Autoconciencia por el movimiento

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Primera parte COMPRENDER AL HACER 4

Prefacio 5 La autoimagen 19 Niveles de desarrollo 46 Dónde empezar y cómo 54 Estructura y función 73 La dirección del progreso 89

Segunda parte HACER PARA COMPRENDER: DOCE LECCIONES PRÁCTICAS 100

Observaciones generales 102 Algunas sugerencias prácticas 112 Lección 1. 1 ¿Qué es una postura correcta? 116 Lección 2. 2 ¿Qué acción es buena? 152 Lección 3. 3 Algunas propiedades fundamentales del movimiento 163 - 2 -

Lección 4. 4 Diferenciación de las partes y las funciones en la respiración 179 Lección 5. 5 Coordinación de los músculos flexores y de los extensores 203 Lección 6. 6 Diferenciación de los movimientos pelvianos mediante un reloj imaginario 214 Lección 7. 7 La postura de la cabeza influye sobre el estado de la musculatura 229 Lección 8, 8 Perfeccionamiento de la autoimagen 243 Lección 9. 9 Las relaciones espaciales como medio de coordinar la acción 259 Lección 10. 10 El movimiento de los ojos organiza el movimiento del cuerpo 270 Lección 11. 11 Cómo conocer las partes de las que no tenemos conciencia con ayuda de aquellas de las que tenemos conciencia 288 Lección 12. 12 Pensamiento y respiración 301 Epílogo 319

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PRIMERA PARTE

COMPRENDER AL HACER

Digitalizado crisol59

PREFACIO

Actuamos de acuerdo con nuestra autoimagen. Ésta —que a su vez gobierna cada uno de nuestros actos— es condicionada en grado variable por tres factores: herencia, educación y autoeducación. La parte hereditaria es la más inmutable. El patrimonio biológico del individuo —forma y capacidad de su sistema nervioso, estructura ósea, músculos, tejidos, glándulas, piel, sentidos— es determinado por su herencia física mucho antes de que él posea identidad establecida alguna. Su autoimagen se desarrolla a partir de sus acciones y reacciones en el curso normal de la experiencia. La educación determina el propio lenguaje y crea un patrón de conceptos y reacciones común a una sociedad dada. Tales conceptos y reacciones varían según el ambiente en que nace la persona; no son característicos de la humanidad como especie, sino - 5 -

sólo de ciertos grupos de individuos. De la educación resulta en gran medida la dirección que seguirá la autoeducación, que constituye el elemento más activo de nuestro desarrollo y que, en el plano de lo social, empleamos con frecuencia mayor que los elementos de origen biológico. La autoeducación influye sobre la manera en que adquirimos la educación exterior, así como sobre la selección del material que se aprende y el rechazo de lo que no podemos asimilar. Educación y autoeducación son procesos intermitentes. En las primeras semanas de la vida infantil, la educación radica sobre todo en absorber el ambiente, y la autoeducación casi no existe: sólo consiste en rechazar todo aquello que, desde el punto de vista orgánico, resulta extraño e inaceptable para las características hereditarias del infante, o en resistirse a ello. La autoeducación progresa a medida que el organismo infantil crece y se estabiliza. El niño desarrolla poco a poco características individuales; empieza a elegir, de acuerdo con su propia naturaleza, unos u otros objetos y acciones. Ya no acepta todo cuanto la educación trata de imponerle. Esta y las propensiones individuales se asocian para establecer la tendencia - 6 -

que gobernará toda nuestra conducta y nuestras acciones habituales. De los tres factores activos que intervienen en la formación de la autoimagen, sólo la autoeducación está, en cierta medida, en nuestras manos. Recibimos la herencia física sin haberla pedido, la educación nos es impuesta, y ni siquiera la autoeducación es por entero voluntaria en los primeros años, sino que es decidida por la relación de las fuerzas de la personalidad heredada, las características individuales, el funcionamiento eficiente del sistema nervioso y la intensidad y persistencia de las influencias educacionales. La herencia hace de cada uno de nosotros un individuo único por su estructura física, su aspecto y sus acciones. La educación hace de cada uno de nosotros un miembro de alguna sociedad humana particular, y procura hacernos tan parecidos como sea posible a todo otro miembro de esa sociedad. Esta dicta nuestra manera de vestirnos, por lo que nuestra apariencia es similar a la de otros. Al darnos un lenguaje, la sociedad nos hace expresarnos en la misma forma que otros. Instila en nosotros una pauta de conducta y valores, y trata de que también nuestra autoeducación influya de manera tal que deseemos - 7 -

parecemos a todos los demás. Como consecuencia, incluso la autoeducación, es decir, la fuerza activa que pugna por abrir paso a lo individual y llevar al campo de la acción la diferencia hereditaria, tiende en gran medida a poner nuestra conducta en concordancia con la de los otros. El defecto esencial de la educación, tal como la conocemos hoy, reside en que se basa sobre prácticas antiguas y a menudo primitivas que no perseguían en forma consciente ni clara su propósito igualitario. Ese defecto tiene su ventaja, puesto que al carecer la educación de todo propósito definido, salvo el de moldear individuos de modo que no sean inadaptados sociales, no siempre logra anular por completo a la autoeducación. Sin embargo, incluso en los países avanzados, donde los métodos educacionales se perfeccionan constantemente, hay similitud cada vez mayor de opiniones, apariencia y ambiciones. El desarrollo de los medios masivos de comunicación y las aspiraciones a la igualdad política también contribuyen en forma sustancial a la actual confusión de identidades. Los conocimientos y técnicas modernos en los campos de la educación y la psicología ya han permi- 8 -

tido al profesor B. F. Skinner, psicólogo de Harvard, presentar métodos para producir individuos «satisfechos, capaces, educados, felices y creativos». Ese es también, en efecto, el objetivo de la educación aunque no se lo enuncie en forma tan explícita. Por cierto, Skinner no se equivoca acerca de la eficacia de esos métodos, y existen pocas dudas de que en su momento seremos capaces de crear unidades de forma humana, educadas, organizadas, satisfechas y felices: y si aplicáramos todos los conocimientos que poseemos en el campo de la herencia biológica, incluso lograríamos producir varios tipos distintos de dichas unidades, con el fin de satisfacer todas las necesidades de la sociedad. Esta utopía, que tiene posibilidades de realizarse en nuestro tiempo, es el resultado lógico de la situación actual. Para materializarla sólo necesitamos provocar uniformidad biológica y emplear medidas educacionales apropiadas para impedir la autoeducación. Muchas personas consideran que la comunidad importa más que los individuos de que se compone. En todos los países avanzados se advierte una tendencia hacia el mejoramiento de la comunidad; las - 9 -

diferencias residen sólo en los métodos que se eligen para alcanzar esa meta. Parece haber acuerdo general en que lo más importante es mejorar los procesos sociales de empleo, producción y provisión de iguales oportunidades para todos. Toda sociedad procura inculcar en los más jóvenes, mediante la educación, aquellas cualidades que les permitirán formar una comunidad tan uniforme como les resulte posible, capaz de funcionar sin mayores tropiezos. Puede que tales tendencias sociales concuerden con la tendencia evolutiva de la especie humana; de ser así, todos deberíamos, por cierto, dirigir nuestros esfuerzos hacia el cumplimiento de ese fin. Empero, si por un momento hacemos a un lado el concepto de sociedad y nos volvemos al hombre mismo, comprobamos que aquélla no es la mera suma total de las personas que la constituyen y que, desde el punto de vista del individuo, tiene un significado distinto. Para éste, la sociedad importa, ante todo, como campo en el que debe avanzar para ser aceptado como miembro valioso; valor que, a sus propios ojos, es influido por su posición en la sociedad. Pero ésta también le importa en cuanto campo donde ejercitar sus cualidades individuales, desarro- 10 -

llar y expresar aquellas particulares inclinaciones propias que forman parte orgánica de su personalidad. Las características orgánicas provienen de la herencia biológica y es esencial manifestarlas para que el organismo funcione en toda su plenitud. A medida que la tendencia a la uniformidad, dentro de nuestra sociedad, crea innumerables conflictos con los rasgos individuales, la adaptación a la sociedad puede resolverse por supresión de las necesidades orgánicas individuales, o bien por identificación del individuo con las necesidades de la sociedad (en forma tal que a él no le parezca impuesta), lo que puede llegar hasta el punto de que el individuo se sienta rebajado cuando no acierte a comportarse con arreglo a los valores sociales. La educación provista por la sociedad obra en dos direcciones a la vez. Elimina toda tendencia disidente mediante penas consistentes en el retiro de su apoyo y, al mismo tiempo, inculca al individuo valores que lo obligan a superar y desechar los deseos espontáneos. Por efecto de tales condiciones, la mayoría de los adultos viven hoy tras una máscara, la máscara de la personalidad que el individuo procura presentar a otros y a sí mismo. Toda aspiración o - 11 -

deseo espontáneo es objeto de una rigurosa crítica interna, no sea que revele la índole orgánica del individuo. Esas aspiraciones y deseos despiertan inquietud y remordimiento, y el individuo procura combatir el impulso de realizarlos. El único premio que toma soportable la vida a pesar de tales sacrificios es la satisfacción derivada del reconocimiento, por la sociedad, del individuo que alcanza el éxito tal como lo entiende ella. Tan intensa es la necesidad de recibir apoyo constante de los propios congéneres, que la mayor parte de las personas parecen consagrar la principal parte de sus vidas a consolidar sus máscaras. Sólo la repetición del éxito puede estimular al individuo a persistir en la mascarada. El éxito tiene que ser visible y supone un ascenso constante por la escala socioeconómica. Si el individuo no logra ascender, no sólo se tornarán difíciles sus condiciones de vida; además, él disminuirá de valor ante sus propios ojos hasta el punto de poner en peligro su salud mental y física. Apenas si se permitirá tomarse unas vacaciones, aunque disponga de los medios materiales para ello. Las acciones y el impulso que las origina —necesarios para mantener una máscara exenta de fallas y grietas, so pena de reve- 12 -

larse tal como él es— no se derivan de necesidad orgánica alguna. Como consecuencia, la satisfacción que obtiene de esas acciones, por más éxito que tengan, no es orgánica, no lo revitaliza; es una mera gratificación superficial, externa. Muy lentamente, con los años, ese hombre llega a convencerse de que el reconocimiento de su éxito por la sociedad tiene que darle contentamiento orgánico; más aún, se convence de que se lo da. Con no poca frecuencia, tanto se adapta el individuo a su máscara, tan completa es su identificación con ella, que ya no siente impulso orgánico alguno, ni satisfacciones de esa especie. Tal vez a raíz de ello descubra que en sus relaciones familiares y sexuales hay fallas y trastornos, y que quizá siempre los hubo, pero siempre se los pasó por alto en atención al éxito del individuo en la sociedad. Pues la verdad es que, en comparación con la brillante existencia de la máscara y con su valor social, la vida orgánica privada y la atención de necesidades urgentes de poderosos impulsos orgánicos no tienen casi importancia. La gran mayoría de las personas viven, detrás de sus máscaras, vidas lo bastante activas y satisfactorias como para que puedan sofocar, sin gran dolor, cual- 13 -

quier vacío que sientan al detenerse y escuchar qué les dice el corazón. En las ocupaciones que la sociedad considera importantes, nadie triunfa hasta tal punto que le permita vivir una vida de máscara satisfecha. Muchos de aquellos que, en su juventud, no acertaron a labrarse una profesión u oficio que les brindara prestigio suficiente para mantener sus máscaras en vida, afirman que son perezosos y no tienen el carácter ni la perseverancia necesarios para aprender algo. Intentan una cosa tras otra, van de empleo en empleo, y sin embargo se consideran, invariablemente, aptos para cualquier cosa que se les presente. Tal confianza en sus propias aptitudes les infunde satisfacción orgánica suficiente para justificar cada tentativa nueva. Pueden no tener menos dotes naturales que otros — tal vez tengan más—, pero han adquirido hasta tal punto el hábito de descuidar sus necesidades orgánicas, que ya no logran sentir interés genuino por actividad alguna. Acaso tropiecen con algo en lo que se asienten más que de costumbre e incluso alcanzan cierta eficiencia. Pero aun en ese caso será la suerte de haber encontrado ese empleo y, gracias a él, una posición social, lo que les permitirá fundar un juicio - 14 -

sobre su propio valor. Al mismo tiempo, el débil respeto que sienten por sí mismos los lleva a buscar éxito en otras esferas, una de las cuales bien puede ser la promiscuidad sexual. Esta, paralela al constante cambio de empleo, es activada por el mismo mecanismo, es decir, la creencia en alguna dote propia y especial. Eleva su valor ante sus propios ojos, y también proporciona por lo menos una satisfacción orgánica parcial; bastante, en todo caso, para que valga la pena intentarlo de nuevo. La autoeducación —que, según vemos, no es del todo autónoma— provoca aun otros conflictos estructurales y funcionales. Muchas personas padecen de algún trastorno en la digestión, la eliminación, la respiración o la estructura ósea. El alivio periódico de una de esas disfunciones trae consigo otros mejoramientos y, por un tiempo, un aumento de la vitalidad general. Este período será seguido, poco menos que en cada caso, por un período de salud y ánimo empobrecidos. Resulta obvio que de los tres factores que determinan en general la conducta del hombre, tan sólo la autoeducación está sujeta en medida apreciable a la voluntad. La cuestión radica entonces en cuál es - 15 -

realmente esa medida y, más en particular, en qué forma puede uno ayudarse a sí mismo. Muchos optarán por consultar a un especialista, y en los casos graves es la mejor solución. Empero, muchos no lo consideran necesario, o no desean en modo alguno hacerlo: en todo caso, dudan que el especialista pueda serles útil. En definitiva, el único camino abierto a cada uno es ayudarse a sí mismo. Camino duro y complejo, está sin embargo entre las posibilidades prácticas de toda persona que sienta necesidad de cambiar y mejorar, mientras tenga presente que debe comprender con claridad algunos puntos para que ese proceso —la adquisición de un nuevo conjunto de respuestas— no le resulte demasiado difícil. Es preciso entender bien desde el principio que el proceso de aprendizaje es irregular, consiste en pasos y no carece de altibajos. Esto rige incluso para algo tan simple como aprender de memoria un poema. Un día un hombre puede aprenderlo, y al día siguiente no recordar nada. Pocos días después, sin haber vuelto a estudiarlo, tal vez compruebe de pronto que lo sabe perfectamente. Incluso si deja de pensar en ese poema durante meses, un breve repaso se lo restituirá - 16 -

por completo. No debe desanimarse en consecuencia, comprobar que en algún momento hemos retrocedido al punto inicial; a medida que el aprendizaje continúa, esas regresiones se tornarán más raras, y más fácil, en cambio, retornar al nuevo estado. También es preciso comprender que a medida que se operan cambios en la propia persona se descubren dificultades nuevas, hasta entonces inadvertidas. La conciencia las rechazaba antes, fuese por miedo o por dolor; sólo a medida que la confianza en sí mismo se fortalece se torna posible reconocerlas. Muchas personas efectúan tentativas esporádicas por mejorar y corregirse, aunque a menudo no tengan clara conciencia de ello. La persona media se contenta con sus actividades y piensa que no necesita nada, salvo un poco de gimnasia para corregir unas pocas deficiencias que ha notado. Todo lo dicho en esta introducción se dirige, en rigor, a ese hombre medio a cuyo juicio nada de esto le concierne. A medida que cada uno trata de mejorarse, puede encontrar en sí mismo varias etapas de desarrollo. Y a medida que progresa, los recursos necesarios para corregirse más aún se tornan cada vez más sutiles. En el presente libro, he trazado con detalle considerable - 17 -

los primeros pasos por ese camino, con el fin de que el lector llegue más lejos aún por su propio impulso.

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LA AUTOIMAGEN DINÁMICA DE LA ACCION PERSONAL Cada uno de nosotros habla, se mueve, piensa y siente en forma distinta, de acuerdo, en cada caso, con la imagen de sí mismo que ha construido con los años. Para modificar nuestra manera de actuar debemos modificar la imagen de nosotros mismos que llevamos dentro. Esto implica, desde luego, cambiar la dinámica de nuestras reacciones, no el mero reemplazo de una acción por otra. Tal proceso supone no sólo cambiar nuestra autoimagen, sino también la índole de nuestras motivaciones, y movilizar además todas las partes del cuerpo interesadas en ello. Esos cambios determinan las notables diferencias en la forma en que cada individuo ejecuta acciones similares, por ejemplo, escribir a mano y pronunciar. LOS CUATRO COMPONENTES DE LA ACCIÓN Nuestra autoimagen consiste en los cuatro componentes que intervienen en toda acción: movimien- 19 -

to, sensación, sentimiento y pensamiento. El aporte de cada uno de ellos a una acción particular varía, tal como difieren las personas que la ejecutan, pero en cualquier acción estará presente, en alguna medida, cada uno de los componentes. Par a pensar, por ejemplo -una persona debe estar despierta? Y saber que está despierta y no soñando; o sea, debe sentir y discernir cuál es su posición respecto del campo de gravedad. De ello se deduce que en el pensar intervienen también el movimiento, la sensación y el sentimiento. Sentirse iracundo o feliz, exige a un hombre adoptar cierta postura, en alguna suerte de relación con otra persona y objeto. O sea, también debe moverse, tener sensaciones y pensar. Para tener una sensación —visual, auditiva, táctil— la persona debe interesarse o sorprenderse por algún hecho que le concierne, o tener conciencia de éste. Es decir, debe moverse, experimentar un sentimiento y pensar. Para moverse, debe emplear por lo menos uno de sus sentidos, consciente o inconscientemente, lo que involucra además sentimiento y pensamiento. Cuando alguno de esos componentes de la acción - 20 -

disminuye casi hasta el punto de desaparecer, la vida misma puede correr peligro. Es difícil sobrevivir, aun por períodos breves, sin efectuar movimiento alguno. Un ser privado de todos sus sentidos carece de vida. Es el sentimiento lo que nos impulsa a vivir; sentirnos sofocados nos fuerza a respirar. Sin siquiera un mínimo de pensamiento reflejo, ni un escarabajo subsiste mucho tiempo. LOS CAMBIOS SE TORNAN FIJOS COMO HÁBITOS En realidad, nuestra imagen nunca es estática. Cambia de una acción a otra, pero tales cambios poco a poco se transforman en hábitos; o sea, las acciones asumen un carácter fijo, invariable. En la edad temprana, cuando la imagen va cobrando forma, su ritmo de cambio es activo; rápidamente se adquieren formas de acción nuevas, que tan sólo la víspera superaban la capacidad del niño. El infante empieza a ver, por ejemplo, pocas semanas después del nacimiento; un buen día empieza a ponerse de pie, caminar y hablar. Las experiencias del propio niño y su herencia biológica se combinan - 21 -

lentamente, hasta crear una manera individual de pararse, caminar, hablar, sentir, atender, así como de ejecutar todas las restantes acciones que otorgan sustancia a la vida humana. Pero si bien la vida de una persona, vista desde cierta distancia, parece muy similar a la de cualquier otra, un examen más detenido revela que son por completo distintas. En consecuencia, debemos emplear las palabras y los conceptos de manera tal que se apliquen más o menos flexible o igualmente a todas. CÓMO SE FORMA LA AUTOIMAGEN Nos limitaremos, pues, a examinar en detalle la faceta motriz de la autoimagen. Por estar el instinto, el sentimiento y el pensamiento conectados con el movimiento, el papel que cumplen en la creación de la autoimagen se revela por sí solo cuando consideramos el papel que corresponde en ella al movimiento. La estimulación de ciertas células de la corteza motriz del cerebro activa un músculo particular. Hoy se sabe que la correspondencia entre las células de la corteza y los músculos que activan no es absoluta ni exclusiva. Sin embargo, podemos considerar que - 22 -

existe base experimental suficiente para justificar la suposición de que ciertas células específicas activan músculos específicos por lo menos en sus movimientos básicos y elementales. ACCIÓN INDIVIDUAL Y ACCIÓN SOCIAL nacido es incapaz de ejecutar prácticamente nada de lo que hará como adulto en la sociedad, pero es capaz de hacer casi todo lo que hace el adulto como individuo. Puede respirar, comer, digerir, defecar, y su cuerpo es capaz de organizar todos los procesos biológicos y fisiológicos, con excepción del acto sexual que, en el adulto, puede considerarse como un proceso social, pues se consuma entre dos personas. En el comienzo, la actividad sexual permanece confinada a la esfera individual. Ahora en general se acepta que la sexualidad adulta se desarrolla a partir de la autosexualidad inicial. Este enfoque permite explicar las insuficiencias en ese campo como una falla de desarrollo individual hacia la sexualidad social plena. CONTACTO CON EL MUNDO EXTERNO - 23 -

El contacto del infante con el mundo exterior se establece principalmente por medio de los labios y la boca; por medio de ellos reconoce a su madre. Cuando utiliza las manos para tocar desmañadamente y ayudar en la tarea de la boca y los labios, conoce por el tacto lo que ya conoce con los labios y la boca. A partir de allí progresará gradualmente hacia el descubrimiento de otras partes de su cuerpo y sus relaciones mutuas, de donde resultarán sus primeras nociones de distancia y volumen. El descubrimiento del tiempo empieza por la coordinación de los procesos de respirar y tragar, conectados ambos con los movimientos de los labios, la boca, el maxilar inferior, las ventanas de la nariz y la zona circundante. LA AUTOIMAGEN EN LA CORTEZA MOTRIZ Si marcáramos con color, en la superficie de la corteza motriz del cerebro del infante de un mes, aquellas células que activan los músculos sujetos a su creciente voluntad, obtendríamos una forma semejante a la de su cuerpo, pero que sólo representaría las zonas de acción voluntaria, no la configuración - 24 -

anatómica de las partes del cuerpo. Veríamos, por ejemplo, que los labios y la boca ocupan el sector más extenso de la superficie coloreada. Los músculos que trabajan contra la fuerza de gravedad —los que abren las articulaciones y otorgan al cuerpo la postura erecta— no responden aún al control voluntario; los músculos de la mano, a su vez, sólo ahora empiezan a responder, por momentos, a la voluntad. Obtendríamos una imagen funcional en que el cuerpo humano estaría indicado por cuatro delgados trazos correspondientes a las extremidades, unidos entre sí por otro trazo corto y fino, correspondiente al tronco, y en que los labios y la boca ocuparían la mayor parte de la imagen. CADA FUNCIÓN IMAGEN

NUEVA

MODIFICA

LA

Si coloreásemos las células que activan los músculos sujetos a control voluntario de un niño que ya ha aprendido a caminar y escribir obtendríamos una imagen funcional no poco distinta. Los labios y la boca ocuparían de nuevo la mayor parte del espacio, por haberse agregado a la imagen anterior la función - 25 -

del habla, que involucra la lengua, la boca y los labios. Pero además se notaría otro gran parche de color, correspondiente al sector de células que activan los pulgares. El área cubierta por las células que activan el pulgar derecho sería notablemente más grande que la cubierta por las que activan el izquierdo. El pulgar interviene en casi todos los movimientos de la mano, la escritura en particular. La zona correspondiente al pulgar sería más amplia que la representativa de los restantes dedos. LA IMAGEN MUSCULAR DE LA CORTEZA MOTRIZ ES ÚNICA PARA CADA INDIVIDUO Si volviéramos a trazar esos bocetos cada pocos años, no sólo el resultado sería cada vez distinto; además, variaría característicamente de un individuo a otro. En un hombre que no hubiese aprendido a escribir, las manchas de color representativas de los pulgares seguirían siendo pequeñas, porque las células que podrían haber incluido no fueron utilizadas. El área correspondiente al dedo medio sería más amplia en una persona que hubiese aprendido a tocar un instrumento musical que en otra que no lo hubiera - 26 -

aprendido. Las personas que conocieran varios idiomas, o los cantantes, presentarían áreas más amplias de células que activan los músculos que controlan la respiración, la lengua, la boca, y demás. SÓLO LA IMAGEN MUSCULAR HA SIDO COMPROBADA POR OBSERVACIÓN En el curso de mucha experimentación, los fisiólogos han establecido que, por lo menos en lo que concierne a los movimientos básicos, las células que intervienen en ellos se conectan en la corteza motriz del cerebro de manera tal que configuran una forma parecida a la del cuerpo humano, a la que dieron el nombre de homúnculo. El concepto de «autoimagen» tiene, pues, una base válida, por lo menos en lo que se refiere a los movimientos básicos. No hay prueba experimental similar en relación con la sensación, el sentimiento o el pensamiento. NUESTRA AUTOIMAGEN ES MÁS PEQUEÑA QUE NUESTRA CAPACIDAD POTENCIAL Nuestra autoimagen es por necesidad más peque- 27 -

ña que lo que podría ser, pues sólo la constituye el grupo de células que hemos utilizado efectivamente. Por añadidura, tal vez más importantes que su número material sean los varios patrones y combinaciones de células. Un hombre que ha llegado a dominar varios idiomas utilizará mayor número de células, así como de combinaciones de ellas. En las comunidades minoritarias del mundo entero, la mayoría de los niños conocen por lo menos dos idiomas; su autoimagen está un poco más cerca del máximo potencial que la de las gentes que sólo conocen su lengua materna. Lo mismo puede decirse de la mayor parte de las restantes esferas de actividad. En general, nuestra autoimagen es más limitada y pequeña que nuestro potencial. Existen individuos que saben de 30 a 70 idiomas. Ello indica que la autoimagen media sólo ocupa alrededor del cinco por ciento de su potencial. La observación y el trato sistemático de varios miles de individuos, originarios de la mayor parte de las naciones y las civilizaciones, me han convencido de que la fracción que empleamos de todo nuestro potencial oculto llega aproximadamente a dicha cifra. - 28 -

ALCANZAR OBJETIVOS INMEDIATOS TIENE UN ASPECTO NEGATIVO El aspecto negativo de aprender a alcanzar objetivos reside en que tendemos a poner fin al aprendizaje cuando hemos adquirido conocimientos suficientes para lograr nuestra meta inmediata. Por ejemplo, mejoramos nuestra dicción hasta que podemos hacernos entender. Pero toda persona que desea hablar con la claridad de un actor descubre que debe estudiar dicción durante varios años para aproximarse siquiera a todo lo que podría dar en ese sentido. Por un intrincado proceso de limitar sus aptitudes, el hombre se acostumbra a bastarse con el cinco por ciento de su potencial, sin comprender que su desarrollo se ha atrofiado. Lo complejo de la situación resulta de la independencia —inherente a ambos términos de la relación— entre el crecimiento y el avance del individuo, y la cultura y la economía de la sociedad en que vive. LA EDUCACIÓN ESTÁ SUBORDINADA, EN GRAN MEDIDA, A LAS CIRCUNSTANCIAS - 29 -

Nadie sabe qué propósito persigue la vida, y la educación que cada generación trasmite a la siguiente se limita a perpetuar los hábitos mentales de la primera. Desde el comienzo de la humanidad, la vida ha sido una lucha áspera; la naturaleza no tiene contemplaciones con las criaturas que carecen de conciencia. Es imposible ignorar las grandes dificultades sociales creadas por la existencia de los muchos millones de seres humanos que la tierra alberga desde los últimos siglos. En tales condiciones de tirantez, la educación se mejora sólo en la medida de lo necesario y lo posible para que una generación nueva reemplace a la anterior bajo condiciones más o menos similares. UN DESARROLLO MÍNIMO DEL INDIVIDUO BASTA PARA LAS NECESIDADES DE LA SOCIEDAD La tendencia biológica básica de todo organismo a crecer y prosperar en la mayor medida posible ha sido considerablemente gobernada por revoluciones sociales y económicas, que al mejorar las condiciones de vida de la mayoría permitieron que mayor nú- 30 -

mero de personas alcanzaran cierto mínimo de prosperidad. En esas condiciones, el desarrollo potencial básico cesó en etapa temprana de la adolescencia, porque las exigencias sociales permitieron a los miembros de la generación joven ser aceptados, en escala mínima, como individuos útiles. En rigor, más allá de los primeros años de la adolescencia la capacitación se limita a la adquisición de conocimientos prácticos y profesionales en algún campo, y el perfeccionamiento fundamental continúa por azar y en casos excepcionales. Sólo una persona fuera de lo común persiste en mejorar su autoimagen hasta que se aproxima bastante a la aptitud potencial inherente a cada individuo. El CÍRCULO VICIOSO DEL DESARROLLO INCOMPLETO Y LA SATISFACCIÓN DE REALIZARSE A la luz de lo dicho, resulta evidente que la mayoría de las personas sólo alcanzan a utilizar poco más que una fracción diminuta de su capacidad potencial; la minoría que aventaja a la mayoría no lo hace porque posea un potencial superior, sino porque - 31 -

aprende a utilizar una proporción mayor de su potencial, que bien puede no superar el término medio, habida cuenta, desde luego, de que no hay dos personas que tengan la misma capacidad natural. ¿Cómo se crea un círculo vicioso tal que, a la vez, atrofia las facultades del hombre y sin embargo le permite sentirse razonablemente satisfecho con aquello a lo cual él mismo se ha limitado, o sea, con una escasa proporción de sus aptitudes? La situación es curiosa. LOS PROCESOS FISIOLÓGICOS OBSTACULIZAN EL DESARROLLO

QUE

En los primeros años de su vida, el hombre se parece a cualquier otro ser vivo: pone en acción todas sus distintas facultades y utiliza toda función que se encuentre suficientemente desarrollada. Como todas las células vivas, las de su cuerpo procuran crecer y cumplir sus funciones específicas. Esto se aplica también a las células del sistema nervioso; cada una vive, como célula, su propia vida, mientras participa en la función orgánica para la cual existe. Sin embargo, como parte del organismo total, muchas células - 32 -

permanecen inactivas. Ello puede deberse a dos procesos distintos. En virtud de uno de ellos, el organismo puede estar ocupado en acciones que exigen inhibir ciertas células y activar otras. Si el organismo se consagra más o menos continuamente a esas acciones, cierto número de células permanecerá en estado casi constante de inhibición. En el otro caso, puede que algunas funciones potenciales nunca maduren. Tal vez el organismo no necesite ejercerlas, sea porque no le resultan valiosas como tales, o porque sus propios impulsos lo llevan por un camino distinto. Ambos procesos son comunes. Y la verdad es que las condiciones sociales permiten que un organismo funcione como útil miembro de la sociedad sin que en modo alguno desarrolle sus aptitudes hasta el punto máximo. EL HOMBRE SE JUZGA A SÍ MISMO POR SU VALOR EN LA SOCIEDAD En nuestros días, la tendencia general hacia el mejoramiento social ha conducido directamente a desatender, si no a descuidar por completo, el material humano de que se compone la sociedad. El error - 33 -

no radica en la meta misma —esencialmente es constructiva—, sino en el hecho de que los individuos, con razón o sin ella, tienden a identificar sus autoimágenes con lo que ellos valen para la sociedad. Aunque se haya emancipado de sus educadores y protectores, el hombre no lucha por diferenciarse en modo alguno del esquema que se le imprimió desde el principio. Así, la sociedad llega a constituirse de personas que se parecen cada vez más por sus costumbres, sus conductas y sus objetivos. Aunque las diferencias hereditarias entre unos y otros son obvias, pocos individuos piensan acerca de sí mismos sin remitirse al valor que la sociedad les atribuye. Tal como un hombre que se obstina en hincar una estaca cuadrada en un agujero redondo, el individuo intenta limar sus peculiaridades biológicas desentendiéndose de las necesidades que le son propias. Brega por encajar en el agujero redondo, que en todo instante desea llenar activamente, porque si fracasa en esto, tanto disminuirá él mismo de valor ante sus propios ojos, que perderá toda iniciativa. Estos son puntos que deben tenerse en cuenta cuando se quiere apreciar en toda su amplitud la abrumadora influencia que tiene la actitud del individuo hacia sí mismo en - 34 -

el momento en que, de nuevo, quiere facilitar su propio crecimiento, o sea, permitir que sus cualidades propias se desarrollen y maduren. JUZGAR A UN NIÑO POR SUS ÉXITOS LO DESPOJA DE ESPONTANEIDAD Durante sus primeros años, un niño es valorado, en general, no por sus éxitos sino por lo que él mismo representa. En las familias donde así sucede, el niño evolucionará de acuerdo con sus aptitudes individuales. En aquellas familias donde ante todo se juzga a los niños por sus éxitos, pronto se eclipsará toda espontaneidad. Esos niños se convertirán en adultos sin pasar por la adolescencia. Y tal vez esos adultos sientan, de vez en cuando, una nostalgia inconsciente por la adolescencia que les faltó, un deseo de procurarse esas aptitudes instintivas que ellos contienen y que su voluntad juvenil no tuvo oportunidad de desarrollar. EL MEJORAMIENTO DE SÍ MISMO DEPENDE DE LA PROPIA EVALUACIÓN - 35 -

Es importante comprender que si un hombre desea mejorar su autoimagen, debe en primer término aprender a valorarse como individuo, aun si cree que sus defectos, como miembro de la sociedad, pesan más que sus méritos. Deberíamos aprender de las personas baldadas desde el nacimiento o la niñez cómo puede verse un individuo a sí mismo en el enfrentamiento con insuficiencias palpables. Aquellos que logran mirarse con sentimiento humanitario lo bastante amplio como para tener por sí mismos un respeto firme, son capaces de alcanzar alturas a las que la persona de salud normal nunca llegará. En cambio, quienes se consideran inferiores a raíz de sus insuficiencias y las superan por pura fuerza de voluntad, tienden a transformarse en adultos duros y amargados que se desquitarán contra congéneres que no tienen la culpa; más aún, tal vez no sean capaces de modificar sus propias circunstancias aunque se lo propongan. LA ACCIÓN: ARMA PRINCIPAL PARA PROMOVER EL PROPIO MEJORAMIENTO Reconocer la propia valía es importante al em- 36 -

prender el mejoramiento de sí mismo, pero el logro de todo mejoramiento real exige relegar a un segundo plano el respeto por sí mismo. Si no se alcanza una etapa en que ese respeto deja de ser la principal fuerza motivadora, ningún perfeccionamiento que se alcance bastará para satisfacer al individuo. En rigor, a medida que un hombre crece y se mejora, toda su existencia se centra cada vez más en torno de qué hace; quién lo hace adquiere una importancia cada vez menor. LA DIFICULTAD DE MODIFICAR UN PATRÓN DE ACCIÓN ANTERIOR Aunque la autoimagen sea, en realidad, el resultado de la propia experiencia, el hombre tiende a considerarla como algo que le ha sido otorgado por la naturaleza. El aspecto físico, la voz, la manera de pensar, el ambiente, la relación con el espacio y el tiempo —hemos mencionado al azar— se dan por sentados como realidades nacidas con la propia persona, cuando en rigor todo elemento importante de la relación del individuo con otras personas y con la sociedad en general es el resultado de un extenso - 37 -

ejercicio. Las artes de caminar, hablar, leer y reconocer tres dimensiones en una fotografía son técnicas que el individuo acumula a lo largo de muchos años; cada una de ellas depende de la suerte y del lugar y el tiempo de su nacimiento. La adquisición de un segundo lenguaje no es tan fácil como la del primero, y su pronunciación llevará la marca de la influencia de éste; la forma de estructurarse la oración en el primero se impondrá en el segundo. Toda pauta de acción asimilada a fondo interferirá en las pautas de las acciones siguientes. Se presentan dificultades, por ejemplo, cuando una persona aprende a sentarse de acuerdo con la costumbre de una nación que no es la suya. Como esas pautas tempranas, como la manera de sentarse, no resultan sólo de la herencia, sino también de la ocasión y las circunstancias del nacimiento, las dificultades radican menos en la índole del nuevo hábito que en apartar los hábitos del cuerpo, el sentimiento y la mente de sus patrones establecidos. Esto vale para casi todo cambio de hábito, cualquiera que sea su origen. No nos referimos, desde luego, a la mera sustitución de una actividad por otra, sino a un cambio en la forma en que se ejecuta el acto, en toda su - 38 -

dinámica, por efecto del cual el nuevo método será, en todo sentido, tan bueno como el anterior. DE MUCHAS PARTES DEL CUERPO NO HAY CONCIENCIA Una persona que, echada de espaldas, intenta sentir en forma sistemática todo su cuerpo —o sea, dirigir su atención, por tumo, a cada miembro y parte de su cuerpo— comprueba que ciertos sectores responden con facilidad, en tanto que otros permanecen mudos, o dormidos, más allá del alcance de su conciencia. Es fácil, por ejemplo, sentir las puntas de los dedos o los labios, y mucho más difícil en cambio sentir la nuca, entre las orejas. Desde luego, el grado de la dificultad es variable, pues depende de la forma de la autoimagen. En general, es difícil encontrar a una persona que pueda tener conciencia de todo su cuerpo por igual. Las partes que se definen con mayor facilidad en la conciencia son las que se usan a diario, en tanto que las mudas o dormidas son aquellas que sólo desempeñan un papel indirecto y están poco menos que ausentes de la autoimagen de la persona - 39 -

en el momento en que ésta actúa. Una persona totalmente incapaz de cantar no puede sentir esa función en su autoimagen salvo mediante un esfuerzo intelectual de extrapolación. No tiene conciencia de ninguna conexión vital entre el espacio hueco de su boca y sus oídos o su respiración, como la tiene el cantante. Un hombre que no puede saltar no será consciente de aquellas partes del cuerpo que intervienen en el salto y que, en cambio, están claramente definidas para el hombre capaz de hacerlo. UNA AUTOIMAGEN COMPLETA ESTADO RARO E IDEAL

ES

UN

Una autoimagen completa supondría conciencia cabal de todas las articulaciones de la estructura esquelética, así como de toda la superficie corporal: la espalda, los costados, el espacio comprendido entre las piernas, y demás. Se trata de una condición ideal y, en consecuencia, rara. Todos podemos demostrarnos que todo cuanto hacemos está de acuerdo con los límites de nuestra autoimagen y que ésta no representa más que un estrecho sector de la imagen ideal. - 40 -

También se observa con facilidad que la relación entre las distintas porciones de la autoimagen se modifica de una actividad a otra y de una posición a otra. Esto no es fácil de advertir en las situaciones corrientes, debido a su familiaridad misma, pero basta imaginar el cuerpo listo para ejecutar un movimiento poco familiar para notar que las piernas, por ejemplo, parecen cambiar de longitud y grosor y modificarse en otros aspectos al pasar de un movimiento a otro distinto. LA ESTIMACIÓN DEL TAMAÑO VARÍA DE ACUERDO CON LOS DISTINTOS MIEMBROS Si intentamos, por ejemplo, mostrar el ancho de nuestra boca, con los ojos cerrados, primero mediante el pulgar y el índice de la mano derecha, y después mediante los índices de ambas manos, obtendremos dos valores distintos. No sólo ninguna de las medidas corresponderá al verdadero ancho de la boca: por añadidura, tal vez ambas sean mucho más grandes o más pequeñas. Análogamente, si con los ojos cerrados intentamos mostrar la profundidad de nuestro pecho separando nuestras manos una de otra, primero - 41 -

horizontalmente y después verticalmente, lo más probable es que obtengamos valores bastante diferentes, ninguno de los cuales coincidirá, por gran diferencia, con la realidad. Cierre el lector los ojos y tienda los brazos al frente, separados por una distancia más o menos igual al ancho de los hombros. A continuación imagine el punto donde el rayo de luz que va del dedo índice de la mano derecha al ojo izquierdo se cruza con el rayo de luz que va del dedo índice de la mano izquierda al ojo derecho. Trate después de marcar ese punto de intersección con el pulgar y el dedo índice de la mano derecha. Cuando abra los ojos para mirar, es improbable que el lugar elegido le parezca correcto. Pocas personas poseen una autoimagen lo bastante completa como para ser capaces de identificar en esa forma el lugar correcto. Más aún, si se repite el experimento utilizando el pulgar y el dedo índice de la mano izquierda, lo más probable es que se marque un sitio distinto para el mismo punto. LA APROXIMACIÓN MEDIA ESTÁ LEJOS DE SER LA MEJOR QUE PUEDE LOGRARSE - 42 -

Es fácil demostrar, mediante movimientos con los que no estamos familiarizados, que nuestra autoimagen está lejos en general de ser tan completa y exacta como suponemos. Nuestra imagen se forma por medio de acciones que nos son familiares y en que la aproximación a la realidad se mejora haciendo entrar en juego varios de los sentidos, que tienden a corregirse entre sí. Así, nuestra imagen es más precisa en la región situada frente a nuestros ojos que en la situada detrás de nosotros o sobre nuestras cabezas, y también lo es en posiciones que nos son conocidas, como la de estar sentados o de pie. Si la diferencia entre las posiciones o valores imaginarios —estimados una vez con los ojos cerrados y otra con los ojos abiertos— no supera el 20 o el 30 %, puede considerarse que la exactitud es mediana, si bien no satisfactoria. LOS INDIVIDUOS ACTÚAN DE ACUERDO CON SU IMAGEN SUBJETIVA La diferencia entre imagen y realidad puede ser de hasta el 300 %, y más aún. Si a una persona que - 43 -

por lo general mantiene su pecho en la posición correspondiente a una exagerada expulsión de aire por los pulmones, de modo que el pecho está a la vez más hundido que lo que debería y demasiado hundido para servirle con eficacia, se le pide que indique, con los ojos cerrados, la profundidad de su pecho, es probable que le atribuya una profundidad varias veces mayor que la real. O sea, que a ella la estrechez excesiva le parece correcta, y todo aumento de profundidad, un esfuerzo exagerado por expandir los pulmones. La expansión normal de éstos le resulta similar a lo que otra persona consideraría como una expansión forzada. La forma en que un hombre mantiene los hombros, la cabeza y el estómago, su voz y su expresión, su estabilidad y su manera de presentarse, se basan por igual en su autoimagen. Pero esa imagen puede ser disminuida o ampliada para que se ajuste a la máscara con arreglo a la cual ese hombre quiere ser juzgado por sus congéneres. Sólo él mismo puede saber qué parte de su apariencia exterior es ficticia y cuál genuina. Sin embargo, no cualquiera es capaz de identificarse con facilidad; la experiencia de otros puede ayudar considerablemente a ello. - 44 -

LA CORRECCIÓN SISTEMÁTICA DE LA IMAGEN ES MÁS ÚTIL QUE LA CORRECCIÓN DE ACCIONES AISLADAS De lo dicho sobre la autoimagen resulta que la corrección sistemática de la imagen constituye un método más rápido y eficaz que la corrección de las acciones y los errores aislados que presenta la conducta y cuyo número aumenta cuanto más pequeños son. Establecer una imagen inicial más o menos completa, aunque aproximada, posibilitará mejorar la dinámica general, en vez de enfrentar fragmentariamente las acciones aisladas. Este último mejoramiento es similar a corregir la ejecución de una música con un instrumento desafinado. Mejorar la dinámica general de la imagen equivale a afinar el piano mismo, pues resulta mucho más fácil tocar correctamente con un instrumento afinado que con uno que no lo está.

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NIVELES DE DESARROLLO PRIMERA ETAPA: LA ACTITUD NATURAL En toda actividad humana pueden distinguirse tres etapas sucesivas de desarrollo. Los niños hablan, caminan, pelean, bañan y después descansan. También el hombre prehistórico hablaba, caminaba, corría, peleaba, bailaba y descansaba. Al principio esas actividades se ejecutaban «naturalmente», es decir, en la misma forma en que los animales hacen lo que necesitan para vivir. Aunque tales acciones se presentan en nosotros naturalmente, no son en modo alguno simples. Incluso la más simple de las actividades humanas es tan misteriosa como el retomo de la paloma al palomar desde largas distancias o la construcción de la colmena por las abejas. LAS ACTIVIDADES NATURALES CONSTITUYEN UNA HERENCIA COMÚN Todas esas actividades naturales son similares en las personas, como lo son entre las palomas y las - 46 -

abejas. En todas partes del mundo existen tribus que en forma natural han aprendido a hablar, así como a correr, saltar, combatir, usar ropas, nadar, danzar, sembrar, tejer lana, curtir cueros, hacer cestos, y demás, e incluso lo han hecho así familias aisladas residentes en islas. En algunos sitios estas actividades se han desarrollado y ramificado; en otros, siguen iguales a como eran en los primeros tiempos. LA SEGUNDA ETAPA ES INDIVIDUAL En las épocas y lugares donde ha tenido lugar una evolución siempre encontramos una etapa especial, individual. Esto significa que ciertas personas establecieron su forma propia y especial de ejecutar las actividades naturales. Una puede haber dado con su manera particular de expresarse, otra con una forma singular de correr, de tejer o confeccionar cestos, en suma, con un estilo individual, que difiere de la manera natural, de ejecutar esta o aquella actividad. Cuando este método personal demostró poseer ventajas decisivas fue adoptado por otros. Así, los australianos adquirieron el arte de arrojar el bumerán, - 47 -

los suizos aprendieron a cantar pasando de la voz natural a la de falsete y viceversa, los japoneses a servirse del judo y los isleños de los Mares del Sur a nadar braceando en crol. Esta es la segunda etapa. TERCERA ETAPA: MÉTODO Y PROFESIÓN Cuando cierto proceso es susceptible de ejecutarse en varias formas, alguien puede advertir la importancia del proceso mismo, prescindiendo de la forma en que lo ejecute este o aquel individuo. Discernirá algo en común entre las actividades individuales y definirá el proceso como tal. En esta etapa, que es la tercera, el proceso se consuma de acuerdo con un método específico que resulta del conocimiento y deja de ser natural. Si estudiamos la historia de los diversos oficios que se practican en el mundo civilizado encontramos esas tres etapas casi sin excepción. En los albores de la humanidad el hombre creó naturalmente dibujos hermosos. Leonardo da Vinci aplicó principios elementales de perspectiva, pero sólo en el siglo XIX éstos fueron plenamente definidos (por Monge) y desde entonces se los enseña en todas las escuelas de - 48 -

arte. EL MÉTODO APRENDIDO DESALOJA LAS PRÁCTICAS NATURALES Según puede observarse, las prácticas naturales han cedido gradualmente su lugar a métodos adquiridos, «profesionales»; la sociedad en general niega al individuo el derecho a emplear el método natural y, antes de permitirle trabajar, lo obliga a aprender la manera aceptada de hacerlo. El nacimiento de un niño, por ejemplo, fue en otro tiempo un proceso natural y las mujeres sabían, llegado el caso, cómo ayudarse unas a otras. Pero cuando la partería se convirtió en método aceptado y la partera contó con un diploma, la mujer común dejó de estar autorizada o capacitada para ayudar a otra durante un parto. Hoy en día asistimos a un continuo proceso de desarrollo de sistemas construidos conscientemente, que reemplazan a los métodos individuales e intuitivos, y vemos que las acciones ejecutadas antes en forma natural se convierten en profesiones reservadas para especialistas. Hace tan sólo 100 años era - 49 -

posible tratar a los enfermos con métodos naturales. Hoy en día el atender una casa se transforma en profesión, y amueblarla está a cargo del decorador de interiores. Lo mismo ocurre con muchos otros campos de actividad, donde se incluyen las matemáticas, el canto, el teatro, la guerra, la planificación, y otras esferas similares; empezaron como actividades naturales y llegaron a convertirse, por efecto de perfeccionamientos individuales, en sistemas y profesiones. CUANTO MÁS SIMPLE ES UNA ACCIÓN MÁS TARDA EN PERFECCIONARSE La observación y el estudio revelan que cuanto más simple y común es una acción natural, más tiempo necesita para alcanzar la tercera etapa, la sistemática. Hace miles de años que se desarrollaron métodos aceptados para el tejido de alfombras, la geometría, la filosofía y las matemáticas. Caminar, estar de pie y otras actividades básicas llegan sólo hoy a la tercera etapa. En el curso de su vida, toda persona pasa por las tres etapas en algunas de sus actividades; en muchas - 50 -

otras no va más allá de la primera o de la segunda. Todo hombre nace en un tiempo determinado y crece en una sociedad donde se encuentra con distintas actividades en varias etapas de desarrollo: algunas en la primera, otras en la segunda y otras en la tercera. ES DIFÍCIL DEFINIR LAS ETAPAS Todo hombre se adapta a su época. En el caso de ciertas acciones, la manera natural de realizarlas constituye el límite de cuanto es capaz de hacer, y también de lo que su sociedad es capaz de hacer: en el caso de otras se espera de él que llegue a la segunda etapa, y en el de muchas otras a la tercera. Esa adaptación presenta dificultades obvias que se deben a lo vago del proceso. En muchas situaciones resulta difícil determinar si el individuo debe atenerse a lo natural, o empezar por el principio y estudiar las etapas metódicas. Así, muchas personas incapaces de cantar o bailar lo justifican diciendo que nunca lo aprendieron. Pero también existen muchos que cantan y danzan naturalmente, y están seguros de que los cantantes y bailarines formados como tales no saben más que lo - 51 -

que saben ellos, a menos que posean mejores dotes naturales. Hay muchas personas que no saben tocar el tambor, saltar en alto o en largo, tocar una flauta, dibujar, resolver crucigramas o ejecutar muchas otras actividades que en tiempos pasados sólo se aprendían de manera natural; hoy ni siquiera se atreven a aprender por sí solas esas artes debido a que existen para ello métodos aceptados. Tan grande es a juicio de esas personas el poder del sistema, que incluso borran de su autoimagen lo poco que aprendieron de niños acerca de esas actividades, por encontrarse empeñadas en otras que aprendieron sistemática y conscientemente. Si bien tales personas son muy útiles para la sociedad, carecen de espontaneidad y, en las esferas ajenas a lo profesional, sus vidas tropiezan con dificultades. Volvemos, pues, a la necesidad de examinar y perfeccionar nuestra autoimagen, para poder vivir de acuerdo con nuestra constitución y nuestras condiciones naturales, no de acuerdo con una autoimagen que fue establecida por el azar, sin mayor conocimiento nuestro. PROBLEMAS QUE PUEDEN PRESENTARSE - 52 -

CON LA TERCERA ETAPA La etapa sistemática de acción no consiste en puras ventajas. Su principal inconveniente reside en que muchas personas ni siquiera tratan de hacer cosas especializadas y como consecuencia nunca intentan siquiera pasar por las dos primeras etapas, que están dentro de la capacidad de cualquiera. Sin embargo, la etapa sistemática es de gran importancia. Nos permite hallar formas de conducta y acción que concuerdan con nuestras necesidades personales e interiores y que no podríamos encontrar naturalmente debido a que las circunstancias e influencias externas nos han llevado por otras direcciones donde es imposible progresar de forma continuada. El estudio sistemático y la conciencia deben proporcionar a cada hombre los medios necesarios para indagar en todos los campos de acción, con el fin de encontrar para sí mismo un sitio donde pueda obrar y respirar libremente.

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DÓNDE EMPEZAR Y CÓMO MÉTODOS DE CORRECCIÓN HUMANA El problema de corregirse a sí mismo —sea con ayuda de otros o mediante el propio esfuerzo— ha preocupado al hombre a lo largo de toda su historia. Muchos sistemas se idearon para ese fin: las diversas religiones han procurado describir formas de conducta orientadas hacia el mejoramiento del hombre. Distintos métodos de análisis se proponen liberar su comportamiento de compulsiones hondamente arraigadas. Los sistemas «esotéricos» —es decir, «internos»— practicados en Tibet, la India y Japón, y aplicados en todos los tiempos de la historia humana, influyeron también sobre el judaismo. Los cabalistas, los tzadikim y los practicantes del «Mussar» (moralistas), menos conocidos que aquéllos, fueron más influidos por el budismo Zen y el Raja Yoga que lo que parece a primera vista. Hoy es común también toda una serie de métodos de sugestión e hipnosis (se los aplique a una sola o a muchas personas). En distintos lugares del mundo se - 54 -

emplean por lo menos cincuenta de tales métodos, considerado cada uno de ellos, por sus adeptos, como el método. ESTADOS DE LA EXISTENCIA HUMANA Es habitual distinguir, en la existencia, entre dos estados: la vigilia y el sueño. Definiremos un tercer estado: el conocimiento En éste, el individuo sabe con exactitud qué hace mientras se encuentra despierto, tal como a veces sabemos, al despertar, qué soñamos mientras dormíamos. Por ejemplo, un hombre de 40 años puede adquirir conocimiento de que una de sus piernas es más corta que la otra sólo después de haber sufrido dolor de espalda, de que se le hayan sacado radiografías y de que un médico le haya diagnosticado su problema. Esto se debe a que, en general, el estado de vigilia se parece más al de sueño que al de conocimiento. Siempre se ha considerado que el sueño es un estado conveniente para inducir mejoramientos en un hombre. Coué utilizaba el momento en que un individuo se duerme para provocar la autogestión, y el sueño mismo para lograr la sugestión. En la hipnosis, - 55 -

el sujeto es sometido a un estado de sueño parcial o profundo que permite sugestionarlo con más facilidad. Algunos métodos modernos recurren al sueño para enseñar matemáticas o idiomas, así como para sugestionar. El estado de vigilia parece apropiado para aprender procesos que suponen repetición y explicación, pero no sugestión. Es difícil modificar los hábitos adquiridos en estado de vigilia; por otro lado, presentan pocas dificultades cuando se trata de comprender material nuevo. COMPONENTES DEL ESTADO DE VIGILIA Cuatro componentes constituyen el estado de vigilia: sensación, sentimiento, pensamiento y movimiento. Cada uno sirve como base para toda una serie de métodos de corrección. En la sensación incluimos, además de los cinco sentidos conocidos, el sentido cenestésico, que comprende el dolor, la orientación en el espacio, el paso del tiempo y el ritmo. El sentimiento comprende —aparte de las conocidas emociones de alegría, tristeza, ira y demás— - 56 -

respeto de sí mismo, sentimiento de inferioridad, supersensibilidad y otras emociones conscientes e inconscientes que tiñen nuestras vidas. El pensamiento abarca todas las funciones del intelecto, tales como la de oponer derecho e izquierdo, bueno y malo, acertado y errado, y las de entender, saber que uno entiende, clasificar cosas, reconocer reglas, imaginar, saber qué es lo que se siente, recordar todo lo anterior, y demás. El movimiento incluye todos los cambios temporales y espaciales del estado y las configuraciones del cuerpo y sus partes, tales como los que se producen al respirar, comer, hablar, circular la sangre y digerir. HABLAR SOBRE COMPONENTES POR SEPARADO SUPONE UNA ABSTRACCIÓN Excluir cualquiera de los cuatro componentes sólo se justifica al hablar de ellos. En la realidad, en el estado de vigilia no hay un solo instante en que el hombre no emplee al mismo tiempo todas sus facultades. Es imposible, por ejemplo, recordar un hecho, una persona o un paisaje sin emplear por lo menos uno de los sentidos —la vista, el oído o el tacto— - 57 -

para recobrar el recuerdo junto con la autoimagen de aquel momento, tal como la posición, al edad, el aspecto, la acción o los sentimientos agradables o desagradables. De esa interacción resulta que prestar atención cuidadosa a cualquiera de los componentes influirá sobre los otros y, por lo tanto, sobre toda la persona. En realidad, no hay manera práctica de corregir a un individuo que no involucre un mejoramiento gradual dirigido, alternativamente, al todo y a las partes. LAS DIFERENCIAS ENTRE LOS SISTEMAS PARECEN MAYORES EN LA TEORÍA QUE EN LA PRÁCTICA Las verdaderas diferencias entre los diversos sistemas de corrección no radican tanto en lo que hacen como en lo que dicen. Explícita o implícitamente, en su mayor parte se basan sobre el supuesto de que el hombre tiene propensiones innatas que pueden modificarse, es decir, suprimirse, controlarse o inhibirse. Todos los sistemas que atribuyen al hombre un carácter fijo consideran cada una de sus cualidades, facultades y dones como un ladrillo en un edificio; - 58 -

en algunos edificios, este o aquel ladrillo puede faltar o ser defectuoso. Estos sistemas exigen años de esfuerzo a la persona que quiere mejorarse a sí misma. Algunos de ellos incluso le requieren consagrar toda su vida a esa tarea. MEJORAMIENTO DIFERENCIA DE PROPIEDADES

DE PROCESOS, MEJORAMIENTO

A DE

Ese enfoque estático convierte la corrección en un camino largo y complejo. Creo que se basa en supuestos erróneos, pues resulta imposible reparar los ladrillos defectuosos de una estructura humana o agregarle los que faltan. La vida humana es un proceso continuo y lo que debe mejorarse es la calidad del proceso, no sus propiedades o su tendencia. Muchos son los factores que influyen sobre ese proceso y es preciso combinarlos para que éste sea fluido y pueda ajustarse por sí solo. Cuando más claramente se entiendan los fundamentos del proceso, mejores serán los resultados. - 59 -

UTILIZAR LOS DEFECTOS PARA MEJORAR Así como en cualquier proceso complejo las desviaciones respecto de lo normal se utilizan como ayudas para corregirlo, en el mejoramiento del ser humano no se deben suprimir, pasar por alto o superar por la fuerza los defectos y desviaciones, sino que se los debe emplear para dirigir la corrección. CORREGIR LOS MOVIMIENTOS CONSTITUYE EL MEJOR MODO DE MEJORARSE A SÍ MISMO Se ha señalado que cualquiera de los cuatro componentes del estado de vigilia influye inexorablemente sobre los restantes. La elección del movimiento — uno de dichos componentes— como principal medio de mejoramiento se basa en las siguientes razones:

1. La principal ocupación del sistema nervioso es el movimiento El movimiento constituye la principal ocupación del sistema nervioso porque no podemos ejercitar los - 60 -

sentidos, el sentimiento ni el pensamiento en ausencia de una serie de acciones polifacéticas y sutiles que el cerebro ejecuta para sostener el cuerpo contra la fuerza de gravedad; necesitamos saber al mismo tiempo dónde estamos y en qué posición. Para conocer nuestra posición del campo de gravedad, en relación con otros cuerpos, o para modificarla, debemos recurrir a nuestros sentidos y a nuestras facultades del sentimiento y el pensamiento. Hacer intervenir activamente todo el sistema nervioso en el estado de vigilia constituye parte de todos los métodos de mejoramiento de sí mismo, incluso de aquellos que afirman ocuparse en sólo uno de los cuatro componentes de la vigilia.

2. La cualidad del movimiento es más fácil de distinguir Tenemos un conocimiento más claro y seguro de la organización que tiene el cuerpo contra la tracción de la gravedad que sobre la ira, el amor, la envidia e incluso el pensamiento. Es relativamente más fácil aprender a reconocer la cualidad del movimiento que la cualidad de los otros factores. - 61 -

3. Tenemos una experiencia más rica del movimiento Todos tenemos más experiencia del movimiento que del sentimiento y el pensamiento, y mayor capacidad para aquél. Muchas personas no diferencian entre sobreexcitabilidad y sensibilidad y consideran como una debilidad una sensibilidad altamente desarrollada. Suprimen todo sentimiento perturbador y evitan las situaciones que pueden provocarlo. Muchas personas restringen o dislocan en forma similar el pensamiento. Se considera que pensar libremente significa desafiar las normas de conducta aceptadas, no sólo en lo religioso sino también en cuestiones conectadas con las relaciones sociales, la economía, la moral, el sexo, el arte, la política y hasta la ciencia.

4. La capacidad para moverse influye mucho sobre la propia valoración Es probable que para la autoimagen de una persona su contextura física y su capacidad para moverse sean más importantes que cualquier otro factor. - 62 -

Nos basta observar a un niño que ha encontrado una imperfección en su boca o algún otro rasgo de su aspecto físico que parece tornarlo distinto de los demás, para convencemos de que ese descubrimiento afectará en forma considerable su conducta. Por ejemplo, si su columna vertebral no se ha desarrollado bien, le resultará difícil efectuar movimientos que exigen un agudo sentido del equilibrio. Tropezará fácilmente y necesitará ejercer en forma constante un esfuerzo consciente para hacer lo que otros niños hacen con toda naturalidad. Se ha desarrollado en forma distinta de los otros; comprueba que necesita pensar y prepararse de antemano; no puede confiar en sus propias reacciones espontáneas. Así, sus dificultades de movimiento socavan y deforman su respeto por sí mismo y le imponen una conducta que interfiere en su desarrollo según sus inclinaciones naturales.

5. Toda actividad muscular es movimiento Toda acción se origina en la actividad muscular. Ver, hablar e incluso oír exigen acción muscular. (Cuando oímos, el músculo regula la tensión del tím- 63 -

pano de acuerdo con la intensidad del sonido.) El cualquier movimiento no sólo tienen importancia la coordinación mecánica y la exactitud temporal y espacial; también es importante la fuerza. Por efecto de la relajación permanente de los músculos la acción se torna lenta y débil; por efecto de su tensión excesiva y permanente, se torna brusca y angular. Ambas situaciones ponen de manifiesto estados mentales y se relacionan con el motivo de las acciones. En los alienados, las personas nerviosas y las de autoimagen inestable, es posible discernir en el tono muscular alteraciones que concuerden con el trastorno psíquico. En cambio, otros atributos de la acción, como el ritmo y el ajuste en tiempo y espacio, pueden ser más satisfactorios. Incluso un observador que carece de preparación especial y no sabe con exactitud qué es lo que le parece mal puede advertir trastornos en la regulación de la intensidad del movimiento y en la expresión facial de una persona que ve por la calle.

6. Los movimientos reflejan el estado del sistema nervioso - 64 -

Los músculos se contraen por efecto de una interminable serie de impulsos que provienen del sistema nervioso. Tal es la causa por la cual el patrón muscular de la posición vertical, la expresión facial y la voz reflejan el estado del sistema nervioso. Como es obvio, ni la posición, ni la expresión ni la voz pueden modificarse sin que en el sistema nervioso se opere un cambio que desencadene los cambios exteriores y visibles. En consecuencia, cuando hablamos del movimiento muscular nos referimos, en rigor, a aquellos impulsos del sistema nervioso que activan los músculos, que no pueden funcionar sin impulsos que los dirijan. Aunque el músculo cardíaco del embrión empieza a contraerse antes aún de que se hayan desarrollado los nervios que han de controlarlo, no funciona en la forma que nos es común a todos hasta que su propio sistema nervioso puede regular esa actividad. De esto podemos extraer una conclusión que a primera vista resulta paradójica: el mejoramiento de la acción y el movimiento sólo puede presentarse después de haberse producido un cambio previo en el cerebro y el sistema nervioso. O sea que un perfeccionamiento de la acción corporal refleja un cambio - 65 -

en el control central, que es la única autoridad. El cambio en el control central es el que sobreviene en el sistema nervioso. En cuanto tales, esos cambios son invisibles para el ojo humano; en consecuencia, algunos consideran que su expresión exterior es puramente mental, en tanto que, a juicio de otros, es puramente física.

7. El movimiento constituye la base del conocimiento La mayor parte de lo que sucede dentro de nosotros permanece apagado y oculto hasta que llega a los músculos. Sabemos lo que sucede en nuestro interior no bien los músculos de nuestro rostro, corazón o aparato respiratorio se organizan de acuerdo con ciertos patrones, que nosotros conocemos como miedo, ansiedad, risa o algún otro sentimiento. Si bien sólo se necesita muy corto tiempo para organizar la expresión muscular de la respuesta interna, o sentimiento, todos sabemos que es posible controlar la propia risa antes de que otros la adviertan. En cambio, no podemos impedirnos expresar visiblemente el miedo y otros sentimientos. - 66 -

No nos damos cuenta de lo que sucede en nuestro sistema nervioso central hasta que cobramos conciencia de cambios operados en nuestra postura, estabilidad y actitud, pues tales cambios se advierten más fácilmente que los que se producen en los músculos mismos. Somos capaces de impedir una expresión muscular completa gracias a que los procesos de aquella parte del cerebro que atiende las funciones peculiares del hombre son mucho más lentos que los procesos de las porciones cerebrales encargadas de atender lo que es común al hombre y al animal. La lentitud misma de esos procesos nos permite juzgar y decidir si actuaremos o no. El sistema entero se ordena por sí solo, de modo que los músculos se preparan tanto para ejecutar la acción como para impedirla. No bien adquirimos conocimiento de los medios que se aplican a organizar una expresión, podemos, a veces, discernir qué estímulo la desencadena. En otras palabras, reconocemos el estímulo de una acción, o la causa de una respuesta, cuando nos tornamos suficientemente conscientes de los músculos que intervienen en ella. A veces podemos tener conciencia de que algo ocurre en nuestro interior, sin ser - 67 -

capaces de definirlo con exactitud. En este caso, está surgiendo una nueva pauta de organización, que aún no sabemos cómo interpretar. Después de que se haya presentado varias veces se tornará familiar; entonces reconoceremos su causa y advertiremos incluso los primeros signos del proceso. En algunos casos la experiencia deberá repetirse muchas veces antes de que la reconozcamos. En definitiva, de la mayor parte de lo que sucede en nuestro interior nos damos cuenta principalmente por intermedio de los músculos. Una parte menor de esa información nos llega por intermedio de la envoltura, es decir, la piel del cuerpo entero, las membranas que revisten el tracto digestivo y las membranas que encierran y revisten los órganos de la respiración, así como las superficies internas de la boca, la nariz y el ano.

8. Respiración es movimiento Nuestra respiración refleja todo esfuerzo emocional o físico, así como cualquier trastorno. También es sensible a los procesos vegetativos. Las alteraciones de la glándula tiroides, por ejemplo, causan una respiración de tipo especial que ayuda a diagnos- 68 -

ticar la enfermedad. Todo estímulo fuerte y repentino detiene la respiración. Cualquier persona sabe, por experiencia propia, cuán estrecha relación existe entre la respiración y los cambios emocionales fuertes o su inminencia prevista. A lo largo de toda la historia humana encontramos sistemas y normas encaminados a inducir un efecto calmante mediante el perfeccionamiento de la respiración. El esqueleto humano se halla construido de tal modo que resulta poco menos que imposible organizar la respiración de manera adecuada sin dar al mismo tiempo al esqueleto una posición satisfactoria en relación con la gravedad. Sólo se logra reorganizar la respiración en la medida en que se logra, para aquel fin, perfeccionar la organización de los músculos esqueléticos para mejorar la postura y el movimiento.

9. Los goznes del hábito Queda por fin una razón —la más importante de todas— por la cual debemos elegir la esfera de la acción para iniciar el ataque hacia el mejoramiento del hombre. Toda conducta, como señalamos antes, - 69 -

constituye un complejo de músculos, sensación, sentimiento y pensamiento que se movilizan. En teoría, se podría utilizar cada uno de esos componentes en lugar de alguno o algunos otros, pero tan importante es el papel que cumplen los músculos en cualquiera de esas alternativas que, si se los omitiera de las pautas de la corteza motriz, el resto de los componentes de esas pautas se desintegraría. La corteza motriz del cerebro, donde se establecen las pautas o patrones que activan los músculos, se encuentra sólo a pocos milímetros por encima de la capa cerebral donde se operan los procesos de asociación. Todos los sentimientos y sensaciones que un hombre ha experimentado se vincularon, en algún momento, con los procesos de asociación mental. El sistema nervioso posee una característica básica: no podemos ejecutar una acción y, al mismo tiempo, la acción contraria. En cualquier momento dado, el sistema entero consuma una suerte de integración general que el cuerpo expresará en ese momento. La postura, la sensación, el sentimiento y el pensamiento, así como los procesos bioquímicos y hormonales, se combinan de modo tal que forman un todo que no puede dividirse en sus distintas partes. - 70 -

Por complejo e intrincado que sea, ese todo constituye el conjunto del sistema tal como se integra en ese momento dado. Dentro de una y otra integración, sólo adquirimos conciencia de los factores donde entran en juego los músculos y la envoltura de piel y membranas. Ya hemos visto que, en la conciencia, los músculos desempeñan el papel principal. No puede operarse un cambio en el sistema muscular sin un previo cambio correspondiente en la corteza motriz. Si lográramos, de alguna manera, provocar una modificación de la corteza motriz y, por medio de tal cambio, una alteración de la coordinación de las pautas o de las pautas mismas, se desintegraría la base sobre la cual se sustenta la conciencia en cada una de las integraciones elementales. Debido a la estrecha proximidad existente entre la corteza motriz y las estructuras cerebrales relacionadas con el pensamiento y el sentimiento, así como a la tendencia de los procesos de un sector del tejido cerebral a propagarse hacia los tejidos vecinos, un cambio radical en la corteza motriz no puede sino tener efectos paralelos sobre el pensamiento y el sentimiento. - 71 -

Un cambio fundamental que se opere en la base motriz, dentro de cualquier patrón de integración, puede fracturar la cohesión del conjunto y, en consecuencia, liberar al pensamiento y el sentimiento de las ataduras que los sujetan a los patrones de sus rutinas establecidas. En esa situación es mucho más fácil efectuar cambios en el pensamiento y el sentimiento, puesto que la parte correspondiente a los músculos, por intermedio de la cual el pensamiento y el sentimiento llegan hasta nuestra conciencia, ha cambiado y ya no expresa más las pautas que nos eran familiares. El hábito ha perdido su principal sostén, que son los músculos, y se ha tomado más dócil al cambio.

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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN LA ABSTRACCIÓN ES EXCLUSIVAMENTE HUMANA Hemos dicho que todo el proceso de la vida puede descomponerse en cuatro componentes: movimiento, sensación, sentimiento y pensamiento. Este último difiere en muchos aspectos del movimiento. Tal vez podamos aceptar la idea de que, bajo la forma en que se encuentra en el hombre, el pensamiento es propio de éste. Si bien cabe admitir que en los animales superiores se pueden observar algunas chispas de algo similar al pensamiento, no hay duda de que la abstracción es territorio exclusivo del hombre; la teoría de la armonía en música, la geometría del espacio, las teorías de los conjuntos y de las probabilidades, son inconcebibles fuera de la mente humana. El cerebro y el sistema nervioso humanos poseen además, en cierta parte de su estructura, una peculiaridad que la diferencia por completo de la estructura de otras partes del cerebro, parecidas en general a las que poseen otras criaturas vivas. Aquí - 73 -

no hay espacio para un análisis detallado de las diferencias anatómicas y fisiológicas; deberá bastar, pues, una descripción general de la estructura. LA PARTE ESTRICTAMENTE INDIVIDUAL DEL CEREBRO El cerebro necesita, para subsistir, cierto ambiente químico y cierta temperatura. Y todo organismo vivo contiene un grupo de estructuras que dirigen y regulan la química y la temperatura del conjunto de modo tal que éste pueda sobrevivir. Ese grupo de estructuras constituyen el sistema rínico; atiende los requerimientos internos individuales de cada organismo vivo. Si esas estructuras son defectuosas, el organismo queda lisiado o deja de ser viable. Son simétricas y hereditarias en todos los detalles de su disposición y funcionamiento. IMPULSOS INTERNOS PERIÓDICOS Un segundo grupo de estructuras cerebrales atiende todo lo que concierne a la expresión exterior de las necesidades internas vitales. La necesidad de - 74 -

sustentar el cuerpo y el sistema rínico crean impulsos internos que se expresan hacia el ambiente. Esto es cumplido por el sistema límbico, grupo de estructuras que tiene a su cargo todo cuanto concierne a los movimientos del individuo en el campo de gravedad y a la satisfacción de todos los impulsos internos, como el hambre y la sed y la eliminación de los productos residuales. En resumen, atiende todas las necesidades internas, que se intensifican cuando no son satisfechas, y disminuyen o desaparecen cuando lo son, hasta que la necesidad aumenta y el ciclo empieza de nuevo. Todas las maravillas que habitualmente adjudicamos al instinto, como la construcción de nidos por las aves, la confección de su tela por la araña y la capacidad de la abeja y la paloma para encontrar a gran distancia el camino de vuelta, se originan en dichas estructuras. LOS ALBORES APRENDER

DE

LA

CAPACIDAD

DE

Ya en actividades de este tipo pueden advertirse las propiedades específicas del sistema nervioso - 75 -

humano. La estructura, la organización y las acciones son principalmente hereditarias, a diferencia de lo que sucede con el sistema rínico, descrito antes, que es por completo hereditario y no cambia de un individuo a otro, salvo en los casos de cambios fundamentales por evolución. Los instintos no son tan estacionarios y definidos como a menudo pensamos: varían v presentan pequeñas diferencias entre un individuo y otro. En ciertos casos el instinto es débil y su acción necesita ser provocada por cierta cantidad de experiencia individual; es el ejemplo del niño recién nacido que no chupa hasta que sus labios son estimulados por el pezón. En otros casos el instinto permite un considerable grado de adaptación a las circunstancias, y allí se encuentra el primer indicio de aptitud para cambiar de acuerdo con las exigencias del ambiente; en síntesis, el nacimiento o albor de la capacidad de aprender. Así, los pájaros, cuando se los traslada a un ámbito extraño, se acostumbran a construir nidos con materiales que no conocían. Pero la adaptación es difícil y no todos los individuos tienen el mismo éxito. La adaptación de los instintos a las exigencias de un ambiente nuevo puede llegar hasta el punto de - 76 -

acercarse a lo que solemos llamar entendimiento y aprendizaje. LA DIFERENCIACIÓN FINA PRERROGATIVA HUMANA

ES

UNA

Un tercer grupo de estructuras cerebrales se ocupa en las actividades que diferencian al hombre de los animales. Se trata del sistema supralímbico, mucho más desarrollado en el hombre que en cualquiera de los animales superiores. De este sistema depende la delicada diferenciación de los músculos de la mano, lo que multiplica el número posible de pautas, ritmos y matices de cada operación. Ese sistema hace de la mano humana un instrumento capaz de ejecutar música, dibujar, escribir y realizar muchas otras actividades. El sistema supralímbico imparte igual sensibilidad a los músculos de la boca, la garganta y el aparato respiratorio. Análogamente, el poder de diferenciación multiplica en este caso el número de patrones sonoros que es posible producir, de lo cual resulta la creación de centenares de lenguajes y gran variedad de maneras de cantar y de silbar. - 77 -

EXPERIENCIA HERENCIA

INDIVIDUAL

CONTRA

La estructura y los tejidos de este sector del sistema nervioso son hereditarios, pero su función depende en gran medida de la experiencia individual. No hay dos escrituras iguales. La letra de un individuo depende del lenguaje que aprendió a escribir en primer término, el tipo de escritura que se le enseñó, la pluma o instrumento que haya utilizado, la posición asumida al escribir, y así sucesivamente; es decir, dependerá de todo cuanto haya afectado la formación de pautas o códigos en la corteza motriz durante el aprendizaje. La pronunciación correcta de la lengua madre por un individuo determina en gran medida el desarrollo de los músculos de su lengua, así como el de su boca, su voz y su paladar. El primer lenguaje de un hombre influye sobre la potencia relativa de los músculos de su boca y sobre la estructura de la cavidad bucal hasta tal punto, que en cualquier lenguaje que hable con posterioridad será posible reconocer, debido a las dificultades de ajustar los órganos del habla a las nuevas inflexiones, qué lenguaje habló - 78 -

antes esa persona. En este caso, la experiencia personal del individuo se convierte en un factor que determina el desarrollo estructural en medida no menor que los factores hereditarios mismos. Se trata de una peculiaridad única. EL CONCEPTO DE OPUESTOS SE DERIVA DE LA ESTRUCTURA La actividad del tercer sistema es asimétrica —el lado derecho difiere del izquierdo—, a diferencia de la simetría que impera en los otros dos sistemas. Sobre esa asimetría se funda la distinción entre derecho e izquierdo. Cuando la mano derecha es la dominante, el centro del lenguaje se forma en el lado izquierdo del cerebro, e inversamente. Se considera que esta oposición primaria entre derecho e izquierdo constituye la base de nuestro concepto de opuestos en general. Por ser la mano derecha, habitualmente, la más funcional de las dos, en muchos idiomas el término «derecho» se asocia a significados tales como correcto, legal, afirmación de propiedad y autoridad: compárense las connotaciones de vocablos como «right», inglés; «pravo», ruso; «recht», alemán, y - 79 -

«droit», francés. Los modos de pensamiento primitivos tienden a oponer bueno a malo, blanco a negro, frío a caliente, luminoso a oscuro, y a ver en esos términos oposición o conflicto. Un pensamiento más evolucionado no puede atribuirse oposición en un sentido real. Oscuro y frío, por ejemplo, no son los opuestos de luz y calor; hay oscuridad cuando no hay luz, y la relación entre calor y frío es más completa aún. FENÓMENOS REVERSIBLES Y FENÓMENOS IRREVERSIBLES El nexo de este tercer sistema con los centros de la emoción es considerablemente más débil que los fuertes nexos que tienen con dichos centros los dos sistemas anteriores. Las emociones fuertes, como la ira o los celos, interfieren en el funcionamiento de este delicado sistema y confunden el pensamiento. Pero el pensamiento que carece de toda conexión con el sentimiento no tiene nexo alguno con la realidad. La celebración misma no tiene compromisos, es neutral, y puede ocuparse con igual eficacia en enunciados contradictorios. Para decidirse por un pensa- 80 -

miento y no por otro, es preciso por lo menos sentir que ese pensamiento es «acertado», o sea, que se corresponde con la realidad. El acierto es desde luego, en este caso, una realidad subjetiva. Cuando «acertado» se corresponde objetivamente con la realidad, el pensamiento posee valor humano general. La celebración no puede optar por sí sola entre dos proposiciones: «Es posible llegar a la Luna» y «No es posible Hegar a la Luna», pues en sí mismas ambas son aceptables. Sólo la experiencia de la realidad confiere a un pensamiento la cualidad de «acertado». Durante muchas generaciones la realidad rechazó la primera proposición, y se decía que alguien «estaba en la Luna» para indicar que su mente se hallaba divorciada de la realidad. Si se trata de la pura celebración, la mayor parte de los procesos pueden ser tanto reversibles como irreversibles. En la realidad, la gran mayoría de los procesos son irreversibles: un fósforo frotado y quemado no puede volver a ser un fósforo, ni un árbol puede volver al estado de brote. Los procesos relacionados con el tiempo son irreversibles porque el tiempo mismo lo es. En rigor, pocos procesos, de cualquier clase que sean, son re- 81 -

versibles, es decir, pueden volver atrás de modo que se restablezcan las condiciones existentes antes del proceso. La cerebración desconectada de la realidad no constituye pensamiento, las contracciones musculares al azar no representan acción o movimiento. LA BASE DE LA CONCIENCIA EN LA DEMORA ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN Las vías nerviosas del tercer sistema cerebral son más largas y más complejas que las de los otros dos sistemas. La mayor parte de las operaciones del tercer sistema se ejecutan por intermediación de los otros dos, aunque existen vías que permiten a aquél ejercer un control directo sobre los mecanismos ejecutores. El proceso indirecto demora la acción misma, de modo que eso de «pensar primero y hacer después» no es un mero decir. Entre lo que se engendra en el sistema supralímbico y su ejecución por el cuerpo hay una demora. Esa dilación entre un proceso intelectual y su traducción a la acción es bastante larga como para que ésta pueda ser inhibida. Esa posibilidad de crear la imagen de una acción y demorar después su ejecución — - 82 -

trátese de diferirla o de impedirla— constituye la base de la imaginación y del juicio intelectual. En su mayor parte, las acciones de este sistema son ejecutadas por los otros dos, más antiguos, y su velocidad se limita a la propia de éstos. Por ejemplo, no es posible aprehender el significado de un texto impreso con mayor rapidez que la del ojo al recorrer la página para leerla. No se puede expresar el pensamiento con rapidez mayor que la alcanzada al pronunciar las palabras que lo significan. De ello se deduce que leer y expresar más rápidamente representan unos de los medios que permiten pensar con mayor rapidez. La posibilidad de una pausa entre la creación de la pauta de pensamiento de cualquier acción particular y la ejecución de esa acción constituye la base física de la conciencia. Esa pausa permite examinar qué sucede en nuestro interior en el momento en que se forma la intención de perpetrar el acto, así como durante su comisión. La posibilidad de aplazar la acción —de prolongar el período que separa la intención de su ejecución— permite al hombre aprender a conocerse. Y es mucho lo que hay por conocer, pues los sistemas que llevan a cabo nuestros impulsos - 83 -

internos actúan automáticamente, como en el resto de los animales superiores. HACER NO SIGNIFICA CONOCER Que ejecutemos una acción no prueba en modo alguno que sepamos, así sea superficialmente, qué estamos haciendo o cómo lo hacemos. Si intentamos consumar una acción en forma consciente —es decir, seguirla en todos sus detalles— pronto descubrimos que la más simple y común de las acciones, como la de levantarse de una silla, constituye un misterio, pues no tenemos idea alguna de cómo lo hacemos. ¿Contraemos los músculos del estómago o los de la espalda? ¿primero tensamos las piernas, o primero inclinamos el cuerpo hacia delante?, ¿y qué hacen entretanto los ojos, o la cabeza? Es fácil demostrar que ese hombre no sabe lo que hace, hasta el punto de ser incapaz de levantarse de una silla. En consecuencia, no tiene más alternativa que volver a su método habitual, que consiste en darse a sí mismo la orden de ponerse de pie y confiar a los organismos especializados que hay en su interior la ejecución de la acción, tal como les guste a ellos ejecutarla, que es - 84 -

como, por otra parte, la ejecuta habitualmente él. Así aprendemos que al autoconocimiento no se llega sin un considerable esfuerzo y que incluso puede interferir en la realización de acciones. El pensamiento y el intelecto que sabe son enemigos de la acción automática, habitual. Este hecho es ilustrado por la vieja historia del ciempiés que, interrogado sobre el orden en que movía sus patas, ya no supo cómo caminar. EL CONOCIMIENTO HACE COINCIDIR LA ACCIÓN CON LA INTENCIÓN A menudo, a un hombre que está haciendo algo le basta preguntarse qué hace para que se sienta confundido y no pueda continuar. En caso tal, ese hombre ha comprendido de pronto que la ejecución de la acción no se corresponde realmente con lo que él pensaba que hacía. Si nuestra conciencia no está despierta, hacemos lo que los sistemas cerebrales más antiguos hacen a su propia manera, aunque la intención de obrar provenga del tercer sistema, superior a ellos. Más aún, con mucha frecuencia la acción termina por ser exactamente lo opuesto de la intención - 85 -

original. Esto sucede cuando la intención de actuar proviene del sistema superior, cuyo nexo con las emociones es débil, y pone en movimiento los sistemas inferiores, que tienen nexos mucho más fuertes con las emociones debido a su mayor velocidad propia y también a su menor demora propia entre intención y ejecución. En casos así, la acción de los sistemas cerebrales inferiores, por ser automática y más rápida determina que aquella parte de la acción relacionada con un sentimiento intenso sea ejecutada casi inmediatamente, en tanto que la parte que se relaciona con el pensamiento (proviene del sistema superior) se presenta con lentitud, cuando la acción está casi concluida o lo está del todo. La mayor parte de los tropiezos verbales —palabras que se atropellan, etcétera— tienen ese origen. EL CONOCIMIENTO NO ES INDISPENSABLE PARA LA VIDA En el mayor número de personas, los dos sistemas antiguos, el rínico y el límbico, se interrelacionan armoniosamente entre sí. Ambos sistemas pue- 86 -

den satisfacer las necesidades humanas básicas y ejecutar casi todas las acciones del hombre, incluso las que atribuimos a la inteligencia. El sistema supralímbico, tan desarrollado como se encuentra en el animal humano, ni siquiera es indispensable para la vida social. Abejas, hormigas, monos y animales gregarios viven en sistemas sociales sin tener conciencia de ello. Algunos de esos sistemas sociales son bastante complejos y suponen la mayor parte de las funciones básicas de la sociedad humana: cuidado de la generación más joven, gobierno por un rey, guerras con los vecinos, defensa del propio territorio, explotación de esclavos y otras acciones conjuntas. EL CONOCIMIENTO ES UNA ETAPA NUEVA DE LA EVOLUCIÓN El sistema superior, más desarrollado en el hombre que en cualquier otro animal, torna posible el conocimiento, es decir, la identificación de las necesidades orgánicas y la selección de los medios adecuados para satisfacerlas. Por su índole misma, ese sistema nos da capacidad para juzgar, distinguir, generalizar, formular pensamientos abstractos, ima- 87 -

ginar, y mucho más aún. Conocer los propios impulsos orgánicos constituye la base del autoconocimiento humano. Comprender la relación entre esos impulsos y su origen en la formación de la cultura humana ofrece al hombre un medio —en potencia— para dirigir su vida, cosa que pocas personas han logrado hasta ahora. Parece que vivimos en un breve período histórico de transición que anuncia la aparición del hombre verdaderamente humano.

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LA DIRECCIÓN DEL PROGRESO Todo hombre tiene dos mundos: uno personal, que le es propio, y el mundo externo común a todos. En mi mundo personal, el universo y todas las cosas vivas existen sólo mientras yo vivo; mi mundo nacido conmigo, muere y desaparece conmigo. En el gran mundo que todos compartimos no soy más que una gota de agua en el mar o un grano de arena en el desierto. Mi vida y mi muerte poco o nada podrían afectar al mundo grande. El propósito de un hombre en la vida es cosa particular y suya, hasta cierto punto. Un hombre sueña con la felicidad, otro con la riqueza, un tercero con el poder, un cuarto con el conocimiento o la justicia, y otros aun con la igualdad. Pero aún no hemos empezado a conocer el propósito de la humanidad como tal. La única idea de base razonable y aceptada por todas las ciencias es la de que el desarrollo de las criaturas vivas sigue una dirección y de que, en ese desarrollo, el hombre ocupa el peldaño más alto de la escalera. Esa dirección de la evolución podría ser interpretada también como su propósito. Vimos ese - 89 -

propósito al detallar, en el capítulo anterior, las estructuras de nuestro sistema nervioso. En ese caso, la evolución se orientaba hacia el aumento de la capacidad de la conciencia para dirigir procesos y acciones más antiguos, surgidos durante períodos anteriores, así como para acrecentar su diversidad, inhibirlos o acelerarlos. Nosotros mismos comprendemos sin damos cuenta esa tendencia, cuando observamos que cierto artista o científico es muy capaz, pero carece de algo que le daría «humanidad». CONCIENCIA Y CONOCIMIENTO Todos los animales superiores tienen un considerable grado de conciencia. Conocen el sitio donde viven y sus inmediaciones, así como su propia posición en el grupo familiar o la manada. Pueden cooperar para la defensa de la familia o la manada e incluso ayudar a un miembro de su grupo, lo cual significa que tal vez sepan qué es lo bueno para su vecino. El hombre está dotado no sólo de una conciencia más desarrollada, sino también de una capacidad específica de abstracción que le permite discriminar y saber qué ocurre en su interior cuando emplea esa - 90 -

facultad. En consecuencia, puede saber si sabe o no sabe algo. Puede decir si entiende o no algo que sabe. Es capaz de una forma de abstracción superior aun, que le permite estimar su poder de abstracción y la medida en que lo utiliza. Puede decir si está empleando toda la capacidad de su conciencia para saber algo y si comprende que no sabe algo. Si bien los límites entre ambos términos, tales como los empleados, no son del todo claros, existe una diferencia fundamental entre conciencia y conocimiento1. Puedo subir la escalera de mi casa, con plena conciencia de lo que estoy haciendo, y sin embargo ignorar cuántos escalones he subido. Para saber cuántos hay, debo subir por segunda vez, prestar atención, concentrarme y contarlos. Conocimiento es conciencia junto con la comprensión de lo que sucede dentro de ella o de lo que ocurre en nuestro interior cuando estamos plenamente conscientes. A muchas personas les resulta fácil tener conocimiento del control de sus músculos voluntarios, 1

El autor distingue entre consciousness y awareness, términos que en inglés suelen emplearse indistintamente para designar la conciencia. En el texto se adoptan «conciencia» para el primero y «conocimiento» para el segundo. [T.] - 91 -

pensamientos y procesos de abstracción. Mucho más difícil es, en cambio, tener conocimiento y control de los músculos involuntarios, los sentidos, las emociones y las aptitudes creativas. Por difícil que sea, sin embargo, no es en modo alguno imposible, aunque a muchos este complicado control les parezca muy poco probable. Actuamos como un todo, por más que esa totalidad no sea muy perfecta. De ello resulta la posibilidad de desarrollar también un conocimiento para el control de los sectores más difíciles. Los cambios que se operan en las partes donde el control es fácil afectan asimismo el resto del sistema, con inclusión de aquellas sobre las que no tenemos poder directo. También la influencia indirecta es una suerte de control. Nuestro trabajo consiste en un método de ejercitación que convierte esa influencia, al principio indirecta, en conocimiento claro. Conviene ahora, llegado este punto, señalar que hablamos de la ejercitación del poder de la voluntad y del autocontrol, pero no con el fin de adquirir dominio sobre nosotros mismos o sobre otros. Hemos empleado aquí los conceptos corrección de sí mismo, mejoramiento, ejercitación del conocimiento, y otros, - 92 -

para describir diversos aspectos de la idea de desarrollo. El desarrollo se centra en la coordinación armoniosa de estructura, función y resultado. Y una condición básica de la coordinación armoniosa consiste en estar completamente libre tanto de autocompulsión como de compulsión por otros. El desarrollo normal es en general armonioso. En el curso del desarrollo, las partes crecen, se mejoran y se fortalecen de manera tal que el conjunto puede proseguir su camino hacia su destino total. Así como durante el desarrollo y crecimiento armonioso de un niño aparecen funciones nuevas, en todo desarrollo armonioso surgen facultades nuevas. Desarrollarse armoniosamente no es cosa simple. Consideremos, por ejemplo, el pensamiento abstracto, que a primera vista, diríamos, sólo ofrece ventajas. Sin embargo, desde el punto de vista del desarrollo armonioso, presenta también muchas desventajas. La abstracción constituye la base de la verbalización. Las palabras simbolizan los significados que describen y no sería posible crearlas sin efectuar una abstracción de la cualidad o el carácter de la cosa representada. Resulta difícil imaginar una cultura humana, cualquiera que sea, carente de palabras. El pensa- 93 -

miento abstracto y la verbalización ocupan el lugar más destacado en la ciencia y en toda realización social. Pero, al mismo tiempo, la abstracción y la verbalización se convierten en tiranos que despojan al individuo de realidad concreta, lo cual, a su vez, trastorna gravemente la armonía de la mayor parte de las actividades humanas. A menudo, la intensidad del trastorno confina con la enfermedad mental y física y provoca senilidad prematura. En la medida en que la abstracción verbal se torna más cabal y eficaz, el pensamiento y la imaginación del hombre se vuelven más ajenos a sus sentimientos, sus sentidos e incluso sus movimientos. Hemos visto que las estructuras usadas para pensar tienen un nexo lejano con las que se encuentran en relación estrecha con el sentimiento. Sólo hay pensamiento claro cuando no hay sentimientos fuertes que distorsionen la objetividad. Por lo tanto, una condición necesaria para la existencia de pensamiento eficaz es una retracción continua respecto de los sentimientos y las sensaciones propioceptivas. Sin embargo, aun en caso de que el pensamiento eficaz constituya el factor de discordia, lo más importante para el individuo es, aun así, un desarrollo - 94 -

armonioso. El pensamiento, cuando se desconecta del resto de la persona, se toma cada vez más árido. Aquel pensamiento que se formula principalmente en palabras no extrae sustancia de las estructuras más antiguas, que se relacionan estrechamente con el sentimiento. El pensamiento creativo y espontáneo debe mantener nexos con las estructuras cerebrales primitivas. El pensamiento abstracto que no se nutre de vez en cuando en nuestras fuentes más profundas se convierte en una fábrica de meras palabras, vacías de todo auténtico contenido humano. Muchos libros de arte y ciencia, literatura y poesía, sólo pueden ofrecer una sucesión de palabras vinculadas entre sí por un argumento lógico, pero carentes de contenido personal. Lo mismo se aplica a muchos individuos en sus relaciones cotidianas con otros. El pensamiento que no se desarrolla armoniosamente con el resto de la persona puede llegar a constituir un obstáculo para ese desarrollo. Concluir que el desarrollo armonioso del hombre es una meta deseable puede sonar a trivialidad. En la medida en que consideremos sólo las abstracciones y el aspecto lógico de esa oración, ésta permanecerá tan divorciada del «hombre completo» como cual- 95 -

quier otra verbalización despojada de significado práctico. La frase trivial, empero, se transforma en una fuente ilimitada de formas, figuras y relaciones, que posibilitan combinaciones y descubrimientos nuevos, cuando estimulamos nuestras emociones y sentidos e impresiones directas, es decir, si la pensamos en función de las imágenes que nos permiten nuestras diversas combinaciones mentales. Éstas son lo que debemos investir de palabras para establecer contacto humano con nuestros congéneres. En toda criatura cuya especie tenga larga historia hay desarrollo armonioso. En el caso del hombre ese tipo de desarrollo es acompañado por muchas dificultades debido a la relativa novedad que representa el conocimiento en la escalera de la evolución. El desarrollo armonioso de los animales, los antropoides y del hombre primitivo exigió sentidos, sentimientos, movimientos y sólo un mínimo de pensamiento, o sea, todo lo necesario para que la condición de la vigilia difiera de la del sueño. Los animales carentes de conocimiento yerran de aquí para allá sin que esto tenga significado alguno para ellos. Al aparecer el conocimiento en la escalera de la evolución, un movimiento en una dirección se - 96 -

convirtió en una vuelta hacia la izquierda y, en la otra dirección, a la derecha. Apreciar la importancia de ese hecho no nos resulta fácil; nos parece algo muy simple, tal como la facultad de verles parece simple a nuestros ojos. Sin embargo, por poco que lo pensemos nos daremos cuenta de que, en realidad, la facultad de distinguir entre derecha e izquierda no es menos compleja que la visión. Cuando el hombre diferencia entre derecha e izquierda divide el espacio en relación consigo mismo, se adopta como centro a partir del cual se extiende el espacio. Este sentido de una división del espacio, que no resulta del todo clara para nuestro entendimiento, se expresa a menudo mediante los términos de «sobre la mano derecha» y «sobre la mano izquierda». Ello aporta un nuevo grado de abstracción a los conceptos de «derecha» e «izquierda», que pueden ser expresados así en palabras. Con el tiempo los símbolos se vuelven cada vez más abstractos y se toma posible construir oraciones como ésta. Para avanzar un pequeño paso más en el conocimiento, como lo supone la comprensión de derecha e izquierda, el hombre tiene que haber prestado atención alternativamente, en algún momento, a lo que - 97 -

sucedía en su propio interior y en el mundo circundante. Ese traslado de la atención hacia dentro y hacia fuera crea las abstracciones y palabras que describen el cambio operado en la posición de su mundo personal en relación con el mundo exterior. El desarrollo de este conocimiento no pudo sino traer consigo considerables dolores de alumbramiento, y sus primeros resplandores han de haber causado a nuestros antepasados más de un instante de perplejidad. Debido a su novedad en la historia de la evolución, el grado de conocimiento difiere mucho entre los individuos, mucho más que la distribución relativa de otras facultades. Asimismo, en cada individuo se presentan variaciones periódicas del conocimiento y de su valor en relación con otros aspectos de su personalidad. Puede haber un punto de depresión durante el cual el conocimiento desaparece momentáneamente o por cierto tiempo. Con menor frecuencia puede darse un punto culminante, en el que existe una armoniosa unidad y todas las facultades del hombre se fusionan en una totalidad única. En las escuelas esotéricas se relata una parábola tibetana. Dice que un hombre sin conocimiento se parece a un carruaje en que los pasajeros son los de- 98 -

seos; los caballos, los músculos, y el carruaje mismo, el esqueleto. El conocimiento es el cochero, dormido. Mientras el cochero siga dormido, el carruaje será arrastrado sin objeto alguno hacia este o aquel sitio; cada pasajero procurará dirigirse a un sitio particular y los caballos tirarán en otras direcciones. Pero cuando el cochero se despierta y empuña las riendas, los caballos tiran del carruaje hacia los destinos a donde deben llevar a los pasajeros. En aquellos momentos en que el conocimiento logra formar unidad con el sentimiento, los sentidos, el movimiento y el pensamiento, el carruaje avanza a gran velocidad por el camino que le corresponde. El hombre puede efectuar descubrimientos, inventar, crear, innovar y «saber». Comprende que su pequeño mundo y el gran mundo que lo rodea no son sino uno y el mismo y, en esa unión, ya no se siente solo.

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Segunda parte

HACER PARA COMPRENDER: DOCE LECCIONES PRÁCTICAS

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Hemos elegido estas doce lecciones entre más de mil que se dieron, con el correr de los años, en el Instituto Feldenkrais. No representan una secuencia; más bien fueron elegidas para ilustrar varios puntos del sistema del autor y la técnica utilizada para expresarlos. Sin embargo, representan ejercicios que requieren la participación del cuerpo entero y sus actividades esenciales. Los lectores interesados por estas lecciones deben seguirlas a razón de una por noche, inmediatamente antes de irse a dormir. En un lapso de pocas semanas comprobarán en sí mismos un mejoramiento considerable de todas las funciones esenciales para la vida.

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OBSERVACIONES GENERALES MEJORAMIENTO DE LA CAPACIDAD Estas lecciones tienen por fin mejorar la capacidad, o sea, expandir los límites de lo posible: convertir lo imposible en posible, lo difícil en fácil y lo fácil en agradable. En efecto, sólo aquellas actividades que son fáciles y agradables se convertirán en parte de la vida habitual del hombre y le servirán en todo momento. Las acciones de ejecución difícil, que exigen al hombre vencer por el esfuerzo su oposición interna, nunca llegarán a integrar su vida diaria, y a medida que envejezca perderá por completo su capacidad para ejecutarlas. Es raro, por ejemplo, que un hombre de más de 50 años salte una valla, aunque sea baja. Dará una vuelta para contornearla, en tanto que un joven la saltará sin dificultad. Esto no significa que debamos evitar todo cuanto parezca difícil o no emplear la voluntad para superar obstáculos, sino que debemos diferenciar claramente entre mejoramiento de nuestra capacidad y esfuerzo - 102 -

por el esfuerzo mismo. Más nos vale dirigir la fuerza de voluntad a mejorar nuestra capacidad, pues al término del proceso podremos ejecutar nuestras acciones con facilidad y comprensión de ellas. CAPACIDAD Y FUERZA DE VOLUNTAD En la medida en que aumenta la capacidad, disminuye la necesidad de esfuerzo consciente. El esfuerzo necesario para acrecentar la capacidad proporciona ejercicio suficiente y eficaz a nuestra fuerza de voluntad. Si se considera cuidadosamente la cuestión, se descubre que la mayor parte de las personas dotadas de gran fuerza de voluntad (que ellos han adiestrado por el gusto de hacerlo) son a la vez personas de relativamente poca capacidad. La gente que sabe cómo obrar eficazmente lo hace sin mayor preparación ni alharaca. Los hombres de gran fuerza de voluntad tienden a emplear demasiada energía, en vez de utilizar con mayor eficiencia energías menores. La persona que confía sobre todo en su fuerza de voluntad desarrolla su aptitud para esforzarse y se acostumbra a aplicar enorme cantidad de fuerza a - 103 -

acciones que podría ejecutar con energía mucho menor si la dirigiera y graduara en la forma adecuada. Ambas formas de proceder alcanzan por lo general su objetivo, pero la primera puede además causar un daño considerable. La fuerza que no se convierte en movimiento no se limita a desaparecer, sino que se disipa bajo forma de daño inferido a las articulaciones, los músculos y otras partes del cuerpo utilizadas para crear el esfuerzo. La energía no transformada en movimiento se convierte en calor dentro del sistema y provoca cambios que deberán repararse antes de que el sistema pueda volver a funcionar eficazmente. Todo lo que podemos hacer bien no nos parece difícil. Hasta podemos afirmar que aquellos movimientos que encontramos difíciles nos lo parecen porque no los ejecutamos correctamente. PARA ENTENDER EL MOVIMIENTO DEBEMOS SENTIR, NO ESFORZARNOS Para aprender necesitamos tiempo, atención y discriminación; para discriminar necesitamos sentir. Esto significa que para aprender debemos aguzar - 104 -

nuestras facultades de sentir y que si intentamos hacer la mayor parte de las cosas por pura fuerza lograremos precisamente lo opuesto de lo que necesitamos. Mientras aprendemos a actuar debemos contar con la libertad necesaria para prestar atención a lo que sucede en nuestro interior, pues en esas condiciones nuestra mente estará clara, la respiración será fácil de controlar y no habrá tensión creada por el esfuerzo. Cuando el aprendizaje se efectúa en condiciones de máximo esfuerzo, y éste ni siquiera parece suficiente, ya no hay manera alguna de acelerar la acción, impartirle mayor fuerza ni perfeccionarla, porque el individuo ya ha llegado al tope de su capacidad. En ese punto la respiración se detiene; hay esfuerzo superfluo, escasa capacidad para observar y ninguna perspectiva de mejoramiento. En el curso de las lecciones el lector comprobará que los ejercicios sugeridos son en sí mismos simples y sólo suponen movimientos fáciles. Pero se los debe ejecutar en forma tal que aquellos que los realicen descubran cambios en sí mismos ya después de la primera lección. - 105 -

AGUZAR LA DISCRIMINACIÓN «Un tonto no puede sentir», dicen los sabios hebreos. Si un hombre no siente, no puede notar diferencias y, desde luego, no es capaz de distinguir entre una acción y otra. Sin esa capacidad para diferenciar no puede haber aprendizaje, ni puede por cierto aumentar la capacidad de aprender. La cuestión no es simple, porque los sentidos humanos se relacionan con los estímulos que los ponen en acción, de modo que cuando el estímulo es más pequeño la discriminación es más aguda. Cuando levanto una barra de hierro no siento diferencia alguna si una mosca se posa sobre ella o alza vuelo desde allí. En cambio, cuando sostengo una pluma puedo sentir una diferencia si sobre ella se posa una mosca. Lo mismo se aplica a todos los restantes sentidos: oído, vista, olfato, gusto, calor y frío. Los ejercicios que presentaremos se proponen disminuir el esfuerzo del movimiento, pues para reconocer pequeños cambios en el esfuerzo es preciso en primer término reducir éste. El control más delicado y perfecto del movimiento sólo se alcanza mediante el aumento de la sensibilidad, es decir, me- 106 -

diante una capacidad mayor para sentir diferencias. LA FUERZA DEL HÁBITO Corregir una postura o un movimiento defectuoso habitual es sumamente difícil, aun después que haberlo descubierto. En efecto, es preciso corregir tanto el defecto como la forma en que se presenta en la acción. Y para movernos de acuerdo con lo que sabemos, en vez de hacerlo de acuerdo con el hábito, necesitamos gran persistencia y conocimiento suficiente para ello. Si una persona tiene el hábito, al estar de pie, de llevar demasiado adelante el estómago y la pelvis y, como consecuencia de esto, de inclinar la cabeza hacia atrás, su espalda se incurvará demasiado para lo que conviene a una buena posición. Si entonces lleva la cabeza adelante y echa atrás la pelvis, tendrá la sensación de inclinar la cabeza hacia delante y llevar la pelvis demasiado atrás, y la posición le resultará anormal. Como consecuencia, pronto recobrará su postura habitual. Por consiguiente, es imposible modificar el hábito a partir de la mera sensación. Es preciso efectuar - 107 -

algún esfuerzo mental consciente hasta que la posición ajustada deja de parecer anormal y se transforma en hábito. Cambiar un hábito es mucho más difícil de lo que puede parecer a primera vista; todos los que lo intentaron lo saben. PENSAR AL ACTUAR En estas lecciones, el estudiante aprende a escuchar las instrucciones al mismo tiempo que ejecuta el ejercicio, así como a efectuar las modificaciones necesarias sin detener el movimiento. En esta forma, aprende a actuar mientras piensa y a pensar mientras actúa. En comparación con el hombre que detiene el pensamiento mientras hace algo y detiene la acción cuando quiere pensar, esto constituye un peldaño más arriba en la escalera de la capacidad. (Un conductor experimentado puede cumplir fácilmente indicaciones mientras conduce, en tanto que el principiante se ve en dificultades para hacerlo.) Para obtener de los ejercicios el máximo beneficio el lector debe, en consecuencia y en la medida en que le sea posible, proyectar las instrucciones para el ejercicio siguiente sin detener el anterior; o sea, debe - 108 -

continuar el movimiento que está ejecutando, mientras prepara sus pensamientos para el que lo sigue. LIBERAR LA ACCIÓN DEL DESPILFARRO DE ENERGÍA Es una máquina eficiente, todas las piezas se ajustan con exactitud entre sí; todas están bien aceitadas y no presentan polvo ni suciedad en las superficies de contacto; todo el combustible consumido se convierte en energía cinética hasta el límite termodinámico, y no hay ruido ni vibración, es decir, no se gasta energía en movimiento inútil que disminuye la capacidad operativa efectiva de la máquina. Los ejercicios que se expondrán a continuación se proponen lograr precisamente eso: eliminar gradualmente del modo de actuar todos los movimientos superfluos, todo cuanto obstaculice el movimiento, interfiera en éste o se oponga a él. En los sistemas de enseñanza aceptados hoy en general se insiste sobre todo en alcanzar cierto objetivo a cualquier precio, cualquiera que sea la cantidad de esfuerzo desorganizado y difuso que se aplique. En la medida en que los órganos del pensamien- 109 -

to, del sentido y del control no se encuentran preparados para una acción coordinada, continua, suave y eficaz —y, por lo tanto, también agradable— hacemos intervenir partes del cuerpo sin discriminación alguna, aun si no son necesarias para la acción de que se trate e incluso si interfieren en ella. Uno de los resultados consiste en que a veces ejecutamos una acción y al mismo tiempo la opuesta. Sólo el esfuerzo mental puede lograr entonces que la parte dirigida hacia el objetivo supere las restantes partes del cuerpo que intervienen para frustrarla. En esta forma, por desdicha, la fuerza de voluntad puede tender a disimular la incapacidad de ejecutar correctamente la acción. Lo que debe hacerse es aprender a eliminar los esfuerzos que se oponen a la meta deseada y a emplear la fuerza de voluntad sólo cuando se necesita un esfuerzo sobrehumano. Volveremos sobre este punto cuando se lo haya demostrado a sí mismo mediante su propia experiencia; entonces estará en condiciones de avanzar más aún por el camino acertado. RITMO DE LA RESPIRACIÓN DURANTE LOS EJERCICIOS - 110 -

Al término de una lección ejecutada correctamente, se sentirá fresco y relajado como después de haber dormido bien o haberse tomado un día de descanso. Si no ocurre así probablemente se deba a que los movimientos se han efectuado con excesiva rapidez y sin prestar atención a la respiración. La velocidad del ejercicio debe ajustarse siempre al ritmo de la respiración. A medida que la organización del cuerpo se perfecciona, la respiración empieza a ajustarse automáticamente a los diferentes movimientos. VELOCIDAD DE LOS MOVIMIENTOS La primera vez que se sigue una lección los movimientos deben ejecutarse con la lentitud estipulada en las indicaciones. Una vez concluidas todas las lecciones, al seguirlas por segunda vez se debe ir más rápido en aquellas partes que resultan suaves y fáciles. Posteriormente, la velocidad debe variarse entre la mayor posible y la mayor lentitud posible.

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ALGUNAS SUGERENCIAS PRÁCTICAS

CUÁNDO REALIZAR LOS EJERCICIOS La mejor hora para hacer los ejercicios es inmediatamente antes de irse a dormir, pero por lo menos una hora después de la cena. Conviene acostarse no bien se los ha concluido. Una de las razones más importantes de ello reside en que al cabo de un día de trabajo y preocupaciones los ejercicios liberan de tensión tanto mental como muscular y el sueño es más reposado y refrescante. Al despertar, estírese durante un minuto o más en la cama y trate de recordar la sensación general de la lección de la noche anterior. Conviene repetir dos o tres de los movimientos recordados. Durante el día, mientras hace otras cosas, piense de vez en cuando en la lección y trate de descubrir cualquier cambio que le haya dejado. Fíjese para esto momentos determinados durante el día, aunque sólo sean pocos minutos en cada oportunidad. Cada vez que recuerde la lección pasada, - 112 -

ésta se establecerá con mayor firmeza en su mente. Cuando los ejercicios se hayan transformado en un hábito cotidiano, repítalos en cualquier momento que le resulte conveniente. DURACIÓN DE LOS EJERCICIOS El tiempo que le lleve la lección dependerá de su velocidad individual. En las primera lecciones, la duración dependerá sobre todo de la cantidad de veces que se repita cada ejercicio. Al principio se debe repetir cada movimiento diez veces; al progresar, auméntese el número hasta 25 veces, de acuerdo con las instrucciones incluidas en la lección misma. Con el tiempo es posible y conveniente repetir ton mismo movimiento centenares de veces, tanto con la mayor lentitud como con la mayor rapidez posibles. Pero recuérdese que rápido no significa apresurado. De ello debemos concluir que cada una de las primeras lecciones le llevará alrededor de 45 minutos y las siguientes tal vez sólo 20 minutos, o algo así; más adelante, cuando los ejercicios se transformen en una rutina cotidiana, una lección podrá requerir desde un instante para pensar en ella hasta cualquier - 113 -

cantidad de tiempo que el individuo decida consagrarle. DÓNDE HACER LOS EJERCICIOS Lo mejor es realizarlos en el suelo, sobre una alfombra o esterilla lo bastante grande como para poder estirar a los lados brazos y piernas sin ser obstaculizado por muebles u otros objetos. Si al principio le cuesta habituarse al suelo, tienda sobre éste una gruesa manta o, si es necesario, practique los ejercicios en la cama. INDUMENTARIA Cuanto más ligera sea, mejor. En todo caso, hay que asegurarse de que sea cómoda, no interfiera en los movimientos ni en la respiración, no ajuste demasiado y no tenga botones ni cierres rápidos en la espalda. CÓMO PRACTICAR LAS LECCIONES Si usted trabaja solo y necesita leer las instruc- 114 -

ciones, lo mejor ir poco a poco. Lea un corto párrafo de las instrucciones, lo suficiente para saber qué tiene que hacer, y empiece. Cuando haya repetido ese movimiento 25 veces, de acuerdo con las instrucciones, lea el párrafo siguiente y practíquelo. Recorra así toda la lección, párrafo por párrafo. De esta forma la lección le llevará más tiempo, de modo que lo mejor es dividirla en secciones y practicarla en varías fases. Cuando haya aprendido todos los movimientos de una sección y no necesite más las instrucciones, reúna las secciones entre sí y practique toda la lección completa.

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Lección 1 ¿QUÉ ES UNA POSTURA CORRECTA QUÉ SIGNIFICA ESTAR «DERECHO» «¡Siéntate derecho!» «¡Ponte derecho!» Esto lo dicen a menudo madres, maestras y otras personas que dan esa orden de buena fe y con plena confianza en lo que afirman. Si tan sólo se les preguntara cómo hace tino para sentarse o ponerse derecho, responderían: «¿Qué quieres decir con eso? ¿No sabes lo que significa derecho? ¡Derecho es derecho!». Algunas personas, por cierto, están de pie y caminan derechas, con sus espaldas rectas y la cabeza alta. Y desde luego hay, en esa postura, un elemento de «ponerse derecho». Si se observa a un niño o a un adulto al que se le ha dicho que se siente o se ponga derecho, se toma evidente que acepta que hay algo mal en la forma en que conduce su cuerpo, pues trata rápidamente de enderezar su espalda o alzar la cabeza. Lo hace por pensar que de ese modo ha alcanzado la postura co- 116 -

rrecta, pero no puede mantener esa postura «correcta» sin un continuo esfuerzo. En cuanto alguna actividad necesaria, urgente o interesante le llama la atención, vuelve a la postura anterior. Puede darse por seguro que no tratará otra vez de «mantenerse derecho» a menos que se le recuerde que debe hacerlo o que él mismo advierta que ha perdido la posición. POR DERECHO ENTENDEMOS VERTICAL Cuando hablamos de ponerse derecho en este sentido, casi siempre queremos decir «vertical». Pero si examinamos el esqueleto ideal construido por el famoso anatomista Albino sólo encontramos dos pequeñas secciones dispuestas en forma más o menos vertical: las vértebras superiores del cuello y las situadas entre el tórax y las caderas. No hay en el esqueleto entero ningún otro hueso dispuesto en posición vertical precisa (aunque los huesos de los brazos adopten a veces una posición aproximadamente vertical). En consecuencia, es obvio que cuando decimos «derecho» queremos decir algo distinto, pues no tenemos idea precisa del significado de la palabra - 117 -

en relación con este punto. DERECHO ES UN CONCEPTO ESTÉTICO La palabra «derecho» es engañosa. No expresa lo que se necesita, ni siquiera lo que esperamos lograr o ver una vez producido el mejoramiento. «Derecho» se emplea en un sentido puramente estético en relación con la postura y no es un concepto útil ni preciso, por lo que no puede servir como criterio par la corrección de defectos. Para apreciar a fondo cuán poco coincide el significado de «derecho» que suele aceptarse con lo que es correcto en materia postural, basta considerar el caso de un hombre que se ha roto la espalda y es incapaz de enderezarla. ¿Cómo debe ponerse en pie o sentarse? ¿No puede una persona baldada utilizar su cuerpo correcta, eficaz y graciosamente? Hay muchos tullidos cuya capacidad en este sentido supera la de personas saludables. Existen personas que han sufrido graves daños en su estructura ósea y sin embargo denotan en sus movimientos fuerza, precisión y gracia sobresalientes. Sin embargo, es imposible aplicar a ninguna de ellas el concepto derecho. - 118 -

ESQUELETO, MÚSCULOS Y GRAVEDAD De ello se deduce que cualquier postura es en sí misma aceptable mientras no contravenga la ley de la naturaleza según la cual la estructura del esqueleto debe contrarrestar la tracción de la gravedad, dejando los músculos en libertad de movimiento. El sistema nervioso y la estructura ósea se desarrollan juntos bajo la influencia de la gravedad, en forma tal que el esqueleto es capaz de sostener el cuerpo sin gastar energía pese a dicha tracción. Por otra parte, si los músculos tienen que cumplir la tarea del esqueleto, no sólo gastan innecesariamente energía; además se ven impedidos de cumplir su principal función, que es la de modificar la posición del cuerpo, es decir, la del movimiento. Cuando la postura es deficiente, los músculos están haciendo parte de la tarea propia de los huesos. Para corregir la postura es preciso descubrir qué ha deformado la reacción del sistema nervioso a la gravedad, a la que cada parte del sistema ha debido ajustarse desde que comenzó a existir el hombre. Para llegar a una comprensión práctica del pro- 119 -

blema debemos estudiar y aclarar los conceptos empleados antes. Veamos ante todo en qué consiste la respuesta correcta del sistema nervioso a la gravedad. RELAJACIÓN: UN CONCEPTO QUE A MENUDO SE ENTIENDE MAL Examinemos el maxilar inferior. Cuando no habla, come o hace alguna otra cosa con la boca, la gente la conserva cerrada. ¿Qué es lo que mantiene el maxilar inferior contra el superior? Si la relajación, que ahora está tan de moda, fuese la condición correcta, el maxilar inferior colgaría libremente y la boca estaría siempre abierta. Pero ese estado de relajación sólo se observa en los idiotas de nacimiento o en los casos de conmoción paralizante. Tiene importancia comprender por qué una parte esencial del cuerpo, como lo es el maxilar inferior, puede encontrarse en ese estado de ser sostenido permanentemente, por músculos que trabajan sin cesar mientras estamos despiertos, sin que tengamos, sin embargo, la sensación de hacer algo para mantener así el maxilar inferior. Para dejarlo colgar libremente deberíamos, en realidad, aprender a inhibir los - 120 -

músculos que intervienen en ese proceso. Si intenta relajar el maxilar inferior hasta que caiga por su propio peso y abra la boca, comprobará que no es tarea fácil. Cuando logre hacerlo, notará que además se han producido cambios en la expresión de la cara y en los ojos. También es probable que, al término del experimento, descubra que normalmente tiene cerrada la boca con demasiada fuerza. Tal vez descubra, asimismo, el origen de esa excesiva tensión. Después de relajar el maxilar, observe el retorno de la tensión y, por lo menos, comprobará cuán infinitamente poco sabe el hombre acerca de sus propios poderes y de sí mismo en general. Para una persona inteligente los resultados de ese experimento pueden ser importantes, más tal vez que atender a sus ocupaciones, porque su capacidad para ganarse la vida mejorará cuando descubra qué es lo que resta eficiencia a la mayor parte de sus actividades. LOS MÚSCULOS QUE CONTRARRESTAN LA ACCIÓN DE LA GRAVEDAD NO TIENEN CONCIENCIA DE SU ACCIÓN - 121 -

El maxilar inferior no es la única parte que no cae tanto como podría. Tampoco la cabeza cae hacia delante. Su centro de gravedad se encuentra bastante más adelantado que el punto donde la cabeza se apoya en la columna vertebral (está aproximadamente entre los oídos), porque la cara y la parte frontal del cráneo son más pesadas que la parte posterior de la cabeza. Si a pesar de esa estructura la cabeza no cae hacia delante, resulta obvio que el sistema debe incluir alguna organización que lo impida. Si relajamos por completo los músculos de la parte posterior del cuello la cabeza caerá hasta la posición más baja que puede alcanzar, es decir, hasta apoyar el mentón en el esternón. Sin embargo, nadie tiene conciencia del esfuerzo que realizan los músculos de la parte posterior del cuello permaneciendo contraídos para mantener alta la cabeza. Si se toca los músculos de la pantorrilla (en la parte posterior de la pierna, aproximadamente por la mitad) mientras está de pie, advertirá que se hallan contraídos con fuerza. Si se relajaran por completo el cuerpo caería hacia delante. En la postura correcta, los huesos de la pierna presentan un pequeño ángulo respecto de la vertical, y la contracción de dichos - 122 -

músculos impide que el cuerpo caiga de frente. NOS MANTENEMOS ERGUIDOS SIN SABER CÓMO En consecuencia, no tenemos conciencia de ningún esfuerzo o actividad por parte de los músculos que contrarrestan la fuerza de la gravedad. Nos damos cuenta de su acción sólo cuando interrumpimos esa actividad o la reforzamos, es decir, cuando el cambio voluntario se consuma con clara conciencia. Nuestros sentidos no registran esa contracción que existe, permanente y normal, antes de que ejecutemos un acto deliberado. En esto intervienen los impulsos eléctricos que se originan en distintas fuentes dentro de nuestro sistema nervioso. Un grupo de ellos produce la acción intencional; el otro grupo provoca la contracción de los músculos que contrarrestan la gravedad, hasta que ese trabajo compensa exactamente la tracción de aquélla. LA POSTURA ERGUIDA ES MANTENIDA POR UNA PARTE ANTIGUA DEL SISTEMA NERVIOSO - 123 -

El estudio de las extremidades y partes del cuerpo tales como los hombros, los ojos, los párpados, etcétera, revela que sus músculos trabajan constantemente y que ese trabajo pasa inadvertido y no se debe a ningún esfuerzo consciente. ¿Cuántas personas tienen conciencia, por ejemplo, de que sus párpados están alzados y pueden sentir su peso? Tal peso sólo se siente en los momentos en que se oscila entre la vigilia y el sueño, cuando de pronto se torna difícil mantener los ojos abiertos; es decir, cuando se necesita un esfuerzo súbito para lograrlo. Mientras estamos erguidos, nuestros párpados no caen, no obstante ser pesados. La posición vertical y todo cuanto supone es organizada por una sección especial de nuestro sistema nervioso, ejecutora de mucho trabajo complejo del que sólo tenemos un atisbo en la conciencia. Esa sección es una de las más antiguas en la evolución de la especie humana; es por cierto más antigua que el sistema voluntario y también se encuentra, desde el punto de vista físico, por debajo de éste. EL NEXO ENTRE INSTINTO E INTENCIÓN - 124 -

Una postura correcta, por lo tanto, debería ser atributo de toda persona nacida sin grandes defectos físicos. Asimismo, como la organización de esa postura depende de un sistema que funciona en forma automática, independientemente de la voluntad individual, todos los seres humanos deberían erguirse de la misma forma, tal como un gato está de pie de la misma forma que otro y todas las golondrinas vuelan de igual modo. Pero la realidad es habitualmente más simple y a la vez más compleja que lo que parece a primera vista. Nos complacemos en pensar que el instinto es algo por completo distinto del conocimiento y la comprensión. Creemos que la abeja, la araña y los restantes ingenieros del mundo animal efectúan por instinto y automáticamente, sin necesidad de aprender, las cosas que nosotros hacemos con ayuda de la inteligencia, la conciencia y la voluntad y sólo después de mucho estudio. Esto es verdad sólo en parte. Ni siquiera el instinto actúa en forma del todo automática, y las cosas que hacemos deliberadamente no están divorciadas por completo del instinto. - 125 -

EN EL HOMBRE, LA CAPACIDAD DE APRENDER REEMPLAZA EL INSTINTO ANIMAL Los instintos del hombre se han tornado débiles en comparación con los de los animales. No todo infante empieza a respirar en el momento en que nace, y a veces es preciso aplicar una acción vigorosa para que inhale por primera vez. Lo mismo se aplica a la actividad de mamar. Muchos bebés necesitan ser estimulados y alentados antes de que surja en ellos la urgencia y la capacidad de satisfacer una necesidad vital. El hombre no cuenta con instintos certeros que lo guíen sin error al caminar o al hacer otro movimiento, o siquiera en la actividad sexual. En cambio, su capacidad para aprender es incomparablemente mayor que la de cualquier otra criatura viva. Los instintos de los animales, más fuertes, no permiten a éstos suspender la acción instintiva o resistirse a ella, y resulta obvio que introducir cambios en esa acción no es fácil ni tiene resultados permanentes. Lo característico del hombre es, en consecuencia, su capacidad de aprender, que supone la creación de nuevas respuestas a estímulos como resultado de la - 126 -

experiencia. Esa capacidad nos sirve en reemplazo de instintos poderosos, donde ni siquiera los más ligeros cambios pueden operarse sino con grandes dificultades. EL HOMBRE APRENDE SOBRE TODO DE SU EXPERIENCIA; EL ANIMAL, DE LA EXPERIENCIA DE LA ESPECIE La función del habla constituye un buen ejemplo para ayudarnos a comprender nuestras restantes funciones. Todo niño nacido sin algún defecto grave posee el equipo esquelético, muscular y nervioso que le permite aprender a hablar por medio de la audición y la imitación de sonidos. En cambio los animales, gracias a sus instintos, que son más poderosos, tienen escasa necesidad de aprender. Sus mecanismos de acción están ligados casi desde el nacimiento con los mecanismos del sistema nervioso que imparten las órdenes. Las conexiones internas del sistema nervioso se encuentran {predeterminadas y basta un mínimo de experiencia para imprimir permanentemente la función. Así, el ruiseñor canta la misma melodía en Japón - 127 -

y en México. (Esto puede no ser del todo exacto en el sentido científico, pero se acerca bastante a la verdad como para servirnos de ejemplo.) Las abejas construyen sus colmenas de acuerdo con el mismo modelo en cualquier parte del mundo, y todo animal por cuyas venas corra sangre de perro ladrará, aun si tiene algo de lobo o de chacal. En el hombre, en cambio, no hay patrón de lenguaje establecido desde el nacimiento; el habla se desarrolla y crece anatómicamente y, a la vez, funcionalmente. Si un niño se cría en China hablará chino; en suma, hablará cualquier idioma correspondiente a su medio. Dondequiera que se encuentre, deberá formar, con ayuda de su experiencia personal, aquellas conexiones entre células de su sistema nervioso que activarán los músculos necesarios para hablar. Al principio, esas células sólo están dotadas de la capacidad de establecer libremente cualquier combinación de patrones que la experiencia proporcione. Esos patrones, creados por la experiencia individual y no por la experiencia colectiva de la raza humana, son por lo tanto permanentes mientras la experiencia perdura en forma estable. Es posible incluso olvidar - 128 -

la lengua materna. Y no es demasiado difícil aprender otro idioma. EXPERIENCIA INDIVIDUAL Pero lo que más influye sobre el desarrollo de la boca y sobre la mayor o menor potencia de unas cuerdas vocales en relación con las otras son las tentativas iniciales de habla. Toda tentativa posterior por aprender un idioma nuevo llevará la marca de las influencias iniciales, y por ello le resultará más difícil al individuo acostumbrarse a las nuevas formas. Aprender un lenguaje nuevo es dificultado más aún por las formas de habla ya existentes, que obstaculizan nuevas combinaciones de movimientos de los músculos de la boca y la garganta, los cuales ya han contraído una tendencia a continuar automáticamente con los patrones anteriores. EL GRAN PODER DE ADAPTACIÓN DEL HOMBRE Estas observaciones nos ayudan a comprender por qué las posturas al estar de pie y al caminar pue- 129 -

den diferir tanto de una persona a otra, por más que las controle una parte del cerebro cuyas funciones están más cerca de la función instintiva que de la voluntaria. Tal como el habla, la posición erguida carece de conexiones establecidas entre células del sistema nervioso, aunque el hombre empieza a caminar antes que a hablar. También en esa función el hombre se ajusta con mayor libertad y variedad a su ambiente que, por ejemplo, algunos animales de manada, capaces de caminar, correr, caer y ponerse de nuevo en pie pocos minutos después de haber nacido y cualquiera que sea el terreno donde hayan nacido. Las funciones ya establecidas y fijadas en ese momento sólo presentan pequeñas variaciones de un individuo a otro; en cambio, en el caso de las funciones que el individuo desarrolla mediante su experiencia personal, las diferencias son la norma. ASPECTOS DINÁMICOS DE LA POSTURA En la medida en que consideremos que las posturas de estar de pie y sentado son estáticas, nos resultará difícil describirlas en forma que pueda conducir - 130 -

a mejorarlas. Si lo que procuramos es esto, debemos considerar su aspecto dinámico. Desde este punto de vista, toda postura estable consiste en una serie de posiciones que configuran un movimiento. Al trasladarse de un lado al otro, un péndulo pasa por la posición de estabilidad en el momento en que alcanza su máxima velocidad. Cuando el péndulo se encuentra en estado estable, en el punto medio de su recorrido, se queda allí hasta que se le aplica alguna fuerza exterior. Esa posición estable no necesita energía para mantenerse. Al caminar, erguirse o sentarse, el cuerpo humano pasa necesariamente, de vez en cuando, por la posición vertical estable que no necesita energía. Empero, en los casos en que los movimientos no se adecuan perfectamente a la gravedad, el paso del cuerpo por la posición estable no se define claramente y los músculos siguen haciendo trabajo innecesario. Para mantener las posturas de estar de pie y sentado, que son posiciones de estabilidad, no se requiere esfuerzo alguno. En el estado estable sólo hace falta un mínimo de energía para iniciar un movimiento y, en consecuencia, no hace falta ninguna para mantenerse en reposo. - 131 -

CONTROL AUTOMÁTICO VOLUNTARIO

Y

CONTROL

La mayor parte de las dificultades teóricas y prácticas desaparecen cuando se presta debida consideración al hecho de que los músculos voluntarios que responden a nuestra intención reaccionan al mismo tiempo ante las órdenes de la otra parte de nuestro sistema nervioso, la inconsciente. Aunque el control voluntario puede presentarse en cualquier momento que se desee, en circunstancias de tipo corriente asume el mando el control automático. Cuando lo que se necesita es una reacción rápida, como en el instante de caer al suelo o cuando la vida está súbitamente en peligro, el sistema automático hace todo lo necesario antes aun de que nos demos cuenta de lo que sucede. Nos basta resbalar sobre una cáscara de plátano para comprobar que nuestro cuerpo en general se endereza a sí mismo «por su propia cuenta», en un movimiento reflejo del que el control voluntario ni siquiera tiene conciencia. El sentido kinestésico de nuestros músculos nos hace saber si nos encontramos en posición estable. Si - 132 -

el control que se ejerce sobre los músculos pertenece al sistema voluntario, nos hallamos en la posición estable; si pasa al sistema automático y el control voluntario se suspende un instante, la posición ha dejado de ser estable. El control voluntario retomará no bien el sistema automático haya logrado devolver al cuerpo una posición estable. ORIGEN DE LA SENSACIONES

DISTORSIÓN

DE

LAS

Todo cuanto tiende a disminuir la sensibilidad del poder de discriminación retarda la respuesta a los estímulos. La postura será reajustada cuando su divergencia respecto de la posición estable ya sea considerable, es decir, cuando el ajuste se haya tornado urgente y exija mayor esfuerzo muscular. Ello reduce aún más la conciencia precisa del cambio; todo el sistema de acción y control ha pasado a tener dimensiones más groseras. Por último habrá serios fallos en el control e incluso daño del sistema. Una de las causas iniciales de que los acontecimientos sigan ese curso es el dolor, que puede ser de origen físico o emocional. El dolor que socava la - 133 -

confianza en el propio cuerpo y en sí mismo es la principal causa de las desviaciones respecto de la postura ideal. Cuando es de este orden, el dolor rebaja el valor del individuo ante sus propios ojos. Aumenta la tensión nerviosa, lo cual a su vez reduce de nuevo la sensibilidad, de modo que no sentimos pequeñas desviaciones continuas respecto de la posición ideal y los músculos se tensan sin que el individuo tenga siquiera conciencia del esfuerzo que hace. El control puede falsearse hasta tal punto, que mientras creemos no estar haciendo nada estamos en realidad fatigando innecesariamente los músculos. LA SENSIBILIDAD VOLUNTARIA

EN

LA

ACCIÓN

Parece razonable suponer que si hemos de aumentar el grado de conocimiento de nuestro esfuerzo muscular cuando los músculos trabajan como resultado de la acción voluntaria, también debemos aprender a reconocer aquellos esfuerzos musculares que, como consecuencia del hábito, están normalmente ocultos de nuestra mente consciente. Si pudiéramos libramos de ese esfuerzo superfluo reconoce- 134 -

ríamos la posición estable ideal con mayor claridad. En ese caso habríamos «retornado» a la etapa en que desaparece todo esfuerzo muscular voluntario por mantener el equilibrio, pues éste es conservado sólo por las partes antiguas del sistema nervioso, que encuentran para cada uno de nosotros la mejor posición compatible con la estructura física hereditaria del individuo. DINÁMICA DEL EQUILIBRIO Volvamos a la idea de la estabilidad física como fenómeno dinámico para aprender de ella cuanto nos sea posible. Vimos que la posición estable del péndulo coincide con el punto medio de su trayecto, en que la tracción de la gravedad procura mantener el péndulo en posición puramente vertical. La fuerza que al principio pone el péndulo en marcha es absorbida por la fricción y los movimientos se toman cada vez más pequeños, hasta que el péndulo se queda quieto en posición estable; de ella se lo puede mover mediante la aplicación de un mínimo de fuerza en cualquier dirección distinta de la vertical. Lo mismo puede decirse de cualquier cuerpo en estado de equilibrio. - 135 -

Por ejemplo, un árbol que ha crecido en posición vertical curvará la copa en la dirección en que sople el viento. Análogamente, buena posición vertical es aquella a partir de la cual bastará un esfuerzo muscular mínimo para mover el cuerpo con la misma facilidad en cualquier dirección que se desee. Ello significa que en la posición erguida no debe haber esfuerzo muscular alguno que se derive del control voluntario, prescindiendo de que ese esfuerzo sea conocido y deliberado o de que sea ocultado de la conciencia por el hábito. Balancearse de pie De pie, deje que su cuerpo se balancee suavemente hacia uno y otro lado, como si fuera un árbol mecido por el viento. Preste atención al movimiento de la columna vertebral y de la cabeza. Continúe hasta completar de 10 a 15 movimientos pequeños y suaves como éste y hasta que pueda observar una conexión entre esos movimientos y su respiración. Después efectúe movimientos análogos no hacia los lados, sino hacia delante y atrás. Pronto observará que el movimiento hacia atrás es más fácil y más - 136 -

amplio, en muchos casos, que hacia delante, durante el cual sentirá cierta tirantez en los tobillos. Los puntos de tirantez varían de acuerdo con el individuo. Sólo en casos raros los músculos del pecho —con inclusión de los hombros, las clavículas, la nuca, las costillas y el diafragma— presentan una organización tan perfecta que se puede observar una relación continua entre los movimientos hacia delante y atrás y el proceso de la respiración, como en los movimientos laterales previos. Mueva ahora el cuerpo en tal forma que la coronilla (la parte superior de la cabeza) trace un círculo en el plano horizontal. Continúe hasta sentir que todo el trabajo es ejecutado por la mitad inferior de las piernas y que todo el movimiento se siente en los tobillos. Balancéese de nuevo hacia los lados, después hacia delante y atrás y después en círculo, en ambas direcciones, pero esta vez descanse el peso del cuerpo principalmente sobre el pie derecho; del pie izquierdo, sólo el dedo gordo debe tocar el suelo. La pierna izquierda no debe tomar parte en el movimiento salvo para ayudar al cuerpo a mantener el equilibrio y posibilitarle realizar el ejercicio con exactitud sin interferir en la respiración. Repita los - 137 -

movimientos apoyando la mayor parte del peso sobre el pie izquierdo. Repita cada uno de estos movimientos 20 o 30 veces, hasta que logre ejecutarlos tan suave y cómodamente como le sea posible. Moverse sentado Siéntese sobre el borde delantero de una silla. Apoye los pies en el suelo, bastante separados, y relaje los músculos de las piernas hasta que las rodillas puedan moverse hacia los lados y también hacia delante con facilidad desde los tobillos. En esa posición, mueva el tronco hacia uno y otro lado hasta lograr un balanceo suave coordinado con una respiración igualmente suave. Después de una pausa inicie movimientos similares hacia delante y atrás, hasta tomar conciencia del movimiento de las articulaciones de las caderas y la pelvis, así como del movimiento de las articulaciones de las caderas y la pelvis, y del movimiento de las rodillas hacia atrás y delante. Ahora mueva el tronco en sentido circular, de manera tal que la coronilla describa un círculo, sostenida la cabeza por la columna vertebral como por - 138 -

una barra. No tiene que hacer cambios en las posiciones relativas de las vértebras entre sí; la columna debe moverse como si estuviera sujeta a la silla por su extremo inferior, cerca del cóccix, y la cabeza en equilibrio sobre su extremo superior, mientras traza sus círculos igual que si la columna vertebral fuese la hipotenusa generatriz de un cono apoyado sobre su vértice. Invierta la dirección del movimiento y siga hasta que todos los obstáculos que se le oponen desaparezcan y se torne continuo, fluido y suave. EL NEXO DINÁMICO ENTRE ESTAR DE PIE Y SENTADO Hemos llegado al punto más importante de todos: el nexo dinámico que existe entre estar de pie y estar sentado. La mayor parte de las personas sienten que el cambio de posición de estar sentado a estar de pie exige esfuerzo; sin darse cuenta, se preparan para ese esfuerzo contrayendo los músculos de la parte posterior del cuello, lo que lleva atrás la cabeza y apunta el mentón hacia arriba. Este esfuerzo muscular superfluo se origina en el deseo de tensar el pecho. Para el esfuerzo que harán las piernas principalmente con los - 139 -

extensores de las rodillas, es decir, los músculos que las estiran. Después veremos que también este esfuerzo es superfluo. Todos esos movimientos indican la intención de erguirse mediante un vigoroso movimiento de la cabeza que arrastre tras ella todo el peso del tronco. En lo que concierne al control voluntario y al control reflejo antiguo, según los hemos llamado, la interferencia reside en el hecho de que los pies hacen presión sobre el suelo, mediante un movimiento voluntario, antes de que el centro de gravedad del cuerpo se haya movido hacia delante sobre las plantas de los pies. Cuando el centro de gravedad se haya trasladado realmente hacia delante respecto de los pies, en el sistema nervioso antiguo se originará un movimiento reflejo que enderezará las piernas, y ese movimiento automático no será sentido en modo alguno como esfuerzo. Por lo general, los pies hacen presión conscientemente sobre el suelo demasiado pronto, antes de que el estímulo reflejo haya alcanzado toda su magnitud. Como en los movimientos lentos prevalece el control voluntario, en este caso tiende a interferir en el control reflejo primitivo y a impedir que el movi- 140 -

miento se ejecute en la forma natural, orgánica y eficaz. Nuestro conocimiento debe discernir esa necesidad orgánica. Tal vez ese discernimiento sea el verdadero «conocimiento de sí mismo». La interferencia se desarrolla del siguiente modo. Cuando los pies, en esa tentativa por enderezar las piernas, presionan el suelo demasiado pronto, la pelvis es mantenida por la fuerza en su sitio y su parte superior incluso puede ser llevada ligeramente hacia atrás. Los músculos del estómago intentan el movimiento de levantar el cuerpo, lo cual tira la cabeza hacia delante y abajo. Pero si este movimiento no tiene suficiente fuerza como para levantar el peso de la pelvis sobre las piernas, tiesas en una posición inflexible e incapaces de doblarse en las articulaciones de las rodillas y los tobillos, el cuerpo recaerá en la posición sentada. Esa imposibilidad de completar el movimiento puede observarse en las personas de edad o debilitadas, que se incorporan a medias y vuelven a caer: no son lo bastante fuertes como para ejecutar los esfuerzos superfluos ya descritos y, además, el esfuerzo realmente necesario para incorporarse, por más que éste sea relativamente pequeño y esté al alcance incluso de ancianos o personas debi- 141 -

litadas. Mida sus errores y su mejoría Antes de sentarse, para iniciar el siguiente ejercicio, ponga bajo sus pies una balanza de baño. Después de ello usted se incorporará en la forma habitual. Cuando ponga los pies sobre la balanza, observará que la aguja se mueve hasta un punto que marcará aproximadamente la cuarta parte de su peso como peso de sus piernas. Después póngase de pie y al hacerlo observe la aguja. Esta avanzará hasta un punto situado mucho más allá del correspondiente a su peso, volverá a uno anterior, oscilará atrás y delante y finalmente se detendrá en la cifra acertada. Cuando considere que su transición de una postura a otra ha mejorado, verifíquelo de nuevo con la balanza. Si ahora el movimiento es correcto, la aguja avanzará gradualmente, acompañando poco a poco el movimiento, y no pasará más allá de la cifra que corresponde a su peso. Esto demuestra que el movimiento ya no incluye aceleración innecesaria alguna. Si trata de calcular cuánto esfuerzo desperdiciado se ahorra, comprobará además cuán poco esfuerzo le - 142 -

basta para ponerse de pie correctamente. Siéntese ahora en el borde delantero de la silla y deje que su cuerpo se balancee hacia atrás y delante con movimientos cada vez más amplios, pero sin súbito aumento del esfuerzo en punto alguno. Evite toda intención directa de incorporarse, pues de ello resultará un retomo inadvertido a su manera habitual de hacerlo.' Para ponerse de pie no hace falta, en realidad, ningún esfuerzo mayor que el que se efectúa en ese balanceo. ¿Cómo se hace? A continuación se presentan algunos recursos auxiliares; vale la pena probarlos todos aunque se tenga éxito con el primero.

1. Evite movilizar en forma consciente los músculos de las piernas AI balancearse hacia delante, piense en levantar las rodillas y los pies del suelo, de modo que la oscilación hacia delante no le haga contraer aquellos músculos del muslo cuya función es enderezar las piernas. La contracción de esos músculos acentúa la presión de los pies contra el suelo. La pelvis abandonará la silla sin esfuerzo adicional alguno y usted pasará de estar sentado a estar de pie. - 143 -

2. Evite movilizar en forma consciente los músculos del cuello Durante la oscilación hacia atrás y delante, tome un puñado de pelo de la coronilla y estírelo suavemente hasta que quede en línea con la columna vertebral, tensado tan ligeramente que pueda sentir si los músculos del cuello entran en tensión. Cuando al balancearse usted hacia delante los músculos de la nuca no entran en tensión, no se aplica presión adicional por medio de los pies y, al cabo de unas pocas tentativas, el movimiento hacia delante pondrá el cuerpo de pie sin cambio alguno de la respiración, es decir, sin imponer al pecho ningún esfuerzo inútil. Repita el ejercicio tirándose del pelo con la mano izquierda. Por lo general el efecto varía de una mano a la otra.

3. Suspenda la intención de ponerse de pie El movimiento hacia delante debe continuarse hasta el punto en que se sienta un esfuerzo en las piernas y el aparato respiratorio, es decir, hasta aquel - 144 -

punto en que el movimiento rítmico se detiene y el esfuerzo muscular aumenta. En este punto, incorporarse deja de ser una continuación del movimiento previo para convertirse en un esfuerzo de tirón brusco. Suspenda todo movimiento adicional y quédese inmóvil en la posición en que cesó el movimiento de balanceo. Suspenda la intención de incorporarse y determine qué parte del cuerpo se relaja por efecto de ello. Allí estaba el esfuerzo superfluo. Esto no es fácil de hacer; es preciso prestar mucha atención para detectar el esfuerzo inútil. Al cesar la intención de incorporarse, la posición inmóvil se torna inmediatamente tan cómoda como la de estar sentado y, a partir de allí, completar el movimiento que falta para ponerse de pie resulta tan fácil como sentarse de nuevo.

4. Movimientos rítmicos con las rodillas Sentado en el borde de la silla, apoye cómodamente los pies en el suelo, separándolos bastante. Empiece a mover sus rodillas acercándolas y apartándolas hasta que el movimiento se torne rítmico, regular y fácil. Tómese una mecha de pelo de la co- 145 -

ronilla y estirándosela llévese usted mismo hasta la posición de pie sin interrumpir el movimiento de las rodillas. Si el cuerpo no está debidamente organizado el movimiento de las rodillas vacilará, así sea sólo por un momento; en caso contrario, usted tratará de alzarse en el preciso momento en que las rodillas se encuentran en alguna de las posiciones extremas de su movimiento, sea lo más distantes o lo más juntas. En cualquiera de esas posiciones, las rodillas pueden cesar de moverse sin que usted lo advierta.

5. Separe la acción de la intención Uno de los requisitos que deben cumplirse para mejorar la acción consiste en separarla de la intención, como el ejercicio siguiente, que a la vez ayuda a aprender y permite verificar la cualidad de la acción ejecutada. Siéntese en una silla como antes, con el respaldo de otra silla enfrente de usted. Apoye las manos en ese respaldo y, en vez de pensar en ponerse de pie, piense en levantar el asiento de su silla y al mismo tiempo en ponerse de pie. Cuando se haya incorporado, ponga las manos en el respaldo de la silla de en- 146 -

frente y, en vez de pensar en sentarse, piense en bajar el asiento. Poner el asiento en la silla es un medio de sentarse, tal como levantarlo es un medio de incorporarse. De esa forma su atención está centrada en el medio por el cual se ejecuta la acción, no en la intención de ejecutarla. Muchas personas son capaces de levantarse o sentarse de esta forma sin pensar en lo que están haciendo. Cuando la acción es efectuada correctamente, no hay diferencia si el ejecutor piensa en la intención o si piensa en el medio de llevarla a cabo. Cuando la acción es defectuosa, un observador puede decir inmediatamente cuál de las dos formas de pensar seguía el ejecutor durante el movimiento. CONCENTRARSE EN LA META CAUSAR EXCESIVA TENSIÓN

PUEDE

Es fácil trasladar la atención del objetivo de una acción simple a los medios de ejecutarla y concentrarse en éstos. Si se trata de una acción compleja, cuanto más intenso sea el deseo de alcanzar su meta, mayor será la diferencia de ejecución según cuál de ambos modos de pensar se adopte. - 147 -

A menudo, un deseo demasiado intenso de alcanzar la meta provoca tensión interna. Esta tensión no sólo obstaculiza el logro de lo que se desea; incluso puede poner en peligro la vida, como cuando una persona cruza la calle apurada por tomar a cualquier precio un vehículo y sin prestar atención a las inmediaciones. SEPARANDO EL OBJETIVO DEL MEDIO SE MEJORA EL RENDIMIENTO En la mayor parte de los casos en que la acción se relaciona con un fuerte deseo, se puede mejorar su eficiencia separando la meta de los medios de lograrla. Un automovilista desesperado por llegar a destino, por ejemplo, viajará mejor si confía el volante a un buen conductor que no está desesperado por llegar a tiempo. Cuando tanto la acción como el logro de su objetivo dependen de la parte antigua del sistema nervioso —antigua en el sentido de su evolución—, sobre la que sólo tenemos control involuntario, el rendimiento puede tropezar con graves obstáculos. Entre esas acciones pueden contarse la actividad sexual, el - 148 -

acto de dormirse o la evacuación de los intestinos. La acción puede efectuarse como si la meta fuera el medio, y a veces como si el medio fuese la meta. Por lo tanto, conviene estudiar este problema cuando tanto la meta como los medios son simples, a fin de aplicar en el caso de acciones más importantes el entendimiento ganado de ese modo. La fuerza eficiente actúa en la dirección del movimiento Siéntese en el borde de una silla y coloque las puntas de los dedos de su mano derecha sobre la coronilla. El contacto debe ser lo bastante leve como para que usted pueda detectar cambios de tensión en la parte posterior de su cuello. Suba y baje el mentón (moviendo para ello los músculos anteriores y posteriores del cuello) y observe si las puntas de sus dedos registran el movimiento de la cabeza. Aumente el movimiento de su cabeza hacia delante y arriba moviendo las articulaciones de las caderas hasta que el asiento se levante de la silla y usted se encuentre de pie, pero sin intensificar súbitamente el esfuerzo de las piernas en ninguna etapa del movimiento. - 149 -

Advertirá que el control del movimiento por las puntas de los dedos y la suave acción hacia arriba hasta ponerse de pie han organizado los músculos del pecho en forma tal que las costillas y el pecho cuelgan de la columna vertebral y los músculos no los ponen rígidos. Para que sea la columna vertebral la que cargue el peso del pecho y se respire libremente durante todo ese movimiento, el esfuerzo de los músculos de las articulaciones de las caderas debe dirigirse de tal modo que la fuerza resultante pase por la columna vertebral misma. No deben desarrollarse fuerzas parasitarias que modifiquen el ángulo de la cabeza y las vértebras del cuello o provoquen una incurvación de la columna vertebral. Para que este movimiento llegue a tomarse preciso y eficiente, debe intensificarse, mediante la ejercitación, la sensación de soltura y energía, hasta que se abandone espontáneamente todo intento de prepararse para el esfuerzo conteniendo la respiración o tensando el pecho. La tendencia a contener el aliento es instintiva y forma parte de un intento por impedir la aparición de esfuerzos de corte, es decir, fuerzas que tienden a trasladar las vértebras en sentido horizon- 150 -

tal, sacándolas de la línea vertical de la columna vertebral, constituida por ellas. LA IMPOSIBILIDAD DE ELEGIR CONVIERTE LA TENSIÓN EN HÁBITO En la medida en que invierte esfuerzo innecesario en una ^acción, el hombre debe erigir defensas, prepararse para un gran esfuerzo que no es cómodo, agradable ni conveniente. La imposibilidad de elegir entre efectuar un esfuerzo y no efectuarlo convierte aquella acción en hábito, y con el tiempo nada parece más natural que aquello a lo cual uno se ha habituado, aunque se oponga a roda razón o necesidad. El hábito facilita la persistencia en una acción, y en general es muy valioso por esa causa. Sin embargo, a menudo nos dejamos llevar demasiado por el hábito, hasta que la autocrítica es silenciada y nuestra capacidad de discernir disminuye, lo que poco a poco nos convierte en máquinas que actúan sin pensar.

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Lección 2 ¿QUÉ ACCIÓN ES BUENA? LA ACCIÓN EFICAZ MEJORA EL CUERPO Y SU CAPACIDAD PARA ACTUAR La eficacia de una acción se juzga ante todo por el simple criterio de si alcanza o no su propósito. Sin embargo, esa prueba no basta. Además, la acción debe mejorar un cuerpo vivo y en desarrollo por lo menos lo suficiente como para que, en la siguiente oportunidad, la acción sea más eficaz. Por ejemplo, se puede ajustar un tornillo mediante un cuchillo de cocina, pero tanto el cuchillo como el tomillo quedarán averiados. El cuerpo humano es capaz de efectuar movimientos y acciones de tan distintos tipos, que resultaría difícil definir en forma breve cuáles son eficaces, y roda definición en tal sentido simplificaría en exceso. Sin embargo, intentaremos poner en claro en qué consiste una acción bien ejecutada. LA

CARACTERÍSTICA

DEL MOVIMIENTO

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VOLUNTARIO ES LA REVERSIBILIDAD Todos convendremos en que si sólo se trata de mover una mano de derecha a izquierda y de vuelta a la derecha, a una velocidad intermedia, el movimiento será satisfactorio si podemos interrumpirlo y revertirlo en cualquier punto, para retomar la dirección inicial, o resolvemos a iniciar en vez de ése cualquier otro movimiento. Esa cualidad es inherente al tipo simple de movimiento descrito, aunque no nos demos cuenta de ello, y se la encuentra en todos los movimientos deliberados y conscientes. La denominaremos «reversibilidad». Un leve golpe en el tendón situado exactamente por debajo de la rótula provoca en la pierna un estiramiento puramente reflejo, es decir, un movimiento que no podemos detener, invertir ni modificar. Lo mismo sucede con los movimientos clónicos, los estremecimientos o los espasmos. Ninguno de ellos es reversible porque son involuntarios. LOS MOVIMIENTOS ÁGILES Y FÁCILES SON LOS MEJORES - 153 -

Al considerar las maneras de levantarse de una silla, vimos que hay buen movimiento deliberado cuando no existe conflicto entre el control voluntario y la reacción automática del cuerpo ante la gravedad, cuando ambos se combinan y se ayudan entre sí para cumplir una acción que parece dictada por un solo centro. Por lo general, el control voluntario es eficaz con los movimientos relativamente lentos, siempre que el movimiento no ponga en peligro el cuerpo o provoque tal dolor que la reacción automática asuma el control, haciendo a un lado la decisión voluntaria. También vimos que el movimiento simple de la mano era bueno, sin conocimiento previo alguno de lo que constituye un buen movimiento. Como regla general, los movimientos ágiles y fáciles son los mejores. Es importante aprender a convertir los movimientos difíciles en buenos, es decir, en movimientos que en primer término son eficaces, pero además son suaves y fáciles. EVITAR DIFICULTADES ESTABLECE NORMAS DE CONDUCTA Por regla general, el ser humano deja de desarro- 154 -

llar o mejorar su capacidad para ajustarse a las circunstancias alrededor de los 13 o 14 años. Las actividades cerebrales, emocionales y corporales que a esa edad todavía son imposibles o difíciles quedarán permanentemente más allá de los límites de lo habitual. Como consecuencia, la capacidad del hombre es mucho más limitada de lo que tendría que ser. Por lo común, esas limitaciones se imponen por sí mismas al individuo como consecuencia de dificultades surgidas en el proceso de desarrollo fisiológico o social. Cuando el individuo experimenta repetidas veces una dificultad, por lo común abandona la actividad que le resulta difícil dominar, en la que no tiene éxito o que le ha sido desagradable de algún modo. Establece una norma para sí mismo, diciéndose, por ejemplo: «No puedo aprender a bailar», o bien: «No soy sociable por naturaleza», o esto: «Nunca entenderé las matemáticas». Los límites que se fija a sí mismo no sólo detendrán su desarrollo en las esferas que ha resuelto abandonar, sino también en otras, y pueden incluso influir sobre toda su personalidad. La sensación de que algo es «demasiado difícil» se propagará a otras actividades hasta incluirlas. Es - 155 -

difícil estimar con exactitud la importancia que tienen para el individuo las cualidades de que carece y las cosas que, por lo tanto, nunca intenta, incurriendo así, sin saberlo, en pérdidas incalculables. EL PERFECCIONAMIENTO NO TIENE LÍMITES El hombre que estaba habituado a leer a la luz de una antorcha o una lámpara de aceite pensó que la vela de cera era la última palabra y no prestó mayor atención al humo, el hollín o el olor que despedía. Cuando consideramos el posterior desarrollo de la iluminación artificial, comprendemos que al fijar límites sólo nos basamos en la ignorancia. Cada vez que ampliamos los confines de nuestro conocimiento, aumentan nuestra sensibilidad y la precisión de nuestras acciones y se expanden los límites de lo que consideramos normal. Cuanto más avance un individuo en su desarrollo más fácil le resultará la acción, facilidad que es sinónimo de organización armoniosa de los sentidos y los músculos. Cuando la actividad está exenta de tensión y esfuerzo superfluo, la facilidad resultante de ello da margen libre para una sensibilidad mayor y una dis- 156 -

criminación más aguda, que a su vez facilitan más aún la acción. Ahora será capaz de reconocer el esfuerzo innecesario incluso en acciones que antes le parecían fáciles. Al refinarse más aún, esta sensibilidad para la acción se tornará cada vez más delicada hasta alcanzar cierto nivel. Para superar este límite, es preciso perfeccionar la organización de toda la personalidad. Empero, a esta altura del proceso, los nuevos avances no se consumarán lenta y gradualmente, sino mediante súbitos pasos hacia delante. La facilidad de acción se ha desarrollado hasta convertirse en una cualidad nueva, que abre nuevos horizontes. Supongamos que un actor, locutor o maestro que ha sufrido de ronquera empieza a estudiar maneras de mejorar su habla a fin de liberarse del problema. Al principio intentará localizar el exceso de esfuerzo en su aparato respiratorio y su garganta. Cuando haya aprendido a disminuir el gasto de esfuerzo y a hablar más fácilmente, advertirá con sorpresa que además ha estado haciendo un trabajo innecesario con los músculos de su maxilar inferior y su lengua, trabajo del que antes no tenía conciencia y que contribuía a su ronquera. Así, la facilidad lograda en un - 157 -

campo posibilita una observación más estrecha y exacta de lo que sucede en otros que tienen relación con aquél. Cuando siga ejercitándose en sus nuevas aptitudes y utilice sin esfuerzo los músculos de su lengua y su maxilar inferior, esa persona descubrirá que sólo había utilizado la parte posterior de la boca y la garganta para producir su voz, y no la parte delantera de la boca. Ello le suponía mayor esfuerzo para respirar, porque necesitaba mayor presión de aire para forzar la voz a través de la boca. Cuando aprende a emplear también la parte delantera de la boca el habla se le toma mucho más fácil, y entonces comprueba que además ha mejorado el uso de los músculos del pecho y el diafragma. Entonces descubrirá, para gran sorpresa suya, que la interferencia en los músculos del pecho, el diafragma y la parte delantera de la boca se debía a una tensión continua de los músculos de la nuca y el cuello, que forzaba su cabeza y su mentón hacia delante y alteraba la respiración y los órganos del habla. Esto lo llevará a otras comprobaciones relacionadas con su manera de mantenerse derecho y de moverse. - 158 -

Esto significa que en el hablar correcto interviene el total de la personalidad. Pero la historia no termina en estos descubrimientos, en los perfeccionamientos que se derivan de ellos y en la facilidad de acción resultante. Además, ese hombre descubre que su voz, limitada antes a una sola octava, puede alcanzar ahora tonos mucho más altos y más bajos. Descubre en su voz una cualidad enteramente nueva y se da cuenta de que puede cantar. También esto abre nuevas posibilidades y le revela aptitudes con las que antes ni siquiera hubiese soñado. USAR LOS MÚSCULOS GRANDES PARA EL TRABAJO PESADO Para que el movimiento sea eficaz, el trabajo pesado de mover el cuerpo debe ser transferido a los músculos más capaces de hacerlo. Si observamos cuidadosamente, veremos que los músculos más grandes y fuertes son los conectados con la pelvis. La mayor parte del trabajo la ejecutan esos músculos, en particular los de las nalgas, los muslos y el abdomen. A medida que nos alejamos del centro de gravedad del cuerpo en dirección a las - 159 -

extremidades, los músculos se tornan cada vez más delgados. Los músculos de los miembros están construidos de manera que puedan dirigir sus movimientos con exactitud; a la vez, la mayor parte de la potencia de los músculos pelvianos es conducida por los huesos de las extremidades hasta el punto donde debe ejercerse. En un cuerpo bien organizado, el trabajo que hacen los grandes músculos es llevado por músculos más débiles hasta su destino final, por intermedio de los huesos, pero sin que pierda en el camino gran parte de su energía. LAS FUERZAS QUE TRABAJAN EN ÁNGULO RESPECTO DEL TRAYECTO PRINCIPAL CAUSAN DAÑO En condiciones ideales, el trabajo realizado por el cuerpo pasa longitudinalmente por la columna vertebral y los huesos de las extremidades, es decir, en una dirección que se parece tanto como es posible a la línea recta. Si el cuerpo forma ángulos respecto de la principal línea de acción, parte del esfuerzo efectuado por los músculos pelvianos no llegará al punto - 160 -

a donde se dirigía; además, los ligamentos y articulaciones sufrirán daños. Por ejemplo, si empujamos algo con una mano y el brazo completamente extendido, la fuerza de los músculos pelvianos actuará directamente a lo largo del brazo y de la mano. En cambio, si el brazo está doblado en ángulo recto en el codo, la fuerza ejercida por la mano no podrá ser superior a la del antebrazo solo. La acción se torna difícil e incómoda, porque la fuerza de los grandes músculos no puede resultar útil, ya que es absorbida casi totalmente por el cuerpo. Cuando la estructura del esqueleto no logra transmitir la fuerza de los grandes músculos pelvianos por intermedio de los huesos, resulta muy difícil abstenerse de tensar el pecho para permitir que los músculos direccionales hagan por lo menos parte del trabajo que debería ser hecho con facilidad por los músculos pelvianos. La buena organización corporal posibilita ejecutar la mayoría de las acciones normales sin sensación alguna de esfuerzo o tensión. DESARROLLAR IDEALES

TRAYECTOS

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DE

ACCIÓN

El trayecto de acción ideal del esqueleto al pasar de una posición a otra —por ejemplo, de sentado a de pie o de acostado a sentado— es aquel que seguiría si no tuviera músculo alguno, es decir, si los huesos estuviesen conectados sólo por ligamentos. Para alzarse del suelo según el trayecto más corto y eficiente, el cuerpo debe hallarse organizado de modo tal que los huesos sigan los trayectos que seguirían en un esqueleto sobre cuya cabeza se ejerciera tracción. Sí siguen esos caminos, el esfuerzo muscular se transmitirá a lo largo de los huesos y todo el esfuerzo de los músculos pelvianos se transformará en trabajo útil.

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Lección 3 ALGUNAS PROPIEDADES FUNDAMENTALES DEL MOVIMIENTO En esta lección aprenderá a reconocer algunas de las propiedades fundamentales de los mecanismos de control de los músculos voluntarios. Comprobará que para modificar el tono fundamental de los músculos, es decir, el estado de contracción en que se encuentran antes de ser activados por la voluntad, son suficientes alrededor de 30 movimientos lentos, livianos y cortos. Una vez efectuado, el cambio de tono se propagará a toda la mitad del cuerpo que contiene la parte en que se inició el trabajo. Una acción se torna fácil de ejecutar y el movimiento se vuelve liviano cuando los poderosos músculos del centro del cuerpo hacen la mayor parte del trabajo y las extremidades se limitan a dirigir los huesos hacia el punto de destino del esfuerzo. Indague el estado de su cuerpo - 163 -

Tiéndase de espaldas. Separe cómodamente las piernas. Extienda los brazos hacia arriba, un poco separados, de manera tal que el izquierdo esté más o menos en línea recta con la pierna derecha y el derecho lo esté con la izquierda. Cierre los ojos y trate de verificar las partes de su cuerpo que están en contacto con el suelo. Preste atención a la forma en que los talones yacen sobre el suelo; observe si la presión sobre ambos es igual y si el contacto con el suelo se produce exactamente en el mismo punto en los dos talones. Examine en la misma forma el contacto que hacen con el suelo los músculos de las pantorrillas, la parte posterior de las rodillas, las articulaciones de las caderas, las costillas flotantes, las costillas superiores y los omóplatos. Fíjese en las distancias a que están los hombros, los codos y las muñecas respecto del suelo. Unos pocos minutos de estudio le revelarán que en los hombros, los codos, las costillas y demás, hay considerables diferencias entre ambos lados del cuerpo. Muchas personas comprobarán que, en esta posición, los codos no tocan el suelo, sino que están suspendidos en el espacio. Los brazos no se apoyan en el suelo y se torna difícil mantenerlos en esa posi- 164 -

ción hasta concluir el examen. DESCUBRA EL TRABAJO LATENTE DE LOS MÚSCULOS Tenemos un cóccix, un sacro, cinco vértebras lumbares, doce dorsales y siete cervicales. ¿En qué vértebras de la región pelviana se ejerce mayor presión? ¿Tocan el suelo todas las vértebras lumbares (las de la cintura)? De no ser así, ¿qué es lo que las eleva respecto del suelo? ¿Sobre cuál de las vértebras dorsales (las de la espalda) se ejerce mayor presión? Al iniciar esta lección, la mayor parte de las personas comprobarán que dos o tres de las vértebras tienen evidente contacto con el suelo, en tanto que las otras forman arcos entre sí. Ello resulta sorprendente, pues nuestro propósito era descansar tendidos en el suelo, sin hacer esfuerzo ni movimiento alguno, de modo que, en teoría, cada una de las vértebras y las costillas debería descender hasta el suelo y tocarlo por lo menos en un punto. Un esqueleto sin músculos yacería ciertamente así. Se diría, en consecuencia, que los músculos, sin que nos demos cuenta, elevan las partes del cuerpo donde se insertan. - 165 -

Es imposible estirar toda la columna vertebral sobre el suelo sin ejercer un esfuerzo consciente sobre varias de sus secciones. No bien se relaja ese esfuerzo consciente, las secciones afectadas volverán a subir y a separarse del suelo. Para apoyar toda la columna vertebral en el suelo debemos suspender el trabajo que los músculos hacen sin que nos demos cuenta. ¿Cómo lograrlo si el esfuerzo deliberado o consciente no tiene éxito? Deberemos intentar un método indirecto. Un nuevo punto de partida para cada movimiento Tiéndase otra vez y estire sus brazos y piernas como antes. Es probable que por lo menos los dorsos de sus manos toquen ahora el suelo y tal vez lo hagan además sus codos y brazos (parte superior, entre los codos y los hombros). Eleve ahora el brazo derecho (parte superior), moviendo sólo el hombro, hasta que el dorso de la mano deje de tocar el suelo; tiene que ser un movimiento lento e infinitamente pequeño. Deje caer el brazo hasta que se apoye de nuevo. Súbalo otra vez hasta que el dorso de la mano pierda contacto con el suelo. Repita esto de 20 a 25 veces. - 166 -

Cada vez que suba y baje el brazo efectúe una pausa completa, detenga toda acción, de modo que el movimiento siguiente constituya una acción totalmente nueva y separada. Coordinación de respiración y movimiento Si presta cuidadosa atención, advertirá que, al estirarse el brazo antes de ser elevado, el dorso de su mano se arrastra un poco por el suelo. Después de repetir el movimiento cierto número de veces, comprobará que se coordina con el ritmo respiratorio. Verificará que la elevación y el estiramiento del brazo coinciden exactamente con el instante en que el aire empieza a ser expulsado de los pulmones. Efectúe una pausa y observe Al cabo de los 25 movimientos, lleve lentamente los brazos a los costados del cuerpo. Asegúrese de hacerlo por etapas, pues un movimiento rápido provocará probablemente dolor en el hombro que ha trabajado. Doble las rodillas y descanse un instante. Mientras descansa, observe la diferencia que existirá - 167 -

ahora entre los lados derecho e izquierdo de su cuerpo. Movimiento lento y gradual Ahora dése la vuelta y tiéndase sobre el estómago, con los brazos y las piernas separados como antes. Suba lentamente su codo derecho desde el hombro hasta que se separe del suelo (ahora la mano no se levantará necesariamente) y luego deje que baje de nuevo. Para efectuar este movimiento en la forma descrita, los brazos deben ser estirados cómodamente sobre la cabeza, es decir, en forma tal que la distancia entre las manos sea menor que entre los codos y éstos se encuentren ligeramente doblados. Siga alzando el codo en el mismo instante en que empieza a expeler el aire de sus pulmones. Repítalo por lo menos 20 veces. Si el movimiento es lento y gradual, como debe ser, comprobará que el codo ahora «se arrastra» con el brazo, es decir, se estira un poco antes de empezar a elevarse del suelo. A medida que el codo comience a subir lo suficiente para arrastrar la muñeca consigo, también la mano empe- 168 -

zará a elevarse respecto del suelo. Eliminar el esfuerzo superfino Cuando un hombre, en esta posición, alza su muñeca, es improbable que la mano cuelgue relajada. Sin darse cuenta, la mayoría de las personas tensan los extensores (los músculos del lado externo del antebrazo) de la mano, y ésta se eleva hasta que el dorso y el antebrazo quedan en ángulo. Poco a poco, si se presta atención, es posible eliminar ese esfuerzo muscular inútil e involuntario. Para lograrlo, debemos relajar los músculos del antebrazo, no sólo los de los dedos. Cuando la relajación sea completa la mano caerá y se formará un ángulo entre su palma y la cara interna del antebrazo. Si entonces se eleva el codo, la mano colgará relajada. Utilice los músculos de la espalda Continúe ese movimiento y alce el brazo entero, con el codo y la mano, hasta sentir que para hacerlo ya no necesita esfuerzo muscular alguno de esa parte - 169 -

y que el único esfuerzo se efectúa en la región del hombro. Para facilitar que los hombros se eleven respecto del suelo, deberá poner en acción los músculos de la espalda. Entonces el hombro se levantará del suelo junto con el omóplato y la porción superior derecha del tórax. Tiéndase otra vez de espaldas, descanse y observe en qué distinta forma los hombros, el tórax y los brazos toman contacto ahora con el suelo a derecha e izquierda. Acción simultánea Estire los brazos por encima de la cabeza, con las manos separadas. Estire las piernas, con los pies separados. Muy lentamente, eleve la pierna y el brazo derechos. El movimiento debe ser muy pequeño, suficiente para levantar apenas el dorso de la mano y el talón respecto del suelo. Preste atención para establecer si la mano y el pie vuelven a posarse sobre el suelo exactamente al mismo tiempo, o uno después del otro. Cuando haya averiguado cuál de ellos llega antes al suelo descubrirá que, además, esa extremidad se levanta antes que la otra. No es fácil alcanzar - 170 -

una simultaneidad absoluta de acción en este movimiento. Por lo general siempre habrá una pequeña diferencia entre el movimiento del brazo y el de la pierna. Para alcanzar mayor exactitud, eleve el brazo en el mismo instante en que deja de inhalar aire. Después levante la pierna cuando empieza a exhalarlo. Finalmente, mueva brazo y pierna al exhalarlo. Esto mejora la coordinación entre ambas extremidades. Sentir el alargamiento de la columna vertebral Ahora eleve alternativamente el brazo y la pierna. Observe si al levantar sólo la pierna, sin el brazo, las vértebras lumbares se elevan un poco respecto del suelo, y si el movimiento de esas vértebras es afectado de alguna manera cuando se alza el brazo junto con la pierna. Las vértebras lumbares se levantan respecto del suelo porque la pierna es alzada por músculos que se insertan en la parte delantera de la pelvis. También los músculos de la espalda intervienen en la elevación de esas vértebras. El trabajo que hacen estos músculos de la espalda, ¿es necesario o superfluo? - 171 -

Doble la pierna hacia la derecha; es decir, haga girar la articulación de la cadera, la rodilla y el pie hacia la derecha. A continuación, muy lentamente levante la pierna en esa posición y observe cómo la distinta posición de la pierna influye sobre el movimiento de las vértebras situadas a la altura de la cadera. Poco a poco se tomará patente que si elevan simultáneamente pierna y brazo en el momento en que se empieza a expulsar el aire de los pulmones, ese trabajo es ejecutado en forma coordinada por los músculos del estómago y el pecho. Las vértebras lumbares ya no suben sino que, por el contrario, son oprimidas contra el suelo. Elevar brazo y pierna se torna más fácil y se tiene la sensación de que, en este proceso, el cuerpo se alarga. Esta sensación de alargamiento de la columna vertebral acompaña la mayor parte de las acciones ejecutadas correctamente. LOS ESFUERZOS INNECESARIOS ACORTAN EL CUERPO En casi todos los casos, el exceso de tensión remanente en los músculos provoca el acortamiento de la columna vertebral. Cuando la acción es acompa- 172 -

ñada por esfuerzo innecesario, éste tiende a acortar el cuerpo. Toda vez que se prevé que una acción será dificultosa, el cuerpo se contrae como para protegerse contra esa dificultad. Es precisamente este refuerzo del cuerpo lo que exige el esfuerzo superfluo e impide que el cuerpo se organice correctamente para la acción. La capacidad corporal debe ser ampliada mediante el estudio y la comprensión, antes que por el esfuerzo obstinado y las tentativas de proteger el cuerpo. Por añadidura, esa autoprotección y ese esfuerzo superfluo que se agrega a la acción expresan falta de confianza del individuo en sí mismo. No bien una persona tiene conciencia de que exigirá a sus facultades más de lo habitual, efectúa un esfuerzo de voluntad mayor a fin de preparar su cuerpo para la acción; en realidad, lo que hace es imponerse a sí misma un esfuerzo superfluo. El acto resultante de esa tentativa por reforzar el cuerpo nunca será gracioso ni estimulante, ni despertará en el individuo deseo de repetirlo. Si bien se puede alcanzar la meta de esta forma tortuosa, el precio que se paga por ella es superior a lo que parece a primera vista. Descanse un instante y observe el cambio opera- 173 -

do en el contacto de la pelvis con el suelo, así como la diferencia entre los costados izquierdo y derecho del cuerpo. ¿Qué es más cómodo? Ruede sobre sí mismo hasta yacer de estómago y estire los brazos por encima de la cabeza, muy separados. Abra las piernas y levante con lentitud, al mismo tiempo, el brazo derecho y la pierna del mismo lado. Cuando se disponga a alzar las extremidades, observe la posición de su cabeza. ¿Mira hacia la derecha o hacia la izquierda, o está contra el suelo? Trate de levantar brazo y pierna al respirar. Hágalo varias veces, primero con la mejilla derecha contra el suelo, es decir, mirando hacia la izquierda. Repítalo después con la frente apoyada en el suelo y, finalmente, con la mejilla izquierda en el suelo. Compare ahora la cantidad de esfuerzo exigida en las tres posiciones y decida en cuál es más fácil efectuar el movimiento. En un cuerpo más o menos bien organizado, la posición más cómoda habrá sido con la mejilla izquierda en el suelo. Repita el movimiento unas 25 veces y advierta cómo se toma cada - 174 -

vez más evidente que la presión del cuerpo sobre el suelo se traslada hacia el lado izquierdo del estómago, entre el pecho y la pelvis. Siempre sobre el estómago, siga alzando brazo y pierna derechos como antes, pero ahora, en cada movimiento, alce también la cabeza, siguiendo con los ojos el .movimiento de la mano. Después de 25 movimientos, vuélvase sobre la espalda y descanse. A continuación repita el movimiento como antes, alzando a la vez brazo, pierna y cabeza. Observe la forma en que su cuerpo yace sobre el suelo; será distinta de lo que era antes del ejercicio. Identifique por separado qué zonas del cuerpo están ahora en contacto con el suelo. Determine con exactitud en qué punto es mayor la presión. Repita el movimiento 25 veces y deténgase. ¿Qué ojo está más abierto? Póngase de pie, camine un poco y verifique las diferencias de sensación en los costados derecho e izquierdo de su cuerpo, en el peso y la longitud aparentes de los brazos y en la longitud de las piernas. Examine su rostro en el espejo: fíjese en qué lado de - 175 -

su cara parece más fresco, dónde están menos marcados los pliegues y las arrugas y cuál de los dos ojos está más abierto. ¿Qué ojo es? Trate de recordar si notó, en las verificaciones efectuadas al término de cada serie de movimientos anteriores, que un brazo y una pierna parecían progresivamente más largos que las extremidades del lado opuesto. No trate de superar la sensación de diferencia entre ambos lados del cuerpo; al contrario, permítale persistir y obsérvela hasta que disminuya y por fin desaparezca. Si no surge un hecho que interrumpa la atención, tal como un contratiempo o un alto grado de tensión, la diferencia seguirá siendo perceptible durante muchas horas, o por lo menos durante varias. Durante ese lapso, observe qué lado de su cuerpo funciona mejor y de qué lado los movimientos son más suaves. Trabaje sobre el lado izquierdo Repita todos los movimientos detallados en esta lección, pero esta vez sobre el lado izquierdo de su cuerpo. - 176 -

Movimiento diagonal Cuando haya concluido con los movimientos del lado izquierdo, levante muy, muy lentamente el brazo derecho y la pierna izquierda a la vez, y repítalo 25 veces. Observe los cambios operados en las posiciones relativas de las vértebras y las costillas y tome nota de que las partes de la espalda sobre las cuales se apoya ahora el cuerpo difieren bastante de aquellas que identificó después de levantar a la vez las extremidades correspondientes a un mismo lado. Después de un corto descanso, levante el brazo izquierdo y la pierna derecha al mismo tiempo 25 veces, y después descanse. A continuación, levante los cuatro miembros y la cabeza al mismo tiempo que expulsa el aire de los pulmones. Después de descansar, levante sólo las extremidades, con la cabeza apoyada en el suelo. Repita estas combinaciones de movimientos tendido sobre el estómago. Finalmente, tiéndase de espaldas y observe qué zonas tienen ahora contacto con el suelo, desde los talones hacia la cabeza, como lo hizo al comenzar la lección. Tome nota de los cambios que se han produ- 177 -

cido, particularmente a lo largo de la columna vertebral.

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Lección 4 DIFERENCIACIÓN DE LAS PARTES LAS FUNCIONES EN LA RESPIRACIÓN

Ahora aprenderá a reconocer qué movimientos de las costillas, el diafragma y el abdomen configuran la respiración. Para respirar con profundidad y facilidad, es preciso que esos movimientos estén correctamente ajustados. Podrá reconocer la diferencia de longitud entre los períodos de inhalar y exhalar y comprenderá cómo el proceso de respirar se ajusta por sí mismo a la posición del cuerpo respecto de la gravedad. Las costillas inferiores se mueven más que las superiores y contribuyen más a la respiración. Finalmente, comprobará que la respiración se torna más fácil y rítmica cuando el cuerpo se mantiene erguido sin esfuerzo consciente, es decir, cuando todo su peso es sostenido por la estructura esquelética. Volumen del pecho y respiración - 179 -

Tiéndase de espaldas; estire las piernas, con los pies separados, y doble las rodillas. Las plantas de los pies se apoyarán ahora en el suelo como cuando se encuentra de pie, con los pies separados. Junte y separe varias veces las rodillas, hasta que cada una de ellas quede en el plano que pasa por su pie respectivo, a lo largo de una línea imaginaria que parte del centro del talón y pasa entre el dedo gordo y el contiguo. Para mantener las rodillas en posición no hace falta esfuerzo muscular. Inhale hasta llenar sus pulmones, dilatando su pecho tanto como pueda sin sentir molestia. Muchas personas, al respirar, no dejan que su esternón se mueva en relación con la columna vertebral. En vez de aumentar el volumen del pecho de acuerdo con su estructura, ahuecan la espalda, es decir, elevan del suelo todo el tórax, con inclusión de la parte inferior de la espalda, de modo que su volumen interno sólo es aumentado por el movimiento de las costillas flotantes. Determine si su columna vertebral se apoya en el suelo a lo largo de toda la caja torácica al expandirse ésta y alejarse el esternón de aquélla. No intente for- 180 -

zar la columna vertebral hacia abajo: no haga esfuerzo alguno. Limítese a llenar los pulmones de aire, observe el ascenso del pecho y establezca si la columna vertebral se apoya al mismo tiempo contra el suelo. Detenga el movimiento. Espere hasta tener necesidad de respirar, y repítalo. Hágalo varias veces. Movimientos respiratorios sin respiración Cuando lo haya hecho y el movimiento se haya tomado patente, trate de elevar el pecho como antes, pero sin respirar. O sea, efectúe con el pecho los movimientos respiratorios, pero sin inhalar ni exhalar aire. Repítalo varias veces hasta que sienta de nuevo necesidad de respirar. Llénese los pulmones y repita los movimientos del pecho. Deténgase y descanse, y después de repetir cinco y seis veces esta serie de movimientos observe su respiración. ¿En qué sentido ha cambiado desde que inició el ejercicio? Aumentar el volumen del abdomen inferior Con los codos en el suelo, colóquese las puntas - 181 -

de los dedos sobre el abdomen. Espere hasta que sus pulmones se llenen de aire. Comprima su pecho como para expeler el aire, pero contenga el aliento: no exhale. La creciente presión del aire elevará la presión interna del abdomen, que podrá dirigirse hacia abajo, en dirección al esfínter anal. Al ser forzado el aire más allá del ombligo, la parte inferior del estómago se hinchará como una pelota de fútbol. Observe sus manos: al hincharse el estómago, subirán y se apartarán de los costados. En los contenidos casi líquidos del abdomen, la presión se distribuye por sí sola igualmente en todas las direcciones. Sin embargo, en este ejercicio muchas personas no logran al principio expandir su estómago en todas las direcciones a menos que tengan espalda y caderas fuertes y bien desarrolladas. En vez de ello, tensan los músculos de la espalda en las inmediaciones de las caderas, hasta que la columna vertebral se eleva del suelo a la altura de éstas. En consecuencia, es preciso esforzarse por crear en el estómago una presión igual en todas las direcciones, incluso hacia atrás, es decir, en dirección al suelo. Cuando se logra esto, se comprueba que la acción de empujar el estómago hacia fuera o delante expulsa el - 182 -

aire de los pulmones. Espere a que los pulmones vuelvan a llenarse y entonces expulse de ellos el aire echando el estómago adelante y expandiéndolo en todos los sentidos hasta sentir que las partes carnosas de las caderas presionan contra el suelo. Descanse y observe los cambios operados en la cualidad de su movimiento respiratorio. Movimientos de vaivén del diafragma Llene los pulmones de aire y contenga el aliento: no inhale ni exhale. A continuación, contraiga el pecho y expanda el estómago, y repita esos movimientos alternados tanto como pueda sin inhalar ni exhalar. Es bastante fácil ejecutar cinco o seis movimientos alternativos como éstos con el pecho y el estómago, como si fueran los platillos de una balanza: uno sube cuando el otro baja. Repita todo el ejercicio cinco o seis veces. Inténtelo después de nuevo con la mayor rapidez que le sea posible sin sentirse incómodo. Cuando los movimientos de pecho y estómago lleguen a alternarse con suficiente rapidez, será posible distinguir un movimiento, e incluso un sonido de gargarismo, en al- 183 -

gún punto situado entre las costillas y el ombligo. Allí hay algo que cambia de posición y presiona alternativamente hacia arriba, en dirección a la cabeza, y hacia abajo, en dirección a los pies. Es el movimiento del diafragma. En condiciones habituales no tenemos conciencia del diafragma. Sin embargo, este ejercicio nos permite identificar indirectamente su posición en el cuerpo, aunque no conozcamos con exactitud su ubicación anatómica. Respiración normal Tendido de espaldas, estire brazos y piernas, con los pies separados. Repita los movimientos alternados de pecho y estómago sin modificar su ritmo respiratorio habitual. Los movimientos alternados de pecho y estómago pueden efectuarse mientras contiene el aliento. En esta forma es posible distinguir entre aquellos movimientos esenciales para la respiración y aquellos que, siendo superfluos, la acompañan. Repita el movimiento 25 veces. Después de descansar un instante, vuélvase sobre el estómago, estire los brazos por sobre la cabeza, con las manos separa- 184 -

das, y estire las piernas, con los pies también separados, y repita el movimiento anterior. LA COLUMNA VERTEBRAL RIGUROSAMENTE SIMÉTRICA NO EXISTE Es raro encontrar una columna vertebral verdaderamente simétrica. En la mayor parte de los casos, el plano de los hombros y el pecho está torcido respecto del plano de la pelvis y, como consecuencia, todos los movimientos son más fáciles con un lado del cuerpo que con el otro. En los primeros años, cuando el niño tiende a efectuar gran variedad de movimientos al azar, aquel hecho no tiene importancia alguna. En la edad madura, en cambio, la gente tiende a repetir un limitado número de movimientos —a veces durante horas— en desmedro de otros. El cuerpo tiende entonces a acostumbrarse a ese menor número de movimientos, la estructura esquelética se ajusta a ellos, se producen cambios y la postura se deforma. Sentir la parte media Es importante observar si el pecho, cuando se lo - 185 -

hace sobresalir, toca el suelo en primer término con la línea media del esternón y si el estómago, a su vez, toca el suelo con su parte media. No es cosa fácil, pues nuestra capacidad para identificar tales partes está poco desarrollada. Una persona puede creer que su cuerpo se apoya simétricamente en el suelo, y un observador darse cuenta con claridad de que no es así. Sin embargo, debe intentarse aquella prueba varias veces. Continúe con el ejercicio, pero con una diferencia: al sacar el pecho deje que al lado izquierdo presione más sobre el suelo, y al sacar el estómago deje que primero toque el suelo el lado derecho. Toda la espalda se moverá ahora oblicuamente, desde la articulación derecha de las caderas, en dirección al hombro izquierdo. Después de 25 movimientos como éste repita el ejercicio anterior, tratando de apoyar en el suelo las partes medias del pecho y el estómago, y observe el cambio que se ha producido en su sensación del punto donde se encuentra esa parte. Efectúe a continuación otros 25 movimientos en sentido opuesto, apoyando el lado izquierdo del estómago y el lado derecho del pecho. Una vez efectuado esto, trate de apo- 186 -

yar en cada movimiento las porciones centrales del pecho y el estómago en el suelo y observe hasta qué punto puede identificarlas con claridad. Ruede hasta quedar de espaldas. Repita los movimientos alternados de estómago y pecho y tome nota de cuánto ha aumentado el movimiento del pecho. Observe la sensación de movimiento libre y trate de identificar aquellas secciones de su espalda donde el movimiento, al volverse más fácil, da origen a la sensación de libertad. Movimientos de vaivén tendido de costado Tiéndase sobre el lado derecho. Estire el brazo derecho por encima de la cabeza y apoye ésta sobre el brazo. Tómese la cabeza con la mano izquierda, con los dedos sobre la sien derecha y la palma de la mano sobre la coronilla. Levante ahora la cabeza con esa mano hasta que la oreja izquierda quede cerca del hombro izquierdo. Con la cabeza en esa posición erguida, expanda el pecho en todas las direcciones y contraiga el estómago; después comprima el pecho y expanda el estómago y observe los movimientos de las costillas de ambos lados. Por el derecho, el suelo - 187 -

impedirá toda expansión de las costillas, de modo que el pecho sólo podrá expandirse por el lado izquierdo, donde las costillas, al separarse entre sí, forzarán la cabeza hacia atrás, más bien en dirección al brazo derecho. Repita este movimiento 25 veces; después tiéndase de espaldas y trate de observar qué partes de su espalda han cedido y están más en contacto con el suelo. Repita el movimiento, 25 veces más, tendido sobre el lado izquierdo. Movimientos de vaivén tendido de espaldas Tiéndase de espaldas, levante los hombros respecto del suelo y sosténgase sobre las manos y los antebrazos, colocados paralelamente al cuerpo. Su tórax estará ahora en ángulo respecto del suelo, y su cabeza y sus hombros estarán libres. Baje la cabeza hasta que el mentón toque el esternón. En esta posición, ejecute de nuevo 25 movimientos de vaivén con el pecho y el estómago. Tiéndase sobre la espalda y descanse. Levántese como antes sobre los codos, antebra- 188 -

zos y manos, pero esta vez, en cambio, deje caer la cabeza hacia el suelo, con el mentón tan lejos como sea posible del esternón. Efectúe 25 movimientos alternados de estómago y pecho; al hacerlos, observe el movimiento de su columna vertebral. Tiéndase de espaldas y observe su respiración. Ahora tiene que haber mejorado en forma claramente discernible y ser más fácil y profunda. Movimientos de vaivén en posición arrodillada Arrodíllese con las rodillas muy separadas y los pies tendidos hacia atrás en línea recta con la pierna (las uñas de los dedos en contacto con el suelo). Baje ahora la cabeza hasta tocar el suelo con la coronilla, por delante de usted. Ponga las manos, con las palmas hacia abajo, a ambos lados de la cabeza para sostener parte de su peso y proteger la cabeza contra todo exceso de presión. Llene el pecho de aire, contraiga el estómago y después comprímase el pecho expandiendo el estómago; repítalo 25 veces. Al ejecutar este ejercicio, observe que al expandirse el pecho el cuerpo se mueve hacia delante en la dirección de la cabeza y - 189 -

que ésta rueda hacia delante, un poco, sobre el suelo. El mentón se mueve hada atrás, hacia el esternón, y los músculos de la región posterior del cuello y de la espalda se estiran y se tensan, a la vez que la columna vertebral se incurva un poco más. En cambio, cuando se saca afuera el estómago, la pelvis se asienta y retrocede como si usted se dispusiera a sentarse sobre los talones. La columna vertebral está menos curvada y las vértebras de la región pelviana forman una línea cóncava. Repita el movimiento 25 veces; tiéndase de espaldas y observe las diferencias que se han presentado en la respiración y en el contacto de la espalda contra el suelo. CÓMO INFLUYE SOBRE LA RESPIRACIÓN EL MOVIMIENTO DE VAIVÉN Esta vez, el efecto sobre la respiración será más acentuado que antes. En la posición de pie, los pulmones y otros órganos del aparato respiratorio cuelgan y son llevados por su propio peso a la posición más baja que pueden ocupar. Cuando se inhala aire, se necesita un esfuerzo activo de izamiento para que - 190 -

los pulmones puedan expandirse. En el último ejercicio, en que la cabeza se apoya en el suelo, su propio peso lleva los pulmones hacia la cabeza. Inhalar ya no supone un esfuerzo de izamiento, pero al exhalar se necesita cierto esfuerzo para llevar los pulmones de vuelta a la posición que les corresponde cuando se desinflan. Debe recordarse, además, que el tejido pulmonar mismo no contiene músculos y que el trabajo de mover los pulmones lo ejecutan los músculos de las costillas, el diafragma y el estómago. ¿Ha observado usted alguna vez que, en la posición vertical acostumbrada, el aire se inhala rápidamente y se exhala con lentitud? Cuando hablamos, por ejemplo, apenas si hay pausa entre una oración y la siguiente. Hablamos durante el complejo proceso de exhalar que acciona las cuerdas vocales. Cuando apoyamos la parte superior de la cabeza en el suelo, el proceso de exhalación es corto y rápido y la inhalación se prolonga. Trate de comprobarlo mediante su propia experiencia. Curvatura de la columna vertebral y movimiento pelviano Arrodíllese con las rodillas separadas. Inclínese, - 191 -

como antes, sobre la cabeza y las manos. Acerque un poco la rodilla izquierda a la cabeza. Repita el movimiento de vaivén del pecho y el estómago. Cuando el pecho esté expandido, el cuerpo se moverá hacia la cabeza más o menos como antes, pero cuando adelante el estómago y la pelvis retroceda hasta la posición de sentarse, sólo se moverá en dirección al talón derecho y las caderas efectuarán un movimiento de torsión que las pondrá fuera de línea con los hombros. Ahora pueden observarse dos movimientos distintos de la columna vertebral: curvatura convexa y cóncava, como antes, y también movimiento de la pelvis hacia la derecha y la izquierda en relación con los hombros. Cuando haya completado 25 movimientos como éste, tiéndase de espaldas, descanse y observe los cambios que se han producido en su pecho, en su respiración y en el contacto de su espalda con el suelo. Arrodíllese ahora de nuevo y efectúe otros 25 movimientos de pecho y estómago, esta vez con la rodilla derecha más cerca de la cabeza. Observe la diferencia que hay entre los movimientos pelvianos correspondientes a esta posición y los de la anterior. - 192 -

Trate de descubrir la principal causa de la diferencia. Si ahora no puede encontrarla, aprenderá a hacerlo con el tiempo, cuando haya mejorado su capacidad para observar la espalda (fig. 1). Siéntese en el suelo con las rodillas lo bastante separadas como para que pueda juntar los pies en el centro, frente a su pelvis, apoyándolos sobre sus bordes exteriores y con las plantas en contacto entre sí. Extienda los brazos a los lados y atrás, y apóyese en las manos. A continuación, lleve la mano derecha al costado izquierdo del tórax, sobre las costillas inferiores, y la mano izquierda sobre las costillas inferiores del costado derecho, como abrazándose la espalda. Baje la cabeza, saque el pecho y retraiga el estómago. Invierta la respiración. Siga repitiendo estas acciones. Observe la expansión de las costillas en su espalda, bajo sus dedos. El pecho no se expande por delante debido a que parte de sus músculos están empeñados en el movimiento de abrazar la espalda. En este caso, los pulmones se han expandido como consecuencia, en gran parte, del ensanchamiento producido en la región posterior de las costillas inferiores. Este es el movimiento respiratorio más eficaz, por- 193 -

que se produce en el punto donde los pulmones son más anchos. Efectúe. 25 veces este movimiento. Observe la región posterior de sus costillas, en la espalda. ¿Continúan moviéndose? Póngase de pie. Observe si su cuerpo está más erguido que antes del ejercicio. Tóquese los hombros, cuya posición debe denotar una diferencia considerable. Verifique su respiración. Será sin duda mejor que de costumbre. Este mejoramiento en la dirección deseada es el resultado del trabajo práctico. No se llega a respirar así mediante la mera comprensión intelectual del mecanismo de la respiración. DIFERENCIACIÓN DE LAS PARTES Y LAS FUNCIONES

1 Siéntese en el suelo (...) y apóyese en las manos (...) con - 194 -

las rodillas separadas (...) y con las plantas de los pies en contacto entre sí.

2 Tiéndase de espaldas. Doble las rodillas. Cruce la pierna derecha sobre la rodilla izquierda.

3 Vuelva a la posición inicial (...) ambos pies en el suelo (...) cómodamente separados. Levante los brazos (...) con las palmas tocándose como al aplaudir (...) los brazos levanta- 195 -

dos en el aire, con los codos rectos.

4 Levante el brazo izquierdo, y, pasando la mano derecha bajo la axila izquierda, tómese el omóplato.

5 (...) rodillas dobladas en ángulo recto (...) las plantas de los pies hacia el techo (...) imagínese que los tobillos (...) y las rodillas están atados entre sí con un cordel (...) incline ambas piernas. - 196 -

6 Separe las rodillas hacia los lados (...) los pies descansando sobre sus bordes exteriores (...) la mano derecha, con la palma hacia arriba (...) las puntas de los dedos pasan bajo el talón derecho (...) el pulgar sigue (junto) con todos los demás dedos bajo el talón (...) álcelo un poco.

7 (...) tómese los dedos de los pies (...) con la mano izquierda, de tal modo que el dedo más pequeño se apoye en la palma de esa mano. - 197 -

8 Siéntese de nuevo (...) mueva ligeramente su cuerpo a la derecha, de modo que pueda apoyarse en el suelo con la rodilla y la pierna derecha (...) el pie izquierdo debe alejarse hada la izquierda y quizás hacia atrás (...). A continuación incline la cabeza un poco más a la derecha, sobre la rodilla.

9 (...) la cabeza un poco más a la derecha, sobre la rodilla (...) cerca del suelo (...) usted sentirá de pronto que rueda (...) ruede sobre su omóplato derecho, con la pierna iz- 198 -

quierda en el aire y, probablemente, también el pie izquierdo a distancia del suelo.

10 Desde la posición yacente, de espaldas, ruede hacia la derecha (...) con la pierna izquierda equilibrando en cierta medida su peso (...) su rodilla derecha (...) toca el suelo (...) la cabeza se acerca al suelo en la dirección de la rodilla (...) el peso de la pierna izquierda le permite (...) sentarse en la posición (...) de la que había partido.

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11 Levante el pie derecho por delante de usted (...) llévelo más arriba —más arriba— y en lo más alto (...) cúrvelo para acercárselo (...). Baje la cabeza; es probable que pueda apoyar ese pie en algún punto muy cercano de la coronilla.

12 (...) mueva la mano y la cabeza a la derecha (...) y desde esa posición (...) mueva la cabeza, junto con los ojos, de - 200 -

nuevo hacia la izquierda (...) usted mira a la izquierda.

13 Siéntese en el suelo. Apóyese en la mano derecha, tendida hacia atrás (...) doble la pierna izquierda (...) hacia la izquierda, sobre el suelo, cerca de su nalga (...) el pie derecho cerca de usted (...) en algún punto cercano a su rodilla izquierda (...). Levante la mano izquierda frente a (...) sus ojos...

14 (...) siéntese de nuevo (...) gire ambos hombros y la - 201 -

cabeza, de modo que pueda apoyarse, sobre la derecha, con ambas manos...

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Lección 5 COORDINACIÓN DE LOS MÚSCULOS FLEXORES DE LOS EXTENSORES Aquí aprenderá a intensificar la contracción de los músculos que enderezan la espalda y comprenderá que la contracción prolongada de los músculos flexores del abdomen aumenta el tono de los extensores de la espalda. Asimismo, se tornará capaz de alargar los músculos que tuercen el cuerpo y advertirá que alargar los extensores de la parte posterior del cuello mediante la activación de sus antagonistas, situados en la parte delantera de éste, mejora el equilibrio de la cabeza en la posición de pie y erguida. También aprenderá a diferenciar mejor los movimientos de la cabeza de los del tronco. Trayectoria del esfuerzo en un movimiento de torsión (fig. 2) Tiéndase de espaldas y estire las piernas, con los pies separados. Doble las rodillas y cruce las piernas, - 203 -

poniendo la derecha sobre la izquierda. Deje que sus rodillas cuelguen hacia la derecha, de modo que ambas queden ahora sostenidas sólo por el pie izquierdo. El peso de la pierna derecha ayudará a ambas piernas a bajar hacia el suelo. Deje ahora que sus rodillas vuelvan a la posición neutral, o media, y después déjelas caer de nuevo hacia la derecha. Repítalo 25 veces. Sus brazos deberán estar tendidos a los lados del cuerpo. Al retornar las rodillas a la posición neutral, deje que sus pulmones se llenen de aire, y exhálelo cuando las rodillas caigan, de modo que cada movimiento se complete en un ciclo respiratorio. Observe el movimiento de la pelvis en el momento en que sus rodillas bajan. El costado izquierdo se elevará un poco respecto del suelo y será tirado en la dirección del muslo izquierdo; la columna vertebral será traccionada por la pelvis, y ello a su vez arrastrará consigo el tórax, de modo que el omóplato izquierdo tenderá a levantarse del suelo. Siga bajando las piernas hacia la derecha hasta que el hombro izquierdo se despegue del suelo; después déjelas volver al punto medio. Trate de observar el trayecto que sigue el movimiento de torsión al transmitirse - 204 -

desde la pelvis hasta el hombro izquierdo: pasa por las vértebras y las costillas. El movimiento de la columna vertebral, desde luego, se traduce también en un movimiento de la cabeza, cuya parte posterior se apoya en el suelo. Al bajar las rodillas hacia la derecha, su mentón se acercará al esternón, y cuando las rodillas vuelvan al punto medio la cabeza volverá a apoyarse como antes. Estire las piernas, espere un momento y trate de sentir en qué lado de su pelvis se ha producido el cambio más importante. Uno de los lados yace más plano y su contacto con el suelo es mayor. ¿Qué lado es? Movimiento de las rodillas (fig. 3) Con los pies separados, doble las rodillas en ángulo tal que cada una quede a plomo sobre su pie. Mejor aún, haga esto: mueva las rodillas acercándolas y alejándolas, una y otra vez, hasta sentir en forma clara que cada una está directamente sobre su pie, o sea, en aquella posición en que no se necesita esfuerzo muscular alguno para impedir que se apoyen - 205 -

una en la otra o caigan hacia los costados. Alce los brazos en dirección al techo, por encima de los ojos, y júntelos como si aplaudiera. Sus hombros, cintura escapular y brazos forman ahora un triángulo cuyo vértice está en sus muñecas. Alce del suelo la cintura escapular como si alguien levantara su hombro derecho. Ambas manos caerán hacia la derecha, en dirección al suelo. El triángulo mencionado debe quedar igual, sin movimiento alguno en los codos; no permita que sus manos se deslicen entre sí. Vuelva al punto medio. Inhale, pero sin permitir que la pelvis se mueva más de lo necesario. Al exhalar, deje que el triángulo formado por los brazos caiga hacia la izquierda. Repita todo el movimiento 25 veces. Observe si necesita levantar la cabeza del suelo para ejecutar el movimiento y hasta dónde puede mover los brazos hacia la izquierda sin que también su rostro se vuelva hacia allí. Descanse un momento. ¿Qué hombro se apoya con más firmeza en el suelo? Doble de nuevo las rodillas. Ponga la rodilla derecha sobre la izquierda y deje caer ambas hacia la derecha. Observe si sus rodillas caen más que antes o no. - 206 -

Invierta las rodillas, es decir, cruce la izquierda sobre la derecha. Deje que ambas caigan hacia la izquierda y devuélvalas al punto medio. Repita 25 veces este movimiento. Descanse un instante y observe qué lado está más cerca del suelo y tiene más contacto con éste. Deje caer las rodillas de lado otra vez y observe hasta dónde caen y con cuánta facilidad; debe hacer esto a fin de estar en condiciones de apreciar la mejoría después de completar la etapa siguiente, durante la cual moverá la parte superior. Movimiento de la cintura escapular hacia la derecha Levante las manos formando un triángulo, como antes. Deje caer ambos brazos hacia la derecha y complete 25 movimientos, como lo hizo antes hacia la izquierda. Descanse y observe el cambio operado en el contacto de los hombros con el suelo* Deje que sus rodillas caigan de nuevo hacia la izquierda y observe el mejoramiento que se ha operado como consecuencia del movimiento de los brazos y los hombros hacia la derecha. El mayor alcance - 207 -

del movimiento se debe a la relajación de los músculos que hay entre las costillas, lo cual permite a la columna vertebral rotar más libremente. Movimiento de las rodillas con elevación simultánea de la cabeza Cruce la rodilla derecha sobre la izquierda. Deje que ambas caigan por sí solas hacia la derecha, sin esfuerzo especial alguno. Una las manos por debajo de la cabeza, con los dedos entrelazados, y utilícelas para ayudarse a levantarla; deje que los codos se acerquen entre sí mientras levanta la cabeza. Deje después que su cabeza vuelva a descansar en el suelo, y los codos también. Deje llenarse los pulmones de aire y alce de nuevo la cabeza, tal como antes, cuando empiece a exhalar. Debe alzar la cabeza en dirección al frente, aunque su pelvis y sus piernas estén giradas hacia la derecha. Repita 25 veces, levantando en cada caso la cabeza en el instante en que empieza a exhalar. Al ejecutar este ejercicio, observe qué cambios se producen en el contacto de las costillas, la columna vertebral y la pelvis con el suelo. Descanse un instante y observe - 208 -

qué parte del tronco ha cedido hacia el suelo más completamente. Entrelace los dedos de otra forma Cruce la rodilla izquierda sobre la derecha y deje que ambas caigan hacia la izquierda tanto como lo sienta cómodo. Entrelace los dedos de la forma opuesta a la habitual. Cruce ahora de nuevo lo dedos sin pensarlo —es probable que los entrelace como de costumbre—, vuelva a cruzarlos como lo había hecho al principio y observe hasta qué punto este pequeño cambio influye sobre la posición de los hombros y la cabeza. Hasta puede tener la impresión de que «todo está torcido». Levante la cabeza y repita el movimiento previo, prestando cuidadosa atención a todos los detalles. Después de efectuar 25 movimientos, observe la distinta sensación que le produce el contacto de su espalda con el suelo y descanse. Cambios en las vértebras pelvianas Tendido de espaldas, doble las rodillas, entrelace - 209 -

los dedos bajo la cabeza y álcela al espirar. Repita 25 veces. Descanse unos minutos tendido de espaldas en esa forma. Trate de tomar nota detallada de los cambios producidos en las vértebras que están a la altura de las caderas; puede que, por primera vez en su vida y sin esfuerzo consciente alguno, descansen sobre el suelo. Tal vez, en cambio, sólo hayan cedido mucho en dirección hacia abajo; esto significará que todavía hay exceso de tensión en los músculos de la espalda, que deben relajarse más aún. Balancear el tronco con los brazos cruzados (fig. 4) Tiéndase de espaldas y doble las rodillas de manera que los pies se apoyen cómodamente en el suelo, a buena distancia uno de otro. Ponga la mano derecha bajo la axila izquierda sobre el omóplato izquierdo; pase la mano izquierda bajo la axila derecha hasta el omóplato derecho. A continuación balancee su tronco rotándolo de izquierda a derecha, en vaivén. La mano derecha debe levantar el hombro izquierdo del suelo cuando el cuerpo va hacia la derecha, y la izquierda debe alzar el hombro derecho cuando usted se vuelve ha- 210 -

cia la izquierda. No trate de ayudar el movimiento desde la pelvis; limítese a rotar la parte superior del cuerpo de un lado al otro. Hágalo 25 veces, al principio despacio, y aumente de velocidad hasta que ruede en vaivén libremente y con ritmo fácil. Descanse un momento. Cambie de brazos, de manera que la mano izquierda se encuentre ahora bajo su axila derecha y el brazo derecho quede sobre el izquierdo. Efectúe otros 25 movimientos en esta posición, al principio despacio, para cobrar después velocidad. Movimiento de balanceo con la cabeza inmóvil Descanse y trate de recordar si su cabeza ha intervenido de algún modo en esos balanceos de un lado a otro. Es casi seguro que lo ha hecho. Fije ahora los ojos en algún punto adecuado del techo. Abrácese los hombros como antes y repita el movimiento de rotación y balanceo de un lado a otro, con la pelvis quieta y los ojos fijos en dicho punto. Esta vez su cabeza no tomará parte en el movimiento. Este no le resultará familiar, porque lo habitual es que al mover los hombros la cabeza se mueva en la - 211 -

misma dirección. Descanse un minuto y repita el movimiento, pero esta vez deje que la cabeza se mueva junto con los hombros. Después, mientras continúa el movimiento con la espalda, detenga el de la cabeza fijando de nuevo la mirada en el techo. Observe cuánto mejora el movimiento de rotación cuando usted ya sabe separar los movimientos de la cabeza y los hombros. Movimiento de la cabeza y los hombros en direcciones opuestas Descanse. Después continúe los movimientos de rotación sobre la espalda, igual que antes, con la diferencia de que, esta vez, usted volverá la cabeza y los ojos en dirección opuesta a la que siguen los hombros. Siga rotando la cabeza y los hombros en direcciones opuestas, asegurándose de que el movimiento esté bien coordinado y sea suave. Invierta la posición de los brazos —el que estaba debajo debe ir arriba— y efectúe otros 25 movimientos de rotación de la cabeza y los hombros en direcciones inversas. A continuación descanse y reanude, esta vez con la cabeza y los hombros en la misma di- 212 -

rección. Observe que ahora, a pesar de que su ángulo de rotación es mayor, el movimiento le resulta más fácil y continuo. Quédese quieto. Al cabo de un minuto, trate de determinar si se ha producido algún otro cambio en la columna vertebral ¿Se apoya ahora toda ella en el suelo, con inclusión de las vértebras lumbares? Levántese muy despacio, dé unos pocos pasos y observe la forma en que lleva ahora la cabeza, así como su respiración y la sensación que tiene en los hombros. Comprobará que todo su cuerpo está más erguido sin esfuerzo intencional alguno. Considere tales cambios. ¿Puede usted comprender cómo y por qué se han producido transformaciones tan grandes por efecto de movimientos tan simples en tan corto tiempo?

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Lección 6

DIFERENCIACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS PELVIANOS MEDIANTE UN RELOJ IMAGINARIO

En esta lección aprenderá a identificar los movimientos superfluos e inconscientes que efectúan los músculos pelvianos, así como a refinar el control de la posición de la pelvis y a mejorar la alineación de la columna vertebral. Asimismo, acrecentará su capacidad para coordinar y oponer los movimientos de cabeza y tronco. Esto mejora los movimientos de torsión de la columna vertebral posibles en posición erguida. En los movimientos primitivos, los ojos, la cabeza y el tronco giran al mismo tiempo hacia la derecha o la izquierda. Adquirir conocimiento de esa tendencia permite efectuar esos movimientos por separado o en distintas combinaciones, lo que los facilita y acrecienta además de ángulo de giro máximo. En esta lección también se estudiará la relación - 214 -

entre la sensación causada por el movimiento del cuerpo y la ubicación de las extremidades en el espacio. Modificación de la curvatura lumbar Tiéndase de espaldas, doble las rodillas y ponga los pies en el suelo, separándolos entre sí una distancia cómoda, aproximadamente en línea con las caderas. Ponga las manos en el suelo a los lados del cuerpo, también a distancia cómoda. Levante las caderas del suelo mediante un esfuerzo de los músculos de la espalda, de modo que las vértebras lumbares formen un arco sobre el suelo. Trate de agrandar ese arco lo bastante como para que un ratón pudiese pasar por allí. Sentirá que sus pies se aferran al suelo. Los músculos de la parte frontal de las articulaciones de las caderas ayudarán en el esfuerzo elevando la parte superior de la pelvis respecto del suelo, lo que aumentará la presión sobre el cóccix. Un cuadrante de reloj en la pelvis - 215 -

Imagínese que tiene pintado en la parte trasera de la pelvis un cuadrante de reloj. El número 6 corresponde al cóccix y el 12 a lo más alto de la pelvis, donde se une con la columna vertebral, punto que se puede reconocer con los dedos (están en la parte inferior de la quinta vértebra lumbar). Con el cuadrante imaginario en la mente, podemos decir que, en el movimiento que acabamos de ejecutar, las caderas fueron alzadas y la mayor parte de la presión de la pelvis se ejerció en el sitio de las 6 en punto. Completemos el cuadrante: las 3 en punto coinciden con la zona de la articulación de la cadera derecha, y las 9 con la de la izquierda. Las restantes horas van en los lugares correspondientes entre las ya señaladas. Trate una vez más de concentrar la mayor parte de la presión de la pelvis sobre el suelo en el sitio de las 6 en punto, el hueso cóccix. Los músculos de la espalda incurvarán las vértebras lumbares, curvatura que será aumentada por la contracción de los músculos de la pelvis y las rodillas. Esta contracción ejerce una tracción en los pies, aún firmemente plantados en el suelo. Traslade ahora la mayor parte de la presión al si- 216 -

tio marcado 12 en punto. Esto significa que la parte superior de la pelvis y las vértebras lumbares se apoyarán ahora sobre el suelo. El cóccix, desde luego, se elevará, y la presión sobre los pies aumentará. Separe la respiración de la acción Vuelva a las 6 en punto, de allí a las 12, una y otra vez, y repítalo 25 veces. Disminuya gradualmente el esfuerzo y trate de que el cambio de una posición a otra sea menos brusco; trate también de separar la respiración del movimiento. Su respiración debe continuar suave y fácilmente, con independencia de los cambios de posición del cuerpo. Los movimientos pelvianos deben ser lentos y continuos, y suave el cambio de una posición a la otra. Estire las piernas y estudie la sensación que tiene en la pelvis. Trate de observar con precisión en qué puntos difiere ahora el contacto con el suelo. ¿Advirtió que no bien separó la respiración del movimiento su cabeza empezó a moverse en forma coordinada con su pelvis, como si «copiara» el movimiento en escala menor? - 217 -

Un cuadrante de reloj en la parte posterior de la cabeza Imaginemos ahora un pequeño cuadrante de reloj en la parte posterior de la cabeza. El centro del cuadrante estará en el punto donde se ejerce mayor presión cuando la cabeza se apoya en el suelo. Cuando la pelvis está en la posición de presión máxima, a las 6 en punto, la cabeza es fraccionada hacia abajo por la columna vertebral, de manera tal que el mentón se apoya sobre la garganta; en ese momento, en el dial correspondiente a la cabeza, la mayor presión se ejerce sobre las 6 en punto. Cuando la presión pelviana se ejerce sobre las 12 en punto, la cabeza es echada atrás por la columna vertebral, el mentón es alejado de la garganta y el punto de máxima presión se traslada en dirección a la coronilla, que corresponde a las 12 en el cuadrante de la cabeza. Ejecute los movimientos pelvianos 25 veces. Traslade el peso de la pelvis de las 12 a las 6 y viceversa, pero asegúrese esta vez de no impedir que la cabeza repita los movimientos de la pelvis. Observe cómo influye este movimiento sobre su proceso respiratorio y, también, cómo transmite su - 218 -

tronco los movimientos de la pelvis hasta la cabeza, y al revés. Descanse un instante. Encoja otra vez las rodillas y apoye la pelvis sobre el sitio marcado 3 en punto, en la articulación de la cadera derecha. Ahora descarga más peso sobre el pie izquierdo que sobre el derecho y la articulación de la cadera izquierda se levanta del suelo. La presión sobre la pierna derecha se relajará un tanto. Invierta el movimiento y apóyese sobre el sitio marcado 9 en punto. Rote la pelvis de derecha a izquierda y viceversa 25 veces. Observe cómo su cabeza repite este movimiento en escala menor en la medida en que usted no tensa innecesariamente su pecho ni interfiere en el ritmo de la respiración. Descanse un minuto. Todo el cuadrante en movimiento continuo Doble otra vez las rodillas. Apoye la pelvis en las 12. Traslade el punto de contacto a la 1, y vuelva a las 12. Repítalo cinco veces. Ahora mueva la pelvis de las 12 a las 2, pasando por la 1, y vuelva de nuevo atrás. Repítalo cinco veces. Ahora traslade el peso de la pelvis de las 12 a las 3, en la misma forma (pasan- 219 -

do por la 1 y la 2). Repita cada movimiento cinco veces; después agregue una hora más, repita hasta llegar a las 6 en punto y repita retrocediendo hasta las 12. Cada movimiento debe trazar un arco continuo, sin detenerse en las horas intermedias. Observe cómo el conocimiento de la posición exacta alcanzada por la pelvis se torna gradualmente cada vez más exacto y cómo el peso, al trasladarse, describe un verdadero arco, y no ya bruscos movimientos rectilíneos al pasar de una hora del cuadrante a la siguiente. Detenga el movimiento, tiéndase en el suelo y observe la diferencia que hay entre los lados derecho e izquierdo de la pelvis. Mientras descansa, trate de recordar si su cabeza seguía los movimientos de la pelvis en su propia escala. Hacemos muchas cosas sin tener conocimiento de ellas. Vuelva a las 12. Traslade el peso de la pelvis hasta las 11 en punto y devuélvalo a las 12. Repítalo cinco veces. Lleve el peso hasta las 10, pasando por las 11, y vuelva otra vez. Continúe como antes, hasta llegar a las 6 en punto. Descanse un instante y observe lo que sucede en su cuerpo. - 220 -

Alargamiento de los arcos Lleve la mayor parte del peso pelviano hasta las 3 en punto, o sea, la articulación de la cadera derecha. Trasládelo hasta las 4, vuelva a las 3, retroceda hasta las 2. Luego retorne de las 2 a las 4 pasando por las 3, y vuelva. Repítalo cinco veces. Agregue una hora al movimiento en cada dirección. El movimiento siguiente lo llevará de la 1 a las 5, y el siguiente, de las 12 a las 6. Repita cinco veces cada uno. Descanse y observe qué cambios se han operado, como consecuencia de este ejercicio, en el contacto de la pelvis con el suelo. Repita esta serie de ejercicios sobre el lado izquierdo, con las 9 como punto de partida. Descanse. ¿Observó los movimientos de la cabeza? ¿Tomó nota de lo que hacían sus pies, o cualquier otra parte de su cuerpo? El todo y sus partes Describa con la pelvis 20 círculos en el piso, en - 221 -

el sentido de las agujas del reloj. Al hacerlo, trate de observar el conjunto de su cuerpo y a la vez las partes, separadamente. Traslade su atención en forma sistemática de una a otra parte de su cuerpo, pero sin perder de vista la totalidad. Desde luego, la sensación emanada del cuerpo entero sólo formará un telón de fondo y será, por cierto, menos clara. Se parece a lo que ocurre cuando leemos, echamos un vistazo rápido a toda la página, pero esta impresión no nos basta para comprender claramente; sólo podemos captar el significado de aquellas letras y palabras que hemos visto con claridad. Sin detener los movimientos, en el sentido de las agujas del reloj, de la pelvis y la cabeza, observe en particular los movimientos de la cabeza. Fije la atención, alternativamente, en la cabeza como guía del movimiento y después en la pelvis como guía. Observe cómo la cualidad del movimiento mejora de manera persistente, cómo se toma más continuo, suave, preciso y veloz. Descanse. Efectúe, con la pelvis y la cabeza, 20 movimientos en sentido contrario al de las, agujas del reloj. - 222 -

CONSIDERE, OPONIÉNDOLOS ENTRE SÍ, EL JUICIO OBJETIVO Y EL SUBJETIVO Hasta ahora hemos imaginado que el dial estaba dibujado en el cuerpo mismo, en puntos que identificábamos por la presión sobre el suelo. Imagínese usted ahora las 6 y 12 del cuadrante dibujadas en el suelo y mida mentalmente la distancia que las separa. También mentalmente, mida la misma distancia en su cuerpo, y tome nota de cuán distinto es el sentido de la distancia en ambos casos. ¿Cuál es el más concreto? ¿Cuál el correcto? En el primer caso (el suelo), su juicio es más objetivo; en el segundo (su cuerpo), más subjetivo. A medida que avance en esta lección, advertirá que su juicio difiere en ambos casos y que, sin embargo, la evaluación subjetiva converge hacia la objetiva asintóticamente. En otras palabras, la evaluación subjetiva tiene un campo de operación más amplio que la objetiva, que limita nuestra capacidad de conocimiento a la simple realidad material que nos rodea. La realidad concreta impone límites necesarios, pero lo que nos sirve a todos es su común denominador más bajo. La verdadera capacidad de un - 223 -

sistema nervioso sólo puede ser estimada por sus características individuales, es decir, la personalidad propia de cada hombre. Si se mide a los individuos con esta vara, se comprueba que sus diferencias son enormes. Cuando estos conceptos disfruten de mayor aceptación, el nivel general subirá y, en consecuencia, la dimensión de las diferencias entre los individuos aumentará más aún. Contacto interior y exterior Efectúe de nuevo con su pelvis el movimiento en el sentido de las agujas del reloj. Imagínese, esta vez, que las cifras del cuadrante de su cuerpo tienen cierto relieve y que, al pasar por ellas el punto de presión, dejan una huella en el suelo, como un sello de goma. Siga el contacto de cada cifra de su pelvis y la huella que deja en el suelo. Esto es lo que se denomina establecer alternativamente contacto interior y exterior, hasta que se combinan en una operación única y esencial. Descanse. Como de costumbre, observe los cambios que se han producido en la posición del cuerpo entero respecto del suelo. - 224 -

Repita el ejercicio moviendo la pelvis en sentido contrario al de las agujas del reloj. Descanse y recuerde cómo yacía su cuerpo en el suelo al comenzar la lección, e identifique mentalmente los cambios. Tendrá la impresión de que el mejoramiento ha alcanzado su punto culminante y de que su pelvis yace achatada contra el suelo tanto a lo largo como a lo ancho. Sin embargo no sucede así, porque en rigor no hay límite para el perfeccionamiento de la acción. Más rotaciones pelvianas Doble la rodilla derecha, con la pierna izquierda estirada y en ángulo. Efectúe 20 movimientos pelvianos en el sentido de las agujas del reloj. Tome nota de qué «horas» presionan en el suelo con más fuerza que antes y cuáles con menos. Con la rodilla izquierda doblada, efectúe ahora 20 movimientos pelvianos en sentido contrario al de las agujas del reloj y verifique qué horas se han marcado con mayor claridad. Las que se marcaron con menor claridad serán simétricas de las que resultaron menos nítidas con la rodilla derecha doblada. Estire las piernas y verifique si se ha producido - 225 -

algún otro cambio en el contacto de su pelvis con el suelo. Descubrirá una vez más que sólo después de haberse operado cambios podemos observar claramente cuál era la posición anterior. Tiéndase en el suelo con los pies separados y efectúe con la pelvis movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj. Verifique cuáles son ahora las posiciones en que presiona más y en que presiona menos. Invierta la dirección del movimiento y tome nota de la diferencia. Cruce la pierna derecha sobre la rodilla izquierda. Efectúe 20 movimientos en el sentido de las agujas del reloj y 20 en el contrario. Descanse y verifique los resultados. Cruce la pierna izquierda sobre la rodilla derecha y repita lo anterior. Muy, muy lentamente, después de descansar por lo menos un minuto, ruede sobre un costado y póngase de pie. Observe los cambios que se han producido en el ángulo de la pelvis respecto de la columna vertebral, la cualidad de la respiración y el movimiento de brazos y piernas. ¿Qué siente en los ojos y los músculos faciales? ¿QUÉ SUCEDE EN LA ETAPA SIGUIENTE? - 226 -

En una etapa posterior, las posiciones del cuerpo utilizadas aquí servirán como nuevos patrones de movimiento, pues aprenderemos a mover la cabeza y la pelvis en direcciones opuestas. Cuando la cabeza se mueva como las agujas del reloj, la pelvis lo hará en sentido contrario. De ello resultarán cambios en favor de la imagen corporal, la relación de las partes entre sí y la continuidad del movimiento. Ello significará que el control se ha intensificado más aún. Al desarrollarse más el conocimiento agregaremos otro elemento aún: el movimiento de los ojos. Pueden moverse junto con la pelvis en dirección opuesta a la de la cabeza misma, o bien junto con la cabeza en dirección inversa de la que sigue el movimiento pelviano. Al madurar el conocimiento los límites de la comprensión se amplían. El movimiento de la pelvis alrededor de un cuadrante puede practicarse en otras posiciones; por ejemplo, con apoyo en los antebrazos y las rodillas separadas y flexionadas de modo tal que las plantas de los pies se toquen entre sí, o bien sentado y apoyando las manos en el suelo por detrás del cuerpo. En cada una de esas posturas pueden emplearse mu- 227 -

chas variaciones.

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Lección 7 LA POSTURA DE LA CABEZA INFLUYE SOBRE EL ESTADO DE LA MUSCULATURA En esta lección se estudiará la considerable medida en que todos los músculos del cuerpo dependen del trabajo de los músculos de la cabeza y el cuello. (Cuanto más libres y fáciles se tornan los movimientos de la cabeza y cuanto más puede ésta girar, más fácil resulta girar el cuerpo entero hasta los límites impuestos por la anatomía.) Usted descubrirá los efectos inmediatos de movimientos imaginados, aprenderá a distinguir entre la imagen proyectada de una acción y su ejecución real y adquirirá de este modo una graduación más perfecta del esfuerzo muscular. Comprobará que conocer la diferencia entre la imagen proyectada de un movimiento y su ejecución constituye un medio para alcanzar una acción muscular más precisa. Rotación de las piernas a la derecha (fig. 5) - 229 -

Tiéndase sobre el estómago. Ponga las palmas de las manos en el suelo, una sobre la otra, de modo que pueda apoyar la frente en ellas. Separe los pies una distancia aproximadamente igual al ancho de sus caderas. Levante los pies del suelo doblando las rodillas y apóyelos uno contra el otro. Sus pantorrillas formarán un ángulo aproximadamente recto con los muslos y estarán apartadas, y las plantas de los pies darán frente al techo. Haga girar sus piernas hacia la derecha; es decir, déjelas bajar hacia el suelo, pero sin permitir que la rodilla izquierda se levante de allí. A fin de posibilitarlo, el pie izquierdo debe deslizarse a lo largo del tobillo y la pierna derechos, mientras el pie derecho se acerca al suelo. Cuando las piernas vuelvan a la posición inicial, el pie izquierdo sé deslizará de nuevo a lo largo de la pierna derecha, hasta pasar el tobillo y detenerse, junto al pie derecho. Repita estos movimientos 25 veces y observe entretanto a lo largo de qué partes de la estructura ósea de su cuerpo es transmitido el movimiento de giro desde las piernas hasta las vértebras del cuello. Observe cuál de sus codos es tirado un poco hacia abajo, en dirección a las piernas, durante el - 230 -

movimiento hacia la derecha, y cómo ese codo retorna a su posición original al volver los pies al punto medio. El movimiento del codo es bastante pequeño, desde luego, pero lo bastante amplio como para que se note. Mire hacia la izquierda durante el movimiento de la pierna hacia la derecha Ponga la palma de la mano izquierda sobre el dorso de la derecha; vuelva la cabeza hacia la izquierda y apoye sobre las manos la oreja y la mejilla derechas. Como antes, doble las rodillas, deje bajar las piernas hacia la derecha y llévelas de vuelta al punto medio. Obsérvese las costillas, por delante, y tome nota de la creciente presión que se ejerce sobre un lado del esternón al bajar las piernas hacia la derecha. Ajuste su posición relajando el pecho, de modo que disminuya la presión sobre las costillas, y deje que la presión se difunda sobre una superficie mayor hasta que logre reducirla al mínimo. Al efectuar cada movimiento con las piernas, siga sus efectos de una vértebra a otra en dirección a la cabeza, y verifique si el movimiento de rotación es regular o si, - 231 -

en cambio, en algunas secciones se mueven grupos enteros de vértebras a la vez, en lugar de moverse una por una. Observe si el movimiento de la pierna se hizo más amplio al girar usted la cabeza hacia la izquierda. Verifique tendido de espaldas Después de ejecutar 25 movimientos, tiéndase de espaldas y verifique la totalidad de su tronco para determinar si se han producido cambios en su contacto con el suelo. Tendido, vuelva la cabeza de derecha a izquierda y observe si hay alguna diferencia entre sus movimientos hacia ambos lados, es decir, si su cara se vuelve hacia la derecha más fácil y suavemente, y sobre un arco más amplio, que hacia la izquierda. Cara y piernas hacia la derecha Tiéndase de nuevo sobre el estómago. Ponga la palma de la mano izquierda sobre el dorso de la derecha. Rote la cabeza hacia la derecha, de manera tal que la mejilla y la oreja izquierdas se apoyen sobre la - 232 -

mano de arriba. Continúe girando las piernas hacia la derecha, asegurándose de que, durante el movimiento, la distancia entre las rodillas no se modifique. Tal como antes, deje que el pie izquierdo se deslice a lo largo de la pierna derecha. Observe si ahora el grado de torsión de la columna vertebral es mayor o menor, si mover las piernas hacia los lados es más fácil o más difícil, si rotar la cabeza hacia la derecha tiende a obstaculizar o a facilitar el movimiento de las piernas. Torsión de la columna vertebral y respiración Imagine un dedo que se traslada a lo largo de su columna vertebral, desde el cóccix hasta la base del cráneo, y se detiene, en el camino, para señalar cada vértebra. En esta forma resulta más fácil verificar si en las vértebras hay movimiento alguno y determinar dónde la torsión es gradual y dónde más acentuada. Tome nota de cuál es el instante del movimiento en que sus pulmones se llenan de aire: ¿cuando las piernas retornan a la posición neutral, en el punto medio, o durante la fase activa, cuando usted rota las piernas? Para lograr una torsión más fácil y amplia ten- 233 -

dido usted en el suelo, su tórax debe estar vacío de aire y los músculos de sus costillas relajados. Descanse un minuto sobre la espalda. Cabeza inmóvil y rodillas juntas Tiéndase sobre el estómago. Gire la cabeza hacia la izquierda y apoye la oreja y la mejilla derechas en el suelo. Entrelace los dedos de las manos y póngalos sobre la oreja derecha, apoyando los codos en el suelo, de ambos lados de la cabeza. Esta posición responde al propósito de que el marco formado por los brazos ejerza una presión suave pero continua sobre el costado izquierdo de su cara y aumente así gradualmente el ángulo al cual su cabeza está girada a un lado. Por sí mismo, el peso de los brazos sólo ayuda a sentir el cambio aportado por el trabajo del tronco al facilitar el movimiento de las vértebras. Junte las rodillas y dóblelas en un ángulo aproximadamente recto. Las plantas de sus pies ahora están vueltas al techo. Incline ambas piernas a la derecha, pero asegúrese esta vez de que sigan a la par, como si estuvieran atadas entre sí en las rodillas y los tobillos. Compro- 234 -

bará que puede inclinar las piernas hacia la derecha sólo si la rodilla y el muslo izquierdos se separan del suelo. Vuelva al punto medio e incline las piernas otra vez. Repítalo 25 veces. Ablande el cuerpo Regule el movimiento de piernas de modo tal que empiece cuando usted exhale. Tome nota de la torsión gradual que se ha producido en su columna vertebral, en toda su longitud, y preste especial atención a las vértebras dorsales superiores y cervicales inferiores. La torsión de la pelvis causará un estiramiento de la columna vertebral. Observe el movimiento que se siente en el codo izquierdo y, al efectuar cada movimiento, trate de alargar su cuerpo y suavizar y completar perfectamente la acción de las piernas. Preste especial atención a este punto cada vez que cambie de dirección el movimiento de las piernas. Cambios en el movimiento de la cabeza Cuando haya concluido con estos movimientos - 235 -

deje que la cabeza vuelva muy gradualmente a la posición central. Tan grandes son los cambios que se han producido en las vértebras cervicales y los músculos posteriores del cuello, que, probablemente, el primer movimiento normal, efectuado sin tener en cuenta los cambios, le resultará muy desagradable. Empero, después de un primer movimiento cuidadoso y lento no es preciso prestar atención especial; por el contrario, el movimiento de la cabeza en la dirección en que se ha efectuado este ejercicio ha mejorado de manera inequívoca. Tendido de espaldas, apoye la cabeza en el suelo y vuélvala a derecha e izquierda. Observe si el movimiento ha mejorado realmente y se ha tomado más continuo y suave en la dirección hacia la cual se volvía la cabeza en el ejercicio anterior, y también si es capaz de volverse hacia ese lado sobre un ángulo más amplio que del otro lado. CUANDO TENGA ALGO NUEVO, DESHÁGASE DE LO VIEJO Es interesante la incomodidad, e incluso el dolor, que se experimenta durante el comportamiento nor- 236 -

mal al cabo de gran número de movimientos sucesivos en una posición particular. Sólo somos capaces de emplear nuestros cuerpos de acuerdo con las pautas habituales de acción muscular. Aun cuando se introducen cambios importantes en la mayoría de los músculos, o por lo menos en aquellos que son esenciales para el movimiento que se ejecuta —como sucede al repetir 25 veces un movimiento—, aun así, instruimos a nuestros músculos para que recaigan en su patrón habitual. Sólo la experiencia del cambio y una cuidadosa atención nos convencen de que debemos pensar y dirigirnos en forma distinta. Sólo cuando esa experiencia del cambio nos induce a repudiar e inhibir la pauta acostumbrada, que a nuestros ojos carece ahora de validez, somos capaces de aceptar la nueva pauta como hábito o segunda naturaleza. En teoría, todo lo necesario es un esfuerzo mental, pero en la práctica no basta. Nuestro sistema nervioso está construido en tal forma que los hábitos se conservan y tienden a perpetuarse a sí mismos. Resulta más fácil suspender un hábito mediante una súbita conmoción traumática que modificarlo gradualmente. Se trata de una dificultad funcional y tal es la causa por la cual tiene - 237 -

importancia prestar mucha atención a cada mejoramiento y asimilarlo después de cada serie de movimientos. Así obtenemos un efecto doble sobre nuestra capacidad para sentir: inhibimos la anterior pauta de movimiento, automática, que ahora nos parece errónea, pesada e incómoda, y estimulamos la nueva, que nos resulta más aceptable, fluida y satisfactoria. El conocimiento así alcanzado no es de orden intelectual —probado, entendido y convincente—, sino que pertenece a la sensibilidad profunda y es fruto de la experiencia personal. Conocer y comprender la relación entre el cambio y sus causas es importante, porque ello estimula a repetir la experiencia en condiciones similares y con exactitud suficiente para reforzar su efecto y grabar profundamente todo perfeccionamiento en nuestros sentidos. Movimiento de torsión más fuerte Tiéndase de nuevo sobre el estómago y vuelva la cabeza a la derecha, apoyando la mejilla izquierda en el suelo. Entrelace los dedos en la forma que no le es familiar; apoye las manos, tomadas así, sobre la oreja derecha, junte sus rodillas y dóblelas en ángulo recto - 238 -

como antes. Incline ahora las rodillas hacia la derecha. Cada vez que las piernas se acerquen al suelo, el muslo y la rodilla derechos girarán sobre su lado externo. Se produce un discernible efecto de torsión sobre las vértebras del cuello y, desde luego, las piernas no necesitan bajar hasta el suelo, pues aunque fuese posible, resultaría incómodo. Continúe para mejorar poco a poco el movimiento, que debe repetir 25 veces. Entretanto, observe con suma atención su cuerpo entero. Diferencias de sensación y movimiento en los dos lados del cuerpo Descanse. Observe la diferencia que siente al tenderse ahora de espaldas, en comparación con lo que sentía al comenzar la lección. Levántese, camine un poco y tome nota de la distinta sensación que le producen ahora los movimientos de la cabeza, la posición erguida del tronco, el control de las piernas, la respiración y la posición de la pelvis. Determine si puede notar alguna diferencia entre lo que siente en el ojo derecho y el izquierdo. Mírese en un espejo para establecer si su cara presenta alguna diferencia - 239 -

objetiva demostrativa de cuál fue el lado hacia el cual ejecutó el ejercicio de piernas. Tiéndase de nuevo sobre el estómago. Apoye la frente sobre las manos e incline las piernas hacia la derecha en la forma más simple que pueda. Ahora tocarán el suelo o por lo menos llegarán muy cerca, con movimiento mucho más fácil y suave que antes de comenzar la lección. Tiéndase de espaldas y verifique el contacto que tienen con el suelo los dos costados de su cuerpo, desde los talones hasta la parte superior de la cabeza. Recordar sólo con la mente Tiéndase otra vez sobre el estómago. Repase con la mente todos los distintos movimientos que ha practicado en esta lección. No es muy difícil, porque hemos ido de lo simple a lo más complejo, torciendo la columna vertebral desde sus dos extremos, desde la nuca y la pelvis. Cuando pueda recordar todo con bastante claridad, trabaje todas las posiciones simétricas que adoptó con las piernas al moverlas hacia la izquierda, pero sólo con la mente. Es decir, imagine la sensación de - 240 -

esos movimientos en sus músculos y huesos, y llegue incluso a tensar ligeramente los músculos, pero sin hacer movimiento visible alguno. Este método adquiere eficacia con rapidez mucho mayor. Basta pensar cada movimiento sólo cinco veces, pero, a fin de no soñar despierto, usted deberá contar los movimientos. Es difícil concentrarse sin acción alguna; es más difícil pensar que actuar y, por cierto, muchas personas preferirían hacer a pensar lo que están haciendo. Después de cada cinco movimientos imaginarios descanse y verifique el resultado. Conocimiento de la autoimagen Lentamente, entrará en conocimiento de una sensación extraña, con la que pocos están familiarizados: una representación más clara de su autoimagen. En este caso, la nueva autoimagen concierne sobre todo a los músculos y la estructura esquelética. Es mucho más completa y exacta que aquella a la que se había habituado y se preguntará por qué no se enteró antes de esa situación. Tiéndase sobre el estómago y observe de qué la- 241 -

do es mejor el movimiento: del lado con el cual practicó tanto, o del lado sobre el cual pensó tan poco.

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Lección 8 PERFECCIONAMIENTO DE LA AUTOIMAGEN En esta lección, aprenderá a usar un grupo de músculos para efectuar un movimiento específico en varias posiciones del cuerpo. Impartirá flexibilidad a las articulaciones empleadas en el movimiento y alcanzará los límites de lo anatómicamente posible en el lapso de una hora. Aprenderá el efecto de los movimientos de la cabeza sobre el movimiento real, y aprenderá también a inhibir la verbalización en el movimiento imaginado, todo lo cual lleva a completar la imagen corporal. También adquirirá la capacidad de transferir la mejoría obtenida activamente de un lado del cuerpo al otro lado, el inactivo, que no tomó parte en el movimiento, y lo hará tan sólo mediante el pensamiento o la visualización. Levante el pie en dirección a la cabeza (fig. 6) Siéntese en el suelo con las rodillas separadas y los pies apoyados sobre sus bordes externos, frente a - 243 -

usted. Ponga la mano derecha bajo el talón derecho, de modo que éste se apoye en la palma de la mano, con una cuña, entre el suelo y el talón. Mantenga el pulgar junto a los restantes dedos, que aferran el talón. A continuación, tome los cuatro dedos pequeños del pie derecho con la mano izquierda, de manera tal que el pulgar izquierdo pase entre el dedo gordo y el contiguo a éste. Cierre la mano izquierda. Los dedos pequeños quedarán agarrados por ella (fig. 7). Levante el pie derecho con ayuda de ambas manos y al mismo tiempo empújelo alejándolo de su cuerpo. A continuación, mediante un movimiento uniforme y completo, llévelo hacia la frente; bájelo después a la posición inicial. Repita el movimiento, alzando la pierna al exhalar el aire. Deje caer la cabeza hacia delante tanto como pueda, de modo que su pierna, que será elevada lentamente muy por encima de la cabeza, puede completar en forma suave el movimiento hacia el cuerpo antes de retornar al suelo. Siga alzando la pierna, pero sin tensión excesiva ni intentarlo con violencia, ni forzar el movimiento. Limítese a repetirlo, de modo que cada vez sea más suave y fácil, más continuo y cómodo. Obsérvese el - 244 -

pecho, los hombros y los omóplatos y deje de «intentar». «Intentar» impide que el movimiento se tome más fácil y amplio. Si el esqueleto no tuviese músculos, nadie tropezaría con la más mínima dificultad para alzar el pie hasta apoyarlo en la coronilla. El principal obstáculo radica en los músculos, porque algunos de ellos, aun en estado de completo reposo, siguen tensos y más cortos que lo correspondiente a su verdadera longitud anatómica. Repita el movimiento alrededor de 20 veces; después tiéndase en el suelo para descansar. ACCIÓN SIN CONOCIMIENTO Después de un movimiento efectuado sin mucho esfuerzo, usted no descansa para reponer energías, sino para estudiar los cambios que se han operado durante la acción. Es preciso que transcurran un minuto o dos, y a veces incluso más tiempo, antes de que sea posible observar esos cambios. Como consecuencia, las personas habituadas a pasar de una acción a otra sin pausa suficiente entre ambas no logran observar los efectos resultantes de una serie de movimientos repetidos. Muchos maestros no dan a sus - 245 -

alumnos el tiempo necesario para detectar las consecuencias de sus diversos actos, ni siquiera si son tan abstractas como el puro pensar. Emplear los músculos sin observación, discriminación ni comprensión constituye un movimiento meramente mecánico, que sólo vale por su producto; se lo podría obtener también de su perro o incluso de una máquina. Ese trabajo no necesita de un sistema nervioso tan desarrollado como el humano. La recepción de impresiones mentales abstractas no pasa de ser un proceso puramente mecánico, a menos que se permita al individuo cobrar conciencia de que está prestando atención y de que esa atención es suficiente para comprender. Sin ello, las impresiones no pasan de ser un mero registro. El resultado consistirá, en el mejor de los casos, en una repetición mecánica del proceso mental, sin que éste llegue a formar parte integrante de la personalidad. Alzar un pie, tendido de espaldas (fig. 8) Tiéndase de espaldas y recoja las piernas, con las rodillas separadas como antes. Levante el pie derecho y, tendiendo ambos brazos entre las rodillas, - 246 -

tómelo como antes: la mano derecha bajo el talón, con todos los dedos bajo éste, y la mano izquierda tomando los cuatro dedos pequeños. Con las manos, levante el pie en forma suave, alejándolo de su cuerpo en dirección al techo. A continuación, permita que el recorrido del pie se incurve hacia la cabeza y, al mismo tiempo, alce la cabeza como para llevarla al encuentro del pie. Baje éste hasta una posición cómoda, pero no lo suelte. Repita el movimiento 25 veces, sin forzarlo. Elija para su pie un trayecto aéreo que configure un movimiento leve y suave. Logrará hacerlo si no se empeña en que resulte perfecto. Observe los cambios que se presentan en el recorrido del pie y las diversas tensiones que el movimiento impone al pecho y los brazos. Detenga el movimiento y descanse tendido de espaldas. Doble de nuevo las rodillas y tome otra vez el pie derecho con ambas manos. Deje descansar el pie izquierdo en el suelo. Utilice las manos para alejar el pie derecho de su cuerpo, y a continuación vuelva la pelvis hacia la derecha, de modo que el muslo derecho toque el suelo. También la cabeza y el cuerpo se volverán a la derecha. Al exhalar, inclínese para lle- 247 -

var la cabeza hacia delante, en dirección a la rodilla derecha; describa de esta forma un arco cerca del suelo, tratando al mismo tiempo de sentarse. Inténtelo de nuevo. Ayúdese con la pierna izquierda: deje que se levante del suelo, se estire y después se mueva hacia atrás y un poco hacia la izquierda, mientras la rodilla se dobla al tratar usted de sentarse. No es necesario ni importante que logre hacerlo en la primera o segunda tentativa. Lo consiga o no, tiéndase otra vez de espaldas y trate de volverse ligeramente hacia la derecha, sin efectuar para ello un esfuerzo especial. Mover la cabeza en un arco cercano del suelo Prosiga con el movimiento de cabeza cercano del suelo y emplee las manos para tirar suavemente del pie derecho, en forma tal que ayude a la cabeza a trazar el arco más cerca aún del suelo, en dirección a un punto imaginario de éste, situado frente a la rodilla y un poco a la derecha de ella. Tal como antes, utilice la pierna izquierda para ayudarse. Acuérdese de mantener el pecho relajado, de no forzar la acción y de observar aquellas partes del cuerpo en que hay - 248 -

esfuerzo muscular que no se transforma en movimiento. Repita varias veces. En cada ocasión, observe qué partes de su cuerpo están ausentes de la imagen corporal del movimiento, y trate de completar esa imagen. Repita 25 veces, pero no espere resultados manifiestos de cada movimiento. Descanse alrededor de dos minutos. Balanceo del tronco de un lado a otro Siéntese, con las rodillas dobladas y separadas. Estire los brazos entre las piernas y tómese el pie derecho como antes. Levante el pie hacia delante y arriba sobre la cabeza y observe si se ha producido algún mejoramiento. Sin soltar el pie derecho, ponga la pierna izquierda detrás de usted, apoyando en el suelo la cara interna de la rodilla y el pie. Al mismo tiempo, ponga el pie derecho en el suelo, frente a usted. Su cabeza se inclinará ligeramente hacia delante, junto con el tronco. Acérquela al suelo, por delante de usted, en cualquier dirección que le resulte cómoda, sea hacia - 249 -

el frente de la rodilla derecha o de la pierna. Balancee el tronco de derecha a izquierda, con los movimientos más pequeños que le sean cómodos. Rodar de la posición sentada a la yacente, sobre el lado derecho (figs. 9 y 10) Después de unos pocos movimientos pequeños, intensifique la acción de balanceo hasta que, bajando la cabeza, logre rodar hacia la derecha sobre el suelo, hasta yacer de espaldas. Desde luego, también su pie izquierdo se levantará del suelo. Si el movimiento es lo bastante cómodo y suave, usted pasará por toda la posición de yacer de espaldas y se encontrará casi tendido sobre el costado izquierdo. Apoyándose en el suelo con el pie izquierdo, inicie el movimiento de vuelta hacia la derecha. Doble el cuerpo y ruede; la cabeza debe guiar el movimiento y mantenerse cerca del suelo hasta llegar a la rodilla izquierda. Si se acuerda de plegar la pierna izquierda por detrás, hacia la izquierda del cuerpo, puede estar seguro de que recobrará la posición de sentado. Ponga cuidado en no enderezarse al estar otra vez - 250 -

sentado; al contrario, mantenga cabeza y tronco tan cercanos al suelo como le sea posible. En esta posición, mueva el cuerpo un poco a la derecha, mediante un movimiento del tronco y la cabeza que le dará impulso, y ruede de nuevo hacia la derecha hasta encontrarse tendido de espaldas. Repita el movimiento de rotación 25 veces y descanse. Repita, pero sólo con la imaginación Si no logró rodar desde la posición yacente hasta la de sentado y volver a la primera, trate de ejecutar el movimiento con la imaginación tanto tendido de espaldas como sentado, cinco veces en cada posición, prestando atención a tantas partes del cuerpo como pueda. Observe el movimiento imaginado y asegúrese de que sea continuo. Asegúrese también de que su respiración se mantiene a ritmo sereno y trate nuevamente de ejecutar el movimiento real. Sentado, levantar un pie en la realidad y con la imaginación (fig.11) Siéntese como al principio de la lección. Tome - 251 -

su pie como antes y trate de llevarlo por sobre su cabeza, con ambas manos, y de apoyarlo en la coronilla. Un cuerpo bien organizado no necesita esfuerzo alguno para apoyar el lado interno del pie, cóncavo, en la coronilla. Si le cuesta ejecutarlo, siéntese con los ojos cerrados y visualice el movimiento en todos sus detalles y como acción continua. Tome nota de cuán difícil es imaginar la sensación de un movimiento que usted no es capaz de ejecutar. LA VERBALIZACIÓN PUEDE ASUMIR LAS FUNCIONES DE LA SENSACIÓN Y EL CONTROL Desde luego, pensar el movimiento en palabras no ofrece dificultad alguna. Una de las grandes desventajas del lenguaje hablado reside en que nos permite enajenarnos respecto de nuestros seres reales hasta tal punto, que a menudo creemos erróneamente haber imaginado o pensado algo, cuando en realidad nos hemos limitado a recordar la palabra apropiada. Cuesta muy poco comprobar que cuando imaginamos realmente una acción enfrentamos las mismas dificultades que tendríamos que vencer para ejecutar- 252 -

la. Ejecutar una acción particular puede ser difícil porque las órdenes impartidas por el sistema nervioso a los músculos no se corresponden con la acción. El cuerpo no se doblará lo suficiente, por ejemplo, debido a que la orden, dada conscientemente, de que se doble no puede ser cumplida y a que los músculos antagonistas —en este caso, los que enderezan la espalda— siguen trabajando demasiado por razones de hábito, resultante a su vez de una mala postura. Basta que esa actividad obstructiva entre en el campo de nuestro conocimiento consciente para que se presente, de pronto, una flexibilidad nueva en nosotros, una flexibilidad igual a la de un infante, y para que el movimiento de doblarnos se torne continuo, cómodo, milagroso. Cuando sucede esto, el individuo tiene la impresión de que se ha abierto una ventana en un cuarto a oscuras y se siente invadido por una sensación desconocida de capacidad y vitalidad. Ha descubierto el dominio de sí mismo y comprende que la responsabilidad de sus movimientos incontrolados le corresponde en gran medida a él. Complete su imagen corporal - 253 -

Cierre los ojos y piense en todas las posiciones incluidas en esta lección. Observe la sensación de sus extremidades durante cada «movimiento» y repítalo dos o tres veces en cada posición, con amplias pausas entre un movimiento y el siguiente. A continuación, trate de levantar de nuevo su pie y observe si ahora obedece más fácilmente a su deseo de alzarlo por sobre la cabeza, y si ahora puede apoyárselo en la coronilla. EL PERFECCIONAMIENTO NO TIENE LÍMITES Puede que las obstrucciones al movimiento hayan llegado a ser tan grandes, que no resulte posible consumar el cambio descrito antes en el curso de una sola lección y sin maestro. Cuando se proporciona enseñanza personal a grupos de 40 a 50 hombres y mujeres de todas las edades (más de 60 años en algunos casos), se comprueba que el 90 % de los presentes llegan por lo menos a tocarse la cabeza con los dedos grandes de los pies, y que la mayoría llega incluso a todo cuanto es posible hasta ahora: apoyar el pie sobre la coronilla. Todos denotan un - 254 -

mejoramiento considerable, y eso es lo que importa. Si una persona puede llegar a un punto en que advierte un mejoramiento cada vez que hace algo, sus posibilidades de realizarse no tienen límite. Repita todos los movimientos hacia la izquierda, con la imaginación Incorpórese, camine y observe las diferencias de sensación entre el lado estudiado durante los ejercicios y el otro lado. Examínese la cara, los ojos, el movimiento y el aspecto general de uno y otro lado. Tiéndase de espaldas y limítese a doblar las rodillas. Cierre los ojos y estudie las diferencias de contacto con el suelo entre los lados derecho e izquierdo. Imagínese todas las etapas de movimiento de esta lección sobre el lado izquierdo, en vez del derecho, pero imagine la sensación, no palabras. Repita tres veces cada movimiento imaginario, haciendo largas pausas entre cada movimiento y el siguiente. Se mejora más mediante la visualización que mediante la acción - 255 -

Ahora siéntese y tome su pie izquierdo con ambas manos, en posición simétrica de la asumida antes; levante el pie por sobre la cabeza y trate de ponerlo en la coronilla. Descubrirá, ciertamente, que el lado con el cual se limitó a imaginar los ejercicios le obedece más y funciona mejor que el lado con el cual los ejecutó en forma real. El lado que se ejercitó realmente efectuó además muchos movimientos erróneos o nocivos, que es lo habitual cada vez que se intenta un movimiento nuevo, y, en consecuencia, el rendimiento que se alcanza con el segundo lado es superior. OBSERVARSE A SÍ MISMO ES MEJOR QUE REPETIR MECÁNICAMENTE Estudie la importancia de esta conclusión. Usted trabajó toda una hora con un lado y dedicó sólo unos pocos minutos al segundo —y nada más que con la imaginación—, no obstante, el mejoramiento fue mayor en el segundo lado. Sin embargo, todos los métodos de gimnasia se basan en la repetición de la acción. Y no sólo de gimnasia, pues todo cuanto aprendemos se basa en gran medida en el principio - 256 -

de repetición y memorización. Esto puede explicar por qué un hombre puede ejercitarse a diario con un instrumento sin hacer progreso alguno, en tanto que otro mejora día a día. Tal vez el talento — explicación aceptada de esa diferencia— se derive de que el segundo estudiante observa lo que hace mientras ejecuta, en tanto que el primero se limita a repetir y memorizar, basándose en el supuesto de que repetir suficientes veces una mala ejecución terminará de algún modo por inculcarle una excelente capacidad para la música. Nos hemos referido antes al concepto de contacto interno y externo, que incluye la transferencia de observación consciente desde la sensación interior del cuerpo hasta sus cambios en el espacio exterior a él. Considérese qué hace un pintor cuando observa un paisaje y trata de dibujarlo en su tela. ¿Podría hacerlo sin prestar atención a la sensación de su mano al dirigir el pincel? ¿Podría hacerlo sin conocimiento de lo que sus ojos están viendo? A todos se nos presentó alguna vez, mientras leíamos, la necesidad del volver atrás y releer un pasaje porque la primera vez lo leímos sin prestarle atención. Aunque probablemente la primera vez hayamos - 257 -

leído todas las palabras, e incluso las hayamos formado sin decirlas, no comprendimos ni retuvimos nada. ¿Qué es, en realidad, lo que notamos durante la segunda lectura? ¿Es en verdad tan importante — como para causar esa diferencia— que observemos el funcionamiento de nuestra mente mientras leemos?

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Lección 9 LAS RELACIONES ESPACIALES COMO MEDIO DE COORDINAR LA ACCIÓN En esta lección se enseña que la atención consciente a las relaciones espaciales entre los miembros en movimiento otorga a éstos coordinación y fluidez, y que la indagación sistemática y atenta de una parte del cuerpo puede relajar la tensión muscular innecesaria que allí haya. La acción mecánica no nos enseña nada ni mejora nuestra capacidad. Los movimientos comunes ejecutados en forma distinta revelan con la mayor frecuencia coordinación deficiente, no capacidad individual superior. En realidad, a medida que mejora, el movimiento se acerca cada vez más al movimiento habitual de la mayoría de las personas. Un reloj frente al rostro Siéntese en el suelo, con las piernas cruzadas, o con las rodillas cómodamente separadas. Eche atrás las manos, para apoyarse sobre ellas. Imagine que - 259 -

frente a su cara está el cuadrante numerado de un reloj y mueva la nariz en forma circular, como si quisiera mover las manecillas sobre el cuadrante en el sentido en que se mueven para marcar la hora. El círculo trazado debe ser pequeño, porque si fuera mayor la nariz perdería contacto con las agujas en los extremos derecho e izquierdo del cuadrante. Continúe con este movimiento muy lentamente, muchas veces, asegurándose de que no interfiere nada en su respiración. Trayectoria del lóbulo de la oreja Imagínese que el lóbulo de su oreja izquierda está unido por una delgada banda de goma al borde de su hombro izquierdo. Determine en qué parte de aquel movimiento la banda elástica se estira y cuándo se acorta, y cuánto. El movimiento de la nariz es circular y se realiza a velocidad uniforme. El movimiento del lóbulo, ¿es también circular? Trate de calcular dónde estará el lóbulo de la oreja cuando la nariz marque las 12 en punto, las 3, las 6, las 9 y otra vez las 12. Repítalo muchas veces, cada vez con mayor calma. Trate de seguir la acción del lóbulo de la - 260 -

oreja mediante la simple sensación: limítese a prestar atención, hasta sentir claramente dónde se relaciona el lóbulo de la oreja con el borde del hombro. PODEMOS ACTUAR SIN SABER LO QUE HACEMOS La acción descrita no es simple. Usted no logrará ejecutarla inmediatamente, y no hay razón alguna para que pueda. Una solución inmediata sería de carácter puramente intelectual, basada en fórmulas geométricas que usted aprendió; no agregaría nada a su conocimiento. Pero, ¿no es sorprendente que en una parte de su cabeza suceda algo tan poco claro, mientras con otra usted hace algo por completo claro? Se diría que somos capaces de hacer cosas sin saber que las hacemos. La verdad es que no nos damos cuenta de todos los movimientos de la cabeza mientras pensamos en un aspecto particular del movimiento. Traslade el foco de atención del lóbulo a la oreja y viceversa - 261 -

Continúe con el movimiento de la nariz y, sin interrumpirlo, traslade el foco de su atención al lóbulo de la oreja. Trace con éste círculos imaginarios en forma tal que la nariz pueda proseguir sus movimientos regulares. ¿En qué dirección se mueve ahora la oreja? Observe qué le sucede a la banda elástica que une el lóbulo de la oreja y el hombro; el movimiento no es el mismo de antes. ¿Ha cambiado de trayectoria su nariz; sigue describiendo círculos? Vuelva la atención a la nariz y deje que se mueva en círculo. Verifique de nuevo la trayectoria del lóbulo de la oreja. Podríamos haber supuesto que, como la nariz y la oreja forman parte de la misma cabeza, si una describe un círculo, la otra (y con ella el resto de la cabeza) hará lo mismo. Sin embargo, al parecer la cosa no es tan simple. Mire con el ojo izquierdo Invierta la dirección de los círculos descritos por la nariz, de modo que ésta empuje ahora las agujas del reloj en dirección contraria a la habitual. Cierre ambos ojos y centre su atención en el izquierdo. ¿A dónde mira usted, realmente, con ese ojo? Trate de - 262 -

mirar con su ojo izquierdo, cerrado, en dirección al puente de su nariz, entre ambos ojos, y después hacia fuera, en dirección a la comisura izquierda de su ojo izquierdo, mientras sigue describiendo movimientos circulares con la nariz. Después de intentarlo unas pocas veces sin dar con una solución clara, la mayoría de las personas desisten. Tal vez encontremos la solución sólo después de habituarnos al movimiento. Trate de mover el ojo izquierdo en círculo y determine en qué forma influye esto sobre los círculos que traza con la nariz. Descanse. Pinte la mitad izquierda de su cabeza con una brocha imaginaria Siéntese cómodamente en el suelo con las piernas cruzadas. Trace con la nariz círculos en el sentido de las agujas del reloj y, al mismo tiempo, trate de pintar la mitad izquierda de su cabeza con una brocha imaginaria de unos dos dedos de ancho. Imagine que la mano izquierda sostiene la brocha y la mueve primero desde la primera vértebra dorsal hacia el lado izquierdo de la porción posterior del cuello, trazando una franja de dos dedos de ancho a lo largo - 263 -

del cuello y la parte posterior de la cabeza, a la izquierda de la línea que divide a ésta por la mitad. Continúe desde la coronilla hacia la cara, pasando por la frente, el ojo izquierdo, la mejilla, el labio superior, el labio inferior, el mentón, la porción de abajo del maxilar inferior y el costado izquierdo del cuello hasta llegar a la clavícula. Imagine que la brocha vuelve, en la misma forma, hacia la parte posterior del cuello. Continúe hasta cubrir toda la mitad izquierda de la cara y la cabeza con bandas adyacentes de color, que llegan hasta el hombro izquierdo. Al pintar la mitad izquierda de la cabeza mueva la nariz a la derecha Descanse un momento y a continuación invierta la dirección del movimiento de la nariz. Pinte de nuevo la mitad izquierda de la cabeza, pero esta vez con pinceladas aplicadas en ángulo recto respecto de las anteriores, es decir, que vayan de derecha a izquierda y vuelvan a la derecha, de modo que toda la mitad de la cabeza y la cara sean cubiertas por segunda vez. Determine si los movimientos de la pintura interfieren en los de la nariz y, de ser así, en qué - 264 -

puntos. ¿Cuándo la brocha cambia de dirección? ¿Se siente igualmente el paso de la brocha en todos los puntos, o existen sitios que permanecen confusos al pasar la brocha sobre ellos? O bien, ¿dónde interfiere la pintura en la respiración? ¿En qué sitio hubo tensión muscular e interrupciones del movimiento? ¿En el ojo? ¿El cuello? ¿Los hombros? ¿El diafragma? Descanse. Trasladar la atención de una parte a otra Continúe con los movimientos de la nariz en sentido contrario al de las agujas del reloj. Sin interrumpirlos, decida que quiere trazar círculos con el mentón. Al cabo de pocos minutos, decida que lo que usted está moviendo es en realidad el ángulo izquierdo del maxilar inferior, exactamente bajo la oreja. Después traslade su atención a la sien izquierda, y después a un punto situado entre la oreja y las vértebras cervicales situadas en la base de la cabeza. Al cabo de cada cinco o diez movimientos de cabeza, imagine que traslada el centro de movimiento de uno a otro punto de la cabeza, pero entre uno y otro vuelva a la nariz. Continúe hasta que pueda in- 265 -

cluir con igual claridad, mediante un solo esfuerzo mental, todas las partes de la mitad izquierda de la cabeza y el rostro. Descanse. Arrodíllese con el pie derecho en el suelo Arrodíllese sobre la rodilla izquierda, con la planta del pie derecho en el suelo. Estire su brazo derecho frente a usted y el izquierdo hacia atrás, ambos a la altura del hombro. Cierre los ojos e imagine que una delgada banda de goma conecta su oreja izquierda con su mano izquierda (tendida hacia atrás) y que una segunda banda elástica la conecta con su mano derecha (tendida hacia el frente). Efectúe con la nariz 25 movimientos circulares en una dirección y otros 25 en la opuesta, mientras trata de seguir el alargamiento y el acortamiento de las dos bandas elásticas en el espacio. Pie izquierdo en el suelo Después de un breve descanso, arrodíllese con la planta del pie izquierdo en el suelo; tienda hacia delante la mano izquierda y hacia atrás la derecha, am- 266 -

bas a la altura del hombro. Repita los movimientos de nariz y siga observando cómo se mueven las bandas elásticas. Incorpórese y camine. ¿Siente alguna diferencia al tener la cabeza vuelta hacia la derecha o la izquierda? ¿Es la sensación de espacio distinta de ambos lados? ¿Experimenta la misma sensación con los dedos de ambos pies, o distintas? LA CALISTENIA POR LA CALISTENIA MISMA NO ENSEÑA NADA Todos los movimientos que ejecutarnos fueron simétricos tanto en función del espacio como de los músculos. En consecuencia, ¿qué es lo que ha provocado estas diferencias entre el lado derecho y el izquierdo? Hemos efectuado del lado izquierdo exactamente los mismos movimientos, exactamente el mismo número de veces, pero, de ese lado, apenas si se advierte cambio alguno. Tal vez sea difícil recordar cómo se sentía antes el lado derecho, y puede que no debamos confiar en nuestra memoria, pero no hay duda de que el lado izquierdo no se siente como el derecho. ¿No significa esto que el movimiento tiene - 267 -

por sí mismo muy poco valor? La mayor parte del cambio se ha operado sobre el lado al que se prestó atención consciente. ¿Debemos suponer que la repetición mecánica no tiene valor, salvo en la medida en que estimula la circulación y emplea los músculos? ¿Es ésta la causa por la cual personas que hacen gimnasia toda su vida no tienen mucho más éxito, en cualquier actividad constructiva, que aquellas que no la hacen? Por otro lado, existen personas que continúan observando la sensación que les produce su cuerpo, como la observaron durante el período de crecimiento, y que, en consecuencia, siguen aprendiendo y se transforman y desarrollan durante toda la vida. EL MOVIMIENTO, QUE PRIMERO INDIVIDUAL, DESPUÉS SE GENERALIZA

ES

Es un simple movimiento de cabeza, tal como lo hacen distintas personas, las diferencias pueden derivarse de que, al volver la cabeza, una preste atención a su oído y considere que ése es el movimiento acertado, en tanto que otra presta atención a su configuración de oído y hombro, y una tercera a los pliegues - 268 -

de la piel de su cuello. El número de combinaciones posibles es tan grande, que todo movimiento parecerá por completo personal y específico. En un grupo de estudiantes numeroso, cuando intentan por primera vez el movimiento circular de nariz, puede observarse gran variedad de movimientos de cabeza, algunos insólitos hasta lo increíble. Hacia el fin de esa lección, se advierte un movimiento más general y común. La nariz traza realmente círculos exactos, tanto en el sentimiento subjetivo como en la realidad. Cuando la autoimagen se hace presente con claridad en el conocimiento del individuo durante el movimiento, y cuando tanto las impresiones o representaciones objetiva y subjetiva son exploradas tan fácilmente como se mira un objeto que está ante los ojos, la acción se torna fácil, exacta y agradable. Además, se acerca a los movimientos de una persona que ha desarrollado su conocimiento. La individualidad debe expresarse en valores positivos, no en rarezas.

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Lección 10 EL MOVIMIENTO DE LOS OJOS ORGANIZA EL MOVIMIENTO DEL CUERPO Estudiaremos ahora cómo el movimiento de los ojos coordina los movimientos del cuerpo y cómo se relacionan con el movimiento de los músculos del cuello. Someter a prueba por separado esas conexiones entre los ojos y los músculos del cuello acentúa el control de los movimientos corporales y los facilita. El movimiento de los ojos en dirección opuesta a la que sigue el movimiento de la cabeza, y el movimiento de la cabeza en dirección opuesta a la que sigue el cuerpo, agregan una dimensión de movimiento que muchas personas no conocen. Esos ejercicios amplían el espectro de la actividad y ayudan a eliminar hábitos defectuosos. Esta lección permitirá también distinguir entre los músculos que regulan el movimiento de los globos oculares y aquellos que controlan en forma más específica la visión. Movimiento a derecha e izquierda, de pie - 270 -

De pie, con los pies separados un poco, balancee su cuerpo a derecha e izquierda, con las manos colgando flojas a los lados. Al ir el cuerpo hacia la derecha, la mano derecha se mueve hacia la derecha y atrás de la espalda, y la izquierda se mueve hacia la derecha y frente al cuerpo, como si tratara de alcanzar el codo derecho. Al ir el cuerpo hacia la izquierda, la mano izquierda se mueve en esa dirección y hacia atrás del cuerpo, mientras la derecha va hacia la izquierda y por delante del cuerpo. Continúe con los movimientos de balanceo del cuerpo y cierre los ojos. Asegúrese de que los movimientos de la cabeza sean suaves. Cada vez que cambie de dirección, observe qué es lo que empieza a volverse antes: los ojos, la cabeza o la pelvis. Efectúe muchos movimientos, de derecha a izquierda y de vuelta, hasta que tenga una respuesta clara y pueda observar todos sus miembros durante el movimiento, sin detenerse en el comienzo o el fin de la oscilación. Abra los ojos y siga balanceándose como antes. Tome nota de si sus ojos continúan mirando hacia su nariz, como cuando estaban cerrados, o si hacen algo distinto. Si así ocurre, ¿qué hacen? ¿Anticipan los - 271 -

movimientos de la cabeza? ¿Saltean partes del horizonte visual? Coordinación de los ojos y fluidez de movimiento (fig. 12) Cierre otra vez los ojos y trate de sentir cuándo los movimientos de balanceo son más suaves y fluidos: ¿con los ojos abiertos o cerrados? Trate de alcanzar, con los ojos abiertos, la misma suavidad que alcanza con los ojos cerrados. Cabría esperar que el movimiento fuese mejor en todo sentido con los ojos abiertos, pero en la práctica ocurre que esto lleva a frecuentes interrupciones de la fluidez y la amplitud del movimiento, debido al hecho de que, en muchas personas, el movimiento de los ojos no está bien coordinado con su actividad muscular. Tome cuidadosa nota de la sensación de los movimientos de las piernas y la pelvis y de todos los defectos, por pequeños que sean, del movimiento de balanceo, a fin de tomar después conocimiento de los cambios que han de operarse en el control de todos los movimientos del cuerpo. - 272 -

Sentado, gire el cuerpo a la derecha (fig. 13) Siéntese en el suelo. Doble la pierna izquierda hacia atrás y hacia la izquierda; la cara interior de esa pierna quedará apoyada sobre el suelo, y lo mismo el pie. Apoye en el suelo la palma de la mano derecha. Lleve el pie derecho hacia su cuerpo, de manera tal que la pantorrilla derecha quede paralela al frente del cuerpo y la planta del pie toque el muslo cerca de la rodilla izquierda. Extienda su mano izquierda hacia delante, frente a los ojos, y gire el tronco hacia la derecha, guiado por la mano izquierda. En este giro hacia la derecha, siga con los ojos el pulgar de la mano. Vuelva al punto medio y retorne a la derecha, dentro de los límites de la comodidad. Doble el codo izquierdo de manera tal que la palma de la mano pueda avanzar más hacia la derecha. Asegúrese de que los ojos permanecen en reposo, es decir, fijos en la palma de la mano cuando la cabeza y los hombros se mueven hacia la derecha. Continúe moviéndose lentamente; no intente girar hacia la derecha más allá del ángulo que le resulte cómodo. Asegúrese de que sus ojos no van hacia la derecha más allá del punto - 273 -

hasta donde los lleva la cabeza. Trate de no acortar la columna vertebral, es decir, no tense el pecho y las costillas, y permita que la cabeza se desplace sin efectuar usted ningún esfuerzo deliberado por sentarse más derecho. Fíjese en que los ojos sigan la palma de la mano izquierda al moverse ésta. Muchas personas, sin darse cuenta, llevan la vista más allá de la mano derecha cuando ésta se ha detenido, y a veces lo hacen incluso después de que se les ha dicho que no deben hacerlo. Tiéndase para descansar y verifique el contacto de su espalda con el suelo. Sentado, gire el cuerpo hacia la izquierda Siéntese y mueva ambos pies hacia la derecha hasta alcanzar una posición simétrica de la anterior. Estire el brazo derecho frente a sus ojos y gire el tronco entero a la izquierda, con los ojos siguiendo el pulgar de la mano. Al moverse la mano hacia la izquierda, doble el codo derecho, de modo que la mano alcance una posición más alejada hacia la izquierda. Vuelva a la posición inicial y efectúe 25 giros hacia la izquierda; trate de que cada movimiento sea más - 274 -

fácil que el anterior. Preste atención al movimiento mismo y a su cualidad, no a llevarlo muy lejos hacia la izquierda. Tome nota de lo que ocurre en la pelvis, la columna vertebral, la parte posterior del cuello, así como de cualquier rigidez excesiva en las costillas o todo otro factor que pueda interferir en la facilidad del movimiento. Tiéndase sobre la espalda y descanse. El movimiento del ojo amplía el ángulo de giro Siéntese y doble la pierna izquierda hacia atrás y a la izquierda. Recoja la pierna derecha sobre el suelo, cerca del cuerpo. Vuelva el tronco hacia la derecha y apóyese con la mano derecha sobre el suelo. La mano se encuentra así más lejos hacia la derecha que antes, debido a que el tronco ya ha girado hacia la derecha. Alce la mano izquierda sobre el frente, hasta tenerla ante los ojos y, con un movimiento del tronco, llévela a la derecha. Doble el codo izquierdo en forma tal que la mano izquierda llegue tan a la derecha como le resulte cómodo, y déjela allí. En esta posición de torsión del tronco, mueva los ojos hacia la derecha de la mano izquierda y después - 275 -

llévelos de vuelta a la mano. Mueva así los ojos — hacia la derecha de la mano y de vuelta a ésta— alrededor de 20 veces. Para guiar la dirección de su mirada utilice los movimientos de la cabeza. Asegúrese de que los movimientos de los ojos se mantienen sobre una línea horizontal; en efecto, en el extremo derecho del recorrido tienden a dirigirse hacia abajo. No acorte el cuerpo Para facilitar este movimiento, empéñese en evitar el acortamiento del cuello. La columna vertebral debe moverse ágilmente, tal como si alguien ayudara a disminuir el peso de la cabeza tirando en forma suave del pelo de la coronilla. También puede facilitarse el movimiento alzando el isquion izquierdo (hueso de la nalga). Descanse. Trate de volverse hacia la derecha una vez más, con la mano izquierda como guía del movimiento, y tome nota de si el arco descrito por la torsión es más amplio y, no obstante, más confortable. LOS OJOS NO SIRVEN SÓLO PARA VER - 276 -

Observe el importante papel que cumplen los ojos en la coordinación de la musculatura corporal; es más importante aún que el de los músculos del cuello. La mayoría de las partes del cuerpo sirven para dos funciones: la boca, para comer y hablar; la nariz, para oler y respirar, y el oído interno, además del papel que cumple en la audición, interviene en la conservación del equilibrio durante los movimientos tanto lentos como rápidos. Análogamente, los músculos de los ojos tienen influencia decisiva sobre la forma en que se contraen los músculos del cuello. Para comprender el importante papel que desempeñan los ojos en la dirección de los músculos del cuerpo basta recordar qué le sucede a uno al subir o bajar escaleras cuando los ojos no ven el suelo al terminar los escalones. Cada ojo por separado, y los dos a la vez Siéntese. Doble su pierna derecha hacia la derecha y recoja la izquierda hacia el cuerpo. Vuelva el cuerpo hacia la izquierda y apóyese sobre la mano izquierda, tendida tan lejos como le resulte posible y a la vez cómodo. Levante su brazo derecho hasta el - 277 -

nivel de los ojos y muévalo hada la izquierda en un plano horizontal. Mire la mano derecha y vuelva la cabeza y los ojos hacia cualquier punto de la pared, más allá de la mano derecha y hacia la izquierda. Mire después la mano, luego la pared, otra vez la mano, y repita el movimiento alrededor de 20 veces: diez con el ojo izquierdo cerrado, y ejecutando el movimiento de mano o pared sólo con el derecho, y diez con el ojo izquierdo solamente. A continuación, trate de ejecutar todo el movimiento una vez más con ambos ojos abiertos, para determinar si los alcances del movimiento de torsión hacia la izquierda han aumentado. El mejoramiento es con frecuencia asombroso. Ahora doble hacia atrás la pierna izquierda, recoja la derecha hacia el cuerpo y trate de mejorar el movimiento también hacia la derecha. Acuérdese de ejecutar el ejercicio con cada ojo alternativamente abierto y cerrado. La coordinación de los ojos conduce al perfeccionamiento del tronco Descanse. Observe qué partes de su cuerpo están - 278 -

más cerca del suelo. Ese contacto ha sido causado por su conocimiento de los movimientos del ojo. Si en algún momento futuro el tronco se torna de nuevo rígido, usted podrá advertir una correspondiente pérdida de flexibilidad en los movimientos oculares. La técnica de coordinar los movimientos del ojo puede llegar a dominarse en forma tal que mejore el movimiento del tronco entero. Vuélvase a la derecha; mire a la izquierda Sentado, doble hacia atrás la pierna izquierda y recoja la derecha hacia el cuerpo. Gire el tronco, la cabeza y los hombros tan hacia la derecha como le resulte cómodo. Apóyese sobre la mano derecha, colocada por detrás de usted. Levante la mano izquierda, con el codo doblado, hasta la altura de los ojos y muévala hacia la derecha. Mire la mano y después, hacia la izquierda de ésta, mire un punto determinado de la pared, devuelva la mirada a la mano y continúe 25 veces. En cada mirada usted verá un poco más hacia la izquierda. Cierre un ojo y ejecute así alrededor de diez de esos movimientos. Cierre el otro ojo y haga lo mis- 279 -

mo. Asegúrese de mantener la cabeza quieta al cerrar cada ojo. Ábralos y efectúe otros cinco movimientos. Recuerde el tirón del pelo, suave e imaginario, en la coronilla. Después, intente un movimiento simple hacia la derecha y observe si el arco que describe es más amplio y confortable. Vuélvase a la izquierda; mire a la derecha Sentado, doble la pierna derecha hacia atrás, recoja la izquierda y, apoyado sobre la mano izquierda, gire tronco, cabeza y hombros hacia la izquierda tanto como pueda. Levante el brazo derecho hasta la altura de los ojos. Mire hacia la derecha de esa mano muchas veces. Cierre primero un ojo y después el otro. Después ábralos y efectúe cinco movimientos con ambos ojos abiertos. Observe, tal como antes, la cualidad del movimiento de torsión. Tiéndase de espaldas y descanse. Movimiento de la cintura escapular hacia la derecha (fig. 14) Siéntese. Doble hacia atrás la pierna izquierda y - 280 -

recoja la derecha hacia su cuerpo. Gire el tronco entero a la derecha. Apóyese primero sobre la mano derecha y después sobre la izquierda; ambas reposan sobre el suelo a cierta distancia una de la otra. Levante la cabeza y mueva la cintura escapular hacia la derecha, en forma tal que el hombro derecho vaya hacia atrás y hacia la derecha y el hombro izquierdo adelante y a la derecha. Asegúrese de que cada uno de los hombros se mueve decididamente en esa dirección, uno hacia atrás y otro hacia delante, hasta que la presión sobre ambas manos sea pareja. Al moverse los hombros hacia la derecha, la cabeza y los ojos, por razones de hábito, giran en el mismo sentido. Trate de mover la cabeza hacia la izquierda cuando sus hombros lo hacen hacia la derecha, y hacia la derecha cuando los hombros lo hacen a la izquierda. Observe su pecho y su respiración y siga moviendo la cabeza en sentido opuesto al de los hombros hasta que el movimiento resulte placentero. Transición de movimiento opuesto a movimiento coordinado y viceversa - 281 -

Continúe con estos movimientos de cabeza y hombros en direcciones opuestas, pero al hacerlo, y sin detenerse, pase a efectuar movimientos coordinados, en que la cabeza acompaña a los hombros tanto a la derecha como a la izquierda. Después, sin detener el movimiento, prosígalo en direcciones opuestas. Deténgase y trate de descubrir si se ha presentado algún mejoramiento en la torsión y en la sensación. Tiéndase sobre la espalda y examine en qué forma ésta toca el suelo. Movimiento de la cintura escapular hacia la izquierda Siéntese. Mueva los pies hacia la derecha y ejecute todo el ejercicio hacia el otro lado. Tal como en el ejercicio anterior, mueva la cabeza alternativamente en la misma dirección de los hombros y en la contraria. Recuerde, de vez en cuando, que debe tratar de evitar el éxito logrado mediante el esfuerzo. INTENSIFICAR EL ESFUERZO NO MEJORA LA ACCIÓN - 282 -

Si en cada momento usted intenta llegar hasta el límite de sus capacidades, terminará por conseguir poco más que músculos doloridos y articulaciones estiradas. Cuando usted se esfuerza por alcanzar resultados, se imposibilita lograr siquiera parte del mejoramiento que puede obtenerse mediante la ruptura de los patrones habituales de movimiento y conducta, lo cual constituye el propósito de estos ejercicios. Perfeccionar la diferenciación de los movimientos de las distintas partes y de la' relación entre ellas conduce a una disminución del tono muscular (del grado de la contracción causada por los centros involuntarios) y a un aumento real del control consciente. De vez en cuando, usted debe sacarse la rutina de encima y preguntarse si hace realmente lo que cree estar haciendo. Muchas personas se engañan a sí mismas y se convencen de que, puesto que se sienten ejecutar un esfuerzo y desean que sus hombros se muevan, sus hombros por cierto se mueven, en relación con el suelo y con sus cuerpos, como deberían hacerlo. Asegúrese de que todo el esfuerzo muscular se - 283 -

transforma en movimiento, pues el esfuerzo transformado en movimiento mejora tanto la capacidad como el cuerpo. El esfuerzo que no se convierte en movimiento, sino que provoca acortamiento y rigidez, no sólo conduce a una pérdida de energía, sino también a una situación en que la pérdida de energía deteriora la estructura corporal. Incline la cabeza hacia uno y otro lado, con el cuerpo torcido hacia la derecha y después hacia la izquierda Siéntese. Doble la pierna izquierda hacia atrás y acerque la derecha al cuerpo; gire el cuerpo hacia la izquierda y apóyese sobre la mano izquierda. Aumente un poco la torsión hacia la derecha y lleve la mano derecha más aún hacia la derecha, de modo que la torsión sólo provoque poca tirantez. Póngase la mano izquierda en la coronilla y utilícela para ayudar a la cabeza a inclinarse hacia derecha e izquierda, de modo que la oreja derecha se acerque al hombro de ese lado, y después la izquierda al hombro de su lado. Fíjese en que no debe volver la cabeza, sino inclinarla: la nariz debe seguir apuntando en la posi- 284 -

ción frontal inicial aun cuando la oreja derecha se acerque al hombro de su lado y la izquierda al hombro del suyo. A continuación, doble la pierna derecha hacia atrás y lleve la izquierda cerca del cuerpo; gire el cuerpo hacia la izquierda y apóyese en la mano izquierda. Repita los movimientos de inclinación de cabeza con la mano derecha en la coronilla. Podrá inclinarla más hacia la derecha y hacia la izquierda si se ayuda moviendo la columna vertebral, que se doblará hacia la izquierda cuando la cabeza vaya hacia la derecha, y viceversa. Balanceo del tronco, sentado Siéntese en el suelo y lleve ambos pies a la derecha. Balancee el tronco de derecha a izquierda, con leves movimientos que aumenten lentamente de dimensión. Deje que los brazos sean llevados por el movimiento del tronco, tal como lo hizo, estando de pie, al comienzo de la lección. Respire libremente para facilitar el movimiento. Después de unos pocos balanceos, invierta los movimientos de la cabeza y los ojos en relación con - 285 -

los movimientos del tronco y los brazos, de modo que la cabeza y los ojos se muevan ahora hacia la izquierda cuando el tronco lo hace hacia la derecha, y viceversa. Después, sin detenerse, deje que la cabeza siga de nuevo al tronco, y después invierta otra vez los movimientos. Continúe alternando estos movimientos del tronco hasta que el paso de uno a otro sea suave y sencillo. Efectúe alrededor de 25 acciones de cada clase y a continuación descanse. Repita el ejercicio sentado en dirección inversa, con ambas piernas vueltas hacia la izquierda. Descanse. Siéntese y observe los cambios operados en la cualidad y la dimensión del movimiento de torsión desde el comienzo de la clase. Torsión del tronco en posición de pie, con ascenso alternado de los talones Póngase de pie. Separe los pies una distancia aproximadamente igual al ancho de su pelvis y balancee los brazos y el tronco de derecha a izquierda, mientras la cabeza se mueve con ellos. Al inclinarse - 286 -

hacia la derecha, deje que su talón izquierdo se levante del suelo; al volverse hacia la izquierda, haga lo mismo con el talón derecho. Asegúrese de que los brazos se mueven libremente y continúe hasta completar de 20 a 30 oscilaciones de derecha a izquierda. Cuando los movimientos de la cabeza se hayan tomado suaves y agradables, invierta la dirección. Siga volviendo la cabeza en la dirección contraria a la del movimiento del tronco, hasta que también ese movimiento se haya tomado suave y fácil. Invierta otra vez la dirección y mueva la cabeza en el mismo sentido que los hombros. Trate de invertir la dirección sin interrumpir el movimiento del tronco. Camine y observe los cambios aparecidos en la forma en que usted se mantiene erguido y en sus movimientos y respiración.

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Lección 11 CÓMO CONOCER LAS PARTES DE LAS QUE NO TENEMOS CONCIENCIA CON AYUDA DE AQUELLAS DE LAS QUE TENEMOS CONCIENCIA En todo cuerpo y en toda personalidad, existen partes de las que el individuo tiene plena conciencia y con las que está familiarizado. Por ejemplo, en general se tiene más conciencia de los labios y las puntas de los dedos que de la nuca o las axilas. Una autoimagen completa y uniforme respecto de todas las partes del cuerpo —todas las sensaciones, sentimientos y pensamientos— constituye un ideal que, por la ignorancia del hombre, hasta ahora ha sido difícil de realizar. Esta lección sugiere técnicas para completar la autoimagen mediante la comparación de la sensación propia de aquellas partes del cuerpo de que se tiene conciencia con la de aquellas partes de que uno no es consciente. Esa experiencia ayuda a descubrir qué partes permanecen, en la vida normal, fuera del alcance de un empleo activo y consciente. - 288 -

Un dedo imaginario hace presión en su pantorrilla Tiéndase sobre el estómago. Estire las piernas en forma tal que queden separadas cómodamente, en posición simétrica respecto de la columna vertebral. Ponga las manos una sobre la otra, en el suelo, frente a la cabeza. Descanse la frente sobre la mano de arriba. Imagínese que alguien aplica un dedo al talón de su pie derecho y lo lleva hacia arriba, a lo largo de la pantorrilla, hasta la rodilla. La presión ejercida con el dedo debe ser tal que se sienta la dureza de los huesos de la pierna; el dedo imaginario no debe resbalar hacia la derecha ni la izquierda. En consecuencia, es preciso estirar el pie y los dedos, conservando el talón hacia arriba. Una bola rueda sobre las nalgas Trate ahora de imaginar una bola de hierro que rueda a lo largo de su pierna, desde el punto medio del talón hasta la rodilla, y de vuelta. La bola elegirá el camino que le ofrezca menor resistencia —el - 289 -

mismo elegido por el dedo imaginario—, de modo que no se desviará a la derecha ni a la izquierda. Trate de identificar con la mente todos los puntos de ese recorrido, para asegurarse de que la bola no salteará ninguno de ellos. Piense en la presión del dedo y, después, de la bola de hierro, hasta dar con todos los puntos de los que no está seguro. Esto no le exige moverse. Siga imaginando el rodar de la bola desde la rodilla hacia el muslo hasta llegar al gran músculo de la nalga, el glúteo. Encuentre el hueso del muslo; a partir de la rodilla, mueva la bola hacia la nalga. Al acercarse a la nalga, está menos seguro de la dirección que debe seguir. Procure determinar hacia dónde rodaría la bola si usted alzara la pierna. Siga haciéndola rodar, de vuelta a la rodilla y de allí al talón, y de nuevo hasta la nalga, hasta tener en claro todos los puntos de su recorrido. La bola en el dorso de su mano izquierda Tienda adelante el brazo izquierdo, flexionado cómodamente en el codo, e imagine que la misma y - 290 -

pesada bola de hierro se apoya ahora en el dorso de su mano. Encuentre el punto donde la bola podría reposar sin caerse. Trate de hacerla rodar hacia el codo; imagine el trayecto, exacto y firme, a lo largo del cual podría rodar hasta el codo y volver. A continuación imagine la misma línea de movimiento para el caso de que alguien hiciera pasar un dedo; persista hasta tener todo bien en claro. Continúe en la misma forma desde el codo hasta el hombro y tome clara nota del camino de la bola y el dedo. Hágalos volver lentamente hasta el dorso de la mano y de allí hasta el hombro y el omóplato. En este caso, tampoco resulta claro el trayecto final de la bola. Vuelva a la pierna derecha Retome a la pierna derecha. Trate de levantar un poco el talón y la pantorrilla e imagine los puntos donde la bola hace contacto al rodar por la cara posterior de su pierna. Déjela seguir lentamente de la rodilla al muslo y trate de determinar a dónde rueda al llegar a la nalga. - 291 -

Tome nota de la movilización muscular que se produce en su hombro izquierdo al rodar la bota por su camino. Del muslo derecho al hombro izquierdo, y de vuelta Trate de imaginar la bola mientras sigue rodando por su trayecto: desde la rodilla a lo largo del muslo, hasta la pelvis y de allí hacia el omóplato izquierdo. Encuentre con exactitud el punto donde la bola cruza la pelvis para llegar hasta la cintura y desde allí, a lo largo de la columna vertebral, hasta la paleta izquierda. Eleve ligeramente el omóplato izquierdo y deje rodar la bola por el mismo camino de vuelta: hasta la columna vertebral, la cintura, la pelvis y el muslo derecho. Al hacerlo, determine en qué punto cruza la nalga en camino hacia la rodilla y el talón. Trace esa línea en forma clara, precisa y continua. Desde el dorso de la mano izquierda hasta el talón derecho, ida y vuelta Devuelva la bola al dorso de la mano izquierda. - 292 -

Alce ligeramente la mano, de modo que la bola ruede hasta la muñeca; álcela un poco más, para que ruede hasta el codo, y aún más allá, hasta llegar al omóplato. Para mantener la bola en movimiento, es preciso organizar el cuerpo de tal modo que, a lo largo del recorrido, el punto situado delante de aquélla esté siempre por debajo, es decir, que el punto donde la bola se apoya sea ligeramente más alto que el situado por delante. Haga rodar la bola desde el omóplato, a lo largo de la columna vertebral, la nalga y el muslo, hasta el talón. Levante un poco la pierna derecha y deje rodar la bola hasta la nalga y después a lo largo de la columna vertebral. Siga moviendo el cuerpo de tal modo que la bola ruede sobre el omóplato, el hombro, el codo y el antebrazo, hasta llegar al dorso de la mano. Para ello el brazo debe estar doblado de modo que el trayecto de la bola no presente curvas cerradas, lo cual evitará que se caiga. Prosiga alzando alternativamente el brazo y la pierna; tiene que asegurarse de que el movimiento de la bola a lo largo de su camino le resulta a usted perfectamente claro, de que se traslada a ritmo regular y de que usted sabe en todo momento dónde está. - 293 -

La bola rueda en una ranura Apoye la oreja izquierda en el suelo, enderece el brazo izquierdo ligeramente en el codo y levante el cuerpo en forma tal que la bola pueda rodar, como en una ranura, desde la mano hasta el talón, ida y vuelta. Tome nota del recorrido de la bola y asegúrese de que sabe claramente por dónde debe dirigirla. Curve el cuerpo Levante el brazo izquierdo y la pierna derecha y equilibre el cuerpo en una posición ligeramente arqueada, sin forzarlo. Haga rodar la bola por la curva lumbar, en un sentido y otro, mediante movimientos rápidos y ágiles, de modo que ruede un poco hacia el brazo y un poco hacia la pierna. Tome nota de la posición de la bola en cada punto y procure determinar qué hace usted para que ruede en cada dirección. Siga haciendo rodar la bola en la curva lumbar. Levante el brazo y la pierna con movimientos ligeros, sin levantar la oreja izquierda del suelo. Aumente poco a poco el alcance del movimiento, de modo - 294 -

que la distancia recorrida por la bola sea cada vez mayor, hasta que, en cada oscilación, recorra toda la distancia que separa la mano del talón. Póngase lentamente de pie y camine por el cuarto. Tome nota de todas las sensaciones distintas de las habituales que experimenta en el brazo izquierdo y la pierna derecha y a lo largo del recorrido general de la bola. Del talón izquierdo a la mano derecha, ida y vuelta Tiéndase otra vez sobre el estómago. Estire las piernas, separadas, y extienda el brazo derecho por encima de la cabeza. Apoye la oreja derecha en el suelo. Ponga la bola imaginaria en el talón del pie izquierdo, hágala rodar hasta la rodilla y devuélvala al talón, y desde éste, a lo largo de la misma línea, envíela por la columna vertebral hasta el omóplato derecho. Desde éste, hágala llegar hasta el codo y, a lo largo del antebrazo, hasta el dorso de la mano, y envíela de retomo al talón. Observe si, al principio, usted pensaba acerca de este brazo y esta pierna en forma distinta de como pensaba sobre el par anterior. Piense acerca de la - 295 -

bola y su trayecto, como pensó antes, hasta que pueda localizarla en cualquier momento y tenga una idea clara y precisa de su camino. Mueva la bola a velocidad uniforme Cuando el trayecto de la bola resulta realmente claro, el brazo y la pierna tienden a levantarse por sí mismos para devolverla al talón y al dorso de la mano. Permítales alzarse con movimiento pequeño, lento y muy suave; en caso contrario, la bola se saldrá del camino. Procure moverse de manera tal que la bola se traslade a velocidad uniforme en todo su trayecto. Observe que usted debe activar cada parte del cuerpo en un momento distinto para que la bola continúe moviéndose hacia su destino. Usted debe dirigirla hacia el punto en que está pensando; en caso contrario, la bola no sabrá hacia dónde rodar. La bola en la cintura, con movimiento de vaivén Ponga la bola en la cintura. Levante ligeramente el brazo y la pierna e imprima a la bola pequeños movimientos de vaivén, alternativamente, hacia el - 296 -

brazo y la pierna. Aumente gradualmente la amplitud de los vaivenes, hasta que la bola ruede, en cada movimiento, desde el dorso de la mano hasta el talón. Incorpórese y camine un poco. Observe si se siente distinto de como se sintió la última vez que se puso de pie y si puede definir los cambios que se han operado en la espalda y dentro del cuerpo. ¿Dónde siente algo distinto de lo que sentía antes? Desde la nuca hasta el cóccix, ida y vuelta Tiéndase sobre el estómago. Separe brazos y piernas, con las manos estiradas hacia arriba, por encima de la cabeza. Apoye el mentón (no la nariz) en el suelo. Ponga la bola en la parte posterior del cuello, entre los hombros y la cabeza. Alce un poco la cabeza y, gradualmente, procure hacer pasar la bola, mediante un lento movimiento de cabeza, entre los omóplatos. Deberá organizar los hombros, el pecho y la espalda de manera tal que la bola encuentre un sitio adecuado para rodar. Siga hacia abajo desde ese punto, con lentitud. Para ello deberá levantar el esternón, de modo que la bola pueda rodar por la espalda a lo largo de la parte de ésta que corres- 297 -

ponde al pecho hasta llegar a la pelvis. Asegúrese de que la bola no resbale hacia ninguno de ambos lados. Mueva la bola de vuelta hacia la cabeza. Para ello deberá levantar las nalgas y organizar el estómago, la espalda y los hombros de modo tal que la bola pueda llegar hasta la nuca; ésta, a su vez, deberá bajar para que la bola pueda rodar por ella. Durante todo este movimiento las rodillas deben quedar sobre el suelo. Haga rodar la bola pelvis abajo y de vuelta hasta la nuca, ejecutando en cada oportunidad con lentitud y claridad mayores los movimientos necesarios. Asegúrese de que la cabeza no se inclina hacia uno u otro lado. Con las piernas levantadas Separe las piernas y, esta vez, levántelas ligeramente del suelo; haga rodar la bola desde la cabeza hasta la pelvis, ida y vuelta, sin bajar las piernas. Baje las piernas y reanude la acción como antes. Observe la diferencia entre ambos movimientos. Con la pierna derecha y el brazo izquierdo alzados - 298 -

Haga volver la bola a la cintura. Levante la pierna derecha y el brazo izquierdo y haga rodar la bola, mediante pequeños movimientos, hasta el dorso de la mano, y de allí a lo largo de la columna vertebral, hasta el talón. Aumente en forma gradual la amplitud del movimiento hasta que termine en franco balanceo. Con la mano derecha y la pierna izquierda alzadas Levante la mano derecha y la pierna izquierda y repita lo hecho antes. Piense primordialmente en el trayecto que sigue la bola, con el fin de que le sea posible localizarla y dirigida hacia donde usted lo desee. Haga volver la bola al medio de la pelvis, envíela hasta la parte posterior del cuello y desde allí de vuelta a la pelvis. Someta a prueba su imaginación Tendido de espaldas, extienda los brazos a los lados, separe las piernas e imagine, para la pelota, - 299 -

patrones de movimiento que le permitan a usted sentir su imagen corporal anterior con la misma claridad con que sintió la posterior después de efectuar los ejercicios descritos.

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Lección 12 PENSAMIENTO Y RESPIRACIÓN Algunos métodos recurren al perfeccionamiento de la respiración como clave del mejoramiento de la personalidad. Toda vez que vacilamos, sentimos un interés, nos sorprendemos, nos asustamos, dudamos, efectuamos un esfuerzo o intentamos hacer algo, nuestra respiración se modifica, Lo hace en distintas formas, que van desde contener el aliento por completo, hasta respirar tan rápidamente y con tan poca profundidad que nos parece quedamos sin aire. La mayor parte de las personas no utilizan toda la vitalidad que puede obtenerse de una respiración plena y regular, concordante con la estructura nerviosa y física del hombre; en la mayoría de los casos, ni siquiera saben lo que esa respiración significa. En esta lección ensayaremos una forma de respirar que puede convertirse fácilmente en hábito y acrecentar la capacidad general. ABSORBER MÁS OXÍGENO SIGNIFICA TENER - 301 -

MÁS VITALIDAD Toda célula viva absorbe oxígeno y lo expulsa bajo forma de dióxido de carbono. Si las células del cerebro humano son desprovistas de oxígeno fresco por tan sólo 10 segundos, el cuerpo muere o sufre grave daño. Un pulmón saludable es capaz de inhalar más de 3,7 litros de aire, pero no puede expulsar el último medio litro ni siquiera mediante un esfuerzo consciente. En condiciones medias, cuando un individuo no se apura ni ejecuta un esfuerzo físico especial, no utiliza todo su aparato respiratorio y en cada respiración sólo inhala y exhala alrededor de medio litro de aire. Como en estado de reposo esa respiración parcial es suficiente, resulta fácil advertir que un ligero aumento del volumen respirado —tal vez de tanto como una cuarta parte por movimiento respiratorio— mejorará todo el proceso de oxigenación y el metabolismo en general. El mejoramiento no puede obtenerse acelerando la respiración, porque la respiración rápida no deja al aire bastante tiempo como para calentarse suficientemente antes de llegar a los pulmones. La mejor - 302 -

manera de mejorar este proceso consiste en emplear el aparato respiratorio en forma más completa que, si bien parcial, será preferible a ese proceso respiratorio mínimo que se consuma perezosamente. ESTRUCTURA DE LOS PULMONES Existen dos pulmones, el derecho y el izquierdo. El derecho es mucho más grande que el izquierdo, tanto en largo como en ancho, pues el otro debe compartir espacio torácico con el corazón y buena parte del estómago. La diferencia de tamaño es tan considerable que el pulmón derecho tiene tres lóbulos (superior, medio e inferior) y el izquierdo dos (superior e inferior) y los bronquios tienen tres ramas lobulares en el pulmón derecho y sólo dos en el izquierdo. Bajo los pulmones se encuentra una estructura muscular parecida a una cubierta abovedada. Se trata del diafragma, conectado por dos poderosos músculos a la tercera y la cuarta vértebra lumbares. (Los pulmones mismos carecen de musculatura. Los músculos con que respiramos pertenecen a la región superior del pecho y se conectan con los de la parte - 303 -

posterior del cuello, los de las costillas y los del diafragma.) Los pulmones se parecen más a un líquido viscoso que a un sólido, pues se expanden en el interior de un espacio vacío con el que tienen contacto. Los envuelve una fuerte membrana conectada con las paredes de la caja torácica, cuyos movimientos determinan el cambio del volumen pulmonar al inhalarse y exhalarse aire. EL SISTEMA RESPIRATORIO Nuestro sistema respiratorio es complejo. Cuando dormimos, corremos, cantamos o nadamos, respiramos en formas distintas. Lo único que todas las maneras de respirar tienen en común consiste en que cuando inhalamos entra aire en los pulmones y en que al exhalar lo expulsamos, porque todo el sistema se halla construido de modo que aumente el volumen de los pulmones cuando entra aire y disminuya cuando sale. Ese aumento de volumen puede ser determinado por un movimiento del tórax por delante, detrás o en los costados, o por un movimiento ascendente y des- 304 -

cendente del diafragma. En general, sólo se utiliza una parte del sistema, y no en toda la medida de lo factible. Cuando la respiración debe acelerarse, como después de correr mucho a gran velocidad, empleamos simultáneamente todas las formas posibles de respirar. EL DIAFRAGMA Cuando los músculos del diafragma se contraen, la cubierta es traccionada hacia abajo, en dirección a las vértebras lumbares, y su curvatura disminuye. También los pulmones bajan; entonces su volumen aumenta y se inhala aire. Cuando los músculos se relajan, la elasticidad de los tejidos estirados devuelve al diafragma su configuración anterior y se expulsa aire. Desde luego, también los músculos de las costillas y el pecho desempeñan un papel en este movimiento. Cuando exhalamos, la curvatura del diafragma aumenta y éste adquiere forma abovedada. Al inhalar, su curvatura disminuye y el diafragma es traccionado hacia abajo. EL TÓRAX - 305 -

Cuando inhalamos, el esternón se mueve hacia delante y arriba. También las costillas ejecutan un doble movimiento, similar al del esternón. Los músculos que determinan el movimiento respiratorio en la porción superior del tórax traccionan además hacia delante las vértebras cervicales. El movimiento de las costillas inferiores, las llamadas flotantes, que no se vinculan con el esternón, tiene mayor efecto sobre la expansión de los pulmones que el movimiento de las costillas superiores situadas inmediatamente por debajo de las clavículas. En la parte superior del tórax —donde los pulmones son angostos y aplanados y el movimiento de las costillas limitado— un gran esfuerzo muscular sólo provoca un aumento relativamente pequeño del volumen pulmonar. Las costillas flotantes, en cambio, se mueven con libertad mucho mayor: basta un esfuerzo muscular relativamente pequeño para moverlas hacia fuera y expandir los pulmones en su porción más ancha. COORDINACIÓN DE TÓRAX Y DIAFRAGMA EN LAS RESPIRACIONES NORMAL Y PARADÓJICA - 306 -

Cuando el tórax se dilata para que respiremos, el diafragma baja y se aplana y ayuda a aumentar el volumen de los pulmones. Cuando exhalamos, el tórax se contrae y el diafragma recobra su curvatura hacia arriba. Existe además una forma paradójica de respirar, en que el diafragma actúa en forma opuesta, y algunos individuos siempre respiran así. La mayor parte de los animales que rugen o mugen emplean la respiración paradójica; es decir, al exhalar aumentan el volumen del estómago y por este medio producen un sonido fuerte. En el Extremo Oriente es habitual cultivar la respiración paradójica, pues se considera que otorga mejor control de las extremidades y una posición más erguida que la respiración común. En realidad, todos recurrimos a la respiración paradójica, aunque no nos demos cuenta de ello, cada vez que debemos efectuar un esfuerzo súbito y violento. Es importante, en consecuencia, aprender algo al respecto. EL PULMÓN ES UN ÓRGANO PASIVO Por defecto de la expansión del tórax, los pulmo- 307 -

nes son, por así decirlo, sorbidos hacia el exterior por las membranas que los recubren, y el aire que entra en ellos los lleva contra las paredes del tórax. Cuando los músculos que han expandido el tórax se relajan empezamos a expeler el aire, proceso al que contribuyen el peso de los pulmones y la elasticidad de los tejidos conectivos. Al salir el aire, los pulmones se retraen respecto de las paredes internas del tórax y se contraen. Desde luego, también es posible reducir activamente el volumen de los pulmones mediante la expulsión deliberada del aire que contienen. RESPIRACIÓN Y POSTURA El aire debe entrar por la nariz y la boca hasta la tráquea, los bronquios y los pulmones —y salir por el mismo camino— adecuadamente, a fin de asegurar una provisión suficiente de oxígeno en todo momento y en todas las circunstancias de la vida. Si el proceso se interrumpe por dentro no podemos sobrevivir más que unos pocos segundos, aunque seamos capaces de contener la respiración varios minutos. La mayor parte de los músculos del aparato respiratorio están conectados con las vértebras cervicales y lum- 308 -

bares, por lo que la respiración influye sobre la estabilidad y la postura de la columna vertebral; a la vez, y por lo mismo, la posición de la columna vertebral gravita sobre la cualidad y la rapidez de la respiración. En consecuencia, buena respiración significa además buena postura, tal como ésta supone lo otro. Respirar en la zona del hombro derecho Tiéndase de espaldas. Doble las rodillas hasta apoyar en el suelo las plantas de los pies, cierre los ojos y trate de recordar los movimientos de los pulmones y el diafragma según los describimos. Respire lentamente, por etapas breves, efectuando muchos movimientos con el tórax y el abdomen cada vez que inhale o exhale. Obsérvese el tórax con la imaginación y vea, con el ojo de la mente, cómo hace fuerza en su hombro derecho, entre la clavícula y el omóplato, cada vez que se lleva aire a esa parte. Observe ese punto sólo al inhalar y saltee con la imaginación el medio ciclo correspondiente a la exhalación. El aire llega hasta ese punto desde la parte media del cuerpo, más o menos a mitad de camino entre el esternón y el suelo, es decir, desde el punto donde se - 309 -

abren los bronquios, tres a la derecha y dos a la izquierda. El tórax chupa el pulmón en varios sentidos a la vez: hacia el hombro derecho, entre la clavícula y el omóplato (en dirección a la oreja); hacia el punto situado debajo de la axila; hacia el omóplato, apoyado en el suelo, y hacia el pecho. Como visualizar todos estos detalles lleva cierto tiempo, le conviene efectuar varias respiraciones parciales a medida que piensa en la secuencia. Observe la acción tractora de los músculos que toman parte en el movimiento. Paso del aire al bronquio lobular superior derecho Imagínese ahora el paso del aire que entra por la nariz y se dirige a la parte posterior del paladar y a la tráquea. Cada vez que inhale piense sólo en este punto, hasta que se haya familiarizado con esas partes. Cuando esa sección inicial le resulte clara, siga el aire en su trayecto desde allí hasta el bronquio lobular superior derecho. Vuelva ahora a la nariz; cuando la reconozca siga hasta el paladar, baje por la tráquea hasta el espacio que la rodea, y siga el aire que llena el pulmón llevándolo hacia las paredes del tórax y es - 310 -

forzado, en el lóbulo superior derecho, a dirigirse hacia arriba, hacia el suelo y hacia el hombro y la axila. Paso del aire al bronquio lobular derecho inferior Imagínese ahora el trayecto del aire que entra por la nariz y pasa por el paladar hasta la tráquea, para seguir hacia el bronquio lobular inferior, por donde llega a la parte de abajo del pulmón derecho, donde éste se acerca al hígado. Observe este trayecto sólo cada vez que respira. Al observarlos, tome nota del espacio que rodea al bronquio lobular inferior y de las direcciones en que el aire empuja en torno del hígado y hacia las caderas: hacia delante y abajo, hacia las piernas y hacia los costados. Los bronquios lobulares derechos superior e inferior Siga ahora, cada vez que inhale, el trayecto del aire por la nariz, el paladar, la tráquea y los dos bronquios, superior e inferior. Imagínese el pulmón derecho en expansión. Su parte superior se mueve - 311 -

hacia arriba, mientras su parte inferior lo hace hacia abajo, de modo que todo el lado derecho se estira y la distancia entre la pelvis y la axila aumenta. Cada vez que inhale, piense en cómo el aire llena los espacios situados en lo alto y en el fondo y en cómo el pulmón derecho es estirado por el diafragma. Observe, al hacerlo, si puede sentir algo en las vértebras lumbares. La tercera y la cuarta tienen que levantarse respecto del suelo cuando los dos músculos del diafragma tiran el pulmón hacia abajo. El bronquio lobular medio Imagínese ahora el bronquio lobular medio del pulmón derecho. Trate de pensar en el paso del aire desde la nariz y por el paladar hasta ese bronquio. El estiramiento del pulmón derecho hacia arriba y abajo lo estira también en la parte media (lóbulo medio). Ahora, además de esa expansión, el pulmón es engrosado en sentido antero-posterior, es decir, entre pecho y espalda; o sea, se torna más grueso en relación con el suelo. Piense en las partes internas del pulmón y en cómo el tórax lo «chupa» en todas esas direcciones. - 312 -

Repita todo el proceso Trate de repetir el proceso entero de la respiración en medios ciclos de estiramiento y ensanchamiento, de principio a fin, y de tomar nota de las secciones que pueden sentirse claramente y las que no pueden sentirse nada. Repítalo hasta que todo el proceso sea continuo y completamente familiar. Piense después en la contracción del pulmón derecho al espirar. El aire ahora vuelve de lo alto del hombro, del omóplato y del pecho, retorna por los bronquios a la tráquea, pasa el paladar y sale por la nariz. Cuando usted exhala, el aire es exprimido del pulmón como si éste fuera una esponja. Lóbulos inferior y medio Imagínese la misma acción en los lóbulos inferior y medio del pulmón derecho. Observe cómo el pulmón se aleja respecto del diafragma y las costillas, y también respecto del suelo y del esternón, y fuerza el aire hacia el exterior. Respire lentamente, en la forma habitual, de modo que pueda identificar - 313 -

la entrada del aire, el alargamiento del lado derecho, la expulsión de aire y la contracción de ese pulmón. Póngase de pie y observe la diferencia que puede sentir entre el lado derecho y el izquierdo. Deje deslizarse el pulmón derecho Siéntese en el suelo con las piernas cruzadas. Cierre los ojos, incline la cabeza hacia delante, tómese las manos y llévelas hacia la parte posterior de la cabeza, dejando que los codos cuelguen sueltos entre las rodillas. Si le resulta difícil doblarse así, comprobará también que en el punto donde la columna vertebral no es flexible el pulmón no se mueve ni respira; lo que es difícil de hacer, también es difícil de imaginar. Sentado en esa posición, piense otra vez en el paso del aire por la nariz y el paladar hasta la tráquea; observe el estiramiento del pulmón derecho hasta el omóplato, en lo alto, y hasta el hígado, en la parte inferior, y también en el lóbulo medio. Determine si en esta posición usted puede pensar que siente deslizarse el pulmón por dentro, más allá de la longitud total que posee el revestimiento del pulmón. Tome nota de aquellos puntos donde, en su pensa- 314 -

miento, el pulmón no se desliza libremente. Cuando haya identificado esos puntos y pueda imaginarlos con facilidad, su cabeza se inclinará hacia delante más aún y más fácilmente. Póngase de pie, camine y observe la marcada diferencia que puede sentir en su respiración del lado derecho y del izquierdo. Usted convendrá en que cuesta creer que pensar sobre el movimiento del aire a lo largo de la tráquea y los bronquios ha dirigido realmente el aire sólo a los diversos puntos de su pulmón derecho. Tal vez los músculos correspondientes al lado sobre el cual usted pensaba empezaron a funcionar en forma algo distinta después de practicar unos minutos, de modo que su respiración de ese lado también cambió en cierto modo. En cualquier caso, los músculos del lado derecho del tórax, así como el diafragma, trabajaron en la misma forma que sobre el lado izquierdo cada vez que usted respiró, pues resulta muy difícil aprender a mover un lado del pecho sin permitir que el otro siga ese movimiento. La diferencia que usted advierte resulta exclusivamente de los cambios operados en el funcionamiento y la organización de los músculos. Esos cambios, a su vez, se originan en la - 315 -

atención que usted prestó simultáneamente a su trabajo y a la orientación espacial de aquellas partes de su cuerpo que vigilaba. Porque esos cambios, en realidad, se han producido en la parte superior de su sistema nervioso, no en los músculos mismos, y abarcan todo el costado derecho. En consecuencia, usted podrá observar la diferencia correspondiente en su rostro, y también notará que el brazo y la pierna derechos le parecen más largos y livianos. Si se mira usted en un espejo comprobará que la sensación no es imaginaria, pues el ojo derecho estará más abierto que el izquierdo y los pliegues de la piel del lado derecho de su cara serán menos pronunciados que en el izquierdo. Movimientos paralelos sobre el lado izquierdo Siéntese en el suelo, cruce las piernas y, esta vez, piense en el estiramiento del pulmón izquierdo. La cabeza empieza a elevarse lentamente con cada respiración. Observe cómo el movimiento respiratorio se propaga a lo largo de la columna vertebral junto con los movimientos de la cabeza. En los puntos donde la columna vertebral está rígida y el tórax no - 316 -

se mueve ni chupa suficientemente el pulmón, éste no se desliza. Continúe hasta que piense que sí, que se desliza. Tome nota de si puede identificar el movimiento de tracción entre el diafragma y las vértebras lumbares. Póngase de pie, camine y observe la diferencia de sensación que existe después de que usted ha tornado consciente gran parte del proceso respiratorio. Respirar con el pulmón izquierdo, con la cabeza volcada a la derecha Siéntese de nuevo en el suelo. Doble la pierna derecha hacia atrás, acerque el pie izquierdo a su cuerpo, apóyese en el suelo con la mano derecha y vuelque su cabeza a la derecha, de modo que la oreja se acerque al hombro de ese lado. En esa postura, llene el pulmón izquierdo. Con la imaginación, estírelo por el lado izquierdo, hacia el interior del hombro y en dirección a la oreja, y al mismo tiempo hacia abajo. En esta forma, el pulmón se deslizará hasta ocupar todo el espacio del lado izquierdo del tórax. Observe su cabeza, que ya no estará volcada sobre el hombro. La incapacidad para inclinar más la - 317 -

cabeza se deriva de la falta de flexibilidad del pecho, cuyos músculos siguen demasiado contraídos. En cualquier parte del pecho que no tiene plena flexibilidad la respiración es incompleta. Respirar con el pulmón derecho Siéntese en el suelo y respire como antes. Imagínese el alargamiento del pulmón derecho y, a continuación, su retracción respecto de las paredes del tórax cuando usted exhala y la sensación de contracción, como si literalmente fuese traccionado para alejarlo de ellas. Tome nota de que mientras usted observa lo que sucede del lado derecho la cabeza y el tronco se inclinan hacia la izquierda cuando usted está en la etapa de alargamiento del pulmón y vuelven al punto medio cuando usted espira. Póngase de pie y verifique qué cambios puede sentir en el cuerpo.

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EPÍLOGO La investigación actual sobre la conducta de los animales en su ambiente natural ha arrojado muchas pruebas de que los elementos de la estructura social no son artificiales, en el sentido en que lo son la música y las matemáticas humanas. El apego a una patria o territorio, la lealtad a la manada, la hostilidad a los miembros de una manada vecina, e incluso la jerarquía fija dentro de la manada, indican por igual que las guerras territoriales y luchas por el poder y la posición se derivan de la prosapia animal del hombre y no son en modo alguno invención nuestra. El impulso agresivo siempre ha constituido el principal escollo en el camino de los esfuerzos humanos y por el mejoramiento propio. Los pocos y excepcionales hombres que de verdad procuraron la paz y el genuino amor fraternal llegaron a ello mediante el perfeccionamiento de su conocimiento, no gracias a la supresión de sus pasiones. Si es cierto que los instintos son hereditarios, como lo es la capacidad de conocer, será preferible perfeccionar nuestro conocimiento a suprimir el ani- 319 -

mal que hay en nosotros. El conocimiento es la etapa más avanzada del desarrollo humano y, cuando se lo completa, «gobierna» con armonía las actividades corporales. Cuando un individuo es fuerte, también lo son sus pasiones, y su capacidad y vitalidad se presentan en la misma escala. Es importante eliminar esas fuentes de energía sin disminuir el potencial total. Es preferible perfeccionar el conocimiento a cualquier tentativa por superar los impulsos instintivos. Pues cuanto más se completa su conocimiento, más puede un hombre satisfacer sus pasiones sin infringir la supremacía del conocimiento, y más humana se toma cada una de sus acciones. En el presente siglo, las generaciones más jóvenes se han liberado de las convenciones de sus predecesoras en los campos de lo moral, lo sexual y lo estético. Sólo en pocas esferas, como la ciencia y la creación de bienes materiales, pueden estas generaciones seguir los pasos de sus mayores sin violentar sus propias convicciones. En esos dos campos marchan por el camino establecido; en todos los demás aspectos de la vida están en abierta rebelión, cuando no simplemente confundidas. Perfeccionar el conocimiento las ayudará a salir - 320 -

de la confusión y a liberar sus energías para el trabajo creativo.

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