193 9 98MB
Spanish Pages 375 [357] Year 1985
CHILE EN EL SIGLO XX Mariana Aylwin Oyarzún Carlos Bascuñán Edwards Sofía Correa Sutil Cristian Gazmuri Riveros Sol Serrano Pérez Matías Tagle Domínguez
Chile en el Siglo XX Mariana Aylwin Carlos Bascuñán Sofía Correa Cristian Gazmuri Sol Serrano Matías Tagle Inscripción Registro Propiedad Intelectual N° 58516 Primera Edición 3.000 ejemplares. Diseño Gráfico y Portada: Rodrigo Squeila Producción y corrección: Juan Alvarez de Araya Edita y Distribuye EMISION Ltda. Impreso en Chile por VAN S. A.
PROLOGO
Hay quienes afirman que la historia contemporánea no ¡Hiede ser aprehendida científicamente, ya que la proximi dad de los acontecimientos impediría todo análisis sereno y objetivo. Los problemas generales que plantearía la historia contemporánea se acentuarían aún en el caso de Chile ya (pie las fuertes tensiones y los profundos cambios que caracteri zan la historia de. Chile en los últimos decenios, habrían gene rado tal cúmulo de pasiones que sería completamente impo sible formular juicios comprensivos y racionales sobre los acontecimientos en que hemos participado como actores, tes tigos y víctimas. La tarea, ciertamente, es difícil. Sin embargo, las dificulta des existentes no deberían constituir excusa para no empren derla. La experiencia hist ortográfica internacional demues tra que es perfectamente posible tratar en forma científica problemas tan complejos y trágicos como la historia de los regímenes totalitarios, el holocausto de la II Guerra Mundial o los genocidios de la postguerra.
Esta misma experiencia historiográfica demuestra también que el análisis y la discusión de la historia reciente son abso lutamente necesarios. No podemos darla espalda a la historia. Para poder enfrentar los problemas del presente y para pro yectar nuestro futuro debemos conocer nuestra realidad, cu yos orígenes se encuentran en nuestro pasado. Todos sabe mos que la historia de Chile en el siglo XX ha sido difícil y que, conjuntamente con auténticos logros, se han producido profundas crisis, radicales antagonismos y dolorosos fracasos. Tenemos que conocer nuestra realidad para explorar nuestras posibilidades y para construir nuestro porvenir. El presente libro constituye un intento serio y valiente pa ra aprehender el sentido y el significado de los hechos y pro cesos de que se compone la historia de Chile en el siglo XX. De acuerdo con una concepción historiográfica moderna, los autores han procurado trazar un cuadro de todos los as pectos de la realidad histórica: confieren a la historia política toda la importancia que tiene, pero no se limitan a las decisio nes y acciones de los gobernantes, sino que analizan los procesos sociales y económicos y se refieren al desarrollo cultural. Han hecho un gran esfuerzo por liberarse de toda ideologización. No formulan juicios políticos o morales, sino que pro curan que sus juicios sean auténticos juicios históricos, esto es, interpretaciones del sentido y del significado del acontecer histórico. El libro no está escrito en tono polémico. Pero, tratándose de nuestra historia más reciente, es posible que suscite polé micas. Pienso que tales polémicas son necesarias y que pue den ser fecundas. A través de la reflexión crítica sobre nues tra historia tomamos conciencia de ella y esto nos ayudará a continuar nuestra historia con valentía, responsabilidad e inteligencia.
RICARDO KREBS
INTRODUCCION
Desde el momento en que Chile se independizó definitiva mente de España y hasta la guerra civil de 1891 —por marcar un hito preciso— su historia, en cuanto Estado nacional, con figuró un balance que ciertamente parece positivo; incluso si se tiene en cuenta que lo positivo o lo negativo en la historia depende mucho del color del cristal con que se le mire (o se escriba). Parece claro que Chile, que había sido una de las menos importantes y más pobres colonias de la Corona Espa ñola, logró durante esos años un bienestar económico, todo lo mal distribuido que se quiera —eran tiempos muy diferen tes al presente— pero apreciable. El auge de la plata, del trigo, del cobre y finalmente el gran auge del salitre lo hicieron posible. Pero también fue así porque el país gozó de una estabilidad institucional, que, aunque relativa en términos generales, fue notable para una nación latinoamericana del siglo XIX. En lo cultural, por otra, parte, sin exhibir un gran nivel de creatividad (excepto en historiografía) mostró solidez y homogeneidad. En justicia nadie puede negar a la serie de hombres públicos que gobernaron Chile durante el
siglo XIX cualidades relevantes de sentido público, sobriedad, dedicación y, a veces, talento notable. Diferente es el panorama con que se nos representa el período parlamentario. Las obras publicadas recientemente, y otras más antiguas no dejan de destacar que fue un período de estagnación nacional, de profundas desigualdades socioeco nómicas. Una época de gobierno de clase en la cual la oligar quía, ahora enriquecida, administró el país en beneficio pro pio, perdiendo de paso sus cualidades morales y cívicas de otrora. Sólo a la cultura de esos años se le reconoce mérito genuino. Sin embargo muchos de esos libros no hacen presen te que también fue el período de gestación de nuestra demo cracia posterior, que hubo regularidad institucional, que el progreso material fue, por lo menos, tan acelerado como du rante la época anterior a 1891, que se realizó un gran esfuer zo educacional el que en definitiva consolidó la clase media chilena, etc. Con todo, no parece posible afirmar que las virtudes de la época parlamentaria fueron mayores que sus males, pero las tuvo. La historia no permite juicios absolutos, es compleja y multifacética. La misma historiografía (y a veces los mismos autores) también se ha mostrado crítica del resto del siglo XX, la época de Chile democrático. Pero la actitud hacia este perío do, al que se ha tratado aun más duramente que al parlamen tario, nos parece que ha reflejado falta de perspectivas y fre cuentemente una carga ideológica fuerte. No es casualidad que este enfoque negativo venga principalmente de autores conservadores frente a una época que ha sido de perpetuo cambio. Es así que —ya en los años ochenta— nos parece necesario preguntarnos de nuevo ¿cómo ha sido la historia de Chile en el siglo XX? Pregunta difícil, al menos por dos razones: la primera es que seguimos estando muy cerca de los acontecimientos, lo que implica además que la carga ideológica persiste (aunque
pueda tener otro signo). La segunda se refiere al hecho que durante la presente centuria la sociedad chilena se ha ido tor nando progresivamente más compleja y por lo tanto también lo es hacer su historia. Frente a un siglo XIX en que predomi naba claramente un grupo y su cultura, en el siglo XX hemos visto surgir e integrarse en la'sociedad chilena a nuevos secto res, primero de clase media y después proletarios y campesi nos, cada cual con sus intereses, sus ideologías y su cultura. Sin embargo, definir las tendencia centrales de nuestra his toria contemporánea parece una labor necesaria hoy. Porque es precisamente durante las crisis cuando las sociedades miran hacia la historia en busca de respuestas para su presente. La visión de nuestra historia contemporánea que encontrará el lector en este trabajo constituye un intento de responder a esta inquietud y aportar una idea equilibrada de nuestro pasa do reciente. Ha sido realizada con la mayor acuciosidad posi ble, tratándose del estudio de una época en la cual la labor de investigación histórica paciente y esmerada, área por área, problema por problema, está aún por hacerse en su mayor parte. Aun así, de lo que investigamos surgen claras algunas reali dades que, creemos, podrían considerarse las tendencias cen trales de nuestra evolución reciente. Entre éstas, las siguientes: si el siglo XIX fue el siglo del predominio de la oligarquía, el siglo XX ha sido el del predominio de la clase media (mesocracia). También ha sido la época de la difícil incorporación a las formas de vida propias del mundo moderno (aun dentro de un nivel precario) de las grandes mayorías; el tiempo del despertar proletario y la democratización. En general, el siglo XX ha sido de paz, interna y externa. Los sucesos de los años 1973 y siguientes, constituyen el úni co episodio de violencia masiva, prolongada, en gran escala, en más de 90 años: desde la Guerra Ciyil de 1891. Ha sido una época en la cual durante prolongados períodos reinó una estabilidad institucional notable, más notable aún si se tiene en cuenta que ésta se mantenía en medio de un pro
ceso de apertura del sistema político y modernización social creciente. De allí que, como se dijera tantas veces en el ex tranjero hasta 1970, Chile parecía ser un país de cultura cívi ca y madurez política en medio de un continente inestable. También han sido años en que, si bien no se ha logrado en tregar un bienestar sólido para las mayorías, ha existido un desarrollo económico considerable. No se debe olvidar que hacia 1970 Chile ocupaba el tercer lugar en el ingreso per capita en Latinoamérica, sólo detrás de Venezuela y Argentina, naciones mucho más ricas en recursos naturales. Entonces ex hibíamos además uno de los mejores índices de repartición de la riqueza en el continente. Finalmente, ha sido un siglo en que la cultura chilena se ha consolidado en lo propio, se ha expandido masivamente y, por otra parte, ha alcanzado manifestaciones de relevancia mundial. ¿De qué otra forma podríamos calificar la poesía de Pablo Neruda o Gabriela Mistral?, ¿de Vicente Huidobro?, ¿o el virtuosismo de Claudio Arrau? Sin embargo, también ha sido una época, en los años más recientes, en que nuestra nación pareció perder el rumbo equilibrado y estable. Primero entrando en un proceso políti co que, en el afán de buscar soluciones rápidas para los problemas socioeconómicos fundamentales, fue generando utopías excluyentes, hizo imposible el diálogo y el acuerdo político y en definitiva la democracia. Después, en la materia lización de un sistema autoritario que —con amplio respaldo de los sectores sociales dirigentes— nos ha hecho vivir reali dades por completo diferentes de lo que han sido los valores tradicionales chilenos, fundados en una cultura católica, pro gresivamente democrática y humanista. Evidentemente no se puede hablar de decadencia ante el panorama esbozado, pero algo quebrado había en la convi vencia chilena hacia 1970. Algo que iba más allá de un mero problema de falta de eficiencia administrativa, desarrollo len to o democracia imperfecta' ¿Eran las contradicciones sociales no resueltas?
¿Era la crisis moral de las élites? ¿Era la existencia de subculturas que no compartían ni res petaban la predominante? Esta sí es una respuesta que no podemos dar. Todavía vivi mos la profunda crisis que más arriba enunciamos. La dará la historiografía futura, cuando con mayor información se rela te y se explique lo ocurrido en ios últimos años. Porque el historiador, finalmente, lo averigua todo, o casi todo. Noso tros detenemos nuestro recuento en 1970. Agradecemos a la revista “Hoy”, que nos hizo posible es cribir y publicar —de manera más resumida- este trabajo en forma de fascículos y al economista José Pablo Arellano, quien revisara acuciosamente los aspectos económicos que tratamos. A Isabel Margarita Rojas que con gran paciencia mecanografió y corrigió los originales y, particularmente a la Editorial Emisión que ha acogido este esfuerzo asegurando su publicación. LOS AUTORES
capítulo I
1900-1920 EL DESPERTAR DELA CLASE MEDIA
Calle A humada y Plaza de Armas. Santiago a prin cipios de siglo.
■
El fin de una época “Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan”. De esta forma, Enrique Mac Iver, un destacado político ra dical, manifestaba en 1900 el sentimiento de crisis que empe zaba a cundir en la sociedad chilena con el inicio del nuevo siglo. Entre 1900 y 1920, numerosas figuras de distinto sig no ideológico hicieron denuncias en el mismo sentido tras ob servar la realidad nacional, buscando las causas de una crisis integral que no era percibida aún por el grueso de la opinión pública, pero que estaba latente, como quedaría en evidencia unos años más tarde. Chile vivía, por entonces, el agotamiento de un sistema político y de un estilo de vida que se mostraban inadecuados para enfrentar los desafíos que presentaban los nuevos tiem pos. El régimen parlamentario, la estructura social, el sistema económico, el papel del Estado... en fin, todo el mundo ofi-
Carro de Sangre. Primitivo sistema de locomoción colectiva.
cial demostraba su desajuste con una realidad que estaba cam biando radicalmente. Pero al mismo tiempo se producía el despertar de nuevos sectores sociales: una creciente clase media que con el correr del tiempo adquiriría conciencia de clase y un proletariado que iniciaba su organización. Ambos chocaban en sus aspira ciones con las barreras infranqueables del sistema vigente. De allí que cundiera un sentimiento antioligárquico compartido por las nuevas generaciones que, desde la arena política e intelectual, se convirtieron en los principales críticos de la clase social dirigente, del régimen político y del sistema económico. Por otra parte, después de 1918 los cambios de la PostGuerra también se hicieron sentir en nuestro país, no sólo en sus consecuencias socio-económicas, sino también en las cos tumbres. Los primeros automóviles, el cine, nuevos bailes y formas de relación entre hombres y mujeres, las primeras ma nifestaciones feministas y tanto otros sucesos novedosos iban indicando el ocaso de una época y el inicio de otra.
1 La inserción de Chile en el contexto internacional 1.1 EL PANORAMA MUNDIAL PREVIO A LA PRIMERA GUERRA Hacia comienzos del siglo XX Europa estaba viviendo su mejor época. Era el centro del mundo. Por una parte, contro laba política, territorial y militarmente al planeta con la ex cepción de las zonas de influencia de los EE.UU. y Japón, to davía relativamente pequeñas. En el caso del Imperio Británi co, el total de la superficie de las colonias superaba a la de Gran Bretaña en una proporción de 91 a 1. En el caso fran cés, esta diferencia era bastante menor, y más pequeña aún en el caso de Alemania que “había llegado tarde al reparto del mundo”. Pero, por otra parte, pequeños países europeos co mo Bélgica, Holanda y Portugal, poseían también enormes imperios coloniales. Desde el punto de vista netamente económico, Europa ha bía disminuido su ritmo de crecimiento relativo con respecto a otras naciones, pero en su conjunto el continente era toda vía, claramente, el mayor centro financiero industrial y co mercial del planeta. Las riquezas que las naciones europeas obtenían de sus colonias variaban de caso en caso hasta exis
tir saldos negativos a veces. Pero siempre estos territorios so metidos constituían una fuente de poder y recursos (materias primas), siendo al mismo tiempo mercados sujetos a monopo lio por su respectiva metrópoli, que colocaba allí sus exce dentes industriales. Pero el dominio ejercido por Europa sobre el resto del mundo no sólo era político-económico. Era también cultural: la ciencia y tecnología, las formas de gobierno, el arte euro peo, incluso el estilo de vida y la moda eran imitados aun en territorios que no eran formalmente colonias, como los países latinoamericanos. Más todavía, el “resto del mundo” parecía aceptar sin ma yores problemas esta hegemonía europea y las élites de los respectivos países trataban de parecer lo más europeas posi bles, como fue, por ejemplo, el caso de la chilena. Por otra parte, la Europa previa a la Primera Guerra Mun dial, vivía internamente una realidad aparentemente triunfal. La mayoría de los diversos problemas que la habían afectado durante el siglo XIX parecían en vías de superación o ya su perados. La “cuestión social”, consecuencia de la .Revolución Industrial, había ido moderándose durante las últimas déca das del siglo XIX cuando la riqueza enorme acumulada en las naciones industriales comenzó a ser mejor repartida; a esto ayudó también la ampliación de la participación política y el fortalecimiento del sindicalismo. A su vez, las catástrofes na turales (hambrunas y pestes) que hasta mediados del siglo XIX habían provocado mortandades y emigraciones masivas, parecían bajo control; como también muchas enfermedades que hasta poco tiempo antes eran mortales. Desde otro ángu lo, la ciencia y la tecnología “maravillaban día a día” al hom bre con nuevos descubrimientos. Sin embargo, mucho de lo espectacular de este panorama era falso, y ya estaban activos los venenos que conducirían a Europa hacia su suicidio. Un nacionalismo, imperialista —popular y desenfrenado— mantenía la paz del continente europeo (y por ende del mundo) bajo perpetua amenaza, afir-
La “Belle Epoque” en Viena, un centro de la frivolidad y la cultura.
mada sólo en el juego de alianzas y contra alianzas. Era un juego mortal que obligaba a sostener una carrera armamentis ta desatada que, a su vez, retroalimentaba todo el proceso de competencia nacional-imperialista que de ese modo fue adquiriendo una dinámica propia. Como correlato de esta pugna nacionalista -y en algunos casos concretos como causa- existía también una aguda com petencia por el control de los mercados mundiales, particular mente hacia 1900, desde el momento en que Alemania fue desplazando a Gran Bretaña como principal país exportador de productos industriales. Pero los ingleses estaban dispuestos a pagar cualquier precio para no seguir perdiendo terreno.
En Europa Oriental todavía se mantenían instituciones so ciales y políticas arcaicas. De hecho el Imperio Austro-Hún garo y, aun más, la Rusia Zarista, eran sistemas políticos y so ciales premodernos. La extrema debilidad de éstos quedó de manifiesto durante la Guerra Ruso-Japonesa y las Guerras Balcánicas. En fin, dos jóvenes potencias, los Estados Unidos y el Ja pón, a partir de las dos últimas décadas del siglo XIX, pare cían dispuestas a desafiar a Europa en su condición de dueña del mundo. Estados Unidos había derrotado a España en 1898 quitándole a Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, naciones que mantuvo en calidad de semi protectorado. En tanto que en la Guerra Ruso Japonesa los nipones derrotaron sin apela ciones al Imperio Moscovita. Lo interesante de ambos casos era que potencias no europeas habían vencido fácilmente a naciones de Europa, una de ellas, si se quiere, una potencia en decadencia, pero la otra, Rusia, un gigantesco imperio que era considerado un poder Tnilitar formidable. Es así como, con justicia, se puede decir que durante los primeros catorce años del siglo XX, Europa vivió su “belle époque”; sin embargo, había indicios que hacían prever la de cadencia de la cultura europea y el holocausto que fue la Primera Guerra Mundial.
1.2 LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
La Primera Guerra Mundial estalló como consecuencia de las tensiones crecientes que el panorama ya esbozado fue creando. La causa inmediata fue el asesinato del heredero de la Corona Austro-Húngara por un terrorista nacionalista serbio. A raíz de este hecho, la cadena de alianzas y contra alianzas militares comenzó a funcionar en virtud de la dinámi ca propia que la carrera armamentista y el nacionalismo le habían otorgado, hasta que la guerra generalizada se hizo ine vitable. Europa marchó alegremente a su propio funeral. Las alian zas rivales eran dos: la Triple Alianza formada por Austria-
Hungría, Alemania e Italia, país este último que finalmente entraría en la contienda junto al bando rival; y la Triple En tente, formada por Francia, Rusia e Inglaterra que se acopló al pacto en último momento. Ambos bloques se precipitaron a la contienda seguros de una rápida victoria. Pero aquélla había de durar casi cinco años y alterar drástica y definitivamente la -buena— suerte de Europa. La destrucción material fue enorme, la pérdida en vidas al canzó a los trece millones de muertos; pero lo que recibió el golpe de gracia fue la civilización europea en su conjunto. Eu ropa dejó de ser claramente el centro del mundo, excepto quizá, en lo artístico-cultural. No sólo desaparecieron antiguos imperios (Rusia, AustriaHungría); más importante, Europa hubo de contemplar cómo se alzaban al este y hacia el oeste dos colosos destinados a reemplazarla en su rol imperial y hegemónico: los Estados Unidos y la Unión Soviética. También en el mundo colonial comenzaron a escucharse voces de rebeldía, presagio de la descolonización que vendría 25 años después. Con su economía desarticulada, tampoco pudo recuperar Europa los mercados que había perdido du rante la guerra. Pero quizá el fenómeno más significativo de esta declinación —desde un punto de vista histórico cultural amplio— fue que Europa comenzó a dudar de sí misma, de sus valores, de su destino, de su ser mismo, lo que abriría las puertas al facismo y otras formas político-sociales extremas. Pero no todos los sectores de la población europea fueron afectados de manera igualmente negativa por la Primera Gue rra. La Europa que murió fue la de la burguesía triunfante. Y así, si la mediana burguesía en ascenso pareció ser el sector social más golpeado por la contienda y sus consecuencias, al ver detenida su carrera social ascendente de las últimas déca das, el proletariado —que había hecho de carne de cañón en la contienda- logró durante la guerra y los primeros años de la post-guerra, conquistas sociales y políticas considerables
que definitivamente lo sacaron de su situación de miseria ex trema más que secular. En buena medida estos logros fueron consecuencias del temor que despertaba en los gobiernos eu ropeos el fantasma de la Revolución Rusa, triunfante desde 1917; pero también fueron el resultado de la tendencia igualizadora que se consolidó durante la guerra y que, una vez al canzada la paz, tendió-a perpetuarse. Fue así como el prole tariado europeo —y mundial— en un sentido histórico amplio, resultó indirectamente favorecido con la Primera Guerra Mundial.
1.3 CHILE EN EL TEATRO INTERNACIONAL Durante los primeros años del siglo XX, perpetuándose una situación propia del siglo anterior, Latinoamérica y Chile vi vieron con respectó a Europa en una estrecha dependencia económica y cultural y en menor grado, política. .Esta dependencia abarcaba principalmente al continente sudamericano, pues Centroamérica desde el siglo XIX había estado bajo la influencia de intereses norteamericanos. En el caso de Chile, su dependencia en lo económico se daba fundamentalmente con respecto a Gran Bretaña, nación que controlaba, en buena medida, la producción del salitre chileno y, absolutamente, su comercialización. Del salitre, como veremos, dependía nuestra vida económica. Por otra parte, casi todas las adquisiciones de manufacturas se realizaban en países europeos. En Europa comprábamos ar mas (buques de guerra a Gran Bretaña, fusiles y cañones a Alemania), máquinas, artículos domésticos, ropa, alimentos finos y licores, etc. La influencia cultural era también abrumadora, en particu lar sobre la oligarquía que gobernaba Chile, influencia que iba desde las formas del sistema político hasta las ritualidades so ciales más nimias. En lo cultural, nuestro modelo era Francia. Chile era independiente políticamente y había sabido guar dar a lo largo del siglo XIX una actitud soberana, que se pro longó, salvo incidentes menores, durante la etapa 19001920.
Sin embargo, esta independencia política no impedía que las presiones de las potencias se hicieran sentir, como quedaría en evidencia en 1914. El principal efecto de la Primera Guerra Mundial sobre la realidad chilena fue una dramática caída inicial en las ventas de salitre y por ende, en las entradas fiscales, aunque después, durante la guerra, experimentaron una espectacular alza. También la contienda cortó el flujo de manufacturas desde Europa, debiendo recurrirse entonces al mercado norteameri cano y en menor medida, al japonés. Pero hubo otros efectos. De partida, las presiones políticas, primero por parte de Gran Bretaña y Francia y después tam bién por los EE.UU., para que Chile rompiera con Alemania. Frente a estas actitudes, nuestro país supo conservar una digna neutralidad que se mantuvo hasta el fin de la Guerra. Sin embargo, sobre la estructura social chilena fueron más importantes que la guerra los efectos de la post-guerra y la Revolución Rusa, que se harían sentir a partir de 1918, para mostrarse claramente en 1920. *
1.4 LOS PROBLEMAS FRONTERIZOS CHILENOS 1900-1920 Con la República Argentina se había firmado en 1881 un tratado general de límites que en su artículo 1 disponía: “El límite entre Chile y la República Argentina es de norte a sur, hasta el paralelo 52° de latitud, la cordillera de Los Andes. La línea fronteriza correrá en esa extensión por las cumbres más elevadas de dichas cordilleras que dividan las aguas y pasará por entre las vertientes que se desprenden a un lado y a otro. Las dificultades que pudieran suscitarse por la existencia de ciertos valles formados por la bifurcación de la cordillera y en que no sea clara la línea divisoria de aguas, serán resueltas amistosamente por dos peritos, nombrados uno por cada par te. En caso de no arribar estos a un acuerdo, será llamado a decidir un tercer perito designado por ambos gobiernos”.
El Estrecho de Magallanes quedaba enteramente bajo sobe ranía chilena y la isla de Tierra del Fuego fue dividida “par tiendo del punto denominado Cabo del Espíritu Santo en la latitud 52° 40’; siguiendo la frontera desde allí hacia el sur coincidiendo con el Meridiano Occidental de Greenwich (78° 34’) hasta tocar el Canal Beagle”. Así, la parte orien tal de la Isla quedaba bajo soberanía argentina y la occi dental bajo chilena. Las islas ubicadas al sur del Beagle hasta el Cabo de Hornos quedaban en poder de Chile. Sin embargo, este tratado resultó de difícil aplicación prác tica, principalmente porque la línea divisoria de aguas no siempre coincide con la de las más altas cumbres. En la dis yuntiva, Argentina se inclinó por el criterio de las más altas cumbres en tanto que Chile por la línea divisoria de las aguas; y como de la aplicación de uno u otro criterio resultaban di ferencias considerables de territorio, el acuerdo no pudo lo grarse, debiendo recurrirse a S.M. Británica para que dirimiera los puntos en conflicto. El fallo se pronunció en 1902 y se fundamentó, más que sobre los criterios argentino y chileno, sobre los actos de ocupación, procurándose un reparto equi tativo de los territorios disputados. En el año 1898 se había puesto fin al problema de la Puna de Atacama que había quedado sujeta a disputa entre ambas naciones después de la Guerra del Pacífico, pues ese territorio había sido boliviano; el acuerdo, favorable a Argentina, se lo gró merced al arbitraje del Ministro de los Estados Unidos an te el Gobierno argentino, W.G. Buchanan. El año 1902 se firmó también un tratado general de arbi traje entre Argentina y Chile quedando así la Corona Británi ca como árbitro permanente. Este acuerdo fue un acierto por que los problemas fronterizos entre ambos países no cesaron. En la zona de Palena el cumplimiento del fallo británico ori ginal (el de 1902) fue imposible de implementar, debiendo re currir el Gobierno chileno, después de prolongadas gestiones bilaterales, a dicho tratado general de arbitraje el año 1964. Sobre la base del mismo tratado fue sometido a arbitraje
el problema territorial de la Zona del Canal Beagle. En relación a los vecinos del Norte, después de la Guerra del Pacífico se firmó la paz con Perú (Tratado de Ancón) en octubre de 1883. Por este acuerdo, la nación peruana cedía a perpetuidad a Chile la provincia de Tarapacá y entregaba por diez años a la administración chilena las provincias de Tacna y Arica. Una vez transcurrido ese plazo, un plebiscito decidi ría, en votación secreta? la soberanía definitiva sobre esos territorios, debiendo pagar el país que saliera ganador, una indemnización al que los perdiera. Sin embargo, el cumplimiento de esta última parte del Tra tado originó una larga disputa entre Perú y Chile sobre la for ma de llevar adelante lo acordado, y el plebiscito hubo de postergarse una y otra vez. El problema de Tacna y Arica —cfue había de envenenar las relaciones entre Chile y el Perú por casi cincuenta años— sólo vendría a solucionarse en 1929. También con Bolivia hubo roces y malos entendidos duran te estos años. Bolivia y Chile habían firmado un Pacto de Tre gua en abril de 1884. En éste se disponía la suspensión de hostilidades (ya suspendidas de hecho desde 1880) y sujetaba al “régimen político y administrativo que establece la ley chilena, los territorios comprendidos desde el paralelo 23 has ta la desembocadura del Loa en el Pacífico”; dando por sub entendido-que los territorios comprendidos entre los parale los 23 y 24, cedidos bajo condición a Bolivia por el Tratado de 1884, eran chilenos, pues Bolivia había hecho nulo dicho documento al no cumplir la condición. Esta situación de “tregua” había de durar 20 años, pues sólo tras prolongadas y engorrosas negociaciones el tratado definitivo vino a firmarse en octubre de 1904, confirmando a perpetuidad la soberanía chilena sobre los territorios com prendidos en el Pacto de Tregua. A cambio de esta cesión, Bolivia recibía indemnizaciones económicas y facilidades de tránsito, las que comprendían, entre otras, la construcción por parte de Chile del ferrocarril de Arica a La Paz.
De más está agregar que las dificultades para lograr los acuerdos entre Bolivia, Chile y Perú se debieron, en gran me dida, a la animosidad mutua con que habían quedado los pue blos y gobiernos tras la Guerra del Pacífico.
2 La política: el fin del parlamentarismo 2.1 FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA El parlamentarismo, que había adquirido su fisonomía definitiva después de la Revolución de 1891, imperó en Chile hasta 1924. El poder presidencial había disminuido considerablemente como consecuencia de las reformas que se habían hecho a la Constitución de 1833. Sin embargo, más allá de esas refor mas, el sistema parlamentario se basó en algunas prácticas políticas que el Congreso utilizó en su favor y que fueron las que efectivamente le permitieron controlar el poder. Una de ellas fue la facultad que el Parlamento tenía para derribar el gabinete a través de interpelaciones que obligaban a los ministros a concurrir al Congreso para desvirtuar cargos en su contra, votos de desconfianza y censuras que provoca ban su caída. Otra fue su facultad para retardar las leyes periódicas que aprobaban el presupuesto, las contribuciones y algunas leyes referentes a las Fuerzas Armadas. También fue un mecanismo típico del sistema, la obstruc
ción parlamentaria usada frecuentemente por las minorías que, aí no existir clausura del debate, lo prolongaban indefi nidamente con tal de impedir la aprobación de una ley. El abuso de estos procedimientos entorpeció enormemente la tarea legislativa, produjo una constante rotativa ministerial y significó un freno para el desarrollo de las políticas de gobierno.
El edificio del Congreso Nacional.
De este modo, el sistema político entre 1900 y 1920 se hizo inoperante para aplicar y mantener políticas de mediano y largo plazo, lo que afectó la marcha del país provocando una inercia política y administrativa. Sin embargo era necesa rio mantener la continuidad en las políticas ministeriales de gobierno. De allí que fuera tan importante el cargo de subse cretario —por lo menos en lo administrativo— dentro de cada Ministerio.
Una caricatura de la época.
Todo el sistema respondía a una actitud de la clase dirigen te, para la cual la política era casi un deporte. Las crisis de gabinete, los duelos verbales en el Congreso, incluso las elec ciones mismas eran vividas como algo en que no se arriesgaba nada definitivo. El perfecto político era aquél que sabía moverse en este ambiente “suavemente anárquico” de combi naciones que se hacían y deshacían por lo general sin más propósito que servir los intereses de algunas figuras. Más que en el Congreso o La Moneda, las decisiones se to maban en los centros sociales concurridos por los notables: el Club de la Unión, el de Septiembre, el Club Hípico o algunas mansiones de prominentes hombres públicos que mantenían tertulias en sus salones... Sin embargo, a pesar de estas características, el sistema político parlamentario se destacó por su regularidad consti tucional. Aunque la clase dirigente había cambiado su estilo de vida evolucionando desde la austeridad hasta el culto al lujo y la frivolidad, conservaba aún parte del espíritu cívico que la caracterizara durante el siglo anterior. De este modo, los poderes políticos se renovaban periódi camente mediante mecanismos constitucionales, aunque ellos se respetaran más en la forma que en el fondo, ya que el co hecho, la intervención electoral y el cacicazgo político eran vicios que se mantenían vigentes. No obstante, esta realidad hizo posible una progresiva ampliación d$ las formas de parti cipación política y social, que permitió la configuración de una democracia efectiva y dinámica a partir de la década del 30. También fue característico de este período la ausencia de caudillismo militar' mal tan frecuente en la América Latina de aquellos años. El Ejército chileno mantuvo una posición estrictamente profesional, aunque no faltó entre los hombres de armas una actitud crítica frente al sistema político, en apariencia tan ineficaz. Pero la tradición prusiana impuesta en el Ejército durante el siglo anterior, no le permitió la delibe-
Losjejes de partidos en IV10.
ración política o contingente dentro de sus filas de modo que estos episodios aislados de protesta militar no tuvieron ninguna significación, ni representaron el sentir general de la oficialidad. El período parlamentario se caracterizó también por la paz interior y exterior .de que gozó el país. Nada hubo en esos 30 años comparable a las varias guerras civiles del siglo XIX. Sin embargo, el orden interno se vio alterado por motines y masa cres obreras que ciertamente marcaron de manera imborrable esa época; pero de hecho, estos conflictos no lograron pertur bar la marcha institucional. Tampoco se vio turbada la paz exterior y Chile preservó, como vimos, su soberanía en medio del respeto, si no siempre de la amistad, de la comunidad in ternacional. Por otra parte, entre 1900 y 1920 existió un ambiente de libertad y tolerancia que se explica por la ideología liberal preponderante, pero del cual sólo podía disfrutar plenamente
el sector social alto, y, en menor medida, el sector medio. Con la libertad ocurría lo mismo que con otros bienes socia les de la época: los sectores bajos tenían un acceso muy restringido a ellos. ¿Cómo podían gozar de libertad de prensa los analfabetos, o de trabajo los inquilinos o quienes sólo dominaban un oficio rudimentario y no poseían bienes? Por otra parte de la libertad política estaban marginados de hecho los grupos de orientación revolucionaria; la libertad sindical, fundamental en nuestro tiempo, tampoco era reconocida; si bien en este caso es preciso tener en cuenta que ocurría algo parecido en Europa y Estados Unidos tras casi un siglo de luchas proletarias. LA ROTATIVA MINISTERIAL Gobierno
Jorge Montt Federico Errázuriz E. Germán Riesco Pedro Montt Ramón Barros L. Juan L. Sanfuentes
Período
Número de gabinetes
• Número de ministros
1891-1896 1896-1901 1901-1906 1906-1910 1910-1915 1915-1920
10 17 17 11 15 15
40 59 73 43 55 78
(En: “Evolución de Chile e Iberoamérica”, Sergio Villalobos y otros. • Edit. Universitaria, 1971).
2.2. LOS PARTIDOS POLITICOS Durante el parlamentarismo los partidos representados en el Congreso pasaron a ser los principales actores del quehacer público, mientras el Presidente de la República se convirtió en un instrumento más o menos dócil de sus combinaciones.
El cohecho electoral, un vicio de la época.
Entre 1900 y 1920 los partidos políticos más importantes tuvieron escasas diferencias ideológicas. De hecho, todos es tuvieron influidos por el pensamiento liberal y no se dieron entre ellos proyectos de sociedad distintos. Sin embargo, per sistió la pugna laico-religiosa que, si bien implicaba una cier ta concepción diferente acerca del papel del Estado, había perdido el vigor que la caracterizara durante el siglo anterior. Dicha homogeneidad ideológica se explica porque, en la práctica, los partidos representaban en mayor o menor grado los intereses del grupo social que controlaba la vida nacional: la oligarquía. Con todo, existía un abanico político en el cual podían distinguirse tres sectores: dos polos definido's por la cuestión laico-religiosa, constituidos por el Partido Conservador y el Partido Radical por la Izquierda, al que solía unírsele el pe queño Partido Demócrata; y un; Centro representado por el
Partido Liberal, dividido en varias fracciones, y el. Partido Na cional, de hecho otra rama del liberalismo. El Centro Liberal mantenía una posición oscilante formando parte de la Alian za Liberal cuando se inclinaba hacia los radicales o de la Coa lición, cuando lo hacía hacia los conservadores. El Partido Radical era por entonces la expresión de secto res medios urbanos, de cierta parte de la clase media provin ciana y de terratenientes del sur que luchaban por el laicismo y el progreso dentro de un esquema liberal. A partir de 1906, un sector del radicalismo encabezado por Valentín Letelier comenzó a preocuparse también de los pro blemas sociales y a propiciar una mayor intervención del Es tado en la regulación socio-económica del la sociedad chilena. A la izquierda de los radicales actuó el pequeño Partido Demócrata, que había nacido del Partido Radical, como de fensor de los intereses de artesanos y sectores obreros. Apo yaba la democracia parlamentaria, pero abogaba por su depu ración. Sin embargo, terminó por asimilarse al sistema sin lo grar sus aspiraciones de igualdad político-social. Por su parte, los liberales eran laicizantes o indiferentes frente al tema religioso y fundaban su acción política en la coyuntura de cada momento. Inspirados en ideales de tole rancia, defensa de las libertades y derechos fundamentales del individuo, su estilo político estuvo marcado por el espíritu aristocrático de la época. Sus dirigentes pertenecían a la oli garquía, pero controlaban el voto de amplios sectores campesinos. Del mismo modo, el Partido Nacional, heredero del monttvarismo y del peluconismo autoritario, guardó entre 1900 y 1920 una actitud en perfecta concordancia con los usos del parlamentarismo vigente y su ligazón con la tradición autoritaria y centralista no pasó de ser retórica. Fue, de he cho, uno más de los grupos liberales de la época. Los naciona les eran pocos: comerciantes, banqueros, industriales pertene cientes a prominentes familias. A comienzos de siglo, un
grupo de jóvenes intentó infructuosamente revitalizar su anti guo espíritu, destacándose entre ellos Francisco Antonio Encina y Alberto Edwards. A su vez, el Partido Conservador estuvo integrado por un sector de la clase alta y por otro menos importante del sector social medio. Su apoyo electoral estaba en las masas campesi nas de los fundos de patrones conservadores. Como los radicales, los conservadores se definían en función de la pugna laico-clerical. El Partido Conservador fue la expresión política de la Iglesia Católica. Manejado por conspicuos miembros de los grupos terratenientes o por figuras que se destacaron por su talento -Abdón Cifuentes, por ejemploel partido sirvió de abogado y -a veces de instrumento de la Iglesia, lo que en la época significaba asumir una posición tradicionalista en materias sociales, morales y culturales. Así, las principales luchas de los conservadores se dieron para defen der la enseñanza religiosa y el predominio de la Iglesia como orientadora de la nación, mientras el problema social pasaba inadvertido para la mayoría. Incluso después de la Encíclica Rerum Novarum en 1891, sólo pequeños grupos conservado res pasaron a preocuparse de la “cuestión social” en los térmi nos planteados por el Papa León XIII. Por otra parte, en lo puramente económico, los conservadores adherían a la doctri na liberal. • Los partidos políticos de este período no reflejaron la rea- «j lidad de nuestra sociedad porque sólo fueron expresión de un círculo muy reducido de extracción social alta o media alta que detentaba el poder socioeconómico. Además, se encontraban dominados por “caciques” o personajes influyentes que, en la práctica, manejaron la vida política nacional de esos años. Por último, sus acciones carecieron de contenido doctrinario verdadero y se mantuvieron apegadas a temas que ya habían sido resueltos como el de-la cuestión religiosa, mientras los nuevos problemas sociales que se venían insinuando desde finales de la centuria anterior, no lograban aún captar su atención.
2.3 LA IGLESIA Si bien la Iglesia Católica se identificaba políticamente con los conservadores, su acción se extendió, aunque en mucho menor grado, a otras colectividades. De hecho, fueron significativos, aunque no sólidos, los contactos de la Iglesia Católica con los nacientes grupos obre ros. Algunos sacerdotes como Miguel Claro, Guillermo Viviani, Fernando Vives, Ramón Angel Jara y José María Caro (en el Norte) y algunos fieles laicos como el propio Abdón Cifuentes, Melchor Concha y Toro y después Juan Enrique y Carlos Concha Subercaseaux, se preocuparon, a la luz de la doctrina social contenida en la Encíclica Rerum Novarum , de la suerte del obrero urbano.
Por otra parte el presbítero Martín Rücker fue nombrado Rector de la Universidad Católica en 1914 y una de sus inicia tivas fue la de dar vida a un Centro de Estudios Sociales. Esto provocó el rechazo de un grupo de católicos conservadores que veían en ello la penetración de ciertas ideas en favor del cambio social, debiendo renunciar a la Rectoría en 1920. La apertura de la Iglesia Católica hacia lo social estuvo estimula da por la acción del arzobispo de Santiago Ignacio González Eyzaguirre. En 1916, en una pastoral colectiva afirmaba: “Conocéis también el cuadro de dolores que ofrecen los hoga res marcados por la miseria y el vicio; la mortalidad infantil, las habitaciones insalubres, el alcoholismo devastador, la usura y todos los males que afligen a las clases populares. Pues bien, en nombre de la verdadera democracia cristiana inspirada en las leyes de la justicia y en los sentimientos de la caridad, deben los que gozan de comodidades y bienes de la tierra ir al pueblo, conocer sus dolencias y aplicarles los reme dios oportunos”. Con todo, esta actitud era ignorada por la mayor parte de la jerarquía eclesiástica e incluso había sectores que se oponían tenazmente a las nuevas tendencias.
2.4 LA MASONERIA La Masonería fue un importante vehículo de expresión de la clase media. En el ambiente liberal y laico predominante desde mediados del siglo XIX, el elemento masculino de la so ciedad chilena se fue apartando de la Iglesia Católica, situa ción que se acentuó en los sectores medios que veían estre chamente identificada a esa institución con el sector alto, que se admiraba y envidiaba, pero también se criticaba resenti damente. En esa realidad se desarrollaron las sociedades masónicas, cuyo origen en Chile se remonta a la época de la Independen cia. Hacia la época que nos interesa, la masonería experimen tó su mayor crecimiento. Si bien no faltaron entre sus filas miembros de prominen tes familias santiaguinas, la masonería fue esencialmente una institución de clase media alta, compuesta por profesionales, empleados,- burócratas, militares, profesores y provincianos importantes. Como todas las sociedades agnósticas, fue elitis ta y no aceptó entre sus integrantes a elementos populares, mostrándose también indiferente frente a la “cuestión social’.’ Sus banderas políticas fueron la defensa de la libertad, igualdad y progreso, pero, de hecho, centró su preocupación en la lucha por el laicismo contra la Iglesia Católica, promo viendo la educación laica y empeñándose por barrer de la vida pública chilena a los elementos confesionales que veía como manifestaciones de un fanatismo supersticioso y retrógrado. 2.5 LOS MILITARES Los militares, en su mayoría, formaban parte de una clase media acomodada que provenía, por lo general, de las provin cias y que en las primeras décadas del siglo adquirió una conciencia de su valer y un espíritu renovador. Entre las características de los hombres de armas en las primeras déca das del siglo destacaba su profesionalismo militar y iftia situa
ción de marginación respecto de la vida civil. La de ellos transcurría en los cuarteles y casinos militares, muy apartada de otros sectores sociales y por ende de los problemas que preocupaban a la sociedad de la época, entre los cuales sobre salía el político. Por otra parte, se sentían despreciados por la clase alta. “Entre los jóvenes universitarios que no han hecho el servicio y que por lo tanto no nos juzgan sino por las apa riencias, la idea de que vivimos en una perpetua bacanal, está firmemente arraigada”, declaraba un oficial de la época. Sin embargo, la ley de Servicio Militar Obligatorio, promul gada en 1900, otorgó al Ejército un nuevo papel que contri buyó de manera importante a definir su mentalidad e ideolo gía, al ponerlos en contacto con la realidad de los reclutas, provenientes en su mayoría del campesinado, que llevaba una existencia miserable. Estos hechos influyeron para que, en el mundo político de la época, los militares se identificaran más bien con los aires progresistas, con las inquietudes de la clase media y el clamor de descontento general del país. Aun así, dentro de su forma ción jerárquica y disciplinada, les eran más importantes el orden, la tranquilidad y el progreso que la libertad y la democracia. Es así que se notaba en ellos un cansancio que tenía que ver con el desgobierno, el desorden, la falta de autoridad, la postergación de la solución de sus problemas económicos y la irrupción de las influencias políticas en la carrera militar. Este descontento se hizo sentir con el aparecimiento de grupos secretos que, desde comienzos de siglo, empezaron a gestarse dentro del Ejército contraviniendo las estrictas nor mas internas de disciplina. Si bien estos grupos tenían como fin luchar por reivindicaciones profesionales, no les era ajeno un ánimo adverso frente al acontecer político y sócial. En 1907 un grupo de oficiales se reunió en el cerro Santa Lucía en un manifiesto intento de presionar al Congreso respecto de sus problemas. Se sabe de una Liga Militar secreta creada en 1910, y que en 1916 se llegó a dictar un decreto que prohi
bía dichas asociaciones al interior del Ejército. Parece ser que hubo “tanteos” y conversaciones entre civiles y milita res durante el gobierno de Barros Luco y, finalmente en 1919, se produjo el “Complot de Armstrong” cuando gober naba Juan Luis Sanfuentes, destinado, al parecer, a robuste cer la autoridad del Poder Ejecutivo. No es improbable que en esta agitación militar haya influido también una corriente de contenido más universal que afectó a los militares tras la Primera Guerra Mundial y que provocó un cambio en su men talidad, sintiendo desde entonces la vida civil como más cercana a sus intereses. De hecho, muchos movimientos nuevos de la post-guerra fueron encabezados por militares, como el de Ataturk en Turquía o Primo de Rivera en España, lo cual impresionó a los oficiales chilenos. De todos modos, parece haber sido mucho más decisivo el descontento frente a un régimen ineficiente y una situación económica y profesional desmedrada. Esta se reflejaba en los bajos sueldos de la oficialidad y en la ausencia de normas de ascensos y retiros adecuados. Respecto a su problema econó mico, la situación de los militares no era muy diferente a la de otros empleados públicos que habían visto disminuir su poder adquisitivo de manera considerable durante los últimos años, existiendo también el agravante de que a veces sus suel dos se pagaban con mucho retraso, debido a lo cual, los afec tados tenían que recurrir a créditos o “fiados”.
2.6 LOS GOBIERNOS DE LA EPOCA Gobernaron durante este período los Presidentes Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901); Germán Riesco (1901-1906); Pedro Montt (1906-1910); Ramón Barros Luco (1910-1915); Juan Luis Sanfuentes (1915-1920). Sus gobiernos transcurrieron en medio de los vaivenes pro pios del parlamentarismo, sucediéndose los ministerios inte grados por la Alianza o la Coalición. Los presidentes reflejaron el carácter de su tiempo. En ge-
Los Presidentes del período
neral fueron personalidades de signo moderado y conciliador, en ocasiones elegidos como candidatos de transacción por ser “garantía para todos”. En el elogio fúnebre del Presidente Ramón Barros Luco, se dijo: “No tuvo jamás las grandes audacias que perturban y trastornan; tuvo siempre las patrióticas prevenciones; la tranquilidad para esperar, la deci sión para aprovechar la oportunidad”... Por otra parte en los comienzos del siglo abundaban aún las relaciones de parentesco en el mundo de la política. Errázuriz y Montt alcanzaron el sillón presidencial que antes habían ocupado sus padres. Riesco era cuñado y primo de Errázuriz. Al mismo tiempo, en los Ministerios, el Parlamento y en los altos cargos eclesiásticos los vínculos familiares eran muy frecuentes, lo que revela el carácter oligárquico del régi men parlamentario. Otro signo del mismo hecho fue la escasí sima participación electoral de la época que fluctuó alrededor de un 5 por ciento real. Sin embargo, mientras uno de los temas importantes del debate en el mundo oficial era el de la conversión metálica entre oreros y papeleros y la pugna laico-eclesial, la vida social comenzó a verse sacudida por los primeros conflictos, que planteaban el despertar de los sectores obreros y su orga nización en un ambiente de creciente efervescencia. Episodios
Pedio Monti
Ramón Barros Luco
Juan Luis Sanfuentes
como la huelga de la carne (1905), la matanza de Santa María (1907) y la elección del primer óbrero para el Parlamento, fueron síntomas de esta realidad. Al mismo tiempo la clase media adquiría ya una fisonomía propia (ver Sociedad). La crónica del período ilustra también algunos sucesosrjue impactaron en su tiempo: el terremoto de Valparaíso en 1906, que destruyó barrios enteros y aisló completamente al puerto dejando un saldo de alrededor de 3.000 muertos; la muerte del Presidente Pedro Montt ocurrida cuando llegaba a Bremen, Alemania, para someterse a una operación; los feste jos del Centenario de la Independencia que se realizaron con gran brillo ante la presencia del Presidente de Argentina invi tado para la ocasión...
Oficina Salitrera Chacabuco.
Obreras textiles, pione ras de una larga tarea.
3 La economía 3.1 EL SALITRE No es exagerado afirmar que la economía chilena del período 1900-1920 giraba en torno al salitre, exportado en grandes cantidades a Europa donde era usado principalmen te como fertilizante. El salitre se extraía del caliche, sal que se encontraba en abundancia bajo la costra superficial de las. planicies desérticas de las provincias de Tarapacá y Antofa gasta. La propiedad de las salitreras (oficinas) estaba hacia 1900 mayoritariamente en manos extranjeras, en particular británicas. El Estado chileno obtenía su participación en esta enorme fuente de riqueza a través de los derechos aduaneros de exportación que cobraba en los puertos de embarque. Ha cia 1900 estos impuestos cubrían el 56,29 por ciento de las entradas del fisco en tanto que en 1920 habían bajado a un 49,65 por ciento, aun cuando este último fue un año excep cionalmente bueno. Las grandes sumas recibidas por el Fisco eran traspasadas en gran medida a los particulares a tra vés de medios directos e indirectos: ausencia casi total de impuestos; préstamos a lá banca privada; sueldos y remune
raciones de todo tipo; garantías; etc. La industria del salitre era también una fuente de trabajo muy importante. La población total de trabajadores salitre ros era, hacia 1904, de 24.445, de los cuales 17.398 eran chi lenos. Entre los extranjeros la gran mayoría eran bolivianos y peruanos. El período 1900-1920 forma parte'de la “época de oro” del salitre chileno, bonanza sólo interrumpida por el comien zo de la Primera Guerra Mundial cuando se cerró el mercado alemán y el centroeuropeo; lapso por lo demás transitorio ya que después de transcurrido el primer año de guerra, las ex portaciones de salitre (ahora para ser usado principalmente como materia prima para explosivos) subieron a cifras nunca antes alcanzadas. Algo parecido ocurrió con el fin de la guerra: las exportaciones se desplomaron en 1919, para recuperarse en los años siguientes. El ciclo del salitre sólo concluiría con la gran depresión de 1929. 3.2 UNA INDUSTRIALIZACION INCIPIENTE Entre 1900 y 1920 Chile continuó siendo un país con un predominio abrumador de las actividades minera y agrícola. Sin embargo, aunque nuestro país estaba muy lejos de ser una nación industrializada —sólo después de la depresión de los años 30 el sector industrial cobraría una importancia global dentro de nuestra economía- el auge del salitre provocó el nacimiento de una incipiente industria mediana y algunos rubros de industria pesada que le proporcionaban insumos. La industria mediana fue ciertamente la que se mostró más pujante en la época ya que muchos productos que no reque rían de una tecnología muy avanzada fueron producidos en el país, como es el caso de paños, cueros, cerveza, muebles y otros. La industria pesada llegó a fabricar locomotoras y loco móviles hasta fines de la Primera Guerra Mundial e incluso se exportaron al Perú. No obstante, éstos eran sólo los primeros pasos de la industria nacional que dentro del conjunto de la
economía chilena aún no alcanzaba a tener una significación importante. 3.3 UN PENSAMIENTO ECONOMICO LIBERAL El liberalismo de la escuela clásica difundido en Chile durante la centuria anterior merced a los esfuerzos de Courceille Seneuil y sus discípulos criollos -como Zorobabcl Rodríguez— continuó siendo el pensamiento económico pre dominante. En concordancia con esta teoría, Chile se caracterizó durante el período por la mantención de una economía abier ta, continuadora de la consagrada en 1864 con la Nueva Ordenanza de Aduanas que había establecido una completa libertad de comercio y cabotaje. Sin embargo, desde fines de la Guerra del Pacífico se había empezado a adoptar algunas leyes de proteccionismo que beneficiaron ciertas ramas indus triales frente a la competencia extranjera. La más importante de éstas fue la de 1897. Tampoco el predominio teórico del liberalismo impidió que, a partir de 1880, con el auge salitrero, el Estado adqui riera un rol económico más importante a nivel nacional, lo que se manifestó, entre otros factores, en una alta inversión fiscal destinada especialmente a la construcción de ferroca rriles y obras públicas en general. Pero estos rasgos de control y participación estatal no modificaron sustancialmente el esquema económico liberal vigente. »
A.
3.4 DE LA DEPENDENCIA BRITANICA A LA DEPEN DENCIA NORTEAMERICANA Entre 1900 y 1920 la tradicional ligazón económica de Chile con Gran Bretaña comenzó a debilitarse, no sólo en lo que se refiere al comercio internacional (hacia 1890 un 45 por ciento de las importaciones y un 70 por ciento de las exportaciones chilenas estaban relacionadas con ese país) sino también en las inversiones y préstamos.
Las empresas norteamericanas iniciaron su adquisición de intereses industriales en Chile, en energía, transporte urbano y especialmente en la minería del cobre. En 1902 W. Braden adquirió el mineral de “El Teniente”, que no llegó a transfor marse en una gran empresa hasta 1912. Cuatro años más tar de, el grupo Guggenheim se hizo cargo de Chuquicamata. Fue así como en 1900 las inversiones norteamericanas alcanzaban a cinco millones de dólares y en 1920 ya llegaban a 200 millones, de los cuales 150 correspondían al cobre. También hubo presencia de capitales alemanes, fundamen talmente en el transporte del salitre a los mercados europeos. Sin embargo, como vimos, el impacto de la Primera Guerra Mundial acabó prácticamente con la influencia alemana y dis minuyó la británica, conduciendo definitivamente a nuestro país hacia la esfera de influencia económica norteamericana. Por otra parte es preciso destacar que hasta 1920 el capital extranjero siguió dominando la industria del salitre tanto en lo que se refiere a su producción como a su comercialización y transporte. Pero no sólo en el salitre y el cobre dominaba el capital foráneo. En 1915 un tercio de los establecimientos manufactureros que respondieron a cuestionarios de estadís ticas oficiales, declararon que su capital era extranjero. Esta situación pesaba fuertemente en el sentimiento de crisis experimentado por muchos testigos de la época y contribuyó a la generación de un espíritu nacionalista. Como denunciara uno dé ellos: “Hasta mediados del siglo XIX el comercio interior estuvo en Chile exclusivamente en manos nacionales (...)”. “En menos de 50 años el comerciante extranjero ahogó nuestra naciente iniciativa comercial en el exterior; y dentro de la propia casa, nos eliminó del tráfico internacional y nos reemplazó en gran parte en el comercio al detalle”. “Igual cosa ha ocurrido en nuestras dos grandes industrias extractivas. El extranjero es dueño de las dos terceras partes de la producción del salitre, y continúa adquiriendo nuestros más valiosos yacimientos de cobre” (Tancredo Pinochet).
3.5 INESTABILIDAD FINANCIERA La inestabilidad fue característica de la economía chilena de esa época, fruto en buena medida de la dependencia con respecto a la economía europea y los ciclos que ésta experi mentaba. Ellos afectaban principalmente a los sectores expor tadores, por ende al Estado y en menor grado, a la agricultura y servicios. Fenómenos como la Primera Guerra Mundial causaron grandes fluctuaciones en las rentas provenientes de las exportaciones, en la cantidad de dinero, en el nivel de intercambio y necesariamente en los recursos fiscales. También influyeron en la inestabilidad económica las deva luaciones periódicas del peso, uno de los procesos que marca ron de manera fundamental la economía monetaria de la época parlamentaria. El otro fue el problema de la convertibi lidad. En 1878 Chile había abandonado el sistema de peso metálico (oro y plata) comenzando a circular los billetes de banco y el papel moneda fiscal en calidad de inconvertibles. Ese año, el peso chileno se cotizaba a 39 5/8 peniques. En 1891, tras sucesivas emisiones de billetes fiscales y bancarios no convertibles, la cotización del peso chileno había bajado a 18 13/18. Concluida la Guerra Civil se aprobó la “ley de con versión de 1892” que dictaminaba que Chile volvería al siste ma de moneda metálica, lo que se llevó a cabo en 1895. Entonces el fisco chileno estuvo en condiciones de realizar la conversión respaldando en oro la totalidad del papel circulan te, con una cotización del peso a 18 peniques. Sin embargo, tres años más tarde se retomó nuevamente al papel moneda inconvertible en medio de la más grande polé mica económica de la época entre “oreros” —partidarios del sistema metálico- y “papeleros” -partidarios de la inconver tibilidad. Ella se extendió durante todo el período 1900-1920. ¿Por qué se dieron estos cambios? La opinión pública en general no tuvo claridad respecto a las ventajas y desventajas de uno u otro sistema. No obstante,
parece evidente que el régimen de papel moneda convertible y las devaluaciones periódicas tendían a favorecerá la oligar quía, fuertemente endeudada, de modo que así podía pagar sus deudas en moneda de menor valor que el pactado al con traerías. El peso que en 1895 estaba en 18 peniques, en 1920 valía 12 1/6 y en 1921 caería a 7 5/6. También es preciso destacar que la inconvertibilidad y la devaluación iban en des medro de los sectores medios y populares ya que sus sueldos no eran reajustados y este proceso de devaluación provocaba inflación. Esta situación fue percibida y denunciada en su época: “El billete, depreciado, favoreció al agricultor rico, al hacendado, al magnate; como éste dominaba en el gobierno, particularmente en el Congreso, cuando las necesidades cesa ron y el fisco pudo retirar sus billetes, el régimen de papel moneda subsistió con doloroso perjuicio para el país’’. “(...) los encargados de dictar las leyes son en su inmensa mayoría agricultores que se benefician con el curso forzoso, puesto que sus productos se cambian por oro y ellos pagan a sus acreedores y operarios en papel...’’ (Alejandro Venegas). Cabe hacer notar que investigaciones recientes (Gonzalo Vial) ponen en duda que esto haya sido así.
3.6 COSTO DE LA VIDA Los grupos de clase media y baja, que vivían principalmen te de un sueldo o salario, eran los más perjudicados con las devaluaciones y la inflación. Los sectores medios, incluyendo militares y profesores, co paban mayoritariamente los empleos fiscales. Algunos datos respecto a sus sueldos revelan que vivían de una economía de subsistencia. Por ejemplo, un oficial primero de Correos y Telégrafos ganaba 900 pesos anuales en 1905; un oficial segundo, 792; uno tercero 600 y un portero, 420. En 1910 esas cantidades habían subido a 1.400, 1.200, 1.000 y 600
pesos, respectivamente. Por la misma época, el arriendo de una casa modesta costaba entre 60 y 105 pesos mensuales. Había grupos medios que podían exhibir mejor situación, como algunos profesionales, pero también los había al borde de la proletarización como los dependientes, costureras, arte sanos y otros, cuyos ingresos no eran mayores que los de los obreros más organizados. En el sector proletario hay que distinguir entre el trabaja dor urbano, minero y campesino. Un obrero urbano calificado ganaba en 1900 3,8 pesos al día por una jornada de diez y media horas de trabajo, sin gozar de ningún beneficio social adicional. Un obrero no cali ficado ganaba la mitad y en el caso de mujeres y niños, la mitad a su vez del jornal de un hombre adulto. Naturalmente esto los condenaba a vivir en la miseria, si se tiene en cuenta que por la misma época en Santiago una pieza de conventillo costaba entre 40 y 50 pesos mensuales. En cuanto al trabajador agrícola, su sueldo es difícil de calcular pues parte de él lo recibía en especies u otros bene ficios. Los más favorecidos eran los capataces, llaveros o “administradores”. Pero la gran mayoría vivía pobremente. De hecho, lo que recibían como salario propiamente tal solía ser una cantidad ridicula que, hacia comienzos del siglo y dependiendo de la región, oscilaba entre 20 centavos y un peso por día trabajado. Pero, por otra parte, tenían derecho a una casa, talaje, tierras y alimentos. Por debajo del campesino estaban el peón, por lo común un transhumante, sin casa ni bienes, que pernoctaba en cual quier lugar. Un caso especial lo constituían los obreros del salitre que tenían, en comparación, un salario alto, de cinco a seis pesos diarios en 1907 (hacia el interior de Tarapacá). Lo mismo pasaba con el trabajador del carbón. No obstante difícilmente podían ahorrar pues a los primeros se les pagaba en fichas y aunque en el caso de los obreros del carbón^ en dinero, el sistema de pulperías y multas hacía que vivieran endeudados.
Es muy difícil establecer exactamente la magnitud del im pacto de la inflación en quienes vivían de un sueldo o de un salario. Con todo, parece evidente que ellos fueron quedando muy atrás en relación con el alza del costo de la vida. El his toriador Alberto Edwards señalaba en 1913 que “todo ha subido entre cinco y quince veces desde hace 30 años, y al doble de su valor desde hace diez años”. No era el caso de los salarios.
3.7 LAS OBRAS PUBLICAS Como consecuencia de las altas rentas salitreras, la inver sión fiscal fue alta en los años que van desde 1900 a 1920 y estuvo destinada fundamentalmente a la construcción de ferrocarriles y otras obras públicas, especialmente puertos. En 1899 la red ferroviaria estatal tenía un total de 1.986 kilómetros; en 1920 esa cifra había aumentado a 4.579 estando unido Chile entre Iquique y Puerto Montt por vía Ceremonia de unión de la red ferroviaria Norte-Sur. Un legado del período parlamen tario.
Puerto y muelle fiscal de Valparaíso.
férrea. También se habían construido los ferrocarriles internacionales de Arica a La Paz y de Los Andes a Mendoza. El crecimiento de la red ferroviaria fue especial preocupación del Presidente Pedro Montt aunque en general fue impulsada por todas las administraciones de la época. La inversión privada también se manifestó en el trazado de líneas férreas, alcanzando en 1920 a 3.632 kilómetros. Entre las obras portuarias construidas en la época, destaca el molo de abrigo en Valparaíso, notable obra de ingeniería atendiendo a la profundidad de la rada, así como otras acomodaciones que habían quedado destruidas como conse cuencia del terremoto de 1906. También se construyeron caminos, puentes, instalaciones de agua potable, obras y edificaciones en general.
3.8 CRECIMIENTO ECONOMICO Y EXPORTACIONES El período 1900-1920, fue de un desarrollo bastante apre ciable. Las cifras promedio de crecimiento per cápita entre 1908 y 1927 se han estimado en poco más de un uno por ciento anual, mientras el crecimiento del producto geográfico bruto entre 1915 y 1924 habría alcanzado alrededor de un 4,5 por ciento anual (M. Mamalakis “The Growth and Structure of Chilean Economy, from the Indcpendence to Allende”, Yale Univ. Press. 1976). Ahora bien, a pesar de la magnitud de estas cifras hay que hacer notar que, contando Chile con enormes recursos sali treros, sumados a los préstamos extranjeros que año a año ve nían a fortalecer la economía, dichos porcentajes pudieron haber sido mucho mayores de haber existido una conducción económica coherente y firme por parte del Estado y un sector empresarial fuerte. De partida, la industria del salitre -como ya se vio— estaba mayoritariamente controlada por capitales extranjeros, con lo cual obviamente quedaba fuera del país parte considerable de las grandes ganancias obtenidas por ese concepto (se calcu la que un tercio de ellas). Por otra parte, el capitalismo chileno se preocupó de inver siones financieras a corto y mediano plazo que le prometían rápidas y fáciles ganancias, y no tuvo la capacidad organiza tiva ni dispuso de los montos necesarios para controlar la industria del salitre o emprender acciones económicas de mayor envergadura. Tampoco el Estado —en concordancia con la teoría liberal— intentó nacionalizar esa industria, lo que habría acarreado probablemente un crecimiento mayor, a pesar del problema que habría significado la comercialización del producto en Europa. Otro factor que influyó en la tasa de crecimiento relativa mente exitosa fue el hecho de que el ahorro y la inversión fiscales aplicados al desarrollo aumentaron considerablemen
te, hasta conseguir altos niveles. En 1918 representaban un 35 por ciento del total del gasto fiscal. Al contrario, la capacidad de ahorro e inversión del sector privado decayó con respecto al período anterior, como conse cuencia de una “economía de consumo’’ que prevaleció en el único sector de particulares que habría podido ahorrar y no lo hizo: la oligarquía, que como ya se mencionó se endeudó fuertemente. De ese modo, la inversión privada fue mayoritariamente extranjera. Según algunos especialistas, Chile entre 1880 y 1924 tuvo las mejores oportunidades de desarrollo, pero desafortuna damente las desaprovechó. 3.9 BALANZA COMERCIAL, BALANZA DE PAGOS, DEUDA EXTERNA La balanza comercial también fue favorable entre 1900 y 1920. El grueso de las exportaciones estaba constituido por el salitre; luego, a partir de 1906, el cobre empezó a gravitar en ellas en forma importante aunque con escaso beneficio para el país, pues casi no pagaba tributos. En tercer lugar venían las exportaciones de trigo. Por otra parte, las importa ciones estaban referidas principalmente a manufacturas o pro ductos industriales en general. El rubro suntuarios era signifi cativo. Al mismo tiempo, esta época se caracterizó por un continuo flujo de créditos hacia Chile, lo que redundó en una deuda externa creciente. En 1900 se debían al extranjero 234.289.413 pesos. En 1915 la deuda llegaba a 434.085.066 pesos. La necesidad de empréstitos extranjeros se explica por la existencia de déficit fiscales crónicos, que se daban a pesar de los subidos ingresos obtenidos de las exportaciones del salitre y otros derechos de aduana. De ese modo las entradas ordina rias del fisco debieron ser suplementadas por otras extraordi narias constituidas mayoritariamente por dichos empréstitos,
los que llegaron a representar un porcentaje considerable del presupuesto fiscal. Es importante tener en cuenta que, hacia 1900, los impues tos internos eran prácticamente inexistentes. Ese año, el cien to por ciento de dichos impuestos estaba constituido por los que gravaban el papel sellado, timbres y estampillas, lo que correspondía sólo a un 0,5 por ciento del total de los ingresos ordinarios del fisco. En los años siguientes se agregaron algu nos otros, pero no modificaron sustancialmente la situación a este respecto. El gasto fiscal además de financiar las ya mencionadas obras públicas, debió mantener un creciente aparato adminis trativo y militar (ver recuadro pág. 59) Como conclusión se puede decir que Chile, entre 1900 y 1920 mantuvo una economía basada en la minería (salitre) y la agricultura, aun cuando por los mismos años vivía un proceso incipiente de industrialización. Por otra parte, fueron características de la economía de la época, la depen dencia, la inestabilidad, el aumento de la deuda pública y una distribución muy desigual de la riqueza. No obstante, se pro ducía también un crecimiento económico no desdeñable im pulsado por la inversión privada, especialmente extranjera, y por la acción estatal que empezaba a adquirir un rol más di námico a pesar del pensamiento liberal predominante.
PRESUPUESTO
LO QUE HABIA Y LO QUE SE GASTABA Entradas y gastos fiscales, en miles de dólares Año
Total entradas
Gastos Fiscales
1900 1905 1910 1915 1920
48.081,9 80.733,9 94.132,5 63.516,8 98.368,2
37.949,0 44.075,1 72.288,0 63.823,5 120.120,4
Deuda Pública (en miles de dólares). 1900 1905 1910 1915 1920
' 108.409,9 120.811,4 163.693,3 165.390,3 115.560,9
• Gastos Fiscales (en porcentaje) •
Fomento Año
Administración
Defensa
1900 1905 1910 1915 1920
28,2 26,8 21,1 21,7 14,8
18,4 18,8 19,0 18,7 19.5
Desarrollo
Social (Obras (Educ. y Finanzas Públicas Ferrocarriles) Justicia) 25,6 28,4 33,2 30,9 46,6
11,7, 13,6 11,5 11,2 8,3
En Carlos Humud: El sector público chileno 1830-1960 Stgo. 1968.
16,2 13.2 13,2 17,5 H,1
El Palacio Cot cha Cazott construido en e tilo árabe y < Palacio Edward corresponden i auge del salitre.
4 La sociedad: un mundo de contrastes 4.1 LA ELITE OLIGARQUICA El poder político, social y económico de la sociedad chile na de comienzos de siglo estaba monopolizado por una élite social relativamente pequeña pero homogénea y con sentido de clase. Esta élite se había formado por la fusión de dos grupos. Uno, el de la aristocracia tradicional que venía desde la Colo nia y que tenía en la posesión de la tierra su principal y a veces su única fuente de ingresos. El otro estaba compuesto por comerciantes, mineros e industriales enriquecidos duran te el siglo XIX y sus descendientes inmediatos. Su origen no era por lo general hispano y tenía una tradición de vida bur guesa y urbana. Hacia 1900 estos dos grupos se habían unido, dando lugar a un tipo humano y un estilo de vida nuevo. Atrás quedó la austeridad pacata de la vieja clase dirigente y el Santiago terroso y monótono que la albergaba. Ya en la segunda mitad del siglo anterior se habían construido las pri meras mansiones lujosas de estilo árabe, neoclásico o gótico. Las costumbres cambiaron rápidamente. Lo europeo y en
especial lo francés entró a dominar sin contrapeso en el acon tecer diario de los sectores santiaguinos -no los provincia nos- de la clase dirigente. El ideal masculino era una mezcla de gentlemen inglés y del bon vivant francés. Se admiraba lo intelectual, lo artístico, el título universitario o la profesión liberal, pero se admiraba todavía más un tren de vida dispen dioso. Tancredo Pinochet ironizaba respecto a la fascinación que suscitaban en la clase alta chilena de comienzos de siglo XX los artículos importados y las marcas o nombres europeos. “Vale la pena seguir la vida de un joven de nuestra sociedad. Nace y su curia de bronce se la vende Busquet, Leckel, Lümaden; las ropas que le abrigan las envía la Casa Prat, la Casa Francesa y la Casa Escocesa; el coche lleno de juguetes en que lo pasea la English Nurse lo manda Krauss. Crece y los Padres Franceses o el Instituto Inglés se encargan de su educación. Sus libros escolares se los vende Tesche, Ivens, o Conrad. Su ropa se la hace Pujol, Pineaud, Cervi, Deltain, Zene, Gianini, Lerveau, Dufresve, Cornoglia, Falabella, Russo, Ouvrard o Casini; sus zapatos Pepay, Vuletich, Canguihem, Rouxel, Wemerburg, Anich; su sombrero Launay, Cohé, Voigt, Haudeville..., etc".
Mantener el “buen tono” significaba, llevar un estilo de vida liviano y frívolo. El apellido era importante, pero más lo era la fortuna, que si no se la tenía, se aparentaba. De hecho, un pequeño grupo constituido por alrededor de cien familias vinculadas a la minería, la banca y el comercio poseía una riqueza considerable, aun para patrones europeos. El resto, más numeroso, fundaba su riqueza en la posesión de la tierra o en el ejercicio exitoso de la profesión de abogado. Entre ellos, había muchos cuya fortuna no era proporcional a su nivel de vida. El dinero para la mentalidad de la oligarquía era un instrumento para mantener un estilo de vida, de ahí que no importara tanto la forma del “ingreso” sino más bien la del “gasto”. Si se podía obtener dinero sin realizar una acti vidad empresarial o laboral, tanto mejor. Si era necesario
t
Fiesta de disfrace: en el Palacio Conche Cazotte a la que asistieron los expo nentes más repre sentativos de la oli garquía santiaguina.
El Club Hípico, iugar de encuen tro de la oligar quía.
endeudarse, los créditos se conseguían con facilidad. La educación y la cultura también estuvieron concebidas en función de consagrar un status social, o bien como un adorno de la personalidad. A la educación formal se añadía la adquirida en los viajes a Europa que realizaban las familias pudientes de la época. Sin embargo, la cultura de estos viajes se reducía, por lo general, a la adopción de modas europeas y a la imitación del estilo de vida burgués. El nuevo estilo de vida aisló al sector dirigente chileno del resto del cuerpo social. Muchos autores de comienzos de siglo
denunciaron la relajación moral de la oligarquía, la que era consideraba corno una de las causas más importantes de una situación de crisis nacional. De este modo, entre 1900 y 1920 se planteaba la deca dencia de la clase alta en cuanto grupo dirigente de la socie dad, mientras se presenciaba también el surgimiento de nuevos sectores sociales que, como no tenían cabida en el sis tema ni el estilo predominantes, muy pronto aspirarían a cambiarlo.
4.2 LOS SECTORES MEDIOS: DE LA IMITACION A LA CONCIENCIA Durante la Colonia y la primera mitad del siglo XIX no se dieron en Chile las condiciones para que pudiera formarse una verdadera clase media. En una sociedad rural era difícil • que ello ocurriera. Entonces, los estratos medios estaban constituidos por los descendientes empobrecidos —o venidos a menos— de los antiguos conquistadores, o bien por mesti zos priviligiados, funcionarios y artesanos que se radicaron en las ciudades. Eran simplemente un estrato intermedio entre los notables y la servidumbre o el bajo pueblo urbano. Lue go, a partir de la independencia y con el correr del siglo, este grupo se fue fortaleciendo con la llegada de inmigrantes y colonos extranjeros que se radicaron a lo largo del territorio nacional, con el crecimiento económico general, y en especial con el crecimiento del aparato del estado experimentado por el país después de la Guerra del Pacífico. Según Alberto Edwards hacia 1830 casi la totalidad de la población de Chile era rural y sólo existían tres ciudades im portantes. (Santiago, Valparaíso y Concepción) que en total sumaban alrededor de 60 mil habitantes. En cambio, en 1920 había 30 ciudades, que en su conjunto sumaban un millón 200 mil habitantes. En menos de un siglo la población urba na había crecido cerca de veinte veces, aunque la población total fuera sólo unas tres veces superior.
El Rector y el Cuerpo de Profesores del Instituto Nacional.
El proceso de urbanización se produjo simultáneamente con la ampliación de los sectores medios que, a comienzos del nuevo siglo, constituían un cuerpo social heterogéneo, compuesto por varios grupos diferentes: profesionales, pro fesores, burócratas, militares, pequeños comerciantes y em presarios, técnicos, artistas, etc. En gran medida ellos fueron el fruto del liceo y del desarrollo del aparato burocrático del estado. Esto explica en parte por qué la clase media ha tenido una mentalidad estatista. Hasta los primeros ^ños del siglo XX, pese a su crecimien to, los sectores medios no tuvieron una fisonomía definitiva. En su origen, la clase media chilena, lejos de aceptar una iden tidad propia, adoptó una actitud imitativa del sector alto. Se encontraba en una posición de tránsito entre el elemento popular y la oligarquía, estrato al que aspiraba incorporarse
aunque sus integrantes fueran menospreciados y tildados de “siúticos” por ésta. Dice el historiador Julio Heisse que “al comenzar el siglo, aun hombres superiores de la clase media eran objeto de postergación, burlas y hasta humillaciones. Miembros de la clase media, que lograban destacar en el seno de los partidos Conservador y Liberal, debieron enfrentar estas preocupacio nes sociales y a menudo debieron sufrir postergaciones injus tas”. Fue el caso, por ejemplo, de Arturo Alcssandri Palma y de Eliodoro Yáñez. El rechazo de que fue víctima la clase media fue provocando en ella un resentimiento que hasta 1920 no tuvo ninguna expresión social y política efectiva. Se manifestaba entre sus intelectuales y aparecía también, veladamente, en la literatura militar de la época. Se comprende que esta clase media, siempre huyendo de sí misma, no pudiera mostrar una posición política consistente ni estuviera en condiciones de atacar el sistema creado y monopolizado por el sector social alto. Por otra parte, se tra taba de un sector social pobre. Aquellos miembros que logra ban enriquecerse, generalmente intentaban y lograban llegar a formar parte de la oligarquía. La pobreza de los sectores medios aparece retratada en ensayos, prensa y novelas de la época. Genuinos representan tes suyos, como Alejandro Vcnegas o Tancredo Pinochet, señalan la estrechez económica como característica de la vida en su medio, especialmente en provincias. En ese sentido, nada aparece más lejano a la realidad de la clase media nacional que el concepto de burguesía definido en función de esquemas europeos. Los sectores medios chile nos no fueron ni han sido una “clase de la economía lucrati va”, como en el caso del viejo mundo, En Chile, ellos carecie ron de una tradición individualista y urbana y su fuente de in gresos fue casi siempre, un sueldo o un salario proveniente de alguna ocupación ligada a la burocracia. Si bien había algunos económicamente independientes, como era el caso de profe sionales, agricultores medianos o comerciantes minoristas,
por lo general, perseguían la seguridad de la subsistencia, más que el riesgo aparejado a la actividad económica libre. La edu cación que recibían era en buena medida responsable de la mentalidad económica que los caracterizó en este período: una educación de carácter humanista y letrada que tendía a fortalecer sus expectativas sociales, pero no a entregarles una preparación técnica ni una actitud sicológica adecuada para lograr el enriquecimiento. La educación buscaba dar un status, pero un status según el modelo cultural impuesto por el sector alto. Por eso la clase media, apenas salida de la indigencia, ocupaba sus ahorros en adoptar un tren de’vida propio de la oligarquía, entrando también en una economía “de gasto’’. Sin embargo, a partir de la primera década del siglo XX se inició un cambio trascendental en los sectores medios. Comenzaron a tomar conciencia de clase. Su agudo resen timiento fue cambiando de signo hacia la segunda década del siglo XX; de ser un sentimiento sordo, solapado, en definitiva impotente, se transformó en rebeldía y en un ataque franco al sistema. Resulta natural que desde que se abandonó la acti tud puramente imitativa y se adquiriese una conciencia propia y una autoestimación como grupo, los hombres del sector medio cambiaran su crítica solapada por una acción destina da a transformar radicalmente la estructura social. Las nuevas generaciones de la clase media, entusiasmadas con el espíritu liberal y la democratización progresiva del país, empezaron a caminar hacia la conquista del poder. Personajes y grupos no ocultaron su condición mesocrática y frecuentemente solidarizaron con el proletariado, al que pa saron a considerar su aliado en el empeño de combatir el sistema. Desde entonces, ciertos rasgos caracterizaron la acción política de los sectores medios: sentido nacionalista e iguali tario, anticlericalismo, estatismo, desarrollismo. Ya en 1906 el radicalismo, que reunía a hombres destacados de extracción media, introdujo nuevos conceptos y valores a la
re DERACION FEMENINA DE ESTUDIANTES
Federación Fem en ina de Estudiantes.
La clase inedia adquie re una conciencia pro pia.
pugna política al poner énfasis en el anhelo de igualdad. Pero no sólo a través de los radicales se expresó políticamente la nueva actitud de los grupos medios. En 1915 también la representaban sectores del Partido Liberal, el Partido Nacio nal y la Masonería. Asimismo, los círculos artísticos y literarios que se forma ron en las primeras décadas del siglo XX constituyeron otras tantas formas de expresión de los grupos medios. De ellos surgirían una cantidad de ensayistas y literatos que denuncia rían con fuerza las desigualdades políticas y sociales de la época. Entre ellos Baldomcro Lillo, Carlos Pézoa Véliz, Mariano Latorre y poco después, Manuel Rojas, José Santos González Vera, Pablo Neruda. Las mujeres de clase media, por su parte, también aporta ron al despertar cultural de su medio social. Fueron las mujeres de ese sector las primeras que incursionaron en la vida profesional. En 1907 había en Chile tres abogadas, 7 médicas, 10 dentistas, 10 farmacéuticas y 3.980 profesoras. También fueron mujeres de clase media lasque promovieron las iniciativas feministas de la segunda década del siglo, aunque en éstas también destacaron mujeres del sector social alto. Ningún grupo social experimentó más intensamente que la clase media el sentimiento de crisis que invadía a la vida nacional. Intelectuales como Alejandro Vcnegas, Alberto Ca bero, Tancredo Pinochet, Nicolás Palacios y otros de igual procedencia social hicieron las más fuertes críticas al sistema 'agente. 4.3 LOS SECTORES POPULARES El nivel de industrialización europea del último tercio del siglo XIX —particularmente en Inglaterra y también en Fran cia y Alemania— requería para su propio desarrollo ulterior la importación de materias primas y la exportación del.excedente de sus productos manufacturados. En este esquema, Chile
entró a formar parte de la modcr.na economía capitalista mundial como exportador de materia prima e importador de manufacturas, es decir, precisamente como la contraparte de los países industrializados. Al despuntar el siglo XX, Chile estaba viviendo las transfor maciones propias del fenómeno industrial en su primera etapa. Con la Guerra del Pacífico se había incorporado a su territorio la enorme riqueza salitrera que requería de una cierta infraestructura industrial, de una técnica más compleja y de una abundante mano de obra. Algo análogo sucedía en las minas de carbón en la zona de Concepción. La riqueza fiscal había permitido la construcción de mayo res obras públicas, principalmente ferrocarriles, que emplea ban nueva mano de obra, y también se incrementó la activi dad en las zonas portuarias del Norte Grande y Valparaíso. Las cifras —nunca muy confiables para aquel período de dudosas estadísticas— indican hacia 1918 la existencia de unos 80 mil obreros fabriles, 56 mil salitreros, unos 33 mil ferroviarios y otros tantos en el carbón, los puertos y talleres de la incipiente industria nacional. El gran polo de crecimiento económico fue la industria del salitre en el norte, que concentró la mayor cantidad de pobla ción relativa en el período. De acuerdo a la comparación de los censos de 1 895 y 1 907, la tasa de crecimiento de la pobla ción del país en su totalidad fue de un 20 por ciento. Santia go creció sólo un 30 por ciento y el Norte Grande un 65 por ciento. Este crecimiento, como es de suponer, se hizo a costa de la población campesina. Uno de los fenómenos más significativos del período fue la migración rural-urbana, fruto del proceso de industrialización y requisito para la formación de una clase proletaria. Fue corriente en el período que las salitreras enviaran agen tes a los campos para reclutar mano de obra, a quienes se les pagaba por persona conseguida. Este reclutamiento llamado “enganche” se realizaba sobre la base de promesas y la crea
ción de expectativas salariales, las que no se confirmaban en la realidad.
4.3.1 El desarraigo campesino Aunque a partir de 1880 fueron muchos los campesinos que abandonaron la tierra por la ciudad y la mina, la pobla ción rural siguió siendo mayoritaria en el período que tratamos. Hacia 1907 constituía todavía el 57 por ciento de la población total. La propiedad agraria estaba dominada por el latifundio que empleaba al sector laboral más numeroso del país: inquilinos y peones, aun cuando había también medianos y pequeños propietarios, entre ellos los mapuches. El inquilinaje era una relación laboral instituida en la Rancho campesino.
Colonia por medio de la cual el trabajador tenía derecho a casa, a una pequeña chacra, a talaje y a algunos alimentos que producía el propio fundo. Como vemos el salario en dinero prácticamente no existía o era ínfimo. La relación entre el terrateniente y el inquilino era un vínculo personal más que contractual. Los peones, en cambio, constituían una masa laboral nómade, que recorría los campos empleándose en los períodos de mayor demanda de trabajo a cambio de un sueldo. Eran trabajadores a trato. Estas formas de vida del campesino no habían sufrido mayores transformaciones desde la Colonia: se caracterizaban por un nivel de vida precario, sin comodidades materiales y sin acceso a los adelantos tecnológicos ni a la nueva cultura urbana. Los fuertes lazos de parentesco, el profunuo arraigo de sus creencias religiosas, sus tradiciones míticas y folklóricas (valo res que sólo hoy han vuelto a ser apreciados) en aquella época l avanderas en un Conventillo.
Un Conventillo de Santiago.
hacían del sector campesino el más marginado de las nuevas condiciones sociales propias de la modernidad. 4.3.2 La miseria del obrero industrial Bastaba tomar el tren o, simplemente, caminar hacia el norte para incorporarse a la vorágine transformadora que, en la primera etapa de la industrialización, estaba lejos de ser un sueño dorado. -El campesino que arribaba a Santiago, llegaba a una ciudad que no tenía las condiciones mínimas para recibirlo; no hablemos de alcantarillado o de agua potable, que habrían sido un lujo. Santiago tenía un enorme déficit de viviendas y sus mismos habitantes hubieron de concentrarse, o más bien hacinarse, en los conventillos, hileras de pequeñas piezas sin ventanas y sin luz, separadas a lo largo por una ínfima callejuela donde las mujeres lavaban y cocinaban. Por la calle principal corría la acequia que hacía las veces de alcantarilla do. En 1910 se contaban en la capital l’.óOO conventillos en los cuales habitaban 75.000 personas. Los sectores populares vivían en una promiscuidad que fue caldo de cultivo para todas las enfermedades infecciosas: la peste bubónica, el cóle ra, la viruela, el tifus, cobraron muchas vidas. La tasa de mor talidad infantil era asombrosamente alta. Se señala para el Chile de esa época un 30 por ciento de mortalidad infantil.
También se indica en un 35 por ciento de nacimientos ile gítimos. Los arriendos eran muy caros, tanto que ser dueño de un conventillo se transformó en un gran negocio. Los niveles de educación eran muy bajos. Los índices de'analfabetismo alcanzaban a un 49,7 por ciento en 1907, y alrededor de un 36,7 por ciento hacia 1920.
La miseria era grande
4.3.3 El obrero del salitre Si el campesino del valle central seguía más al norte y llega ba a las minas del salitre, su destino no era mejor.
Al norte se iba a ganar dinero y no a establecerse. El obrero con su familia, cuando la llevaba, vivía en campamen tos de pequeñas casas con dos o tres piezas de material ligero que no salvaguardaba de las inclemencias del clima de la pam pa, caluroso de día y muy frío de noche. Las condiciones de higiene, y por tanto de salud, eran muy precarias. Se traba jaba entre doce y catorce horas diarias, sin descanso el día domingo (éste se hizo obligatorio sólo en 1907). Las condi ciones del trabajo mismo eran altamente riesgosas puesto que los cachuchos, donde se procesaba el caliche, no tenían rejas de protección y era muy fácil caerse en ellos. Por último, existía un sistema de pago en fichas, uno de los motivos principales de todas las protestas que se verán más adelante. Estas fichas eran sólo canjeables en la pulpería de la oficina que las emitía y la pulpería era, a su vez, el único establecimiento comercial de la oficina. Paradojalmente, en un sistenfa de economía liberal no había libertad de comer-
ció para el obrero. El valor nominal de las fichas no era respe tado y no tenían ninguna garantía fiscal. Es decir, el obrero dependía completamente de la discrecionalidad del patrón. En la costa nortina las condiciones eran algo mejores, al menos el clima y la vida urbana permitían olvidar, en parte, la soledad sórdida de la pampa. Los obreros industriales, tanto mineros, portuarios o fabri les, no contaban con ningún resguardo jurídico laboral. Las relaciones entre obreros y patrones eran reguladas libremente por mutuo acuerdo, lo que se prestaba para muchos abusos. Baste con señalar que no existía la institución jurídica del contrato de trabajo. Es decir, el capitalista no tenía deberes para con el trabajador y el Estado. El sistema tampoco contemplaba integrar a su institucionalidad lo que entonces se llamó la “cuestión social”. Los obreros estaban cercados y sólo tenían una posibilidad: su propia organización.
4.3.4 Primera etapa de organización obrera Las primeras organizaciones populares, así como sus actos de resistencia, nacen de la constatación espontánea de los obreros de sus propias condiciones de vida. Estas organizacio nes fueron el antecedente necesario para la formación de un movimiento obrero, que, si bien no fue del todo homogéneo, pasó de sus problemas puntuales a una interpretación de la sociedad y de su situación en ella, es decir, adquirió un carác ter ideológico y político. Este es el proceso que define el mo vimiento obrero del período: el paso de la reacción espontaneísta a la organización sindical y política. El mutualismo fue la principal forma de organización labo ral que se dieron los artesanos. En 1853 se fundó la Sociedad Unión de Tipógrafos en Santiago; en 1855 en Valparaíso; en 1862 la Sociedad de Artesanos La Unión de Santiago y La Serena. En 1872 los sastres crearon su sociedad de Socorros Mutuos. Hacia 1870 las mutuales eran trece, para 1880 ya eran 39. Su objetivo era cooperar con el mejoramiento mate rial e intelectual del obrero sobre la base de la ayuda mutua. Se preocupaban desde la recreación y la formación de peque ñas bibliotecas, hasta de la previsión, la vivienda y el ahorro de sus afiliados. Las mutuales se interesaron por la situación del obrero sin referirla a su relación con el patrón o con el Estado. Si tuvie ron alguna expresión política, ésta fue a través del Partido Demócrata y de sus postulados. El Congreso Social Obrero (1900), que decía contar con 169 sociedades y diez mil socios, propuso un programa de in tereses más generales, muy semejante al del Partido Demócra ta. Se proponía campañas para bajar los precios; para promul gar la ley de instrucción primaria obligatoria; oponerse a la in migración, que era competencia para los obreros; la protec ción de la industria nacional y la dictación de leyes laborales. Como ya se señaló, el Partido Demócrata expresaba las as piraciones de los artesanos y obreros previas al socialismo. Su
objetivo era que el sistema político-económico vigente elevara el nivel de vida material e intelectual de las clases trabajado ras. No pedía el cambio radical del sistema, sino su reforma. Por ello, su estrategia política era incorporarse al aparato del Estado por la vía electoral, para lograr —desde allí— la dictación de leyes que favorecieran el sector popular: mayor liber tad política, extensión de la educación, protección de la in dustria nacional, protección del Estado a las sociedades de obreros, legislación laboral, etc. Sin embargo, el juego político del parlamentarismo no hizo posible que la minoría demócrata en el Congreso pudiera lo grar sus objetivos y entonces se transformó en un instrumen to de la pequeña política de alianzas. Su importancia radicó, más bien, en su labor de educación y organización popular. Ya desde comienzos de siglo se percibía la tensión al inte rior del Partido Demócrata, entre lo que se llamó la tendencia reglamentaria y la doctrinaria. La primera, presidida por su patriarca Malaquías Concha, propiciaba la integración al sis tema de acuerdo a su legalidad; la otra, presidida por Luis Emilio Recabarren, creía en un partido obrero opuesto al par lamentarismo. En esta última estaban los gérmenes del socialismo. Recabarren pertenecía al gremio de los tipógrafos de Val paraíso e ingresó al Partido Demócrata a los 18 años en 1894. Como buen tipógrafo, su labor inicial estuvo en la fundación de la prensa obrera y, pasó de allí a su organización política. En 1912 Recabarren separó tiendas y fundó el Partido Obrero Socialista (POS). En 1906 había sido elegido Diputa do, aunque no pudo asumir su cargo por los obstáculos que se le pusieron. Las sociedades de resistencia fueron otra forma pionera de organización popular a comienzos del siglo. Inspiradas en el anarquismo, rechazaban toda forma de acción política (sus enemigos eran el Estado, el clero y el capital) y sólo creían en la llamada “acción directa’’, es decir, el sabotaje, el boicot y la huelga. Realizaban una intensa propaganda y lograron apo-
tsfile del gre to de sastres y
portuarios y los gremios yo en las minas de carbon, entre de artesanos santiaguinos. Participaron en la mayoría de las huelgas y organizaron varias de ellas, pero su estructura des centralizada y su carencia de estrategia política a largo plazo hizo que murieran hacia el final del período. Ello no dismi nuye la importancia que tuvieron en la formación de la con ciencia obrera. Las mancomúnales parecen haber sido las organizaciones populares más significativas de la primera década del siglo. Nacieron y se consolidaron en las minas y puertos nortinos a comienzos del siglo.
Los objetivos en sus inicios no se diferenciaron mayormen te de fas sociedades de socorros mutuos o de las mutuales, pero su originalidad estuvo en que, más adelante, asumieron características de sociedades de resistencia y centros de vida social y cultural. La mancomunal no se salió de los marcos del sistema establecido, pero fue combativa, luchó en contra del sector patronal, postuló la transformación de las relacio nes productivas y le dio a la condición proletaria global una cierta interpretación. Las mancomúnales tuvieron además la particularidad de ser organizaciones típicamente chilenas. Ahora bien, tanto las mancomúnales como el resto de las organizaciones obreras tuvieron en sus inicios, orientaciones confusas en lo doctrinario y en la acción misma. En ellas con vivieron elementos mutuales, demócratas, anarquistas, socia listas, que restaron eficacia a sus objetivos. De todos modos, fueron importantes en cuanto contribuyeron a la formación ideológica y política del movimiento obrero futuro, al paso del mutualismo al sindicalismo y a ligar la situación obrera con la sociedad como un todo. • • 4.3.5 Protesta y represión Junto a este proceso de organización, la primera década del siglo registra una verdadera estampida de protesta obrera. Las primeras huelgas del país ocurrieron en el siglo XIX entre los obreros urbanos, los portuarios y de ferrocarriles. La de mayor envergadura fue en 1890, y afectó a gran parte de la región salitrera. Comenzada por el gremio de lancheros de Iquique, se extendió por toda la provincia de Tarapacá. Sus peticiones eran sencillas: pago mensual en dinero y no en fi chas, libertad de comercio, abolición de multas y algunos be neficios sociales. Se estima que involucró alrededor de diez rrvil obreros. En 1901, la mancomunal de Iquique organizó su primera huelga. De allí en adelante las hubo muchas y todos los años. En 1902 fue la sociedad de resistencia de tranviarios en San-
La huelga de los pampinos tarapaqueños en Iquique. 10 de diciembre de 1907.
tiago, luego los mineros de Lota que paralizaron la extracción del mineral. En 1903 fueron las mancomúnales de Tocopilla, los obreros del carbón y los estibadores de Valparaíso, que al ser fuertemente reprimidos provocaron la solidaridad de los demás trabajadores del puerto y lo inmovilizaron completa mente. El gobierno envió un regimiento para detener la huel ga; el saldo fueron 50 muertos y 200 heridos. En 1905 San tiago presenció la famosa “Huelga de la Carne”, que pedía la abolición del impuesto al ganado argentino y protestaba por el alza del costo de la vida. Lo que comenzó como un pací fico mitin popular, terminó en una violenta asonada, con asaltos e incendios. Esta vez el saldo fue de 70 muertos y 300 heridos. La culminación de la protesta obrera y de la represión ofi cial fue la masacre de la escuela Santa María de Iquique, en 1907. Los obreros de la Oficina Alianza pararon las faenas pa
ra hacer peticiones muy semejantes a todas las demás huelgas señaladas: eliminación de fichas, jornales a tipo de cambio fi jo, comercio, balanza y vara para los pesos y medidas de las pulperías, locales para escuelas nocturnas de obreros, indem nización y desahucio. Se les unieron las demás oficinas de la pampa. Bajaron a Iquique para pedir que las autoridades de gobierno fueran mediadores en el conflicto con los propietarios, en su mayo ría ingleses. Los respaldaron todos los trabajadores de Iqui que y se paralizó la ciudad. Las autoridades, temerosas des pués de una semana de infructuosas conversaciones, decidie ron reprimir. El general Roberto Silva Renard, jefe de las fuerzas militares, ordenó balear a los trabajadores albergados en la escuela Santa María. El número de muertos osciló entre’ 500 y 2.000, según las distintas fuentes. Este dramático recuento revela la capacidad de protesta de los trabajadores, a la vez que la incapacidad del sistema político-social de comprender el fenómeno y resolver los pro blemas sociales. Si bien los obreros obtuvieron algunas reivindicaciones puntuales, no lograron durante este período lo único que po día frenar la violencia: una legislación laboral que incorporara y reglamentara los derechos de los trabajadores. La oligarquía comenzó a tomar conciencia del problema social a raíz de estas manifestaciones. Las temieron, culparon a los agitadores y aunque algunos políticos intentaron mori gerar la violencia por medio de la legislación, los resultados no fueron exitosos. Baste decir que sólo en 1916 se dictaron algunas leyes de Accidentes de Trabajo y en 1918 la de Previ sión del Personal de Ferrocarriles. La masacre de Santa María fue un duro golpe para el movi miento obrero, que sólo recobró su energía a mediados de la siguiente década con un ideario y una organización en parte diferentes. En este primer período de la organización popular que se ha bosquejado, ya se ve claramente cuál es el desajuste funda-
Empadronamiento de Jos sobrevivientes después de la matanza en la escuela de Santa María.
mental entre el movimiento obrero y el sistema establecido particularlente el Estado: la relación se dio sobre la base de la dinámica protesta-represión y su saldo fue la violencia. El Estado concebía como su deber el resguardo del orden públi co y el sector patronal así también lo entendía.
4.3.6 La consolidación de la organización obrera Aunque el movimiento obrero quedó muy debilitado des pués de 1907, las huelgas parciales no se detuvieron. Se si
guieron presenciando en 1909, en Santiago; en 1911 entre los marítimos de Valparaíso y también en 1913. Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, entre 1917 y 1920, la rebeldía brotó con fuerza y hubo una cadena interminable de huelgas que respondían a años de crisis económica y agitación política. El fenómeno más significativo de esta segunda etapa de or ganización que coincide con la segunda década del siglo, es el carácter ideológico y político que va adquiriendo el movi miento obrero. En 1909 un abogado conservador organizó a los ferroviarios para que pidieran al gobierno la devolución de un descuento hecho a sus salarios y efectivamente lo lograron. Así nació la Federación Obrera de Chile (FOCH), de carácter mutualista, que se extendió hacia otros gremios. Cuando en 1917 la FOCH realizó su segunda convención nacional ya estaba dominada por los socialistas. Perdió en gran medida su carácter mutual y se convirtió en una federa ción sindical. Dos años después, para la tercera convención, Rccabarren, fundador del POS, fue elegido el máximo diri gente de la Federación, y ésta declaró dentro de sus objetivos, la abolición del sistema capitalista. La Revolución Rusa de 1917 fue otro acontecimiento im portante en este desarrollo. El hecho de que el sueño utópico socialista empezara a convertirse en una experiencia histórica, dio fuerzas al sector obrero organizado y consolidó la postura revolucionaria. La FOCH y el POS se transformaron entonces en las dos instituciones que cumplían los objetivos de reivindicaciones laborales y de organización política. Por otra parte, el térmi no de la guerra europea repercutió fuertemente en la econo mía chilena y particularmente en la industria del salitre. El al to índice de cesantía, el proceso inflacionario y el alza de los precios, crearon una aguda agitación social que se sumó a la agitación política en las vísperas del año 20. En 1918, los obreros de la FOCH, los anarquistas junto a
profesores y estudiantes formaron la Asamblea Obrera de Ali mentación Nacional, que organizó mítines masivos en protes ta por la cesantía y el alza del costo de la vida a lo largo de todo el país, logrando una presencia que los partidos tradicio nales no podían desconocer. Se calcula que en 1918 hubo 30 huelgas; en 1919, 82 y en 1920 hasta la elección presidencial de julio, 47. En 1919 los anarquistas lograron unirse y formar una fede ración que constituyó una sección chilena de la IWW nortea mericana (International Workers of the World). En 1921 la FOCH se afilió a la Internacional Sindical Roja con sede en Moscú y a finales de año, el POS cambió su nombre por el de Partido Comunista, afiliándose a la Tercera Internacional Co munista. Para el año 20, cuando el país manifestaba una crisis pro funda y se gestaban nuevas fuerzas de conducción, el movi miento obrero ya era un actor importante en varios sentidos. Su protesta y la violencia de la misma demostraba la incapa cidad de la clase dirigente para readecuar la institucionalidad del sistema a los requerimientos de una sociedad industrial que ella misma había impulsado. La violencia de su respuesta no fue sólo brutal e inhumana,, sino altamente ineficaz. Al mismo tiempo, un sector del movimiento obrero se transfor maría en un actor político autónomo, lo que tendría, desde entonces para adelante, una enorme gravitación en la vida nacional.
5 La vida cultural 5.1 EL SISTEMA EDUCACIONAL Entre 1900 y 1920 no hubo cambios significativos en el sistema educacional diseñado a lo largo del siglo XIX. Conti nuaba imperando el principio del estado docente, cuyas ex presiones eran la enseñanza primaria gratuita y la Universidad de Chile, que controlaba la educación secundaria. La educación privada era en su mayor parte católica pues había nacido como oposición a la educación fiscal laica y re presentaba un pequeño porcentaje. También continuó la tendencia al crecimiento de la pobla ción escolar, principalmente en la educación primaria y en menor grado también la secundaria. El principal problema del sistema educacional del período, y que se arrastraría a lo lar go del siglo, era la estratificación discriminatoria entre los ni veles primarios, secundarios y superior. Como lo señalan las cifras, (ver cuadro pág. 88) sólo un ínfimo porcentaje del pri mero podía acceder al segundo, y menos aún al tercero. La promoción de un nivel al otro dependía de la capacidad eco nómica para solventar el ciclo educativo completo.
La mayor preocupación de la época era reducir los niveles de analfabetismo y por ello se le otorgó mayor importancia a la enseñanza primaria. A este objetivo apuntaba la ley de Enseñanza Primaria Obligatoria —punto obligado de todos los programas presidenciales— que fue promulgada sólo en 1920. a pesar de que el proyecto había sido presentado a la Cámara a comienzos del siglo. Fue también a comienzos de siglo cuando comenzaron las primeras críticas al carácter humanista, intelectual, abstracto o “libresco” de la educación impartida, que no preparaba a los alumnos para la vida práctica ni para las exigencias del de sarrollo nacional. Estos temas fueron tratados en los Congre sos de Enseñanza Pública de 1902 y 1912, en los cuales tam bién se criticó la adopción indiscriminada de modelos educa cionales extranjeros, principalmente el alemán. La Asociación de Educación Nacional formada en 1904 señalaba que la en señanza debía responder a “los principios republicanos, a las necesidades del país y a las condiciones especiales de las di versas zonas”. El conflicto entre la enseñanza humanista y la práctica, en tre los modelos extranjeros y la realidad chilena fueron reco gidos por los dos ensayos sobre educación que mayor reper cusión tuvieron en su época: Nuestra inferioridad económica (191 1) de Francisco Antonio Encina y El problema nacional (1917) de Darío Salas. Para ambos, la educación chilena era uno de los factores principales de la crisis nacional.
NUMERO DE ALUMNOS EN LOS ESTABLECIMIENTOS Tt FISCALES ENTRE 1900 Y 1910 Año
1900 1905. 1910
Educación Primaria
Educación Secundaria y Especial
Educación Superior
157.330 159.379 258.875
12.624 21.497 30.731
1.228 1.549 1.824
Total
17L182 182.425 291.430 • • *
5.2 UNA NUEVA GENERACION DE INTELECTUALES El ambiente intelectual y artístico no estuvo ajeno al proceso de cambios experimentado por la sociedad chilena en las primeras décadas del siglo XX. En particular,el movimiento literario ejemplifica cómo fueron cambiando los intereses y perspectivas culturales. Hacia comienzos del siglo empezó a manifestarse una nue va generación intelectual. Ella se diferenciaba de las anterio res, en primer lugar, por su procedencia social. Hasta entonces el movimiento intelectual chileno de la época repu blicana había estado formado por miembros de la élite diri gente que, junto con escribir historia —como Barros Arana o los hermanos Amunátegui- o novelas —como Alberto Blest Gana- eran diplomáticos o ministros, ocupaban algún cargo oficial o vivían de sus fortunas personales. La nueva generación, en cambio, estaba compuesta por personas modestas que habían tenido acceso a la educación pública y sin relaciones con el sector tradicional. Ellos hicie ron de su oficio una profesión ya fuera como empleados pú blicos, periodistas o profesores. El segundo cambio fundamental, en lo estrictamente lite rario, fue el temático. De la obra costumbrista, urbana, aris tocrática y de grandes personajes, se pasó a otra, también des criptiva, pero predominantemente rural y popular. Es cierto que la influencia extranjera estuvo presente, es pecialmente el naturalismo de Zolá y el misticismo de Tolstoi, pero ella encontró cabida en los nuevos intelectua les porque hubo elementos que eran concordantes con sus problemáticas,' como la cercanía al mundo popular y la exis tencia de una sociedad monopolizada por la oligarquía. Así, la nueva generación surgió con conciencia de ser un grupo al margen de la sociedad y aspiró a alejarse del “materialismo burgués’’ y redimir a los pobres. De ahí que frecuentara cen tros obreros y campesinos. Sin embargo, éstos fueron ensayos teóricos bajo los cuales subyacía, principalmente, la intención
de encontrar una expresión popular y nacional, y a la vez pro poner una ética salvadora ante el mundo moderno. El misticismo social expresado en la pintoresca anécdota de la Colonia Tolstoyana (en recuadro) fue una de las tenden-
COLONOS IMITANDO A TOLSTOI Augusto D’Halmar, poeta y novelista fue el escritor de mayor influencia en la nueva generación que surgía a comienzos de siglo. Dedi cado exclusivamente a la literatura -vivía de las clases de música que daba su abuela- recibía en su modesta casa del centro bajo de Santiago, a todos sus amigos intelectuales. Allí conversaban fundamentalmente de literatura y discutían a los más variados autores: Tolstoi, Gorki, Ibsen, Zolá, Maupassant... Allí también surgiría la idea de Fernando Santiván, joven discípulo de D’Halmar, de formar una “colonia tolstoyana” en los territorios vírgenes del sur de Chile. El objeto de la colonia era, según lo relata el propio Santiván en sus memorias, trabajar directamente la tierra y vivir junto a los campesinos para educarlos según los métodos de Tolstoi en Yasnaia Poliflna. El impulso que los guiaba era el altruismo, la generosidad y el heroísmo que veían personificado en el escritor ruso, a la vez que una avidez de infinito y sensaciones desconocidas. “Nosotros -recuerda- debíamos ser nada más que apóstoles de un evangelio novísimo, avanzadas de un movimiento espiritual que podría transformar la vida de un pueblo..., el ejemplo de sencillez de nuestras costumbres atraería a las gentes humildes, a los niños, a los indígenas. Crecería el núcleo de colonos, nos seguirían otros intelectua les: fundaríamos escuelas v periódicos; cultivaríamos campos cada vez más extensos: nacerían una moral nueva, un arte nuevo, una ciencia más humana. La tierra sería de todos; el trabajo en común.... seríamos todos hermanos
De Arauco a San Bernardo A comienzos de 1904 partieron D Halmar, Santiván y Julio Ortiz de
cias características que expresó la primera ruptura, aún incier ta, teórica y voluntarista del mundo del arte con el mundo burgués, desde una perspectiva social. Un grupo de escritores encabezado por Augusto D’Halmar y Fernando Santiván busZárate hacia las tierras aún vírgenes del extremo sur. En la mitad del camino D’Halmar comenzó a atemorizarse por las dificultades mate riales del proyecto, como la falta de electricidad y agua potable del terreno selvático que unos primos de Santiván les habían cedido. Decidió que debían ir a un lugar más civilizado y convenció a los otros a cambiar de tren y dirigirse hacia Concepción para instalar la colonia en tierras de Arauco. La estadía en Concepción fue lamenta ble: no tenían qué comer ni dónde formir, se perdieron en el campo, se encontraron con un grupo de campesinos borrachos y nuevamen te se apoderó de ellos el temor. No alcanzaron a llegar a Arauco cuan do optaron por cambiar otra vez el lugar. Entonces el pueblo escogido fue San Bernardo, a 25 kilómetros de Santiago, cuyo alcalde era el conocido poeta y buen amigo de ellos, Manuel Magallanes Moure. El los ayudaría a realizar sus sueños. Sin embargo, Santiván ya había aprendido algunas cosas desde su salida de la capital. “Comenzaba a comprender vagamente -dice- que el impul so que nos hizo renunciar a los goces materiales y encaminar nuestros pasos hacia una vida ruda y aséptica, tenía más de literario, superficial y vanidoso, que de convicción sincera y perseverante”. Ya no fueron las selvas vírgenes del sur, pero si una modestísima casa de barrio popular donde se instalaron para organizar la colonia. La noticia había causado expectación dentro de la intelectualidad de San tiago y algunos grupos en Argentina y Uruguay también demostraron su interés por la experiencia. La colonia duró varios meses en San Bernardo con los tres originales de planta, más varios artistas que iban y venían de Santiago. Se hicieron algunos intentos agrarios, pero todos fracasaron por motivos como no saber usar el arado, sembrar fuera de tiempo, robo del agua o fuga de los bueyes. En definitiva, la pequeña casa que los albergaba se transformó en un centro de creación artística en el que D’Halmar escribía, Ortiz de Zara te tocaba el violín, Pablo Burchard pintaba, v en fin..., solamente San tiván seguía pensando en la educación popular.
carón un camino de salvación del mundo materialista y burgués en una opción popular, ilusión en la que veían la vita lidad de lo primitivo e inocente. También la tendencia criollista —que incorpora a la temáti ca literaria la cultura y la naturaleza del propio país— adqui rió gran importancia en la literatura chilena hasta la década del 30. Es preciso tener presente que el naturalismo había predominado ya en el siglo XIX; la diferencia estuvo en que a comienzos del XX se pasó a la descripción del mundo popu lar. Le siguieron títulos tan ilustrativos como El amor a la Tierra, de Guillermo Labarca; Páginas Chilenas, de Angel Pino; Del Natural, de Eduardo Barrios; Escenas de la vida campesina, de Rafael Maluenda. Pero el pionero más importante del criollismo fue, sin duda Baldomcro Lillo que, en 1904, publicó la famosa colección de cuentos sobre los mineros del carbón, llamada Subterra.. Esta obra suele ser considerada como una de las primeras de nuncias de la “cuestión social”. Luego fue Mariano Latorre con sus Cuentos del Maulé (1912), quien continuó con esta tendencia, aunque con menor contenido crítico al sistema. La perspectiva del criollismo fue más ética que política. El razonamiento de fondo se puede traducir aproximadamente en una idea central: el mundo popular, particularmente el ru ral, padece de angustia, pero es puro. Otro movimiento que se dio, a veces confundido con el criollismo fue el imaginismo; un intento irracionalista que proclamó la libertad a ultranza para liberar el arte y al hombre del objetivismo urbano, y que representó la primera tendencia local que se rebeló contra la lógica científica domi nante. Otra vez encontramos a Augusto D’Halmarque, aban donando el criollismo, recorrió el camino del imaginismo. Le siguieron muchos escritores jóvenes, entre ellos Pedro Prado, el más destacado, quien en 1907 publicó sus versos Flores de Cardo, muy mal acogidos por los críticos oficiales. De esta vertiente nació el “Grupo de los Diez”, que reunía a poetas, pintores, arquitectos, en una organización imagina-
Un proyecto frustrado: La to rre de los “Diez9* en Los Andes.
ría que cultivaba algo el absurdo. Sin pretensiones redentoras ni populares, ni éticas, sencillamente querían expresar su rechazo a la sociedad con ironía, sentido del humor y cierta elegancia que escondía desprecio. Intentaron vivir en una torre frente al mar en Las Cruces, cerca de Cartagena pero terminaron en la capital, en la calle Santa Rosa con Tarapacá. Eso sí, en una torre roja, como se lo habían propuesto. Fun daron una revista, Los Diez, que dio a conocer muchas de las figuras más representativas de nuestra literatura. En este período se gestó también una de las tendencias más originales de la poesía y el pensamiento chileno: El Creacio nismo de Vicente Huidobro.
Pedro Prado ante la es cultura de Juan Francis co González.
Al mismo tiempo, Gabriela Mistral recorría diversos pueblos de Chile como profesora primaria, obteniendo sus primeros éxitos literarios. Por entonces ya había escrito sus Sonetos de la Muerte.
5.2.1 Nuevas tendencias en la plástica Asimismo se desarrollaron nuevos estilos en la expresión plástica, iniciándose una actitud desafiante frente al arte con sagrado representado por el academicismo europeo y en parti cular francés. La moda imperante impuesta por los chilenos ¡ue viajaban al viejo mundo, era la de los salones oficiales de París, que influía significativamente en el quehacer artístico nacional a través de la enseñanza y la crítica, sin que pudieran scapar de ella pintores con tanto talento como Pedro Lira o Valenzuela Puelma.
Los primeros brotes de rebelión surgieron en la década ini cial del siglo con pintores como Onofre Jarpa, y luego con la “Generación del año 13”, integrada por algunos jóvenes que ese año expusieron con mucho revuelo, consagrando las nuevas tendencias. Entre ellos, Alfredo Lobos, Pedro Luna, Arturo Gordon. Dicha generación sobrepasó los márgenes de la pintura, ya que a ella pueden agregarse nombres de escultores como Julio Ortiz de Zarate o Alberto Ried y arquitectos como Julio Bertrand. Este último introdujo en sus edificios una influencia colonial. A su vez, las mujeres empezaron a tener participación importante en el mundo artístico, destacándose las pintoras Magdalena y Aurora Mira, y la escultora Rebeca Matte. Sin embargo, de los pintores renovadores, el que tuvo mayor impacto fue, sin duda, Juan Francisco González. Su obra rompió con todos los esquemas que limitaron su capa cidad expresiva. Se caracterizó por su amor a lo español y lo chileno, y se convirtió en el símbolo de la generación del 13, que continuó.la martha por él iniciada hacia una pintura de carácter nacional. Perteneció al “Grupo de los Diez”, atraído por el afán de cultivar el arte en medio de una libertad abso luta, sin pautas ni convenciones. Junto a él los poetas Pedro Prado y Manuel Magallanes Moure incursionaron también en el mundo de la’pintura. Como consecuencia de la renovación cultural, el academi cismo-propio del período oligárquico se vio puesto en jaque. La visión del mundo positivista y racionalista de la oligarquía entró en crisis tanto como su hegemonía política, social y económica. Se abría paso una nueva cultura plural y diferenciada, que estaba destinada a dar a luz, no sólo a nuestras mejores figuras individuales -como la Mistral o Neruda—, sino también a elevar el nivel intelectual nacional, en su calidad y accesibilidad.
CHILE EN EL SIGLO XX
capítulo II
1920 1932 AÑOS DE INESTABILIDAD
1 La inserción de Chile en el contexto internacional 1.1 FRACASO DEL ORDENAMIENTO POST BELICO Hemos dicho que el mundo entero se vio muy afectado por la Primera Guerra Mundial y su resultado. Desaparecían o experimentaban cambios profundos el ordenamiento europeo secular, la cultura internacional predominante y el equilibrio político planetario. Estos cambios se vieron acentuados por los sucesos políti cos y económicos de la post guerra. En el plano político, muy pronto se percibió el fracaso del orden internacional concebido para reemplazar al previo a la contienda. Por una parte, la Liga de las Naciones, nacida con el Tratado de Versalles (1919) como un organismo político supranacional destinado a dirimir contiendas entre naciones y preservar la paz, no logró suprimir la competencia entre los nacionalismos que habían sobrevivido en la Guerra, en algunos casos, como el de Alemania e Italia, aún más virulen tos. Además, al quedar fuera de la Liga los Estados Unidos y la Unión Soviética, el rol mundial de la organización quedó limitado severamente desde un principio.
En el orden interno de las naciones europeas, los intentos de reemplazar las antiguas monarquías por democracias en Alemania, Austria, Hungría, Checoeslovaquia y Polonia, no tuvieron éxito. Estas naciones volverían a formas autocráticas de gobierno al poco tiempo con la excepción de Checoeslo vaquia. En tercer término, la Unión Soviética, a través de la Terce ra Internacional, luchó desde 1918 por la extensión de la revolución comunista a nivel mundial, creando otro factor de conflictos que incidiría dentro de Europa y el resto del mundo. Estos fenómenos políticos, sumados a motivos económicos de amplias repercusiones sociales, fueron los responsables del nacimiento y consolidación del fascismo, creándose así las condiciones para la Segunda Guerra Mundial. En el plano económico la Guerra dejó a la economía pla netaria en una situación de inestabilidad: a la crisis de la post guerra (1920-23) seguiría la Gran Depresión de 1929-33. Finalmente, en lo cultural, la duda sobre sí misma que afectó tan hondamente a la Europa de post-guerra irradió también al resto del mundo. 1.2 EL FASCISMO El Fascismo, movimiento político nacionalista, populista, anti-intelectual, autoritario (y en algunos casos, como el ale mán, totalitario) partidario de la “acción”, anti-oligárquico en su apariencia pero no en los hechos, antisocialista y anti comunista, fue la respuesta de los sectores sociales medios y los nacionalistas ante el panorama de post-guerra. La clase media europea que venía en ascenso se vio muy afectada por la guerra, pero más todavía por la crisis económica y política de la post-guerra que amenazó acabar con sus ahorros y pauperizarla. Se rebeló —en particular en Alemania e Italia— contra el orden tradicional; pero también contra el peligro de la revolución socialista, que identificaba con un retomo a
la condición proletaria. De allí la extraña mezcla de elemen tos conservadores y revolucionarios propia de los fascismos. A la clase media se agregaron sectores nacionalistas de ex combatientes que culpaban a socialistas, liberales y judíos por las consecuencias de la Guerra. El fascismo más extremo —mezclado con racismo y paga nismo— fue el nacismo alemán. Este llegó al poder en enero de 1933, en tanto que el fascismo italiano lo había hecho en 1922.
1.3 LAS CRISIS ECONOMICAS El fenómeno fascista probablemente no se habría dado sin las grandes crisis económicas. Hemos visto que durante la Pri mera Guerra Mundial hubo un cierto auge como resultado del esfuerzo bélico y que éste benefició, directa o indirectamente a los sectores obreros en particular. Hecha la paz y después de un año durante el cual ese auge se mantuvo por el esfuerzo inicial de reconstrucción, la crisis económica se desató a fines de 1919 (antes en Alemania e Italia) y en el año 1921 Europa entera estaba combatiendo el deterioro de la producción, la cesantía y la inestabilidad de la moneda. En este ambiente, las soluciones fascista y socialista consiguieron miles de adeptos. Fue en estos años cuando se formó el Partido Nazi en Alemania y llegó al poder el Partido Fascista en Italia (Marcha sobre Roma). Pero el fascismo italiano no se consolidaría definitivamente ni el nacismo alemán llegaría a gobernar sin la Gran Depre sión de 1929. Ese año, el éxito económico especulativo y fic ticio que había caracterizado a la economía norteamericana de los años veinte, se derrumbó. El mundo entero se vio afec tado casi de inmediato, pues Estados Unidos no sólo era la primera potencia económica mundial, sino también el gran financista y acreedor de Europa y en particular de Alemania. La depresión económica norteamericana arrastró pues a Euro pa y con ella al resto del mundo. Nuevamente las quiebras, la
cesantía y la incertidumbre se hicieron presentes, ahora en mayor grado que en 1919. Fue así como las respuestas fascista y socialista-comunista recuperaron la validez que pa recían haber perdido en la bonanza de los años 1924-29; la primera entre los sectores medios, la segunda en el proletaria do. Así Hitler fue nombrado Canciller en 1933, mientras los Frentes Populares alcanzaron el poder en España y Francia en 1936. En el plano puramente económico, como respuesta a la cri sis, la idea de defender las economías nacionales se impuso, bajando así drásticamente el comercio internacional. También se limitó la producción de bienes de consumo y la adquisición externa de materias primas. Los créditos inter nacionales prácticamente desaparecieron, se abandonó el patrón oro en todas las naciones y, en general, se entró en una etapa de fuerte intervencionismo del Estado como gestor y regulador de Ineconomía. De la crisis de 1929 no se recuperaría totalmente el plane ta hasta vísperas de la Segunda Guerra Mundial, entre otras razones porque la fabricación masiva de armas fortaleció las economías de las potencias.
1.4 LA UNION SOVIETICA, EL COMUNISMO Y EL SOCIALISMO EN EL MUNDO DE POST GUERRA La Revolución Rusa de 1917 significó el primer experi mento socialista viable en la historia. Mientras vivió Lenin (murió en enero de 1924) no estuvo claro qué estructura defi nitiva tomaría la nueva sociedad, pero sus sucesores, en especial Stalin, transformaron la Unión Soviética en un colec tivismo totalitario que sometió al pueblo ruso a uno de los regímenes más duros del mundo moderno, sólo comparable al de la Alemania nazi. Sin embargo, el ansia de liberarse de las estructuras capitalistas entre los pueblos del mundo era tan fuerte que, a pesar de su realidad, la URSS se transformó en modelo para sectores obreros e intelectuales a lo ancho del
planeta. Pero no todos los socialistas eran admiradores incon dicionales de la Unión Soviética. Al lado de la Tercera Inter nacional, organismo rector de los partidos comunistas del mundo con sede en Moscú, el movimiento socialista indepen diente, que no estaba de acuerdo con el totalitarismo soviéti co, cobró singular importancia en las principales naciones de Europa Occidental, Latinoamérica y otras regiones. En un Co mienzo ambos sectores del socialismo se combatieron con violencia, hasta que la amenaza nazi obligó a la Tercera Inter nacional —que se había transformado en instrumento del na cionalismo soviético— a un cambio de actitud. Entonces nacieron los Frentes Populares que llegaron al poder en Espa ña, Francia... y también en Chile en 1938. *
1.5 LA POSTGUERRA Y LA DEPRESION EN LATINOA MERICA Y CHILE
La principal consecuencia de la Primera Guerra Mundial para Latinoamérica en su conjunto fue su tránsito de la orbi ta europa a la de Estados Unidos, que se transformó en la potencia hegemónica del continente —ya lo era tradicional mente en Centroamèrica— al debilitarse, relativamente, los intereses británicos y absolutamente los alemanes. Sin em bargo, Latinoamérica no experimentó trastornos internos inmediatos y graves a raíz del conflicto, aun cuando en algu nos países -entre ellos Chile- la conmoción del mundo bur gués producto de la Guerra se sintió rápidamente. Quizá más trascendencia que la Guerra misma tuvo el fenómeno —anexo a aquélla— de la Revolución Rusa. Como consecuen cia del triunfo bolchevique se crearon a comienzos de los años veinte, los partidos comunistas del continente, depen dientes de la Tercera Internacional. Más importante todavía, el proletariado consciente en general vio en la Revolución Rusa una esperanza. El derrumbe del mundo burgués-oligárquico acontecido en Europa afectó la estructura social latinoamericana de manera
disímil, dependiendo del país. En Chile el absoluto predomi nio oligárquico, en buena medida apoyado en el ejemplo eu ropeo, se debilitó. Los sectores medios chilenos se tornaron masivamente contrarios al sistema imperante; y el proletaria do, aún de manera inorgánica, solicitó mejoras y reformas, tal como lo hacían el alemán, el francés y el británico. Las obten dría con la aprobación de las leyes sociales en 1924. Cierta mente que los más tocados por el fin del mundo burguésoligárquico europeo fueron los que en Chile vivían en el estilo de éste: la cúpula social y política. Más efectos que la Primera Guerra Mundial tuvo sobre Lati noamérica y Chile la Gran Depresión de 1929. El continente, que vivía de la exportación de materias primas y que adquiri ría la mayor parte de sus productos elaborados de Europa y Estados Unidos, se vió agudamente afectado. Chile fue el país que posiblemente sufrió más con la debacle. Como veremos más adelante, fue entonces cuando la industria salitrera fene ció definitivamente y el país, sin divisas, se vió enfrentado a la necesidad de acelerar drásticamente la industrialización. El nacimiento del fascismo, un fenómeno primordialmente europeo, no tuvo grandes efectos en el continente. El modelo fascista influyó en algunas dictaduras militares (la de Perón en Argentina y otras) pero no se puede hablar de un fascismo exitoso y pleno en Latinoamérica. En Chile hubo un peque ño partido nazi de escasa relevancia, aun cuando algunas fi guras que militaron en él han tenido importancia política posterior. Pero si el fascismo no fue de gran trascendencia para Lati noamérica y Chile, sí lo fue la reacción antifascista europea y en concreto, la estrategia de los Frentes Populares. Es necesario recalcar que el fenómeno histórico de mayor alcance para Latinoamérica durante la post-guerra, fue su in corporación a la zona de influencia norteamericana. Durante los años veinte, los Estados Unidos, gobernados por el Parti do Republicano, intervinieron directa y repetidamente en los asuntos latinoamericanos. Esta actitud vino a moderarse sólo
después de 1933 cuando el Presidente Franklin D. Roosevelt inauguró la política llamada del “buen vecino”, basada sobre el principio de la no intervención y el respeto mutuos. Esta actitud norteamericana duraría hasta el estallido de la Segun da Guerra Mundial. Pero más importante que la intervención política de los EE.UU. en Latinoamérica, por lo demás anterior (en menor grado) a 1914, fue el hecho de que los capitales norteameri canos entraron a controlar la economía de Latinoamérica, in terviniendo así de manera directa e indirecta en las estructu ras internas de cada nación.
1.6 LOS PROBLEMAS FRONTERIZOS CHILENOS 1920-1938 Hacia 1920 Chile tenía problemas fronterizos pendientes con Argentina y Perú. Con la primera de estas naciones, se mantenían los ya mencionados de Palena y el Beagle, donde se disputaba la soberanía de aguas e islas. En el caso de Pa lena, ya vimos su desarrollo y solución posterior. En cuanto al Beagle, protocolos firmados en 1915, 1938 y 1960, para llevar el problema ante el árbitro británico, quedaron sin rati ficar. Durante estos años se logró poner solución al grave diferendo con el Perú, que se arrastraba desde 1883, sobre la sobera nía de Tacna y Arica. Después de un fallido intento de arbitraje norteamericano sobre la base de la realización del plebiscito tantas veces postergado, se llegó a un acuerdo me diante una negociación directa, obviando la consulta plebisci taria. Fue así que en junio de 1929 $e suscribió en Lima un tratado que disponía en su artículo segundo: “El territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes, Tacna para el Perú y Arica para Chile. La línea divisoria entre dichas dos partes, y, en consecuencia, la frontera entre los territorios de Chile y Perú, partirá de un punto en la costa que se llamará ‘Concor dia’, distante diez kilómetros al norte del puente del río
Lluta, para seguir hacia el oriente paralela a la vía de la sección chilena del Ferrocarril de Arica a La Paz y distante diez kilómetros de ella, con las inflexiones necesarias para utilizar, en la demarcación, los accidentes geográficos cerca nos que permitan dejar en territorio chileno las azufreras de Tacora y sus dependencias, pasando luego por el centro de laguna Blanca, en forma que una de sus partes quede en Chile y la otra en el Perú”. En un protocolo adicional se disponía que las partes no podían, “sin previo acuerdo” entre ellas, ceder a una tercera nación todo o parte del territorio objeto del tratado. Así quedó fijada en forma definitiva la frontera entre Chile y Perú. En el hecho, esto significó que la Provincia de Tacna retornó al Perú, en tanto que Arica continuó siendo chilena, status que persiste hasta hoy.
2 La política: el fin del parlamentarismo 2.1 La Campaña del año 20 “Hannibal Ad Portas”, tituló el periódico conservador la proclamación de Arturo Alessandri como candidato a la Pre sidencia de la República por la Alianza Liberal. “Quiero ser una amenaza para los espíritus reaccionarios”, dijo éste al ser proclamado. Ambas aseveraciones representan con claridad cuál fue el tenor de la campaña: emotiva, poblada de valores simbólicos que aseguraban un futuro cambio. La campaña del 20 no fue significativa ni novedosa por los programas de los candidatos, sino porque en ellas se expresaron pública y masivamente an helos inéditos en la historia nacional. La Alianza Liberal estaba políticamente compuesta por el Partido Radical, el Partido Liberal Doctrinario (de tendencia avanzada), el Partido Liberal Democrático, y el Partido Nacional. Su composición social era mayoritariamente de sec tores medios, pequeños comerciantes, industriales y agricul tores, muchos de ellos de provincias, junto a artesanos y obre ros. Sin embargo aún incluía algunos oligarcas progresistas.
La Unión Nacional, estaba compuesta por el Partido Libe ral Unionista, que se había separado del tronco liberal el año anterior, para evitar la candidatura de Alessandri; una parte del Partido Liberal Democrático y del Nacional, más el Par tido Conservador. Socialmente representaba a los grupos más tradicionales, a los grandes comerciantes o industriales, a los terratenientes, a los profesionales liberales, a los banqueros, en fin, a los más altos contribuyentes y grandes propietarios. Su candidato. Luis Barros Borgoño, hombre de negocios, libe ral. culto, era un fiel representante de sus pares. Los programas de ambos candidatos no fueron significati vamente diferentes. Ambos propusieron la libertad electoral y de conciencia, la estabilización de la moneda, el fomento de la industria y de las obras públicas, la instrucción primaria obligatoria y la legislación social. Las diferencias estaban, en Arturo Alessandri Palma y su familia en 1920.
1919.—Era "paco" allò cn Iquiqu«, cuando el León saltó hecho un quique. Alessandri e Ibáñez: dos personajes centrales del período.
parte, en el estilo: los discursos de Barros, académicos, fríos, eran dichos para hombres como él; los de Alessandri eran in cendiarias piezas de oratoria que apelaban a la sensibilidad de las multitudes. Pero ambos candidatos se diferenciaban por elementos más profundos que la personalidad. A pesar de.la similitud de sus programas, cada uno los situó en una distinta evaluación del momento histórico. Para Alessandri, el presente era un momento de transformación social que debía traducirse en una institucionálidad; es decir, el sistema debía recoger el conflicto social para que éste no lo destruyera al transformase cn revolucionario. El presente era para Alessandri un momento de cambio que abría posibilida des enormes para el futuro. Su visión era optimista. Su con
tendor, sin embargo, evaluaba el presente con temor, ya que estimaba que las nuevas fuerzas sociales, que las nuevas ideologías, que todos los cambios que se percibían en la Europa de postguerra y en Chile, eran una amenaza a la liber tad, por lo que se debía reforzar la autoridad. Ninguno negó la importancia de una legislación social, pero mientras Barros Borgoño la supeditó a la defensa del orden, Alessandri la situó como el eje de una democracia renovada y de una nueva concepción del Estado. Para la Alianza Liberal, Alessandri era el símbolo de las rei vindicaciones de los sectores medios y populares que salvaría al país de la conducción de la oligarquía decadente a través de un Estado protector. En cambio, para la Unión Nacional, Alessandri representaba la ruptura de la tradición republicana por sus reivindicaciones “maximalistas” y de “semblanza rusa”. Según se vio anteriormente, la política durante el parla mentarismo se realizaba en el pequeño círculo de los notables y no se recurría al apoyo ni a la opinión popular. Fue este estilo el que se rompió en la campaña alessandrista del año 20. El pueblo de Santiago y de las provincias salió a las calles a vitorear a su candidato, se reunió en asambleas comunales, en desfiles callejeros, escribió poemas, compuso canciones, rodeó su casa de la Alameda día y noche. “El Cielito Lindo, cuenta José Santos González Vera, se cantó masque el Him no Nacional. Cantábanla con o sin luz, dentro y fuera de casa, en los tranvías, en las victorias, en donde hubiera trabajado res. Y de día y de noche, el grito de ‘Viva Alessandri’ domina ba las calles, las fábricas, los cuarteles, el campo y todo lugar” (ver recuadro). Alessandri supo recoger este fervor e impuso un nuevo estilo político. Recorrió pueblo por pueblo, asam blea por asamblea e hizo sentir a esta nueva audiencia que él representaba sus anhelos. Más de una vez, el debate político del año 20 ha sido considerado como pura demagogia. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que en ese momento his tórico recién se iniciaba el proceso de ideologización y que,
por lo tanto, la expresión de las aspiraciones políticas y socia les en forma emotiva tenía un contenido real para sus actores.
1920 CIELITO LINDO
Va en brazos de la Alianza Cielito Lindo el gran Arturo. Y es natural con esto, Cielito Lindo triunfo seguro. Una marca de fuego, Cielito Lindo, tiene Borgoño: la de creerse libre, Cielito Lindo y ser pechoño.
Coro: Ay, Ay, Ay, Ay, Barros Borgoño, aguárdate que Alessandri, Cielito Lindo, te baje el moño. Una conquista haremos Cielito Lindo los radicales: que tpdos los chilenos Cielito Lindo, seamos iguales.
2.2 LOS NUEVOS ACTORES El sector organizado de los estudiantes y de los obreros contribuyó en buena medida a la agitación y a la mística del año 20. Eran actores nuevos en la acción política y social, aun que su desarrollo había comenzado con el siglo. La posición de ambos grupos en la campaña del año 20 no se inscribe den tro de la oposición Alianza-Unión y por ello es necesario hacer una referencia específica de cada uno. Desde su fundación en 1906, la característica predominan te de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) fue su preocupación por la cuestión social, produciéndose así el primer encuentro entre el mundo estudiantil y el obrero. En sus centros se reunían la avanzada anarquista obrera,
militantes socialistas, sindicalistas, profesionales y estudian tes que profesaban toda la gama de las doctrinas europeas en boga. Allí también se encontraba a los artistas e intelectuales que no tenían cabida en los ámbitos oficiales. La FECH tenía posiciones políticas y postulaba el fracaso del sistema existente, pero no fue partidista aunque sus diri gentes estuvieron afiliados a la Juventud Radical. No había en ella una ideología homogénea, sino una aspiración de cambio, que se alimentaba de distintas disciplinas intelectuales. En términos muy generales, profesaban el socialismo de Estado y se mantenían alejados del marxismo. En la práctica, sin em bargo, su lealtad estaba con los marginados del sistema y así sufrió los rigores de la represión, al igual que anarquistas y socialistas. Si bien los estudiantes de la FECH apoyaron entusiasta mente a Alessandri y contribuyeron a la mística callejera y a la esperanza de salvación nacional, no fueron incondicionales del candidato aliancista, puesto que no confiaban en que pu diera hacer un programa de gobierno que favoreciera verdade ramente al proletariado. El asalto de la juventud conservadora a la sede de la FECH en julio de 1920, el encarcelamiento de algunos de sus miem bros, la muerte de un joven poeta en la cárcel, la obligada clandestinidad, en suma, la persecución que cayó sobre ellos, radicalizó su posición y fortaleció su alianza con los sectores obreros. Consideraron el triunfo de Alessandri como una victoria de la soberanía popular, aun cuando muy luego le quitaron su apoyo, debido a la matanza de San Gregorio en 1921. La FECH representaba a la juventud del sector medio ilus trado, que había tenido acceso a la enseñanza superior, en gran parte por la ampliación del aparato estatal, y que manifestaba su desacuerdo y su rechazo a la vieja república oligárquica. Muchos de ellos serían, más tarde, los que ampliarían y reformarían la cultura universitaria chilena. Para los obreros organizados en 1920 -anarquistas y socia
listas en su mayoría— Alessandri no representaba sino una nueva candidatura de los partidos burgueses. Los anarquistas, opositores a ultranza de la actividad política organizada, no le dieron ningún crédito a Alessandri y, más aún, llamaron a los obreros a no dejarse engañar por sus promesas. Los socialis tas, sin embargo, consideraron que Alessandri significaba una fase democrática más avanzada del régimen capitalista y que les era favorable, aunque sólo implicara mayor libertad de organización y menos represión. El Partido Obrero Socialista, activo en la organización polí tica del movimiento obrero consideró que la coyuntura era favorable para su propia consolidación. Fue así que decidió llevar como candidato propio a la Presidencia de la República a Luis Emilio Recabarren, quien estaba preso. Aunque dicha candidatura no tuvo importancia a nivel na cional, fue significativa para el movimiento proletario, puesto que contribuyó a darle una fisonomía propia. De ese modo, Recabarren resultaría elegido diputado en 1921 con los votos socialistas. La participación popular en la campaña —organizada o no— marca un hito que explica el “mito del año 20”.
El triunfo de Alessandri no fue fácil. En las elecciones del 25 de junio, obtuvo 179 electores y su contendor 175. El Congreso debía elegir, puesto que no había mayoría absolu ta. Como en el parlamento dominaba la Unión, se desató una enorme agitación callejera para que se respetara la mayoría relativa de los electores. Se temió, incluso, que intervinieran los militares en’ favor de Alessandri, ante lo cual el gobierno alejó las tropas de Santiago hacia la frontera norte por su puestas amenazas de Perú y Bolivia; fue la llamada “Guerra de don Ladislao” por el nombre del Ministro de Guerra de la época, Ladislao Errázuriz. Después de una ardua negociación, se decidió que la elección la resolviera un Tribunal de Honor. Este determinó que Alessandri había ganado por un solo elector.
2.3 EL GOBIERNO DE ALESSANDRI Tras los agitados días de la campaña presidencial, Alessandri asumió el gobierno en medio de un ambiente de gran ex pectación. De uno y otro lado se esperaban las realizaciones de un Presidente que había prometido ser “amenaza para los espíritus reaccionarios” y esperanza para los sectores poster gados. Sin embargo, las condiciones imperantes no eran favorables para el nuevo gobierno que iniciaba su gestión en un momen to difícil. En parte como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, en el país se había deteriorado la situación financie ra. Ello se manifestaba en un déficit fiscal cada vez más gran de y una inestabilidad monetaria creciente, debido a las con-, tinuas emisiones y al mayor endeudamiento, que se producía justamente para paliar los efectos de la inestabilidad mone taria. En 1921, una nueva crisis del salitre disminuyó drástica mente los ingresos percibidos por el fisco y semiparalizó la in dustria al bajar sus ventas, lo cual trajo como consecuencia despidos masivos de trabajadores. Por otro lado, un Congreso mayoritariamente opositor impedía que las reformas propuestas por el Gobierno para en frentar la crisis se materializaran, como la creación de un Ban co Central, la implantación del impuesto a la renta y otras medidas tendientes a estabilizar la moneda, regular el crédito y proteger la industria nacional. De esta forma llegó el año 1924 sin avances al respecto. En materia social sucedió otro tanto, los puntos más importan tes del programa social de Alessandri como la promulgación del Código del Trabajo y la Previsión Social, fueron obstacu lizados sistemáticamente en el Parlamento. Alessandri veía en esas leyes la forma de abrir un cauce legal a las protestas obreras permitiendo una evolución social y política pacífica basada en la justicia, como alternativa frente a las fórmulas represivas que acallaban el clamor popu
lar con métodos no sólo reprobables moralmente, sino que además, de dudoso resultado a largo plazo. En todos los mensajes presidenciales, el Jefe del Estado insistió en la urgencia de despachar con prontitud esos proyectos y lo mis mo hicieron cada uno de sus ministerios. Al mismo tiempo, utilizó a las multitudes como un elemento de presión sobre el Parlamento. Por entonces, les decía en sus discursos: “Si has ta hoy no he realizado aún parte siquiera de mi programa es porque inútilmente se depositaron proyectos de leyes que deberán vegetar y perderse en el olvido de quienes todavía no dan presupuesto a la nación. Pero vendrán días mejores, todo lo prometido se cumplirá y mientras tanto sólo pido al pueblo que tanto me honra con su adhesión y cariño, respeto al orden, a las instituciones, a las personas y a las propieda des. Sólo son fuertes e invencibles el derecho y los principios fundamentales de justicia y redención social que en él se fun dan”. Pese a las excusas presidenciales, el malestar social conti nuó acrecentándose y el desprestigio del sistema político empezó a alcanzar también al Presidente. Los sectores labora les encabezados por la Federación Obrera de Chile (FOCH) y la International Workers of the World (IWW) incentivaron huel gas y conflictos como un medio de presión, y los intentos de Alessandri de mediar y pacificar los ánimos fueron teniendo cada vez menores resultados. En febrero de 1921, se produjeron los lamentables sucesos de la salitrera San Gregorio. Ante el anuncio de cierre de la oficina, un grupo de obreros decidió permanecer en el campa mento hasta el pago de un desahucio, con el apoyo de traba jadores de otras oficinas. Su desalojo, a cargo de fuerzas mili tares, ocurrió en medio de violentos altercados que termina ron con la vida del teniente que dirigía la operación, de otros tres soldados y 36 obreros, más numerosos heridos. Durante los años siguientes se sucedieron las huelgas y los mitines a lo largo del país, sin que se lograran los cambios esperados y prometidos. Así el entusiasmo de la campaña fue cediendo
paso al cansancio, escepticismo y a una sensación de frustra ción colectiva. No obstante, 1924 se inició con las expectativas de las elec ciones parlamentarias, pero ellas no vinieron más que a con firmar el cuadro de los años anteriores. Pese al triunfo de los partidarios del gobierno, la división de sus fuerzas en el Con greso impidió, una vez más, contar con las anheladas leyes, con lo cual ya no había nada que esperar. Las críticas se hicieron más intensas y la crisis política parecía preci pitarse. El Presidente insistía en la responsabilidad del Parlamen to, mientras la oposición lo acusaba de intentos dictatoria les, de corrupción administrativa y de incompetencia. Y los ojos de los civiles —de uno y otro bando— empezaban a mirar hacia las Fuerzas Armadas ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo para resolver una crisis que ya era estructural.
2.4 LA IRRUPCION DE LOS MILITARES A fines de 1923 se enviaron al Congreso proyectos tendien tes a solucionar los problemas salariales de los militares, pero ellos chocaron una vez más con la indiferencia de los círculos políticos que justificaban su inacción en la angustiosa situación del erario. Unos meses más tarde el asunto tomaría otro rumbo cuando el Congreso inició la discusión de una ley para aprobar una Dieta Parlamentaria, es decir, un sueldo para los parlamentarios, que hasta entonces no existía y que tenía importancia para la democratización del Congreso pues le abría el acceso a personas sin fortuna personal. El día 2 de septiembre de 1924, cuando el Senado se ocu paba de ese proyecto, un grupo de 56 oficiales de ejército concurrió a sus tribunas para expresar su molestia. Luego, en valentonados por la conmoción que causó su actitud, se cons tituyeron en un Comité y presentaron al Presidente Alessandri un memorándum con una serie de peticiones.
La irrupción de los militares en 1924.
Estas iban más allá de las reivindicaciones puramente mili tares, abarcando una serie de puntos de los que estaban contenidos en el programa presidencial y que no habían logrado materializarse. Entre esas aspiraciones los militares contemplaron la reforma a la Constitución Política del Esta do, el despacho inmediato de la ley del Código del Trabajo, la aprobación de las leyes de empleados particulares, la modi ficación al impuesto a la renta y otras de interés general. Tres días más tarde el Parlamento aprobó las peticiones mi litares que habían sido previamente aceptadas por Alessandri. En el aspecto social, las peticiones militares significaron la realización del programa de Alessandri. Bajo la presión de éstos el Congreso despachó el 8 de septiembre los proyectos referentes a los siguientes puntos: * Cooperativas; * Contratos de trabajo; * Sindicatos profesionales; * Tribunales de conciliación y arbitraje;
* Indemnización por accidentes de trabajo; * Caja de empleados particulares; * Caja de seguro obligatorio; * Derecho a huelga. En cambio, no se llegó a acuerdo respecto al impuesto a la renta. También se aprobaron las “leyes militares”. No obstante, el Comité Militar decidió seguir funcionando hasta terminar con la depuración política y administrativa del país y el Presidente Alessandri recibió la noticia de que solici taría la disolución del Congreso. Ante estos hechos, que evi denciaban que el Primer Mandatario había perdido el control del poder político, éste decidió renunciar a su cargo y aban donar el territorio nacional. A partir del 11 de septiembre se constituyó una Junta Mili tar que anunció su propósito de “abolir la política gangrenada”, y convocar a “una libre Asamblea Constituyente”, con el fin de redactar una nueva carta fundamental acorde con los propósitos nacionales. Luego de ello —afirmaban— “habrá terminado nuestra misión”. La opinión pública recibió con beneplácito la nueva situa ción, especialmente la clase media que se sentía interpretada por los militares. Por otra parte, la oligarquía, en un vuelco inesperado, se mostraba obsequiosa y dócil ante los aconte cimientos. Entre los líderes de este movimiento militar destacaban los jóvenes oficiales Carlos Ibáñez del Campo y Marmaduque Grove. El poder lo asumió una Junta de Gobierno, integrada por el general Luis Altamirano, almirante Francisco Neff y el general Juan Pablo Bennet. La inclusión de la Armada, reco nocidamente antialessandrista, ocurrió en los días posteriores al 5 de septiembre. Esto fue, probablemente, lo que precipi tó el alejamiento de Alessandri y otorgó un cariz “unionis ta” a la Junta de Gobierno, provocando inmediatas diferen cias entre ésta y la Junta Militar, que representaba el verda dero espíritu de la rebelión. Los postulados de septiembre no parecían cumplirse y así,
a los pocos meses, cundía el desaliento en el ejército y la opinión pública. La Junta Militar se disolvió y comenzó una campaña para el retorno de Alessandri. La Junta de Gobierno terminó apoyada por los sectores más conservadores, mien tras los partidos Radical, Demócrata y ciertos sectores libera les, manifestaron su deseo de que se restableciera cuanto antes el gobierno civil. De este modo se fue preparando la revuelta del 23 de enero de 1925, cuando el grupo de militares acaudillados por Ibáñez derrocó a la Junta de Gobierno presidida por Altamirano. Una nueva Junta constituida por Emilio Bello Codesido, el almirante Carlos Ward y el general Pedro Pablo Dartnell, anunció se haría cargo del gobierno hasta que el Presidente Alessandri reasumiera su puesto. Entonces, Carlos Ibáñez asu mió como ministro de Guerra.
2.5 EL REGRESO DE ALESSANDRI Alessandri fue ovacionado a su regreso a Chile en marzo de 1925. El acuerdo entre él y los militares era completo y se basaba en dos tareas principales: la elaboración de una Carta Fundamental que terminara con el régimen parlamenta rio y el posterior regreso de las Fuerzas Armadas a sus cuar teles. Consecuente con estos propósitos, Alessandri designó una comisión consultiva integrada por personas representativas de todos los círculos sociales y tendencias políticas para preparar y organizar una Asamblea Constituyente que, sin embargo, no llegó a materializarse. En cambio, la Comisión Consultiva elaboró un proyecto que fue sometido a plebis cito, aprobándose en el mes de agosto. El 18 de septiembre se promulgó la nueva Constitución. Antes de su alejamiento del gobierno, Alessandri fundó el Banco Central, vieja aspiración de su administración que se llevó a cabo sobre la base de un proyecto definitivo elaborado por una misión económica norteamericana presidida por el
profesor Kemmerer, que había sido contratada por el Gobier no chileno. El objetivo de la creación de dicho banco fue el de institucionalizar un control fiscal sobre el circulante, aun que desde su nacimiento fue usado también como una fuente de crédito. 2.6 LA CONSTITUCION DE 1925 Desde los inicios del siglo XX se habían ido planteando nue vos problemas sociales y económicos que se transformarían en la preocupación fundamental de nuestra época, con sus consecuencias de una mayor democratización y una actividad estatal creciente en favor del desarrollo nacional. De este mo do, así como el siglo XIX proclamó los derechos individuales desde la perspectiva liberal, el siglo XX, recogiendo las nuevas tendencias, ha proclamado los derechos sociales buscando fórmulas más igualitarias. Las constituciones del siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial, empezaron a incluir estos aspectos y así lo hizo también nuestra Constitución de 1925. Ello se manifestó en el fortalecimiento del régimen presi dencial respondiendo a una filosofía política que otorgaba al Estado un papel realizador; y en la incorporación de declara ciones respecto de los derechos sociales de las personas. Diversas medidas reforzaron el poder del Ejecutivo y lo independizaron de las influencias del Congreso, terminando con el régimen parlamentario. Con ese fin se suprimió la atri bución del Parlamento de dictar periódicamente las leyes para cobrar contribuciones y mantener en pie a las Fuerzas Arma das, otorgándoles un carácter de permanentes, en tanto que para la ley de Presupuesto —otra de las leyes periódicas— se fijó un plazo estipulándose que de no haber sido aprobada el 31 de diciembre de cada año, regiría el proyecto presentado por el Jefe del Estado. Por otra parte, se suprimieron las facultades fiscalizadoras del Senado y se limitaron las de la Cámara de Diputados, llegando el Congreso a disponer casi
únicamente de su facultad legislativa y del juicio político. También se estableció la incompatibilidad del cargo de se nador con el de ministro, intendente, gobernador o magistrado judicial (la incompatibilidad de los diputados ya existía) de manera de separar efectivamente los poderes públicos. Con el mismo objetivo se suprimió el Consejo de Estado y se creó un Tribunal Calificador de Elecciones, para eliminar criterios políticos y abusos que habían afectado en el pasado al sistema electoral cuando el Congreso ejercía esa función. El período presidencial se alargó a seis años y con un afán de democratizar se implantó un sistema de votación directa para las elecciones presidenciales, sustituyendo el sistema de electores, que existía hasta entonces. La Constitución del 25 acogió un nuevo espíritu al incluir entre sus disposiciones la que señalaba que el Estado debía velar por la protección al trabajo, la industria y la previsión social, reconociendo a cada chileno un bienestar mínimo, espe cialmente en cuanto a habitación sana y condiciones económicas que permitieran la satisfacción de necesidades personales y familiares. Además se proclamaba como deber del gobierno preocuparse por la salud pública. El mismo sentido tenía la disposición que sujetaba el derecho de propiedad a las “reglas que exijan el mantenimiento y el pro greso del orden social”. Finalmente, la Constitución de. 1925 estableció de modo oficial la separación de la Iglesia y el Estado concluyendo un proceso que durante las últimas décadas del siglo XIX había abierto una brecha entre la cultura laica y la cultura católica.
2.7 HACIA LA DICTADURA En los días siguientes a la promulgación de la nueva Consti tución, las diferencias entre los militares y el Presidente se fueron agudizando y culminaron con presiones directas del coronel Ibáñez, lo que llevó a Alessandri a renunciar por segunda vez antes de concluir su mandato.
Así se inició la pugna entre Ibáñez y Alessandri y el perio do de inestabilidad política y de cuartelazos que caracteriza rían los años siguientes. Una nueva elección llevó al poder a Emiliano Figueroa, en cierto modo representando la reacción de la oligarquía que luchaba por recuperar el mando. Pero Ibáñez continuó como ministro de Guerra y luego como ministro del Interior, desempeñando el papel de hombre fuerte y vigilante del régi men, dispuesto a no transar respecto de los propósitos inicia les de la intervención militar. Finalmente, ante la defensa que hizo el Poder Judicial de su autonomía se llegó al enfrentamiento entre éste e Ibáñez, conflicto que culminó con la renuncia del Jefe del Estado, Emiliano Figueroa, que era hermano del Presidente de la Corte Suprema, Javier Angel Figueroa. Así consolidó su poder Carlos Ibáñez, quien siendo Vicepresidente de la República, fue elegido como Presidente en 1927, por una abrumadora mayoría, en una elección controlada. 2.8. EL PRIMER GOBIERNO DE IBAÑEZ Primero como ministro y luego como Presidente, Ibáñez enfrentó a los partidos tradicionales reunidos en el Congreso. Con la resolución de “evitar el caos” y promover el progreso del país, inició un Gobierno de rasgos dictatoriales que pro vocó detenciones, relegaciones, deportaciones, exilios y limi tación de otras libertades civiles, entre ellas la de prensa. Estas medidas afectaron a comunistas como Manuel Hidalgo y Carlos Contreras Labarca; a dirigentes obreros de diversas ciudades del país; a parlamentarios y muchos importantes políticos de la época. Es así como fueron deportados Arturo Alessandri y dos de sus hijos; el connotado parlamentario Manuel Rivas Vicuña, Agustín Edwards, dueño de El Mercu rio, los senadores Luis Salas Romo y Luis Alberto Carióla; los diputados Pedro León Ugalde, Galvarino Gallardo, Ernesto Barros Jarpa, entre otros, y los militares Sócrates Aguirre y el
-Lectura de la Nueva Constitución en La Moneda. (18 de Septiembre de 1925.
general Enrique Bravo. También Carlos Vicuña Fuentes, el ministro de la Corte Horacio Hevia, Pedro Aguirre Cerda, Rafael Luis Gumucio, Gustavo Ross y tantos otros tuvie ron que abandonar el país. . Las críticas del Presidente se dirigieron con especial dure za hacia los partidos políticos y los políticos, aun cuando consideró, necesario fundar un partido único de gobierno, la* Confederación Republicana para la Acción Cívica (CRAC). Por su parte, los partidos actuaron muy divididos. Durante esta etapa, Ibáñez utilizó con frecuencia el instru mento de los decretos leyes para gobernar, pero también con tó con el apoyo del Congreso que aprobó numerosas inicia-
General Carlos Ibáñez del Campo.
tivas presidenciales, a pesar de las persecuciones de que habían sido objeto algunos miembros de los mismos partidos allí representados. En 1930, en su intento por inmovilizarlos, Ibáñez llegó a nombrar a todos los miembros de la nueva legislatura, de modo que ésta fuera dócil a sus propósitos. Para lograrlo, reu nió a presidentes de partidos de derecha y de izquierda, a fin de confeccionar las listas de candidatos para unas elecciones
que no se realizarían. Conforme a la Ley Electoral vigente, si había igual número de candidatos que de vacantes, los que se presentaran resultaban automáticamente elegidos. Así surgió el llamado “Congreso Termal”, cuyo nombre deriva del lugar donde se llevó a cabo su designación: las Ter mas de Chillán. Muchos de los “elegidos” se negaron a asumir su puesto en el Congreso; otros, en cambio, lo aceptaron. Ibáñez intentó darle a su Gobierno un carácter nacionalis ta con algunos rasgos corporativos, fruto de las influencias que ejercían en la política nacional las experiencias contem poráneas de Mussolini en Italia y de Primo de Rivera en España. Por otra parte, el apoyo incondicional de los militares y su condición de único caudillo lo llevaron a abandonar, cada vez más, los conductos legales, especialmente a causa de la crisis económica a partir de 1929. De este modo, las leyes sociales aprobadas en 1924 quedaron postergadas por varios años más. Lo mismo sucedería con la Constitución de 1925 que, de hecho, sólo empezaría a regir en el período posterior a 1932.
2.9 CRECIMIENTO DEL ESTADO Bajo la administración de Ibáñez, el Estado inició un pro ceso de ampliación de su gestión a niveles desconocidos en el país hasta entonces, asumiendo un papel fundamental en el desarrollo económico y social. Los medios para llevar a cabo esta actividad fueron una alta inversión fiscal, el fomento de las obras públicas y el aumento de la burocracia. Durante esta etapa, el Estado encabezó por primera vez un proceso de industrialización. Por otra parte, un aspecto fundamental de este período fue la reorganización de la administración pública que culminó con el Estatuto Administrativo de 1930. Estos hechos expli can el surgimiento de instituciones que reformaron el apara
to del Estado y que por su importancia, perduraron en el lar go plazo. Una de ellas fue la Contraloría General de la Repú blica, que tenía por objeto controlar la burocracia en ex pansión. Otra, la Tesorería General de la República. Asimismo se creó el Cuerpo de Carabineros que unificó a la policía nacional, y la Fuerza Aérea de Chile (FACH) escin dida del Ejército como una rama independiente. Iniciativas importantes de esta época fueron también el Código del Trabajo, que reunió la legislación social apro bada hasta ese momento; y el Estatuto de la Universidad de Chile que redefinió el marco de la enseñanza superior. La educación fue otra preocupación importante para Ibáñez; de allí que se emprendieran diversas reformas, algunas de las cuales tenían como fin velar por la formación de las nuevas generaciones en los valores autoritarios del Gobierno. Entre las reformas educacionales propiamente tales desta có la ampliación de la educación haciéndola obligatoria de siete a quince años de edad. Muchas realizaciones del período sucumbieron bajo los em bates de la crisis económica de 1929, la que agudizó una sen sación de frustración que afectó por diversos motivos a todos los sectores sociales: a los grupos obreros porque sufrieron la crisis y fueron objetos de la represión; a la clase media porque debió soportar la inestabilidad socioeconómica y política; y a la oligarquía porque sellaba su pérdida de la hegemonía his tórica.
2.10 LA CAIDA DE IBAÑEZ Las conspiraciones para derrocar a Ibáñez venían produ ciéndose desde 1928, tanto en el país como en el exilio. En ellas participaban destacadas figuras del mundo político, como el ex Presidente Arturo Alessandri, y oficiales activos como el coronel Marmaduque Grove o en retiro como el general Enrique Bravo. Pero a las conspiraciones se sumó decisivamente la crisis económica para derrocar a Ibáñez. La
crisis hizo estallar el descontento de todas las capas sociales. En julio de 1931 la situación fiscal era inmanejable. Al saber lo, la ciudadanía comenzó a manifestar fuertes críticas al régimen. Primero fueron los estudiantes universitarios los que ocuparon la casa central de la Universidad de Chile. Luego se manifestaron los profesionales; los médicos declararon la huelga en solidaridad con los estudiantes; la gente se volcó a las calles. La represión cobró doce muertos lo que agudizó aún más la protesta ciudadana. Entre continuar la represión y la violencia o renunciar, Ibáñez optó por lo último. Solicitó al Congreso autorización para ausentarse del país y entregó el poder al Presidente del Senado. El 27 de julio, Ibáñez se dirigió por tierra a Argenti na. La ciudadanía celebró en las calles la recuperación de la libertad. Se convocaron elecciones presidenciales para .el 4 de octubre de 1931. Triunfó en ellas el abogado radical Juan Esteban Montero, pero su gobierno duraría poco.
2.11 LA SUBLEVACION DE LA ESCUADRA El Io de septiembre de 1931 se produjo un motín en Coquimbo cuando la tripulación tomó el control de todos los buques de la Escuadra. En sus proclamas manifestaban su repudio por haber sido utilizados para levantar y derrocar go biernos que “no han hecho otra cosa sino que hundir cada vez más al país”; solicitaban la extradición de los políticos ausentes para juzgarlos y sancionarlos por su responsabilidad; y sugerían ideas referentes al manejo de la economía nacio nal propiciando la división de las tierras, la industrialización para dar trabajo a los cesantes y otras soluciones relativas a sueldos, ascensos y administración de la Armada. Al mismo tiempo, se celebraron mítines de apoyo a los rebeldes en el teatro de Coquimbo, vinculados a los comunis tas y en Talcahuano se movilizó otra división de la Escua dra y los obreros del apostadero naval, adhiriendo al móvi-
miento. También, los sublevados recibieron el apoyo de la base aeronaval de Quintero. El Gobierno estableció un diálogo con los amotinados a través del almirante von Schróeders en una gestión que no tuvo éxito debido a otras acciones emprendidas en Talcahuano, donde un batallón compuesto por oficiales y con apoyo del Ejército hizo rendirse al Apostadero, impidiendo que se unieran la Escuadra del sur y la Escuadra del norte. Los suble vados declararon que “al ver la actitud antipatriótica del Go bierno y al considerar que el únicp remedio para la situación es el cambio de régimen social, hemos decidido unirnos a las aspiraciones del pueblo y zarpa, junto a nosotros, una comi sión de obreros que representa el sentir del proletariado de la nación, de la Federación Obrera de Chile (FOCH) y del Par tido Comunista...”. Se produjo entonces el ataque de la Aviación, los amotina dos fueron reducidos y posteriormente juzgados y condena dos por un Consejo de Guerra reunido en San Felipe. 2.12 LA REPUBLICA SOCIALISTA La crisis económica seguía siendo muy seria, el mundo político permanecía turbulento y las Fuerzas Armadas conti nuaban deliberando políticamente. En ese contexto se produ jo la sublevación de la Escuela de Aviación de El Bosque bajo las órdenes del coronel Marmaduque Grove, el 4 de junio de 1932. El movimiento se extendió y Montero tuvo que renun ciar. Se formó una Junta de Gobierno que proclamó la ins tauración de la República Socialista de Chile. La República Socialista comprendió gobiernos de signos diferentes. La primera Junta estuvo integrada por el general Arturo Puga (R), el socialista Eugenio Matte Hurtado y el ibañista Carlos Dávila. Ella se propuso “organizar técnicamen te las fuerzas productoras bajo el control del Estado, estable cer ampliamente la justicia social y asegurar a todos los chile nos el derecho a la vida y el trabajo”. Por medio de un decre
to disolvió el Congreso porque éste no era fruto de elección popular (Congreso Termal). La vida de esta Junta sería muy breve. Pronto chocaron Grove, que era Ministro de Defensa, con Dávila, integrante de la Junta, lo que culminó en un nuevo golpe que llevó a Dávila a controlar el poder apoyado por el coronel de Ejército Pedro Lagos. Grove y Matte fueron apresados y enviados a la Isla de Pascua, formándose una nueva Junta presidida por Carlos Dá vila e integrada por Alberto Cabero y Nolasco Cárdenas Avendaño. El ibañismo dominaba en esta segunda Junta y, aunque se siguió hablando de socialismo, el Gobierno tomó una nueva orientación, aplicando fuertes medidas represivas. Se decretó Estado de Sitio con ley marcial en todo el país, toque de queda, censura de radios. A éstas sólo se les permitió trans mitir boletines oficiales en sus espacios noticiosos. Todo ello ocurrió en menos de un mes. En esas circunstancias se convo có a elecciones para formar un Congreso Constituyente que diera al país una Constitución socialista. El 8 de julio, Dávila disolvió la Junta y se proclamó Presidente Provisional. En los dos meses que duró su administración se manifesta ron nuevas sublevaciones, que finalmente lo obligaron a renunciar. La Presidencia quedó en manos del general Barto lomé Blanche, quien convocó a elecciones presidenciales en la fecha ya fijada para las parlamentarias. Pero los militares habían caído en el descrédito y se temió que no entregaran el poder. Surgió entonces un movimiento de civiles y militares que exigía tanto la constitución inmediata de un gobierno civil que diera garantías al próximo acto electoral, como la marginación de las Fuerzas Armadas del acontecer político. En Santiago se formaron guardias cívicas —Milicias Republi canas— con el fin de evitar otros golpes militares. En Antofagasta un movimiento constitucionalista de militares y civiles se enfrentó seriamente con el Gobierno y colocó a la provin cia en abierta rebeldía, recibiendo el apoyo de otras regiones. En diversos puntos del país las Fuerzas Armadas se veían ata cadas y humilladas por civiles que los culpaban de la situación
nacional. Bajo estas presiones el . general Blanche entregó el poder al presidente de la Corte Suprema, Abraham Oyanedel, quien presidió las elecciones en que resultó elegido por segun da vez Arturo Alessandri. Este había regresado a Chile tan pronto había caído íbáñez.
3 La economía: bonanza pasajera y crisis total 3.1 EL PERIODO DE BONANZA Durante la década siguiente a la Primera Guerra Mundial se produjo un período de expansión en la economía mundial, marcado por la abundante disponibilidad de capitales nortea mericanos. De hecho, Estados Unidos comenzó a emerger como primera potencia económica mundial lo que se reflejó especialmente en América Latina. Pero para la economía chilena, un problema grave de post guerra fue la pérdida del monopolio mundial del salitre. La competencia del salitre sintético, cada vez más barato, signi ficó una paulatina pero fuerte disminución del ingreso nacio nal, que repercutió en un progresivo déficit fiscal. Se trató de enfrentar este gran problema básicamente con una mayor intervención estatal en la economía. Por una parte se crearon nuevos impuestos en 1924 y 1925; tributos a la renta, proporcionales y progresivos. Por otra parte, durante el gobierno de Ibáñez se intentó racionali zar la producción de salitre, para lo cual se creó la Corpora ción de Salitres de Chile (COSACH), que era una sociedad
anómima donde estaban representados los productores parti culares y el Fisco. También, como vimos, durante el período se buscó poner fin al problema monetario, recurriendo —en 1925— a la ase soría de expertos norteamericanos. Con el consejo de la Mi sión Kemmerer, el gobierno de Alessandri creó el Banco Central, que tuvo, entre otras atribuciones, el monopolio para emitir billetes, los cuales volvieron a ser convertibles en oro.
El Estado se preocupó cada vez con mayor fuerza, de fomentar la producción nacional. Esto sucedió especialmente a partir del Gobierno de Ibáñez. Por primera vez comenzó a pensarse en planes de fomento. Se crearon nuevos organismos para cumplir este objetivo, tales como el Instituto de Crédito Industrial, el Ministerio de Desarrollo, la Dirección de Indus trias Fabriles y la Caja de Colonización Agrícola. Además para defender la producción nacional se alzaron las tarifas aduaneras. Así entre 1928 y 1931 los impuestos aduaneros aumentaron en un 71 por ciento, afectando a un 73 por ciento del comercio de importación. También el Estado comenzó a intervenir como empresario, ya fuera en sociedades mixtas o creando empresas estatales como la Fábrica y Maestranza del Ejército (FAMAE) y lá Línea Aérea Nacional (LAN).
Hacia fines de la década de 1920 la economía chilena se veía próspera. La industria estaba en expansión, el Estado in vertía fuertes sumas en la construcción y gran cantidad de créditos externos le daban holgura a las finanzas nacionales. Pero en esto último radicaba justamente la debilidad de la economía nacional. Se puede decir que la prosperidad era artificial, pues descansaba en los préstamos externos. Con ellos se financiaban las obras públicas y el servicio de la deu da. De modo que gran parte de la actividad nacional y el equilibrio de la balanza de pagos dependían de los capitales extranjeros, de origen norteamericano.
La crisis estalló en la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929 y se extendió rápida mente por el Mundo.
3.2 LA CRISIS DEL 29 Si bien la década de 1920 fue muy próspera para la econo mía mundial, hacia 1928 había ciertos indicios del fin de aquella prosperidad, pero pocos pudieron percibirlos. Por el contrario, una ola de optimismo recorría el mundo de los negocios.
Los valores en la Bolsa de Nueva York subían semana a semana a un ritmo vertiginoso, culminando entre julio y septiembre de 1929. Sin embargo, aquello era un fenómeno artificial producto de las especulaciones bursátiles, y pronto sobrevino el derrumbe. La tendencia a la baja comenzó en septiembre y estalló el día 24 de octubre, conocido como “Jueves Negro”. La crisis se extendió rápidamente de Estados Unidos a Europa, y luego al resto del mundo. La economía nortea mericana había hecho grandes préstamos a la Europa de postguerra, por lo que la economía europea era tremenda mente vulnerable ante los problemas económicos de los Estados Unidos. Comenzaron a cerrar los bancos uno tras otro, y con ello paralizaron las industrias. Tal como en Estados Unidos, la producción y los precios bajaron drás ticamente y la cesantía alcanzó niveles dramáticos. Ningu na crisis anterior de la economía capitalista se asemejaba a ésta en profundidad y universalidad. En 1932, había en Estados Unidos trece millones de deso cupados, que correspondía al 25 por ciento de su fuerza de trabajo, descontando a todos aquéllos que trabajaban por suel dos que apenas alcanzaban para subsistir; un 25 por ciento de los campesinos había perdido sus tierras pues los precios de los productos agrícolas no permitían pagar los costos de pro ducción. En Alemania —el país europeo más afectado- la producción cayó en un 39 por ciento, y la cesantía alcanzó a seis millones de trabajadores; mientras en Gran Bretaña ésta era de tres millones, entre un 20 y 25 por ciento de la fuerza de trabajo. Signos apocalípticos se manifestaban en el mundo capitalista. Muchos se preguntaron si no estarían presencian do su fin, tal como lo había vaticinado Marx. La crisis en 1929 afectó también al sistema financiero y comercial latinoamericano. Se paralizaron los préstamos e in versiones tan prolíficos en los años anteriores, y se deteriora ron definitivaménte los términos de su intercambio comercial
en te medida en que bajaron los precios de las materias primas y cayó la producción del sector manufacturero. América Lati na disminuyó bruscamente su poder de compra. 3.3 REPERCUSIONES DE LA CRISIS EN LA ECONOMIA CHILENA La prosperidad de la economía chilena en los últimos años de la década de 1920, como dijimos, tenía mucho de artifi cial porque se basaba en los préstamos externos. Ellos permi tían que el país gastara más allá de sus posibilidades reales. Para pagar el servicio de esta deuda, el fisco recurría a nuevos empréstitos. El país estaba, pues, en una situación muy vulne rable con respecto al sistema financiero mundial. Además, su economía descansaba en la exportación minera —en 1929, el 75 por ciento de las exportaciones consistía en salitre y cobre—, lo que la hacía también vulnerable ante las fluctua ciones del comercio internacional. Por eso, la crisis económica internacional tuvo decisivas re percusiones en Chile. En el informe de la Liga de las Nacio nes, World Economic Survey 1923-38, que daba cuenta del impacto de la depresión en el comercio mundial, Chile apare cía como el país más golpeado por la crisis. Allí se señalaba que en promedio el volumen del comercio mundial había caído en un 26,5 por ciento entre 1929 y 1932, mientras que para Chile esa caída había sido cercana al 70 por ciento. La caída de los precios en los mercados externos repercu tió dramáticamente en Chile. Entre 1929 y 1932 el precio total de la producción de salitre cayó en un 95 por ciento, desde 1.050 millones de pesos en 1929 hasta 58 millones de pesos en 1932; y las exportaciones de salitre en un 91 por ciento, desde 2.898.000 toneladas en 1929 hasta 250.000 en 1932. Las exportaciones agrícolas fueron en 1932 un 86 por ciento más bajas que en el período 1927-29. Con respecto al total de las exportaciones, éstas cayeron en un 58 por ciento
entre 1929 y 1930. Las importaciones debieron contraerse en forma drástica. A ello se agregó la disminución de los créditos externos, desde 682 millones en 1930 a 54 millones en 1931, a 22,4 millones en 1932 y a cero en 1933. La caída de las exportaciones y la disminución de los crédi tos produjeron un fuerte déficit fiscal, a pesar de los intentos de disminuir los gastos. El déficit se tendió a saldar en un co mienzo recurriendo a las reservas de oro del Banco Central, de modo que se contrajeron los medios de pago disponibles desde 1.106 millones en 1929, a 805 millones en 1930, y a 641 millones en 1931. Los precios bajaron drásticamente, declinó la actividad productiva y se produjo una fuerte cesantía. Fue la etapa deflacionaria (1930-3 1) de la crisis económica chilena. Todas las áreas productivas se vieron afectadas: la minería, la agricultura, la construcción, la industria. El promedio mensual de contratos para la construcción cayó de 10,16 millones de pesos en 1929 a 8,44 millones en 1930, 4,05 mi llones en 1931 y 3,33 millones en 1932. La cesantía golpeó duramente a obreros y empleados. En la minería el empleo bajó de 91.000 hombres en diciembre de 1929 a 31.000 en diciembre de 1931, lo que daba cuenta de 60.000 cesantes tan sólo en esa área. Desde los distritos mine ros del norte, los cesantes emigraron hacia el sur en busca de trabajo. Algunos volvieron a los campos, pero la mayoría llegó a Santiago, que carecía de la más mínima infraestructura para recibirlos. Las epidemias, el hambre, la calle para albergarse, era la realidad de los mineros del norte, deambu lando por la capital, sin trabajo ni parientes. En julio de 1931, debido a la imposibilidad de pagar el ser vicio de la deuda externa, se recurrió a medidas que dieron origen a la fase inflacionaria de la crisis económica que se prolongó entre ese mes y diciembre de 1932. El 30 de julio, en un esfuerzo por detener la pérdida de reservas en oro del Banco Central, se introdujo el control de cambios.
Esta medida permitió al gobierno emitir para financiar su déficit; se cuadruplicaron los préstamo del Banco Central al fisco, el circulante aumentó en un ciento por ciento desa tándose ahora la inflación. Este fenómeno fue especialmente agudo durante la República Socialista cuando, entre junio y septiembre de 1932, los precios subieron de 75,8 a 146,3 (enero 1927 = 100). Durante todo este período de inestabilidad política, los gobiernos no fueron capaces de crear programas orgánicos para enfrentar la crisis económica, sino que aplicaron medidas aisladas para solucionar los problemas más agudos. Una excepción fue quizá la República Socialista que aplicó algunas medidas coherentes con una concepción económica
estatista. Así por ejemplo, por decreto ley se estableció la obligación del Banco Central de otorgar créditos a los Institu tos de Fomento, los que beneficiaban a pequeños industriales, mineros y agricultores. Con Dávila se legisló de forma de establecer el control es tatal sobre la producción industrial, y se creó el Comisariato General de Subsistencias y Precios que controlaba, con amplios poderes, la calidad y los precios de los artículos de primera necesidad. Durante esta fase inflacionaria de la crisis, la producción continuó bajando en las diversas áreas, excepto la industria. Esta fue favorecida por el control cambiarlo, la depreciación monetaria y las alzas de las tasas arancelarias. La industria chilena comenzó a expandirse en 1932 como respuesta a las nuevas demandas del mercado interno.
4 La sociedad: en proceso de transformación Durante la década de 1920, se hizo evidente la transforma ción social caracterizada por la pérdida de prestigio y poder de la oligarquía, y la consolidación de la clase media. Los sectores medios profundizaron su proceso de autoes tima y de conciencia propia, y aumentaron en número con el crecimiento del aparato estatal. Su influencia comenzó a hacerse sentir con fuerza en la vida nacional: en la política —ya fuera en los partidos o a través de las Fuerzas Armadas-, en la Administración Pública, en el comercio y la industria y en la vida intelectual. Esta consolidación de la clase media y la pérdida de poder por parte de la oligarquía fue la transformación más significa tiva del período. En cuanto a los sectores populares, ellos continuaron llevando en su mayoría la misma vida de comien zos de siglo. La organización obrera siguió respondiendo al liderato comunista -canalizado en la FOCH-, y anarquista —expresa do a través de la sección chilena de la IWW (International
Workers of the World). Las huelgas abundaron durante el pe ríodo que antecedió al régimen de Ibáñez. Ellas fueron espe cialmente combativas en la zona del carbón, en la pampa sali trera y en Valparaíso. Y continuaron aún después de la pro mulgación, en 1924, de las leyes laborales y del Código del Trabajo que consagraron el derecho a asociación sindical y a huelga. Durante la dictadura de Ibáñez el movimiento obrero fue reprimido. Sus dirigentes fueron encarcelados y relegados. Una característica novedosa del período fue la organiza ción sindical campesina. A raíz de la crisis del salitre, muchos obreros volvieron a los campos y comenzaron a organizar allí sindicatos y huelgas. A fines de 1921, la FOCH convocaba en Santiago a la Primera Convención Campesina, la que contó con dos mil adherentes. Sin embargo, los sindicatos agra rios no pudieron prosperar, en gran medida porque los tra bajadores conflictivos eran despedidos.
5 La vida cultural Durante la década de 1920 comenzaron a tener primacía los patrones culturales urbanos. Apareció la radio, el automó vil, el cine, y con ellos penetraron las pautas de vida nortea mericanas. Las mujeres se sacaron la mantilla y se acortaron los vestidos. Se puso de moda veranear en balnearios y practi car deportes como la natación y el ciclismo. Las formas de vida urbana iniciaban un rápido proceso de transformación que década tras década sería más profundo y acelerado.
5.1 LA TRANSFORMACION DEL SISTEMA EDUCA CIONAL La década de 1920 fue un período de extensión de la ense ñanza. En 1920 se legisló —por fin— haciendo obligatoria la educación primaria, por un período de cuatro años. Este prin cipio de la enseñanza primaria obligatoria adquirió rango constitucional en la Carta de 1925. Posteriormente, durante el gobierno de Ibáñez se
introdujeron mayores transformaciones al sistema educacio nal. Hasta 1927, la enseñanza en Chile estuvo organizada en dos sistemas paralelos. Uno, dependiente del Ministerio de Educación, incluía la escuela primaria y algunos estableci mientos de enseñanza técnica y estaba destinado a los secto res populares. El otro lo formaban el liceo y la universidad, siendo el primero preparatorio para el ingreso a la educación superior; la enseñanza en él estaba supervigilada por las auto ridades universitarias. En 1927, la tuición sobre la enseñanza secundaria pasó al Ministerio de Educación. La educación primaria, que fue ex tendida a 6 años, fue concebida como preparatoria para el ingreso a la educación secundaria. Esta se dividió en dos ciclos. En el primero se daba una formación de cultura gene ral. En el segundo ciclo se optaba ya fuera por una prepara ción para ingresar a la Universidad o para ingresar al mer cado de trabajo, es decir por la enseñanza técnica. La educación siguió siendo concebida como una función del .Estado. Los particulares eran sólo cooperadores del Esta do en la tarea de la enseñanza. Por eso sólo éste podía otorgar títulos y grados; y la educación particular debía someterse a la programación oficial.
5.2 LA UNIVERSIDAD El sistema universitario chileno también se amplió en la década de 1920 con la creación de nuevas universidades particulares. En 1919 se fundó la Universidad de Concepción, gracias al apoyo de la comunidad penquista. En 1928 se creó la Universidad Católica de Valparaíso con el fin de preparar, con una sólida formación religiosa, a los profesionales que comenzaba a necesitar la industria, especialmente ingenieros. En 1929 comenzó a organizarse, también en Valparaíso, la Universidad Técnica Federico Santa María, sobre la base de una donación de quien le legara también su nombre. Su obje a
tivo era entregar enseñanza técnica superior a quienes no podían financiársela. En 1931, durante el régimen de Ibáñez, se reorganizó la educación superior al dictarse el Estatuto Orgánico de la Enseñanza Universitaria. En él se reconocía la existencia legal de las cuatro universidades particulares (las tres ya menciona das y la Universidad Católica de Chile, fundada en 1888). Ly enseñanza que ellas dieran debía conformarse con los progra mas de la Universidad de Chile, y sus alumnos debían rendir exámenes ante comisiones nombradas por ésta para que sus títulos y grados tuvieran el mismo valor que los de la Univer sidad de Chile. El Estatuto de 1931 consagró la autonomía de la Universi dad de Chile, y la libertad de cátedra. Es decir se garantizaba la total libertad de los académicos para exponer sus opinio nes y doctrinas en sus clases. Pero la Universidad de Chile quedó dependiendo del Poder Ejecutivo en cuanto al financiamiento, al nombramiento de sus autoridades y a la crea ción o reorganización de Facultades, Escuelas e Institutos.
capítulo III
1933-1952 CONSOLIDACION DEMOCRATICA DESARROLLA INDUSTRIAL
Mussolini junto a Hitler
1 La inserción de Chile en el contexto internacional 1.1 LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y LA GUERRA FRIA La Segunda Guerra Mundial tuvo como causa fundamental los intentos imperialistas de la Alemania Nazi que pretendía no sólo recuperar los territorios perdidos en la Primera Guerra, sino que, además, convertirse en la potencia domi nante en Europa. Esta actitud la llevó a romper una y otra vez los tratados de Versalles y Locarno entrando en una esca lada que no dejó otro camino a las democracias occidentales (Francia y Gran Bretaña) que el recurso de las armas. La acti tud internacional de la Unión Soviética también colaboró a que la guerra fuese posible; pues la URSS tenía asimismo ambiciones imperialistas. Inicialmente en pugna contra la Alemania Nazi;después déla Guerra Civil Española (1936-39) que demostró el fracaso de los Frentes Populares, decidió que un acuerdo con el Gobierno de Hitler podía serle benefi cioso. Ese acuerdo fue el Pacto Stalin-Ribbentrop (agosto de 1939) que permitía a la Unión Soviética apoderarse de todo el este de Polonia, de Estonia, Lituania y Letonia, así como parte de Finlandia. A cambio de lo cual se comprometía a
permanecer neutral en la futura guerra entre Alemania y Polonia, Gran Bretaña y Francia, la que de ese modo se hacía posible. La contienda se inició el Io de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia, nación que fue derrotada en pocas semanas merced a las nuevas tácticas de la división acorazada rápida (panzer) y al bombardeo aéreo intensivo. Luego le tocó el turno a Dinamarca, Noruega, Holanda, Bél gica y Francia, la que, contrariamente a lo esperado, fue fá cilmente derrotada por la máquina militar germana. Fue así que a mediados de 1940 sólo Gran Bretaña se interponía en el camino triunfal del imperialismo nazi. Pero a este tenaz adversario se agregarían muy luego otros de importancia. Primero la URSS, a la actual Alemania atacó violando el pacto de 1939 y, más importante aún, los Estados Unidos, primera potencia económica del mundo, que se venía rearmando aceleradamente desde 1937. En tanto, Alemania recibía el apoyo bélico de Japón (diciembre de 1941), nación militarmente fuerte pero sin una estructura industrial que le permitiera un esfuerzo bélico sostenido, por lo cual no logró equilibrar, en el mediano plazo, el enorme peso económico y militar de los Estados Uñidos. El ingreso al conflicto de estas potencias cambió su cariz, quedando sellada la suerte de Alemania y sus aliados —Italia y Japón— que fueron derrotados definitivamente en 1945. Ha bían sido seis años de una guerra mundial, en muchos aspec tos más salvaje y destructiva que la Primera, particularmente por lo que respecta a la persecución asesina y bombardeo aéreo de la población civil. Los grandes triunfadores de la Segunda Guerra Mundial fueron Estados Unidos y la Unión Soviética, habiendo pagado esta última uno de los precios más caros de la historia de la humanidad por su victoria: veinte millones de muertos. La gran perdedora fue, nuevamente Europa, convertida en zona de frontera entre los imperios de los dos colosos. Estos, lue go de suscribir vagos acuerdos para un orden post-bélico
(Conferencias de Yalta y Postdam), entraron en franca pugna. La rivalidad no tenía nada de extraña, teniendo en cuenta las ideologías y sistémas predominantes en uno y otro imperio. Esta pugna de post-guerra, que muy pronto tomó un tono virulento, ha sido conocida como la Guerra Fría. La Gue rra Fría significó no sólo el fracaso de los nuevos intentos de implantar un orden internacional racional, pacífico y even tualmente justo —intenciones que estuvieron contenidas en la carta de fundación de las Naciones Unidas (Conferencia de San Francisco, fines de 1945)— sino que, además, dividió al mundo en dos bandos irreconciliables. Ellos no fueron a la guerra “caliente” o abierta sólo como consecuencia de la existencia de armas nucleares (Estados Unidos fabricó la bomba atómica en 1945 y la URSS en 1949) que habrían transformado esta Tercera Guerra Mundial en el fin de la civi lización y quizá de la humanidad. La Guerra Fría se caracterizó pues por una serie de incidentes mayores y guerras locales que se produjeron en las zonas fronterizas de ambos imperialismos. Los episodios más importantes producidos en el período que tratamos fueron el Bloqueo de Berlín y la Guerra de Corea (1950-52) en la cual Estados Unidos hizo frente a China Comunista, entonces alia da de la Unión Soviética.
1.2 LATINOAMERICA Y CHILE Ya vimos que el triunfo de la estrategia de los Frentes Populares en Francia y España tuvo hondas repercusiones en Latinoamérica y, en especial, en Chile. También que el fascis mo, ya plenamente triunfante después de 1933, no las tuvo. Así, nuestra realidad sólo vino a conmoverse por causa exter na con la Guerra Civil Española, que dividió los espíritus; pero, fundamentalmente, por la Segunda Guerra Mundial que no sólo provocó ese fenómeno, sino que además reper cutió muy profundamente en nuestra vida económica; políti ca y cultural.
Como en el caso de la Primera Guerra Mundial, los princi pales efectos de la nueva contienda sobre Latinoamérica fue ron económicos y, en especial, comerciales; pero ahora mucho más acentuados que en 1914. El intercambio con Europa, que nunca se había recuperado plenamente, se resin tió de nuevo hasta casi desaparecer en el caso de algunos países. Estados Unidos (que entró en la lucha en 1941) ocupó el lugar dejado por las naciones europeas, de modo que hacia'el fin de la Guerra América Latina recibía el 39 por ciento del total de las exportaciones norteamericanas y enviaba a EE.UU. más del 50 por ciento de las propias. Latinoamérica entró así definitivamente en el área del dólar. Naturalmente esto significaba también la consolidación de la hegemonía política norteamericana sobre el continente, la que se vio fortalecida por la Guerra Fría, alineándose los países latinoa mericanos en una cruzada anticomunista que tuvo sus expre siones en casi todos los países; en Chile influyó en la aproba ción de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Recordemos que el Partido Comunista chileno había apoya do primero a la Alemania Nazi como consecuencia del Pacto Stalin-Ribbentrop; después del ataque nazi a la URSS, había sido partidario de los Aliados y ahora, en plena Guerra Fría, era fervorosamente antinorteamericano. En lo económico, Chile se vio afectado por la Segunda Guerra Mundial con la fijación —baja— del precio del cobre por parte de EE.UU. Así, el aumento de las exportaciones como consecuencia del conflicto no benefició a Chile como podría haber sido. Con respecto a su actitud política ante la guerra, la presión norteamericana y la simpatía de la mayor parte de la opinión pública con la causa de los Aliados impidió que Chile guardara durante la Segunda Guerra Mundial la actitud de neutralidad que caracterizaba tradicionalmente su política exterior y que había mantenido durante la Primera Guerra. Así, llegó a romper relaciones con Alemania y declarar la guerra a Japón, •
afortunadamente sin mayores consecuencias. Hecha la paz, Chile fue uno de los firmantes originarios de la Carta de las Naciones Unidas en la Conferencia de San Francisco. Durante los años de la segunda post-guerra, y como parte del espíritu de la Guerra Fría, Chile entró a participar en los pactos militares de defensa continental (Acta de Chapultepec, 1945 y —más importante— Pacto de Río de Janeiro, 1947) que consagraban la ayuda militar mutua en caso de agresión a cualquier país americano y que, de hecho, estaban destinados a alinear los ejércitos latinoamericanos en la cruzada antico munista norteamericana. También es digno de mención el hecho de la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) que vino a reem plazar a la desprestigiada Unión Panamericana (1948, Confe rencia de Bogotá), la que era considerada un instrumento de Estados Unidos (“Ministerio de Colonias”). La nueva orga nización, con atribuciones políticas potencialmente impor tantes, no ha sabido sin embargo desempeñar un rol funda mental para los destinos continentales y, en cierta medida, si gue sujeta a los designos norteamericanos.
1.3 LAS FRONTERAS DE CHILE DURANTE EL PERIO DO 1938-1952 Con sus vecinos no tuvo Chile mayores problemas durante este período, excepción hecha de los litigios pendientes con Argentina en Palena y la zona del Beagle, los cuales no llega ron a solucionarse permaneciendo latentes. Gran importancia ha tenido, sin embargo, el decreto del 6 de noviembre de 1940, que formalizó los derechos de Chile sobre parte del Continente Antàrtico. Estos derechos tenían su origen en bulas pontificias y decretos (capitulaciones) de la Corona Española de los siglos XVI y XVII, y que el “uti possidetis” de 1810 entregaba a Chile. El decreto de 1940 disponía que: “Forman la Antàrtica
Chilena o Territorio Chileno Antartico, todas las tierras, islas, islotes, arrecifes, glaciares y demás conocidos y por conocer se, y el mar territorial respectivo, existentes dentro de los lí mites del casquete constituido por los meridianos 53°, lon gitud oeste de Greenwich, y 90°, longitud oeste de Greenwich”. Posteriormente, en 1961, Chile ratificó el Tratado Antar tico, convenio que consagra una situación de statu quo entre todos los países que alegan derechos sobre la Antartica, cuyas pretensiones, por lo general, chocan. Este tratado tiene una vigencia obligatoria de treinta años.
2 La política: consolidación democrática 2.1
REFORMULACION DE LAS DOCTRINAS POLITICAS
La Gran Depresión tuvo fuerte impacto en el ámbito del pensamiento político. La miseria que quedó al descubierto, la injusticia del ham bre junto al alimento que se arrojaba al mar para evitar bajas de precios, la vulnerabilidad de toda la economía frente a la especulación financiera, todo ello puso en tela de juicio al régimen capitalista, y con él, al liberalismo y también a la de mocracia. Los modelos políticos contrapuestos fueron el so cialismo, el fascismo y el corporativismo, que tenían en co mún la convicción de que el Estado debía tener mayor inge rencia en la sociedad. En Chile, los nuevos desafíos obligaron a los partidos polí ticos que habían nacido en el siglo XIX a volver a plantear se doctrinaria y pragmáticamente. Además nacieron otro par tidos como expresión de las nuevas realidades del país. El Partido Conservador hacía un diagnóstico de crisis glo bal y universal, la cual era vista como consecuencia del libera lismo materialista del siglo XIX.
“El liberalismo —decían— engendró del desorden y la de mocracia, la mediocridad”. Para ellos, la democracia y más es pecíficamente el sufragio universal, había provocado el reem plazo de los hombres capaces por aquéllos que halagaban a las multitudes. Como solución, los conservadores proponían “el gobierno fuerte de los más capaces dentro de la ley”, lo que significaba un gobierno constitucional que reprimiera al comunismo. Los conservadores eran enemigos de lo que llamaban la “cantinela liberal” de que las ideas se combaten con ideas. El gobierno de los más capaces significaba concre tamente optar por el voto plural, lo que quiere decir que al gunos hombres con determinadas condiciones tienen derecho a más de un voto. Para los conservadores esas condiciones eran los requisitos de familia bien constituida, educación y propiedad. Con esta fórmula se lograría la verdadera demo cracia, que debía ser “con igualdad de posibilidades y no de derechos”. El Partido Conservador siguió siendo la expresión política del catolicismo; por eso, en la década del 30, se produjeron en su seno dos corrientes diferenciadas en su enfoque de la cuestión social. Los tradicionalistas sostenían que la pobreza era inevitable, era un hecho natural. Los socialcristianos, ins pirados’ en las Encíclicas Sociales, buscaron erradicar la pobreza con medidas legislativas más adecuadas, tales como la división de la tierra, sindicalización obligatoria y mejoramien tos salariales. A esta última perteneció la Juventud Conserva dora o Falange Nacional, una generación de jóvenes católicos, en su mayoría de clase media, que ingresó al partido a comienzos de la década del 30 motivados por la cuestión social y sus alcances políticos. Los jóvenes conservadores postulaban como máxipia aspi ración un orden social cristiano como respuesta a una pro funda crisis espiritual universal que también se manifestaba en nuestro país. Para ellos, los males de Chile tenían un ori gen moral y se expresaban en la corrupción de las costum bres, división de clases, pobreza y disgregación de la familia.
La directiva de la Falange Nacional; at CentrOy.Edu ardo Frei.
Por entonces les preocupaba la miseria moral de la parternidad irresponsable, la alimentación deficiente, el mal desarrollo mental y la falta de escuelas. Las raíces de esta crisis moral estaban, para los jóvenes conservadores, en la filosofía liberal y en el predominio de una mentalidad materialista. A su vez, percibían una crisis institucional: sin cambio de estructuras el sistema liberal conduciría inevitablemente al triunfo de con cepciones socialistas, que también rechazaban. En su reemplazo propiciaban una solución nacional dentro de la tradición, y una solución corporativa consecuente con las encíclicas de los Papas León XIII y Pío XI, pero diferen ciada del corporativismo clásico sostenido por los fascismos de la época. Hacia 1937, la Juventud Conservadora, que se llamaba Falange Nacional, ya tenía un Ministro de Estado, Bernardo
Leighton, siete parlamentarios, 250 centros organizados de Arica a Magallanes y alrededor de 20 mil militantes. El Partido Liberal, en la década de los 30, se constituyó co mo un partido defensivo: “una ola de revolución y de rebel día invade el país... —afirmaban— ... Si esto sigue adelante y no nos enfrentamos resueltamente con el peligro, de un mo mento a otro todo podrá derrumbarse en forma catastrófica. Hay que encarar firmemente el peligro... Tenemos que apelar a todas nuestras fuerzas; hacer todos los sacrificios que sean necesarios, penetrar las masas, acercarnos a la clase media y dar lo que tengamos que dar para que después no se nos quite todo”. Los liberales se sentían los herederos y continuadores de un pasado político pleno de virtudes cívicas. Y se disponían a rescatar el pasado para conservar ese orden político, social y económico. Defendían la propiedad privada sin limitaciones: el Estado podría intervenir en lo económico sólo para incen tivar la iniciativa privada. El rol esencial del Estado estaría en el ámbito político, resguardando a la sociedad de la anarquía y del comunismo. En la medida en que rechazaban toda dictadura, los liberales se decían democráticos, pero entendiendo la democracia solamente como igualdad de opor tunidades. También propusieron reemplazar el sufragio uni versal por el voto plural, con requisitos de educación y pro piedad. El Partido Radical se hizo eco de la crítica al capitalismo, pero no a la democracia liberal. A su juicio, el capitalismo engendraba la lucha de clases, y en ese conflicto ellos esta ban con los asalariados en cuanto éstos reivindicaban “por medios evolutivos” sus derechos sociales: es decir, estaban en favor de luchar por reformas a la legislación. Reconocían el derecho a la propiedad privada limitada, eso sí, por el interés social, de modo de lograr una distribución más justa de la ri queza, y aspiraban al logro de “la armonía y el bienestar de todas las clases sociales”. Para ello era necesario —pensaban—
reemplazar el “capitalismo individualista” por un régimen de solidaridad social, privilegiando el rol del Estado como impul sor y conductor de la economía. Se definían como reformis tas, y en lo político querían impedir el poder político del capital. Repudiaban cualquier intento de dictadura y se decla raban antiimperialistas, entre otras razones porque Estados Unidos había respaldado con créditos la dictadura de Ibáñez. El Partido Demócrata que había representado a los sectores de artesanos y obreros desde el siglo XIX. fue despla zado en la década del 30 por los partidos Comunista y Socia lista. El Partido Comunista nació en 1922 cuando el Partido Obrero Socialista, POS. adhirió a la 111 Internacional. Una de sus características centrales y permanentes fue su someti miento disciplinado a las resoluciones de la III Internacional. Fue perseguido por los gobiernos de Ibáñez y Dávila. En 1932, se opuso tanto a los intentos de restaurar el régimen civil, como a la República Socialista. En el primer caso por que con la vuelta de los civiles al poder no se producía el cambio de régimen social; y en el segundo caso porque a su juicio el socialismo no podía ser fruto de un Golpe de Esta do, sino .que de la movilización de las masas. Hasta 1935 su estrategia política consistió en hacer factible la revolución. Se consideraban hasta entonces, como la vanguardia única del proletariado, y por eso sus dardos estuvieron dirigidos también hacia los partidos de izquierda, especialmente hacia el Partido Socialista. El Partido Socialista nació en 1933 de la fusión de varias corrientes que representaban distintas perspectivas ideoló gicas. Algunas tenían origen masónico, otras socialdemócratas, otras anarquistas, otras marxistas en sus diversas corrientes. Entre sus hombres estuvieron los gestores de la República Socialista, como Matte y Grove. Se definió des de su origen como un partido abierto a la clase media, como partido de trabajadores y no solamente de proletarios. A su juicio, Latinoamérica tenía características y problemas pecu
liares que necesitaban de una mirada original. Por eso recha zaron las posiciones socialdemócrata y comunista; para los socialistas, el núcleo de los problemas latinoamericanos lo constituían el imperialismo y el latifundio. Su programa po lítico tenía por entonces dos objetivos principales: la expro piación y la nacionalización. Ambos apuntaban hacia la estatización de la gran propiedad, aunque aceptaban la existencia de la mediana y pequeña. Respecto al sistema político, los socialistas criticaban la democracia chilena por ser puramente formal, en la medida en que el soborno y el cohecho dejaban a la oligarquía como dueña del Estado. Proponían llegar a la democracia popular pasando por una fase de dictadura de los trabajadores.
El Partido Socialista na ció en 1933. En la foto Marmaduque Grove y Oscar Schnake en el séptimo Aniversario de la República Socialista.
También entre las nuevas respuestas políticas de la década tuvo cierta importancia el nacionalismo. Su expresión fue el Movimiento Nacional Socialista fundado en 1932. El eje de su análisis fue su percepción de la decadencia nacional. Chile habría tenido su época dorada con la República Portaliana. Los miembros de este movimiento se proponían reconstruirla y así recrear la unidad nacional amenazada, tanto por el capi talismo —porque producía miseria en las clases obrerascomo por el comunismo. Eran asimismo muy críticos de la oligarquía, a la que acusaban de usar sus riquezas para su propio disfrute sin mirar el interés nacional, se propusieron crear una auténtica aristocracia gobernante. Se decían socia listas en la medida en que creían en la primacía del Estado sobre el individuo. Su ideal era corporativo, es decir, que los gremios reemplazaran a los partidos políticos como represen tantes de la soberanía popular. El partido nazi desapareció en Chile luego de la Segunda Guerra Mundial, aurr cuando pervivieron algunos pequeños grupos inorgánicos de esa tendencia. Así, en la década del 30 se configuraron las tendencias fun damentales del desarrollo político, social y económico que tendría el país durante cerca de 40 años. 2.2 ALESSANDRI OTRA VEZ EN LA MONEDA En la elección de 1932, que le había dado el triunfo presi dencial, Alessandri había recibido el apoyo de los partidos de izquierda y del Partido Radical. Una vez en La Moneda, él llamó a todos los sectores políticos a participar en el gobier no, cuyos objetivos básicos eran la consolidación de la esta bilidad institucional y la recuperación económica. Su llamado fue respondido —además del Partido Demócrata— por el Partido Radical, el Partido Liberal y el Partido Conservador, que reunían, entre los tres, mayoría parlamentaria. Pero la permanencia del Partido Radical en el gobierno fue conflic tiva desde un comienzo. Los problemas principales que lo
Arturo Alessandri Palma, una vez más en La Moneda.
distanciaron de Alessandri fueron: el uso de las Facultades Extraordinarias; el apoyo de la Milicia Republicana; y la polí tica económica. Alessandri sostenía que para asegurar la estabilidad políti ca se necesitaba un gobierno fuerte, con amplias atribuciones, capaz de detener los intentos golpistas. Por eso, permanente mente, requirió del Congreso el otorgamiento de Facultades Extraordinarias. Con ellas reprimió a la izquierda: a los socia listas, a los comunistas, y a los dirigentes de la FOCH. Estos tuvieron que realizar su actividad política en una semi-clandestinidad, razón por la cual acusaban al gobierno de ejercer el poder en forma dictatorial. Alessandri también utilizó las Facultades Extraordinarias para reprimir las huelgas y a la prensa opositora. En cuanto a las Milicias Republicanas, éstas habían surgido durante la República Socialista con el fin de defender el orden institucional consagrado en la Constitución de 1925 contra los golpes de Estado. Las integraban jóvenes universi tarios y profesionales vinculados a la clase alta chilena. Con el tiempo estos grupos fueron adquiriendo un marca do tinte militarista, con uniformes, jerarquía, disciplina y ejercicios propios de soldados. Poco antes de las elecciones de 1932, las milicias dejaron de ser secretas y demostraron públi camente que contaban con un contingente importante de per sonas. También se empezaron a expandir a provincias. El gobierno de Alessandri, una vez elegido no terminó con las milicias sino que las incentivó, viendo en éstas una forma de defender el régimen legal. Sin embargo, muy pronto fueron despertando el recelo de los militares y las críticas de los partidos de izquierda, y del Partido Radical. En mayo de 1933 las milicias hicieron una presentación pública, desfilan do cerca de 20.000 personas. Eran más numerosos que el con tingente de una parada militar, lo que contribuyó a aumentar el malestar dentro del Ejército. Por entonces los militares sufrían hondamente la desconfianza que suscitaban dentro de la sociedad y que se demostraba en el respaldo que tenían
Las Milicias Republicanas desfilando frente a La Moneda,
las milicias, no sólo en el gobierno sino en el Congreso Nacio nal. La Armada a su vez las consideraba convenientes para mantener el orden público y la estabilidad interna. Ello ayudó a que los mismos militares fueran los mayores interesa dos en volver a desempeñar su rol tradicional, marginándose definitivamente de las situaciones que los condujeron al des prestigio. Sólo en 1936 las Milicias Republicanas se disolvieron, por considerar que el país vivía una estabilidad política. Qtro problema para Alessandri lo constituían los radicales, que se oponían a la política económica del gobierno y especialmente al Ministro de Hacienda, Gustavo Ross, que impuso una acción represiva hacia la huelga para poder conso lidar su plan económico. Era un hombre autoritario, que no aceptaba críticas a su programa, y tenía una impopular imagen de financista internacional. Fue así que en 1934 el Partido Radical retiró a sus minis
tros del gobierno, aunque le siguió otorgando apoyo al Ejecu tivo en el Congreso. La posición del partido era vacilante., Aquellos militantes que eran hacendados del sur preferían apoyar al gobierno. Los representantes del norte, en cambio, proponían una alianza con los partidos de izquierda (Socialis ta y Comunista). Sin embargo, la mayoría de la militancia radical, que era de clase media urbana, si bien rechazaba a la derecha^ temía aliarse con la izquierda. Pero su indecisión no podía durar mucho tiempo porque la política nacional se fue polarizando. En 1936, el'Partido Radical rompió definitivamente con Alessandri y pasó a constituir con los partidos Socialista y Comunista, el Frente Popular, alianza política que intentaba acceder a la Presidencia por vía electoral y respetando la normatividad constitucional. En octubre de 1932, con la segunda administración de Arturo Alessandri, se inició una nueva fase de estabilidad política para Chile. Los grupos que entonces desafiaban a la democracia iban desde los militares y civiles ibañistas hasta los socialistas, comunistas y anarquistas, como había quedado en claro durante los sucesivos golpes de los años 1931 y 1932, y con la sublevación de la Escuadra. El hecho era que al iniciar Alessandri su gobierno constitucional, las fuerzas políticas, con excepción del Partido Radical, no tenían una posición claramente democrática. La derecha objetaba el su fragio universal y la izquierda objetaba la legalidad liberal. La Constitución de 1925 tenía escaso arraigo. En el plebiscito en que se había aprobado se habían abstenido radicales y conser vadores; era objetada por socialistas y comunistas; y además estaba desprestigiada por el uso que de ella había hecho Ibáñez para gobernar en forma dictatorial. Sin embargo, durante la Presidencia de Alessandri, la Cons titución se legitimó en todos los sectores políticos, y por lo tanto se legitimó la democracia liberal que, con la irrupción de los nuevos sectores sociales, fue adquiriendo paulatina mente un carácter más amplio.
La derecha legitimó la Constitución al gobernar con ella, utilizándola como instrumento capaz para mantener el orden social. Desde el gobierno se usaron las Facultades Extraordi narias de preferencia contra la izquierda, contra la prensa de oposición, contra los líderes sindicales y contra los intentos de huelga. Sólo en esa forma, la derecha chilena reforzó sus postulados democráticos y no acogió el pensamiento fascista tan fuerte en Europa. En cuanto a la izquierda, ella también legitimó la Constitu ción de 1925 en la medida en que la utilizó para defenderse de los abusos de poder del Ejecutivo. Además, como por su propia evolución la izquierda abandonó hacia 1935 su recha zo a actuar dentro del sistema político, pudo acceder consti tucionalmente al poder en 1938 como se verá más adelante. La institucionalidad democrática se legitimó también entre las Fuerzas Armadas, las cuales dejaron de intervenir en política. Así, entre 1932 y 1938, se legitimó el gobierno civil y la democracia liberal como el marco institucional que establecía las reglas del juego para la expresión y resolución del conflic to político y social. El Poder Ejecutivo, fortalecido en la Constitución, fue ejer cido por una alianza de fuerzas políticas que implicó un con senso de mayorías. Alessandri entendía hacia 1932 que el Régimen Presidencial significaba gobierno nacional, es decir, que el Presidente podía escoger a los hombres más capaces de las diversas tiendas políticas para gobernar. Sin embargo, como esto era imposible en la práctica pues los distintos grupos políticos tenían diferentes concepciones de gobierno, se debió recurrir a formar mayorías. Desde 1920 ya no era posible proponer en Chile un progra ma social único, económico o político que suscitara unanimi dad de pareceres. La realidad social del país se había vuelto demasiado compleja; el acceso de los sectores medios y luego también de los sectores populares al poder político, no permi tía revivir el sueño de homogeneidad de la república
LOS INDICES DE LA RECUPERACION Indices de Producción Agregada y por Sectores en la Economía Chilena para los años 1920-1938 (1929 =100)
Año
Agregado
Agricultura*
1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938
53,0 45,6 48,8 60,7 66,2 67,0 68,7 72,9 90,6 100,0 89,3 74,1 54,2 63,1 76,4 81,3 82,4 96,6 92,7
68,4 73,8 74,9 76,2 75,6 70,0 77,8 82,8 88,5 100,0 102,4 89,7 88,3 104,2 109,0 97,7 102,4 106,4 110,3
Industria*
63,9 74,5 73,7 88,4 98,1 88,4 84,0 84,3 81,7 100,0 100,3 74,4 85,0 93,6 102,0 117,3 120,2 126,0 113,4
Minería*
Gobierno**
51,8 32,6 39,5 58,9 68,3 70,1 66,1 67,4 92,5 100,0 73,2 54,8 30,4 40,7 62,9 69,9 69,3 97,0 87,3
24,5 19,5 19,9 21,2 19,0 —
— 80,7 100,0 109,8 109,4 49,5 44,2 46,0 60,0 59,0 52,7 62,4
(*) Total producción física (♦♦) Total gastos fiscales deflactados
Fuente: Atria Raúl: Tensiones Políticas y Crisis Económica: El Caso Chileno 1920.1938. Estudios Sociales N° 1. Marzo 1973. CPU. Número de cesantes en busca de trabajo: Noviembre 1932: 1 29.000, su nivel más alto Noviembre 1933: 69.000 Junio 1934: 28.000 Noviembre 1935: 8.000 Noviembre 1936: 5.000 Fuente: Ellsworth, op. cit.
oligárquica. Desde 1930 se requeriría constituir alianzas de gobierno y se necesitaría crear consensos mayoritarios para resolver los problemas nacionales. Alessandri así lo hizo con los partidos de derecha, Liberal y Conservador, que forma ban mayoría en el Congreso, en torno a su programa económi co, y a la figura del ministro de Hacienda, Gustavo Ross, quien logró éxitos considerables en la lucha contra la depre sión. En ellos también buscó el apoyo político para hacer frente a la inestabilidad institucional. De ese modo, Alessan dri que había sido elegido por una combinación de centro-iz quierda, gooernó con la derecha. Por otra parte, ya desde su primer gobierno se venía produ ciendo un cambio en la clase política chilena que iba más allá de los eventuales acuerdos o desacuerdos entre posiciones ideológicas. Eran otros los hombres, otros los apellidos, otras las figuras de los nuevos dirigentes políticos chilenos, con la excepción relativa de los partidos Conservador y Liberal. Este cambio social en la clase política fue quizá más importante que la aprobación de la Constitución de 1925, en la altera ción del estilo político parlamentario. La política para estos “nuevos hombres” no era un lánguido juego de habili dad sino una feroz lucha por el poder, lo que favorecía el caudillaje y la cohesión de los grupos en pugna. Algunos de estos políticos surgidos de la clase media fue ron hombres de Estado o técnicos brillantes; pero la mayoría eran “hombres de partido” que habían hecho de la política una profesión. Hacia el segundo gobierno de Alessandri, los miembros de la oligarquía que seguían en el ambiente político se habían acomodado al nuevo estilo, lo que en el fondo significaba un acuerdo entre clases: la oligarquía aceptaba gobernar Chile en conjunto con la clase media y según sus reglas. 2.3 LA FORMACION DE UNA NUEVA ALIANZA POLI TICA: EL FRENTE POPULAR Durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri, los par
tidos de izquierda se plantearon la necesidad de forjar una alianza ajena e independiente a la gobernante. Sin embargo, las diferencias existentes entre ellos y la posición oscilante del Partido Radical hacían difícil conseguir dicho anhelo. Desde la constitución del Partido Comunista de Chile, los roces entre socialistas y comunistas fueron permanentes. A sus diferencias ideológicas y estratégicas se agregaron los conflictos a nivel de base, al disputarse el mismo espacio polí tico. La posibilidad de lograr un entendimiento se hacía más lejana porque el Partido Comunista se mantenía fiel a los planteamientos de ultra izquierda propiciados por la Tercera Internacional, intentando de manera infructuosa, la implementación de una estrategia revolucionaria a través de la cual pretendía conquistar el poder total. Su participación en la sublevación de la Escuadra, en 1931, en el asalto al cuartel del batallón Esmeralda de Copiapó y otros intentos violentistas aislados, prácticamente suicidas, respondían a dicha estra tegia. Esta careció de apoyo popular y sólo sirvió para que el gobierno justificase su persecución a dirigentes y militantes comunistas y al movimiento obrero en general. Los comunistas propiciaron también la creación de sindica tos paralelos y atacaron duramente a los dirigentes socialistas ya que se consideraban los únicos representantes verdaderos del proletariado. Al mismo tiempo, trataron de llegar a acuerdos a nivel de base siguiendo una línea sectaria y divisionista que mantuvieron hasta mediados de 1934. Ese año, la Internacional varió su posición al considerar necesario llegar a acuerdos con socialistas y sectores burgue ses para combatir el fascismo, que constituía el problema cen tral de la política europea. En Moscú se celebró la Conferen cia Latinoamericana de Partidos Comunistas, en la que se acordó llevar adelante la tesis revolucionaria en Brasil y la del Frente Popular en Chile, designándose al peruano Eudocio Ravines —conocido como Jorge Montero— para que asesora
se al Partido Comunista chileno en la implementación de la nueva táctica. En 1935, el VII Congreso de la Internacional Comunista oficializó tal viraje. A partir de ese momento, el comunismo chileno asumió una actitud moderada que se expresó en el campo ideológico y político. Su acción se adecuó a la realidad nacional, facilitándose por tanto sus relaciones con sectores de centro y de izquierda, e identificó su programa con los intereses pluriclasistas que propiciaban moderniza ciones económicas en vez de acciones subversivas. Esta posi ción otorgó mayor legitimidad política al comunismo chile no y aumentó su capacidad de diálogo, permitiéndole ampliar su base social. Durante los años 1935 y 1936 se estrecharon sus contactos a nivel sindical con socialistas, democráticos y radicales, pro ceso que permitió la conformación de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH), sucesora de la FOCH desapa recida durante la dictadura del general Ibáñez, la que reunió a las principales organizaciones sindicales del país. Pero dichos acuerdos no eran suficientes. La llave del éxito para el Partido Comunista la constituía el Partido Radical, no sólo porque era la primera fuerza electoral, sino porque a tra vés de los agricultores radicales del centro y sur del país, era un nexo con la clase dominante. Para los comunistas, un pacto político con los radicales representaba la posibilidad de conquistar éxitos electorales y, al mismo tiempo, evitar el riesgo de intentos golpistas posibles en el contexto de la re ciente consolidación democrática. Conforme a la nueva estrategia, el Partido Comunista se dispuso al entendimiento con otras fuerzas políticas y a en cuadrar su acción dentro de los marcos permitidos por el sis tema institucional chileno. El Partido Socialista, que se había caracterizado por un dis curso político agresivo, en la acción enmarcó también su actua ción dentro de los cauces legales, fundamentalmente por su interés de incorporar a los sectores medios y porque no creía
que en Chile se dieran las condiciones para alcanzar el poder con métodos revolucionarios. Durante los primeros años de gobierno de Arturo Alessan dri, la mayor preocupación de los socialistas consistió en lograr la formación de una unidad opositora, intento que se plasmó en 1934 con la creación del Block Parlamentario de Izquierda integrado por socialistas, radical-socialistas, demo cráticos y por el sector trotskista marginado del Partido Co munista: la Izquierda Comunista. Posteriormente los socialis tas formaron el Frente Unico de Trabajadores (FUT) consti tuido sólo por partidos y organizaciones obreras opositoras al gobierno. Sin embargo, el interés del Partido Socialista de ser el eje de una coalición opositora de izquierda se vio debilitado al lanzarse la consigna del Frente Popular propiciada por comu nistas y radicales. Ella ponía en peligro su posibilidad de for mar un gran partido de masas e implicaba abandonar defini tivamente la línea obrerista para plegarse a una acción refor mista orientada por el radicalismo. Por eso, en un esfuerzo por paralizar la nueva estrategia, el Partido Socialista intentó ampliar el Block de Izquierdas y el 6 de febrero de 1936 invi tó a ingresar a él al Partido Radical y al Partido Comunista. Sin embargo, otra fue la alternativa que se impuso definitiva mente. Ella estuvo determinada por la posición que asumie ron los radicales. Como ya vimos, durante la segunda administración de Arturo Alessandri, el Partido Radical, que inicialmente apoyó al Gobierno, mantuvo una actitud ambigua que se reflejó no sólo en las discusiones que suscitó tal apoyo, sino también en las que se produjeron en torno a la línea política que debía asumir el partido. Tras dos años de discusión, en la Conven ción de 1933 se optó por la tesis que rechazaua el régimen ca pitalista individualista y que propiciaba la adopción de una posición reformista, por lo cual importantes sectores se mani festaron contrarios a seguir colaborando con un gobierno en el cual participaban sus tradicionales adversarios (conservado-
res y liberales). No obstante, luego de muchos vaivenes y grandes tensiones internas, el rompimiento definitivo llegó en febrero de 1936. Entonces se produjo una huelga de emplea dos de Ferrocarriles que trajo consigo fuertes medidas repre sivas por parte del Gobierno; ello precipitó la resolución de los radicales. La derecha veía en esa huelga la mano del imperia lismo soviético y del Partido Comunista. El Mercurio, hacién dose eco de la posición del gobierno, afirmaba en su editorial del día 20 de febrero: “Para nosotros no cabe duda alguna (...) de que la huelga ferroviaria fue organizada por elementos comunistas con la colaboración entusiasta de los partidarios de Ibáñez. Ambos grupos siguen la misma política, la de pro vocar desórdenes de cualquier especie con el objeto de minar las bases del régimen democrático y apoderarse del gobierno’.’ Considerando la huelga como un complot contra el siste ma, Alessandri ordenó militarizar los ferrocarriles, detuvo a un número importante de dirigentes sindicales y clausuró los diarios La Opinión y La Hora, relegando.a sus directores y a varios opositores. Esta política represiva provocó el repudio de amplios sectores del Partido Radical que propiciaron el retiro de su apoyo al gobierno, actitud que se consolidó cuan do los otros partidos oficialistas levantaron la candidatura presidencial de Gustavo Ross, “el mago de las finanzas”, enemigo acérrimo del radicalismo. En el mismo mes de febrero, el militante radical Justiniano Sotomayor presentó a la Asamblea de su partido la pro posición de constituir un Frente Popular, tesis que se vio for talecida por las acciones del gobierno, resultando aceptada por la mayoría. De ese modo, sólo faltaba el concurso de los socialistas para la formación de la alianza. Internamente para los socialistas no fue un paso fácil de dar, pero, aunque hubo signos manifiestos de insatisfacción, en abril de 1936 el Partido Socialista firmó el Acta de Cons titución del Frente Popular junto a comunistas y radicales, ya que no hacerlo le hubiera significado quedar aislado cuando se acercaba la fecha de la elección presidencial.
Las circunstancias que rodearon la formación del Frente Popular permiten sostener que más que una alianza ofensiva, éste fue una respuesta defensiva de los sectores que lo integra ron. El acuerdo se logró por la necesidad de los partidos que lo suscribieron de fortalecer su acción frente al gobierno y enfrentar con mayores posibilidades de éxito las elecciones parlamentarias de 1937 y las presidenciales de 1938. No hubo, por lo tanto, un acuerdo ideológico sustantivo y los partidos debieron sacrificar en parte sus postulados en pos de objetivos concretos de ese momento.
2.4 EL FRENTE POPULAR LLEGA A LA MONEDA El afianzamiento del Frente Popular se vio favorecido por los comicios extraordinarios que debieron realizarse en abril de 1936 con motivo del fallecimiento del senador demócrata Artcmio Gutiérrez. En ésta triunfó su representante, el rico hacendado radical Cristóbal Sáez, lo que probó el poder electoral de la coalición de centro izquierda. Pero la mayor prueba de fuerza antes de las elecciones presidenciales fueron las parlamentarias en 1937. Para la derecha éstas significaban “la confrontación de dos civiliza ciones: la comunista y la cristiana” y así plantearon la campaña. Los resultados fueron favorables al oficialismo que aumentó su votación de 1932 poniendo en serio peligro la coalición frente populista. Esta enfrentó también su primera crisis, al retirarse una fracción demócrata que se reintegró al sector gobiernista. Por otra parte, la Izquierda Comunista, in gresó al Partido Socialista y éste proclamó independientemen te la candidatura presidencial de Marmaduque Grove. El Par tido Radical convocó entonces a una Convención Extraordi naria para decidir qué hacer. De ese modo, el año 1937 y los inicios de 1938 fueron de terminantes para el Frente Popular. Por entonces se consti tuyó también la Unión Socialista, marginada del partido del mismo nombre, que proclamó junto al Movimiento Nacional
Socialista y la Acción Popular Libertadora la candidatura del general Carlos Ibáñez. Más tarde los socialistas decidieron retirar la candidatura de Grove y apoyar a Pedro Aguirre Cerda, candidato radical que contaba con el apoyo de los comunistas. La nominación de Pedro Aguirre Cerda fue, sin duda, una decisión acertada ya que su persona y su prestigio atraían a una amplia gama de electores, tanto de sectores medios como populares. Además era miembro del ala moderada del radica lismo, lo que garantizaba a los círculos militares que, en caso de triunfar, se respetaría el sistema institucional imperante. Conservadores y liberales nominaron a Gustavo Ross, designación que fue rechazada por un sector liberal doctrina rio encabezado por José Maza y por la Falange Nacional vin culada al conservantismo. Ambos grupos intentaron, sin resul tados, disuadir a la uerecha y buscar un candidato de tran sacción. En un ambiente de-.gran tensión, la campaña provocó una fuerte polarización emocional. Para la derecha el triunfo del Frente Popular era, sin más, la dictadura comunista, y para la izquierda, el triunfo de Ross significaba la dictadura fascista. En este contexto se produjo el episodio del Seguro Obrero, el 5 de septiembre de 1938, cuando un grupo de 40 jóvenes pertenecientes al Movimiento Nacional Socialista se apodera ron del edificio de la Caja del Seguro Obrero luego de asesinar a un cabo de Carabineros, quien estaba de guardia a la entrada de dicho edificio, ubicado en la esquina contraria del Palacio de La Moneda. Se parapetaron en los diferentes pisos haciendo fuego contra la sede de gobierno y edificios circun dantes. Paralelamente, otro grupo se apoderó de la Casa Cen tral de la Universidad de Chile. Ambos comandos nacistas esperaban el arribo de los regi mientos que conforme a la creencia de su líder Jorge Gonzá lez von Marees, los apoyarían en el “putsch” para derribar a Arturo Alessandri.
Jorge González vonMareés, jefe del movimien to nazista chileno.
Jóvenes del Movimiento Nacional Socialista son llevados desde la U. de Chile al edificio del Se guro Obrero donde en contrarían la muerte.
Esta esperanza, sin embargo, se vio frustrada al solicitar el Presidente la ayuda del regimiento Tacna, cuyos efectivos em plazaron un cañón frente al edificio universitario con el que volaron la puerta principal matando a seis jóvenes nacistas. Carabineros detuvo a los sobrevivientes que, en número de 20 fueron conducidos a pie a la comisaría. Sin embargo, al pasar frente al edificio del Seguro, donde aún se mantenían atrincherados los otros insurrectos, se dio la orden de detener la columna. Obligados a ingresar al interior fueron horrorosa mente masacrados por la fuerza pública. Sesenta y tres jóve nes, en su mayoría estudiantes y empleados fueron acribilla dos y rematados.' Sólo cuatro lograron salvarse bajo los cadá veres de sus amigos, fingiéndose muertos. El jefe del movimiento, Jorge González von Marées, asu mió la responsabilidad del intento golpista y se entregó a la justicia. El candidato de la Alianza Popular Libertadora, general Carlos Ibáñez del Campo, fue detenido junto a Tobías Barros Ortiz y el poeta Vicente Huidobro. El horror que este asesinato colectivo provocó en la pobla ción, se expresó en las muestras de repudio hacia la policía y al Presidente Alessandri, a quien la oposición acusó en el Congreso de haber ordenado al Director General de Carabine ros, general Arriagada, de acabar con los sublevados. En la cárcel, Ibáñez renunció a su candidatura y solicitó a sus partidarios que apoyasen a Pedro Aguirre Cerda. De este modo, en Chile se dio la paradoja de que el Fren te Popular, estrategia política propiciada por la Internacional Comunista para combatir el fascismo, resultara triunfante con el apoyo nazi. Un mes después, Aguirre Cerda, apodado cari ñosamente “Don Tinto”, fue elegido, por escasísimo margen, con los votos de radicales, comunistas, socialistas, demócra tas, ibañistas y nazis. Conocidos los resultados, el país vivió días de gran agita ción. La derecha no reconocía su derrota alegando la existen cia de fraudes electorales. El Frente Popular se aferró a los
cómputos y Pedro Aguirre se dirigía al país como: “Yo, Presi dente”, mientras con tranquilidad rechazaba los ataques dere chistas que lo sindicaban como instrumento comunista. “En Chile -decía- no hay comunistas. Hay hambre, miseria, tra gedia, hombres que se llaman comunistas ansiosos de mejor vida...”. La visita del Comandante en Jefe del Ejército y el pronun ciamiento de las Fuerzas Armadas acatando la voluntad popu lar expresada en las urnas, hicieron que Ross y la derecha desis tieran de sus reclamos y reconocieran la derrota. En diciem bre, el Congreso Pleno declaró definitivamente electo al can didato del Frente Popular. Culminaba así un proceso iniciado junto con los años 30, en el cual los partidos de izquierda se demostraron como fuerzas organizadas y pujantes en la vida nacional y al mismo tiempo asumieron una actitud moderada y de compromiso con el sistema democrático vigente. De este modo, se integraron a las esferas del poder político nuevos actores sociales que representaban, no sólo a la clase media, sino también a grupos obreros, representados por sindicatos y partidos marxistas, lo que generó un sistema de coopera ción de clases en que las posiciones extremas quedaron rele gadas.
2.5 EL DESARROLLO POLITICO DURANTE LOS GOBIERNOS RADICALES
2.5.1 El gobierno de Pedro Aguirre Con el gobierno del Frente Popular se inició en el país un período de catorce años en que el Partido Radical fue el par tido dominante, y que en general se caracterizó por la flexi bilidad y estabilidad del sistema político. Estas condiciones se dieron porque la hegemonía del poder descansó en dife rentes coaliciones y en un estilo político de conciliación que estuvo abierto a la participación en el poder de sectores de
Pedro A^uirre Cerda.
variados signos políticos. Ello permitió un desenvolvimiento pacífico del país. Como veremos, en esta etapa se alcanzó un consenso que abarcó desde un conservantismo liberal hasta el Partido Comunista. Naturalmente, estos acuerdos no implica ron la ausencia de conflicto. De hecho la coalición frente populista debió muy pronto enfrentar numerosos escollos, como las divergencias ideológicas entre sus propios integran tes y la obstrucción derechista que controlaba ambas Cámaras en el Congreso Nacional. Durante los primeros años del gobierno de Pedro Aguirre, el Partido Radical y el Partido Socialista tuvieron problemas internos y desaveniencias respecto a la conducción política del régimen. Incluso el Partido Socialista llegó a expulsar a un sector encabezado por César Godoy debido a sus planteamientos extremos, escisión que fue seguida de varias otras. Por otra parte, los conflictos más importantes se dieron entre comunistas y socialistas, especialmente debido a los ata ques que recibiera del Partido Comunista el Ministro de Hacienda y dirigente socialista Oscar Schnake con motivo de su gestión para conseguir ayuda financiera de Estados Unidos. Este hecho provocó el llamado de los socialistas para margi nar a los comunistas del gobierno, calificándolos de desleales con los trabajadores y acusándolos de oponerse a los planes de desarrollo. Más profundas se hicieron las diferencias cuan do la Unión Soviética y la Alemania nazi suscribieron el pacto de no agresión en agosto de 1939. De este modo, la alianza se vio cada vez más debilitada, lo que aumentó con la decisión de la Confederación de Trabaja dores de Chile (CTCH) de marginarse del Frente Popular, ante el temor de que las divisiones del Partido Socialista y Comunista, la fraccionaran. Los radicales también se vieron obligados a otorgar a sus militantes libertad de acción con el fin de evitar los conflic tos que existían al interior del partido, dejando abierto el camino para posteriores acuerdos. Así, el 16 de febrero de 1941, el Frente Popular dejó for
malmente de existir. Sin embargo, a través de un sistema de coaliciones, el centro y la izquierda se mantuvieron en el poder hasta finales de la década, en lo que fueron distintas versiones del “frente populismo”. En marzo de 1941 se efectuaron elecciones parlamentarias y nuevamente se constituyó una alianza electoral que abarcó desde radicales hasta comunistas, aun cuando los socialistas iban divididos, unos dentro y otros fuera de dicha alianza. En esa elección el gobierno recibió el respaldo ciudadano a pesar de los conflictos internos, lo que facilitaría su acción en el Congreso. Dentro de la derecha también pudieron observarse actitu des diferentes. Por un lado la derecha política representada por liberales y conservadores, actuó como un bloque frente al Gobierno de Aguirre Cerda considerado como un instru mento del marxismo internacional, llegando a sustentar posi ciones extremas que estimularon acciones antidemocráticas dentro del Ejército. Por su parte, sectores ibañistas intenta ron en agosto de 1939 un levantamiento militar encabezado por el general Ariosto Herrera (“Ariostazo”) que no prospe ró, siendo rechazado por las mismas Fuerzas Armadas y por amplios sectores ciudadanos. Aunque conservadores y liberales no participaron en la conspiración, usando su mayoría en el Congreso intentaron el colapso del régimen propiciando una “huelga legislativa” en febrero de 1940. Esta acción obstruccionista fracasó por que la Falange decidió, tras algunas dudas, concurrir a las sesiones y otorgar el quorum necesario para su funcionamien to. Entre 1938 y 1941 la derecha obstaculizó sistemáticamente en el Parlamento la gestión del Gobierno y al mismo tiempo, orientó sus acciones a lograr el quiebre del Frente Popular por vía de la marginación del Partido Radical, lo que no con siguió porque la mayoría de los radicales rechazaba un entendimiento con la derecha.
No obstante, la derecha tuvo una actitud mucho más con ciliadora en los gobiernos siguientes. En cambio, los grupos empresariales reunidos en la Socie dad Nacional de Agricultura (SNA), en la Confederación de la Producción y el Comercio, y en la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) asumieron una posición pragmática y realista, estableciendo relaciones cordiales con el Gobierno. Ellos comprendieron que sus planes de desarrollo les favore cían y los compartieron en gran medida. Durante los años del Frente Popular se produjo el quiebre
Una impresionante manifestación de afecto y dolor acompañó los restos de Pedro Aguirre Cerda.
Le sucedió Juan A ntonio Ríos.
del Partido Conservador con la marginación de la Falange Nacional que, como ya se vio, correspondía a la rama juvenil de ese partido. Los roces internos ya se habían agudizado debido a la posi ción asumida por los jóvenes conservadores respecto de la nominación de Gustavo Ross como candidato presidencial. En esa ocasión la Falange había decretado libertad de acción para sus militantes. La derrota electoral de Ross provocó ata ques a la fracción rebelde, situación que culminó en noviem bre de 1938, cuando la Junta Ejecutiva del Partido Conserva dor ordenó su reorganización. Entonces se produjo el quiebre definitivo y la Falange constituyó un nuevo partido político. Su posición “por enci ma de Derechas e Izquierdas” se tradujo en una actitud inde pendiente para con el Frente Popular. Por una parte apoyó a Pedro Aguirre como Presidente constitucional del país y por otra, hizo clara su oposición a varias iniciativas del Gobierno, colaborando con otras. La relación de la Falange con el Gobierno estuvo influi da p'or la posición que asumió la Iglesia Católica en ese mis mo terreno. En esa época el arzobispo José María Caro (más tarde cardenal) reemplazó en Santiago a Horacio Campillo, de orientación conservadora. La Iglesia Católica chilena se trans formó entonces en una institución más progresista y la preo cupación del arzobispo Caro por los problemas sociales, favo reció las reformas y fue un freno para la polarización de sectores de derecha y de izquierda (ver recuadro). Pedro Águirre Cerda no terminó su período. Una dolorosa enfermedad le causó la muerte el 23 de noviembre de 1941, tras haberse acogido a un descanso y delegado el poder en el doctor Jerónimo Méndez. La noticia produjo un enorme im pacto en la población que se volcó a las calles en una impresio nante manifestación de afecto y dolor. “Tuvo razón el pue blo para amarlo y tiene razón para llorarlo y rendirle el más sentido homenaje de gratitud”, señaló con ocasión de sus funerales, el arzobispo Caro.
CATOLICOS
DOS FIGURAS INOLVIDABLES La posición de la Iglesia Católica en este período se refleja en el pen samiento de dos grandes representantes: el cardenal José María Caro y el padre Alberto Hurtado. Reflexionando sobre la situación existente e el país en 1939 el entonces arzobispo Caro señalaba respecto al salario. “ ¡Cuántos abu sos! El trabajador tiene derecho estricto a un salario ‘suficiente’ para él y su familia. Así lo han declarado solemnemente los Papas y así debe ser. Salario ‘suficiente’ quiere decir casa limpia, clara y capaz, sin mez colanza que son ambiente de inmoralidades. ‘Suficiente’ quiere decir alegría de vivir, que a ello tiene derecho la gente humilde al igual que la rica. 'Suficiente’ quiere decir hijos que van a la escuela calzados, lim piamente vestidos, perfectamente alimentados. ‘Suficiente’ quiere decir comida sana y abundante. Salario ‘suficiente’ quiere decir, también recursos suficientes para ahorrar para el día de mañana... “Pienso que la Iglesia no acepta (y su teoría la van copiando ya hasta los socialistas, no diré, claro, que también los patrones verdaderamente cristianos) la teoría liberal de que el trabajador 'arrienda ’ sus servicios al patrón. Esta doctrina, piedra fundamental de la economía atea, des graciadamente adoptada por algunos malos patrones que quieren llamar se cristianos v aun frecuentan los sacramentos, es inmoral, poniendo al hombre, alma viva y e imagen de Dios, al nivel de un caballo o un arado. No. El contrato de trabajo es contrato de sociedad. Nada de arrenda miento. Y en esa sociedad el ‘socio principal’-dice Pió XI- ‘es el capi talista como el trabajador’ ”. Respecto al Presidente Aguirre, recién elegido, señaló: “El Presidente Aguirre Cerda vale mucho y está rebosando sanas intenciones. Sus deseos de dar al pueblo reformas que entrañen el bien de las masas son bien conocidas y muy loables. La Iglesia chilena está dispuesta a ayu darlo con todas sus fuerzas... ”, En relación al individualismo: “Son las encíclicas papales las que afirmanque los actuales desórdenes morales y mentales en la zona del traba
jo y en la zona de la cosa pública, son hijos del individualismo, del libe ralismo ateo y del capitalismo que no reconocía la moral, por reacción contra éstos llevada al otro extremo. Nada de confusiones. El error engendra el error contrario. Y error del capitalismo antisocial ha engen drado los extremismos sociales... El mundo tiene derecho a la felicidad. Este buen pueblo chileno debe vivir bien. Y la Iglesia está decididamen te dispuesta no ya a sostener como siempre la buena doctrina, por radi cal que parezca, sino también a aplicar estas doctrinas contra todos los obstáculos egoístas de clase que pudiesen presentarse... ”. (En reporta je de Joaquín Blaya Allende, diciembre 1939). El padre Alberto Hurtado ejerció una enorme influencia en la juven tud católica. En esos años escribió su libro ¿Es Chile un país católico? donde planteaba las miserias del pueblo y llamaba a los cristianos a adoptar una actitud diferente frente a ellos: "el pueblo -decíapor desgracia, no ha visto en los sectores que se llaman católicos el ejemplo que tenía derecho a esperar por la doctrina que profesaban. El escándalo de los malos cristianos es uno de los grandes responsables de la pérdida de fe de las masas. "En los sectores que se dicen católicos, entre los que han sido favore cidos con los bienes de la fortuna y que han tenido la suerte de tener una educación cristiana en establecimientos de religiosos, hay muchos que escandalizan a las masas con una vida frívola e insubstancial. La for tuna y la posición han dejado de ser para muchos, motivo de servicio y , quieren serlo de privilegio, con graves consecuencias para la Iglesia y la Patria. "Los malos cristianos son los más violentos agitadores sociales... ”. Hurtado hacía un llamado a la comunidad cristiana a vivir conforme a los principios que profesaba. La crisis religiosa quedaba de manifiesto al observar que de casi un millón y medio de chilenos que eran o debían ser feligreses de las parroquias, sólo el nueve por ciento de las mujeres y el 3,5 por ciento de los hombre iba a misa. Un 50 por ciento de los matrimonios no eran legitimados por la Iglesia v de diez niños, sólo uno era bautizado. La aparición de la obra de Hurtado produjo un efecto saludable entre la juventud católica, pues en ella se ponía a punto no pocos problemas que el catolicismo tradicional había eludido sistemática mente.
2.5.2 El desgaste de los partidos políticos El país se vio abocado a elegir un nuevo mandatario en elecciones que se convocaron para febrero de 1942. En ellas resultó triunfante el candidato radical Juan Antonio Ríos apoyado por demócratas, falangistas, comunistas, socialistas y un sector de liberales rebeldes, obteniendo un 56 por ciento de la votación frente al candidato de la derecha Carlos Ibáñez del Campo. La gestión de Ríos contó así con una amplia base de apoyo en el Congreso al incluir en sus ministerios a representantes de todos los partidos que lo eligieron, excepto el Comunista que, como durante el gobierno anterior, declinó aceptar cargos públicos, aunque le otorgó su apoyo. Durante el segundo gobierno radical, el socialismo sufrió su más grave crisis, al enfrentarse un sector “colaboracionista” presidido por Grove que propiciaba la permanencia en el Go bierno y la cooperación económica con EE.UU. para seguir adelante con la industrialización, y el sector “recuperacionista” encabezado por Raúl Ampuero y Salvador Allende que rechazaba la colaboración con liberales y exigía la dirección del partido para retomar los principios doctrinarios del socia lismo, que veían traicionados. El creciente predominio de los grupos financieros y comer ciales en el gobierno, las vacilaciones de Ríos para romper con el Eje y el incumplimiento del programa presidencial fue ron las principales críticas que los “recuperacionistas” hicieron valer en el Congreso del Partido Socialista de 1943 para propiciar el retiro de los socialistas del Gobierno, mante niendo su apoyo en el Parlamento, moción que resultó triun fante. Esta situación produjo el quiebre del partido con la marginación de Grove que, en 1944, fundó el Partido Socialista Auténtico, lo que unido al alejamiento de Schnake de las acti vidades partidarias, dejó al Partido Socialista sin sus princi pales dirigentes. Las consecuencias no tardaron en manifestarse. En las elec
ciones parlamentarias de 1945, el Partido Socialista fue el gran derrotado al lograr sólo un 7,2 por ciento de la votación, siendo por primera vez superado por el Partido Comunista que totalizó un 10,2 por ciento. Esta pérdida de influencia se reflejó también al interior de la CTCH. Las luchas de carácter partidista fueron la tónica de esos años y ellas se dieron tanto en los partidos de izquierda como en ios de derecha. Nuevamente, en menos de Cuatro años, el país debió enfrentar la enfermedad y muerte de su Presidente. En julio de 1946 falleció Juan Antonio Ríos tras larga dolencia. Unos meses antes había delegado el poder en el senador Alfredo Duhalde, quien debió enfrentar una situación muy conflicti va a raíz de una concentración convocada por la CTCH, que fue reprimida y costó la vida de cinco personas. Este suceso provocó la renuncia de varios ministros, entre ellos el falangis ta Eduardo Frei. Sin embargo, a pesar de los hechos, el Partido Socialista aceptó integrar ministerio en un intento de diluir la hostilidad del Presidente interino hacia el movimiento obrero, lo que
Los funerales de Juan An tonio Ríos.
quebró el Paro Nacional convocado por los trabajadores y agravó las críticas hacia los socialistas. Frente a las elecciones presidenciales de 1946, la derecha y el oficialismo se presentaron divididos. El Partido Conserva dor, apoyado por la Falange y el Partido Socialista Auténti co de Grove levantó la candidatura de Eduardo Cruz Coke. Por su parte los liberales apoyaron a Fernando Alessandri Rodríguez. Los radicales presentaron a un representante de su ala izquierdista, Gabriel González Videla, quien, apoyado por los comunistas, prometió restablecer el espíritu reformis ta del programa del año 38. A su vez, el Partido Socialista, rechazando cualquier coalición con conservadores o comu nistas, llevó de candidato a Bernardo Ibáñez. Los resultados favorecieron al radical Gabriel González Videla con una mayoría relativa (40,1 por ciento). Cruz Coke obtuvo un 29,7 por ciento y Alessandri un 27,3 por ciento, mientras Bernardo Ibáñez sólo alcanzó un 2,5 por ciento de la votación. VOTOS Y VOTANTES Evolución del poderío electoral de los principales partidos políticos: 1932-1949 (*). (En porcentajes)
Partido Partido Demócrata Partido Partido Partido Partido Año Conservador Liberal Cristiano Radical Socialista Comunista
1932 1937 1941 1945 1949
16,9 213 17,7 23,6 22,7
15,8 20,7 14,0 17,9 18,0
— — 3,4 2,6 3,9
18,2 18,6 21,7 20,0 21,7
5,7 11,1 16,7 12,8 93
— 4,2 11,8 10,3 **
(*) Solamente elecciones parlamentarias ** El Partido Comunista fue declarado ilegal entre 1948 y 1957.
Fuente: Boron, Atilio: La evolución del régimen electoral en Chile. Revista Lati noamericana de Ciencia Política, diciembre de 1972, p. 430.
DOS DECADAS DE SUFRAGIOS Durante el periodo 1932-1952 la ampliación de la democracia chilena no se expresó significativamente en las urnas, sino más bien en un proceso de organización social que afectó principalmente a los secto res medios y obreros y en la incorporación de la clase media en el poder. Por lo demás,siguieron existiendo aunque con nuevas modalidades, cohecho electoral y algunas formas de cacicazgo político que fueron grandes limitaciones para el desenvolvimiento de la democracia nacional. . El derecho a voto de la mujer cambió de manera importante la situa ción electoral, aumentando en un 30 por ciento el número de votantes del país en las primeras elecciones presidenciales en que participaron, las de 1952. INSCRITOS
Año
N° Absolutos
• 1932 P 1937 C 1938 P 1941 C 1942 P 1945 C 1946 P 1949 C
Porcentaje sobre población total
• 429.772 475.354 503.871 575.625 581.486 641.495 631.527 591.994
’
9,5 9,8 10,3 11,2 11,1 11,6 11,2 9,1
VOTANTES
N° Absolutos
342.990 412.230 441.441 450.248 464.669 449.930 477.785 464.872
Porcentaje sobre población total
7,6 8,5 9,0 8,7 8,9 8,1 8,5 7,8
P = Elecciones de Presidente de la República C = Elecciones de Congreso Nacional
Fuente: Boron, Atilio, op. cit., p. 432. • Nota: El derecho a voto de las mujeres se otorgó en 1949 pero no se materiali zó hasta las elecciones presidenciales de 1952. Antes ya existía el voto femeni no para las elecciones municipales.
2.5.3 Ingreso y expulsión de los comunistas del Gobierno Durante el período de González Videla se vivieron una serie de hechos políticos inéditos en nuestra historia que, ade más, demostraron cierta incongruencia en la conducción del Gobierno. Por primera vez el Partido Comunista chileno ocupó cargos ministeriales (Trabajo, Agricultura y Tierras y Colonización) compartiendo responsabilidades, no sólo con los radicales, sino también con el Partido Liberal. Se lograba así una alian za “manchesteriano-marxista” pocas veces alcanzada en el campo político internacional. Estos años marcaron la cúspide de la influencia comunista previa a 1970 y al mismo tiempo, de sus enfrentamientos con socialistas y grupos anarquistas. Como consecuencia de esta situación se produjo el fraccionamiento de la CTCH en dos confederaciones antagónicas, debilitándose fuertemente el movimiento sindical. Gabriel González V'dela en su ciudad natal, La Serena.
La coalición radical-comunista-liberal tuvo grandes reper cusiones políticas. Las elecciones municipales de 1947 ampliaron las fuerzas del PC y disminuyeron las del PR. Por otra parte, la creciente influencia del PC en el aparato buro crático unida a sus triunfos electorales hicieron crecer la pre sión de la derecha para marginarlo de los puestos públicos. De ese modo, los liberales renunciaron al gabinete y Gabriel González Videla decidió replantear su situación política. A juicio del Presidente, la marginación de los liberales desequi libraba al Gobierno en el Congreso, en relación a la fuerza del Partido Comunista ejercida a través de sus cargos ministe riales y fuera del Gobierno, a través de los organismos sindi cales. Esto, unido a la presión ejercida pof Estados Unidos en plena Guerra Fría, impulsó al Presidente a romper con sus viejos aliados, expulsándolos del gabinete en 1947.
2.5.4 La Ley ae Defensa de la Democracia El PC inició entonces una serie de protestas y huelgas a las que el Gobierno respondió con represión militar, detención de dirigentes comunistas y, finalmente, en 1948, con la pro mulgación de la “Ley para la Defensa Permanente de la De mocracia”. Esta ley, llamada también “Ley Maldita”, fue aprobada por conservadores, liberales, radicales y un sector socialista y rechazada por comunistas, socialistas y falangistas. Llevó a la ilegalidad al PC y facultó al Gobierno para tomar una serie de medidas en contra del proscrito partido. De esta forma se legalizaba la idea de establecer una demo cracia protegida, basada en un pluralismo limitado. Esta se expresó a través de la represión a los comunistas y de una vigilancia coercitiva sobre el movimiento sindical. Sin embargo, el PC continuó aceptando, al menos formal mente, las reglas del juego político ya que en su interior las posturas ultras y violentistas fueron minoritarias frente a la opción de replegarse y utilizar todos los medios para ejercer
Gestación de la Ley de Defensa de la Democracia “Yo les aseguro a ustedes -había dicho González Videla en un mitin en la Plaza Bulnes— que no habrá poder humano ni divino capaz de romper los lazos que me unen con el Partido Comunista y con el pueblo ”. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que las relaciones entre el Presidente y el Partido Comunista se vieran opacadas. La derrota radical en las elecciones municipales de abril de 1947 y el crecimiento de los comunistas, que aumentaron de 81 a 202 regido res, causó alarma en el CEN radical, especialmente por las repercu siones que este resultado podría tener en las elecciones parlamentarias de 1949. La arrogancia de los ministros comunistas generaba la repulsa de radicales y liberales. Esto se vio agravado por la presión que, a nivel sindical, ejercían los comunistas para mantener el control lejos de sus adversarios socialistas. En lo internacional, el período 1946-1947 coincidió con un cambio de estrategia de las grandes potencias, al iniciarse la llamada “Guerra Fría”. El cisma entre Estados Unidos y la Unión Soviética llevó a los países a alinearse en uno u otro bloque. La situación del gobierno chileno, integrado por liberales, comunistas y radicales, era por lo tan to bastante inconfortable. En abril de 1947 González Videla separó de sus cargos a los minis tros marxistas. Una ola de huelgas se produjo a nivel nacional, siendo la más grave la iniciada en las minas de carbón de Lota, la que amena zaba con paralizar al país al producirse el desabastecimiento de este importante elemento. Fracasadas las conversaciones, el Gobierno tomó drásticas medidas: arrestó a cientos de trabajadores, relegó a otros a Pisagua y, teniendo
pruebas de la participación en ella de elementos extranjeros, expulsó de Chile a los .embajadores soviético y yugoeslavo, lo que significó el rompimiento de las relaciones con dichos países. Este conflicto puso término definitivo a las relaciones González Videla-comunistas. Su consecuencia inmediata fue un cambio radical en la orientación del Gobierno. El Presidente, convencido ahora de (pie para luchar contra el comunismo era necesario una herramienta legal que evitase toda ingerencia de éstos en la vida nacional, solicitó el estudio de un proyecto de ley para la Defensa Permanente de la Demo cracia. Aunque el proyecto del Ejecutivo contó con el respaldo mayoritario de liberales, radicales, conservadores y un sector socialista, tanto su discusión como aplicación provocó fuertes debates en el seno de dichas colectividades y hubo parlamentarios que no votaron con sus partidos. Un ejemplo de esto fue la posición asumida por el presidente del Partido Conservador, senador Horacio Walker que sostenía: "Ante el movimiento anticomunista que se está robusteciendo poderosamente en el país, no necesitamos los conservadores señalar nuestra ubicación. Huimos los iniciadores de la legislación tendiente a defender las institu ciones democráticas del Estado, y nuestra doctrina rechaza toda forma de totalitarismo y de esclavitud de la persona humana... Para combatir el comunismo no bastan las negociaciones; es preciso oponerle, como afirmación de cada día, la única solución capaz de batirse con él y de vencerlo: la doctrina socialcristiana. Es necesario, además, procurar en lo posible remediar las causas económicas y educacionales que proporcionan clima y ambiente a la secta internacional que sólo puede alimentarse de la miseria y de la ignorancia”. Este dirigente consideraba innecesario dejar al margen de la legalidad a un grupo de ciudadanos, especialmente cuando existían normas esta blecidas en el código penal y en la legislación especial para castigar a aquéllos que cometían actos contra la democracia. El debate en torno a esta ley sobrepasó la esfera netamente legal para dar prioridad al debate ideológico.
su influencia en forma indirecta. Incluso continuó propician do la formación de una coalición de centro-izquierda. La aplicación de la Ley de Defensa de la Democracia produjo también problemas en el PS, el cual, bajo la conduc ción de Ampuero, se opuso tenazmente a las medidas toma das por González Videla en contra de los comunistas, posi ción que no fue compartida por un sector encabezado por Bernardo Ibáñez, lo que finalmente provocó una nueva esci sión del socialismo chileno, al marginarse Ampuero y Allen de que fundaron el Partido Socialista Popular. Poco tiempo más tarde, Allende regresaría al viejo tronco con ocasión de su primera candidatura presidencial. Las elecciones parlamentarias de 1949 fueron una muestra del fraccionamiento que habían sufrido en mayor o menor grado todos los partidos políticos. Por entonces, ya tenían re presentación en el Congreso diez partidos, y otros diez se habían inscrito para las elecciones.
2.5.5 El Ibañismo Entre los nuevos grupos políticos, el que emergió con mayor fuerza fue el Partido Agrario Laborista que reu nía a partidarios del general Ibáñez y grupúsculos nacistas. Recogió un sentimiento de frustración colectiva provocado por el creciente rechazo hacia el estilo político del radica lismo caracterizado, especialmente durante el gobierno de González Videla, por una política de “péndulo”, al iniciar su gestión apoyado por la izquierda y finalizarla con la derecha. Se tendió a rechazar también el pragmatismo más voluntarista que técnico. Por otra parte surgieron fuertes críticas al uso de la admi nistración pública como fuente de empleo para los militan tes y simpatizantes del partido de gobierno, así como al des medido crecimiento y a los signos de corrupción e ineficien cia que comenzaban a aparecer en el aparato burocrático. Estos elementos, unidos al fraccionamiento que afectaba *
a casi todas las colectividades políticas, al problema económi co expresado fundamentalmente en la inflación, al crecimien to de un proletariado urbano que vivía en críticas condicio nes, llevaron a amplios sectores a buscar un líder que cambia se el estilo político imperante. Una vez más las miradas se centraron en el general Ibáñez. El ibañismo fue un fenómeno más social que político. Tal vez el factor común de los sectores que se aglutinaron en torno a la figura del general Carlos Ibáñez del Campo fue su pertenencia al mundo de la clase media: funcionarios públi cos, jubilados, militares retirados. Políticamente, en cambio, dentro del ibañismo se incluyeron las más variadas tenden cias. Los hubo independientes, derechistas, radicales, socialistas, nacistas. Los hubo civilistas, que querían ver llegar a Ibáñez a La Moneda “con corbata” y sin uniforme, y golpistas que querían llegar al poder con el apoyo del Ejército, como había quedado demostrado con el intento nacista del 5 de septiembre durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri, y el “Ariostazo” poco tiempo después de haber sido elegido Presidente Aguirre Cerda con el apoyo electoral de los ¡bañistas. Durante la campaña de 1938, el ibañismo se presentó como una fuerza de centro frente a la derecha y al comunis mo, aunque las circunstancias lo llevaron a apoyar y dar el triunfo al Frente Popular. El ibañismo fue creciendo en un principio como oposición al alessandrismo y luego con el descontento que fueron gene rando los gobiernos radicales. Ante ello Ibáñez se levantó como la imagen de la austeridad frente a la “corrupción” política, del orden frente al fraccionamiento de los partidos y las luchas de poder, de la autoridad y eficiencia frente al desgobierno... Esta imagen rendiría sus frutos en 1952. La clase media, consolidada en la vida política chilena, em pezaba así a abandonar las banderas del reformismo para ple garse a ¡as de la defensa del orden.
En este ambiente se fue preparando el proceso político de las elecciones presidenciales de 1952, en que la gran incógnita radicó en la participación de un nuevo elemento en el juego político electoral: por primera vez la mujer ejercería su dere cho a voto en una elección presidencial. 2.5.6 El derecho a voto femenino Larga y combativa fue la lucha de la mujer chilena por la reivindicación de sus derechos civiles y políticos. Postergadas durante años, sólo en 1877 fueron autorizadas para ingresar a las universidades chilenas y en 1934, durante el gobierno de Arturo Alessandri, se les otorgó el derecho a voto en las elecciones municipales, no así en las parlamenta rias ni en las presidenciales. Las primeras organizaciones femeninas surgieron en 1920, año en que Eloísa Alarcón, Graciela Sanhueza, Elvira Vargas y otras fundaron el Partido Cívico Femenino. Son numerosas las organizaciones de mujeres que se fun dan con el propósito de obtener el derecho a voto. Entre ellas se destacó el MEMCH por su lucha reivindicacionista. En 1944, se celebró en Santiago el Primer Congreso Nacional de Mujeres del que nació la Federación Chilena de Instituciones Femeninas destacándose por su labor reivindicativa, Amanda Labarca, Ana Figueroa, Adriana Olguín, Inés Enríquez, Aída Yávar, Graciela Lacoste, Mimí Brieva, etc. Fruto de los esfuerzos de la FECHIF, se presentó al Senado un proyecto de ley sobre el sufragio femenino, sin embargo, sólo en 1948 fue discutido en la Cámara de Diputa dos y el 8 de enero de 1949 promulgado en solemne acto celebrado en el Teatro Municipal. Durante el Gobierno de Gabriel González Videla la mujer chilena no sólo logró el derecho a elegir y ser elegida. Tam bién se desarrolló un importante esfuerzo destinado a me jorar su status jurídico. Con este fin se creó la Oficina de la Mujer, organismo que patrocinó importantes estudios sobre
la maternidad, se preocupó del mejoramiento de los derechos hereditarios y se dictaron disposiciones legales que permitie ron a las funcionarías del Estado, percibir directamente su asignación familiar. Conjuntamente con esto, la mujer comenzó a participaren funciones públicas, siendo designada por vez primera una de ellas en el cargo de Intendente, que recayó en Inés Enríquez, quien posteriormente fue la primera mujer que se desempeñó como parlamentaria al ser elegida diputado. Se designó a Carmen Vial, embajadora de Chile en Holanda, Ana Figueroa representó a nuestro país en las Naciones Unidas y Adriana Olguín fue designada Ministro de Justicia. Todas estas nominaciones demuestran la activa presencia que la mujer empezó a tener desde entonces en la vida pública nacional.
3 Economía 3.1 UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO Como consecuencia de los graves efectos de la crisis econó mica del año 30, los gobiernos del período tomaron una serie de medidas tendientes a desligar el desarrollo nacional de las actuaciones económicas externas. Para ello fue necesario una mayor intervención estatal en la economía nacional. Sin embargo, esta tuvo más bien un carácter de reacción frente a la depresión mundial, sin responder a una política orientada en función de una teoría económica sistemática. En cambio, el triunfo del Frente Popular fue decisivo para la implantación de un modelo de desarrollo en el cual el Esta do se consolidó como promotor y gestor de un proceso de industrialización cuyos objetivos eran, por una parte, la “susti tución de importaciones” a través de un desarrollo técnicoeconómico estable y, por otra, la generación de un proceso social y cultural para mejorar los niveles de vida y reducir los altos índices de cesantía.
3.2 LA CREACION DE LA CORFO El primer paso para llevar a cabo este proyecto fue la deci sión de crear la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO. El país contaba con recursos naturales pero no con los bie nes de capital indispensables para aumentar la producción y fomentar el desarrollo. Tampoco era posible contar con inversiones extranjeras en un momento en que el sistema financiero internacional no estaba en condiciones de ayudar a un país de periferia a cam biar su estructura económica y desarrollar una “industrializa ción inducida”. Era necesario, como dijera el Ministro de Hacienda del go bierno de Aguirre Cerda, Roberto Wachholtz, la elaboración de “un plan amplio, nacional, científicamente elaborado, lle vado a la práctica con método y desarrollado a través de varios años”, lo que requería de un organismo eficaz para ela borar políticas económicas y crediticias y capaz de tomar decisiones técnicas que permitieran un desarrollo real. Con motivo del terremoto de 1939, el Gobierno presentó al Congreso Nacional un proyecto de ley en que se solicita ban facultades extraordinarias para encarar la emergencia y para crear la Corporación de Fomento. A pesar de que la creación de ésta respondía a una vieja aspiración del empresariado nacional que reiteradamente había expresado sus inquietudes a favor de la constitución de un organismo de fomento al más alto nivel del Estado, los sectores de la derecha política opusieron una gran resistencia al proyecto del Gobierno. Esgrimieron diversos argumentos en el debate parlamen tario. Hicieron presente que la situación de emergencia que vivía el país no permitía poner en marcha un plan de indus trialización que, a su juicio, sólo incrementaría la carga tribu taria, generaría un proceso inflacionario y agravaría la crisis económica. Además, rechazaban la creación de la entidad
Un gran golpe, el terremoto de Chillán, en 1939.
porque temían que sus intereses particulares chocaran con la intervención burocrática. \ La discusión del proyecto en el Parlamento dejó más en claro la verdadera motivación que tenían conservadores y liberales para oponerse a él. En definitiva, lo que estaba en juego era la reformulación del papel que el Estado asumiría en lo económico, lo que significaba una readecuación en las esferas de poder. Por otra parte, la derecha estaba consciente de que había perdido su control político sobre el sector obrero-industrial, pero no estaba dispuesta a perder el que ejercía sobre el sector campesino que, influido por la acción del Partido Comunista, intentaba sindicalizarse en medio de un ambiente de creciente agitación social. Esta acción era rechazada de plano por los partidos de derecha, cuya fuerza electoral residía en la influencia que los caciques provinciales de las zonas
agrarias ejercían sobre el campesinado y en su capacidad para controlar las inscripciones. Amenazada en su poder econórtiico y político, la oligar quía se dispuso a negociar ya que, si bien a nivel de sufragio nacional existía un virtual empate entre sus fuerzas y las de la coalición de gobierno, en el Parlamento ella era mayoría. A su vez, la aprobación del proyecto de la CORFO era fun damental para la puesta en práctica de los planes de desarrollo del Gobierno, por lo cual éste también estuvo dis puesto a encontrar una fórmula de transacción con quienes se oponían a él. Así se crearon las condiciones para una negocia ción sobre las relaciones laborales y principalmente sobre los campos en que las fuerzas políticas ejercerían su influencia y control. De este modo, se llegó a un acuerdo: el 29 de abril de 1939 era promulgada la ley que creaba la CORFO. Pero, a cambio el Gobierno suspendió la sindicalización campesina, frenó la agitación social en el agro y restringió el derecho a huelga. Esto significó que la derecha lograba mantener su control sobre el agro como precio de la aprobación de un proyecto que fue el primero en su género en Latinoamérica.
3.3 LA PLANIFICACION ECONOMICA La política económica aplicada por el gobierno de Pedro Aguirre Cerda y sus sucesores radicales, intentó desarrollar nuevas fuerzas que estimulasen, desde adentro, la actividad productora nacional. El nuevo Gobierno estaba convencido de que los recursos naturales del país eran más que suficientes para acrecentar la capacidad industrial y al mismo tiempo sostenía que esto no sería posible sin elaborar un plan general de fomento de la producción. Además era necesario enfrentar problemas como los de la balanza de pagos, la escasa capitalización nacional, el insuficiente crecimiento de la producción agrícola, la pequenez del mercado interno, la escasa formación técnico
profesional entre otros. Emprender esta tarea requeriría de una solución global, por lo tanto correspondía encararla al Estado y no a la iniciativa privada, cuya capacidad de capi talización había sido insuficiente. Estas acciones las inició CORFO. Con el fin de que sus decisiones tuvieran un carácter técnico, su directorio estaba constituido por representantes de los diferentes organismos especializados del Estado, organizaciones empresariales y sectores obreros, que si bien tuvieron una representación proporcionalmente baja, por primera vez fue considerada su opinión en un organismo del Estado. Esta representatividad permitía al Gobierno contar con valiosos antecedentes, a la vez que otorgaba al sector priva do las bases para orientar sus actividades hacia las inversiones más productivas. Además, este sistema de participación des virtuaba la posición de algunos sectores partidarios de una planificación central al estilo de la de los regímenes dictato riales. Durante esos años el Estado estructuró de manera orgáni ca y planificada su forma de intervenir en la gestión económi ca. En primer lugar, adquirió una fuerte influencia en el mer cado crediticio, organizando instituciones de crédito y esta bleciendo normas legislativas para regular dichas operaciones. También reglamentó qué mercancías podían ingresarse y sacarse del país. El objetivo era acrecentar los ingresos fisca les mediante políticas tributarias y evitar el ingreso de bienes superfluos, favoreciendo aquéllos considerados necesarios para el desarrollo nacional. Se adoptaron medidas tendientes a regular los precios de modo de proteger a los sectores más débiles y limitar los peijuicios socioeconómicos producidos por la inflación. Se estimuló la creación de empresas mixtas, en las que el Estado, a través de organismos creados por él, se asoció con particulares para desarrollar determinadas áreas. En ocasiones el Estado asumió directamente un papel em presarial, realizando obras de gran envergadura.
En el campo educacional se elaboró un Plan de Enseñanza Profesional, adecuando la educación a las necesidades que en este campo requería el plan de desarrollo, lo que culminó en el Gobierno de Gabriel González Videla con la creación de la Universidad Técnica del Estado. Estas medidas se aplicaron conforme a planes sectoriales de fomento de la producción elaborados por CORFO.
3.4 EL DESARROLLO INDUSTRIAL Entre los planes más importantes cabe destacarse el “Plan de electrificación del país”. Para su realización práctica se fundó la Empresa Nacional de Electricidad S.A. (ENDESA) (1944), a la que le correspondió la construcción y explota ción de diversas plantas eléctricas. La trascendencia de este plan queda de manifiesto, si se considera que no era posi ble concebir el desarrollo económico y particularmente el industrial sin contar con fuentes de energía adecuadas. Los grandes recursos hidroelécticos chilenos hasta ese momento estaban prácticamente inutilizados. Entre 1944 y 1952, se construyeron las plantas hidroelécricas de Pilmaiquén, Sauzal, Abanico y Los Molles, además de varias plan tas térmicas. Se efectuaron también los estudios para esta blecer una red de interconexión de los sistemas regionales con el fin de permitir la transferencia de excedentes de energía. De igual transcendencia fueron los proyectos iniciados en el área de combustibles y de la siderurgia. La CORFO inició un plan de vastas proporciones destinado a descubrir yaci mientos petrolíferos en el territorio nacional. La cantidad enorme de divisas que anualmente salían del país para adquirir combustibles significaba una fuerte carga para la economía nacional. Por otra parte, la dependencia de pro ductores extranjeros en este rubro incidía directamente en el nivel de vida de la población ya que las fluctuaciones internacionales en su precio, repercutían no sólo en la indus tria, sino en toda la gama de actividades. Para enfrentar
La Corfo impulsó los planes de industrializa ción.
Dos grandes avances, Paipotc y la CAP.
Central Hidroeléctrica bd Abanico.
mejor estos efectos se inició en 1942 un programa de pros pecciones cuyos primeros frutos se vieron en 1945 al des cubrirse el primer yacimiento en Magallanes. Todos los traba jos ejecutados para la explotación del petróleo se realizaron, durante estos años, con capitales nacionales, a diferencia de otros rubros como el carbón, donde se utilizaron aportes externos. Entre 1942 y 1953, el Estado invirtió grandes sumas de dinero en las actividades petroleras. En 1950, el gobierno de González Videla traspasó la tuición de estas actividades a una empresa de carácter autónomo, la Empresa Nacional del Petróleo, ENAP, que continuó utilizando el mismo personal técnico y administrativo, así como los implementos de traba jo que había preparado CORFO. Respecto de la siderurgia, si bien ya en 1933 se había iniciado la producción de hierro y acero al entrar en funcio nes la usina de Corral, la CORFO, de acuerdo al programa de desarrollo industrial y a la importancia que dentro de éste tenía la industria siderúrgica, trazó un plan de ampliación en coordinación con el denominado “Comité del Acero”, se abocó al estudio técnico y comercial para la instalación de una gran industria siderúrgica. En 1946 nació la Compañía de Acero del Pacífico, CAP, sociedad anónima creada por inicia tiva y financiamiento estatal, pero que desde el comienzo dio participación mayoritaria al capital privado. En 1950 la usina de Huachipato comenzó su producción. En el campo agro-industrial, la CORFO inició en 1945, estudios para la producción de azúcar de remolacha y poste riormente se creó la Industria Azucarera Nacional S.A. IANSA(1952). También a partir de 1940 se efectuó un plan tendiente a lograr la mecanización del trabajo agrícola, importándose tractores y cosechadoras. Se impulsó el desarrollo de la fruti cultura, la importación de ganado fino, el fomento industrial del cáñamo y de oleaginosas, cultivo, este último, que en 1950 satisfacía casi la totalidad de las necesidades internas.
Pero aun cuando el “Plan Agrario” pretendió orientar la explotación agrícola hacia los cultivos intensivos generando una expansión acelerada de la agricultura, los índices de pro ducción continuaron siendo bajos. La historia de la agricultura durante estos años fue muy distinta de la industrial; la producción agrícola por habitante disminuyó en alrededor de un 20 por ciento, considerando el aumento de la población; disminuyó también el número de hectáreas cultivadas por habitante, y el aumento de los rendi mientos fue muy insuficiente. La escasez de alimentos provo có un alza de sus precios y agudizó la falta de divisas por el gasto que significaron las importaciones de productos alimen ticios. Para muchos, la crisis agrícola se debía a factores “estruc turales”, considerando como tales, la injusta tenencia de la tierra y la mantención de sistemas productivos arcaicos. Otros han responsabilizado a los gobiernos radicales, cuya política de control de precios habría tenido efectos nega tivos. El problema social del agro se mantuvo latente durante este período, como también la situación social en el campo, debido a lo cual se fundó en 1947 la Acción Sindical Chile na, en la que participaron sacerdotes y sectores social cris tianos que propiciaban mejoras económicas y sociales para el campesinado. Durante el período de 1946-1955 el repunte del sector industrial fue importante. Este proceso extraordinario repre sentó no sólo una recuperación trabajosa de los índices al canzados en el período de precrisis (1925-1929) sino una cla ra superación de ellos. Lo anterior se dio pese a la persis tente desventaja en la relación de precios de los productos de exportación, que fue desfavorable para la economía chilena. En suma, durante este período y fundamentalmente a par tir de 1939, el Estado se distinguió por su participación en iniciativas y empresas ajenas al área tradicional de las obras públicas.
Si bien la producción de recursos públicos destinados a crear y a estimular actividades como la industria siderúrgica, el plan de electrificación, la explotación petrolera, etc., fue proporcionalmente pequeña considerando el total de la inver sión fiscal, su significado económico fue de gran trascenden cia, pues creó puntos de apoyo fundamentales para el desarrollo futuro. 3.5 ECONOMIA CAPITALISTA Y DEPENDENCIA Los gobiernos del período 1938-1952, a pesar de su composición política y del papel empresarial asumido por el Estado, se mantuvieron dentro de un esquema capitalista que, como tal, difería mucho del intervencionismo de tipo socialis ta que tanto temía la derecha política. El gobierno del Frente Popular, así como los sucesivos gobiernos radicales intentaron, con una visión desarrollista pero sin llegar a cambiar las estructuras, elevar el nivel de vida de los sectores más débiles a través de un proceso de industrialización que crearía nuevos puestos de trabajo y per mitiría alcanzar el bienestar de todos los ciudadanos. No pretendía, como muchos creyeron, “mitigar las necesidades de los pobres, a costa de la riqueza de los ricos”. Durante estos años, Estados Unidos se transformó en nues tro principal cliente y en la fuente más importante de créditos para la inversión pública y privada, así como el prin cipal proveedor de técnicas y nuevos equipos. Esta situación de dependencia, unida a los trastornos pro ducidos por la Segunda Guerra Mundial en el comercio exte rior, impidió que los partidos de izquierda cuestionaran a las compañías mineras norteamericanas y postergó, por razones económicas, el “nacionalismo” propiciado por el Frente Popular y los partidos marxistas. Basta recordar que Oscar Schnake, ministro socialista, fue uno de los artífices de las relaciones con los Estados Unidos, correspondiéndole gestio nar con dicho país un crédito de cinco millones de dólares
para cubrir el saldo desfavorable de la balanza de pagos y ase gurar la compra de nuestro salitre y del cobre. Estados Unidos se convirtió en la fuente de inversiones más importante a partir de 1939, su objetivo era fortalecer nuestra economía para evitar la inestabilidad política, ampliar sus propios mercados y asegurarse el abastecimiento de pro ductos estratégicos como el cobre. Esta dependencia de la economía chilena no se logró superar manteniéndose en una situación muy vulnerable frente a las fluctuaciones de 1^ demanda mundial de nuestros productos de exportación, o ante la contracción del mercado crediticio internacional.
3.6 EL CRECIMIENTO DEL SINDICALISMO Los gobiernos radicales utilizaron sus influencias en el campo sindical y obrero aprovechando su alianza con los partidos populares. A través de un discurso de tipo populista acompañado de medidas como la fijación de precios en productos de primera necesidad, el aumento de remu neraciones y la creación de nuevos puestos de trabajo, lo graron mantener “la paz social’’, pero frenando de hecho muchas reivindicaciones que fueron postergadas en pro de futuros beneficios. Sin embargo, durante el gobierno frente populista el movi miento sindical tuvo un fuerte desarrollo. En los tres prime ros meses de éste se crearon más organizaciones obreras y profesionales que en los años 1925-1938 y entre 1941 y 1949 el número de afiliados a la Confederación de Trabaja dores de Chile (CTCH) aumentó en un 40 por ciento. Sin duda, esto se vio favorecido por el proceso de industrializa ción, la tolerancia gubernamental y el creciente deseo de par ticipación de los sectores laborales. Este movimiento obrero fortalecido, tuvo en general una actitud conciliadora. Participó en numerosas huelgas que se expresaron mayoritariamente a través de canales legales. Al interior de la CTCH, los comunistas tuvieron una posición más moderada que los
Segundo Congreso de la CTCH en el Estadio Chile
socialistas, aunque ambos partidos consideraban que apoyar al gobierno era mejor para los intereses obreros, que luchar por demandas y peticiones que el sistema no podía satisfa cer. Esta actitud se vio favorecida por los gobiernos radi cales que, en general, también respetaron las organizaciones sindicales y los derechos de los obreros, lo que evitó su pola rización a pesar de que muchas de sus aspiraciones se vieron frustradas.
También la lucha política entre comunistas y socialistas debilitó fuertemente el peso global del movimiento obrero que sólo mantuvo una presión reivindicativa permanente frente al problema de la inflación. Además, el cohecho y otras limitaciones de la inscripción electoral, fueron un freno para que las reivindicaciones socia les tuvieron expresión política.
El problema de la inflación sigue vigente.
3.7 Y COMO SIEMPRE... LA INFLACION Si bien el desarrollo industrial, durante este período tuvo un repunte, se mantuvo un alto índice inflacionario. Los tras tornos del comercio exterior a causa de la Segunda Guerra Mundial, el incremento de las emisiones, la política de remu neraciones, el crecimiento del aparato burocrático, las presio nes sindicales, tuvieron incidencia en este proceso inflacio nario. Entre 1940-1943 la inflación tendió a crecer, entre 1944-1946 su ritmo tendió a disminuir. Sin embargo, en 1947, se acrecentó nuevamente con fuerza, para luego estabi lizarse en un nivel relativamente alto en 1948-1949-1950. Los gobiernos intentaron detener el proceso inflacionario a través del control de precios y cambios, o del control de subsidios, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. La exis tencia de un proceso inflacionario persistente fue, sin duda, uno de los rasgos característicos de la evolución económica del período examinado. Sin embargo, la política de reajustes de sueldos para proteger el poder adquisitivo de los asalaria dos, permitió a éstos convivir con la inflación.
EL COSTO DE LA VIDA Costo de la Vida y Sueldo Vital (porcentaje de variación anual) Año
Costo de la Vida
Sueldo Vital
1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1,947 1948 1949 1950
12,6 15,2 25,6 29,4 11,8 8,8 15,9 33,5 18,0 18,9 15,2
3,3 30,4 35,9 28,9 12,8 11,4 11,4 35,7 20,3 26,7 25,0
Fuente: Banco Central, Memoria 1955, con datos de la Comisión Mixta de Sueldos y del Servicio Nacional de Estadísticas. Citado por Aníbal Pinto en “Chile, un caso de desarrollo frustrado”. Editorial Universitaria S.A., 1962.
3.8 CRECIMIENTO Y PROBLEMAS DEL DESARROLLO El papel conductor asumido por el Estado gestor no signi ficó un cambio sustantivo a las alternativas económicas propi ciadas por la derecha. La innovación consistió en ampliar la participación estatal en el fomento y desarrollo de’las empre sas públicas y privadas, única forma, ajuicio de los gobiernos de la época, de alcanzar un desarrollo estable. Por otra parte el Estado tuvo una permanente preocupación por los sectores obreros, intentando un mejoramiento de sus niveles de vida. Él desarrollo experimentado por el país durante este perío do significó que la producción chilena tuvo un crecimiento mayor que su población.
Sin embargo, si bien a pesar de este crecimiento económi co y mejoras sociales, subsistió el déficit habitacional, educa cional, laboral, etc. Los conventillos fueron sustituidos por las primeras “poblaciones callampas” que nacieron espontá neamente y proliferaron en los suburbios de la capital. Por otra parte, el problema del agro quedó postergado, tanto en sus aspectos económicos como sociales, lo que se manifestó en una agudización de sus problemas El lento crecimiento agrícola se manifestó en la disminución de la población rural. Entre 1940 y 1952 la población total creció en 900 mil habitantes, mientras la población rural se reoujo en 25 mil. A su vez el desarrollo industrial generado en torno a las principales ciudades, las transformó en un polo de atracción para el campesino, de modo que la mantención de la estructura agrícola favoreció la migración campo-ciudad. Es así como se fue creando un problema estructural por el desequilibrio que se produjo entre la rapidez del desarrollo de algunas actividades productivas y el estancamiento de otras, lo que repercutió en un desequilibrio entre lo econó mico y lo social.
4 La sociedad 4.1 LA SOCIEDAD SE HACE MAS COMPLEJA Los cambios políticos que se habían producido en el correr del siglo XX estaban íntimamente ligados a las transformacio nes sociales. De ellas la más trascendente en el período 1932-52 fue el desarrollo de la clase media, cuyo proceso ascendente culminó con la elección presidencial de 1938. A partir de entonces el control del aparato estatal pasó casi absoluta mente a manos de dicho sector, organizado o vinculado espe cialmente al Partido Radical y al socialismo, que en sucesivas alianzas mantuvo el poder hasta los años 50. De ese modo, durante la década del 40 la hegemonía política de la clase media fue indiscutible. Por otra parte, en lo económico, el “Estado empresarial” amplió también la posibilidad de que grupos de clase media se vincularan a la banca, la industria y el comercio, constitu yéndose en un nuevo poder económico que, paulatinamente, fue adoptando los patrones de conducta del sector alto. Este hecho, sin embargo, tendió a producir el quiebre de aquel consenso político y cultural que había caracterizado a
la clase media en las décadas anteriores. Muestra de ello fue el fraccionamiento político posterior a 1940. La vieja oligarquía, que había sido duramente golpeada por la crisis del 29, en lo político tuvo que luchar palmo a palmo con los sectores medios y proletarios, y en lo social debió aceptar la convivencia con los “nuevos ricos’’, resignándose a compartir con ellos los salones del Club de la Unión y las playas de la zona central. También se produjo un desplaza miento del sector terrateniente tradicional hacia las nuevas esferas de la economía, donde se vincularon con los grupos medios. Así fue como la antigua clase dirigente tampoco pudo mantener su cohesión y frente a las dificultades cedió terreno a los sectores medios. Las transformaciones también alcanzaron a los sectores bajos. Fruto de los planes de industrialización, de la demo cratización política, de las mayores posibilidades de educa ción y de los programas de reorganización educacional hacia las áreas técnicas, surgió un conglomerado de “obreros espe cializados” que se fue asimilando a los sectores medios, adop tando sus formas de vida, sus inquietudes y anhelos. Este proceso se explica con el crecimiento experimentado princi palmente por el sector industrial, los servicios gubernativos y la construcción, lo que permitió un mejoramiento de los niveles de vida de algunos sectores obreros, situación que se reflejó también en el desarrollo urbano de las ciudades, espe cialmente de Santiago. Sin embargo el proceso de crecimiento de la población y la migración campo-ciudad superó las posibilidades de absorción de mano de obra agravándose el problema de las masas urba nas marginales. Entre los años 1940 y 1954 la población nacional aumentó en un 27,1 por ciento. En el mismo perío do la población remunerada creció en un 32,5 por ciento, cifra sin duda considerable en comparación con la de otros países latinoamericanos. Sin embargo, la miseria urbana aumentó y, como vimos, las poblaciones callampas o marginales rodearon las ciudades. Así, las condiciones de vida
Caricatura que muestra el
cambio de las costumbres femeninas^
de amplios sectores populares fueron muy precarias y la efer vescencia social estuvo latente. Al mismo tiempo, el nivel alimenticio de la población chilena distó de ser satisfactorio, lo que se tradujo en desnutrición para vastos sectores. Una de las principales causas de este problema fue el hecho de que el crecimiento de la producción agrícola fue menor que su de manda.. Por otra parte, los problemas del campesinado quedaron postergados durante este período. Mientras las organizacio nes de propietarios agrícolas tendieron a fortalecerse, las incipientes organizaciones campesinas no pudieron prospe rar y el campo continuó su lánguida y pobre existencia. Un testigo de la época, describía los cambios que se habían producido en la sociedad urbana de los años 30.“Se han multiplicado los restaurantes y los teatros.
“Las horas de hogar se han reducido y las de las comidas se han retrasado. “Las mujeres jóvenes se independizan y beben y fuman como los hombres. Los hijos no tratan ya a sus padres con venerado respeto sino como camaradas y piensan de un modo diverso a sus progenitores. “Las viejas casonas que reunían a una sola familia, de múl tiples piezas, altas y desmanteladas, con vastos corredores y enormes patios empedrados... se han trocado en edificios de departamentos en donde habitan muchas familias que se desconocen. El arte ha entrado en las intimidades. Por lo mis mo que la vida se ha disipado en oficinas, clubes y teatros, se siente en los hogares un anhelo más profundo de intimidad y las paredes se cubren de cuadros y tapices. “La cultura se ha desarrollado en el pueblo que asiste con frecuencia a los espectáculos, viste mejor y lee con avidez la prensa favorable a sus ideas... en los tranvías por ejemplo, la gente pobre no cede su asiento a la mujer que luce pieles o joyas sino a la madre rica o pobre que lleva a un niño en los brazos...”. Por otra parte, en las décadas del 30 y del 40 se pasó de la influencia francesa a la norteamericana. Una nueva ola extranjerizante se reflejó en el deporte, en la vestimenta, en la vida social e incluso en el vocabulario.
5 La vida cultural 5.1 LA NUEVA CULTURA Durante este período, nuevas costumbres fueron caracteri zando la vida de las ciudades, especialmente de Santiago. En la década del 30 la capital chilena estaba lejos de ser aquel aldeón terroso de antaño y se había transformado en una ciudad cercana al millón de habitantes, invadida por los auto móviles, grandes edificios y por una masa humana que ya no levantaba sus ojos ante el sonido de un avión. Se había produ cido una verdadera revolución en las costumbres como conse cuencia de la modernización de Chile. Las décadas de 1930 y 1940 fueron de un gran dinamismo cultural, lo que se reflejó en las nuevas expresiones, que adquirieron un carácter más cosmopolita y comprendieron a amplios sectores del país. En la literatura, las corrientes de la época tendieron a reemplazar el criollismo por la búsqueda de una visión más universal y la manifestación del anhelo de trascendencia del hombre urbano. La generación del 38, representada por Fernando Alegría,
Daniel Belmar, Nicomedes Guzmán, Juan Godoy y otros, se alejó de aquellas corrientes atraídas por el mundo y ej paisaje rural para expresar la nueva realidad cotidiana. Buscaba la problema'tica de los hombres desposeídos adentrándose en los conflictos sociales desde una perspectiva de denuncia no exenta de contenido político. Otro sector de dicha generación, surgida fundamentalmen te del Instituto Pedagógico de la Universidad deChile, fundó la revista Mandràgora y se preocupó no sólo de la literatura, sino también de la filosofía y el arte. En ésta colaboraron escritores como el surrealista Braulio Arenas, Teófilo Cid, Gonzalo Rojas, y también el fundador del creacionismo, Vicente Huidobro. Por otra parte, sobresalió entre otros, el estilo de Benja mín Subercaseaux que llevó a la literatura un mensaje dolo rido respecto de Chile. Pero sin duda fue en el campo de la poesía donde se dio por entonces la mayor grandeza de la literatura chilena. Fue ésta la época en que la poetisa Gabriela Mistral adquirió rele vancia a nivel mundial y, luego de ser ampliamente difundida su obra, obtuvo en 1945 el Premio Nobel de Literatura. Al mismo tiempo, Pablo Neruda escribía sus obras más conocidas —Residencia en la tierra y Canto general- compar tiendo su actividad de escritor con las labores de cónsul en España durante la Guerra Civil y luego con su participación en la política nacional que lo llevó al cargo de senador por el norte, su posterior desafuero, exilio y viajes por el mundo hasta 1952, cuando regresó a Chile. En la pintura, la creación en 1945 del Instituto de Exten sión de Artes Plásticas y la actividad de los pintores surgidos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica gene raron un importante proceso renovador. En esta última se formaron pintores como los hermanos Nemesio Antúnez y Enrique Zañartu, Roberto Matta y Mario Carreño, quienes buscaron expresarse a través de nuevas formas, acordes con las tendencias europeas de la época. Igual fenómeno experi mentó la escultura con sus exponentes Lily Garafulic, Marta Colvin, Tótila Albert y otros, que superaron el realismo de sus antecesores adoptando formas de expresión simbólicas.
En el campo de la música también se produjeron impor tantes avances con la creación en 1940 del Instituto de Ex tensión Musical que organizó la Escuela de Danza y luego, en 1941, la Orquesta Sinfónica de Chile. Posteriormente, en 1945, nacieron la Revista Musical Chilena, el Ballet Nacional y el Coro de la Universidad de Chile. La actividad musical tuvo importantes exponentes entre los cuales se destacaron el pianista Claudio Arrau, Domingo Santa Cruz, fundador de la Sociedad Bach, y Armando Carvajal, director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Chile. En la década del 40 también se logró un gran desarrollo del teatro, la investigación universitaria y la actividad editorial. La cultura chilena recibió el impulso de muchos intelectuales y artistas destacados que vinieron a Chile como inmigrantes, a raíz de la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial o las revoluciones y dictaduras hispanoamericanas. Entre los españoles, Antonio Romera se dedicó al estudio de nuestra pintura; Leopoldo Castedo colaboró con Francis co Antonio Encina en sus estudios históricos; José Ricardo Morales asesoró al Teatro Experimental y contribuyó al desa rrollo de la estética. Con motivo de la Segunda Guerra Mun dial llegó a Chile el destacado coreógrafo y bailarín Ernest Uthoff. También vinieron a nuestro país historiadores como el venezolano Mariano Picón Salas, el peruano Luis Alberto Sánchez, y el boliviano Alberto Ostria Gutiérrez. Muchos estudiantes latinoamericanos estudiaron en las universidades chilenas que, durante los años 40, tuvieron un gran prestigio en el continente. A la vez, Santiago fue visto como un refugio democrático y por eso reunió a un número importante de intelectuales y políticos desterrados de otros países de América. Como una forma de estimular a nuestros escritores se pro puso la creación del Premio Nacional de Literatura, ley que fue aprobada durante el gobierno de Juan Antonio Ríos. El primer galardonado fue Augusto D’Halmar. Posteriormente se instituyeron los Premios Nacionales de Periodismo, de
Arte y de Ciencias, que tenían por finalidad reconocer la la bor de aquéllos que habían consagrado su vida al engrandeci miento cultural de nuestro país.
5.2 LA EDUCACION Respecto a la educación, la preocupación hacia ella se reflejó en el lema del gobierno de Pedro Aguirre Cprda: “Go bernar es educar”. Durante él se inició un proceso tendiente a detener la hipertrofia de las profesiones liberales y a equili brar el rumbo de la educación otorgando una mayor impor tancia a la enséñanza técnica. La “Escuela Nueva” intentó de sarrollar vocaciones acordes con la política de industrializa ción del Gobierno, capacitando individuos para enfrentar el desafío desarrollista. Con este fin se creó la Facultad de Comercio y Economía Industrial de la Universidad de Chile. La Universidad de Chile, el principal centro de formación profesional del país, se transformó por entonces en un impor tante centro de investigación, bajo la conducción de Juvenal Hernández. También hubo preocupación por la educación de los secto res populares. Durante el gobierno de Ríos nació el Instituto del Inquilino, iniciativa que fue apoyada con la creación de numerosas escuelas rurales y un vasto plan de alfabetización popular, para lo cual se formó el Cuerpo Cívico de Alfabeti zación, programa que fue reforzado durante el Gobierno de Gabriel González Videla a través de la “Campaña Nacional de Alfabetización”. Estas medidas pretendieron mejorar los niveles de instruc ción de los campesinos y a la vez capacitarlos para aumentar la producción agrícola y elevar sus condiciones de vida. Una mayor educación permitiría a ese sector incorporarse al pro ceso cívico del país. En relación a la enseñanza industrial, minera y comercial, se fundaron escuelas de artesanos e industriales en casi todas las provincias, así como también escuelas técnicas femeninas.
El impulso a la enseñanza técnico profesional culminó, como ya se dijo, con la creación de la Universidad Técnica del Estado, en 1947. Su finalidad fue la formación de técni cos, ingenieros industriales y constructores para los nuevos planes de desarrollo iniciados en el país, y la investigación científica y tecnológica para el aprovechamiento de sus recur sos naturales y su explotación. Por otra parte la Universidad Técnica del Estado, al establecer sedes en provincia, tendió a solucionar el problema que afectaba a los jóvenes de ciudades pequeñas y pueblos, cuya concurrencia a las Universidades de Santiago, Valparaí so y Concepción se hacía difícil debido al costo que impli caba. Puede afirmarse que durante este período hubo un plan coherente e integral para enfrentar el desarrollo educacional.
capítulo IV
1952-1970 LOS PROBLEMAS DELA PROFUNDIZACION DEMOCRATICA
1 La inserción de Chile en el contexto internacional .
’
.
' V
■
r
•
, .
1.1 LATINOAMERICA Y LOS ESTADOS UNIDOS La Guerra Fría se prolongó a lo largo de los años cincuenta y con ésta Estados Unidos continuó su política intervencio nista en América Latina. El caso de la deposición'de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954), impulsada por la CIA, fue un episodio típico del período. Este panorama comenzaría a cambiar con el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959. Esta, que muy pronto tomó un cariz antinorteamericano decidido, hacía aparecer la hegemonía estadounidense cuestionada y cuestionable. Por otra parte había quedado de manifestó que los desequilibrios socioeconómicos del continente podían tener grandes conse cuencias políticas. El hecho era que Cuba era mirada con sim patía por amplios sectores latinoamericanos. Al alinearse Cuba con la Unión Soviética y después de un fallido intento de invasión organizado por EE.UU., esta nación comprendió que había que contrarrestar el peligro cubano por otros medios, solución que se hacía tanto más urgente al expandirse el ejemplo cubano de la lucha armada,
floréciendo brotes guerrilleros en varios países latinoamerica nos. Este entusiasmo ante la Revolución Cubana se mantuvo hasta los años setenta en algunos países, entre ellos Chile, aun cuando por causas internas y externas el experimento cubano ya había demostrado no ser la anhelada solución liberadora. La alternativa planteada por los Estados Unidos a la Revo lución Cubana fue la “Alianza para el Progreso” que corres pondió a una iniciativa del Presidente John F. Kennedy. Se trataba de hacer un esfuerzo serio por modernizar las estruc turas latinoamericanas y mejorar las condiciones de vida de la población. Como lo dijo Kennedy en el discurso inaugural del programa: “para satisfacer las necesidades básicas de la población americana en materia de vivienda, trabajo, tierra, salud y educación”. Para cumplir con estos objetivos el proyecto de la Alianza contemplaba inversiones en América Latina del orden de los dos mil millones de dólares anuales por un plazo de diez años, de modo de asegurar una tasa de crecimiento per cápita de 2,5 por ciento anual. Junto con el crecimiento debían implementarse reformas estructurales tendientes a lograr los obje tivos señalados. La Alianza para el Progreso tuvo al comienzo cierto éxito hizo posible llevar adelante algunos programas de reforma agraria, vivienda y educación. Pero falló en su objetivo funda mental de lograr un desarrollo rápido y sostenido del conti nente. Esto ocurrió en buena medida por el excesivo control por parte de Estados Unidos de todo el programa, incluyen do algunas condiciones que lo hacían aparecer más un plan de ayuda a la industria exportadora estadounidense que a las economías de Latinoamérica. Pero también influyó el mal manejo de los fondos en los países del continente. El hecho fue que después del asesinato de Kennedy, la Alianza perdió empuje y paulatinamente los Estados Unidos retornaron a po líticas imperialistas más tradicionales, depositando su confianza en las fuerzas armadas de Latinoamérica en cuan-
to bastión contra la influencia cubana y comunista en gene ral. Dentro de este nuevo espíritu se produjo el golpe de esta do que en Brasil derrocó al Presidente Joao Goulart, punto de partida de otra serie de golpes militares que acabaron con la precaria democracia latinoamericana, con excepción de Colombia y Venezuela. El último de estos golpes militares fue el que derrocó al Presidente Allende en Chile.
•
•
LAS RELACIONES INTERNACIONALES DE CHILE DURANTE EL PERIODO 1952-1970 1.2.1 Los problemas fronterizos con los vecinos Ya hemos dicho que el largo litigio que mantenía Chile con la República Argentina por la zona de Palena se resolvió me diante arbitraje de S.M. Británica, después que nuestro país había invocado el Tratado General de Arbitraje de 1902, en presentación hecha ante la Corona Británica en agosto de 1964. Ese fallo dividió entre las partes el territorio en dispu ta en diciembre de 1966. En cuanto al Beagle, después de la no ratificación del protocolo de 1960, Chile también resolvió acudir (en diciem bre de 1967) al árbitro británico, iniciándose así un proceso que sólo recién ha concluido debido al desconocimiento, por parte de Argentina, del fallo de éste, que en lo general fue fa vorable a las pretensiones chilenas. Sin embargo la posterior mediación papal parece (diciembrede 1984) finalmente haber encontrado una solución aceptable para ambos estados.
1.2
1.2.2 Los esfuerzos de integración Durante los años 1952-70 destacaron los esfuerzos de inte gración realizados por Chile en conjunto con otras naciones latinoamericanas. Siendo evidente el relativo fracaso de la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), durante el gobierno del Presidente Frei, Chile, junto con Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia (1969) fundaron el
‘Pacto Andino” al que después se integraría Venezuela. El Pacto Andino no sólo era (y es, pero ya no para Chile) un mercado común que permitía aumentar la masa compradora de la producción industrial de los respectivos países. Además contemplaba la implantación de organismos técnicos y de fomento comunes, convenios culturales, etc. Mientras Chile participó en el, gozó de numerosas ventajas.
2 La política: hacia la formulación de proyectos excluyentes. 2.1 IBAÑEZ REGRESA A LA MONEDA “Sí, quería regresar a La Moneda —decía Carlos Ibáñez del Campo a Luis Correa al final de su Gobierno— primero, por que estaba convencido de que durante mi Gobierno (anterior, 1927-1931) se realizaron esfuerzos fecundos de progreso, a pesar de que eran negados en determinados círculos. Y segun do, porque algunas realizaciones requerían ser complementa das y terminadas... Confiaba que en una nueva etapa, con mayor experiencia de gobierno, podría realizar cosas útiles para el país”. Y el dictador de fines de la década del 20 llegó el 3 de no viembre de 1952 a La Moneda, esta vez en carroza a la Daumont, electo con la más alta mayoría hasta entonces conoci da: 466 mil 439 votos que representaban el 46,8 por ciento de las preferencias. Esta alta votación significó un terremoto político pues con excepción del Partido Socialista Popular, ningún otro de los partidos significativos de entonces lo había apoyado. Su votación recogía al electorado independiente, entre el que figuraba por primera vez la mujer, que expresaba
su rechazo al quehacer político y a los partidos. Sus conten dores lo seguían bastante atrás: Arturo Matte —yerno de Arturo Alessandri Palma y candidato de la Derecha— había obtenido sólo 265 mil 357 votos (el 27,8 por ciento), Pedro Enrique Alfonso, representante radical del Centro, 190 mil 360 sufragios (19,9 por ciento), y Salvador Allende, candida to del Partido Socialista de Chile, acumulaba sólo 51 mil 975 preferencias (5,5 por ciento). Llegaba Ibáñez a La Moneda desde el Congreso, pues no habiendo obtenido la mayoría absoluta —la mitad más uno de los votos— el Senado y la Cámara de Diputados elegidos en 1949 debieron ratificar la primera mayoría producida en las urnas. La “escoba” para barrer a los políticos y limpiar la administración pública fue el emblema de la campaña ibañista. El primer ministro del Interior del gobierno de Ibáñez, Guillermo del Pedregal, diría que “el triunfo fue la expresión de una reacción ante la forma en que los partidos políticos tradicionales de este país entendían la política y que no era otra cosa que la más sucia politiquería. Los partidos políti cos perdieron el tiempo en combinaciones mezquinas, en la defensa de cargos públicos y en la parcelación de la adminis tración pública”. En consecuencia con lo que hemos afirmado del ibañismo, la elección de Ibáñez en 1952 fue la expresión del desconten to ciudadano. La forma de hacer política del período anterior fue siendo cada vez más cuestionada desde todos los sectores. Además de que parecía ineficaz para resolver los problemas económicos y sociales más urgentes, daba la impresión de que no existía autoridad que dirigiera el proceso político y que una cierta corrupción invadía la vida política nacional. Así, Ibáñez reflejaba la intención simplista de reemplazar los acuerdos de los sectores sociales por la decisión del líder carismàtico y fue apoyado por un conglomerado tan hetero géneo e inorgánico, que incluía desde una Derecha no demo-
Ibáñez: un caudillo para solucionar los problemas nacionales.
crética hasta sectores del Partido Socialista. Los unía su anti patía al juego político tradicional, e Ibáñez los inflamaba con un lenguaje antiparlamentario y antipartidos, y con promesas de poner fin a la política de transacciones, para así detener la inflación, y poder realizar reformas tales como la nacionaliza ción del cobre y la reforma agraria. El Partido Socialista Popular apoyó a Ibáñez con la esperanza de poder ser el con ductor de las masas que lo seguían. A la vez, con ello el Parti do Socialista Popular tomaba un camino de rechazo a la polí tica de coaliciones y combinaciones. Los partidos y las elecciones seguirían, no obstante, inquie tando a los chilenos. En primer lugar, era necesario llenar la vacante en el Senado que había dejado Ibáñez -del cual for maba parte desde 1949— al ser elegido Presidente de la Re pública. El triunfo de Ibáñez era reciente, y debido a la importante colaboración que le había prestado durante la campaña presi dencial, la líder del Partido Femenino, María de la Cruz,
fue la candidata oficialista. Votar por ella era renovar el voto por Ibáñez; la victoria fue total: obtuvo 107 mil 587 votos de un total de 210 mil 802. Pero el objetivo político más importante era conseguir “un parlamento para Ibáñez”. Era necesario el apoyo de las cáma ras legislativas para poder aplicar el programa de gobierno. En marzo de 1953 se realizaron las elecciones parlamentarias, y pese a los esfuerzos desplegados, los ibañistas no lograron mayoría ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados. Y además, de los 24 partidos políticos que se registraban en esa fecha, sólo ocho eligieron parlamentarios, y el resto, al no haber podido lograr alguna representación, fueron eliminados del registro oficial. Esta cantidad tan elevada de partidos daba cuenta de una crisis del sistema político. Este aparecía como incapaz de realizar las transformaciones que el país requería para resol ver sus problemas económicos y sociales. Pero el ibañismo hubo de sufrir nuevos reveses al ser inha bilitada la recién elegida senadora María de la Cruz y luego, al ser derrotado en las elecciones para llenar su vacante. Como ya se mencionó, la alianza gobernante era hetero génea. Albergaba en su seno a personalidades de distinto origen y formación y que en los años siguientes seguirían participando en la política chilena desde las posiciones más diversas y con tradictorias. Así, se fundían en el común calificativo de “ibañistas” personajes como Jorge Prat, Julio von Mühlen brock. Arturo Fontaine, Alejandro Hales, Juan Gómez Millas, Felipe Herrera, Clodomiro Almeyda y Carlos Altamirano. Con una diversidad tal no era extraño que se desataran al interior de la alianza una serie de fricciones que, finalmente, la llevarían al fracaso. En términos partidarios, el ibañismo aparecía organizado en tres sectores. En primer lugar, la Alianza Nacional del Pueblo que estaba integrada por los partidos Socialista Popular y "Agrario Laborista. Existía
también el Movimiento Nacional del Pueblo y, por último, la Unión Independiente; estos grupos, aunque no constituían partidos propiamente tales, aglutinaban a las fuerzas indepen dientes que habían apoyado a Ibáñez en la candidatura presi dencial de 1952. Todavía al interior del partido Agrario Laborista había tres grupos: uno de tendencia totalitaria, los antiguos nazis tas del movimiento Nacional Socialista; otro, antinazista de origen agrario, y un tercero, que antes había formado la Alianza Popular Libertadora. En abril de 1953 —a los seis meses de gobierno— el Partido Socialista Popular tomó la determinación de retirarse del Gobierno y, aunque no iba directamente a la oposición, al poco tiempo los ataques mutuos entre el secretario general del partido y el Presidente de la República comenzaron a hacerse habituales. Incluso Guillermo del Pedregal, primer ministro del Interior del gobierno ibañista, declaraba públi camente que en el Gobierno no había voluntad política para cumplir los postulados reformistas difundidos durante la cam paña presidencial. El mismo Ibáñez reconocería más tarde que “el conglome rado que me llevó al gobierno era heterogéneo. La mayor par te de este conjunto estaba formado por partidos nuevos, movidos por impulsos de progreso, pero faltos de disciplina. No todos coincidían en un criterio uniforme. Eso explica cierta ineficacia (...). Faltó, pues, unidad, cohesión”. Ante tales situaciones, la oposición de Izquierda y de Dere cha enarboló sus banderas de lucha. El diputado Francisco Bulnes, del Partido Conservador, advertía en la Cámara de Diputados que “sería tremendamente grave para el país, que este gobierno, a los seis meses de elegido, lo abandonara todo a la oposición. Sería grave, tremendamente grave, que el Pre siente de la República, a quien quedan cinco años y medio para terminar su mandato presidencial, dejara de tener el res paldo del pueblo y no conservara otro apoyo que el de la fuerza. Nosotros no deseamos que este gobierno se despresti
gie. Por eso deseamos sinceramente que el Gobierno se haga digno de la confianza que la ciudadanía ha depositado en él”. Por su parte, desde la izquierda, el parlamentario Salvador Allende manifestaba en un discurso en el teatro Caupolicán que “si el Presidente de la República no se siente capaz de resolver los problemas y cumplir las promesas que hizo, haría bien en tomar el único camino democrático de convocar al país para que resuelva el problema en nuevas elecciones”.
2.1.1 Agudización de la crisis política: La tentación golpista Al cumplirse el tercer año del período de Ibáñez, el gobier no estaba paralizado, en parte por la ausencia de un equipo coherente que asesorara al Presidente y en parte por las permanentes modificaciones que el propio Ibáñez hacía de la conducción política, especialmente por la vía del cambio de sus colaboradores más cercanos: los ministros de Estado. Estas situaciones provocaron gran inestabilidad ante la cual se comenzaron a producir al interior del Ejército y la Aviación movimientos conspirativos con el fin de dar un golpe de Estado y afirmar a Ibáñez en el gobierno. El prin cipal de éstos fue una asociación conocida con el nombre de “Línea Recta”. El movimiento había sido promovido por el propio Ibáñez a medida que la oposición se le hacía más dura y más difícil de manejar; incluso el Presidente había sos tenido reuniones con oficiales a principios de 1955. Estos hechos produjeron fuerte rechazo entre los generales de alto mando encargados de mantener la disciplina militar, quienes no fueron autorizados por el Ejecutivo para aplicar sanciones a los oficiales asistentes a las reuniones, lo que obligó a la renuncia de los generales Enrique Franco y Oscar Herrera. Con esta actitud, como señala uno de los biógrafos de Ibáñez, “los proyectos dictatoriales recibieron un golpe de muerte, pues Ibáñez no tardó en ser informado que las instituciones aricadas deploraban que sus altos jefes hubieran tenido que retirarse por defender los principios básicos de la
disciplina. No había que contar con el concurso del Ejército”. A su vez, la opinión pública se alarmó y en la Cámara de Di putados se discutió ampliamente el incidente, todo lo cual desprestigiaba y debilitaba en forma significativa la gestión presidencial. 2.1.2 1955: La Misión Klein-Saks y el apoyo de la Derecha Llegado el año 1955, el gobierno de Ibáñez habría de enfrentar uno de sus momentos más difíciles. La presión laboral originada por la inflación desatada y ex presada en las huelgas generales de 1954 y 1955 obligó al Gobierno a un serio esfuerzo de estabilización eco nómica. Decía el Presidente Ibáñez en su Mensaje de 1956 que para resolver la crisis “era necesario llamar a un concurso técnico, de idoneidad indiscutida y que por su carácter extranjero diera también garantías de objetividad e impar cialidad en sus enunciados y conclusiones”. Se contrató entonces a la Misión Klein-Saks, una firma de asesoría y consulta extranjera que había operado antes en otros países latinoamericanos. , Pero, más allá de la explicación presidencial, la verdadera razón por la cual se recurrió a la misión Klein-Saks parece haber sido otra. La filosofía de dicha misión tenía un evi dente carácter derechista como lo demostraba el hecho de que venía de prestar su asesoría a la dictadura de derecha que gobernaba en Perú. De ese modo, su afinidad estaba más cerca de la Derecha política chilena que de la mayoría de los técnicos nacionales que se situaban más bien al Centro o a la Izquierda. Además, la misión norteamericana tenía buenas relaciones en el Fondo Monetario Internacional y el Gobier no de su país, de manera que ayudaba a los propósitos del Gobierno de Chile de contar con importantes préstamos externos al mismo tiempo que era grata a los ojos de la Dere cha que sería la base del apoyo político del Gobierno de
Ibáñez en los tres últimos años de su período presidencial (1955-1958). La misión trabajó hasta mediados de 1958 y propuso reco mendaciones respecto de la política fiscal: racionalización y reorganización de la administración pública; políticas de créditos; remuneraciones; precios y subsidios; y política cam bian a.
Pero el programa fracasó. Mientras el Ministro de Hacien da se comprometía en un plan antiinflacionario, desde otros ministerios se provocaba la inflación. No se reformaron los sistemas de tributaciones y en 1957 los impuestos no cubrie ron ni siquiera los gastos corrientes fiscales y hubo que recu rrir a la emisión. En 1958, incluso, los índices de producción de las fábricas bajaron. La recesión de la economía hizo que el empresariado le restara el apoyo que al comienzo había dado al proyecto estabilizador. Tras él, la derecha política fue también enfriando su apoyo. Dada la cercanía de las elec ciones presidenciales, se decidió terminar con la asesoría técnica de la misión. Aunque la misión Klein-Saks no tuvo éxitos económicos, permitió en cambio al Presidente Ibáñez lograr durante un tiempo el apoyo político de la Derecha lo que le significó la mayoría parlamentaria. La prensa derechista apagó en parte los fuegos opositores y El Mercurio apoyó y explicó en editoriales, con inteligencia y claridad, los efectos de las medidas antiinflacionistas. El propio Ibáñez decía a Luis Correa, tiempo después que “necesitaba el apoyo de ambos partidos (Conservador y Liberal), porque con los votos de los congresales se podría intentar el saneamiento de la política financiera (...). En reuniones con los personeros de los parti dos de Derecha les reiteré mi convencimiento de que para detener la inflación y mantener firme el concepto del or den, se requerían Facultades Especiales, de carácter adminis trativo, y económico, porque sabía que sin ellas no se puede hacer nada, ni siquiera mover a un portero”
Es así como Ibáñez también ejerció las Facultades Extra ordinarias. A raíz de una de las políticas recomendadas por la misión Klein-Saks consistente en una ley de estabilización, apoyada por liberales y conservadores, se generó un gran descontento popular. Esto se vio agravado por un alza en las tarifas de locomoción, frente a lo cual los trabajadores y estudiantes reaccionaron con movimientos de protesta encabezados por la Central Unica de Trabajadores (CUT) y por la Federación de Estudiantes de Chile (FECH). Pero el movimiento de pro testa comenzó a tomar un ritmo cada vez más violento, hasta que el 2 de abril de 1957 -como relata R.A. Gumucjo, uno de los testigos— “comenzaron a actuar bandas de asaltantes cuya extracción social no era posible identificar... Se produ jeron asaltos a parques y jardines, comisarías, etc., y ya en la tarde, se destruyó el alumbrado público y se intentaron asaltos al Congreso, La Moneda y Tribunales’’. Como reacción, el Gobierno decretó estado de sitio y con vocó a los jefes de los partidos a una reunión en la cual el Ministro del Interior, Benjamín Videla, solicitó el apoyo para un proyecto de ley que le concediera al poder ejecutivo extraordinarias. • facultades • • • • • El proyecto fue aprobado por los parlamentarios oficialis tas, la Derecha y la Falange Nacional, en tanto se opusieron los parlamentarios radicales y del FRAP. Concedidas las Facultades Extraordinarias, el Presidente de la República podía hacer arrestos sin orden judicial, sus pender reuniones públicas, censurar la prensa y allanar casas sin autorización judicial. Lo sorprendente fue, sin embargo, que antes de diez días de concedidas las facultades extraordi narias y mientras se debatía en la Cámara de Diputados la forma en que se estaban aplicando, el Ministro del Interior, que asistía a la sesión, informó que el Gobierno estimaba a esas alturas que la ley era innecesaria ya que la paz y la tran quilidad habían vuelto al país y que el Gobierno tenía controlada la situación.
La declaración ministerial fue considerada una burla por los parlamentarios opositores que habían apoyado la aproba ción de la ley, y en pocas horas se tramitó el proyecto de derogación. Era otro de los acontecimientos inexplicables de la política ibañista que contribuía a su deterioro. 2.1.3 Las principales realizaciones del Gobierno En el campo económico-social una de las realizaciones fun damentales del período de Ibáñez fue la creación del Banco del Estado. Nació en 1953 agrupando a cuatro instituciones fiscales: la Caja Nacional de Ahorros, la Caja'de Crédito Hipotecario, la Caja de Crédito Agrario y el Instituto de Crédito Industrial. De ese modo, se constituyó una cuenta única fiscal en una institución bancaria de crédito y fomento de la producción de carácter estatal. Su creación suscitó recelos y fue criticada como un “pro pósito intervencionista” y vista como una carga para las finanzas del Estado, factor de inflación y competidora con privilegios especiales de los bancos comerciales. Por el gran volumen de recursos crediticios que controla ba el Banco del Estado, su influencia en el mercado del dine ro y su capacidad de financiar necesidades públicas y de pro ducción fue muy importante. A través del período que se analiza, aportes del Banco del Estado beneficiaron en general a toda la colectividad indus trial, y, dentro de ella, recibieron fuertes cuotas de ayuda entidades como la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP), Industria Azucarera Nacional (IANSA), Compañía de Acero del Pacífico (CAP), Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA), etc. Igualmente, el Banco cooperó en planes de ex tensión agrícola. Una innovación en las políticas bancarias fue el sistema de “préstamos controlados”, un servicio social que favoreció a las clases más postergadas. Por otra parte, se emprendió un
programa de estímulos al ahorro sobre la base de recompen sas en dinero, préstamos hipotecarios para viviendas, becas para estudiantes, premios de ahorro obrero, etc., encauzando la corriente de ahorro hacia fines productivos. Otra iniciativa de trascendencia fue la implantación del Puerto libre de Arica, concebido como enclave del crecimien to nortino y como base para la instalación de nuevas indus trias, especialmente de artefactos eléctricos (radios) y auto motriz. En el plano político la reforma electoral de 1958 permitió ampliar considerablemente la participación electoral y elimi nó por fin el cohecho como práctica política aún persisten te en la vida pública chilena.
2.2 NACIMIENTO DE LA CUT La aprobación de la Ley de Defensa de la Democracia, en 1948, influyó en el desenvolvimiento del mundo sindical, siendo un obstáculo para su desarrollo. Ese mismo año, los empleados particulares iniciaron una ofensiva contra las medidas restrictivas del Gobierno y en pos de un mejoramiento de los sueldos y salarios de los trabajado res. A la vez convocaron a un Congreso de Unificación en Valparaíso, donde se formó la Confederación de Empleados Particulares de Chile. Al año siguiente, ésta se amplió con el ingreso a ella de funcionarios civiles del Estado y de las Cajas de Previsión, organizándose la Junta Nacional de Empleados de Chile. Esta, junto al Comando contra las Alzas promovido por la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) e integra do por varios organismos sindicales de Santiago, llamaron a constituir una comisión pro unidad sindical. En febrero de 1953, se realizó, en Santiago el Congreso de la Unidad, en el cual diversos sectores „laborales acordaron unirse en torno a sus reivindicaciones económicas y sociales. Nació así la Central Unica de Trabajadores de Chile (CUT), que tenía como finalidad defender los derechos de los traba
jadores y luchar por mejores condiciones de vida para ellos. La agitación en el país era progresiva. De modo que, no obstante que en 1953 el Gobierno había dado su aprobación al proceso de unificación del movimiento sindical que dio nacimiento a la Central Unica de Trabajadores (CUT), poco tiempo después el mismo Gobierno reprimía la primera huel ga de campesinos que se realizaba en el país —en las locali dades de Molina y Lontué—, que aunque poco importante, era significativa y había sido muy publicitada por la prensa. Era significativa porque en las elecciones de 1952 la mayo ría de los inquilinos de los campos había apoyado a Ibáñez, desafiando así a los terratenientes derechistas. Así, el sindicalismo unificado en la CUT, presidida por Clotario Blest, vinculo su quehacer reivindicativo cada vez más a la acción de los partidos de Izquierda y allí reclutó sus dirigentes, logrando además una ampliación impor tante de la base sindical. Esa base sindical expresó sus demandas mediante dos huel gas generales en mayo de 1954 y en julio de 1955. Pero, hacia octubre de 1955, en el seno de la CUT surgirían posi ciones antagónicas, lo que debilitó el movimiento sindical y significó el fracaso de un paro general en enero de 1956, convocado como reacción a un proyecto de ley destinado a poner en práctica algunas de las medidas recomendadas por la misión Klein-Saks. 2.3 REAGRUPAMIENTO DE LAS FUERZAS POLITICAS Entre 1956 y 1958 la historia política del país da cuenta de algunos hechos fundamentales. En 1956 se formó una alianza —de larga vida— entre el Partido Socialista (dividido en Partido Socialista Popular y Partido Socialista de Chile) y los comunistas aún en la clandestinidad. La constitución del FRAP -Frente de Acción Popular- se vio facilitada por los cambios que se habían producido en el socialismo. A raíz del viraje de Ibáñez hacia
TRABAJADORES
ITINERARIO DE LA CUT Huelgas generales de la CUT desde su fundación en 1953 hasta 1970
Ibáñez 1954 1
1955 1 1956 1
1960 1962 1964 1966 1967 1969
2 1 2 1 1 1
1970 1
Fuente:
Legislación laboral sobre salarios. Represión en contra del pre sidente de la CUT. Alza del costo de la vida. Inamovilidad. Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Id. Proyecto sobre congelación de sueldos, salarios y libertad de precios. Reajuste. Solidaridad con la Revolución Cubana. Protesta por alza de costo de vida. Reajuste. Sucesos en la mina El Salvador. Reajuste. Defensa de la constitucionalidad amenazada por autoacuartelamiento del Regimiento Tacna. Defensa del proceso electoral democrático de acciones desarro lladas por grupos de Derecha. Cuadro elaborado sobre la base de información tomada de Barrera, Pers pectiva, op. cit., y Barría, Los sindicatos de la gran minería del cobre, INSORA, Santiago, 1970, e Historia de la CUT, ediciones PLA, Santia go, 1971.
la derecha, el Partido Socialista Popular asumió una postura de rechazo a la política tradicional de alianzas con el centro político, aceptando sólo aquellas con los partidos obreristas. Se acercó entonces al Partido Socialista de Chile con el que se unió en 1957 en torno a su tesis no aliancista. Desde enton ces se produce en el Partido Socialista una opción por el mar xismo-leninismo que le permitió un entendimiento con el Partido Comunista. No obstante entre ambos existía aún diferencias, aunque no lo suficientemente significativas como
para romper su alianza. Ellas decían relación con el rechazo del Partido Socialista a formar alianzas con el centro político, a diferencia del Partido Comunista; y con la alineación del Partido Comunista con la Unión Soviética que lo llevó a apro bar la invasión a Hungría y Checoslovaquia que el Partido Socialista condenaba. Por su parte, en el centro político, el Partido Radical, fun damentalmente pragmático, fue siendo desplazado por el Partido Demócrata Cristiano, un partido doctrinario. Nacía éste en 1957 de la fusión de la Falange Nacional con el Parti do Conservador Social Cristiano, después de las elecciones parlamentarias que le dieron a la Falange el mayor respaldo de su historia. El nacimiento de la Democracia Cristiana y el apoyo ciudadano que recibió desde entonces reflejaba la evo lución de la Iglesia Católica de postguerra. Pues, aunque la Democracia Cristiana se definió como un partido no confesio nal, de hecho era la expresión política de un catolicismo renovado. Por eso su base social fue muy amplia, compren diendo a sectores medios, profesionales, obreros, campesi nos, muchas mujeres y aun algunos empresarios. La De mocracia Cristiana tenía un proyecto de sociedad diferen te a la sociedad liberal y a la socialista. Para alcanzarla pro ponía la realización de cambios globales y profundos y un camino propio —desfavorable a las alianzas políticas— para llevarlo a cabo. Los dirigentes del partido realizaron una ardua elaboración doctrinaria y técnica, que se insertaba en una visión global del estancamiento de la economía. D.e este modo, también el nuevo partido recogía el rechazo a la ante rior forma del quehacer político, aquella de la transacción, la conciliación y el acuerdo pactado.
2.3.1 Tiempo de elecciones Al aproximarse la elección presidencial, el Partido Radical proclamó candidato a Luis Bossay, lo que implicaba el triunfo
del settor más izquierdista por sobre los grupos que apoyaban a Julio Durán y a Gabriel González. Un comando independiente proclamó enseguida, la candi datura de Eduardo Frei, pero el Partido Demócrata Cristiano con su sola fuerza, más la de algunos grupos pequeños no po dría llegar a la Presidencia de la República, y una alianza con la Izquierda era entonces impensable. La alternativa era la Derecha, y el Partido Liberal se inclinaba a dar su apoyo al candidato democratacristiano. Sin embargo, esta intención no prosperó y el resultado fue la proclamación de Jorge Alessandri, que recibió el apoyo de liberales y conservadores, mien tras el candidato democratacristiano debió presentarse con el apoyo de su partido y el Agrario Laborista. Al final del gobierno de Ibáñez fue derogada la Ley de Defensa de la Democracia y, por consiguiente, legalizado el Partido Comunista. Tras arduas negociaciones y debates, los socialistas y comunistas decidieron presentar como candida to a Salvador Allende. Las elecciones presidenciales de 1958 fueron reñidas tan to en la campaña previa de los candidatos como en sus resul tados. Más importante que las cifras —sobre las que se vol verá más adelante— fue la constitución de las distintas alian zas en apoyo de los distintos candidatos. Es así como, a fines del gobierno de Ibáñez era posible visualizar ya el sistema político chileno dividido en tercios, los que, con algunas modificaciones muy temporales, van a dominar la escena de la política chilena en los años siguientes, incluso hasta después de 1970. El apoyo de los partidos Liberal y Conservador a la candidatura de Jorge Alessandri Rodríguez en 1958 no fue sino la consolidación de la alianza de los tradicionales parti dos de Derecha, que ya se había hecho presente en el gobier no ibañista, constituyéndose en el “salvavidas” de un gober nante que había perdido poco a poco toda su base de apoyo. Por otro lado, la alianza de los partidos Socialista y Comu nista en el Frente de Acción Popular (FRAP), apoyando la
candidatura de Salvador Allende, significaba también la consolidación de una fuerte alianza izquierdista predominan temente marxista-leninista. Y, por último, el nuevo Partido Demócrata Cristiano que apoyara a Eduardo Frei en las elecciones presidenciales de 1958, asumiendo posiciones “más allá de las Izquierdas y De rechas’’, se constituiría en una alternativa de Centro con un programa de transformaciones sociales, políticas y económi cas alternativo al de la Izquierda tradicional, reagrupada ahora en el FRAP. En las décadas de 1960 y 1970 el Partido Demócrata Cris tiano asumirá, de hecho, el liderazgo del centro político chile no, en parte por sus contenidos programáticos, pero en parte también por la progresiva desintegración del tradicional Parti do Radical debido a su juego pendular y a sus múltiples divi siones. Estas tres alianzas serán las que marcarán el ritmo de la política chilena incluso hasta bastantes años después de 1970. Más aún, los líderes —que en los tres casos superan los esque nas partidistas— serán, durante todo el período, los mismos: Jorge Alessandri, Eduardo Frei y Salvador Allende. Concentración del FRAP.
2.3.2 La Iglesia A la muerte del cardenal Caro, reunido el Cabildo Metro politano designó Vicario Capitular a Pío Alberto Fariña, quien se desempeñaba como Obispo auxiliar de Santiago. Algún tiempo después, en los primeros días de marzo de 1959, la Santa Sede designaba al obispo Emilio Tagle como Administrador Apostólico de Santiago. Las designaciones episcopales no terminarían ahí, puesto que en octubre de ese mismo año se designó al obispo Raúl Silva Henriquez en Valparaíso, quien fue consagrado pocas semanas después.
Cardenal Raúl Silva Henriquez.
La difícil decisión pontificia se había podido dilatar por un tiempo pero necesariamente debía resolverse y cuanto antes, mejor, toda vez que se hacía necesaria una conducción
muy nítida para enfrentar los complejos problemas sociales en que el país vivía. Así, finalmente, en la última semana del mes de mayo de 1961, el obispo Opilio Rossi -representan te del Vaticano en Chile— comunicó oficialmente la deci sión papal. Raúl Silva Henriquez había sido designado Arzo bispo de Santiago y Emilio Tagle quedaría a cargo de la Diócesis de Valparaíso. Ambos asumirían el 24 de junio. Ya en una de sus primeras entrevistas públicas, él nuevo Arzobispo de Santiago se declaraba favorable a los cambios. Sostenía que era necesario hacer reformas con celeridad pero en forma pacífica. Respecto de la división entre el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Conservador Unido, soste nía que la ruptura entre ambos era inevitable por las diversas concepciones y visiones del mundo que ambos tenían. Pero más trascendentes que las declaraciones del nuevo Obispo Manuel Lorrain
Arzobispo, eran las acciones que emprendía el Obispo de Talca, Manuel Larraín. Ya en atril de 1961 había declarado la necesidad urgente de una reforma agraria sobre la cual, decía, “ya todo el mundo parece estar de acuerdo”, pero que presentaba el problema de definir los medios. Todavía se discutía en el .Congreso un proyecto de ley que el Ejecutivo había presentado sobre reforma agraria en mayo de 1962, cuando el Obispo de Talca dispuso que el predio “Los Silos”, ubicado en Pirque, fuera repartido entre los cam pesinos que en él trabajaban y a los cuales se proporcionaría asistencia técnica. Medidas semejantes se adoptarían respecto de los predios Pichidegua, en la provincia de O‘Higgins y el Alto de Melipilla, de propiedad del Arzobispado de Santiago. Y como coronación de la preocupación de la Iglesia Cató lica por los problemas sociales y políticos de los chilenos, la Conferencia Episcopal entregaba al conocimiento de los fieles la pastoral colectiva “El Deber Social y Político en la Hora Presente”, en la que se analizaba la situación nacional y se entregaban normas para la acción en el plano asistencial. socio-económico y político.
2.4 LA DERECHA VUELVE A “LA MONEDA” Al final de su período, Ibáñez quedó sin respaldo organi zado y concitó la oposición de todas las fuerzas políticas. Du rante su Gobierno había quedado sepultada la solución de equilibrio político, que no lograba entonces resolver el estan camiento social y económico del país. Se asumía ahora la existencia de oposiciones sociales y la función de la política dejaba de ser el atenuarlas, para comenzar a exacerbarlas, usándolas para llevar a cabo las transformaciones deseadas. Se enfrentarían desde entonces los distintos proyectos políti cos alternativos. En las elecciones presidenciales de 1958, las primeras luego de la reforma de la ley electoral, la victoria en las urnas favo reció al candidato de la alianza liberal-conservadora, Jorge
Jorge Alessandri emite su voto en las elecciones del 58. Pocas horas después seria elegido Presidente de la República.
Alessandri Rodríguez -hijo del caudillo liberal de la primera mitad del siglo XX- con el 31,6 por ciento de los votos. La segunda mayoría correspondió al candidato del izquierdista Frente de Acción Popular (FRAP) que agrupaba a socialistas y comunistas, Salvador Allende, con el 28,9 por ciento de los votos. La tercera mayoría la consiguió la Democracia Cristia na con Eduardo Frei como abanderado, con el 20,7 por cien to de los sufragios. Y seguían, por último, el candidato radi cal Luis Bossay con un 15,6 por ciento y el candidato inde pendiente Antonio Zamorano —ex cura de Catapilco— con un 3,3 por ciento de la votación. El triunfo electoral de 1958 fue muy significativo para los partidos Conservador y Liberal: llegaban a La Moneda con candidato propio después de muchos años. Es cierto, sin em bargo, que habían tenido responsabilidades en los gobiernos
LOS ALESSANDRI EL CAUDILLISMO CIVIL ...El mismo ex Presidente (Arturo Alessandri Palma) había figurado como pre candidato en 1946; legó su “imagen” en un hijo suyo (Fernando Alessandri Rodríguez), pero fue derrotado por Gabriel Gon zález Videla. En 1958 surgió como candidato otro de sus hijos, Jorge Alessandri, (pie obtuvo el triunfo. Reunía el carisrna “dinástico ” el muy personal de tener algunas cualidades del “viejo Chile”y a la vez algunas cualidades acomodadas a la actualidad: era ingeniero y presidente de una gran compañía industrial, lo que lo hacía grato a los hombres de negocios”. (Mario Góngora: Ensayo histórico sobre la noción de Esta do en Chile en los siglos XIX y XX; Santiago, Ed. La Ciudad, 1981, p. 123). Las “Candidaturas ALESSANDRI” en las elecciones presidenciales.
1920 ARTURO ALESSANDRI PALMA - Luis Barros Borgoño. 1925 Emiliano Figueroa Larraín - José Santos Salas Morales 1931 Juan Esteban Montero Rodríguez - ARTURO ALESSANDRI PALMA - Elias Lafferte Gaviño ■ Manuel Hidalgo Plaza. 1932 ARTURO ALESSANDRI PALMA - Marmaduque Grove Vallejos - Enrique Zañartu Prieto - Héctor Rodríguez de la Sotta - Elias Lafferte Gaviño. 1938 Pedro Aguirre Cerda - Gustavo Ross Santa María - Carlos Ibáñez del Campo. 1942 Juan Antonio Ríos Morales - Carlos Ibáñez del Campo. 1946 Gabriel González Videla - Eduardo Cruz-Coke Lassabe - FER NANDO ALESSANDRI RODRIGUEZ. 1952 Carlos Ibáñez del Campo - ARTURO MATTE LARRAIN (*) Pedro E. Alfonso Barrios - Salvador Allende Gossens. 1958 JORGE ALESSANDRI RODRIGUEZ - Salvador Allende Gossens Eduardo Frci Montalva - Luis Bossav Leiva - Antonio Zamorano. 1964 Eduardo Frei Montalva ■ Salvador Allende Gossens - Julio Durán Neumann. 1970 Salvador Allende Gossens - JORGE ALESSANDRI RODRIGUEZ Radomiro Tomic Romero. (*) Casado con ROSA ESTHER ALESSANDRI RODRIGUEZ.
de Gabriel González y de Carlos Ibáñez, pero las elecciones presidenciales propiamente tales les habían sido adversas. Por otra parte, los resultados habían demostrado que la Izquierda era una fuerza poderosa. Jorge Alessandri obtuvo menos de un tercio de los sufra gios y fue también ratificado como Presidente de la Repúbli ca, como lo habían sido sus antecesores y como lo sería uno de sus sucesores. A pesar de que el nuevo Presidente había sido diputado por Santiago en 1926, ministro de Hacienda de Gabriel Gon zález Videla entre 1947 y 1950 y senador por Santiago a par tir de abril de 1957, sus publicistas habían logrado con éxito la imagen del apoliticismo, lo que había permitido la movili zación en su favor de sectores todavía no definidos ideológi camente, pero que eran significativos numéricamente. Alessandri, como Ibáñez en 1952, significó el triunfo de la “independencia política” por sobre el partidismo, pero tal como él, cayó en brazos de los partidos. A ello se sumaba el pretendido “carácter técnico” de sus antecedentes como ejecutivo de una importante empresa privada, lo que agradaba sobremanera a los ejecutivos bancaríos, financieros e industriales. El programa del nuevo gobierno contenía un proyecto político, pero terminó por abocarse a resolver los problemas más puntuales del momento, especialmente de los sectores empresariales, sin poder responder al proyecto global inicial. A su vez, su programa económico se mantuvo dentro de la solución liberal, pero con carácter moderado. En 1959, el gobierno inició una fuerte expansión, especial mente en viviendas y obras públicas. Ese mismo año se inició un plan de estabilización económica que se mantuvo durante 1960 y que controló férreamente las posibilidades de infla ción, manteniendo fijo el tipo de cambio y provocando un aumento espectacular de las importaciones, lo que, en el corto plazo, significó un mejoramiento considerable de la situación económica.
2.4.1 La política y la vida nacional Con posterioridad a las elecciones presidenciales de 1958, el Partido Comunista declaraba que el FRAP debía haber bus cado el apoyo radical, puesto que “un gobierno del FRAP con participación radical, presidido por el doctor Allende, habría sido ciertamente preferible al gobierno del señor Alessandri”, y acusaba a sus aliados socialistas de “izquierdismo mal entendido” y de “infantilismo revolucionario”. Por su parte, los socialistas se mostraban partidarios de una acción política “sin confusiones de clases con fuerzas aliadas de los tradicionales enemigos de nuestro pueblo”. Otro conflicto, igualmente importante y recurrente se planteaba en la misma época entre los católicos. El Partido Conservador había enviado una carta al Secretario para Asun tos Extraordinarios del Vaticano, Antonio Samoré, en la que se daba cuenta de la división de los católicos chilenos en el campo de la política. Motivaba la comunicación, según los dirigentes conservadores, “la intervención activa, beligerante y en no pocos casos violenta que ha asumido una parte del clero, secular y regular, en favor del sector católico de izquierda y en contra del otro”. A juicio de los conservadores, además, los católicos democratacristianos estaban “siempre llanos a pactar con las fuer zas masónicas, marxistas o comunistas” en tanto que “han re pudiado en sus convenciones todo entendimiento con nuestra colectividad”. Las reacciones al interior de la Democracia Cristiana no se dejaron esperar y se publicaron en distintos medios de pren sa. Pero la polémica disminuyó rápidamente a principios de diciembre de 1958 al producirse el deceso del cardenal José María Caro Rodríguez, que afectó profundamente al pueblo cristiano. Pero eran, sin duda, los problemas de la política y de la economía los que seguían preocupando a la mayoría ciudada na. En enero de 1960 el ministro Roberto Vergara proponía
un aumento de diez por ciento sobre los sueldos bases de los empleados públicos, y recomendaba a los empresarios priva dos la adopción de una medida similar. En mayo de 1960 se desató una ola de inquietud sindical por las disposiciones contenidas en el proyecto de reajuste de sueldos y salarios considerados insuficientes, desencadenándo se huelgas en la Compañía de Teléfonos, Chilectra, Endosa, Mademsa, Madecó, los obreros del carbón y a lo que se sumó una huelga del profesorado y las amenazas-de huelga de los trabajadores de ENAP. Entre la obcecación del Ejecutivo en el sentido de no conceder reajustes y el aumento de la presión laboral, las cosas llegaron a su punto culminante en noviembre de 1960, cuando el líder de la Central Unica de Trabajadores (CUT), Clotario Blest, decía en uña manifestación que se realizaba en forma paralela a.una cadena de radioemisoras en la que habla ba el Presidente de la República, que “la clase trabajadora debe despertar de su sueño soporífero para levantarse en armas y repudiar a este Gobierno. La mayoría de este país, los asalariados, los empleados y obreros y campesinos, que forman el 75 por ciento de la población de Chile, somos capa ces de derribar a este Gobierno reaccionario... Todos, compa ñeros, debemos avanzar por las plazas, por las calles céntricas de Santiago para demostrar nuestro valor porque somos capaces. de esto y de mucho más”. No era extraña esta tensión entre las distintas fuerzas sociales y políticas si se tiene presente que en marzo de 1961 debían realizarse elecciones parlamentarias, las que en opinión del oficialista Partido Conservador, constituirían “un plebiscito en el cual el país eligirá entre Gobierno u oposición”. La elección constituyó un retorno de los vapuleados parti dos políticos. El Partido Radical se mantuvo como la primera fuerza política y el Partido Liberal ocupó el segundo lugar. El Partido Comunista experimentó un fortalecimiento importan te, teniendo presente que era la primera vez que se presentaba
solo después de la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia. Pero él hecho más significativo lo constituyó el crecimiento de la votación de la Democracia Cristiana, de un 9,4 por ciento (1957) a un 1 5,9 por ciento. Durante la década del 60 los partidos madurarían su modelo de sociedad. Fue ésta una década de ideologización, radicalización y ruptura a nivel mundial, y en todos los sectores sociales y ámbitos de la vida. En la Izquierda chilena tuvo significativa influencia la Revolución Cubana. Desde La Habana se promovía la vía armada para derrocar a los gobiernos latinoamericanos, tesis que iría contando con amplio apoyo en el Partido Socialista. Cada vez será en él más intensa la crítica a la “democracia burguesa” y a las libertades políticas “formales”. El terremoto del 60 devastó las ciudades del Sur.
2.4.2 La ampliación de la Base Política Desde los primeros meses de 1961 venía observándose un deterioro importante en la situación económica que se mani festó en una crisis en la balanza de pagos y en un importante incremento de la inflación. A medida que se veía venir la crisis financiera y económica-que estalló a fines de 1961, los contactos entre el Ejecutivo y el radicalismo, que se habían iniciado con el apoyo que el Partido Radical había brindado al proyecto de reconstrucción del Gobierno en 1960, se hicie ron cada vez más frecuentes. En septiembre de 1961 el Partido Radical ingresó oficial mente al Gobierno, formando parte del llamado gabinete de “concertación nacional”. El ingreso de los radicales al Gobierno, significó, sin duda, un apoyo para Alessandri, pero la inquietud gremial, laboral y sindical no mermó. Entre agosto y septiembre de 1961, el número de trabaja dores que en algún momento estuvieron en huelga alcanzó a los 1 50 mil. En noviembre de 1962, las alzas de precios de los artículos de consumo habitual generaron manifestaciones que termina ron con un paro nacional convocado por la Central Unica de Trabajadores (CUT), en el que participaron cerca de 250 mil trabajadores.
2.4.3 Hacia las elecciones de 1964 La masiva participación en la protesta fue respondida con una fuerte represión ordenada por el Poder Ejecutivo, que dejó un saldo de seis muertos y numerosos heridos en la población José María Caro. El acercamiento entre los partidos de Derecha —Liberal y Conservador— con el Partido Radical no sólo se manifestó en el ingreso de esta última colectividad al gabinete ministe rial y en el apoyo dado a las iniciativas del Ejecutivo en el.
Congreso .Nacional. En octubre de 1962 ya se comenzaban a perfilar las estrategias partidistas para las elecciones presi denciales de 1964. En ese mes se constituyó el llamado Fren te Nacional Antimarxista integrado por los partidos Conser vador, Liberal y Radical, que serviría de base para la candi datura presidencial del radical Julio Durán. Lo más inmediato, no obstante, eran las elecciones muni cipales de 1963, y a ella se abocaron los esfuerzos partidatíqs, puesto que constituirían el antecedente electoral más inmediato pára las elecciones presidenciales del año siguiente. A pesar de que el carácter local de las elecciones municipa les podía distorsionar en alguna medida las reales fuerzas con que contaba cada colectividad política, los resultados de las elecciones de 1963 fueron muy elocuentes. Estos elevaron al Partido Demócrata Cristiano a la primera mayoría nacional con el 22,7 por ciento de los votos, desplazando al Partido Radical —tradicional primera mayoría electoral en el paísai segundo lugar con 21,6 por ciento de los sufragios. Los partidos de Izquierda, separadamente, lograron tam bién aumentos significativos en la preferencias populares; pero lo que sin duda dio carácter decisivo a la elección fue el deterioro de los partidos de gobierno. A la baja ya anotada de los radicales, se sumó la disminución del Partido Liberal del 16,5 por ciento al 13,2 por ciento, y del Partido Conservador del 14,’7 por ciento al 11,4 por ciento. Los resultados de las elecciones municipales fueron deter minantes en la configuración de las candidaturas a la Presi dencia de la República en 1964. En junio del mismo año 1963, la Junta Nacional del Partido Demócrata Cristiano de signó candidato a Eduardo Frei. En los primeros días de agosto, el radical Julio Durán era proclamado por su partido y por los partidos Liberal y Con servador que poco tiempo antes habían constituido el Frente Nacional Antimarxista. En la Izquierda, entretanto, el FRAP era sacudido por
fuertes conflictos entre sus dos partidos claves, el Comunista y el Socialista. Las diferencias entre ambos se referían a cuál era el mode lo revolucionario que se debería seguir, si el chino o el soviéti co. Algunos grupos comunistas identificados con el modelo maoísta llegaron a decir que la todavía virtual “candidatura del doctor Salvador Allende no prende en el pueblo y el fra caso de 1964 ya está penando en gran parte a los dirigentes que insisten en mantenerlo pese a todo”. Aún así, Allende se ría el candidato frapista en 1964. Los problemas no sólo afectaban a los partidos de Izquier da. El equipo y la alianza gobernante sufrieron también un duro golpe con la determinación adoptada por el Partido Ra dical, el 13 de noviembre de 1963, en la que se acordó su retiro del Gobierno, debido a lo cual renunciaron a sus cargos cuatro Ministros de Estado y cuatro subsecretarios. Alessandri sólo seguiría contando con el apoyo de los partidos Libe ral y Conservador, grandemente disminuidos después de las elecciones municipales de abril de 1963.
2.4.4 El “Naranjazo” A fines de 1963 fallecía el diputado socialista porCuricó, Oscar Naranjo, y su sucesión en el sillón parlamentario daría lugar a una larga lucha con espectaculares consecuencias. Para la elección complementaria, el FRAP denominó como candidato al hijo del diputado fallecido y que llevaba su mis mo nombre: Oscar Naranjo. El Frente Democrático —ex Frente Nacional Antimarxista— que apoyaba la candidatura de Durán a las elecciones presidenciales, proclamó al militan te conservador Rodolfo Ramírez Valenzuela; en tanto que el Partido Demócrata Cristiano presentó a Mario Fuenzalida. Los resultados favorecieron al candidato del FRAP con el 39,2 por ciento de los votos, en tanto que el representante oficialista alcanzaba el 32,5 por ciento, y el democratacristiano el 27,7 por ciento de los sufragios. Era el propio candida
to'de Derecha quien había otorgado carácter plebiscitario a la elección; por lo tanto, el impacto fue grande, más aún si se tiene en cuenta que Curicó era una provincia predominante mente rural y, por lo mismo, baluarte del Partido Conservador. Las consecuencias del resultado de la elección de Curicó fueron el retiro de la candidatura de Durán —que aunque volvería a presentarse para evitar una nueva escisión del Partido Radical, ya estaba muy debilitada- y el retiro de la candidatura de Jorge Prat que había sido proclamado por un pequeño grupo de ideas nacionalistas: la Acción Nacional. Los conservadores y liberales casi en masa pasaban a adhe rir a la candidatura de Frei, optando por lo que consideraban “mal menor”. Algunos dirigentes aislados, no obstante, apo yaron a Salvador Allende, como el caso de Gregorio Amunátegui y Eduardo Cruz Coke. Estaban, pues, lanzadas las campañas y los candidatos para la elección de 1964. Sin embargo, de los tres candidatos, sólo dos tenían opciones reales en las urnas. La candidatura de Eduardo Frei, con el lema de la “Revo lución en Libertad”, presentó un programa cuyos puntos sus tantivos eran: a) Reforma Agraria a través de la cual se pretendía aumentar la producción y crear 100 mil nuevos propietarios; b) Promoción Popular, que era un programa des tinado a incrementar la participación ciudadana y a mejorar la calidad de vida de los sectores más desposeídos; c) Chilenización del cobre, es decir, que el Estado asumiera el control mayoritario en las empresas de la gran minería y duplicación de la producción y de los ingresos de la industria cuprera en seis años; d) Contracción de 60 mil viviendas anuales; e) Con cesión del derecho a voto a los analfabetos; f) Reforma educacional tendiente a proporcionar a todos los chilenos una educación moderna y útil socialmente. La candidatura de Salvador Allende, por su parte, presentó un programa formalmente muy similar. Planteaba una Refor ma Agraria con un importante traspaso de tierras del área pri
vada al área estatal; “nacionalización” del cobre y de la banca democratización del Ejército; construcción de viviendas y reducción de la edad de los votantes a 18 años y derecho a voto a los analfabetos. Dos programas, pero en el hecho se mantenían tres alianzas, puesto que el bloque derechista integrado por libera les y conservadores no tuvo más alternativa que apoyar a Frei. Habían sido los partidos oficialistas durante todo el pe ríodo presidencial de Alessandri y habían solidarizado con su fracasada política de estabilización económica. Habían fraca sado también en su frente antimarxista con el radicalismo, y el electorado en las elecciones de Curicó les había sido adver so. Tampoco habían sido capaces de erigir un candidato pro pio -aunque se habló de reformar la Constitución para per mitir un nuevo período presidencial del propio Alessandri— y terminaban apoyando a la Democracia Cristiana, y a Frei, sin posibilidades de negociaciones. De ese modo, la elección presidencial de 1964 planteó el conflicto político a dos bandas: la Democracia Cristiana y la Izquierda (PS y PC) y como una confrontación entre demo cracia y comunismo. En propagar esta última idea tuvo un papel importante la Derecha. 2.5. LA REVOLUCION EN LIBERTAD El resultado de las elecciones presidenciales del 4 de sep tiembre de 1964 fue claro y definitivo. El representante del Partido Demócrata Cristiano (PDC) obtenía 1.409.012 votos, que representaban el 56,09%del total; el candidato de la Iz quierda, Salvador Allende, alcanzaba 977.902 sufragios (38,93%), y el candidato radical sólo lograba conseguir 125 mil 233 sufragios, lo que equivalía al 4,99% de las preferen cias, resultado que se explica por la polarización de la elec ción. La votación obtenida por el candidato triunfante era la más alta lograda en la historia de Chile. El nuevo gobierno se dispuso entonces a iniciar su progra-
Él triunfo de Eduardo Freí en 1964 significaría el inicio de la “Revolución en Libertad“.
ma. La Revolución en Libertad estaba concebida como un cambio de estructura de la sociedad chilena respetando la democracia. Se trataba de crear organizaciones de base capa ces de enfrentar sus propios problemas, de allí la importan cia que tenían los planes de Promoción Popular, el creci miento del sindicalismo y el impulso a la educación. De ese modo los cambios se realizarían, no desde el estado, sino des de la comunidad misma. Las críticas que desde un comienzo surgieron hacia el Gobierno demócratacristiano tuvieron su origen de fondo en este punto. Para la Derecha las transformaciones emprendi das por aquél tenían un carácter socialista. Para la Izquierda en cambio eran meras iniciativas reformistas.
Por eso, a pesar de la elocuencia de las cifras de la elección presidencial la lucha partidaria se mantuvo. El Partido Radical, que había llevado como candidato a Julio Durán, declaraba que “haciendo honor a sus tradicio nes le haría una oposición democrática” al nuevo Gobierno. En tanto, el Frente de Acción Popular (FRAP), declaraba que la elección de Eduardo Frei se debía “ante todo al apoyo de la Derecha y al imperialismo que vieron en su candidatura una tabla de salvación para sus privilegios” y que “habían adoptado la resolución irrevocable de realizar una política de oposición al Gobierno del señor Frei”. El Partido Socialista anunciaba que “le negaría la sal y el agua...” al nuevo Gobierno. Y esta cerrada oposición tuvo oportunidad de manifestarse con motivo de la proclamación del Presidente electo que el Congreso Nacional debía realizar en el curso de octubre. Los parlamentarios del FRAP no asistieron y, al no conseguir el quorum requerido por el reglamento, la sesión hubo de postergarse hasta el día siguiente, oportunidad en la cual, sin necesidad ya del quorum, se realizó la proclamación. El 4 de noviembre de 1964, Eduardo Frei asumía la Presi dencia de la República en medio del fervor popular. En su primer gabinete todos los ministros de Estado eran militan tes DC o técnicos afines sin otra militancia política. Rápidamente la oposición del FRAP y del radicalismo se vio incrementada por la actitud de los partidos de Derecha, quienes vieron en el proyecto gubernativo del impuesto patri monial “un insostenible gravamen al capital”, lo que hería sus intereses. En lo político, tampoco aceptaban la idea de un partido hegemónico que prescindiera de su colaboración e intentara gobernar solo. Ante estas actitudes, los resultados de las elecciones parla mentarias de marzo de 1965 revestían una importancia capi tal: de ellas —y de la composición política del nuevo Congre so— dependían las posibilidades reales de aplicar el programa de gobierno por el cual el país se había manifestado mayori-
(ariamente en septiembe de 1964. Era, pues necesario ‘.‘un Parlamento para Frei”. Los resultados de esas elecciones fueron espectaculares: el gobernante PDC obtenía el 43,6 por ciento de los votos, se guido de lejos por el Partido Radical con el 13,7, que recupe raba el apoyo de sus electores tras la elección de 1964. Por su parte, el viejo Partido Conservador se veía reducido sólo al 5,3 por ciento de los votos, mientras en la Izquierda, el Partido Socialista alcanzaba un 10,6 por ciento de la vota ción y el Partido Comunista un 12,8 por ciento. La Democra cia Cristiana obtenía 82 diputados de un total de 147, y trece senadores de un total de 45. Obtenía pues, mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, pero no así en el Senado de la República, lo que implicaría negociar en la Cámara Alta res pecto de cada proyecto. 2.5.1 Realizaciones y Problemas: Reforma Agraria Si bien Frei triunfó con el apoyo incondicional de la Dere cha en una intensa campaña, su proyecto de transformaciones no podía ser apoyado por ésta que, por el contrario, se le opondría tenazmente. La Reforma Agraria constituyó el problema más conflicti vo para la Derecha durante este período. Ello no sólo porque la afectaba emotivamente en su vinculación ancestral con la tierra, sino también porque temía la disminución de su poder económico y el vuelco masivo del campesinado en apoyo a la Democracia Cristiana. En el curso de los primero meses de 1965 el Ejecutivo envió al Congreso un proyecto que contenía la reforma del artículo 10 de la Constitución Política del Estado sobre el derecho a propiedad, para poder hacer efectivo en forma más drástica el proceso de Reforma Agraria. Las primeras reacciones contra el proyecto vinieron de gru pos aislados de propietarios agrícolas. Pero tanto la Junta Eje-
Una nueva era se inicia en el campo.
cutiva del Partido Conservador, el presidente del Partido Liberal, la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad de Fomento Fabril, la Sociedad Nacional de Minería, la Cámara Central de Comercio y la Confederación de la Producción y del Comercio, sólo manifestaron su opinión al apoyar una carta enviada al Presidente de la República por un pequeño grupo denominado Sociedad Chilena de Defensa de la Tra dición, la Familia y la Propiedad (T.P.F., más conocida por su revista Fiducia), a la que un tabloide de la capital llamó irónicamente la “Sociedad que defiende tradicionalmente la propiedad de algunas familias”. Sus miembros sostenían que los términos del proyecto de reforma de la Constitución “su primen la garantía de la inviolabilidad del derecho de propie dad” y que ese era “uno de los derechos emanados del orden instituido por Dios y que ninguna autoridad humana puede violar”.
El Presidente Frei declaró que “o se hace la Reforma Agra ria de la manera más racional, pero también de la manera más acelerada en este período, o se hará mañana de la manera más irracional e inconveniente para el país. Los que no quieren facilitar en nada esta reforma, mañana no sólo perderán la tierra”. El Partido Conservador llegaría a ser el mayor detractor del proceso de Reforma Agraria. Sostenía que los títulos de dominio de los asignatarios no pasaban de ser una concesión administrativa desprovista de garantías de permanencia y que el proyecto desconocía la obligación de que las expropiacio nes fueran debidamente indemnizadas. El senador conservador Francisco Bulnes declaraba en julio de 1966 que “la Reforma Agraria propuesta por el gobierno es descabellada en cada uno de sus elementos. No va a hacer propietarios sino a unos privilegiados y va a crear el caos en el agro. De aquí a tres años, el campo chileno, por lo tanto el país, va a estar en la anarquía. Esta Reforma Agraria parece haber sido realizada por locos; fundada en ilusiones, creado ra de un régimen jurídico que nadie entiende y dirigida a la anarquía”. El senador radical Julio Durán consideraba que “llega a constituir delito la fórmula de expropiación que pro pone el Ejecutivo en la reforma constitucional; esta fórmula, al hablar de equidad con relación a los predios agrícolas y es tablecer que lo equitativo es el avalúo fiscal, instituye sim plemente un despojo”. Pese a estas oposiciones, la reforma a la Constitución rela tiva al derecho de propiedad fue promulgada en enero de 1967; en marzo siguiente se promulgó la Ley de Sindicalización Campesina, y en julio la Ley de Reforma Agraria. Se lograban así metas fundamentales para el Gobierno, que tenía como uno de los objetivos centrales de su programa enfrentar el largamente postergado problema de la estruc tura agraria del país. El primer intento de modificación en la tenencia de la tierra en la agricultura chilena se había llevado a cabo en
1928 con la creación de la Caja de Colonización Agrícola que, hasta 1959, parceló más de un centenar de explota ciones. Según el censo de 1960, estas parcelas representaban menos del 2,5 por ciento de las explotaciones agropecuarias censadas y abarcaban sólo al uno por ciento de las familias campesinas chilenas, lo que demuestra que desde el punto de vista de la transformación de la tenencia de la tierra, la activi dad de la Caja había sido escasa. En febrero de 1960 la Caja de Colonización Agrícola fue reestructurada por un decreto con fuerza de ley, introdu ciendo el concepto de unidad económica y acelerando la crea ción de huertos familiares. Pero tampoco su acción fue signi ficativa para solucionar la problemática agraria nacional. En 1962 se aprobó la primera Ley de Reforma Agraria, que permitiría la expropiación y subdivisión de las grandes propiedades inexplotadas o deficientemente explotadas. Con esta ley se creó la Corporación de la Reforma Agraria, CORA, que reemplazó a la Caja de Colonización Agrícola, con el fin de promover y efectuar la división de los predios y reagrupar minifundios. También se creó el Instituto de Desarrollo Agro pecuario encargado de la asistencia técnica y crediticia. La actividad durante esta primera Reforma Agraria fue algo más significativa que durante el período anterior, pero tampoco modificó sustancialmente la estructura agraria nacional, ya que durante 1963 y 1964 sólo se repartieron 63.962 hectáreas en 1.432 familias. Por eso uno de los pilares básicos del programa del Gobierno demócratacristiano fue el de la Reforma Agraria, cuyo proyecto se basaba en tres leyes fundamentales: la modificación de la Constitución Política en lo concerniente al derecho de propiedad, la Ley de Sindicalización Campesina y la Ley de Reforma Agraria. La Reforma Constitucional aprobada en enero de 1967 estableció un nuevo concepto de la función social de la propiedad: “la función social de la propiedad compren de cuanto exijan los intereses generales del estado, la uti
lidad y salubridad, el mejor aprovechamiento de las fuen tes de energías productivas en el servicio de la colectividad, y la elevación de las condiciones de vida del común de los habitantes”.
La expropiación de las tierras constituía la primera acción del proceso de reforma agraria. Las principales causas de expropiación establecidas por la ley 16.640, aprobada en julio de 1967, eran el exceso de superficie, la fragmentación excesiva, el abandono o mala explotación y la habilitación para nuevas tierras agrícolas. En el caso de exceso de superfi cie, se consideraba expropiable un predio agrícola cuya ex tensión fuera superior a las 80 hectáreas de riego básico, teniendo en cuenta las características especiales de cada sec tor agrícola o ganadero. Dicha causal se fundamentaba en una más justa distribución de la tierra, impidiendo la formación del latifundio o fomentando otros tipos de propiedad econó mica y socialmente aceptables. Para úna etapa inicial y transitoria de la organización social y económica de los campesinos, la Ley de Reforma Agraria estableció los asentamientos, que eran sociedades entre la CORA y los campesinos para la explotación de las tierras ex propiadas hasta la asignación de la propiedad definitiva. Estos tenían como fin explotar eficientemente las tierras, preparar a los asentados para que asumieran sus responsabilidades de propietarios y empresarios agrícolas, promover la creación de cooperativas u otras formas de organización de la comunidad, para un período de tres años. Finalmente, la ley establecía las asignaciones en propiedad definitiva que podían efectuarse en propiedad familiar, cooperativa campesina o en copropiedad a cooperativas y a campesinos. Hasta 1970 se verificó la expropiación de 1.264 predios con un total de 3.400.000 hectáreas y el sector reformado re cibió asistencia técnica y apoyo crediticio, lo que redundó en un incremento de la producción agrícola, que subió de 1.762 millones de escudos en 1964, a 1.993 millones de escudos en
1970 (en millones de escudos de 1965 —según Cuentas Nacio nales 1960-1971). Por otra parte, gracias a la Ley de Sindicalización Campe sina, de los 24 sindicatos que existían en 1964, se llegó a 413 en 1970 con más de 1 14.000 trabajadores afiliados. Pero los conflictos originados en la aplicación de la Refor ma Agraria continuaron produciéndose en los años siguien tes. Los campesinos, deseosos de apurar el proceso, en algu nos casos procedieron a ocupar las casas patronales y los pre dios; y por otro lado, los propietarios impidieron la ejecu ción de la ley, despidiendo trabajadores sin causal justificada, o impidiendo la toma de posesión de los predios, incluso recurriendo a la violencia, como en el caso del fundo La Piedad, en la localidad de Linares, donde fue muerto Hernán Mery, funcionario de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA), en abril de 1970. La Reforma Agraria significó también un aglutinamiento de las fuerzas de Derecha, que se sintieron amenazadas con dicho proceso, a pesar de que éste favorecía al sector moder no de la economía (empresarios, industriales y comerciantes), también controlados por la Derecha, porque incorporaba a las masas campesinas al mercado consumidor. Muchos vaticinaron la muerte política de la Derecha. Pero ésta, en muy pocos años, resurgió con nuevas fuerzas. Impor tantes sectores de la clase media le brindaron ahora su apoyo porque también se sintieron amenazados por la agitación po lítica y la movilización de las masas. Desde fines de la década del 30, el de Frei era el primer Gobierno que disminuía drás ticamente el apoyo económico en su favor para otorgárselo a los sectores marginales urbanos y rurales. Así, pues, la clase media se identificó con la Derecha, que se erguía defensora de la propiedad privada. 2.5.2 Chilenización del cobre Enfrentar el problema del cobre era otro de los puntos
Chilenización del cobre, inversiones y nacionalización pactada.
básicos del programa del gobierno demócratacristiano. Para el Presidente Frei, el cobre -al que se llamó “viga maestra” de la economía— constituía un recurso fundamental para emprender la transformación económica y social de Chile porque era la única actividad que por su naturaleza podía acrecentar sustancialmente los ingresos de divisas del país. Por otra parte, se hacía necesario iniciar la participación del Estado en la propiedad de las empresa productoras de la prin
cipal riqueza nacional que estaba en manos de compañías ex tranjeras. En 1965 comenzó un vasto plan de inversiones a través de la “chilenización del cobre”, un programa cuyos objetivos eran: 1) aumentar la producción con el fin de duplicarla en 1972; 2) incorporar al Estado chileno en la propiedad de las empresas productoras; 3) refinar la mayor parte del cobre en Chile; 4) lograr la participación activa del Estado chileno en la comercialización del cobre en los mercados mundiales; 5) mejorar la situación de los trabajadores del cobre. Con este objeto se constituyeron las Sociedades ¡»Jneras Mixtas entre las compañías norteamericanas y el Estado chile no y a través de ellas en 1967 Chile compró el 51 por ciento de las acciones de El Teniente, el 30 por ciento de la Andina y el 25 por ciento de la Exótica. En este esfuerzo el Gobier no democratacristiano contó con el apoyo condicional de la Izquierda. En 1969 se inició una segunda fase de la política del cobre caracterizada por la “Nacionalización Pactada” de los mine rales de Chuquicamata, Salvador y Potrerillos. El Estado chi leno adquirió el 51 por ciento de las acciones pertenecientes a la Anaconda, quedando establecida la adquisición del 49 por ciento restante a contar de diciembre de 1972. Las inversiones que se hicieron en el cobre entre 1965 y 1970 superaron los 760 millones de dólares, de los cuales 650 correspondieron a la gran minería. Con ellas se alcanzaron los actuales índices de producción a través de la expansión de la actividad de algunos minerales. También se aumentó la capa cidad de refinación del cobre en Chile, que subió de 390 mil toneladas en 1964 a 750 mil toneladas en 1970. Por otra parte, la Corporación del Cobre (Codelco) pasó a controlar la comercialización del cobre. En el mismo período se dictó el Estatuto de los Trabajado res del Cobre y se construyeron seis mil viviendas para ese sector.
2.5.3 La organización social Con el objeto de incorporar activamente la participación popular en la vida nacional se llevó a cabo un vasto programa de organización social a través de la ampliación de la base sin dical y del impulso a juntas de vecinos, centros de madres, cooperativas y otros centros comunitarios de trabajadores, pobladores y campesinos. Del programa de gobierno, los proyectos relativos a la Pro moción Popular aparecían como la principal espina para los partidos de Izquierda. Según el Gobierno, no podía “conce birse la Promoción Popular como una especie de asistencia social o* beneficencia paternalista” sino como “un espíritu que debe impulsar toda nuestra acción para transformar una sociedad excluyente y cerrada en una comunidad abierta a to das las familias y a todos los hombres que la constituyan”. La promoción popular, un programa de organización social.
Para ello era necesario el fomento de las organizaciones de base, la movilización del Estado y de las bases populares y la transformación de las estructuras jurídicas e institucionales que contribuían a acentuar la marginalidad. La puesta en práctica de un programa de esta naturaleza podía significar que las nuevas organizaciones sociales volcaran su respaldo en la DC en forma todavía más significa tiva de lo que habían sido las elecciones de marzo de 1965. Tal vez por ello el Programa despertó tanta oposición y sólo en 1968 pudo ser aprobada la Ley de Juntas de Vecinos. No obstante, entre 1964 y 1969 se crearon cerca de 20 mil centros comunitarios. Por otra parte, la organización sindical chilena amplió el número de sus afiliados de 270.542 a 533.713 entre 1964 y 1969 (Mensajes Presidencial, 1970), siendo muy importante en este crecimiento el de las organizaciones campesinas. 2.5.4 Los conflictos al interior de la Democracia Cristiana A pesar de que en el plano económico-social el Gobierno estaba alcanzando resultados significativos, en el plano político se vio enfrentado cada vez a mayores dificultades, in cluso al interior de su partido. Importantes sectores democratacristianos comenzaron a exigir al Gobierno demandas que éste no emprendió porque no estaban dentro de sus posibilidades reales o porque no estaban contempladas en el programa para esa etapa. Fue el caso, por ejemplo, de la reforma de la empresa. Esto respondió en parte al ideologismo propio de la época; las utopías se convirtieron en metas irrenunciables y en espe cial los jóvenes se dejaron persuadir poruña demagogia ideo lógica que afectó principalmente a los grupos dirigentes. Por otra parte existió también un espíritu de purismo político que llevó a algunos a tratar de mantener una independencia frente al Gobierno, exigiendo desde afuera el cumplimiento
de su programa y oponiéndose a algunas iniciativas oficiales. De este modo en el curso de los años se fueron perfilando tres posiciones al interior del partido gobernante. La mayoritaria y “oficialista” que apoyaba la gestión gubernativa, entendía que la acción del PDC se identificaba con la acción del Gobierno de Frei. Por su parte, el sector “rebelde”, encabezado por Rafael Agustín Gumucio y Rodrigo Ambrosio, consideraba que la “subordinación del partido al Gobierno significaría anular y debilitar por completo el partido” y creían que, con todo, era posible “una acción concertada entre el partido y el Gobierno...”. Y un sector “tercerista” equidistante de los anteriores. A partir de 1967 se observó un progresivo distanciamiento entre ellas, el que se hizo aún más manifiesto con motivo de la actitud de rechazo asumida por el Ministro de Educa ción a la toma de la sede de la Univ.ersidad Católica de Chile, que estaba dirigida por militantes de la juventud del partido de Gobierno. Los sectores que controlaban la juventud demócrata cris tiana, JDC, fueron progresivamente distanciándose no sólo del proyecto político de gobierno sino también de la estrate gia partidaria. En julio de 1968, el presidente saliente de la juventud, Rodrigo Ambrosio, advertía entre otras cuestiones que “para la campaña presidencial del 70, deben desaparecer del mapa político las alternativas centristas o terceristas que encubren, distorsionan y amortiguan la vida social real del país, para dar paso a dos frentes compactos y excluyentes: el de la Derecha y el imperialismo por un lado, y el movimien to popular por el otro, es decir, el Frente de la Reacción y el Frente de la Revolución, orientado a la difícil construcción de una economía socialista”. También existió al interior del Partido Demócratacristiano una idea de autosuficiencia y un sectarismo que impidió que el Gobierno buscara contactos para llevar adelante su acción, considerándose que ello significaba transigir el Programa. Esta actitud, unida a la oposición cerrada de las corrientes adversa
rias-al Gobierno, contribuyó a la agudización de los conflictos y la efervescencia social. 2.5.5 La agitación social Además de la oposición ejercida por la Izquierda frente a los proyectos legislativos del Gobierno, ella se manifestó tam bién a través de las demandas sociales. Dentro del proceso de cambios que estaba viviendo el país se produjo una verdadera revolución de las expectativas, que se convirtieron en deman das inmediatas y provocaron una fuerte presión social. En marzo de 1966 los grupos socialistas iniciaron un paro ilegal en la mina de cobre El Salvador, en apoyo de mejoras salaria les. La reanudación de faenas, decretada por el Gobierno, fue acatada por una parte de los trabajadores que se reintegraron bajo custodia militar y policial. Las fuerzas militares fueron objeto de ataques que repelieron dejando un saldo de siete muertos y varias decenas de heridos. Los ataques de la Izquierda al Gobierno y los de la Dere cha por la Reforma Agraria, encontraron oportunidad de ma nifestarse a principios de 1967 cuando el Senado negó la autorización constitucional para que Frei viajara a Estados Unidos accediendo a una invitación del Presidente Lyndon Johnson. Por otra parte un sector de la oposición de Izquierda se vio radicalizado tras la instalación en Chile, en 1967, de una sucursal de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidari dad). En el curso de 1966 se había realizado en La Habana un Congreso tricontinental en cuyo seno había nacido esta organización y cuyo objetivo era promover la lucha armada e intentar derrocar a los gobiernos latinoamericanos opuestos a la ideología marxista-leninista. A la sesión inaugural de la seccional chilena de OLAS asistió Salvador Allende, a la sazón presidente del Senado chileno, lo que provocó encar nizadas críticas tanto locales como internacionales. A G vez el PS, en el Congreso de Chillán en 1967, pro
clamó la legitimidad de la violencia revolucionaria como única vía para lograr éxito en la consolidación de la Revolu ción Socialista. La agitación social continuó en los años siguientes. En los primeros días de marzo de 1968 se declararon en huelga los profesores, los portuarios, el personal de correos y telégrafos, los trabajados de LAN Chile y los empleados de la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP). Y la violencia terro rista se hizo también presente mediante atentados dinamite ros en el Instituto Chileno-Norteamericano, el diario El Mercurio, el consulado de Estados Unidos, la sede del PDC y en las líneas férreas cerca de Rancagua. Al acercarse las elecciones para renovar a los miembros del poder legislativo que debían realizarse en marzo de 1969, los partidos agudizaron sus críticas y su movilización. Los parti dos de Izquierda, a través del Comando Nacional de Trabaja dores, ordenaron un paro general de protesta para los días 8 y 9 de enero, el que fue sólo parcial, pero provocó distur bios en distintos puntos de la capital. Días después, se blo queaba en distintos puntos la carretera del sur, por grupos de terratenientes que pretendían presionar al Gobierno para que subiera el precio del trigo, y como consecuencia de las accio nes legales emprendidas por el Ministerio del Interior, resul taron detenidos cerca de 50 propietarios agrícolas. Los resultados de las elecciones parlamentarias de 1969 de pararon algunas sorpresas, la más importante de las cuales fue el repunte de la Derecha, ahora unificada en el Partido Nacio nal, que empinaba su votación al 20,9 por ciento. También aumentaban su representación los Partidos Socialistas y Comunista. El Partido Demócrata Cristiano, por su parte, ex perimentó una baja de cerca del diez por ciento con respecto a 1965, logrando sólo 31,1 por ciento de los sufragios. A pesar de ello, siguió siendo el partido mayoritario de Chile. La tensión política recrudeció después de las elecciones con motivo de unas tomas de terrenos en Puerto Montt, por parte de grupos de familias sin casa, ante lo cual se ordenó
su desalojamiento. El enfrentamiento de pobladores y policías culminó con ocho muertos y cerca de medio cente nar de heridos. Los partidos de oposición culparon de los hechos al Minis tro del Interior. También la juventud DC culpó al Gobierno de la “masacre” y esta actitud no hacía sino poner de relieve la separación existente entre los distintos grupos de PDC. Por otra parte, hizo su aparición el Movimiento de Izquier da Revolucionaria (M1R), nacido en los centros universitarios al calor del entusiasmo que en algunos jóvenes despertó la Revolución Cubana. Ellos planteaban el camino al socia lismo a través del asalto armado al Estado, por la vía de la guerrilla. 2.5.6 La Evolución de los partidos Como consecuencia de las elecciones parlamentarias de 1965, en que los partidos derechistas, el Liberal y el Conser vador, disminuyeron significativamente su presencia política y* parlamentaria, los dirigentes de esas colectividades empren dieron un largo proceso de examen de sus estrategias y de sus contenidos ideológicos. El 11 de marzo de 1966 se anunciaba el nacimiento de un nuevo partido político, el Partido Nacional, que resultaba de la fusión de los partidos Conservador y Liberal, además de algunos sectores que habían estado ligados al Partido de Ac ción Nacional, eliminado de los Registros Electorales en mayo de 1965 por no haber obtenido representación parla mentaria en las elecciones de ese año. Con la muerte del Partido Conservador desaparecía el único partido político chileno de carácter confesional, y que había constituido en la historia de Chile el brazo político de la Iglesia Católica hasta las primeras dos décadas de este siglo. En medio de un fuerte proceso de secularización social y de transformaciones al interior de la Iglesia, no era ya posible, ni deseable, la existencia de un partido político de esa naturale za.
Las primeras acciones del Partido Nacional estuvieron destinadas a revitalizar su pensamiento y su acción en vista a las elecciones parlamentarias de 1969 donde lograron, como ya se vio una importante votación que significó una represen tación de 33 diputados y de cinco senadores. El Partido Comunista, por su parte, llamaba poco tiempo después a fomar una “Unidad Popular” que incluía además a radicales, socialistas, socialdemócratas y el grupo rebelde de la DC. Esta estrategia se vio favorecida con la renuncia de los diri gentes rebeldes DC al partido en mayo de 1969, encabezados por los senadores Rafael Agustín Gumucio y Alberto Jerez, quienes creaban las bases de un nuevo partido, el Movimien to de Acción Popular Unitario (MAPU), que entraba a parti cipar en la estrategia de la “Unidad Popular” para las eleccio nes de 1970.
También la división afectaba al viejo Partido Radical. En mayo de 1969, un grupo connotado de dirigentes entregó a la prensa una declaración en que criticaba duramente al orga nismo máximo partidario: el Comité Ejecutivo Nacional (CEN). Entre los firmantes figuraban personas vinculadas al sector más conservador del partido. Al inaugurarse, en junio, la XXIV Convención del partido, el CEN negó la calidad de convencional al ex candidato presi dencial Pedro Enrique Alfonso. Con posterioridad, y ante las airadas reacciones de algunos militantes, se acordó expulsar a Inés Enríquez, al senador Julio Durán, a Angel Faivovich, Germán Picó y a tres diputados. La convención adoptó deci didamente una posición de Izquierda y acordó sumarse a los esfuerzos de las otras colectividades en la búsqueda de la “Unidad Popular”. El grupo expulsado, reunido en el Movimiento de Unidad Democrática, acordó la formación de un nuevo partido que se llamó posteriormente Democracia Radical.
2.5 J El “Tacnazo”: los militares se hacen presente
Las convulsiones políticas no sólo afectaban a los partidos políticos. Nuevos actores, decisivos en un futuro cercano, hacían su entrada en escena. El 26 de septiembre de 1969, el Comando en Jefe del Ejér cito emitió una declaración pública en la que daba cuenta de que con ocasión del tradicional Te Deum en la Catedral de Santiago el 18 de septiembre y de los honores que debían rendirse al Presidente de la República en su trayecto al tem plo. los efectivos del Regimiento Yungay habían llegado con manifiesto retraso y por lo tanto se realizaba la investigación correspondiente. Pocos días después se comunicaba que seis oficiales habían sido dados de baja, entre los cuales se encontraba el mayor Arturo Marshall, uno de los jefes de los efectivos del regi miento Yungay de la Guarnición de San Felipe, que estaba en una clara actitud política nacionalista de Derecha. Pero los hechos de mayor gravedad se debieron a que el problema de fondo, los bajos sueldos de la oficialidad, per manecía sin solución. Fue así como en el norte del país se dio otro foco de rebeldía y su protagonista fue el general Roberto Viaux, quien desempeñaba las funciones de Coman dante de la Primera División del Ejército con sede en Antofa gasta. Viaux, que había dirigido una carta al Presidente de la República, en que pedía la renuncia del ministro de Defensa, general Tulio Marambio, y del Comandante en Jefe del Ejér cito, general Sergio Castillo, fue llamado a Santiago, pero lle gando a la capital se autoacuarteló en el Regimiento Tacna con un numeroso grupo de oficiales. Al conocerse la situación, el Ejecutivo clausuró el período extraordinario de sesiones del Congreso Nacional y decretó Estado de Sitio, mientras concurrían a La Moneda a expresar su solidaridad con el Gobierno las mesas del Senado y de la Cámara de Diputados, el presidente de la Corte Suprema, los rectores de las Universidades, los Colegios Profesionales, la
¿7 Tacnazo, un omento de gran tensión.
La radicaliza ción comenzaba a sentirse.
Federación de Profesores, la CUT, la Confederación de la Industria y el Comercio, la jerarquía de la Iglesia Católica y la. mayoría de los partidos políticos. Sin embargo, como voz aislada, el dirigente socialista Carlos Altamirano mostraba su aprobación al movimiento señalando que en Chile existía un “vacío de poder” que era necesario llenar. Junto con recibir la solidaridad de prácticamente todo el país, que se movilizó en defensa de la Constitución, el Ejecu tivo ubicó una serie de unidades militares en las cercanías del regimiento Tacna e inició conversaciones con Viaux, quien el 22 de octubre de 1969 entregó el mando del regi miento al general Alfredo Mahn y envió una nota al Gobier no dejando constancia de su absoluta lealtad al Presidente de la República y advirtiendo que el movimiento era “neta mente militar y profesional”. Superado el problema inmediato, se constituyó un tri bunal militar para juzgar al oficial en rebeldía. A ello se sumó la renuncia del Ministro de Defensa y del Comandante en Jefe del Ejército, quien fue sucedido por el general René Schnei der. A estos hechos vino a sumarse pocos días después la primera huelga del Poder Judicial chileno que afectó a 3.600 funcionarios que demandaban un aumento de remuneracio nes. Sin embargo, el conflicto fue superado con relativa rapi dez y el 4 de diciembre todos los funcionarios se reintegra ron a sus labores.
2.5.8 Tres proyectos excluyentes Como ya se ha dicho, desde 1958 tres tendencias políticas muy marcadas venían planteándose con progresiva nitidez en la vida política chilena. En el curso de la década de 1960 estas tendencias maduraron intelectual y estratégicamente sus modelos de sociedad en términos tan excluyentes que,
inevitablemente , constituirían un dilema casi imposible de resolver. En la Izquierda, el surgimiento del MAPU, la división y giro a la izquierda del Partido Radical y la estrategia plantea da inicialmente por el Partido Comunista y asumida por el Partido Socialista de constituir una “Unidad Popular” fueron los hechos más significativos que determinaron su comporta miento para las elecciones de 1970. Los distintos grupos que conformarían la alianza se propu sieron lograr primero un acuerdo en torno aun programa de gobierno, y postergar el difícil problema de la designación del candidato común. No obstante, todos los participantes de la alianza nomina-, ron precandidatos: Salvador Allende por el Partido Socialista; el poeta Pablo Neruda por el Partido Comunista; Alberto Baltra por el Partido Radical; Jacques Chonchol por el MAPU y Rafael Tarud por la Acción Popular Independiente (API) y el Partido Social Demócrata. Después de una difícil y larga negociación, en la segunda quincena de enero de 1970 Salvador Allende surgió como candidato de la alianza denominada Unidad Popular (UP). Un mes antes, los partidos que la conformaban habían dado a conocer su programa. Dos eran sus ejes. En lo políti co se reemplazaría el sistema bicameral existente, por una cámara única que se llamaría Asamblea del Pueblo. En el terreno económico, postulaban el establecimiento de tres áreas económicas; una estatal, una mixta y una privada. La primera sería la más importante y estaría integrada por la gran minería del cobre, el hierro, el carbón y el salitre; tam bién formarían parte de ella, la banca, el comercio exterior y las industrias consideradas estratégicas. En la Derecha, el Partido Nacional —que había obtenido un apoyo significativo en las elecciones parlamentarias de 1969— había también desarrollado un intenso trabajo de elaboración programática que vería la luz con el título de “La Nueva República”, después de una serie de reuniones
de Los Angeles y Viña del Mar en diciembre de 1969 y mayo de 1970, respectivamente. Se postulaba una “renovación política total a través de la Reforma Constitucional y de profundos cambios de espíri tu y la conducta de los partidos’’, esto último en el sentido que “las colectividades interpreten verdaderamente las gran des aspiraciones ciudadanas, abandonen el ideologismo y la politiquería y eviten el fraccionamiento excesivo de las corrientes de opinión...” En lo económico se “requiere de una profunda transformación, que reemplace la mentalidad anticuada y rutinaria por un concepto dinámico y audaz de la política económica, de la administración de la empresa y de las relaciones entre empresarios, trabajadores y consumi dores.., mayor flexibilidad de la estructura económica, garan tizarse el pleno empleo de la población activa y utilizarse eficientemente nuestros recursos productivos”. De hecho se postulaba un retorno a las formas económicas liberales. No obstante, el programa de la Derecha carecía de líderes para enfrentar una elección presidencial. Tenían una sola car ta ganadora: Jorge Alessandri. Por eso, a pesar de que el ex-Presidente no aceptaba oficialmente la candidatura, la opinión pública la daba por un hecho. Ella sólo se oficializa ría en las últimas semanas de 1969, para iniciarse inmediata mente la campaña. En los últimos días de febrero de 1970, al apoyo del Parti do Nacional se sumaría un nuevo contingente, puesto que la mayoría de las asambleas de la Democracia Radical lo ungie ron como su candidato. En el centro político, el Partido Demócrata Cristiano había manifestado prematuramente su preocupación por las eleccio nes de 1970. En julio de 1969, Radomiro Tomic había aceptado privadamente la candidatura, la que se oficializó en agosto. El candidato había exigido a su partido tres condicio nes para aceptar su nominación “Un programa presidencial de neto corte anticapitalista, es decir que el Partido Demócra ta Cristiano se declarara socialista y revolucionario dentro de
las características de América Latina; rechazo a la “nacionali zación pactada del cobre”, pronunciándose por una naciona lización por ley, y una directiva del partido integrada e integradora”, según reseñaba una revista de la capital. La alianza ofrecida por Tomic a la Izquierda, que también consideraba como condición indispensable para la existencia de su candidatura, fue reiteradamente rechazada por ésta, de modo que el PDC debió enfrentar sólo la contienda electoral. De este modo, nuevamente el Centro y la Izquierda se planteaban con propuestas de cambios sustanciales y progra mas similares. La campaña presidencial fue tensa. Los tres candidatos recorrieron el país, no sin inconvenientes, y terminaron sus trabajos electorales con multitudinarias concentraciones en la capital. Además, había hecho su aparición un fenómeno hasta en tonces nuevo, o casi nuevo, en la política chilena: la acción por la vía de la violencia. En junio de 1969, los efectivos de seguridad descubrían una escuela de guerrilla en la zona del Cajón del Maipo, en la que se encontraron anuas y municioLa elección del 70 vista por Fernando Krahn.
nes y que pertenecían al Movimiento de Izquierda Revolucio naria (MIR). En el mismo mes, estallaban bombas en los Tri bunales de Justicia de Concepción. Y en Melipilla, ante la toma de 44 fundos por parte de campesinos, los propietarios se organizaron para recuperarlos también por la fuerza. El candidato Alessandri no pudo presentarse en la localidad de Lota porque los obreros acordaron un paro de protesta de 24 horas y lo declararon persona no grata. Por su parte, el Comandante en Jefe del Ejército, general Rene Schneider declaraba en mayo de 1970 que el país y las FF.AA. llegarían a las elecciones presidenciales “mantenien do nuestra tradición de pleno respeto a las decisiones del Gobierno Constitucional de la República; vamos a garantizar la normalidad del proceso eleccionario y a dar seguridad de que asuma el Poder Ejecutivo quien resulte electo”. Y en caso de que ningún candidato obtuviera la mayoría absolu ta, afirmaba que “nuestra doctrina y misión es de respaldo a la Constitución Política del Estado, De acuerdo con ella, el Congreso es dueño y soberano en el caso mencionado, y es misión nuestra hacer que sea respetada su decisión”. “Si se producen hechos anormales, nuestra obligación es evitar que ellos impidan que se cumpla lo que indica la Cons titución. El Ejército va a garantizar el veredicto constitucio nal”. Los postulados enunciados por el Comandante en Jefe del Ejército serían conocidos posteriormente como la “Doctrina Schneider” e identificados como una adhesión incondicional de las Fuerzas Armadas a la Constitución. Las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 dieron la primera mayoría a Salvador Allende con 1.070.334 votos que representaban el 36,2 por ciento del electorado, seguido de Jorge Alessandri, quien acumuló 1.031.159 sufragios, es decir el 34,9 por ciento. En tercer lugar, Radomiro Tomic acumuló 821.801 preferencias que significaban el 27,8 por ciento del total de votos. Como ninguno de los candidatos obtenía la mayoría abso-
¡uta correspondía al Congreso Nacional elegir -de acuerdo con la norma constitucional— al Presidente de entre las dos primeras mayorías relativas. La Democracia Cristiana decidió apoyar a Allende, condi cionando^ sus voT^s a ia aceptación por parte de éste de un -Estatuto de Garantías Democráticas que se incorporaría al texto constitucional. Se pretendía con el Estatuto mantener _el_p,luralismo político y las garantías constitucionales^ lá vigencia del Estado de Derecho, la neutralidad de las FF.AA. y su carácter de garantía de convivencia democrática, el res peto a la libertad de enseñanza, la autonomía universitaria y la libre existencia de las organizaciones gremiales y sindicales. El^royecto fue presentado a la Cámara de Diputados el 8 de octubre de 1970 y fue aprobado el día 15, debiendo ser ratificado -de acuerdo con el propio procedimiento consti tucional— 60 días después. Durante el período previo a. la ascensión al mando de Salvador Allende, otro hecho vino a conmover a la opinión pública del país: el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider. Más allá de lo condenable de este hecho, el asesinato político era un procedimiento atípico dentro de las normas de convivencia nacionales, y su presencia abría un punto de interrogación sobre la futura evolución política chilena. El general Schneider fue atacado en su vehículo el 22 de octubre de 1970 cuando se dirigía a su despacho en el Minis terio de Defensa, quedando gravemente herido y falleciendo 72 horas después. Apenas producido el atentado, el Gobierno designó un nuevo Director General de Investigaciones —el general Emilio Cheyre— y asumió la Comandancia en Jefe del Ejécito el general Carlos Prats G., a la vez que el país era declarado en estado de emergencia. Las investigaciones realizadas permitieron establecer que tanto los ejecutantes como los ideólogos pertenecían a un
Salvador Allende, Presidente.
grupo de extrema derecha. Su intención había sido evitar que Allende asumiera la Presidencia de la República, precipitando un golpe militar. No obstante estos hechos de violencia y el inequívoco intento de impedir la culminación del proceso de elección presidencial mediante el asesinato, el Congreso Pleno eligió a Salvador Allende como Presidente de la República para el período 1970-1976, asumiendo su cargo el 4 de noviembre de 1970. Después de tres candidaturas derrotadas, en 1952, en 1958 y en 1964, llegaba ahora triunfante a La Moneda. Tanto la aparición de la violencia como forma de acción política, así como la mantención del país dividido en tres tercios, cada uno con proyectos políticos globales y mutua mente excluyentes, abrían un gran signo de interrogación sobre el futuro’de la democracia chilena...
PARTICIPACION ELECTORAL: 1952-1970
Año
1952 1953 1957 1958 1961 1964 1965 % 1969 1970
Votantes hábiles Participación electoral Total . en % Total en % • 1.105.029 1.100.027 1.284.159 1.497.902 1.858.980 2.915.121 2.920.615 3.244.892 3.539.747
17,6 17.1 18.0 20,5 23,6 34,8 34,1 33,9 36,2
954.131 779.174 878.229 1.235.552 1.339.896 2.512.147 2.282.443 2.307.512 2.923.294
15,2 12,1 12.3 16,9 17,0 29,0 26,6 24,2 30,0
Abstención Total en %
150.898 320.853 405.930 262.350 519.084 402.974 638.172 937.380 616.453
13,6 29,1 27,1 17,5 27,9 13,8 21,9 28,9 17,4
Dirección del Registro Electoral, citado por Atilio Borón, “ La evolución del réeimen electoral en Chile’ op. cit. •
3 La economía LA ASPIRACION A UN CRECIMIENTO RAPIDO
Desde mediados de la década del 50 comenzaron a hacerse evidentes en las economías latinoamericanas algunas fallas estructurales ’ del modelo socio-económico surgido tras la crisis de 1930. La vulnerabilidad del sistema económico imperante en la mayoría de los países latinoamericanos se expresó, de manera explícita, a través de sucesivas crisis en sus balanzas de pago y en la creciente necesidad de créditos externos para adquirir materias primas para las industrias, para adquirir combusti bles y también para abastecerse de alimentos esenciales. El crecimiento económico no fue suficiente para responder a las demandas de una población creciente y las presiones de los diversos sectores sociales para acceder al consumo se expresa ron en ciclos inflacionarios. En Chile, los primeros signos de esta crisis se manifestaron en 1953, como consecuencia de una contracción del comer cio exterior, que perdió el impulso que le había dado la Gue rra de Corea. Como un síntoma de los complejos problemas
de la estructura económico-social, aparecía la inflación des bordándose de sus marcos históricos.
LA INFLACION: SINTOMA DE UNA GRAVE ENFERMEDAD En 1954 el alza del costo de la vida llegaba al 72 por ciento y en 1955 al 86 por ciento. Así, la inflación acompañaba como un fantasma maligno al proceso económico chileno, acrecentando sus desajustes. La inflación era consecuencia de serios problemas en la es tructura económico-social, principalmente en el comercio ex terior, en las presiones sociales al Estado y en la estructura agraria. A partir de la década del 50 el comercio exterior chileno se tornó dependiente de la producción de cobre y del mercado comprador estadounidense. Las exportaciones no se habían di versificado pues el esfuerzo empresarial se había concentrado en la sustitución de importaciones. Entre 1950 y 1954 la’s entradas fiscales dependieron en un 50 por ciento del impues to a las rentas de la gran minería del cobre, de modo que las variaciones en el mercado del metal afectaban profundamente la economía chilena. El aumento de los gastos fiscales desfinanciados fue otra fuente inflacionaria. Debido al estancamiento del sistema eco nómico se ejercían presiones sociales sobre el Estado; por una parte, el sector empresarial presionaba para que éste asumiera un papel activo en la acumulación de capitales e invirtiera en infraestructura (energía, transporte) que no era rentable para la empresa privada, pero permitía luego ampliar el proceso productivo. Por otro lado, los sectores medios y obreros orga nizados presionaban al Estado para que absorbiera la desocu pación y para que distribuyera ingresos por medio de subsi dios, previsión social, salud, educación y habitaciones. Sin embargo, como parte de estos gastos se financiaban recu
3.1
rriendo a emisiones inorgánicas, se desvirtuaba el objetivo redistributivo inicial, pues era anulado por la inflación. En cuanto a la estructura agraria, la producción de bienes alimentarios fue cada vez más deficitaria frente a las necesi dades de la población. La deficiencia de la producción agrí cola se explicaba en gran medida por el régimen de tenencia de la tierra, en que grandes propietarios tenían más suelo que el que correspondía a su capacidad de explotarlo y pequeños propietarios tenían menos suelo del que requiere una explo tación racional. Un informe del Instituto de Economía de la Universidad de Chile establecía, basándose en el censo de 1955: “En pro medio para todo el país, el 9,7 por ciento de las explotacio nes abarcan el 86 por ciento de la tierra agrícola. 95.311 pre dios de 1 a 49 hectáreas, que representan el 74,6 por ciento del total, sólo disponen del 5,2 por ciento de la superficie agrícola. En las provincias de Santiago, Valparaíso, y Acon cagua, el 7 por ciento de las explotaciones más pequeñas ocu pa apenas el 3,2 por ciento de la superficie”. También incidían en el problema agrícola la falta de una infraestructura adecuada (caminos, obras de regadío, etc.) y el control de los precios de sus productos. El estancamiento de la agricultura producía graves proble mas económicos y sociales. El campesino semi-asalariado esta ba al margen de la demanda de productos industrializados, lo que limitaba el mercado interno para la industria nacional. Por eso ésta no podía modernizarse y presionaba por protec ción aduanera; así se eliminaba la coñipetencia y, como ade más había fijación de precios,se aseguraba altas ganancias sin necesidad de innovaciones. De este modo, los sectores manu factureros podían escapar a las exigencias de la moderniza ción. El déficit en la producción agrícola agudizaba los problemas del comercio exterior, contribuyendo a la infla ción. La escasez y carestía de los alimentos llevaban a los sec tores obreros a presionar por alzas salariales, las que recaían
El crecimiento económico había agravado el problema de las poblaciones marginales.
en los costos industriales, generando inflación y haciendo estériles los esfuerzos para elevar efectivamente sus ingresos. De ese modo, el crecimiento del ingreso debido al desarro llo de otros sectores productivos no pudo traducirse en mayor consumo de alimentos, limitando las posibilidades de un mejoramiento del nivel de vida de los sectores asalariados. Por otra parte el crecimiento económico lento agravó el problema social urbano que ya se arrastraba desde antes y que se expresaba dramáticamente en la existencia de pobla ciones marginales -“callampas”— en la perferia de las ciudades.
3.2 DEUDA EXTERNA, CAPITALIZACION Y DESARROLLO La deuda externa que había crecido a ritmo moderado du rante el Gobierno de Ibáñez, después de 1960, experimentó una rápida alza. Es así que las deudas con el exterior (públi cas y privadas) que llegaban a 598 millones de dólares en 1960, habían subido a alrededor de 3 mil millones en 1970. La proporción de los retornos que debieron dedicarse a la amortización de esta creciente deuda y sus intereses también subió. Hacia fines de los años 60 este porcentaje variaba entre un 40 y un 60 por ciento. Este creciente endeudamiento fue acompañado de un pro gresivo control del comercio internacional por el capital extranjero; hacia mediados de los 60 casi la mitad de ese comercio estaba controlado por firmas extranjeras o trans nacionales.' Por otra parte, como cerca del 40 por ciento de las importaciones chilenas venían de EE.UU. y la gran mayo ría de los créditos también, esta nación fue, desde comien zos de los 60 nuestro acreedor principal por un amplio mar gen, llegando a acumular hacia 1970, el 50 por ciento de la deuda-externa chilena. La deuda externa chilena per cápita llegó a sera fines de los sesenta una de las más altas del mun do, lo que se ha acentuado posteriormente.
En buena medida este endeudamiento exagerado se debió a que la economía chilena no tenía una capacidad de capitali zación interna adecuada (ésta era de un 12 por ciento del PN en circunstancias que se necesitaba un 20 por ciento si se quería un crecimiento apreciable, la diferencia era parcial mente cubierta con préstamos externos). Por otra parte la capitalización (e inversión) existente era principalmente pú blica. Del total de capitalización nacional anual (ahorro-inver sión) el porcentaje correspondiente al estado subió de alrede dor de un 40 por ciento en 1955 a un 74 por ciento en 1969. La inversión privada sólo creció a una tasa acumulativa de un 3,2 por ciento en la década de los sesenta. Los esfuer zos de los gobiernos (de Alessandri y Frei principalmente) por incentivar la inversión privada, fracasaron. Frei incluso intentó imponer et ahorro obligatorio, pero su esfuerzo chocó con la campaña de los sindicatos, partidos y prensa de oposi ción (“los chiri-bonos”). El sector industrial que venía creciendo —merced a medi das protectoras— desde 1933, después de recibir el espaldara zo de la creación de la CORFO durante el Frente Popular, languideció durante el Gobierno de Gabriel González Vidcla, experimentó las fluctuaciones del de Ibáñez y pareció revi talizarse durante los primeros años del Gobierno de Alessan dri que incentivó el sector exportador. Se implemcntaron me didas en favor de la industria, en materia de inversión fiscal, eliminación de trabas y prohibiciones, ayuda crediticia y con cesiones impositivas en algunos casos. Sin embargo, después de 1961 una serie de contratiempos hicieron que esos buenos resultados iniciales no continuaran. La inestabilidad de las “reglas del juego”, en especial la brusca fluctuación del pre cio del dólar, conspiró contra la posibilidad de mejores resul tados. El creciente déficit fiscal y de balanza de pagos actua ron en el mismo sentido. En todo caso el crecimiento del Producto Nacional per cápita entre 1959 y 1964 fue aprecia ble: 2,7 por ciento. Pero esto era el precio de un considerable endeudamiento
externo, como vimos. Hacia fines del Gobierno de Alessandri también se desató la inflación (44,5 por ciento en 1963). La administración de Frci dio importancia en su esfuerzo de aumento industrial a los efectos de la planificación, para lo que creó ODEPLAN. También intentó la estabilización de precios. Pero el gran esfuerzo industrial del gobierno de Frei se concentró en la nacionalización del cobre y la creación de algunas grandes industrias de capital mixto, como la petro química, llevada adelante en un convenio con la DOW Chemi cal. Como en los demás aspectos de la economía, destaca du rante la administración Frei, la mayor ingerencia del Estado en el aparato industrial.
3.3 LAS ALTERNATIVAS DE DESARROLLO 3.3.1 La alternativa Liberal importada La raíz de los problemas económico-sociales de Chile, así como del resto de Latinoamérica, estaba en la estructura agra ria y en él atraso tecnológico de la industria. Para resolverlos se necesitaban soluciones políticas y técnicas. Las primeras tenían relación con la gran resistencia que oponían algunos sectores para abordar los cambios estructu rales; las segundas se referían a la búsqueda de financiamiento para llevar adelante esos cambios. En el área industrial, por ejemplo, era necesaria una renovación tecnológica, además de la creación de industrias básicas y la expansión de la explota ción de combustibles, todo lo cual resultaba altamente costoso. Durante el período 1950-1970 el desequilibrio económicosocial fue enfrentado desde dos perspectivas diferentes, en dos momentos sucesivos. Primero se intentó una solución liberal, la cual ponía énfa sis en ei comercio exterior, privilegiando al sector exportador para que su aumento difundiera prosperidad a todos los sectores productivos. Pero, entretanto, esos sectores entraron er. recesiones agudas y las tensiones sociales se volvieron inso
portables. El fracaso de las soluciones liberales llevó a buscar soluciones que planteaban la necesidad de producir cambios estructurales. En Chile la solución liberal se puso en práctica desde 1955, durante el gobierno de Carlos Ibáñez, siguiendo las recomen daciones de la misión norteamericana Klcin-Saks. Ello signifi có la puesta en marcha de un programa liberal ortodoxo drástico para detener la inflación. Se partía de un diagnóstico según el cual la inflación era un problema de exceso de demanda y de desajuste financiero. Había pues que restringir la demanda y reducir el gasto público. A fines de 1955 el Congreso Nacional aprobó una ley que fijó los reajustes de sueldos en sólo el 50 por ciento del alza del costo de la vida, aunque se intentó también congelar los precios de los artículos de primera necesidad. Para poder apli car estas medidas restrictivas fue necesario decretar Estado de Sitio y relegar a los dirigentes máximos de la CUT, debido a la agitación social que provocó la aprobación de esa ley. Para corregir los precios, que continuaban subiendo, se planteó la apertura del mercado externo, al tiempo que se es timularon las exportaciones y el ingreso de capitales extranje ros. Durante varios meses los empresarios apoyaron todas estas medidas, sobre todo porque restringían el rol económi co del Estado, a pesar de que la empresa privada se sustentaba básicamente en el mismo Estado. Sin embargo, esc apoyo cesó cuando comenzaron a sentirse los efectos contractivos de la política antiinflacionaria. La restricción del crédito y la estrechez de la demanda produjeron recesión en la industria y la minería. Entre 1956 y 1957 el ingreso medio por habitan te creció menos que en años anteriores, recayendo el peso de esta disminución especialmente en los sectores de empleados y obreros cuyos sueldos estaban congelados mientras los pre cios seguían en alza. 3.3.2 La alternativa liberal moderada El fracaso del intento liberal ortodoxo hizo que los plan
teamientos económicos de la Derecha para las elecciones presidenciales de 1958 fuesen, dentro de la solución liberal, más moderados. El programa de Jorge AJessandri planteó limitar el rol económico del Estado al apoyo con infraestruc tura del proceso productivo privado. Para dar solución al pro blema agrario se buscó asegurar precios justos a la producción agrícola, protegerla frente a las importaciones, y crear infra estructura como caminos, puentes, embalses, frigoríficos, etc. El gobierno de Alessandri se propuso también modernizar la industria nacional, dando facilidades para importar bienes de capital y así aumentar la competitividad de la industria chilena en los mercados externos para que el país pudiera abrir su economía. En 1959 se inició un vasto plan de inversiones que se efec tuaron principalmente en viviendas y obras públicas. Por otra parte, se reajustaron las remuneraciones casi en un ciento por ciento de la inflación registrada en 1958, y a pesar de que en 1959 ella alcanzó al 30 por ciento, la tasa de desocupación también bajó en un dos por ciento. Esé mismo año 1959 se aprobó una medida que tuvo importantes efectos sicológicos, aunque sólo comenzó a regir a principios de 1960: se trataba del cambio de la unidad monetaria; el escudo (E°) reemplazó al peso ($), y el escudo quedó a la par con el dólar, lo que fue interpretado por algu nos como expresión de la buena situación económica de Chile. En 1960 las importaciones aumentaron espectacularmente. Pero el plan de largo plazo de progresiva apertura al exterior con una industria moderna, fracasó debido a la acción misma de los sectores empresariales que prefirieron maximizar sus ganancias a más corto plazo. Además, las facilidades para importar generaron una demanda por importaciones mayor que la capacidad de pagos, lo que provocó una drástica devaluación en 1962, con consecuencias inflacionarias y de disminución de la actividad productiva.
A partir de 1961, los resultados de la política económica logrados por la administración Alessandri durante los prime ros años de su gobierno empezaron a deteriorarse. El déficit fiscal alcanzaba al cinco por ciento del producto geográfico bruto y era financiado por préstamos externos. A fines de esc año la situación tuvo su desenlace, manifestándose una crisis en la balanza de pagos que significó tres semanas de sus- • pensión de las operaciones del mercado de divisas, la reposi ción de los depósitos de importación, la creación de dos mer cados cambiarios en lugar de uno, una moratoria de los pagos de importaciones superior a 90 días, y la reimplantación de controles burocráticos. Posteriormente, en el curso de 1962, el índice de precios al consumidor culminó con un 29 por ciento de inflación y a partir de entonces adquirió una velocidad tal, que en cada uno de los años siguientes alcanzó un nivel cercano al 50 por ciento. Para el Presidente Alessandri “el recrudecimiento’ del proceso inflacionario durante los'dos últimos años, espe cialmente agravado a fines de 1963, reconoce como causas principales las que señalo, cuyo origen real no es otro que la interferencia de los intereses políticos en las más trascenden tales resoluciones gubernativas de carácter técnico”. En opi nión suya, el problema de la inflación no era sino un proble ma de sueldos y voluntarismos parlamentarios y no un problema de política económica global.
3.3.3 La alternativa estructuralista El fracaso de las dos soluciones de corte liberal trajo al pri mer plano los planteamientos de los economistas estructuralistas. A su juicio, la causa básica de la inflación estaba en los desequilibrios estructurales como consecuencia de los cuales los bienes para el consumo de los asalariados habían constituido una proporción decreciente del Producto Nacional Bruto.
Entre los.economistas estructuralistas tuvieron una influen cia enorme aquéllos que se .expresaron a través de la Cepal (Comisión Económica para América Latina), organismo crea do por la ONU. La Cepal hizo un diagnóstico de la crisis lati noamericana según el cual las zonas productoras de materias primas, como Chile (periferia) estaban condenadas a sucum bir ante las zonas productoras de manufacturas (centro indus trial), porque éstas controlaban tanto el ritmo de producción como los mecanismos financieros y de comercialización internacionales. La Cepal también consideraba que al interior de cada país se producía el mismo fenómeno centro-periferia, es decir, que los centros de desarrollo industrial (grandes ciudades) se enri quecían a costa de las zonas rurales. Como solución propo nía transformaciones globales para crear un equilibrio entre agricultura e industria comparable al de los países desarro llados. En Chile las tesis estructuralistas y cepalianas fueron reco gidas en parte por el programa presidencial de Eduardo Frei, en 1964. El proyecto de transformaciones emprendido por la Demo cracia Cristiana aspiraba a crear una vía diferente de desarro llo, una alternativa frente al socialismo y el liberalismo. Para realizarlo se intentó aplicar una política económica que pre tendía, por un lado, lograr una tasa de crecimiento mayor y por otro, al mismo tiempo, efectuar cambios estructurales que implicaban redistribuir la riqueza en beneficio de las ma yorías y lograr una mayor autonomía nacional reduciendo el endeudamiento y controlando las riquezas básicas, en espe cial el cobre. Con estos fines se llevaron a cabo reformas como la agraria que, recogiendo la tesis de que el estancamiento de ese sector radicaba en la estructura de tenencia de la tierra y en la supervivencia de relaciones laborales arcaicas, se expresó en la expropiación del latifundio y en la organización campesina. A la vez, parte importante de la inversión pública se orien
tó hacia el sector productivo y se destinó a la ejecución-de proyectos de largo plazo como los ya mencionados del cobre, la petroquímica, el acero y la celulosa. Por otra parte, en el sector agropecuario se puso en marcha un ambiocioso programa de construcción de infraestructura, especialmente obras de regadío y. obras destinadas a mejorar la comercialización de los productos como plantas industrializadoras de fruta, plantas lecheras, frigoríficos, silos, mata deros, etc. Un plan avícola popularizó el consumo del pollo y un plan frutícola favorecería en la década del 70 las exporta ciones en ese rubro. Conjuntamente se aplicaron programas sociales, especial mente en educación y en vivienda. La aplicación de estas reformas se enfrentó con serias deficultades de carácter financiero y económico al iniciarse 1965. La deuda externa había aumentado considerablemente en los años anteriores y las reservas internacionales eran negativas. Por ello, una de las primeras medidas que emprendió el gobierno de Frei fue renegociar la deuda externa tratando de postergar los pagos de amortizaciones. A estas dificultades se sumaron los efectos desastrosos de una sequía y de un nuevo terremoto que ocurrió en marzo de 1965 en la zona central del país. Respecto al sector externo, durante la segunda mitad de la década del 60 creció permanentemente dejando de ser un área conflictiva y transformándose en el punto más sólido de la economía nacional. A partir de 1965, debido al alza del precio del cobre, el in tercambió mostró un saldo positivo. Las decisiones del Gobierno respecto del cobre (ver “Chilenización”) le permi tieron aprovechar mejor esa coyuntura y obtener mejores beneficios para el país. El Gobierno demócratacristiano usó los ingresos provenien tes de la bonanza del mercado del cobre y de los créditos externos para aumentar el gasto público de modo de financiar las reformas emprendidas y hacer crecer el gasto social, espe-
i
•
cialmente en viviendas y educación. Así se fueron resolviendo las demandas de los sectores más postergados. Por otra parte, desde 1966 aumentaron las importaciones de bienes de capital lo que se expresó en la renovación de ma quinarias y equipos productivos. También creció la exportación de productos industriales, especialmente de aquellos relacionados con proyectos de la CORFO, como los de harina de pescado, mariscos congelados, celulosa, productos electrónicos, químicos, petroquímicos y de la industria automotriz. Durante el gobierno de Frei la economía repitió el compor tamiento pendular característico de los últimos años. Hasta 1966 se activó el crecimiento económico y disminuyó la in flación; luego cayeron las tasas de crecimiento y, en la medi da en que las presiones sociales fueron mayores que la capaci dad productiva del sistema económico, rebrotó la inflación. 3.3.4 Conclusión Durante el período 52-70, no obstante las crisis y dificulta des económicas, Chile mantuvo un crecimiento sostenido de su economía, a excepción de algunos años del gobierno de Ibáñez, lo que se manifestó en el aumento del producto geo gráfico bruto por persona y en el crecimiento del sector ex terno. Por otra parte, en los años 60 se inició también una mejor distribución de la riqueza, lo que se reflejó en el cam bio de algunas estructuras básicas, especialmente las del agro. PRODUCTO GEOGRAFICO BRUTO POR PERSONA Período 1950- 54 1955 - 59 1960-64 1965-69 1970- 74 (1)
•
Producto por persona en USS de 1977(1)
Población en miles
810 851 930 1.068 1.160
6.351 7.075 7.953 8.855 9.697 4
El producto se refiere al Producto Geográfico Bruto a costo de factores.
Fuente: Geografía Económica de Chile. Gemines. Andrés Bello 1982.
Expansión urbana.
4 La sociedad: desequilibrio de la estructura social * 4.1. CARACTERISTICAS DE LA ESTRUCTURA SOCIAL Según los censos, la población de Chile en el año 1952 era 5.932.995; y la tasa de crecimiento anual del 2 por ciento. En 1960 la población había crecido a 7.341.1 15, con una tasa de crecimiento anual de 2,5 por ciento, y en 1970 el número de habitantes ascendía a 8.884.768 y la tasa de crecimiento anual era del 2,3 por ciento (Geografía Económica de Chile; Gemines, 1982). En este acelerado crecimiento de la población habían influido una elevada natalidad y un descenso de los índices de mortalidad. En 1952 la tasa de natalidad (número de nacidos vivos por cada mil habitantes) era del 34,5 por mil, en 1960 era de 37,8 y 1970 era de 26,8 marcándose un acentuado des censo a partir de 1967 (INE, 1981). La mortalidad, en tanto, había descendido a lo largo de; todo el período. La tasa de mortalidad (número de fallecidos por cada mil habitantes) en 1952 era 13 por mil (otras cifras dan un 12,8 por mil); en 1960 era 12,6 y en 1970 era 8,9) En tanto que la tasa de mortalidad infantil (número de fallecidos
por cada mil nacidos vivos, durante el primer año de vida) que en 1952 era de 129,2 por mil, en 1960 había bajado a 119,5 y en 1970 a 82,2 (INE, 1981). La esperanza de vida al nacer, que en el año 1952-53 era de 54,85 años de promedio, ascendía en 1960-61 a 57,06 y en 1969-70 a 61,50 (INE, 1981). De aquí que pueda estimarse que la calidad de la vida de los chilenos fue mejorando a lo largo de todo el período 1952-70. El alfabetismo (entre personas de quince años y más) era en 1952 del 80,2 por ciento, en 1960 esta cifra había crecido a un 84,6 por ciento, y en 1970 (entre personas de diez años y más) a un 88,9 por ciento. El número de alumnos universitarios también creció cons tantemente entre 1952-70; el año 1952 había 9.355 alumnos universitarios en Chile; en 1957, 20.440; en 1965, 41.801, y en 1970 la cifra era superior a 77.000. En los últimos años del período, el acceso a la universidad había dejado de ser pri vilegio de la élite social. Pero, más allá de las cifras, ¿cómo era la sociedad chilena durante el período de 1952-70? Parece necesario destacar al gunas características centrales que la identificaban. La sociedad chilena era, hacia 1952, una sociedad urbana. Después de 1930, con el crecimiento brusco de la industriali zación y el estancamiento del mundo campesino todavía afe rrado a formas de producción y estructuras sociales arcaicas, comenzó una migración masiva hacia las ciudades y en espe cial hacia Santiago que se transformó en una gran metrópoli. Hacia 1952 la capital de Chile tenía 1.3’84.285 habitantes. En 1960 esa cifra había subido a 2.125.000 y en 1970 a 2.779.000. Entre 1952 y 1960 el incremento poblacional de Santiago se debió en más del 50 por ciento a la migración, cifra que bajó a la mitad durante la década 1960-70. El hecho es que en Santiago, en 1970, se concentraba el 32 por ciento de la población nacional. En cifras globales: en 1952 el porcentaje nacional de población rural era todavía alto: 39,8 por ciento. En 1970
La citroneta y la casa propia, pasaron a ser aspiración de grandes sectores.
ese porcentaje había bajado al 24 por ciento, cifra que se acercaba a la de los países desarrollados. r Esto se debió, en parte, a que las condiciones de la vida en el campo permanecieron muy atrasadas. Es así como la rea lidad rural chilena, hasta los años 50, no había cambiado mu cho desde el siglo XIX. Todavía el fundo seguía siendo el núcleo económico social fundamental, en el cual predomina ban las relaciones de tipo paternalista basadas en la costumbre. Pero las ciudades chilenas no estaban concebidas ni supie ron afrontar el status de grandes urbes. La infraestructura vial permaneció casi sin modificaciones y los servicios se extendie ron atrasada y penosamente; con la consecuencia que muy pronto surgieron problemas gravísimos como la falta de loco moción adecuada, los atochamientos, la ausencia de aseo y el smog. Estos problemas tardaron en ser abordados en con junto y sólo durante el gobierno de Frei se comenzaron a adoptar algunas soluciones definitivas: se inició la construc ción del Metro; de la avenida Norte-Sur y los anillos de cir cunvalación; también las urbanizaciones con edificios en altu ra como la remodelación San Boija, Villa Frei, etc. Por otra parte, se incrementó la extensión de servicios de agua y luz a
las poblaciones, aunque no se logró poner fin a las “callampas”. El desarrollo de la vida urbana, (principalmente por lo que se refiere a Santiago) trajo un profundo cambio en el estilo de vida de los chilenos. Por una parte, el grueso de la clase media optó por la lucha por la “casa propia” (acompañada por un pequeño jardín) como meta socioeconómica prioritaria, para lo cual recibió la ayuda del Estado, a través de las “Cajas” primero, y después de las “Asociaciones de Ahorro y Préstamo”. Así, con la for mación de barrios de casas con jardín, las ciudades crecieron horizontalmente de manera desmesurada. Diferente era el panorama de los sectores sociales bajos ur banos, en su gran mayoría compuestos por inmigración cam pesina que llegaba a la ciudad sin trabajo estable y que en par te, se aglomeró en las “poblaciones callampas”. La vida en estas poblaciones se caracterizó por tocar los límites extre mos de la miseria económica y humana en un sentido amplio. Sin servicios, viviendo en la promiscuidad y en la mayor pobreza, la delicuencia, el alcoholismo y otros vicios se trans formaron en endémicos. El sector obrero organizado pudo disponer de pequeñas vi viendas de material sólido, con servicios esenciales. Así, San tiago, junto a los barrios de “bungalows” y “chalets” de Las Condes y Providencia, las urbanizaciones y loteos de La Reina y Ñuñoa, que albergaban a los sectores altos y medios, vio crecer en la década del 50 los cinturones de miseria, barrios enteros de “poblaciones”. Por otra parte, la zona céntrica y los barrios antiguos se transformaron en sectores habitados por la clase media baja, cuando no en áreas semi-deshabita das. Un proceso parecido al de Santiago ocurría en Valpa raíso, Viña del Mar, Concepción y otras ciudades chilenas medianas. Por otra parte, cabe pensar que hacia 1952 ¡a identidad fundamental de la sociedad chilena estaba dada por los valo res de los sectores medios, los que no sólo la gobernaban a par-
DISTRIBUCION DEL INGRESO (1968) A partir de la “Encuesta Nacional de Ingresos Familiares'’ realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en 1968, un grupo de economistas ha podido deducir las siguientes características de la distri bución del ingreso en el país. “La participación en el ingreso nacional del diez por ciento de los -hogares más ricos alcanza a un 34,8por ciento, mientras que la del diez por ciento más pobre llega sólo a un 1,5 por ciento. Esta disparidad en la participación se manifiesta en el nivel de ingreso de estos gnipos: el ingreso medio de los hogares más ricos es 23 veces superior al que reci ben los hogares más pobres”. “El porcentaje de familias cuyos ingresos son menores al ingreso me dio familiar da también una idea del grado de desigualdad existente. Pa ra el total del país, alrededor del 75 por ciento de los hogares reciben ingresos inferiores a dicho promedio, mientras el diez por ciento más ri co recibe ingresos iguales o superiores a 3,5 veces el ingreso promedio". Fuente: Roberto Zahlcr y otros: Chile 1940-1975, Treinta y Cinco Años de Dis- , continuidad Económica”. P. 183.
tir de 1925, sino que también habían copado el mundo artís tico literario y el profesional. Incluso la economía chilena era hacia 1952, controlada, en buena medida, por personas de clase media. Ciertamente que la antigua oligarquía conservaba todavía poder político y económico y, en particular, influencia social. Pero su importancia social iba disminuyendo en la medida que iba perdiendo relevancia el mundo rural, la propiedad agrícola y, en general, la fortuna de base inmueble. Por otra parte, se había acentuado su conexión (por entronques fami liares y sociales) con el sector más enriquecido de los grupos medios (industriales, financistas). En esta sociedad de predominio mesocrático, se habían consolidado también sectores del proletariado organizado, los que habían conseguido un incipiente bienestar y ejercían con
siderable influencia a través de los partidos políticos de Iz quierda. CONDICIONES ECONOMICO-SOCIALES EN CHILE, 1900-1970
Año Población Urbani PGB por Analfabetos Mortalidad (millones zación persona (% de la po (por mil) hbs) % miles S blación 15 hbs.) 1977 años y más (1) 1907 1920 1930 1940 1950 1960 1970
3,2 3,7 4,3 5,0 5,9 a/ 7,4 8,9
(2)
43,2 46,4 49,4 52,4 60,2 a/ 68,2 76,0
(3)
7,5 7,9 9,4 15,1 19,4 a/ 24,7 30,2
(4) 49,7 36,7 25,3 27,1 19,8 a/ 16,4 11,0
(5)
30,0 30,5 24,1 21,3 12,8 12,6 8,9
Viviendas urbanas con alcan tarillado (%) (6)
n.d. n.d. 47,4 a/ 49,8 52,2
a) 1952 Fuentes: (1), (2), (4), (6): INE. Censos de Población y Vivienda. (3): Ballesteros y Davis (1965), Lcniz y Rozas (1973) y ODEPLAN, Cuentas Nacionales. (5): CELAD E, “Estrategia de desarrollo y transición demográfica. El caso de Chile” y Revista de Higiene, Tomo XXI. Citado por José Pablo Arcllano en “Las Políticas Sociales en Chile, Breve Revisión Histórica”. Apuntes Cicplán N°40.
4.2. ORGANIZACION SINDICAL Hemos afirmado que el acceso de la clase media al poder político significó beneficios económicos importantes para ese sector. También significó beneficios para el sector empresario y en menor medida para los obreros, quienes no participaron en forma equitativa del crecimiento en el ingreso nacional. Así, pues, se consolidó una estructura social con un numero so grupo asalariado que recibía una parte reducida del ingreso nacional, entre los cuales los más marginados hasta mediados
de la década del sesenta siguieron siendo los campesinos. Los sectores obreros presionaron para mejorar o mantener su nivel de vida por medio de las organizaciones sindicales, las que lucharon constantemente por mejoramientos salariales y también por obtener mayores derechos jurídicos -de organi zación y huelga-. La presión sindical se ejercía a nivel políti co puesto que casi todas las relaciones económicas entre em pleador y trabajador estaban definidas por la legislación gene ral; por eso era en el sistema político, más que en la empresa donde se producía el conflicto. La organización sindical fue creciendo significativamente de 1950 a 1970, siendo muy importante la fundación de la Central Unica de Trabajadores (CUT) en 1953. En 1952 había 155.054 afiliados a sindicatos industriales y 128.329 profesionales, en 1960 estas cifras eran de 151.795 y 119.346, y en 1970 de 197.196 y 287.326, respectivamente (Depto. Estadísticas Sindicales 1952-1972). Durante estos años también adquirieron gran importancia la CEPCH (Confederación de Empleados Particulares de Chile) y la ANEF (Asociación Nacional de Empleados Fisca les) así como otras organizaciones. Cabe hacer notar, que a pesar del crecimiento de la organi zación sindical, el total de los trabajadores sindicalizados es casamente superó el 20 por ciento de la fuerza laboral del país. Pero esta minoría promovió y dirigió una fuerte lucha por conquistas sociales; sólo en el decenio 1961-1970 se lle varon a cabo seis mil huelgas (Estudios Cieplan N° 22). Por otra parte, el poder de presión de los sindicatos vincu lados a áreas claves de la economía, les permitió acumular beneficios que los colocaban en una situación muy superior al grueso de la masa laboral. La CUT y en menor medida otras organizaciones, ya desde la segunda mitad de la década del 50, fueron dominadas por los partidos políticos de Izquierda y en especial por el Parti do Comunista, realizando una activa campaña contra los go biernos de Alessandri y Frei.
REAJUSTES DE REMUNERACIONES: VALORES REALES Porcentaje respecto del año anterior SV (3)
AÑOS
SMA (1)
SMI (2)
1953 1954 1955 1956 1957 1958
-
— — 15,7 9,7 1,4 1,1
— — —
1959 1960 1961 1962 1963 1964
9,8 15,2 15,4 4,7 11,6 - 0,2
0,9 — 6,6 25,3 5,4 - 16,5 - 2,6
1,0 — 6,6 20,9 5,5 - 16,5 - 2,6
1965 1966 1967 1969 1970
21,8 9,6 2,4 - 5,2 18,4
6,9 1,1 - 2,9 - 5,2 18,4
7,2 1,3 - 2,8 - 5,2 - 4,5
-
4,1 2,5
-
0,1 2,1 10,9 H,1 4,0 4.9
SMA = Salario Mínimo Agrícola SMI = Salario Mínimo Industrial SV = Sueldo Vital
Fuente: Ricardo Ffrcnch-Davis, “Políticas económicas en Chile 1952-1970“ Ed. Universidad Católica.
En cuanto a la sindicalización campesina, después de los in tentos realizados en la década de 1930 no sucedió nada hasta 1952. Fue entonces cuando se fundó la Federación Sindical Cristiana de la Tierra, apoyada por la Iglesia Católica, en la zona de Molina. La Federación organizó, el año siguiente, el
desarrollo de los sindicatos y LA SINDICALIZACION POR SECTORES 1932-1970
Año
1932 1933 1938 1946 1952 1953 1954 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970
Sector Minería, Industria y Servicios N°de N° de Sindi Afilia catos dos
421 619 932 1.706 1.982 2.052 2.049 2.177 2.416 2.406 2.328 2.258 1.892 1.846 1.813 1.852 1.880 2.026 2.681 3.153 3.517 3.796 4.001
54.801 75.050 125.972 251.774 283.383 297.232 298.049 303.315 328.606 315.290 305.080 307.323 271.141 261.507 256.041 266.332 268.884 290.535 340.869 363?713 416.289 426.318 436.974
Sector Campesino
. N°de Sindi catos
15 15 19 22 31 31 28 20 23 22 23 23 24 33 201 211 369 423 510
Total
N° de Afilia dos
N°de Sindi catos
N°de Afilia dos
1.035 1.042 1.315 1.877 2.380 2.397 2.030 1.656 1.825 1.764 1.684 1.703 1.652 2.126 10.647 47.473 83.472 104.666 114.112
421 619 932 1.706 1.997 2.067 2.068 2.199 2.447 2.437 2.356 2.278 1.915 1.868 1.836 1.875 1.904 2.059 2.882 3.364 3.886 4.219 4.511
54.801 75.050 125.972 251.774 284.418 298.274 299.364 305.192 330.986 317.687 307.110 308.979 272.966 263.371 257.725 268.035 270.536 292.661 351.516 411.186 499.761 530.984 551.086
12,2 11,9 12 13,9 13,0 11,9 10,3 10,1 10,6 10,0 10,3 10,3 10,9 12,8 14,6 17,5 18,2 19,4
Fuente: III Mensaje del Presidente Allende ante el Congreso Nacional, 1973., citado por Carlos Huneeus en “Der Zusammenbruch der Demokratie in Chile”, Hei delberg, 1981.
Primer Congreso Sindical de los obreros Campesinos de Moli na, el cual decidiría llevar adelante la primera huelga campe sina en la historia del país. La huelga de Molina marcó el inicio del despertar campesi no que culminaría con la Reforma Agraria. Sin embargo sólo durante el gobierno de Frei se consolidó el sindicalismo campesino. Junto con la ley de Reforma Agra ria fue aprobada la ley de sindicalización campesina, que le galizaba las organizaciones de los obreros agrícolas. Estas aumentaron desde entonces en forma considerable. A comienzos de la década de 1960 había 22 sindicatos con 1.500 socios. A fines de la década había más de 400 sindica tos con más de 100.000 socios.
5 La vida cultural El asentamiento político social de los sectores medios con solidó en el país también una cultura determinada. Esta, to mada en buena medida de la oligarquía, incluía, sin embargo, elementos populares tradicionales y otros directamente toma dos de patrones europeos y después norteamericanos. Recor demos que a partir de los años 20, se popularizó el cine (bió grafo), y se vigorizó una prensa periódica cuya circulación au mentó junto con la urbanización y el alfabetismo. Desde el aparecimiento en el año 1923, de radio Chilena y después de otras emisoras, también la música popular foránea se difundió profusamente. Hacia 1952 una mentalidad pequeño burguesa parece iden tificar, más que cualquier otra, a la sociedad chilena. O/Cuáles eran los elementos de esta mentalidad? Sobre una base de valores católicos, un sentido del “deber ser” expresa.do en el aprecio del orden, la modernización, la regularidad todo esto sin excesivas rigideces— y especialmente de la “se guridad” como valor social fundamental. Por otra parte, un
cierto sentido de solidaridad, de civismo, de tolerancia; un na cionalismo sin mucho contenido, un respeto (pero también, con frecuencia, con gran ignorancia) de la alta cultura y bas tante ambición económica. Esta mentalidad de la clase media se extendía, hacia 1952, en mayor o menor grado a todo el universo social urbano, con excepción de los sectores de extrema pobreza. Otra realidad era la predominante en el mundo campesino, en el cual todavía primaba una cultura de valores ancestrales preburguesa. Sólo la extensión del alfabetismo y, más toda vía, la proliferación de la “radio a pila’’ en la década del 60, la debilitarían de manera definitiva. Luego, la Reforma Agra ria la alteraría drásticamente. 5.1 LA REACCION ANTI BURGUESA Frente a la cultura burguesa predominante, comenzó a ma nifestarse una reacción juvenil desde fines de la década de los 50, gestada, más que por influencia del mundo político, co mo reflejo de influencias externas y el agotamiento de las formas sociales burguesas criollas. Se recogía y adoptaba en Chile el fermento antiburgués de la juventud norteamericana y europea del medio siglo. Primero en la música y el vestido: el rock-n-roll que nacía en Norteamérica en los comienzos de los 50 se impuso en Chile muy rápidamente. Su correlato, a nivel atuendo, fue el pelo largo y los blue-jeans entre los varo nes y la popularización del uso de pantalones entre las jóve nes. A estos signos externos de rebeldía iniciales, siguió una ruptura más profunda que se expresó en la llamada brecha ge neracional, la que afectó en mayor grado a casi todos los hogares de los sectores alto y medio. Después afectaría a los sectores obreros acomodados. Durante los años 60, dicho fenómeno se agudizó y de ser puramente reactivo tomó una “onda” creativa. Así nació una música juvenil inspirada en Los Beatles (quienes marcaron toda una generación) y, por otra parte, se rescató el auténti
co folklore chileno representado por figuras como Violeta Pa rra. En otro plano la disminución de los tabúes sexuales entre los jóvenes permitió la popularización de la minifalda y el bi kini. Pero la expresión más profunda de la rebelión antibur guesa juvenil fue la Reforma Universitaria (ver más adelante). VIOLETA PARRA
NO LLORO YO POR LLORAR No lloro yo por llorar. No lloro yo por llorar sino por hallar sosiego, mi llorar es como un ruego que naide quier’escuchar, del ver y considerar la triste calamidá: que vive l’humanidá: en toda su longitú 1’escasez de la virtú es lo queme hace llorar.
Ayer buscando trabajo, llamé a una puerta de fierro, como si yo fuera un perro me miran de arrib ’abajo, con promesas a destajo me han hecho volver cien veces, como si gusto les diese al verme solicitar; muy caro me hacen pagar el pan que me pertenece.
5.2 LA TELEVISION Con motivo del campeonato mundial de fútbol celebrado en Chile en 1962, se impuso la televisión, en un comienzo en tregada sólo a las universidades para evitar su “comerciali zación”. Difícil es medir el impacto cultural de la televisión. En un comienzo —por el precio de los receptores y lo precario de su programación— su influencia fue pequeña. Pero, a partir del gobierno de Frei se masificó al bajar el precio de los tele visores y crearse el Canal Nacional con cobertura progresiva a todo el territorio. El hecho es que ya hacia 1970 la televisión se había con vertido en el más importante de los medios de comunicación.
c
introduciendo en el país a través de sus programas (en espe cial las seriales) toda suerte de valores o seudovalores. Tam bién se transformó en un vínculo de información y debate de los problemas nacionales. El aparecimiento de la televisión -un hecho inevitable por lo demás— ha influido profundamente sobre la cultura nacio nal, siendo quizás el acontecimiento más importante del neríodo 1952-70 en este campo. 5.3 EL SISTEMA EDUCACIONAL 5.3.1 La Reforma Educacional Los problemas educacionales más graves que se señalaron para los comienzos del siglo: la pirámide vertical producida por la falta de acceso del nivel primario al secundario y supe rior; y los programas educacionales desvinculados de la reali dad nacional, seguían vigentes en la década de los 60, a pesar de la tendencia permanentemente de crecimiento de la pobla ción escolar y de los varios intentos de transformar los programas. Según el informe de la Comisión de Planeamiento Integral de la Educación Chilena que elaboró un diagnóstico entre los años 1962 y 1964, la deserción escolar en la enseñanza prima ria era de un 68 por ciento; más del 30 por ciento de los li cenciados del primer ciclo no accedía a la enseñanza media y la deserción en ésta era aproximadamente de un 75 por ciento. El nivel educativo de la población chilena era de 4,2 años de estudios, siendo en la población rural de 2,4 años. Por otra parte, los métodos y programas de estudio no habían sido sustancialmente transformados desde el siglo XIX. Fue así como en 1965 se inició la Reforma Educacional para hacer frente a esta situación. El objetivo central de la Reforma era posibilitar el acceso igualitario al sistema educa cional y que la permanencia en él no dependiera de la situa ción económica del alumno. El segundo objetivo era integrar a los educandos a la comunidad y a las necesidades del desa
rrollo nacional a través de una educación que preparara para el trabajo y en la que el alumno participara creativamente. Entre 1968 y 1970 la educación básica, que se extendió a 8 años, tuvo una tasa de crecimiento acumulativo anual cerca na al 6 por ciento, lo que permitió que en 1970 un 95 por ciento de la población en edad escolar estuviera atendida por el sistema. Los alumnos de enseñanza media aumentaron de 139.200 en 1964 a 332.000 en 1967, lo que significó una tasa de crecimiento anual superior al 20 por ciento. La ense ñanza ténico-profesional también creció del 25 por ciento de la educación media que representaba .en 1964 al 32 por ciento en 1970. Este crecimiento cuantitativo permitió la in corporación de alumnos de escasos recursos a través de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas. La expansión educacional realizada por el gobierno demó crata-cristiano significó a su vez una gran inversión en infraes tructura escolar y en el perfeccionamiento del magisterio. El presupuesto de educación representó más de un 20 por ciento del presupuesto fiscal total. 5.3.2 La Universidad En 1965 había en Chile ocho universidades, la mayor de las cuales era la Universidad de Chile. Varias de éstas tenían además sedes fuera de Santiago. En cuanto a su estructura, el sistema universitario chileno seguía apegado a la idea profesionalizante consagrada por la Ley de Universidades de 1879. Vale decir, los institutos supe"riores, más que centros de investigación eran centros de do cencia y difusión, con un profesorado sin dedicación plena a las diversas disciplinas (profesionales de éxito en su mayoría). Esto naturalmente conspiraba contra su calidad, así como im pedía que se transformaran en genuinos centros de pensa miento vinculados a la problemática nacional. Esfuerzos serios para mejorar esta situación se habían reali zado en la Universidad de Concepción a partir de 1959 con
¡a ayuda de Unesco y de la Fundación Ford. También hubo intentos de abordar el problema de la Universidad de Chile, pero ellos redundaron en una gran irracionalidad estructural al perpetuarse el antiguo sistema paralelamente con las inicia tivas modernizadoras. El hecho es que el sistema universitario chileno, el año 1965 era, en general, anticuado, desordenado y lamentable mente ajeno a los problemas del país, sin perjuicio de que existieran profesores y aún unidades académicas completas de muy buena calidad. Entre los primeros cabe mencionar a Jorge Millas, Jaime Eyzaguirre, Mario Góngora, Alejandro Lipschutz y otros. Sin embargo, - era natural que la corriente por los cambios que se había ido imponiendo en la sociedad chilena, alcanzara también a las universidades.
5.3.3 La rebelión estudiantil En mayo de 1966, por primera vez en su historia, los estu diantes de la Universidad Católica de Chile se pronunciaron en favor de una huelga que duraría 24 horas. Los estudiantes protestaban por la arcaica estructura del plantel y formulaban acusaciones a los miembros del Consejo Superior Universita rio reclamando por una adecuación de la Universidad a los nuevos tiempos. Dos meses después, en julio de 1966, la Federación de Es tudiantes de Chile (FECH) que reunía entonces a los estu diantes de la Universidad de Chile, en un evento que duró 5 días planteó la creación de un consejo que se abocara a la tarea de estudiar la reforma de la Universidad. Estaba en cier nes el proceso que ocuparía a la opinión pública durante los años 1967 y 1968. Lo sucedido en las universidades y la acción estudiantil era el desenlace natural de un conflicto por la modernización de 'los centros de enseñanza superior, que se venía incubando desde hacía tiempo.
En el caso particular de las universidades católicas, los acuerdos del seminario sobre la misión de la Universidad Ca tólica en América Latina, celebrado en Buga (Colombia) en febrero de 1967, insistían en la necesidad de introducir cam bios profundos. No es casual pues que el proceso de reforma se iniciara pre cisamente en las universidades católicas. La primera en abor dar globalmente el problema fue la Universidad Católica de Valparaíso, la que se vio afectada por una huelga que alcanzó a durar 50 días. El 8 de agosto de 1967, autoridades, profeso res y estudiantes firmaban un acta con las bases de la rees tructuración, y acordaban la formación de una comisión que debía abocarse al estudio y redacción de un nuevo reglamen to, buscar mecanismos que afirmaran la catolicidad de la Uni versidad y definir procedimientos para la elección del rector y demás autoridades universitarias en forma democrática. En la Universidad Católica de Chile, en tanto, durante el mes de junio del mismo afio 1967 los estudiantes se pronun ciaban mayoritariamente en un plebiscito a favor de un cam bio de autoridad para iniciar la reforma. En los primeros días de agosto, mientras el Rector Arzobispo Alfredo Silva Santiago y el Consejo Superior conocían de un nuevo reglamento, un grupo de profesores se dirigía al mismo Consejo declarando que el nuevo reglamento era insuficiente para realizar un pro ceso de reforma. Como consecuencia de las diferencias, el 11 de agosto de 1967 los alumnos se tomaron las sedes de la Universidad. Se producía así una difícil impasse. Las autoridades soste nían que se había producido un hecho de fuerza y que se había amagado el principio de autoridad. Los alumnos, por su parte, no estaban dispuestos a abandonar los recintos univer sitarios mientras.no hubiera un cambio de autoridades. Ante esta situación, el Vaticano designjó para intervenir en el conflicto al Arzobispo de Santiago, el Cardenal Raúl Silva Henriquez, quien logró llegar a un acuerdo con los estudian tes mediante la designación del profesor Fernando Castillo como pro-rector. Renunciado el Arzobispo Silva Santiago, el profesor Casti llo fue elegido Rector poco después por el Claustro Pleno de
La toma de la U.C. en 1967, los cambios eran necesarios.
la Universidad, siendo ratificado por el Vaticano en el mes de diciembre, del mismo año. Sería a raíz del proceso de reforma en la Universidad Cató lica que haría su aparición en la vida política, aunque revesti do con el ropaje del apoliticismo, el Movimiento Gremialista
que controlaría el centro de alumnos de la escuela de Dere cho y más tarde de la Federación de Estudiantes. FEUC. En la Universidad de Chile, en tanto, en el curso de septiembre de 1967 los estudiantes se habían manifestado mayoritariamente a favor de la participación estudiantil en los organismos colegiados de decisión y rechazado la politi zación de la vida académica. No obstante, en mayo de 1968, las actuaciones del decano de la Facultad de Filosofía y Educación provocaron desacuer do entre el Rector Eugenio González y el Consejo Universita rio, lo que llevó al Rector a presentar su renuncia. Los estu diantes, agrupados en la FECH. procedieron entonces a apo derarse de la Casa Central. Sólo el 1 2 de junio de ese año, las autoridades universitarias y la FECH llegaron a un acuerdo para elaborar un nuevo Estatuto Universitario. Finalmente, en septiembre de 1969 se promulgaba la nueva ley Orgánica de la Universidad de Chile, en la que se fijaban los plazos para la realización de las elecciones de las autorida des universitarias, las que se verificaron en los primeros días de noviembre de 1969 y en las que fue elegido como Rector el profesor Edgardo Boeninger. La Reforma Universitaria realizada en las universidades chi lenas nb fue, sin embargo un problema de ocupación de edifi cios o de elección de nuevas autoridades. El proceso permitió superar estructuras académicas y científicas decimonónicas, integró a los académicos a la dirección y decisión superior, in corporó a los estudiantes al manejo universitario y estrechó las relaciones entre centros superiores de estudio con la socie dad en la que estaban inmersos, redundando en provechosos estímulos para la investigación y la docencia dejando atrás a la universidad profesionalizante. Pero también, dando paso a ocasiones de desorden, las que, por lo dema's, no fueron permanentes ni sistemáticas.
5.4 LAS ARTES En términos generales se pueden distinguir dos fenómenos que caracterizan el período: la consolidación de una organi zación institucional de las artes y la transformación temática y técnica al interior de las mismas. La década del 40 se distinguió por la fundación de organis mos culturales ligados a las universidades, particularmente a la Universidad de Chile. En la década del 50 se comienza a percibir los frutos de una enorme actividad tanto a nivel de creación como de formación. Por el hecho de que fueron las universidades las que media ron el apoyo y el financiamiento estatal de las artes, éstas se desenvolvieron en un ambiente de autonomía y de pluralismo independiente de las luchas partidistas más contingentes. La estabilidad de un financiamiento público más la autonomía y el pluralismo en que pudieron desarrollarse, permitieron a las artes un crecimiento, una diversificación y un profesionalis mo que redundaron en un nivel artístico nacional mucho mayor. Quien llevó a cabo esta política cultural fue la intelectuali dad universitaria, políticamente de centro-izquierda y social mente del sector medio, que pasó a formar parte del aparato estatal con el Frente Popular. Eran personas que concebían la Universidad como un centro de creación científica y artística, de formación profesional, y, sobre todo, de difusión. La política predominante de este período fue la de “demo cratizar el acceso a la cultura” y de allí que en los años 50 el término “extensión cultural” alcanzara su apogeo. Las univer sidades, fundamentalmente la de Chile y la Católica, pasaron a ser las organizaciones de mayor solidez a nivel nacional a través de sus sedes centrales y de provincias. Esta situación tendió a cambiar en los años 60, en parte por la restricción del financiamiento ya que el Estado apoyó también a las organizaciones de masa y a los medios de comu nicación (televisión) como vías de desarrollo cultural y no sólo a las universidades. Pero se debió además en parte a que
la ideólogización y polarización del país penetró muy fuerte mente las organizaciones artísticas universitarias y la creación en sí misma. A nivel temático, los años 50 se distinguieron, al menos en teatro, pintura y literatura, por una ruptura con el realismo y los temas nacionales que habían predominado, aunque no unívocamente, en las dos décadas anteriores. Los problemas del hombre universal, su psiquis, su sociabilidad, su trascen dencia, que tanto atormentaban al arte occidental de post guerra preocuparon también a los chilenos. El teatro experimental universitario, por ejemplo, incorpo ró al teatro nacional las nuevas tónicas europeas, a la vez que fomentó el montaje de obras nacionales. Pero esas obras na cionales ya no eran necesariamente sobre temas nacionales. La nueva generación de dramaturgos, Isidora Aguirre, Fernan do Cuadra, Fernando Debesa, Luis Alberto Heiremans, Sergio Vodanovic, Egon Wolff y Jorge Díaz, entre muchos otros, muestran esta tendencia. El ballet moderno también apareció en Chile en la década de los 50, en pequeñas compañías independientes. Así mismo, en pintura se dieron transformaciones muy ligadas a una apertura hacia las técnicas europeas y norteame ricanas. Por esos años predominó el arte abstracto, es decir, se rompió definitivamente con la representación de la realidad externa y fueron los elementos subjetivos los que dominaron la expresión. Se caracterizó por §er un arte geométrico, más intelectual, que apela a vivencias interiores, por lo cual la relación con el espectador se relativiza. La pintura adquirió una mayor “autonomía interna”, una mayor libertad en sus posibilidades expresivas, a la vez que se hizo más hermética. Fue la generación egresada de la Escuela de Bellas Artes a comienzos de los 50 la que llevó a cabo esta tendencia vanguar dista y de ruptura profunda. Entre ellos destacan José Balmes, Roser Bru, Gracia Barrios. En los años 60 la pintura con
tinuó su proceso, de explotación al interior de sí misma. Muestra de ello fue el informalismo que exploró en los mate riales de trabajo dándole una gran importancia a la textura. Paralelamente se revivieron las tendencias realistas, compro metidas con el proceso ideológico del país. En literatura, la ruptura temática aparece muy claramente en la llamada Generación de 1957. La Generación de 1938 se había caracterizado por su realismo, por sus temas nacionales y populares con un cierto compromiso político. Esta nueva generación, sin embargo, se interesó por hurgar en el conflic to sicológico del ser humano, su soledad, su desarraigo, den tro de un escepticismo que caracterizó, en general, a la lite ratura de post-guerra. Era difícil creer en valores inconmovi bles, en el progreso indefinido, en la superación de los males del hombre después de los horrores que se habían vivido. Fue una generación que abandonó el realismo tanto en lo temáti co como en la técnica narrativa. Pero ello no significó el aban dono total del tema nacional, sino que fue la base a través de la cual se accedió a lo universal. José Donoso, Jorge Edwards, Guillermo Blanco, Enrique Lafourcade, entre muchos otros, forman parte de esta generación. En poesía, además de Pablo Neruda, figura mundial y Pre mio Nobel en 1971, la gran figura es Nicanor Parra y la mayor creación, su anti-poesía que busca desacralizar el halo heroico que rodea al poeta y a su creación. En suma, el desarrollo artístico del período se define por su consolidación institucional con el predominio de las uni versidades; por una ruptura temática en que predominan la vida interior del ser humano y sus manifestaciones subjetivas; y por el gran desarrollo de las técnicas expresivas al interior de cada una de las artes.
CHILE EN EL SIGLO XX
EPILOGC
Dos han sido -a juicio de los autores- los fenómenos más trascendentales del desarrollo histórico chileno en el siglo XX (hasta 1970). Por una parte, el desenvolvimiento de la clase media y su consolidación como actor principal en la vida nacional. Por otra, la ampliación de la democracia a tra vés de la incorporación de nuevos sectores sociales —clase media, obreros organizados, campesinado— al acontecer ciu dadano y la creación de estructuras de participación. También ha sido una característica del proceso político chileno de este siglo hasta la década de 1970, su notable esta bilidad, sólo quebrantada temporalmente durante los años 20. Fruto de esta estabilidad fueron la regularidad del sistema institucional y la continuidad política que permitió un desa rrollo socio-económico paulatino y constante a través dpi siglo. Esta estabilidad del sistema político chileno estuvo sosteni da, a partir de la década del 30, por un consenso básico que se manifestó en el estilo político de compromisos y transac
ciones, cuyos exponentes más representativos fueron los go biernos radicales. Mediante este sistema de lograr consensos democráticamente, Chile fue avanzando en la superación de sus conflictos y en su desarrollo económico y social. No obs tante, hubo problemas que fueron permanentemente poster gados y que, por lo tanto, tendieron a agudizarse, como la situación del agro, mientras otros sobrepasaron los esfuerzos emprendidos y se hicieron crónicos, como la inflación y la marginalidad. Así, este consenso se fue debilitando y se rompió durante el gobierno demócratacristiano de Frei, a raíz de las reformas estructurales emprendidas, especialmente la Reforma Agraria que pretendía dar solución a uno de estos problemas funda mentales postergados, pero que para la Derecha significaba un golpe mortal inaceptable. Al mismo tiempo Chile no escapó a los ideologismos y la agitación política de la década del 60 que se manifestó espe cialmente en Latinoamérica después de la Revolución. Cubana. Como consecuencia de ello, los sectores de Izquierda presio naron cada vez con más fuerza por la profundización de las transformaciones y los partidos políticos revolucionarios se tornaron incapaces de lograr acuerdos con sectores de tenden cias progresistas más moderadas o diferentes. Por otra parte; la clase media, que había sido reformista y contestataria frente a la oligarquía a partir de los años 20 y luego impulsó las reformas de las décadas siguientes, fue adoptando cada vez más una cultura burguesa y apegándose a valores como la seguridad y el orden, que le permitían mante ner un status conquistado, convirtiéndose finalmente en otro freno para los cambios y la incorporación al sistema de los grupos marginados. Así fue como se fueron consolidando tres proyectos polí ticos excluyentes entre sí y así fue como Chile se enfrentó a los años 70... Sin duda, el paso del tiempo confiere a los hechos perspec
tivas diferentes y, en definitiva, cada época le hace sus pro pias preguntas a la historia. Pero aun cuando la comprensión de un período tan reciente es difícil —no porque quien se acerque a él esté enceguecido por la proximidad a los hechos, sino porque se trata de procesos no concluidos— hemos que rido hacer con “Historia de Chile en el siglo XX” un aporte para el estudio de un período todavía desconocido. LOS AUTORES
CHILE EN EL SIGLO XX
DOCUMENTOS
Discurso de ENRIQUE MAC-IVER sobre la Crisis Moral de la Repú blica pronunciado en el Ateneo de Santiago el Io de agosto de 1900.
“Koy a hablaros sobre algunos aspectos de la crisis moral que atrave samos... Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen intran quilidad. No sería posible desconocer que tenemos mas naves de guerra, más soldados, más jueces, más guardianes, más oficinas, más empleados y más rentas públicas que en otros tiempos; pero ¿tendremos también mayor seguridad; tranquilidad nacional, superiores garantías de los bie nes, de la vida y del honor, ideas más exactas y costumbres más regula res, ideales más perfectos y aspiraciones más nobles, mejores servicios, más población y más riqueza y mayor bienestar? En una palabra, ¿progresamos? ” “En el verano último se me hizo notar un curioso fenómeno que acaecía en uno de los departamentos de la provincia de Maulé, y que
probablemente se verá también en otras regiones del territorio. Los pe queños propietarios rurales enejenaban sus tierras a precios ínfimos para asilarse en los centros de población y lo hacían porque les faltaba segu ridad para sus bienes y su vida. El bandolerismo ahuyenta de los campos a los labradores, el agente principal de la producción agrícola, en un país que desde hace veinte años no sabe dónde está el fondo de sus cajas. Hace poco daba alguien cuenta de otro hecho curioso que se presen ta en Chile. El número de escuelas ha aumentado; pero a medida que las escuelas aumentan la población escolar disminuye”. . “La producción en realidad no aumenta desde hace años; si no fuera por el salitre, podría decirse que disminuye; la agricultura vegeta, la minería aun en estos días de grandes precios, permanece estacionaria, la incipiente manufactura galvanizada con el dinero público y con el sacri ficio de todos, no prospera; el comercio y el tráfico son siempre los mis mos y el capital acumulado es menor. ¿Tenemos algunos rieles más, algunas escuelas, algunos pocos miles de habitantes? enhorabuena; pero ¿qué importancia tiene esto para juz gar de nuestro adelanto, si esos centenares de rieles debieran ser millares, si esas docenas de escuelas debieran ser centenares y sí esos pocos miles de habitantes debieran ser millones? ¿ Y qué vale ello delante de las obras públicas en ruinas, de la agricultura decadente, de las minas inutilizadas, del comercio anémico, de los capitales perdidos, del ánimo enfermo?”. “¿Qué somos en cldíade hoy? me parece que la mejor respuesta es el silencio, Y sería bien triste, por cierto, que nos consoláramos de la pérdi da de nuestro puesto preferente, con el poder militar, como se consola ban con su espada y sus pergaminos los incapaces que se veían desaloja dos por la actividad de los hombres de iniciativa y de trabajo”. “En mi concepto, no son pocos los factores que han conducido al país al estado en que se encuentra; pero sobre todo me parece que pre domina uno hacia el que quiero llamar la. atención y que es probable mente el que menos se ve y el que más labora, el que menos escapa a la voluntad y el mas difícil de suprimir. Me refiero, ¿por qué no decirlo bien alto ? a nuestra falta de moralidad pública: si, la falta de moralidad pública que otros podrían llamar inmoralidad pública”. “Hablo de la moralidad que consiste en el cumplimiento de su deber y de sus obligaciones por los poderes públicos y los magistrados, en el leal y completó desempeño de la función que les atribuye la carta fun-
damentaly las leyes, en el ejercicio ele los cargos y empleos, teniendo en vista el bien general y no intereses y fines de otro género. Hablo de la moralidad que da eficacia y vigora la función del estado y sin la cual ésta se perturba y se anula hasta el punto de engendrar el despotismo y la anarquía y como consecuencia ineludible, la opresión y el despotismo, todo en daño del bienestar común, del orden público y del adelanto nacional”. “Ceguera sería desconocer que el país es víctima (empleo deliberada mente la palabra) tanto de una crisis económica, cuanto de una crisis moral que detiene su antigua marcha progresista”. “Los propósitos levantados, las ideas benéficas, las empresas salvado ras, sin mezcla de egoísmo personal o partidista, allegan siempre fuerzas poderosas que los apoyen y no sólo cuentan con los sostenedores que tienen en el campo, sino con una inagotable y abnegada reserva. Es la juventud que, sin más ley de servicio obligatorio que la escrita en su alma ansiosa del bien y amante de la patria, se alista bajo las banderas que representan una gran causa nacional Tengo fe en los destinos de mi país y confío en que las virtudes pú blicas que lo engrandecieron volverán a brillar con su antiguo esplendor”.
El balance del siglo: ricos y pobres a través de un siglo de vida republi cana. LUIS EMILIO RECABARREN. 1910 “No es posible mirar a la nacionalidad chilena desde un solo punto de vista, porque toda observación resultaría incompleta. Es culpa común que existan dos clases sociales opuestas, y como si esto fuera poco, todavía tenemos una clase intermedia que complica más este me canismo social de los pueblos. Reconocidas estas divisiones de la sociedad nos corresponde estudiar su desarrollo por separado, para deducir si ha habido progreso y qué valor puede tener este progreso. La clase capitalista o burguesa, como le llamamos, ha hecho eviden tes progresos a partir desde los últimos 50 años, pero muy notablemen te después de la guerra de conquista de 1879 en que la clase gobernante de Chile se anexó a la región salitrera ”. “La última clase, como puede considerarse en la escala social, a los gañanes, jornaleros, peones de los campos, carretoneros, etc., vive hoy como vivió en 1810. Si fuera posible reproducir ahora la vida y costuni-
bres de esta clase de aquella época y compararla con la de hoy día, po dríamos ver fácilmente que no existe ni un solo progreso social... Esta clase más pobre de la sociedad, más pobre en todo sentido -materialy moral- ha vivido tanto antes como ahora en un ambiente completa mente católico y cristiano. Si afirmamos que hoy vive más dominada por la iglesia, que antes, no haríamos una exageración. Sin embargo, antes se notaba en esta clase mejores costumbres que ahora. Con sobra da razón podríamos preguntarnos: ¿por qué no ha progresado esta clase social que ha vivido siempre al amparo moral del catolicismo?”. ‘‘El movimiento judicial y penitenciario del país nos prueban de una manera evidente el desastre moral de nuestra sociedad, durante los cien años que han transcurrido para la vida de la República. La magistratura del país ha perdido todo el prestigio que debió conservar o de que debió rodearse. Yo no puedo afirmar si los procedimientos judiciales estuvie ron alguna vez dentro de la órbita de la moral. Pero lo que puedo decir es que debido al desarrollo intelectual natural del pueblo, éste ha llega do a convencerse de que la justicia no existe o de que es parte integran te del sistema mercantil y opresor de la burguesía. Yo he llegado a convencerme de que la organización judicial sólo existe para conservar y cuidar los provilegios de los capitalistas...”. ‘‘Y si a los cien años de vida republicana, democrática y progresista como se le quiere llamar, existen estos antros de degeneración (los con ventillos) ¿cómo se pretende asociar al pueblo a los regocijos del primer centenario?". “Sintamos pesar por los niños que allí crecen, rodeados de malos ejemplos, empujados al camino de la desgracia. Allí están, en abigarrado conjunto dentro del conventillo, la virtud y el vicio, con su corolario na tural de la miseria que quebranta todas las virtudes.
Si hubiera habido progreso moral en la vida social, debió detener el aumento de los conventillos, como debe detenerlo en lo sucesivo, pero esto ya no se operará por iniciativa especial de la burguesía sino por la acción proletaria que empuja la acción de la sociedad... ”. ‘‘Es en esta clase, la clase media, donde se encuentra el mayor núme ro de descontentos del actual orden de cosas j de donde salen los que luchan por una sociedad mejor que la presente. Nuestro pueblo, religioso v fanático, no tiene hábitos virtuosos y morales. Posee una religión sin moral”. ‘‘Se ha dicho muchas veces que uno de los más apreciables bienes de la República ha sido el progreso liberal del país, el cual no habría podi
do desarrollarse en la monarquía. Yo creo que esto es una exageración y tal vez una mistificación”. “¿Dónde está mi patria y dónde mi libertad? ¿La habré tenido allá en mi infancia cuando en vez de ir a la escuela hube de entrar al taller a vender al capitalista insaciable mis escasas fuerzas de niño? ¿La tendré hoy cuando todo el producto de mi trabajo lo absorbe el capital sin que yo disfrute un átomo de mi producción? Yo estimo que la patria es el hogar satisfecho y completo, y la liber tad sólo existe cuando existe este hogar. La enorme muchedumbre que puebla campos y ciudades ¿tiene acaso hogar? ¡No tiene hogar...! ¡No tiene hogar...! ¡y el que no tiene hogar no tiene libertad! Todos los grandes creadores y fundadores de la economía política han afirmado es te principio: “ ¡El que no tiene hogar no tiene libertad!”. “Nosotros, que desde hace tiempo ya estamos convencidos que nada tenemos que ver con esta fecha que se llama el aniversario de la inde pendencia nacional, creemos necesario indicar al pueblo el verdadero significado de esta fecha, que en nuestro concepto sólo tienen razón de conmemorar los burgueses, porque ellos, sublevados en 1810 contra la Corona de España, conquistaron esta patria para gozarla ellos y para aprovecharse de todas las ventajas que la independencia les proporciona ba; pero el pueblo, la clase trabajadora, que siempre ha vivido en la mi seria, nada, pero absolutamente nada gana ni ha ganado con la indepen dencia de este suelo de la dominación española”.
Discurso de ARTURO ALESSANDRI agradeciendo su designación como candidato a la Presidencia de la República, el 25 de abril de 1920.
el país atraviesa por uno de los momentos más difíciles de su his toria. Vivimos desde hace años en medio de la anarquía y del desgo bierno. Toda clase de angustias y de dificultades obstaculizan la marcha próspera de las actividades en esta patria tan cara a todos nosotros. El país desea, exige un Gobierno sólido y fuerte, con rumbos definidos, orientados sobre la base de una política netamente nacional. He servido toda mi vida la causa santa de las libertades públicas. He peleado por ella las más enérgicas batallas, rindiendo especial culto a la libertad electoral a la cual he ofrecido sacrificios no pequeños. Com prenderéis que quien ha luchado por estos nobles principios durante su vida entera no podría en el Gobierno renegar de ellos... ”.
“El progreso económico de los pueblos, que es la atención preferen te de todo gobierno racionalmente organizado, es la resultante precisa del esfuerzo personal del individuo y del capital que utiliza y remunera ese esfuerzo. En consecuencia, si el proletariado que representa el músculo, el vigor, el esfuerzo inteligente en el inmenso laboratorio eco nómico donde se genera la riqueza de los países es un factor eficiente y necesario del progreso, debe ser atendido, protegido y amparado. Hay para ello razones morales de justicia y razones materiales de conveniencia”. “Hay que velar porque su trabajo (del proletariado) sea remunerado en forma que satisfaga las necesidades mínimas de su vida y las de su fa milia; no sólo las de su vida física sino las de su perfeccionamiento mo ral y de su honesta recreación. Hay que protegerlos en los accidentes, en las enfermedades y en la vejez. La sociedad no puede ni debe abandonar a la miseria y al infortunio a quienes entregaron los esfuerzos de su vida entera a su servicio y progreso. Las mujeres y los niños reclaman también la protección eficaz y constante de los poderes públicos que, cual padres afectuosos y vigilan tes, deben defender a tan importante porción de sus vitales energías económicas. Quienes no quieren prestar atención a estos problemas de la vida moderna, movidos por nobles y generosos impulsos del corazón, deben afrontarlos siquiera por las razones, algo más egoístas, pero igual mente evidentes, de conveniencia económica y conservación social”. “No se cumple... el precepto constitucional de la proporcionalidad entre las cargas públicas y los haberes de cada cual, por cuya razón es urgente modificar nuestro régimen tributario dentro de los principios de la justicia social. Sólo el impuesto directo sobre la renta cumple con este requisito, cada ciudadano debe soportar los cargos públicos propor cionalmente a lo que tiene y a lo que percibe”. “La condición legal de la mujer en Chile permanece aún aprisionada en moldes estrechos que la humillan, que la deprimen y que no cuadran con las aspiraciones y exigencias de la civilización moderna. Carece ella de toda iniciativa, de toda libertad y vegeta reducida al capricho de la voluntad soberana del marido en forma injusta e inconveniente”. “Nuestro organismo social entero, nuestro régimen constitucional, requieren en los momentos actuales reformas urgentes y radicales ”, “No quiero trastornos ni violencias; los abomino y anatematizo, los condeno con toda la energía honrada de mi espíritu. Quiero y exijo el respeto de todos los derechos fundamentales garantizados por nuestras
instituciones; pero, para mantener el orden y la estabilidad social, es deber ineludible de los gobernantes atender, servir y solucionar todas aquellas necesidades públicas que tienen por base la justicia, que des truyen el privilegio no basado en altas y nobles consideraciones de orden moral”. "Yo quiero antes de terminar, haceros una declaración. Ha sido cos tumbre oír a los que han tenido la satisfacción de alcanzar el honor que ahora vosotros me discernís que ‘no soy una amenaza para nadie’. Mi lema es otro: Quiero ser amenaza para los espíritus reaccionarios, para los que resisten toda reforma justa y necesaria: éstos son los pro pagandistas del desconcierto y del trastorno. Yo quiero ser una amenaza para los que se alzan contra los principios de justicia y de derecho; quiero ser amenaza para todos aquéllos que permanecen ciegos, sordos y mudos antes las evoluciones del momento histórico presente, sin apreciar las exigencias actuales para la grandeza de este país; quiero ser una amenaza para los que no saben amarlo y no son capaces de hacer ningún sacrificio para servirlo. Seré, finalmente, una amenaza para todos aquéllos que no compren den el verdadero amor patrio y que, en vez de predicar soluciones de armonía y de paz, van provocando divisiones y sembrando odios, olvi dándose de que el odio es estéril y que sólo el amor es fuente de vida, simiente fecunda que hace la prosperidad de los pueblos y la grandeza de las naciones”.
“Balance patriótico” de VICENTE HUIDOBRO, “Acción” número 4 de 8 de agosto de 1925.
publicado
en
“ ¡Pobre país; hermosa rapiña para los fuertes! Y asi vienen, así se dejan caer sobre nosotros; las inmensas riquezas de nuestro suelo son disputadas a pedazos por las casas extranjeras y ellos viendo la indolencia y la imbecilidad troglodita de los pobladores del país, se sienten amos y les tratan como lacayos, cuando no como a bestias. Ellos fijan los precios de nuestros productos, ellos fijan los pre cios de nuestra materia prima al salir del país y luego nos fijan otra vez los precios de esa misma materia prima al volver al país elaborada. Y como si esto fuera poco, ellos fijan el valor cotidiano de nuestra moneda. Vengan los cuervos. Chile es un gran panizo. A la chuña, señores;
corred todos, que todavía quedan migajan sobre la mesa. ¡Es algo que da náuseas! Giile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las lade ras de los Andes bajo un gran revuelo de cuervos”. "Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la jiolitica vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una ni la otra de estas dos aristocracias ha producido grandes hombres, pero la primera, la de los apellidos VINOSOS, no llegó nunca a la impudicia de esta otra de los apellidos BANCOSOS. La historia financiera de Chile se resumen en la biografía de unos cuantos señores que asaltaban el ERARIO NACIONAL... "La justicia en Chile haría reír, si no hiciera llorar. Una justicia que lleva en un platillo de la balanza la verdad y en el otro platillo, un queso. La balanza inclinada del lado del queso. Nuestra justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespira ble. Dura o inflexible para los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba. Nuestra Justicia está podrida y hay que barrerla en masa. Judas sentado en el tribunal después de la crucificación, acariciando en su bolsillo las treinta monedas de su infamia, mientras interroga a un ladrón de gallinas... "El pueblo lo siente, lo presiente y se descorazona, se desalienta, ya no tiene energías ni para irritarse, se mueve automáticamente como un carro cargado de muertos que sigue rodando por el impulso adquirido ”. "Un Congreso que era la feria sin pudicia de la imbecilidad. Un Con greso para hacer onces buenas y discursos malos. Un municipio del cual sólo podemos decir que a veces poco ha faltado para que un municipal se llevara en la noche la puerta de la Municipalidad y la cambiase por la de su casa. Si no empeñaron el reloj de la Intendencia y la estatua de San Martín, es porque en las agencias pasan poco por artefactos desme surados. ¿Hasta cuándo, señores? ¿Hasta cuándo? Es inútil hablar, es inútil creer que podemos hacer algo grande mientras no se sacuda todo el peso muerto de estos viejos políticos embarazados de palabras ñoñas y de frases hechas”. "He ahí el símbolo de nuestros políticos. Siempre dando golpes a los lados, jamás apuntando el martillazo en medio del clavo. Cuando se necesita una política realista y de acción, esos señores siguen nadando
sobre las olas de sus verbosidades. Por eso, es que toda nuestra insigni ficancia se resuelve en una sola palabra: Falta de alma “En Chile necesitamos un alma, necesitamos un hombre en cuya garganta vengan a condensarse los clamores de tres millones y medio de hombres, en cuyo brazo vengan a condensarse las energías de todo un pueblo y cuyo corazón tome desde Tacna hasta el Cabo de Hornos el ritmo de todos los corazones del país”. “Necesitamos lo que nunca hemos tenido, un alma. Basta repasar nuestra historia. Necesitamos un alma y un ariete... Un ariete para des truir y un alma para construir”. “¿Qué se puede esperar de un país en el cual al más grande de los ladrones, al que comete la más gorda de las estafas, se le llama admirati vamente: ¡gallo padre! Este es un peine dicen, y lo dejan pasar sin es cupirle el rostro. Se dice que el robo lo tenemos en la sangre, que es he rencia araucana. Bonita disculpa de francachela. Pues bien, si lo tenemos en la sangre, quiere decir que hay que extirparlo cortando ca bezas. Por ahí sale la sangre. Si no hay más remedio, que salga como un río. ¡Que mueran ellos, pero que no muera el país! Que suban al arca unos cuantos Noé y los demás perezcan en el diluvio de la sangre pútri da. Como la suma de latrocinios de los viejos políticos es ya incomensurable, que se vayan, que se retiren. Nadie quiere saber más de ellos. Es lo menos que se les puede pedir. Entre la vieja y la nueva generación la lucha va a empeñarse sin cuartel. Entre hombres de ayer sin más ideales que el vientre y el bolsillo, y la juventud que se levanta pidien do a gritos un Chile nuevo y grande, no hay tregua posible. Que los viejos se vayan a sus casas, no quieran que un día los jóvenes los echen al cementerio". Discurso de HECTOR RODRIGUEZ DE LA SOTTA, Presidente del Partido Conservador ante la Convención General del Partido en 1932.
“...Es un hecho que salta a la vista la profunda crisis política que sufre el mundo, desde la terminación de la Gran Guerra. Caída de dinas tías seculares en Rusia, Alemania, Austria y España; revoluciones y dictaduras en muchos países de Europa, y en la mayor parte de los de la América Latina; hondo malestar y revueltas en las enormes poblacio nes del Oriente, India y China; y, por sobre todo esto, la trágica expe riencia de la Rusia soviética. Y a este inmenso trastorno político ha venido a sumarse en los últi
mos años la más grande y prolongada crisis económica que recuerda la historia, lo que ha agravado y llevado a su expresión más aguda a la • Crisis política. El mundo parece sacado de quicio, convulsionado, desin tegrado, al borde de una colosal hecatombe. ¿Cuál es la causa de tan inmenso trastorno?ya veremos las causas de la crisis económica; por el momento, quiero ocuparme de las causas de la crisis política. Ortega y Gasset empieza su obra, "La Rebelión de las Masas", con estas palabras: "Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más im portante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Más adelante, agre ga: “La muchedumbre, de pronto se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inad vertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: sólo hay coro ”, Y más adelante, este otro concepto: "Hoy asistimos al triun fo de una hiperdemocracia en que la masa activa directamente, sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos. Es falso interpretar las situaciones nuevas como si la masa se hubiese cansado de la política y encargase a personajes especiales su ejer cicio. Todo lo contrario. Eso era lo que antes acontecía, eso era la de mocracia. La masa presumía que, al fin y al cabo, con todos sus defec tos y lacras, las minorías de los políticos entendían un poco más de los problemas públicos que ella. Ahora, en cambio, cree la masa que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café. Yo dudo que haya habido otras épocas de la historia en que la muchedumbre lle gase a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo. Por eso hablo de hiperdemocracia”. Este hecho, tan admirablemente observado y expuesto por Ortega y Gasset, es la causa principal de la crisis política de nuestro tiempo, y deriva de dos falsos postulados de la Revolución Francesa, la libertad absoluta, sin freno alguno en el orden moral; y la igualdad, también absoluta, de los hombres para influir en el gobierno de los pueblos, por medio del sufragio universal. Huyendo del absolutismo de los tiempos de Luis XIV, los revolucio narios de fines del siglo XVIII se fueron al polo opuesto, y al grito hala gador al oído de las multitudes, de libertad e igualdad, instauraron el liberalismo de los tiempos modernos, y la hiperdemocracia de que nos habla Ortega y Gasset.
La libertad sin precio alguno en el orden moral, fue haciendo su camino, y dando paso a todas las rebeldías, y a todas las demagogias Sus más adictos propagandistas se apoderaron de la enseñanza y, so pretex to de terminar con viejos prejuicios, formaron generaciones materialis tas, que fueron perdiendo poco a poco todos los viejos valores espiritua les, y empezaron a mirar con desdén los rígidos conceptos de orden, de jerarquía y de disciplina. El sufragio universal, a su turno, a medida que fue dejando de ser le tra muerta en las Constituciones de los pueblos, y despertando en las masas la conciencia de su fuerza, empezó a desalojar de los puestos directivos a las minorías seleccionadas y capaces', y a reemplazarlas por hombres mediocres, que triunfaban en las asambleas no por sus virtu des y sus méritos, sino porque, con buenas o malas artes, sabían halagar los apetitos y las pasiones de la multitud. La política, la alta política de antaño, fue reemplazada por el “choclón”político. Estas dos fuerzas de desintegración política nos han conducido a la terrible crisis en que hoy nos debatimos. El liberalismo engendró el de sorden, y la democracia la mediocridad, y este es el mal que sufre el mundo: un inmenso desorden, frente a la incapacidad de las mediocri dades...” ’’...Huyendo, pues, de la anarquía de las democracias liberales, los pueblos se entregaron en brazos de las dictaduras; de la extrema liber tad, retrogradaron al absolutismo de Luis XIV, reencarnado en un Mussolini, o en un Lenin; de esclavos del hombre-masa, pasaron a ser esclavos del hombre-decreto. Pero muy pronto debía disiparse el sueño de redención. Las dictadu ras no resuelven el problema, sino que lo agravan. Todos los males del régimen del hombre-masa, -incapacidad, desorden, favoritismo, venali dad- se repiten y se acentúan en el régimen del hombre-decreto, a lo que debemos agregar los dos males más graves que caracterizan a este último régimen: la destrucción del orden jurídico, con gravísima ame naza para los más sagrados y vitales derechos de la sociedad y el desco nocimiento de la dignidad humana, por la supresión de todas las liber tades, aun aquéllas de más noble y legítimo ejercicio... ”.
”... ¿Dónde buscar entonces el verdadero remedio de la crisis polí tica? ¿Estará el mundo condenado a oscilar perpetuamente, como un inmenso péndulo, entre el absolutismo y la anarquía, entre el hombremasa y el hombre-decreto? No señores: hay entre los dos términos opuestos del problema un
justo medio, que es el que hasta ahora la humanidad no ha encontrado. Ese justo término medio está en volver al régimen jurídico y de liber tad, pero corrigiendo sus errores y defectos. Volver a las democracias liberales, pero saneando previamente los conceptos básicos de demo cracia y libertad de los errores de la Revolución. Libertad, si: pero, dentro delorden-. Democracia, también: pero, con igualdad de posibilidades y no de derechos. No puede tener los mismos derechos el capaz que el incapaz; el sabio que el ignorante; el virtuoso que el vicioso; el inteligente que el necio. Equiparar todos estos valores humanos es contrario a la naturaleza, es subvertir el orden natural de las cosas. La democracia así entendida es absurda, y resulta, como lo decía espiritualmente un autor, un aristócrata al reves: la aristocracia del des camisado. Porque darle al descamisado un derecho que no le correspon de, es, en realidad, otorgarle un verdadero privilegio. Por huir de las castas privilegiadas, se ha erigido otra casta privilegia da, y la peor de todas, la del número, la de la masa, la de incapacidad. Se ha querido con esto realizar el ideal del gobierno del pueblo por el pueblo. De lo dicho se desprende claramente cuán absurdo es el sufragio uni versal, la mayor imbecilidad que han inventado los hombres, según la enérgica expresión de su autor. Los pensadores católicos de la época lo condenaron abiertamente, y predijeron los inmensos daños que él acarrearía a la humanidad, espe cialmente el Conde de Maistre, en páginas inmortales, de una verdadera visión profètica.
Debemos, pues, reaccionar franca y valientemente contra la gran superchería del sufragio universal, y, contra el sufragio universal sin gular, luchar por el sufragio restringido y plural, restringido a los capa ces y en la medida de su capacidad. Influyen en los destinos de los pue blos, los que son capaces de discernir entre los verdaderos y los falsos intereses del bien común; e influyen más, lo, que son más capaces. He aquí la única sana, racional y verdadera democracia. Si los pueblos, desengañados de las dictaduras, quieren encontrar el camino definitivo de su estabilidad política, deben buscar ese justo término medio de que hablaba hace un momento, entre el absolutismo y el liberalismo. Y que está en el gobierno fuerte de los capaces dentro de la ley. Si por viejos prejuicios y por temor de que se les llame reaccio narios, los pueblos se dejan seducir de nuevo por la vieja cantinela libe-
ral de “las ideas se combaten con ideas”, caerán fatalmente en la anar quía, y la anarquía engendrará, a breve plazo, a su hijo legitimo, el hombre-decreto. No reincidamos, pues, en el gravísimo error de reconocer derechos, en nombre de la libertad, al comunismo y a todos sus secuaces. El co munismo debe ser considerado simplemente como un delito de lesa humanidad, y sus sostenedores y propagandistas como vulgares delin cuentes. Los comunistas no deben ser ni electores ni elegidos”.
Primer Mensaje del Presidente PEDRO AGUIRRE CERDA. 21 de mayo de 1939.
“La voluntad ciudadana, limpiamente, sobreponiéndose a toda pre sión, me ha otorgado la alta investidura de Presidente de la República, y lo ha hecho con la conciencia de que era su deber patriótico procurar que por los medios constitucionales se verificase una rectificación honda y sincera en nuestra tradición política para redimir al pueblo de su abandono físico, moral y económico. Dos fuerzas se oponen al Gobierno actual: la una, compuesta de res petables tradicionalistas que desearían la conservación del patronato so bre los trabajadores para continuar juzgando con su criterio personal las aspiraciones de bienestar social y económico del empleado y del obrero, y la otra, que pretende perturbar la solución de los problemas nacio nales”. “Ambos elementos serán respetados por el Gobierno mientras mantengan su oposición conforme a la Constitución y a las Leyes, pero los unos serán convencidos con la bondad de nuestras realizaciones, y los otros, contenidos enérgicamente por las fuerzas de orden que de fienden al Gobierno y ala colectividad”. ”... pero rio habrá progreso efectivo ni estabilidad social consciente, ni civilización que engrandezca verdaderamente a la Patria, sino cuando en el aprovechamiento de las materias primas nacionales participen equitativamente tanto los componentes que sean indispensables de otras naciones más civilizadas, como el pueblo mismo, en toda su integridad, el cual en diversas épocas de la historia ha pagado doloroso contribu ción de su sangre para mantener el suelo patrio, acrecentarlo en riquezas, y que constantemente se prepara para servir su independencia”. “Un gobernante democrático, si debe hacer distinción social entre nosotros, es la de atender de preferencia al pueblo preferido, sin hogar
ni entretenimientos, con hijos que no puede educar y carente de una alimentación que repare el desgaste de su labor”. ‘‘No es nuestro Frente Popular, otra cosa que un conglomerado de fuerzas progresistas, esencialmente patrióticas y comprensivas del mo mento porque atraviesa la República, sin concomitancia directa ni indi recta con ninguna influencia exterior y sin propósito alguno de herir los legítimos intereses que la ciencia, la conciencia y el esfuerzo sano y puro han creado a través del tiempo ‘‘No es raro, entonces, que nuestra primera declaración en lo anterior sea mantener el orden que permita nuestro anhelo de una sana y rápida evolución, que facilite una equitativa compenetración de las clases so ciales y una distribución más justa de los medios de vida. Para ello em plearemos todas las energías de que seamos capaces y agotaremos los recursos que puedan franquearnos la Constitución y las Leyes, así co mo utilizaremos las facultades que ellas nos otorgan para sacudir el egoísmo, ahogar la incomprensión y reprimir con firmeza toda tentativa que quiera sobreponerse a la voluntad ciudadana libremente manifestada ” “ ‘Gobernar es educar’, y con este firme concepto aprovecharé todas las fuerzas de que el Estado pueda disponer para despertar el espíritu constructivo, de organización y perseverancia que tanto necesita la co lectividad nacional y rectificaré elabandono en que se ha desarrollado la educación pública, que nos ha legado un considerable porcentaje de analfabetos en una época en que el adulto interviene en sindicatos, aso ciaciones y otras múltiples actividades que requieren cultura y compren sión patrióticas”. ”... El Gobierno ha restablecido la plenitud de los derechos que a la ciudadanía conceden la Constitución y las Leyes. Las libertades de reu nión, asociación, de libre expresión de las ideas, están absolutamente garantidas dentro de los preceptos legales existentes y el pueblo ha ejer cido sus derechos en forma tan ordenada y respetuosa como no hab ía memoria en nuestro anales políticos”. ”... puedo afirmar con orgullo que el desinterés patriótico, que el afán de justicia y de progreso y el sentimiento de unidad que hicieron posible el triunfo del pueblo, se mantienen vivos en torno al Gobierno, respaldando su acción constructiva que ha de traducirse en la dignifica ción moral y material de la nacionalidad toda, por su firme resolución de combatir la ignorancia, las enfermedades y la miseria. La cohesión de las organizaciones que forman el Frente Popular, -los Partidos Radical, Socialista, Comunista, Democrático, y la Confe
deración de Trabajadores de Chile- simboliza el despertar de una nueva conciencia que es la mejor garantía que puede ofrecerse al país el día en que se conmemora las glorias y sacrificios del pasado, de que puede con fiar en un futuro de bienestar y de progreso. Y nada es para mí tan grato como establecer que la acción del Go bierno merece y recibe la confianza creciente de la opinión pública, como lo demuestran las nuevas fuerzas que se suman y se seguirán su mando a su firme base política, y de la opinión Ínternacional... ”,
Discurso de GABRIELA MISTRAL ante la Academia Sueca al recibir el Premio Nobel de Literatura, el 12 de diciembre de 1945.
“Tengo la honra de saludar a sus Altezas Reales los Príncipes Herede ros, a los Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático, a los compo nentes de la Academia Sueca y a la Fundación Nobel, a las eminentes personalidades del Gobierno y de la Sociedad aquí presentes: Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los muchos trabajadores de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra pro tectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido. Hija de la Democracia chilena, me conmueve tener delante de mi a uno de los representantes de la tradición democrática de Suecia, cuya originalidad consiste en rejuvenecerse constantemente por las creaciones sociales más valerosas. La operación admirable de expurgar una tradi ción de materiales muertos conservándole íntegro el núcleo de las viejas virtudes, la aceptación del presente y la anticipación del futuro que se llama Suecia, son una honra europea y significan para el Continente Americano un ejemplo magistral. Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espiritua les por quienes fui ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hom bres de ciencia, enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Re cuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero Sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesino, artesanos y obreros. Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al con
vivió de la vida nórdica, toda ella asistida por su folklore y su poesía milenarias. Dios guarde intacta a la Nación ejemplar su herencia y sus creacio nes, su hazaña de conservar los imponderables del pasado y de cruzar el presente con la confianza de las razas marítimas, vencedoras de todo. Mi Patria, representada aquí por nuestro culto Ministro Gajardo, res peta y ama a Suecia y yo he sido invitada aquí con el fin de agradecer la gracia especial que le ha sido dispensada. Chile guardará la generosidad vuestra entre sus memorias más puras”. Palabras del Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, LUIS OYARZUN con ocasión del funeral de GABRIELA MISTRAL. Santiago, 21 de enero de 1957.
‘‘La imagen de un rostro noble, inmóvil al fin, después de una vida en que el fuego más puro lo animara, llena hoy nuestro corazón. Ya no será para siempre sino esa cosa impalpable, una imagen. El ser apasiona do que pasó entre nosotros como una figura casi divina a fuerza de hu manidad profunda, conoce ahora lo que no conocemos y, sin embargo, no nos sentimos sin él. Sentimos que él vela por nosotros, que su mirada desciende amorosamente hacia su pueblo y que, con la fuerza misma de su ausencia, ella nos une. Muchas generaciones recordarán este instante solemne, esta despedida, y sentirán con nosotros la congoja de ver par tir a quien fuera un símbolo viviente de nuestra tierra. Los que hoy son niños contarán a sus hijos que vieron pasar un día a su lado, con reco gimiento y tristeza, a una mujer que amó a la vida y que no temió a la muerte, a una mujer que elevó nuestra condición humana ante los de más y ante nosotros mismos”. “Por épocas enteras nuestro mundo americano pareció a muchos des habitado de espíritu... Hasta que de pronto una forma nueva de mirar descubre allí mismo, entre montañas, arenales, árboles y costas, la pre sencia de unos seres que siempre estuvieron ahí, pero que no fueron vistos. Aquello mismo que nos rodeaba no había sido conocido porque no era ainado y sólo esa quemante pasión amorosa que es la poesía fue capaz de descubrir, junto con su existencia, su virtud. Estas almas de poder visionario fundan el mundo. Sólo ellas le confieren precio huma no. Sólo ellas lo abren a las posibilidades sin fin de la invención del espí ritu. Sin esa poesía, la tierra sería inhóspita como un astro muerto y nada de lo humano podría desplegarse”.
“Los versos de ciertos poetas expresan aquella necesidad que mueve a los hombres a descubrirse entre si y amarse. A cierta profundidad de la vida, el corazón humano olvida sus limites y sus resentimientos y tiembla sólo para expresar, en la transparencia del lenguaje, aquello que es tan esencial como el aire: el amor descubridor del mundo, el que exalta y consuela, el amor que perdona, el que, transformado en ojos, ve y vuela hasta las últimas distancias... ”. “Porque llegó hasta lo más hondo de si, pudo Gabriela Mistral amar tanto a los seres y olvidarse, en ese privilegiado trance, de si. En esta época en que el amor y la solidaridad entre los hombres se han conver tido en oratoria, ese ejercicio interior que ella nos lega es un ejemplo. Más que un ejemplo, un destino ". “Gabriela Mistral nos hizo sentir desde niños nuestro parentezco con tanta cosa de nuestra tierra que sin ella nos hubiera sido extraña. No sólo el viento, las selvas y las serranías afiladas de Chile y América. También el sufrimiento y la pasión, las alegrías y los juegos de nuestros hermanos, y sobre todo nos dio, sonriente o infinitamente triste, el tor bellino de sí misma. Nos dio esa cosa difícil entre todas: nos dio acceso a la soledad entrañable del ser que vive, triunfante a veces, a veces de rrotado, en la experiencia eterna de vivir... “... en esta mujer que despedimos, reconocemos un bien perecedero y eterno, que une muchas diferentes virtudes. Reconocemos el valor de lo humano, realizado en un símbolo que hasta ayer fuera una cria tura real, una mujer que conoció la desesperación y la pasión, el abati miento y la alegría, el amor y la inteligencia, el desvelo y el sueño. Una mujer muy sola que sintió desde la más honda soledad no sólo su propio desvarío, sino también el dolor del prójimo. Desde lejos, desde mucho más lejos que todas las distancias geográficas, desde el último aparta miento, ella salió de sí y, dándonos el fondo de su alma, nos alentó a seguir en busca de ese amor que acerca a los hombres y mueve a las esferas”. “... La poesía surgía en ella como la expresión de algo mucho más hondo que el sentimiento de la belleza. Brotaba de su amor por la tie rra, de su conocimiento entrañable del dolor, de su piedad por todo lo que pide consuelo, de su íntegra humanidad. Por eso, sin quererlo ex presamente, fue una maestra de la vida... ”. “No es extraño, entonces, que los más desvalidos, los seres más próximos a la tierra, los que sufren sus durezas y viven de su fecundi dad, fueran sus predilectos. No es extraño que esos mismos hombres y
mujeres humildes le devolvieran su amor con reverencia. Recuerdo haber visto cómo se le acercaban en los campos, interrumpiendo sus tra bajos, con mirada honda y tierna, los hombres que labraban la tierra, esa tierra que misteriosamente era suya, la tierra a que ella vuelve hoy, semilla casi impalpable, para siempre...". El Deber Social y Político en la Hora Presente: Hablan los Obispos de Chile. 18 de septiembre de 1962.
“.... Le es muy fácil a la población concentrada en las ciuades igno rar, o pretender ignorar, lo que ocurre en el campo. Pero una parte considerable de nuestro pueblo vive allí oprimida por la miseria y en condiciones indignas. Se critica, y con justicia, al marxismo por no reco nocer el derecho de toda persona humana a la propiedad de los medios de producción; pero en el campo chileno una minoría de propietarios posee la mayor parte de las mejores tierras agrícolas... ” “...No es mejor la situación de un gran número de familias que, care ciendo de una casa digna, se hacina en los barrios pobres de nuestras ciudades. A pesar de los grandes y laudables esfuerzos últimamente rea lizados en la edificación de casas populares, el déficit habitacional de Guie según los cálculos hechos por organismos técnicos, es de más o menos 400.000 viviendas. Cerca de un tercio de nuestra población no tiene una habitación donde se puedan desarrollar en forma normal las virtudes familiares, que son la base insustituible de las virtudes sociales... ” “...Nadie puede olvidar tampoco que cada año un gran número de chilenos quiere incorporarse, sin conseguirlo, al trabajo nacional de la producción de bienes. Decenas de miles de hermanos nuestros encuen tran cada año las puertas cerradas para integrarse activamente a este país, que es el suyo... ” "... el deber asistencial tiene sus límites, que son los límites de la misma persona o institución que asiste. Y como lo que importa al ayu dar no es sólo tener la conciencia de haber agotado lo que uno tiene y lo que uno es en dicha asistencia, sino también que la necesidad del pró jimo sea realmente satisfecha, el cristiano no puede detenerse en lo asistencial... ” “... El cristiano debe favorecer las instituciones de reivindicación social y, si le corresponde, participar en ellas. También tendrá que apo
yar cambios institucionales, tales como una auténtica reforma agraria, la reforma de la empresa, la reforma tributaria, la reforma administra tiva y otras similares... ” "...En nuestros países en vías de desarrollo, la función política tiene, si cabe, mayor importancia aún que en otras naciones, para imponer estructuras que están o no de acuerdo con la concepción cristiana del hombre y su destino... ” "...El querer servirse del comunismo para escalar el poder con la intención de no seguir sus dictámenes y de oponerse a su acción, una vez conseguido éste, constituye una inmoralidad que no se puede justi ficar y supone una falta de talento y de perspicacia de parte de los comunistas, muy ajena a la realidad...” "...No se opone esto a la cola boración leal y necesaria que los católicos pueden tener con cualquier categoría de personas "en las actuaciones de objetivos que sean por su naturaleza buenos o al menos, se puedan reducir al bien ”... ” "...Hay que promover por medio del voto una verdadera reforma de las estructuras del país, para que en la medida de lo posible, -su fisono mía sea más conforme a los principios cristianos. El votante debe tener en cuenta las intenciones reales y las posibilidades concretas de los partidos políticos y hacer entrar también esto en línea de considera ción, junto con los principios, los programas y las promesas. Su cristia nismo no puede juzgarse al nivel de las solas declaraciones... ” "...No se construirá la grandeza de nuestras tierras, ni se implanta rá en ellas la paz, si los pueblos hermanos de América, olvidando viejas rencillas y dejando de lado pequeños intereses, no llegan a la unión con tinental y no reconocen los fines comunes, espirituales y temporales, de nuestra gran comunidad de naciones... ” "...Tenemos contraída con Cristo la obligación de cambiar con la mayor rapidez posible la realidad nacional, para que Chile sea Patria de todos los chilenos por igual. No queremos actitudes violentas y super ficiales que dejan intacta la miseria. No queremos tampoco contentar nos, dejando las cosas como están, con vagas promesas ae un camotu que nunca llega.... ” (Publicación del Secretariado General del Episcopado de Chile, San tiago, 18 de septiembre de 1962). PALABRA DE POETA. Discurso de PABLO NERUDA al recibir el título de Doctor Scientiae et Honoris Causa en la Universidad Católica de Chile, el 21 de agosto de 1969.
"Aquella Universidad a la que me invitaban era una de las más anti
guas del mundo; y casi me desplomé de susto al atravesar los portales de vieja piedra cenicienta que hablan cruzado, antes que yo, presencias inmortales. Entramos por corredores sombríos; seguimos por salas de ventanas góticas, por lo que la luz del norte de Europa entraba apaga damente, como si hubiera aprendido ya una antigua lección de sabidu ría. Pero aun aumentó mi miedo, cuando me llevaron a una pequeña habitación en que entraban y salían los dones, los maestros con sus to gas negras y, sobre una mesa, vi una toga color escarlata. Pensé, dentro de mi cobardía, que aquella sería, tal vez, la del Gran Provoste, la del Gran Cardenal, que me irían a introducir en aquella misteriosa ceremo nia; pero, de pronto, entraron dos alabarderos vestidos de negro y con mazas de plata, que me revistieron la tremenda túnica escarlata y me empujaron por un corredor en donde cuarenta silenciosas personas es taban sentadas delante de lo que me pareció un tribunal. Cuando avan zamos, y a mí me temblaban ya las piernas debajo de aquella capa de color bermellón, ellos dejaron caer, los alabarderos, las mazas y una voz de otro hombre, vestido de rojo, preguntó: —¿Quién es ése que avanza? -Se llama Pablo Neruda. —¿Qué méritos tiene? -Viene de lejos, de la Araucanía, y ha escrito muchos poemas de amor y otras cosas más... ¡Que pase!, dijo el hombre, y los alabarderos me empujaron hacia donde en aquella vieja universidad, con plena pompa y ceremonia, me revistieron también con un Doctorado Honoris Causa. Y no quiero decir por presunción, ni remotamente, que pudiera yo menospreciar tales espléndidos honores. Y de ninguna manera es dese quilibrar en nuestra mente, el concepto que podemos tener de la sabi duría antigua de remotos lugares. Pero qué decir en agradecimiento a tan emocionante acogida y a esta distinción, sino decir que compren do que allí había pasado el tiempo y muchas cosas antes que yo, un bárbaro de América, llegara a tener tales títulos; pero que aquí, tam bién, han pasado muchas batallas para que muchos prejuicios, muchos, muchos prejuicios mutuos terminaran en esta reunión emocionante en que he oído las palabras cristianas y revolucionarias de Miguel Ángel Solar, las palabras tan nobles del señor Rector y decirles que, con todo el orgullo que pude tener entonces, es mucha más mi emoción de ahora al verme rodeado de tan jóvenes y valerosos corazones de mis propios compatriotas. Es eso lo que tenía que decir.
Prometí hace pocas semanas, aquí, un recital de mi poesía de amor... ...voy a leer éste que se llama “El Pueblo ”: De aquel hombre me acuerdo y no han pasado sino dos siglos desde que lo vi, / no anduvo ni a caballo ni en carroza: / a puro pie / deshizo / la distancias / y no llevaba espada ni armadura, / sino redes al hombro,/ hacha o martillo o pala, / nunca apaleó a ninguno de su especie: / su hazaña fue contra el agua o la tierra, / contra el trigo para que hubiera pan, / contra el árbol gigante para que diera leña, / contra los muros para abrir las puertas, / contra la arena construyendo muros /y contra el mar para hacerlo parir. Lo conocí y aún no se me borra”. “Era el hombre sin duda, sin herencia, /sin vaca, sin bandera, / y no se distinguía entre los otros, / los otros que eran él, / desde arriba era gris como el subsuelo, / como el cuero era pardo, / era amarillo cose chando trigo, / era negro debajo de la mina, / era color de piedra en el castillo, / en el barco pesquero era color de atún / y color de caballo en la pradera: / cómo podría nadie distinguirlo / si era el inseparable, el elemento, / tierra, carbón o mar vestido de hombre?”. “Yo, que lo conocí, lo vi bajando / hasta no ser sino lo que dejaba: / calles que apenas pudo conocer, / casas que nunca y nunca habitaría. / Y vuelvo a verlo, y cada día espero. / Lo veo en su ataúd y resurrecto. / Lo distingo entre todos / los que son sus iguales / y me parece que no puede ser / que así no vamos a ninguna parte, / que suceder asi no tiene gloria. / Yo creo que en el trono debe estar / este hombre, bien calzado y coronado.. / Creo que los que hicieron tantas cosas / deben ser dueños de todas las cosas. / Y los que hacen el pan deben comer! / Y deben tener luz 'de la mina! / Basta ya de encadenados grises! / Basta de páli dos desaparecidos! / Ni un hombre más que pase sin que reine. / Ni una sola mujer sin su diadema. / Para todas las manos guantes de oro. / Frutas de sol a todos los oscuros! / Yo conocí aquel hombre y cuando pude, / cuando ya tuve ojos en la cara, / cuando ya tuve la voz en la boca / lo busqué entre las tumbas, y le dije / apretándole uñ brazo que aún no era polvo: / ‘Todos se irán, tú quedarás viviente. / Tú encendiste la vida. / Tu hiciste lo que es tuyo ’. / Por eso nadie se moleste cuando / parece que estoy solo y no estoy solo, / no estoy con nadie y hablo para todos: / Alguien me está escuchando y no lo saben, / pero aquéllos que canto y que lo saben / siguen naciendo y llenarán el mundo
‘Perspectivas y riesgos en la construcción de una nueva sociedad. Lec ción magistral de EDUARDO FREI en la Universidad Católica de Chile, al recibir el título de Doctor Scientiae et Honoris Causa, 1970.
"Tal vez será difícil comprender lo que significa en mi vida recibir este titulo y este honor que me reincorpora a la Comunidad Univer sitaria. No faltaría a la modestia si les dijera que me enorgullezco de ser el primer ex-alumno de la Universidad Católica de Chile que vuelve a ella con la investidura de Presidente de la República otorgada por el pueblo. Y de ser también el primer Presidente que tiene este encuentro con una Universidad en pleno proceso de renovación transformadora". “Lo que yo puedo traer es el testimonio de un hombre formado en estas aulas y salido de ellas con el ideal de una obra transformadora de justicia y libertad, y que durante más de cuarenta años, sin interrup ción, ha trabajado y ha luchado por ellas. “La obra y las conquistas, las deficiencias y los desfallecimientos de un tan prolongado período de acción, están sometidos a juicio. “Quiero referirme a otra forma de experiencia que creo inmensa mente más importante. La experiencia de una generación que despier ta a la realidad de su país y del mundo; que está destinada, por lo mejor de sí misma, a vivir elgran drama del Espíritu, de los misterios vivos de la Fe y de la Esperanza frente a un momento histórico trágicamente desconcertante y pleno, sin embargo, de perspectivas y de posibilida des ”, “La afirmación del valor y dignidad de la vida humana, de cada vida humana es esencial. La afirmación de que una sociedad o comuni dad nacional tiene los recursos específicos para realizar esa dignidad de la vida humana es también esencial. Eso es la soberanía en su significa ción verdaderamente sustancial y lo que la hace una exigencia de uni versalidad y solidaridad, contra toda estrechez nacionalista, porque la plenitud de los recursos materiales e intelectuales disponibles para el objetivo esencial, que es la dignidad de todos los hombres, no existe sino en el mundo entero y en toda la humanidad”. “La crisis de todos los valores es evidentemente más profunda y su complejidad inmensamente mayor. Hemos visto desaparecer en el últi mo decenio valores, ideas y estructuras que parecían inconmovibles y sobre las cuales no sólo se sustentaba la vida social y personal, sino que eran datos para cualquiera tentativa futura”.
“Hay que construir en tierra arrasada, nada es intocable. No hay dog mas. Esto mismo nos exige hoy a todos, y en especial a la juventud^ un enorme esfuerzo de análisis y de construcción intelectual. Hay que des cubrir el pensamiento que engendra las nuevas estructuras y los nuevos juicios de valor". "... en torno a la vida de esta Universidad... recibimos elgran llama do para la insobornable defensa de la dignidad de la persona humana, como un valor supremo del pensamiento y de la acción. La necesidad de su proyección en la justicia social, impuesta por el imperativo de la Redención, en la cual se organiza hacia el porvenir y hacia la eternidad, el significado del hombre, del mundo y de la historia. Aquí, y en torno a la vida de esta Universidad, empezamos a com prender que el Evangelio no está atado por tradiciones accidentales ni por circunstancias ajenas a lo esencial de su mensaje. Fue para nosotros luminosa la visión de Jacques Maritain sobre la democracia pluralista dirigida hacia un humanismo integral en una nueva forma de pensar la historia ”. “La afirmación de que la vida humana merece vivirse, y de que pue de y debe ser hecha digna de vivirse, no fue sólo un postulado académi co; fue un descubrimiento vivo, constantemente enriquecido. “La vida merece ser vivida; la vida puede y debe ser hecha digna de ser vivida. Ese es nuestro imperativo y también nuestra responsabilidad. Por estas mismas razones mi generación supo que nuestra sociedad chilena podía y debía ser transformada de tal modo que sus deformida des e injusticias dieran paso a nuevas posibilidades de mejorar la vida de todos los chilenos, hasta hacerla digna de ser vivida. Quizás no en términos absolutos e ideales, pero sí en términos verdaderamente huma nos. Y afirmamos tercamente eso: que Chile, como comunidad huma na podía hacerlo “Porque Chile, más allá de todas las ideologías, siente ese gran valor humano que es la tarea y la lucha por la solidaridad, sin reservas, sin exclusiones, lo cual algunos podrían ver como un exceso de bondad; pero que también puede ser causa de una gran severidad. Y consecuen temente, ha luchado por un sistema claro de autoridad libremente consentida, que expresa la voluntad de ser gobernados por autoridades responsables y obligadas a someterse periódicamente al juicio del pueblo mismo. Es por eso que nuestro país, sin hacer consideraciones sobre la soli daridad universal, la vive a su medida, y los nacionalismos estrechos
nunca han llegado a predominar en su alma, sino todo lo contrario, como lo atestigua nuestra historia. Y por eso también nunca será acep tada por el alma popular de Chile la posición suicida de los que quisie ran proponerle su 'enrolamiento ’ en una estrategia de poder que pre tende dividir al mundo fatalmente en posiciones irreconciliablemente contrapuestas. Una gran esperanza nos alienta. Este país, tan digno de ser amado y tan hermoso, tiene una vocación de justicia, de libertad y solidaridad nacional; una vocación histórica trascendente, que no está hecha de quiebres abismales, sino de decisiones oportunas”. ‘‘Quisiera decirle (señor Rector) que después de 40 añqs vuelvo a esta casa con alegría y la profunda convicción de que podemos cons truir en Chile una nueva sociedad bajo el signo de la justicia y el progre so y así dar un ejemplo y un testimonio ”.
CHILE EN EL SIGLO XX
BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA
Jorge Ahumada
En vez de la miseria. Editorial del Pacífico, Santiago, 1973 Fernando Alegría
La literatura chilena del siglo XX. Editorial Zig-Zag. 2a. Edición. Santiago, Chile 1967 Alan Angelí
Chile from Alessandri to Pinochet (manuscrito). José Pablo Arellano
Las políticas sociales en Chile: Breve revisión histórica. Apuntes Cieplan N°40, junio 1981 Raúl Atria
Tensiones políticas y crisis económica. El caso chileno 1920-1938. Estudios Sociales N° 1,marzo 1973,CPU. Marco Ballesteros and Thomas Davis
The growth of output and employment in basic sectors of chilean economy. Economic Development and Cultural Change, 11, 1963. Jorge Barría Serón
El movimiento obrero en Chile. Ed. Universidad Te'cnica del Estado, Santiago, 1971. Jorge Barría Serón
Chile, siglo XX. Ensayo histórico social. Colección Arauco. Prensa Lati noamericana S.A., Chile, 1973. Francisco Barría Soto
El Partido Radical, su historia y sus obras. Ed. Universitaria, Santiago, 1957. Carlos Bascuñán
La estrategia política para la formación de frentes populares. Estudios Sociales, N° 33, Santiago, 1982.
Juan Bennet A.
La revolución del 5 de septiembre de 1924. Bacells y Co. Santiago, s/f. Atilio Borón
La evolución del régimen electoral y sus efectos en la representación de los intereses populares: el caso de Chile. Revista Latinoamericana de Ciencia Política; Flacso, diciembre 1972, Vol. II, N°3, pp. 395-436. Brahm M. Luis; Carióla P., s.j., Juan José Selin.
“La educación particular en Chile”. CIDE, 1971. Alberto Cabrero
Recuerdos de don Pedro Aguirre Cerda. Ed. Nascimento, Santiago, 1948. Femando Campos H.
150 años de desarrollo educacional 1810-1960. Fernando Casanueva Valencia y Manuel Fernández Canque.
El Partido Socialista y la lucha de clases en Chile. Leopoldo Castedo
Historia de Chile 1891-1925. Tomo IV, Zig-Zag, 1982. Corporación de Fomento de la Producción
Geografía Económica de Chile. Imprenta Universitaria, Santiago, 1950. Corporación de Fomento de la Producción
Programa nacional de desarrollo económico. 1961-1970, s/f. Sofía Correa, Nicolás Cruz, Virginia Krzeminski, Sol Serrano
Horacio Walker y su tiempo. Editorial Aconcagua, 1976 Luis Correa Prieto
El Presidente Ibáñez. La política y los políticos. Santiago, Ed. Orbe, 1962
Francisco Cumplido y otros.
Visión de Chile 1920-1970. Santiago, Ed. Cinde. 1980. Pedro Cunill
Geografía de Chile. Editorial Universitaria, 1973. Carlos Charlin
Del avión rojo a la República Socialista. Editorial Quimantú, 1972. Peter De Shazo
Urban workers and labor unión in Chile 1902-1927. The Univ. of V/isconsin’s Press, 1983. Eduardo Devés.y Ximena Cruzat
El movimiento mancomunal en el norte salitrero: 1901-1907 Academia de Humanismo Cristiano. 1981. Hernán Díaz Arrieta (ALONE)
Historia personal de la literatura chilena. Ed. Zig-Zag, Santiago de Chile, 1962. Ricardo Donoso
Alessandri, agitador y demoledor. Fondo de Cultura Económica, 1952, 2 vols. P. Dooner y M. Tagle
Relaciones entre la Iglesia y el Gobierno de Chile: 1958-1973. Documento de Trabajo CPU, Santiago, 1977. Patricio Dooner
La segunda administración Ibáñez. Un mentís a la creencia sobre la tra dición democrática chilena. Documento de trabajo, Cinde N° 30, s/f. Patricio Dooner
El gobierno de Jorge Alessandri 1958-1964 Documento de trabajo, Cinde N° 33, s/f.
Patricio Dooner
El gobierno de Freí: 1964-1970. Icheh s/f. Paul W. Drake
Socialism and populism in Chile 1932-1952. University of Illinois Press, U.S.A. 1978. Florencio Duran Bernales
El Partido Radical. Ed. Nascimento, 1958. Alberto Edwards
La fronda aristocrática. Editorial del Pacífico, 1945. (Hay otras versiones) P. T. Ellsworth
Chile, an economy in transition. Greenwood Press Publishers Westport, Connecticut, 1979. Alberto Edwards y Eduardo Frei
Historia de los partidos políticos chilenos. Editorial del Pacífico, Santiago, 1949. Jaime Eyzaguirre
Breve historia de las fronteras de Chile. Editorial Universitaria, 1956. Enzo Faletto, Eduardo Ruiz, Hugo Zemelman
Génesis histórica del proceso político chileno. Quimantú, 1971. Ricardo Ffrench-Davis
Políticas económicas en Chile, 1952-1970. Santiago, Ediciones Nueva Universidad, 1973 Gaspar Galaz y Milán Ivelic
Historia de la pintura chilena desde la Colonia hasta nuestros días. U. Católica de Valparaíso, 1981.
Cristian Gazmuri
Testimonios de una crisis, Chile 1900-1925. Ed. Consejo de Rectores, 1979. Federico Gil
El sistema político chileno. Editorial Andrés Bello. Santiago, 1969. Hernán Godoy
Estructura social de Chile. Editorial Universitaria, Santiago, 1971. Ceúomil Goic
La novela chilena. Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1968. Mario Gongora
Ensayo sobre la noción de Estado en Chile durante los siglos XIX y XX. Editorial La Ciudad, 1981. Gabriel González Videla
Memoria. Editorial Gabriela Mistral. George Grayson
El Partido Demócrata Cristiano chileno. Ed. Feo. de Aguirre, Buenos Aires, 1968. Jorge Grove
Descorriendo el velo. Imprenta Aurora de Chile. Valpo., 1933. Tulio Halperin
Historia contemporánea de Ame'rica Latina. Alianza Editorial, 1972. Julio Heise G.
Historia de Chile. La República Parlamentaria 1861-1925. Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1974.
Julio Heise G.
150 años de evolución institucional. Editorial Andrés Bello, 1976.
*
Carlos Hunneus
“Der Zusammenbruch der Demokratie in Chile. Herdelber Dritte Welt Ltudren, Heilderberg, 1981. Augusto Iglesias
Alessandri, una etapa de la democracia en América. Ed. Andrés Bello, Santiago, 1960. Julio César Jobet
Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile. Editorial Universitaria, 1935. Julio César Jobet
El socialismo en Chile. Imprenta San Jorge, Santiago, 1956. Julio César Jobet
El Partido Socialista en Chile. 2 Vols.PLA, 1971. Julio César Jobet
Recabarren y los orígenes del movimiento obrero y el socialismo chileno. Colección Doctrinas Sociales, Prensa Latinoamericana S.A., Chile 1973. Henry W. Kirsch
Industrial development in a traditional society. The conflict of entrepreneuship and modernization in Chile. A. Universty of Florida Bood. 1977. Mensaje del Presidente Eduardo Frei ante el Congreso Nacional, 1973, Alejandro Magnet
El padre Hurtado. Editorial del Pacífico, Santiago, 1954.
Markos Mamalakis The growth and structure of the chilean economy, from Independence to Allende. New Haven and London, 1976. Rene Millar Significado y antecedentes del movimiento militar de 1924. Revista Historia, N° 11, Universidad Católica de Chile. Sergio Molina El proceso de cambio en Chile. Editorial Universitaria, 1972.
René Montero Confesiones políticas. Ed. Zig-Zag, Santiago, 1958. Tomás Moulián y Germán Bravo Debilidad hegemónica de la Derecha chilena en el estado de compromiso. FLACSO, noviembre, 1981.
Tomás Moulián Línea estratégica de la izquierda: Frentismo, populismo, antirreformismo 1933-1973 Documento FLACSO N° 142, mayo, 1982. Tomás Moulián Democracia y socialismo en Chile. FLACSO, 1983.
Oscar Muñoz Estado e industrialización en el ciclo de expansión del salitre. Cieplán, Estudios N°6, 1977 Oscar Muñoz y Ana M. Arriagada Orígenes políticos y económicos del estado empresarial en Chile. Cieplán, Estudios N° 16, septiembre 1977.
Hugo Montes y Julio Orlandi
Historia y antología de la literatura chilena. Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1965 (7a Ed.) Federick Nunn
Chilean politics 1920-31. The honorable mission of the Armed Forces. University of New Mexico Press, 1970. Carlos Ochsenius
El Estado en la escena. Teatros Universitarios de Santiago. 1940-1973. Céneca Claudio Orrego y otros
Siete ensayos sobre Arturo Alessandri Palma. Icheh,1979. Eduardo Palma
Estado y planificación: El caso de Chile. (Epes), 1976. Femando Pinto Lagarrigue
Crónica política del siglo XX. Ed. Orbe, Santiago, 1972. Aníbal Pinto Santa Cruz
Antecedentes sobre el desarrollo de la economía chilena, 1925-1952. Editorial del Pacífico, 1954. Aníbal Pinto Santa Cruz
Chile, un caso de desarrollo frustrado. Ed. Universitaria, Santiago, 1949. Crisòstomo Pizarro
Hacia una interpretación global de la huelga y del sindicalismo en Chile entre 1890-1970. Cieplán (Documento de Trabajo) Crisòstomo Pizarro
Rol de los sindicatos en Chile. Cieplán, Estudios N° 22, marzo, 1978.
Dagmar Raczynski
Los actores de la realidad chilena. Santiago, Editorial del Pacífico, 1974. Dagmar Raczynski
Empleo, pobreza y migraciones en Chile. Estudios Cieplán N° 29. Eudocio Ravines
La feran estafa. Editorial del Pacífico, Santiago, 1954 Manuel Rivas Vicuña
Historia política y parlamentaria de Chile. Ed. de la Biblioteca Nacional, Santiago, Chile, 1964, 2 volúmenes. Femando Santiván
Memorias de un tolstoyano. Zig-Zag, Santiago, Chile, 1963. Raúl Siva Castro
Panorama literario de Chile. Ed. Universitaria, Santiago, Chile 1961. Femando Silva Vargas
Historia de Chile. Editorial Universitaria, Vol. 4, 1976. H. Stuart-Hughes
Historia de Europa contemporánea. Editorial del Pacífico, 1966.
Varios
Testigos del siglo XX: Clotario Blest. Santiago, Ed. Aconcagua, s/f Testigos del siglo XX: Tobías Barros O. Editorial Aconcagua, 1979.
D. Thomson
Historia mundial 1914-1963. FCE, México. Arturo Torres Rioseco
Breve historia de la literatura chilena. México, 1956. Carlos Vial
Cuadernos de la realidad nacional. Editorial del Pacífico, 1952. Gonzalo Vial
Historia de Chile 1891-1920. 2 vol. (3 tomos). Ed. Santillana, 1981-83. Jorge Vidal
La tragedia del salitre. Santiago, 1953. Sergio Villalobos y otros
Evolución de Chile e Iberoamérica. Editorial Universitaria,-l971. Ernesto Wuhrt
Ibáñez, caudillo enigma'tico. Editorial del Pacífico, Santiago, 1958. Roberto Zahler y otros
Treinta y cinco años de discontinuidad económica: Chile 1940-1975. Santiago, Ed. Icheh 1978.
CHILE EN EL SIGLO XX
INDICE
Pag.
PROLOGO
5
INTRODUCCION
9 CAPITULO I
EL DESPERTAR DE LA CLASE MEDIA: 1900 - 1920
17
EL FIN DE UNA EPOCA
19
1.
1.1 1.2 1.3 1.4
LA INSERCION DE CHILE EN EL CONTEXTO INTERNA CIONAL El panorama mundial previo a la Primera Guerra La Primera Guerra Mundial Chile en el teatro internacional Los problemas fronterizos chilenos 1900-1920
21 21 24 26 27
2. 2.1 2.2 2.3 2.4 2.5 2.6
LA POLITICA: EL FIN DEL PARLAMENTARISMO Funcionamiento del sistema Los partidos políticos La Iglesia La Masonería Los Militares Los Gobiernos de la época
31 31 36 40 41 41 43
3. 3.1 3.2 3.3 3.4 3.5 3.6 3.7 3.8 3.9
LA ECONOMIA El salitre Una industrialización incipiente Un pensamiento económico liberal De la dependencia británica a la dependencia norteamericana Inestabilidad financiera Costo de la vida Las obras públicas Crecimiento económico y exportaciones Balanza comercial, balanza de pagos, deuda externa
47 47 48 49 49 51 52 54 56 57
4. 4.1 4.2
LA SOCIEDAD: UN MUNDO DE CONTRASTES La Elite Oligárquica Los sectores medios: de la imitación a la conciencia
61 61 64
4.3 4.3.1 4.3.2 4.33 4.3.4 4.3.5 4.3.6
Los sectores populares El desarraigo campesino La miseria del obrero industrial El obrero del salitre Primera etapa de organización obrera Protesta y represión La consolidación de la organización obrera
69 71 73 74 77 80 83
5. 5.1 5.2 5.2.1
LA VIDA CULTURAL El sistema educacional Una nueva generación de intelectuales Nuevas tendencias en la plástica
87 87 89 94
CAPITULO II AÑOS DE INESTABILIDAD 1920 - 1932
97
1.5 1.6
LA INSERCION DE CHILE EN EL CONTEXTO INTER NACIONAL Fracaso del ordenamiento post bélico El Fascismo Las crisis económicas La Unión Soviética, el Comunismo y el Socialismo en el mundo de post-guerra Ls post-guerra y la depresión enLatinoamérica y Chile Los problemas fronterizos chilenos1920-1938
102 103 105
2. 2.1 2.2 2.3 2.4 2.5 2.6 2.7 2.8 2.9
LA POLITICA: EL FIN DEL PARLAMENTARISMO La Campaña del año 20 Los nuevos actores El gobierno de Alessandri La irrupción de los militares El regreso de Alessandri La Constitución de 1925 Hacia la dictadura El primer gobierno de Ibáñez Crecimiento del Estado
107 107 111 114 116 119 120 121 122 125
1.
1.1 1.2 1.3 1.4
99 99 100 101
2.10 La caída de Ibáñez 2.11 La sublevación de la Escuadra 2.12 La República Socialista
126 127 128
3.1 3.2 3.3
LA ECONOMIA: BONANZA PASAJERA Y CRISIS TOTAL El período de bonanza La crisis del 29 Repercusiones de la crisisen la economía chilena
131 131 133 135
4.
LA SOCIEDAD: EL PROCESO DE TRANSFORMACION
139
5. 5.1 5.2
LA VIDA CULTURAL La transformación del sistema educacional La Universidad
141 141 142
3.
CAPITULO III
CONSOLIDACION DEMOCRATICA Y DESARROLLO INDUS TRIAL 1933-1952 145
1. 1.1 1.2 1.3
LA INSERCION DE CHILE EN EL CONTEXTO INTERNA CIONAL 147 La Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría 147 Latinoame'rica y Chile 149 Las fronteras de Chile durante el período 1938-1952 151
LA POLITICA: CONSOLIDACION DEMOCRATICA Reformulación de las Doctrinas Políticas Alessandri otra vez en La Moneda La formación de una nueva alianza política: el Frente Po pular 2.4 El Frente Popular llega a La Moneda 2.5 El desarrollo político durante los gobiernos radicales 2.5.1 El gobierno de Pedro Aguirre Cerda 2.5.2 El desgaste de los partidos políticos 2.5.3 Ingreso y expulsión de los comunistas del gobierno
2. 2.1 2.2 2.3
153 153 159
166 171 175 175 184 188
2.5.4 La Ley de Defensa de la Democracia 2.5.5 El Ibañismo 2.5.6 El Derecho a voto femenino
189 192 194
3. 3.1 3.2 3.3 3.4 3.5 3.6 3.7 3.8
ECONOMIA Un nuevo modelo de desarrollo La creación de la Corfo La planificación económica El desarrollo industrial Economía capitalista y dependencia El crecimiento del sindicalismo Y como siempre... la inflación Crecimiento y problemas del desarrollo
197 197 198 200 202 206 207 209 210
4. 4.1
LA SOCIEDAD La sociedad se hace más compleja
213 213
5. 5.1 5.2
LA VIDA CULTURAL La nueva cultura La educación
217 21-7 221
CAPITULO IV LOS PROBLEMAS DE LA PROFUNDIZACION DEMOCRATI CA 1952-1970
LA INSERCION DE CHILE EN EL CONTEXTO INTER NACIONAL 225 1.1 Latinoamérica y los Estados Unidos 1.2 Las relaciones internacionales de Chile durante el período 1952-1970 1.2.1 Los problemas fronterizos con los vecinos 1.2.2 Los esfuerzos de integración
223
1.
2. 2.1
225
227 227 227
LA POLITICA: HACIA LA FORMULACION DE PRO YECTOS EXCLUYENTES 229 Ibáñez regresa a La Moneda 229
2.1.1 2.1.2 2.1.3 2.2 2.3 2.3.1 2.3.2 2.4 2.4.1 2.4.2 2.4.3 2.4.4 2.5 2.5.1
2.5.2 2.5.3 2.5.4 2.5.5 2.5.6 2.5.7 2.5.8 3.
3.1 3.2 3.3 3.3.1 3.3.2 3.3.3 3.3.4 4. 4.1 4.2
Agudización de la crisis política: La tentación golpista 1955: La Misión Klein-Saks y el apoyo de laDerecha Las principales realizaciones del Gobierno Nacimiento de la CUT Reagrupamiento de las fuerzas políticas Tiempo de elecciones La Iglesia La Derecha vuelve a La Moneda La política y la vida nacional La ampliación de la base política Hacia las elecciones de 1964 El “Naranjazo” La Revolución en Libertad Realizaciones y problemas: Reforma Agraria Chilenización del cobre La organización social Los conflictos al interior de la Democracia Cristiana La agitación social La evolución de los partidos El “Tacnazo”: Los militares se hacen presente Tres proyectos excluyentes
234 235 238 239 240 242 245 247 251 254 254 256 258
LA ECONOMIA . La aspiración a un crecimiento rápido La inflación: síntoma de una graveenfermedad Deuda externa, capitalización y desarrollo Las alternativas de desarrollo La alternativa Liberal importada La alternativa Liberal moderada La alternativa estructuralista Conclusión
287 287 288 291 293 293 294 296 299
LA SOCIEDAD: DESEQUILIBRIO DE LA ESTRUC TURA SOCIAL Características de la estructura social Organización Sindical
301 301 306
261 266 269 270 272 274 276 278
5. 5.1 5.2 5.3 5.3.1 5.3.2 5.3.3 5.4
LA VIDA CULTURAL La reacción anti-burguesa La Televisión El Sistema Educacional La Reforma Educacional La Universidad La rebelión estudiantil Las %artes
311 312 313 314 314 315 316 320
EPILOGO
323
DOCUMENTOS:
329
El discurso de ENRIQUE MAC-IVER sobre la Crisis Moral de la República pronunciado en el Ateneo de Santiago el Io de agosto de 1900
331
El balance del siglo: ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana. LUIS EMILIO RECABARREN. 1910
333
Discurso de ARTURO ALESSANDRI agradeciendo su designa ción como candidato a la Presidencia de la República, el 25 de abril de 1920
335
“Balance patriótico” de VICENTE HUIDOBRO, publicado en “Acción” número 4 de 8 de agosto de 1925
337
Discurso de HECTOR RODRIGUEZ DE LA SOTTA, Presidente del Partido Conservador ante la Convención General del Partido en 1932
339
Primer Mensaje del Presidente PEDRO AGUIRRE CERDA. 21 de mayo de 1939
343
Discurso de GABRIELA MISTRAL ante la Academia Sueca al recibir el Premio Nobel de Literatura, el 12 de diciembre de 1945
345
Palabras del Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Univer sidad de Chile, LUIS OYARZUN con ocasión del funeral de GABRIELA MISTRAL. Santiago, 21 de enero de 1957 346
El Deber Social y Político en la Hora Presente: Hablan los Obis pos de Chile. 18 de septiembre de 1962
348
PALABRA DE POETA. Discurso de PABLO NERUDA al reci bir el título de Doctor Scientiae et Honoris Causa en la Univer sidad Católica de Chile, el 21 de agosto de 1969
349
Perspectivas y riesgos en la construcción de una nueva sociedad. Lección magisterial de EDUARDO FREI en la Universidad Católica de Chile, al recibir el título de Doctor Scientiae et Honoris Causa, 1970
352
BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA
355