Artes Adivinatorias

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ARTES ADIVINATORIAS

Germán Machado Lens ~ Fernando de la Iglesia

COLECCIÓN POESÍA LDN

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Dirección de la colección: María José Hernández Lloreda Texto: Germán Machado Lens, Montevideo, 2006 Imágenes: Fernando de la Iglesia, Valencia, 2008 Maquetación: Fernando de la Iglesia y Óscar Villán Asociación Comunidad Librodenotas, septiembre de 2008 www.librodenotas.com

Licencia Creative Commons Reconocimiento – No comercial – Sin obras derivadas

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Visitando entrañas Los poetas son emperadores de la palabra. Acucian al lenguaje y lo destripan, suponiendo que semejante acto otorgará certidumbres cartográficas, relativas probanzas de fe, modestos senderos. Practican mancias, que son adivinaciones en las vísceras de la lengua. ¿Qué intentan adivinar? La inutilidad más obvia en esta posposmodernidad: una interpretación del hombre. Los poetas participan de la voracidad de los arúspices, augures, adivinos, pero desde ellos mismos y hacia los demás. Una tarea de curiosidad introspectiva volcada en la eufonía necesaria del verso y regalada, ofrendada a los otros, sus lectores, sus amados hipócritas lectores. Julio César fue emperador. Ejerció el imperium sobre bienes, haciendas y hombres. Fue poeta y, según se dice, nada malo. Antes de ser quien luego fue, eligió el cargo de Pontífice Máximo, el que tendía los puentes de relación sublime con los dioses. Obligado a realizar ritos de adivinación y augurios antes de cada batalla, solía utilizar gallos hambrientos para que se abalanzaran sobre los granos y así justificar, o no, una acción militar. Germán Machado es poeta, por lo tanto participa del imperium sobre la palabra y define su quehacer como de Artes Adivinatorias. Dice de las palabras desde sus vísceras y desde éstas pronostica, acierta y duda. Quizás su verso más poderoso devenga del maltrato humano hacia el poeta, hacia sus semejantes y prójimos pero sobre todo hacia la verdad que resulta siempre un incordio. Escribe Machado: “el nuncio del alba acaba degollado”. El gallo, el poeta, el heraldo apuñalado. Álvaro Ojeda, Parque de los Aliados, 24/ III/ 2008

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ARTES ADIVINATORIAS

artes adivinatorias 1 un círculo trazado en la tierra seccionado en casillas donde las letras juegan su suerte de oscuro abecedario un grano de maíz corona cada letra y en cada celda escancia el futuro y el hado no es un juego, es un arte de mancias un gallo oscuro y brillante picotea palabras y secuencia un pronóstico de sequía y desastre el nuncio del alba acaba degollado 2 la curiosidad se abate en las entrañas del párvulo palpitantes entrañas que avisan viento menguante naves en la bahía y una madre llorando 3 hendido está el secreto por fuerzas insondables los números la espalda los panes de cebada granos de sal membranas espectros en el aire augurio que en el tiempo es traza para la suerte del recién nacido el moribundo el mandante los esponsales la nave no es un juego este juego es un arte de mancias

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IIII

IIII nunca es absoluta la desaparición queda algo: una brizna un reflejo el soplido insultante de una luz tremebunda la voz de los augures

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pájara perdida mal ligada sin sostén

suelta

se ha desatado el infortunio mal liga el niño la cometa, cuando se rompe el hilo en su primer jornada primaveral la fortuna

pájara perdida

el discurso no justifica no hila no vuelve a ligar el hecho no sabe más pájara perdida la verdad

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bosques hay un bosque adentro de este bosque y en el claro hay un claro lo tremendo no se detiene la voluntad atraviesa la luz trasluce soporta la mirada hay un bosque de formas inestables la tierra se ha movido en un temblor de ramas y en la fronda beatífica los bronquios exhalan un hado de desastres hay un bosque de efigies que reclaman un pensamiento lúcido la oscura voluntad del viento el implacable devenir del aire las fuerzas sobrehumanas en este bosque un claro y en el claro un albor mano que ahora se extiende pierna que se adelanta ya no avasalla el miedo el día no se escapa y un destello en el aire a tiempo se descalza un bosque adentro de este bosque y en el claro otro claro

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antes antes era distinto, siempre hubo un antes: lo atávico, decían nuestros mayores ojo avizor: acecha en el desesperado columpio del porvenir lo que no vino lo que faltó o se derrumbó por el camino de los anticipos la naturaleza es cautelosa la vejez, decían, confunde: la cautela el temor antes era distinto y nadie lo notaba

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lances el ángel lanza otra moneda al aire saldrá una cruz a sus espaldas bajo sus brazos alas de pájaro o de aeroplano si así no fuera tendría que poner la cara

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IIII le pide al agua que se quede quieta que no siga fluyendo que detenga la burbuja y el círculo la onda el movimiento orilla en una orilla esa quietud incierta le pide al agua que lave su conciencia

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declive malévolo destrato retrato incoherente la borrosa memoria pantalla que oscurece de espeso gris a negro aturdimiento olvidarse del mundo es recurrir a la muerte mejilla que recibe golpes de manos diestras y golpes de siniestras herencias en los genes el dolorido caos no oficia ya de origen queda apenas la lumbre de un eterno poniente

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naufragio la verdad no se apiada cuando la embarcación zozobra la sed: ¿qué agua calmará esta sed? el frío: ¿qué mantas calmarán estos espasmos? el naufragio: ¿qué potencia oscura, atormentada derribó los mástiles y en popa aborreció la solidez del codaste y en proa se burló de la firmeza de la roda? ¿la indulgencia? restos de madera carcomidos por isópteros

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trampas preguntó si el árbol estaba allí antes que lo ocultara el bosque y la corteza acallara sus sonidos de viento y savia peregrina si la ciudad estaba allí antes que las murallas de piedra quedaran bajo el pasto y la bahía recostara los carros de inmigrantes a la orilla del río si algo se movía por las calles antes que los rieles de tranvía se ahogaran en asfalto y las esquinas acosaran transeúntes monedas y maltratos preguntó si el vientre de la noche la madre oscura, la moribunda palabra ese papel, los trazos: ¿estaban allí antes que él llegara? preguntó si no era trampa que ellos supieran las respuestas y que él las ignorara

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acertijo alguien arroja una piedra en la boca de un aljibe quizás haya algún fondo un quehacer decidido manos que sueltan ojos que vigilan oídos que esperan algún ruido esa piedra cayendo su peso su desidia no habrá ruido no habrá fondo en el fondo sólo incuria la piedra seguirá cayendo y seguirá cayendo el pozo adentro del aljibe

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IIII movedizas, molineras máscaras incesantes ¿de qué se ríen? ¿a quién acechan? tribulación del lenguaje mueca ligera metáfora que maldice la lengua ciega en la caverna no hay nada fuego cabezas ideas la sombra va en el camino lleva en los pies un sombrero

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progreso avanza un hombre por la alameda oscura avanza como héroe de una epopeya vana en raso fondo en barro indaga silencios secundarios descubre en horizontes la línea el punto el triángulo geometría y barbarie avanza, suma y raya: las ruinas que acrecienta los residuos al paso los yermos sembradíos la incinerada carne avanza y retrocede animal ilustrado

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apelación una ilusión que salve esta condena: el oráculo incierto la sentencia funesta siempre quedan los ecos de una hebra infinita

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ira guarda luto una estrella en cielo ennegrecido desvestida memoria olvido que trepida es fiebre entre los muertos es hiel entre los vivos

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elegía abrazaste daños que no correspondían y una causa doliente túmulo, tumba seca mujer que en tus aliños desfiguras al que mira de lejos y maldice decir de fruta seca, árbol caduco ramo siniestro de flores y cenizas estropicio de épocas mejores cuando el viento rozaba la piel como una dicha de estar al sol, saber que era posible el cuerpo erguido los pechos garbos esa forma de esbelta gallardía dije mujer y ahora me corrijo: nombré la macilenta dolencia del que vive

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IIII despojado del aire trina un revuelo de sombras silueta del azar abismo de la necesidad el pájaro arrastra tinieblas no anida su canto al final de la luz cae azar del abismo silueta de la necesidad

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superstición uno puede no creer pero encender una vela por las dudas ¿a qué santo? ¿a santo de qué? el fuego hace su trabajo inquisitorial

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falena se acerca al fuego y no se quema calla cae en la cuenta de una sola palabra leve detenida ahora empieza el ardor: un impulso agonista ser una voz la letra o el deseo de un espejo opacado de un reflejo abolido ahora cae en la cuenta de sí misma se descubre agitando el silencio y la furia

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puentes te quitaste los zapatos para descubrir que no había otro sostén los puentes eran eso: la velocidad del agua debajo del camino el hilo nervioso de un discurso que no fue preparado la volatilidad de los peces en los reflejos de luz un ominoso aleteo en el cielo gris de la tarde las venas inflamadas de tu última hora, eso la mezcla de hormigón y de hierro fríamente calculada te quitaste los zapatos pareció elevarse el puente cuatro palmos derrumbarse el arroyo, la orilla graznar su filo de metal entre las piedras pareció que las palabras flotaban hinchadas como los peces que debieron morir en ese curso había una hemorragia sombría en el paisaje cortado como un hilo por un rayo de sangre no hubo otro sostén, y tus zapatos calzaron el vacío como antes

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avatares mero avatar la lucha

entre las ruinas

pasa una circunferencia y traza el círculo de los adentros ¿alma? dijeron alma y era un ensayo virtual de los recuerdos el pasado doblado como un triángulo señalando esa página del libro que resuelve el dilema de la trama mero avatar la lucha y esa mano que tiembla dando vuelta la página rectángulo de papel donde la historia le pone márgenes a lo que no se acaba

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índice prólogo: 7 IIII artes adivinatorias: 13 IIII nunca es absoluta la desaparición: 15 pájara perdida: 17 bosques: 19 antes: 21 lances: 23 IIII le pide al agua que se quede quieta: 25 declive: 27 naufragio: 29 trampas: 31 acertijo: 33 IIII movedizas, molineras: 35 progreso: 37 apelación: 39 ira: 41 elegía: 43 IIII despojado del aire: 45 superstición: 47 falena: 49 puentes: 51 avatares: 53

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