Astrologia Y Astronomia En El Renacimiento

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JUAN VERNET ASTROLOGA Y ASTRONOMIA EN EL RENACIMIENTO REVOLUCION COPERNICANA

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ASTROLOGÍA Y ASTRONOMÍA EN EL RENACIMIENTO LA REVOLUCIÓN COPERNICANA

JUAN VERNET

ASTR0L06ÍA Y ASTRONOMÍA EN EL RENACIMIENTO LA REVOLUCIÓN COPÉRNICANA

EDITORIAL ARIEL Esplugtiea da Llobregat BARCELONA

Cubierta: Alberto Corazón

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1974: Juan Vernet, Barcelona

Depósito legal: B. 33-892-1974 IS B N : 84 344 0758 2 Impreso en España

1974.-Ariel, S. A ., Av. J. Antonio, 134-13S, Esplugues de Llobregat- Barcelon

NOTA PRELIMINAR

Una de las figuras más conocidas de la historia de la humanidad es, sin duda, la de Copérnico, el padre de la astronomía moderna. Pero, a pesar de ello, son muchos los puntos de su biografía que aún nos escapan. Y lo mis­ mo puede decirse sobre la génesis de sus obras: conoce­ mos las grandes líneas de la evolución de su pensamiento científico, pero el detalle de cómo llegó a concebir el sis­ tema heliocéntrico permanece aún en la oscuridad. Copérnico, buen helenista como hombre que era del Renacimiento, conocía la obra de sus precursores clásicos, a los que cita explícitamente. Mas las ideas de Aristarco, tal y como él las conoció, no pasaban de ser un simple enunciado de proposiciones sin demostración. En cam­ bio, el genio de Copérnico consistió en dar un soporte matemático que resistió con éxito, desde el primer mo­ mento, el cotejo con los resultados de la observación: se vio enseguida que las efemérides calculadas según las doctrinas copernicanas eran más exactas que las estableci­ das con las Tablas alfonsinas, de uso común hasta aquel momento y que se basaban en el geocentrismo de Hiparco y de Tolomeo. El que la predicción de eclipses o de los aspectos celestes utilizada por los astrólogos fuese másexacta empleando los métodos de aquél, llevaba implícito a la larga el triunfa del copernicanismo.

Las investigaciones realizadas con motivo del quinto centenario del nacimiento del insigne astrónomo (1473) han arrojado nueva luz sobre varios puntos de su biogra­ fía y de su obra, y al mismo tiempo han planteado nue­ vos problemas cuya solución tal vez nos reserve el futuro. H oy en día parece claro que en la idea original de Copérnico no sólo influyeron los pensadores griegos, sino tam­ bién las ideas críticas del filósofo cordobés Averroes co­ nocidas en Cracovia, como mínimo, desde mediados del siglo X V , es decir, antes de que Copérnico iniciara sus estudios en esa universidad. Menos sensacioñales, aunque no menos importantes, han sido algunas de las precisiones aportadas acerca de la aceptación del sistema heliocéntrico en distintos países del mundo y en concreto en España. Dado que el copernicanismo fue condenado rápidamente por ta Iglesia re­ formada representada por los propios Lutero y Melanchton, puede sospecharse que su inmediata introducción en España, admirablemente estudiada por E. Bustos, se de­ bió a la vez a razones políticas e ideológicas que explican muy bien el respeto del rey Felipe II a las decisiones del claustro de la universidad de Salamanca. Sólo después de la condena formal de Galilea, es decir, casi cien años después de la muerte de Copérnico, las autoridades reli­ giosas de la península adoptaron la misma línea de con­ ducta de las iglesias reformadas. En las paginas que siguen exponemos el estado actual de la cuestión siguiendo, entre otros, los estudios de Hartner, Kennedy, Neugebauer y Rosen, y algunos nues­ tros que aparecen debidamente citados en las notas.

J. V. Barcelona, noviembre de 1974.

ASTROLOGÍA Y ASTRONOMÍA EN EL RENACIMIENTO

Pocas veces puede haber una fecha, un año, más carga­ do de simbolismo astrológico-astronómico que el de 1973. 1.11 efecto: Kepler nadó el 27 de didem bre de 1571; Tycho Brahe observó el “ cometa” que iba a destruir el dogma aristotélico de las esferas cristalinas el día 11 de noviembre de 1572, y Copém ico n adó el 19 de febrero de 1473. Así, en un pla?o de catorce meses escasos, se ce­ lebraron varios centenarios en honor de los padres de la astronomía moderna: Copém ico, Tycho Brahe y Kepler. En esos aniversarios se hizo espedal hincapié en sus apor­ taciones científicas, relegando al olvido o colocando dis­ cretamente en el último lugar el análisis de sus ideas seudocientíficas o supersticiones — bajo nuestro actual punto de vista — que para ellos no eran tales sino partes vivas •de su contexto científico. Así la cábala> la astrología, la gemiatría, etc. En este capítulo voy a ocuparme de un punto concreto de su quehacer: del influjo de la astrología medieval, la hija rica de lá astronomía según Kepler,1 en algunos as­ pectos de la obra de los tres grandes hombres que acaba­ mos de citar. Pero antes de seguir adelante tendremos que /admitir dos postulados que nos darán una base discursiva común: 1) Cuando un estado, una empresa, un-mecenas 1 1. Cf. De stella nova in pede Serpentarii (Praga, 1606), en Gesammelte Werke ( GW ), ed. M ax Caspar, vol. 1 (Munich, 1938).

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o un editor tiene a sueldo a funcionarios, imbajadores o escritores es porque éstos realizan una función en cuya bondad y efectividad creen. 2) Es indifercnlc que la astrologia sea o no una ciencia para el fin que aquí nos intere­ sa. Lo importante es que haya individuos y pueblos que crean o hayan creído en ella y, en consecuencia, que sus decisiones dependan o puedan depender de unas predic­ ciones previas. Buen ejemplo, aunque poco significativo de lo que decimos, lo constituyen nuestras supersticiones: no encender tres cigarrillos con la misma cerilla, evitar el número trece, no viajar en determinadas fechas, etc. Por otro lado conviene señalar que ni el cristianismo, ni el judaismo ni el islamismo han adoptado una política decidida frente a las predicciones astrológicas y sus teólo­ gos se han dividido en dos bandos: el de los que las re­ prueban, como san Agustín, y el de quienes las toleran siempre que sus adeptos admitan que los astros influyen pero no determinan, com o santo Tomás de Aquino,2 quien a la pregunta: “ ¿Son los cuerpos celestes la causa de los actos humanos?” , responde: “ Se debe decir que los cuer­ pos celestes ejercen sobre los cuerpos una acción directa­ mente y por ellos mismos” .3 Idénticas discrepancias ha­ llamos entre los teólogos del islamismo y del judaismo. A guisa de ejemplo citaremos a Baqillánl, quien, en el momento de disponerse a salir de viaje y preguntado so­ bre si el ascendente (grado de la eclíptica que en aquel 2 . Suma teológica, vol. I I I , 2 (Madrid, 1959) 1 q. 115 a 4-6. 3 . Compárese con Kepler, A Herwart, en GW, 13 (Munich, 1945), p . 3 0 5 : “ ¿D e qué manera determina el carácter la configura­ ción del cielo en el momento del nacimiento? Obra sobre el hombre durante la vida como los hilos que un campesino anuda al azar en torno a las calabazas de sus tierras. Los nudos n o hacen crecer la calabaza, pero determinan su forma. L o mismo el d é lo : no da a los hombres sus costumbres, su historia, su felicidad, sus hijos, su riqueza y su mujer sino que moldea su condición” .

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linimento surgía por levante) era favorable, respondió que l.i :;nerte y la desgracia depéndían de Dios y no de los as­ nos.4 Marco Polo,56 *en cambio, nos refiere que el empera­ dor chino Kubilai hizo decidir por sus astrólogos la mujer .nlccuada para contraer matrimonio con Argón, iljan de l'ersia (1284-1291), y Cardano procuró determinar las horas favorables para invocar a la Virgen y a los santos. En cambio, Nicolás de Oresme8 negó la posibilidad de las predicciones astrológicas basándose en la inconmensurabi­ lidad de los movimientos celestes. Este argumento que parece remontar a Duns Scot parte del principio de que si cada configuración, constelación o aspecto celeste ejer­ ce, siempre que se presenta, los mismos efectos en nues­ tro bajo mundo, esos efectos nos son desconocidos ya que dos o más astros jamás se encuentran en la misma posición relativa con respecto al zodíaco, es decir, jamás vuelven a coincidir exactamente en el mismo grado, minuto y segun­ do. Los astrólogos rechazan este argumento afirmando que para que los aspectos (conjunción, oposición, trígono, sex,til, cuadratura, etc.) ejerzan un influjo idéntico al de otras ocasiones, y por tanto conocido, no es necesario que ocu­ pen exactamente las mismas posiciones, sino que basta con que se encuentren dentro de ciertos límites que de­ signan con el nombre de “ orb e” . Ambas doctrinas quedarán suficientemente aclaradas si pensamos en el típico problema del reloj que todos núes4 . Apui cadí cIyyád, Tarñb al-madarik, ed. A . Bakrl Mahmüd (Beirut, s. d .), vol. I I I , p. 594. [Sólo hemos transliterado científica­ mente los nombres árabes en estas primeras páginas. E n el resto y dada la reiteración de los mismos hemos preferido los variantes consagrados por la tradición.] 5 . C f. Millione, cap. 72. 6. C f. J. E . Murdoch, “Rallones mathematice”. Un aspect du

rapport des matkématiques et de la philosophie au Moyen Age (París, 1961), pp. 12-15.

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tros estudiantes de álgebra han tenido que resolver alguna vez. Supongamos que la esfera es el zodíaco, la manecilla menor, Saturno, y la mayor, Júpiter. Cuando ambas estén superpuestas (las doce en punto, por ejemplo), diremos que están en conjunción. A l estar diametralmente opues­ tas, consideraremos que están en oposición. El problema, tal y como se plantea a nuestros bachilleres, consiste en de­ terminar a qué horas, después de las doce, volverán a su­ perponerse las agujas. Dado que el movimiento de ambas es uniforme, el resultado se obtiene sin demasiadas com ­ plicaciones. En cambio, con el movimiento de los planetas no ocurre así y un aspecto determinado jamás volverá a reproducirse exactamente en el mismo punto del zodíaco aunque sí en sus vecindades. Los límites en que puede ad­ mitirse la reiteración de los influjos de una conjunción u otros aspectos es de unos 8o de orbe en más o en menos, algo así como si consideramos que la hora exacta de nues­ tro reloj va desde dos minutos antes a dos minutos des­ pués de la verdadera. Nuestra civilización actual, es decir, todos nosotros, estamos acostumbrados a leer en muchísimos periódicos rúbricas bajo el título de “ su horóscopo diario” o bien se­ manal o mensual. Desde el punto de vista de la astrología esférica esas predicciones carecen de valor, puesto que no tienen en cuenta ni la hora ni el lugar de nacimiento del lector ni consideran los aspectos celestes del horóscopo radical. Por tanto, no es ésa la astrología que aquí nos intere­ sa sino la horaria en cualquiera de sus ramas, es decir: 1) genetlíaca o de investigación del futuro del individuo, que se basa en el horóscopo levantado a partir de la hora, minuto y segundo — si tanta aproximación es posible — del nacimiento del consultante. Tal, por ejemplo, el horós­ copo de cAli b. Ridwán, traductor del Tetrabiblos de To-

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lomeo al árabe7 o bien el levantado por Kepler a Wallen••ifin. Una variante del sistema consiste en los que los mé­ dicos levantaban al inicio de una enfermedad o en los momentos cruciales de la misma para poder establecer un pronóstico. Sabemos, por ejemplo, que el 13 de octubre de 1601 Tycho Brahe, después de asistir a un banquete y de regreso a su casa ya no pudo orinar. A l principio de la enfermedad que le aquejó, la Luna estaba en oposición a Saturno, en cuadratura con Marte en Tauro y este últi­ mo planeta ocupaba el mismo lugar que en su horóscopo radical.8 2 ) O tro sistema — violentamente atacado por san Agustín — es el de las elecciones, es decir, determinar el inomento en que los astros ocuparán una posición favora­ ble para emprender una acción determinada (campaña mi­ litar,9 viaje, sangría, etc.), del cual nos hablan Roger Bacon y Cardano. Así se procedió para la fundación de Bag­ dad; Tycho Brahe puso la primera piedra del observatorio de Uraniborg el 8 de agosto de 1576 en el momento de la salida del Sol, porque en ese instante Júpiter estaba en conjunción con el Sol a 2 5 ° de Leo y en la inmediata ve­ cindad de la estrella Régulo (alfa del León), formando trí­ gono con Saturno, situado a 2 2° de Sagitario (obsérvese que admitió l . ° de orbe) y la Luna a 2 2° de Acuario y 7 . Cf. Ibn A b l Usaybi'a, cUyün d-anba’ ft tabaqit d-alibba’, vol. I I I (Beirut, 1377-1957), p. 64. Pueden verse también los ho­ róscopos descritos por E . Poulle, “ Horoscopes princiers des x iv et xv siécles” , BSNAF (1969), pp. 63-77. 8 . Cf. Coeli et siderum irt eo errantium observationes Hassiaeoe illustrisrími principis 'Willhelmi Hassiae lantgravii.. . (Leiden, 1618). Contiene también observaciones de Tycho Brahe y, posible­ mente, del propio editor W . Snellius. Algunos valores numéricos parecen incorrectos. 9. Cf. J. Vernet, “ Astrología y política en la Córdoba del si­ glo x ”, R1EI, 15 (1970), pp. 91-100.

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a 3o de distancia de su plenitud.101El mismo sistema de Tycho empleó Flamsteed para determinar el momento en que debía poner la primera piedra del observatorio de Greenwich.11 Es, si se quiere, el procedimiento inverso del empleado por los jesuítas en el observatorio del Ebro, en el suelo de cuyo vestíbulo puede observarse el momen­ to fundacional no porque “ eligieran” previamente la posi­ ción de los astros para que su institución tuviera una lar­ ga y próspera vida, sino porque quisieron dejar escrita la fecha de fundación mediante los recursos que les facilita­ ba la propia ciencia que estudian. Estas técnicas de “ elec­ ciones” , en especial para la guerra, fueron usadas muy probablemente en la última guerra mundial.12 Aparte de la astrología genetlíaca y de elección cabe citar 3) la mundial en sus dos variedades de natural o físi­ ca, destinada a predecir catástrofes naturales (terremotos, huracanes, etc.) y la político-religiosa. Esta última es la que más nos interesa aquí desde el momento en que gozó de gran credibilidad — al igual que la genetlíaca y de elec­ ciones — durante el Renacimiento. Podríamos establecer largas listas de pensadores me­ dievales tanto árabes13 com o cristianos — Villani, arci­ prestes de Hita y de Talavera, Arnau de Vilanova — que creyeron firmemente en la astrología, que intentaron justi­ ficar sus fracasos en la insuficiencia del instrumental astro10. Tycho Brahe, Explicatio partium tnajoris et praecipae domus, en Opera omttia, ed. I . C. L . Dreyer, vo l. V (Copenhague, 1921), p. 1 43; W . Hartner, Oriens. Occidens (Híldesheim, 1968), p. 453 n. 11. C f. S. H utin, Histoire de l’Astrologie (Verviers, 1970), p. 146. 1 2. C f. E . H ow e, Le monde étrange des astrologues (París, 1968), pp. 2 09, 2 7 6 y passim; L . de W oh l, The stars of toar and peace (Londres, 1952). 13. Para algunas predicciones árabes, cf. J. Vernet, “ Astrolo­ gía y política . . . ” , loe. cit.

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nómico-matemático y cóm o sus quejas motivaron el avance i