Anatomia Del Asco

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lNDICE

PROLOGO

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1. ELASCO DE DARWIN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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2. ELASCOYOTROS CONCEPTOS AFINES .........................

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3. UNA VIDA ESPESAYGRASIENTA.................................

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4. LOS SENTIDOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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5. 0RIFICIOSYRESIDUOS CORPORALES.. . .. . . .

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6. LO HERMOSO ES ASQUEROSOYLO ASQUEROSO HERMOSO

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7. GUERREROS,SANTOSYDELICADEZA . . .

8. LA VIDA MORALDELASCO.

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9. EL DESPRECIO MUTUOY LA DEMOCRACIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289 .

10. EL SENTIDO DEL OLFATO DE ORWELL . . .

NOTAS .

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0BRAS CITADAS

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lNDICE ANALITICO

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Dedicado a Bess, Eva, Louie y Hank

PROLOGO

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E1

asco plantea una serie de problemas especiales que no surgen a la hora de abordar temas tan estrechamente relacio­ nados con este como el sexo. La gente esti dispuesta a tomar­ se en serio el sexo, aunque con ello se sienta ligeramente ex­ citada. El conveneionalismo ha llegado a otorgar al sexo y la sexualidad una seriedad casi sagrada: al sexo, porque espora­ dicamen te aparece unido al amor y, a la sexualidad, de bido a su supuesto papel en la configuracion de la personalidad y la identidad. Sin embargo, a(m queda por justificar la seriedad y legitimidad del asco como tema. El asco invita a debatir asun­ tos tabues que tienden a rebajar ciertas pretensiones y convic­ ciones que deseamos mantener acerca del sexo, la buena pre­ sencia y la dignidad humana en general. Por tanto, en este libro me he enfrentado al problema de que tono darle: como preservar el decoro sin resultar remil­ gado. Si te muestras remilgado, corres el riesgo de provocar ese chiste chabacano que intentas evitar. Pero la simple men­ cion de algunos temas, necesarios si queremos enfrentarnos a la esencia y las estructuras de lo asqueroso, provoca el asco o la farsa. Como sabemos, lo comico y lo asqueroso tienen mu­ chas cosas en comun. He intentado preservar el decoro sin re­ sultar al mismo tiempo aburrido o ridfculo, pecando, en mi opinion, de remilgado. No pretendo escandalizar a nadie, aunque reconozco que quiza no pueda evitarlo completamente, dado al caracter del asco y lo asqueroso. Aunque no hay por que resultar aburri9

ANATOMiA DEI. ASCO

do al describir el aburrimiento ni confuso al describir la con­ fusion, puede que la denominada falacia de la forma imitati­ va no sea tan falaz cuando se refiere al asco. A diferencia de las descripciones del aburrimiento y la confusion, las que se ocupan de lo asqueroso tienen una capacidad de provoca­ cion ajena a la voluntad del au tor. De modo que, aunque no . desee suscitar asco al lector, no puedo prometer que no haya momentos en los que no pueda llegar a sentirlo. En cualquier caso, se trata de un tema serio que tiene que ver con la sensi­ bilidad moral, el amor, la polftica y nuestro sentido del yo. Por un lado, muchas modalidades de asco no producen solo aversion y, por otro, el contenido de lo asqueroso es complejo y a veces paradojico. Todos sabemos que lo asque­ roso puede atraer, ademas de repeler; la industria del cine y del espectaculo, d onde podriamos incluir los reportajes in­ formativos, se basan literalmente en su poder de atraccion. Ser asqueroso co11stituye un rasgo recurrente de lo morboso y sensacionalista, puesto que esta impregnado de sexo, vio­ lencia, horror y violacion de las normas de la decencia y el decoro. Y, aunque lo asqueroso nos repela, rara vez lo hace sin captar tambien nuestra atencion. Es algo que no podemos evitar. Nos resulta muy dificil no echar disimuladamente una segunda mirada a lo que nos da asco o, en un plano menos voluntario, nos pasa que "se nos van" los ojos* hacia ello. No seria sincero si negara que lo asqueroso me fascina de­ bido a las mismas razones que hacen que a los demas se les va­ yan los ojos detras de ello, pero tambien puedo alegar una razon sana para emprender esta obra. En primer lugar, hace tiempo que me ocupo de las emociones, sobre todo aquellas que nos asignan un puesto en las jerarquias morales y socia­ les. En mi libro Humiliation ( 1 993) adoptaba el pun to de vis­ ta de la persona que acepta o se opone a una perdida de ca­ tegoria en la ordenacion social y moral correspondiente. EI autor utiliza Ia expresi6n double-takings y se refiere a esa reacci6n que nos hace volvernos a mirar alga que voluntariamente no querriamos ver. •

(N. de la T.)

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Las pasiones claves eran la vergiienza, el bochorno, la humi­ llacion y la venganza. Este libro constituye la otra cara de la moneda. En el me ocupo de las emociones -fundamental­ mente, el asco, pero tam bien el desprecio-- que ratifican que los demas pertenecen a una categoria inferior, de modo que nos definimos necesariamente como superiores segun el juego del rango en el que, si unos ganan, otrps pierden. Las emociones con las que experimentamos inferioridad o degradacion -la vergiienza y la humillacion- se presentan en una especie de tosca economia junto con aquellas pasio­ nes que representan la experiencia de reaccionar ante lo in­ ferior, lo fracasado y lo contaminante, que son el asco y el desprecio. Tanto esta obra como Humiliation se oponen a algunas de las corrientes predominantes del pensamiento social occiden­ tal de los ultimos tres siglos, que pretenden explicar la ma­ yor parte de la accion social a traves del in teres personal, el egoismo o una idea psicologicamente poco convincente de busqueda del poder. Mi propia sensibilidad me lleva a una explicacion que se basa mas en la inquietud, que se centra en pasiones de defensa y reaccion como la humillacion y el asco, a expensas de otras mas ofensivas o perentorias. Sin embargo, estas pasiones humildes nos ayudan a preservar nuestra dig­ nidad y, de hecho, hacen posible que exista, con frecuencia a costa de sacrificar buena parte de nuestros planes mas inte­ resados y puramen te egoistas. En segundo lugar, el amor mantiene una relacion compleja y posiblemente necesaria con el asco. �No es cierto que el amor (sexual y no sexual) conlleva una suspension notable y nada banal de algunas, si no de todas, las reglas que gobiernan el asco? Estas reglas marcan los limites del yo; su relajacion in­ dica privilegios, intimidad, deber y preocupacion. El asco tambien esta presente en la atraccion y la repulsion del sexo, que de vez en cuando tambien constituye un aspecto del amor. En el ambito sex.ual la relacion entre asco y amor es mas com­ pleja, puesto que nos implica en el placer que com porta in­ fringir prohibiciones. Pero la relacion entre el asco y el sexo 1 1

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no es nada nuevo; despues de todo, el conocimiento de esta relaci6n constituye el meollo de la mayor parte de la obra de Freud, asi como de las tradiciones ascetica, estoica, cris­ tiana y de otros discursos antisexuales. En tercer Iugar, casi se podria decir que el juicio moral re­ quiere, salvo en el caso de los discursos de altos vue los de los fil6sofos morales, los modismos que sirven para expresar el asco: Esto me pone enfermo, jQue conducta mas repugnante!, Mepo­ nes los pelos de punta. Conviene no olvidar que es mas facil que la ira y la indignaci6n usen los modismos del asco que este el lenguaje de la ira. �A que se debe que el asco este tan presen­ te en el discurso moral cotidiano, mas incluso quiza que los modismos de otras ell'\ociones morales como la culpabilidad y la indignaci6n? No se trata de un fen6meno reciente ni que se limite a un determinado idioma. Todo el discurso Iatino­ cristiano del pecado se basa en la idea de que este y el infier­ no emiten hedores excrementicios y plantean perspectivas repugnantes. Ademas, estudios recientes de psicologia social han revelado que el asco desempeiia un papel esencial en la ex­ presion de juicios morales en un amplio abanico de culturas. En cuarto Iugar, tanto en este libra como en el de Humilia­ tion lamento que a lo largo del siglo XIX se pierda ese prota­ gonismo del que disfrutaba cierto modo de hablar acerca de la motivaci6n humana; perdida que ha ido unida a la ruptu­ ra de la psicologia y la psiquiatria con la filosofia moral, la li­ teratura y la historia. A partir de ese momenta se consideran yI o reconocen casi exclusivamente como competentes en psi­ cologia a los psic6logos y psicoterapeutas con estudios forma­ les en esta materia. Es includable que la ciencia se beneficia de esto, pero a cambia de un alto coste para la profundidad del discurso psicol6gico (y, por extension, moral) . Hemos per­ dido algo muy valioso. �Hasta que punta podemos estar se­ guros de que, en comparaci6n con el estilo pre-profesional de autores como Montaigne, La Rochefoucauld o Jane Austen, las aportaciones intelectuales, a menudo brillantes, que se ex­ presan con distintos modismos freudianos no son, en defi­ nitiva, desalentadoramente restrictivas, puesto que reducen 12

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tanta variedad a un mero encubrimiento en su narracion edi­ pica dominante y subyacente? Supongo que los poetas, nove­ listas y filosofos morales de nuestra epoca deberian ir mucho mas alia si quieren ser tan perspicaces, psicologicamente ha­ blando, como lo hubieran sido de haber vivido en aquellos tiempos. 1 Por tanto, este libro se concibe conscientemente como una reflexion acerca del asco, al estilo de The Anatomy ofMelan­ choly que Robert Burton escribiera a principios del siglo XVII. Lo considero como un tributo a una epoca en que, por extra­ no que parezca, Ia psicologia tenia menos limitaciones que ahora. En aquellos tiempos se ocupaba de virtudes y vicios, a traves de narraciones tanto de ficcion como historicas acer­ ca de a que atenerse tanto con respecto a los demas como a uno mismo. Lo psicologico todavia no estaba divorciado de lo moral y lo social. De modo que esta obra es metodologica­ mente promiscua en lo que a su compromiso metodologico se refiere, ya que recurre a Ia historia, Ia literatura, Ia filoso­ fia moral y Ia psicologia. Mi objetivo es profundizar mas en el tipo de teoria social y micropolitica que se asocia habitual­ mente con Ia obra de Erving Coffman. Podemos enriquecer ese mundo tan extraiiamente carente de motivaciones de los actores sociales, a veces paranoicos, que propone Coffman, si tenemos en cuenta Ia emocion -en concreto, el asco y el desprecio. En quinto Iugar, aunque se sostenga que el asco es, hasta cierto pun to, independiente de Ia cultura, describo en deta­ lle ese rico universo interpretativo de lo asqueroso. Estamos ante Ia emocion mas encarnada y visceral de todas y, sin em­ bargo, cuando opera en y en torno al cuerpo, sus orificios y excreciones, estalla un mundo de significados que tiiie, ani­ ma y contamina las ordenaciones politicas, sociales y mora­ les. El asco sera todo lo visceral que se quiera, pero tambien es una de nuestras -pasiones mas agresivas generadoras de cultura. No obstante, esta obra no es, desde luego, un libro dedicado al cuerpo, al estilo de ese genero academico tan ac­ tual y de moda. En ella las (micas "dedicatorias", en lo que 13

ANATOMiA DEL ASCO

respecta al cuerpo, son las que aparecen en los tatuajes a los que me refiero cuando hablo del desprecio. Tambien doy el paso, que ha llegado a considerarse incon­ cebible dentro de las humanidades, de tomar en serio la psico­ logia academica, a pesar de las limitaciones de su estilo delibe­ radamente no interpretativo. En este libro pretendo recurrir a distintas disciplinas e, incluso, producir algunas pequenas fisuras en ese muro tan extraordinariamente compacto que divide los mundos academico y no academico. En definitiva, esta anatomia deberia atraer tanto a los foucauldianos como a la "gente normal". A los primeros, les ofrezco una anatomia que se parece mucho a pna genealogia del asco. Para los se­ gundos, plan teo la creencia de que lo material es importan­ te y que s6lo un afan insensato por polemizar nos permitiria ignorar el hecho de que algunas de nuestras emociones gene­ ran, pero tambien son generadas por la cultura. Ni que decir tiene que se corren riesgos cuando se quiere abarcar tanto como yo pretendo en esta obra y el pricipal es que no tengo estudios formales en muchos de los campos que trato. Mis conocimientos se centran en la literatura y la historia, pero, debido a una serie de circunstancias peculiares, las cuestiones que planteaba mi obra anterior sobre el honor y lo heroico me han llevado a un terreno que los psic6logos, fil6sofos mo­ rales y te6ricos politicos y sociales ya habian colonizado. Ten­ go que rogar a los expertos de estos campos que sean indul­ gentes conmigo, aunque espero que no lo tengan que ser demasiado.

El pronombre que se elija en la exposici6n, yo, tu, uno, ella, el, nosotros, es una cuesti6n plagada de implicaciones morales y politicas. Me gustaria que estas cuestiones fueran irrelevantes, pero de momento no parece que vaya a ser asi. Por tanto, se imponen algunas observaciones. En la mayor parte de mi exposici6n adopto lo que me gustaria Hamar un "nosotros de invitaci6n". No se trata de un "nosotros" en plu­ ral mayestatico; no intento eludir mi responsabilidad ante 14

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las afirmaciones que hago o concederles una autoridad es­ puria asegurando que son la norma. Con la expresi6n "no­ sotros" se pretende dar pie a la simpatia y la imaginaci6n, a una posicion mediadora de extrapolaci6n, a partir de las ob­ servaciones de los demas y las mias propias, de las distintas tradiciones que componen esa forma tan amplia de enten­ der el asco y el desprecio, lo asqueroso y lo despreciable. El "nosotros" invita al lector a que se olvide temporalmente de sus convicciones particulares y tome en consideraci6n una postura que, a mi entender, aunque no sea exactamente ni suya ni mia sera por lo menos comprensible, concebible y reconocible. Uno de los mayores problemas que tiene escribir acerca del asco es que el sexo {y, con menos frecuencia, la sexualidad) tiene que formar parte inevitablemente de la exposici6n. Aunque me sienta razonablemente seguro con las emociones que manejan nuestros yos publicos -vergiienza, humillaci6n y bochorno -, Eros y la concupiscencia sexual me colocan en una situaci6n embarazosa. Ademas, las diferencias de ge­ nero, las orientaciones y las preferencias individuales en la forma de experimentar la sexualidad pueden plantear mas de un obsciculo a la hora de suscitar simpatia, en compara­ ci6n con otros ambitos con menos carga politica. Creo que, incluso en esto, existe una base comun de reconocimiento, mayor de lo que esci de moda admitir en la actualidad. El asco y el desprecio motivan y sustentan la categoria inferior que tienen ciertas cosas, personas y acciones que se conside­ ran asquerosas y despreciables. De modo que estas emocio­ nes se condenan mas que elogian, aunque la con dena que re­ ciben esta a menudo motivada por el asco que opera en su registro moral. El desprecio y el asco desempeiian unos pa­ peles necesarios en un buen orden social, pero no perfecto. Una ultima adver:tencia previa: el vinculo entre el asco y el sexo era un rasgo esencial del discurso moral del mundo cris­ tiano. Esta antisexualidad del discurso estaba impregnada de una misoginia pesimista y execrable que, a su vez, se basaba en una misantropia mas general. Deseo distanciarme de la 15

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misoginia, pero no estoy seguro que me sea posible hacer lo mismo con respecto a la misantropia. El asco y la misantro­ pia parecen estar inevitablemente asociadas, como da fe el gran y desesperado Jonathan Swift. Los seres humanos son probablemente la (mica especie que experime_nta asco y pa­ rece que somos los (micos capaces de sentir aversion por su propia especie. Tambien parece que estamos destinados a aspirar a la pureza y la perfeccion. Y el asco hacia lo que so­ mas o hacia lo que es posible que lleguemos a ser alimenta una parte, no precisamente insignificante, de esas aspiracio­ nes. Como veremos, nosotrets somos, en ultima instancia, el fundamento de todo asco: el hecho de que vivimos y mori­ mos, y de que este proceso es sucio y desprende sustancias y olores que nos hacen dudar de nosotros mismos y temer a nuestros semejantes.

Tengo que mostrar mi agradecimiento a algunas personas. Mi esposa, Kathy Koehler, ha sido mi critico mas duro y quien mas deseaba, como seria de esperar, que volviera al mundo de mis anteriores estudios: el mundo del honor, el linaje y la venganza de las sagas islandesas en las que, a pesar de la vio­ lencia, las cosas eran mas decorosas y mis intereses menos em­ barazosos. Mas que ninguna otra persona, ella es quien me ha obligado a hacer una exposicion clara e inteligible. Mis cuatro hijos, de entre uno y nueve arios de edad, aportaron a este libro mas de lo que sabran en mucho tiempo. Mi curiado, Eric Nuetzel, freudiano convencido y psicoanalista en ejer­ cicio, me ahorro algunas meteduras de pata cuando mi des­ confianza general y animadversion hacia el reduccionismo de la psicologia profunda amenazaba con nublar mi juicio. Liz Anderson, Nora Bartlett, Rob Bartlett, Carol Clover, Lau­ ra Croley, Heidi Feldman, Rick Hills, Orit Kamir, Rick Pildes, Robert Solomon, Susan Thomas, Stephen D. White y Lara Zuckert han contribuido con sugerencias bibliograficas, de estilo y de contenido muy utiles. Mi colega Phoebe Ellsworth resulto de especial ayuda al guiarme por el mundo de la psi16

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cologia experimental y su perspicacia evit6 varias veces que incurriera en errores y disparates. La persona a Ia que mas debo es mi colega y amigo Don Herzog. Ambos compartimos muchas inquietudes intelectua­ les y tambien, al parecer, cierta forma de pensar. Buena par­ te del contenido esencial de este libro fue surgiendo a raiz de conversaciones con Don y su huella esta presente en bastan­ tes lugares. La organizaci6n del libro es en cierto modo idea suya; aunque no llegue a gustarle a todo el mundo, a(m le ha­ bria gustado a menos personas si no hubiera tenido en cuen­ ta sus sugerencias. Llegados a este pun to, las buenas maneras exigen que yo me haga responsable de la configuraci6n de la obra, lo cual asumo, pero no puedo dejar de recordar que Don es responsable en parte, para que tambien pueda ser acreedor a los posibles elogios. Una version anterior y mas corta del Capitulo 9 apareci6 como "Upward Contempt" en Political Theory, 23 ( 1995) : 476499 y se publica aqui con el permiso de Sage Publications.

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Gloucester: iPermitidme que bese vuestra mano! Lear: Dejad que la lim pie primero; huele a mortalidad.

1.

EL ASCO DE DARWIN

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in teres que muestra la psicologfa moderna par la sensa­ cion de asco tiene su origen en Darwin, quien la relaciona con situaciones en que se produce un rechazo a la comida y con el sentido del gusto en general. Veamos c6mo lo explica el propio Darwin: El termino disgust *, en su senti do mas simple, significa algo que es desagradable al gusto. Resulta curiosa ver como se des­ pierta de inmediato esta sensacion ante cualquier cosa cuyo as­ pecto, olor o naturaleza se salga de lo corriente en nuestra co­ mida. En la Tierra del Fuego un nativo toco con su dedo un poco de carne frfa en conserva que yo estaba comiendo en nuestro campamento y mostro claramente el enorme asco que le produ­ cia su textura blanda; por mi parte, tambien senti un tremendo asco ante el hecho de que un salvaje desnudo tocara mi comida, aunque sus manos no parecieran estar sucias. Una mancha de sopa en la barba de un hombre nos hace sentir asco, aunque por supuesto la sopa en si misma no nos de asco. Supongo que esto se debe a que en nuestra mente asociamos estrechamente la vi­ sion de la comida, sean cuales sean las circunstancias, con la idea de ingerirla 1•

* Se ha mantenido aquf el terminel'-disgust que aparece en el original en idioma ingles porque el autor se va a referir a Ia etimologfa de esta pala­ bra, que no coincide con Ia etimologfa del termino espafwl equivalente: "asco". (N. de laT.)

ANATOMiA DEL ASCO

Darwin tiene razon en lo que se refiere a la etimologia de la palabra inglesa disgust. Significa "desagradable al gusto" 2• Pero uno no puede dejar de preguntarse si el gusto tendria tanta relevancia en la explicacion de Darwin si la etimologia no hiciera pensar en ello. La palabra alemana ekel, por ejem­ plo, no guarda una relacion facilmente apreciable con el gus­ to. �Se debe a esto que a Freud le resultara mas sencillo vincu­ lar el asco con las zonas anal y genital que con la oral? 3. Me parece que la palabra inglesa es en alg�na medida responsa­ ble de que los analisis psicologicos del asco en este idioma 4 tiendan a limitarse al gusto, la incorporacion oral y el recha­ zo a la comida. Antes de que se introdujera la palabra disgust en el lexico ingles en el primer cuarto del siglo XVII, el gusto tenia mucha menos relevancia que los olores nauseabundos y los espectaculos visuales repugnantes. Es includable que en la sensacion de asco participa el gusto, pero tambien lo hacen -no solo por extension, sino como verdadero meollo de la cuestion- el olfato, el tacto e, incluso, en algunas ocasiones, la vista y el oido. Pero el asco es, ante todo, un sentimiento moral y social. Desempeiia un papel de motivacion y corro­ boracion del juicio moral de un modo que poco tiene que ver con las ideas de incorporacion oral 5. Clasifica a la gente y las cosas segun una especie de ordenacion cosmica. Este libro no se limita a presentar una anatomia de la pala­ bra asco en su sentido restringido. Empleo esta palabra para indicar un sentimiento complejo, que en ingles puede ca­ racterizarse lexicamente por expresiones que indican que de­ terminadas cosas o acciones son repulsivas, repugnantes o pueden dar pie a reacciones que se describen tanto como repugnancia y aborrecimiento como asco 6• La palabra asco designa un sindrome en el que todos estos terminos desem­ peiian su propio papel, expresando un fuerte sentido de la aversion bacia algo que se percibe como peligroso por su ca­ pacidad de contagiar, infectar o contaminar por prox�midad, contacto o ingestion. Y todos estos terminos indican la posibi­ lidad, pero no la necesidad, de presentarse unidos a las nau22

WILLIAM IAN MILLER

seas o al impulso de retroceder y estremecerse ante lo espe­ luznante. Sin embargo, el asco no es lo mismo que la nausea. No toda sensaci6n de asco tiene que producir necesariamente sfnto­ mas de nauseas, ni estas indican siempre la presencia de asco. Las nauseas de la gripe gastrointestinal no son signo ni conse­ cuencia del asco; aunque, si como resultado de ella llegamos a vomitar, esta acci6n y el v6mito resultante podrfan producir sensaciones de asco que serfan distintas de las nauseas origi­ nales. En cambio, las nauseas de una resaca son mas comple­ jas, puesto que esta suele aparecer unida a sentimientos de contaminaci6n, intoxicaci6n y de asco hacia uno mismo, ade­ mas de vergiienza y turbaci6n. Por otra parte, las cosas o he­ chos que nos asquean nos situan en el mundo del asco cuando tenemos la impresi6n de que no seria de extraiiar que empe­ zaramos a sentir nauseas de un momento a otro, aunque no llegue a ser asf. No hay duda de que el asco tiene algo que ver con esta sensaci6n; pero no se trata tanto de que esta consista en sentir nauseas como en sentir el desasosiego o el panico, sea cual sea su intensidad, que acompaiia a la convicci6n de que nos han mancillado. Dejemos esta cuesti6n por el momento y examinemos mas detenidamente las palabras de Darwin. �Son la comida y el gusto los principales responsables del asco? En Ia Tierra del Fuego un nativo toc6 con su dedo un poco de carne frfa en conserva que yo estaba comiendo en nuestro campamento y mostr6 claramente el enorme asco que le pro­ d ucla su textura blanda; por mi parte, tambien senti un tre­ mendo asco ante el hecho de que un salvaje desnudo tocara mi comida, aunque sus manos no parecieran estar sucias. En este fragmento se puede apreciar que, mucho antes de que la comida llegue a la body se suscite la cuesti6n de su gusto, aparecen indicios de otras categorfas relacionadas con el asco: categorfas que se refieren al tacto como "frfa" (car­ ne) frente a "caliente", "blanda" frente a "dura"; categorfas 23

ANATOMiA DEL ASCD

obvias de pureza como "crudo" frente a "cocinado", "sucio" frente a "limpio"; categorias referentes a la vergiienza cor­ poral: "desnudo" fre,nte a "vestido"; y categorias mas amplias que definen al grupo al que se pertenece: 'Tierra del Fuego" frente a "Inglaterra", "ellos" frente a "nosotros". Para el nati­ vo no se trata, en ultima instancia, de que Ia carne en conser­ va sea blanda, sino mas bien de lo que el hecho de comerla dice de Ia persona que Ia consume. En el caso de Darwin, no se trata solo de que alguien tocara su comida (aunque fuera con las manos limpias) , sino de que la persona que lo hizo fuera un salvaje desnudo que ya le habia ofendido. En Ia pri­ mera oracion, el salvaje es solo un nativo curioso en los dos sentidos de esta palabra: curioso porque es extraiio y, subje­ tivamente curioso, como una manera de ser que le induce a hurgar en Ia comida de Darwin. Pero despues de mostrar su asco por esta, Darwin le describe como un salvaje desnudo capaz de contaminar su comida. Antes de esta interaccion, Darwin podia contemplar al nativo con el desprecio propio del estupor o Ia indiferencia o con una especie de desprecio benevolo que tambien suele formar parte de Ia curiosidad. Sin embargo, el nativo se acerca demasiado y llega a ofen­ der y el indicio de una amenaza basta para convertir un des­ precio condescendiente en asco. �Le habria dado tanto asco a Darwin que el nativo tocara su comida si no le hubiera insultado mostrando su repugnan­ cia? �0 acaso el nativo ya habia percibido el asco que sentia Darwin por ei y decidio utilizarlo para tomarle el pelo tocan­ do su comida? �Le hubiese dado menos asco a Darwin que el nativo le tocara a ei en Iugar de a la comida? Desde luego la comida desempeiia un papel en todo esto y ambos actores comparten esa creencia tan arraigada de que "de lo que se . come se cria". El nativo retrocede ante Ia idea de que clase de hombre puede comer eso, mientras que Darwin teme in­ gerir la esencia del salvajismo que el dedo del nativo desnu­ do ha transmitido magicamente a su comida. Pero aqui en­ tra enjuego la ingestion oral unicamente porque la comida actua como un medio mas a traves del cual se transmite la 24

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contaminacion. Lo importante son las dudas y temores que suscita Ia presencia de cada uno en el otro y Ia pequeiia lu­ cha por Ia seguridad y el control con que pretenden salvar Ia situacion; se trata de una lucha entre sensaciones de asco an tagonicas. La mancha de sopa en Ia barba de un hombre tiene me­ nos carga politica, "aunque por supuesto Ia sopa en si misma no nos da asco". Una vez mas, no es Ia comida lo que resulta asqueroso. Segun explica el propio Darwin, solo se convier­ te en asquerosa porque "asociamos estrechamente . . . Ia vi­ sion de la comida . . . con Ia idea de ingerirla". Pero esto no es correcto. La imagen del hombre con Ia barba sucia resulta asquerosa mucho antes de que se nos ocurra Ia idea de co­ mer Ia sopa en su barba, algo que es posible que ni siquiera lleguemos a plantearnos. La asociacion de ideas que se pro­ duce no consiste en ver Ia comida en Ia barba y entonces ima­ ginar que nos Ia co memos, sino que Ia sopa nos da asco como comida unicamente porque puede haber pelos de Ia barba en ella. Esto si que es asqueroso. Podriamos explicarlo, siguien­ do Ia teoria estructuralista de Mary Douglas, diciendo que se trata de una manifestacion de cosas que se convierten en con­ taminantes porque no ocupan el lugar que les corresponde 7• Esto capta parte del problema pero no da cuenta de Ia sensa­ cion de que lo que nos da asco es mas el pelo que Ia sopa, mas el hombre que Ia comida. La sopa en Ia barba nos presenta a un hombre ya contaminado por un defecto de su caracter: Ia incapacidad moral de mostrarse presentable, de acuerdo con Ia exigenciajusta de que se mantenga puro y aseado pu­ blicamente, y no nos ponga en peligro con su torpeza. No tenfan por que ser necesariamente restos de sopa o migas de pan lo que le delatara; podrian haber sido motas de pelu­ silla o, incluso, restos de jabon. Sin embargo, no cabe duda de que Ia sopa resultaria mas asquerosa que Ia pelusilla o el ja­ bon. AI fin y al cabo, Ia sopa, aJdiferencia de Ia pelusilla y el jabon, podria haberle cafdo en Ia barba desde su boca o des­ de Ia cuchara despues de pasar por esta. De modo que no es el miedo a Ia incorporacion oral io que hace que Ia sopa nos 25

ANATOMiA DEL ASCO

de asco, sino la incapacidad de incorporarla oralmente de la man era adecuada. Pero supongamos que no fuera un salvaje desnudo el que tocara la carne de Darwin, sino una cucaracha que se paseara por ella. �Se centrarfa entonces el problema primordialmen­ te en la ingestion de comida? Sigo pensando que el asunto es mas complejo. Una cucaracha que se nos paseara por el bra­ zo tambien nos darfa asco, incluso mas que si estuviera en la comida, a pesar de que no vayamos a comernos el brazo. La cucaracha (y el salvaje desnudo) ya nos parece asquerosa an­ tes de que toque la comida; su poder de contaminaci6n pro­ cede de otra fuente. *

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El asco no ha suscitado demasiado in teres en las disciplinas que se ocupan de las emociones como la psicologfa, la fi­ losofia o la antropologfa. No resulta dificil adivinar el porque. /, \ El problema consiste en su falta de decoro. La civilizaci6n ha fomentado nuestra sensibilidad hacia el asco hasta llegar a convertirlo en un elemento clave del control social y del or­ den psfquico, de tal man era que ha hecho social y psicol6gi­ camente muy dificil que la gente civilizada hable sobre cosas asquerosas sin poner como excusa la infancia, la adolescencia o los chistes transgresores. Hay otras pasiones negativas, como la envidia, el odio, la maldad, los celos o la desesperaci6n, de las que sf puede hablarse sin perder el decoro. Cuando ha­ blamos sobre elias no nos sonrojamos ni soltamos risitas ni nos conmocionamos ni nos dan nauseas. Estas pasiones no nos imponen cuerpos deformes, la fealdad fisica monstruosa o visiones y olores nauseabundos ni la supuraci6n ni la defe-1 , caci6n ni la putrefacci6nJ En otras palabras, el alma pecadora y depravada se admite con mas facilidad que el cuerpo deforme y las ofensas a los sentidos que la vida nos impone. U n experto que estudiaba el asco se quejaba hace pqco de que "el contacto con lo asqueroso le hace a uno mismo asque­ roso. Estudiar el asco significa arriesgarse a quedar contami26

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nado; las personas que investigan el asco enseguida tienen que aguantar bromas sobre su in teres malsano" 8. La verdad es que resulta dificil evitar los comentarios ironicos que sur­ gen cuando emprendes un proyecto como este. Darwin fue el primero que se arriesgo a estudiar el asco propiamente di­ cho. Aunque no muestre abiertamente inquietud ni ironia, si procura, no obstante, no correr demasiados riesgos y tr_ata muy brevemente el tema: no mas de cinco paginas. Freud va un poco mas alia y une el asco a Ia vergiienza y Ia moralidad, que considera "formaciones reactivas", cuya funcion consis­ te en inhibir Ia consumacion del deseo inconsciente; en efec­ to, las formaciones reactivas forman parte del mecanismo de represion que hace que el deseo sea inconsciente 9. A Freud no le interesa demasiado el asco, a no ser de manera general como formacion reactiva. Pero sospecho que, si el asco no es­ tuviera al acecho, su obra no habria sido tan extensa. Despues de todo, �que hace que el sexo sea tan complicado y causa fre­ cuente de ansiedad, neurosis y psicosis? Incluso podriamos pensar que las teorias de Freud suponen un gran esfuerzo por superar un profunda asco hacia el sexo. Hasta Ia ultima decada, mas o menos, apenas se registro mayor in teres por el tema, a no ser por un magnifico articu­ lo, a caballo entre el estilo psicologico y el psicoanalitico, que Andras Angyal publico en 1941 10• Angyal cree que el asco se produce en situaciones en las que entramos en estrecho con­ tacto con ciertos objetos con los que asociamos el miedo a mancharnos. Estos objetos suelen ser residuos del cuerpo humano y animal y resultan contaminantes, no porque sean obviamente nocivos, sino porque implican "inferioridad y mezquindad" ll. Angyal tambien vincula el asco a distintas manifestaciones de lo anormal. Para el, el asco tiene ricas con­ notaciones cognitivas y sociqles y no es un reflejo primitivo que se dispare automaticamente. Hasta Ia decada de 1980 no se presto verdadera aten cion al asco 12. Y la mayor parte de este trabajo ha sido llevado a cabo por el psicologo experimental Paul Rozin 13, que se basa en Darwin y Angyal y escribe,jun'to con algunos colegas, nu27

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merosos artfculos sobre distintos aspectos del asco. Aboga por un asco central referido a la incorporaci6n oral y el re­ chazo a la comida, en el que el gusto es el sentido central, la boca el pun to central donde se localiza y la ingestion y el re­ chazo, mediante las conductas de escupir o vomitar, las accio­ nes centrales a traves de las cuales se manifiesta. Sostiene que el asco central es una emoci6n cognitivamente sofisticada que depende de ideas muy elaboradas de contaminaci6n y con­ tagio. El asco se organiza por medio de las leyes de la magia homeopatica: la ley de la similaridad sostiene que una apa­ riencia semejante implica una similitud sustancial mas pro­ funda, y la ley del contagio asegura que una vez que se entra en contacto, este siempre se mantiene. Rozin ha demostrado que la gente es reacia a comer imitaciones de excrementos de perro, semejantes a los reales pero de chocolate, o a tomar su bebida favorita removida con un peine sin estrenar. Sin abandonar nunca su idea de un asco central que se basa en el rechazo a la comida, Rozin llega a reconocer que esta sensaci6n es demasiado rica para ajustarse a una idea tan limitada. En trabajos posteriores ese caracter central de la co­ mida se amplfa hasta incluir productos corporales, animales y sus correspondientes residuos 14, asf como cinco ambitos adicionales: el sexo, la higiene, la muerte, las violaciones de la envoltura corporal ( destripamientos o amputaciones) y vio­ laciones sociomorales 15• Todo esto queda recogido en una nueva teoria general del asco como necesidad psfquica de elu­ dir aquello que nos recuerda nuestros orfgenes animales. Las primeras investigaciones de Rozin versaban sobre la comida y el apetito; su in teres por el asco surgi6 a rafz de es­ tos estudios, de modo que no es de extraiiar que sus teorfas conserven la marca de sus primeras inquietudes. El trabajo de Rozin resulta interesante por muchas razones. Su tesis acerca de que existe una relaci6n necesaria entre el asco y las ideas de contaminaci6n y contagio es evidentemente co­ rrecta; tambien sistematiz6 este tema y realiz6 brillan�es ex­ perimentos para demostrar sus afirmaciones 16. Buena parte de lo que explico en los capftulos 3 al 5, donde ofrezco una 28

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fenomenologia interpretativa del asco, se estructura como respuesta a su obra. Como se vera, discrepo mas que coincido en muchas cosas, especialmente en lo que respecta a los dos conceptos de asco central que residen en el rechazo a Ia co­ mida o en Ia preocupaci6n sobre nuestro origen animal. Pero tengo que reconocer que debo mucho a Rozin y sus colegas. Por una parte, han otorgado un poco de legitimidad al estu­ dio del asco y, por otra, nos han proporcionado muchos tra­ bajos empiricos, lo cual evita que muchas de mis tesis puedan desestimarse como pura especulaci6n. Tambien prestan aten­ ci6n a cuestiones sociales y culturales de un modo que hemos aprendido a no esperar de los psic6logos academicos. Rozin y sus coautores reconocen que el asco interactua con las si­ tuaciones sociales y morales que lo generan. Y, por ultimo, como suele suceder en cualquier trabajo de calidad, plantean cuestiones interesantes y definen un campo de investigaci6n que sugiere y puede producir nuevos trabajos y reflexiones.

La aceptaci6n, por poca que sea, que pueda tener el asco como tema de debate academico se debe a dos fen6menos: uno, social y cultural y, el otro, de caracter mas intelectual: ( 1 ) el relajamien to generalizado de las normas que rodean a temas, que una vez fueron tabues, acerca de las funciones cor­ porales y Ia sexualidad y que podriamos denominar, tenden­ ciosamente, chabacanizaci6n o pornografizaci6n del discur­ so publico; (2) el resurgimiento en multitud de disciplinas del in teres por las emociones. Resulta dificil imaginar que Rozin pudiera haber realizado su trabajo antes. Vamos a dejar a un lado el primer fen6meno, puesto que ya nos hemos ocupa­ do de ei suficientemente al mencionarlo y vamos a retomar brevemente el segundo. No voy a gastar espacio repasando las diversas teorias de Ia emoci6n, pero conviene que realice algunaslobservaciones generales 17. El asco es una emoci6n. Hay quien no lo admite porque Ia sensaci6n de asco se parece mucho a los impulsos puramente instintivos, mas propios del cuerpo que del espiritu, es decir, 29

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se parece mas a la sed, la lujuria o, incluso, el dolor que a la envidia, los celos, el amor, la ira, el miedo, el remordimien­ to, la culpabilidad, la tristeza, la pena o la vergiienza 1 8 . Esta resistencia obedece a una confusion de la nausea con el asco 0 parece que considera que este es una "sensacion" mas cor­ poreizada que otras emociones. Sin embargo, esta ultima afir­ macion tambien se basa en la confusion entre asco y nausea. Como ya hemos seiialado, la relacion que mantienen ambas no es necesaria. Del mismo modo que todas las emociones, el asco es algo mas que una simple sensacion. Las emociones son sentimientos ligados al modo en que se habla acerca de ellos, a paradigmas sociales y culturales que les dan sentido al ofrecernos una base para saber cuando es adecuado sentirlos y mostrarlos. Las emociones, incluidas las mas viscerales, son fenomenos sociales, culturales y lingiiisticos muy ricos. �Como aprendemos, si no, a identificarlas? �Como aprendemos las normas que determinan como hay que sentir algo, cuando sentirlo, si hay que hacerlo, en que medida y en que situacio­ nes? Las emociones son sentimientos que van unidos a ideas, percepciones y cogniciones y a los contextos sociales y cultura­ 9 les en los que tiene sentido tener esos sentimientos e ideas 1 . Las emociones tambien tienen funciones y suelen motivar acciones. Confieren a nuestro mundo esa cualidad peculiar de animacion; le convier ten en una fuente de temor, alegria, ultraje, asco y deleite 20• Pero tambien pueden restar al mun­ do animacion hacienda que provoque aburrimiento y deses­ peracion. y tam bien sientan las bases de nuestro caracter y personalidad, de nuestras actitudes hacia nosotros mismos y el mundo que nos rodea. El asco es un sentimiento acerca de algo y que se produce como respuesta a algo, por lo que no se trata simplemente de un sentimiento puro e independiente, como seria el caso de la gripe gastrointestinal. El asco consiste, en parte, en dar­ se cuenta de que se siente, en ser consciente de el. Me resulta dificil en tender de que serviria sentir asco sin darse cuenta. El asco implica necesariamente determinados pensamientos, muy molestos y dificiles de desentraiiar, sobre la repugnan30

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cia y el objeto que Ia provoca. El asco tiene que presentarse unido a ideas de una clase especial de peligro: el peligro in­ herente a Ia contaminaci6n y el contagio, el peligro a ser man­ cillado; y estas ideas, a su vez, van unidas a contextos cultura­ les y sociales bastante previsibles. Aunque Ia fuente del asco este en nuestro propio cuerpo, Ia forma en que interpretamos nuestras secreciones y excreciones corporales esta perfecta­ mente engastada en complejos sistemas culturales y sociales de significado. Las heces, el ano, los mocos, Ia saliva, el vello, el sudor, el pus y los olores que emanan de nuestro cuerpo y del de los demas llevan incorporadas las historias sociales y culturales. Algunas emociones, entre las que destacan el asco y su primo hermano, el desprecio, tienen un fuerte significado polftico. Sirven parajerarquizar nuestro orden polftico: en al­ gunos contextos se encargan de mantener Ia jerarquia, en otros, constituyen pretensiones aparentemente legitimas de superioridad y, en otros, se suscitan para indicar que ocupamos el lugar adecuado en el orden social. El asco valora (negativa­ mente) lo que toea, revela Ia mezquindad e inferioridad de aquello que lo provoca, y, al hacerlo, proclama con aprensi6n el derecho a librarse del peligro que conlleva Ia proximidad de lo que es inferior. De modo que se trata de una declara­ ci6n de superioridad que reconoce, al mismo tiempo, su vul­ nerabilidad ante Ia capacidad de mancillar que tiene lo infe­ rior. El mundo es un Iugar peligroso en el que I a capacidad de contaminaci6n de lo inferior suele ser mas fuerte que Ia capacidad de purificaci6n de lo superior. Rozin cita a un meca­ nico que capta el meollo de Ia cuesti6n: "Una CIJcharadita de aguas residuales estropea un toneI de vino, pero una cuchara­ 1 dita de vino no hace nada en un tonel de aguas residuales" 2 • El asco se diferencia de otras emociones por su estilo singu­ larmente'aversivo. Los modismos que expresan Ia sensaci6n de asco invocan sistematicamen te Ia experiencia sensorial de que se siente cuando lo asqueroso nos pone en peligro o que se siente al estar demasiado cerca de ello, al tener que olerlo, verlo o tocarlo. El asco utiliza imagenes sensoriales o evoca lo 31

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sensorial, por el mero hecho de describir la cosa asquerosa captan do lo que le confiere este caracter. Las imagenes de los sentidos son indispensables para esta labor. De este modo, hablamos de como algo ofende a nuestros sentidos, de malos olores que nos producen arcadas, de las sensaciones que te­ nemos al tocar algo baboso, exudado, cosas serpenteantes, resbaladizas y espeluznantes, que hacen que nos encojamos o retrocedamos. No hay otras emociones, ni siquiera el odio, que describan a su objeto en terminos tan poco halagiienos, porque ninguna otra impone descripciones sensoriales tan concretas de su objeto. Supongo que es esto a lo que nos re­ ferimos cuando decimos que el asco es mas visceral que la mayoria de las demas emociones. Las emociones presentan problemas ontologicos en los que no deseo entrar en detalle. Baste con hacer las siguientes observaciones. �Existe realmente el asco o se trata solo de una etiqueta practica que representa el modo en que los hablan­ tes de un idioma dividen su universo emocional? Ni que decir tiene que se trata de cuestiones muy debatidas. Algunas teo­ rias de la emocion, tanto en el campo de la filosofia como de la psicologia, abogan por, o presuponen que existe, una serie de emociones basicas o primarias, que oscilan entre dos y ocho o nueve como maximo, las cuales satisfacen diferentes crite­ rios de esencialidad segun de que teoria se trate. Algunos au­ tores aseguran que una emocion es basica si, combinada con otras emociones basicas, puede explicar todas las emociones que componen nuestra experiencia emocional 22; otros exi­ gen que la emocion basica no se pueda analizar a partir de otras emociones, en otras palabras, que sea irreductible 2Jl. Al­ gunos sostienen que la esencialidad se define teniendo en cuenta si la emocion posee una expresion facial universal­ mente caracteristica y, por tanto, puede considerarse integra­ cia y parte de nuestra estructura genetica y evolutiva 24. Otras teorias elaboran una lista de conductas adaptativas esencia­ les y defienden que a cada una de elias le corresponde pna emocion basica que esta disenada para desempenar esa fun­ cion adaptativa concreta 25•

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Sea cual sea el merito de todas estas teorias, las mas recien­ tes, desarrolladas en el ambito de la psicologia, incluyen el asco entre las emociones basicas 26• El asco cuenta con una ex­ presion o expresiones faciales caracteristicas, se asegura que no se puede analizar a partir de otras emociones 27 y tiene la. funcion adaptativa de proteger al organismo haciendo que se aleje de cosas peligrosas. Algunos rechazan la idea de emocio­ nes basicas y sostienen que palabras como "asco" son simple­ mente denominaciones poco precisas que se dan a una serie de distintas valoraciones del entorno, estrechamente relacio­ nadas entre si, y nuestras reacciones ante este. Desde este pun­ to de vista, la palabra "asco" no es mas que una tosca etiqueta general que capta la sensacion de considerar que algo tiene capacidad de con taminar y mancillar y que, ademas, esta de­ masiado cerca como para que uno se sienta comodo 28. Estoy dispuesto a aceptar que la palabra "asco" y otras si­ milares, como repugnancia, repulsion y aborrecimiento, des­ criben un sindrome emocional que, en lo que respecta a sus toscos rasgos superficiales, es una caracteristica universal de la experiencia psiquica y psicologico-social humana. Desde luego, la capacidad de sentir asco es un rasgo de la organiza­ cion psiquica del ser humano. Aunque diga esto, puedo se­ guir manteniendo una actitud agnostica acerca de la cuestion de las emociones basicas y de si el asco es una de elias. Pero in­ tuyo que la psicologia popular, que considera que las emocio­ nes son reales y que nuestra forma de distinguirlas tiene sen­ tido y utilidad descriptiva, no deberfa rechazarse como si fuera solo una manera de hablar ?e las emociones, porque otras lenguas reflejen el mundo de un modo diferente o por­ que la psicologfa siga albergando esperanzas vanas de que al­ gun dfa sera capaz de determinar cuales son las bases neuro­ biologicas de�a emocion 29. Las diferencias que hay entre las distintas culturas se cen­ tran normalmente en los rasgos superficiales de lo asquero­ so y el umbral de asco y no en si hay algo que, compartiendo muchas de las caracteristicas de nuestro asco, se encargue de controlar ciertas normas. Hemos llegado a suponer que, en 33

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otras culturas, costumbres que a nosotros nos asquean y que, a nuestro juicio, deberian asquear tambien en elias, son nor­ males (asf es como solemos reconocer que son distintas a Ia nuestra); pero nos resultaria mucho mas dificil imaginar una cultura en Ia que el asco no este presente de una u otra for­ ma. Nos resulta inconcebible que en una cultura, indepen­ dientemente de cual sea su contenido concreto, el asco no desempeiie alg(In papel a Ia hora de configurarla. Pero no re­ sultaria sorprendente que el asco se orientara en unas cultu­ ras mas hacia el miedo y, en otras, mas hacia el odio, en fun­ cion del modo en que se conceptualice. Diferentes maneras de hablar sobre lo asqueroso supondran sentidos diferentes que desempeiian el papel clave a Ia hora de interpretarlo. Ve­ remos que en el mundo occidental el gusto pasa a ocupar un Iugar central en nuestra concepcion del asco solo cuando se convierte en metafora de criterio estetico y social 30. Que el sfndrome del asco sea universal no nos dice demasiado acer­ ca de como se compone exactamente lo asqueroso. Si cual­ quier ser humano puede (2Y debe?) sentir asco, es probable que el contenido de lo asqueroso pueda variar considerable­ mente de unas culturas a otras y, dentro de cada una, entre unos individuos y otros. Seguiremos ocupandonos un poco mas de este tema des­ pues de hacer algunas advertencias. El analisis que realizo en este libro se basa en una tradicion cultural espedficamente oc­ cidental y, sobre todo, de Europa occidental y Estados Unidos. La fenomenologfa de lo asqueroso que construyo pretende repercutir en los americanos de mi clase social. Sin embargo, mi recurso a Ia hagiografia medieval, a Chaucer, Mon tai­ gne, Spenser, Shakespeare, Webster, Tourneur, La Rochefou­ cauld, Swift, Wollstonecraft, Hazlitt y Orwell, entre otros, para elaborar mis tesis, lleva implfcita Ia creencia de que Ia explica­ cion que construyo no deberia limitarse tanto, en terminos generales, al menos en lo que respecta a su contextualizacion temporal. Nuestro asco conserva rasgos de sus avatares medie­ vales y de los inicios de Ia modernidad. No solo hay cambios, sino tambien continuidad. 34

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La capacidad de sentir asco es algo humano y que confie­ re humanidad. Creemos que quienes tienen umbrales de asco muy altos y, por tanto, no son muy sensibles a lo asqueroso, pertenecen a categorfas un tanto diferentes: seres protohu­ manos como los niiios, infrahumanos como los locos o supra­ humanos como los santos. Si simplemente Ia gente centra su asco en otras cosas, creemos, en funci6n de hasta que pun to se desvien de nuestras normas, que o bien son extranjeros o primitivos y, por ello, vagamente ex6ticos, o bien barbaros y asquerosos. (En que medida nuestro asco es natural o nos vie­ ne impuesto por Ia educaci6n? Darwin y sus seguidores ase­ guran que Ia expresi6n del asco y su emoci6n son universa­ les. Podria decirse que el asco es tan especfficamente humano como Ia risa y las lagrimas. No existen pruebas inequfvocas que indiquen que los animales experimenten Ia sensaci6n de asco. Los animales sienten que algunos alimentos saben mal y los rechazan; hay olores que les molestan y los evitan; se ponen enfermos y vomitan y escupen sustancias nausea­ bundas; pero no hay pruebas de que estas aversiones se pre­ sen ten unidas a sentimientos como el asco o que los anima­ les alberguen el concepto (y esto es crucial para mf) de una categorfa de cosas que son asquerosas 31• El asco noes necesa­ rio para los sistemas de rechazo a Ia comida, solo lo es Ia sen­ saci6n de un sabor u olor desagradables 32• Cuando algo tiene un sabor que no nos gusta, no nps sentimos contaminados por ello, a no ser que tambien nos de asco; sin embargo, cuan­ do algo nos resulta asqueroso, nos sentimos contaminados y abrumados;>orque creemos que cualquier cosa que entre en contacto con algo asqueroso tambien adquiere Ia capacidad de provocar asco como consecuencia de ese contacto 33• Por eso nos apresuramos a purificarnos. Aunque Ia capacidad de sentir asco sea inherente al ser humano, el verdadero asco necesita espacio para poder de­ sarrollarse. La cultura y Ia educaci6n determinan en cierta medida el momento en que aparece y gran parte del conte35

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nido y alcance espedficos de lo asqueroso (expuesto a las am­ bigiiedades a las que enseguida me referire) . Los padres saben que a los ninos de uno y dos anos no les dan asco los excre­ mentos y las secreciones corporales y pueden seguir siendo fe­ lizmente inmunes al asco que sus padres intentan inculcarles con tanto afan. Rozin y sus colegas sostienen que en los ninos el asco no deja de ser simple desagrado hasta que Began a Ia etapa de cuatro a ocho aiios 34• Puesto que, como aseguran, el asco se basa en Ia formacion de ideas complejas sobre el conta­ gia, Ia contaminacion y Ia similaridad, las verdaderas manifes­ taciones de asco tienen que esperar a que se desarrolle Ia capa­ cidad para realizar discriminaciones mentales de ese tipo. La interpretacion que se ha hecho de los testimonios que proporcionan las pocas observaciones fiables que hay de "ni­ nos salvajes", seres humanos salvajes a los que han criado ani­ males o que han sobrevivido solos sin contacto humano, muestra que no sienten asco 35. El nino salvaje de Aveyron de principios del siglo XIX, sobre el que se posee abundante in­ formacion, no tenia sentido de lo puro y lo impuro, era muy sucio, no tenia "control de esfinteres" y era evidente que le daba asco ajean Itard, el medico que lo observo y a quien de­ bemos lo que sabemos de este caso. Sin embargo, el testimo­ nio de Itard presenta algunos problemas. Aunque el nino olis­ queara cualquier cosa, como los animales, por muy mal que oliese, esto no significaba que tambien comiera cualquier cosa. "Le dimos un canario muerto e inmediatamente le quito las plumas grandes y pequenas, lo desgarro con sus unas hasta abrirlo, lo olio y lo tiro" (1 00) . Por tanto, el nino no era com­ pletamente omnivoro. AI principia estaba dispuesto a comer­ se un canario, pero este tenia un olor poco_ apetecible. Ha­ bia olores que realmente le daban asco, aunque su aversion quiza tenia un caracter mas simple, es decir, p\lede que no conllevara pensamientos de contagio y contaminacion. La verdad es que nos hubiera gustado saber que hizo con sus manos despues de deshacerse del pajaro. Si aceptamos Ia idea clasica de que el asco empieza a distin­ guirse del mero desagrado entre los cuatro y los ocho aiios de 36

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edad no es posible que realmente la categoria nazca desa­ rrollada por completo como Atenea de la cabeza de Zeus 36. Tampoco parece que se elabore a partir de un proceso de crecimiento Iento y constante, sino que, mas bien, nos asalta a base de grandes adiciones que se presentan, en primer Iu­ gar, en el momenta en que se nos enseiia a controlar los es­ finteres y, de nuevo, cuando llega la pubertad. Estos grandes arrebatos de asco se pulen, a su vez, normalmente con la in­ tenci6n de suavizarlos para impedir que resulten discapaci­ tadores o, incluso, contraproducentes. Por ejemplo, el asco, que es el objetivo apremiante cuando se enseiia a los niiios a controlar sus esfinteres, puede llegar a adquirir tanta fuer­ za y dar Iugar a tanta repugnancia hacia las heces y la orina, que el nino puede negarse a limpiarse o a ponerse ropa in­ terior contaminada por una gota de orina. Una de mis hijas sentia tal asco por las heces,justo despues de enseiiarle a con­ trolar los esfinteres, que se negaba a limpiarse por miedo a que su mano se contaminara. Y uno de mis hijos, cuando te­ nia tres aiios, no solo se quitaba los calzoncillos, sino tambien los pantalones, si le caia una gota de orina cuando iba al baiio. Esto podia significar tener que cambiarle de ropa varias ve­ ces al dia. Mas o menos al mismo tiempo, los niiios que antes comian de todo empiezan a rechazar alimentos que estan en contacto con otros en el mismo plato, o que han estado en el plato o el tenedor de otra persona, y pasa algun tiempo has­ ta que aprenden a relajar ese sentido de pureza y autonomia que acaban de descubrir en los alimentos. Quiza Orwell se referia a esto cuando decfa que la nmez es "la edad del asco", la etapa que viene "despues de haber aprendido a diferen­ ciar y antes de que uno se curta, y que abarca de los siete a los dieciocl:rt'l aiios" y durante la cual "parece que siempre se esta caminando por la cuerda floja sobre un pozo negro" 37. Pensemos en la adolescencia, que es una etapa en la que te­ nemos una sensibilidad exacerbada hacia la vergiienza, la hu­ millaci6n y la turbaci6n y somos extraordinariamente suscep­ tibles al asco, debido sobre todo al vertigo del despertar sexual Y los cambios que experimenta nuestro cuerpo: la menstrua37

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cion, los granos, los cambios de voz, las secreciones, los olo­ res corporales desagradables y el vello en los sitios mas insos­ pechados. Nuestra sensibilidad no acepta facilmente el vello pubico ni tampoco averiguar en que consiste Ia reproduccion humana. Para tener una conducta sexual normal tenemos que aprender antes a superar al menos parte del horror y el asco iniciales que acompaiian a estos descubrimientos. De modo que el asco no aparece suavemente, en forma de arre­ batos !eves, que nos preparen para Ia siguiente adquisicion re­ ducida de esas normas que lo rigen, sino que aparece en gran­ des conglomerados de forma parecida a como se adquieren las habilidades gramaticales en el lenguaje. La emocion nos golpea y atrapa de inmediato. Esto es lo que significa sentir asco. Solo mas tarde nos damos cuenta de que hay distintas clases de hipocresia, casuisticas y tecnicas practicas de eva­ sion que nos permiten dejar en suspenso o reducir el alcance de lo que se siente. Necesitamos mas tiempo y habi.lidades so­ dales para controlar los convencionalismos y sus distintos matices. Este modo de adquirir Ia capacidad de sentir asco tambien sigue Ia misma trayectoria que Ia evolucion del desarrollo mo­ ral, con Ia que se encuentra obviamente relacionado. Primero, nos atrapan las normas, pero despues aprendemos a distinguir con precision cuando podemos transgredirlas; aprendemos en que momento podemos dejar a un !ado Ia norma princi­ pal en interes de Ia ecuanimidad y Ia lealtad a los objetivos mas profundos que subyacen a Ia misma 38• Todos conocemos a gente que nunca deja de seguir estrictamente esa norma y, por eso, Ia llamamos mojigata y Ia asociamos con el puritanis­ mo y las institutrices estrictas de antaiio . El tipo caracteristico que le corresponde en el ambito del asco es el de Ia persona remilgada y dominada por Ia compulsion anal. A medida que crecemos, comenzamos a relajar el autocon­ trol que ejercemos sobre cosas que nos hubieran dado nau­ seas en Ia adolescencia. Este ajuste continua produciendose a pasos agigantados a medida que llegamos a Ia madurez y con­ templamos con desprecio y perplejidad o con total desespe38

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raci6n los cam bios que experimenta nuestro cuerpo. Algunos recordamos el horror que sentfamos cuando eramosj6venes al contemplar el coito de personas que, por su edad, no debe­ dan sentir ese deseo; pero, cuando llegamos a esta edad, in­ tentamos eliminar, engaiiandonos a nosotros mismos, esta capacidad de crftica y autocrftica, esta sensibilidad exacerba­ da hacia la imperfecci6n de la edad y el lento deterioro. En definitiva, parece que cada vez tenemos mas migas en la boca y que no nos damos cuenta de ello; nuestros hijos rehuyen nuestro aliento y creemos que nunca estamos lo suficiente­ mente cerca del espejo para poder arrancar el vello que cre­ ce cada dfa en los lugares mas insospechados. Estos ajustes del asco son distintos de los que se producen en la infancia y la pubertad, puesto que en estas etapas van dirigidos a la ad­ quisici6n de mayores habilidades sociales. Los ajustes que acompanan a la madurez y la vejez se deben, mas bien, a una perdida general de emoci6n; representan darse por vencido en la batalla perdida contra el deterioro fisico, la sensaci6n general de que cada vez hay menos en juego y de que este, aunque no haya acabado, ya tiene un resultado determinado. Nuestra misi6n biol6gica ha seguido su curso -hemos tenido hijos o nunca los tendremos-, nuestras carreras se encuen­ tran en su pun to culminante y las posibilidades de fracasar en las habilidades morales y sociales que el asco sustenta ya no son tantas.

No hay nada de sorprendente en senalar que lo que pro­ duce asco esta sujeto a determinantes culturales obvios. La cultura, no la naturaleza, marca la lfnea que separa la pureza de aquello queTa mancilla y lo sucio de lo limpio, que son los lfm ites cruciales que el asco se encarga de controlar. La ver­ dadera cuesti6n a plan tear no es si la educaci6n hace que el ser humano aprenda en su juventud que es asqueroso, sino mas bien si el hecho de considerar que algunas cosas y com­ portamientos son asquerosos es un rasgo (casi) universal de la sociedad humana. La prohibici6n del incesto, por ejem39

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plo, que en cierto modo se parece mucho a lo que deberia ser un universal cultural, suele mantenerse por medio del asco 39• Ademas, por mucho que a los libros de viajes, Ia antropolo­ gia, Ia historia y Ia arqueologia les guste mostrar que Ia esen­ cia de lo asqueroso varia de unas culturas a otras y en distintas epocas, se tiende a coincidir en que cosas y tipos de acciones provocan asco. Algunos aseguran que las heces 40 son sustan­ cias universalmente asquerosas, para otros lo es Ia sangre menstrual 41• Puede que haya, y probablemente hay, excep­ ciones aisladas, pero esto no tiene importancia porque son, precisamente,

excepciones 42• El hecho de que se trate de cosas

que se salen de Ia norma revela los constreiiimientos a los que se someten las culturas a Ia hora de elegir que se puede ex­ cluir de Ia categoria de asqueroso; Ia diversidad de desenca­ denantes del asco entre distintas culturas dificilmente puede considerarse una muestra aleatoria de todas las cosas y accio­ nes del mundo. Segiin parece, las culturas son mas flexibles a Ia hora de in­ cluir cosas o acciones en el ambito de lo asqueroso que a Ia hora de excluirlas. Pero, incluso en esto, hay lfmites. Hay cosas que nos parece casi imposible que puedan provocar asco. Podemos dar por sentado, sin temor a equivocarnos, que los animales y las sustancias animales actuaran con mas frecuencia como des­ encadenantes de asco que las plantas y los objetos inanimados. Ademas, 2acaso Ia nieve contamina alguna vez? 2Ylas piedras? 2Y que posibilidad hay de que lo hagan las lagrimas? Los tipos de acciones que dan asco tambien tienden a coincidir, aun­ que haya algunas excepciones. Podemos suponer; sin Iugar a dudas, que es menos probable que se pongan limites a Ia ac­ ci6n de caminar, mediante normas contra Ia contaminaci6n,

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que a Ia acci6n de matar, de modo que, si no inter enen otros factores, es poco probable que caminar produzca tanto asco como matar. Podemos suponer, incluso, que las culturas mas simples de cazadores-recolectores conciben actos que provo­ can asco, ya se trate de Ia transgresi6n de Ia prohibici6n del in­ cesto, el asesinato, Ia traici6n, Ia cobardia o sencillamente co­ mer alimentos vedados en una determinada estaci6n del aiio.

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El debate entre universalismo y particularismo no me intere­ sa demasiado; como habra percibido el lector, me muestro mas bien comedido en este sentido. Como historiador social, me in­ dina mas por Ia educaci6n q�e por Ia naturaleza a Ia hora de explicar Ia organizaci6n social y el comportarniento humano. No soporto esa suposici6n simplista e irreflexiva de que existe una naturaleza humana presocial y precultural. Resulta impo­ sible pensar en Ia naturaleza "humana" de una persona que ca­ rezca de casas que se generan socialmente como el lenguaje, Ia historia y Ia cultura. Ni siquiera Ia bestia de Hobbes, de vida cor­ ta y desagradable, era precultural o presocial. Tenfa un fuerte sentido del honor y hablaba: tenfa lenguaje. Pero cuando tuve hijos, que parecfan llegar con un caracter en parte ya prefigu­ rado, me senti impulsado un poco mas hacia Ia naturaleza, de modo que ahara me encuentro probablemente en Ia lfnea di­ visoria entre aquella y Ia educaci6n, aunque en el fonda siem­ pre estare en el banda de esta ultima. Se dicen muchas tonte­ rias a favor de Ia postura ultraconstruccionista y todavfa mas tonterfas a favor de Ia postura ultrasociobiol6gica. Pero en el campo de las humanidades estas tonterias tienen un caracter relativista que no reivindica una base comun ni unos principios mutuos para entender o comparar Ia experiencia entre los ge­ neros, las dases, las razas o las culturas. Pero esto no puede ser asf si tenemos en cuenta Ia rapidez con Ia que aprendemos a hablar y compadecernos, a simpatizar y comprender, induso a traves de abismos tan grandes como los que separan al hom­ bre y Ia mujer, al antrop6logo del nativo y al blanco del negro. Nuestra obsesi6n actual por Ia diferen'cia tiene su origen en Ia polftica de Ia diversidad. A esta polftica le in teresa favo­ recer Ia diferencia frente a Ia semejanza. Pero induso antes de que Ia polftj ca de Ia igualdad ganara fuerza, Ia antropolo­ gfa albergaba una preferencia intrfnseca por Ia diferencia. Despues de todo, las diferencias eran lo que atrafa Ia atenci6n del viajero y el antrop6logo. Las diferencias daban pie al ro­ manticismo y al peligro; cautivaban y atrafan o repelfan o pro­ ducfan asco, pero no nos dejaban indiferentes. El asco causa conmoci6n, capta Ia atenci6n mientras lo hace y se fua en Ia 41

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memoria. Resulta increible que los niiios zambianos tengan que hacer sistematicamente felaciones a los hombres, que los nuer se laven con orina de vaca o que los zuiiis cuenten con ri­ tuales en los que se comen los excrementos de seres humanos y perros 43• Pero no nos resulta tan extraordinario que tiendan a buscar cierta intimidad para fornicar o defecar. La existencia de amplias coincidencias de contenido en lo que se considera asqueroso no quiere decir que no haya tam­ bien importantes diferencias. La categoria de asqueroso se ve constreiiida por su dependencia de Ia existencia previa de la emoci6n del asco, que comparten todos los seres humanos a partir de los seis aiios; pero esos constreiiimientos dejan a la cultura un amplio campo de actuaci6n. El contenido de lo re­ pugnan te varia de unas culturas a otras y cambia a lo largo del tiempo dentro de una misma cultura. Pero el contenido de lo asqueroso no es lo (mico que puede cambiar, sino tambien el umbral de asco en su totalidad. Hay culturas que hacen mas enfasis que otras en el asco, del mismo modo que hay personas mas sensibles a el que otras. Es probable que cuantas mas nor­ mas tenga una cultura acerca de la comida, Ia jerarquia, la clase y el comportamiento corporal, mas bajo sea el umbral de asco ante transgresiones de las normas dentro de esos am­ bitos reglados. Volveremos sobre estos temas cuando intentemos determi­ nar como cambian los niveles de asco cuando se transforman las ideas de limpieza y surge la idea de buen y mal gusto como facultad de juicio estetico y social. De momento, baste con de­ cir que, si bien el asco no puede concebirse al margen de ideas de contagio, contaminaci6n y mancillamiento, produce y esci sujeto a constreiiimientos culturales. El asco parece esta\ inti­ mamente relacionado con la creaci6n de cultura; es algo tan humano que, como Ia capacidad para el lenguaje, parece man­ tener una relaci6n necesaria con las distintas aptitudes socia­ les y morales que tenemos. Si el lector se pusiera a enumerar las normas y valores esteticos y morales cuya transgresi6n pro­ duce asco se daria cuenta de lo esencial que es la emoci6n para mantenernos a raya y minimamente presentables. 42

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Abogo en este libro por resaltar la importancia que tiene el asco en la estructuraci6n de nnestro mundo y la actitud que mantenemos hacia el. Pretendo demostrar que el asco cuen­ ta con una poderosa capacidad para generar imagenes y el importante papel que desempeita a la hora de organizar e in­ teriorizar muchas de las actitudes hacia los ambitos moral, so­ cial y politico. Sin embargo, esta obra no parte de estas regio­ nes etereas, sino de cuestiones menos agradables donde surge el asco a partir de esa exudaci6n fetida que denomino caldo de cultivo, esos asuntos tan turbios que son comer, defecar, fornicar, procrear, morir, pudrirse y regenerarse. Pero, inclu­ so en medio de las sensaciones desagradables, de los cuerpos y sus desechos y orificios, la ordenaci6n cultural y moral mas amplia penetra y anima esa exudaci6n por medio del espfritu, que se encarna, a su vez, en imagenes de lo mas repugnante. Las ideas de contaminaci6n y contagia no son exclusivas del cuerpo; los actos pecaminosos y las posiciones mas bajas de lajerarqufa social tambien producen hedores. Las perso­ nas de baja condici6n social no huelen bien para los que dis­ frutan de una condici6n elevada, que sienten, ademas, que los 6rdenes social y politico se ven amenazados por el poder de contaminaci6n de 6rdenes mas bajos. No cabe duda de que el asco pinta al mundo de un modo especial, de un modo evi­ dentemente misantr6pico y melanc6lico. Pero el asco tambien es un compaiiero inse l?arable de lo positivo: como sabemos, el amor no tendrfa mucho sen tido si el asco no estuviera ahf para ser superado. Nuestro compromiso con las virtudes de limpieza moral y corporal, con -el odio a la crueldad y la hi­ pocresfa, depende Be el. La m1s16n principal de este libro con­ siste en demostrar que las emociones, y especialmente el asco Y el desprecio, favorecen ordenaciones sociales de determina­ da indole y que la obligaci6n de la teorfa politica y social es ocuparse de ellas y de c6mo estructuran distintas ordenacio­ nes sociales, morales y politicas. A continuaci6n presento una guia de la exposici6n que voy a hacer. El siguiente capitulo realiza la labor pn;vi a y necesa-

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ria de distinguir el asco de otras emociones y conceptos afines. Me ocupo de la relaci6n que tiene el asco con el desprecio, la vergiienza, el odio, la indignaci6n, el miedo, el horror, lo anor­ mal, el tedium vitae ( estar asqueado de la vida) , el aburrimien­ to y el caracter remilgado. Espero mostrar que el fen6meno que solemos designar con la palabra "asco" y otros terminos afines se distingue significativa y provechosamente de sus pa­ rientes cercanos, a pesar de algunos solapamientos que, diga­ mos, producen una modalidad especial de desprecio que no se puede distinguir del asco. Los capitulos 3 a 5 nos introducen en el meollo de la cues­ ti6n: la fenomenologia sensual del asco y lo asqueroso. En el capitulo 3 plan teo diversas oposiciones -inorganico frente a organico, vegetal frente a animal, animal frente a humano, nosotros frente a ellos, el yo frente al tu, fuera de mi frente a dentro de mi- y analizo de que modo ordenan lo asqueroso, d6nde generan ambigiiedad y d6nde fallan. Estas oposiciones nos enseiian mucho acerca de la naturaleza de lo asqueroso debido a estos aspectos de ambivalencia e imperfecci6n. El capitulo 4 investiga la conceptualizaci6n del asco y lo as­ queroso segun varia en funci6n del sentido con el que se per­ ciba. El tacto, el oido e, incluso, la vista entran en juego mucho antes de que el gusto se vea implicado. El tacto es el mundo de lo baboso, resbaladizo, viscoso, exudado, purulento, cos­ troso, pegajoso y humedo. El olor nos lleva hasta Freud, Swift y Lear, que estaban obsesionados con los obstaculos que po­ nia al deseo sexual la localizaci6n desafortunada de nuestros genitales y el simple hecho de que los seres humanos sean una fuente de olores. La vista nos obliga a enfrentarnos a lo feo y horrendo. El oido es el unico sentido que se salva, has­ ta cierto pun to, del asco; pero, a traves de su extraordinaria sensibilidad para la exasperaci6n y la irritaci6n, tambien pue­ de conducirnos poco a poco hacia esta emoci6n. El capitulo 5 se centra en los orificios del cuerpo y los de­ sechos y secreciones que sal en de el. La boca y el ano, los dos extremos del tubo que recorre la parte central del cuerpo, re­ sultan esenciales para conceptualizar lo asqueroso, del mis44

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mo modo que Ia vagina, que llega a equipararse con Ia boca y el ano. El ano y los excrementos son los grandes elementos que rebajan Ia presuncion humana. El asco se encuentra tan ligado a los genitales como al canal digestivo. De hecho, sos­ tengo que el semen es quiza Ia secrecion con mayor capaci­ dad de contaminacion. El semen posee Ia capacidad de femi­ nizar y humillar aquello que toea. Y puede que Ia permanencia de Ia misoginia se deba en gran parte al asco masculino por el semen. A continuacion, Ia obra se aparta de lo visceral, grotesco y material para ocuparse de como el asco organiza ambitos mas amplios de experiencia. En el capitulo 6 abordo Ia compleja cuestion de las relaciones entre asco y deseo y deseo y prohi­ bicion. Sostengo que, teniendo en cuenta el punto de vista de Ia fun cion, podemos dividir el asco en dos tipos distintos. Uno opera, del mismo modo que Ia formacion reactiva de Freud, como obsciculo para el deseo inconsciente y su obje­ tivo consiste en impedir Ia indulgencia. El otro opera tras Ia indulgencia de deseos muy conscientes y se trata del asco del exceso. Los dos tipos cuestionan que lo atractivo sea de fiar. Un tipo seiiala que Ia asquerosidad es una ilusion tras Ia que se esconde Ia belleza; el otro indica que Ia hermosura es un disfraz que oculta Ia asquerosidad interior. Los dos tipos nos obligan a enfrentarnos a Ia indulgencia maxima que es el pla­ cer sexual. En este capitulo tambien abordo Ia estrecha rela­ cion entre amor y asco y propongo que el amor implica Ia sus­ pension de algunas sensaciones y normas de asco importantes. El amor, tal y como lo conocemos, conlleva una relacion muy especial con algunos aspectos de lo asqueroso. �Pero siempre ha si"do asi? �Que sucedia con el asco en el mundo antes del proceso de civilizacion? En el capitulo 7 ofrezco una explicacion incidental de los distintos estilos que adopta el asco y lo asqueroso a lo largo del tiempo. Comparo el asco de Ia etica heroica con el del mundo de Ia santidad medieval, que se enfrenta con leprosos y emprende una com­ peticion por una mortificacion de Ia carne cada vez mayor, como prueba el caso de santa Catalina de Siena que ingeria 45

ANATOMiA DEL ASCO

pus. Tambien analizo en este capitulo el lexico del asco an­ tes de que la palabra disgust fuera introducida en el idioma ingles a principios del siglo XVII y seiialo que sufre un cambio de orientaci6n con el desarrollo de la idea de buen y mal gus­ to como facultad de juzgar. El asco tam bien desempeiia un papel clave en el proceso de civilizaci6n, puesto que contribu­ ye a interiorizar las normas de limpieza, discreci6n y comedi­ miento para ayudar a generar el deseo de un ambito privado distinto del mundo publico de la vergiienza y la humillaci6n. El capitulo 8 trata del asco como sentimiento moral. El asco ocupa un Iugar central en nuestro discurso moral cotidiano: expresa, junto con la indignaci6n, nuestros sentimientos mas fuertes de desaprobaci6n moral. Se encuentra estrechamente ligado a la forma en que respondemos ante los vicios corrien­ tes de la hipocresia, la traici6n, la cruel dad y la estupidez. Pero el asco tiene un alcance mas amplio de lo que deseariamos, puesto que considera como ofensas morales la fealdad y la de­ formidad. No distingue entre lo moral y lo estetico, de modo que los defectos en ambos campos se funden en una misma repulsion. �Acaso se trata del precio que hay que pagar por un seutimiento tan importante a la hora de conseguir que sea­ mos sociables y evitar que generemos ofensa y alarma? Los dos ultimos capitulos se centran en el asco en los cam­ pos politico y social, donde se enfrenta a la democracia y la idea de igualdad. En el capitulo 9 sostengo que hay una se­ rie de cambios claves en los estilos de desprecio que han te­ nido un papel esencial en la configuraci6n de la democracia tal y como la conocemos. Considero que la democracia se basa menos en el respeto mutuo de las personas que en la dispo­ nibilidad inmediata por parte de los inferiores de algunas for­ mas de desprecio, que en otros tiempos eran privilegio ex­ clusivo de los superiores. Los superiores empiezan a ver con inquietud que los inferiores les consideren tan despreciables y poco dignos de atenci6n como ellos, por lo que recurren al asco hacia los inferiores. Cuando los superiores se sienten se­ guros, los inferiores suscitan desprecio y lastima. Cuando los inferiores se sacuden las cadenas o se les otorga igualdad po46

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litica, ese desprecio condescendiente de los superiores da Iu­ gar a un asco provocado por el horror de los inferiores. De modo que el ultimo capitulo se ocupa del debate de Orwell acerca del mal olor de Ia clase trabajadora. Los ultimos capitulos tratan las cuestiones mas amplias que quedan implicitas en esa turbia exudaci6n que es el caldo de cultivo que se presenta en los primeros capitulos. El asco es una emoci6n que tiene grandes consecuencias te6ricas de ca­ nicter politico y social. Este libro pretende perfilar una teo­ ria politica y social del asco y otros sentimientos afines. No pretendo hacer afirmaciones reduccionistas, sino que abo­ go mas bien por un modo de ver el orden social y moral que enfatice todas las emociones en general y algunas en particu­ lar. No obstante, hay una cuesti6n que se repite con frecuen­ cia: el asco parece ser consecuencia necesaria de nuestra con­ ciencia de Ia vida -una vida de aspecto grueso, grasiento, abundante, exuberante, purulento y viscoso.

Volvamos por un momento a Ia Tierra del Fuego, ya que el relato de Darwin plan tea otra cuesti6n clave: �existe algu­ na duda de que lo asqueroso resulta esencial para Ia antro­ pologia cultural? Stephen Greenblatt seiiala Ia existencia de un "fen6meno inquietante . . . el papel de Ia aversion y el asco en el desarrollo de las ciencias humanas" 44• Occidente busca­ ba historias que pudieran provocar una expresi6n incredula del tipo "�de verdad hacen eso?". Los antrop6logos tenian en­ tre los profesores universitarios fama de "machos", indepen­ dien temente de si eran h�mbres o mujeres, simplemente porque vivian durante su trabajo de campo con esos nativos asquerosos. Se mostraban valientes ante lo que contamina y soportaban vivir sin papel higienico. Sin embargo, el relato de Darwin revela que el salvaje desnudo devuelve una mira­ da que contiene muchas emociones similares. La antropologia no es Ia unica que busca fuera lo repug­ nante y asqueroso y se recrea en ello. No hay que viajar al ex­ tranjero para encontrar cosas asquerosas. Justo en casa, te47

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nemos el derecho penal, la criminologfa, estudios de por­ nografia, ese campo tan moderno de las humanidades que se ocupa de "el cuerpo " y, sobre todo, las teorfas freudianas que mancillan la inocencia de la infancia con deseos sexuales y escatologicos. �Que es, al fin y al cabo, el psicoanalisis sino un viaje a nuestro interior que reproduce el horror y el asco de una expedicion antropologica al corazon de las tinieblas? Mi primer amor -la Edad Media- es, por lo menos, un com­ pendio de historias que muestran que nuestros predeceso­ res culturales eran tan barbaramente repugnantes como ese otro ser de pafses lejanos que nos muestra la antropologfa o como el psicoanalisis asegura que son nuestros yos. Yla Edad Media no se puede comparar con el espectaculo asqueroso que proporcionan los emperadores romanos incluso a los cla­ sicistas mas acerrimos. �Quien de entre los que nos dedicamos a estos estudios se atreverfa a negar que el morbo es un ali­ ciente mas de la fascinacion general que conlleva este tema? Una vez mas, no podemos eludir uno de los aspectos mas problematicos de lo asqueroso: atrae al mismo tiempo que re­ pele:Lo asqueroso tiene su atractivo; ejerce una fascinacion que se manifiesta en lo dificil que es desviar nuestra mirada ante un accidente brutal o no comprobar la cantidad y cuali­ dad de nuestras excreciones o en la atraccion que nos produ­ cen las pelfculas de terror e, incluso, el sexo. Pero esto es una perogrullada. Todos lo sabemos. Y tambien sabemos que no toda sensacion de asco es ambivalente. Algunas veces simple­ mente hay algo que nos repele y la repulsion no se debe en ab­ soluto a que tengamos miedo a nuestros propios deseos, sino que reside firmemente en una especie de repugnancia esen­ cial hacia el objeto asqueroso. Sin embargo, conviene seiialar que la emocion del asco y la que responde a la etiqueta de "as­ queroso" puede que no sean totalmente congruentes. Lo asqueroso constituye una categoria mas amplia, que incluye no solo lo que nos da asco, sino tambien lo que consideramos que deberia darnoslo. Para empezar a comprender esto tene­ mos que determinar cuil es el campo de lo asqueroso y como hablamos de las cosas que creemos que le pertenecen. 48

2.

EL ASCO Y OTROS CONCEPTOS AFINES

S

egun la psicologia popular, las emociones individuales es­ tan estrechamente relacionadas con otras emociones. Esta relaci6n puede manifestarse como una escala de intesidad semejante a la que se da entre la molestia, la irritaci6n, la ira, la rabia y la furia. Puede tratarse de una relaci6n funcional o estilistica, como ocurre cuando vinculamos vergiienza, hu­ millaci6n, turbaci6n y culpabilidad por considerarlas emocio­ nes que expresan nuestra autoestima o el concepto que tene­ mos de nosotros mismos. Otras emociones se presentan en forma de pares sociales, de modo que resulta previsible que la aparici6n de una en la persona A provoque una segunda emoci6n en la persona B. Por eso, suele decirse que la irajus­ tificada provoca culpabilidad 1 y que el desprecio y el asco pro­ ducen vergiienza y humillaci6n. Sin embargo, no creemos que la culpabilidad sea lo contrario de la ira o que la vergiienza lo sea del desprecio solo porque se presenten en los dos polos opuestos de una confrontaci6n en la que una emocion res­ ponde a la otra. Hablan:ws de emociones opuestas desde el punto de vista de una misma persona que siente una u otra pa­ si6n. La oposici6n entre estas pasiones se encuentra dentro de la psique, donde se supone que luchan entre si o encarnan ex­ pectativas antag6nicas hacia el mismo objeto. De este modo, el amor aparece unido al odio, la ira al temor 2, la alegria a la tristeza y el orgullo a la humildad 3 o la vergiienza. �y el asco? El lenguaje que utilizamos habitualmente para hablar de las emociones no nos proporciona de manera inmediata 49

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un termino que se oponga al de asco. R. Plutchik considera que las emociones primarias tienen emociones opuestas y, puesto que el asco es una emocion primaria, cuenta con su co­ rrespondiente opuesto que es Ia aprobacion 4• Pero esta oposi­ cion no resulta muy convincente en comparacion con las que se dan entre orgullo y vergiienza o amor y odio. El asco puede destruir el amor y Ia amistad, pero su relacion con estos esta­ dos que implican "aprobacion" es, como veremos, mas com­ pleja de lo que entraiia Ia simple idea de los polos opuestos. No hay duda de que el asco presenta una gran afinidad con otros sentimientos. En nuestro lenguaje cotidiano utilizamos el desprecio, Ia aversion, el odio, el horror e, incluso, el mie­ do para mostrar sentimientos que tambien podriamos expre­ sar y, de hecho, expresamos por medio de metaforas de repug­ nancia o asco. Parte de Ia imprecision que manifiesta nuestro modo de hablar acerca de Ia experiencia emocional se debe al tribufo que tenemos que pagar por el hecho de que pocas veces experimentamos una emocion que no vaya acompaiia­ da de otras. La emocion nos embarga cuando respondemos emocionalmente a nuestros propios estados emocionales. Cuando nos enfadamos, nos sentimos culpables, Ia pena nos turba y nos asquea sentir miedo 5. El odio y el asco suelen servir de apoyo a Ia indignacion a Ia hora de cumplir Ia fun­ cion moral de Ia venganza. Hay emociones que casi mantie­ nen relaciones necesarias de complicidad con otras. �Acaso Ia lastima no aparece unida a cierto tipo de desprecio? Tam­ bien somos capaces de experimentar casi al mismo tiempo emociones enfrentadas, lo cual confirma que el oximoron es una realidad psicologica y no solo una figura retorica. Hay quien asegura que las emociones pueden mezclarse, aunque no queda perfectamente claro que quiere decir esto: �esta mezcla consiste en experimentar varias emociones a Ia vez o mas bien en experimentar solamente una, pero com­ puesta a partir de emociones elementales basicas? 6 Como se explicara brevemente a continuacion, Ia aversion coincide en algunos aspectos con el asco y el odio, y el horror con el asco y el miedo 7. Sea cual sea Ia categoria de las mezclas y com50

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binaciones, y aunque seamos muy imprecisos a! hablar de las emociones, podemos formular una serie de rasgos y un estilo que diferencien a! asco de otras emociones estrechamente re­ lacionadas, algunas de las cuales suelen experimentarse a! mismo tiempo que ei y otras que se entienden mejor como una especie de matices de una sola emocion dentro de una escala emocional como Ia que se da en Ia percepcion de los colores 8. En Ia explicacion que ofrezco a continuacion voy a poner de relieve los rasgos que distinguen a! asco de las emo­ ciones con las que limita o se solapa o de aquellas que se ex­ perimentan a! mismo tiempo y que dan Iugar a lo que puede considerarse como sentimientos hfbridos.

EL MIEDO Y EL HORROR El asco, como el miedo, es una emocion con un fuerte com­ ponente de aversion. Normalmente se piensa que el miedo impulsa a huir y que el asco conlleva el deseo de que desapa­ rezca aquello que ofende. La huida es, por supuesto, otra ma­ nera de conseguir que desaparezca de nuestra vista el objeto que nos da asco, pero esta forma de escapar de lo asqueroso es distinta de la que se produce a causa del miedo. Hay quien afirma que la diferencia reside en que el miedo es la respues­ ta que se da cuando se ve amenazada Ia integridad del cuer­ po, mientras que el a.Sco se manifiesta cuando es el espfritu el que se ve amenazado 9. En mi opinion esta distincion no re­ sulta plausible porque buena parte de nuestros temores no se refieren a! cuerpo. El panica.que se desata con el desasosiego asociado a! insomnio nocturno no se debe a que se tema por el cuerpo, sino a! miedo por uno mismo, es decir, esa combi­ nacion de cuerpo y alma que presentamos ante los demas y que denominamos "nosotros". El miedo a que se contamine nuestro espfritu no es menor que el miedo a hacernos daiio en el cuerpo y parte del miedo que tenemos a hacernos daiio fisicamente se debe a que no estamos seguros de si, al mismo tiempo, nuestro espfritu no podrfa resultar daiiado. 51

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Pero, en el fondo, distinguimos facilmente l6s sentimien­ tos y es dificil que los confundamos. Sabemos cuando senti­ mos asco y lo normal es que sepamos cuando tenemos mie­ do. Pero con frecuencia suelen experimentarse los dos a Ia vez: de ahi que Ia expresion "miedo y aversion" sea tan apro­ piada yjustificada. Tanto es asf, que cuando experimentamos una emocion pura y no mezclada con otras es mas probable que sintamos un miedo intenso que un profundo asco. Este ultimo implica miedo, puesto que Ia contaminacion es algo que produce temor. El miedo sin el asco nos impulsa a huir en busca de seguridad y alivio, pero el asco conlleva Ia obliga­ cion de limpiarnos y purificarnos, que es una labor mas in­ tensa y problematica que Ia mera huida, lleva mas tiempo y siempre nos queda Ia duda de no haberlo conseguido com­ pletamente. El miedo puro desaparece mucho mas rapida­ mente que- el asco, que siempre es mas persistente y tarda mas en disiparse. Hay una palabra que expresa el asco que infunde el miedo: se trata de "horror" 10• Lo que hace del horror algo tan terrible es que, a diferencia del miedo, que permite Ia posibilidad de recurrir a una estrategia ( j echa a correr! ) , el horror impide Ia opcion de huir

1 1 . Y, segun parece, tambien anula Ia op­

cion de luchar. Precisamente porque Ia amenaza procede de

una cosa asquerosa, no queremos golpearla, tocarla o force­ jear con ella. Ademas, debido a que suele tratarse de algo que ya esta dentro de ti, que te domina y se apodera de ti, no cabe Ia posibilidad de huir a ningun sitio

12. Esto es lo que caracte­

riza a esas situaciones de pesadilla de las que no puedes esca­ par ni salir, en las que no consigues encontrar un modo de

salvarte que no signifique destruirte a ti mismo en el proce­ so. Lo horroroso se nos adhiere como el pegamento o Ia baba.

El horror es horror porque se percibe como Ia imposibilidad de recurrir a alguna estrategia u opcion. Es como si fuera una forma de asco, aquella fren te a Ia cual no cabe ningiin distan­ ciamiento o estrategias de evasion que no resulten tambien completamente contaminantes. Pero el asco no siempre sus­ cita horror; hay aversiones y sensaciones de asco cotidianas

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que no producen horror. El asco admite grados de intensi­ dad que van desde el relativamente ligero 13 al inmenso. Pero el horror no tiene sentido si no es como experiencia intensa, puesto que un ligero horror deja de ser tal horror. Lo anormal tambien mantiene una estrecha relaci6n con el miedo, el horror y el asco. Lo siniestro y perturbardor no tie­ ne por que implicar asco y no suele hacerlo, pero lo anormal puede perturbarnos hasta el pun to de darnos asco, y el pro­ pio asco puede despertar el fantasma de la anormalidad 14. Esa propiedad que tiene el asco para transformar lo asque­ roso en contaminante y contagioso implica que funciona en cierto modo de forma magica, puesto que cuenta con pode­ res extraordinarios de penetraci6n y persistencia 15. Lo asque­ roso puede llegar a dominarnos y a hacer que nos embargue la sensaci6n espeluznante, casi siniestra, de no controlar la situaci6n, de sentir angustia. El asco, el horror y la anormali­ dad tambien aparecen en el caracter inquietante de la efigie, pues sentimos que la reproducci6n tiene poderes magicos ca­ paces de causar dano y ridiculizar la entidad que representa. (No ha visto alguna vez el lector esas munecas que dan asco simplemente porque parecen demasiado reales? Las efigies no son solo munecas y figuras, sino que en el mundo de lo anormal incluyen la deformidad, la mutilaci6n, los cadaveres y los locos, esos pobres seres que recuerdan a las personas "normales" lo fragiles, efimeros y desmembrables que somos. Pocas cosas hay que nos pongan tan nerviosos y nos den mas asco que pensar que se nos pueda desmembrar. Pense­ mos en el horror que nos produce la idea tfpica de manos, orejas y cabezas cortadas y CITos arrancados. No me parece que se trate de distintos sfmbolos de castraci6n, puesto que esta no es mas que un ejemplo concreto de desmembramien­ to, que han fetichizado el psicoanalisis y las teorfas que recu­ rren a el 1 6• La idea del desmembramiento nos pone nervio­ sos sea cual sea la parte del cuerpo afectada y la castraci6n s6lo es un ejemplo mas, sin ningun derecho especial a presen­ tarse como sfmbolo del desmembramiento. El propio Freud cuestiona esto en distintos momentos, cuando senala que el 53

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parto o la defecacion consituyen experiencias tan relevantes, en lo que respecta al desmembramiento, como el miedo a la castracion 17• Parte del horror que produce la muerte consis­ te en que tambien implica el desmembramiento de la union entre cuerpo y alma y, despues, a traves de la putrefaccion, la perdida de la in tegridad corporal. Aunque en el caso de Freud el horror mantiene una inti­ ma relacion con los genitales femeninos 18, convendria seiia­ lar que lo anormal tambien da lugar a historias en las que los organos masculinos generan horror. �Acaso no contamos con numerosos relatos arquetipicos que presentan como tema central ia repulsion hacia lo masculino y adoptan la creencia (masculina) de que las mujeres nunca deberian sufrir volun­ tariamente esas intrusiones babosas masculinas, sino solo en caso de ser secuestradas o raptadas (Hades y Persefone) 19; y, si se toleranvoluntariamente, es porque la mujer tiene una capacidad anormal y excepcional para superar el asco (La Bella y la Bestia o Mina en las historias de Dnicula) ? �No es mas que una coincidencia que buena parte del genero de te­ rror cuente con un hombre asqueroso, cadaverico, bestial o baboso que compite por la mujer protagonista frente al novio decente, guapo y apolineo? Da la sensacion de que el mons­ truo y el hombre normal tienen la misma relacion que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde y que son distintas manifestaciones del mis­ mo principia masculino. En resumidas cuentas, la idea sub­ yacente es que la sexualidad masculina, encarnada en un organo que recuerda a la babosa que emite una exudacion viscosa, hace que, segun el pun to de vista masculino, las mu­ jeres solo puedan pensar en los hombres como fuente de horror y como monstruos 20•

T'FJJIUM VITAE

La idea de estar asqueado de la vida vincula el asco con una serie de modos de ser, estados de animo y otros estados psi­ cologicos que se suelen describir como tedium vitae, desespe54

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ranza, aburrimiento, depresi6n, melancolia, hastio o, si nos remontamos a la Edad Media, accidie o el pecado mortal de la pereza 2 1 • La sensaci6n de estar asqueado de la vida se pre­ senta de diversas formas segun el orden moral y el momenta hist6rico concretos. Puede manifestarse como ese odio mal­ sana hacia la carne y todos sus placeres, tfpico de las tradicio­ nes asceticas austeras de principios y finales de la Edad Media. Tambien puede aparecer, siguiendo el estilo de la melancolia jacobina, como una especie de furia moral misantr6pica, ca­ racterizada por recrearse casi sin tapujos en su capacidad para escandalizarse y su ingenio e inteligencia. El personaje de Hamlet constituye un buen ejemplo de esto y Tourneur, Webs­ ter y Ford proporcionan muchos mas en sus obras. El asco que se siente hacia el sexo y las mujeres, la procreaci6n, la mu­ tabilidad y lo efimero provoca el humor negro, tanto en el sentido que nosotros damos al termino como en el suyo, es decir, como la bilis negra de la melancolia. Y este estilo me­ lanc6lico nos resulta a los modernos mucho mas atractivo que el estilo mas sombrio de la desesperanza cristiana ante la pro­ pia salvaci6n. Si prescindimos del ingenio y de parte de la misantropia, podemos describir el estilo de tedium vitae que hallamos en la pose de los existencialistas franceses de las de­ cadas de 1930 y 1940 , donde, aunque la ironia siga estando presente, deriva en pretension y satisfacci6n de sf mismo 22• El asco que encontramos en esta desaz6n mental es una ac­ titud o postura frente al mundo. Yla autoconciencia, que en parte es causa y en parte efecto de la desaz6n, hace que quien la sufre adopte, en cierto mq!!o , tambien una pose. Orwell, de manera mordaz y sin pizca de hipocresia, expresa su pro­ pia mezcla de indignaci6n, desprecio y asco ante la pose espe­ cffica que adoptaban los escritores mas importantes de la de­ cada de 1920: "La Desilusi6n estaba muy de moda. Todo el que con tara con una renta segura de 500 libras al ano se convertfa en intelectual y empezaba a ejercitarse en el tedium vitae. Era una epoca de militarisma y complacencia, desesperaciones de tres al cuarto, de Hamlets de andar por casa, de billetes ba­ ratos de ida y vuelta a los confines de la noche" 23. No obstan55

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te, este es el caracter de la postura que suele aparecer unida a la emocion del asco. La pose puede acabar dando lugar a algo real. Como es sabido, la expresion falsa de una emo­ cion puede acabar provocandola 24• El Roquentin de Sartre no se limita a hablar de asco en un sentido metaforico cuan­ do describe su estado como de nausea 25, sino que la siente y todo lo que le rodea se la provoca. No hay duda que estar asqueado de la vida es algo mas que esa predisposicion facil a sentir asco que encontramos en algunos rasgos de la personalidad como ser remilgado o escrupuloso. Ser remilgado consiste en tener miedo al asco; mientras que, sean lo que sean, eltedium vitaey la melancolia dificilmente puede decirse que tengan miedo al asco, sino que mas bien se recrean en ei siempre que pueden. Estar as­ queado de la vida es algo que parece experimentarse de mane­ ra mas consciente, mas intelectual y con mas autoconciencia que ser remilgado, aunque, cuando esto ultimo se convierte en una obsesion, puede ser tan imperioso como el tedium vi­ tae. Pero ser remilgado se caracteriza por la trivialidad y nece­ dad que supone una preocupacion excesiva por lo concreto, mientras que la predisposicion que lleva a estar asqueado de la vida invade todas las cosas en general y convierte en repug­ nante lo que la persona remilgada consideraria aceptable. En el primer caso, solemos estar ante mojigatos y, en el segundo, ante filosofos, moralistas, eruditos o genios, aunque manten­ gan una pose. Las personas melancolicas experimentan una aviesa satisfaccion cuando el universo se amolda a su man era de ser y muestra que toda la existencia esta tan infectada como ellas creen. Para estas personas, la existencia misma es con­ taminante; para la persona remilgada solo lo son los agentes contaminantes espedficamente reconocidos. Nada escapa al sentimiento de estar asqueado de la vida, puesto que, cuando las apariencias indican que no existe motivo para caer en la desesperaci6n, la tendencia a la melancolia se las apaiia para presentar lo agradable y deseable como montaje o farsa. Mi descripci6n del asqueamiento de la vida tiene mas que ver con la melancoliajacobina que con la enfermedad mo56

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MillER

derna de Ia depresion. El asqueamiento siempre se ha aso­ ciado con el aumento de Ia actividad mental y unjuicio criti­ co superior; se presentaba, a Ia vez, como acicate para Ia acti­ vidad intelectual y como consecuencia de ella y apoyaba de una manera perversa su reivindicacion de superioridad moral e intelectua1 26• La depresion moderna no conlleva ese placer, aunque se ha demostrado que las personas depresivas tienden a ser mas perspicaces que las personas "felices" 27• Sin embar­ go, en mi opinion, el asco, entendido como verdadero senti­ do del aspecto asqueante de Ia existencia, esti presente en am­ bos casos. La depresion, Ia desesperanza y el aburrimiento, entendido como hastio, comparten una base comun con el asco, especialmente cuando se trata de asco y odio hacia uno mismo. El melancolico del Renacimien to, a pesar de su talen­ to, tambien se sentia asqueado de si mismo. Una vez mas, Hamlet nos proporciona un buen ejemplo. Pero sentirse as­ queado de si mismo no impide que uno sea consciente de que posee un talento especial. El melancolico se siente tan asquea­ do por tener lo que hay que tener como por no tenerlo. En este ultimo caso no hay accion y, en el primero, esta es inutil. Hamlet maldice su costumbre de pensarse demasiado las co­ sas antes de emprender una accion heroica, al tiempo que no es capaz de disimular su desprecio (aunque este matizado por una envidia teiiida de admiracion) ante Ia predisposicion del joven Fortinbras a buscar pendencia por cualquier cosa. El melancolico se siente asqueado de si mismo, pero no deja por ello de considerarse superior a aquellos que, seglin el, aunque sean felices, poseen Ia sensibilida'l'i de una piedra. Es lo mis­ mo que sucede cuando el insomne moderno envidia y se sien­ te molesto por Ia insensibilidad que, en su opinion, caracte­ riza a Ia persona que duerme sin problemas. Para algunos, si el asco es poco intenso, se puede hablar

de aburrimiento. Si esto es asi, Ia relacion entre aburrimien­

to y asco seria similar a Ia que mantienen Ia molestia con Ia ira o, incluso, Ia aiioranza o Ia nostalgia con Ia tristeza 28• Sin em­

bargo, no hay duda de que aqui no solo hay en juego grados de intensidad. Resulta mas facil considerar Ia molestia como

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una forma de ira de menor in tensidad que aceptar el aburri­ miento como forma menos intensa de asco. Aun asf, la moles­ ria parece tener vida propia, de modo que cabe pensar en una molestia intensa que no equivale a la ira; la molestia permite cierta desviaci6n de la atenci6n, mientras que la ira obliga a concentrar toda en lo mismo. Una intensidad menor no de­ berfa dar Iugar a algo distinto, pero nos empeiiamos en atri­ buir de mala manera un mont6n de cosas diferentes al con­ cepto de intensidad. �Que quiere decir que la intensidad es menor: que resulta mas dificil identificar cual es el objeto de la emoci6n o simplemente que el sentimiento que despierta este objeto es menos absorbente? Lo cierto es que, en el mo­ mento en que identificamos una emoci6n, esta toma vida propia, por lo que el aburrimiento se presenta como algo mu­ cho mas complejo que el mero asco atenuado. Si aumenta­ mos la intensidad del aburrimiento obtenemos un intenso aburrimiento y no asco. A continuaci6n, vamos a distinguir brevemente dos tipos de aburrimiento. Por un lado, el tipo al que ya nos hemos re­ ferido: el tedium vitae en sus distintas manifestaciones. Por otro, la clase de aburrimiento que surge cuando alguien nos aburre. Todos conocemos personas que nos resultan aburridas, que con que digan simplemente " j Hola! " nos hacen exclamar mentalmente "j Cielos! " u "jOh, no ! " y que busquemos rapi­ damente la forma de escapar o escabullirnos. El aburrimien­ to que nos produce un pelmazo consumado es una experien­ cia de aversion muy intensa, que bordea a veces el panico, pero no se trata realmente de asco. El aburrimiento, en tanto que hastfo, tambien puede ser extraordinariamente intenso, pero, cuanto mas lo es, menos se centra en un objeto concre­ to. Cuanto mas intenso es, mas dificil es distinguir a que se debe. Esta incapacidad para diferenciar resulta desconcertan­ te y puede acabar convirtiendose facilmente en una nausee generalizada, una especie de asqueamiento presuntuoso de uno mismo. Sin embargo, el aburrimiento que nos produce el pelmazo es algo que se centra intensamente en un objeto concreto, el pelmazo, que desde luego es una fuente de aver58

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sion que se distingue claramente de las demas y muy indivi­ dualizada. Resulta extraiio que el lenguaje no diferencie me­ jor, desde un pun to de vista lexico, entre experiencias tan dis­ tintas como son que alguien te aburra y el aburrimiento como hastio.

EL DESPRECIO La distincion entre asco y desprecio es bastante relevante para este libro, especialmente en los dos ultimos capitulos, en los que nos ocupamos de los efectos sociales y politicos de estas dos emociones esenciales yjerarquizantes. Para que mi explicacion se comprenda mejor, voy a dejar para mas ade­ lante el analisis mas detallado de esta distincion, que retoma­ re en aquellos con textos don de este masjustificado y se pon­ ga mejor de relieve. En este momento solo pretendo hacer algunas observaciones generales. No hay duda de que las for­ mas mas intensas de desprecio se solapan con el asco. Darwin denominaba a este desprecio extremo "desprecio aversivo" 29. Pero estas dos emociones pueden distinguirse sin problemas en sus ambitos habituales. A continuacion solo voy a enume­ rar algunas de estas distinciones y dejare otras para analizar­ las posteriormente con mas detenimiento. Tanto el desprecio como el asco son emociones que con­ llevan un sentimiento de superioridad frente a aquellos obje­ tos que las provocan. Pero su forma de experimentar la supe­ rioridad es muy distinta. Podemos disfrutar cuando sentimos desprecio, puesto que este sentimiento suele aparecer mez­ clado con el orgullo y Ia satisfaccion de si mismo. No sucede lo mismo con el asco, que nos hace pagar con una sensacion desagradable la superioridad que proclama. Mientras que el objeto del asco es repulsivo, el del desprecio puede resultar divertido. Ademas, el desprecio suele conllevar un tratamien­ to benevolente y cortes hacia lo inferior, pero el asco no. La lastima y el desprecio van aparejados, mientras que el asco destruye ese sentimiento de lastima. 59

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Veamos, desde un punto de vista afin, de que forma tan dis­ tinta se entrecruzan las dos emociones con el amor. No se trata solo de que amor y desprecio no sean antagonicos, sino que, al parecer, hay algunos amores que se entremezclan necesaria­ mente con el desprecio. �Acaso cuando pensamos que algunas personas o algunos animales son encantadores no estamos con­ siderando al mismo tiempo que resultan atractivos porque son sumisos y no comportan ninguna amenaza? Queremos a nues­ tras mascotas y a nuestros hijos y los consideramos encantado­ res y adorables. En el amor entre iguales no se trata tanto de ad­ mitir una igualdad constante como de ir turnandose en quien lleva la voz cantante, de modo que tambien el "verdadero" amor adulto puede admitir consideraciones sobre el caracter encan­ tador y adorable, siempre que no se hagan solo en una direc­ cion. Cuando median clases, el desprecio actiia para mantener­ las. No creo que mi idea de que el desprecio y algunas formas genuinas de amor escin inevitablemente mezcladas sea dema­ siado polemica, pero es de ese tipo de afirmaciones que resul­ tan dificiles de aceptar. El desprecio tiene un lado amable y otro oscuro; y aunque no nos guste admitirlo, existen buenas razones para sospechar que el desprecio puede ser tan comple­ jo y diverso como el amor. �Por que no admitir que el desampa­ ro y la necesidad pueden incitar al amor tanto como la for­ taleza y la autonomia? Es posible que uno de los rasgos mas adaptativos de la humanidad sea que consideramos atractivos algunos tipos de desamparo o que despiertan en nosotros el deber de ayudar y socorrer. �Como puede explicarse, si no, el apego que sienten los padres hacia sus hijos por fastidiosos y molestos que puedan resultar, independientemente de que sean biologicos o adoptados? El desprecio es algo mas que una simple expresion de hostilidad. La idea de mirar por encima del hombro no se contradice con sentimientos mas tiernos y amables como la lastima, la cordialidad y el amor. Sea cual sea la relacion que el asco mantiene con el am or, no se trata de la que acabamos de elaborar en el caso del des­ precio. Aunque algunas formas de desprecio sean en realidad amor, el asco se contradice con este ultimo. Actua como una 60

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antitesis del amor tanto como el odio. Podemos amar y odiar el mismo objeto al mismo tiempo, pero no podemos amar y sentir asco hacia el mismo objeto; si es que hablamos de amor normal y no masoquista. El asco no posee una vertiente agra­ dable y cordial como el desprecio. El asco es lo que repugna, lo que repele, y nunca presenta un aspecto benevolo. A no ser que se perdone, se disculpe o se supere a traves del deseo, el asco supone acabar con el amor, mientras que el desprecio suele mantenerlo y sustentarlo. El desprecio suele actuar con ironia, de ahi que se presen­ te a menudo en forma de risitas sarcasticas y sonrisas burlo­ nas 30• El asco no mantiene una relaci6n similar con el estupor abstracto. Su caracter visceral le impide que pueda experimen­ tarse con ironia, aunque, como veremos, el asco cuenta con mas ironia estructural y conceptual de lo que parece. Lo que sucede es que la ironia que sentimos no expresa repugnancia con la misma coherencia con la que si lo hace en el caso del desprecio. En algunos de sus ambitos, el desprecio manifies­ ta una verdadera convicci6n de que el mundo va bien y la po­ sicion que ocupamos en el tambien; en cambio, el asco nun­ ca ve el mundo de color de rosa, aunque a veces se recrea de una manera perversa en los hedores que descubre y en las imperfecciones y descomposici6n que percibe. Hay o tras diferencias muy contundentes que dejo para mas adelante; aqui me voy a limitar a mencionar brevemen­ te una mas, que trataremos en mas detalle en el capitulo

9.

Hay una variedad de desprecio que no se puede distinguir de la indiferencia, la cual puede entend�se como un ejemplo concreto de satisfacci6n de si mismo. La indiferencia es un tipo especial de desprecio que convierte en casi invisible el ob­ jeto que la produce. El asco nunca puede tratar asi a los obje­ tos que lo provocan, puesto que siempre es evidente para los sentidos, posiblemente mas que cualquier otra emoci6n. Lo asqueroso nos obliga a prestarle atenci6n, pero lo desprecia­ ble no consigue hacerlo a menos que sea tambien asqueroso. Con estas diferencias no pretendo negar que ambas emocio­ nes se solapen en algunas circunstancias 31• Pero, en ultima ins-

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tancia, responden a distintos estilos, diferentes sentimientos y se pueden distinguir perfectamente en buena parte de sus ambitos respectivos.

0DIO Y VERGU ENZA

El asco, el desprecio, la vergiienza y el odio se alian en el sfndrome del odio a uno mismo. La vergiienza es serial de in­ capacidad a la hora de ajustarse a las normas comunes que se asumen como propias; aparece cuando se piensa que no se ha estado a la altura de las circunstancias 32• Implica perder el honor y, por tanto, lo que sirve de base a la autoestima. Sentirse asqueado de uno mismo no resulta incorrecto, dadas las circunstancias, y puede servir, incluso, de motivaci6n para emprender la labor de recuperar la dignidad. Nuestra ver­ giienza provoca, y con raz6n, las acciones sancionadoras de los demas en forma de escarnio y burla ( desprecio) y rechazo (asco) . La vergiienza es nuestra forma de reaccionar ante la desaprobaci6n de los demas. El que la desaprobaci6n se ma­ nifieste como desprecio o como asco dependera de las varia­ bles del contexto, el caracter de la norma transgredida, a quien se haya ofendido y la magnitud de la violaci6n. El vinculo habitual que tiene la vergiienza con la modes­ tia y el decoro sexual indica que existe otra relaci6n con el asco que, segun las teorfas freudianas, com parte la funci6n de inhibir el deseo er6tico inconsciente. En este contexto la vergiienza responsable de la inhibici6n no es una emoci6n, sino el sentido de vergiienza, el sentido de modestia y deco­ ro que evita que tengamos que avergonzarnos. Este sentido de vergiienza se compone en gran parte de asco. Creo que, si los limites del asco fueran demasiado fragiles, nuestro sen­ tido de la vergiienza se verfa afectado en la misma medida. Primero actua el asco y, si fracasa, aparece la vergiienza, a no ser que el transgresor sea un sinvergiienza 33. Cuando se trata del asco, deseamos que desaparezca aque­ llo que nos molesta quitandolo de en medio o quitandonos 62

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nosotros mismos; cuando se trata de la vergiienza, lo (mico que deseamos es desaparecer 34• Experimentamos la vergiien­ za como algo "psicologico" e intelectual que conllevajuicios complejos acerca de nuestra posicion con respecto a la de los demas y la naturaleza de nuestro caracter, aunque puede apa­ recer junto a un sentimiento de derrota que no es posible dis­ tinguir de esa sensacion de estar enfermo que produce el asco. De hecho, cabe la posibilidad de que, en la medida en que se entienda la vergiienza como sensacion de estar asqueado de uno mismo, no seamos capaces de distinguir las sensaciones fisicas de vergiienza y asco. Creemos que la vergiienza reside en la conciencia, del mismo modo que la culpabilidad. En cambio, el asco, provocado o no por cuerpos, se entiende y experimenta mas como algo que perjudica a nuestros senti­ dos que como una cuestion de conciencia. El asco y el odio tambien se solapan en algunas de sus va­ riedades. La principal relacion viene dada por el concepto de aversion, que conlleva no solo la mezcla de odio y asco, sino tambien la forma en que se refuerzan entre si. El asco aporta al odio su forma especial de manifestarse, el modo en que se presenta como desagradable a los sentidos. Y tambien somete la inestabilidad del odio al len to proceso de atenua­ cion del asco. Aunque tarde mucho en disiparse, el asco apa­ rece de forma muy rapida; mientras que el odio presupone una historia. El odio desea el mal y la desgracia para aquello que lo suscita, pero resulta muy ambivalente en lo que res­ pecta a desear que lo odiado desapar�ca; el asco, por su par­ te, solo quiere que la cosa se esfume y, cuanto antes, mejor. El odio se puede combinar en ese oxfmoron tan comun de amor y odio, mientras que el asco y el amor mantienen una relacion mucho mas compleja, aunque bastante antagonica. El asco, como ya hemos seiialado, crea y testifica a favor de la desigualdad moral (y social) , mientras que el odio tiende a en­ carnar el resentimiento de una admision molesta de igualdad. El odio puede infundir energfa positiva, mientras que el asco, en cambio, nos pone enfermos y a menudo nos debilita 35•

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0TROS SENTIMIENTOS MORALES DE DESAPROBACI O N

El asco es una forma de desaprobacion. De este modo asu­ me parte de la labor que podria recaer en sentimientos como los de desagrado, rencor, ira, indignacion y ultraje. Solo voy a mencionar de momenta esta cuestion, puesto que constituye buena parte del tema del capitulo 8. Baste con decir que el asco actua en determinados ambitos y comparte algunos de ellos con la indignacion, aunque esta tiende a ser mas precisa en su forma y se centra en males concretos, mientras que el asco es un sentimiento moral mas general que condena for­ mas de comportamiento y rasgos de la personalidad en su to­ talidad. El asco juega con los dos extremos de la moral: puede ocuparse de lo que, ajuicio de otros sentimientos morales, se considera como absolutamente trivial, como son las trans­ gresiones de las reglas del aspecto fisico o el volumen de la voz, por ejemplo. 0 puede ser la manera adecuada de mos­ trar desaprobacion ante la crueldad. En el primer ejemplo, la indignacion resulta demasiado selectiva para que se implique y, en el segundo, por muy apasionada que pueda ser a veces, no se adecua a las reivindicaciones morales que suscita la crueldad. La indignacion, en tanto que formajustificada de ira, ac­ tua sin tapujos 36• Se nutre de acciones que claman venganza, aunque estas acciones, en si mismas, suelan formar parte, como es logico, de estrategias competitivas y agresivas que poseen una especie de caracter del tipo "todo sigue igual". Espera­ mos que la gente se pelee, luche o incluso mate a aquellos a quienes odia alegando que tienen derecho a hacerlo. Esto re­ sulta primordial para la indignacion. Hay que vengar o pagar el daiio que se ha hecho y la indignacion nos impulsa a hacer justicia, a volver a equilibrar la balanza 37. Sin embargo, el asco actua en una especie de penumbra malsana, en el campo del horror, en zonas de oscura incredibilidad y nunca lo suficien­ temente lejos del interior del cuerpo y, por extension, de uno mismo. El asco tiene que ver con males que nos ponen enfer64

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mos solo al mencionarlos, casas que nadie tiene derecho a hacer: violaciones, maltrato infantil, torturas, genocidios, ase­ sinatos a sangre frfa y mutilaciones. El sadismo y el masoquis­ mo se engloban tambien aqui, incluidas las practicas que se consideran dentro de la prerrogativa de los "adultos consen­ tidores", cuyo placer sigue dependiendo de que aquello que realizan de manera libre y por propia voluntad sea moralmen­ te ilegitimo. La indignadon resulta demasiado ingenua para este ambito y tiene que complementarse con el asco 38. La indignacion se organiza en torno a metiforas de red­ procidad, de ganancias y perdidas, de deber y pagar lo que se debe. La indignacion provoca Ia venganza, mientras que el concepto de asco es completamente distinto. No hay una me­ tifora esencial que lo controle, ni siquiera la imagen de vomi­ tar ni Ia sensacion de tener nauseas. Los modismos del asco hacen referenda a los sentidos. Se refieren a lo que se siente al tocar, ver, saborear, oler o, incluso a veces, oir algunas casas. El asco no puede dejar de hacer referenda directa a como se elaboran sensorialmente sus desencadenantes. Todas las emo­ ciones son desencadenadas por algun tipo de percepcion; pero solo el asco realiza el proceso de percibir en que con­ siste la esencia de su labor. Como hemos vista, el asco se distingue de conceptos pa­ recidos y afines, aunque de vez en cuando se produzcan dis­ cusiones sabre sus limites y todos coJnpartan ciertos funda­ mentos comunes. Cada concepto tiene estilos y sensadones particulares y el asco tambien tiene los suyos. La psicologia popular nos ha permitido vislumbrar la integridad y extraor­ dinaria riqueza del asco, incluso antes de que nos embarque­ mas en Ia organizacion concreta y esencia del ambito de lo as­ queroso. De momenta no nos incumbe que otras lenguas y culturas lo hagan de distinta manera. El asco posee la suficien­ te integridad conceptual como para garantizar la tarea que vie ne a continuacion. Los tres capitulos que siguen no son aptos para escrupulosos, puesto que nos arrastran al infier­ no del asco y analizan su lado mas material y visceral: 65

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Y, par tanto, quienes no quieran leerlo, que pasen la pagina y elijan otro cuento; porque se encontraran con otros, grandes o pequeiios, que tratan de la gentileza, y moralidad y santidad. No me culpeis a mi si lo eligis. El molinero * es un grosero, bien lo sabeis 39•



El au tor juega con su apellido "Miller" y millere, que significa molinero.

(N. de la T.) 66

3.

UNA VIDA ESPESA Y GRASIENTA

�C

omo se estructura el ambito de lo asqueroso? Veamos los siguientes pares de opuestos, que pueden centrarse mas 0 menos en el asco y lo asqueroso, pero que en todos los casas inciden de alguna manera en este concepto: inorganico frente a organico vegetal fren te a animal humano frente a animal nosotros frente a ellos el yo frente al tu mi exterior frente a mi interior seco frente a humedo fluido frente a viscoso / rigido frente a flexible ( comparese con duro frente a blando y aspero frente a suave) no adherente frente a pegajoso inerte frente a serpenteante no cuajado frente a cuajado vida frente a muerte o descomposici6n salud frente a enfermedad belleza frente a fealdad arriba frente a abajo derecha frente a izquierda helado/caliente frente a fresco/templado recogido frente a suelto modenici6n frente a exceso 67

ANATOMiA DEL ASCO

uno frente a muchos (por ejemplo, una cucaracha frente a diez millones de cucarachas) Estos pares de opuestos conllevan bastante solapamiento

y aparecen con distintos niveles de generalizacion. Unos im­

plican asco con mas facilidad que otros. Tambien revelan in­ coherencias y contradicciones. Ademas, no todos los termi­ nos que aparecen a la izquierda son inmunes al asco ni todos los que aparecen a la derecha se consagran unicamente a el, sobre todo, como veremos, cuando se trata de la oposicion entre animales y seres humanos. Las cosas no adherentes no resultan asquerosas cuando se oponen a lo pegajoso, pero la situacion varia si, a cambio de ese caracter no adherente, nos tenemos que enfrentar a algo serpenteante o resbaladizo. El agua puede ser purificadora, pero la acuosidad puede ser se­ rlal de enfermedad y supuracion. Lo seco resultara normal­ mente menos contaminante que lo humedo, salvo cuando el punto de referenda que tengamos en mente es la humedad o la flexibilidad; por eso, las costras, las escamas de la piel y las cortezas, aunque sean secas, pertenecen sin duda al cam­ po de lo asqueroso. Sin embargo, estos pares muestran con bastante claridad tendencias y probabilidades. Conviene se­ iialar tambien que no enumero pares de opuestos que repro­ duzcan la categoria en general, como buen olor/mal olor, buen sabor/mal sabor, limpio/sucio y otros que me parecen demasiado tendenciosos dado el objetivo que me propon­ go, como virtud/vicio, moral/inmoral, benevolente/cruel.

AHf FUERA

Lo inorganico no suele re­ sultar asqueroso a menos que posea rasgos que nos recuer­ den cosas organicas que si nos dan asco. No es algo muerto, puesto que nunca ha estado vivo. La transformacion de sus­ tancias inorganicas a traves de la erosion 0 el paso de solido a liquido, o al contrario, no genera�a�;co. Grandes extensiones INORGANICO FRENTE A ORGANICO.

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de terreno despoblado y desolado como la tundra o el desier­ to nos pueden producir sensaci6n de sobrecogimiento, tris­ teza o miedo, pero no asco. Las sustancias inorganicas no son completamente inmunes a la contaminaci6n, aunque pare­ cen limpiarse mas rapidamente cuando se contaminan. Yuna vez que la imaginaci6n dota a lo inanimado de vida metaf6rica, lo inorganico puede suscitar asco. Pensemos, por ejem­ plo, en el 6xido y en montones de escombros. Pero al 6xido y los escombros les dotamos, si acaso, de una ligera capaci­ dad para producir asco y solo porque ya ha habido una inter­ venci6n humana que ha transformado el hierro en un objeto y en sus correspondientes productos de desecho; el 6xido hace pensar en descomposici6n y, como consecuencia, en asco debido a la relaci6n especial que mantiene el hierro con la civilizaci6n. El 6xido de hierro que se encuentra en el sue­ lo o en una piedra pierde su capacidad evocadora. Segun la creencia popular, el 6xido hace pensar en la contaminaci6n a traves del tenatanos; pero, una vez mas, el 6xid� aparece mas como contaminado que como contaminante. Este es el precio que tiene que pagar la pureza del hierro cuando entra en contacto con el mundo organico, especialmente el mun­ do de la cultura industrial humana. VEGETAL FRENTE A ANIMAl.; ANIMAL FRENTE A HUMANO.

El asco actua en el mundo organico, pero no de manera uniforme en todos sus ambitos. Es mas dificil que las plantas den asco que los animales y tambien resulta mas dificil que lo hagan unos animales que otros. Y tenemos que descender mucho en los filos de plantas para encontrar alguna que resulte tan asquerosa como los animales 1 . Cuando el Pobre Tom ingiere el "verdfn que cubre el agua estancada" ( King Lear 3.4.1 25) , nos da asco pensar en la imagen de esa capa de algas, aunque ni siquiera se haga referencia a ingerirlas. Las plantas y los animales primitivos se mezclan en estos filos inferiores con cieno, lodo, cenagales turbios, terrenos pantanosos, cienagas Y marismas, que huelen a vida vegetal en descomposici6n y, aunque las criaturas que contribuyen al "estancamiento" fe69

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tido del lugar tengan clorofila, esto no altera su capacidad para hacer asqueroso el entorno en el que crecen. La vegeta­ cion en descomposicion puede resultar casi tan nauseabun­ da como la carne putrefacta y a(m seguimos estando apega­ dos a creencias populares, segun las cuales esos desechos vegetales producen por generacion esponcinea los gusanos, babosas, ranas, tritones, salamandras, sanguijuelas y anguilas con quienes los asociamos. De aqui provienen algunos de los ingredientes mas apetitosos del brebaje de las brujas: "un pe­ dazo de serpiente del pantano, /un ojo de triton y el dedo de una rana". Esta es nuestra primera incursion en una serie de image­ nes que constituiran uno de los temas recurrentes mas carac­ teristicos del mundo del asco. Sorprendentemente, lo que da asco es la capacidad para vivir y no solo porque la vida impli­ que la consiguiente muerte y descomposicion, sino porque es esta ultima la que parece generar la vida. Las imagenes de descomposicion se transforman casi sin darnos cuenta en ima­ genes de fertilidad y de vuelta a empezar 2. De modo que la muerte horroriza y da asco no solo porque huela repugnan­ temente mal, sino porque no es el final del proceso de la vida, sino parte de un ciclo que se repite eternamente. Lo que ha vivido y lo qtle vive se unen para configurar el mundo orga­ nico de la putrefaccion procreadora -olor fetido y tacto in­ quietante-. El lodo pegajoso y la charca cubierta de verdin son un caldo de cultivo, es decir, la fecundidad propiamente dicha: la vida animal babosa, escurridiza, serpenteante y abun­ dante que se crea por generacion esponcinea a partir de la vegetacion putrefacta3: Como cuando el anciano padre Nilo crece con su oportuno orgullo sobre el valle egipcio, sus grandes olas sobrepasan el fertil lodo, e inundan cada valle plano y bajo: Pero cuando su tardfa primavera se retira inmensos montones de limo deja, don de crecenin diez mil tipos de criaturas, en parte machos 70

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y en parte hem bras de sus semillas fecundas; tales formas feas y monstruosas, en ninglin otro lugar el hombre /las puede encontrar (Faerie Queen 1.1.21) Siguiendo lajerarquia de formas vegetales, los helechos y las malas hierbas siguen resultando sospechosas y capaces de generar imagenes e impresiones de asco. Indican exuberan­ cia, exceso, una especie de produccion y reproduccion desor­ denada que pasa de la frondosidad a la exuberancia de lo ex­ cesivo 4. Aunque nosotros no consideremos que la maleza es asquerosa, el mundo jacobino si lo hacia; de ahi que la me­ lancolia, sentirse asqueado de la vida y pensar en la sexuali­ dad desinhibida de su madre, llevaran a Hamlet a pensar en la maleza: j Cuan fatigosas, rancias, insustanciales e inutiles me parecen las costumbres de este mundo! j Que vergiienza! j Que vergiienza! Es un jardin descuidado que crece sin mesura. Cosas exuberantes y groseras es lo unico que posee. (1.2.133-137) El funtasma, su padre, alberga las mismas tendencias imagina­ tivas que combinan muerte y una enoF.file exuberancia: "aun­ que tan indolente fueras como la maleza desmesurada/ que hunde sus rakes facilmente en el muelle del Leteo" ( 1 .5. 32-33) . Y el veneno de la representacion teatral que incluye la obra "es una mezcla f€�tida de hierbas recogidas a medianoche" (3.2. 247) . Conviene seiialar que la palabra exuberancia se refiere aqui no solo a un crecimiento excesivo, sino tambien a malos olores, de los cuales el de la maduracion es solo un presagio y el de la maduracion excesiva y la putrefaccion la conclusion 5. Las plantas superiores participan en el mundo del asco como simbolos de exceso, como fuentes de veneno y, por tan­ to, sirven como fuente de metaforas, que infunden al dis­ curso moral el sentido del asco que a menudo lo impulsa. El 71

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hecho de que haya otras plantas, incluso mas superiores, con la capacidad de producir asco implica que este tiene otras fuentes que se imponen sobre el caracer no baboso de los ar­ boles y la mayorfa de los hierbajos. Por ejemplo, el musgo no resulta especialmente asqueroso porque es seco y su suavidad es agradable (la suavidad no siempre resulta agradable) . Yun solo hierbajo o un solo helecho probablemente no resultaran asquerosos, pero, si son muchos, la cosa cambia, como en el caso de las cucarachas, que nos producen emociones distin­ tas segun sean una o mil, o en el caso de alguien socialmen te inferior, segun sea uno o una asamblea de ellos. Las plantas que se presentan agrupadas, como cualquier reunion nume­ rosa de inferiores que no este autorizada por los superiores, poseen la capacidad de generar desasosiego y, a veces, incluso asco. C�Es necesario que seiiale que tambien poseen la capa­ cidad de atraer y agradar?) . Cuando los arboles aparecen agrupados en bosques se convierten en lugares donde reina la anormalidad, en ubicaciones de aquelarres de brujas y ritos satanicos donde se preparan brebajes como el de las Parcas. Sobre todo, las plantas pueden convertirse en un medio para expresar horror y aversion hacia la procreacion, la fe­ cundidad y la fertilidad. La vegetacion frondosa puede pa­ sar con demasiada facilidad de ser la base de la riqueza, la sa­ lud y el bienestar al asco, la putrefaccion y la nausea del exceso: El y sus hermanos son como ciruelos que crecen retorcidos en el agua estancada; estin cargados y rebosantes de frutos, pero solo se alimentan de ellos los cuervos, las urracas y las orugas. Si fuera uno de sus alcahuetes aduladores, me aferrarfa a sus ore­ jas como una sanguijuela hasta saciarme y luego le abandonarfa. ( The Duchess ofMalji 1 . 1 ) Mientras que las orugas y las sanguijuelas pueden suscitar asco por si solas y con solo mencionarlas, esta cita muestra claramente que lo que genera asco es la procreacion misma, el exceso y una maduracion exagerada. La inocente ciruela deforma las ramas al presentarse en grandes grupos que las 72

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sobrecargan y redefine lo que deberia haber sido un estanque de hermosos reflejos como una tierra de cultivo estancada que genera, a cambia, seglin una licencia poetica, aves carro­ fi.eras que no distinguen las ciruelas de la carne putrefacta. El exceso de vegetaci6n atrae a esas criaturas repugnantes.del reino animal y redefine todo rebajandolo. Los seres huma­ nos, si bien es cierto que en forma de alcahuetes aduladores, se convierten en sanguijuelas que se sacian hasta la muerte y caen al lodo como las ciruelas demasiado maduras. Este circu­ lo imaginario se completa cuando la sanguijuela, que aban­ dona a su anfitri6n, como la ciruela que cae convierte a las ciruelas en sanguijuelas metaf6ricas que chupan la savia del arbol. Sin embargo, esta cita no pretende ser una descripci6n de la naturaleza, sino de los seres humanos corruptos y de­ pravados ( "el y sus hermanos" y los alcahuetes que les acom­ pafi.an) . El exceso y la alimentaci6n desmedida, la sangre suc­ cionada y las charcas infestadas de sanguijuelas son tropos que reflejan la corrupci6n moral y social. Una vez mas, la comida se encuentra implicada, no tanto porque sea el nucleo central del asco, como porque es la alimentaci6n lo que provoca la exuberancia y la maduraci6n excesiva y tam bien una procrea­ ci6n excesiva de vida gruesa y grasienta cuya prosperidad im­ plica necesariamente que algo se malogre o descomponga. Los arboles cargados de frutos, aunqne no sean asquero­ sos en si mismos, atraen a animales carrofi.eros y chupadores (las orugas chupan eljugo de las frutas del mismo modo que las sanguijuelas la sangre de los mamiferos) que se sacian has­ ta morir, favoreciendo asi la producci6n de mas fruta. El rei­ no vegetal no es ajeno a lo asqueroso, a pesar de los argumen­ tos que aseguran que el asco proviene de nuestra relaci6n desasosegante con los animales y que nos empefi.amos en re­ primir y negar 6. No hay duda de que el reino animal, en ten­ dido en sentido amplio, aparece con mas frecuencia que el ve­ getal en nuestros conceptos basicos y organizativos del asco. Pero esto no sucede con todos los animales; como veiamos en el caso de las plantas, la capacidad de contaminar de los ani­ males aumenta a medida que descendemos hacia los filos in73

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feriores. Resulta notable que la capacidad de producir asco que tienen las cosas se encuentre tan intimamente unida a la posicion que ocupan en unajerarquia ordenada seglin catego­ rias, salvo con una importante excepcion: los seres humanos. En general, lo inferior y despreciable es lo que contamina; la inferioridad es lo que tiende a dar asco, independientemen­ te de que se trate de la posicion inferior ocupada en un siste­ ma de clasificacion de plantas o animales o en nuestras jerar­ quias sociales y morales 7• (La clasificacion cientifica reproduce en el mundo natural nuestras ordenaciones sociales? Como sucede con todas las generalizaciones, se trata solo de un principio organizativo tosco y no explica completamen­ te todos los ejemplos del complejo esquema conceptual del asco. Segun la famosa teoria estructuralista de Mary Douglas sobre la contaminacion y la pureza, lo contaminante, y por extension lo asqueroso ( aunque Douglas no habla de asco) , depende absolutamente del esquema conceptual que estruc­ tura cada ambito concreto 8. Lo peligroso y lo contaminante son aquellas cosas que no encajan en las estructuras de orde­ nacion. De este modo, lo anomalo se convierte en contami­ nante. "Por tanto, la suciedad nunca es un acontecimiento unico y aislado. Donde hay suciedad, hay sistema. La suciedad es un subproducto de la ordenacion y clasificacion sistemati­ cas de la materia" (35) . "La suciedad absoluta no existe" (2) ; no es mas que "materia que esta fuera de su sitio". Las estruc­ turas sociales y cognitivas crean la suciedad a partir no tanto de la asignacion de este papel a algo en concreto, como a partir del resultado que se obtiene de la categorizacion misma. Esto es verdad, pero, como veremos, no toda la verdad. Como ya se seiialo anteriormente, las culturas no pueden ex­ cluir algo a su antojo de la categoria de contaminante, aun­ que cuenten con un enorme margen para incluir unas u otras cosas. La sangre menstrual, el esperma, los excrementos y otras secreciones del cu�rpo humano, segun parece, se resis­ ten a que se las considere sustancias inocuas, salvo en papeles muy concretos, que suelen verse como excepcionales. Como si fueran masas poderosas del espacio, estas sustancias cuen74

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tan con una atraccion gravitatoria que concentra las estruc­ turas sociales y cognitivas a lo largo de sus lineas de fuerza. Estas sustancias construyen sus propios modelos o fuerzan aquellos en los que se incluyen para que se adapten a sus propia imagen 9. En la teoria de Douglas lo que contamina es lo anomalo, las cosas que no encajan con los principios clasificatorios. De modo que la gente recurre a Douglas para explicar por que las ratas y los murcielagos dan asco o por que las prohibicio­ nes de comer ciertas cosas adoptan una determinada forma. Los murcielagos no encajan en la mayoria de los sistemas po­ pulares de clasificacion; los mamiferos que vuelan son cria­ turas nocturnas muy extraiias, anormales y tetricas 10• Las ra­ tas tienen que soportar su identificacion con las cloacas 1 1 y los excrementos, su protagonismo en historias sobre la pes­ te bubonica y poseer rabos pegados a su trasero que parecen animales contaminantes de uno de los filos mas inferiores. Como en el caso de los murcielagos, hacen pensar en ingen­ tes multitudes nocturnas; y en esto recuerdan a los insectos y las criaturas de los estanques 12. 'Todas las cosas que se pre­ sentan en enjambre sobre la faz de la tierra son abomina­ bles" 13• �Pero por que resultan anomalas las cosas que se pre­ sen tan en enjambre? �Yrealmente no exageramos en el caso de las ratas y los murcielagos? No pued�tratarse solo de que no encajen. Nos ponen los pelos de punta debido a cuestio­ nes que tienen poco que ver con las clasificaciones de los ma­ miferos. �Si, seglin la teoria de Douglas, se condena a los mur­ cielagos porque los mamiferos no deberian volar, entonces por que los delfines y las nutrias no resultan tan amenazado­ res aun cuando nadan? El riesgo de este tipo de estructuralismo consiste en que puede acabar llevando a la reduccion y la tautologia. Si algo contamina, no encaja; si no contamina, encaja. En tal caso, solo podemos llegar a la estructura a traves de aquello que pretendemos explicar mediante la estructura. En mi opinion, la idea de anomalia explica muy bien sistemas de clasificacion que sean lo suficientemente explicitos, es decir, aquellos en 75

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los que las reglas son perfectamente claras y son objeto del conocimiento cultural oficial. Por esta raz6n, la teoria de Douglas funciona bastante bien en el campo de las reglas que gobiernan las prohibiciones de comer ciertos alimentos y es, en gran parte, en este contexto en el que Douglas presenta con exito su teoria. El verdadero problema se plantea con respecto al concepto de encajar. Hay cosas que son anorma­ les o producen asco porque no encajan, como las personas deformes. Pero la mayoria de las cosas que dan asco encajan perfectamente. No se puede decir que los excrementos sean algo an6malo, sino que son una condici6n necesaria para vi­ vir. No se trata de que estas cosas no encajen, sino de que en­ cajan muy bien en la parte inferior del modelo conceptual. Sin embargo, esto tampoco explica todo, puesto que no todo lo inferior es contaminante, con tal de que sepa cual es su si­ tio y se com porte segun le corresponda. Y de esto se trata pre­ cisamente: lo inferior, por el hecho de serlo, siempre con­ lleva el riesgo de resultar amenazador y no portarse como le corresponde, de daiiar y contaminar a lo superior, que sabe que lo es porque lo inferior esta ahi para proporcionarle el contraste necesario para ello. Me he apartado de mi propio esquema para dar un rodeo a causa de Douglas. Hay quien asegura que nuestra relaci6n con los animales es la clave para desvelar las estructuras del asco. Estos argumentos se centran en dos grandes lineas de investigaci6n que propone Rozin: ( 1 ) la existencia de sistemas que prohiben consumir ciertos alimentos; y ( 2 ) esa idea par­ ticular de Rozin segun la cual nos desasosiega que se nos re­ cuerde nuestra estrecha relaci6n con los animales 14• Los seres humanos, sea cual sea nuestra cultura, nos mostramos bas­ tante reticentes a,J.a hora de comer la mayoria de los alimen­ tos que podriamos ingerir y digerir. Y, en general, ten demos a incluir mas cosas de origen vegetal que calorias de origen animal. Incluso las culturas menos restrictivas excluyen la ma­ yor parte de las calorias comestibles de origen animal que se encuentran a su disposici6n. Las restricciones de los judios ortodoxos y de los brahmanes resultan solo un poco mas exi76

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gentes que las de los regimenes menos estrictos, en compa­ raci6n con todo lo que se podria comer sin riesgo para la sa­ lud 15. En el mundo occidental seguimos comiendo muy pocas especies animales y, dentro de estas, hemos llegado a clasifi­ car sus cuerpos en partes valoradas y despreciadas, de modo que rechazamos la mayor parte del animal o asignamos las partes valiosas a gente importante y las despreciadas a los 6r­ denes mas bajos 1 6 • Lo cierto es que, salvo muy pocas excepciones, toda car­ ne animal, desde la de las babosas a la de los seres humanos, puede servir de alimento; pero no sucede lo mismo en el caso de las plantas, puesto que son relativamente pocas las que pueden digerir los seres humanos. La naturaleza divide a las plantas en comestibles y no comestibles 17, pero la cultura se preocupa menos a Ia hora de establecer prohibiciones entre las plantas comestibles que entre los animales. La idea de in­ gerir plantas no comestibles, como el roble, no provoca asco porque hacerlo es mas una insensatez que algo inconcebible. Lo unico que puede hacernos sentir asco son las cosas que sa­ bemos que podriamos comer sin problemas o que tienen la consistencia de cosas comestibles (no hay que olvidar que esto incluye a los excrementos) . De modo que toda sustancia ani­ mal blanda se sirve, por asi decirlo, en la mesa de nuestra imaginaci6n. Ya he seiialado que el mundo de las plantas tiene cabida en el ambito de lo asqueroso a traves de la frondosidad, la exuberancia y el exceso; sin embargo, en linea generales, las plantas destacan por tener un papel poco relevante a la hora de suscitar asco como comida, incluso cuando se trata de sustancias vegetales que se pueden ingerir. La idea de co­ mer algas marinas puede dar- cierto asco, pero el asco que provocan las plantas comestibles prohibidas resulta menos vehemente que el provocado por 6rganos o especies de ani­ males prohibidos. La persona que dice que el brecol le da asco probablemente indica mas desagrado que asco: es poco probable que el brecol se considere contaminante, a no ser que sirva de representante o fetiche inconsciente de otra sus77

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tancia que este mas estrechamente ligada a lo asqueroso, como el conjunto de cosas asquerosas que podemos encon­ trar en la region genital. Desde luego los animales son harina de otro costal. �Pero por que? �Se debe a que albergamos sentimientos ambivalen­ tes ante la idea de matar animales, pero no los albergamos ante la idea de cosechar plantas? 18 Los sistemas que prohiben comer ciertos alimentos son tan restrictivos, en lo que respec­ ta a comer animales, que podria decirse que estos sistemas no son sino manifestaciones superficiales de estructuras concep­ tuales mas profundas y generales que definen nuestra rela­ cion con el resto del orden animal. �Se trata acaso de que nos pone nerviosos pensar que somos animales y tambien come­ mos animales? �Acaso consideramos que comer carne no es sino una version tenue de canibalismo? �Se basa en esto la in­ quietud que nos causa la relacion que mantenemos con los animales inferiores a nosotros? Pero, en este caso, cabria es­ perar que los animales que menos se parecen a nosotros fue­ ran los menos asquerosos, pero evidentemente no es asi 19• Los sistemas que prohiben comer ciertos alimentos po­ drian ocupar muchas paginas, incluso capitulos, asi que me voy a limitar a hacer algunos comentarios interesantes. Un principia de amplia aplicacion es el que sostiene que hay que tener en cuenta lo que comen los animales que nosotros co­ memos 20• Este principia impregna las prohibiciones del Le­ vitico de comer aves de presa, depredadores mamiferos y ani­ males carroiieros 2 1 . Segun el Levitico, los animales terrestres comestibles deben ser herbivoros: y no solo eso, sino que tam­ bien t'K!nen que ser rumiantes (y tener la pezuiia hendida) 22. Sin embargo, aunque los peces se coman a otros peces, se si­ guen considerando aceptables. Solo tienen que seguir el mo­ delo de ser un pescado que se ajusta a los canones, en el sen­ tido de Douglas, que en el caso del Levitico significa tener aletas y escamas. El Levitico se oponia a cosas que se presen­ tan en enjambres o multitudes, que son resbaladizas o reptan, pero no a las langostas, saltamontes o grillos, que saltan. La inclusion de estos insectos revela, por la desviacion que su78

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pone con respecto a las costumbres de la clase media ameri­ cana y de Europa occidental, lo poco que nos hemos aparta­ do de la ordenaci6n del Levitico. Hemos incorporado los cerdos, el marisco y un caballo o dos, pero poco mas. Esto parece confirmar, en parte, la idea, que Samuel Driver ex­ presara hacia fines del siglo XIX, acerca de que las restriccio­ nes en la dieta del Levitico no eran tanto prohibiciones como la confirmaci6n de lo que los hebreos comfan en tanto que pastores 23. Y puesto que hemos incorporado muy pocas es­ pecies a las ya domesticadas en los tiempos bfblicos por la carne y/o la leche que proporcionan, no deberfa resultar sorprendente que las prohibiciones contenidas en el Levitico no nos parezcan extraiias. Ademas, al favorecer la ingestion de herbfvoros en lugar de la de carnfvoros, el esquema del Levitico codificaba algunas cuestiones delicadas de eficacia y seguridad. Los animales rumiantes de pezuiia hendida ha­ cen la vida mas facil al hombre, puesto que se agrupan con­ venientemente en rebaiios, en lugar de vagar solos, y cuentan con la agradable caracterfstica, en marcado contraste con los carnfvoros, de no desear devolver el favor de comerse a aque­ llos que pretenden comerselos. �Pero por que prohibir entonces las rapaces u otros ali­ mentos que la gente no iba a comer de tooas formas? La pro­ hibici6n expresa, de algun modo, la posibilidad de compor­ tarse de esa forma que hubiese resultado inconcebible si la misma prohibici6n no hubiera insinuado placeres vedados. Suponiendo que Driver tenga raz6n, los pastores hebreos co­ mfan exactamente lo que querfan y no soiiaban con comer lo que los pastores no comen. Pero las prohibiciones enseguida les hicieron pensar que el pasto es mas verde don de se les im­ pide pisar. Por eso, la forma en que Filo de Alejandrfa explica las restricciones del Levitico (hacia el aiio 40 d. C.) asume ya que Dios negaba a sus elegidos la oportunidad de disponer de una cocina mas rica, en lugar de decirles "que aproveche", como sugiere Driver: "El legislador prohibfa terminantemen­ te todos los animales terrestres, marinos y voladores que tie­ nen la carne mas selecta y jugosa, como son los cerdos y el 79

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pescado sin escamas, porque sabfa que suponen una trampa para el mas servil de los sentidos, el gusto, y que producfan gula" 24. No hay ninguna escala unidimensional que explique satis­ factoriamente todas las distinciones culturales que hacemos al construir la categorfa de los animales comestibles 25. El asco tam poco se presenta de un modo sencillo en el esquema de las prohibiciones. Algunas prohibiciones se apoyan en la cul­ pabilidad y la vergiienza mas que en el asco. Cuando se apoyan en el asco, esta sensaci6n puede actuar de man era diferente en los distintos contextos. Comparemos las cinco situaciones si­ guientes: ( 1 ) Una persona come un alimento prohibido, le gusta su sabor, pero cree que esta comiendo un alimento per­ mitido. AI darse cuenta de lo que ha hecho, experimenta un asco insoportable. ( 2 ) Esta vez la persona come a sabiendas un alimento prohibido, le gusta y mas tarde se siente culpa­ ble por haberlo hecho ( o, segun otra variante, le da vergiien­ za o se siente culpable por no sentir culpabilidad o asco por haberlo comido) . (3) La persona come demasiado de uno de sus alimentos favoritos, que esta permitido, y se siente enfer­ ma por el exceso cometido. ( 4) En esta ocasi6n intenta inge­ rir un alimento que sabe que esta prohibido y acto seguido le dan arcadas, lo escupe y, de vez en cuando, se estremece al pensar en lo que ha hecho. (5) La persona se ve tentada a comer un alimento prohibido pero retrocede ante la idea de hacerlo. No se trata, por supuesto, de una lista completa de to­ dos los modos posibles en que pueden presentarse las emo­ ciones cuando se violan las prohibiciones de consumir ciertos alimentos, pero indica que la asociaci6n entre asco y este tipo de prohibiciones puede tener que ver tanto con nuestra re­ laci6n con la prohibici6n en general como con nuestra rela­ ci6n con los animales. Volvere sobre este problema del asco y la prohibici6n en el capitulo 6. Lo que hace que un animal sea asqueroso no es lo que hace que todos lo sean, ni lo que hace que veamos a los asquero­ sos como tales es meramente la idea de comerlos 26 • Distin­ guimos claramente entre considerar que un animal es asque80

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roso y considerar que comer su carne resulta asqueroso. No obstante, hay algo que reclama explicar por que comemos tan pocas variedades de animales. Es algo que no voy a resol­ ver, solo pretendo indicar que nuestro asco puede ser una manifestaci6n de cierta culpabilidad esencial, no tanto por matar al padre, como por comerselo. Como ya he indicado anteriormente, el miedo y el asco pueden ser hacia el caniba­ lismo. Esto podrfa ayudar a explicar esa gran reluctancia a comer animales carnfvoros, sabre todo los carroneros, que podrfan haberse dado un festfn con papa o los restos de otro ser humano, mientras que los animales herbfvoros se com­ portan de una manera mas discreta e indirecta al comer la hierba que crece en las tumbas. Como ya he mencionado, Rozin sugiere que el principia subyacente que impulsa el asco es un deseo humano univer­ sal de eludir cualquier cosa que nos recuerde nuestro origen animal. No pretendo negar que el miedo a volver a caer en un concepto de "bestialidad" culturalmente construido im­ pregna algunos aspectos del asco, pero no puede explicarlo todo. Este asunto tiene dos caras. Por mucho que nos empe­ nemos en reivindicar nuestra superioridad sabre los animales y el horror que sentimos ante la idea de qu!: se nos identifique con ellos, tambien los admiramos y envidiamos y deseamos vivir como ellos. Sus cuerpos hacen todo lo que los nuestros pueden hacer pero mejor y, ademas, ''vestidos". Nosotros tene­ mos vella aquf y alla; ellos pelaje y plumas; si no estuvieran tan cubiertos, probablemente nos resultarfan asquerosos porque nos recordarfan demasiado a nosotros mismos. Por eso, suele ser mas habitual que se nos compare con gusanos, embrio­ nes de ratas, cerdos y pollos desplumados que con tigres. Los cuerpos humanos resultan malditos por partida doble. Damas asco como cuerpos animales (malos) y como cuerpos huma­ nos. A nadie le da asco pensar que su cuerpo es como el de una gacela o el de un tigre. Sin embargo, solemos considerar que, cuanto mas vella cubra nuestro cuerpo, mas asquero­ sos resultaremos. Esto corrobora lo que dicen tanto Douglas como Rozin: el "pelaje" es algo que se encuentra fuera de lu81

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gar en nosotros y su carencia es un indicador clave de cate­ goria que nos diferencia de las bestias 27. Pero no se trata solo de que suframos un retroceso hacia la bestialidad, sino tambien de que, cuando lo hacemos, resultamos ser un ani­ mal bastante patetico. Sin duda no necesitamos el ejemplo de los animales para recordar que nuestros cuerpos procrean, fornican, secretan, excretan, supuran, mueren y se pudren. Es cierto que el he­ cho de que los animales forniquen contribuye a eliminar nues­ tro autoengaiio en lo que se refiere a la trascendencia del acto sexual. Pero no podemos culparlos de mucho mas. No se trata de que la putrefacci6n, excreci6n, supuraci6n y muer­ te de los cuerpos animales sea lo que hace que estos procesos se conviertan en fuente de asco para nosotros, sino lo que ha­ cen nuestros cuerpos. Los animales que nos dan asco no lo hacen en tanto que animales, sino porque poseen caracteris­ ticas que son asquerosas: son babosos, resbaladizos, excesiva­ mente abundantes. Ademas, el hecho de que los animales superiores sientan muchas emociones que valoramos (y otras que no) , como el am or, los celos, la tristeza, la ira, la preocu­ paci6n, el miedo y la alegria, y presenten virtudes que admi­ ramos, como el coraje, la perseverancia, la laboriosidad y la lealtad, no afecta a la valia que estas pasiones y virtudes tie­ nen para nosotros. Tan probable es que nos de asco no estar a la altura de los animales como que tengamos miedo de ser como ellos. Tampoco hay que olvidar que los desechos ani­ males no causan tanto asco como los humanos. No creemos que las heces de los animales sean tan asquerosas como las de los seres humanos. Incluso hay heces de animales, del tipo que denominamos estiercol o abono, que apenas nos dan asco. Nuestros cuerpos y almas son los principales generadores de lo asqueroso. Lo que nos recuerdan los animales, aquellos que nos dan asco -insectos, babosas, gusanos, ratas, murcie­ lagos, tritones, ciempies-- es la vida: una vida exudante, babo­ sa, viscosa, hormigueante, desastrosa y anormal. No tenemos que recurrir a los animales para recordar esto; nos basta con un espejo 28. 82

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NOSOTROS FRENTE A ELLOS; YO FRENTE A TI. Estos pares de opuestos son esenciales para una teoria completa del asco. Ya nos hemos referido a la oposicion de nosotros frente a ellos en la explicacion de la interaccion de Darwin con el nativo. El asco, junto con el desprecio, asi como otras emociones en distintos contextos, reconoce y mantiene la diferencia. El asco ayuda a definir los Ifmites que se establecen entre ellos y no­ sotros y entre tu y yo. Ayuda a evitar que nuestro modo quede subsumido bajo su modo. El asco,junto con el deseo, estable­ ce los lfmites del otro, como algo que debe eludirse, repeler­ se o atacarse o, en otros contextos, como algo a emular, imi­ tar o con quien casarse. Pero, de momento, voy a dejar esto a un lado para reto­ marlo mas adelante cuando volvamos con Orwell, el olor y la clase en el capitulo 1 0 . Tambien me detendre poco con la oposicion entre tu y yo, de la que hablare con mas deteni­ miento cuando nos ocupemos de la relacion entre amor y asco en el capitulo 6. Baste con decir que entre las culturas sucede lo mismo que entre los individuos. El asco ayuda a es­ tablecer lfmites culturales y del yo. Los lfmites del yo van mas alia del cuerpo hasta abarcar un territoi'N jurisdiccional, que Erving Coffman denomina dominio territorial y que puede definirse como aquel espacio cuya invasion nos provocaria unajusta indignacion o asco 29• El tamaiio de estajurisdiccion varia segun la cultura, la edad, el genero, la clase y el estatus. En general, cuanto mas elevado es el estatus de una persona, mas amplio es el espacio en el que pueden producirse ofensas contra ella. Por el contrario, lajurisdiccion de algunas perso­ nas puede que no vaya mas alia de su propia piel o ni siquiera esto: es el caso, por ejemplo, de los reclusos, los esclavos, las prostitutas y los niiios. Dicho de otro modo, el yo no se define solo por medio de los lfmites de mi piel, aunque es evidente que estos infringi­ mientos de nuestrajurisdiccion, que son los mas cercanos a nuestros cuerpos, son los que provocan asco de manera mas inmediata. Cuanto mas te acerques a misin mi consentimien83

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to o sin unajustificacion o excusa ostensible, mas amenazan­ te, peligroso y asqueroso me pareceras, independientemente de lo limpio que estes. Considero tu violacion como moral y se que es asi por los sentimientos morales que despierta en mi. El contagio, la contaminacion y la capacidad de producir asco son algo inherente a tu canicter de "tu". Eres peligroso simplemente porque eres tu y no eres yo, o por ser tu, pero todavia no contar con el privilegio de hacer cosas asquerosas sin que me produzcan asco; es decir, no te amo ni eres mi me­ dico. Sin embargo, no tengo por que sentirme superior a ti a causa de tu capacidad para darme asco, puesto que deberia saber que yo soy tan contaminante para ti como tu lo eres para mi. Este reconocimiento mutuo deberia generar cierto respeto, una disposicion a preocuparse por el territorio y las reivindicaciones de inviolabilidad del otro. Pero no es solo el otro el que puede ofender y violar nues­ trajurisdiccion territorial. Nosotros tambien podemos con­ vertirnos en un otro para nosotros mismos y participar en dis­ tintas formas de comportamiento asqueroso que se consideran como violaciones del yo. El conjunto de actos autovioladores es mas reducido que el de actos que pueden asquear y ofen­ der si los realiza otra persona. Yo puedo tocar, sin mancillar­ me, partes de mi cuerpo de una man era que si me mancillaria si lo hiciera otro sin mi permiso. Sin embargo, estos tocamien­ tos propios deben realizarse con decoro, normalmente con la excusa de la higiene personal o la necesidad, aunque en cierta forma esten permitidos. No puedo darme permiso a mi mismo. La masturbacion, por ejemplo, incluso dentro de nuestras normas de comportamiento liberadas, sigue consi­ derandose como un modo de mancillarse a uno mismo; y pa­ rece que el placer que produce precisa que esto siga siendo asi. Hay gente a la que se considera como expertos de la auto­ violacion: los enfermos mentales y los santos suelen ser ex­ traordinariamente astutos en lo que se refiere a las tecnicas para sobrecoger y ofender a los demas atentando contra si mismos. Aunque actualmente la coprofagia se da exclusiva­ mente entre los enfermos mentales, la ingestion de secrecio84

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nes corporales formaba parte de la mortificaci6n de la carne que popularizaron algunos santos. La autodegradaci6n y la automutilaci6n se deben a una compleja mezcla de deseos de asquearse a uno mismo con deseos de asquear a los demas par media de esas exhibiciones. ada ayuda mejor a odiarse a uno mismo como compartir con los demas las visiones poco halagiieiias que uno tiene de sf mismo}30•



EN CASA "DENTRO DE Mf" FRENTE A "FUERA DE Mf". Ya que las oposi­ ciones mas inclusivas de organico/inorganico y vegetal/ ani­ mal situan a los seres humanos en el lado de lo asqueroso, par que no consolarnos pensando en lo amplio que es el ta­ maiio de la clase a la que pertenecemos. Una vez dentro de la humanidad podemos aplazar lo inevitable desviando el asco hacia otros seres humanos mediante las oposiciones ellos/ nosotros y tu/yo. Pero no podemos seguir eludiendo mirar­ nos al espejo o dentro de el. Tenemos que enfrentarnos al asco dentro de casa, con nuestros cuerpos (y mas tarde con �' nuestras almas) . Pensemos en la piel. La fisiologfa popular considera que es un 6rgano para sentir, el lugar don de situamos el tacto. Po­ siblemente el tacto comparte con el olfato (y los dos mas que el gusto) el honor de ser el senti do mas implicado a la hora de sentir lo asqueroso. Es en la piel donde se ponen los pe­ los de punta al entrar en contacto con sustancias contami­ nantes, mucho antes de que se nos ocurra pensar en llevar­ noslas a la boca. La piel nos protege del exterior y mantiene en el interior un mont6n de imagenes y olores desagrada­ bles. Tambien tiene cierto caracter magico y conlleva una fuerte carga simb6lica: su color determina a menudo las po­ siciones de partida en muchas jerarqufas sociales y, como co­ bertura del yo interior mas profunda, nos permite hacernos la ilusi6n de que no resultamos asquerosos a los demas, si no a nosotros mismos. La piel no solo cubre nuestras tripas con85

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taminantes y exudantes, sino que tambien nos permite al­ bergar la ilusion de que en el corazon residen el amor y el coraje, en lugar de ser solo un organo resbaladizo que late. Los moralistas de cierta indole consideraban que la piel es engaiiosa por partida doble: engaiia al hacer pensar a los de­ mas que la belleza superficial es mas importante que la be­ lleza "interior" y, ademas, nos impide aviesamente ver que nuestro interior no es mas que excremento y baba; los mora­ listas, desde Heraclito en adelante, se han recreado con gran entusiasmo en esta imagen de la piel como un saco lleno de excrementos 3 1 • La piel, especialmente en el caso de las mu­ jeres jovenes, se consideraba como el principal ingrediente de la belleza, y su exhibicion siempre hada pensar en lo er6tico y lo sensual. Pero su atractivo fragil y efimero la convertfa en un lugar donde se concentraban algunas de las peores mo­ dalidades de lo asqueroso. No hay nada igual a la piel estro­ peada; de hecho, la piel estropeada representa buena parte de la esencia de lo feo y monstruoso. Si la piel cubre las cosas asquerosas que hay en nuestro in­ terior, lo que haya de purulento en ei puede tener su reflejo en la piel, a la que puede profanar saliendo a la superficie. Las enfermedades que atacan a la piel de forma especialmen­ te grotesca suelen considerarse como alegorias de la condi­ cion moral interna: la lepra y la sffilis (como actualmente el sida) se consideraban como enfermedades morales y el pre­ do que habfa que pagar por el pecado. La piel tam bien cuen­ ta con glandulas que segregan sudor y grasa; pero la sustancia quiza mas contaminante de todas las que produce el cuerpo (al menos en lo que se refiere a las sustancias sin connota­ ciones sexuales) se asocia con daiios en la piel, que es don­ de tiene lugar la supuracion. El pus, las ulceras supurantes y las lesiones de la piel, que eran algo habitual en la vida me­ dieval y contribufan a definir la posicion social como parias de los leprosos y sifilfticos, son algo raro en Occidente solo desde hace poco tiempo y que se limita no tanto a las lepro­ serias como a unos cuantos aiios dificiles en torno a la pu­ bertad. 86

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La piel es peligrosa porque la cargamos con demasiado significado. Ponemos limites a la cantidad de piel que se pue­ de mostrar, quien puede mostrarla a quien, cuando y d6nde por medio de una compleja red de reglas. La piel amenaza o promete (segun cual sea el contexto) la posibilidad de la desnudez. En la Edad Media y en el Renacimiento, e incluso todavia hoy en muchos sentidos, demasiada piel, con dema­ siado vello, demasiado vieja o demasiado masculina evocaba la imagen alarmante del salvajismo y la barbarie, la locura y el asco ante la imagen patetica del "hombre inadaptado", ese "pobre animal desnudo y ahorquillado" como diria Lear. La piel tam bien provocaba deseo, pero sobre todo como consecuencia de estar cubierta y prohibida. Prueba de que la piel es peligrosa es nuestra regia general, segun la cual, sal­ vo en el caso de las manos y la cara, la mayor parte de ella debe cubrirse, excepto en contextos que escin exentos de ella como la playa o categorias privilegiadas, como la tierna infancia y las primeras etapas de la niiiez. La ocultaci6n de la piel im­ plica la ropa, que es qn simbolo sobrecargado que nos dife­ rencia de los salvajes y las bestias, que distingue entre unos y otros por medio de la categoria y la po�ci6n sociales, el ge­ nera y la edad. Sin ropa, el hombre y la mujer serian unos inadaptados, que no podrian encajar ni ubicarse en el orden cultural, no serian ni seres humanos ni animales, ni todo aquello que seria de desear. La ropa sigue configurando al hombre y la mujer pero ya no de esa manera total en que lo hacia en el mundo occidental hace tan solo setenta y cinco aiios. En ese orden antiguo (y en menor medida actualmente, segun se dice) la cantidad de piel que pudiera verse a traves de las aberturas de la ropa suscitaba graves cuestiones mora­ les. La forma de medirlo era muy precisa, sobre todo en el caso de las mujeres, cuya piel resultaba mucho mas peligro­ sa que la de los hombres: la piel de las mujeres hacia peli­ grar la moral de los demas y mostrarla implicaba una relaja­ ci6n, si no de la castidad, si del sometimiento a las normas de modestia y decoro. Y en este sentido podia asquear, ademas de excitar. 87

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Hablar de piel significa hablar de vello, salvo en el caso de las palmas de las manos y las plantas de los pies 32• Del mismo modo que sucede con la piel, el vello tambien esta cargado de significado 33• El pelo que cubre la cabeza y la cara conlle­ va significado por su textura, longitud, color y tipo de corte. La cultura suele otorgar mucha importancia a que las muje­ res lleven el pelo recogido o suelto 34 y a si los hombres deben cortarselo. Posee atributos propios del sexo, la raza y la edad. El vello en la cara, en el caso de los hombres, y en el pubis y en las axilas, en ambos sexos, suele considerarse como el in­ dicador juridico de la transici6n a la mayoria de edad 35. El pelo apenas puede separarse del genero y lo sexual y siempre ha estado cargado, por lo menos en el mundo occidental, de significado er6tico. Las barbas tenian que ver con la virili­ dad masculina y el cabello de las mujeres constituia un feti­ che er6tico, en mayor medida que las piernas, la piel o los pies 36• El cabello o la barba (en el caso de los hombres) son algo esencial a la hora de juzgar la belleza de una persona, so­ bre todo, en el caso de las mujeres. Cuando describimos a una mujer diciehdo que tiene la melena larga y suelta no hace falta aiiadir nada mas parajuzgar su atractivo. La palabra me­ lena tiene claras connotaciones de genero * y conlleva una carga erotica no demasiado sutil. (Comparese el erotismo que conlleva la melena con el efecto contrario que conlleva des­ cribir a un hombre como calvo o, peor aun, que se este que­ dando calvo) . La relaci6n entre pelo y asco puede ser aun mas compleja que en el caso de la piel. Del mismo modo que sucede con la piel, al ser un poderoso componente de belleza resulta vulnerable al asco que produciria su profanaci6n. Sin embar­ go, la profanaci6n del pelo no tiene por que depender de algo mas, puesto que es algo que puede profanarse por si solo. Segun parece, el pelo no cumple las reglas de modes-

La palabra inglesa tresses, traducida por melena, se utiliza para referirse al cabello de una mujer. (N. de la T.) •

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tia y decoro y tiene Ia costumbre anormal de crecer en Juga­ res siniestros, lugares que contaminan todo aquello que en­ tra en contacto con ellos. El vello pubico perturba a los ado­ lescentes y produce asco a los niiios pequeiios que llegan a ver el de sus padres. Al parecer, creen que el pelo es propio de Ia cabeza y que Ia naturaleza pone las cosas patas arriba cuando hace que el pelo aparezca abajo o en el pecho y Ia espalda de los hombres 37. Estas ideas no dejan de albergar­ se cuando acaba Ia infancia. Cuando John Ruskin descubri6 que las mujeres, a las que no conocfa muy bien, no eran como las estatuas griegas carentes de vello pubico, que si conocfa bien, le embargo tal asco que fue incapaz de consumar su ma­ trimonio y, desde entonces, dedic6 sus atenciones (inocen­ tes) a las niiias que aun no habian llegado a Ia pubertad 38. La resistencia del pelo a permanecer donde nace implica una relaci6n problematica con nuestro concepto de inocen­ cia. El pelo es inocente, en lineas generales, unicamente cuando es puro y esto �6lo es asi antes de que comience a in­ vadir territorios que van mas alla del cuero cabelludo. Una vez que se Ianza a colonizar otras regiones se convierte en todas partes en fuente de peligro porque resulta seductor o porque resulta repelente. Quiza sea imposible mantener el decoro en lo que se refiere a! tema del vello pubico, puesto que es incluso mas contaminante que los excrementos y otras secreciones corporales. El lenguaje arido del eufemismo cien­ tifico no puede hacer nada por evitarlo ni impedir Ia capaci­ dad de contaminaci6n que tiene simplemente pensar en ello. �Que es lo que mejor recuerdan los americanos de Ia confir­ maci6n de Clarence Thomas para el Tribunal Supremo? Aquel vello pubico en Ia lata de Coca-Cola se qued6 grabado en nuestra memoria y el juez Thomas aparecera para siempre como con taminado y menospreciado a causa de ello. El problema del pelo no consiste s6lo en que aparezca unido al deseo sexual o que este contaminado porque crezca en lugares nefandos o c6micos, como Ia nariz o las orejas, o aparezca como eje de los lunares; el vello tambien es carac­ teristico de las zonas donde el olor del sudor es mas fuerte: 89

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las axilas y la ingle. Pero pensemos, sobre todo, en lo que significa tener un pelo en la boca o encontrar un largo cabe­ llo en nuestra comida. El hecho de que sea largo prueba que proviene de la cabeza y no de la ingle, pero esto no parece restar un apice de su capacidad para generar asco una vez que cae en la comida o entra en la boca. Incluso el pelo mas inocente, el que pertenece a la cabeza, es puro solo porque se presenta de manera colectiva, porque es una "cabellera". Si extraemos un solo pelo, este contamina tanto como un pu­ iiado. Esto es algo en lo que el pelo se diferencia de los ani­ males que se presentan en enjambres, puesto que se puede to­ lerar uno e, incluso, puede resultar mono, pero una multitud da pie literalmente a la plaga, el horror y la repugnancia. Algunas de las primeras expresiones faciales de asco -arru­ gar la nariz, sacar la lengua, estremecerse y escupir- que mos­ traron mis hijos, ya a los cuatro meses de edad, se debian a pe­ los en la boca 39. La sensacion de que hay un pelo en la boca provoca expresiones de asco mucho antes que el olor de las heces. �Quiza es que el pelo, y no las heces, es en cierto modo la sustancia universal del asco? En un experimento que pre­ tendia determinar hasta donde podrian llegar los niiios de menos de dos aiios a la hora de llevarse algo a la boca, se com­ probo que un 62 por ciento comio heces de perro de imita­ cion hechas con mantequilla de cacahuete y queso oloroso; el 58 por ciento se comio un pescado seco pequeiio; el 31 por ciento, un saltamontes esterilizado; pero solo el 8 por ciento toleraba un mechon de cabello humano 40. Esto no demuestra demasiado, salvo que antes de los dos aiios todos los niiios, a no ser los mas retrasados, saben que el pelo no se come, algo que pueden saber sin que intervenga en ello el asco. �Pero como lle­ gan a saberlo y por que no cuentan con el mismo conocimiento con respecto a los saltamontes o las heces de perro? Supongo que, como sucedia en el caso de mis hijos, saben por experien­ cias anteriores que resulta desagradable tener un pelo en la boca y que, una vez que adquieren la idea de contagio y conta­ minacion, esa sensacion llega a producir tambien asco. Sin em­ bargo, se trata de una cuestion mas de tacto que de gusto, aun90

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que admitamos que el tacto es un aspecto importante de lo que resulta agradable al paladar, si no del gusto promiamente dicho. La belleza de la piel y del pelo depende, por tanto, del va­ lor de su ubicacion. Tambien depende de la precision de la vista. Una mirada desde demasiado cerca puede convertir lo que resultaba atractivo en asqueroso o espantoso. Por ejemplo, en el caso de Prufrock: Ya conocfa los brazos, en su totalidadbrazos adorn ados con pulseras, blancos y desnudos pero a la luz de la lampara, j que horrible vello moreno! 41 A Gulliver la piel de los

liliputienses le pareda extraordi­ nariamente hermosa, pero en Brobdingnag* se le ofrecio una vision diferente, cuando observaba como una nodriza daba de mamar a un nino: Debo confesar que nunca nada me habia dado tanto asco como la vista de aquel pecho monstruoso, que no se con que comparar para que el lector se haga una itiea de su mole, forma y color. Sobresalfa seis pies** y tenia que tener por lo menos 1 6 d e circunferencia*** . E l pezon era casi l a mitad de grande que mi cabeza y su tono y el de la mama estaba tan salpicado de lu­ nares, granos y pecas que nada podia parecer mas nauseabun­ do . . . Esto me hizo pensar en la hermosa piel de nuestras damas inglesas, que nos parecen tan be lias solo porque son de nuestro tamaiio y sus defectos solo podrian verse a traves de una lupa, en cuyo caso apreciarfamos, si hicieramos el experimento, que las pieles mas tersas y blancas se muestran asperas, bastas y con mal color. Recuerdo que cuando estuve en Liliput el cutis de aquellas personas diminutas me parecfa el mas hermoso del mundo. (Los viajes de Gulliver, p. II, c. 1 ) .

• Pais de los Gigantes. (N. de Ia T.) • • Casi 2 metros. (N. de Ia T.) ••• Casi 5 metros. (N. de Ia T.) 91

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Mas tarde, cuando se encuentra entre las damas de honor en la corte brobdingnagiana, a las que no les daba vergiienza vestirse delante de un ser tan insignificante, vio algo que le produjo enorme "horror y asco": Sus pieles parecian tan bastas e irregulares, con tantos colcr res distintos, cuando las vi de cerca, con un lunar aquf y otro alia y tan grandes como una zanja y pelos que colgaban de ellos, mas gruesos que un hilo de bramante; por no decir mas del resto de sus personas. (c. 5 ) . Swift se adelanta a las revelaciones aun menos halagiieiias del microscopio y lo que muestra acerca de la piel. Si consul­ tamos una enciclopedia, vemos ilustraciones de las glandulas sudoriparas que parecen gusanos o una exudaci6n viscosa, glandulas sebaceas, los canones de los pelos, tejidos adiposos subcutcineos o poros como crateres. Los cortes transversales aumentados nos producen la misma sensaci6n que le provo­ caban a Gulliver las dimensiones brobdingnagianas. Swift no necesitaba ese tipo de ayuda para desengaiiarse de las ilusio­ nes de la belleza de la piel hermosa y a Prufrock le bastaba con la luz de la lampara 42. Una de las razones por las que el cine en pantalla gigante es un generador y sustentador de fan­ tasia tan poderoso es que nos permite ver a los brobdingna­ gianos con el cutis de los liliputienses. La ampliaci6n de la proyecci6n cinematogrcifica es muy distinta de la ampliaci6n del microscopio, puesto que la primera aumenta magicamen­ te sin que se hagan mas visibles los poros, foliculos, lunares, pelos y manchas. La piel y el cabello se mantienen radian tes, puros y atractivos. No es de extraiiar que nos encanten las es­ trellas de cine. Resulta practicamente innecesario mencionar, ya que re­ sulta obvio, que el vello mancilla mas a las mujeres que a los hombres, en proporci6n directa al hecho de que el pelo re­ sulta mas atractivo en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Tiene mas carga sexual positiva o negativa en lo 92

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que se refiere a las mujeres que en lo que respecta a los hom­ bres. Los hombres pueden tener los brazos y el pecho vellu­ dos y considerarse, incluso, mas atractivos por ello siempre y cuando el vello no sea excesivo, pero ese ligero vello more­ no que se vela a la luz de la lampara bastaba para perturbar a Prufrock. Los americanos estan especialmente obsesiona­ dos con negar la vellosidad de las mujeres, que se depilan las piernas, el labio superior, el pecho, las axilas y, ultimamen­ te, con los diseiios de los trajes de baiio de la ultima decada, tambien la zona pubica 43• Los hombres gozan de mas mar­ gen y solo producen asco cuando tienen demasiado pelo en la espalda y en los brazos o cuando rebasan el nivel acepta­ ble de pelo en el pecho hasta el punto de salirseles por el cuello de la camisa, o cuando les asoma por la nariz o por las orejas 44• Mi intencion al inicio de este apartado era contrastar lo que esta fuera de mi (que es menos contaminante) con lo que esta dentro (mas contaminante) , pero, en cambio, solo he mostrado la diversidad que alberga lo ex-terno en lo que res­ pecta a su capacidad para producir asco, atraer y contaminar. No todas las partes externas del cuerpo tienen el mismo valor moral o ritual. Algunas se con taminan y con taminan con gran facilidad, como los organos sexuales. Otras, en cambio, tie­ nen poca capacidad de contaminar o contaminarse, como los hombros y los codos. Estos ultimos sirven, por ello, para con­ seguir espacio y despejar el camino, son capaces de establecer y mantener contacto en los ascensores y el metro sin arries­ garse a sentir el asco que se suscitaria si se utilizaran las rna­ nos para este fin 45; a los organos sexuales, por el contrario, solo se les permite tocar 0 ser tocados bajo condiciones nego­ ciadas de una manera muy especial; son aquello que preten­ demos proteger cuando nos procuramos mas espacio. Dificil­ mente podriamos vivir en sociedad o soportarnos a nosotros mismos si algunas partes de nuestro cuerpo no sirvieran para proteger a otras. Nuestro interior tampoco carece de diversidad. Es cierto que nuestro interior resulta contaminante porque es un ama93

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sijo de cosas pegajosas, exudadas, resbaladizas y malolien­ tes 46• La tradicion ascetica consideraba que todo nuestro interior era una masa de excrementos indiferenciados, por lo que presentaba a los excrementos como el simbolo ade­ cuado de toda la materia interior. Sin embargo, esta tradi­ cion tambien situa en nuestro interior el alma, el caracter y la virtud, considera la carne palpitante del musculo del co­ razon como el lugar metaforico donde reside el coraje y las circunvoluciones del cerebra como el lugar donde reside la mente y el pensamiento. Nuestro interior, aunque resulte asqueroso desde un punto de vista fisico, es honesto, en cierto modo, porque no nos atrae con falsas apariencias. Solo lo exterior puede ser hipocrita. Nuestro interior, cuan­ do se presenta sellado, nos proporciona una ubicacion para lo inmaterial, espiritual y caracteriologico; es el espacio en el que se elaboran las metciforas e imagenes asociadas con el valor positivo de "profundidad", mientras que la belleza ex­ terna alberga imagenes de frivolidad y superficialidad 47. El asco, que surge cuando se abre el cuerpo con un cuchi­ llo o penetra en ei una bala, no se limita solo a la porqueria que sale, sino sobre todo a lo incorrecto que es destruir la in­ tegridad del sello del cuerpo. Pero este sello ya estci roto en varios orificios, que de ben soportar la carga de la oposicion entre interior e exterior porque en ellos es donde reside el peligro que supone la falta de claridad y el desorden. Son los agujeros que permiten la entrada a lo que contamina el alma y el camino a traves del cual penetran las sustancias que pue­ den mancillarnos a nosotros y a los demas. Algunos de estos agujeros -por ejemplo, los ojos, los oi­ dos, la nariz y la boca- tambien son los lugares a traves de los cuales se produce la percepcion sensorial. Los sentidos, unos mas que otros, son esenciales para la fenomenologia del asco y muchas de las cualidades de lo asqueroso se desa­ rrollan y conceptualizan a traves de los modismos que se em­ plean para hablar del tacto, el olor y otras sensaciones. Por ejemplo, oposiciones como humedo/seco, viscoso/fluido, pegajoso/no pegajoso o flexible/rigido se perciben en el con94

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texto del sentido del tacto. Por ello, vamos a dejar el tema de los orificios como focos especiales de peligro y vulnerabili­ dad para despues del analisis del papel que desempeiian los sentidos individuales en la constituci6n del asco.

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4. Los SENTIDOS

L

a literatura no freudiana se ha centrado desde Darwin, como ya hemos observado, en considerar el asco como una emoci6n ligada originaria y funcionalmente al sentido del gusto. En mi opinion, este enfasis se puede atribuir a los efec­ tos involuntarios de la etimologfa de la palabra inglesa dis­ gust. Sin embargo, si enumeramos las Cl@lidades que tende­ mos a asociar con las cosas que producen asco nos damos cuenta de que los atributos del gusto no tienen un papel mas relevante que los del olfato 0 el tacto.

E L TACTO

Las cualidades de consistencia y sensaci6n al tacto confor­ man la mayor parte de nuestro lexico del asco. De ahf provie­ nen pares de opuestos como flexible frente a rigido, humedo frente a seco, pegajoso frente a no adherente, rugoso frente a terso, viscoso frente a fluido, serpenteante y resbaladizo frente a duro. Hay que aiiadir, ademas, algunas cualidades a las que no es facil encontrar opuestos porque estos consisti­ rian simplemente en la ausencia de ese rasgo: grasiento, mem­ branoso, cuajado, pringoso, baboso o mugriento. Estas cuali­ dades merecen un comentario especial. Por un lado, resulta mas facil encontrar palabras para describir sensaciones asque­ rosas, cuando se trata de cosas humedas, viscosas o flexibles, que cuando son secas, fluidas o duras. Por cada cosa costrosa 97

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y de corteza dura que resulta asquerosa hay decenas de cosas asquerosas exudadas, mugrientas, pringosas, babosas, adhe­ rentes, pegajosas, gomosas, humedas, flexibles o membrano­ sas. E incluso las cosas costrosas y de corteza dura deben su caracter asqueroso al hecho de que estin formadas a partir de sustancias viscosas coaguladas. Conviene recordar lo dificil que es encontrar terminos no peyorativos para describir algu­ nas de estas consistencias, sobre todo las que son caracteris­ ticas de lo que anteriormente Harne caldo de cultivo. �Es posi­ ble hablar de baba o de algo resbaladizo sin que el termino adopte una carga moral y estetica extremadamente negativa? Pensemos en el caso del aceite, que comparte con la baba su suavidad escurridiza y la misma viscosidad. El aceite es lo mejor a lo que puede aspirar la babosidad porque posee la capacidad de llevar una vida de pureza ritual debido a su transparencia y capacidad para hacer que las cosas brillen. El aceite de oliva ungia a los reyes y los heroes homericos y, cuando estaba bendecido, se empleaba en el sacramento de la extremaunci6n. Cuando desempeiiaba este papel no s6lo era puro sino tambien purificador. Pero el aceite pas6 ense­ guida a tener una vida menos excelsa 1 . Aunque en principia no resultara asqueroso en el mundo material, se contagi6 del significado que adquiri6 en el mundo moral. Las mismas ca­ pacidades que lo convertian en un buen lubricante, su carac­ ter escurridizo, su suavidad y adherencia, al aplicarse a los ras-. gos morales servian para describir un caracter especialmente vil: locuaz, zalamero, untuoso y adulador. Es en el mundo de la moral donde el aceite se sume en la babosidad y, una vez que ha quedado moralmente infectado, pierde esa cualidad pristina que tenia en el mundo material 2. El aceite tambien se resiente de sus pretensiones religiosas. La unci6n se con­ vierte en untuosa y babosa debido a la capacidad humana de adulaci6n e hipocresia. El lenguaje que gobierna el asco vinculado al tacto revela algunas presunciones y tendencias acerca del modo en que conceptualizamos el asco y que quedan recogidas en los pa­ res de opuestos a los que me referia al comienzo de este apar98

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tado. Aunque no tengamos en cuenta las malas asociaciones que conllevan las propias palabras seguimos teniendo la im­ presi6n de que las cosas babosas, pegajosas, resbaladizas, ser­ penteantes, grasientas 0 viscosas tienden mas a dar asco que las que no poseen estas cualidades. Una vez mas, no pretendo decir que la categoria de asco no pueda construirse de otra manera sino solo que muestra algunas tendencias y proba­ bilidades. Es de suponer que los cultivadores de arroz se acos­ tumbraron hace mucho tiempo al estiercol, los pescadores de anguilas a la baba resbaladiza y las enfermeras y los medicos a los malos olores y los cuerpos deteriorados. Y puesto que nos ocupamos de probabilidades y presunciones, estas ultimas pueden verse superadas por el contexto y las expectativas que este genera. Aquello que deberia estar humedo puede dar asco porque esti seco, aquello que tendria que ser flexible puede asquear porque esti duro, lo que deberia ser espeso o viscoso puede causar asco porqne esti acuoso; esta palabra, "acuoso", es un termino peyorativo de conceptos como claro, fluido, limpido o cristalino. Pero las presunciones siguen estando ahi y nos llevan a preguntarnos si la cultura es lo unico que las genera 0 si ac­ tuan para limitar las elecciones culturales posibles. Como ya seiialaba en el capitulo 1 , tengo la impresi6n de que cuesta mucho mas trabajo cultural conseguir que lo resbaladizo no sea asqueroso que conseguir que lo sea 3. Podemos distin­ guir dos categorias del caracter asqueroso asociado al tacto. Por un lado, tenemos aquellas cosas que dan asco porque no se ajustan a las expectativas. Este seria el caso del caracter as­ queroso que presenta la piel humana que tiene la textura de un reptil o, la piel de un reptil con la textura de la de un ser humano. En la segunda categoria las expectativas de experi­ mentar asco se cumplen plenamente a no ser que el amor o la costumbre lo impidan. Este es el ambito de lo baboso, exuda­ do, pegajoso, flexible, serpenteante y resbaladizo. (Que vincu­ la lo asqueroso a estas cualidades? El estructuralismo de Dou­ glas no ofrece una respuesta que no sea reduccionista 4; con un poco de imaginaci6n puede proporcionar una respuesta 99

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para cada cultura, pero no puede explicar la tendencia de tantas culturas a coincidir en que la baba y las exudaciones, las heces y la sangre menstrual pertenezcan al lado contami­ nante de la ecuaci6n. �Acaso el asco impone una estructura a las ordenaciones culturales? En realidad, no se trata de una afirmaci6n extra­ vagante. No hay duda de que el grado en que se recurre al asco para respaldar el orden moral varia de unas culturas a otras, pero en la medida en que se fljen en el asco ( o algo pa­ recido) en lugar de, por ejemplo, la culpabilidad o el miedo se obtendrin unas consecuencias distintas. Aun asi, la cultura puede anular las tendencias que acompa:iian a la emoci6n del asco, pero tiene que realizar un esfuerzo mayor para conse­ guirlo. En el momento en que una cultura establece la clasifi­ caci6n puro/impuro, lo claro y fluido se valorani como con­ trario a lo baboso y viscoso. Otro constreiiimiento que se impone a la categoria de lo asqueroso puede proceder de al­ gunas ideas muy generalizadas acerca del significado de pu­ reza. Las influencias operan a este respecto en dos direccio­ nes. El asco pone limitaciones a los posibles atributos de lo puro, mientras que la idea de pureza, a su vez, proporciona un contenido determinado a lo asqueroso. Segun parece, la pu­ reza implica necesariamente cierto sentido de la individuali­ dad de una cosa, de su inviolabilidad y su independencia con respecto a las demas cosas. Si esto es asi, las cosas pegajosas se­ ran, en principio, contaminantes. Entonces, �que es lo que su­ cede con las cosas escurridizas y resbaladizas imposibles de agarrar? Sin duda no §e adhieren, pero dejan sustancias mem­ branosas, gomosas y aceitosas que si lo hacen. La baba es baba porque no fluye rapidamente 5. De modo que las cosas claras que transcurren libremente se supone que son puras. Una cultura puede anular estas presunciones o incluso invertirlas. Pero es algo que supone mayor esfuerzo y es mas complicado que dejarse llevar por la corriente general, por asi decirlo. La pureza tiene que definirse por oposici6n a lo impuro y, lo impuro, por oposici6n a la pureza; el concepto de pureza no puede existir sin crear su opuesto. La cultura soporta, en 1 00

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este sentido, la carga del caracter de algunos conceptos men­ tales que solo pueden existir como oposiciones y contrastes 6. Lo negro necesita a lo blanco, lo bueno a lo malo y la virtud al vicio para tener sentido. De modo que la palabra inglesa cleanness * puede deber su origen al caracter pegajoso, de­ bido a ese extraiio fenomeno segun el cual las cualidades ge­ neran sus opuestas o se pueden reducir a un concepto comun subyacente. El OED** seiiala, en una de estas etimologias 7 an or­ males que muestran que una palabra significa tambien su opuesto, que algunos filologos ereen que clean deriva de una raiz indoeuropea que significa "pegar", "y se sugiere que la conexion residiria en que las cosas pegajosas, como el acei­ te, proporcionan una superficie clara 0 'hacen que esta bri­ Be"' 8• En mi opinion, no se trata tanto de ese brillo lumina­ so como del caricter pegajoso en si. El agua y las sustancias liquidas que fluyen libremente limpian porque arrastran la suciedad mediante el aclarado. El aceite purifica, a diferencia del agua, no mediante el aclarado, sino pegandose y adhirien­ dose. En este sentido, actua del mismo modo que algo conta­ minante, que, con sus extraordinarios poderes de contagio, tiene la capacidad de adherirse o mezclarse con lo que toea. Para luchar contra lo impuro, el agente purificador tambien debe ser capaz de pegarse a lo que toea para protegerlo, como sucede en el caso del aceite, o mezclarse con lo contaminante para eliminarlo, como en el caso de la purificacion por ablu­ cion. Ya se trate de agua o aceite, el agente purificador debe entregarse a la causa de la pureza. De este modo, lo puro toma prestadas de lo impuro sus cualidades asquerosas para com­ batirlo. Por supuesto, el miedo siempre esti presente porque los agentes contaminantes se adhieren demasiado bien, mien­ tras que hay que ser muy iluso para creer que la pureza es tan contagiosa como la contaminacion 9.

*

"Limpieza". Se mantiene Ia palabra inglesa original porque el autor hace referencia a continuaci6n a su etimologia. (N. de Ia T.)

** Abreviatura del Oxford English Dictionary. (N. de Ia T.) 101

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La piel es el 6rgano principal del tacto y, curiosamente, algunas de las cosas que menos nos gusta tocar recuerdan la forma, si no la funci6n, que tiene la piel. Pensemos, por ejem­ plo, en la nata que se forma en la leche caliente. Hay quien considera, como Julia Kristeva, que este es el plato fuerte de lo asqueroso10• Parte de su caracter repugnante reside en la sensaci6n que produce en la boca, que no difiere demasiado del asco que produce un pelo 1 1 . Segun parece, los posos, la nata y las telillas que se forman en los liquidos poseen una capacidad especial para provocar asco. El fen6meno de la coagulaci6n, del cuajamiento, une la idea de un exceso pro­ creador que hierve y bulle con ideas de fermentaci6n y pu­ trefacci6n. Se trata una vez mas del verdfn del agua estancada. El cuajo o la leche cortada reproducen los temas principales que suscitan asco: esa eterna recurrencia de procreaci6n vis­ cosa, abundante y hormigueante y de la putrefacci6n y des­ composici6n que le acompaiian. Es como si, al calentar la le­ che, se generara espontaneamente una imagen repugnante de gestaci6n: una membrana que parece cubrir los liquidos calientes. Hay que envolver la vida adecuadamente para que no nos haga encogernos cuando nos toea. Hay un subsistema del sentido del tacto que se encarga de detectar la temperatura. La frialdad se une a la humedad para imitar a la muerte, mientras que el calor se une al fuego in­ fernal para producir hedores sulfurosos. Sin embargo, en ge­ neral, las altas temperaturas no producen asco. (El dolor, y no el asco, es la moneda con la que se pagan los extremos) . La humedad frfa de la muerte no supone menos de 28° C; una vez que descendemos de los 0° C nos hallamos en el mun­ do de la pureza cristalina. Ybastante antes de que superemos los 100° C penetramos en un mundo purificado por el fuego. El fuego no da asco a no ser que se presente acompaiiado de malos olores, pero la temperatura tibia o la corporal sf pue­ den provocarlo. Nos disgusta menos sentarnos en el inodo­ ro de unos servicios publicos cuando esta frfo que si nos da­ mos cuenta de que conserva el calor de la persona que lo ha usado anteriormente. El calor del cuerpo resulta en cierto 1 02

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modo tan contaminante como los agentes contaminantes mas importantes de ese contexto. Seglin parece, la temperatu­ ra es fuente de asco precisamente en esos ambitos en los que la vida bulle, es decir, desde la fria humedad del pantano al bochorno de la selva; es el ambito donde se da la viscosidad, puesto que lo viscoso deja de existir cuando se solidifica cuan­ do se hiela o se quema hasta secarse. La temperatura tiene que ser la adecuada para hacer que el viejo caldo de cultivo bulla, hierva, se agite y se retuerza, pero no demasiado alta como para matarlo. Ese hervir y bullir de la vida, la coagula­ cion de la sangre, la erupcion de ulceras supurantes, el en­ jambre de gusanos -el asco mismo- operan en lo que lla­ mamos area de descanso * . No es preciso ingerir algo para que nos contamine. Un con­ cepto de asco basado en el gusto no puede explicar el he­ cho de que la mayor parte de la contaminacion se produce simplemente por contacto mas que por ingestion y no solo por contacto con la piel, sino tambien con esa cobertura mas amplia que incluye nuestra ropa (incluso la que no estamos usando pero pensamos ponernos) , asf como el espacio que reclamamos como nuestro territorio corporal inmediato. La cercania a cosas asquerosas hace que nos encojamos, nos es­ tremezcamos y retrocedamos ante la idea de contactos ofen­ sivos. Ya hemos visto que algunas zonas externas de nuestro cuerpo corren mas riesgo y nos resultan mas sagradas que otras, y que todos los orificios, aunque en distinta medida, son areas muy vulnerables. Estos lugares que nos da asco que nos toquen tambien es probable que provoquen asco cuando se utilizan para tocar a los demas. Tocar o que te toquen con un hombro o el codo es mucho menos problematico que los con­ tactos que implican las manos, la lengua o los genitales.

* En ingles comfort z.one, expresi6n que hace referenda a! eufemismo uti­ lizado para servicios publicos, haciendo unjuego de palabras entre los retretes publicos y Ia palabra comfort entendida como comodidad.

(N. de la T.)

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Nos da asco que alguien nos toque bajo determinadas cir­ cunstancias. Pensemos, en primer lugar, en una persona que, segun nuestros sentidos siempre alerta de la vista y el olfato, o seglin nuestro sentido moral, resulta asquerosa. Nos da asco que esta persona nos toque, si con ello pretende intimar, y nos clara asco (por lo que esa persona es) y nos causara indig­ naci6n (por lo que ha hecho) , si con ese contacto no preten­ de intimar, sino cometer una agresi6n carente de contenido sexual. A la gente asquerosamente fea se le da muy poco mar­ gen de confianza. Tendemos a pensar que su caracter asque­ roso es deliberado, de modo que no solemos considerar que nos tocan de manera fortuita, aunque realmente sea asf. Se les recrimina por no cumplir ese deber especial de evitar el contacto que les impone su posicion social de parias. Incluso las personas que no se perciben en principia como asquerosas pueden llegarlo a ser rapidamente, si se nos acer­ can demasiado sin permiso. Cuando nos tocan sin permiso las tratamos con una mezcla de asco e indignaci6n similar a la que mostramos ante el paria. La diferencia reside en que a estas personas les damos la oportunidad de disculparse ale­ gando que no tenian intenci6n de hacerlo. El "perdone" opor­ tuno y ritual evita que se produzca la ofensa o la repara, cuan­ do ya se ha producido, si las disculpas son razonablemente plausibles y sinceras. La plausibilidad depende normalmen­ te, en lo que respecta a estos "accidentes", de no tener que recurrir mas de una vez a las disculpas basadas en que se tra­ t6 de un accidente y de que la ofensa a disculpar no tenga relativamente importancia. A estas personas que no carecen de atractivo tambien se les concede otra ventaja: se les suele otorgar el privilegio de considerar su contacto no permiti­ do como si fuera una solicitud correcta de permiso para que ese contacto tenga lugar. Este tipo de contactos constituye el primer paso del ritual de hacer la corte, que conlleva direc­ tamente asco, puesto que se trata de una solicitud para que se tome en consideraci6n la posibilidad, en ultimo termino, de contacto sexual y si tal contacto con la persona en cues­ ti6n daria asco. Ese primer contacto, ese primer gesto en el 1 04

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curso de una conversaci6n, cuando una persona toea ligera­ mente el brazo de la otra, s6lo plantea una cuesti6n impor­ tante: �Te doy asco?

EL OLFATO El tacto se diferencia radicalmente de la vista, el gusto, el olfato y el ofdo por el caracter difuso de la localizaci6n de sus sensores, mientras que los de los otros sentidos se localizan en orificios y 6rganos concretos que se encargan de recibir esos estimulos. Pero, aunque el tacto resulte difuso por la localiza­ ci6n de sus receptores, el agente contamiuante suele identi­ ficarse y localizarse facilmente. El olfato funciona de una ma­ nera completamente distinta, por medio de un receptor muy localizado, que es la nariz, pero a menudo con fuentes de emi­ si6n de olores difusas y dificilmente localizables. Los olores son penetrantes e invisibles y capaces de resultar tan amena­ zadores como el veneno; los olores constituyen una verda­ dera vfa para el contagia. Los hedores son, por tanto, espe­ cialmente contaminantes y mucho mas peligrosos que las sustancias concretas que podemos o no llevarnos a la boca. Antes de que existiera la teorfa de los germenes, los olores nauseabundos tenfan colgado el sambenito de transmitir en­ fermedades, mientras que a los buenos olores se les atribufan poderes curativos. Pero la teoria de los germenes de poco sir­ vi6 para acabar con esta creencia, como bien saben los fabri­ cantes de productos de limpieza para el hogar. El olor de lo aseptico debe corresponderse con nuestras creencias acerca de c6mo debe oler la asepsia. Y los detergentes de ben pro­ ducir espuma y estar perfumados o no se venderian, aunque la espuma y los aromas contaminen los rios y no tengan ac­ ci6n limpiadora. El olfato se combina con el gusto para proporcionarnos ese amplio abanico de sabores que nos gustan o disgustan. Pero percibimos el olor antes que el sabor, por lo que cabe preguntarse por que nos llevamos a la boca alimentos nau1 05

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seabundos, si nuestro sentido del olfato es bueno. El proble­ ma parece consistir en que, si bien el olor es un componen­ te importante del sabor, el olor de las cosas fuera de Ia boca es muy dis tin to del efecto olfativo que tienen una vez que es­ cin en su interior 12• De modo que el olor no se configura para indicar exactamente que puede saber bien. Cualquier persona a quien le gusten los quesos fuertes y el pescado oloroso sabe que esto es verdad. Si el olfato fuera lo (mico que controlara el acceso a Ia boca, no solo no disfrutariamos de los quesos, sino que nos arrepentiriamos de beber perfu­ me y comer flores. Incluso un amante del cafe tiene que sen­ tir cierta irritacion ante Ia diferencia que existe entre su aro­ ma apetecible y su sabor. Sea cual sea el papel defensivo que desempeiie el asco para el organismo biologico no serviria de mucho si tuviera que esperar hasta que entrara en juego el sentido del gusto. El gusto actua como el ultimo recurso defensivo; se supone que se ocupa solo de aquellas cosas que escapan a las defen­ sas sensoriales externas. U n aspecto agradable puede enga­ iiar a los ojos y un aroma seductor a Ia nariz. Pero el gusto no es una defensa mas infalible que el tacto o Ia vista, puesto que no hay garantia alguna de que las cosas daiiinas sepan mal. Tam bien se puede engaiiar al gusto. Es posible que este sen­ tido no sea capaz de identificar el veneno y, por otra parte, hay cosas inocuas que pueden saber demasiado bien, dando Iugar al peligro de Ia adiccion y el exceso. El olor, y no el gus­ to, es el sentido que desempeiia Ia mayor parte de Ia labor defensiva de Ia ingestion. Seguimos una norma sencilla en lo que respecta a Ia ingestion, aunque admitimos unas cuantas excepciones muy determinadas: no llevarse a Ia boca cosas que huelan mal, a no ser que pertenenezcan a esa clase limita­ da de objetos que Ia cultura y Ia experiencia identifican como cosas que huelen mal pero que, sin embargo, son nutritivas y saben bien, como el queso, el pescado o las verduras coci­ das de Ia familia de las coles ( tambien se da una excepcion en el caso del sexo del que nos ocuparemos mas adelante de un modo general y abstracto) . 1 06

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Hemos visto que el tacto proporciona un lexico rico en terminos para describir las sensaciones tictiles repugnantes y que las gradaciones de Ia sensaci6n se miden segun ejes cualitativos de temperatura, viscosidad, textura, movimiento, adherencia y otros por el estilo. El lexico del olfato es muy li­ mitado y normalmente tiene que actuar convirtiendo en ad­ jetivo a Ia cosa que produce el olor. Los excrementos huelen a excrementos, las rosas a rosas, Ia carne putrefacta a carne putrefacta. A veces intentamos describirlo diciendo que Ia carne putrefacta huele a heces o que un perfume huele a ro­ sas 13• Lo que falta es un lenguaje cualitativo especialmente dedicado al olor que se corresponda con Ia riqueza de las dis­ tinciones que hacemos en el caso de las sensaciones tactiles, como sucede con flexible, exudado, pringoso, gomoso, mu­ griento, humedo y mojado. Los calificativos del olor son nor­ malmente, si no los nombres de las cosas que lo emiten, si me­ ros adjetivos y nombres que expresan el agrado o desagrado que produce el olor y Ia mayoria solo indican si este es bueno o malo: fetido, hediondo, apestoso, pestilente, rancio, inmun­ do, repugnante, nauseabundo o repulsivo. La sensaci6n tic­ til cotidiana estimula Ia creatividad del lenguaje, mientras que Ia del olfato y el gusto nos reduce a decir poco mas que "jhmm! " o "jpuaj ! " 14• Pero hay que hacer una salvedad: si Ia percepci6n del dolor se considera un subconjunto de las ex­ periencias tictiles y no el sistema independiente de sensacio­ nes que es, entonces, en Ia medida en que el tacto produce dolor, abandona Ia riqueza lexica por los gritos, gemidos, quejidos, suspiros, gruiiidos y poco mas 15. Nuestra incapacidad para describir el olor, a no ser que identifiquemos Ia cosa que lo produce, no hace que tenga menos importancia que el tacto a Ia hora de conceptualizar el asco. Sin los olores de las heces, Ia orina, Ia descomposici6n Y el sudor, ni estas cosas ni Ia vida misma resultarian tan as­ querosas. Es precisamente el olor de estas sustancias lo que causa tanta conmoci6n al moralista de indole ascetica. Inclu­ so en Ia flor de Ia juventud nuestros cuerpos producen sus­ tancias malolientes cotidianamente. Swift cataloga, con ese 1 07

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estilo autodestructivo tan tipicamente suyo la imagen y los olores con los que se encuentra el amante que inspecciona el gabinete de su dama y, para su consternaci6n, descubre su orinal. Esta situaci6n inspira al poeta un simil culinario en estilo heroico de mofa: Como las Chuletas de Cordero, que es lo mej or de la carne, Aunque con Arte las salas y machacas, Como las leyes de la Cocina requieren, Y las asas en el mejor Fuego: Si de debajo de las prometedoras Chuletas la Grasa sobre las brasas go tea, en Humo pestilente convierte la Llama Envenenando la Carne desde don de cay6; Del mismo modo las Cosas, que no se deben mostrar, Cuando caen en el maloliente Arc6n; Emiten un olor a Excrementos que mancilla las Partes de don de cayeron. Las Enaguas y el Vestido perfuman, Y extienden la pestilencia por toda la Habitaci6n. De modo que cuando termina su gran Inspecci6n, El Mozo se escabulle asqueado 16• Swift deja claro que los olores tienen el poder de contami­ nar; segun el, destruyen irremediablemente cualquier deseo y envenenan su conciencia tan sensible. El simil del hedor de la grasa quemada (aunque hay que tener en cuenta que los aficionados a las barbacoas han revalorizado este olor desde entonces) sugiere que lo que comemos empieza a imitar el proceso de su transformaci6n en excrementos malolientes ya en el momento en que se esta preparando para su consu­ mo. Todo lo que toea el hombre (y especialmente la mujer) se convierte en mierda y, despues, esos mismos excremen tos vuelven para cocernos en nuestra propia salsa. Aunque la ima­ gen mas exacta es aquella en la que nos ahumamos a nosotros mismos, en la que proporcionamos tanto el humo como la carne que se va a ahumar. El olor a excrementos emana hasta 1 08

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tiznar las partes de don de surgi6, lo cual, segun una imagen paranoica del contagio, inunda toda la habitaci6n y todo pen­ samiento de hedor. La imagen primordial para Swift no era la del coito, sino la de la defecaci6n y el horror de esta ultima dependia del hedor 17. La idea de la defecaci6n y su olor era el unico pen­ samiento al que no podian resistirse otros pensamientos. Con­ vertia a la belleza en un fraude y al deseo sexual en algo que dependia de un autoengaiio constante. Para Swift el deseo no podia sobrevivir al orinal. Si las obsesiones de Swift desem­ bocan en la misoginia, la idea de que los hombres tambien tienen que defecar podria conducir a la hereji.e de dudar del canicter divino de Cristo. El Hombre de los Lobos de Freud, al que atormentaba la idea de que Jesus defecara, resolvi6 el problema con la sutileza de un escolastico: "Puesto que Cris­ to sac6 vino de la nada, tambien podria haber convertido en nada la comida y evitar asi tener que defecar" 1 8• De este modo, tenemos un milagro de los panes y los peces pero a la inversa. Swift no era tan habil como el Hombre de los Lobos o, lo que es mas probable, no estaba dispuesto a permitirse autoenga­ iios tan faciles. Segun el, la perdida no significa solo apagar el deseo, sino tam bien la perdida del caracter sublime que lo acompaiia, la perdida de una ilusi6n, que no supone nostal­ gia, sino el sentimiento de haber hecho el ridiculo, engaiiado por su propio deseo y las misteriosas habilidades femeninas que contribuyen al propio autoengaiio. De ahi esas famosas palabras: "No es extraiio que me haya vuelto loco;/ jOh! la mierda de Celia, Celia, Celia" 19• Esta c6mica desesperaci6n enmascara una verdadera amargura que no oculta en otros lugares: "�Deberia rechazar a la Reina del Amor, /Porque de una Exudaci6n pegajosa surgi6 ?" 20• El deseo requiere que suprimamos totalmente los pensa­ mientos sobre principios y fines. La gestaci6n y la descompo­ sici6n se resumen en el olor primario de las heces. Su hedor se expande hasta atrapar a los olores del sexo, el deseo, la pro­ creaci6n y la descomposici6n. Nos envenena ahumando nues­ tra carne por el exterior y vuelve a corromper el interior al 1 09

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inhalarse como vapores. El rey Lear, cuando iba a hacer una aparici6n publica, podia pensar que un poco de algalia* po­ dria endulzar su imaginaci6n mancillada por los olores de Ia copulaci6n. Sin embargo, Ia imaginaci6n de Swift no le ofre­ ce ni la mas minima posibilidad de alivio: el recuerdo cotidia­ no de los olores del orinal elimina los pensamientos agrada­ bles y los f�a permanentemente en evitar el regreso de la ilusi6n generadora de deseo. "Porque las Ideas agradables se desvanecen rapidamente, /Mientras que lo grosero e inmun­ do perdura" 21. El olor de las heces, sus vapores, provoca ideas que siguen la ley de Gresham con tanto entusiamo como el di­ nero. Y de este modo Swift se anticipa, con la difusi6n del olor asqueroso a excrementos, al planteamiento de Freud del tipo basado en el caracter anal, con su vinculacion entre dinero, excrementos y la producci6n cultural misma 22. El vinculo del olfato con lo sexual cuenta con una larga his­ toria sabre la que volveremos mas adelante. La literatura asceti­ ca monacal meditaba sabre los malos olores para intentar eli­ minar el deseo; Swift y Freud pueden considerarse en algunos aspectos como continuadores de esta tradici6n. La misoginia empedernida sigue estando presente; siempre se trata de que los olores que emiten las mujeres apagan el deseo masculino. (Seglin parece, es mas facil que los hombres confundan el ano con la vagina que las mujeres confundan el ano y el pene) 23. No se habla demasiado sabre el aborrecimiento femenino de los olores masculinos, lo cual no resulta sorprendente, puesto que, salvo raras excepciones, han sido los hombres los que han escrito sabre estos temas. E incluso, entonces, estos hombres retorcidos no dejan de seiialar, en sus hagiografias de virgenes santas, la repugnancia femenina por los cuerpos masculinos 24. Sin embargo, la diferencia entre los monjes y Swift y Freud no consiste en su misoginia, sino en que los monjes nunca consi­ guen eliminar el deseo, mientras que a Swift y Freud se les daba mejor envilecerlo a fuerza de desear que no existiera.

* Perfume de almizcle con am bar. (N. de fa T.)

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Del mismo modo que Swift, Freud no es capaz de dejar de meter las narices en el tema de los excrementos. En una larga y famosa nota a pie de pagina en Civilizaci6n y sus des­ contentos extrae grandes consecuencias del sentido del olfato, que acompaiiaron al hombre en su paso de andar a cuatro patas a hacerlo erecto. Mantenerse en pie cambi6 la ubica­ ci6n de la nariz con respecto a los genitales de los demas, pero sobre todo la relaci6n de la nariz de los hombres con la en­ trepierna de las mujeres 25• Freud se explaya sobre el tema de la siguien te manera: Es cierto que la periodicidad organica del pi'nceso sexual ha perdurado, pero su efecto en la excitaci6n sexual psfquica se ha invertido. Segiin parece, es muy probable que esta transforma­ ci6n tenga que ver con la disminuci6n de los estimulos olfativos por medio de los cuales el ciclo menstrual producfa un efecto en la mente masculina. Su papel fue asumido por la excitaci6n visual que, frente a los estimulos olfativos intermitentes, era capaz de mantener un efecto permanente. El tabu de la menstruaci6n se deriva de esta "represi6n organica", como defensa ante una fase de desarrollo que se ha superado . . . Este proceso se repite, en otro sentido, cuando los dioses de un periodo ya superado de la civilizaci6n se convierten en demonios. La disminuci6n de los es­ timulos olfativos parece deberse a que el hombre se levantara del suelo y adoptara un modo de caminar erecto; esto hizo que sus genitales, que antes estaban ocultos, fueran visibles y tuvieran que protegerse, lo cual le provoc6 sentimientos de vergiienza. El proceso decisivo de la civilizaci6n pudo haberse estableci­ do, por tanto, a rafz de la adopci6n por parte del hombre de una postura erecta. A partir de este momen to, la cadena de acon­ tecimientos podrfa haber seguido la via de la decadencia de los estfmulos olfativos y el aislamiento del periodo menstrual, hasta llegar al momenta en que los estfmulos visuales se convirtieran en primordiales y los genitales se hicieran visibles, y de ahf pasar a una excitaci6n sexual continua, la fundaci6n de la familia y asi basta alcanzar el umbral de la civilizaci6n humana.

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La nota continua ocupindose de la preocupacion cultural cada vez mayor por la limpieza, que no tiene su origen en con­ sideraciones higienicas, sino "en el ansia por librarse de los excrementos, que se han convertido en desagradables para la percepcion sensorial". No obstante, hay que socializar a los ni­ iios de modo que sientan asco por los excrementos: La educacion insiste con especial energia en acelerar el cur­ so del desarrollo que avanza y que deberia convertir a los excre­ mentos en despreciables, asquerosos, detestables y abominables. Esta inversion de valores no seria posible si las sustancias que ex­ pulsa el cuerpo no estuvieran condenadas, por sus fuertes olcr res, a compartir el destino que se abatio sobre los estimulos olfa­ tivos despues de que el hombre adoptara Ia posicion erecta. Se trata de que el sentido del olfato pasa de ser el sentido que excitaba la sexualidad periodica en las epocas de celo o, en el caso de los seres humanos, en el momento de la mens­ truacion, a ser un sentido mermado y devaluado una vez que el hombre alcanza la posicion erecta. Al mismo tiempo que la nariz se eleva, los estimulos olfativos ven decrecer su capaci­ dad de excitacion, segun parece, no tanto porque disminuya la sensibilidad del sentido del olfato, como porque se produ­ ce una inversion de la importancia de los estimulos que re­ cibe desde abajo 26. Lo que antes atraia, ahora repele; de ahi que este tan generalizado el tabu menstrual. El hombre (en­ tendido aqui en el sentido masculino del termino) com pen­ sa esa traicion de la nariz con la capacidad de mirar y poder excitarse en todo momento y no solo una vez al mes. La vi­ sion desde una posicion elevada y a distancia sustituye al ol­ fateo inmediato desde abajo. A partir de entonces, el hombre quiere tener siempre a su lado a una mujer; y ahi tiene su ori­ gen la organizacion de la familia, a partir de la cual sigue su curso la civilizacion fundada en el modelo familiar. �y que pasa con la mujer? Mas le vale que permanezca al lado del hombre, si es que quiere protegerse a si misma y a sus hijos de los demis hombres, que buscan ahora objetos sexuales 1 12

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para controlarlos continuamente, en Iugar de ir olfateando por todas partes, de vez en cuando, para mantener contac­ tos violentos periodicos 27. La posicion erecta no se limita a invertir el valor del olor menstrual; prepara el camino para Ia perdida de valor de todo lo que se localiza en Ia region genital. La primera etapa de este proceso consiste en una "represion organica", que no debe nada a Ia cultura o Ia sociedad, puesto que se trata exclu­ sivamente, segun Freud, de Ia consecuencia de esa posicion erecta y se centra en los olores de Ia menstruacion. La segun­ da etapa de esta perdida de importancia de lo 9,.lfativo es so­ cial y se centra en las heces. El impetu "meramente" social, que se encuentra tras Ia segunda etapa implica que mantene­ mos una mayor ambivalencia con respecto a los excrementos que con respecto a Ia menstruacion, cuya aversion Freud su­ pone que forma parte de nuestra configuracion biologica. Los niiios mas pequeiios consideran que sus excrementos son "valiosos porque forman parte de su propio cuerpo del cual han salido" y, en consecuencia, nunca aprendemos totalmen­ te a aborrecer muy intensamente nuestros excrementos: "La existencia del factor social responsable de Ia transformacion posterior del erotismo anal se constata por el hecho de que, a pesar de todo el progreso evolutivo del hombre, rara vez con­ sidera repulsivo el olor de sus propios excrementos, sino solo el de los demas" (en cursiva en el original) . La inculcacion social del asco hacia las heces resume en Ia vida del individuo masculino el progreso de Ia evolucion or­ ganica del asco hacia los olores de Ia menstruacion propia de toda Ia mitad masculina de Ia especie. No obstante, en cada caso ---el asco organico hacia Ia menstruacion y el asco de ori­ gen social hacia las heces- reprimen los aspectos mas pri­ mitivos de lo erotico, y el olfato, que antes era el motor del deseo, adquiere Ia capacidad de sentir asco por aquellas cosas que antes deseaba. De este modo, el asco hace que nos man­ tengamos con los pies en el suelo y lejos de Ia cama. Pero no se trata solo de una historia de heces y menstruacion. En otra nota que aparece inmediatamente despues de aquella de Ia 1 13

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que nos hemos estado ocupando, Freud seiiala que la asun­ cion por parte del hombre de la posicion erecta y la perdida de importancia del sentido del olfato supusieron una ame­ naza no solo para el erotismo anal, "sino para toda su sexua­ lidad . . . Los genitales, ademas, producen fuertes sensaciones olfativas que mucha gente no puede soportar y que les estro­ pean las relaciones sexuales" 28• La comprension del relato de Freud depende, en ultima instancia, de que aceptemos su explicacion de la represion y la sublimacion, lo cual depende, a su vez, de que restemos va­ lor a lo bajo frente a lo alto. Como sucede con la mayoria de las explicaciones de Freud, esta tambien resulta provocadora, atractiva y seductora por su reduccionismo convincente y sus interesantes posibilidades. Pero no deja de carecer de proble­ mas. En primer lugar, cabe preguntarse acerca de la distincion entre asco hacia la menstruacion y hacia los excrementos, el primero con una conexion organica y, el segundo pendiendo precariamente un hilo elaborado socialmente que nos dice que debemos considerar los excrementos asquerosos. Pero ya que el argumento de Freud juega con la idea de que la on­ togenia resume la filogenia, el horror hacia las heces deberfa ser anterior al horror a la sangre menstrual en la evolucion de la especie. Hay que tener en cuenta que no nacemos con aversion hacia la menstruacion ni el niiio la adquiere cuando aprende a ponerse en pie y caminar. A diferencia de los ex­ crementos, la mayorfa de nosotros no sabe siquiera que es la menstruacion y no se enfrenta a ella hasta varios aiios des­ pues de enfrentarse a las heces y aprender a que nos den asco. De modo que los dos tipos de asco no se pueden distinguir en funcion de su origen supuestamente organico o social. La atencion distinta y de diferente intensidad que reciben ambos tipos puede deberse al hecho de que solo menstrua la mitad de nosotros, pero todos defecamos. Y la mitad que menstrua no esci compuesta por hombres. Freud hace tram­ pas en esto porque compara el asco tenue de un hombre ha­ cia "sus propios" excrementos con el asco implacable del hom­ bre hacia la menstruacion de otra persona (de una mujer) . La 1 14

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comparacion adecuada deberfa mostrar si un hombre sien­ te tanto asco hacia las heces de los demas como hacia la san­ gre menstrual de otras personas. Cual sea el asco mas fuerte de los dos serfa una curiosa cuestion empirica, que supongo que variarfa considerablemente entre los distintos individuos y culturas. Pero suponiendo por un momenta, como hace Freud, que el asco hacia los excrementos no es tan firme como el que se da hacia la sangre menstrual, �no se podria explicar esta diferencia de manera mas satisfactoria por el hecho de que entre nosotros la socializacion referente a la menstruacion se produce en una etapa mas tarqja del desa­ rrollo, mucho despues de que se hayan preparado, organi­ zado y configurado los mecanismos del asco por media de sus interacciones con los excrementos? Aprender a contro­ lar los esfinteres sigue siendo anterior, incluso actualmente, a la educacion sexual. Una vez mas la explicacion de Freud se basa en que solo pretende describir el asco y los deseos masculinos 29• La explicacion parece entrar en lucha consigo misma de otra manera. �Que ocurre con el sentido del olfato en esta ex­ plicacion? �Se debilita? �0 solo cambia de funciones? Freud deja clara que el olfato pierde su capacidad para despertar el deseo sexual y sugiere que este sentido se debilita en general, de modo que pierde fuerza y funciones en favor de la vista. Sin embargo, contra toda logica, parece que el olfato, debido a su nueva asociacion con lo vil y repugnante, cobra mas fuerza que cuando era un sentido al servicio del deseo y sin ningun tipo de ambivalencia. Freud abandona su estilo desprovisto de adjetivos para pasar a acumularlos con la intencion de cap­ tar nuestro ( �y su?) panico ante los excrementos; las heces no son solo "despreciables" sino tambien "asquerosas, detes­ tables y abominables". El olor ya no puede seguir desempe­ iiando ese glorioso papel que ha asumido la vista; pero, cuan­ do se trata de la capacidad de dar asco, no estamos ante un debilitamiento despreciable. Cabe preguntarse si lo atractivo siempre conmueve tanto como una cantidad similar de algo repugnante (se trata una vez mas de la cucharadita de aguas 1 15

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residuales frente a la cucharadita de vino) . �0 no seria mas adecuado preguntarse si la cultura refuerza mas las aversio­ nes que las atracciones? No se tratarfa de que el deseo tenga simplemente que superar la aversion concreta que se le opo­ ne antes de satisfacerse, sino mas bien de que, una vez que su­ pera ese asco que se le opone, tiene que seguir enfrentando­ se a otros escrupulos antes de llegar a actuar. Glosar adecuadamente la nota de Freud nos desviaria de nuestro camino, pero me gustaria seiialar brevemente algu­ nas cuestiones al respecto. Freud plan tea una analogia entre el desplazamiento que experimenta el olfato con respecto a la vista y el proceso por el cual las deidades nuevas sustituyen a las antiguas: "Este proceso se repite, en otro sentido, cuan­ do los dioses de un periodo ya superado de la civilizacion se convierten en demonios" 30. No es que los antiguos desaparez­ can, sino que simplemente cambian de valor. Los que antes eran dioses pasan a ser diablos y demonios. La vista, el dios del cielo, destierra al olfato al Infierno donde se convierte en el dios del averno. Esto se corresponde perfectamente con la cosmologia cristiana convencional en la que la Luz se asocia con la salvacion, que es el fin adecuado del deseo, mientras que el Infierno es un lugar de oscuridad manifiesta, donde el fuego no aporta luz, sino solo hedores maleficos y repugnan­ tes, una mezcla de sulfuro y excremen tos, cuya fuen te son las entraiias de Satanas que, en su encarnacion como Mefistofe­ les, toma su nombre de la palabra latina para olor pestilente 31• El olfato ocupa una posicion baja en la jerarquia de los sentidos. El hecho de que existan cosas feas a la vista y des­ agradables al oido no resta un apice de gloria a los "sentidos superiores" de la vista y el oido; y el hecho de que existan aro­ mas agradables no sirve para sacar al olfato del arroyo. Tan baja es la posicion del olfato que se considera que el mejor olor no es aquel que huele bien, sino el que no huele a nada en absoluto. Yeste sentimiento es anterior a esa obsesion ame­ ricana tipica del siglo xx por que no huela a nada. En el si­ glo XVI Montaigne cita autores clasicos que se refieren a lo mismo: "El buen olor del mas puro de los alientos no tiene 1 16

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nada de excelente si no es el no poseer ningun olor que pue­ da ofendernos" 32• Siempre que aparecen el diablo o los con­ denados en la hagiografia medieval muestran su condicion apestando. La vista y el oido pertenecen a lo superior. Consti­ tuyen las vias de entrada adecuadas para los placeres intelec­ tuales y contemplativos; el olfato (y el gusto) y seguramente el tacto, en forma de la sensacion de dolor, son los sentidos del Infierno, quiza porque estan mas cerca de nuestro interior y son los sentidos propios de nuestra vulnerabilidad corporal. La oposicion inferior/superior siempre presenta al asco como ambito de lo inferior, ya se trate de los genit aquello de que este rodeada de vello pubico o que emi­ ta sustancias viscosas o que sea victima de siglos de misoginia. No se trata solo de lo que segregue o cual sea su aspecto, sino de que constituye el receptaculo de la sustancia masculina mas contaminante, que es el semen 3 1 . El semen puede con­ taminar de muchas maneras. En primer lugar, a traves de la fertilizacion. Convierte a la vagina en el lugar de la fecunda­ cion y la procreacion inmunda, lo cual la identifica con el conjunto de metaforas que convierte a la exudacion abun­ dante, humeda y desbordada en fuente de asco. En segundo Iugar, el semen posee la capacidad extraordinaria, que le con­ fiere el patriarcado, de feminizar todo lo que toea. En cierta forma, el semen feminiza mas que la vagina propiamente dicha. Aquello que lo recibe se convierte en mujer. El poder de feminizacion del semen puede reducir los hombres a las mujeres o, incluso, ponerlos en una posicion inferior a la que ocupan las mujeres en algunos ordenes morales, puesto que como hombres biologicos pueden optar por no conver­ tirse en mujeres sociologicas. El semen resulta tan peligroso para uno mismo como para los demas, te mancilia tanto como a los demas. Las comunidades asceticas, que tenfan miedo del poder de contaminacion de las mujeres, crefan que las poluciones nocturnas eran igual de contaminantes. Los li­ bros de penitencias solfan incluir castigos por las poluciones nocturnas 32. Hoy en dfa los hombres siguen sintiendose atrapados en­ tre temores antagonicos en lo que se refiere a su semen, que se manifiestan tanto en la antigua literatura medica como en la literatura que se ocupa de las virtudes y los vicios. Se con-

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sideraba que la retenci6n de semen mandaba vapores noci­ vos al cerebro y el coraz6n (y feminizaba al hombre que lo retenia) ; mientras que liberarlo conllevaba el riesgo de debi­ litarse y consumirse; y se pensaba que ambas actitudes pro­ vocaban melancolia 33• El semen suscita asco no s6lo debido a que es baboso y viscoso, una "baba asquerosa" segun deda el conde de Rochester 34, sino tambien porque su aparici6n va acompaiiada de una especie de muerte, el orgasmo, que su­ pone una perdida de autocontrol unida a expresiones facia­ les que resultan tan indecorosas como las que repugnaban a Swift cuando imaginaba a una mujer defecando. 0 como con­ taba Rousseau, con respecto a las expresiones faciales de un hombre que habia llegado a eyacular por el deseo que sen­ tia hacia eJ: "De verdad que no se de . . . nada mas repugnan­ te que esa espantosa cara congestionada por Ia lujuria mas brutal . . . Si nos presentamos de esta forma ante las mujeres, desde luego deben estar fascinadas para no considerarnos repulsivos" 35• Opino que el semen es, de todas las sustancias que produ­ cen asco vinculadas a! sexo, la que resulta mas repugnante a los hombres: no porque comparta con Ia orina su via de salida, ni siquiera porque posea otros rasgos fundamentales vincula­ dos a! asco (es baboso, pegajoso y viscoso) 36 , sino porque apa­ rece en condiciones que atentan contra Ia dignidad, prelu­ dio de esa especie de vergiienza que acompaiia a Ia tristeza posterior a Ia eyaculaci6n. La aparici6n del semen marca Ia fugacidad y el final del placer. El asco masculino hacia el se­ men tiene bastante relaci6n con Ia misoginia. Las diatribas iracundas de los moralistas contra Ia femineidad suelen con­ llevar Ia repugnancia hacia el semen y Ia capacidad de manci­ llar del contacto sexual masculino (del cual se culpa entonces a las mujeres por mantenerlo) : "�Que sois sino sumideros y retretes que absorben Ia inmundicia masculina?" 37• A los hom­ bres siempre les resulta increible que las mujeres no sientan tanta repugnancia ante el semen como ellos piensan que de­ berian sentir. Esta falta de repugnancia, o su superaci6n, de­ nota no s6lo el poder que tiene la insaciabilidad de las mu1 54

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jeres sino tambien su tendencia incipiente a engendrar, re­ bosar y engordar con Ia vida fecunda, sea cual sea el coste que suponga para su pureza 38. En general, las creencias populares del mundo occidental suelen considerar que Ia vagina se contamina mas con Ia eya­ culacion que el pene al penetrar para eyacular. Esto refleja en parte las metaforas de invasion, de quien penetra y quien es penetrado, que organizan Ia concepcion habitual del mecanis­ mo del coito. Incluso Ia elaboracion conceptual antagonica, y menos consciente, que considera Ia vagina como una boca devoradora y absorbente, cree que esta corre mas peligro de contaminarse por lo que ingiere que el que corre lo que es in­ gerido a causa de aquello que lo absorbe. El peligro que corre lo ingerido es de destruccion, no de contaminacion. La meta­ fora de Ia penetracion es, en cierto modo, una defensa deses­ perada de los hombres frente a su miedo a ser absorbidos, que, en mi opinion, es distinto del miedo habitual a Ia castra­ cion. Puesto que los penes son los que penetran, el daiio que se hacen a si mismos, como en el caso de los cuchillos, es me­ n or del que hacen a lo penetrado. Y se cree que se lim pian con mayor facilidad, porque es mas facil limpiar Ia parte ex­ terna del instrumento de penetracion que el interior de Ia "victima" penetrada 39. El hecho de que estas imagenes nos sigan dominando se confirma una vez mas por Ia enorme cantidad de productos farmaceuticos y de "higiene" personal y las campaiias dirigi­ das a limpiar el terreno. Pensemos tambien en Ia distinta im­ portancia que se da a Ia virginidad femenina frente a Ia casti­ dad masculina. La virginidad masculina solo se valora igual que Ia femenina en las comunidades asceticas, por lo que en este mundo las vaginas ponen mas en peligro a los penes que estos a las vaginas. AI margen de estas comunidades, en el mundo social cotidiano, Ia virginidad femenina (hasta nues­ tra epoca de liberacion ) conlleva much a mas significaci on so­ cial y moral que Ia virginidad masculina, que incluso puede descalificar al individuo como hombre, mientras que Ia fe­ mineidad sigue siendo posible con Ia virginidad. 1 55

ANATOMiA DEL ASCO

El pene, aunque puede ser penetrado en circunstancias medicas que desafian la dignidad, es la imagen original del instrumento penetrante contaminante, mancillador y domi­ nante. Aunque seco, emite una exudaci6n y, debido a su ubi­ caci6n, esta condenado a sufrir las ignominias del vello pubi­ co y ese asco general que provoca su situaci6n. Pero el peligro al que se enfrentan el pene y los testiculos no es el de la pe­ netraci6n, puesto que su orificio es demasiado pequeiio para tentar a otros 6rganos a que lo penetren40, sino el de la ex­ tirpaci6n, que es un tema que no pretendo abordar, ya que, segun parece, ya lo ha hecho todo el mundo, puesto que la castraci6n subyace a gran cantidad de discursos academicos elaborados en diversos lenguajes lacanianos y freudianos. Solo voy a hacer algunos comentarios. He planteado la idea de que el horror ante el semen con­ siste en que posee la capacidad de feminizar, pero esto es tambien lo que haria el escalpelo. La hoja que castra "defor­ ma" lo masculino convirtiendolo en femenino, hacienda que el individuo sangre por los genitales como si se tratara de una parodia de la menstruaci6n. La misoginia que impulsa este esquema conceptual es la que otorga mayor importan­ cia a la castraci6n frente a otro tipo de amputaciones, muti­ laciones y deformidades que no precisan echar mano de la misoginia para explicar su caracter anormal y asqueroso. Al fin y al cabo, tambien las mujeres, lo mismo que los hom­ bres, pueden perder los ojos, la nariz o las extremidades. Sin embargo, la castraci6n no precisa de la misoginia para resul­ tar asquerosa. La misoginia lo que hace es explicar por que resulta mas asquerosa la castraci6n que la perdida por parte de hombres o mujeres de los brazos, las piernas o la nariz o que las mujeres sufran una ablaci6n. Las amputaciones re­ pugnan y horrorizan sin necesidad de que exista una teorfa psicosexual en la que se inspiren. Sin embargo, el semen da asco porque es un agente sexual, fecundador y reproducti­ vo. La forma en que feminiza es bastante diferente de la que conlleva la castraci6n, pero no por ello deja de ser tan sadi­ ca como esta. 1 56

WILI.IAM IAN MILLER

Nos hemos ocupado del campo de lo asqueroso por pri­ mera vez en el capitulo 3 a traves del punto de vista de di­ versas oposiciones categ6ricas. Algunas se clasificaban en fun cion de ( 1 ) gran des abstracciones -inorganico frente a organico, vegetal frente a animal, animal frente a humano, nosotros frente a ellos-; otras lo hacian basandose en (2) la sensaci6n, sobre todo tactil -blando frente a rigido, hume­ do frente a seco, serpenteante frente a inerte, viscoso frente a fluido- y otras cosas por el estilo- y, en tercer Iugar ( 3) , las clasificaciones jerarquicas, morales, sociales y esteticas -superior frente a inferior-. En el primer grupo veiamos que, si bien la oposici6n general de in6rganico frente a or­ ganico captaba una verdad incontrovertible acerca del asco, a medida que las oposiciones iban estrechando su alcance, las ambigiiedades aumentaban. Seiialabamos que es poco probable que las plantas generen el mismo asco que los ani­ males, pero, puesto que tanto las plantas como los animales pueden descomponerse, oler mal y formar parte de la anor­ malidad y no se puede distinguir entre unas y otros en los fi­ los inferiores, la oposici6n solo podria ser fiable para sus ten­ tar probabilidades de mayor o men or verosimilitud. Cuando eran los animales los que se oponian a los seres humanos, los limites resultaban aun mas porosos y aun lo eran mas cuando descendiamos al nivel de nosotros mismos y las distintas ca­ pacidades de contaminaci6n entre nuestro interior y exterior. El segundo tipo de oposici6n captaba cualidades que, si bien debian algo a las expectativas contextuales, parecian ir mas alla del contexto o mas bien moldearlo a su manera. Las oposiciones de este tipo -las que producian lo baboso, pe­ gajoso, flexible o viscoso- eran grandes predictores de lo asqueroso. Estas cualidades se abstraian de una estructura profunda donde la vida se consideraba plagada de procesos inquietantes y, en ultima instancia, generadores de asco: co­ mer, fornicar, excretar, morir y descomponerse. El caldo de cultivo que bulle, enturbia y exuda, en medio de la humedad y la tibieza, es lo que da asco. No porque todo acabe con la 1 57

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muerte, sino porque no hay un pun to fijo. Todo fluye y, por ello, se da el eterno retorno de lo mismo. No hay nada inerte. De este modo, el cristianismo inventa un Cielo en que los cuer­ pos permanecen estaticos e inmutables para eludir el asco; y en la tierra la pureza inmutable y cristalina carece del poder inmediato para generar asco. El problema no es el que plan­ teaba Douglas, consistente en que las cosas se encuentran fue­ ra de lugar; se trata de que todo fluye demasiado como para que las estructuras fijas puedan asentarse firmemente en medio de la confusion41 . La tercera oposicion -superior frente a inferior- eclip­ saba a todas las demas y, como ya veremos, imbuia a todas las manifestaciones de asco con una dimension moral. No po­ dia ser de otra manera, ya que el asco va intimamente unido a la determinacion de lo puro y lo impuro, lo contaminante y lo susceptible de ser contaminado. Esto significa que la cul­ tura tiene un papel destacado a la hora de determinar que se considera asqueroso, asi como a la hora de establecer los umbrales generales de asco con respecto a los cuales la pure­ za es un valor importante. No obstante, las culturas cuentan con mas libertad para decidir que incluir dentro de la catego­ ria de lo asqueroso que para excluirlo. No importa el donde y el cuando, es mas dificil conseguir que lo flexible y baboso no sea asqueroso que lo que no es flexible y baboso. De este modo, el asco, tipicamente humano y una de las emociones que posibilita la existencia de la cultura, impone al mundo sus ambivalencias y valores. La relacion entre el asco y la pureza es compleja. Nos de­ fiende frente a lo impuro y nos castiga por nuestra incapaci­ dad para ser puros. Pero no todas las reglas o rituales de la pureza cuentan con el respaldo del asco. Algunas se mantie­ nen gracias a la vergiienza, la culpa, el sentido del deber o por mera costumbre. De modo que donde hay asco tiene que existir un concepto correspondiente de contaminacion, pero, don de hay pureza, la posibilidad de que se mancille no tiene por que engendrar siempre asco. Con todo, a pesar de que haya otras pasiones que sean capaces de sustentar las reglas 1 58

Wll.LIAM !AN MILLER

de la pureza, no hay ninguna en particular que este tan pre­ parada para ello como el asco. Puede que el asco no sea abso­ lutamente necesario para mantener intacta la pureza, pero la fuerza de esta no seria tanta si no contara con su respaldo. En el capitulo 4 hemos visto que la gramatica, lexico y ca­ racteristicas especiales del asco varian segun cual sea el sen ti­ do a traves del cual se percibe lo asqueroso. El hecho de que la conceptualizacion concreta del asco pueda variar tanto, se­ gun cual sea el sentido implicado, no es, salvo a excepcion parcial del miedo, un rasgo de otros sentimientos morales. Los distintos sentidos no desempeiian un papel especialmen­ te distinto en la culpa, la indignacion o la ira 42• Sin embargo, hemos considerado que, sea cual sea el sentido que detecte lo asqueroso y sean cuales sean las cualidades que suscitan asco, todas sus modalidades se encuentran vinculadas por una funcion comun (la defensa del cuerpo y el alma frente a la contaminacion) y un sentimiento y reaccion comunes (la sen­ sacion de asco, violacion y contaminacion y el deseo de verse libre de esa sensacion ofensiva) . Hemos visto que el asco es mu­ cho mas que una forma de defenderse frente a la incorpora­ cion oral que se centra en el sentido del gusto. El tacto y el ol­ fato elaboran el asco mas o menos igual o incluso mejor que el gusto y no solo como un sustituto de este, sino por dere­ cho propio como algo prioritario. Hemos seiialado que el tac­ to proporciona un lexico muy rico para la sensacion cictil que ayuda a configurar las oposiciones de segunda categoria. Incluso como defensa frente a la incorporacion oral, tanto el tacto como el olfato resultaban mas eficaces a la hora de de­ fender la pureza que el gusto. Este emite sus juicios peligro­ samente al borde del abismo o, dado que el juicio se realiza en la boca, habria que decir que en el borde mismo. Si el asco cambiaba de estilo en funcion de cual fuese el sentido implicado, este capitulo ha mostrado que el asco adop­ ta distintos significados sociales y psicologicos segun cual sea la parte del cuerpo (y por extension del alma) implicada. El asco, entendido como forma de defenderse frente a la incor­ poracion oral, no suscita las mismas cuestiones que el asco 1 59

ANATOMIA DEL ASCO

entendido como defensa frente a la incorporaci6n anal. Las distintas sustancias corporales, aunque sean todas contami­ nantes, no contaminan exactamente de la misma forma. El semen actua de forma diferente de los mocos, que a su vez operan de manera distinta que las heces. No obstante, a pe­ sar de las diferencias, se tiene la impresi6n primordial de que la categoria de asco pone en el mismo saco, a traves de la sen­ sibilidad, todas estas disparidades en tanto que peligrosas, con taminan tes y fuen tes de magia y anormalidad. Hasta ahora me he basado en la materia; nos hemos ocu­ pado de cosas asquerosas y apenas nos hemos referido a accio­ nes o caracteres asquerosos. Falta por abordar lo moral, lo hist6rico y lo social. A continuaci6n nos vamos a centrar en la paradoja esencial del asco: el poder de atracci6n que tie­ ne lo asqueroso.

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6.

Lo HERMOSO ES ASQUEROSO Y LO ASQUEROSO HERMOSO

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1 ambito de 10 asqueroso es extraordinariamente inclusi­ vo. Considera el asco desde el pun to de vista de todo aquello que puede resultar ofensivo, tanto si tiene su origen funda­ mentalmente en el tacto, el olfato o el gusto, como si tiene un caracter moral y estetico mas complejo. Creemos que todas estas formas de asco con origenes tan dispares pertenecen al mismo sindrome. Todas convergen en un sentimiento que reconocemos perfectamente. No obstante, quiero distinguir dos tipos de asco, bastante conocidos, aunque s6lo uno de ellos ha contado con verdadera atenci6n, debido al respaldo del freudianismo que subyace a gran parte de nuestro pensa­ miento. El otro no suele captar atenci6n salvo en los libros de dietetica.

DOS TIPOS DE ASCO

El primer tipo, el freudiano, actua como barrera que im­ pide la satisfacci6n del deseo inconsciente. Se trata del asco, como ya he mencionado anteriormente, que Freud denomi­ naba formaci6n reactiva y que se alia con la vergiienza y la moralidad para funcionar como un dique (esta es la metafo­ ra que em plea Freud) 1 que reprime el instinto sexual. El asco hace que los genitales de los demas huelan mal y parezcan feos y que los propios se presenten como fuente de vergiien­ za. El asco sirve para impedir que se active el deseo incons161

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ciente o, mas exactarnente, forma parte del proceso de repre­ sion que hace que esos deseos sean inconscientes 2• En cual­ quier caso, el asco entendido de este modo actua para im­ pedir que se sea indulgente con las acciones o cosas que lo provocaron. Intenta impedir que nos acerquemos demasiado, hacienda que nos apartemos y nos tapemos la nariz. Hasta que punto estos deseos son inconscientes es algo que abor­ daremos mas adelante, pero si el deseo es un concepto de­ masiado fuerte para aplicar a la atraccion que ejercen sobre nosotros la mayorfa de las cosas asquerosas, la curiosidad o la fascinacion por lo asqueroso suele ser algo de lo que so­ mos bastante conscientes, aunque nos apartemos porque sintamos asco. El asco que opera como barrera frente al deseo incons­ ciente o la fascinacion apenas reconocida o la curiosidad fur­ tiva es solo una de sus facetas. Tambien existe el asco al que me referia en el capitulo 3 que tiene su origen en el concep­ to de exceso. Aqui no se trata de deseos inconscientes ni de atracciones furtivas. El abuso de la comida, la bebida y las ac­ tividades sexuales o de otro tipo, en las que el deseo es abso­ lutamente consciente y se satisface, tambien conduce al asco -la sensacion de nauseas que produce el exceso-. Aqui el asco no es una barrera que impida ingerir, sino un castigo por haberlo hecho o, por decirlo de una manera menos inquie­ tante, una barrera que se activa en el momenta que se iw'r;a (normalmente con retraso) que nos estamos pasa:1uu. Estos dos tipos de asco indican que lo hermosa es asquero­ so y lo asqueroso hermosa, pero estructuran de distinta ma­ nera la confusion de los opuestos. El primer tipo de asco in­ dica que la asquerosidad es una ilusion; segun el segundo, es la hermosura la que es ilusoria. En este segundo tipo -el asco que se genera por el exceso- lo que al principia pareda hermosa se revela como algo que solo lo es precariamente. La hermosura inicial se ve expuesta a Ia posibilidad de varios tipos de revaloracion a la baja. Uno consiste en que la hermo­ sura puede conducir al sufrimiento y la angustia que com­ portan los placeres cada vez men ores de la adiccion; la inges1 62

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ti6n simplemente aumenta el deseo de seguir consumiendo hasta llegar a la enfermedad y la autodestrucci6n inevitables del agente del deseo. Hay otra reevaluaci6n que puede acom­ paiiar a la satisfacci6n propiamente dicha, que transforma lo que antes era deseable en detestable: Dentro de la llama del amor habita una especie de mecha que la mitiga, y nada permanece siempre bueno, porque la bondad, al convertirse en pleuresfa, muere por su mismo exceso. ( Hamlet, 4.7. 1 13- 1 17) Claudio capta, con los modismos propios del exceso, la putrefacci6n y la enfermedad que caracteriza al mundo de Hamlet, el sentido de ahogarse en un exceso de lo bueno que transforma lo que se desea en asqueroso. El deseo que muere por su mismo exceso indica que el asco mantiene una espe­ cie de relaci6n ineludible con la satisfacci6n del deseo, tanto si este se admite abiertamente como si se niega. El asco que actua como barrera inicial debe hacerlo asf a causa de la admisi6n necesaria de que lo que hay tras el asco no es asqueroso sino hermosa. En este sentido, el asco no es un rasgo que posea el o�jeto que se desea, sino algo indepen­ diente de el y que se interpone entre el y ese curiosa agente, o que se le superpone como una especie de careta 3. Las meta­ foras de diques, barreras y caretas conllevan una consecuencia interesante: nos salvan de decir que lo aversivo es atractivo, lo cual seria absurdo por definicion. Estas metaforas permiten a lo atractivo seguir distinguiendose de esa barrera repugnante de asco tras o bajo la cual reside. �Pero que ocurre si prescin­ dimos de las metaforas de las barreras y las caretas? En lugar de esto, supongamos que tomamos en serio las mezclas y con­ fusiones que conlleva aquello de que "lo hermosa es asqueroso y lo asqueroso hermosa", que nos hace pensar que lo asque­ roso posee la capacidad de atraer. En ese sentido, lo hermosa no se esconde tras un muro de asco, sino que lo asqueroso es precisamente lo que es hermosa. 1 63

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�Si lo repugnante atrae, como puede decirse correctamen­ te que es repugnante? No tiene mucho sentido hacer que aversivo signifique atractivo, pero si puede tener sentido com­ prender que Ia emocion que denominamos asco no solo ge­ nera acciones aversivas 4. El corUunto dejuicios encarnados en el asco, el modo en que este funciona, implica que tiene que ensuciarse las manos. �Acaso podria ser de otra manera? 5 En Ia medida en que el asco nos protege de Ia contaminacion tiene que mantenerse alerta ante lo que contamina; tiene que estudiarlo y conocerlo bien. Incluso tiene que picarle Ia cu­ riosidad y sentirse fascinado por ello para poder realizar su labor verdaderamente bien, en cierto modo, compadrear con ello. El asco debe repeler siempre de alguna manera o no seria asco 6. Sin embargo, Ia repulsion puede conllevar emociones que nos vuelven a acercar a aquello de lo que nos habiamos apartado. Estas emociones pueden ir desde Ia curiosidad a Ia fascinacion o el deseo por mezclarse con ello. La repulsion tambien puede suscitar resentimiento por haber sido objeto de repulsion y el deseo consiguiente de reivindicar el territo­ rio perdido. Y eso nos vuelve a provocar. Sin embargo, en ultima instancia, que lo asqueroso sea algo hermosa que se esconde tras una barrera asquerosa o que lo asqueroso resulte atractivo por si mismo no importa dema­ siado. En ambos casos tenemos que seguir considerando que lo asqueroso repele y que superarlo es una de las cosas mas im­ portantes de todo este asunto. Lo que sucede es que, en un caso, la barrera se puede concebir concretamente como obs­ truccion y, en el otro, es algo mas abstracto. En ambos casos se trata de barreras ( o resistencias) ; lo que varia es el modo en que concebimos lo que subyace a Ia obstruccion: objetos de deseos inconscientes presociales y preculturales 0 deseos mas impuros, que no son tan inconscientes y obtienen parte de su fuerza de saber que lo que Ia cultura declara prohibido puede convertirse en deseable precisamente por esta razon 7• Tanto si el asco que proporciona una barrera inicial actua como una formacion reactiva freudiana como si simplemen1 64

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te lo hace como un elemento repulsivo de una emocion mas compleja de asco puede diferenciarse del que aparece como consecuencia del exceso. Los dos estilos principales de asco --el que pretende negar el acceso y el que entra en juego despues de saciarse- se refuerzan mutuamente de manera significativa y se unen para volver a confirmar que Ia estruc­ tura profunda del asco se centra en procesos claves de Ia vida como comer (y sus consecuencias) y fornicar (y sus conse­ cuencias) . �Acaso no existen cosas que sean sencilla y puramente as­ querosas que no nos surmerjan en un "torbellino de requeri­ mientos y repulsion", como dice Kristeva 8, que no impliquen atraccion, deseo, fascinacion o seduccion, ya sea inconscien­ temente, como en el caso del asco entendido como formacion reactiva, o conscientemente, como en el caso del asco que si­ gue al exceso? Sin duda nos decimos a nosotros mismos que existen, pero son demasiado vulgares como para nombrarlas. Entrar en una cabina de unos servicios publicos siempre con­ lleva Ia inquietud de tener que ver lo que ha quedado allf cuando un reprobo inconsiderado se ha ido sin tirar de Ia ca­ dena. La labor de inspeccion es necesaria para controlar el peligro en el entorno; �pero existe algun deseo inconsciente que vaya mas alla de esa labor consciente de control? E in­ cluso en esto, �no se nos van un poco los ojos tras ello, no por deseo sino por Ia fascinacion que conlleva no dar credito a lo que vemos? Hay algo que nos hace mirar ese cruento acci­ dente de coche y excitarnos con las pelfculas de terror, de des­ tripamientos y violencia; hay algo que hace que Ia pornogra­ fia sea un gran negocio y algo que sigue arrastrando a Ia gente a las barracas de feria. �Es que no hay ofensa moral que no fascine de alguna turbia man era, aunque solo sea por el ho­ rror, el asombro o Ia perplejidad que sucita tal depravacion? �El deseo que se relaciona con lo comico, con el placer rabe­ laisiano por los excrementos, las secreciones y Ia fecundidad forma parte de Ia excitacion que conlleva superar ese asco que impide el deseo o forma parte del riesgo que supone in­ citar al asco a traves de un deseo exacerbado? El asco genera 1 65

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una aversion que es mas compleja que Ia que provoca el dolor (aunque Ia aversion del dolor tampoco suele ser una cuestion psicologica sencilia) , puesto que el asco implicajuicios soda­ les y morales mas complejos que el dolor 9. �Como podemos comprender Ia extraiia asociacion que existe entre deseo y asco? Aunque me voy a centrar funda­ mentalmente en el sexo, tambien podriamos haber elegido Ia violencia, los destripamientos o el terror que, si bien pue­ den solaparse con el sexo, ni son congruentes con ei ni bai­ lan al son que este toea. El atractivo que tienen Ia violencia, los destripamientos y el terror es un atractivo al que se da rienda suelta, sobre todo, peno no exclusivamente, a traves de Ia imitacion y Ia ficcion: nos gusta mas mirar que actuar. Se supone que en el caso del sexo es todo lo contrario, se es­ pera que seamos actores mas que espectadores; de hecho, es de esperar que no nos limitemos a mirar o, si no, se nos califi­ cara como anormales. El contraste con Ia violencia no puede ser mas patente. Ya hemos dicho bastante. Puesto que no po­ demos eludir a Freud al tratar sobre este tema, aunque qui­ sieramos, no tenemos mas remedio que hacer nuestro su ca­ ballo de batalla, que es el sexo. En primer Iugar, puede que no queramos oponer el deno­ minado deseo inconsciente (entendiendo por deseo tambien estados motivadores como Ia curiosidad y Ia fascinacion) al asco, sino considerarlos como mutuamente necesarios, y como parte de un solo sindrome complejo. Por ejemplo, Freud ad­ mitia que el asco y las de mas formaciones reactivas no servian solo para impedir el placer, sino que tambien se necesitaban para acentuarlo e incluso para crear las condiciones necesa­ rias para que sea posible. Dicho de otra forma, esa barrera a modo de dique actua tanto para impedir el acceso al objeto deseado como para proporcionar los medios para acumular Ia cantidad de deseo suficiente para sobrepasarla: Para que la libido alcance el nivel necesario se necesita al­ g(in obstaculo; y en todas las epocas de la his to ria, cuando las ba­ . rreras naturales para alcanzar la satisfacci6n no han bastado, 1 66

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la humanidad ha levantado otras convencionales para poder disfrutar del amor. Y esto se da tanto en los individuos como en las naciones. En las epocas en las que no existian obstaculos para la satisfacci6n sexual, como, quiza, durante la decadencia de las civilizaciones de la antigiiedad, el amor perdi6 su valor, la vida se volvi6 vacia y se necesitaron fuertes formaciones reac­ tivas antes de poder recuperar el indispensable valor emocio­ nal del amor 10. El placer sexual dependia de la superacion del asco tanto como de la mera satisfaccion de un impulso instintivo: "El ins­ tin to sexual disfru ta en gran medida su perando al asco" I I . El asco que hace que el deseo sea posible convirtiendo en rara e inaccesible la cosa deseada es muy distinto del asco que provoca el exceso. El asco ligado al exceso convierte en asque­ roso lo que antes era atractivo, mientras que el de la forma­ cion reactiva utiliza el asco para generar deseo, y si no exac­ tamente para generarlo, si para aumentarlo hasta conseguir un nivel que destruya el muro de contencion. Mas que hacer que lo asqueroso se convierta en atractivo hace que lo que ahora es asqueroso se convierta tambien ahora en atractivo. Se trata de un argumento en gran medida de caracter eco­ nomico. El asco ayuda a generar las condiciones de escasez que intensifican la demanda y aumentan el valor. Pero no todos los placeres se rigen por la ley de la oferta y la demanda, ni la simple escasez es la que provoca el enor­ me valor que se otorga al placer. Lo unico que cuenta es como se genera esa escasez. El que las cosas esten sometidas a una subproduccion es una cosa, pero el que la escasez se genere mediante la intervencion de una prohibicion es otra distin­ ta, puesto que la superacion de la prohibicion es un placer en si misma, independientemente de los placeres que puedan residir en la adquisicion del objeto prohibido de este modo. Un ingenioso obispo del siglo xn sugeria lo siguiente a una mujer que solicito su consejo acerca de la impotencia de su marido: "Hagamosle sacerdote y enseguida recobrara su po­ tencia sexual" I2• Es includable que saltarse las reglas resulta 1 67

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atractivo, pero se trata de un placer complejo, en el mejor de los casos, y que se suele pagar con el castigo. Estamos en un aprieto. Buena parte del placer aparece ligado a la violaci6n de las reglas que respetamos y este compromiso con elias pro­ porciona la base para el placer que se obtiene violandolas. Pero a continuaci6n viene el castigo; en unas ocasiones por medio de una autoridad externa, pero la mayoria de las veces internamente, a traves de sentimientos tan molestos como la vergiienza, la culpabilidad o el asco. No hay duda de que aqui tambien pueden encontrarse ras­ gos econ6micos. Sopesamos la posibilidad de que se produz­ ca dolor como castigo con la posibilidad de obtener placer por violar la regia y conseguir la cosa que se obtiene con la violaci6n. Cualquiera que no sea economista se opondra a una explicaci6n puramente racional y carente de emotividad como esta. Hay normas sociales y culturales que nos tienen tan do min ados que no podemos permitirnos hacer el calcu­ lo; la propia norma nos impide hacer ese calculo e incluso fantasear sobre el, salvo en condiciones muy raras y especia­ les. Hay reg las que, sencillamente, no violamos ni nos produ­ ciria placer hacerlo. �y cuales son? Aquellas que se apoyan en emociones enormemente negativas de caracter eminente­ mente moral: Ia culpabilidad, Ia vergiienza y, por supuesto, el asco. No obstante, seguimos sintiendo una obstinada curiosidad y fascinaci6n por aquellos que superan estas restricciones. Los personajes que violan normas profundamente arraigadas pue­ blan nuestros mitos, libros y peliculas, ya sea en forma de dio­ ses o en forma de criminales. Segun parece, el rasgo distinti­ vo, tanto de los dioses como de los criminales, consiste en ser capaces de atentar contra las normas de la decencia social y moral que son las que a los mortales normales y corrientes consiguen mantenernos como tales. A pesar de este pared­ do, los dioses disfrutan de un estatus mas elevado que los cri­ minales a los que se parecen, porque atentan contra normas mas importantes (son traidores ademas de depredadores) y porque lo hicieron hace mucho tiempo, de un modo que 1 68

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desafia casi todos los estandares. Quienes violan las normas que nos dominan son objeto de temor, aversion y sobrecogi­ miento, que son precisamente las emociones que impulsan la tragedia, el terror, el suspense y algunas devociones religiosas. jSomos unos seres tan extranos! Necesitamos reglas so­ dales y culturales que nos proporcionen orden y den signifi­ cado a nuestras vidas y, sin embargo, tambien estamos cons­ tituidos de tal manera que nos irritan las condiciones que posibilitan nuestro desarrollo. No es dificil darse cuenta de que esta peculiaridad comporta ventajas adaptativas que nos compensan de los desordenes que provoca. El deseo de acer­ carnos a nuestras restricciones y limitaciones es lo que nos hace esforzarnos, mejorar y crear. Somos conscientes de esto y lo convertirmos en el tema de narraciones fundacionales que explican las acciones de Eva, Satanas, Prometeo, Fausto o , incluso, Edipo, por un !add, y la desesperacion de Don Juan, por otro. La satisfaccion no nos satisface y nos decep­ ciona y, de este modo, nos vemos empujados a esforzarnos y desear mas. Encerramos esta idea en dichos populares que hacen que el tragico asunto que supone la imposibilidad de alcanzar la satisfaccion resulte menos inquietante. Por eso decimos que nadie esta con ten to con su suerte. Esta misma idea puede convertirse en mucho mas desesperanzadora en Ia forma deprimente en que la plantea Baudelaire: "El mun­ do es un hospital en el que a cada paciente le mueve el deseo de cambiar de cama . . . Me da la sensacion de que deberia conformarme cuando no lo hago" 1 3. La sabiduria popular, siempre ambigua, nunca nos propor­ ciona un solo pun to de vista, sino que presenta la perspecti­ va contraria tambien de man era convincente. La perspectiva faustiana nos impulsa a luchar y la donjuanesca a buscar des­ esperadamente la satisfaccion que nos esquiva en cuanto conseguimos aquello que, en principia, estaba fuera de nues­ tro alcance, pero contamos con una historia opuesta que es menos grandilocuente: Ia zorra y las uvas. Cuando no pode­ mos obtener lo que queremos, la decepcion hace que dejemos de desear lo inalcanzable redefiniendolo como asqueroso. 1 69

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Las uvas que antes parecfan tan apetecibles cuando se crefa que era posible conseguirlas se convierten en verdes y la sola idea de pensar en ellas nos da dentera. Las uvas verdes conllevan desagrado y asco 14• Del mismo modo que el asco de Freud, la aversion protege al yo limi­ tando su ambito de actividades a lo que esta permitido o se puede realizar 15. Pero las uvas verdes no se corresponden con la explicaci6n de Freud. Las uvas verdes no reprimen el deseo y lo situan detras de una barrera de asco para ampliar, en ul­ tima instancia, el placer de conseguirlas, sino que convierten la cosa deseable en asquerosa; aniquilan el deseo completamen­ te y reducen el universo de posibilidades, eliminando, incluso, el deseo de pensar en las uvas -al menos conscientemen­ te-. AI parecer nos hemos topado con parte del mecanismo que convierte al deseo en inconsciente y, por tanto, al final, podemos prestar un pequeiio apoyo a la perspectiva freudia­ na. Sin embargo, el mecanismo de las uvas verdes llega a la represi6n a traves de la resignaci6n mas que a traves del mie­ do a la castraci6n. Las uvas verdes es lo que hace posible la virtud de la prudencia y nos impide esforzarnos demasiado, de modo que podamos vivir para amar: la expresi6n "mas vale pajaro en mano que ciento volando" explica la repre­ si6n del deseo tanto como Edipo. Me he permitido hasta ahora una especie de sentimenta­ lismo romantico al estilo de Byron -Fausto, Don Juan- que me resulta embarazoso. Las cosas no son tan tragicas, pues­ to que todo el proceso de hallar placer y fascinaci6n cuando se violan las normas, que nos expone al asco, tambien facili­ ta el surgimiento de buena parte de lo c6mico. Resulta una perogrullada seiialar que esta comicidad se basa en buena medida en la irreverencia transgresora, una especie de exal­ taciones de desorden, en las que se otorga inmunidad, si no a la violaci6n, sf al menos a la burla de algunas normas. En tanto que aspecto de la capacidad adquirida para producir asco, la sustancia misma de este se transforma en objeto de mofa. Mis hijos nunca pensaron que las heces eran gracio­ sas hasta que aprendieron a controlar los esfinteres, ni que 1 70

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los mocos resultaban comicos hasta que les produjeron asco o, para ser mas exactos, hasta que se dieron cuenta de lo que suponia que dieran asco a sus padres 1 6. Los chistes de conte­ nido sexual, que surgen posteriormente a los chistes sobre Ia "caca", dependen de Ia adquisicion del asco y el deseo se­ xuales. Y los verdaderos chistes de mal gusto, el pecado con­ tra las normas referentes a Ia santidad de Ia vida humana o Ia consideracion que deberia mostrarse ante Ia desgracia humana dependen de que se suscriban las normas morales cuya ruptura provoca asco. Por consiguiente, el asco no solo aparece en las formas humoristicas que se nutren del cuerpo grotesco rabelaisiano. El asco tambien ayuda,junto con Ia cul­ pabilidad, Ia indignancion y Ia vergiienza, a mantener el or­ den moral superior y menos corporeo. Podemos comprender un poco mejor por que las normas que sustenta el asco son tan propensas a su transgresion hu­ moristica recurriendo al contraste significativo que existe en­ tre asco y vergiienza. Desde el pun to de vista freudiano, tanto Ia vergiienza como el asco cumplen Ia funcion de inhibir Ia libido, reprimir el deseo y hacerlo inconsciente, pero impli­ can distintos riesgos en el momento en que se suscitan. La ver­ giienza que cada uno experimenta nunca nos parece diverti­ da; sin embargo, el asco si puede serlo, especialmente, como suele suceder en Ia comedia, cuando lo provoca Ia desver­ giienza o ineptitud de otro. El asco nos permite jugar a violar normas en algunos contextos determinados, pero Ia vergiien­ za no. La vergiienza solo puede experimentarse como un re­ conocimiento muy desagradable de nuestra incapacidad mo­ ral y social 17, aunque siempre existe Ia posibilidad de que haya masoquistas que busquen tal experiencia desagradable. Por el contrario, el asco se puede consentir en broma sin arries­ gar demasiado. y esto se da no solo en las transgresiones hu­ moristicas, sino tambien en Ia diversion que producen gene­ ros que se basan en Ia violencia y el terror. Las transgresiones de las normas que rigen el asco resultan divertidas con tal de que cuenten con algun tipo de autoriza­ cion 18• En otras epocas las transgresiones permitidas se cis171

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cunscribfan a fiestas formalmente instituidas en las que rei­ naba el desorden o consistfan en la labor cotidiana de los bufones de la corte autorizados. En nuestros dfas, las trans­ gresiones autorizadas cuentan con una menor institucionali­ zacion formal; en lugar de eso, hay otras normas que las per­ miten y que definen el ambito de lo que puede ser motivo de burla y ridfculo; estas normas exigen que la mofa adopte una forma que revele sus lfmites y, de este modo, rinda pleitesfa a aquello que es objeto de la burla. Cuando las transgresiones no estan autorizadas son actos de rebeldfa o demencia. �Pero por que tienen que divertir esas farsas permitidas? Si la trans­ gresion libera la energfa que produce la risa y el placer humo­ rfstico, �como nos apaiiamos para engaiiarnos a nosotros mis­ mos pensando que estamos transgrediendo algo, cuando en realidad es algo que se nos permite hacer? Supongo que las normas de las que nos burlamos nos tie­ nen tan dominados que basta solo con jugar a transgredir­ las para infundirnos vigor y que Olivia solo tiene parte de razon cuando dice que "un bufon autorizado no calumnia" ( Twelfth Night 1 .5.89) . Conviene darse cuenta de lo domesti­ cado que esta el humor sobre el asco. La gente no come he­ ces por bromear, ni siquiera para hacer una broma de mal gusto; lo que hace es hablar sobre comerlas o ridiculizar a la gente que lo hace. La transgresion se limita a dejar en suspen­ so las reglas del decoro que se refieren a hablar sobre estas cosas 19• Tenemos tan asumidas las normas contra la coprofa­ gia que ya es bastante como transgresion imaginarla. De modo que conjuramos la repugnancia riendonos con incredulidad cuando ofmos que un nino o un lunatico se han dado un fes­ tfn de heces 20. La fascinacion y curiosidad, si no el deseo, que manifes­ tamos hacia lo asqueroso suele ser algo que nos resulta muy cercano y no solo propio de los espectaculos de humillacion o la violencia dionisiaca. No cabe duda de que nuestros mo­ cos, heces y orina nos resultan contaminantes y asquerosos. Si no fuera asf, no sentirfamos tanta fascinacion ni curiosi­ dad hacia ellos. Nos sentimos orgullosos de lo que produci1 72

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mos y muy complacidos si expulsamos cantidades especial­ mente grandes de una sola vez. Y a(m nos sentimos mas con­ tentos si el proceso de limpieza que sigue a este hecho nos devuelve inmediatamente la pureza anterior. Solemos con­ templar estas creaciones mas a menudo de lo que nos gusta reconocer y, si no lo hacemos, imaginamos con placer nues­ tra extraordinaria capacidad de producci6n. Poseemos mo­ delos de clasificaci6n privados para la consistencia, el olor, el color y la cantidad. Siempre me ha llamado la atenci6n lo habitual que es que la gente compruebe su Kleenex o paiiue­ lo despues de sonarse la nariz, aunque s6lo sea echando un vistazo rapido. Dicho de otro modo, no s6lo sufrimos nuestras excreciones, sino que nos interesan vivamente y nos sentimos orgullosos cuando conseguimos una buena producci6n de las mismas, y nos disgustamos, inquietamos y decepcionamos cuando no es asf o cuando obtenemos menos de lo que espe­ rabamos. Estas cosas son temas de conversaci6n habituales en la infancia y la adolescencia, despues ya no se consideran adecuados y se convierten en asuntos mas privados, pero mas importantes para nuestras meditaciones privadas que lo que estamos dispuestos a admitir, incluso ante nosotros mismos. Aunque sintamos tanto in teres, incluso cariiio, hacia nues- , tras excreciones no podemos poner en duda su capacidad de contaminaci6n. No se trata de que los excrementos de los de­ mas sean peligrosos y los nuestros no. Como vefamos en el capitulo 5, los nuestros son muy peligrosos tanto para noso­ tros como para los demas. Lo.que distingue a mis excremen­ tos de aquellos de los demas es que yo me siento orgulloso de los mfos y no mi aversion a entrar en contacto con ellos. Tam­ poco es cierto que, como han dicho Freud y otros, nuestros excrementos no huelan 2 1 • Si no lo hicieran, no nos interesa­ rfan tanto como lo hacen. Recordemos que es el hecho de que nuestras heces son asquerosas lo que les otorga su po­ der de fascinaci6n. Es cierto que su olor no nos resulta tan peligroso como el olor de las heces de otras personas, pero esto se debe a su familiaridad y no a alguna reminiscencia in­ consciente de los deseos infantiles. Aunque el olor no nos de 1 73

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asco somos conscientes de que estamos ante algo asqueroso y, de este modo, estamos atentos al peligro y tenemos en cuen­ ta la necesidad de tener mucho cuidado con lo que estamos haciendo. Si cambiamos nuestra dieta podemos encontrar­ nos ante un olor extraiio, que puede resultar desconcertan­ te o incluso asqueroso. La teoria de Freud, seglin la cual las heces represen tan unas veces a los bebes y otras a los penes, ayuda a explicar parte de la fascinaci6n que se siente ante ellas 22, aunque descon­ fio de esa prioridad automatica que se otorga a lo sexual y lo reproductivo. Lo que nos impresiona es la producci6n, y no solo la reproducci6n. Hemos transformado y estampado nuestro sello en el material peligroso que comemos. Como en las orgfas, la comida precede a la fornicaci6n. Caroline Bynum elabora una brillante explicaci6n en la que muestra la prioridad de lo nutritivo y lo productivo con respecto a lo sexual y reproductivo en la devoci6n medieval. (NO cabrfa afirmar que hemos vuelto a ese modelo ( o que nunca lo he­ mos abandonado) ? Pensemos en los calculos casi inconscien­ tes que hacemos para comparar la masa ingerida con la ex­ cretada o segregada, y en el caso de personas preocupadas por su peso no hay duda de que los calculos seran absoluta­ mente conscientes. La cuesti6n clave es la producci6n, no la reproducci6n.

Nos acabamos de ocupar de ese tipo de asco que funcio­ na como barrera inicial del deseo o que actua haciendo que lo que se desea inconscientemente se convierta en asquero­ so, de modo que nos aleje de ello y nos impida catarlo. Tam­ bien he planteado un asco que funciona de otra manera, se trata del asco del exceso, que nos pasa cuenta por conseguir aquello que querfamos. Los dos estilos de asco se diferencian por el modo en que implican al estatus consciente o incons­ ciente del deseo. El primero se ocupa de las barreras que se oponen al deseo apenas reconocido, si es que llega a estarlo. El segundo es consecuencia del deseo consciente. El primero 1 74

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se experimenta antes de la ingestion y su mision es impedir­ la, el segundo se siente despues de la ingestion y su mision es impedir una indulgencia excesiva. Ambos pueden apare­ cer unidos, por ejemplo, cuando el hecho de saltarse la ba­ rrera produce ya una sensacion de exceso que proporciona tanto placer como asco y vergiienza, que se sienten de una manera extraiiamente simultinea, en la que el placer y la aversion se alimentan mutuamente como en una especie de extasis. Los dos tipos basicos de asco presentan funciones si­ milares. Los dos intentan dominar el apetito 23• Y una vez que se ha experimentado, el asco del exceso adquiere la capa1 cidad de funcionar como barrera inicial para futuros casos de consum o o indulgencia. En casos como estos, el asco 2 (ex­ ceso) coincide con el asco 1 (barrera inicial de prohibicion) . Pero el hecho de que ambos tipos de asco puedan coincidir ocasionalmente no anula su caracter distintivo. Como vemos, el asco de la prohibicion presenta una rela­ cion paradojica con el deseo. Por medio de la prohibicion lo que hace realmente es alimentar, e incluso ayudar a crear, el deseo que pretende impedir. El asco 2, el asco del exceso, ' tambien mantiene una relacion paradojica con e! deseo, pero la paradoja reside en una broma cruel en lugar de en una atraccion ironica. Hace que nos demos cuenta, a nuestro pe­ sar, de que el placer suele acabar mal, bien sea porque el de­ seo nunca pueda satisfacerse y conduce a la frustracion o la adiccion, o bien porque la satisfaccion dene sus inconvenien­ tes. Nos puede dejar sin objetivos o hacer que nos sintamos turbados por el deseo previo o entristecidos porque ha llega­ do a su fin o, simplemente, podemos sentirnos mal porque el extasis de la satisfaccion, si va mas alla de su corta duracion, puede conducirnos al malestar del exceso. En realidad, estoy exagerando el lado malo. No obstante, las exageraciones no constituyen invenciones; somos conscientes de esa desafortu­ nada verdad en la que se basan. Sin embargo, solemos consi­ derar que esas satisfacciones sencillas que en nuestra opinion no tienen nada de malo, ya sean gustativas o sexuales, condu­ cen a la inconsciencia del sueiio; uno se pregunta si esto se 1 75

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debe al placer del agotamiento o es una forma de escapar a Ia decepcion que provoca el fundido en negro de Ia satisfaccion. El asco del exceso consigue aniquilar el deseo para siem­ pre porque no actua por medio de Ia prohibicion que lo sus­ cita, sino por medio del castigo, causando verdadero daiio. Si buscamos una analogia de ambos tipos de asco con los proce­ dimientos judiciales, tendriamos que el asco inicial dirigido a Ia prohibicion seria Ia ley y el asco producido por el exceso seria Ia sentencia y el castigo.' La distincion empieza a diluir­ se, como ya seiialabamos anteriormente, cuando el recuerdo del castigo actua como una barrera para Ia siguiente infrac­ ci6n, que no es muy distinta de las barreras que impone el asco 1 . Pero los dos tipos de asco no cuentan con los mismos margenes de competencia. El exceso posee un campo de ac­ tuacion mas estrecho y mas claramente asociado a la comida, Ia bebida y el sexo; mientras que el asco 1 pertenece a todo el orden fisico y moral. El recuerdo del asco suscitado por el ex­ ceso tam poco funciona igual en toda Ia gama de experiencias del exceso. El exceso cuenta con sus propias complejidades. Vamos a distinguir dos grandes tipos de exceso. Uno con­ siste en to mar demasiado de una vez, lo cual conduce a resa­ cas, nauseas y otras sensaciones de asco parecidas. El otro tipo consiste en abusar de lo que se percibe como mero placer sen­ sual, una especie de exceso en Ia repeticion; se trata de Ia ten­ den cia a volver a experimentar compulsivamente Ia misma sensacion de un modo que comportaria una ingestion exce­ siva, pero don de no se da una indulgencia especialmente ex­ cesiva. Este segundo sentido solo se considera exceso cuando Ia indulgencia puede verse justificadamente con desaproba­ cion 24• Sin embargo, los moralistas arremeten contra los dos tipos de exceso; ambos atentan contra Ia idea de moderacion y templanza. El primero se refiere a ese consumo intensivo que asociamos con el vicio de Ia gula; el segundo se refiere a una debilidad del caracter un tanto diferente que asociamos con el concepto de habito (normalmente malo) . Se trata del vicio de no renunciar a los placeres de Ia carne, estrechamen­ te relacionado con Ia pereza y Ia desidia. 1 76

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Tenemos que senalar tambien que en el primer tipo de exceso no todos los abusos excesivos tienen las mismas con­ secuencias y que hay cosas que es mas facil que produzcan aversiones de larga duraci6n que otras. La culpa por una resa­ ca producida por un buen vino o una buena cerveza se echa menos al vino o la cerveza que a nosotros mismos por no ser capaces de cumplir las normas de moderaci6n y salud. Cuan­ do nos ponemos malos a causa de la cerveza o el vino senti­ mos nauseas y asco hacia nosotros mismos, pero la idea de contaminaci6n dura muy poco. El alcohol cuenta con la ven­ taja de su fluidez y pureza y de tener una consistencia que ne es asquerosa. Contemp1ar una botella de cerveza al dfa si­ guiente puede resultarnos terrible, pero dos dfas despues no. En cierto modo, creemos que nuestro sistema es muy eficien­ te a la hora de purificarnos en lo que se refiere a esa sustan­ cia nociva que es el alcohol y que el proceso de purificaci6n consiste en las nauseas y el dolor de cabeza que acompana a la resaca. 1 Comparemos esto con el asco que inspiran los alimentos excesivamente grasientos y los dukes. A diferencia del alco­ hol, estas sustancias son contaminantes debido a su consisten­ cia, aunque no seamos capaces de resistirnos a su sabor. La grasa, el aceite y el dulzor almibarado estructuran el concep­ to de empalago. El alcohol no empalaga, a no ser que tam­ bien sea dulce y almibarado. 'Estamos convencidos de que nuestro sistema no es demasiado eficaz a la hora de purificar­ nos cuando se trata de cosas que empalagan y la misma pa­ labra inglesa cloy * es atrafda por medio de la aliteraci6n ha­ cia conct!ptos afines como clinging y cleaving unto ** que se refieren a cosas de las que es dificil deshacerse. La grasa y los caramelos pringan como el pegamento y como aquello que alberga a otras cosas nauseabundas que consideramos gra-

*

Cloy significa "empalagoso". (N. de la T.)

** Clinging significa "pegajoso" y cleaving unto se traduce por "pringoso". (N. de la T.)

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sientas y dukes: "empalagosa" en una cama grasienta segun la sombria imaginacion de Hamlet. La grasa y lo grueso nos hacen pensar en la indolencia, la ociosidad, el aletargamien­ to de la falta de voluntad, la obsequiosidad y la untuosidad. Al caracter meloso no le va mucho mejor. A pesar de toda la energia moral invertida por los abstemios americanos, la ver­ dad es que lo grasiento y meloso nos ofenden moralmente mas que el alcohol 25. No obstante, lo grasiento y dulce siguen cautivandonos con su sabor. Poseen Ia capacidad de hacer que comamos mas de lo que deseatiamos; minan nuestra fuerza de voluntad o la desvian. El sabor nos hace comer mas de lo que necesita­ mos hasta que entra enjuego el asco para poner pun to final, es decir, hasta que el empalago supera por fin a la dicha. Hay otros sabores que tambien pueden provocar el abuso, pero que no empalagan y, por tanto, no producen asco: las fram­ buesas frescas, por ejemplo. Abusar de las frambuesas no im­ plica lo mismo que abusar de las patatas fritas o el chocolate. Esto ultimo conlleva un sentimiento, una sensacion de asco que es seiial de abuso. Sin embargo, es mas facil que el hecho de abusar de las frambuesas aparezca ligado a ideas de comer mas de lo que te corresponde o comer mucho mas de lo acon­ sejable, dado su coste, o simplemente comer mas de lo que es decoroso. La huella del abuso que queda estampada en las frambuesas es puramente social; en el caso de lo grasiento y dulce tambien es fisica y moral. Tenemos que distinguir otro tipo de asco que se produce a posteriori, que puede considerarse como perteneciente a este ambito si tenemos en cuenta una vision amplia del concepto de exceso: la aversion hacia alimentos que creemos que nos hicieron vomitar. Es raro que podamos volver a comer con el mismo gusto alimentos que nos intoxicaron. Aunque se trate del vomito provocado por Ia aparicion de la gripe, si creemos equivocadamente que lo provoco un alimento, este dejara de gustarnos hasta mucho despues de que nos demos cuenta de que se trata de una creencia falsa. En este caso, no hay de­ seo, inconsciente o de otro tipo, que nos impulse a volver a ex� 1 78

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perimentar un placer recientemente prohibido, porque no hay placer que prohibir. La experiencia del asco, al no ha­ ber sido consecuencia del placer, no nos puede proporcionar la base para establecer una barrera que prohiba un placer que nunca se ha experimentado. Se trata de un caso de aversion pura y simple. Hemos descubierto, por fin, un ejemplo de asco en el que no esti presente la curiosidad, la fascinacion ni ningun tipo de atractivo. El recuerdo del malestar insopor­ table anterior detiene en seco el deseo unido al asco presente. La segunda forma de exceso, la de la indulgencia reitera­ da de los sentidos, en �1 que ningun ejemplo individual de indulgencia tiene por que conducir a la resaca o el malestar, cuenta con una sociologia y psicologia distintas, pero, no obs­ tante, forma parte de la anatomia del asco. Por ejemplo, si se tiene la costumbre de mantener relaciones .sexuales siempre con la misma persona decimos que se trata de una virtud si es excluyente, pero se trata de ese tipo de virtud que convierte ' en tal lo que podria considerarse como un vicio autoindul' gente. La copulacion fiel de los demas nos puede asquear casi tanto como la copulacion infiel. Se trata del asco que mani­ festaba Lear en el famoso fragmento, que citaba en el capi­ tulo anterior, ante la idea de la copulacion desenfrenada. El drama jacobino esta repleto de personajes melancolicos a quienes repugna la lascivia,- incluso la fiel dentro del matri­ monio y con esa repugnancia retoman simplemente lo que los teologos preconizaban en la Edad Media 26• Recordemos el meollo de la reconvencion que hacia Hamlet a su madre en la famosa escena del acto III. No se trataba solo de pensar que ella vivia "en medio del sudor apestoso de un lecho in­ cestuoso I sumida en la corrupcion, empalagosa y haciendo el amor I en una pocilga asquerosa" (3.4.93) con Claudio, el usurpador, puesto que Hamlet se sentia mas o menos igual de mal al pensar en la avidez con que ella y su padre lo hacian: �Debo recordarlo? Por que, ella se colgaba de el como si su apetito hubiese aumentado con aquello que lo alimentaba. ( 1 .2 . 1 43)27 1 79

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Lo que le atormenta es que esa avidez no es tanto-una de­ mostraci6n de amor hacia el otro, como un impulso ciego al que se debe dar salida de algun modo. Lo que ama es la sen­ saci6n, no la persona. El fantasma descubre, en una referen­ cia egoista, que la avidez de Gertrude por su persona era, en realidad, mas generalizable: De modo que la lujuria, aunque unida a un angel radiante, se saciara en una cama celestial y se alimentara de basura. ( 1 .5.55} La repugnancia que siente Hamlet hacia el sexo, por in­ quietante que nos resulte frente al caracter romatico que otor­ gamos a su belleza y atractivo, no es nada en comparaci6n con la del heroe de la obra The Revenger's Tragedy de Tourneur, quien, como Lear, imagina un mu�do en el que la copulaci6n nunca cesa, de modo que hasta los esqueletos la practican. En este mundo sombrio y lleno de asco las alcahuetas son "ensal­ madoras" que juntan los huesos y un "viejo vicioso" muere asi al besar el "encantador labio colgante" y envenenado de una calavera dispuesta de tal modo que parece que esta viva 28• Buena parte de esta epidemia de fornicaci6n tiene su origen en la comida y la bebida, el exceso de la gula, pero este lujo se distingue por el hecho de que nunca se describe como algo que suscita asco en los propios actores, s6lo en los observado­ res que se sienten mal al pensar en tanta indulgencia. La incapacidad del exceso de los demas para inhibir su in­ dulgencia futura provoca un asco en el observador melanc6lico que funciona como el asco 1 , aquel que intenta impedir que se actue de acuerdo a los deseos inconscientes. De modo que los ascos 1 y 2 aparecen en una especie de economia mo­ ral, en la que la supuesta incapacidad del exceso para limitar el deseo en los demas elabora barreras inhibidoras en el ob­ servador melanc6lico, que tiene que asistir a la contamina­ ci6n de sus deseos con imagenes de un sexo indecoroso que alcanza proporciones epidemicas. El incesto, los empareja-

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mientos entre viejos y j6venes, "reyes henchidos con besos so­ noros" 29, "el adulterio canoso", "huesos huecos llenos de mal­ ditos deseos" 30, envenenan su pensarniento y contaminan sus fantasias. Lo que tambien sucede es que su asco inhibidor le hace susceptible de considerar que la indulgencia de los de­ mas es asquerosa. En otras palabras, esci realizando una pro­ yecci6n. Es lo que solemos decir para desestimar esos vitu­ perios. (Es solo la proyecci6n lo que hace que el exceso de los demas nos repugne? Dificilmente. La pasi6n y el deseo mantienen en suspenso_nuestra facultad de critica cuando copulamos y estamos de juerga, pero cuando adoptamos el pun to de vista frio del observador en tercera persona no te­ nemos nada que vele nuestro juicio, a pesar del exito de la pornografia. El exceso de la habituaci6n y la adicci6n se interpreta de , diferentes modos segun los ambitos. Freud reflexiona acerca de la relaci6n simbi6tica del deseo y su frustraci6n y acerca de si "el valor mental de un instinto siempre disminuye cuando se satisface": ·

Pienso, por ejemplo, en la relaci6n entre el bebedor de vino y el vino. (N0 es cierto acaso.que el vino siempre proporciona a quien lo bebe la misma satisfacci6n t6xica, que en poesfa se ha vinculado a menudo con lo er6tico y que la ciencia tambien pue­ de considerar comparable? (Hemos ofdo hablar de alglin bebe­ dor que se haya visto obligado a cambiar constantemente de vino po.r:que se cansara enseguida de beber siempre el mismo? Al contrario, la costumbre liga al hombre cadavez mas al tipo de vino concreto que bebe. (Conocemos a algun bebedor que se vea impulsado a ir a otro pals, donde el vino sea mas caro o don­ de el alcohol este prohibido, para estimular por medio de estos obsciculos un placer que se ha visto reducido? Nada de eso . . . (Por que es tan diferente la relaci6n que mantiene e l amante con su objeto sexual? 31• Freud subestima el grado a partir del cual la escasez puede aumentar el placer por esos vinos y cervezas que la geogra181

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fia y el precio hacen una delicia poco habitual. No obstante, esto no resta importancia a la cuesti6n que plantea acerca de la diferencia existente entre el vino y las mujeres. La respues­ ta de Freud plantea que los hombres son fieles a su vino favo­ rito porque es exactamente lo que desean; no existe ningun tabu que les impida tomar el que quieran. Pero en el caso de los objetos sexuales sucede de otra manera. La satisfacci6n no puede obtenerse con el mismo objeto sexual porque este es s6lo un sustituto del verdadero objeto del amor, al que no se puede acceder debido al obstaculo que representan los ta­ bues del incesto. Cualquier otro o cualquier otra cosa s6lo es un sustituto frustrantemente inadecuado del verdadero objeto del deseo. �Esta busqueda de lo inalcanzable explica adecuadamen­ te la satisfacci6n que se siente al tomar siempre el mismo vino y la insatisfacci6n que se experimenta con la misma mujer, por que el exceso en el amor s�ele implicar donjuanismo mien­ tras que el exceso en el beber implica deleitarse demasiado en la misma cosa? 32 La relaci6n que mantiene el beber con el asco no es exactamente la misma que la que mantiene el sexo con eL No existen normas firmes que nos indiquen que de­ bemos ser fieles a los vinos; ni tenemos la costumbre de dis­ frutar seduciendo al vino, lo cual seria una idea absurda. El placer que produce el vino consiste sobre todo en el placer fisico que com porta beberlo, saborearlo y olerlo y en la into­ xicaci6n liberadora que conlleva. Se trata de un placer sen­ sual. No obstante, existe ese complejo ritual del aficionado al vi no que aiiade el placer de considerarse un experto a los pia­ ceres de lajovialidad que se da a veces cuando se bebe vino, pero la cuesti6n que planteo se sostiene en terminos genera­ les. Cuando nos hacemos mayores, beber vino ya no ofrece la oportunidad de sentir el placer de violar las prohibiciones que la sexualidad ofrece constantemente. Ademas, lo que se pone en juego con el vino tiene men or repercusi6n moral, social y psicol6gica que cuando se trata de las m�jeres, de modo que el placer que producen el vino y las mujeres no pueden compararse. El placer del sexo s6lo 1 82

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es en parte sensual porque n unca puede separarse totalmen­ te del enorme conjunto de normas y prohibiciones que go­ biernan las cuestiones sexuales. Muchas personas consideran que la habilidad, el riesgo y la excitaci6n de la seducci6n, los halagos hacia la propia autoestima que se producen cuando se consigue el favor (puesto que estamos hablando de Freud, presupongo que se trata de un seductor var6n) , producen mucho mas placer que esa torpe fusion de los cuerpos que constituye su objetivo. A no ser que medie el amor, los placeres meramente sen­ suales del sexo tienden a empalagar, cosa que no hace el vino. Y, segun parece, da igual que el sexo se de con una persona no amada o con muchas personas no amadas. En ambos ca­ sos la desesperaci6n es el riesgo que acompaiia a la repeti­ ci6n del acto. Don juan puede seguir adelante porque aun encuentran placer en la s�ducci6n, pero incluso esto' comien­ za a aburrirle. 0 bien descubre, como el Don juan d� Byron, que es el cazador cazado y que su orgullo por sus habilidades estrategicas y su poder de seducci6n se basan en un autoen­ gaiio absoluto, segun el cual, las mujeres, que son sus objeti­ vos, carecerian de h'abilidaaes similares; o bien es un seduc­ tor tan consumado que la enesima seducci6n ya no conlleva sorpresas ni placer mas alla del puramente fisico. Un juego cuyo resultado es de prever dificilmente puede resultar tan interesante como cuando no se sabe cual va a ser el resultado. No obstante, ese "a no ser que medie el amor" es esencial, puesto que, cuando lo hace, se aiiade algo al componente pu­ ramente fisico que, si bien no proporciona el placer de la es­ trategia y los halagos inherentes a la seducci6n, llega a ser algo mas. Acostarse con la madre tampoco seria mejor, a no ser que mediase el amor. Y, desde luego, Freud presupone que el am or esta presente tanto en el caso de la madre como en el del vino, pero no en el caso de las demas mujeres. Tambien existen otras diferencias esenciales. La curva del placer que produce el vino, por ejemplo, decae menos brus­ camente que el sexo. El vino es indulgente con nosotros si be­ bemos con moderaci6n. Pero el sexo cuenta con el orgasmo _

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y el vino no cuenta con nada parecido. El declive suave de la curva del placer que produce el vino tanto en la vertiente ascendente como en la descendente implica que este per­ mite obtener un placer moderado. Ofrece la posibilidad de conseguir placer sin llegar al exceso, aunque exista el peligro de que este se presente y tambien la adiccion 33. Sin embargo, uno de los rasgos caracteristicos de la satisfaccion sexual es que la indulgenciaa no puede diferenciarse del exceso y el abuso. El orgasmo es excesivo por definicion. Y esta es, en par­ te, la razon por la que su declive es tan brusco. Por tanto, no es raro que la gente acompaiie el sexo con vino por dos razones: el vino ayuda a insensibilizar nuestros receptores del asco, anula nuestra capacidad de autocritica, hace que nos saltemos las normas del decoro y nubia nues­ tro sentido de la vergiienza, de tal modo que somos capaces de superar el asco que nos inhibe y que podria impedir la in­ dulgencia sexual; y despues, tras el coito, ayuda a mitigar la decepcion y el asco que produce el exceso vinculado al orgas­ mo que te deja apatico, asustado, vado, asqueado por haber­ lo deseado. El vino nos ayuda a confundir la lasitud con una sensacion de bienestar. Cuando no media el amor, recurri­ mos al vino para que cumpla la funcion de aquel y haga que el sexo no sea tan desalentador y que los momentos posterio­ res no conlleven tanta desesperacion. El placer que produce el vino no nos sume en este tipo de confusion a no ser que nos pongamos malos si abusamos. El vino nos permite obtener placer con moderacion. La explica­ cion de Freud de por que satisface el mismo vino, pero no el mismo objeto del amor, ignora que cada uno de ellos tiene cur­ vas de placer muy distintas y, por tanto, consecuencias dife­ rentes. Puedes permitirte el lujo de beber vino por placer sin que intervenga el asco y tener en cuenta solo la amenaza de este si bebemos en exceso; por el contrario, el sexo tiene que verselas con el asco en los momentos de subida y bajada porque es un aspecto necesario de su placer orgasmico. Si el vino pro­ dujera el orgasmo o este contara con el suave declive del placer moderado que produce el vino, como imaginaban los teologos 1 84

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medievales que era el sexo decoroso y racional de Adan y Eva antes de que fueran expulsados del Paraiso 34, Adan se hubiera contentado con Eva dia tras dia como Freud con su Burdeos. �Como explicamos el hecho de que tanta sexualidad (mas­ culina) se elabore en torno al deseo de recrearse en el asco, de revolcarse en el lodo, por asi decirlo? 35 El sexo se percibe como algo sucio, brutal, hediondo, inmundo, pegajoso, babo­ so, exudado, pero esto es precisamente lo que resulta atracti­ vo para muchos. He planteado que la satisfaccion sexual im­ plica exceso y, de este modo, conlleva el asco que acarrea el exceso. Tambien hay que tener en cuenta el problema, al que aludiamos antes, de como entender la formacion reactiva freudiana. �Se trata de una barrera tras la cual se encuentra el objeto hermoso o este es en realidad asqueroso y es en eso en lo que reside su atractivo? En Tres ensayos de teoria de la sexualidad ( 1 905) Freud con­ cebia las formaciones reactivas como diques de asco, vergiien­ za y moralidad que intentaban reprimir el deseo por objetos 1prohibidos. En la epoca en que escribio "La forma predomi­ nante de degradacion de la vida erotica" ( 1 9 1 2) , lo asquero­ so ya se habia convertido en objeto de deseo 36. Se pregunta �por que los hombres suelen ser psiquicamente impotentes con las mujeres a las que respetan y admiran y, sin embargo, tienen tanto exito con "un objeto sexual que a sujuicio esta degradado y tiene poco valor?" Los hombres necesitan un objeto sexual degradado para hallar placer. De ahi que en­ cuentren amantes entre las mujeres que son "eticamente in­ feriores" y "a las que [ellos] no tienen que atribuir inquietu­ des esteticas" (21 0) . Dicho de otro modo, los hombres buscan a aquellas mujeres poco exigentes a las que no parece repug­ nar la fealdad de los organos sexuales. Como dice Freud con una expresion comedida carente de emocion: "Los genitales no han experimentado la evoluci6n del resto del aspecto hu­ mano hacia la belleza" ( 2 1 5 ) 37. Nos puede parecer que la explicacion de Freud es una et­ nografia del deseo sexual propia de los hombres burgueses 1 85

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de Viena, para quienes la sexualidad no podia desligarse de la imagen de las sirvientas de clase social inferior como enfer­ meras, doncellas y niiieras que les educaban 38. Sin embargo, Freud aseguraba que sus observaciones podrian aplicarse mas ampliamente. La forma predominante de degradacion del objeto sexual no era una patologfa aislada sino una caracte­ rfstica "de la vida erotica de los pueblos civilizados" (209 ) . Asegura que e l origen de este impulso d e degradacion debe buscarse en la escision de "dos corrientes de sentimiento": "los sentimientos tiernos y afectivos y los sentimientos sen­ suales", que no son precisamente tiernos (204) . Los prime­ ros estan dirigidos a los miembros de la familia, sobre todo las madres y las hermanas, mientras que los sentimientos sen­ suales se desvfan de sus objetos de deseo (una vez mas las ma­ dres y las hermanas) por medio de la barrera del tabu del in­ cesto y el asco, la vergiienza y la moralidad que lo sancionan 39. Como consecuencia, el "sentimiento sensual que se ha man­ tenido activo busca solo objetos que no le traigan recuerdos de las personas incestuosas que le estan prohibidas" (207) . Las personas que le recuerden a su madre y su hermana, es decir, mujeres de su propia clase social (respetable) seran objeto de un amor tierno pero no sensual; las que no se pa­ rezcan en nada a la madre seran objeto de una sensualidad carente de ternura. De este modo, el placer sexual no tiene nada que ver con los sentimientos tiernos y estos anulan el deseo sexual ( 207) . De modo que la sensualidad busca objetos degradados u objetos que se puedan degradar. �Pero que quiere decir esto? �El placer depende de la degradacion previa del objeto o de degradar el objeto a traves del sexo? Freud no se muestra cla­ ro a este respecto y parece que se refiere a ambas cosas. Se considera que el acto sexual degrada a su objeto, lo contami­ na. Pero el deseo por ese objeto depende de que ya tenga un caracter inferior 40, que ya sea algo degradado. La degrada­ cion de las relaciones sexuales podrfa entenderse, por tan­ to, como una ratificacion o confirmacion de una jerarquiza­ cion ya existente por condicionamientos sociologicos como 1 86

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son la clase, la etnicidad y el nivel de instruccion. Pero esto no parece lo suficientemente convincente como para expli­ car el problema. �Como puede basarse la satisfaccion en pro­ fanar lo que ya esci profanado? Freud no seiiala, en este ensa­ yo, que el placer resida en la autodegradacion del hombre; el placer consiste en degradar a otra persona 41• Seg(ln Freud, "la satisfaccion sexual total'\que proporcionan estas mujeres de clase inferior no es independiente del hecho de que no se las arne, de que uno puede marcharse con el espiritu intacto y satisfecho, puesto que "elias no pueden criticarle" ( 2 1 0) . No es posible que Freud pretenda decir que las mujeres de clase social inferior son atractivas solo porque resultan asque­ rosas; se trata mas bien de que tienen umbrales muy elevados de asco, por lo que haran o soportaran cosas que .no tolera­ rian las mujeres respetables. Por un lado, esta la bajeza que atrae y, por otro, la bajeza que impide el deseo. Freud admitia diferencias entre las relaciones mantenidas con una fulana joven y las mantenidas con una bruja detestable. Su explica­ cion sigue dependiendo de lo que algunos podrian conside­ rar un concepto convecionalmente sexista de la violabilidad de las mujeres de clase inferior o no habria posibilidad de de­ gradacion en la que basar el placer. Tengo la impresion de que las mujeres de clase inferior que desempeiian este papel para los hombres de clase supe­ rior son atractivas independientemente de su vulgaridad. Es decir, un observador imparcial comprenderia lo que atrae al hombre. No se trata de un tipo de recreacion en el asco, en la que los hombres buscan lo feo, deforme, morboso y viejo para dar rienda suelta a su impulso sexual. La estetica sigue siendo importante; la "forma predominante de degradacion de la vida erotica" no consiste en acostarse con leprosos, sino en des­ truir la reputacion de alguien que todavia se considera que tiene cierta inocencia o pureza Uuven tud, belleza y vulnera­ bilidad) que puede ser mancillada, pero que cuenta con un caracter eticamente inferior que no ve por que deberia resis­ tirse a ser mancillada; es decir, su caracter eticamente inferior la hace sensual. 1 87

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Freud habla de hombres que buscan mujeres que son mo­ ral y socialmente despreciables, no fisicamente asquerosas. No es que no existan espfritus que busquen realmente lo feo , morboso y deforme para conseguir e l placer sexual, pero no es a esto a lo que se refiere Freud 42. El y nosotros reconoce­ mos la diferencia que existe entre las "deformidades socia­ les" del gusto y la vulgaridad de la clase baja y la fealdad fisica que no tiene una relaci6n especial con la clase, si dejamos a un lado los efectos que tiene la clase en la salud fisica. Y sos­ pecho que quienes disfrutan con las preferencias que, en ge­ neral, suelen considerarse perversas hacia lo malsano y de­ forme lo hacen por el poder de transformaci6n que tiene el verdadero amor o por una causa menos noble, con una iro­ nia inevitable, casi vanguardista, para recrearse ep la viola­ cion de esas prohibiciones tan poderosas. Si la excitaci6n residiera en degradar a nuestra compaiie­ ra serfa de esperar que los hombres disfrutaran mas manci­ llando a las mujeres pertenecientes a la misma clase social de sus esposas, madres y hermanas. Segun Freud, el amor y la ternura se interponen para impedirlo. Esto puede explicar que se salven la propia esposa, hermanas y madre, pero �por que tendrfa la ternura que salvar a las esposas, hermanas y madres de nuestros iguales sociales? Lo que salva a estas mu­ jeres de la degradaci6n no es el tabu del incesto ni el amor. Freud propone indirectamente que se salvan sobre todo por­ que son frfgidas (2 1 1 ) o por la misma impotencia que llev6 a sus maridos a visitar al doctor Freud. En realidad, parece que se salvan s6lo gracias a la clase social, que es tan determinan­ te que todas la mujeres que pertenecen a la clase social de la madre se parecen a ella lo suficiente s6lo por esta raz6n. Sin embargo, no se considera que la mera femineidad de las mu­ jeres inferiores haga que se parezcan a la madre lo suficien­ te como para salvarlas. La clase impulsa este asunto mas que Edipo, por lo que lo sociol6gico se impone a lo psicol6gico de un modo muy poco freudiano . Cabe preguntarse hasta que punto la economfa social con­ tribuye a fundar la idea de Freud de que el deseo por degra1 88

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dar forma parte de toda la vida sexual masculina del mundo civilizado. �Donde encuentran los hombres de la clase traba­ jadora mujeres que desear que no sean sus madres y herma­ nas? Es de suponer que no ·son civilizados y, por tanto, no se les puede aplicar esta forma de practica sexual tan predomi­ nante. �0 es que en estos niveles t:fl.n bajos el hecho de ser mu­ jer constituye la unica bajeza que se necesita para que un hom­ bre disfrute revolcandose en el fango moral que aquella le proporciona? Esa degradacion predominante a la que se re­ fiere Freud depende de lajerarquia clasista para presentar ese caracter especial, no de lajerarquia de generos ni siquiera de Edipo; por tanto, segun parece, los hombres pertenecientes a las clases inferiores deben estructurar sus deseos de de.gradar sus objetos sexuales de manera diferente o renunciar com­ pletamente a la satisfaccion erotica· de la que disfrutan los hombres de las clases superiores. �En lugar de buscar mujeres inferiores a las que degradar no es posible que los hombres de clase baja pongan sus miras en las clases superiores? Los hombres de las clases superiores temfan, de hecho, que los hombres de las clases inferiores pu­ dieran hacer esto. Existe una larga tradicion literaria, que se remonta al amor cortes del siglo xn, que pasa por los laca­ yos bien dotados de los siglos XVII y XVIII y continua mas alla de lady Chatterley, que muestra la creencia de que estos hom­ bres inferiores complacfan a esas mujeres de la clase supe­ rior, cuyos hombres apreciaban demasiado como para des­ truir su reputacion. �Pero entonces quien degradaba a quien? Este asunto no pinta (hasta el siglo xrx) la actuacion de los hombres inferiores como respuesta al deseo de degradar 43• En el amor cortes lo que se pretendfa era subir de categoria a traves de la mujer, no degradarla. Y este tema rara vez se ha tratado de forma que el hombre inferior tenga algo que de­ cir al respecto. Solo esta al servicio de su amante, que cree que ei puede ser mas apasionado que su marido embotado. En esto consistia la degradacion en la que los hombres de clase superior crefan que incurrian sus mujeres. Las esposas de la clase superior degradaban a sus maridos al acostarse 1 89

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con los lacayos, al tiempo que daban rienda suelta a su pro­ pia fascinacion par lo despreciable y asqueroso, mientras que sus maridos degradaban a las sirvientas, cuya bajeza les degradaba a su vez. iVaya mundo de enfrentamientos mu­ tuos de desprecio y asco! Freud dice alga muy distinto sabre las mujeres. "Las mu­ jeres" -es decir, las mujeres burguesas a las que trataba o las madres, esposas y hermanas de los profesionales u hombres burgueses a los que trataba- "muestran poca necesidad de degradar el objeto sexual" ( 2 1 1 ) La division entre lo tierno y lo sensual se resuelve en su caso par media de la represion de lo sensual. De este modo, la frigidez se corresponde con la impotencia psiquica de sus maridos. Se trata de un panora­ ma realmente sombrio. El sexo es demasiado asqueroso para tamar parte en et o, si se hace, no lo bastante asqueroso como para resultar satisfactorio, a no ser que se pueda recurrir a los sirvientes y doncellas. El asco cumple una triple funcion: primero, intenta evitar la copulacion pero, par eso mismo, la convierte practicamente en un desafio que hay que afrontar. Una vez superado, el asco se suma a la diversion e incluso la incrementa par el hecho de haber sido conquistado y haber­ se convertido en parte integrante del proceso sexual propor­ cionando los componentes de inmundicia y pegajosidad que hacen que el sexo resulte tan momentaneamente liberador. Y, par ultimo, consumado el acto, el asco, acompaiiado de ver­ giienza, irrumpe a trompicones para castigar esa indulgencia excesiva. El asco lleva una vida muy ajetreada en el mundo sexual. No he hecho mas que un resumen simplista que expone lo que sucede en el contexto del sexo, donde hay mucho en juego y la curva especifica del placer sexual, con su brusco declive, complica el asunto. Las casas pueden explicarse de otro modo cuando la transgresion se produce en contextos en que hay me nos en juego, como la comida, o cuando las cuestiones morales son simplemente distintas. Pero no acaba aqui todo lo que hay que decir sabre el sexo; he tenido que aiiadir un calificativo frecuente y poco trivial al debate: "a no 1 90

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ser que medie el amor". El amor transforma por completo la economia del asco sexual y tambien muchos de esos ascos que surgen de la incapacidad para mantener en publico un as­ pecto presentable y no contaminante. El amor todo lo puede.

EL AMOR Y l.A SUSPENSION DE LAS REGI.AS DEL ASCO Ahora me gustaria contar algo un poco mas halagiieiio. Se trata de una historia de amor mas que de sexo, de cambio de paiiales y cuidados a familiares enfermos, tanto de fidelidad como de amor sexual. Se trata de una historia de tolerancia hacia los cuerpos y buena voluntad, tanto para perdonar sus flaquezas como para ser indulgente con sus cualidades peli­ grosas y contaminantes. Esta historia tiene repercusi6n tan­ to social como psicol6gica y el sexo solo es un area de com­ portamiento mas. Una manera de describir la intimidad (y/o el amor) es como ese estado en que se relajan o quedan en suspenso al­ guhas reglas del asco. Veamos las siguientes posturas prelimi­ nares y que en ocasiones se solapan ante la capacidad que tienen los demas de resultar asquerosos. Una es la que se da cuando perdonamos o sufrimos acciones o cosas que segui­ mos considerando asquerosas; en la segunda, no llegamos a sentir asco por cosas que, en otras circunstancias, si nos lo ha­ rian sentir, pero estas cosas no comportan un placer o atrac­ tivo especiales porque no den asco y siguen considerandose como propias del ambito de lo asqueroso; segun la tercera postura, consideramos el comportamiento o la sustancia as­ querosos como privilegio de la intimidad, lo cual se veria como una grave ofensa.si no se entendiera como privilegio; esto ul­ timo suele implicar la intersecci6n entre asco y placer sexual ( pero no tiene por que) . En el primer tipo se incluyen las cosas que se deben perdo­ nar o soportar pero que siguen dando asco, como el mal alien­ to. El mal aliento en un extraiio suele interpretarse como una especie de deficiencia moral de menor grado; puede pesar 191

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mas que muchas virtudes y aniquilar el deseo de mantener relaciones continuadas que impliquen estar al alcance del olor. El mal alien to de un ser querido se perdona, aguanta o negocia posponiendo el acercamiento, a sabiendas de que el distanciamiento es temporal y que no reviste mayor impor­ tancia mas alla de evitar momencineamente la molestia que nadie, incluida la persona de la que nos apartamos, espera­ ria que soportaramos. Si no se perdona el mal aliento o no puede negociarse me parece que el amor tiene los dias con­ tados o pronto los tendra. El mal aliento es uno de esos pro­ blemas asquerosos a los que no se les suele atribuir gran im­ portancia como indicador de las relaciones de estatus. Es algo que no se puede percibir por parte de terceros, y quien lo su­ fre no suele darse cuenta de que lo tiene, de modo que su ca­ pacidad de mostrar a la pareja o a los observadores lo especial que es su relaci6n queda reducida al minima. Por ejemplo, no cuenta con la capacidad de mostraci6n del contacto per­ mitido. El mal alien to es una cruz que la segunda persona tie­ ne que soportar sin obtener ningun beneficia a cambia, sal­ vo quiza un pequeiio destello de satisfacci6n al saber en su fuero interno que esta sufriendo en silencio noblemente y que, de este modo, esta haciendo una ofrenda con su sufi·i­ miento. Yen la medida en que la rivalidad forma parte de las relaciones intimas permite que uno se recree en el pequeiio desden que proporciona un alivio momencineo de las cargas sacrosantas del amor y la entrega. En el segundo tipo -aquellas cosas que, debido a un es­ tatus especial, pierden su caracter asqueroso sin ofrecer un placer o atracci6n especiales a cambia de superarlo-, los ejemplos principales estan constituidos por actos intergene­ racionales de cuidados y entrega: cambiar paiiales, limpiar comida vomitada y otros cuidados que se prestan a parientes indispuestos y enfermos. A diferencia de la actitud de sopor­ tar el mal alien to, cambiar los paiiales define en parte un es­ tatus: el de ser padres. Pero el cambia de paiiales va mas alla de formar parte del ambito de la paternidad. Es un acto tan emblematico del tipo de compromiso implicado en la rela1 92

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cion, que conlleva un significado simbolico y esencial. Los pa­ dres son aquellas personas que prestan sus cuidados pase lo que pase, que limpian los excrementos, aunque se arriesguen a mancharse las manos y la ropa y tienen que soportar que sus hijos se les caguen encima. De este modo, los padres rea­ lizan acciones humillantes que, al mismo tiempo, mejoran su estatus, porque los padres reafirman y adquieren con tales ac­ ciones el derecho a cuidar a sus hijos, ademas de la carga que supone el deber de hacerlo. El amor de los padres implica humillarse ante un simple bebe (lo cual constituye sin duda un preludio de la quiebra final de la voluntad de los padres que acompaiia a la puber­ tad del hijo) . Esta humillacion ritual (y muchas veces real) de los poderosos por amor se puede reconocer facilmente como modelo de una clase especial de entrega. El cristianismo o bli­ gaba al mismo Dios a amar a la humanidad de este modo. Antes de esa ultima autodegradacion de humillacion y cru­ cifixion,Jesus realizo una serie de actos menores de modestia y autodegradacion lavando los pies de sus inferiores. La ma­ yorfa consideramos que estos actos de autodegradacion no son sino una inteligente estrategia para reafirmar su superio­ ridad. Gandhi yJesus lo sabfan muy bien. �Acaso aquellos que son objeto de adoracion tambien reafirman su pretension de dominio aparentando concederlo? Teniendo esto en cuenta pensemos en el homenaje que se rinde al ninoJesus en Navi­ dad. �Como puede resultar amenazador Dios cuando adopta la forma de un be be? �0 acaso esa adoracion refleja que so­ mos conscientes de que nuestros hijos inhiben nuestro anhe­ lo y reivindicacion de autonomfa tanto como lo hicieron nues­ tros padres? No todo el amor que muestran los fuertes por los debiles adopta la forma de autodegradacion, de servicio a los inferio­ res a traves de limparies su suciedad e inmu�dicias. Se puede amar desde una distancia indiferente y delegar en otros el tra­ bajo sucio; esto solia distinguir el am or de padre del am or de madre hasta hace muy poco, si es que la situacion ha cambia­ do 44. Segiin parece, la superacion del asco normal es precisa1 93

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mente lo que hace que el amor de madre sea el prototipo de amor desinterasado, mientras que esa resistencia general que muestran los padres a comportarse igual forma parte de lo que convierte al amor de padre en algo ambivalente y sin lo que el niiio podria pasar perfectamente 45• Cambiar los paiiales, superar el asco inherente a las sus­ tancias contaminantes, es emblematico del caracter incondi­ cional del amor que los padres muestran cuando crian a sus hijos. Si no se produjera esa superaci6n, el acto no tendria ese significado emblematico. El amor implica una especie de au­ tosuperaci6n en este contexto, la superaci6n de aversiones muy fuertes y que las reglas de la pureza que nos dominan queden en suspenso. Esto quiere decir que nuestro caracter remilgado, nuestra pureza, debe subordinarse al bienestar de la nueva generaci6n. El lector puede suponer, debido a la importancia que otor­ go a ello, que no me result6 facil superar mi asco a la hora de cambiar paiiales. Es cierto que estas cosas se les dan mejor a qnos que a otros y sus significados mas amplios se pierden para los actores cuando esta tarea se hace rutinaria y se repite constantemente. (Sin embargo, nuestra sensibilidad, aunque mitigada por el combate diario con los excrementos, sigue es­ tando asombrosamente intacta ante el requerimiento, menos habitual, de limpiar el v6mito del hijo enfermo) . Pero la im­ plicaci6n mas amplia que conlleva ocuparse de los residuos corporales de un hijo, aunque se nuble con la rutina, sigue estando presente. La confirmaci6n de esto suele venir mas desde terceros, que reconocen involuntariamente el poder simb6lico de esa entrega capaz de superar el asco, que desde los actores principales curtidos en estas lides. La gente que no tiene hijos suele presenciar esto con sobrecogimiento, ho­ rror yI o asco y much as personas no pueden ni imaginar la idea de ser padres a ese precio. Cuando se trata de observa­ dores que tam bien son padres, el acto no conlleva ese signifi­ cado, puesto que lo consideran algo rutinario, salvo cuando se les recuerda bruscamente, con los excrementos del hijo de otra persona, el asco que tuvieron que superar con sus pro1 94

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pios hijos. La autosuperaci6n, aunque sea incondicional en lo que se refiere al propio hijo, sigue estando muy condiciona­ da al hecho de que sea efectivamente el propio hijo. El asco sigue estando presente a no ser que medien el amor y la en­ trega; la labor que se realiza por amor se convierte en una mera tarea ingrata. La naturaleza se adapta al caracter remilgado de las perso­ nas que acaban de ser padres puesto que hace que los excre­ mentos del recien nacido sean relativamente poco contami­ nantes, que no resulten pegajosos ni que huelan especialmente mal e, incluso, que su color y aspecto no se parezcan a los de los excrementos normales. Este caracter distintivo de las he­ ces infantiles confirma su estatus especial de niiios y quiza tambien forma parte, en cierta medida, de ese estatus. Si, por un lado, esa uniformidad a la hora de ofender que tienen las heces humanas es un gran agente democratizador, que supri­ me las distinciones entre unos y otros, por otro, ese caracter especial que poseen las heces de los niiios los distingue de la masa humana ofensiva. Supongo que esto encierra una inte­ resante historia evolutiva, pero no se c6mo contarla. �Trata de la selecci6n de un tipo determinado de leche o de la selec­ ci6n de un tipo determinado de mecanismo de asco? Si el asco ya estaba asentado, el cambio tendria que haberse producido en las caracteristicas de las heces, de modo que se favoreciera a aquellas madres cuya leche produjera deposiciones que no suscitaran un asco intenso. �0 acaso el reflejo del asco evolu­ cion6 de tal manera que se produjera una excepci6n parcial en el caso de las heces de los niiios? El amor intergeneracional de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres mayores se encuentra ligado a ig­ norar o superar el asco, y esa actitud de ignorar define la preo- cupaci6n y los cuidados hacia los demas. La forma de en­ frentarse al asco no encierra un placer especial que se oculte en lo asqueroso. Parte del amor intrageneracional adopta la misma forma. En algunas ocasiones hay amigos que necesi­ tan ayuda y nos hacen este tipo de requerimientos, lo mismo que los amaotes. �Cuando estis tirado en el suelo de los ser1 95

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vicios de un restaurante porque te has intoxicado con la co­ mida, el dolor y las nauseas de la enfermedad son mayores que la humillacion de que los amigos te vean asf y tengan que cuidar de ti? �Tenemos miedo a que los demas no sean capa­ ces de volver a pensar que tenemos dignidad? Y por muy so­ lfcitos que se muestren, �volveremos a fiarnos del modo en que nos miran? Si ya nos querian, esto pondra a prueba su ca­ riiio y, si no era asf, tememos que nunca podran llegar a ha­ cerlo. Esta es la razon por la que admiramos a los animales que tienen el don de arrastrarse y lamer sus heridas o morir solos. Los niiios son los (micas que tienen verdadero derecho a requerir que prescindamos del asco; los demas tienen que ganarse este derecho u ofrecer a!go a cambia, sabiendo que se trata de una relacion de reciprocidad: yo he cuidado de ti y ahara tu cuidas de mf; te he vista en una situacion en Ia que nadie deberfa haberte vista y ahara tienes que soportar lo mis­ mo a cambio. La afirmacion de que el amor consiste en la suspension de las reglas del asco puede significar varias casas. Como ya he­ mas seiialado, el amor implica la disposicion a perdonar los defectos normales del cuerpo del otro, como son el mal alien­ to o la fealdad que acompaiia a Ia pubertad o la vejez. Tam­ bien implica superar el asco en favor del cuidado y la preo­ cupacion. Quiero examinar la idea de permitir que otro te con temple, te toque o te perciba de un modo que te resultarfa asqueroso, vergonzoso o humillante si esa persona no con ta­ ra con ese privilegio. No se trata solo de la intimidad de la se­ xualidad, sino mas bien de todo ese abanico de comporta­ miento y costumbres que definen la intimidad entre iguales. A falta de un termino mejor, llamare a esto amor. La intimidad del amor es distinta de Ia que se da en la sim­ ple proximidad y convivencia, donde nos acostumbramos a los habitos asquerosos y el funcionamiento corporal normal de un mero compaiiero de habitacion. Acostumbrarse al asco que conduce a tolerar a los compaiieros de .habitacion no se considera una concesion del privilegio de la intimidad, sino una carga que suele acabar en desprecio y, algunas veces, 1 96

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aversion hacia el otro. Esta capacidad de acostumbrarse de una manera despreciativa se parece a la que adquieren los medicos y las enfermeras para hacer frente al asco que sue­ len provocar los cuerpos enfermos y ancianos con los que tra­ bajan. No llegan a acostumbrarse debido a un compromiso positivo, sino a traves de la familiaridad que alimenta el des­ precio. El caso del amor es completamente distinto, puesto que, por un lado, la superacion del asco es necesaria (aunque no suficiente) para mantener viva la relacion y, por otro, la indulgencia mutua, -con respecto a algunos tipos de cosas as­ querosas, es muestra de un privilegio y proporciona algunos de los medios necesarios para demostrar y dar prueba del amor que se siente. Ya nos hemos ocupado de como depende el deseo sexual de la idea de un ambito prohibido de lo asqueroso. La lengua de otra persona en tu boca puede experimentarse como un placer o como una intrusion enormemente repulsiva y nau­ seabunda, segun cual sea el estado de las relaciones existen­ tes o en negociacion entre tu y esa persona. Pero la presencia de la lengua de otra persona en tu boca puede ser muestra de intimidad porque tambien puede considerarse un ataque as­ queroso. Las seiiales de intimidad se basan en la violabilidad de "los territorios del yo" de Coffman. Si no existiera ese terri­ tdrio cuyas fronteras vigilamos atentamente no tendria nada de especial permitir o conseguir acceder a eL Esto nos vuelve a llevar otra vez a la paradoja de la trans­ gresion permitida con un nuevo enfoque. Pensemos que los limites del yo se encuentran controlados por el asco en sus puntos mas esenciales y vulnerables. El sexo de mutuo acuer­ do implica la transgresion mutua de los limites que defiende 1el asco. �Pero donde queda la excitacion de la violacion fren­ te a este permiso? Ya he comentado anteriormente, en otro contexto, que el asco nos domina de tal modo que incluso las transgresiones permitidas siguen manteniendo su fuerza. Aho­ ra sugiero que nos f�emos no tanto en el transgresor autori­ zado como en la persona que otorga el permiso. A la excita­ cion que conlleva transgredir los limites de otra persona se 1 97

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suma la excitacion de dar permiso para que eso suceda. Aun­ que resulte extraiio, conceder el permiso puede tener un ca­ racter mas transgresor que la transgresion que se autoriza, puesto que es el permiso lo que deja en suspenso la regia del asco y no el hecho permitido de atravesar el limite. La excitacion de la transgresion permitida acaba debien­ dose tambien a la complicidad con la persona que concede el permiso. El transgresor consentido es complice, junto con quien le ha autorizado, de rebasar las defensas que este ulti­ mo sostiene con mas conviccion y que controla el asco. Pero el verdadero transgresor de las reglas todopoderosas del asco es la persona que concede el permiso, que es quien autoriza la violacion de las mismas, al redefinir la violacion de si mis­ ma como una experiencia que transforma el asco. General­ mente, cuando se trata de sexo, traspasar los limites y la con­ cesion de permiso es algo que se hace mutuamente de modo que los dos compaiieros sienten la misma excitacion vincu­ lada al asco y ofenden a los dioses de la pureza en la misma medida, es decir, una verdadera exaltacion de desorden. Ha­ remos cosas o dejaremos que nos hagan cosas que violan to­ das las normas por amor y sexo y esta violacion suscitara asco si no media el privilegio, si es fruto de la coaccion o, incluso, si se realiza ante testigos 46. Hacerlo y dejar que nos lo hagan es en lo que consiste en gran medida la intimidad sexual. No obstante, no quiero convertir esto en una cuestion de sexo. Lo que sostengo es que el amar, y no solo el sexo, impli­ ca la suspension de las reglas del asco. Por el contrario, el sexo, como hemos visto, no deja al asco en suspenso, sino que se re­ crea en el. El amor resulta menos dramatico. Cuando digo que el amor implica dejar en suspenso las reglas del asco me refiero a intimidades mucho mas mundanas, que son real­ mente muestra del ambito de la familiaridad y del desprecio ocasional que puede alimentar. Comparemos nuestro yo pu­ blico y la energia que dedicamos al autocontrol y a contro­ lar nuestro entorno con el control que ejercemos sobre no­ sotros mismos y nuestros comportamientos cuando estamos solos o en compaiiia de familiares o amigos intimos. Imagi1 98

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nemos que pasaria si dejaramos que se nos viera en publico como nos ve nuestra familia y, sobre todo, nuestros c6nyuges 0 compaiieros. Imaginemos que pasaria si fueramos nosotros quienes vieramos a otros en estas circunstancias. Nos daria vergiienza que se nos viera asi y nos resultaria asqueroso te­ ner que ver a los demas de este modo sin que se hubiera con­ cedido ese privilegio. El sexo solo es un modo de cruzar los limites, que implica cierto tipo de desnudez. Existen otras formas de exhibici6n, exposici6n y conocimientos en los que se funda la intimidad profunda propia del contacto prolongado, estrecho y amo­ roso. Se piensa en compartir y revelar dudas, inquietudes y preocupaciones; en reconocer aspiraciones y confesar defec­ tos y fallos; en que se nos haya visto con todas nuestras imper­ fecciones, debilidades y necesidades. Este es un panorama enternecedor. Pero tambien podriamos plantearlo de otra manera. Podriamos definir a las amistades o a los intimos como aquellas personas a las que dejamos que lloriqueen ante-nosotros, de modo que, a cambio, tambien podamos ha­ cer lo mismo ante ellos, en el supuesto de que ambas partes son conscientes de que esto es fruto del privilegio de la inti­ midad y que nuestra dignidad y asco lo impedirian si no existiera dicho privilegio. Estos privilegios no nos suelen resultar placenteros en si mismos, a no ser que impliquen un compromiso intimo. La intimidad conlleva tanto costes como beneficios. Entre los costes se incluye ver al otro o que este nos vea como feos, im­ presentables, cobardes, aburridos, irritables, desagradables, insensibles, temerosos, enfermos, fracasados, pretenciosos, tontos y otras cosas por el estilo. 1mplica soportar la relajaci6n de la cortesia que mostramos ante los extraiios y esto vuelve a traer a colaci6n a Swift: implica la incapacidad de ignorar los gases corporales, los excrementos, los olores, las secrecio­ nes y malos comportamientos de todo tipo. No debemos ir demasiado lejos. En algun momento la re­ lajaci6n en privado de nuestro compromiso con las normas publicas de reserva, compostura, limpieza, discreci6n y sim1 99

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ples modales de decoro se considerarian excesivas y poco res­ petuosas para los intimos. Si no nos aplicaramos algun tipo de autocontrol seria dificil que el amor pudiera soportar el juicio implicito de lo que el otro "da por sentado". Algunos modales se pueden relajar, pero no se puede prescindir de todos. Puede que comamos directamente del mismo plato, pero no por eso adquirimos el derecho a masticar con la boca abierta o a eructar sin intentar ahogar el sonido. Hay normas de urbanidad que nos tienen tan dominados que no podria­ mos concebir la idea de relajarlas ni siquiera cuando estamos solos y menos aun en presencia de nuestros seres queridos. Como vemos, el amor esta lejos de consistir en la suspen­ sion de todas las reglas del asco. Algunos tipos de intimidad conllevan necesariamente, no tanto la relajaci6n de las de­ fensas como la practica imposibilidad de mantenerlas bajo el control de una vigilancia constante en una situaci6n de es­ trecha convivencia sin llegar a caer en un comportamiento obsesivo. La tarea que supone construir nuestros yoes publi­ cos se realiza entre bastidores, sin que lo vea el publico. "Estre­ cha convivencia" significa aqui que hay unas personas elegi­ das que ven entre bastidores los ensayos y los preparativos 47. Esta especie de acceso privilegiado a los bastidores puede con­ siderarse un honor cuando se otorga realmente. Pero la pre­ sencia de otra persona impone una serie de requerimientos minimos para mantener cierta dignidad bajo condiciones en las que es muy dificil hacerlo. Los intimos siguen exigiendo respeto y tienen derecho a ello. De modo que no se trata de que todas las barreras del asco se echen por la borda porque exista intimidad. Se toleran algunos comportamientos asque­ rosos (ya sabemos cuales son en lineas generales) y tienen la funci6n de confirmar ese estatus de intimidad, mientras que otros indicarian una indiferencia despreciativa hacia el otro, o todos los demas, como sucede con la mayoria de los malos olores que emitimos, que no siempre se pueden evitar. Estos ultimos son el precio ineludible que hay que pagar por la in­ timidad, no la confirmaci6n de la misma, ni son algo que se pueda construir significativamente como privilegio. 200

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Soportar el mal aliento no es privilegio de Ia intimidad, como lo puede ser pillar a alguien desprevenido, verlo debil, vulnerable, enferm:o, temeroso y feo, que son condiciones que, si se manifestaran publicamente, podrian provocar des­ precio y asco en el observador. La linea que separa las cosas que dan asco de las cosas que suscitan preocupacion, amor, lastima y afecto es muy fina. Algunos de estos privilegios se otorgan voluntariamente, como ocurre con Ia confesion y las confidencias, pero otros se manifiestan involuntariamente. Pensemos en el dolor que causa ver a una persona a Ia que amamos comportandose de tal modo que se humilla a sf mis­ ma y asquea a los demas y ser consciente de que este asco es justificado. Nos damos cuenta de que amamos a un estupido. �El amor es capaz de superar esto? Hume, como veremos en el capitulo 8, asegura que el amor de los padres es el unico que puede superar esto, mientras que todos los demas se anu­ larian 48• Sin embargo, �acaso no hay gente que quiere a vul­ gares estupidos aunque no sean sus padres ni sean ellos mis- mos estupidos? Es cierto, contemplar como un ser querido suscita un asco justificado nos obliga a enfrentarnos al alto precio que hay que pagar por nuestro compromiso, pero Ia gente sigue manteniendose fiel a este a pesar de todo. �Con­ templar Ia penosa ineptitud del estupido impone a Ia perso­ na que lo quiere Ia carga de llamarle Ia atencion para que pueda corregirse; requiere acaso reprimir Ia imagen percibi­ da para restablecer Ia ceguera que precisa el amor hacia una persona de este tipo, o este hecho significa que se Ia ha llega­ do a amar porque es estupida? Es posible ver a mujeres muy dignas Iigadas a hombres estupidos a los que parecen amar, y esto es mas frecuente que ver las relaciones de genero inver­ tidas. Podemos sentimos tentados a explicarlo apelando a un oscuro deseo por parte de las mujeres de amar a hombres que son inferiores a ellas para saborear el desprecio que sienten. �Este desprecio es una forma femenina especialmente predo­ minante de degradacion del objeto del amor? Pero el despre­ cio es Ia explicacion que da el observador, desesperado por dar cuenta de esa union desigual; en realidad, Ia mujer pue20 1

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de estar totalmente entregada a ese patin asqueroso. Esto debe ser lo que quiere decir que el amor todo lo puede. En resumen, el amor, tal y como lo conocemos, otorga a otra persona el privilegio de vernos de un modo que nos aver­ gonzarfa y asquearfa a los demas si no fuera por su media­ cion. No todas las normas que se encargan de respaldar la sancion del asco son ajenas al amor. No obstante, podemos aceptar la idea poco solida de que el amor se suele manifes­ tar por medio de las distintas posturas que mantiene ante lo asqueroso y por medio de los compromisos especiales para reducir nuestra sensibilidad hacia el asco a traves de algunos ambitos de actividad o, como sucede con el sexo, para encon­ trar en lo asqueroso una fuente de placer. Una afirmacion mas solida seria que la suspension del asco es tan esencial para el am or que este es un parasito y algo se­ cundario con respecto a un ambito anterior de lo asqueroso. Esto supondria que cierta clase de amor dependerfa de los lo­ gros del proceso de la civilizacion. (Antes ofreda la opinion de que nuestra obsesion por el sexo puede que se deba en par­ te a la patata; �acaso serfa posible que estas patatas tambien tuvieran que comerse con cuchillo y tenedor para mantener esa obsesion?) Esta afirmacion mas solida, como sospecho acertadamente y como veremos en el capitulo siguiente, es en ultima instancia insostenible 49. Sin embargo, es probable que umbrales elevados de asco puedan tener consecuencias apre­ ciables para nuestro sentido de la individualidad y, por tan­ to, tam bien para lo que consideramos como amor. Quiza he enfatizado en exceso los aspectos de ruptura de lfmites del amor, al confundir el proceso e implicaciones de lo­ grar intimidad y amor con el conjunto tan distinto de expec­ tativas y disposiciones que refleja un estado adquirido de in­ timidad y amor. Por ejemplo, podrfamos preguntarnos que puede significar la suspension de las reglas claves del asco para la identidad y la autonomfa individuales en el seno del amor o en condiciones de intimidad a lo largo del tiempo. El vocabulario jurfdico de derechos, privilegios y concesio­ nes que he estado utilizando precisa que el donador y el do202

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natario sigan siendo seres distintos y aut6nomos, puesto que estas concesiones y privilegios se pueden revocar y tienen que volverse a confirmar con frecuencia. En este sentido, el amor elimina y confirma al mismo tiempo los limites del yo. · De este modo el amor individualiza al ser amado mucho mas alla que la individualizaci6n que otorgamos a cualquier otra . persona. Pero supongamos que usamos· una metafora organizati­ va diferente, en Ia que consideremos la suspension del asco como un debilitamiento del sentido del yo de cada individuo, de modo que se fundan en un solo ser: esto es lo que hada Ia metafora paulina de las dos flechas. En esta elaboraci6n el asco elimina los limites del yo, pero no a traves de concesiones y nuevas.concesiones de privilegio, sino debilitando Ia sepa­ raci6n entre el yo y el otro para que Ia idea de conceder un privilegio deje de tener sentido. Por eso, no resulta sorpren­ dente que el divorcio este prohibido en el regimen paulino; Ia idea de las dos flechas que se convierten en una sola hace que-sea una imposibilidad conceptual. Podemos aventurar Ia idea de que en sus inicios las rela­ ciones intimas y amorosas parecen someterse mas al regimen de derechos y concesiones, pero con el paso del tiempo y Ia rutina de permitir Ia transgresi6n de los limites, el ser amado pasa, al final, de ser un otro aut6nomo con el que se compar­ te una intimidad, a algo mas parecido a un 6rgano vital: pasa * de ser nuestro amante a ser nuestro higado . Por lo que, al final, las dos flechas se convierten en una sola. Esto puede ayudar a explicar lo que a veces pasa con las parejas que He­ van mucho tiempo casadas, que cuando muere uno de los c6nyuges, el otro tambien lo hace poco tiempo despues.

* El autor hace un juego de palabras con lover, amante, y liver, hfgado. (N. de /a T.)

203

7.

GUERREROS, SANTOS Y DELICADEZA

2 Como pudo haberse configurado el asco en un mundo de

pobreza indescriptible, elevada mortalidad y en el que proli­ feraban las enfermedades; donde era muy dificil conseguir privacidad, si es que acaso podia lograrse, donde el a:mor, el sexo la muerte y la defecacion casi siempre tenian lugar al al­ cance del oido o el olfato e, incluso, a la vista de los demas; un mundo en el que solo los ricos se cambiaban de ropa, en el que lavarse algo mas que las manos y la cara era raro; en el que los dientes se pudrian y se desconocian los desinfectan­ tes? Vamos a seguir tres grandes lineas de investigacion. La primera consistira en examinar algunos textos medievales y renacentistas que nos proporcionaran puntas de partida para determinar como encaja el asco en un mundo en el que los malos olores, las imagenes visuales repugnantes, la enferme­ dad y la deformidad estaban ineludiblemente presentes, de un modo en que no lo estan ahara. La segunda nos introdu­ cira en el lexico del asco. �Como se hablaba del asco antes de que apareciera la palabra inglesa disgust ( es decir, antes de que fueran posibles esos juegos de palabras) ? En tercer lu­ g�, nos enfrentaremos a la obra esencial y fecunda de Nor­ bert Elias, teorico del proceso de civilizacion, en lo que se re­ fiere a la anatomia del asco.

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EL ASCO DESDE UN PUNTO DE VISTA HISTORICO Voy a empezar por aquello que conozco mejor: la cultura heroica. Las culturas heroicas suelen presentarse inevitable­ mente como culturas arcaicas, no tanto como algo vivido como algo a lo que mirar atras. Los libros heroicos de la Biblia -al­ gunas partes del Genesis, el libro de los Jueces y todo el de Samuel- pertenecen al Antigua Testamento, que, a su vez, se organiza de tal modo que los libros con caracteristicas emi­ nentemente heroicas se encuentran en su primera mitad, los primeros momentos de un tiempo lineal. Las culturas heroi­ cas son culturas del honor, caracterizadas por luchas clanicas y por una autoridad central debil o inexistente, de modo que, cuando estas culturas terminan por adquirir los medios para poner por escrito las historias de sus haz'!iias, la tecnologia de la escritura suele coincidir con los desarrollos politicos y culturales que ponen pun to final a esas luchas y al estilo he­ roico. De este modo, las historias de la Iliada, de las sagas is­ landesas, Beo11!Ulfo La cancion de &land circularon oralmen te durante algun tiempo antes de quedar reducidas a su forma escrita definitiva en un mundo en el que ya tenian cierto aire anticuado 1 . Nuestras mejores producciones de estilo heroico, aunque suelen ser duras y notablemente astutas a la hora de identificar y criticar las disfunciones de la cultura heroica, nunca se desligan del todo de cierta nostalgia por un mun­ do mas noble que se perdi6. Creemos que las culturas heroicas pertenecen a una epo­ ca mas ruda, con modales mas toscos; puesto que se trataba de culturas en las que la gente contaba relativamente con po­ cas cosas materiales en las que ocupar su tiempo, este lo em­ pleaban en preocuparse por la imagen que los demas ten ian de ellos: si les temian, les respetaban o les estimaban 2• A aque­ llos que competian por el honor les consumia la preocupa­ ci6n por la posicion que ocupaban con respecto a los demas; existian muy pocos lugares en los que la gente se pudiera sen­ tir relajada, fuera del alcance de las miradas enjuiciadoras de otras personas celosas y envidiosas. La gente tenia los nervios 206

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a flor de piel y se mostraba susceptible; la conversaci6n trans­ curria al borde del insulto. El honor de una persona era algo fnigil y que se podia violar facilmente; su estado de salud (tanto de los hombres como de las mujeres) estaba fuertemen­ te controlado por su sentido de la vergiienza y una gran ha­ bilidad para percatarse de si los demas la envidiaban mas de lo que ella les envidiaba. Las emociones claves de esta cultu­ ra son la vergiienza y la envidia. La vergiienza es la emoci6n del autocontrol y sustenta la etica de "dar la cara" y el coraje; la envidia sirve de motivaci6n a la competitividad, que con­ siste en competir por un honor escaso. Segun esta idea, el asco cuenta con muy poca vida publica en una cultura en la que existia muy poca vida que no fuera publica. Pero no po­ demos desestimar esto tan facilmente. Teniendo en cuenta esta caricatura apresurada de un regi­ men moral psicol6gica y sociol6gicamente complejo, me gus­ taria presentar al lector dos breves estampas extraidas de las sagas familiares de la Islandia medieval. En la primera, per­ teneciente a la saga Laxdcela, �artan y sus seguidores, en un recrudecimiento del conflicto, rodeaban la granja de la gen­ te de Laugar y les impidian el paso al retrete exterior durante tres dias. Cuenta la saga que "en aquella epoca era costum­ bre que el escusado estuviera ubicado a cierta distancia de la casa . . . �artan bloque6 todas las puertas e impidi6 que salie­ ra alguien, por lo que tuvieron que hacer sus necesidades en el interior durante tres dias" (cap. 47) . Pasado este tiempo, �artan volvi6 a su casa. A la gente de Laugar no le hizo nin­ guna gracia lo sucedido y dijeron que "creian que se habia tratatado de un deshonor mucho peor, mayor incluso, que si �artan hubiera matado a uno o dos de ellos". La segunda requiere que se cuente con mas detalle. Egil y sus compaiieros, tras sobrevivir a un frio terrible y a una enorme ventisca, llegan agotados a la granja de un hombre muy rico llamado Armod Beard, que les invita a quedarse a pasar la noche y les sirve grandes cantidades de una sustan­ cia parecida al yogur llamada skyr. Armod se disculpa por no poder ofrecerles cerveza. Despues de que Egil y sus hom207

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bres han tornado gran des cantidades de skyr, la esposa de Ar­ mod manda a su hija de once aiios a decir a Egil que deje si­ tio para alimentos mejores. Egil se niega a tomar otro bocado de skyr: Despues de regaiiar a su hija, dandole una bofetada, Armod invita a Egil y sus hombres a tomar mejores alimentos y la cerveza mas fuerte que puedan heber. Como no es extra­ no en el mundo vikingo, heber tiene un caracter competiti­ vo. Una vez que alguien empieza a hacerlo, se pone en evi­ dencia si no continua hasta el final. Egil se be be sus rondas y las de sus hombres cuando estos abandonan. Al final ni si­ quiera Egil puede con mas. Entonces se levanta y se dirige hacia Armod. Puso sus manos en los hombros de Ar­ mod y le empujo hacia el poste. Entonces Eg!l dio una arcada con la que salio tanto vomito que cayo sobre la cara, los ojos, la nariz y la boca de Armod. El vomito se escurrio por su pecho de tal modo que no podia respirar. Cuando consiguio recuperar el aliento, empezo a vomitar por todas partes. Todos los servidores de Armod que estaban presentes aseguraron que Egil era el mas vil de los hombres; solo el peor haria una cosa asi, no salir a vo­ mitar fuera, sino hacer algo tan espantoso en el salon de heber. "No me reprocheis esto", dijo Egil, "solo hago lo mismo que esta haciendo vuestro seiior. El esti vomitando con todas sus fuerzas, igual que yo". Entonces Egil volvio a su asiento y pidio mas bebida. (Cap. 7 1 ) Aunque resulte dificil de creer y a pesar del comportamien­ to de Egil, las sagas destacan por su decoro y reticencia a la hora de mostrar lo que actualmente considerariamos funcio­ nes corporales embarazosas o asquerosas. Sorprendentemen­ te, en elias hay pocas vulgaridades o procacidades. Cuando la vulgaridad entra en juego es a traves de insultos conscien­ tes que forman parte del toma y daca de la adquisici6n, pues­ ta a prueba y reivindicaci6n del honor. De este modo, hom­ bres y mujeres ponen en duda la orientaci6n sexual de los hombres y, en algunos casos aislados, la de las mujeres; algu­ na vez un hombre se burla de otro asegurando que se ha acos208

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tado con su mujer, pero estos insultos suelen expresarse en forma de verso enrevesado y muy rara vez en forma de prosa comprensible 3. El relato habitual de las sagas se caracteriza por una reser­ va decorosa, en la que las funciones corporales solo se men­ cionan cuando un personaje saca el tema a colacion a traves del insulto. Por ejemplo, las miles de paginas que componen el conjunto de la sagas islandesas muestran muy poco in teres por los fluidos corporales contaminantes. Las referencias a olores, sabores y a los contactos repugnantes son raras y, cuan­ do aparecen, vuelven a estar ligadas al intercambio de insul­ tos, de modo que el mal aliento de una persona puede dar lugar a componer versos insultantes sobre su condicion 4• Aunque se mencionen algunos pedos, como suele ser habi­ tual con ellos, es una cuestion no tanto de asco como de hu­ mor 5. Incluso el dolor, a pesar de la cantidad de muerte y batallas que hay en la literatura heroica, apenas cuenta con referencias. Los cadaveres se amontonan y las extremidades se cortan sin mencionar el sufrimiento. La mutilacion pro­ pia de la violencia se glorifica de modo casi similar a como sucede en los comics o simplemente se considera como algo natural, algo propio de un mundo en el que la defensa del honor es la fuerza impulsora. El mundo heroico es un mun­ do de accion, mas que de sensaciones, y las emociones que mas destacan en el son las que suscita la accion publica, sus exitos y sus fracasos 6• �Que quiere decir que el asco y el ambito habitu�l de lo as­ queroso desempeiien un papel tan insignificante eb. este es­ tilo? �Indica acaso que el umbral de asco es tan elevado que destierra practicamente de la economia emocional el asco ba­ sa