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SINESIO DE CIRENE

CARTAS INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

F R A N C ISC O A N T O N IO G A R C IA RO M ERO

& E D IT O R IA L

G R ED O S

BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 205

Asesor para la sección griega: C a r lo s G a r c ía G u a l , Según las normas de la B. C, G., la traducción de esta obra ha sido revi­ sada por C o n c e pc ió n S er r a n o A y b a r .

©

EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1995,

Depósito Legal: M. 16299-1995,

ISBN 84-249-1682-4. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1995. — 6766.

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INTRODUCCIÓN

I.

Breve recorrido por la epistolografía cristiana griega hasta Sinesio

En estas líneas nos limitaremos a repasar exclusivamente la producción cristiana griega en este género hasta enlazar con la figura de Sinesio, cuyo epistolario se convierte en un claro espejo donde vemos reflejadas sus inquietudes, privadas y oficiales (como en la correspondencia, sin ir más lejos, del emperador Juliano), la geografía y la historia de su entorno, las creencias filosóficas del neoplatónico y las religiosas del obispo, y muchas cosas más. Debemos comenzar, en este campo que hemos deslindado, a partir de las cartas neotestamentarias: las trece paulinas (con inclusión de la dirigida a Tito y de las dos a Timoteo), la Epístola a los Hebreos y las siete llamadas «católicas» o «canónicas» (una de Santiago, dos de Pedro, tres de Juan y una de Judas). Contamos, luego, con las obras de este género (auténticas o atribuidas) de los Padres Apostólicos (Clemente, Ignacio, Bernabé y Policarpo) y, ya en el si­ glo IV, con las de Serapión, las de los grandes capadocios (Basilio y los dos Gregorios), Eusebio de Cesarea y Juan

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Crisóstomo1. Es la retórica aticista la que prima en toda esta producción y seguirá prevaleciendo posteriormente. Así, y pasando por alto aquellos otros de cuyas cartas no conservamos nada o casi nada, llegamos a la ingente recopi­ lación (de más de dos mil) de Isidoro de Pelusio y a los corpora, muy similares en número, de Sinesio y Teodoreto de Cirro (o Ciro), este último discípulo del pagano Libanio 2, como también lo eran Teodoro de Mopsuestia y los ya mencionados Basilio el Grande, Juan Crisóstomo y Gregorio de Nacianzo, quien fue, por cierto, según parece, «el primer autor griego que publicó una colección de sus propias car­ tas» 3. 2.

El corpus sinesiano

«L’epistolario è certamente l’opera piú suggestiva di Si­ nesio: per la varietá, l’immediatezza, l’eleganza»4. Estas pa­ labras de A. Garzya, extraordinario conocedor y editor de la obra sinesiana, revelan bien a las claras la importancia de las ciento cincuenta y seis piezas5 de esta colección que nos ocupa. 1 Habría que añadir las apócrifas que conservamos: la Carta de los A póstoles (s. il d. C.), la I l l a los Corintios (anterior al s. m), la Carta a los Laodicenses (anterior al s. iv) y la llamada Carta de Tito. N o poseemos los originales griegos (aunque tampoco pueden asegurarse en todos los casos). La correspondencia entre Pablo y Séneca incluye ocho cartas de este último y seis del apóstol en respuesta, que fueron escritas en latín en el s. iii o antes. 2 De quien conservamos, por cierto, más de mil seiscientas cartas. 3 Cf. Q u a ste n , Patrología II, pág. 273. Incluso propone, en sus Cartas 51 y 54, cuatro características exigibles: brevedad, claridad, gracia y simpli­ cidad. 4 Ed. G a r zy a , 1989, pág. 13. 5 El mismo número para Migne, pero ciento cincuenta y nueve en la edición de Hercher, por incluir éste al final tres cartas apócrifas (aunque

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No hace falta insistir en que el epistolario encierra un tesoro inapreciable de datos sobre la propia personalidad del obispo, sobre sus concepciones en materia de filosofía y religión, sobre las circunstancias históricas del Bajo Imperio y, en particular, de la Pentápolis líbica; en una palabra, sobre su vida. Más de cuarenta son los destinatarios6; el más frecuente, su hermano y, diríamos, amigo íntimo, Evoptio. Casi las dos T er z a g h i defendía la autenticidad de la 159 en «L’Epistola 159 di Sinesio»,

Rendiconti Acc. Lincei 26 [1917], 624-633). 6 Cf. Indice I de destinatarios de las Cartas. Las cartas remitidas a Hipatia nos muestran a un Sinesio muy nostálgico de su etapa de estudios alejandrina y de las enseñanzas y compañía de su veneradísima maestra. Hipatia prácticamente aparece ya con esa aura legendaria, casi divina (cf., por ejemplo, C. 10, 11: «... tu alma divinísima...»), que la nimbará a partir del epigrama atribuido a Páladas [Antología Palatina IX 400; cf. R is t , «Hypatia», Phoenix 19 (1965), 214-225; y ed. G a r zy a , 1989, pág. 9, η. 2] y, ya en los siglos xix y xx, en Ch. K in g sl ey (H ypatia or New Foes with an Old Face), W. A. M ey er (Hypatia von Alexandria) y M . Luzzi (Libro di Ipazia). Contamos, además, con el reciente y original estudio de G. B e r e t t a , Ipazia d ’A lessandria, Milán, 1993. N o nos resistimos a incluir aquí unos brevísimos fragmentos del poema titulado La muerte de Hipatia de E. F e r r a r i (tomados de La ilustración española y americana, año XXXIII, núm. 1, Madrid, 8 de enero de 1889, págs. 11 y 14): Entre aquel bullicioso clamoreo D e franca admiración que por doquiera Resonando de Hipatia en la carrera Síguela hasta las puertas del Museo... Ven con ira y terror cómo á la magia D e aquella voz divina, Eco de un mundo cuyo fin presagia, La veleidosa turba alejandrina... En tanto, grave, como nunca bella, Ya en el lugar acostumbrado ocupa Puesto eminente la gentil doncella,

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terceras partes del corpus tocan temas privados (la 56 y la 136, por ejemplo, son un reflejo de la decepción que le causó Atenas), aunque sus líneas de carácter particular se transfor­ man a veces en una verdadera «carta abierta», como en el caso del riquísimo testimonio contenido en la 105, donde Sinesio expone con absoluta sinceridad su postura ante la elevación al episcopado (y cf. C. 11). Un número considerable de epístolas (41, 78, 122, 130, etc.) se reserva o alude a la transcendente cuestión de la lucha contra los bárbaros y otras a los asuntos eclesiásticos, incluidas entre ellos la primera excomunión formal de la historia de la iglesia (la del praeses Andronico en las Cartas 41 y 42) o sus palabras contra la herejía eunomiana o arriana (en la 4, 66 y 128). A todas éstas se añaden las que contienen variados y curiosos cuadros de la realidad cotidiana. Su correspondencia se extiende desde la última década del siglo IV hasta el año presumible de su muerte, el 413. Es evidente que no fue nuestro autor el encargado de publicar sus cartas. Sólo la intervención de un editor postumo7explica ciertas incoherencias8 y la falta de un orden cronológico o de otro tip o 9. Este editor sólo se habría preocupado de «respecter la version authentique»10, seleccionando de entre Mientras en torno de ella El haz de sus discípulos se agrupa... También Castelar elogió a Hipatia en sus grandiosos discursos en el Ateneo. 7 «L’ex écu ter testam en taire de l ’évèque», escribe L a c o m b ra d e (ed. Him­ nos, pág . X L IV ). Cf. S e e c k , «S tudien zu Synesios», Philologus 52 (1893), 442-483. 8 Cf. Cartas 41, 63, 64, 82, 84-86, 119. 9 Sólo en las Cartas 137-146, dirigidas a Herculiano, observamos un cierto orden. 10 Cf. L a c o m b r a d e , loe. cit.

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una colección más amplia11, recogida quizá dentro de ese diario privado que menciona el propio Sinesio12. 3.

Su influencia

De la admiración que la posteridad sintió por «el encanto de sus cartas»13 hemos hablado en otro lugar. Por su estilo ático característico, por sus cualidades intelectuales y espiri­ tuales Sinesio se convirtió en una verdadera autoridad y, así, en época bizantina y postbizantina su obra y, en especial, su epistolario constituye todo un «best seller»14. Pruebas irrefu­ tables de ello son el gran número de m anuscritos15conserva­ dos (doscientos sesenta y uno) y las abundantísimas citas de las Cartas que pueden leerse en más de cincuenta autores desde el siglo V al XVI. Nos limitaremos a nombrar a Juan Filópono, Hierocles, Páladas, Pablo Silenciario (estos dos últimos en la Antología Palatina), Proclo, Esteban de Bizancio, Nicetas Magistro, Teofilacto, Miguel Pselo (quien escribió, por cierto, más de quinientas cartas), Eustacio de Tesalónica, Miguel Itálico, Eustacio Macrembolites, Teodoro Pródromo, Juan Tzetzes, Nicéforo Grégoras, Jorge Lacapeno, Teodoro Metoquites y Tomás Magistro, entre otros mu­ 11 Cf. Q u a ste n , Patrología II, pág. 120. 12 Las ephemerides de la Carta 5 , 259 y del tratado Sobre los sueños 153 a. Para la existencia de variantes de autor, cf. ed. G a r zy a , 1989, p á g . 60, n. 2. 13 Cf. nuestra Introducción general (II. S in e s io y la p o s t e r id a d ) en el tomo S in e sio d e C ir e n e , Himnos. Tratados, Madrid, B C G , 1993. 14 Como se lo califica en ed. G a r zy a , 1989, pág. 60. 15 Un completísimo estudio sobre el texto, códices y ediciones puede encontrarse en A. G a r zy a , Synesii Cyrenensis, Epistolae, Roma, 1979. Hemos hecho un resumen en nuestra Introducción general (III.l.c) Cartas) en el tomo citado de la BC G .

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chos16. También es importante su presencia en la lexicografía (Hesiquio, Suidas, Etymologicum magnum, Zonaras, etc.) y, luego, en los humanistas, como Poliziano, Erasmo y Rabelais17. Podríamos detenernos aún en los numerosos escolios existentes, históricos, geográficos, gramaticales, etc. (publi­ cados por A. Garzya18), las glosas, las paráfrasis o los co­ mentarios, testimonios seguros todos ellos de su influencia. 4.

El texto de nuestra versión

Hemos seguido la edición (y la numeración de líneas) de A . G A R ZY A , Opere di Sinesio di Cirene. Epistole, Operette, Inni (Turin, 1989)19, que para las Cartas reproduce el texto de A . G AR ZY A , Synesii Cyrenensis Epistolae (Roma, 1979), cuyo aparato crítico manejamos. Traducimos también las indicaciones de lugar y fecha que, por lo general, encabezan las cartas.

16 Para un registro detallado de obras y autores, cf. A. G a r zy a , ibid., págs. 319-330 (Index auctorum, qui Synesii Epistolas laudaverunt). 17 P o l izia n o , Cartas VI 50; E r a s m o , A dagios 1599; R a b ela is , Panta­ gruel IV 32 (en S in e s io , Cartas 1, 15 s.; 3, 22). 18 Cf. ed. G ar zy a , 1989, pág. 63, nn. 2-4. 19 Incluimos en la bibliografía la reciente edición (con traducción y comentario) de los Himnos (1991) de G r u b e r y S t r o h m (Reseñas: J. G, M on tes C a la , Emerita 62 (1994), 359-361; F. A. G a r c ía R o m e r o , Habis 26 (1995), 331-333).

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de

C ir e n e ,

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1 A NICANDRO

Desde Cirene a Constantinopla

Como a hijos engendré yo mis libros unos nacieron de la venerabilísima filosofía y de la que habita en el mismo templo que ella, la poesía2; otros, de la retórica popular3. Pero cualquiera podría reconocer que todos tienen un solo padre, que unas veces se inclina a lo serio y, otras, a lo placentero. A qué grupo pertenece el presente libro4 lo re- 5 velará su argumento. Por mi parte goza de un cariño tan especial que con muchísimo gusto lo incluiría en lo filosófico 1 Cf. P l a t ó n , Fedro 278 a, Banquete 177 d, 210 a; A r ist ó t e l e s , Ética a Nicómaco 1168 a 1 ss.; M ig u el P se l o , Carta a Juan Jifîlino, etc. 2 «Il est significatif que, comme les premiers philosophes de la Grèce, les néo-platoniciens des IVe-Ve s. aient jugé indissociables philosophie et poésie» (L a c o m b r a d e , ed. Himnos, pág. XII, η. 2). Nicandro, a quien va dirigida la carta, era, al parecer, un poeta de prestigio: cf. C. 75, 2 y 11. 3 Sobre filosofía y retórica son interesantes las palabras de S in e sio en el Dión 35 a ss. (capít. I). 4 Se trata, como lo confirman los escolios, del Elogio de la calvicie (que es un ejercicio retórico y sofístico), compuesto alrededor del 396. Cf. la Carta 74, 1.

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y lo aceptaría entre mis legítimos descendientes. Pero esto se niegan a permitirlo incluso las leyes del estado, pues son 10 acérrimas protectoras de la nobleza de nacimiento. Posee, aun así, todas las ventajas que yo haya podido concederle a escondidas y le he aportado mucho de seriedad. Pues bien, si te parece, dales a conocer el libro a los griegos y, en el caso de que voten en su contra, devuélvelo al 15 remitente. Pues aseguran que las monas, cuando han parido, fijan la vista en sus crías como en estatuas, admiradas de su hermosura —tan amantes de sus hijos son por naturaleza—, mientras que a las crías de las demás las ven como lo que son, m onitos5. A otros, entonces, se les debe encomendar el que enjuicien nuestras producciones, pues la benevolencia tiene una prodigiosa capacidad para amañar los votos6. Por 20 eso, Lisipo le enseñaba a Apeles7 sus obras y Apeles a Lisipo.

2 A JU A N 8

La mayor liberación de los temores consiste en temer las leyes; tú, sin embargo, siempre te has avergonzado de parecer 5 N o p o co s au to res b izan tin o s im ita rá n este p asaje (cf. a p a ra to de referen cias e n ed. G ar zy a , 1979, pág. 4). Y, y a e n lo s ss. x v y x v i, cf. P o l izia n o , Carlas VI 50, y R a b ela is , Pantagruel IV 32.

6 Es decir, para falsear nuestras opiniones. Esta expresión va en conso­ nancia con la empleada más arriba («en el caso de que voten en su contra»), 7 Lisipo fue uno de los más célebres escultores del s. iv a. C. (junto con Praxiteles y Escopas), retratista de Alejandro Magno; y Apeles, un gran pintor de finales del s. IV y principios del m (posterior, por tanto, a Parrasio y Zeuxis), que también trabajó para Alejandro. 8 Cabe identificarlo con el destinatario de las Cartas 43, 63 y 64.

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temeroso de ellas. En consecuencia, ten miedo de tus enemigos y, junto con ellos, de los jueces, siempre que éstos no obren furtivamente9. Y, aun cuandó así obren, deberás mostrarte no menos precavido, no vayas a ser tú el que más pague; pues resulta que están defendiendo las leyes incluso cuando aceptan a los corruptores10.

3 A SU HERMANO EVO PTIO 11

Dos días después del entierro de Esquines vino por pri­ mera vez su sobrina a visitar la tumba —pues no es costum­ bre, creo, que las novias ya prometidas salgan para un funeral12—, pero, incluso en esa ocasión, con un vestido púrpura, una mantellina transparente y adornos de oro y piedras preciosas que colgaban alrededor, a fin de no cons­ tituir un fatídico presagio para su prometido. Pues bien, sentada en una silla de manos con cojines a uno y otro lado para apoyar la cabeza y, según dicen, patas plateadas, no hacía sino quejarse de la inoportunidad de aquel azar, con la idea fija de que aquél debería haberse muerto o antes aún o ya después de su boda, y se enojaba con nosotros por la 9 Es decir, a menos que sean corruptos. 10 M isíhodótas en el original, «a los que dan una paga». 11 Preferimos esta transcripción a «Evopcio». 12 Ya las leyes de Solón (cf. P se u d o -D em ó st e n e s , Contra Macártato XLIII) ponían ciertas limitaciones a la presencia de mujeres en la casa del difunto o en la comitiva fúnebre. El luto exigía el color negro o gris, aunque también tenemos noticias de atuendos blancos.

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desgracia que sufríamos. Así que esperó apenas una semana, hasta el día en que celebramos el banquete fúnebre13, se montó con esa vieja chicharra, nodriza suya, en un carro tirado por mulos y, a media m añana14, marchó pomposa con todos sus atavíos en dirección a Teuquira15 con la intención, sin duda, de venir de regreso una semana después 15 cubierta con cintas y una corona mural, como Gíbele16. Y no es que estas cosas nos ofendan, salvo el hecho mu claro de que tenemos unos parientes demasiados faltos de tacto. El ofendido es Harmonio, el padre del «guardián de la puerta», como diría Safo17, un hombre que fue, por lo 20 demás, sensato y modesto en su vida, pero sin dejar nunca de competir en nobleza con Cécrope1S. A la nieta de aquél, un varón, como él era, superior a Cécrope, la entregó Herodes, tío y guardián suyo, a Sosias y Tibios19, a menos que no 10

13 Solía tener lugar después del entierro en casa del pariente más cercano (cf., por ejemplo, D e m ó st en es , XVIII 288). Al menos en época clásica y postclásica, también se celebraban ritos fúnebres los días tercero (là tríta), noveno (tà énata) y trigésimo (tá triakóstia) después del funeral, y luego cada año. P éta u , en sus notas a las Cartas de S in e sio (ed. 1612, págs. 45 s. del apéndice de notas), trae a colación los siete días de luto prescritos por las Sagradas Escrituras (Eclesiástico 22, 12; Génesis 50, 11). 14 En el original, la conocida expresión griega plethoúsés agoras: «cuando el ágora estaba llena». 15 Hoy Tocra, al oeste de Ptolemaida (Tolmeitia en la actualidad). 16 Pyrgophóros, lat. turrigera o turrita (cf., por ejemplo, P r o p e r c io , I I I 17,35; I V 11,52), por la corona almenada o mural con que se representa a esta diosa (el adjetivo también se aplica a Rea y a Deméter). 17 Cf. S a f o , Fr. 110 (a) L o bel - P a g e , v erso s referid o s a u n n ovio (cf., tam b ién , el Fr. I l l L .-P .). 18 Mítico primer rey (o quizá primer hombre) de Atenas. La «tierra cecropia» es el Ática (cf. E u r ip íd e s , H ipólito 34). 19 Típicos nombres de esclavos (cf., por ejemplo, T e o f r a st o , Caracteres XXVIII 2) con que se aludía a gente de baja estofa: cf. E r a s m o , Adagios 1599.

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tengan razón quienes nos encarecen al novio con respecto a su filiación materna, asignándole una genealogía proveniente de la famosa Lais. Lais —ya lo refirió un historiador20— era 25 una esclava hicaria comprada en Sicilia y de ella descendía esa madre de bellos hijos21, la progenitora de nuestro cele­ brado novio. Ella, tiempo atrás, fue concubina de un arma­ dor, que era su amo; luego de un rétor, también amo suyo; en tercer lugar, después de éstos, de un compañero de escla­ vitud, tanto a escondidas de la ciudad, como, posteriormente, 30 coram populo, y fue una eminencia en ese arte. Cuando por culpa de sus fofas arrugas dejó el oficio, instruía a las jóvenes y se las presentaba, en vez de sí misma , a los forasteros. Su hijo, en efecto, el orador, asegura que está exento de la imposición legal de mantener a su madre pros­ tituta como es. ¡Déjate de leyes! Que para quienes han nacido así la madre está a la vista; es el otro progenitor el que se presta a discusión. Por eso, todo aquello a lo que 35 para con ambos están obligados los nacidos legítimamente, se lo deberían hacer llegar a sus madres los hijos sin padra conocido.

20 Según P luta rco (Nicias 15,4) la hetera L ais nació en H ícara (Sicilia), fue v en d id a com o esclava (tras la v ic to ria de N icias en S iracusa) y llevada al P elo p o n eso (co n cretam en te a C o rin to , en P a u sa n ia s , I I 2 ,5 ). A lcibiades fue u n o d e sus am an tes. T am b ié n es célebre o tr a c o rte sa n a del m ism o no m b re, n a c id a en C o rin to (cf. A t e n e o , IV 137 d), en tre cuyos am an tes se c o n ta b a A ristip o de C iren e (cf. P l u t a r c o , Sobre el am or 750 d ), que escribió u n A Lais (cf. D ióg en es L a e r c io , II 75 y 84 s.). A m en u d o los tex to s n o las distinguen: cf., p o r ejem plo, A n t íp a t r o , Antología Palatina

VII 218; P r o p e r c io , II 6, 1. 21 S in e sio em plea el adjetivo kallípais, p rin cip alm e n te u tilizado en poesía.

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A LOS SACERDOTES

A los sacerdotes de la Pentápolis. Desde Ptolemaida. Contemporánea de la C. 44

«Mejor es confiar en el Señor que confiar en un hom­ bre»22. Oigo decir23, sin embargo, que los secuaces de la impiadosísima herejía de Eunomio, poniendo por delante a uno de nombre Quintiano y ese valimiento en la corte24 que 5 ellos tanto repiten, están de nuevo amancillando a la Iglesia y que algunos falsos maestros25 les están tendiendo un lazo a las almas de los demasiado inocentes: para indu­ cirlos a esto mismo han arribado hace poco los emisarios de Quintiano. Su litigación, en efecto, no es sino un disfraz de su impiedad, o, más bien, una lucha en pro de la impiedad. Así que, estos presbíteros espurios, recién llegados apóstoles ío que son del diablo y de Quintiano, no vayan a saltar, sin darnos cuenta, sobre el rebaño que pastoreáis ni, sin daros cuenta, vayan a sembrar cizaña en medio del trigo26. A la vista de todos están sus guaridas. Sabéis qué campos podrían acogerlos. Sabéis qué casas tienen abiertas estos bandidos. 22 Salmos 118 (117), 8. 23 Quizá se trate de una alusión a I s id o r o d e P el u so , Carta I 241 (dirigida a Sinesio): cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 71, n. 2. Eunomio, obispo de 'Cícico, en Frigia (360 d. C.), fue el principal defensor de la herejía arriana de los anomeos (del gr. anómoios, porque, para ellos, el Hijo era de naturaleza diferente a la del Padre). 24 E l térm in o stratópedon no es aq u í el ca m p a m e n to , sino el p alacio o la co rte (com o en J u lia n o , Carta 46): cf. C. 110, 13; 118, 2; 127, 7. 25 Cf. 2 P e d r o , 2, 1. 26 Cf. M a t e o , 13, 25.

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Perseguid a estos ladrones husmeando su rastro, sed celosos 15 de esa bendición mosaica27 con la que fueron bendecidos los hombres que movieron su corazón y sus brazos para avanzar en formación contra los impíos. Conviene, hermanos, que os diga esto: que lo bueno se haga bien, que se suprima la rivalidad por el lucro, que de todo lo que se emprenda sea Dios el motivo. No deben ser los mismos los cimientos de la 20 virtud y el vicio. En pos de la piedad es la carrera, por las almas28 hay que luchar, para que de ninguna sea despojada la Iglesia, cosa ésta que ya se ha hecho costumbre. El que, estando al frente de la Iglesia, engrose su bolsillo y el que, bajo la apariencia de ser útil en situaciones que exigen medidas drásticas, se procure valimientos, ése es al que 25 nosotros expulsamos de la comunidad cristiana. No hizo Dios imperfecta la virtud. No necesita ella aliarse con el vicio. A Dios no le faltarán soldados idóneos para las iglesias. Encontrará aliados que aquí no tendrán paga, pero que en el cielo recibirán su paga completa: sois vosotros. Bien está tanto unirse en oración con quienes van por el camino recto como imprecar a los transgresores. Así pues, quien flaquee 30 y se rinda traidoramente y quien salga a la confrontación pero con vistas a apoderarse de algo ajeno, que no quede sin culpa ante Dios. Una sola cosa trasladad al centro de vuestra atención: a esos banqueros perversos que falsifican el dogma divino como si fuera moneda, sacadlos a la luz. Dejadles claro a todos quiénes son. Y, luego, con tal descrédito, que 35 salgan de las fronteras de Ptolemaida, llevándose intacto29 todo lo que con ellos ha venido. 27 Cf. Números 25, 10 ss.; 31, 13 ss, 28 «De los fieles», se sobreentiende. 29 Am eiagégëton: «no colocado en la balanza», «no tocado» (el verbo meiagôgéô, designa el hecho de poner sobre el platillo de la balanza el cordero destinado al sacrificio).

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El que obre en contra de esto sea maldito ante Dios. Quien vea una reunión impía y haga la vista gorda o quien oiga y haga oídos sordos o quien con afán de lucro se deje corromper por aquéllos, a ésos nosotros ordenamos que se les trate como a los amalecitas30, cuyos despojos no era lícito traerse. De quien los cogió, Dios dice: «Me pesa haber hecho rey a Saúl»31. Que respecto a vosotros, en cambio, no tenga nada de lo que apesadumbrarse; al contrario, que sin ningún pesar32 Dios se preocupe de vosotros y vosotros os preocupéis de Dios.

5 A SU HERM ANO

Desde el puerto Azario a Alejandría, 28 de enero o mayo del 402

Zarpamos del Bendideo33 antes del amanecer y casi a medio día pasamos de largo el Mírmex de Faros34, después 30 Cf. 1 S a m u e l , 15, 18 s. 31 1 S a m u e l , 15, 11 (S in esio escribe metam em élemai en vez del parakéklëm ai de los LXX), 32 En estas líneas nuestro autor juega con los verbos metamélo y mélo (cf., también, la n. anterior). Nuestra traducción intenta reflejarlo. 33 Había en el puerto de Alejandría un santuario de la diosa tracia Bendis (identificada con Artemis), como también en el puerto ateniense del Pireo, según J en o fo n t e , Helénicas I I 4, 11 (cf. P l a t ó n , República 327 a). 34 Además del que se encontraba en las inmediaciones de Faros (cf. Od. IV 355: la isla del célebre faro de Ptolomeo Filadelfo situada frente a la ciudad de Alejandría y posteriormente unida a ésta por un malecón),

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de que nuestra nave encallara dos o tres veces en el fondo del puerto. Ya desde el primer momento, pues, esto parecía un mal augurio y hubiera sido prudente desembarcar de una nave a la que, desde su misma arrancada, no favorecía la buena suerte, pero sentimos vergüenza de que por vuestra parte se nos acusara de cobardía y, por eso, «ya no era posible en modo alguno ni retroceder por miedo ni reti­ rarse» 35. Así que, en el caso de que algo nos ocurra, perece­ remos por culpa vuestra. Y, sin embargo, ¿tan terrible hubiera sido que vosotros os rierais mientras nosotros quedábamos fuera de peligro? Pero, en Epimeteo —dicen— previsión no había, arrepentimiento es lo que sí había36 como en nosotros. Y es que entonces se nos hubiera permitido salvarnos; ahora, en cambio, «lloramos a coro»37 en playas desiertas, mirando, en lo posible, hacia Alejandría y hacia nuestra madre, Cirene: una de ellas la teníamos y la abando­ namos; la otra no podemos encontrarla, tras haber visto y sufrido lo que «ni siquiera en sueños»38 hubiéramos esperado. Para que no te pases todo el tiempo divirtiéndote, escucha, pues, primero, cuál era la situación en lo relativo a los

también se conoce, por ejemplo, el Mírmex (myrmex, «escollo») de la costa de Tesalia (entre Escíato y Magnesia: cf. H e r ó d o t o , VII 183) y el de Esmirna (cf. P lin io , Hist. Nat. V 119). 35 II. VII 217. 36 Tragica A despota 564 f K a n n ic h t -S n e l l . D e nuevo se contraponen en el original los verbos mélein y metamélein (cf., arriba, η. 32). Para Epimeteo, cf. H es ío d o , Teogonia 511 s., Trabajos 85 ss. 37 Cf. A r ist ó fa n e s , Caballeros 9; G r e g o r io d e N a c ia n zo , Discursos XIV 13. 38 Cf., por ejemplo, D e m ó st en es , Discursos XIX 275.

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tripulantes. El patron deseaba morirse, de endeudado que estaba. De los doce marineros allí presentes —eran trece con el piloto—, más de la mitad y también el piloto eran judíos, pueblo desleal a cualquier pacto39 y convencido de estar obrando piadosamente cada vez que causan la muerte del mayor número de griegos posible. El resto era una chusma de campesinos que el año pasado aún no habían cogido un remo. Éstos y aquéllos tenían algo en común: el estar total­ mente lisiados al menos en una parte de su cuerpo. Y, por eso, cuando ningún peligro nos amenazaba, todos hacían chistes y se llamaban unos a otros no por sus nombres sino por sus taras: el cojo, el hernioso, el manco, el bizco. Cada cual tenía una señal distintiva, cosa que nos proporcionaba no poca «diversión». Pero en los momentos de apuro ya no reíamos sino que nos lamentábamos por esos mismos motivos, siendo como éramos más de cincuenta pasajeros, la tercera parte aproximadamente mujeres, en su mayoría jó­ venes y de hermoso aspecto. Pero no nos envidies, pues nos separaba cual muro una cortina, y muy recia que era: un trozo de vela desgarrado no hacía mucho, toda una «muralla» de Semiramis40 para hombres de templanza. Quizá hasta Príapo41 se hubiera templado al navegar con Am aranto42, puesto que no había ocasión en la que nos dejara librarnos del temor al peligro supremo. Él, en primer lugar, una vez 39 Sobre la infidelidad como característica de los judíos, cf., por ejemplo (aparte de la controversia antijudaica del Diálogo con Trifón de J u st in o ), la Carta de Bernabé XIV 1 ss., y C ir il o d e A l e ja n d r ía , Cartas pascuales I, IV, X, XX, etc. 40 Es decir, un lugar inexpugnable. La expresión es afín a la de «muralla de Jericó» (cf. J osué, 6, 5 y 20). 41 Dios itifálico del campo y la fertilidad. 42 El patrón de la nave.

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que doblamos el emplazamiento de vuestro santuario de Posidón43, arrancó a toda vela con el propósito de navegar en dirección a Tafosiris44 y de desafiar a Escila45, ésa que en 40 las composiciones escolares es objeto de aversión. Pero, al comprenderlo nosotros, comenzamos a prorrumpir en gritos y él desistió de emprender aquel combate naval contra los escollos, aunque a la fuerza y de mala gana y no antes de que ya nos encontráramos al mismo borde del peligro. Entonces dio la vuelta, como por un repentino cambio de opinión, y se lanzó hacia alta mar, exponiéndose, mientras pudo hacerlo, al embate de las olas. Pero, luego, vino a 45 coadyuvar un impetuoso viento del sur, con el que pronto perdimos de vista la tierra y también pronto nos encontramos entre esos cargueros de dos mástiles46 que no tienen ninguna necesidad de nuestra parte de Libia sino que navegan por otra ruta. Y, como nosotros nos quejábamos y llevábamos muy a mal el estar tan alejados de tierra, Amaranto, cual nuevo Jápeto47, de pie en el puente profería, al modo trágico, 50 las más violentas imprecaciones. «¡No, no volaremos! —de­ cía—, pero, ¿cómo podría alguien manejarse con vosotros, que desconfiáis tanto del mar como de la tierra?» «Si con éstos ese alguien supiera manejarse bien, ¡Amaranto, el perfecto! —le replicaba yo—, no habría desconfianza. Nin43 Posiblemente se encontraba en el extremo oeste de la isla de Faros. 44 La «Tumba de Osiris» (así en P lu t a r c o , Sobre Isis y Osiris 359 c), localidad cercana a Alejandría (cf. E str a b ó n , XVII 14). 45 Monstruo con pecho y cara de mujer y con seis cabezas de perro y doce patas que le salían de la cintura (cf. Od. XII 89 ss., 234 s.). Estaba situada enfrente de Caribdis (en el estrecho de Mesina, según la tradición). 46 M eta ton holkddön... tön diarménón (P é ta u : «ad actu arias binis velis instructas»): cf. C. 130, 39, y P l u t a r c o , Marcelo 14 (holkàs triármenos). 47 Uno de los Titanes, padre del famoso Prometeo.

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55 guna falta nos hacía Tafosiris, ‘vivir sí que nos hacía falta’48. Y, ahora —le seguía diciendo—, ¿qué falta nos hace ir por alta mar? ¡Venga! Naveguemos en dirección a la Pentápolis, alejándonos de tierra sólo moderadamente, a fin de que, si topamos con alguna adversidad, lo que es, por cierto, propio del mar —y, por supuesto, imprevisible, como también decís 60 vosotros—, algún puerto cercano pueda acogernos». Pero no lograba convencerlo con estas palabras; el maldito se hacía el sordo. Y fue así hasta que saltó un fuerte viento del norte que, levantando un oleaje alto y quebrado, se abatió sobre la vela hinchándola en sentido inverso: de convexa que estaba la puso cóncava y la nave llegó a empopar casi hasta voltearse. 65 Pues bien, a duras penas la enderezamos y Amaranto con un quejido grave exclamó: «¡Esto es dominar el arte de la navegación49!». Y es que él, según dijo, desde mucho antes estaba a la espera de recibir el viento de esa parte y de ahí que navegara por alta mar. Y añadió que en aquel momento ya sólo quedaba avanzar con rumbo oblicuo50, porque la distancia a la que nos encontrábamos nos daba la posibilidad 70 de prolongar la travesía; y que ésa de entonces no sería nuestra ruta de haber hecho una navegación de cabotaje, pues habríamos fracasado contra la costa. Y nosotros acep­ tamos sus palabras mientras fue de día y no hubo peligro. Pero sí comenzó a haberlo con la llegada de -la noche, a medida que el oleaje iba haciéndose cada vez mayor.

48 Cf. S ó fo c l e s , Filoctetes 418. 49 Literalmente: «¡Esto es navegar con arte (téchnëi)!». Cf. O v id io , A rte de amar I 3, A rte citae... rates... moventur. 50 Respecto al viento.

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Pues bien, aquel día era para los judíos paresceveSí. Consideran éstos como un todo esa noche y el día siguiente, 75 durante el cual no se le permite a nadie poner mano en ningún trabajo, y es que, para darle especial realce a la jornada, la dedican al descanso. Así pues, el piloto quitó las manos del timón en cuanto se imaginó que el sol había abandonado la tierra y , echándose en la cubierta, se dejaba pisotear por cualquier marinero n.

so

Nosotros no nos percatamos al momento de la causa real de aquello y, creyendo que el hecho era un signo de desánimo, nos acercamos y nos pusimos a instarle a que no perdiera aún la última esperanza. Pero la verdad era que, en efecto, las olas, como triplicadas, se nos venían encima, al tiempo que el mar se rebelaba contra sí mismo. Tal ocurre siempre 85 que, al amainar el viento, no cesan a la vez las olas por él provocadas, sino que, con aquel preludio53 de su agitación poco a poco fortalecido, se enfrentan a la pujanza del soplo y contrarrestan sus embates (y tenía necesidad de emplear términos pomposos para que males tan grandes no quedaran expuestos de una manera demasiado fútil). Para los que 90 navegan, pues, en tales circunstancias, «la vida —dicen— pende de un hilo fino»54. Y si, por añadidura, el piloto era

51 Paraskeué (también así en griego moderno): la «preparación» (del sábado), el viernes. 52 S ó fo c le s , Á yax 1146. 53 E s decir, el primer impulso que el viento le ha dado a las olas para que se encrespen. To endósimon es un término propio del vocabulario musical («la nota que da el tono»): A r ist ó t e l e s , Retórica 1414 b 24; E lia n o , Historia de los animales XI 1, etc. 54 Expresión proverbial: cf. Corp. Paroem. Graec. II 298, 9.

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doctor de la ley55, ¿cómo podía uno sentirse? Así que, cuando comprendimos la razón de su abandono del gobernalle (e n , efecto, mientras nosotros le pedíamos que salvara la nave «dentro de sus posibilidades»56, él continuaba leyendo el libro), desistimos de la persuasión para recurrir ya a la 95 fuerza. Incluso un soldado bizarro (pues navegaban con nosotros bastantes árabes del escuadrón de caballería) des­ envainó la espada y amenazó al sujeto con cortarle la cabeza si no volvía a hacerse cargo del barco. Pero aquel auténtico 100 M acabeo57 era capaz de mantenerse firme en sus creencias. Y ya a media noche él mismo se persuade a colocarse en su puesto. «Ahora es el momento —decía— en el que la ley lo permite, porque ahora está claro que el peligro lo corremos ‘por nuestra vida’58». En esto se levanta de nuevo un tumulto: clamor de hombres, ulular de mujeres; todos invocaban a la ios divinidad, gritaban y se acordaban de los seres más queridos. Sólo Amaranto se mostraba animoso, en la idea de que muy pronto daría carpetazo a lo de sus acreedores. A mí, en ese trance (te lo juro por la divinidad a la que venera la filosofía), me inquietaba el que pudiera ser verdad aquello de Homero: que la muerte bajo el agua acarrea la aniquilación también de la propia alma. Pues hay un verso de sus poemas en el que dice: 55 D e la ley de Moisés, nomodidáskalos: L u c a s , 5, 17; Hechos 5, 34; 1 Timoteo 1, 7. 56 Ek ton enóntón: es decir, «con los medios a su alcance» o «de aquellas circunstancias en que estaba» (cf. D e m ó st e n e s , XVIII 256). 57 O sea, «judío», por la celebridad de esta importante familia de patriotas del siglo π a. C., que lucharon por la independencia y contra la helenización. s» Cf. I l XXII 161.

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Y quedó,Áyax aniquilado al tragar el agua salobre59, suponiendo así que la muerte en el mar es el aniquilamiento más absoluto. Y de ningún otro afirma que fuera aniquilado, sino que todo aquél que muere «marchó al Hades»60. Por eso, en las dos Evocaciones de los muertos61 tampoco se ha introducido a Áyax el menor en ningún momento de la acción, por el hecho de no estar su alma en el Hades. Incluso Aquiles, el más animoso de los hombres y el más amigo del peligro, se acobarda ante la muerte en el agua y llega a llamarla «calamitosa»62. Mientras les doy vueltas a estos pensamientos, veo que todos los militares han desenvainado las espadas y, al pre­ guntarles el motivo, me enteré de que, según ellos, es hermoso exhalar el alma cuando todavía están al aire libre sobre el puente, y no con la boca abierta contra el oleaje. Consideré yo que éstos eran homéridas63 de pura cepa y aprobé su parecer. Luego, alguien proclama que quienes tengan objetos de oro se los cuelguen; y quienes tenían se los iban colgando, tanto los objetos de oro como cualquier cosa de valor seme59 Od. IV 511 (el comienzo de hexámetro que cita S in e sio difiere del texto homérico): cf. D. A . C h r is t id is , Hellenica 38 (1987), 285 ss. Á yax el menor, el hijo de Oileo, pereció ahogado en la costa euboica: cf., por ejemplo, Od. IV 499 ss.; A po l o d o r o , Epítome VI 6; Q u in t o d e E s m ir n a , XIV 532 ss. “ II. XVI 856, XXII 362; Od. III 410, XI 65, etc. «i Cf. Od. XI y XXIV. 62 Cf. II. XX I 281 ss. Esta creencia se encuentra también en otros escritores de la antigüedad tardía: cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 81, η. 22. 63 Propiamente los Homerídai eran una familia de rapsodos profesionales de la isla de Quíos que pretendían descender de Homero, aunque ya en Platón el término designa en general a los seguidores del poeta o a los amantes de su poesía.

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jante. Las mujeres se ataviaban ellas mismas y repartían cordones entre los que carecían de ellos. Es cosa bien sabida que esto se hace de antiguo y su sentido es el siguiente: el muerto en un naufragio debe llevar encima el precio de su entierro. Por supuesto, quien lo encuentre y se lucre habrá de sentir un miedo reverencial ante las leyes de Adrastea64 por no reservarle una pequeña parte a quien tanto le ha favorecido. 130 Y en eso estaban mientras yo, sentándome a un lado, me puse a llorar por la sufrida bolsa de dinero que me confió mi huésped65; y no lo hacía, bien lo sabe el Hospitalario66, porque fuera ya a morir, sino porque pudiera verse privado de sus riquezas aquel tracio ante quien yo, aun después de muerto, me hubiera debido avergonzar. Sin duda que enton­ ces era una ganancia sucumbir, sucumbir con todos y con 135 todos escapar, así, de la conciencia. Aquello por lo que el peligro estaba pisándonos los talones no era otra cosa sino el hecho de que la nave se movía a velas desplegadas: no nos era posible acortarlas y, después de haberlo intentado muchas veces con las drizas, hubimos de renunciar porque éstas se quedaban enganchadas en las armellas. Además, si salíamos vivos del oleaje, otro miedo no menor fondeaba en nosotros67: 140 el de aproximarnos a tierra de noche en las condiciones en las que estábamos. 125

64 65 cf. C. 66 625 y

Cf. S in e s io , Sueñ. 139 c, n. 93. Su amigo de Constantinopla («el tracio» de la línea siguiente), Proclo: 70, 129 y 134. El dios Xénios, de la hospitalidad, por lo general Zeus desde II. XIII Od. IX 271. 67 S in e sio emplea el verbo hyphorméo, «estar anclado», seguramente con ironía. Lo único que estaba bien anclado y firme era ese miedo.

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Pero llega el día y vemos el sol, tan grato para nosotros como no sé si alguna otra vez lo ha sido; el viento se hizo más suave al aumentar el calor y, a medida que el rocío iba desapareciendo, se nos permitía usar las drizas y manejar la vela. Desde luego, cambiar la vela por otra de respuesto no podíamos (pues la habían empeñado), sino que la reparamos 145 como si se tratara de las arrugas de una túnica y, antes de cuatro horas, nosotros, que habíamos esperado la muerte, estábamos desembarcando en un paraje remoto desierto del todo, que no tenía cerca ni ciudad ni labrantíos (la distancia a ellos era de unos ciento treinta estadios). La nave, en efecto, 150 como aquel lugar no era un puerto, permanecía balanceán­ dose en alta mar con una sola ancla, pues la o tra 68 la había vendido Amaranto y no había comprado una tercera. Nos­ otros, en cuanto tocamos la queridísima tierra firme, nos pusimos a abrazarla, como si fuera la viva imagen de nuestra madre, y, al ofrecer, como de costumbre, el sacrificio de nuestros himnos69de acción de gracias a la divinidad, añadi- 155 mos en ellos también lo de nuestra reciente peripecia, de la que, de forma inesperada, salimos sanos y salvos. Después, durante dos días, aguardamos a que el piélago depusiera su furia y, dado que era imposible coger un camino en razón de que no se veía a ningún hombre, nos atrevimos a echarnos de nuevo al mar. Levamos anclas nada más rayar el alba y 160 fuimos navegando viento en popa todo aquel día y el si­ guiente. Cuando ya éste declinaba, nos abandonó el vahaje

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N o rm alm en te los b arco s an tig u o s fo n d e a b a n co n d o s anclas, u n a a

p r o a y o tr a à p o p a: cf. P i n d a r o , Olímpicas V I 101; D em ó st en es , L V I 44; L u c ia n o , Zeus trágico 51. ® Cf. S in e s io , H. I 2 y 10 s.

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y nos afligimos. ¡Pero luego íbamos a añorar aquella calma chicha! Pues bien, era el día decimotercero de la luna men­ guante 70y se cernía sobre nosotros un peligro tamaño, porque estaba a punto de coincidir la conjunción del sol y la luna71 165 con la aparición de la renombrada Osa Mayor72, a la que ningún navegante —aseguran— se ha atrevido a desafiar. Y, aunque debimos permanecer resguardados en un puerto, inadverti­ damente nos lanzamos otra vez al mar. Comenzó la pertur­ bación con vientos del norte y fue mucho lo que llovió durante aquella noche del novilunio73. Luego iban destem170 piándose los vientos y el mar se había revuelto. Nuestra situación era la lógica en tales circunstancias, dicho sea para no referir dos veces los mismos desastres. Y, estando así, vino a sernos provechosa la propia magnitud del temporal. La entena crujía y nosotros pensábamos hacernos con el navio tensando los estayes74, cuando aquélla se partió por la 70 Triskaidekáté phthínontos: toutéstin eíkosi okté, en los escolios (se esperaría trite (menos)phthínontos: cf. A. G a r zy a , Storia e interpretazione 27 = «Scolí inediti alle Epistole di Sinesio», Epet. Het. Byz. Spoud. 30 (1960), 214-280). Quizá un martes 28 de mayo (o de enero) del 402, por diversas apreciaciones no sólo astronómicas: cf. ed. G a r z y a , 1989, págs. 84, n. 26. 71 El novilunio: cf. Ch. L a c o m b r a d e , «Encore la Lettre IV [V] de Synésios et sa nouvelle lune», Rev. Étud. Grec. 91 (1978), 564-567. 72 Seguimos la traducción de G a r zy a . Para los problemas textuales que presentan estas líneas y su interpretación, especialmente synódou (G a r zy a elimina ton ástrorí) y stoicheion (con el que este mismo autor corrige el tychawn de los codd.), cf. A. G a r z y a , «Problèmes textuels dans la correspondance de Synésios», Byzantine Stu dies/Études byzantines 5 (1978), 125 ss. 73 Literalmente: «durante la noche de la conjunción». 74 Protonizein tên naûn: cf. la metáfora de E sq u il o , Agamenón 897, «estay (prótonon) salvador de la nave» (en medio de las aduladoras palabras que dirige Clitemestra a Agamenón).

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mitad y estuvo a punto de matarnos a todos; pero, como no nos mató, lo que hizo fue, precisamente, salvarnos, y es que 175 de otra forma no hubiera sido posible soportar la fuerza del viento. De nuevo estaba la vela sin control y no era fácil amainarla. Pues bien, así, tras zafarnos, sin haberlo supuesto, de la desmesurada violencia de aquel embate, navegamos todo el día siguiente y toda la noche y, en su transcurso, a la hora ya del segundo canto del gallo, por poco chocamos, sin iso darnos cuenta, con una punta rocosa que sobresalía de tierra como una pequeña península. Hubo un grito al avisar alguien que nos acercábamos a tierra y se levantó un vocerío enorme y de lo más disonante, mientras los marineros se mostraban preocupados y nosotros, en nuestra inexperiencia, tocábamos las palmas y nos abrazábamos, sin saber cómo controlar aquella inmensa alegría. Podría decirse que ése íes era el peligro mayor de todos los que nos rodeaban. Al clarear ya el día, nos hace señas un fulano vestido a la usanza de la región, indicándonos con la mano los lugares peligrosos y aquellos otros de los que había que fiarse. Y, al final, se llegó a nosotros, solo, en una chalupa de dos remos, la ató al barco y tomó el gobernalle (el sirio75 le cedió el 190 puesto gustoso). Recorrió no más de cincuenta estadios, fondeó la nave en un puertecito encantador (Azario76, creo, lo llaman) y nos hizo desembarcar en la orilla entre nuestras aclamaciones de «salvador» y «genio tutelar»77. Poco después trajo hasta allí otro navio y, luego, otro y, antes del atardecer, 195 75 Amaranto, el piloto. 76 Aziris (cf. H e r ó d o t o , IV 157), hoy Wadi-el-Chalig, cerca de Derna y Tobruk. 77 Probablemente este daímon agathós (cf. A r is t ó f a n e s , Avispas 525, Caballeros 106; P a u sa n ia s , IX 39, 5; etc.) esté ya aquí muy cerca del «ángel de la guardia»: cf. S in e s io , H. II 264 ss. y n. 30.

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fueron cinco los cargueros salvados por aquel sublime anciano que se dedicaba a todo lo contrario de N auplio78 (pues no acogió éste, precisamente, de la misma manera a quienes escaparon de la tempestad). A la mañana siguiente otros arribaron, algunos de los cuales habían partido de Alejandría 200 un día antes que nosotros, y éramos entonces una flota completa en un pequeño astillero. Y, cuando ya se nos agotaron los víveres (pues, como no estábamos acostumbrados a tales infortunios ni esperábamos sobrepasar la duración prevista de la travesía, cargamos sólo unas provisiones moderadas y, además, las administra­ mos sin la debida moderación), fue también el anciano 205 quien puso el remedio, no porque nos diera nada (que no se asemejaba en absoluto a un pudiente), sino porque nos indicó unas rocas en las que nos dijo que estaban escondidos el alimento y la comida de cada día para todos aquéllos dispuestos a esforzarse. Dese ese momento y durante siete día estuvimos viviendo de la pesca: los adultos capturaban morenas y langostas muy grandes; los muchachos eran felices 210 con coger gobios y julias; el monje rom ano79y yo tomábamos fuerza a base de lapas (la lapa es un molusco de concha cóncava que, cuando se agarra a una roca, queda firmemente adherido).

78 Nauplio era padre de Palamedes e hijo de Posidón. Odiseo, injusta­ mente, acusó de traición a Palamedes en Troya, lo que motivó su muerte. Nauplio, en venganza, encendió una antorcha en el cabo Cafereo de Eubea durante la tempestad del regreso, para que los griegos creyeran que existía allí un puerto y naufragaran en las rocas: cf. A po l o d o r o , Epitome I I I7, VI 7; Q u in to d e E s m ir n a , V 197 ss., XIV 614 ss. 79 E ste threskeutis p u ed e ser el an cian o o alg ú n p asa je ro de la nave: cf. ed. G a r zy a , 1979, pág. 23, n. ad loe.

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Así pues, al principio vivíamos mal que bien de estas capturas porque cada uno se guardaba lo que conseguía, sin que nadie le diera nada a nadie. Pero, luego, todos nadamos en la abundancia por el siguiente motivo. Fue cosa de mujeres 215 con mujeres: las libias habrían estado dispuestas sin duda a ofrecerles a las que navegaban con nosotros hasta «leche de pájaro»80. Les ofrecían cuanto les proporcionaba el aire y la tierra: queso, harina, tortas de cebada, carne de cordero, gallinas y huevos. Una llegó a dar ya incluso una avutarda, ave extraordinariamente sabrosa: un campesino, al verla, 220 diría que es un pavo. Aquéllas transportaban a la nave sus regalos y las nuestras los aceptaban para compartirlos después con quienes se los pedían. Otros nos regalaban ya parte de sus capturas y venía uno tras otro (un niño y detrás un adulto y, luego, un adulto y detrás un niño) a traernos siempre un obsequio: uno un pescadito enganchado en el anzuelo y otro cualquier otra cosa, pero, eso sí, exquisita, de 225 entre todo lo que proporcionaban aquellas rocas. Lo cierto es que a mí no me gustaba recibir regalos de las mujeres, y eso lo hacía por t i 81, para que por mi parte no hubiera ningún trato con ellas y no me viera más tarde en el aprieto de tener que afirmar lo contrario cuando me fuera preciso negarlo bajo juramento. Pues, ¿qué obstáculo había para el desenfreno con todos aquellos recursos? ¡Tantos y de tantos 230 sitios nos llovían! Esta benevolencia que los lugareños muestran hacia los huéspedes, tú, seguramente, la atribuirás a su virtud, pero el asunto es muy otro y merece que se explique, dado que 80 Expresión proverbial: cf., por ejemplo, A r is t ó f a n e s , Avispas 508 y A ves 734. 81 Cf., arriba (líneas 30 ss.), lo dicho acerca de las mujeres del barco.

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ahora se nos presenta la oportunidad. La cólera de Afrodita, a lo que puede conjeturarse, hace presa en esta región: su desgracia es algo así como la de las lemnias82. Y es que tienen ellas los senos de un tamaño muy por encima de lo 235 normal y su pecho es desproporcionado, de tal manera que se echan las mamas a la espalda y sus recién nacidos, mientras chupan, no están en brazos sino en los hombros. Acaso se podría decir que Amón y la tierra de Amón no es mejor criadora de ganado que de niños y que la naturaleza les ha concedido, lo mismo a los seres humanos que a las bestias, 240 manantiales de leche más copiosos y exuberantes y que, para ello, se necesitan ubres y cavidades también más exube­ rantes. Lo cierto es que, al enterarse por medio de quienes han mantenido contacto con gente de allende sus fronteras, de que no todas las mujeres son así, no lo creen y, en cuanto tienen a mano a una extranjera, le prodigan su benevolencia y no paran hasta hacerle un examen minucioso de la parte 245 del pecho. La que ha podido verlo lo cuenta y se llaman unas a otras como los Cícones83. Concurren ellas para con­ templar el espectáculo y con ese fin traen los regalos. Con nosotros estaba una pequeña esclava de las del Ponto, en la que arte y naturaleza se aunaron para mostrar un talle más recortado que el de una hormiga. A su alrededor se concen250 traba todo el interés y era ella la que mayores ganancias conseguía de manos de las mujeres. Tres días antes habían mandado a buscarla, una detrás de otra, las señoras ricas de

82 Se trata del olor fétido con que Afrodita castigó a las mujeres de Lemnos por no rendirle culto: cf., por ejemplo, A po l o n io R o d io , 1 609 ss.; A p o l o d o r o , Bibliot. I 9, 17. 83 Para unir sus fuerzas contra Odiseo y los suyos: cf. Od. IX 47 s.

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los campos vecinos. ¡Era tan sumamente fresca que incluso se desnudaba! Para ti este drama, convertido en cómico de trágico que era: así nos lo aparejó la divinidad y yo te lo he descrito en 255 estas líneas. Ya sé que me he extendido en la carta más de lo normal, pero me pasa lo mismo cuando estoy junto a ti en persona que cuando te escribo: que no me harto. Y, además, como ya no tengo la esperanza de poder conversar contigo, ahora que se me permite, me dejo llevar84. Pero, también, de incluir la carta en mi diario85, en el que pongo todo mi interés, podría disponer de unas memorias que abarcan un 260 buen número de días. Adiós. Mis mejores deseos para tu hijo Dióscoro junto con su madre y su abuela, a las que amo y cuento entre mis hermanas. Saluda cariñosamente a la muy venerable filó­ sofa 86, la predilecta de la divinidad, y a ese feliz corrillo que disfruta de su divina voz y, más que a nadie, al santísimo 265 padre Teotecno y a mi compañero Atanasio87. A Gayo, el más íntimo de mis amigos, sé bien que lo tienes en tanta consideración como yo y que lo cuentas entre nuestros parientes. Recuerdos para el admirable gramático Teodosio, 84 El tópico de la carta como conloquium absentium (cf. C. 105, 12) ha sido estudiado por A. G ar zy a , «L’epistolografia letteraria tardoantica» = Ii mandarino e il quotidiano. Saggi sulla letteratura tardoantica e bizantina («Saggi Bibliopolis» XIV), Nápoles, 1985, 132 ss. También en un tratado como la Epideixis (capit. 1) Ireneo pretende «conversar por escrito» con su amigo Marciano, a quien dirige la obra: cf. E. R o m e r o P o s e , S. Ireneo de Lión. Demostración de la predicación apostólica, Madrid, 1992, pág. 52. 85 Cf. S in e sio , Sueñ. 153 a, y nuestra introducción a las Cartas (2. El corpus sinesiano). 86 Hipatia. 87 Sacerdote alejandrino y un amigo de Sinesio, respectivamente: cf. C. 16, 10 s.

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quien, por cierto, me ocultó que era adivino (pues me pro­ nosticó lo que me iba a pasar y declinó el propósito de 270 acompañarme en el viaje), pero yo lo amo y lo saludo también. Y tú, ¡no vayas a navegar nunca! Y, si alguna vez te es absolutamente necesario, ¡no lo hagas a final de mes!

6 A A N ISIO 88

Desde Ptolemaida, a comienzos del 411. Anterior a la C. 14

Carnas todavía sigue dando largas y ni voluntariamente ni a la fuerza retorna a la justicia. Es preciso que venga para que veamos qué dice y con qué ojos nos mira a la cara a nosotros, después de haber considerado digno comprarnos, aun contra nuestra voluntad, un caballo que él mismo nos 5 ha robado, para no ser —decía— un soldado sin caballo. Nos está ofreciendo muy poco dinero y, si no se lo vendemos, no nos lo cede89; al contrario, él cree que, con toda justicia, el caballo es de su propiedad. Y eso sin ser Agatocles o Dionisio90, a quienes el régimen tiránico permitía ser tan sumamente malvados, sino sólo Carnas el cafarodita, ío a quien no es difícil llevar a los tribunales. Así pues, si acaso lo conducen a tu presencia, que no deje yo de saberlo, para

88 Comandante militar de Libia: cf. S in e s io , Disc. I (Catastasis minor). 89 Me apodidoménois ouk apodidosin: «si no se lo damos a cambio (del dinero), no nos lo da él». 90 Tíranos de Siracusa: cf. J u lia n o , Sim posio 33, 332 c.

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que pueda hacer venir de Cirene a quienes testifiquen contra él en persona.

7 A TEODORO Y A SU H E R M A N A 91

A Teodoro (¿?), esposo de su hermana, y a su hermana (¿Estratonice?). A Constantinopla (¿?)

¿Os imagináis cómo «me ha roído el corazón»92la noticia que se ha propagado por la ciudad acerca de que estabas luchando contra una oftalmía aguda y más que aguda, que amenazaba con poner en peligro tu vista? Luego esa noticia se ha demostrado que era falsa. Supongo que ha sido un fulano cualquiera, el muy miserable, quien ha tomado como 5 pretexto la palabra oftalmía para extender el rumor, hacién­ dolo cada vez mayor, y darle tintes trágicos. ¡Así se vuelVan contra él los embustes que ha inventado contra vosotros! Hay que agradecer a Dios el que nos haya permitido oír mejores nuevas. Pero lo que es menester es que, de todo lo vuestro, no nos enteremos, como suele decirse, por las señales de los astros93 ni nos informemos por lo que cuentan los 91 Por supuesto, la hermana de Sinesio. Quizá deba escribirse «Teodosio», marido de Estratonice (cf. C. 75, y Fr. X. K r a u s , «Studien über Synesios von Kyrene I», Theol. Quartalschr. 47 (1865), 407). De lo contrario, y dado que el esposó de su otra hermana se llama, según parece, Amelio (cf. C. 145, 6), habría que admitir no dos sino tres hermanas de nuestro autor. 92 Cf. S in e sio , Real. 2 a, n. 1. Realmente no queda claro si el rumor acerca de la enfermedad se refería a su hermana o al esposo. 93 Expresión proverbial.

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ίο rumores; lo mejor, por el contrario, sería teneros a nuestro lado y, si no, leer vuestras cartas y saber de vosotros por vosotros mismos. Pero no os preocupéis de nosotros dema­ siado, quizá sea eso lo que Dios quiere.

8 A SU HERM ANO

Desde Ptolemaida, después de la Pascua del 411

No me dirás que te pasó desapercibida la llegada del portador de la carta de la festividad pascual94. Más bien lo viste pero has hecho la vista gorda y no te pareció que valiera la pena acordarte de tu hermano y despacharle una carta que le informara de cómo te va y en qué situación 5 estás. Y es que para mí saber de ti no es algo que me sea indi­ ferente, pues, como en todo lo mío no hallo más que tristeza95, querría al menos alegrarme con lo tuyo. Pero hasta ese consuelo me has quitado. Y no habrías debido hacerlo. Pues, aun en el caso de que no hubiéramos nacido de los mismos padres, ¿no han sido comunes nuestra crianza y ío educación? ¿Y qué es lo que no hemos tenido en común? Todo en todo nos ha unido íntimamente al uno con el otro. Pero, como suele decirse, la malandanza es cosa terrible y, 94 Era el patriarca de Alejandría (Teófilo, a la sazón) quien por carta comunicaba (pocos días después de Epifanía) la fecha de la Pascua a los obispos sufragáneos. Esta costumbre databa del siglo m (desde Dionisio de Alejandría): cf. Q u a ste n , Patrología I, pág. 418, y II, pág. 56. * Cf. C. 41, 79.

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cuando a uno le llegan tiempos difíciles, entonces se ponen a prueba, aparte de todo lo demás, también los sentimientos de los hermanos y amigos96. Lo que es a mí me bastará con tener noticias tuyas por medio de otros. Que Dios sólo te dispense cosas buenas, que eso es lo que deseo oír acerca de ti.

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9 AL ARZOBISPO TEÓFILO

Desde Ptolemaida a Alejandría, en el 411-412

¡Ojalá te aguarde una vejez larga y radiante!91 ¡Oh tú, el más santo y sabio! Pues para mí sería una ganancia el que te mantuvieras vivo, entre otras razones, principalmente, porque resulta una grandísima contribución a la doctrina de Cristo ese número de hojas pascuales tuyas que se incrementa con los años98. Así, el escrito enviado en esta ocasión ha sido para nuestras ciudades tan ameno como provechoso: esto por la gravedad de los pensamientos, aquello por la donosura del lenguaje.

96 Cf. T eo g n is , 499; I só c r a t e s , A Dem ónico 25. Am icus certus in re incerta cernitur, dirá C ic e r ó n (De la am istad 64) citando a Ennio. 97 Cf. Antología Palatina VII 163, 7 (Leónidas). 98 Teófilo escribió al menos veintiséis cartas pascuales, que no sólo fijaban la fecha de la Pascua (cf., arriba, n. 94), sino que contenían una enseñanza teológica y doctrinal: cf. Q u a ste n , Patrología II, pág. 111.

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10 A LA FILÓSOFA HIP ATIA 99

Desde Ptolemaida a Alejandría, a comienzos del 413. Contemporánea de la C. 16

A ti 10°, querida señora, te saludo cariñosamente y, por medio de ti, a mis queridísimos compañeros. Hace tiempo ya os habría reprochado esta situación de que yo no merezca que me escribáis unas letras, pero ahora sé que todos vosotros habéis apartado de mí vuestra mirada no por cometer yo ninguna falta sino por sufrir tantos infortunios como es 5 capaz de sufrir un hombre. Sin embargo, si pudiera leer vuestras cartas y enterarme de qué vida lleváis (sin duda estáis mejor y disfrutáis de una suerte más favorable), lo pasaría mal sólo a medias, ya que en vosotros cifraría yo mi dicha. Pero, lo que es ahora, esto de no recibir noticias vuestras es también uno de los pesares que me atenazan. He perdido a mis hijos101 y a mis amigos y la benevolencia de parte de todos y, lo que es lo más importante, tu alma divinísima, lo único que yo esperé que se me mantuviera firme para superar los «varapalos»102 de la fortuna y los embates del destino.

99 Preferimos esta transcripción a «Hipada». 100 En algunas cartas (como la 9 y la 10) y en ciertos lugares de las obras sinesianas (por ejemplo dentro del tratado Sobre la realeza) no sería en absoluto desacertado emplear en la traducción el tratamiento de respeto y cortesía («A usted, querida señora, la saludo...»). 101 Sobre la muerte de sus tres hijos, cf. C. 41, 174; 70, 5; 79, 90; 89, 6; 126, 2. 102 Cf T u c iA N O , Sobre una falta cometida al saludar 1.

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11 A LOS SACERDOTES

A los sacerdotes de la Pentápolis. Desde Ptolemaida, a comienzos del 411. Algo posterior a la C. 96

Ni anteriormente quedé yo por encima de vosotros re­ chazando con todas mis fuerzas y recursos este sagrado cargo103, ni ahora vosotros habéis prevalecido sobre mí. Más bien era cosa de la providencia el «aún no» de entonces y el «ya sí» de ahora. Yo, con todo, habría preferido mil veces la muerte antes que aceptar este ministerio, pues con- s sideraba que la dignidad de la tarea excedía mis posibilidades. Pero, como Dios me impuso no lo que yo le pedía sino lo que él deseaba, le ruego que, siendo como ha sido el pastor de mi vida, sea también patrono de este deber que se me ha asignado. Y es que yo, que dediqué mi juventud al ocio 104 adepto de la filosofía y a la contemplación105, ajena a toda actividad práctica, de los seres abstractos, y que sólo me vi envuelto en preocupaciones en tanto en cuanto consagré 10 una mínima atención a esta vida corporal y al hecho de ser ciudadano de esta ciudad, ¿cómo me bastaré para afrontar desasosiegos continuos? ¿Y, si me entrego a un tropel de asuntos, cómo me aplicaré a las bellezas del intelecto, cuyos frutos únicamente puede recogerlos un ocio bienaventurado, 103 En el verano del 410 el pueblo de Ptolemaida lo aclama obispo, pero Sinesio se toma unos meses para pensarlo (en Alejandría), hasta que acepta y es consagrado a principios del 411: cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 12, n. 4. 104 Cf. S in e s io , C. 41, 85; H. IV 34 s. Para las líneas 3 s. y 6 ss. Cf. C. 96, 2 ss. 105 Cf. Id., Dión 45 c ss. (cap. VII).

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sin el que, para mí y los semejantes a mí, es cualquier tipo de «vida invivible»I06? Yo no sabría; pero para Dios, dicen, «todo es posible»107, incluso lo imposible. Levantad, pues, por mí vuestras manos suplicantes a Dios y encomendadles a todos, tanto a la población de la ciudad como a quienes habitan en el campo y en las iglesias de las aldeas, que, no ya en común sino incluso en privado, hagan súplicas por mí. Y es que si Dios no me deja solo, entonces reconoceré que el sacerdocio no supone un distanciamiento de la filosofía sino un encumbramiento108 hacia ella.

12 A CIRILO 109

Desde Ptolemaida, después del 15 de octubre del 412

Vuelve, hermano Cirilo, junto a tu madre la Iglesia, de la que no fuiste separado de un tajo, sino que se te apartó durante un período que está determinado por la consideración que merecen tus faltas. Creo que sabes con certeza que esto también lo habría hecho antes nuestro padre com ún110, de 106 Cf. Id., Dis. II (Catastasis maior), 304 a, y n. 25. >»7 M a t e o , 19, 26 (cf. J ob 42, 2; Od. IV 236 s., XIV 444 s.). 108 Los términos griegos son apóbasis y epanâbasis. Este último lo utiliza P lo t in o , Enéadas V I 7, 27, para designar la búsqueda de principios elevados: cf. C. 96, 5 s. 109 Se trata de un obispo del que nuestro autor no da más detalles que los que aquí leemos (cf. L a c o m b r a d e , Synésios de Cyrène..., págs. 251 s.). N o debe ser confundido con Cirilo de Alejandría, sobrino y sucesor de Teófilo en la sede metropolitana. 110 Teófilo, el patriarca de Alejandría, murió el 15 de octubre del 412.

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santa memoria, si la fatalidad no se hubiera apresurado a alcanzarlo. Y es que el hecho de imponerte un castigo tan comedido era lo propio de un ánimo inclinado a otorgarte prontamente el perdón. Así pues, considera que ha sido él en persona, aquel santo sacerdote, quien te ha concedido el regreso y acércate a Dios con un alma libre de toda aflicción y dispuesta a olvidar los males. Por otra parte, conserva también un fausto recuerdo de aquel santo presbítero, amado por Dios U1, que te designó guía112 de tu pueblo. ¡Que tampoco esto te sea en absoluto desagradable!

13 AL SACERDOTE PEDRO

Coadjutor del obispo Sinesio. Desde una ciudad de la Pentápolis a Ptolemaida, antes de la Pascua del 412

¡Guíe Dios toda acción y palabra m ías!113Al portador de las cartas pascuales114, que comunican que el día solemne de la festividad es el diecinueve del mes de farm utin5, con la idea de que en la noche precedente se celebre el misterio de 111 Theophile presbytên en el original, jugando con el nombre propio del patriarca. 112 El término próedros es utilizado a veces en las obras patrísticas para referirse al obispo. 113 Cf. J en o fo n t e , Memorables I I 3, 15. 114 Cf., arriba, nn. 94 y 98. 115 El 14 de abril del 412. Farmuti es un mes egipcio que corresponde a marzo-abril: cf. P l u t a r c o , Rómulo 12 y O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág. 195 (la carta 30 está fechada el 1 de farmuti, el 27 de marzo). 205, —4

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la resurrección, a ese portador, tanto a la llegada como al regreso, consideradlo digno de toda vuestra amabilidad y mandadlo de vuelta proporcionándole caballos de refresco en cada ocasión. Él, en interés de que no quede abandonada una costumbre antigua y ancestral de las iglesias, se ha puesto en medio de los enemigos armados, atreviéndose a pasar por un territorio peligroso. La carta también exhorta a tu ciudad116 a rogar por mí. Y es que desde ahora es pre­ ciso que ésta tome conciencia de la insensatez que ha cometido en mi caso, al llamar al sacerdocio no a quien tiene confianza para presentarse ante Dios y suplicarle por todo su pueblo, sino a alguien que necesita, para salvarse él, las peticiones de su pueblo. Y esto coincide también con el sínodo que, con gran cantidad de sacerdotes, se celebra aquí117 y que se ha reunido justo en el momento en el que yo me dispongo a escribiros. Si no supiera decir nada de lo que ya estáis acostumbrados a escuchar, esto no sería sino una solicitud de perdón para mí y un reproche para vosotros, porque habéis preferido a uno que no conoce las palabras de D ios118 en vez de a los que sí las conocen.

116 Debe de ser Ptolemaida: cf. ed. G a r zy a , 1989, p ág . 100, n. 4. 117 En Cirene, Apolonia o alguna otra ciudad entre Alejandría y Cirene: cf. ibid., η. 5. 118 Tà logia toù theoü: « S acra scrittura» ( G a r z y a ) . Cf. Carta de Aristeas 158 (A. D íe z M a c h o , Apócrifos del Antiguo Testamento II, M a d rid , 1982, pág. 42, n. ad loe.: tá logia = el c o n ju n to de la E scritu ra); L X X , Salmos 11, 6; R om anos 3 ,2 ; Hebreos 5 ,1 2 ; I P e d r o 4 ,1 1 . E l térm in o lógia es u tilizad o co n este sen tid o tam b ién p o r los n eo p lató n ico s, p o r C lem ente de R o m a , F iló n o el P seu d o -D io n isio A reopagita: cf. J . D o n a v a r , The Logia in

Ancient and Recent Literature, C am bridge, 1924.

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14 A ANISIO

Desde Ptolemaida, en la Cuaresma del 411, después de la C. 6 119

¡Así es como defienden los hijos a sus progenitores! Te doy las gracias. Carnas se ha convertido en un suplicante para conmigo y esta súplica suya Dios la ha hecho más digna de respeto. ¿Cómo permitir, pues, que, por propia sugerencia de un sacerdote, a un hombre se le lleve arrestado en días de ayuno cuaresmal? Así que, quienquiera que fuese el que llevaba a este hombre, no lo dejó ir, sino que se lo arrebataron. Por tanto, si he de pagar mi pena por haber usado de violencia contigo, ten en cuenta que me dispuse a ser benévolo con quienes me han ofendido y a ofender a quienes en nada me ofenden.

15 A LA FILÓSOFA

A la filósofa Hipatia

Me encuentro tan sumamente mal que necesito un areó­ metro 12°. M anda que fabriquen uno de bronce y lo monten. 119 Aquel año la Pascua cayó el día 26 de marzo. 120 Este hydroskópion, inventado por Sinesio, buen testimonio de las enseñanzas en ciencias aplicadas de Hipatia, es el precedente del moderno areómetro o densímetro (que sirve para medir la densidad de un líquido o la concentración de una disolución). Parece, por las palabras iniciales de la carta, que Sinesio se encuentra enfermo y necesita el citado instrumento

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Es un tubo cilindrico con la forma y dimensiones de una flauta. En línea recta lleva unas incisiones por las que determinamos el peso de los líquidos. Por uno de los extremos lo cierra, en efecto, un cono adaptado en posición idéntica, de manera que sea común la base de ambos, la del cono y la del tu b o 121 (y esto es propiamente el «pesito»122). Pues bien, cuando sumerjas en el líquido ese tubo que es como una flauta, se mantendrá recto y te será posible contar las inci­ siones que son las que dan a conocer el peso.

16 A LA M ISM A

A la fiósofa Hipatia, desde Ptolemaida a Alejandría. Junto con la C. 10, son éstos los últimos suspiros de un Sinesio ya a punto de morir

Postrado en la cama dicto esta carta. Ojalá, al recibirla, te encuentres bien de salud, madre, hermana, maestra, benepara preparar su medicina. Según P r o c l o , H ypot. astron. posit., pág. 42, Herón de Alejandría (s. I d. C.) escribió un tratado en cuatro libros Peñ hydroskopeiôn (cf. G a le n o , 5, 68 K ü h n , donde el hydroskópion es un instrumento hidrostático). 121 Tenemos una descripción muy parecida en P se u d o -P r isc ia n o , Pon­ der. 103-105, incluido el «cono», que hoy se substituye por dos bolitas huecas, una de mayor tamaño para que el instrumento flote y otra, la del extremo, más pequeña y llena de mercurio o perdigones para que, con el peso (cf. la n. siguientes), se mantenga recto. 122 Hemos optado por traducir así baryllion (pondusculum), en vez de «pesalicores»: cf. G. W. H. L am pe, « B a r y l l i o n (Synesius, Ep. 15)», Classical Review 62 (1948), 114-115. Recuérdese que el funcionamiento del areómetro se basa en el principio de Arquímedes.

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factora mía en todo, y todo lo que para mí tiene valor en dichos y hechos m . La debilidad de mi cuerpo está ligada a una causa anímica. Poco a poco me va consumiendo el recuerdo de mis niños que se me han ido m. Sinesio habría debido vivir sólo mientras no hubiera tenido que experimentar los males de la existencia. Fue como un torrente, represado hasta entonces, que arrambló de un tirón, y se trastrocó la dulzura de esta existencia mía. Quisiera o dejar de vivir o de pensar en la tumba de mis hijos. Pero tú ojalá te encuentres bien. Saluda cariñosamente a mis felices compañeros, co­ menzando por el padre Teotecno y el hermano Atanasio125 y después, a todos los demás. Y si se les ha agregado alguno que te sea especialmente dilecto, preciso es que también yo le deba gratitud por el solo hecho de serte tan dilecto: salúdalo, pues, de mi parte como al mejor de mis amigos. Tú, si algo te preocupas de mis cosas, haces bien; y, si no te preocupas tú de eso, tampoco me preocupo yo.

17 A HELIODORO 126

Mucho y bueno le deseo a éste127, que nos trae el fausto recuerdo de tu venerable dignidad y que ha llenado de 123 Cf. II. V I429 s.: B u eh r in g , «Zum Topos Horn. Z 429 f.», Gymnasium 62 (1954), 418. Cf. η. 101. 125 Cf. C. 5, 265 s. y η. 87. 126 Un sofista. 127 Al portador de la carta, según aclaran los escolios: cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 37, n. ad loe. Traducimos semnoprépeia por «venerable dignidad»

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alabanzas a ti los oídos de todos, esas alabanzas que se les deberi a tu alma y a tu lengua de oro. Pero de inmediato correspondes tú al favor de estos elogios. Y es que, a cambio, hablan bien de él tantos y tantos admiradores tuyos, con todos los cuales disputo yo por la primacía o, mejor dicho, no disputo, pues todos consienten en ello.

18 A SU HERM ANO

En el 405

Esta persona128 es un senador de la ciudad129 en la queengendré a mis hijos (la verdad es que, en cierto modo, a todos los alejandrinos conviene que nosotros los honremos y miremos como a conciudadanos nuestros). Ocurre también que es pariente del bienaventurado130Teodoro, al que siempre tengo muy presente en el recuerdo y a quien no deben olvidar los que ocupan los primeros puestos del gobierno de esta ciudad. Son éstos quienes lo han conducido ante mí ahora que va a llevaros el dinero de la paga de los soldados y me han rogado que os lo despache con una carta mía para (cf. C. 21,1), aunque podría preferirse «excelencia», dado que semnoprepés aparece en ciertos ejemplos tardíos como epíteto honorífico: cf. P r e is ig k e , Wörterbuch... III, Abschn. 9, Ehrentitel, pág. 199. 128 Es decir, el portador de esta carta de recomendación: el senador Amonio (cf. C. 20, 5). 129 Alejandría. 130 El término griego es makarítes, que se emplea para referirse a los difuntos.

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el viaje m, convencidos de que todo le irá bien si por mí se consigue que tú y esta persona os pongáis en relación. Yo he hecho lo que me han pedido; si no ha sido en vano, vosotros me lo demostraréis.

19 A HERODES Y MARTIRIO

No creo que se me acuse de hacer que tengáis que com­ partir entre los dos esta carta. Pero, si en este escrito mío hubiera separado a los que en mi corazón están unidos, de eso sí se me podría acusar. Recibid, pues, mi saludo, ex­ traordinarios amigos, y al que os entrega esta carta, enviado con la niisión oficial de llevaros el dinero, acogedlo de la manera más calida posible, porque me ha sido recomendado por el consejo senatorial en pleno y quisiera ser yo para él la causa de algún beneficio. Y la verdad es que no sé a quién más que a vosotros puede parecerle digno el preocuparse de mí y de todo lo que yo acaso vaya a emprender.

20 A DIÓGENES 132

Durante su vida el bienaventurado133 Teodoro fue como el huésped oficial134y común de todos los pentapolitanos. A 131 Una carta de recomendación. 132 Primo de Sinesio. 133 Cf. n. 130.

134 Próxenos era el título honorífico de quien hospedaba a ciertos personajes importantes en nombre del Estado.

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mis progenitores, especialmente, se los ganó con el celo que demostraba en todo y, además, con su bien decir y su encantadora conversación. Y lo cierto es que en la persona de su primo Amonio135podemos renovar en nuestra memoria ese provechoso encanto de tantas y tan gratas cualidades suyas. Pues bien, yo he cumplido mi parte (¿y, estando lejos, qué podía hacer sino recomendarlo a quienes están cerca de él?). Ahora es cosa vuestra el que su estancia ahí no le resulte penosa.

21 AL G O BER NAD O R136

Desde Alejandría

Si el recuerdo de Teodoro aún lo conserva tu venerable dignidad137 (¿y cómo no?), haz el favor de dispensarle a su primo el aprecio de que el difunto gozaba. Pues, de ser así, no sólo habrás tratado bien a un buen hombre, sino que habrás complacido al senado de nuestra gran Alejandría, porque todos sus componentes en pleno me lo han presentado con encarecimiento y me han pedido para él unas líneas que le sirvieran de recomendación. Pues bien, entregar la carta está en mi mano, pero que le reporte ese servicio es lo que tú has de tratar.

135 Cf. C. 18, n. 128. 136 No sabemos a qué praeses provinciae se refiere. 137 Cf. η. 127.

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22 A ANASTASIO

Desde Cirene a Constantinopla, antes del 408

Me he alegrado. ¿Pero por qué crees tú? Mucho me he alegrado, en efecto, desde lo más hondo de mi corazón, al enterarme de que esos «áureos hijos»138 por mandato del emperador han venido a ser legalmente hijos tuyos139. Y, más que nada, me he alegrado porque te amo (¿pues a quién podría yo amar con más razón?) y, luego, porque odio a los malvados, cuyas oscuras y furtivas esperanzas se han visto desbaratadas por la buena suerte de esos niños. 5

23 A DIÓGENES 140

Desde Cirene a Siria, después de la C. 134

Tal es la molicie de los sirios141: los hace olvidar a sus parientes y amigos. Y es que ya se cumple el quinto mes desde que me saludaste por escrito, aun habiéndote concedido 138 P ín d a r o , Olímpicas XIII 8.

139 La interpretación es dudosa: o Anastasio se ha convertido en el tutor de los hijos del emperador Arcadlo, o el emperador le ha permitido legitimar a sus hijos ilegítimos. Cf. P. W., R E I, 2067, s. v. «Anastasios» 2. 140 Cf. C. 20, n. 132. 141 Cf. P o s id o n io , Fr. 62 a, E d e l st e in -K id d ; J u l ia n o , M isopog. 20, 350 b.

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la naturaleza la capacidad no sólo de dictar cartas de negocios, sino también otras con las que poner algo de manifiesto e incluso rivalizar. Pero, con que tú, tus «áureos hijos»142 y la madre de esta bella prole estéis sanos, con eso tengo bas­ tante.

24 A SIMPLICIO 143

Desde Cirene a Constantinopla, después de la C. 134

5

Verdaderamente el encumbramiento de la fortuna no debería ir unido al del carácter, ni tampoco se debería considerar que el recuerdo de los amigos de antaño es algo que carece de importancia ante la dignidad de que en el presente uno goza. Pero tú sí te has olvidado de nosotros durante mucho tiempo y no habrías debido hacerlo, siendo como era tan fuerte esa predisposición que nos ligaba al uno con el otro.

25 A HELIODORO

Mi afecto se acrecienta y va a más con los años. Si a ti te pasa lo mismo pero, debido al sinfín de tus ocupaciones, no 142 Cf. C. 22, n. 138. 143 Jefe militar y poeta: cf. C. 134, 20.

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dispones de ocio para honrar, como corresponde, con unas líneas de vez en cuando a quienes corresponde, substrayéndote a los asuntos públicos, tan sólo el tiempo que basta para la extensión de una carta, si es así, házmelo saber. Pero, si reconoces que es verdadera la sospecha de haberme olvidado que sobre ti pesa, corrígete tras el debido arrepentimiento y reintégrate a mí.

5

26 A TROILO 144

Desde Cirene a Constantinopla, después del 402

Aunque ni los cireneos ni las ciudades vecinas te den las gracias que mereces por todo eso que el admirable Anasta­ sio 145 les escribe, desde luego sí estará contigo la gracia de Dios, a quien te ganas con tu participación en empresas benéficas. ¡Que seas feliz tú, el mejor de los filósofos! Pues 5 así me gusta llamarte, tal como lo dictan tus hechos.

27 A CONSTANTE

Si honras la virtud de la filosofía, la honrarás no sólo en los que al presente participan de ella sino también en los 144 Un sofista. 145 Un amigo de Sinesio que no debe identificarse con el de la C. 22.

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difuntos. El divino Aminciano, el que una vez estuvo entre nosotros y que ha pasado a mejor vida146, a mí en particular me parece que está presente aun pareciendo que está ausente. Un primo hermano suyo sufre las ofensas de vuestro Sotérico. Demuestra tú que te preocupas de Dionisio y Sotérico dejará en el acto de ofenderlo.

28 A SIMPLICIO

Dice Dios que hay que perdonar las deudasI47. Uno debe un préstamo de dinero, otro ha de pagar una pena. Pues bien, el que, a la hora de exigir la pena, hace la vista gorda, ése está obedeciendo a Dios.

29 A PENTADIO, EL A U G U ST A L 148

Desde Cirene a Alejandría. Anterior a la C. 127

De esa cantidad de gente y de problemas que de parte nuestra te llega, echáte la culpa a ti mismo, pues te empeñaste en que a todos les quedara bien claro el que me tenías en 146 Literalmente: «que ha obtenido mejor suerte». 147 Cf. M a te o , 6, 12 s.; 14 s. (y 18, 21-35); L u c a s , 11, 4. 148 Prefecto augustal de Egipto del 403 al 404.

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grandísima estima y, con ello, les abriste el camino a todos los que estaban en apuros para que vinieran corriendo a mí. ¿Sabes ahora cómo conseguir que los dos dejemos de ser molestados, yo por todos éstos y tú por mí a causa de todos éstos? Aun cuando lo que te pida aquél, en cuyo favor te escribo, esté totalmente dentro de lo correcto y humanitario, y aupque sea, ajuicio de todos, quien más merece obtenerlo, haz tú que salga no menos contrariado que si fuera un sujeto muy vil y pidiera cosas muy viles. También, por tanto, en el momento en que yo llegue ante ti con las peticiones de rigor, ordénales a tus siervos que me cierren la puerta en mi misma cara. Con sólo que alguien vea lo ocurrido o escuche a quien lo haya visto, desde ese mismo instante tú y yo disfrutaremos de una paz absoluta, porque en el futuro ya nadie correrá hacia mí para lamentarse. Pero si te vas a apocar y no vas a querer qué se tenga conciencia de esto, acepta entonces hacer el bien muchas veces al día a todo aquél que venga a suplicarte en nombre mío y de Dios. Mas yo sé que tú no renunciarás a hacer el bien, ni yo tampoco a procurarte asuntos adecuados a tu natural manera de ser.

30 AL MISMO

Desde Cirene a Constantinopla, en el 402

Estoy preocupado por ti y por él: por ti, no vayas a cometer una injusticia; por él, no vaya a recibirla. Pero si estás de acuerdo con Platón en que «cometer injusticia es un

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mal mayor que recibirla» m, creo favorecerte a ti más que a él si intercedo por este hombre que se somete a un juicio por una falta en la que no ha incurrido.

31 A AURELIANO 150

Desde Cirene a Constantinopla, en el 402

Si existen, y es verdad que existen, unas almas que velan por las ciudades, almas que son divinas y portentosas 15‘, ten por seguro que te están agradecidas y que recuerdan los beneficios que a todo el mundo le has procurado durante el desempeño de aquel alto cargoI52. Piensa, entonces, que esas mismas en cada ocasión están a tu lado como abogadas y aliadas, y a nuestro común Dios le ruegan que alcances la recompensa que te mereces por imitarlo dentro de tus posi­ bilidades. Y es que hacer el bien es lo único en común que tienen Dios y los hombres y la imitación supone un parentesco y vincula al imitador con el imitado. Toma, pues, la actitud

149 P l a t ó n , Gorgias 469 b, 473 a, 474 b, 509 c; cf. E li o A r i s t id e s , Contra Platón: En defensa de la retórica (II B e h r = X L V D i n d o r f ) 261 ss. 150 Aureliano fue praefectus praetorii Orientis en el año 399 y del 402 al 404, y cónsul en el 400: cf. nuestra introducción a los Relatos egipcios o Sobre la Providencia en Sinesio. Himnos. Tratados, Madrid, BCG, 1993. 151 No creemos que aquí el término daimónioi (theíai te kai daimónioi: «divina e spirituale», traduce G a r z y a ) tenga un sentido especial, en relación con los daimones: cf. S in e sio , H. V I 36, n. 10; Sueñ. 137 c. 152 Cf. arriba, n. 150.

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que corresponde al haber conseguido estar emparentado con Dios gracias a esa comunión en intenciones benéficas. Sustenta gratas esperanzas, las que corresponden a una disposición de alma como la tuya, oh tú magnificentísimo153, como se te llama con razón a ti solo o acaso a pocos más. Por medio de tus venerabilísimas palabras de padre saludo con cariño al joven Tauro, tu hijo, feliz esperanza de los 15 romanos.

32 A SU HERM ANO

El camino más corto para enriquecerse lo ha tomado AtanasioI54. Se ha dado cuenta de que tiene que salirle al encuentro a los moribundos y que tiene que sacarles, con persuasión o a la fuerza, todo de lo que sea capaz. Así que no se le podría pasar desapercibido un notario que sea llamado para un testamento, sino que se precipita junto con él dentro de la casa.

153 O «excelentísimo». Megaloprepéstatos se utiliza como epíteto hono­ rífico en griego tardío, sobre todo en los siglos v - v ii : cf, P r eis ig k e , Wör­ terbuch... III, Abschn. 9, Ehrentitel, págs. 186 s. 154 Un heredipeta.

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33 AL MISMO

El día dieciséis del mes de a tir155 el bienaventurado156 Castricio pasó a ser uno de éstos, después de haber visto en sueños y descrito una horrible aparición.

34 A ANISIO

Desde Ptolemaida, en el 411. Contemporánea de la C. 94

Ju a n I57, a quien yo amo porque él te ama a ti, ha luchado contra una grave enfermedad. Pero lo terrible para él no era la enfermedad, sino el estar lejos de tu sagrada persona, y el hecho es que también ahora está igual que antes. Y a esto se añade un tercer factor que agrava aún más esa enfermedad. Todo su afán es hacer lo que corresponde a un soldado y se 5 encuentra a disgusto por su forzosa inactividad.

155 El 12 de noviembre. Athyr (o también Hathyr), nombre derivado de la diosa Hathor, es el tercer mes del año egipcio que corresponde a finales de octubre y a casi todo noviembre (1 de atir = 28 de octubre: E. J. B ic k e r m a n , Chronology o f the ancient world, Londres, 1980, pág. 48). Cf., por ejemplo, P lu t a r c o , Sobre Isis y Osiris 356 d y 366 d y O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág. 80, carta 13, líneas 14 y 22. 156 Cf. n. 130. 157 Cf. C. 94, 13.

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35 A AURELIANO

Desde Cirene a Constantinopla, en el 402

Creo que tu divina alma ha sido enviada aquí con esta expresa finalidad, la de constituir un bien común para todos los hombres y la de mostrar agradecimiento a aquéllos que te recomiendan a personas con justas demandas, porque te procuran asuntos adecuados a tu natural manera de se rI5S. No es, en efecto, porque sea pariente mío Herodes159, sino 5 porque demanda lo que es justo: por eso te recomiendo a este joven. Él, que de rancio abolengo tiene su ilustrísima condición y que ha heredado una hacienda paterna sujeta a tributo senatorial, ha sido hecho alto funcionario y sostiene, que, desde entonces, contribuye como los senadores recién nombrados y que, por tanto, su carga es doble: una por su patrimonio y otra por el puesto que ha ocupado.

36 A SU HERMANO

Me arrastran hacia ti la añoranza y la necesidad. Me pregunto, pues, si realmente vas a esperar mi llegada.

158 Cf. C. 29, 18 s. 159 Cf. C. 19.

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37 A URANIO

Desde su finca

Te he mandado como regalo un caballo de raza que despunta en todas las cualidades que a un caballo convienen. De él podrás servirte para competir en las carreras y también cuando salgas de caza y en la lucha contra el enemigo y cuando guíes el desfile triunfal por la victoria líbica. La verdad, no sé en qué destaca más, si en la caza o como animal de competición o en el desfile o en la guerra. Y si, en su aspecto, es de peor estampa que los caballos niseosI60, por tener la testuz prominente y los lomos carnisecos, será quizá porque, como les ocurre a los hombres, tampoco a los caballos se lo da «todo junto»161 la divinidad. Y acaso esto también complementa aquellas cualidades suyas: el hecho de que, en el reparto de su cuerpo, la naturaleza le asignó menos a lo blando que a lo duro, siendo como son los huesos más resistentes a la fatiga que la carne. Así que vuestros caballos son superiores en lo que toca a la carne y los nuestros en los huesos.

160 Nisea es una región de Media, famosa por sus caballos de gran alzada, veloces y resistentes: cf. H e r ó d o t o , III 106, VII 40. 161 II. IV 320; con variantes en Od. VIII 167 s., o T it o Livio, XXII 51, 4; E li o A r i s t i d e s , Contra Platón: En defensa de la retórica (II B e h r = XLV D i n d o r f ) 321: cf. A. O t t o , Die Sprichwörter und sprichwörtichen Reden­ sarten der Römer, Hildesheim, 1971 ( = 1 8 9 0 ), págs. 254 s.

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38 A UN AMIGO

Te he fletado una nave propia de personas nobles que navegan por el mar fiándose más de su pericia que de la suerte. Sí, los buques carpatios162tienen fama de haber sido construidos a conciencia, como los de los antiguos feacios163, antes de abatirse sobre su isla la cólera divinaI64.

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39 A CLEDONIO

Desde Cirene a Ptolemaida. Contemporánea de la C. 49

Un pariente mío está sufriendo una injusticia. A ti, que eres mi amigo, te ha tocado juzgar el caso. Así que, con una sola actuación podrás cumplir contigo, conmigo y con las leyes. Por tanto, que Asfalio retorne a ser el poseedor de sus vasijas, obteniendo una sentencia favorable al testamento de su padre, sin que la acusación vaya a impedir en el mismo 5 instante la vista de la causa. Pues, ¿cuándo se debe administrar justicia sino en el momento en el que precisamente estamos, más que nunca, suplicándole a Dios?

162 De la isla de Cárpatos, hoy Esearpanto, en el mar Egeo (Dodecaneso). Cf. I sid o r o d e S ev illa , XIX 1,11 (y XIV 6, 24) Lind,:... Carpasiae naves magnae et spatiosae. 163 Cf. Od. XIII 166 (y VIII 555 ss.). 164 Cf. Od. XIII 171 ss.

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40 A ANASTASIO

Desde Cirene a Constantinopla. Contemporánea de la C. 102

A Sosenas lo convenció alguien, sea divinidad, discurso o demonio, de que, según los lugares, existe algo que a los hombres les procura o deja de procurarles la benevolencia de Dios. Así pues, como entre nosotros se encontraba mal y había roto tajantemente con el entorno familiar, decidió salir navegando hacia las tierras de Tracia, para allí reconciliarse con la Fortuna166. Si estás, por tanto, en amistosas relaciones con dicha divinidad, recomiéndale a este joven con el fin de que le proporcione alguna «entrada de dinero»l67. Es fácil, con tal que ella quiera. De hecho, las propiedades de Nono, el ío progenitor de Sosenas, se las transfirió a otros sin mayor dificultad. ¡Que a Sosenas, entonces, lo designe heredero del padre de otro! Pues, así, de una injusticia resultaría algo justo.

i“ Quizá un fragmento cómico, aunque P o r s o n (en su comentario a E u r íp id e s , Medea 139 s., ed. Leipzig, 18022, pág. 363) ya combatió está

suposición. 167 Cf. P se u d o -J e n o fo n t e , La república de los atenienses III 2.

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41 CONTRA ANDRONICO, A LOS OBISPOS 168

Discurso pronunciado en Ptolemaida, ante el pueblo y los sacerdotes de la Pentápolis, en el 412. Posterior a la C. 96

Las potencias maléficas contribuyen a los planes de la providencia en el universo (pues castigan a quienes merecen ser castigados), pero, no obstante, reniegan de Dios y son abominables. Movilizaré —afirma el Señor— contra vosotros un pue­ blo 169 y de él os vendrán mil y un sufrimientos; y acaba afir- 5 mando que también va a marchar contra esos mismos a quienes hace entrar en campaña, porque, cuando os tuvieron en su poder, no mostraron piedad ni os trataron humana­ mente. La verdad es que no me aprendí al pie de la letra las palabras sagradas, pero estoy seguro de que hay un pasaje de las escrituras en el que Dios se presenta diciendo esto. Y no habló así para no obrar luego en consecuencia170, sino 10 que el rey de Babilonia asoló la ciudad de Jerusalén y esclavizó al pueblo y él mismo no mucho después enloque­ ció m: quedó, pues, por la justicia de Dios la ciudad yerma hasta el punto de que puede ponerse en duda si en aquel lugar alguna vez existió una ciudad. 168 Esta carta parece realmente un discurso público sobre el asunto de Andronico, mientras que la siguiente es ya una encíclica con el decreto de excomunión del gobernador. 169 LXX, J e r e m ía s , 27, 9. 170 LXX, IV Reyes 24, 1 ss. 171 Nabucodonosor II murió de enfermedad, según nos cuenta F lavio J o se fo , Contra A pión I 146.

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Hay que tener, entonces, la osadía de preguntarle a Dios: «¿Por qué levantas en armas a unos hombres, cual vengadores tuyos, contra aquéllos que han pecado, y, después de haber obedecido la voluntad divina y haberse hecho verdugos de todos ésos contra quienes se les envió, justo cuando debe pagárseles la recompensa por sus servicios, entonces, preci­ samente, sufren tu castigo?» ¿O será que él nos ha atizado de 20 esta manera en respuesta a nuestras demandas? En efecto, desde el momento en que, hollada aquí la ley divina, el mal ha pasado a la humanidad, las fuerzas del mal devienen especialmente malignas, pues al sobreabundar su naturaleza se hacen también más activas. Por tanto, una vez que el mal ha sobrevenido (dado que es tarea de la sabiduría, 25 virtud y potencia divinas no sólo hacer el bien —pues ésta es por así decirlo, la naturaleza misma de Dios, como es la del fuego calentar y la de la luz alumbrar—, sino incluso, más que nada, la de llevar a cabo un fin bueno y útil por medio de los males concebidos por algunos, y servirse pro­ vechosamente de lo que parece despreciable), siendo asíra, lo propio de una sabiduría bien dotada de recursos es «va30 lerse» en la ocasión oportuna «hasta de los males» m . Pues bien, siempre que Dios necesite agentes que castiguen, puede valerse ya de los demonios que guían nubes de langostas, ya de los que causan epidemias, ya de un pueblo bárbaro, ya de un gobernante malvado: en una palabra, de naturalezas aptas para obrar el mal común. Él, sin embargo, las aborrece por el hecho mismo de ser aptas para eso. Y es que Dios no

172 Hemos mantenido la construcción sintáctica del original con todos sus incisos, aunque añadimos este «siendo así» a manera de epítome. 173 P l o t in o , Enêadas III 2, 5, 23.

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c r e a i n s t r u m e n t o s d e c a l a m i d a d , s i n o q u e s e v a l e r e s u e l t a - 35 m e n te d e q u ie n e s e s tá n p o r s í m is m o s p r e d is p u e s to s a e s o .

Y es el hecho de que tú hayas resultado ser útil para ese fin, esto en particular, lo que te separa totalmente de Dios. Del mismo modo existen también objetos para usos nobles e innobles174 y así se les considera, pues a cada uno se le califica de acuerdo con el empleo para el que sirve. Una 40 mesa es una cosa sagrada porque, por medio de ella, se honra al Dios de la amistad y la hospitalidad175 (fue su amistad para con los huéspedes lo que hizo de Abraham el anfitrión de D ios176) y un látigo es algo abominable (pues está al servicio de la ira) y uno, en cuanto lo ha usado, se arrepiente. No obstante, Dios se preocupa de quienes sufren castigo y no es en absoluto poca cosa esto de merecer la 45 atención de Dios y quedar por medio de la expiación limpio de pecado. Las naturalezas vengadoras están totalmente vueltas de espaldas a Dios, pues lo destructivo es siempre hostil al creador. Y no está en absoluto el vengador, sea hombre o demonio, en disposición de ofrecer sus inclinaciones como so un servicio a Dios, sino que lo que hace es dar gusto a la perversidad de su naturaleza e ir en pos de la calamidad pública. Pues bien, por mucho que la ciudad debiera padecer el infortunio que tú le causaste, no por eso debes tú librarte de la pena, pues también esto habría podido alegarlo en su defensa Judas. Que a Cristo se le crucificara por los pecados 55 174 2 Tim. 2, 20. 175 Cf. las expresiones Zeùs philios, Zeús xénios (por ejemplo, P l a t ó n , Fedro 234 e; II. XIII 624 s.). 176 Cf. Génesis 18, 1 ss.

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de todos, era algo que tenía que ser, pero también tenía que ser lo que Dios dice: «¡Ay de aquél por cuya culpa ocurre esto! Más le valdría a ese hombre no haber nacido»177. La parte visible del asunto fue que de su traición se derivó como consecuencia la horca, pero la parte invisible nadie podría comprenderla, pues la comprensión humana no es capaz de 60 concebir cuál podría ser el castigo para el traidor de Cristo. Desde luego, lo de haber servido al destino en la forma . en la que tenía necesariamente que ocurrir, no es una defensa muy fina. Es preciso, pues, que, cuanto antes, los ausurian o s178 y Andronico paguen la pena que se merecen por lo " 65 que nos han hecho. Y es que contra las langostas179 que arruinaron nuestra cosecha, devorando la mies hasta el tallo y los árboles hasta la corteza, se levantó un viento que soplaba hacia el mar y las arrojó en mitad del piélago: así que, frente a esta plaga, Dios puso en formación al noto y contra los ausurianos ya está elegido, de su parte, un coman­ dante 18°. 70 ¡Ojalá sea éste para nosotros el más piadoso y el más justo de todos los comandantes que de su parte nunca se nos haya enviado! ¡Ojalá pueda yo felicitarlo por su victoria 177 Cf. M a te o , 26, 24. Pero cf. I r e n e o , A dv. Haer. I 31, 1. 178 S eg u ram en te se tr a ta de los Austoriani de A m ia n o M a r c e l in o ,

XXVI 4, 5 y XXVIII 6, 2 (cf. F il o s t o r g io , Hist. eel. XI 8). P u ed e c o n su lta rse la o b r a d e J . D esa n g e s , Catalogue des tribus africaines de l’antiquité classique à l ’Ouest du Nil, D a k a r, 1962, págs. 152 y 259. S o b re esta in v asió n a u s u ria n a y so b re los ab u so s de A n d ro n ic o , cf. n u e s tra In tro d u c c ió n gen eral en Sinesio. Himnos. Tratados, M a d rid , BCG, 1993 (I. 7. El episcopado y los últimos años). 179 S us p lag as e ra n d ev astad o ra s en la C irenaica: cf. S in e s io , Disc. II

( Catastasis maior) 304 a y ed. G ar zy a , 1979, p ág . 55, n. a d loe. 180 Se tr a t a de M arcelin o que sucedió a In o cen cio en el cargo de dux

Libyae: cf. S in e s io , Disc. Il (Catastasis maior).

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sobre los enemigos! «Feliz —se dice— el que les pague con la misma moneda que le pagaron. Feliz quien estrelle a sus niños contra las piedras» m. ¿Cuál, cuál será la perdición que le espera a Andronico, azote de nuestra tierra? ¿Cuál 75 sería la pena merecida por un alma tan malhechora? Lo que es para mí, de todas las plagas con las que Dios persiguió nuestros pecados, Andronico es con mucho más gravoso que ninguna. Y es que, además de las calamidades comunes, él es un mal particular mío. Por medio de él me acosa el tentador para que deserte de mi servicio al altar. Pero he de so remontarme un poco más atrás en mi relato para que así, añadiendo a lo que ya sabéis aquello que no todos conocéis, pueda daros un informe coherente de ciertas cosas acerca de mí. Y en vista, pues, de lo que sigue, me viene bien que esto lo escuchéis vosotros de mi boca. Desde niño se me representó a mí que eran un bien 85 divino el ocio y el desahogo, esto que alguien sostuvo como propio de las naturalezas divinas182: esto mismo, para quien lo poseyera y recogiera sus frutos, significaba cultivar el intelecto y estar unido a Dios. Así, de todas esas ocupaciones que existen o surgen para los niños, yo apenas me interesé, y tampoco de las que tienen los adolescentes y los jóvenes. Y, 90 después de haber reclamado mi mayoría de edad, no me desvié de aquel gusto, ya de la infancia, por la desocupación, sino que, como si me pasara la vida en una fiesta solemne, durante todos estos años he mantenido un estado de ánimo plácido y bonancible. Pero no por eso me ha hecho Dios inútil para los hom­ bres, sino que, muchas veces, tanto particulares como ciuda- 95 181 Salm os 137 (136) 8 s. 182 Cf. P l a t ó n , Teeteto 172 d.

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des han solicitado mis servicios en lo que necesitaban. Y es que Dios me ha concedido la capacidad de realizar las mayores cosas y de querer las más bellas. Nada de esto me arrastró lejos de la filosofía ni truncó mi feliz ocio. Que 100 obrar entre empellones, afanes y apuros, eso es malgastar el tiempo y sumergir el alma en preocupaciones materiales. Pero, en cualquier momento en que lo único conveniente sea hablar y en que acompañe la persuasión y el discurso resulte eficacísimo, ¿por qué escatimar palabras si se puede librar a alguien de una desgracia? Animal valioso es el hombre: valioso sin duda si, como realmente sucedió, por él fue crucificado Cristo. 105 A mí, pues, hasta el presente año, persuadir a los hombres fue quizá la parte que me asignó Dios y quizá la he ido llevando a cabo con éxito, aunque de mala gana me he dedicado a estas ocupaciones. (La verdad es que este hecho ahora parece desmentido). Junto con otras muchas cosas, que claramente eran obra de Dios, esto también lo atribuía lio yo a él y vivía con buenas esperanzas como un animal suelto y libre en el recinto sagrado del universo, repartiendo mi existencia entre las plegarias, los libros y la caza. Pues, para que alma y cuerpo estén sanos, es necesario lo uno esforzarse, lo otro rogar a Dios. En medio de semejante desahogo fui pasando los años hasta la aceptación del sacerdocio183, ante el que yo he resultado ser el más pusilánime de quienes lis alguna vez lo asumieron. Pongo por testigo al Dios que está por encima de todas las cosas, Con cuyos inefables misterios he cargado por vuestra causa: bien lejos de ambiciones e intereses humanos, en la soledad me acerqué yo a él, en muchas ocasiones y lugares, y le supliqué cabizbajo y de 183 Tras ser aclamado como obispo en el verano del 410.

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rodillas, prefiriendo la muerte antes que el sacerdocio184. Y es que era como una reverencia y un afecto lo que me 120 mantenía sujeto al ocio filosófico, en cuya defensa pensaba yo que eran necesarios todos mis esfuerzos y palabras. Pero, después de sucumbir ante Dios yo, el que prevalecía sobre los hombres, como corría el rumor de que quien era consi­ derado digno de este ministerio venía a ser un conocido de Dios, fui sobrellevando, aunque a regañadientes, este nuevo lance de mi vida: de hecho, cuando ya estaba dispuesto a hu ir185, atajó mi intento la esperanza de futuros bienes y el temor de cosas peores. Escuché también a algunos santos 125 ancianos que me decían que Dios era mi pastor186 y uno de ellos, en una conversación, declaró que el Espíritu Santo era alegría y, por eso, alegraba a quienes participaban de él y añadió que los demonios se habían disputado con Dios la posesión de mi persona y que yo los afligía al decantarme hacia el mejor partido. «Aun en el caso de que ellos te pongan en aprietos —afirmaba—, un filósofo consagrado 130 sacerdote no está dejado de la mano de Dios». Así que yo (puesto que no soy propenso a envanecerme ni a darme lustre a mí mismo) le eché la culpa a mi mala suerte, pero no a la intervención del demonio de la envidia (pues no creo que me pertenezca una virtud tan grande que pueda provocar ojerizaI87). En cambio, lo que más temía era que yo, debiendo 184 Cf. C. 11, 3 s. 185 Sinesio se encontraba en aquel momento en Alejandría: cf. C. 96. 186 M e theds poimainei: cf. LXX, Salmos 22, 1 (Kyrios poimafnei me. 187 Estamos ante una nueva versión, diríamos, del antiguo tema de la envidia de los dioses: cf., por ejemplo, Od. IV 181 s.; H e r ó d o t o , I 32; P í n d a r o , Píticas X 19 ss.; E u r íp id e s , H ipólito 20; también I s a ía s , 10, 12 ss. (pero cf. la oposición de P l a t ó n , Fedro 247 a, Timeo 29 e; A r i s t ó t e l e s , Metafísica 983 a).

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como debía pagar la pena por mis pecados, no fuese capaz de tratar dignamente los misterios de Dios. Además, ya preveía esa mala suerte con la que dentro de poco iba a tropezar. Fue presentarme aquí y, a la vez, presentarse también todos los espantos posibles, y el que llevaba la batuta de todos ellos era Andronico, un demonio belicoso, insaciable de calamidades, volcado sobre los despojos de la ciudad. ¡Ay! Por todos los rincones de la plaza lamentos de hombres, gemidos de mujeres, llantos de niños. Él le había dado el aspecto de una ciudad conquistada: la parte más hermosa de ella la hizo trizas, con lo que fue el causante de que se la llamara «lugar de la venganza», y el pórtico regio, el antiguo tribunal de justicia, lo convirtió en sala de torturas. Se la ofreció como altar y m esa188 a los demonios vengado­ res189, a quienes él mismo, sí, se había asignado. ¡Ay! ¡A cuantas lágrimas de ciudadanos los convidó! ¿Qué escitas de la Táurica, qué lacedemonios honraron a su Ártem is190 con tanta sangre de azotes? Todos corrieron derecho hacia mí y por todas partes me lancé derecho a oír y ver males. Lo amonesté sin convencerlo, con mis reproches sólo conseguí irritarlo. Las circunstancias de aquel momento pusieron en evidencia mi debilidad, que Dios hasta entonces había mantenido oculta a los hombres. Y es que, al haber siempre cosechado el mérito de los éxitos que se aceptaban como tales, llegué a crear en mi patria respecto a mí una 188 Cf. 1 Corintios 10, 21. 189 Cf. P l u t a r c o , Cuestiones romanas 51, 277 a, 190 E n relación con los escitas de esa zona (la Crimea actual) y sus costumbres sólo hay que recordar la obra de E u r íp id e s , Ifigenia entre los tauros (y cf. H e r ó d o t o , IV 3). De sacrificios humanos a Ártemis Ortia entre los laconios nos habla P a u sa n ia s , I I I 16, 6 ss., basándose en el autor trágico.

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presunción de poder. Y lo más grave de todo lo que me ha sucedido es esto: el hecho de que se me juzga desde la esperanza que en mí han depositado los que no me conocen, pues no logro convencerlos diciéndoles que no tengo ningún poder, sino que se me considera capaz de conseguir toda cosa justa. El resultado, por tanto, es que me siento aver­ gonzado y triste. Derecho en mi alma han entrado el sufri­ miento y las más diversas preocupaciones191 y problemas imaginarios, y Dios está lejos. Si esto que ocurre por causa de Andronico es producto de la acometida de los demonios, han logrado todo lo que querían. En mis plegarias ya no he percibido yo esa habitual dulce sensación, sino que de plegarias sólo tienen la forma, mientras yo por doquier me agito entre problemas, dividido como estoy entre la ira, la tristeza y todo tipo de sufri­ mientos. Sin embargo, por medio del intelecto estamos en relación con Dios, mientras que la lengua está al servicio de los hombres en lo que a los hombres atañe. Pues bien, si he tenido la desgracia de no haber prestado atención en mis plegarias, la prueba de ello está a la vista. La verdad es que de este cambio de mi vida no sólo he sacado el perjuicio de topar con cosas materiales a raíz de esa falta de atención mía, sino que además yo, que hasta hace poco he vivido sin penas, he visto el cadáver de aquél a quien yo supliqué a Dios preceder en la muerte. Con tan amargas ceremonias de entrada en la sede me ha acogido la ciudad192. Así van las cosas de los hombres, ahora arriba y ahora abajo, y viene una corriente y al azar lo arrastra todo junto, ya sea favorable 191 Cf. T eo g n is , 729. 192 Ptolemaida.

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o ya desfavorable. Pero cuando me sobrevino el infortunio de perder al más querido de mis hijos193, yo habría llegado 175 incluso a hacerme algo terrible a mí mismo: hasta tal punto se había apoderado de mí el sufrimiento. Sí, yo en lo demás me comporto como un hombre (y lo digo entre quienes me conocen) y mucho de todo lo m ío 194 se somete a la razón, pero lo cierto es que ante el afecto sucumbo de tal modo que la irracionalidad domina a la razón. No ha sido con doctrinas 180 filosóficas como he dominado el presente sufrimiento, sino que ha sido Andronico quien me ha hecho tomar otro giro y poner mi atención en las calamidades comunes. Por tanto, unas calamidades se han convertido para mí en consuelo de otras calamidades: me arrastran hacia sí y «repelen un sufri­ miento con otro sufrimiento»I95. Además, me asalta el recuerdo de los bienes pasados 185 junto con la amarga sensación de las presentes circunstancias: después de aquéllos, en éstas me encuentro y vivo lleno de angustia, tras haber sido privado a un tiempo de todas las cosas. Pero, de cierto, el mayor de los males, el causante de que mi vida carezca de esperanza, es el hecho de que yo, acostumbrado a que nunca me faltara la respuesta de Dios a mis súplicas, ahora por primera vez sé que mis plegarias 190 son en vano y, luego, contemplo mi casa en tan mala situación y me veo forzado a habitar en mi patria sumida como está en la desgracia. Estoy «a disposición de todos» m, por venir a mí todos y cada uno para llorar y lamentarse de lo suyo,, pero sólo puedo compadecerlos con una compasión que es 193 Hesiquio, que murió en la primavera del 411. 194 «La mayoría de mis impulsos», podríamos traducir. Cf. C. 72, 20, n. 416. 195 Cf. S in e s io , Egipc, 107 c, n. 72; C. 79, 96. 196 Cf. S in e s io , Dión 55 a, n. 104; C. 79, 108.

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inservible. A esto se añade también la vergüenza que siento porque a un ciudadano, víctima de las calamidades y del robo de dinero público, Andronico le ha reclamado más de diez mil estateras197 y ha decidido, sin concederle plazo 195 alguno, condenarlo a muerte por mil que le quedaban por pagar o, más bien, por mi causa. Sí, por mi causa lo tiene encerrado en una fortaleza inexpugnable, como aquélla en la que los poetas198 imaginan que están encarcelados los Titanes199. Y, según dice, para que yo no lo saque de ahí, hoy hace cinco días que a este hombre, por orden suya, no se le da de comer, después de haberles prohibido a los carceleros que le llevaran pan a la celda. Pero es que, hace 200 poco, todos le han oído gritar que más útil que mil estateras será la muerte de este funcionario. Por eso también a quienes lo visitan para la compra de terrenos, los atemoriza, inquieta y aleja con cualquier medio. No creo, pues, que le urja el dinero, lo que le urge es que ese hombre muera. Yo ni tengo 205 fuerzas para atacar unos muros tan sólidos ni maña para deslizarme dentro y sacar a ese hombre de la calamidad. «Nadie —como se dice— deja pasar a nadie» 200. Y es que, aunque los alcaides sean quienes son por naturaleza, ahora, sin embargo, viven teniendo también como modelo a An­ dronico, que se sienta en el primer puesto para deshonrar 210 a la Iglesia. Y de lo que son sus acciones contra mí no hago cuenta: que incluso debería yo estarle agradecido, por recibir sus ofensas para ofrecérselas a Dios, como un martirio. Recordad 197 Las estateras (o, mejor, los estateros) de oro valían, según los sistemas, entre veinte y veintiocho dracmas; los de plata, entre dos y cuatro. 198 Literalmente «los hijos de los poetas»: cf. S in e sio , Calv. 78 d, n. 114. i" Cf. II. VIII 479 ss. 200 Un proverbio según el escolio.

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además vosotros quién era él hasta hace poco y ponedlo en comparación conmigo, que, si no otra cosa, al menos des­ ciendo de aquéllos cuya línea de sucesión, desde Eurístenes201, 215 el que condujo a los dorios de nuevo a Esparta, hasta mi padre, ha sido grabada en las tablas públicas m . Este hombre, por el contrario, no sabe decir el nombre de su abuelo y ni siquiera el de su padre, según dicen, salvo que se lo imagine, y a la carroza de gobernador saltó desde una atalaya de atunes203. Por tanto, después de quedar admirado ante el esplendor 220 de la ciudad, qiie se avergüence de sus propios defectos. Yo, por mi parte, hasta llegar al sacerdocio estuve colmado de honor y nunca experimenté la deshonra, pero ahora ni podría complacerme en la honra ni me afligiría por el des­ precio, pues ni lo uno ni lo otro parece ya que vienen de su promotor a recaer sobre mí, sino que ambas cosas se remon225 tan a Dios. Por eso este hombre, que se atreve a todo, como no pudo ni con sus palabras ni con sus actos causar ninguna conmoción, se apartó de mí para embestirle a Dios mismo y ante el pueblo congregado a su alrededor prorrumpió en las voces que muy pronto vais a escuchar, en cuanto se dé

201 Hijo de Aristodemo y primer rey de Esparta (junto con su hermano Proeles): cf. H er ó d o to , IV 147; A po l o d o r o , Bibliot. I I 8 ,2 ss.; P a u sa n ia s , III 1, 7 s. 202 En Atenas, originariamente, las kyrbeis eran unas pirámides giratorias de tres caras en las que se grababan las leyes (identificadas a veces, por esta razón, con los áxones). Luego el nombre se aplicó a tablas o columnas con inscripciones de diverso tipo. A su noble alcurnia S in e s io también se refiere en H. III 38 s., Disc. II (Catastasis m aior) 303 a, C. 113, 15 ss. 203 Desde el thynnoskopéîon un pescador vigilaba la llegada de los bancos de atunes: cf. E li a n o , Historia de los animales XV 5; O p ia n o , De la pesca III 637 ss.

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lectura a la carta enviada a las iglesias de todos los lugares de la tierra. Tal es el comportamiento de una naturaleza sin cultura cuando detenta el poder: su empeño es «golpear el cielo con la cabeza»204. ¡Sea!, que ejerza su poder, que se abandone a sus instintos en la ocasión propicia, que mate, que encarcele a cualquier ciudadano que se le antoje. A mí me basta con permanecer en el puesto en que me colocó Dios, lo que se reduce a mantenerme lejos de la compañía de los malvados,

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conservar mis oídos puros de dolorosa blasfemia205 y desentenderme de la protección de quienes sufren injusticia, una vez que haya alegado en mi defensa ante vosotros y el pueblo los intentos que hice en vano. Propio de alguien con una gran talla intelectual hubiera sido obrar así incluso antes de haber tenido esta experiencia. Ahora, sin embargo, yo he aguardado a que, a raíz de los hechos, corroboréis mi opinión, porque combinar las dotes políticas con el sacerdocio es conciliar lo inconciliable206. La antigüedad admitió que una misma persona fuera sacerdote y juez. En efecto, sobre los egipcios y el pueblo de los hebreos durante mucho tiempo reinaron sacerdotes 207.

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204 Fr. Com. Adesp. 531 KocK(cf. S in e sio , C. 79, 6). La expresión tiene valor proverbial y hace referencia a la soberbia del gobernante injusto. 203 Hexámetro de autor desconocido. 206 La expresión (synklöthein... tá asynklöta) se encuentra luego en J u a n F iló p o n o , In Arist. Phys. Comment. 34, 14. 207 Cf. C. 121, 38 ss. Respecto a los egipcios, cf. P l u t a r c o , Sobre Isis y Osiris 354 b. En cuanto a los hebreos, Sinesio se refiere a la unción (y, por tanto, al carácter sagrado) de los reyes de Israel. El rey era «el ungido de Yahvéh» (cf. 1 S a m u e l 24,7; 26,9 etc.). David es rex sacerdos en P ru d e n c io , Cathemer. IX 4.

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Luego, me parece, cuando la obra divina se fue realizando de forma humana, Dios disoció los dos géneros de vida y una se mostró como propia de los sacerdotes y otra de los gobernantes: así, a éstos los volvió hacia la materia, a aquéllos les encomendó un puesto junto a sí mismo. Por tanto, a unos se les ha encomendado ocuparse de los asuntos públicos, a otros, como yo, de las plegarias. Pero a ambos les reclama 250 Dios el bien. ¿Por qué, entonces, procedes al contrario? ¿Por qué lo separado por Dios intentas reunirlo tú, considerando cosa digna no que yo gobierne sino que «me entremeta en el gobierno de otro»208? ¿Qué podría ser para mí más penoso que esto? ¿Necesitas un protector? Dirígete al que administra las leyes del estado. ¿Necesitas algo de Dios? Dirígete al sacerdote de tu ciudad, no pensando que entonces podrás 255 conseguirlo todo, sino que yo pondré mi empeño. Pero en el caso de que se me permita estar tranquilo, quizá algún día sea capaz incluso de aquello, pues en cuanto uno vuelve la espalda a la materia también se vuelve hacia Dios 209. La contemplación es el fin propio de un sacerdocio que no desmienta su nombre. Pero la contemplación y la acción no se dignan coexistir210. Y es que el comienzo de toda 260 acción es el impulso211 y ninguno hay exento de pasión, pero, por el contrario, sí es necesario que esté vacía de pasiones el alma que va a ser receptáculo de Dios. «Pues a lo impuro —según dicen—, que no le sea lícito tocar lo 245

208 Cf. P l u t a r c o , Preceptos políticos 817 d. 209 c f . P l o t i n o , Enéadas I 6, 6, 13 etc.; P o r f i r i o , Sententiae 7 (y P l a t ó n , Fedón 67 d).

210 A pesar de estas palabras, Sinesio supo conjugar de forma óptima el bios theoreíikós y el bíospraktikós: cf., por ejemplo, lo que dice en Dión 45 c ss. (cap. VII). 2” Cf. P l a t ó n , Timeo 27 c.

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puro»212. «Sosegaos y reconoced que yo soy Dios»213. Un ocio sosegado necesita el que es sacerdote y, a la par, filósofo. No condeno a los obispos que se ocupan en asuntos públicos, 265 sino que, consciente como soy de apenas alcanzar a uno de los dos menesteres, admiro a quienes pueden con ambos. No soy yo capaz de «servir a dos amos»214. Pero si hay alguien que no se vea impedido para este descenso simultáneo con aquella elevación215, éste podría no sólo ser sacerdote sino también gobernar ciudades. Un rayo de sol, aunque se meta en el fango, permanece puro e impoluto, pero, si esto 270 mismo me pasa a mí, necesitaré las fuentes y el m ar216. Y si a un ángel le fuera posible vivir más de treinta años entre los hombres sin complacerse en el mal de la materia en razón del apasionamiento por ella217, ¿para qué se habría necesitado que descendiera el hijo de Dios? Lo que denota un poder 275 superior es frecuentar las cosas peores y permanecer en la propia condición natural de uno sin apasionarse de ningún m odo218. Esto no es sino un canto de alabanza a Dios, pero lo que el hombre ruega es evitarlo, precavido contra la debilidad de su naturaleza.

212 P la tó n , Fedón 67 b (y cf. P lu t a r c o , Sobre Isis y Osiris 352 d; S in e s io , Dión 50 a, C. 137, 44 ss.).

213 Salmos 46 (45), 11. 214 M a t e o , 6, 24.

215 «Tuttavia, se qualcuno non si senta menomato dal dover contempo­ ráneamente stare in alto e discender verso il basso (apo íes synkatabäseös), ...» (G ar zy a ). Quizá podría entenderse también de la siguiente manera: «...impedido para condescender con lo terreno...». 216 Es decir, «necesitaré el agua de todas las fuentes y hasta del mar para quedar limpio». 217 Cf. P o r f ir io , Sententiae 32, Sobre la abstinencia I 31. 218 P o r f ir io , Sententiae 29, Sobre la abstinencia I 42.

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Dentro de estos términos conviviré yo con vosotros y, por supuesto, no me privaré de escoger la ocasión oportuna para, cuando me esté permitido, ir «descendiendo sin des­ cender»219, o sea, para hacer un gran bien con sólo una vuelta220 que me pueda dar (así es también la política de Dios). Lo terrible es quedarse apegado221: esto no lo tolera ni la naturaleza de Dios ni nadie que hacia Dios se enderece. Si he puesto toda mi preocupación en mi dinero y en mis posesiones, si os consta que yo recibo las cuentas de mis gastos diarios o anuales y luego escatimo el tiempo en vuestros asuntos, entonces soy un impostor y no merezco perdón. Si, por el contrario, me he despreocupado de mis asuntos particulares y, antes que nada, he ordenado mi vida a actuar de acuerdo con el intelecto, ¿por qué va a ser terri­ ble que yo considere merecido exigiros lo mismo? Pero, como con esto no os complazco, por haber otros que son capaces de manejarse igual de bien en ambos campos, en vuestra mano está decidir lo mejor para la ciudad, para la Iglesia y para mí. Por supuesto que no voy a renunciar al sacerdocio: ¡ojalá nunca tenga Andronico tanto poder como para eso! Pero, lo mismo que no he sido un filósofo corriente ni he buscado el aplauso de los teatros 222ni he abierto una escuela (aunque, por eso, no era yo menos filósofo y, de hecho, desearía serlo aún), así tampoco quiero ser un sacerdote corriente. 215 Es decir, bajar al grado inferior sin abandonar el superior (cf. arriba, n. 215). Este proverbio también puede leerse en S in e sio , Sueñ. 143 c. 22° Cf. n. 209. 221 A lo propio del grado inferior, se sobreentiende. 222 Cf. S in e s io , Dión 54 d s.

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No todos lo pueden todo 223. Yo, en esta convivencia mía 300 conmigo mismo y, por medio del intelecto, con Dios, cuando desciendo de la contemplación sólo puedo tener unas rela­ ciones no inútiles con uno o dos individuos, y no de ésos de la masa, sino personas de tal clase que, ya sea por la condición natural que les tocó en suerte o por la educación que feliz­ mente recibieron, se sientan admirados del intelecto antes que del cuerpo. Y, además, si me aplico a los asuntos públicos, 305 pero con largos intervalos de descanso y con arreglo a mi comodidad, podría ser útil justo en el momento oportuno. Pero, si me dejo enterrar por aquéllos, seguro que me olvido de mí mismo y lo que causo es el descalabro de esos asuntos: que no es posible hacer bien lo que uno odia. Pues quien hace algo que no tiene decidido con plena voluntad, va sin ánimo a la acción al frente de la cual debe ponerse; en 310 cambio, aquél para quien el ocio no es algo familiar y que no sabe cómo aprovechar su ociosidad, es, por esto mismo precisamente, el hombre que más provecho rinde al pueblo, el alma con más cabida para satisfacer las preocupaciones de todos. Sin duda, quien por naturaleza es así y quiere, ése incluso les estaría agradecido a las circunstancias que lo arrastran a sus pies, por estar haciéndole el favor de darle 315 argumentos a esa predisposición natural suya. Y es que el mejor expediente para el éxito es el amor al propio deber. Así que debemos escoger todos nosotros a un hombre más resolutivo y escogerlo en mi lugar, pues yo apenas soy capaz de salvarme a mí mismo. ¿Por qué esos gritos? ¿Es que porque aún no se haya hecho esto, no merece la pena hacerlo ahora? Mucho de lo 320 223 Cf. T eo g n is , 902; E u r íp id e s , Reso 106; y, por ejemplo, V ir g il io , Bucólicas VIII 63.

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que era necesario el tiempo lo ha descubierto y enderezado: no todo acontece según el mismo plan. Cada una de las cosas que han acontecido tuvo un origen y, antes de existir, no existía. Merece más la pena preferir lo útil que lo impuesto por la costumbre: demos nosotros comienzo a una mejor manera de proceder. Debemos, pues, escoger a alguien en mi lugar o escogerlo para que esté a mi lado, pero, en todo caso, escogerlo. Quienquiera que sea, se mostrará en política muchísimo más sabio que yo y sabrá, en provecho vuestro, cómo tratar y manejar a esos miserables hombrecillos. No obstante, si todavía no os parece bien, aplacémoslo para otra ocasión, pues podéis meditar sobre ello individual­ mente y, también, unos con otros. Ahora escuchad con qué medidas el concilio le ha salido al paso a la locura de Andronico 224.

42 Decreto de excomunión contra Andronico, expedido desde Ptolemaida a la diócesis pentapolitana. Contemporáneo de la C. 41

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A Andronico de Berenice225, nacido, criado y crecido para desgracia de la Pentápolis y que consiguió, comprándolo con dinero, el gobierno de la tierra que lo dio a luz, nadie lo considere ni lo llame cristiano, sino que se le expulse, junto 224 El decreto, nacido del concilio o de una asamblea del clero en general presidida por el metropolitano (cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 140, n. 42), se lee en la carta siguiente. 225 Una de las ciudades de la Pentápolis líbica, hoy Bengasi.

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a toda su familia, de toda iglesia por haber pecado contra Dios. Y no porque él haya resultado ser la plaga para rematar a la Pentápolis, tras el terrem oto226, la langosta227, el hambre, el fuego y la guerra, persiguiendo hasta el fin a quienes salieron vivos de todo esto, e introduciendo por primera vez en el país géneros y formas de castigo insólitos228 (ojalá sea él, podría decirse, el único en utilizarlos): empul­ gueras, torturapies, prensas, aferranarices, agarrotaorejas y retuercelabios (a quienes previnieron el tener que probarlas y verlas, aunque fuera por haber perecido antes en la guerra, se les calificó de dichosos por parte de quienes, para su mal, lograron salvarse); no es por esto, digo, sino porque él ha sido el primero y el único de nosotros que, con hechos y palabras, ha blasfemado contra Cristo. Con hechos, desde el momento en que en la puerta de la iglesia clavó sus disposi­ ciones: a los maltratados por él les impedía el derecho de suplicar asilo ante la mesa de altar229, mientras a los sacerdotes de Dios les lanzaba imprecaciones que habrían vacilado en proferir incluso Fálaris de Agrigento, Cefrén el egipcio y Senaquerib el babilonio 230, el que mandó embajadores a 226 No sabemos en qué aflo se produjo el seísmo. 227 Cf. C. 41, 65, n. 179. 228 Con respecto a las torturas, cf. el Codex Theodosianus XII 1, 39 y 85 (leges de curialibus puniendis). 229 Si atendemos de nuevo al Cod. Theod. (IX 40, 15; X I 36, 31 etc.), podemos deducir que el edicto de Andronico estaba respaldado por la ley (sabemos que el derecho de inmunidad de las iglesias no fue sancionado hasta el 21 de noviembre del 419). Sinesio sería consciente de ello, pues el Codex Patmiacus 706 nos transmite una redacción posterior y abreviada de la carta en la que faltan estas líneas y algunas otras más: cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 73, n. ad loe. 230 Fálaris fue tirano de Acragante o Agrigento en Sicilia (s. vi a. C.); Cefrén (Kefrén, Sefrén o Jafra), faraón de Egipto de la IV dinastía (c. 2550

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Jerusalén para injuriar a Ezequías y a Dios. Aquel día yo afirmo que él llevó a cabo la segunda crucifixión de Dios, pues para injuriar a Cristo colgó él de la sagrada puerta aquel ultrajante libelo. El sol lo vio y los hombres lo leyeron, y no en el tiempo en que Tiberio Claudio poseía el mando del estado, cuando a Pilato se le envió a gobernar Judea, sino en el momento en que sostiene el cetro de los romanos la pía prole de Teodosio231, de quien Andronico, a escondidas, ha solicitado para sí el cargo, con los mismos propósitos que Pilato. El escrito era cosa de risa para los gentiles que por allí pasaban, como lo era para los judíos lo que se escribió en el título puesto en la cruz de Cristo. Así y todo, la inscripción de la cruz, aun nacida de una mente impía, tenía algo de respetuoso en la expresión, porque Cristo era pro­ clamado rey232. En éste, por el contrario, el lenguaje y la mente coincidían. Pero, sin duda, lo de después fue más grave que aquel ofensivo bando poco antes notificado 233. Y es que cuando encontraba alguna excusa contra un enemigo (y una enemistad entre ellos podía surgir de que uno preten­ diera un matrimonio y el otro se lo impidiera), lo torturaba con aquellos abominables castigos. ¡Ojalá éstos no se trans­ mitan con el paso del tiempo, sino que se acaben con él, a. C.); Senaquerib, rey de Asiría (ss. vm -vii a. C.). La crueldad de los tres se hizo proverbial: cf., respectivamente, P í n d a r o , Píticas 1 95; H e r ó DOTO, II 127 ss.; LXX, IV Reyes 18, 13 ss. 231 Teodosio II (emperador del 408 al 450), hijo de Arcadio y nieto de Teodosio el Grande. 232 En el títlos o titulus de la cruz como es sabido: cf. J u a n , 19, 19. 233 Intentamos recoger el sentido del verbo stëliteùô (ton prô ën estëliteuménôn). Téngase en cuenta que las estelas se empleaban, entre otros fines, para grabar el nombre de aquellas personas a quienes se quería infamar: cf. I s ó c r a t e s , XVI 9; D e m ó s te n e s , Contra Filipo III 45.

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como con él comenzaron, y que estas notas características del gobierno de Andronico queden para la posteridad en un mero rumor! Así pues, en cierta ocasión en que a un hombre bien nacido se le estaba torturando, no por sus delitos sino por su mala suerte, con aquellos instrumentos (y esto se ejecutaba a pleno sol del mediodía 234, para que sólo fueran testigos de su muerte los verdugos), al enterarse Andronico de que la Iglesia mostraba su compasión hacia aquél, y no por otra cosa sino porque yo, nada más saberlo, salí corriendo, tal como estaba, con el fin de situarme a su lado y compartir su desgracia, se pone él entonces rabioso cuando llega a sus oídos que un obispo ha osado tener piedad de un hombre a quien él odiaba. Y, tras cometer con la fanfarronería propia de un joven muchas iniquidades, instigado por el más audaz de sus servidores, Toante 235, a quien utilizaba como brazo ejecutor para la calamidad pública, al fin añadió a su locura las palabras más blasfemas, diciendo que vanas esperanzas abrigó aquél en la Iglesia y que nadie escaparía de las manos de Andronico, ni aunque se abrazara con fuerza a los pies del propio Cristo. Con esa mente suya falta de toda educación, tres veces profirió esas palabras, después de lo cual no hay que amonestar más a este hombre sino tan sólo cortarlo, como un miembro ya incurable, y apartarlo de nosotros, no vaya a ser que, por contagio, se corrompa también lo que está sano. Pues la infección lo que hace es transmitirse236 y quien toca lo contaminado lo único que gana es ponerse a suplicar 237. 234 Cf. P la tö n , Fedro 242 a. 235 Otros ayudantes de Andronico se mencionan en la C. 79, 29 ss. 236 T e m is t io , Discursos VII 101 a. 237 La limpieza o purificación de esa mancha, se sobreentiende.

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Es preciso ser puros de mente y cuerpo ante Dios. Por eso la Iglesia de Ptolemaida a las demás de toda la tierra, hermanas suyas, les ordena lo siguiente: A Andronico y a los suyos, a Toante y a los suyos, que no se les abra ningún templo de Dios. Que se les cierre todo lugar y recinto sagrado. N o hay sitio para el diablo en el paraíso: si entra a escondidas, se le expulsa. Así pues, exhorto a todos los particulares y a los dignatarios a que no reciban a Andronico ni bajo su mismo techo ni en su misma mesa, y especialmente exhorto a los sacerdotes, que no deberán hablarles en vida, ni acompañar su cortejo fúnebre cuando mueran. Y, si alguien menosprecia a nuestra Iglesia, por ser la de una pequeña ciudad, y acoge a los excomulgados por ella, entendiendo que no es necesario obedecer a un pobre, sepa él que ha dividido a la Iglesia que Cristo quiere que sea una sola. El tal, ya sea diácono 238, presbítero u obispo, será tenido por nosotros en la misma consideración que Andro­ nico: ni le ofreceremos la mano ni comerá nunca de nuestra misma mesa, y muy lejos estaremos de hacer partícipes de los inefables misterios divinos a quienes pretenden ser parti­ darios de Andronico y Toante.

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Contemporánea de la C. 52

Tal como muchas otras veces te fui útil en la ocasión precisa y, con palabras y obras, mitigué las contrariedades 238 El térm ino griego es leuïtës (lat. levita, ¡evites), «levita» y, luego, «diácono», dado que los levitas se encargaban de los servicios auxiliares del culto. 239 Cf. C. 2, n. 8.

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de la fortuna, según aconsejaron mis fuerzas en cada mo­ mento, también ahora en los problemas que te han sobreve­ nido me parece que debo aportar mi opinión, ya que no 5 puedo hacer nada. Pues no es de ley que Sinesio, mientras tenga aliento y pueda, no esté dispuesto a hacer el bien, de cualquier manera que sea, a sus amigos. Por tanto, escucha lo que considero conveniente decirte. Si la fama es una diosa240, como afirma alguno de nuestros poetas, tú eres quien ha dado muerte al bienaventurado241 10 Emilio, no por haber cometido el asesinato sino por haberlo planeado: maquinaste una intriga brutal y pusiste en marcha al sicario, el más cruel de tus guardias. Sí, esto dice la fama y no le es lícito mentir, siendo como es una diosa. Pero, si Hesíodo no tiene razón en lo que dice y muchas de sus palabras son vanas, también esto tuyo no es sino uno de sus 15 muchos cuentos (yo así querría que fuese, pues menos me importa perder el dinero que perder a un amigo) y, si ahora, sin ser culpable, oyes hablar mal de ti, entonces es que eres un desdichado y no un criminal (¡ojalá ni siquiera fueses un desdichado!). En aquel caso merecerías odio con toda justicia; en éste, piedad. Por mi parte, tan susceptible como soy a las relaciones amistosas, creo que, en aquel caso, también debe- 20 ría odiar tu acción; pero de ti, sin embargo, tener piedad. Y lo propio del que tiene piedad es ayudar en la medida de sus fuerzas y descubrir de qué manera podría, en su opinión, ser de provecho. Así que, en uno y otro caso, me toca aconsejarte lo que me parece mejor. Pienso que, ya seas culpable o inocente, lo que te conviene es lo mismo. 25

240 H e s ío d o , Trabajos y días 764.

241 Cf. n. 130.

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Preséntate ante la ley y entrégate al juez con el conjunto de tus guardias, si algún interés sientes por ellos. Y, si cometiste ese horrible hecho, ruega, suplica, implora, no dejes de postrarte a sus pies, hasta que, a raíz de la sentencia, 30 acabes por venir a manos del verdugo y pagar tu pena. Bien te estará, amigo Juan, llegar al juicio de allá abajo después de purificarte aquí. No creas que son palabras vanas las de esta exhortación mía ni consideres que me estoy burlando de ti (¡así pueda yo gozar de la santa filosofía y, además, de 35 mis hijos!). Si no me fueras tan querido, no te habría aconsejado algo que no les deseo a mis enemigos. ¡Qué nunca se les ocurra que para el criminal es mejor afrontar el castigo por propia iniciativa, sino que no cesen de disfrutar con sus crímenes, para que así sean malvados durante más tiempo y estén obligados a expiarlo todo allí abajo! 40 Por mi amistad contigo me arriesgo incluso a decirte algo que es secreto: no es lo mismo pagar la pena en este nuestro cuerpo craso242 que en esa imagen que es el alma. Más fuerte es Dios que los hombres y lo humano es sólo una som bra243 de todo el orden divino. Precisamente lo que en los estados son los verdugos, brazos de la ley, esa misma función la desempeñan en la ordenación natural del universo los espíritus 45 del castigo244. Son demonios purificadores que ejercen con las almas el mismo oficio que los bataneros con las ropas sucias245. ¿Es que, si las ropas tuvieran sensibilidad, crees tú 242 Es decir, el cuerpo material o terreno (pachys). De la materia crasa también se habla en los escritos gnósticos. 243 Cf. P in d a r o , Píticas VIII 95 s. 244 Las Poinaí (también en singular) aparecen personificadas como diosas de la venganza en los autores griegos clásicos y postclásicos (lat. Poenae, las Furias) y también en el propio S i n e s i o , Egipc. 123 b («Castigos»), 245 Cf. P l a t ó n , República 429 d s.

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que podrían soportar que las pisaran, las lavaran con natrón y las cardaran de todas las formas posibles? ¿Con cuántos dolores quedarían limpias de sus antiguas manchas 246 y de las inmundicias que estaban adheridas? Y omito decir que 50 en muchas está la porquería tan sumamente agarrada en lo más hondo que no se puede quitar y antes llegarían a estro­ pearse que a regresar a su estado primitivo, porque esa tacha se ha integrado en su naturaleza, ya sea por el largo espacio de tiempo, ya por su magnitud. A un alma que se encontrara en tal situación le convendría ser corruptible. 55 La verdad es que los pecados guardan analogía con las manchas que no se pueden limpiar, pero no así el alma con esa ropa sucia que no resiste el lavado, sino que, por ser ella inmortal, la pena que paga es infinita, en el caso de que cometa pecados de esos que calan hasta fijarse y son imbo­ rrables. Pero, si uno paga la pena de sus pecados en la misma vida en la que los cometió, esa tacha, aun después de 60 pegársele, no se le adhiere del todo, sino que su alma, al estar, podría decirse, recién teñida, se limpia rápidamente 247. Por tanto, debe pagarse la pena lo más rápido posible, y ante hombres encargados de castigar, no ante demonios24S. Se dice también —y personalmente esta hablilla me con­ vence— que los agraviados tienen el poder de infligir el castigo más tarde e incluso de acortar este plazo249. Por 65 tanto, es lo mismo hacerle a uno solo un gran mal que comportarse injustamente con muchos en pequeñas cosas, pues cada uno, por turno, saldrá al encuentro, y se debe 246 P a r a el térm in o k ê lïs , ef. S in e sio , H . I 551 y O rá c u lo s ca ld e o s, Fr.

196 D es P l a c e s . 247 C f., p o r ejem plo, P la tó n , Fedón 113 e s. 248 Cf. P la tó n , Gorgias 476 a ss. (y, a rrib a , líneas 43 ss., n. 244). 249 Cf. P la tó n , Fedón 114 a s.

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estar dispuesto a resarcirlos a todos. Pero, en tal caso de que exista posibilidad de curación, ante el juez tiene gran valor 70 el hecho de que el alma haya expiado de antemano lo bas­ tante como para alcanzar la piedad de aquellos que sufrieron injusticia. Entonces, ¿cuándo puede esperarse que obtengas el perdón de parte del alma bienaventurada250 de Emilio? Yo creo, o más bien sé con absoluta claridad, que todo suplicante que se haya castigado a sí mismo, es digno de respeto. En cierta ocasión se presentó ante mí uno para 75 defenderse de una culpa: por el hecho de anticiparse a reco­ nocer su responsabilidad y admitir que merecía el castigo, se libró del castigo. Por el contrario, deleitarse con los agravios que uno ha cometido, ya sea contra bienes o contra personas, lleva al agraviado a una mayor pesadumbre. ¿Y qué será de ti cuando, tras abandonar el cuerpo, ya sea a consecuencia de una ejecución o de cualquier otro so modo, contemples luego tu propia persona reducida sólo al alm a251, sin que tu lengua pueda negar cosa alguna y con la marca grabada de tu delito? ¿No sentirás vértigo 252? ¿No te verás sin salida? Serás arrastrado en silencio y quedarás expuesto al juicio, tú, yo y todo aquél a quien no haya 85 purificado de antemano un acto público de arrepentimiento. Pero hay que comportarse como un hombre, noble amigo (¡que ojalá seas noble!), y despreciar los placeres que nos procuramos a base de injusticias. No hay que sentir vergüenza ante los hombres, sino confesar el delito ante el juez y aplacar con una expiación inmediata a los espíritus del 250 Cf. n. 130. 251 El orig in al griego es m uy gráfico: ... a u lë n te n p s y c h e n a u tê i të i p s y c h ê i th e a s á m e n o s ( G a r z y a : «q u an d o ... ti to c c h e rá d i o sservare rid o tto

a lia so la a n im a te stesso»). 252 Cf. P l a t ó n , G o rg ia s 486 b y 526 e s.

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castigo de allá abajo 253. Pues, si el mayor bien es no pecar, el segundo es someterse a la justicia. Al que lleva mucho tiempo cometiendo injusticias impu­ nemente debe considerársele desgraciadísimo: de él ni Dios ni los hombres se preocupan. Míralo también de la siguiente manera. Se dice y se oye que la falta de castigo se relaciona con el mal; entonces, el hecho de ser castigado lo está con el bien: que la razón dispone aquello de «lo contrario con lo contrario»254. Si yo, pues, hubiera estado allí presente, no habrías tenido tú la necesidad de enfrentarte, sin que te salieran los colores, a esta desagradable situación255 ni de denunciarte a ti mismo, sino que yo me habría encargado de hablar en tu favor y te habría llevado, como es costumbre entre los médicos 256. Cualquier mentecato, sin duda, habría dicho: «Sinesio está acusando a Juan». Pero tú te habrías dado cuenta de la verdad: que yo tomaba tu defensa con todo mi respeto y preocupación por ti, para que te encontraras mejor en medio de aquellas desgracias. Pero esto sería así de haber existido por tu parte algún delito, cosa que ojalá no haya existido, por tu bien y el de tu ciudad. Pues toda ella quedaría man­ chada de sangre, si se hubiera llegado al atrevimiento de derramar la de uno de la misma estirpe. Mas, si tu mano y tu mente están limpios (¡y ojalá sea así!), ¡malditos los que han conspirado contra ti! También a éstos los aguardan los castigos de bajo tierra, porque no hay otra conducta tan 253 Cf. n. 244. 254 Expresión ya proverbial: cf. H ip ó c r a t e s , Sobre ¡as ventosidades 1; G r eg o r io d e N acianzo , Discursos XL 24 (lat. contraria contrariis curantur). 255 Cf. A r ist ó fa n e s , Nubes 1216. 256 Mantenemos la concisión del original (G a r z y a : «... e ti avrei accompagnato dai giudici come si accompagna dal medico un ammalato»).

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odiada por Dios como la del murmurador, que daña a escondidas. Siendo como es el más vil, lo que por encima de 110 todo hace es el mal y hasta se dice que va ligada a todos ellos una cierta reputación de sodomitas y que tienen un grandí­ simo dominio de lo concerniente a estas artes, por más que en otras muchas sean también expertos y hábiles. De manera que, si a uno se le sorprende inventando habladurías sin fundamento, con eso basta, no preguntes ni vaciles: aunque 115 parezca que es un tipo durísimo, atrévete y deja al descubierto al hombre afeminado que es, un auténtico cofrade de Cotis 257. De ti depende, a raíz de estas palabras, sacar a relucir la calumnia, y lo harías si tú y los tuyos os entregarais a la justicia. Preséntate y di lo siguiente: «Algunos acusadores 120 míos hay ocultos, que ya de antemano se han condenado a sí mismos al considerar digno esconderse. Sin embargo lanzan contra mí muchas y graves acusaciones y puede que conven­ zan a alguien: tan insidiosos y hábiles son en dar falsas razones para sus habladurías». Luego, explica los motivos por los que oyes hablar mal de ti: un matrimonio y un impío asesinato. Y, como dicen, según creo, que mandaste a un tal 125 Espátalo 258 a perpetrar el asesinato, tráelo también a él y suplícale al tribunal, incluso implorándole de rodillas, que no lo deje ir sin una investigación previa ni lo condene sin haber comparecido. «Sin duda, ¡oh, tú, el más poderoso de los prefectos! —dirás—, por el hecho de que nadie haya presentado una acusación pública no por ello dejas de estar obligado a recurrir a todo tipo de examen en busca y captura no de la verdad. El tan pregonado Espátalo, éste es. Aquí lo 257 Cf. S in e s io , Calv. 85 c, n. 167 (y C. 45, 8). 258 Es d ecir u n lascivo o d iso lu to (epátalos: cf. de B a rd esan o , el hereje, e n E u sebio , Preparación evangélica V I 10).

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tienes. Dispon de su cuerpo para la tortura. Si es culpable, hoy necesariamente se va a revelar como acusador mío y de sí mismo». Y aun cuando él no se deje convencer por tales palabras, al menos a nosotros, que somo hombres de a pie, con esto nos basta. Pero, si se muestra benévolo y te concede una 135 audiencia sobre el asunto, entonces puedes de todo punto defenderte brillantemente a la vez que avergüenzas y acallas a los murmuradores. Desde luego a ese Espátalo no le dejarás que se vaya tan fresco, sino que se le atará, se le colgará y se le abrirán en canal los costados. Hábiles son, de cierto, los torturadores a la hora de desenmascarar la simu­ lación: han inventado ellos unos garfios que tienen la infali- 140 bilidad de los silogismos científicos, de manera que, cualquier cosa que salga a la luz cuando éstos se enganchan, ésa es la pura verdad. Si se te declara inocente y se te absuelve, te marcharás del tribunal victorioso y ufano, limpio de culpa y con buena reputación. Pero si, aun habiéndote yo recomendado lo que 145 creo que te conviene, tú no lo haces y no te presentas ante el juez, la verdad la ve y la sabe la Justicia. Es totalmente seguro que el ojo de la diosa259, el que a todas partes llega, ha observado Libia, la hondonada aquella y el rumor aquel, ya sea real o ficticio, y la carrera de Emilio para huir, lo que ha sufrido y por obra de quién, y lo que dijo y lo que oyó, 150 si es que dijo y oyó algo. Y sabe ella que, si se da el caso de que, en tu interior, seas inocente y puro ante Dios, por no haber cometido ni maquinado ninguna acción execrable, no lo serás, sin embargo, ante nosotros, los hombres, hasta que 259 Cf. S o ló n , Fr. 3, 15 s. A d r a d o s ; y Fr. trag, adesp. 421 N a u c k 2. S o b re Dikê, cf. S in e sio , Egipc. 121 d, η. 110.

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te defiendas en regla. Ni te ofreceremos la mano ni comerás 155 de nuestra misma mesa, pues, si nos contagias y nos im­ pregnas de impurezas260, tememos a los espíritus vengadores de Emilio. También llevamos nostros nuestras propias man­ chas: no debemos echarnos más.

44 A OLIMPIO

Desde Ptolemaida. Contemporánea de la C. 4

Unos malvados ajenos a la Iglesia la están afligiendo. Avanza contra ellos: que «los clavos se sacan a golpes con otros clavos»261.

45 A SU HERM ANO

Desde Cirene a Ficunte262

A ese esclavo de nombre y de disposición, que, en mi ignorancia, les he comprado a los herederos de Teodoro para que sea mi profesor de gimnasia, de antiguo le viene la vileza (pues su nacimiento y crianza han sido malos y no le 260 Así traducimos el término pro síro p é (la súplica para librarse de algo): cf. C. 42, 58 y n. 237. 261 Corp. Paroem. Graec. II 116, 9. 262 El antiguo puerto de Cirene. Esta carta es toda ella una «variación» sobre A r q u í l o c o , Fr. 4 W e s t: cf. G a r z y a , «Una variazione Archiloquea in Sinesio», Maia 10 (1958), 66-71; íd., Studi sulla lírica greca da Alcmane al prim o Impero, Mesina-Florencia, 1963, págs. 161 ss.

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faltó una educación digna de sus inclinaciones naturales, rondando como estuvo desde niño las peleas de gallos, los 5 dados y las tabernas). «Pero ahora —habría dicho Lisias 263— ha acabado con todo, ya toca fondo, es el colmo de lo desagradable». Lo que es con Hermes y Heracles, patronos de la palestra, no tiene él ni una pequeña relación; es a Cotito 264y a los otros lascivos dioses 265 áticos a quienes sirve y, por supuesto, de las demás divinidades que haya de este 10 cuño 266, de todas ellas se preocupa y todas ellas de él. En cualquier caso, no le impondría yo otra pena, pues el vicio ya es suficiente castigo para el vicioso. Pero, una vez probado que él no es apto para convivir con amos que sean filósofos, envueltos como están ellos en la vergüenza dentro de su propia casa, que regrese a la ciudad que lo dio a la luz. Pues, 15 quien vea a este rufián pavoneándose por la plaza, con una corona y perfumado, borracho y entre bailoteos, entregado a todo tipo de desenfreno y cantando canciones dignas de su género de vida, les echará la culpa a sus dueños. Entrégalo, pues, como sea, a un capitán de buque y así lo obligarás a navegar derecho a la ciudad que lo dio a luz: más justo es 20 que sea ésta la que lo soporte. Y, durante la navegación, que vaya atado sobre la cubierta y que no baje a la bodega, porque, de lo contrario, no te extrañes de que te pueda dejar medio vacías muchas de las ánforas de vino. Y, si el viaje se prolongara, podría tragarse el aromático caldo hasta las mismas heces y persuadir a los marineros a hacer lo mismo: 25 que, aparte de otras cosas, el mal es lo más persuasivo que 263 Fr. 102 S c h e ib .-T h . 264 Cf. É u po l is , Fr. 93 K a ssel -A u st in ; y, arriba, n. 257. 265 Konisalos era un dios parecido a Príapo, como se desprende de A r is t ó f a n e s , Lisistrata 982. 266 Cf. íd., Ranas 889 s.

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hay cuando guía hacia los placeres. ¿Y, de todos los que surcan el mar por un sueldo, quién es tan serio como para no relajarse en el momento en que esta inmundicia se ponga a bailar el córdax267mientras la copa circula? Y otras muchas serán sus chocarrerías, contra las que tendrá que protegerse 30 el capitán del buque. Odiseo, en efecto, para que el placer no lo corrompiera, atado costeó el cantil de las Sirenas268. A éste, en cambio, habrá que atarlo, para que no corrompa con el placer a los marineros, por morigerados que sean. 46 A LA FILÓSOFA

Me parece que estoy haciendo lo propio del eco. Las voces que he captado las devuelvo. Ante ti alabo al admirable Alejandro... 269. 47 A AURELIANO

A Constantinopla, en el 399 ó 402m .

La providencia aún no se preocupa de los rom anos271, pero ya se preocupará y no se quedarán para siempre dentro 267 Danza lasciva propia de la comedia antigua, 268 Cf. Od. XII 49 ss., 158 ss. 269 Sólo conservamos el comienzo de la carta. Para thaumastós («admirable»), cf. n. 297. 270 Cf. n. 150. 271 Es decir, al escribirse esta carta Aureliano aún no es el prefecto del pretorio de Oriente (en uno de sus dos períodos). Quizá Sinesio esté aludiendo a su tratado Relatos egipcios o Sobre la Providencia, compuesto entre el 399 y el 402.

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de sus casas quienes pueden salvar al estado. Al menos en opinión de ese orador, que se crió conmigo, tu actual poder es suficiente para la necesidad en que se encuentra. Aprové­ chese, pues, de esto ahora él solo y, posteriormente, de 5 aquello otro en unión de todas las naciones.

48 A ANASTASIO

Desde Ptolemaida a Constantinopla. Posterior a la C. 79

No estuvo bien que Amasis se abstuviera de llorar por las desventuras de Polícrates, las que él previó que sucede­ rían272. Pero, con aquello de haberle enviado un heraldo, cuando éste aún gozaba de buena fortuna, para comunicarle que renunciaba a su amistad, dejó claro que sólo habría llorado si la desventura hubiera precedido a su renuncia. También tú, mientras no tuve tropiezos, permaneciste unido a mí en la próspera fortuna, para luego alejarte junto con ella. Y es que, por medio de quienes llegan de Tracia, se va corriendo el rumor de que tú ni piensas ni hablas bien de mí. Así pues, esto no es en absoluto una mera renuncia a la amistad sino toda una declaración de hostilidades. Ya hubiera sido bastante, si acaso, el hecho de no compartir mi pena; pero añadir otras penas es algo que está más allá de todo espanto y no es digno ni de Amasis ni de ningún hombre en absoluto. Pero quizá hayas mirado mejor por tus propios 272 Cf.

H

eródoto,

III 43. Sobre esta carta, cf. n. 421.

5

io

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asuntos. Haz lo que debes hacer, con tal que lo hagas gozoso. Que el mal se reducirá a la mitad si con mis sufri­ mientos complazco a mis amigos.

49 A T E O T IM O 273

Desde Cirene a Constantinopla. Anterior a la C. 91 y contemporánea de la 39

A Pedro cuéntalo también entre los desasosiegos de la Pentápolis: un hombre que incluso sin maña alguna busca transgredir las leyes. La verdad es que también odio a quien busca hacerlo con mafia. Dios y Dioscúrides lo saben. Pero aquél es más temerario que este último; pues, cualquier cosa 5 que desee, primero la agarra y la pone bajo su poder, luego instruye el proceso y, aunque en la votación salga vencido, la retiene a la fuerza. Así lo ha hecho ahora. Primero agarró un ánfora y uno lo denunció y probó su culpabilidad. Pero él no sólo no la devolvió sino que hasta amenazó con golpear a los ejecutores de la sentencia. Irritado yo por todo ío esto y en la convicción de que no es posible la vida allí donde ciertos individuos tienen más fuerza que las leyes, he procu­ rado que los hombres más ilustres hagan caso a mi reclama­ ción y corran en auxilio de la constitución del estado. Pues, si él saliera con éxito, dentro de poco veríamos a muchos Pedros. Le doy las gracias al admirable Martirio porque ha compartido mi enojo más que nadie y me ha ayudado con 273 Un poeta.

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mejor predisposición que ningún otro. ¡En pago de esto ojalá le venga de Dios todo lo bueno! De parte de Antemio 274bien estaría que no recibiera él mal alguno, si Pedro le pone la demanda, tal como lo amenazó. Y, para que eso no ocurra, te lo ruego, te lo ruego encarecidamente, a ti y, por medio de ti, a ese hombre admirable, al filósofo Troilo27S: impedidle a este réprobo que actúe contra la ley con el concurso de la propia ley. Me preocupa no sólo la Pentápolis sino también el hecho de no convertirme en el causante de la desgracia de un amigo. Descubrir cómo cortarle los pasos a este calum­ niador276 no es cosa mía sino tuya. ¡Qué tú eres el más expeditivo de todos cuando se trata de buenas acciones!

50 A PILÉMENES 277

Desde Cirene a Isauria

Haces bien en regresar a la ciudad278 en la que reside el emperador. Pues, aunque en los montes de Isauria te haya 274 Fue magister officiorum con Aureliano. Llegó a cónsul en el 405, para pasar luego a prefecto del pretorio de Oriente del 405 al 415. Otro Antemio fue emperador de Occidente del 467 al 472. 275 Troilo de Side era un sofista consejero de Antemio (conservamos una obra suya: cf. Rhetores Graeci VI 42 ss. W a l z ). 276 Literalmente, «sicofanta». Los sicofantas eran delatores profesionales que pronto se ganaron muy mala fama por perseguir a los inocentes o hacer chantaje (cf. L is ia s , XXV 3; I só c r a t e s , Antidosis 313). 277 Un abogado. 278 Constantinopla. Isauria es una comarca de Asia Menor, en la región del Tauro, entre Pisidia y Cilicia.

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acompañado una suerte próspera, no obstante esa prosperi­ dad es menos próspera en vista de aquel lugar. En cierta forma, a mí personalmente me interesa que te encuentres bien junto a la propia corte: viviendo allí podrás recibir y •podrás enviar cartas, la más preciada para mí de todas las mercancías exportables de Tracia.

51 A TEOTIMO

Desde Cirene a Constantinopla, al menos después del 404

Más provechoso le fue a Hierón el trato de Simónides que a Simónides el de Hierón m . Y, por el dios de la amistad que nos une a ti y a m ím , que no te felicito a ti por tu amistad con el gran Antemio más que al propio Antemio, el grande, por la suya contigo. Pues, para un hombre con poder, ¿qué posesión hay más bella que un amigo281 dotado de un carácter franco, como yo sé que es Teotimo, una persona afabilísima y amada por Dios? Pero tú a Simónides lo superas en esto, en que Simónides mismo se avenía a conversar por dinero 282; y tienes en común con él lo siguiente, que Simónides consolidó a Hierón en el transcurso de los 279 Cf. P la t ó n , Cartas II 311 a (y el Hierón d e J en o fo n t e ). 280 P la t ó n , Alcibiades I 109 d. E se dios es Z eus Phíliós. 281 M en a n d r o , M onástico 575 J ä k e l ; y cf. J e n o fo n t e , Ciropedia VIII 7, 13; D ió n d e P r u sa , De la realeza I 30. 282 Cf. S im ó n id e s , Fr. 623 P a g e ; A r is t ó f a n e s , Paz 698 s.; C a l im a c o , Fr. 222 P f e if f e r .

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siglos y Antemio, gracias a la poesía de Teotimo, será un io nombre importante en los círculos literarios, mientras haya griegos. ¡Ojalá él incremente la prosperidad de los romanos y tú su propia fama! Que Dios le concedió al arte poética dispensar la gloria y su encanto te envuelve.

52 A SU HERM ANO

A Alejandría, quizá desde Ptolemaida, alrededor del 407

Unos dicen que Ju an 283 ha matado a Emilio; otros, que sus enemigos en las tareas públicas inventaron todo esto contra él. Pues bien, la verdad la sabe la Justicia284 y el tiempo la descubrirá. Por mi parte, aun siendo incierto el caso, creo que es necesario alejarse en conjunto de todos éstos: del uno, porque es un hombre de tal clase que, aunque 5 no haya hecho nada, podría haberlo hecho y, por eso, ha recibido una acusación en consonancia con sus costumbres; de los otros, porque, aun no habiendo inventado nada, lo podrían haber inventado y es una tentativa digna de ellos. Cuando exista alguna sospecha de un comportamiento im­ propio, aunque muchos se conjuren para atestiguarlo, no por ello habrá que prestarles más crédito. Por ejemplo, si 10 uno acusara de prostituido a Áyax, la risotada sería grande: Alejandro 285, en cambio, si no sodomita, afeminado sí fue y El destinatario de la C. 2. 284 Cf. C. 43, 148, n. 259. 285 Paris, según el escolio. Pero podría tratarse de Alejandro Magno: cf. S in e s io , Calv. 85 b, n. 165.

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dio pie a esta acusación. A Sisifo y a Odiseo 286los odio, pues aun cuando hubieran podido decir alguna verdad, eran tales como para mentir la mayoría de las veces. Yo, dentro de mi 15 infortunio, soy muy afortunado por estar libre de conciuda­ danos de tal clase, sean enemigos o amigos. Parapetado permanezca yo contra todos éstos, sin tener nada que ver con ninguno de ellos. ¡Ojalá viva como un extranjero entre extranjeros! Nuestras costumbres, antes que el lugar de nacimiento, son las que nos separan de los demás. Lloro por el glorioso 20 suelo de Cirene, el que antaño habitaban los Carnéades y los Aristipos287, y ahora los Juanes y los Julios 288: entre éstos me encuentro desazonado y, lejos de ellos, en mi sazón. En cuanto a ti, ni me escribas más sobre los problemas que allí tenga nadie, ni me recomiendes a individuos que estén pro­ cesados, pues a ninguno de éstos me ofrecería. Sí que sería yo el colmo del infortunio si me viera privado de los bienes 25 de mi queridísima patria y, por el contrario, tomara parte en disputas y problemas que me arrastraran fuera del recreo filosófico289 y si, además, después de haber escogido la po­ breza como única ganancia de mi inactividad 290, tuviera que ocuparme gratis de los males ajenos.

286 Ejemplos proverbiales de astucia y falsedad: cf. Corp. Paroem. Graec. II 191, 7. 287 Carnéades (214-129 a, C.), posterior a Arcesilao, pertenece a la llamada Academia Nueva. Aristipo (435-355 a. C.), discípulo de Sócrates, fundó la escuela cirenaica o hedonista. 288 Julio es un decurión a quien Sinesio se refiere en varias ocasiones. 289 Aquí el término empleado es rhaisténè en vez de scholë, «ocio»: cf. C. 11, 8 ss. (y 41, 85 ss.). 290 Sobre esta «inactividad», cf., de nuevo, C. 11, 8 ss.

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53 AL MISMO

Desde la isla de Faros a Ficunte, a comienzos del 405

Zarpamos de Ficunte291 al despuntar el alba y, ya avan­ zada la tarde, atracamos en el golfo de E ritra292. Allí nos detuvimos lo indispensable para beber y hacer aguada (hay manantiales en la misma orilla que dan agua pura y agrada­ bilísima) y, de nuevo, apremiados por los carpatios 293, nos dirigimos hacia alta mar. Aprovechamos un viento suave, pero siempre de popa, y pusimos nuestras esperanzas en no tener que llevar a cabo día a día nada fuera de lo común. Así, sin darnos cuenta, todo lo necesario quedó ultimado y al quinto día vimos esa luminaria294 que se levanta sobre la torre como señal para los que quieren arribar y, en menos de lo que se tarda en decirlo, desembarcamos en la isla de Faros. Es una isla miserable, en la que no se dan ni espesuras ni frutos, aunque sí algunas salinas 295.

291 Cf. n. 262. 292 Etre Apolonia y Darnis (hoy Derna). 293 Afamados marineros: cf. C. 38, 2, n. 162. 294 Se trata del célebre faro de la isla de este nombre: cf. C. 5, 2, n. 34. 295 La descripción concuerda con otras que conservamos: cf. E str a b ó n , XVII 791 s.; P se u d o -E s c íl a x , Fr. 107.

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54 AL MISMO

Desde Cirene a Ficunte

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Se cuenta que ha llegado de Atenas el vendedor de calzado a quien me parece que compraste el pasado años tus zapatillas caladas. Ahora dicen que comercia con mayor número de artículos, que trae vestidos de confección ática, trajes ligeros para el calor que te van bien a ti y para mí capas de verano. Por eso, antes de que lo liquide todo volando o, al menos, lo de mejor hechura (pues quienes se lo encuentran primero está claro que no se dignan mirar por los que vienen detrás sino sólo por sí mismos), ¡vamos!, llama al extranjero y cómprame tres o cuatro de esas capas. En cualquier caso, el precio que pagues yo te lo restituiré multiplicado.

55 AL MISMO

Desde Cirene a Ficunte, en el 405

Una carta larga denuncia falta de familiaridad con el portador m . Pero el admirable297Acacio sabe tanto como yo 296 La teoría epistolar antigua exigía la brevedad de la carta (cf. nuestra introducción a las Cartas, n. 3). Era el portador de la misma el encargado de exponer los detalles oralmente al destinatario: cf. C. 84, 1 s. (y ed. G a r zy a , 1989, pág. 232, n. 1). 297 Thaumastós podría considerarse a veces (cf. C. 46,2) como un título

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y te dirá más aún de lo que sabe, porque siente por ti mucho cariño y tiene una lengua que sobrepuja los hechos. De modo que esta carta te la entrego más por la formalidad de 5 saludarte que por precisión. El hecho de comunicarte, acerca de tu hijo Dioscorio m , que goza de salud y que lee y está pegado a los libros, éste será el único valor de la carta. Le hemos ofrecido una agrupación de hermanos, tras haberle sumado a Hesiquio un par de varones2". Ojalá Dios 10 les conceda la felicidad a éstos, a todos los hermanos, a la casa de sus padres, al resto de la familia y a las ciudades patrias.

56 AL MISMO

Desde Cirene a Alejandría, entre el 395 y el 399. Anterior a la C. 136

Muchos de los cercanos a mí, tanto seglares como sacer­ dotes, a base de fingir ciertos sueños a los que ellos llaman revelaciones, me parece que, en plena vela, me van a hacer la vida imposible como no llegue yo cuanto antes a tomar tierra en la sagrada Atenas. Conque, cada vez que llegues tú a encontrarte con un patrón de buque del Pireo, escríbeme, 5 honorífico. ThaumasiÓtatos (y thaumásios) ya se encuentra con este valor en el siglo v d. C.: cf. P r e is ig k e , Wörterbuch... III, Abschn. 9, Ehrentitel, pág. 190. 298 Se educaba en casa de Sinesio, su tío. 299 Hesiquio, el primogénito de Sinesio, nació en el 404 y, al año siguiente, los dos gemelos.

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que allí me encontraré yo con tus cartas. De mi viaje a Atenas no sólo me beneficiaré por el hecho de librarme de los presentes conflictos 30°, sino también por no tener ya que hincarme de rodillas, en materia de cultura, ante quienes regresan de allí. Éstos no se diferencian de nosotros, los mortales (no, al menos, en cuanto a comprender a Aristóteles 10 y a Platón), pero entre nosotros se conducen como semidioses entre «semiasnos»301, porque han visto la Academia, el Liceo y el lugar en el que Zenón filosofaba, el Pórtico Pintado 302, que ahora ya no está pintado, pues el procónsul retiró los paneles 303, con lo que les impidió que presumieran de sabiduría. 57 AL M ISM O 304

Desde Cirene a Alejandría

En el momento en que soltaste amarras, detuve yo las muías en el litoral del oeste. Pero, al bajar del carro, te 300 En el 395, por ejemplo, Sinesio tuvo que hacer frente a una invasión de los ausurianos. 301 Cf. P l a t ó n , Alejandro 51, 25. Intentamos mantener el juego de palabras: en hemiónois («entre mulos») hémítheoi. 302 La Estoa Pécile (poikile, «pintada») o Pisianactea (Pisianacte, suegro de Cimón, la mandó construir) estaba decorada con pinturas de Polignoto y dio nombre a los estoicos (cf. C. 136, 12). Zenón de Citio comenzó a deambular por allí y a pronunciar sus discursos hacia el 301 a. C.: cf. D ió g en e s L a e r c io , V II 5.

303 Todavía estaban en su sitio en torno al afio 360, según atestigua H im e r io (Discursos L IX 3). 304 G a r zy a (ed. 1979, pág. 97, n. a d loe., y ed. 1989, pág. 171, n. 1) se p re g u n ta si h a b r á que p en sar e n u n a fu en te c o m ú n p a r a e s ta c a rta y la Oda I 3 d e H o r a c io .

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hinchó ya la vela el viento de popa. No obstante, mis ojos os acompañaron hasta donde pudieron llegar. Mucho les hablé a los vientos en favor de la persona amada, recomendándoles 5 la nave a la que yo había confiado esa valiosísima carga. Ellos, que no son ingratos con la bondad, me prometieron tu feliz ida y venida: siendo como son divinidades benévolas, jamás mentirían. Tú, lo mismo que les suplicaste al partir de aquí, suplícales también cuando de allí regreses hacia acá: 10 mucho más propicios te resultarán entonces.

58 AL MISMO

Desde d re n e a Alejandría. Posterior a la C. 55

Cometes injusticia conmigo tú, divina y sagrada persona, porque, después de haber empujado a un alma como la mía, simple y conquistable por el roce, a amarte extraordinaria­ mente a ti y a nuestra sobrina305, ahora me separas de ti y de nuestra sobrina. Lo cierto es que cuando estaba con ella era una doble imagen la que veía: por medio de la joven se me 5 hacía presente el tío. Ahora todo lo que amo se ha ido y a mi 305 Sé te ka'i tên adelphidèn: en la C. 145, 5 s., Sinesio habla de una sobrina, hija de un tal Amelio, quien, a su vez, sería el esposo de una hermana de Sinesio distinta de Estratonice: cf. C. 7, n. 91 (y ed. L a c o m b r a d e , Himnos, pág. VIII; G a r z y a , sin embargo, traduce: «... ad amare straordinariamente te e la figlia di tuo fratello, la separi ora e da te e dalla ñipóte»). El destinatario de esta carta podría, entonces, no ser Evoptio (de quien sólo conocemos un hijo llamado Dioscorio): cf. O. S e e c k , «Studien zu Synesios», Philologus 52 (1893), 442-483.

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propia naturaleza le reprocho su desmesurada propensión a ser víctima de injusticia. Y, si alguna ventaja tiene la filosofía, me reintegraré de un carácter más viril y, en adelante, me encontraréis duro como un roble e impertérrito.

59 A A N ISIO 306

Desde Ptolemaida a Constantinopla, después del 411

Aquél a quien he dado la carta es filósofo de alma y abogado de profesión 307. Pues bien, mientras Anisio estuvo aquí y hubo una Pentápolis 308, él aún ejercía esa profesión entre nosotros. Pero cuando, después de ti, vinieron esas fechas que nos entregaron en manos de los enemigos y 5 dejaron en calma los tribunales, decidió navegar hacia otro foro, «donde una lengua en venta, mercancía propia de abogados», hace del abogado un personaje conocido. Pro­ cúrale tú la amistad de alguien que ocupe el gobierno de una provincia y, por el dios de la amistad que nos une a ti y a m im , aquél, a quien pidas el favor, te estará agradecido cuando lo pongas a prueba.

306 En el 411 Anisio abandonó el cargo de dux (comandante militar) de Libia: cf. S i n e s i o , Disc. (Catastasis minor). 307 El portador de la carta es Pilémenes (cf., arriba, n. 296). Sobre este personaje, cf. C. 71, 4 s. 308 Las consecuencias de la tercera invasión bárbara (a partir de la primavera del 411) fueron funestas: cf. S i n e s i o , Disc. II (Catastasis maior). 3°9 Cf. n. 280.

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60 A AUXENCIO

En el caso de que te denuncie por un crimen de lesa amistad, siendo Dios y hombres piadosos quienes juzguen, venceré por la totalidad de los votos. Pues, ¿qué hago yo metido en medio de esa enemistad entre mi hermano y tú? Porque lo cierto es que a mí no me parecía oportuno que en su actuación política él siguiera al bienaventurado310 Faos 5 contra Sabacio. Tú, al no convencerlo con tus palabras, volviste tu enojo contra mí y me causabas todo el mal de que eras capaz. También yo acepté (pues en aquel entonces podía) esa invitación a la contienda, pero ahora ni puedo ni quiero. Y es que los años hacen bien en extinguir mi afán de porfía y las leyes sagradas, según dicen, lo prohíben. Además, me acuerdo de nuestra común crianza y educa- 10 ción y de la estancia en Cirene, cosas que debemos considerar más importantes que el litigio con Sabacio. Mantén, pues, la amistad, que es algo precioso, y recibe mi saludo: creo suficiente castigo para ti el tiempo que he estado en silencio, aunque corroyéndome (¿o cómo te crees tú?). Sin embargo perserveraba en la medida de lo posible: ¡un mal tan grande 15 es el afán de porfía!

310 Cf. n. 130.

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61 A PILÉMENES

Desde d re n e a Constantinopla, ya avanzado el 402

Cuando tuve que dormir delante del palacio imperial311, el taquígrafo312 Asterio vio y me pidió el gran tapiz egipcio que yo llevaba no para tenerlo echado bajo un cobertor sino ' para que él sólo me sirviera de cobertor. Le prometí que, al 5 irme, se lo dejaría como regalo, pues en aquel momento no me era posible complacerlo, expuesto como me hallaba a las nieves de Tracia. Se lo envío ahora, dado que entonces no pude dejárselo. Tú se lo entregarás con mis excusas: de esta justificación mía tú mismo darás testimonio con tal que recuerdes las circunstancias en las que abandoné la ciudad, ío Dios se puso a sacudir aquel día la tierra muchas veces3I3, mientras una enorme cantidad de gente rezaba de bruces, pues el suelo no cesaba de temblár. Yo, en ese momento, considerando más seguro el mar que la tierra, aprieto a correr hacia el puerto, sin decir palabra a nadie excepto al bienaventurado314 Focio, y eso gritándole de lejos y hacién­ dole señales con la mano de que iba a partir. Quien se fue sin 311 Durante la embajada (399-402). 312 Los conocimientos de taquigrafía (también los de derecho y latín) eran usuales en la burocracia del siglo v : cf. A. G a r z y a , «II Dione di Sinesio nel quadro del dibattito culturale del i v secolo d. C.», Riv. Filol. Istruz. Class. 100 (1972), 32-45. 313 Se trata del seísmo de Constantinopla del año 402, del que tenemos algunos testimonios (quizá, entre otros, O r o s i o , III 3, 2): cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 101, n. ad loe. 314 Cf. n. 130.

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saludar a Aureliano, querido amigo y cónsul315, queda excusado de esto mismo ante su asistente, Asterio. Así fue como entonces sucedió. Y si es verdad que desde mi regreso de allí éste es el tercer viaje de la nave hacia la región de Tracia, también lo es que es la primera vez que viaja por encargo mío. Ahora, pues, tan pronto como me ha sido posible, estoy pagando mi deuda por mediación tuya. Hazme el favor de encontrar a este hombre. Me he adelantado a indicarte su nombre y ocupación, pero debo añadir algunos datos más, pues podría ocurrir que hubiera alguien con el mismo nombre y la misma profesión. Pero difícilmente va a coincidir todo en el mismo sujeto, pues este otro tendría que ser, a un tiempo, sirio de raza, oscuro de piel, enjuto de rostro y de mediana estatura. Vive junto al palacio, pero no la residencia oficial, sino la de enfrente, la que antes era de Ablabio y ahora es de Placidia316, la hermana de los dos emperadores. Y si se hubiera mudado (lo que bien pudo ser), busca a Marco, una persona conocidísima, del despacho del prefecto (él era quien entonces dirigía la sección de los taquígrafos de la que formaba parte Asterio). Seguro que por medio de Marco encontrarás a los de la sección, en la que Asterio no era el último, sino el tercero o cuarto de ellos, y ahora incluso podría ser el primero. A él le darás este espeso tapiz y le dirás todo lo que yo te he contado acerca de aquellas horas. Si quieres, puedes incluso leerle la carta. Y es que la guerra317 no me deja 315 Aureliano en el 402 no era hypatos, «cónsul», sino hyparchos (o hypatos hyparchos), «prefecto del pretorio»: cf. n. 150. 316 Ablabio fue cónsul en el 331. Gala Placidia era hija de Teodosio el Grande y hermana, por tanto, de Arcadio y Honorio. 317 Seguramente sería el anticipo de la segunda gran invasión de los nómadas que comenzó en el 405 (la primera fue en el 395: cf. n. 308).

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tiempo para escribirle también a él, pero lo que es ser justos nada hay acaso que nos lo impida. ¡Ojalá nunca tengan tanto poder las armas!

62 AL MAGISTRADO

Desde Ptolemaida, en el 413

Recompensa de la virtud es el elogio318 que tributamos al ilustrísimo M arcelino319, ahora que cesa en su cargo, ahora que toda sospecha de adulación es ociosa. Él, que al llegar encontró a nuestras ciudades hostigadas, desde el exterior por una furiosa multitud de bárbaros, y desde el interior por 5 la indisciplina de la tropa y por la ambición de los oficiales, apareció como un dios y a todos los hizo más cuerdos, a los enemigos con una sola batalla, a los súbditos con su dedica­ ción diaria. De ambos peligros dejó tranquilas a las ciudades. Desdeñó esas ganancias que la costumbre ha hecho ya que parezcan legítimas. No maquinó contra los ricos, no ultrajó ío a los pobres; para con Dios fue piadoso, para con sus con­ ciudadanos justo, para con los suplicantes humanitario. Por eso, no se avergüenza de elogiarlo un sacerdote filósofo 32°, de quien nadie obtuvo jamás un testimonio falseado por afán de complacer. Sin duda habríamos querido que estuviera 318 Esta especie de sentencia aparecerá posteriormente en las obras de otros autores: cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 176, n. 1. 319 Fue dux (comandante militar) de Libia hasta el afio 413. 320 Cf. C. 41, 130.

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también presente con nosotros el tribunal de justicia en pleno, para que, tanto en común como individualmente, cada uno de los ciudadanos de Ptolemaida le tributara en pago una ofrenda dentro de sus posibilidades, aunque no fuese la justa, ya que las palabras están siempre muy por debajo de los hechos. En cualquier caso yo también hubiera pronun­ ciado entonces un discurso en nombre de la comunidad. Pero, como coincide que él está más allá de nuestras fronteras, en esta carta deposito para él nuestro testimonio de alabanza, y no porque se nos insista importunamente sino porque nosotros insistimos en hacerlo.

63 A J U A N 321

De la amistad de los poderosos se debe usar, no abusar.

64 AL MISMO

No pidas cosas grandes, porque una de dos 322: o las consigues y afliges a otros, o no las consigues y te afliges a ti mismo. 321 Cf. C. 2, n. 8. La C. 63 y la 64 son meras sentencias que probablemente podían leerse en alguna carta perdida. Su consideración de cartas habría que atribuirla al editor póstumo del epistolario sinesiano: cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 59. 322 Literalmente: «para que no ocurra una de estas dos cosas».

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65 A SU HERMANO

Te he remitido los dos Dionisios 323, para que uno de los dos libros lo recibas y el otro lo recobres.

66 A TEÓFILO

Desde Palebisca o H ídrax324 a Alejandría, en el 411. Posterior a la C. 67

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No es sólo que yo quiera sino que hay en mí una divina necesidad de considerar como ley todo lo que esa tu sede sancione325. Por ello, después de haberme excusado de cele­ brar un oficio de difuntos, de haber sometido mi cuerpo, aún convaleciente, a esfuerzos, de haber recorrido, como si no fuera peligrosa, una ruta peligrosa, cercada de armas enemigas, ahora me encuentro en Palebisca e Hídrax. Son éstas unas aldeas de la Pentápolis, en los confines mismos 323 Seguramente se trate de Dionisio de Halicarnaso y de Elio Dionisio de Halicarnaso. 324 Aldeas de la Pentápolis. Sinesio, por mandato de Teófilo, el patriarca de Alejandría, hace una visita pastoral para comprobar la situación de estas lejanas comunidades (expuestas al arrianismo) y examinar si el obispo allí existente merece la aprobación o debe ser sustituido. 325 El verbo aquí empleado, thespízó, «profetizar» y el sustantivo théspism a, aparecen en el Bajo Imperio para referirse a disposiciones o leyes decretadas por el emperador.

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del desierto libio 326. Al llegar aquí convoqué a los habitantes, les leí una carta y les entregué otra (pues la una iba dirigida a ellos y la otra, que también trataba sobre ellos, a mí). 10 Pronuncié luego un discurso que se adaptaba a la elección de prelado, con el fin de convencerlos y, si fuera conveniente, obligarlos a tomar en consideración el asunto del obispo, pero no pude quebrantar el favor del pueblo hacia el piado­ sísimo Pablo 327. Pretendo que me creas, padre: no querría yo haber hecho este viaje en vano. Choqué contra un pueblo que me apreciaba 15 mucho: si alguno de sus próceres puso el grito en el cielo o si alguno, tras levantar una tarima y subir a ella, pretendió ser el abogado defensor de todos y extenderse en un discurso al respecto, yo lo entregué, por venal y por conspirador, en manos de los alguaciles, después de ordenar que lo bajaran de allí rodando y lo expulsaran de la asamblea. Al pueblo, 20 confuso como estaba, una y mil veces me lo concillé y le impuse orden y por todas las vías posibles vine a glorificar con mis palabras esa tu sede patriarcal y a convencerlos de que al rechazarte u honrarte a ti, se rechaza o se honra a Dios 328. Ellos entonces con voces de respeto invocaron el beato 329 nombre de tu piadosa persona y, postrados, te 25 326 Literalmente «de la sedienta Libia». 327 Obispo de Eritro. 328 Cf. 1 Tesalonicenses 4, 8. 329 El empleo del adjetivo makários como sinónimo de makaritês (cf. n. 130) es casi exclusivo de los siglos v al vm d. C. (pero ya en P latón , Leyes 947 e; y cf. las líneas 56 y 71 de la presente carta). Sin embargo, como aquí, también se podía aplicar a los vivos con el valor de epíteto honorífico, según se atestigua en H ip ó l it o , Refutación IX 12 o en E u sebio , Hist. eel. VI 11, 6 y en las cartas cristianas griegas del siglo v. Cf., al respecto, O ’C a l l a g h a n , Cartas..., págs. 121 s. y 136 (cartas 27 y 33).

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suplicaban, como si estuvieras presente, con gritos y lamentos. Pues bien, entre los hombres la cosa fue menor, aunque vino a parar más allá de lo que yo esperaba; pero las mujeres, que son lo más inmanejable que hay, levantaban los brazos ofreciendo a sus recién nacidos y cerraban los ojos, como para no tener que fijarlos en aquella sede vacía de su prelado habitual, y poco faltó para que provocaran en mí un senti­ miento parecido, a pesar de que mi postura era contraria a la suya. En el temor de que me fuera a ocurrir esto (pues me daba cuenta de que me estaba dejando llevar), disolví la asamblea y ordené que volviera a reunirse tres días después, al tiempo que imprecaba con las más violentas imprecaciones a todo aquel que por dinero, por conveniencia, por complacer o, en general, por algún interés privado profiriera alguna cosa de las que promueven la desobediencia a la Iglesia. Llegó el día señalado y el pueblo se presentó de nuevo con actitud hostil y combativa. Ni siquiera aguardó a que se le preguntara, sino que de inmediato el tumulto fue total y se produjo un vocerío confuso, en el que los oídos, por el enorme retumbo, eran incapaces de distinguir nada. En cuanto los heraldos eclesiásticos 330 impusieron silencio, los gritos acabaron tornándose lamentos. Oírlos y demudarse el rostro de tristeza era todo uno: lamentos de hombres, gemidos de mujeres, llantos de niños331; uno decía que añoraba a su padre, otro a su hijo, otro a su hermano 332, y así, según la edad, se repartían los diversos nombres de parentesco. Y cuando, entretanto, me disponía yo a hablar, se me muestra 330 Podríamos traducir hierokérykes por «silenciarios». 331 Cf. C. 41, 139 s. 332 Según el escolio ad loe. (cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 182, n. 2), estos términos hacen referencia al obispo Pablo.

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un escrito que había salido del centro de la muchedumbre y uno me pide que se lo lea públicamente a todos. En él se me conjuraba a que dejara de tantear por la fuerza a la muche­ dumbre y a que aplazara mi deliberación hasta que ellos pudieran enviar a tu beatísima333 persona un embajador con su dictamen acerca del asunto. Se me solicitaba además que hiciera un alegato por escrito en el que informara de lo que yo, a mi vez, me había informado. 50 Se decía, en efecto, por parte de los sacerdotes del sínodo y de toda la muchedumbre en público (y el escrito exponía esto mismo circunstanciadamente) que era tradición ancestral y apostólica 334 el hecho de que estas iglesias pertenecieran a 55 la de Eritro, pero que se distanciaron respecto del beato335 Orion por ser demasiado anciano y por pesar sobre él la imputación de que era el colmo de la benignidad (y es que estecha sido siempre una mácula ajuicio de quienes pretenden que el sacerdocio sea una salvaguardia en todo lo relacionado con los hombres y que se ocupe de asuntos muy diversos 336). También decían que, como su vida337 se prolongaba, no 60 se resignaron a esperar el fin de aquel justo, sino que propu333 Cf. n. 329. 334 para Cirene en el Nuevo Testamento, cf. M a r c o s , 15, 21; Hechos 2, 10; 11,20; 13, 1. 335 Aquí makártos con el sentido de makarites, referido a un difunto: cf. n. 329. Orión fue otro obispo de Eritro. 336 Realmente las carencias del poder civil en esta época obligaban a los obispos a encargarse de cometidos que iban más allá de lo puramente religioso, como la asistencia social, la administración de justicia, asuntos políticos y militares etc.: cf. A. d i B e r a r d i n o , Patrología III, págs. 16 s.; H. v o n C a m p e n h a u s e n , Los Padres..., págs. 165 s.; F. A. G a r c í a R o m e ro , «El episcopado en los siglos iv y v. El ejemplo de Sinesio», Actas del III Congreso Andaluz de EE.CC. (en prensa) y cf., abajo, nn. 486 y 644. 337 La de Orión.

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sieron para la dignidad al bienaventurado 338 Siderio. Les parecía éste un hombre joven y activo, que regresaba del servicio militar en el ejército del emperador Valente339 para encargarse de la administración de las tierras por él solicita­ das, una persona capaz de causar el mal a sus enemigos 340 y 65 servir de provecho a sus amigos. En aquel entonces también se estaba consolidando lo de las herejías341, pues iban preva­ leciendo gracias a una multitud de seguidores. Era la ocasión oportuna para la habilidad, que es el instrumento de la inteligencia. Así pues, fue él, única y exclusivamente, el designado como obispo de Palebisca. Pero la designación no fue legal. En efecto, se hizo ilegalmente, según al menos lo que he oído contar a los ancianos, porque ni fue ordenado 70 en Alejandría ni por tres obispos aquí342, aunque de allí se había dado el permiso convenido para la elección343. Y es 338 D e nuevo el adjetivo makaritês: ef. nn. 130 y 329. 339 Emperador desde el año 364 al 378. 340 Para la relación de esta linea con A r q u í l o c o , Fr. 23,1 4 s. W e s t, cf. A . G a r z y a , en Studi... A. Ardizzoni, Roma, 1978, pág. 383. 341 Se trata concretamente del arrianismo (el plural del texto griego, de necesitar alguna explicación, podría deberse a la existencia de diferentes partidos dentro de la herejía: anomeos, homeos, homeusianos y pneumatómacos o macedonianos). Arrio era de origen libio y había muerto en el 336. La difusión de sus ideas entre el pueblo fue enorme (cf. Q u a s t e n , Patrología II, págs. 10 s.). El mismo Siderio, al menos en un principio (cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 184, n. 6), abrazó la secta. D e los godos arríanos (recuérdese que el obispo godo Wúlfila o Úlfílas propagó estas doctrinas entre sus compa­ triotas a partir del 341), que ocupaban importantes puestos en la corte imperial, ya habla Sinesio en sus tratados De la Realeza y Relatos egipcios. 342 Cuando no consagraba el propio patriarca, se requería que fuera un mínimo de tres obispos quienes llevaran a cabo la ordenación, según el Canon de Nicea (4, 6) (pero dos o tres según Cánones A postólicos 1 [Constituciones Apostólicas VIII 47]). 343 El término griego es cheirotonía, «votación a mano alzada, elección», aunque más propiamente se trata de la consagración u ordenación. Ya a

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que afirman que el beato 344Filón fue el único que se resolvió a proclamar a su compañero de sacerdocio. Era este Filón cireneo el de mayor edad, tío y homónimo del más joven; un hombre, por lo demás, cual se esperaría que fuera un alumno de Cristo, pero, en cuanto a mandar y ser mandado, más 75 bien audaz que estricto con la ley. Pido, no obstante, perdón por esta referencia a la sagrada alma del anciano. Éste fue el único que vino a designarlo y a ubicar en la sede 345 al bienaventurado 346 Siderio. Pero la verdad es que, en tiempos sin libertad, el sino es transgredir el rigor de la ley. Por eso el gran Atanasio 347 so cedió ante las circunstancias y no mucho después, siendo como era necesario abrigar aquella pequeña chispa de orto­ doxia que aún existía en Ptolemaida y encenderla más, ordenó que a este hombre, apto para mayores empresas, se le trasladara allí para encomendarle la regencia de la Iglesia metropolitana348. Pero la vejez lo llevó de nuevo a las erigidas en las aldeas 349. Allí falleció y él, que no vino a suceder a 85 nadie, tampoco tuvo sucesor. Palebisca e Hídrax fueron restablecidas en su antiguo estado y reincorporadas a Eritro finales del siglo iv (cuando era Atanasio patriarca de Alejandría) la Iglesia alejandrina concedió este derecho a todas las demás de Africa: cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 108, n. ad loe. 344 Cf. n. 335. 345 De Palebisca o Hídrax. 346 Cf. n. 339. 347 Patriarca de Alejandría del 328 al 373. Con respecto a las líneas 8183 de la carta, recuérdese que Atanasio, uno de los grandes Padres de Oriente, fue el más enérgico defensor de la ortodoxia y la fe de Nicea (cf., por ejemplo, su tratado Contra los paganos y los tres discursos Contra los arríanos). 348 Siderio pasó a convertirse en el metropolitano de Ptolemaida. 349 A las iglesias de Palebisca e Hídrax.

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por resolución, según afirman, de tu venerable persona. 90 Ellos, en efecto, insistían sobre todo en que no se debía anular aquella consagración que partió de ti. Así que les pedí ese escrito tuyo, pero no pudieron mostrármelo y presentaron como testigos a los obispos del sínodo; éstos afirmaron que, en obediencia a una carta remitida desde ahí, habían pro­ puesto al pueblo la cuestión acerca de Pablo y, dado que les pareció bien a todos tenerlo como obispo, unos hicieron el 95 informe al respecto y otros fueron los consagradores. Y, si me permites decirlo, padre reverendísimo 349bis, aqué­ lla habría sido realmente la ocasión de considerar el asunto, pues desposeer de algo es más penoso que no concederlo. Pero que prevalezca también ahora lo que pueda parecerle bien a tu paternal autoridad. Pues, si lo que a ti entonces te íoo pareció justo lo fue también para ellos, y eso es lo que alegan, el hecho de que ya no te parezca justo cambia la situación, de tal modo que, lo que tú decidas, eso es lo justo para la masa del pueblo. Que la obediencia es vida y muerte la desobediencia. Y esto es por lo que no alzan contra ti sus manos, sino que te suplican no quedar huérfanos, estando aún vivo su padre: así es como se expresan, ios Por mi parte, a este joven350 no sé si elogiarlo por la benevolencia que todos le muestran o felicitarlo. Que fruto es de su habilidad o del poder o de la gracia de Dios el propiciarse de esta forma a los hombres y ganarse al pueblo, hasta el punto de que, sin él, a todos les parece «la vida invivible»351. lio Por ello, acerca de esto tú querrás decidir de una manera más humana, conforme a lo humano de tu naturaleza; yo 349 bis Cf. n. 383. 350 El obispo Pablo. 351 Cf. C. 11, 15 y n. 106.

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debo regresar a la ciudad 352, y allí esperaré el acuerdo sobre lo que ha de hacerse. Por supuesto, en relación con todo lo que he despachado durante los cuatro días de estancia en estas localidades de aquí, no dejarás de saber de qué tipo era cada uno de los asuntos con que me encontré. Y no te extrañes si a veces ocurre que de un mismo sujeto hablo bien y mal, pues ni lo uno ni lo otro recae sobre los propios hombres: son sus acciones las que se elogian o censuran. Una disputa entre hermanos en Cristo bien está que jamás nazca y, si nace, bien está que al poco tiempo cese 353. Por esto, pues, y en obediencia a la carta por ti remitida me resigné a mediar como árbitro y he prestado oídos a la siguiente discusión. En la aldea de Hídrax hay un emplazamiento, el más elevado de ella, que antaño era un alcázar fortificadísimo pero, después de que Dios lo azotara con un terremoto, ha venido a ser un montón de ruinas abandonadas. Pues bien, 125 hasta ahora algunas partes del mismo, pocas, habían sido dispuestas para distintos usos; pero la presente situación de guerra lo convierte en inestimable para sus poseedores, porque podría ser amurallado y retornar a su antiguo uso. Éste era entre nuestros hermanos, los piadosísimos 354 obispos Diós130 coro 355 y Pablo (y ya antes también entre algunos otros), el 352 Ptolemaida. 353 Parece que Sinesio está adaptando aquí los versos 425-427 de T eognis (cf. la célebre respuesta de Sileno a Midas, por ejemplo en C lem e n te de Al e ja n d r ía , Stromateis III 15, 1). 354 Eulabéstatos se usa como epíteto honorífico (sobre todo en los siglos vi y vu d. C .) limitado al ambiente eclesiástico: cf. O ’C a ll a g h a n , Cartas..., pág. 44 (carta 4, línea 1) y P r e is ig k e , Wörterbuch... III, Abschn. 9, Ehrentitel, pág. 189. 355 Obispo de Derna.

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motivo por el que se reñía. Y es que el de Derna había acusado al de Eritro de fraguar las mayores intrigas para apropiarse, de lo que no le pertenecía: que había consagrado a Dios un lugar ajeno y, de esta forma, se había agarrado a ese culto como a un argumento a su favor, para defender ya entonces a viva fuerza su fechoría. Contra esto el piadosísimo 135 Pablo ha intentado aducir algunas réplicas: que él había ocupado antes la colina y que antaño se había utilizado manifiestamente como iglesia, antes de que el piadosísimo Dióscoro se presentara como dueño manifiesto de aquel lugar. Pero, si uno pusiera mano en la investigación sin enco­ gerse, pronto quedaría clara la verdad, tal como, de hecho, wo ya todo aquello se ha mostrado inconsistente. Pues el que unos hombres durante una incursión enemiga se refugien allí para rezar por sus necesidades, eso no determina la consagración del emplazamiento; o todos los montes y todas las quebradas serán iglesias y no habrá alcázar que pueda evitar convertirse en un sitio público: en todos ellos, cuando los enemigos vengan a saquear, habrá rogativas y celebra­ os ciones sacras. ¡Cuántas casas acogieron rogativas y celebra­ ciones sacras en aquellos días impíos de los secuaces de Arrio 356! Pero ahora son no menos privadas que antes. Y también aquello era refugiarse y también aquéllos eran ene­ migos. Yo, por otra parte, me he puesto a indagar la fecha de la fundación, si fue a raíz de una donación o de un permiso de sus propietarios. Lo que se me ha revelado 150 meridianamente es todo lo contrario. De los dos obispos, uno reclamaba la posesión y el otro, que era el propietario, no la concedía. Al final, el uno se marcha con las llaves y el 356 Cf. n. 341.

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otro descerraja, trae una mesa y consagra una pequeña casita en aquella espaciosa colina. Pero a la casita no se puede llegar sino atravesando la explanada entera, de modo que resultaba ser una maniobra para procurarse toda la colina. A mí el asunto me parecía que era espantoso y más que espantoso, y que había que indignarse tanto en nombre de las leyes sagradas como incluso del derecho civil. Y es que todo en conjunto se confunde, por una parte, si se viene a idear un nuevo procedimiento de confiscación y, por otra, si se dirimen por medio de lo más execrable las cosas más santas: rezo, mesa y velo místico, instrumentos que serían de una irrupción violenta. Sobre esto ya se había deliberado en la ciudad. Pues se dio el caso de que, a excepción de unos pocos, todos los obispos se habían reunido entonces en Ptolemaida para examinar ciertos asuntos públicos. Y, al enterarse, reprobaron el hecho pero estuvieron indecisos a la hora de modificar la situación. Yo estimo que la superstición debe distinguirse de la religiosidad: es un vicio encubierto con una máscara de virtud y la filosofía ha averiguado que es la tercera especie de impiedad 357. Desde luego, ni sacro ni lícito considero yo lo que no lo sea de una manera justa y lícitamente sagrada358. A mí en absoluto se me pasaba por la cabeza sentirme horrorizado de esta así llamada fundación. Pues no encaja en las ideas cristianas el que la 357 Cf. P l u t a r c o , Sobre la superstición 11,170 s., etc.; Sobre el adulador y el amigo 25, 66 c; G r e g o r i o d e N is a , Ep. can. (PG XLV) 225 c. 358 Es decir, lo que no esté sancionado por la ley humana y divina. Hemos intentado mantener, dentro de lo posible, el paralelismo hierón... hósion / dikaios... hosíos del texto, en el que se aprecia un quiasmo (hierón / hosíos; hósion / dikaios) si se atiende al distinto sentido que, como ya se sabe, el adjetivo hósios adquiere según se oponga a hierós o a dikaios.

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divinidad tenga forzosamente que ir detrás de estos objetos materiales y voces de ceremonia, como si poseyeran un cierto atractivo físico (cosa que sí le ocurriría a un espíritu mundano), sino que sea tal como para estar con el talante imperturbable359 propio de Dios. Allí donde la ira, el deseo irracional y el sentimiento de funesta discordia son los guías de la acción, ¿cómo va a presentarse el Espíritu Santo? Y, aun en el caso de que ya de antes haya estado habitando ahí, lo deshabitará al introducirse aquéllos. Pues bien, estaba yo a punto de declarar el desalojo 360, cuando se dio a conocer que aquél361 poco antes había prometido hacerlo y había garantizado su promesa con un juramento. Agarrándome a esto, ya me excusaba gustosamente yo de declarar la sentencia, en tanto que a él lo declaraba juez de sí mismo y lo compelía a cumplir su propio juramento. Pero, como él lo iba aplazando y dejando pasar el tiempo y dado que yo me encontraba allí mismo para una inspección eclesiástica, fue preciso que le echara una mirada al lugar y reexaminara el asunto. De nuevo se hallaba presente un grupo de obispos de los alrededores, allí reunidos cada cual por un menester distinto. Ante todos ellos y ante mí quedaron claramente señalados los límites que separaban la parte del obispo de Derna; por otro lado, el testimonio de los ancianos y la conformidad de quienes hasta entonces lo contradecían declararon al piadosísimo Dióscoro dueño del emplaza­ miento. A instancia del hermano Dióscoro, ha sido necesario que ante todos se diera pública lectura al injurioso escrito 359 Hendíadis: literalmente, «con la imperturbabilidad y el talante». Cf. S in e s io , Dión 45 c.

360 Así traducimos ten metáthesin: «a disporre la recessione dall’occupazione» (G a r zy a ). 361 Pablo.

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que, en forma de carta, el piadosísimo Pablo había compuesto contra tu santidad 362: un libelo 363 obsceno y ofensivo hacia un hermano, cuya vergüenza recae no sobre quien oye hablar 195 tan mal de sí mismo, sino sobre quien pronuncia tan malas palabras. Pero, en efecto, el segundo mayor bien364 es éste: aver­ gonzarse. Pues la ausencia de pecado es algo absolutamente propio de la condición y naturaleza divinas, y podría decía- 200 rarse que el sonrojo por lo que no está bien hecho lo es de la modestia365. Sobre estas bases, en la presente situación, el piadosísimo Pablo dio claras muestras de un cambio en sus opiniones particulares más contundente que cualquier retó­ rica. Y es que el reconocer su error y el mostrarse afligido con tan atroz aflicción por los males que voluntariamente 205 llevó a cabo, le procuró la benevolencia y la buena disposición de todos nosotros. Y lo nuestro no es sorprendente; ahora bien, el piadosísimo obispo Dióscoro, cuando vio tan humilde a quien hasta entonces porfió con presunción, se dejó vencer por el sentimiento, aun habiendo salido ganador por el dictamen de todos, y al piadosísimo Pablo le fue permitido hacer cuanto quisiera, conservar o ceder la colina, consin- 210 tiendo así el admirable 366 Dióscoro en varias opciones que en ningún caso habría soportado oír antes de su arrepenti­ miento. Lo cierto es que sugirió la venta sólo de la colina y, 362 Hagiótés aq u í se em p lea com o títu lo h o n o rífico (en la tín sanctitas, d e É f e s o , Actiones 7;

com o tra ta m ie n to de los obispos): cf. C o n c ilio T e o d o r e t o , C. 11.

363 Kom oidian en el original. 364 Cf. C. 43, 89 s. 365 Cf. A r ist ó t e l e s , Ética a Nicómaco 1128 b 13; D ió g en e s L a e r c io , VI 54. 3«’ Cf. n. 297.

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también, dar a cambio toda la propiedad entera y otras muchas cosas, prodigándole soluciones con las que ya uno previamente estaría complacido. Pero el otro 367 vacilaba y pretendía substituir él mismo al hermano Dióscoro en la compra y ocupar su puesto, en los mismos términos, como dueño de aquella propiedad. Se convirtió, así, en el amo de los viñedos y olivares, además de la colina. A aquél368 le quedó su magnanimidad, una posesión en vez de otra, «una mayor en vez de una más pequeña» 369. Como un bien común a ambos ha subsistido el amor fraterno y el estar dentrp de lo que son las leyes evangélicas, que declaran la actitud caritativa como el más firme de los mandamientos 37°. Esto es lo único que hubiera valido la pena recordar, el testimonio de la reconciliación y la concordia entre los dos hermanos, y habríamos tenido que omitir todo lo que hubo en medio: el hecho de que a alguien que era obispo se le había cogido cometiendo un error. Pues, lo que no se hubiera debido hacer, eso bien está entregarlo al olvido. Sin embargo, para que el hermano Dióscoro no llevara las de perder en todo y por todo, he accedido a tu petición de referirlo todo detalla­ damente, para que tu devota piedad371 no ignore nada. Y no era de poca monta sino de total importancia el que tú, por 367 P a b lo . 368 D ió sco ro . 369 Cf. P la t ó n , Teeteto 172 b (y la ex p resió n c o n tra ria en S in e s io ,

Dión 44 b). 37° M a t e o , 22, 37 ss. ( = 12, 30 s. y 133 = L u c a s , 10, 27); J ua n , 13, 34. 371

P a r a theosébeia com o tra ta m ie n to de o bispos, sa cerd o tes, etc., y

ta m b ién del em p erad o r, cf., p o r ejem plo, A ta n a sio , Apol. a d Constantium 2; B a silio

de

C esa r e a , C. 48; T e o d o r et o , C. 19 y O ’C a lla g h a n , Cartas...,

p ág s. 37 y 119 (carta s 2 y 26). Theosebéstatos es u n ep íteto hon o rífico frecu en tem en te ap licad o a los obispos: cf. P r e is ig k e , Wörterbuch... III, A b sch n . 9, Ehrentitel, p ág . 190.

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lo acontecido, te convencieras de que él no porfió por algo injusto. Por mi parte, a este hombre lo elogio por otras cosas (y es que en el carácter se parece mucho a mí), pero más que nada lo admiro por su reverencia a esa tu sede. Y, ¡te lo juro por tu querida y venerable persona!, creo que sus 235 compañeros de pobreza372 de Alejandría, cuyos campos él se aplica a labrar, le deben una enorme gratitud porque se presenta de inmediato en cualquier sitio, saca provecho de lo infecundo y se aviene a las circunstancias. De modo que así fue como llegó a su término lo de la rivalidad entre los dos obispos. Pero me encargaste que escuchara también a Jasón, el cual afirmaba estar sufriendo 240 muchas injusticias por obra de sus compañeros de sacerdocio. Pues bien, las cosas están así. Jasón hizo que Lamponiano quedara convicto del delito; éste confesó, anticipándose a la acusación, y se sometió a su pena, apartado de los sínodos de la Iglesia373. Sin embargo, ante las lágrimas de arrepenti­ miento que derramó, el pueblo suplicó el perdón para él. Yo, con todo, me he atenido a la sentencia y le he remitido 245 a la sede patriarcal374la facultad de absolverlo. A mí sólo me he concedido esta licencia: si se le aproxima a Lamponiano el trance fatal y si parece que le llega su hora, he dispuesto que a todo sacerdote que en ese momento esté presente se le permita darle la comunión375 (¡y ojalá que nadie muera 372 Con toùs... sym ptóchous quizá se aluda a una comunidad de tipo cenobítico. 373 Synodos (Ekklesiastikon synódón) se emplea como término específico: cf. ya C o n cilio d e N ic e a , Can. 5; Cánones A postólicos 37 (Constituciones Apostólicas V III47); y, en general, en los Padres del siglo iv. Lamponiano quedaría así apartado de la comunidad eclesiástica. 374 Así traducimos hieratikën (G a r z y a : «alia cattedra pontificia»). Se trata de Alejandría. 375 Koinonía se emplea aquí como término específico para el acto de

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encadenado por mi causa!); pero que, en caso de recobrar la 250 salud, de nuevo quede sujeto a la misma pena y espere de tu alma divina y caritativa la señal de perdón. Lo cierto es que ni siquiera el propio Jasón está totalmente libre de culpa. Es un hombre de lengua impulsiva y ha topado con un individuo de mano aún más impulsiva, con lo que —como suele de­ cirse— ha pagado la pena más grave por culpa de la cosa 255 más ligera, la palabra376. Y en cuanto a lo que se le reclama —un asunto del que yo he tratado—, Lamponiano reconoce tenerlo en su poder y no consiente en aprovecharse del naufragio, accidente éste 260 que dejó sin validez el compromiso 377, sino que solicita un plazo para vender su cosecha y afirma que, despreocupándose de todo lo demás, sólo en esto pone su atención, en cómo restituir ese dinero de los pobres, ciento cincuenta y siete sueldos de oro 378. He de informarte también sobre esto que ha sucedido 265 entre nosotros, para que deje de suceder. Sacerdotes acusan a sacerdotes de actos ilegales. Si la acusación es falsa, aún no quiero decirlo, pero desde luego obran con mala intención: recibir el sacramento de la Eucaristía (así ya en los Padres del siglo iv: cf. d e C e s a r e a , Epitim. 217, Can. 81, etc.). El verbo empleado por S in e sio es metadoünai, como, posteriormente, en E v a g r io E sc o lá st ic o , Hist, eccles. I 13 (pero cf. ya T e o d o r e t o , Interpret. I Cor. 11, 25). Otra interpretación podría ser: «hacerlo partícipe de la comunión de la Iglesia» (cf. Hechos 2, 42). 376 Cf. P l a t ó n , Leyes 717 d, 935 a; E lia n o , Var. hist. IV 28. B a s il io

377 E l in cu m p lim ien to de u n co m p ro m iso n o e r a perseguido p o r la ley c u a n d o este se d eb ía, en tre o tro s m otivos, a u n a desg rac ia im prevista: cf. P l a t ó n , Leyes 920 d.

378 El nómisma o «sueldo de oro» (lat. solidus) fue llamado también en el siglo IV d. C. holokóttinos, que en el siglo v valía 2.250 miríadas de denarios: cf. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág, 43 (n. a la carta 3, 10).

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no para exigir el castigo, sino para procurarles ilícitas ga­ nancias a los jefes militares. Y son mis hombros sobre los que recae necesariamente toda la carga. Por eso, te lo ruego, 270 escribe y ordena que a nadie se le permita hacer nada semejante. Con ello no sólo me complacerás a mí, sino que protegerás a la gente pacífica que sufre tales desgracias y, lo que es más importante, les causarás un beneficio a los mismos culpables, si es verdad que un bien mayor es quedar libre de un mal mayor y que «un mal mayor que recibir injusticia es cometerla» 379. Pues, de los dos males, éste es propio nuestro, 275 aquél ajeno. Pero ni yo he declarado quiénes son, ni tú, aunque los conozcas, debes inculparlos nominalmente, para no conci­ llarme el odio de mis hermanos: con ellos Dios mostrará indulgencia, aun cuando yo privadamente, en su misma cara, los haya abrumado con mis censuras. Por tu parte, deja ver en la carta dirigida a mí que lo único que condenas es el hecho; que yo, con la ayuda de Dios, sin afligir a nadie 280 sabré conseguir que ya no siga avanzando más esta infamia nuestra, por no decir de la Iglesia. Pero todavía queda un punto por tratar antes de poner fin a mis palabras. Andan por ahí entre nosotros algunos «vacantivos» 38°, y me permitirás que por una vez utilice un 3™ Cf. C. 30, n. 149. 380 No se sabe quiénes son estos bakántiboi (lat. vacantivi; «absentee bishop»: cf. G. W. H. L a m p e , A Patristic Greek Lexicon, Oxford, 1961, s. v.). S a n J e r ö n im o (Ep. 22, 34 Lab.) habla de tres tipos de monjes en Egipto: sahues, anacoretas y remnuoth (tertium genus est quod dicunt remnuoth, deterrimum atque neglectum...). Estos últimos quizá puedan identificarse con los de la carta sinesiana. S a n A g u stín (Ep. 43, 9, 24 Goldb.), por su parte menciona a los circumcelliones (... caedes et incendia circumcellionum...). En cualquier caso se trataría de una especie de clerici vagantes o gyrovagi (el verbo empleado, perinostéo, también apunta a la

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barbarism o381 para expresar más claramente, por medio de un término bastante común entre la ciudadanía, la maldad de algunos individuos. Éstos no quieren tener una sede fija y han abandonado la que era suya, convirtiéndose en unos vagabundos 382 no por ningún suceso que los obligue sino por propia voluntad: van a la caza de honores y andan por aquellos lugares donde pueda haber mayor ganancia. Mi opinión, padre reverendísimo 383, es que se les debe apartar de toda iglesia a quienes se apartaron de la suya propia, y que, antes de que vuelvan a establecerse allí, nadie debe acogerlos en su altar ni invitarlos a los sitios preferentes 384, sino hacer caso omiso de ellos y dejarlos entre la mu­ chedumbre en los bancos del pueblo, cada vez que irrumpan en una iglesia. Sin duda regresarán pronto, si ven que peligra la honra de la que pretenden disfrutar en todas partes excepto donde les corresponde. De proceder así con ellos, preferirían esa honra allí antes que en ningún otro lugar. E incluso en público hay que tratarlos abiertamente como a simples particulares, siempre que también a tu vene­ rabilísima sede le parezca oportuna esta medida. Cómo idea de vagabundear: ef. A r is t ó f a n e s , Pluto 121, 494; D em ó st e n e s , XIX 255) de muy desordenada conducta. 381 Anéxei... mou mikrdn hypobarbarísantos: literalmente, «me permitirás que barbarice un poco». Sinesio se ha limitado a transcribir el término latino vacantivi, sin emplear un equivalente griego. 382 El término empleado es metanástai, es decir, «unos que van cambiando de lugar». 383 Páter sebasmiótate: el epíteto sebásmios (lat. augustus) se aplica también al emperador. Sebasmiótés se utiliza como título a partir del si­ glo v d. C. (cf., arriba, línea 96). Patër para dirigirse a obispos y sacerdotes se utilizó desde los primeros siglos: cf. líneas 14, 96, etc. 384 Proedría, «lugar de honor en la iglesia»: cf. Constituciones Apostólicas II 58, 4.

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tratarlos en privado y en nuestra casa lo sabremos cuando de tu devota piedad 385 nos llegue la respuesta a esa cues­ tión 386 que recientemente le hemos planteado acerca de Ale­ jandro, un cireneo de nacimiento, obispo de una ciudad de Bitinia387: fue expulsado de allí durante una revuelta y , 305 ahora que se le permite retornar, no lo hace, sino que se queda en estas tierras entre nosotros. Acerca de este asunto he escrito a tu santidad 388, expli­ cando detalladamente todo lo ocurrido con este hombre y pidiendo tu opinión sobre cómo conducirme con él. Pero, puesto que no me ha llegado ninguna respuesta por escrito, en la duda de que la carta se haya perdido o efectivamente haya sido llevada hasta tu beata 389 persona, he conversado 310 acerca de todp esto con el admirable 390 obispo Dióscoro y él ha ordenado a sus taquígrafos391 que le entreguen una copia de lo entonces escrito para que, si se da el caso de que no has recibido la carta, puedas leer esa copia, juzgar y enviarme tu contestación. A más de todo esto, ruega por mí, que estarás rogando 315 por un hombre que está solo, abandonado por todos y necesitado de tal ayuda. Yo no me atrevo a hablarle a Dios de mí mismo. Y es que todo lo que me rodea se me pone en contra por causa de esa temeraria audacia mía: porque yo, 385 Cf. n. 371. 386 La C. 67. 387 Antigua comarca del Asia Menor entre la Propóntide (Mar de Mármara) y el Ponto Euxino (Mar Negro). Alejandro era obispo de Basinúpolis. Sobre este personaje y su ordenación, cf. la carta siguiente. 388 Ya hemos advertido que la carta a la que se refiere Sinesio es la 67 del corpus. Sobre hagiôtës, cf. η. 362. 389 Cf. η. 329. 390 Cf. η. 297. 391 Cf. η. 312.

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un pecador criado fuera de la Iglesia392 y formado en otras doctrinas 393, toqué los altares de Dios.

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Desde Ptolemaida a Alejandría, en el 411

Me propongo consultarte acerca de cierta cuestión, pero antes quiero referirte el asunto sobre el que te voy a consultar. Alejandro de Cirene, de rango senatorial, siendo todavía un jovencito acogió la vida monástica. Y, yendo a más con la edad su resolución394de vivir monásticamente, se le consideró 5 digno del diaconado y, luego, digno de ser sacerdote. Con motivo de cierto encargo estuvo en la corte395 y se relacionó 392 Estas palabras de nuestro autor, como advierte L a c o m b r a d e (ed. Himnos, págs. IX s.), han de entenderse stricto sensu, en el contexto de esta carta, y siempre en relación con su escasa competencia en Derecho Canónico (cf. C. 67, 245). A pesar de que la educación de Sinesio fuera fundamental­ mente profana, es muy razonable, por diversos motivos, que creciera en un ambiente cristiano (no nos atrevemos a decir «familia»). En defensa de esta postura pueden aducirse su vida y su obra, su boda con una cristiana, el hecho de que Evoptio, su hermano, quizá le sucediera en el obispado y las sólidas bases del cristianismo en la Cirenaica y en Egipto ya en el siglo iv (cf. L. H e r t l in g , «Die Zahl der Christen zu Beginn des vierten Jahrhun­ derts», Zeitschrift fü r katholische Theologie 58 [1934], 243-253, especialmente 251). 393 Agögen hetéran: aquí se trata del paganismo (cf. n. anterior). Por el contrario, en su tratado Dión (53 a) S in e sio alude con estos mismos términos al cristianismo (ek tes hetéras agogës). m Énstasis: «questa vocazione» (G arzya ). 395 Cf. n. 24.

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con el bienaventurado 396 Ju a n 397 (hónrese por nuestra parte la memoria del difunto, porque toda animadversión debe extinguirse junto con esta vida); con él se relacionó, digo, antes de aquellas desavenencias que hubo entre las Iglesias, 10 y por sus propias manos fue ordenado obispo de Basinúpolis en Bitinia. Al sobrevenir aquellas diferencias, permaneció fiel a quien lo consagró y estuvo entre sus partidarios. Después de pre­ valecer la decisión del sínodo, persistieron durante algún tiempo las desavenencias. Pero, ¿qué le voy yo a explicar a quien ya lo sabe, es más, a quien lo arregló todo para la 15 reconciliación que tuvo lugar? 398Pues lo cierto es que también leí esas prudentes líneas que le escribiste, me parece, al bienaventurado Ático3", instándolo a que de nuevo acogiera 396 Cf. n. 130. 397 Se trata del célebre Juan Crisóstomo, que fue consagrado patriarca de Constantinopla en febrero del 398 y murió en el destierro en septiembre del 407. A continuación Sinesio se referirá a los problemas surgidos entre Crisóstomo (empeñado en una reforma del clero y los laicos), la emperatriz Eudoxia y Teófilo (el patriarca de Alejandría). Triste consecuencia de tales enfrentamientos fue el destierro de Juan a Bitinia en septiembre del 403, después de ser condenado por el Sínodo de la Encina (celebrado en un convento de este suburbio de Calcedonia; a este sínodo se alude en la línea trece de la carta). Aunque sólo veinticuatro horas después del suceso se le pidió que regresara, sería nueva y definitivamente desterrado primero a Cúcuso en junio del 404 y, luego, a Pitio (en el Ponto) en el verano del 407, 398 La reconciliación entre la Iglesia constantinopolitana y los llamados «juanistas» (Ioanmtai) se produjo en el 406, en vida aún de Juan Crisóstomo (o en el 408: cf. L a c o m b r a d e , ed. Himnos, pág. XLI, n. 3). 399 A Crisóstomo le sucedió como patriarca Arsacio y, a éste, Ático, que ocupó la sede desde el 406 al 425. M akários (que en esta ocasión traducimos por «bienaventurado» para evitar la cacofonía «beato Ático») se emplea aquí como epíteto honorífico y no como sinónimo de makaritês (cf. η. 329). De lo contrario, habría que pensar con S eec k (Philologus 52

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a aquellos hombres. Hasta aquí, en efecto, Alejandro y sus compañeros de apostasia corrieron una suerte común. Lo propio de él, o de unos pocos más, es que ahora ya se cumple el tercer año desde la amnistía400 y la reconciliación, y aún no se ha puesto en camino hacia Bitinia ni ha tomado posesión de la sede que se le asignó. Permanece entre nos­ otros, como si nada le importara el hecho de que se le trate igual que a un simple particular. Pues bien, ni a mí en el pasado se me instruyó en legislación sacra401 ni he llegado a aprender mucho durante el año escaso que llevo en la lista de obispos. Cuando veo, entonces, a algunos ancianos que no procuran saber ellos mismos las cosas con certeza, sino que se amilanan ante la posibilidad de transgredir, sin darse cuenta, un canon cualquiera de la Iglesia y, por eso, lo 402 tratan de una forma absolutamente rigurosa y, sobre la base de inciertas sospechas, derraman sobre el extranjero la certeza de su desprecio, no admitiéndolo bajo su común techo; cuando los veo, digo, no los censuro, pero tampoco los imito. Así que, ¿sabes cómo he procedido, padre reverendí­ simo403? No lo he recibido en la iglesia ni le he administrado la comunión404 de la santa mesa, pero en mi hogar le he dispensado los mismos honores que a quienes no son culpa­ [1983], 461) que nuestro autor se equivoca y que la carta de Teófilo no iba dirigida a Ático sino al anterior patriarca, Arsacio, muerto en noviembre del 405. 400 A falta de otros datos, podemos deducir que esta amnistía se concedió en el año 408. 401 Cf. n. 392. 402 A Alejandro. 403 Cf. n. 383. 404 El verbo koinonéo se emplea aquí (pero cf. C. 42, 75) con el sentido específico que acerca de koincmia comentábamos en la n. 375.

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bles de nada, que es también mi manera de comportarme con los coterráneos. Cuando uno de éstos se presenta en mi 35 casa, me ajusto a todos los actos y palabras que sean honro­ sos, sin tomar en consideración las tonterías de quienes, disgustados, dicen que estoy echando por tierra lo que es un derecho de la metrópoli405. Sin embargo, por esta razón, yo cargo sobre mis hombros con las preocupaciones de todos y 40 soy el único que no descansa trabajando por el descanso de todos. Pero bueno resultará lo que me depare el hecho de tener, ante Dios, abundancia de sufrimientos y escasez de honores. A este Alejandro, siempre que voy a la iglesia, quisiera no verlo en ninguna parte del ágora y, si coincide que lo veo, vuelvo los ojos a cualquier otro lado y de inmediato me salen los colores a las mejillas. Pero, en cuanto 45 cruza el umbral de mi casa y se encuentra bajo mi mismo techo, le dispenso todos los honores adecuados. ¿Por qué, pues, no soy consecuente conmigo mismo en público y en privado, y en ninguno de los dos casos hago lo que parece oportuno? Mira, en un sitio me someto a la ley; en el otro condesciendo con mi naturaleza, que se inclina hacia lo humanitario. Aun así, yo habría violentado mi naturaleza si 50 hubiera sabido con claridad la ley. En definitiva, la pregunta a la que tú, con la autoridad que tienes como sucesor de los apóstoles, debes responder sencilla y claramente, es ésta y esto es lo que te planteo: ¿Hay que considerar a Alejandro obispo o no?

405 Ptolemaida.

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68 AL MISMO

Desde Ptolemaida a Alejandría, antes del 15 de octubre del 412

A quien he entregado la carta te lo mando para un asunto que la ley divina no me permite exponer con detalle. Pero, que desde joven él ha practicado la virtud, eso sí es de justicia decirlo y es absolutamente cierto. En cualquier caso podrás honrarlo como a un hombre de bien. En cuanto a la acusación incoada por él, deja que se cumpla lo que su propia suerte le depare. Pues ojalá tú nunca te veas impli­ cado en la justificación de un homicidio 406.

69 AL MISMO

Desde Ptolemaida a Alejandría, a mediados del 411

Te preocupas, sí, te preocupas de la Pentápolis. Leerás sin duda la correspondencia oficial, pero, que han acontecido más y mayores desgracias de las que aterrorizan a esas cartas, lo oirás cuando te lo diga el portador de ellas407. Y es que te lo envío para solicitar de ahí ayuda militar. Pero los enemigos408 ni siquiera han aguardado a que parta, sino que 406 Seguimos la traducción de G a r z y a . 4»7 Cf. n. 296. 408 Se trata de la tercera invasión de los ausurianos.

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se han apresurado a desplegarse en masa por nuestra tierra. Todo se ha perdido, es el fin de todo. Las ciudades son lo único que aún queda, lo que queda al menos hasta el mo­ mento en que estoy escribiendo: lo que ocurrirá mañana, sólo Dios lo sabe. Por eso necesitamos tus plegarias, y me refiero a esas plegarias que suelen alarmar a Dios. Yo le he suplicado ya muchas veces tanto en privado como en público, en vano. ¿Por qué digo «en vano»? Porque todo lo que me rodea se me pone en contra409. Tan graves y numerosos son mis pecados.

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70 A P R O O L O 410

Desde Ptolemaida a Constantinopla, en el 412

Desde hace un año no me llega ninguna carta de tu sagrada mano. También esto lo cuento entre las desgracias que me sobrevinieron en ese período. Y es que el año pasado fueron muchos mis pesares y por muchos motivos: incluso este invierno me ha arrebatado al hijito que aún me quedaba 5 para reconfortar mi alm a411. Que mi sino era vivir feliz mientras estuviera a tu lado y, lejos de ti, sufrir los reveses del destino. ¡Ojalá tenga yo el consuelo de recibir de tu paternal persona una carta, lo más valioso que de Tracia puede acarrearse! m Cf. C. 66, 318. 410 Cf. n. 65. 411 Cf. n. 101.

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71 A PILÉMENES

Desde Cirene a Constantinopla e Isauria

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Son dos los recados que se refieren a ti. En efecto, estoy escribiendo a la vez a Tracia y a Isauria, para que, de cualquier manera, llegues a encontrarte al menos con una de las dos cartas. El asunto de ambas es saludar a mi queridísimo amigo Pilémenes, el filósofo, pues esto es lo que es, quiera o no quiera. Y jamás podrá subyugar esa propensión natural suya, ni apagará esa chispa del fuego divino, sino que la reavivará un día, cuando ya se encuentre él muy por encima de esta perversa forma de vida412.

72 A LOS OBISPOS

Desde Ptolemaida a la diócesis pentäpolitana. Algo posterior a la C. 41 y a la 42

Que Andronico, después de haberle mentido a la Iglesia, aprenda por experiencia que ella dice la verdad. Hace poco, 412 Con la expresión «chispa del fuego divino» (ton spinthëra toü theíou pyrós: cf. H. I 561) Sinesio alude a la filosofía y con «perversa forma de vida» (tes mochthëms agôgës: «perversa attività attuale» [ G a r z y a ]) a la carrera judicial, a la que se había dedicado Pilémenes: cf. C. 103.

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no hace casi nada, que él pecó contra Dios y ultrajó a los hombres. Por ello le hemos cerrado las puertas de nuestras iglesias y hemos dictado una carta dirigida a vuestra frater­ nidad 413 en la que se declara la sentencia en su contra. Él, anticipándose a la misiva, hizo el papel de suplicante y 5 prometió arrepentimiento. Todos consideraban justo que yo lo acogiera, todos menos yo. Y es que ya creía haber com­ prendido bien que este sujeto estaba dispuesto a cualquier palabra o acto. Que él, a la primera ocasión, iba a retornar 10 a sus instintos naturales, era algo que yo esperaba y predecía; pero, al menos, era lógico que, bajo la amenaza de la Iglesia, se mostrara mucho menos audaz que si no subsistiera ninguna sospecha contra él. Por eso, yo estaba decidido a perseverar en aquella resolución, porque me había determinado a hacer lo más piadoso para Dios y, también, lo más conveniente 15 para los ciudadanos. Pero, sin duda, es algo temerario oponerse uno solo a muchos414; a quienes son ancianos, uno que es más joven; a quienes han consumido ya su vida en el sacerdocio, uno que apenas lleva un año entregado a ese menester415. Cedí ante quienes me pedían que aún no hiciera circular la carta y que lo acogiese a condición de que no lanzara más su furia contra sus iguales y de que pusiera la razón, en vez de la pa- 20

413 La carta a la que se refiere Sinesio es la 42. Contamos aquí con uno de los primeros ejemplos del término adelphótés («fraternidad») como tratamiento o título honorífico (por esta época también se emplea en documentos vulgares: cf. J. O ’C a l l a g h a n , Cartas—, pág. 79, carta 13, 16). 414 Cf. Od. XX 313. 415 Sinesio tendría en ese momento (en el 412) alrededor de cuarenta años y llevaba uno en la cátedra episcopal (tras su aclamación en el verano del 410, fue consagrado a principios del 411).

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sión416, al frente de su vida. «Si permaneces —le dije— dentro de los límites que te he fijado, ahora rogaré yo por el perdón de tus culpas y, en el futuro, me uniré a tus propios ruegos. Pero, en el caso de faltar a tu promesa, te aguarda la condena, que será publicada por todas partes y se prolongará por tanto tiempo como se evidencie lo incorregible de tu carácter»417. Éste fue nuestro parecer. Él dijo que iba a dar y nosotros íbamos a obtener una prueba. Sí, la ha dado y la hemos obtenido: nos ha brindado argumentos de sobra para su excomunión418. En aquel entonces aún no se había atrevido a hacer confiscaciones ni había aún puesto mano en cometer asesinatos. Hoy día, ¿cuántos son unos vagabundos por culpa de éste?, ¿cuántos, hasta ayer hacendados, están mendigando por culpa de éste? Pero poco es en comparación con lo de Magno, nacido noble y muerto como un villano. En tierra yace este hijo de un varón ilustrísimo, después de haber contribuido con todos sus bienes a las necesidades de

416 L a p asió n (páthos ) b a jo la so b e ra n ía de la ra z ó n (nous en este pasaje de S inesio, en vez d e logos) es u n te m a pred ilecto del E stoicism o. L a lu c h a e n tre am b as se h a in te rp re ta d o de diversas m a n e ra s, de acu erd o co n las concepciones de c a d a au to r: cf. F . A. G a r c í a R o m e r o , «Los obstáculos de la ra z ó n . D e H o m ero a S an P ablo», Estudios Clásicos 91 (1987), 7 ss. T am b ié n el Libro cuarto de los Macabeos (sobre to d o 1, 1-3, 18), e rró n e a­ m en te a trib u id o a F l a v i o J o s e f o (cf. y a E u s e b io , Hist. eel. I ll 10, 6), p re te n d e d e m o stra r que «la ra z ó n p ia d o sa (ho eusebës logismós) es d u e ñ a a b so lu ta d e las pasio n es (ton pathSn)» (1, 1; y cf. 1, 7). Cf. M . L ó p ez S alv A , «L ibro cu arto de los M acabeos», en A. DfEZ M a c h o (ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento III, M a d rid , 1982, págs. 121 ss. Cf. C. 41, 177 s. 417 Cf. n. 229. 418 El término empleado es apokírixis (también, S ó c r a t e s , Hist. eel. I 6, 40): cf. apokéryktos, apokêryssô (y ekkíryktos, ekkërÿssô) y n. 434.

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la ciudad y haber sido carnaza de la envidia de un hombre hacia otro. Andronico le pedía dinero y él, al no dárselo, fue golpeado y, al dárselo, también fue golpeado, porque en él encontró Andronico una mina. Y, ¿cómo no?, sus campos 35 no se los vendió a sus amigos sino al gobernador419. Mis lágrimas se derraman por esa juventud suya, víctima de la injusticia, y por las esperanzas frustradas que la ciudad puso en ella. Pero más digna de compasión que su juventud es la vejez de su madre, porque, de sus dos hijos varones, uno ha marchado al exilio por culpa de Andronico y ella no sabe dónde está, y lo que sí sabe es dónde ha sido enterrado el 40 otro. ¡Ay de las leyes violadas, en contra de las cuales están gobernando aquéllos su propia tierra y en contra de las cuales reciben dinero en préstamo ofreciendo como garantía un cargo420! Pero lo cierto es que, de todo esto, Dios quiere que sean otros los que se preocupen. A nosotros nos basta con mantenernos puros entre lo que es puro, siempre que podamos permanecer dentro de los recintos sagrados, y con 45 apartar de lo más sacrosanto a los execrables.

419 Por tanto Andronico se quedó con todas sus posesiones. Sinesio emplea para éste el término stratégós (que ya en el siglo m a. C. se utilizaba para el gobernador de los nomos egipcios) como equivalente de hëgemén (praeses). 420 Creemos que ésta es la mejor interpretación de e p ’ archéi: (reciben préstamos) «sobre un cargo» (la expresión es válida en español), «con la garantía de un cargo» (cf., por ejemplo, A r is t ó t e l e s , Constitución de los atenienses IX 1: epi toís sémasi). Estas líneas se repiten casi literalmente en C. 73, 42 s. (cf., también, n. 424). Sobre el cohecho y la venalidad habla S in e sio en Real. 30 c-d.

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73 A TROILO

Desde Ptolemaida a Constantinopla, en el 412

Tú eres, ya se sabe, filósofo y persona humanitaria; ante ti, pues, debo yo lamentarme de las adversidades de la tierra que me crió: tú la honrarás en virtud de ser un ciudadano filósofo y sentirás compasión en virtud de tu benignidad natural. En virtud de ambas cosas intentarás enderezarla 5 tras su caída. Y bien puedes, porque es Antemio421 el que tiene carácter, suerte y habilidad para salvar a las ciudades. Y, siendo muchos los recursos con los que para ello cuenta por don de Dios, el mejor de todos son sus amigos y de éstos Troilo es el mejor. Por tanto, no vayas a aplicar sólo tus ojos, sino también, y con absoluto interés, tu mente a estas ío líneas, sobre las que yo he ofrecido en sacrificio muchas lágrimas 422. Pero, ¿cómo? Los fenicios no gobiernan a los fenicios, ni los celesirios a los celesirios 423; los egipcios, por su parte, gobiernan sobre cualquier país menos sobre el suyo, ¿y son los libios los únicos que lo hacen sobre el suyo propio424? 421 Cf. n. 274. Tanto Troilo como Anastasio (cf. C. 48 y 79) estaban muy cercanos al prefecto Antemio y a ellos se dirigirá en vano Sinesio solicitando ayuda contra los abusos de Andronico. 422 O, simplemente, «sobre las que he derramado muchas lágrimas». Pero pretendemos conservar el sentido originario de kataspéndo. 423 La Celesiria (la «Siria hueca», Koíle Syria) estaba situada entre el Líbano y el Antilibano. 424 Un gobernador no podía ejercer el cargo en la provincia de la que era originario: cf., más abajo, líneas 31 ss., y L a c o m b r a d e , Synésios..., pág. 230, n. 7.

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¿Acaso los libios son los únicos que han mostrado el mayor arrojo y que han resuelto ir contra las leyes? Sí, cuando más numerosos y más terribles resultan los castigos para los transgresores, precisamente entonces las naturalezas per- 15 versas se precipitan sobre aquéllas con mayor violencia. Era preciso que fuera destruida de raíz la Pentápolis cirenaica. El hambre y la guerra aún no han exterminado todo lo que debían, sino que van consumiendo y aniquilando poco a poco. Y, sin duda, hemos descubierto además lo que faltaba para que ya de golpe quede arruinada. No es sino lo que el oráculo425, antaño pronunciado, vaticinó sobre el fin de la Pentápolis. A nuestros padres y abuelos se lo hemos 20 oído: «La maldad de sus gobernantes destruirá Libia». Y esto es sólo una parte de aquel vaticinio. Pero, si así está prefijado, ingeniáosla para lograr un aplazamiento del mal. De cierto que los recursos de los médicos no pueden en absoluto impedir la muerte de los hombres, dado que es una imposición de la naturaleza, pero sí consiguen retrasar lo 25 inevitable. Esto mismo es lo que pedimos también de los recursos del gobernante: que ayude a la naturaleza contra la enfermedad y que no acelere la aniquilación. No, lo ruego, no vaya a ocurrir en estos tiempos del gran Antemio que una provincia romana sea borrada del mismo 30 centro de la diócesis. Háblale, háblale desde la razón: «¿No has sido tú el promotor de que se pusiera en circulación esa ley, recién promulgada en substitución de la antigua, que hace que se ciernan muchas y graves penas sobre quienes pretenden el gobierno de la tierra que los crió? ¿Cómo, entonces, no te irritas con quienes ante ti se jactan de que425 De este oráculo (que lógicamente habría salido del santuario de Amón en Libia: cf. S in e s io , Sueñ. 143 d) no tenemos otros testimonios.

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brantar tus mandatos426? Desde luego, si no se te pasan desapercibidos, eres injusto; si se te pasan, eres negligente». No debería proceder así el hombre más dotado de autoridad, sino poner su atención, antes que nada, en una sola cosa: en elegir a los indiscutiblemente mejores para que ejerzan la prefectura. Es, de cierto, divina y sublime esa previsión427 por la que uno invierte todo su cuidado en escoger a un hombre bueno. Pero es que de ello depende el que se pueda cuidar de una nación entera. Pues bien, es importante haber rechazado, de inmediato, a esos que arremeten contra las leyes, en contra de las cuales están gobernando ellos su propia tierra y en contra de las cuales reciben dinero en préstamo ofreciéndonos a nosotros como garantía, como si fuéramos propiedades suyas42S. Detened el mal. Mandadnos unos magistrados más legales, que no nos conozcan ni nos sean conocidos, y que diriman los asuntos de acuerdo con su idiosincrasia natural y no con sus sentimientos respecto a cada uno de nosotros. Ahora las cosas están de la siguiente manera. Está nave­ gando ya de regreso hacia acá un gobernador429 cuya política hasta ayer mismo era adversa a la ciudad y que litiga desde los tribunales contra cualquier discrepancia en esta materia. 426 Cf. n. 424. 427 Las ideas aquí expresadas coinciden con las del discurso Sobre la Realeza (29 d ss.). D e hecho, nuestro autor toma casi literalmente una frase de Real. 29 d. Creemos que la traducción que en su día ofrecimos de dicha frase (Sinesio de dren e. Himnos. Tratados, Madrid, BCG, 1993) puede retocarse a la luz de las líneas de la presente carta: «... porque esta previsión (la de seleccionar con cuidado a los gobernantes) es divina y magnífica». 428 E ph'hem m hösper epi ktemasi: cf. C. 72, 41 s. y n. 420. 429 Andronico. El término empleado aquí es despotes, «señor», que ya se utiliza en los siglos I y il para referirse al emperador (para Dios se va reservando kÿrios·. cf. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág. 43, n. a la carta 3, 13).

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¡Cuántos otros males brotan de ahí! 430. En los banquetes se lanzan calumnias431; por agradar a una mujer se le causa la 50 ruina a un ciudadano y se demanda432 a un acusador; y todo aquél que no denuncie a nadie por proponer medidas ilegales, es condenado, a no ser que haya sufrido, antes de la condena, el mismo castigo que los condenados. Vimos preso a uno por no haber inculpado de hurto del tesoro público a aquél que, hace poco, cesó en el más alto cargo 433; o, mejor dicho, 55 ni siquiera lo hemos visto, pues se le prohibieron las visitas (como se hace con los excomulgados o con los enemigos del emperador434), mientras ellos no consiguieran cuanto querían. Aquel hombre pudo contemplar la luz del sol a condición de que acusara a Genadio. Y, sin embargo, esta Pentápolis nuestra ha recibido muchas veces muchos beneficios de parte del sirio Genadio; y, el mayor de todos, éste: el haber encomendado su gobierno a la razón435 y a la persuasión y, 60 sin darnos cuenta nosotros, haber introducido en las arcas436 del estado más dinero que los gobernadores más crueles y más renombrados por su dureza. Por causa de tal dinero nadie lloró ni nadie tuvo que vender sus campos. Justamente se la podría llamar una contribución piadosa, que no vino obligada por los ultrajes ni por el látigo. En lo que respecta 65 430 Cf. P la tó n , República 573 d; T e m is t io , Discursos 32, 360 b. 431 Sykophantéîtai: cf. n. 276. 432 Ekkéleustos: «fe messo al bando» (G a r zy a ). 433 Genadio, el praeses a quien sucedió Andronico: cf; S in esio , Disc. II (Catastasis maior). 434 Aquí toís enagésin: cf. n. 418. Con la expresión «los enemigos del emperador» se refiere Sinesio al delito de lesa majestad. 433 Cf. C. 72, 20 s. 436 Más literalmente: «en las cuentas del estado» (taïs demosiois pséphois).

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a los ciudadanos, ¡ay, qué nostálgico recuerdo de lo que ya acabó!, ¡ay, qué amarga experiencia de lo que estamos viendo ahora! Así pues, nada extraordinario reclamamos: lo que hace­ mos es suplicarle a Antemio en pro de las leyes; a él, que es su guardián, en pro de esas leyes, cuya antigüedad es digna de reverencia (que también esto es un refrendo de la autoridad de la ley), como dignas son, si así parece oportuno, las dis­ posiciones más recientes que se adscriben437 a una soberanía, podría decirse, aún viva.

74 A PILÉMENES

Desde d re n e a Constantinopla. Contemporánea de la C. 1

Te he enviado un libro 438 compuesto a la ática, de esme­ rada elaboración: sólo que lo dé por bueno Pilémenes, el más crítico de los oídos que me escuchan439, eso es ya una recomendación para el porvenir. Y si no parece una obra seria, ten por cierto que uno puede escribir por diversión divertimientos.

437 Epigraphómena: «llevan la marca o el sello», «revelan, delatan». 438 Lo más probable es que, como en la C. 1, 5 (cf. n. 4), se trate del Elogio de la calvicie (paizein tú paígnia, se lee en la línea 4 de la carta), aunque también se ha pensado en el Dión (cf. C. 154): cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 133, n. a d loe., (y ed. 1989, pág 214, n. 1); 439 Para G a r zy a (ibid., n. 2), «allusione alia lettura in pubblico delle lettere».

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75 A NICANDRO

Desde d re n e a Constantinoplei

Ese famoso epigrama440mío (¿y cómo no va a ser famoso habiéndolo dado por bueno el gran Nicandro?): Estatua de la áurea Cípride o de Estratonice441, tú sabes bien, por lo que lees en el verso, que lo compuse entonces para mi hermana. Ésta, la más querida de mis 5 hermanas 442, a la que consideré digna de la estatua y del verso, tiene por cónyuge a Teodosio, de la guardia imperial, quien443, por el tiempo que lleva y por su dedicación a la milicia, ya hace mucho que podría haber conseguido un puesto preeminente; pero las acciones de guerra cuentan más que los años. Así pues, sé valedor suyo también en las causas judiciales, si en alguna tiene que vérselas con Ante- 10 mió. ¡Que reciba él algún provecho del gran Nicandro!

440 Consta sólo de un hexámetro (al parecer, una inscripción). 441 Cípride es Afrodita, que recibe este apelativo «porque nació en Chipre, la de muchas olas» (H e s ío d o , Teogonia 199). Este hexámetro se incluye en la Antología Planúdea (79) y parece una imitación de P o sid ipo d e P e l a , Ant. Plan. 68 (cf. E. F e r n ä n d e z -G a lia n o , Posidipo de Pela, Madrid, 1987, pág. 148). 442 Sobre las hermanas de Sinesio, cf. n. 91. 443 Aunque no es estrictamente necesaria, puede aceptarse la adición de hds, propuesta por H an sen en su reseña de «Synesii Cyrenensis Epistulae. A, Garzya recensuit», Byz. Zeitschr. 79 (1986), 347-348.

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76 A TEÓFILO

Desde Cirene a Alejandría, entre el 411 y el 412

Los olbiatas (habitantes que son de un pueblo de la campiña) tuvieron necesidad de elegir obispo, después de que el muy bienaventurado444 Atamante concluyera su sa­ cerdocio a la vez que una larga vida. Me convocaron, por tanto, también a mí para que fuera partícipe de su delibera5 ción. Y los felicité porque podían escoger de entre muchos y muy buenos candidatos y mucho más felicité a Antonio por su virtud, porque parecía ser más bueno incluso que los buenos. Hacia él, en efecto, se decantó el voto de todo el pueblo. A la opinión de la multitud se sumaron también los dos piadosísimos obispos445: junto a ellos se había educado aquél y por las manos de uno de los dos había sido ordenado ío sacerdote. Coincidía, por otra parte, que tampoco para mí era Antonio un total desconocido: por todas las palabras y acciones que de él conocía lo elogié. Y, después de sumar a los méritos que ya sabía los que estaba oyendo, también yo di mi voto a aquel hombre. 15 Sería mi deseo también acogerlo y asociármelo446, con la misma dignidad que yo, en el obispado. Así pues, aún hace falta una cosa, la más importante por cierto: tu sagrada

444 Cf. n. 329 (cf. el superlativo, por ejemplo, en A t a n a s io , Apología contra los arríanos 58). 445 Cf. n. 354. Con Sinesio serían ya tres los obispos allí presentes (el número requerido): cf. n. 342. 446 Seguimos de cerca la muy atinada traducción de G a r zy a .

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mano. Esto es lo que les hace falta a los olbiatas; a mí, tus plegarias.

77 A ANISIO

Desde Ptolemaida, a comienzos del 411

La luz y la tiniebla no quieren aguardarse la una a la otra, sino que por ley natural se dan de cara. Cuando regresábamos de acompañarte, nos encontramos con An­ dronico.

78 AL MISMO

Desde Ptolemaida, en el 411

Nada sería más ventajoso para la Pentápolis que honrar con preferencia a los unigardas 447, buenos como hombres y como soldados, más que a todos los demás soldados: no sólo más que a las tropas llamadas indígenas, sino incluso más que a cuantos hayan podido venir a estas regiones para integrar las fuerzas auxiliares. Y es que éstas, que son nume- 5 447 Estas tropas auxiliares también se mencionan en S in e s io , Disc. I (Catastasis minor) 306 a y II (Catastasis maior) 300 a, n. 6.

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rosísimas, nunca se vieron enzarzadas en una lucha temeraria contra los enemigos, que eran menos. Aquéllos, sin embargo, que sólo son cuarenta, con la ayuda de Dios y contigo como general, han formado ya sus líneas dos o tres veces contra un grueso de más de mil hombres y han alcanzado las mayores y más honrosas victorias. De los bárbaros que se les pusieron 10 a la vista, a unos los arrasaron, a otros los arrojaron448, y todavía patrullan por las zonas altas del territorio, en guardia contra las incursiones de los enemigos, como perros que saltan fuera del cercado para que la fiera no se abalance sobre el rebaño. Así, nosotros sentimos vergüenza ante el hecho de que estos proceres estén llorando, bañados en sudor por defen15 dernos. Y es que, al escuchar la lectura de lo que ellos me han escrito, yo no he podido quedarme impasible y estimo que tampoco tú debes desatender su plegaria. Pues a ti te suplican por mediación mía y al emperador por mediación tuya con una súplica que hubiera sido razonable por nuestra parte haber satisfecho, aun habiendo ellos permanecido en 20 silencio: la de no ser alistados en las unidades indígenas. Y es que se volverían inútiles para sí mismos y para nosotros, al verse desposeídos de las dádivas imperiales, si no pudieran contar con cambio de caballos, ni con munición de armas, ni con dinero suficiente para unas tropas de combate. Tú, al menos, el mejor entre todos ellos, no mires con indiferencia el que tus conmilitones vengan a parar a una categoría más baja; por el contrario, que ellos, sin menoscabo de sus

448 En el original existe un juego de palabras (y paronomasia) entre apololekótes y apelélakótes, que intentamos reproducir, aunque de una manera un tanto forzada.

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p r iv ile g io s , c o n t in ú e n a s e n t a d o s s o b r e la s s ó lid a s b a s e s d e 25 s u a n te r io r d ig n id a d .

Bien podría esto suceder si, gracias a un informe tuyo, nuestro humanísimo449 emperador se enterara de cuán pro­ vechosos han sido ellos para la Pentápolis. Y, en nombre mío, incluye en tu carta otra petición al emperador: que a estos cuarenta se les añadan ciento sesenta hombres más. ¿Quién no sería de la opinión de que, con la ayuda de Dios, 30 doscientos unigardas, parejos en temple y fortaleza a éstos cuya mansedumbre de carácter estamos no menos elogiando, y comandados por ti, le bastarían al emperador para llevar a término la guerra contra los ausurianos? ¿Y qué necesidad hay de tantas levas y de esos dispendios que periódicamente se hacen cada año para mantener un ejército aquí? Lo que se 35 necesita para la guerra son fuertes brazos y no una lista de muchos nombres.

79 A ANASTASIO

Desde Ptolemaida a Constantinopla, a finales del 411

Yo no he podido serle útil a Evagrio, el sacerdote, ni tampoco a ningún otro de ios que han sido injustamente tratados. Y es que nos gobierna Andronico de Berenice, «un

449 Philanthropótatos: el término philanthropia se utiliza como trata­ miento honorífico para dirigirse al emperador (cf. A t a n a sio , Apología a Constancio 2), que en estos años es Teodosio II (408-450).

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hombre nefasto»450, con ánimo y lengua de criminal. Si a mí me desprecia, eso no importa; pero me parece que él se avergüenza incluso de honrar a la divinidad: «tanto golpea el cielo con la cabeza»451. Por tu sagrada y queridísima persona te lo juro: ha cubierto a la Pentápolis con un traje de luto, inventando empulgueras y torturapiés452 y algunos otros insólitos tor­ io mentos, no para los delincuentes (que ahora quien lo desee puede delinquir y mucho), sino para los que pagan impuestos por su patrimonio y para aquellos otros que tienen cualquier deuda. Es, en efecto, un hombre hábil en inventarse argu­ mentos dignos de su calaña y la de Toante453, a quien, de encargado de la cárcel que era, se le encomendó la recauda­ ción del sueldo militar, llamado «de los reclutas» y a esto se 15 le añadió el tributo de palacio 454: siempre hay un nuevo mal que se suma al antiguo, para la vejación de pueblos y na­ ciones. No, ni siquiera a los hacendados y ricos les es posible salir sin latigazos: mientras el esclavo va a casa a traer el 5

450 É u p o l is , Fr. 332 K a ssel -A u st in (cf. L u c ia n o , El falso razonador o sobre el término “apophrás" 32, etc.). Sobre Anastasio, cf. n. 421. 451 Cf. C.41, 230s„ n. 204. 452 Cf. C.42, 10. «3 Cf. C.42, 48. 454 Se mencionan aquí dos tipos de tributos mal conocidos. Por una parte, el stratiotikon chrysíon (toü s. ch. toü kalouménou tironikoü), que quizá sea el aurum tironicum o tironum praebitio (lat. tiro, «recluta»; cf. Cod. Theod. VII 13, 7), impuesto al que estaban obligados quienes no podían proporcionar nuevos reclutas (cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 220, n. 3) y que se empleaba para pagar a las tropas. Por otra, esos aulanáia, identificables con el aurum coronarium (cf. Cod. Theod. XII 13, 2): cf. S in e sio , Real. 2 c, η. 5.

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dinero, al amo lo apalean y se queda sin alguno de los dedos. Y, cuando aquél carece de un motivo de peso para invitarlo 455, 20 ahí están de reserva Maximino y Clinias: en estos dos se despachan a su gusto sus desordenadas pasiones. Lo que me parece es que un individuo tal obtiene la protección de perversos demonios, los cuales quieren que disfruten de alabanza y buena fortuna las más criminales almas, a las que pueden utilizar como instrumentos para la común calami­ dad 456. Y es por eso que le procuran la gloria propia de un 25 hombre noble. Sin embargo, ¿cómo va a ser razonable que se enaltezca al que está en alto y se humille al humilde 457? ¿Y qué decir de que, a sus ojos 458, toda persona de carácter mesurado y afable sea tenido «en la misma estima que un cario»459 y sea despreciada, mientras Zenas y Julio460son los únicos poderosos? Zenas es el que impuso el año pasado la 30 tributación doble y el que ahora amenaza a Anastasio, un hermano para mí, con acusarlo y condenarlo por infidelidad en su embajada. Aquél, no obstante, tiene poder con el consentimiento de Andronico; Julio, por el contrario, lo tiene sin su consentimiento y a pesar de sus quejas, y contra nadie se ha mostrado tan enérgico como contra Andronico. Dos o tres veces le ha gritado, «insultándolo como desde una carreta»461 y lanzándole todo tipo de amenazas, de las 35 455 Andronico a Toante, se sobreentiende. 456 Cf. C. 42, 49. 457 Cf. M ateo , 23, 12; L u c a s , 1, 52; 14, 11; 18, 14, etc. 458 Literalmente «en presencia de él», «ante él» (eph’hoü). Seguimos la traducción de G arzya («agli occhi di Andronico»), 459 II. IX 378, y cf. S in e sio , Peonio 307 b, n. 1. 460 D os decuriones, secuaces de Andronico: cf. C. 42, 48, η. 235. 461 Expresión proverbial (A r is t ó f a n e s , Caballeros 464; D em ó st e n e s , XVIII 122; L u c ia n o , Zeus trágico 44; cf. Corp. Paroem. Graec. I 453, 17)

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que yo mismo me sentiría totalmente honrado si fueran pronunciadas por mi boca. A esa inmundicia de hombre la ha dejado hecha un ratón en vez de un león462 y lo trata como a un esclavo, en tanto en cuanto no se atreve ni 40 siquiera a murmurar por lo bajo en los rincones 463 contra su amo (cosa que, por supuesto, pueden hacer los criados; pero Andronico no, pues la irracionalidad nunca es valiente, sino cobarde o temeraria, según la ocasión, o sea, siempre mala). El admirable464 Herón, de una manera digna de él, os hablará de lo que le atañe, siempre y cuando siga vivo. Y es que en tal estado se encontraba por el hecho mismo de convivir con 45 la perversidad de ese hombre y de verse diariamente que­ brantado por los horrores que escuchaba y sufría, que al cabo, incluso una vez libre de esta mortífera convivencia, desesperaba de llegar a ser dueño de su propia vida. Y, en aquel entonces, aún no había regresado Toante de su famo­ so sísimo viaje465. Pero, ahora, lo cierto es que él se ha forti­ ficado contra todos los nobles, cual nueva Decelea466, después de haber traído la noticia de un misterioso sueño del pre­

que guarda relación con los ritos de los misterios eleusinos (que perduraron hasta el 394, afio en el que Alarico destruyó el santuario de Eleusis), en concreto con la aischrologla o intercambio de improperios y gestos obscenos por parte de las mujeres (montadas en carretas) en ciertos momentos de la procesión de Atenas a Eleusis, el 19 de boedromión. 462 Quizá otra expresión proverbial, relacionada con la fábula de B a b rio , 82 C r u siu s («El león ofendido por un ratón»), 463 Cf. P l a tó n , Gorgias 485 d. 464 Thaumásios: cf. n. 297. 465 A Constantinopla, para entrevistarse con el prefecto Antemio. 466 En el 413 a. C., durante la Guerra del Peloponeso, los espartanos invandieron el Ática y se fortificaron en Decelea para tener en jaque a Atenas: cf. T u c íd id e s , VI 91, VII 19.

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fecto 467, cuyo significado es que algunos de aquí deben morir y otros quedar presos. Y presos quedan algunos hom­ bres de los nuestros por culpa de ese sueño misterioso y otros mueren sin causa manifiesta. Y seguro que, si no han 55 muerto, morirán pronto. Unos, por los latigazos, han pere­ cido; otros, por su fuerza física, se mantienen aún con vida, hasta este mismo día en que te envío la carta. «Pero el gran Antemio —dicen—, el prefecto de los romanos, no sanará ni dejará de tener fiebre mientras no 60 perezcan Maximino y Clinias.» Esto es lo que Toante va repitiendo quedo. Por eso, Andronico ni siquiera le permite a Maximino pagar su contribución y ahuyenta a todos los que pretenden comprar las propiedades de Leucipo. Que lo principal no es que se llenen las arcas públicas sino que recobre la salud el pre­ fecto468, el cual, tras de hacer venir a su casa sólo a Toante 65 y en presencia —dicen— sólo del sofista469, le ha referido el sueño. Y los puertos fueron cerrados —al menos eso jura Toante—, hasta que él, después de zarpar a toda prisa, pudiera referirle a Andronico aquel misterio, con el fin de que no escapase a escondidas ninguno de los que merecían morir por la vida de Antemio. A raíz, entonces, de lo que 70 otro ha visto en sueños o, mejor dicho, de lo que se cuenta que ha visto, la Pentápolis, en plena vela470, ha llegado a mala situación. Y es que Andronico, al habérsele confiado

467 Ton hypúrchón e n el original, en p lu ral «per ip erb o le retorica» (ed. G a r zy a , 1989, pág. 223, n. 11). 468 Toús hypárchous·. cf. n. an terio r. 469 Podría ser Troilo (cf. C. 26, etc.) o, también, un «onirocrita» o intérprete de sueños. 470 Ónar... hypar: cf. C. 56, 1 s.

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tales secretos y estar dispuesto a ser el benefactor de la feliz casa del prefecto471, preso es de una furia terrorífica, confiado 75

en Toante, y no conoce el respeto a hombres ni a dioses: violenta rabia en él se ha hundido m .

En estas circunstancias en que se halla su patria, Evagrio no ha tenido necesidad de un adivino para predecir el hecho de que, si acude a los tribunales, va a escapar mal. Y el propio Andronico le ha dado a conocer a las claras su 80 determinación, no a éste ni a aquél, sino al propio Evagrio, y le ha exigido que peche con su obligación473, si es que quiere obrar con sensatez; pues, de lo contrario, él, por supuesto, pronunciaría una sentencia condenatoria. Por mi parte, he alegado en mi propia defensa, ante Dios, ante el divino Dioscúrides y ante todos los hombres, 85 que, de tanta honra como yo tenía, he pasado a sufrir esta deshonra tan grande, al menos en lo humano, y que, de tan fuerte como era, me he convertido en tan débil. Y, cuando yo estaba ausente, Andronico velaba por mantener mi in­ fluencia, gracias a la cual dos veces se ha salvado de que lo metieran en prisión en Alejandría. Pero, ahora que estoy aquí, te juro por tu sagrada persona que me trata de tal forma que, al sobrevenirme la pérdida del más querido de 90 471 Ton hypârchôn: cf. n. 467. 472 II. IX 238 (con Thóanti y oíde tiein en vez de DU y tíei del texto homérico) y 239. 473 i t s leitourgías: podría tratarse aquí de un impuesto exigido a la Iglesia o de una carga curial (cf. ed. G ar zy a , 1979, pág. 143, n. ad loe., y ed. 1989, pág. 224, n. 14).

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m is hijos 474, habría podido hasta quitarme la vida475, vencido por el sufrimiento, y sin embargo fui yo, en realidad, quien venció al sufrimiento, no por reflexionar racionalmente sino porque Andronico hizo que me volviera atrás y que prestara atención a las calamidades públicas. Y para mí estas calami­ dades han sido el consuelo de mis propias calamidades, dado 95 que aquéllas me arrastran hacia sí mismas y «repelen un sufrimiento con otro sufrimiento»476: ira mezclada con pena es lo que repele la pena por mi hijito. Sabrás que mi muerte estaba vaticinada para un día fijo de este año, y ha sido aquél en que me hice sacerdote477. He notado un cambio en mi vida: yo, que hasta entonces la festejaba, tras haber 100 gozado de honra entre los hombres y de la amable disposición de todos, más que cualquiera de quienes han cultivado nunca la filosofía, tanto en lo que respecta a los bienes externos como a la actitud anímica, ahora estoy notando que he sido despojado de todo. Pero lo cierto es que la mayor de mis desgracias, la que deja mi vida incluso sin esperanzas, es el hecho de que yo, ios que no tenía costumbre de salir defraudado en mis súplicas a Dios, ahora por primera vez sé que he suplicado en vano: veo mi casa malparada y me encuentro forzado a habitar en mi patria en medio de su infortunio. Soy «uno a disposición de todos»478, porque cada cual viene a llorar ante mí y a lamentarse de lo suyo, y, por añadidura, he tenido a Andro474 Hesiquio (Alejandría, 404-Cirene, 411): cf. n. 101. 475 La expresión exágein heautón para designar el suicidio ya está en C r is ip o , Stoic. Vet. Frag. Ill 188, y P o r f ir io , Vida de Plotino 11, 13. 476 Cf. C. 41, 182 s„ n. 195. 477 Recuérdese que Teófilo lo consagra a principios del 411. 47* Cf. C. 41, 190 s„ n. 196.

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lio nico como «remate»479 de mis desgracias: por su culpa no puedo recoger el fruto, «ni siquiera un poco»4S0, del ocio, ese compañero con el que he crecido. Y yo, que no le soy de provecho a nadie, debo, sin embargo, soportar a todos los que se me acercan y me reprochan mi debilidad. Por eso os pido, os lo pido a ambos481 con todas mis fuerzas, y especíal­ as mente a ti, mi querido hermano Anastasio (tú que tienes fama de gozar de influencia sobre un hombre rabioso): si con algún poder cuentas (y, en este caso, justo sería que lo emplearas en favor de Sinesio más que de Andronico), libra de su abatimiento a Ptolemaida, la ciudad a la que toqué pn suerte482, contra mi voluntad483 (y esto bien lo sabe el ojo, 120 que todo lo ve484, de Dios). No sé en pago de qué estoy expiando tan grandes penas. Y si con anterioridad —como dijo aquél— «nos atrajimos la envidia de alguno de los dioses, ya hemos sido bastante castigados»485. Pero estas palabras también conviene decirlas en favor de Maximino y Clinias, de quienes me parece que habría sentido compasión hasta el más cruel de los demonios, excepción hecha de 125 Toante y Andronico, los únicos demonios implacables.

479 Cf. P la tó n , Eutidemo 301 e, Leyes 673 d, Teeteto 153 c. 480 Cf. A r ist ó fa n e s , Avispas 541. Sobre el ocio, cf. C. 11, 8 ss. y 41, 85 ss. 481 Anastasio y Dioscúrides. Adelphos com o hermano de fe (línea 115) ya se usaba desde el siglo i. 482 Como obispo, se sobreentiende. 483 Cf., por ejemplo, C. 11, 3 ss. 484 Cf. H es ío d o , Trabajos 267. 485 T u c íd id e s , VII 77, 3; cf. C. 41, 133 s.

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80 A TEÓFILO

Desde Ptolemaida a Alejandría, entre el 411 y el 412

Yo estaba dispuesto a poner mi mano y mi voluntad al servicio de tu paternal mandato, pero creo que Ampelio no podría haber mirado por su propio interés mejor de lo que Niceo lo ha hecho por quedar desposeído de lo suyo 486. Y es que ni sé bien las razones por las que primero se marchó, ni 5 por qué retornó, ni por qué volvió a salir de su patria. ¿Cómo es que ni lo han visto ni sobre él se daba a conocer ninguna noticia segura? La carta de tu sagrada mano fue otro quien me la trajo y quien me pidió esta respuesta, cuando ya Niceo había soltado amarras. Y ni yo lo vi ni el gobernador487 lo vio ni oyó nada, y tampoco aquél lo vio ni 10 oyó nada. Por tanto, ¿cómo es posible que Niceo resulte vencedor, viviendo como está más allá de nuestras fronteras, en el campo, y, por ello, con las muchas ventajas y ganancias que las estaciones les reportan a los agricultores? Aún más numerosas serían si también se adueñara de los bienes ma­ ternos.

486 Nuestro obispo aquí parece involucrado en un pleito por una herencia. Recuérdese que, en esta época, los prelados también ejercían funciones judiciales: cf. n. 336. 487 Genadio: cf. S in e s io , Disc. II (Catastasis maior).

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81 A LA FILÓSOFA

Desde Ptolemaida a Alejandría, en el 413

Aunque el destino no puede arrebatármelo todo, ése es, sin embargo, su propósito, al menos en todo lo que sí puede él, que me dejó privado de muchos y buenos hijosm . No obstante, la capacidad, al menos, de escoger lo mejor y ponerme de parte de quienes sufren injusticia, eso no me lo arrebatará. ¡Que ojalá no pueda someter mi ánimo! Sí, odio la injusticia489, eso está a mi alcance; pero querría impedirla y, sin embargo, ésta es una de las cosas que se me han arrebatado: la he perdido incluso antes que a mis hijos. Antaño eran vigorosos los milesiosm . Hubo un tiempo en que también yo les servía de provecho a mis amigos y tú me llamabas «el bien de los demás»491, por emplear en los otros el respeto que yo merecía entre los muy 488 II. XXII 44. En el 412 ya había perdido Sinesio a sus tres hijos: cf. n. 101. 489 Cf. Salmos 119 (118), 163; Proverbios 28, 16. -490 Proverbio ya citado por A n a c r e o n t e , Fr. 426 P a g e (a menos que este verso se convirtiera posteriormente en refrán), y, luego, por A r is t ó f a n e s , Pluto 1002, etc. 491 Ninguna obra escrita conservamos de Hipatia y, como escribe J. M. _ R is t , «Hypatia», Phoenix 19 (1965), 214-225, estas palabras son «the only example of her conversation».

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poderosos: para mí éstos eran como las manos. Ahora todos me han dejado solo, a no ser que tú tengas algún poder; y lo cierto es que, aparte de la virtud, eres tú a quien considero un bien inviolable. Tú, por supuesto, siempre conservas tu poder y ojalá puedas utilizar ese poder tuyo de la mejor manera. Niceo y Filolao, jóvenes excelentes y de la misma familia, cuida tú de que vuelvan a ser dueños de sus propiedades: que de esto se ocupen todos los que honran a tu persona, tanto particu­ lares como magistrados.

82

·

A SU H ER M A N O 492

¿A quién, pues, a quién le corresponde la admiración de aquéllos que son como tú? A uno prudente, mesurado, amigo de la cultura y devoto de Dios, en una palabra, a alguien como Geroncio. Pues bien, aquí tienes a este hombre con mi carta: después de tratarlo, no podrás decir que soy un vil adulador.

4,2 Aunque las cartas 82 y 84-86 aparezcan dirigidas a Evoptio, no se comprende bien que Geroncio haya sido recomendado tantas veces a la misma persona: cf. ed. G arzy a , 1979, pág. 147, n. ad loe. Para la línea 5, cf. C. 150, 14 s (y T eo g n is , 37 s.).

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83 A CRISES

Después del 405

5

No porque sea pariente de mis hijos el admirable493 Geroncio, no por ello recomiendo a este joven ante un amigo como tú (aunque también eso es verdad), sino porque se aviene a las maneras del acrisolado Crises 494, si es que debo emplear uno de esos fríos recursos gorgianos 495. Pero más verdad que ninguna otra cosa es decir que tú estás dentro de lo que supone cualquier tipo de virtud y que quien te entrega esta carta es el más digno de gozar de tu trato.

84 A SU HERM ANO

Una carta larga denuncia falta de familiaridad con el portador496. Pero el admirable Geroncio sabe todo lo que yo 493 Cf. n. 297. 494 Intentamos reproducir el juego de palabras del original (toü chrysoü Chrÿsou, literalmente, «del áureo Crises»), 495 Sinesio se refiere, precisamente, a ese juego de palabras: cf. C. 134, 35 (y J e n o fo n t e , Banquete I I 26). Gorgias, el célebre sofista de finales del siglo V, fue un maestro en el arte de la retórica y empleó con destreza, aunque a veces con exageración y amaneramiento, las llamadas «figuras gorgianas» (schémata Gorgleia). Sinesio emplea el término psychrán, «frío, soso, insulso» (aplicado al estilo o a ciertos recursos y escritores: cf. P la t ó n , Eutidemo 284 e; J en o fo n t e , Banquete V I 7; Sobre lo sublime III 4 y IV 5, etc.) quizá influido por la mención de Gorgias en A r ist ó t e l e s , Retórica 1406 a-b (concretamente al final del capítulo 3 del libro III, aunque en este pasaje de A r ist ó tel es no sólo hay crítica sino también ponderación). 496 Cf. C. 55, 1 s„ n. 296.

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sé y, si no fuera la mentira algo impropio de él, te contaría más cosas aún de las que están en su conocimiento, porque me quiere y porque tiene una lengua acomodada a su mente. Si lo miras con buenos ojos, lo estarás mirando como yo 5 deseo.

85 AL MISMO

Recibe con una carta viviente esta otra sin vida: me refiero al admirable Geroncio y a estas líneas, que te han sido escritas más por la mera formalidad que por una preci­ sión de dirigirte estas palabras 497. Del hecho de que en nuestra existencia siempre está presente tu recuerdo, de eso te podría hablar este joven con mucho mayor grandilocuencia 5 que mil cartas.

86 AL MISMO

Esta carta se la he entregado al admirable Geroncio para tu sagrada y afloradísima persona: os dará ocasión para un primer encuentro. Sí, en ese momento quizá te vayas a mostrar deferente con él en atención a mí; pero, después de tratarlo, eso lo harás con cualquier otro en atención a él. 497 Cf. C. 55, 4 s.

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87 AL MISMO

Desde Ptolemaida, después del 411

Aquél a quien he dado la carta es intendente y proveedor de grano del batallón de los dálmatas. Y yo a todos los dálmatas los quiero igual que a mis hijos: que ellos son habitantes de la ciudad a la que toqué en suerte 498. A mí me 5 correspondía informarte; a ti, tratar a los míos como a los tuyos.

88 A PILÉMENES

Desde Cirene a Constantinopla. Posterior a la C. 71

Cuando recibí de Tracia499 estas cartas despachadas en primavera, me arrojé conturbado sobre el paquete, por si acaso alguna tuviera escrito a la cabeza el ilustre nombre de Pilémenes, porque ningún otro papel merecía ser leído antes. Pero no estaba por ninguna parte. Así pues, si coincide que 498 Como obispo, se sobreentiende. La ciudad es, por supuesto, Ptole­ maida (cf. C. 79, 118 s.). Sobre la Dalmatarum cohors, cf. PW, R E IV2, 2454 s., s. v. «Dalmatae» (cit. en ed. G a r zy a , 1979, pág. 150, n. ad loe.). 499 Es decir, desde Constantinopla, situada en la orilla tracia o europea del Bosforo. Pilémenes se encontraba en ese momento, según sabemos por la C. 71, en Isauria. ,

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te encuentras de viaje, que regreses pronto y bien; pero, si 5 te encontrabas en la ciudad cuando todos mis conocidos le entregaron sus cartas a Zósimo, extraño sería que de alguno me hubiera acordado más que de Pilémenes.

89 A SU HERM ANO

Desde Ptolemaida a Alejandría, a finales del 411

Hasta ayer me iba bien. Ahora, como una corriente que refluyera contra mí 50°, tanto los asuntos públicos como los privados me afligen. Y es que vivo, no como un particular cualquiera, en una tierra hostigada por los enemigos y tengo que estar continuamente llorando las calamidades de cada uno y, muchas veces al mes, saltar a las almenas501, como un mercenario contratado para tomar parte en la batalla, no para rezar. De mis tres hijos ya sólo uno me queda502. Pero, si tú «navegas con buen viento» 503 y vives feliz, no en todo me aflige el destino.

500 501 s» 503

Cf. Cf. Cf. Cf.

S in e sio , Calv. 64 a. S in e sio , Disc. II (Catastasis maior) 303 c.

n. 101. P o lib io , I 47 2; L u c ia n o , Lexífanes 15.

5

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90 A TEÓFILO

Desde Ptolemaida a Alejandría, ya avanzado el 412

Ha desaparecido la justicia de entre los hombres. Andro­ nico 504antes cometía injusticia y ahora la recibe. La práctica, sin embargo, de la Iglesia es la de «enaltecer al que se humilla y humillar al que se enaltece» 505. Ella, en efecto, odiaba a ese Andronico, por las cosas que hacía (razón por la que ha permitido que se llegara a este punto), pero ahora se compadece de él por el hecho de que ya se ha enfrentado a cosas que superan cualquier maldición y porque también a quienes ahora están en el poder los hemos importunado por su causa. Por otra parte, sería terrible que nunca pudié­ ramos estar al lado de quienes viven días felices y sí estar siempre derramando lágrimas con quienes lloran. Así pues, lo hemos sacado allí de la odiosa tarim a506y, además, hemos aliviado en mucho sus desgracias. Y en el caso de que tu devota piedad507 lo estime digno de consideración, eso lo acogeré como la mayor prueba de que este hombre no ha sido totalmente dejado de la mano de Dios.

504 Después de la excomunión de Andronico, Sinesio se muestra com­ pasivo ante la desgracia del antiguo praeses y le escribe estas líneas al patriarca de Alejandría. 505 Cf. M ate o , 23, 12; L u c a s , 18, 14; 1 P e d r o , 5, 5 (y J ob , 22, 29; Proverbios 29, 23); y Q u iló N en D ió g en e s L a e r c io , I 69. 506 Acerca del término béma aquí empleado, como lugar específico, cf. ed. G a r zy a , 1979, pág, 153, n. ad loe. (poenitentiae locus in ecclesia?) y ed., 1989, pág. 236, η. 3 («dal posto di penitenza»), 507 Cf. η. 371.

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91 A TROILO

Desde Ptolemaida a Constantinopla. Posterior a la C. 49, alrededor del 411

Antaño eran bastantes desocupadas mis conversaciones con mis amigos, tanto por escrito como en persona. Y es que vivía echado sobre los libros, sin estar dispuesto 508 a inmis­ cuirme, en cierto modo, ni en ninguna ciudad ni en política. Ahora, en cambio, dado que Dios me impuso habitar en un sitio preciso 509 y ocupar un puesto en la ciudad en medio de 5 un grupo humano bien determinado, quisiera, en efecto, serles de provecho a quienes están unidos a mi suerte510 y hacerles todo el bien del que sea capaz, tanto a cada uno en lo particular como a la ciudad en lo público, para que pueda yo mirar con agrado y también así me miren los que son (como cabría decir) «mis compañeros de navegación»511 en esta vida. Desde luego, si Martirio sacara algún beneficio de esta carta, escrita por su causa512, ten por seguro que me estás 10 complaciendo en la persona de alguien que se pasa el día 508 Puede haber un juego de palabras (que intentamos mantener) en las líneas 3-5: ...asÿntaktos... epétaxe... táxin... («...sin estar dispuesto... im­ puso... un puesto...). 509 Su sede, Ptolemaida. 510 Toís syllachoûsi: para L a m p e (A Patristic,.., cit. en η. 380, s. v. syllanchánó 1) el participio debe interpretarse como «colleague, of fellow clergy, colleagues in ministry». 511 Para ton... sÿm plôn toû biou: cf. S ó fo c l e s , Antigona 541, xÿm ploun... toû pâthous. 512 De nuevo se trata de una carta de recomendación.

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conmigo y que (sí, te lo juro por esas charlas que eran mi diversión predilecta y la tuya) a estar junto a mí dedica incluso gran parte de la noche.

92 A SU HERMANO

D e sd e s u f in c a

No es poco el mal que me voy a acarrear con mi rustici­ dad 5I3, siendo como soy demasiado sincero al declarar esta condición mía (tenlo por seguro) incluso en los confines de Libia.

93 A H ESIQUIO 514

Desde Ptolemaida a Cirene, en el 411-412

Los atenienses elogiaban a Temístocles, el de Neocles, porque, aun estando deseoso del poder político más que cualquiera de sus contemporáneos, abominaba de todo cargo en el que no pudiera conseguirles más cosas a sus conocidos que a los extraños515. Que el paso del tiempo haya hecho que 513 Cf. S in e s io , Calv. 66 d, n. 37. 514 Un condiscípulo de Sinesio. 515 Cf. P lu t a r c o , Aristides 2, 5.

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se reconozcan tus méritos y que por mediación tuya se 5 hayan introducido en la administración pública el nombre y la función de un nuevo cargo516, eso es algo de lo que me he alegrado, como es natural entre quienes son compañeros ya de antiguo, porque nos une recíprocamente la sagrada geo­ m etría517. Pero eso de que consideres justo incluir también a mi hermano en el número de los curiales518 y no borres a su familia del fatídico registro, a pesar de que haya precedido algún que otro suceso relacionado con una anterior desgracia, 10 eso me lleva a afirmar que tú no estás obrando al estilo de Temístocles ni de acuerdo con la divina geometría. Y es que Evoptio debería haber sido considerado como uno de tus hermanos, si realmente «dos cosas iguales a otra deben ser también iguales entre sí»519. Pero si, por culpa del montón de asuntos que te han 15 llovido, has descuidado hasta ahora tu obligación, demuéstramelo, nada más recibir esta carta, admirable amigo, de­ clarando a su suegra520 exenta, no sólo en el futuro sino también en el pasado, de esta absurda multa. Y devuélveme 516 Seguramente se trata de la figura del exactor, como opina L a c o m b r a d e : cf. ed. G ar zy a , 1989, pág. 238, n. 2.

517 Ambos fueron, en Alejandría, discípulos de Hipatia, la «geómetra», como la llamará D a m a s c io : cf. L a c o m b r a d e , ed. Himnos, pág. XVIII. El padre de Hipatia, el matemático Teón, editó los Elementos de E u c l id e s . 518 O «decuriones» (en lots bouleutaís), cuyas gravosas cargas (a las que alude la mención de ese poneroü biblíou, «fatídico registro» o «libro ñero», como traduce G ar zy a ) y responsabilidades podían provocar la ruina eco­ nómica (quizá a eso se refiera el kata symphoráti archaían de la línea 10), razón por la que Evoptio se verá forzado a huir de su tierra (cf. líneas 18 ss.). 519 Cf. E u c l id e s , Elementos I (comm. conc. I). 520 Era la suegra del interesado la que, llegado el caso, debía afrontar las cargas: cf. Cod. Theod. XII 1, 6.

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a mi hermano, que por esto precisamente ha emigrado, bien lo sabe Dios: lo que es ante mí, tan necesitado como estoy de consuelo en medio de muchas desgracias, que tú no desco­ noces, él no alega ningún otro motivo.

94 A ANISIO

Desde Ptolemaida. Contemporánea de la C. 34

Anteayer, no bien llegué a enterarme de la grave noticia521 venida de Cirene, pensé yo entonces en mandar, con toda rapidez, el aviso a Teuquira; pero se presentó un mensajero diciendo que el general522 ya había ocupado las zonas altas del territorio. Y es que, en efecto, tú habías llegado a enterarte 5 antes que yo. ¡Que de parte de Dios obtengas recompensa, ahora y en el futuro, por tu celo! Para elogiarte por esto mismo te he escrito yo y también para enterarme de cuál es tu situación: ojalá todo te vaya bien. Y es que me preocupo, sí, me preocupo de la Pentápolis (¿y cómo no?), de la «madre patria», como dirían los cretenses 523, pero no menos me ío preocupo de ti y de tu reputación: lo cierto es que, por cada uno de tus éxitos, todos estiman digno que yo me sume a tu regocijo 524. 521 La tercera invasión dé los ausurianos (del 411). 522 Anisio: cf., por ejemplo, S in e s io , Disc. I (Catastasis minor) 305 d ss., y C. 6. 523 Cf. P la t ó n , República 575 d. 524 Eme pántes axioúsi synídesthai. Con la lectura em oi (de los códices A, Av, C, I, U, V, Va) traduciríamos: «todos estiman digno (o desean) sumarse a mi regocijo».

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Así pues, dado que se me considera unido a ti 525, ¡oh tú el mejor de los hombres y de los generales!, es justo también que yo esté al tanto de tus cosas. A J u a n 526 lo he persuadido a que se comporte bien, tanto como pueda, y a que sea, además, un soldado animoso, siempre que Dios se ponga de su parte. Como brazo derecho dale a su hermano: su ayuda 15 equivaldrá a la de otros muchos. Ésta me parece la mejor determinación, conociendo el carácter de ambos jóvenes y el respeto que se tienen el uno al otro. Si también para ti esto es evidente, autorízalo. Saluda a los amigos que están en campaña. Y éste que se ha criado conmigo 527 que regrese pronto con algún informe favorable acerca de la guerra. Él, con todo lo miedoso que es, emprendió con arrojo el camino: 20 delante iban tus armas defendiéndolo. Devuélvele a Cirene este par de hermanos, que ellos lucharán por la tierra que los trajo a la luz y los crió.

95 A SU HERM ANO

Desde Cirene, después del 405

Haces bien al pensar que yo me someto a tus órdenes (que así es como me has escrito) y la opinión que tienes de mí es la justa. Ojalá por ello te sobrevengan muchas cosas 525 En el original, muy expresivamente,... en sol krinómenos...: «Appunto perché mi si collega strettamente con te...» ( G a r z y a ). 526 Cf. C. 34, 1. 527 Juan.

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buenas, porque estoy recibiendo tu agradecimiento, si es verdad que un hermano mayor le debe agradecimiento al 5 menor por su obediencia (lo que yo, al menos, no creo). Por mi parte, para compensarme me basta con que no te sea desconocida mi postura: de entre todos los vivientes tú eres el único a cuya merced me encuentro. Pero que tú afirmes saber con certeza que Julio está impetrando mi amistad, eso ya no merece ser tomado en consideración: esto es, sin duda, propio de un hombre que 10 está engañado; no diría yo de uno que quiere engañar. Y, de hecho, a la vez que leía yo tu carta, otro me leía una de aquél. Tú afirmas eso, éste lo contrario: que ha leído y ha escuchado decir que Julio, en relación con nosotros, pro­ nuncia palabras inconvenientes. No tengo, en efecto, ningún 15 motivo para no creer a este varón cabal y, ni aun creyén­ dolo, te lo juro «por el dios que nos protege como herma­ nos 528», ni aun así me arrepentía del bien que le he hecho a ese hombre, al esforzarme en quitarle de encima ayer mismo al acusador que lo inculpaba de impiedad por cometer un delito contra la familia del emperador 529. Y es que, te lo aseguro por tu sagrada persona, si no m 20 hubiera yo mantenido firme en sus continuas tentativas, de un lado frente a la vileza del juez, que no admitía un cambio de opinión en tal asunto, y, de otro, frente a la desesperación del acusador que fingía estar obligado, pero que, en realidad, estaba dispuesto a causar el mal y a sufrirlo; si no hubiera sido como digo, a su esposa y a sus hijos les hubiera tocado 528 Zeus Homógnios: cf. E u r íp id e s , Andróm aca 921; A r ist ó fa n e s , Ranas 750; P la tó n , Leyes 881 d, y Alcibiades 1 109 d (Zeus Phílios: ef. S in e s io , C. 51, 2 s.). 329 A tc a d io , p ro b ab lem en te.

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la suerte más terrible, y también a muchos parientes y amigos 25 suyos, ricos y pobres: en suma, una «Ilíada de males» 530 se habría cernido sobre nuestra ciudad por culpa de un hombre sin esperanzas de salvación y deseoso de morir. Julio habría vencido en una victoria para la que hubiera rogado no estar vivo. Por todo ello pensé que yo tenía que hacer lo que he hecho. ¡Que de mi carácter y mi manera de proceder se aprovechen hasta mis mayores enemigos! Y es que para mí 30 es mucho mejor hacer el bien a quien no lo merece que mirar con indiferencia cómo muchos, pudiendo yo impedirlo, van a sufrir un mal inmerecidamente. De cierto que ni a la noble mujer ni a los hijos de este hombre los odio; pero, es más, ni siquiera él merece (bien lejos está de ello) sufrir ningún mal de parte mía, por sus ultrajes hacia mí. 35 La verdad es que él odia y mucho, pues lo dice todo con la intención de dañar y habla como para morder: su modo de proceder no es inocente sino culpable. Sí, que lo sepa, o mejor que no lo sepa, porque, entonces, podría dejar de hacerme un bien. Tú, sin embargo, ten bien sabido ese antiguo dicho: «hasta de los enemigos es posible aprove­ charse»531, que ahora se vuelve, en rigor, evidente. Pues, 40 ¿con qué no va a contribuir este hombre a mi buena fama? Todo aquel que desee elogiarme y no encuentre otra cosa que mencionar, dirá esto, lo primero, lo único y lo más importante: «Julio habla mal de él». En estas palabras, ¿qué «enjambre532de bienes» no hay? Y es que mostrarse opuesto 45 a cualquier tipo de maldad no es sino mostrarse familiarizado con cualquier tipo de virtud. Desde luego, yo no afirmaría 530 D e m ó st en es , X IX 148, etc. 531 J e n o f o n t e , E conóm ico I 15. 532 c f . P l a t ó n , República 450 b.

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en conciencia nada tal, él es quien lo afirma; pues lo contrario de lo que afirma, eso es lo que cree. Así que incluso debería estarle agradecido. 50 Te lo juro por tu sagrada persona y por la salvación de mis hijos, no hay favor más grande que él me pueda hacer que ultrajarme; pues, en efecto, de parte de Dios y a ojos de los hombres esto redundará para mí en la mayor de las glorias. Pero él también pagará la pena de su mal proceder, aunque no a mí; que acaso yo, aunque pudiera, no quisiera 55 y, aunque quisiera, no pudiera en absoluto. ¿Pues, ante quien en este momento tiene el poder533, cuál sería la in­ fluencia de un hombre como yo, tan infeliz como para huir de mi patria, al destierro, y sin albergar esperanzas de regreso, por estar los enemigos acampados en mis propiedades y sirviéndose de ellas como base de operaciones contra Cirene? ¿A quién, entonces, a quién le pagará la pena? A la propia 60 Justicia534. Sí, yo lo garantizo con seguridad, porque creo saberlo bien. La Justicia lo perseguirá en nombre mío y de nuestra común patria, por la que nuestra actuación política ha sido opuesta y a causa de la cual nos hemos mutuamente enemistado. Lo cierto es que no fue por ningún interés mío particular (ni siquiera él sería capaz de decir esto), sino, lo primero de todo, porque vi al ejército y al senado en actitud 65 servil e intenté oponerme, y, luego, estuvo, además, el asunto de la embajada que ya claramente motivó nuestra disensión535. 533 Dynástes: el prefecto augustal de Egipto o, mejor, el praeses de la Cirenaica (cf. ed. G ar zy a , 1989, pág. 244, n. 6). 534 Dikë: cf. 259. 535 Están claras las razones de sus desavenencias;: Sinesio luchaba por conseguir que el ejército y el senado de Cirene conservaran, como escribe G a r zy a (cf. ibid., η. 7), «il carattere nazionale» y no cayeran en manos de mercenarios; Julio, por su parte, se había opuesto a la embajada de Sinesio a Constantinopla en el 399.

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Omito lo relativo a mi compañero Dioscúrides, ya que fue tratado con moderación y no como para provocar la ven­ ganza536 de Dios y de los hombres. A ésta, ciertamente, nos 70 referimos cuando cantamos al son de la lira: O culta, p isa n d o lo s talon es cam inas, la ce rviz d e l orgu lloso inclinas, b a jo tu b ra zo siem p re la v id a d o m in a s 537

Pero, cuando hubo que votar, yo hice una propuesta a favor de que, para bien de la patria, fueran excluidos del ejército los extranjeros 538, pero él se pronunció en contra, a 75 favor de Heladio y Teodoro. Y, sin embargo, ¿quién no sabe que a los oficiales, que por naturaleza se comportan militar­ mente, esos extranjeros les cambian la mentalidad y los transforman en mercaderes? Volví yo a hacer una propuesta a favor de que fuera suprimida nuestra gobernación militar (es esto lo que, precisamente, todos los hombres de aquí, al so unísono, reconocen que es el solo remedio de nuestros males: que las ciudades retornen a la antigua prefectura, o sea, que 536 Theoü... némesin: Némesis es la diosa de la venganza entre los griegos (cf. ya H e s ío d o , Teogonia 223, Trabajos 200). 537 M e so m e d e s , Himnos III9-11 H e it s c h (11 bíoton metreís, adecuado a la métrica del verso, frente al biotán kratéïs del texto sinesiano). Se trata de unos versos (dimetros anapésticos: catalécticos o paremíacos el 9 y el 10; acataléctico el 11) del Himno a Némesis, una de esas pocas obras antiguas de las que conservamos notación musical. Recuérdese que en los Himnos de S in e sio se descubre la influencia de M e s o m e d e s : cf. nuestra introducción a los Himnos (I. Tradición y originalidad) en Sinesio de dren e. Himnos. Tratados, Madrid, BCG, 1993. Puede observarse en el original el homeoteleuto (baíneis / klíneis / krateTs ). 538 Tales ideas están en la línea de las expuestas en los capítulos 19-21 del discurso de S in e sio , Sobre la Realeza (Real. 21 c-26 c).

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las libias sean colocadas bajo el mando del prefecto de Egipto 539), pero él se pronunció en contra, a favor de sus propios intereses, y directamente se atrevió a decir que era provechoso el que los militares fueran gente baja. «Pero, amigo —pues estimo conveniente dirigirme a él por mediación tuya—, ahora por esta razón eres un maldito, porque intentas ir en contra de la buena fortuna común: que tú eres afortunado entre infortunados; yo, en cambio, me uno al infortunio 540 de mi ciudad. Ten, sin embargo, bien sabido que, por ley natural, las partes quedan abrazadas por el todo. Cuando, por una enfermedad corporal, el bazo ha aumentado mucho su tam año541, mientras el cuerpo entero resiste, el órgano conserva la fuerza y va engordando, pero, si aquél perece, éste también perece. Así, tú, que en el momento presente te encuentras en buena situación, te con­ vertirás sin darte cuenta, por culpa de tus medidas de go­ bierno, en la fatalidad para tu patria y para ti mismo. «A Lástenes se le llamó amigo de Filipo hasta que, a traición, entregó Olinto» 542. ¿Y cómo esperar que un apátrida sea feliz?».

535 Teodosio I había confiado el gobierno de la dioecesis de África, integrada por cinco provincias (Aegyptus Iovia, Aegyptus Hercutía, Thebais, Libya inferior o Marmarica y L ibya superior o Cyrenaica) al prefecto de Egipto (llamado «augustal»; hypo ton Aigyptíon árchónta en el texto). Después de haberse descentralizado este poder, los senadores de Cirene y el propio Sinesio entendían que era preferible el antiguo sistema (eis ten archaian hegemonian en el texto: el término hëgemôn también designaba al praefectus Aegypti). 540 Intentamos mantener el juego de palabras del original: tychës... eutycheis... atychoüsin, ... synatycho... 541 La «esplenomegalia» es propia de las enfermedades infecciosas. 542 En realidad, el texto de D e m ó st e n e s , XVIII 48 (en el catálogo de

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96 A OLIMPIO

Yo pongo por testigo al dios al que veneran la filosofía y la amistad: mil veces habría preferido la muerte antes que aceptar el sacerdocio 543. Pero, como Dios me impuso no lo que yo le pedía sino lo que él deseaba, le ruego que, siendo como ha sido el pastor de mi vida, sea también patrono de este deber que se me ha asignado 544, de tal forma que mi 5 tarea no parezca un distanciamiento de la filosofía sino un encumbramiento hacia ella545., Entretanto, igual que, si me hubiera acaecido algo agradable, yo te lo habría comunicado a ti, a la persona que es para mí la más querida de todas, así también te pongo al corriente de mis apuros, para que conmigo te aflijas y, si te es posible, una vez que examines el asunto en vista de mi carácter, me expreses tu opinión sobre 10 lo que debo hacer. Lo cierto es que, por ahora, tanteo el asunto a distancia, de manera que, ya después de seis meses de estar en el brete 546, sigo residiendo lejos de la ciudad en la que seré obispo, hasta que me dé perfecta cuenta de cuál es la natu- 15 traidores incluido en este discurso, el Sobre la corona) dice: «A Lástenes se le llamó amigo hasta que, a traición, entregó Olinto». Lástenes y Eutícrates eran comandantes de la caballería de Olinto (en la Calcídica) y, en el 348 a. C., le facilitaron a Filipo la ocupación de la ciudad (cf. D em ó st en es , VIII 40). 543 Cf. C. 11, 3 s. (y, también, 79, 97 ss.). 544 Cf. C. 11, 6 ss. 545 Cf. C. 11, 20 ss. 546 Ya sabemos que alrededor del verano del 410 Sinesio esaclamado obispo de Ptolemaida. Nuestro autor, por tanto,escribió esta carta a finales de ese año, cuando se encontraba en Cirene.

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raleza de tal menester. Y, en el caso de que éste tenga cabida al lado de la filosofía, acometeré el asunto; pero, si es ajeno a mi formación y a mis preferencias, ¿qué otra cosa me queda sino partir navegando con rumbo a la gloriosa Grecia? Pues, si rechazo el obispado, también tengo que renunciar a mi patria, si es que no quiero ser, de precisión, más deshonrado y más maldito que nadie, moviéndome entre una turba de gente que me odia.

97 AL MISMO

D esde Cirene a Alejandría. Poco anterior a la C. 98

Al leer la carta en la que me hablabas de tu enfermedad, al principio tuve miedo pero, al final, recobré el ánimo. Y es que, después de amenazarme con un peligro, me anunciaste mejores nuevas. De lo que me pediste que te fuera remitido 5 o llevado de parte mía, absolutamente todo lo posible te será remitido o llevado. Qué es lo posible y qué no es, eso huelga escribirlo, pues la propia entrega lo mostrará. «¡Qué pases tu vida sano» 547y dichoso, compañero grato a Dios, amigo añoradísimo! ¡Que podamos estar juntos, 15 disfrutando de nuevo el uno del otro! ¡Y que no te vayas548 antes de producirse nuestro mutuo encuentro! Pero, si Dios lo tiene decidido de otra manera, acuérdate de mí aunque 547 T éa n o , Pythagoreor. ep. 7 ( = H e r c h e r , Epistol. 606, 42 s.); cf. S in e s io , C. 98, 13.

548 D e Alejandría.

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esté lejos. Pues, mejores que Sinesio encontrarás a muchos, pero a nadie que te ame más que yo podrías encontrar.

98 AL MISMO

Desde Cirene a Alejandría, en el 402-403

¿Cómo crees que yo, sediento como estoy549, he leído tu gratísima carta? ¿Sobre qué partes de la carta crees que no me he derramado con toda el alma? A raíz de ella vine a experimentar múltiples estados de ánimo y, dentro de no mucho tiempo, esperó ver Alejandría, donde aún se encuentra una persona que me es querida. En efecto, al haberte portado bien con Segundo me has honrado a mí y, al dispensar tal honra con lo que escribes, nos dejaste obligados contigo y nos has hecho ser tuyos, en cuanto que, siendo como somos de los que van arrastrándose por el suelo 55°, no nos conside­ ramos dignos de ser doblemente honrados, tanto por la importancia de lo escrito como por el celo demostrado en tus actos. A mi señor conde551 le he escrito ya muchas veces, pero, como en la carta que me enviaste por medio de tu criado me 549 Es decir, ansioso de encontrarse en Alejandría con su amigo Olimpio. Este sentido metafórico del verbo dipsáó es corriente. 550 Tön chamen erchoménon óntes: es decir, «por ser humildes». La expresión está tomada de II. V 442. 551 Se trata del conde Peonio, a quien Sinesio dedica su opúsculo Sobre el regalo. Para la expresión loi despôtëi mou tö i kóméti, cf. J. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., cartas 20, 7; 40, 14; 55, 2; 56, 2 (Ho despotes mou ho ho­ mes); 60, 1.

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reprendes por no haberle escrito, adjunté unas líneas dirigidas a él en un envío a mi señor hermano 552. Sigue tú viviendo «sano y dichoso» 553, con todo tu interés puesto en la filosofía, cuanto conviene que tenga quien se ha iniciado en ella siguiendo divinos deseos. Te escribo desde el lecho, apenas con fuerza para sostener el recado de escritura. Suplica lo mejor para mí, justo lo que Dios apruebe como lo mejor. En el caso de que me restablezca, partiré de inmediato hacia Alejandría.

99 AL MISMO

Desde Cirene a Alejandría. No muy posterior a la C. 98

He puesto en práctica una nueva manera de utilizar las cartas. Y es que no te he escrito para recomendar ante tu amistad554 al portador de esta carta, sino para ofrecerte a este hombre con el fin de que sea una ganancia no pequeña para ti y para el gran Diógenes, tu predilecto. Y no te inco­ modes si pienso y digo que no sois vosotros una ganancia

552 Tôi despótei mou töi adelphöi: esta fórmula es usual en las cartas cristianas. Cf. J. O ’C a lla g h a n , Cartas..., cartas 52 10 s.; 62, 1 s.; y cf. 5, 1; 11, 1 (kyriöi mou adelphöi; pero a partir del siglo iv d. C . el término kyrios se va reservando a Dios: cf. ibid., pág. 43, n. a 3, 13), etc. 553 J u l ia n o , Cartas 10, 404 b; cf. S in e s io , C. 97, 8. 554 Cf. philía como tratamiento en J. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., carta 20, 5.

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para Teotimo 555, sino que lo es Teotimo para vosotros. Aquello, con todo, podría admitirse si este poeta, el más inspirado 556 de los de ahora, necesitara la influencia de alguien; pero es la influencia del arte poética la que cualquiera necesitaría para que su fama llegara a la posteridad y no quedara oculta para quienes están lejos. Pues los grandes 10 hechos, de no encontrar palabras que les sirvan de mensajeras, se borran de la memoria y quedan cubiertos por el olvido: sólo en el momento mismo de realizarse florece su esplendor entre quienes los contemplan. Por eso, en efecto, debéis apreciar este buen golpe de fortuna557 y ocuparnos de él antes que de cualquier otra cosa, con independencia de vuestro interés personal. Es por reverencia a las Musas por lo que los sacerdotes de éstas 558 merecen ser rodeados de atenciones y no quedar en un segundo puesto detrás de quienes saben llamar a las puertas con adulación559. Añádase, 15 además, un tercer motivo para que apreciéis a este hombre: Sinesio lo admira en razón de todo aquello por lo que un ser humano puede elogiar y considerar dichoso a otro. «Que pases tu vida sano» 560, amigo a quien aprecio por todo. A tu sagrada distinción561 la saludan todos los que 20 555 Uno de los llamados «poetas itinerantes» que existían en el Egipto de esa época: cf. D. T. R u n ia , «Another Wandering Poet», Historia 28 (1979), 254-256. 556 Entheôtatos: recuérdese P la t ó n , Ion 534 a; A r ist ó t e l e s , Retórica 1408 b 19. 557 Hérmaion: literalmente, «don de Hermes», cf., por ejemplo, P l a t ó n , Banquete 176 c; y, abajo, C. 101, 55. 558 Es decir, aquí, concretamente, los poetas: cf. S i n e s i o , Dión 43 d (y cf., también, L ib a n i o , Discursos LII 42, hiereiis philosophias), 559 La expresión original es muy gráfica: kolakeúein tás thyras. Seguimos la traducción de G a r zy a . 560 Cf. n. 547. 561 Diáthesis, a partir del siglo IV d. C., se emplea como título

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habitan nuestra casa y, el primero de todos, tu Isión. También nosotros saludamos a los que están contigo y, al primero, a mi Abrahamio. Si vas a darle o no al conde lo que he escrito, eso ya lo decidirás tú.

100 A PILÉMENES

D esde d re n e a Constantinopla, después del 402

Éste562 es el Anastasio del que tantas veces me he hecho lenguas. De haber sido tú el presentado a él, yo habría dicho de ti las mismas alabanzas. Así pues, como en mi interior yo os considero unidos ya de tiempo atrás y este encuentro que ahora tenéis no es sino un reconocimiento, expresaos vuestra 5 mutua amistad y considerad en común de qué manera vais a hacerme un favor. «El ocio es el mayor de los bienes» 563: de él podría decirse que, como tierra fértil, produce todo tipo de cosas buenas para el alma del filósofo. Recogeré el fruto del ocio siempre que me sea posible poner fin a mi cometido con el gobierno ío romano m . Y eso ocurrirá cuando quede libre de esta maldita de personas con algún cargo: cf. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág. 39, n. a la carta 2,23 (y cf. 2, 26 y 5, 4: en los tres pasajes con el verbo prosagoreúo, como en S in e sio ). Seguimos la traducción propuesta por este autor. 562 Es decir, el portador de la carta. Es el Anastasio de la C. 26. 563 D ió g en e s L a e r c io , II 31 (Sócrates) y cf. J e n o f o n t e , Banquete IV 44. Sobre el ocio, cf. C. 11, 8, y n. 104. 564 Se trata de la embajada a Constantinopla, que concluyó en el 402.

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prestación 565: en lo que depende del emperador, ya estoy exento de ella, pero podría justamente acusarme yo a mí mismo, avergonzado de haber obtenido provecho de un empeño en beneficio propio. Así que también me defenderé yo a mí mismo. Parecerá, pues, que voy de nuevo a llevar a cabo la embajada: de nuevo, pues, mi lengua es la embaja­ dora. Y no replicará ninguno de los seguidores de Pitágoras, que definió al amigo como «otro yo» 566.

101 AL MISMO

Desde Cirene a Constantinopla. Contemporánea de la C. 103

Un hombre de Ficunte (Ficunte es un puerto de Cirene) me entregó una carta que traía con tu nombre escrito en el 565 Tes leitourgías: Sinesio se está refiriendo a las cargas curiales. Tras la embajada ante el emperador Arcadio, nuestro autor consiguió para su país una reducción de impuestos y, para él mismo, la exención de las cargas arriba citadas (cf. n. siguiente). 566 Ton phílon állon heauton: cf., p o r ejem plo, P o r f ir io , Vida de Pitágoras 33; E sto beo , A ppendix 21; y, ta m b ié n , A r ist ó tel es , Ética a Nicámaco 1166 a 31 s.; C ic e r ó n , De la am istad XX I 80 (alter idem; o tras veces, alter ego). S inesio pid e a Pilém enes, el a b o g a d o c o n sta n tin o p o lita n o , qu e h a b le a su fav o r en el asu n to de la exención de cargas curiales, a p esar de q u e an tes h a dicho qu e, «en lo qu e depende d e l em perad o r» , ya e s tá libre d e ellas. L a c om b ra d e (ed. Himnos, pág. XX X) lo ex p lica de la siguiente m an era: S inesio se vio oblig ad o a p a r tir p recip itad am en te de la cap ital, p o r las razo n es ex p u estas en la C. 61, 9 ss., y esto le im p id ió obtener, p o r seg u n d a vez y y a d e h ech o , del p refecto A u relian o la exención, d a d o que C esario , en el c o rto p erío d o en que d e ten tó el p o d e r, lo p riv ó de ta n an siad a m erced (cf. n u estra introducción a los Relatos egipcios o sobre la Providencia en el to m o S in e sio d e C ir e n e , Himnos. Tratados, M a d rid , BCG, 1993).

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encabezamiento. La leí con agrado y, a la vez, con admira­ ción: aquello era algo que se le debía por la afectuosa disposición de tu alma y esto por la belleza de su estilo. Y lo cierto es que me encargué de convocar en tu honor a un auditorio griego de libios 567, comunicándoles que vinieran a escuchar unas líneas escritas con elocuencia. Y ahora en nuestras ciudades 568 ya es un personaje Pilémenes, el creador de la divina carta. Sólo esto fue, a ojos vistas, lo extraño y lo que chocó contra el parecer del auditorio: me pedías mis Cinegéticas569, como si realmente hubiera en ellas algo de valor. Lo que pareció fue que tenías un carácter chistoso y rebosante de ironía, pues no se dignaban de creer que el más inepto de ellos en el uso de la palabra hubiera compuesto un divertimiento 570 digno para ti de algún valor. Pero de eso te exculpaba yo, de la acusación de ironía, explicándoles que, además de otras, tenías también esta cualidad, que eras bondadosísimo y generosísimo en tus elogios; que en abso­ luto habías hecho la petición con el fin de burlarte, sino para que me alegrara de sentirme estimado por esa prueba de parte de alguien como tú.

567 Es decir, un auditorio de libios de habla griega. Estas líneas, como también las de C. 105,56 (y cf. Egipc. 88 a s., «Prefacio»; D ión 61 d ss., cap. 18), constituyen una clara muestra de la «‘publicity’ dell’epistola letteraria tardoantica» (ed. G a r zy a , 1989, pág. 254, n. 1); cf. I'd., II mandarino e il quotidiano, Nápoles, 1985, págs. 135 ss. 568 Las de la Pentápolis líbica: Apolonia, Arsinoe Teuquira, Berenice, Cirene y Ptolemaida. 569 Obra en verso perdida, compuesta probablemente entre los años 392-395. Se cita también en C. 154, 11. 570 Paígnion, «una obra ligera»: cf., también, C. 74, 4, n. 438. Parece, por otra parte, que Sinesio intenta recalcar ciertas ideas: spoudaíon... spoudés; exíoun... áxioti.

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Escríbeme, pues, cuantas veces te sea posible y a los cireneos «dales un banquete de elocuencia»571, porque nada podrían leer con más agrado que una carta de Pilémenes, una 20 vez que han sido víctimas de su m ordedura572. Sin duda, encontrarás a muchos que se dirijan hacia acá y, si no otros, al menos los que vengan a ocupar nuestros cargos de go­ bierno, el menor, el mayor y el de los egipcios 573: los recono­ cerás, lógicamente, por el séquito de acreedores 574. Y puesto que te interesa saber de mí, te diré, buen amigo, que me dedico a la filosofía: esta soledad amiga575 es mi colaboradora, y no ningún hombre. No hay ni un lugar en Libia donde yo haya oído a alguien pronunciar la palabra «filósofo», a no ser el eco que repite mi voz. Pero, como se dice, «adorna576 a la que en suerte obtuviste, a 571 Cf. P la tó n , Fedro 227 b, República 571 d. 572 En el texto de la ed. de G a r z y a de 1979 figura, creemos que por error (cf. aparato crítico de dicha ed.), la lectura deígmatos. La lectura dëgmatos (que traducimos) es la que aparece en su ed. de 1989. El sentido metafórico de este término ya está en E sq u il o , Agamenón 791; S ó fo c l e s , Fr. 841 R a d t . 573 Respectivamente, Libyarum dux (por ejemplo, Anisio), Cyrenaicae praeses (p. e., Andronico) y praefectus Augustalis A egypto (p. e., Eutalio; y cf. η. 539). 574 El tono crítico de estas palabras parece evidente. Recuérdese que la Pentápolis se veía esquilmada por los impuestos y que fue este un motivo primordial de la embajada de Sinesio: cf. Real. 27 d ss. (cap. 25). 575 Creemos que la repetición en δ ‘g athé, ten eremían agathin puede haberla buscado Sinesio intencionadamente (la soledad para el filósofo sería tan amiga y tan querida como lo es el propio Pilémenes). 576 Parece, por lo que sigue, que así interpreta Sinesio el kósmei del fragmento euripideo, con el sentido translaticio («honrar, enaltecer») que tiene este verbo, por ejemplo, en T eo g n is 947 o en el mismo E u r íp id e s , Fr. 530, 3 N a u ck 2 (en vez de «poner en orden, regir, gobernar»: cf. L id d e l l S c o tt - J o n es , s. v. kosm éô II).

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Esparta» 577. Me parece que yo también me contentaré con mi lote y adornaré yo mismo a mi propia patria, si considero que esto de no abandonar a la filosofía en medio de su infortunio representa para mi vida un reto y una piedra de toque. Y de cierto que, a falta de otros, mi testigo es, en todo caso, Dios mismo, cuya semilla578, el intelecto, ha llegado hasta los hombres. Y me parece que incluso las estrellas 35 están en cada momento fijando en mí su mirada con bene­ volencia al ver que, en una extensión de tierra tan grande, soy el único que las observa con afán científico 579. Suplique­ mos, pues, juntos: para mí, que me quede en la situación en ' que estoy; para ti, ¡tú que tan mal aprovechas tus dotes naturales!, que abandones el ágora nefasta580. Lo que pido con el mayor encarecimiento es que tú, 40 aunque lo de fuera te vaya bien, mires hacia lo de dentro581: que el cambio de felicidad por bienestar582 es el de «oro por bronce» 583. Yo, por mi parte, me alegro de que se rían de mí por el hecho de ser el único ciudadano particular entre tantos parientes míos que aspiran a cargos públicos. Y es que prefiero que mi alma sea escoltada por virtudes antes que lo sea mi cuerpo por guardias, cuando, por las circunstancias, ya no cabe que sea un filósofo quien esté al frente del Estado. Y si ningún mayor beneficio has conseguido con lo

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577 Cf. E u r íp id e s , Fr. 723 N a u ck 2; y Corp. Paroem. Graec. I 314, 7 (también, por ejemplo, C ic e r ó n , Cartas a Á tico IV 6, 2, y cf. I 20, 3). 578 Spérma, ho nous: cf. S in e sio , Sueñ. 138 c («la semilla intelectual»), H. I 150 ss., 259 s., y, al respecto, W. T h e il e r , Forschungen..., pág. 293. 579 Sobre la astronomía, cf. S in e s io , Peonio 310 c ss. (cap. IV). 580 Es decir, la profesión forense: cf. n. 412 y, para «ágora», n. 584. 581 Cf. E p ic t e t o , Enquiridión XXIX 7. 582 Eudaimonia / eutychia: cf., por ejemplo, E pic t e t o , Enquiridión 1 4. 583 II. VI 235 s. (en el famoso pasaje de Diomedes y Glauco).

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del agora (como creo que no has hecho; y nunca abrigué 45 respecto a ti malas esperanzas porque fueras a despegarte de ti mismo y a conformar tu carácter con el de esos escribientes —pues no los llamaría yo oradores— que gozan de tanta reputación; y, sin embargo, no es posible enriquecerse de otra manera en vuestras ágoras, como no sea confundiendo 50 del todo la justicia divina y humana y volviéndose uno un Cercope584 en vez de un hombre libre), así que, si no eres rico, dirige aún más tu mirada a la filosofía. Y si encontraras a un hombre ocupado con empeño en la filosofía (y nada reprochable sería recorrer tanto Grecia como el extranjero en esta búsqueda), «comparte ese buen golpe de fortuna»585 también conmigo. Pero si, como en el caso de una mísera 55 cosecha, te parece que basta conmigo, ven a echar mano de mí y de lo mío «en iguales y las mismas condiciones»586 (según reza la expresión espartana). Saluda calurosamente de mi parte al reverendísimo587 Marciano. Si, anticipándome a Aristides, hubiera dicho 60 que «entre los hombres se había presentado una imagen de Hermes, el Dios de la elocuencia» 588, apenas habría atinado 584 Los Cercopes, hombres malvados de Éfeso, fueron vencidos por Heracles y, luego, metamorfoseados en monos. «Cercope» vale por «bribón, picaro, murmurador». Cf. la kerköpön agorá en Atenas (por ejemplo, D ió g en e s L a e r c io , IX 114) y, también, LXX, Proverbios 26, 22; S in e s io , Egipc. 108 c; Corp. Paroem. Graec. I 99, 1 ss.; 262, 1 s.;II 10, 12; 76, 3 s. 585 Tó hérmaion koînôsai: cf. la expresión koinbs Hermès por ejemplo en A r ist ó t e l e s , Retórica 1401 a 21; T e o f r a s t o , Caracteres X X X 9; y Corp. Paroem. Graec. I 259, 1 (cf., arriba, n. 556). s«6 Cf. T u c fD iD E S , I 27 (y I 145; H e r ó d o t o , IX 7). 587 Cf. n. 383. Marciano fue gobernador de Paflagonia, como leemos en C. 119, 8. 588 E lio A r is t id e s , Discursos XLVI 307 D in d o r f ; y cf. S in e sio , Dión 62 a (y nuestra n. 138 ad loe.).

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a sus merecimientos, porque él es más que una imagen. Aunque mi intención fue hacerle llegar directamente una carta, me quedé parado, a fin de no rendirles cuentas a esos sabelotodos 589prestos a repulir590las palabras: que no es pe­ queño el peligro de haber leído una carta en el Panhelenio591. Así, en efecto, llamo al lugar en el que muchas veces me entregué a profundas meditaciones, mientras concurrían allí personas entendidas de todos los lugares para escuchar la sagrada voz del anciano que iba rebuscando viejos y nuevos relatos. También a mi amigo Eucaristo transmítele un saludo de mi parte 592, y a todos cuantos te parezca conveniente.

102 AL MISMO

Desde Cirene a Constantinopla. Contemporánea de la C. 40

Recomiendo ante tu amistad 593 y protección al admira­ ble594 Sosenas, el cual, criado y crecido en medio de la 589 D e esta manera traducimos toís pandéktais (G a r zy a : «dei pedantoni»), literalmente algo así como «receptáculos de todo saber», aquí con ironía por parte de Sinesio. El término pandéktai se utilizaba para designar a las enciclopedias: cf. G e l io X III9; C le m e n te d e A l e ja n d r ía , Stromateis I 21 (y las Pandectas o Digesto de J u st in ia n o ). 590 Aparte de S in e s io , sólo emplean el verbo aposmileúo J u l ia n o , Sobre la realeza 77 a, y T e m is t io , Discursos X X I 251 b. 591 Era el nombre del thiatron de Cirene (cf., arriba, líneas 5 y 9): cf. J. A. O. L a r s e n , «Cyrene and the Panhellenion», Classical Philology 47 (1952), 7 ss. 592 Euchdriston chairein...: quizá aprovecha Sinesio el nombre de su amigo para hacer un juego de palabras. Arriba, en la línea 59, había empleado la forma próseipe. s« Cf. C. 99, 2, y n. 554. 594 Cf. n. 297.

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cultura, no tropieza con ningún bien de fortuna que guarde proporción con ello 595. La culpa, en efecto, se la echa a la mala suerte de su patria y hay una cierta lógica que lo convence de que es posible cambiar la suerte a la vez que el lugar de residencia. Llegará a la ciudad en que habita el em­ perador 596, en la idea de que, donde está el emperador, allí también se encuentra, sin duda, la suerte y acaso ésta lo vaya a reconocer. Si tú, además, tienes alguna influencia, ayúdalo a llevar a cabo lo que quiera: que digno de ti es no sólo tenerla sino incluso, cuando uno te necesita recomendárselo a la buena suerte. En el caso de que él necesite de tus ami­ gos, tú mismo se lo presentarás.

103 AL MISMO

Desde Cirene a Constantinopla. Algo posterior a la C. 101

No, p o r e l d io s d e la a m is ta d qu e n o s une a ti y a m i w , yo no me he burlado, Pilémenes, de tu cariño a la tierra que te crió: no soy alguien tan desapegado de la patria y del hogar. Lo que pasa es que tú entendiste mal el sentido de la carta y me has acusado de lo que no merezco. Por mi parte, que tú ames Heraclea598y que estés deseoso de hacerle algún bien a tu ciudad, es algo que yo alabo. Pero esas palabras las 595 En el original se repite el término logos en las líneas 2, 3 y 4, y tÿchë en las líneas 3, 5, 7 y 9. En la 4, además, figura aklerían («infortunio, mala suerte») y en la 7 tychón («quizá, acaso, con suerte»). 596 Constantinopla y Arcadio (a menos que se trate de Teodosio II). 597 Cf. n. 280. 598 Heraclea del Ponto, la patria de Pilémenes: cf. C. 150 y 151.

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escribí a favor de que prefirieras, necesariamente, la filosofía a la ocupación forense5M. Con todo, me parece que tú crees serle más útil a tu patria hablando en los juicios que filoso10 fando. ¿Cómo puede ser eso? Pues porque te sirvieron de excusa tus sentimientos patrióticos para no mudar de pro­ pósitos. De lo que yo me he burlado, por tanto, no fue de ese cariño tuyo, sino de que, equivocadamente, creas que, per­ sistiendo en la abogacía, vas a conseguir algo que te sea provechoso para ese bello amor. Y lo cierto es que, si te dijera que la filosofía se basta para enderezar las ciudades, me desmentiría Cirene, por el estado de postración en que 15 en efecto se halla, mucho más grave que el de las ciudades del Ponto. Pero sí podría afirmar que la filosofía, más que la retórica y que cualquier arte o ciencia, dado que está por encima de todas ellas, hace de quien la practica alguien útil 20 para los particulares, las familias y las ciudades 60°. Sin em­ bargo, ella no basta para procurarles por sí sola el bienestar a los hombres. Pues la cosa, queridísimo Pilémenes, es así: las bellas actividades son como unas fuerzas y disposiciones601 del alma, algo tal que ya por sí solo aprovecha; las circuns­ tancias, por el contrario, y los golpes de fortuna llevan arriba y abajo el estado de la ciudad, y que se encuentre ahora así y luego de otra manera es algo necesariamente 25 impuesto por esa naturaleza de la que participa. 599 Cf. C. 101, 36 ss. G arzy a (ed., 1989, pág. 31 y pág. 260, n. 3) recuerda en este pasaje (y cf., abajo, líneas 16 ss.) aquella definición, quizá aristotélica (cf. J u a n Í t a l o , Quaest. quodlibetales 1), que subraya la pre­ ponderancia de la filosofía: «arte de artes y ciencia de ciencias» (cf., también, S in e s io , D ión 42 c). 600 Cf. n. anterior y los capítulos 4, 5 y 12 ss. del Dión sinesiano. 601 Dynámeis... kdi paraskeuai psyches: cf. P l o t in o , Enéadas IV 6, 3 (dÿnam is kai paraskeuë, acerca de la memoria).

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Tú eres, entonces, un patriota y coincide que yo lo soy también. Tú cultivas la retórica y yo te consiento que prac­ tiques no aquélla sino esa otra recta y noble que ni siquiera Platón, creo, intenta proscribir602; yo es la filosofía a la que honro y la honro antes que a cualquier otro bien de los hombres. Así pues, ¿qué más podrían esperar de nosotros 30 nuestras ciudades sino que sean incluso unas vidas las que sirvan de fundamentos en correspondencia con estos propó­ sitos? Le hace falta, sin duda, un material conveniente y le hacen falta unos instrumentos a quien está capacitado para usarlos: la que suministra todo eso es la fortuna. Pues bien, si crees que sólo de aquella forma, o sea, por medio de la retórica, te asistirá la fortuna, de tal modo que un día te permita ejercer un cargo público o el más importante de 35 ellos, el de prefecto, ¿por qué culpar del fracaso a la filosofía? Y si con ambas por igual puede la suerte abandonarte o estar a tu lado, ¿por qué, mientras, no escoges lo que parezca mejor? Y lo cierto es que también tú afirmas que la filosofía es algo en sí y por sí mismo superior a la retórica, pero la precisión de tener que rendirle un provecho a tu ciudad 40 convierte en más necesario para ti lo que es inferior. Y, lo que es ahora, hay esperanzas de algo mejor, pero con quien se ha dedicado a la filosofía se enemistan todos los dioses y no canalizan603 la fortuna hacia él, de modo que ni siquiera mantiene reservadas sus esperanzas. Yo hasta hoy no había escuchado ni había tenido noticia de esto: que el lote asignado por la divinidad a la venerable filosofía es el infortunio. 45 Ahora bien, aunque difícilmente concurrirían en una natu­ raleza mortal fuerza y prudencia604, puede, así y todo, ocurrir, 602 Cf. P la t ó n , Gorgias 465 b (y S ijœ s io , Dión 37 a ss.). 603 El verbo exocheteúo también lo emplea S in e sio en Sueñ. 149 c. 604 Cf. S in e sio , Real. 7a ss. (cap. VII).

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siempre que sea Dios quien las congregue. Con esta condición, por tanto, es posible o, más bien, es totalmente necesario, que una misma persona sea filósofo y patriota y que no 50 desconfíe de su suerte sino que aguarde cosas mejores en virtud de su propio mérito. No es menos cierto que, según el antiguo dicho, los buenos únicamente superan a los malvados en esto: en buenas esperanzas 605. ¿Cómo, entonces, consentiremos que lleven ellos la peor parte? Y necesariamente sería así de rendirnos nosotros ante ese argumento tuyo, que te ha inducido a 55 error hasta el punto de afirmar que, por mor de tu ciudad, debes continuar con esa profesión. Permíteme, pues, que transforme en acusación aquella defensa mía de lo que, aun no siéndolo, antes te pareció que era una burla; desde luego, creo que ahora ya no te lo parece. Y lo cierto es que corro el peligro de quedar desacre60 ditado ante la sagrada Cirene por tu culpa, y eso que eres una persona querida para mí. Pues, si las ciudades llegaran al convencimiento de que la retórica es la única capaz de transformar la calamitosa situación en que se hallan y que el único timbre de honor es el de quienes socorren a los que están metidos en juicios referentes a contratos, se indispon­ drían conmigo, dado que me preocupo de cualquier otra 65 cosa distinta de un tribunal. Así que sólo esto te digo yo a ti y a todas las ciudades acerca de la filosofía: si la fortuna la asiste y las circunstancias la han llamado a inmiscuirse en los asuntos públicos, no hay ninguna actividad —ni siquiera todas juntas— que pueda competir con la filosofía en armo­ nizar situaciones más tensas 606 y en reorganizar los asuntos 605 P se u d o -I só c r a t e s , A Demónico 39. m Tèn syntonotéran harmósai: la expresión está tomada del vocabulario musical (cf. P la t ó n , República 591 d; A r is t ó t e l e s , Política 1342 b 21).

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para mayor beneficio de los ciudadanos. Pero, como el 70 curso del destino aún no va de esta manera, tiene más sentido ocuparse de los propios asuntos sin «entremeterse en el gobierno» 607 y sin la indigna pretensión de pelearse por el cargo de mengano, cuando no exista una absoluta necesidad de ello. Que «contra Necesidad —afirman— ni siquiera los dioses luchan» 608. Para mí son otras las cosas que merecen mayor venera- 75 ción. Y siempre que el intelecto se despreocupa de lo de aquí609, viene a ocuparse de Dios. Y es que son dos las partes de la filosofía: contemplación y acción610; y son dos, en efecto, las fuerzas que las presiden, una a cada una de las dos partes: sabiduría y prudencia. Ésta precisa de la fortuna, mientras que la sabiduría es autosuficiente611y es irrefrenable so el poder que hay en ella.

104 A SU HERM ANO

Desde Cirene a Ficunte, en el 396

A los mismos individuos podría ocurrir que los vieras audaces en la paz y cobardes en la guerra, o sea, siempre 607 Cf. C. 41, 250 s„ n. 208. 608 S im ó n id e s , Fr. 542, 29 s. P a g e (cf. P l a t ó n , Protágoras 345 d; D ió g en e s L a e r c io , I 76). 609 D e las cosas terrenales. 610 La propia vida de Sinesio constituye un buen ejemplo de estas palabras. Y cf., en sus obras Peonio 308 b ss. (caps. 2 y 3) o Disc. I 305a. 611 Cf. A r ist ó t e l e s , Ética a Nicómaco 1177 b 1; y S in e s io , Dión 48 d.

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ruines. De modo que, a mi parecer, con toda justicia debe estársele agradecido a la guerra porque es una piedra de toque infalible de la sangre que uno tiene en el corazón y porque a muchos fanfarrones los coge y nos los devuelve 5 más modestos. La verdad es que, por eso, no creo que «vaya a pavonearse por la plaza»612el malvado Ju a n 613, ni a pegarle puñetazos ni a lanzarse a patadas contra ninguna persona de bien. Fíjate, ayer con toda claridad le ha dado la razón al proverbio o, mejor, al oráculo —sí, evidentemente un oráculo, y lo sé con total seguridad—: «No hay peludo que no sea polinizado»614. En efecto, de algunos días atrás se venía anunciando un ataque de los enemigos. Yo estaba resuelto a enfrentarme a ellos, mientras que a los balagritas615 los hizo salir su co­ mandante en orden de batalla. Luego, nos apresuramos a llegar616 y nos pusimos a esperar. Pero, como no aparecía nadie, «hacia la hora de desuncir»617 cada uno se retiró a su 15 casa, tras haber convenido en que nos presentaríamos de 612 Cf. D em ó st e n e s , XXI 158. 613 El destinatario de las cartas 2, 43, 63 y 64 (cf., sobre todo, C. 43, 10 ss.). 614 Cf. S in e s io , Calv. 85 d y n. 174, en la q u e ex p licáb am o s n u e s tra trad u cció n .

615 Los habitantes de Balagre, hoy el-Beida, al sudoeste de Cirene. 616 Eíta phthásantes eis tën pedinën es la lectura de Va (Vat. gr. 1125, s. xiv) que aquí traducimos. La inmensa mayoría de los manuscritos presenta ... íw eis... (lectura que recoge G ar zy a en su edición), pero no está claro aquí el valor de la partícula an (G ar zy a , de hecho, traduce: «Noi arrivammo per primi sul campo...»), a menos que se entendiera asi: «de ahí que hubiéramos podido llegar los primeros...» o «luego, nosotros, que hubiéramos podido llegar los primeros, ...». 617 Perl boulytón: es decir, p o r la ta rd e (cf., p o r ejem plo, H e l io d o r o , Etiópicas II 19).

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nuevo allí al día siguiente. El frigio618 Juan, hasta ese mo­ mento, no estaba en ninguna parte (al menos no se le veía), pero por lo bajo echaba a volar algunos rumores: «se ha roto una pierna y se la están amputando» o «está enfermo de asma» o «sufre algún otro mal desmesurado». Tales patrañe­ ros, quienesquiera que fuesen, iban y venían afirmando que cada uno llegaba de un sitio distinto, para no dejar claro el lugar donde aquél se había metido o estaba oculto. En medio de lo que se pusieran a contar619se lamentaban por la inoportunidad de la desgracia y se les saltaban las lágrimas. «¡Ahora se necesitaba su bravo arrojo —exclama­ ban—, ahora se necesitaban sus brazos! ¿Qué cosa no hubiera podido hacer? ¿Qué cosa no hubiera podido ocurrir?»; y, después de decir cada uno de ellos, además de todo eso, «¡Ah, qué mala suerte!», dando una palmada, se marchaban. Pero éstos eran individuos de los que, para nada bueno, ya de antaño se venían criando a su lado, unos peludos tam ­ bién 62°, sin nada de integridad621 ladron es, en e l p r o p io p u e b lo , de co rd ero s y c a b r ito s622,

y, ¡por los dioses!, a veces hasta de mujeres. Tales eran los camaradas que él se había buscado ya de mucho antes. 618 S in e sio está aludiendo a un proverbio: «Más cobarde que una liebre frigia» (E str a b ó n , I 2, 30; Corp. Paroem. Graec. II 359 1). 619 Asi interpretamos m etaxy d ' án diegoúmenoi (G a r zy a : «La gente, trovandosi a parlare,...). Los manuscritos V (Vat. gr. 1376, s. xiv) y Va (cf. n. 616) omiten la partícula án (como también lo hacen abajo en la línea 24). 620 Cf., arriba, línea 10 y n. 614 (y, abajo, líneas 79 y 83). Téngase en cuenta que esta carta debe de ser contemporánea del Elogio de la calvicie, que habría sido escrito alrededor del 396. 621 Cf. A r ist ó fa n e s , Pluto 37 (y E u r íp id e s , Andróm aca 448). 622 II. XXIV 262.

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Entre éstos ni siquiera pone su empeño en ser un hombre, y es que sería difícil; es un ladino 623 y el blanco al que mejor apunta es el de parecer un hombre entre quienes realmente lo son. Pero yo creo que lo divino, con total acierto, se ha opuesto a sus proyectos. Eran ya cuatro días los que nos habíamos pasado con las armas a punto en vano, porque los enemigos aún se dedicaban a asolar zonas más altas. Él, desestimando totalmente la idea de que aquéllos fueran a presentarse, porque pensaba que no se atreverían a atacar el interior del país, salió y, de inmediato, provoca un desconcierto general. De la enferme­ dad ni acordarse (y hasta se burlaba de quienes habían prestado oídos a aquello), y lo que dijo fue que él había llegado de lejos, de no sé dónde, y que lo habían llamado para que combatiera allí en su auxilio y que por eso también se habían salvado los territorios que pidieron su ayuda; y es que los enemigos ni siquiera habían hecho una incursión, espantados ante el rumor de la presencia de Juan. Siguió diciendo que, después de dejar allí las cosas firmemente asentadas, había corrido hacia los lugares conflictivos, donde se podía esperar en cualquier momento el asalto de los enemigos, siempre que su presencia pasara inadvertida y no se divulgara su nombre. Es así que de inmediato provoca un desconcierto general con su pretensión de interferir en el mando del ejército y sosteniendo que, en breve, enseñaría el arte de vencer. Gritaba: «¡Al frente!» 624, «¡A la línea!», y 623 Un «sofista», literalmente. 624 «Epi m étôpom «Epi phálanga» kai «Katá tó kéraspoly lo plaisiomr. G a r zy a traduce «‘D i fronte!’ ‘In riga!’ ‘AlPala tutto quadrato!’». Las dos primeras expresiones no son, al menos, las corrientes (epi m etópou, eis m éíópon, epi phálangos) y la última se entiende mal, pero creemos que Sinesio las utiliza ex profeso (si es que no fueron así pronunciadas, literal­

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«¡En el ala, amplia la formación en cuadro!», en una acuña- 50 ción de voces de mando cuyo empleo ignoraba. A algunos, por eso, hasta les parecía que era alguien, celebraban incluso aquel carácter suyo y muchos querían ser sus discípulos. Pero, en aquel momento, estaba bien avanzada la tarde y era la ocasión oportuna para un ataque. Descendimos, pues, de la montaña y, cuando ya nos encontrábamos lejos, cuatro jóvenes, vestidos a la manera indígena y gritando 55 todo lo que podían, vinieron corriendo a escape hacia nos­ otros, de modo que no hacía falta un adivino para darse cuenta de que estaban aterrorizados ante los enemigos y se apresuraban a ponerse a salvo entre nuestras armas. Y antes incluso de oírles decir claramente que los enemigos ya estaban cerca, vemos unas tristes figuras a caballo y, según me pa- 60 recio, a las órdenes del hambre, resueltas a morir con la mayor presteza por los bienes que poseíamos. Pues bien, nada más vernos y ser vistos, antes de llegar al alcance de nuestras flechas, desmontaron, siguiendo su costumbre, de los caballos e hicieron los preparativos habi­ tuales de un combate; y a mí me parecía buena idea imitar a aquellos hombres, y es que el terreno era inadecuado para la caballería625. Pero nuestro noble amigo afirmó que no 65 cometería un ultraje contra el arte de la equitación, sino que la lucha la emprendería a caballo. ¿Y, entonces, qué? Pues

mente, por Juan), para insistir en la nula competencia del personaje eñ el campo militar. Las siguientes palabras de nuestro autor confirman (así nos lo parece) esta hipótesis: Juan desconoce la utilización y el sentido de esas órdenes que está «inventando». La traducción intenta reflejar lo que hemos comentado. 625 Cf. J en o fo n t e , Helénicas III 4, 12.

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que tiró con fuerza del freno, le hizo dar la vuelta y huyó a galope tendido 626, bañando en sangre627 al caballo, a toda rienda como iba, mientras utilizaba para aguijarlo cualquier 70 método: la fusta de continuo y los gritos de ¡arre! que resonaban. Pero, en este punto, ya no era fácil determinar a cuál de los dos había que aplaudir más, si al caballo o al caballero. Pues el uno corría lo mismo cuesta abajo que cuesta arriba y, tanto por sotos como por calveros, de una sola acometida saltaba los hoyos y se elevaba por encima de 75 los ribazos; el otro se mantenía sobre su cabalgadura en cualquier terreno y en ninguno resbaló de la silla. Sí, me parece que hasta para los enemigos fue hermoso aquel es­ pectáculo: ¡de cuántos parecidos a éste habrían deseado ser espectadores! Pero no, al menos por nuestra parte no pudie­ ron ver más, aunque, como es natural, nos desanimamos, al haberse frustrado tanto y tanto nuestras esperanzas en aquel peludo 628. Nos colocamos, pues, en orden de batalla para so soportar un posible ataque, pero sin la pretensión de comen­ zar nosotros el combate. Y es que, incluso, por mucho que fuera el coraje, uno desconfiaba del que estaba a su lado, en vista de la muestra que habíamos tenido. Allí nada había más vergonzoso que una melena629: cualquiera que la tuviese parecía ser el que más probablemente nos iba a traicionar. Sin embargo, esto mismo fue lo que les pasó a los enemigos, 85 pues, colocados también en orden de batalla, nos aguardaban,

626 627 628 629

Cf. J en o fo n t e , Anábasis I 8, 1. Cf. J e n o fo n t e , Ciropedia V I I 1, 29. Cf., arriba, líneas 10 y 27 y nn. 614 y 620. Cf. n. anterior.

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para defenderse en caso de que nos lanzáramos contra ellos. Pero, como por ninguno de los dos bandos se intentaba nada, primero ellos se dieron la vuelta y cogieron el camino de la izquierda y, después, nosotros el opuesto, y sin más prisas que en un paseo, a paso lento, para que no pareciera 90 una huida aquella retirada. Luego, aun estando en aquella situación, procurábamos enterarnos de dónde se encontraba Juan. Pero él en un soplo había alcanzado Bombea y, a la manera de un ratón de campo 63°, se había metido en aquella peña. Bombea631 es una montaña cavernosa en la que arte y naturaleza concu­ rrieron para hacer de ella un alcázar fortificadísimo. Ya 95 desde antaño goza de justa celebridad y algunos la compa­ raban con las «galerías subterráneas egipcias» 632. Hoy, es cosa reconocida que supera a las murallas de cualquier otro sitio, un lugar donde sólo el hombre más cuidadoso de sí mismo que exista, por no decir, con demasiada rudeza, el más cobarde (aunque sea el término apropiado), sólo un hombre tal puede asentarse allí633,mirando antes que nada por su salvación. Y es que, cuando se entra, se parece a un loo laberinto y atravesarlo es difícil, con lo que éste, sin más, ya puede resultar un buen refugio para Juan.

630 El m ys arouraíos ya es mencionado por H e r ó d o t o , I I 141 y B a b r io , Fábulas 108 C r u siu s (cf. el rusticus mus de H o r a c io , Sátiras II 6, 80). 631 En la Cirenaica. 632 Aigyptíous... syringas: cf. E lia n o , H istoria de los animales V I 43. 633 Intentamos reflejar la construcción del original.

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IOS AL M ISM O 634

Desde Cirene a Alejandría, en el verano del 410

Un necio sería yo si no les estuviera muy agradecido a los ciudadanos de Ptolemaida porque me consideran digno de lo que ni siquiera yo mismo me considero. Pero no es el hecho de si me están concediendo grandes responsabilidades lo que conviene examinar, sino si yo soy capaz de asumirlas. Pues el que un hombre consiga honores casi divinos es algo 5 de lo más gozoso, siempre que quien llegue a disfrutar de ellos sea digno de obtenerlos 635; pero, a quien está muy falto de mérito, sólo se le ofrecen amargas esperanzas para el futuro. Que no es nuevo este temor mío, sino que es muy antiguo eso de «no vaya a encontrar honores entre los hombres cometiendo alguna falta ante Dios»636. ío Yo, cuando me reconozco a mí mismo, descubro mi absoluta inferioridad para ponerme a la altura del ministerio 634 Esta carta, en la que Sinesio se expresa con total sinceridad ante su aclamación como obispo, es de obligada referencia (cf. nuestra introducción general, I. 9., en Sinesio de Cirene. Himnos. Tratados, Madrid, BCG, 1993) a la hora de analizar el contraste entre las ideas filosóficas (cf., sobre todo, líneas 75 ss.: preexistencia del alma, eternidad del universo, inmortalidad pero no resurrección de la carne), la situación del nuevo metropolitano (por ejemplo, el estar casado y tener hijos: líneas 62 ss.) y su responsabilidad como dignatario eclesiástico. De su importancia es buena muestra el hecho de que Nicéforo Calisto la incluya en su noticia sobre nuestro autor (Hist, eel. XIV 55). 635 N o hemos mantenido el anacoluto del original. 636 Cf. I b ic o , Fr. 310 P age (pàr theoïs/... am efpsô:parà theôn... epheùrô S in e sio ).

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sacerdotal. Y voy, pues, a conversar contigo 637 acerca de estas inquietudes de mi alma: con ningún otro puedo hacerlo mejor que con tu querida persona, que se ha criado conmigo. Es lógico, entonces, que tú participes por igual de mis pre­ ocupaciones, y que de noche veles y durante el día638 consi- 15 deres de qué manera me puede sobrevenir el bien y de qué manera puedo evitar el mal. Escucha, pues, cómo están mis cosas, aunque la mayor parte de todo esto ya lo sepas. He llevado una carga pequeña y me parece que la he soportado bien hasta hoy: la filosofía. Y es por parecer que 20 yo a ésta en absoluto le falto por lo que he recibido las alabanzas de algunos y se me cree digno de más altos menes­ teres por parte de quienes no saben discernir «una aptitud del alma» 639. Pero lo que temo es que, si por vanidad acepto ese honor, pueda fallar en ambas cosas, al haber desdeñado una y no haber alcanzado la dignidad de la otra. Sí, consi­ déralo de la siguiente forma. Yo siempre reparto mi tiempo entre estas dos cosas, la diversión y el estudio: estudiando, 25 más que nada los temas divinos, me aíslo, mientras que, divirtiéndome, soy el más accesible 640. Pues ya sabes que, cuando levanto la cabeza de los libros, me inclino hacia cualquier tipo de diversión; de los afanes políticos, no obs­ tante, me aparto, tanto por mi carácter como por mi poca práctica641. El sacerdote, en cambio, es preciso que sea un 30 637 Cf. n. 84. 638 N y k tô r m eth’ hëméran: cf. H es io d o , Trabajos 176 s. 639 Es decir, una especial facultad o propensión anímica: cf. P l o t in o , Enéadas VI 4, 11, 3 ss. 640 Cf. P la tó n , Banquete 197 e, Leyes 843 b; J u l ia n o , Contra los cínicos ignorantes VII 186 c, etc. (y cf., también, P lo t in o , Enéadas III 2, 15, 53 ss.).

641 O «por costumbre», «por hábito» (kai p h ysei kai melétëi).

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hombre inspirado por la divinidad 642 y ante cualquier tipo de diversión debe ser, igual que Dios, inflexible. Para que cumpla con su compromiso lo vigilan miles de ojos, cuya utilidad es nula o poca si no se trata de alguien ya predis­ puesto, sensato y que no se rinde ante ningún tipo de deleite. 35 Además, en todo lo concerniente a Dios no podría aislarse sino que tendría que ser el más accesible a todos, un doctor de la ley643 que proclama lo legislado. Y debe él solo asumir los asuntos de todo el mundo 644; sí, los de todo el mundo ha de asumirlos o, de lo contrario, incurrir en toda clase de censuras. Así pues, ¿cómo no se precisaría un alma grande y poderosísima para soportar tal montón de preocupaciones 40 sin ahogar en ellas al intelecto y sin permitir que se extinga en el alma la parte divina, cuando son tan diversas las ocupaciones que lo 645 distraen? Bien sé yo que algunos son capaces de esto y los felicito por su carácter y considero que ellos son verdaderamente esos «hombres divinos» 646 a quienes no separa de Dios el hecho de estar muy mezclados en 45 asuntos humanos. Pero también sé que yo bajo a la ciudad

642 A sí tra d u c im o s thespésion (G a r zy a : «uom o superiore»), 643 N o de la antigua ley de Moisés (cf. n. 55), sino de la nueva ley de Cristo: cf. E u se b io , De laud. Constant. 17. 644 Prágmata práttein hósa pántes háma escribe S in e sio de una forma muy enfática, difícilmente trasladable. Sobre los deberes del obispo en esa época, cf. n. 336. 645 El autón del original podría estar referido a ton noún de la línea 40, pero más bien parece que S in e sio olvida el comienzo de la pregunta (... eumegéthous psychés kal kratístés...) donde psyché ha de entenderse, por metonimia, como hombre o individuo (de hecho en las líneas 40 s. repite en té ip s y c h é i... ten moíran ten theíari). 646 Cf. P la t ó n , Menón 99 d; A r is t ó t e l e s , Ética a Nicómaco 1145 a 29.

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y de la ciudad subo 647 envuelto en cosas que me arrastran hacia lo terreno, cubierto de m ancha648, no podría decirse en qué medida. Lo cierto es que, por estar conmigo desde hace mucho esas máculas, cualquier partícula que me venga encima conlleva un enorme incremento. No tengo fuerzas, «mis entrañas» 649 no son robustas y no soy capaz de resistirme a so lo de fuera650 y disto mucho de poder soportar la angustia que se origina al ser consciente de ello. Y cuantas veces se me pregunte al respecto, no rehusaré decir con total franqueza que el sacerdote debe estar absolutamente sin mancha y, yendo aún más lejos, debe limpiar de toda mácula a los demás. También hay otra cosa que debo añadir en estas líneas 55 dirigidas a mi hermano, pues sin duda serán muchos los que lean la carta651 y esto, por supuesto, lo he tenido muy presente al dictarla, para que a todos les quede muy claro el hecho de que, sea cual sea el resultado, ante Dios y ante los hombres estoy sin culpa652, y no menos ante nuestro padre Teófilo. Pues, si pongo lo mío en conocimiento de todos y a 60 él le concedo que tome cualquier decisión respecto a mí, ¿cómo podría yo ser culpable? A mí, fueron, en efecto, Dios, la ley y la sagrada mano de Teófilo quienes me entregaron a mi mujer 653. Declaro, pues, 647 En ástei... o p ’ásteos (G a r zy a : «sulla terra degli uomini e da essa...»): S in e sio habla en H. I 58 s. de «los hombres presos de las cuitas de la

ciudad» (anthröpön astymerímnón: un compuesto, al parecer, creado y sólo utilizado por nuestro autor). Cf., también, ibid. 51-71. 648 Cf. η. 246. 649 E u r íp id e s , Orestes 604. 65° p r¿s ektós: cf. E p ic t e t o , Enquiridión XXIX 7. 651 Cf. η. 567. 652 Cf., abajo, línea 98 y H e s ío d o , Trabajos 827. 653 El matrimonio se celebró en Alejandría en el 403.

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públicamente y ante todos doy testimonio de que yo en absoluto me separaré de ella y tampoco conviviré con ella a 65 escondidas como un adúltero (que lo uno no es piadoso y lo otro no es legal), sino que mi deseo y mi ruego serán tener muchísimos y buenos hijos. Esta es una cosa que no debe ignorar el que tiene en sus manos mi consagración654; que se informe por los amigos de su compañero Pablo y de Dionisio, 70 quienes sé que fueron elegidos por el pueblo como delega­ dos. De lo siguiente, sin embargo, no hay necesidad de que sea informado sino que sólo he de recordárselo. Hablaré con mayor detención sobre esto, pues podría aceptarse que, en comparación, todo lo demás carece de importancia. Es difícil, por no decir de todo punto imposible, sacudirse las doctrinas que han llegado a ser demostradas científicamente y sabes 75 también que, muchas veces, la filosofía choca de plano contra esas otras doctrinas más divulgadas. Seguro que yo nunca sostendré la creencia de que el origen del alma es posterior al del cuerpo. No admitiré que al cosmos y a sus partes les espera una destrucción conjunta. La tan traída y llevada resurrección la considero algo sagrado e inefable y 80 bien lejos estoy de coincidir con las opiniones de las masa. Pero es cierto que la mente filosófica, aunque está siempre velando por la,verdad, transige ante la necesidad de mentir. •Y es que la relación entre la luz y la verdad es análoga a la que existe entre la vista y la légaña655, en el momento en que el ojo pueda recibir una luz excesiva que le haga mal. Lo mismo que la oscuridad es más beneficiosa para quienes 654 Ton kyrion tés cheirotonías: es decir, Teófilo, el patriarca de Alejan­ dría. K yrios se utiliza, en general, como título de cortesía dado a personajes importantes (emperadores, obispos, etc.). Para cheirotoma, cf. n. 343. 655 Cf. S in e s io , H. I 648; Dión 47 c.

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tienen los ojos enfermos, así también acepto que para el vulgo la mentira constituya un beneficio y un perjuicio la 85 verdad para quienes no son capaces de fijar la mirada en el radiante brillo de la esencia. Si esto me lo consienten las leyes del ministerio sagrado que voy a desempeñar, podría ejercerlo de la siguiente manera: en privado me dedicaré a la filosofía, pero en público contaré fábulas en mis enseñanzas656 (aunque sin introducir cambios en lo que a cada cual se le enseñó antes, sino dejando que todos persistan en sus con­ cepciones previas). Pero, si me dicen que el ministro debe 90 moverse en aquel otro sentido y hacer públicas sus creencias, seré el primero en exponérselas a todos con claridad. Pues, ¿qué tiene que ver el vulgo con la filosofía? La verdad de lo divino debe ser algo inefable, la masa necesita un procedi­ miento distinto. Una y mil veces más diré que el sabio, de no haber absoluta necesidad, ni debe rebatir ni dejarse rebatir. 95 Si me llaman a este sagrado ministerio, no me resignaré a sostener fingidamente unas doctrinas: de ello pongo a Dios por testigo y también a los hombres. La verdad es algo propio de Dios, ante quien deseo estar enteramente sin culpa657. Esto es lo único en lo que no puedo disimular. Y siendo como soy también un amante de las diversiones yo, que desde niño fui acusado de estar loco por las armas y por los caballos más allá de lo preciso, me apenaré, sí (¿pues 100 cómo soportar el espectáculo de mis queridísimos perros ayunos de caza y mis arcos más que apolillados?), pero lo resistiré si Dios me lo manda. Y, odiando como odio las preocupaciones, sentiré dolor pero, aun así, sobrellevaré pleititos 658 y asuntos en el cumplimiento de este ministerio, 656 Cf. A r ist ó t e l e s , Metafísica 982 b 18 s. (y S in e sio , Dión 42 c). 657 Cf., arriba, líneas 58 ss., y n. 652. 658 Dikidíon: cf. A r ist ó fa n e s , Caballeros 347, Avispas 511.

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por gravoso que sea, a satisfacción de Dios. Mis creencias no las encubriré, ni habrá desacuerdo entre mis convicciones y mi lengua. Pensando así y hablando así presiento que le agrado a Dios. No quiero, por otra parte, que sobre mí se haya concebido una cierta idea de que, sin que nadie me conozca, he apañado la consagración. Pero, ya que el padre 110 Teófilo, muy amado por Dios 659, me ha dejado claro que todo esto lo sabe y que está al tanto, que tome, pues, respecto a mí la decisión que guste. O me dejará, sin duda, que me quede en mi condición y a mi aire, dedicándome a la filosofía, o no se reservará la potestad de su condición para juzgarme en el futuro y tacharme del cuadro sacerdotal. En comparación con esto, cualquier otra opinión es una tontería; 115 pues la verdad, bien lo sé, es la cosa más querida por Dios. Y, lo juro por tu sagrada persona, más aún, por Dios mismo, que es propicio a la verdad, estoy angustiado (¿pues cómo no iba a estarlo cuando debo disponerme a pasar de un modo de vida a otro?). Pero si, una vez que ha quedado manifiesto todo lo que yo estimaba que no debía ocultarse, aquél a quien Dios ha dado esa facultad aprueba mi ordena­ ción sacerdotal, me someteré a la necesidad y lo aceptaré 120 como una señal divina. Pues mi razonamiento es el siguiente: si el emperador660 o un malhadado augustal661 me ordenara algo, se me castigaría por no obedecerlo; a Dios, sin embargo, hay que obedecerlo por propia voluntad. Y, si Dios me 659 De nuevo el juego de palabras de C. 12, 10 (n. 111). 660 Basileús es el término empleado aquí por S in e s io , como en Real. 15 d (y cf. 19 c y nuestra n. 87). 661 El Augustal o prefecto de Egipto (cf. nn. 539 y 573) era el comandante en jefe del ejército y estaba al frente de la administración, finanzas y justicia. Con el tiempo, sin embargo, el título pasaría a ser meramente honorífico.

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admite como ministro suyo, también es cierto que, primor­ dialmente, hay que amar la verdad, lo más divino de todo, y no ponerse a su servicio por la vía más opuesta, cual es la de la mentira. Haz, pues, que todo esto lo sepan los canonis­ tas 662 y se lo comuniquen a aquél663.

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106 AL MISMO

Desde d re n e a Ficunte

Le pregunté al jovencito 664si el silfio 665lo habías cultivado tú o era un regalo que habías recibido y del que quisiste que 662

Toils scholastikoús: «abogados p a r a a su n to s eclesiásticos», sen tid o

que tien e el térm in o e n el Cod. can. eccl. Afr. (97 H a r d .). Cf. L am pe (cit. en η. 380), ,s'. ν. scholastikós 2,

6« A Teófilo. 664 E l p o rta d o r de la carta. 665 E l silfio o laserpicio (cf. C a tu l o , V II 4, lasarpiciferis... Cyrenis) era u n a p la n ta u m b elífe ra p ro p ia de la C iren aica (cf. H e r ó d o t o , IV 169 y 192; T e o f r a st o , Historia de las plantas III 2, 1; VI 3, 1 y 5, etc.; P l in io , Historia natural XIX 3, 15). S u e x p o rta c ió n c o n stitu ía u n a g ra n fu en te de riqueza p a ra la tierra de Sinesio. Se le atribuían propiedades casi m aravillosas (cf. el p ro v eb io de A r ist ó fa n e s , Pluto 925; y, a b a jo C. 134, 35 s.), su ju g o , el Usaron o lásar, se u tiliz a b a en m ed icin a (cf., p. e., H ip ó c r a t e s , D ieta de

las enfermedades agudas 23) y tam bién p o d ía fo rm a r parte de la alim entación de h o m b re s y b estias (cf., p. e., A r is t ó f a n e s , A ves 354). P a r a su id en tifi­ cació n (asafétid a, t a p s i a , ...), cf. J . M . D ía z R eg a ñ ó n , Teofrasto. Historia de las plantas, M a d rid , B C G , 1988, págs. 333 s., n. 32; y, e n general, cf. D . R o q u e s , «Synésios d e C yrène et le S ilp h io n de C yrénaïque», Rev. Êtud. Grec. 97 (1984), 218 ss. N a d a tienen q u e ver co n e s ta p la n ta las actuales del género silphium de A m érica del N orte.

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SINESIO DE CIRENE

yo también tuviera parte. Y, en efecto, al enterarme de que el jardincito, en el que tanto interés pones, había dado este fruto además de otros muchos, mi alegría fue doble: por la belleza de la planta y por la fama del lugar. Que explotes ese fértilísimo terruño. Que ni tú te canses de regar tus queridí­ simos arriates ni ellos renuncien a seguir fructificando, para que puedas tú beneficiarte y mandarme a mí todo lo que produzcan las estaciones.

107 AL MISMO

Desde d re n e a Ficunte. Contemporánea de las C. 108 y 122

Un gracioso es lo que eres al impedirme que me provea de armas cuando a los enemigos 666 ya los tenemos encima y están haciendo botín de todo y pasan a cuchillo diariamente a pueblos enteros, sin que nuestros soldados se dejen ver siquiera. ¿Vas a decir ahora que a los particulares no les está permitido667llevar armas, sino sólo morir, desde el momento en que el estado trata con severidad a quien intenta salvarse? Aunque, a falta de otras cosas, al menos sacaré la ganancia de que sean las leyes las soberanas, y no esos diablos. ¿Y cuánto crees que yo valoro ver de nuevo la paz y el tribunal bien arreglado y al heraldo reclamando silencio? Ojalá mi 666 Los ausurianos. Son los momentos de la segunda gran invasión de nómadas: cf. C. 108, 122 y 125. 667 D e acuerdo con G ar zy a (ed. 1979, pág. 192, n. ad loe., y ed. 1989, pág. 280, n. 1), aquí se alude a una disposición del emperador Valentiniano I, del año 364: cf. Cod. Theod. XV 5, 1.

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muerte se produzca en cuanto mi patria haya recobrado su primitiva situación.

IOS AL MISMO

Desde d re n e a Ficunte, después del otoño del 405

Yo me he hecho ya con trescientas lanzas y otros tantos cuchillos, pero espadas de doble filo no había de antes más de diez: entre nosotros no se forjan esas armas de hierro tan largas. Pienso, sin embargo, que los cuchillos hieren con mayor eficacia los cuerpos de los adversarios, así que éstos 5 serán los que utilicemos. Y si hay que utilizar mazas, también tendremos: nuestros acebuches son buenos para eso 668. Al­ gunos poseen hachas de un solo filo, colgadas de la cintura de cada uno, con las que golpearemos sus escudos para estar al igual que aquéllos, dado que nosotros no tenemos armas defensivas. El combate669 imagino que será mañana, pues algunos enemigos se han encontrado ya con nuestros expio- 10 radores y los han perseguido «a todo correr» 670, pero, al comprender que eran demasiado veloces para ser capturados, les encargaron transmitirnos sus mejores deseos, siempre que en adelante no viéramos la necesidad de andar por ahí

668 Cf., por ejemplo, T e o f r a st o , Historia de las plantas III 1, 6; IV 3, 1 ss.; V 3, 7. 665 Contra los ausurianos: cf. n. 666. 670 J en o fo n t e , Ciropedia I 4, 23.

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SINESIO DE CIRENE

buscando a todo hombre que penetrara en esas extensiones de territorio. Y es que afirmaron que iban a esperarnos, 15 porque querían saber quiénes eran los que nos habíamos atrevido a alejarnos de nuestra región a tantos días de camino, con el fin de trabar batalla con unos enemigos que viven al estilo de los nómadas y cuya disposición a la vida civil es la misma que la nuestra ante una expedición militar. Lo cierto es que mañana, con la ayuda de Dios, venceré a los enemigos y, si es necesario, los venceré una vez más (aunque mis palabras no quisieran ser fatídicas): a ti te encomiendo 20 el cuidado de mis hijos. A su tío le corresponde no echar en olvido el hacerles este favor.

109 AL MISMO

Desde d re n e a Ficunte

Ni asno ni mulo ni caballo tengo; están todos sueltos en el prado, si no, me habría servido de ellos para acudir junto a ti, que eres la persona más amada por mí. Querría, y mucho, hasta ir a pie y quizá hubiera sido capaz, pero mis allegados me dijeron que no debía, no fuera a convertirme 5 en el hazmerreír de quienes me salieran al paso. Y es que a éstos, sean quienes sean, mis parientes los consideran personas tan enteramente sabias y con tanta sensatez como para que cada uno de ellos pueda reflexionar mejor que yo sobre lo que me conviene. ¡Tantos son los jueces de quienes nos hacen depender los que nos obligan a vivir según las

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apariencias671! Se salieron con la suya no por sus advertencias sino con métodos bastante violentos: cuando ya me iba, me lo impidieron agarrándome del capotillo. ¿Qué me queda, entonces, sino, en substitución mía, enviarte esta carta? Por medio de ella te saludo y te pregunto qué llega de Ptolemaida (las nuevas noticias que lógicamente tú traes de parte del general) y, más que nada, qué son esos misteriosos rumores que vienen de occidente672, pues sabes que me interesa mucho el que haya sucedido así o no. Por tanto, si me mandas una carta con todos estos detalles aclarados, me quedaré aquí quieto; si no, también tú tendrás que reprenderme por haber corrido en tu busca.

110 AL MISMO

Desde dren e, en el 405

Quilas, el rufián, a quien es natural que muchos conozcan por el lustre que ha alcanzado gracias a su oficio (pues incluso Andrómaca, la actriz mímica673, la más bella mujer 671 Así traducimos p ro s dóxan tên éxô. Cf. dóxa frente a alétheia en S in e s io , Dión 55 a.

672 No se sabe con certeza a qué se refiere Sinesio (cf. también C. 120, 4). Se ha pensado en la derrota de Alarico en Pollenza (Pascua del 402), en la victoria de Estilicón sobre Radagaiso en Fiésole (405-406) o en la condena a muerte de Estilicón (408): cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 195, n. ad loe., y ed. 1989, pág. 284, n. 1. 673 D e la mala fama de las actrices mímicas, de las «cómicas» diríamos, nos habla, por ejemplo, P l u t a r c o , Sila 36 (acerca de los actores mímicos, cf. D e m ó st e n e s , II 19).

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que floreció en nuestros tiempos, ha pertenecido a sus hues­ tes 674), ése, después de haberse dedicado de joven a tan bella 5 ocupación, ha creído congruente con su anterior vida enve­ jecer ganando lustre en la escala militar. Pues bien, hace poco que ha llegado tras haber obtenido del emperador675 el mando de los valerosísimos marcomanos 676, quienes, siendo como son ya de antes buenos soldados, lógicamente, al ío encontrarse ahora también con un general a su medida, exhibirán ante nosotros grandes y valerosos actos. Él estuvo, por cierto, hablando con Siriano (lo conoces, «uno de mis vecinos» 677, el médico) y Siriano me ha referido en qué situación dejó éste la divina corte678. ¿Qué necesidad hay, pues, de contarte por escrito otras cosas que incluso he oído yo incidentalmente? Así y todo, lo que me hizo rebosar de alegría cuando me enteré, eso quiero que también a ti te 15 regocije. Es lo siguiente: El admirable679 Juan, para decirlo en pocas palabras, vuelve a estar en las mismas circunstancias 680: la fortuna le da generosamente en sus asuntos toda la generosidad de que es capaz y hasta procura sobrepujarse a sí misma. A él, en 674 Phálangos en el original. Es evidente la ironía en todas estas líneas acerca del lenón. 675 Cf. n. 660 (también abajo, en la línea 20). 676 Los marcomanos también son citados por S in e sio en Disc. II 300b. Para los equites Marcomanni, cf. ed. G a r zy a , 1979, pág. 195, n. ad loe., y ed. 1989, pág. 285, η. 1. 677 L u c ia n o , learomenipo 8. 678 Cf. n. 24. 679 Cf. n. 297. 680 Este Juan era en ese momento, como lo había sido anteriormente en el 401, comes sacrarum largitionum, es decir, el encargado de custodiar las sumas de dinero para las distribuciones (largitiones) que se le hacían al pueblo. Cf. Z ó sim o , V 18, 8.

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efecto, el emperador le presta oídos y, más aún, le ofrece su 20 buena disposición para que se sirva de ella en lo que necesite. También Antíoco681, toda la influencia que puede ejercer, la ejerce para su provecho; y esa influencia Antíoco la ejerce en todo lo que Juan quiere. Por Antíoco debes entender no al de Graciano, a ese homúnculo execrable 682, de lo más exqui­ sito en sus maneras pero de los más repugnante en sus aspecto683; sino al otro, a ese jovencito barrigón que tuvo 25 tanto prestigio ante Narsés el persa684 y siguió teniéndolo después. Desde entonces hasta hoy lo que ha hecho la fortuna es engrandecerlo. Y, estando así las cosas, es lógico que este justísimo magistrado conserve su cargo entre nosotros «los años de la corneja» 685, siendo como es pariente de uno y amigo íntimo del otro.

681 El Antíoco al que se refiere Sinesio (un neanískon según sus palabras) fue el eunuco a quien se encomendó la tutela de Teodosio (el futuro emperador Teodosio II), hijo de Arcadio. Dicha tutela le habría sido confiada por el propio emperador o por el rey persa Isdigerda I, a quien Arcadio había nombrado de primera instancia tutor de su hijo (P r o c o p io , Sobre la guerra de Persia 1 2, 7): cf. ed. G a r zy a , 1979, pág. 196, n. a d loe., y ed. 1989, pág. 286, n. 4. 682 Seguimos a G ar zy a para traducir el hierón del original («maledetto»: cf. lat. sacer). 683 c f . T e o f r a st o , Caracteres 28,4; P o r f ir io , Sobre la abstinencia III 20 . 684 Quizá el padre de Isdigerda I, aunque también conocemos a otro Narsés citado en Cod. Theod. VI 32, 1: cf. n. 681. 685 Alusión a la larga vida de la corneja según el testimonio de H e s ío d o , Fr. 304, 1 M e r k .-W e s t («nueve generaciones de hombres...»). Cf., también, por ejemplo, A r ist ó fa n e s , A ves 609 y B a b r io , Fábulas 46, 9.

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111 AL MISMO

Desde Cirene a Ficunte. Contemporánea de la C. 55

¿Me preguntas acerca de Dioscorio 686 cuántos versos recita687 cada día? Cincuenta. Los pronuncia sin pararse ni repetir y sin detenerse para hacer memoria después de un tiempo. Una vez que empieza a hablar, continúa ininterrum­ pidamente y el silencio significa el final de la recitación.

112 A TROILO

Los hombres no aman y elogian por los mismos motivos, ni es una sola la facultad del alma que está asignada a ambas inclinaciones: del sentimiento depende la amistad o la aver­ sión; con la capacidad crítica y racional del alma elogiamos y censuramos.

686 Cf. C. 55 y n. 298. 687 E ste sen tid o («recitar, declam ar») y a lo tien e el v erb o apangéllo en G r e g o r io T a u m a t u rg o , Discurso panegírico a Orígenes 16. P a r a apangelía de la lín ea 5, cf., p o r ejem plo, E u sebio , Hist. eccl. V I 2, 8 (p e ro , cf. P la tó n , República 394 c).

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113 A SU HERM ANO

Desde Cirene a Ficunte, en el 396

¿Entonces, qué? ¿A esos malhadados 688los estamos viendo ir con resolución a la muerte por las pertenencias ajenas, por no entregar ya a sus dueños cualquier cosa que hayan con­ seguido como botín; y nosotros, en cambio, en defensa de nuestra tierra, de nuestros santuarios, de nuestras leyes y de nuestras propiedades, con todo lo cual el tiempo nos ha 5 familiarizado más, no dejaremos de mirar por nosotros mismos sino que vamos a seguir protegiendo nuestras vi­ d as689? Así parecerá que no somos hombres. Yo, en todo caso, debo enfrentarme a ellos como pueda y debo comprobar quién es esta gente tan atrevida que pretende reírse de los romanos 690, en la situación en que ahora se encuentran. Pero, suele decirse, «mira que la camella, sarnosa y todo, es 10 capaz de llevar encima la carga de muchos asnos»691. Con todo, veo que, en tales circunstancias, quienes mueren son generalmente los que más estiman la vida, mientras que siguen vivos los que menosprecian su vida. De éstos seré yo: lucharé como si fuera a morir, y bien sé que subsistiré. Que 15 soy de ascendencia laconia692 y sé de aquella carta enviada 688 Los ausurianos o los mácetas en la primera invasión de nómadas del desierto, en el 395: cf. J. D esa n g e s , Catalogue des tribus africaines de l ’antiquité classique à l ’Ouest du Nil, Dakar, 1962, págs. 152 y 259. 689 c f . T ir t e o , Fr. 6, 14 A d r a d o s ; S ó fo c l e s , Electra 980. 690 Romanos en sentido lato, como, por citar algún otro pasaje, en C. 31, 15 y Real. 15 d. 691 Cf. D io g en ia n o , V 81; Corp. Paroem. Graec. I 266 s. 692 Cf. C. 41, 216, n. 202.

220

SINESIO DE CIRENE

por las autoridades a Leónidas: «Que luchen como si fueran a caer muertos, y no caerán muertos» 693.

114 AL MISMO

Desde su hacienda a Ficunte

¿Entonces te extrañas de que tú, que habitas en la árida Ficunte, estés tiritando y se te haya enmalecido la sangre? De lo contrario, precisamente, es de lo que habría que extrañarse: de que tu cuerpo aún fuera capaz de aguantar ese bochorno de ahí. Pero si te vienes con nosotros puedes ponerte mejor con la ayuda de Dios: te alejas de un aire contaminado por los vapores palúdicos, te alejas de un agua salina, tibia y totalmente estanca, que es lo mismo que decir muerta. ¿Y, además, qué gusto hay en tirarse sobre la arena de la playa, la única diversión que tenéis? Claro que, si no, ¿adónde vais a dirigiros? A quím , jjor el contrario, es posible refugiarse a la sombra de un árbol (y si te desagrada, puedes cambiar un árbol por otro árbol y un bosque entero por otro bosque) y es posible cruzar un arroyuelo que a la vera fluye. ¡Qué cosa tan dulce el poniente cuando mueve con suavidad las ramas! ¡Qué diversidad en los cantos de las aves, en el color de las flores y en la vegetación del prado! Lo que allí es trabajo del agricultor, aquí es regalo de la naturaleza: 693 D e esta carta no hay otros testimonios. 654 Cf. S in e s io , Dión 56 a; C. 108, 6; 148, 7. Sinesio se inspira en P la t ó n , Fedro 229 a, 230 b (cf. H e r m ó g e n e s , Sobre las form as de estilo

114).

CARTAS

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todo es fragancia, aromas de una tierra sana. No es el antro de las ninfas 695 lo que voy a elogiar, que para eso se necesita a Teócrito 696. Algo vale, no obstante, incluso comparado con esto.

115 AL MÉDICO TEODORO

Un bien necesario es la frugalidad. Cualquier otro podría hasta burlarse de ella, pero a ti eso no te está permitido, ya que te jactas de seguir a Hipócrates, el cual, en una definición, afirmó: «la escasez es madre de la salud» 697.

116 A HELIODORO

A Alejandría

Dice el rumor que es mucha tu influencia sobre quien en la actualidad tiene el cargo de augustal698 de Egipto, y dice la verdad: sí, eso es lo más justo, dado que tú de tu influencia 695 C f. Od. XIII 102 ss.; P o r f ir io , A ntro de las Ninfas 4. 696 c f . T e ó c r i t o , Idilios I II 6 ss. 697 L a c ita ta m b ié n la leem os e n I s id o r o d e P e l u sio , Cartas I I I 192, p ero la a trib u c ió n a H ip ó c r a te s es dudosa: cf., no o b sta n te , H ip ó c r a t e s ,

Aforism os I 10 y II 44. 698 Cf. n. 661.

15

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SINESIO DE CIRENE

te sirves honradamente. Pues bien, para que puedas sacar provecho de tu carácter y de esa capacidad de influir, en 5 favor de lo que mi Eusebio necesita, escucha lo que va a decirte699 y verás que te he recomendado a alguien que también es orador700.

117 A AUXENCIO

Antes del 410 A una m o n ta ñ a o a l oleaje d e l m a r re so n a n te 701.

Homero conjura los males acarreados por una pelea; la filosofía ni siquiera al principio les da entrada en el alma. Pero nosotros estamos demasiados faltos de fuerza como para filosofar, al menos por mi parte. Sin embargo, no consideramos digno en absoluto comportamos de forma 5 más vil que aquellos soldados por quienes fue compuesto el poema. Pues bien, otra vez he de recurrir a Homero, que en cierto lugar dice: C om ien za tú, qu e eres m á s jo v e n m . «» Cf. n. 296. 700 R hétora en el original. Recuérdese que Heliodoro es un sofista, lo que, en esta época, equivale a «rétor». 701 II. VI 347. El verso pertenece al pasaje en que Helena, ante Héctor, insulta a Paris y dice que hubiera preferido morir (vv. 345-348) antes que ver todos aquellos sucesos. 702 II. XXI 439. Son palabras de Posidón a Apolo.

CARTAS

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Desde luego, ojalá no haya lucha; pero, si la hubiera, que la comience el que es más joven (algo semejante es lo que piensa Posidón cuando le concede la primera iniciativa a un dios más joven 703). El más viejo no debe ser sino el promotor de las acciones más nobles y lo más noble es la concordia. Que yo no soy únicamente más viejo que tú, sino viejo de todo en todo 704, eso «sólo por mi piel ya está claro», como dice Ferécides 705. Sobre mí recae, sin duda, la obligación de la disculpa. Que si el que primero ha pecado debe ceder primero y tú deseas que yo obre así, por amor a ti consiento en ello; pues soy yo quien antes que tú ocasionó la disputa y quien debe complacerte de inmediato si quieres 706.

118 A TROILO

Desde d re n e a Constantinopla, después del 405

Sí conocías al difunto 707 Maximino (pues estuvo por la corte 708 con bastante frecuencia), sin duda también sabrás que era un hombre honrado. Su hijo es mi primo segundo 709, 703 Cf. II. XXI 440. 704 En realidad Sinesio tendría unos cuarenta años. 705 Cf. S in e s io , Calv. 85c y nuestra n. correspondiente. 706 Nuestra traducción se aparta bastante de la de G a r zy a («È giusto che a compiacerti sia io che per primo ho cercato di accattivarmi la tua persona»), 707 Aquí el término héros se emplea con el mismo valor que makaríies (cf. n. 130), como ya en H el io d o r o , VII 13. 708 Cf. η. 24. 709 Se trata de Diógenes: cf. C. 20, etc.

10

15

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SINESIO DE CIRENE

que te entregará esta carta. Cualquier otro quizá lo respetará por su buena fortuna (él es, en efecto, de los que han 5 desempeñado cargos no insignificantes), pero el filósofo Troilo mirará el interior del joven y, a partir de ahí, lo elogiará. Está claro que también podrás ayudarlo a sobrellevar sus actuales circunstancias. Y es que seguirá siendo ator­ mentado por delatores710, esas malas excrecencias de Cirene, a menos que tú no te revistas de coraje111. En efecto, que convenzas a Antemio712 o a cualquiera de ío sus colegas a que hable en favor nuestro y de la verdad, eso será por entero cosa tuya y tú te llevarás el mérito del hecho. Así pues, te ruego que, por mediación de un solo hombre y una sola gestión, procures librarnos de estas fieras tan 15 malignas. Que el éxito conseguido por quienes primero lo intenten inducirán a muchos a querer igualarlos.

119 A T R IF Ó N 713

Desde Cirene a Constantinopla. Contemporánea de la C. 118

En relación con Diógenes, cualquier cosa que hagas de las que constituyen tu innata manera de actuar, la habrás 710 H ypo endeikton: cf. el término, por ejemplo, en LXX, II M acabeos 4, 1. Cf. C. 49 y n. 276. 711 II. IX 231. 712 Cf. n. 274. 713 Ex gobernador de la Cirenaica. Precedió a Andronico en este cargo: cf. C. 134, 20.

CARTAS

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hecho sin que suponga novedad alguna, sino que sólo estarás edificando sobre tus propios cimientos714. Resulta que es cireneo, de esta ciudad que gracias a ti todavía existe. Pero el bien debe hacerse no ya a la comunidad, sino incluso a cada uno por separado. Qué es lo que Diógenes necesita de 5 ti, eso tú no debes leerlo en mi escrito sino oírselo decir; pues no hay nada más elocuente que uno que haya sufrido. A Marciano el filósofo, el que fue gobernador de Paflagonia715, salúdalo de mi parte. Si algún poder tiene (y sospe­ cho que sí), que impida que este familiar mío, precisamente mi propio prim o716, sea víctima de esos delatores que van 10 calumniando717, esos diablos que están por toda nuestra tierra. Con esta carta te lo confío como a un hijo. Tú y yo somos dos hermanos y, contándolo a él, seremos tres.

120 A SU HERM ANO

Los asclepíadas718 a los que vomitan con dificultad les mandan beber agua tibia, para que junto con ésta arrojen 714 Epoikodomon to is sautoü: cf. 1 Corintios 3, 12; Efesios 2, 22. 715 Cf. C. 101, 59 s. y n. 587. Las líneas 8-13 (desde Markianon hasta arithmoúmetha) figuran en el códice A v (Athous Vatopedinus 685) como una carta distinta con el número 120 (rk). G a r zy a (ed. 1989, pág. 119, n. 2) piensa que quizá sea correcta esta división. 716 Autanépsion: Diógenes es exanépsios en C. 118, 3, y anëpsios en C. 134, 15. 717 Sykophanton endeikton: cf. nn. 276 y 710. 718 Los hijos de Asclepio, es decir, los médicos: cf. T eo gn is , 432; P l a t ó n , República 405 d.

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5

SINESIO DE CIRENE

también todo lo que tengan asentado en el estómago. Así pues, también yo quiero referirte esos nuevos rumores que hace poco he traído719 de la costa720, para que me los devuelvas muliplicados, añadiendo algo más que acaso puedas conocer.

121 A ATANASIO, ADULTERADO R DEL V IN O 721

Desde Ptolemaida, en el 412

Odiseo intentaba convencer a Polifemo para que lo dejara salir de la cueva722. «Sí, soy mago y te podría ayudar opor­ tunamente en lo de ese amor marino con el que no te va bien. Ten en cuenta que yo conozco conjuros, encantorios y 5 filtros de amor, a los que lógicamente no podrás resistirte, ni un poquito, Galatea. Tú, tan sólo, consiente en mover la 719 Diakomísas: la corrección diakomisiheisas (phím as kainás... d.) de la ed. Aldina quizá debiera aceptarse (cf. el aparato crítico de ed. G a r zy a , 1979, pág. 205, y ed. 1989, pág. 295, n. 1). 720 Este sentido de épeiros ya se documenta en el Periplo del Mar Eritreo 38. De preferir la lectura ek tes hetéras épeírou de algunos códices (A, C y otros), habría que traer a colación C. 109, 15 (y cf. n. 672). 721 Hydrom iktës: a g u a r el vino (LXX, I s a ía s , 1, 22: «tus tab ern ero s m ezclan el vino co n agua», en las lam en tacio n es so b re Je ru salén ) se consi­ d e ra b a co m o u n grave delito: cf. J u a n , IV I eiu n a t o r (p a tria rc a de C onsta n tin o p la ), D e poenitentia 1 (y ed. G a r zy a , 1989, pág. 296, n. 1). 722 En el ditirambo Ciclope de F iló x e n o d e C it e r a (Fr. 5 P ag e )

Odiseo aprovechaba el amor del Ciclope por la Nereida para salvarse: cf., también, T e ó c r it o , Idilios V I y X I; L u c ia n o , Diálogos marinos 1.

CARTAS

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puerta, mejor dicho, ese portón de piedra, que a mí me parece que es todo un promontorio. Yo regresaré antes que decir amén, tras haberme trabajado a la mocita... ¿Qué digo, trabajado? Te la mostraré aquí, gracias a mis muchos hechi- 10 zos 723, convertida en una cordera: te rogará y se acercará suplicando, y tú, con disimulo, te harás el desdeñoso. Pero, entretanto, hay cierta cosa que me inquieta: que el tufo de esos vellones le sea desagradable a una joven que es tan delicada y se baña muchas veces al día. Será bueno, entonces, que lo pongas todo en orden y lo limpies, y que friegues tu casa y la perfumes; y todavía mejor que te procures guirnaldas 15 de hiedra y enredadera, con las que ceñir tu cabeza y la de tu amada. Pero, ¿por qué te entretienes y no echas ya mano a la puerta?». Pues bien, ante todo esto Polifemo se carcajeó a más no poder y se puso a aplaudir. Y Odiseo creyó que, de tanta 20 alegría, era incapaz de dominarse, ante la esperanza de llegar a poseer a su amada. Pero él, acariciándole la barba724, le dijo: «Nadie725, me parece que eres un hombrecillo de lo más agudo y baqueteado en muchas empresas. Pero, mira, invéntate otra artimaña, porque de aquí no te vas a escapar». 25 Lo cierto es que Odiseo (verdadera víctima como era de la injusticia) procuraba no más que aprovecharse de su picardía; pero a ti, que eres un Ciclope en tu audacia y un Sísifo en tus intentos, te ha perseguido la justicia y te ha encarcelado la ley, de las que tú ojalá nunca te burles. Pero si, en cualquier 723 Polldís íynxi: el término ¡ynx (el pájaro torcecuellos y, luego, rueda mágica, hechizo) lo emplea S in e sio en Sueñ. 132 c (cf. también nuestra nota ad loe.). 724 El verbo hypogeneiäzö aparece también en S in e sio , Egipc. 108 d. 725 Recuérdense las famosas palabras de Odiseo al Ciclope en Od. IX 366: «Nadie es mi nombre».

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SINESIO DE CIRENE

30 caso, debes ser tú quien quede por encima de las leyes, no seré yo, al menos, quien las quebrante rompiendo las puertas del presidio. Y es que, si el gobierno estuviera en manos de los sacerdotes, a ellos les correspondería castigar la maldad. Es seguro que la cuchilla del estado purifica la ciudad tanto como purifica el agua bendita que está a la entrada de los templos. 35 A s í ta m bién lo h em o s a p re n d id o d e las g lo rio sa s accion es d e

los h o m b res d e a n ta ñ o m .

Así lo hacían ellos entonces por considerar conveniente que fuera una misma persona la que suplicara por el bien común y obrara de tal modo que pudiera ser de ayuda. En efecto, sobre los egipcios y la raza de los hebreos durante mucho tiempo reinaron sacerdotes 727. Pero, después de que 40 se disociaran los dos géneros de vida, una se mostró como propia de los sacerdotes y otra de los gobernantes: a unos se les ha encomendado ocuparse de los asuntos públicos, a otros, como yo, de las plegarias. Y a éstos la ley les prohíbe tenderle la mano a la justicia y condenar a muerte al más criminal: ¿cómo se les podría dejar, entonces, tenderle la mano a un malhechor contra la justicia? Yo, desde luego, 45 hago todo lo que me pertenece. Tanto en mi hogar como en las ceremonias públicas728 suplico que la justicia quede por encima de la injusticia y que nuestra urbe sea purificada de toda maldad, o, lo que es lo mismo, que el malvado perezca de mala muerte 729, no sólo tú sino cualquier otro semejante ™ 727 728 729

II. IX 524. Cf. C. 41, 242 ss., y n. 207. Cf. J e n o fo n t e , M emorables I 1, 2. Cf. A r ist ó fa n e s , Pluto 65; D e m ó st e n e s , 32, 6; M a t e o , 21, 41.

CARTAS

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a ti. Aquí, pues, tienes la muestra de cómo me hubiera comportado en el caso de habérseme permitido hacer algo: como no se me permite, te maldigo.

122 A SU HERMANO

Desde d re n e a Ficunte. Contemporánea de la C. 107

Toda clase de bienes les deseamos a los sacerdotes axumitas 73°, porque, mientras los soldados permanecían escon­ didos en las grutas de las montañas con la pretensión de salvar el pellejo, ellos convocaron a la población campesina y, después de la ceremonia sagrada, la guiaron derecho contra los enemigos y, a fuerza de plegarias, erigieron un trofeo731 en Mirsinítide732. Es una quebrada extensa y pro­ funda, cubierta toda ella por un bosque y, dado que ningún ejército enemigo les había hecho frente, los bárbaros se metieron con osadía en aquel terreno impracticable. ¡Pero iban a toparse con uno de pelo en pecho733, con Fausto, 730 Axoum itön: pueblos del Oasis de Yalo (Audjila-Djalo) en el Desierto Líbico: cf. ed. G ar zy a , 1989, págs. 289 s., n. 1. Sobre la lectura Auxiditón de algunos manuscritos (A, C y otros), cf. ibid. 731 Este monumento (trópaion) se levantaba en el lugar donde el enemigo había vuelto las espaldas para huir (cf. tropí, trépó). 732 Mirsinítide o Valle del Mirto, una región de la Pentápolis. 733 M elam pygou: literalm en te, «de negras nalgas», lo q u e era señal de h o m b ría (cf. A rquiloco , Fr. 35 A d r a d o s , luego em pleado com o proverbio).

230

SINESIO DE CIRENE

diácono del servicio sagrado! Éste fue el primero que, sin armas, resistió el ataque de un hoplita: le atizó un golpe en la sien con una piedra que llevaba en la mano, no para arrojársela sino para lanzarse sobre él a puñetazos. Ya caído lo desarmó y, después de éste, acabó con muchos más. Y cualquier otro que en aquel entonces diera muestra de valen­ tía, a Fausto debe atribuirle el mérito de lo ocurrido, tanto 15 por lo que hizo como por las palabras que oportunamente pronunció. Yo a todos los que participaron en aquella empresa los coronaría con el mayor placer y también proclamaría sus nombres. Y es que fueron los primeros en acometer nobles empresas y en demostrar a quienes estaban asustados que aquéllos 734 no eran Coribantes 735 ni demonios servidores de 20 Rea, sino gente vulnerable y mortal como nosotros. Y si también nosotros nos comportamos como hombres en tales circunstancias, el segundo puesto no sería tampoco desdeña­ ble. Pero puede que hasta se nos concediera el primero si, en vez de tendernos al acecho en una quebrada quince forrajea­ dores y salir de ahí bien parados, lucháramos en batalla 25 campal y con nuestras fuerzas bien visibles, ejército contra ejército. 10

734 Los enemigos ausurianos. 735 Cf. S in e sio , Egipc. 116 b (y n. ad loe.).

CARTAS

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123 A TROILO

Desde Cirene a Constantinopla, en el 405

A u n cuando uno se olvide de los muertos en la mansión de Hades, yo, incluso allí, me acordaré de m i querido compañero m .

Homero escribió estos, versos, pero por el sentido no sé si cuadra mejor que los diga Aquiles respecto a Patroclo o que los diga yo respecto a ti, siendo como eres una persona queridísima y bienhechora. Lo cierto es que yo (pongo por testigo a Dios, a quien venera la filosofía) en el centro de mi corazón llevo la imagen de tu sagrada y dulce alma y retumba en mis oídos el admirable eco de tus sabias palabras. Después de regresar de Egipto a mi patria, he leído todas juntas tus cartas de dos años 737 y he derramado un caudal de lágrimas sobre tus letras. No, no me alegraba por aquellas líneas con las que podía disfrutar de ti, sino que me apenaba al remon­ tarme desde aquellas líneas hasta la pasada vida en común contigo: ¡de qué amigo y, a la vez, padre, aun estando tú vivo, me veía yo privado! Sin duda aceptaría yo de buena gana conflictos más gravosos en favor de mi patria, a fin de tener de nuevo una excusa para salir de viaje. ¿Acaso alguna vez, padre legítimo donde los haya, volveré a verte? ¿Acaso 736 II. XXII 389 s. 737 Tras la embajada a Constantinopla (399-402), Sinesio volvió a Cirene y, poco después, marchó hacia Alejandría donde residió dos años. Allí se casó y nació su primer hijo.

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20

SINESIO DE CIRENE

alguna vez volveré a abrazar tu sagrado cuerpo? ¿Acaso volveré a participar de esas reuniones que gracias a ti son benditas? Si la suerte, pues, me concede todo esto, demostraré que no es una leyenda lo que se cuenta del tesalio Esón, de quien afirman los poemas que rejuveneció y retornó a ser mozo de viejo que era738.

124 A LA FILÓSOFA

Desde d re n e a Alejandría. Contemporánea de la C. 104 y de la 113

A u n cuando uno se olvide de los muertos en la mansión de Hades, yo, incluso allí, m e acordaré739

de la querida Hipatia. Yo, y es la verdad, envuelto como estoy en los sufrimientos de mi patria, me siento a disgusto en ella, porque lo único que veo cada día son armas enemigas 5 y hombres degollados como víctimas de sacrificio, y lo que respiro es un aire contaminado a causa de la putrefacción de los cadáveres, y lo que sospecho es que voy a sufrir algo semejante, pues ¿quién abrigaría buenas esperanzas cuando el cielo está todo enfoscado, invadido por la sombra de las aves carroñeras? Pero, aun así, quiero a mi tierra. ¿Cuáles, 738 Medea, gracias a su amiga, rejuveneció a su suegro Esón, rey de Yolco (en Tesalia): cf. Nosti, Fr. 7 B er n a b é ; y O v id io , M etamorfosis VII 162 ss. 739 Cf. η. 736.

CARTAS

233

si no, podrían ser mis sentimientos, libio como soy y nacido aquí y teniendo a la vista las venerables tumbas de mis antepasados? Sólo por ti me parece que podré pasar por alto a mi patria y emigrar, si se me presenta la ocasión.

125 A SU HERM ANO

Desde d re n e a Ficunte. Contemporánea de la C. 107

Somos unos desdichados porque nuestra única posibilidad es intercambiarnos noticias penosas. Y es que, fíjate, han ocupado Batía740, han caído sobre Aprosilis, han incendiado las eras, han devastado el territorio y han hecho esclavas a las mujeres; con los hombres no hubo miramiento alguno. Sin embargo, a los niños antes tenían la costumbre de capturarlos vivos, pero ahora saben, creo yo, que su contin­ gente de fuerzas es corto como para asignarles a muchos la vigilancia del botín y poder entablar con el resto una batalla en caso de ataque. Pero ninguno de nosotros se irrita, sino que permanecemos sentados en casa aguardando «la ayuda de una higuera»741, o sea, a nuestros soldados, y lo único que

740 Los ausurianos: cf. n. 666. Las dos localidades mencionadas son aldeas cercanas a Cirene. 741 Sykínén epikourían: es decir, floja, débil, como la madera de este árbol: cf. Corp. Paroem. Graec. II 210, 4. A r ist ó fa n e s (Lisistrata 110) y E st r a t is (Fr. 57 K a sse l -A u stin ) juegan con este proverbio al escribir skytínen epikourían (también con una alusión obscena).

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SINESIO DE CIRENE

ίο sale de nuestra boca es su salario y sus ventajas en tiempos de paz, como si lo que debiéramos hacer fuera querellarnos con éstos y no defendernos de aquéllos. ¿No nos dejaremos de tanta cháchara? ¿No vamos a ser nunca sensatos y a reunir a los campesinos, a los labradores 742, para marchar contra los enemigos en favor de nuestros hijos, de nuestras esposas, de nuestra tierra y, si quieres, de nuestros propios 15 soldados? ¡Qué bien estaría, ya en época de paz, hablar de todo esto, de cómo fuimos nosotros quienes les procuramos el sustento y la salvación! Lo cierto es que yo he dictado esta carta ya casi montándome en el caballo y que, de acuerdo con las presentes circunstancias, me he hecho con tropas y con jefes que las manden. Se me está reuniendo también en 20 Asusamante un numeroso grupo y les he comunicado a los diostas que se encuentren conmigo en Cleopatra743. Y, cuando ya me ponga en camino y corra la noticia de que hay una joven milicia reunida en torno a mí, espero que sean muchos más los voluntarios 744. Llegarán, pues, de todos lados, los 25 mejores para tomar parte en una noble empresa, pero tam­ bién los más viles para arrebatar los despojos.

742 Bolokópous («destripaterrones») no tiene aquí sentido peyorativo: cf. C. 122, 3 s. 743 Asusamante era una propiedad de Sinesio cercana a Agémaco (cf. C. 148, 57) y Ficunte. Los diostas y Cleopatra son, respectivamente, un pueblo y una ciudad de Libia. 744 Toits aklêtous·. «voluntarios», individuos que engrosarán las filas «sin ser llamados», como indica el término griego.

CARTAS

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A ASCLEPIÓDOTO

Desde Ptolemaida, en el 412

¡A y de m il Pero, ¿por qué ay de mi? Cosas mortales son las [que hem os sufrido745

El tercero de mis hijos, el que me quedaba, se me ha ido 746. Pero, al menos, la convicción de que no es ni bueno ni malo nada que no depende de nosotros 747, ésa todavía subsiste en mí; es más, antaño no era sino algo aprendido, ahora, en cambio, ha llegado a ser la convicción de un alma curtida por las circunstancias. Hacía falta, pues, que el embate del sufrimiento contra mí fuera aún más duro y, por eso, el demonio que se encarga de dañar todo lo mío, planeó de antemano el que ni siquiera tú, una persona amada, te encontraras junto a mí. ¡Pero ojalá vengas alguna vez, amigo extraordinario, afloradísimo y el más fiel de todos! Soy tes­ tigo del afecto que te tiene el admirable748 Menelao. Por eso con frecuencia me he pasado el día con él gustosamente, porque se acordaba de ti con elogiosas palabras y, a pesar de las muchas dificultades con su propia alm a749 y con esos 745 E u r íp id e s , Fr. 300 N a u ck 2.

™ Cf. n. 101. 747 Cf. E p ic t e t o , Fr. 169 S c h w e ig h ä u se r ; y P lo t in o , Enéadas I 4, 8, 18 ss. Cf. η. 297. 749 Es decir, las dificultades u obstáculos que se encuentran al velar por la edificación de la propia alma (polla lei psychëi proskekophös: «pur essendo tutto preso dalla cursa della sua anima», G arzya ). Los manuscritos

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SINESIO DE CIRENE

prebostes 750 que751 sin cesar lo llevan derecho a Teuquira, siempre estaba bien predispuesto hacia el gran Asclepiodoto 15 y continúa estándole agradecido a quien fue su benefactor en cosas tan sumamente importantes. Para que tengamos agua fresca, estoy buscando un cán­ taro o una tinaja de mármol. Cuanto más grande sea, tanto mejor. La pondré en el río Asclepio y es que en su ribera estoy construyendo un monasterio 752y preparando los objetos sagrados. ¡Que con el favor de Dios me aplique a ello!

127 A SU HERM ANO

Desde Alejandría a Ficunte, en el 404. Posterior a la C. 29 y a la 30

D el escudo, el sapo, la serpiente y los laodicenses huye, y del perro rabioso, y una vez más de los laodicenses753

Sin embargo, después del muy benévolo y culto Pentadio es Eutalio de Laodicea754 quien ha recibido y posee las A v y U ofrecen la lectura tÿchëi, que supone un claro intento de facilitar la interpretación: «a pesar de sus muchos tropiezos con la fortuna». 750 Estos epítropoi podían ser los prepósitos o prebostes de un monasterio existente en Teuquira: cf. ed. G a r z y a , 1979, pág. 215, n. a d loe. 751 La lectura de los manuscritos (t oudé |: la omiten Vat. gr. 1376 y Vat. gr. 1125) es aquí inaceptable (hoi dé es la conjetura, con reservas, de P é t a u ) . La traducción sólo puede ser conjetural. 752 Un askëtêrion, monasterio o ermita (aunque es diferente de monastërion en G r e g o r i o d e N a c ia n z o , Discursos X L III62). A skëtérion llama, por ejemplo, A t a n a s i o ( Vida de Antonio 4) al lugar donde reside San Antonio Abad. 753 Anth. Gr. A pp. V 47 C o u g n y . 754 Eutalio fue nombrado augustal en el 404, después de Pentadio: cf. C. 29 y 30.

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credenciales 755 que para el estado simbolizan la prefectura de Egipto. A este joven lo conoces porque puede calcularse que estuvo en la corte756 por la misma época que nosotros; y lo cierto es que ni su manera de ser ni su apodo le permitían pasar desapercibido. Oirías hablar de un tal «Car­ terista» 757: no heredó de su padre este respetable mote, sino que él mismo se lo buscó. Y es que, tras ser nombrado, creo, gobernador de Lidia en tiempos de Rufino 758, estaba lleván­ dose y arramblando todo lo de los lidios y Rufino, indignado, lo castigó con una multa de quince libras759 de oro y les encargó a unos soldados a su servicio, a los que consideraba los más valientes y leales, que le sacaran el dinero a la fuerza y puntualmente lo devolvieran a las arcas del gobierno. Pues bien, ¿en vista de ello qué hizo este Sísifo 760? Pero (y esto es para no resultar yo demasiado falto de tacto volviendo a referir algo que se ha pregonado a voces), sin duda ya has escuchado lo del par de bolsas que preparó y que eran mucho más parecidas entre sí que las yeguas de Eumelo761: en una metió óbolos de bronce y en la otra estateras de oro 762. Les enseñó ésta y escondió aquélla y, una vez que contaron, pesaron y marcaron el oro con el sello oficial, las cambió a escondidas y mandó en lugar de las estateras los 755 756 757 758 759

Así traducimos tás pinakídas, «las tablillas». Cf. n. 24. Ballantän: cf. balántion, «bolsa», en C. 4, 23. Rufino fue prefecto de Oriente entre el 392 y el 395. La libra alejandrina equivalía a 349, 33 gr., la romana a 323, 45 gr.: cf. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág. 34, n. a la carta 1, 11 s. 760 A Eutalio se le llama aquí «Sísifo» por representar éste al criminal astuto por excelencia: cf. C. 52, 13 y 121, 27. 761 Cf. II. II 764 s. 762 El óbolo de bronce tenía un valor ínfimo (seis óbolos de plata eran una dracma). La estatera de oro valía veinte dracmas. Cf. n. 197.

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óbolos. ¡Y ellos habían certificado en un documento oficial que tenían en su poder el oro y que iban a transportarlo! Y desde entonces D afnisfue el prim ero entre los pastores163.

Esto fue lo que elevó a Eutalio a una situación más próspera. Y es que la risa no le dejaba a nadie montar en cólera en nombre del Estado; al contrario, había un ansia general de ver a aquel hombre, como si fuera el más extraor­ dinario prestidigitador de todos los tiempos. Incluso lo man­ daban llamar y él acudía en coche oficial con un pomposo cortejo por medio de la ciudad, como todo un benefactor de los romanos. También sé que esa miseria de hombre es un charlatán mayor que los que forman corrillos en la antesala del consejo. Y ése es el que ya mismo va a relevar en el cargo a nuestro compañero Pentadio.

128 A UN OBISPO DEPUESTO D E SU SEDE POR NO HABER QUERIDO SUM ARSE AL DOGM A D E A R R IO 764

Desde Alejandría

Has rescatado, no descartado 765, lo que eres. Pues cuando uno ha sido borrado de la lista de los impíos, no por ello 763 T e ó c r it o , Idilios VIII 92. 764 Quizá un prelado partidario de Juan Crisóstomo (cf. n. 397). Re­ cuérdese que los «juanistas» (cf. n. 398) fueron perseguidos: cf. O. S e e c k , «Studien zu Synesios», Philologus 52 (1893), 442-483; ed. G a r zy a , 1979, pág. 218, n. ad loe., y ed. 1989, pág. 308 s., η. 1. 765 Intentamos reproducir, aunque imperfectamente, el juego parono-

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queda entonces desposeído del trono de los piadosos. Acoge favorablemente esta separación de Egipto y piensa que tam­ bién para ti ha gritado con fuerza el profeta: «¿Qué tienes que ver tú con la tierra de Egipto para beber el agua del Nilo?» 766. Y es que se trata de una nación que ya de antiguo es enemiga de Dios y hostil a los santos Padres 767.

129 A PILÉMENES

Desde Alejandría a Constantinopla, en el 403

Platón presenta a Sócrates, ya viejo, acercándose a su predilecto para recomendarle lo siguiente: «No te extrañes —le dice— de que igual que me costó comenzar, me cueste también acabar» m . Esto mismo es lo que me parece que me ha pasado contigo y con esta misma excusa debo justificarme, 5 no por haber suspendido mi correspondencia durante todo este año (no sería digno afirmar esto, ni sería verdad), sino mástico del texto griego: apélabes... ouk apébales («has recuperado, no perdido...»). 766 LXX, J e r e m ía s , 2, 18. El original griego dice toü piein hÿdôr Geön ( V u l g a t a : ut bibas aquam turbidam). Este Geón, el Nilo (hebreo y e ’or), es uno de los cuatro ríos del paraíso en el apócrito Evangelio de Bartolomé 63 (el río de los Filósofos, el Tigris y el Eufrates son los otros tres). 767 Patrásin hagiois: «padres» podrían ser aquí los apóstoles o las figuras venerables en general del cristianismo, pero es preferible entender que Sinesio se refiere en concreto a los llamados «Padres de la Iglesia» (hoi patéres, ya desde la primera mitad del siglo iv). 768 P l a t ó n , Alcibiades I 104 e.

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por haberte mandado mis cartas inútilmente, puesto que todas ellas han venido devueltas a mis manos. Ahora te las envío todas juntas. Me extiendo en este punto porque no sólo te las entrego como si estuviera finiquitando un pago, 10 sino que también quiero darte un plus. Mira, «por el dios de la amistad que nos une a ti y a mi»m , bajé a la costa y hablé con los remeros de Ficunte, «dejando a un lado la afición a los caballos» 77°, con miras a poder mandarte tanto mis cartas como.., pero no merece la pena hacer una lista de las cosas que envié con intención de que las recibiera Pilémenes y que al final se quedaron en Alejandría por culpa de 15 una desafortunadísima navegación. Y por lo que a ti respecta (aun siendo Pilémenes el más querido de los amigos que ahí tengo), lo juro por tu honrosa distinción771, lo habría sopor­ tado mejor que por otros muchos y, mayormente, por el admirable Proclo y por Trifón, los únicos que me saludan por medio de las cartas que tú me has escrito. 20 En cualquier caso, envío a tu honrosa distinción diez sueldos 772 de oro y a mi compañero Proclo 773, de acuerdo con el divino Hesíodo m, un tercio más de lo que me prestó. La cosa fue así: estando yo de viaje, recibí de él sesenta áureos 775 que necesitaba para el regreso por mar; él había 769 Cf. n. 280. 770 A r i s t ó f a n e s , Nubes 107.

771 Cf. n. 561. 772 Nom ism ata: cf. η. 378. 773 Cf. C. 5, 130 ss. 774 Cf. H e s ío d o , Trabajos 349 s. 775 Chrÿsinos es sinónimo, aunque no frecuente, de nómisma (cf. n. 378): cf. O ’C a l l a g h a n , Cartas..., c. 20, 4 y 36, 6; y, para otros sinónimos, L. C. W e s t-A . C h. J o h n s o n , Currency in Rom an and Byzantine Egypt, Princeton, 1944, págs. 137 s.

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escrito en el pagaré setenta y le devuelvo ochenta, pero habrían sido muchos más aún si hubiese llegado a vosotros mi primera carta y la nave con aquella carga de entonces. Ahora resulta que, debido a ciertas circunstancias, he recalado en Alejandría. Lo que yo pensaba era que la nave arribaría a vuestro puerto, pero por culpa de vientos contrarios que soplaban de Creta ha derrotado, salvándose por los pelos, hacia el mar de Egipto, y eso sin darnos cuenta. ¿Qué o s776 hubiera impedido, lo mismo que coméis gallinas, comer también avestruces 777? Lo justo es que a mis enviados se les entregue el pagaré de mano del admirabilísimo 778padre Proclo, cuando él reciba los ochenta áureos. Procura también que mi compañero Troilo me mande cuanto antes aquello que él, precisamente, recibió en su día, esos libros que tú le habías pasado: me refiero al de Nicóstrato y al de Alejandro de Afrodisias 779. Si gracias a tu sagrada distinción nuestros futuros gobernantes se nos presentaran como amigos nuestros, estarías por tu parte haciéndole, por medio de nosotros, a la filosofía todo el bien que, según cree Platón780, es irrealizable cuando se la desprecia. 776 Varios manuscritos ofrecen, en vez de hymás, la lectura hemás («...nos impedía, lo mismo que comemos...»). 777 Tas chersaías... strouthoús: «gorriones de tierra)), denominación que también leemos en E lia n o , Historia de los animales XIV 13. Para las avestruces de Libia, cf., por ejemplo, A r is t ó t e l e s , Investigación sobre los animales 616 b 5, Sobre las partes de los animales 697 b 14 s.; P lin io el V ie jo , Historia natural X 1. 778 Cf. n. 297. 779 Debe de ser N ic ó st r a t o d e A te n a s , el platónico del siglo ii d. C., mejor que el sofista del mismo nombre y época. A l e ja n d r o d e A f r o d isia s es un célebre comentarista de Aristóteles de los siglos ii-iii d. C. 780 Cf. P l a t ó n , República 519 c, 535 c.

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130 A SIMPLICIO

Desde d re n e a Constantinopla, en el 405

Me saludó Cerealio781 en tu nombre y, con eso, le hiciste el favor de que, durante cinco días, se me pasara desaperci­ bido lo canalla que era. La verdad es que nuestras ciudades esperaban algo bueno de un hombre cuya amistad Simplicio, más de una vez, nos había encarecido. Pero éste, en nada, ya estaba haciendo recaer la vergüenza, no sobre ti (pues jamás podría depender de otro tu reputación), sino sobre sí mismo, sobre su cargo y, para no alargarme, sobre el Estado romano. Es un sujeto que se vende a la menor sugerencia, que no se preocupa de su reputación, negado para la guerra y vejatorio en la paz, de la que, por cierto, ha disfrutado poquísimo, pues apenas necesita tiempo para revolverlo y confundirlo todo. Y es que, como si por imposición legal los bienes de los soldados pertenecieran a sus comandantes, él se ha apo­ derado de lo que todos ellos poseían; a cambio, les ha con­ cedido la exención del servicio militar y el no estar sujetos a la disciplina del ejército, y les ha permitido andar por donde cada uno pensara que iba a encontrar alimento. Después de obrar así con los de su tierra, dado que a los extranjeros no les podía exigir tributo, el tributo se lo exigió a las ciudades de éstos y, trasladando sus tropas, las movió hacia posiciones 781 C o m a n d a n te m ilita r (dux) d e L ib ia en tre los añ o s 404 y 405: S in e s io , Disc. II (Catastasis maior) 300 a (e sta o b ra p u ed e co m p a ra rse en g en eral co n la p resen te carta). S o n los m o m en to s de la se g u n d a g ran in v asió n b á r b a r a (cf. n. 666).

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n o m á s v e n ta jo s a s s in o m á s lu c r a tiv a s: e n e f e c to , la s c iu d a d e s, b a jo e l p e s o d e a q u e lla o c u p a c ió n , p a g a b a n e l d in e r o .

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De todo se enteraron rápidamente los mácetas 782 y la noticia se ha transmitido 783 de estos semibárbaros a los bárbaros: Llegaron entonces como lo hacen hojas y flores en la [primavera 784.

¡Ay de esos jóvenes que hemos perdido! ¡Ay de esas cosechas en las que en vano pusimos nuestras esperanzas! Sembramos para el fuego enemigo. La riqueza de la mayor parte de nosotros la constituían el ganado, las manadas de camellas y los potros que se crían en los pastos 785. Todo ha desaparecido, todo se lo han llevado. Me doy cuenta de que me dejo arrastrar por el dolor, pero tú me perdonarás. Y es que estoy detrás de las murallas, escribiéndote en una ciudad sitiada: muchas veces al día veo antorchas y yo mismo las enciendo y levanto para hacer señales a los demás. De aquella caza que existía lejos de los pastos 786 y de la que en 782 Este étnico (cf. n. 688) no lo tenemos documentado tal cual en ningún otro lugar, aunque sí nos hablan otros autores de Líbyes... M áxyes ( H e r ó d o t o , IV 191), Mázoes (hoi Libÿôn nomádes: E s t é f a n o d e B iz a n c io , s. v., y P t o l o m e o , IV 1, 10), Mazaces ( S u e to n io , Nerón 30), Maxitani ( J u s ti n o , XVIII 6), Macares (C o rip o , Iohann. II 62 ss.). 783 Cf. C. 42, 57 s., n. 236. 784 Od. IX 51. 785 En híppois p h orbást cf. A r i s t ó t e l e s , Investigación sobre los ani­ males 604 a 22 (phorbádes híppoi); también, E u ríp id e s , Bacantes 167, y P l a t ó n , Leyes 666 e. 786 En su ed. de 1989 G a r z y a acepta la corrección katanom on (katanoon es la lectura de todos los códices excepto del Mon. gr. 476 (M), que omite la palabra), propuesta por G. Chr. H a n s e n , «Zu Synesios Epist. 130», Philologus 131 (1987), 158.

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abundancia, principalmente gracias a ti, disfrutábamos antes, de toda ella no queda nada; y lloramos al acordarnos787 de aquella mocedad, aquel espíritu y aquellos sentimientos 788.

Ahora, por el contrario, todo resuena con los cascos de los 30 caballos y los enemigos ocupan nuestra tierra, mientras yo, apostado en una cortina del muro 789, lucho contra el sueño. Con la lanza obtengo m i soma amasada, con la lanza m i vino ismárico y bebo en la lanza apoyado 79°.

No sé si estas palabras le cuadran mejor a Arquíloco o a 35 mí. ¡Que perezca de mala muerte el m alvado791 Cerealio, si es que no ha perecido ya por mis maldiciones! Merecía haber sido víctima de la tempestad que hubo hace poco. Y es que, cuando vio en qué peligro se encontraba nuestra región, renunció de una vez por todas a poner su confianza en esta tierra y, tras haber embarcado el oro en cargueros de 40 dos mástiles 792, ahora lo mecen las olas en alta mar. Una lancha nos trae sus cartas, en las que nos ordena hacer lo que, precisamente, estamos haciendo: quedarnos dentro de las murallas sin que nadie salte delante del foso ni avance contra hombres que son invencibles; si no, él se declara 787 Cf. E s q u ilo , Persas 285. 788 Trímetro yámbico de autor desconocido. 789 Para estas líneas (y también, en concreto, para el término mesopyrgion ), cf. S i n e s i o , Disc. II (Catastasis maior) 303 c y n. 22. 790 A r q u í l o c o , Fr. 2 A d r a d o s . El ísmaro es un monte de Tracia en el que se producía un vino elogiado ya en Od. IX 196 ss. 791 Cf. n. 789. 792 Cf. C. 5, 46 s. y n. 46.

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exento de toda responsabilidad. Nos aconseja que establez­ camos cuatro turnos de guardia, como si nuestra única esperanza consistiera en no dormir. Y es que él aparenta ser un experto en este tipo de situaciones, a la manera de un hombre avezado a los infortunios. Sin embargo, no ha querido tomar parte con nosotros en estas calamidades: no, no se mantiene firme junto a las almenas m , como yo, Sinesio, el filósofo, sino junto al remo, él, el comandante. Si de verdad deseas los poemas que me has pedido (aunque, desde luego, yo soy consciente de que nada bueno hay en ellos, a no ser el tema), suplica, junto con los cireneos, que descansen un poco las armas. Pues, tal como estamos ahora, no hay manera de sacar los libros de las cajas.

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131 A PILÉMENES

Desde d re n e a Constantinopla. Contemporánea de la C. 118

Debes entender que las definiciones geométricas son las más verdaderas, desde el momento en que es propio del resto de las ciencias hacer gala de poder recurrir, por poco que sea, a la geometría para sus propias demostraciones. Hay, por cierto, en ella un axioma que dice: «dos cosas iguales a otra deben ser iguales entre sí» m . A ti ha sido el

793 P ar’épalxin... hístalai: cf. S in e s io , Disc. II (Catastasis maior) 303 c (par' épalxin stésomai). 794 Cf. C. 93, 13 s„ n. 519.

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carácter quien te ha hecho mi amigo; al admirable795 Diógenes, además, la naturaleza. Ambos sois amigos de una misma persona; es, por tanto, necesario que os enlacéis también vosotros mutuamente, tal como lo estáis conmigo que me hallo entre los dos. Así pues, os uno mutuamente por medio 10 de esta carta, gracias a la cual el admirable Diógenes se va a confiar a tu venerable dignidad796 como a un amigo y, a cambio, acogerá, bien lo sé, a mi Pilémenes (y, al decir «mío», podría asegurar que ni te avergüenzo a ti ni me avergüenzo yo). Que por mediación tuya él, además, va a conseguir amigos que me estiman a mí, todos los que tienen influencia y son serviciales, eso no sería justo que yo lo pusiera en duda. Y amigos serviciales son los que él necesita 15 en este momento, más que nadie en ningún otro. En efecto, su situación es, en pocas palabras, la siguiente. Es un joven «franco y noble, animoso y afable» 797, como son aquéllos a quienes Platón considera dignos de ser guardianes de su estado. Y lo cierto es que ya ha servido en el ejército, 20 «aun siendo tan mozo» ™: apenas salido de la adolescencia ejerció el mando sobre nuestras tropas, exponiéndose a maliciosos testimonieros (que eso es lo que son algunos ciudadanos cuando ven la buena fortuna de cualquiera). Él, sin embargo, se mostró superior incluso a la envidia. Sobre todo ello otros hablarían por extenso, pero nosotros parece que somos iguales hasta en este detalle: a mí me cuesta 25 elogiar y a él ser elogiado. Así que, en resumen, él venció con

795 Cf. n. 297. Recuérdese que Diógenes era primo de Sinesio. Cf. n. 127. 797 Cf. P l a t ó n , República 316 b, 375 e; Timeo 18 a; D ió n d e P r u s a , Discursos I 51. 798 D em ó st e n e s , XXI 78.

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las armas a los enemigos de su patria y con la virtud a los malvados que en ella viven. Y aun habiendo estado en el poder desde joven, no se avergonzaba de su parentesco con un filósofo. A pesar de sus cualidades se encuentra en apuros, preci­ samente por el hecho de ser un hombre de bien. Y es que 30 toda persona honrada constituye un golpe de suerte 799 para la gente de malas costumbres y a los malvados les llegan sus ganancias de esa otra parte opuesta a ellos. Pues bien, cierto delator, tras haber pretendido chantajearlo sin éxito, instruyó un proceso contra él. Y como así no conseguía sacar ninguna de sus improcedencias (que las leyes estaban de nuestro lado), tomó otro giro y ahora convierte la causa privada en 35 pública presentando una denuncia que es más vieja que el acusado 80°. Ha venido, pues, para precaverse de la citación a juicio; y es que no se debe ceder ante las calumnias de un criminal 80‘, ni perder los bienes del padre y de los abuelos de uno además de ganarse una denigrante reputación. Para ello necesita amigos sinceros, insobornables, sensatos, tal como tú eres. A ti te tendrá (con la ayuda de Dios hay que decir 802) por mediación mía y, por mediación tuya, a mis amigos y a los tuyos. Y por todos los favores que cada uno de ellos le haga, justo es que yo esté agradecido.

799 800 801 802

Cf. n. 557. Es decir, se le acusaba de un delito cometido antes de que él naciera. Literalmente: «un calumniador (cf. n. 276) criminal (asesino)». Cf. P la tó n , Protágoras 317 b, etc.

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132 A SU HERMANO

Desde una fortaleza de la Pentápolis a Ficunte, en el 405. Posterior a la C. 133

Que las mujeres chillen, se golpeen el pecho y se mesen los cabellos cuando los enemigos se presentan o se anuncia su llegada, se podría creer que es un mal menor. Aun así, Platón también considera un mal el que no hagan como las 5 aves, que, para defender a sus polluelos, están dispuestas a enfrentarse a cualquier enemigo más poderoso: cae, pues, sobre el ser humano el descrédito de resultar el menos valiente de todos los animales 803. Pero, que también tú cometas la misma falta que ellas, que de noche te despiertes ío aterrorizado y vayas diciendo a chillidos que el bárbaro ya está a las mismas puertas de la fortaleza (tal es lo que me han contado de ti), ¿cómo puede ya admitirse esto? Eso de que un hermano mío sea un cobarde hasta me parece que no puede ser así. Yo, desde luego, nada más despuntar el día, 15 salgo a caballo y voy lo más lejos posible, con ojos y oídos muy atentos a todo lo relativo a esos cuatreros 804. Y es que no se les debe llamar enemigos, sino bandido o ladrones o con cualquier otro nombre por el estilo y de lo más deshonroso: a nadie que con ímpetu se les eche encima le hacen frente, sino que sólo a los pusilánimes los degüellan 20 como a víctimas de sacrificio y luego los despojan. De 803 Cf. P la t ó n , Leyes 814 b. 804 Se refiere a los ausurianos. El término apelátai («ladrones de ganado») designará luego a los ladrones en general, bandidos o mercenarios que asolaban las fronteras orientales bizantinas.

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noche con los mozos recorro la colina y les ofrezco a las mujeres la posibilidad de dormir sin miedo alguno, sabiendo que hay quienes velan por ellas. Están conmigo también algunos soldados del cuerpo de los balagritas 805. Éstos, antes de ser Cerealio 806el comandante, eran arqueros de a caballo: al entrar ése en el cargo, sus caballos fueron vendidos y se 25 convirtieron simplemente en arqueros. Pues bien, a mí me sirven hasta sin caballos: necesitamos arqueros para proteger los pozos y el río, ya que no tenemos agua dentro del recinto. ¿Qué nos impedía, si no, sobrellevar el asedio distra­ yéndonos con el son de las flautas y con fiestas? Pero lo 30 cierto es que ahora, necesariamente, o vencemos en la batalla o sucumbimos trabando combate con los enemigos, en vez de morir de sed: ¿qué sería más miserable que esto último? Así que hasta por fuerza tendríamos que ser valerosos. Anímate, pues, tú también y llama a otros, y los dos caballos del comandante, que son tan costosos de mantener y que se alimentan gracias a nuestros impuestos, manda que te los 35 traigan. Mayormente en estas circunstancias un caballo no es una posesión inútil. Y es que correr, batir el campo y llevar una noticia en el más breve tiempo posible, todo eso un caballo es capaz de hacerlo fácilmente. Y si tú también necesitas arqueros, llámalos y vendrán. Que los remeros de 40 Ficunte ni siquiera yo confío en que luchen a mi lado, como tampoco mis jardineros. Lo que busco son pocos hombres, pero que no desmientan esa condición de hombres. Y si doy con algunos así (con la ayuda de Dios hay que decir807), me 805 Cf. n. 615. 806 Cf. n. 781. 807 Cf. n. 802.

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llenaré de confianza. Pero, de tener que morir, me llega entonces de la filosofía el apoyo de no considerar algo terrible eso de abandonar este saquito de carne. Que delante de mi mujer y de mi hijito 808 vaya a contener las lágrimas, eso no lo garantizo en absoluto. ¡Lo que quisiera es que la filosofía pudiera darme esa fuerza! Pero, ¡ojalá que nunca tenga que hacer la prueba! ¡Nunca, Salvador nuestro! ¡Nunca, Libertador nuestro! 809.

133 A OLIMPIO

Desde una fortaleza de la Pentápolis a Seleucia, a comienzos del

405 Ayer o antier, estando junto a los cónsules de hace poco, uno de los cuales es Aristéneto810 (a su colega en el cargo no lo conozco), se me trajo una carta sellada y con el nombre de tu sagrada persona escrito en el encabezamiento. Deduzco 5 que es de mucho tiempo atrás, porque estaba muy ápolillada y descolorida la mayor parte de las letras. Te encarecería que no me mandaras una sola carta al año, como si fuera una imposición, y que no hicieras de nuestro queridísimo 808 Su primogénito tendría un año de edad (estamos en el 405) y los dos gemelos no habrían nacido aún. 809 Sinesio emplea dos epítetos tradicionales de Zeus (ö söter, ... δ eleuthérie: cf., por ejemplo, P i' n d a r o , Olímpicas V 17, X I I 1) para invocar a Cristo, apoyado por supuesto en las ideas cristianas de Jesús como dispensador de la salvación y la verdadera libertad. 810 Cónsul en el 404.

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Siro su único portador, pues lo que pasa es que nada de lo que encuentro en ellas está fresco sino rancio. Por tanto, haz lo mismo que yo: no hay mensajero imperial que salga de la ciudad, después de cambiar la cabalgadura que le proporciona el estado, que no vea un poco aumentada la carga que lleva a la espalda con misivas dirigidas a tu discreción811. Si todos o algunos de ellos te las entregan, ¡benditos sean éstos que te las entregan, por ser tan serviciales! Y, si no, tanto más prudente serás tú no fiándote de quienes se merecen tu desconfianza. Pero, a fin de no molestar en vano a mi secretario dictándole cartas que no se te van a entregar, merece la pena que yo sepa si las recibes. En adelante, pues, me las arreglaré de otra manera y sólo a Pedro se las confiaré. Pedro será, eso es lo que creo, quien va a llevarte esta carta tras haberla recibido de esa sagrada mano que medio entre nosotros812. De hecho, yo se la estoy mandando desde la Pentápolis a nuestra común maestra y ella se la dará a quien quiera, y estoy seguro de que va a querer entregársela al de mayor renombre. Y el caso es que no sabemos, queridísimo y admirable813 amigo, si alguna otra vez podremos saludarnos personalmente. Por la vileza de los comandantes nuestra tierra está, sin lucha, en manos de los enemigos814 y sólo permanecemos sanos y salvos los pocos que nos hemos metido en las defensas, mientras que quienes se quedaron en las llanuras han sido degollados como víctimas de sacrificio. Nuestro miedo es que, si el asedio se prolonga, vayan a verse amenazadas por la sed 811 Logiótes co m o tra ta m ie n to h o n o rífico («per la tu a eloquenza», G a r z y a ) y a aparece en B a s ilio d e C e s a r e a , Cartas 1.

812 Hipatia. 813 Cf. n. 297. 814 Los ausurianos: cf. C. 132, 17 ss.

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muchas de las fortalezas. Por eso no respondía a tus preten30 siones acerca de aquellos regalos: es que no tuve tiempo por estar con la atención puesta en una máquina de guerra815: la estoy construyendo para que desde las torres podamos lanzar a gran distancia piedras de peso considerable. Además, te permito que me envíes regalos (pues debe condescender Sinesio ante Olimpio), sin embargo que no 35 sean regalos lujosos (que ya con anterioridad critiqué el lujo en los cuarteles para la tropa) sino útiles para el ejército: arcos y flechas, pero flechas con sus regatoncitos. La verdad es que arcos podría también comprarlos en otro sitio e incluso podría reparar los que hay, pero flechas no es fácil conseguirlas, al menos no las de calidad. Y es que las egipcias tienen abultada la parte de los nudos y hundido el espacio 40 entre ellos, y es por eso que se desvían de su trayectoria: se parecen a corredores que en el mismo arrancadero se traban y tropiezan. Las vuestras, por el contrario, tienen una buena longitud y son perfectamente redondas en forma de un único cilindro, cosa que es primordial para que el tiro vaya derecho. 45 Mándame de éstas, y también frenos de caballo que den buen resultado. Realmente a ese caballo itálico, al que tanto has elogiado con bellas palabras, me hubiera gustado mu­ chísimo verlo, porque, además, nos prometiste que sería padre de buenos potros. Sin embargo, en una postdata escrita al pie de la carta, me encontré con que tuvo que 50 quedarse en Seleucia, al haberse negado el patrón, por el mal tiempo reinante, a transportar esa carga. Pero, como

8,5 Sobre el interés y la capacidad de Sinesio para las ciencias aplicadas, cf. el A Peonio y la C. 15.

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observé que ni el estilo era parecido al tuyo ni era tuya la mano ni la precisión del trazo, pensé que no debías ignorar este detalle. Y es que sería absurdo que ni tú ni yo nos preocupáramos de conservar sano y salvo un caballo de esa categoría.

134 A PILÉMENES

Desde su finca a Constantinopla, en el 405

He recibido la carta en la que de nuevo le reprochas a la suerte el que sus planes respecto a ti no sean más benévolos. Pero tú no debes hacer eso, queridísimo compañero, pues no merece la pena reclamar tanto sino consolarse. Cuando tal sea tu estado de ánimo, puedes venir a mí: encontrarás un hogar fraterno. No soy rico, buen amigo, pero lo que tengo es suficiente para Pilémenes y para mí. Además, si tú estás aquí, quizá hasta vayamos a ser ricos. Otros con los mismos recursos poseen una fortuna más que mediana, pero yo soy mal administrador. Sin embargo, por ahora, y a pesar de mi absoluta negligencia, me basta con mi patrimonio, que es capaz de mantener a un filósofo. No creas que lo ocurrido responde a algo ya previsto. Tú haz al respecto esto que te digo y no otra cosa, a menos que mientras tanto te haya ido un poco mejor y de nuevo pienses en levantar a Heraclea de su postración816. 816 Cf., en general, la C. 103.

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Por las presentes circunstancias817no he escrito las cartas que tengo por costumbre; pero hace poco que les he escrito a todos y le he entregado un paquete de cartas818 a Diógenes (Diógenes es mi primo). Si, después de buscarte, ha dado contigo (y que te ha buscado lo sé con certeza), seguro que también te ha entregado el paquete (pues a ti lo he dirigido). Y, si no, pídele al patrón de la nave que te muestre al muchacho, y, una vez que hayas recibido las cartas, repárte­ selas tú a todos. A algunos tengo mucho interés en que los saludes de mi parte: al padre Proclo, a Trifón, que fue nuestro gobernador819, y a Simplicio, buen hombre, buen gobernante y amigo mío 820. Cuando le entregues la carta, disfruta de esos momentos en que estés a su lado: bella cosa es pasar el tiempo libre con un soldado poeta. Teníamos grandes avestruces821 capturadas en las cacerías durante la época de paz, pero no nos fue posible mandártelas por mar, infestada como se encuentra de armas enemigas; tampoco pudimos meter en las naves algunas otras cosas que ya estaban en la misma costa. El vino fue lo único que cargamos; de aceite, ¡por tu honrada persona te lo juro!, no hemos embarcado ni un cuartillo 822, al menos que yo sepa. Acepta, 817 Son los momentos de la segunda gran invasión de nómadas. 818 'Cf., abajo, líneas 20 s. Se trata de las cartas 119 (a Trifón), 130 (a Simplicio), 131 (a Pilémenes) y, también, de la 118 (a Troilo: cf. línea 3 de la misma). La dirigida a Proclo la hemos perdido (la C. 70 es muy posterior). 8W Cf. n. 713. 820 Cf. n. 143. Simplicio había tenido el cargo de comes et magister utriusque militiae p er Orientem entre los años 396 y 398. 821 Strouthoús: cf. n. 777. 822 Sobre el vino de la Cirenaica, cf. E s t r a b ó n , XVII 3, 20 (y cf. H er ó d o t o , IV 199); sobre el aceite, T e o f r a st o , Historia de las plantas IV 3, 1, y P lin io el V ie jo , Historia natural XVII 133. El kÿathos («jarra, copa»; «cuartillo» traducimos aquí) era en Atenas la duodécima parte de un sextario.

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pues, este poco de vino, unos sextarillos 823. Podrás retirarlos dándole a Julio esta orden de entrega que adjunto a la carta para que no se pierda. También al padre Proclo le he escrito y le he enviado esto mismo. Que reciba la carta de tu mano y de Julio el vino. Al áureo Trifón le hemos preparado unos regalos no triviales 824 (incluso en estos momentos debo emplear uno de esos fríos recursos gorgianos 825): jugo de silfio en abundancia (del de Bato 826, del que también tú has oído hablar) y el mejor azafrán827 (también lo produce Cirene, y muy bueno). Sin embargo, me ha sido imposible enviárselo, al menos por ahora. Podría, no obstante, mandarlo en otra nave, cuando envíe, junto con todo ello, las avestruces y, a parte, eíaceite.

135 A SU HERMANO

Desde Cirene a Alejandría

Este Pemenio, el que te entrega la carta, fue enviado a nosotros por Artabázaco 828, el que hace poco fue nuestro 823 En el original xestía, diminutivo de xéstës o sextarius, que equivalía a 0,54 1. (aprox.), 824 Intentamos reproducir, aunque forzadamente, el juego de palabras Tryphoni... tryphônta döra («regalos refinados»). 825 Cf. C. 83, 4, η. 495. 826 B a to de T e ra fu e el fu n d a d o r de C irene (630 a. C.): cf. H er ó d o t o , IV 155; P ín d a r o , Piticas IV 5 ss.; C a l ím a c o , H im nos II 65 ss.; y S in e s io , H. III 38 s., Disc. II (Catastasis maior) 303 a; C. 41, 215 s., n. 202. El pro v erb io Báttou silphion («silfio de B ato», o sea, algo m u y valioso) se lee en A r is t ó f a n e s , Pluto 925. P a r a el silfio, cf. n. 665. 827 A l resp ecto , cf. T e o f r a st o , Historia de las plantas VI 6, 5. 828 Quizá el armenio Arbazacius, favorito de Eudoxia, que aparece en

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gobernador, para que se encargara de todas las posesiones de las que él había pasado a ser dueño en estos lugares. En dicha comisión se mostró afable y moderadísimo. Y, en realidad, ¿qué otro se habría comportado así en tales cir­ cunstancias? Por el poder que en aquel entonces ejercía Pemenio ningún libio se veía agobiado. Una prueba evidente: nuestras ciudades han sentido su marcha. Tú considéramelo como a un amigo y con la deferencia que cabe esperar por su bondad y honradez.

136 AL MISMO

Desde Anagirunte829 a Alejandría. Posterior a la C. 56

Ojalá saque yo de Atenas todo el beneficio que tú quieres, de tal modo que me parezca que regreso de allí o que me he vuelto un palmo y un dedo más sabio. Pero ya mismo puedo darte una prueba de esta nueva sabiduría. El hecho es que te estoy escribiendo «desde Anagirunte» 830y he estado en Esfeto, 5 Tría, Cefisia y Falero831. ¡Y que perezca832de mala muerte el malvado patrón de buque que me trajo aquí! Que la Atenas Z ó sim o , V 25, 24. Seguramente fue gobernador de la Cirenaica alrededor del 404, año de la muerte de la emperatriz: cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 328, n. 1. 829 Demo del Ática, cercano a Atenas. 830 Cf. A r ist ó fa n e s , Lisístrata 67. 831 Las tres primeras localidades son demos del Ática y Falero es uno de los puertos de Atenas. 832 Cf. n. 729.

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de hoy no tiene de venerable nada más que los nombres famosos de sus lugares. Lo mismo que, «después de consu­ mirse la víctima», queda la piel como vestigio del ser vivo de antaño 833, de idéntica manera, después de haber emigrado de aquí la sabiduría, lo que les queda a los visitantes es 10 admirar la Academia, el Liceo y, «por Zeus» 834, el Pórtico Pintado —el que dio nombre a la filosofía de Crisipo—, que ahora ya no está pintado, pues el procónsul retiró los pane­ les835 en los que expuso su arte Polignoto de Tasos. Sin duda, hoy d ía836, en nuestro tiempo, es Egipto el que 15 ha acogido y hace germinar la semilla de Hipatia. Atenas, por su parte, la ciudad que antaño era hogar de sabios, en la actualidad sólo merece 837 la veneración de los apicultores. Y de ahí, entonces, lo de esa pareja de sabios plutarqueos 838, que congregan a los jóvenes en los teatros no gracias a la fama de su elocuencia, sino a los tarros de miel del Himeto 839. 20 833 Cf. P lu t a r c o , Foción I 3. 834 P la t ó n , Apología 35 d. 835 Cf. C. 56, 11 ss. y nn. 302 y 303. Crisipo fue discípulo de Zenón o Oleantes (cf. D ió g en es L a e r c io , V I I 179) y dirigió la Estoa desde el 232 a. C., aproximadamente, hasta su muerte, alrededor del 208. 836 En lugar de nÿn se lee noun en el códice A th. Ivir. 137 (I), corrección que quizá sea oportuna (cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 330, n. 7). La traducción quedaría así: «Sin duda, en nuestro tiempo es Egipto el que nutre el intelecto, tras haber recibido la semilla de Hipatia». 837 En el original hay un anacoluto que no reflejamos. 838 Serían discípulos del entonces director de la Academia, Plutarco de Atenas. Según L a c o m b ra d e (en su ed. de los Himnos, pág. XXII, n. 6) Sinesio se está refiriendo, en concreto, a Hierio y Arquíades, hijo y yerno, respectivamente, del citado neoplatónico. 839 Monte del Ática cuyas abejas (las Cecropias... apes de V ir g il io , Geórgicas IV 177, por ejemplo) eran célebres por la exquisita miel que producían. Para otra visión de Atenas cf. G r eg o r io d e N acia nzo , Discursos XLIII 11 y 14 s.

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137 A HERCULIANO

Desde d re n e a Alejandría, entre el 393 y el 399

Si de verdad el provecho que se obtenía de los errante viajes de Odiseo era, como afirmó Homero, «ver las ciudades de muchos hombres y conocer su forma de pensar» 84°, y eso aun habiendo arribado a las costas no de gente agradable 5 sino de Lestrígones y Ciclopes841, de seguro que el poema habría celebrado maravillosamente este viaje tuyo y mío, que nos ha permitido llegar a conocer por experiencia cosas que, aunque la fama las contara, no se creerían. Y es que hemos visto con nuestros propios ojos y escuchado con nuestros propios oídos a la auténtica m aestra842 de los mis­ terios 843 de la filosofía. Y si incluso los quehaceres humanos ío vinculan a quienes se tienen mutuo afecto, a nosotros, unidos como estamos por el intelecto que es lo mejor de nosotros mismos, es una ley divina la que nos exige estimarnos recí­ procamente. Y lo cierto es que yo, tras haber disfrutado del trato personal contigo, ahora me figuro que, a pesar de que te encuentras lejos, te estoy viendo, porque el recuerdo me propone tu imagen reproducida por ese afecto y en mis 15 oídos retumba el eco maravillosamente dulce de tus sagradas palabras. Si a ti no te pasa lo mismo, eres injusto conmigo; pero, si te pasa, no estás haciendo nada del otro mundo: me 840 841 842 843

Cf. Od. 1 3. Cf. Od. IX 105 ss., X 80 ss. Hipatia. El autor emplea el término orgia: cf. S in e s io , H. V 90.

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estás pagando el afecto que me debes. Y cuando vuelvo la vista hacia esa mutua unión nuestra en la filosofía, hacia esa filosofía por la que tanto nos hemos fatigado, al llegar a este punto de mi razonamiento, es a Dios como mediador a quien atribuyo el que hayamos dado con el otro. 20 Sí, fue por una causa divina, y no por menos que eso, por la que yo, Sinesio, que de ningún modo voy publicando mis cosas y que, aunque me relaciono con muchísima gente, estas relaciones las establezco por aquello de la comunicación entre los hombres y considerando siempre a la filosofía como lo más inexpresable que hay 844; fue, pues, por una causa divina por la que con tanta presteza le descubrí mi persona y todo lo mío a un hombre con quien apenas había 25 intercambiado palabra. Lo cierto es que, cuando ha habido alguien ante quien tuviera que irme de la lengua manifestán­ dole cosas hasta ese momento desconocidas 845, llegué incluso a olvidarme entonces de las sabias artes de Proteo 846(que no consistían fnás que en convivir con los hombres no como si fueran dioses sino ciudadanos). Pero, al haberme ocurrido esto otro, y dado que no lo premedité sino que pasó de 30 una forma imprevista y repentina, yo considero a Dios el inductor de esta peripecia y le rogaré que lleve a buen fin lo que ha comenzado por mediación suya: ¡ojalá nos concediera el poder filosofar juntos; y, si esto no, al menos filosofar sea como fuere! Yo, desde luego, estoy que me muero por verter en esta carta ciertas ideas que tengo en mente acerca de ese 35 844 Cf. S in e s io , Real. 31 d s., Dion 48 c ss. (cap. 9).

845 Exôrchêsâmën ta téôs anékpysta... epelathômën: cf., p o r ejem plo, L u c ia n o , D e la danza 15 (ta apôrrêta); y S in e s io , Dion 40 d (exôrchë-

sato... lathéîn). 846 O sea, n i siq u iera lo en tretu v o co n sofisterías: cf. S in e sio , Dion 44 a (y n u e s tra n. 46 allí), y C. 142, 2.

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tema que nos traía ocupados, sin embargo no lo haré. Y es que tú alguna vez, si Dios quiere, podrías conversar acerca de todo esto conmigo o con otros muchos más entendidos; pero no está bien que yo confíe tales cosas a un pequeño escrito. Pues el asunto de la carta no debe ser algo reservado, 40 sino que lo propiamente suyo es hablarle a cualquiera que dé con ella847. Que sigas bien y dedicado a la filosofía y que continúes desenterrando ese ojo que está sepultado en nosotros84S. Ten en cuenta que el vivir rectamente fue señalado por los sabios849 de la antigüedad como un empeño al que aplicarse, y lo fue porque era, creo yo, un preludio de la sabiduría. «Pues a lo 45 impuro no le es lícito tocar lo puro», afirma la voz divina 85°. La masa, por el contrario, también considera que la perfección humana consiste en vivir rectamente, pero no con las miras puestas en la sabiduría sino como un fin en sí mismo y por sí mismo, con lo que no cree que el camino sea tal camino, sino una meta en sí misma a la que uno debe apresurarse: mal lo entienden. Y es que una irracional templanza y la 50 abstinencia de comer carne851 son cosas que en gran medida 847 Es decir, el tema de una carta no pueden ser las cuestiones filosóficas, no aptas para todo el mundo: cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 332, n. 5. Este carácter secreto (echémython es el término utilizado por S in e sio ) de la filosofía se remonta a las ideas de Pitágoras: cf. P l u t a r c o , Numa 8 (echemythia); JA m bl ic o , Vida de Pitágoras 6, 32. 848 Cf. P l a t ö n , República 533 d; P l o t in o , Enéadas I 6, 9, 25 ss. (y S in e s io , H. I 648). 849 Para esos «sabios», cf. S in e s io , Dión 49 c; para «la masa» de la línea 46 (quizá los monjes cristianos), cf. ibid. 49 b s. Para recalcar el valor de la sabiduría, en estas líneas (42-55) se juega con los términos phoréin (varias veces), phronim ön, phronoüntes, sophrosynë, phronêseôs. 850 Cf. C. 41, 262 s., η. 212. 851 Cf., por el contrario, el tratado Sobre la abstinencia de P o r f ir io .

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están consolidadas en un gran número de especies irracionales por obra de la naturaleza. Pero no elogiamos ni a la corneja852 ni a ningún otro ser dotado de innata virtud, porque están desprovistos de sabiduría. La vida de acuerdo con el intelecto es el fin del hombre: en pos de ella vayamos, pidiéndole a Dios una sabiduría divina y reuniendo nosotros mismos, dentro de lo posible, la sabiduría de todas partes.

138 AL MISMO

Desde d re n e a Alejandría, entre el 393 y el 399

He escuchado a uno de esos formidables oradores hacer un elogio de la práctica epistolar 853: el sofista había hecho de esto el tema de muchos y extraordinarios discursos. Aparejaba su encomio de muchas y distintas maneras, sobre todo a partir del hecho de que una carta es capaz de servirles de consuelo a los amantes desdichados, porque, en ausencia de las personas, provoca la ilusión de que están presentes y, también, por parecer que entabla una conversación854 y con ello satisface el anhelo del alma. Es por eso que aquél

852 Ejemplo de fidelidad y castidad: cf. LXX, J e r e m ía s , 3, 2; E l ia n o , Historia de los animales III 9 (y el Fisiólogo 27 S b o rd o n e ). 853 Esta carta es interesante como testimonio de la teoría epistolar antigua (ed. G ar zy a , 1989, pág. 334, n. 1): cf. A m b r o sio , Cartas 1 44, I I 66 (y G r e g o r io d e N a c ia n z o , Cartas 68, 1; 195, 3; 196, 3). 854 Cf. n. 84.

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sostenía que se debía ensalzar con himnos al inventor de tales escritos y que era un don otorgado a los hombres no por ningún hombre sino por la divinidad 855. Y lo cierto es que yo disfruto de esta sagrada merced de la divinidad: si tengo necesidad de hablar con alguien y no puedo hablar con él, le escribo, ya que eso puedo hacerlo de inmediato y, en la manera en que me es posible, estoy junto a él y disfruto de esa persona querida. Pero el caso es que tú, si mis palabras no resultan amar­ gas, a la vez que de lugar has cambiado de carácter. Y si continúas separándote de quienes te han querido sin ningún tipo de engaño ni hipocresía, estás imitando a las golondrinas, que, cuando inmigran, se establecen entre chirridos en medio de esa, diríamos, amistad que le brindan los hombres, pero, sin embargo, emigran en silencio. Esto aún en el aspecto humano: son los reproches propios de los hombres. Pero, si gracias a la filosofía has unido lo que hasta ahora se encon­ traba distante y si «amado es lo hermoso y hermoso lo amado» 856 (que ambas son una misma cosa se lo has oído decir a la divinidad), ya no considero desdén tu silencio respecto a mí; al contrario, me congratulo de que te dediques a la filosofía, de que rechaces la mezquindad y de que lo mejor de ti se asocie a las mejores cualidades que hay en mí. ¡Así quiero que seas tú, el mejor de los hombres, verdadero hermano mío a quien tanto añoro!

835 Cf. P la tó n , Fedro 274 c ss. s» Proverbio (puede que máxima délfica) que ya figura en T eo g n is , 17: cf., también, E u r íp id e s , Bacantes 881, 901; P l a t ó n , Lisis 216 c, República

420 d (Corp. Paroem. Graec. II 219 s.).

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Desde d re n e a Alejandría, entre el 393 y el 399

Si bien es cierto que es muy grande ese acicate de persua­ sión que hay en las líneas de una carta y si también lo es que las imágenes de los sentimientos reflejados en ellas, aun careciendo de esa simpatía857 y ese encanto que hay en el vivo trato, infunden en los lectores un hechizo muy grande, sin duda sería igualmente algo irresistible el contacto personal cara a cara. Yo, al menos, cuando estaba a tu lado, quedaba 5 preso de esa dulce «Sirena de tus palabras» 858, Y en absoluto me avergonzaría de decirte algo que es la pura verdad: para mí sería más grato aún experimentar esto mismo por segunda vez. Y es que la conciencia que se tiene de un bien presente no puede ser como la de uno ausente para quien ya lo ha experimentado: en aquel caso, el disfrute ininterrumpido va eliminando la sensación de placer; en éste, la separación, 10 incluso momentánea, de los deleites ocasiona de inmediato y de forma paralela el recuerdo punzante de esas cosas de las que uno ya está efectivamente privado. De modo que ¡ojalá vengas, queridísimo mío, y podamos entregarnos juntos a la filosofía!: la obra que levantemos estará acorde con lo que fue en sus inicios, para que así se muestre una belleza perfecta, nacida de lo que es perfecto, y no truncada. Pero, 15 851 Sympátheia: «afin id ad de sentim ientos» (cf., p o r ejem plo, S in e s io , Sueñ. 132 b y 136 d). 858 Cf. P lu t a r c o , Mario 44, 6 (o sea, «el en can to o gracia de tus palab ras» ).

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si nos viéramos apartados el uno del otro, cosa que debemos suplicar que no ocurra, está claro que el perjuicio sería mío. Pues a tu lado, que es donde la cultura medra entre multitu­ des, siempre habrá muchos semejantes a Sinesio, o incluso mejores. Mi patria, por el contrario, aunque es mi patria y la estimo, se ha encallecido, no sé de qué forma, de cara a la filosofía. Es por eso que siento miedo al quedarme desvalido, sin nadie que comparta mi arrebato filosófico. Pero, aun admitiendo que alguien haya, ¿cómo podría yo, con todo, olvidarme del divino Odiseo?*59.

Aparte de con tu sagrada alma, ¿con qué otro pedernal me frotaría860 yo para producir la centella de una luminosa criatura del intelecto? ¿Quién sería, asimismo, capaz de pro25 vocar eficazmente, con todos sus medios, esa chispa861 que está escondida y que desea permanecer oculta, para encender y mostrar una llama resplandeciente? Sea como sea, ya estemos juntos o lejos el uno del otro, ¡que Dios esté a nuestro lado! Que, cuando Dios está al lado «todo lo impo­ sible es posible» 862. Que sigas bien y dedicado a la filosofía, y «lo divino que hay en nosotros haz que se eleve hacia lo 30 divino que fue engendrado en primer lugar» 863. Sí, bella cosa

859 Od. I 65. 860 Cf. P l a t ó n , República 435 a. 861 Cf. S in e sio , H. 561 ss. y η. 85 a estos versos. 862 E sq u il o , Prometeo encadenado 904 (cf. Corp. Paroem. Graec. II 755, 7). 863 C f. P o r f ir io , Vida de Plotino 2, 25 ss. (so n las p a la b ra s de P lo tin o in articulo mortis, com o p recisa ab ajo el m ism o Sinesio). E l térm in o prötógonon (cf. S in e sio , H. II 88: protógonos = D ios-H ijo) n o fig u ra en las líneas d e P o rfirio . P a r a las d iferencias entre los dos te x to s, q u e atestig u a n

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es que mi carta entera exprese de mi parte a tu honrada distinción864lo que afirman que Pío tino les dijo a los presen­ tes, a punto de despedir ya a su alma del cuerpo.

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Desde d re n e a Alejandría, entre el 393 y el 399

De los amores, los que «van por el suelo» 865 y tienen orígenes humanos son odiosos y fugaces, circunscritos tan sólo, y casi tampoco, a la presencia del otro; los que, por el contrario, son presididos por el dictamen de la divinidad quien, de acuerdo con las divinas palabras de PlatónS66, los funde con los medios de que dispone y a los dos mutuos enamorados los hace uno, estos amores sobrepujan cualquier condición de tiempo y de lugar. Y es que nada impide que dos almas deseosas la una de la otra concurran a un mismo sitio en secretas reuniones y se enlacen. De esto es de lo que debe depender nuestra amistad, a menos que estemos inten­ tando deshonrar nuestra crianza filosófica a fuerza de ape­ garnos a los sentidos y de no admitir la presencia del alma mientras a aquéllos no los estimule el cuerpo llamando a su puerta. la d isp a rid a d de p en sam ien to en tre estos d o s au to re s, P lo tin o y S inesio, cf. ed. G a r zy a , 1989, p ág . 32 s. 864 Cf. n. 771. 8« II. V 442. 866 Cf. P l a t ó n , Banquete 192 d s.

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Así pues, ¿por qué te quejas a gritos y derramas en tus cartas tantas lágrimas? Si es porque te compadeces de que yo aún no sea filósofo, a pesar de parecerlo y de ir diciéndolo, reconozco que hay verdad en tus lamentos; pero si es porque un azar desconsiderado ha deshecho inicuamente nuestra unión (y lo cierto es que éste es el propósito de tus cartas), propio de mujeres y de niños sería apegarnos a estas cosas con las que el demonio puede impedir el éxito de nuestros proyectos. Yo le encarecería a esa sagrada persona, a Herculiano, que mirara hacia arriba y se entregara por entero a la contemplación de las esencias y el origen de lo mortal, tras haber sobrepasado, ya de antiguo, las virtudes que están orientadas hacia lo de aquí con el fin de ordenarlo todo. Y es por esto que el saludo final de mi carta es «que seas muy sabio», y no «adiós» ni «que sigas bien», que son más norma­ les 867. El que preside el actuar es el intelecto inferior, y no aquel otro que yo creía depositado en ti. » De todo ello te he hablado, y por extenso, en dos cartas anteriores 868, pero ninguna de ellas te ha sido entregada por quienes las recibieron de mi mano. Lo cierto es que ésta es la quinta carta que te mando, ¡y ojalá que no lo sea también en vano! Y no lo será en vano si, primero, se te entrega y, después (y lo que es más importante), si te aconseja, te guía y te persuade a cambiar el vigor del cuerpo por la fortaleza del alma, no la que procede de la primera y terrenal tétrada

867 En vez de las fórmulas corrientes chaírein o eü práttein S in e sio propone p olla phroneín. Nuestro autor quizá esté recordando el comienzo de la Carta III de P la tó n . 868 Quizá las C. 137 y 138 (y 145 para D . T. R u n ia , «Synesii Cyrenensis Epistolae. Antonius Garzya recensuit», Vigiliae Christianae 40 [1986], 8691).

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de las virtudes m , sino la que le es análoga en la tercera y cuarta de éstas 870. Podrás alcanzarla cuando no te maravilles de nada humano. Y en el caso de que aún no tengas clara la distinción en lo dicho sobre cuáles son las virtudes primigenias 35 y cuáles las últimas, en el momento en que llegues a no lamentarte por nada de aquí sino a despreciarlo todo, como debe ser en justicia, entonces tendrás una pauta y un criterio respecto a la consecución de las virtudes primeras. De esta forma, el saludo «que seas muy sabio» volverá también a 40 aparecer en mis cartas. «Que pases tu vida sano»871, dispensándote la filosofía una serena bonanza de espíritu, admirable 872 señor. Si la filosofía sabe cuidar de esta impasibilidad y si las naturalezas intermedias se mantienen en la moderación de las pasiones 873, al exceso en las pasiones y a la fácil humillación ¿qué lugar les asignaremos 874? ¿No será, acaso, lejos de la filosofía, en 45 la que hemos suplicado que tú te inicies87S? Así que, tú que eres el mejor de todos mis amigos, no te me muestres sino como un amigo más que viril. Toda mi familia me ha pedido que te salude en su nombre. Recibe, pues, el saludo de todos ellos: cada uno, de 869 D e la tetraktys de virtudes cardinales (andreía, phrónesis, sophrosy n ë , dikaiosÿnë)hab\it también EVAg r io P ó n t ic o en el proemio de su De oratione (tetrás en C le m e n te d e A l e ja n d r ía , Strom ateis II 18). 87° cf. P o r f ir io , Sententiae 32 (27, 28 y 29). Sobre este pasaje en Miguel Pselo, cf. el artículo de R. M asu llo citado en ed. G ar zy a , 1989, pág. 340, n. 4. 871 Cf. C. 97, 8, y n. 547. 872 Axiágastos (cf. ya en J en o fo n t e , La república de los lacedemonios X 2) aquí como tratamiento honorífico. 873 Apátheia/m etriopátheia: cf. S in e sio , Dión 45 c. 874 Cf. P o r f ir io , Sententiae 32; T e m is t io , Discursos 22, 276 b. 875 Cf. C. 137, 8, y n. 843.

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50 por sí, derrama su alma en este saludo. Saluda tú en mi nombre, por favor, al arquero de a caballo 876.

141 AL MISMO

Desde Cirene a Alejandría, entre el 393 y el 399

No te extrañes de que me sirva de un mismo portador para dos cartas 877, y, antes que nada, entérate de que tienes que responder del delito que constituye tu inoportuno re­ proche, y disponte, por ello, a quedar harto de mi charlata­ nería; luego, pretendo también que mi segundo escrito cumpla otra función. Y es que quiero pedirte aquella obrita en 5 yambos 878 en la que el escritor conversa con su alma. Y es que, en un primer momento, creí poder reconstruirlo de memoria, pero el peligro que ahora veo es que el revezo no se le ™ Olimpio: cf. C. 144, 20 s. (y 133, 33 ss.). 877 Para esta carta y la anterior. 878 Para G ar zy a se trata de un poema perdido «difficilmente identificabile coll’Inno I» (ed. 1989, pág. 342, n. 2). Sin embargo, el v. 1 del himno primero (âge moi, psych á,/...) y el contenido del mismo parece que se acomodan bien a las palabras de Sinesio aquí («...en la que el escritor conversa con su alma»), como opina L a c o m b r a d e (ed. Himnos, pág. 15 y n. 4; y cf. nuestra introducción al H. I en el volumen 186 de la B C G Sinesio. Himnos. Tratados, Madrid, 1993). L a dificultad, no obstante, reside en el en iámbois del texto (dado que el Himno I está compuesto en monómetros anapésticos). L a c o m b r a d e (ibid.) la salva argumentando que los términos iambos, iambeion en la lengua del siglo iv d. C. ya habían perdido su sentido técnico: cf. ya A te n eo , Banquete de los sofistas VIII 355 a (donde iambeion es un tetrámetro anapéstico) y cf. también, abajo, C. 143, 46.

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parezca en nada y que, si me tiro a escribirlo, use más la inventiva que la memoria. Puede que sea peor o puede que sea mejor. Aun así, no hay por qué parir dos veces el mismo parto, existiendo la posibilidad de tener uno lo que ya ha parido. Mándame, pues, una copia del cuaderno 879, hazlo en el nombre de esa alma a la que el libro pretende aderezar; pero cuanto antes y sin riesgos, o sea, por mediación de personas que, con absoluta seguridad, me lo vayan a entregar. Y es que será tanto como no haber hecho nada en absoluto si incurres en cualquiera de estos dos errores: en el de mandármelo demasiado tarde (pues llegará después de ha­ berme marchado) o en el de dárselo a alguien que no me lo vaya a dar.

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142 AL MISMO

Desde d re n e a Alejandría

A Odiseo reconocí yo al leer tu carta: muchas cosas me llevaban a recordar a aquel héroe; Proteo, sin embargo, me fue en ella irreconocible880. Y es que alguien como tú no es inverosímil que llegue a tocar incluso a los semidioses. Yo, por el contrario, que algunos alcances tengo y que me conozco a mí mismo conforme al precepto délfico88‘, censuro mi falta 879 Tetrás (tetrádion: C. 143, 46): quaternio de papiro o pergamino (cuatro hojas plegadas para hacer dieciséis páginas). 880 Cf. C. 137, 28, n. 846. 881 Cf. P la tó n , Fedro 229 e.

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de carácter y no reconozco afinidad mía alguna con los héroes, excepto en lo de haber deseado imitar su reserva882, cosas que, precisamente, tú me has hecho trizas, al estilo de Menelao de Esparta883, de tal modo que te arriesgas a estar próximo no ya a uno sólo, a Odiseo, sino a dos héroes 10 incluso 884. Pero así queda esto. Por tu parte, quejándote como te quejas de tu nula predisposición a escribir, no es justo que me reclames un aluvión de líneas que no harán sino importunarte. Por eso, he reducido la extensión de esta carta para que no te canses más por tener más lectura. «Que pases tu vida sano» 885, con serena bonanza de espíritu886, admirable amigo 887, entregado a la filosofía que es la que conduce nuestro caminar hacia lo divino. 15 Saluda al excelentísimo conde 888: yo no me he permitido a mí mismo saludarlo personalmente. De acuerdo con lo que dice el poema, «comienza tú que eres más joven» 889, lo justo es que el joven comience la guerra y la discordia; el anciano, la amistad. Lo cierto es que él, para mí, es un 20 hombre digno de honra y de todo mérito, porque cultura y 882 Su taciturnidad o sus pocas palabras (echemythía)·. cf. n. 847. 883 Por el extenso relato del rey deEsparta en Od. IV 351 ss. (acerca de su encuentro con Proteo), para responder a la pregunta de Telémaco, que se interesaba por la suerte de su padre. 884 Es decir, la abundancia de cartas escritas por Sinesio a Herculiano rebasa todo aquello que se pudiera contar de Odiseo y podría compararse al relato de los sucesos acaecidos no a uno sino a una pareja de héroes. 885 Cf. C. 97, 8, y n. 547. 88í Cf. C. 140, 41 s., y 146, 31. 887 Cf. n. 872. 888 El conde Peonio, a quien está dirigido el opúsculo Sobre el regalo (y para thaumásios, cf. n. 297: traducimos aquí «excelentísimo» en vez de «admirable» para evitar la repetición). 889 Cf. C. 117, 7, n. 702.

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milicia890, separadas como venían estando la una de la otra por grandes barreras, él fue el único que en nuestro tiempo supo conjugarlas, tras haber encontrado para estas dos acti­ vidades un antiguo parentesco. Y, aun siendo gallardo como ningún militar lo ha sido nunca, huye de la fanfarronada que, como uno «de los vecinos»891, siempre está cerca de la gallardía. A éste, pues, aunque no le escriba892, lo amo y, aunque no me encuentre a su servicio, lo honro. 25

143 AL MISMO

Desde d re n e a Alejandría, entre el 393 y el 399

Ni mantienes, amigo mío, aquello que me prometiste de no hacer notorio lo que debe estar oculto. Y es que he oído yo a algunos que venían de estar contigo y que, después de haberse acordado de ciertas expresiones, me pedían que les revelara su significación. Yo, sin embargo, según mi manera de proceder y en lo que respecta a ellos, ni me he atribuido esos escritos ni he afirmado que ya los conociera. Desde luego tú, querido compañero, ya no necesitas mis adverten­ cias, pues serían poca cosa para convencerte. Trata de con-

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850 Armas y letras, diríamos. Con algunas variaciones, estas líneas se repiten en S in e s io , A Peonio (el opúsculo Sobre el regalo citado en n. 888) 308 b s., en el comienzo del cap. 2 (cf. philosophian kai strateían frente a paideían kai strateían de la presente carta), 891 Cf. C. 110, 11 s., n. 677. 892 Cf., sin embargo, C. 98, 10 ss.

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seguir la carta del pitagórico Lisis a Hiparco 893 y, cuando 10 des con ella, hazme el favor de repasarla varias veces. Puede que te arrepientas de todo corazón de tus indebidas manifes­ taciones 894. Pues «filosofar públicamente» (que así, más o menos, lo dice Lisis en dialecto dórico 895) siempre origina entre los hombres un gran desprecio por las cosas divinas. Y es que recuerdo haber tenido relación, tanto en el pasado como hace poco, con algunos individuos que, por haber escuchado «atropelladamente» 896 unas frasecitas de cierta is gravedad ya creían no ser lo ignorantes que realmente eran y, llenos de vanidad, mancillaban los dogmas divinos atribu­ yéndose la capacidad de enseñar aquello que no habían tenido la fortuna de aprender. Y, aun así, llevaban pegados a tres o cuatro admiradores, 20 que no eran más que obreros, al menos en el alma, y ni si­ quiera educados en los conocimientos primarios. Terrible es, sí, y engañosa esta sabiduría de relumbrón que, entre profanos, no retrocede ante nada y se arriesga irreflexiva­ mente a todo. Pues, ¿qué cosa podría haber más atrevida que la ignorancia897? Cuando me encuentro con tales pedan­ tes, zánganos 898 que ni prestan oídos ni aspiran a los dictados 25 de la razón, abomino de este género de hombres y no en­ cuentro otro motivo para esa forma de vida suya que el hecho de que, sin educación previa y antes de tiempo, desde 893 P se u d o -L is is , Pythagoreor. ep. 3 ( = H e r c h e r , Epistol. 601-603, so b re to d o 603, 2 ss.).

894 Cf. n. 847. 893 Dam osiai philosophén escribe S in e s io . 896 Cf. F a v o rin o , Fr. 137 B a r ig . (F r ín ic o , Ecl. 221). 897 Cf. S in e s io , Dión 52 c ss. 898 Cf. H e s ío d o , Trabajos 304; A r is t ó f a n e s , Avispas 1114; P la t ó n , República 552 c.

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un principio se les haya considerado, seguramente por otros iguales que ellos, dignos de enseñanzas superiores. Es por todo esto que yo soy, y te pido que lo seas tú, guardián, y bastante celoso, de los misterios 899 de la filosofía, Que, en 30 efecto, esto es algo que le cuadra a Herculiano, yo ya lo sé; pero, si tú te has acercado a la filosofía misma de una manera legítima, debes apartarte de la compañía de ésos que se han criado fuera de sus dominios y que con sus pretensiones adulteran la suprema dignidad de aquélla. Por el dios de la amistad, tu protector900, te lo pido, no des a leer esta carta a nadie. Pues, si lo haces, esos tipejos 35 aquí esbozados causarán molestia a quienes reconozcan en sí mismos o en sus amigos las señas de identidad referidas. A veces, esto de causar molestias es algo que demuestra valor y se ajusta al carácter de la filosofía, pero sólo cuando están presentes los interesados: por el contrario, escribir al respecto parece cosa ruin. Sin embargo, las conversaciones 40 que Sinesio tiene consigo mismo, también las tiene con esa valiosa alma tuya, la de su único amigo o, más bien, la de su mejor amigo junto con otros dos. Y es que, para mí al menos, fuera de esa tríada vuestra901 no hay nada humano que sea valioso. Añadiéndome también yo, quizá llegue a completar una tétrada de sagrada amistad. Pero entréguese a un reverente silencio la naturaleza de esta tétrada902homó­ nima de aquella otra de los primeros principios. 45 »" Cf. n. 843. 90° phHías theón: cf. Phílion en C. 51, 2 s.; 59, 7 s.; 103, 1 y 129, 10. 901 Seguramente, Herculiano, Olimpio (cf. n. 876) e Isidoro de Pelusio (cf. η. 23 y C. 144, 19 s.). 902 Sobre la teatraktÿs pitagórica (1 + 2+ 3+ 4), cf. Carmen aureum 47 s., etc. (cf., también, η. 869). No parece probable que con archai se refiera S in e sio a las cuatro «raíces» o «elementos» de E m pé d o c l e s , Fr. 6,1 D ie l s -

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En el cuaderno de los yambos 903 he encontrado al final doce versos escritos como si fuera un único epigrama. Pues bien, como lógicamente tú también los tendrás, entérate de que ni forman una unidad ni son de un único autor, sino que los ocho primeros, escritos con maestría poética, combinada so con un cierto talante astronómico, son obra de tu amigo, y los cuatro últimos sólo son propios de una poesía más de entretenimiento y se trata de una composición antigua. Y considero que a los ya difuntos es más impío robarles sus palabras que sus vestidos (lo que se llama profanar tumbas). «Que pases tu vida sano» 904, aspirando, de un modo puro 55 y respetuoso, a la filosofía. Prometo esperarte hasta el día veinte de mesori905, después del cual, si Dios quiere, empren­ deré el camino. A ese amigo tan bueno 906 transmítele mis mejores saludos: que yo lo quiero porque a ti te quiere mucho.

K r a n z (fuego, tierra, aire y agua). Además de la citada tetraktÿs, podrían traerse a colación los cuatro eones de Valentín: cf. I r e n e o , Contra las herejías 1 1 , 1 (Abismo, Silencio, Intelecto, Verdad: «la primera y principal tétrada pitagórica, ..., raíz del universo»), 903 En toi tetradiöi (cf. η. 879) ton iambeion·. se trata de los dos epigramas, el primero de cuatro versos (dos dísticos) de P to lo m eo y el segundo de ocho (cuatro dísticos) del propio S in e s io , incluidos al final del tratado A Peonio (312 d y 313 b s.). Sobre el sentido del término iambeion, cf. n. 878. 904 Cf. n. 547. 905 Mes del calendario alejandrino (julio-agosto). 906 Isidoro de Pelusio (cf. η. 901).

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144 AL MISMO

Desde d re n e a Alejandría. Posterior a la C. 146

Febamón907, el que te entrega la carta, es un buen hombre y amigo mío y está siendo víctima de una injusticia. Por tanto, lo justo es que le ayudes por todo esto: por mí, por su carácter y por sus circunstancias. Y que así sea, pues parece que él confía enormemente en nuestro mutuo afecto. Y es 5 que, necesitado de ti como estaba, ha recurrido a mí con la seguridad de que, por mediación mía, llegará a ti. Y yo le he prometido que tendrá a Herculiano por mediación de Sinesio y que podrá vencer a sus perseguidores por mediación de la sagrada y honorable persona de Herculiano. Con respecto al conde908 (me refiero al que obtuvo el mando de la milicia de nuestra patria) me habías escrito por 10 medio de Ursicino y me pedías que nos pusiéramos de acuerdo para que tus amigos, los que tuvieran posibilidad de hacerlo, les enviaran cartas a aquél y al magistrado ordina­ rio 909. En aquel momento, es cierto, di por buena tu intención, pero después rechacé el asunto por estar fuera de lugar, rendido como me hallaba a merced de la filosofía. Pero 15 ahora mis amigos, tanto civiles como militares, víctimas que son de injusticias, me están forzando a que consienta en asumir competencias políticas para las que sé que no he 907 Nombre frecuente en las cartas cristianas griegas del siglo v d. C. 908 Peonio (cf. n. 888). 909 Pros ton ordinárion árchonta: magistrado que se elegía al comienzo de cada año (cf. J uan M a la l a s , Chronographia 13).

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nacido910, y ellos lo saben tanto como yo. Pero me están forzando a que, por ellos, haga algo, aun contra mi voluntad. Pues bien, a ti me remito ahora, si te parece bien que lo 20 haga. Salúdame a tu sagrado compañero, el diácono911, y que se ejercite para plantarle cara a ese jinete912 rival suyo. Toda mi familia te manda saludos, incluido también ahora Isión913, cuyos relatos echabas tú de menos. Éste ha sido el causante de que, por mi parte, haya habido una indigna y nada filosófica petición de correspondencia a las autoridades, después de habérmelo él solicitado tanto personalmente en nombre de otros muchos, como por medio de unas cartas 25 que me entregó. También éste, por cierto, te va a esperar hasta el día veinte que ya hemos fijado.

145 AL MISMO

Desde Cirene a Alejandría, alrededor del 395

Uno de mis esclavos ha huido, pero no uno de los que heredé de mi padre ni de los que, de una manera u otra, se han criado conmigo, pues todos ellos, que han disfrutado de una educación propia de hombres libres, antes me aman como a un señor deseable que me temen como a su patrón 910 Esta carta debe ser anterior, por tanto, a la embajada a Constantinopla del 399. 911 Isidoro de Pelusio (cf. η. 23 y C. 143, 42 y 56 s.). 912 Olimpio: cf. C. 133, 33 ss„ y 140, 50 s. 913 Cf. C. 99, 19 ss.

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legal. Ha sido Filoromo (que así se llama el fugitivo), que 5 era un esclavo de mi sobrina, la hija de Amelio914, y que pasó a ser mío por mediación de ella. Criado fuera de toda norma y sin disciplina, no ha podido soportar un régimen filosófico y espartano, y ahora, tras encontrar en sustitución mía, a un amo alejandrino, está recorriendo Egipto con él. Se trata de un tal Harpocración, que es guardia de la escolta de Heracliano915y que tiene el cargo de «auxiliar del auxiliar» 10 (que así se cree que debe traducirse el término su badiu va)916, Con él está Filoromo. Yo, desde luego, al menos por mi parte, lo habría dejado ir con viento fresco, pues ¿qué lógica hay en que el peor no eche en falta a los mejores y que, sin embargo, quienes se reconocen mejores echen en falta al que es peor? Pero el caso es que el alma de este miserable aún no 15 obedece tanto a la filosofía como para desdeñar a la gente malquista y me ha instado a que envíe a algunos para que lo traigan de nuevo a su presencia. Este servicio lo ha empren­ dido voluntariamente mi compañero Altales y yo lo he enviado confiando en que Dios lo guíe y prometiéndole también una ayuda humana, la tuya. Ojalá esta carta se te 20 entregue. Lo que ocurra a partir de ahora, dado que ya conoces el asunto, será cosa de Dios, de tu propia persona y de Altales.

914 Cf. C. 58, 3 y n. 305. 915 Heracliano fue comes Aegypti·, cf. Cod. Theod. XI 24, 3 (30 de septiembre del 395). 516 Táxin échôn boethöi boethem: «que tiene la función de auxiliar al auxiliar». El soubadiouba, lat. subadiuva, parece que era, por tanto, un segundo asistente del magister officiorum (que era uno de los cargos más importantes, algo así como un «ministro del interior»).

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146 AL MISMO

Desde d re n e a Alejandría. Anterior a la C. 144

Deseaba fortalecer tu sagrada alma a base de censurar por medio de cartas lo vehemente de tu insistencia en man­ tener contacto conmigo, pero lo cierto es que mucho antes, por ese hechizo917 que inunda tus cartas, yo mismo me debilité, de modo que lo que soy ahora es justo lo que antes 5 criticaba que fueras tú. ¿Será entonces, el admirable918 Herculiano el causante de grandes beneficios para mí al dejar así a mi alma pendiente de él, tras hacerla bajar del alto trono de la filosofía? Pienso yo que si los poetas maldicen a las Sirenas no es por otro motivo sino porque atraen con la ío dulzura de su voz a quien se fía de ellas y, luego, lo aniquilan. He oído a cierto erudito919 explicar alegóricamente esta leyenda: lo que se adivina detrás de las Sirenas es el ansia de placeres, que van aniquilando poco a poco a quienes se han rendido y se han visto embrujados por sus deleites. ¿Qué les falta, entonces, para ser Sirenas a esos placeres originados por tus cartas, por obra de las cuales yo abandono todo 15 pensamiento grave y paso a pertenecerle por completo a Herculiano? Dios está de testigo de que no es una costumbre propia de la práctica epistolar920 la que ha hecho que yo 917 Cf. S in e s io , Sueñ. 132 c y n. 22 ad loe. 9I* Cf. n. 297. 919 H e r Ac l it o , Alegorías de Homero 70; C le m e n te d e ALEJANDRfA, Protr. 12 (I 83, 9 ss. S t ä h l in ). 920 Advierte G ar zy a (ed. 1989, pág. 352 s., n. 2) que en la carta privada literaria, sobre todo en esta época, prima el deseo de la relación afectuosa

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hable de esto y no de otra cosa, sólo para tener un tema del que escribir. No, lo que ocurre es que, de las cartas que me fueron entregadas por Ursicino (eran tres), la que tenía una extensión intermedia me produjo, me infundió una viva impresión en el alma y estoy tan abrumado por las lisonjas 20 de tu escrito que hasta siento vergüenza. Tu hermano Ciro debía traerme una carta tuya acerca de lo que me diste a conocer respecto al conde de la Pentápolis921. Te estoy agradecido por tu intención de recomendarme ante él, pero se te pasó por alto que mi empeño lo pongo en filosofar y menosprecio cualquier honor si no está relacionado 25 con la filosofía. Lo cierto es que, gracias a Dios, no necesito nada, pues ni cometo ni sufro injusticia. A aquél, sin duda, le correpondía hacer algo en favor mío, pero no me corres­ ponde a mí pedírselo. Y, en efecto, si había necesidad de recabar unas cartas de recomendación, se debía haber exigido que me llegaran a m í922 (pues, de esta forma, se me habría honrado) y no a otro en favor mío. 30 «Que pases tu vida sano» 923, con serenidad de espíritu, siguiendo de la manera más integra los pasos de la filosofía. Dios es testigo de que todos los miembros de mi familia por igual, niños, ancianos y mujeres, te saludan. Pero quizá tú les tengas ojeriza a las mujeres, aunque sus sentimientos hacia ti sean de amistad. M ira qué es lo que has hecho: cuando yo estaba ya en camino me agarraste con fuerza y así me retienes. Es verdad, entonces, que los egipcios eran unos 35 con el amigo lejano sobre el hecho de que exista o no necesidad real de una correspondencia escrita. Peonio (cf. n. 888). 922 Para entregarlas él mismo, que era el interesado, como ocurre con Geroncio, por ejemplo, en C. 82 y 84-86. 923 Cf. n. 547 (y C. 142, 13).

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brujos y que Homero no miente en todo m , desde el momento en que tú mismo me envías de Egipto unas cartas llenas de hechizos 925. A Helena, de cierto, el brebaje para olvidar sus cuitas «se lo proporcionó Polidamna, esposa de Ton» 926: 40 pero a ti, ¿quién te ha dado ese dañoso veneno con el que untaste tu carta antes de enviármela?

147 A JU A N 927

Desde Ptolemaida a un monasterio, alrededor del 408

Creo que eres más feliz de lo que uno puede desear tú que, después de dejarnos a nosotros, pobres mortales, vagando p o r entre la tiniebla en la pradera de A t e m

y envueltos en cuitas terrenales, te alzaste por encima de 5 ellas y, a pesar de que aún te encontrabas en este mundo de aquí, fuiste capaz de alejarte de él y alcanzar una vida bienaventurada. A no ser, claro está, que Gano, que es 924 Expresión proverbial: cf. ya S oló n , Fr. 21 A d r a d o s (y Corp. Paroem. Graec. II 128, 13, donde hay que añadir P s .- P l a t ó n , De lo justo 374 b, como se advierte en ed. G a r zy a , 1979, pág. 258, n. ad loe.). 925 Cf. n. 917. 926 Od. IV 227 s. (y II. XXII 83; A lc e o , Fr. 346, 3 L obel -P age ). 927 N o puede identificársele con ninguno de los personajes de este mismo nombre que han aparecido en el epistolario. 928 E m p é d o c l e s , Fr. 121, 4 D ie ls -K r a n z ; cf. S in e s io , Egipc. 89 d y J er o c l e s , In carm. aur. 54 ss.

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amigo tuyo, al hablarme de ti y contarme tus cosas, crea que lo que debe hacer es mentirme en algún detalle: ¡que el afecto es un tremendo encubridor de la verdad! Lo cierto es que este Gano nos comunicó que llevabas vida monástica y que tu único motivo para venir a la ciudad 929 eran los libros, y sólo los de contenido tocante a la teología. Afirma también que tienes puesto el capotillo oscuro 930: no hubiera sido peor 10 de haber sido blanco, pues a una naturaleza de lo más reluciente mejor le sentaría lo que es puro y luminoso a la vista. Pero, si has aprobado el negro por emular a alguno de los que te precedieron, también apruebo yo todo lo que se realice por voluntad divina. Y es que la sola razón por la 15 que algo se realiza le da a su ejecutor la prueba de estar obrando correctamente y la intención sin más ya tiene mérito. Te felicito, pues, por haber alcanzado ese fin a cuya puerta, desde hace tiempo y con mucha fatiga, me esfuerzo en llamar. Tú súmate a mis ruegos para que yo alguna vez pueda llegar y obtenga algún provecho de esos afanes que nacen de la filosofía. ¡Así mi existencia no la habré consu- 20 mido yo inútilmente entre los libros! «Que pases tu vida sano» en medio de la dicha931, admirable932 amigo.

929 Eis ten polín: Constantinopla. Recuérdese que de eis ten polín derivará posteriormente el nombre Istanbul (Estambul). 930 El tribénion oscuro era de los monjes y el blanco de los filósofos: cf. C. 154, 3 (tríbon). 931 Cf. C. 97, 8 y n. 547. 932 Cf. 297.

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148 A O LIM PIO933

Desde su finca a Seleucia, en el 402-403

Falté a mi obligación de pagar los impuestos. ¿Y qué podía hacer si ninguno de los griegos que se han asentado en Libia quería mandar cargueros a vuestro m ar934? También a ti te eximo de la contribución, que tampoco los sirios se preocupan de arribar a los fondeaderos cireneos. E incluso si esto ocurre alguna vez, se me podría pasar por alto, pues no vivo cerca del mar ni vengo al puerto con frecuencia, sino que habito en el extremo meridional de la Cirenaica935 y mis vecinos son hombres como los que Odiseo trataba de encon­ trar cuando, después de llegar a ítaca, cogió el gobernalle para conjurar la ira de Posidón de acuerdo con el oráculo: ... unos hombres que no conocen el mar, ni comen comida aderezada con sa l936.

Y no creas que es hablar por hablar esto de que ni siquiera para la sal se interesan por el mar, ni pienses que, por ello, comen sin sal la carne y todp lo que cuecen.

933 «L ’É p itre 148, en tre au tres, est u n e pièce d ’an th o lo g ie, u n m odèle d ’ecphrasis» (L a c o m b r a d e , ed. Himnos, pág. XXXV). P arece que SiNESio tien e m u y p resen te en to d a esta c a r ta el Euboico (Discursos VII) de D ió n de

P rusa.

934 El llamado Mare Syriacum. 935 Cf. S iN E S io , Ä. I 51 ss. (y C. 114, 9). Para la expresión, que es proverbial, cf. ya Od. I 23, y Corp. Paroem. Graec. I 411, 12. 936 Od. XI 122 s. (y cf. 119-125).

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Tenemos, «¡por la sagrada Hestia»! 937, tenemos sal de tierra 15 firme, sólo con recorrer hacia el sur una distancia menor de la que, hacia el norte, nos separa del mar. La llamamos sal de Amón 938. La produce y la oculta una piedra arenosa y, cuando quitas esta especie de costra superpuesta, es fácil remover el fondo con las manos o con azadas. Lo que se 20 extrae es una sal que es grata a la vista y al paladar. Pero de ningún modo creas que es una ordinariez propia de charlatán el explicarte los detalles de nuestra sal indígena: en mí, que soy hombre de campo, no hay sitio para la vanidad. Lo cierto es que tú me exiges que te informe de todo lo que ocurre cerca de mí y que me concierne. Tendrás, por 25 tanto, que soportar una carta que hable por los codos para, así, pagar la pena de tu intempestiva curiosidad. Aquello que se produce lejos del entorno de uno es además difícil de creer. Desde luego no es cosa sin importancia convencer a un sirio de la existencia de una sal que se obtiene en tierra, porque también yo aquí tengo problemas para responder cuando se me pregunta acerca de naves, de velas y del mar. Ya sabes que en cierta ocasión, cuando estudiaba filosofía contigo 939, me puse a contemplar esto precisamente, el mar 30 y la gran laguna, profunda940, entre Faro y Canobo941. Una 937 A n t íf a n e s , Fr. 183 K a ssel -A u st in . 938 Sal gema: cf., por ejemplo, D io s c ó r id e s , De materia medica V 109; A r r ia n o , Anábasis III 4, 3. 939 En Alejandría, con su maestra Hipatia. 940 La laguna Mareotide. Por «profunda» traducimos lamyrán (lectura de los manuscritos corregida por P étau en halmyrán, «salada»); G arzya traduce «...il gran lago, cosí vasto»: cf., al respecto, la información del aparato crítico en ed. G a r zy a , 1979, pág. 261. 941 Canobo, Canopo o Canope (hoy Abu Kir), en la desembocadura más occidental del Nilo (el brazo canópico), era célebre por su templo de Sarapis.

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nave estaba siendo remolcada, esta otra se dejaba llevar por el viento y aquélla por los remos, y vosotros, por cierto, os reíais de que yo la hubiera comparado con un ciempiés. La disposición de ánimo de esta gente es la misma que la 35 nuestra cuando oímos hablar de las cosas de allende Tule942, sea la que sea esta Tule que les da a quienes por allí han pasado la posibilidad de mentir sin que nadie les pida cuentas ni los refute. Pero los de aquí, al menos, aun en el caso de que alguna vez admitan lo que se les dice respecto a las naves o decidan reírse de todo ello, lo que por supuesto no creen en absoluto es que el mar pueda proveer de alimentos a los hombres, pues consideran que este privilegio sólo lo 40 tiene la madre tierra. Yo, en cierta ocasión en que éstos con ademanes negaban todo lo referente a los peces, cogí una vasija de arcilla, la estrellé contra una piedra y les mostré lo que en abundancia contenía: pescado de Egipto en salmuera. Dijeron ellos que eran cuerpos de serpientes venenosas y, de un salto, se 45 dieron a la huida, sospechando que aquellas espinas no eran menos nocivas que la ponzoña de los dientes viperinos. Uno que era el más anciano y, al parecer, el más dotado de inteligencia dijo que, desde luego, difícilmente se podía creer que en el agua salada se produjera algo bueno y comestible, dado que los manantiales de arroyos sanos y potables no crían sino ranas y sanguijuelas, que ni siquiera un loco 50 probaría.

942 Puede que Sinesio haya conocido Las cosas increíbles de allende Tule de A n t o n io D ió g e n e s . Tule era el límite septentrional del mundo, al norte de las Islas Británicas (quizá Islandia o una de las Shetland).

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Y lo que lógicamente ocurre es que ignoran todo esto. Pues de noche no los despierta el oleaje encrespado943

del mar, sino los relinchos de los caballos, el balido de las cabras y las ovejas, el mugido del toro y, al caer los primeros rayos del sol, el zumbido de las abejas, que, en cuanto al 55 deleite que produce, no le va a la zaga a música alguna. Mira, ¿no te parece que estoy describiendo Agémaco 944, esta finca en la que habito lejos de la ciudad, de los caminos, del comercio y de los caracteres volubles? Aquí tengo tiempo para filosofar y no lo tengo para hacer el mal. Entre todos nosotros todas las reuniones son de amigos, relacionados 60 como estamos por la agricultura, los pastores, los rebaños y la caza, en toda la variedad que se da en esta tierra (pues para nosotros y para nuestros caballos la costumbre es no obtener el alimento sin sudar). Desayunamos gachas, deli­ ciosísimas para comer y para beber, como las que le preparó a Néstor Hecamede945. Después de la dura fatiga esta mezcla es nuestro lenitivo en la época estival. Pero además tenemos 65 tortas de trigo, frutos comestibles, unos cultivados y otros silvestres, todos productos del país, también jugos de nuestra excelente tierra, miel de abeja y leche de cabra (pues no acostumbramos a ordeñar vacas). Y no contribuye menos a la opulencia de nuestras mesas la caza con perros y caballos, 70 a la que no sé por qué Homero no calificó de «glorificadora de hombres»946; ni tampoco sé por qué no dijo que esos 943 Fragmento de procedencia desconocida. 944 Propiedad de Sinesio cerca de Ficunte. 945 Cf. II. XI 624 (631 y 640). 946 Cf. II. I 490 («la asamblea glorificadora de hombres»), IV 225 («la batalla glorificadora...»), etc.

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hombres que se dedicaban a ella eran «muy distinguidos»947, mientras que sí honró con este elogioso título a la asamblea, que no produce más que homúnculos desvergonzados y muy perversos, que nada saben de integridad sino sólo de ultrajes 75 y de tramar maldades. De éstos nos reímos también nosotros siempre que se encuentran bajo nuestro propio techo, pues el pelo se les eriza, fíjate, ante la carne de cacería recién salida del horno. ¿Qué digo? ¿De cacería? Antes probarían el veneno que una de nuestras comidas. Exigen, sin embargo, so el vino más suave, la miel más densa, el aceite más refinado y el trigo de mayor peso 948, y ponderan sus respectivas patrias: Chipre, un tal Himeto, Fenicia y el país bárbaro 949. Nuestra tierra, aun quedando por debajo de éstas exclu­ sivamente en el producto señero de cada una de ellas, las sobrepuja en todos los demás. O sea, tiene la preeminencia del segundo puesto: también Peleo y Temístocles lo obtuvie85 ron y, en todo y por todo, fueron proclamados los mejores de entre los griegos950. Y, en cualquier caso, aun admitiendo que la miel de aquí sea peor que la del Himeto, es tal su calidad que, cuando la hay, no se echa en falta el producto extranjero. Con seguridad nuestro aceite es excelente, siempre que la apreciación no dependa de jueces viciados. Y es que 947 Cf. II. IX 441, Od. VIII 390. 948 Para esta característica del trigo, cf. P lin io e l Viejo, Historia natural XVIII 12. 949 Chipre sigue produciendo y exportando un vino excelente. Para el Himeto, cf. n. 839. Fenicia y Mauritania se llevaban la palma, respectivamente, en la producción de aceite y grano. El término bárbaroi aquí, como en otros lugares, se refiere a los habitantes de Mauritania y de África en general: cf. ed. G a r zy a , 1979, pág. 264, n. a d loe., y ed. 1989, pág. 362, η. 14. 950 Para Peleo, cf. P ín d a r o , Istmicas VIII 27 ss., o A po l o n io R o d io , IV 790 ss. Para Temístocles, cf. H er ó d o t o , VIII 123 o P l u t a r c o , Temís­ tocles 17.

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éstos lo ponen en los platillos para medir su calidad por la inclinación de la balanza, y al de menor peso lo consideran 90 de clase superior. Nosotros, por el contrario, no fabricamos balanzas para el aceite, pero afirmamos que, si tuviéramos que hacerlo, lo natural sería preferir el que más pesa. Sin duda, ese aceite suyo, extraordinario y caro, por su nula consistencia no es capaz de alimentar ni la llama de una mecha, mientras que el de nuestra tierra, por ser tan fuerte 95 puede provocar todo un incendio y, cuando hay necesidad de una lámpara, produce una luz artificial como la del día. Es bueno para hacer engordar la masa y bueno para nutrir los músculos de los gimnastas. En nuestra región también contamos con una música incomparable. Los agemaquetas tienen una pequeña lira 100 pastoril, muy sencilla y de fabricación propia, que posee un sonido agradable y moderadamente viril, muy apta para educar a los niños de la ciudad de P latón951. Lo cierto es que no da todas las notas, ni está perfeccionada para adecuarse a cada tono; son los que cantan quienes se avienen a la simplicidad de sus cuerdas, pues no interpretan temas dema­ siado melódicos. Entre nosotros ya es algo hermoso para 105 una canción el elogio de un carnero semental o un perro rabicorto que recibe elogios, y lo creo justo, por no temer a las hienas y por hacer presa en la garganta de los lobos. Y no menos resulta ser el cazador motivo de canto, ése que lleva la paz a los pastos y nos regala con un espléndido festín de carne. Tampoco es indigna de la lira la oveja que pare dos 110 crías 952 y alimenta a más corderos que años tiene. Y con frecuencia entonamos himnos a la higuera y a la vid. Pero 951 Cf. P la tó n , República 399 d. 952 Cf. A r ist ó t e l e s , Investigación sobre los animales 573 b 19 s. y 32.

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nada nos importa tanto como las súplicas, cualesquiera que sean: cantamos además para pedir por el bien de los hombres, las plantas y los rebaños, lis También cuentas con esos antiguos cantos de estaciones que existen entre nosotros y son patrimonio de la gente pobre. El emperador, los amigos del emperador y los vaivenes del destino, cosas de las que oímos hablar cuando estamos reunidos, son simples nombres que, como llamas, se elevan hasta las cumbres de la gloria y se extinguen: aquí todo eso se silencia de una manera conveniente y a nuestros oídos no 120 los inquietan tales asuntos. Pues, que siempre hay un empe­ rador, eso es algo que quizá sepan todos con absoluta claridad (de hecho se lo recuerdan cada año los recaudadores de impuestos), pero quién es él, eso ya no está tan claro: que entre nosotros hay quienes piensan que hasta hoy día sigue reinando Agamenón, el Atrida, el que estuvo en Troya, 125 aquel varón ejemplar, pues desde niños éste es el nombre que entre nosotros se ha transmitido como propiamente imperial. También a Odiseo, un amigo de éste, lo mencionan nuestros buenos pastores: un hombre calvo 953, pero hábil en tratar cualquier asunto y en encontrar salida en medio de las 130 dificultades954. Se ríen sin reparos cuando hablan de él, creyendo que al Ciclope lo dejaron ciego el año pasado y que debajo del carnero salió el vejete, mientras aquel maldito m ontaba guardia en la puerta pensando que el julo del rebaño iba a la cola no por el peso de la carga que llevaba, sino por su pesadumbre ante la desgracia del amo 955. Od. XVIII 354 s. 954 Cf. E sq u il o , Prometeo 59 (y cf., por ejemplo, S in e s io , Elogio de la calvicie 67 a ss., cap. 5). 955 Cf. Od. IX 382 s., 433 s. Intentamos reproducir el juego de palabras de la línea 133: achthómenon... synachthómenon.

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Por medio de esta carta has estado un poco con nosotros en espíritu. Has contemplado el campo, has visto la sencillez de nuestra forma de vida. Dirás que es como la existencia en tiempos de Noé, antes de que la justicia quedara esclavi­ zada.

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149 AL MISMO

Aunque estés ausente, siempre te hallas conmigo en el recuerdo. Y es que, aun en el caso de que lo quisiera firme­ mente, no puedo olvidarme de tu dulcísima alma y de tus más que íntegras costumbres, hermano mío admirable en todo 956. Pues nada podría ser más sagrado para mí que abrazar de nuevo tu venerable 957persona. ¡Ojalá Dios me lo conceda algún día! ¡Ojalá pueda verte y escuchar el gratísimo eco de tus palabras! Sí, me has colmado de alegría con lo que me has enviado (por cierto, lo he recibido todo), pero mayor aún ha sido la pena que me has hecho sentir, porque ahora mi único pensamiento es qué compañero he perdido aun estando él vivo y yo también. Así que, ¡ojalá algún día llegue el momento de nuestro reencuentro y Dios me depare esta felicidad!

956 Recuérdese que la carta está dirigida a Olimpio. Adelphé, por tanto, se utiliza como calificativo afectuoso (y cf. n. 297). 957 Sebasmían: cf. n. 383. 205, — ¡9

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150 A PILÉMENES

Desde drene a Heraclea, Posterior a la C. 134 y a la 151 Hasta tu Heraclea ha oído hablar, creo yo, de este Ale­ jandro 958 que vive entre nosotros dedicado a la filosofía, un hombre que por todas partes pasa con buena reputación. M u do es el hom bre que no cubre a H eracles de palabras de g lo ria 959.

Su hijo, mi sobrino, te entregará esta carta: su pretensión es emular a su padre no en el vestido sino en el espíritu. Es así que está dispuesto a lanzarse contra unos malvados para, a la manera de Heracles, dejar su ciudad limpia de todos ellos. Tenía, pues, necesidad de Dios y de un Heracles, pero no sólo de éstos, sino también de un Yolao que fuera su aliado y su adlátere960. A Dios, sin duda, se lo va a ganar con ío los medios a su alcance: lo atraerá con una vida llena de virtud y un espíritu piadoso. Es tu amistad, para que haga las veces de Yolao, la que quiero procurarle por medio de esta carta. Te comportarás con él lo mismo que conmigo. Y si tratas a este joven como a un amigo, no podrás decir en 15 absoluto que soy un vil adulador961. 5

958 Cf. C. 46, 2. 939 PíNDARO, Píticas IX 87.

960 Cf. H es io d o , Teogonia 316 ss., Escudo 74. 961 Cf. C. 82, 5 (y n. 492).

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151 AL MISMO

Desde drene a Heraclea. Entre la C. 134 y la 150 ¿Sigues dedicado, para mi dicha, a la filosofía? ¿Eres aún aquel Pilémenes, que yo dejé, aquella alma recién iniciada962, aquella semilla963 divina? Tengo miedo de todo el tiempo que ha pasado desde aquel nacimiento 964 tuyo y más miedo aún de que frecuentes tanto el ágora y de que te veas envuelto en tal cantidad ya de sucesos y asuntos, no vaya a ser que esto manche tu santísimo templo, tu sagrado intelec- 5 to, uno de los pocos a los que yo considero los más dignos receptáculos de Dios. Bien sé que, antaño, elevé mis ruegos por poder celebrar contigo los misterios 965 de la filosofía; pero lo cierto es que luego, como tuvo más fuerza el amor a tu patria966, rogué que, dondequiera que estuvieses, cultivaras la filosofía dentro de tus posibilidades. Así pues, saludo 10 cariñosamente a tu querida persona, una y mil veces la saludo yo cariñosamente, callado o hablando, escribiendo o sin escribir. 562 Neotelés: neófita en la filosofía (cf. n. 965). El término, a partir del siglo IV, designó a los recién bautizados y, en general, a los convertidos al cristianismo. 963 Cf. C. 101, 33, n. 578. 964 En vez de la lectura tes apogenéseos, que recoge el texto de G ar zy a (quien traduce: «Temo il tempo ch’é trascorso da quello sboccio», frente a la interpretación «Abreise» de F r itz ), la mayoría de los códices presentan ton apo genéseós, que hemos preferido para nuestra traducción. Entendemos que S in e sio se refiere al nacimiento de Pilémenes a la filosofía. 965 S in e sio emplea el término synorgiásai en consonancia con el neote­ lés de la línea 2 (n. 962). 9“ Cf. C. 103, 1 ss.

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152 AL MISMO

Imagínate que yo estoy abrazando a Pilémenes, alma con alma. Me faltan palabras con las que expresar qué grande es el deseo de mi corazón; es más, ni siquiera puedo averiguar qué sentimiento es éste que por ti abriga mi alma. Hubo un hombre ducho en temas amorosos 967, Platón el ateniense, el hijo de Aristón, maestro en explicar, diestro en indagar968 la naturaleza del amante, y también lo que éste desea que haya entre él y su amado 969. Aquél es, entonces, quien debe tenerlo indagado y explicado en mi nombre. Lo que desearía el amante, afirma él, es fundirse por el arte de Hefesto y soldarse y que los dos se hicieran uno 97°.

153 AL MISMO

En todo el año me llega una sola carta tuya, como si fuera el retorno de las estaciones el que me la trae. Pero lo cierto es que quizá sea para mí este fruto más gustoso que el

967 Cf. P la tó n , Banquete 193 e. 968 Intentamos reflejar en la traducción el paralelismo y la paronomasia del original: eúkolos eipéín eúporos heurem (y cf. la línea 8: exeurëkés... eirëkôs). 969 «I suoi sentimenti e desideri circa 1’amato» (G arzya). 970 Cf. C. 140, 6, y n. 866.

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que producen el ciclo de los meses y los agricultores con su trabajo, y tú no estarías haciendo lo que debes si me privaras de la alegría que gracias a ella siento. ¡Venga! Cambia de forma de pensar y haz que yo tenga, al menos este año, una buena cosecha de cartas.

154 A LA FILÓSOFA

Desde drene a Alejandría, en el 405 Este año he dado a luz dos libros: uno promovido por Dios y el otro por la crítica de los hom bres971. Y es que algunos de los de capas blancas y también de los de oscuras972 afirmaron que yo pecaba contra las leyes de la filosofía por prestarle atención a la belleza del estilo y a la cadencia, y por mi pretensión de decir algo de Homero y acerca de las figuras retóricas: su idea es que el filósofo debe odiar la literatura973 y ocuparse tan sólo de los temas divinos. Éstos sí han llegado a ser contempladores de lo inteligible; a mí no me es lícito, porque algo del ocio de mi vida lo destino a depurar mi lengua y a que mis ideas resulten más agradables. 971 Respectivamente, sus tratados Sobre los sueños y Dión o sobre su norma de vida. Sinesio le envía a su maestra una copia, una proékdosis (cf. líneas 83 ss.), para que le dé su opinión. 972 Cf. C. 147, 10 ss., n. 930. 973 D eb e ser u n misólogos, alg u ien que o d ia las le tra s y la c u ltu ra lite ra ria (y n o y a la d ialéctica com o e n P l a t ó n , Laques 188 c). P a r a el philologos, cf. S in e sio , Dión 43 b.

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Me acusaron de servir sólo para componer puerilidades, empujados por el hecho de que las C inegéticas91*, que no sé cómo se esfumaron de mi casa, atrajeron extraordinariamente a algunos jóvenes cuyo interés estaba puesto en ese encanto propio del más puro helenismo 9K, y también empujados por ciertas creaciones poéticas 976muy cuidadas que evidenciaban algo de esa «mano antigua», como solemos decir de las estatuas. Pero, de todos ésos que me acusan, los unos, cuya igno­ rancia es la guía de su atrevimiento 977, están siempre dis­ puestos, y más que nadie, a discutir sobre la divinidad (si te encuentras con alguno de ellos, escucharás de inmediato los silogismos menos silogísticos) y a quienes nada de esto nece­ sitan los inundan de palabrería, cosa que para ellos, creo yo, es de particular importancia. Y es que de esa gente salen los demagogos978 que hay en nuestras ciudades, que es lo mismo que decir «el cuerno de Amaltea» 979, algo que ellos, por cierto, piensan que debe estar a su servicio. Sospecho que reconocerás fácilmente a esta ralea, que desacredita un pro­ s’74 Cf. C. 101, 9, η. 569. 975 En el original Hellenismoü te kai cháritos. Por Hellenismós debe entenderse el uso correcto de la lengua griega, el estilo griego puro o también, en general, la cultural griega: cf. W. J a e g e r , Early Christianity and Greek P aideia= Cristianismo prim itivo y paideia griega (trad. E. C. F r o st ), México, 1965, pág. 13 s., η. 6. 976 Puede que S in e sio se refiera a composiciones juveniles de carácter ligero (quizá anacreóntico: cf., asimismo, H. IX 2 s.). 977 Cf. C. 143, 23 s., η. 897. 978 Demodidáskaloi (término que sólo aparece en S in e sio ): aquellos que pretenden instruir al pueblo. 979 De la cabra Amaltea o «cuerno de la abundancia». La expresión se convirtió en proverbial: cf. F o c íl id e s , Fr. 7, 2 A d r a d o s ; A n a c r e o n t e , Fr. 361 L o bel -P a g e ; y Corp. Paroem. Graec. I 8, 9. s., 44 s.

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pósito noble en sí mismo. Pretenden que yo me convierta en discípulo suyo y aseguran que, en breve, revelaré cosas 25 acerca de Dios con la mayor desenvoltura y que seré capaz de hablar días y noches seguidos. Los otros, los de mejor apariencia, son unos sofistas mucho más malhadados aún que los anteriores y lo que desearían es tener la misma buena reputación, pero por 30 suerte para ellos ni siquiera son capaces de esto. Ya sabes tú que algunos, por habérseles dejado desnudos en las oficinas de impuestos980 o a consecuencia de una calamidad cual­ quiera, se ven inducidos, en el mediodía de su vida, a la actividad filosófica, pero sin hacer otra cosa que jurar por los dioses, por sí o por no, a la manera platónica: se les anticiparía hasta su misma sombra a la hora de expresarse 35 como es debido. Y, sin embargo, su presunción es tremenda. Sí, las cejas las llevan arqueadas, ¡uf, cómo las levantan!, en la mano apoyan el mentón y, en todo lo demás, adoptan un porte más majestuoso que las estatuas de Jenócrates981. Éstos también pretenden imponer la ley que más les conviene, la de que nadie que posea algún conocimiento valioso lo haga patente, porque creen que los deja en evidencia cual­ quiera que sea filósofo y, además, sepa expresarse, conven- 40 cidos como están de que deberían esconderse bajo la máscara de su presunción y aparentar que por dentro se hallan repletos de sabiduría. Estos son los dos grupos que me han acusado de haberles prestado atención a cosas que no la merecen: los unos, 980 Logistérion: « trib u n ale trib u ta rio » (G a r z y a : cf. ed. 1989, pág. 372, n. 6). 981 Cf. D ió g en e s L a e r c io , IV 6; P l u t a r c o , Deberes del matrimonio 141 f.

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porque no parloteo como ellos; los otros, porque no tengo cerrada la boca y no pongo, como dijo aquél, «un buey sobre mi lengua»982. Contra éstos escribí yo mi tratado 983 y me opuse a la locuacidad de unos y al silencio de los otros. En realidad, está dirigido, propiamente, contra éstos que se callan y son unos envidiosos (de una forma muy adecuada, ¿no crees?), pero, sin embargo, ha encontrado la manera de so arrastrar en su crítica también a aquellos otros 984. Y quiere ser no menos una demostración que un elogio de la gran sabiduría985. Y es que no sólo negué bajo juramento sus acusaciones, sino que, para atribularlos aún más, no he dejado de vanagloriarme. Cuando la obra pasa a examinar qué género de vida debe elegirse, alaba entonces a la filosofía como la elección más filosófica986: de qué tipo hay que pensar que ésta debe ser, de eso podrás enterarte por el 55 libro. Al final se ha hecho también una defensa de mis cajitas, porque también ellas han cargado con una acusación, la de guardar libros no corregidos 987. ¡Que ni siquiera de eso se han abstenido estos Telquines 988! Si cada cosa está en el lugar que le corresponde, si todo 60 aparece en su momento oportuno, si el punto de partida es el justo en cada uno de los temas previstos, y si el tratado se 45

982 c f T e o g n is , 815; E s q u ilo , Agamenón 36 s. Esta expresión también se hizo proverbial: Corp. Paroem. Graec. I 51, 25; II 332, 6. 983 El Dión\ cf. n. 971. 984 Cf., por ejemplo, Dión 45 d ss. y 54 b ss. (caps. 7 y 12 ss.). 985 Polymatheías: «dell’alta cultura» (G a r zy a ). Cf. ibid. 41d ss. 986 philosophian... philosopho täten: Sinesio juega con el sentido etimo­ lógico del término («la elección más amante de la sabiduría»), 987 Cf. Dión 59 d (y ed. G a r z y a , 1989, pág. 708, n. 98). 988 Los calumniadores por antonomasia, a partir de C a l ím a c o , Fr. 1 1 P f e if f e r .

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divide en más capítulos, como esa divina obra, el Fedro, que Platón dio a luz y que trata sobre todas las formas de la belleza en conjunto; y si se ha procurado además que todo converja en el único objetivo propuesto, si bajo esa relajada exposición ha venido acaso a deslizarse una garantía de credibilidad, y si de esa garantía se ha seguido, como ocurre en tales casos, una prueba y también el resultado, todos éstos serían dones del arte y de la naturaleza. A cualquiera que esté ejercitado en descubrir algo y hasta un divino semblante oculto bajo una apariencia muy vil (tal como hacían en Atenas los artistas, al encerrar a Afrodita o a las Gracias 989 o a otras diosas de similar belleza dentro de estatuas de Silenos o Sátiros 990), a éste no se le escapará que mi obra también revela muchas doctrinas sagradas que, sin embargo, sí se les escaparán a otros bajo la sobrehaz de ser cosas superfluas y por haber sido introducidas en el discurso de una manera demasiado casual y podría parecer que in­ cluso tosca. Y es que de los enfriamientos que se producen por causa de la luna son los enfermos de epilepsia los únicos que se dan cuenta991 y, por su parte, el fulgor de los rebatos ordenados por el intelecto únicamente lo reciben aquéllos para quienes, teniendo como tienen sanos sus ojos intelec­ tuales, Dios enciende una luz afín a él " 2, que es el motivo de que lo intelectual piense y lo inteligible sea pensado m . De la misma forma, esta luz de aquí pone en contacto a nuestra vista con el color y, si suprimes la luz, aun cuando esté 989 "o

Cf. S in e s io , Dión 42 b (y n u e s tra n. 34 allí). c f . P la tó n , Banquete 215 b; J e n o fo n t e , Banquete IV

991 992

Cf. G a len o , Sobre los días críticos 3. Cf. P latón , República 509 b; J äm blico , Mist, egipc. 115, Protréptico

4; y, p o r ejem plo, S in e s io , H. I 126 ss., 375 s., 593 s. 993 Cf. S in e sio , H. I 177 ss.

19.

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presente el color, esa facultad que la vista posee en relación con él queda ineficaz. Sobre todo esto, pues, aguardaré a que des tu juicio. Si decides que debe publicarse, la obra saldrá a la vez dirigida 85 a rétores y a filósofos: a unos los deleitará, a los otros les será provechosa, siempre que no lo hayas tenido que tachar tú que estás facultada para dar ese juicio. Si te parece que no es digna de que los griegos le presten oídos y si también tú, con Aristóteles por cierto, vas a anteponer la verdad a tu amigo " 4, una densa y profunda obscuridad la cubrirá y sus 90 palabras pasarán inadvertidas entre los hombres. Respecto a la primera baste con lo dicho. La o tra 995 fue Dios quien la encargó y examinó: es una acción de gracias ofrendada a la substancia representativa996. En ella se ha investigado sobre toda esa alma imaginativa997 y se han discutido algunas otras doctrinas que aún no habían sido estudiadas por los filósofos griegos. ¿Y para qué exten95 derse al respecto? La obra en su totalidad fue compuesta en una sola noche, o más bien, en lo que quedaba de aquella noche durante la que tuve el suefio en el que vi que debía escribirla. Hay pasajes en el tratado, quizá dos o tres, en los que, como si yo fuera otro, he sido mi propio oyente junto con los que allí estaban. Inpluso ahora, cada vez que me acerco a mi escrito, me encuentro en un maravilloso estado de ánimo y, como dice el poema, una voz divina me en­ 994 Cf. A r ist ó t e l e s , Ética a Nicómaco 1096 a 16 (y P l a t ó n , Fedón 91 c)·

995 El tratado Sobre los sueños: cf. n. 971. 996 Phantastikeiphysei: cf. Sobre los sueños 143 a (y ed. G a r zy a , 1989, pág. 29). Sobre la phantasia (facultad representativa) y el phantastikán pneüm a (espíritu representativo), cf. ibid. 135 b ss. (caps. 5 y 6). 997 E s decir, «su tu tta la p a rte im m ag in ativ a d ell’anim a» (G ar zy a ).

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vuelve " 8. Si tal sensación es sólo mía o esto podría ocurrirle a cualquier otro, ya me informarás tú. Que de entre todos los griegos tú eres, después de mí, la primera que lo va a leer. Estas obras que te he mandado son de las que aún están inéditas. Y, para que el número sea perfecto he adjuntado el Sobre el regalo, escrito hace mucho tiempo, con ocasión de la embajada, y dirigido a un hombre que gozaba de influencia ante el emperador 100°. Algún provecho sacó tam­ bién la Pentápolis del opúsculo y del regalo.

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Con absoluta claridad, por los hechos mismos, he com­ prendido que tu admirable 1002 persona se alegra al hacer el bien y desea tender la mano a quienes necesitan ayuda. Es por esto mismo que acudo a ti, pensando dirigir (y así es el dicho) «el caballo a la llanura» 1003. Y es ahora, más que 5 nunca, cuando debes demostrar, querido amigo, tu bondad, tanto más cuanto más compasión merece ahora la persona »» Cf. II. II 41. 999 c f . P l u t a r c o , Charlas de sobremesa 738 f; P s.-JA m b lic o , Teología aritmética 14 D e F a l c o . íooo El opúsculo A Peonio. Sobre el regalo, escrito en el 399, durante su embajada en Constantinopla. 1001 El término scholastikós designa ya en el siglo m d. C. al «asesor legal» y, propiamente, al «abogado» a partir del siglo IV. 1002 Cf. n. 297. 1003 Expresión proverbial ya en L u c ia n o , El pescador 9 (y cf. P l a t ó n , Teeteto 183 d): cf. Corp. Paroem. Graec. I 191, 12 (y II 35, 4 ss.).

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que va a beneficiarse de ella. Lo cierto es que se trata de una mujer, una mujer con la desgracia de ser viuda y de ahí que comparta con su hijo huérfano su sufrimiento. Quién es el que la ha ofendido, en qué y cómo, de eso ella informará a tu excelencia 1004. Mira, pues, admirable 1005 amigo, cómo socorrerla: hazlo porque es algo que está bien y que es digno de ti, y hazlo también por mí. Y es que, además, yo tendré parte contigo en lo que le ocurra a ésta, que es parienta mía y ha sido criada entre nosotros de form a virtuosa bajo la autoridad de una madre honesta.

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La justicia necesita aliados y quienes la ayudan podrían considerarse dichosos por colaborar con aquello que es recto. Eres tú a quien he elegido como paladín de esta causa, para que la defiendas con tu prudencia y tu saber hacer. Lo mío no es sino ser un benefactor para todos los que estén dentro de mis posibilidades. Dame tú el punto de partida. Que así conocerás una amistad de la que ni tú vas a tener queja ni nadie acaso se va a reír.

1004 Kalokagathía se utiliza como tratamiento a partir del siglo IV d. C.: cf., por ejemplo, E u sebio , Historia eclesiástica X 5,10; A ta n a sio , Apología de Constantino 32; O ’C a l l a g h a n , Cartas..., pág. 37, carta 2, 6. ·«» Cf. n. 297. 1006 Cf. la n. 5 de nuestra introducción a las Cartas.

DE SINESIO EL FILÓSOFO A DIÓSCORO ANOTACIONES AL LIBRO DE DEMOCRITO

INTRODUCCIÓN

De acuerdo con la tradición1, el filósofo Demócrito viajó por Oriente y fue discípulo de los magos persas y caldeos2. A través de los siglos perduró la fama de su erudición, que abarcaba las ciencias ocultas de los sabios orientales. Así, se le llegaron a atribuir ciertas obras sobre magia y alquimia3 del «pitagórico» (según Suidas) Bolo de Mendes (s. Ill a. C .)4y también bajo su nombre (Demócrito «el mistagogo») circularon algunos tratados del s. IV de nuestra era sobre esos mismos temas (Physikà kai mystiká), cuya cremación, junto con la de otros libros similares, fue ordenada por Diocleciano5. 1 Atestiguada, por ejemplo, en D ió g en e s L a e r c io , IX 34 s. 2 Clemente de Alejandría (Stromateis I 15, 69) nos da información al respecto e incluso añade el dato de que Demócrito tradujo «la estela de Ajicar»: cf. A. D íez, M a c h o (dir.), Apócrifos del Antiguo Testamento III, Madrid, 1982, pág. 172. 3 Cf. D e m ó c r it o , Fr. 300 D ie l s -K r a n z . 4 Bolo Democriteo o Bolo Demócrito, como él se hacía llamar. 5 Cf. J ua n d e A n t io q u ía , Fr. 165 M ü l l e r (cit. en L. G il, Censura en el mundo antiguo, M a d rid , 1985, pág. 228, n. 7).

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El escrito alquímico fragmentario que aquí presentamos (Synesíou philosóphou pros Dióskoron eis ten bíblon Démokrítou, hös en scholíois), de autenticidad discutible, incluye una introducción y un prólogo en forma de diálogo platónico entre Sinesio el filósofo6 y Dióscoro (sacerdote de Sarapis en Alejandría), a quien nuestro autor, supuestamente, dirige estas líneas en respuesta a una carta. No conservamos las anotaciones a la obra del Pseudo-Demócrito (esos Physikà kai mystiká ya mencionados) con las que continuaba este escrito, según las palabras que leemos al final: «Con la ayuda de Dios empezaré mi comentario». El texto que, con levísimas variaciones, sigue G ARZYA (ed. 1989, págs. 801-821) y que nosotros traducimos es el de M . B e r t h e l o t , Collection des anciens alchimistes grecs, avec la collaboration de Ch.-EM. R u e l l e , II, Paris, 1887, págs. 56-69.

6 Con este nombre, «Sinesio el filósofo», se nos han transmitido dos epigramas de la Antología Planudea, el 76 y el 79 (el 267 de esta misma colección se le asigna a Sinesio «el escolástico»), El 79 no es sino el hexámetro que podemos leer en la Carta 75. El 76, de dudosa autenticidad, consiste también en un solo hexámetro y parece ser una inscripción que se encontraría al pie de un grupo escultórico): Los tres Tindáridas, Castor, Helena, Polideuces.

DE SINESIO EL FILÓSOFO A DIÓSCORO A N O T A C IO N E S A L L IB R O D E D E M Ó C R IT O

SINOPSIS

Introducción, I-II.— Palabras del filósofo: plantas, métodos, nomenclatura, sólidos y líquidos, III-V. — La transmutación, VI. — Los dos catálogos. El mercurio, VII. — El mercurio, VIIIXI. — Otras substancias, XII-XIV. — Explicación de diversas ex­ presiones anteriores, XV-XVIII.

Sinesio el filósofo, con el beneplácito de D ios, salu da1 a D ióscoro, sacerdote del gran S arapis2 en Alejandría.

I. La carta que tú me enviaste acerca del libro del divino Demócrito3 no la dejé olvidada, sino que me he 1 Con la fórmula usual en las cartas griegas, chairein («alégrate»), 2 Sarapis o Serapis, dios egipcio identificado con Zeus, Hades, Dioniso o Asclepio: cf. P l u t a r c o , Sobre Isis y Osiris 361 e ss. 3 Los Physikà kai m ystiká del P se u d o -D e m ó c r it o mencionados en la introducción.

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puesto a prueba a mí mismo con mucho empeño y esfuerzo y he corrido a contestarte. Pues bien, lo que por el momento nos proponemos es decir quién era aquel hombre, el filósofo Demócrito, que vino de Abdera, un naturalista4 que investigó todo lo relativo a la naturaleza y escribió sobre la realidad natural. Abdera es una ciudad de Tracia y él fue un hom bre cultísimo que vino de allí y en Egipto se inició en los misterios del gran Ostanes5 en el santuario de Menfis, al igual que todos los sacerdotes egipcios. De éste tomó Demócrito su punto de partida y escribió cuatro libros de tinturas6: sobre el oro, la plata, las piedras y la púrpura. Con lo de «tomó su punto de partida» quiero decir que los escribió partiendo de las ideas del gran Ostanes. Y es que fue éste el primero que en sus escritos enunció: «la naturaleza se deleita con la naturaleza», «la naturaleza domina a la naturaleza», «la naturaleza vence a la naturaleza» \ etcétera. 4 Un physikós, como son denominados los filósofos jonios y otros presocráticos: cf. A r ist ó tel es , Física 184 b 17, etc. 5 Uno de los tres magos iranios (junto con Zoroastro e Histaspes): cf. T a c ia n o , Discurso contra los griegos 17, 1. Fue un teólogo de la corte de Jerjes (Hostanes en A pu l ey o , Apología 90, y Osthanes en P lin io , Historia Natural XVIIII, XX X, etc.) que pasó por autor de tratados mágicos y religiosos y libros de adivinación y alquimia de siglos posteriores. De la cremación de gran parte de estos escritos en el siglos v (ca. 488) nos informa Z a c a r ía s e l E sc o lá stic o en su Vida de Severo de Antioquia. Sobre este personaje, cf. K. P r e is e n d a n z , «Ostanes», R E 182 (1942), 1610 ss. 6 Los Physikà Içai m ystiká del P se u d o -D e m ó c r it o contienen pasajes y fragmentos que tocan las materias tratadas en el primero, el segundo y el cuarto de los cuatro libros aquí citados sobre «tinturas» (Bíblous téssaras baphikás) o baños de diversas sustancias. Para el tema del tercero hemos de recurrir a un tratado alquímico que se nos ha transmitido sobre la fabricación del vidrio y las piedras preciosas: cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 803, n. 3. 7 P se u d o -D em ó c r it o , Fr. 17 D ie l s -K r a n z . Cf., también, la obra as-

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II. Pues bien, nosotros debemos seguir las huellas del filósofo8 y conocer cuál era su pensamiento y cuál el orden propio de su evolución. Que él, en efecto, compuso dos catálogos, del blanco y del amarillo9, eso está claro para nosotros. Primero catalogó los sólidos y luego los líquidos, o sea lo acuoso, aunque ninguno de estos últimos10 tiene utilidad en el Arte Y él mismo lo atestigua cuando, acerca de Ostanes, dice que este hombre no empleaba las capas aplicadas por los egipcios ni sus cocciones, sino que untaba exteriormente la substancias y, por la acción del fuego, conseguía que el preparado penetrara12. Afirmó también que era costumbre de los persas hacerlo así. Lo que dice es lo siguiente: «Si no reduces las substancias hasta lo más sutil13, ni las analizas, ni las deshidratas, no obtendrás nada». III. Pues bien, vayamos a las palabras de nuestro hom­ bre y oigamos lo que él dice. Entre otras cosas, se habla también del rapóntico14. Observa qué gran perspicacia la suya: aludió a la planta para indicar la flo r15, pues las trológica (s. π a. C.) transmitida bajo los nombres de N eq u e pso -P e t o sïr is (Fr. 28, 4 R ie ss ). 8 Demócrito, el filósofo por antonomasia en los textos alquímicos. 9 D e la tintura de plata y de oro. 10 Puede traerse a colación el hecho de que el término «elixir» («piedra filosofal») procede, a través del bajo latín, del árabe al-'ikstr, «medicamento seco, polvo para transmutar los metales, piedra filosofal»: cf. gr. xerón («seco») / xërion («polvos curativos para las heridas»). 11 También por antonomasia, la alquimia. 12 Para estos procedimientos distintos, cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 804,

η. 7. 13 Lo más puro y fino, la «quinta esencia». 14 Póntion rhá: rapóntico, ruipóntico o ruibarbo póntico. 15 Es decir, el color o tinte: cf., abajo, n. 26.

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plantas producen las flores. Y mencionó también el rapóntico en cuanto que el P o n to 16 se surte del agua de los ríos y todos los ríos desaguan en é l 17. Así pues, con dejarnos esto muy claro, nos está significando la deshidratación, el oscureci­ m ien to 18 y la reducción hasta lo más sutil de los cuerpos, o sea de las substancias. I ll bis. D ice Dióscoro: «¿Y cóm o pudo afirmar que se nos ha impuesto el juramento de no revelárselo a nadie abiertamente?» — Bien dijo lo de «a nadie», esto es, a nadie de los no iniciados. Y es que lo de «a nadie» no se refiere a cualquiera, pues él m ism o, cuando habló, lo hizo para los que estaban iniciados y tenían, por tanto, ejercitada su mente. IV. Fíjate, ahora, en lo que dijo en la introducción de la Crisopeya 19: «Mercurio obtenido del cinabrio20, crisoc o la 21». D i ó s c o r o . — ¿También hay necesiddad de estas subs­ tancias? S in e s io .—

N o, Dióscoro. DIÓSCORO. — ¿De cuál, pues, hay necesidad? — Ya lo has oído, pero óyelo otra vez. El análisis de los cuerpos tiene com o fin el que tú los analices y los hagas 16 Nótese el juego de palabras entre Póntion (rhá) y Pontos (Ponto Euxino) / pontos. 17 Intentamos mantener la repetición de términos del original. 18 La oxidación o sulfuración. 19 O Fabricación de oro: cf., abajo, caps. IV, VII, XVI, XVIII. 20 El cinabrio es sulfuro de mercurio y constituye la principal mena de este metal. 21 En los textos griegos y latinos el término chrysókolla (de chrysós, «oro» y kolláó, «soldar metales»), lat. chrysocolla, designa la malaquita o el bórax (utilizado para facilitar la soldadura de los metales).

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líquidos, para que puedan fluir, oscurecerse22 y ser reducidos hasta lo más sutil. Esto es lo que se llam a agua divina23, y mercurio y crisocola y azufre natural. Existen también otras cuantas denominaciones: el emblanquecimiento es calcinación y la tintura en amarillo regeneración por el fuego. Unas substancias, en efecto, se calcinan a sí mismas y otras se regeneran a sí mismas por el fuego. El filósofo usa muchos nom bres24 para llamarlas, unas veces en singular y otras en plural, a fin de ejercitamos y ver si som os inteligentes. Y es que más abajo dice así: «Si eres inteligente y obras como está escrito, serás dichoso, pues con este m étodo vencerás la pobreza, ese mal incurable». Es así com o nos desvía y nos aparta del vano error, hasta el punto de librarnos de esa imagen aparente de la materia m últiple25. Atiende a lo que dijo en la introducción del libro: «Tam­ bién yo he venido a Egipto para traer las cuestiones naturales, de m odo que desdeñéis la materia múltiple». «Naturales» llam a a los cuerpos sólidos. Y es que si éstos no son disueltos por análisis y de nuevo se solidifican, no se podría llegar a la consumación de la tarea.

22 Cf., arriba, n. 18. 23 H ydör theíon, que, además de «agua divina» (adjetivo theíos) podría significar «agua-azufre» (sustantivo theíon): cf., a continuación, theíon ápyron (literalmente, «azufre no fundido, sin acendrar», es decir, en estado natural). Quizá el autor esté jugando con los dos sentidos. 24 Alusión a la nomenclatura mística desconocida para los no iniciados. Cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 807, n. 14, donde se dan varios ejemplos (cinabrio = vapor sublimado de mercurio; goma = yema de huevo; cad­ mía = magnesia, etc.). 25 Tés polyßlou phantasias: «dall’immaginazione della pluralità delle materie» (G arzy a ).

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V. Mira cóm o se expresó para que comprendiéramos que lo acuoso se saca de lo sólido, o sea la flo r 26: «Lo contenido en los líquidos, azafrán cilicio y aristoloquia», etcétera. A l referirse de tal manera a las flores nos demostró que lo acuoso se saca de lo sólido. Y, para convencernos de que esto es así, después de haber dicho «orina incorrupta»27, añadió «agua de cal v iv a 28, agua de p otasa29, agua de h e z30 y agua de alumbre», y al final dijo «leche de perra». Para nosotros está claro que todo esto se tom ó del acervo común, pues entre los disolventes de los cuerpos agregó el agua de natrón y el agua de hez. M ira cóm o se expresó: «Éste es el asunto tratado por la Crisopeya, ésas son las substancias que transform an31 la materia y consiguen los metales y producen los cuerpos resistentes al fuego. Y es que fuera de esto no hay nada seguro. Así pues, si eres inteligente y obras com o está escrito, serás dichoso». VI. DlóSC.— ¿Y cóm o puedo captarlo con mi inteli­ gencia, filósofo? El método es lo que quiero aprender de ti. Pues, en el caso de que siga lo que se ha dicho, no obtendré de ello provecho alguno.

26 El término ánthos ya tiene el sentido de «brillo» o «color» en T eo g n is , 452; P la tó n , República 429 d, etc. En los textos alquímicos significa a menudo, concretamente, la tintura. 27 Oüron áphthoron podría traducirse por «orina de niño» («pura»), 28 A sbéstou (se. titánou): literalmente «de (cal) que no se apaga». Cf. también la expresión titanos zôsa (A e c io , I 393). 29 Spodokrámbés: literalmente «de ceniza de col». La ceniza de com­ bustibles vegetales contiene carbonato de potasio. 30 El crémor tártaro. 31 D e nuevo existe un juego de palabras entre los verbos m etalloiöö y metalleúó (más abajo).

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— Escucha, D ióscoro, sus palabras, aguza tu intelecto y fíjate cóm o se expresa: «Transmuta su naturaleza, pues la naturaleza está dentro escondida». — Sinesio, ¿de qué transmutación habla? — H abla de la de los cuerpos32. —¿Y cómo te la transmutaré? ¿O cóm o saco la naturaleza fuera? —Aguza tu intelecto, D ióscoro, y atiende a cóm o se expresa. Si, en efecto, la tratas com o debes hacerlo, seguro que sacas la naturaleza fuera. Tierra de Q uíos33, «asterites»34, cadm ía35 blanca, etcétera: observa qué gran perspicacia la de este hombre, cóm o todo a lo que aludió era blanco para indicar el emblanquecimiento. Pues bien, lo que él quiere decir, Dióscoro, es lo siguiente: mete esos cuerpos en mercurio y límalos muy fino; tom a luego más mercurio —que el mercurio todo lo atrae hacia sí— , déjalo que se m acere36 tres o cuatro días y mételo en una caldera colocada sobre un rescoldo que no conserve un fuego vivo sino lento, que es la «cerotacís»37. Pues bien, mientras el fuego actúa se le adapta a la caldera un instrumento de vidrio con form a de mamila, aplicado por la parte de arriba, pero que quede con la cabeza hacia abajo38. Y el agua que ascienda por esa especie 32 Se sobreentiende «metálicos». 33 En otros textos alquímicos se identifica con el ocre. 34 Piedra preciosa desconocida (lat. asterites, asteria). 35 Se refiere a la magnesia, substancia de color blanco. 36 Traducimos por este término técnico (al igual que G arzya ) el verbo péssó. 37 La kerotakís es, primeramente, una plancha o paleta utilizada por los pintores para poder emplear en caliente los colores diluidos en cera fundida en una técnica similar a la pintura al encausto. 38 Se trata de un alambique.

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de mama, recógela, consérvala y haz que se corrompa. Esto es lo que se llama agua divina39. En ello se cifra la transmu­ tación: por este procedimiento puedes sacar fuera la natura­ leza escondida en el interior. El nombre que recibe es disolu­ ción de los cuerpos. Cuando aquélla se corrompe, su nombre es vinagre, vino rancio40 u otros similares. VII. Y para que te maravilles de la sabiduría de este hombre, observa cóm o hizo dos catálogos, de la Crisopeya y de la Argiropeya, y, a su vez, dos líquidos, uno para el amarillo y otro para el blanco, o sea para el oro y la plata, y llamó al catálogo del oro Crisopeya y al de la plata

A rgiropeya41. DlóSC. — Muy bien hablaste, filósofo Sinesio. Mas, ¿qué es lo primero del Arte, tinturar de blanco o de amarillo? S in . — D e blanco antes. DlóSC. — ¿Y por qué se refirió primero a la tintura en amarillo? — Porque el oro es más preciado que la plata. —¿Y así debemos hacerlo, Sinesio? —N o, Dióscoro, sino ejercitar nuestro intelecto y nuestro espíritu. D e este m odo se han dispuesto las cosas, escucha sus palabras: «Me dirijo a vosotros com o seres inteligentes y así ejercito vuestro intelecto». Y, si quieres comprenderlo cabalmente, atiende al hecho de que, en los dos catálogos, antes que nada se ha colocado el mercurio, tanto en el amarillo, o sea, el oro, com o en el blanco, o sea la plata. Y en el libro del oro dijo: «Mercurio obtenido del cinabrio»;

35 Cf. capít. IV y n. 23. 40 Así traducimos óínos amemtfos. 41 Cf. n. 6 y capít. II.

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y en el de la plata dijo: «Mercurio obtenido del arsénico y la sandáraca»42, etcétera. VIII. D ló s c . — Entonces el mercurio es de diversos tipos. SIN. — Sí, es de diversos tipos, aun siendo uno sólo. D ló s c . — Y, si es uno sólo, ¿cómo es de diversos tipos? S in . — Pues sí, hay de diversos tipos y tiene un poder grandísimo. ¿No has oído decir a H erm es43: «La miel blanca44 y la miel amarilla»? DlóSC. — Sí, lo he oído. Pero lo que quiero aprender, Sinesio, es la puesta en práctica, enséñamela. En todo caso, ¿el mercurio puede asumir el aspecto de todo? S in . — Lo has captado, D ióscoro. Pues, com o la cera coge el color que se le aplica, así también el mercurio, filósofo, lo blanquea todo y le saca a todo el alm a45, lo cuece refinándolo y lo absorbe. Estando, entonces, propiamente predispuesto y poseyendo en sí mismo el principio húmedo en su totalidad, tras experimentar la descom posición puede cambiar totalmente los colores y se convierte en substancial, mientras éstos sólo constituyen cualidades no substanciales. O mejor, el mercurio, que constituye entonces algo no subs­ tancial, se convierte en mordiente por los tratamientos em­ pleados sobre los cuerpos y sus m aterias46.

42 Por el término hydrárgyros el autor entiende tanto el mercurio como el arsénico gris o metálico: cf, capít. XVIII y ed. G a r zy a , 1989, pág. 809, n. 19. La sandáraca es el rejalgar o sulfato de arsénico. 43 Hermes Trismegisto: cf. Dión 51 b. 44 O sea, el m ercurio. 45 La substancia. 46 E stas no cio n es siguen de cerca las ideas d e l Timeo p latónico: cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 810 s., n. 21.

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IX. D ló s c . — ¿Y cuáles son estos cuerpos y sus mate­ rias? S in . — La tetrasom ía47 y sus afines. D l ó s c . — ¿Y cuáles son sus afines? S in . — ¿Has oído decir que sus materias son sus almas? D ló s c . — Y, entonces, ¿las materias son sus almas? SIN. — Sí; pues, como el carpintero, cuando coge madera y hace un sillón o un carro o cualquier otra cosa, sólo trabaja con la materia, así también procede, filósofo, este Arte cuando divide aquellos cuerpos. Escucha, Dióscoro: el cantero alisa la piedra o la corta, con el fin de dejarla lista para su empleo. Igualmente, también el carpintero corta la madera y la alisa, de m odo que se convierta en un sillón o un carro; y en ninguna otra cosa pone el artesano su cuidado48 sino sólo en la forma, pues ninguna otra cosa tiene sino madera. Igualmente, también el bronce se convierte en estatua o anillo o cualquier otro objeto, con sólo que el artesano ponga su cuidado en la forma. Es así com o también el mercurio, tratado por nosotros, asume cualquier forma y, una vez que queda fijado, según se ha dicho, en un cuerpo constituido por la aleación de los cuatro elementos metálicos, permanece firme e indeleble, dom inante y dom inado. Por eso, también P ibequio49 hablaba de que tenía muchas afini­ dades. X. D ló s c . — Bien lo has resuelto, filósofo. Me has ins­ truido, filósofo. Pero, en efecto, quiero volver a las palabras 47 Aquí no se trata de los cuatro elementos, sino de los cuatro metales imperfectos: cobre, estaño, hierro y plomo. 48 El autor emplea el verbo charízomai («a ninguna otra cosa le concede su favor...»). 49 Nada seguro sabemos de este personaje. Su nombre varía en los códices («Pebiquio», «Epibequio»),

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de nuestro hombre y conocer desde sus rudimentos lo que él ha dicho de una manera ambigua. «Mercurio obtenido de cinabrio»; todo tipo de mercurio, entonces, procede de cuer­ pos metálicos. Pero, ¿no m encionó él el cinabrio para dejar claro que aquél se obtiene del cinabrio? Y, aun así, el cinabrio es mercurio amarillo, mientras que éste, el mercurio, es blanco. S in . — El mercurio es blanco en acto y resulta ser amarillo en potencia50. D ló s c . — ¿Acaso no decía esto el filósofo: «Oh, natura­ lezas celestiales, creadoras de las naturalezas que, gracias a las transmutaciones, vencéis a las naturalezas»? S in . — Sí, y por eso ha dicho: «Si no hay transmutación, es imposible que se produzca lo que se espera, y en vano se afanan quienes investigan sobre las materias si no indagan también sobre las naturalezas de los cuerpos de la magnesia». Y es que a quienes ponen por obra y por escrito estas mismas palabras les está permitido hacer la configuración de una manera u otra51. «Cuerpo de la magnesia», en efecto, ha dicho, o sea mezcla de substancias52, y, por eso, más abajo, en el capítulo introductorio de la obra sobre la fabri­ cación del o r o 53, añadió: «Toma mercurio y fíjalo con el cuerpo de la magnesia». X I. D ló s c . — ¿Es, entonces, el mercurio el elemento más preciado? 50 Se trata del mercurio libre y del mercurio combinado: cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 812, n. 24. 51 Schématízein: «... è lecito configurare indifferentemente piú soluzioni» (G a rzy a ).

52 Se trata de una aleación de varios metales: cf. ed. G ar zy a , 1989, págs. 812 s., n. 25. 53 La Crisopeya arriba mencionada.

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S in . — Sí, pues gracias a él el todo se disgrega y de nuevo se recom pone y la crisocola o «batraquio»54 posibilita, gra­ dualmente, cada uno de los tratamientos. Se encuentra tam­ bién en las piedras verdes. D lóS C .— ¿Y qué podría ser la crisocola o «batraquio»? ¿Cuál sería el significado de «se encuentra también en las piedras verdes»? SIN. — Preciso es, entonces, que nosotros lo indaguemos. Y debemos, antes que nada, conocer cuántas son las propie­ dades del color verde. Vam os, pues, a comenzar hablando del hombre; que el hombre es el más preciado de todos los seres de la tierra. En efecto, de uno que está pálido décimos que se ha puesto verde y es evidente que, com o el ocre, cambia su aspecto, que pasa a ser d o ra d o 55. Y aún más sirve de ejemplo la cáscara del lim ón, que tiene el aspecto del amarillo pálido. M ás abajo el autor se ha referido también al «arsénico am arillo»5S, para indicar el aspecto de ese color pálido. XII. Para que veas con qué gran perspicacia ha dicho particularmente esto, presta atención a cóm o se expresa: «El mercurio obtenido del cinabrio es el cuerpo m etálico de la magnesia». Luego añade la crisocola, el claudiano57 y el 54 Para la crisocola, cf., arriba, n. 21. El batráchion (que como planta es el ranúnculo) recibe este nombre por su color verde similaí al de la rana (bátrachos) y suele ser identificado también con la malaquita. 55 Así se quiere explicar el hecho de que la malaquita, con su color verde, sirva en la fabricación del oro (cf. öchriäzö, «ponerse amarillo, estar pálido» / échra, «ocre amarillo»), 56 El oropimente. 57 En la terminología mística de la alquimia el claudiano es un elemento que se compone de diversos integrantes: cf. ed. G a r zy a , 1989, pág. 807, n. 14.

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arsénico. Introdujo de nuevo el nombre de lo m asculino58 para distinguirlo de las substancias femeninas: después del claudiano, el arsénico amarillo, poniendo así dos nombres de substancias amarillas femeninas junto a dos masculinas a continuación59. Es necesario, pues, que nosotros investigue­ mos y veamos qué significa esto. Me encuentro algo descon­ certado, Dióscoro: ahora descom ponen el oro, luego vuelve a tomar cadmía y luego «androdamante»60. El «androdamante» y la cadmia son secos y así demuestra él la sequedad de los cuerpos. Y, para dejarlo bien claro, añadió alumbre descompuesto. Mira qué gran sabiduría la de este hombre, al decir alumbre descompuesto, para que incluso las personas sensatas61 comprendieran su forma de enseñarles: quizá debía convencer incluso a los no iniciados. Y, para que tu certeza fuera mayor aún, introdujo inmediatamente el azufre natu­ ral62, que es el azufre no calcinado — al todo, o sea a las especies desecadas, a ese todo que son los cuerpos convertidos en uno sólo, lo llama más abajo azufre no calcinado— , y a continuación se añade la pirita disuelta, sin confirmar — de una manera, por tanto, imprecisa— la utilización de ninguno de los otros cuerpos. Queda com o algo seguro el hecho de que las substancias restantes son secas. Y, al distinguirlas, pasando de las secas a las acuosas, añade el m in io63 del Ponto. M inio ha dicho, pero del Ponto. Pues, si no hubiera 58 El arsénico es lo masculino (cf. arsénikon / ársen). 59 El mercurio (cinabrio) y la crisocola junto al claudiano y el arsénico. 60 La pirita, ya sea la amarilla, la arsenical (mispiquel) o la blanca (marcasita). 61 Y no sólo los iniciados, se sobreentiende. 62 Cf., arriba, n. 23. 63 La sínopis es «la tierra de Sinope» (ciudad de Paflagonia, en el Ponto Euxino), el minio o bermellón (cf. el término «sinopia»).

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agregado «del Ponto», no se hubiera hecho entender64. Para confirmarlo, ha añadido agua natural de azufre, la que se obtiene del azufre solo, la que es azufre. XIII. DlóSC. — Bien lo has resuelto, filósofo, pero atiende a cóm o se ha expresado: «En el caso de que, habién­ dolo disuelto con cal viva65, ...». S in . — D ióscoro, no prestas atención. La cal viva es blanca y el agua que de ésta sale, la que de ella se obtiene, es blanca y áspera; y el azufre, con el hum o producto de su calcinación, blanquea. Así pues, por mor de la claridad ha introducido de inmediato el vapor de azufre. ¿No nos lo ha dejado patente? D ló s c . — Sí, bien has hablado. Y, a continuación, sári66 amarillo, vitriolo67 amarillo y cinabrio68. Sin. — ¿Amarillos el sôri y el v itrio lo 69? ¿Cómo? Tú no ignoras que son verdes. Él lo ha dicho así, entonces, para insinuar la reducción70 del cobre al estado m etálico o su búsqueda, o, más bien, la del T o d o 71 a partir de la coloración. Y, para confirmarlo de nuevo, al final agregó: «Tras quitar, 64 Cf., arriba, n. 16. 65 Cf., arriba, n. 28. 66 El sôri es quizá la melanterita o melanteria (hidrosulfato natural de hierro). 67 O caparrosa. El chálkanthon es sulfato de cobre. 68 Como variante de los manuscritos, en vez de «cinabrio» tenemos «sal amoniacal». 69 Por oxidación en contacto con el aire su color se convierte en amarillo: cf. ed. G ar zy a , 1989, pág. 816, n. 35. 70 El término técnico es exiosis. Por «búsqueda» traducimos exichneusis («indagación, rastreo»). 71 De esta oscura manera parece que se da a entender «la materia prima de las transmutaciones metálicas (propiamente el ‘molibdocalco’ o el metal de la magnesia)»: ed. G a r zy a , 1989, pág. 817, n. 36.

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pues, el orín —lo que se llama la ‘reducción’— y una vez que se han aplicado entonces los líquidos, se produce la tintura permanente en amarillo». Y es aquí, en realidad, donde se demuestra la abundancia de recursos de nuestro hombre. XIV. Mira, pues, cóm o organizó de inmediato la expli­ cación al hacer uso de ella y decir: «Las substancias de los líquidos son éstas: azafrán cilicio, aristoloquia, flor de cártamo y flor de murajes, los que tienen la flor azul». ¿Qué más podía decir o enumerar, para convencernos72, sino flor de murajes? En efecto, asómbrate conmigo: no dijo sólo «de mu­ rajes», sino también «flor». Con «murajes» nos indica el hecho de ascender73 el agua y, con «flor», el de ascender las almas de estas plantas, o sea sus espíritus74. Y es que, si esto no es así, no hay nada seguro y los desdichados que en vano se aventuran para su mal en los vaivenes de este piélago, expuestos a muchas y penosas fatigas, quedarán frustados. XV. DlóSC. — ¿Y por qué este pródigo filósofo y buen maestro introdujo el rapóntico? S in . — Mira qué abundancia de recursos la de este hom ­ bre. Se refirió propiamente al ruibarbo y, para convencernos, introdujo «póntico». Pues, ¿qué filósofo no sabe que el

72 L iteralm en te: «p ara co nvencer a n u estro s corazones». 73 T en em o s aq u í u n nuev o juego de p a la b ra s en tre el térm in o anagallís («m urajes») y el verbo anágó (con anagôgë se d esigna la «destilación» o «sublim ación»),

74 C o n pneúm a (las m aterias volátiles) se desig n a ta n to lo que se d a en llam ar la «flor» de los m etales (la p arte m ás sutil de ellos que, p o r sublim ación o d estilació n , q u e d a en lo m ás alto del alam bique), com o el «alma» d e las p lan tas. E xisten , adem ás, en el pasaje ciertos ecos de las ideas neoplatónicas sob re la ascen sió n y ca íd a d e las alm as: cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 817, n.

37.

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P o n to 75 se surte de los ríos que por todas partes lo rodean con sus aguas? D l ó s c . — Verdad es, Sinesio, lo que has expresado y hoy me has henchido de gozo el alma. Y es que éstas no son cosas mediocres. Ahora te pido que me instruyas en una cosa más. ¿Por qué arriba dijo «vitriolo amarillo» y aquí, de una manera imprecisa, añadió «con el vitriolo azul»? S in . — Pues estos términos, D ióscoro, indican las flores, que resultan ser de color verde amarillento. Por tanto, dado que el agua que va subiendo76 necesita solidificarse, él añadió de inmediato «goma de acanto». Luego añade «orina inco­ rrupta, agua de cal viva, agua de potasa, agua de alumbre, agua de natrón, agua de arsénico y de azufre77». Mira cómo m encionó todas las substancias capaces de disolver y las que pueden producir la dispersión, con el propósito evidente de instruirnos en lo relativo al análisis de los cuerpos metálicos. XVI. D ló s c . — Sí, has dicho bien. ¿Y cóm o es que al final ha dicho «leche de perra»? ¿Para demostrarte que el Todo se saca de lo com ún78? S in . — Realmente lo has entendido, D ióscoro. Pero atiende a cóm o se expresa: «Éste es el asunto tratado por la

Crisopeya». D l ó s c . — ¿Cuál es el asunto? S in . — ¿Quién no sabe que todas las cosas son volátiles79? Y es que ni la lech e80 de asna ni la leche de perra pueden 75 Cf., arriba, n. 16. 76 Por destilación. 77 Cf., arriba, cap. V. 78 Juego de palabras entre kynós («de perra») y koinós («común»; pronunciado kinós). 79 El término griego es pheukíá. 80 «Leche» con el sentido simbólico frecuente en el lenguaje de los

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resistir el fuego; pues la leche de asna, si la dejas depositada en un lugar durante el suficiente número de días, se evapora. D ló s c . — ¿Y qué quiere decir lo de: «Ésas son las subs­ tancias que transforman la materia y ésas las que producen cuerpos resistentes al fuego, siendo éstos, como son, volátiles»; y lo de: «Fuera de esto no hay nada segu ro81»? S in . — Lo dice para que los desdichados82 crean que esto es verdad. Pero escucha qué palabras añade m ás adelante: “Si eres inteligente y obras com o está escrito (en vez de: «Si eres sabio y decides con discernimiento el cálculo tal com o debe emplearse»), serás dichoso». DlóSC. — ¿Y qué dijo en otro lugar? S in . — «Os hablo a vosotros que tenéis sentido. Es preciso, pues, que nosotros ejercitemos nuestros espíritus83 y que no seamos engañados, a fin de poder escapar al incurable mal de la pobreza y no seamos vencidos por ella ni caigamos para nuestro infortunio en esa pobreza huera, quedándonos frustrados. Debem os ejercitar nuestros espíritus y aguzar el intelecto». XVII. D l ó s c .— ¿Y por qué añade «aplicar»? S in . — N o está hablando de lo ya dicho an tes84, sino de lo que hay que entender85. Él vuelve, pues, a decir que el m isterio s egipcios e incluso en la q u ím ica m o d ern a: cf. ed. G arzya , 1989, pág. 818 s„ n. 41.

81 Cf., arriba, cap. V. 82 Así se alude a los no iniciados. 83 En el texto de B er t h e l o t : «... que vosotros ejercitéis vuestros espíri­ tus...». 84 Cf., arriba, caps. IV y VII. 85 La lectura de las primeras palabras varía (Ou dialégei tá prolegomena): ou dià toülo légei... («no dice por eso...»); ou did < p h o rd > légei < p a ra > tá prolegomena («no dice cosas diferentes de las ya dichas»; «no se contradice»). Seguimos la interpretación de G ar zy a que acepta el texto de B e r t h e l o t .

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oro se trata por medio del coral de o r o 86, la plata por medio del oro, el cobre por medio del oro, y el plom o o el estaño por medio del «m olibdocalco»87. M ira cóm o él ha hecho que nosotros subamos los escalones del Arte, sin pisar en falso ni caer en el abismo de la ignorancia respecto de todo lo que aquéllos88 nos señalaron. Es mucha, en efecto, la sabiduría de este hombre, pues, tras haber manifestado: «Baste con lo dicho sobre el asunto propio de la Crisopeya», añade estas palabras: «Bien, a continuación expongam os de manera exhaustiva el tratado sobre la Argiropeya», para demostrarnos que se trata de dos procedimientos distintos, que la argiropeya tiene preferencia y primacía sobre todo lo demás y que sin ésta nada se podrá conseguir. XVIII. Escucha lo que dice además aquí: «El mercurio obtenido del arsénico o del azufre o del albayalde o de la magnesia o del antimonio itálico». Arriba, entonces, en la Crisopeya: «Mercurio obtenido del cinabrio»; y aquí: «Mer­ curio obtenido del arsénico o del albayalde, etcétera». DlóSC. — ¿Y cóm o admite que el albayalde se convierte en mercurio? SIN. — Es que no ha dicho que saquem os mercurio del albayalde, sino que sus palabras aluden al emblanquecimiento de los cuerpos, o sea, a su retorno89. Pues aquí habló de todas las substancias blancas y allí de las amarillas, para que 86 «Por medio de la aplicación», se sobreentiende, «Coral de oro» es un nombre que reciben varios metales en los textos alquímicos. 87 Aleación de plomo y cobre. 88 Los maestros alquimistas de antaño. 89 Se sobreentiende: «a una forma común». El término griego es anákampsis, que parece aludir al llamado «mercurio de los filósofos» (materia prima metálica) o a una aleación que recibe el hombre de asènv. cf. ed. G a r z y a , 1989, pág. 820, n. 45.

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lo comprendiéramos. M ira cóm o se expresa: «El cuerpo metálico de la magnesia produce coral de oro»; y aquí: «cuerpo metálico de la magnesia», el de la magnesia sólo o del antim onio itálico. Baste con lo que brevemente se os ha dicho. Lo necesario es ejercitar de antemano el intelecto para reconocer la acti­ vidad de la naturaleza respecto de todo lo que se lleva a cabo con la cooperación de D io s 90. Preciso es, en efecto, que vosotros sepáis que, primero, se debe macerar las especies y conseguir, mediante fusiones, que las de color semejante alcancen una sola coloración. Los dos m ercurios91 se con­ vierten así en substancias mercuriales y luego se separan en la descom posición. Con la ayuda de D ios empezaré m i comentario n .

90 Podrían rastrearse aquí ciertas ideas neoplatonizantes: cf. ed. G ar zy a , 1989, pág. 820, n. 46. 91 Hydrargyrízontai·. «I due m ercu ri esercitan o cosi la lo ro azione m ercurizzante» (G arzya ). C f., arrib a, n. 42.

92 Cf. la introducción al tratado.

IN D IC E D E D E ST IN A T A R IO S D E LAS C A R T A S

Se indica el número de la carta.

A un amigo: 38. Anastasio: 22, 40, 48, 79. Anisio: 6, 14, 34, 59, 77, 78, 94. Asclepiódoto: 126. Atanasio: 121. Aureliano: 31, 35, 47. Auxencio: 60, 117. Cirilo: 12. Cledonio: 39. Constante: 27. Crises: 83. Diógenes: 20, 23. Domiciano: 155, 156. Evoptio: 3, 5, 8, 18, 32, 33, 36, 45, 52-58, 65, 82, 84-87, 89, 92,95,104-111,113,114,120, 122, 125, 127, 132, 135, 136. Al gobernador: 21.

E Heliodoro: 17, 25, 116. γHerculiano: 137-146. A su hermana: 7. A g Herodes: 19. Hesiquio: 93. Hipatia: 10, 15, 16, 46, 81, 124, ^ 154. Juan: 2, 43, 63, 64. J Juan, amigo de Sinesio: 147. J A ^ un magistrado: 62. Martirio: 19. ^ Nicandro: 1, 75. ^ A ^ un obispo: 128. A ¿ los obispos: 41, 42, 72. Olimpio: 44, 96-99, 133, 148, C 149. P Pedro: 13.

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Pentadio: 29, 30. Pilémenes: 50, 61, 71, 74, 88, 100-103, 129, 131, 134, ISO153. A los presbíteros: 4, 11. Proclo: 70. Simplicio: 24, 28, 130.

Teodoro (quiza Teodosio): 7; (médico) 115. Teófilo: 9, 66-69, 76, 80, 90. Teotimo: 49, 51. Trifón: 119. Troilo: 26, 73,91,112,118,123. Uranio: 37.

IN D IC E D E CONCEPTOS IN C LU ID O S EN A D IÓ SC O R O

Se Índica el capítulo. Se emplean paréntesis cuando no se trata de menciones expresas, así como para remitir a las notas aclarato­ rias.

Agua de alumbre: V, XV. Agua de arsénico: XV. Agua de azufre: XII, XV. Agua de cal viva: V, XV. Agua de hez: V. Agua de natrón: V, XV. Agua de potasa: V, XV. Agua divina: IV, VI. (Alambique): VI (n. 38). Albayalde: XVIII. Aleación: IX. Alma: VIII, IX, XIV (n. 74). Alumbre: V, XII. Amarillo: II, IV, VII, XI, XIII, XVIII. «Androdamante»: XII.

Antimonio itálico: XVIII.

Argiropeya: VII, XVII. Aristoloquia: V, XIV. Arsénico: VII, XI, XII, XVIII. Arte (alquimia): II, VII, IX, XVII. «Asterites»: VI. Azafrán cilicio: V, XIV. Azufre: IV, XII, XIII, XVIII. «Batraquio»: XI. Blanco: II, VI, VII, XVIII. Cadmía: VI, XII. Cal viva: XIII. Cártamo: XIV.

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Cera: VIII. «Cerotacís»: VI. Cinabrio: IV, VII, X, XII, XIII, XVIII. Claudiano: XII. Cobre: XIII, XVII. Cocciones, cocer: II, VIII. Color, coloración: VIII, XI, XIII, XV, XVIII. Coral de oro: XVII, XVIII. Crisocola: IV, X, XII. Crisopeya: I, V, VII, (X), XVI, XVII, XVIII. Deshidratación, deshidratar: II, III. Disolución, disolventes, disolver: V, VI, XV. Estaño: XVII. Flor: III, V (n. 26), XIV (n. 74), XV. Goma de acanto: XV. Leche de asna: XVI. Leche de perra: V, XVI. Líquidos: I, IV, V, VIII, IX, XIII, XIV. Macerar: VI, XVIII. Magnesia: X, XII, XVIII. Materia: IV, V, VIII, X, XVI. Mercurio: IV, VI-XII, XVIII.

(Mercurio de los filósofos): XVIII (n. 89). Metales: V, IX, X, XII, XV, XVIII. Miel: VIII. Minio: XII. «Molibdocalco»: XVII. Mordiente: VIII. Murajes: XIV. Ocre: XI. Orina incorrupta: V, XV. Orín: XIII. Oro: I, VII, XII, XVII. (Oxidación): III (n. 18), IV. Piedras: I, XI. Pirita: XII. Plata: I, VII, XVII. Plomo: XVII. Púrpura: I. (Quinta esencia): II (n. 13), IV. Rapóntico: III, XV. Ruibarbo: XV. Sandáraca: VII. Solidificación, solidificar, sóli­ dos: I, IV, V, XV. Sôri: XIII. (Sulfuración): III (n. 18), IV. Tetrasomía: VIII (IX). Tierra de Quíos: VI. Tinturas: I, IV, VII, XIII.

INDICE DE CONCEPTOS

Transmutación, transmutar: VI, X. Vapor de azufre: XIII.

Vinagre: VI. Vino rancio: VI. Vitriolo: XIII, XV. Volátil: XIV (n. 74), XVI.

ÍNDICE DE NOMBRES

Se incluyen también los patronímicos, los gentilicios y los títulos de obras. De las Cartas (C.) se indica número y línea. En el caso del escrito A Dióscoro (D.) se remite al capítulo. Como en el índice anterior, se usan paréntesis cuando la mención no es expresa. Por medio de guiones distinguimos los personajes del mismo nombre (que son identificados en el propio texto o en las notas).

Abdera: D. I. Ablabio: C. 61, 27. Abraham: C. 41, 42. Abrahamio: C. 99, 22. Acacio: C. 55, 2. Academia: 56, 11; 136, 11. Adrastea: C. 5, 128. Afrodita: C. 5, 233; 154, 70. Agamenón: C. 148, 124. Agatocles: C. 6, 7. Agémaco: C. 148, 57. Agemaquetas: C. 148, 100. Agrigentino: C. 42, 18. Altales: C. 145, 19, 22.

Alejandría: C. 5, 12, 199; 21, 4; 66, 69, 235; 79, 88, etc.; D. título. Alejandro: C. 46, 2; 150, 2. Alejandro de Afrodisias: C. 129, 37. Alejandro de Cirene: C. 66, 303; 67, 2, 18, 42, 54. Alejandro Magno: C. 52, 11. Amalecitas: C. 4, 40. Amaltea: C. 154, 23. Amaranto: C. 5, 35, 49, 53, 65, 105, 152. Amasis: C. 48, 1, 10.

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Amelio: C. 145, 6. Aminciano: C. 27, 3. Amón: C. 5, 236; 148, 16. Amonio: C. (18, 1); 20, 5; 21, 3. Ampelio: C. 80, 3. Anagirunte: C. 136, 4. Anastasio: destinatario de las C. 22,40,48 y 79; C. 79,31,115. — C. 26, 2; 100, 1. Andrómaca: C. 110, 3. Andronico: C. 41, 63, 75, 77, 138, 160, 180, 209, 294, 331; 42, 1, etc.; 72, 1, etc.; 77, 3; 79, 3, etc.; 90, 1, 4. Anisio: destinatario de las C. 6, 14, 34, 59, 77, 78 y 94; C. 59, 2; (94, 3). Antemio: C. 49,16; 51, 3, 4, 11; 73, 5, 29, 68; 75, 10; 79, 59. 70; 118, 9. Antioco: C. 110, 22. — C. 110, 22. Antonio: C. 76, 6, 11. Apeles: C. 1, 19, 20. Aprosilis: C. 125, 2. Aquiles: C. 5, 114; 123, 4. Arabes: C. 5, 96. Arquíloco: C. 130, 34. Argiropeya: D. VII, XVII. Aristéneto: C. 133, 2. Aristides: C. 101, 60. Aristipo: C. 52, 20. Aristón: C. 152, 6. Aristóteles: C. 56, 10; 154, 88. Arríanos: C. 66, (65), 145.

Arrio: C. 128, título. Artabázaco: C. 135, 2. Arte (alquimia): D. II, VII, IX, XVII. Artemis: C. 41, 148. Asclepíadas (médicos): C. 120, 1. Asclepio: C. 126, 17. Asclepiódoto: destinatario de la C. 126; C. 126, 14. Asfalio: C. 39, 3. Asterio: C. 61, 2, 16, 31, 32. Asusamante: C. 125, 19. Atamante: C. 76, 2. Atanasio: C. 5, 265; 16, 11. — C. 32, 1. — C. 66, 80. — destinatario de la C. 121. Ate: C. 147, 3. Atenas: C. 54,1; 56, 3, 6; 136,1, 7, 16; 154, 70. Atenienses: C. 93, 1; 152, 6. Ático: C. 54, 4; 67, 17. Atir: C. 33, 1. Atrida: C. 148, 124. Augustal: C. 105, 122. Aureliano: destinatario de las C. 31, 35 y 47; C. 61, 14. Ausurianos: C. 41, 62, 69; (69, 5); 78, (6), 33; (108, 11); (122, 4); (125, 2); (132, 17); (133, 21). Auxencio: destinatario de las C. 60 y 117. Axumitas: C. 122, 1.

INDICE DE NOMBRES

Áyax de Oileo: C. 5, 109, 113. Áyax de Telamón: C. 52, 11. Azario: C. 5, 191. Babilonio: C. 42, 19. Balagritas: C. 104, 12; 132, 23. Bárbaros (mauritanos): C. 148, 81. Basinúpolis: C. 67, 11. Batía: C. 125, 2. Bato: C. 134, 36. Bendideo: C. 5, 1. Berenice: C. 42, 1. Bitinia: C. 66, 304; 67, 10, 21. Bombea: C. 104, 92. Canobo: C. 148, 31. Cafarodita: C. 6, 9. Cario: C. 79, 28. Camas: C. 6, 1, 8; 14, 1. Carnéades: C. 52, 19. Carpatios: C. 38, 2; 53, 5. Castricio: C. 33, 1. Cécrope: C. 3, 20, 21. Cefisia: C. 136, 5. Cefrén: C. 42, 18. Celesirios: C. 73, 11. Cercope: C. 101, 51. Cerealio: C. 130, 1, 35; 132, 24. Cíbele: C. 3, 14. Ciclope: C. 121, 27; 137, 5; 148, 130. Cicones: C. 5, 246. Cilicio: D. V, XIV. Cinegéticas: C. 101, 9; 154, 12.

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Cípride: C. 75, 3. (Circumcelliones): C. 66, 284. Cirenaica: C. (130, 37); 148, 7. Cirene: C. 5, 13; 52, 19; 60, 11; 94, 1, 22; 95, 59; etc. Cireneos: C. 26, 1; 66, 72; 119, 3; 130, 51; etc. Cirilo: destinatario de la C. 12; C. 12, 1. Ciro: C. 146, 22. Cledonio: destinatario de la C. 39. Cleopatra: C. 125, 20. Clinias: C. 79, 21, 61, 123. Constante: destinatario de la C. 27. Coribantes: C. 122, 18. Cotis, Cotito: C. 43, 116; 45, 8. Creta: C. 129, 30. Cretenses: C. 94, 9. Crises: destinatario de la C. 83; C. 83, 3. Crisipo: C. 136, 12. Crisopeya: D. IV, V, VII (10), XVI-XVIII. Cristiano: C. 4, 25; 42, 4; 66, 171. Cristo: C. 9, 4; 41, 55, 60; 42, 14, 22, 30, 32, 53, 71; 66, 74, 118. Chipre: C. 148, 80. Dafnis: C. 127, 25. Dálmatas: C. 87, 2.

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SINESIO DE CIRENE

Decelea: C. 79, 51. Délfico: C. 142, 4. Demócrito: D. I. Derna: C. 66, 131, 189. Diogenes: destinatario de las C. 20 y 23; C. (118, 3); 119, 1,5; 131, 6, 10; 134, 14. — C. 99, 4. C. 154, 47. Dionisio de Siracusa: C. 6, 7. Dionisio: C. 27, 6. — C. 65, 1. — C. 105, 69. Dios: C. 41, 42; 66, 174, 317; 105, 97, 98; etc.; D. XVIII. Dioscúrides: C. 49, 3; 79, 84; 95, 68. Dioscorio, Dióscoro: C. 5, 261; 55, 6; 111, 1. Dióscoro: C. 66, 130, 137, 191, etc. — D., título, etc. Diostas: C. 125, 20. Domiciano: destinatario de la C. 155 y 156. Dorios: C. 41, 215. Eco: C. 46, 1. Egipcios: C. 41, 243; 61, 1, 73, 11; 101, 23; 133, 39; 146, 35; D. II, (XVII). Egipto: C. 123, 9; 128, 3, 5; 136, 15; 145, 9; etc.; D. I, IV. Emilio: C. 43, 10, 72, 149, 155; 52, 1.

Epimeteo: C. 5, 9. Eritra: C. 53, 2. Eritro: C. 66, 55, 88, 131. Escila: C. 5, 39. Esfeto: C. 136, 4. Esón: C. 123, 20. Esparta: C. 41,215; 101,29; 142, 8. Espartano: C. 101, 58; 145, 7. Espátalo: C. 43, 124, 130, 137. Espíritu Santo: C. 66, 176; etc. Esquines: C. 3, 1. Estratonice: ¿(destinataria de la C. 7)?; C. 75, 3. Eucaristo: C. 101, 70. Eumelo: C. 127, 18. Eunomio: C. 4, 2. Euristenes: C. 41, 214. Eusebio: C. 116, 4. Eutalio: C. 127, 5, 26. Evagrio: C. 79, 1, 78, 81. Evoptio: destinatario de las C. 3, 5, 8, 18, etc. (v. Indice I); C. 93, 12; (98, 12). Ezequías: C. 42, 20. Fálaris: C. 42, 18. Falero: C. 136, 5. Faos: C. 60, 5. Farmuti: C. 13, 3. Faros: C. 5, 2; (53, 8); 148, 30. Fausto: C. 122, 9. Feacios: C. 38, 4. Febamón: C. 144, 1. Fedro: C. 154, 63.

INDICE DE NOMBRES

Fenicia: C. 148, 81. Fenicios: C. 73, 10. Ficunte: C. 53,1; 101,1; 114,1; 129, 11; 132, 40. Filipo: C. 95, 95. Filolao: C. 81, 16. Filón: C. 66, 72. — C. 66, 73. Filoromo: C. 145, 5, 12. Filósofo (Demócrito): D. II, IV. Focio: C. 61, 13. Fortuna: C. 40, 6. Frigio: C. 104, 16. Galatea: C. 121, 5. Gayo: C. 5, 265. Genadio: C. 73, 58, 59 (80, 10). Geón: C. 128, 5. Geroncio: C. 82, 3; 83, 2; 84, 2; 85, 2; 86, 1. Gorgiano: C. 83, 4; 134, 35. Graciano: C. 110, 23. Gracias: C. 154, 71. Grecia: C. 96, 18; 101, 54. Griegos: C. 1, 13; 5, 21; 51, 11; 148, 2; etc. Harmonio: C. 3, 18. Harpocración: C. 145, 10. Hebreos: C. 41, 243; 121, 38. Hecamede: C. 148, 64. Hefesio: C. 152, 9. Heladio: C. 95, 76. Helena: C. 146, 38.

335

Heliodoro: destinatario de las C. 17, 25 y 116. Heraclea: C. 103, 5; 134,12; 150,

1. Heracles: C. 45, 7; 150, 3, 7, 9. Heracliano: C. 145, 10. Herculiano: destinatario de las C. 137-146; C. 140, 18; 143, 30; 144, 7, 8; 146, 6, 15. Hermes: C. 45, 6; 101, 60; D. VIII. Herodes: destinatario de la C. 19; C. 3, 22; 35, 5. Herón: C. 79, 43. Hesiodo: C. 43, 14; 129, 22. Hesiquio: C. (41, 174); 55, 10; 79, 90. — destinatario de la C. 93. Hestia: C. 148, 15. Hicaria: C. 3, 26. Hídrax: C. 66, 6, 87, 122. Hierón: C. 51, 1, 2, 9. Himeto: C. 136, 20; 148, 81, 87. Hiparco: C. 143, 9. Hipatia: destinataria de las C. 10, 15, 16, 46, 81, 124 y 154; C. (5, 263); 124, 2; 136, 16; (137, 8). Hipócrates: C. 115, 2. Homéridas: C. 5, 122. Homero: C. 5, 107; 117, 1; 123, 3; 137, 1; 146, 36; 148, 71; 154, 4 (v. Ilíada). Hospitalario: C. 5, 132.

336

SINESIO DE CIRENE

Iglesia: C. 4, 5, 22, 23; 12,1; 42, 51; etc. Iliada: C. 95, 26. Isauria: C. 50, 2; 71, 2. Isión: C. 99, 21; 144, 22. Ismárico: C. 130, 33. ítaca: C. 148, 8. Itálico: C. 133, 146; D. XVIII. Jápeto: C. 5, 49. Jasón: C. 66, 241. Jenócrates: C. 154, 37. Jerusalén: C. 41, 10; 42, 20. Juan: destinatario de las C. 2, 43, 63 y 64; C. 43, 31,101; 52, 1, 20; 104, 6, 16, 92, 101. — C. 34, 1; 94, 13. — C. 110, 17. — destinatario de la C. 147. Juan Crisóstomo: C. 67, 6. Judas Iscariote: C. 41, 54. Judíos: C. 5, 20, 73; 42, 25, 29. Julio: C. 52, 20; 79, 29, 32; 95, 9, 43; 134, 30, 34. Justicia: C. 43, 147; 52, 3; 95, 60. Lacedemonios: C. 41, 147. Lais: C. 3, 24, 25. Lamponiano: C. 66, 241, 247. Laodicea: C. 127, 5. Laodicense: C. 127, 1, 2. Lástenes: C. 95, 94. Lemnias: C. 5, 234. Leónidas: C. 113, 16.

Lestrigones: C. 137, 4. Leucipo: C. 79, 64. Libia: C. 5, 47; 43, 148; 73, 22; 92, 2; 95, 82; 101, 27; 148, 2. Líbico, libios: C. 5, 216; 37, 4; 66, 7; 73, 12; 101, 5; 124, 10; 135, 6. Liceo: C. 56, 12; 136, 11. Lidia: C. 127, 10. Lidios: C. 127, 12. Lisias: C. 45, 5. Lisipo: C. 1, 19, 20. Lisis: C. 143, 8, 12. Macabeo: C. 5, 98. Mácetas: C. 130, 16. Magno: C. 72, 31. Marcelino: C. (41, 69); 62, 1. Marciano: C. 101, 60; 119, 8. Marco: C. 61, 29, 32. Marcomanos: C. 110, 8. (Mareótide): C. 148, 31. Martirio: destinatario de la C. 19; C. 49, 14; 91, 9. Mauritanos: v. Bárbaros. Maximino: C. 79, 21, 60, 63, 123. — C. 118, 1. Menelao: C. 126, 10. Menelao de Esparta: C. 142, 8. Mentis: D. I. Mesori: C. 143, 55. Milesios: C. 81, 9. Mirmex: C. 5, 2. Mirsinitide: C. 122, 5.

ÍNDICE DE NOMBRES

Mosaica: C. 4, 15. Musas: C. 99, 14. Narsés: C. 110, 25. Nauplio: C. 5, 197. Neocles: C. 93, 1. Néstor: C. 148, 64. Nicandro: destinatario délas C. 1, 75; C. 75, 2, 11. Niceo: C. 80, 3, 8, 11; 81, 16. Nicóstrato: C. 129, 36. Ninfas: C. 114, 15. Niseos: C. 37, 6. Noé: C. 148, 35. Nono: C. 40, 9. Odiseo: C. 45, 30; 52,13; 121,1, 20, 25; 137, 1; 142, 1, 9; 148, 8, 126. Olbiatas: C. 76, 1, 17. Olimpio: destinatario de las C. 44, 96-99, 133, 148 y 149; C. 133, 34. Olinto: C. 95, 95. Orion: C. 66, 56. Ostanes: D. I, II. Paflagonios: C. 119, 8. Palebisca: C. 66, 5, 67, 87. Panhelenio: C. 101, 65. Pablo: C. 66, 13, 94, 130, 135, etc. — C. 105, 69. Parasceve: C. 5, 74. Patroclo: C. 123, 4.

337

Pedro: destinatario de la C. 13. — C. 49, 1, 13. — C. 133, 19. Peleo: C. 148, 84. Pemenio: C. 135, 1, 5. Pentadio: destinatario de las C. 29 y 30; C. 127, 3, 32. Pentápolis: C. 5, 57; 42, 1, 5; 49, 1, 20; 59, 3; 66, 6; 49, 1; etc. Pentapolitanos: C. 20, 2. (Peonio): C. 142,15; 144,9; 146, 23. Persas: C. 110, 25; D. II. Pibequio: D. IX. Pilato: C. 42, 25, 28. Pilémenes: destinatario de las C. 50, 61, 71, 74, 88, etc. (v. Indice I); C. 74, 2; 88, 3, 8; 101, 7, 20; 103, 2, 21; etc. Pitágoras: C. 100, 15. Placidia: C. 61, 27. Platón: C. 56, 10; 103, 28; 129, I, 39; 131, 18; 132, 3; 140, 4; 152, 5; 154, 63 (v. Fedró). Platónico: C. 154, 34. Plotino: C. 139, 32. Plutarqueos: C. 136, 18. Polícrates: C. 48, 2. Polidamna: C. 146, 39. Polifemo: C. 121, 1, 19. Polignoto: C. 136, 14. Ponto: C. 5, 248; 103, 15; D. Ill, XII, XV. Pórtico Pintado: C. 56,12; 136,

II.

338

SINESIO DE CIRENE

Posidón: C. 5, 37; 117, 9; 148, 9. Priapo: C. 5, 35. Proclo: destinatario de la C. 70; C. (5, 131); 129, 18, 21, 33; 134, 20, 32. Proteo: C. 137, 28; 142, 2. Ptolemaida: C. 4, 36; (41, 171); 42, 60; 62, 15; 66, 81, 163; (67, 38); 79, 118; 105, 1; 109, 13.

Sinesio: C. 16, 6; 43, 5, 100; 79, 116; 97, 12; 99, 16; etc.; D., título, etc. (v. Cinegéticas,

Dión, Sobre el regalo, Sobre los sueños). Sirenas: C. 45, 31; 139, 5; 146, 8 , 11.

Rea: C. 122, 19. Romanos: C. 5, 210; 31, 15; 42, 27; 47, 1; etc. Rufino: C. 127, 11, 12.

Siriano: C. 110, 11, 12. Sirios: C. 5, 190; 23, 1; 61, 24; 73, 59; 148, 4, 27. Siro: C. 133, 8. Sísifo: C. 52, 13; 121, 27; 127, 16. Sobre el regalo·. C. 154, 106. (Sobre los sueños): C. 154, 91. Sócrates: C. 129, 1. Sosenas: C. 40, 1, 9, 10; 102, 2. Sosias: C. 3, 22. Sotérico: C. 27, 5.

Sabacio: C. 60, 4, 11. Safo: C. 3, 19. (Sarabaites): 66, 284. Sátiros: C. 154, 71. Saúl: C. 4, 43. Segundo: C. 98, 5. Seleucia: C. 133, 50. Semiramis: C. 5, 34. Senaquerib: C. 42, 19. Sicilia: C. 3, 26. Siderio: C. 66, 61, 78, (83). Silenos: C. 154, 71. Simónides: C. 51, 1, 2, 7, 9. Simplicio: destinatario de las C. 24, 28 y 130; C. 130, 3; 134, 20 .

Tafosiris: C. 5, 39, 54. Tasos: C. 136, 14. Tauro: C. 31, 15. Tauroscitas: C. 41, 147. Telquines: C. 154, 58. Temístocles: C. 93, 1, 11; 148, 84. Teócrito: C. 114, 16. Teodoro: (quizá Teodosio) des­ tinatario de la C. 7. — destinatario de la C. 115. — C. 18,4; 20,1; 21,1; 45, 2. — C. 95, 76. Teodosio: C. 5, 268. — C. 75, 6.

Quilas: C. 110, 1. Quintiano: C. 4, 3, 6, 10. Quíos: D. VI.

INDICE DE NOMBRES

Teodosio II: C. 42, 26; (78, 27). Teófilo: destinatario de las C. 9, 66-69, 76, 80 y 90; C. (12, 4); 105, 59, 62, 109. Teotecno: C. 5, 265; 16, 10. Teotimo: destinatario de las C. 49 y 51; C. 51, 6, 10; 99, 5. Teuquira: C. 3, 13; 94, 2; 126, 13. Tiberio Claudio: C. 42, 24. Tibios: C. 3, 22. Titanes: C. 41, 197. Toante: C. 42, 48, 62, 76; 79, 13, 49, 62, 68, 74, 125. Tono: C. 146, 39. Tracia: C. 40, 5; 48, 6; 50, 6; 61, 5, 18; etc. Tría: C. 136, 5. Trifón: destinatario de la C. 119; C. 129, 19; 134, 20, 34.

339

Troilo: destinatario de las C. 26, 73, 91, 112, 118 y 123; C. 49, 19; 73, 7; 118, 5; 129, 34. Troya: C. 148, 124. Tule: C. 148, 35. Unigardas: C. 78, 2, 30. Uranio: destinatario de la C. 37. Ursicino: C. 144, 9; 146, 17. «Vacantivos»: C. 66, 284. Valente: C. 66, 63. Yolao: C. 150, 9, 12. Zenas: C. 79, 29. Zenón: C. 56, 12. Zeus: C. 136, 11. Zósimo: C. 88, 6.

ÍN D IC E G ENERAL

I.

CARTAS

Págs. In t r o d u c c ió n ...................................................................... 1.

9

Breve recorrido por la epistolografía cristiana griega hasta S in esio .......................................... El corpus sinesiano.................................................. Su influencia............................................................... El texto de nuestra versión...................................

9 10 13 14

Bibliografía .................................................................

15

Ca r t a s ...................................................................................

19

2. 3. 4.

II.

DE SINESIO EL FILÓSOFO A DIÓSCORO

I ntro ducció n

303

342

SINESIO DE CIRENE

Págs. D

e

S in e s io

e l f il ó s o f o a

D

ió s c o r o .

A n o ta c io n e s

al libro de D em ócrito............................................... In d i c e

d e d e s t i n a t a r i o s d e l a s c a r t a s ......................

In d ic e

d e c o n c e p t o s in c l u id o s

en

A D ióscoro . ..

I n d i c e d e n o m b r e s .........................................................................

305 325 327 331