Antropologia Y Marxismo

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An t r o p o l o g í a

y m a r x is m o

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Á ngel Palerm

Án g e l Pa l e r m (1917-1980) nació en Ibiza, España. Parti­ cipó en la Guerra Civil y en 1939 se embarcó a México con otros republicanos. Ingresó en 1947 a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde conoció el rigor de la investigación de campo bajo la dirección de Isabel Kelly y los enfoques teóricos de maestros como Pablo Martínez del Río, Paul Kirchhoff y Pedro Armillas. En 1953 se gra­ duó con un estudio sobre las bases agrícolas de la civili­ zación mesoamericana, destacando la importancia de las obras hidráulicas en su desarrollo. De 1953 a 1966 traba­ jó en la Unión Panamericana, en Washington D. C., donde editó la Revista Interamericana de Ciencias Sociales y sostuvo estrecha comunicación con destacados antropólogos como Steward, Wolf, Mintz, Wittfogel, Diamond y Adams. Re­ flexionó sobre los métodos de la enseñanza de la etnología, cuyos lineamientos enunció en los volúmenes de su Historia de la etnología (1974, 1976 y 1977) dedicados a precursores, evolucionistas y británicos. Promovió la lectura directa de los clásicos de la antropología, como base de la formación teórica de sus estudiantes. Otras publicaciones suyas son: Observaciones sobre la planificación regional (1962), Introducción a la teoría etnológica (1967), A griculturay civilización en Mesoamérica (1972) y Obras hidráulicasprehispánicas en el sistema lacustre del valle de México (1973). Impulsó el desarrollo de varios programas para la enseñanza e investigación en antropolo­ gía en la UIA, la UAM y el CIESAS, y quiso ser recordado por esta diversificación institucional. Inculcó a sus discípulos la importancia del trabajo de campo y de la teoría social en la formación antropológica, e insistió en la publicación de resultados de investigación, y la vinculación de la praxis y la problemática social con la vida académica.

M ’ + MT. Sin embargo, A, al ser función principalmente de tierra y fuerza de trabajo disponibles, tiene su crecimiento limitado por la cantidad de suelo y el volumen de trabajo posible. Aun antes de llegar a este límite la unidad campesina enfrenta el problema de los rendimientos marginales decrecientes de la combinación suelo-trabajo. Mientras A ha estado creciendo, la unidad campesina ha tenido que estar aumentado su fuerza de trabajo (el número de sus miembros), tanto más cuanto más ha necesitado in ­ tensificar los cultivos para compensar las dificultades o la im ­ posibilidad de extender la superficie cultivada. Es decir que, en contra de la creencia corriente, la familia campesina crece para poder aumentar su fuerza de trabajo: tiene más hijos para poder trabajar más. O bien, cuando se envuelve en la emigración temporal, aumenta el número de sus miem ­ bros para poder emigrar, y no es que emigra porque aumente el tamaño de la unidad doméstica.10De ahí que el proceso resul­ te autodestructivo a cierto plazo, ya que no puede asegurarse

10 No trato, de ninguna manera, de subestimar los efectos de la reduc­ ción de la mortalidad mediante los programas de salud ambiental, la medicina moderna, etc. Me estoy refiriendo a la forma en que la unidad campesina maneja su propia estructura demográfica, indepen-

indefinidamente el crecimiento de A con base en de aumentar simplemente la fuerza de trabajo aplicada a la agricultura cuan­ do los recursos de tierra son limitados. En consecuencia, la unidad campesina se ve obligada a vender cada vez más M ’ - MT para asegurar su subsistencia, y para hacerlo tiene que aumentar todavía más el número de sus miembros. Y de ahí que, de manera creciente, A < M ’ + MT. Al llegar este momento la unidad campesina pasa a depender de sus ventas de mercancías y de mercancía-trabajo. Sin embargo, puesto que la producción de M ’ está sujeta a las mismas leyes decrecientes que la producción de A (con la excepción quizá de la producción artesanal, que no tiene que usar un recurso tan limitado como el suelo),11 resulta dientemente de cuáles sean las tasas de natalidad y mortalidad en cada momento. Dicho de otra manera, si necesita expandir el número de miembros de la unidad, procurará tener tantos más hijos cuanto mayor sea el índice de mortalidad, y lo hará, por ejemplo, contrayendo matrimo­ nio a edad más temprana, tomando esposas jóvenes, etcétera. El objetivo opuesto, o sea estabilizar o reducir el tamaño de la unidad, se procurará mediante tácticas opuestas (postergar la edad matrimonial, obligar al celibato de algunos miembros, infanticidio, etcétera). Es claro que tanto las tácticas de plazo largo (demográficas) como las de corto plazo (expulsión, retención e incorporación selectiva de miembros), requieren justificaciones y racionalizaciones (ideologías), que con cierta frecuencia se desfasan de las necesidades objetivas de la unidad. Este es un problema sobre el cual hay que llamar la atención pero que no deseo discutir ahora. 11 Estoy convencido de que la participación del trabajo artesanal en la economía campesina necesita un tratamiento especial y detallado. Sin embargo, para las intenciones de este trabajo, considero suficiente in­ cluir los productos artesanales en la categoría general de venta de M’.

M ’ < MT. La culminación del proceso se encuentra cuando A + M ’ < MT. El ciclo desde A > M ’ + MT hasta A + M ’ < MT es un periodo de crecimiento constante de la fuerza de trabajo, au­ mento demográfico que no se interrumpe sino que se acelera al llegar al momento en que la subsistencia de la unidad cam­ pesina depende en su mayor parte de la venta de MT. El régimen salarial ha sustituido en orden de importancia al autoabasto y a la venta de mercancías, pero sin proletarizar al campesino, que sigue obteniendo de A una parte todavía in­ dispensable de su subsistencia. La proletarización asume una forma indirecta, ya que se realiza en este caso por medio de la reproducción ampliada de los miembros de la unidad campesina (la “explosión” de­ mográfica), reproducción indispensable para mantener altos los ingresos obtenidos de MT. Periódicamente la unidad campesina tiene que expulsar a los miembros que resultan redundantes, como por ejemplo a los varones cuando contraen matrimonio (neolocalismo) o a las hijas casadas (patrilocalismo), etc. Se favorece, en cam­ bio, la permanencia de los solteros de ambos sexos o de uno de ellos, según la importancia económica de su trabajo, y se tiende a aumentar el número de nacimientos (como futura fuerza de trabajo indispensable). Resulta posible ahora representar este proceso, a partir de las variaciones en la unidad campesina, como se ve en la figura 4.12 12 La figura 4 necesita varias aclaraciones. La elección del término “fase” me parece ahora infortunada, ya que sugiere de inmediato un proceso histórico real, lineal e irreversible. Sin embargo, mi in-

Articulación campesinado-capitali;

La secuencia indicada en la figura 4 puede ser demostrada empíricamente en cada caso. En teoría puede ser continuada en la misma dirección hasta llegar a una fase en que el autoabasto y la producción de M ’ desaparecen totalmente. El campesino se convertiría entonces en un puro vendedor de MT, de fuerza de trabajo. El modo campesino de producción, como tal, dejaría de existir en ese momento. La proletarización del campesinado sería completa, excepto desde el punto de vista cultural. Sin embargo, esta solución final de la cuestión campesina jamás ha ocurrido en la realidad histórica-concreta. Hasta el tención era simplemente indicar posibles “estados” diferentes de la composición A-M’-MT, y relacionar con ellos ciertas características demográficas y de articulación estructural con el capitalismo. De todas maneras, las cuatro “fases” o “estados” pueden inter­ pretarse como momentos de un ciclo ideal de marcha hacia la proletarización. Considerada así, la secuencia no es lineal y además es reversible en cualquiera de sus momentos. La expresión “crecimiento demográfico” quizá también resulta confusa. Dadas las tácticas de largo plazo (manejando las tasas de natalidad y mortalidad), y las tácticas de corto plazo (expulsando, reteniendo e incorporando miembros de manera selectiva), puede ocurrir, por ejemplo, que el índice de natalidad sea alto pero el cre­ cimiento demográfico real de la unidad sea bajo (con una alta tasa de expulsión de miembros). También puede ocurrir el fenómeno opuesto. O sea, que a pesar de tener un índice moderado de natalidad, el crecimiento demográ­ fico real de la unidad resulte alto (con una tasa baja o inexistente de expulsión, y con incorporación de nuevos miembros por matrimo­ nio, adopción, etcétera). Se notará , asimismo, el empleo de términos cualitativos que re­ sultan por necesidad vagos: “lento, moderado, rápido, acelerado”, nociones relativas y tendencias generales, que sólo pueden expresarse cuantitativamente después de realizar estudios empíricos.

presente no pasa de ser un supuesto teórico, o más bien la proyección histórico-abstracta de una tendencia real. Durante el siglo x x sólo dos países parecen haberse aproxi­ mado a este ideal teórico y económico del desarrollismo ca­ pitalista y marxista vulgar: Inglaterra y Estados Unidos. Otro grupo de países parece moverse con rapidez en la misma di­ rección. Es preciso, sin embargo, subrayar que el proceso ocurre sólo dentro de marcos nacionales; es decir, no en la totalidad del sistema mundial. Además, ocurre solamante en los países que ocupan lugares centrales en el sistema económico mundial. O sea, en aquellos países que han conseguido subordinar el resto del sistema mundial, o parte de él, a sus propios objetivos. El capitalismo inglés aniquiló a su campesinado sobre la base de la expropiación de tierras y de la reducción de su propia agricultura, a la vez que se apoderaba del producto campesino de Irlanda, intercambiaba sus manufacturas por productos agroganaderos de Europa continental y organizaba la producción y los suministros de alimentos y materias primas en los países coloniales y dependientes. Inglaterra “exportó” su campesinado, tanto por medio de la emigración real como por medio de la transferencia a otros países de las funciones económicas que se desempeñaban en la metrópoli. El capitalismo domina también la esfera de la producción agroganadera en Estados Unidos, aunque la historia de su de­ sarrollo es muy diferente de la británica. Sin embargo, toda­ vía quedan áreas con verdaderos campesinos disfrazados con cierta frecuencia de pequeñas empresas capitalistas. De todas maneras, la economía norteamericana funciona articulada con la producción agrícola organizada sobre bases campesinas de otras regiones del mundo, y una parte importan­

te de su propia agricultura depende de la fuerza temporal fa­ cilitada por los campesinos extranjeros.13 Las raíces de la resistencia del campesinado a realizar las predicciones sobre la desaparición de su modo de producción a nivel mundial se encuentran en parte, como he mostrado, en la necesidad que tiene el propio capitalismo agrario de usar mano de obra barata temporal, y de disponer de una gran re­ serva de fuerza de trabajo que se mantiene a sí misma gran parte del año y que se reproduce a sí misma de manera amplia­ da sin costo directo para el sistema capitalista. La continuación del modo campesino de producción, en su fase A + M ’ > MT (figura 4), se apoya, asimismo, en la contradicción entre el capitalismo agrario y el sector mercantil capitalista. Ambos compiten para extraer excedentes del cam­ pesinado, pero uno lo hace por vía de MT y el otro de M ’, que representan cantidades inversamente proporcionales en la composición variable de la fórmula A - M ’ - MT. La contradicción generada dentro del proceso capitalista de apropiación y acumulación por las variaciones de la fórmula A - M ’ - MT se extiende a otros grupos. Existen actividades industriales que están estrechamente conectadas con la mano de obra campesina, muchas veces en la forma de producción artesanal. Sin embargo, la minería constituye, probablemen­ te, el caso más notable de esta articulación. En gran parte de América Latina, cuando menos, la minería depende de la fuer­

13 En otros trabajos de este mismo volumen he propuesto y discutido el concepto de “campesinado externo” de los centros capitalistas del sistema mundial. O sea, los campesinos que en el mundo colo­ nial y dependiente, o aun en otros países industrialmente avanza­ dos producen para las metrópolis capitalistas y a veces se desplazan geográficamente para trabajar en sus empresas agrícolas.

za de trabajo que proveen cíclicamente los campesinos. D u­ rante el periodo colonial, en especial, las minas compitieron con las haciendas que no estaban orgánicamente unidas con ellas para obtener la mano de obra campesina. La figura 5 trata de mostrar la situación descrita.

Fi g u r a 5

La figura 5 enseña con claridad las razones mencionadas de la resistencia a desaparecer del modo campesino de produc­ ción. Es decir, su capacidad de adaptarse al sistema capitalista dominante, utilizando para ello las variaciones de su estruc­ tura familiar y las diversas combinaciones posibles de A - M ’ - MT. La gráfica muestra, asimismo, las contradicciones al in­

terior del sistema capitalista que facilitan la supervivencia del campesinado al ofrecerle alternativas diversas. La expansión del capitalismo agrario no sólo requiere la fuerza de trabajo campesina sino también las tierras y el agua, y tiende a expulsar del mercado a los productos campesinos. El capitalismo mercantil, en cambio, presiona para aumentar la producción campesina de mercancías. El capitalismo industrial y el minero no sólo no privan di­ rectamente a los campesinos de sus medios de producción, sino que a través del dinero pagado en forma de salarios con­ tribuyen a reforzar y consolidar la unidad campesina. Todos ellos extraen excedentes valiosos del campesinado pero cada uno lo hace de alguna manera especial que ejerce efectos dis­ tintos sobre la unidad campesina y sobre el sistema total. Una conclusión que se desprende de este análisis es que la secuencia mostrada en la figura 4 (desde A > M ’ + MT hasta A + M ’ < MT), o sea, el proceso llamado de proletarización progresiva del campesinado, puede ser detenido en algunos de sus momentos. De hecho, la secuencia tampoco es unidi­ reccional: el proceso es reversible en ciertas condiciones. Una condición esencial para ello, desde luego, es la destruc­ ción o el debilitamiento del capitalismo agrario, que puede ocurrir como resultado principal de factores económicos (un ciclo de depresión general, por ejemplo, o una larga coyuntura desfavorable para una rama o una región particular), o bien de factores políticos (rebeliones campesinas, revoluciones, etc.), y con más frecuencia por una combinación de ambos factores. La Revolución Mexicana de 1910, al ocurrir la moviliza­ ción de las masas campesinas y agregarse la depresión econó­ mica de la década de 1920, produjo una restauración del

modo campesino de producción. La destrucción de muchas empresas capitalistas agrarias y el restablecimiento de la pro­ piedad campesina fueron fenómenos particularmente claros en el estado de Morelos. Algunas de las consecuencias más obvias de la restauración campesina fueron la reorientación de la producción hacia el autoabasto, la venta de excedentes al sector comercial y la consiguiente disminución de la venta de trabajo. La fase populista de la Revolución Rusa produjo otra res­ tauración campesina, primero alentada por la New Economic Plan y el ala bujarinista bolchevique, y luego aniquilada por la dictadura estalinista. Las revoluciones nacionalistas y campe­ sinas de China, Argelia, Vietnam, etc., han provocado otras tantas restauraciones con efectos semejantes a los que tuvo en México. Las restauraciones campesinas transforman temporalmen­ te la composición A - M ’ - MT y, en consecuencia, la estructu­ ra de la unidad campesina y sus formas de articulación con el sistema capitalista. Sin embargo, mientras el capitalismo conti­ núe siendo el sistema dominante, la restauración campesina no representa más que el comienzo de un nuevo ciclo como el representado en la figura 4.14 14 La figura 4 no incluye otra combinación de A - M’ - MT, que mos­ traría la tendencia de M’ a convertirse en la parte dominante de la fórmula. O sea, M’ > A + MT, y finalmente porciones no significa­ tivas o bien desaparición de A y MT. La figura y las demás gráficas tampoco incluyen el asunto de la renta de la tierra, qué en México presenta la peculiandád de ser paga­ da con cierta frecuencia por las empresas capitalistas a los campesi­ nos. Pienso ocuparme de ambas cuestiones (producción dominante de M’ y renta de la tierra), en otra oportunidad.

El análisis que acabo de hacer se ha centrado en las for­ mas de articulación del modo campesino de producción con el sistema capitalista dominante, y en la capacidad de adapta­ ción de la unidad doméstica campesina a las diversas combi­ naciones de A - M ’ - MT. Por eso mismo, en la discusión de la persistencia del campe­ sinado he dejado necesariamente de lado la cuestión de la eficiencia económica del modo campesino de producción en comparación con el modo capitalista de producción en la agricultura. Sin embargo, éste es un problema vital tanto para la teoría del campesinado como para el debate sobre la organización de la agricultura en México y en otros países de la periferia del mundo industrializado. A pesar de su importancia, esta cuestión nunca se ha in ­ vestigado debidamente. Las concepciones desarrollistas, tanto de la economía capitalista como del marxismo vulgar, compar­ ten el prejuicio de la superioridad intrínseca de la gran em­ presa agrícola. En efecto, ambas sostienen la idea de que el modo campesino de producción es ineficiente atrasado y está condenado a ser eliminado por la gran empresa capitalizada, independientemente de su naturaleza privada, colectiva, es­ tatal o socialista. En el largo plazo de Keynes estas predicciones pueden re­ sultar verdaderas, aunque existen buenas razones para dudarlo. Sin embargo, en el horizonte histórico de los problemas que pueden visualizarse y que tienen que ser resueltos ahora, la afir­ mación es parcialmente falsa. En efecto, ante ciertas condicio­ nes, el modo campesino es capaz de hacer un uso más eficiente de los factores de producción que el modo capitalista. Las condiciones generales para que se presente esta situa­ ción pueden ser estipuladas en teoría y encontradas en la rea­

lidad concreta. A esta tarea dediqué hace algunos años una breve publicación cuyas conclusiones principales recordaré en forma resumida (Productividadagrícola, Centro Nacional de Productividad, 1978). Supongamos, en primer lugar, un modelo de organización nacional de la agricultura en el cual los recursos de capital son abundantes, la fuerza de trabajo es escasa y el suelo cultivable es relativamente abundante. Bajo estas condiciones, el capital tiende crecientemente a sustituir a la fuerza de trabajo, a pe­ sar de que se establezca un ciclo de rendimientos físicos de­ crecientes del suelo. La situación descrita corresponde a Estados Unidos y a otros países centrales de la economía mundial, que además tienen la posibilidad de organizar en los países dependientes y como propio a un sector considerable de su economía agrícola. Supongamos, en segundo lugar, un modelo de organización nacional de la agricultura en el cual los recursos de capital son moderados, la fuerza de trabajo es relativamente abundante y el suelo cultivable es relativamente escaso. Bajo estas condi­ ciones, el uso de capital en la agricultura tiende a restringirse, mientras que se procura incrementar los insumos de trabajo humano y aumentar los rendimientos físicos del suelo. La situación descrita corresponde a la de bastantes países de Europa, tanto socialistas como capitalistas y de economía mixta, que se encuentran en periodos avanzados de industria­ lización o bien que han entrado a ellos recientemente. En todos estos casos, y excepción hecha de algunas ramas de producción especializada y de algunas zonas que ofrecen condiciones geográficas muy particulares, la forma esencial de organización de la agricultura responde al patrón del modo campesino de producción.

Las tentativas de sustituirlo con enormes empresas estatales, colectivas o privadas, han originado verdaderas catástrofes agrí­ colas, cuyas causas se atribuyen unas veces a la capitalización insuficiente y otras a la organización defectuosa y burocratizada de la economía. Sin embargo, todos los desastres mues­ tran el rasgo común de una caída vertical de los rendimientos físicos del suelo. Supongamos, en tercer lugar, un modelo de organización nacional de la agricultura en el cual los recursos de capital son escasos, la fuerza de trabajo es muy abundante y el suelo culti­ vable es escaso. Bajo estas condiciones, el uso de capital tiende a reducirse al mínimo, mientras que se incrementa al máximo posible la utilización del trabajo humano y se procura a toda costa aumentar los rendimientos físicos del suelo. Tal es la tendencia objetiva de la agricultura en México y en otros países semejantes, tendencia que está en clara contra­ dicción con los esfuerzos del capitalismo nacional y extran­ jero para organizar la agricultura a partir del modelo norte­ americano.15 La persistencia histórica del modo campesino de produc­ ción en México, en consecuencia, no se explica en términos de una mera supervivencia de un pasado que hay que abolir. Tampoco es una respuesta simple a las necesidades funciona­ les de algunos segmentos del sistema capitalista dominante.

15 A la combinación de estos factores (capital, trabajo humano y suelo), hay que agregar la energía, como he hecho en uno de los ensayos de este volumen. La empresa capitalista agraria consume inmensas cantidades de energía, por lo general inanimada y no renovable, cuyos costos están subiendo de manera continua e impresionante. La unidad campesina consume poca energía y la mayor parte de ella es viva y renovable.

La extraordinaria resistencia del campesinado a satisfacer las profecías sobre su desaparición inminente encuentra también su explicación en la eficiencia económica del modo campesino de producción bajo ciertas condiciones específicas. En circuns­ tancias concretas determinadas, el campesino utiliza mejor que la empresa capitalista agrícola la combinación del factor más abundante, el trabajo humano, con dos factores muy escasos, la tierra y el capital (y con otro de alto precio, la energía). Esta intensificación del uso del trabajo humano en la agri­ cultura campesina fue denominada “autoexploración” por Chayanov. Sin duda lo es, pero la autoexplotación por sí sola tampoco explica la capacidad de supervivencia del modo campesino de producción. No es cualquier “cantidad” de trabajo aplicado a la agri­ cultura lo que permite el éxito del campesino en sobrevivir, sino también la “calidad” del trabajo. Es decir, la capacidad de manejar de manera adecuada el medio natural y el largo cono­ cimiento de las plantas y animales, capacidad y conocimientos que el desarrollo capitalista de la agricultura destruye día tras día al convertir a los campesinos en peones asalariados. La combinación de la cantidad de trabajo con la calidad del trabajo humano, cuando es adecuada y posible de reali­ zar, explica el contraste dramático entre los rendimientos del suelo que obtiene el campesino y los que consigue la empre­ sa capitalista. El modo capitalista de producción en la agricultura está sujeto a la ley de los rendimientos decrecientes del suelo y de los rendimientos crecientes de la fuerza de trabajo. La ley del modo campesino es exactamente opuesta: rendimientos cre­ cientes del suelo, aunque con limitaciones determinadas, versus rendimientos decrecientes de la fuerza de trabajo.

Ante las circunstancias mexicanas de escasez de capital y de tierra cultivable, y de abundancia de fuerza de trabajo, y bajo las condiciones establecidas por las leyes de los modos campe­ sino y capitalista en la agricultura, resulta extremadamente evidente que las aplicaciones del capital disponible resultarían más eficaces y productivas en el segmento campesino. Las excepciones a esta regla estarían constituidas por aquellas ramas especializadas de la producción en las que la gran empresa resultara ser en efecto superior, y por aque­ llas zonas del país que se prestaran a la aplicación más con­ veniente de la tecnología mecanizada. De cualquier manera, el modo campesino de producción seguiría necesitando, por un largo tiempo, vender a las grandes empresas una parte de su fuerza de trabajo. A pesar de todo, la política agraria del país parece conti­ nuar desconociendo este conjunto de características del modo campesino de producción y de sus articulaciones con el siste­ m a capitalista dominante. El desarrollismo de la economía capitalista y del marxismo vulgar siguen empeñados en hacer cumplir a toda costa sus improbables profecías sobre la supe­ rioridad general de la gran empresa agrícola y sobre la inminente y conveniente desaparición del campesinado mexicano.16 Esta situación paradójica, que convierte en aliados en la praxis a los que son adversarios ideológicos, tiene consecuen­ cias políticas extrañas, aunque no inesperadas. Entre otras

16 Hay que decir que mientras la preferencia capitalista por la concentra­ ción de la empresa agraria expresa las tendencias objetivas del sis­ tema, la predilección marxista vulgar por la gran empresa agraria es ante todo una cuestión ideológica y política. Véase en este mismo volumen el ensayo sobre los campesinos y la teoría marxista.

cosas, ha impedido hasta ahora llegar tanto a la discusión de una política correcta de alianza de clases, como a una concep­ ción válida de un futuro posible y deseable para la sociedad mexicana. 17

17 La mayor parte de las corrientes marxistas de México parecen pensar sobre estas cuestiones todavía bajo la influencia de tres mitos here­ dados del siglo pasado: el mito del papel histórico de la clase obrera industrial como liberadora de toda la sociedad; el mito del papel re­ accionario de los campesinos, y el mito de la posibilidad de las revo­ luciones democrático-burguesas europeas en los países del llamado Tercer Mundo.

e realizó una investigación bibliográfica para incluir todas aquellas referencias a autores, libros y artículos mencio­ nados en esta obra; se buscaron citas de otras publicaciones del autor —como Historias de la etnología y M odos de producción—, y se recurrió a los títulos disponibles en la biblioteca Ángel Palerm del CIESAS-DF. Los lugares y años entre corchetes co­ rresponden a las publicaciones originales de los textos.

S

M ireya Rubio Corbalá y Roberto M elville * Febrero de 2008

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Mireya Rubio, antropóloga social (UIA , 1975) y Roberto Melville, doctor en Ciencias Sociales (UIA , 1990) y profesor e investigador del CIESAS ; ambos discípulos de Angel Palerm.

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A ntropologíay marxismo se terminó de impri­ mir en julio de 2008 en los talleres de Edito­ res e Impresores Profesionales EDIMPRO, S.A. de C.V, San Marcos 102-15, Col. Tlalpan, México 14000, D.F. En su composi­ ción se usaron los tipos Garamond de 18:20, 14:13, 12:13, 11:13, 10.5:13, 9.5:13 y 8:10 puntos de pica. Diseñó la portada Gabriel Salazar, la tipografía y formación estuvieron a cargo de Samuel Morales H. y la correc­ ción a cargo de Itzia Pérez Ruiz. Cuidó la edición Armando López Carrillo. Se tiraron 2 000 ejemplares.