Alejandro Morera Soto: el mago y el hombre [1 ed.]
 9789968316569

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ALEJANDRO MORERA SOTO: EL MAGO Y EL HOMBRE 1 1

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PRESENTADO POR

ALEJANDRO MORERA SOTO 1909-1995

GUILLERMO VILLEGAS HOFFMEISTER

e EUNED

EDITORIAL UNIVERSIDAD ESTATAL A DISTANCIA

920 M843v

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ent;i rnn al h otel . requi só las valii as d e Morera, extra o de aprecio algun de ser pudiera que lo todo as, prend ero, val ores,



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material y dej ó un recibo . . . (sic)

o para una Al llegar a París, Morera recibe la oferta de un contrat suma de la recibir tempo rada futbolera, por la cual habría de es ba ero p grado, setenta mil franco s. Habría aceptado de buen el Perdio . ble inscrito en el Hércul es, tenían su carné y era imposi

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contrato. en forma más Morer a nos ha prome tido hablar de ello otro día, o ayer. Ya, en insistim no eso Por . Rica amplia para Diario de Costa . fútbol penmel sobre iones impres sus su oportunidad, nos dirá

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García Soto, quien, como aficionado también había jugado a l fútbol al lado de Morera, fue el autor de la crónica que reproducimos.

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sular en particular y en general sobre el europeo, nos contará sus anécdotas y posiblemente nos diga algo de los cantos de las trianeras .

EN ALAJUE LA La ciudad de Alajuela se vistió de fiesta para recibir a Morera quien, seguido de un gran desfile de automóviles, camiones y cazadoras, hizo su entrada triunfal a la ciudad. Miles de personas estaban congregadas frente al local de la Liga Deportiva Alajuelense y las manifestaciones de simpatía al mejor futbolista nacional fueron enormes. Delegaciones de los clubes Cartaginés y Herediano hicieron acto de presencia en el local de la Liga, para reiterar su simpatía para este muchacho que tan alto ha puesto el nombre de Costa Rica. Morera está muy contento con su regreso al país y espera que dentro de poco el prestigio de la Liga deportiva alajuelense vuelva a colocarse en lugar preferente. Con motivo de la visita con que Alejandro Morera nos honrara a su llegada a esta capital, tuvimos el grato placer de saludar también a la bellísima María Isabel Vargas Facio, candidata en un certamen

de hP11P7il '11 1 i pn '1" i � o m � n i festar al notJ.blc futboli� te< Ma ría Isabel y Alejandro de p artieron cordialmente .

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atia.

La crónica es sencillamente un reflejo del entusiasmo que el . regreso de Ale1 �ndro Morera suscitó, entusiasmo que fue de tal . magrntud que siendo ese el Día de finados, muchas gentes deja­ ron de rr a orar en la tumba de sus seres queridos para unirse al júbilo despertado por el regreso de El mago del balón. La entrada a Alajuela, lo dice la crónica y lo repetimos, fue cosa de locos. Una verdadera apoteosis. Más de cien bombetas de doble trueno retumbaron en el firmamento, las sirenas de las agencias de lo� periódicos Diario de Costa Rica y La Tribuna, la . del Cme V1ctona, la del Teatro Alajuela, la de la dry cleaning de , Pule Orozco Guardia, sonaban Ehas a reventar.

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En las calles, en el local de la Liga, por todas partes se gritaba, se lanzaban vítores al hombre que regresaba al natío cubierto de gloria y con los bolsillos vacíos por la desgracia de la guerra. Así es siempre. Allá, trescientas veinticinco varas al norte del local de la Liga, metida en la cocina, con el corazón en un puño, esta­ ba Julita. Ciento cincuenta varas antes de la casa de Julita, en la puerta de la casa de Juan Rafael Meoño, estaba la ínclita ciuda­ dana Bertha Ramos Soto, directora de la biblioteca pública de la ciudad, acompañada de su hermana Lía de Meoño. Bertha esta­ ba inquieta. En Alajuela había quienes afirmaban que Alejandro se había casado en España, otros afirmaban que ya Julita no era la luz de su vida, en fin, toda suerte de especulaciones y Bertha quería darse cuenta por ella misma, no por lo que otros dijeran o especularan, cómo andaba el corazón de Alejandro: " Si va a la casa de Juan primero, es que el amor se le ha apagado Si sigue recto a la casa de Julita, es que la ama y se va a casar con ella . . . " La incógnita se despejó en minutos: la caravana que acompaña­ ba al Mago del Fútbol, concluyó cuando este ingresó a la casa de la familia Pacheco Cruz. Allá, en la cocina, con el corazón estrujado por la incógnita, estaba Julita. Alejandro la vio y, sin dar un momento, la abrazó con el mejor cariño que, en aquellas circunstancias, podía demostrar. Luego vino el saludo respe­ tuoso y los afectos para los demás familiares que allí estaban presentes. Alejandro se sentía incómodo, pues llegaba en andrajos. El saco roto, la camisa en jirones, sin botones, la corbata de medio lado, nada lo tenía entero ni bien puesto, los amigos, los hinchas suyos lo habían dejado, en sus demostraciones de afecto, hecho una calamidad. Pero eso no importaba, lo que interesaba era estar allí, con la dueña eterna de su noble corazón. Inmediatamente fue a su casa, a los brazos del padre, de la madre, de los hermanos, a lo íntimo, a contar cosas que todos querían saber y a saborear una olla de carne suculenta, con buena cecina, ratón, costilla y pecho, yuca, tiquizque, camote, elote, ayote, tacacos, culantro de coyote y vaya usted a saber qué

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