Autoestima. Cómo aumentar mi seguridad personal y mi sano amor propio

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Autoestima. Cómo aumentar mi seguridad personal y mi sano amor propio

Table of contents :
ÍNDICE
Introducción. La relación con uno mismo
1. La consciencia como plataforma de la autoestima
2. ¿Quién soy? Construyendo mi identidad
3. El concepto de “sí mismo” o autoconcepto
¿Cómo fortalecer el concepto que tengo de mí mismo?
4. Definiendo la autoestima
Los pilares de la autoestima
5. Voluntad, voluntad y más voluntad
Aprender a calmarte
6. Cómo se hace para cambiar
Diez pasos para iniciar el cambio
Para cerrar. Los otros y yo.
Referencias Bibliográficas

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D.R. © Tere Díaz Sendra, 2019 ISBN: Conversión gestionada por: Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it® 2019. +52 (55) 52 54 38 52 [email protected] www.ink-it.ink Todos los derechos reservados. Esta publicación no podrá ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o retransmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin contar con el permiso previo por escrito del autor.

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ÍNDICE Prólogo de la autora Introducción. La relación con uno mismo 1. La consciencia como plataforma de la autoestima 2. ¿Quién soy? Construyendo mi identidad 3. El concepto de “sí mismo” o auto concepto ¿Cómo fortalecer el concepto que tengo de mí mismo? 4. De iniendo la autoestima Los pilares de la autoestima 5. Voluntad, voluntad y más voluntad Aprender a auto calmarte 6. Cómo se hace para cambiar Diez pasos para iniciar el cambio Para cerrar. Los otros y yo Referencias bibliográ icas

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Tere Díaz Sendra Licenciada en Pedagogía. Psicoterapeuta familiar sistémica con especialidad en terapia de pareja. Promotora de Desarrollo Humano Grupal. Diplomados en clínica psicodinámica, terapia narrativa y terapia individual sistémica. Especialista en el trabajo de prevención y atención de la violencia doméstica. Estudiosa de los nuevos modelos amorosos, la soltería y la diversidad. Docente, conferencista y coach estratégico empresarial. Autora de artículos y libros diversos, entre los que se encuentran: “Celos”, “Volver a empezar”, “29 claves para encontrar pareja”, “¿Me quedo o me voy?”, “Me quiero o No me quiero” y ¿Cómo reconocer a un patán? Socia fundadora de Concepto S1ngular y de Psicoterapia La Montaña. Participante en distintos medios. Redes Sociales: * Twitter: @tedisen * Facebook: Tere Díaz Psicoterapeuta * Instagram: @terediazsendra Email: [email protected] Teléfono: 15570199

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Página web: www.terediaz.com

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Introducción. La relación con uno mismo Quizás uno de los temas más populares en psicología es el concepto de autoestima: se utiliza en cursos, revistas, terapias, libros y hasta en las charlas de café. Generalmente se mal emplea, se mal entiende y por tanto se mal logra. Y ahí estamos muchos de nosotros, todos atolondrados, visualizando y decretando “yo me amo”, “valgo chorros”, “estoy súper bien”, y al mismo tiempo evadiendo el recóndito sentimiento de no ser competentes para afrontar los retos que la vida nos pone, el malestar de tener que renunciar a sueños legítimos que hemos venido posponiendo, y el desasosiego de seguir aceptando situaciones lastimosas que no sabemos frenar. Todo esto como parte de un “paquete” que merecemos, pensamos, porque no podemos aspirar a algo mejor. Nada tengo en contra de las visualizaciones y los decretos (sin ser la más asidua practicante de los mismos). Pero lo que sí tengo claro es que la comprensión de la autoestima como concepto, y su asimilación como proceso, es mucho más que un deseo, un sentimiento o una opinión personal. Y es que la autoestima es una poderosa fuerza motivadora interna que nos inspira a actuar a favor de nosotros mismos y de los demás. Veremos a lo largo de estas páginas que la fuerza que deviene de la autoestima no se obtiene mágicamente, ni depende sólo de cómo nos hayan querido y cuidado nuestros papás. Sin duda, un sin in de factores se concatenan para reconocernos competentes y valiosos, pero existen acciones concretas que nos facilitan el trabajo, como adultos responsables, de nuestra estima personal. Comencemos pues con nosotros mismos. Como a irma Nathaniel Branden, psicoterapeuta canadiense

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estudioso de la autoestima, a quien mencionaré a lo largo de este pequeño texto, “de todos los juicios que emitimos en nuestra vida, ninguno es más importante que el que emitimos sobre nosotros mismos”. Un juicio es una opinión o un parecer sobre algo o alguien. Por su parte, un juicio crítico es la capacidad de repensar las ideas propias o de alguien más, valorando si son acertadas, erróneas o creíbles. A irmar que lo que decimos, creemos, opinamos y pensamos sobre nosotros mismos es determinante para la vida que estamos teniendo o que pretendamos tener, no es una aseveración menor ni una perogrullada. Lo que creemos sobre las personas que somos no afecta de manera particular nuestro valor intrínseco o nuestra dignidad humana, ya que nuestra condición de personas nos hace a todos merecedoras de respeto, cariño y una vida de bienestar, tal como es considerado en el marco legal de los derechos humanos. Aun así, no sobra reiterar que por el simple hecho de “ser”, somos valiosos y dignos. Pero “otro cantar” son los juicios que emitimos sobre la persona que somos, lo que es adecuado para nosotros, o lo que podemos aspirar. Estas ideas afectan de manera profunda nuestra existencia y por tanto nuestras elecciones, relaciones y la forma de vivir en el día a día. Esta a irmación nos lleva a preguntarnos no sólo con quién nos relacionamos, qué tipo de intercambios generamos con la gente que nos rodea, quiénes son las personas que elegimos para estar cerca de nosotros; sino también a poner la mirada sobre una relación que pocas veces atendemos, a veces minimizamos y con frecuencia ignoramos: la relación que tenemos con nosotros mismos. En medio de una red casi in inita de intercambios sociales que nos mantiene en alerta sobre lo que ocurre en nuestro entorno (sea en el trabajo, en casa, en la escuela, en nuestros grupos de pertenencia o 7

en la Iglesia), llega el momento en que tras el ajetreo del día nos encontramos despiertos a avanzadas horas de la madrugada. Estando solos y en silencio tomamos consciencia -lo queramos o noque la más poderosa e íntima de las relaciones que entablamos es la relación con nosotros mismos. Este intercambio personal es ineludible, pero si lo hacemos de una manera poco consciente (con música estridente, sustancias tóxicas o trabajos extenuantes) conllevará al desgaste de una gran parte de nuestra energía ísica y psíquica, generando resultados que van en contra de nuestra salud, en primera instancia, y del respeto a nuestros deseos, intereses, capacidades y valores.

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1. La consciencia como plataforma de la autoestima ¿Por qué tenemos la capacidad de relacionarnos con nosotros mismos? ¿Cómo es que no podemos vivir de forma “más simple” y eludir los cuestionamientos que nos hacemos debido a esta relación? Somos organismos no solamente conscientes, sino conscientes de nosotros mismos. Tenemos la capacidad de darnos cuenta, pero más aún, también podemos “darnos cuenta que nos damos cuenta”. Muchos animales tienen mayor o menor capacidad de reconocer su entorno: cuándo llega su amo, en qué determinado lugar está su comida, qué hacer o dejar de hacer para ser premiado o castigado. Sin embargo, la capacidad autorre lexiva de pensar en lo que se piensa no es propia de ninguna especie más que de la humana. Los seres humanos somos los únicos animales de la tierra capaces de contemplar la propia vida. En esta competencia radica nuestra grandeza y a la vez nuestra di icultad. En tanto que podemos hacer cuestionamientos sobre nuestras elecciones, decisiones y acciones, constantemente estamos a prueba con nosotros mismos: nos evaluamos y nos volvemos a cuestionar sobre los resultados de esa valoración. ¿Quién soy?, ¿qué quiero?, ¿hacia dónde voy?, ¿cuáles son mis objetivos?, ¿mis acciones se dirigen hacia ellos?, ¿me enorgullezco o avergüenzo de mis elecciones y acciones?, ¿obtengo los resultados que espero?, ¿estoy contento o descontento de ser quién soy? Todas éstas son preguntas frecuentes resultado de tu capacidad de consciencia. No obstante, la potencia de tu mente es de tal magnitud que además de tener la habilidad de hacerte todas estas preguntas, 9

tienes también la capacidad de huir de ellas. Pero ir en contra de tu naturaleza consciente no hace que las preguntas dejen de estar ahí. Tu humanidad te lleva a preguntarte, a analizar el sentido de la vida, a teñir de signi icado tus acciones y al desarrollo de tu potencial; de ahí que evitar las preguntas producto de tu ser consciente genera una experiencia de sinsentido y de ingobernabilidad de la propia vida. Se desarrolla así desde síntomas ísicos, malestares emocionales hasta di icultades para relacionarte. Inevitablemente, la consciencia que tienes te habilita para autoevaluarte, donde todos tus pensamientos, sentimientos, motivaciones, necesidades o comportamientos se verán afectados por este examen. De las respuestas que des a tu consciencia te gustará la forma en que estás abordando la vida o te sentirás defraudado por ti mismo. Considerarás que lo que haces te genera satisfacción o sentirás que estás traicionándote a ti mismo. El resultado del dialogo interno, si lo haces de manera e icaz – tarea que es el objetivo de este libro- te permitirá confrontar tu realidad, conocerte más, recti icar tus creencias y redireccionar acciones hacia caminos que se alineen a la persona que eres, al territorio que recorres y a los logros que quieres alcanzar. Hacer uso de tu capacidad consciente te permitirá sentirte seguro de que no te estás traicionando. Te ayudará también a tomar las decisiones que atiendan tus deseos y anhelos, satisfagan tus necesidades, fortalezcan tus habilidades y honren tus valores. Estás llamado a ser lo que eres y a favorecer la utilización de tu consciencia en pro del bienestar personal. Por tanto, reitero que la base de la autoestima no está en decir “me lo merezco” sino en dos condiciones propias de nuestra especie humana: En que somos seres con consciencia y el dominio del medio

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ambiente y nuestra supervivencia depende del uso apropiado de la misma, es decir de nuestra capacidad de pensar: valorar el contexto, reconocer nuestras habilidades, elegir lo que deseamos alineando nuestras aspiraciones con nuestras posibilidades, y tras ello, actuar. En que el uso correcto de nuestra consciencia, de nuestra mente, no es automático, innato o instintivo. Existe la posibilidad de elección y error, y por tanto surge la necesidad de enfrentarnos a la consecuencia de nuestros actos. Tan instintiva no es nuestra capacidad consciente, ya que podemos evadir las preguntas que surgen producto de ella de forma intencional. A diferencia de los seres humanos, los animales actúan por instinto, orientados por ese impulso natural e irracional, por lo que no tienen gran margen de error, su actuar es una reacción automática ante los estímulos del ambiente. Para las personas, la respuesta a los acontecimientos del entorno depende de la valoración de las circunstancias y del proceso de elección adecuado o inadecuado ante ellas. La manera de afrontar los desa íos básicos de la vida –sostener relaciones, superar experiencias dolorosas, encontrar una forma de ganarnos la vida, entre otros– estará siempre sujeta a una autoevaluación. Por más condicionada que esté nuestra libertad, por la in luencia de los genes, las experiencias infantiles, el contexto al que pertenecemos, los acontecimientos azarosos que nos han ocurrido, siempre tenemos un punto de libertad para escuchar nuestra interioridad e ir construyendo una vida más acorde a lo que ella nos dicta.

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2. ¿Quién soy? Construyendo mi identidad Comencemos pues el recorrido de consciencia distinguiendo cómo se va labrando un camino certero para incrementar la seguridad personal. Cuando las cosas en tu vida marchan como lo has ido planeando, te sientes en paz contigo mismo, funcionas de forma positiva y quizás nada te lleva a dudar de tu valía y de tu capacidad personal. Pero existen momentos o etapas en las que por algún suceso o por alguna decisión que tomas puedes sentirte descolocado y preguntarte: “¿quién soy hoy?”, “¿qué ha valido la pena de lo que he decidido?”, “¿cómo enfrento esta situación?”, “¿con quién cuento realmente?”, “¿qué sigue?”, “¿cómo he de decidir?”. Estas preguntas aparecen haciéndote dudar de ti mismos y cuestionando el sentido de tu vida. A esta experiencia de vulnerabilidad podemos llamarla “crisis de identidad”. Al hablar de identidad me re iero al “núcleo que constituye el yo”, quiénes somos y cómo nos constituimos. La identidad se forma por la interacción con el medio que nos rodea aunado a la personalidad de cada individuo. Es un referente interno a partir del cual interactuamos con los demás. Antaño se pensaba que era la “esencia” de la persona y por tanto era inmutable, pero al paso del tiempo se constata que la identidad no es rígida ni ija, por el contrario, se modi ica a lo largo de la vida justo por las diversas experiencias transitadas, las relaciones interpersonales generadas y los logros o fracasos obtenidos. La identidad adulta se construye a través de diversos puntos de conexión con el medio que te rodea. El entorno te retroalimenta y te ayuda a moldear tu identidad, de la misma forma como el vivirnos a nosotros mismos in luye en nuestra relación amorosa, nuestra

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elección de carrera, las amistades que generamos, los logros personales, el trabajo que realizamos, el disfrute de un pasatiempo, entre otras cosas. Por ejemplo, la identidad de un deportista se verá muy condicionada por su rendimiento ísico. Si bien también en ella convergen otros factores alrededor de su vida, el desempeño corporal abarcará un alto espectro de su identidad personal. Cada quien deposita su sentido de identidad en diferentes puntos de referencia a los que considera importantes o valiosos en mayor o menor grado, dependiendo de sus rasgos personales, sus intereses y las demandas de su entorno. Cuando alguno de esos puntos se desbalancea, la identidad sufre y viene el cuestionamiento sobre quién eres. Lo que parecía que tenías conquistado respecto a ti mismo o ti misma se quiebra al punto de que puedes llegar a sentir que no vales y que la vida sin aquello que pierdes no tiene mayor sentido. Pero debes entender, a diferencia de lo que antes se creía respecto a la identidad, que ésta no es ija: no eres siempre la “misma” persona. Con esta a irmación no me re iero a estar con volubilidad permanente o con inestabilidad emocional, mucho menos a tener “personalidades múltiples”. Lo que sucede es que en las distintas etapas de la vida, las elecciones diversas tomadas, los distintos lugares en los que quizás has vivido, los trabajos varios realizados, los amores que experimentas y demás, te ayudan a construir y reconstruir la propia identidad, modi icando paso a paso la vivencia que tienes de ti mismo. La identidad se empieza a con igurar en los primeros años de tu vida pero se consolida en la adolescencia, creándose a partir del intercambio con los demás. Claro está que el objetivo en la vida es desarrollar la capacidad de cuestionar el entorno y a ti mismo, de manera autónoma y responsable, para poder tener una mirada crítica ante lo que vives y lo que el medio te demanda, y así dar una 13

respuesta que te aporte integridad, bienestar y congruencia. Generalmente, cuando tienes una idea de quién eres, de qué quieres, o cómo te distingues de los demás piensas que has construido “ inalmente” tu identidad. Pero cuando algo se trastoca en tu vida, o no resulta como lo esperabas –un despido, un divorcio, una quiebra, la muerte de un ser querido- la identidad sufre y se necesita reacomodar. Quizás hoy atraviesas alguna situación, sea cual sea, que te obliga, sin desearlo, a cuestionar quién eres y a reinventar tu identidad. Pareciera que ese “tú” que se mostraba anteriormente al mundo, hoy te resulta un tanto desconocido, desubicado e inoperante. Vivir así es efecto de alguna particular pérdida o transición que te sobrevino temporalmente, o bien de los cambios veloces con que la vida nos reta en la actualidad. El efecto de este desacomodo puede manifestarse de diferentes modos. Tal vez experimentes una sensación de falta de foco en tus acciones, de dar tumbos queriendo algo y luego no deseándolo. Posiblemente también sientas cierta pérdida de dirección y te molesta la ambivalencia de no saber hacia dónde dirigirte, como si hubieses perdido la “brújula”. Esta desorientación general te puede llevar a pensar que todo da lo mismo, que nada vale la pena, que siempre elijes mal, sintiendo un desencanto por los valores y principios que valorabas anteriormente. La inseguridad puede apoderase de ti, y la constatación de que no tienes las herramientas para seguir adelante pueden socavar tu sentimiento de autovalía. La sensación de pequeñez, insu iciencia, inutilidad y poca importancia te hará mostrarte con una fuerza débil y con di icultad para decir lo que quieres, lo que necesitas o lo que ya no te sirve. La desorientación y la vulnerabilidad pueden ponerte defensivo y/o agresivo mostrando conductas como la vigilancia, la descon ianza, el encierro, la dependencia, la necesidad de control, entre otras. 14

El malestar experimentado puede generar en ti la tentación de encontrar respuestas rápidas, fáciles y super iciales que te den apoyo. No obstante, el proceso de crecimiento no se da de esta forma, y llegar a conclusiones triviales te dejará una sensación de falta de solidez, de poca estabilidad y de escasa integración, en síntesis, una vivencia de insatisfacción general. Esta crisis de identidad se dará más de una vez en tu experiencia vital. Aun así, la experiencia y el trabajo personal te ayudarán a afrontarla de manera diferente. Los cambios inevitables y el sufrimiento propio de la vida nos llevan a cuestionar y a replantar permanentemente quiénes somos. Reconstruir la identidad y reposicionarse requiere en primera instancia de revisar el autoconcepto y de trabajar para fortalecer una sana autoestima. No hay caminos fáciles ni recetas mágicas. Sin embargo, este recorrido hacia el autoconocimiento tampoco es tan desolado. Si bien está lleno de retos y algunos sufrimientos, reporta al mismo tiempo la grati icación más consistente para la persona: el amor a ti mismo, la conquista de tu propia autonomía y el diseño de tu futuro. Y es que un claro sentido de identidad nos da una experiencia de coherencia, consistencia y continuidad en medio del cambio. Posibilita la autonomía, potencia el deseo de vivir, favorece la facultad de generar un proyecto de vida y de construir relaciones signi icativas sin perderte en las demandas ajenas y los mandatos sociales. Una identidad construida e integrada te permitirá pensar, crear y concretar anhelos y erigirte como el arquitecto de tu propio destino. No te acercarás a los demás por la pura necesidad de que con irmen tu imagen sino que verás en ellos a otros acompañantes de tu crecimiento. En tres palabras: ser tú mismo. Revisemos alternativas para que emprendas el camino hacia la reconstrucción de tu identidad.

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3. El concepto de “sí mismo” o autoconcepto El concepto que tenemos de nosotros mismos está relacionado con el sujeto que consciente o subconscientemente pensamos que somos: rasgos ísicos, psicológicos, cualidades, defectos, etcétera. Incluye las creencias sobre nosotros, las cuales se mani iestan en sentimientos y conductas. Esta forma de vernos modela nuestro destino pues in luye sobre nuestras elecciones y decisiones en la vida. El “sí mismo” se relaciona con cuatro dimensiones de nuestra persona: la corporalidad, las actitudes, lo erótico y lo intelectual. Éstas describen las maneras en que nos asomamos al mundo y tratamos con el exterior, es decir, cómo nos relacionamos con los demás y nuestra posición en relación al entorno que nos rodea. En la corporalidad, incluimos la belleza, la fortaleza y la distinción. En las actitudes, nuestra manera de relacionarnos con las personas, sea con ignorancia, con simpatía, con agresividad o con bondad. La tercera característica está constituido por lo erótico, lo masculino y lo femenino, el atractivo, la sensualidad, nuestro desear y ser deseados, nuestra habilidad para seducir. Y por último está lo intelectual, es decir nuestra capacidad de juicio y nuestra habilidad verbal, la información que tenemos, lo que la cultura nos da. Si bien se distinguen entre sí, estas cuatro dimensiones se mezclan en diversas proporciones, dependiendo de las circunstancias y

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necesidades de la persona en juego. Pero ¿qué ocurre si estás en una crisis de identidad y pierdes tu sentido de coherencia y consistencia? Al haber perdido tu sentido de identidad, experimentas un derrumbamiento de tu propia concepción y estas cuatro dimensiones se alteran. De manera concreta, dejas de con iar en ti, sintiéndote como incapaz e inepto. El resultado inal es la parálisis ante los desa íos más cotidianos de la vida o el manejo inoportuno e ine icaz de los mismos. Puedes sentirte extraño, desubicado y atemorizado: la persona que antes “eras” hoy desconoce los territorios que atraviesa. Has de replantarte quién eres y a dónde vas. Cuando estamos viviendo algo que no se adapta a lo que creemos que somos, nos produce ansiedad, sentimos que nuestra identidad se desmorona y nos resistimos a cuestionar dichas creencias y nuestra forma general de pensar. Esa ansiedad termina siendo la que conduce nuestras acciones, dejando de lado el pensamiento re lexivo. Las decisiones tomadas desde el miedo y la resistencia a revisar el concepto que tenemos de nosotros mismos pueden sabotear nuestros mejores anhelos, proyectos e intenciones en la vida. La tragedia de muchas personas viven consiste en al dejárseles elegir entre validar sus creencias y así tener la razón o la oportunidad de ser felices, pre ieren tener la razón. Escogen “malo por conocido que bueno por conocer”. Introducirse en el recorrido de la incertidumbre para cuestionar viejas creencias y desbancar antiguos patrones les genera demasiada ansiedad como para continuar el camino de la mejora personal. Aquí radica la fuerza y la importancia del autoconcepto puesto que éste crea un conjunto de expectativas sobre lo que es posible y apropiado para nosotros. No se trata de vivir en la grandiosidad o en la irrealidad pero sí de reconocer que ciertamente todos tenemos la 17

oportunidad de conocernos a nosotros mismos, mejorarnos y aumentar nuestra experiencia de bienestar y realización personal. La solidez del autoconcepto es quizás el aspecto psicológico que más in luye en la capacidad de construir y reconstruir la vida. Un sano concepto propio te permite mirarte con aprecio y agrado, acercarte al otro con gusto y curiosidad, facilitando que los demás nos devuelvan una mirada fortalecedora. Un autoconcepto sólido facilita la reconstrucción de la identidad ante los cambios de la vida. ¿Cómo fortalecer el concepto que tengo de mí mismo? Siendo tan importante para el desempeño en la vida ¿de qué depende el autoconcepto? La respuesta es contundente: de la toma de consciencia y uso oportuno de los atributos personales. Al hablar de lo segundo nos referimos a los rasgos, predisposiciones, aptitudes, capacidades, destrezas y habilidades propias que todo ser humano posee y que pueden ser desarrolladas por él mismo. Naciste con una carga genética que te hace más proclive a actuar de cierta manera. Esta herencia sin duda te predispone a tener ciertos atributos personales que son particulares; por su parte, el medio también ha propiciado que desarrolles diversos rasgos, algunos que facilitan y otros que entorpecen tener un buen autoconcepto. Sin embargo, más allá de la predisposición genética y del condicionamiento social, es indiscutible que los atributos pueden ser desarrollados por ti con consciencia y voluntad. A diferencia de los rasgos ísicos que son poco modi icables, los atributos personales se ubican en el territorio de lo psicológico y de lo social. Por esto puedes aprenderlos, cultivarlos, practicarlos y adoptarlos con mayor o menor grado de di icultad. Así, la inteligencia integral, la simpatía, la sensibilidad, la con iabilidad, incluso actitudes y destrezas como la capacidad de empatizar, la

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elegancia en el modo de estar, la amabilidad y la sinceridad, todas puedes integrarlas como atributos personales si las consideras valiosas y útiles. No todos tenemos los mismos atributos personales. Asimismo, no podemos negar que hay gente que despliega de manera más “natural” algunas características que nos parecen envidiables y que quisiéramos tener. Pero lo que consideramos valioso, importante y necesario para vivir y destacar varía de cultura a cultura, de familia a familia, de contexto a contexto. De ahí la necesidad que con tu capacidad consciente te cuestiones si eso que deseas y no tienes corresponde a algo que es importante para ti o que lo sobrevalora tu entorno. Sin duda, somos seres sociales y todos queremos tanto pertenecer como agradar, pero querer complacer a todos y luchar para que nos valoren a cualquier costo es el camino directo de la insatisfacción. Ahí reside la importancia de la relación contigo mismo o misma para que valores lo que es bueno, deseable y oportuno para ti. De cualquier forma, tú eres responsable de la construcción de un autoconcepto sano mediante el desarrollo de tus atributos “positivos” y la moderación de los atributos “negativos”. Muchas veces se considera positivo lo que gusta a los demás, lo más popular, y negativo lo que es diferente, poco común. Primero tendrás que distinguir si el juicio sobre lo que es “negativo” corresponde a rasgos que realmente te metan en problemas, alteren tu equilibrio y lastimen a los demás. A esto agrego que es importante revisar si tienes distorsiones cognitivas sobre la persona que eres. En su manera de concebirse, muchas personas omiten atributos de valor que poseen o bien exacerban la presencia o el peso de atributos limitantes. Es fácil alterar el autoconcepto, basado en condicionamientos a lo largo de la vida. De ahí la importancia del autoconocimiento con base en 19

referentes internos, nuestra propia experiencia y re lexión, y con referentes externos, mayormente proveniente de retroalimentación del entorno. Todos estos rasgos que constituyen tus atributos personales tienen su iciente margen de cambio porque se dan en el territorio de lo emocional y de lo social. Claro, lo que quieras mejorar o limitar no cambiará por el simple hecho de ahora conocerlo, necesitarás ejercitar tu voluntad. Tener consciencia es un primer paso, pero gestionar el cambio implica la acción perseverante. Un ejemplo concreto sería la inteligencia y su uso práctico: la inteligencia que tengas, bien utilizada, te permitirá entender el contexto cercano, resolver situaciones, tomar iniciativas adecuadas, analizar lógicamente problemas y actuar en consecuencia. También te facilitará entender los argumentos ajenos y saber estructurar los propios. Si la usas y desarrollas para favorecer tu capacidad de comunicación, asegurarás un grado de bienestar y éxito social. No tienes que ser excesivamente dotado o culto para poder potenciar el uso de tu inteligencia a favor de lo que quieras lograr. También con esta cualidad se puede dar el caso contrario. Si en tu enojo, por ejemplo, utilizas la inteligencia para ensalzarte, aplastar y devaluar a la gente, renegar del amor y hacer sentir a todos los que te rodean como inferiores a ti, será di ícil adquirir un sano autoconcepto y reconstruir tu sentido de identidad. Hay quienes teniendo una inteligencia media tienen la virtud de convertirla en energía positiva al servicio de la comunicación interpersonal. Por tanto, más que preocuparte por la magnitud de tu inteligencia ocúpate en hacer buen uso de la misma. Este ejemplo es aplicable a otros atributos personales como lo sería la simpatía. Ésta es la inclinación o afecto natural que experimenta una persona respecto a otra. Incluye la capacidad de despertar el interés de los demás mediante el uso del ingenio y el 20

don de gentes. La simpatía es un derivado de la inteligencia verbal, la habilidad social y la capacidad de adaptación al entorno. La persona simpática sintoniza rápidamente con las circunstancias y reacciona de forma variada y lexible ante lo que ocurre a su alrededor. No todos poseemos los mismos rasgos pero todos tenemos diversidad de recursos. ¿Será que por mirar los atributos más aceptados por la sociedad has dejado de reconocer los tuyos? Si bien la simpatía es un valor positivo bastante reconocido por la gente, también puede serlo en otro sentido la seriedad. La inteligencia es muy valorada, pero sólo si se expresa adecuadamente, lo mismo ocurre con la sensibilidad o la sinceridad. El uso oportuno de estas cualidades hará que se disfruten y que gusten a la gente; el abuso y derroche de las mismas puede empalagar e incluso ofender a los demás. Recuerda que el despliegue de las dimensiones de tu personalidad en el área corporal, actitudinal, erótico e intelectual se basa en el autoconcepto, y pese a que no puedes modi icar esa personalidad del todo, sí tienes la capacidad de mejorarla voluntariamente. La clave te la he dado: trabaja en explotar tus atributos personales y convéncete de que el éxito de esto reside menos en la magnitud de los mismos que en el hecho de que los uses adecuadamente. Cualquier cualidad se convierte en defecto si no se usa sabia y oportunamente. Haz de tu mejor parte tu mayor parte.

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4. De iniendo la autoestima La autoestima, a diferencia del autoconcepto, se empieza a forjar en la primera infancia como consecuencia de los cuidados y caricias recibidos de nuestros cuidadores primarios, generalmente nuestros padres. Cuando eres niño, integras en tu psique una secuencia de acciones que proviene de la crianza de tus padres, y que pocas veces queda claramente registrada a nivel consciente. Las miradas, palabras, omisiones, acciones y expresiones de quienes te criaron en la infancia es la primera valoración que guardas sobre la persona que eres. Con mayor o menor in lujo en tu vida, tal apreciación tiñe la valoración que haces hoy de ti mismo. La autoestima se considera una necesidad de orden psicológico, visto que su ausencia relativa o su merma entorpecen tu capacidad de funcionar. Por eso a irmamos que la autoestima es una necesidad, sin ella puedes “sobrevivir” pero la requieres para vivir bien. El nivel de autoestima que tengas tiene profundas consecuencias en todos los aspectos de tu existencia: afecta la forma de actuar en tu trabajo, el modo en que tratas a la gente y la manera en que permites que los demás te traten. También in luye en tus elecciones amorosas -el tipo de personas de las que te enamoras- y en tu vida sexual. La autoestima incide en la forma de relacionarte con tus padres, con tus parejas e hijos, en el nivel personal de felicidad que alcances y en el logro de tus metas de vida en general. No me atrevo a a irmar que el único ingrediente de éxito para el amor, el trabajo o el bienestar, sea adquirir una buena autoestima. Existen muchos condicionantes externos que in luyen en tu vida, como las diferencias de poder entre las personas, los in lujos de ideologías

locales,

las

quiebras

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inancieras

nacionales,

las

consecuencias de catástrofes naturales, o la ine icacia de los sistemas políticos. Aun así, la forma de abordar las circunstancias que te rodean y la posibilidad de tener su iciente capacidad de acción, superación, o adaptación en relación a ellas, tiene que ver con tu nivel de autoestima. Veamos pues cómo ir trabajando en ti mismo o en ti misma en pro de favorecer la construcción de una sana estima propia. De algún modo, el efecto de la autoestima, ese juicio o valoración que haces de ti mismo, compromete tu experiencia de ser o no ser seguro. Imagina la escena de un niño que observa a sus padres pelear y al preguntar “si están enojados”, alguno de ellos contesta, “no, estamos cansados”. Otro día ese mismo chico nota el fastidio de su padre para con él, cuando no una franca palabra de rechazo, y le pregunta: “papá, ¿te gusta estar conmigo?”, a lo que el padre responde secamente “claro, eres mi hijo”. El niño, tras vivir estas experiencias cotidianas de ambivalencia y contradicción, sin mencionar explícitas negligencias y abusos a lo largo del tiempo, comienza a dudar de sus propias percepciones y a dar validez a las a irmaciones de sus padres. En la infancia, tu propia indefensión y necesidad de con iar en tus cuidadores te lleva a dar más credibilidad a lo que ellos a irman que tu propia percepción de lo que está sucediendo. Esto puede poner en duda la validez de tus apreciaciones y a descon iar de ti mismo. Así se gesta la duda interna, y de ella la inseguridad personal. Debido a ello, de adulto o adulta pierdes el propio referente y tienes la necesidad o la mala costumbre de dar más valor a las respuestas del exterior que a tu experiencia interna, ya sean aquellas de desprecio, falta de aceptación o abuso. A esta falta de seguridad propia, si no te sentiste muy querido o querida en la infancia puedes también dudar de ser digno de amor y de merecimiento ahora que te encuentras en la adultez, y de ser 23

competente para sacar adelante, de manera satisfactoria, los retos que la vida te presenta. Sin embargo, la experiencia en los primeros años de la vida no es de initoria. Más aún, que tus padres te hayan querido por ser su hijo o hija tampoco es su iciente para considerarte valioso, para sentir que mereces el amor de los demás y para alcanzar los logros que te propones. De hecho, hay quienes siendo “muy queridos”, por no decir, sobreprotegidos, tampoco desarrollan su capacidad de acción, sintiéndose desorientados y limitados para ejercer las acciones necesarias para construir la propia vida. ¿Cuál es la relación entre el autoconcepto y la autoestima? Un buen autoconcepto permite rede inir la autoestima y sentirnos valiosos. ¿Por qué? Porque la autoestima deriva en dos elementos importantes: sentirte capaz o competente y sentirte merecedor o merecedora. Del resultado de ambos haces o dejas de hacer una valoración positiva o negativa de ti mismo. Recuerda que tu consciencia o capacidad re lexiva posibilita que gustes de ti o te desprecies, y esta evaluación es la que te puede hacer sentir valioso, competente y merecedor de amor. Como fuerza motivadora, la autoestima te permite experimentarte como una persona competente para afrontar los desa íos básicos de la vida y como merecedora de amor y felicidad. Volviendo a Nathaniel Branden, describiremos los dos componentes que son constitutivos de esta autovaloración positiva: · La autoe icacia o competencia: Sentimiento de capacidad personal. Ésta permite que con íes en ti mismo, que te sientas e icaz y capaz para enfrentar los desa íos básicos de la vida: cuidar de ti, ser responsable de tu vida, generar los medios económicos que te sustenten, superar lo desagradable y las adversidades, ser efectivo en las relaciones humanas. El efecto concreto de sentirte competente es con iar en tu 24

capacidad de pensar, en el funcionamiento de tu mente como herramienta de conocimiento que te permite juzgar, elegir, decidir, corregir, etcétera. Esta sensación también te ayudará a reconocer y con iar en tus percepciones de manera que puedas comprender y respetar la realidad, al tiempo que facilita el desarrollo de tus atributos personales para enfrentarla. Ser competente no signi ica ser “superman” o “superwoman” y por tanto ser experto en cualquier área existente; donde tampoco implica poderlo y saberlo todo. Tus intereses, valores y circunstancias determinan las áreas que vas a focalizar y que necesitas o quieres desarrollar. Dudar de tu capacidad personal para resolver y hacerte cargo, te paraliza, genera ansiedad y una incómoda sensación de no poder dirigir el curso de tu vida. Por el contrario, sentirte capaz no te dará el control de todo ni la solución mágica a cualquier problema, pero facilitará que te experimentes como el centro vital de tu propia existencia y el conductor de tu destino. · El otro elemento que compone la autoestima es la autodignidad: Sentimiento de valor personal. Esto está relacionado con sentirte digno, respetable y con la convicción de lo valioso o valiosa que eres. El sentimiento de valor personal te permite apreciarte como alguien merecedor de amor y felicidad y por tanto actuar para satisfacer tus necesidades, respetar tus deseos, reconocer y expresar tus sentimientos y defender tus principios. Justamente sentirte merecedor te permite gozar del logro de tus esfuerzos y cuidarte, al tiempo que te haces respetar por los demás. La experiencia de autovalía posibilita relaciones equilibradas, no temer al encuentro con los demás y evitar caer en el aislamiento (“no valgo, no soy digno o digna de nadie, no merezco amor ni amistad”). Ayuda también a no caer en la necesidad enfermiza de la anuencia de 25

los demás (“sin los otros no valgo nada”). Los pilares de la autoestima Construir la propia autoestima toma tiempo, inteligencia y sin duda el ejercicio de tu voluntad. Branden comparte las siguientes prácticas para atravesar el proceso pero he de enfatizar que en la base de todas ellas está el compromiso de vivir conscientemente. A lo largo de este texto he reiterado que somos seres pensantes, lo cual te permite darte cuenta de ti mismo o de ti misma y además de lo que te rodea sino de darte cuenta de que te das cuenta, y por tanto de ser autorre lexivo. De ahí es que surgen las preguntas cuyas respuestas te suman o restan autoestima: ¿quién soy?, ¿qué quiero?, ¿me encamino a mis metas? Tu consciencia te permite -dependiendo de la valoración que hagas de ti con base en lo que respondas a estas preguntas- evaluarte favorable o desfavorablemente. Más allá de la mirada que hayas recibido de tus cuidadores primarios, hoy puedes trabajar en esa autoevaluación si inicias con el compromiso de vivir de manera consciente. La persona consciente confronta su pensar interno con la realidad externa: re lexiona, valora, analiza y con base a estas operaciones mentales, toma decisiones. Pocas cosas son tan nocivas y alienantes como la recóndita sensación de que te estas engañando a ti mismo o a ti misma y de esa forma devaluar tu naturaleza consciente. Revisemos los siguieres pilares sobre los cuales se construye la autoestima. Todos ellos implican acciones conscientes y sostenidas. Aceptarse a uno mismo. El uso adecuado de tu capacidad consciente te permite conocerte, en primera instancia, y luego aceptar la persona que eres. Autoaceptarte signi ica relacionarte positivamente con lo que eres y convivir con 26

ello. Esto no signi ica ser conformista, menos aún mediocre, sino desarrollar una sensatez genuina y amorosa que distingue lo que te gustaría ser de lo que eres, que diferencia tus aspiraciones con tus posibilidades, limitaciones y cualidades. Entendiéndote como parte de una historia y un contexto, reconociendo los condicionamientos que te fueron modelando, el proceso de aceptación por tanto te permite ir integrando y abrazando tu realidad, transformando lo que no sirve hoy, e ir dejando atrás culpas o resentimientos que impiden la sana relación contigo mismo. La asertividad. Esta consiste en la capacidad de autoa irmarte. Con consciencia y autoaceptación puedes desarrollar la fuerza para hacer valer lo que quieres, pedir lo que necesitas, externar lo que valoras y poner límites a lo que te perjudica. Esto se puede hacer de manera contundente y e icaz pero sin necesidad de violentar a los demás al tiempo que validas tus propios deseos, valores, intereses y necesidades. La asertividad es un concepto aportado por la psicología para comprender y mejorar nuestras relaciones sociales y nuestra situación personal, dando a nuestros pensamientos, sentimientos y creencias personales el respeto y el espacio que hemos darle a lo que atañe a los demás. De esta forma puedes relacionarte con las personas con la con ianza de que eres capaz de cuidarte a ti mismo, de hacer valer tus propios derechos en forma clara, abierta y apropiada, y sin necesidad de atropellar los derechos de las otras personas. La congruencia. Ser congruente implica vivir con integridad. La integridad consiste en alinear lo que pensamos, con lo que decimos y hacemos. Ser congruente requiere primero reconocer tus principios de conducta. Sin una escala de 27

valores propia que direccione tu actuar avanzarás dando tumbos y mimetizándote con valores ajenos a los tuyos. Por eso tienes que reconocer qué es valioso e importante para ti, distinguiendo tus principios de los prejuicios y las presiones sociales. A veces, los discursos dominantes de la sociedad, de tus padres, de la escuela, de los amigos, etcétera, te hacen confundir lo que crees de lo que “deberías” querer. Siendo iel con lo que crees y valoras desarrollaras una vida íntegra y congruente, tendrás una línea de acción y no sentirás que te traicionas a ti mismo. Asumir la responsabilidad de ti mismo o de ti misma y por tanto de las consecuencias de tus actos. No puedes delegar en otros el éxito o fracaso de tu propia vida, es decir, no eres víctima de todo lo que te pasa. Desarrollar una agencia personal desplegando recursos y competencias, asumiendo errores, fracasando a veces, pero volviéndote a levantar, te convierte en actor de tu propia vida. Reconocerte como el arquitecto de tu propio destino te compromete con la construcción de tu vida y respetarla. El autorrespeto es una forma positiva de valoración, de tomarte en serio y de con iar en ti. Las víctimas que ven pasar su vida, culpando a los demás de lo que les sucede, sin pedir genuina ayuda e incapaces de frenar, cambiar el rumbo y actuar, dan lástima, generan enojo. No producen admiración y menos aún resultan atractivos e interesantes. Vivir con un propósito. El propósito es la motivación que da dirección y signi icado a la propia existencia. Identi icar qué da sentido a tu vida, cuáles son las metas que quieres lograr y las acciones que te llevarán a ellas, es entender qué tiñe de propósito tu diario vivir. Si tienes un para qué es más fácil encontrar el cómo. Generalmente el propósito se obtiene del 28

reconocimiento e intersección de los siguientes factores: Lo que te gusta hacer. Lo que sabes hacer. Lo que te pagan. Lo que el mundo necesita. De estas cuatro dimensiones se entreteje tu misión en la vida, con tu pasión, tu vocación y tu profesión. Como podrás observar la autoestima, más que un sentimiento u opinión personal, es una poderosa fuerza motivadora interna que te inspira a actuar. Ésta se conquista a través de un proceso paulatino que incluye integrar los pilares arriba mencionados: la aceptación personal, el ser congruente con lo que deseas, piensas y sientes, el hacer uso de la asertividad como medio para a irmarte y hacer valer tus deseos, valores e intereses, el asumir la responsabilidad por ti mismo o de ti misma y el encontrar un sentido de propósito que de dirección y signi icado a tu existencia. No me cansaré de insistir que el camino de la autoestima requiere de un alto grado de consciencia y de voluntad. La integración de la práctica sostenida a través de acciones concretas en la línea de los pilares mencionados, te permitirá conquistar la experiencia de la competencia personal y la autovalía. Una autoestima positiva reporta la grati icación más consistente para la persona: el amor a uno mismo, la conquista de la propia autonomía y el diseño del propio destino.

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5. Voluntad, voluntad y más voluntad Quien se mejora a sí mismo o a sí misma gana autoestima. A su vez ésta otorga seguridad y con ianza, indispensables para vivir satisfactoriamente y salir fortalecido de cualquier crisis que la vida nos plantee. Pero no hay caminos fáciles ni recetas mágicas para construir la autoestima. Lo que sí existen son acciones que facilitan su desarrollo. Esto nos invita a cuestionar las estrategias que dan directriz a nuestras acciones, y que como parte de la maduración personal nos llevan a la conquista de la autoestima. No podemos negar que somos una generación con poca voluntad: dejamos de hacer lo que necesitamos y luego nos quejamos por no conseguir lo que queremos. ¿Serás de los que quiere sentirse bien consigo mismo o consigo misma y con los demás sin entregarte a la tarea y al esfuerzo que demanda el logro de tus objetivos? Tendrás más resultado en mejorar tu autoestima y actualizar tu autoconcepto si te dedicas a actuar de manera que utilices al máximo tus atributos personales en las diversas áreas de oportunidad que te brindan los pilares de la autoestima. Culpar a los demás de tus obstáculos y fracasos es una postura fácil pero con efectos contraproducentes que tendrás que asumir, mientras que usar tus atributos personales para generar autoaceptación, practicar la asertividad, comportarte con congruencia y encontrar tu sentido de propósito, es el sendero de la conquista de la autoestima. La clave para emprender este camino es el desarrollo de la voluntad. Si te quedas únicamente leyendo o imaginando sentado lo que podrías llegar a ser, pasará el tiempo sin resultado alguno. Ciertamente la consciencia te lleva a darte cuenta y tomar elecciones adecuadas, pero es la acción la que te permite transitar y lograr el

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desarrollo de tus atributos personales, y con ellos la experiencia de competencia personal y de autovalía. Las palabras estrategia y sendero son indicadores importantes a considerar en la consecución de la autoestima y de la madurez personal. Estas habilidades no se consiguen teorizando ni se desarrollan en la mente de la persona. Si bien surgen de tu capacidad consciente solamente se implementan mediante conductas concretas en el día a día. Si quieres mejorar tu autoestima, gustar de ti mismo o ti misma y vivir integralmente en la vida, necesitas primero estar satisfecho o satisfecha con lo que haces. Comprender esta a irmación y su e icacia requiere de determinadas prácticas a las cuales les llamamos conductas de autovalidación. De hecho el desarrollo de los atributos personales se ejercita a través de estas conductas. Cuando al hacer o decir algo te sientes más auténtico, autónomo, congruente o positivo, estás desarrollando una conducta de autovalidación. Estas acciones son una especie de “gimnasia mental” que te ayuda a activar el potencial psicológico que tienes latente. Necesitas actuar para actualizar tus recursos internos, no basta con lo que re lexiones y lo que pienses. Si no pierdes de vista los pilares de la autoestima, tus conductas de autovalidación se centraran principalmente en atender tales procesos y con ellos tu autoevaluación positiva y el fortalecimiento de tu seguridad personal. ¡Qué importante es reconocer que la con ianza en nosotros mismos no se consigue con bienes materiales, amigos a granel y un cuerpo perfecto! Tampoco alcanzando la meta tan deseada en tu vida: tener una pareja, terminar una carrera, viajar a otro continente. En efecto, la belleza ísica, los recursos económicos, los buenos lazos sociales, el amor, los viajes, y los coches, así como otros bienes y muchas más circunstancias (un trabajo grati icante, una casa segura, un país próspero y en situación de paz) son todos factores que 31

facilitan o entorpecen la sensación de seguridad personal, pero hay muchas personas que poseyéndolos, son inseguras y están insatisfechas. Es momento de que reconozcas que lo que más suma a tu seguridad personal y a tu experiencia de autosatisfacción y autoestima, es el desarrollo de tu potencial interno, es el desa iarte, cambiar tus paradigmas en cuanto a lo que otorga autoestima y felicidad, y trabajar en ello. La práctica de las conductas de autovalidación es el paso más concreto para echar a andar el procedo de conquista de la autoestima. Sí, pequeñas acciones sostenidas que apuntan a un in concreto te pueden llevar al lugar que deseas en cuanto a tu experiencia de autovalía y de competencia personal. Decídete pues a elegir con qué acciones iniciarás tu trabajo personal. Los actos de autovalidación pueden darse por acción o por omisión. Un mentiroso que deja de mentir practica una conducta de autovalidación por omisión y un tímido que expresa sus sentimientos lo hace por acción. Esta práctica conductual a través de acciones u omisiones concretas genera una sensación de bienestar, alegría y seguridad interior que ayuda a reforzar el autoconcepto y la autoestima. ¿Cuántos comportamientos voluntarios realizas y te producen la sensación de ser protagonista activo de tu vida? Las conductas de autovalidación te permiten actuar bajo tus propios parámetros, con el mayor grado de consciencia posible, convirtiéndote en impulsor de tu propio crecimiento. Podrás pensar ¿por qué es tan di ícil el camino de la autovalidación si se trata de conductas sencillas y concretas? La respuesta es simple aunque llevarla a cabo representa un reto profundo: Toda conducta de autovalidación desa ía inercias. Dichas inercias o modos comunes de actuar impiden el cambio.

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Detener y mover estas inercias requiere de esfuerzo y determinación. Integrar a la vida estos cambios de comportamiento siempre genera dudas: ¿estaré haciendo lo correcto?, ¿servirá de algo este esfuerzo?, ¿perderé el cariño de los que me importan?, ¿haré el ridículo? Por eso, vencer los obstáculos que te detienen a actuar produce cierta ansiedad que has de estar dispuesto a tolerar y atravesar. Aprender a calmarse es muy importante para tolerar la ansiedad que se ha de atravesar al hacer las cosas de forma diferente. Aprender a calmarte Trabajar en la autoestima siempre implica salirnos de nuestra zona de confort y correr el riesgo de hacer cosas distintas para vivir de forma diferente, lo que inevitablemente implica tolerar cierta ansiedad y a veces incluso mucho miedo. Si no tienes la capacidad de tranquilizarte será imposible dar el paso que necesitas para atravesar el temor a ser asertivo y autoa irmarte, que está en la base de la mayoría de los factores que nos impiden adquirir seguridad personal. Nuestro cerebro, producto de millones de años de evolución, reacciona rápidamente ante cualquier sensación de peligro dando señales de alarma. Si bien hoy no nos enfrentamos ya a las contingencias de nuestros ancestros, nuestro sistema nervioso central y periférico sigue respondiendo con la misma velocidad. Algunas de las señales de alerta que recibimos del entorno tienen que ver con peligros reales, como en el caso de verdaderos acosos o amenazas ísicas; otras se activan al reconectar con situaciones

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traumáticas de experiencias anteriores, vividas principalmente durante nuestra infancia; y unas más se detonan por creencias erróneas enquistadas sobre la vida, las relaciones, nosotros mismos y los demás. El reconocer las diferencias existentes entre las distintas señales de alarma es de suma importancia para reaccionar en concordancia con lo que se nos está presentando. Autocalmarse es la única manera de lograr conversaciones donde se pueda escuchar al otro, ponerse en su lugar, re lexionar sobre los propios criterios, necesidades e intereses, plantear lo que quieres dentro de un ambiente en el que predomine la asertividad. ¡Cuando te alteras, se necesitan alrededor de 20 minutos para que los neurotransmisores cerebrales se nivelen de nuevo y puedas tranquilizarte lo su iciente! 5 tips para auto calmarte: 1. Controla tu respiración, cuando estés nervioso o respiras agitadamente. Cambia tu respiración hasta que sientas que ésta se vuelve

regular.

Tómate

tiempo

para

inhalar

y

exhalar

abdominalmente. 2. Identi ica áreas de tensión muscular en tu cuerpo y primero intenta tensar para luego relajar ese grupo de músculos. Empieza con tus piernas, sigue hacia tu espalda, brazos, hombros, cuello y cara. 3. Deja que la tensión luya hacia afuera de cada uno de los grupos de músculos e imagina que éstos se sienten pesados. 4. Deja que la tensión luya de nuevo hacia fuera de cada uno de estos grupos de músculos (ahora pesados) e imagínalos con una sensación de calor. 5. Enfoca tu imaginación sobre una imagen o lugar que te produzca calma. ¡Aprendiendo a calmarte a ti mismo o a ti misma te permitirá estar 34

listo o lista para iniciar el cambio! No dejarás de sentir inquietud al hacer algo diferente, pero tendrás ya una herramienta concreta para reconocer lo que te pasa, modular tu malestar, manejarte mejor y sostener la acción.

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6. Cómo se hace para cambiar ¿Te sigues sintiendo como un agente pasivo de tu destino o empiezas a tomar las riendas de tu vida? A muchas personas se les va la vida esperando que algo pase, que alguien llegue o que su ángel les de la pista de cómo cambiar. Existe la magia de la autoestima sólo si tú haces lo que te corresponde para cambiar. Ya lo dijo San Agustín: “Ora como si todo dependiera de Dios, pero actúa como si todo dependiera de ti.” Existe siempre la tensión que se genera entre el deseo y la necesidad de cambiar y la comodidad de lo conocido. Los seres humanos nos sentimos cómodos cuando tenemos control sobre nuestras expectativas de competencia, con ianza y comodidad. Cuando las circunstancias varían y esas expectativas se perturban, nos hallamos ante el reto del cambio. Si nuestra capacidad de adaptarnos no es adecuada, sufrimos el impacto del cambio y nuestra conducta se hace inadecuada; es como si perdiéramos el equilibrio. Es probable que tu falta de autoestima te haya llevado ya a tomar decisiones incómodas e ine icaces y que estés listo para cambiar. Cuánto tardes (y si tendrás éxito o no) en adaptarte al cambio, dependerá de tu percepción del mismo como oportunidad o como amenaza. Ese marco de referencia está conformado –en buena partepor tus creencias. Te invito a que reconozcas que pensamiento recóndito te detiene a iniciar la conquista de la autoestima: Se pre iere evitar el malestar y ansiedad de lo desconocido y la incertidumbre.

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El cambio te implica un desa ío grande. El confort adormece tu consciencia y te impulsa al autoengaño. No te gusta correr riesgos. Piensas que te van a dejar de querer, y quizás perderás un amigo, una pareja o la aceptación de tus padres. Temes hacer el ridículo. Te falta voluntad, tiendes a posponer grati icaciones o a evitar la frustración, aunque ambas te lleven a un bien mayor. Intuyes una amenaza real como perder un trabajo. No sabes cómo iniciar la transformación de manera realista. Insisto, el primer paso para desa iar esas creencias y practicar acciones de autovalidación es que te plantees objetivos concretos y alcanzables, ya que estos te ayudarán a evitar intentos fuera de lugar y desequilibrios innecesarios. A mayor intento de cambio mayor es la ansiedad, pero también es más grande la satisfacción que experimentarás con el logro de tus metas. La ejecución de las propias conductas de autovalidación compensa sobradamente la ansiedad que te generará el cambio de actitud; rápidamente apreciarás que pequeñas acciones sostenidas en el tiempo producen importantes resultados. El opuesto a este proceso de rea irmación personal equivale a la autotraición: arrastrado por las expectativas de los demás, tu propia inercia y temores recónditos, dejas de hacer valer tus deseos, necesidades, intereses y valores yendo en contra de ti mismo. ¿No has sufrido en silencio la vergüenza de “venderte” y no defender tus convicciones? Pocas cosas generan tanta minusvalía y sensación de incompetencia como la traición a uno mismo. Actuar bajo parámetros ajenos o dejar de actuar por falta de voluntad te lleva a descon iar de ti mismo, es una especie de derrota previa a cualquier

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intento de cambio. Si realmente estás interesado o interesada en cambiar es importante que destierres la idea de que la autoestima se modi ica a base de ideas, y te convenzas de la importancia de actuar. Son muchas las maneras de activar este proceso de transformación y de generar conductas de autovalidación. Aquí te propongo tres mecanismos que son particularmente e icaces. Uno consiste en diseñar experiencias de vida variadas: planear un viaje, leer un libro, cursar un taller, generar alguna relación. Las experiencias de vida te obligan a salir de tu zona de confort, te perturban y por tanto amplían tu manera de vivirte y mostrarte, te enriquecen. Otra alternativa es crear nuevas narraciones sobre ti y sobre el mundo que te rodea. Este mecanismo privilegia la re lexión: revisa como te describes, analiza tu pasado y reacomódalo, generando diversas interpretaciones del mismo, agregando explicaciones que enriquecen el cuento que siempre te has dicho de ti mismo. También puedes reescribir tu historia preguntando a quienes te rodean cómo te ven. El tercer mecanismo consiste en realizar acciones concretas que te permitan hacer las cosas de manera diferente. Por ejemplo, poner límites a conductas abusivas de otros, pedir lo que necesitas, levantarte más temprano, expresar lo que sientes, abrir una cuenta de banco, visitar a alguien que no has visto, compartir con alguien lo que piensas, sacar una cita de terapia, comprar algo que siempre has deseado o cambiar tu cama de lugar. Planear experiencias, construir nuevas narraciones o ejecutar

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acciones es realizar conductas de autovalidación. Éstas te moverán de la zona en la que estás “incómodamente” asentado, te permitirán descubrir tu poder y conquistar tu autonomía. Modi icar lo que vives, lo que dices o lo que haces promoverá un movimiento en cualquier punto del “triángulo” experiencia-narración-acción, activando tu proceso de transformación, el mismo que es el único camino hacia la auténtica autoestima. Diez pasos para iniciar el cambio 1. ¡Para! Deja de hacer lo mismo, lo que no te ha funcionado. Hacer más de lo mismo puede ser fácil, conocido, incluso habitual pero no te llevará a resultados diferentes. 2. Cierra círculos: Reconoce lo que es un obstáculo. No puedes meter cosas nuevas en un cajón si no sacas las viejas. No puedes iniciar una nueva relación si no has cerrado una anterior. No puedes comenzar un nuevo proyecto si estás intranquilo o intranquila con un trabajo anterior. 3. Ponle nombre a tu problema concreto: Detecta tu malestar. Antes de lanzarte a actuar sin ton ni son, permítete sentir de qué va tu desasosiego, frustración o sensación de fracaso. ¿Qué realmente te perturba? ¿Tiene que ver con alguien o contigo? 4. ¡Encuentra tu motor! Descubre lo que daría propósito a tu vida. El signi icado y sentido de vida es el motivador superior para de ahí construir un proyecto personal. ¿Qué quiero? ¿Qué anhelo? ¿Con qué sueño? 5. Ten una línea de metas en el tiempo: Establece objetivos especí icos; a corto, mediano y largo plazo. Pocos pero consistentes, alcanzables y claros. Pero si tus metas no corresponden a tus habilidades te puedes frustrar innecesariamente, adecúa tus aspiraciones a tus posibilidades

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reales. 6. Reconoce tus recursos: Haz una lista de tus competencias en uso y de las que hay que explotar: las que ya utilizas y las que puedas desarrollar. El autoconocimiento y la aceptación personal son la base del uso oportuno y constructivo de tus recursos. No todos poseemos los mismos rasgos pero todos tenemos diversidad de recursos. 7. Diseña un plan de acción: En tiempo y forma inicia con lo que te demanda más fuerza de voluntad, para dejar el premio para después. 8. Evalúa y recti ica en el camino: Pueden cambiar tus deseos y tus posibilidades, es válido. Además, no hay un sólo camino ni una mejor decisión, son diversas las opciones para poder lograr el cambio y la satisfacción. ¡Toda experiencia es útil si la asimilas y te ayuda a a inar tu sentido de propósito y el camino a seguir! 9. ¡Celebra tus avances! Cada paso es valioso, no sólo el resultado inal. 10. Retoma un nuevo desa ío y reinicia el proceso. Son las acciones sostenidas las que te van permitiendo solidi icar tu sentido de competencia y autovalía. Este proceso repetido, cada vez con mayor con ianza y destreza, te llevará a la experiencia de sano amor propio. Te invito a que, de ahora en adelante, aceleres desde tu voluntad el proceso de cambio. El ser humano se caracteriza por tener un potencial interno que busca las condiciones adecuadas que le impulsan a crecer. Te comparto una lluvia de ideas que ha dado buenos resultados a las personas que asisten a mi consultorio y a mis talleres. Cualquiera de ellas te servirá para echar a andar el triángulo de la transformación. Recuerda que un pequeño movimiento puede impulsar una gran evolución.

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La mayoría de la gente fácilmente reconoce cosas que no le gustan de sí mismos. Pero, ¿por qué no hacer una lista con 10 aspectos positivos que te agradan de ti? Esta tarea tan concreta favorece a que empieces a mirarte distinto. Di cosas positivas de ti a otros. No se trata de ser petulante o presumido sino de que puedas con mesura y en momentos oportunos mostrar ante los demás lo que reconoces en ti. Observa las relaciones que entablas y elije cuáles quieres conservar. Gran parte de tu autoconcepto se construye a través de la retroalimentación que recibes de los otros. Cabe entonces preguntarte: ¿Qué relaciones son constructivas para mi autoestima? ¿Cuáles me hacen más daño que bien? Suelta los pensamientos negativos que entran en tu mente, generalmente son “discos viejos de nuestros padres”. Haz a un lado aquellos que limitan tu crecimiento porque se arraigan a creencias erróneas o historias pasadas. Crea nuevos discos para ti, dilos en voz alta, escríbelos. Y cuando vuelva el viejo pensamiento detenlo con alguna pequeña acción: llama por teléfono a alguien, toma un libro, sal a caminar. Ábrete a escuchar los comentarios positivos que otras personas hacen de ti. Sin duda, los demás miran cosas que tú no puedes observar. Recíbelos, da gracias y disfruta el reconocimiento que te dan. No pongas foco exclusivamente a los comentarios negativos. Decídete a cambiar cada día una cosa por pequeña que sea. Asegúrate de que sea algo fácil y alcanzable para que tengas una sensación de logro. Poco a poco, con iando en ti, podrás aumentar el grado de di icultad. Arriesga un poco, sal de tu zona de confort y sostén en el tiempo estos movimientos. Da y recibe abrazos. Tocar a otras personas para mostrar 41

afecto puede generar temor porque el acercamiento puede interpretarse como interés sexual. Hay una diferencia entre las caricias sexuales y las caricias afectivas. Está comprobado que tocarnos, acercarnos ísicamente, abrazarnos y acariciarnos es muy sanador. Trabaja arduamente en desarrollar una comunicación signi icativa con alguna persona. Pide y da retroalimentación auténtica, comparte algo que nunca hayas expuesto con alguien y profundiza en tus sentimientos. Escucha y pregunta a tu interlocutor. Reconoce algo que te sale bien como “tu mejor parte” y estírala para que sea tu “mayor” atributo personal. Por ejemplo, si eres buen bailador, ¡métete a una clase de danza! Asume que el sufrimiento es inevitable: hay cosas que te van a doler, que ya te dolieron y que te dolerán. Paradójicamente no hay crecimiento sin sufrimiento. Pero distingue el dolor que aporta crecimiento del sufrimiento que te estanca en tu zona de confort. Seguro te vas a equivocar. Si no te quieres equivocar no hagas nada, no te muevas. Reconocer que los errores ponen de mani iesto tus limitaciones ya es en sí mismo una virtud. Asume que no a todos les caerás bien. No se puede ser “monedita de oro”. Si quieres que todos te quieran tendrás que pagar el costo de desagradarte a ti mismo, pues traicionarás tus más hondos valores para tener contentos a los demás. Evita cambiar a los demás para que te miren, te hablen, te traten como tú quieras. Cambia tú, pide lo que necesitas y pon límites a lo que no te hace bien. Reconoce que tal vez requieras apoyo terapéutico. Ir a terapia no signi ica ser “enfermo mental” sino que estás en búsqueda 42

de alternativas, quieres aprender a manejar los con lictos y necesitas acompañarte en procesos críticos de la vida. La terapia es una manera de obtener contención en el lugar adecuado y de ampliar la perspectiva de tu mapa del mundo. Es imposible lograr autoestima y bienestar sin “bien obrar”. ¡Hay que hacer algo! Y que sea diferente. Te irás dando cuenta poco a poco que el tiempo todo lo cura siempre y cuando te decidas a madurar. Pero no olvides que el cambio es un proceso, no un evento, por eso una pequeña diferencia introducida en el actuar puede llevarte a un lugar diferente.

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Para cerrar. Los otros y yo. Vivimos en una época que nos ofrece más opciones de vida, diferentes caminos y más libertades. Nuestro mundo en transformación nos permite mayores procesos de emancipación y de elecciones respecto a la forma de vivir nuestra existencia. Si bien éste se ha hecho más individualista y la tarea de fortalecer nuestra autoestima es un reto personal, nuestra relación con los otros ha ido adquiriendo mayor importancia. Antaño vivíamos en pequeñas tribus y cerradas comunidades, las cuales nos generaba una sensación inmediata de pertenencia. Ahora la vida más individual nos lleva a construir una identidad a partir de procesos más complejos que pasan no sólo por la pertenencia a un contexto que nos acoge sino por la autovaloración que será plena con la apreciación de uno mismo. Por esto, hoy más que nunca la autonomía emocional y la independencia económica son importantes. Esta última nos da estabilidad material (y de paso algunos gustillos) y además es requisito indispensable para poder hacer valer nuestros deseos profundos, desarrollar nuestras habilidades, atender nuestros intereses y vivir nuestros valores. Es imposible por tanto conquistar una sana autoestima sin trabajar en los dos componentes señalados. No obstante, parte importante del entendimiento de nosotros mismos y de nuestra construcción como sujetos libres y autónomos tiene que ver con la relación que tenemos con los demás. De una u otra forma dependemos unos de otros. Nuestro desarrollo está ligado con el cercano entorno social y cultural, por lo que parte a otro nivel más amplio. Nuestro crecimiento también se favorece con la modi icación de las formas de pensar, actuar y operar de las

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diversas organizaciones que nos rodean, públicas o privadas, laicas o religiosas, con ines de lucro o no, educativas o laborales, entre las muchas que existen. Es importante señalar esto porque si bien nuestro rango de acción para aumentar nuestra autoestima es amplísimo en cuanto a las decisiones que tomemos sobre nuestra vida, no podemos vernos como seres “todopoderosos” al margen de nuestros contextos. Esto nos haría sentir frecuentemente fracasados. ¿Por qué? Pues es por la época en la que vivimos, donde las ideologías imperantes importan. De hecho la evolución de lo social nos condiciona a cierto margen de acción en diversas áreas de la vida. Claro está que si el trabajo de la autoestima implica no sentirnos determinados por nuestra condición biológica, sería absurdo darnos por vencidos ante los condicionamientos sociales que nos hacen desear ciertas cosas –a veces imposibles– y renegar de otras que pueden ser áreas de oportunidad. Por esto al hablar de autoestima es también importante considerar y entender el territorio que nos ha tocado recorrer, pues este tiene directrices señaladas y caminos trazados. Seguir estos senderos sin cuestionar hacia donde queremos dirigirnos puede llevarnos a destinos que no respetan nuestro ser profundo, nuestros anhelados sueños, nuestras imperantes necesidades y nuestros genuinos valores. Cuestionar lo establecido, resistir la inercia, transgredir ciertas imposiciones, y así crear con otros “desertores” nuevas geogra ías que respondan más a las personas que somos ahora, suma a nuestro proceso de fortalecer nuestro sentido de valía, congruencia y competencia. Esto es también un trabajo de consciencia, y sólo emprendiéndolo de manera inteligente, oportuna y constructiva será e icaz para nuestro propio caminar como para los viajeros que vengan atrás de nosotros. Es también a través de decisiones precisas y de acciones concretas que se construyen nuevos trayectos comunitarios. Sin duda, las 45

elecciones personales y los estilos de vida privados van teniendo un impacto en lo público y en lo político; pero la consciencia de que nuestro caminar hoy abre el horizonte humano y desa ía a la inercia de acomodarse a los legados del pasado permite una proyección a futuro que nos abre puertas de forma individual y que adicionalmente da un sentido de propósito a nuestra vida por participar en un cambio social que bene iciará a muchos. Y es que el progreso y la evolución tiene mucho que ver con la posibilidad de las personas de comprender de manera más amplia su existencia, y a través de la libertad y de la equidad, poder construir mundos mejores para ellas y sus congéneres, mundos que den margen a la acción, el respeto mutuo y la validación de lo que es bueno para uno. Por tanto, este caminar a la conquista de la autoestima no es del todo individual, requiere por un lado distinguirnos de los demás y construir el propio plan de vida, lo cual es un movimiento de a irmación ante los otros y diferenciación de ellos, pero al mismo tiempo reconocer que se les necesita. Cada uno de nosotros marcha acompañado y así vamos construyendo poco a poco y mediante múltiples interacciones en entornos complejos y diversos, formas de enfrentar la realidad, que traten de ser lo más innovadoras y efectivas posibles. De ahí la importancia de elegir con cuidado a los compañeros de viaje para hacer del recorrido una aventura de crecimiento y no de devaluación, así como una exploración de nuevos territorios que faciliten el andar propio, de los que nos acompañan y de los que nos vienen siguiendo detrás. Si bien la autoestima es una tarea personal, no puede conquistarse sin la interacción con los otros y menos aún potenciarse si no proyectamos nuestras acciones para bene icio propio pero que también impliquen un crecimiento para los demás. ¡Arrieros somos y en el camino andamos! 46

Buen trayecto.

Referencias Bibliográ icas 1. Boff, Leonardo. EL ÁGUILA Y LA GALLINA. Una metáfora de la condición humana. Editorial Trotta. España, 2008. 2. Bolinches, Antoni. AMOR A SEGUNDO INTENTO. Aprende a amar mejor. Editorial Grijalbo. España, 2006. 3. Bolinches, Antoni. PETER PAN PUEDE CRECER. El viaje del hombre hacia su madurez. Editorial Grijalbo. España, 2013. 4. Branden, Nathaniel. CÓMO MEJORAR SU AUTOESTIMA. Ediciones B | B de Books, España, 2015. 5. Branden, Nathaniel. EL RESPETO A UNO MISMO. Penguin Random House España. España, 2011. 6. Díaz, Tere y Manrique, Rafael. CELOS. ¿Amar o Poseer? Editorial Trillas. México, 2012. 7. Díaz, Tere y Turrent, Manuel. 29 CLAVES PARA ENCONTRAR PAREJA. Una guía para cerrar relaciones pasadas y elegir un buen amor. Editorial Grijalbo. México, 2013. 8. Díaz, Tere y Turrent, Manuel. ME QUEDO O ME VOY. Re lexiones para continuar o terminar una relación de pareja. Editorial Grijalbo. España, 2015. 9. Díaz, Tere y Turrent, Manuel. ME QUIERO NO ME QUIERO. Cómo salir bien librado de un rompimiento amoroso. Paidós México. México, 2018. 10. Frankl, Viktor E. EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO. Editorial Herder. España, 2004 [1946]. 11. Kellener, Hedwig. EL ARTE DE DECIR NO. Ediciones Obelisco.

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España, 2018. 12. Riso, Walter. GUÍA PRÁCTICA PARA NO DEJARSE MANIPULAR Y SER ASERTIVO. Libro electrónico. 2013.

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Personas con Autoconcepto Positivo 1. Usa su intuición percepción.

Personas con Autoconcepto Negativo y 1. Se basas en sus prejuicios.

2. Es libre, no se siente 2. Se siente amenazada con frecuencia fácilmente amenazada por y amenaza a los demás. los demás, ni amenaza a nadie. 3. Aprende y se actualize.

3. Piensa que sólo ella tiene la verdad y no aprende de los otros.

4. Tiene agencia personal y 4. Su vida va en la dirección de lo que dirige su vida hacia donde quieren los otros sintiéndose enojada quiere. y frustrada. 5. Acepta y se adapta al 5. Es rígida en sus valores y busca el cambio, a nuevos valores status quo. y de ser necesario cambia de rumbo. 6.

Se

siente

cómoda 6. Tiene problemas al relacionarse con

relacionándose con el otro sexo y lo hace de forma sincera y respetuosa diferencias.

de

el otro sexo, sus formas son de poder, posesión, destructivas, super iciales y e ímeras.

las

7. Se siente bien con su 7. No acepta su sexo y reniega de él. sexo y su género, sea cual sea. 8. Se gusta y se cae bien y 8. En general la gente le cae mal y en el

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los demás lo notan.

fondo tampoco le gusta como es.

9. Le gusta lo que hace: 9. Se queja de su trabajo, estudio, trabajo, studio, intereses, etcétera; siempre busca hacer las cosas major.

intereses; se aburre y no intenta mejorar.

10. Tiene con ianza en ella 10. No con ía ni de ella ni de los y en los demás. demás. 11. En general toma sus 11. Se deja in luir fácilmente al no propias decisiones y tomar decisiones y culpando a los asume los resultados con responsabilidad. 12.

Expresa,

conoce

demás cuando algo sale mal.

y 12. Sufre de analfabetismo emocional

respeta lo que siente y es empática a lo que siente el otro.

al no reconocer lo que siente, por lo que reprime o ignora sus sentimientos y los de los demás.

13. Sabe que es única y 13. Siente que es una copia y no acepta percibe a los demás como únicos y diferentes.

que los demás sean diferentes.

14. Comete errores, lo 14. No acepta sus errores y no aprende acepta y aprende de ellos. de ellos. 15. Maneja su ira y 15. Maneja su ira destructivamente hostilidad cuidando de no lastimando ísica o emocionalmente a lastimarse ni de lastimar a los otros. los otros. 16. Se autoevalúa y no 16. No auto re lexiona, busca la emite juicios. aprobación y emite juicios. 17. Es responsable, lo cual 17. No asume su responsabilidad y 50

le ayuda a crecer y a sentirse bien con ella mismo.

vive justi icándose.

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Índice ÍNDICE Introducción. La relación con uno mismo 1. La consciencia como plataforma de la autoestima 2. ¿Quién soy? Construyendo mi identidad 3. El concepto de “sí mismo” o autoconcepto ¿Cómo fortalecer el concepto que tengo de mí mismo?

3 6 9 12 16 18

4. Definiendo la autoestima

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Los pilares de la autoestima

26

5. Voluntad, voluntad y más voluntad Aprender a calmarte

30 33

6. Cómo se hace para cambiar

36

Diez pasos para iniciar el cambio

39

Para cerrar. Los otros y yo. Referencias Bibliográficas

44 47

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