Autoconciencia por el movimiento

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MOSHE FELDENKRAIS

Autoconciencia por el movimiento

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Ejercicios fáciles para mejorar tu postura, visión,personal imaginación y desarrollo j-.v.-í El :^::-i"VrL-

libro básico del método Feldenkmii i ' .¡a-/- v

Título srcinal: Awareness through movement. Health exercises fo r personal growth

Publicado en inglés por Harper & Row Publishers, Inc., N ueva York Traducción d e Luis Justo Cubierta de Julio Vivas

© 1972 by Moshe Feldenkrais © 1985 de todas las ediciones en castellano, Edicio nes Paidós Ibérica , S. A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona http://www.paidos.com ISBN: 84-493-0392-3 Depós ito legal: B-3 1.212/2004 Impreso en Hurope, S.L., Lima, 3 - 08030 Barcelona Impreso en España - Printed in Spain

SUMARIO

Pri m era, p ar te

Com prender al hacer Prefacio................................................................................... La autoim agen....................................................................... Niveles de desarrollo............................................................. Dónde empezar y cóm o ........... ............................................ Estructura y función............................................................... La di rección del pro gre so ................... ................................ Segund

11 19 33 39 49 57

a part e

Hacer pa ra comprender: doce lecciones prácticas Observac iones generales....................................................... Algunas sugerencias pr ácticas .......................................... Lección 1. ¿Qué es una postura correcta? .......................... Lección 2. ¿Qué acción es buena? ...................................... Lección 3. Algunas propiedades fundamentales del movimiento ........................................................ Lección 4. Diferenciación de las partes y las funciones en la respir ació n ................................................ Lección 5. Coordinación de los músculos flexoresy de los extensores .......................................................... .

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65 71 75 93 95 107 123

Primera parte COMPREN DER AL HACER

PREFACIO

Actuamos d e acuerdo con nue stra autoimagen. Ésta —que a su vez gobierna cada uno de nuestros actos— es condicionada en gra do variable por tres factores: herencia, educación y autoeducación. La p arte h ereditari a es la más inmutab le. E l patrimonio b iológico del individuo —for ma y capacidad d e su sistema nervioso, estructura ósea, músculos, tejidos, glándulas, piel, sentidos— es determinado por su herencia física mucho antes de que él posea ide ntid ad establecida al guna. Su autoimagen se desarroll a a partir de sus acciones y reacciones en el curso normal de la experiencia. La educaci ón determina el propio lenguaje y crea un pa trón de conceptos y rea cciones com ún a un a sociedad dad a. Tales conce ptos y reacci ones varían según el am biente en que nace la persona; no son característicos de la hum anid ad como especie, sino sólo de ciertos grupos de individuos . De la educación resulta en gran m edid a la dirección q ue seguirá la autoeducación, que constituye el elemento más activo de nuestro desarrollo y que, en el plano de lo social, empleamos con frecuencia mayor que los element os de srcen biol ógico. La autoeducaciónasíinfluye era endel quematerial adquirimos la educaci ón exterior, como sobre la man selección que seaprende y el rechazo de lo que no podemos asimilar. Educación y autoeducación son procesos intermitentes. En las primeras semanas de la vida infantil, la educación radica sobre todo en absorber el ambiente, y la autoeducación casi no existe: sólo consiste en rechazar

todo aquello que, desde el punto de vista orgánico, resulta extrañ o e inaceptable par a las características heredita rias del infante, o en resistirse a ello. La autoeduca ción progresa a medida que el organ ismo infantil crece y se estabiliza. desarrolla pococon a poco características individuales; empiezaEla niño elegir, de acuerdo su propia naturaleza, unos u otros objetos y acciones. Ya no acepta todo cuantola educación tra ta de imponerle. Esta y las propens iones individ uales se asocian para establecer la tendencia que goberna rá toda nuestr a conduc ta y nuestras acciones habituales. De los tres factores activos que intervienen en la formación de la autoimagen, sólo la autoeducación está, en cierta medida, en nuestras manos. Recibimos la heren cia física sin haberla pedido , la educación nos es en impuesta, y niossiquiera la autoeducación entero voluntaria lo s primer años, sino que es decididaesppor or la relación de l as fuerzas de la persona lidad hered ada, las características individuales, el funcionam iento eficiente del Sistema nervioso y la intensidad y persistencia de las influencias educacionales. La herencia ha ce de cada uno de nosotros un individuo úni co po r su estructura física, su aspecto y sus acciones. La educación hace de cada uno de nosotros un miembro de alguna sociedad humana particular, y procura hacernos tan parecidos como sea posible a todo otro miembro de esa sociedad. Es ta dicta nuestra manera de vestirnos, po r lo que nuest ra apariencia es simi lar a la de otros. Al dam os un lenguaje, la sociedad nos h ace expresarn os en la misma forma que otros. Instila en nosotros una p auta de conducta y valores, y trata de que también nue stra autoeducación influya de m anera tal que deseemo s pare cem os a todos los dem ás. Como consecuencia, incluso la autoeducación, es decir, la fuerza activa que pugna por abrir p aso a lo individual y llevar al campo de la acción lá diferencia hereditaria, tiende en gran medida a poner nuestra conducta en concordancia con la de los otros. El defecto esencial de la educación, tal como la conocemos hoy, reside en que se basa sobre prácticas antiguas y a menudo primitivas que no perseguían en forma consciente ni clara su propósito igualitario. Ese defecto tiene su ventaja, puesto que al carecer la educación de todo p ropó sito definido, sa lvo el de molde ar individuos de modo que no sean inadaptados sociales, no siempre logra anular por completo a la autoeducación. Sin embargo, incluso en los países avanzados, donde los métodos educacionales se perfeccionan

constantemente, hay similitud cada vez mayor de opiniones, apariencia y ambiciones. El desarrollo de los medios masivos de comunicación y las aspiraciones a la igualdad política también contribuyen en forma sustancial a la actual confusión de identidades. Los conocimientos y técnicas modernos en los campos de la educación y la psicología ya han permitido al profesor B. F. Skin ner, psicólogo de Harvard, presentar métodos para producir individuos «satisfechos, capaces, educados, felices y creativos». Ese es también, en efecto, el objetivo de la educación aunque no se lo enuncie en forma tan explícita. Por cierto, Skinner no se equivoca acerca de la eficacia de esos métodos, y existen pocas dudas de que en su momento seremos capaces de crear unidades de forma humana, educadas, organizadas, satisfechas y felices: y si aplicáramos todos los c onocimientos que poseemos en el campo de la herencia biológica, incluso lograríamos producir varios tipos distintos de dichas unida des, con el fin de satisfacer todas las necesidades de la sociedad. Esta utopía, que tiene posibilidades de realizarse en nuestro tiempo, es el resultado lógico de la situación actual. Para materializarla sólo necesitamos provo car unifo rmid ad biológica y emplear medidas educacionales apropiadas para impedir la autoeducación. Muchas personas consideran que la comunidad importa más que losseindividuos de tendencia que se compone. todos los países zados advierte una hacia elEn mejoramiento de laavancomunidad; las diferencias residen sólo en los métodos que se eligen para alcanzar esa meta. Parece haber acuerdo general en que lo más importante es mejorar los procesos sociales de empleo, producción y provisión d e iguales oportun idades para todos. Toda sociedad pro cura inculca r en los más jóvenes, median te la educación, aquellas cualidades que les permitirán formar u na comunid ad tan uniforme como les resulte posible, capaz de func ionar sin mayores tropiezos. Puede que tales tendencias sociales concuerden con la tendencia evolutiva de la especie humana; de ser así, todos deberíamos, por cierto, dirigir nuestros esfuerzos hacia el cumplimiento de ese fin. Empero, si po r un mom ento hacemos a un lado el concepto de sociedad y nos volvemos al hombre mismo, comprobamos que aquélla no es la mera suma total de las personas que la constituyen

y que, desde el punto de vista del individuo, tiene un significado distinto. Pa ra éste, la sociedad importa, ante todo, como campo en el que debe avanzar para ser aceptado como miembro valioso; valor que, a sus propios ojos, es influido por su posición en la sociedad. Pero ésta también le importa en cuanto campo donde ejercitar sus cualidades individuales, desarrollar y expresar aquellas particulares inclinaciones propias que forman parte orgánica de su personalidad. Las características orgánicas provienen de la herencia biológica y es esencial manifestarlas par a que el organismo fu ncione en toda su plenitud. A medida que la tendencia a la uniformidad, dentro de nuestra sociedad, crea innumerables conflictos con los rasgos individuales, la adaptación a la sociedad puede resolverse po r supresión de las necesidades orgánicas individuales, o bien por identificación del individuo con las necesidades de la sociedad (en forma tal que a él no le parezca impuest a), lo que pu ede llegarnohasta el apunto de que. con el individuo se sienta cuando acierte co mportarse arreglo a los valoresrebajado sociales. La educación provista p or la sociedad obra en dos direcciones a la vez. Elimina to da tenden cia disidente med iante penas consistentes en el retiro de su apoyo y, al mismo tiempo, inculca al individuo valores que lo obligan a superar y desechar los deseos espontáneos. Por efecto de tales condiciones, la mayoría de los adultos viven hoy tras una máscara, la máscara de la personalidad que el individuo p rocura p resen tar a otros y a sí mismo. Toda aspiración o deseo espontáneo es objeto de una,rigurosa crítica interna, no sea que revele la índole orgánica del individuo. Esas aspiraciones y deseos despiertan inquietud y remordimiento, y el individuo procura combatir el impulso de realizarlos. El único premio que torna soportable la vida a pesar de tales sacrificios es la satisfacción derivada del reconocimiento, por la Sociedad, del individuo que alcanza el éxito tal como lo entien de ella. Tan intensa es la necesidad de recibir apoyo constante de los propios congéneres, que la mayor parte de las personas parecen consagrar la principal parte de sus vidas a consolidar sus máscaras. Sólo la repetición del éxito puede estimular al individuo a persistir en la mascarada. El éxito tiene que ser visible y supone u n ascenso constante po r la escala socioeconómica. Si el individuo no logra ascender, no sólo se tornarán difíciles sus condiciones de vida; además, él disminuirá de valor ante su s propios ojo s hasta el punto de pon er en

peligro su salud mental y física. Apenas si se permitirá tomarse unas vacaciones, aunque disponga de los medios materiales para ello. Las acciones y el impulso que las srcina —necesarios para m antener una máscara exenta de fallas y grietas, so pe na de revelarse tal como él es— no se derivan de necesidad orgánica alguna. Como consecuencia, la satisfacción que obtiene de esas acciones, po r más éxito que tengan, no es orgánica, no lo revitaliza; es una mera gratificación superficial, externa. Muy lentamente, con los años, ese hombre llega a convencerse de que el reconocimiento de su éxito por la sociedad tiene, que darle contentamiento orgánico; más aún, se convence de que se lo da. Con no poca frecuencia, tanto se adapta el individuo a su máscara, tan completa es su identificación.có.n ella, que ya no siente impulso orgánico alguno, ni satisfacciones de esa especie. Tal vez a raíz de ello descubras, que sus relaciones y sexuales hay fallas y trastorno y queenquizá siempre losfamiliares hubo, pero siempre se los pasó por alto en atención al éxito del individuo en la sociedad. Pues la verdad es que, en comparación con la brillante existencia de la máscara y con su valor social, la vida orgánica privada y la atención de necesidades urgentes de poderosos impulsos orgánicos no tienen casi importancia. La gran mayoría de las personas viven, detrás de sus máscaras, vidas lo bastante activas y satisfactorias como para que puedan sofocar, sin gran dolor, cualquier vacío al detenerse y escuchar qué les importantes, dice el corazón. Enque las sientan ocupaciones qu e la sociedad considera na die triunfa hasta tal punto que le permíta vivi r una vida de máscara satisfecha. Muchos de aquellos que, en su juventud, no acertaron a labrarse una profesión u oficio que les brindara prestigio suficiente para.mantener sus máscaras en vida, afirman que son perezosos y no tienen el carácter ni la perseverancia necesarios para aprender algo. Intentan tina cosa tras otra, van de empleo en empleo, v sinembargo se consideran, invariablemente, aptos para cualquier que satisfacción se les presente. Tal confianza en:sus titudes les cosa infunde orgánica suficiente, parapioj5Ías'apjustificar cada tentativa nueva. Pu ede n no tener menos dotes naturales que otros —tal vez tengan más—, pero han adquirido hasta tal puala el hábito de descuidar sus necesidades orgánicas , que ya no logran sentir interés genuino por actividad alguna. Acaso tropiecen con algo en lo que se asienten más que de costumbre e incluso alcancen cierta eficiencia. Pero, aun en ese caso, será la suerte de haber

encontrado ese empleo y, gracias a él, una posición social, lo que les permitirá fundar un juicio sobre su propio valor. Al mismo tiempo, el débil respeto que sienten por sí mismos los lleva a buscar éxito en otras esferas, una d e las cuales bien pue de ser la pr omiscuidad sexual. Ésta, paralela al constante cambio de empleo, es activada por el mismo mecanismo, es decir, la creencia en alguna dote propia y especial. Eleva su valor ante sus propios ojos, y también proporciona por lo menos una satisfacción orgánica parcial; bastante, en todo caso, para que valga la pena intentarlo de nuevo. La autoeduc ación —que, según vemos, no es del todo autó noma— provoca aun otros conflictos estructurales y funcionales. Muchas personas padecen de algún trastorno en la digestión, la eliminación, la resp iración o la e structura ósea. El alivio periódico de una esas disfunciones otros mejoramientos y, por un de tiempo, un aumento trae de laconsigo vitalidad general. Este.período será seguido, poco menos que en cada caso , po r un pe ríodo de salud y ánimo empobrecidos. Resulta obvio que de los tres factores que determinan en general la conducta del hombre, tan sólo la autoeducación está sujeta en medid a apreciable a la voluntad. La cuestión radica entonces en cuál es realmente esa medida y, más en particular, en qué forma puede uno ayudarse a sí mismo. Muchos optarán por consultar a un especialista, y en los casos gravesoesnoladesean mejor en solución. Empero, muchos no lo consideran necesario, modo alguno hacerlo: en todo caso, dudan que el especialista pueda serles útil. En definitiva, el único camino abierto a cada uno es ayudarse a sí mismo. Camino duro y complejo, está sin embargo entre las posibilidades prácti cas d e toda perso na que sienta necesidad de cambiar y mejorar, mientras tenga presente que debe comprender con claridad algunos puntos para que ese proceso —la adquisición de un nuevo de respuestas— no el le principio resulte demasiado difícil.de Es conjunto preciso entender bien desde que el proceso aprendizaje es irregular, consiste en pasos y no carece de altibajos. Esto rige incluso para algo tan simple como aprender de memoria un poema. Un día un hom bre pu ede aprenderlo, y a l día siguiente no reco rdar nada. Pocos días después, sin haber vuelto a estudiarlo, tal vez comp ruebe de pron to que lo sabe perfectament e. Inc luso si deja de pen sar en ese poem a durante meses, un breve repaso se lo restituirá por completo. No debe desanimamos, en conse-

cuencia, comprobar qu e en algún momento hemos retroce dido al punto inicial; a medida que el aprendizaje continúa, esas regresiones se tomarán más raras, y más fácil, en cambio, retornar al nuevo estado. También es preciso comprender que a medida que se operan cambios en la propia persona se descubren dificultades nuevas, hasta entonces inadvertidas. La conciencia las rechazaba antes, fuese por miedo o por dolor; sólo a medida que la confianza en sí mismo se fortalece se torn a posible reconocerlas. Muchas personas efectúan tentativas esporádicas por mejorar y corregirse, aunque a menu do no tengan clara conciencia de ello. La persona media se contenta con sus actividades y piensa que no necesita nada, salvo un poco de gimnasia para corregir unas pocas deficiencias que ha notado. Todo lo dicho en esta introducción se dirige, en rigor, a ese hombre medio a cuyo juicio nada de esto le concierne. A medida que cada uno tra ta de mejorarse, pued e encontra r en sí mismo varias etapas de desarrollo. Y a med ida que progre sa, los recursos necesarios para corregirse más aún se toman cada vez más sutiles. En el presente libro, he trazado con detalle considerable los primeros pasos por ese camino, con el fin de que el lector llegue más lejos aún por su propio impulso.

D inámica

d e l a acción

personal

Cada uno de nosotros habla, se mueve, piensa y siente en forma distinta, de acuerdo, en cada caso, con la imagen de sí mismo que ha construido con los años. Para m odificar nuestra m anera de actuar debemos modificar la imagen de nosotros mismos qúe llevamos dentro. Esto implica, desde luego, cambiar la dinámica de nuestr as reacciones, no el mero reemplazo de u na acción po r otra. Tal proceso supone no sólo cambiar nuestr a autoimagen, sin o tam bién la índole de nuestras motivaciones, y movilizar además todas las partes del cuerpo interesadas en ello. Esos cambios determinan las notables diferencias en la forma en que cada individuo ejecuta acciones similares, por ejemplo, escribir a mano y pronunciar . LOS CUATRO COMPONENTES DE LA ACCIÓN

Nuestra autoimagen consiste en. los cuatro componentes que intervienen en toda acción: movimiento, sensación, sentimiento y pensamiento. El aporte de cada uno de ellos a una acción particular varía, tal como difieren las personas que la ejecutan, pero en cualquier acción estará presente, en alguna medida, cada uno de los componentes. Para pensar, por ejemplo, una persona debe estar despierta, y

saber que está des pierta y no soñando ; o sea, debe sentir y discernir cuál es su posición respecto del campo de gravedad. De ello se deduce que en el pensar intervienen también el movimiento, la sensación y el sentimiento. Sentirse iracundo o feliz, exige a un hombre adoptar cierta postura, en alguna suerte de relación con otra persona y objeto. O sea, también debe moverse, tener sensaciones y pensar. Para tener una sensación —visual, auditiva, táctñ— la person a debe interesar se o sorpre nders e po r algún hech o que le concierne, o tener conciencia de éste. Es decir, debe moverse, experimentar un sentimiento y pensar. Para mover se, d ebe emplear po r lo menos uno de sus sentidos, consciente o inconscientemente, lo que involucra además sentimiento y pensamiento. Cuando alguno de esos componentes de la acción disminuye casi hasta el punto de desaparecer, l a vida misma puede correr p eligro. Es difícil sobrevivir, aun por períodos breves, sin efectuar movimiento alguno. Un ser privado de todos sus sentidos carece de vida. Es el sentimiento lo que nos impulsa a vivir; sentirnos sofocados nos fuerza a respirar. Sin siquiera un mínimo de pensamiento reflejo, ni un escarabajo subsiste muc ho tiempo. LOS CAMBIOS SE TORNAN FIJOS COMO HÁBITOS

En realidad, nuestra imagen nunca es estática. Cambia de una acción a otra, pero tales cambios poco a poco se transforman en hábitos; o sea, las acciones asum en un carácter fijo, invariable. En la edad tem prana, cuando la imag en va cobrando forma, su ritmo de cambio es a ctivo; rápida men te se adquieren formas de acción nuevas, que tan sólo la víspera superaban la capacidad del niño. El infante empieza a ver, por ejemplo, pocas semanas después del nacimiento; un buen día empieza a ponerse de pie, caminar y hablar. Las experi encias d el prop io niño y su herencia bioló gica se combinan lentamente, hasta crear una manera individual de pararse, caminar, hablar, sentir, atender, así como de ejecutar todas las rest antes accione s que o torgan sustancia a la vida humana. Pe ro si bien la vida de un a person a, vista desde cierta dis tancia, parece muy similar a la de cualquier otra, un examen más detenido revela que son por completo distintas. En consecuencia, debe-

mos emplear las palabras y los concep tos de manera tal que se apliquen más o menos flexible o igualmente a todas. CÓMO SE FORMA LA AUTOIMAGEN

Nos limitaremos, pues, a examinar en detalle la faceta motriz de la autoimagen. Por estar el instinto, el sentimiento y el pensamiento conectados con el movimiento, el papel que cumplen en la creación de la autoimagen se revela por sí solo cuando consideramos el papel que corresponde en ella al movimiento. La estimulación de ciertas células de la corteza motr iz del cerebro activa un músculo particular. Hoy se sabe que la correspondencia e ntre las células de la corteza y los músculos q ue activan no es absoluta ni exclusiva. Sin embargo, podemos lconsiderar quede existe base experim ental suficiente para justificar a suposición que ciertas células específicas activan músculos específicos por lo menos en sus movimientos básicos.y elementales. A cción

individual

y .acción

sooal

El recién naci do es incapaz de ejecutar prácticamente nad a de lo que ha rá como adu lto en la sociedad, pe ro es capaz de hacer casi todo lo que hace el adulto como individuo. Puede respirar, comer, digerir, defecar, y su cuerpo es capaz de organizar tod os los proc esos biológicos y fisiológicos, con excepción del acto sexual que, en el adulto, puede considerarse como un proceso social, pues se consuma entre dos personas. En el comienzo, la actividad sexual permanece confinada a la esfera individual. Ahora en general se acepta que la sexualidad adulta se desarrolla a partir de la autose xualidad inicial. Este enfoque permite explicar las insuficiencias en ese campo como una falla de desarrollo individual hacia la sexualid ad social plena. C ontacto

c o n e l mundo

externo

El contacto del infante con el mundo exterior se establece principalmente por medio de los labios y la boca; por medio de

ellos reconoce a su madre. Cuando utiliza las manos para tocar desmañadamente y ayudar en la tarea de la boca y los labios, conoce por el tacto lo que ya conoce con los labios y la boca. A partir de allí progresará gradualmente hacia el descubrimiento de otras partes de su cuerpo y sus relaciones mutuas, de donde resultarán distancia y volumen. descubrimientosus delprimeras tiempo Hociones empieza poder la coordinaci ón de losElprocesos de respirar y tragar, conectados ambos con los movimient os de los labios, la boca, el maxilar inferior, las ventanas de la nariz y la zona circundante. L a autoimagen

e n l a corteza

motriz

Si marcáramos con color, en la superficie de la corteza motriz del cerebro del infante de un mes, aquellas células que activan los músculos sujetos a su creciente voluntad, obtendríamos una forma semejante a la de su cuerpo, pero que sólo representaría las zonas de acción voluntaria, no la configuración anatómica de las partes del cuerpo. Veríamos, por ejemplo, que los labios y la boca ocupan el sector más extenso de la superficie coloreada. Los músculos que trabajan c ontra la fuerza de gravedad —los que abren las articulaciones y otorgan al cuerpo la postura erecta— no responden aún al control voluntario; los músculos de la mano, a su vez, sólo ahora empiezan a responder, por momentos, a la voluntad. Obtendríamos u na imagen funcional en que el cuerpo humano estaría indicado po r cuatro delgados trazos correspondientes a las extremidades, unidos entre sí por otro trazo corto y fino, correspondiente al tronco, y en que los labios y la boca ocuparían la mayor parte de la imagen.

C a d a función

nueva

modifica

l a imagen

Si coloreásemos las células que activan los músculos sujetos a control voluntario de un niño que ya ha aprendido a caminar y escribir obtendríamos una imagen funcional no poco distinta. Los labios y la boca ocuparían de nuevo la mayor parte del espacio, por haberse agregado a la imagen anterior la función del habla, que involucra la lengua, la boc a y los labios. Pero además se notaría otro

gran parche de color, correspondiente al sector de células que activan los pulgares. El área cubierta por las células que activan el pulgar derecho sería notablemente más grande que la cubierta por las que activan el izquierdo. El pulgar interviene en casi todos los movimientos de la mano, la escritura en particular. La zona correspo ndien tededos. al pulgar ser ía más amplia que la representativa de los restantes La i m age n m uscul ar de la co rteza m otr i z e s únic a PARA CADA INDIVIDUO

Si volviéramos a traza r esos bocetos cada poco s años, no sólo el resultado sería cada vez distinto; además, variaría cafacterísticar mente de un individuo a otro. En un hombre que no hubiese aprendido a escribir, las manchas de color representativas de los pulgares seguirían siendo pequeñas, porque las células que podrían ha ber inclui do no fueron utilizadas. El área correspon diente al dedo medio sería más amplia en una persona que hubiese aprendido a tocar un instrumento musical que en otra que no lo hubiera aprendido. Las personas que conocieran varios idiomas, o los cantantes, presentarían áreas más amplias de células que activan los músculos que controlan la respiración, la lengua, la boca, y demás. S ó l o l a imagen

m us cul

ar h a sido

comprobada

POR observación

En el curso de mucha ex perimentación , los fisiólogos han establecido quv,, por lo menos en lo que concierne a los movimientos básicos, las células que intervienen en ellosse conectan en la corteza motriz del cerebro de manera tal que configuran una forma parecida a la del cuerpo humano, a la que dieron el nombre de ho múnculo. El concepto de «autoimagen» tiene, pues, una base váli-

da, porlo menos en lo q ue se refiere a los movimientos básicos. N o hay prueba experimental similar en relación con la sensación, el sentimiento o el pensamiento.

N uestra

, autoimagen e s m á s pequeña CAPACIDAD POTENCIAL

q u e nuestra

Nuestra autoimagen es por necesidad más pequeña que lo que podría ser, pues sólo la constituye el grupo de células que hemos utilizado efectivamente. Por añadidura, tal vez más importantes que su número material sean los varios patrones y combinaciones de células. Un hombre que ha llegado a dominar varios idiomas utilizará mayor número de células, así como de combinaciones de ellas. En las comu nidades m inoritaria s del mundo entero', la mayoría de los niños conocen por lo menos dos idiomas; su autoimagen está un poco más cerca del máximo potencial que la de las gentes que sólo conocen su lengua materna. puedEn e decirse la mayor part e de las restantes esferasLodemismo actividad. general,denue stra autoimagen es más limitada y pequeña que nuestro potencial. Existen individuos que saben de 30 a 70 idiomas. Ello indica que la autoimagen media sólo ocupa alrededor del cinco por ciento de su potencial. La observación y el trato sistemático de varios miles de individuos, srcinarios de la mayor parte de las naciones y las civilizaciones, me han convencido de que la fracción que empleamos de todo nuestro potencial oculto llega aproximadamente a dicha cifra. Al

can za r objetivos

i nmedi

at o s t i ene

u n aspecto

negativo

El aspecto negativo de aprender a alcanzar objetivos reside en que tendemos a poner fin al aprendi zaje cuando hemos adquirido conocimientos suficientes, para lograr nuestra m eta inmediata. P or ejemplo, mejoramos nuestra dicción hasta que podemos h acemo s entender. Pero toda persona que desea hablar con la claridad de un actor descubre que debe estudiar dicción durante varios años para aproximarse siquiera a todo lo que podría dar en ese sentido. Por un intrincado proceso de limitar sus aptitudes, el hombre se acostumbra a bastarse con el cinco por ciento de su potencial, sin comprender que su desarrollo se ha atrofiado. Lo complejo de la situación resulta de la independencia —inherente a ambos términos dé la relación— ent re el crecim iento y el avance del individuo, y la cultura y la economía de la sociedad en que vive.

La

educación

está

subordinada

,en

gran

medida

,

a l as

circunstancias

Nadie sabe qué propósito persigue la vida, y la educación que cada generación trasmite a la siguiente se limita a perpetuar los hábitos mentales de la primera. Desde el comienzo de la humanidad, la vida ha sido una lucha áspera; la naturaleza no tiene contemplaciones con las criaturas que carecen de conciencia. Es imposible ignorar las grandes dificultades sociales creadas por la existencia de los muchos millones de seres humanos que la tierra alberga desde los últimos siglos. En tales condiciones de tirantez, la educación se mejora sólo en la medida de lo necesario y lo posible para que una generación nueva reemplace a la anterior bajo condiciones más o menos similares. Un

desarrollo

mínimo necesidades

d e l individuo

basta

para

l as

d e l a sociedad

La tendencia biológica básica de todo organismo a crecer y prosperar en la mayor medida posible ha sido considerablemente gobernada por revoluciones sociales y económicas, qu e al mejorar las condiciones de vida de la may oría permiti eron que mayor número'de personas alcanzaran cierto mínimo de prosperidad. En esas condiciones, el desarrollo potencial básico cesósociales en etapapermitem prana de la, adolescencia, porque las exigencias tieron a los miembros de la generación joven ser acepta dos, en escala mínima, como individuos útiles. En rigor, más allá de los primeros años de la adolescencia la capacitación se limita a lá adquisición de conocimientos prácticos y profesionales en algún campo, y el perfeccionamiento fundamental continúa por azar y en casos excepcionales. Sólo una persona fuera de lo común persiste en mejorar su autoimagen hasta q ue se aproxim a bastante a la aptitud potencial inherente a cada individuo. El

círculo

vicioso

d e l desarrollo

i nco

mp l et o

Y LA SATISFACCIÓN DE REALIZARSE

A la luz de lo dicho, resulta evidente que la mayoría de las personas sólo alcanzan a utilizar poco más que una fracción diminuta

de su cap acidad potencial; la minoría qu e aventaja a la mayoría no lo hace porqu e posea un potencia l superior, sino po rque aprende a utilizar una prop orción mayo r de su potencial , que bien pu ede no superar el término medio, habida cuenta, desde luego, de que no hay dos personas que tengan la misma capacidad natural. ¿Cómo un ycírculo viciosoletalperm que,ite a lasentirse vez, atrofia las facultades delsehocrea mbre sin embargo razonablemente satisfecho con aquello a lo cual él mismo se ha limitado, o sea, con una escasa proporción de sus aptitudes? La situación es curiosa.

Los proc

es os fi si o l óg icos que obst

acul i zan e l d esa rro ll o

En los primeros años de su vida, el hom bre se parece a cualquier otro ser vivo: pone en acción todas sus distintas facultades y utiliza toda función que se encuentre suficientemente desarrollada. Como todas las células vivas, las de su cuerpo procuran crecer y cumplir sus funciones específicas. Esto se aplica también a las células del sistema nervioso; cada una vive, como célula, su propia vida, mientras participa en la función orgánica para la cual existe. Sin embargo, como parte del organismo total, muchas células permanecen inactivas. Ello puede deberse a dos procesos distintos. En virtud de uno de ellos, el organismo puede estar ocupado en acciones que exigen inhibir ciertascontinuamente células y activar otras. Si el cierto organismo se de consagra más o menos a esas acciones, número células permanecerá en estado casi constante de inhibición. En el otro caso, puede que algunas funciones potenciales nunca maduren. Tal vez el organismo no necesite ejercerlas, sea porque no le resultan valiosas como tales, o porque sus propios impulsos lo llevan por un camino distinto. Ambos procesos son comunes. Y la verdad es que las condiciones sociales permiten que un organismo funcione como útil miembro de la sociedad sin que en modo alguno desarrolle sus aptitudes hasta el punto máximo. E l hombre

s e j u z g a a s í mismo

p o r s u valor

e n l a sociedad

En nuestros días, la tendencia general hacia el mejoramiento social ha conducido directamente a .desatender, si no adescuidar

por completo, el material humano de que se compone la sociedad. El error no radica en la meta misma —esencialmente es cons tructiva—, sino en el hecho de que los individuos, con razón o sin ella, tienden a identificar sus autoimágenes con lo que ellos valen para la sociedad. Aun que se haya emancipado de sus educadores y pro tectores, el hom bre no lucha p or diferenciarse en modo alguno del esquema que se le imprimió de sde el principio. Así, la socied ad llega a constituirse de personas que se parecen cada vez más por sus costumbres, sus conductas y sus objetivos. Aunque las diferencias hereditarias en tre unos y otros son obvi as, pocos individuos pien san acerca de sí mismos sin remitirse al. valor que la sociedad les atribuye. Tal como un homb re que se obstina en hincar una estaca cuadrad a en un agujero redon do, el individuo intenta limar su s pe culiaridades biológicas desentendiéndose de las necesidades que le soninstante propias.desea Bregallenar por encajar en el porque agujero siredondo, en todo activamente, fracasa que en esto, tanto disminuirá él mismo de valor ante sus propios ojos, que perderá toda iniciativa. Estos son puntos que deben tenerse en cuenta cuando se quiere apreciar en toda su amplitud la abrumadora influencia que tiene la actitud del individuo hacia sí mismo en el momento en que, de nuevo, quiere facilitar su propio crecimiento, o sea, permitir que sus cualidades propias se desarrollen y maduren. J uzgar

a u n niño

p o r s u s éxitos esp o nt anei

l o despoja

de

dad

Durante sus primeros años , un n iño es valorado, en gen eral, no por sus éxitos sino por lo que él mismo representa. En las familias don de asi sucede, el niño evolucionará de acuerdo con sus aptitudes individuales. En aquellas familias donde ante todo se juzga a los niños por sus éxitos, pronto se eclipsará toda espontaneidad. Esos niños se convertirán en adultos sin pasar por la adolescencia. Y tal vez esos adultos sientan, de vez en cuando, una nostalgia inconsciente por la adolescenc ia que les faltó, un deseo de p rocurarse esas aptitudes instintivas que ellos contienen y que su voluntad juvenil no tuvo oportunidad de desarrollar.

E l mejoramiento d e s í mismo depende d e LA PROPIA EVALUACIÓN

Es importante com prend er que si un hom bre desea mejorar su autoimagen,aun debe en primer aprender valorarsedecomo individuo, si cree que sustérmino defectos, como amiembro la sociedad, pesan más que sus méritos. Deberíamos aprender de las personas baldadas desde el nacimiento o la niñez cómo pue de verse un in dividuo a sí mismo en el enfrentamiento con insuficiencias palpables. Aquellos que logran mirarse con sentimiento humanitario lo bastante, amplio como para tener por sí mismos un respeto firme, son capaces de alcanzar alturas a las que la persona de salud norm al nunca llegará. En cambio,superan quienespor se pura consideran a raíz de sus insuficiencias y las fuerza inferiores de voluntad, tienden a transformarse en adultos duros y amargad os que se desquitarán c ontra congéneres que no ti enen la culpa; más aún, ta l vez no sean capaces de m odificar sus propias circunstancias aunque se lo propongan. LA ACCIÓN: ARMA PRINCIPAL PARA PROMOVER EL PROPIO MEJORAMIENTO

Reconocer la prop ia valía es importa nte al emprend er el mejoramiento de sí mismo, pero el logro de todo mejoramiento real exige relegar a un segundo p lano el respeto por sí mismo. Si no se alcanza una etapa en que ese respeto deja de ser l a principal fuer za motivadora, ningún perfeccionamiento que se alcance bastará para satisfacer al individuo. En rigor, a medida que un hombre crece y se mejora, tod a su existencia se centra c ada vez más en to rno de qué hace; quién lo hace adquiere una importancia cada vez menor. L a di fi cul t ad d e modificar

u n patrón

de

ACCIÓN ANTERIOR

Aunque la autoimagen sea, en realidad , el resultado de la pr opia experiencia, el hombre tiende a considerarla como algo que le ha sido otorga do por la naturaleza. El aspecto físico, la voz, la manera de pensar, el ambiente, la relación con el espacio y el tiempo

—hemos mencionado al azar— se dan por sentados como realidades nacidas con la propia persona, cuando en rigor todo elemento importante de la relación del individuo con otras pers onas y con la sociedad en general es el resultad o de un extenso ejercicio. Las artes de caminar, hablar,que leerely individuo reconocer acumula tres dimensiones unamufo tografía son técnicas a lo largoende chos años; cada una de ellas depende de la suerte y del lugar y el tiempo de su nacimiento. La adquisición de un segundo lenguaje no es tan fácil como la del primero, y su pronunciación llevará la marca de la influencia de éste; la forma de estructurarse la oración en el primero se impondrá en el segundo. Toda pauta de acción asimilada a fond o interferirá en las pautas de las acciones siguientes. Se presentan dificultades, por ejemplo, cuando una persona aprende a sentarse de acuerdo con la costumbre de una nación que no es la suya. Como esas pautas tempranas, como la manera de sentarse, no resultan sólo de la herencia, sino también de la ocasión y las circunstancias del nacimiento, las dificultades radican menos en la índole del nuevo háb ito que en a partar los hábitos del cuerpo, el sentimiento y la mente de sus patrones establecidos. Esto vale para casi todo cambio de hábito, cualquiera que sea su srcen. No nos referimos, desde luego, a la mera sustitución de una actividad por otra, sino a un cambio en la forma en q ue se ejecuta el acto, en toda su dinámica, por efecto del cual el nuevo método será, en todo sentido, tan bueno como el anterior. D e .muchas

partes

d e l cuerpo

n o h a y conciencia

Una persona que, echada de espaldas, intenta sentir en forma sistemática todo su cuerpo —o sea, dirigir su atención, por turno, a cada miembro y parte de su cuerpo— comprueba que ciertos sectores responden con facilidad, en tanto que otros permanecen mudos, o dormidos, más allá del alcance de su conciencia. Es fácil, por ejemplo, sen tir las puntas de los dedos o los labios, y mucho más difícil en cambio sentir la nuca, entre las orejas. Desde,luego, el gradó de la dificultad es variable, pues depende de la forma de la autoimagen. En general, es difícil encontrar a una persona que pue da te ner conciencia de todosu cu erpo p or igual. Las partes que se definen con mayor facilidad en la conciencia son las que se usan a diario, en tanto que las mudas o dormidas son aque

lias que sólo desempeñan un papel indirecto y están poco menos que ausentes de la autoimagen de la persona en el momento en que ésta actúa. Una persona totalme nte incapaz de c antar no pued e sentir esa función en su autoimagen salvo mediante un esfuerzo intelectual de extrapolación. No tiene conciencia de oídos ninguna conexión vital entre el espacio hueco de su boca y sus o su respiración, como la tiene el cantante. Un hom bre que no pu ede saltar no será consciente de aquellas partes del cuerpo que intervienen en el salto y que, en cambio, están claramente definidas par a el hombre capaz de hacerlo. -U n a autoimagen

co m p l eta

e s u n estado

raro

e ideal

Una autoimagen completa supondría conciencia cabal de todas las articulaciones de la estr uctura esquelética, así como de toda la superficie corporal: la espalda, los costados, el espacio comprendido entre las piernas, y demás. Se trata de una condición ideal y, en consecuencia, rara. Todos podemos demostrarnos que todo cuanto hacemos está de acuerdo con los límites de nuestra autoimagen y que ésta no representa más que un estrecho sector de la imagen ideal. También se observa con facilidad q ue la relación entre las distintas s de la autoimagen se modifica una actividad a otra y porcione de una posición a otra. Esto no es fácil dedeadvertir en las situaciones corriente s, debido a su familiaridad misma, pero basta imaginar el cuerpo listo para ejecutar un movimiento poco familiar para no tar que las piernas, por ejemplo, parecen cambiar de longitud y grosor y modificarse en otro s aspectos al pasar de un movimiento a otro distinto. L a est i m aci ón d e l t am año var í a de acuerd CON LOS DISTINTOS MIEMBROS

o

Si intentamos, p or ejemplo, mostrar el ancho de nue stra boca, con los ojos cerrados, p rimero mediante el pulgar y el índice de la mano derecha, y después mediantelos índices de ambas manos, obtendremos dos valores distintos. No sólo ninguna de las medidas corresponderá al verdadero ancho de la boca; por añadidura,

tal vez ambas sean mucho más grandes o más pequeñas. Análogamente, si con los ojos cerrados intentamos m ostra r la prof undidad de nuestro pecho separando nuestras manos una de otra, primero horizontalmente y después verticalmente, lo más probable es que obtengamos valores bastante diferentes, ninguno de los cur1* coincidirá, por gran diferencia, con la realidad. Cierre el lector lo s ojos y tienda los b razos al frente, separados por una distancia más o menos igual al ancho de los hombros. A continuación imagine el punto donde el rayo de luz que va del dedo índice de la mano derecha al ojo izquierdo se cruza con el rayo de luz que va del dedo índice d e la mano izquierda al ojo derecho. Trate después de marcar ese punto de intersección con el pulgar y el dedo índice de la mano derecha. Cuando abra los ojos para mirar, es improbable que el lugar elegido le parezca correcto. Pocas personas poseen una autoimagen lo bastante completa como para ser capaces de identificar en esa forma el lugar correcto. Más aún, si se repite el experimento utilizando el pulgar y el dedo índice de la mano izquierda, lo m ás pro bable es que se marque un sitio distinto para el mismo punto. La

aproximación

media

está

lejos

d e s e r l a mejor

QUE PUEDE LOGRARSE

fácil demostrar, conlejos los que estamosEsfamiliarizados, quemediante nuestra movimientos autoimagen está en no general de ser tan completa y exacta como suponemos. Nuestra imagen se forma por medio de acciones que nos son familiares y en que la aproximación a la realidad se mejora haciendo e ntra r en juego varios de los sentidos, que tienden a corregirse entre sí. Así, nuestra imagen es. más precisa en la región situada frente a nuestros ojos que en la situada detrás de nosotros o sobre nuestras cabezas, y también lo es en posiciones que nos son conocidas, como la de estar s entados o de pie. Si la diferencia en tre las posiciones o valores imaginarios'— estimados una vez con los ojos cerrados y otra con los ojos abiertos— no supera el 20 o el 30 %, puede considerarse que la exactitud es mediana, si bien no satisfactoria.

Los INDIVIDUOS ACTÚAN DE ACUERDO CON SU IMAGEN SUBJETIVA La diferencia entre imagen y realidad puede ser de hasta el 300 %, y más aún. Si a una pers ona que p or lo general mantiene su pecho en la posición correspondiente a una exagerada expulsión de aire po r los pulmones, de modo que el pech o está a la vez más hundido qué lo que debería y demasiado hundido para servirle con eficacia, se le pide que indique, con los ojos cerrados, la profundidad de su pecho, es probable que le atribuya una profundidad varias veces mayor qu e la real. O sea, que a ella la estrechez excesiva le parece correcta, y todo aumento de profundidad, un esfuerzo exagerado po r exp andir los pulmones. La e xpansión normal de éstos le resulta similar a lo que otra persona consideraría como una expansión forzada . La forma en que u n ho mbre ma ntiene los hombros, la cabez a y el estómago, su voz y su expresión, su estabilidad y su manera de presentarse, se basan por igual en su autoimagen. Pero esa imagen puede ser disminuida o ampliada para que se ajuste a la máscara con arreglo a la cual es e hom bre quiere ser juzg ado po r sus congéneres. Sólo él mismo puede saber qué pa rte de su apariencia exterior es ficticia y cuál genuina. Sin embargo, no cualquiera es capaz de identificarse con facilidad; considerablemente a ello. la experiencia de otros puede ayudar La co rre cción si st em áti ca de la i m ag en e s má s ú til QUE LA CORRECCIÓN DE ACCIONES AISLADAS

De lo dicho sobre la autoimagen resulta que la corrección sistemática de la imagen constituye un método más rápido y eficaz que la corrección de las acciones y los errores aislados que presenta la conducta y cuyo número aumenta cuanto más pequeños son. Establecer una imagen inicial más o menos completa, aunque aproximada, posibilitará mejorar la dinámica general, en vez de enfrentar fragmentariamente las acciones aisladas. Este último m ejoramiento es similar a corregir la ejecución de una música con un instrum ento desafinado. Mejorar la dinámi ca general de la i magen equivale a afinar el piano mismo, pues resulta mucho más fácil tocar correctamente con un instrumento afinado que con uno que

no lo está.

P rimera

etapa

: l a actitud

natural

En toda actividad humana pue den distinguirse tres etapas sucesivas de desarrollo. Los niños hablan, caminan, pelean, bailan y después descansan. También el hombre prehistórico hablaba, caminaba, corría, peleaba, bailabaydescansaba. Al principio esas actividades se ejecutaban «naturalmente», esdecir, en la misma forma en que los animales hacen lo que necesitan p ara vivir. Aunque tales acciones se presentan en nosotros naturalmente, no son en modo alguno simples. Incluso la más simple de las actividades humanas es tan misteriosa como el reto mo de la paloma al pal omar desde largas distancias o la 'construcción de la colmena por las abejas. L a s actividades

naturales

constituyen

u n a herencia

común

Todas esas actividades naturales son similares en las personas, como lo son entre las palomas y las abejas. En todas partes del mund o existen tribus que en forma natural han aprendido a hablar, así como a correr, saltar, combatir, usar ro pas, nadar, danzar, sembrar, tejer lana, curtir cueros, hacer cestos, y demás, e incluso lo han hecho así familias aisladas residentes en islas. En algunos sitios estas actividades.se han desarrollado yramificado; en otros, siguen iguales a como eran en los primeros tiempos.

L á SEGUNDA ETAPA ES INDIVIDUAL

En las épocas y lugares donde ha tenido lugar una evolución siempre encontr amos una etapa especial, individual. Es to significa que ciertas personas establecieron su forma propia y esoeciai de ejecutar las actividades naturales. Una puede haber dado con su manera particular de expresarse, otra con una forma singular de correr, de tejer o confeccionar cestos, en suma, con un estilo individual, que difiere de la manera natural, de ejecutar esta o aquella actividad. Cuando este método personal demostró poseer ventajas decisivas fue adoptado por otros. Así, los australianos adquirieron el arte de arrojar el bumerán, los suizos aprendieron a cantar pasando de la voz natural a la de falsete y viceversa, los japoneses a servirse delcrol. yudoEsta y los de los Mares del Sur a nadar braceando en es isleños la segunda etapa. T ercera

etapa

: método

y profesión

Cuando cierto proceso es susceptible de ejecutarse en varias formas, alguien pue de advertir la importancia del proceso mism o, prescindiendo de la forma en que lo ejecute este o aquel individuo. Discernirá algo como en común entre actividades individuales y definirá el proceso tal. En estalas etapa, que es la tercera, el proceso se consuma de acuerdo con un método específico que resulta del conocimiento y deja de ser natural. Si estudiamos la historia de los'diversos oficios que se practican en el mundo civilizado encontramos esas tres etapas casi sin excepción. En los albores de la humanidad el hombre creó naturalmente dibujos hermosos. Leonardo da Vinci aplicó principios elementales de perspectiva, pero sólo en el siglo XIX éstos fueron plenamente definidos (por Monge) y desde entonces se los enseña en todas las escuelas de arte. EL MÉTODO APRENDIDO DESALOJA LAS PRÁCTICAS NATURALES

Según puede observarse, las prácticas naturales han cedido gradualmente su lugar a métodos adquiridos, «profesionales»; la sociedad en general niega al individuo el derecho a emplear el mé-

todo natural y, antes de permitirle trabajar, lo obliga a aprender la manera aceptada de hacerlo. El nacimiento de un niño, por ejemplo, fue en otro tiempo un proceso natural y las mujeres sabían, llegado el caso, cómo ayudarse unas a otr as. Pero cuando la parterí a se convirt ió en métod o aceptado y la partera contó con un diploma, la mujer común dejó de estar autorizada o capacitada para ayudar a otra durante un parto. Hoy en día asistimos a un continuo proceso de desarrollo de sis tema construidos conscient emente, que reemplazana losmétodos individuales e intuitivos, y vemos que las acciones ejecutadas antes en forma natural se convierten en profesiones reservadas para especialistas. Hace tan sólo 100 años era posible tratar a los enfermos con métodos naturales. H oy en día el atend er una casa se transforma en profesión, y amueblarla está a cargo del decorador de interiores. Lo mismo ocurre con muchos otros campos de actividad, se incluyeny otras las matemáticas, el canto, el teatro, la guerra, donde la planificación, esferas similares; empezaron como actividades naturales y llegaron a convertirse, por efecto de perfeccionamientos individuales, en sistemas y profesiones. C uanto

m á s si mp l e e s u n a acción

m á s tarda

EN PERFECCIONARSE

La observación y el estudio revelan que cuanto más simple y común etapa, es unalaacción natural,Hace más tiempo necesita parase desarrollaalcanzar la tercera sistemática. miles de años qué ron métodos aceptados para el tejido de alfombras, la geometría, la filosofía y las matemáticas. Caminar, estar de pie v otras .actividades básicas llegan sólo hoy a la terce ra etaoa. En ei curso de su vida, to da persona pasa po r las tres etapas en algunas de sus actividades; en muchas otras no va más allá de la primera o de la segunda. Todo hombre nace en un tiempo determinado y crece en una sociedad donde se encuentra con distintas actividades en varias etapas de desarrollo: algunas en la primera, otras en la segunda y otras en la tercera.

ES DIFÍCIL DEFINIR LAS ETAPAS

Todo hombre se adapta a su época. En el caso de ciertas acciones, la manera natural de realizarlas constituye el límite de cuanto es capaz de hacer, y también de lo que su socied ad es capaz de h acer: en el caso de otras se espera de él que llegue a la segunda etapa, y en el de muchas otras a la tercera. Esa adaptación presenta dificultades obvias que se debe n a lo vago del proceso. En muc has situaciones resulta difícil determinar si el individuo debe atenerse a lo natural, o empezar por el principio y estudiar las etapas metódicas. Así, muchas pers onas incapa ces de cantar o baila r lo justifican diciendo que nunca l o aprendieron. Pero también existe n muchos que cantan y danzan natura lmente, y están seguros de que los cantantes y bailarines formados como tales no saben más que lo que saben ellos, a menos que posean mejores dotes naturales . Hay m uchas personas que n o saben toca r el tambor, saltar en alto o en la rgo, tocar una flauta, dibujar, resolver crucigramas o ejecutar muchas otras actividades que en tiempos pasados sólo se aprendían de manera natural; hoy ni siquiera s e atreven a aprende r po r sí solas esas artes debido a que existen p ara ..ello métodos aceptados. Tan grande es a juicio de esas, personas el poder del sistema, que incluso borran de su autoimagen lo poco que aprendieron de niños acerca de esas actividades, por encontrarse empeñadas en otras que aprendieron sistemática y conscientemente. Si bien tales personas son muy útiles para la sociedad, carecen de espontaneidad y, en las esferas ajenas a lo profesional, sus vidas tropiezan con dificultades. Volvemos, pues, a la necesidad de examinar y perfeccionar nuestra autoimagen, para poder vivir de acuerdo con nuestra constitución y nuestras condiciones naturales, no de acuerdo con una autoimagen que fue establecida por el azar, sin mayor conocimiento nuestro. P roblemas

q u e pueden

presentarse

c o n l a tercera

etapa

La etapa sistemática de acción no consiste en puras ventajas. Su principal inconveniente reside en que muchas personas ni siquiera tratan de hacer cosas especializadas y, como consecuencia,

nunca intentan siquiera pasar po r las dos primeras etapas, que están dentro de la capacidad de cualquiera. Sin embargo, la etapa sistemática es de gran importancia. Nos permite hallar formas de conducta y acción que concuerdan con nuestras necesidades personales e interiores y que no podríamos encontrar naturalmente debido a que las circunstancias e influencias externas nos han llevado po r otras direcciones donde es imposible progresar de forma continuada. El estudio sistemático y la conciencia deben proporcionar a cada hom bre los medios nec esarios p ara indagar en todos los campos de acción, con el fin de enc ontrar para sí mismo un sitio dond e pue da obrar y respirar libremente.

DÓN DE EMPEZAR Y CÓMO

M étodos

d e corrección

humana

El problema de corregirse a sí mismo —sea con ayuda de otros o mediante el propio esfuerzo— ha preocu pado al hombre a lo largo de toda su historia. Much os sistemas se idearon para ese fin: las diversas religiones han procurado describir formas de conducta orientadas hacia el mejoramiento del hombre. Distintos métodos de análisis se arraigadas. proponen liberar su comportamiento de compulsiones hondamente Los sistemas «esotéricos» —es decir, «internos»— practicados en Tibet, la Ind ia y Japón, y aplicados en todos los tiempo de la historia humana, influyeron también sobre el judaismo. Los cabalistas, los tzadikim y los practicantes del «MussaD> (moralistas), menos conocidos que aquéllos, fueron más influidos por el budismo Zen y el Raja Yoga que lo que parece a primera vista. Hoyes común también toda una s«“r>e dcmciuuub J e sugestión e hipnosis (se los aplique a una sola o a muchas personas). En distintos lugarescdel mund o secada emplean poellos, r lo menos ta les métodos, onsiderado uno de po r suscincuenta adeptos,decomo el método. E stados

d e l a exi st enc

i a humana

Es habitual distinguir, en la existencia, entre dos estados: la vigilia y el sueño. Definiremo s un tercer estado: el conocimiento. En

éste, el individuo sabe con exactitud qué hace mientras se encuentra despierto, tal como a veces sabemos, al despertar, qué soñamos mientras dormíamos. Por ejemplo, un hombre de 40 años puede adquirir conocimiento de que una de sus piernas es más corta que la otra sólo después de hab er sufrido d olor de espalda, de qu e se le hayan sacado radiografías y de qu e un médico le haya diagnosticado su problema. Esto se debe a que, en general, el estado de vigilia se parece más al de sueño que al de conocimiento. Siempre se ha considerado que el sueño es un estado conveniente para inducir mejoramientos en un hombre. Coué utilizaba el momen to en que un individuo se duerm e para provocar la autogestión, y el sueño mismo para lograr la sugestión. En la hipnosis, el sujeto es sometido a un estado de s ueño parcial o profundo que permite sugestionarlo con más facilidad. Algunos métodos modernos recurren al sueño para enseñar matemáticas o idiomas, así como pa ra sugestionar. El estado de vigilia parece apropiado para aprender procesos que suponen repetición y explicación, pe ro no sugestión. Es difícil modificar los hábitos adquiridos en estado de vigilia; por otro lado, presentan pocas dificultades cuando se trata de comprender material nuevo. C omponentes

d e l estado

d e vi g i l i a

Cuatro componentes constituyen el estado de vigilia: sensación, sentimiento, pensamiento y movimiento. Cada uno sirve como base para to da una serie de métodos de corrección. En la sensación incluimos, además de los cinco sentidos conocidos, el sentido cenestésico, que comprende el dolor, la orientación en el espacio, el paso del tiemp o y el ritmo. El sentimiento comprende —aparte de las conocidas emociones de alegría, tristeza, ira y demás— respeto de sí mismo, sentimiento de inferioridad, supersens ibilidad y o tras emociones conscientes e inconscientes que tiñen nuestras vidas. El pensamiento abarca todas las funciones del intelecto, tales como la de op oner derecho e izquierdo, bu eno y malo, acertado y errado, y las de entender, saber que uno entiende, clasificar cosas, reconocer reglas, imaginar, saber qué es lo que se siente, recordar todo lo anterior, y demás.

El movimiento incluye todos los cambios temporales y espaciales del estado y las configuraciones del cuerpo y sus partes, tales como los que se producen al respirar, comer, hablar, circular la sangre y digerir. H ab l ar sobre

componentes

p o r separado

supone

UNA ABSTRACCIÓN

Excluir cualquiera de los cuatro componentes sólo se justifica al hablar de ellos. En la realidad, en el estado de vigilia no hay un solo instante en que el hombre no emplee al mismo tiempo todas sus facultades. Es imposible, por ejemplo, recordar un hecho, una persona o un paisaje sin emplear por lo menos uno de los sentidos —la vista, el oído o el tacto— para recobrar el recuerdo junto con la autoimagen d e aquel momento , tal como la posición, al edad, el aspecto, la acción o los sentimientos agradables o desagradables. De esa interacción resulta que prestar atención cuidadosa a cualquiera de los componentes influirá sobre los otros y, por lo tanto, sobre toda la persona. En realidad, no hay manera práctica de corregir a un individuo que no involucre un mejoramiento gradual dirigido, alternativamente, al todo y a las partes. LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS SISTEMAS PARECEN MAYORES EN LA TEORÍA QUE EN LA PRÁCTICA

Las verdaderas diferencias entre los diversos sistemas de corrección no radican tanto en lo que hacen como en lo que dicen. Explícita o implícitamente, en su mayor par te se basan sob re el supuesto de que el hombre tiene propensiones innatas que pueden modificarse, es decir, suprimirse, controlarse o inhibirse. Todos los sistemas que atribuyen al hombre un carácter fijo conside ran cada una de susencualidades, facultades un ladrillo en un o edificio; algunos edificios, estey dones o aquelcomo ladrillo puede faltar ser defectuoso. Estos sistemas exigen años de esfuerzo a la persona que quiere mejorarse a sí misma. Algunos de ellos incluso le req uieren consagrar toda su vida a esa tarea.

M ejoramiento

d e procesos

, a diferencia

d e mejoramiento

d e .propiedades

Ese enfoque estático convierte la corrección en un camino lar go y complejo. Creo que se basa en supuestos erróneos, pues resulta imposible rep arar defectuosos humana o agregarle los los queladrillos faltan . La vida humade nauna es unestructura proceso continuo y lo que debe mejorarse es la calidad del proceso, no sus propiedades o su tendencia. Muchos son los factores que influyen sobre ese proceso y es preciso combinarlos para que éste sea fluido y pueda ajustarse por sí solo. Cuando más claramente se entiendan los fundamento s del proceso, mejores serán los resultados. U t i l i zar

l o s defectos

para

mejorar

Así como en cualquier proceso complejo las desviaciones respecto de lo normal se utilizan como ayudas para corregirlo, en el mejoramiento del ser huma no no se deben suprimir, pasar por alto o superar po r la fuerza los defectos y desviac iones, sino que se los debe emplear par a dirigir la corrección. C orregir

l o s movimientos

constituye

e l mejor

modo

DE MEJORARSEa SÍ MISMO

Se ha señalado que cualquiera de los cuatro componentes del estado de vigilia influye inexorablemente sobre los restantes. La elección del movimiento —uno de dichos componentes— como principal medio de mejoramiento se basa en las siguientes razones: 1. La principal ocupación del sistema nervioso esel movimiento

El movimiento constituye la principal ocupación del sistema nervioso porque no podemos ejercitar los sentidos, el sentimiento ni el pensamiento en ausencia de una serie de acciones polifacéticas y sutiles que el cerebro ejecuta para sostener el cuerpo contra la fuerza de gravedad; necesitamos saber al mismo tiempo dónde estamos y en qué posició n. Pa ra conocer nuest ra posición , dentro

del campo de gr avedad, en relación con otros cuerpos, o para mo dificarla, debemos recurrir a nuestros sentidos y a nuestras facultades del sentimiento y el pensamiento. Hacer intervenir activamente todo el sistema nervioso en el estado de vigilia constituye parte de tod os los métodos de mejoramiento de sí mismo, incluso de aquellos q ue afirman ocuparse en sólo uno de los cuatro componentes de la vigilia. 2. La cualidad del movimiento es más fácil de distinguir Tenemos un conocimiento más claro y seguro de la organiza ción que tiene el cuerpo contra la tracción de la gravedad que sobre la ira, el amor, la envidia e incluso el pensamiento. Es relativamente más fácil aprender a reconocer la cualidad del movimiento que la cu alidad de los otros factores. 3. Tenemos una experiencia más rica del movimiento

Todos tenemos más experien cia de l movimiento q ue del sentimiento y el pensamiento, y mayor capacidad para aquél. Muchas personas no diferencian entre sobreexcitabilidad y sensibilidad y consideran como una debilidad una sensibilidad altamente desarrollada. Suprimen todo sentimiento perturbador y evitan las situaciones que pueden provocarlo. Muchas personas restringen o dislocan en significa forma similar el pensam iento.deSe considera que p ensar librem ente desafiar las normas condu cta aceptadas, no sólo en lo religioso sino también en cuestiones conectadas con las relaciones sociales, la econo mía, la mo ral, el sexo, él arte, la polí tica y hasta la ciencia. 4. La capacidad para moverse influye mucho sobre la propia valoración

Es probable que para la autoimagen de una persona su contextura física y su capacidad para moverse sean más importantes que cualquier otro factor. Nos basta observar a un niño que ha encontrado una imperfección en su boca o algún otro rasgo de su aspecto físico que parece tor narlo distinto de los demás, par a convencernos de que ese descub rimien to afectará en forma considerable su conducta. P or ejemplo, si su columna vertebral no se ha de-

sarrollado bien, le resultará difícil efectuar movimientos que exigen un agudo sentido del equilibrio. Tropezará fácilmente y necesitará ejercer en forma constante un esfuerzo consciente para hacer lo que otros niños hacen con toda naturalidad. Se ha desarrollado de los otros; quéen necesita pensarenjEoxma..distinta y prepararse de .antemano; no comprueba puede confiar sus propias reacciones espontáneas. Así, sus dificultades de movimiento socavan y deforman su respeto por sí mismo y le imponen una conducta que interfiere en su desarrollo según sus inclinaciones naturales. 5. Toda actividad muscular es movimiento

Toda acción se srcina en la actividad muscular. Ver, hablar e incluso oír exigen acción muscular. (Cuando oímos, el músculo regula la tensión dél tímpano de acuerdo con la intensidad del sonido.) El cualquier movimiento no sólo tienen importancia la co ordinación mecánica y la exactitud temporal y espacial; también es importante la fuerza. Por efecto de la relajación permanente de los músculos la acción se tom a lenta y débil;, por efecto d e su tensión excesiva y permanente, se torna brusca y angular. Ambas situaciones ponen de manifiesto estados mentales y se relacionan con el motivo de las acciones. En los alienados, las personas nerviosas y las de autoimagen inestable, es posible discernir en el tono muscular alteraciones que concuerden con el trastorno psíquico. En cambio, otros atributos de la acción, como el ritmo y el ajuste en tiempo y espacio, pueden ser más satisfactorios. Incluso un observador que carece de preparación especial y no sabe con exactitud qué es lo que le parece mal puede advertir trastornos en la regulación de la intensidad del movimiento y en la expresión facial de una persona que ve po r la calle. 6. Los movimientos reflejan el estado del sistema nervioso

Los músculos se contraen por efecto de una interminable serie de impulsos que provienen del sistema nervioso. Tal es la causa por la cual el patrón muscular dé la posición vertical, la expresión facial y la voz reflejan el estado del sistema nervioso. Como es ob vio, ni la posición, n i la expresión n i la voz pueden modificarse sin

que en el sistema nervioso se opere un cambio que desencadene los cambios exteriores y visibles. En consecuencia, cuando hablamos del movimiento muscular nos referimos, en rigor, a aquellos impulsos del sistema nervioso que que activan los músculos, no pueden funcionar sin impulsos los dirijan. Aunque que el músculo cardíaco del' embrión empieza a contraerse antes aún de que se hayan desarrollado los nervios que han de controlarlo, no funcion a en la forma que nos es común a todos hasta que su pr opio sistema nervioso pued e regular esa actividad. De esto podemos extraer una conclusión que a primera vista resulta paradójica: el mejoramiento de la acción y el movimiento sólo puede presentarse después de haberse producido un cambio previo en el cerebro y el sistema nervioso. O sea aue un perfeccionamiento, de laja.cción corporal refleja un cambio en el control central, q ue es la única autorida d. El cambio en el control central es el que sobreviene en el sistema nervioso. En cuanto tales, esos cambios son invisibles para el ojo humano; en consecuencia, algunos consideran que su expresión exterior es puramente mental, en tanto que, a juicio de otros, es puramente física. 7. El movimiento constituye la base del conocimiento La mayor parte de lo que sucede dentro de nosotros perman ece apagado y oculto hasta que llega a los músculos. Sabemos lo que sucede en nuestro in terior no bien los músculos de nuestro rostro, corazón o apara to respiratorio se organizan de acuerdo con ciertos patrones, que nosotros conocemos como miedo, ansiedad, risa o algún otro sentimiento. Si bien sólo se necesita muy corto tiempo para organizar la expresión muscular de la respuesta interna, o sentimiento, todo s sabemos qu e es posible controla r la prop ia risa antes de que otros la adviertan. En cambio, no podemos impedirnos expresar visiblemente el miedo y otros sentimientos. Nocentral nos damos de lo queconciencia sucede ende nuestro sistema nervioso hasta cuenta que^cobramos cambios operados en nuestr a postura, estabilidad y actitud, pue s tales cambios se advierten más fácilmente que los que se producen en los musculos mismos. Somos capaces de impedir una expresTón'musculareom pleta gracias a que los procesos de aquella parte del cerebro que atiende las funciones peculiares del hom bre son much o más lentos que los procesos de las porciones cerebrales encargadas de aten-

der lo que es común al hombre y al animal. La lentitud misma de esos procesos nos permite juzgar y decidir si actuaremos o no. El sistema entero se ordena po r sí solo de.modo.q ue los músculos se preparan tanto para ejecutar la acción como nara impedirla. No bien adquirimos conocimiento de los medios que se aplican a organizar una expresión, podemos, a veces, discernir qué estímulo la desencadena. En otras palabras, reconocemos el estímulo de una acción, o la causa de una respuesta, cuando nos to rnamos suficientemente conscientes de los músculos que intervienen en ella. A veces podemos tener conciencia de que algo ocurre en nuestro interior, sin ser capaces de definirlo con exactitud. En este caso, está surgiendo una nueva pauta de organización, que aún no sabemos cómo interpretar. Después de que se haya presentado varias veces se tornará familiar; entonces reconoceremos su causa y advertiremos incluso los primeros signos del proceso. En algunos casos la experiencia deberá repetirse muchas veces antes de que la reconozcamos. E n definitiva, de la mayor parte de lo que sucede en nuestro interior nos damos cuenta principalmente por intermedio de los músculos. Una pa rte men or de esa información nos llega por intermedio de la envoltura, es decir, la piel del cuerpo entero, las membranas que revisten el tracto digestivo y las membranas que encierran y revisten los órganos de la respiración, así como las superficies internas de la boca, la na riz y el ano. 8. Respiración es movimiento

Nuestra respiración refleja, todo esfuerzo emocional o físico, así como cualquier trastorno. También es sensible a los procesos vegetativos. Las alteraciones de la glándula tiroides, por ejemplo, causan una respiración de tipo especial que ayuda a diagnosticar la enfermedad. Todo estímulo fuerte y repentino detiene la respiración. Cualquier persona sabe, po r experiencia propia, cuán estrecha relación existe, entre la respiración y los cambios emocionales fuertes o su inminencia prevista. A lo largo de toda la historia humana encontramos sistemas y normas encaminados a inducir un efecto calmante mediante el perfeccionamiento de la respiración. El esqueleto humano se halla construido de tal modo que resulta poco menos que imposible organizar la respiración de manera adecuada sin dar al mismo tiempo al esqueleto una posición satisfactoria en relación con la grave-

dad. Sólo se logra reorganizar la respiración en la medida en que se logra, para aquel fin, perfeccio nar la organización de los múscu los esqueléticos para mejorar la po stura y el movimiento. 9. Los goznes del hábito

Queda por fin una razón —la más importante de todas— por la cual debemos elegir la esfera de la acción para iniciar el ataque hacia el mejoramiento del hombre. Toda conducta, como señalamos antes, constituye un complejo de músculos, sensación, sentid miento y pensa miento que se movilizan. En teoría, se podría utilii zar cada uno de esos componentes en lugar de alguno o algunos otros, pero tan importante es el papel que cumplen Jos músculos en demotriz, esas alternativas si se los omitiera de las pautas cualquiera de la corteza el resto deque, los componentes de esas pautas se desintegraría. La corteza motriz del cerebro, donde se establecen las pautas o patrones que activan los músculos, se encuentra sólo a pocos milímetros por encima de la capa cerebral donde se operan los procesos de asociación. Todos los sentimientos y sensaciones que un hombre ha experimentado se vincularon, en algún momento, con los procesos de asociación mental. El sistema nervioso posee una característica básica: no podemos ejecutar una acción y, al mismo tiempo, la acción contraria. En cualquier momen to dado, el sistema entero consuma una su erte de integración general que el cuerpo expresará en ese momento. La postura, la sensación, el sentimiento y el pensamiento, así como los procesos bioquímicos y hormonales, se combinan de modo tal aue forman un todo que no puede dividirse en sus distintas partes. Por complejo e intrincado que ¡>ca, v.¿c tcdc ccncti tuye el conjunto del sistema tal como se integra en ese momento dado. Dentro de una y otra integración, sólo adquirimos conciencia de los factores donde entran en juego los músculos y la envoltura de piel y membranas. Ya hemos visto que, en la conciencia, los músculos desempeñan el papel principal. No puede operarse un cambio en el sistema muscular sin un previo cambio correspondiente en la corteza motriz. Si lográramos, de alguna manera, pro-

vocar unauna modificación de lala coordinación corteza motriz medio de las tal cambio, alteración de de y,laspor pautas o de

pautas mismas, se desintegraría la base sobre la cual se sustenta la conciencia en cada una de las integraciones elementales. Debido a la estrecha prox imid ad existente entre l a corteza motriz y las estructuras cerebrales relacionadas con el pensamiento y el sentimiento, así como a la tendencia de los de un sector del tejido cerebral a propagarse hacia los procesos tejidos vecinos, un cambio radical en la corteza motriz no puede sino tene r efectos pa ralelos sobre el pensam iento y el sentimiento. Un cambio funda mental que se opere en l a base motriz, d entro de cualquier patrón de integración, puede fracturar la cohesión del conjunto y, en consecuencia, liberar al pensamiento y el sentimiento de las ataduras que los sujetan a los patrones de sus rutinas establecidas. En esa situación es much o más fácil efectuar cambios en el pensam iento y el sentimiento, la el parte corr espo ndiente a los músculos, p or intermedpuest io deolaque cual pensamiento y el sentimiento llegan hasta nuestra conciencia, ha cambiado y ya no expresa más las pautas que nos eran familiares. El hábito ha perdido su principal sostén, que son los músculos, y se ha tornado más dócil al cambio.

La

abstracción

e s exc

l us i vamen

t e humana

Hemos dicho que tod o el proceso de la vida puede descomponerse en cuatro componentes: movimiento, sensación, sentimiento y pensamiento. Este último diiíere en muchos aspectos del movimiento. Tal vez podamos aceptar la idea de que, bajo la forma en que se encuentra en el hombre, el pensamiento es propio de éste. Si bien cabe admiti r que en los animales superiores se pueden observar algunas chispas de algo similar al pensamiento, no hay duda de que la abstracción es territorio exclusivo del hombre; la teoría de la armonía en música, la geometría del espacio, las teorías de los conjuntos y de las probabilidades, son inconcebibles fuera de la mente humana. El cerebro y el sistema nervioso humanos poseen además, en cierta parte de su estructura, una peculiaridad que la diferencia por completo de la estructura de otras partes del cerebro, parecidas en general a las que poseen otras criaturas vivas. Aquí no hay espacio para un análisis detallado de las diferencias anatómicas y fisiológicas; deberá bastar, pues, una descripción general de la estructura. La

parte

estrictamente

individual

d e l cerebro

El cerebro necesita, para subsistir, cierto ambiente químico y cierta temperatura. Y todo organismo vivo contiene un grupo de

estructuras que dirigen y regulan la química y la temperatura del conjunto de m odo tal que éste pueda sobrevivir. Ese g rupo de estructuras constituyen el sistema rínico; atiende los requerimientos internos individuales de cada organismo vivo. Si esas estructuras son defectuosas, el organismo queda lisiado o deja de ser viable. Son simétricas y hereditarias en todos los detalles de su disposición y funciona miento. I mp ul sos

internos

periódicos

Un segundo grupo de estructuras cerebrales atiende todo lo que concierne a la expresión exterior de las necesidades internas vitales. La necesidad de sustentar el cuerpo y el sistema rínico crean impulsos inter nos que se expresan hacia el ambiente. Esto es cumplido po r el sistema límbico, gru po de estructuras que tiene a su cargo todo cuanto concierne a los movimientos del individuo en el campo de gravedad y a la satisfacción de todos los impulsos internos, como el hambr e y la sed y la eliminación de los productos residuales. En resumen, atiende todas las necesidades int ernas, que se intensifican cuando no son satisfechas, y disminuyen o desaparecen cuando lo son, hasta que la necesid ad aumenta y el ciclo empieza Todasdelasnuevo. maravillas que habitualmente adjudicamos al instinto, como la construcción de nidos p or las aves, la confección de su tela por la araña y la capacidad de la abeja y la paloma para encontrar a gran distancia el camino de vuelta, se srcinan en dichas estructuras. LOS ALBORES DE LA CAPACIDAD DE APRENDER

Ya en actividades de este tipo pueden advertirse las propiedades específicas del sistema nervioso humano. La estructura, la organización y las acciones son principalmente hereditarias, a diferencia de lo que sucede con el sistema rínico, descrito antes, que es por completo hereditario y no cambia de un individuo a otro, salvo en los casos de cambios fundam entales p or evolución. Los instintos no son tan estacionarios y definidos como a menudo pensamos; var ían y presen tan pequ eñas diferencias entre un

individuo y otro. En ciertos casos el instinto es débil y su acción necesita ser provocada por cierta cantidad de experiencia individual; es el ejemplo del niño recién nacido que no chup a hasta que sus labios son estimulados por el pezón. En otros casos el instinto permite un considerable grado de adaptación a las circunstancias, y allí se encuentra .el primer indicio de aptitud para cambiar de acuerdo con las exigencias del ambiente; en síntesis, el nacimiento o albor de la capacidad de aprender. Así, los pájaros, cuando se los traslada a un ámbito extraño, se acostumbran a construir nidos con materiales que no conocían. Pe ro la adaptac ión es difícil.y no todos los individuos tienen el mismo éxito. La adaptación de los instintos a las exigencias de un ambiente nuevo pu ede llegar hasta el pun to de acercarse a lo que solemos llamar entendimiento y aprendizaje. L a diferenciación

fina

e s u n a prerrogativa

humana

Un ter cer grup o de estructuras cerebrales se ocup a en las actividades q ue diferencian al hombre de los anim ales. Se trata del sistema supralímbico, mucho más desarrollado en el hombre que en cualquiera de los animales superiores. De este sistema depende la delicada diferenciación de los músculos de la mano, lo que multiplica el número posible de pautas, ritmos y matices de cada operación. Ese sistema hace de la mano humana un instrumento capaz de ejecutar música, dibujar, escribir y realizar muchas otras actividades. El de sistema supralímbico igual sensibilidad a los músculos la boca, la garganta yimparte el aparato respiratorio. Análogamente, el pod er de diferenciación multi plica en este cas o el nú mero de patrones sonoros que es posible producir, de lo cual resulta la creación de centenares de lenguajes y gran variedad de .maneras de. cantar y de silbar. E xperiencia

individual

contra

herencia

estructura pero y los su tejidos de este sectorendel sistema nervioso son La hereditarios, función depende gran medida de la experiencia individual. No hay dos escrituras iguales. La letra de un individuo depende del lenguaje que aprendió a escribir en primer térm ino, el tipo de escritura que se le enseñó, la pluma o ins

'truniento que haya utilizado, la posición asumida al escribir, y así sucesivamente; es decir, dependerá de todo cuanto haya afectado la formación de pautas o códigos en la corteza motriz durante el aprendizaje. La pronunciación correcta de la lengua madre por un individuo determina en gran medida el desarrollo de los músculos de su lengua, así como el de su boca, su voz y su paladar. El prim er lenguaje de un hombre influye sobre la potencia relativa de los músculos de su boca y sobre la estruc tura de la cavidad bucal hasta tal punto, que en' cualquier lenguaje que hable con posterioridad será posible reconocer, debido a las dificultades de a justar los órganos del habla a las nuevas inflexiones, qué lenguaje habló antes esa persona. En este caso, la experienc ia personal del individuo se convierte en un factor que determina el desarrollo estructural ende medida no uliaridad menor que ta una pec úniclos a. factores hereditarios mi smos. Se traE l concepto

d e opuestos

s e deriva

de l a

ESTRUCTURA

La actividad del tercer sistem a es asimétrica ^ el lado derecho difiere del izquierdo—, a diferencia de la simetría que impera en los otros dos sistemas. Sobre esa asimetría se funda la distinción entre derecho e izquierdo. Cuando la mano derecha es la dominante, el centro del lenguaje se forma en el lado izquierdo del cerebro, e inversamente. Se considera que esta oposición primaria entre derecho e izquierdo constituye la base de nuestro concepto de opuestos en gener al. Po r serla mano derecha, habitualmente, l a más funcional de las dos, en muchos idiomas el término «d erecho» se asocia a significados tales como correcto, legal, afirmación de propiedad y autoridad: compárense las connotaciones de vocablos como «right», inglés; «pravo», ruso; «recht», alemán, y «droit», francés. Los modos pensamiento primit ivos tiendena aoscuro, opon ery bueno a malo, blanco de a negro, frío a caliente, luminoso a ver en esos términos oposición o conflicto. Un pensamiento más evolucionado no pu ede atribuirse oposi ción en un sentido real. Oscuro y frío, por ejemplo, no son los opuestos de luz y calor; hay oscuridad cuando no hay luz, y lá relación entre calor y frío es más completa aún.

F enómenos

rever

si b l es y fenómenos

i r re ver si b l es

El nexo de este terce r sistema con los centros de la emoción es considerablemente más débil que los fuertes nexo s que tienen con dichos dos interfieren sistemas anteriores. Las emociones fuertes, como lacentros ira o loslos celos, en el funcionamiento de este delicado sistema y confunden el pensamiento. Pero el pensamiento que carece de toda conexión con el sentimiento no tiene nexo alguno con la realidad. La celebración misma no tiene compromisos, es neutral, y puede ocuparse con igual eficacia en enunciados contradict orios. Par a decidirse por un pensamiento y no p or otro, es preciso por lo menos sentir que ese pensamiento es «acertado:», o sea, que se corresponde con la realidad. El acierto es desde luego, en este objetivamente caso, una realidad subjetiva. «acertado» se corresponde con la real idad,Cuando el pensamien to posee valor h uman o general. La celebración no puede optar por sí sola entre dos proposiciones: «Es posible llegar a la Luna» y «No es posible llegar a la Luna», pues en sí mismas ambas son aceptables. Sólo la experiencia de la realidad confiere a un pensamiento la cualidad de «acertado». Durante muchas generaciones la realidad rechazó la primera proposición, y se decía que alguien «estaba en la Luna» para indicar mente se hallaba divorciada de la . eSi seque tratasude la pura celebración, la mayor parrealidad. te de los proc sos pueden ser tan to reversibles como irreversibles. E n la realidad, la gran mayoría de los procesos son irreversibles: un fósforo fro tado y quemado no pu ede volver a ser un fósforo, ni un árbol puede volver al estado de brote. Los procesos relacionados con el tiempo son irreversibles porque el tiempo mismo lo es. En rigor, pocos procesos, de cualquier clase que sean, son reversibles, es decir, pueden volver atrás de modo quecerebración se restablezcan las condiciones del proceso. La desconectada de la existent realidadesnoantes constituye pensamiento, las contracciones musculares al azar no representan acción o movimiento.

L a base d e l a conciencia e n l a demora ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN

Las vías nerviosas del tercer sistema cerebral son más largas y más complejas que las de los otros dos sistemas. La mayor pa rte de las operaciones tercerexisten sistemavías se que ejecutan por intermediación de los otros dos,del aunque permiten a aquél ejercer un control d irecto sobre los mecanismos ejecutores. El proceso indirecto demora la acción m isma, de modo que eso de «pensar primero y hacer después» no es un mero decir. Entre lo que se. engendra, en el sistema supralímbico y su ejecución por el cuerpo hay una demora. Esa dilación entre un proceso intelectual y su traducción a la acción es bastante larga como para que ésta pueda ser inhibida. Esa posibilidad de crear la imagen de una acción v demorar después su ejecución —trátese de diferirla o de impedirla— constituye la base de la imaginación y del juicio intelectual. En su mayor parte, las acciones de este sistema son ejecutadas por los otros dos, más antiguos, y su velocidad se limita a la propia de éstos. Por ejemplo, no es posible apr ehender el significado de un texto impreso con mayor rapidez que la del ojo a l recorrer la página para leerla. No se puede expresar el pensamiento con rapidez mayor que la alcanzada al pronunciar las palabras que lo significan. De ello se deduce que leer y expresa r más rápid amente representan unos de los medios que permite n pensar con mayor rapidez. La posibilidad de una pausa la creación de la pautadedeesa pensamiento de cualquier acciónentre particular y la eiecución acción constituye la base física de la conciencia. Esa pausa permite examinar qué sucede en nuestro interio r en el momento en que se forma la intención de perpetrar el acto, así como durante su comisión. La posibilidad de aplazar la acción —de prolongar el período que separa la intención de su ejecución— permite al hombre aprender a conocerse. Y es mucho lo que hay por conocer, pues los sistemas que llevan a cabo nuestros impulsos internos actúan automáticamente, como en el resto de los animales superiores. H acer

n o significa

conocer

Que ejecutemos una acción no pru eba en modo alguno que sepamos, así sea superficialmente, qué estamos haciendo o cómo lo

hacemos. Si intentamos consumar una ación en forma consciente —es decir, seguirla en todos sus detalles— pronto descubrimos que la más simple y común de las acciones, como la de levantarse de una silla, constituye un misterio, pues no tenemos idea alguna de cómo lo hacemos. ¿Contraemos los musculos del estómago o los de la espalda? ¿primero tensamos las piernas, o primero inclinamos el cuerpo hacia delante?, ¿y qué hacen entretanto los ojos, o la cabeza? Es fácil demostrar que ese hombre no sabe lo que hace, hasta el pu nto de ser incapaz de levantarse de un a silla. En consecuencia, no tiene más alter nativa que volver a su m étod o habitual, que consiste en darse a sí mismo la orden de pon erse de pie y confiar a los organismos especializa dos que hay en su interior la ejecución de la acción, tal como les guste a ellos ejecutarla, que es como, por otra parte, la ejecuta habitualmente él. Así aprendemos que al autoconocimiento no se llega sin un considerable esfuerzo y que incluso puede interferir en la realización de acciones. El pensamiento y el intelecto que sabe son enemigos de la acción automática, habitual. Este hecho es ilustrado por la vieja historia del ciempiés que, interrogado sobre el orden en que movía sus patas, ya no supo cómo caminar. E l conocimiento

hace

coincidir

l a acción

c o n l a intención

A menudo, a un hombre que está haciendo algo le basta preguntarse qué hace para que se sienta confundido y no pued a continuar. En caso tal, ese hombre ha comprendido de pronto que la ejecución de la acción no se corresponde realmente con lo que él pensaba que hacía. Si nuestra conciencia no está despierta, hacemos lo que los sistemas cerebrales más antiguos hacen a su propia manera, aunque la int ención de ob rar provenga del tercer si stema, superior a ellos. Más aún, con mucha frecuencia la acción termina por ser exactamente lo opuesto de la intención srcinal. Esto sucede cuando la intención de actuar proviene del sistema superior, cuyo nexo con las emociones es débil, y pone en movimiento los sistemas inferiores, que tienen nexos mucho más fuertes con las emociones debido a su mayor velocidad propia y también a su menor dem ora propia entre intención yej ecución. En casos así, la acción de los sistemas cerebrales inferiores, po r ser automática y más rápida, d etermina que aquella parte de la ac-

ción relacionada con un sentimiento intenso sea ejecutada casi inmediatamente, en tanto que la parte que se relaciona con el pensamiento (proviene del sistema superior) se presenta con lentitud, cuando la acción está casi concluida o lo está del todo. La mayor parte de los tropiezos verbales —palabras que se atropellan, etcétera— tienen ese srcen. E l conocimiento

n o e s i ndis p e nsa bl e para

l a vida

En el mayor número de personas, los dos sistemas antiguos, el rínico y el límbico, se interrelacionan armoniosamente entre sí. Ambos sistemas pueden satisfacer las necesidades humanas básicas y ejecutar casi todas las acciones del hombre, incluso las que atribuimos a la inteligencia. El sistema supralímbico, tan desarrollado como se encuentra en el animal humano, ni siquiera es indispensable para la vida social. Abejas, hormigas, monos y animales gregarios viven en sistemas sociales sin tener conciencia de ello. Algunos de esos sistemas sociales son bastante complejos y suponen la mayor parte de las funciones básicas de la sociedad humana: cuidado de la generación más joven, gobierno p or un rey, guerras con los vecinos, defensa del propio territorio, explotación de esclavos y otras acciones conjuntas. E l conocimiento

e s u n a etapa

nueva

d e l a evolución

El sistema superior, más desarrollado en el hombre que en cualquier otro animal, toma posible el conocimiento, es decir, la identificación de las necesidades orgánicas y la selección de los medios adecuados para satisfacerlas. Por su índole misma, ese sistema nos da capacidad para juzgar, distinguir, generalizar, formular pensamientos abstractos , imaginar, y mucho más aún. Co nocer los propios impulsos orgánicos constituye la base del autoconoci miento humano. Comprend er la relación entre esos impulsos y su srcen en la formación de la cu ltura human a ofrece al hom bre u n medio —en potencia— par a dirigir su vida, cosa que pocas perso nas han logrado has ta ahora. Parece que vivimos en u n bre ve períod o histórico de transición que anuncia la aparición del hom bre ve rdaderamente humano.

Todo hombre tiene dos mundos: uno personal, que le es propio, y el mundo externo común a todos. En mi mundo personal, el universo y todas las cosas vivas existen sólo mientras yo vivo; mi mundo nacido conmigo, muere y desaparece conmigo. En el gran mundo que todos compartimos no soy más que una gota de agua en el mar o un grano de arena en el desierto. Mi vida y mi muerte poco o nada po drían afectar al mundo grande. El prop ósito de Un hombre en la vida es cosa particu lar y suya, hasta cierto punto. Un h ombre sueña con la felicidad, otro con la riqueza, un tercero con el poder, un cuarto con el conocimiento o la justicia, y otros aun con la igualdad. Pero aún no hemos empezado a conocer el propósito de la humanidad como tal. La única idea de base razonable y aceptada por todas las ciencias es la de que el desarrollo de las criaturas vivas sigue una dirección y de que, en ese desarrollo, el hombre ocupa el peldaño más alto de la escalera. Esa dirección de la evolución podría ser interpretada también como su propósito. Vimos ese propósito al detallar, en el capítulo anterior, las estructuras de nuestro sistema nervioso. En ese evoluciónpara se orientaba hacia ely acci aumento de laantiguos, capacidadcaso, de la la conciencia dirigir procesos ones más surgidos durante período s anteriores, así co mo par a acrecentar su diversidad, inhibirlos o acelerarlos. Nosotros mismos comprendemos sin damos cuenta esa tendencia, cuando observamos que cierto artista o científico es muy capaz, pero carece de algo que le daría «humanidad».

C onciencia

y conocimiento

Todos los animales superiores tienen un considerable grado de conciencia. Conocen el sitio donde viven y sus inmediaciones, así como su pro pia posición en el grupo familiar o la manada. P ued en cooperar p ara la defensa de la fami lia o la manada e incluso ayudar a un miembro de su grupo, lo cual significa que tal vez sepan qué es lo bueno p ara su vecino. El hom bre está dotado no sólo de una conciencia más desarroll ada, sino también de un a capacidad específica de abstracción' que le perm ite discriminar y saber qué oc urre en su interior cuando emplea esa facultad. En consecuencia, pu ede saber si sabe o no sabe algo. Puede decir si entiende o no algo que sabe. Es capaz de una forma de abstracción supe rior aun, que le permite estimar su poder de abstracción y la medida en que lo utiliza. Pue de decir si está empleando toda la capa cidad de su c onciencia paralossaber algoentre y si ambos comprende que no sabe algo.los empleaSi bien límites términos, tales como dos, no son del tod o claros, existe una diferencia fundam ental en tre conciencia y conocimiento.* Pu edo subir la escalera de mi casa, con plena conciencia de lo que estoy haciendo, y sin embargo ignorar cuántos escalones he subido. Para saber cuántos hay, debo subir po r segunda vez , presta r atención, co ncentrarm e y contarlos. Conocimiento es conciencia junto con la comprensión de lo que sucede dentro de ella o de lo que ocurre en nuestro interior cuando estamos plenamente conscientes. A muchas personas les resulta fácil tener conocimiento del control de sus músculos voluntarios, pensamientos y procesos de abstracción. Mucho más difícil es, en cambio, tener conocimiento y control de los músculos involuntarios, los sentidos, las emociones y las aptitudes creativas. Por difícil que sea, sin embargo, no es en modo alguno imposible, aunque a muchos este complicado control les parezca muy poco probable. Actuamos como un todo, por más que esa totalidad no sea muy perfecta. De ello resulta la posibilidad de desarrollar también un' conocimiento el control de losdonde sectores más difíciles. Los cambios que separa operan en las partes el control es fácil afec* El autor distingue entre consciousness y awareness, términos que en inglés suelen emplearse indistintamente para designar la conciencia. En el texto se adoptan «conciencia» para el primero y «conocimiento» para el segundo. [T.]

tan asimismo el resto del sistema, con inclusión de aquellas sobre las que no tenem os pod er directo. También la influencia indirecta es una suerte de control. Nuestro trabajo consiste en un método de ejercitación que convierte esa influencia, al principio indirecta, en conocimiento claro. Conviene ahora, llegado punto, que hablamos la ejercitación del pode r de laeste volunt ad yseñalar del autocon trol, pe rodeno con el fin de adquirir dominio sobre nosotros mismos o sobre otros. Hemos empleado aquí los conceptos corrección de sí mismo, mejoramiento, ejercitación del conocimiento, y otros, para describir diversos aspectos de la idea de desarrollo. El desarrollo se centra en la coordinación armoni osa de estructur a, función y resultado. Y una condición básica de la coordinación armoniosa consiste en estar completamente libre tanto de autocompulsión como compulsión po resotros. El de desarrollo normal en general armonioso. En el curso del desarrollo, l as parte s crecen, se mejoran y se fortalecen de manera tal que el conjunto puede prosegu ir su camino hacia su destino to tal. Así como durante el desarrollo y crecimiento armonioso de un niño aparecen funciones nuevas, en todo desarrollo armonioso surgen facultades nuevas. Desarrollarse armoniosamente no es cosa simple. Consideremos, por ejemplo, el pensamiento abstracto, que a primera vista, diríamos, sólo ofrece ventajas.presenta Sin embargo, el punto de vista del desarrollo armonioso, tambiéndesde muchas desventajas. La abstracción constituye la base de la verbalización. Las palabras simbolizan los significados que describen y no sería posible crearlas sin efectuar una abstrac ción de la cu alidad o el carácter de la cosa representada. Resulta difícil imaginar una cultura humana , cualquiera que se a, carente de palabras. El pensamiento abstracto y la verbalización ocupa n el luga r más destaca do en la ciencia y en toda realización social. Pero, al mismo tiempo, la abstracción y la verbalización se convierten despojan al individuo de realidad concreta, lo cual,ena tiranos su vez, que trastorna gravemente la armonía de la mayor parte de las actividades humanas. A menudo, la intensid ad del trastorno confina con la enfermedad m ental y física y provoc a senilidad prem atura. En la me dida en que la abstracción verbal se torna más cabal y eficaz, el pensamiento y la imaginación del hom bre se vuelven más ajenos a sus sentimientos, sus sentidos e incluso sus movimien tos.

Hemos visto que las estructuras usadas para pensar tienen un nexo lejano con las que se encuentran en relación estrecha con el sentimiento. Sólo hay pensamiento claro cuando no hay sentimientos fuertes que distorsionen la objetividad. Por lo tanto, una condición necesaria para la existencia de pensamiento eficaz es una retracción continua respecto de los sentimientos y las sensaciones propíoceptivas. Sin embargo, aun en caso de que el pensamiento eficaz constituya el factor de discordia, lo más imp ortan te par a el individuo es, aun así, un desarrollo armonioso. El pensamiento, cuando se desconecta del resto de la persona, se torna cada vez más árido. Aquel pensamiento que se formula principalmente en palabras no extrae sustancia de las estructuras más antiguas, que se relacionan estrechamente con el sentimiento. El pensamiento creativo y espontáneo debe mantener nexos con las estructuras cerebrales primitivas. El pensamiento a bstracto que no se nutre de vez en cuando en nuestras fuentes más profundas se convierte en una fábrica de meras palabras, vacías de tod o auténtico contenido human o. Muchos libros de arte y cie ncia, literatura y poesía, sólo pue den ofrecer una sucesión de palabras vinculadas en tre sí por un argumento lógic o, pero carentes de contenido personal. Lo mismo se aplica a muchos individuos en sus relaciones cotidianas con otros. El pensamiento que no se desarrolla armoniosamente con el resto de la persona puede llegar a constituir un obstáculo para ese desarrollo. Concluir que el desarrollo armonioso del hombre es una meta deseable puede sonar a trivialidad. En la medida en que consideremos sólo las abstraccion es y el aspecto lógico de esa oración, ésta permanecerá tan divorciada del «hombre completo» como cualquier otra verbali zación despojada de significado práctico. La f rase trivial, empero, se transforma en una fuente ilimitada de formas, figuras y relaciones, que posibilitan combinaciones y descubrimientos nuevos, cuando estimulamos nuestras emociones y sentidos e impiresiones directas, es decir, si la pensamos en función de las imágenes que nos permiten nuestras diversas combinaciones mentales. Estas son l o que debemos investir de palabras para establecer contacto humano con nuestros congéneres. En toda criatura cuya e specie tenga larga historia hay desarrollo armonioso. En el caso del hombre ese tipo de desarrollo es acompañ ado p or muchas dificult ades deb ido a la relativa nove dad que representa el conocimiento en la escalera de la evolución. El

desarrollo armonioso de los animales, los antropoides y del hombre primitivo exigió sentidos, sentimientos, movimientos y sólo un mínimo de pensamiento, o sea, todo lo necesario para que la condición de la vigilia difiera de la del sueño. Los animales carentes de conocimiento erran de aquí para allá sin que esto tenga significado alguno para ellos. Al aparecer el conocimiento en la escalera de la evolución, un movimiento en una dirección se convirtió en una vuelta hacia la izquierda y, en la otra dirección, a la derecha. Apreciar la importancia de ese hecho no nos resulta fácil; nos parece algo muy simple, tal como la facultad de verles parece simple a nuestros ojos. Sin embargo, por poco que lo pensemos nos daremos cuenta de que, en realidad, la facultad de distinguir entre derecha e izquierda no es menos compleja que la visión. Cuando el hombre entre derecha divide relación diferencia consigo mismo, se adoptae izquierda como centro a pa el rtirespacio del cualense extiende el espacio. Este sentido de una división del espacio, que no resulta del todo clara para nuestro entendimiento, se expr esa a menudo m ediante los términos de «sobre la mano derecha» y «sobre la mano izquierda». Ello aporta un nuevo grado de abstracción a los conceptos de «derecha» e «izquierda», que pueden ser expresados así en palabras. Con el tiempo los símbolos se vuelven cada vez más abstractos y se toma posible construir oraciones como ésta. Para avanzar un pequeño paso más en el conocimiento, como lo supone la comprensión de derecha e i zquierda, el hombr e tiene que hab er pres tado atención alternati vamente, en algún momento, a lo que sucedía en su propio interior y en el mundo circundante. Ese traslado de la atención hacía dentro y hacia fuera crea las abstracciones y palabras que describen el cambio operado en la posición de su mundo personal en relación con el mundo exterior. El desarrollo de este conocimiento no pudo sino traer consigo considerables dolores de alumbramiento, y sus primeros resplandores han de haber causado a nuestros antepasados más de un instante de perplejidad. Debido a su noveda d en la historia de la evolución, el grado de conocimiento difiere mucho entre los individuos, mucho más que la distribución relativa de otras facultades. Asimismo, en cada individuo se presentan variaciones periódicas del c onocimiento y de su valor en relación con otros aspectos de su personalidad. Puede haber un pu nto de depresión, dura nte el cual el conocimiento de-

saparece momentáneamente o por cierto tiempo. Con menor frecuencia puede darse un p unto culminante, en el que ex iste una armoniosa unidad y todas las facultades del hombre se fusionan en una tota lidad única. En las escuelas esotéricas se relata un a par ábola tibetana. Dice quepasajeros un hombre se parece un carruajey el encarruaque los sonsin losconocimiento deseos; los caballos, losa músculos, je mismo, el esqueleto. El conocimiento es el cochero, dormido. Mientras el cochero siga dormido, el carruaje será arrastrado sin objeto alguno hacia este o aquel sitio; cada pasajero procurará dirigirse a un sitio particular y los caballos tirarán en otras direcciones. Pero cuando el cochero se despierta y empuña las riendas, los caballos tiran del carruaje hacia los destinos a donde deben llevar a los pasajeros. En aquellos momentos los en sentidos, que el conocimiento logra unidad con el sentimiento, el movimiento y elformar pensamiento, el carruaje avanza a gran velocidad por el camino que le corresponde. El hombre puede efectuar descubrimientos* inventar, crear, innovar y «saber». Comprende que su pequeño mundo y el gran mu ndo que lo rod ea no son sino uno y el mismo y, en esa unión, ya no se siente solo.

Segunda parte HACE R PARA COMPRENDER: DO CE LE CCIONES PRÁCTICAS

Hemos elegido estas doce lecciones entre más de mil que se dieron, con el correr de los años, en el Instituto Feldenkrais. No representan una secuencia; más bien fueron elegidas para ilustrar varios puntos del sistema del autor y la técnica utilizada para expresarlos. Sin embargo, representan ejercicios que requieren la participación del cuerpo entero y sus actividades esenciales. Los lectores interesados por estas lecciones deben seguirlas a razón de una por noche, inmediatamente antes de irse a dormir. En un lapso de pocas sema nas com probará n en sí mismos un mejoramiento considerable de todas las funciones esenciales para la vida.

M ejoramiento

d e l a capacidad

Estas lecciones tienen por fin mejorar la capacidad, o sea, expandir los límites de lo posible: convertir lo imposible en posible, lo difícil en fácil y lo fácil en agradable. En efecto, sólo aquellas actividades qu e son fáciles y agradables se conver tirán en pa rte de la vida habitual del hombre y le servirán en todo momento. Las acciones de ejecución difícil, que exigen al hombre vencer por el esfuerzo su o posición interna, n unc a llegarán a integrar su vida diaria, y a medida, que envejezca perde rá p or completo su capacidad para ejecutarlas. Es raro, por ejemplo, que un hombre de más de 50 años salte una valla, aunque sea baj a. Da rá un a vuelta para contornearla, en tanto que un joven la saltará sin dificultad. Esto no significa que debamos evitar t odo cuanto parezca difícil o no emplear la volun tad pa ra superar obstácul os, sino que debemos diferenciar claramente entre mejoramiento de nuestra capacidad y esfuerzo p or el esfuerzo mismo. Más nos vale dirigir la fuerza de voluntad a mejorar capacidad, al términoy del proceso podremos ejecutarnuestra nuestras acciones pues con facilidad comprensión de ellas.

C apacidad

y fuerza

d e voluntad

En la medid a en q ue au menta la capacidad, disminuye la nece sidad de esfuerzo consciente. El esfuerzo necesario para acrecentar la c apacidad proporcio na ejercicio suficiente y eficaz a nuestra fuerza de que voluntad.. Si se considera cuidadosamente se descubre la mayor parte de las persona s dotadas ladecuestión, gran fuerza de voluntad (que ellos han adiestrado por el gusto de hacerlo) son a la vez personas de relativamente poca capacidad. La gente que sabe cómo o bra r eficazmente lo hace sin mayor prepar ación ni alharaca. Los hombre de gran fuerza de voluntad tie nden a emplear demasiada energía, en vez de utilizar con mayor eficiencia energías menores. La persona que confía sobre todo en su fuerza de voluntad desarrolla su a ptitu d para esforzarse y se acostumb ra a aplicar eno rme cantidad de fuerza a acciones que podría ejecutar con energía mucho menor si la dirigier a y grad uara en la forma adecuada. Ambas formas de pro ced er alcanzan por lo general su obje tivo, pero la primera puede además causar un daño considerable. La fuerza que no se convierte en movimiento no se limita a desaparecer, sino que se disipa bajo forma de daño inferido a las articulaciones, los músculos y otras partes del cuerpo utilizadas para crear el esfuerzo. La energía no transformada en movimiento se convierte en calor dentro del sistema y provoca cambios que deberán repararse antes de que el sistema pueda volver a funcionar eficazmente. Todo lo que podemos hacer bien no nos parece difícil. Hasta podemos afirmar que aquellos movimientos que encontramos difíciles nos lo parec en porq ue no los ejecutamos correctament e. Pa r a

entender

e l movimiento

debemos

sentir

,

NO ESFORZARNOS

Para aprender necesitamo s tiempo, atención y di scriminación; para discriminar necesitamos sentir. Esto significa que para aprender debemos aguzar nuest ras facultades de sentir y que si inten tamos hacer la mayor parte de las cosas po r pura fuerza lograr emos precisamente lo opuesto de lo que necesitamos. Mientras aprendemos a actuar debemos contar con la libertad necesaria para pr esta r atención a lo que sucede en nu estro interi or,

pues en esas condiciones nuestra mente estará clara, la respiración será fácil de controlar y no habrá tensión creada por el esfuerzo. Cuando el aprendizaje se efectúa en condiciones de máximo esfuerzo, y éste ni siquiera par ece suficiente, ya no hay mane ra alguna de acelerar la acción, impartirle mayor fuerza n i perfeccionarla, porque el individuo ya ha llegado al tope de su capacidad. En ese punto la respiración se detiene; hay esfuerzo superfiuo, escasa capacidad para observar y ninguna perspectiva de mejoramiento. En el curso de las lecciones el lector c omproba rá que los ejercicios sugeridos son en sí mismos simples y sólo suponen movimientos fácñes. Pero se los debe ejecutar en form a tal que aquellos que los realicen descubran cambios en sí mismos ya después de la primera lección. A guzar

l a discriminación

«Un tonto no puede sentir», dicen los sabios hebreos. Si un hom bre no siente, no p ued e no tar diferencias y, desde luego, no es capaz de distinguir entre un a acción y otra. Sin esa capacidad para diferenciar no puede haber aprendizaje, ni puede por cierto aumentar la capacidad de aprender. La cuestión no es simple, porque los sentidos humanos se relacionan con los estímulos que los ponen en acción, de modo que cuand o el estímulo es más pequeño la discriminación es más aguda. Cuando levanto una barra de hierro no siento diferencia alguna si una mosca se posa sobre ella o alza vuelo de sde allí. En cambio, cuando sostengo una pluma puedo sentir una diferencia si sobre ella se posa u na mosca. Lo mismo se aplic a a todo s los restantes sentidos: oído, vista, olfato, gusto, calor y frío. Los ejercicios que presen taremos se pro pon en disminuir e l esfuerzo del mo vimiento, pues pa ra reconocer pequ eños cambios en el esfuerzo es preciso en primer término reducir éste. El control más delicado y perfecto del movimiento sólo se alcanza mediante el aumento de la sensibilidad, es decir, mediante una capacidad mayor para sentir diferencias.

La

fuerza

d e l hábito

Corregir una postura o un movimiento defectuoso habitual es sumamente dif ícil, aun después que haberlo descubierto. En efecto, es preciso corregir tanto el defecto como la forma en que se presenta en la acción. Y para movernos de acuerdo con lo que sabemos, en vez de hacerlo de acuerdo con el hábito, necesitamos gran persistencia y conocimiento suficiente para ello. Si una persona dene el hábito, al estar de pie, de llevar demasiado adelante el estómago y la pelvis y, como consecuencia de esto, de inclinar la cabeza hacia atrás, su espalda se incurvará demasiado para lo que conviene a una buena posición. Si entonces lleva la cabeza adelante y echa atrás la pelvis, tendrá la sensación de inclinar la cabeza hacia delante y llevar la pelvis demasiado atrás, y la posición le resultará anormal. Co mo consecuencia, pron to recobrará su postura habitual. Por consiguiente, es imposible modificar el hábito a partir de la mera sensación. Es preciso efectuar algún esfuerzo mental consciente hasta que la posición ajustada deja de pa recer anormal y se transforma en hábito. Cambiar un hábito es mucho más difícil de lo que puede parecer a primera vísta; todos los que lo intentaron lo saben.

P ensar

a l actuar

En estas lecciones, el estudiante aprende a escuchar las instrucciones al mismo tiempo que ejecuta el ejercicio, así como a efectuar las modificaciones necesarias sin detener el movimiento. En esta forma, aprende a actuar mientras piensa y a pensar mientras actúa. En comparación con el hombre que detiene el pensamiento

mientras hace algo y detiene la acción cuando quiere pensar, esto constituye un peldaño más arriba en la escalera de la capacidad. (Un conductor experimentado puede cumplir fácilmente indicaciones mientras co nduce, en tan to que el principiante se ve en dificultades pa ra hacerlo.) Para obtener de los ejercicios el máximo beneficio el lector debe, en consecuencia y en la medida en que le sea posible, proyectar las instrucc iones para el ejercicio siguiente sin deten er el anterior; o sea, debe continuar el movimiento que está ejecutando mientras pre para sus pensamientos p ara el que lo sigue.

L iberar

l a acción

d e l desp i l fa r r o d e energía

Es una máquina eficiente, todas las piezas se ajustan con exactitud entre sí; todas están bien aceitadas y no presentan polvo ni suciedad en las superficies de contacto; todo el combustible consumido se convierte en energía cinética hasta el límite termodiná mico, y no hay ruido ni vibración, es decir, no se gasta energía en movimiento inútil que disminuye la capacidad operativa efectiva de la máquina. Los ejercicios que se expondrán a continuación se proponen lograr precisamente eso: eliminar gradualmente del modo de actuar todos los movimientos superfluos, todo cuanto obstaculice el movimiento, interfiera en éste o se oponga a él. En los sistemas de enseñanza aceptados hoy en general se insiste sobre todo en alcanzar cierto objetivo a cualquier precio, cualquiera que sea la cantidad de esfuerzo desorganizado y difuso que se aplique. En la medida en que los órganos del pensamiento, del sentido y del control no se encuentran pr epara dos p ara una acción coordinada, continua, suave y eficaz —y, por lo tanto, también agradable— hacemos intervenir partes del cuerpo sin discriminación alguna, aun si no son necesarias para la acción de que se trate e incluso si interfieren en ella. Uno de los resultados consiste en que a veces ejecutamos un a acción y al mismo tiem po la opuesta. Sólo el esfuerzo mental pu ede lograr entonces q ue la parte dirigida hacia el objetivo supere las restant es partes del cu erpo que intervienen para frustrar la. E n esta forma, por desdicha, lafuerza de voluntad puede tender a disimular la incapacidad de ejecutar correctamen te la acción. Lo que debe hacerse es apre nder a eliminar los esfuerzos que se opon en a la meta deseada y a emplear la fuerza de voluntad sólo cuando se necesita un esfuerzo sobrehumano. Volveremos sobre este punto cuando se lo haya demostrado a sí mismo mediante su propia experiencia; entonces estará en condiciones de avanzar más aún por el camino acertado. R itmo

d e l a respiración

durante

l o s ejercicios

Al término de una lección ejecutada, correctamente, se sentirá fresco y relajado como después de haber dormido bien o haberse tomado un día de descanso. Si no ocurre así, probablemente se

deba a que los movimientos se han efectua do con excesiva rapidez y sin pres tar atención a la respiración. La velocidad del ejercicio debe ajustarse siempre al ritmo de la respiración. A medida que la organización del cuerpo se perfecciona, la respiración empieza a ajustarse autom áticame nte a los diferentes movimientos. V el oc i dad

d e l o s movimientos

La primera vez que se sigue una lección los movimientos deb en ejecutarse con la l entitud estipulada en las indicaciones. Una vez concluidas todas las lecciones, al seguirlas por segunda vez se debe ir más rápid o en aquellas partes que resultan suaves y fáciles. Posteriormente, la vposible. elocidad d ebe variarse entre la mayor posible y la mayor lentitud

C uándo

real

i zar

l o s ejercicios

La mejor ho ra pa ra hac er los ejercicios es inmediatamente antes de irse a dormir , pero por lo menos una hora después., de la cena. Conviene acostarse no bien se los ha concluido. Una de las razones más importantes de ello reside en q ue al cabo de un día de trabajo y preocupaciones los ejercicios liberan de tensión tanto mental como muscular y el sueño es más reposado y refrescante. Al despertar, estírese durante un minuto o más en la cama y trate de recordar sensación de los la lección de la noche anterior. Convienela repe tir dosgeneral o tres de movimientos recor dados. Durante el día, mientras hace otras cosas, piense de vez en cuando en la lección y tra te de descu brir cualquier cambio que le haya dejado. Fíjese para esto momentos determinados durante el día, aunque sólo sean pocos minutos en cada oportunidad. Cada vez que recuerde la lección pasada, ésta se establecerá con mayor firmeza en su mente. Cuan do los ej ercicios se hayan transform ado en un há bito cotidiano, repítalos en cualquier momento que le resulte conveniente.

D uración

d e l o s ejercicios

El tiempo que le lleve la lección depe nderá de su velocidad individual. En las primera lecciones, la duración dependerá sobre todo la cantidad veces que se repita ejercicio. Al pr, auincipio de se debe repetirde cada movimiento diezcada veces; al progresar méntese el número hasta 25 veces, de acuerdo con las instrucciones incluidas en la lección misma. Con el tiempo es posible y conveniente repetir un mismo movimiento centenares de veces, tanto con la mayor lentitud como con la mayor rapidez posibles. Pero recuérdese que rápido no significa apresurado. De ello debemos concluir que cada una d e las primeras lecciones le llevará alrededor de 45 minutos y las siguientes tal vez sólo 20 minutos, o algo así; más adelante, cuando los ejercicios se transformen en una rutina cotidi ana, una lecci ón po drá requerir desde un instan te para pensa r en ella hasta cualquier can tidad de tiempo que el individuo decida consagrarle. D ónde

hacer

l o s ejercicios

Lo mejor es realizarlos en el suelo, sobre una alfombra o esterilla lo bastan te grande como pa ra poder estirar a lo s lados brazos y piernas sin ser obstaculizado por muebles u otros objetos. Si al principio le cuesta habituarse al suelo, tienda sobre éste una gruesa manta o, si es necesario, pr actique los ejercicios en la cama. I ndumentaria

Cuanto más ligera sea, mejor. En t odo caso, hay que asegurarse de que sea cómoda, no interfiera en los movimientos ni en la respiración, no ajuste demasiado y no tenga botones ni cierres rápidos en la espalda. Có

m o practicar

l a s lecciones

Si usted trabaja solo y necesita leer las instrucciones, lo mejor es ir poco a poco. Lea un corto pá rrafo de las instruccio nes, lo su-

ficiente para saber qué tiene que hacer, y empiece. Cuando haya repetido ese movimiento 25 veces, de acuerdo con las instrucciones, lea el párrafo siguiente y practíquelo. Recorra así toda la lección, párrafo por párrafo. De esta forma la lección le llevará más tiempo, modo queCuando lo mejorhaya es dividirla en todos secciones y practicarla en de varias fases. apr endido los movimientos de una sección y no necesite más las instrucciones, reúna las secciones entre sí y practique toda la lección completa.

Q u é si gn i fi ca esta r «derecho»

«¡Siéntate derecho!» «¡Po nte d erecho!» Esto l o dicen a menudo madres, maestra s y otras personas que dan esa orden de buena fe y con plena confianza en lo que afirman. Si tan sólo se les preguntara cómo hace uno para sentarse o ponerse derecho, responderían: «¿Qué quieres decir con eso? ¿No sabes lo que significa derecho? ¡Derecho es derecho!». personas, están e pie y caminan derechas, conAlgunas sus espaldas rectasp yorlacierto, cabeza alta.dY desde luego hay, en esa postura, un elemento de «ponerse derecho». Si se observa a un niño o a un adulto al que se le ha dicho que se siente o se ponga derecho, se torna evidente qu e acepta que hay algo mal en la forma en que conduce su cuerpo, pues trata rápidamente de enderezar su espalda o alzar la cabeza. Lo hace por pensar que de ese modo ha alcanzado la postura correcta, pero no puede mantener esa postura «correcta» sin un continuo esfuerzo. En cuanto alguna actividad necesaria, urgente o interesante le llama la atención, vuelve a la postura anterior. Pue de darse por seguro que no tratará otra v ez de «mantenerse derecho» a menos que se le recuerde que debe hacerlo o que él mismo advierta que ha perdido la posición.

Po

r derecho

entendemos

vertical

Cuando hablamos de ponerse derecho en este sentido, casi siempre queremos decir «vertical». Pero si examinamos el esqueleto ideal or el famoso anatomista Albi no sólo enco ntramos dosconstruido pequeñaspsecciones dispuestas en forma más o menos vertical: las vértebras superiores del cuello y las situadas entre el tórax y las caderas. No hay en el es queleto entero ningú n otro h ueso dispuesto en posición vertical precisa (aunque los huesos de los brazos adopten a veces una posición aproximadamente vertical). En consecuencia, es obvio que cuando decimos «derecho» queremos decir algo distinto, pues no tenemos idea precisa del significado de la palabra en relación con este punto. D erecho

e s u n concepto

estético

La palabra «derecho» es engañosa. No expresa lo que se necesita, ni siquiera lo que esperamos lograr o ver u na vez producido el mejoramiento. «Derecho» se emplea en un sentido puramente estético en relación con la postura y no es un concepto útil ni preciso, po r lo que no puede servir como criterio par la corrección de defectos. Para apreciar a fondo cuán poco coincide el significado de «derecho» que suele aceptarse con lo que es correcto en materia postura!, basta considerar el ca so de un h ombre que se ha roto la espalda y es incapaz de enderezarla, ¿Cómo deb e ponerse en pie o sentarse? ¿No puede una persona baldada utilizar su cuerpo correcta, eficaz y graciosamente? Hay muchos tullidos cuya capacidad en este sentido supera la de personas saluda bles. Existen personas que han sufrido graves daños en su estructura ósea y sin embargo denotan en sus movimientos fuerza, precisión y gracia sobresalientes. Sin embargo, es imposible aplicar a ninguna de ellas el concepto derecho. E squeleto

,

mú s cul

o s y gravedad

De ello se deduce que cualquier postura es en sí misma aceptable mientras no contravenga la ley de la naturaleza según la cual la estruc tura del esquelet o debe contra rrestar la tracción de la gr avedad, dejando los músculos en libertad de movimiento. El sistema

nervioso y la estructura ósea se desarrollan juntos bajo la influencia de la gravedad, en forma tal que el esqueleto es capaz de sostener el cuerpo sin gastar energía pese a dicha tracción. P or otra pa rte, si los músculos tienen que cumplir la tarea del esqueleto, no sólo gastan innecesariam ente energía; se ven de cumplir su principal función, que es laademás de modifica r laimpedidos posición del cuerpo, es decir, la del movimiento. Cuando la postura es deficiente, los músculos están haciendo parte de la tarea propia de los huesos. Para corregir la postura es preciso descubrir qué ha deformado la reacción del sistema nervioso a la gravedad, a la que cada pa rte del sistema ha debido ajustarse desde que comenzó a existir el hombre. Para llegar a una comprensión práctica del problema debemos estudiar y aclarar los conceptos empleados antes. Veamos ante todo en qué consiste la respuesta correcta del sistema nervioso a la gravedad. R el

aj aci ón

:un

concepto

q u e a menudo

s e entiende

ma l

Examinemos el maxilar inferior. Cuando no habla, come o hace alguna otra cosa con la boca, la gente la conserva cerrada. ¿Qué es lo que mantiene el maxilar inferior contra el superior? Si la relajación, que ahora está tan de moda, fuese la condición correcta, el maxilar inferior colgaría libremente y la boca estaría siempre abierta. Pero ese estado de relajación sólo se observa en los idiotas d e nacimiento o en los casos de conmoción paralizante. Tiene importancia com prender p or qué una par te esencial del cuerpo, como lo es el maxilar inferior, puede encontrarse en ese estado de ser sostenido permanentemente, por músculos que trabajan sin cesar mientras estamos despiertos, sin que tengamos, sin embargo, la sensación de hacer algo para mantener así el maxilar inferior. Para dejarlo colgar libremente deberíamos, en realidad, aprender a inhib los músculos intervienen intenta relajar el ir maxilar inferiorque hasta que caiga en porese suproceso. propio Si peso y abra la boca, comprobará que no es tarea fácil. Cuando logre hacerlo, notará que además se han producido cambios en la expresión de la cara y en los ojos. También es probable que, al tér mino del experimento, descubra que normalm ente tiene cerrada l a boca con demasiada fuerza. Tal vez descubra, asimismo, el srcen de esa excesiva tensión. Después de relajar el .maxilar, observe el

retorno de la tensión y, por lo menos, comprobará cuán infinitamente poco sabe el hombre acerca de sus propios poderes y de sí mismo en general. Para u na persona inteligente l os resultados de ese experimento pueden ser importantes, más tal vez que atender a sus ocupaciones, porque su capacidad para ganarse la vida mejorará cuando descubra q ué es lo qu e resta efici encia a la mayor part e de sus actividades. LOS MÚSCULOS QUE CONTRARRESTAN LA ACCIÓN DE LA GRAVEDAD NO TIENEN CONCIENCIA DE SU ACCIÓN

El maxilar inferior no es la única parte que n o cae tanto como podría. Tampoco la cabeza cae hacia delante. Su centro de gravedad se encuentra bastante más adelantado que el punto donde la cabeza se apoya en la columna vertebral (está aproximadamente entre los oídos), porque la cara y la parte frontal del cráneo son más pesadas qu e la parte p oster ior d e la cabeza. Si a pesar de esa estructura la cabeza no cae hacia delante, resulta obvio que el sistema debe incluir alguna organización que lo impida. Si relajamos por completo los músculos de la parte posterior del cuello la cabeza caerá hasta la posición más baja q ue pue de alcanzar, es decir, hasta apo yar el mentón en el esternón. Sin embargo, nadie tiene conciencia del esfuerzo que realizan los músculos de la parte posterior del cuello permaneciendo contraídos para mantener alta la cabeza. Si se toca los músculos d e la pantorrilla (en la parte po sterior de la pierna, aproxima damente po r la mitad) mientras está de pie, advertirá que se hallan contraídos con fuerza. Si se relajaran por completo el cuerpo caería hacia delante. En la postura correcta, los huesos de la pierna presentan un pequeño ángulo respecto de la vertical, y la contracción de dichos mú sculos impid e que el cuerpo caiga de frente. NOS MANTENEMOS ERGUIDOS SIN SABER CÓMO

En consecuencia, no tenemos conciencia de ningún esfuerzo o actividad po r parte de los músculos que contrarrestan la fuer za de

la gravedad. Nos damos cuenta de su acción sólo cuando interrumpimos esa actividad o la reforzamos, es decir, cuando el cambio voluntario se consuma con clara conciencia. Nuestros sentidos no registran esa contracción que existe, permanente y normal, antes de q ue ejecutemos un acto de liberado. E n esto intervienen l os impulsos eléctricos que se srcinan en distintas fuentes dentro de nuestro sistema nervioso. Un grupo de ellos produce la acción intencional; el otro grupo provoca la contracción de los músculos que contrarrestan la gravedad, hasta que ese trabajo compensa exactamen te la tracción de aquélla. L a postura

erguida

e s mantenida d e l si st ema

p o r u n a parte

antigua

nervioso

El estudiolos de ojos, las extremidades partes delrevela cuerpo los hombros, los párpados,y etcétera, quetales sus como músculos trabajan constantemente y que ese trabajo pasa inadvertido y no se debe a ningún esfuerzo consciente. ¿Cuántas personas tienen conciencia, po r ejemplo, de que sus párpa dos están alzados y pueden sentir su peso? Tal peso sólo se siente en los momentos en que se oscila entre la vigilia y el sueño, c uando de pr onto se toma difícil mantener los ojos abiertos; es decir, cuando se necesita un esfuerzo súbito p ara lograrlo. Mientras estamos erguidos, nuestros párpados no caen, no obstante ser pesados. La posición vertical y todo cuanto supone es organizada por una sección especial de nuestro sistema nervioso, ejecutora de mucho trabajo complejo del que sólo tenemos u n atisbo en la conciencia. Esa sección es una de las más antiguas en la evolución de la especie humana; es por cierto más antigua que el sistem a voluntario y también se enc uentra, desde el pun to de vista físico, por debajo de éste. E l nexo

entre

instinto

e intención

Una postura correcta, po r lo tanto, debería ser atributo de toda persona nacida sin grandes defectos físicos. Asimismo, como la organización de esa postura depende de un sistema que funciona en forma automática, independientemente de la voluntad individual, todos los seres humano s deber ían erguirse de la misma forma, tal

como un gato está de pie de la misma forma que otro y todas las golondrinas vuelan de igual modo. Pero la realidad es habitualmente más simple y a la vez más compleja que lo que parece a primera vista. Nos complacemos en pensar el instinto es Creemos algo por que completo distinto dély conocimiento yque la comprensión. la abeja, la araña los restantes ingenieros del mundo animal efectúan por instinto y automáticamente, sin necesidad de aprender, las cosas que nosotros hacemos con ayuda de la inteligencia, la conciencia y la voluntad y sólo después de mucho estudio. Esto es verdad sólo en parte. Ni siquiera el instinto actúa en for ma del todo automática, y las cosas que hacemos deliberadamente no están divorciadas por completo del instinto. E n e l hombre,

la capaci dad d e aprender EL INSTINTO ANIMAL

ree m plaz a

Los instintos del hombre se han tornado débiles en comparación con los de los animales. No todo infante empieza a respirar en el momento en que nace, y a veces es preciso aplicar una acción vigorosa para que inhale p or primera vez. Lo mismo se aplica a la actividad de mamar. Muchos bebés necesitan ser estimulados y alentados antes de que surja en ellos la urgencia y la capacidad de satisfacer una necesidad vital. El hombre no cuenta con instintos certeros que lo guíen sin error al caminar o al hacer otro movimiento, o siquiera en la actividad se xual. En cambio, su capac idad para aprender es incomparablemente mayor que la de cualquier otra criatura viva. Los instintos de los animales, más fuertes, no permiten a éstos suspender la acción instintiva o resistirse a ella, y resulta obvio que introducir cambios en esa acción no es fácil ni tiene resultados permanentes. Lo característico del hom bre es, endeconsecuencia, su capacidad de aprender, que supone la creación nuevas respuestas a estímulos como resultado de la experiencia. Esa capacidad nos sirve en reemplazo d e instintos podero sos, donde ni siquiera los más ligeros cambios pue den operarse sino con grandes dificultades.

EL HOMBRE APRENDE SOBRE TODO DE SU EXPERIENCIA; EL ANIMAL, DE LA EXPERIENCIA DE LA ESPECIE

La función del habla constituye un buen ejemplo para ayudarnos a comprender restantes funciones. Todo niño nacido y sin algún defecto nuestras grave posee el equipo esquelético, muscular nervioso que le permite ap render a hablar po r medio de la au dición y la imitación de sonidos. En cambio los animales, gracias a sus instintos, que son más poderosos, tienen escasa necesidad de aprender. Sus mecanismos de acción están ligados casi desde el nacimiento con los mecanismos del sistema nervioso que imparten las órdenes. Las conexiones internas del sistema nervioso se encuentran predeterm inadas y basta un mínimo de experienci a para imprimir pe rmanen temente la funció n. Así, el ruis eñor canta la misma melodía en Japó n y en México. (Esto puede no ser del todo exacto en el sentido cientí fico, pero se acerca bastante a la verdad como para servirnos de ejemplo.) Las abejas construyen sus colmenas de acuerdo con el mismo modelo en cualqu ier parte del mund o, y todo animal por cuyas venas corra sangre de perr o ladrará, aun si tiene algo de lobo o de chacal. En el hombre, en cambio, no hay patrón de lenguaje establecido desde el nacimiento; el habla se desarrolla y crece anatómicamente y, a la vez, funcionalmente. Si un niño se cría en China hablará chino; en suma, hablará cualquier idioma correspondiente a su medio. Dondequiera que se encuentre, deberá formar, con ayuda de su experiencia personal, aquellas conexiones entre células de su sistema nervioso que activarán los músculos necesarios para hablar. Al principio, esas células sólo están dotadas de la capacidad de establecer libremente cualquier combinación de patrones que la experiencia proporcione. Esos patrones, creados po r la experiencia individual y no por la experiencia colectiva de la raza humana, son por lo tanto permanentes mientras la experiencia perdura en forma estable.difícil Es posible incluso es demasiado aprender otroolvidar idioma.la lengua materna. Y no E xperiencia

individual

Pero lo que más influye sobre el desarrollo de la boca y sobre la mayor o menor potencia de unas cuerdas vocales en relación

con las otras son las tentativas iniciales de habla. Toda tentativa posterior por aprender un idioma nuevo llevará la marca de las influencias iniciales, y por ello le resultará más difícil al individuo acostum brarse a las nuevas formas. Ap render un lenguaje nuevo es dificultado más aún p or las formas de ha bla ya existentes, que obstaculizan nuevas combinaciones de movimientos de los músculos de la boca y la garganta, los cuales ya han contra ído una tendencia a continuar autom áticamente con los patrones anteriores. E l gran poder de adapta ci ón d el hombr

e

Estas observaciones nos ayuda n a com prend er po r qué las posturas al estar de pie y al caminar pueden diferir tanto de una persona a otra, po r más que las controle un a pa rte del cerebro cuyas funciones están más cerca de la función instintiva qu e de la voluntaria. Tal como el habla, la posición erguida carece de conexiones establecidas entre células del sistema nervioso, aunque el hombre empieza a caminar antes que a hablar. También en esa función el hombre .se ajusta con mayor libe rtad y variedad a su ambiente que, por ejemplo, algunos animales de manada, capaces de caminar, correr, caer y ponerse de nuevo en pie pocos minutos después de haber nacido y cualquiera que sea el terreno donde hayan nacido. Las funciones ya establecidas y fijadas en ese momento sólo presentan pequeñas variaciones de un individu o a otro; en cambio, en el caso de las funciones que el individuo desarrolla median te su experiencia personal, las diferencias son la norma. A spectos

dinámicos

d e l a postura

En la medida en que consideremos que la s posturas de estar de pie y sentado son estáticas, nos resultará difícil describirlas en forma que pue da conducir a mejorarlas. lo Desde que procura mos esdeesto, debemos considerar su aspecto dinám Si ico. este punto vista, toda postura estable consiste en una serie de posiciones que configuran un movimiento. Al trasladarse de un lado al otro, un péndulo pasa por la posición de estabilidad en el momento en que alcanza su máxima velocidad. Cuando el péndulo se encuentra en

estado estable, en el punto medio de su recorrido, se queda allí hasta que se le aplica alguna fuerza exterior. Esa posición estable no necesita energía para mantenerse. Al caminar, erguirse o sentarse, el cuerpo hum ano pasa necesaria mente, de vez en cuando, p or la posición vertical establ e que no necesita energía. Empero, en los casos en que los movimientos no se adecúan perfectamente a la gravedad, el paso del cuerpo por la posición est able no se define claramente y los músculos siguen hacie ndo trabajo innecesario. Para mantene r las posturas de estar de pie y sentado, que son posiciones de estabilidad, no se requiere esfuerzo alguno. En el estado estable sólo hace falta un mínimo de energía para iniciar un movimiento y, en consecuencia, no hace falta ninguna para mantenerse en reposo. C ontrol

automático

y control

vol

u ntar

io

La mayor parte de las dificultades teóricas y prácticas desaparecen cuando se presta debida consideración al hecho de que los músculos voluntarios que responden a nuestra intención reaccionan al mismo tiempo ante las órdenes de la otra parte de nuestro sistema nervioso, la inconsciente. Aunque el control voluntario puede presentarse en cualquier momento que se desee, en circunstancias de tipo corriente asume el mand o el control automático. Cuando lo que se necesita es una reacción rápida, como en el instante de caer al suelo o cuand o la vida está súbitamente en peligro, el sistema automático hace tod o lo necesario antes aun de que nos demos cuenta dé lo que sucede. Nos basta resbalar sobre una cáscara de plátano para comprob ar que nuestro cuerpo en genera l se endereza a sí mismo «por su propia cuenta», en un movimiento reflejo del que el control voluntario ni siquiera tiene conciencia. El sentido kinestésico de nuestros músculos nos hace saber si nos encontramos en posiciónalestable. el control nos que hallamos se ejerce sobre los músculos pertenece sistemaSivoluntario, en la posición estable; si pasa al sistema automático y el control voluntario se suspende un instante, la posición ha dejado de ser estable. El control voluntario retornará no bien el sistema automático haya logrado devolver al cuerpo una posición estable.

O rigen

d e l a distorsión

d e l a s sensaciones

Todo cuanto tiende a disminuir la sensibilidad del poder de discriminación retar da la respues ta a los estímulos. La post ura será reajustada cuando suesdivergencia respecto de laseposición estable ya sea considerable, decir, cuando el ajuste haya tornado urgente y exija mayor esfuerzo muscular. Ello reduce aún más la c onciencia precisa del cambio; todo el sistema de acción y control ha pasado a tener dimensiones más groseras. Por último habrá serios fallos en el control e incluso daño del sistema. Una de las causas iniciales de que los acontecimientos sigan ese curso es el dolor, que puede ser de srcen físico o emocional. El dolor que socava la confianza en el pro pio cuerpo y en sí mismo es la principal causa las desviaciones respecto la postura ideal. Cuando es de este de orden, el dolor rebaja el valordedel individuo ante sus propios ojos. Aumenta la tensión nerviosa, lo cual a su vez reduce de nuevo la sens ibilidad, de m odo que no sentimos pequeñas desviaciones continuas respecto de la posición id eal y los músculos se tensan sin que el individuo tenga siquiera conciencia del esfuerzo que hace. El co ntrol puede falsearse hasta tal punto, que mientras creemos no estar haciendo nada estamos en realidad fat igando innecesariamente los músculos. La

sensib

i l i da d e n l a .acción

vol

un t ari a

Parece razonable suponer que si hemos de aumentar el grado de conocimiento de nue stro esfuerzo muscular cuando lo s múscu los trabajan como resultado de la acción voluntaria, también debemos aprender a reconocer aquellos esfuerzos musculares que, como consecuencia del hábito, están normalmente ocultos de nuestra mente consciente. Si pudiéramos librarno s de ese esfuerzo superflub reconoceríamos la posición estable ideal con mayor claridad.. En ese caso habríamos « retom ado» a la etapa en que desaparece todo esfuerzo muscular voluntario por mantener el equilibrio, pues éste es conservado sólo por las partes antiguas del sistema nervioso, que encuentran para cada uno de nosotros la mejor posición compatible con la estructura física hereditaria dd individuo.

D inámica

d e l eq ui l i b r i o

Volvamos a la idea de la estabilidad física como fenómeno dinámico pa ra apren der de ella cuanto nos sea posible. Vimos que la posición en estable deltracción péndulodecoincide con el punto mantener medio deelsu trayecto, que la la gravedad procura péndulo en posición puramente vertical. La fuerza que al principio pone el péndulo en marcha es absorbida por la fricción y los movimientos se tornan cada vez más pequeños, hasta que el péndulo se queda quieto en posición estable; de ella se lo puede mover mediante la aplicación de un mínimo de fuerza en cualquier dirección distinta de la vertical. Lo mismo puede decirse de cualquier cuerpo en estado de equilibrio . Por ejemplo, un árbo l que ha crecido en posición vert ical curvará la copa en la dirección e n que sople el viento. Análogamente, buena posición vertical es aquella a partir de la cual bastará un esfuerzo muscular mínimo para mover el cuerpo con la misma facilidad en cualquier dirección que se desee. Ello significa que en la posición erguida no debe haber esfuerzo muscular alguno que se deriv e del contro l voluntario, pres cindiendo de que ese esfuerzo sea conocido y deliberado o de que sea ocultado de la conciencia por el hábito. Balancearse de pie

De pie, deje que su cue rpo se balancee suavemente harí a uno y otro lado, como si fuera un árbol mecido por el viento. Preste atención al movimiento de la columna vertebral y de la cabeza. Continúe hasta completar de 10 a 15 movimientos pequeños y suaves como éste y hasta que pu eda observar una conexión e ntre esos movimientos y su respiración. Después efectúe movimientos análogos no hacía los lados, sino hacia delante y atrás. Pronto observará que el movimiento hacia atrás es más fácil y más amplio, en muchos que hacia delante, durante el cual sentirá cierta tirantez encasos, los tobillos. Los puntos de tirantez varían de acuerdo con el individuo. Sólo en casos raros los músculos del pecho —con inclusión de los hombros, las clavículas, la nuca, las costillas y el diafragma— presentan una organización tan perfecta que se puede observar una relación continua entre los movimientos hacia delante y atrás y

el proceso de la respiración, como en los movimientos laterales previos. Mueva ahora el cuerpo en tal forma que la coronill a (la parte superior de la cabeza) trace un círculo en el plano horizontal. Continúe hasta que to do el trabajo es ejecutado poren la los mitad inferior de las sentir piernas y que todo el movimiento se siente tobillos. Balancéese de nuevo hacia los lados, después hacia delante v atrás y después en círculo, en ambas direcciones, pero esta vez descanse el peso del cu erpo principalm ente sobre el píe derecho; del pie izquierdo, sólo el dedo gordo debe toc ar el suelo. La pierna izquierda no debe to mar parte en el movimiento salvo para ayudar al cuerpo a mantener el equilibrio y posibilitarle realizar el ejercicio con exactitud sin interferir en la respiración. Repita los movimientos apoyando la estos mayormovimientos parte del peso el piehasta izquierdo. Repita cada uno de 20 osobre 30 veces, que logre ejecutarlos tan suave y cómodamente como le sea posible. Moverse sentado

Siéntese sobre el borde delantero de una silla.. Apoye los pies en el suelo, bastante separados, y relaje los músculos de las piernas hasta que las rodillas puedan moverse hacia los lados y también hacia delante con facilidad desde los tobillos. En esa posición, mueva él tronco hacia uno y otro lado hasta lograr un balanceo suave coordinado con una respiración igualmente suave. Después de una pausa inicie movimientos similares hacia delante y atrás, hasta tomar conciencia del movimiento de las articulaciones de las caderas y la pelvis, así como del movimiento de las articulaciones de las caderas y la pelvis, y del movimiento de las rodillas hacia atrás y delante. Ahora mueva el tronco en sentido circular, de manera tal que la coronilla describa un círculo, sostenida la cabeza por la columna vertebral como por una barra. No tiene que hacer cambios en las posiciones relativas de las vértebras entre sí; la columna debe moverse como si estuviera sujeta a la silla por su extremo inferior, cerca del cóccix, y la cabeza en equilibrio s obre su extremo superior, mientras traza sus círculos igual que si la columna vertebral fuese la hipotenusa generatriz de un cono apoyado sobre su vértice. Invierta la dirección del movimiento y siga hasta que todos los

obstáculos que se le oponen desaparezcan y se torne continuo, fluido y suave. El

nexo

dinámico

entre

estar

,d e

p i e y sentado

Hemos llegado al punto más importante de todos: el nexo dinámico que existe entre estar de pie y estar sentado. La mayor parte de las personas sienten que el cambio de posición de estar sentado a estar de pie exige esfuerzo; sin darse cuenta, se preparan para ese esfuerzo contrayendo los músculos de la pa rte posterior del cuello, lo que lleva atrás la cabeza y apunta el mentón hacia arriba. Este esfuerzo muscular superfluo se srcina en el deseo de tensar el pecho. Para el esfuerzo que harán las piernas principalm ente con los extensores de las rodillas, es decir, los músculos que las estiran. Después veremos que también este esfuerzo es superfluo. Todos esos movimientos indican la intención de erguirse mediante un vigoroso movimiento de la cabeza que arrastre tras ella todo el peso del tronco. En lo que concierne al control voluntario y a l control reflejo antiguo, según los hemos ll amado, la interferenc ia reside en el hecho de que los pies hacen presión sobre el suelo, mediante un movimiento voluntario, antes de q ue el centro de gravedad del cuer po se haya movido hacia delante s obre las plantas de los pie s. Cuando el centro de graved ad se haya traslada do realmente hacia delante respecto de los pies, en el sistema nervioso antiguo se srcinará un movimiento reflejo que enderezará las piernas, y ese movimiento a utomático no será sentido en modo alguno como esfuerzo. Por lo general, los. pies hace n presión conscientemente s obre el suelo demasiado pronto, antes de que el estímulo reflejo haya alcanzado toda su magnitud. Como en los movimientos lentos prevalece el control voluntario, en este caso tiende a interferir en el control reflejo primitivo y a impedir que el movimiento se ejecute en la forma natural, orgánica y eficaz. Nuestro conocimient o debe discernir esa necesidad orgánica. Tal vez ese discernimiento sea el verdadero «conocimiento de sí mismo». La interferencia se desarrolla del siguiente modo. Cuando los pies, en esa tentativa por enderezar las piernas, presionan el suelo demasiado pronto, la pelvis es manten ida p or la fuerza en su sitio y su parte superior incluso puede ser llevada ligeramente hacia atrás. Los músculos del estómago intentan el movimiento de le-

vantar el cuerpo, lo cual tira la cabeza hacia delante y abajo. Pero si este movimiento no tie ne suficiente fuerza como p ara levan tar el peso de la pelvis sobre las piernas, tiesas en una posición inflexible e incapaces de doblarse en las articulaciones de las rodillas y los tobillos, el cuerpo recaerá en la posición sentada. Esa imposibilidad de completar el movimiento puede observarse en las personas de edad o debilitadas, que se incorporan a medias y vuelvena caer: no son lo basta nte fuertes como par a ejecutar los esfuerzos superfluos ya descritos y, además, el esfuerzo realmente necesario p ara incorporarse, por más que éste sea relativamente pequeño y esté al alcance incluso de ancianos o personas debilitadas. Mida sus errores y su mejoría

Antes de sentarse, p ara iniciar el siguiente ejercicio, pon ga bajo sus pies una balanza de baño. Después de ello usted se incorporará en la forma habitual. Cuando ponga los pies sobre la balanza, observará que la ag uja se mueve hasta un pu nto que marcará aproximadame nte la cuarta pa rte de su peso como peso de sus pi ernas. Después póngase de pie y al hacerlo observe la agu ja. Esta avanzará hasta un punto situado mucho más allá del correspondiente a su peso, volverá a uno anterior, oscilará atrás y delante y finalmente se detendrá en la cifra acertada. Cuando considere que su transieron de una postura a otra ha mejorado, verifíquelo de nuevo con la balanza. Si ahora el movimiento es correcto, la ag uja avanzará gradualmente, a compañando poco a poco el movimiento, y no pasará más allá de la cifra que corresponde a su peso. Esto demuestra que el movimiento ya no incluye aceleración innecesaria alguna. Si trata de calcular c uánto esfuerzo desperdiciado se ahorra, comprobará además cuán poco esfuerzo le basta pa ra po nerse de pie correctamente. Siéntese ahora en el borde delantero de la silla y deje que su cuerpo se balancee hacia atrás y delante con movimientos cada vez más amplios, pero sin súbito aumento del esfuerzo en punto alguno. Evite intención directaa de incorporarse, pues ello resultará untoda retorno inadvertido su manera habitual dede hacerlo. Para ponerse de pie no hace falta, en realidad, ningún esfuerzo mayor que el que se efectúa en ese balanceo. ¿Cómo se hace? A continuación se presentan algunos recursos auxiliares; vale la pena probarlos todos aunque se tenga éxito con el primero.

1. Evite movilizar en forma consciente los músculos de las piernas

Al balancearse hacia delante, piense en levantar las rodillas y los pies del suelo, de modo que la oscilación hacia delante no le haga contraer aquellos músculos del muslo cuya función es enderezarlas piernas. La contracción de esos músculos acentúa la presión de los pies contra el suelo. La pelvis abandonará la silla sin esfuerzo adicional alguno y usted pasará de estar sentado a estar de pie. 2. Evite movilizar en forma consciente los músculos del cuello Durante la oscilación hacia atrás y delante, tome un p uñado de pelo la coronilla y estírelo suavemente hasta que quede con ladecolumna vertebral, tensado t an ligerament e que pue en da línea sentir si los músculos del cuello entran en tensión. Cuando al balancearse usted hacia delante los músculos de la nuca no entran en tensión, no se aplica presión adicional por medio de los pies y, al cabo de unas pocas tentativas, el m ovimiento hacia delante pond rá el cuerpo de pie sin cambio alguno de la respiración, es decir, sin impo ner al pech o ning ún esfuerzo inútil. Repita el ejercicio tirándose del pelo con la mano izquierda. Por lo general el efecto varía de una ma no a la otra. 3. Suspenda la intención de ponerse de pie El movimiento hacia delante debe continuarse hasta el punto en que se sienta un esfuerzo en las piernas y el aparato respiratorio, es decir, hasta aquel punto en que el movimiento rítmico se detiene y el esfuerzo muscular aumenta. E n este punto , inco rporarse deja de ser una continuación del movim iento previo pa ra convertirse en un esfuerzo de tirón brusco. Suspenda todo movimiento adicional y quédes e inmóvil en la posición : en que cesó el movimiento de balanceo. Suspenda la intención de incorporarse y determine qué parte del cuerpo se relaja por efecto de ello. Allí estaba el esfuerzo superfluo. Esto no es fácil de hacer; es preciso prestar mucha atención para detectar el esfuerzo inútil. Al cesar la intención de incorporarse, la posición inm óvil se toma inme diatamente tan cómoda como la de estar sentado y, a partir de allí, completar

el movimiento qu e falta para ponerse de pie resulta ta n fácil como sentarse de nuevo.

4. Movimientos rítmicos con las rodillas

Sentado en el borde de la silla, apoye cómo damente los pies en el suelo, separá ndolos ba stante . Empiece a mover sus rodillas acercándolas y apartándolas hasta que el movimiento se tome rítmico, regular y fácil. Tómese mecha de la coronilla estirándosela llévese usted una mismo hastadelapelo posición de pie siny interrumpir el movimiento d e las rodillas. Si el cuerp o no está debida mente organizado el movimiento de las rodillas vacñará, así sea sólo por un momento; en caso contrario, usted tratará de alzarse en el preciso momento en que las rodillas se encuentran en alguna de las posiciones extremas de su movimiento, sea lo más distantes o lo más juntas. En cualquie ra de esas posiciones, las rodillas pu eden cesar de moverse sin que usted lo advierta. 5. Separe la acción de la intención

Uno de los requisitos que deben cumplirse para mejorar la acción consiste en separarla de la intención, como el ejercicio siguiente, que a la vez ayuda a aprender y permite verificar la cualidad de la acción ejecutada. Siéntese en una silla como antes, con el respaldo de otra silla enfrente de usted. Apoye las manos en ese respaldo y, en vez de pensar en ponerse de pie, piense en levantar, el asiento de su silla y al mismo tiempo en po nerse de pie. Cuan do se haya incorporado, ponga las manos en el respaldo de la silla de enfrente y, en vez de pensar en sentarse, piense en bajar el asiento. Poner el asiento en la silla es un medio de sentarse, tal como levantarlo es un medio de incorporarse. De esa forma su atención está centrada en el medio por el cual se ejecuta la acción, no en la intención de ejecutarla. Muchas personas son capaces de levantarse o sentarse de esta forma sin pensa r en lo que están haciendo. Cuando la acción es efectuada correctamente, no hay diferencia si el ejecutor piensa en la intención o si piensa en el medio de llevarla a cabo. Cuando la acción defectuosa, un de observador puedeel decir inmediatamente cuál deeslas dos formas pensar seguía ejecutor durante el movimiento.

C oncentrarse

e n l a meta

puede

causar

excesiva

tensión

Es fácil trasladar la atención del objetivo de una acción simple a los medios de ejecutarla y concentrarse en éstos. Si se trata de una acción compleja, cuanto más intenso sea el deseo de alcanzar su meta, mayor será la diferencia de ejecución según cuál de ambos modos de pensar se adopte. A menudo, un deseo demasiado intenso de alcanzar la meta, provoca tensión interna. Esta tensión no sólo obstaculiza el logro de lo que se desea; incluso puede poner en peligro la vida, como cuando una persona cruza la calle apu rada p or to mar a cualquier precio un vehículo y sin prestar atención a las inmediaciones.

S eparando

e l objetivo

d e l medio

s e mejora

e l r endi

mi ent

o

En la mayor parte de los casos en que la acción se relaciona con un fu erte deseo, se pue de me jorar su efici encia separand o la meta de los medios de lograrla. Un automovilista desesperado p or llegar a destino, p or ejemplo, viajará mejor si confía el volante a un b uen conductor que no está desesperado por llegar a tiempo. Cuando tant o la acción como el logro de su objetivo depe nden de la par te antigua del sistema nervioso —antigua en el sentido de su evolución—, sobre la que sólo tenemos control involuntario, el rendimiento puede tropezar con graves obstáculos. Entre esas acciones pueden contarse la actividad sexual, el acto de dormirse o la evacuación de los intestinos. L a acción pu ede efectuarse como si la meta fuera el medio, y a veces como si el medio fuese la meta. Por lo tanto, conviene estudiar este problema cuando tanto la meta como los medios son simples, a fin de aplicar en el caso de acciones más importantes el entend imiento ganado de ese modo. La fuerza eficiente actúa en la dirección del movimiento

Siéntese en el borde de una silla y coloque las puntas de los dedos de su mano derecha sobre la coronilla. El contacto debe ser lo bastante leve como para que usted pueda detectar cambios de tensión en la parte posterior de su cuello. Suba y baje el mentón (moviendo para ello los músculos anteriores y posteriores del cuello) y observe si las puntas de sus dedos registran el movimiento de la cabeza.

Aumente el movimiento de su cabeza hacia delante y arriba moviendo las articulaciones de las caderas hasta que el asiento se levante de la silla y usted se encuentre de pie, pero sin intensificar súbitamente el esfuerzo de las piernas en ninguna etapa del movimiento. Advertirá q ue el control del movimi ento po r las puntas de los dedos y la suave acción hacia arriba hasta ponerse de pie han organizado los músculos del pe cho en forma t al que las costillas y el pecho cuelgan de la columna vertebral y los músculos no los ponen rígidos. Para que sea la columna vertebral la que cargue, él peso del pe cho y se respire libremente durante todo ese movimiento, el esfuerzo délos músculos délas articulaciones délas caderas debe dirigirse de tal modo que la fuerza resultante pase por la columna vertebral misma. No deben desarrollarse fuerzas parasitarias que modifiquen el ángulo de la cabeza y las vértebras del cuello o provoquen u na incurvación de la columna ve rtebral. Para que este movimiento llegue a tornarse preciso y eficiente, debe intensificarse, mediante la ejercitación, la sensación de soltura y energía, hasta que se abandone espontáneamente todo intento de prepa rarse pa ra el esfuerzo conteniendo la respi ración o ten sando el pecho. La tenden cia a co ntener el ali ento es instintiva y forma parte de un intento p or imp edir la aparición de esfuerzos de corte, es decir, fuerzas que tienden a trasladar las vértebras en sentido constituida ho rizontal,psacándolas vertebral, or ellas. de la línea vertical de la columna La i m po s i bi l i da d de e leg irco n v ierte la

tensión

en há bit o

En la medida en que invierte esfuerzo innecesario en una acción, el hombre debe erigir defensas, prepararse par a un gran esfuerzo que no es cómodo, agradable ni conveniente. La imposibilidad de elegir entre efectuar esfuerzo y no efectuarlo convierte en hábito, y con eluntiempo na da parece más natural queaquella aquelloacción a lo cual uno sé ha habituado, aunque se oponga a toda razón o necesidad. El hábito facilita la persistencia en una acción, y en general es muy valioso por esa causa. Sin embargo, a menudo nos dejamos llevar demasiado p or el hábito, hasta que la autocrítica es silenciada y nuestra capacidad de discern ir disminuye, lo que poc o a poco nos convierte en máquinas que actúan sin pensar.

Lección 2 ¿QUÉ A CCIÓN ES BUENA?

La

acción

EFICAZ mejora para

e l cuerpo

y s u capacidad

actuar

La eficacia dé una acción se juzga ante todo por el simple criterio de si alcanza o no su propósito. Sin embargo, esa prueba no basta. Además, la acción debe mejorar un cuerpo vivo y en desarrollo por lo menos lo suficiente como para que, en la siguiente oportunidad, la acción sea más eficaz. Po r ejemplo, se puede ajustar un como tomilloel mediante un cuchillo de cocina, pero tanto el cuchillo tornillo quedarán averiados. El cuerpo humano es capaz de efectuar movimientos y acciones de tan distintos tipos, que resultaría difícil definir en forma breve cuáles son eficaces, y toda definición en tal sentido simplificaría en exceso. Sin embargo, intentaremos poner en claro en qué consiste una acción bien ejecutada. a característica

L

d e l movimiento

vol

u n t ari o

e s l a r ev er si b i l i dad

Todos convendremos en que si sólo se trata de mover una mano de derecha a izquierda y de vuelta a la derecha, a una velocidad intermedia, el movimiento será satisfactorio si podemos interrumpirlo y revertirlo en cualquier punt o, para retomar la dirección inicial, o resolvemos a iniciar en vez de ése cualquier otro movimiento.

Esa cualidad es inherente al tipo simple de movimiento descrito, aunq ue no nos demos cu enta de ello, y se la encuen tra en to dos los movimientos deliberados y conscientes. La denominaremos «reversibilidad». Un leve golpe en el tendón situado exactamente por debajo de la rótula provoca en la pierna un estiramiento puramente reflejo, es decir, un movimiento que no podemos detener, invertir ni modificar. Lo mismo su cede con los movimientos clónicos, los estremecimientos o los espasmos. Ninguno de ellos es reversible porqu e son involunta rios. LOS MOVIMIENTOS ÁGILES Y FÁCILES SON LOS MEJORES

Al considera r las maneras de levantarse d e una silla, vimos que hay bue n movimiento deliberado cuando n o existe conf licto entre el control voluntario y la reacción automática del cuerpo ante la gravedad, cuando ambos se combinan y se ayudan entre sí para cumplir una acción que parece dictada por un solo centro. Por lo general, el cont rol volu ntario es eficaz con los movimientos relativamente lentos, siempre que el movimiento no po nga en peligro el cuerpo o provoq ue tal do lor qu e la reacción automática as uma el control, haciend o a un lado la decisión volunt aria. También vimos que el movimiento simple de la mano era bueno, sin conocimiento previo alguno de lo que constituye un buen movimiento. Como regla general, los movimientos ágiles y fácñes son los mejores. Esbuenos, importante aprender a convertir que los movimientos difíciles en es decir, en movimientos en primer término son eficaces, pero además son suaves y fáciles. E vitar

di fi cul

t ades

establece

normas

d e conducta

Por regla general, el ser humano deja de desarrollar o mejorar su capacidad p ara ajustarse a las circunstancias alre dedor de los 13 o 14 años. Las actividades cerebrales, emocionales y corporales que a esa edad quedarán nentemente mástodavía allá deson losimposibles límites deolodifíciles habitual. Como permaconsecuencia, la capacidad del hombre es mucho más limitada de l o que tendría que ser. Por lo común, esas limitaciones se imponen por sí mismas al

individuo como consecuencia de dificultades surgi das en el proc eso de desarrollo fisiológico o social. Cuando el individuo experimenta repetidas veces una dificultad, por lo común abandona la actividad que le resulta difícil dominar, en la que no tiene éxito o que le ha sido desagradable de algún modo. Establece una norma para sí mismo, diciéndose, por ejemplo: «No puedo aprender a bailar», o bien: «No soy sociable por naturaleza», o esto: «Nunca entenderé las matemáticas». Los límites que se fija a sí mismo no sólo dete ndrá n su desarroll o en las esferas qu e ha resuelto aba ndonar, sino también en otras, y puedenincluso influir sobre toda su personalidad. La sensación de que algo es «demasiado difícil» se propagará a otras actividades hasta incluirlas. Es difícil estimar con exac titud la importancia que tienen par a el individuo las cualid ades de que carece y las cosas que, por lo tanto, nunca intenta, incurriendo así, sin saberlo, en pérdidas incalculables. El perf ecci onam i ento n o ti en e l í m i t es

El homb re que estaba habituado a leer a la luz de una antorch a o una lá mpara de aceite pensó que la vela de cera era la ú ltima pa labra y no Cuando prestó mayor atención elal posterior humo, el desarrollo hollín o el de olor despedía. consideramos la que iluminación artificial, comprendemos que al fijar límites sólo nos basamos en la ignorancia. Cada vez que ampliamos los confines de nuestro conocimiento, aumentan nuestra sensibilidad y la precisión de nuestras acciones y se expand en los límites de lo que consideramos normal. Cuanto más avance un individuo en su desarrollo más fácil le resultará la acción, facilidad que es sinónimo de organización armoniosa los sentidos y los músculos. la actividad está exenta, dedetensión y esfuerzo superfino, Cuando la facilidad resultante de ello da margen libre para una sensibilidad mayor y una discriminación más aguda, que a su vez facilitan más aún la acción. Ahora será capaz de reconocer el esfuerzo innecesario incluso en acciones que antes le parecían fáciles. Al refinarse más aún, esta sensibilidad para la acción se tornará cada vez más delicada hasta alcanzar cierto nivel. Para superar este límite, es preciso perfecciona r la organización de tod a la personalidad . Empero, a esta altura del

proceso, los nuevos avances no se consumarán lenta y gradualmente, sino mediante súbitos pasos hacia delante. La facilidad de acción se ha desarrollado hasta convertirse en una cualidad nueva, que abre nuevos horizontes. Supongamos un actor, locutordeo maestro quehabla ha sufrido ronquera empiezaque a estudiar maneras mejorar su a fin dede liberarse del problema. Al principio intentará localizar el exceso de esfuerzo en su aparato respirat orio y su garganta. Cuando haya aprendido a disminuir el gasto de esfuerzo y a hablar más fácilmente, advertirá con sorpresa que además ha estado haciendo un trabajo innecesario con los músculos de su maxilar inferior y su lengua, trabajo del que antes no tenía conciencia y que contribuía a su ronquera. Así, la facilidad lograda en un campo posibilita una observación más estrecha y exacta de lo que sucede en otros que tienen relación con aquél. Cuando siga ejercitándose en sus nuevas aptitudes y utilice sin esfuerzo los músculos de su lengua y su maxilar inferior, esa persona descubrirá que sólo había utilizado la parte poster ior de la boca y la garganta para producir su voz, y no la parte delantera de la boca. Ello le suponía mayor esfuerzo para respirar, porque necesitaba mayor presión de aire para forzar la voz a través de la boca. Cuando aprende a emplear también la parte delantera de la boca el habla se le toma mucho más fácil, y entonces comprueba que además ha mejorado el uso de los músculos del pecho y el diafragma. Entonces descubrirá, para gran sorpresa suya, que la interferencia en los músculos del pecho , el diafragma y la parte delantera de la boca se debía a una tensión continua de los músculos de la nuca y el cuello, que forzaba su cabeza y su mentón hacia delante y alteraba la respiración y los órganos del habla. Esto lo llevará a otras comprobaciones relacionadas con su manera de mantenerse derecho y de moverse. Esto significa que en el hablar correcto interviene el total de la personalidad. Pero la historia que no termina en de estos descubrimientos, en los perfeccionamientos se derivan ellos y en la facilidad de acción resultante. Además, ese hombre descubre que su voz, limitada antes a una sola octava, puede alcanzar ahora tonos mucho más altos y más bajos. Descubre en su voz una cualidad en teramente nueva y se da cuenta de que pue de cantar. También esto abre nuevas posibilidades y le revela aptitudes con las que antes ni siquiera hubiese soñado.

Usar

l o s músculos

grandes

para

,e l

trabajo

pesado

Para que el movimiento sea eficaz, el trabajo pesado de mover el cuerpo debe ser transferido a los músculos más capaces de hacerlo. Si observamos cuidadosamente, veremos que los músculos más grandes y fuertes son los conectado s con la pelvis. La mayor part e del trabajo la ejecutan esos músculos, en particular los de las nalgas, los muslos y el abdomen. A medida que nos alejamos del centro de gravedad del cuerpo en dirección a las extremidades, los músculos se tornan cada vez más delgados. Los músculos de los miembros están construidos de manera que pued an dirigir sus movimientos con exactitud; a la vez, la mayor par te de la potencia de los músculos pelvianos es conducida por los huesos de las extremidades hasta el punto donde debe ejercerse. En un cuerpo bien organizado, el trabajo que hacen los grandes músculos es llevado por músculos más débiles hasta su destino final, por intermedio de los huesos, pero sin que pierda en el camino gran parte de su energía. La s

fuerzas

q u e trabajan

e n ángulo

p r i nc i p a l causan

respecto

d e l trayecto

daño

En condiciones ideales, el trabajo realizado por el cuerpo pasa longitudinalmente po r la columna vertebral y los huesos de las extremidades, es decir, en una dirección qu e se parece tan to como es posible a la línea recta. Si el cuerpo forma ángulos respecto de la principal línea de acción, parte del esfuerzo efectuado por los músculos pelvianos no llegará al punto a donde se dirigía; además, los ligamentos y articulaciones sufrirán daños. P or ejemplo, si empujamos algo con una mano y el brazo completamente extendido, la loslamúsculos pelvianos directamente a loenlargo delfuerza brazodey de mano. En cambio, actuará si el brazo está do blado ángulo recto en el codo, la fuerza ejercida por la mano no podrá ser superior a la del antebrazo solo. La acción se toma difícil e incómoda, porque la fuerza de los grandes músculos no puede resultar útil, ya que es absorbida casi totalmente por el cuerpo. Cuando la estructu ra del esqueleto no logra transmitir la fuerza de los grandes músculos pelvianos por intermedio de los hue-

sos, resulta muy difícilabstenerse de tensar el pecho para perm itir que los músculos direccionales hagan por lo menos parte del trabajo que debería ser hecho con facilidad por los músculos pelvianos. La buena organización corporal posibilita ejecutar la mayoría de las acciones normales sin sensación alguna de esfuerzo o tensión. D esarrollar

trayectos

d e acción

i deal

es

El trayecto de acción ideal del esqueleto al pasar de una posición a otra —p or ejemplo, de sentado a de pie o de acostado a sentado— es aquel que seguiría si no tuviera músculo alguno, es decir, si los huesos estuviesen conectados sólo por ligamentos. Para alzarse del suelo según el trayecto más corto y eficiente, el cuerpo debe hallars e organizado de modo tal que los huesos sigan los tra yectos que seguirían en un esqueleto sobre cuya cabeza se ejerciera tracción. Si siguen esos caminos, el esfuerzo muscular se transmitirá a lo largo de los huesos y todo el esfuerzo de los músculos pe lvianos sé transformará en trabajo útil.

ALGUNAS PROPIE DADES FUNDAMENTALES DEL MOVIMIENTO

En esta lección aprenderá a reconocer algunas de las prop ieda des fundamentales de los mecanismos de control de los músculos voluntarios. Com probará q ue para modificar e l tono fund amental de los músculos, es decir, el estado de contracción en que se encuentran antes de ser activados por la voluntad, son suficientes alrededor de 30 movimientos lentos , livianos y cortos. Una vez efectuado, el cambio de tono se propagará a toda la mitad del cuerpo que contiene la parte en que se inició el trabajo. U na acción se torna fácil de ejecutar y el movimiento se vuelve liviano cuando los poderosos músculos del centro del cuerpo hacen la mayor parte delpunto trabajo las extremidades se limitan a dirigir los huesos hacia el de ydestino del esfuerzo. Indague el estado de su cuerpo

Tiéndase de espaldas. Separe cómodamente las piernas. Extienda los brazos hacia arriba, un poco separados, de manera tal que el izquierdo esté más o menos en línea recta con la pierna derecha y el derecho lo esté con la izquierda. Cierre los ojos y trate de verificar las partes de su cuerpo que están en contacto con elelsuelo. atención a la forma que los talones yacen sobre s uelo;Preste observe si la presión sobreenambos es igual y si el contacto con el suelo se produce exactamente en el mismo punto en los dos talones. Examine en la misma forma el contacto que hacen con el suelo los músculos de las pantorrillas, la

parte posterior de las rodillas, las articulaciones de las caderas, las costillas flotantes, las costillas superiores y los omóplatos. Fíjese en las distancias a que están los hombros, los codos y las muñecas respecto del suelo. Unos pocos minutos de estudio le revelarán que en los hombros, los codos, las costillas y demás, hay considerables diferencias entre ambos lados del cuerpo. Muchas personas comprobarán que, en esta posición, los codos no tocan el suelo, sino que están suspendidos en el espacio. Los brazo s no se apoyan en el suelo y se torna difícil mantenerlos en esa posició n hasta co ncluir el examen. D escubra

, e l trabajo

latente

d e l o s m ús cul

os

Tenemos un cóccix, un sacro, cinco vértebras lumbares, doce dorsales y siete cervicales. ¿En qué vérte bras de la región pelviana se ejerce mayor presión? ¿Tocan el suelo todas las vértebras lumbares (las de la cintura)? De no ser así, ¿qué es lo que las eleva respecto del suelo? ¿Sobre cuál de las vértebras dorsales (las de la espalda) se ejerce mayor presión? Al iniciar esta lección, la mayor parte de las personas comprobarán que dos o tres de las vértebras tienen evidente contacto con el suelo, en tanto que las otras forman arcos entre sí. Ello resulta sorprenden te, pues nuestro p ropósito era descansar en elensuelo, hacer ni movimiento alguno, detendidos modo que, teoría,sin cada un aesfuerzo de las vértebras y las costillas debería descender hasta el suelo y tocarlo p or lo menos en un punto. Un esqueleto sin músculos yacería ciertamente así. Se diría, en consecuencia, que los músculos, sin que nos demos cuenta, elevan las partes del cuerpo donde se insertan. Es imposible estirar toda la columna vertebral sobre el suelo sin ejercer un esfuerzo consciente sobre varias de sus secciones. No bien se relaja ese esfuerzo consciente, las secciones afectadas volverán a subir y a separarse del suelo. Para apoyar toda la columna vertebral en el suelo debemos su spend er el trabajo que los músculos hacen sin que nos demos cuenta. ¿Cómo lograrlo si el esfuerzo deliberado o consciente no tiene éxito? Deberemos intentar u n método indire cto.

Un nuevo punto de partida para cada movimiento

Tiéndase otra vez y estire sus brazos y piernas como antes. Es probable que por lo menos los dorsos de sus manos toquen ahora el suelo y tal vez lo hagan además sus codos y brazos (parte superior, entre los codos y los hombros). Eleve a hora el brazo derecho (parte superior), moviendo sólo el hombro., hasta que el dorso de la mano deje de tocar el suelo; tiene que ser un movimiento lento e infinitamente pequeño. Deje caer el brazo hasta que se apoye de nuevo. Súbalo otra vez hasta que el dorso de la mano pierda contacto con el suelo. Repita esto de 20 a 25 veces. Cada vez que suba y baje el brazo efectúe una pausa completa, detenga toda acción, de modo que el movimiento siguiente constituya una acción totalmente nueva y separada. Coordinación de respiración y movimiento

Si presta cuidadosa atención, advertirá que, al estirarse el brazo antes de ser elevado, el dorso de su mano se arrastra un poco por el suelo. Después de repetir el movimiento cierto número de veces, comprobará que se coordina con el ritmo respiratori o. Verificará que la elevación y el estiramiento del brazo coinciden exactamente con el instante en que el aire empieza a ser expulsado de los pulmones. Efectúe una pausa y observe

Al cabo de los 25 movimientos, Reve lentamente los brazos a los costados del cuerpo. Asegúrese de hacerlo por etapas, pues un movimiento rápido provocará probablemente dolor en el hombro que ha trabajado. Doble las rodillas y descanse un instante. Mientras descansa, observe la diferencia que existirá ahora entre los lados derecho e izquierdo de su cuerpo. Movimiento lento y gradual

Ahora dése la vuelta y tiéndase s obre el estómago, con los bra zos y las piernas separados como antes. Suba lentamente su codo derecho desde el hombro hasta que se separe del suelo (ahora la m'ano

no se levantará necesariamente) y luego deje que baje de nuevo.

Para efectuar este movimiento en la forma descrita, los brazos deben ser estirados cómodamente sobre la cabeza, es decir, en forma tal que la distancia entre las manos sea menor que en tre los codos y éstos se encu entre n ligeramente doblados. Siga alzando el codo en el mismo instante en que empieza a expeler el aire de sus pulmones. Repítalo p or lo menos 20 veces. Si el movimiento es lento y gradual, como debe ser, comprobará que el codo ahora «se arrastra» con el brazo, es decir, se estira un poco antes de empezar a elevarse del suelo. A medida que el codo comience a subir lo suficiente para arrastrar la muñeca consigo, también la mano empezará a elevarse respecto del suelo. Eliminar el esfuerzo superfluo

Cuando un hombre, en esta posición, alza su muñeca, es improbable que la mano cuelgue relajada. Sin darse cuenta, la mayoría de las personas te nsan los extensores (los músculos del lado e xterno del antebr azo) de la mano, y ésta se eleva hasta que el dorso y el antebrazo quedan en ángulo. Poco a poco, si se presta atención, es posible eliminar ese esfuerzo muscular inútil e involuntario. Para lograrlo, debemos relaja r los músculos del antebrazo, no sólo los de los dedos. Cuando la relajación sea completa la mano caerá y se formará un ángulo entre su palma y la cara interna del antebrazo. Si entonces se eleva el codo, la mano colgará relajada. Utilice los músculos de la espalda

Continúe ese movimiento y alce el brazo entero, con el codo y la mano, ha sta sen tir que p ara hacerlo ya no necesita esfuerzo muscular alguno de esa parte y que el único esfuerzo se efectúa en la regióndel delsuelo, hombro. Para poner facilitar los hombros se eleven pecto, deberá enque acción los músculos de la resespalda. Entonces el hombro se levantará del suelo junto con el omóplato y la porción superior derecha del tórax. Tiéndase otra vez de espaldas, descanse y observe en qué distinta forma lo s hombros , el tórax y los brazos toman contacto ah ora con el suelo a derech a e izquierda.

Acción simultánea

Estire los brazos po r encima d e la cabeza, con las manos separadas. Estire las piernas, con los pies separados. Muy lentamente, eleve la pierna y el brazo derechos. El movimiento debe ser muy pequeño, suficiente para levantar apenas el dorso de la mano y el talón respecto del suelo. Pre ste atención para establecer si la mano y el pie vuelven a posarse sobre el suelo exactamente al mismo tiempo, o uno después del otro. Cuando haya averiguado cuál de ellos llega antes al suelo de scubrirá que,además, esa extr emidad se levanta antes que la otra. No es fácil alcanzar una simultaneidad absoluta de acción en este mo vimiento. Po r lo general siempre habrá una pequeña diferencia entre el movimiento del brazo y el de la pierna. Para alcanzar mayor exactitud, eleve el brazo en el mismo instante en que adeja de inhalar aire. Después levante pierna al cuando empieza exhalarlo. Finalmente, mueva brazo lay pierna exhalarlo. Esto mejora la coordinación entre ambas extremidades. Sentir el alargamiento de la columna vertebral

Ahora eleve alterna tivamente el brazo y la pierna. Observe si al levantar sólo la pierna, sin el brazo, las vértebras lumbares se elevan un poco respecto del suelo, y si el movimiento de esas vértebras es afectado de alguna manera cuando se alza el brazo junto con la pierna. Las vértebras lumbares se levantan respecto del suelo porque la pierna es alza da po r músculos que se insertan en la parte delantera de la pelvis. También los músculos de la espalda intervienen en la elevación de esas vértebras. El trabajo que hacen estos músculos de la espalda, ¿es necesario o superfluo? Doble la pierna hacia la derecha; es dec ir, haga girar la artic ulación de la cadera, la rodilla y el pie hacia la derecha. A continuación; muy lentamente levante la pierna en esa posición y observe cómo d istinta situadas posi ciónade pie rna sobre el movimiento de las lavértebras la laaltura de influye la cadera. Poco a poco se torna rá paten te que si elevan simultáneamente pierna y brazo en el mom ento en que se empieza a expulsa r el aire de los pulmones, ese trabajo es ejecutado en forma coo rdinad a por los músculos del estómago y el pecho. Las vértebras lumbares ya no suben sino que,

por el contrario, son oprimidas contra el suelo. Elevar brazo y pierna se torna más fácil y se tiene la sensación de que, en este proceso, el cuerpo se alarga. Esta sensación de alargamiento de la columna vertebral acompaña la mayor parte de las acciones ejecutadas correctamente. LOS ESFUERZOS INNECESARIOS ACORTAN EL CUERPO

En casi todos los casos, el exceso de tensión remanente en los músculos provoca el acortamiento de la columna vertebral. C uando la acción es acompañada po r esfuerzo innecesario, éste tiend e a acortar el cuerpo. Toda vez que se prevé que una acción será dificultosa, el cuerpo se contrae como para protegerse contra esa dificultad. Es precisamente este refuerzo del cuerpo lo que exige el esfuerzo superfluo e impide que el cuerpo se organice correctamente para la acción. La capacidad corporal debe ser ampliada mediante el estudio y la comprensión, antes que por el esfuerzo obstinado y las tentativa s de pro tege r el cuerpo. Por añadidura, esa autoprotección y ese esfuerzo superfluo que se agrega a la acción expr esan falta de confianza del individ uo en sí mismo. No bien una persona tiene conciencia de que exigirá a sus facultades más de lo habitual, efectúa un esfuerzo de voluntadque mayor f inimpone de p rep cuerpun o par a la acción; en realidad lo haceaes rsearaa rsísumisma esfuerzo superfluo. E l acto, resultante de esa tentativa por reforzar el cuerpo nunca será gracioso ni estimulante, ni despertará en el individuo deseo de repetirlo. Si bien se puede alcanzar la meta de esta forma tortuosa, el precio que se paga p or ella es superior a lo que parece a prim era vista. Descanse un instante y observe el cambio operado en el contacto de la pelvis con el suelo, así como la diferencia entre los costados izquierdo y derecho del cuerpo. ¿Qué es más cómodo?

Ruede sobre sí mismo hasta yacer de estómago y estire los br azos por encima de la cabeza, muy separados. A bra las piernas y levante con lentitud, al mismo tiempo, el brazo derecho y la pierna

del mismo lado. Cuando se disponga a alzar las extremidades, observe la posición d e su cabeza. ¿Mira hacia la derec ha o hacia la izquierda, o está contra el suelo? Trate de levantar brazo y pierna al respirar. Hágalo varias veces, primero con la mejilla derecha contra decir, miran haciay,lafinalmente, izquierda. Repítalo después conellasuelo, frenteesapoyada en eldosuelo con la mejilla izquierda en el suelo. Compare ahora la cantidad de esfuerzo exigida en las tres posiciones y decida en cuál es más fácil efectuar el movimiento. En un cuerpo más o menos bien organizado, la posición más cómoda habrá sido con la mejilla izquierda en el suelo. Repita el movimiento unas 25 veces y advierta cómo se toma cada vez más evidente que la presión del cuerpo sobre el suelo se traslada hacia el ladoSiempre izquierdo del el estómago, en siga tre elalzando pecho ybrazo la pelvis. sobre estómago, y pierna derechos como antes, pero ahora, en cada movimiento, alce también la cabeza, siguiendo con los ojos el movimiento de la mano. Después de 25 movimientos, vuélvase sobre la espald a y descanse. A continuación repita el movimiento como antes, alzando a la vez brazo, pierna y cabeza. Observe la forma en que su cuerpo yace sobre el suelo; será distinta de lo que era antes del ejercicio. Identifique por separado qué zonas del cuerpo están ahora en contacto con el suelo. Determ ine con exactitud qué pun to es mayor la presión. Repi ta el movimiento 25 vecesen y deténgase. ¿Qué ojo está más abierto?

Póngase de pie, camine un poco y verifique las diferencias de sensación en los costados derecho e izquierdo de su cuerpo, en el peso y la longitud aparentes de los brazos y en la longitud de las piernas. Examine su rostro en el espejo: fíjese en qué lado de.su cara parece más fresco, dónde están menos marca dos los pliegues y las arrugas y cuál de los dos ojos está más abierto. ¿Qué ojo es? Trate de recordar si notó, en las verificaciones efectuadas al término de cada serie de movimientos anteriores, que un brazo y una pierna parecían progresivament e más largos que las extremidades del lado opuesto. No trate de superar la sensación de diferencia entre ambos lados del cuerpo; al contrario, permítale persistir y obsérvela hasta que disminuya y por fin desaparezca. Si no surge un hecho que interrumpa la atención, tal como un contra-

tiempo o un alto grado de tensión, la diferencia seguirá siendo perceptible durante muchas horas, o por lo menos durante varías. Durante ese lapso, observé qué lado de su cuerpo funciona mejo r y de qué lad o los movimientos son más suaves. Trabaje sobre el lado izquierdo

Repita todos los movimientos detallados en esta lección, pero esta vez sobre el lado izquierdo de su cuerpo. Movimiento diagonal

Cuand o haya concluido con los movimientos del lado izquierdo, levante muy, muy lentamente el brazo derecho y la pierna izquierda a la vez, y repítalo Observe yloslascambios opey rados en las posiciones relativas25deveces. las vértebras costillas tome nota de que las partes de la espalda sobre las cuales se apoya ahora el cuerpo difieren bastante de aquellas que identificó después de levantar a la vez las extremidades correspon dientes a un mismo lado. Después de un corto descanso, levante el brazo izquierdo y l a pierna derecha al mismo tiempo 25 veces, y después descanse. A continuación, levante los cuatro miembros y la cabeza al mismo tiempo que el aire de los espués de levante sóloexpulsa las extremidades, conpulmones. la cabezaDapoyada en descansar, el suelo. Repita estas combinaciones de movimientos tendido sobre el estómago. Finalmente, tiéndase de espaldas y observe qué zonas tienen ahora contacto con el suelo, desde los talones hacia la cabeza, como lo hizo al comenzar la le cción. Tome nota de los cambios q ue se han producido, particularmente a lo largo de la columna vertebral.

DIFE REN CIAC IÓN DE LAS PARTES Y LAS FUNCIO NES EN LA RESP IRACI ÓN

Ahora aprenderá a reconocer qué movimientos de Para las costillas, el diafragma y el abdomen configuran la respiración. respirar con profundidad y facilidad, es preciso que esos movimientos estén correctamente ajusta dos. Po drá reconocer la dif erencia de longitud entre los períodos d e inhalar y exhalar y comprend erá cómo el proceso de res pirar se ajust a por sí mismo a la posición del c uerpo respecto de la gravedad. Las costillas inferiores se mueven más que las superiores y contribuyen más a la respiración. Finalmente, comp robará que la respiraci ón se torna más fácil y rítmica cuando el cuerpo se mantiene erguido sin esfuerzo consciente, es decir, cuando todo su peso es sostenido po r la estructura esquelética. Volumen del pecho y respiración

Tiéndase de espaldas; estire las piernas, con los pies separados, y doble las rodillas. Las plantas de los pies se apoyarán ahora en el suelo como cuando se encuentra de pie, con los pies separados. Ju nte y separe varias veces las rodillas, hasta q ue cada una de ellas quede en el plano que pasa po r su pie respect ivo, a lo largo de una línea imaginaria que part e del centro del talón y pasa entre el dedo gordo y el contiguo. Pa ra mantener las rodillas en posición no hace falta esfuerzo muscular. Inhale hasta llenar sus pulmones, dilatando su pecho tanto como pueda sin sentir molestia. Muchas personas, al respirar, no dejan que su esternón se mueva en relación con la columna verte-

bral. En vez de aumentar el volumen del pecho de acuerdo con su estructura, ahuecan la espalda, es decir, elevan del suelo todo el tó rax, con inclusión de la parte inferior de la espalda, de modo que su volumen interno sólo es aumentado por el movimiento de las costillas flotantes. Determine si su columna ver tebral se apoya en el suelo a lo largo de toda la caja torácica al expand irse ésta y alejarse el esternón de aquélla. No intente forzar la columna vertebral hacia abajo: no haga esfuerzo alguno. Limítese a llenar los pulmones de aire, observe el ascenso del pecho y establezca si la columna vertebral se apoya al mismo tiempo contra el suelo. Detenga el movimiento. Espe re hasta tener necesidad de respirar, y repítalo. Hágalo varias veces. Movimientos respiratorios sin respiración

Cuando lo haya hecho y el movimiento se haya toma do paten te, trate de elevar el pecho como antes, pero sin respirar. O sea, efectúe con el pech o los movimientos respirat orios, p ero sin inhalar ni exh alar aire. Repítalo varias veces hasta que sienta de nuevo necesidad de respirar. Llénese los pulmones y repita los movimientos del pecho. Deténgase y descanse, y después d e repetir cinco y seis veces esta serie de movimientos observe su respiración. ¿En qué sentido ha cambiado desde que inició el ejercicio? Aumentar el volumen del abdomen inferior

Con los codos en el suelo, coloqúese las puntas de los dedos sobre el abdomen. Espere hasta que sus pulmones se llenen de aire. Comprima su pecho como para expeler el aire, pero contenga el aliento: no exhale. La creciente presión del aire elevará la presión interna del abdomen, que po drá dirigirse hacia abajo, en dirección al esfínter anal. Al ser forzado el aire más allá del ombligo, la parte inferior del estó mago se hinch ará como una pelota de fútbol. Observe sus manos: al hincharse el estómago, subirán y se apartarán de los costados. En los contenidos casi líquidos del abdomen, la presión se distribuye p or sí sola igualmente en todas las direcciones. Sin emb argo, en este ejercicio muchas personas no logran al principio expandir su estómago en todas las direcciones a menos que tengan

espalda y caderas fuerte s y bien desarrolladas. E n vez de ello, tensan los músculos de la espalda en las inmediaciones de las caderas, hasta que la columna vertebral se eleva del suelo a la altura de éstas. En consecuencia, es preciso esforzarse por crear en el estómago una igual enaltodas direcciones, incluso atrás, es decir,presión en dirección suelo.lasCuando se logra esto, hacia se comprueba que la acción de em pujar el estómago hacia fuera o delante expulsa el aire de los pulmones. Espere a que los pulmones vuelvan a llenarse y entonces expulse de ellos el aire echando el estómago adelante y expandiéndolo en todos los sentidos hasta sentir que las partes carnosas de las caderas presionan contra el suelo. Descanse y observe los cambios operados en la cualidad de su movimiento respiratorio. Movimientos de vaivén del diafragma

Llene los pulmones de aire y contenga el aliento: no inhale ni exhale. A continuació n, contraiga el pecho y expanda el estómago, y repita esos movimientos alternados tanto como pue da sin inhalar ni exhalar. Es bastante fácil ejecutar cinco o seis movimientos alternativos como éstos con el pecho y el estómago, como si fueran los platillos de una balanza: uno sube cuando el otro baja. Repita todo el ejercicio cinco o seis veces. Inténtelo después de nuevo con la mayor rapidez que le sea posible sin sentirse incómodo. Cuando los movimientos de pecho y estómago lleguen a alternarse con suficiente rapidez, será posible distinguir un movimiento, e incluso un sonido de.gargarismo, en algún punto situado entre las costillas y el ombligo. Allí hay algo que cambia de posición y presiona alternativamente hacia arriba, en dirección a la cabeza, y hacia abajo, en dirección a los pies. Es el movimiento del diafragma. En condiciones habituales no tenemos conciencia del .diafragma. Sin embargo, este ejercicio nos permite identificar indirectamente posiciónanatómica. en el cuerpo, aunque no conozcamos con exactitud susuubicación Respiración normal

Tendido de espaldas, estire brazos y piernas, con los pies separados. Repita los movimientos alternados de pech o y estómago sin modificar su ritmo re spirato rio habitual. Los movimien tos alterna -

dos de pecho y estómago pueden efectuarse mientras contiene el aliento. En esta forma es posible distinguir entre aquellos movimientos esenciales para la respiración y aquellos que, siendo superítaos, la acompañan. Repita el movimiento 25 veces. Después de descansar un instante, vuélvase sobre el estómago, estire los brazos por sobre la cabeza, con las manos separadas, y estire las piernas, con los pies también separados, y repita el movimiento anterior. La

co l u m na vertebral

RIGUROSAMENTE SIMÉTRICA NO EXISTE

Es raro encontrar una columna vertebral verdaderamente simétrica. En la mayor pa rte de los casos, el plano de los hombros y el pecho está torcido respecto del plano de la pelvis y, como consecuencia, todos los movimientos son más fáciles con un lado del cuerpo q ue con el otro. En los primeros años, cuand o el niño tiende a efectuar gran variedad de movimientos al azar, aquel hecho no tiene importancia alguna. En la edad madura, en cambio, la gente tiende a repet ir un limitado núm ero de movimientos —a veces durante horas— en desmedro de otros. El cuerpo tiende entonces a acostumbr arse a ese menor número de movimientos, la estructura esquelética se ajusta a ellos, se producen cambios y la postura se deforma. Sentir la parte media

Es impo rtan te observar si e l pecho, cuando se lo hace sobresalir, toca el suelo en prim er término con la línea media del esternón y si el estómago, a su vez, toca el suelo con su parte media. No es cosa fácil, pues nuestra capacidad para identificar tales partes está poco desarrollada. Una persona puede creer que su cuerpo se apo ya simétricamente suelo, un observador darse cuenta con claridad de que noeneselasí. Sin yembargo, debe intentarse aquella prueba varias veces. Continúe con el ejercicio, pero con una diferencia: al sacar el pecho deje que al lado izquierdo presione más sobre el suelo, y al sacar el estómago, deje que pri mero toque el suelo el lado derecho. Toda la espalda se moverá ahora oblicuamente, desde la articulación derecha de las caderas, en dirección al hombro izquierdo.

Después de 25 movimientos como éste repita el ejercicio anterior, trata ndo de apoyar en el s uelo las partes medias del pecho y el e stómago, y observe el cambio que se ha pro ducid o en su sensaci ón del punto donde se encuentra esa parte. Efectúe a continuación otros 25 movimientos en sentido opuesto, apoyando el lado izquierdo del trate estómago y el lado derecho del pecho. vez efectuad o esto, de apoyar en cada movimiento lasUna porciones centrales del pecho y el estómago en el suelo y observe hasta qué punto puede identificarlas con claridad. Rued e hasta que dar de espaldas. Repita los movimientos alternados de estómago y pecho y tome n ota de cuánto ha aumentado el movimiento del pecho. Observe la sensación d e movimiento libre y trate de identificar aquellas secciones de su espalda donde el movimiento, al volverse más fácil, da srcen a la sensación de libertad. Movimientos de vaivén tendido de costado

Tiéndas e sobre el lado derecho. Estire el brazo derecho po r en cima de la cabeza y apoye ésta sobre el brazo. Tómese la cabeza con la mano izquierda, con los dedos sóbre la sien derecha y la palma de la mano so bre la coronilla. Levante ahora la cabeza con es a mano hasta que la oreja izquierda quede cerca del hombro izquierdo. Con la cabeza en esa posición erguida, ex pand a el pecho en todas las direcciones contraiga el estó mago; comprima el pecho y exp anda yel estómago y observe l osdespués movimientos de las costillas de ambos lados . Por el derecho, el suelo impedirá to da expansión de las costillas, de modo que el pecho sólo podrá expandirse por el lado izquierdo, donde las costillas, al separarse entre sí, forzarán la cabeza hacia atrás, más bien en dirección al brazo derecho.. Repita este movimiento 25 veces; después tién dase de espaldas y trat e de observar qué partes de su espalda han cedido y están más en contacto con el suelo. Repita el movimiento, 25 veces más, tendido sobre el lado izquierdo,

Movimientos de vaivén tendido de espaldas

Tiéndase de espaldas, levante los hombros respecto del suelo y sosténgase sobre las manos y los antebrazos, colocados paralelamente al cuerpo. Su tórax estará ah ora en ángulo respecto de l suelo, y su cabeza y sus hombros estarán libres. Baje la cabeza hasta que el mentón toq ue el esternón. E n esta posición, ejecute de nue vo 25 movimientos de vaivén con el pecho y el estómago.. Tiéndase sobre la esp alda y descanse. Levántese como antes sobre los codos, antebrazos y manos, pero esta vez, en cambio, deje caerla cabeza hacia ei suelo, con el mentón tan lejos como sea posible del esternón. Efectúe 25 movimientos alternados de estómago y pecho; al hacerlos, observe el movimiento de su columna vertebral. Tiéndase de espaldas y observe su respiración. Ahora tiene que hab er mejorado en forma claramente discernible y ser más fácil y profunda. Movimientos de vaivén en posición arrodillada

Arrodíllese con las rodillas muy separadas y los pies tendidos hada atrás en línea recta con la pierna (las uñas de los dedos en contacto con d suelo). Baje ahora la cabez a hasta tocar d suelo con la coronilla, delante Pongapara las manos, hacia abajo, por a ambos ladde os uste de lad.cabeza sostenercon palas rtepalmas de su peso y proteger la cabeza contra todo exceso de presión. Llene d pecho de aire, contraiga d estómago y después comprímase d pecho expandiendo d estómago; repítalo 25 veces. Al ejecutar este ejerdcio, observe que al expandirse d pecho d cuerpo se mueve had a ddante en la direcd ón de la cabeza y que ésta rueda ha cia ddante, un poco, sobre d suelo. El mentón se mueve hacia atrás, hacia d esternón, y los músculos de la región posterior d d cuello y de la espalda se estiran y se tensan, a la vez que la columna vertebral se incurva un poco más. En cambio, cuando se saca afuera d estómago, la pdvis se asienta y retrocede como si usted se dispusiera a sentarse sobre los talones. La columna vertebral está menos curvada y las vértebras de la región pdviana forman una línea cóncava. Repita el movimiento 25 veces; tiéndase de espaldas y observe las diferencias que se han presentado en la respiración y en el contacto de la espalda contra el suelo.

CÓMO INFLUYE SOBRE LA RESPIRACIÓN EL MOVIMIENTO DE VAIVÉN

Esta vez, el efecto sobre la respiración será más acentuado que antes. En la posición d e pie, los pulmones y otros órganos del aparato cuelgan y son llevados por suseprop io peso posiciónrespiratorio más baja que pueden ocupar. Cuando inhala aire, aselanecesita un esfuerzo activo de izamiento para que los pulmones, puedan expandirse. En el ultimo ejercicio, en que la cabeza se apoya en el suelo, su propio peso lleva los pulmones hacia la cabeza. Inhalar ya no supone un esfuerzo de izamiento, pero al exhalar se necesita cierto esfuerzo para llevar los pulmones de vuelta a la posición que les corresponde cuando se desinflan. Debe recordarse, además, que el tejido pulmonar mismo no contiene músculos y que el trabajo de mover los pulmones lo ejecutan los músculos de las costillas, el diafragma y el estómago. ¿Ha observado usted alguna vez que, en la posición vertical acostumbrada, el aire se inhala rápidamente y se exhala con lentitud? Cuando hablamos, por ejemplo, apenas si hay pausa entre una oración y la siguiente. Hablam os durante el complejo proceso de exhalar que acciona las cuerdas vocales. Cuando apoyamos la parte superior de la cabeza en el suelo, el proceso de exhalación es corto y rápido y la inhalación se prolonga. Trate de comprobarlo mediante su propia experiencia. Curvatura de la columna vertebral y movimiento pelviano

Arrodíllese con las rodillas separadas. Inclínese, como antes, sobre la cabeza y las manos. Acerque u n poco la rodilla izquierda a la cabeza. Repita el movimiento de vaivén del pecho y el estómago. Cuando el pecho esté expandi do, el cuerpo se moverá hacia la cabeza más o menos como antes, pero cuando adelante el estómago y la pelvis retroceda hasta la posición de sentarse, sólo se moverá én dirección al talón derecho y las caderas efectuarán un movimiento de torsión que las pondrá fuera de línea con los hombros. Ahora pueden observarse dos movimientos distintos de la columna vertebral: curvatu ra convexa y cóncava, como antes, y también movimiento de la pelvis hacia la derec ha y la izquierda en relación con los hombros. Cuando haya completad o 25 movimientos como éste, tiéndase de espaldas, descanse y observe los cambios q ue se han producido

en su pecho, en su respiración y en el contacto de su espalda con el suelo. Arrodíllese ahora de nuevo y efectúe otros 25 movimientos de pecho y estómago, esta vez con la rodilla derecha más cerca de la cabeza. Observe la diferencia que hay entre los movimientos pelvianos correspondientes a esta posición y los de la anterior. Trate de descubrir la principal causa de la difer encia. Si ahora no pu ede encontrarl a, apren derá a hacerlo con el tiempo, cuando haya mejorado su capacidad para observarla espalda (fig. 1). Siéntese en el suelo con las rodi llas lo basta nte separadas como para que pueda juntar los pies en el centro, frente a su pelvis, apoyándolos sobre sus bordes exteriores y con las plantas en contacto entre sí. Extienda los brazos a los lados y atrás, y apóyese en las manos. A continuación, lleve la mano derecha al costado izquierdo del tórax, sobre las costillas inferiores, y la mano izquierd a sobre las costillas inferiores del costado derecho, como abrazándose la espalda. Baje la cabeza, saque el pecho y retraiga el estómago. Invierta la respiració n. Siga repitiendo estas acciones. Observe la expan sión de las costillas en su espalda, bajo sus de dos. El pecho no se expande p or delante debido a que parte de sus músculos están empeñados en el movimiento de abrazar la espalda. En este caso, los pulmones se han expandido como consecuencia, en gran pa rte, del ensanchami ento pro ducido en la región posterior de las costillas inferiores. Este es el movimiento respiratorioson másmás eficaz, porque se produce en el punto dond e los pulm ones anchos. Efectúe 25 veces este movimiento. O bserve la región poste rior de sus costillas, en la espalda. ¿Continúan moviéndose? Póngase de pie. Observe si su cuerpo está má s erguido que antes del ejercicio. Toqúese los hombros, cuya posición debe denotar una diferencia considerable. Verifique su respiración. Será sin duda mejor que de costumbre. Este mejoramiento en la direcc ión deseada es el resultado del trabajo práctico. No se llega a respirar así medíante la mera comprensión intelec tual del mecanismo de la respiración.

1

Siéntese en el suelo (...) y apóyese en las manos (...) con las rodillas separadas (...) y con las plantas de los pies en contacto entre sí.

Tiéndase de espaldas. Doble las rodillas. Cruce la pierna derecha so bre la rodilla izquierda.

Vuelva a la posición inicial (...) ambos pies en el suelo (...) cómoda mente separados. Levante los brazos (...) con las palmas tocándose como al aplaudir (...) los brazos levantados en el aire, con los codos rectos.

Levante el brazo izquierdo, y, pasando la mano derecha bajo la axila izquierda, tómese el omóplato.

(...) rodillas dobladas en ángulo recto (...) las plantas de los pies ha cia el techo (...) imagínese que los tobillos (...) y las rodillas están ata dos entre sí con un cordel (...) incline ambas piernas.

Separe las rodillas hada los lados (...) los pies descansando sobre sus bordes exteriores (...) la mano derecha, con la palma hacia arriba (...) las puntas de los dedos pasan bajo el talón derecho (...) el pulgar si gue (junto) con todos los demás dedos bajo el talón (...) álcelo un poco.

(...) tómese los dedos de los pies (...) con la mano, izquierda, de tal modo que el dedo más pequeño se apoye en la palma de esa mano.

Siéntese de nuevo (...) mueva ligeramente su cuerpo a la derecha, de modo que pueda apoyarse en el suelo con la rodilla y la pierna dere cha (...) el pie izquierdo debe alejarse hacia la izquierda y quizás hacia atrás (...). A continuación incline la cabeza un poco más a la derecha, sobre la rodilla.

(...) la cabeza un poco más a la derecha, sobre la rodilla (...) cerca del suelo (...) usted sentirá de pronto que rueda (...) ruede sobre su omó plato derecho, con la pierna izquierda en el aire y, probablemente•, también el pie izquierdo a distancia del suelo.

Desde la posición yacente, de espaldas, ruede hacia la derecha (...) con la pierna izquierda equilibrando en cierta medida su peso (...) su rodilla derecha (...) toca el suelo (...) la cabeza se acerca al suelo en la dirección de la rodilla (...) el peso de la pierna izquierda le permite (...) sentarse en la posición (...) de la que había partido.

Levante el pie derecho por delante de usted (...) llévelo más arriba — más arriba— y en lo más alto (...) cúrvelo para acercárselo (...). Baje la cabeza; es probable que pueda apoyar ese pie en algún punto muy cercano de la coronilla.

(...) mueva la mano y la cabeza a la derecha (...) y desde esa posi ción (...) mueva la cabeza, junto con los ojos, de nuevo hacia la izquierda (...) usted mira a la izquierda.

Siéntese en el suelo. Apóyese en la mano derecha, tendida hacia atrás (...) doble la pierna izquierda (...) hacia la izquierda, sobre el suelo, cerca de su nalga (...) el pie derecho cerca de usted (...) en algún pun to cercano a su rodilla izquierda (...). Levante la jnano izquierdafren te a (...) sus ojos...

(...) siéntese de nuevo (...) gire ambos hombros y la cabeza, de modo que pueda apoyarse, sobre la derecha, con ambas manos...

CO ORD INA CIÓN D E LOS MÚ SCULO S FLEXORE S Y DE LOS EXTENSORE S

Aquí aprenderá a intensificar la contracción de los músculos que enderezan la espalda y comprenderá que la contracción prolongada de los músculos flexores del abdomen aumenta el tono de los extensores de la espalda. Asimismo, se tornará capaz de alargar los músculos que tue rcen el cuerpo y advertirá que alargar los extensores de la parte posterior del cuello mediante la activación de sus antago nistas, situados en la part e delantera de éste, mejora el equilibrio de la cabeza en la posición de pie y erguida. También aprenderá a diferenciar mejor los movimientos de la cabeza de los del tronco. Trayectoria del esfuerzo en un movimiento de torsión (fig. 2)

Tiéndase de espaldas y estire las piernas, con los pies separados. D oble las rodi llas y cruce las piernas, po nien do la derecha sobre la izquierda. Deje que sus rodillas cuelguen hacia la derecha, de modo que ambas qu eden ahora sosteni das sólo po r el pie izquierdo. El peso de la piern a derecha ayudará a ambas pierna s a baja r hacia el suelo. Deje ahora que sus rodillas vuelvan a la posición neu tral, o media, y después déjelas caer de nuevo hacia la derecha. Repítalo 25 veces. Sus brazos deberán estar tendidos a los lados del cuerpo. Al retornar las rodillas a la posició n neutra l, deje que sus pulmones se llenen de aire, y exhálelo cuando las rodillas caigan, de modo que cada movimiento se complete en un ciclo respiratorio.

Observe el movimiento de la pelvis en el momento en que sus rodillas bajan. El costado izquierdo se elevará un poco respecto del suelo y será tirado en la dirección del muslo izquierdo; la columna verteb ral será trac cionada por la pelvis, y ello a su vez arrastrará consigo eldel tórax, de Siga modobajando que el omóplato tenderá a levantarse suelo. las piernasizquierdo hacia la derecha hasta que el hombro izquierdo se despegue del suelo; después déjelas volver al punto medio. Trate de observar el trayecto que sigue el movimiento de torsión al transmitirse desde la pelvis hasta el hombro izquierdo: pa sa por las vérteb ras y las costillas. El movimien to de la columna vertebral, desde luego, se trad uce también en un movimiento de la cabeza, cuya parte p osterior se apoya en el suelo. Al bajar las rodillas hacia la derecha, su mentón se al volverá esternón,a apoyarse y cuando como las rodillas dioacercará la cabeza antes.vuelvan al punto meEstire las piernas, espere un momento y trate de sentir en qué lado de su pelvis se ha producido el cambio más importante. Uno de los lados yace más plano y su contacto con el suelo es mayor. ¿Qué lado es? Movimiento de las rodillas (fig. 3)

Con los pies separados, doble las rodillas en ángulo tal que cada una quede a plomo sobre su pie. Mejor aún, haga esto: mueva las rodillas acercándolas y alejándolas, una y otra vez, hasta sentir en forma clara que cada una está directamente sobre su pie, o sea, en aquella posición en que no se necesita esfuerzo muscul ar alguno para impedir que se apoyen una en la otra o caigan hacia los costados. Alce los brazos en dirección al techo, por encima de los ojos, y júntelos como si aplaudiera. Sus hombros, cintura escapular y brazos forman ahora un triángulo cuyo vértice está en sus muñecas. Alce del suelo la cintura escapular como si alguien levantara su hombro derecho. Ambas manos caerán hacia la derecha, en dirección al suelo. El triángulo mencionado debe quedar igual, sin movimiento. alguno en los codos; no permita que sus manos se deslicen entre sí. Vuelva al punto medio. Inhale, p ero sin permitir que la pelvis se mueva más de lo necesario. Al exhalar, deje que el triángulo formado por los brazos caiga hacia la izquierda. Repita todo el movimiento 25 veces.

Observe si necesita levantar la cabeza del suelo par a ejecuta r el movimiento y hasta dónde puede mover los brazos hacia la izquierda sin que también su rostro se vuelva hacia allí. Descanse un momento. ¿Qué hom bro se apoya con más firmeza en el suelo? Doble de nuevo las rodillas. Ponga la rodilla derecha sobre la izquierda y deje caer ambas hacia la derecha. Observe si sus rodillas caen más que antes o no. Invierta las rodillas, es decir, cruce la izquierda sobre la derecha. Deje que ambas caigan hacia la izquierda y devuélvalas al punto medio. Repita 25 veces este movimiento. Descanse un instante y observe qué lad o está más cerca del suelo y tiene más contacto con éste. Deje caer las rodillas de lado otra vez y observe hasta dónde caen y con cuánta facilidad; debe hacer esto a fin de estar en condiciones de apreciar la mejoría después de completar la etapa siguiente, durante la cual moverá la parte superior. Movimiento de la cintura escapular hacia la derecha

Levante las manos for mando un triángulo, como antes. Deje caer ambos brazos hacia la derecha y complete 25 movimientos, como lo hizo antes hacia la izquierda. Descanse y observe el cambio operado en el contacto de los hombros con sus el suelo. Deje que rodillas caigan de nuevo hacia la izquierda y observe el mejoramiento que se ha operado como consecuencia del movimiento de los brazos y los hombros hacia la derecha. El mayor alcance del movimiento se debe a la relajación de los múscul os que hay entre las costillas, lo cual permite a la columna vertebral rotar más libremente. Movimiento de las rodillas con elevación simultánea de la cabeza

Cruce la rodilla derecha sobre la izquierda. Deje que ambas caigan por sí solas hacia la derecha, sin esfuerzo especial alguno. Una las manos por debajo de la cabeza, con los dedos entrelazados, y utilícelas para ayudarse a levantarla; deje que los codos se acerquen entre sí mientras levanta la cabeza. Deje después que su cabeza vuelva a descansar en el suelo, y los codos también. Deje llenarse los pulmones de aire y alce de nuevo la cabeza, tal como

antes, cuando empiece a exhalar. Debe alzar la cabeza en dirección al frente, aunque su pelvis y sus piernas estén giradas hacia la derecha. Repita 25 veces, levantando en cada caso la cabeza en el instante en que empieza a exhalar. Al ejecutar este ejercicio, observe quévertebral cambiosyselaproducen contacto de lasun costillas, na pelvis conenelelsuelo. Descanse instantelay columobserve qué parte del tronco ha cedido hacia el suelo más completamente. Entrelace los dedos de otra forma

Cruce la rodilla izquierda sobre la derecha y deje que ambas caigan hacia la izquierda tanto como lo sienta cómodo. Entrelace los dedos de la forma opuesta a la habitual. Cruce ahora de nuevo lo dedos sin pensarlo —e s probab le que los entrelace como de costumbre —, vuelva a cruzarlos como lo había hecho al principio y observe hasta qué punto este pequeño cambio influye sobre la posición de los hombros y la cabeza. Hasta pue de te ner la impresión de que «tod o está torcido». Levante la cabeza y repita el movimiento previo, prestando cuidadosa atención a todos los detalles. Después de efectuar 25 movimientos, observe la distinta sensación que le produce el contacta de su espalda con el suelo y descanse. Cambios en las vértebras pelvianas

Tendido de espaldas, doble las rodillas, entrelace los dedos bajo la cabeza y álcela al espirar. Repita 25 veces. Descanse unos minutos tendido de espaldas en esa forma. Trate de tomar no ta detallada de los cambios producidos en las vértebras que están a la altura de las caderas; puede que, por primera vez en su vida y sin esfuerzo sólo consciente alguno,mucho descansen sobre el suelo. Tal vez, cambio, hayan cedido en dirección hacia abajo; estoen significará que todavía hay exceso de tensión en los músculos de la espalda, que deben relajarse más aún. Balancear el tronco con los brazos cruzados (fig. 4)

Tiéndase de espaldas y doble las rodillas de manera que los pies se apoyen cómodamente en el suelo, a buena distancia uno de

otro. Po nga la mano derecha bajo la axil a izquierda sobre el omó plato izquierdo; pase la mano izquierda bajo la axila derecha hasta el omóplato derecho. A continuación balancee su tronco rotándolo de izquierda a derecha, en vaivén. La mano derecha debe levantar el hombro izquierdo del suelo cuando el cuerpo va hacia la derecha, y la izquierda debe alzar el hombro derecho cuando usted se vuelve hacia la izquierda. No' trate de ayudar el movimiento desdé la pelvis; limítese a rotar la parte sup erior del cuerpo de un lado al otro. H ágalo 25 veces, al principio despacio, y aumen te de velocidad hasta que ruede en vaivén libremente y con ritmo fácil. Descanse un momento. Cambie de brazos, de manera que la mano izquierda se encuentre ahora b_aj.o su axila derecha y el brazo derecho quede s obre el izquierdo. Efectúe o tros 25 movimientos en esta posición, al principio despacio, para cobrar después velocidad. Movijniento de balanceo con la cabeza inmóvil

Descanse y trate de reco rdar si su cabeza ha intervenido de algún m odo en esos balanceos de u n lado a otro. Es casi seguro que lo ha hecho. Fije ahora los ojos en algún punto adecuado del techo. Abrácese los hombros como antes y repita el movimiento de rotación y balanceo de un lado a otro, con la pelvis quieta y los ojos fijos en dicho pu nto. Esta vez su cabeza no to mará parte en el movimiento. É ste no le resultará f amiliar, po rqu e lo hab itual es que al mover los hombros la cabeza se mueva en la misma dirección. Descanse un minu to y repita el movimiento, per o esta vez deje que la cabez a.se mueva junto con los homb ros. Después, mientras continúa el movimiento con la espalda, detenga el de la cabeza fijando de nuevo la mirada en el techo. Observe cuánto mejora el movimiento de rotación cuando usted ya sabe separar los movimientos de la cabeza y los hombros. Movimiento de la cabeza y los hombros en direcciones opuestas

Descanse. Después continúe los movimientos de rotación sobre la espalda, igual que antes, con la diferencia de que, esta vez, usted volverá la cabeza y los ojos en dirección opuesta a la que si-

guen los hombros. Siga rotando la cabeza y los hombros en direcciones opuestas, asegurándose de que el movimiento esté bien coordinado y sea suave. Invierta la posición de los brazos —el que estaba debajo debe ir y efectúe 25 movimientos rotación de la cabezaarriba— y los hombros en otros direcciones inversas. Adecontinuación descanse y reanude, esta vez con la cabeza y los hombr os en la misma dirección. Observe que ahora, a pesar de que su ángulo de rotación es mayor, el movimiento le resulta más fácil y continuo. Quédese quieto. Al cabo de un minuto, trate de determinar si se ha producido aigun otro cambio e n la columna vertebral. ¿Se apoya ahora toda ella en el suelo, con inclusión de las vértebras lumbares? Levántese muy despacio, dé unos pocos pasos y observe la forma en que lleva ahora la cabeza, así como su respiración y la sensación que tiene en los hombros. Compr obará que todo su cuerpo está más erguido sin esfuerzo intencional alguno. Considere tales cambios. ¿Puede usted comprender cómo y por qué se han producido transformaciones tan grandes por efecto de movimientos tan simples en tan corto tiempo?

DIFER ENCIA CIÓN D E LOS MOVIMIENTOS PEL VIANOS MED IANTE UN RELOJ I MAGINARIO

En esta lección aprenderá a identificar los movimientos superítaos e inconscientes que efectúan los músculos pelvianos, así como a refina r el control de la posición d e la pelvis y a mejorar la alineación de la columna vertebral. Asimismo, acrecentará su capacidad para coordinar y oponer los movimientos de cabeza y tronco. E sto mejora los mov imientos de torsión de la columna vertebral posibles en posición erguida. En los movimientos primitivos, los ojos, la cabeza y el tronco giran al mismo tiempo hacia la derecha o la izquierda. Adquirir conocimiento de esa tendencia permite efectuar esos movimientos por separado o en distintas combinaciones, lo que los facilita y acrecienta además de ángulo de giro máximo. En esta lección también se estudiará la relación entre la sensa ción causada po r el movimiento del cuer po y la ubi cación de las extremidades en el espacio. Modificación de la curvatura lumbar

Tiéndase de espaldas, doble las rodillas y ponga los pies en el suelo, separándolos entre sí una distancia cómoda, aproximadamente en línea con las caderas. Ponga las manos en el suelo a los lados del cuerpo, también a distancia cómoda. Levante las caderas del suelo mediante un esfuerzo de los músculos de la espalda, de modo que las vértebras lumbares formen u n arco sob re el suelo. Trate de ag randar ese arco lo bastan te como para que u n rató n pudiese pa sar po r allí. Sentirá qu e sus pies

se aferran al suelo. Los músculos de la par te frontal de las articulaciones de las caderas ayud arán en el esfuerzo elevando la parte superior de la pelvis respecto del suelo, lo que aumentará la presión sobre el cóccix. Un cuadrante de reloj en la pelvis

Imagínese que tiene pin tado en la parte trasera de la pe lvis un cuadrante de reloj. El núm ero 6 corresponde al cóccix y el 12 a lo más alto de la pelvis, donde se une con la columna ver tebral, pu nto que se puede reconoce r con los dedos (están en la parte inferior de la quinta vértebra lumbar). Con el cuadrante imaginario en la mente, podemos decir que, en el movimiento que acabamos de ejecutar, las caderas fueron alzadas y la mayor parte de la presión de la pelvis se ejerció en el sitio de las 6 en punto. Completemos el cuadrante: las 3 en punto coinciden con la zona de la articulación de la cadera derecha, y las 9 con la de la izquierda. Las restantes horas van en los lugares correspondientes entre las ya señaladas. Trate una vez más de concentrar la mayor parte de la presión de la pelvis sobre el suelo en el sitio de las 6 en pu nto, el hueso cóccix. Los músculos d e la espalda incurv arán las vértebras lumbares, curvatura que será aumentada po r la contracción de los músculos de la pelvis y las rodillas. Esta contracción ejerce una tracción en los pies, aún ahora firmem planparte tadosdeenla elpresión suelo. al sitio marcado 12 Traslade laente mayor en punto. Esto significa que la parte superior de la pelvis y las vértebras lumb ares se apoyarán ahora sobre el suelo. El cóccix, desde luego, se elevará, y la presió n sobre los pies aumentará. Separe la respiración de la acción

Vuelva a las 6 en punto, de allí a las 12, una y otra vez, y repítalo 25 veces. Disminuya gradualmente el esfuerzo y trate de que el cambio de una posición a otra sea menos brusco; trate también de separar la respiración del movimiento. Su respiración debe continuar suave y fácilmente, con independencia de los cambios de posición del cuerpo. Los movimientos pelvianos deben ser lentos y continuos, y suave el cambio de una po sición a la otra.

Estire las piern as y estudie la sensación que tie ne en la pelvis. Trate de observar con precisión en qué puntos difiere ahora el contacto con el suelo. ¿Advirtió que no bien separó la respiración del movi miento su cabeza empezó a moverse en forma coordina da con su pelvis, como si «copiara» el movimiento en escala menor? Un cuadrante de reloj en la parte posterior de la cabeza

Imaginemos ahora un pequeño cuadrante de reloj en la parte posterior de la cabeza. El centro del cuadrante estará en el punto donde se ejerce mayor presión cuando la cabeza se apoya en el suelo. Cuando la pelvis esrá en la posición de presión máxima, a las 6 en pun to, la cabeza es traccionada hacía abajo po r la columna vertebral, de manera tal que el mentón se apoya sobre la garga nta; en ese momento, en el dial correspondiente a la cabeza, la mayor presión se ejerce sobre las 6 en punto. Cuando la presión pelviana se ejerce sobre las 12 en punto, la cabeza es echada atrás por la columna vertebral, el mentó n es alejado de la gargant a y el punto de máxima presión se traslada en dirección a la cor onilla, que corresponde a las 12 en el cuadrante de la cabeza. Ejecute los movimientos pelvianos 25 veces. Traslade el peso de la pelvis de las 12 a las 6 y viceversa, pero asegúrese esta vez de no impedir que la cabeza repita los movimientos de la pelvis. Observ e cómo influye este movimiento so bre su proceso re spiratorio y, también, cómo transm ite su tro nco los movimientos de la pelvis hasta la cabeza, y al revés. Descanse un instante. Encoja otra vez las rodillas y apoye la pelvis sobre el sitio marcado 3 en punto, en la articulación de la cadera derecha. Ahora descarga más peso sobre el pie izquierdo que so bre el derecho y la articulación de la cadera izquier da se levanta del suelo. La presión sobr e la piern a derecha se rel ajará un ta nto. Invierta el mov imiento y apóyese sobre el sitio marcado 9 en punto. Rote la pelvis de derecha a izquierda viceversa 25 veces. Observe cómo suycabeza repite este movimiento en escala menor en la medida en q ue usted no te nsa innecesar iamente su pecho ni interfiere en el ritmo de la respiración. Descanse un minuto.

Todo el cuadrante en movimiento continuo

Doble otra vez las rodillas. Apoye la pelvis en las 12, Traslade el punto de contacto a la 1, y vuelva a las 12. Repítalo cinco veces. Ahora mueva la pelvis de las 12 a las 2, pasando por la 1, y vuelva de nuevo atrás. Repítalo cinco veces. Ahora traslade el peso de la pelvis de las 12 a las 3, en la misma forma (pasando por la 1 y la 2). Repita cada movimiento cinco veces; después agregue una hora más, repita hasta llegar a las 6 en pun to y repita retroc edien do hasta las 12. Cada movimiento debe trazar un arco continuo, sin detenerse en las horas intermedias. Observ e cómo el conocim iento de la posición exac ta alcanzada por la pelvis se torna gradualmente cada vez más exacto y cómo el peso, al trasladarse,, describe un verdadero arco, y no ya bruscos movimientos rectilín eos al pasa r de un a hora del cuad rante a la si-

guiente. Detenga el movimiento, tiéndase en el suelo y observe la diferencia que hay entre los lados derecho e izquierdo de la pelvis. Mientras descansa, trate de recordar si su cabeza seguía los movimientos de la pelvis en su propia escala. Hacemos machas cosas sin tener conocimiento de ellas. Vuelva a las 12. Traslade el peso de la pelvis hasta las 11 en punto y devuélvalo a las 12. Repítalo cinco veces. Lleve el peso

hasta 10,llegar pasando laspunto 11, y.vuelva otraun vez. Continúe como antes,las hasta a lasp or 6 en Descanse instante y observe lo que sucede en su cuerpo. Alargamiento de los arcos

Lleve la mayor parte del peso pelviano hasta las 3 en punto, o sea, la articulación de la cadera derecha. Trasládelo hasta las 4, vuelva a las 3, retroceda hasta las 2. Luego retom e de las 2 a las 4 pasando por las 3, y vuelva. Repítalo cinco veces. Agregue una hora al movimiento en cada dirección. El movim iento siguiente lo llevará de la 1 a las 5, y el siguiente, de las 12 a las 6. Repita cinco veces cada uno. Descanse y observe qué cambios se han operado, como consecuencia de este ejercicio, en el contacto de la pelvis con el suelo. Repita esta serie de ejercicios sobre el lado izquie rdo, con las 9 como punto de partida.

Descanse. ¿Observó los movimientos de la cabeza? ¿Tomó nota de lo que hacían sus pies, o cualquier otra parte de su cuerpo? E l todo y sus partes

Describa con la pelvis 20 círculos en el piso, en el sentido de las agujas del reloj. Al hacerlo, trate de observar el conjunto de su cuerpo y a la vez las partes, separadamente. Traslade su atención en forma sistemática de una a otra parte de su cuerpo, pero sin perder de vista la totalidad. Desde luego, la sensación emanada del cuerpo entero sólo formará un telón de fondo y será, por cierto, menos clara. Se parece a lo que o curre cuando leemos, echamos un vistazo rápido a toda la página, pero esta impresión no nos basta para comprender claramente; sólo podemos captar el significado de aquellas letras y palabras que hemos visto con claridad. Sin detener los movimientos, en el sentido de las agujas del reloj, de la pelvis y la cabeza, observe en particular los movimientos de la cabeza. Fije la atención, alternativamente, en la cabeza como guía del movimiento y después en la pelvis como guía. Observe cómo la cualidad del movimiento mejora de manera persistente, cómo se torna más continuo, suave, preciso y veloz. Descanse. Efectúe, con la pelvis y la cabeza, 20 movimientos en sentido contrario al de las agujas del reloj. C onsidere

s í , e l j u i c i o objetivo , o p o ni énd o l o s entke Y EL SUBJETIVO

Hasta ahora hemos imaginado que el d ial estaba dibu jado en el cuerpo mismo, en puntos que identificábamos por la presión sobre el suelo. Imagínese usted ahora las 6 y 12 del cuadrante dibujadas en el suelo y mida mentalmente la distancia que las separa. También mida en su en cuerpo, tome notamentalmente, de cuán distinto es la el misma sentido distancia de la distancia ambosy casos. ¿Cuál es el más concreto? ¿Cuál el correcto? En el primer caso (el suelo), su juicio es más objetivo; en el segundo (su cuerpo), más subjetivo. A medid a que avance en esta lección, advertirá qu e su juicio difiere en ambos casos y que, sin embargo, la evaluación subjetiva converge hacia la objetiva asintóticamente. En otras palabras, la

largo del tobillo y la pierna derechos, mientras el pie derecho se acerca al suelo. Cuando las piern as vuelvan a la posición inici al, el pie izquierdo se deslizará de nuevo a lo largo de la pierna derecha, hasta pasar el tobillo y detenerse, junto al pie derecho. Repita estos movimientos 25 veces y observe entretanto a lo largo de qué partes de estructura ae hasta su cuerpo es transmitido el movimiento de la giro desde lasósea pismas las vértebras del cuello. Observe cuál de sus codos es t irado u n poc o hacia abajo, en dirección a las piernas, durante el movimiento hacía la derecha, y cómo ese codo retoma a su posición srcinal al volver los pies al punto medio. El movimiento del codo es bastante pequeño, desde luego, pero lo bas tante amplio como para que se note. Mire hacia la izquierda durante el movimiento de la pierna hacia la derecha

Ponga la palma de la mano izquierda sobr e el dorso de la derecha; vuelva la cabeza h acia la izquier da y apoye so bre las manos la oreja y la mejilla derechas. Como antes, do ble las rodillas, deje ba jar las piernas hacia la derecha y llévelas de vuelta al punto medio. Obsérvese las costillas, por delante, y tome nota de la creciente presión que se ejerce sobre un lado del esternón al bajar las piernas hacia la derecha. Ajuste su posición relajando el pecho, de modo que disminuya la presión sobre las costillas, y deje que la presión se difunda sobre una superficie mayor hasta que logre reducirla al mínimo. Al efectuar cada movimiento con las piernas, siga sus efectos de una vértebra a otra en dirección a la cabeza, y verifique si el movimiento de rotación es regular o si, en cambio, en algunas secciones se mueven grupos enteros de vértebras a la vez, en lugar de moverse una p or una. O bserve si el movimiento de la pierna se hizo más amplio al girar usted la cabeza hacia la izquierda. Verifique tendido de espaldas

Después de ejecutar 25 movimientos, tiéndase de espaldas y verifique la totalidad de su tronco para determinar si se han producido cambios en su c ontacto con el suelo. Tendido, vuelva la cabeza de derecha a izquierda y observe si hay alguna diferencia entre sus movimientos hacia ambos lados, es decir, si su cara se

vuelve hacia la derecha más fácil y suavemente, y sobre un arco más amplio, que hacia la izquierda. Cara y piernas hacia la derecha

Tiéndase de nuevo sobre el estómago. Ponga la palma de la mano izquierda sobre el dorso de la derecha. Rote la c abeza hada la derecha, d e manera tal que la mejilla y la oreja izquierdas se apoyen sobre la mano de arriba. C ontinú e girando las pi ernas hacia l a derecha, asegurándose de que, d urante el movimiento, la distancia entre las rodillas no se modifique. Tal como antes, deje que el pie izquierd o se deslice a lo largo de la pie rna derecha. Observe si ahora el grado de torsión de la columna vertebral es mayor o menor, si mover las piern as hacia los lados es más fácil o más difícil, si rotar la cabeza hacia la derech a tiend e a obstaculizar o a facilitar el movimiento de las piernas. Torsión de la columna vertebral y respiración

Imagine un dedo que se traslada a lo largo de su columna vertebral, desde el cóccix hasta la base del cráneo, y se detiene, en el camino, para señalar cada vértebra. En esta forma resulta más fácil verificar si en las vértebras hay movimiento alguno y determinar dónde gradual y dóndeen más acentuada. Tome de cuál eslaeltorsión instanteesdel movimiento que sus pulmone s senota llenan de aire: ¿cuando las piernas retoman a la posición neutral, en el punto medio, o durante la fase activa, cuando usted rota las piernas? Para lograr una torsión más fácil y amplia tendid o usted en el suelo, su tórax debe estar vacío de aire y los músculos de sus costillas relajados. Descanse un minuto sobre la espalda. Cabeza inmó vil y rodillasjuntas

Tiéndase sob re el estómago. G ire la cabe ra hacia la izquierd a y apoye'la oreja y la mejilla derechas en el suelo. Entrelace los dedos de las manos y póngalos sobre la oreja derecha, apoyando los codos en el suelo, de ambos lados de la cabeza. Esta posición responde al propósito de que el marco formado por los brazos ejerza una presión suav e pero continua sobre el cos tado izquierdo de su cara y aumente así gradualmente el ángulo al cual su cabeza está

girada a un lado. P or sí mismo, el peso de los brazos sólo ayuda a sentir el cambio aportado por el trabajo del tronco al facilitar el movimiento de las vértebras. Ju nte las rodillas y dóblelas en un ángulo aproximadamente recto. Las plantas de sus pies ahora están vueltas al techo. Incline ambas piernas a la derecha, pero asegúrese esta vez de que sigan a la par, como si estuvieran atadas entre sí en las rodillas y los tobillos. Comprobará que puede inclinar las piernas hacia la derecha sólo si la rodilla y el muslo izquierdos se separan del suelo. Vuelva al punto medio e incline las piernas otra vez. Repítalo 25 veces. Ablande el cuerpo

Regule el movimiento de piernas de modo tal que empiece cuando usted exhale. Tome nota de la torsión gradual que se ha producido en su columna vertebral, en toda su longitud, y preste especial atención a las vértebras dorsales superiores y cervicales inferiores. La torsión de la pelvis causará un estiramiento de la columna vertebral. Observe el movimiento que se siente en el codo izquierdo y, al efectuar cada movimiento, tra te de alargar su cuerpo y suavizar y completar perfectamente la acción de las piernas. Preste especial atención a este punto cada vez que cambie de dirección el movimiento de las piernas. Cambios en el movimiento de la cabeza

Cuando haya concluido con estos movimientos deje que la cabeza vuelva muy gradualmente a la posición central. Tan grandes son los cambios q ue se han producido en las vértebras cervicales y los músculos posteriore s del cuello, que, prob ablemente, el prim er movimiento normal, efectuado sin tener en cuenta los cambios, le resultará muy desag radable. E mpero, después de un prim er movimiento cuidadoso y lento no es preciso prestar atención especial; por el contrario, el movimiento déla cabeza en la dirección en que se ha efectuado este ejercicio ha m ejorado de manera inequívoca. Tendido de espaldas, apoye la cabeza en el suelo y vuélvala a derecha e izquierda. Observe si el movimiento ha mejorado realmente y se ha torn ado más continu o y suave en la dirección hacia la cual se volvía la cabeza en el ejercicio anterior, y también si es ca-

paz de volverse hacia ese lado sobre un ángulo más amplio que del otro lado.

C uando

tenga

algo

nuevo

, deshágase

d e l o viejo

Es interesante la incomodidad, e incluso el dolor, que se experimenta du rante el comportamiento normal al c abo de gran número de movimientos sucesivos en una posición particular. Sólo somos capaces de emplear nuestros cuerpos de acuerdo con las pautas, habituales de acción muscular. Aun cuando se introducen cambios importantes en la mayoría de los músculos, o por lo menos en aquellos que son esenciales para el movimiento que se ejecuta —como sucede al rep etir 25 veces un movimiento— , aun así, instruimos a nuestros músculos para que recaigan en su patrón habitual. Sólo la experiencia del cambio y una cuidadosa atención nos convencen de que debemos pensar y dirigirnos en forma distinta. Sólo cuando esa experiencia del cambio nos induce a repudiar e inhib ir la pauta acostumbrada, que a nuestros ojos carece ahora de validez, somos capaces de aceptar la nueva pauta como hábito o segunda naturaleza. En teoría, todo lo necesario es un esfuerzo mental, pe ro en la práctica no basta. N uestro sistema nervioso está construido en tal forma que los hábitos se conservan y tienden a perpetuarse a sí mismos. Resulta más fácñ suspender un hábito mediante una súbita conmoción traumática que modificarlo gradualmente. Se trata de un a dificultad funcional y tal es la causa por la cual tiene importancia prestar mucha atención a cada mejoramiento y asimilarlo después d e cada serie de movimientos. Así obtenemos un efecto doble sobre nuestra capacidad para sentir: inhibimos la anterior pauta de movimiento, automática, que ahora nos parece errónea, pesada e incómoda, y estimulamos la nueva, que nosasíresulta más no aceptable, fluida y satisfactoria. El o,conocimiento a lcanzado es de orde n intelectual —probad entendido y convincente—, sino que pertenece a la sensibilidad profunda y es fruto de la experiencia persona l. Conocer y co mpren der la relación entre el cambio y sus causas es importante, porque ello estimula a repetir la exp eriencia en condiciones similares y con exactitud suficiente para reforzar su efecto y grabar profundamente todo perfeccionami ento en n uestros sentid os.

Movimiento de torsión más fuerte

Tiéndase de nuevo s obre el estómago y vuelva la cabeza a la derecha, apoyando la mejilla izquierda en el suelo. Entrelace los dedos en la forma que no le es familiar; apoye las manos, tomadas así, sobre la oreja junte las susrodillas rodillashacia y dóblelas en ángulo to como antes.derecha, I ndine ahora la derecha. Cadarecvez que las piernas se acerquen al sud o, d muslo y la rodilla derechos girarán sobre su lado externo. Se prod uce u n discernible efecto de torsión sobre las vértebr as del cuello y, desde luego, las piernas no necesitan bajar hasta el suelo, pues aunque fuese posible, resultaría incómodo. C ontinúe pa ra mejorar poco a poco d movimiento, que debe re petir 25 veces. Entr etanto, observe con suma atención su cuerpo entero. Diferencias de sensación y movimiento en los dos lados del cuerpo

Descanse. Observe la diferencia que siente al tenderse ahora de espaldas, en c omparac ión con lo que sentía al comenzar la lección. Levántese, camine un poco y tome no ta de la distinta sensación que le producen ahora los movimientos de la cabeza, la posid ón erguida d d tronco , el control de las piernas, la respiración y la posición de la pelvis. Determine si puede notar alguna diferencia entre lo que siente en d ojo derecho y el izquierdo. M írese en un espejo para establecer si su cara presenta alguna diferencia objetiva demostrativa de cuál fue d lado hacia d cual ejecutó el ejercicio de piernas. Tiéndase de nue vo sobre el estómago. Apoye la frente sobre las manos e incline las piernas hacia la derecha en la forma más simple que pueda. Ahora tocarán d su do o por lo menos llegarán muy cerca, con movimiento mucho más fácil y suave que antes de comenzar la lección. Tiéndase de espaldas y verifique el contacto que tienen con el suelo los dos costados de su cuer po, desde los talones hasta la parte super ior de la cabeza. Recordar sólo con la mente

Tiéndase otra vez sobre el estómago. Repase con la mente todos los distintos movimientos que ha practicado en esta lección.

No es muy difícil, porque hemos ido de lo simple a lo más complejo, torciendo la columna vertebral desde sus dos extremos, desde la nuca y la pelvis. Cuando pueda reco rdar todo con bastante cl aridad, traba je todas las posiciones simétricas que adoptó con las piernas al moverlas hacia ladeizquierda, per o sóloen consus la músculos mente. Esy decir, imagine la sensación esos movimientos huesos, y llegue incluso a tensar ligeramente los músculos, pero sin hacer movimiento visible alguno. Este método adquiere eficacia con rapidez mucho mayor. Basta pensar cada movimiento sólo cinco veces, pero, a fin de no soñar despierto, usted deberá contar los movimientos. Es difícil concentrarse sin acción alguna; es más difícil pensar que actuar y, por cierto, muchas personas preferirían hacer a pensar lo que están haci endo. Después de cada cinco movimientos imaginarios descanse y verifique el resultado. Conocimiento de la autoimagen

Lentamente, entrará en conocimiento de una sensación extraña, con la que pocos están familiarizados: una representación más clara de su autoimagen. En este caso, la nueva autoimagen concierne sobre todo a ios músculos y la estructura esquelética. Es mucho más completa y exacta que aquella a la que se había h abituad o y se pregu ntará po r qué no se enteró antes de esa si tuación. Tiéndase sobre el estómago y observe de qué lado es mejor el movimiento: del lado con el cual practicó tan to, o del lado sobre el cual pensó tan poco.

En esta lección, aprenderá a usar un grupo de músculos para efectuar un movimiento específico en varias posiciones del cuerpo. Impartirá flexibilidad a las articulaciones empleadas en el movimiento y alcanzará los límites de lo anatómicamen te posible en el lapso de una hora. Aprenderá el efecto de los movimientos de la cabeza sobre el movimiento real , y apre nderá también a inhibir la verbalización en el movimiento imaginado, todo lo cual lleva a completar la imagen corporal. También adquirirá la capacidad de transferir la me joría obtenida activamente de u n lado del cuerpo al otro lado, el inactivo, no tomó parte el movimiento, y lo hará tan sólo media nteque el pensamiento o laenvisualización. Levante el pie en dirección a la cabeza (fig. 6)

Siéntese en el suelo con las rodillas separadas y los pies apoyados sobre sus bordes externos, frente a usted. Pon ga la mano derecha bajo el talón derecho, de modo que éste se apoye en la palma de la mano, con una cuña, entre el suelo y el talón. Mantenga el pulgar junto a los restantes dedo s, que aferran el talón. A continuación, tome losdecuatro dedos pequeños delr izquierdo pie derecho conentre la mano izquierda, manera tal que el pulga pase el dedo gordo y el contiguo a éste. Cierre la mano izquierda. Los dedos pequeños quedarán agarrados por ella (fig. 7). Levante el pie derecho con ayuda de ambas manos y al mismo tiempo empújelo alejándolo de su cuerpo. A continuación, me-

diante u n movimiento u niform e y completo, llévelo hacia la frente; bájelo después a la posición inicial. Repita el movimiento, alzando la piern a al exhalar el aire. Deje caer la cabeza hacía delante ta nto como pueda , de modo que su pierna, que será ele vada lentamente muy por encima de la cabeza, puede completar en forma suave el movimiento hacia e l cuerpo antes de re tomar al suelo. Siga alzando la pierna, pero sin tensión excesiva ni intentarlo con violencia, ni forzar el movimiento. Limítese a repetirlo, de modo que cada vez sea más suave y fácil, más continu o y cómodo. Obsérvese el pecho , los hombros y los omóp latos y deje de «intentar». «Intentar» impide que el movimiento se torne más fácil y amplio. Si el esqueleto no tuviese músculos, nadie tropezaría con la más mínima dificultad para alzar el pie hasta apoyarlo en la coronilla. El princip al obstáculo radica en los músculos, porq ue algunos de ellos, aun en estado de completo reposo, siguen tensos y más cortos que lo correspondiente a su verdadera longitud anatómica. Repita el movimiento alrededor de 20 veces; después tiéndase en el suelo par a descansar. A cción

s i n conocimiento

Después de un movimiento efectuado sin mucho esfuerzo, usted no descansa para rep oner energías, sino para estudiar los ca mbios que han operado la acción. preciso qued transcurran unseminuto o dos, y durante a veces incluso másEs tiempo, antes e que sea posible observar esos cambios. Como consecuencia, las personas habituadas a pasar de un a acción a otra sin pausa sufi ciente entre ambas no logran observar los efectos resultantes de una serie de movimientos repetidos. Muchos maestros n o dan a sus alumnos el tiempo necesario p ara detectar las consecuencias de sus diversos actos, ni siquiera si son tan abstractas como el puro pensar. Emplear los músculos sin observación, discriminación ni comprensión constituye un movimiento meramente mecánico, que sólo vale po r su produ cto; se lo pod ría obten er también d e su perro o incluso de una máquina. Ese trabajo no necesita de un sistema nervioso tan desarrollado como el humano. La recepción de impresiones mentales abstractas no pasa de ser un proceso puramente mecánico, a menos que se permita al individuo cobrar concien-

cia de que está prestando atención y de que esa atención es suficiente para comprender. Sin ello, las impresiones no pasan de ser un mero registro. El resultado consistirá, en el mejor de los casos, en una repetición mecánica del proceso mental, sin que éste llegue a forma r parte integrante de la persona lidad. Alzar un pie, tendido de espaldas (fig. 8)

Tiéndase de espaldas y recoja las piernas, con las rodillas separadas como antes. Levante el pie derech o y, tendiend o ambos b razos entre las rodillas, tómelo mnio antes: la manodere cha bajo el talón, con todos los dedos bajo éste, y la mano izquierda to mand o los cuatro dedos pequeños. Con las manos, levante e l pie en forma suave, alejándolo de su cuerpo en dirección al techo. A continuación, perm ita que el reco rrido del pie se incurve hacia la cabeza y, al mismo tiempo, alce la cabeza como para llevarla al encuentro del pie. ba je éste hasta una posición cómoda, per o no lo suelt e. Repita el movimiento 25 veces, sin forzarlo. Elija para su pie un trayecto aéreo que configure un movimiento leve y suave. Logrará hacerlo si no se empeña en que resulte perfecto. O bserve los cambios que se presentan en el recorrido del pie y las diversa s tension es que el movimiento im pon e al pecho y los brazos. Detenga el movimiento y descanse tendido de espaldas. Doble de nuevo las rodillas y tome otra vez el pie derecho con ambas manos. Deje descansar el pie izquierdo en el suelo. Utilice las manos pa ra /d dsr J uiedfifecho..de su cu erpo, y a continuación vuelva la pelvis hacia la derecha, de modo que el muslo derecho toque el suelo. También la cabeza y el cuerpo se volverán a la derecha. Al exhalar, inclínese para llevar la cabeza hacia delante, en dirección a la rodilla derecha; describa de esta forma un arco cerca dei suelo, tratando al mismo tiempo de sentarse. Inténtelo nuevo. Ayúdese con la pierna izquierda: dejeyque se levante deldesuelo, se estire y después se mueva hacia atrás un poco hacia la izquierda, mientras la rodilla se dobla al tratar usted de sentarse. No es necesario ni imp ortan te que logre hacerlo en la primera o segunda tentativa. Lo consiga o no, tiéndase otra vez de espaldas y trate de volverse ligeramente hacia la derecha, sin efectuar para ello un esfuerzo especial.

Mover la cabeza en un arco cercano del suelo

Prosiga con el movimiento de cabeza cercano del suelo y emplee las manos para tirar suavemente del pie derecho, en forma tal que ayudeaaun la punto cabezaimaginario a trazar elde arco más cerca frente aún dela la suelo, en dirección éste, situado rodilla y un poco a la derecha de ella. Tal como antes, utilice la piern a izquierda para ayudarse. Acuérdese de mante ner el pecho relajado, de no forzar la acción y de observar aquellas partes del cuerpo en que hay esfuerzo muscular que no se transforma en movimiento. Repita varias veces. En cada ocasión, observe qué partes de su cuerpo están ausentes de la imagen c orporal del movimiento, y tra te de completar esa imagen. Repita 25 Descanse veces, peroalrede no espere manifiestos de cada movimiento. dor deresultados dos minutos. Balanceo del tronco de un lado a otro

Siéntese, con las rodillas dobladas y separadas. Estire los brazos entre las piernas y tómese el pie derecho como antes. Levante el pie hacia delante y arriba sobre la cabeza y observe si se ha p roducido algún mejoramiento. Sinapoyando soltar el pie la erna pierna deAl usted, en derecho, el suelo laponga cara int deizquierda la rodilla detrás y el pie. mismo tiempo, pon ga el pie derecho en el suelo, frente a usted. Su cabeza se inclinará ligeramente hacia delante, junto con el tronco. Acérquela al suelo, por delante de usted, en cualquier dirección que le resulte c ómoda, sea hacia el frente de la rodilla derec ha o de la pierna. Balancee el tronco de derecha a izquierda, con los movimientos más peq ueños que le sean cómo dos. Rodar de la posición sentada a la yacente, sobre el lado derecho (figs. 9 y 10)

Después de unos pocos movimientos pequeños, intensifique la acción de balanceo hasta que, bajand o la cabeza, logre roda r hacia la derecha sobre el suelo, hasta yacer de espaldas. Desde luego, también su pie izquierdo se levantará del suelo. Si el movimiento es lo bastante cómodo y suave, usted pasará por toda la posición de yacer de espaldas y se encontrará casi tendido sobre el costado izquierdo.

Apoyándose en el suelo con el pie izquierdo, inicie el movimiento de vuelta hacia la derecha. Doble el cuerpo y ruede; la cabeza debe guiar el movimiento y mantenerse cerca del suelo hasta llegar a la rodilla izquierda. Si se acuerda de plegar la pierna izquierda por recobrará detrás, hacia la izquierda del cuerpo, puede estar seguro de que la posición de sentado. Ponga cuidado en no enderezarse al estar otra vez sentado; al contrario, mantenga cabeza y tronco tan cercanos al suelo como le sea posible. En esta posición, mueva el cuerpo un poco a la derecha, mediante un movimiento del tronco y la cabeza que le dará impulso, y ruede de nuevo hacia la derecha hasta encontrarse tendido de espaldas. Repita el movimiento de rotación 25 veces y descanse. Repita, pero sólo con la-imaginación

Si no logró rodar desde la posición yacente hasta la de sentado y volver a la primera, trate de ejecutar el movimiento con la imagi nación tanto tendido de espaldas como sentado, cinco veces en cada posición, prestan do atención a tantas partes del cuerpo como pueda. Observe el movimiento imaginado y asegúrese de que sea continuo. Asegúrese también de que su respiración se mantiene a ritmo sereno y trate nuevamente de ejecutar el movimiento real. Sentado, levantar un pie en la realidady con la imaginación

(fig U) Siéntese como al principio de la lección. Tome su pie como antes y trate de llevarlo por sobre su cabeza, con ambas manos, y de apoyarlo en la coronilla. Un cuerpo bien organizado no necesita esfuerzo alguno para apoyar el lado interno del pie, cóncavo, en la coronilla. Si le cuesta ejecutarlo, siéntese con los ojos cerrados y visualice el movimiento todosessus detalleslaysensación como acción nua. Tome nota de cuánendifícil imaginar de uncontimovimiento que usted no es capaz de ejecutar.

L a ver b al i zac i ó n puede d e l a sensación

asumir

l a s funciones

y e l control

Desde luego, pen sar el movimiento en palabras no ofrece dificultad alguna. Una de las grandes desventajas del lenguaje hablado reside que tal nospunto, permite enajenamos respecto erróneamente de nuestros seres realesen hasta que a menudo creemos hab er imaginado o pensa do algo, cuando en realidad nos hem os limitado a recordar la palabra apropiada. Cuesta muy poco comprobar que cuando imaginamos realmente una acción enfrentamos las mismas dificultades que tendríamos que vencer para ejecutarla. Ejecutar un a acción particular p uede ser difícil porque las órdenes impartidas por el sistema nervioso a los músculos no se corresponden con la acción. El cuerpo no se doblará lo suficiente, por ejemplo, debido a que la orden, dada conscientemente, de que se doble no puede ser cumplida y a que los músculos antagonistas —en este caso, los que enderezan la espalda— siguen trabajando demasiado p or razones de hábito, resultante a su ve z de una mala postura. Basta que esa actividad obstructiva entre en el campo de nuestro conocimiento conscien te para que se presente, de pronto , una flexibilidad nueva en nosotros, una flexibilidad igual a la de un infante, y para que el movimiento de doblarnos se torne continuo, cómodo, milagroso. Cuando sucede esto, el.individuo tiene la impresión de que se ha abierto un a ventana en un cuarto a oscuras y se siente invadido por una sensación desconocida de capacidad y vitalidad. Ha descubierto el dominio de sí mismo y comprende que la responsabilidad de sus movimientos incontrolados le corresponde eñ gran medida a él. Complete su imagen corporal

Cierre los ojos y piense en toda s las posiciones incluidas en esta lección. Observe la sensación sus veces extremidades «movimiento» y repítalo dos odetres en cada durante posición,cada con amplias pausas entre mi movimiento y el siguiente. A continuación, trate de levantar de nuevo su pie y observe si ahora obedece más fácilmente a su deseo de alzarlo po r sobre la cabeza, y si ahora puede apoyárselo en la coronilla.

El

perfeccionamiento

n o tiene

l í mi t es

Puede que las obs trucciones al movimiento hayan l legado a ser tan grandes, que no resulte posible consumar el cambio descrito antes en el curso de u na sola lección y si n maestro. Cuan do se p roporciona enseñanza personal a 50 hombres y mujeres de todas las edades (más dea grupos 60 añosde en40algunos casos), se comprueba que el 90 % de los presentes llegan por lo menos a tocarse la cabeza co n los dedos g randes de los pies, y que la mayoría l lega incluso a tod o cuanto es posible hasta ahora: apoyar el pie sob re la coronilla. Todos denotan un mejoramiento considerable, y eso es lo que importa. Si una persona pue de llegar a un pun to en que advierte un mejoramiento cada vez que hace algo, sus posibilidades de realizarse no tienen límite. Repita todos los movimientos hacia la izquierda, con la imaginación

Incorpórese, camine y observe las diferencias de sensación entre el lado estudiado durante los ejercicios y el otro lado. Examínese la cara, los ojos, el movimiento y el aspecto general de uno y otro lado. Tiéndase de espaldas y limítese a do blar las rodillas. Cie rre los ojos y estudie las diferencias de contacto con el suelo entre los lados derecho e izquierdo. Imagínese toda s las etapas de movimien to de esta lección sobre el lado izquierdo, en vez del derecho, p ero imagine la sensación, no palabras. Repita tres veces cada movimiento imaginario, haciendo largas pausas entre cada movimiento y el siguiente. Se mejora más mediante la visualización que mediante la acción Ahora siéntese y tome su pie izquierdo con ambas manos, en po sición simétrica de la asumida antes; levante el pie p or sobre la cabeza y trate decual ponerlo en laacoronilla. que el lado con el se limitó imaginar Descubrirá, los ejerciciosciertamente, le obedece más y funciona mejor que el lado con el cual los ejecutó en forma real. El lado que se ejercitó realmente efectuó además muchos movimientos erróneos o nocivos, que es lo habitual cada vez que se intenta un movimiento nuevo, y, en consecuencia, el rendimiento que se alcanza con el segundo lado es superior.

O bservarse

a s í mismo

e s mejor

q u e repetir

mecánicamente

Estudie la importancia de esta conclusión. Usted trabajó toda una hora con un lado y dedicó sólo unos pocos minutos al segundo —y nada queencon imaginación— obstante,todos el mejoramiento fue más mayor el lasegundo lado. Sin, no embargo, los métodos de gimnasia se basan en la repetición de la acción. Y no sólo de gimnasia, pues todo cuanto aprendemos se basa en gran medida en el principio de repetición y memorización. Esto puede explicar po r qué u n hom bre p ued e ejercitarse a dia rio con un instrumento sin hacer progreso alguno, en tanto que otro mejora día a día. Tal vez el talento — explicación aceptada de esa diferencia— se derive de que el segundo estu diante observa l o que hace mientras a, en en taneltosupuesto que el primero se limita a repetir yveces memo ri zar, ejecut basándose de que repetir suficientes una mala ejecución terminará de algún modo por inculcarle una excelente capacidad para la música. Nos hemos referido antes al concepto de contacto interno y externo, que incluye la transferencia de observación conscien te des de la sensación interior del cuerpo hasta sus cambios en el espacio exterior a él. Considérese qué hace un pintor cuando observa un paisaje y trata de dibujarlo en su tela. ¿Podría hacerlo sin prestar atención la sensación de su dirigir el pincel? cerlo sin aconocimiento lo mano que susal ojos están viendo?¿Podría h aA todos se nos p resen tó alguna vez, mientras leía mos, la necesidad del volver atrás y releer un pasaje porque la primera vez lo leimos sin prestarle atención. Aunque probablemente la primera vez hayamos leído todas las pa labras, e incluso las hayamos form ado sin decirlas, no comprendimos ni retuvimos nada. ¿Qué es, en realidad, lo que notamos durante la segunda lectura? ¿Es en verdad tan importante — como pa ra causar esa diferencia— que observemos el funcionamiento de nuestra mente mientras leemos?

LAS RELACIONES ESPACIALES COMO MEDIO DE COORDINAR LA ACCIÓN

En esta lección se enseña qu e la atención consciente a la s relaciones espaciales entre los miembros en movimiento otorga a éstos coordinación y fluide z, y que la indagación sistemát ica y atenta de una parte del cuerpo p uede relajar la tensión muscu lar innecesaria que allí haya. La acción mecánica no nos enseña nada ni mejora nuestra capacidad. Los movimientos comunes ejecutados en forma distinta revelan con la mayor frecuencia coordinación deficiente, no capacidad individual superior. En realidad, a medida que mejora, movimiento acerca cada vez más al movimiento habitual de laelmayoría de lassepersonas. Un reloj frente al rostro

Siéntese en el suelo, con las piernas cruzadas, o con las rodillas :ómodamente separadas. Eche atrás las manos, para apoyarse so üre ellas. Imagine que fr ente a su cara está el cuadrante nu merado le un reloj y mueva la nariz en for ma circular, como si quisiera mo /er las manecillas sobre el cuadrante en el sentido en que se muelen para m arcar la hora. E l círculo trazado debe ser pequeño, por jue si fuera mayor la nariz perdería contacto con las agujas en los ixtremos derecho e izquierdo del cuadrante. Continúe con este novimiento muy lentam ente, muchas veces, asegurándose de que interfiere nada en su respiración. 10

Trayectoria del lóbulo de la oreja

Imagínese que el lóbulo de su oreja izquierda está unido por una delgada ban da de goma al bord e de su homb ro izquierdo. Determine en qué parte de aquel movimiento la banda elástica se estira y cuándo se acorta, y cuánto. El movimiento de la nariz es circular y se realiza a velocidad uniforme. El movimiento del lóbulo, ¿es también circular? Trate de calcular dónd e estará el lóbulo de la oreja cuando la nariz marque las 12 en punto, las 3, las 6, las 9 y otra vez las 12. Repítalo muchas veces, cada vez con mayor calma. Trate de seguir la acción del lóbulo de la oreja mediante la simple sensación: limítese a prestar atención, hasta sentir claramente d ónde se relaciona el lóbulo de la oreja con el bord e del hombro. P odemos

actuar

s i n saber

l o q u e hacemos

La acción descrita no es simple. Usted no logra rá ejecutarla inmediatamente, y no hay razón alguna para que pueda. Una solución inmediata sería de carácter puramente intelectual, basada en fórmulas geométricas que usted aprendió; no agregaría nada a su conocimiento. Pero, ¿no es sorprendente que en una parte de su cabeza suceda algo tan poco claro, mientras con otra usted hace algo por completo claro? Se diría que somos capaces de hacer cosas sin saber que las hacemos. La verdad es que no nos damos cuenta de tod os loscular movimientos de la cabeza mientras pensamos en un aspecto parti del movimiento. Traslade el foco de atención del lóbulo a la oreja y viceversa

Continúe con el movimiento de la nariz y, sin interrumpirlo, traslade el foco de su atención al lóbulo de la oreja. Trace con éste círculos imaginarios en forma tal que la nariz pueda proseguir sus movirtiientos regulares. ¿En qué dire cción se mueve ahor a la oreja? Observe qué le sucede a la banda elástica que une el lóbulo de la oreja y eldehombro; el movimiento no es eldescribiendo mismo de antes. ¿Ha cambiado trayectoria su nariz; sigue círculos? Vuelva la atención a la nariz y deje que se mueva en círculo. Verifique de nuevo la trayectori a del lóbulo de la oreja. Podríam os ha ber supuesto que, como la nariz y la oreja forman parte de la mis-

ma cabeza, si una describe un círculo, la otr a (y con ella el resto de la cabeza) hará lo mismo. Sin embargo, al parecer la cosa no es tan simple. Mire con el ojo izquierdo

Invierta la dirección de los círculos descritos por la nariz, de modo que ésta empuje ahora las agujas del reloj en dirección contraria a la habitual. Cierre ambos ojos y centre su atención en el izquierdo. ¿A dónde mira usted, realmente, con ese ojo? Trate de mirar con su ojo izquierdo, cerrado, en dirección al puente de su nariz, entre ambos ojos, y después hacia fuera, e n dirección a la comisura izquierda de su ojo izquierdo, mientras sigue describiendo movimientos circulares con la nariz. Después de intentarlo unas pocas sin Tal dar vez con encontremos una solución la clara, la mayoría de las personas veces desisten. solución sólo después de habituam os al movimiento. Trate de mover el ojo izquierdo en círculo y determine en qué forma influye esto sobre los círculos que traza con la nariz. Descanse. Tinte la mitad izquierda de su cabeza con una brocha imaginaria

Siéntese cómodamente en el suelo con las piernas cruzadas. Trace con la nariz círculos en el sentido de las agujas del reloj y, al mismo tiempo, trate de pin tar la mitad izquierda d e su cabeza con una b roch a imaginaria de unos dos dedos de ancho. Imagine que la mano izquierda sostien e la broch a y la mueve primero desde la primera vértebra dorsal hacia el lado izquierdo de la porción posterior del cuello, trazando una franja de dos dedos de ancho a lo largo del cuello y la parte posterior de la cabeza, a la izquierda de la línea q ue divide a ésta por la mitad. Continúe desde la coronilla hacia la cara, pasando por la frente, el ojo izquierdo, la mejilla, el labio superior, el labio inferior, el mentó n, la porción de ahajo del maxilar inferior y el costado izquierdo del cuello hasta llegar a la clavícula. Imagine que la br ocha vuelve, en la misma forma, hacia la parte posterior del cuello. Continúe hasta cubrir toda la mitad izquierda de la cara y la cabeza con bandas adyacentes de color, que llegan hasta el hombro izquierdo.

A l pintar la mitad izquierda de la cabeza mueva la nariz a la derecha

Descanse un momento y a continuación invierta la dirección delcabeza, movimiento de lavez nariz. de nuevo la mitad de la pero esta conPinte pinceladas aplicadas enizquierda ángulo recto respecto de las anteriores, es decir, que vayan de derecha a izquierda y vuelvan a la derecha, de mod o que toda la mitad de la cabeza y la cara sean cubiertas por segunda vez. Determine si los movimientos de la pintura interfieren en los de la nariz y, de ser así, en qué puntos. ¿Cuándo la brocha cambia de dirección? ¿Se siente igualmente el paso de la brocha en todos los puntos, o existen sitios que permanecen confusos al pasar la brocha sobre ellos? O bien, ¿dónde interfiere la pintura en la respiración? ¿En qué sitio hubo tensión muscular e interrupciones del movimiento? ¿En el ojo? ¿El cuello? ¿Los hombros? ¿El diafragma? Descanse. Trasladar la atención de una parte a otra

Continúe con los movimientos de la nariz en sentido contrario al de las agujas del reloj. Sin interrumpirlos, decida que quiere trazar círculos con el mentón. Al cabo de pocos minutos, decida que lo que usted está moviendo es en realidad el ángulo izquierdo del maxilar inferior, exactamente bajo la oreja. Después traslade su atención a la sien izquierda, y después a un punto situado entre la oreja y las vértebras cervicales situadas en la base de la cabeza. Al cabo de cada cinco o diez movimientos de cabeza, imagine que traslada el centro de movimiento de uno a otro pu nto de la cabeza, pero entre uno y otro vuelva a la nariz. Continúe hasta que pueda incluir con igual claridad, mediante un solo esfuerzo mental, todas las partes de la mitad izquierda de la cabeza y el rostro. Descanse. Arrodíllese con el pie derecho en el suelo

Arrodíllese sobre la rodilla izquierda , con la planta del pie derecho en el suelo. Estire su brazo derecho frente a usted y el izquierdo hacia atrás, ambos a la altura del hombro. Cierre los ojos e imagine que una delgada banda de goma conecta su oreja izquierda con su mano izquierda (tendida hacia atrás) y que una segunda

banda elástica la conecta con su mano derecha (tendida hacia el frente). Efectúe con la nariz 25 movimientos circulares en una dirección y otros 25 en la opuesta, mientras trata de seguir el alargamiento y el acortamiento de las dos bandas elásticas en el espacio. Pie izquierdo en el suelo

Después de un breve descanso, arrodíllese con la planta del pie izquierdo en el suelo; tienda hacia delante la mano izquierda y hacia atrás la derecha, ambas a la altura del hombro. Repita los movimientos de nariz y siga observando cómo se mueven las bandas elásticas. Incorpórese y camine. ¿Siente alguna diferencia al tener la cabeza vuelta hacia la derecha o la izquierda? ¿Es la sensación de espacio distinta de ambos lados? ¿Experimenta la misma sensación con los dedos de ambos pies, o distintas? L a c al i steni

a p o r l a c al i steni

a misma

n o enseña

nada

Todos los movimientos que ejecutamos fueron simétricos tanto en función del espacio como de los músculos. En consecuencia, ¿qué es lo que ha provocado estas diferencias entre el lado derecho y el izquierdo? Hemos efectuado del lado izquierdo exactamen te los mismos movimientos, exactam ente el mis mo núm ero de veces, pero, de ese lado, apenas si se advierte cambio alguno. Tal vez sea difícil recordar cómo se sentía antes el lado derecho, y puede que no debamos confiar en nuestrá memoria, pero no hay duda de que el lado izquierdo no se siente como el derecho. ¿No significa esto que el movimiento tiene por sí mismo muy poco valor? La mayor parte del cambio se ha operado sobre el lado ál que se prestó atención consciente. ¿Debemos suponer que la repetición mecánica no tienelos valor, salvo en¿Es la medida en que la circulación y emplea músculos? ésta la causa porestimula la cual personas que hacen gimnasia toda su vida no tienen mucho más éxito, en cualquier actividad constructiva, que aquellas que no la hacen? Por otro lado, existen personas que continúan observando la sensación que les produce su cuerpo, como la observaron durante el período de crecimiento, y que, en consecuencia, siguen aprendiendo y se transforman y desarrollan durante toda la vida.

E l movimiento

, q u e pkimero e s individual DESPUÉS SE GENERALIZA

,

Es un simple movimiento de cabeza, tal como lo hacen distintas personas, las diferencias pueden derivarse de que, al volver la cabeza, una pr este atención a su oído y considere que ése es el movimiento acertado, en tanto que otra pr esta atención a s u configuración de oído y hombro, y úna tercera a los pliegues de la piel de su cuello. El núme ro de combinaciones posibles es tan grande, que todo movimiento parecerá p or completo perso nal y específico. En un grupo de estudiantes numeroso, cuando intentan por primera vez el movimiento circular de nariz, puede observarse gran varieda d de movimientos de cabeza, algunos insólitos hasta lo increíble. Hacia el fin de esa lección, se advierte un movimiento más general y común. La nariz traza realmente círculos exactos, tanto en el sentimiento subjetivo en en la el realidad. Cuandodel la autoimagen se hace presente con como claridad conocimiento individuo durante el movimiento, y cuando tanto las impresiones o representaciones objetiva y subjetiva son exploradas tan fácilmente como se mira un objeto que está ante los ojos, la acción se torna fácil, exacta y agradable. Además, se acerca a los movimientos de una perso na que ha desarrollado su conocimi ento. La individualidad debe expresarse en valores positivos, no en rarezas.

EL MOVIMIENTO D E LOS OJ OS ORGANIZA EL MOVIMIENTO DEL CUERPO

Estudiaremos ahora cómo el movimiento de los ojos coordina los movimientos del cuerpo y cómo se relacionan con el movimiento de los mús culos del cu ello. S ometer a prueb a por separado esas conexiones entre los ojos y los músculos del cuello acentúa el control de los movimientos cor porales y los facilita. El movimiento de los ojos en dirección op uesta a la que sigue el movimiento de la cabeza, y el movimiento de la cabeza en dirección opuesta a la que sigue el cuerpo, agregan una dimensión de movimiento que muchas personas no conocen. Esos ejercicios amplían el espectro de la actividad y ayudan a eliminar hábitos defectuosos. Esta lección permitirá también distinguir entre los mús culos que regulan el movimiento de los globos oculares y aquellos que controlan en forma más específica la visión. Movimiento a derecha e izquierda, de pie

De píe, con los píes separados un poco, balancee su cuerpo a derecha e izquierda, con las manos colgando flojas a los lados. Al irderecha el cuerpo hacia derecha se mueve hacia la y atrás de la la derecha, espalda, ylalamano izquierda se mueve hacia la derecha y frente al cuerpo, como si tratara de alcanzar el codo derecho. Al ir el cuerpo hacia la izquierda, la mano iz quierda se mueve en esa dirección y hacía atrás del cuerpo, mientras la derecha va hacia la izquierda y po r delante del cuerpo. Continúe con los movimientos de balanceo dei cuerpo y cierre

los ojos. Asegúrese de que los movimientos de la cabeza sean suaves. Cada vez que cambie de dirección, obsérve qué es lo que empieza a volverse antes: los ojos, la cabeza o la pelvis. Efectúe muchos movimientos, de derecha a izquierda y de vuelta, hasta que tenga una respuesta clara y pueda observar todos sus miembros durante el movimiento, sin deteners e en el comienzo o el fin de la oscilación. Abra los ojos y siga balanceándose como antes. Tome nota de si sus ojos continú an mirando hacia su nariz, como cuando estaban cerrados, o si hacen algo distinto. Si así ocurre, ¿qué hacen? ¿Anticipan los movimientos de la cabe za? ¿Saltean partes del horizonte visual? Coordinación de los ojos y fluidez de movimiento (fig. 12)

Cierre otra vez los ojos y trate de sentir cuándo los movimientos de balanceo son más suaves y fluidos: ¿con los ojos abiertos o cerrados? Trate de alcanzar, con los ojos abiertos, la misma suavidad que alcanza con los ojos cerrados. Cabría esp erar que el movimiento fuese mejor en todo sentido con los ojos abiertos, pero en la práctica ocurre que esto lleva a frecuentes interrupciones de la fluidez y la amplitud del movimiento, debido al hecho de que, en muchas personas, el movimiento de los ojos no está bien coordinado conlossumovimientos actividad muscular. Tome ycuidadosa de os la sensación de de las piernas la pelvis ynota de tod los defectos, por pequeños que sean, del movimiento de balanceo, a fin de tomar después conocimiento de los cambios que han de operarse en el control de todos los movimientos del cuerpo. Sentado, gire el cuerpoa la derecha (fig. 13)

Siéntese en el suelo. Doble la piern a izquierda hacia atrás y hacia la izquierda; la cara inter ior de esa pierna quedará ap oyada sobre el suelo, y lo mismo el pie. Apoye en el suelo la palma de la mano derecha. Lleve el pie derecho hacia su cuerpo, de maner a tal que la pantorrilla d erecha quede paralela al frente del cuerpo y la planta del pie toque el muslo cerca de la rodilla izquierda. Extienda su mano izquierda hacia delante, frente a los ojos, y gire el tronco hacia la derecha, guiado por la mano izquierda. En este giro hacia la derecha, siga con los ojos el pulgar de la mano.

Vuelva al punto medio y retorne a la derecha, dentro de los límites de la comodid ad. Doble el codo izquierdo de manera tal que la palma de la mano pu eda avanzar más hacia la derecha. Asegúrese de que los ojos permanecen en reposo, es decir, fijos en la palma de la mano cuando la cabeza lentamente; y los hom bros mueven hacia la derecha. Continúe moviéndose no se intente girar hacia la derecha más allá del ángulo que le resulte cómodo. Asegúrese de que sus ojos no van hacia la derecha más allá del punto hasta donde los lleva la cabeza. Trate de no acortar la columna vertebral, es decir, no tense el pecho y las costillas, y permita que la cabeza se desplace sin efectuar usted ningún esfuerzo deliberado por sentarse más derecho. Fíjese en que los ojos sigan la palma de la mano izquierda al moverse ésta. Muchas personas, sin darse cuenta, llevan la vista más allá deincluso la manodespués derechadecuando se dicho ha detenido, a veces lo hacen que seésta les ha que no ydeben hacerlo. Tiéndase para descansar y verifique el contacto de su espalda con el suelo. Sentado>gire el cuerpo hacia la izquierda

Siéntese y mueva ambos pies hacia la derecha hasta alcanzar unaa posición de la anter ior.a Estire el brazocon derecho fren te sus ojos ysimétrica gire el tronco entero la izquierda, los ojos si-guiendo el pulgar de la mano. Al moverse la mano hacia la izquierda, doble el codo derecho, de modo que la mano alcance una posición más alejada hacia la izquierda. Vuelva a la posición inicial y efectúe 25 giros hacia la izquierda; tra te de que cada movimiento sea más fácil que el anterior. Preste atención al movimiento mismo y a su cualidad, no a llevarlo muy lejos hacia la izquierda. Tome nota de lo que ocurre en la pelvis, la columna vertebral, la parte posterior del cuello, así como de cualquier rigidez excesiva en las costillas o todo otro factor que pueda interferir en la facilidad del movimiento. Tiéndase sobre la espalda y descanse. .El movimiento del ojo amplía el ángido de giro

Siéntese y doble la pie rna izquierd a hacia atrás y a la izquierda. Recoja la pierna derecha sobre el suelo, cerca del cuerpo. Vuelva el tronco hacia la dere cha v apóyese con la mano derecha sobre el

suelo. La mano se encu entra así más lejos hada la derecha que an tes, debido a que el tronco ya ha girado hacia la derecha. Alce la mano izquierda sobre el frente, has ta tenerla ante los ojos y, con un movimiento del tronco, llévela a la derecha. Doble el codo izquierdo en forma tal que la mano izqu ierda llegue tan a la derecha como le resulte cómodo, y déjela allí. En esta posición de torsión del tronc o, mueva los ojos hacia la derecha de la mano izquierda y después llévelos de vuelta a la mano. Mueva así los ojos —hacia la derecha de la mano y de vuelta a ésta— alred edor de 20 veces. Pa ra guiar la dirección de su mirada utilice los movimientos de la cabeza. Asegúrese de que los movimientos de los ojos se mantienen sobre una línea horizontal; en efecto, en el extremo derecho del recorrido tienden a dirigirse hacia abajo. No acorte el cuerpo Para facilitar este movimiento, empéñese en evitar el acortamiento del cuello. La columna vertebral debe moverse ágilmente, tal como si alguien ayudara a disminuir el peso de la cabeza tirando en forma suave del pelo d e la coronilla. También pue de facilitarse el movimiento alzando el isquion izquierdo (hueso de la nalga). Descanse. Trate de volverse hacia la derecha una vez más, con la mano izquierda guía es delmás movimiento, nota de el arco descrito porcomo la torsión amplio y, ynotome obstante, mássi confortable.

Los ojos n

o s i rv en só lo pa r a v er

Observe el importante papel que cumplen los ojos en la coordinación de la musculatura corporal; es más impor tante aún que el de los músculos de l cuello. La mayoría de las partes del cúerpo sirven para dos funciones: la boca, para comer y hablar; la nari z, para oler y respirar, y el oído interno, además del papel que cumple en la audición, interviene en la conservación del equilibrio durante los movimientos tanto lentos como rápidos. Análogamente, los músculos de los ojos tienen influencia decisiva sobre la forma en que se contraen los músculos del cuello. Para comprender el importante papel que desempeñan los ojos en la dirección de los

músculos del cuerpo basta rec orda r qué le sucede a uno al subir o bajar escaleras cuando los ojos no ven el suelo al terminar los escalones. Cada ojo por separado, y los dos a la vez

Siéntese. Doble su pierna derecha hacia la derecha y recoja la izquierda hacia el cuerpo. Vuelva el cuerpo hacia la izquierda y apóyese sobre la mano izquierda, tendida tan lejos como le resulte posible y a la vez cómodo. Levante su brazo derecho hasta el nivel de los ojos y muévalo hacia la izquierda en un plano horizontal. Mire la m ano derecha y vuelva la cabeza y los ojos hacia cualq uier punto de la pared, más allá de la mano derecha y hacia la izquierda. Mire después la mano, luego la pare d, otra vez la mano, y repita el movimiento alrededor de 20 veces: diez con el ojo izquierdo cerrado, movimiento mano o pared sólo con el derecho, yy ejecutando diez con elelojo izquierdo de solamente. A continuación, trate de ejecutar todo el movimiento una vez más con ambos ojos abiertos, para determinar si l os alcances del movimient o de torsión hacia la izquierda han aumentado. El mejoramiento es con frecuencia asombroso. Ahora doble hacia atrás la pierna izquierda, recoja la derecha hacia el cuerpo y trate de mejorar el movimiento también h acia la derecha. Acuérdese de ejecutar el ejercicio con cada ojo alternativamente abierto y cerrado. ha coordinación de los ojos conduce al perfeccionamiento del tronco

Descanse. Observe qué partes de su cuerp o están más cerca del suelo. Ese contacto ha sido causado por su conocimiento de los movimientos del ojo. Si en algún momen to fut uro el tronc o se torna de nuevo rí gido, usted podr á advertir una correspondiente pé rdida de flexibilidad en los movimientos oculares. La técnica de coordinar los movimientos del ojo puede llegar a dominarse en forma tal que mejore el movimient o del tro nco entero. Vuélvase a la derecha; mire a la izquierda

Sentado, dob le hacia atrás la pierna izquierda y rec oja la derecha hacia el cuerpo. G ire el tronco, la cabeza y los hombros ta n ha-

cia la derecha como le resulte cómodo. Apóyese sobre la mano derecha, colocada por detrás de usted. Levante la mano izquierda, con el codo doblado, hasta la altura de los ojos y muévala hacia la derecha. Mire la mano y después, hacia la izquierda de ésta, mire un punto 25 determina do cada de lamirada pared , usted devuelva mirada la mano continúe veces. En verálaun poco amás haciay la izquierda. Cierre un ojo y ejecute así alrededor de diez de esos movimientos. Cierre el otro ojo y haga lo mismo. Asegúrese de mantener la cabeza quieta al cerrar cad a ojo. Abralos y efectúe otros cinco movimientos. Recuerde el tirón del pelo, suave e imaginario, en la coronilla. Después, intente un movimiento simple hacia la derecha y observe si el arco que describe es más amplio y confortable. Vuélvase a la izquierda; mire a la derecha

Sentado, doble la pierna derecha hacia atrás, recoja la izquierda y, apoyado sobr e la mano izquierda, gire tronco, cabeza y hombros hacia la izquierda tanto como pueda. Levante el brazo derecho hasta la altura de los ojos. Mire hacia la derecha de esa mano muchas veces. Cierre primero un ojo y después el otro. Después ábralos y efectúe cinco movimientos con ambos ojos abiertos. Observe, tal como antes, la cualidad del movimiento, de torsión. Tiéndase de espaldas y descanse. Movimiento de la cintura escapular hacia la derecha (fig. 14)

Siéntese. Doble hacia atrás la pierna izquie rda y recoja la der echa hacia su cuerpo. Gire el tronco entero a la derecha. Apóyese primero sobre la mano derecha y después sobre la izquierda; ambas reposan sobre el suelo a cierta distancia una de la otra. Levante la cabeza y mueva la cintura escapular hacia la derecha, en forma tal que el hombro adelante derecho vaya atrás yAsegúrese hacia la derecha el hombro izquierdo y a lahacia derecha. de quey cada uno de los hombros se mueve decididamente en esa dirección, uno hacia atrás y otro hacia delante, hasta que la presión sobre ambas manos sea pareja. Al moverse los hombros hacia la derecha, la cabeza y los ojos, por razones de hábito, giran en el mismo sentido. Trate de mover la cabeza hacia la izquierda cuando sus hombros lo hacen hacia la

derecha, y hacia la derecha cuando los hombros lo hacen a la izquierda. Observe su pecho y su respiración y siga moviendo la cabeza en sentido opuesto al de los hombros hasta que el movimiento resulte placentero. Transición de movimiento opuesto a movimiento coordinado y viceversa

Continúe con estos movimientos de cabeza y hombros en direcciones opuestas, p ero al hacerlo, y sin detenerse, pase a efectuar movimientos coordinados, en que la cabeza acompaña a los hombros tanto a la derecha como a la izquierda. Después, sin detener el movimiento, prosígalo en direcciones opuestas. Deténgase y trate de descubrir si se ha presentado algún mejoramiento en la torsión y en la sensación. Tiéndase s obre la espalda y examine en qué form a ésta to ca el suelo. Movimiento de la cintura escapular hacia la izquierda

Siéntese. Mueva los pies hacia la derecha y ejecute todo el ejercicio hacia el otro lado. Tal como en el ejercicio anterior, mueva la cabeza alternativamente en la misma dirección de los hombros y en la contraria. Recuerde, de vezel en cuando, que debe tratar de evitar el éxito lograd o mediante esfuerzo. In t e n s i f i c a r e l

esf uerzo

n o m e j or a la acción

Si en cada momento usted intenta llegar hasta el límite de sus capacidades, terminará por conseguir poco más que músculos doloridos y articulaciones estiradas. Cuando usted se esfuerza por alcanzar resultados, se imposibilita lograr siquiera pa rte del mejoramiento que puede obtenerse mediante la ruptura de los patrones habituales de movimiento y conducta, lo cual constituye el propósito de estos ejercicios. Perfecci onar la diferenciación de los movimientos de las distintas pa rtes y de la relación en tre ellas conduce a una disminu ción del tono muscular (del grado déla contracción causada por los centros involuntarios) y a un aumento real del control consciente.

De vez en cuando, usted debe sacarse la rutina de encima y preguntarse si hace realmente lo que cree estar haciendo. Muchas personas se engañan a sí mismas y se convencen de que, puesto que se sienten ejecutar un esfuerzo y desean que sus hombros se muevan, sus homb ros p or cierto se mueven, en relación con el suelo y con sus cuerpos, como deberían hacerlo. Asegúrese de que todo el esfuerzo muscular se transforma en movimiento, pues el esfuerzo transformado en movimiento mejora tanto la capacidad como el cuerpo. El esfuerzo que no se convierte en movimiento, sino que provoca acortamiento y rigidez, no sólo conduce a un a pérd ida de energía, sino también a una situación en que la pérdida de energía deteriora la estructura corporal. Incline la cabeza hacia uno y otro lado, con el cuerpo torcido hacia la derecha y después hacia la izquierda

Siéntese. Dob le la piern a izquier da hacia atrás y acerque la derecha al cuerpo; gire el cuerpo hacia la izquierda y apóyese sobre la mano izqui erda. A umente un poco la torsión hacia la derecha y lleve la mano derecha más aún hacía’la derecha, de modo que la torsión sólo provoque poca tirantez. Póngase la mano izquierda en la coronilla y utilícela par a ayudar a la cabeza a inclinarse hacia de recha e izquierda, de modo que la oreja derecha se acerque al hombro de ese lado, y después la izquierda al hombro de su lado. Fíjese en que no debeenvolver la cabeza, sino inclinarla: la nariz debe seguir apuntando la posición frontal inicial aun cuando la oreja derecha se acerque al hombro de su lado y la izquierda al hombro del suyo. A continuación, doble la pierna derecha hacia atrás y lleve la izquierda cerca del cuerpo; gire el cuerpo hacia la izquierda y apóyese en la mano izquierda. Repita los movimientos de inclinación de cabeza con la mano derecha en la coronilla. Podrá inclinarla más hacia la derecha y hacia la izquierda si se ayuda moviendo la columna vertebral, que se doblará hacia la izquie rda cuando la cabeza vaya hacia la derecha, y viceversa. Balanceo del tronco, sentado

Siéntese en el suelo y lleve ambos pies a la derecha. Balancee el tronco de derecha a izquierda, con leves movimientos que au men-

ten lentamente de dimensión. Deje que los brazos sean llevados por el movimiento del tronco, tal como lo hizo, estando de pie, al comienzo de la lección. Respire libremen te para facilitar el movimiento. Después de unos pocos balanceos, invierta los movimientos de la cabeza y los ojos en relación con los movimientos del troncó y los brazos, de modo que la cabeza y los ojos se muevan ahora hacia la izquierda cuando el tronco lo hace hacia la derecha, y viceversa. Después, sin detenerse, deje que la cabeza siga de nuevo al tronco, y después invierta otra vez los movimientos. Continú e alternando estos movimientos del tronco h asta que el paso de uno a otro sea suave y sencillo. Efectúe alrededor de 25 acciones de cada clase y a continuac ión descanse. Repita el ejercicio sentado en dirección inversa, con ambas piernas vueltas hacia la izquierda. Descanse. Siéntese y observe los cambios operad os en la cualidad y la dimensión del movimiento de torsión desde el comienzo de la clase. Torsión del tronco en posición de pie, con ascenso alternado de los talones

Póngase de pie. Separe los pies una distancia aproximadam ente igual al ancho de su pelvis y balancee los brazos y el tronco de derecha a izquierda, mientras la cabeza se mueve con ellos. Al inclinarseal hacia la derecha, deje que suhaga talónloizquie seel levante suelo; volverse hacia la izquierda, mismordocon talón del derecho. Asegúrese de que los brazos se mueven libremente y continúe hasta co mpletar de 20 a 30 oscilaciones de derecha a izquierda. Cuando los movimientos de la cabeza se hayan tornado suaves y agradables, invierta la dirección. Siga volviendo la cabeza en la dirección contraria a la del movimiento del tronco., hasta que también ese movimiento se haya tornado suave y fácil. Invierta otra vez la dirección y mueva la cabeza en el mismo sentido que los hombros. Trate de invertir la dirección sin interrumpir el movimiento del tronco. Camine y observe los cambios aparecidos en la forma en que usted se mantiene erguido y en sus movimientos y respiración.

CÓM O CO NO CER LAS PARTES DE LA S QU E N O TENEM OS CON CIENC IA CO N AYUDA DE AQUELLAS DE LAS QUE TENEMOS CONCIENCIA

En todo cuerpo y en toda personalidad, existen partes de las que el individuo tiene ple na conciencia y con las que está familiarizado. Por ejemplo, en general se tiene más conciencia de los labios y las puntas de los dedos que de la nuca o las axilas. Una autoimagen completa y uniforme respecto de todas las partes del cuerpo —todas las sensaciones, sentimientos y pensamientos— constituye un ideal que, po r la ignorancia del hombre, hasta ahora ha sido difícil de realizar. Esta lección sugiere técnicas para completar la autoimagen mediante la comparación de la sensación propia de aquellas partes del cuerpo de que se tiene conciencia con la de aquellas partes de que uno no es consciente. Esa experiencia ayuda a descubrir qué partes permanecen, en la vida normal, fuera del alcance de un empleo activo y consciente. Un dedo imaginario hace presión en su pantorrilla

Tiéndase sob re el estómago. Estire las piernas en forma tal que queden separadas cómodamente, en posición simétrica respecto de la columna vertebral. Po nga las manos una sobre la otra, en el suelo, frente a la cabeza. Descanse la frente sobre la mano de arriba. Imagínese que alguien aplica un dedo al talón de su pie derecho y lo lleva hacia arriba, a lo largo de la pantorrilla, hasta la rodilla. La presión ejercida con el dedo debe ser tal que se sienta la dureza de los huesos d e la pierna; el dedo im aginario no d ebe res-

balar hacia la derecha ni la izquierda. En consecuencia, es preciso estirar el pie y los dedos, conservando el talón hacia arriba. Una bola rueda sobre las nalgas

Trate ahora de imaginar una bola de hierro que rued a a lo largo de su pierna, desde el punto medio del talón hasta l a rodilla, y de vuelta. La bo la elegirá el camino que le ofrezca me nor resisten cia —el mismo elegi do po r el dedo imaginario— , de modo que no se desviará a la derecha n i a la izquierda. Tr ate de identificar con la mente todos los pun tos de ese recorrido, para asegurarse de que la bola no salteará ninguno de ellos. Piense en la presión del dedo y, después, de la bola de hierro, hasta dar con todos los puntos de los que no está seguro. Esto no le exige moverse. Siga imaginando el rodar de la bola desde la rodilla glúteo. hacia el muslo ha sta llegar al gran músculo de la nalga, el Encuentre el hueso del muslo; a partir de la rodilla, mueva la bola hacia la nalga. Al acercarse a la nalga, está menos seguro de la dirección que debe seguir. Procure determinar hacia dónde rodaría la bola si usted alzara la pierna. Síga haciéndola rodar, de, vuelta a la rodilla y de allí al talón, y de nuevo hasta la nalga, hasta tener en claro todos los puntos de su recorrido. La bola en el dorso de su mano izquierda

Tienda adelante el brazo izquierdo, flexionado cómodamente en el codo, e imagin e que la misma y pesada b ola de hierro se apoya ahora en el dorso de su mano. Encuentre el punto donde la bola podría reposar sin caerse. Trate de hacerla rodar hacia el codo; imagine el trayecto, exacto y firme, a lo largo del cual podría rodar hasta el codo y volver. A continuación imagine la misma línea de, movimiento para el caso de que alguien hiciera pasar un dedo; persista hasta tener todo bienContinúe en claro.en la misma forma desde el codo hasta el hom bro y tome clara nota del camino de la hola y el dedo. Hágalos volver lentamente hasta el dorso de la mano y de allí hasta el hombro y el omóplato. En este caso, tampoco resulta claro el trayecto final de la bola.

Vuelva a la pierna derecha

Retome a la pierna derecha. Trate de levantar un poco el talón y la pantorrilla e imagine los puntos donde la bola hace contacto al rodar por la cara posterior de su pierna. Déjela seguir lentamente de la rodillaTome al muslo trate determinarmuscular a dónde rueda llegar a la notay de la de movilización que sealproduce ennalga. su hombro izquierdo al rodar la bota por su camino. Del muslo derecho al hombro izquierdo, y de vuelta

Trate de imaginar la bola mientras sigue rodando por su trayecto: desde la rodil la a lo largo del muslo, h asta la pelvis y de allí hacía el omóplato izquierdo. Encuentre con exactitud el punto don bola de cruza la pelvisvertebral, pa ra llegar hasta cin tura y desde allí, de a lola largo la columna hasta la la paleta izquierda. Eleve ligeramente el omóplato izquierdo y deje rodar la bola por el mismo camino de vuelta: hasta la columna vertebral, la cintura, la pelvis y el muslo derecho. Al hacerlo, determine en qué punto cruza la nalga en camino hacia la rodilla y el talón. Trace esa línea en forma clara, precisa y continua. Desde el dorso de la mano izquierda hasta el talón derecho, ida y vuelta

Devuelva la bola al dorso de la mano izquierda. Alce ligeramente la mano, dé modo que la bola ru ede hasta la muñeca ; álcela un poco más, para que ruede hasta el codo, y aún más allá, hasta llegar al omóplato. Para mante ner la bola en movimien to, es preciso organizar el cuerpo de tal modo que, a lo largo del recorrido, el punto situado delante de aquélla esté siempre por debajo, es decir, que el punt o donde la bola se apoya se a ligeramente más alto que el situado p or delante. H aga ro dar la bola desde el omóplato, a lo largo de la columna vertebral, la nalga y el muslo, hasta el talón. Levante un poco la piern a derecha y deje roda r la bola has ta la nalga y después a lo largo de la columna vertebral. Siga moviendo el cuerpo de tal modo que la bola ruede sobre el omóplato, el hombro, el codo y el antebrazo, hasta llegar al dorso de la mano. Para ello el brazo debe estar doblado de modo que el trayecto de la bola no p resente curvas cerradas, lo cual evitará que se caiga.

Prosiga alzando alternativame nte el brazo y la pierna; tiene que asegurarse de que el movimiento de la bola a lo largo de su camino le resulta a uste d perfectamente claro, de que se traslada a ritmo regular y de que uste d sabe en todo m omento dónde está. La bola rueda en una ranura

Apoye la oreja izquierda en el suelo, enderece el brazo izqu ierdo ligeramente en el codo y levante el cuerpo en forma tal que la bola pueda rodar, como en una ranura, desde la mano hasta el talón, ida y vuelta. Tome nota del recorri do de la bola y asegúrese de que sabe claramente por dónde debe dirigirla. Curve el cuerpo

Levante el brazo izquierdo y la pierna derecha y equilibre el cuerpo en una posición ligeramente arqueada, sin forzarlo. Haga rod ar la bola po r la curva lumbar, en un sentido y otro, mediante movimientos rápidos y ágiles, de mo do que ruede un poco ha cia el brazo y un poco hacía la pierna. Tome nota de la posición de la bola en cada punto y procure determinar qué hace usted para que rued e en cada direcci ón. Siga haciendo rod ar la bola en la curva lumbar. Levante el br azo y la pierna con movimientos ligeros, sin levantar la oreja izquierda del suelo. Aumente poc o a poco el alcance del movimiento, de modo que la distancia recorrida por la bola sea cada vez mayor, hasta que, en cada oscilación, recorra toda la distancia que separa la mano del talón. Póngase lentamente de pie y camine po r el cuarto. Tome nota de todas las sensaciones distintas de las habituales q ue experimenta en el brazo izquierdo y la pierna derecha y a lo largo del recorrido general de la bola. Del talón izquierdo a la mano derecha, ida y vuelta

Tiéndase o tra vez sobre el estómago. Estire las piernas, separadas, y extienda el brazo derecho por encima de la cabeza. Apoye la oreja derecha en el suelo. Ponga la bola imaginaria en el talón del pie izquierdo, hágala rodar hasta la rodilla y devuélvala al talón, y

desde éste, a lo largo de la misma línea , envíela por la columna vertebral hasta el omóplato derecho. De sde éste, hágala llegar hasta el codo y, a lo largo del antebrazo, hasta el dorso de la mano, y envíela de retorno al talón. Observe si, al principio, usted pensaba acerca de este brazo y esta pierna en forma distinta de como pensaba sobre el par anterior. Piense acerca de la bola y su trayec to, como pensó antes, hasta que pueda localizarla en cualquier momento y tenga una idea clara y precisa de su camino. Mueva la bola a velocidad uniforme

Cuando el trayecto de la bola resulta realmente claro, el brazo y la pierna tienden a levantarse po r sí mismos para devolverla al talón y al dorso de la mano. Permítales alzarse con movimiento pequeño, lento y muy suave; en caso contrario, la bola se saldrá del camino. Procure moverse de manera tal que la bola se traslade a velocidad uniforme en todo su trayecto. Observe que usted debe activar cada parte del cuerpo en un momento distinto para que la bola continúe moviéndose hacia su destino. Usted debe dirigirla hacia el punto en que está pensando; en caso contrario, la bola no sabrá hacia dónde rodar. ha bola en la cintura, con movimiento de vaivén

Ponga la bola en la cintura. Levante ligeramente el brazo y la pierna e imprima a la bola pequeños movimientos de vaivén, alternativamente, hacia el brazo y la pierna. Aumente gradualmente la amplitud de los vaivenes, hasta que la bola ruede, en cada movimiento, desde el dorso de la mano hasta el talón. Incorpórese y camine un poco. Observe si se siente distinto de como se sintió la última vez que se puso de pie y si puede definir los cambios que se han operado en la espalda y dentro del cuerpo. ¿Dónde siente algo distinto de lo que sentía antes? Desde la nuca hasta el cóccix, ida y vuelta

Tiéndase so bre el estómago. Separe brazos y piernas, con las manos estiradas hacia arriba, por encima de la cabeza. Apoye el mentón (no la nariz) en el suelo. Ponga la bola en la parte pos-

terio r del cuello, entre los hom bros y la cabeza . Alce un poco la cabeza y, gradualmente, procure hacer pasar la bola, mediante un lento movimiento de cabez a, entre los omóplat os. D ebe rá or ganizar los hombros, el pecho y la espalda de manera tal que la bola encuentre un sitio adecuado para rodar. Siga hacia abajo desdede esemodo punto,que conlalentitud. Para rod elloardeberá nón, bola pueda po r lalevantar espal daela esterlo largo de la parte de ésta que corresponde al pecho hasta llegar a la pelvis. Asegúrese de que la bola no resbale hacia ninguno de ambos lados. Mueva la bola de vuelta hacia la cabeza. Para ello deberá levantar las nalgas y organizar el estóma go, la espalda y los homb ros de mod o tal que la bo la pu eda llegar hasta la nuca; ésta , a su vez, deberá baja r para que la bola pueda ro dar p or ella. Du rante todo este movimiento las rodillas deben quedar sobre el suelo. Haga rodar la bola pelv is abajo y de vuelta hasta la nuca, ejecutando en cada oportunidad con lentitud y claridad mayores los movimientos necesarios. Asegúrese de que la cabeza no se inclina hacia uno u otro lado. Con las piernas levantadas

Separe las piernas y, esta vez, levántelas ligeramente del suelo; haga ro dar la bola d esde la cabeza hasta la pelv is, ida y vuelta, sin bajar las las piernas. Baje piernas y reanude la acción como antes. Observe la diferencia entre ambos movimientos. Con la pierna derecha y el brazo izquierdo alzados

Haga volver la bola a la cintura. Levante la piern a derecha y el brazo izquierdo y haga rodar la bola, mediante pequeños movimientos, hasta el dorso de la mano, y de allí a lo largo de la co lumna vertebral, hasta el t alón. Aumente en forma grad ual la amp litud del movimiento hasta que termine en franco balanceo. Con la mano derecha y la pierna izquierda alzadas

Levanté la mano derecha y la pierna izqu ierda y repita lo hecho antes. Piense prim ordialmente en el trayecto que sigue la bola, con

el fin de que le sea posible localiza rla y dirigirla hacia don de usted lo desee. Haga volver la bola al medio de la pelvis, envíela hasta la p arte posterior del cuello y desde allí de vuelta a la pelvis. Someta a prueba su imaginación

Tendido de espaldas, ext ienda los brazos a los lados, separe las piernas e imagine, para la pelota, patrones de movimiento que le permítan a usted sentir su imagen corporal anterior con la misma claridad con que sintió la poste rior de spués de efectuar los eje rcicios descritos.

Lección 12 PENSAMIENT O Y RESP IRACIÓN

Algunos métodos recurren al perfeccionamiento de la respiración como clave del mejoramiento de la personalidad. Toda vez que vacilamos, sentimos un interés, nos so rprendem os, nos asustamos, dudamos, efectuamos un esfuerzo o intentamos hacer algo, nuestra respiración se modifica. Lo hace en distintas formas, que van desde contener el alien to po r completo, hasta respirar tan rá pidamente y con tan poca profundidad que nos parece quedamos sin aire. La mayor parte de las personas no utilizan tod a la vitalidad que puede obtenerse de una respiración plena re; y regular, concordante con la estructu ra nerviosa y física del homb en la mayoría de los casos, ni siquiera saben lo que esa respiración significa. En esta lección ensayaremos una forma de respirar que puede convertirse fácilmente en háb ito y acrec entar la capa cidad general. A bsorber

m á s oxígeno

significa

tener

m á s vi t al i dad

Toda célula viva absorbe oxígeno y lo expulsa bafo forma de dióxido de carbono. Si las células del cerebro humano son desprovistas de oxígeno fresco por tan sólo 10 segundos, el cuerpo muere o sufre grave daño. Un pulmón saludable es capaz de inhalar más de 3,7 litros de aire, pero no pue de expulsar el úl timo medio litro ni siquiera mediante un esfuerzo consciente. En condiciones medias, cuando un

individuo no se apura n i ejecuta un esfuerzo físico especial, no utiliza todo su aparato respiratorio y en cada respiración sólo inhala y exhala alrededor de medio litro de aire. Como en estado de reposo esa respiración parcial es suficiente, resulta fácil advertir que un ligero aumento del volumen respirado —ta l vez de tanto como una cuarta por movimiento respiratorio— mejorará todo el proceso departe oxigenación y el metabolismo en general. El mejoramiento no puede obtenerse acelerando la respiración, porque la respiración rápida no deja al aire bastante tiempo como para calentarse suficiente mente antes de llegar a los pulmones. La mejor manera de mejorar este proceso consiste en emplear el aparato respira torio en forma más comp leta que, si bien parcial, será preferible a ese proceso respiratorio mínimo que se consuma perezosamente. E structura

d e l o s p ul mones

Existe n dos pulmones, el derecho y el izquie rdo. El d erecho es mucho más grande qué el izquierdo, tanto en largo como en ancho, pues el otro debe compa rtir espacio torácico con el corazón y buena parte del estómago. La diferencia de tamaño es tan considerable que el pulm ón derecho tiene tres lóbulos (superior, medio e inferior) y el izquierdo dos (superior e inferior) y los bronquios tienen tres ramas lobulares en el pulmón derecho y sólo dos en el izquierdo. Bajo los pulmones se encuentra una estructu ra muscular parecida a una cubierta abovedada. Se trata del diafragma, conectado por dos poderosos músculos a la tercera y la cuarta vértebra lumbares. (Los pulmones mismos carecen de musculatura. Los músculos con que respir amos pertenece n a la región superior del pecho y se conectan con los de la parte posterior del cuello, los de las costillas y los del diafragma.) Los pulmon es se parecen más a un líqui do viscoso que a un sólido, se expanden en el interior de un espacio vacío con el que tienenpues contacto. Los envuelve una fuerte membrana conectada con las paredes de la caja torácica, cuyos movimientos determ inan el cambio del volumen p ulmonar al inhalarse y exhalarse air e.

E l si st ema respiratorio

Nuestro sistema respiratorio es complejo. Cuando dormimos, corremos, cantamos o nadamos, respiramos en formas distintas. Lo único que todas las maneras de respirar tienen en común consiste en quelocuando inhalamos ene tra los pulsemones y en que al exhalar expulsamos, po rqu todaire o elen sistema halla construido de modo que aumente el volumen de lo s pulmones cuan do entra aire y disminuya cuando sale. Ese aumento de volumen pue de ser determi nado p or u n movimiento del tórax por delante, detrás o en los costados, o por un movimiento ascendente y descendente del diafragma. En general, sólo se utiliza una p arte del sistema, y no en tod a la medida de lo factible. Cuando la respiración debe acelerarse, como después de correr mucho a gran velocidad, empleamos simultáneamente todas las formas posibles de respirar. EL DIAFRAGMA

Cuando los músculos del diafragma se contraen, la cubierta es traccionada hacia abajo , en dirección a las vértebras lumbares, y su curvatura disminuye. También los pulmones bajan; entonces su volumen aumenta y se inhala aire. Cuando los músculos se relajan, la elasticidad de los ytejidos estirados al diafragma configuración anterior se expulsa aire.devuelve Desde luego, tambiénsulos músculos de la s costillas y el pecho desémpeñ an un pa pel en este movimiento. Cuando exhalamos, la curvatura del diafragma aumenta y éste adquiere forma abovedada. Al inhalar, su curvatura disminuye y el diafragma es tracc ionado hacia abajo. E l TÓRAX

Cuando inhalamos, el esternón se mueve hacia delante y arriba. También las costillas ejecutan un doble movimiento, similar al del esternón. Los músculos que determinan el movimiento respiratorio en la porción superior del tórax traccionan además hacia delante las vértebras cervicales. El movimiento de las costillas inferiores, las llamadas flotantes, que no se vinculan con el esternón ,

tiene mayor e fecto sobre la expansión de los pulmones que el movimiento de las costillas superiores situadas inmediatamente por debajo de la s clavículas, En la par te super ior del tórax — donde los pulmones son angostos y aplanados y el movimiento de las costillas limitado— unpequeño gran esfuerzo muscupulmonar. lar sólo provoca un aumento relativamente del volumen Las costillas flotantes, en cambio, se mueven con libertad mucho mayor: basta un esfuerzo muscular relativamente pequeño para moverlas hacia fuera y expand ir los pulmones en su por ción más ancha. C oordinación

d e tórax

y diafragma

e n l a s respiraciones

NORMAL Y PARADÓJICA

Cuando el tórax se dilata para que respiremos, el diafragma baja y se aplana y ayuda a aumentar el volumen de los pulmones. Cuando exhalamos, el tórax se contrae y el diafragma recobra su curvatura hac ia arriba. Existe además una form a paradójica de res pirar, en que el diafragma actúa en forma opuesta, y algunos individuos siempre respiran así. La mayor parte de los animales que rugen o mugen emplean la respiración paradójica; es decir, al exhalar aumentan el volumen del estómago y por este medio producen un sonido Enpues el Extre mo Orie nte habitmejor ual cultivar respiración parfuerte. adójica, se considera que es otorga controlla de las extremidades y una posición más erguida que la respiraci ón común. En realidad, to dos recurrimos a la: respiración paradój ica, aunque no nos demos cuenta de ello, cada vez que debemos efectuar un esfuerzo súbito y violento. Es importante, en coí