ m ente es hacer caso a la litera, o a las letras y palabras que están siendo em ­ pleadas. Interpretar la Biblia literalm ente es interpretarla com o literatura. O sea, que el significado natural de un pasaje debe ser interpretado de acuerdo con las re­ glas norm ales de la gram ática, lenguaje, sintaxis, y contexto. La Biblia es un libro m uy especial, siend o singularm ente inspirada por el Espíritu Santo; pero la in sp iració n no transform a las letras y las palabras o las frases de los pasajes en frases m ágicas. Bajo la in sp iració n , un nom bre propio sigue siendo un nom bre propio y un verbo sigue siend o un verbo. Las preguntas no se convierten en exclam aciones y las narraciones históricas no se convierten en alegorías. El p rin cip io de Lutero no tenía nada de m ágico y sim p lista . El principio de la inter­ pretación literal es tal que nos exige la form a m ás estricta de escrutinio literario. Para ser intérpretes exactos de la Biblia necesitam os conocer las reglas de la gram ática, y sobre todo, debem os estar cuidadosam ente involucrados en lo que se llam a genre análisis. Interpretación literal y an álisis literario El an á lisis literario envuelve el estudio de co sas tales com o form as literarias, fig­ uras de dicción, estilo. Esto lo hacem os con toda clase de literatura. D istin g u im o s entre poesía lírica y escritos legales, entre inform es en el periódico acerca de acontecim ientos actuales y poem as épicos. D istin g u im o s entre el estilo de las narraciones históricas y los serm ones, entre la descripción gráfica realista y la hipérbole. El dejar de hacer estas d istin cio n e s cuando se trata con la Biblia puede llevarnos a m ultitud de problem as de interpretación. El a n á lisis literario es crucial

para la interpretación exacta. Unos cuantos ejem plos de có m o esto funciona en asuntos b íblico s podrán ser útiles. El problem a de la historicidad de Jonás se presenta frecuentemente rodeado de preguntas en cuanto al a n álisis. M uch os eruditos que creen en la infalibilidad de la B iblia no creen que Jonás fuese realmente tragado por una ballena {o un gran pez). D ebido a que una larga sección del libro de Jonás está escrita en un sentido clara­ m ente poético (el capítulo segundo com pleto), algunas personas afirm an que el li­ bro ja m á s tuvo la intención de transm itir la idea de que el incidente realmente haya ocurrido. M ás bien Jonás es visto com o un tipo de epopeya o poema dram ático que no está concebido para co m u nicar historia. A sí, puesto que el libro no aparenta ser histórico, no debem os tom arlo com o historia. O tros eruditos rechazan la historicidad de Jonás bajo otros fundam entos. Alegan que el libro no pretende ser una narración histórica con la sección poética m era­ m ente reflejando la oración de gratitud de Jonás por su rescate del m ar, pero no debe ser tom ado en serio porque involucra un m ilagro de la naturaleza. C o m o que estos eruditos no creen en m ilagros, rechazan la historicidad del libro. A s í pues, el prim er grupo rechaza la historicidad de Jonás sobre bases literarias al tiem po que el segundo grupo lo hace sobre bases filosófico-teóricas. El an álisis literario no puede decidir en cuanto a preguntas filosóficas de si Jonás pudo ser tragado por un pez o no. Lo único que puede hacer es darnos algunas bases para decid ir si alguien realm ente confirm aba que tal evento se llevó a cabo. Si alguien no cree que los m ilagros so n posibles, no tiene bases para discu tir que otra persona no pueda decir que ocurrió un m ilagro (¡ a no ser que, claro está, se haya efectuado un m ilagro para dem ostrar que se efectuó un m ilagro!). Otro ejem plo de problem as que surgen de conflictos literarios puede verse en el uso bíblico de la hipérbole. H ipérbole significa etim ológicam ente “una ex­ ageración”. Un d iccio nario la define com o “una afirm ación exagerada con fantasía, com o para darle efecto”. El uso de la hipérbole es un fenóm eno lin güístico com ún. Por ejem plo, los escritores del Nuevo Testam ento dicen: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, en señan d o...” (Mt 9:35). ¿Trata el autor de decirnos que visitó cada una de las aldeas? Q u izá s, pero es dudoso.

U sam o s el lenguaje en la m ism a m anera. C uand o el equipo de fútbol de Pittsburgh ganó el cam peonato la prim era vez, los aficionados se aglom eraron para celebrar la victoria y dar la bienvenida al equipo a su regreso. A lgu no s periodistas dijeron: “La ciudad entera salió a recibirlos". ¿Esperaban los periodistas que la gente en­ tendiera que cada uno de los habitantes de Pittsburgh se encontraba a llí? Por supuesto que no O bviam ente su s palabras eran hiperbólicas. Conozco a un erudito de la Biblia m uy com petente que rechaza la idea de la infali­ bilidad de la Biblia porque Jesús com etió un error cuando d ijo que la se m illa de m ostaza era la m ás pequeña de las se m illas. Ahora que sabem os que existen se m illas m ás pequeñas que la de la m ostaza, vem os que Jesús, en el Nuevo T e sta­ m ento erró al decir que esta era la m ás pequeña. Pero el acusar a Jesús o a la Escritura de un error cuando la hipérbole es claram ente usada es no estar al tanto del a n á lisis literario. El an á lisis literario puede tam bién desenredar alguna confusión resultante de la personificación. La personificación es una figura retórica m ediante la cual los o bje­ tos in an im ad o s o an im a les adquieren características hu m anas. Lo im personal se describe en térm inos personales. La Biblia describe los m ontes co m o bailando y batiendo las m ano s. Estas figuras de lenguaje por lo general son fáciles de recono­ cer y no causa dificultad su interpretación. Sin em bargo, en algunos caso s las d u­ das en cuanto a la personificación han llevado a serios debates. Por ejem plo, el A n ­ tiguo Testam ento relata el incidente del asno de Balaam hablando. ¿E s esta una in­ trusión repentina de una form a poética en m edio de una narración h istó rica? ¿ In ­ dica este an im al hablando la presencia de una fábula en el texto? ¿ O encontram os aqu í una in d icació n de un m ilagro o providencia especial registrada com o parte del docum ento de la actividad divina en la h istoria? La forma subjetiva de contestar estas preguntas es el prejuzgarlas desde un punto de vista que perm ita o prohíba los m ilagros. U na forma objetiva de contestar la pregunta es aplicar las norm as literarias al texto. Este episodio particular se lleva a cabo en m edio de una sección de la Escritura que no lleva las m arcas de la poesía ni la fábula. El contexto inm ediato lleva todas las señales de la narración histórica. Sin em bargo, el asno que habla es un aspecto significativo del texto total, por lo

que presenta algunos problem as. Una vez m ás, el propósito de esta discu sió n no es el de decidir si el asno habló o no sino ilustrar cóm o el asunto de la person­ ificación puede llevam os a la controversia. Si a algo que tiene todas las señales de ser una narración histórica lo catalogam os de personificación, so m o s culpables de eiségesis. Si la Biblia declara que algo real­ m ente sucedió, no tenem os derecho a “darle una explicación" llam ándolo person­ ificación. Eso es una retracción literaria e intelectual. Si no creem os que realmente haya suced ido, d igám o slo y veám oslo com o una intrusión de superstición p rim ­ itiva en los registros del A ntiguo Testam ento. U na cuestión de la personificación que ha engendrado confusión rabiosa es la de la serpiente que habla en el relato de la caída del G é n e sis. La iglesia reform ada holandesa en los Países Bajos ha pasado por una seria crisis en torno al punto de vista que de este aspecto tienen los m ás destacados profesores teológicos. C u a n d o Karl Barth visitó los Países Bajos d u ­ rante el furor de esta controversia, se le preguntó: “¿H a b ló la serpien te?” Barth re­ puso: “¿Q u é d ijo la serpiente?" La ingeniosa respuesta de Barth estaba diseñada para decir “N o im porta si la serpiente habló o no, lo que im porta es lo que d ijo y el im pacto que tuvieron estas palabras en esta descripción de la ca íd a ”. Por supuesto que Barth tenía razón si el relato bíblico de la caída no es histórico ni pretende ser histórico. Sin em bargo, su respuesta no satisfizo a los holandeses porque su preocupación no era tanto si hubo o no una serpiente que realm ente haya hablado sino acerca de las razones por las cuales el profesor negaba la historicidad del suceso. Los prim eros capítulos del G é n e sis causan verdadera dificultad a la persona que quiera determ inar con exactitud el género literario utilizado. Una parte del texto tiene las características de la literatura histórica; sin em bargo, otra parte exhibe el tipo de im ágenes que encontram os en la literatura sim b ó lica. Adán es colocado en un lugar geográfico real y es descrito com o un ser verdaderam ente hum ano. H ay m ás; significativam ente es situado en la estructura de una genealogía fam iliar, cosa que al ju d ío le sería de lo m ás inapropiado para un personaje m ístico . Adán aparece en otras partes de la Escritura asociado a personajes cuya realidad histó ri­ ca no se pone en duda. Todo esto representaría razones de peso bajo los cánones

del an á lisis literario para ver a Adán com o un personaje histórico. (Hay, por supuesto, razones teológicas ad icio nales para hacerlo, pero lo que nos concierne aq u í solam ente es la cuestión del an á lisis literario.) N o obstante, aunadas a la presencia de las características narraciones históricas, encontrarem os referencias, por ejem plo, la del árbol de la sab id uría del bien y del m al en el huerto. ¿Q u é clase de árbol es este? ¿Q u é t¡P ° de hojas tenía? ¿Q u é tipo de fruto daba? Esta im agen tiene las características de un tipo de sim b o lism o que se halla, por ejem plo, en la literatura apocalíptica tal com o el libro de A p o calip sis. A sí, en los prim eros capítulos de la Biblia nos enfrentam os a un tipo o clase de literatura que contiene elem entos de narración histórica y elem entos de s im ­ b o lism o m ezclados en una forma poco usual. Sólo después que determ inem os qué tipo de literatura es, podrem os d iscern ir lo que está co m u nicándo no s com o historia. U na vez que esto haya sid o resuelto, podrem os pasar a la cuestión de su credibilidad. A riesgo de repetir d em asiado , perm ítasem e enfatizar una vez m ás que debem os tener cuidado en notar la diferencia entre d iscern ir lo que realmente dice la Biblia y si lo que dice es verdad o no. El problema de la metáfora La metáfora es una figura de lenguaje en la cual una palabra o frase que literal­ m ente denota un tipo de objeto o ¡dea se utiliza en lugar de otra sugiriendo una sem ejanza o analogía entre ellas. La Biblia frecuentemente hace uso de metáforas, que a m enudo se encuentran en labios de Jesús. En casi todos los caso s son relati­ vam ente fáciles de d istin guir. C uand o Jesús dice: “Yo soy la puerta: el que por m í entrare, será salvo" (Jn 10 :9 ). ¿C ó m o debem os entender esto? ¿S ig n ifica que donde nosotros tenem os piel, Jesús tiene chapa de caoba? ¿D ó n d e tenem os bra­ zos, Jesús tiene bisagras? que donde nosotros tenem os el om bligo, ¿Jesús tiene una perilla? Tales co nclusio n es, por supuesto, son absurdas. A q u í Jesús utiliza la form a del verbo ser en form a metafórica. ¿Pero, a qué se refiere cuando dice en la Ú ltim a Cena: “Este es m i cuerpo" (Le 2 2 :19 )? ¿Representaba el pan su cuerpo en una forma m etafórica? ¿ O se convirtió en su cuerpo realm ente y en form a “literal"? En este caso la forma literaria no es tan obvia. Las diferencias en el an álisis literario han llevado a serias d ivisio n es en

la iglesia acerca del significad o de la Cena del Señor. Uno de los pocos problem as en los cuales Lutero y C alvin o no fueron capaces de llegar a un acuerdo fue ju sta ­ m ente en la cuestión del significad o de estas palabras de Jesús. En un punto de las negociaciones de los representantes de Calvin o y Lutero, Lutero seguía repitiendo: “H oc est corpus m eum ; hoc est corpus m eum ..." {Este es m i cuerpo...). Con toda seguridad, dado el punto de vista de Lutero y C alvin o respecto a la autoridad de la Biblia, si ellos hubieran podido ponerse de acuerdo en cuanto a lo que la Biblia realm ente dice, lo habrían acatado. El método clásico, pues, de buscar el sentido literal de la Escritura significó buscar un conocim iento de lo que estaba siend o co m u nicado por m edio de diversas for­ m as y figuras de lenguaje em pleadas en la literatura bíblica. Esto se hizo, no con un punto de vista de ablandar o debilitar o relativizar las Escrituras, sin o para entenderlas correctam ente, para que puedan servir de form a m ás eficaz com o una guía de la fe y conducta a los hijos de D ios. La cuadriga m edieval A unque Lutero no fue el prim ero en enfatizar la im portancia de buscar el sentido literal de la Escritura, fue él quien causó m ayor im pacto en el m étodo predom ­ inante de la interpretación en su época, el cual seguía la llam ada cuadriga. La cuadriga era el método cuádruple de interpretación cuyas raíces co m ienzan con la historia de la iglesia. D esde la obra de Clem ente y O rígen es en adelante es com ún encontrar com entaristas b íb lico s que usan el método extravagante de alegorizar en su interpretación bíblica. En la Edad M edia el m étodo cuádruple fue establecido firm em ente. Este método exam inaba cada texto en busca de cuatro significado s: literal, m oral, alegórico y anagógico. El sentido literal de la Escritura fue definido com o el significado se n cillo y evi­ dente. El sentido m oral era aquel que enseñaba a los hom bres cóm o com portarse. El sentido alegórico revelaba el contenido de la fe, y el anagógico expresaba la esperanza futura. A s í por ejem plo, los pasajes que m encionaban a Jerusalén, eran susceptibles de tener cuatro significad o s diferentes. El sentido literal se refería a la capital de Judea y el santuario central de la nación. El sentido m oral de Jerusalén es el alm a del hom bre {el “santuario central” del hom bre). El sentido alegórico de

Jerusalén es la iglesia {el centro de la co m u nid ad cristiana). El sentido anagógico es el cielo (la esperanza final de la residencia futura para los hijos de D io s). A sí, una sola referencia de Jerusalén podría significar cuatro co sas al m ism o tiem po. Si la Biblia m encionaba que alguien había subido a Jerusalén significaba que había ido a una verdadera ciudad terrenal, o que su alm a “subió" al lugar de excelencia m oral, o que deberíam os ir a la iglesia, o que algún día irem os al cielo. Es sorprendente lo lejos que personas inteligentes pudieron llegar con un método tan raro de interpretación. Incluso A gustín y A quino, quienes favorecieron la restricción de la teología al sentido literal, no obstante con frecuencia especulaban violentam ente por la vía de la cuadriga. Solam ente se necesita una m irada al trato alegórico de A gustín en cuanto a la parábola del buen sam aritano para ver este m étodo en operación. M irando bajo la superficie del significado llano de las Escrit­ uras, los exégetas de la Biblia salieron con toda clase de co sas raras. Contra este y otros abusos, M artín Lutero protestó. Aunque Lutero rechazaba los significad o s m ú ltip les de los pasajes de la Biblia, no por eso restringió la aplicación de la Escritura a un solo sentido. A pesar de que un pasaje de la Escritura tiene un so lo sentido, puede tener m uchas aplicaciones a una am p lia variedad de m atices en nuestras vidas. Conozco a un profesor de un sem in ario que les dio a su s alu m n o s en el prim er día de clases la tarea de leer un versículo del Nuevo Testam ento y escrib ir cincuenta cosas que aprendieran del estudio de ese versículo . Los estudiantes trabajaron hasta entrada la noche, ardua­ m ente com parando notas con el fin de cu m p lir con los requisitos del profesor. Cuand o regresaron a la clase a la m añana siguiente, el profesor reconoció su labor y les asignó cincuenta m ás sobre el m ism o pasaje para el siguiente día. El punto, por supuesto, era el de saturar en las m entes de los estudiantes la riqueza y profundidad que se pueden encontrar en un so lo pasaje de la Escritura. El profesor estaba haciendo resaltar que aunque la Escritura tiene un sentido unificado, su aplicación puede ser rica y variada. Tanto la analogía de la fe com o el p rincip io de buscar el sentido literal (sensu literalis) son salvaguard as necesarias contra la especulación desenfrenada y la inter­ pretación subjetiva. Tal com o se define, el sentido literal no tiene el propósito de

recom endar un forzam iento craso y rígido de la Biblia entera a un patrón de nar­ ración histórica. En realidad, es una salvaguarda contra el hacer eso m ism o , a s í co ­ m o contra redefinir la Biblia im p on ien d o significado s figurativos a pasajes que no fueron hechos para ser figurativos. Podem os torcer la Biblia en una u otra direc­ ción. Un método puede ser m ás refinado que otro pero no m enos deform ante. El método gram ático-histórico Firm em ente ligado a la analogía de la fe y al sentido literal de la Escritura está el método de interpretación d enom inado gram ático-histórico. Tal y com o sugiere el nom bre, el m étodo enfoca la atención no só lo sobre las form as literarias sino tam ­ bién sobre las co nstruccio nes gram aticales y los contextos históricos en que se escribieron las Escrituras. Las cosas escritas nos llegan con alguna form a de estructura gram atical. La poesía tiene ciertas reglas de estructura, com o tam bién la tienen las cartas de negocios. C uand o se trata con la Escritura es im portante saber la diferencia entre un objeto directo y un predicado no m inal o predicado adjetival. Es im portante conocer la gram ática, pero tam bién ayuda conocer algo acerca de las peculiaridades de la gram ática hebrea y griega. Si, por ejem plo, el público am er­ icano tuviera un conocim iento perfecto de la gram ática griega, los Testigo s de Je­ hová tendrían m uchos problem as para vender su interpretación del prim er capítulo del Evangelio según San Juan, por el cual los testigos niegan la deidad de Cristo. La estructura gram atical determ ina si las palabras deben ser tom adas com o pre­ guntas (interrogativo), órdenes (im perativo), o declarativas (indicativo). Por ejem ­ plo, Jesús dice: “Me seréis testigos” (H e i:8 ). ¿Está haciendo una predicción ac­ erca de un futuro cu m p lim iento, o está em itiendo un m andato soberano” La forma española no es clara. La estructura griega de las palabras, no obstante, deja perfec­ tamente claro que Jesús no se está refiriendo a una predicción futura sino que está em itiendo una orden. O tras am bigüedades del lenguaje pueden ser aclaradas y elucidad as por m edio de la ad qu isició n de un conocim iento de la gram ática. Por ejem plo, cuando Pablo dice al p rincipio de su Epístola a los Rom anos que es un apóstol llam ado a co m u n icar “la Palabra de D io s ”, ¿qué qu iso decir con de? ¿Se refiere el de al contenido del evangelio o a su procedencia? ¿R ealm ente de sig ­ nifica “acerca de", o es un genitivo de p o sesió n? La respuesta gram atical

determ inará si Pablo está dicien d o que él va a co m u nicar el evangelio acerca de D ios o si está dicien d o que va a co m u n icar el evangelio que viene de D ios y pertenece a D io s. Existe una gran diferencia entre los do s que solam ente puede ser resuelta por m edio del a n á lisis gram atical. En este caso la estructura griega revela un genitivo de posesión, el cual responde a nuestra pregunta. El an álisis histórico envuelve el buscar un cono cim iento del am biente y la situació n en que los libros de la Biblia fueron escritos. Este es un requisito para entender lo que la Biblia trataba de decir en su contexto histórico. Este asunto de la investigación histórica es tan peligroso com o necesario. Sus peligros serán trata­ dos m ás adelante en el capítulo 5. La necesidad está a llí para un entendim iento adecuado de lo que fue dicho. Las preguntas en cuanto a la paternidad literaria, fecha, y destino de los libros son im portantes para un cono cim iento claro del Li­ bro. Si sabem os quién escribió un libro, para quién, bajo qué circunstancias, en qué período en la historia, esa inform ación facilitará grandem ente nuestro interés de entenderlo. Por ejem plo, hay en la Epístola a los Hebreos m uch os pasajes d ifícile s y prob­ lem áticos. Las dificultades se increm entan porque no sabem os con seguridad quién escribió el libro, a cuáles “hebreos” fue d irigido y, m ás im portante, qué for­ m a de apostasía en particular am enazaba las vid as de la co m unidad a la que fue d i­ rigida. Si una o m ás de estas preguntas pudieran ser contestadas con seguridad, podríam os avanzar m ucho en cuanto a desentrañar los problem as especiales que presenta el libro. Crítica del origen El m étodo llam ado crítica del origen ha sido útil en algunos aspectos para arrojar luz sobre las Escrituras. Siguiendo la noción de que M arcos fue el prim er evan­ gelio escrito y que Mateo y Lucas tenían el Evangelio de M arcos frente a ellos cu an ­ do escribían, m uchas de las preguntas en cuanto a la relación entre los evangelios pueden ser explicadas. Vem o s adem ás que tanto Lucas com o Mateo incluyeron cierta inform ación que no se encuentra en M arcos. A sí, parece ser que Lucas y M a­ teo tuvieron otra fuente de inform ación accesible que M arcos no tenía, o no de­ cid ió usar. Exam inando m ás detenidam ente, encontram os cierta inform ación en

Mateo que no se encuentra en M arcos ni Lucas, e inform ación en Lucas que so la­ m ente encontram os allí. Si a islam o s el m aterial encontrado solam ente en Mateo o solam ente en Lucas, podrem os d iscern ir algunas co sas acerca de las prioridades y los intereses en la Escritura. Sabiendo por qué un autor escribe lo que escribe nos ayudará a entender lo que escribe. En la lectura contem poránea es im portante leer el prefacio del autor porque su s razones e intereses por escribir suelen explicarse allí. M ediante los m étodos de la crítica del origen podem os aislar m ateriales com unes a escritores particulares. Por ejem plo, casi toda la inform ación que tenem os en el Nuevo Testam ento en cuanto a José, el esposo de M aría, se encuentra en el Evan­ gelio de Mateo. ¿P o r qué? ¿ O por qué M ateo tiene tantas m ás referencias al A n ­ tiguo Testam ento que otros evangelios? La respuesta es obvia. Mateo se dirige a un público ju d ío . Eran los ju d ío s quienes tenían preguntas legítim as acerca de la afirm ación de Jesús de ser el M esías. El padre legal de Jesús fue José, y para Mateo era m uy im portante dem ostrarlo para asentar el linaje tribal de Jesús. Por el m ism o tipo de an álisis descu b rim o s que Lucas obviam ente escribe su evangelio para un público m ás am p lio que M ateo y está m uy interesado en co m u n icarse con el m u n­ do gentil. Él pone énfasis, por ejem plo, en la “universalidad" de la aplicación del evangelio. Paternidad literaria y fechada Las preguntas en cuanto a la paternidad literaria y la fecha tam bién son im por­ tantes para llegar a un entendim iento claro del texto. C o m o que el lenguaje puede cam biar su significad o de una generación a otra y en diferentes localidades, es im portante ser lo m ás preciso posible en fijar el lugar y la fecha de un libro. Tales esfuerzos por fechar y asign ar paternidad literaria han constituido un factor de m ayor im portancia en d iscu sio n e s teológicas debido a algunos de los métodos em pleados. C uand o las preguntas acerca de fechas se plantean estrictam ente desde una perspectiva naturalista, los libros que afirm an in clu ir profecía vatídica son co lo ­ cados en una fecha contem poránea a los eventos o después de que fueron profe­ tizados. C o n esto tenem os un criterio extra literal e histórico inadecuadam ente

im puesto a los libros. Los asuntos de paternidad literaria y fechada están estrecham ente ligados. Si sabe­ m os quien escribió un libro en particular y cuándo vivió esa persona, entonces, por supuesto, co no cem os el período básico en que el libro fue escrito. He aq u í por qué los eruditos d iscuten tanto acerca de quién escribió Isaías o II Tim oteo. Si Isaías escrib ió el libro de Isaías, entonces estam os tratando con una m aravillosa pieza de profecía vatídica que requeriría de un nivel m uy alto de in sp iració n . Si Isaías no escribió el libro com pleto que lleva su nom bre, se podría ju stificar una opinión m enos favorable de la Escritura. H a sid o casi divertido ver la form a en que las cartas de Pablo han sido tratadas por altos críticos de la era m oderna. Al pobre de Pablo se le han arrebatado alter­ nadam ente casi cada una de su s epístolas y después se las han devuelto. Uno de los m étodos m enos científicos utilizad o s para criticar la paternidad literaria es el estudio de lo que se denom ina la incidencia del hapax legom ena. La frase hapax legom ena se refiere a la aparición de las palabras de un libro en particular que no se encuentran en ninguna otra parte de los escritos de aquel autor. Por ejem plo, si encontram os 36 palabras en Efesios que no se encuentran en ningún otro de los escritos de Pablo, podríam os llegar a la co nclusió n de que Pablo no escribió, ni pudo haber escrito Efesios. La insensatez de darle d em asiad a im portancia al hapax legomena me vino a la m ente cuando tuve que aprender el id io m a holandés apresuradam ente para m i tra­ bajo de graduación en los Países Bajos. A p ren d í el holandés por el “método in duc­ tivo". Se m e asignaron varios volúm enes de teología escritos por G . C. Berkouwer. Em pecé m i estudio leyendo su volum en sobre La persona de C risto , escrito en holandés. Em pecé por la prim era página con la prim era palabra y la busqué en el diccio nario . E scrib í la palabra en holandés de un lado de una tarjeta y la palabra en inglés sobre el otro lado y me propuse aprender el vocabulario de Berkouwer. Luego de hacer esto en cada página de La persona de C risto, tenía m ás de 6.000 palabras en tarjetas. El siguiente volum en que estudié fue La obra de C risto de Berkouwer. Encontré m ás de 3.000 palabras en ese libro que no se encontraban en el prim ero. ¡Esa es evidencia significativa de que La obra de C risto no fue escrito

por Berkouwer! Nótese que Berkouwer escribió La obra de C risto apenas un año después de escrib ir La persona de C risto. Él estaba tratando el m ism o tema gen­ eral (cristología) y escribía para el m ism o público general. Sin em bargo, hubo m iles de palabras en el segundo volum en que no se hallaban en el prim ero. A sim ism o , nótese que la cantidad de escritura de Berkouwer en el prim er volum en excede en m ucho a la cantidad total de escritura que sobrevive de la plum a del apóstol Pablo. Las cartas de Pablo fueron m ucho m ás breves. Fueron dirig id as a una am p lia variedad de personas, tratando una am plia diversidad de tem as y asu n ­ tos, y se escribieron sobre un largo período de tiem po. A un así, hay personas que se em ocionan cuando encuentran un puñado de palabras en una epístola que no se encuentran en ningún otro lugar. A no ser que Pablo tuviese el vocabulario de un niño de seis años y no tuviese ninguna clase de talento literario, deberíam os concederle poca im portancia a esta desorbitada especulación. En co nclusión , la interpretación privada requiere un an álisis cuidadoso de la gram ática y el contexto histórico de la Escritura. Es algo que no puede dejarse de hacer.

Notables

investigadores

han

hecho

m ucho

para

avanzar

nuestros

co no cim ien to s del fondo lingüístico , gram atical, e histórico de la Biblia. A veces las su p o sicio n es naturalistas que m uch os de ellos em plean oscurecen una gran parte de su trabajo. Pero el an álisis es necesario. Y solam ente a través de este tipo de an á lisis podem os ganar el control necesario para contener a aquellos eruditos que extravían su rum bo. Errores gram aticales Antes de pasar a los p rin cip io s prácticos básicos de la interpretación, perm ítasem e m encionar un problem a m ás en cuanto a la gram ática. Un an álisis detallado de las estructuras gram aticales utilizad as en el Nuevo Testam ento ha alzado m ás de unas cuantas cejas con respecto a la insp iración de la Biblia. C u a n d o exam inam os el li­ bro del A p o calip sis encontram os un estilo de redacción áspero y crudo en su estructura gram atical. Encontram os num ero so s “errores" de gram ática. Esto ha provocado a algunos a atacar la idea de su in spiración , a s í com o la de la in fali­ bilidad de la Escritura. Pero am bos princip io s de in sp iració n e in falibilidad han s i­ do form ulados con m argen para el error gram atical. La Biblia no está escrita en un

“griego del Espíritu Santo”. Para la ortodoxia protestante la in sp iració n ja m ás sig ­ nificó que el Espíritu “dictab a” las palabras y el “estilo ” de los autores hum anos. Tam po co se veía a los autores com o autóm atas de tipo m ecánico totalm ente pa­ sivo s a la obra del Espíritu. La infalibilidad tam poco significaba el evitar los errores gram aticales. La infali­ bilidad se utiliza para in d icar la “total veracidad" de la Escritura. C u a n d o Lutero declara que las Escrituras ja m ás se equivocan, él quiere decir que ja m á s se equiv­ ocan con respecto a la verdad que proclam an. Esto lo podem os ver en el sistem a ju ríd ico de nuestra propia nación con referencia al crim en de perjurio. Si a un hom bre inocente se le pregunta en cuanto a su cu lpabilidad sobre el estrado de los testigos y si él contesta: “M í nunca no ha m atado”, no puede ser acusado de per­ ju rio porque ha em pleado m al la gram ática para exponer su caso. Los tres p rincipio s prim arios de la interpretación ayudan a enriquecer nuestro conocim iento. La analogía de la fe m antiene toda la Biblia en perspectiva, no sea que sufram o s los efectos de la exageración de alguna de su s partes o la exclusión de otras. El sentido literal ofrece un control que evita que la im agin ació n se extravíe en interpretaciones fantásticas y nos invita a exam inar de cerca las form as literarias de la Escritura. El m étodo gram ático -histórico enfoca nuestra atención sobre el significado original del texto para que no caigam os en la tentación de buscar en la Escritura nuestras propias ideas del presente. V ayam o s ahora a la consideración de cóm o estos p rin cip io s se aplican en la práctica.

Capítulo 4: Reglas prácticas para la interpretación bíblica

En este cap ítulo intentarem os exponer las reglas prácticas necesarias que co n­ sidero m ás fundam entales para la interpretación de la Biblia. Estas reglas se apoy­ an en los p rincip io s expuestos en el capítulo anterior. Regla i : La Biblia debe leerse com o cualquier otro libro Esta regla es tan im portante que encabeza la lista. Es fácil interpretar m al esta regla. C uand o digo que debem os leer la Biblia com o leeríam os cualquier otro libro no quiero decir que la Biblia sea com o cualquier otro libro en todo sentido. Yo creo que la Biblia es singularm ente inspirada e infalible, y esto la coloca en una cate­ goría especial por s í m ism a . Pero para asuntos de interpretación la Biblia no se re­ viste de alguna m agia especial que cam b ie su s patrones literarios básico s de inter­ pretación. Esta regla sim plem ente es la ap licación del p rincip io delsensus literalis. En la Biblia un verbo es un verbo y un nom bre co m ú n es un nom bre co m ún, igual que en cualquier otro libro. Pero si la Biblia ha de ser interpretada com o cualquier otro libro, ¿qué decir de la oración? ¿ N o deberíam os buscar la ayuda de D ios Espíritu Santo para interpretar el Libro? ¿ N o es prom etida la ilu m in ació n divina a este libro en una forma que difiere de otros libro s? C uand o fo rm ulam os preguntas acerca de la oración y la ilu m in ació n divina, en­ tram os a un terreno en el cual la Biblia es definitivam ente diferente de otros libros. Para el beneficio espiritual de aplicar las palabras de la Escritura a nuestras vidas, la oración es enorm em ente útil. Para ilu m in ar el significado espiritual de un texto el Espíritu Santo es esencialm ente im portante. Pero para discern ir la diferencia en­ tre la narración histórica y la metáfora, la oración no es de gran ayuda a no ser que im plique una intensa súp lica a D ios para que nos dé m entes claras y corazones puros para vencer nuestros p rejuicios. La santificación del corazón es vital para que nuestras m entes sean libres a fin de oír lo que la Palabra nos está diciendo. Tam b ién debem os orar pidiéndole a D ios que nos ayude a vencer nuestra in cli­ nación a la pereza y que nos haga estudiantes diligentes de la Escritura. Pero las llam arad as m ísticas no suelen ser de m ucha ayuda en el trabajo básico de la

exégesis. Peor aun es el llam ado método espiritual de la “picada de azar". La “picada de azar” se refiere al método de estudio bíblico por el cual una persona ora pidiendo la guía divina y después hace que su Biblia se abra donde sea. En­ tonces, con su s ojos cerrados, la persona “pica" con su dedo en la página y recibe la respuesta de D ios donde sea que el dedo apunte. Recuerdo a una m uchacha cristiana que vino a m í en un estado de éxtasis durante su últim o año en la univer­ sidad. Ella experim entaba las angustias del “pánico del últim o año", según se acer­ caba su graduación sin ninguna perspectiva de m atrim onio. Ella había estado pidiéndole a D ios diligentem ente un m arido y al final recurrió a la picada de azar para encontrar una respuesta de D ios. Con este método su dedo se posó en Z a ca ría s 9:9: Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de jú b ilo , hija de Jerusalén; he a q u í tu rey viene a ti, ju sto y salvador, hum ilde y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. C o n esta palabra directa de D io s, la m uchacha estaba segura de que iba en d irec­ ció n al altar y que su príncipe venía en cam ino. Q u iz á s no venía sobre un gran ca­ ballo, pero un burro era lo suficientem ente parecido. Esta no es una form a sabia de usar la Biblia. No creo que ni Z a caría s ni el Espíritu Santo hayan tenido esto en m ente cuando fueron escritas las palabras. Sin em ­ bargo, ¡m e avergüenzo de decir que aproxim adam ente una sem ana después nu es­ tra jovencita em pezó a salir con un m uchacho con quien se casó pocos m eses de­ spués! Pienso que esto tenía que ver m ás con su nueva confianza en s í m ism a al tratar a los jóvenes, la cual adquirió m ás por un m edio im pro pio que por la provi­ dencia de D ios confirm ándole una prom esa divina. Regla 2: Lea la Biblia existencialm ente M enciono esta regla en un espíritu de temor y tem blor. Esta regla podría ser muy m alentendida, y resultar en m ás dificultad que ayuda. Antes de definir lo que trato de decir, perm ítasem e definir claram ente lo que no intento decir. No trato de decir que deberíam os utilizar el m étodo “existencial" m oderno de interpretar la Escritura, en el cual las palabras de la Escritura so n extraídas de su propio contexto histórico para darles un significado subjetivo. Rudolph Bultm ann,

por ejem plo, apoya un tipo de herm enéutica existencial por m edio de la cual busca lo que den om in a la revelación “p u n tillo sa”. A q u í la revelación acontece no en el plano de la historia sin o en el m om ento de m i propia d ecisió n personal. D io s me habla en el "hic et nunc" (el aq u í y ahora). En este acercam iento, lo que realmente sucedió en la historia no es de prim ordial im portancia. Lo que im porta es una “teología sin lim itació n de tiem p o ”. C o n frecuencia o ím o s a eruditos de esta es­ cuela d ecim o s que realm ente ni siquiera im porta si Jesús vivió o no en la historia. Lo que nos im porta ahora es el m ensaje. Jesús puede “significar" no una persona en la historia sin o un sím bo lo de “liberación". El problem a con este punto de vista es que realm ente s í nos im porta si Jesús vivió, m urió, y resucitó en la historia o no. C o m o discute Pablo en I Corin tios 15, si C risto no hubiera resucitado, “vana es nuestra fe". Sin una verdadera resurrección histórica, quedam os con un salvador muerto y un evangelio sin poder. Las buenas nuevas term inarían con la m uerte y no con la vida. De ninguna m anera, pues, estoy apoyando el m étodo m oderno relativista, subjetivista, y anti-histórico de inter­ pretación de los existencialistas. Estoy usando el térm ino existencial en un sentido diferente. Lo que trato de decir es que según leem os la Biblia deberíam os encontrarnos pa­ sional y personalm ente envueltos en lo que leem os. Propongo esto no solam ente con el propósito de la aplicación personal del texto sino para entendim iento tam ­ bién. Lo que estoy pidiendo es un tipo de co m p rensión por m edio de la cual trata­ m os de “introducirnos en la p iel” de los personajes acerca de los cuales estam os leyendo. M ucha de la historia bíblica nos llega por m edio de declaraciones exageradam ente m odestas y de asom brosa brevedad. Con sid érese la siguiente narración: N a d a b y Abiu, hijos de Aarón, tom aron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jeho vá fuego extraño, que él nunca les m andó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quem ó, y murieron delante de Jehová. Entonces dice Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Je ­ hová. diciendo: En los que a m í se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló. (Lv 10:1-3)

¿Q u é está suced iendo aq u í? En tres cortos versículo s se da cuenta del dram a del pecado y la ejecución subsiguiente de los hijo s de Aarón. Se dice poco acerca de la reacción de Aarón. Todo lo que leem os es que M oisés interpretó las razones del ju icio de D ios y que A arón, por lo tanto, guardó silen cio . ¿Q u é estaba pensando Aarón cuando vio a su s hijo s an iq u ilad o s? ¿Po d em o s leer un poco entre lín eas? Si él fuese com o yo, él estaría pensando: “¿Q u é está pasan d o ? V am o s, D ios, te he servido durante tanto tiem po, sacrificando m i vida por ti y elim in as a m is hijo s por una travesura infantil. No es justo". Esa sería m i reacción. Pero si reaccionara de tal form a y el D io s santo de Israel m e recordara severam ente la santidad del altar y la seriedad de la tarea sacerdotal, diciendo: “En los que a m í se acercan m e santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado", yo tam bién me quedaría callado. Si tratam os de ponernos en la situació n de los personajes de la Escritura, pode­ m os llegar a un m ejor entendim iento de lo que estam os leyendo. Esta es la prác­ tica de la co m pren sión : sentir las em ociones de los personajes que estam o s estu­ diando. Esta lectura entre líneas podrá no ser considerada com o parte de la Escrit­ ura m ism a pero nos ayudará a entender el sabor de lo que está sucediendo. En el libro Tem or y temblor, Soren Kierkegaard especula sobre la narración del sacrificio por A braham de su hijo Isaac. Se pregunta a s í m ism o : ¿P o r qué se lev­ antó A braham tem prano en la m añana para sacrificar a su h ijo ? A esta pregunta él da una serie de posibles respuestas basadas en el texto. C uand o ha term inado, el lector siente que ha estado en el m onte M oriah y de vuelta con A braham . A q u í se capta el dram a de la narración. Vale decir que tal especulación no añade nada a la interpretación autoritativa de lo que el texto realm ente dice, pero nos da un instru­ m ento para entenderlo. H e a q u í por qué el “leer entre líneas" es una em presa legí­ tim a en la predicación. El tratam iento d ram ático que Kierkegaard le da a Abraham fue estim ulado por la pregunta, ¿P o r qué hizo A braham lo que hizo? Leyendo la Escritura frecuentemente nos co nfu nd im os e in clu so nos enfadam os por lo que leem os, particularm ente cuando leem os algún ejem plo del ju icio severo de D io s. Parece ser que de tiem po en tiem po D ios m anda castigos crueles y poco usuales a su s hijos. M uchos de

estos problem as pueden aclararse si sim plem ente nos detenem os y preguntam os calm adam ente: ¿P o r qué D io s hace esto? o ¿P o r qué dice esto la Escritura? Cuando hacem os esto, nos ayudam os a elim in ar el prejuicio que por naturaleza tenem os contra D ios. C uand o me m olesto con alguien generalm ente me resulta difícil oír lo que está d i­ ciendo o entender lo que hace. C u a n d o estoy enojado tiendo a ver a la persona que es objeto de m i enojo en el peor aspecto posible. O bsérvese cuán frecuentemente hacem os eso con la Escritura. C ad a vez que hago una disertación acerca de la elec­ ció n d ivina, invariablem ente alguien m e dice: “¿Q u ie re usted decir que D ios arbitrariam ente nos trata com o m a rio n etas?” Me siento ofendido de que alguien pueda llegar a la co nclusió n de que yo tuviera tal ¡dea de D ios. Yo no lo había d i­ cho, ni m is palabras tenían la intención de im plicarlo; sin em bargo, la noción de cualquier tipo de soberanía divina parece serle tan repugnante a la gente que la som ete al peor ju icio posible. Estam os en presencia de una tendencia hum ana m uy co m ún de la cual todos so ­ m os culpables. Tend em o s a enfocar las acciones y palabras de otros que nos de­ sagradan a la peor luz posible y a ver nuestros propios defectos desde el m ejor ángulo posible. C uand o alguien peca contra m í, respondo com o si él fuese todo m alicia; cuando yo peco contra él, yo “com eto un error de ju icio ". Si estam os por naturaleza en enem istad con D ios, tenem os que cu idarn os de esta in clinación cuando nos acercam os a su Palabra. A la luz de la controversia actual en cuanto al papel de la m ujer en la iglesia, el apóstol Pablo se ha llevado una buena paliza. H e leído literatura describiendo a Pablo com o un chauvinista, un m isó gino , y un antifem inista. A lgu nas personas sienten tanta hostilidad hacia Pablo sobre este asunto que salen gotas de veneno de su s p lum as y no pueden o ír ni una palabra suya. U sando este método existencial de la co m prensión podrem os obtener un m ejor entendim iento de Pablo el hom bre, pero m ás im portante aun, de lo que realm ente está diciendo. Adela Rogers St. John escribe acerca de un personaje ficticio que quería leer las epístolas del Nuevo Testam ento por prim era vez. C o n el fin de experim entar una reacción “virgen" de ellas, q u iso que su secretaria m ecanografiara cada una de las

epístolas, se la dirigieran a él, y se la m andara por correo a su casa. Entonces él leería cada epístola com o si hubiese sido escrita para él. Tal es el método de la co m prensión. Regla 3: Las narraciones históricas deben ser interpretadas por el método didáctico Ya hem os exam inado las características b ásicas de la narración histórica. Antes de poder entender esta regla, debem os dar una definición de la form a didáctica. El tér­ m ino didáctico viene de la palabra griega que significa enseñar o instruir. La liter­ atura didáctica es aquella que enseña o explica. M uchos de los escritos de Pablo presentan características did ácticas. La relación entre el evangelio y las epístolas ha sido definida con frecuencia sim plem ente diciendo que los evangelios registran lo que Jesús hizo y las epístolas interpretan su significado . Tal definición es d e m asi­ ado sim p lista, toda vez que los evangelios en m uchas porciones enseñan e inter­ pretan a la vez que narran. Pero es cierto que el énfasis de los evangelios está en la crónica de eventos, m ientras que las epístolas están m ás interesadas en interpretar el significad o de esos eventos en térm inos de doctrina, exhortación, y aplicación. C o m o que las epístolas son am pliam en te interpretativas y vienen después de los evangelios en orden de organización, los reform adores m antenían el p rin cip io de que las epístolas deberían interpretar a los evangelios y no los evangelios a las epístolas. Esta regla no es absoluta aunque tiene aplicación práctica. C o m o norm a de interpretación resulta confusa para m uchos, ya que los evangelios registran no sólo los actos de Jesús sin o tam bién su s enseñanzas. ¿S ig n ifica esto que las pal­ abras y enseñanzas de Jesús tienen m enos autoridad que las de los apóstoles? Con toda seguridad esa no es la intención del principio. N i las epístolas ni los evan­ gelios fueron considerad os unos con m ás autoridad que los otros por los refor­ m adores. M ás bien de igual autoridad, aunque pueda haber diferencia en materia de interpretación. A partir de la erosión de confianza en la autoridad bíblica en nue­ stro día, ha estado de m oda poner la autoridad de Jesús contra la autoridad de las epístolas, particularm ente las epístolas de Pablo. La gente no parece darse cuenta de que no están enfrentando a Jesús contra Pablo sin o a un apóstol, com o Mateo o Juan, contra otro. D ebem os recordar que Jesús no escribió ninguna parte del N u e ­ vo

Testam ento,

y

dependem os

del

testim onio

apostólico

para

nuestro

cono cim iento de lo que él hizo y dijo. No hace m ucho tiem po me reu n í con un buen am igo de m is d ías en la univer­ sidad. N o nos habíam os visto desde hacía casi veinte años, y charlam os para ponem os al corriente. En el cu rso de nuestra conversación m e d ijo cóm o había cam biad o su m entalidad en m uch os aspectos. En particular m encionó cóm o había cam biad o su opinió n en cuanto a la naturaleza y autoridad de la Escritura. D ijo que ya no creía que la Biblia fuese in spirad a, y citó com o razón algunas enseñanzas que se encuentran en ella, especialm ente algunas de las en señanzas de Pablo. Le pregunté acerca de lo que seguía creyendo y que no había cam biado. El respondió: “Todavía creo que Jesús es m i Señor Salvador". “¿C ó m o ejerce Jesús el señorío sobre tu vid a?" le pregunté m ansam ente. Él no en­ tendía bien, a lo que yo trataba de llegar hasta que le refiné un poco la pregunta. Le pregunté có m o era que Jesús le transm itía la inform ación que sería parte del co n­ tenido de su regla. Le dije: “Jesús dijo, ¡Si me am as, guarda m is m an d am ie n to s!” Yo veo que aún lo am as y quieres serle obediente, pero ¿dónde encuentras sus m andato s? Si Pablo no co m u nica la voluntad de C risto con exactitud y si los otros apóstoles están igualm ente equivocados, ¿cóm o descubres la voluntad de tu S e ñ o r?” Él titubeó un m om ento y después contestó: “En las decisiones de la iglesia cuando se reúnen en co ncilio ". No m e m olesté en preguntarle cuál iglesia y cuál co ncilio , ya que m uchas no están de acuerdo. M eram ente le señalé que probablem ente ya era hora de hacerle otra visita a la Dieta de W orm s. M uch os protestantes se han olvidado de qué protestan y han llegado nuevam ente al punto de elevar su s decision es presentes a la iglesia m ás que a la autoridad de los apóstoles. C u a n d o esto sucede, tenem os una c ris ­ tiandad de cabeza. Si podem os confiar en los escritores del evangelio, proba­ blemente podrem os confiar en su exactitud cuando consignan que Jesús llam ó a los profetas y a los apóstoles los cim ien tos de la iglesia. En la m ente de m is am i­ gos aquellos cim ien tos han sid o d estruidos y se han colocado cim ien tos nuevos en su lugar: las opiniones contem poráneas de los laicos. Si Pablo y Pedro y los d em ás autores del Nuevo Testam ento recibieron su

autoridad com o apóstoles del m ism o Jesús, ¿có m o podem os criticarlos en su en­ señanza y todavía afirm ar que seguim os a C risto ? Esta es la m ism a cuestión que Jesús d iscutió con los fariseos. Ello s afirm aban orar a D ios m ientras que rechaz­ aban al D ios enviado y atestiguado. A firm aban ser hijos de A braham m ientras que se lam entaban de aquel que causó regocijo a A braham . Apelaban a la autoridad de M oisés m ientras que rechazaban a aquel de quien M oisés escribió. Ireneo intro­ dujo la cuestión contra los gnósticos de la prim era iglesia, quienes atacaron la autoridad de los apóstoles. Él dijo, si no obedecéis a los apóstoles no podéis ser obedientes a D io s, porque, si rechazáis a los apóstoles, rechazáis a aquel que los envió (Jesús); y, si rechazáis a aquel que envió a los apóstoles, rechazáis a aquel que lo envió (D io s Padre). A quí, contra los gnósticos, Ireneo m eram ente llevó el argum ento de Jesús con los fariseos un paso m ás allá. A s í pues, el p rincip io de la interpretación de la narración por el m étodo didáctico no está concebido para poner a un apóstol contra otro o a un apóstol contra C risto. Es m eram ente para reconocer una de las tareas principales del apóstol: en­ señar e interpretar la m ente de C risto para su rebaño. Una de las p rincipales razones por las que esta regla es im portante es la de evitar el derivar d em asiad as inferencias de los relatos acerca de lo que la gente hace. Por ejem plo: ¿Po d em o s realmente com poner un m anual de com portam iento cristiano puram ente a base del a n á lisis de cóm o Jesús actuó? C o n frecuencia cuando un cristiano se enfrenta a una situació n problem ática, se le dice que se pregunte a s í m ism o : “¿Q u é haría Jesús en esta situ a ció n ?” Esta no es siem pre una pregunta sabia. Una pregunta m ejor sería: “¿Q u é querría Jesús que yo hiciera en esta situ a ció n ?” ¿P o r qué es peligroso sim p lem ente tratar de m odelar nuestras vidas de acuerdo con lo que Jesús hizo ? Si tratam os de m odelar nuestras vidas precisam ente de acuerdo con el ejem plo de Jesús, podrem os tener varias clases de problem as. En prim er lugar nuestros deberes com o hijos de D ios obedientes no son exactamente los m ism o s que la m isió n de Jesús. Yo no fui enviado al m undo para salvar a los hom bres de su s pecados. Jam ás podré hablar con una absoluta autoridad de cualquier tem a com o lo hizo Jesús. N o puedo ir a la iglesia con un látigo y echar a

los laicos corruptos. No soy el Señor de la iglesia. Segundo, y q u izás no tan obvio, Jesús vivió bajo un período diferente de la historia redentora del que vivo yo. A Él se le exigió el cu m p lir todas las leyes del Antiguo Pacto incluyendo las leyes de dieta y cerem onia. Jesús estaba siendo perfectamente obediente al Padre cuando fue circuncid ad o com o un rito religioso. Si yo fuese circuncid ad o , no por razones de salud e higiene sin o co m o un rito form al reli­ gioso, estaría con ese rito, repudiando la obra final de C risto y retrocediendo a la m ald ició n de la Ley del A ntiguo Testam ento. En otras palabras, podríam os ser culpables de un serio pecado si tratáram os de im itar exactamente a Jesús. H e aq u í donde las epístolas son tan im portantes. N os llam an, cierto, a im itar a C risto en m uch os aspectos; pero nos ayudan a determ inar cuáles son esos puntos y cuáles no. Un tercer problem a con im itar la vida de Jesús se presenta al hacer el cam bio sutil de lo que es perm itido a lo que es obligatorio. Por ejem plo, conozco personas que sostienen que es deber del cristiano efectuar visitas de m isericordia en el día de descanso. El razonam iento es que Jesús lo hizo en el día sabático, y por lo tanto nosotros tam bién debem os hacerlo así. La sutilidad aquí está en lo siguiente: que Jesús hiciera estas cosas en el día del Sabath revela que tales actividades no violan el día de descanso y son buenas. Pero Jesús en ningún m om ento nos restringe a hacerlas en el día de d escan so exclusivam ente. Su ejem plo nos enseña que se puede hacer, pero no necesariam ente que tienen que hacerse en ese día. N os m an ­ da visitar a los enferm os, pero en ningún lugar estipula cuándo deben efectuarse esas visitas. El hecho de que Jesús no contrajo m atrim onio dem uestra que el celi­ bato es bueno; pero su celibato no nos exige repudiar el m atrim onio, com o de­ jaro n bien sentado las epístolas. H ay otro problem a serio al tratar de derivar dem asiad as inferencias de las narraciones. La Biblia registra no solam ente las vir­ tudes de los santos sin o tam bién su s vicios. Los retratos de los santos se pintan con verrugas y todo. D eberem os tener cuidado de no im itar las “verrugosidades". En verdad, cuando leem os acerca de las actividades de D avid o Pablo podem os aprender m ucho ya que estas son actividad es de hom bres que han alcanzado un alto grado de santificació n. Pero ¿d eberíam o s im itar el adulterio de David o la

deshonestidad de Jacob? ¡D io s no lo perm ita! Aparte de conjeturar en m ateria de carácter y ética en las narraciones, existe tam ­ bién el problem a de extraer doctrina. Por ejem plo, en la narración de Abraham ofreciendo a Isaac sobre el monte M oriah, A braham es detenido en el últim o in ­ stante por el ángel de D io s, quien le dice: “¡Abraham , A braham ! No extiendas tu m ano sobre el m uchacho, ni le hagas nada, porque ya conozco que tem es a D ios, por cuanto no m e rehúsas tu hijo, tu único" (Gn 2 2 :11-12 ). Nótense las palabras: “ya co no zco ”. ¿N o sabía D io s de antem ano lo que A braham haría? ¿S e sentó en el cielo en un estado de ansiedad d ivina esperando el resultado del ju ic io de A bra­ h am ? ¿C a m in ó de un lado para otro por las m oradas celestiales pidiendo boletines a su s ángeles en cuanto al progreso del d ram a? Por supuesto que no. Las por­ ciones didácticas de la Escritura evitan estas inferencias. Pero, si establecem os nuestra doctrina de D ios puram ente de narraciones tales com o esta, tendríam os que co n clu ir que nuestro D ios está siem pre aprendiendo y nunca llegando a un conocim iento de la verdad. El co nstruir doctrina de narraciones solam ente es un asunto peligroso. Me entris­ tece decir que parece existir una fuerte tendencia hacia ello en la teología popular evangélica de nuestro día. Todos debem os ser cu idado so s y resistir esta tendencia E l problema del lenguaje fenom enológico en la narración histórica. La Biblia está es­ crita en el lenguaje hum ano. Es el único tipo de lenguaje que podem os entender porque so m o s hum anos. Las lim itacio nes del lenguaje hum ano se aplican a la Bib­ lia. De hecho, m ucho ha sid o escrito en años recientes acerca de este problem a. El escepticism o en ocasion es ha llegado al punto de declarar que todo lenguaje hu­ m ano es inadecuado para expresar la verdad de D io s. Tal escepticism o no se ju sti­ fica en el m ejor de los caso s y resulta cín ico en el peor. N uestro lenguaje podrá no ser perfecto, pero es adecuado. No obstante, estas lim itacio nes se vuelven aparentes cuando tratamos con lengua­ je fenom enológico, especialm ente en las narraciones históricas. El lenguaje fenom enológico es aquel que describe las co sas tal y com o aparecen a sim ple vista. C uand o los escritores de la Biblia describen el universo a su alrededor, lo ha­ cen en térm inos de apariencias externas y no con m iras a la precisión científica y

tecnológica. ¿C u án tas acaloradas controversias ha habido sobre si la Biblia enseña o no que la Tierra y no el Sol es el centro del sistem a so lar? Recuerden a G alileo , quien fue excom ulgado porque enseñó la helio-centricidad (el sistem a solar centrado en el Sol) contra la geo-centricidad (el sistem a so lar centrado en la Tierra), que la iglesia había aprobado. Esto dio origen a una gran crisis con respecto a la credibilidad de la Escritura. A un así, en ningún pasaje encontram os una porción didáctica de la Escritura que nos enseñe que la Tierra es el centro del sistem a solar. Cierto, en algunas narraciones el Sol se describe com o m oviéndose a través de los cielos. Este es el efecto que les causaba a las personas en la antigüedad, y este es el as­ pecto que tiene hoy. En

cierto

m odo

me

divierte

la

mixtura

de

jerigonza

técnica

y

lenguaje

fenom enológico que se utiliza en nuestro m und o m oderno de la ciencia. C o n sid ­ érese el inform e de cada noche acerca del tiem po. En nuestra ciudad ya no es un inform e del tiem po sino un estudio m eteorológico. En este estudio m e quedo deslum brad o por las gráficas y los m apas y la nom enclatura tecnológica utilizada por el locutor. O ig o hablar de los centros de alta presión y las perturbaciones aeronáuticas. A p ren d í en cuanto a la velocidad del viento y la presión barom étrica. La predicción para el día siguiente se da en térm inos de cocientes de probabilidad de precipitación. Entonces, al final del estudio, el hom bre dice: “M añana saldrá el sol a las 6:45 A M " Me quedo m aravillado. ¿D ebería yo llam ar por teléfono a la estación y protestar contra esta evidente co nspiración por reconstruir la geocentricid ad ? ¿Protestaré contra el fraude y los errores del inform e porque el locutor habla acerca de la salid a a del so l? ¿Q u é está sucediendo aquí? C uand o todavía hablam os del sol que se pone y el so l que sale, estam os hablando de apariencias y nadie nos lla­ m a m entirosos. ¿Puede usted im aginarse leyendo porciones de la narración de II C ró n ica s que contienen d escripciones del m und o exterior en térm inos de presión barom étrica y porcentajes de probabilidad de precipitación? Si leem os las narra­ ciones de la Biblia com o si se tratase de libros de texto científicos, estam os en un grave problem a.

Esto no es afirm ar que no hay porciones didácticas de la Escritura que lleguen a bordear abundantem ente con lo científico. Ciertam ente las hay, y en las m ism a s nos vem os a m enudo en verdaderos conflictos en m aterias de psicología y teorías biológicas de la naturaleza y el origen del hom bre. Pero m uch os otros conflictos ja m á s surgirían si reconociéram os el carácter y el lenguaje fenom enológico de las narraciones. Regla 4: Lo im plícito ha de interpretarse por lo explícito En m ateria de lenguaje d istin g u im o s entre lo im p lícito y lo explícito. Con fre­ cuencia la diferencia es cuestión de grado y la d istin ció n se hace im precisa. Pero generalm ente podem os determ inar la diferencia entre lo que realm ente se dice y lo que queda sin decirse, aunque im plícito. Estoy convencido de que si esta particular regla se siguiera concienzudam ente por las co m u nid ad es cristianas, la vasta m ay­ oría de las diferencias doctrinales que nos dividen se resolvería. Es en este punto de confusión entre lo im plícito y lo explícito que es fácil caer en el descuido. He leído num ero sas referencias en cuanto a que los seres angelicales carecen de sexo. ¿E n qué parte de la Biblia dice que los ángeles no tienen sexo? El pasaje que siem pre se utiliza para apoyar esta contención es M arcos 12:25. Acl ul Jesús dice que en el cielo ni se casarán ni se darán en casam iento, sin o que serem os com o los ángeles. Esto im p lica que los ángeles no se casan, pero ¿im p lica tam bién que no tienen sexo? ¿Sig n ifica esto que carecerem os de sexo en el cie lo ? Pudiera ser com o cuestión de hecho que los ángeles no tienen sexo y que esa sea la razón por la que no se casan; pero la Biblia no lo dice. ¿N o sería posible creer que los ánge­ les no se casan por otros m otivos que no sean el de no tener sexo? La deducción de la sexualidad angelical es una posible inferencia del texto, pero no es una infer­ encia necesaria. H ay m ucho en la enseñanza bíblica de la naturaleza del hombre com o m a scu lin a y fem enina que sugiere enfáticam ente que nuestra sexualidad será redim ida pero no aniquilada. Otro ejem plo del tratam iento descuid ad o de las im p licacio n e s se puede observar en la naturaleza del cuerpo de resurrección de Jesús. A q u í tam bién he visto yo descripciones del cuerpo glorificado de Jesús com o la de ser un cuerpo con la capacidad de pasar sin im p edim ento a través de objetos só lid o s. El fundam ento

bíblico de esta aseveración se encuentra en Juan 2 0 :19 : “C uand o llegó la noche de aquel m ism o día, el prim ero de la sem ana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los d iscíp u lo s estaban reunidos por m edio de los ju d ío s, vino Jesús, y puesto en m edio, les dijo: “Paz a vosotros". Lea cuidadosam ente las palabras del texto. ¿D ic e que Jesús “perdió su form a m aterial" y flotó a través de la puerta? No; dice que las puertas estaban cerradas y que Jesús entró y se puso en m edio de el­ los. ¿P o r qué m enciona el autor que las puertas estaban cerradas? Posiblem ente para in d icar la forma sorprendente en que Jesús apareció. O , q u izás m eram ente para acentuar lo que realm ente dice, que los d iscíp u lo s tenían m iedo de los ju díos. ¿E s posible que Jesús haya venido a su s atem orizados d iscíp u lo s, quienes se encontraban am ontonados tras las puertas cerradas, abriera la puerta, entrara, y em pezara a hab larles? En esto tam bién, q u izás Jesús de hecho penetró a través de la puerta, pero el texto no dice eso. El co nstruir una visió n del cuerpo resucitado de Jesús sobre la base de este texto involucra una especulación sin fundam ento y una exégesis descuidada. Es obvio que se pueden im p lica r m uchas co sas basadas en una lectura. Esto es tan fácil de hacer que el erudito m ás cu id ad o so puede caer en ello. Una de las declara­ ciones confesionales m ás precisas que se hayan escrito es la Confesión de Fe de Westminster. El cuidado y la cautela desplegados por los clérigos de W estm inster en el bosquejo del docum ento fueron extraordinarios. No obstante, en el do cu­ m ento original hay un ejem plo notorio de extender dem asiado una im p licació n . La Con fesión dice que no debem os orar por personas que hayan com etido pecado de muerte, y cita íju a n 5:16. El texto dice: “Si alguno viere a su herm ano com eter peca­ do que no sea de muerte, pedirá, y D ios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. H ay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida". En este texto Juan exhorta a los lectores a orar por los herm anos cuyos pecados no sean de muerte. No prohíbe orar por aquellos que hayan com etido pecado de muerte. El dice: “...por el cual yo no digo que se pida". Esto no es lo m ism o que decir: “Por el cual yo digo que no se pida". La afirm ación anterior es m eram ente la ausencia del m andato; la posterior es una prohibición positiva, Por tanto, si

eruditos entrenados reunidos en so lem ne asam blea en un esfuerzo conjunto de exégesis pueden pasar por alto un punto sutil com o este, ¿cuánto m ás cuidadosos no deberem os ser nosotros cuando tratem os con el texto a so las? No solam ente tenem os problem as cuando extraem os d em asiadas im plicacio nes de un texto, sino que tam bién nos enfrentam os al problem a de cuadrar las im p lica ­ ciones con lo que explícitam ente se enseña. C uand o se deriva una im p licació n que se contradice con lo que está explícitam ente afirm ado, tal im p licació n deberá ser rechazada. En el debate perenne entre calvinistas y arm in ia n o s las cuestiones van y vienen en­ tre unos y otros, Sin tratar de enfrascam os en una d iscu sió n com pleta acerca de estos tem as, perm ítasem e ilustrar el punto de lo explícito y lo im plícito con un problem a recurrente. C o n respecto a la cuestión de la habilidad m oral del hom bre caído para volverse a C risto sin la ayuda del poder del Espíritu Santo, m uchos ale­ gan que está dentro del poder natural del hom bre el in clin arse hacia Cristo. Innum erables pasajes, tales com o “para que todo aquel que en él cree, no se pier­ da, m ás tenga vida eterna’’ (Juan 3:15), se m encionan en el debate. Si la Biblia dice: “todo aquel que cree", ¿n o im p lica esto que cual quiera puede creer y responder a C risto por s í m ism o ? ¿ N o im p lica “todo aquel" una habilidad m oral un iversal? T ales pasajes pueden sugerir una im p licació n de aptitud universal, pero tales im p licacio n e s deben ser rechazadas si están en conflicto con una enseñanza ex­ plícita. C o m en cem o s nuestro an á lisis de estos pasajes a lo que en realidad se dice explíci­ tamente: “...todo aquel que en él cree, tiene vida eterna". Este versículo nos enseña explícitam ente que todos los que se hallan en la categoría de creyentes (A) estarán en la categoría de los que tienen vida eterna (B). Todo s los que son A serán B. Pero ¿qué dice acerca de los que creerán, que estarán en la categoría A ? No dice absolu­ tamente nada. Nada se m enciona acerca de lo que se requiere para creer o acerca de quién creerá y quién no creerá. En otra parte de la Escritura leem os: “N inguno puede venir a m í, si no le fuere dado del Padre" (Juan 6:65). Este pasaje no dice na­ da explícito acerca de la habilidad del hom bre para venir a C risto. La frase es una afirm ación universalm ente negativa con una cláu su la exceptiva agregada. Es decir,

el pasaje sencillam ente afirm a que nadie puede (es capaz) de venir a Cristo; la cláu su la exceptiva dice, si no le fuere dado del Padre. Este versículo enseña explíci­ tamente que se debe tener lugar un prerrequisito necesario antes de que una per­ sona pueda venir a C risto. El prerrequisito es que le debe ser “dado del Padre”. En verdad, el punto no es el de resolver la controversia entre los calvinistas y los arm in ian o s sino el de dem ostrar que sobre esta cuestión lo que parece im p lica ­ ciones no se puede utilizar para cancelar la enseñanza explícita. Tam b ién son problem áticas las deducciones extraídas de afirm aciones co m p ar­ ativas. V eam os un pasaje fam oso de I C o rin tio s que ha causado m ucho tropiezo. Pablo dice con respecto a las virtudes del celibato y el m atrim onio: “De m anera que el que da a su hija virgen en casam iento hace bien, y el que no la da en casam iento hace m ejo r” (7:38). ¿C u án ta s veces no ha oído usted decir que Pablo se oponía al m atrim onio o que él d ijo que el m atrim onio era m alo? ¿E s eso en real­ idad lo que d ice? Claro que no. Él hace una co m p aració n entre lo bueno y lo m ejor, no entre lo bueno y lo m alo. Si una cosa se dice que es m ejor que otra, eso no im ­ plica que una sea buena y la otra m ala. H ay niveles com parativos de virtud. El m ism o problem a de valores com parativos se presentó respecto a la cuestión de hablar en lenguas en los años 19 60 . Pablo dice: “Él que habla en lengua extraña, a s í m ism o se edifica, pero el que profetiza, edifica a la iglesia. A s í que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero m ás que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación" (1 Co 14:4-5). H e oído a am bas partes en un debate sobre este tema torcer el sentido de este pasaje. Los que se oponen a las lenguas han escuchado a Pablo decir aq u í que la profecía es buena y las lenguas m alas. No entendieron la com paración entre lo bueno y lo m ejor. H e oído a aquellos a favor de hablar en lenguas expresarse com o si esto fuese m ás im portante que la pro­ fecía. Fuertem ente relacionada con la regla de interpretar lo im plícito y lo explícito está la regla correlativa de interpretar lo oscuro a la luz de lo claro. Si interpretam os lo claro a la luz de lo oscuro, nos d esviam o s a un tipo de interpretación esotérica inevitablem ente sectaria. La regla básica es la regla del cuidado: la lectura

cu idado sa de lo que realm ente está diciendo el texto nos salvará de m ucha con­ fusión y disto rsió n. N o se necesitan grandes co no cim ien to s de lógica, sim p le ­ m ente la sencilla aplicación de sentido co m ú n. A veces el acaloram iento de la controversia lleva a la pérdida del sentido com ún. Regla 5: Determ ine cuidadosam ente el significado de las Palabras Sea lo que fuere, la Biblia es un libro que co m u nica inform ación verbal. Esto sig ­ nifica que está llena de palabras. Los pensam ientos se expresan a través de la relación entre estas palabras. C ad a palabra en particular contribuye algo a la total­ idad del contenido expresado. C uanto m ejor entendam os las palabras utilizadas in dividualm ente en las declaraciones bíblicas, tanto m ejor serem os capaces de com prender el m ensaje total de la Escritura. La co m u n icació n exacta y el entendim iento claro son d ifícile s cuando las palabras se utilizan de m anera im precisa o am bigua. El m al uso de las palabras y los m alen­ tendidos van de la m ano. Todo s hem os experim entado la frustración de tratar de co m unicarle algo a alguien y no haber sid o capaces de encontrar la co m bin ación correcta de palabras para darnos a entender. Tam b ién todos hem os experim entado la frustración de ser m alentendidos cuando hem os usado las palabras correc­ tamente, pero nuestros oyentes no las han entendido. Los laicos con frecuencia se quejan de que los teólogos utilizan d em asiadas pal­ abras elevadas. El lenguaje técnico resulta a m enudo irritante y confuso. Los tér­ m in o s técnicos pueden utilizarse para obtener una co m u nicació n m ás exacta, pero tam bién con la pretensión de darle im portancia a lo que decim o s y para im pre­ sionar a los dem ás con nuestra vasta inteligencia. Los eruditos, en cam bio, tienden a desarrollar un lenguaje técnico dentro de su esfera con el fin de lograr precisión y no confusión. N uestro lenguaje diario se usa en una forma tan am plia que nu es­ tras palabras adquieren significad o s d em asiado elásticos para ser útiles en una co m u nicació n precisa. Podem os ver la ventaja del lenguaje técnico en el cam po m édico, a pesar de que a veces nos sentim os incó m od os con ello. Si m e enferm o y le digo al doctor: “No m e siento b ien”, inm ediatam ente me pedirá que sea un poco m ás explícito. Si me hace un exam en físico com pleto y me dice: “Su problem a es un trastorno

estom acal", vaya querer que él sea m ás específico. H ay todo tipo de trastornos estom acales que van desde una ligera indigestión hasta un cáncer incurable. En la m edicina, el ser específico y técnico es lo que salva vidas. Si querem os ser entendidos, debem os aprender a decir a lo que nos referim os y referim os a lo que d ecim o s. En una ocasión escuché a un teólogo dar una confer­ encia acerca de la teología reform ada. A la m itad de su charla un estudiante alzó su m ano y le dijo: “Señor, ¿D e b em o s suponer según lo escucham o s hablar que es usted c a lv in ista ?” El erudito respondió: “Sí, por supuesto que lo soy" y prosiguió con la conferencia. U nos m om entos después se detuvo a la m itad de una frase con una repentina m irada de entendim iento en su s ojos y enfocó su atención en el estudiante que le había form ulado la pregunta. D ijo : “¿Q u é piensas tú que es un ca lvin ista ?" El estudiante contestó: “Un calvinista es alguien que cree que D io s trae a su reino a algunas personas pataleando y gritando contra su voluntad, a la vez que otras quieren entrar desesperadam ente". A esto la boca del conferencista cayó abierta por la sorpresa y d ijo : “Pues en ese caso, por favor no me consideres calvinista". Si el profesor no le hubiera preguntado al estudiante lo que él entendía con aquel térm ino, el hom bre hubiera co m u nicado algo radicalm ente diferente a lo que era su intención debido al gran m alentendido del estudiante por las palabras que em pleó. C o sa s com o esta pueden suceder, y de hecho suceden cuando estu­ d ia m o s la Biblia. Probablem ente el m ás grande avance en el cono cim iento bíblico que hem os visto en el siglo X X ha sid o en el área de la lexicografía. O sea, que hem os increm entado notoriam ente nuestro entendim iento del significado de las palabras contenidas en la Biblia. Yo considero que el instrum ento exegético m ás valioso que tenem os en el presente es el Diccionario teológico del Nuevo Testamento por Kittel. Esta serie de estudios de palabras com prende gruesos volúm enes, cada uno con un costo aproxim ado de U S$25, y com o obra de referencia bien vale la pena. Com prende una serie de cu id ad o so s estudios del significad o de las palabras clave encontradas en el N uevo Testam ento. Por ejem plo, una palabra com o justificar puede ser exam inada en un volum en en particular. La palabra se som ete a un an álisis exhaus­ tivo en cada texto co no cid o en que aparece. Su significado se sigue a través, del

período de H o m ero y la G recia clásica, su uso correspondiente en la traducción gr­ iega del A ntiguo Testam ento {la Septuaginta), su uso en los evangelios, en las epístolas, y en la historia de la prim era iglesia. Ahora un estudiante de la Biblia, en lugar de buscar una palabra en un d iccio nario norm al donde pudiera encontrar una frase de definición con su s sin ó n im o s correspondientes, puede recurrir al d ic­ cio nario de Kittel y encontrar cuarenta o cincuenta páginas de explicación y d elin ­ cación detallada de todos los usos y m atices su tiles de la palabra. Podem os averiguar cóm o Platón, Euríp id es, Lucas, y Pablo usaban una palabra en particular. Esto agudiza grandem ente nuestro entendim iento del lenguaje bíblico y tam bién facilita la exactitud de las traducciones m odernas de la Biblia. N orm alm ente hay dos m étodos básicos por m edio de los cuales se definen las palabras: por etim ología y por uso habitual. V em o s una palabra com o hipopó­ tam o y nos preguntam os lo que significa. Si su p iéram o s griego sab ríam o s que la palabra hipos significa “caballo" y la palabra potam os significa “río ”. Por tanto, tenem os hipopótam o, o “caballo de río ”. El estudio de las raíces y los significado s originales de las palabras puede ser m uy útil para sacarle jugo a un térm ino. Por ejem plo, la palabra hebrea para gloria originalm ente significaba “pesado" o “de m ucho peso". A sí, la gloria de D ios tiene que ver con su “ponderosidad" o “sig n ifi­ cado". N o lo tom am os a la “ligera". Pero el definir palabras m eram ente en tér­ m in o s de su significad o original nos puede meter en todo tipo de problem as. A dem ás de los orígenes y las derivaciones, es extrem adam ente im portante para nosotros estudiar el lenguaje en el contexto de su uso. Esto es necesario porque las palabras sufren cam b io s en su significad o dependiendo de cóm o se usen. Palabras con m últiples significados. H ay gran cantidad de palabras en la Biblia que tienen m últiples significad o s. Solam ente el contexto puede determ inar el sig n ifi­ cado particular en que a llí se usa. Por ejem plo, la Biblia habla frecuentem ente ac­ erca de la voluntad de D ios. H ay cuando m enos seis diferentes form as en que esta palabra es utilizada. En algunas ocasiones la palabra voluntad se refiere a los pre­ ceptos que D io s ha revelado a su s hijo s. O sea, su voluntad es su “m andato del deber prescrito a su s hijos". El térm ino voluntad se utiliza para describir “la ac­ ció n soberana de D ios por m edio de la cual D io s perm ite que acontezca lo que sea

su voluntad que su ced a”. A esto llam am os la voluntad eficaz de D ios porque afecta a lo que él quiere. Luego, hay un sentido de voluntad com o “aquello que es agrad­ able a D ios, en lo cual él se deleita". V eam os cóm o un pasaje de la Escritura puede ser interpretado a la luz de estos tres diferentes significad o s de voluntad: está D ios “no queriendo que ninguno perezca" (II P. 3:9, V R V ). Esto podría significar: (1) D io s ha creado un precepto de que a nadie se le perm ite perecer; es contra la ley de D ios que nosotros perez­ cam os; (2) D ios ha decretado soberanam ente, y ciertam ente m antiene en vigor, que nadie perecerá; o (3) D ios no está co m p lacido ni se deleita en que las per­ sonas perezcan. ¿C u á l de estas tres declaraciones cree usted que es la correcta? ¿P o r qué? Si exam inam os el contexto en que aparecen y seguim os la analogía de la fe tom ando en consideración el contexto m ás largo de toda la Escritura, solam ente uno de estos significado s tiene sentido, es decir, el tercero. M i ejem plo favorito de palabras con m últiples sentido s es la palabra justificar. En R om anos 3:28 Pablo dice: "C o n clu im o s, pues, que el hom bre es justificado por fe sin las obras de la ley”. En Santiago 2:2 4 leem os: “Vosotros veis, pues, que el hom bre es justificado por las obras, y no solam ente por la fe”. Si la palabra ju sti­ fic a r significa lo m ism o en am bos caso s, tenem os una contradicción irrecon­ ciliable entre los dos escritores b íb lico s sobre un asunto que concierne a nuestros destinos eternos. Lutero se refirió a la “justificació n por la fe” com o el tema sobre el cual la iglesia se m antiene firm e o cae. El significado de la ju stificació n y la pre­ gunta de cóm o se lleva a cabo no es una m era in sig n ificancia. Sin em bargo, Pablo dice que es por fe aparte de obras, y Santiago dice que es por obras y no por fe so ­ la. Para co m plicar m ás el asunto, Pablo insiste en Rom anos 4 en que A braham es ju stificad o cuando cree en la prom esa de D io s antes de ser circuncidado . Tien e a A braham justificado en G é n e sis 15. Santiago dice: “¿N o fue justificado por las obras A braham nuestro padre cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” (Sg. 2:2 1). Santiago no ve a A braham justificado hasta G é n e sis 22. Esta cuestión de la justificació n se resuelve fácilm ente si exam inam os los posibles significad o s del térm ino justificar y los ap licam os a los contextos de los pasajes respectivos. El térm ino justificar puede significar (1) restaurar a un estado de

reconciliación con D ios a aquellos que se hallan bajo el ju icio de su Ley o, (2) de­ m ostrar o vindicar. Jesús dice, por ejem plo: “La sab id uría es justificada por todos su s hijos" (Le 7:35 V R V ). ¿Q u é trata de d ecir? ¿Trata de decir que la sab id uría restaura la co m unió n con D ios y salva de su ira? O bviam ente no. El significado sencillo de su s palabras es que un acto sabio produce buen fruto. La reclam ación de sab iduría es vindicada por el resultado. U na d ecisión dem uestra ser sabia por su s resultados. Jesús habla en térm inos prácticos, no teológicos, cuando usa la palabra justificado de esta m anera. ¿C ó m o utiliza Pablo la palabra en Rom anos 3? Aquí, no hay disputa. Pablo habla claram ente acerca de la ju stificació n en el m áxim o sentido teológico. ¿Y qué de Santiago? Si exam inam os el contexto de Santiago podrem os ver que está versando con una cuestión diferente a la de Pablo. Santiago dice en el 12:14 : “H e r­ m anos m íos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene o bras? ¿Po drá la fe sa lv a rle ?” Santiago pregunta qué clase de fe es necesaria para sa l­ vación. Está dicien d o que la fe viva lleva co nsigo obras. Él dice que una fe sin obras es una fe m uerta, una fe sin vitalidad. El punto en cuestión es que la gente puede decir que tiene fe viva cuando en realidad no la tiene. La declaración es vindicad a o justificada cuando se m anifiesta por el fruto de la fe, o sea, las obras. A braham es justificado o vind icad o a nuestros ojos por su s frutos. En cierto m o ­ do, nuestra declaración de ju stificació n de A braham es ju stificada por su s obras. Los reform adores lo com prendieron a sí cuando afirm aron que “la ju stificació n es por fe sola, pero la fe no va sola". Palabras cuyos slgnifcados se convierten en conceptos doctrinales. H ay una categoría de palabras que nos puede o casionar delirios de interpretación. Es el grupo de pal­ abras que ha venido a ser usado para conceptos doctrinales. Por ejem plo, hay la palabra salvo y el térm ino correspondiente salvación. En el m undo bíblico una persona era “salva" si había experim entado un rescate de alguna clase de peligro o calam id ad . Las personas rescatadas de una derrota m ilitar, de una lesión en el cuerpo o enferm edad, de una difam ación a la persona o ca lu m n ia , han experi­ m entado lo que la Biblia llam a “salvació n ”. Sin em bargo, la salvación fundam ental

llega cuando so m o s rescatados del poder del pecado y la muerte y escapam o s a la ira de D ios. Partiendo de esta clase específica de “salvació n ” hem os desarrollado una doctrina de la salvación. El problem a se presenta cuando regresam os al Nuevo Testam ento del cual hem os extrapolado una doctrina de salvación y hem os leído en cuanto al sentido m áxim o de la salvación en su totalidad en cada texto que uti­ liza el térm ino salvación. Por ejem plo, Pablo dice en una ocasión que las m ujeres se “salvarán engendrando hijos" (i T m 2:15 V R V ). ¿S ig n ifica esto que hay dos for­ m as de obtener la sa lvació n? ¿N ecesitan los hom bres ser salvados a través de C risto , pero las m ujeres pueden llegar al reino del cielo m eram ente teniendo h ijo s? O bviam ente, Pablo se refiere a un nivel diferente de salvación cuando utiliza el tér­ m ino con respecto al engendram iento de los hijos. De nuevo, leem os en i C o rin tio s 7:14: “Porque el m arido incrédulo es santificado en la m ujer, y la m ujer incrédula en el m arido; pues de otra m anera vuestros hijos serían in m u n d o s, m ientras que ahora son sa n to s”. Si tom am os en cuenta este pasaje desde la perspectiva de la santificación, ¿a qué co nclusió n llegarem os? Si la santificación llega tras la ju stificació n y Pablo dice que el cónyuge es santificado, eso sólo puede significar que los cónyuges incrédulos tam bién son justificados. Esto nos llevaría a la teoría por la que se aprovecha el éxito de otra persona para beneficio propio: si no crees en C risto o no quieres seguirlo pero te preocupa ser excluido del reino si acaso Jesús es el H ijo de D io s, podría protegerte el casarte con un cristiano y tener lo m ejor de am bos m undos. Esto significaría que proba­ blemente hay tres cam in o s hacia la ju stificació n: uno es por m edio de la fe en C risto , otro engendrando hijo s, y otro a través del m atrim on io con un creyente. Esta clase de confusión teológica sucedería si interpretáram os la palabra san­ tificar bajo su significad o doctrinal com pleto. Pero la Biblia utiliza el térm ino en otras form as. Prim ordialm ente, santificar significa sim plem ente “apartar" o ser “consagrado". Si dos paganos contraen m atrim on io y uno se vuelve cristiano , el no creyente asum e una relación especial con el cuerpo de C risto por el bien de los hijo s. Eso no significa que son redim idos. Estos ejem plos deberían bastar para dem ostrar la im portancia de adqu irir un cono cim iento cu id ad o so de las palabras em pleadas en la Escritura. Se ha

producido un sinn úm ero de controversias y han nacido herejías sim plem ente por no haber advertido la m ultitud de significado s que con frecuencia tienen las pal­ abras. Regla 6: Note la presencia de paralelism os en la Biblia Una de las características m ás fascinantes de la literatura hebrea es su uso de los paralelism o s. El p aralelism o en las lenguas antiguas del cercano oriente es com ún y relativam ente fácil de reconocer. La habilidad para reconocerlo cuando ocurre ayudará m ucho al lector a entender el texto. La poesía hebrea, com o otras form as de poesía, con frecuencia se construye en un co m p ás particular. Sin em bargo, con frecuencia el com pás se pierde en la traduc­ ción. Los paralelism o s no se pierden tan fácilm ente en la traducción porque involucran, no tanto ritmo, palabras, y vocales com o pensam ientos. El paralelism o puede definirse com o una relación entre dos frases o cláu su las que se corre­ sponden en sim ilitu d o se relacionan. H ay tres tipos básico s de paralelism o: sin ó n im o , antitético y sintético. El p aralelism o sin ó n im o ocurre cuando diferentes partes de un pasaje presentan el m ism o pensam iento en una forma de expresión ligeram ente alterada. Por ejem plo: E l testigo falso no quedará sin castigo, y el que habla m entiras no escapará (Pv. 19:5) Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jeho vá nuestro Hacedor. (Si 95:6) El paralelism o antitético ocurre cuando las dos partes se encuentran en contraste la una con la otra. Pueden decir lo m ism o pero en forma negativa: E l hijo sabio recibe el consejo del padre; m as el burlador no escucha las reprensibles. (Pv. 13:1) O:

La m ano negligente empobrece; m as la m ano de los diligentes enriquece. (Pv. 10:4) El paralelism o sintético es un poco m ás co m plejo que las otras form as. A q u í la prim era parte del pasaje crea un sentido de expectación, el cual se com pleta con la segunda

parte. Tam b ién

puede avanzar en un

m ovim iento

progresivo “en

e scalinata’', hasta alcanzar una co nclusió n en la tercera línea: Porque he a q u í tus enemigos, oh Jehová, porque he a q u í perecerán tus enemigos; serán esparcidos todos los que hacen m aldad. (SI. 92:9) A unque Jesús no hablaba en poesía, la influencia de la form a de p aralelism o se encuentra en su s palabras. A l que te pida, dale; y a l que quiera tom ar de ti prestado, no se lo rehúses. (Mt 5:42) O:

Pedir, y se os dará; buscad, y hallaréis; llam ad, y se nos abrirá. (Mt. 7:7) La habilidad

para reconocer los paralelism o s con frecuencia puede aclarar

aparentes dificultades en el entendim iento de un texto. Tam bién puede enriquecer grandem ente nuestra percepción de fondo de varios pasajes. En la versión de Reina Valera de la Biblia hay un pasaje que ha causado tropiezo a m uchos. Isaías 45:6-7 dice: Yo Jehová, y ninguno m ás que yo, que form o la luz y creo las tinieblas, que hago la paz: y creo la adversidad. Yo Jeho vá soy el que hago todo esto. Se m e ha preguntado acerca de este versículo en m uchas ocasiones. ¿N o nos en­ seña claram ente que D io s crea el m a l? ¿N o convierte esto a D ios en el autor del pecado? La resolución a este pasaje problem ático es sencilla si reconocem os la presencia obvia de un paralelism o antitético en Él. En la prim era parte encon­ tram os la luz en contraste con la oscuridad. En la segunda parte, la paz se encuen­ tra en contraste con el m al. ¿Q u é es lo opuesto a la paz? La clase de “m a l’' es aquel m al que se opone, no a la bondad sino a la “paz". En una reciente traducción in ­ glesa, dice: “C au san d o el bien y creando calam idad". Esta es una versión m ás ex­ acta de este pensam iento expresado por p aralelism o antitético. Lo im portante de

este pasaje es que finalm ente D ios trae la b endición de bienestar y paz a los píos, pero les visita con calam id ad cuando actúa con ju icio . Esto dista m ucho de ser originalm ente el creador del mal. Otro pasaje problem ático que exhibe una forma de p aralelism o se encuentra en la oración del Señor. Jesús instruye a su s d iscíp u lo s a orar. “No nos m etas en tentación" (Mt 6:13) Santiago nos advierte: “Cuand o alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de D ios" (Sg 1:13). ¿N o nos sugiere la oración de Jesús que D ios puede tentarnos, o cuando m enos m eternos en tentación? ¿N o s está d i­ ciendo Jesús que le pid am o s a D ios que no nos seduzca ni nos atrape en el peca­ d o ? ¡D e ninguna m anera! El problem a desaparece rápidam ente si exam inam os las otras partes del par­ alelism o . El pasaje dice: “No nos m etas en tentación, m as líbranos del m a l”. Este es un ejem plo del paralelism o sin ó n im o . Las dos partes dicen virtualm ente la m is ­ m a cosa. El ser m etidos en tentación equivale a estar expuestos al ataque furioso del m aligno. La “tentación" no es del tipo de la que habla Santiago, la cual co m ie n ­ za con las in clin acion es internas de nuestra propia codicia pero con una ocasión externa de “prueba". D io s s í pone a su s hijos a prueba com o lo hizo con A braham y Jesús en el desierto. Otro problem a con este texto es la traducción de la palabra m al. Este sustantivo está en el género m a scu lin o en el griego y su traducción m ás exacta sería la de “el m aligno". Sim plem ente “m al en general" quedaría en el género neutro. Jesús está diciendo: “O h Padre, pon un m uro a nuestro alrededor, protégenos de Satanás. No perm itas que nos atrape. N o nos d irija s hacia donde él nos pueda destruir". Una vez m ás, la clave in icia l para resolver el pasaje se encuentra en el paralelism o. La apariencia de p aralelism o tam bién puede enriquecer nuestro cono cim iento de los conceptos bíblicos. Por ejem plo, ¿có m o entendía la m ente hebrea la noción de la bienaventuranza? Escuche las palabras clásicas de la bendición hebrea y trate de avistar su intención: Jehová te bendiga y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;

Jehová alce sobre tu su rostro, y ponga en ti paz. (N m 6:24-26) Si exam inam os la estructura paralela de la bendición so m o s enriquecidos no sólo por un conocim iento m ás profundo de la bienaventuranza sino tam bién por lo que tiene en

m ente un ju d ío

con

la m edida

total de “paz". Nótese que los

térm inos paz, gracia y guardar se utilizan en form a sin ó n im a. Paz significa m ás que la ausencia de guerra. Significa experim entar la gracia de D io s siendo prote­ gido por Él. ¿Q u é significa ser guardado a personas que viven una vida de carácter peregrino? La historia de los ju d ío s es la historia del exiliado que constantem ente se enfrenta a la inestabilidad de la vida. Ser bendecido por la gracia de D io s y experim entar paz se relacionan entre sí. ¿Pero qué es la bienaventuranza? Note que en las dos últim as partes de la bendi­ ció n la bienaventuranza es por im ágenes de contem plación del rostro de D ios: “El Señor haga resplandecer su rostro... [o] alce sobre ti su rostro". Para el judío el gra­ do m áxim o de bienaventuranza viene de estar tan cerca de D ios com o para ver su rostro. Lo que se le prohibió al hom bre en el A ntiguo Testam ento fue contem plar el rostro de D io s. Podía acercarse; M oisés pudo contem plar las espaldas de D ios; podía tener co m u n icació n con D io s; pero su rostro no podía ser visto. Pero la esperanza de Israel— la bendición m áxim a y final— era la de ver a D io s cara a cara. Para el cristiano nuestro m áxim o sentido de gloria se expresa en térm inos de la visió n beatífica, la visió n de D ios cara a cara. A la inversa, en las categorías he­ breas, la noción de la m aldición de D ios se expresa en el lenguaje figurado de D ios dando la espalda; apartando la vista. La cercanía a D ios es bendición; la ausencia de D ios es m ald ición . Regla 7: Note la diferencia entre el proverbio y la ley Un error m uy co m ún en la interpretación bíblica y la aplicación es darle a un proverbio el peso y la fuerza de un absoluto m oral. Los proverbios son pequeños pareados capciosos d iseñados para expresar truismos prácticos. Reflejan principios de sab id uría para una vida devota No reflejan leyes m orales que deban aplicarse a absolutam ente toda situació n concebible. Para dem ostrar el problem a de hacerlos absolutos,

prim eram ente

perm ítasem e

ilustrarlo

con

proverbios

ingleses.

¿Recuerda aquel fam oso dicho, "M ira antes de saltar”? Este dicho está diseñado para enseñarnos algo acerca de la sabiduría de considerar las consecu en cias de nuestras acciones. No deberíam os ser im p etuo so s, lanzán don os antes de saber lo que estam os haciendo. ¿Y qué del dicho, “Q uien duda está perdido"? ¿Q u é su ced­ ería si estableciéram os que am bos d icho s son absolutos? Por otra parte, si va cil­ am os estam os perdidos. Pero si debem os m irar antes de saltar, deberem os vacilar. La co n clu sió n es: “¡Aquel que vacila en m irar antes de saltar está perdido!” Lo m ism o puede suceder con los proverbios bíblicos. Incluso puede suceder con algunos de los d icho s sabio s de Jesús. Jesús dice: “El que no es co nm igo contra m í e s ” (Mt 12:30 ). Pero Jesús tam bién dijo: “El que no es contra nosotros, por nosotros e s” (Le 9:50). ¿C ó m o pueden am bos ser cierto s? Todo s sabem os que en algunas circunstancias el silen cio otorga, y en otras indica hostilidad. En algunos caso s la falta de o posició n dem uestra apoyo, en otros caso s la falta de apoyo in ­ dica oposición. En Proverbios 6:4-5 se ¡lustra claram ente cóm o los proverbios pueden contrade­ cirse si se tom an com o absolutos sin ninguna excepción. El versículo 4 dice: “N unca respondas al necio de acuerdo con su necedad, no seas tú tam bién com o é l”. El versículo 5 dice: “Responde al necio com o m erece su necedad, para que no se estim e sabio en su propia opinión". Por lo tanto, hay veces en que es im p ru ­ dente responderle a un necio de acuerdo con su insensatez, y hay ocasiones en que es sabio contestarle a un necio con necedad. Según vam os d istinguiend o entre el proverbio y la ley, tam bién debem os d istin guir entre los diferentes tipos de leyes. Los do s tipos básicos de ley que encontram os en la Biblia son la ley apodíctica y la ley casuística. La ley apodíctica expresa abso­ lutos y va seguida de una forma directa personal tales com o “harás" o “no harás". Encontram os con claridad esta forma de ley en los D iez M andam ientos. La ley casu ística se expresa en la forma “si... entonces" de declaración condicional. Este es el fundam ento de la llam ada ju risp ru d e n cia. La form a casuística nos da una serie de “ejem plos" que actúan com o pautas para hacer ju sticia . Esta form a es sim ila r a nuestro uso y concepto del precedente en el sistem a legal am ericano. Por ejem plo, Éxodo 23:4 instruye: “Si encontrares el buey de tu enem igo o su asno

extraviado, vuelve a llevárselo”. Nótese que la prim era cláusula es casu ística y la segunda apodíctica. A q u í se dan instruccion es explícitas en cuanto a devolverle al enem igo su buey o su asno. Pero si m e encuentro con la vaca o el cam ello de mi enem igo descarriándose, ¿tengo que devolverlo? La ley no lo dice. La ley casuística nos da el p rincip io con un ejem plo. Se incluye im plícitam ente a las vacas, cam el­ los, gallinas, y caballos. Si la Biblia diese una regla explícita para cada eventualidad concebible,

necesitaríam os

bibliotecas

in m en sa s

para

contener

todos

los

vo lúm enes legales necesarios. La ju risp rud e ncia proporciona la ilustración del principio , pero el p rincip io tiene una gam a de aplicabilidad obviam ente m ás a m ­ plia. Regla 8: O bserve la diferencia entre el espíritu y la letra de la ley To d o s conocem os la reputación de los fariseos en el Nuevo Testam ento. Eran muy escrup u lo so s respecto a guardar la ley en form a literal m ientras que burlaban su espíritu constantem ente. Existen historias de israelitas que estiraban la regla de no poder viajar grandes d istancias en el día sabático, astutam ente alargando su s pro­ pios “viaje s sa b atin o s”. Los rabinos establecieron que el viaje sabatino se lim itaría a una distancia determ inada m idiendo a partir del lugar de residencia de cada uno. Por lo tanto, si un “legalista” quería viajar una distancia m ayor a la establecida para el día sabático, durante la sem ana él o algún am igo viajero depositaría su cepillo de dientes o algún otro artículo personal bajo una roca a diferentes intervalos espaciados. De esta m anera los legalistas tenían una residencia técnicam ente establecida en cada lugar. Para viajar en el día sabático, todo lo que deberían hacer sería ir de una “residencia" a otra recogiendo su s objetos personales según avan­ zaban. A sí, la letra de la ley era obedecida literalm ente, pero el espíritu de la ley era quebrantado. H abía una gran variedad de legalistas en los tiem pos del Nuevo Testam ento. El prim er y m ás fam oso tipo es el que la legislaba reglas y órdenes m ás allá de las que D io s había ordenado. Jesús reprendió a los fariseos por concederle a la tradición de los rabinos la m ism a autoridad que la Ley de M oisés. El atribuirle autoridad divina a las leyes hu m anas es el tipo m áxim o de legalism o que existe. Pero no solam ente existe este tipo. El incidente del viaje en el día sabáti­ co ilustra el otro tipo de ley m ás frecuentemente encontrado. El obedecer la letra al

m ism o tiem po que se viola el espíritu lo convierte a uno técnicam ente en justo pero realmente corrupto. Otra m anera en que se tuerce el sentido de la leyes obedeciendo el espíritu de la ley pero desconociendo la letra. La letra y el espíritu se encuentran insepara­ blem ente ligados. Los legalistas destruyen el espíritu y el an ti-no m iano destruye la letra. La discu sió n de Jesús con respecto a la Ley m osaica en el Serm ón del M onte ha s i­ do lam entablem ente abusada por los intérpretes. Por ejem plo, recientem ente leí un artículo en el periódico, escrito por un prom inente siquiatra, en el cual criticaba severam ente las enseñanzas éticas de Jesús. El siquiatra decía que no podía enten­ der por qué se le tenía en tanta estim a a Jesús com o un m aestro ético siendo que su ética era tan cándida, refiriéndose en particular a las en señanzas de Jesús en cuanto al crim en y el adulterio. El siquiatra interpretaba los com entarios de Jesús com o igualando la severidad del crim en con la del enojo y el adulterio con la la s­ civia. C ualq uier m aestro que piense que la ira es tan m ala com o el crim en o un pen­ sam iento de lujuria tan m alo com o el adulterio, tiene un sentido de ética defor­ m ado. Prosiguió a dem ostrar cuánto m ás devastadores son los efectos del crim en y el adulterio que los de la ira y la lujuria. Si una persona está enfadada con otra, podría resultar perjudicial. Pero si el enojo lleva al crim en, las im p licacio nes son m ucho m ayores. La ira no le quita la vida a una persona ni deja a la esposa viuda y a los hijo s huérfanos. El crim en sí. Si tengo un pensam iento de lujuria, puedo perjudicar la pureza de m i propia mente, pero no he co m pro m etido a la m ujer en un acto de infidelidad hacia su esposo que podría destruir el m atrim on io y su hog­ ar. A s í el siquiatra prosiguió con su an álisis diciendo que tales enseñanzas éticas eran un perjuicio hacia una vida responsable. A un nivel de pensam iento m ás popular aparece el m ism o m alentendido del Ser­ m ón del Monte. H ay gente que alega: “Bueno, ya co dicié a esa m ujer {o a ese ho m ­ bre). M ás m e vale seguir adelante y com eter adulterio ya que soy culpable del deli­ to a los ojos de D io s”. Esta no es solam ente una gran disto rsió n de lo que Jesús dijo, sin o que com bina la felonía de la lujuria con la m edida total del pecado de

adulterio. Vea lo que Jesús dice al respecto y com pruebe si es tan cándido com o afirm an sus críticos: Oísteis que fu e dicho a los antiguos: no m atarás; y cualquiera que matare será cul­ pable de ju icio . Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su herm ano, será culpable de ju ic io ; y cualquiera que le diga: N ecio a su hermano, será culpable ante el concilio: y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto a l infierno de fuego. (Mt 5:27-28) Tam b ién nótese: Oísteis que fu e dicho: no cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que m ira a una m ujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. (Mt 5:27-28) En ninguna parte de estos pasajes dice Jesús que la ira sea tan m ala com o el crim en o que la lujuria sea tan m ala com o el adulterio. Lo que s í dice es que si una persona se reprim e de m atar pero odia a su herm ano o le insulta, no ha cum plido con el significado de la ley contra el crim en. El crim en es un pecado, pero tam bién lo son el odio y la calum nia. La clave de la enseñanza de Jesús es que la Ley tiene una aplicación m ás am plia que su letra. Si se mata a alguien se viola la letra de la ley; si se odia a alguien se vi­ ola el espíritu. Él dice: “C ualquiera que m atare será culpable de ju icio ". Es decir, que lo que Jesús dice es que tanto la ira com o el crim en son pecado. No que sean iguales en cuanto a su s resultados perjudiciales ni que sean igualm ente horrendos. N i siquiera dice, com o m uch os han im p licad o, que el castigo para am bos sea igual. En verdad, él dice que si se calu m n ia a una persona llam ándole necia, se es lo suficientem ente culpable com o para ir al infierno. Sin em bargo, esto no conlleva la im p licació n de que todo castigo en el infierno sea igual. Lo que dice es que la calu m n ia es una ofensa lo suficientem ente grande, siendo destructiva para la vida de otra persona, para m erecer el infierno. Jesús subraya la gravedad de todo peca­ do. Pero ¿es igual el castigo en el infierno para todo pecado? Jesús no nos enseña esto. El N uevo Testam ento nos advierte contra “atesorar para s í m ism o ira para el día de la ira" (Ro 2:5) ¿C ó m o puede “atesorarse ira” si el castigo de los pecadores en el infierno es equitativo? Jesús dice que D ios juzgará a los hom bres de acuerdo

con su s obras. A lgu no s recibirán pocos azotes y otros m uch os {Le 12:4 7-4 8). El asunto es que todo pecado será castigado, no que todo castigo será el m ism o . El p rin cip io bíblico de la ju sticia no establece diferencia entre grados de m aldad y grados de castigo. C o n respecto al adulterio, Jesús dice que cuando hay lujuria, una persona ha com etido adulterio en su “corazón”. Lo im portante es que, aunque la letra de la ley se haya guardado, el espíritu de la ley ha sid o quebrantado; el pecado es m ás que un acto externo. D io s está interesado en nuestro corazón, a s í com o en el acto. Los fariseos se jactaban de su rectitud engañándose a s í m ism o s al creer que guard­ aban toda la ley porque guardaban la letra. Toda la idea de los com entarios de Jesús en cuanto a la Ley se introduce con esta declaración: N o penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido, para ab­ rogar, sino para cum plir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, n i una jo la n i un tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cum plido. De m anera que cualquiera que quebrante uno de estos m andam ientos m uy pequeños, y a s í enseñe a los hombres, m uy pequeño será llam ado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llam ado grande en el reino de los cie­ los. (Mt 5:17-19) Este pasaje nos enseña claram ente que a Jesús le interesa que guardem os la letra de la ley. No es im portante m eram ente la letra, sino que la m ás “pequeña letra" o “trazo" debe ser guardado y obedecido. Pero Jesús va m ás allá de la letra y se in ­ teresa por el espíritu. Él no pone al espíritu en contra de la letra o sustituye al e s­ píritu por la letra sin o que añade el espíritu a la letra. A q u í está la clave: “Porque os digo que si vuestra ju sticia no fuere m ayor que la de los escribas y fariseos, no en­ traréis en el reino de los cielos" (Mt 5:20). Los fariseos se percataron de la letra; los cristiano s deben percatarse de la letra y del espíritu. Jesús pone este prerrequisito para la entrada a su reino. S u s com entarios en cuanto al crim en y el ad u l­ terio siguen este precepto y aclaran su principio. Regla 9: Tenga cuidado con las parábolas De todas las form as literarias que encontram os en la Escritura, la parábola con

frecuencia se considera la m ás fácil de entender e interpretar. La gente suele d is ­ frutar los serm ones basados en parábolas. C o m o que las parábolas son historias concretas b asadas en situ acio nes norm ales, parecen m ás fácil de tratar que los conceptos abstractos. Sin em bargo, desde el punto de vista del erudito del Nuevo Testam ento, las parábolas presentan dificultades únicas de interpretación. ¿Q u é es tan d ifícil acerca de las parábolas? ¿P o r qué no pueden sim plem ente ser presentadas e interpretadas? H ay varias respuestas a estas preguntas. Prim ero, ex­ iste el problem a de la intención original de la parábola. Es obvio que Jesús era afec­ to a usar la parábola com o m edio de enseñanza. Sin em bargo, la pregunta en ig ­ m ática es si utilizaba las parábolas para elucidar su s en señanzas o para o scure­ cerlas. El debate se enfoca en las palabras m isterio sas de Jesús encontradas en M arcos 4 :10 -12 : Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. Y les dijo: a vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; m ás a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean, y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados. Jesús procede a dar una explicación detallada de la parábola del sem brador a sus d iscíp u lo s. ¿Q u é trata de decir con que las parábolas no serán percibidas por aque­ llos a quienes no les haya sido dado el secreto del reino de D io s? A lgu no s traduc­ tores se han sentido tan ofendidos por este dicho que efectivamente han cam biado las palabras del texto para evitar el problem a. Tal m anip u lació n textual no tiene ninguna justificació n literaria. O tros ven en estas palabras una alusión al ju icio de D ios sobre los corazones endurecidos de Israel y son un eco de la co m isió n de D ios al profeta Isaías. En la fam osa visió n de Isaías en el templo (Is 6:8-13) D ios le dice: “¿A quién enviaré, y quién irá por n o so tro s?” Isaías se ofreció voluntario d i­ ciendo: “¡H em e aquí, envíam e a m í!" D ios respondió a las palabras de Isaías d i­ ciendo: Anda, y di a este pueblo: oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, m ás no comprendáis.

Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos. ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. A quí, el ju icio de D io s involucra el darles a las personas “corazones gordos" com o un ju ic io por su pecado. Es un castigo equitativo. La gente no quería escuchar a D io s, a s í que les quitó su capacidad para oírle. Jesús frecuentemente utiliza las palabras: “Q u ien tenga oídos para oír, o ig a”. La form a en que Jesús utiliza esta frase, enfáticam ente sugiere que no todo aquel que “oye” su s palabras está oyéndolas en el sentido especial que Él quiere. Si Jesús ha de ser tom ado en serio con respecto a estas parábolas, debem os reconocer un elem ento de encubrim iento en ellas. Pero esto no significa que el único propósito de una parábola sea el de oscurecer u ocultar el m isterio del reino a los im penitentes. Una parábola no es una ad ivin an za. Fue com puesta para ser entendida, al m enos por aquellos que estaban abiertos a su sentido. A sim ism o , debe considerarse que los enem igos de Jesús s í tenían algún entendim iento de las parábolas. Por lo m enos el suficiente para enfurecerse por ellas. Al tratar el aspecto del “en cu b rim iento ” de las parábolas, hay que tener en mente un factor muy im portante. Las parábolas fueron dadas a personas que vivieron antes de la cruz y la resurrección. En aquel tiem po la gente no tenía el beneficio del Nuevo Testam ento com pleto com o fundam ento que les ayudara en la inter­ pretación de las parábolas. G ran parte del m aterial parabólico se relaciona con el reino de D ios. C uand o las parábolas fueron dadas había m uchas ideas falsas populares en cuanto al significado del reino en las m entes de los que escuchaban a Jesús. Por tanto, las parábolas no siem pre eran fáciles de entender. Incluso los d iscíp u lo s tenían que pedirle a Jesús una interpretación m ás detallada. Otro problem a con la interpretación de las parábolas se halla en la pregunta acerca de la relación entre la parábola y la alegoría. C u a n d o Jesús interpreta la parábola

del sem brador lo hace en form a alegórica. Esto nos podría llevar a la co nclusió n de que todas las parábolas tienen un significad o alegórico y que cada detalle tiene un significado “espiritual" específico. Si nos acercam os a las parábolas en esta forma, nos estarem os m etiendo en problem as. Si tratam os a todas las parábolas com o alegorías, en breve d escub rirem o s que las en señanzas de Jesús se convierten en una m asa de confusión. M uchas de las parábolas sim plem ente no se prestan a una interpretación alegórica. Podrá ser divertido, especialm ente en las predica­ ciones, perm itir que nuestra im agin ació n vague librem ente buscando el significado alegórico de los detalles de las parábolas, pero no será m uy edificante. La form a m ás segura y probablem ente la m ás exacta de tratar las parábolas es la de hallar un punto central básico. C o m o método práctico, evito la alegoría de las parábolas a excepción de los lugares del Nuevo Testam ento donde claram ente se indica un significad o alegórico. A lgunas parábolas tales com o el hijo pródigo obviam ente tienen m ás de una inten­ ción. A lgunas son sím ile s extensos; otras son historias com parativas; otras tienen una aplicación m oral obvia. Inclusive m i regla em pírica de “un significado central" no puede ser aplicada rígidam ente. Una vez m ás, la regla básica es la de tener cuidado al tratar con las parábolas. A q u í es donde la consulta de varios co m en­ tarios será extrem adam ente útil y con frecuencia necesaria. Regla ío : Tenga cuidado con la profecía vatídica El trato de la profecía vatídica {que predice) tanto en el Nuevo com o en el Antiguo Testam ento es una de las form as de interpretación bíblica que m ás ha sufrido el abuso. Las interpretaciones abarcan desde el método escéptico naturalista, el cual virtualm ente elim in a la profecía vatídica, al desorbitado método de ver en cada evento contem poráneo un cum p lim iento “claro ” de una profecía bíblica. Los m étodos de alta crítica funcionan a veces basados en la su p o sició n de que to­ do cuanto sugiere predicción del futuro y cu m p lim iento de las profecías indica una interpolación posterior en el texto. La su p o sició n im plícita es que la predicción del futuro con resultados exactos es im posib le. Por tanto, cualquier suceso rela­ cionado debe in d icar que la predicción fue inscrita o insertada en una fecha poste­ rior a la del “cu m p lim ie n to ”. Esto im p lica fraude teológico y no debe ser tom ado

en serio. El problem a es el “p rejuicio" en el sentido clásico del térm ino; el texto ha sido “prejuzgado” partiendo de su p o sicio n es injustificadas. Por otra parte, algunos pensadores trad icio nalistas insisten en que cada detalle de la profecía bíblica debe llevarse a cabo sin dejar lugar a predicciones sim b ó licas o que tengan una gam a m ás am p lia de significado. Si exam inam os la form a en que el N uevo Testam ento trata la profecía del Antiguo Testam ento, d escub rirem o s que en algunos caso s se apela al cu m p lim iento de la letra (tal com o el nacim iento del M esías en Belén) y el cu m p lim iento de una gam a m ás am plia (com o el cu m p lim iento de la profecía de M alaquías en cuanto al re­ greso de Elias). Exam inem os la profecía de M alaquías y la forma en que es tratada en el Nuevo Testam ento para vislu m b rar la com plejidad del problem a de la profecía. En el últim o capítulo del A ntiguo Testam ento leem os lo siguiente; H e aquí, yo os envío el profeta Elias, antes que venga el día de Jehová, grande y ter­ rible. É l hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con m aldición (Mi 4:5-6). C o n esta profecía del regreso de Elias term ina el Antiguo Testam ento. D espués, durante cuatrocientos años no se escucha voz de profecía en la tierra de Israel. En­ tonces, de repente, Juan el Bautista aparece en escena. La especulación corre im p e­ riosa en cuanto a la identidad. En el Evangelio de Juan leem os que los ju d ío s en­ viaron una delegación de sacerdotes levitas de Jerusalén para in quirir acerca de la identidad de Juan (Jn 1:19 -28 ). Prim ero le preguntaron: “¿Eres tú el M esías?" Y Juan respondió negativam ente. La siguiente pregunta que se le form uló fue: “¿Eres E lias?" La respuesta de Juan fue inequívocam ente: “No so y”. El problem a de la relación de Juan el Bautista con Elias se com bina en las palabras de Jesús acerca del asunto en M arcos 9:12-13: Elias a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿ y cóm o está escrito del H ijo del Hom bre, que padezca m ucho y sea tenido n a d a ? Pero os digo que Elias ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, com o está escrito en él. Una vez m ás Jesús dice en Mateo 11:13-15: “Porque todos los profetas y la ley profe­ tizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elias que había de ve n ir”.

Por tanto, tenem os a Juan el Bautista diciendo sencillam ente que él no es Elias y a Jesús dicien d o que s í lo es. Pero nótese cóm o Jesús hace la declaración. La lim itó precediendo su s palabras con “si queréis recibirlo”. Es evidente que Jesús tenía al­ go un tanto m isterioso en mente. A caso la respuesta a este enigm a se encuentre en la an un ciació n del nacim iento de Juan por el ángel G ab riel: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de E lia s” {Le 1:17 ). El enigm a puede resolverse señalando que Juan no era realm ente la reencarnación ni la reaparición de Elias. Pero en cierto sentido era Elias; vino en el espíritu y poder de Elias. Esto podría explicar el m iste­ rioso prólogo de Jesús, a s í com o la negativa de Juan. Sin em bargo, el punto sig n i­ ficativo es la form a en que Jesús trató la profecía del A ntiguo Testam ento. Al m enos en este caso, Jesús dio libertad para el cu m p lim iento y no in sistió en cu an ­ to a la verdadera identidad de Elias y Juan el Bautista. De todos los tipos de profecía la apocalíptica es la m ás d ifícil de tratar. La literatura apocalíptica se caracteriza por un alto grado de im ágenes sim b ó lica s que en o ca­ siones nos son interpretadas y otras veces quedan sin interpretar. Los tres libros m ás prom inentes que encajan dentro de esta categoría son los de D aniel, Ezequiel y A p o calip sis. Es m uy fácil confundirse con los sím b o lo s de D aniel y el dram a del A p o calip sis del N uevo Testam ento. Una clave im portante para la interpretación de estas im ágenes es la de buscar el significad o general de tales conceptos en la Bib­ lia m ism a . Por ejem plo, la m ayoría de las im ágenes en el libro del A p o calip sis se encuentran en otras partes de la Biblia, particularm ente en el A ntiguo Testam ento. La interpretación de la profecía puede resultar tan co m pleja que el proporcionar cualquier fórm ula detallada para ese fin traspasa las barreras de este libro. El estu­ diante de la Escritura haría bien en realizar un estudio especial acerca de la cate­ goría de esta literatura bíblica. Una vez m ás, el énfasis general está en ser cu id a­ doso. D ebem os acercarnos a la profecía cuidadosam ente, con una actitud sobria. Si lo hacem os, los resultados del estudio de los libros proféticos serán de gran provecho. Estas reglas prácticas de interpretación no cubren cada problem a técnico que encontram os en la Escritura. Son ayudas y g u ías para nuestro estudio. No ofrecen ninguna form a m ágica para el éxito perfecto en el entendim iento de cada texto de

la Biblia.

Pero s í ofrecen ayuda no solam ente para reconocer problem as especiales en la Biblia sino tam bién para resolverlos.

C a p ítu lo 5: La c u ltu ra y la Biblia

C uand o H erm án M elville escribió su novela Redburn, contó la historia de un joven que salió al m ar por prim era vez. C uand o salió con rum bo a Inglaterra, el padre de Redburn le dio un viejo m apa de la ciudad de Liverpool. T ra s el largo viaje Redburn entró en Liverpool confiado en que el m apa de su padre le guiaría a través de la ciudad. Pero el m apa le falló. Se habían efectuado d em asiado s cam bio s des­ de que aquel m apa había sido hecho. Las viejas señales habían desaparecido, las calles habían cam b iad o de nom bre y las viejas residencias ya no existían. A lguno s ven en la historia de Redburn la protesta privada de M elville en cuanto a la defi­ ciencia de las antiguas Escrituras para guiarle a través de la vida. Aquel m ism o se n­ tido de protesta que nace de la frustración se halla en m uchas personas hoy día. El condicionam iento cultural y la Biblia Un tema candente en el m und o cristiano se halla en relación con el sentido y grado en que la Biblia está co nd icio nad a por la cultura. ¿F u e escrita la Biblia solam ente para los cristiano s del prim er sig lo ? ¿ O fue escrita para gentes de toda época? Po­ d ríam o s responder rápidam ente en acuerdo con lo segundo, pero ¿p o dem o s de­ cirlo sin reserva? ¿H a y alguna parte de la Escritura que se encuentre lim itada a su m edio cultural y por ende lim itada en su aplicación a su propio m edio cultural? A no ser que afirm em os que la Biblia cayó del cielo en un paracaídas, grabada por una plum a celestial en un lenguaje d ivino peculiar, singularm ente adaptada com o un vehículo para la revelación d ivina, o que la Biblia fue dictada directa e in m ed i­ atam ente por D io s sin referencia a ninguna costum bre local, estilo, o perspectiva, tendrem os que enfrentarnos a la zanja cultural. Es decir, la Biblia refleja la cultura de su época. Entonces la pregunta es: ¿C ó m o puede tener autoridad sobre nosotros en esta época? Una controversia eclesiástica de los años 19 60 ilustra el problem a de la cultura. En 1967 la Iglesia Presbiteriana U nida en los Estados U nidos adoptó una nueva confe­ sión con la siguiente declaración con respecto a la Biblia: Las Escrituras, dadas bajo la guía del Espíritu Santo, son no obstante palabras de hombre, condicionadas por el hombre, form as de pensam iento, y estilos literarios

de los lugares y tiempos en que fueron escritas. Reflejan puntos de vista en cuanto a la vida, historia, y el cosmos que eran entonces actuales. Por tanto, la iglesia tiene la obligación de acercarles a las Escrituras con un entendim iento literario e históri­ co. A s í com o Dios ha dado su palabra en diversas situaciones culturales, la iglesia está confiada en que continuara hablando a través de las Escrituras en un mundo cam biante y en toda fo rm a de cultura hum ana. Estas palabras de la Con fesión de 1967 engendraron m ucho diálogo, debate, y controversia durante la década de los sesenta. El debate estaba centrado no tanto en lo que la Con fesión decía com o en lo que no decía. D esgraciadam ente la C on fe­ sión no detallaba lo que im plicab a dicha declaración. Q uedó m ucho cam po para extraer im p licacio nes y deducciones. T o m and o en cuenta la declaración m era­ m ente en térm inos de lo que las palabras dicen explícitam ente, ni el ortodoxo B. B. W arfield ni el existencialista Rudolf Bultm ann podrían aprobarla. La autoridad que sería vista en la Escritura dependería grandem ente de cóm o se entendiera la pal­ abra co nd icio nad a en el credo. Al tiem po del debate m uch os conservadores m anifestaron gran aflicción al pensar que la Biblia estuviera “co n d icio n ad a” en cualquier sentido por la cultura antigua. M uchos liberales argüían que la Escritura no era solam ente “co ndicio nada" por la cultura sin o que estaba “sujeta" a ella. A dem ás de la cuestión del sentido y grado de “co ndicio nam iento " de la cultura en la Biblia se halla la cuestión del sentido y grado por el cual las Escrituras “reflejan los puntos de vista de la vida, historia, y co sm os" de la antigüedad. ¿S ig n ifica re­ flejar que la Biblia enseña com o ciertos puntos de vista pasados de m oda e inco r­ rectos acerca de la vida, historia, y co sm o s? ¿E s esta perspectiva cultural parte de la esencia del m ensaje de la Escritura? ¿O significa reflejar que podem os leer en­ tre líneas la Escritura notando co sas tales com o el lenguaje fenom enal y ver un am biente cultural en el que se da un m ensaje que trasciende las form as de cultura? La m anera en que contestem os estas preguntas revela m ucho en cuanto a nuestro punto de vista general de la Escritura. Insistiendo la naturaleza de la Escritura nos afecta en su interpretación. Lo princip al aq u í es esto: ¿H a s ta qué punto se encuen­ tra lim itada su ap licabilid ad y autoridad por el cam bio de las estructuras y perspec­ tivas hum anas en el texto b íblico ?

C o m o ya hem os visto, para poder producir una exégesis exacta de un texto bíblico y entender lo que fue dicho y lo que se qu iso decir, un estudiante debe tratar con cuestiones de lenguaje (griego, hebreo, aram eo), estilo, sintaxis, contexto histórico y geográfico, autor, destino, y género literario. Este tipo de an á lisis es necesario para interpretar cualq uier tipo de literatura, in clu so la literatura contem poránea. En pocas palabras, cuanto m ejor entienda yo la cultura palestina del prim er siglo, tanto m ás fácil me resultará obtener un entendim iento exacto de lo que se está d i­ ciendo. Pero la Biblia fue escrita hace m ucho tiem po y en un am biente cultural bastante diferente al nuestro, y no resulta siem pre fácil u n ir el ancho abism o del tiem po entre el siglo prim ero y el siglo XX. El condicionam iento cultural y el lector El problem a se vuelve m ás agudo cuando m e doy cuenta de que no solam ente la Biblia está co nd icio nad a a su am biente cultural sino que yo tam bién lo estoy. Con frecuencia me resulta d ifícil oír y entender lo que dice la Biblia porque le añado m u ch as su p o sicio n es extra b íb licas. Este probablem ente sea el problem a m ás grande de “cond icio nam ien to cu ltural” al que nos enfrentam os. N in gun o de nosotros escapa totalm ente a ser una criatura de nuestra era. Estoy seguro de que sostengo y enseño puntos de vista que nada tienen que ver con el pensam iento cristiano pero son in trusio nes en m i m ente de m i propio fondo cultural. Si yo supiera cuáles de m is ideas no arm onizan con la Escritura trataría de cam biarlas. Pero el seleccionar m is propios puntos de vista no resulta siem pre fácil. Todos nosotros so m o s susceptibles de com eter los m ism o s errores vez tras vez. N u e­ stros puntos ciegos se llam an a sí debido a que no estam os conscientes de ellos. El problem a con los puntos ciegos subjetivos m e llegó con un incidente que tuve relacionado con un proyecto para arm ar un aparato estereofónico. Com pré el equipo y le p ed í a un am igo, experto en electrónica, que m e ayudara a arm arlo. A la vez que yo leía las instrucciones, él unía com ponentes siguiendo m ás de do scien ­ tos pasos. C uand o term inam os, procedim os a conectarlo y nos sentam os a d is ­ frutar de la m ú sica. Lo que o íam o s parecía de otro m undo. ¡D e hecho sonaba m ás com o m ú sica de V en us que algo terrenal! La rara disco rdancia de so nid o s era evi­ dencia de que hab íam os com etido un error.

C uid adosam ente, vo lvim o s sobre cada paso. Repasam os la gráfica y la lista de verificación con las instrucciones un total de ocho veces. No encontram os ningún error. Al fin, desesperados, d ecid im os cam b iar nuestras funciones. En esta ocasión m i am igo leyó las instruccion es y yo (todo un novato) verifiqué los a la m ­ bres. A proxim adam ente a la altura del paso núm ero 134 encontré el error. Un alam ­ bre había quedado soldado a la term inal equivocada. ¿Q u é su ce d ió ? Mi am igo el experto com etió un error la prim era vez. Com etió el m ism o error ocho veces m ás. Lo m ás probable es que su perspectiva equivocada le cegó al error una y otra vez. Esta es la forma en que con frecuencia nos acercam os a la Escritura. Esta es una razón por la cual debem os m itigar nuestro ardor al criticar la Escritura, p erm i­ tiendo que la Escritura nos critique a nosotros: necesitam os darnos cuenta de que la perspectiva que le dam os a la Palabra bien podría ser una disto rsió n de la ver­ dad. Estoy convencido de que el problem a de la influencia de la m entalidad secular del siglo X X es un obstáculo m ucho m ás trem endo para la interpretación bíblica ex­ acta que el problem a del co nd icio nam ien to de la cultura antigua. Esta es una de las razones básicas por la cual los reform adores trataban de acercarse a la exégesis en térm inos del ideal de la tabula rasa. Se esperaba que el intérprete se esforzara lo m ás posible por leer objetivam ente el texto a través del método gram áticohistórico. A pesar de que las influencias subjetivas siem pre presentan un peligro de disto rsió n, se esperaba que el estudiante de la Biblia utilizara toda salvaguarda posible en la búsqueda del ideal, escuchando el m ensaje de la Escritura sin m ezclar su s propios prejuicios. En años recientes nuevas form as de interpretación bíblica com piten por ser reconocidas. U no de los enfoques m ás significativos es el “método existencial". El m étodo existencial se ha separado abruptam ente del m étodo clásico por m edio de una

nueva

herm enéutica.

Bultm ann,

por ejem plo,

no sólo

afirm a

que el

planteam iento de la tabula rasa es inalcanzable sino que insiste en que es inde­ seable. D ebido a que la Biblia fue escrita en una era pre-científica y es su stan ­ cialm ente el resultado de una influencia form ativa de la situació n en que se encon­ traba la co m unidad cristiana prim itiva, debe ser m odernizada antes de que nos

afecte. Bultm ann dem anda un “entendim iento previo” necesario antes de llegar al texto. Si el hom bre m oderno espera obtener respuestas válidas a su s preguntas ac­ erca de la Biblia, prim eram ente deberá venir a la Biblia con las preguntas ade­ cu adas. Esas preguntas solam ente pueden venir a través de un entendim iento filosófico adecuado de la existencia hum ana. Sin em bargo, tal entendim iento no debe ser extraído de la Escritura, sin o que debe ser form ulado antes de acercarse a ella. A q u í la m entalidad del siglo X X flagrantem ente co ndicio na y constriñe los textos del prim er siglo (Bultm ann encuentra su propio entendim iento anterior, dentro del m ism o sistem a de filosofía existencial o fenom enológico de M artín Heidegger.) El resultado neto es un método que avanza inexorablem ente hacia una Biblia subje­ tiva apartada de su propia historia. A q u í el m ensaje del prim er siglo es tragado y absorbido por la m entalidad del siglo XX. A unque los intérpretes de la Biblia pudiesen llegar a un método de exégesis e in ­ cluso pudiesen estar de acuerdo con la exégesis m ism a , aún nos quedan las pre­ guntas en cuanto a la aplicabilidad y la obligación im puesta por el texto. Si esta­ m os de acuerdo en que la Biblia es inspirada por D io s y no m eram ente el producto de autores pre-científicos, aun debem os afrontar las preguntas de su aplicación. ¿Puede aplicarse a nosotros hoy lo que la Biblia le ordena a los cristiano s del prim er sig lo ? ¿E n qué sentido las Escrituras hoy en día tienen autoridad sobre nuestra co ncien cia? El principio y la costum bre En m uch os círculo s hoy en día el tema de d iscu sió n es el principio y la costum bre. A no ser que co ncluyam os que toda la Escritura es principio y por tanto obliga a personas de cualquier edad, o que toda la Escritura es costum bre local sin m ás aplicación que su contexto histórico inm ediato nos verem os forzados a establecer alguna categoría y g u ías para d iscern ir la diferencia. Para ilustrar el problem a veam os lo que sucede cuando afirm am o s que toda la Escritura es p rincip io y nada es un mero reflejo de la costum bre local. Si este es el caso, entonces deberán llevarse a cabo algunos cam b io s radicales en el evangelism o si vam o s a ser obedientes a la Escritura. Jesús dice: “No llevéis bolsa, ni

alforja, ni calzado; y a nadie sa lu d é is por el ca m in o ” (Le 10 :4). Si convertim os este texto en un p rincip io transcultural, ¡entonces es hora de que Billy G rah am em piece a predicar descalzo! O bviam ente, lo principal de este texto no es el establecer un requisito perenne de evangelizar con los pies desnudos. Sin em bargo, otros asuntos no son tan obvios. Por ejem plo, los cristiano s siguen divid id o s con respecto al rito del lavam iento de los pies. ¿E s este un m andato per­ petuo para la iglesia de todos los tiem pos o una costum bre local que ilustra un p rin cip io de se rvilism o h u m ild e ? ¿Perm anece el principio y se desvanece la co s­ tum bre en una cultura calzad a? ¿ O perm anece la costum bre con el principio sin tom ar en cuenta el calzado ? Para ver la com plejidad del dilem a, exam inem os el fam oso pasaje de i C o rin tio s n en cuanto a cubrirse la cabeza. Una versión en inglés traduce que a la m ujer se le exige cubrirse la cabeza con un velo cuando profetiza. Al aplicar este m andato a nuestra cultura nos enfrentam os a cuatro opciones distintas: 1 Es enteramente costumbre. Todo el pasaje refleja una costum bre cultural que no tiene aplicabilidad hoy en día. El velo es una costum bre local; la cabeza descubierta refleja un signo de prostitución. El sím bo lo de la m ujer subor­ d inada al hom bre es una costum bre ju d ía que está pasada de m oda a la luz de la enseñanza general del N uevo Testam ento. Ya que vivim o s en una cu l­ tura diferente, deja de ser necesario para la m ujer el cubrirse la cabeza con un velo; ya no es necesario que la m ujer se cubra la cabeza con ninguna cosa; ya no es necesario que la m ujer se som eta a un hom bre. 2 Es totalmente principio. En este caso todo el pasaje se considera com o prin­ cip io cultural m ente trascendente. Esto sig nificaría en la práctica que (a) la m ujer debe ser su m isa al hom bre durante la oración; (b) la m ujer debe de­ m ostrar siem pre esa su m isió n cubriéndose la cabeza; (c) la m ujer debe cubrirse la cabeza con un velo com o el único sím b o lo apropiado. 3 Es parcialm ente principio / parcialm ente costumbre (opción A ). En este acer­ cam iento, una parte del pasaje se considera principio y por lo tanto obliga a todas las generaciones y, otra parte es vista com o costum bre que ya no o bli­ ga. El p rincip io de la su m isió n fem enina es transcultural, pero los m edios

para expresarlo (cubriéndose la cabeza con un velo) es costum bre y puede ser cam b iad a. 4 Es parcialm ente principio (opción B). En esta últim a opción el principio de la su m isió n fem enina y el acto sim b ó lico de cubrirse la cabeza deben ser per­ petuos. El objeto para cubrirse puede variar de una cultura a otra. El velo puede ser reem plazado por una pañoleta o som brero.

¿C u á l de estas alternativas agradaría m ás a D io s ? Realm ente desconozco la re­ spuesta decisiva a esta pregunta. Preguntas com o esta suelen ser exageradam ente co m p lejas y no se prestan a soluciones sim p lista s. N o obstante, una cosa está clara. N ecesitam os alguna clase de guías prácticas que nos ayuden a desenredar estos problem as. Estas preguntas frecuentemente requieren algún tipo de decisión activa y no pueden dejarse a un lado esperando que las futuras generaciones las resuelvan. Las siguientes guías prácticas podrán ayudarnos. G u ía s prácticas Exam ine la B ib lia m ism a buscando aparentes áreas de costum bre Escudriñand o cuidadosam ente las Escrituras podrem os ver que m uestran cierta latitud de costum bre. Por ejem plo, los princip io s d ivino s de la cultura del Antiguo Testam ento son expuestos en form a m odificada en el N uevo Testam ento, vem os que el núcleo co m ún del p rincip io supera la costum bre, cultura y convenio social. Al m ism o tiem po, vem os algunos p rin cip io s del A ntiguo Testam ento (tales com o las leyes dietéticas del Pentateuco) revocados en el N uevo Testam ento. Esto no significa que las leyes dietéticas del A ntiguo Testam ento eran m eram ente asuntos de costum bre ju d ía. Pero observam os una diferencia en la situación históricoredentora en la cual C risto abroga la ley antigua. Lo que debem os tener cuidado en observar es que ni la idea de traspasar todos los principio s del A ntiguo al Nuevo Testam ento ni la de no guardar ninguno de ellos pueden ser ju stificad as por la Bib­ lia m ism a. ¿Q u é tipo de costum bres son capaces de adaptación cu ltural? El lenguaje es un factor obvio de fluidez cultural. Las leyes del Antiguo Testam ento pudieron ser tra­ du cid as del hebreo al griego. Este asunto nos da cuando m enos una pista de la

naturaleza variable de la co m u nicació n. Es decir, el lenguaje es un aspecto cultural abierto al cam bio; no que el contenido de la Biblia pueda ser alterado lin g ü ís­ ticam ente, sino que el evangelio puede ser predicado tanto en español com o en griego. Segundo, vem os que las m odas en el vestir en el Antiguo Testam ento no quedan perpetuam ente fijadas para los hijos de D ios. Los principio s de la m odestia prevalecen, pero los estilos locales en cuanto a la ropa pueden cam biar. El Antiguo Testam ento no establece un uniform e devoto que deba ser usado por los creyentes de todas las épocas. O tras diferencias culturales norm ales, tales com o los s is ­ tem as m onetarios, están claram ente abiertas al cam bio. Los cristiano s no están obligados a utilizar denarios en vez del dólar u otra m oneda. Estos a n á lisis en cuanto a estilos culturales de expresión pueden ser sencillo s con respecto a la m o ­ da y el dinero, pero los asuntos de in stitucio nes culturales resultan m ás difíciles. Por ejem plo, la esclavitud ha sido introducida con frecuencia en las controversias m odernas con respecto a la obediencia civil, a s í com o en debates relacionados con las estructuras de autoridad m arital. En el m ism o contexto en que Pablo pide a las m ujeres que sean su m is a s a su s m aridos, les pide a los esclavos que sean su m iso s a su s patronos. A lgunos han alegado que ya que las se m illa s de la abol­ ición de la esclavitud están sem bradas en el N uevo Testam ento, a s im ism o lo están las se m illas de la abolición de la sub ordinación fem enina. De acuerdo con esta línea de razonam iento, am b as representan estructuras institu cio nales que están culturalm ente co nd icio nad as. A q u í debem os tener cuidado de d istin g u ir entre institucio nes que la Biblia m era­ m ente reconoce com o existentes, tales com o "las autoridades que hay” {Ro 13:1, V R V ), y aquellas que la Biblia instituye positivam ente, respalda, y ordena. El p rin ­ cip io de la su m isió n a las estructuras autoritarias existentes (tales com o el gob­ ierno rom ano) no conllevan una im p licació n necesaria de que D io s apruebe esas estructuras sin o que m eram ente hace un llam ado a la hum ildad y a la obediencia civil. D ios, en su m áxim a providencia secreta, puede ordenar que haya un César Augusto sin apoyar al César com o un m odelo de virtud cristiana. A un así, la in sti­ tución de las estructuras y los patrones de autoridad del m atrim on io se dan en el

contexto de institución positiva y respaldo en am bos Testam entos. El situar las estructuras b íb licas del hogar al m ism o nivel de la cuestión de la esclavitud es oscurecer las m uchas diferencias que existen entre am bos. Es decir, las Escrituras proporcionan una base para el com portam iento cristiano en m edio de situaciones opresivas o perversas, a s í com o las estructuras o rdenadas que reflejan los buenos desig n io s de la creación. Considere las d istinciones cristianas del prim er siglo Una cosa es buscar un entendim iento m ás lúcido del contenido bíblico in ve s­ tigando la situació n cultural del prim er siglo; otra es interpretar el Nuevo Testa­ m ento com o si se tratara m eram ente de un eco de la cultura del prim er siglo . H a c­ er esto sería no dar razón del serio conflicto que experim entó la iglesia cuando se enfrentó al m und o del prim er siglo. Los cristiano s no fueron arrojados a los leones por su in clin ació n a la conform idad. A lgunas form as m uy su tiles de relativizar el texto ocurren cuando leem os en él co nsideracio nes culturales que no deberían estar allí. Por ejem plo, con respecto al asunto de cubrirse la cabeza en Corinto, num ero so s com entaristas de la epístola señalan que un sím b o lo local de la prostituta en Corinto era el descubrirse la cabeza. Por tanto, el argum ento postula la razón por la que Pablo quería que las m ujeres se cubriesen la cabeza: era para evitar una apariencia escandalosa en la m ujer cristiana con una sem ejanza externa a la de las prostitutas. ¿Q u é sucede con este tipo de esp ecu lació n ? A q u í el problem a básico es que nue­ stro conocim iento reconstruido en cuanto al C orinto del prim er siglo nos ha lle­ vado a su m in istrarle a Pablo una razón fundam ental ajena a la que él da. En otras palabras, no solam ente estam os poniendo palabras en la boca del apóstol sin o adem ás ignorando las palabras que estaban allí. Si Pablo sim plem ente les d ijo a las m ujeres de C orinto que se cubriesen la cabeza sin darles una razón por la que ordenaba esto, nos veríam os fuertemente in clin ado s a proporcionarla con nuestro cono cim iento cultural. Sin em bargo, en este caso Pablo proporciona un m otivo, el cual se basa en una apelación a la creación, no a la costum bre de las ram eras corintias.

D ebem os

tener cuid ad o y no

perm itir que

nuestro celo por el

cono cim iento de la cultura oscurezca lo que realm ente fue dicho. El sujetar la

razón declarada por Pablo bajo nuestra razón concebida especulativam ente es ca lu m n ia r al apóstol y convertir la exégesis en eiségesis. Las ordenanzas de la creación son indicadores del principio transcultural. Si hay princip io s bíblicos que traspasan los lím ites de la costum bre local, son las apelaciones derivadas de la creación. Las apelaciones a las ordenanzas de la creación reflejan estipulacio nes, un pacto que D ios hace con el hom bre com o hom bre. Las leyes de la creación no le son dadas al hom bre com o hebreo o com o cristiano o com o corintio sino que están arraigadas en la responsabilidad hum ana básica hacia D ios. El relegar los princip io s de la creación a costum bres locales es la peor clase de relativización y d es-h istorizació n del contenido bíblico. Pero es precisam ente en este punto en el que m uch os eruditos han relativizado los p rin ­ cip io s de la Escritura. A q u í vem os el m étodo existencial operando de la m anera m ás abierta. Para ilustrar la im portancia de las ordenanzas de la creación podem os exam inar el trato que Jesús le da al divorcio. C uand o los fariseos tentaron a Jesús pregun­ tándole si el divorcio era legal bajo alguna circunstancia, Jesús respondió citando la ordenanza de la creación del m atrim onio: “¿N o habéis leído que el que los hizo al princip io , varón y hem bra los hizo, y d ijo :

Por esto el hom bre dejará...? Por

tanto, lo que D io s juntó, no lo separe el hom bre” (Mt 1 9:4-6). Si reconstruim os la situació n de esta narración es fácil ver que la prueba de los fariseos era hacer que Jesús diera su opinió n sobre un tema que divid ía rigurosa­ m ente las escuelas rabínicas de Sham m ai e H illel. En lugar de ponerse co m p le­ tamente de parte de uno, Jesús retrollevó el asunto a la creación para poner en perspectiva las norm as del m atrim onio. Es cierto que reconoció la m odificación m o saica de la ley de la creación, pero rehusó debilitar m ás la norm a cediendo a la presión del público o a las o pinio nes culturales de su s contem poráneos. La co n­ clusió n es que las ordenanzas de la creación son norm ativas a no ser que hayan s i­ do m o dificadas explícitam ente por revelación bíblica posterior. En áreas de incertidum bre utilice el principio de la hu m ild ad ¿Q u é sucede si, tras una consideración cu id ado sa de un m andato bíblico, seguim os dud ando de su carácter com o p rin cip io o co stum bre? Si debem os

decidirno s a tratarlo en una form a u otra pero no tenem os m edios co nclusivo s para tom ar la d ecisión, ¿qué podem os hacer? A q u í el p rincip io bíblico de la h u m il­ dad puede ser útil. El asunto es sencillo. ¿Sería m ejor tratar una posible costum bre com o un p rincip io y pecar de ser excesivam ente escrup u lo so s en nuestro p ropó si­ to de obedecer a D io s ? ¿ O sería m ejor tratar un posible principio com o una co s­ tum bre y ser culpables de tener pocos escrúpulo s degradando un requisito de D ios trascendente al nivel de un m ero convenio h u m an o ? Espero que la respuesta sea obvia. Si el principio de la hum ildad se aísla de otras guías m encionadas podría ser fácil­ m ente interpretado com o pretexto para el legalism o. N o tenem os derecho a leg­ islar las co ncien cias de los cristiano s cuando D io s las ha dejado libres. No puede ser aplicado en form a absoluta donde la Escritura guarda silen cio . El principio se aplica donde tenem os m andatos bíblicos cuya naturaleza queda incierta (com o con las costum bres y los princip io s) cuando ya toda la ardua labor de la exégesis ha sido agotada. To m ar un atajo en este asunto por m edio de una escrupulo sidad general o scure­ cería la diferencia entre la costum bre y el principio. Esta es una guía que se utiliza com o últim o recurso y sería destructiva si se aplicara de entrada. El problem a del co nd icio nam ien to cultural es un problem a real. Las barreras de tiem po, lugar, y lenguaje con frecuencia dificultan la co m u n icació n . Con todo, las barreras de la cultura no son tan severas que nos conduzcan al escepticism o o la desesperanza de entender la Palabra de D ios. Es reconfortante saber que este libro realm ente m anifiesta una facultad peculiar para hablar a nuestras m ás profundas necesidades y co m u n icar el evangelio en forma efectiva a personas de todas las épocas, lugares, y costum bres. El obstáculo de la cultura no puede an ular el poder de esta Palabra.

Capítulo 6: Pasos a seguir en el estudio bíblico Por Alberto Valdés* *Con propósito de facilitar el estudio de la Palabra de Dios añadim os este capítulo para am p lia r sobre el método inductivo para el estudio de la Biblia. U sualm ente se reconoce que la observación, la interpretación y la aplicación repre­ sentan tres pasos básicos en el estudio de la Biblia. La observación tiene que ver con notar las características de un libro de la Biblia (una sección, un párrafo o un versículo ). Los m aestros com únm ente dicen que la observación responde a la pre­ gunta ¿Q u é es lo que veo? Es decir, en este paso se esfuerza uno por exam inar el texto bíblico detenida y com prensivam ente a fin de reunir la inform ación que ha de ser interpretada. De la m ism a m anera, los que enseñan la Biblia reconocen que el próxim o paso, la interpretación, responde a la pregunta ¿qué sig n ifica? Para llegar a entender el sentido del texto bíblico uno hace preguntas interpretativas que ayudan a reconocer el significad o de lo que hem os visto en el prim er paso. Por fin cuando hem os interpretado el texto bíblico con precisión nos queda la tarea de aplicar los p rin cip io s bíblicos que se hallan allí. D ich os principio s son transculturales y tienen validez tanto en su contexto histórico original com o tam bién en los tiem pos m od­ ernos. La aplicación representa la meta del estudio de las Escrituras y responde a la pregunta ¿có m o debo responder a las verdades bíb licas? En algunos caso s, D ios desea que sencillam ente cream os lo que dice Su Palabra (por ejem plo en el caso de la salvación eterna que no requiere obras sin o sólo creer en Cristo) m ientras que en otros quiere que obedezcam os en fe y con Su ayuda. Cada paso en el proceso edifica sobre el anterior. Para obedecer las Escrituras debem os com prenderlas. Y resulta im p osib le com prender sin prim ero reconocer la

inform ación

que

debem os

entender.

La

buena

interpretación

se

basa

en observaciones precisas y resulta en la aplicación edificativa de los principios bíblicos. Interesantem ente estos pasos se usan en otras áreas de la vida. Por ejem ­ plo, un doctor los utiliza cuando trata con un paciente. ¿Q u é pensaría de un m é d i­ co que le recete m e d icinas sin prim ero hacerle un exam en para determ inar de qué sufre usted? Un buen doctor exam ina prim ero cuidadosam ente al paciente no­ tando los sínto m as y la condición del m ism o . Tam b ién hace varias preguntas y a n álisis. Esto corresponde al paso de observación. D espués de reunir toda la

inform ación el m édico la interpreta cuidadosam ente hasta llegar a una co nclusión . El paso de com prender lo que se ha observado representa la interpretación. Es só ­ lo después de estos dos pasos que él entonces receta la m edicina u ordena el tratam iento necesario. El co m enzar con el últim o paso pudiera resultar en co n se­ cuencias graves. De la m ism a m anera debem os realizar el estudio de la Biblia sig u ­ iendo los pasos en su orden debido y cuidadosam ente. A s í podrem os facilitar la interpretación sana de las Escrituras. La im portancia de leer un libro por completo El paso de la interpretación debe co m enzar con la lectura de un libro com pleto de la Biblia sin interrupción. A prim era vista parece ser un requisito difícil. (En real­ idad resulta m ás d ifícil leer la Biblia a retazos ya que se pierde el hilo de la lectura.) Sin em bargo, es absolutam ente esencial si vam o s a com prender la Palabra de D io s.

A d em ás

resultará

ser

una

experiencia

agradable— aunque

requiera

esfuerzo— ya que tal vez por prim era vez usted com prenderá la Biblia com o nunca antes. ¿Q u é tal si tres am igo s suyos le envían a usted una carta cada uno? Piense qué ocurriría si usted abre la prim era carta y sólo lee las prim eras cuatro líneas. En­ tonces toma la segunda carta y decide únicam ente leer la co nclusión . Al fin, abre la tercera carta y lee la porción en el m edio sin considerar ni el principio ni el final. ¿C u á l carta va a com prender? La respuesta debe ser obvia. ¡N in g u n a de las tres! La m ayoría de nosotros leem os la Biblia de la m ism a m anera. Leem os unos pocos versículo s por aq uí y un capítulo o dos por allá. N o nos debe sorprender que no entendam os las Escrituras. De la m ism a m anera si deseam os ver alguna película cristiana o escuchar algún predicador favorito, a todos nos gusta llegar al principio y escuchar o m irar sin interrupción hasta el final. Es la única m anera de no perder el hilo. No hay otra opción. Hay un sin n úm e ro de interpretaciones equivocadas que existen sencillam ente por no tom ar este paso esencial en la observación. C o m o ejem plo una vez escuché a un pastor predicar sobre el prim er capítulo del libro del profeta Jonás en el Antiguo Testam ento. D io s había ordenado a Jonás ir a N ín ive, ciudad de los asirios, ene­ m igos de Israel reconocidos por su crueldad e idolatría. El predicador explicó que

Jonás huyó a T a rsis, lugar al que D io s no le había enviado, porque tem ía m o rir en N ín ive a m ano de los crueles ninivitas. Pero el pastor se equivocó. C uand o leem os el libro por com pleto aprendem os que Jonás no tem ía a la muerte (Jonás 1:11-12 ; 4:1-3, 8-9). N o d escu b rim o s hasta el últim o cap ítulo del libro la razón por la cual Jonás no quería ir a N ín ive: él sabía que D io s en Su m isericordia iba a salvar a los ninivitas. Pero, Jonás quería que D io s los juzgara. Resultó estar tan m olesto con las acciones m iserico rd io sas del Señor que aun pide que D ios le quite la vida. Más que temer a la muerte, Jonás prefería m o rir al ver que D ios le m ostrara a los n iniv­ itas Su m isericord ia. Si el pastor hubiera llegado hasta el últim o capítulo del libro de Jonás hubiera com prendido correctam ente el prim ero. Nosotros podem os equivocarnos al igual que él si no leem os un libro de la Biblia en su totalidad. Para poder cu m p lir con este paso podem os co m enzar con un libro relativam ente pequeño o uno que usted pueda com pletar sin interrupción. Se ha dicho que m u ­ chos libros de la Biblia caben en la prim era página de un diario o un periódico cualquiera. V ario s libros del Antiguo y Nuevo Testam ento se pueden leer con facil­ idad (AT: Rut, Ester, Jonás y M alaq uías; N T: Tito, Santiago, Efesios y Filem ón). Vaya a algún lugar donde no tenga interrupciones— usted se m aravillará de las distracciones que surgen cuando tratam os de acercarnos al Señor por m edio de Su Palabra— . Entonces, ore y com ience a leer el prim er versículo del prim er capítulo hasta llegar a la últim a línea del libro. Si usted tiene una Biblia de estudio con notas explica­ tivas no interrum pa su lectura para leerlas. M antenga su atención sobre el texto de la Biblia y reconozca que no todo lo que los eruditos escriben es confiable ni repre­ senta necesariam ente la interpretación correcta de un pasaje. Tam b ién debe llevar co nsigo un cuaderno para escribir observaciones que descubra o ideas que se le ocurran, pero no deje de leer. Siga adelante hasta lograr term inar el libro. Al final verá que bien se sentirá y cuanto m ás ha co m p rendido de la Biblia. H ay estudiantes que se leen los libros de la Biblia por com pleto varias veces antes de co m enzar a estudiar de m anera m ás detallada. Esto tam bién lo recom endam os. Leer un libro por com pleto de corrido y en una sola vez, representa lo m ín im o que uno puede hacer. Siem pre se recom ienda leer un libro varias veces y en diferentes

versiones. Al com pletar este paso debem os tener una idea general sobre qué trata el libro, cóm o se desarrolla y cuál es su m ensaje principal. Ahora podem os pasar al próxim o paso en el proceso de la observación. La ayuda que prestan las preguntas Por años se ha reconocido que las preguntas representan algunos de nuestros m ejores am igo s en la tarea del aprendizaje. H ay ocho preguntas en particular que nos ayudan a exam inar el texto bíblico que estam os estudiando y que a la vez d iri­ gen el proceso de la observación. Por m edio de d ichas preguntas podem os ver de­ talles en el texto que de otra m anera tal vez no notaríam os. Las ocho preguntas son: ¿Q u ié n ?, ¿Q u é ?, ¿C u á n d o ?, ¿D ó n d e ?, ¿C ó m o ?, ¿C u án to ?, ¿H a sta qué m edida? y ¿P o r qué? D espués que practiquem os la interpretación de la Biblia por un tiem po estas preguntas llegarán a form ar parte del proceso natural de nuestra investi­ gación del texto bíblico. Sin em bargo, al p rincip io es buena idea tener una lista de ellas a m ano a fin de que puedan guiarnos en nuestra observación. Tam b ién debe­ m os recordar que en este paso estam os tratando de exam inar la Biblia sin pre­ ju icio s e ideas preconcebidas. La meta de la observación es descubrir lo que el tex­ to dice en realidad antes de tratar de interpretarlo. Es decir nos acercam os a las Escrituras con una mente abierta y un corazón dispuesto a descubrir lo que la Bib­ lia dice. Para ver cóm o estas preguntas nos ayudan en la interpretación m irem o s el sig u ­ iente texto a la luz de las m ism a s: Pero al que obra, no se le cuenta el salario com o gracia, sin o com o deuda; m as al que no obra, sin o cree en Aquel que ju stifica al im pío, su fe le es contada por ju sticia {Ro 4:4-5) ¿Q u ié n ?: El texto habla de (i) aquel que obra, (2) de aquel que no obra sin o cree, (3) de Aquel que justifica, y (4) del im pío. ¿Q u é ?: {1) El texto habla de un salario, (2) del obrar, (3) de la justificació n del im ­ pío, {4) y de la fe. ¿C u á n d o ?: C uand o "el que no obra" cree, (2) en ese m om ento su fe es contada por ju sticia. (3) C uand o el que obra, o trabaja, debe recibir su salario. ¿D ó n d e ?: Estos versículo s no responden directam ente a esta pregunta. Sin em ­ bargo la im p licació n es que donde quiera que alguien trabaje su salario no es un

regalo sin o algo m erecido por el cual obró. De la m ism a m anera el texto im plica que en cualquier sitio donde el im p ío cree en Aquel que lo justifica, recibirá la ju s ­ ticia. Sin em bargo, el texto no habla de un lugar en sí. M ás bien habla de verdades aplicables universalm ente. ¿C ó m o ?: (i) La ju stificació n no viene por obras, sin o por fe a quien cree. (2) El salario llega no com o regalo, sino com o deuda al que obra. (3) La ju stificació n lle­ ga com o regalo al pecador que cree en Aquel que ju stifica al im pío. ¿C u á n to ?: Todo el salario del que obra se le cuenta com o deuda. De la m ism a m anera, nada de la ju stificació n del im p ío llega a base de las obras. Toda su ju s ­ ticia es a base de la fe. (En otra porción de la epístola a los Rom anos [capítulo 3] aprendem os qué D io s nos puede ofrecer la ju stificació n gratuitam ente a base de la obra sacrificial de Jesucristo en la cruz. Alguien tuvo que pagar el precio por nues­ tra salvación. La Biblia claram ente expresa que dicho pago lo hizo Jesús una vez para siem pre en el cruz del Calvario . C ualq uier intención de agregarle a ese sa cri­ ficio perfecto es im p lica r que tenem os que suplem entar Su obra con las nuestras, o que lo que Jesucristo hizo no fue suficiente para salvam os.) ¿H a sta qué m ed id a?: La ju sticia es perfecta ya que D ios es quien la otorga. Por lo tanto, dicha ju sticia que D io s da es com pleta. La persona que cree es justificada por com pleto al creer. Este punto se acerca m ás a la interpretación que a la obser­ vación. Sin em bargo, el texto aclara que D ios otorga la ju sticia por m edio de la fe, sin m irar las obras. Estas tienen que in clu ir obras hechas ya sea antes, durante, o después de la fe. Si la ju sticia llegara a base de obras hechas antes de creer, en­ tonces D ios no pudiera contar la fe por ju sticia. Tendría que contar o las obras o una m ezcla de estas con la fe a fin de poder justificar al im pío. Sin em bargo, el tex­ to hace un contraste definido entre el salario m erecido por obras y la gracia inm erecida sin obras. Las palabras no perm iten una m ezcla de fe y obras. De la m ism a m anera, si fuera a base de obras que ocurren sim ultáneas con la fe, esto tam bién negaría la afirm ación del versículo 4. De igual m anera, si D ios justifica al im p ío a base de las obras sub sig uientes a la fe, tam poco podría contar sólo la fe del im p ío por ju sticia . La ju sticia estaría de nuevo basada en una m ezcla de fe y obras. En cualquiera de los tres casos, la fe no sería suficiente para la justificación

del im pío. Pero el texto dice “su fe le es contada por ju stic ia ”. ¿Por qué?: La respuesta a esta pregunta se encuentra en parte en el versículo 2 del m ism o capítulo donde dice: “Porque si Abraham fu e justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios". Es decir, la respuesta incluye la realidad que la ju sticia por fe quita cualquier motivo para gloriarse ante D ios. Ya que la ju sticia es inm erecida, no hay ocasión para la jactancia de parte de la persona justificada. D ios m erece toda la gloria. Es a s í que podem os ver cóm o es que estas ocho preguntas nos ayudan a poder interpretar la Biblia. Sin em bargo, estas observaciones no nos dan la interpretación com pleta del pasaje. A unque ya hem os interpretado un poco, ahora co m enzam os a interpretar en serio. Para realizar este paso procedem os con preguntas ad i­ cio n ales. D ich as preguntas no intentan descubrir lo que contiene un pasaje sino m ás bien determ inar el significado de la inform ación contenida allí. Por lo tanto son preguntas interpretativas que enfatizan m ás el porqué de la inform ación que vem os en los textos bíblicos m ás que dicha inform ación en sí. Estas preguntas surgen a m edida que exam inam os el texto. Por esto, es bueno tener un cuaderno a m ano en el cual anotam os tanto nuestras observaciones com o tam bién estas pre­ guntas que nos ayudarán a enfocar m ás en la interpretación. El papel de las preguntas interpretativas El buen estudiante de la Biblia, al igual que el detective eficaz sabe hacer pre­ guntas, y hace bastantes. Estas preguntas le ayudan a determ inar qué recursos ad i­ cionales necesita saber o qué inform ación adicional necesita adqu irir a fin de des­ cubrir la interpretación correcta de un pasaje. Si tom am os el m ism o pasaje que exam inam os anteriorm ente {junto con el contexto m ás am p lio de la epístola de Pablo a los Rom anos) podríam os hacer las siguientes preguntas: 1.

¿Q u ié n es “Aquel que justifica al im p ío "?

2.

¿Q u é significa ser ju stificad o ?

3.

¿C ó m o es posible que la fe sea contada por ju sticia sin tener que hacer o bras?

4.

¿Q u é tiene q ue ver este pasaje con los trabajos y los sa la rio s?

Podríam os a s í hacer m u ch as preguntas. Tanto la calidad y cantidad de nuestras observaciones com o nuestro estudio ad icio nal nos ayudarán a encontrar las respuestas. Estas preguntas merecen que reflexionem os antes de contestarlas. Para poder alcanzar las respuestas debem os leer la epístola com pleta (preferi­ blem ente varias veces) y usar todos los recursos posibles con la excepción de uno. En este paso del proceso no debem os utilizar com entarios acerca de la Biblia o pedirle ayuda al pastor. Recuerde que es preferible llegar al texto bíblico con la m ente abierta. Si co m enzam os desde el p rincipio a buscar o pinio nes de otros esto arruina el proceso del estudio personal. D espués de haber llegado a algunas co nclusio n es e interpretaciones, s í debem os co nsultar los com entarios bíblicos siem pre tom ando en cuenta que no son infalibles. Es m uy posible que usted tenga una interpretación m ejor que algún erudito. De cualquier m odo usted ya ha traba­ jad o con el texto bíblico de m anera directa, y a s í estará en m ejor p o sición para evaluar lo que otros piensan. Por tanto debem os hacer la m ayor cantidad de tra­ bajo en el estudio personal y dejar los com entarios hasta los últim os pasos en la interpretación de un pasaje. Ahora, aunque los com entarios acerca de la Biblia se utilizan al final del proceso interpretativo hay otros recursos que s í debem os usar antes que nos ayudan con la observación y la interpretación. Recursos ad icio nales para el estudio de la Biblia Los recursos m ás sencillo s en el estudio de las Sagradas Escrituras son un cuader­ no, un lápiz o bolígrafo, una Biblia (preferiblemente sin notas), un corazón y una m ente abiertos al Señor, Su Palabra y el tiem po necesario para estudiar. D ebem os utilizar una Biblia que no sea m uy interpretativa ya que querem os ejercer el privi­ legio y la responsabilidad de la interpretación privada de la cual se habla en el C ap ítulo 2. Por lo tanto, la versión Reina Valera (1909 ó 1960) y La Biblia de las A m éricas representan las m ejores opciones para el estudio personal de la Biblia. Tam b ién se puede utilizar la N ueva V ersió n Internacional aunque esta Biblia es m ás interpretativa que las otras y por lo tanto es m enos preferible. Una vez que tengam os nuestra Biblia, nuestro cuaderno, bolígrafo o lápiz, y el corazón y la m ente preparados en oración, debem os tener suficiente tiem po para estudiar y reflexionar sobre el texto bíblico. A m edida que hagam os esto nos

vam o s a dar cuenta que necesitam os m ás recursos a fin de sacar el m ayor prove­ cho de nuestros estudios: una concordancia, un atlas bíblico, y un d iccio nario de la Biblia. La co ncordancia es una herram ienta que nos ayuda a encontrar palabras o frases específicas en la Biblia. Una concordancia exhaustiva contiene todas las palabras que aparecen en cada versión de la Biblia. Es decir, una co ncordancia de la versión Reina Valera (Nueva Con co rd ancia Strong) por ejem plo, sirve para ayudarnos con dicha traducción pero no necesariam ente nos ayuda con la N ueva Versió n Interna­ cional que tiene su propia concordancia. (Nota: D ebem os aseguram o s que esta­ m os buscando la palabra precisa en la concordancia ya que a veces la m ism a pal­ abra en español traduce m ás que una palabra de los idio m as originales de la Biblia. Por ejem plo, la Nueva Con co rd ancia Strong identifica las diferentes palabras del idio m a original con diferentes núm eros, aunque a veces utilizan diferentes núm eros para palabras que provienen de la m ism a raíz. N o todas las concor­ d an cias indican la diferencia.) La concordancia nos ayuda a com prender cóm o un autor utiliza algún vocabulario específico en la Biblia. Es im portante reconocer que la m ism a palabra puede tener un significad o diferente en diferentes libros de la Biblia. Es igual en nuestro idiom a popular. Si un chileno utiliza la palabra “guagua" es probable que esté haciendo referencia a un bebé. Sin em bargo, cuando un cubano dice “guagua" está hablan­ do de un autobús. Si un chileno la habla a un cubano acerca de cam biarle los pañales a una guagua deben aclarar de qué se trata la conversación. Lo m ism o ocurre en la Biblia. A pren d im o s en el capítulo cuatro que la palabra “salvación" no solo significa el ser rescatado del infierno sino que puede señalar el ser liberado de otros peligros. Por lo tanto debem os leer un libro por com pleto y considerar el contexto con cuidado para determ inar el significad o preciso en tal contexto. La epístola de Pablo a los Filip en ses y su carta a Efeso usan la palabra salvación en tres sentidos diferentes. Tengam o s cuid ad o de no confundir un sentido con otro aunque se use la m ism a palabra. Por otro lado a veces, los traductores traducen palabras que son diferentes en los

idio m as o riginales de las Escrituras con la m ism a palabra en castellano. Por ejem ­ plo hay do s palabras griegas diferentes que se traducen con el verbo “dorm ir". Sin em bargo, la palabra d o rm ir se utiliza en tres m aneras distintas en las Escrituras: hace referencia al sueño físico, a la m uerte de un cristiano , y al estar “dorm ido" m oralm ente. En i Tesalo n icen ses la palabra d o rm ir se utiliza con dos de estos se n­ tidos. En el 4 :14 Pablo dice “Porque si creem os que Jesús m u rió y resucitó, a s í tam bién traerá D ios con Jesús a los que durm ieron en él“. El contexto aclara el significado cuando dice “y los m uertos en C risto resucitarán prim ero" (4:16): se re­ fiere a los que han muerto. En el capítulo cin co Pablo usa una palabra diferente que tam bién se traduce dormir. A llí Pablo escribe: “Por lo tanto, no d u rm am o s com o los dem ás, sin o velem os y seam os sobrios. Pues los que duerm en, de noche duerm en, y los que se em briagan, de noche se em briagan. Pero nosotros, que so m o s del día, seam os so brio s, habién­ donos vestido con la coraza de fe y de am or, y con la esperanza de salvación com o yelm o. Porque no nos ha puesto D ios para ira, sin o para alcanzar sa l­ vación por m edio de nuestro Señor Jesucristo, quien m urió por nosotros para que ya sea que velem os, o que d urm am o s, vivam o s juntam ente con él” (5:6-10). Q ueda claro al considerar el contexto que cuando Pablo dice “no d u rm am o s com o los dem ás" no está diciendo “no m u ram o s com o los dem ás". La advertencia tiene que ver con el no estar alerta m oralm ente m ás no con la muerte física. Esto se hace aun m ás aparente cuando observam os que Jesús “m urió por nosotros para que ya sea que velem os, o que d urm am o s, vivam os juntam ente con é l“. El contraste no es entre vivir y m o rir sino entre velar, es decir vivir en obedi­ encia y dorm ir, estar en desobediencia. Una buena co ncordancia m uestra cual de las palabras que traducen d o rm ir se ha usado en dado contexto. Para asegurar que nuestro estudio resulte bien debem os seguir los siguientes pa­ sos: En prim er lugar debem os determ inar la palabra precisa que deseam os estu­ diar, exam inarla en su contexto inm ediato, y hallarla en la co ncordancia (asegurán­ do no s de buscar el térm ino que representa la palabra en su idiom a o riginal). Esto

garantiza que estam os estudiando la m ism a palabra y no diferentes palabras que son traducidas por el m ism o térm ino en castellano. En segundo lugar b uscam os la m ism a palabra en el m ism o libro de la Biblia que estam os estudiando. Esto es necesario porque a veces una palabra tiene un se n­ tido técnico en un libro y otro diferente en otra parte de la Biblia. Tam bién averiguam os cóm o el m ism o autor utiliza la palabra en otros de su s libros. Por ejem plo, es interesante hacer un estudio de cóm o Pablo usa la palabra ‘‘ira’’ en sus escritos. A dem ás, averiguam os cóm o otros autores bíblicos utilizan la m ism a pal­ abra. Si hacem os bien el estudio descubrirem os el significado de la palabra en su contexto inm ediato (el uso m ás determ inante), la m anera en la cual el autor la uti­ liza en su libro, la forma en qué la usa en todos su s escritos, y la m anera en la cuál difiere de cóm o otros escritores bíblicos la utilizan. La concordancia nos facilita hacer esta tarea. O tras ayudas necesarias so n el atlas, los d iccio n ario s b íblico s y los com entarios. Los diccio n ario s nos ayudan con inform ación histórica, agrícola, política y del m undo de la naturaleza. Si querem os saber en qué clase de casa o habitación vivían las personas en los tiem pos de Jesús un buen diccio nario bíblico nos daría esa inform ación. Si tenem os que averiguar para qué se utilizaba el aposento alto en un hogar tam bién dicho recurso nos ayudará. Por otro lado, si deseam os saber dónde queda Capernaúm y dónde está Jerusalén necesitam os tener un atlas bíblico que nos dé esta inform ación. Los d iccio nario s y los atlas bíblicos ofrecen infor­ m ació n que nos ayuda en los pasos de observación e interpretación. C o m o ya hem os m encionado, los com entarios se utilizan después de que usted haya hecho la mayor cantidad de estudio usando los recursos descritos arriba. Es bueno considerar a los com entarios com o com pañeros con los cuales d iscutim o s nuestras co nclusio n es d esp ués de haber nosotros hecho nuestros propios estu­ dio s sobre un libro de la Biblia. C o m p aram o s nuestras co nclusio n es con las de el­ los y hacem os los cam b io s que sean necesarios. En el uso de los com entarios debem os evitar tres errores. Por un lado tenem os el error de depender tanto de los com entarios que no hacem os nuestro propio estu­ dio personal. Por otro lado está el error de pensar que ya que tenem os la Biblia y el

Espíritu Santo no necesitam os ni m aestros ni com entarios. D ebem os reconocer que D ios ha dotado a algunos en la iglesia con dones de enseñanza. El no prestar atención a los buenos m aestros es una m anera de despreciar los recursos que el Espíritu Santo ha provisto para nuestra edificación. M uchos buenos m aestros han escrito su s co no cim iento s en los com entarios y por tanto debem os usar estos recursos. El tercer error está en pensar que todo lo que está escrito en un com entario bíblico es preciso y libre de error. D io s sólo insp iró los m anuscritos o riginales de la Biblia. Por lo tanto los com entarios no son inerrantes. Sin em bargo, pueden ser de gran ayuda si los usam os sabiam ente dependiendo sobre todo en el Señor y evaluando las co nclusio n es de los com entaristas a la luz del texto bíblico el cual es siem pre determ inante. H e m o s cu m p lid o con el paso de la interpretación cuando entendam os el m ensaje principal del libro, las unidad es de pensam iento (cóm o se divide el libro y cuáles son las conexiones lógicas en el desarrollo del pensam iento del m ism o — o sea el hilo), los temas p rincipales, y los principios transculturales que provienen del libro y que son ap licables en la actualidad. C o n clu sió n Es cierto que tenem os el privilegio y la responsabilidad de la interpretación pri­ vada. Para ayudam os a sacar el m ayor provecho de este gran privilegio debem os ser intérpretes sabios. Por lo tanto, debem os utilizar los p rin cip io s de inter­ pretación que han sido detallados en los cap ítulo s anteriores. Recordem os que antes de interpretar debem os observar el texto a fin de reunir la inform ación nece­ saria para la interpretación. (El m ejor co m ienzo para dicha tarea es leer un libro de la Biblia por com pleto sin interrupción.) Tam b ién podem os adquirir inform ación adicional en los d iccio nario s y atlas bíblicos. A dem ás hay ocho preguntas que nos ayudan en el proceso de la observación y estas nos dirigen a preguntas interpre­ tativas acerca de la inform ación que destapam os. Las reglas de la interpretación, el estudio, la reflexión y la oración nos ayudan en el proceso de interpretación que sigue a la observación. D espués de haber determ inado una interpretación a base de nuestro propio estudio es sabio com parar nuestras co nclusio n es con la de

m aestros reconocidos de la Biblia. Finalm ente, debem os cu m p lir con la meta del estudio de la Biblia, la aplicación. D ebem os responder con fe u obediencia fiel a los principio s que d escu b rim o s en la Biblia. De esta m anera serem os cada vez m ás com o nuestro Señor Jesucristo.