Carnaval: una historia social de Montevideo desde la perspectiva de la fiesta. Primera Parte: El carnaval heroico (1800-1872) [1] 9974321778, 9789974321779

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Carnaval: una historia social de Montevideo desde la perspectiva de la fiesta. Primera Parte: El carnaval heroico (1800-1872) [1]
 9974321778, 9789974321779

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CARNAVAL ideo Una bistoria sotial de Montev

desde la perspectiva de la fiesta

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El Carnaval

heroico

(1800 - 1872)

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Ediciones Trilce agradece al Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo cuyo apoyo ba sido decisivo para la publicación de esta obra.

Primera edición, setiembre de 1991 Segunda edición, febrero de 1992 ] .. j

O 1991, Ediciones Trilce "Misiones 1408

Casilla de Correos 12203 11100 Montevideo - Uruguay Tel / Fáx: 95 39 50

Composición y diagramación:

Cebra «Tel / Fax: 40 63 08

ISBN (Obra completa) 9974-32-009-7 ISBN (Primera parte) 9974-32-010-0

Presentación Parece no haber dudas de que el Carnaval es tributario de la festa calendarum y que las características más acusadas de esta celebración,

cuyos orígenes se remontan al Imperio Romano (sin olvidarlos anteceden-

tes griegos de las bacanales) sobrevivieron apenas trasladadas a los últimos días antes de la cuaresma. - La celebración cristiana. de la Navidad fue imponiéndose en un clima que desplazó el de las fiestas de las calendas hasta después de la Epifanía. Estas mutaciones no fueron por cierto casuales y a ellas contribuyeron decisivamente las jerarquías eclesiásticas en una labor inclaudicable por desterrar los “juegos de iniquidad”, las “diversiones de maldad”, las “canciones vanísimas y desvergonzadas”, los “banquetes y bailes deshonestos”, las “locuras licenciosas”, en fin, las prácticas paganas que habían hecho suyas los cristianos y a las que los obispos opusieron una disciplina de ayunos, acciones expiatorias y letanías. Esta prédica canónica con su consecuente censura sólo pudo, entonces, operar cambios en el almanaque. Porque la denostada fiesta de las calendas estaba demasiado enraizada en las costumbres colectivas y así pudo superponerse a las prohibiciones más estrictas y prolongarse sin mayor disimulo en los tres días del Carnaval, del “adiós a la carne”, un “adiós” que era a la vez una “bienvenida” y que habría de repetirse todos los años con empecinada puntualidad y fuerza irresistible. El Carnaval llegó a Montevideo en tiempos de la Colonia. Y llegó para / / quedarse. Sigue siendo hoy, más allá de rutinas y otras limitantes, una de las manifestaciones culturales más características y de más profundo calado popular. A su consideración, como fenómeno social, como expre| sión histórica, como mero anecdotario, se han dedicado memorialistas, cronistas e historiadores (Isidoro de María, Carlos Maeso, Daniel Muñoz,

Domingo González, Rómulo Rossi, J.M. Fernández Saldaña, Lauro Ayestarán, Miguel Angel Jaureguy, Antonio D. Plácido, Milton Schinca, entre otros). XX

A una bibliografía más bien escasa, se suma ahora este Camaval de de cuyo enfoque aparece con nitidezen el subtítulo Milita Alfaro, la síntesis de la obra: “Una historia social de Montevideo desde la perspectiva de la fiesta”, El enfoque es novedoso a pesar de que la confesada deuda con la Historia de la sensibilidad en el Unuguay de José Pedro Barrán es muy notoria y significativa. Los coherentes acia s metodológicos y la pulcra innvestgación Alfaro un la_obr hacen de documental en variadas fuentes valiosoaportea la interpretación n de nuestra Ciudad. como pa io socicial,

se proyecta fa comun ridad donde

y accede aun enuna imagen. de sí misma

universo simbólico que e traduce conductas y lenguajes colectivos. “El Camaval como «expresiónn culminante de una cultura lúdica”, como manifestación transgre una “utopía igualitaria” y pri ricipal iménite” como soradelor rdenes tablecido, como: goroso contrapoder popuularcapazde “relativiza r y subwvertir el orden de os.poderosos”, es el “carnaval heroico”

>?

"que asílo denomina la autora- acotado entre 1800 y 1872.

a

Siete décadas montevideanas que vieron pasar gobernadores, cabilv

dos, presidentes, caudillos, sitios, guerras, epidemias, avances territoria-

les, cambios urbanísticos, pero también una fiesta anual como constante, su violencia y su desatada fantasía, entre d "con sus j unos desenfrenados, comparsas. y desfiles bailes, máscaras, * La relectura> que de ese período hace Milita Alfaro habilita una aproximación a Montevideo y sus habitantes desde un punto de vista que la historiografía uruguaya recién comienza a transitar. Por eso, también, el trabajo tiene mucho de desafío y de entusiasmo. Que vale la pena aceptar. Y apoyar. v

Así lo hacemos, iniciando con este libro una política de promoción editorial de obras relacionadas con la historia de Montevideo, con su

cultura en el sentido más amplio y comprensivo, el antropológico, que es el que tiene que ver con la gente, porque la cultura está en la vida de la gente, es la vida de la ciudad.

Dr. Wilfredo Penco Director General del Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo.

CONTENIDO po. Historia del Carnaval. Carnavalización de la Historia.

0.3..21 : 2n 00. Capítulo 1 .. Fantasías, desenfrenos y transgresiones deuunaa cultura Lúdica

|

El mundo del dérecho y el mundo del revés.

El juego como escenario para la dramatización de la vida. La fiesta sin fin.: . Un juego masivo y nivelador. La utopía igualitaria de la fiesta.

Las heroínas del Carnaval. La risa como contrapoder.

EA Los enemigos del juego

) ]

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ren rnernrnran are rrna aran oraranrrneciinn 39

Los "reformadores de la sensibilidad". Vigilar, castigar, civilizar. La apología teórica y práctica de la "barbarie". Capítulo 3...

|

auone

Hacia una festa €con nuevos5 contenidos

|

Los múltiples planos del Carnaval. El disfraz como factor de "civilización". Los bailes de máscrsas y el control del espacio carnavalesco, El Carnaval en las fronteras entre el arte y la vida,

- El negocio del Carnaval.

A

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Cnerrorrrercerencerrarrr recen 79

La carnavalización de la escena política

La dimensión política del Carnaval. Carnaval y oficialismo. La fiesta y la guerra, una articulación *bárbara".

Agradezco - Los múltiples y fermentales aportes teóricos y metodológicos de José Pedro Barrán y de Gerardo Caetano.

-El material y la generosa información que, ensusrespectivasáreas, me

suministraron Coriún Aharonián, Aníbal Barrios Pintos,

Rafael Bayce,

Alfredo Castellanos, Yamandú González, Ricardo Marletti, Saúl Paciuk, Eneida Sansone, Víctor Santos, Marcelo Viñar, Susana Yáñez y Carlos Zubillaga.

- La permanente colaboración de los funcionarios de la Biblioteca Nacional (Sala General, Archivo de Diarios, Sala Uruguay), así como la

cooperación del personal del Archivo General de la Nación, de la Biblio-

teca del Palacio Legislativo, del Museo Histórico Nacional (Casa de

Lavalleja y Casa'de Giró) y de la Sra. de Lezama, encargada de la sección Información Legislativa de la Cámara de Representantes.

- El respaldo y el aliento indeclinable de mis padres, de mi marido y de

mis hijos.



.

-. Las valiosas sugerencias de José Pedro Barrán, Gerardo Caetano,

Jaime Roos y mi padre, Hugo Alfaro, que leyeron el manuscrito. - El decidido apoyo del Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo para la concreción de este libro.

Introducción HISTORIA DEL CARNAVAL LA HISTORIA CARNAVALIZACIÓN DE

7

o

no? ¿Por qué interpelar Carnaval montevidea del ia tor his a un é qu or [¿P desechada por nuestra ón temática largamente ci op a un e sd de do sa al pa e se hace extensiva a rginalidad del tema (qu ma ia op pr La ía? raf iog histor afío provocador que tura popular) y el des cul a str nue de te par buena an, creo, para explicar timidadacadémica, alcanz gi le r su ca di + in iv re ne supo ón poco ortodoxa. | ci ta mi li de iuna ráf iog de s tor ne zo his s las ra riente zago que, frente a otras cor re el a lic ioexp la tor n ié his a mb Ta cibir en nuestr te francesas, es posible per . El cas, fundamentalmen de las mentalidades ia tor toria social y de his his de a ri agate ind ma te en grafía su recien de José Pedro Barrán en rte apo r do ve dar, mo sal re a y ye o pioner contribu ilidad “, al tiempo que sib sen a str ue nue eg a li no sp de tor a un ción en s de ese déficit, configur ale nci ese os a am ar tr mul a, for tun por for dan por preguntas que aún que tas ini inf las la de de nte s, - deshumbra iento de nuevas fuente

pa

*

del descubrim vos campos de , nuestro' pasado, a través de la exploración de nue y s ale ion dic tra las de relectura rece ante los ojos | ta, por ejemplo, que apa fies la de el mo Co n. ció investiga para abordar el universo |

enario privilegiado del historiador como un esc que condensa y dramatiza, en ese tiempo: nes que con-; bólico de una sociedad

sim y tensio idad implica, los dilemas o excepcional que la festiv sí misma. a de alternativa ión vis 4MA a a dol ién abr va, , esa perspecti viven en ella juega € interrogarla desde el que afloran Mirar a una sociedad que en o ric e arment

2 un mundo singul supone la aproximación ones que son expresión conflictos y representaci fera de la... «fantasías, aspiraciones, nos acercan 4 la “atmós que y ; ivo ect col nte vida de su inconscie e todos los aspectos de la

bal que incluy oso, lo época” [Como fenómeno glo , lo político, lo religi cada por lo económico

mar social, la fiesta está

ivo adicional de una ideológico. Y con el atract metafórico, lo estético, lo a

13

doble y enriquecedora escena, porque la fiesta está presente en la sociedad con la misma fuerza con que ésta se proyecta en ella y ambas se reflejan mutuamente en ese juego dialéctico de cambios y permanencias

que subyace en toda tradición cultural, | , Desde una perspectiva de larga duración, los fenómenos sociocultu“rales que integranel universo dela fiesta popular aparecen comoel refugio de aquellas inercias y permanencias que Fernand Braudel definiera como las estructuras más reacias al cambio; como la esfera de aquellas fórmulas paradigmáticas en que una colectividad plasma sus valores y sus ideales “eternos”. En una realidad marcada esencialmente por el devenir, los rituales configuran un terreno privilegiado para construir y promover una identidad social. Por eso constituyen, también, un área decisiva para _ penetraren la visión del mundo que conforma esa identidad. Y

No obstante ello, lafiesta inmutableno existe en la misma medida en

que no existe la historiria inmutable, y el tema del Carnaval, una de las pocas referencias colectivas cuya permanencia entre nosotros puede medirse en términos de siglos, merece también un abordaje histórico, esencialmente

dinámico. En él lo que importa es percibir y delimitar procesos; lo fundamental no está tanto en el seguimiento puntual del fenómeno en sí mismo, sino en la evolución de los sucesivos contenidos que la sociedad elabora

y plasma, a través del tiempo, en ese continente qué llega, año 4 año, con la fiesta. Por eso, contar la historia desde la perspectiva del Carnaval es,

también, un pretexto para hacer, o intentar hacer, historia social. Porú tim timo, si partimos del supuesto de que las opciones del historiador son las de su tiempo y de que cada época crea o recrea su pasado de acuerdo con sus inquietudes y apetencias, las formas de sentir de este peculiar fin desiglo consu disolución delas barreras entre cultura ilustrada y cultura popular, con su revaloración de lo subjetivo, de lo lúdico, de lo * cotidiano a través de expresiones tradicionalmente consideradas “menores”, remite inequívocamente a la emergencia de un rico repertorio de temas “nuevos”.

Desde ese enfoque, reivindicar al Carnaval como objeto central de estudio equi ivale a abolir las jerarquías temáticas, a construir un puente:

entre los “grandes esquemas interpretativos de la sociedad y nuestra cod] ciaa cotidiana , y a transitar así, segúnla feliz sugerencia de Roberto

DaMatta

na saludable y necesaria camavalización de la Historia. 0

Cuando Mona Ozouf define a la fiesta repetitiva como una estrategía del arcaísmo contra la angustía “, está sintetizando en esa escueta y acertada fórmula lasmúltiples dimensiones que confluyen en la significa-

ción profunda de la celebración colectiva. 14

Una

de esas dimensiones remite a la fiesta como hito trascendente

| dentro del armazón de la existencia humana, dramáticamente inserta en el ; escenariode la naturaleza. Desde tiempos inmemoriale la humanidad s,ha hecho del: Calendariouni instrumento que, al tiempo que imprime un cierto ordenamiento a la vida económica, social y afectiva de los hombres, intenta atrapar elementos vitales que éstos no pueden controlar o domi[ nar. La ritualización, repetida inexorablemente año a año en la festividad, : crea entonces una sensación de ¿seguridad ante ciertas dimensiones . temidas o ignoradas, Asimismojla instantaneidad de la fiesta, 'contiene una doble inserción

temporal que apunta a la domesticación de esa fuente de angustia básica

para el hombre que es el pasaje del tiempo) Con respecto al pasado, lo asume a través de la repetición, que se convierte en vehículo de la memoria

colectiva. Al mismo tiempo, la fiesta implica una apertura hacia el futuro, ¡

en la medida en que lo anuncia, lo prefigura e intenta, una vez más,

domesticarlo mediante la expresión de esperanzas y aspiraciones; Sin

embargo, esa evasión extratemporal no implica una anticipación más o ; menos consciente de la realidad. Por el contrario, está impregnada del v* sentido que Freud dio a la redundancia: una proyección de deseo a través

: de un intento desesperado por dominartodo lo que hay de perturbadoren / “la idea de futuro. z Resultan sugestivas; por cierto, las dimensiones y paradigmas plasmados en aquellas fiestas cívicas que remiten a la conmemoración de la peripecia histórica de la comunidad y a su configuración como tal. O aquellas otras que, marcadas por la motivación estrictamente religiosa, conectan alos participantes del ritual con el mundo de lo sagrado y de lo sobrenatural. Ambas conforman otros tantos escenarios donde la sociedad

se desdobla y proyecta la imagen de sí misma.

Ahora bien, a lo largo de la historia y dentro de sus sistemas de ritos de orden, ¿qué lugar ha-ocupado ese rito de desorden que es básicamente, el

Carnaval? Liberación pulsional, inversión del mundo, soporte inmemorial

de lenguajes subversivos y de conductas reñidas con la moderación y el orden establecido, el Carnaval rechaza cualquier forma de utopía racional - y, desde sus múltiples planos e innumerables eventos y centros de

gravedad, habilita una fantástica relativización de la realidad social “' marcada en el mundo ordinario porlas reglas del trabajoy delas jerarquías.

Desde esta perspectiva, el Camaval aparece, de alguna manera, como

la antítesisde ese sistema de fiestas pedagógicas cuya fuerza simbólica

resulta decisiva para la reproducción del imaginario colectivo, Es el reino

- del revés donde todo está permitido, incluso transgredir las más internalia

133182

15

d zadas normas sociales, morales y religiosas y donde las clases populares í

dimen, | y sectores marginales, verdaderos protagonistas de la fiesta en su

+¿* sión radical, emprenden una sugestiva tarea de rectificación del mundo. Sin embargo, la “locura” instaurada por el Carnaval está marcada por el signo de lo efímero, acotada por el calendario, y el hecho de que la

transmutación se verifique en un tiempo preestablecido, pone de manifiesto el carácter controlado de aquella catarsis. Por otra parte, sin desconocer la innegable presencia de la Antigúedad ” pagana enla tradición carnavalesca, así como en tantos otros aspectos de : la vida cotidiana y de la mentalidad medievales, es preciso reivindicar la

7 * honda vinculación de la fiesta con una sensibilidad profundamente

eristiana. La noción de “carnalitas” implícita en el desenfreno de los “tres ¿'S Po /"* > días de locura” (y en la versión etimológica más aceptada del término

-— ] “carnaval” %) es inseparable de la idea de Cuaresma y de la contrastante ” '. “espiritualidad” que ella sintetiza. ¿Qué queda entonces de la trangresión si ella está prevista Pasados los tres días establecidos por el calendario, todo vuelve con el ingrediente estabilizador que confieren, además, las liberadas. De ahí, quizás, la actitud ambigua de los sectores

-

y acotada? a su lugar, tensiones dominan-

¿tes ante la celebración a lo largo de la historia: la reglamentan, la limitan, . con ella. De ahí también la visión C “la acotan, sin llegar nunca a teelrminar una válvula de escape de las | :parcializada que sólo ve en Carnaval el... ' clases populares, admitida y alentada, incluso, por quienes detentan *. poder. ¡

|

¿Visión empobrecedora ésta. y a nuestro entender errónea, que no al-

'carizaa percibirla dimensión profundamente radical que está implícita en ese reino utópico de la universalidad, de la libertad y de la abundan-

cido. con que lo mira siempre el orden estable - cla By que explicael miedosátiras procaces, a la soltura y al desenfado del Miedo al anonimato, a las

que vanidad de los poderosos de la nto aramie

cuerpo; miedoal

“hace aparecer su poder como menos irresistible; miedo a los mecanismos de inversión que sugieren a la gente que las cosas no tienen por qué ser siempre como son; miedo de ver cuestionado el mundo oficial de lo serio, lo inmutable, lo jerárquico, lo eterno, lo sagrado, por el mundo carnavalesco de lo cómico, lo cambiante, lo contradictorio, lo grotesco, lo

a la risa. como vigoroso contrapoder. ambiguo, lo paródico; miedo,en fin,

az y subvertir el ordende los poderosos. *”* de relativizar popular cap e

.

e



A partir de las claves interpretativas emanadas del citado estudio de

José3 Pedro Barrán, puede afirmarse que, en términos generales, la historia 16

loes la historia de la transición — de la sensibilidad en el Uruguay del sigXIX o

|;

de una mentalidad “bárbara” a otra “civilizada”. sensibilidad a flor de vw 7 El componente lúdico, la sexualidad jocunda, la e que habían caracteri_piel, la violencia y la concepción carnal de la muert siglo, comienzan a dar : “zado a nuestra sociedad en la primera mitad del niega el juego, el ocio .- paso, hacia 1870, a una nueva forma de sentir que oculta pudorosamente - y la fiesta popular, que reprime la sexualidad, que por la “represión dei a la muerte y que reemplaza el “castigo del cuerpo” evolución semejante una que es izacion relativ alma”. Conlos descuentos y ido el sinuoso conclu por darse requiere, hacia fines de siglo puede de la sociedad ento linami discip te proceso “civilizador”, nacido del pacien racionalidad de y d tivida produc y de la internalización de valores de agroexporo model del n idació económica, imprescindibles para la consol

|

tador. lo protagoniza, Como un espejo que refleja el fresco de la sociedad que evolución los su en e traduc el Carnaval montevideano de entonces s del siglo década s última tas cambios que pautan esa misma transición. En

y masiva XIX, el Carnaval “bárbaro”, fiesta poco estructurada, de intensa a

por la relativ participación popular, marcada por la espontaneidad, renado, va a desenf juego indiferenciación social y por la violencia de un

. Co :

las clases sociales dar paso, lentamente, al Carnaval “civilizado”, donde

cb,

donde la prédica y delimitan formas y ámbitos de participación propios; sivamente los progre las sucesivas estrategias disciplinadoras destierran para converonista “excesos”; donde la sociedad va dejando de ser protag que se da al fiesta una tirse en espectádora y el Carnaval comienza a ser se da a sí 0] pueblo el pueblo y a la cual se asiste, en lugar de una fiesta que E!

mismo.

dos volúmeEn ura primera instancia, el plan de esta obra comprende evolución esa de nes que intentan documentar y dilucidar algunos tramos través de . a otro, en cuyas claves naufraga un orden simbólico y se perfila s, marcha contra y un proceso lento y complejo, sembrado de marchas

-

de arbítradonde la periodización precisa implica siempre una alta cuota

> riedad.

ación de la No obstante ello, las novedades registradas en la celebr

cualitativo que, de fiesta en 1873 suponen la concreción de un cambio

del Carnaval alguna manera, marca un antes y un después en la historia tomo montevideano del siglo XIX. De ahí la opción por este primer un de amente próxim o seguid será que o”*, destinado al Carnaval “heroic ntos al *Tal el adjetivo empleado recurrentemente por las crónicas del Novecie evocar el Carnaval “bárbaro" de mediados dei siglo XIX. Ta

17

volumen dedicado al análisis de los nuevos perfiles de la fiesta en las

últimas décadas del siglo pasado. Tales entregas serán complementadas, en futuras instancias, con la

indagación y las reflexiones nacidas del abordaje del tema a través del siglo XX.

18

Capítulo1

Fantasías, desenfrenos y transgresiones de una cultura lúdica

a pá

EL MUNDO

DEL DERECHO

Y EL MUNDO

DEL REVÉS

A

atmósfera que Desde sus múltiples planos, eventos y posibilidades, la locura y de inversión sugiere el Carnaval es inseparable de la sensación de

las primeras décadas del del mundo. Asíla vivieron los montevideanos en

ca en 1832: Días de siglo XIX, como lo testimonia el cronista de La Matra y bien llegados para agitación y de continuo movimiento; días apetecidos El ocioso, el písaverde, todas las clases de personas, menos para los devotos.

la oposición-, todos la elegante, el tenderito, los criados, los amos -basta

van; otros vienen. Unos buscan máscaras y ballan entretentmiento. Unos o de la marina; el soldad un allí suben; otros bajan. Aquí un turco;

á la policía; por mamarracho de los diablos; el cartel de la comedia. Porac agua

un balde de allá los negros con el tango. Un huevazo de este lado,

¡Ab, no puede por aquel; la harina, la grajea, el almidón y sus mezclas.

o darse una escena más variada! ** la fiesta promueve ción, renova de Comotiempo deutopía, de apertura,

a esa vertiginosa una fragmentación radical de la realidad y remite es plasmaron en hombr los inversión del mundo que, a lo largo de siglos,

el efímero frenesí del Carmaval.

del universo Conviene precisar, sin embargo, que la materia prima

mundo cotidiano y ritual no proviene de una transformación esencial del

osición metafórica de sus relaciones sociales, sino más bien de la recomp mundo. En última ese de ciertos elementos y de ciertas relaciones de formas de privileson instancia, los rituales o procesos de simbolización cias conella diferen sus giar, de enfatizar ciertos aspectos de la vida social, y : no son de calidad sino de grado.

De ahí la relación altamente significativa que el “mundo del revés”

|

|

:

o”, de la *' instaurado por el Carnaval mantiene con el “mundo del derech al Carna-, ' an cotidianeidad. De ahí también los lazos profundos que vincul ad socied la con val montevideano de las primeras décadas del siglo XYX documentos, En ella se ha * La letra en bastardilla indica la transcripción de

procedido, en general, a la modernización de la ortografía.

quelo protagonizó y condensó en él las expresiones más significativas de su cultura “bárbara”.

En 1845, el periódico El Nacional sintetizó así la gozosa intensificación de la vida implícita en el universo de la fiesta:

Tres días | ¡Muchachas! alegres tenemos; mojigaterías en agua empapemos. ¡Viva Carnaval!

Risa, canto y danza, x

máscaras y huevos, . tres días de bolganza y de amores nuevos vamos a gozar. ¡Que vivan

. las Carnestolendas! Porque ellas avivan historias, contiendas, intrigas y amor.

¡Carnayal, muchachas!

Fuera seriedades. Agua hasta las cachas. Mi fueros ni edades se respetarán (...)00

Tiempo signado por la alegría, la jarana, las risotadas, el desenfreno

gestual y verbal, el descoyuntamiento del cuerpo unido al descomedimiento en el orden social, la libertad nacida de la suspensión temporaria de las reglas del trabajo y de las jerarquías, la relativización de la vida por las infinitas reencarnacionesy metamorfosis que habilita la - sugerida máscara. El Uruguay “bárbaro” vivió intensamente las múltiples alternativas para el comportamiento y el relacionamiento social contenidas en la utopía de la fiesta y, durante buena parte del siglo XIX, el juego de Carnaval

fue la expresión culminante de la“cultura lúdica? que, ambientada por el aquella sociedad joven, plebeya y desenfadada. 0?

22

EL JUEGO COMO ESCENARIO PARA LA DRAMATIZACIÓN DE LA VIDA

Inmersos en su primavera bárbara (según la espléndida definición de

AS

|

A t

Julio Herrera y Reissig), los montevideanos de las primeras décadas del siglo XIX invadieron con sus bromas, burlas y carcajadas todoslos órdenes de la vida y no necesitaron del pretexto del Carnaval para jugar; tampoco para disfrazarse, como lo demuestran tres individuos queen 1837, vestidos de máscaras en pleno mes de junio, andaban atropellando a las mujeres . que encontraban. “2 Sin embargo, los tres días en que todo salía de su quicio, en que la alegría se volvía frenética, loca de ataral punto de que sí dura esta situación será preciso encerrar a todo el mundo en la Casa de Orates “>, fueron la expresión culminante del bullicio, la algazara, el vértigo y el delirio de un juego masivo y desenfrenado. Hacia mediados de siglo, es posible registrar en la fiesta la presencia cada vez más marcada de algunos de los elementos que, como los bailes de máscaras y las comparsas, la dotarán progresivamente de nuevos contenidos Pero todavía se trataba fundamentalmente de jugar a través de un repertorio inagotable de posibilidades. Chillidos durante las representaciones teatrales en la Casa de Comedias; vejigas infladas con que los

jinetes golpeaban a todos los que hallaban al paso 09 chihñidos infernales

e tnsolencias proferidas con voz estentórea“” que aturdían a la concurrencia de los bailes de máscaras; muñecos atados de un hilo que se echaban a la calle desde las azoteas para asustar alos caballos “9, en medio de una V

/gritería como la que da la indiada en los malones y de un infernal nuído *

Dar

'* de tachos “P; espirituales intrigas, como las promovidas por cuatro

pichonas que, en 1872, atravesaron la calle 25 embromando a medio mundo “9; ocurrencias “bárbaras” como aquella por la cual, en 1862, en “lo mejor de uno de los bailes del Teatro Solís, 14n perro, fue arrojado desde lacazuela a la platea, muriendo en el acto. “? Y por sobre todas las cosas,

el agua cayendo a torrentes y el fuego graneado de bombas y huevos “9, como expresión culminante del juego de Carnaval.

L]

o

e

El juego tenía, en efecto, el sentido de un combate, de una lucha “a muerte”: la furia de reventar una bomba conteniendo tres o cuatro Hitros 23

de agua encima de la cabeza de alguno o estrellarle un huevo disparado

como una bala en un ojo, dejándoselo cual arco tris. Si además la víctima

medía el suelo con su cuerpo, como ocurría con frecuencia, el éxito era completo y la hazaña era saludada por el choque de las latas, el ruido

infernal de los cencerros y las carcajadas generales. “P

El agua, limpia pero también inmunda (léase orina), y los huevos,

generalmente de gallina aunque también de avestruz y de gaviota, eran los protagonistas predilectos de la fiesta. En algunos casos, la tecnología se

ponía al servicio de la “guerra” y, en 1864, El Emporio Oriental de la calle Ituzaingó ofrecía en la prensa bombas portátiles de agua indicadas para

regar las quintas, lavar patios, apagar incendios y jugar al Carnaval. 02 O el comercio del señor Liiders anunciaba como novedad recién recibida una pistola grande que, por medio de un resorte, hace salir el buevo con una fuerza tan precisa que maravilla su efecto. “P Pero la variedad de proyectiles carnavalescos era vastísima: frutas, verduras, tarros, harina,

piedras, clavos, almidón, bolsas de cal y de arena o muñecos rellenos de pintura de diversos colores que infamemente se dejaban caer sobre el pobre transeúnte inadvertido quien, al quererse desprender del judas, quedaba convertido en algo peor que un mascarón de proa, para delette j de los palurdos. “2 ventana o puerta cualquier de vano el modestas, más viviendas las En era suficiente para acechar, latón en mano, el paso de las víctimas. Pero el trafalgar camavalesco tenía su territorio privilegiado en las azoteas. - Desde ellas, las familias recorrian una manzana entera persiguiéndose

y mojándose que daba gusto verlas. “2

Hacia la década del 50, las azoteas sirvieron, además, como

:

cuartel

general para los formidables cantones que resistieron los asaltos del Carnaval “heroico”. Desde sus pretiles, secundadas por parientes y criados ocupados en el acarreo continuo de baldes y tinas, las muchachas de la casa desafiaban con torrentes de agua las pedreas de huevos delos dandys que intentaban, con suerte variada, escalar paredes y asaltar la casa, cuyos zaguanes habían sido previamente enjabonados para evitar postbles

sorpresas por retaguardia. “9 Y aunque no era fácil doblegar el ardor de

aquellas aguerridas montevideanas, en algunas ocasiones los intrusos lograban sus propósitos y, entonces, al asalto seguía el saqueo y a éste la locura,”

Enel Carnaval de 1853, nuestros bravos jugadores de agua (...) dieron

asaltos tan hábiles a las azoteas que no era necesario conocer la historia militar de Montevideo para exclamar al verlos: éste es un pueblo de

valientes “2, en tanto que en el 56 todo el mundo trabajaba como en días

24

de confíício (...) y, ante el furor de las guerrillas, ataques parciales y asaltos generales que se sucedían en medio del calorde la diversión (...),

sepodría baber confundido el entusiasmo del fuego con esfuerzos de otro género. “> Ese mismo año, armados con la bomba de agua de su buque surto en el puerto,

el Comandante

de la Armada

Brasileña y sus marinos

se

presentaron denodados a combatircon las bellas que cubrían los fortines de la capital %, y en 1857 la prensa se hizo eco de las andanzas de la Falange Malakoff compuesta de una quincena de jóvenes muy conocidos que, munidos de una escalera y desde la orilla de una cornisa o desde los botaretes de una torre, asaltaron y tomaron innumerables fortalezas aun

a riesgo de su vida. 9% En 1867, por su parte, los vecinos de la calle

Camacuá anunciaron la instalación de una formidable batería que llevará el nombre de Paso de las Termópilas en donde un nuevo Leónidas y sus espartanos (...) arremeterán y se defenderán con el mismo ímpetu y valor con que aquellos lo hicieron, por numerosos y copetudos que sean los que

se atrevan a acercarse a la temible posición, “2

Si el escenario caravalesco configura el ámbito privilegiado para enfatizar ciertosaspectos de la realidad y dotarlos de un significado nuevo,

asaltos, cantones, fortalezas inexpugnables y hazañas heroicas de bravos

combatientes remiten significativamente a décadas de turbulencia política, a años de Sitio Grande y a la necesidad de exorcizarlos a través de la risa

y del juego. En medio de un clima semejante es fácil imaginar el saldo de accidentes y desgracias que cada Carnaval implicaba. Mucha era la gente que terminaba la fiesta en la Jefatura de Policía, como la niña que, presa de

incontrolable entusiasmo carnavalesco, en 1839 debió ser pacíificada por

. los dependientes de la Intendencia, por medio de la fuerza. “? También eran muchas las cabezas rotas de una pedrada; los ojos machucados, O incluso vaciados, por un certero huevazo; las caderas y las piernas

quebradas por las innumerables caídas desde balcones y azoteas; los

caballos que, desbocados por la gritería y las cencerradas, despedían a sus

con quienes se cruzaban en su loca carrera. jinetes y arrasaban

Por otra parte, no todos se divertían con el juego y así lo testimonian múltiples trompadas, fierrazos, pedreas, puñaladas y hasta balazos que, en más de una ocasión, dieron en el blanco. O el desconcertante mal humor

de Antonio José Pintos que en 1836 fue detenido por haberle roto la cabeza a un máscara que le tocó el hombro y le dijo adiós. 99 Sería imposible, también inútil, hacer referencia a los mil eventos 25

trágicos o jocosos a que el “bárbaro” juego de Carnaval daba lugar año a

año. Valga, como un ejemplo entre tantos, esta información de 1853: Entre las pequeñas ganancias de estos días, un francés muy apasionado al Camaval ofreció como holocausto un dedo de la mano que le fue cogido en las hojas de una puerta, 9% O este balance tomado de La Tribunita de

1867: Al hospital fue conducido un amateur que se cayó de la azotea y se descompaginó en varías partes. En la calle del Rincón rodó un jinete, quedando sin sentido por algunas horas. En la calle 25 de Mayose quebró uno un brazo y sesacó otro un codo. Un boticario jugaba en la azoteay bajó al despacho de la botica en abreviatura, sin contar para nada con la escalera; y en todas partes ba habido mayor o menor número de contusos e inválidos. Varias señoritas han quedado haciendo guiñadas;

muchos narigones, ñatos; y muchos ñatos, con una nariz digna de otros tantos sonetos como el de Quevedo. “0 A tales incidencias más o menos previsibles, Máximo Torres suma otra

inesperada: Muchas veces, un mes o dos después, atravesaba un cortejo fúnebre las calles de Montevideo, conduciendo a la última morada alguna linda muchacha, víctima de una terrible pulmonía o de violenta

tisis. El Carnaval bárbaro habíase cruzado ensusenda de flores, trocando

las rosas por stemprevivas (...) El lema del cantón estaba cumplido: la lucha había sido a muerte, “7 LA FIESTA SIN FIN

El Carnaval, válvula de escape para las rutinas y frustraciones acumuladas en el “mundo del derecho”, es tiempo extraordinario, renovador, pero también efímero. En sólo tres días de locura se condensan las

múltiples utopías nacidas de la suspensión de las normas y formalidades consagradas por el orden establecido, y es esa misma fugacidad impuesta

imprime al universo carnavalesco la sensación vertiginosa y la intensidad que son típicas de todas sus manifestaciones. El Carnaval del Uruguay “bárbaro”, intenso y desenfrenado, no se sujetó, sin embargo, a esa vieja tradición y desconoció límites temporales, sobrepasando el marco de los clásicos tres días, A partir de la década del

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impaciencia general, la fiesta se hacía esperar hasta marzo. Así, por ejemplo, el 22 de febrero de 1867 la prensa denunciaba que es EEN

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tn escándalo lo.que está pasando, en ésia ciudad que se tilda de culta...

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¡ Faltan aún áiez días para que lleguemos al Carnaval y ya de noche las”

| | señoras no pueden transitar por nuestras calles porque de todas partes A

salen atrevidos a mojarlas. “% Y en 1870, otro año de Carnaval tardío,

: varios días antes de la fecha establecida, las gentes se bombardeaban a .; bocadejarro, ac uasendos, baldes y otras inofensivas armas camavalescas, con resultados no tan inofensivos: un joven hirió a una señora de un ladrillazo, una niña hizo lo propio con un dandy y un hijo de Galicia está en cama y muy malo a consecuencia de un furioso puntapié que le aplicó en mala parte una dama de la calle Bacacay. 2 Pero los montevideanos no sólo anticiparon el Carnaval; también lo

. prolongaron, invadiendo con la fiesta la Cuaresma y expresando, en esa

mezcla de lo sagrado y lo profano, uno de los rasgos. más típicos de la

*

ras.

sensibilidad “bárbara”. Ante la previsible indignación de la iglesia, el simbólico gesto de tomar un poco de ceniza y ponerlo en la frente para

delicias de muchos durante el Miércoles de Ceniza.

o

Aellas seguía, el domingo siguiente, la ceremonia del Entierro que, con su transgresora parodia de la muerte, se afianza en Montevideo por esos

mismos años. El Mensajero del Pueblo, periódico católico, clamaba contra

y era como sí esa sociedad no pudiera conclutr nunca de jugar, “0 Curiosamente, enuna perspectiva de más larga duración, estas prolon-

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2 posterior" disciplinamiento En efecto, hacia comienzos del siglo XX, bl

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' ON¡irreverencia del juego desenfrenado se sumaba la fantasía de una fiesta

sin

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UN JUEGO MASIVO Y NIVELADOR

A través del tiempo, la simbología carnavalesca ha exhibido una clara . :

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| vocación por todos aquellos que no cuentan en el mundo del orden y de lo serio. Los inferiores estructurales, como los llama Roberto DaMatta “2, tienen reservado en el “mundo del revés” el espacio privilegiado que la y Ea

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sociedad oficial les niegay, mediante el mecanismo compensatorio de la”, - fiesta, oprimidos, marginados, mujeres y niños recuperan en ella elé | protagonismo que no tienen en la vida diaria. ¡Cierta documentación de época pretende relegar, precisamente, el Carnaval del Uruguay “bárbaro” a esos mismos sectores y así, por ejemplo,

cuando Francisco Acuña de Figueroa se refiere a la fiesta en el año 1814, ¡endo sóloa la clase infenor del 6 “afirma que el juego transcurriió entreten populacho. u»

Másexplícitoaúnesel cronista de El Untversal que, en 1838, al deplorar

;

estrada la vigencia del torpe y soez juego de Carnaval, señala que laparte thus, y juíiciosa de la sociedad mira con horror esa costumbre degradante, no obstante lo cual no está libre de que una negra o negro arroje un vaso de agua sucía sobre una señorita o un caballero.“% Y esa misma percepción

refleja El Mercurio Uruguayo en 1856 al definir al Carnaval como raros días en que la plebe licenciada y la juventud más o menos culta ponen en estrecha prisión a las demás clases de la sociedad. “> Sin embargo, en el marco de aquella comunidad relativamente indiferenciada de la primera mitad del seo XIX, a esta visión propiaa de los reformadores de la sensibilidadse contrapone la realidad de un juego masivo, capaz de propiciar, en el cn mero frenesí del “mundo del | revés”, .el desdibujamiento de rangos y jerarquías. La afirmación es necesariamente impresionista, ya que no existen posibilidades de cuantificar la participación en el juego; pero numerosos datos y testimonios parecen

avalarla. En 1846, la prensa comentabaque sí se pregunta a todos y a cada del juego de Camau al todos a una contestan que esun uno qué opinan juego abominable, resto-de barbarie y de atraso que los gobiernos cultos no debieran permitir. Stn embargo, llega el día del Carnaval y los que se han expresado así son los primeros que se presentan en las calies(...)

armados de huevos y jeringas. “% Y en 1867, cuando Montevideo contaba con unos 120.000 habitantes, El Síglohablaba de 70.000 prójtmos de todas las edades y condiciones, autorizados porla ley para convertirse en locos _

de atar durante tres días. “P Las casas con azotea que el Carn 6 convertía en “cantones” para enfrentar incluso a la bomba de la Policía que solía sumarse al combate

cuando el bárbaro fuegoestaba en su mayor auge “Y, pertenecían, obviamente, al patriciado. Pero, además, la prensa de la época registra mil incidencias camavalescas cuyos protagonistas no son, precisamente, y pedradasentre don negros. Por ejemplo,en 1863,u. raviacas huevazos Francisco Donelly y el Dr. Aleejandro M gariños, Fiscal de lo Civil y del Crimen. % 28

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En 1869, uno de los primeros años en que el Edicto policial prohíbe, sin éxito, el juego con agua, la lista de las casas multadas por infringir la disposición resultó encabezada por el domicilio del entonces Presidente de la República don Lorenzo Batlle, donde se jugaba con un furor horripilante. 6% En 1872, al referirse a los habituales excesos en el juego, el periódico Los Debates comenta que el jaca policial tuvo la curiosa dea de agua”, y ese mismo de declararse cámpeón de las bombas y los baldes y Guillermo Lafone Sayago Negro el por año, el incidente protagonizado éste, como hubiera a arrojó le no estuvo motivado por el agua que aquél la reacción del por sino Universal, El de podido suponer el cronista de lafone. 62 agua de bombazos popular “corneta” momtevideano ante los los blancos, a como negros, Por otra parte, ¿se ba visto alguna vez a los asaltar, jugando,

balcones y azoteas? No. ¿Cómo fuera posíble que un

negro o negra arrojase agua sucia sobre señoritas y caballeros, si tal costumbre no fuera general?9 El argumento resulta, sin duda, irrefutable. mo lo señala Barrán, las clases altas, seguramente consustanciadas en

teoría con el imprescindible disciplinamiento de excesos y desbordes, no estaban dispuestas, todavía, a aplicarlo a sí mismas. Por eso, el juego “bárbaro” fue masivo, total y logróreresistir durante décadas los embatesde la mu“civilización”.

A“La UTOPÍA IGUALITARIA DE LA FIESTA Merced a los mecanismos compensatorios que son inherentes a la simbología carnavalesca y a las múltiples alternativas implícitas en la máscara para trascender los roles cotidianos, el Carnaval configura un sugestivo ámbito de encuentro de mundos compartimentados e, incluso,

contrapuestos. Con su infinita gama de transferencias y metamorfosis, la máscara arna el principio del fuego de la vída al decir de Bajtin 9%, y proyecta su alto contenido metafórico en un mundo signado por la renovación, la mbigúedad y la fantasía, donde hay lugar para todos los seres, categorías valores; donde todos pueden liberar algo de su yo más o menos

reprimido en la vida ordinaria; donde la miseria puede ocultarse bajo un

disfraz de conde o de marquesa. Al posibilitar infinidad de diálogos y de _ aproximacionés, el espacio carnavalesco aparece como una vigorosa emativa para el comportamiento colectivo, sobre todo porque habilíta nuevas experiencias de relacionamiento socíal que, cotidianamente, aparecen adormecídas o son concebidas como utoptas. 92

A esa significativa comunicación entre todas las categorías y grupos sociales remiten las comparsas y mascaradas que animaron el Carnaval ' montevideano en el peculiar contexto social del Uruguay precapitalista.

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“Las mofigangas, tempranamente documentadas por Francisco Acuña de

Figueroa en 1814 59, o aquellas comparsas heterogéneas, formadas por

acumulación en torno de un acordeón o de una pandereta, sin conocerse de marchar mente porel deseo losunosa los otros, vinculados momentánea

al compás de una música cualquiera (...) 9”, promoviendo una singular

instancia reparadora en la cual el Camaval callejero, e incluso el de los

E

salones, disolvía barreras sociales y jerárquicas y rompía las limitaciones dela cotidianeidad.

En 1855, La Nación afirmaba que el juego de Carnaval y las máscaras

tienen algo de ideal y son el estímulo de una libertad muchas veces

absoluta, pues la careta hace a todos iguales y el “tú” es una palabra

común e indispensable en tales casos. 9% Y en esos mismos años, al tiempo

:

El que registraba la fraternidad untversal inherente a la fiesta, Recuerdo

ER

y de las mil destacaba la relativización de la realidad 5ocial derivada de ella caralegres las reencarnaciones que ambienta la máscara: (...) durante

el bajo nestolendas, la careta hermana al bombástico personaje con

proletario, alagran

+

damton

la abyecta meretriz, al negro con el blanco,

al grande con el chico, 62

Precisamente, es la enfática confluencia de esos mundos antagónicos

* loquehace del Carnaval un espacio alternativo y abierto que se ubica fuera

¡delas normas y se vive como “locura”. Enel fantástico universo de la fiesta, '

sal entre el sexo masculino presente en Solis y San Felipe *%, dando muestras del envidiable buen humor con que las montevideanas animaron los Carnavales del Uruguay “bárbaro”.

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decisivos parala consolidación del fenómeno delas comparsas en nuestro

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Los últimos años de la década del 60 y los primeros de la del 70 fueron '*

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... Carnaval. La nómina de agrupaciones, queen 1867 nosuperabala docena, registra cincuenta y cuatro títulos en el72 e incluye nombres ya conságrados por el gusto popular, entre los quesé destacan, sin lugar a dudas, las

comparsas de negros. Creadores:del

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NEGROS

primer sonido intransferiblemente montevideano, los

, negrosA con el langk ya estaban presentes en nuestro Carnaval en 1832, es Matraca en marzo de aquel año 2%, y a fines de La comolo documenta

Y

/ la década del 60, cuando Montevideo asiste al vertiginoso afianzamiento "delas comparsas con repertorio creado y ensayado para Carnaval, vuelven

: a ser protagonistas del fenómeno con la aparición de Pobres Negros

. ¿ Orientales. en.1869.y de Raza Africana en 1870...

¿42 .

Desde una perspectiva de larga duración, dichas agrupaciones confi-

guran la primera expresión del progresivo trasvasamiento que van a operar las nuevas generaciones negras al incorporar a las comparsas carnava.. lescas la rítmica de los tambores, el paso de baile y algunas de las figuras "Nuestras limitaciones en el conocimiento específico del tema. nos impiden terciar en la polémica en torno a las raíces del término “tango” en relación con la cultura afroamericana. No obstante ello, digamos que, según una de las hipótesis en juego, la expresión "tambo”o*tango”;, que enel Montevideo de la primera mitad del siglo XIX designaba las danzas típicas de los negros, provendría de la deformación de “tambor”. en el particular lenguaje de los africanos, mezcla del español con su idioma natal. A tocá tangó, decían los negros cuando a comienzos de siglo se juntaban a bailar en el Recinto.

cd)

*

— dela coreografía del candombe”, ceremonia ritual supuestamente africana crecientemente fusionada con elementos culturales blancos, enla que sus mayores recreaban la coronación de los reyes congos y que, todavía en la década del 70, seguían representando en sus Salas del Barrio Sur y de

Palermo. (06)

Sin embargo, en un intento de aproximación más estricta al tema, la - insuficiencia de fuentes que lo documenten dificulta la reconstrucción del perfil específico que tuvieron aquellas primeras comparsas negras.

Pobres Negros Orientales fechado en Montevideo en febrero de 18694.. apenas se deduce que dicha comparsa era mixta y que, aparte de los . tambores y demás útiles a la africana para acompañamiento de la

música *%, incluía panderetas, castañuelas, platillos, triángulos e instru"

y A de . mentos de cuerda y de viento. -— Porsu parte, los comentarios que la prensa dedica a las agrupaciones negras se limitan, por lo general, a elogiar sus graciosas evoluciones, sus

coros lindístmos tanto por la música como por la letra 99 y el bonito conjunto que formaban sus sencillos y pintorescos trajes. “19 También a . registrar, eso sí, algunas letras de sus repertorios.

-

En 1870, la presentación de Pobres Negros Orientales incluía tres:

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: danzas, dos tangos y una despedida cuyas letras evocan unay otra vezla * fuerza del baile y del tambor y el amor imposible que las amítas desperta-

¿ ban en los negros: Nego mandringa tocá tambó paque este nego batre a su só. ¡Jesú qué fuete! Bajo e mijó cómo paprita mi colazó.

Torontonton. Ay, mi colazó (...) C...) Solo:

Porque soy negro se burlarán estas bellas orientales de mi color. Y aunque moreno color oscuro yo se lo juro que sé adorar.

*Más ailá de las interrogantes y controversias que aún siguen planteadas en torno al tema, allí estaría el presumible origen del Escobero, que oficiaba como Maestro de Ceremonias en la dramatización, y del Gramillero, hechicero y curandero de la tribu.

66

Coro:

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_Juá, juá, qué negro tan orgulloso,

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tan pretensioso como un señor.

Abora nos mira con sus caricias después que el ama no lo atendió. La despedida, inesperado antecedente de la mítica “retirada”, alude al

: mismo tema:

- Ya nos vamos niñas/en retirada con un sentimiento/de no estar más

pues llevamos grabado/el corazón

de sus tiernas mtradas/ de compasión 1 Para el cronista de El Síglo, los bailes y oportunos cantares de las comparsas carnavalescas negras eran la expresión de los sentimientos de una raza que aún conserva en sus fiestas populares cierto tínte de melancolía propio de quienes fueron víctimas de la desigualdad de derechos, lacra que, según el peculiar punto de vista del periódico, día á

día tiende a desaparecer. “La óptica de los negros sobre el tema era bien diferente y, en 1872, Razá Africana recurrió a un letrista blanco, Julio

Figueroa, para denunciar laa discriminación que. seguía pesando sobre” A ellos veinte-años-después.de abolida la esclavitud, y para soñar con una A E reparadora inversión del mundo:

.:

* Porque natura/puso en nosotros como la noche/negra la faz, "somos cual parias/para los blancos y nos rechaza/la soctedad. Al servilismo/se nos condena bumillaciones/sólo nos dan sin que comprendan/nuestro infortunio nuestro tormento/nuestro penar. . C.) Puede ser que un día los negros serán los que con los blancos, zambomba,

se hagan de rogar. Y entonces contentos hemos de gritar que lo mate Moya, zambomba,

quitate pa allá. 12 67

En adelante no debe decirse “cosa de negros” sino cuando se trate de

algo bueno 2, proclamaba la prensa-en las postrimerías del Carnaval “bárbaro”, reflejando el unánime

fervor montevideano ante las comparsas negras que, a través de la fuerza de su arte y de la vocación compensatoria del Carnaval, conquistaron un espacio privilegiado en la fugaz utopía de la fiesta.

< Junto a las clásicas anticipaciones en el juego y en los bailes de _ máscaras, la creciente afición popular por las agrupaciones carmavalescas

¿contribuyó al desdibujamiento definitivo de los límites temporales de la

- :celebración. A través de decenas de convocatorias vinculadas con la.. ' preparación y el ensayo de repertorios, el clima de jarana se instalaba en la ciudad en pleno enero, invadiendo incluso la gacetilla del circunspecto El Síglocon citaciones tan inverosímiles como ésta, firmada por Los Pavos en 1870: Se cita a todos dos miembdos de eza alegde compadza pada deunión pdepadatodia ed madtes páóximo. Dos demolones decibidán un

coscodón, 012

o

Por otra parte, luego de tanto preparativo, nadie se conformaba con

sólo tres días de fiesta, y el lunes posterior al Carnaval de 1870, el cronista

. de El Ferro-carrilcomentaba que parecería que el Camaval sígueya que , nOSepasapor una sola calle sin que el transernte se encuentre de manos

en boca con comparsas de ambos sexos perfectamente organizadas. 20

Al mismo tiempo, en el tramo final del período que nos ocupa, la actuación de las comparsas comenzaba a perfilarse como el máximo

atractivo de la fiesta, En 1869, la presencia de Los Fomentistas y de Pobres :

Negros Orientales congregó a miles de montevideanos en la Plaza Constitución, y en 1872, el más exitoso de los bailes del Solis fue el que contó con la novedosa presencia de las diezagrupaciones más aplaudidas aquelaño, ]

interpretando parte de sus repertorios, 412

El fenómeno configura, sin duda, un primer indicio del proceso porel : cualla participación de todos comenzaba progresivamente a cederterreno

o

¿

> ante el protagonismo de algunos. No obstante ello, importa destacar el a . Carácter masivo que asumió la participación popular en las comparsas del +

: Carnaval “heroico”. - Al margen de los conjuntos estructurados, no es fácil medir la difusa

incidencia de los grupos carnavalescos, de organización más laxa, y en medio de las decenas de títulos registrados por la prensa de la época (Los Cabezones, Locos Célebres, Los Cronistas, Ninfas del Plata, Negociantes del Mercado Viejo, Los Mudos, Las Ecuménicas, etc., etc., etc.), uno se pregunta qué quiso decir exactamente el gacetillero de El Ferro-carri al

* afirmar que en el Carnaval de 1870 fueron más de quinientas las compar-

. sas organizadas a último momento que salieron a la calle a divertirse y . A hacerde las suyas. “9

*: ]

En cuanto a las agrupaciones con repertorio escrito y ensayado para

_*

Carnaval, la documentación muestra su sostenido incremento a partir de

1867, primer año en que la prensa registra una nómina supuestamente

exhaustiva de ellas. Los doce títulos del 67 pasan a ser dieciséis en el 69, veinticuatro en el 70 y treinta y seis en el 71, en tanto que el Carnaval de 1872 contó con cincuenta y cuatro comparsas en las que participaron. 1927

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personas 41%, es decir un 2% de la población de Montevideo. £¿£32. 3:

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A la difusión vertiginosa de las agrupaciones se sumó la creciente diversificación de sus propuestas como remoto antecedente de las “categorías” caravalescas, y a las estudiantinas, a las comparsas de negros y de señoritas, hay que agregar las comparsas de baile, como Los Hijos de la

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Noche, La Perla del Plata o La Estrella del Sud; o las de chasco, como Los

Langostas, Los Dementes o Los Turcos de Vejiga que en 1872 desempeñaron tan al pte de la letra su papel que fueron atradamente despedidos de varias casas de familia aunque muchos de sus integrantes son “jóvenes de sociedad ” 2 “Algunas propuestas, como la de los Dandys del 70, Los Cruzados o Los - Mosqueterós, apuntaban fundamentalmente a conquistar corazoncitos, y

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.. en el Carnaval de 1870, los versos de Los Viudos, que aún estando en Carnavalcon la desgracia sufridano se pueden conformar, dejaron

medio locas de amor a cuantas chicas los escucharon. “2D

Otras comparsas optaron porun perfil más formal, y en 1872, en medio de las locuras del carnaval “bárbaro”, La Stella d'Italia interpretó los mejores . + Coros de las óperas más gustadas, marcando la irrupción de las comparsas . Hfricasen nuestro Carnaval, mientras que el mensaje filosófico contenido : enel repertorio de Los Espiritistas suena más bien desconcertanteen aquel

- entorno:

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Prole mundana, ved en nosotros los partidarios de Home y Constant. Nada en la tierra más grande extste

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que lo que adora nuestro ideal, “2 Ñ

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Inmolando “tipos”, personajes y situaciones en los altares dela risa», las comparsas críticas acapararon, por su parte, la preferencia popular, y «.

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dotaron al Carnaval montevideano de un ingrediente inconfundible que : ya no lo abandonaría encarnando en su inversión paródica de la vida * ) 69

oficial, esencia del espíritu carnavalesco, un referente ineludible para una aproximación al imaginario colectivo de los uruguayos y a su devenir a través de cambios y permanencias. En el Uruguay finisecular, “modemo” y capitalista, la percepción carnavalesca del mundo que descubre gozosamente la ambivalencia de las cosas, que desnuda las múltiples significaciones internas que conviven * en ellas y relativiza el mundo oficial a través de nuevas posibilidades de

' apreciación y de interpretación 29, quedará definitivamente relegada a los “sectores populares. En la peculiar realidad dei Uruguay “bárbaro”, en

cambio, fuerorrlas propias clases altas, que no sintieron la necesidad de - preservar la vulnerabilidad de las cosas “serias” del poder corrosivo de la - risa, las que protagonizaron la inversión paródica de su mundo. Enel Carnaval de 1869, en pleno auge de la especulación inmobiliaria,

las maniobras registradas en tal actividad dieron tema a la Comparsa Fomentista, integrada por cuarenta jóvenes pertenecientes a nuestras ! principales familias. Atavtados con trajes negros, sucios y rotos y caretas de pillastres y pavotes, zecorrieron la ciudad en varios carros donde aparecía la muerte amenazando destrutr con su guadaña a los fomentistas que, llorosos y compungidos, tmploraban su perdón. “5% En medio de las carcajadas generales, la comparsa parodiaba la fiebre especulativa de aquellos días rematando al mejor postorcuanto caía bajo sus manos, desde la Plaza de la Matriz, liquidada en un solo lote, hasta

+ Tas narices de José Pedro Varela, vendidas por solares a dos reales la vara

cuadrada. “20Y al finalizar el Carnaval, todo Montevideo coreaba los versos escritos por el joven Pablo de Maria, letrista de la comparsa e, y - arreglados a la música de la zarzuela Marina:

*El proyecto más ambicioso y delirante de la Sociedad de Fomento Territorial cuyas andanzas satirizaba la comparsa, se proponía construir un ameno sitio de recreo bajo el título de Campos Elíseos en el sitio conocido por Paso del Molina La obra, que pretendía incluir todos los detalles que embellecen al Bois de Boulogne, al Hyde Park, al Tivoli y al Generalife, insumiría un costode medio milión de pesos y comprendería avenidas, bulevares, senderos caprichosos, plantaciones corpulentas, bosquecillos, césped, laberintos, lagos, riachuelos, cascadas, chalets elegantes y variadísimos, puentes, esculturas, casinos, hipódromos, y teatros, con-

virtiendo a Montevideo en el objeto de envidia de las capitales de gran nota, 20 Apenas iniciadas las obras, el proyecto naufragó enmedio de acusacionesde estafa y de serios cuestionamientos a la mala administración del negocio, motivando agitadas reuniones de accionistas donde abundaron las escenas de pugilato. 70

|

Pobre de aquel que tiene muchas acciones, muchas acciones

y en los fomentos puso sus patacones, sus patacones.

Y oliendo a embrolla, oliendo a embrolla,

son fomentos a “bombo” pura bambolla.> En los años subsiguientes, Los Oportunos, junto a Los Mamones, Los eS

Locos de Vilardebó, la Diputación Batuecana y muchos otros, reeditaron el clamoroso éxito de Los Fomentistas. En 1870, Los Oportunos se presentaban así: Corredores y cuniales, periodistas, comerciantes,

propietarios y estudiantes forman esta colección. Todos ellos mozos bravos de bolsillos silbadores, con fortuna en los amores y de gran reputación,

ERA MRE gr e

ERE 2

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Y en plena crisis bancaria, luego de prevenir que ya la crítica jócosa/ empuñando su tijera/corta y raja por doquiera/desde el dandy al pelu-

cón “0, la emprendían contra el curso forzoso, caricaturizando sin compasión a todos los cursistas de levitaencabezados por el Barón de Mauá. Peroen aquelaño, nada superó el impacto provocado porLos Misteriosos que parodiaron al ejército (precisamente en momentos en que éste . comenzaba a perfilarse como factor de poder y actor protagónico de nuestra vida política), dejando atónitos, porsu arte marcial y su presencia terrorífica, a cuantos los vieron, sin exclutr ni a los mismos milicos, “30 Con sus morriones adornados con plumas de avestruz y zanahorias,

sus narices de un metro y sus caretas horribles, montados en mulas y portando varias barricas desfondadas que simulaban piezas de artillería, Los Misteriosos conformaron, según El Ferro-carríl, una perfecta crítica

a lo que representan nuestros ejércitos en campaña *2, y la complementaron con estos versos nacidos de la pluma de Isidoro de María (h):

(..) Cualquiera es nuestra patria viniendo la ración y aquí figura el mundo en cada pelotón. Que el uno es italiano, el otro es español y aquestos de Inglaterra, de Francía y del Japón. 71

Las leyes de Cosmópolis seguimos en rigor que patria no es comida y ¡viva el patacón! Por eso proclamamos por signo el cucharón,

por armas las escobas y al mundo por nación (...) 2 Luego de las sublimes, espléndidas y nunca vistas carnestolendasde

. 1869, el cronista del El Ferro-carnl proclamaba que en lo tocante a mas:- Caradas y comparsas, hemos tentdo un Camaval de Venecia.

”=¿

..

29 Tan des-

mesurado entusiasmo reflejaba, entre otras cosas, elocaso inexorable del

Carnaval “heroico” y la lenta agonía del juego “bárbaro” y desenfrenado ante la progresiva irrupción de los elementos que terminarían dotando a la fiesta de contenidos y de escenarios nuevos que remiten, de una manera 1 Otra, al creciente protagonismo de las agrupaciones carnavalescas. Así, por ejemplo, los bulliciosos cortejos fúnebres con que las compar-

sas sazonaron la parodia del Entierro del carnaval en los primeros años de la década del 70, fueron, en puridad, los primeros desfiles alegóricos que presenció Montevideo, Iniciando una larga tradición reeditada desde

entonces año a año, el martes de Carnaval de 1870 una muchedumbre

acompañó desde las calles, balcones y azoteas el paso del príncipe cabriolero que, extendido en un monumental sepulcro movible al impulso de varios bucéfalos y escoltado porun batallón, varias comparsas

y mucbístmo público “9, recorrió las calles Sarandí, 18 de Julio, Daimán

Julio Herrera y Obes), Uruguay, 25 de Mayo, Zabala y nuevamente Sarandí, para desembocar en la Plaza Constitución donde tuvo lugar la ceremonia mortuoria, con oración fúnebre a cargo del Dr. Giácomo

Ravioli, duture, cherucano e dentista.

o

Por último, desde la perspectiva de la paulatina transformación de la' fiesta, este aviso aparecido en La Tribuna de 1872 configura, en varios sentidos, un significativo indicio de ella: Atención máscaras. Magnífico regalo. Los vecinos de la calle Tretnta y Tres entre Buenos Atres y Sarandí han resuelto regalar un magnífico “nécessatre” cuero de Rusta, con todos los útiles de escritorio y tocador, a la comparsa o máscara aislada que

desempeñe mejorsu cometido, habléndose adornado la cuadra a fin de

recibtr dignamente a esas mascaritas.*.0

Sitodo ritual requiere un marco adecuado, un escenario especialmente preparado para su celebración, aquella cuadra magníficamente adornada e ttuminada 2” que promovió y presenció la primera competencia entre comparsas, era el anticipo de los nuevos contenidos que alojará la fiesta a partir de 1873, Ra .Y e SS E A As EE la is

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* El refinado premio correspondió a los Pobres Negros Orientales, 72

A

.

EL NEGOCIO DEL CARNAVAL Al evocar hacia fines de siglo los Carnavales de su juventud, Daniel

Muñoz convenía en que aquello era bárbaro, pero(...) era más espontáneo,

más popular y, sobre todo, más barato, “2% Sin duda. Aun cuando la.

apreciación pueda estar teñida de cierta idealización nostálgica del pasado,

lo cierto es que, en un principio, las posibilidades de lucrar con la fiesta se redujeron a los exiguos beneficios derivados de los huevazos del Carnaval “bárbaro” que promovieron en los montevideanos, principalmente'en los confiteros, la rara habilidad de consumir huevos sin quebrar sus cáscaras. Cuidadosamente almacenadosa lo largo del año y rellenos luegocon agua de olorde origen más o menos dudoso, los clásicos proyectiles satisfacian en febrero la inagotable demanda de los aguerridos jugadores. Las cosas empezaron a cambiar a partir de la progresiva difusión de disfraces, comparsas y bailes de máscaras, con su creciente secuela de accesorios alegóricos que la “civilización” y los intereses comerciales se encargarían de multiplicar año a año con argumentos tan esclarecedores

:

como éste: Hoy que se está civilizando el Carnaval (...), búsquense

disfraces que den gusto, quenoseandecoc de coleta oo ordinaria. Un traje de seda bien hecho y elegantemente adornado es más grato a la vista y tiende a dar una mejor idea de la persona que lo usa. En una palabra,

abran los aficionados un poco más el bolsillo para desterrar los feos

disfraces usados basta abora. “2 Obviamente, el aviso terminaba reco-

mendando una visita a la casa del acreditado señor Pipo.

El primer establecimiento especializado en artículos carnavalescos con que contó Montevideo, fue el famoso almacén de don Magín Vila, ubicado en la esquina de 25 de Mayo y Solís.* Para los Carnavales de mediados de siglo, además de cera de colores para huevos, don Magín ofrecía en la prensa venta o alquiler de un surtido general de disfraces y caretas de gustos y caprichos diferentes, colecciones de trajes iguales para comparsas desde seis individuos hasta treinta, y un surtido de arañas, candelabros y adomos para salón de baíle, así como alfombras y pianos que se

alguilan a precios módicos. 240

:

*Entre las varias razones que explican la popularidad de la tienda de don Magín que quedaba frente al teatro San Felipe, había una que la volvía particularmente

frecuentada en las noches de función: en los entreactos, los espectadores concurrían apresuradamenteal almacén a comunicar sus impresiones a una puerta

condenada que allí babía: era un mingitorio público de merecido renombre en

el vecindario.20

73

IN

Una década más tarde, la nutrida oferta en materia de proyectiles festivos traducía los cambios que comenzaban a operarse en el juego. Los baldes de agua seguían estando a la orden del día no obstante lo cual, con el consiguiente beneplácito de los comerciantes, año a año crecía el consumo de bombas de papel, jeringasde goma, tubitos de olor, aguasendos de superior calídad, bomberos, delicias para las ninfas orientales, pomitos rellenos con extracto de Coudray, pistolas al estilo mujeril, y todo un arsenal de instrumentos acuáticos donde no faltaban las bombas Brook's Fire Engine,

muy

manuales y que arrojan

agua

a gran distancia,

ofrecidas en exclusividad por el Almacén Naval de la calle Misiones. 42

Para entonces, el incipiente refinamiento de ciertos sectores de la elite relegó definitivamente las rústicas cáscaras de gallina, reemplazándola s con bombones y cartuchos de grajeas que, según los confiteros, bastaba n

para dar a.conoceren los jugadores el grado de delicadeza y gusto, 00 Y

ya en el colmo de la distinción, en el Carnaval de 1862 la juventud dorada del Uruguay “bárbaro” se aporreó con los artísticos objetos decera ideados

por don Luis Panizzi, que reproducían bizcochos, pedazos de queso,

pepinos, habas, porotos, pasteles, panes y tajadas de sandía. 240

A. medida que avanzamos en el último tramo del período que nos ocupa, los negocios vinculados de una manera u otra con el Carnava l crecey nse diversifican incesantemente. La oferta de $3.000 con quelos señores Rovira y Puyo ganaron el llamado a licitación para organizaren 1867 los bailes de máscaras en el teatro Solis 29, habla a las claras del importante volumen de dinero que ya para entonces giraba en torno a la fiesta. A partir de 1871, irrampían en Montevideo los priméros periódi cos camavalescos que, además del repertorio completo de las comparsas más exitosas, incluían avtsos, chismes e informaciones relativas ala celebrac ión, y en ese mismo año, Julio Figueroa avisaba a las muchas personas que me abruman con pedidos de versos y más versos que (...) yo no escribo por lujo29, convirtiéndose en el primer letrista profesional de nuestro Carnaval. No menos significativos resultan los datos aportados por Barrán en cuanto al espacio que los anuncios carnavalescos ocu paban en la prensa de 1872: en vísperas del Carnaval, el 10 de febrero, un tercio del espacto queEl Ferro-carril dedicaba a los avisos, fue ocupado por el negocto de la

Resta, “MLa interminable nómina de artículos y servicios ofrecidos en tales reclames incluía, entre otras cosas, pelucas, barbas, bigotes, caretas de seda a 40 centésimos y de raso a 24, cortes de pelo y peinados exclusivos,

74

guantes de todos los colores, corbatas muy vistosas, venta o alquiler de

disfraces completos, pomitos, bombitas de goma, cartuchos de confites finos, huevos coloreados, flores, narices de cera o cartón, carruajes con cochero de galera y levita, caretas de alambre con barbas osin ellas y cenas á la minute ofrecidas por el Café des Pyramides de Ituzaingó y Sarandí, que permanecería abierto toda la noche durante la semana de

Carnaval. 0

Desde las áreas más diversas, enlas postrimerías del Carnaval “heroico” los intereses de la “civilización” y del comercio habían sentado las bases de una sugestiva y armónica confluencia que el tiempo sellaría definiti va-

mente.

:

75

Capítulo 4

La carnavalización de la escena política

LA DIMENSION POLÍTICA DEL CARNAVAL Junto a la pasión por el juego, fiesta del cuerpo, y la pasión por el disfraz, fiesta del alma según Barrán 4%, los Carnavales “bárbaros” se nutrieron de otra pasión inconfundiblemente uruguaya que, a través de cambios y continuidades, ha sobrevivido largamente a las anteriores: la pasión por la política. Con su jocosa relativización de las verdades previsibles y de los significados inmutables, la percepción carnavalesca de la vida política e histórica, que presenta los acontecimientos fuera de su interpretación ordinaria y unilateral, configura uno de los rasgos de más larga duración del Carnaval montevideano. Refleja, al mismo tiempo, ese revelador perfil bablado A ET Carnaval al. que aludíamos en páginas anteriores, esa Ade nuestro A enfática referencia a “lo que.dice la. comparsa” donde, alo largo de más de un siglo confluirá dialécticamente d la utopía racional propia de una cos-

movisión pequeño-burguesa y ciudadana, con el sentido corporal, visceral, de expresiones ligadas a los sectores populares y marginales, “50

Si bien tales consideraciones remiten fundamentalmente a una etapa posterior a la que nos ocupa, el acontecer político fue ingrediente central del Carnaval “heroico” y, desde múltiples perspectivas, aparece asociado a él una y otra vez.

Ya en 1832, la prensa aprovechó “los tres días de locura” para caricaturizarlas conocidas inclinaciones “abrasileradas” delentorno político del Presidente Rivera a través de una vistosa mascarada de cínco Jigurones, donde sobresalía un personaje vestido de coronel, portando un letrero que decía: Yo medrécon el imperio y abora soy patriota. Tras éliba un ex-Ministro de Hacienda apasode terutero (...) que llevaba en la frente

esta inscripción: ¡Ojalá el Barón volviera! (...) La sátira no perdonó otro tipo de inclinaciones y puso al frente del grupo a un viejo que, cuando

encontraba mujeres bajaba la vista, pero cuando pasaba cualquier muchacho, abría mucho el ojo y exclamaba babeando: ¡ay qué lindo niño! ¡qué niño tan lindo! El cronista comentaba por último que esta

comparsa andaba sin licencia del Jefe de Policía. “50

79

:

:

A lo largo de las décadas que nos ocupan, la presencia recurrente de la referencia política en nuestro Carnaval emerge nítidamente a través de reiteradas alusiones, como ésta de 1869, año en que el Carnaval tuvo lugar el 7, 8 y 9 de febrero y en que un bijo de Tata aprovechó la fiesta para ironizar así desde las páginas de El Siglo: Por una cotncidencia providen-

E E

i

cial, el Carnaval ba catdo este año en domingo siete, aunque tras tantos

domingos stetes con que nos hansal los ido miembros oficiales del gobierno

(...), la República se encuentra en pleno Carnaval político y social desde

hace más de un mes (...) En el Fuente”, las camestolendas son completas. Allínada falta, nílas mascaradas estrafalarias ni los chascos picantes. Los

desaciertos, las barbaridades y zonceras de todo género que estamos

soportando desde bace algún tiempo, no eran sino divertidas bromas

camnavalescas del pícaro y malicioso Poder Ejecutivo, “5D

/77

Enocasiones, la fugaz utopía del Carnaval obró el milagro de esa hora

:, de mentira en que los hombres olvidan sus pasiones y su triste realidad y, - luego de la Guerra Grande, los bailes de máscaras celebrados en la Unión

. tuvieron otro interés que podemos llamar político ya que en ellos la . fuventud de la villa y de la capital dieron un ejemplo de confraternidad : sumamente satisfactorio. “9% Del mismo modo, en 1871, en el contexto de los sangrientos avatares de la Revolución de las Lanzas, en los bailes del

Club Oriental la paz era general, según se desprende del testimonio de

este cronista: Yo vi a dos antiguos enemigos políticos estrecharse sinceramente la mano (...) y establecí durante dos horas una armonía perfecta

con una blanca, olvidándome de Aparicio, del Cerrito y de Quinteros, en tanto ella se olvidaba de la tntervención brasilera y de Paysandú, 459

- Lohabitual fue, sin embargo, lo contrario y, porlo general,las pasiones

E E

políticas, impregnadas de la ellas la sensibilidad “bárbara”, décadas turbulentas, dando carnavalización de la política

exuberante carga afectiva que depositó en marcaron a fuego los carnavales de aquellas lugar a reveladoras instancias. en que la sucumbió ante la politización del Carnaval.

Así ocurrió, por ejemplo, en 1856: en plena “política de fusión”, las

controversias originadas en torno a la debatida extinción de las divisas, estallaron violentamente en una tertulia de disfraz en casa del señor Macedo, donde se generalizó una trifulca de proporciones en la que varios

imprudentes gritaron vivas y mueras a los antiguos partidos. 59

Entre decenas de incidentes similares, una década más tarde la Guerra del Paraguay irrumpía en el Caraval montevideano a través de una

comparsa que recorrió las calles bajo el sugestivo título de Hijos de Artigas,

* Sede del Poder Ejecutivo, ubicada en el predio que ocupa actualmente la

Plaza Zabala. 80

en tanto que los nombres enarbolados por varios cantones, tales como Itapirá, Curupaity o Curuzú, sumaron a la tradicional locura de los asaltos camavalescos la explícita solidaridad con los paraguayos que por entonces soportabanla agresión de la Triple Alianza. En el segundo día, los de- | Sensores de una fortaleza de la calle Arapey (actual Río Branco), pusieron una gran bandera blanca con esta inscripción: “¡Viva Curupatiy!”, por

cuya razón fueron alojados durante unas horas en el Hotel del Gallo, 50

Por otra parte, en el Uruguay “bárbaro” la pasión política no fue patrimonio exclusivamente masculino como lo testimonia, por ejemplo, la . Comparsa delas Doce Marías que, enel Carnaval de 1869, lució comosígno

distintivo una cruz colorada en la caperuza del dominó que vestían “97,

emblema de la Cruzada Libertadora que cuatro años antes llevara al Gral. Venancio Flores a la presidencia de la República. Y £ Dn e

0]

O

pm

oia

A ENULERROL É ti

Al iniciarse el año 1870, Montevideo vivía las alternativas de la virulenta

campaña periodística desatada por la juventud principista desde El Siglo y La Paz contra el gobierno del Gral. Lorenzo Batlle y, a mediados de febrero, mientras las columnas editoriales de La Pazse editaban en blanco o reproducían fragmentos del Catecismo del Padre Astete en respuesta a la férrea censura aplicada por el Poder Ejecutivo a la prensa opositora, José

Pedro y Carlos María Ramírez, Julio Herrera y Obes y José Pedro Varela marchaban al destierro en Buenos Aires.*

En el marco de tan ásperos enfrentamientos, la rivalidad carnavalesca

entre Los Oportunos y Los Misteriosos (que determinó incluso la celebración de dos Entierros distintos auspiciados por una y Otra comparsa), ” Allí tendrían oportunidad de constatar, entre otras cosas, la magnífica y _ fascinadora mudanza operada por la “civilización” en el Carnaval de la vecina orilla. En la correspondencia mantenida con su madre en aquellos días, Julio Herrera y Obesle contaba que el Carnaval ha estado aquí magnífico(...) Las calles . del Parque, Victoria y Florida estaban lujosamente adornadas (...)y desde las

cinco de la tarde basta la medía noche (...) era casi imposible la travesía de una

vereda a otra. El espectáculo que presentaban aquellas cuadras iluminadas profusamente con gas y farolítos de colores, era precioso.Y pronosticaba que tales

innovaciones civilizadoras barán en adelante del juego salvaje del Carnaval una

verdadera fiesta popular. Aunqueafirmaba que en medio de aquel bullicio, yo no be bechosino envidiar

(..) esta alegría y animación que revelan la felicidadde un pueblo libre, poco

a poco el travieso espíritu del Carnaval ganó el ánimo del joven desterrado que, blando de corazón, se dejó arrastrar el martes a la tertulia del Club del Progreso. Y como el bailar es como el comer, que sólo quiere empezar, nuestro futuro presidente anunciaba que el sábado concurriría al Club del Plata y encomendaba

a su madre: Envíeme, pues las botas y la ropa negra que tengoen la sastrería.30 pu

81

“>

tradujo la controversia planteada entre “principistas” y “candomberos”y,

una

vez finalizado el Carnaval, el Ministro de Gobierno José Cándido

; Bustamante agasajaba a Los Misteriosos con un archisublime asado con cuero en su quinta del Miguelete. Desde los balcones de la residencia presidencial, en cambio, llovían baldes de agua (con jarro incluido) sobre Los Oportunos y sus críticas a las medidas económicas del gobierno.

Desde la mansión de Tía Lorenza/voló el jarrito de latón/y si no nos

apuramos/nos aplasta un tinajón 2, cantaba la comparsa recordando el hecho en su repertorio de 1871 que, en aquel año, centró sus críticas en las

+; tradicionales maniobras y fraudes electorales del oficialismo.

. protección, le arrojaba un caudillo elector trepado sobre una mesa. “60,

* Todo ello acompañadode un repertorio alusivo que incluía letras Cómo

ésta, arreglada a la música de Barba Azul Criarán pelo las ranas y las mulas tendrán cría

y extraerá la cirugía las muelas sin dar dolor,

cuandoel pueblo soberano...

triunfe en nuestras elecciones, cuando no baya compadrones

por votarsín

dependencia,

disgustando a Su Excelencia,

se han quedado sin comer. ... Dicen votan por el “mesmo” soldados en escuadrones;

dicen que en Quita Calzones van contra esto a protestar: dicen que sí el candidato del pueblo esta vez no cuela, a lo menos se consuela con la victoria moral. 82

A

el. registro Dicen que es falso.

algunos, ¡ob, admiración!

que con. brío Y que al pueblo boy el triunfo aquí disputa le ban soplado la viruta...

y ha perdido la elección, 099

A medida que las comparsas críticas afinaban la mordaz puntería de sus versos y la forma de sentir montevideana se reconocía crecientemente en ellas, en el Carnaval de 1872 las autoridades “aconsejaron” a los responsables de La Marina Oriental que desistieran de su propósito de sacar algunos tipos de actualidad con admirable exactitud (...), consejo que pudo interpretarse por orden desde que traía todo el carácter de resolución oficial 42, y en ese mismo año, La Diputación Batuecana, comparsa compuesta de cincuenta estudiantes y jóvenes distinguidos

(...), atendiendo a las indicaciones del Jefe Político Cnel. Pagola y en

deferencia a El, resolvió no dar sestones públicas como lo tenía pensado,

sino en las casas particulares “6%, a fin de evitarle al país enojosos incidentes internacionales. * Aunque desde una perspectiva de larga duración las relaciones entre

Carnaval crítico y oficialismo han estado signadas por una dialéctica

pendular y ambivalente, estas primeras incursiones de una censura más o * En realidad, las amistosas sugerencias de Cnel, Pagola estaban originadas en

las presiones del Cónsul italiano que reaccionó airadamente cuando supo que el repertorio de Los Batuecanos, además de parodiara las mil maravillas las escenas que frecuentemente se observan en nuestras Cámaras incluía un sainete alusivo a las reclamaciones italianas por supuestos perjuicios económicos derivados de

la Revolución de las Lanzas, dando lugar a demandas tan abusivas como la

formulada por un quintero que exigía del gobierno una indemnización de $9.000 aduciendo que la revolución le había impedido vender su verdura, o el reclamo de $40.000 por parte de un comerciante italiano socio de un francés que, a su vez,

duplicaba la demanda por la vía de su Consulado. 60

En el año 72, Los Batuecanos no fueron los únicos que denunciaron aquellos abusos y El Ferro-carril comentaba irónicamente que un míster bastante caracterizado se prepara a salir en los días de Carnaval dispuesto a reclamar 10.000 libras esterlinas por cada jarro de agua que se le arroje sín previo consentim iento

de su gobierno, “65

83

menos desembozada en el Carnaval expresaron la temprana prevención del mundo oficial ante, quejarse “29 situación

aquel

desabogo lícito en los días consagrados por

verdadessín que nadie tenga el derecho de compensatori

la costumbre para dectr

a de las

jerarquías cotidiana que,s a

través del tiempo, ha hecho de la parodización del orden establecido una de las claves configuradoras de esa rica articulación eentr Carnaval y realidad política que admite, como veremos enseguida,

tiples lecturas.

CARNAVAL Y OFICIALISMO En febrero de 1839, el periódico oficialista El Nacional pronosticaba

unas carnestolendas dichosas ya que, cuando existe armonía entre los

gobernantes y los ciudadanos (...), nada demuestra con mayor elocuen-

cia la satisfacción de un pueblo que el acto de entregarse al regocijo. Y

pasados los “tres días de locura”, al asegurar que “el último Carnaval ha

sido de los más alegres de cuantos hemos tenído, stn dejar de ser culto y civilizado, el periódico atribuía a la autoridad el mérito de tantas bondades, sosteniendo que la Intendencia ha dado con su Edicto una gran

Prueba de talento y de popularidad. “62

Como reflejo de la infinita diversidad de planos y de centros de gravedad que confluyen en el Carnaval, junto al contenido radical y al perfil desorganizador de su simbología, la fiesta es portadora de cierta

dimensión oficial que, mientras ensaya la domesticación y la institucio-

nalización más o menos sutil de sus aris más tas corrosivas, pugna por

ponerlaal servicio del gobiernode turno, por usarla para afirmar prestigios

y probar capacidades de convocatoria. A través de coyunturas políticas muy diversas, la historia de nuestro

Carnaval registra una y otra vez el persistente esfuerzo del oficialismo por

asociar el éxito de la fiesta a sus reales o supuestos logros. Si en 1859 todo

Montevideo gozó con holgura la variada y arrebatadora fiesta del Camaval, las cotumnas de La República atribuyeron ese entusiasmo a la tranquilidad individual fundada en el arratgo de la paz y al placer, la

alegría y el contento de todas las clases de la sociedad. “6% Del mismo modo, al comentar que en 1867 Momo fue recibido con grande alegría, la

sugestiva crónica de La Tribunita señala que, mal que le pese a cierta

gente, ello significa que el tedio no aletarga a los habitantes de esta

coqueta capital, 06%

Asimismo, erigida en peculiartermómetro destinadoa medirla supuesta adhesión popular a la situación imperante o a evaluar aciertos o desaciertos del gobierno, la celebración del Carnaval se tiñe de consideraciones 84

-

intencionadas que distorsionan la valoración de sus contenidos específicos y dificultan sensiblemente la tarea del investigador en su intento de aproximación al pasado. Según El Untversal, en 1837 el juego de Carnaval transcurrió con el

mismo furor con que(...) siempre se celebra entre nosotros, sín que los progresos de la civilización se hagan sentir sobre una costumbre de las que más directamente chocan con ella. “Ese mismo año, El Defensorde las Leyes, vocero del gobierno, destacaba en cambio, elorden más que regular mostrado por todas las clases en las celebractones de donde infería que la civilización va ganando terreno en el país, aunque sus consideraciones

se tornan inevitablemente sospechosas cuando el periódico vincula el hecho a la prudencia y moderación

gobternan, YY

:

de las autoridades que nos

En 1856, El Comercio del Plata y El Mercurio Uruguayo coinciden en

señalar el entusiasmoy el verdadero frenesícon que Montevideo celebró el Carnaval aquel año. Pero mientras el primero sostiene que la policíaha

contribuido a ello con su esmerada vigilancia y con la moderación de sus amonestaciones haciéndose acreedora a un fusto elogto que le tributamos

con gusto 4, "el segundo hace especial hincapié en la poca actividad

de nuestra policía en cóntener los desmanes de ciertos individuos

que, por tener:puesta una careta, se creen autorizados para hacer o decir todas las tnsolencias que se les ocurren, 7»

¿En qué quedamos?, se pregunta perplejo el investigador cuando el 22 de febrero. de 1871 se entera por El Ferro-carril de que jamás hemos pasado unas carmnestolendas más animadas que las que acaban de

deslizarse 92 y al día siguiente lee en El Síglo que relativamente a años

anteriores, el Carnaval ba sido un verdadero velorio. “7% Más allá de razonables diferencias de criterio, tan disímiles apreciaciones parecen estar condicionadas por factores de otra índole que remiten inequívocamente a la condición respectivamente oficialista y opositora de uno y otro periódico,

Sin duda, el Carnaval del 71 no fue tan aburrido como dice El Siglo ni tan divertido como lo pinta El Ferro-carril. Pero ¿cómo fue en realidad? Obviamente, no lo sabemos. Reino de lo fugaz, de lo inconsistente, de los

adornos de papel y de los muñecos de cartón hechos para durar sólo unos días, vehículo de mitos y de simbologías inasibles, de cantos, de farsas y entrelíneas transidas de momentaneidad, la fiesta no se deja atrapar

fácilmente. Aun así, desafiando las mil interferencias que lo alejan irremediablemente del pasado, el investigador va tras ella y alienta la vana fantasía de alcanzarla.

85

LA FIESTA Y LA GUERRA, UNA ARTICULACIÓN “BÁRBARA”

Si hoy los uruguayos estamos acostumbrados a queen verano “no pasa nada”, enel siglo XIXlas cosas eran bien distintas. Precisamenteen verano. pasaba de todo. Unaño sí y otro también, guerras civiles, golpes de estado o turbulentos actos electorales tornaban aún más ardiente el clima, ya de por sí sofocante, del primer trimestre del año. Sin embargo, como loseñala

Barrán, noerasencillosuspender (el CarmavaD si la “Jocura? política -otra. forma de la sensibilidad “bárbara”- se adueñaba de la ciudad", y aun cuando hubo situaciones especialmente críticas, en que las autoridades prohibieron o limitaron el uso del disfraz por razones de seguridad*, en medio de sitios, invasiones y asesinatos presidenciales, nuestros antepasados se las ingeniaron para recibir dignamente a Momo.

Así lo hicieron en 1813 y 1814 en que las penurias del asedio artiguista

no impidieron que a falta de agua dulce, enla capital sitiada sejugara con

salada del mar”, y así continuaron haciéndolo a lo largo del siglo, enuna

suerte de revulsiva banalización de coyunturas bien dramáticas donde la mezcla de la fiesta con la guerra tradujo los singulares códigos de aquella nn A —ÉÁ sensibilidad. = : Luego de haber presenciado dos movimientos políticos en los últimos

días del año, en vísperas del Carnaval de 1856, la prensa proclamaba que

tres días de ruido y alegría son tres días de olvido que, enel curso dela vida

inquieta y llena de zozobras que: llevamos, son como un bálsamo de

consuelo para el alma en medio de tantas angustias. 72 Acorde con esa forma de sentir, la cultura “bárbara” impregnó tramos esenciales del acontecer nacional de un acento marcadamente

lúdico, reflejando en.

semejante articulación una de las claves más significativas de la inversión carnavalesca,

De entre la multiud de episodios que dan cuenta de tan peculiar

cosmovisión, la paradigmática imagen del Presidente Rivera firmando la declaraciónde guerra a Rósas disfrazado de moro en un bailede máscaras

en el Carnaval de Durazno de 1839, emerge como la síntesis luminosa de

aquel país, >

o

A Edictos policiales dispusieron excepciones totales o parciales al uso del a A durante el Sitio Grande (1843-1850; en 1858, año en que el Carnaval

o : Acció nece

con la “hecatombe de Quinteros”; y en 1864 y 1865, a raíz

ucesos militares vinculados con la Cruzada Liberta: O j dora encabezada por el

-86

Más allá del insólito atuendo de don Frutos en semejante ocasión y del consiguiente estupor que la incongruente escena tiene que haber producido en el emisario francés Aimé Roger, con la firma del trascendente documento se iniciaba, en febrero de 1839, más de una década de Guerra Grande que no interfirió, sin embargo, con la celebración puntual del : Carnaval. En el contexto de aquella realidad tan peculiar, no sorprende maEntre yormente que, en 1842, mientras el Gral. Rivera se encontraba en

Ríos al frente de su ejército, en los magníficos salones (...) de la casa de la señora Doña Bernardina Fragoso, esposa de S.E. el Presidente de la República, se hayan celebrado antmadisimas tertulias de máscaras en

los tres días. 20

Pero un año más tarde, el 25 de febrero de 1843, en medio del febril ajetreo delas obras de fortificación destinadas a defenderla ciudad del sitio iniciado por las tropas del Gral. Oribe diez días antes, resulta francamente desconcertante imaginar al entonces Jefe Político de Montevideo Andrés

en Lamas, redactando el acostumbrado Edicto de Carnaval en cuyo texto,

nombre de la civilizacióny en consideración a las circunstancias en que ba colocado a esta población el infame rebelado que la asedia, reclamaba

a sus conciudadanos moderación y templanza en el juego. “40

Através de versos como éstos de la Comparsa Momo, enel Montevideo de la Defensa: el Carnaval promovió a veces la efímera concordia entre orientales:

Viva Momo y la alegría donde El reína no hay dolor

porque todo lo embellecen la locura y el amor.

(..)

Los partidos con la guerra son flagelos ciertamente pero Momo no consiente diferencias de color, En otras ocasiones, las resonancias del enfrentamiento evidenciaron

inequívocamente todas las connotaciones bélicas implícitas en el juego “bárbaro”:

:

,

* Dichos salones no eran otros que los de la actual dependencia del Museo

Histórico Nacional ubicada en Rincón entre Zabala y Misiones.

7 pl

- 87.

Camaval saltando/legó basta nosotros. Oribe bufando/está con sus potros lo mísmo que ají. (..) ] Que rabien y vean/cómo los sitíados

ríen y recrean/sin tener cuídados

que turben su paz.

Mas si ellos quisteran/también jugaremos; que vengany esperen/que huevos tenemos

para regalar22

*

Mientras tanto, entre numerosas reuniones de bailes de máscaras y

otras mil diversiones propias de estos días “24, en el Cerrito, los Carnavales

de la Guerra Grande fueron tan o más animados que los montevideanos. Según datos aportados por Mateo Magariños de Mello, en el archivo personal del Arq. Francisco Lasala aparece una carta fechada el 24 de marzo de 1848 donde su amigo Vicente Corvalán le comenta: Sé que has andado muy mono, de corto, este Camaval con Mariano, Méndez y otros

amigos. En esos mismos días, en medio de la tensa expectativa creada en tomo a la misión Gore-Gros*, con cierto dejo de reproche Francisco Solano Antuña comentaba en su diario: Ni una palabra de nuevo en materia política. Nose babla más que de máscaras y de bailes (...) Desde el Carnaval, nuestra juventud y nuestros Jefes se divierten y no han cesado de bailar.

Bueno es eso.025

Pero hay más indicios del entusiasmo carnavalesco de los sitiadores. De él da cuenta, por ejemplo, la decisión de las autoridades de emitir en

1851 en Edicto que, luego de los consabidos vivas y mueras a los

defensores de las leyes y a los salvajes unitarios respectivamente,

reglamentaba el uso de disfraces y caretas*29 que, como lo consigna

Fernández Saldaña, se introducían por el puerto de Montevideo y atravesaban las líneas fortificadas sin que las autoridades de la Defensa

to ignorasen

02

:

En

o

Por otra parte, en los Camavales del Cerrito no faltaron las comparsas, y así lo testimonia el ya citado diario de Francisco Solano Antuña que, el

- 6 de marzo de 1848, dice: Los Vizcaínos Voluntarios de Oribe se divierten

. con dos comparsas de máscaras, una que trenza cintas bailando atrede. dor de un palo" y otra que es de estudiantes (...) y figura aprisionara * Una de las misiones franco-inglesas que durante la Guerra Grande procuraron promover la paz en el Plata. * La comparsa recreaba así un viejo rito agrario de origen vasco español.

Florencio Varela y a Thiebaut con su ayudante, los juzgan, los condenan

a muerte y los fusilan. Esto iban a bacer boy en el Cuartel General y el Presidente impidió que se llevara la chbanza tan adelante, * “0

La marcada afición por los bailes de máscaras del patriciado que acompañó a Oribe dio lugar, por último, a veladas que hicieron época, como la ofrecida en el Miguelete por la señora del Cnel. José Ma. Reyes y evocada en sus memorias por Domingo González 29, o aquella otra que, en el Carnaval de 1850, mantuvo en vela (y seguramente en vilo) durante toda la noche al capitán Juan P. Martínez, ya que se celebró en casa de la señora de Joaquín Requena, contigua al Depósito de Pólvora del ejército

sitiador. 490

o

0]

o

eS Ñ Aquella sociedad que mezcló intensamente lo sagrado conlo profano, que desacralizó lo “serio” y lo “solemne” a través de su irreverencia radical y exorcizante, dio tanto espacio al juego que éstetermin por trvadirtodas ó - las esferas de lavida, comosostiene Barrán, incluida la turbulenta realidad política de entonces, con su carga de desbordes y de pasiones violentas, Llegado el Carnaval, esta otra especie de mascarada, más alegre y

?

divertida al menos que nuestras mascaradas políticas “92 , fue depo-

sitaria.de las sugestivas tránsferencias entre el juego y la guerra que la

.. sensibilidad “bárbara” insistió en alimentar y promover.

> Comotantas otras veces, dos semanas después del trágico episodio de Quinteros** y a pesar de que en general se creyó que este año, en lugarde Jugar con buevos, jugaríamos con balas, luego del Carnaval de 1858, la prensa registraba tres días de grande animación (...)en quesebalanzado

¿ Ggua con gran profusión reinando en todas partes la mayor alegría e»,

; yen que los hombres se las ingeniaron, incluso, para burlar la disposición - oficial que les prohibía absolutamente el uso del disfraz, por medio deuna _ transformación mascaril por la cual quedaban sujetos al papel de

. doncellas, 9

* La farsa camavalesca resultaría premonitoria para el unitario argentino: quince días más tarde, el 20 de marzo de 1848, Florencio Varela era asesinado en Montevideo. ** El 2 de febrero de 1858, obedeciendo órdenes superiores, el general gubernista Anacleto Medina dispuso en el Paso de Quinteros el fusilamiento del Gral. César Díaz, jefe del levantamiento armado dirigido contra la política fusio-

nista del presidente Gabriel Pereira, y de veintisiete de sus oficiales. La matanza,

que pretendía poner fin a un lustro de conspiración y violencia promovida por la minúscula fracción de los conservadores, pasó a la historia como la hecatombede -

Quinteros, convertida en uno de los símbolos más sentidos de la tradición

Colorada.

89

*

En la primera mitad de la década del 60, una mirada sumaria a la Cruzada Libertadora desde la perspectiva de la fiesta, permite inferir las

dificultades que debió enfrentar don Bernardo Berro para frenarel avance

de la invasión florista y lidiar, al mismo tiempo, con el inconmovible entusiasmo carnavalesco de sus conciudadanos. Mientras los Guardias Nacionales encargados de la defensa de la ciudad reclamaban asueto fundamentando la imposibilidad de cumplir a

la vez con los ejercicios que nos exigen el loco Carnaval y la patria an en 1863 la prensa clamaba por la vigencia del disfraz y de los bailes con

apelaciones tan enfáticas como ésta: ¿Será posíble que llegue la crueldad

de los hombres hasta suprimir los bailes de máscaras? No lo creemos. 2 O promovía lisa y llanamente la desobediencia colectiva ante las restricciones oficiales impuestas por la crítica situación nacional: El decreto de ¡ Policía (...) dice que es probibido el disfraz en los tres DIAS de Camaval.

| Quiere dectreso(...)que noes probíbido disfrazarse las tres NOCHES para

| baílar,59 En

aquel “mundo al revés”, la percepción carnavalesca de la realidad

midió los alcances de la guerra en: función de sus interferencias con el . * -

¡

normal desarrollo de la fiesta. Después de tan continuas insinuaciones y cuando ya casí babíamos conseguido que se permitiesen los bailes de máscaras, viene el pícaro de Flores a embarrarla “9?, comentaba un cronista luego de conocerse el Edicto policial que, ante la inminente presencia de los invasores enlos aledaños dela ciudad, prohibía terminantemente los disfraces y los bailes en el Carnaval de 1864. o Por su parte, en la reseña que dedicaba a los festejos de aquelaño, El Pats afirmaba que sí las maldiciones de que ha sido objeto en estos átas el Jefe de la comparsa libertadora le hubiesen alcanzado, a la fecha estaria ya reducido a cenizas. 9 Y no era para menos: el lunes, en lo mejor del juego, los tambores habían anunciado la presencia de sendos contingentes revolucionarios en el Cerrito y en el Paso de las Duranas, provocando un desbande general de Guardias Nacionales que abandonaban las posiciones conquistadas en las fortalezas y cantones carnavalescos y acudían Dresurosos, sin uniforme, a tomar su Just y a ocupar sus puestosen los puntos estratégicos de la ciudad. Para mayor desconcierto del observador

| de hoy, el cronista agrega que no por eso dejó de reinar la mayor | antmación y, tanto en esa tarde como en el tercer día, el juego continuó

' con gran entusiasmo basta la bora de costumbre. “9 + Unaño más tarde, en febrero de 1865, el ejército revolucionario y el Carnaval volvieron a coincidir en Montevideo, aunque en circunstancias 90

bien diferentes: luego de la caída de Paysa ndú", don Venancio Flores acababa de entrar victorioso en la capita l, y en varios cantones hubo coronas

ya verde-amarillas, ya rojas como el granate 90 que,

en medio del juego, expresaron su adhesión a la nueva situación que acababa de consolidarse. Luego de tres años de pazinterna y de eufórica prosp eridad económica, a comienzos de febrero de 1868, mientras los monte videanos ya tenían el pensamiento puesto en el próximo Carmaval, en la ciudad había comenzado a montarse el escenario para uno de los episodios más trágicos de

nuestra historia.

En el marco de un verano particularmente sofocante, con el telón de fondo de una epidemia de cólera que le costó a la ciudad el 2% de su población y en medio de los insistentes rumor es que hablaban de la inminente invasión del país por parte de las tropas de Timoteo Aparicio, el6 de febrero estallaba en Montevideo la inver osímil revuelta promovida Por los hijos del Gral. Flores que, contrariados por la decisión de su padre de no comparécer en las elecciones como candi dato presidencial, improvisaron un levantamiento armado que pasarí a a la historia como /a revolución

de los muchachos.”

En medio de semejante panorama, el pronósti co del cronista de Las Notíctas anunciando unas camestolendas alegr isimas como pocas 60, suena más bien a humor negro. Sin embargo, una semana antes

de la llegada del Carnaval, el clima general reinan te en la ciudad parecía * En lo que configuró sin duda el hecho más semov edor de la Cruzad

a, luego de un mes de heroica resistencia, el 2 de enero de 1865, Paysandú se rendía ante el

ejército de Flores que contaba con el decisivo auxilio por mar y tierra de los brasileños. En un claro acto de venganza polític a que la tradición atribuye a Gregorio Suárez, el Gral. Leandro Gómez, jefe de la guarnición de la ciudad, y casi todos sus oficiales fueron fusilados. Nacía así el “Quinteros blanco” que, al heroísmo de sus víctimas, sumó la enorme carga emocional que le confirió la agresión brasileña. Consumada la caída de Paysa ndú, Flores marchó hacia Mon. tevideo que el 20 de febrero se rendía sin ofrecer resistencia. ** Casi una semana le llevó al general sofoca r el inesperado alzamiento encabezado por Eduardo, Fortunato y Secun dino que, para entonces, contaban entre 17 y 25 años.

Orgullosos, románticos, entregados con pasión un poco bárbara a la políticasegón la semblanza que traza de ellos Barrán, los hijos de don Venancio conformaban

la “juventud dorada” del Montevideo de la época. La “revolución de los muchachos” fue uno de los tantos desplantes de aquellos "enfanss terribles” que, ante el consentimiento especialmente materno, se creían dueños de la ciudad. 00

91

confirmar sus conjeturas: preludios acuáticos en numerosos parajes públicos, bulliciosas comparsas que se preparan para recorrer las calles en esos días deverdadera alegría y animadísima concurrencia enlos bailes del Teatro Solis que nadie consideró oportuno suspender por obvias razones preventivas, a pesar del marcado empuje en la epidemia y del

*, Inquietante aumento de defunciones registrado en esos días.009

A juzgar por las disposiciones establecidas en el Edicto policia l corres- pondiente, en los primeros días de febrero, las previsiones oficiales en torno a la celebración no eran menos auspiciosas. Mientras se debatía en

,. medio

de la “bárbara” desmesura de sus pasiones políticas, la elit e dirigente no cejaba en su obsesivo empeño porerradicar un juego que nos separa del grado de civilización que hemos alcanzado y, en la crucial coyuntura del año 68, intentó poner en marcha una estrategia “civili* zadora” que promovía el uso del disfraz a cualguter hora del día y de la

_ noche, sin previsión del prevto permiso de la autoridad. “Pocos días más

tarde, la trágica irrupción de la violencia política arrasaría con tales proyectos y terminaría conduciendo, en vísperas de la fiesta, a la prohibi : Ción lisa y llana del juego, de los bailes de toda clase y del disfraz (...) en

consideración a las ctrcunstancias por que atraviesa el país, 05) Para entonces

(la circular está fechada

el 22 de febrero),

dichas

circunstancias eran realmente estremecedoras y, habida cuenta de

inalterable devoción montevideana porel Carnaval, la estricta observancia

de la disposición oficial configura un claro indicio de ello. El 19 de febrero, en medio de la agitación provocada por el frustrado

la

levantamiento blanco, en la esquina de Florida y Mercedes se producía el asesinato del Gral. Flores y, horas más tarde, en venganza por un crimen que no había cometido,el del ex Presidente Bernardo Berro, seguido de la

ma-cabra exhibición de su cadáver en un carro de basura que recorrió las

prin-cipales calles de la ciudad, El clima generado a partir de tales hechos

y de sus trágicas derivaciones sumió al país en un “bárbaro” baño de

sangre, y el 23 de febrero, cuando llegó el Camaval, los tres “días de locura” que-daron sepultados bajo aquella otra siniestra locura instalad a en la ciudad.* * Al margen del supuesto trastocamiento del véngase por un sénguese en el texto del telegrama cursado a varios caudillos del interior dando cuenta de la muerte del Gral. Venancio Flores, en el término de pocas horas, el número de víctimas de ambos bandosse contaba por centenares entodo el territorio nacional, 000 A ellos se sumaría, el 21 de febrero, la muerte fulminante en el Cabildo de Manuel Flores, hermano del general, y de una veintena de personas, presumi blemente atacadas de cólera, En medio del panorama reinante, el hecho provocó las más diversas conjeturas y, mientras algunos aseguraban que los pozos de agua habían 92

Cuando en el mes de marzo los montevideanos comen zaron a dejar atrás la sangrienta pesadilla y cayeron en la cuenta de que sé habían quedado sin Carnaval, hubo insinuaciones para reflota r la fiesta fuera de fecha: Corre por abi un rumor alegre que se repite con placerpor muchas bocas y es que, para la Pascua; serán permitidos los bailes de máscaras, para consolar a los descontentos que vieron con pesa rla supresión de los

Jestejos. “Pero no hubo caso y, entre otras singul aridades que lo hacen memorable, el año 1868, ostenta la de haber sido, a lo largo del siglo XIX,

la primera y única coyuntura en que Montevideo se salteó el Carnaval.

En las tres últimas décadas del siglo, el propósito del oficialismo colorado de convertirlos aniversarios de Quinteros y de la muerte del Gral. Flores en días de gran congoja y duelo nacional, debió sortear algunos inconvenientes cada vez que el almanaque deter minó que el Carnaval viniera a interferir con tan solemnes conmemorac iones, dando lugar al empleo de prácticos y expeditivos recursos, como éste de 1871: Puesto que el 19 de febrero, día de grande aficción nacional, es justamente este año Primer día de Carnaval, la autoridad dispondrá que el 2, fecha de Quinte

ros, se conmemoren ambos aniversarios (...) 309)

Así ocurrió efectivamente y, en 1871, Monte video celebró un Carnaval

en forma, aunque en el marco de una situación política que, como tantas

otras veces, no parecía serla más propicia para regocijos; un año antes, el 5 de marzo de 1870, con la invasión de Timot eo Aparicio, se iniciaba la Revol

ución de las Lanzas, la más mitológica expresión de la épica

nacional y también, la más violenta. A lo largo de dos años de sangrienta guerra civil, Montevideo resistió tenazmente todo intento oficial de suprimir o limita rlos festejos, asistiendo una vez más a la “bárbara” combinación de la fiesta con la guerra y a la - significativa dramatización implícita en la revol ución acuática decretada desde los numerosos cantones que, ¿en las postri merías del Carnaval “heroico”, todavía resistían los embates de la implacable estrategia disciplinadora. sido contaminados por los revolucionarios blancos, otros alertaban sobre la presunta infección del edificio provocada por el defectuoso embalsamamiento del cadáver de Flores que debía permanecer expue sto en el Cabildo hasta el 30 de marzo. Dos meses después, la locura de aquell os días seguía generando consecuencias trágicas: finalmente, al evacuar y aislar el edificio en función de su supuesta contaminación, quedaron olvidados en sus calabozos algunos presos que

allí murieron de bambre, 07

93

¡Bontto sería que privasen a la población de las distracciones que el

Carnaval nos ofr9ece exclama !ba un cronista reflejando el sentir general

ante los rumores de la inminente supresión del disfraz en 1871, y aunque en los primeros días de febrero los revolucionarios se presentaron en los aledaños de la ciudad llegando a producirse algunas escaramuzas en la línea de defensa, el propósito de don Timoteo y sus amigos de pasar las camestolendas en Montevideo no interfirió con los cientos de bailes de

máscaras que registrábamos en páginas anteriores y que, para colmo,

incluyeron en aquel año las novedosas tertulías diurnas inauguradas por

el Teatro Solís, Obviamente, la situación nacional también estuvo presente en las alusiones más o menos explícitas de comparsas tales como Los Apareci-

dos, contodas las connotaciones que semejante título evocaba en aquellas

circunstancias, o en el fuego de los sesenta ojitos ametralladores con que la comparsa de señoritas La Radical combatía sin compasión la guerra civil (...) sostentendo bien en alto la bandera del intrébid o don

Carlitos, G1de

Un año más tarde, en el Carnaval de 1872, mientras crecía un clamor

general por la paz que atravesaba el país entero, fue la comparsa Unión Oriental, compuesta en su mayor parte de la gente de color, de esos pobres desberedados de nuestra sociedad de quienes nuestros gobiern os han

echado mano en todas las épocas para sacrificarlos en aras de sus

ambiciones bastardas, quien se encargó de demostrar a esos mismos gobernantes personalistas y ambiciosos que lo que desean, y a la par de ellos toda la clase trabajadora,

es la unión entre los orientales,

modo de que seamos grandes y felices 323

único

OS

Quien así se expresaba era el cronista de La Paz" que, ante el mensaje sintetizado en el título Unión Oriental y reafirmado en las acertad as letras

* El aludido no era otro que Carlos María Ramírez a quien habíamos dejado en

1870 en Buenos Aires, desterrado a raízde la virulenta prédica de El Siglo contra el gobierno. No bien estalla la revolución, Ramírez retorna a Montevideo junto a otros jóvenes principistas de origen colorado que, en tan crítica coyuntura, estrechan filas en torno al presidente Lorenzo Batlle. Ante la amenaz a blanca, don Carlitos desempeña el incongruente cargo de secretario de Gregori o Suárezen una conjunción imposible que sólo dura unos meses y, horrorizado ante las “bárbaras” tropelías cometidas en la Batalla del Sauce, el insigne representante de la juventud universitaria de entonces rompe una vez más con la divisa colorad a y funda en Montevideo el semanario la Bandera Radicaldesde donde promue ve un nuevo y utópico intento fusionista. ** Periódico dirigido por otro joven principista, José Pedro Varela.

94

dirigidas al cese de la guerra fratricida que nos devora, registraba el enorme impacto causado por la comparsa: A tal punto ha llegado el entusíasmo del Coronel Pagola (Jefe Político de la capital) que, después de cantar el Himno, dirigió unas palabras a los miembros de la humilde agrupación (...) y, dando vtvas asus componentes, colocóen persona una corona de bastante valor en su estandarte, en tanto que, en una escena conmovedora, elex Ministro de Gobierno José Cándido Bustamante, presa

de patriótico entusiasmo, llegó a abrazar al presidente de la comparsa y

a su comisión. 6)

> o

0

o

A poco de registrarse tan tocantes escenas, la Paz de Abril sellaba la ansiada reconciliación nacional, poniendo término a ese último estertor del Un4guay criollo que fue la Revolución de las Lanzas y reflejando la agonía inexorable de un modelo de país que tuvo en el Carnaval “bárbaro” una de sus más genuinas y elocuentes manifestaciones,

En el marco de un nuevo Uruguay, la actualización de simbologías,

contenidosy escenarios carnavalescos expresó puntualmentela lenta y e

arm crprrtrmenti eiin

trabajosa emergencia de un nuevo orden simbólico, De alguna manera, el

año 1873,.punto de partida de un nuevo itinerario a través del Carnaval

montevideano abordado en el próximo volumen de esta obra, marca el inicio del largo proceso que conducirá a la consolidación de una fiesta acorde con las fórmas de vivir y de sentir de ese nuevo país.

95

+ SUION TA pg

Bo

O 0

.

o

: 1 BARRAN, José Pedro, Historia de la sensibilidad en el Uruguay , :

T1 “La

Cultura “bárbara”. (1800-1860)” Ediciones de la Banda Oriental, 1989, T

:

IT “El disciplinamiento. (1860-1920)” Ediciones de la Banda Oriental,

1990, 2. DAMATTA, Roberto, Carnavats, malandros e beróts, Ed. Guanaba ra,

¡Río de Janeiro, 1990, p.30

3. DaMATTA, Roberto, Ob, Cit, p. 24 4. DaMATTA, Roberto, Universo do Carnaval, Ed. Pinakotheque, Río de Janeiro, 1981, p. 20

5. OZOUF, Mona, La fiesta bajo la Revolución Francesa, En LE GOFF, J, y NORA, P. Hac la er Historia, Vol. 3, Ed. Laia, Barcelona, 1980, p. 263 6. DaAMATTA, Roberto, Universo do Carnaval, Ob, Cit., p. 28 7. Según ella, la palabra “cárnaval” derivaría del latín “caro carmis” (carne) y “vale” (adiós) y aludiría al “adiós a la carne” inmediatamente anterior

al ayuno impuesto por la Cuaresma.

o

8. BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento ,

Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 15

9. La Matraca, 13.3.1832, p. 3* 10. El Nacional, 1.2,1845, p. 3

11. BARRAN, José Pedro, Ob. cit, T. 1, p. 91 y ss. 12 Archivo General de la Nación, Historia de la Administración, Libro 949

13. La Reforma Pacífica, 25.2.1865, p. 1.

"

14. El Comercio del Plata, 2.3,1854, p. 2

15. El Mercunto Uruguayo, 7.2,1856, p. 2

_ 16. EL Comercto del Plata, 27.2.1857, p. 2

17. El Ferrocarril, 22.2.1882, p. 2

18. Los Debates, 26.1.1872, p. 2

19. La Prensa Ortental, 6.3.1862, p. 3

20. El Nactonal, 1.3.1854, p. 3

21. TORRES, Máximo (Carlos Maeso), Divagando... imprenta La Razón,

1895, p. 160 y ss.

:

* Salvo indicación en contrario, Montevideo es el lugar de edición de todos

los periódicos citados.

9

22. SCHINCA, Milton, Boulevard Sarandí, Vol, 3, Ediciones de la Banda Oriental, p. 89

23. La República, 28.2.1862, p. 3

24. La Tribuna Popular, 6.3.1889, p. 3 25. Idem. 26. ROSSI, Rómulo, Recuerdos y crónicas de antaño, Imprenta Peña, 1922, p. 20

27. La Tribuna Popular, 6.3.1889, p. 3 28. El Noticioso, 9.2.1833, p. 2

29. 30. 31. 32.

El El El La

Comercio Nactonal, Nactonal, Tribuna,

del Plata, 7.2.1856, p. 3 6.2.1856, p. 2 25.2.1857, p. 3 2.3.1867, p. 2

33. El Nactonal, 15.2,.1839, p. 1 34. Archivo General de la Nación, Historia de la Administración. Jefatura

Política y de Policía de Montevideo. Libro 944.

35. El Comercto del Plata, 10.2.1853, p. 2

36. La Tribunita, 6.3.1867, p. 3 37, TORRES, Máximo, Ob. cit., p. 171 38. La Tribuntta, 22.2.1867, p. 3 39. El Ferro-carril, 26.2.1870, p. 2

40. El Mensajero del Pueblo, 26.2.1871

41. BARRAN, José Pedro, Ob. cit., T. 1, p. 109 42. DaMATTA, Roberto, Universo do Carnaval, Ob. cit., p. 99

43. ACUÑA de FIGUEROA, Francisco. Diario histórico del Sitio de Montevideo, Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, Vol,

157y

158, 1978, T. 2, p. 150

44. El Universal, 1.2.1838, p. 2 45. El Mercurio Uruguayo, 2.2,1856, p. 2

46. El Montevideano, 21.2.1846, p. 2

47. El Siglo, 7.3.1867, p. 2 48. TORRES, Máximo, Ob. cit. p. 162 '

49. El País, 21.2.1863, p. 2

SO. La Tribuna, 11.2.1869, p. 2

51. Los Debates, 15.2.1872, p. 2

52. Idem.

$3. El Untuersal, 3.2.1838, p. 3

54. BAJTIN, Mijail, Ob. cit., p. 41

55. DaMATTA, Roberto, Carnavais, malandros e heróts, Ob. cit., p. 70 S6. ACUÑA de FIGUEROA, Francisco, Ob. cit., T. II, p. 150 100

57. MUÑOZ, Daniel (Sansón Carrasco), “Los Camavales. Antaño y hogaño”, En La Razón, 4.2.1883, p. 3 58. La Nación, 23.2.1855, p. 3 e El Recuerdo, Semanario de literatura y variedades editado en Buenos

Aires por el uruguayo Heraclio C. Fajardo, 10,2.1856, N* 6 del Plata, 5.3.1857, p. 2. 60. El Comercio 61. El Comercio del Plata, 26.2.1857., p. 2 62. DAMATTA, Roberto, Universo do Carnaval, Ob. cit., p. 69

63. Tomado de BARRIOS PINTOS, Aníbal, Montevideo visto por los viajeros, Ed. Nuestra Tierra, 1971, p. 40

64. La Tribuna Popular, 6.3.1889, p. 2

65. La República, 6.3.1862, p. 2

66. La Opinión Nacional, 9.3.1867, p. 3 67. MUÑOZ, Daniel Sansón Carrasco) “Los Carnavales. Antaño yhogaño”, art. cit

68. El Recuerdo, 10.2.1856. Buenos Aires, N*6

69. El Día, 21.2.1904, p.2.

70. El Ferro-carril, 31.1.1872, p. 2

71. El Ferrocarril, 11.2.1871, p. 2 72. La Revista Literaria, 25.2.1866

73. La Lechuza, 2.3.1867, p. 3 74. El Noticioso, 9.2.1853, p. 2. 75. BAJTIN, Mijail, Ob. cit. p. 355

76. El Nacional, 21.2.1855, p. 2

77. BARRAN, José Pedro, Ob. cit, T. Il, p. 241 y ss 78. La Tribunita, 8.3.1867, p. 3

79. El Ferrocarril, 4.3.1870, p. 2 80. La Tribuna, 11.2.1869, p. 2

81. La Tribuna, 6.2.1869, p. 2.

82. El Ferrocarril, 9,2.1870, p. 1 83. El Ferro-carrií, 10.2,1871, p. 2

34. La Tribunita, 7.3.1867, p. 3

85. La Paz, 8.2.1870, p. 2

:

,

e

86. El Ferro-carril, 11.2.1871, p. 2

87. El Ferrocarril, 20.2.1872, p. 3

88. El Mensajero del Pueblo, 5.3.1871

:

89. BARRAN, José Pedro, Ob. cit., T, 1, p. 200 90. BARRAN, José Pedro, Ob. .cit., T. I, P. 219 y ss 91. Los adjetivos están tomados de sucesivos Bandos y Edictos de Carnaval

dictados por las autoridades entre los años 1799 y 1872. 101

92. El Mercurio Uruguayo, 2.2.1856, p. 2 93. El Universal, 10.2.1836, p. 2 94. El Comercio del Plata, 10.2.1853, p.2 95. El Untversal, 1.2,1838, p.3

96. El Siglo, 7.3.1867, p. 2

97. La Tribuna Popular, 6.3.1889, p.1

98. El Untversal, 28.2.1835, p. 1

99. El Universal, 10.2,1836, p.2

o

100. Edicto de carnaval correspondiente al año 1830, En El Universal, 19.2.1830, p. 4

101. Revista Oficial, 14.2,1839, p. 4

102. El Mensajero del Pueblo, 5.3.1871

103. La Tribunita, 7.3.1867, p. 2

104. Abundante documentación permite inferir el origen hispánico de muestro Carnaval. En 1834, por ejemplo, el periódico El Fanal

refiere a él como "pemnicioso juego que por desgracia subsiste entrese

nosotros como nos lo legó el sistema colonial” (El Fanal 8.2.1834, p. 2). Asimismo, el estudio de Julio Caro sobre la fiesta en España es

un rico repertorio de viejas costumbres y tradiciones que revelan las

raíces filiatorias de nuestras prácticas carnavalescas. (CARO BAROJA,

Julio. Camaval, Ed. Taurus, Madrid, 1975). Por otra parte, alo largo de su tradición cultural, pocos pueblos han sentido y vivido tan intensamente como el español la percepción carnavalesca del mundo. En ta] sentido, basta mencionar nombres como el de Cervantes, Quevedo,

Goya, Valle Inclán, Buñuel o Almodóvar, entre otros;

105. ACUÑA de FIGUEROA, Francisco, Ob. cit; T. 1, p. 182. En aquella

peculiar coyuntura montevideana, pocos días antes de que los revolucionarios convocados por Artigas se reunieran en el Congreso de Abril, las notas del autor correspondientes al 28 de febrero registran,

la celebración del Carnaval en la ciudad sitiada: “Con anuncio de gritos y algazara, hoy es de Carnaval el Primer día, pues el pueblo, cual niño caprichoso, con un juguete su aflicción olvida.

€.)

“A falta de agua dulce, se jugaba

con salada del mar; más nó con huevos,

que por ser tan escasos se teemplazan

con las bolsas de cal y los cencerros.”

Y el 2 de marzo, como balance del último día, el poeta agrega: 102

“Jugóse a Carnaval por la mañana - y hasta la noche con furor grosero, quedando por memoria de estos días cuatro desnarigados y seis tuertos.”

:

Entre lás expresionés carnavalescas del año 1814, el autor menciona

“brutal vocinglería, estruendos, garrotazos, cencerros y mojigan gas.”

CT. H p. 150).

106. FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar, Siglo XXI Editores, México, 1985 » 107. Lo expuesto corresponde a una muy apretada síntesis de las disposiciones más relevantes contenidas en los Bandos de Carnaval del período 1799-1829 que se conservan en el Archivo General de la Nación de acuerdo al siguiente detalle: - 1799, Escribanía de Gobierno y Hacienda, Caja N* 39, Expediente

N? 56

- 1800, Escribanía de Gobierno y Hacienda, Expediente N* 20

- 1816, ExArchivo General Administrativo, Libro 213, Documento N? 47 o,

- 1817, Escribanía de Gobierno y Hacienda, Caja N* 116, Expediente N? 91:

j

l

- 1819, Escribanía de Gobierno y Hacienda, Caja N* 118, Expediente

N25

+

+ 1820, Escribanía de Gobierno y Hacienda, Caja N* 120, Expediente N250 ] - 1821, ExArchivo General Administrativo, Caja N* 558, Documento

N? 284 : - 1824, ExArchivo General Administrativo, Caja N“603, Carpeta 2 “Edictos”. , - 1825, ExArchivo General Administrativo, Caja N* 617, Carpet a 1 “Bandos”. - 1828, ExArchivo General Administrativo, CajaN? 721, Carpet a 1.

Para la ubicación de varios de estos Bandos, agradezco la genero sa

información de Aníbal Barrios Pintos y de Ricardo Marletti.

Con respecto al Bando de 1799, cabe aclarar que el documento falta en su correspondiente ubicación. Sin embargo, las referencias aporta das en torno al mismo por Eugenio Petit Muñoz permiten deducir que su

texto no difiere del correspondiente al año 1800. (PETIT MUÑOZ,

Eugenio, “La condición jurídica del negro”, Talleres Gráficos 33, 1947, p. 418 y ss.) 108. Bando de Carnaval de 1816, ya cit. 103

109. BARRAN, José Pedro, Ob, cit. T. 1 p. 219 y ss. 110, Edicto de Carnaval de 1830, ya cit.

111, Edicto de Carnaval correspondiente al año 1834. En El Universal,

7.2.1834, p. 2

112. Informe del Jefe Político y de Policía de Montevideo Luis Lamas al Ministro de Gobierno, fechadoe!l 13 de febrero de 1839. En El Nacional,

15.2.1839, p. 1 113. El Universal, 24.2,1830, p. 2

114. El Universal, 10.2.1836, p. 2

115. El Universal, 24.2,1830, p. 2.

116. Edicto de Camaval correspondiente al año 1839. En El Nacional,

9.2.1839, p. 1 117. Edicto de Carnaval correspondiente al año 1843. En El Nactonal, 9.2.1843, p. 2 : 118. Edicto de Carnaval correspondiente al año 1852. En El Comercio del Plata, 18.2,1852, p. 2 119. Edicto de Carnaval de 1839, ya cit.

120. El Universal. 10.2,1836, p. 2

121, Edicto de Carnaval de 1830, ya cit.

122, Edicto de Carnaval correspondiente al año 1832. En El Universal, 29.2.1832, p. 3 123. Edicto de Carnaval de1832, ya cit. 124. La disposición, incluida por primera vezenel ya citado Edicto de 1834, tendrá una vigencia intermitente hasta 1857 en que un Aviso adicional al Edicto policial de dicho año la reimplanta definitivamente, salvo alguna esporádica excepción. El mencionado Aviso puede verseenla Nación, 21.2.1857,p.2...:.:

125. Edicto de Carnaval correspondiente alaño 1860. En Za Constitución, 18,2.1860, p. 3 126. El Ferrocarril, 22.1.1870, p. 1 127. La Tribuna, 23.2.1867, p. 2

128. Edicto de Carnaval correspondiente al año 1868. En La Tribunita,

4.2.1868, p. 1

129. Edicto de Carnaval correspondiente al año 1871. En EL Ferro-carrt,

18.1.1871, p. 1

130. El Nacional, 9.2.1839, p. 3

131. El Nactonal, 24.2.1841, p. 3

132. El Nacional, 25.2.1854, p. 2

133. El Ferro-carri, 4.3.1870, p. 2

134, La Tribuna, 8.3.1867, p. 2

135. El Ferrocarril, 10,2.1869, p. 3 *

136. El Ferro-carril, 4.2,1869, p. 3

137. El Ferrocarril, 18.2,1871, p. 2

138. El Ferro-carril, 43.1870, p. 2

139. El Ferrocarril, 22.2,1871, p. 2

140. El Ferro-carril, 23.2.1871, p.1 141. El Siglo, 15.2.1872, p. 2

142. El Untuersal, 7.3.1832, p. 2 143. El Nacional, 1.3.1854, p. 3

144. El Mercurio Uruguayo, 7.2.1856, p. 2 145. La República, 10.3.1859, p. 3 146. Idem.

y

147. El Ferro-carríl, 10.2.1869, p. 2

148. TORRES, Máximo, Ob. cit. p. 160

149: BAJTIN, Mijail, Ob. cit. p. 16

150. El Comercio del Plata, 16.2.1855, p. 2

151. El Recuerdo, 10.2.1856, Buenos Aires, N2 6

152. El Comercio del Plata, 2.3.1854, p. 2 153. La República, 9.3.1862, p. 2

154. La Opinión Nacional, 6.3.1867, p. 2

155. El Ferro-carril, 11.2.1869, p. 3

156. ROSSI, Rómulo, Ob. cit. p. 19

157. MUÑOZ, Daniel, Art. cit.

158. El Siglo, 14.2.1869, p. 1

|

159. La Prensa Oriental, 6.3.1862, p. 3. 160. DaMATTA, Roberto, Univer do Camava sol, Ob. cit. p.99 navats, malandros e beróts, Ob. cit. p. 50 yss,

y ss. y Car-

161. El Comercio del Plata, 6.3.1853, p. 2

162. El Eco Uruguayo, 5.3.1857, p. 1

163. 164. 165. 166.

La El El El

expresión pertenece, una vez más, a Roberto DaMatta. Plata, 3.3.1881, p. 2 Untversal, 7.3.1832, p. 2 Síglo, 24.2.1870, p. 2

167. El Noticioso, 9.3.1853, p. 2 168. La Constitución, 19.2,1853, p. 4 169. BARRAN, José Pedro, Ob. cit.,

T. II p. 101 yss.

170. El Mercurio Uruguayo, 7.2. 1856, p.2

17/1.La Tribuna, 2.2.1867, p. 2 172. El Comercio del Plata, 22.2.1852, p. 3

173. El País, 4,2,1863, p. 3

105

174. El Síglo, 19.1.1869, p. 2

175. El País, 31.1.1863, p.2

176. El Ferrocarril, 21.2. 1870, p. 3

177. La Tribunita, 6.3,1867, p. 3

178. La República, 5.3.1859, p. 2

179. El Síglo, 30.1.1869, p. 2 180. El Ferro-carril, 10.2.1869, p.2

181. El Ferro-camii, 21,2.1870, p. 2

182. El Ferrocarril, 3.2. 1871, p. 2

183. La Opinión Nacional, 28.2.1867. p.2

184, Idem.

185. El Ferrocarril, 3.3.1871, p. 2 186. El Ferrocarril, 21,2.1872, p. 2

187. La República, 19.2.1861, p. 2

188. El Ferrocarril, 10.2,1869, p. 2

189. La República, 12.3.1862, p, 3 190. El Ferro-carnl, 2,3.1870, p.2

191. El Ferro-carril, 27.1.1872, p. 2

192. BAJTIN, Mijail, Ob. cit., p. 12 y 13

193. idem.

o

194. El País, 23.2.1862, p. 3

195. El Compás, 10.2.1842, p.3

196. El Nacional, 6.3.1856, p.3

197. Una vez más, remitimos al lector al ya citado Camaval de Julio Caro Baroja donde los datos aportados porel autor documentan, además, la muy temprana presencia en el Carnaval español de mascaradas con y Cfítica y sátira a las autoridades, “incluso escribiendo un texto”. En la p. ¿ 92 de dicha obra, Caro describe un ejemp lo tomado del Carnaval

: madrileño de 1637 que resulta revelador en cuanto a las

características . Que asumirán las comparsas críticas del Carnaval montevideano en el * siglo XIX, 198. La Prensa Oriental, 28.2.1862, p. 3

199. La Tribuna, 9.2.1866, p. 2

200. Los Debates, 28.1.1872, p. 2

201. La Revista Literaria, 11.2.1866 202, El Ferrocarril, 11.2,.1871, p. 2

203. El Ferro-carril, 8.2.1871, p. 2

204. El Ferro-carrl, 31.1 y 17.2.1872, p. 2

205. La Matraca, 13.3.1832, p.3 206. Por un riguroso y enriquecedor estudio en torno a la evolución de la

106

música y la danza afrourugu aya en

el siglo XIX, ver AYESTARAN , Lauro. La Música en el Uruguay. SODRE, 1953, Vol. 1 P. 53 y ss.

211. Los fragmentos citados per tenecen a una de las danzas, uno de los tangos y la despedida'

de Pobres Negros Orientales 1870 y están tomados de El Ferro-carri, 2.3.1870 , p. 1 :

213. Los fragmentos pertenece n a una de las danzas y uno de los tangos que formaron parte del repertor io de Raza Africana 1872. Están toma-

especialmente en p. 382 y ss. 225. La Tribuna, 5.2,1869, p.2 : 226. La Tribuntta, 27.1.1868, p. 1 227. El Siglo, 11.2.1869, p. 2

228. La Tribuna, 11.2.1869, p. 2 229. El Ferrocarril, 11.2.1869, p. 3 230. Los dos fragmentos del repertorio de Los Oportunos 1870

están

tomados de La Paz, 3.3.1870, p. 1

231. El Molínillo, 6.3.1870, p. 6-

232. El Ferrocarril, 2.3.1870, p. 2 233. Idem p. 1

234. El Ferrocarril, 10.2.1869, p. 2

235. La Tribuna, 3.3.1870, p. 2

236. La Tribuna, 11.2.1872, p. 3 237. Los Debates, 15.2.1872, p. 1

238. MUÑOZ, Daniel, art. cit.

239. El País, 2.2.1864, p. 2

240. TORRES, Máximo, ob. cit. p. 166

241. 242. 243. 244.

El Comercio del Plata, 24.1.1855, p. 3 El Stglo, 6.2.1872, p. 4. La República, 10.2.1861, p. 3 La Prensa Oriental, 20.2.1862, p. 2

245. El Siglo, 17.2.1867 p. 2

246. El Ferrocarril, 20.1.1871, p. 2 247. BARRAN, José Pedro, ob. cit., T 1, p. 111 248. El Siglo, 6.2.1869, p. 4. 249. BARRAN, José Pedro, ob. cit.,

Tl, p. 118

250. Aplicado al Carnaval carioca, Roberto DaMatta dedica al tema un extenso y penetrante análisis a propósito de las diferencias entre el

samba, “música típicamente pobre, libre, hecha para bailar”, y la

marcha, donde la letra es más importante que la música, donde lo fundamental es decir cosas y que aparece como “vehículo privilegiado para expresar los dramas, las aspiraciones, las críticas y las ideas igualitarias de las clases medias”. En Carnavais, Malandros e heróts,

ob. cit., p. 119 251. La Matraca, 8.3.1832, p. 4

:

o

252. El Siglo, 7.2.1869, p. 1

253. El Orden, 2.3.1854, p. 2 254. El Siglo, 24.2.1871, p. 1

255. La República, 20.2.1856, p. 3 256. La Opinión Nacional, 6.3.1867, p. 2 257. La Tribuna, 12.2.1869, p. 3

258, Museo Histórico Nacional. Colección Pablo Blanco Acevedo, T.114,

Fs. 51 y ss.

108

259. Repertorio de Los Oportunos 1871. Tomado de El Siglo, 24.2,1871, p.2

260. El Siglo, 23.2.1871, p. 2 261. Repertorio de Los Oportunos 1871, ya cit. 262. La Tribuna, 17.2.1872, p. 2 263. La Paz, 11.2.1872, p. 2

264. El Siglo, 11.2.1872, p. 2 265.El Ferrocarril, 23.1.1872, p. 2 266. El Siglo, 3.3.1870, p. 2 267. El Nacional, 16.2.1839, p.1

268. La República, 6.3.1859, p. 3 269. La Tribunita, 6.3.1867, p. 1 270.

El Universal, 7.2.1837, p. 2

271. El Defensor de las Leyes, 9.2.1837, p. 2

272. El Comercio del Plata, 7.2.1856, p. 3. 273. El Mercurio Uruguayo, 7.2.1856, p. 2 274. El Ferro-carril, 22.2.1871, p. 2

275. El Síglo, 23.2.1871, p. 2 276. BARRAN, José Pedro, ob. cit., T. 1, p. 109 277. ACUÑA de FIGUEROA, Francisco, ob. cit., TI, p. 182 278. La República, 7.2,1856, p. 2 279. Conocí esta anécdota en las clases del Prof. Juan Pivel Devoto en el

+ Instituto de Profesores Artigas. Por otra parte, Carlos Machado registra

: el hecho en su Historia de los Orientales. Ediciones de la Banda Oriental, 1973, p. 137 280. El Nactonal, 10.2.1842, p. 2

A

281. Edicto de Carnaval correspondiente al año 1843. En El Nacional 27.2.1843, p. 2 282. Fragmento del repertorio de la Comparsa Momo evocado años más

tarde por La República, 5.3.1859 p. 3

:

283. El Nacional, 1.2.1845, p. 3

284. El Defensor de la Independencia Americana, 9.3.1848, Miguelete, p.4

285. Tomado de MAGARIÑOS de MELLO, Mateo, El Gobierno del Cerrito, 1954, T. IL, p. 129 y ss.

P

286. Edicto de Carnaval fechado en Cuchilla de Oribe el 24 de febrero de 1851. En El Defensor de la Independencia Americana, 25.2.1851, Miguelete, p. 4. Según nuestro relevamiento de fuentes , sería éste el único Edicto de Carnaval emanado de las autoridades del Cerrito.

109

| |

228. La | 229. El 4 230. Los toma

231. El 232. ElÍ 233. Ide

234, El;

235. La. 236. La: 237. Lol

238. MU

239. El

287. FERNANDEZ SALDAÑA, José M. Historias del viejo Montevideo.

Ed. Arca, 1967, p. 27 288. Tomado de MAGARIÑOS de MELLO, Mateo, Ob. cit. Vol. y p. cit,

289. GONZALEZ, Domingo, (El Licenciado Peralta). Bocetos y brochazos, Ed. Claudio García, 1918, p. 72 y 73

290. MAGARIÑOS de MELLO, Mateo, Ob,, vol. y p. cit. 291. El Mercurio Uruguayo, 2.2.1856, p. 2

292. El Honor Nacional, 18.2.1858, p. 3

293. La Nación, 23.2.1858, p. 3

294. El País, 10.2.1863, p. 2 295. La Reforma Pacífica, 28.1.1864, p. 3

2%. La Reforma Pacífica, 7.2.1864, p.2

297. La Reforma Pacífica, 11.2.1864, p. 2

298. El País, 11.2.1864, p. 3

240. TC.

299. Idem,

241. El.

300. La Reforma Pacífica,2.3.1865, p. 3

242. El:

301. BARRAN, José Pedro, Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y cau-

243. Le.

244. Le:

áillesco, Ediciones de la Banda Oriental, 1974, p. 101

302. Las Notíctas,11.2.1868, p. 2

245. El

303. Las Notícias, 18.2.1868, p. 2

246. E:

304. Edicto correspondiente al año 1868, ya cit.

247. B. 248. E 249. B:. 250. A

exí

sas

mi fui.

ps

305. Aviso de la Polícia de 22.2.1868. En La Tribunita. 22.2.1868, p. 3 *

306. El Progreso, 21.2.1868, p. 1

307. LOCKHART, Washington, Venancio Flores, Ediciones de la Banda Oriental, 1979, p. 9

. 308. El Progreso, 2.3.1868, p. 3

309. El Ferro-carril, 17.1.1871, p.2

310. El Ferro-carril, 8.2.1871, p. 1 311. El Ferrocarril, 8.2.1871, p. 2

312. La Paz, 16.2.1872, p. 2

of

110

A