Beneméritos, aristócratas y empresarios: Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica 9783954879670

Compilación de artículos de reconocidos investigadores de Europa y América sobre la elites coloniales en las más importa

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Beneméritos, aristócratas y empresarios: Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica
 9783954879670

Table of contents :
Índice
Agradecimientos
Introducción
Formación Y Desarrollo De Identidades De Grupos Sociales Altos En Viejos Centros Coloniales. Nueva España Y El Perú
Formación, identidad y estabilidad dentro de la élite colonial mexicana en los siglos XVI y XVII
La élite colonial en la Nueva España del siglo XVIII: un planteamiento en términos de redes sociales
Cultura y élites: las historias sobre Lima en el siglo XVII
Mecanismos de supervivencia en la élite mercantil limeña a fines del siglo XVIII y principios del XIX
Procesos De La Formación Social Y De Identidades De Capas Sociales Altas En Regiones Fronterizas Y Periféricas. El Factor Inmigratorio
Una oligarquía de la frontera norte novohispana: Parral en el siglo XVII
Estructuras, prestigio e identidades de la capa social alta en una ciudad portuaria y fronteriza. Montevideo del siglo XVIII a la Independencia
The Buenos Aires colonial elite... and other random thoughts
Hidalgos americanos. La formación de la élite vasco-castellana de Santiago de Chile en el siglo XVIII
La élite de Maracaibo en la construcción de una identidad regional (siglos XVIII-XIX)
Honor, riqueza y desigualdad en la provincia de Venezuela, siglo XVIII
Formación E Identidades De Las Capas Sociales Altas. Estudios Verticales A Largo Plazo
Élite, oligarquía o aristocracia en La Habana entre los siglos XVI y XVII
La formación de una nobleza colonial. Estructura e identidad de la capa social alta de la ciudad de Quito (siglos XVI-XVIII)
Centros Pequeños En Formación En Diferentes Épocas Coloniales
Los mancebos de la tierra: la élite mestiza de Asunción durante la época colonial
Todo queda en familia... Política y parentesco entre las familias notables de Jujuy del siglo XVII
¿Estrategas o patriarcas? La aristocracia empresarial zacatecana a fines del siglo XVIII-principios del siglo XIX
Reflexiones Finales
Las capas altas urbanas en la América hispánica colonial. Reflexiones sobre un tema y una conferencia

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Bernd Schröter y Christian Büschges (eds.) Beneméritos, aristócratas y empresarios

IHILA

ACTA COLONIENSIA Estudios Ibéricos y Latinoamericanos Editores: Hans-Jürgen Prien y Michael Zeuske I:

Religiosidad e Historiografía: La irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía. Actas del Simposio Internacional: "Religiosidad e Historiografía: la irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía», del 15 al 16 de noviembre de 1996 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

II:

Regiones europeas y Latinoamericanas (siglos xvm y xix). Actas del Simposio Internacional: "Regiones europeas y Latinoamérica (siglos xvm y xix)", del 16 al 17 de diciembre de 1995 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

III:

Interethnische Beziehungen in der Geschichte Lateinamerikas. Akten des Symposiums: "Interethnische Begegnungen, Konflikte und Probleme in der Geschichte Lateinamerikas seit 1492", vom 28. und 29. November 1997 an der Iberischen und Lateinamerikanischen Abteilung des Historischen Seminars der Universität zu Köln.

IV:

Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica. Actas del Simposio Internacional: "Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en Iberoamérica colonial", del 4 al 6 de diciembre de 1998 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

Bernd Schröter y Christian Büschges (eds.)

Beneméritos, aristócratas y empresarios Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica

Vervuert

• Iberoamericana

• 1999

Impreso con la ayuda del Ministerium für Schule und Weiterbildung, Wissenschaft und Forschung des Landes Nordrhein-Westfalen y del Verein der Freunde und Förderer der Universität Köln

Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme Beneméritos, aristócratas y empresarios : Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica ; [actas del Simposio Internacional "Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en Iberoamérica colonial", del 4 al 6 de diciembre de 1998 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia] / Bernd Schröter y Christian Büschges (eds.). Madrid : Iberoamericana ; Frankfurt am Main : Vervuert, 1999 (Acta Coloniensia ; Vol. 4) ISBN 84-95107-60-0 (Iberoamericana) ISBN 3-89354-194-2 (Vervuert) Dep. Legal: M-3.000-2000 © Iberoamericana, Madrid 1999 © Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 1999 Reservados todos los derechos Diseño de la portada: Michael Ackermann Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en España Imprenta Fareso, S.A. P° de la Dirección, 5. 28039 Madrid

índice

AGRADECIMIENTOS

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INTRODUCCIÓN

Christian Büschges (Köln)

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FORMACIÓN Y DESARROLLO DE IDENTIDADES DE GRUPOS SOCIALES ALTOS EN VIEJOS CENTROS COLONIALES. NUEVA ESPAÑA Y EL PERÚ

Formación, identidad y estabilidad dentro de la élite colonial mexicana en los siglos xvi y xvii John E. Kicza (Pullman) La élite colonial en la Nueva-España del siglo xvm: un planteamiento en términos de redes sociales Michel Bertrand (Toulouse) Cultura y élites: las historias sobre Lima en el siglo xvn Pedro Guibovich Pérez (Lima/New York) Mecanismos de supervivencia en la élite mercantil limeña a fines del siglo xvm y principios del xix Cristina Mazzeo de Vivó (Lima)

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17

35 53

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PROCESOS DE LA FORMACIÓN SOCIAL Y DE IDENTIDADES DE CAPAS SOCIALES ALTAS EN REGIONES FRONTERIZAS Y PERIFÉRICAS. E L FACTOR INMIGRATORIO ...

Una oligarquía de la frontera norte novohispana. Parral en el siglo xvn Chantal Cramaussel (Zamora) Estructuras, prestigio e identidades de la capa social alta en una ciudad portuaria y fronteriza. Montevideo del siglo xvm a la Independencia Bernd Schröter (Köln) The Buenos Aires colonial elite... and other random thoughts Susan M. Socolow (Atlanta) Hidalgos americanos. La formación de la élite vasco-castellana de Santiago de Chile en el siglo xvm Maria Rosaria Stabili (Roma) La élite de Maracaibo en la construcción de una identidad regional (siglos

83

85

103 125

133

XVIII-XIX)

Germán Cardozo Galué y Arlene Urdaneta de Cardozo (Caracas) Honor, riqueza y desigualdad en la provincia de Venezuela, siglo xvm Inés Quintero (Caracas)

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FORMACIÓN E IDENTIDADES DE LAS CAPAS SOCIALES ALTAS. ESTUDIOS VERTICALES A LARGO PLAZO

Élite, oligarquía o aristocracia en La Habana entre los siglos xvi y XVII Arturo Sorhegui (La Habana) La formación de una nobleza colonial. Estructura e identidad de la capa social alta de la ciudad de Quito (siglos xvi-xvm) Christian Büschges (Köln) CENTROS PEQUEÑOS EN FORMACIÓN EN DIFERENTES ÉPOCAS COLONIALES

199

201 215 233

Los mancebos de la tierra: la élite mestiza de Asunción durante la época colonial Barbara Potthast (Bielefeld) Todo queda en familia... Política y parentesco entre las familias notables de Jujuy del siglo XVII Juan Pablo Ferreiro (Jujuy) ¿Estrategas o patriarcas? La aristocracia empresarial zacatecana a fines del siglo xvin-principios del siglo xix Frédérique Langue (París)

275

REFLEXIONES FINALES

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Las capas altas urbanas en la América hispánica colonial. Reflexiones sobre un tema y una conferencia Christian Büschges y Bernd. Schröter (Köln)

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235 251

Agradecimientos

Por la ayuda recibida durante la preparación y la realización del simposio así como la impresión de los aportes del mismo queremos agradecer a numerosas personas e instituciones: La Deutsche Forschungsgemeinschaft (Comunidad de Investigación Científica Alemana) se hizo responsable de la financiación de la conferencia y la Verein der Freunde und Förderer der Universität zu Köln (Asociación de Amigos y Promotores de la Universidad de Colonia) así como el Ministerio de Educación, Ciencia e Investigación del Land Renania del Norte-Westfalia hicieron posible esta publicación. Para la conclusión de ésta pudimos contar con la colaboración de la señorita Ulrike Bock y de la señora Paulina Endara. También los estudiantes auxiliares del Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana nos ofrecieron una ayuda importante para la realización técnica de la conferencia. Les estamos muy reconocidos a los señores Max Zeuske y Michael Zeuske por dirigir de manera eficaz y constructiva el curso de la discusión. Y, no en último lugar, agradecemos a todos los científicos participantes por la contribución brindada para el éxito de este simposio. Finalmente, agradecemos a los señores profesores Dr. Hans-Jürgen Prien y Dr. Michael Zeuske por haber incluido el presente libro en la colección Acta Coloniensia. Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Colonia, agosto de 1999 D R . CHRISTIAN BÜSCHGES D R . BERND SCHRÖTER

Introducción Christian Biischges Universität zu Köln (Alemania)

Desde las pioneras investigaciones de su fundador, Richard Konetzke, el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia ha desarrollado una rica tradición historiográfica respecto a la historia social de la América hispánica colonial1. Desde hace alrededor de cuatro años, las investigaciones se concentran en la historia de la formación y el desarrollo de las capas sociales altas del Nuevo Mundo y enfocan particularmente las ciudades y regiones de La Habana, Caracas, Montevideo y Quito. Las discusiones que los miembros y colaboradores del instituto han llevado a cabo acerca de las diferencias y coincidencias de estas sociedades coloniales han confirmado la importancia de elaborar una base teórico-metodológica y empírico-histórica que pueda facilitar una investigación comparativa de las capas sociales altas de las ciudades coloniales, enfoque que hasta ahora no se ha desarrollado suficientemente en la historia social sobre la América hispánica. Por cierto, se ha publicado, sobre todo a partir de los años 70, una gran cantidad de monografías sobre grupos sociales de diferentes regiones hispanoamericanas. Los estudios regionales sobre las así llamadas "élites" coloniales han enriquecido nuestros conocimientos sobre la compleja realidad social de estos grupos. De hecho, todos los contribuyentes del presente volumen han publicado monografías o artículos de este tipo, o están trabajando en ello. Aparte de los trabajos monográficos contamos también con algunas síntesis que forman en su mayoría parte de manuales de tipo "Historia de América Latina", entre los cuales se destacan los aportes de dos autores clásicos, que son James Lockhart y Magnus Mörner. En 1986, Luisa Hoberman y Susan Socolow publicaron además una antología muy útil de estudios generales sobre diferentes grupos económicos (terratenientes, comerciantes, entre otros) y grupos funcionales (oficiales reales, clérigos, etc.) en la época colonial latinoamericana2. Cada uno de los 1 Véase por ejemplo Reinhard Liehr, Stadtrat und städtische Oberschicht von Puebla am Ende der Kolonialzeit (1787-1810) (Wiesbaden 1971); Inge Langenberg, Urbanisation und Bevölkerungsstruktur der Stadt Guatemala in der ausgehenden Kolonialzeit (1773-1824) (Colonia y Viena 1981); Hildegard Krüger, Der Cabildo von Asunción. Stadtverwaltung und städtische Oberschicht in der ersten Hälfte des 18. Jahrhunderts (1690-1730) (Francfort del Meno 1979); Barbara Potthast, "Paradies Mohammeds " oder "Land der Frauen ". Zur Rolle von Frau und Familie in Paraguay im 19. Jahrhundert (Colonia, Viena y Weimar 1994); Christian Büschges, Familie, Ehre und Macht. Konzept und soziale Wirklichkeit des Adels in der Stadt Quito (Ecuador) während der späten Kolonialzeit (17651822) (Stuttgart 1996); Bernd Schröter, Die Entstehung einer Grenzregion. Wirtschaft, Gesellschaft und Politik im kolonialen Uruguay 1725-1811 (Colonia, Viena y Weimar 1999). 2

1986).

Hoberman y Socolow (eds.), Cities and societies

in Colonial Latin America

(Albuquerque

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CHRISTIAN BÜSCHGES

artículos de esa antología presenta un resumen historiográfico sobre uno de los mencionados grupos y ofrece además algunas reflexiones sobre las características comunes y particulares de estos grupos en diferentes regiones y épocas. Otras iniciativas de unir diferentes trabajos de historia social, en esta ocasión además con un enfoque en las capas sociales altas, se realizaron en los Congresos Internacionales de Americanistas de New Orleans, en 1991, y Quito, en 1997. En los respectivos simposios dedicados a las "élites" coloniales, un número considerable de historiadores presentó los resultados de sus estudios histórico-empíricos sobre diferentes épocas y regiones coloniales. El simposio de Quito sobre el tema "Élites, poder e identidad en América colonial" ha mostrado, sin embargo, que falta todavía un esfuerzo para coordinar investigaciones tan heterogéneas a través de un explícito enfoque comparativo. Todas las experiencias y conclusiones mencionadas hasta aquí nos han llevado, tanto a Bernd Schröter como a mí, a la idea de organizar un simposio, en el cual se presenten y discutan algunos aspectos centrales de la historia de diferentes capas sociales altas de la Hispanoamérica colonial. No queríamos dedicarnos tanto a una discusión de los grandes modelos teóricos, aunque tampoco unir tan sólo algunos estudios histórico-empíricos. El propósito principal del simposio, cuyos resultados se reúnen en este volumen, era ofrecer un espacio para reflexionar, desde una perspectiva comparativa, sobre las raíces de la estructura e identidad de estas capas sociales altas y acerca del origen de las coincidencias y diferencias que existen entre ellas. Desde los años 50 y 60, décadas en que la historia social se constituyó como una disciplina propia en el campo latinoamericanista, han surgido, en un proceso de sustitución y amplificación, varias corrientes historiográficas que forman, hasta el presente, las perspectivas fundamentales de la investigación, reflejando las grandes "escuelas" de la historiografía europea y norteamericana. La historiografía social hispanoamericana ha comenzado como una historia jurídico-institucional, tanto por el tipo de fuentes usado, sobre todo de carácter legislativo, como por la lectura de éstas, y entre sus protagonistas hay que contar al mencionado Richard Konetzke. De este enfoque nació el primer modelo de la estratificación social de las sociedades latinoamericanas y de la posición de sus capas sociales altas, o sea el modelo de una jerarquía social de grupos definidos por su etnicidad (o "raza") y cuya posición y función social era determinada por leyes y corporaciones propias. Las normas jurídicas, como son leyes, ordenanzas, corporaciones, o sea cofradías, etc., siguen siendo una materia importante de la investigación sobre la realidad social de las capas sociales altas. A partir de los años 70, se han difundido los estudios sobre las "élites" coloniales, y con estos trabajos la historia social se ha orientado particularmente hacia la estructura, primordialmente socio-económica, de las capas sociales altas 3 . Este enfoque representa hasta hoy en día el eje central de la historiografía social sobre

3 Véase la obra pionera de este estilo: David Brading, Miners and merchants in Bourbon Mexico, 1763-1810 (Cambridge 1971).

INTRODUCCIÓN

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la América hispánica. En esos estudios se destaca normalmente la importancia de las estructuras económicas (y además del poder) para la formación de las capas sociales altas. Con estos trabajos se ha difundido también el término de "élite" que, a pesar de haberse convertido en un término central de este tipo de estudios, carece, quizá justamente por su uso inflacionario, en la mayoría de los estudios de una definición precisa. Desde la perspectiva del análisis socio-económico se han elaborado también modelos generales de la jerarquía social, tomando como criterio principal las actividades económicas y las profesiones ejercidas por los diferentes individuos y grupos. La tercera y más reciente corriente historiográfica, tanto en el ámbito de la historia social internacional como respecto a la América hispánica colonial, aparece bajo denominaciones diferentes como "historia de la mentalidad" o, sobre todo en los últimos años, como "antropología histórica" (o "historia antropológica") y "(nueva) historia cultural". La historia de la mentalidad reivindica la importancia de los sistemas de valores y su autonomía relativa frente a las otras grandes estructuras de la sociedad, o sea la economía y el poder, con las cuales constituye la realidad social. La historia antropológica no sólo defiende la importancia de los sistemas de valores en esta tríada de estructuras económica, política y cultural, sino que busca además distanciarse de un enfoque demasiado global y estático en las grandes estructuras y capas sociales, para hacer recalcar los actores sociales concretos. Se concentra además en el estudio de la percepción que los individuos y grupos tienen de sí mismos y de la sociedad en la que viven, y pone de relieve la importancia de los fenómenos sociales más bien informales, como son símbolos e imágenes. En esta corriente historiográfica, la importancia del análisis cuantitativo o estadístico, eje metodológico de gran parte de los estudios estructurales de la historia socioeconómica, ha perdido importancia frente a un enfoque cualitativo, siendo ésta una tendencia denominada a veces como "cambio hermenéutico" más favorable al llamado "retorno a los textos"4. Esta nueva perspectiva historiográfica se refleja en los últimos años también en la historiografía social sobre Hispanoamérica5. Las mencionadas corrientes historiográficas, resúmenes de investigación y estudios histórico-empíricos han ampliado considerablemente los aspectos, fuentes y metodologías de la investigación sobre las capas sociales altas.

4 Winfried Schulze (ed.), Sozialgeschichte, Alltagsgeschichte, Mikro-Historie. Eine Diskussion (Göttingen 1994). 5 Véase, por ejemplo, Mexico's new cultural history. ¿' Una lucha libre?: ed. especial de Hispanic American Historical Review, 79:2 (1999); Jean-Paul Züniga, "La voix du sang. Du métis à l'idée de métissage en Amérique espagnole": Annales, 54:2 (1999), pp. 425-452; Tamar Herzog und JohannesMichael Scholz (eds.), Observation and Communication. The Construction of Realities in the Hispanic World (Francfort del Meno 1997); Solange Alberro (ed.): Cultura, ideas y mentalidades (México 1992); Structures et cultures des sociétés ibéro-américaines, ed. por Centre National de la Recherche Scientifique (Paris 1990).

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CHRISTIAN BÜSCHGES

Esta investigación, como cualquier estudio sobre la realidad social de la época moderna, no puede prescindir de inscribir su trabajo en el marco de los conceptos globales sobre la estructura de las sociedades del Antiguo Régimen. El marco teórico general más valiente es, sin duda, la diferenciación entre la posición o "sociedad de estamentos" y la posición o "sociedad de clases". Para el caso de las sociedades de la América hispánica colonial, estos conceptos han sido discutidos más detenidamente por Magnus Môrner. En este contexto hay que mencionar además el debate sobre race and class de finales de los años setenta y principios de los ochenta, llevado a cabo en la revista Past and Present. Varios autores discutieron en aquella ocasión la importancia del estatus étnico, entendido éste como una variante colonial de la posición estamental, y de la posición económica o "de clase" para la estratificación social, tomando como punto de partida el caso de una sociedad concreta, o sea la de Oaxaca en la Nueva España a finales del siglo xvm. El resultado de este debate fue, sin embargo, relativamente modesto, en parte debido al hecho de que la discusión sobre los criterios principales de la estratificación social se redujo, demasiado pronto, a la disputa por el justo método estadístico para medir el nivel de endogamia étnica que se reflejaba en los libros parroquiales oaxaqueños sobre matrimonios, tomando ésta como un indicador central para juzgar la importancia de las barreras étnicas en la sociedad. El resultado de este debate fue la constatación algo resignada de una coexistencia de factores étnicos y económicos como base de la jerarquía social. A manera de epílogo del debate, Patricia Seed demostró, además, en un artículo, cómo el factor étnico pierde su supuesto carácter de elemento objetivo y casi material para la estratificación social y, por consiguiente, también para la historiografía social6. En cambio, la autora puso de relieve que el estatus étnico no es tanto un hecho biológico sino un fenómeno cultural, definido y juzgado por la misma sociedad, por cuya razón una persona podía cambiar de estatus o identidad étnica durante su vida o en diferentes contextos sociales. Aparte de la etnicidad, también la base económica y el ejercicio de determinados empleos y profesiones tiene hasta el presente una importancia central para el estudio de las capas sociales altas. Dentro de este tipo de investigaciones se ha establecido la prosopografía o "biografía colectiva" como la metodología dominante que estudia a través del análisis de fuentes notariales y testamentariales, o de la documentación de la respectiva institución o corporación colonial, a los representantes más importantes de un determinado sector económico o de una institución o profesión particular. La limitación más importante de estos trabajos es que los grupos estudiados nunca comprenden toda la capa social alta, sino tan sólo una parte de ella (o sea una y no la "élite"). De la misma manera, las actividades económicas y el ejercicio de empleos y profesiones representan sólo una dimensión de la jerarquía y de las relaciones sociales. Por esta razón, ni todos los miembros de un grupo económico o profesional pertenecen a la misma capa social, ni ésta se

6 Seed: "Social dimensions of race. Mexico City": Hispanic American Historical Review, LXIII:4 (1982), pp. 569-606.

INTRODUCCIÓN

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limita a uno de dichos grupos, por lo cual el estudio prosopográfico de grupos económicos o profesionales resulta problemático e insuficiente. Confirman esta interpretación los estudios que se ocupan de la reconstitución de una o de un grupo de familias, siendo ésta otra metodología surgida más recientemente en la historiografía social hispanoamericanista. La pertenencia a una familia no era sólo un factor clave para el estatus social de un individuo en las sociedades del Antiguo Régimen, sino que el estudio de las familias de la capa social alta pone de relieve, en la mayoría de los casos, que éstas se dedicaban a una gama amplia de actividades económicas y profesionales. Es decir, muchas familias combinaban, por una o por varias personas, la tenencia de la tierra y el comercio, o el ejercicio de empleos en la jerarquía de la administración secular y eclesiástica o en el sector militar. El análisis de las identidades sociales ofrece en este contexto una perspectiva importante para entender mejor la compleja realidad social de las capas sociales altas. Las identidades no sólo reflejan la estructura económica, política y cultural de estos grupos sociales y de la sociedad en general, sino que representan un elemento e instrumento con el cual las capas sociales altas buscan defender su distinción y exclusividad social. De esta manera, influenciados por teorías sociológicas y antropológicas, algunos estudios históricos recientes han puesto un particular énfasis en la función de los discursos e imágenes como elementos constituyentes del orden social7. Para acercarse al estudio de las identidades sociales hay que analizar, en primer lugar, los términos, conceptos, símbolos e imágenes por las cuales se expresan estas identidades. Además, se deben estudiar los elementos estructurales en que se fundan estas identidades en una región y época concreta, o sea los aspectos económicos, demográficos, étnicos, jurídico-institucionales, etc. El estudio de las estructuras e identidades sociales debe aprovechar finalmente toda la gama de aspectos, fuentes y metodologías que la historiografía social hispanoamericanista ha desarrollado en los últimos decenios. El segundo paso de este tipo de investigaciones es sin duda poner los resultados de los estudios empírico-históricos en el contexto de una perspectiva de comparación, de nivel regional y cronológico. Para el simposio de Colonia habíamos tratado de elegir sociedades urbanas que corresponden a uno o varios de los siguientes paradigmas de estructuras generales, o sea: - sociedades de la época colonial temprana o tardía; - sociedades "primitivas" e "incipientes" (de cualquier siglo) o antiguas y desarrolladas; - sociedades de ciudades (primordialmente) mercantiles, mineras, administrativas, agrarias, industriales (artesanales) o de plantaciones;

7 Sobre este punto véase Peter Burke, "The language of orders in early modern Europe": M. L. Bush (ed.), Social orders and social classes in Europe since 1500 (Londres y Nueva York 1992), pp.

1-12.

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CHRISTIAN BÜSCHGES

- sociedades de economías dinámicas, estancadas o depresivas; - sociedades de una inmigración alta o baja; - sociedades de un alto o bajo porcentaje de población indígena o negra, o de mestizaje. Respecto al interés especial en las identidades de las capas sociales altas, habíamos además planteado algunas preguntas de interés particular: - ¿Cuáles son los términos y conceptos que expresan la identidad de la capa social alta y a qué estructura social (demográfica, económica, jurídica, etc.) corresponden? - ¿Qué importancia tienen la etnicidad, la descendencia, las profesiones y la propiedad o riqueza para el desarrollo del sentimiento de distinción y exclusividad? - ¿De qué manera y por qué se cambian los términos y conceptos de este sentimiento a través del tiempo? - ¿Qué relación existe entre las identidades y estructuras sociales y el fenómeno de la movilidad social? Puesto que las ponencias de los participantes del simposio iban a partir cada una de una perspectiva peculiar, era tarea del pleno llevar la presentación de los aportes particulares a una discusión general sobre las identidades y estructuras de las capas sociales altas. El resumen del presente volumen pretende presentar y discutir los resultados más importantes de este debate y proponer algunos puntos y preguntas especialmente interesantes. La selección de las ciudades y sociedades aquí tratadas no pretende ser exhaustiva ni normativa, sino que quiere abrir un espacio para un análisis comparativo y sistemático de la complejidad de las sociedades coloniales de Hispanoamérica, con la esperanza de que las conclusiones sacadas del encuentro de Colonia puedan servir de ejemplo y de aliento para próximas investigaciones8.

8 En un principio, habíamos incluido para el simposio también dos ponencias sobre el Brasil colonial. Desgraciadamente, a último momento, los ponentes invitados no pudieron venir a este evento.

FORMACIÓN Y DESARROLLO DE IDENTIDADES DE GRUPOS SOCIALES ALTOS EN VIEJOS CENTROS COLONIALES. NUEVA ESPAÑA Y EL PERÚ

Formación, identidad y estabilidad dentro de la élite colonial mexicana en los siglos xvi y xvn John E. Kicza Washington State University (EE.UU.)

En los últimos treinta años diversos estudios han dedicado considerable atención a las élites sociales y comerciales del México del siglo XVIII y continúan el estudio de éstos y otros grupos sociales de la época hasta el presente. De esta forma han aparecido diversos estudios sintéticos sobre el tema1. Mucha menos historia rigurosa se ha dirigido a la élite mexicana durante los dos primeros siglos coloniales. Pero este tema se ha beneficiado de varios estudios especializados aparecidos en los últimos años, y deseo en este momento considerar ciertos temas claves en la temprana historia de este grupo basándome en la literatura publicada hasta la fecha. Específicamente, este ensayo examina la formación de una élite sobre las primeras generaciones después de la conquista. Se considera la identidad y la conciencia de grupo dentro de este sector social durante el período de dos siglos. Finalmente, se muestra el nivel de estabilidad dentro de la élite, señalando las estrategias sociales, de negocios y de inversión a las cuales sus miembros se dedicaban para mantener su rango elevado2. Formación inicial de la élite colonial mexicana Hasta ahora las investigaciones sobre las dos primeras generaciones de pobladores en Nueva España son escasas. Pero los trabajos pioneros de Ida Altman, Robert Himmerich y Valencia y Julia Hirschberg se complementan mutuamente en sus conclusiones3. Aquellos que recibían la encomienda constituían la primera élite 1 D. A. Brading, "Government and Elite in Late Colonial Mexico": Hispanic American Historical Review (HAHR) 53:3 (August 1973), pp. 389-414; John E. Kicza, "The Great Families of Mexico: Elite Maintenance and Business Practice"; HAHR 62:3 (1982), pp. 429-457; y Magnus Mömer, "Economic Factors And Stratification in Colonial Spanish America with Special Regard to Elites": HAHR 63:2 (1983), pp. 335-369. 2 Dos visiones que me fueron de gran ayuda para organizar mis ideas en el tema son: Fred Bronner, "Elite Formation in Colonial Peru": Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe 24 (1978), pp. 3-26; y Louisa S. Hoberman, "Elites in Seventeenth Century New Spain: Themes and Conclusions", texto inédito presentado al Latin American Studies Association Meeting 1982. 3 Ida Altman, "Spanish Society in Mexico City After the Conquest": HAHR 71:3 (1991), pp. 413445; Robert Himmerich y Valencia, The Encomenderos of New Spain, 1521-1555 (Austin 1991); y Julia L. Hirschberg, A Social History of Puebla de Los Angeles, 1531-1560 (Ph. D. Diss., University of Michigan, 1976). Un trabajo pionero que aún merece atención es el de José Miranda, La función económica del encomendero en los orígenes del régimen colonial (Nueva España, 1525-1531) (México 1965). Un estudio sistemático y útil, aunque bastante idiosincrático, sobre la élite mexicana desde la

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JOHN E . KICZA

colonial, aunque no todos ellos lograban ese estatus. Una encomienda validaba el rango de la gente que ya era de orígenes notables en España. Tales concesiones ofrecían a aquellos de bajo rango social una oportunidad de ascender en la sociedad si sabían proceder de una manera políticamente astuta -esto es, apoyando a la facción contendiente correcta en el momento preciso- y usaban sus privilegios sobre los trabajadores nativos y pagos tributarios para expandir y diversificar sus posesiones comerciales e inversiones. La gran mayoría de los linajes de encomenderos que retenían sus prominencias muy entrado el siglo XVII habían diversificado sus inversiones económicas. De forma que en las dos primeras décadas después de la conquista, las familias de los encomenderos "... invested in sugar cañe production, textiles, mining, and livestock enterprises; they adquired landholdings" 4 . Una mayoría sustancial de 218 concesiones de tierra hechas por el Virrey Mendoza en 1542-1543 fueron para los encomenderos. Puede que 900 de los otorgamientos fueran distribuidos en el Valle de México en 1620. Refiriéndose a la propiedad de la tierra en el Valle de México un siglo después de la conquista, Charles Gibson afirma: "A rough computation for the period to 1620 suggests that between 700 and 750 square miles were assigned to Spanish colonists for herding as compared with 250 or 300 square miles for agriculture, the total amounting to approximately one-third of the area of the Valley"5. Numerosos encomenderos invirtieron en minería a través de acuerdos con compañías cediendo todos o muchos de sus trabajadores para desarrollar este arriesgado trabajo a cambio de al menos la mitad de las ganancias. Sus socios eran mineros adiestrados a cargo de la gestión de la empresa, incluyendo la supervisión de la mano de obra. De esta forma los encomenderos intercambiaron sus privilegios sobre el trabajador con la posesión minera y el dinero en metálico6. Estas familias continuaron teniendo un acceso privilegiado a la mano de obra nativa, incluso después de que sus encomiendas habían sido convertidas en pensiones compuestas de pagos tributarios y de que ya no disponían del uso exclusivo de los trabajadores indígenas originalmente asignados a ellos. Como los corregimientos y las alcaldías mayores proliferaban al final del siglo xvi para reemplazar la jurisdicción de los encomenderos sobre los nativos, muchos tenedores antiguos de estas haciendas obtuvieron trabajadores de repartimiento. Ellos también ocuparon estas nuevas posiciones administrativas con cierta frecuencia. Como ejemplo, Ber-

conquista hasta el presente siglo es el de Hugo G. Nutini, The Wages of Conquest: The Mexican Aristocracy in the Context of Western Aristocracies (Ann Arbor 1995). 4 Altman, "Spanish Society in Mexico City...", op. cit., p. 421. 5 Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians of the Valley of Mexico, 1519-1810 (Stanford 1964), p. 277. Una lista de los encomenderos que obtuvieron tierras en o cerca de sus encomiendas está en la p. 275. Sobre la centralidad de la posesión de haciendas de los descendientes de esos encomenderos que mantuvieron sus riquezas y posición a largo plazo, ver François Chevalier, La formación de los latifundios en México, (México 1976) 2. ed., p. 186. 6 Muchos ejemplos de los contratos de esas compañías están enumerados en Miranda, La función económica del encomendero..., op. cit., pp. 23, 33-40.

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nardino Vázquez de Tapia, quien fue encomendero de Huitzilopochco, logró ser el corregidor de Ecatepec7. El oficio público dotaba al poseedor con prestigio y ventaja, por lo tanto la temprana élite colonial perseguía ávidamente posiciones en las administraciones municipales y coloniales. Lo común de tener un oficio, y su rol en la elección de compañeros de matrimonio, son reflejados en el siguiente caso de una familia de un encomendero en el primer cuarto de siglo de la historia de la Nueva España: el ya mencionado Bernardino Vázquez de Tapia, miembro de la expedición de Cortés, ganó una substancial, aunque no masiva encomienda, y fue uno de los primeros regidores de México en 1524. Sirvió de forma continuada hasta 1559, actuando en dos ocasiones como alcalde ordinario interino. Otro conquistador y regidor, Antonio de Carvajal, ya se había casado con una de las sobrinas de Vázquez de Tapia antes de salir de España. Una vez ésta muere, se vuelve a casar con otra de sus sobrinas. La hermana de esta última también se casa con otro regidor, Bernardino de Albornoz, un sobrino del contador real en México. Esta considerable posición política y social también se traducía en riqueza y propiedad. El linaje de los Vázquez de Tapia entró en los rangos de las más prominentes familias en Nueva España en la segunda mitad del siglo xvi. La encomienda y el regimiento se quedaron con la familia durante más de tres generaciones, ya entrado el siglo xvn. Durante los dos primeros siglos de colonia, a diferencia del período Borbón, el gobierno real estaba despreocupado de las élites familiares que tenían posesiones importantes en las jerarquías civiles y eclesiásticas. Al comienzo de la década de 1560, Antonio de la Mota heredó encomiendas pertenecientes a su padre. Sirvió como alcalde mayor de Mexicalcingo y como corregidor de Puebla, y algunos años después se convirtió en factor de la Real Hacienda. El organizó las posesiones de la familia en un mayorazgo en 1578. El hijo de Antonio también ocupó posiciones judiciales en la colonia y en 1619 fue nombrado Caballero de Santiago8. Semejantes cargos agrandaban el estatus social de las familias y la autoridad política efectiva, la cual podían utilizar para ventaja propia especialmente confiriendo traspasos de tierras a ellos mismos y a sus aliados, además determinando fronteras y derechos de cuerpos de agua. Las familias de los encomenderos a menudo se casaron entre ellos. Himmerich y Valencia confirman que en las dos terceras partes de los casos que encontró, ambos compañeros de matrimonio procedían de este tipo de familias 9 . Cuando algún miembro se casaba fuera del grupo, la persona era casi siempre un alto oficial del gobierno colonial o un comerciante internacional establecido y adinerado. Las grandes dotes continuaban siendo un componente importante de los acuerdos matrimoniales. Incluso familias ricas con más de una hija para casar a veces se esforzaban para obtener suficiente liquidez para proveerse dotes. 7

otros.

Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule..., op. cit., p. 83, menciona a Vázquez de Tapia, entre

8 John Frederick Schwaller, "Tres familias mexicanas del siglo xvi": Historia Mexicana 31:2 (1981), pp. 176-177. 9 Himmerich y Valencia, op. cit., p. 72.

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Pero sería erróneo argüir que las familias de la encomienda se unían a la élite social de Nueva España casi unánimemente, o que casi ninguna otra lo hizo. Aquellos que no diversificaron sus inversiones, cuyas posesiones rendían pequeñas rentas, o quienes eran castigados por tomar el lado incorrecto en las disputas políticas en el temprano período colonial -particularmente los que giraban alrededor del estatus de Hernán Cortés- cayeron por el camino. Éstos eran suficientemente numerosos - y retuvieron el suficiente estatus hasta el comienzo del siglo x v n como para declarar en público que habían sido injustamente desplazados en la sociedad. Mantenían que tenían derecho a un estatus más alto en la colonia, en posiciones administrativas coloniales y en renta vitalicia de la corona. En lugar de esto, se convirtieron en hombres de negocios -mercaderes, mineros y agricultorescarentes de antecesores distinguidos y sin poder ascender en la sociedad o recibir cargos, honores y compañeros de matrimonio ventajosos. La Conspiración de los Hermanos Avila a mediados de 1560 expresa en pleno la profundidad de la enajenación sentida por algunos hijos de la élite colonial. Una extensa, pero pesada lamentación sobre el destino de muchos descendientes de conquistadores es el extenso legado de Baltasar Dorantes de Carranza hacia el Virrey de Nueva España en 1604. Sumaria relación de las cosas de la Nueva España es un conglomerado de narración histórica derivativa, quejas, biografías breves de los participantes en la conquista de México, y declaraciones de lo que había acontecido a sus descendientes. Baltasar fue el hijo de Andrés Dorantes de Carranza, un veterano mejor conocido por ser uno de los cuatro supervivientes de la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida -Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue el más famoso del grupo-. En esta relación, Baltasar declara que 934 descendientes de conquistadores residían en México y merecían prioridad en las muchas posiciones en la administración colonial, particularmente en las alcaldías mayores y corregimientos. Cortés, arguye, se hizo enormemente rico, mientras que sus compañeros recibieron poco. De hecho, los hombres que participaron en el sitio de Tenochtitlan obtuvieron unas dos terceras partes de las 506 encomiendas adjudicadas en México10. Baltasar mantuvo una encomienda y también ocupó una de las mejores alcaldías mayores en la colonia y hasta había servido como tesorero de la Real Hacienda en Veracruz durante algunos años de su vida". Algunos empresarios prosperaron tempranamente sin ser patrones de trabajadores nativos. Ya en 1550 algunos mineros de plata y mercaderes internacionales (más unos cuantos de los mayores propietarios de complejos de haciendas) habían obtenido riqueza, oficios públicos y casas pobladas, todo ello necesario para la entrada en los más altos rangos sociales. Así establecidos, ellos y su descendencia se casaban sólo con miembros aceptados de esta élite. Las dos excepciones, como con las familias de los encomenderos, fueron matrimonios con oficiales coloniales de alto rango o con los comerciantes internacionales, quienes ascendían rápidamente y podían traer capital nuevo y conexiones de negocios a la familia. 10

¡bid., p. 207. Baltasar Dorantes de Carranza, Sumaria relación de las cosas de la Nueva España (México 1987). Ver pp. xxii-xxiii para información acerca de la vida del autor. 11

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El primer gran descubrimiento de plata en el México colonial tuvo lugar a finales de 1540 en Zacatecas. Pero los cuatro descubridores de la veta murieron en relativa pobreza. P. J. Bakewell afirma que: "Their careers are characteristic of those of many of their fellow citizens in later years - a rapid raise from obscurity to an exteemed social position through the accumulation of wealth; high marriages; ascent to important military and civil office; descent from silver-lined middle years to indigent oíd age'" 2 . Los operadores de minas activas residían en Zacatecas en vez de mudarse a la Ciudad de México, como hicieron la mayoría de los otros miembros de la élite. Se casaron entre ellos en gran proporción, creando una élite cohesiva que dominaba completamente el centro minero. Sin embargo, sus riquezas se desvanecieron durante el largo período de ocaso de la industria a mediados del siglo xvn, y muchos descendieron uno o dos escalones en el orden social. A lo largo del período colonial, la minería de plata no proveyó una base confiable para la fortuna de la familia a largo plazo. Los mineros, al darse cuenta de que los cereales y los animales eran necesarios para sus operaciones mineras, se diversificaron generalmente como hacendados. A diferencia de otros sectores de la temprana élite, los dueños de minas raramente establecieron un mayorazgo para sus haciendas'3. Como consecuencia, al sobrevenirles la muerte, sus posesiones eran divididas entre la viuda y la descendencia. Esto a menudo desencadenaba la fragmentación de la empresa, y a veces su colapso. Cincuenta y seis mercaderes son mencionados en los archivos notariales de la Ciudad de México en 1525; ocho fueron registrados como vecinos. Pero diez años después, sólo uno de ellos estaba presente. Durante los primeros 20 años de la colonia, la comunidad mercantil de la capital fue muy transitoria, ya que virtualmente todos sus miembros eran representativos de casas comerciales establecidas en España, particularmente en Sevilla. Formaron numerosos consorcios temporeros y conducían negocios a través de los agentes en las provincias14. Pero una vez que la plata fue descubierta en Taxco en 1530, y depósitos mucho más ricos en Zacatecas una década después, los mercaderes de México explotaron las ventajas que el acceso privilegiado a la moneda de plata les daba en la comunidad comercial internacional. Muchos escogieron separarse de sus socios más antiguos en España y dedicarse a carreras autónomas en las colonias, a menudo con un éxito considerable. Un ejemplo es Gregorio Yáñez de Burgos, quien ya tenía intereses mineros y comerciales en México durante 1530. Rentó 40 indios de un encomendero en 1536 para trabajar en sus minas en Taxco, y formó una asociación comercial con otro hombre en 1538 para obtener esclavos y más minas. Empleó un agente en Veracruz para recibir los esclavos y bienes que importaba desde Sevilla y mantenía tratos con otros comerciantes y socios. Contrajo una asociación con un muletero que

12 P. J. Bakewell, Silver Mining and Society in Colonial Mexico: Zacatecas, 1546-1700 (Cambridge/Eng. 1971), p. 12. 13 Ibid., p. 207 14 Altman, "Spanish Society in Mexico City...", op. cit., pp. 425-426.

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transportaba bienes entre Veracruz y la Ciudad de México. Yáñez de Burgos alquiló varias tiendas en el centro de la Ciudad de México para vender sus mercancías15. Los mercaderes de forma mayoritaria establecían su casa permanente en Nueva España y se casaban en la colonia, casi siempre con la hija de una familia de la élite establecida o de una familia comercial. Construyeron mansiones en el corazón de la capital y a menudo compraban haciendas. Al menos al comienzo del siglo XVII estos mercaderes estaban adquiriendo plantaciones de azúcar, entre otras tenencias rurales16. A la vez buscaban puestos municipales y coloniales de buena posición. Su descendencia conseguía buenos matrimonios y seguía diversas carreras, pero frecuentemente al menos un hijo se encargaba del comercio de la familia. A pesar de la creencia común de que los hijos de los mercaderes coloniales rara vez sucedían a sus padres, en la práctica una cantidad considerable de estas empresas eran heredadas a la próxima generación. Estas perdurables casas comerciales de México mantenían acuerdos vigentes con su contraparte en Sevilla, y algunas veces en Manila; vendían su mercancía al por mayor a los tenderos por toda la colonia y suplían también a los mineros. Basándose en su acceso a la moneda de plata, estas firmas extendían rutinariamente líneas de crédito a comerciantes al por menor y financiaban empresas mineras, convirtiéndose en dueños de éstas cuando sus deudores se iban a la bancarrota. Los obrajes surgieron en la segunda mitad del siglo xvi para proveer ropa de lana barata primariamente a la clase trabajadora en las ciudades y centros mineros. No podían competir en calidad con la ropa importada, así que lo hacían en precio. Pocos dueños de obrajes llegaron a ser verdaderamente ricos, ya que sus mercados eran inherentemente limitados y sus productos baratos. Por lo tanto no entraron en la élite de la Nueva España, al menos no al principio del período colonial. En realidad, la mayoría de los obrajes en esta época fueron poseídos por comerciantes o ganaderos de ovejas, quienes los encontraron complementarios para sus empresas de negocios primordiales. Pocos dueños de haciendas rurales que no participaron en comercio o minería entraron en los más altos rangos sociales, a pesar de lo grande que fueran sus posesiones. El mercado para su producto fue muy limitado como para rendir ganancias substanciales con regularidad, y las familias a menudo residían en sus haciendas en vez de en la Ciudad de México o en Puebla, donde podían circular entre la élite. Una excepción es la familia López Arróñez de Tlaxcala. Sus fundadores llegaron de España alrededor de 1550, demasiado tarde para reclamar una encomienda. Invirtieron en granjas y en ranchos de ovejas, construyeron un molino harinero (el cual otros agricultores podían usar a cambio de un pago) y establecieron el primer obraje en la provincia. La familia usó los matrimonios de sus mujeres para expandirse en otras regiones, y dentro de algunas generaciones sus varias ramas constituían una muy rica e integrada élite de provincia. Fue muy poderosa, inclusive al

15

Ibid., p.427 Louisa Schell Hoberman, Mexico's Merchant Elite, 1590-1660: Silver, State, and Society (Durham 1991), pp. 95, 113-118. 16

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final del siglo XVII, cuando se afilió con un linaje de la Ciudad de México. En 1695, doña Inés Arróñez Maldonado, nacida en Tlaxcala, se casó con don Fernando Alfonso Carrillo, el notario principal del Cabildo de la Ciudad de México17. La membresía en las profesiones educadas - e s decir, como abogado o como clérigo- no era suficiente para elevar a una persona a la élite. La mayoría de los profesionales de alto rango en la sociedad lo habían heredado de sus padres. Su estatus como profesional educado sólo ayudaba a mantener sus rangos, no a expandirlos. La mayoría de los abogados y sacerdotes que alcanzaban los más altos niveles en el gobierno y en las jerarquías eclesiásticas ya se habían beneficiado del estatus elevado de sus familias. En el curso del período colonial, sólo pocos profesionales llegaron, al igual que sus descendientes, a niveles sociales más altos. Y lo hicieron generalmente mediante negocios astutos en vez de a través de sus ejecuciones como profesionales. Pero miembros de otro grupo ocupacional entraron en la élite colonial con una considerable regularidad: los altos oficiales del gobierno. Los oficiales coloniales constituían un grupo inmigrante distinto. La abrumadora mayoría, incluso entre los más altos oficiales, se quedaron en la colonia después de dejar el oficio, casándose con familias localmente establecidas, usando sus posiciones oficiales para adelantar los intereses de sus familiares y asociados, e invirtiendo activamente en la economía. Sólo los virreyes rutinariamente regresaban a España (aunque seguían participando en la economía colonial, trayendo mercancías típicas de España con ellos, por ejemplo). Los oidores, gobernadores y oficiales del tesoro regularmente se quedaban en Nueva España después de sus términos en el oficio. Los matrimonios beneficiosos y las inversiones que habían hecho allí excedían cualquier adelanto que podían obtener regresando a España para terminar sus carreras y vivir el resto de sus vidas. Aquellos altos oficiales que ya estaban casados trajeron sus familias con ellos y casaron a sus hijos con miembros de la élite colonial local. Los siguientes ejemplos están sacados de las dos primeras décadas del siglo XVII. El licenciado don Diego Muñoz Morquecho, oidor de la Real Audencia de México, casó a su hija con don Francisco López de Peralta. Doña Mariana de la Marcha, hija del oidor don Hernán de la Marcha, se casó con don Gerónimo de Baeza, hijo del comendador don Juan Baeza de Herrera. Don Juan Tello de Guzmán, hijo del oidor don Francisco Tello de Guzmán, contrajo matrimonio con doña Francisca de Valdés, hija de don Alonso de Valdés, regidor de la Ciudad de México18. Entonces, en 1607, durante un período de incertidumbre política debido a la ausencia temporal de un virrey, don Tristán de Luna y Arellano, de una familia local distinguida, escribió que la persona indispensable en este ambiente de confusión era el oidor doctor don Diego Santiago de Riego, porque él era "la persona tan

17 David M. Szewczyk, "New Elements in the Society of Tlaxcala, 1519-1618": Ida Altman/James Lockhart (eds.), Provinces of Early Mexico: Variants of Spanish American Regional Evolution (Los Angeles 1976), pp. 144-145. 18 José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España, 1550-1624 (México 1983), pp. 195-196.

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emparentada en este reino que casi no hay linaje a quien no toque en deudo de su mujer y suyo...'"9 Finalmente, todos los virreyes llegaron con asistentes y un séquito de dependientes. Una vez en Nueva España, los virreyes interactuaban íntimamente con la élite local, la cual buscaba amparo a la sombra de aquellos cercanos a la Corona española. Y como en las encomiendas, las donaciones de tierras y las posiciones gubernamentales estuvieron disponibles y los virreyes distribuyeron muchas de ellas a sus seguidores, ante el riesgo de enajenar los colonos, quienes se creían merecedores20. La familia de don Luis de Velasco, el segundo virrey de Nueva España, se casó con las familias élites de la colonia, y sus varias ramas pronto constituyeron los miembros prominentes de una élite criolla que prosperó una vez conseguida la independencia21. En 1609, a Luis de Velasco el joven, virrey de México y Perú, le fue concedido el título de Marqués de Salinas del Río Pisuerga. En 1616, otro miembro de esta familia en México fue designado Conde de Santiago Calimaya. Estas dos familias se casaban entre sí a menudo, y pronto añadieron miembros del Condado del Valle de Orizaba a sus rangos. Para el siglo xvm estas tres familias con títulos estuvieron tan entrelazadas que pertenecieron a una entidad integrada sencilla22. En otro caso notable, el Duque de Atrixco, virrey de Nueva España de 16971701, contrajo matrimonio con María Gerónima Moctezuma y Jofre, una descendiente del Emperador Moctezuma y la tercera Condesa de Moctezuma23. El lugar de origen de la abrumadora mayoría de los comerciantes internacionales y los oficiales coloniales, los dos grupos que contribuyeron con más miembros nuevos a la élite establecida hacia el final del siglo xvi, era España. Típicamente, estos inmigrantes venían a Nueva España cuando eran jóvenes o algunas veces siendo hombres maduros. Pero estos peninsulares no se diferenciaban colectivamente de los criollos, ciertamente no de aquellos a cuyos rangos querían unirse. Ninguno de los grupos había desarrollado aún una identidad distintiva, seguramente no en oposición con el otro. Sin embargo, algunos segmentos de la población criolla sí sintieron que fueron incorrectamente desposeídos de lo que ellos consideraron como su derecho de nacimiento, como hemos visto en nuestra consideración de los escritos de Dorantes de Carranza24.

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Ibid., p. 196. Las metas sociales y la conducta de los altos oficiales gubernamentales del temprano período colonial son descritas claramente en el trabajo de James Lockhart/Stuart B. Schwartz, Early Latin America: A History of Colonial Spanish America and Brazil (Cambridge/Eng. 1983), pp. 103-105. 21 José F. de la Peña, op. cit., pp. 197-205. 22 Doris M. Ladd, The Mexican Nobility at Independence, 1780-1826 (Austin 1976), p. 16. 23 Ibid., p. 204, Tabla genealógica de los Condes de Moctezuma. 24 Una exposición sólida sobre el desarrollo de la identidad criolla en esta fecha tan temprana puede ser encontrada en D. A. Brading, The First America: The Spanish Monarchy, Creole Patriots, and the Liberal State, 1492-1867 (Cambridge/Eng. 1991), pp. 293-297. 20

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Identidad de la élite y el manteniemiento del estatus La identidad de la élite dependía de la retención de enormes riquezas a través de generaciones. De hecho, la riqueza, mucho más que ninguna otra característica, designaba el elevado rango social. Es difícil identificar una familia de la élite que no fuera extremadamente adinerada, o una familia rica que no estuviera en los rangos de la élite. Quizás unas pocas familias con posesiones de extensas haciendas que vivían en las afueras de las provincias formaron parte de la élite, pero tales excepciones eran raras. Al menos en la década de 1570 -el final de la era de la conquista en la América española- la posible subordinación de una sociedad nativa dejó de ser una alternativa para alcanzar el estatus y la gloria de los que se encaminaban a ser conquistadores. Por supuesto, estas conquistas tempranas generalmente habían sido recompensadas con riquezas considerables - o la forma de conseguirlas- a través de la adjudicación de gobiernos, encomiendas y donaciones de tierras. Como fue descrito anteriormente, a finales del siglo xvi, las encomiendas ya no proveían servicio de trabajo ni rentas suficientes para mantener la posición de élite de la familia. La residencia en una casa cerca de la plaza central de la Ciudad de México o Puebla caracterizaba a las familias de élite. Describiendo la importancia de las casas pobladas por el ideal señorial español, James Lockhart dice: "It implied a large house, a Spanish wife if possible, a table where many guests were maintained, Negro slaves, a staff of Spanish and Indian servants, and a stable of horses. The casa poblada was the largest single element in the dream of a lordly life which all Spaniards shared"25. Ellos se quedaron en estas residencias durante generaciones, atendidos por un largo séquito de miembros secundarios de la familia, empleados y sirvientes. Además de alimentar y albergar toda esta gente, una familia distinguida practicaba otras formas de consumo conspicuo, tales como la posesión de varios carruajes para diferentes ocasiones, decoración de las paredes de la mansión con pinturas y colgaduras, y la adquisición de grandes piezas de mobiliario. Poca gente en Nueva España obtenía títulos nobles en los dos primeros siglos de la colonia. La Corona no concedió más de seis títulos a través de 1627, dos de ellos -del linaje de Cortés y del de Moctezuma- establecidos en Europa, en vez de México, a comienzos del siglo xvn. Unos ocho títulos fueron distribuidos muy al final del período bajo estudio: 1682-1692. Obtener un título aparentemente no elevaba considerablemente la posición de la familia dentro de la élite26. Los hijos de las familias con títulos continuaban casándose con otros grupos de la élite de una manera rutinaria. Sus líderes pertenecían a las mismas asociaciones, al igual que sus colegas de familias sin esa designación. También conducían con ellos los negocios y no necesariamente eran de una posición superior. Al menos dos linajes nobles se enfrentaron a problemas financieros dentro de pocas generaciones. Sobre todo, las familias con títulos formaron una fracción inconsecuente de la gran élite,

25 26

James Lockhart, Spanish Peru, 1535-1560: A Colonial Society (Madison 1968), p. 21. Ladd, op. cit, cap. 1 y apéndice F.

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y sus designaciones parecían no haberlos dotado con un estatus más alto, o una ventaja estratégica, dentro del grupo. Un número un poco mayor obtuvo membresía en las órdenes nobles de España, pero una mayoría substancial de las familias de la élite nunca pudo. Muchos de estos nuevos miembros coloniales de antes del siglo X V I I I procedían de familias administrativas o militares. En numerosos casos, sus nacimientos en la Nueva España eran producto del hecho de que su padre estuviera estacionado temporalmente en la colonia; por consiguiente, muchos de ellos estaban residiendo en otras colonias - o en la misma España- cuando ganaban la admisión27. Apenas 50 residentes a largo plazo de Nueva España entraron a alguna de las órdenes antes de 1700, más o menos 40 de ellos se unieron a la Orden de Santiago. Al menos 18 personas de dicho grupo se unieron a la Orden antes de 1600. El número de familias representadas en las órdenes nobles (las otras dos son la de Calatrava y Alcántara) era aún menor, pues la membresía incluía a veces hermanos o grupos de padre e hijo. Los puestos importantes en las jerarquías religiosa y civil proveían posición - y a veces un ingreso considerable- a las familias de la élite, las cuales invariablemente mantenían estos puestos en cada generación. Muchas de las familias prominentes tenían miembros que se volvían familiares de la Inquisición. También, el patrocinio de las ceremonias y las estructuras religiosas eran patrimonio de la élite. Muchas financiaban altares, algunas capillas y, unas pocas, iglesias enteras. Otros escogían pagar por obras pías. Estos establecían a menudo una o más capellanías cuyos tenedores ofrecían oraciones por los difuntos. Era característico que los fundadores hicieran arreglos con las capellanías para beneficiar a los descendientes que se volviesen sacerdotes. La élite también servía como mayordomo de las cofradías. A cambio de estos trabajos religiosos, la Iglesia daba cierta preferencia a los ricos. Estos ocupaban sitios de honor en las procesiones religiosas y eran enaltecidos después de su muerte con misas elaboradas e inmensas tumbas en las catedrales u otros lugares importantes de culto28. Los hijos de la élite también entraban en la Iglesia con frecuencia, muchas veces obteniendo posiciones importantes. Ya a finales del siglo xvi, los criollos dominaban hasta los capítulos más importantes de las catedrales de la Ciudad de México y Puebla, ocupando más de la mitad de los puestos. John Frederick Schwaller afirma que eran inclusive nativos de estos obispados locales: ... in Puebla in 1582, all of the creóles on the chapter (seven out of a total chapter membership of seventeen) originally carne from the area. In the 1590s, the México City chapter had twenty six members, of which at least fourteen, if not twenty, were creóles. They nearly all carne from the archdiocese of México 2 9 .

27 Este juicio está basado en una lectura de todos los casos registrados por Guillermo Lohmann Villena en Los Americanos en las órdenes nobiliarias (1529-1900), 2 vols. (Madrid 1947). 28 Consideraciones excelentes de la relación de las familias élites con la Iglesia son proveídas en: Hoberman, Mexico's Merchant Elite..., op. cit., pp. 234-238; y Ladd, op. cit., pp. 53-56. 29 John Frederick Schwaller, The Church and Clergy in Sixteenth-Century Mexico (Albuquerque 1987), p. 216.

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Para entonces los criollos habían obtenido algunos obispados, aunque típicamente en diócesis menos importantes. Sin embargo, Alonso de la Mota y Escobar, el hermano menor de Antonio (antes mencionado), fue obispo de Guadalajara en 1597 y de Puebla en 1606, manteniéndose en este puesto hasta su muerte diecinueve años después. En cuanto a las jerarquías civiles, las familias establecidas dominaban los Cabildos de la Ciudad de México y Puebla en el siglo xvi. Pero su interés en ocupar cargos municipales disminuyó en la primera mitad del siglo X V I I . Éstos fueron reemplazados por comerciantes prominentes, y más a menudo por sus hijos30. Sin embargo, los hombres de linajes distinguidos rutinariamente ocupaban cargos judiciales o de tesorería. Se retiraron de los cabildos en favor de puestos administrativos, los cuales eran más lucrativos y brindaban una posición social mayor. La élite colonial compró y mantuvo frecuentemente posiciones en el gobierno colonial a lo largo del siglo X V I I . Los puestos en la tesorería real y en la casa de moneda o como corregidores y alcaldes mayores eran muy provechosos. No había familia demasiado elevada como para rechazar dichos puestos. Los tres Condes de Santiago en el siglo X V I I sirvieron ya como corregidores o como alcaldes mayores y usaron estos cargos para su beneficio financiero31. Los últimos monarcas de la casa de Habsburgo recurrieron a la venta de posiciones judiciales, finalmente vendiendo inclusive puestos de jueces entre 16871750. Siete personas naturales de la Ciudad de México compraron el cargo de oidor en sus audiencias locales entre 1707-1711. Otros cinco se unieron a las audiencias adyacentes de Guadalajara y Guatemala, cuyos jueces eran promovidos a menudo a la corte de la Ciudad de México. Unas 26 personas nacidas dentro de la jurisdicción de la Audiencia de México sirvieron en dicho cuerpo entre 16871750. En 1711, esta Audiencia estaba compuesta de doce personas naturales del lugar, cuatro criollos de otros lugares y diez peninsulares. Aún en la segunda mitad del siglo X V I I I , cuando ninguna persona nacida en la localidad ocupaba el puesto de juez, algunos oidores se casaron con mujeres provenientes de las familias prominentes de la localidad. Al menos siete, y quizá diez, de los dieciocho ministros sirviendo en 1745 se casaron en estas circunstancias32. A pesar de que las reformas de los Borbones intentaron restringir la cantidad de criollos que ocuparon puestos en el gobierno colonial o su posibilidad de casarse con oficiales del gobierno, éstas sólo tuvieron un pequeño efecto en la ascendencia criolla tradicional33. Muchos hombres locales ocuparon numerosos puestos gubernamentales importantes hasta el momento de la independencia.

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De la Peña, op. cit., pp. 149-150 y 166-168. John M. Tutino, Creole Mexico: Spanish Elites, Haciendas, and Indian Towns, 1750-1810, Ph. D. Diss. (Austin, 1976), p. 53. 32 Mark A. Burkholder/D. S. Chandler, From Impotence to Authority: The Spanish Crown and the American Audiencias, 1687-1808 (Columbia 1977), pp. 29 y 62-64. 33 John E. Kicza, Business and Society in Late Colonial Mexico City, Ph. D. Diss. (Los Angeles 1979), pp. 389-394, examina la continua influencia criolla en la Audiencia de México en los últimos treinta años del período colonial. 31

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A finales del siglo xvn, muchas de las principales familias reunieron sus bienes en mayorazgos. De la Peña encontró cerca de 50 en existencia en 1622; Fernández de Recas documentó 62 en su libro sobre este tema, y Ladd estimó que cerca de 100 en total fueron creados al final del período colonial34. Estos arreglos parecieron haber funcionado para mantener las fortunas de la élite hasta finales del siglo 35 XVII; aparentemente pocos fallaron en cumplir su propósito . Aunque sólo una fracción de las familias notables estableció mayorazgos, éste es un buen índice para considerar el tamaño total de la temprana élite colonial. No es posible dar un número exacto de las familias de la élite, dado el estado de conocimiento que tenemos acerca de los primeros dos siglos del período colonial y la complejidad de estos linajes, producto de los frecuentes matrimonios entre ellos. Pero aproximadamente su número total era entre 50 y 60 en las primeras décadas del siglo XVII, con no más de una docena de éstos residiendo fuera del centro urbano colonial de la Ciudad de México y Puebla. Hay poca evidencia de su expansión a mediados del siglo XVII, por tratarse de un período de estancamiento económico. Pero con la expansión de la minería, la agricultura y el comercio que surgió en las últimas décadas de este siglo, el número de estas familias notables pudo haberse multiplicado por diez, con algunos de estos nuevos linajes establecidos en el Bajío e incluso en las provincias más al norte, siendo un reflejo del dinamismo económico que entonces florecía en este vasto territorio. La efectividad de los mayorazgos y el número de las familias de la élite que comenzaron a prosperar a través del siglo XVII puede reflejar lo limitado de la esfera económica colonial en ese momento. Estudios de las diferentes regiones de México a través de finales del siglo XVII indican que el mercado abierto e integrado de la colonia de finales del siglo XVIII todavía no había surgido, ni la habilidad de México para exportar otros artículos que no fuesen metales preciosos. El tamaño tan limitado de los mercados regionales restringió la cantidad de riqueza que las élites locales podían generar y los tipos de empresas en las que se podían embarcar, pero también las protegió de la competencia externa. Hasta 1650, y quizá más tarde, casi todas las familias del primer rango residían en la Ciudad de México o Puebla. Aunque algunas ciudades circundantes como Zacatecas, Guanajuato, Querétaro y Antequera habían sido fundadas en el siglo xvi, la escala y permanencia de la riqueza generada en estos centros todavía no rivalizaba con la encontrada en la Ciudad de México y Puebla36. A principios del 34 De la Peña, op. cit., p. 220; Guillermo S. Fernández de Recas, Mayorazgos de la Nueva España (México 1965); y Ladd, op. cit, p. 71. 35 Una historia comprensiva de cómo los mayorazgos eran utilizados, junto con otras estrategias legales, de negocios y sociales, para mantener la fortuna de una familia de la élite durante dos siglos es el trabajo de María Vargas-Lobsinger, Formación y decadencia de una fortuna: los mayorazgos de San Miguel de Aguayo y de San Pedro del Álamo, 1583-1823 (México 1992). 36 Estos señalamientos surgen de mi lectura de: Altman/Lockhart (eds.), op. cit.-, Bakewell, Silver Mining and Society..., op. cit.; Thomas Calvo, Poder, Religión y Sociedad en la Guadalajara del Siglo xvu (México 1991); John K. Chance, Race and Class in Colonial Oaxaca (Stanford 1978); John C. Super, La vida en Querétaro durante la colonia, 1531-1810 (México 1983); y William B. Taylor, Landlord and Peasant in Colonial Oaxaca (Stanford 1972).

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siglo X V I I , prácticamente la mitad de los quinientos ciudadanos españoles de Guadalajara eran oficiales de gobierno y sus dependientes37. En este momento, las comunidades mercantiles de todas estas ciudades estaban subordinadas a las de la Ciudad de México. No existía rivalidad entre las élites de las zonas centrales y las aledañas, como pudo ocurrir en el período de los movimientos de independencia, pues las élites fuertes e independientes no pudieron prosperar en las provincias distantes de Nueva España hasta más entrado el siglo X V I I I . Incluso en áreas mineras de plata como Zacatecas y Guanajuato se mantuvieron dependientes del financiamiento y las provisiones de la Ciudad de México38. Pocas de las fortunas mineras de la época pasaron intactas a lo largo de las generaciones, y cuando lo hicieron, los que las recibieron se habían mudado para residir en la capital. Las fuentes de estabilidad y su amenaza Una vez instaladas en las líneas de la élite, las familias buscaban ciertos patrones de matrimonio, familia, empleo e inversión para mantenerse seguras en la estructura social a largo plazo. Como regla general, las élites de Nueva España practicaban la endogamia. Estas familias seguían estrategias matrimoniales diseñadas para mantener sus riquezas, para que sus propiedades no se distribuyeran ampliamente entre sus numerosos miembros y no se corriera el riesgo de disminuir significativamente sus posesiones. Esto también restringía notablemente los proyectos potenciales para matrimonios con la prole de otras familias notables; esta regla sólo se rompía para traer talento o capital nuevo al linaje. De hecho, muchos de los matrimonios ocurrieron entre las élites locales, pues en general las familias notables de ciudades distantes no socializaban unas con otras a causa de las dificultades de transporte y comunicación39. Para limitar el número de matrimonios en estas grandes familias, los padres comúnmente enviaban a sus hijos a la Iglesia, pues este tipo de ocupación traía honor al linaje mientras apartaba a estos clérigos y monjas del ambiente matrimonial40. Esta acción le permitía a la familia contraer simplemente algunos matrimonios estratégicos, en lugar de varios. Hacer esto último podía causar la fragmentación de las posesiones familiares entre numerosos herederos y aumentar el riesgo de hacer malos emparentamientos. Ambas, las familias de la élite establecidas y las nuevas familias ricas mercantiles, se comportaban de esta manera de generación en generación. El artículo de 37

Eric Van Young, Hacienda and Market in Eighteenth-Century México: The Rural Economy of the Guadalajara Región, 1675-1820 (Berkeley 1981), p. 23. 58 D. A. Brading, Miners and Merchants in Bourbon México, 1763-1810 (Cambridge/Eng. 1971), pp. 262-263, habla sobre la continua dependencia de Guanajuato en el comercio y el capital de la Ciudad de México al comienzo del siglo XVIII. 39 De la Peña, op. cií, pp. 189-190; Himmerich y Valencia, op. cit., p. 72; y Schwaller, "Tres familias...", op. cit., p. 174. 40 De la Peña, op. cit., pp. 191-192.

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John Frederick Schwaller acerca de tres familias de la élite mexicana en el siglo xvi establece este patrón. En un caso, aunque una familia tenía nueve hijos en una generación, sólo uno tuvo prole finalmente, y éstos por lo tanto heredaron no sólo de sus padres, sino también de sus tías y tíos. Un jefe de familia a veces tenía hermanos, tíos o sobrinos que eran miembros de los capítulos de las catedrales, o inclusive obispos. Juan de Cervantes y Carvajal, el descendiente de una familia importante de encomenderos, sirvió como alcalde mayor de Oaxaca a principios del siglo xvn, mientras su tío, Leonel, fue obispo de esa misma diócesis41. En su estudio sobre los comerciantes de la Ciudad de México a principios del siglo XVII, Louisa Schell Hoberman encontró que en 76 de estas familias, 94 de los 210 hijos que tuvieron se convirtieron en eclesiásticos, un 45% del total42. Un 91% de las familias de comerciantes tenían por lo menos un hijo en la Iglesia. El patrón de endogamia de la élite se extendió para incluir matrimonios dentro del mismo linaje con gran regularidad; éstos eran típicamente entre primos o entre tío y sobrina. Esta práctica consolidaba las posesiones dentro del linaje en vez de dispersarlas de una forma amplia. En un caso notable, cuando Luz Padilla y Cervantes se casó con José Leonel Gómez de Cervantes a mediados del siglo xvm, él no sólo era el heredero y primogénito de la octava generación de la familia Cervantes, sino también su tío tanto por la línea paterna como por la materna43. Las substanciales dotes que acompañaban a las novias en los matrimonios de la élite jugaron un papel central en las estrategias matrimoniales y eran vitales para ayudar a las familias a obtener nuevo capital44. Como es bien sabido, aunque producía grandes cantidades de plata, el México colonial comúnmente estaba corto de capital líquido y medios circulantes, pues muchas de las monedas eran enviadas a España. Por lo tanto, incluso muchas de las familias más ricas se encontraban económicamente escasas de fondos. En estas circunstancias, muchas de las bodas de sus hijas significaban la pérdida total de las reservas de efectivo de la familia. Era mucho menos costoso acomodar estas hijas como monjas mantenidas por donaciones prometidas apoyadas por las posesiones familiares. Más áun, una familia principal necesitada de capital podía negociar en matrimonio con la hija de algún próspero comerciante o minero. La dote que la acompañaba podía aliviar la crisis de valores líquidos de la familia de su esposo45. Una herencia divisible constituía una amenaza mayor y constante a la continua supremacía de las familias notables, pues la división de los bienes de la familia al morir su fundador podía fragmentar la entidad en un número de propiedades substanciales, pero no enormes. Incluso grandes empresas podían ser vendidas para satisfacer la necesidad de dividir los bienes. Ya hemos visto que el matrimonio

41

Schwaller, 'Tres familias...", op. cit., pp. 188-189. Hoberman, Mexico's Merchant Elite..., op. cit., p. 233. 43 Paul Ganster, "La familia Gómez de Cervantes: Linaje y sociedad en el México colonial": Historia Mexicana 31:2 (1981), p. 216. 44 Asunción Lavrin/Edith Couturier, "Dowries and Wills: A View of Women's Socioeconomic Role in Colonial Guadalajara and Puebla, 1640-1790": HAHR 59:2 (1979), pp. 280-304. 45 De la Peña, op. cit., pp. 190-192. 42

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entre primos y el enviar a algunos de los hijos a la Iglesia ayudaba a aliviar este problema hasta cierto punto. Pero el principal remedio era organizar la familia alrededor de un patriarca -rara vez una matriarca- en cada generación. Éste velaba por la operación de todos los bienes como un asunto integrado, los otros miembros de la familia aceptarían su supremacía, porque ellos reconocían que su posición individual derivaba principalmente de la prominencia de un linaje mayor; por lo tanto era en el interés común el promoverlo en vez de disminuirlo. Más aún, ellos entendían que los bienes familiares operaban más efectiva y beneficiosamente cuando funcionaban como una empresa integrada verticalmente con todos sus componentes coordinados unos con otros. Ellos generalmente daban al nuevo patriarca un poder legal para manejar las propiedades que habían heredado - y que seguían siendo sus posesiones-. De esta forma él podía supervisar toda la empresa como una sola unidad y por lo tanto maximizar su impacto económico y sus ganancias. Los miembros individuales de las familias obtenían un beneficio mayor de sus bienes cediendo su control personal al patriarca que manejándolos personalmente46. En general, podemos ver que las primeras élites coloniales se movían rápidamente de un tipo de empresa a otra, a veces en la primera generación pero invariablemente en la segunda. Ningún grupo dentro de esta élite, como los dueños de haciendas o los oficiales coloniales, parece haber tenido prejuicios hacia otros, como los comerciantes o los mineros. Los miembros de estos grupos rutinariamente diversificaban sus inversiones y compraban cargos públicos. Ellos comúnmente se casaban entre sí, aunque no al azar, más bien calculando el beneficio máximo que el enlace proporcionaría al grupo familiar. Los criollos y los peninsulares dentro de la élite siguieron carreras similares hasta finales del siglo XVII. Además los grupos anteriores no manifestaron una identidad corporativa especial, o un sentido de estado superior o de derechos. Ya a finales del siglo xvi, los comerciantes internacionales, con más frecuencia que los mineros, producían fortunas familiares que pasaban a través de las generaciones. Estos grandes comerciantes se diversificaban con la posesión de tierras como complemento en vez de reemplazo a sus actividades comerciales, delegando la supervisión de sus propiedades rurales a administradores profesionales. Muchos de ellos comenzaron a invertir en plantaciones de azúcar a principios del siglo xvi47. También realizaron otro tipo de inversiones. Un grupo de familias de comerciantes dominó la posesión de los obrajes de Coyoacan en el siglo XVII. Las filas de comerciantes internacionales -al igual que los administradores coloniales- proveían la mayoría de los nuevos miembros de la élite del siglo XVII. "Two-fifths of all wholesalers married into families of landowners or bureaucrat families, thus experiencing a rise in social status. Almost one-half married into merchant families"48. 46 La discusión más desarrollada del rol y la función del patriarca, aunque enfatiza el siglo xvm, es de John Tutino, "Power, Class, and Family: Men and Women in the Mexican Elite, 1750-1810": The Americas 39:3 (1983), pp. 359-381. 47 Hoberman, Mexico's Merchant Elite..., op. cit., pp. 98-103. 48 Ibid., p. 65.

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El patrón de los matrimonios entre los hijos de los comerciantes fue bastante similar al de sus padres, seleccionando pareja entre las familias que tenían cargos administrativos y que tenían tierras, pero manteniendo su presencia en el comercio internacional. Louisa Schell Hoberman resume los patrones de matrimonio, negocio, y ocupación de diez familias de comerciantes, que ella siguió a través de algunas generaciones, de la siguiente manera: Diversification of investments was the key to maintaining the family fortune. First, by providing different careers and sources of income for their children, merchants did their best to ensure prosperity. In almost all the case histories, the income of the second generation derived from a combination of public office, clerical endowments, urban or rural property, and trade. Second, continuation in trade contributed to economic resiliency. In the group as a whole, more than one-third of the families included a professional merchant. All but two of the families continued commercial activity (whether publicly or not) in the second generation... A third factor in maintaining the family fortune was the reliability of income from public office 49 .

Este comportamiento no estaba limitado a la élite de la Ciudad de México. A finales del siglo xvi, las familias de comerciantes de Querétaro se casaban con personas de las familias terratenientes. Para 1700, la familia y las conexiones de negocio entre los comerciantes, obrajeros y hacendados eran tan estrechas que era difícil distinguir entre las diferentes ocupaciones de la élite de la localidad50. De hecho, la minería a través del período colonial resultó ser algo muy débil sobre lo cual construir una fortuna que durara por generaciones. Su atractivo financiero siempre atrajo inversionistas. Pero muchas de las familias que obtuvieron grandes riquezas en este tipo de empresa las perdieron en una generación o dos, a menos que diversificaran sus negocios en otros campos económicos complementarios como el transporte, la ganadería o la agricultura. Es interesante constatar cómo estudiosos de la minería colonial mexicana notan invariablemente que los dueños de minas recibían frecuentemente financiamiento de otros hombres de negocio, y parece que ellos nunca se ramificaron en prestar dinero o asegurar las empresas de otras personas. Incluso algunos de los más exitosos empresarios de minería eventualmente perdieron frente a los comerciantes, muchos de los cuales estaban establecidos en la Ciudad de México. En un caso notable, para mediados del siglo XVII, comerciantes establecidos en la Ciudad de México suplían y financiaban algunas de las mayores operaciones en Zacatecas51. Algunos investigadores de la sociedad rural han establecido que las élites locales en la mayoría de las regiones disfrutaban de una estabilidad considerable gracias a la posesión de tierras, y exponen que aunque frecuentemente se efectuaban ventas o transferencias de propiedades rurales, éstas ocurrieron en la mayoría de

49

Ibid., pp. 261-262.

50

Super, La vida en Querétaro...,

51

op. cit., p. 124.

Bakewell, "Zacatecas": Altman/Lockhart (eds.), op. cit., pp. 218-222.

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los casos entre personas con pequeñas propiedades más que entre los grandes operadores. Las familias de la élite que poseían la mayoría de las grandes haciendas mantenían estas propiedades a través de las generaciones y conseguían importantes ingresos de ellas52. Del mismo modo, muchos de ellos no estaban cargados de grandes deudas como era común ver al final del período colonial. Consecuentemente, un número substancial de la élite criolla prosperó hasta finales del período colonial. John M. Tutino examinó 55 familias de la élite que poseían bienes substanciales en México entre 1750-1810. De éstas, al menos 17 tenían prominencia desde antes de 1625, y al menos otras 5 antes de 172553. Éstas practicaban la agricultura comercial y la complementaban con otro tipo de negocio: minería, molinos, obrajes, banca o comercio. Los miembros de las familias seguían ocupando puestos en la administración de la colonia prácticamente en cada generación. Las mujeres de la élite continuaron la práctica de casarse con importantes oficiales imperiales -muchos de ellos de España- hasta finales del período colonial. El considerable aumento económico en México durante el siglo xvm lo caracterizó un auge en la minería, la expansión de los mercados, tanto dentro como fuera de la colonia, y un gran incremento en el volumen de los productos a ser mercadeados, beneficiando a la élite establecida y añadiendo un nuevo número de familias a este grupo. Por lo menos 60 de las 80 familias mexicanas con títulos nobles los ganaron durante el siglo xvm54. Casi ninguna familia que mantuvo su importancia hasta la tercera generación experimentó un rápido declive hasta que las calamidades internacionales de España en los años 1790 engendraron catástrofes comerciales y de crédito en las colonias. La élite de finales del período colonial se mantuvo tan endógama como en siglos anteriores. Doris M. Ladd indica: The real coherence of the nobility at Independence was neither political ñor economic. It was a familial unión bound by the most personal relationships of marriage and godparenthood... At Independence the Mexican nobility was an enormous extended family... 55

Parece ser que durante el siglo xvm, las familias de la élite mexicana enviaron menos hijos a la Iglesia. Quizá se debió a la dramática expansión en la economía y a la proliferación de oportunidades de poder tener una carrera para los hombres de su categoría, en comparación con uno o dos siglos antes. A lo mejor es un reflejo de la expansión substancial de las élites mexicanas locales y el número de posibilidades de realizar matrimonios ventajosos.

52 Hoberman, "Elites in Seventeenth Century New Spain...", op. cit., p. 9; y Tutino, "Creole Mexico...", op. cit., pp. 177-178. 53 Tutino, "Creole Mexico...", op. cit., p. 20, cuadro 1.1. 54 Ladd, op. cit., p. 8.

55

Ibid., pp. 4, 6.

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En general, hemos visto una continuidad considerable en la organización y en el comportamiento de la élite de Nueva España en el transcurso del período colonial. Hasta el final de este período, estas familias continuaron residiendo en las grandes ciudades, persiguiendo con éxito el ocupar puestos en la administración colonial, y manteniéndose con una mente empresarial en sus orientaciones económicas, buscando persistentemente mejorar, expandir y diversificar. Éstas construyeron sus perdurables imperios comerciales alrededor de propiedades rurales, las cuales comúnmente se combinaban con empresas complementarias y que a veces eran integradas verticalmente. Los matrimonios eran de naturaleza estratégica, y las familias organizaban todas sus operaciones importantes alrededor de un patriarca, el cual tomaba todas las decisiones vitales y coordinaba las operaciones familiares de acuerdo a su visión particular. Estas modificaron un poco sus prácticas en este nuevo ambiente cultural y económico. Las dotes parecieron volverse menos importantes, y la frecuencia de los mayorazgos entre las familias de la élite disminuyó considerablemente56. Pero a pesar de estas excepciones, la continuidad de los siglos anteriores se mantuvo abrumadoramente.

56 Kicza, Colonial Entrepreneurs..., op. cit., p. 161-164, 169; y Lavrin/Couturier, "Dowries and Wills...", op. cit., p. 293.

La élite colonial en la Nueva España del siglo xvin: un planteamiento en términos de redes sociales Michel Bertrand Université de Toulouse Le Mirail (Francia)

Pretender llevar a cabo una reflexión sobre cualquier grupo social -sea miembro de una élite o n o - es finalmente, antes que nada, intentar identificarlo. De forma que para todo historiador de lo social surge de inmediato la pregunta: ¿cómo identificar a un conjunto social que se pretende estudiar? En la historiografía, la respuesta a esta pregunta fundamental ha dado lugar a severas polémicas. No tiene en sí esta observación mucho de sorprendente: del presupuesto sobre el cual parte toda reflexión deriva toda la reconstrucción que se realiza ulteriormente. Un buen ejemplo de estas intensas discusiones fue la que se desarrolló al pretender definir los criterios considerados pertinentes para identificar a los grupos sociales en las sociedades del Antiguo Régimen. A lo largo de los años 60 y 70, estas controversias han significado un profundo debate sobre la posibilidad y la pertinencia de recurrir al concepto marxista de "clase social". Conocido en la historiografía francesa como el de dos escuelas historiográficas identificadas por el nombre de los que lideraban cada grupo, o sea Roland Mousnier y Ernest Labrousse, la polémica se fundamentaba en dos planteamientos opuestos. Para el primero, se imponía la identificación de los grupos sociales a partir de los criterios de tipo jurídico-institucional, que la propia sociedad de Antiguo Régimen utilizaba en el momento de reflexionar sobre su propia estructuración. En este sentido, Roland Mousnier consideraba únicamente pertinente la utilización de los conceptos de "órdenes" o de "cuerpos" sobre los cuales se fundamentaban dichas sociedades. A la inversa, para Ernest Labrousse, era necesario acercarse, detrás de las construcciones ideológicas que constituían estos criterios jurídico-institucionales, a las verdaderas fuerzas sociales en acción mediante la identificación fundamentada sobre criterios de tipo económicos1. Si este debate no se ha extendido realmente a la historiografía americanista, está claro que es la corriente representada por planteamientos que podemos calificar de labroussiens la que se impuso a partir de los setenta, sobre todo en el momento de identificar al mundo de los dominantes. Uno de los libros de referencia de esta orientación dominante es sin duda el trabajo pionero de D. Brading sobre los mineros y comerciantes del México de la segunda mitad del siglo xvm. En el momento de identificar a la élite colonial, D. Brading subraya la identificación entre élite económica y élite política, y considera por lo tanto que el criterio económico viene a ser fundamental para identificar al grupo dominante en la Gua-

1

E. Labrousse/D. Roche (dir.), Ordres et classes sociales (Paris 1969).

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najuato de la segunda mitad del siglo xvm 2 . Desde entonces se ha impuesto este planteamiento en los estudios referentes a la élite colonial que se han elaborado a partir de las realidades socioeconómicas o socioprofesionales. Todos los trabajos destacados desde entonces y hasta la fecha consideran a los miembros de la élite desde su identificación socioeconómica, ya sea como terratenientes, mineros, empresarios, comerciantes o burócratas3. Y uno de los raros trabajos dedicados al estudio de grupo social identificado como orden, la nobleza, insiste sobre su carácter de plutocracia4. Sin embargo, a pesar de su dominación exclusiva, cabe interrogarse sobre las consecuencias de esta manera de abordar la reconstrucción de los grupos sociales en las sociedades coloniales de América. Con Simona Cerruti, podemos afirmar que la idea de agrupar a individuos según categorías definidas en función del sector de actividad no tiene nada natural5. Presupone una coherencia interna del grupo estudiado sin interrogarse sobre la validez de esta clasificación para los propios actores. El hecho de ejercer una misma actividad o de pertenecer a la misma categoría socioprofesional no presupone desde luego compartir sistemáticamente ni los mismos intereses personales ni los mismos ideales. De esta constatación surge la necesidad de acercarse a las identidades sociales a partir del propio comportamiento y hasta de los discursos de los mismos actores y no solamente en función de su identificación socioeconómica. Reconstruir a los grupos sociales de una sociedad del Antiguo Régimen supone entonces para el historiador no sólo partir de los criterios macrohistóricos que hacen posible la identificación de sus grandes estructuras socioeconómicas, sino también, de manera más fina, tener en cuenta a los sistemas relaciónales construidos por los propios actores sociales y que vienen a constituir el entorno social dentro del cual se desenvuelven cotidianamente. Este tipo de reconstrucción de lo social es el que finalmente ha venido desarrollando una pequeña parte de la historiografía de las élites coloniales americanas al intentar no limitar la identificación de los grupos sociales a su contenido socioprofesional sino al reconstruir, a partir o detrás de estas estructuras, grupos de actores -ya sean familias o linajes, bandos, redes clientelares- cuyas lógicas de funcionamiento no son reducibles a una identificación socioprofesional. Mi propósito aquí, en este trabajo, es precisamente ilustrar estas reflexiones sobre el interés y la necesidad de esta doble orientación metodológica a partir de un grupo socioprofesional de la élite novohispana, el de los oficiales de la Real Hacienda en el siglo xvm. En un primer momento, se insistirá en el interés así como en las limitaciones de un análisis fundamentado en una reconstrucción de tipo socioprofesional basándonos en el método prosopográfico. Después, se desarrollará una reflexión sobre la utili-

2 D. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico, (1763-1810) (México 1972), cap. 9, p. 403. 3 En una bibliografía muy extensa, se pueden citar aquí algunos de los autores de los trabajos que más eco han tenido, como son S. Socolow, J. Kicza, F. Langue, F. de la Peña, L. S. Hoberman, J. Tutino, B. Lavallé, M. Burkholder, D. Chandler, L. Arnold, entre otros muchos... 4 D. Ladd, La nobleza mexicana en la época de la independencia (1780-1826) (México 1984). 5 Ibidem.

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dad del concepto red social como una respuesta posible a las limitaciones anteriormente identificadas. 1. Interés y limitaciones de un planteamiento en términos prosopográficos La identificación metódica de un grupo socioprofesional supone regirse a las reglas de la biografía colectiva o social, también definida como prosopografía por los historiadores anglosajones, del final del siglo pasado y principios del presente, interesados en la reconstrucción del sistema político del imperio romano6. No es del todo inútil recordar aquí que la prosopografía propone un análisis fundamentado sobre un método histórico elaborado a mediados del siglo xix para contestar a las limitaciones impuestas por la escasez de fuentes disponibles para alcanzar sus propósitos investigadores. Esta prosopografía tradicional se define a través de tres puntos metodológicos básicos. El primero reside en la necesidad de juntar datos biográficos de individuos que conforman un grupo social fácilmente identificable, o sea en la mayoría de los casos definido a partir de su identidad socioprofesional. Es la razón por la cual la prosopografía se aplicó tradicionalmente al estudio de conjuntos sociales coherentes, teniendo en cuenta que los individuos que los componían compartían por lo menos una o varias variables constituyentes de esta identidad socioprofesional, tales como la actividad profesional, el estatuto o rango social dentro de una sociedad de Antiguo Régimen, una responsabilidad políticoadministrativa... Como lo demuestra esta primera regla metodológica, la prosopografía no es sino un medio que permite construir colecciones de personajes a partir de sus datos biográficos. Basándose en estos datos acumulados, la prosopografía se propone en un segundo término medir y comparar los caracteres exteriores que han permitido identificar a cada elemento del grupo estudiado. Gracias a ello, la prosopografía permite dibujar lo que viene a ser el perfil y el comportamiento tipo o medio compartido por todos aquellos que configuran al grupo socioprofesional observado. La utilización de la prosopografía supone por lo tanto la existencia y la identificación de un grupo social identificado a priori que pueda corresponder a sus exigencias metodológicas. Esta necesidad absoluta significó que la prosopografía se aplicara ante todo a cuerpos fáciles de identificar por su fuerte cohesión o identidad de carácter profesional, así como gracias a la abundancia de fuentes disponibles relacionadas a los integrantes del grupo. Desde esta perspectiva impuesta por las fuentes, la prosopografía se impuso como el método idóneo para analizar a grupos de burócratas de todo tipo, ya sean civiles o eclesiásticos, así como a grupos fáciles de identificar profesionalmente como comerciantes, terratenientes o intelectuales... Aplicando este análisis a un grupo de burócratas de la administración colonial de la América española -los oficiales de la Real Hacienda novohispana de los

6 M. Christol, "Prosopographie et histoire de l'État: le cas de l'Empire romain": F. Autrand (éd.), Prosopographie et genèse de l'État moderne (Paris 1986) y L. Stone, Elpasado y elprésente (México 1981).

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siglos XVII y XVIII- ha sido posible reconstruir sus caracteres socioprofesionales7. Los resultados conseguidos en este estudio resultan ser muy comparables a los obtenidos anteriormente por estudios relativos a otros cuerpos de burócratas coloniales 8 . Sin entrar en detalles que aquí no vienen al caso, me limitaré a resumir algunas de las principales conclusiones sacadas a partir del estudio prosopográfico realizado para el grupo socioprofesional considerado. Lo primero se relaciona con su reclutamiento y su formación profesional. El análisis confirma la ausencia de todo espacio de formación fuera de la propia administración de la Real Hacienda. Al mismo tiempo, esta ausencia vino a chocar con la necesidad para la monarquía española de reclutar agentes suficientemente eficaces como para mantener en funcionamiento una administración fundamental para su propia supervivencia. Por otra parte, el fenómeno de aumento de la carga de trabajo de esta administración real, a lo largo del siglo xvm, se tradujo en términos de necesidades de reclutamiento cada vez más importantes. Esta evolución coincidió con el propio desarrollo de la geografía administrativa, el cual significó la creación de nuevas cajas reales en las provincias del virreinato, así como la aparición de nuevos servicios burocráticos en su propia capital9. Correspondió también con el desarrollo económico que se observa a lo largo del siglo xvm y que implicó un aumento muy significativo de las cantidades manejadas, como lo expresan muy a menudo los propios burócratas coloniales. Finalmente, tuvo también que ver con el aumento de la carga de trabajo de estos burócratas la puesta bajo administración real de las rentas reales hasta entonces administradas mediante arrendamientos o encabezamientos. Muy especialmente, este cambio de política administrativa significó el retorno, bajo administración directa, de rentas tan importantes como las alcabalas que impusieron la creación de una nueva contaduría, con un personal propio, presente ya no sólo en la capital virreinal sino también en las provincias del virreinato. Lo mismo ocurrió con la Casa de Moneda, cuyo cambio de estatuto en 1732 impuso el reclutamiento de numerosos y diversos operarios pagados sobre el real erario10. Todas aquellas exigencias de la metrópoli no esperaron a la llegada, al fin y al cabo bastante tardía, del reformador J. de Gálvez a la Nueva España al

7 M. Bertrand, Grandeur et misères de l'office, les officiers de finances de Nouvelle Espagne, xvnxvm siècle (Paris 1999). 8 Se pueden citar aquí los trabajos clásicos de S. Socolow para los burócratas de Buenos Aires, de L. Arnold para los de la ciudad de México, o también de Mark Burkholder y Dewit Chandler para los oidores de América, así como, más recientemente, el de T. Herzog para los escribanos de Quito. 9 Este desarrollo de la burocracia hacendística se realiza a lo largo de los siglos XVII y xvm. Corresponde en gran medida a la expansión septentrional del virreinato conforme también se extiende hacia el norte la economía minera. Retoma actualidad esta expansión administrativa al final del siglo xvm, cuando se fundan nuevas cajas reales en el sur de) virreinato, que sólo tenía hasta la fecha una infraestuctura mínima con la existencia de la caja de Mérida en Yucatán. M. Bertrand, Grandeur et misères de l'office..., op. cit., cap. 1 y Y. Águila, Monopoles d'État et changements sociaux dans le Mexique des Bourbons (1765-1810) (Bordeaux 1985). 10 V. M. Soria Murillo, La casa de Moneda de México bajo la administración borbónica, 17331821 (Iztapalapa 1994) y P. Gonzalez Gutiérrez, Creación de Casas de Monedas en Nueva España (Alcalá 1997).

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ser nombrado visitador general y, más tarde aún, presidente del Consejo de Indias, para concretarse en exigencias cada vez más numerosas impuestas al personal burocrático. Lo mismo ocurrió con la creación tardía de las Intendencias, que sólo vinieron a confirmar y reforzar una exigencia siempre más fuerte de fidelidad y de eficacia solicitada de los administradores coloniales. Todas estas observaciones llevan a la conclusión de que, a lo largo del siglo XVIII, la nueva insistencia puesta en la experiencia profesional de los oficiales auspició el auto-reclutamiento dentro del mismo grupo social. Al no disponer de lugar de formación externo a la propia administración, la única vía de profesionalización estaba en la posibilidad de alcanzar las funciones de amanuense o subalterno, cargos que eran, por lo general, de nombramiento exclusivo de los propios oficiales superiores. Dicho de otro modo, los puestos inferiores de la administración colonial constituyeron el vivero donde se fue formando la élite administrativa que necesitaba la Monarquía española para mejorar el funcionamiento de su Hacienda Real. Otro aspecto, también relacionado con el tema del reclutamiento, que permite resaltar el planteamiento prosopográfico aplicado a los oficiales de la Real Hacienda, es la cuestión de la venalidad de los cargos. Su introducción, que se realizó, para la Nueva España, a mediados del siglo xvn, así como su generalización, a finales del mismo siglo, vinieron a contrarrestar la aspiración de la monarquía a la profesionalización y al control de la burocracia colonial. Ésta es por lo menos la tesis desarrollada por M. Burkholer y D. Chandler, que subrayan la generalización de la impotencia administrativa mientras se mantuvo esta práctica, dominante cuando no generalizada, de la venta de los cargos administrativos". Según este último análisis, aplicado más que nada al personal de las audiencias americanas, no fue hasta la llegada al trono de Carlos III, y sobre todo de J. de Gálvez a puestos de responsabilidades dentro del aparato estatal metropolitano, cuando las cosas lograron cambiarse de manera significativa. Aplicar este modelo de análisis al caso de la Real Hacienda de la Nueva España viene a la vez a confirmar y matizar estas primeras conclusiones. Si la toma de control por la monarquía de esta rama administrativa pasó también en gran parte por la erradicación de la venta de los cargos, su desaparición parece haber sido mucho más precoz aquí que en otros sectores burocráticos. Al finalizar la guerra de sucesión de España, la venalidad de los cargos desapareció totalmente como modo de reclutamiento para los oficiales reales. Aunque bien es cierto que se observa un breve repunte de la venalidad en torno a 1740, condicionado más que nada por la guerra llamada de la "Oreja de Jenkings". Pero su práctica no se prolongó más allá de los primeros meses de la guerra, quizás porque dio lugar a una oposición acérrima por parte del Consejo de Indias, que multiplicó las denuncias y críticas relativas a la reintroducción de la venta de los cargos12, actitud que impidió que la venalidad tomara una amplitud muy significativa. Por lo tanto, el abandono casi definitivo de la venalidad de la venta de cargos

" M. Burkholder/D. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La corona española y las Audiencias en América, 1687-1808 (México 1984). 12 AGI, Aud. de México, leg. 1970.

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dentro de la Real Hacienda significó entonces, mediante un reclutamiento fundamentado casi exclusivamente sobre la experiencia profesional, la toma en cuenta predominante de la capacidad profesional de los candidatos. Sin embargo, a la vez que se imponía esta profesionalización, los nuevos criterios de reclutamiento significaron también el reforzamiento muy significativo del control del grupo de los oficiales sobre sus sucesores, ya que ellos mismos controlaban la llave de la formación al escoger y designar a los que tenían que entrar en los cargos subalternos para hacer méritos y conseguir la formación necesaria. De tal forma que, aunque la venta de cargos dentro de la Real Hacienda aparece como un fenómeno que ha jugado de manera indiscutible un papel perturbador cara a la política de toma de control lanzada por la monarquía española desde principios del siglo xvm, no puede ser visto como un criterio, ni decisivo ni exclusivo a la hora de analizar el funcionamiento de la burocracia hacendística en América durante el período observado. Finalmente, la poca pertinencia de la venalidad de los cargos para acercarse al funcionamiento de la Real Hacienda en la Nueva España se traduce en el propio desarrollo de la carrera profesional de estos oficiales al no diferir radicalmente según hayan sido reclutados o no mediante venta de cargos. A lo largo del período considerado dominan en estas oficinas los oficiales peninsulares, la mayoría de ellos de origen social modesto. El reclutamiento se aplicó a individuos aún jóvenes y solteros en la mayoría de los casos y se centró en hombres que habían tenido alguna experiencia mínima, anteriormente a su nombramiento, con América, ya sea como militares o comerciantes. Una vez en los puestos, sea cual fuera su modo de conseguirlo, unos y otros se enfrentaban a la misma dificultad, si no imposibilidad para conseguir alguna promoción. De la misma manera, unos y otros rehusaban la más mínima movilidad geográfica, una vez conseguido un nombramiento en un lugar concreto. Lo mismo ocurre con la frecuencia de las suspensiones temporales de sus cargos, a las que se ven condenados a menudo unos y otros. Si bien es cierto que todos conseguían casi siempre ser reintegrados al cabo de algunos meses o años, la frecuencia de estas sanciones reducía drásticamente el período de actividad profesional. De hecho, a pesar de un reclutamiento obtenido en torno a los 27 años y de una salida del período de actividad únicamente con la muerte del oficial, la duración efectiva de su carrera viene entonces a ser un promedio de unos quince años solamente. Dentro de este panorama global, lo único que sí introduce alguna diferenciación en la carrera, es el área dentro de la cual prestaban servicio. De hecho, el desarrollo de una carrera de un oficial de la Real Hacienda variaba muy significativamente según prestaba servicio en el tribunal de cuentas, en una caja real o en las contadurías especializadas que se multiplicaron a lo largo del siglo xviii. De tal forma que los oficiales de la Real Hacienda novohispana conformaban un grupo compuesto ante todo por inmigrantes sin gran prestigio, tanto social como personal, que venían a buscar a América una ocasión para conseguir una promoción social y económica que, sin embargo, la administración no les llegó a ofrecer realmente. El análisis prosopográfico aplicado a la Real Hacienda permite, por lo tanto, subrayar la marcada y temprana tendencia a la profesionalización y a la especiali-

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zación dentro del aparato administrativo colonial así como al reforzamiento de los controles. Por otra parte, la lucha contra la llamada impotencia y la voluntad de auspiciar la autoridad del poder metropolitano dentro de la Real Hacienda de la Nueva España aparece como un fenómeno más temprano comparado con lo que se observa para otros sectores administrativos novohispanos o en otros lugares del imperio. Sin embargo, a pesar de su interés para afinar nuestra percepción de la política reformista española del siglo XVIII, estas conclusiones dejan sin respuesta todo una serie de nuevos interrogantes surgidos precisamente de la reconstitución de las carreras administrativas de los oficiales. Entre muchas de estas nuevas interrogaciones surge la cuestión del impacto concreto conseguido con la introducción de las orientaciones identificadas dentro de la política administrativa colonial del siglo XVIII. Muy especialmente lo que se plantea aquí es la importancia y la permanencia de los bloqueos y los disfuncionamientos dentro de un sector administrativo que sin embargo era, como ya se subrayó, una de las preocupaciones centrales de la metrópoli. La lentitud de los cambios en el funcionamiento efectivo de la burocracia hacendística se manifiesta muy especialmente a través de las denuncias, las visitas y las sanciones a las que dan lugar todos los medios de represión o de control, de los abusos que siguen casi tan activos como en períodos anteriores, confirmando, dicho sea de paso, que los excesos no desaparecieron del panorama tan fácilmente como lo pudo considerar todo una corriente historiográfica sobre las reformas borbónicas. Paralelamente, se continúa manteniendo y desarrollando en la cúpula administrativa metropolitana todo un conjunto de reflexiones sobre las necesarias reformas del aparato estatal con el fin de corregir abusos y mejorar situaciones denunciadas como poco coherentes, lo que muestra desde luego que los resultados esperados no se habían aún concretado 13 . Todas estas observaciones subrayan el desface existente, y sobre todo su difícil reducción, entre una política de autoridad en contra de la autonomía del mundo colonial llevada a cabo desde la metrópoli y su aplicación en las propias colonias. Las diferencias aquí subrayadas ponen entonces en evidencia la limitada eficacia de todo plan de reforma, de centralización y de control autoritario fundamentado, entre otras cosas, en la elección por la metrópoli de oficiales exteriores al medio local, donde se les destinaba con el propósito de garantizar su mayor e incluso absoluta fidelidad. De hecho, la observación de los inumerables abusos de oficiales, reclutados según criterios cada vez más exigentes y rigurosos, lleva a plantearse la cuestión de su integración a la sociedad local, a pesar de ser, en el momento de su llegada, verdaderos forasteros. Dicho de otro modo, la constatación de la distancia entre una norma colonial expresada en términos cada vez más rigurosos por la autoridad metropolitana y una práctica administrativa que no se modifica sino muy lentamente a lo largo del siglo XVIII desemboca inevitablemente sobre un planteamiento en términos de modos de sociabilidad de estos inmigrantes dentro de su nuevo espacio social.

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L. Amold, Burocracia y burócratas

en México, 1742-1835

(Grijalbo 1991), cap. 5.

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2. De la prosopografía a la red: una identificación mediante los modos de sociabilidad Para pretender contestar a las preguntas surgidas desde el análisis anterior, se impuso la evidencia de la necesidad del cambio de enfoque, o sea la necesidad de abandonar el análisis planteado hasta ahora en términos macrohistóricos de estructura social para hacerlo desde el punto de vista de los actores. Este cambio de perspectiva significó adoptar una "modificación de la escala" en el análisis, según los propios términos de B. Lepetit14, para desarrollar lo que G. Levi bautizó en su momento como una "prosopografía generalizada"15. La aplicación de estas reorientaciones metodológicas corresponde fundamentalmente al estudio de grupos sociales que no tienen necesariamente una definición o un estatuto social jurídicamente definido o una delimitación clara para el observador exterior. Su ambición reside en la toma en cuenta de aspectos difíciles de medir desde un método estrictamente estadístico pero sin embargo tan importante para la comprensión de todo grupo social. Su objetivo pretende reconstruir la lógica y los dinamismos sociales internos al grupo anteriormente definido, para intentar así captar las interacciones que pueden dar a entender lo actuado por los distintos actores así como la relación entre las actuaciones de estos mismos actores con los múltiples contextos en los que se encuentran envueltos. O sea que partiendo de un grupo identificado inicialmente en términos de estructura socioprofesional, lo que se pretende a partir de este tipo de planteamiento es observar su recomposición basándose en las estrategias relaciónales de sus miembros. Sin abandonar necesariamente la atención puesta en la identificación de los caracteres comunes y exteriores que identifican desde fuera a un grupo social mediante su presencia recurrente o constante, el objetivo que se pretende alcanzar aquí viene a ser el de poner énfasis en la desigual aparición o presencia de otros rasgos que, por su dimensión precisamente excepcional y hasta puntual, pueden ser igualmente significativos. Este tipo de planteamiento supone por lo tanto invertir el curso tradicional del análisis al poner la atención en lo que puede aparecer como estar fuera de la norma que servía como elemento identificador del grupo considerado. La prosopografía así definida viene entonces a acercarse a lo que los historiadores italianos bautizaron como "microstoria". A través del concepto de paradigma inicial, el enfoque aquí presentado insiste precisamente en el interés fundamental de lo que pudiera parecer hasta entonces poco significativo, anecdótico y puntual. Como lo escribe G. Levi a propósito de lo que le llevó a interesarse por Giovan Battista, un exorcista del pueblo piemontés de Santena en el siglo xvn: El tema de este libro no es ni una revuelta abierta, ni una crisis definitiva, ni una herejía profunda, ni una innovación conmovedora, sino más bien la vida política, las relaciones 14 B. Lepetit, "De l'échelle en histoire": J. Revel (dir.), Jeux d'échelles, la micro-analyse à l'expérience (Paris 1996), pp. 71-95. 15 G. Levy, Le pouvoir au village, Histoire d'un exorciste dans le Piémont du XVIIème siècle (Paris 1989).

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sociales, las reglas económicas, las reacciones sicológicas de un pueblo normal que me permiten - o por lo menos así lo espero- contar cuantas cosas importantes vemos producirse cuando, aparentemente, no pasa nada. Son las estrategias cotidianas de un fragmento del mundo campesino del siglo xvn: por comparación, sugieren temas y problemas generales y sacan a relucir algunas hipótesis que una visión lejana, menos microscópica, nos ha acostumbrado a aceptar. [...] La documentación se apoyaba pues sobre los datos habituales que permiten reconstituir una prosopografía generalizada 16 .

Al adoptar esta perspectiva, la estructura social que viene entonces a ser importante de reconstruir, no es ya tanto el grupo socioprofesional identificado con cierta arbitrariedad y a través de sus caracteres externos por el historiador, sino más bien el grupo de relación social construido en torno a los individuos mediante sus estrategias y alianzas sociales, o sea lo que podríamos llamar la red de sociabilidad dentro de la cual cada actor social queda envuelto. No viene al caso pretender proponer una definición específica de lo que sería una red social, sino más bien subrayar cómo el historiador puede utilizar este tipo de herramienta conceptual, elaborada por otros científicos sociales, y adaptarla a sus propias necesidades. De hecho, el concepto de red social no tiene, en sí, nada novedoso. De él, la literatura sociológica ya propuso abundantes reflexiones e intentos de definiciones. Numerosos estudios de casos lo han utilizado desde los años cincuenta de este siglo demostrando su utilidad en el momento de reflexionar sobre el funcionamiento interno de un grupo social en las sociedades contemporáneas17. De manera que, tanto por su carácter teórico y general así como por su capacidad de sacar a la luz del día mecanismos internos de las sociedades complejas, parece ser una herramienta plenamente satisfactoria y adaptable a los planteamientos del historiador de lo social18. J. Clyde Mitchell identifica a la red como un "conjunto específico de conexiones - o lazos- entre un grupo definido de personas con la propiedad adicional de que dichas relaciones, consideradas como una globalidad, pueden ser utilizadas para interpretar el comportamiento social de las personas consideradas" 19 . Esta definición fundamenta por lo tanto la identificación de la red con el conjunto de los lazos establecidos entre los individuos así como en las relaciones - o intercambios- que ellos facilitan: una manera de subrayar tanto la necesidad como la importancia de la identificación de los lazos entre los distintos actores sociales y la utilidad de establecer una tipología de estas conexiones para acercarse a la comprensión del funcionamiento de cada red social. Claro está que todo intento de

16

Ibid, p. 14. S. F. Nadel, The theory of social structure (London 1957) [traducción española por M. Sacristán, Teoría de la estructura social (Madrid 1966)]; J. C. Mitchell, Social network in Urban Situation (Manchester 1969); J. Boissevain, Friends of friends, Networks, Manipulators and Coalitions (Oxford/Bristol 1974). 18 M. Bertrand, "De la familia a la red de sociabilidad": Revista Mexicana de Sociología, N° 2, (México 1999). 19 J. Clyde Mitchell, Social network..., op. cit., p. 2. La definición propuesta por S. F. Nadel, The theory of social..., op. cit., es muy cercana a la proposición de J. C. Mitchell. 17

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tipología puede tener algo artificial al distinguir de manera tajante lazos que, con el paso del tiempo, pueden evolucionar y pasar de un estatus a otro. Esto significa que no existen diferencias esenciales entre los distintos tipos de lazos que se pueden identificar como componentes de una red social y que sus distinciones tienen en parte, una función discursiva. Sin embargo, estas diferencias corresponden también a la diversidad estructural que contribuye a la conformación de las redes sociales que aglutinan lazos de distinta índole para poder responder a diversas situaciones. Por lo tanto, se puede considerar que el intento de establecer aquí una tipología no viene entonces a ser nada más que la pretensión de realizar un corte sincrónico al interior de un sistema relacional, en un momento histórico dado, con el propósito de acercarse a su lógica interna propia, único modo capaz de identificar y analizar su estructuración. Claro está que en un segundo momento, con el propósito de acercarse aún mejor al conocimiento del funcionamiento del sistema de las redes sociales, sería del todo necesario completar este análisis sincrónico con un enfoque diacrònico, lo que permitiría comprender las perpetuas adaptaciones y evoluciones que conocen, con el paso del tiempo, las relaciones de todo actor social. Sin embargo, seguir paso a paso estos cambios casi continuos de una red social supondría llevar a cabo estudios de casos que no coinciden con el propósito del planteamiento aquí desarrollado20. Limitándose pues a una identificación sincrónica, se puede considerar que los lazos sobre los que se fundamenta la elaboración de las redes sociales pueden distinguirse según una doble expresión, al tomar algunos una forma ritualizada mientras que otros no suponen la necesidad de la más mínima ritualización social. Tomar en cuenta los lazos ritualizados como elementos estructurantes de una red social viene a subrayar la dimensión familiar de ésta, ya que este tipo de lazos se definen, más que nada, en términos de linaje y parentesco. Los individuos que se consideran miembros de un mismo linaje son aquellos que se identifican, ya sea de manera real o mítica, con un mismo ancestro o/y eventualmente con un mismo lugar de origen, tal como puede ser la casa solariega de los grupos familiares del norte de la Península Ibérica. Al establecer entre ellos este tipo de relación vienen a considerarse como descendientes de un mismo punto de partida que unos y otros comparten. Lo que define por lo tanto al linaje como sistema de relación es su organización específica y su lógica interna como un grupo de filiación, patrilinear en el caso ibérico e ibero-americano, en el caso que nos interesa, identificado las más de las veces mediante un nombre y con frecuentes referencias a un lugar, ya sea solar o casa de origen. Este conjunto relacional, muy clara y fácilmente identificable basándonos en los criterios anteriormente definidos, tenía sus propias reglas de funcionamiento interno que le servían para elaborar las normas jurídicas necesarias al mantenimiento de su coherencia, a su buen funcionamiento interno 20 Este tipo de análisis diacrònico es el que hemos llevado a cabo en tres capítulos de nuestro trabajo sobre los oficiales reales de la Nueva España. M. Bertrand, Grandeur et misères..., op. cit., cap. 5, 6 y 9. De manera más específica, es este estudio de caso enfocado desde una perspectiva diacrònica el que estamos llevando a cabo en un trabajo que formará parte de un libro de próxima publicación bajo la coordinación de Z. Moutoukias.

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así como a su supervivencia, generación tras generación21. Entre estas normas destacan muy especialmente las prohibiciones o regulaciones matrimoniales destinadas a limitar la lógica endogàmica del linaje sin imponer una exogamia generalizada, sinónimo de su rápida o inevitable desarticulación. Lo mismo ocurre con las reglas de transmisión del patrimonio familiar y la atención puesta, por ejemplo, en el traspase generacional de los bienes, ya sean cualificados de propios o aquellos reunidos para formar mayorazgos. En el caso del parentesco, su capacidad social integradora es mucho más amplia de la que puede abarcar el concepto de linaje. La noción de parentesco viene a incluir a todos aquellos individuos llamados o identificados como "parientes" de un actor social, ya sea mediante relaciones fundamentadas en la sangre o en el nombre -parentesco de tipo familiar que puede en parte coincidir con el linaje-, en la alianza matrimonial o espiritual -parentesco de tipo político-, así como en la co-residencia -parentesco que puede ser a la vez de uno y otro tipo-. Necesariamente bilinear, el parentesco se desarrolla automáticamente de forma horizontal, a diferencia del linaje, que tiene por definición un desarrollo vertical. Los lazos fundamentados en este segundo tipo de relaciones ritualizadas ponen en relieve nuevos componentes de las conexiones sociales, ya sea mediante la proximidad geográfica entre los individuos relacionados -la co-residencia o la residencia cercana-, la cercanía relacional -que puede en ciertos casos incluir una dimensión afectiva más o menos intensa- entre los individuos relacionados, así como cierto grado de dependencia o la asociación voluntaria. Sin embargo, mas allá de la caracterización sobre la cual se construye el parentesco, su identificación saca casi siempre a relucir otra dimensión tan importante como las anteriormente identificadas, como sería la facilidad de movilización de todos aquellos actores relacionados por este tipo de conexiones en casos de necesidad: en cierta forma, se puede considerar que este último carácter sea quizás el más importante para nosostros en el momento de identificar y reconstruir una red social, incluso mucho más significativa que la naturaleza intrínseca del propio parentesco. La identificación de los lazos relaciónales ritualizados viene por lo tanto a subrayar el papel fundamental de la estructura familiar en el momento de comprender la capacidad, así como la necesidad de relacionarse que anima a cada actor social. La familia entendida en un sentido amplio, definida como linaje y parentesco, viene por consiguiente a ser la primera red de sociabilidad de que puede disponer cada individuo. Teniendo en cuenta los distintos caracteres de los lazos establecidos en torno a esta estructura familiar, se pueden subrayar dos caracteres de importancia que la caracterizan. Por una parte, resalta la fuerza de la solidaridad fundamentada en una relativa proximidad -tanto genealógica como geográficaque favorece la estrechez de la relación. Por otra parte, sobresale también la capacidad y la facilidad de movilización de las relaciones familiares, aun cuando se introduce en ellas un cierto alejamiento geográfico: este último no consigue hacer-

21 J. P. Dedieu, "Familles, majorats, réseaux de pouvoir. Estrémadure, xvème-xvmème siècle": J. P. Dedieu/J. L. Castellano, Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique à la fin de l'Ancien Régime (Paris 1998).

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les perder del todo su validez. Dicho de otro modo, las relaciones familiares constituidas en redes de sociabilidad presentan entonces una gran facilidad de identificación y movilización con un mínimo de esfuerzo por parte de quien necesite recurrir a ellas. Esta relación entre inversión mínima y rendimiento efectivo elevado, muy favorable al que origina el proceso de movilización, las hace particularmente atractivas en términos de estrategias en el momento de considerar los medios disponibles para conseguir alcanzar el objetivo que se pretende. Esto no significa que toda relación de tipo familiar sea necesariamente y de por sí un lazo mediante el cual circulen cooperación, apoyo e intercambios: basta con evocar la fuerza de los odios familiares para convencerse de lo contrario22. Sin embargo, a pesar de los inevitables conflictos y tensiones que la afectan, la familia amplia siguía siendo la red de sociabilidad de más fácil acceso de que disponían los actores sociales dentro de una sociedad del Antiguo Régimen. Frente a estos lazos que toman una forma ritualizada a través de las normas familiares impuestas por la sociedad, existe todo un sinfín de contactos y relaciones, de desigual naturaleza, duración, estabilidad e intensidad, que pueden escapar hasta cierto punto a toda forma de ritualización. Muy especialmente éste es el caso de todas aquellas otras relaciones establecidas fuera del grupo familiar, ya sean relaciones profesionales, ocasionales o amistosas de distinta índole. Este segundo tipo de relaciones, por su naturaleza propia, viene a ser en muchos casos más difícil de identificar para el historiador, ya que es menos visible en las fuentes manejadas. Sin embargo, no es raro que puedan ocasionalmente aparecer en un momento dado al ser movilizadas para alcanzar o conseguir algún propósito concreto. En el caso de la reconstrucción de las redes sociales realizada para los oficiales reales novohispanos, hemos acordado la prioridad a la dimensión familiar de dichas redes. Nuestra opción restrictiva en el momento de reconstruir las redes sociales de los miembros de este grupo socioprofesional se fundamentó desde el principio en el problema técnico que supone el querer obtener una visión exhaustiva de las redes sociales, capaz de tomar en cuenta toda la complejidad de un sistema relacional23. Sin embargo, a pesar de la dificultad que supone el tomar en cuenta esa totalidad, la principal razón de nuestra decisión estuvo en otro aspecto mucho más importante. Residió más que nada en la consideración del papel central ocupado por el sistema familiar en las sociedades de Antiguo Régimen, donde las redes sociales se construyen a menudo sobre o alrededor de una dimensión familiar que, de alguna forma, les sirve de esqueleto. Dentro de este marco o dominante familiar, se puede considerar que los lazos, como en cualquier otra red social, se organizan sobre la distinción entre los llamados lazos fuertes y débiles24. Esta diferenciación fundamentada a la vez en la inten22 J. P. Dedieu/Z. Moutoukias, "Approche de la théorie des réseaux sociaux": J. P. Dedieu/J. L. Castellano, Réseaux, familles et pouvoirs..., op. cit., p. 15. 23 M. Bertrand, "Familles, fidèles et réseaux: les relations sociales dans une société d'Ancien Régime": J. P. Dedieu/J. L. Castellano, Réseaux, famille ..., op. cit., pp. 168-190. 24 M. S. Granovetter, "The strength of Weak Tïes", American Journal of Sociology, vol. 78, N° 6, (1973), pp. 1360-1380.

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sidad emocional, la estabilidad temporal, la intimidad de la relación, así como la importancia de los intercambios a los que da lugar, permite dibujar las zonas de fuerte densidad relacional frente a los espacios de relaciones más extensivos. La aplicación de este modelo de análisis a las relaciones ritualizadas de los oficiales reales de la Real Hacienda novohispana permite reconstruir lo que proponemos llamar los círculos de sociabilidad25 de un grupo de la élite colonial y analizarlos como el fruto de estrategias que pretenden controlar lo mejor posible las leyes del hazar inherentes a toda vida familiar y social. A este respecto, proponemos ilustrar ahora los posibles aportes del enfoque aquí referido analizando tres aspectos relaciónales desde un planteamiento teórico tomando como base el modelo de las redes sociales. Lo primero se refiere a las estrategias matrimoniales de los oficiales reales. El análisis en términos de redes permite comprender de forma destacada, para el grupo socioprofesional considerado, el porqué de la no aplicación del modelo matrimonial elitista y criollista, identificado de manera dominante en muchos de los trabajos anteriores sobre las élites coloniales26. La fuerte endogamia geográfica, traducida para la élite americana en términos de oposición criollos/peninsulares, no se verifica para estos oficiales. El 75% de los matrimonios reconstruidos para un grupo de unos 300 individuos no se somete a esta regla al realizarse entre un peninsular -el oficial real- y una criolla. Lo mismo ocurre con la homogamia social en el momento de casarse, o sea la tendencia al repliegu.e sobre el propio grupo social que traduce la dificultad para integrar los advenedizos en vista de defender el "honor" y la "sangre". Este comportamiento, frecuentemente identificado para la élite colonial, no se comprueba del todo en el caso de los casamientos de los oficiales reales, ya que el 30%, o sea una muy fuerte minoría, de sus matrimonios se realizan con familias de mucho más prestigio social que el suyo. Esta desigualdad, ya de por sí muy significativa, es aún más marcada si se consideran a los matrimonios de los hijos e hijas de estos mismos oficiales. Lo mismo ocurre con lo que podría considerarse como la obsesión de la élite colonial por proteger sus patrimonios, garantizar su transmisión para asegurar la estabilidad familiar y, por lo tanto, evitar los riesgos de su dispersión, que representan, en cada generación, los matrimonios de las hijas. En el caso de los oficiales reales, la parte principal del patrimonio que poseen se fundamenta precisamente en las dotes que reciben al casarse con mujeres de mejor posición socioeconómica. Su patrimonio familiar viene entonces a ser un patrimonio ajeno, conseguido en el momento de casarse, sobre el que construyen su ascensión económica aquellos que la logran. La especificidad de tales matrimonios, ajenos a la norma colonial de la élite colonial, toma todo su significado si se considera el papel estratégico que ocupan 25 Para distinguirlo precisamente del concepto de red que, además de ser mucho más extenso, no corresponde al objetivo de la reconstrucción aquí propuesta. M. Bertrand, "Familles, fidèles et réseaux..." y "De la familia a la red...", op. cit. 26 Siendo imposible enumerar una bibliografía hoy en día muy extensa, remitimos a la síntesis de F. Langue, que resume muy clara y explícitamente los caracteres que identifican a las estrategias de las élites coloniales. F. Langue, "Las élites en la América Española, actitudes y mentalidades", Boletín Americanista, N° 42-43, (Barcelona 1992-93), pp. 123-139.

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estos oficiales en la estructura estatal, así como el interés de las familias de la élite colonial en utilizarlos como relevos para proteger sus intereses familiares y preservar su situación de dominación. El evidente desequilibrio, tanto social como económico, de estas alianzas matrimoniales se restablece en un segundo momento al considerar la dimensión relacional que introduce para la élite la integración de estos oficiales sin gran prestigio personal, pero con una superficie relacional importante, dentro del aparato estatal de la colonia y, más aún, en el de la metrópoli, del que precisamente son oriundos. En los términos de un análisis de redes, se puede entonces considerar que los oficiales reales juegan un papel característico de intermediario que permite a la élite colonial conectarse de manera eficaz con otros espacios - y a sean económicos, sociales y/o políticos- que sin ellos les sería más difícil o costoso de alcanzar. La reconstitución de los grados o círculos de amistad construidos en torno a estos mismos oficiales es otra ilustración de los posibles aportes del enfoque presentado aquí. La estructura de estos círculos de amistad se caracteriza por su importante apertura hacia sectores sociales muy heterogéneos, tanto hacia lo alto de la sociedad como hacia sus capas inferiores, aunque esta apertura varíe según el tipo de relación amistosa establecida. En el caso de las relaciones de amistad, las más estrechas de los oficiales reales se establecen en prioridad con individuos muy cercanos socialmente a los miembros del grupo. Otro criterio que parece también importante en el momento de escoger a sus amigos más estrechos es la cuestión del origen geográfico compartido, definiendo este último en términos de "patria chica". Finalmente, también cabe señalar que las relaciones amistosas aparecen como particularmente estables, ya que en la mayoría de los casos sólo la muerte las interrumpe, sin que ésta signifique ni automática ni necesariamente su desaparición inmediata. De hecho, estas relaciones corresponden a menudo a las que se transmiten de una generación a otra dentro del grupo familiar, aunque el cambio de actores implique una mutación en su naturaleza y en su contenido. Al traspasarse en otros individuos que prolongan la relación anterior, ésta se transforma en una relación establecida sobre otros criterios, distintos a los que servían de fundamento a la amistad estrecha: es frecuente observar, en el caso de los oficiales reales, como da paso a lazos de compadrazgo, a casamientos entre hijos, a una designación como albacea en un testamento, y a veces puede llevar a la designación de un heredero. El mismo análisis, al aplicarse a los otros tipos de relación amistosa identificables, ya sea ésta de índole profesional -en el caso del grupo considerado se trataría ante todo de relaciones con fines comerciales- o bien de tipo clientelar, elaborados en torno o incluyendo al oficial real, permite entender la coherencia global de los sistemas relaciónales elaborados por estos burócratas coloniales. Ofrece en particular la posibilidad de situar muy precisamente cada actor social identificado como estando en contacto amistoso con ego, así como el papel que su relación le permite desarrollar dentro de la red relacional27. De manera que, el análisis de los círculos de amistad de un

27 M. Bertrand, Grandeur clientélisme".

et misères de l'office...,

op. cit., cap. 6, sobre "Amitié, compérage et

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conjunto de actores sociales como el de los oficiales reales permite observar que el conjunto de las relaciones amistosas contribuyen significativamente a un ensanchamiento del linaje y del parentesco sin confundirse completamente con ellos. Estas relaciones constituyen, en la mayoría de los casos observados, el característico lazo fuerte correspondiente al esquema de M. Granovetter, cuya función aquí, en cierta forma, viene a ser la de equilibrar la marcada tendencia a la apertura señalada anteriormente correspondiente a las estrategias matrimoniales. Una última ilustración de la aplicación del análisis en términos de redes corresponde a la reflexión que permite llevar a cabo en relación al "buen uso" de estas relaciones sociales. En cierta manera, el interés de este tipo de análisis no reside sólo, en última instancia, en la posibilidad de reconstruir estructuras relaciónales que hacen emerger a nuestra vista conjuntos sociales tan importantes como los que se reconstruyen basándose en una identificación expresada exclusivamente en términos socioprofesionales. También permite reflexionar sobre la naturaleza de los intercambios que circulan dentro de estas redes de sociabilidad. En el marco administrativo en el que se sitúan estos oficiales, lo primero que circulaba dentro de estas redes era poder. De modo que las redes constituidas a partir de estos oficiales se imponían a los organigramas elaborados desde la metrópoli, al crear conexiones inesperadas entre distintos sectores administrativos. De la misma manera, estas redes se encargaban muy eficazmente de contrarrestar la política reformista y de control impuesta a lo largo del siglo X V I I I por la monarquía borbónica. Un ejemplo muy significativo de esta utilización de las redes está en el control sobre el reclutamiento que siguieron manteniendo a lo largo del siglo, así como su capacidad para superar muy eficazmente la temprana desaparición de la venta de los cargos en la Real Hacienda. De tal forma que las redes de sociabilidad de los oficiales reales permitieron mantener el control familiar sobre estos cargos mientras les interesó. Prolongando esta reflexión, el enfoque aquí desarrollado permite por lo tanto renovar el análisis de la práctica administrativa en relación con la norma jurídico-administrativa impuesta por el poder español. Más ampliamente y quizá de forma paradójica, puede también contribuir a una reflexión sobre el papel de las redes sociales como elemento estructurador de la monarquía hispánica, ya que su amplio y lejano desarrollo asociaba estrechamente a las dos riberas del imperio. Desde esta perspectiva, las redes sociales vienen a ser, no tanto o no sólo un elemento de debilidad de dicho imperio - l a expresión de una impotencia-, sino también, y a su manera, una garantía para su estabilidad. Este planteamiento en términos de redes sociales puede entonces contribuir a replantearse la cuestión de las reformas borbónicas, de la transformación del estado colonial y de su impacto en la afirmación de las aspiraciones protonacionales en la élite criolla. Con H. Pietschmann se puede considerar que las reformas no significaron gran cosa mientras los valores de los actores encargados en aplicarlas seguían sin cambiar radicalmente28. Desde este punto de vista, el paso del Antiguo

28 H. Pietschman, "Estado colonial y mentalidad social: el ejercicio del poder frente a distintos sistemas de valores, siglo XVIII": A. Annino et al., America Latina, dallo Stato Coloniale allo Stato Nazione (1750-1940), vol. 2 (Roma 1992), pp. 428-447.

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Régimen a la modernidad tiene que ser analizado más bien desde la práctica social y no tanto desde la norma impuesta desde arriba. Por otra parte, las redes sociales hábilmente elaboradas y utilizadas por la élite criolla le permitían defender sus intereses dentro del sistema imperial mediante la búsqueda constante de compromisos29. Para esta élite, las crisis políticas de las independencias significaron, por lo tanto, a veces la pérdida, y por lo menos la puesta en cuestión de sus posiciones de poder adquiridas anteriormente. Esto significó para ella la necesidad de dibujar nuevas configuraciones en sus alianzas sociales y políticas para poder adaptarse a la nueva situación. Desde este punto de vista, la independencia aparece entonces como un acontecimiento político arriesgado, cuyo resultado no tenía que ser ni necesaria ni automáticamente benéfico para esta élite criolla. A la inversa, pudo suponer para ella un costo real, en el que si algunos pudieron salir ganando, otros muchos podían acabar perdiendo. De allí la utilidad de abandonar la tradicional visión macrohistórica de la mayoría de las historias políticas de las independencias para acercarse a planteamientos de tipo microhistóricos capaces de identificar y de reconstituir esta complejidad social30. Mediante el análisis desarrollado aquí, lo que se pretende consiguir es una reconstitución de los grupos de poder, de las redes de clientelas o de relaciones que integraban sólida y eficazmente en su seno a los oficiales de la Real Hacienda novohispana con el resto de las élites coloniales. En esta perspectiva, lo más interesante no viene entonces a ser la formación de los miembros del grupo, sus títulos y trayectorias profesionales - o sea lo que aporta un análisis de tipo prosopográfico tradicional-, sino más bien la gente agrupada por razones muy diversas - y a sea por interés, por ambición, por busca de protección...- en torno a o con estos oficiales de la Real Hacienda. Dicho de otro modo, los aspectos puramente prosopográficos vienen pues solamente a explicar o subrayar mecanismos de funcionamiento característicos de un grupo de poder que constituye finalmente el verdadero objeto de análisis. Sin embargo, no pretende este enfoque ser una panacea capaz de contestar a todo tipo de interrogaciones. No deja sobre todo de conllevar riesgos y dificultades, como son la reconstrucción necesariamente incompleta de las redes, la relativización de las conclusiones por la importancia acordada al contexto, y por lo tanto la dificultad en el momento de comparar y generalizar, el papel de las trampas de las ideologías a las que se enfrenta el historiador al fundamentar su análisis sobre el propio discurso y a los comportamientos de los mismos actores. Desde este punto de vista, se puede también subrayar que este enfoque tiende a racionalizar todo comportamiento cuando la racionalidad de una actuación no es ni siempre ni sistemáticamente una regla. No se pretende tampoco aquí negar las realidades y 29 J. L. Phelan, "Authority and Flexibility in the Spanish Imperial Bureaucracy": Administrative Science Quarterly (London 1967) 30 Desde este punto de vista, la problemática desarrollada en el trabajo de Marta Casáus Arzú sobre la permanencia de la élite guatemalteca antes y después de la independencia puede ser vista como ilustrativa de este nuevo enfoque aquí sugerido. M. Casáus Arzú, Guatemala, linaje y racismo (Guatemala 1995).

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la fuerza de una jerarquía social fundamentada sobre las categorías socioeconómicas en las sociedades de Antiguo Régimen, sino más bien, admitiendo las limitaciones de este tipo de análisis, enriquecerlo a partir de enfoques complementarios al reconstruir las estrategias de sociabilidad a través de las experiencias vividas por los actores sociales. Con esto, lo que se pretende subrayar y analizar son los desajustes entre normas y prácticas que surgen inevitablemente al observar una sociedad a un nivel micro, la capacidad de autonomía del sujeto en el momento de analizar la realidad en la que se encuentra envuelto, hasta con su derecho al error y la consideración de que la identidad socioprofesional y socioeconómica no agota a la identidad social de un individuo. En última instancia, el enfoque en términos de redes sociales aplicado a la élite colonial hispanoamericana pretende ser una forma de superar el paradigma estructuralista y los términos de su contradicción entre "orden" y "clase" al aplicarlo al mundo del Antiguo Régimen y reemplazarlo por un análisis centrado desde las dinámicas sociales.

Cultura y élites: las historias sobre Lima en el siglo xvn A Bernard Lavallé Pedro Guibovich Pérez Columbia University (EE.UU.)

Durante la última década del siglo xvi y las tres primeras del siglo XVII, Lima fue el escenario de importantes transformaciones sociales y económicas. Cronistas y viajeros a su paso por la ciudad capital notaron el aumento de la población, la expansión urbana, la ostentación de la riqueza, el incremento del comercio y el florecimiento de las artes y las letras. Uno de los fenómenos más notables del desarrollo cultural en el primer tercio del siglo XVII fue, sin duda, la composición de las primeras historias de la ciudad a cargo del jesuita Bernabé Cobo y del franciscano Buenaventura de Salinas y Córdova. Para explicar la aparición de esos textos se han señalado varias razones: la importancia de la capital en la sociedad peruana y la necesidad de replicar a los escritores europeos que denigraban al Nuevo Mundo en el caso de la obra de Salinas; y la curiosidad erudita en el caso de la obra de Cobo. Sin desmerecer estas aproximaciones, propongo releer dichas obras en relación con su contexto histórico y el género historiográfico que las inspiraron. Cuando se analizan desde estas perpectivas, ellas adquieren nuevos significados, y queda aún más en evidencia un hecho ya notado pero no lo suficientemente explorado: el de su relación con las élites urbanas. Fundada en 1535 en el valle del río Rímac por el conquistador Francisco Pizarro, Lima era la capital del extenso virreinato peruano y, como tal, la sede del poder político y eclesiástico colonial. Allí residían el Virrey, la Audiencia, el Cabildo, el Arzobispo, los provinciales de las grandes órdenes religiosas, la Inquisición y otras instituciones de gobierno. A su condición de capital, Lima - h a escrito Margarita Suárez- sumaba la ventaja de contar con el Callao, el único puerto exportador-importador del virreinato. Al Callao confluían todas las mercaderías procedentes de España, México y Centroamérica, y desde allí se enviaban a los principales centros de consumo. Lima era, además, un nexo central del comercio regional e interregional. El tráfico de cabotaje, desde Acapulco hasta Santiago de Chile, y las redes del transporte terrestre desembocaban en Lima'. El desarrollo de Lima entre fines del siglo xvi e inicios del siglo XVII se vio asimismo favorecido por otros dos factores: el auge de la explotación minera y la expansión del comercio. Como es conocido, el virrey Francisco de Toledo introdujo el empleo del mercurio en la producción de la plata, y organizó el abastecimien1 Margarita Suárez, Comercio y fraude en el Perú colonial. Las estrategias de un banquero (Lima 1995), p. 35.

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to permanente de fuerza de trabajo para las minas a través de la mita. Los resultados de tales reformas se manifestaron en el aumento de la producción argentífera: Potosí produjo el 70% de la plata peruana en el último cuarto del siglo xvi y, desde 1581 a 1660, el Perú proporcionó dos tercios de las exportaciones americanas de plata2. El auge minero sin duda reforzó la importancia de Lima como ente regulador del flujo fiscal del virreinato. En la ciudad capital, conviene recordar, se decidía acerca de los montos destinados a los gastos locales y lo que se debía remitir a la hacienda imperial. Debido a esta función, ciertas zonas del virreinato como Huancavelica o la capitanía de Chile y gran parte de los gastos del estado dependían directamente de la capital3. Según el panorama antes descrito, es fácil imaginar que Lima fuera un lugar atractivo para el desarrollo del comercio, y que así lo entendieran diversos comerciantes peninsulares. Suárez ha señalado cómo frente a las condiciones fluctuantes de la actividad mercantil: disminución de ganancias, saturación del mercado, bajadas de los precios de las mercaderías importadas, contrabando, quiebras y presiones fiscales, un grupo de comerciantes peninsulares fue progresivamente estableciéndose en Lima a inicios del siglo XVII, convirtiendo a la capital del virreinato en su centro de operaciones. Dueños de capital e influencia, ellos diversificaron sus actividades invirtiendo en el comercio, el tráfico interno, el transporte marítimo y terrestre, los préstamos en dinero y las actividades productivas. En opinión de la misma autora, el comercio interno y las actividades productivas se convirtieron en un respaldo seguro y menos aleatorio que el comercio atlántico 4 . En 1612, un informe de los receptores de alcabalas señalaba que como consecuencia de los problemas del comercio con España "los mercaderes y onbres ricos desta ciudad no enbian a enplear con la grosedad que solían y ban ocupando y ocupan la mayor parte de sus haziendas en bienes rayzes"5. Las actividades económicas emprendidas por los comerciantes se convirtieron, pues, en un auténtico agente motor en la transformación de la economía y paisaje limeños. Esto último no pasó inadvertido para los cronistas contemporáneos. Así el cronista jesuita Bernabé Cobo notó que: "en tan pocos años como han pasado por ella, sin haber padecido las calamidades de incendios, sacos y asolamientos que las ciudades de Europa, tiene ahora tan diferente figura y estado del que le dieron en su institución, que admira"6. Por su parte, el dominico Reginaldo de Lizárraga registró que las casas principales tienen sus azoteas; desde fuera no parece ciudad, sino un bosque, por las muchas huertas que la cercan, y no ha muóhos años que casi todas las casas tenían sus huertas con naranjos, parras grandes y otros árboles frutales de la tierra, por las

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ibidem, p. 18. Ibidem, pp. 54-55. Ibidem, p. 38. Ibidem, loc. cit. Bernabé Cobo, Obras tomo I (ed. por Francisco Mateos) (Madrid 1956), p. 50.

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acequias que por las casas pasan; pero agora, como se ha poblado tanto, por maravilla hay casa que tenga dentro de sí árbol ni parra7. Además del desarrollo comercial y la expansión urbana, Lima fue también escenario privilegiado para el florecimiento de las artes y las letras durante las primeras décadas del siglo XVII. La existencia de una universidad y de tres talleres de imprenta ejerció una poderosa atracción entre los hombres de letras. Así confluyeron en Lima multitud de juristas, poetas, dramaturgos, teólogos ávidos de promoción social e intelectual. Para mayor abundamiento, durante esos años hubo una auténtica fiebre en la producción historiográfica, principalmente relacionada con la historia de la órdenes religiosas8. La sorprendente producción intelectual de esos años ha llevado a Lohmann a calificar el período de "plenitud de esplendor"9. Pero si bien Lima había afirmado su capitalidad, fuerza económica y primacía intelectual en el contexto del virreinato peruano, quedaba una tarea importante pendiente: la composición de su historia de manera similar a como la tenían numerosas ciudades y villas de España. A esta tarea se dedicaron Buenaventura de Salinas y Córdova y Bernabé Cobo. Salinas nació en Lima hacia 1592, y provenía de una familia de la élite limeña. Su padre, Diego de Salinas, había sido abogado de la Real Audiencia y de presos en el Tribunal de la Inquisición. Su madre, Juana de Silva y Mendoza, descendía de un antiguo linaje español, uno de cuyos antepasados, Alonso de Córdova, pasó al Perú en 1542 y peleó, del lado de la corona, en las guerras civiles de 1537 y 1542. Como otros miembros de la élite criolla, Salinas se educó en el exclusivo Colegio de San Martín, regentado por los jesuítas. Tras haber servido varios años el cargo de secretario del virreinato, en 1616 ingresó en la orden franciscana10. A diferencia de Salinas, Bernabé Cobo no era limeño. Había nacido en Lopera, poblado de Jaén hacia 1582. A los 14 años decidió embarcarse para el Nuevo Continente en busca de mejor fortuna. Consta que residía en Lima en 1599. Probablemente en la ciudad contó con algún protector influyente que lo acogió y debió facilitarle el acceso al Colegio de San Martín". 7

Reginaldo Lizárraga, Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile (Madrid 1987), p.

124. 8 En las primeras décadas del siglo XVII, la polémica sobre la procedencia de las órdenes religiosas en la evangelización del Perú llevó a diversos autores a emprender la composición de las historias de sus congregaciones. Entre ellos se contaron el dominico Antonio Rodríguez, el mercedario Luis de Vera, el agustino Antonio de la Calancha y el franciscano Diego de Cordova y Salinas. También por esos años otros escritores, de acuerdo con Lohmann, "inquietos y aplicados rebuscan antighallas en archivos y recogen memorias para depurarlas". Tales fueron los casos de los jesuítas Alonso Mesía y Anello Oliva, y del agustino Alonso Ramos Gavilán (Guillermo Lohmann Villena, "Estudio Preliminar": Francisco López de Caravantes, Noticia General del Perú (Madrid 1985), pp. xviii-xix). 9 Guillermo Lohmann Villena, ibidem, p. ix. 10 Sobre la biografía de Salinas y Cordova, véase Warren L. Cook, "Fray Buenaventura de Salinas y Cordova. Su vida y obra": Buenaventura Salinas y Cordova, Memorial de las historias del Nuevo Mundo Pirú (Lima 1957), pp. xxix-lxxiii. 11 Para la biografía de Cobo remitimos al erudito estudio de Francisco Mateos, "Introducción. Personalidad y escritos del P. Bernabé Cobo": Bernabé Cobo, Obras tomo I (ed. por Francisco Mateos) (Madrid 1956), pp. vii-xlvii.

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Entre 1628 y 1630, Salinas y Cobo hurgaron archivos, cotejaron fuentes y seguramente entrevistaron a vecinos con el propósito de reunir información para la redacción de sus historias de la ciudad capital12. La narración de Salinas forma parte de una obra mayor titulada Memorial de las Historias del Nuevo Mundo Pirú, publicada en Lima en 1630, y cuyo objetivo -según lo declara el propio autor en la dedicatoria a Felipe IV- es conmover la conciencia del rey y alertarlo del peligro de la condenación si falla en sus deberes para con sus subditos americanos13. En lo que toca a la Historia de la Fundación de Lima de Cobo, es un extracto de su obra magna la Historia del Nuevo Mundo, verdadera enciclopedia de la historia y naturaleza americanas. ¿Qué es lo que llevó a ambos autores a ocuparse de la historia limeña? Ciertamente el contexto de prosperidad económica y de florecimiento cultural en Lima, en particular en lo que toca a la producción histórica, hizo propicia la labor de nuestros autores. Residentes en Lima y poseedores de una sólida formación humanística, Cobo y Salinas difícilmente estuvieron ajenos al desenvolvimiento de la cultura en la capital del virreinato peruano. Ambos autores señalan que su interés en la historia tiene como objetivo preservar del olvido la memoria de los hechos pasados: El vivo deseo -expresa C o b o - que siempre he tenido de que los grandes sucesos y circunstancias notables que han intervenido en la fundación de esta gran república española, que en este Nuevo Mundo han fundado los de nuestra nación, no vengan con el tiempo a ponerse en olvido, como ha sucedido (con sentimiento notable de los hombres de letras y erudición) en las más de nuestras antighedades de España14.

La recuperación del pasado es también interés central de Salinas. En tal sentido hará un llamado a los "ingenios" criollos de la Universidad para que defiendan "contra la envidia, las inmortales glorias de su Madre la Tierra, y para que celebren las hazañas de los que con tantos afanes la descubrieron, conquistaron y poblaron", en particular de Francisco Pizarro15. En el texto de Salinas, la figura de Pizarra no sólo es reivindicada, sino que además adquiere relieves heroicos; el conquistador extremeño es el héroe fundacional de la patria criolla. Como ya ha sido advertido por otros autores, en Salinas el discurso central, ausente por cierto en Cobo, es el de la reivindicación criolla. Para el escritor franciscano, los hechos del pasado y los logros del presente, estos últimos reflejados en Lima entendida como la realización de sus habitantes, sirven para fundamentar los reclamos y pretensiones de los criollos, en su opinión injustamente postergados por la administración imperial. 12 De acuerdo con Calancha, Salinas investigó, entre otros, en los archivos de la orden agustina y del Real Acuerdo en Lima (Antonio de la Calancha, Coránica moralizadora tomo I (Lima 1975), 6. ed., pp.191, 236). Por su parte, Cobo consultó los libros del cabildo, la secretaría del virreinato, de la Real Audiencia, la universidad, entre muchos otros. 13 David Brading, The first America: The Spanish monarchy, Creóle patriots, and the Liberal State 1492-1867 (New York 1991), p. 311. 14 Cobo, op. cit., tomo II, p. 280. 15 Salinas y Córdova, op. cit., p. 81.

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En la composición de sus relatos históricos sobre Lima, Cobo y Salinas siguieron el modelo de la corografía o historia urbana, género que gozaba de enorme popularidad en España y América, en particular durante la primera mitad del siglo XVII16. Por entonces, fueron numerosas las obras impresas que con los títulos de "Grandezas", "Méritos", "Excelencias" y "Antighedades" reseñaban el pasado de ciudades y villas peninsulares. La difusión del género entre los lectores de Lima se puede documentar a partir de los inventarios de bibliotecas privadas17. El concepto de corografía deriva de una palabra griega que designa el estudio o ciencia de los lugares. En el Renacimiento, fue un término ampliamente usado por geógrafos e historiadores. Para la historiografía renacentista, la corografía era concebida como "historia particular", que se centraba en un tiempo y lugar específico, opuesta a las generales y más abarcadoras historias generales18. Como género literario, la corografía había surgido en España en el siglo xv, pero no fue sino hasta mediados del siglo xvi cuando se establecieron sus convenciones. En 1554, Pedro de Alcocer publicó su Historia o descripción de la ciudad imperial de Toledo, obra que se convirtió en modelo para muchos otros autores19. En esencia, las convenciones del género ofrecían a los autores los medios para demostrar las glorias de la ciudad en el contexto de la historia española. Incluía una descripción geográfica de la ciudad que, en lenguaje hiperbólico, daba cuenta de los beneficios de su localización física y la fertilidad de su campo20. Así, en la obra de Cobo leemos que "la campiña [de Lima] está a todos tiempos verde, amena y deleitosa ofreciendo a la vista una fresca y florida primavera"21. A su vez, Salinas

16 Un buen ejemplo de un texto que sigue las convenciones del género corogràfico lo constituye la descripción de la ciudad de México del franciscano Juan de Torquemada incluida en su Monarquía Indiana, obra publicada en Sevilla en 1615 (Cf. Juan de Torquemada, Monarquía Indiana tomo I (México 1975), 5. ed., pp. 408-415). 17 En la biblioteca del canónigo Francisco de Avila se contaban los siguientes títulos: Historia de la muy noble y leal ciudad de Cuenca de Juan Pablo Rizo (Madrid 1629); La muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza de Jerónimo de Quintana (Madrid 1629); Historia, antigüedades y grandeza de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla de Pablo Espinosa de los Monteros (Sevilla 1627); Antighedades y principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla de Rodrigo Caro (Sevilla 1634); y Sitio, naturaleza y propiedades de la ciudad de México de Diego de Cisneros (México 1618) (Cf. Teodoro Hampe Martínez, Cultura barroca y extirpación de idolatrías. La biblioteca de Francisco de Ávila (Cuzco 1996), passim). De otro lado, en la biblioteca de Francisco de Presa y de los Ríos, regidor del Cabildo de Lima entre 1615 y 1633, se encontraba el Teatro de las grandezas de Madrid de Gil González Dávila (Guillermo Lohmann Villena, Los regidores perpetuos del Cabildo de Lima (1535-1821) tomo II (Sevilla 1983), 2. ed., p. 245. 18 Richard L. Kagan, "Clio and the Crown; writing history in Hapsburg Spain": Richard Kagan/Geoffrey Parker (eds.), Spain, Europe and the Atlantic World. Essays in honor ofJohn H. Elliott (New York 1995), p. 85. 19 Ibidem, p. 89. 20 El uso de los superlativos constituye otra de las características del género. Así en su Historia de Toledo, Alcocer dirá que el asiento de la ciudad es "firmissimo" y su río el Tajo "famossisimo" (f.x). La ciudad "fertilissima"(f.x,vr) posee una "sierra pequeña de finissimos yacintos, muy maravillosos de mirar"(f x,vr). Pedro de Alcocer, Historia o descripción de la imperial cibdad de Toledo. Con todas las cosas acontecidas en ella, desde su principio y fundación (Toledo 1554). 21 Cobo, op. cit., tomo II, p. 301.

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de modo más entusiasta proclamará que "no solamente la ciudad en sí es hermosísima, sino también los contornos de ella por la inmensidad de arboledas, huertas, olivares, casas de placer y chacras que por todas partes hay fundadas en toda la vega y campiña"22. Complemento del paisaje era el clima, del cual dice Salinas que "ni en el verano hace calor demasiado ni en el invierno hace mucho frío, y es tan comedido el temple que jamás obliga tanto a los hombres que les obligue a calentarse al fuego" 23 . En los relatos corográficos, cada ciudad aparecía como una suerte de paraíso terrenal, libre de hambre y necesidades24. Tanto Cobo como Salinas ponderan la abundancia y variedad de la flora, fauna y productos agrícolas. Cobo describirá con detalle la "abundancia de bastimentos" y llegará a decir: Si miramos a la multitud de sus géneros y especies, acompañadas las naturales de la tierra con las peregrinas y traídas de España y de otras partes, excede su número y las diferencias de ellas que produce a Europa y aún a la región más fértil del mundo 25 .

Por su parte, Buenaventura escribirá Tiene nuestra ciudad de Lima (como ya diximos) su caudaloso río, que corre medio della, de donde se sacan tantas acequias, que riegan todos sus valles, y en las casas corren fuentes. [...] es tierra feracissima y fecunda, de abundantissimas cosechas de trigo y de maíz, y a los principios tan agradecida, que por cada hanega de trigo bolvía quatrocientas y quinientas, y en cada espiga más de quinientos granos [...]. Demás desto muchos y grandes olivares de tan linda azeytuna, como la mexor de España. Cañaverales dulces, que lloran y quaxan miel, y mucha azúcar...26

Otra convención propia del género corogràfico era la alusión a la riqueza del comercio. Cobo calificará a Lima de ser una "perpetua feria de todo este reino y de las otras provincias que se comunican con él", porque a ella confluyen las mercaderías procedentes de Europa, China y Nueva España, "y desde donde se distribuyen a todas las partes que con ella tienen correspondencia" 27 . Y Salinas, en términos hiperbólicos, se referirá al puerto de Callao y su movimiento mercantil28. Como consecuencia de la prosperidad del comercio, la población ostentaba lujo y riqueza. Cobo dirá que tal es el "lustre" de los ciudadanos "en el tratamiento y aderezo" de sus personas que en un día de fiesta resultaba difícil conocer "por el pelo quién es cada uno", porque todos, nobles y los que no lo son, visten ropas de seda y todo tipo de galas, "sin que en esta parte haya medida ni tasa porque no lle-

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Salinas, op. cit., p. xix. Ibidem, p. xix. Kagan, op.cit. Cobo, op. cit., tomo II, p. 316. Salinas, op. cit., p. 247. Cobo, op. cit., tomo II, p. 319. Salinas, op. cit., pp. 114-115.

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gan acá las premáticas que se publican en España sobre los trajes"29. Si bien la ostentación de los limeños constituye un hecho confirmado por otras fuentes30, el testimonio de Cobo sobre la dificultad de establecer una diferenciación social a partir del vestir constituye otro tópico común en las historias urbanas compuestas en la época31. También el género corogràfico demandaba a los autores ocuparse de la fundación de la ciudad, a veces atribuida a un héroe mitológico, y de la etimología de su nombre. Pero en comparación con las ciudades peninsulares con una larga historia, Lima era una fundación reciente. Por ello dirá Cobo que no es "menester para conocer su origen y nacimiento revolver historias antiguas, rastrear etimologías y examinar conjeturas, como se hace en las historias de otras ciudades". La capital del virreinato peruano no tuvo "principios escasos y oscuros"32. En lo que toca a sus fundadores, Lima - a diferencia de otras poblaciones- bien podía preciarse de haber sido establecida por soldados cristianos comandados por Pizarro, otro Alejandro Magno según Salinas33. Como era de rigor, los dos historiadores dedican sendos pasajes al origen del nombre de la ciudad. Otra convención historiográfica era retratar la perpetua lealtad de la ciudad a la monarquía. Por ello se suelen omitir las alusiones a hechos históricos que contradecían tal imagen34. En las historias de Lima, que comentamos, no hay referencias a la participación del Cabildo durante la rebelión de los encomenderos en 1542. Como es conocido los Cabildos de Lima y Cuzco no sólo protestaron contra la

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Cobo, op. cit., tomo II, p. 320. El mercedario Diego de Ocaña, que visitó Lima entre 1599 y 1600, escribió que con excepción del lujo de las limeñas, la ciudad era poco más que una aldea (Bernard Lavallé, Las promesas ambiguas. Criollismo colonial en los Andes (Lima 1993), p. 132). 31 De la población de México, Torquemada escribió "una excelencia tiene esta grandiosísima ciudad sobre todas las del mundo y es, que entre semana, ya que se aparezca a las otras en la diferencia de los hombres, el domingo y día de fiesta, no se halla entre ellos distinción, porque tan ilustre parece el oficial como el que no lo es por nobleza y sangre, y tan bien vestido sale de su casa el uno como el otro, y no me alargaré en decir que algunos mejor que otros por razón de que el oficial gana a su oficio el vestido que se pone, con que se honra, y el noble muchas veces no puede más que sustentar con pobreza la nobleza de sus padres, y aunque en alguna manera se podía llamar a esto desorden, en una tan honrada república bien concertada, pues se permite, y no refiero sino para decir la generalidad de la abundancia de esta ciudad sobre las demás" (Torquemada, op. cit., p. 412). Por su parte, el agustino Calancha se referirá a que en Lima "la gala i el lustre en las damas i ricos, i costoso adorno o aseado" era notorio "en aún los oficiales y plebeyos". Y agregará: 'Todo representa corte i arguye en unos ostentación, i en otros vanidad. Los que no andan en carrosas (de que ay gran número) andan a la gineta con criados y pages, i los de menor cuantía asta oficiales gastan capa negra y sedas, andan a cavallo, i traen pages; grandeza es, pero locura, pues quien viere cien onbres en la Alameda, que es una recreación vistosa [...] no diferenciará al cavallero o mayorazgo, del oficial mecánico y plebeyo; no es esto político, pero es ostentoso, i arguye que la tierra influye señorío, aniquilando condiciones cuytadas i agrandando corazones umildes" (Calancha, op. cit., tomo II, p. 558). 32 Cobo, op. cit., tomo II, p. 282. 33 Salinas, op. cit., p. 72. 34 Kagan, op. cit., p. 90. 30

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implantación de las Leyes Nuevas, sino que además simpatizaron con Gonzalo Pizarra, el caudillo del grupo rebelde35. Finalmente, otra de las convenciones literarias establecidas por Alcocer incluía de un lado, la concepción de la ciudad como una justa y bien gobernada república; y de otro, la imagen agustiniana de la ciudad como "civitas cristiana"36, enraizada en la religión y la fe37. Al tratar de la división de su obra en dos partes, Cobo dirá: Ha tratado el libro precedente del estado temporal de esta nueva república, en que comprendimos su fundación, aumento y perfección, con la institución de los tribunales necesarios para su conservación en el buen gobierno, justicia y policía que pide una comunidad bien ordenada. En éste y en el siguiente escribiremos lo que toca a la segunda parte, que concurre a componer el cuerpo místico de una república cristiana; conviene a saber: del estado espiritual, religión y culto divino, la cual es tanto más importante y principal que la primera, cuanto el sujeto y fin de ella es más excelente y levantado; pues aquélla sólo atiende a ordenar la vida humana de manera que vivan en paz y justicia los ciudadanos, y ésta le da otra forma y ser, tan soberano como es regular esa misma vida con la ley de Dios y guiar las almas al fin bienaventurado para que fueron criadas38.

La prueba de ser la ciudad del Rímac una "civitas cristiana" se expresaba en la existencia de sus numerosos edificios religiosos y las prácticas devotas de sus habitantes. Que Lima era una "república" bien gobernada se hacía patente en la existencia de instituciones tales como el Virrey, el Cabildo, la Audiencia, los diversos tribunales y la Universidad. De todo ello, dan detenidas descripciones Salinas y Cobo. No deja de ser interesante notar que, entre todas las instituciones urbanas descritas, es la Universidad a la que nuestros autores dedican especial atención. De una forma prolija describen su fundación, transcriben documentos relacionados con su historia institucional, dan cuenta de sus rentas, registran cátedras y catedráticos, así como sus egresados ilustres. ¿Cómo entender este interés? ¿Simple convención historiográfica? Para comprender el lugar destacado de la universidad en las historias que venimos comentando habrá que analizar brevemente cuál fue su rol en la sociedad colonial.

35 Una preocupación constante en los cabildos coloniales fue el mantenimiento de su imagen como instituciones leales a la monarquía. En 1598, el Cabildo de Lima dispuso que el poema épico el Arauco Domado de Pedro de Oña se "enmiende", porque ajuicio de los regidores contenía juicios que contradecían la lealtad de esa corporación hacia la corona durante el pleito de las alcabalas (Guillermo Lohmann Villena, "El Cabildo de Lima y el Arauco Domado": Boletín de la Academia Chilena de la Historia 9 (1937), pp. 280-281). Años antes, el Cabildo del Cuzco había procedido de igual manera a raíz de la publicación de la Historia del Perú de Diego Fernández. 36 Kagan, op. cit., p. 90. 37 La obra de Alcocer se compone de dos grandes partes. La primera está dedicada a la historia general de la ciudad y sus gobernantes. La segunda trata de las instituciones del gobierno eclesiástico (Catedral, monasterios, hospitales) y civil (Cabildo, Corregidor y Hermandad). Esta división entre las esferas del gobierno "espiritual y temporal" también será común en muchas otras historias urbanas. 38 Cobo, op. cit., tomo II, p. 359.

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Como tantos otros temas de la historia de la cultura colonial, el de la historia de la Universidad no ha merecido sino hasta tiempo muy reciente la atención que merece. En los últimos años, Martín Monsalve se ha dedicado a la paciente y, a veces, enojosa tarea de reconstruir la historia institucional y social de la Universidad de Lima. Este investigador ha mostrado cómo ese centro de estudios fue concebido por la corona como uno de los medios para solucionar la inestabilidad política. En ella, los criollos debían ser educados en la lealtad a la corona a fin de que "la Magestad del rey, nuestro señor, tenga sus repúblicas destos reinos y ciudades de ellos llanas y pacíficas e seguros sus vasallos". Los criollos, por su parte, consideraron la Universidad como un medio de ascenso social. Mediante la obtención de grados académicos "los hijos de los conquistadores y vecinos" teman las posibilidades de acceder a cargos en la burocracia civil y eclesiástica. Más importante aún, Monsalve ha demostrado cómo el claustro universitario fue otro de los escenarios privilegiados donde los criollos tejieron sus redes de poder e influencia, redes que les permitieron el control de las cátedras y más tarde, una vez concluidos los estudios, el apoyo en la obtención de cargos públicos39. El hecho de que una ciudad poseyera una universidad era motivo de orgullo para sus habitantes. No gratuitamente Salinas la califica de "oficina original de virtud", "taller de letras", "cuna" y "madre" de prelados, oidores y otras autoridades40; y Cobo no regateará elogios acerca de sus progresos: "La universidad de esta ciudad, que ahora es cosa tan grande, tuvo como las demás cosas de esta república, tan pequeños y flacos principios, que ni prometía poder llegar en muchos siglos a la grandeza que hoy tiene"41. Ciertamente, la tendencia a magnificar la importancia de la "patria chica" llevó a los corógrafos a ignorar al resto de las ciudades en sus relatos. En la obra de Salinas las demás ciudades del Perú, ha observado Bernard Lavallé, sólo son evocadas de forma superficial, mediatizadas sin interés, a título meramente indicativo42. En el texto de Cobo, simplemente no existen. La ciudad sujeto del relato se presenta como una pequeña cuasi-autárquica república43. En España, la corografía gozó con frecuencia del patronazgo de los ayuntamientos que la concibieron como un medio de expresar su propia y particular visión de la historia española. Sirvió, además, como contrapunto a la historia real, pues ofreció a las ciudades un rol en la historia española negado a ellas por los cronistas reales44. No consta documentalmente que Cobo y Salinas hayan recibido comisión alguna del Cabildo limeño. Sin embargo, el hecho que se les hubiese franqueado el archivo de esa corporación evidenciaría algún tipo de auspicio.

39 Martín Monsalve, "Del estudio del Rosario a la real y pontifica Universidad Mayor de San Marcos": Histórica XXII/1 (1998), pp. 53-79. 40 Salinas, op. cit., p. 162-163. 41 Cobo, op. cit., tomo II, p. 402. 42 Lavalle, op. cit., p. 141. 43 Kagan, op. cit., p. 96. 44 Ibidem, p. 86.

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Más aún, el interés por una historia local no fue ajeno al Cabildo de Lima. En 1630, Antonio de León Pinelo escribió a esa institución una carta en la que reclamaba su colaboración en el envío de papeles necesarios para poder completar la historia de Lima que por entonces estaba escribiendo en Madrid, como muestra del "afecto que tiene a esta ciudad y justo celo del bien della"45. La obra estaba dedicada al Cabildo de la capital del virreinato y constituía un proyecto mucho más ambicioso que los de Cobo y Salinas, ya que en realidad se trataba de una historia del virreinato, en la se incluía una muy detallada historia de Lima. En la sesión del 18 de febrero de 1630, el Cabildo encargó la tarea de compilar el material documental al regidor Tomás de Paredes, y asimismo determinó transmitir el pedido de León Pinelo a Sebastián de Alarcón y Alcocer, rector de la Universidad, a fin de que ese centro de estudios también colaborara en el proyecto. Lohmann cree que el ambicioso proyecto de León Pinelo quedó frustrado, bien porque los comisionados no cumplieron su labor o porque la documentación enviada a Madrid resultó insuficiente46. También hacia 1633, un anónimo autor emprendió la compilación de un nutrido corpus de información y de documentos acerca de la historia de Lima. Este corpus comprende información acerca de las autoridades civiles y eclesiásticas, las instituciones (Cabildo, Inquisición, Consulado, Santa Hermandad, entre otras), los conventos y monasterios, los hospitales y los corregimientos. Aunque se desconoce su finalidad, la obra debió ser comisionada por el propio Cabildo, ya que gran parte del texto está dedicado a describir sus atribuciones y miembros, e integra su documentación oficial47. ¿Cuál fue la difusión de las obras de Cobo y Salinas? Ambas obras fueron destinadas a la imprenta. No obstante, ayer como hoy, publicar no era cosa fácil. La Historia de la fundación de Lima de Cobo, como tantos otros textos de historia colonial, permaneció inédita. Su autor procuró su publicación y para ello buscó un mecenas poderoso, Juan de Solórzano y Pereyra, quien había sido oidor de la Audiencia de Lima y gozaba de reputación de hombre cultivado y protector de las letras. Cobo dedicó su obra a Solórzano con la esperanza, como era usual en la época, de lograr su patrocinio; sin embargo, éste no se materializó. El Memorial de Salinas apareció publicado en Lima en 1630 y fue reimpreso por Luis Eduardo Valcárcel y Warren Cook en 1957. El hecho de que hoy en día se hayan conservado muy pocas copias del Memorial ha dado pie a diversas conjeturas. Valcárcel sostuvo que la obra habría sido requisada antes de salir de la impren-

45 El título de la obra de León Pinelo era La ciudad de los Reyes Lima Su fundación i Grandezas, Virreyes, Prelados, i Ministros, Origen y Govierno de sus Tribunales (Guillermo Lohmann Villena, "La Historia de Lima de Antonio de León Pinelo": Mar del Sur 25 (1953), p. 4). 46 Ibidem, p. 2. 47 El texto se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Lima. Libro III de reales cédulas y provisiones, f.406v-488r. La fecha de composición se colige de los títulos de algunos apartados: "Los arzobispos que ha ávido en esta ciudad de Los Reyes desde que se fundó hasta este año de 1633 y fundación de suc catedral iglesia, dignidades y prebendas que tiene"(f.440r.); y también "Los alcaldes ordinarios [...] que ha ávido en esta ciudad de los Reyes desde el año 1535... a este de 1633 que se hizo este libro" (f.444r.).

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ta por la autoridad colonial. Por su parte, Cook señaló que la edición tuvo escaso tiraje debido a las dificultades de impresión en Lima. No existe constancia documental de que alguna autoridad civil o eclesiástica, o la Inquisición proscribiera el libro, como sí la hay de la censura a un sermón predicado por Salinas en la Catedral del Cuzco en 1636. Pero a partir de lo que sabemos de la tipografía colonial, la hipótesis de una edición de limitado alcance resulta más plausible. Es importante tener presente que publicar en Lima una obra del volumen de la de Salinas presentaba dificultades. Imprimir era sumamente honeroso debido a los altos precios del papel, usualmente de mala calidad, y la mano de obra. A esto se sumaba la escasez de apropiados caracteres tipográficos 48 . En el caso del Memorial, el costo de impresión habría determinado reducir el número de copias y de páginas. Ciertamente, se trata de un texto incompleto, ya que carece de la parte dedicada a la vida de San Francisco Solano, como se anuncia en la portada, y del índice. A pesar de su escaso tiraje, el Memorial obtuvo una amplia recepción entre los cronistas de la capital debido a su enfervorizada visión de la historia de Lima y su reivindicacionista discurso criollo. En 1638, el agustino Antonio de la Calancha publicó la Coránica moralizadora del orden de San Agustín en el Perú, inmenso volumen dedicado a reseñar la labor de la orden agustina en la evangelización del Perú. Hombre de una cultura muy amplia, Calancha acudió principalmente al Memorial, bien para corregir o complementar la información suministrada por Salinas acerca de la orden agustina o para obtener datos sobre algunos ilustres franciscanos. La Coránica contiene dos largos capítulos dedicados a la ciudad de Lima, que sirven de marco general para la descripción de los conventos agustinos de la capital. Es claro que el afán por complementar lo dicho por Salinas fue lo que llevó al cronista agustino a ocuparse de Lima, en particular de su medio natural: Añadiré las excelentes influencias de su cielo, de que nadie escribe, i lo fértil de su tierra, que todos ponderan; i qui?á pagaré algo (aunque lo recopile en breve) de lo que devo a su tierra y suelo, que treynta años me a sido favorable, es la madre que me a criado, i la República a quien tantos onores debo49.

Nativo de Chuquisaca y descendiente de una familia de encomenderos, Calancha celebró las excelencias de Lima y de la iglesia colonial, alabó las cualidades de los criollos pero al mismo tiempo deploró la decadencia de los descendientes de los conquistadores y el auge de los nuevos ricos. Para Calancha, los nacidos en el Perú eran extranjeros en su propia tierra y los recién llegados, los herederos de sus "honores". En todo este discurso, observa con acierto Brading, es notoria la influencia de Salinas50.

48 Las limitaciones de la tipografía limeña llevó a que, con frecuencia, los escritores locales optasen por enviar imprimir sus obras a Europa, donde era posible encontrar mejores precios y lograr una edición más cuidada. 49 Calancha, op. cit., tomo II, pp. 533-34. 50 Brading, op. cit., p. 330.

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En 1651, trece años después de la publicación de la Coránica de Calancha, otro escritor limeño, el franciscano Diego de Córdova y Salinas, hermano de Buenaventura de Salinas, publicó la Coránica de la religiosísima provincia de los Doce Apóstoles del Perú, donde historió las acciones de los miembros de su orden en el Perú y sostuvo, en contra de lo escrito por Calancha, que los franciscanos fueron los primeros y más activos en emprender la evangelización del Perú. La deuda de Córdova con Salinas es mayor, ya que profusamente citó y glosó información y largos pasajes de la descripción de Lima contenida en el Memorial. Aspectos tales como el clima, la traza de la ciudad, el carácter de los limeños, la feracidad de la tierra, la relación de los gobernadores y virreyes, el elogio de la Universidad, entre otros, proceden directamente de Salinas. Por último, a finales del siglo XVII y principios del xvm, el Memorial encontró su más ferviente lector en Pedro de Peralta y Barnuevo. Nacido en Lima en 1664, fue rector y catedrático en la Universidad de San Marcos, cosmógrafo mayor, auditor en el Tribunal de Cuentas. Celebrado por sus contemporáneos como "una enciclopedia viviente y una animada biblioteca", Peralta fue además poeta, dramaturgo e historiador 51 . Como Salinas, el erudito limeño exaltó el rol de su ciudad natal y sus habitantes dentro de la estructura del imperio español en varias de sus obras. Así en su poema épico Lima Fundada, dirá de las condiciones de su localización geográfica lo siguiente: En su horizonte el Sol todo es aurora, Eterna el tiempo todo es primavera; Solo es risa del Cielo cada hora; Cada mes solo es cuenta de la esfera; Son cada viento un hálito de Flora; Cada arroyo una musa lisongera; Y los vergeles, que el confín le debe, Nubes fragantes con que al cielo llueve 52 .

En 1723, Peralta publicó, con el título de Júbilos de Lima, la descripción de las fiestas realizadas en la capital con ocasión del matrimonio del Príncipe de Asturias. Allí tras afirmar que "la providencia había destinado el paraíso y mina del mundo como una colonia de España", parafrasea a Salinas al referirse a Lima como "una Roma peruana... la Salamanca de las Indias... la Atenas de América" 53 . Al igual que Salinas, Peralta hará un detenido recuento de los nacidos de Lima que han ocupado cargos en la administración colonial con el propósito de demostrar la lealtad y servicio de los limeños a la corona y, de paso, fundamentar las aspiracio-

Ibidem, p. 393. Pedro de Peralta, "Lima Fundada o Conquista del Perú. Poema heroico en que se decanta toda la historia del descubrimiento y sujeción de sus provincias por D. Francisco Pizarro": Manuel de Odriozola, Colección de documentos literarios del Perú tomo I (Lima 1863), p. 276. 53 Brading, op. cit., p. 394. 51 52

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nes de promoción social del grupo. Según Peralta, los reclamos de los criollos merecían atención ya que dentro de la estructura imperial, ellos conformaban la riqueza espiritual de la monarquía, a la que ellos debían lealtad. Opinaba que las restricciones políticas y económicas impuestas a los criollos se debían a que el rey era mal servido por sus representantes en América, quienes anteponían sus intereses a los de los ciudadanos54. Las pretensiones de los criollos se fundamentaban no sólo en sus servicios a la corona, sino también en las acciones de sus antepasados, en particular de los conquistadores. Como Salinas, Peralta es un admirador de Pizarro, a quien convierte en la figura central de su extenso poema épico Lima Fundada. De este modo, Peralta realizaba un reclamo expresado un siglo antes por el cronista franciscano, quien había protestado por el olvido de que era objeto Pizarro y se lamentaba de que nadie hubiese cantado la gestas heroicas del conquistador extremeño55. También, al igual que Salinas, Peralta consideró a Pizarro el héroe fundador de la patria y nobleza criollas. En un contexto de expansión económica y florecimiento de las letras, Buenaventura de Salinas y Cordova y Bernabé Cobo escribieron las dos primeras historias de Lima. En su composición, los autores se inspiraron en el género corogràfico, cuyas convenciones literarias ofrecían los medios ideales para la exhaltación de la "patria chica". Como sus similares peninsulares, las corografías coloniales fueron obras destinadas a instruir a los lectores que podían identificarse con la comunidad que se estaba describiendo, es decir, a los habitantes de Lima, en particular los miembros de la élite laica y religiosa, interesados en conocer las hazañas de sus ancestros, la antigüedad de su ciudad, y las instituciones a las que pertenecían. Desafortunadamente, de las dos obras, tan sólo la de Salinas alcanzó difusión. Su discurso reivindicacionista criollo así como su contenido localista hizo atractiva la obra del cronista franciscano a otros limeños de nacimiento o adopción. Vistos en conjunto, los textos de Cobo y Salinas debían proporcionar a los miembros de la élite urbana los elementos para pensar acerca de la comunidad en que vivían, forjar sus aspiraciones, tener una historia común, y, sobre todo, destacar su rol como agentes de la historia local.

54 Jerry Williams, Peralta Barnuevo and the Discourse of Loyalty: A Critical Edition of Four Selected Texts (Tempe 1996), p. 15. 55 Brading, op. cit., p. 394.

Mecanismos de supervivencia en la élite mercantil limeña a fines del siglo X V I I I y principios del xix Cristina Mazzeo de Vivó Pontificia Universidad Católica del Perú

Las investigaciones sobre la élite mercantil en el Perú, específicamente en Lima, han cubierto hasta este momento la historia colectiva de ocho familias de comerciantes, y otra familia se encuentra en estado de investigación'. Con motivo de la organización, en el año 1997, del simposio sobre élites en el Congreso Americanista en Quito, presenté un avance del trabajo realizado en colaboración con un grupo de personas, sobre un grupo de comerciantes, cuya síntesis, conocida en muchos casos, describe las actividades mercantiles de cada uno de ellos. En esta ocasión, voy a presentar una interpretación general sobre dichas familias e incorporar mis avances sobre la familia Lavalle, a la cual me he dedicado, para establecer cuáles fueron aquellos mecanismos o estrategias que se proyectaron desde el XVIII al siglo xix: Las fuentes utilizadas para la reconstrucción de las redes familiares y las actividades mercantiles fueron notarios, testamentos, inventarios, documentos del Consulado, libros de aduana del Callao, libros del Cabildo, documentos del Archivo Arzobispal y, en el caso de la familia Lavalle, además, un epistolario familiar. La base teórica utilizada -además de la bibliografía existente sobre el tema, como los trabajos de John Kicza, Susan Socolow y especialmente Frédérique Langue- fue la aportada por B almorí en un estudio de larga duración, tratando de establecer cuáles fueron los comportamientos de estas familias durante tres generaciones y de qué manera influyeron las distintas coyunturas políticas en la permanencia o permitieron cambios en las estrategias utilizadas para mantenerse dentro de la élite2. Hemos adoptado el método prosopográfico anunciado por Lawrence Stone, al estudiar un grupo restringido de individuos para especificar la interacción de los mismos en términos de familia, matrimonio y nexos económicos. En una palabra, se han realizado biografías colectivas, a partir de un patriarca o jefe de familia,

1 El trabajo inédito aún sobre los comerciantes fue realizado por mí en colaboración con un grupo de profesores y alumnos de la Universidad Católica, de próxima aparición bajo el título Los comerciantes limeños a fines del siglo xvm, capacidad económica y cohesión social de una élite 1760-1820 (Lima 1999). Previo a ese trabajo contamos con el realizado por Cristina Mazzeo sobre José Antonio de Lavalle y Cortés, Conde de Premio Real: Cristina Mazzeo, El Comercio Libre en el Perú, Las estrategias de un comerciante peruano José Antonio de Lavalle y Cortés, 1777-1815 (Lima 1994). En la actualidad se halla en proceso de investigación la familia Fernández de Valdivieso, trabajo llevado a cabo por Carlos Pardo Figueroa. 2 Stuart Voss Balmori/Miles Wortman, Las Alianzas de Familias y la formación del país en América Latina (México 1990).

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cuyo objetivo es demostrar el grado de cohesión del grupo en cuestión, vinculados por una misma sangre, una misma educación e intereses comunes3. Las preguntas a las que voy a responder para establecer quiénes integran esta élite mercantil y por qué, son: cuál es la estructura de dicha élite, cómo está formada, cuáles son las funciones políticas que cumplen, cuál es su base económica, de dónde proviene la riqueza, cuál es el estilo de vida, cómo está educada, cuáles son sus valores, si hay movilidad social y qué cambios se producen entre fines del siglo X V I I I y principios del xix. Los personajes seleccionados pueden ser considerados pertenecientes a la élite mercantil, porque además de prestigio social y poder político en ciertas instituciones coloniales como el Consulado, el Cabildo o la Audiencia, poseen riqueza, una riqueza que no sólo se compone de capital líquido, sino también por la tenencia de tierras, ya sean haciendas o propiedades urbanas y algo más significativo que todos los elementos materiales: las relaciones sociales. Las familias investigadas son Conde de Torre Velarde (vinculado por lazos de familia a los Torre Tagle), Conde de San Isidro, Conde de Fuente González, Conde de Premio Real, hermanos Elizalde, Domingo Ramírez de Arellano, Joaquín Lavena (que entronca con la familia Fernández Valdivieso) y los hermanos Sáenz de Tejada, los Vicente Ferrer Martínez y Manuel de Santiago y Rotalde, que están aún en proceso de investigación4. La estructura Tratándose de una sociedad colonial, preferimos hablar de estamentos y no de clase, donde el rango es tan importante como la riqueza y el poder. Las viejas familias son consideradas más honorables y ellas alcanzan la dirección por lo menos en la Audiencia y el Cabildo. En América, a diferencia de lo que sucedió en Europa y durante el siglo X V I I I , el ingreso de nuevos componentes especialmente españoles fue muy importante. Ellos traían la limpieza de sangre y se insertaron en la sociedad mediante el matrimonio con mujeres de prestigiosas familias criollas, que eran las descendientes de aquellos primeros conquistadores. Todos los personajes nombrados llegaron al Perú a lo largo del siglo xvm, procedentes de Santander, Rioja, Toledo y Navarra (Joaquín Lavena, Juan Bautista Gárate y los Elizalde), quienes pudieron tener un apoyo político por parte del gobierno, dado que durante el siglo xvm hubo tres virreyes oriundos de Navarra5. En una palabra, los comerciantes llegados a lo largo de dicho siglo, los cuales en 3

Lawrence Stone, El Pasado y el Presente (México 1986), p. 62. Los autores de los trabajos mencionados son, en el mismo orden que sus trabajos: Susy Sánchez, Ramiro Flores; Deolinda Villa; Roisida Aguilar; Carlos Pardo. La investigación sobre los Sáenz de Tejada originariamente la realizó Hugo Wiener y Héctor Maldonado sigue en la actualidad trabajando las vinculaciones de la familia Ferrer Martínez y Santiago y Rotalde. 5 Manuel Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico XI vols. (Lima 1932/34): Diego Ladrón de Guevara (1710-1716); José de Armendáriz (1724-1735); Agustín de Jáuregui (1780-1784). 4

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muchas oportunidades venían a cumplir alguna función administrativa en el gobierno, y luego recibían la llegada de familiares que se iban incorporando al seno de la familia nuclear creándose verdaderos encadenamientos migratorios. La familia Lavalle -es decir el Conde de Premio Real- descendía de los de la Bodega y Cuadra, y los hermanos Sáenz de Tejada entroncaron con dicha familia al casarse con las hermanas Rosa y Josefa de la Cuadra y Mollinedo, quienes a su vez eran parientes de los de la Cuadra. Por otro lado, una rama de dicha familia tuvo descendencia en el Río de la Plata, cuyo principal exponente en el siglo xix fue Juan Manuel de Rosas, que viene a ser primo de Juan Galo de Lavalle, sobrino del Conde de Premio Real. Esta familia era una de las más prestigiosas, dado que, a su vez, descendía de los primeros conquistadores, los Roldán Dávila6. Al igual que la familia anterior, los Torre Tagle tuvieron descendientes en Chile y en México. En una palabra, los integrantes de un mismo tronco familiar se instalaban en diferentes partes de Hispanoamérica, lo cual les permitía ampliar sus contactos y su área de influencia. ¿Por qué consideramos a estas familias integrantes de la élite mercantil, cuál es el criterio? ¿La riqueza, el estatus social o el poder político? Todos estos elementos están relacionados, dado que uno conlleva a la presencia del otro. Los personajes elegidos se diferenciaban del resto por poseer dichos elementos y, además, porque fueron integrantes del Consulado, entre 1765 y 1824. Lavena fue cónsul durante tres períodos: 1771, 1774 y 1789-1790; Ramírez de Arellano fue prior en 1793; Agustín Quijano Velarde en 1799 y 1802; el Conde de San Isidro cumplió tres períodos como cónsul, de dos años cada uno: 1785-1786, 1789-1790, 1799-1800; el Conde de Premio Real (Lavalle) lo fue en 1788; los hermanos Elizalde en 17851786 y 1797-1798; de los hermanos Sáenz de Tejada, Diego lo fue de 1775 a 1777 y de 1778 a 1782, y Antonio de 1805-1806. El pertenecer al Consulado era ya un elemento diferenciador, dados los criterios adoptados para ser elector. En el caso de Lima se nombraban treinta electores, de los cuales se elegían quince, que debían a su vez elegir a los priores y los cónsules. Las condiciones para ser elector eran no ser extranjero de los reinos de España, estar casado o viudo pero mayor de 25 años; tener tienda, propiedad en Lima o ser dueño de embarcaciones. Lo curioso es que si bien no se permitía la reelección de dos períodos consecutivos, en la práctica vemos que eso no se cumplió. Se aducía que no había quien los representase. Éstos elegían a sus integrantes en función de su capacidad económica y origen racial, en una palabra, no era una institución representativa de todo el gremio mercantil y era excluyente para los cajoneros y mercachifles, quienes no podían ser electores y por lo tanto tampoco ser elegidos. Fue una institución típicamente de antiguo régimen, en la cual hay una diferenciación tanto racial como económica7. A lo largo de todo el siglo xvin y principios del xix encontramos fami6 Ver cuadro genealógico en Cristina Mazzeo, El Comercio Libre en el Perú, Las estrategias de un comerciante peruano José Antonio de Lavalle y Cortés, 1777-1815 (Lima 1994), p. 87 y 89. 7 Encarnación Rogríguez Vicente, El Tribunal del Consulado de Lima, durante la primera mitad del siglo xvm (Madrid 1960), pp. 65-80; Carmen Parrón Salas, De las Reformas Borbónicas a la República, el Consulado y el Comercio Marítimo de Lima 1778-1821 (Murcia 1995), pp. 31-37.

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lias cuyos descendientes fueron representantes de dicha Institución. Así, por ejemplo, el Conde de Premio Real, que fue prior en 1788, sobrino de Tomás de la Bodega y Cuadra, que había sido cónsul entre 1762 y 1766; luego tenemos a Juan de Elizalde, hijo de Juan Bautista, que fue cónsul entre 1823 y 1824, y Francisco Javier de Izque, que entronca con la familia Sáenz de Tejada, fue cónsul en 1811 y 1812 y prior en 1813 y 1816 y Manuel de Santiago y Rotalde fue cónsul en 1805 y 1822, cuyo pariente Vicente Ferrer Martínez lo había sido en 1778-1782 y 1783-1784. En una palabra, hubo una transmisión de mando de padres a hijos o de tío a sobrino8. Otro elemento que revela a estos personajes como integrantes de una élite mercantil es que todos pertenecieron a una Orden Militar. Dentro de las órdenes había también ciertos niveles, las más importantes fueron las de Santiago y Calatrava, no así la de San Carlos que fue creada en 1770 y rompió con el viejo sistema nobiliario de la limpieza de sangre, por lo tanto podríamos decir que "los nuevos ricos" tenían una posibilidad de ascenso social. Todos los casos estudiados pertenecían a la orden de Santiago y a la de Calatrava. Funciones políticas Estos personajes o algún pariente ocuparon puestos en el gobierno municipal y en la administración de justicia de la Audiencia. En teoría, los criollos no estaban impedidos de ocupar puestos en el gobierno municipal o en otras instituciones gubernamentales, de hecho así lo hicieron, aunque con las reformas borbónicas hubo un intento de neutralizar el predominio de este grupo en dicha institución. Debemos recordar que en el caso del Perú, entre 1775 y 1820 de 634 oidores, el 33% eran criollos o nacidos en su jurisdicción, en relación al 23% en Nueva España9. Pero más importante que ser criollo o peninsular, lo que vemos en el X V I I I es el gran ascenso que algunos integrantes del comercio habían alcanzado en el Cabildo. Dicha institución había representado a la élite mercantil antes de erigirse el Consulado, pero luego en ocasiones entraron en enfrentamientos por el manejo de la jurisdicción. Es por ello que pertenecer al Cabildo de Lima les permitía desde un nuevo espacio institucional tener mayores niveles de poder y decisión, no sólo les daba prestigio social, sino que generaba mayor confianza en las negociaciones comerciales10. Todos los personajes estudiados fueron alcaldes y regidores perpetuos del Cabildo de Lima a excepción de Ramírez de Arellano. 8 Un listado de los priores y cónsules del Consulado podemos encontrarlo en Alberto Flores Galindo, Aristocracia y Plebe (Lima 1984), pp. 250-251; John Melzer, Kingdom to Republic irt Perú: The Consulado de Comercio ofLima and the Independence ofPeru 1809-1825 (Tulane 1980), pp. 324-336. 5 Mark A. Burholder/D. S. Chandler, De la Impotencia a la Autoridad (México 1984), p. 220. Del total de 634 oidores, entre 1775 a 1820, eran peninsulares 415 y criollos y nacidos en su jurisdicción 210; en el caso de Nueva España, de un total de 532, 400 eran peninsulares y 127 criollos y nacidos en su jurisdicción, es decir, el 23%. Del resto se desconocía su origen. 10 En este sentido es necesario aclarar lo que Guillermo Lohmann Villena dice respecto a la idea de neutralizar el poder criollo desde el Cabildo, al permitir el ingreso de los nuevos peninsulares llegados

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En cuanto a ejercer cargos en la Audiencia, lo cual significaba administrar justicia y mayor peso en la escala social, cuatro familias de las ocho estudiadas tuvieron un integrante en la Audiencia. Los Tagle, Pedro y José, fueron oidores de la Audiencia de Lima en 1740 y 1746; Bodega y Mollinedo y Francisco Ortíz de Foronda, vinculados a los Lavalle y a los Sáenz de Tejada, lo fueron en 1785, y Baquíjano y Carrillo, familiar de Ramírez de Arellano, en 1797. Ser oidor de la Audiencia significaba tener un grado académico, es decir doctor en Leyes, y todos estos personajes estudiaron en el colegio San Martín, al igual que José Antonio de Lavalle, Conde de Premio Real". Otra de las distinciones sociales era tener un cargo en la superioridad eclesiástica, el tío de Lavalle fue arcediano de la Catedral de Lima, y en la familia de los Tagle, Francisco y Buenaventura Tagle Isásaga fueron arcedianos de la misma catedral12. Estos últimos ocuparon puestos en el tribunal de la Inquisición, lo cual era un respaldo importante en el momento de demostrar la limpieza de sangre para la obtención de cargos honoríficos. Este fue un espacio que ocuparon muchos criollos, a diferencia de lo sucedido en el Cabildo; las reformas no pudieron "españolizar" la institución eclesiástica. Por otro lado, los religiosos se ocuparon en varias oportunidades de administrar los bienes de los difuntos, sistema que permitía un mayor control del patrimonio familiar. Otro de los cargos distintivos socialmente era tener algún título militar. José Antonio de Lavalle fue coronel del regimiento de milicias de la ciudad de Piura, también fue corregidor de dicha ciudad. El III Marqués de Torre Tagle fue comisario de guerra en 1811; Domingo Ramírez de Arellano fue capitán de la guardia de Alabarderos y capitán de milicias; José González Gutiérrez fue teniente coronel del regimiento de dragones de Lima y coronel de los Reales Ejércitos a finales del siglo xvm; Antonio de Elizalde fue teniente coronel del regimiento de dragones; Agustín Quijano Velarde fue coronel del regimiento de caballería y Gaspar Quijano fue coronel del Regimiento de Infantería de Comercio de Lima. Esta imbricación entre el comercio y la milicia se enmarcó por un lado en la reforma militar llevada a cabo por el Virrey Amat en 1776, que establecía que el rango de los oficiales debía ser conformado por lo más selecto y graneado del patriciado local y, por otro lado, en el interés de estas personas de detentar puestos claves que les permitieran

a mediados de siglo xvm. Aunque existieron criollos como Lavalle y Encalada: Guillermo Lohmann Villena, Los Regidores perpetuos del Cabildo de Lima (1535-1821) Tomo I (Sevilla 1983), p. 133. " El Colegio San Martín se originó en la Escuela de Humanidades de San Pablo, creada por los jesuitas en el siglo xvn y contribuyó en gran medida a la formación de la intelectualidad peruana de la Colonia. El Colegio San Pablo dio origen a otros colegios importantes como San Ildefonso, San Felipe y San Marcos, el Cercado, San Antonio, Santo Toribio. Luis Martín, The Intelectual Conquest of Perú, the Jesuit College ofSan Pablo 1568-1767 (New York 1968). 12 La familia Tagle tuvo curas doctrineros, en varias regiones del Perú, como Chilca, Huancayo, Chupaca (Jauja), Pisco, Pativilca, Obispado del Cuzco. Susy Sánchez, "Familia, comercio y poder de los Tagle y su vinculación con los Torre Velarde (1730-1821)": Cristina Mazzeo (comp), Los Comerciantes peruanos a fines del siglo xvm, capacidad económica y cohesión social de una élite 1760-1820 (Lima 1999) (en prensa).

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beneficiarse de dos fueros, el militar y el comercial13. Eran cargos honoríficos, no recibían instrucción militar y durante las guerras de Independencia el Regimiento de Voluntarios de la Concordia, que había sido creado por el Virrey Abascal, no tuvo participación efectiva alguna14. Una primera conclusión es que estos núcleos familiares tuvieron vinculaciones, en forma directa o indirecta, a través de uno de sus miembros en todos los ámbitos de la administración colonial: el Cabildo, la Audiencia, las instituciones eclesiásticas, el Consulado y el Ejército. Estructura familiar En cuanto a la estructura familiar, funcionó la familia extendida, la cual estaba organizada por el jefe o patriarca, su descendencia y sus parientes, quienes en algunos casos compartían la casa familiar y realizaban negocios en conjunto. La endogamia, a su vez, fue una práctica muy utilizada entre los grupos de élite. En la familia Tagle tres de las cinco hijas del I Marqués contrajeron matrimonio con sus parientes peninsulares: María Josefa contrajo nupcias con Alonso Camón Morcillo -sobrino del Arzobispo y Virrey Diego Morcillo y Añuón-; Serafina Tagle se unió a Gaspar Quijano Velarde, quien llegó a ser Conde de Torre Velarde, y Águeda contrajo matrimonio con Manuel de la Torre Quiroz; tanto Gaspar Quijano como Manuel de la Torre fueron importantes comerciantes; José Manuel (III Marqués) contrajo nupcias con la hijastra de su tío Pedro Tagle y Bracho -Josefa Portocarrero y Zamudio- y su hermano se casó con una sobrina15. En el caso de la familia Lavalle la endogamia se produjo en el siglo xix cuando Antonio, hijo de Juan Bautista de Lavalle, se casó con su prima Mariana Pardo. Por lo tanto, estamos ante una primera forma de repetición de un patrón de comportamiento típicamente colonial que se traslada a la república. La endogamia tenía como fin proteger el patrimonio y también el linaje de la familia al establecer alianzas familiares, es decir el vínculo institucional que agrupaba a dos personas, cada una de las cuales ofrecía algo importante al matrimonio: la mujer, el linaje por transmisión patrilineal al descender de los primeros conquistadores, además de otros privilegios concedidos por la Corona; el hombre por su parte, títulos nobiliarios o beneficios adquiridos a lo largo de su estancia en la colonia. Pero también funcionó la exogamia en la medida en que ingresaron nuevos componentes a los clanes o grupos de familia, especialmente en el siglo xvm. La condición era ser español y comerciante, lo que

13 Marchena Fernández, Ejército y Milicias en el Perú (Madrid 1992); Carmen Parrón Salas, De las reformas borbónicas a la República, el Consulado y el comercio marítimo de Lima entre 1778 y 1821 (Murcia 1995); Campbell, The Military en el Perú (Philadelphia 1878). 14 Este regimiento estaba formado prácticamente por españoles. Junto con el Batallón fijo de El Callao o Regimiento Real de Lima y la Compañía de Artillería formaban el Ejército de Dotación de Lima, que nunca llegó a entrar en combate: Marchena, op. cit., p. 115. 15 Susy Sánchez, ibidem.

MECANISMOS DE SUPERVIVENCIA EN LA ÉLITE MERCANTIL LIMEÑA...

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permitía aunar los vínculos con la Madre Patria para la realización de los negocios a distancia. Tenemos el caso de Joaquín Lavena, integrante del Consulado, que entronca con los Fernández Valdivieso y Arbizu de cuyos dieciséis integrantes masculinos nuevos en la red ocho eran comerciantes16. Éste es el segundo componente que se repite en el siglo xix. Es decir el ingreso al clan de nuevos integrantes peninsulares. En el caso de los Sáenz de Tejada, por ejemplo, de la unión de Antonio con María Josefa, cuatro de sus hijas se casaron a fines del siglo con españoles'7. Esto evidencia un cierto grado de movilidad social para los venidos de fuera, ya sean aquellos llegados a mediados del xvm, como fue el caso de los hermanos Elizalde -Juan Bautista y Antonio-, el Conde de San Isidro, Ramírez de Arellano, y Joaquín Lavena, que llegaron como principiantes y, al cabo de medio siglo, estaban en la cúspide de la sociedad colonial; o aquellos otros españoles que llegaron a principios del xix. En una palabra, las familias en algunos casos funcionaron como grupos cerrados y como medio de protección, pero en otros incorporaron nuevos integrantes, siempre y cuando los recién llegados tuvieran cierta posición social o limpieza de sangre. De los grupos de familia mencionados cuatro obtuvieron título de nobleza. Tanto el Conde de San Isidro como el Conde de Fuente González los recibieron por vínculos matrimoniales, puesto que la mujer fue la que lo heredó de un matrimonio anterior. Veamos el primer caso: al morir Jerónimo de Angulo, el primer Conde de San Isidro, su viuda, Rosa Gutiérrez de Cossío, se casó con su primo Isidro Abarca, y éste heredó de esa manera no sólo el patrimonio familiar, entre cuyos bienes figuraban una gran cantidad de efectos suntuarios (joyas, menajes), sino también el título nobiliario. En el caso de José González Gutiérrez obtuvo el título de Conde de Fuente González por compra y por su mujer heredó el título de Conde de Villar de Fuentes18. José Antonio de Lavalle obtuvo el título de Conde de Premio Real como premio por su actuación ante los sucesos desarrollados durante la rebelión de Tupac Amaru, al ofrecer "su familia, su peculio y su persona", actitud que fue muy bien reconocida por el Rey19. En el caso de Agustín Quijano Velarde, hijo de Serafina Tagle y Gaspar Quijano, heredó el título de su padre.

16 Carlos Pardo Figueroa, "Matrimonio, comercio y prestigio social: Joaquin de Lavena y la familia Fernández de Valdivieso (1750-1820)": Cristina Mazzeo (comp.), Los Comerciantes peruanos..., op. cit. 17 Paula se casó con Francisco de Inda, Petronila con Juan del Valle Ponga y María Mercedes con Juan Sanz, también español. 18 Rosa de la Fuente Viterbo y González se casó en primeras nupcias con Josep del Villar Andrade, quien había recibido el título a través de Carlos DI, exonerado del derecho de pagar lanzas y media anata. Josep Dager, "Noble y comerciante: José González Gutiérrez, Conde de Fuente González": Cristina Mazzeo, Los Comerciantes peruanos..., op. cit. 19 Ver Cristina Mazzeo, Las Estrategias de un comerciante limeño, José Antonio de Lavalle y Cortés, 1777-1815 (Lima 1994).

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José Bernardo Tagle y Bracho, obtuvo el título de marqués como agradecimiento por los servicios prestados a la Corona, entre los cuales estuvo el de repeler el ataque de los piratas que asolaban las costas del Perú20.

Grado de instrucción José Antonio de Lavalle era abogado, había estudiado en el colegio San Martín, y practicaba el francés, lo cual en la época era signo de prestigio y cultura. Según la relación que hace Mendiburu de su mujer Mariana Sugasti Ortíz de Foronda, ésta era una mujer de gran cultura que parecía haber sido educada en Europa. Cuatro de sus cinco hijos fueron enviados a España a estudiar la carrera de las armas y tuvieron una activa participación en la lucha contra Napoleón, es decir que estos criollos sí fueron militares de carrera. El hermano de Lavalle, Manuel, fue contador de las Rentas de Tabaco, primero en Chile y luego en Buenos Aires. Había obtenido el título de doctor en Jurisprudencia de la Universidad de San Marcos. En 1812 era administrador de la Aduana de Buenos Aires y cumplió funciones durante la época de Rosas, quien lo condecoró por su excelente trabajo en la administración de su gobierno21. El Conde de Fuente González poseía una biblioteca que superaba, según su inventario, unos tres centenares de títulos, entre los que podemos citar Teoría y Práctica de Comercio y Marina de Ustariz, Diccionario Histórico de Moreri, Diccionario de Autoridades, 4 volúmenes del Quijote, Recopilación de las Leyes de Indias, El Orinoco Ilustrado del Padre Gumilla, La Vida de Jesucristo del Padre Valverde, 18 tomos de la Historia del Pueblo de Dios, diversas obras de Feijóo, y diversos libros de Historia de las Indias, así como de México y de la Península22. Otro signo de prestigio, típico del Antiguo Régimen, eran las actividades de beneficencia pública. José Antonio de Lavalle fue mayordomo del Hospital San Felipe Neri; José González Gutiérrez lo fue del Hospital de San Andrés. Y, en el caso de los hermanos Elizalde, hubo un interesante proyecto desde la Beneficencia Pública de establecer talleres escuelas para la instrucción de vecinos pobres de Lima, lo cual curiosamente fue aprobado por el Virrey O'Higgins pero no aceptado por la Corona, por lo que la iniciativa quedó sin efecto23. También estuvieron vinculados a la Cofradía del Rosario tanto los Ferrer Martínez como los Santiago

20 Manuel Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico tomo XI (Lima 1934), p. 15 y Escudero Ortíz de Zevallos, "La Familia Tagle": Revista del Instituto de Investigaciones Genealógicas de Lima, p. 85 21 Cristina Mazzeo, op. cit., p. 78. 22 Inventario de bienes del Conde de Fuente González, Causas Civiles leg. 67, cuaderno 674, f. 118 v. 23 Deolinda Villa Estévez, "Liderazgo y poder: la élite comercial limeña entre el comercio libre y la guerra de la independencia (el caso de Antonio de Elizalde)": Cristina Mazzeo, Los Comerciantes peruanos..., op. cit.

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y Rotalde y los Elizalde. Los comerciantes, o más bien la sociedad colonial limeña, eran muy devotos, eso se aprecia en los testamentos, en los cuales solicitan ser enterrados en la mayoría de los casos con el hábito de San Francisco. Estas muestras de devoción eran un signo de distinción social, como también lo era entregar ciertas cantidades de dinero para fundar aniversarios de misas. Dentro de la familia algún integrante se dedicaba al sacerdocio. Generalmente un hijo era destinado a la carrera eclesiástica, tratando de ocupar un cargo de prestigio, y al menos una de las hijas ingresaba a un monasterio, siendo el más renombrado el de Santa Catalina. A este monasterio perteneció Rosa Tagle, quien fue monja de velo negro24. Estilo de vida y patrimonio hereditario Si nos atenemos a los comentarios de los viajeros del siglo xvm, Roquefeuil decía que Lima tenía el aspecto de un emporio comercial que mostraba abundancia y prosperidad por el consumo de artículos de lujo, especialmente extranjeros y ese enorme deseo de brillar podía tener "funestas consecuencias si las familias no encontrasen en el comercio reserva para los gastos excesivos. El negociante goza de tal reputación que los nobles se entregan generalmente a los negocios"25. De los inventarios practicados, tanto de José González Gutiérrez como del Conde de San Isidro, podemos descifrar la riqueza y el estilo de vida de estos comerciantes. Del inventario del primero resultó un patrimonio global de 520.739 pesos, que comprendía el valor total de sus propiedades, entre ellas la hacienda, más platería, loza, cristalería fina, gran cantidad de joyas de oro y piedras preciosas, siete relojes ingleses firmados, telas chinas y muebles muy lujosos, y en el oratorio pinturas con motivos religiosos e imágenes de la virgen Santa Rosa y San José. Además poseía un navio, Nuestra Señora de la Piedad, cuatro casas en Lima (que de hecho utilizaba para alquilarlas), una panadería, un solar en el Callao y una barraca en el valle de Late. Además de la hacienda Retes, de la cual hablaremos más adelante, cuya casa estaba decorada con muebles forrados de damasco. Allí también tenía cubiertos de plata, loza china. En la capilla de dicha hacienda se encontró un órgano, y en el altar mayor un Cristo y una imagen de la Virgen con corona de plata, gargantilla y todo su vestuario26. En el caso del Conde de San Isidro, el patrimonio heredado de su mujer era más cuantioso. Rosa Gutiérrez de Cossío, al morir su esposo Gerónimo de Angulo, se casó con su primo Isidro de Abarca, que llegó a ser el IV Conde de San Isidro, el 24 Las religiosas se agrupaban entre monjas de velo negro y velo blanco, según la dote que otorgaba la familia para el ingreso de su hija. Las de velo negro eran más importantes. Susy Sánchez, Los Tagle (trabajo inédito). 25 El Perú Visto por viajeros, 1.1 (Lima 1973), p. 31. 26 AGN. Notario Thenorio Palacios 1018-120 y 1021-743 véase: Ramiro Flores, El destino manifiesto de un mercader limeño a finales del siglo xvm: de comerciante a consignatario: La vida y negocios de don Isidro Abarca, conde de San Isidro; Cristina Mazzeo, Los Comerciantes peruanos..., op. cit.

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comerciante27. Para cuantificar los bienes de su antiguo esposo se necesitaron 28 inventarios y cinco tasaciones para determinar el patrimonio. Entre sus bienes figuraban objetos suntuarios, joyas, perlas, diamantes, menaje doméstico de gran valor, propiedades urbanas, lujosos carruajes y calesas (un cupé viejo, dos coches llanos viejos, un cupé con tres vidrios de china y tres calesas). El capital que se contabilizó fue de 217.772 pesos en efectivo, que sumados a las dependencias activas (deudas por cobrar), llegaban a 942.717 pesos fuertes. También tenía una embarcación, La Sacra Familia. Todo esto lo recibió Isidro de Abarca de su mujer. Luego, durante su carrera comercial, adquirió una casa, una estancia ganadera, Nuestra Señora de Cochas, y la hacienda San Gerónimo. Fue, como José González Gutiérrez, accionista de la Compañía de Filipinas y administrador de la misma. En cuanto a la familia del Conde de Premio Real no se encontró inventario de sus bienes, y en un documento de cesión a su hijo Juan Bautista declaró no poseer capital líquido. Sin embargo, al calcular el dinero recibido en capellanías, los valores prestados, los giros de libranzas en 1813 y el valor de sus propiedades, logramos contabilizar un patrimonio de 843.396 pesos.

La base económica La base económica era la actividad mercantil. En todos los casos abarcaron el comercio interior, mediante la habilitación de corregidores, el comercio intercolonial, en la medida que extendieron sus redes parentales a otros virreinatos, y el gran comercio de exportación, para el cual también contaron con un familiar, generalmente cercano, como por ejemplo un hijo, que era enviado a Cádiz, para lo cual en ocasiones se enviaba a un hijo natural. El Conde de San Isidro, Domingo Ramírez de Arellano, Agustín Quijano Velarde y el Conde de Fuente González dominaron el comercio del trigo chileno y también el comercio transoceánico. En una palabra, el ámbito de sus negociaciones no se limitó al reducido espacio del Virreinato Peruano, sino que comerciaban con Panamá y el Virreinato del Río de la Plata, Guayaquil, Santiago e incluso Nueva España. En el mercado interno el mecanismo fue la introducción de mercaderías a través de la habilitación de corregimientos. El Conde de San Isidro habilitó a 10 corregidores establecidos en Pacajes, Conchucos, Tinta, Lampa y Azángaro. Vicente Ferrer Martínez se casó con una hija del corregidor de Huarochirí. En el caso de los Quijano Velarde y los Torre Tagle, habilitaron a corregidores de Camaná, Huanta, Canta, Huarochirí y Huamalíes. Las hijas del primer Marqués de Torre Tagle incorporaron a la red familiar a dos activos mercaderes, Gaspar Quijano Velarde y Manuel de la Torre Quirós. Este poseía viñedos en Pisco, comerciaba

27 El Conde de San Isidro murió soltero y el título pasó a Pedro Gutiérrez de Cossío, que llevó el título de II conde. Este se casó con María Fernández de Celis. De su unión nació Rosa Gutiérrez de Cossío, III Condesa de San Isidro, casada en primeras nupcias con Gerónimo de Angulo y en segundas con Isidro Abarca, IV Conde consorte de San Isidro. Ver trabajo de Ramiro Flores, op. cit.

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muías procedentes de Tucumán, y enviaba tabaco desde Paita hacia Buenos Aires. En Lima, los Tagle tenían una hacienda, Santa Beatriz, productora de azúcar; por lo tanto, ambos cuñados vincularon sus relaciones económicas, mientras Manuel exportaba azúcar hacia Chile, Gaspar importaba trigo del mismo lugar. Las negociaciones se realizaban entre tío y sobrino, el caso de la familia Lavena y Fernández Valdivieso; o entre yerno y suegra, los Sáenz de Tejada con los de la Cuadra y Mollinedo; entre hermanos, el caso de los Elizalde, o entre padres e hijos, el caso del Conde de Premio Real, sus dos hijos (uno de ellos radicado en Cádiz) y su hermano Manuel, ubicado en el Virreinato del Río de la Plata, a través del cual realizaba las negociaciones de negros. Las reformas borbónicas afectaron a los comerciantes vinculados al mercado interior, al determinar la desaparición de los corregimientos. Por esto en la segunda generación la selección del cónyuge estuvo en función de conservar el patrimonio familiar y brindar seguridad. Es en esta generación donde se dan más los matrimonios endogámicos, como hemos visto, especialmente en la familia Tagle. La endogamia fue el mecanismo para evitar la dispersión de las posesiones de la familia. El mercado internacional Si algunos comerciantes se resintieron con las reformas borbónicas, otros, por el contrario, lograron mayor desarrollo. Eran los vinculados al mercado exterior. Entre ellos tenemos tres grupos importantes: los Elizalde, que se relacionaron con la compañía de los 5 Gremios Mayores de Madrid y más tarde formaron su propia compañía con José Matías Larreta; el Conde de San Isidro, por sus vínculos con la Compañía de Filipinas, fue uno de los principales exportadores de cacao e importador de productos suntuarios, y el Conde de Premio Real, quien llegó a ser el principal exportador de cascarilla28. Tanto el Conde de San Isidro como el Conde de Premio Real se dedicaron a la importación de negros, pero si bien el primero lo hizo a nombre de la compañía que representaba, el segundo lo hizo por cuenta propia y prácticamente no tuvo competencia mayor, dado que obtuvo una licencia real para dicha importación. En este tipo de negociación funcionó un juego de compensaciones y beneficios entre aquellos personajes que por alguna razón estaban vinculados a la Corona. En el caso de los Lavalle, la licencia fue obtenida por el hijo radicado en Cádiz, cuyos contactos en Madrid fueron de singular importancia29. Cuatro de las familias estudiadas también hicieron incursiones en la minería: los Elizalde ocuparon puestos en la conducción del Tribunal de Minería, habilitaron mineros y también fueron dueños de una hacienda y mina en Huarochirí llamada San Fermín de Huayhuay. En 1800 aparecían como propietarios de varios yaci-

28 29

Cristina Mazzeo, op. cit., pp. 130-142. Ibidem, cap. IV, pp. 175-178.

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mientos en Lucanas. Es posible que la crisis comercial que se inició en 1796, a raíz de una nueva guerra con Inglaterra y la posibilidad de comerciar con barcos neutrales, hiciera que estos comerciantes diversificaran su capital en otras áreas económicas. El Conde de San Isidro, por su parte, dada su condición social, fue Director del Tribunal de Minería, cargo que obtuvo por nombramiento del propio Virrey Gil de Taboada. Durante su permanencia en el cargo abrió bancos de rescate con el objeto de ofrecer mejores precios a los mineros por su plata, pero después de su renuncia estos bancos fueron cerrados (1793) y los mineros adujeron que el objetivo era preservar la posición de la comunidad mercantil de la capital del virreinato30. Tenencia de tierras Todos los comerciantes estudiados poseían tierras y fincas urbanas, que generalmente utilizaban como respaldo de las actividades financieras o para arrendarlas, y también poseían haciendas que en ocasiones habían sido adquiridas por vía de matrimonio, es decir eran herencia de sus esposas, y en otros casos fueron compradas posteriormente. La hacienda Retes que comprara el Conde de Fuente González en 1788 tenía un valor de 158.297 pesos, de los cuales 49.965 pesos correspondían a los censos a los que estaba consignada. Esta hacienda producía maíz, sal, menestras y ganado porcino que comercializaba en Lima y Cerro de Pasco; su principal giro fue cebar ganado porcino con el maíz que producía, y luego vender ese ganado. No administró directamente su hacienda. El Conde de San Isidro recibió por herencia de su mujer una estancia ganadera ubicada en Yauyos. En 1776 compró una hacienda de pan llevar libre de censos que vinculó al patrimonio familiar asumiendo la administración de la misma. A la muerte de su esposa, esta hacienda pasó a manos de su hijastra, María del Carmen Angulo. También había comprado la hacienda San Gerónimo, en las inmediaciones de Arequipa, para darla en arriendo. En cuanto a los Elizalde, si bien incursionaron en todos los ámbitos económicos orientaron sus negocios especialmente hacia el comercio de exportación. Si bien todos poseían tierras, el caso de José Antonio es distinto en la medida en que adquiere la hacienda Villa y San Tadeo, dedicada a la explotación del azúcar, a comienzos de 1806, en la época de mayor crisis en el comercio transatlántico. Esta hacienda fue comprada en remate público y realmente fue una acción visionaria de Lavalle, ya que durante los avatares de la guerra de independencia sólo el capital invertido en tierras logró preservarse. En 1806, cuando la familia estaba muy apremiada de capitales para las transacciones mercantiles, Juan Buatista -su hijo- comentaba a su hermano en Cádiz que él no aprobaba la compra de esa estancia en tales circunstancias, aunque reconocía en su carta "que ella ha sido ventajosa y que ha sido a beneficio mío, que los bienes raíces son muy necesarios 30

John Fisher, Minas y Mineros en el Perú Colonial 1776-1824 (Lima 1977), pp. 87-88.

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en una familia y que la posesión de una finca da solidez al crédito mercantil, como le ha sucedido a la casa del Conde de Fuente González, que se lo ha debido principalmente a su hacienda Retes, cuyo buen establecimiento le ha proporcionado la comisión de Filipinas e incluso las confianzas de los Gremios mismos para la intervención de esta factoría"31. Juan Bautista no pensaba en esa época que la hacienda Villa iba a salvarlo económicamente después de la guerra de independencia. Hasta 1815, fecha en que murió, José Antonio de Lavalle (Conde de Premio Real) se dedicó al comercio junto con sus dos hijos: Antonio, no sólo lo representaba en Cádiz, sino que lo conectaba con el mercado europeo. Durante la crisis, entre 1796 y 1814, en la cual se dio en primera instancia la guerra con Inglaterra y luego, en 1808, la invasión de Napoleón en España, estos comerciantes vincularon el privilegio de comerciar negros con el de comerciar en los barcos neutrales, sistema que funcionó hasta 1815. Para estas negociaciones era necesario relacionarse con importantes casas mercantiles inglesas, de Hamburgo y Boston, las cuales, a causa de la guerra, ingresaron al mercado de exportación, sustituyendo a las francesas y españolas. En este comercio "compensado" ingresaban negros por Buenos Aires o el puerto de Montevideo, y en compensación se extraía especialmente cacao y estaño, además de cascarilla, producto muy requerido por los ingleses, al igual que cueros. En estas negociaciones entraba la firma Necochea y Larravide, representante de la familia Lavalle en la plaza de Buenos Aires, donde además radicaba Manuel, el hermano de José Antonio. La familia Lavalle tuvo que afrontar muchos problemas en la medida en que, si bien comerciaba con firmas inglesas, en el mar los corsarios tomaban cautivas las embarcaciones, las llevaban a Londres y allí, previo pago de una franquicia, dejaban libre la embarcación quedándose con la cascarilla que era lo que más les interesaba. Los Lavalle se vieron obligados a pagar estas sumas a través de sus representantes en Londres, la firma Gordon y Murphy. Durante la guerra las condiciones fueron muy difíciles, la mercadería llegaba en buques de guerra o en barcos neutrales que comerciaban en los puertos, pero no dejaron registro detallado. El contrabando se incrementó notablemente y las condiciones del mercado decayeron debido a la competencia de productos, principalmente asiáticos, que si bien eran de menor calidad se adquirían a menor precio32. Actuación frente a la Independencia Llegamos así a la situación de crisis que vive el Perú durante los largos años de guerra contra los independentistas. Los comerciantes, a través del Consulado,

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Archivo familiar, carta de Juan Bautista a su hermano Antonio de 1806. Cristina Mazzeo, "El Comercio Hispano peruano en la coyuntura de la ocupación francesa en la Península", ponencia presentada en el simposio de Historia Económica: Estado y mercado en la Historia del Perú, PUCP, realizado entre el 2 y el 5 de junio del 1998 en Lima. 32

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debieron adelantar dinero para la creación y formación de un ejército regular y para armar los barcos de guerra; los cupos eran solicitados por el Virrey Pezuela. ¿Cuál fue la postura frente a los sucesos durante la Independencia? Juan Bautista de Lavalle, hijo del Conde de Premio Real, haciendo uso de sus relaciones con la Corona obtuvo la Intendencia de Arequipa, desde donde trabajó para armar los ejércitos y resolver las necesidades económicas que se presentaban para crear el cuerpo de reserva y defender el Virreinato del Perú contra los insurgentes del sur, que se habían levantado en Buenos Aires y lo amenazaban desde Chile33. La familia Torre Tagle tuvo una acción diferente: mientras Quijano Velarde otorgó créditos para la causa realista, José Bernardo Tagle estuvo fuertemente vinculado con los liberales y proclamó la independencia del Perú en Trujillo, ciudad donde era intendente, lo que le valió ser condecorado con la Orden del Sol. El hijo del Conde de Fuente González mantuvo una fuerte oposición a la causa patriota y murió en el Real Felipe, lugar donde se concentró parte de la aristocracia limeña a la llegada de Bolívar y debido a la persecución a los españoles llevada a cabo por Monteagudo. Antonio de Elizalde murió en 1820 y José Matías, su hermano, firmó el acta de Independencia del Perú a la entrada de San Martín, en 1823. A partir de esa fecha se le pierde el rastro. Las únicas familias que perduraron a través de esta coyuntura tan difícil son los Sáenz de Tejada, en la familia de Francisco Javier de Izque; los Santiago y Rotalde, vinculados a un nuevo personaje, Martín José Pérez de Cortiguera, y la familia Lavalle, en Juan Bautista. A éste se le confiscaron sus bienes mediante el juzgado de secuestros, pero después de la independencia la Hacienda Villa y San Tadeo le fue devuelta. En 1826, contrae matrimonio con Narcisa Arias de Saavedra, una de las criollas más ricas de la época, hija de Francisco Arias de Saavedra, criollo nacido en Lima, que había estudiado en el colegio San Martín y el Real Felipe, había sido abogado y asesor de la Casa de la Moneda, en 1802 fue fiscal de la Audiencia de Lima y Regidor Perpetuo. En 1811, Abascal lo nombró comandante del primer batallón de la Concordia, y San Martín confirmó su título de Coronel del Ejército en 1821, lo asoció a la Orden del Sol, lo nombró consejero honorario del Estado y miembro de la sociedad patriótica. Fue además Conde de Casa Saavedra, pero falleció en 182334. Este personaje se había casado con Petronila Bravo de Lagunas, y de este matrimonio nacieron dos hijas. Una de ellas, Petronila, se quedó con todos los mayorazgos pertenecientes a la familia -que incluían cuatro haciendas- y la otra, Narcisa, llevó una dote al matrimonio con Juan Bautista de Lavalle de 180.000 pesos fuertes. Del matrimonio entre Juan Bautista de Lavalle y Narcisa Arias de Saavedra nació un hijo, José Antonio de Lavalle Arias de Saavedra, que fue escritor, literato y diplomático. Este personaje se casó con Mariana Pardo y Lavalle, que era su prima, con lo cual tenemos un nuevo caso de endogamia en pleno siglo xix.

33 Cristina Mazzeo, Las Vicisitudes de la guerra de Independencia del Perú, 1816-1824, presentado al Instituto Riva Agüero, Lima 1998 (inédito). 34 Manuel Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico T. X (Lima 1934), p. 6.

trabajo

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Mariana era hija de Felipe Pardo y Aliaga, vocal de la Corte Suprema de Justicia, quien a su vez era hijo de Pardo Rivadeneyra, natural de Galicia y alcalde del crimen de la Audiencia de Lima en 1793; y que en 1798 fue oidor y juez de Alzada del Tribunal de Minería35. En una palabra, vuelven a entroncarse dos ramas familiares descendientes de los antiguos conquistadores. Primo y cuñado a la vez de José Antonio de Lavalle Arias de Saavedra y los Pardo y Aliaga. Hermano de Mariana fue Manuel Pardo y Lavalle que fue presidente del Perú entre 1872-1876. Los primos y a la vez cuñados, en 1857, en pleno auge de la comercialización del guano, decidieron vender la hacienda Villa e invertir el capital en dicho negocio. José Antonio de Lavalle Arias de Saavedra tenía espíritu rentista. En una carta a su primo le dice: La venta de la hacienda fuera un buen negocio para Barreda y para mi como el que tu conoces. Para Barreda porque con unos grandes capitales podía darle a esto un impulso de 100.000 pesos brutos al año o más quizás, y podría pagar dependientes con grandes sueldos, y hacer por medio del poderoso caballero desde sus salones dorados, lo que nosotros hacemos echando el alma a lluvia y sol desde las 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Para mi porque el importe de esto bien colocado me proporcionaría una renta fuerte y cómoda, sin molestias y dejándome el tiempo libre para dedicarme a cosas que me arrastra un penchant irresistible.

Y continúa diciendo: Si no se vende la hacienda me metería a trabajarla, vade retro ya le he visto las orejas al lobo y sé lo que es. El día que yo me viese convencido que mi vida se iba a pasar trabajando Villa, que tenía que renunciar a mis ambiciones, ce second amour de l'homme como dice Dumas. Me aterra la idea de verme como nuestro padre, con setenta años montado en un caballo negro.

En una palabra, quiere obtener una representación diplomática, la consigue y vende la hacienda. Lo importante es que en las tres generaciones de esta familia podemos ver al padre, comerciante, al hijo hacendado y al nieto rentista y diplomático, quien no llega a ocupar un cargo más importante, como el de su primo Manuel Pardo. En ello tuvo que ver también la ambición personal. Lo que sí está claro es que tenemos los tres elementos que podemos considerar necesarios en el paso de la colonia a la república como mecanismo de supervivencia de la élite: 1. La tenencia de la tierra, que permitió la preservación del patrimonio y 2. El casamiento con una prestigiosa mujer, que dio el capital necesario para reflotar la hacienda luego de los difíciles años de la guerra de Independencia. Según testimonios, la Hacienda Villa llegó a ser una hacienda modelo, productora de azúcar. 35

Ibidem, T. VIII, p. 338.

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3. El prestigio social sustentado no sólo en las relaciones, sino también en una educación privilegiada que los diferenciaba del resto de la sociedad. Conclusiones generales - La Colonia dio cohesión a este sistema mercantil, porque estos comerciantes tenían familiares o representantes en todos los ámbitos coloniales. Había una especie de globalización de las negociaciones. - Hemos estudiado el grupo más destacado de la élite, pero hay otros comerciantes con capacidad económica que nunca estuvieron incorporados al Consulado, como por ejemplo Pedro Moreno, quien dejó a sus hijas interesantes dotes36. - De los registros de los libros de aduana podemos determinar que existieron otras capas inferiores de comerciantes, los cuales mediante la ampliación del mercado, luego de las reformas borbónicas, se incorporaron al mercado de exportación. - La comercialización que efectuaba la élite mercantil representaba entre el 15 y el 16% de la exportación global de las mercaderías. - En cuanto a la movilidad social, creemos que la élite siguió siendo un grupo cerrado cuyo medio de protección fue vincularse entre ellos mediante el matrimonio y la realización de negociaciones conjuntas. Si bien hubo casos de integrantes nuevos a los clanes o familias establecidas, éstos tuvieron alguna relación con los familiares de afuera, por lo menos pertenecían a una misma región de origen, ya fueran cántabros, navarros, etc. La movilidad social fue para los venidos de afuera. En ese sentido América siempre dio mayores posibilidades de elevación social que Europa, no sólo en la Colonia sino también en la época republicana.

36 A Manuela le dio 58.641 pesos y a María Rosa 61.093 pesos fuertes. AGN, Protocolos Notarías, Aizcorbe 1798, prot. 35, folio 543.

PROCESOS DE LA FORMACIÓN SOCIAL Y DE IDENTIDADES DE CAPAS SOCIALES ALTAS EN REGIONES FRONTERIZAS Y PERIFÉRICAS. E L FACTOR INMIGRATORIO

Una oligarquía de la frontera norte novohispana: Parral en el siglo xvn Chantai Cramaussel El Colegio de Michoacán (México)

El método de investigación: la prosopografía El centro minero de San José del Parral fue abierto en 1631 en una región agrícola, situada al norte de la gobernación de la Nueva Vizcaya, cuya colonización databa de la segunda mitad del siglo xvi1. Los conquistadores llamaban a esta zona que se ubica geográficamente en la cuenca del río Florido (un afluente del Conchos, el cual es a su vez afluente del río Bravo o Grande del Norte) "provincia de Santa Bárbara". Durante el siglo xvi, la provincia de Santa Bárbara no había sido más que un precario enclave de españoles, que había vivido un efímero auge minero durante la década de 1580, pero en donde la agricultura se había convertido en la forma de subsistencia predominante para sus pobladores. Factor importante para la consolidación de la economía agrícola local, lo habían sido los aportes de mano de obra de indios esclavos, cuya captura era la otra actividad predominante en la zona, y la única verdaderamente lucrativa en aquellos años. Sin embargo, a raíz de la apertura del real de Parral, en 1631, se suscitó una gran bonanza minera que provocó, hasta 1635, la llegada de cientos de pobladores originarios muchos de ellos de distintos puntos de la propia Nueva Vizcaya. Sin embargo, sobresalían por su número, los llegados de distintos pueblos y ciudades situados mucho más al sur, como por ejemplo Zacatecas, e incluso se encontraron otros de Puebla y la propia ciudad de México2. Parral se convirtió entonces en el real más opulento de aquella provincia y el mismo gobernador fijó en él su residencia, contraviniendo la ley que lo obligaba a permanecer en Durango, capital oficial de la gobernación. Durante todo el siglo XVII Parral continuó siendo el mayor centro de población de la zona3, y el lugar donde, en consecuencia, los más poderosos e influyentes personajes locales terminaron estableciendo también su residencia. Fue, por así decirlo, la sede por excelencia de la oligarquía neovizcaína.

1 La actual ciudad de Hidalgo del Parral se encuentra en el estado de Chihuahua, en México. En el presente artículo expongo parte de las conclusiones que forman parte de mi tesis doctoral: Peupler la frontière. La province de Santa Bárbara (Mexique) aux xvième et xvnème siècles (Paris 1997). 2 Este camino unía México, la capital del virreinato, con Santa Fe, en el alto río Bravo: acerca de la historia de este camino: Chantai Cramaussel, "El camino real de tierra adentro": Chantai Cramaussel (coord.), Caminos y puentes de la Nueva España (en curso de edición). 3 Las actividades mineras comenzaron a decaer durante las últimas dos décadas del siglo cuando se descubrieron las minas de Cusihuiriachi. Parral dejó de ser la capital de hecho de la Nueva Vizcaya cuando el gobernador se trasladó a la villa de San Felipe el Real de Chihuahua, en auge a principios del siglo X V I I I .

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Los registros contenidos en los archivos parroquiales de San José del Parral y de su vecino, el poblado agrícola del Valle de San Bartolomé, contienen numerosas menciones de las haciendas a las cuales pertenecían los sacramentados. Es posible, a través de ellos, establecer una lista de los principales dueños de las propiedades mineras y agrícolas de la región entre 1631 y 1700, los cuales constituían la crema y nata de la sociedad local. La importancia de las haciendas en el contexto regional y, por lo tanto, el renombre y poder de que gozaban sus dueños puede establecerse por el hecho de que, en las más prósperas de estas propiedades, se concentraba, como veremos a continuación, la mayor parte de los trabajadores disponibles en la zona4. Me voy a centrar para el desarrollo de este trabajo, en las biografías de los diez hacendados que disponían de la mano de obra más abundante, para poder aclarar así los orígenes de su poder y los mecanismos de su permanencia en la oligarquía local. Otra opción para identificar los miembros de la oligarquía parralense hubiera consistido en entresacar de los archivos notariales menciones de sus haberes, a través, por ejemplo, de testamentarías o de concursos de bienes. Sin embargo, este tipo de informaciones no deja de ser de carácter más que nada conyuntural, ya que se evalúan las fortunas en momentos muy particulares y en muchos casos extremos5. Además de las posibles distorsiones que se podrían encontrar en esa clase de documentos, en cuanto a los montos y calidad de las fortunas, no menos problemático resulta el hecho de que semejantes materiales no se presentan, por regla general, en número bastante y en fechas lo suficientemente cercanas entre sí, como para establecer comparaciones sólidas entre los bienes de distintos sujetos. La provincia de Santa Bárbara llegó a contar con unos 25.000 habitantes en total a mediados del siglo xvn y la sola comarca minera parralense (que comprendía San José del Parral y el real contiguo de San Diego de Minas Nuevas) alrededor de 10.000 habitantes, contando a los españoles, a los negros y a los indios. En la provincia de Santa Bárbara, la mano de obra siempre escaseaba, al decir de los propios hacendados locales, en razón de la rebeldía de los indios, de suerte que eran los hacendados más poderosos económica y militarmente, los que acaparaban a la gente de servicio y a mucha de ésta preferían dedicarla al trabajo minero. De hecho, en Parral, el primer personaje de la lista que presentamos en el siguiente apartado reunía en sus propiedades al 15% de todos los trabajadores disponibles, y

4 Cabe señalar aquí que los archivos de la orden franciscana que administraba a los indios locales de repartimiento y de encomienda se perdieron. En los archivos parroquiales de San José del Parral se consignan los registros correspondientes a españoles, castas, negros e indios que provenían de provincias lejanas: Sonora, Sinaloa, Nuevo México, Nueva España, Nueva Galicia. Aparecen, sin embargo unos cuantos indios locales, quienes estaban condenados al servicio personal, es decir a la esclavitud temporal; su estatuto jurídico explicaría su presencia en la parroquia de españoles, ya que estos indios no pertenecían a ninguna misión y eran sus dueños los que tenían que cubrir los gastos correspondientes a los sacramentos de bautizo, matrimonio y defunciones que se les administraba. 5 Sin embargo, esos montos permiten darse una idea de sus caudales en esos momentos y los hemos utilizado también como datos complementarios. Esas cifras, encontradas al azar, permiten no obstante vislumbrar también las enormes diferencias de fortuna entre nuestros diez personajes: mientras que Domingo de Apresa, por ejemplo, dio una dote de 50.000 pesos a cada una de sus hijas, los bienes de Francisco de Lima fueron evaluados en 46.115 pesos y su hija recibió una dote de 4.000 pesos.

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los ocho primeros de la lista, concentraban ellos solos el 40% del total de los operarios. En las haciendas agrícolas situadas en la jurisdicción eclesiástica del valle de San Bartolomé, a unos 20 km de Parral, esta tendencia al monopolio de los trabajadores era aún mayor: una sola familia (la de Lope Hierro) aprovechaba el trabajo del 44% de los sirvientes adscritos a la parroquia del lugar, es decir alrededor de un millar de individuos. Cabe advertir, sin embargo, que resulta imposible separar a los hacendados mineros de los hacendados agrícolas o de los comerciantes: casi todos los grandes personajes de la región poseían minas, campos de labranza y también alguna tienda. Todos obtuvieron, a su vez, en un momento u otro, cargos en el gobierno local. Gracias a esta multiplicidad de actividades, los miembros de la "élite" local gozaban de cierta independencia: de sus propias tiendas surtían de ropa a sus sirvientes y los alimentaban con el fruto de sus tierras de labor. Pero aunque la provincia de Santa Bárbara tenía ya setenta años de existencia cuando se creó el real de Parral en 1631, ninguno de los poderosos hacendados que participaron del auge minero del siglo XVII había nacido en la cuenca del río Florido. Del ascenso social de estos personajes nos ocuparemos en las siguientes páginas. Es necesario remarcar que no bastaba en esta región, para pasar a pertenecer a la capa alta de la sociedad colonial, con labrarse un cierto capital gracias al comercio, para enseguida transformarse en hacendado minero y comprar a la postre una hacienda agrícola. Ésta, que se ha considerado como una de las rutas típicas de enriquecimiento y ascenso social en las Indias Occidentales, de hecho no se aplica en el caso estudiado: en Parral, la clave del éxito del inmigrante no se hallaba en la práctica de un determinado tipo de actividad, sino que pesaba mucho más la manera como el sujeto se integraba, en el sentido amplio del término, a la sociedad local. Una prosopografía de los principales oligarcas de la provincia de Santa Bárbara permite, como lo veremos a continuación, llegar a esta conclusión. Las trayectorias de los que llegaron a ser grandes hacendados presentan muchos rasgos comunes. Para todos ellos fueron muy importantes, en primer término, la consecución de buenas alianzas matrimoniales y el haber contado, en un momento u otro de sus vidas, con relaciones de privilegio respecto de las autoridades provinciales. En todos los casos, igualmente, el objetivo más importante a alcanzar, y el que en gran parte se convirtió en la medida de su éxito, fue la consolidación de un clan familiar, con numerosas relaciones y allegados. En cambio, los orígenes sociales y geográficos de los grandes hacendados de la región fueron muy diferentes: estos dos elementos, el origen social y el lugar de origen, pueden ser considerados por lo tanto como no decisivos para el ascenso social de un recién llegado en la sociedad de frontera estudiada aquí. Origen social y geográfico Hemos reunido en un primer cuadro los datos relativos al origen geográfico de los diez oligarcas seleccionados en razón de su acceso privilegiado a la mano de obra. Añadimos en el mismo cuadro el lugar de nacimiento de sus respectivas esposas.

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Nombre

Origen

1. Domingo de Apresa Falcón Domingo de Apresa Gandía (sobrino) Benito Pérez de Rivera (sobrino)

Tuy (Galicia)

2. Francisco Montaño de la Cueva Felipe de la Cueva (sobrino) Gonzalo de Carvajal (hermano) Cristóbal de Carvajal (hermano)

Villa de los Santos (Extremadura) Villa de los Santos

3. Baltasar de Ontiveros Pablo Machuca (sobrino) Pedro Cano de los Ríos (yerno)

Indé*

4. Valerio Cortés del Rey Juan Cortés del Rey (hijo) 5. Sebastián González de Valdés Pedro Martínez de Quiroga (esposo de la sobrina) Diego de Landabaso (yerno del anterior)

Origen de la esposa Sinaloa*

Tuy

Zacatecas (NG)

Villa de los Santos Villa de los Santos

Cuencamé* Puebla (NE) Zaragoza (Aragón) Parral*

Valle* San Diego* San Diego* Parral* ?

Jijón (Asturias)

Parral*

España

Parral*

Bilbao (Vizcaya)

Parral*

6. Juan Fernández de Carrion Elvira Robledo (esposa) Ignacio Leiton (sobrino de la anterior)

Burgos (Castilla) Topia* Topia*

Topia*

7. Juan Leal Juan Leal (hijo)

Zacatecas (NG) Parral*

Puana (NG)

8. Juan de Salaíces Antonio de Salaíces (hermano)

Alcarria (Toledo)

9. Lope Hierro de Cereceda Bartolomé y Andrés (hijos)

Burgos (Castilla) San Bartolomé*

San Bartolomé* San Bartolomé*

Portugal

San Bartolomé*

10. Francisco de Lima Nicolás Rojo de Soria (yerno) * NG NE

Nueva Vizcaya Nueva Galicia Nueva España

Alcarria

Burgos (Castilla)

Parral*

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Se vislumbran ya las primeras constantes. Sólo dos de los personajes de nuestra lista habían nacido en América: se trata de Baltasar de Ontiveros (n.° 3) y Juan Leal (n.° 7). Baltasar de Ontiveros vio la luz en Indé, al sur de la provincia de Santa Bárbara, y Juan Leal en Zacatecas, al norte de la gobernación vecina de la Nueva Galicia. Pero lo que más sorprende no es la presencia de "criollos" entre los miembros de la oligarquía parralense sino que se tratara en realidad de gente que pertenecía al grupo "socio-racial" de las castas. Baltasar de Ontiveros era descendiente ilegítimo de un capitán del siglo xvi que había tenido seis hijos con una india. En cuanto que Juan Leal era mulato y quizá también ilegítimo: se decía que su madre vestía traje de viuda, pero que las malas lenguas afirmaban que nadie había conocido a su esposo; además la mujer legítima de Juan Leal se encontraba sola en Zacatecas, pues la había abandonado para vivir en concubinato con una negra esclava en su hacienda de Parral. En cuanto a los peninsulares, sabemos que cuando menos tres de ellos (Francisco Montaño de la Cueva, Valerio Cortés del Rey y Lope Hierro de Cereceda) pertenecían a la pequeña nobleza ibérica. Francisco Montaño y Valerio Cortés eran también miembros de la prestigiosa orden militar de Santiago. Los demás formaban parte de familias de grandes comerciantes ya instaladas en Nueva España. Entre los ocho personajes originarios de la península, notamos la presencia un tanto inesperada de individuos nacidos en provincias periféricas de la Corona castellana: Domingo de Apresa era originario de Tuy, en la frontera con Portugal; Valerio Cortés provenía de Zaragoza, en la Corona de Aragón; Sebastián González era asturiano, y Francisco de Lima, portugués6. Ninguno de los peninsulares de nuestra lista acababa de desembarcar en América. Dos de ellos se encontraban en la región desde principios de siglo, esto es, mucho antes del auge minero (Francisco Montaño, Lope Hierro) y los demás se asentaron en ella poco después del descubrimiento de las minas. Entre estos últimos, tres pertenecían a grandes familias de mercaderes de México o Puebla (Domingo de Apresa, Juan Fernández de Carrión y Francisco de Lima), mientras que los otros provenían de algún poblado situado en el camino real de tierra adentro o bien de las grandes ciudades en las que se concentraban los migrantes: México, Puebla o Zacatecas (como Juan Leal, Valerio Cortés y Sebastián González de Valdés). Otros más provenían de las provincias de la costa del Pacífico, de donde era originario Juan de Biesma, el descubridor de Parral: acotemos que al tiempo de la apertura de las minas, un cierto número de pequeños mineros había llegado de esa región7. Para el caso del Parral del siglo XVII, es posible decir que los patrones 6 Cabe recordar que las Coronas de España y Portugal estuvieron unidas entre 1580 y 1640. Hemos realizado para nuestra tesis doctoral la prosopografía de los 30 hacendados más pudientes, y entre ellos se encuentran también un francés y otro portugués. Según los registros de los pasajeros legales a Indias, los emigrantes más numerosos en el siglo xvi eran los andaluces y los castellanos. Un resumen de los trabajos realizados por Peter Boyd Bowmann acerca de este tema se encuentra en: José Luis Martínez, Pasajeros a Indias (Madrid 1983). Para el siglo XVII, no hay estudios disponibles; es posible que el origen de los migrantes se haya diversificado después. 7 Es probable que Domingo de Apresa hubiera estado también en contacto con Sinaloa, lugar de origen de su esposa, lo mismo que Juan Fernández de Carrión, quien se casó con una mujer originaria de Topia, pueblo situado en el camino que enlazaba las provincias del Pacífico con el altiplano central.

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de inmigración eran básicamente los mismos para los pobres que para los ricos. Era generalmente en las grandes ciudades novohispanas donde se formaban los grupos de soldados y colonos potenciales, que soñaban con ir a "más valer", colonizando y sometiendo las regiones norteñas. Los que disponían de mayores medios habilitaban como soldados a los más pobres, con lo cual poco a poco se iban tejiendo vínculos de subordinación entre ellos y juntos se asentaban en algún lugar del norte. Sin embargo, no siempre estos lazos resultaban perdurables, una vez pasados los años, algunos de esos colonos, en especial los menos exitosos, tendían a dejar la zona en la que se habían afincado originalmente, para ir en busca de lugares más prometedores. Dado que la idea del eventual descubrimiento de una rica mina era, por así decirlo, algo en lo que casi todo el mundo soñaba en aquellos tiempos, la Nueva Vizcaya del siglo xvn era vista como una especie de tierra de oportunidad. El norte no sólo tenía fama de gran riqueza minera, sino que los candidatos a emigrantes sabían también que allá dispondrían de mano de obra propia, con mucha mayor facilidad que otras regiones del imperio. De hecho, en la Nueva Vizcaya se distribuyeron encomiendas hasta 1670 y la práctica de reducir los indios rebeldes a la esclavitud continuó siempre vigente8. Transformarse en opulentos mineros y señores de indios se veía como todavía posible en el septentrión novohispano y este sueño hacía que muchos españoles se olvidaran de los peligros que encerraba también el norte, en particular el de los indios de guerra, y partieran a probar fortuna en aquellas latitudes.

Alianzas matrimoniales Si bien la mayor parte de los oligarcas de nuestra lista eran oriundos de la Península, todos se casaron con lugareñas, hijas de prominentes personajes del norte novohispano. Una buena alianza matrimonial con familias ya establecidas en la región fue una condición indispensable para el ascenso social de los inmigrantes. Las ventajas de las que pudieron disponer a su llegada a la Nueva Vizcaya algunos de estos personajes, como pudo serlo, por ejemplo, el disponer de un capital de consideración o contar con relaciones privilegiadas con el gobernador del momento, no necesariamente eran suficientes a la larga para incorporarse al grupo de los poderosos. En cambio, la red de vínculos que derivaba del matrimonio con una hija de "buena familia" neovizcaína, resultaba imprescindible para la inserción definitiva y exitosa del candidato en la sociedad local. A este respecto el caso de la familia Montaño de la Cueva (n.° 2 de la lista) es muy ilustrativo. El fundador de esta dinastía parralense, Francisco Montaño, fue quizá, de entre los miembros del grupo estudiado, el que disponía a su llegada a Parral, de las mejores oportunidades. Formaba parte, por principio de cuentas, de la pequeña nobleza peninsular y este hecho, sin duda, le había facilitado el enlazarse por la vía matrimonial con uno de los principa-

8 Acerca de estas prácticas: Chantal Cramaussel, "Encomiendas, repartimientos y conquista en Nueva Vizcaya": Historias 25 (1992), pp. 73-92.

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les mineros de Zacatecas. De hecho su llegada a la zona de Parral databa de antes del descubrimiento de las minas en 1631. Incluso cabe añadir que para esa fecha, Montaño disponía ya de indios de encomienda en la región y que su hacienda fue la primera en la que se practicó el beneficio de patio en la región. Sin embargo, la considerable fortuna que Francisco Montaño de la Cueva y Villamayor logró amasar en Parral no le duró mucho a sus descendientes. Francisco no tuvo hijos y por lo tanto no le quedó más remedio que nombrar heredero a un sobrino suyo, Felipe, de los mismos apelüdos. A la muerte de este último, otros dos sobrinos de Francisco Montaño, Gonzalo y Cristóbal de Carvajal, recibieron en herencia las propiedades. Aunque no puede tacharse de aventurero o dilapidador de la fortuna de Montaño de la Cueva a ninguno de sus tres herederos, ya que todos permanecieron hasta el final de sus respectivos días en Parral al frente de sus haciendas, el hecho es que la fortuna terminó por decaer. Uno de los orígenes de esta decadencia se encontró, sin duda, en el hecho de que los tres descendientes del fundador de la dinastía permanecieron célibes y no lograron por lo tanto ampliar y reforzar la red de relaciones de su tío. Felipe era freile de la orden de Santiago y su estado eclesiástico le impedía casarse, mientras que por su parte, y por motivos menos claros, ninguno de sus dos hermanos encontró tampoco cónyuge en la localidad. Para los poderosos personajes locales, casarse era el mejor medio de encontrar una amplia parentela en quien apoyarse y ésta, a su vez, era la mejor garantía para el futuro. En el estrato alto de la sociedad de aquel entonces, no sólo se reconocían las relaciones consanguíneas de parentesco hasta el cuarto grado, sino que se reconocían también, y con la misma fuerza, tanto el parentesco político, como el llamado parentesco espiritual. Incluso puede decirse que se asimilaban muchas veces también al parentesco los vínculos de dependencia personal. El hecho está corroborado por la nomenclatura utilizada en la época, en la que los suegros llaman hijos a sus yernos e hijas a sus nueras, y los cuñados se trataban de hermanos. Formaban parte de la familia de los españoles sus compadres, los parientes de sus compadres, sus ahijados, e incluso también los comensales y en general todos aquellos que servían en sus casas. Estos últimos eran llamados criados o domésticos y en caso de un juicio en el que estuviera implicado su amo, por ejemplo, su testimonio carecía de valor, por ser considerados ellos como parientes del acusado. Lo mismo pasaba con las redes comerciales y los clientes de los mercaderes: los que se asociaban en un negocio o los que eran deudores de algún tratante establecían relaciones de dependencia que se equiparaban también al parentesco en aquel entonces. Tenemos algunos ejemplos dentro del selecto grupo de hacendados que han sido comprendidos en la prosopografía en la que se basa el presente artículo: Francisco de Lima (n.° 10) aviaba parte de la hacienda de Domingo de Apresa, mientras que Juan de Salaíces (n.° 8) surtía de géneros de su tienda a Lope Hierro (n.° 9). En el caso de que surgiera algún pleito judicial en el cual estuvieran implicados un prestamista o un comerciante, tanto los asociados en el negocio como los deudores del acusado eran equiparados a los miembros de su familia: sus testimonios carecían, por lo tanto, de valor jurídico. Esta gran red de relaciones que era la familia, con todos sus anexos, permitía también asegurar la transmisión del patrimonio, sobre todo en una sociedad como la

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norteña de esos siglos, en donde la mortalidad era muy elevada. Aparecen en nuestro cuadro casos en los que grandes hacendados dejaron su fortuna a un hermano, a un sobrino, a un yerno o, incluso, al esposo de una sobrina. La frecuencia con la que los sobrinos heredaban de sus tíos era grande. Esta práctica aunada al hecho de que era común ver a dos hermanos emigrar y después residir juntos en las Indias (había sido el caso, por ejemplo, de Valerio Cortés, el n.° 4 de la lista, y de Lope Hierro, el n.° 9) llevaba al establecimiento de prácticas familiares muy cercanas a las llamadas relaciones de avunculado. Encontramos así casos en los que la distribución de los roles entre hermanos inmigrantes se ajustaba a modelos bastante peculiares. Era común que el hermano mayor, quien ocupaba por regla general el papel de jefe del grupo familiar en un primer momento, permaneciera soltero, y que fuera el hermano menor, el que contrajera matrimonio y terminara fungiendo como fundador del nuevo linaje. Si bien las relaciones entre hermanos en este tipo de relación seguían siendo estrechas y se reconocía la autoridad del hermano mayor, a la muerte de éste, eran los sobrinos quienes heredaban sus bienes. De esa manera, la transmisión de la autoridad y la herencia, solía pasar no de padre a primogénito, sino de tío a sobrino9. Es interesante constatar la fuerza que tenían en general las relaciones entre tíos y sobrinos en esta sociedad. Encontramos casos igualmente en que emigrantes exitosos que habían zarpado solos a América y llegaban a permanecer solteros o sin descendencia legítima, hicieran llamar a los hijos de sus hermanos, nacidos en la Península, para convertirlos en herederos de su tío indiano; tal fue el caso, por ejemplo, de Francisco Montaño de la Cueva, al cual nos referimos líneas arriba. La práctica de reconocer como herederos no solamente a los hijos, sino que, en caso de necesidad, también a los sobrinos, era una forma de maximizar las probabilidades de que las líneas familiares y de herencia no se rompieran. Sin embargo, era un hecho frecuente que los poderosos se quedaran sin descendencia. El hecho se explica tanto por la alta mortalidad infantil como por el hecho de que los varones de este grupo tendían a casarse a edades tardías. La posibilidad de contar con descendencia directa se reducía aún más cuando estos hombres de edad madura se casaban con niñas que apenas habían alcanzado la pubertad. Esta práctica heredada de la nobleza europea no era compartida por todos, pero, como vamos a ver a continuación, era un patrón común en la capa dominante de esta sociedad colonial. Cuando un importante hacendado de edad avanzada se unía en matrimonio con alguna jovencita, el destino de su patrimonio dependía, en ese caso también, del buen juicio que ya en la edad adulta mostrara la mujer, sobre todo, después de quedarse viuda. En tales casos, siempre existía el riesgo de que mujer y bienes cayeran en manos de algún cazador de fortunas, capaz de despilfarrar en poco tiempo lo que el primer marido había acumulado a lo largo de muchos años. Así, por ejemplo, la hermana del descubridor de Parral 10 , Ana de Biesma/casada con Bartolomé de

9 Haría falta hacer un estudio detallado en una región más extensa para poder corroborar estas hipótesis basadas en unos cuantos casos encontrados en la provincia de Santa Bárbara del siglo xvn. 10 Señalemos de paso que ninguno de los descubridores de las grandes vetas que hicieron la fama de los reales de la provincia se enriqueció de manera notable. Juan de la Parra, el descubridor de las

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Urbaneja, quien era el hacendado más pudiente de la provincia de Santa Bárbara del siglo xvi, que contaba ya con más de cincuenta años de edad. La pareja no había tenido hijos y cuando falleció su esposo, Ana de Biesma se encontró a la cabeza de las haciendas mineras y agrícolas de su marido, así como de sus encomiendas. Sin embargo, esta rica viuda era iletrada: ella misma se describía como persona que "no entendía de papeles". Ana de Biesma representó entonces, para los aventureros en busca de enriquecimiento rápido, una oportunidad como pocas. Fue así que se topó con un poblano jugador y parrandero, con el cual se casó, sólo para que éste se dedicara a despilfarrar a manos llenas la fortuna de la desventurada encomendera. Sebastián García de Lois, que era el nombre del afortunado, la obligaba, cada vez que a sus intereses convenía, a dibujar una cruz a manera de firma sobre distintos documentos, para cubrir de deudas las propiedades que habían pertenecido a su finado esposo. Bastaron quince años para que Ana pasara de la categoría de rica heredera a la de "pobre de solemnidad"; en 1665 el total de sus bienes se hallaba hipotecado y cuando falleció, algunos años después, ya no tenía nada que testar". Pero no todos los que se casaban con viudas eran vividores sin interés por el futuro. Juan Fernández de Camón, por ejemplo (el n.° 6 de nuestra lista) ya disponía de un cierto caudal, acumulado por la vía del comercio, cuando se casó con Elvira Robledo, viuda encomendera y minera en Parral; cuando ésta enviudó por segunda vez, sus haberes habían aumentado. Ignacio Leiton, cura beneficiado de las minas de PaiTal, heredó a su vez de los bienes de su tía Elvira, transformándose así en uno de los principales hacendados neovizcaínos de finales del siglo XVII. Las ventajas que representaba para un inmigrante el casarse con la hija de algún hacendado local son fáciles de entender. No lo eran tanto, en cambio, los beneficios que la parentela de la mujer podía obtener de esta clase de alianzas. Puede apuntarse a este respecto, que para un oligarca local no resultaba del todo inútil casar a una hija con un recién llegado. La cuestión de la dote debió de haber jugado ciertamente un papel importante en estos casos, ya que un inmigrante podía mostrarse menos

minas de Santa Bárbara en el siglo xvi, no perteneció nunca al círculo de los prósperos hacendados locales. Lo mismo podemos decir de Diego Rodríguez, en el real de San Diego, o de Francisco de Molina, en el real de San Francisco de Oro. La ruina de Juan Rangel de Biesma, el descubridor de Parral, se debió a la enemistad entre este último y el gobernador Luis de Valdés. Los que ascendían socialmente contaban con mano de obra para explotar las minas y éste no era el caso de los buscadores de vetas, cuya suerte solía ser efímera. Eran rápidamente desplazados por miembros del estrato alto de la sociedad regional, es decir, por aquellos que acudían a las bonanzas mineras "con caudal y fuerza de gente", como se decía en aquel entonces: Chantal Cramaussel, Juan Rangel de Biesma. Un descubridor en problemas (Ciudad Juárez 1992). " Ibid. En la historiografía reciente, en especial en los estudios derivados de análisis demográficos, se ha hecho énfasis en la presencia masiva de viudas que aparecen encabezando familias en los padrones eclesiásticos y civiles de la época colonial. En mi opinión, estos estudios adolecen a menudo de cierta ingenuidad. Una viuda puede ser considerada cabeza de familia, ser encomendera y hacendada, sin que todo ello signifique que está administrando realmente los negocios de la familia. En todo caso, para aclarar cuál era el papel de las mujeres en esta clase de situaciones, es necesario complementar el estudio de padrones y demás registros demográficos con el de archivos notariales y estudiar cartas poder y otros documentos, en donde se muestre quiénes eran los individuos verdaderamente encargados del manejo de los bienes y las transacciones legales.

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exigente que los hijos de las familias de la región: toda alianza matrimonial entre familias implicaba necesariamente entablar negociaciones no siempre fáciles de resolver. En contraste, por la vía de la dote, un recién llegado de poco caudal, se convertía fácilmente en dependiente y por lo tanto en sujeto fiel del "clan" de su esposa. Hemos notado, por ejemplo, que cuando la dote consistía en tierras o en animales, era común que los suegros no entregaran la dote a la pareja, sino al cabo de varios años después de efectuada la boda. Es de suponerse que esto sucedía cuando los hacendados trataban de darse tiempo para que las tierras rindieran frutos o los animales se reprodujeran un poco más, antes de enajenarlos formalmente; esta clase de manejos resultaban mucho más fáciles cuando los yernos eran poco exigentes12. Aceptar a inmigrantes pobres como yernos servía para conjurar también los riesgos de que el poder de la familia local se dispersara, y se eludía igualmente el peligro de que tierras y bienes pasaran a la larga a algún otro grupo familiar. Al inmigrante, sin vínculos locales, no le quedaba más opción que integrarse al grupo familiar de su esposa o, mejor dicho, al de su suegro: en no pocos casos se dio, por ejemplo, que los yernos llamaron a sus padres políticos "mi señor". Al yerno que carecía de parientes en la región le correspondía entonces engrosar el "clan" de su suegro y trabajar para aumentar su patrimonio, tal y como lo hacían sus cuñados, cuando los tenía. Incluso no era raro que el esposo de alguna de las mujeres del grupo familiar se ocupara por completo del manejo de los bienes. Tal era el caso, por ejemplo, cuando los hijos de los grandes hacendados dejaban la región para dirigirse a probar fortuna en zonas de más reciente colonización, con el propósito de independizarse y fundar allí sus propios grupos familiares, o bien cuando éstos abrazaban la carrera eclesiástica13. En realidad, en muchos casos, pero sobre todo cuando el primogénito llegaba a fallecer, el futuro del clan podía depender de una buena elección a la hora de casar a las hijas de la familia. Cuando un yerno terminaba recibiendo en herencia la fortuna de su suegro, la dote que había recibido su esposa al casarse, se revertía en el patrimonio del donante. En nuestro cuadro tenemos el caso de tres yernos que heredan los bienes de sus suegros: Pedro Cano de los Ríos, Diego de Landabaso y Nicolás Rojo de Soria. Las que hemos mencionado hasta el presente, son estrategias que fueron en nuestro caso adoptadas por grupos familiares locales de reciente creación, que intentaban de ese modo consolidarse como tales. Pero, desde luego que con el tiempo, llegaba a hacerse ineludible la necesidad de establecer lazos y alianzas con otros grupos familiares de la zona. Hemos notado cómo, en los casos estudiados, los hijos de los inmigrantes integrados a los grupos familiares de los hacendados

12 Carecemos todavía de un estudio completo acerca de la evolución de las prácticas dótales. Para el caso de Brasil: María Nazarri, "Composición y transformación de las dotes en Sao Paulo, Brasil (1600-1870)": Pilar Gonzalbo/Cecilia Rabell (coords.), La familia en el mundo iberoamericano (México 1994), pp. 401-417. 13 Esta clase de proceso de segmentación familiar es similar a la que se verificaba en Europa y más específicamente en España, en la pequeña nobleza. La "reconquista" y el repoblamiento del sur de la Península difícilmente se podrían explicar sin el funcionamiento peculiar del sistema de parentesco vigente en aquel entonces.

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tendían a casarse no necesariamente o de manera preferencial con inmigrantes, sino con personajes de la propia región, o al menos con gente ya nacida en el Nuevo Continente. Sin embargo, era también frecuente que, a la segunda o tercera generación, se concertaran nuevamente enlaces matrimoniales con inmigrantes, en especial, peninsulares. Este movimiento pendular entre alianzas con lugareños y alianzas con verdaderos inmigrantes permitía consolidar y ampliar los patrimonios familiares y afianzar también los linajes. La preocupación de los padres por encontrar el partido adecuado para sus hijas se refleja en la realización de contratos matrimoniales establecidos a temprana edad: las hijas de Domingo de Apresa (n.° 1 de nuestra lista) y de Valerio Cortés (n.° 4) fueron dadas en matrimonio, cuando tenían tan sólo 10 años de edad, a hombres que no eran originarios de la región14. La formación de un clan propio La familia de la esposa, aunque formara parte de la capa alta de la sociedad local, no podía garantizar por sí sola el futuro político y económico del inmigrante. Era menester para los recién llegados aprovechar la red familiar y las relaciones del clan de su mujer para hacerse, a su vez, con tantos hombres de confianza y criados incondicionales como le fuera posible: eran esos vínculos de subordinación los que cimentaban, finalmente, el poder de los oligarcas norteños. Para ello, los hacendados solían integrar como parte de sus casas a individuos perseguidos por la Justicia y a hombres de sangre mezclada y sin amos, a los cuales brindaban su protección. Se tejían así inquebrantables lazos de fidelidad, ya que ese tipo de gente no podía salir del ámbito de la hacienda sin correr el peligro de ser apresados o acusados de vagancia e integrados, de manera forzada, al servicio de alguna hacienda. Los dueños de las haciendas, con mucha habilidad, ofrecían dinero a los inmigrantes más pobres, sin intención alguna de exigir más tarde la remisión de la deuda. No obstante, a cambio de esta clase de generosidad, el inmigrante entraba al servicio de su benefactor y pasaba a morar en su propiedad. Del mismo modo, acostumbraban salvar de la cárcel a individuos endeudados, comprándoles las deudas a los acreedores: los oligarcas se quedaban así con los bienes en disputa, mientras que el deudor, agradecido, pasaba a formar parte del grupo de los allegados de su benefactor.

14 La hija de Domingo de Apresa, por ejemplo, se casó en Puebla y no volvió al norte de la Nueva España. Por su parte, Valerio Cortés casó a su hija con un individuo proveniente de Puebla, que cargaba con muy mala fama, pues lo perseguía la justicia por asesinato. Sin embargo, esta alianza representó para Valerio Cortés una oportunidad única, pues su futuro yerno no sólo aceptó casarse sin recibir dote, sino que se vio obligado a entregarle a su suegro la cantidad de 80.000 pesos a cambio de su autorización para integrarse a esa poderosa familia. El hecho fue muy mal visto por la sociedad local y muchos compararon este matrimonio con una venta; sin embargo, para Valerio Cortés esta unión significó, además de la obtención de una importante suma, el hacerse con un yerno incondicional. Para una biografía completa de este pintoresco personaje: Chantal Cramaussel, "Valerio Cortés del Rey. Leyenda e historia": Cuadernos del Norte, n.° 20, (1992), pp. 25-26.

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Para cualquier hacendado en este contexto, un sueño siempre acariciado fue el de hacerse con yernos que, además de ser fieles y agradecidos, pudieran proveerles de favores y prebendas. Uno de los hacendados que sin duda tuvo mayor éxito con este tipo de estrategias fue Domingo Apresa Falcón (el n.° 1 de nuestra lista), quien logró convertir a su yerno en el gobernador de la provincia. El astuto hacendado, primero casó a su hija por procuración con José de Neira, un candidato a futuro gobernador de la Nueva Vizcaya, teniendo el cuidado de hacerle antes un préstamo por una suma lo suficientemente grande como para comprar el cargo y avecindarse en Parral, tal y como sucedió. Gracias a préstamos y favores, los ricos personajes locales aumentaban el número de los miembros de sus círculos familiares. Pero cabe insistir también en que este tipo de prácticas no servían solamente como estrategias propias a las capas altas de la sociedad. El establecimiento de vínculos de dependencia personal operaba a todos los niveles; los hacendados dispensaban igualmente distintos favores a los indios de servicio para transformarlos en incondicionales. No era raro que indios condenados por la justicia fueran acogidos por algún hacendado, quien los apartaba de los terribles trabajos forzados en los morteros o del letal repartimiento minero. En tales condiciones, no debe sorprendernos el hecho de que los indios obedecieran mucho más fácilmente a sus amos que a las autoridades de la provincia. En el interior de las haciendas había, de hecho, varios tipos de indios. Mientras a unos se les privilegiaba eximiéndoles del trabajo minero y se les integraba al cuerpo de los sirvientes de la casa grande del hacendado, la cual se situaba por lo general en medio de sus campos de labranza, a otros, en cambio, se les destinaba a las tareas más duras y agotadoras. Junto con estos indios colocados bajo la protección del dueño de la hacienda, se criaba también a niños indígenas, muchos de los cuales eran capturados en acciones de guerra, verdaderas razzias organizadas contra los poblados y rancherías de indios gentiles, y a los cuales se les llamaba simplemente "huérfanos de guerra". La adopción de esta clase de "huérfanos" tenía como propósito engrosar las filas de los indispensables sirvientes de confianza en los dominios de los hacendados' 5 . Estos "indios de confianza" eran desde luego distintos de aquellos que los hacendados destinaban al laboreo de las minas o a las tareas más duras en el campo. Estos últimos habitaban en jacales cercanos a los tiros de las minas o junto a las cuadrillas contiguas a las haciendas de beneficio16. Por regla general, esta clase de "operarios" mineros provenían de regiones alejadas de Parral (Sinaloa, Sonora, el Nuevo México), y llegaban hasta las minas por la vía del sistema de repartimiento o por medio de condenas a servicios personales. Aunque el estatuto jurídico de estos indios variaba según los casos (los primeros eran "indios libres" de repartimiento y los segundos reos de justicia), se trataba en reali-

15 Al respecto, ver mi artículo intitulado: "Ilegítimos y abandonados en la frontera norte novohispana. Pan-al y San Bartolomé en el siglo xvn": CLAHR, n.° 4 (1995), pp. 405-439. 16 Los operarios de Valerio Cortés dormían en las galerías en las que trabajaban o a la entrada de los tiros, el dueño de las minas había colocado un poste que llamaba "el bramadero", en el que mandaba atar a los desobedientes para azotarlos.

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dad en ambos casos de cautivos de guerra, que difícilmente soportaban las pesadas condiciones de vida que imperaban en las haciendas y beneficios mineros. Huían a la menor oportunidad, sin que los hacendados pudieran ejercer ningún tipo de chantaje sobre ellos, salvo el de la fuerza bruta, ya que era gente que no tenía raíces en la región. Para sustituir a los muertos y a los escapados, los españoles recurrían constantemente a su fuerza militar, para hacerse con nuevos cautivos; este violento sistema de acopio de mano de obra funcionó de hecho durante todo el siglo XVII. Aunque semejantes prácticas se vieron siempre legitimadas por las leyes aplicadas en la Nueva Vizcaya, que permitían la reducción a largas penas de servicios personales forzados a los indios culpables de alzamientos, no faltó quien indicara que la causa de las rebeliones se hallaba justamente en la captura de trabajadores forzados en los territorios de los indios. La naturaleza lenta y gradual de estos procesos de acopio de mano de obra y de allegados fieles nos explican por qué los recién llegados necesitaron siempre de tiempo para ascender socialmente, y nos hace comprender igualmente la presencia entre nuestros diez personajes biografiados de un mestizo y un mulato ilegítimos. Si bien se trataba de gente que nació en condiciones, en principio, desfavorables, en el norte de la Nueva España, donde lograron rodearse de una multitud de dependientes, su destino fue mucho más venturoso de lo que hubiera podido esperarse en principio. Era una sociedad en donde contar con gente fiel en el mayor número posible era sinónimo de riqueza y poder, como vamos a ver a continuación. Alianzas políticas En Nueva Vizcaya la obtención de algunos de los cargos que distribuía el gobernador (como el de alcalde mayor o de capitán de presidio) se convertía a menudo en una vía para el ascenso social. En esta provincia, como ya se mencionó anteriormente, los gobernadores distribuyeron encomiendas hasta 1670, y el repartimiento de trabajadores forzados no se suprimió hasta 1777. Además, los gobernadores entregaban, en nombre de la Real Hacienda, el mercurio necesario para el beneficio minero, y controlaban también el comercio17. Por esta razón, ninguno de los grandes personajes de la provincia descuidó una posible alianza política con los gobernadores del momento; su amistad no podía ser más que provechosa. La obtención del cargo de ensayador de las minas, oficio que se remataba en México, representaba también un trabajo altamente redituable. El beneficiado podía acumular así con mucha rapidez un caudal considerable, ya que cobraba el 1% sobre el valor del metal ensayado. Tanto Valerio Cortés (el n.° 4) como Juan de Salaíces (el n.° 8) hicieron carrera por esta vía; el primero ejerció el oficio de ensayador durante 18 años continuos y el segundo durante una década completa.

17 Durante los juicios de residencia, el reproche más común formulado en contra de los gobernadores era el de querer monopolizar el comercio: Guillermo Porras Muñoz, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya (México 1980), pp. 432-451: "El juicio de residencia".

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CHANTAL C R A M A U S S E L

Pero si bien, por un lado, era natural que los hacendados se ligaran, cada vez que tal cosa les fue posible, con los representantes provinciales del rey, no por ello se caracterizaron por ser siempre sujetos particularmente obedientes a la autoridad. Por el contrario, eran tildados con frecuencia de gente insumisa, enemiga de todos las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas. Los grandes personajes de la provincia de Santa Bárbara eran muy celosos de su independencia y, por ejemplo, para la administración espiritual de sus sirvientes, preferían contar con un capellán propio, antes que permitir la intromisión de curas y demás beneficiados. En materia civil, por su parte, la situación era incluso más clara: los jueces de la provincia ni siquiera se aventuraban en los dominios territoriales de los poderosos hacendados, los cuales se hallaban custodiados por una cantidad considerable de hombres armados. La justicia recaía, de hecho, en el amo del lugar18. El poder político de los hacendados descansaba también en las relaciones privilegiadas que mantenían con los oidores de la audiencia de Guadalajara. La Nueva Vizcaya dependía, en materia de justicia y en grado de apelación, de la Audiencia tapatía, la cual tenía facultades para revocar cualquier decisión del gobernador considerada injusta por el alto tribunal. Salvo en lo relativo a asuntos de guerra, la Audiencia podía de ese modo inmiscuirse en todos los asuntos de la provincia. Los apoyos de los magistrados de Guadalajara se hallaban por lo tanto muy cotizados entre los oligarcas locales. Cuando algún conflicto local, especialmente con el gobernador, derivaba en una denuncia hacia la Audiencia, ésta estaba facultada para intervenir en cualquier momento y de manera directa en la Nueva Vizcaya: se enviaban entonces a la provincia comisionados con poder para realizar pesquisas y encarcelar a los inculpados. Mientras que los virreyes solían ser parientes o protectores de los gobernadores de la Nueva Vizcaya y no se quedaban en el cargo más que algunos años, los jueces de la Audiencia eran nombrados de por vida. Los gobernadores tenían entonces que actuar con mucha cautela. La enemistad de los jueces de Guadalajara pesaba sobre ellos con más fuerza aún que el esperado juicio de residencia, al cual se tenían que someter al dejar el cargo y que aprovecharían también sus eventuales enemigos para llevar a efecto sus venganzas19. En estas condiciones, como era de esperarse, las relaciones entre grandes hacendados y gobernadores fueron siempre difíciles. En primer lugar, los gobernadores llegaban acompañados de un séquito de hombres a los cuales distribuían favores. Estos representaban de hecho una amenaza para los personajes locales, aunque más de uno terminó casándose en la región, contribuyendo así a la renovación de la "élite" local. Algunos de los allegados de los gobernadores pasarían a ser, a la postre, encomenderos y grandes comerciantes a nivel de la provincia.

18 Se puede constatar en los inventarios de las haciendas que todas contaban con cepo y grillos. Domingo de Apresa fue autorizado por la corona a instalar uno de esos cepos en su hacienda, en 1652: Archivo General de Indias, Contaduría 925. 19 He analizado los conflictos que opusieron miembros de la oligarquía con los gobernadores en un artículo intitulado "El poder de los caudillos en el norte de la Nueva España: Parral, siglo xvi": Carmen Castañeda (coord.), Círculos de poder en la Nueva España (México 1998), pp. 39-57.

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En cambio, los gobernadores no podían prescindir de los ricos hacendados de la región. Durante las guerras, muy frecuentes en el siglo xvn, los únicos en contar con tropas fieles de varios centenares de hombres y los suficientes recursos (armas, caballos, comida) para organizar las campañas eran justamente los hacendados. El reclutamiento de indios auxiliares sacados de las misiones representó siempre un peligro para los españoles, ya que esa clase de aliados con mucha facilidad terminaba engrosando las filas del enemigo, y en más de una ocasión los supuestos aliados habían servido como espías para los rebeldes. El papel militar de los grandes hacendados no se limitaba además al hecho de contar con ejércitos propios formados por sirvientes fieles. Los cuatro primeros personajes de nuestra lista habían elegido, para establecer sus haciendas de ganado o cereales, terrenos situados en los límites exteriores de la provincia de Santa Bárbara, es decir, en las zonas donde más riesgo se corría de recibir el ataque de los indios de guerra. Esta preferencia por los lugares periféricos, se debía al hecho de que el estar instalados allí, les permitía controlar los principales caminos de acceso a la región. Tres eran las vías de tránsito más importantes de controlar. La primera, el camino real de tierra adentro que unía Santa Fe a México. De la parte del sur, llegaban por esa ruta gran parte de los productos manufacturados que se consumían en la provincia, tanto aquellos fabricados en Nueva Galicia y Nueva España, como los provenientes de Europa. Del norte, por ese mismo camino, llegaban los cautivos apaches destinados a las minas. El segundo era el camino de Sonora, de donde provenían indios de repartimiento y buenas cantidades de ganado caballar, y el tercero, el camino de la Junta de los Ríos, de la cual eran originarios la mayor parte de los indios de encomienda. Los hacendados en sus propiedades aseguraban también protección militar a los transeúntes a los cuales escoltaban cobrándoles una comisión20. Este tipo de labores permitió a muchos hacendados reclamar títulos militares. Todos los oligarcas de nuestra lista ostentaron títulos de "capitanes", Francisco Montaño ostentaba incluso el de "maestre de campo" y Juan Fernández de Carrión el de "general". Baltasar de Ontiveros obtuvo incluso el privilegio de encabezar un nuevo presidio (el de Cerro Gordo) erigido en sus propias tierras. Su transformación en capitán de presidio le valió, al hacendado del lugar, el tener bajo sus órdenes a un grupo de gente armada, remunerada por el rey, la cual al mismo tiempo poblaba y cultivaba tierras de su hacienda. Cabe decir que la práctica común en la Nueva Vizcaya era que los capitanes les adelantaran sus salarios a los soldados bajo forma de géneros, a elevados precios, desde luego, para después resarcirse de las deudas con los haberes pagados a los soldados en la Caja Real. Desde ese punto de vista, el capitán del presidio actuaba frente a sus soldados como lo hacía cualquier dueño de hacienda con sus trabajadores, salvo por el hecho de que estos peculiares peones recibían, además, un salario de la Real Hacienda y tenían obligaciones militares

20

Domingo de Apresa tenía propiedades en el camino de Nuevo México y de Sonora, así como Francisco Montaño en el sur la provincia de Santa Bárbara, en el antiguo camino real de tierra adentro y en el de Indé a Guanaceví y Topia. Baltasar de Ontiveros construyó su hacienda en el camino real de tierra adentro, lo mismo que Valerio Cortés.

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C H A N T A L CRAMAUSSEL

que cumplir. Igualmente, el presidio funcionaba como un centro comercial y de abasto sobre el camino real, del cual el capitán tenía el control. No olvidemos, por otro lado, que era común que los transeúntes se albergaran en los presidios, lo cual le redituaba también buenos dividendos al capitán21. A nivel de la expansión territorial en general, los grandes hacendados desempeñaban un papel sumamente importante. Ellos eran los únicos capaces de desplazar grandes contingentes de trabajadores proporcionándoles avío para subsistir hasta las siguientes cosechas. Gracias a la gente de sus dominios, los hacendados contribuyeron al poblamiento de regiones lejanas. A Domingo de Apresa Falcón (n.° 1 de nuestra lista), por ejemplo, se debió en sus principios una parte de la colonización de la región de Chihuahua. En esta zona situada en el camino real de tierra adentro que llevaba a Santa Fe, Domingo de Apresa denunció las primeras estancias de ganado. Poco a poco otros vecinos de la provincia de Santa Bárbara siguieron su ejemplo y, desde mediados del siglo XVII, las riberas del río Chuvíscar comenzaron a atraer a inmigrantes; a principios del siglo xvin, la región de Chihuahua sustituiría al real de Parral como el principal núcleo de población de la Nueva Vizcaya22. Conclusión: los señores de la tierra Dados los amplios poderes de que disponían y por el dominio que ejercían sobre la vida local, los poderes cuasi señoriales que ostentaban los magnates de la provincia de Santa Bárbara hubieran podido en algún momento representar una amenaza para el poder real, otorgado en la persona del gobernador. Sin embargo, a lo largo del período colonial, la autoridad de los gobernadores, en tanto que representantes del rey, no fue nunca colocada en tela de juicio por parte de los hacendados neovizcaínos. Existieron siempre mecanismos de correspondencia entre gobernadores y hacendados. Para los gobernadores apoyarse en algún sector del grupo de los hacendados, a los cuales brindaba sus favores, resultó a lo largo del tiempo el mejor mecanismo para obtener beneficios de sus cargos. Un poco a imagen de lo que había sucedido en la Península Ibérica del siglo xv, las luchas de bando neovizcaínas estuvieron a punto de desembocar en conflictos armados, como sucedió, por ejemplo, durante los conflictos desarrollados entre 1633 y 1646. Pero las cosas no pasaron a mayores y, de hecho, en el norte, el uso de la fuerza entre españoles raramente llegó más allá de la intimidación. Incluso en los casos en que la justicia imponía castigos severos, la flexibilidad y los acuerdos tácitos terminaban con fre-

21

El papel del hacendado-capitán de presidio ha sido estudiado por Salvador Álvarez, "La hacienda-presidio en el camino real de tierra adentro en el siglo XVII": INAH/UACJ/National Park Service/Bureau of Land Management (eds.), El camino real de tierra adentro (Chihuahua 1997), pp. 183-209. 22 Sobre este ultimo proceso de poblamiento: Salvador Alvarez, "Agricultural colonization and mining colonozation in the area of Chihuahua during the first half of the eighteenth century": Robert West/Alan Craig (eds.), In Quest of Mineral Whealth. Aboriginal and Colonial Mining and Metallurgy in Spanish America (Baton Rouge 1994), pp. 171-205.

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cuencia imperando: más de algún condenado a muerte, o prisionero de las autoridades, encontró la oportunidad de huir ante la mirada complaciente de los que lo perseguían. Igualmente, los conflictos entre hacendados y autoridades provinciales, incluso los más violentos, eran la manifestación de un juego de fuerzas en constante reacomodo en el que los muertos eran excepcionales. En una región en donde la violencia guerrera imperó a todo lo largo del xvii, tratándose de conflictos de bandos, sólo en contadas ocasiones corrió la sangre. Aquellos, por ejemplo, que caían en desgracia ante los gobernadores, si no podían enfrentárseles se exiliaban voluntariamente en Nueva España o en Nueva Galicia, en donde cabildeaban con los oidores de la Audiencia y urdían su venganza, esperando una intervención del supremo tribunal o el juicio de residencia del gobernador en turno. Como es bien sabido, la Corona española durante mucho tiempo se empeñó en impedir, en América, el establecimiento de señoríos plenos. Las órdenes militares no pudieron poseer tierras en las Indias Occidentales y el rey entregó muy pocos títulos de nobleza antes del siglo xviii. La fundación misma de mayorazgos fue excepcional durante los dos primeros siglos de la conquista. Valerio Cortés del Rey, por ejemplo, logró finalmente, en 1679, obtener la licencia real para fundar un mayorazgo en la provincia de Santa Bárbara, el cual fue, hasta donde se sabe, el único autorizado durante esa centuria en la Nueva Vizcaya. A cambio de ello, la corona se negó a otorgarle el título nobiliario al que aspiraba y prohibió a sus descendientes pertenecer a alguna orden militar23. A lo largo del tiempo, las autoridades reales se vieron compelidas con frecuencia a cerrar los ojos ante las actitudes desafiantes de los oligarcas parralenses24. Obviamente, ni los gobernadores ni las Audiencias contaron nunca con fuerza militar propia, y en tanto la dotación de presidios, las campañas en contra de los indios rebeldes e incluso la colonización de nuevos territorios corrieron a cargo de los señores de la tierra, la justicia la más de las veces también. Fueron ellos y no sus gobernantes los que garantizaron, a lo largo del tiempo, la permanencia del "Imperio" en esos confines25.

23

Sin embargo, Juan Cortés del Rey, el hijo de Valerio, fue miembro como lo había sido su padre de la orden de Santiago. En el siglo XVIII, la Corona tuvo que ceder a muchas de las pretensiones de los indianos; la quiebra financiera en la que se debatía el gobierno español hizo que se multiplicaran los títulos nobiliarios entre los latifundistas del siglo XVIII en América, como fue el caso del marqués de Aguayo y del conde de San Pedro del Álamo, en Coahuila. Estos dos personajes fundaron mayorazgos en 1727 y 1735, respectivamente: María Vargas Lobsinger, Formación y decadencia de una fortuna. Los mayorazgos de San Miguel de Aguayo y de San Pedro del Álamo, 1583-1823 (México 1992), pp. 28-36. 24 Valerio Cortés del Rey se quejaba, por ejemplo, de: "Que venga Don Antonio de Oca [el gobernador de entonces] 2000 leguas de aquí a partes tan remotas donde no es conocido ni ha sido oído su nombre según y con razón con sólo el nombramiento de su magestad y que le hemos de obedecer todos pecho por tierra porque lo manda así nuestro rey y señor": Archivo General de Indias, Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sarmiento (1668). 25 El siglo XVII neovizcaíno se caracterizó por repetidos alzamientos indios: 1616-1618, 16481652, 1666-1667, 1684, 1690, 1697: para un resumen de esas hostilidades: Guillermo Porras Muñoz, La frontera con los indios de Nueva Vizcaya en el siglo xvu (México 1980).

Estructuras, prestigio e identidades de la capa social alta en una ciudad portuaria y fronteriza. Montevideo del siglo xvm a la Independencia Bernd Schröter Universität zu Köln (Alemania)

A modo de introducción se puede mencionar brevemente la situación de la capa social alta en la Banda Oriental. Estas condiciones consistieron, primero, en el carácter fronterizo de la región; segundo, en una colonización muy tardía por europeos y americanos; tercero, en una atracción económica muy pequeña de la región por mucho tiempo a causa de la inexistencia de riquezas naturales. Luego llegó un gran cambio con el auge extremamente rápido de la región por las reformas borbónicas efectuadas mediante la extracción extensiva de las inmensas tropas salvajes de ganado y el ascenso de Montevideo como centro para todo el comercio del Cono Sur. Partiendo de estas premisas, la primera parte del estudio contiene el intento de exponer el desarrollo de la capa social alta de la Banda Oriental en un marco continental y amplio, seguido del esbozo de los procesos estructurales de ese desarrollo en la segunda parte. Para concluir, la tercera parte se dedica a la formación de una autoconciencia y conciencia de estatus de la capa social alta montevideana en virtud de algunos aspectos elegidos. 1. Observaciones acerca del lugar histórico del desarrollo de la capa social alta en la Banda Oriental en el marco continental En los comienzos del siglo XVIII, en la Banda Oriental del Río de la Plata todavía existió una situación que se podría caracterizar simplificadamente como un estado natural (Naturzustand) casi no influenciado por Europa. Desde los años 20, debido a las influencias europeas se formaron unas condiciones sociales, que solamente en las últimas cinco décadas de la dominación española comenzaron a caracterizarse por complejos procesos de formación y de entrelazamiento, tanto en el marco económico y social como en el sector de la cultura y mentalidad. De ese modo, en muchos sentidos se repitieron procesos y situaciones de la época de la conquista del siglo xvi. Eso significa una constelación principal que está inherente a la "frontera" en general, especialmente a la frontera móvil (moving frontier). Eso también se reflejó en el hecho de una diferenciación social significativa que no empezó antes de los años sesenta, es decir, una diferenciación que trajo consigo un visible "bajo" y "alto" en la sociedad, mientras que en los comienzos de los años cincuenta dentro de la población montevideana todavía dominó una amplia homo-

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B E R N D SCHRÖTER

geneidad social1. De los 167 vecinos de Montevideo, abarcados en un censo de 1751, solamente quince tuvieron una propiedad estimada de más de 3.000 pesos, mientras que la gran mayoría estaba por debajo de los mil pesos. Tabla 1: Diferenciación de la propiedad dentro de los vecinos de Montevideo en 1751 Propiedad (pesos)

Vecinos

Cantidad (porcentaje)

De éstos, militares

Cantidad (porcentaje)

De 50.000

1

0,6

0

De 10.000

1

0,6

0

De 5.000

8

4,8

3

1,8

De 3.000

10

6,0

5

3,0

De 1.000

45

26,9

12

7,2

De 500

43

25,7

17

10,2

Bajo de 500

59

35,3

30

18,0

167

ca. 100

67

40,2

Total

Fuente: Apolant, J. A., Padrones olvidados de Montevideo del siglo xvm, v. 1 (Montevideo 1966), pp. 8-29.

Las crecientes diferencias sociales, económicas y de la mentalidad también desembocaron en la formación de una capa social alta, como aquel grupo pequeño de personas que por su riqueza acumulada y su influencia y prestigio social se distinguió de la masa de los otros terratenientes, comerciantes y asalariados, la cual en el estado embrional formó la sociedad en la Banda Oriental. Con la introducción del "comercio libre" en 1778 la capa social alta vivió una proliferación exepcionalmente rápida. Pero, a pesar de las condiciones totalmente nuevas de la época iniciada por la Gran Revolución Francesa de 1789, las semejanzas en el estado y en las estructuras de esta capa social alta con las de la época de la conquista siguie1 Eso también correspondió al hecho de que solamente con los años 50 comenzó a desarrollarse una distribución importante de estancias que lentamente iba permitiendo una acumulación de tierras en las manos de algunas familias. Véase J. E. Pivel Devoto (ed.), Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República Oriental del Uruguay. Tierras, 1734-1810 (Montevideo 1964), pp. 49 y ss. Véase también O. Pérez, "El Montevideo colonial a la luz de un nuevo censo": Hoy es Historia XI, 63, p. 31.

ESTRUCTURAS, PRESTIGIO E IDENTIDADES DE LA CAPA SOCIAL ALTA..

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ron existiendo en algunos ámbitos. Es decir, muchos procesos formativos todavía estuvieron en su estado inicial o en pleno despliegue. Estos procesos se manifestaron sobre todo en la constitución de estructuras organizadoras, en la acumulación de capital y propiedad y en el surgimiento de una propia comprensión de valores y de una autocomprensión autóctona. Desde este punto de vista, el debate ya casi incalculable sobre el problema de la aristocracia, oligarquía y élite en la América Ibérica afecta solamente de una manera muy reducida a la formación de una jerarquía social en la Banda Oriental. Por eso, muchos de los problemas que vamos a abordar en su mayoría pertenecen todavía a una fase de desarrollo que aún no permite hablar de la existencia de una aristocracia y oligarquía o bien de una élite plenamente constituida. Debido a esta situación, en lo siguiente empleo la palabra capa social alta (que, claro, también tiene su problema). Pero todo eso no significa que el análisis de los procesos formativos de la capa social alta en la Banda Oriental solamente abarca una descripción de una "infancia" retrasada en comparación con otras partes de Hispanoamérica, sino también se trata de procesos y fenómenos totalmente diferentes. Es decir, a pesar de una proximidad real o presumida a procesos claves de la acumulación original del capital durante los siglos xv y xvi, como por ejemplo piratería, robo y contrabando, también estuvieron presentes el "comercio libre" y el naciente mercado mundial, así como la ilustración y la transformación burguesa en el proceso de la formación de la capa social alta en la Banda Oriental2. De esta confluencia de procesos de los siglos xvi y xvili resultó un terreno conflictivo de características generales y específicas respecto a la formación de una capa social alta. Eso también se demostró en un espacio histórico extraordinariamente corto de menos de noventa años, transcurrido entre la gratitud expresada de los vecinos y parcialmente miembros venideros de la capa social alta de Montevideo a su rey en el año 1727 por los privilegios admitidos, y la declaración categórica de partes de esta capa social alta en el Congreso de Tres Cruces de 1813, que pronunció la separación de aquella monarquía. 2. El desarrollo estructural de una capa social alta en la Banda Oriental Si se resumen los períodos de la formación de una capa social alta autóctona y lentamente enraizada en la Banda Oriental con vistas a sus características estructurales, se puede decir que desde los años sesenta del siglo X V I I I esa formación mostró sus primeros contornos. Esos contornos sobre todo resultaron de una creciente diferenciación de la sociedad, debido en primer lugar al amontonamiento de tierras. Como resultado surgió un grupo de terratenientes, del que consistió la primera parte y por mucho tiempo la parte dominante de la capa social alta (véase gráfica 1). Pronto algunos representantes del ejército, de la burocracia y de las profesiones liberales se colocaron al lado de eso grupo, como por ejemplo el primer gobernador

2 En ese contexto es importante mencionar que en la Banda Oriental la capa social alta en formación en su mayoría absoluta se concentró todavía dentro de los muros de Montevideo.

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de Montevideo, José Joaquín de Viana. Muchos de ellos emparentaron con familias ricas e influyentes de Montevideo y formaron así la parte militar-burocrática-intelectual de la capa social alta. Ese segundo y muy pequeño grupo ostentó alguna tendencia estable de reproducirse de las propias filas y por eso una consistencia interna relativamente fuerte. Una causa importante para ese fenómeno era una política matrimonial rígida. Es decir, una de las hijas de las familias respectivas muchas veces se casaba con militares de jerarquía alta o con representantes de la burocracia. En conjunto con los pocos intelectuales que casi sin excepción debieron su pertinencia a la capa social alta al estatus de su familia3, ese grupo abarcó aproximadamente un 5% de la capa social alta, durante todo el tiempo investigado. Con la creciente inmigración y con la introducción del "comercio libre" en los años ochenta del siglo X V I I I , el depósito de posibles miembros de la capa social alta se aumentó de una forma muy extensiva. Posteriormente, surgieron diferencias de intereses internos y una diferenciación estructural así como una dinámica y una inestabilidad grande, marcando por mucho tiempo las características de la formación de la capa social alta en Montevideo. Así, algunos de sus miembros, junto al uso de las tierras de su propiedad, ya se habían dedicado también a otras actividades económicas, sobre todo al abastecimiento del ejército. Pero esa concentración de diferentes campos económicos en una sola mano por parte de los terratenientes grandes, en su mayoría criollos, resultó una excepción. Su mentalidad ya enraizada en la región ofreció poco espacio para una movilidad adecuada a la situación rápidamente cambiante desde los años ochenta. Las posibilidades totalmente nuevas que se ofrecían en aquellos años y el aumento enorme de la explotación ganadera impulsaron el surgimiento de nuevos grupos dentro de la capa social alta. Esos grupos nuevos fueron, en primer lugar, los arraigados comerciantes interregionales y ultramarinos, los navieros y los saladeristas, los cuales, disponiendo de grandes propiedades de tierra, se dedicaron a diferentes actividades económicas. Pronto muchos de ellos unieron varias actividades económicas en una mano. Detrás de la parte predominantemente4 orientada a la gran propiedad de tierras (alrededor de un tercio), las personas vinculadas sobre todo con el comercio de gran escala pronto formaron el grupo numéricamente más importante (casi 30%) dentro de la capa social alta (véase tabla 2).

3 Casi sin excepción, aquellos intelectuales eran criollos y casi siempre clérigos, como Damasio Larrañaga o José Pérez Castellanos. Los muy pocos miembros de las profesiones liberales también pertenecientes a ese grupo, como el abogado Feliciano Sainz de la Cavia, casi nunca pertenecieron al potencial de la capa alta a causa de un prestigio propiamente adquirido. Sin embargo, algunos de ellos, como el médico José Giró o el abogado Mateo Magariños, se insertaron activamente en actividades económicas muy favorables y, por eso, aparecen en lo siguiente en otras categorías de la capa alta. 4 No siempre fue posible analizar exactamente cuál de las actividades fue la predominante de las diferentes personas. Además, cambios importantes en la actividad clave, que pasaron durante el tiempo analizado, sólo se pudieron tener en cuenta estadísticamente en caso de pocas personas. El intento principal fue tomar como base los cambios cronológicos de la dedicación a las diferentes actividades hacia los comienzos del siglo XIX. A pesar de todas las carencias y simplificaciones, esa práctica ofrece el mayor acercamiento a las circunstancias que fueron las más importantes para la formación del hábito social de los miembros de los diferentes grupos, por lo menos en el corto tiempo analizado.

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ESTRUCTURAS, PRESTIGIO E IDENTIDADES DE LA CAPA SOCIAL ALTA.

Diferenciación

Tabla 2: de la capa social alta según sus actividades (alrededor de 1800)

Total

claves

Porcentaje

Acumul. (porcentaje)

17 2 6 69 8 5 2 8 2 10 3 18 5 31 4 17 1 4

8,0 0,9 2,8 32,5 3,8 2,4 0,9 3,8 0,9 4,7 1,4 8,5 2,4 14,6 1,9 8,0 0,5 1,9

8,0 9,0 11,8 44,3 48,1 50,5 51,4 55,2 56,1 60,8 62,3 70,8 73,1 87,7 89,6 97,6 98,1 100,0

212

100,0

100,0

Cantidad No conocido Chacrero Estanciero Gran terrateniente (gr. ter.) Gran terrateniente/saladerista Gran terrateniente/abastecedor Gr. ter./gr. com./naviero o saladerista Gran terrateniente/gran comerciante Gr. ter./gran comerciante/abastecedor Gran comerciante/gran terrateniente Gr. com./gran terrateniente/naviero Gran comerciante/naviero Gr. com./salader./abastecedor(naviero) ... Gran comerciante (gr. com.) Funcionario Militar Artesano Profesiones liberales

económicas

Fuente: Véase nota5; gr. ter. = gran terrateniente; gr. com. = gran comerciante.

A pesar de los grandes riesgos e inestabilidades que a veces desembocaron en una mala situación de los negocios, muchos comerciantes pudieron acumular rápidamente capital que en esa cantidad casi nunca fue conseguido sólo por la explotación de grandes propiedades de tierra. A dichos comerciantes pertenecieron por

5 Para todas las observaciones cuantitativas en cuanto a la capa social alta fueron combinados datos de los siguientes categorías de fuentes y archivos: Libros de casamientos (número 2-6), Libros de bautismos (2-12), Libros de defunciones (1-6) de la catedral de Montevideo (ACM); Libros de bautismos de las iglesias "La Merced" y "Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción" de Buenos Aires; Actas de esponsales del Archivo Curial de Montevideo (ACuriaM); Peticiones para el ingreso en la "Venerable Orden Tercera" (carpetas VOT, años de 1785 a 1800) del Centro de Información y Promoción Ecológico Franciscano (CIPFE); Libro de cuotas del VOT, Archivo del Museo Martín Pérez; actas judiciales del Archivo Nacional sección judicial, en Montevideo, (AGNSJ), Civil 1, legajo 1-168; actas notariales del Archivo Nacional de Montevideo (AGNSJ), Protocolos 1760-1810; J. A. Apolant, Génesis de la Familia Uruguaya (Montevideo 1966); Idem, Operativo Patagonia (Montevideo 1970); V. O. Cicalse, Los Esclavos del Sacramento (Montevideo 1983).

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ejemplo los socios Pedro Francisco Berro y Pedro José Errazquín así como Mateo Magariños y Miguel Antonio Vilardebó. La procedencia de las distintas personas desempeñó un papel importante para un ascenso posible a la capa social alta. Los recién ascendidos (newcomer), que ganaron cada vez más la supremacía, a menudo vinieron de las regiones o ciudades más avanzadas de España (véase gráfica 2 y 3 en el apéndice). Así, la procedencia europea tuvo una función importante en cuanto a la estructuración de la incipiente capa social alta colonial. Eso se expresó sobre todo en la relación entre la procedencia y la actividad económica de los representantes de la capa social alta (véase gráfica 2 y 4 en el apéndice). La mayoría absoluta de las personas preferentemente orientadas al gran comercio vino de Europa; con menos del 10% los criollos fueron excepciones en ese sector. En contraste con eso, con una creciente orientación económica a la gran propiedad de la tierra y a su explotación se aumentó el número de los criollos. Entre los grandes terratenientes ellos fueron representados con casi un 50% (veáse tabla 3). Otra gran parte de los terratenientes vino de las regiones todavía muy tradicionales de España, como de Castilla y Extremadura. La adquisición de prestigio económico y social fue condición pero también expresión de la pertenencia a la capa social alta. Bajo la específica situación fronteriza, el prestigio social pudo emanar, en primer lugar, de las funciones en las pocas instituciones administrativas, religiosas y militares que ya existieron en la región. De esas instituciones el ejército y la milicia no fueron indagadas en este estudio, sino solamente el Cabildo de Montevideo y las corporaciones religiosas. Sabemos que durante la colonia, en Montevideo y sus alrededores solamente existieron dos de aquellas corporaciones con importancia. Además de la corporación vinculada a la iglesia matriz "Los Esclavos del Sacramento" estaba "La Venerable Orden Tercera" bajo la dirección de los franciscanos. Ambas fueron fundadas en los años cuarenta del siglo xvm. En el Cabildo y en la corporación religiosa "Los Esclavos del Sacramento", como ejemplo investigado, casi durante todo el tiempo analizado se aumentó continuamente la parte de los funcionarios que se puede contar al círculo de personas pertenecientes ya o en el futuro a la capa social alta (véase gráfica 5 y 6 en el apéndice). En cuanto a la función del primero y segundo alcalde esa parte alcanzó aproximadamente un 20% y respecto a los funcionarios de la corporación 25%6. Como funcionarios de esas instituciones, a las personas respectivas se les abrieron muchas fuentes y posibilidades de ganar prestigio e influencia, un hecho muy común que no es necesario de explicar más detalladamente. Ambas instituciones, sobre todo el Cabildo, actuaron así como base muy importante para la constitución y el perfilado de la capa social alta.

6 De las 212 personas representativamente seleccionadas que pertenecieron a la corta o a la larga a la capa alta, fueron elegidos 26 hombres (12,3%) y 2 mujeres (0,9%) como hermano o bien como hermana mayor, 20 hombres (9,4%) y 5 mujeres (2,4%) como otros funcionarios de la corporación, y 42 de esas personas fueron elegidas como alcalde de primer y segundo voto. Pero hay que tener en cuenta que muchos de aquellos hombres y de aquellas mujeres ocuparon su función por más de una legislatura.

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Tabla 3: Diferenciación de la capa social alta según sus actividades económicas claves Cantidad

No conocido Chacrero Estanciero Gran terrateniente (gr. ter.) Gran terrateniente/saladerista ... Gran terrateniente/abastecedor . Gr. ter./gr. com./naviero o salader Gran terrateniente/gran comerciante Gr. ter./gr. com./abastecedor Gran comerciante/gran terrateniente Gr. com./gran terrateniente/ naviero Gran comerciante/naviero Gr. com./salader./abastec. (naviero) Gran comerciante (gr. com.) Funcionario Militar Artesano Profesiones liberales Total Fuente:

Porcentaje

Acumul. (porcentaje)

Europ.

Crio.

Europ.

Crio.

Europ.

Crio.

2 2 3 21 2 3 2

9

1,7 1,7 2,6 18,1 1,7 2,6 1,7

17,0

1,7 3,4 6,0 24,1 25,9 28,4 30,2

17,0

2 23 2

3,8 43,3 3,8

20,8 64,2 67,9

3 2

3

2,6 1,7

5,7

32,8 34,5

73,6

9

1

7,8

1,9

42,2

75,5

2,6 15,5

3 18 4 25 4 12 1 4 116

1 3 5

43

3,4 21,6 3,4 10,3 0,9 7,5 100

44,8 60,3 1,9 5,7 9,4

63,8 85,3 88,8 99,1 100,0 100,0

77,4 83,0 92,5

100

Véase nota 5.

Otra base para las personas económica y socialmente en ascenso fueron las familias distinguidas de sus esposas y las redes informales y personales que se formaron alrededor de esas familias o mujeres. Esas mujeres en su gran mayoría (alrededor de 80%) eran criollas (véase tabla 4). Casi todos los europeos que se esforzaron para subir a la capa social alta, consiguieron integrarse en redes informales. Por mucho tiempo aquellas personas jugaron un papel importante para el funcionamiento de esas redes que ya se habían establecido exitosamente en la capa social alta, mientras que hacia el fin de la colonia comenzó a mostrarse una tendencia de enlace mutuo cada vez más fuerte e independiente entre los inmigrados ascendientes.

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Tabla 4: Procedencia de las esposas de los hombres de la capa social alta Cantidad Canarias España Galicia Cataluña Vizcaya Andalucía Asturias Buenos Aires Interior Montevideo Banda Oriental Colonia Italia

Total

Porcentaje

Porcentaje conocido

Porcentaje acumulado 5,2 6,7 8,9 10,4 12,6 13,3 15,6 26,7 28,1 94,8 98,5 99,3 100,0

7 2 3 2 3 1 3 15 2 90 5 1 1 77

3,3 0,9 1,4 0,9 1,4 0,5 1,4 7,1 0,9 42,5 2,3 0,5 0,5 36,3

5,2 1,5 2,2 1,5 2,2 0,7 2,2 11,1 1,5 66,7 3,7 0,7 0,7

212

100,0

100,0

Conocido: 135. No conocido: 77. Fuente: véase nota 5.

A pesar de aquellos mecanismos, por causas ya mencionadas, hasta el fin de la época colonial se recorrió sólo un camino corto y limitado de la formación de una capa social alta autóctona y estable en la Banda Oriental. La formación más avanzada se desarrolló en el campo económico, en la base de los dos sostenes principales de la capa social alta, los grandes terratenientes y comerciantes. En cambio una identidad arraigada en la región con su propio sistema de valores había dado pocos pasos adelante. Responsable de esa situación no sólo era la falta de tiempo para la génesis de una capa social alta, sino también y, sobre todo, otro aspecto. Este consistió en que parte de la "tasa de renovación" del potencial de la capa social alta por los inmigrantes era muy elevada, y además hay que añadir que los comerciantes introdujeron grandes inestabilidades coyunturales. También hay que mencionar que el hábito de los inmigrantes sólo en excepciones fue marcado por una distinguida procedencia europea, como en el caso de los comerciantes José Ramón Milá de la Roca, Juan Pedro Aguirre, Juan Andrés Ellauri y Manuel Diago 7 o en el caso

7 Todos pertenecieron a estas personas, que excepcionalmente procedieron directamente de la nobleza española. Véase AGNSJ, Protocolos, año 1790, pp. 131v y ss.; año 1793, v. 1, pp. 222v y ss.; año 1804, v. 3, pp. 925v y ss; véase también A. A. Bentancur, Montevideo colonial: Puerto, comercio, industria e inmigración (manuscrito en imprenta), pp. 6 y ss., 11.

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Ili

de algunos militares altos que se casaron en Montevideo. Por eso resultó que hasta el año 1810 los elementos autóctonos, es decir los elementos que ya fueron arraigados por lo menos en una generación, aún representaron una minoría (véase tabla 5 en el apéndice). Todavía una excepción absoluta constituyeron los representantes ya económicamente independientes y con prestigio social que pertenecieron a la segunda y hasta tercera generación criolla8. En ese contexto, las mujeres tuvieron alguna "ventaja", por lo menos en cuanto a su posición distinguida en la sociedad, que - a veces con la excepción de viudas- directamente emanó de la posición destacada de sus familias. Sin embargo, desde los años 90, el déficit cultural respecto a la mentalidad y génesis de la capa social alta montevideana en formación fue parcialmente compensado por una multidud de procesos y eventos, a menudo temporalmente paralelos, que surgieron del campo conflictivo de la reforma y de la crisis del sistema colonial. Esos procesos y eventos impulsaron permanente e intensamente la formación de diferentes opiniones e ideas, y por fin acelararon la perfilación de diferentes intereses. En una primera fase, el perfil fue preferentemente determinado por aspectos económicos, como impuestos, derechos aduaneros y la lucha por la fundación de un consulado. Pero lo más tarde en los años 1806 y 1807 con las invasiones inglesas y con los acontecimientos del año 1808 en España y en sus colonias, también se adicionó una dimensión política a esta perfilación. Pero aquel proceso no se puede discutir aquí.

3. La formación de una mentalidad de la capa social alta. Idiosincrasia y expresiones Hasta ahora, hemos tratado sobre todo el prestigio económico y social como factor abstracto para el ascenso y para la pertenencia de una persona a la capa social alta. Pues, en lo siguiente, nos dedicamos al problema del surgimiento de una mentalidad propia de la capa social alta en la Banda Oriental. En ese contexto, la cuestión central será cuáles fueron los valores concretos de importancia para la formación de esa identidad, y qué tipo de expresiones tuvieron aquellos valores en una autoconciencia. Las raíces del prestigio económico y social y sus repercusiones en la actitud de estatus hay que buscarlas parcialmente aún en Europa, pero también ya en la sociedad criolla en nacimiento. En este contexto es de gran importancia en qué forma ya se pudo desarrollar un prestigio social autóctono y de qué modo entró en compe8 Del conjunto de los 212 parejas y personas, que se puede clasificar como representantes posibles de la capa social alta (por lo menos un contrayente de cada pareja), de 1760 a 1811, hubo solamente 22 casamientos criollos "puros" (de 148 casamientos). Eso corresponde a menos del 15%. Solamente en un caso ambos contrayentes pertenecieron a la segunda generación criolla, nacida en Montevideo (véase la tabla 5 en el apéndice). Si se pone por base estas 212 parejas y personas, resulta, para todo el período de tiempo analizado, un círculo de más o menos 500 personas, las que se pueden clasificar como depósito principal de una naciente capa social alta en Montevideo.

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tencia con el prestigio trasmitido de Europa o si ese último seguía dominando. Es decir, resulta importante la relación entre lo propiamente adquirido en la región colonial y lo concedido por valores tradicionales españoles. Para ilustrar eso, el "mercado matrimonial" de Montevideo sirve como referencia principal, porque en ese ambiente se puede encontrar y analizar objetivamente de manera muy adecuada la importancia de un comportamiento de estatus y de prestigio. En el entorno inmediato de los casamientos, se ofrecen sobre todo dos aspectos en relación con las raíces y expresiones concretas del prestigio social. El primer aspecto es la concesión de títulos y privilegios así como la formación de un código de honor, y el segundo consiste en la adquisición y la realización de funciones y profesiones. A pesar de que en esos dos aspectos se mezclen de una manera multifacética lo activamente adquirido y lo pasivamente concedido también queda claro -más o menos obviamente- el peso diferente de ambos lados. Sin embargo, en lo siguiente, puedo esbozar sólo básicamente la importancia de lo más autóctono o de lo trasmitido de Europa en el comportamiento matrimonial de aquella sociedad en formación. Ya en las actas de la fundación de Montevideo de los años 1725 a 1727 dos fuentes para el prestigio económico y social estaban arraigadas. Se trata de las convenciones sobre la organización de la administración de la ciudad, especialmente del Cabildo. Sus miembros sólo debieron constituirse de los vecinos honestos y decentes9, de modo que con la ocupación de un cargo fue vinculada automáticamente la concesión ó el reconocimiento de cierto prestigio social. La segunda fuente para el prestigio, arraigada en las actas fundacionales de Montevideo, resultó de otras codificaciones. Paralelamente con la última fundación de una capital en la América Española -como en los múltiples casos anteriores- se fijaron los deberes y privilegios de los futuros vecinos en una Real Cédula, en este caso en la del 15 de julio de 1728. Según ese documento, los primeros vecinos, así como sus hijos y descendientes legítimos, debían conseguir todos los privilegios fijados en Las Leyes de Indias. Es decir, sobre todo los vecinos pobladores de Montevideo, pero formalmente también aquellos de los pueblos fundados posteriormente, fueron colocados como materialmente y moralmente superiores a los inmigrantes, que llegaron más tarde'0. A pesar de que algunas fórmulas, como la elevación de un vecino poblador a un hidalgo, fueran supuestamente formales y dejaron ostensiblemente pocas huellas en los documentos, esa posición privilegiada se arraigó profundamente en la conciencia de la población y se seguía conservando su importancia, por lo menos moralmente, pero también materialmente, hasta el fin de la colonia. Eso se puede comprobar por muchos ejemplos en el terreno del derecho

9

Véase Archivo General de la Nación, Buenos Aires (AGNBA), 9-30-6-1, exp. 8, f. 1 y ss. También se fijó en los documentos fundacionales, que aquellos que cumplen sus deberes "...les hacemos hijos dalgo de Solar conocido para que en aquella poblacion, y otras qualesquiera partes de las Indias sean hijos Dalgo, y personas Nobles de linaje y solar conocido, y por tales sean havidos y tenidos, y les concedema (sic) todas las honras y preheminencias que deben haver, y gozar todos los hijos Dalgo, y Cavalleros de estos Reynos de Castilla según fueron leyes y costumbres de España..." AGNBA, IX, 2-10-6, f. 366. 10

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de la herencia, en asuntos de las propiedades, en la jurisprudencia civil y penal", y - n o por último- en el "mercado matrimonial"12. En los primeros años de la colonia el prestigio social de los vecinos pobladores se concedió a menudo gratuitamente o bien anticipadamente. De tal manera, en el año 1742 para Pedro de Almeyda fue suficiente remitir a su estatus como vecino poblador para que pudiera actuar como fiador en un caso de deudas, sin ninguna prueba de su situación financiera, y a pesar de que poco antes él mismo fuera acusado de deudor13. Su actuación como fiador resultó muy desventajosa para la viuda Ana de la Sierra, que -por razones de la mala situación financiera de Almeyda- recibió su dinero con un notable retraso14. Pero, pese a las "ovejas negras", contrariamente a los inmigrantes posteriores, una forma de una conciencia de estatus pudo constituirse bajo los primeros pobladores. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, los vecinos pobladores en creciente manera tuvieron que defender la reputación concedida casi como "anticipo" por un esfuerzo propio correspondiente y por actividades exitosas. De ello resultaron posibilidades y necesidades para que más tarde la posición privilegiada del primer poblador comenzara a vincularse con otras fuentes para una conciencia de estatus, como un prestigio económico y social propiamente adquirido. En caso de que eso no funcionara, pudo agotarse el crédito de estatus de un vecino poblador. Por ejemplo, hasta los años cincuenta, la denominación como vecino poblador por los curas todavía fue muy frecuente en los registros eclesiásticos. También las mujeres y los hombres respectivos muchas veces remitieron a este estatus u otras personas lo subrayaron. Eso se muestra ejemplarmente en el caso de Sebastián Cabrera. Aún en el año 1777, de una multitud de testigos de un delito criminal, el alcalde responsable destacó a Cabrera como vecino poblador, y por eso de mayor confianza15. También debido al descenso natural de los vecinos pobladores, desde la mitad del siglo esa denominación se perdió sucesivamente. Desde los años ochenta, otros "símbolos de estatus" ganaron cada vez más influencia16. Como síntoma objetivable para el surgimiento de nuevos símbolos de estatus se puede calificar el "estatus"17 de una doña o bien de un don, sobre todo en Mon" Véase AGNSJ, documentos diversos. 12 Así en las partidas matrimoniales de José Artigas de 1805 se encuentra un parágrafo extenso, que se refiere a su procedencia de vecinos pobladores de Montevideo, y que debía cimentar su solicitud matrimonial delante de sus superiores militares. Véase AGNBA, IX, 2-10-6, f. 365 y ss. 13 Véase AGNSJ, leg. 1, exp. 2, f. ly ss. 14 Véase AGNSJ, leg. 2, exp. 16, f. 16 y ss. 15 Véase AGNSJ, leg. 39, exp. 37, f.27v. 16 Desde el año 1727 hasta el año 1729 el cura de la Iglesia Matriz de Montevideo registró 35 casamientos, de los cuales sólo 28 (80%) contenían referencias a vecinos pobladores, mientras que en los años 50 aparecieron solamente en 6 (15%) de 41 partidas esas referencias. En el año 1775 esas referencias se redujeron a 3 (6%) de 54 partidas de casamientos. Véase, ACM, Libro de Casamientos, 1 y 2. 17 A pesar de las inseguridades, las investigaciones realizadas demuestran una relación significativa entre el prestigio adquirido, la posesión profesional y social y el uso oficial de ambas nociones, doña y don. Con respecto a esto, véase también D. Ramos, "Marriage and the family in colonial Vila Rica": Híspame American Historical Review (HAHR) 55 (1975), p. 209; R. D. Anderson, "Race and social stratification: A comparison of working class Spaniards, Indians and Castas in Guadalajara, México in 1821": HAHR 68, 2 (1988), pp. 228-230.

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tevideo. Aunque vinculada estrechamente con la tradición española, esa denominación es un ejemplo, en el cual se refleja prestigio económico y social, preferentemente conseguido en la Banda Oriental. En el contexto de los aportaciones matrimoniales dos aspectos se pueden destacar en ese lugar. Por un lado, hubo una congruencia muy fuerte de esos cónyuges que fueron denominados como doña o don por los curas (veáse gráfica 7 en el apéndice). Pese a los multiformes y muy dinámicos procesos de formación o transformación en la Banda Oriental, los casamientos entre cónyuges "desiguales" fue una gran excepción, tanto en el campo como en la ciudad. Por otro lado, la importancia de las denominaciones de doña y don se aumentaban continuamente en la Banda Oriental en contraste a España y a algunos antiguos centros coloniales. En estos lugares se efectuó más bien una profanación y una desvaloración de esas denominaciones, que provocaron contramaniobras regulativas del estado español18. Eso también se muestra claramente en el "mercado matrimonial" de Montevideo del año 1727 al año 1810 (véase gráfica 8 en el apéndice). Considerando solamente las mujeres, se puede ver el porcentaje creciente de aquellas que los curas registraron como doñas. Al principio esa denominación no tenía ninguna importancia. La situación sólo iba cambiando paulatinamente con los comienzos de una diferenciación social en los años cincuenta. Después, con la creciente formación de la capa social alta los títulos doña y don se conectan inseparablemente con la autoconciencia de los miembros de esa capa social alta. El aumento de la importancia como símbolo de estatus de los títulos doña y don se manifestó también muy claramente en la creciente denominación de personas como doña y don por los funcionarios fuera del "mercado matrimonial", en otras esferas sociales como en la jurisprudencia19. Se muestra casi la misma situación en el caso de los registros matrimoniales, es decir, una tendencia muy floja al principio y rápidamente creciente más tarde (véase gráfica 9 en el apéndice). También en ese sector, el uso de las palabras doña y don se limitó estrechamente a vecinas y vecinos distinguidos. A veces, una sentencia oficial de actos criminales no perjudicó a esa norma, así que un don o una doña tenía que ir al calabozo de la citadela de Montevideo. Entre estas personas se encontró, por ejemplo, don Nicolás Lacort. En el año 1787 fue detenido bajo las condiciones muy insalubres de este calabozo a causa de deudas que no había podido pagar20. Con el transcurso del tiempo, cambió la relación de las personas mismas hacia esas nociones simbólicas. Mientras que en la temprana época colonial de la Banda Oriental incluso a veces funcionarios y vecinos pobladores aparecieron en los documentos sin las atribuciones don y doña, más tarde no fue así. Por ejemplo, muchas de las personas confrontadas con los alcaldes atribuían importancia a presentarse como doña y don y querían ser denominadas como tales. Los inmi-

18 Véase Christian Büschges, Familie, Ehre und Macht. Konzept und soziale Wirklichkeit des Adels in der Stadt Quito (Ecuador) während der späten Kolonialzeit, 1765-1822 (Stuttgart 1996), pp. 56-58. 19 Véase AGNSJ, civil I o , legajo 1 a 169 para los años de 1728 a 1810. 20 Véase AGNSJ, leg. 80, exp. 43, f. 1 y ss.

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grantes llegados más tarde, conscientemente o intuitivamente tuvieron en cuenta esa situación y se llamaron sólo escasamente con estas nociones21. Por de pronto los inmigrantes tardíos también fueron denominados escasamente como doña y don por parte de los funcionarios y de sus vecinos. Igualmente surgió un desnivel entre ciudad y campo, es decir, a los vecinos de la ciudad se les atribuyó comparablemente con más frecuencia el estatus de don que a los vecinos campestres con el mismo nivel social22. Aún en el año 1809, en contraposición a la práctica común, el cura de la Iglesia Matriz de Montevideo negó a una pareja de propietarios de tierras de Canelones y a todos sus testigos matrimoniales la denominación de doña y don23. Pero hubo una excepción interesante. Esa concernió a los inmigrantes de aquellas poblaciones que fueron erigidas sobre todo por los pobladores originalmente previstos para la Patagonia en las últimas tres décadas del dominio español. Esos pobladores muchas veces se autodenominaron como doña y don, o bien fueron denominados de esa forma por los curas. Por ejemplo, en San José, fundada en 1782, esas nociones aparecen comparablemente en una mayor cantidad que en Montevideo24. Pero cuando aquellos pobladores salieron del recinto de sus pueblos o estuvieron bajo la óptica de la administración montevideana, tampoco se les concedió a ellos la Doña y el Don25. Así, tanto en los documentos de la administración civil como en los registros eclesiásticos, se refleja el proceso de la revalorización de los títulos doña y don. Eso también se demuestra en los casos, en los que por intervención de las personas referentes o por iniciativa propia del cura, el funcionario de la iglesia ulteriormente insertó las palabras doña y don en los registros. Es interesante que esas inserciones sobre todo pasaran en las últimas décadas de la época colonial; también una expresión de la creciente importancia de esas nociones en la sociedad26. Las fuentes seriales jurídicas y eclesiásticas ofrecen otra posibilidad de acercarse objetivamente a las raíces de una autoconciencia de una capa social alta y a sus concretas formas de expresión. Ante todo provocado por las reformas borbónicas en el sector mercantil, especialmente desde los años ochenta, comenzó a expresarse un cambio paradigmático y esencial en los valores principales de la sociedad en la Banda Oriental. Los cambios estructurales en todo el sistema económico, causados por el "comercio libre", también produjeron a su vez cambios en el siste21 Es muy difícil de analizar si la pérdida de prestigio de las nociones Doña y Don, observada en España o en otras regiones, la trajeron los inmigrantes por el Atlántico o por el Río de la Plata, y si esto contribuyó al comportamiento caracterizado. 22 Véase AGNSJ, civil 1°, legajo 1 a 169 para los años de 1728 a 1810. 23 Véase ACM, Libro de Casamiento 6, f. 88; ACuriaM, leg. 10, exp. 21. 24 En San José, durante los años aquí analizados, el cura trató de Doña y Don a los cónyuges blancos de 44 (69,8%) casamientos de un conjunto de 63 casos. Véase Archivo Parroquial de San José (APSan José), Libro de casamientos n.° 1. 25 Esto se puede observar en el comportamiento tanto de los funcionarios civiles como eclesiásticos. Véase por ejemplo ACM, Libro de bautismos núms. 5 y 6, en los que los vecinos pobladores patagónicos nunca aparecen como Doña y Don. 26 Véase p. ej. ACM, Libro de bautismos 1, f. 83; Libro de casamientos 4, f. 50; Libro de casamientos 6, f. 106v, f. 108v, f. l l l v , f. 122; ACuriaM, leg. 6, exp. 68; leg. 11, exp. 21, exp. 24; exp. 28.

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ma que determinó la identidad de la capa social alta. Eso se refiere especialmente a la importancia del éxito comercial para el hábito de los aspirantes o bien ya miembros de la capa social alta. Para los hombres correspondientes, el éxito comercial no sólo abrió las puertas al ascenso social, sino también a las hijas de las familias más distinguidas de Montevideo. Aquellos hombres que pudieron ascender casi como cometas de inmigrantes pobres a comerciantes ricos, pudieron echar crecientemente su suerte económica al platillo de la balanza de su suerte privada. Eso pasó sobre todo en el momento de la petición de mano, que podía resultar muy desventajosa para otro posible pretendiente. También ese proceso se vinculó con el hecho de que los inmigrantes, que salieron de los barcos en Montevideo como nodon, pronto fueron admitidos en las filas de los dones. La revaloración del éxito comercial que por mucho tiempo en la sociedad española tradicional no gozó de buena reputación oficial, también se expresó en una autoconciencia cada vez más fuerte de los hombres correspondientes. Así se explica que, desde los años ochenta, el hecho de pertenecer a los comerciantes de la ciudad llegó a ser un criterio importante a la hora de valorar a una persona. Aún mucho más, en una manera creciente la formulación "yo soy del comercio de esta ciudad" ganó importancia. Esta formulación casi se convirtió en un tipo de símbolo de estatus, que -por un lado- a priori atraía respecto a sus poseedores y que -por otro lado- era expresión de una autoconciencia distinguida. Muchas veces fue esta formulación, junto con su nombre, la que los hombres hicieron constar en actas a los escribanos judiciales o civiles como las primeras informaciones acerca de su persona. Eso se refleja también en muchos otros documentos oficiales. Aquel último aspecto, y también la actuación en el "mercado matrimonial" de Montevideo documentan claramente que las raíces para prestigio y autoconciencia de un miembro de la capa social alta de la Banda Oriental resultaron de un sistema de valores complejos, que -aunque alimentado de ambos lados del Atlántico- fue dominado por las imágenes, percepciones y circunstancias autóctonas, crecidas en la colonia. Es decir, con vista a la problemática del uso de los títulos doña o don, se admitió sólo excepcionalmente ese "título" a un recién llegado o una recién llegada por razones de concepto de valores tradicionales del mundo viejo. Aunque este "título" fue expresión más o menos formal del sistema de valores ibéricos, en el mundo nuevo del tardío siglo X V I I I los inmigrantes tuvieron que cimentarlo por conceptos y experiencias propios. Visiblemente no se concedió un "bono de viejo mundo", menos en caso de los representantes altos de la administración civil, militar y eclesiástica, a los cuales "automáticamente" se concedió el "don".

ESTRUCTURAS, PRESTIGIO E IDENTIDADES DE LA CAPA SOCIAL ALTA..

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Apéndice

Tabla 5:

Todas las parejas de la capa social alta supuesta, de las cuales por lo menos un contrayente ya procedió de la capa social alta establecida Parejas 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.

Ximénez, Catalina Herrera, Miguel de Pagóla, Lucía Josefa Durán, Manuel José Álvarez, Ana Bauzá, Domingo Pagóla, Francisca Xaviera Durán, Juan Estevan Asnar, Francisca Artigas, Martín José Más de Ayala, Gregoria Durán, Ventura Chaves, Gregoria Más de Ayala, Alejo Gil, María Antonia Maciel, Francisco Antonio López, Tomasa Bernarda Artigas, José Antonio Mendoza, Angela Juana A. Viana, José Joaquín de Meló, Francisca María Baldivieso, Pedro García, Josefa María Maciel, Juan Pedro Calle, Josefa de la Durán, Pedro Antonio Herrera, Juana Inocencia Más de Ayala, Félix Ribero, Toribia Bauzá, Pedro Jáuregui, Micaela Solsona, Manuel Vila, María Casimira Blanco, Juan Benito Estrada, María Concepción Viana, Francisco Xavier de Peláez, Micaela Martínez, Juan Francisco ?

Padres de los contrayentes Ximénez, Francisco Xavier Herrera, Christóbal Pagóla, Juan Bautista Durán, Manuel Álvarez, Domingo Bauzá, Guillermo Bernardo Pagóla, Juan Bautista Durán, Manuel Asnar, Felipe Pascual Artigas, Juan Antonio Más de Ayala, José Durán, Manuel Chaves, Luis Francisco Más de Ayala, José Gil, Juan Maciel, Luis Henrique López, Pedro Artigas, Antonio Mendoza, Pedro Viana, José Joaquín Meló, José Joaquín Baldivieso, Antonio García Villasante, Pedro Maciel, Luis Henrique Calle, Sebastián de la Durán, Manuel Herrera, Miguel de Más de Ayala, José Ribero, Sebastian Victoriano Bauzá, Domingo Jáuregui, Simón Solsona, Manuel Vila, Francisco Blanco, Ildefonso Estrada, Tomás Viana, José Joaquín Peláez, Juan Martínez, Cosme

-

Martínez, Cayetana Chuchi, Manuela Jesús Medina, María Pérez de Sosa, María del Cristo Márquez, Teresa García, Juana Medina, María de Pérez de Sosa, María del Cristo Camejo, María Carrasco, Ignacia Texera, Teresa Pérez de Sosa, María del Cristo Velázquez, María Josefa Texera, Teresa Camejo, María Petronila Camejo, Bárbara González Padrón, María Carrasco, Ignacia Díaz, Camila Alzaybar, María Francisca Gómez, María Rosa Bauzá, Juana Rosa Montes de Oca, Rita Josefa Camejo, Barbara Sintamante, Petrona Pagóla, Francisca Luisa Ximénez, Cathalina Texera, Teresa Delgado Melilla, Josefa Alvarez, Ana Elisondo, Manuela Alzaybar, Gabriela Villamil, Ramona Farias, María Angela Viana, María Teresa Alzaybar, María Francisca Riera, Francisca Fernández, María

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BERND SCHRÖTER

Tabla 5 (Cont.) Parejas 20. 21. 22.

Rebolla, María Bernarda Márquez, Ramón Muñoz, María Josefa Pérez, Pedro Gervacio Olivera, Cayetana Costa, Antonio Domingo

Padres de los contrayentes Rebolla, Juan Domingo Márquez, Claudio Muñoz, Francisco Pérez, Antonio Baltasar Olivera, Andrés Costa, Miguel

-

Delgado Melilla, Juana Rita Sierra, Margarita Quiros, Ana Cerantes, María Asturiano, Petrona Mentasti, Monica

La pareja Toribia Ribero y Pedro Bauza fue la única del depòsito seleccionado y supuesto de la capa social alta al que ambos contrayentes ya pertenecieron en la segunda generación criolla de la capa social alta.

Para las fuentes de las gráficas siguientes véase nota 5. Gràfica 1: Esquema de la formación de la capa social alta montevideana

Código de las actividades principales: - 1 = solamente insertado por problemas de la visualización, no influye la estadística; 0 = no conocido; 1 = chacrero; 2 = estanciero; 3 = gran terrateniente; 4 = gran terrateniente/saladerista; 5 = gran terrateniente/abastecedor; 6 = gran terrateniente/gran comerciante/naviero o saladerista; 7 = gran terrateniente/gran comerciante; 8 = gran terrateniente/gran comerciante/abastecedor; 9 = gran comerciante/gran terrateniente; 10 = gran comerciante/gran terrateniente/naviero; 11 = gran comerciante/naviero; 12 = gran comerciante/saladerista/ abastecedor o/y naviero; 13 = gran comerciante; 14 = funcionario burocrático; 15 = militar; 16 = artesano; 17 = profesiones liberales; n = 212.

E S T R U C T U R A S , PRESTIGIO E IDENTIDADES DE LA CAPA SOCIAL ALTA..

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* Con respecto al análisis estadístico hay que advertir lo siguiente: la categoría de "actividades económicas" se clasificó de tal manera que los números crecientes del 1 al 13 indican un aumento en la orientación hacia el comercio mientras que la importancia del uso de la tierra disminuye. Bajo ese punto de vista las categorías del 1 a 8 constituyen el grupo que se dedica sobre todo al uso de la tierra y las del 9 al 13 el grupo en el que predomina el comercio. De tal manera obtenemos una distribución casi simétrica con un punto divisorio entre las categorías 8 y 9. Además, estas categorías incluyen la cronología en la biografía individual y la dedicación sucesiva a varias ocupaciones. Es decir, esta clasificación permite representar, por ejemplo, con la categoría 6 una orientación creciente al comercio tras un período de uso de la tierra como actividad exclusiva económica que más tarde podía vincularse con el estatus económico de un naviero o de un saladerista. Por lo tanto la variable "actividad económica principal" alcanza en un sentido más amplio la calidad de una variable ordinal1. Es importante señalar que siguiendo las reglas de estadística dicha calidad se opone a una calculación de tendencia y de promedio. Esto se debe a que las calculaciones anteriormente señaladas exigen una calidad métrica de los datos. Aún así podemos llegar a resultados significativos a través de los métodos aplicados si combinamos los datos cuantitativos de este estudio con numerosas informaciones cualitativas que tenemos sobre los procesos históricos a los que nos referimos aquí y si recordamos el nivel de la exactitud de los resultados que queremos extraer del análisis estadístico. Que podamos obtener resultados se debe a las razones siguientes: 1. El interés del estudio estaba dirigido a tendencias generales y grandes rasgos de la época investigada. Aun cuando surgen grandes divergencias formales de estadística que resultan del carácter ordinal de algunas variables, éstas no habrán falseado nuestros intereses en la investigación, ya que ellos están caracterizados por límites de tolerancia muy amplios. 2. Para mayor seguridad se produjeron tablas sobre la distribución de frecuencia a base de intervalos de cinco años. Estas tablas se hicieron para cada una de las gráficas y por razones de espacio no se incluyeron aquí. En cada uno de los casos el mediano calculado sostiene todas las conclusiones estadísticas generales que hemos derivado de las gráficas. 3. El enfoque del trabajo estaba en representar las tendencias principales. Estas se calcularon por un método descrito por W. S. Cleveland y conocido como el "Procedimiento de Lowess" 2 .4. Este método permite una visualización de las tendencias de las diferentes relaciones que ningún otro método de exposición de datos cuantitativos puede ofrecer. Esto es significativo, ya que aquí el uso de las gráficas es muy diferente al que se le da en muchos otros trabajos históricos. En estos últimos las gráficas tan sólo están para demostrar resultados. Aquí la grá-

1 Sin embargo, la sección a partir de la categoría 14 se sale de esta sistemática y por lo tanto forma una fuente adicional de errores estadísticos. A pesar de ello, dicha sección fue incluida en el estudio para facilitar una demostración visual de todos los grupos importantes de la capa social alta. De compararse esta gráfica con una que omite la sección que comienza con la categoría 14 tan sólo resultarían divergencias minimales con respecto a las tendencias generales, que solamente nos interesan aquí. Todas estas explicaciones valen en una manera modificada para las gráficas siguientes (scatterplots). 2 Véase, p. ej„ J. R. GeBler, Statistische Graphik (Basel/Boston/Berlin) 1993, p. 166.

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fica ha antecedido el resultado de la investigación histórica, pues muchos de los resultados de este trabajo tan sólo se lograron a través de la visualización a base de dicho procedimiento de Lowess. Este procedimiento puso a nuestro alcance una interpretación nueva de datos, permitió formar nuevas ideas y por lo tanto fomentó la investigación histórica. De esta manera esto también subraya que el aporte al conocimiento histórico de estas gráficas está en su capacidad de poner a nuestro alcance una forma "pura" de demostración de datos y, así, de los conocimientos.

Gràfica 2: Esquema de la formacìón de la capa social alta montevideana 75

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momento supuesto de la pertinencia a la capa social alta código: 4-1 ^España; 20»Portugal; 41 »Buenos Aires; 51=Montevideo 73®Franc»a; 74 s ltaüa; n«159

* véase Gráfica 1

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ESTRUCTURAS, PRESTIGIO E IDENTIDADES DE LA CAPA SOCIAL ALTA..

Gráfica 3: Procedencia de los dos alcaldes de Montevideo 75

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año de la elección del alcalde (n=101) código: 4-19*Esp afta; 32»ChHe; 41-45= Buenos Aires y provincias; 51-55«Montevideo y ia Banda Oriental; 74«ltalla;

* véase Gráfica 1

Gráfica 4: Actividad económica principal de los dos alcaldes

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B E R N D SCHRÖTER

Gráfica 5: Participación de la capa social alta en los funcionarios de la hermandad "Los Esclavos del Sacramento " 4

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